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Ellos

C A R LO S A LVA E S P I N O S A
ELLOS

La historia de los hombres puede considerarse como una suma de coincidencias y


contradicciones. Para los optimistas, suma de éxitos; o de fracasos para los pesimis-
tas. Cadena de fortunas o infortunios, según sea el caso, rosario de esperanzas y
frustraciones, de esfuerzos y desmayos, descubrimiento de etapas de un plan divi-
no para los creyentes, sucesión de absurdos para los agnósticos. En sus relaciones
también hay coincidencias, contrapuntos y diferencias, amores y desamores, suce-
sión incesante de sensaciones y pensamientos y al final siempre la igualdad, la ta-
bla rasa de la muerte. Por lo menos en parte, de todo esto trata esta historia.

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SECCIÓN 1

Parece que por azar sus lugares quedaron asignados frente a frente en la mesa. Él
ya la había visto antes, cruzaba el patio principal moviendo de prisa su hermosa
figura. Ahora la tiene ante sus ojos y los de Ella lo evaden, son azules y se mueve
nerviosa. Se dijo nuevamente a sí mismo, sin frustración y con serenidad, lo que
se había dicho antes: “Inalcanzable”.
La cena de bienvenida a los nuevos alumnos de maestría y doctorado tiene lu-
gar en el salón principal del Imperial Collage of Science de la Universidad de Lon-
dres, en Ella también se entregarán los diplomas de los que concluyen.
El gran salón es un edificio clásico. Sobre una de las extensas paredes se extien-
den originales de Turner y en la otra los retratos de los directores de la Universi-
dad desde el siglo XVII. Inmensos escudos de la Universidad y del Colegio cuel-
gan al frente y el ambiente es de total solemnidad inglesa. Él ve y disfruta las obras
de arte, el ambiente, la belleza de las columnas, las marinas de Turner, la impeca-
ble belleza de los blasones y la armonía de todo el recinto. También se introduce
la emoción de la reunión con los nuevos alumnos, de los que serán graduados y de
los que como Él, se encuentran a la mitad del camino. Al mismo tiempo, en el mis-
mo lugar y ante los mismos estímulos, el pensamiento de Ella es diferente: se llena
de emoción pero no es igual; para Ella estar allí y formar parte de un grupo privile-
giado de estudiantes, en el salón principal del Imperial Collage of Science de la
Universidad de Londres, con esta atmósfera de realeza le produce un significado
que desde niña persigue y que Ella llama y escribe como Aristocracia, con mayús-
cula, es decir pertenecer a una clase que sobresale entre las demás. En contraste
para Él, la aristocracia tiene un efecto doble, le agradan las formas y al mismo
tiempo percibe algo de ridículo. Ella ya ha entablado fluida conversación (en espa-
ñol) con sus vecinos, a su derecha un uruguayo muy serio, tenso y pálido. No sabe-
mos si su palidez es su color natural o se encuentra favorecida por la tensión. A su
izquierda una argentina de negros ojos y mejillas gordas como de niña.

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La supuesta coincidencia se disipa cuando se enteran que la distribución de los
alumnos ha sido por regiones lingüísticas y culturales. Esto obedece a la estricta
planeación inglesa, con el propósito de favorecer la comunicación de los de primer
ingreso. A la derecha de Él, sentaron a Li, una china, con un inglés de urraca in-
cómodo. Nadie sabe, por el momento, qué hace ahí y a su izquierda el espigado
italiano Valetzi, alegre y dicharachero. Este italiano ya sido atraído también por El-
la, la nueva mexicana. Ya le ha dicho que no lo parece, Ella dijo “Soy de Sinaloa”,
y el romano pensó que había pasado por alto algún diminuto país latinoamerica-
no.
Hace su aparición un educado mesero (la vida simula en ocasiones una obra de
teatro, donde de pronto entra un actor secundario para dar pie a una escena im-
portante). El mesero pregunta qué bebida desea cada quien. Ella titubea un poco
y pide un whiskey, tiene sed y lo que más desearía es una naranjada con hielos, pe-
ro atención no dice whiskey, dice “scottish please”, pronunciando una forma más
británica, pero scottish significa como adjetivo, perteneciente a Escocia, lo que El-
la quería decir era Scotch, es decir whiskey escocés como sustantivo.
¿Porque Ella actúa así?, si lo que quería era agua. Lo hizo por esnob y lo sabe,
lo que no tiene por ahora muy claro, es la raíz de ese comportamiento (Él se la ha-
rá comprender con tacto en el futuro). En el fondo parece existir esto: Ella quiere
por sobre todas las cosas ser reconocida. Reconocida como educada, culta, lista,
inteligente, y por supuesto Aristócrata. Para ello invierte energía, y en ocasiones
un poco de sacrificio. Él se ha percatado de la escena y su trasfondo.
El mesero pregunta “cómo quiere su scottish” dibujando una mínima sonrisa
que parece de amabilidad, Ella está a punto de decir que con soda y Él interviene
y le dice en español con una voz de autoridad “Pídelo sólo”. Su intuición la hace
obedecer y así lo hace, lo pide sólo. El mesero no entendió el breve diálogo entre
Ellos, pero ambos sonríen. Él la ha ahorrado un pequeño inconveniente: en las is-
las británicas el whiskey se toma sólo, combinarlo con soda es simplemente echarlo
a perder. Ella no lo sabe ahora pero lo sabrá en el transcurso de la noche cuando
le pregunte “¿Por qué me sugeriste que lo pidiera sólo?”. Así vemos por primera
vez un patrón entre los dos, con algunas excepciones, que se repetirá varias veces:
Él la salva a Ella.

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SECCIÓN 2

Hay coincidencias y diferencias entre los dos. Ella viene a Londres con la determi-
nación de destacar entre la aristocracia académica. Primera de cuatro hijos, nació,
como sabemos, en una mediana población del noroeste de México. Bienvenida a
la vida, despierta desde pequeña, aprende con rapidez, crece privilegiada por su
inteligencia y belleza. “Llegarás muy lejos”, es la bendición recibida de su abuela
dominante. Los padres la miman y presentan ante el círculo cercano con orgullo,
su papá le dice “mi Princesa”. Este padre es de origen humilde. De niño ofrecía na-
ranjas cortadas en el campo, desde donde, las llevaba corriendo a la terminal de
autobuses y las ofrecía en venta a los pasajeros, que ya sentados, abrían las ventani-
llas y a través de Ellas realizar la compra-venta, él alzando los brazos y ofreciendo
la mercancía y ellos entregando algunas monedas a cambio. Con un agudo senti-
do del comercio, el padre creció rápidamente en la venta de productos agropecua-
rios hasta lograr una posición económica favorable. Era tal su interés y decisión en
salir de pobre que se volvió autodidacta en el campo de la administración (y en
eso se parece a Él, en lo autodidacta). Visitó con frecuencia la biblioteca del pue-
blo para devorar cuanto libro de administración y comercio había. Aprendió con-
tabilidad y desarrolló un sistema de ventas a crédito que lo proyectó como empre-
sario innovador en la región.
Su madre de clase media presumía de su origen francés, -a partir de un oficial
del ejército de Maximiliano-, aunque no había rastro galo en sus apellidos, su pro-
genitora argumenta, porque lo hace todavía, que las huellas francesas se perdie-
ron por línea materna. Por lo demás, no hay registro de campañas del ejército fran-
cés en esa latitud del país a mediados del siglo XIX, de modo que la sangre france-
sa en la familia permanece dudosa. De todos modos, siendo niña, emocionada cre-
yó plenamente en el relato de la madre y permaneció grabado en su memoria.
Con el tiempo surgieron las dudas pero ya sabemos que lo emocional es difícil de
borrar.

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En contraste, Él llega a Inglaterra para responderse preguntas. Ésta es una par-
te del perfil de su personalidad: quiere aclarar, comprender, conocer. La vida y el
mundo son inciertos y en muchos sentidos oscuros sin dejar de ser un espectáculo.
Tiene la necesidad de encontrar respuestas verdaderas o al menos aproximacio-
nes, es el motor de su existencia. Es de las personas a las que el dinero, ni siendo
mucho, le interesa, porque no resuelve sus problemas fundamentales (en esto los
dos superficialmente se parecen: a Ella tampoco le interesa el dinero como objeti-
vo final, su problema vital se resolverá en la cúspide).
Hijo único, protagonista involuntario de la tragedia: su madre murió cuando el
vino al mundo. La hermana del padre se hizo cargo, una mujer gorda soltera de
buen corazón. Lo quiso y lo quiere como a un hijo. Su padre, hombre tranquilo y
taciturno vende libros viejos en un negocio heredado del abuelo, en el centro histó-
rico de la Ciudad de México. Tiene desde la muerte de su esposa una vida rutina-
ria alrededor de los libros y el ajedrez. Ama a su hijo sin expresarlo, no le dice que
lo quiere con palabras sino con hechos. Por ejemplo, se percató de su interés por la
biología, cuando cursaba secundaria y una tarde sin decirle nada dejó sobre su ca-
ma la última edición del Claude Ville en pasta dura, por entonces el mejor libro
en ese campo. Él lo hojeó fascinado y agradeció al padre con un fuerte abrazo y
palabras de agradecimiento, y éste sólo agregó “Creo que es lo que te interesa”.
En el Ville descubrió su pasión por la biología. En ese mismo libro había una
biografía de Darwin. El padre de la teoría de la evolución marcó su deseo de estu-
diar en Gran Bretaña y entonces la evolución se convirtió en su modus operandi
para encontrar respuestas.
De regreso a Ellos. Ambos comparten una memoria privilegiada. Ella a los 16
años durante el curso de historia, memorizó, las principales dinastías europeas:
los Habsburgo austriacos, Habsburgo españoles, los Borbón franceses y las interre-
laciones ente Ellos, esto es, quien casó con quien y sus consecuencias. La profesora
la adoraba “Nunca antes me había pasado esto”, le dijo al grupo. Ella en ese mo-
mento probaba un adelanto de la meta a donde quería llegar. Aquí se aclara una
de las diferencias más importantes entre los dos: estudiar, trabajar, invertir, am-
pliar el prestigio y el lugar en el mundo con gran determinación, son los medios
para llegar a la culminación. La vida de Ella es un gran proyecto al que debe diri-

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gir todos sus recursos, se relaciona con facilidad y adula sutilmente cuando lo ne-
cesita; el descanso, la satisfacción y la plenitud se encontrarán al final de la obra.
Vive para el futuro. Él vive para el presente, carece del gran proyecto, se encuen-
tra inmerso en dudas (por lo que Ella lo calificará de inseguro), cada día es un mi-
lagro y una reflexión, el estudio es la herramienta para entreabrir posibles respues-
tas, todas ellas provisionales. No tiene la determinación de Ella, no sabe a dónde
va y se distrae frecuentemente con su mundo interior. Sin embargo, su memoria le
permite reconocer más de mil laminillas al microscopio en el laboratorio de micro-
biología. En ese curso pudo conseguir trabajo antes de terminar la carrera, inter-
pretando estudios en un acreditado laboratorio; con muy buena paga. Rechazó la
propuesta de hacer carrera y dinero en el laboratorio, el trabajo asalariado le priva-
ría la oportunidad de seguir aprendiendo y siempre ha sospechado que hay algo
de turbio en las relaciones laborales.
Dos universos se entrelazan cuando dos se encuentran.

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SECCIÓN 3

Durante las primeras semanas en la universidad se vieron a distancia, Él además


la mira, Ella lo evita. No quiso hablar con Él hasta el día del juego en el que no pu-
do evitarlo. Un sábado por la mañana se desarrollaba un partido de futbol entre
dos universidades, la de Ellos y la de Cambridge, se jugaba un partido importante
clasificatorio. Las gradas estaban ocupadas por la mayoría de los alumnos de la
universidad. Ella estaba allí emocionada apoyando a su equipo. Él jugaba en el
equipo de la universidad y lo hace bien. Cuando entra al área enemiga, está a
punto de disparar a la portería contraria resbala, y en su caída arrastra al defensor
del equipo contrario sin tocarlo. Sorprendentemente, el árbitro que estaba a distan-
cia marca la pena máxima por falta dentro del área del defensor. Los jugadores del
equipo castigado reclaman. Él sabe que es una injusticia (el árbitro creyó ver que
el defensa lo fauleaba,) y mueve pensativo la cabeza negativamente, sin embargo
es conminado a ejecutar el penalty. El ambiente se carga de expectación, Ella pide
al cielo en voz alta “Dios mío que no lo falle”. En la ejecución Él dirige el balón
fuera de la portería deliberadamente, un ahogado “Uuuh” se escucha en las tribu-
nas. Sus compañeros hacen muecas de disgusto, pero no le reclaman (ya lo cono-
cen), desde el público vociferan algunos insultos, uno en particular le irrita a Ella:
”!Mexicano miedoso!”
El juego se perdió y Ella impulsada por una fuerza interna va a su encuentro
muy molesta:
-¿Por qué lo hiciste?, exclamó Ella, dime por qué lo hiciste ¡no te das cuenta de
que perdimos! Él la mira a los ojos con tranquilidad y le dice:
-La vida es una suma de pérdidas.
Fue una respuesta inesperada, mientras caminan hacia los vestidores, se quedó
muda por varios segundos y por su mente pasaron rápidamente sus pérdidas acu-
muladas: desde el rechazo a convertirse en reina de los ejidatarios, cuando era

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adolescente, por considerarlo de bajo perfil, pasando por novios perdidos, queri-
dos o no queridos, en especial el acaudalado hijo del hacendado, por el que sentía
genuino cariño, y que le había ofrecido todo lo que Ella deseara, viajes periódicos
a Europa “Para que no pierdas contacto con el mundo”, le decía.
Recordó también a los pretendientes que rechazó por no estar a su altura (aun-
que realmente los quisiera), y finalmente una sensación de pérdida muy reciente:
Valetzi, el italiano. Desde la cena de bienvenida intentó cortejarla. Toda mujer
que le gusta es potencial conquista (también aquellas que no gustándole del todo
pero que dan alguna señal de anuencia). Para este romano la vida en su aspecto
más importante se reduce a la siguiente doble fórmula –que en realidad es una: la
esencia de la vida es la pasión del amor y el amor de la pasión, es decir sexo. No
hay fuerza más poderosa que el deseo de llevarlas a la cama, sin embargo, ensegui-
da se produce una reacción opuesta. Después de hacer el amor y de beberse toda
su entrega, lo que siente es rechazo, es la misma fuerza, pero de repulsión. Irónica-
mente, se siente vacío, pero trágicamente ya no puede llenarse con la mujer que
tiene al lado, debe apartarse de ella, de lo contrario, si la dama insiste en no sepa-
rarse, siente que se asfixia. Valetzi es una variante peculiar de Don Juan. No las
aborrece después de dejarlas, siente amistad e incluso ternura pero no deseo; iróni-
camente huye de la poseída para evitar la sensación de estar atrapado, y entonces
además de vacío; se siente sólo. No lo reconoce, pero también desamparado y ha-
cia el final fragmentado. Lamentablemente, en unos años terminará ahorcándose.
Por ahora, este simpático italiano la ha invitado ya en dos ocasiones a cenar a
los mejores lugares de Londres. A Ella aunque le gustaba, pronto sospechó las efí-
meras intenciones del enamorado y se resistió con inteligencia, siempre dejando
un resquicio para un futuro basado en el verdadero amor (cualquier cosa que eso
quiera decir). El insistente galán estuvo dispuesto a quemar su último cartucho pa-
ra tenerla. La invitó a un viaje relámpago de cuatro días a la Toscana, atrayéndola
con el clima tibio de Italia, el bouquet del buen vino y su acalorada pasión. Se
rehusó. Sabía lo que significaba esa invitación y prefirió rechazarla, pero le dolió,
sobre todo porque dejó de buscarla. No deja de ser una pérdida, pensó.
En contraste, Él piensa primero en su madre, en el origen se encuentra la pérdi-
da, luego en el amigo de secundaria que murió atropellado y finalmente los veci-

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nos muertos en el terremoto de 1985: una mujer joven con sus tres niños que vi-
vían en una calle de la Ciudad de México, enfrente de su casa. Ese día hubo un
inexplicable retraso para ir a la escuela, rutinariamente abrían el portón a las 7.15
de la mañana para llegar a la escuela a cinco cuadras de distancia. Esa mañana la
tierra fue sacudida por el terremoto a las 7.19 y la señora y los niños no habían sa-
lido, el padre había partido como de costumbre más temprano a su trabajo, del cu-
al regresó angustiado para saber de su familia. Estaban bajo los escombros. Con la
ayuda de Él y otros vecinos lograron rescatar los cuerpos al día siguiente. Ese día
hubo tantos edificios destruidos en la ciudad, que no hubo fuerza pública que los
ayudara. El rostro desencajado y desesperado de la pérdida de este hombre que
gritaba “¿¡Dios por qué”!? Mientras sangraban sus uñas al rascar los escombros,
dejó honda huella en Él. Cursaba El primer año de la licenciatura y sus primeros
dos décadas de vida. Conocía bien esa familia porque eran invitados a pasar la Na-
vidad con ellos. Una familia buena y armoniosa. Él se había encariñado con el
más pequeño, al que encontraron abrazado por su madre, cubiertos completamen-
te por polvo blanco, como figuras de yeso de las iglesias. Esa madrugada pensó,
muchas fallas en el mundo, el Creador trabaja mal. Al amanecer Dios ya había si-
do enterrado.

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SECCIÓN 4

-Ya sé que no te gustó - le espetó, como si pudiera leerle su pensamiento. Pero eso
no significa que no podamos ser amigos, además somos paisanos, te invito a cenar
mañana, agregó.
Efectivamente es lo que Ella pensaba, y se sentía sola después de romper con
Valetzi, además, para tranquilidad de su consciencia, Él ya estableció las reglas
que Ella hubiera puesto: sólo amigos.
La llevó a Covent Garden, a un pequeño restaurante francés. Cada mesa ape-
nas alumbrada con pequeñas lámparas de gas. Merlot, eligió de vino Ella, hacien-
do un breve pero acertado comentario sobre la uva; es el vino que realmente le
gusta pero también muestra su conocimiento. Demuestra su cultura sutilmente, cu-
briendo su necesidad, ya sabemos, de ser reconocida, pero en el fondo el asunto
es más complejo: Ella es una mujer en proceso de ser, sino simplemente ser. Se
siente a sí misma como un ser incompleto, no pleno y entonces piensa y siente que
el faltante lo pude llenar desde afuera, por eso aspira a la cúspide de la aristocra-
cia.
Cuando llegó por primera vez a la Ciudad de México, visitó la plaza mayor y
se dirigió al centro de la plaza, llamada por los capitalinos Zócalo y se dijo “Estoy
en el centro del país”. Tenía desde ese punto, enfrente El Palacio Nacional y a no-
venta grados a su izquierda la Catedral Metropolitana, dudó a cual dirigirse. El Pa-
lacio Nacional era la sede del poder político y le atraía. Pudo más el poder divino.
Salió fascinada de conocer la catedral. Luego de terminar el primer semestre de
biología, se inscribió en un curso intensivo sobre el arte vinícola. En su tierra, sólo
se conocía bien y se bebía con abundancia la cerveza. No era una información
que requiriera con urgencia pero intuitiva, sabía que le sería útil en el futuro y Ella
debe estar preparada.

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Resulta de dudosa utilidad la cultura del vino cuando comparte una cena con
Él, cuando ambos celebraron el buen sabor de la primera copa, Ella le preguntó:
–¿Cómo aprendiste a reconocer el buen vino?
-Mi método es mucho más simple, dijo Él (como si supiera todo el esfuerzo
que Ella ha invertido en esto) y le soltó: son dos pasos: uno lo pruebo, y dos conclu-
yo: me gusta o no me gusta, eso es todo. Ambos rieron, Ella al mismo tiempo sien-
te una mezcla de frustración, molestia y asombro por Él. Esas tres emociones le
acompañaron gran parte de la noche y serían muchas más (las noches y las emocio-
nes) en el futuro. La frustración de hacer consciente, al menos por unos momen-
tos, lo irrelevante de su conocimiento sobre el tema, la molestia porque Él se lo ha-
ce ver sin proponérselo, pero también molestia porque no le gusta físicamente y
finalmente la envuelve el asombro, por su forma de ser: sencillo, fresco, espontá-
neo, ingenioso y tranquilo. Ella desviando la conversación volvió al tema del jue-
go.
-No sentiste frustración de perder el juego, preguntó Ella.
-No realmente, contestó.
Animada por el vino se interesó en saber más.
-¿Nada te ha desilusionado en la vida?,
-Por supuesto que sí. Se quedó pensando por unos segundos, de pronto le vino
a la mente el bombardeo masivo de los aliados sobre Irak en enero de ese 1991,
del dolor humano tan grande en tan poco tiempo. Tuvo y tiene la sensación a ve-
ces, de que la especie humana no tiene remedio, el riesgo de su extinción depende
más de sus propias acciones que de fenómenos naturales, se decepcionó profunda-
mente del hombre en esa guerra del golfo.
-La especie humana es un arma de dos filos, le dijo,
-En esta guerra murieron muchos en poco tiempo, eso me entristeció profunda-
mente. Guardó silencio y siguió pensando: la iniciativa corrió a cargo de Estados
Unidos, Inglaterra se adhirió como principal aliado. En este punto de sus pensa-
mientos y emociones se detuvo. A Ella le dicen en la Universidad “La Tatcher me-

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xicana”, por su férrea determinación en el trabajo, en el logro de sus objetivos y
por su seguridad en la conducción de su personalidad. Cuando arribó a su mente
lo de la Tatcher y sabido es que a Ella no le disgusta, decidió no mencionar la par-
ticipación del Reino Unido en la guerra y prefirió contarle otra historia.
-Deja que te cuente mi primera desilusión. Siendo todavía un niño me llamó la
atención una familia muy numerosa, que aparece en un comercial de televisión. Es-
taban comiendo todos y cada uno galletas, la misma galleta. Le comenté o más
bien le di entender a mi padre que era una gran coincidencia que a todos les gusta-
ra la misma marca. Mi papá me aclaró tranquilamente que a todos les pagaban
por decir en el comercial que preferían esa galleta y además comérsela ante las cá-
maras. ¿Aunque no sea cierto replique yo? Efectivamente, -respondió mi padre,
aunque sea mentira.
Fue una desilusión y no la olvido. Aprendí que las personas pueden fingir y
mentir por varias razones, el dinero es sólo una de ellas.
Se produce un silencio dulce durante el cual Él piensa que llamarla Tatcher pa-
rece inapropiado, la ve inteligente pero frágil, con convicción pero dulcemente sus-
ceptible, y por eso dijo no tener comentario, en el momento en que Ella, sutilmen-
te y con una tierna mirada preguntó,
-¿Qué opinas sobre la participación del Reino Unido en esa guerra? Sin saber-
lo se enamora de Ella, a diferencia de lo que suele ocurrir, antes de desearla.
Abandonan contentos el lugar después de la cena, se le ha olvidado a Ella que
no le gusta, por una sensación que será muy importante en el futuro: se siente segu-
ra.
De Covent Garden a South Kensington caminando se hace por lo menos una
hora, pero para ambos fue mucho más corto. Ella habló de su vida como una ca-
rrera de obstáculos que ha ido venciendo uno a uno. Él de vez en cuando le pinta
una escena de su vida que considera relevante. Ella suma logros, Él colecciona cua-
dros o instantáneas de sus experiencias. No la acarició una sola vez en toda la no-
che, sin embargo para Él, las caricias también pueden ser verbales, por ejemplo
cuando Ella sintiéndose a gusto dijo:

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-Es una rara y buena coincidencia el que dos mexicanos estudiemos un posgra-
do de biología en Londres.
Él experimentó una grata sensación y replicó con la siguiente reflexión:
-Preciso de toda tu atención para lo que voy a decir. –Detuvieron la marcha,
Ella lo mira atenta y expectante. La noche es transparente y fresca. En la bóveda
celeste el manto de la Vía Láctea los enmarca.
-La gran coincidencia, -dijo Él- si miras hacia atrás en el tiempo, hacia el prin-
cipio del universo, hace diez y seis mil millones de años, y si imaginamos un futuro
de otro tanto de miles de millones de años, la más impresionante coincidencia es
que en esa eternidad de la historia del universo, en la cual estamos inscritos, nos
encontremos tú y yo coincidiendo, primero, vivos, siendo la vida tan infinitamente
breve y luego, encontrarnos en el mismo lugar: aquí en la tibia frescura de Hyde
Park arropados por la blanca y tenue luz de la luna y las estrellas.
Ella quedó cautivada con su reflexión. Ambos miraron al cielo por unos segun-
dos y reanudaron la marcha por un sinuoso camino peatonal flanqueado de árbo-
les. Todavía los podemos ver a la distancia: dos diminutos fragmentos de materia
pensando sobre sí mismos y el todo que los rodea.
La dejó a la puerta de su Garden House, en Knigthsbridge, un conjunto de lu-
josos de edificios típicamente ingleses y se besaron en la mejilla, no a la manera
en que dos amigos se despiden en México, en una sola mejilla, sino a la inglesa,
en ambas; no fueron conscientes de ese detalle al momento, sino después.
En las semanas siguientes el comportamiento de Ella es distante, no quiere cru-
zar más allá del saludo con Él. Con mayor precisión, es una actitud de rechazo. Po-
dríamos juzgarla con severidad pero es conveniente conocer la razón de su conduc-
ta, la cual es doble. En primer lugar se encuentra el arquetipo de pareja que se ha
construido en su cabeza desde niña. Para decirlo rápido Ella quiere de pareja a un
Príncipe Azul y para eso también se ha preparado y se cultiva. El príncipe ya debe
existir en algún lado, sólo es cuestión de tiempo para que se dé ese encuentro, ade-
más no tiene prisa, la prioridad sigue siendo su propia construcción para ascender
al vértice, a la aristocracia y por otro lado, siente afecto por Él y no quiere hacerle

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daño alguno, y para Ello no hay que darle ninguna esperanza, de modo que lo
que parece a primera vista rechazo, ironías de la relación humana, es bondad.
Volvieron a verse por una necesidad de Ella no esperada: la redacción de sus
trabajos en inglés. Confía en Él, le inspira seguridad y maneja el inglés como len-
gua materna, por eso le pidió la traducción de un trabajo importante para pasar
la materia más difícil. Acudió personalmente a su cubículo a pedirle la traducción
y se marchó. Como es lo habitual en estos casos, aceptó gustoso y minutos después
recibía de Ella el documento por e mail. Después de una lectura rápida concluyó:
su inglés es espantoso, aunque la sustancia del documento era buena. Conocía la
materia, el tema y al profesor. Se esmeró para lograr no sólo el mejor inglés sino
también un impacto favorable. Le llamó por teléfono para sugerirle algunos cam-
bios de forma y fondo. Dos cosas le sorprendían a Ella, primero la profundidad en
la compresión que Él lograba de su trabajo y segunda el profundo respeto hacia
ese trabajo suyo, al pedirle autorización para agregar o quitar hasta una coma. Un
tercer elemento la sorprendería: obtuvo la más alta calificación y el profesor la feli-
citó: no sólo por la calidad del contenido sino también por el impecable inglés utili-
zado. Le llamó para comunicarle el éxito obtenido con su ayuda y después nada.
Alejada, distante como tratando de evitarlo, sin comunicación. Sin embargo la de-
manda de trabajos bien escritos no cesa y entonces se reproduce lo ya conocido:
acude personalmente, le pide ayuda, manda por correo el trabajo, el inglés de El-
la es horrible, Él lo corrige, resultado sobresaliente, se lo agradece y adiós. De vez
en cuando la invita a salir, la pasan muy bien, se conocen cada vez mejor, besos en
ambas mejillas al final de cada encuentro sin aparente progreso.
El balance de la relación hasta este momento, parece ser éste: Él la conoce me-
jor, al punto que puede predecir algunas de sus respuestas y conductas, que mu-
chas veces no comparte (como el tratar de desligarse de sus orígenes,) sin embargo,
se enamora más a fondo –misterio conocido- y ahora lo sabe; Ella lo admira pero
no lo quiere, lo rechaza pero lo necesita y también lo sabe y ambos intuyen los sen-
timientos del otro.

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SECCIÓN 5

Sucedió algo nuevo que modificó la relación. Un pretendiente la invitó al Hyde


Park a desayunar, se encontraban sentados después de ordenar. Ella podía ver a
través de la ventana la inmensa fuente y en su borde el camino que es usado como
pista; el fondo era de bellísimos verdes contrastados con los troncos de los árboles
y más arriba un telón azul de fondo. Para su sorpresa lo ve correr en shorts y ca-
miseta. Él es de estatura media pero es un hombre muy fuerte, la carrera es sólo el
complemento de su rutina diaria en el gimnasio. Ella únicamente puede apreciar
parte de su recorrido en el circuito, inopinadamente consulta su reloj para saber
en cuánto tiempo reaparecerá: 15 minutos exactos. Lo vio dos veces. Mantiene la
conversación superficial con su interlocutor pero está pendiente de verlo nueva-
mente,. De pronto aparece detrás de Él, como a unos 30 metros, una mujer bajita
en shorts de estupendo cuerpo, en particular el amplio y redondo trasero. La reco-
noce, es Li la china con inglés de urraca, compañera de Ella sentada al lado de
Él en la ceremonia de inauguración. Ahora sabremos por qué estaba Li sentada
en ese lugar. Aprieta la Li las zancadas y le da alcance, le dice algo, se detienen
por unos segundos, intercambian algunas palabras y reanudan la carrera juntos.
Ella está tan atenta que pierde el hilo de la conversación, se disculpa, y con el pre-
texto del tocador puede seguirlos en un recorrido más amplio. Ya en el servicio, se
mira en el espejo y para su sorpresa ve una cara de preocupación, se acicala el pe-
lo sin sentido y piensa, “deben pasar de nuevo en unos minutos”. Regresa a la me-
sa, sonríe, reanuda la conversación con renovado vigor. Pero la asalta un rasgo de
su personalidad: es impaciente. Pasan los minutos, los cuartos y las medias horas y
no los vuelve a ver en toda la mañana, algunas ideas se entrecruzan. La tranquila:
debieron optar por otro recorrido. La inquietante: y si no es la primera vez que se
encuentran y de aquí se van al cuarto de Ella o al departamento de Él. La pertur-
badora: están haciendo el amor. Prolongó deliberadamente la sobremesa para dar-
les más tiempo a ellos y su galán pensó que era por su causa. No fue difícil llegar a
la conclusión de que se fueron juntos sobre la base de un rápido acuerdo. Se despi-

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dió secamente de su último pretendiente cuando la dejó en Garden House. Como
en medio del bosque al avecinarse la nube negra, se sintió sola y pensando, cómo
era posible que la Li tuviera derecho a llevárselo si estaba corriendo para Ella. Es
el pensamiento circular absurdo militando por su mente, después de cada vuelta
intercala éste razonamiento: “está bien no me interesa, es su vida y tiene derecho”
y enseguida El castigo:”no puedo ser tan envidiosa”. A pesar de que amagaba con
arribar, la idea de estar celosa, Ella no le abrió la puerta de su consciencia. De to-
das maneras lo que si arribó es el deseo de verlo, pero no había ningún trabajo por
traducir, necesitaría algún pretexto.
La perspicacia de Ella fue acertada. Li y Él llegaron al departamento de este
último, apenas cerraron la puerta sin mediar palabra, se hincó frente a Él le bajó
los shorts y los boxers, le complació con sus habilidades, luego bruscamente se vol-
tea, se desprende de la ropa, hincada , se agacha y lo invita con la redondez de las
nalgas y la humedad de su sexo.
La pelvis no fue menor en destrezas.
Al terminar exhaustos, se recuestan sobre la alfombra. Li le habla con profun-
do respeto: de usted, le agradece al Professor el placer compartido, se viste apresu-
rada y se despide, pero antes le dice con una sonrisa
– De no haber aceptado usted, hubiera tenido que dar tres vueltas más, a ritmo
intenso al Hyde Park. Ambos ríen de buena gana. La china desaparece detrás de
la puerta que ella misma cierra.

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SECCIÓN 6

Efectivamente, no había sido la primera vez, Li al principio del curso le pidió la ex-
plicación de una clase complicada sobre diversidad de caracteres y darwinismo y
Él, al cierre de las clases regulares, en una banca del amplio patio universitario,
con toda paciencia y amabilidad durante dos horas estuvo enseñando a Li con
ejemplos, procurando la mejor comprensión. Li asimiló todo. Si no había com-
prendido antes fue más por su inglés que por los contenidos. Y entonces le dijo
-Usted desde ahora es mi Professor. Esta categoría está consagrada para los pro-
fesores de más alto rango en la universidad. Desde luego se sintió alagado y agra-
deció el cumplido y se despidió, pero la mano de Ella lo detuvo.
–Professor tengo un regalo para usted en mi cuarto venga conmigo para que lo
reciba. El accedió y apenas cerraron la puerta de su cuarto, sin mediar palabra…

Al día siguiente se sintió mejor, con las clases y el trabajo por hacer alejó a la
china de su pensamiento, sin embargo en los descansos pensaba en encontrar algu-
na razón convincente para verlo. Dos días después, el telefonema salvador,
–Te invito a un evento que te va gustar, le dijo. Ella aceptó sin las reservas.
–¿A cuál evento vamos?
-Será una sorpresa.
-Adelántame algo,- dijo Ella curiosa como siempre.
-Está bien, debe bastarte con saber que estará presente parte de la Royal Fa-
mily. Bien sabido tiene Él que no hay cosa más atractiva para Ella que lo relaciona-
do con la familia real.

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–¡¿Estará la princesa Diana, dime si estará presente Diana!? le preguntó con
alegre ansiedad.
–Estará Diana, dijo Él.

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SECCIÓN 7

Se fueron caminando juntos. Al iniciar la tarde pasó por Ella con mucho tiempo
de anticipación para disfrutar el camino. La función será en El Royal Albert Hall
en South Kensington, un auditorio circular con domo, hecho con ladrillos rojos, al
igual que los edificios vecinos, característicos de la época victoriana.
Ella está particularmente animada y comunicativa pero nada dirá de Li. Él co-
mo es habitual la escucha con profunda atención, e interviene con alguna frase in-
geniosa relacionada con lo que Ella dice para hacerla reír. Ahora Ella hace esta ob-
servación al ver la fachada del Royal Biology Society en Prince Consort Road.
-Mira qué belleza de escudo de la Royal Biology Society, señalando el blasón
de colores con leones amarillos, espadas y almenas medievales en la cabeza del por-
tón del sobrio edificio.
–Es cierto es bonito, pero a ti lo que más te gusta es el simbolismo de la realeza
expresado en el escudo,
-Eso también es cierto, dice Ella, y Él agrega:
-Lo bueno para ti es que en Londres estamos llenos de instituciones reales, casi
todo, ¡hasta la panadería es Royal!, simultáneamente Ella suelta la carcajada y Él
se ríe. Ahora Él hace su observación, no sólo sobre el mismo edificio, sino su visión
sobre el conjunto de edificios de la Prince Consort Road haciendo esquina con Al-
bert Court.
–¿Te das cuenta de la armonía visual de la combinación del rojo de los ladrillos
con el intenso azul del cielo al fondo, de todas estas construcciones?, abriendo con
su brazo derecho una parábola, proponiendo una vista de 180 grados, y agrega:
-¿No es esto un espectáculo del mundo? Y complementando Ella dice:
-Tienes razón, esta visión de conjunto también es hermosa.

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Conforme se acercan al teatro observan cada vez más personas, muchas de
ellas tienen en común que llevan bajo el brazo un cuaderno blanco grande. Obser-
vadora como es, señala:
–¿Te das cuenta de esos con el cuaderno?, parece que todos fueron a la misma
papelería.
-Todo tiene su explicación, todo a su tiempo ¡ Ah!, y por favor no esperes estar
en las primeras filas, le contestó.
-No te preocupes comprendo bien que nuestro presupuesto es limitado. En rea-
lidad el recortado es Él, pero Ella por primera vez quiere incluirse en su vida sin
darse cuenta.
Muestran los boletos y entran, hora y media antes del inicio, los mandan a la
galería del tercer piso. Ella se sorprende porque sólo la mitad derecha de recinto
tiene ya todos los asientos ocupados por las personas con los cuadernos blancos.
Ellos están en la mitad opuesta, casi vacía. Rápido encuentra Ella la solución.
–Todos estos van a participar en el espectáculo ¿verdad?,
-Así es pero siéntate y preparémonos para lo que viene.
–Antes deja preguntar, dijo Ella. Se aproximó a interrogar brevemente a una
de las personas con el cuaderno blanco. Entonces supo que todos ellos pertenecen
al Royal Club de Canto del Reino Unido, y que vienen de todas las islas británicas
orgullosamente a participar, son aproximadamente mil quinientos y se encuentran
ahora distribuidos de acuerdo a su voz en la mitad de los asientos del Albert Hall.
Vieron en la siguiente hora como la otra mitad del teatro era ocupada con el
público propiamente dicho y en el foro la llegada de The Royal London Orches-
tra. Tres minutos antes del inicio, al Palco Real arribaba la Royal Family y su au-
reola de grandeza, La Reina, El Príncipe de Gales, la Reina Madre y Diana, la
princesa Diana. En ese momento Ella se llena de emoción, le sudan las manos,
siente palpitaciones y dice:
–Lástima que no traigo mis catalejos quisiera verlos de cerca. En ese instante,
Él saca del saco unos pequeños pero potentes binoculares. Ella de puro gusto le da

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las gracias con un beso prolongado en la mejilla y enseguida le relata lo que ve: la
sonrisa de Diana, el vestido, el tocado, cómo saluda, cómo se mueve y sonríe. Un
aviso para guardar silencio interrumpe su descripción y ambos como todos se po-
nen muy serios. El Requiem de Mozart da inicio: Con la impresionante sonoridad
y armonía de la música y las voces, Dies Irae estremece el recinto, Ella escribe una
interrogación en el programa junto a las palabras de Dies Irae y se lo pasa, clara-
mente preguntando por el significado pues sabe de su dominio del latín. Él escri-
be: días de cólera, colera days y deus colere y lo devuelve y entonces sobre el mar-
gen Ella anota thanks, mercy y gracias, ahora Él le hace una señal de silencio muy
discreta.

En éste instante toda su atención se centra en lo que escucha, en la periferia se


encuentra Ella. Con la contundencia de la fuerza de Rex Magistatis inspirara pro-
fundamente, siente como se llenan de música y voces sus pulmones y su alma se di-
luye en la grandeza del espíritu de Amadeus. Para el momento de la entrada de
Confutatis pierde sutil y suavemente conciencia de sus extremidades, su cuerpo
se reduce a su cara, ahora se esfuma, se libera.
Un último pensamiento surge en su mente: la felicidad es el simple acuerdo en-
tre mi existencia y el mundo. Su corporeidad ha desaparecido, se funde en la voces
y las luces, al entrar Lacrimosa, ha cerrado y perdido los ojos y la vista, es sólo
consciencia, Ella es la última que desvanece en aquella, y entonces se fusiona en la
obra, todo es presente e infinito, no tiene manos, ni boca, es sólo emoción de un
sentido, Él es el torrente del coro que se despeña sobre y cimbra el graderío y co-
rre por los balcones, Él es los acordes, los vientos y las cuerdas y las divinas percu-
siones, la armonía es completa.
Ella se encuentra también intensamente emocionada, a través de los lentes ve a
Diana, quien llora discretamente, el momento es sublime, a Él lo ve inmóvil con
los ojos cerrados pero siente su presencia, el coro canta con toda su fuerza el públi-
co asiste electrizado y entonces en ese ambiente y en ese momento Ella también
humedece sus ojos y desprende una lágrima. En El aterciopelado Agnus Dei Él re-
gresa, a partir de la consciencia del lugar y de la presencia de Ella. Se encuentra

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en paz, profundamente relajado. El concierto ha terminado, calurosos aplausos
han obligado al director a salir al escenario en tres ocasiones y en las tres ha deriva-
do las felicitaciones a sus músicos y al gigantesco coro. Ella quiere hablar pero se
contiene, espera. En las puertas de salida es invitada cenar.

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SECCIÓN 8

Se encuentran sentados en el animado y relajado ambiente de un pub de Kings´


Road. Al final de la primera cerveza Ella le ha agradecido la invitación a tan “im-
presionante evento” e inquisitiva le ha dicho:
–¿A dónde fuiste cuando cerraste los ojos? Él ocultando la sorpresa por la pre-
gunta sólo sonríe y aclara que no se levantó de su asiento en todo el concierto y
cambia la conversación, Él habla siempre tranquilo, sencillo, pero muy educado,
sin esfuerzo ni gesticulaciones y con profunda atención hacia Ella le dice:
-¿Cómo te sientes en Londres al cabo de estos meses, cuál es tu balance? –Bien,
bien, pero los ingleses son muy fríos, acá nadie te pela, no se comunican.
–Es que son tímidos, viven en una isla. Ella dibuja una discreta sonrisa y agre-
ga:
-Pero mira, mi tutor no me dirige la palabra únicamente cuando yo le hago al-
guna pregunta relacionada con mi tesis, y me contesta secamente y es brusco
cuando me señala mis errores, sin ninguna consideración, ningún comentario para
lo que hago bien, además me molesta el color rojo de su plumón sobre mis textos.
–Pero se lo hace a todos.
-Sí pero no lo soporto, -sanciona exagerando,
-Hasta he pensando en cambiar de tutor, por otro lado, a mis compañeros pare-
ce que les molestan mis calificaciones, supongo que te puedo decir que he obteni-
do las mejores calificaciones del grupo cada mes, eso me da satisfacción porque a
eso vine. En ese momento, sin darse cuenta, se desabrocha un botón de su blusa,
de modo que Él puede ver la parte central de su sostén azul y parte de lo que éste
cubre,
–Eso sí, acota Él, mientras siente que la bestia caliente del deseo, dormida en
su vientre bajo entre los riñones se despierta.

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-Para colmo la secretaria académica parece que me aborrece gratuitamente y
yo no le hecho nada,
-No te quieren.
-Cierto, no me quieren. En cambio en México, mis compañeros, mis profesores
y hasta los de intendencia me trataban muy bien.
–Todos te querían
-Pues la verdad sí. Él suavemente le suelta:
–Paranoia al revés en México y al derecho acá. Pasan unos segundos en silen-
cio y luego lo esperado por Él, ambos, explotan una risotada y Ella agrega:
–Sabes, eres sorprendente. De este modo Él logra que Ella comprenda que ni
una ni otra situación son así de extremas, en su país la gente es muy comunicativa,
amable, indirecta y gusta de quedar bien en las formas. En Londres las personas
son secas, directas y poco amables. Por lo demás, una mujer con el pelo amarillo y
los ojos azules en su tierra llama la atención, en ésta isla no es tan rara.
Él desvía el tema de conversación.
-¿Qué piensas hacer al término de tu doctorado en Londres?
-Estoy dispuesta a quedarme, ojalá pueda conseguir trabajo, la ciudadanía in-
glesa y radicar aquí. Se muestra relativamente humilde y deliberadamente omite
su plan maestro de llegar a la cúspide de la aristocracia académica y social.
-¿Entonces sí te gusta la vida en la sociedad inglesa?
-Sí me gusta, a pesar de lo que te he dicho, me encanta como trabajan, como
se organizan, su historia, su independencia del continente europeo, todo lo que
han aportado a la humanidad…
-Y su realeza –acota Él.
-Bueno sí, conozco bien la historia real del Reino Unido (lo cual es totalmente
cierto, la conoce mejor que muchos ingleses).
-¿Y tú qué has pensado hacer al terminar, tu vas a terminar un año antes?

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-Yo pienso regresar a México, pienso en una actividad académica y de campo
tranquila, me gustaría algún puerto en el Mar de Cortés, además creo que hay
que devolverle al país parte de lo que nos ha dado, y que mejor que la devolución
sea conocimiento.
-No te gustan los ingleses –dijo Ella.
-No al contrario, he valorado positivamente a mis colegas y profesores ingleses,
comparto contigo el juicio de que trabajan bien y concluyen los proyectos, es algo
que falta en gran parte de nuestra comunidad científica. Simplemente deseo con-
cluir mis investigaciones y aplicar lo que he aprendido en el país donde siento el
entorno más familiar, ya que ahí nací. Y agregó:
-Desde luego puedes considerar este deseo como una debilidad mía que no veo
en ti.
-¡Es que yo quiero crecer!
-Eso está bien, pero creo que el desarrollo depende más del motor que tenga-
mos dentro que de los elementos que se encuentren fuera.
No se pusieron de acuerdo. Ella rebatió el punto ponderado las ventajas de vi-
vir en un país desarrollado y Él dándose cuenta de su férrea defensa, decidió escu-
charla con esmerada atención .
Han cenado y bebido pero sobre todo bajo la conducción de su ingenio y el rá-
pido entendimiento de Ella, se han reído de los profesores, de los compañeros, de
los ingleses, de los mexicanos, de Él, de Ella y de sí mismos. Sin embargo en el to-
cador Ella reflexiona: “Es muy educado, inteligente, culto, hábil, profundo y cómo
me ha ayudado, pero no me gusta”. Como sea, Ella la pasa bien y regresa a de-
gustar una cerveza más y más risas.

Salen caminando por Kings´ Road relajados y sonrientes bajo el influjo del al-
cohol. A Ella se le nota, lo toma del brazo porque se marea un poco pero no lo di-
ce, llegan a la calle de Fulham por Sidney y continúan por Brompton Road. Para

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entonces el aire fresco y la caminata la han despabilado, se siente sobria y se acer-
can a su casa, suelta su brazo y guarda silencio, El percibe el cambio y pregunta:
– ¿Cómo te pinta la semana?
-Tengo revisión con mi tutor y debo poner en el limpio mi trabajo, van a eva-
luar mi grado de avance.
–Puedo ayudarte, ofrece Él.
-No gracias, es un manuscrito que ya corregiste, sólo tengo que agregar las ta-
blas y figuras. A la puerta de su casa en Knightsbridge Ella se despide marcando
distancia:
-He pasado una tarde y velada excelente (su palabra favorita), te agradezco mu-
chísimo la invitación, eres el mejor amigo que nunca he tenido y la da un beso en
cada mejilla.
-Gracias por aceptar la invitación, el placer ha sido mío y ya sabes que puedes
contar conmigo. Él sabe que con esa despedida y esa distancia pasará un tiempo
largo para verla nuevamente.
Así fue, pasaron tres semanas, Ella se esfuma.

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SECCIÓN 9

Su mejor amigo es un alegre español de Aragón, Paco (ya sabemos que el mejor
de Ella es Él), con quien comparte el cuarto, siempre sonriente y de buen humor
a quien le ha contado de Ella, ahora ya le ha platicado del último encuentro y sin
miramientos le espeta:
-Tú eres el yoyo de esa rubia, con la fuerza de su mano te atrae, ya que te tiene
en el puño te suelta y ¡cuando quiere te vuelve a jalar!
-Es cierto pero para ser más precisos, contesta Él
-Ella es un sol y yo soy su satélite, cuando siente que en la órbita elíptica en su
punto más lejano estoy muy lejos me atrae, por el contrario, cuando estoy próximo
al punto del contacto, porque no la he tocado, me repele.
–Deberías olvidarte de Ella, despedirme a mí e invitar a Li a vivir contigo, esa
si te quiere.

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S E C C I Ó N 10

Para Ella se han programado los exámenes orales. Les tiene pavor. Hasta ahora en
los escritos ha sido la mejor y es feliz con ello. Comprender la pregunta, analizar y
elegir entre las cinco opciones la respuesta correcta es una técnica que domina. El
poder de su memoria le facilita acumular muchísima información, de este modo
hasta la fecha no ha tenido problema alguno, es primer lugar. Pero otra cosa es pa-
sar al frente y desarrollar un tema, articularlo correctamente, hacerlo interesante y
defenderlo ante el profesor y sobre todo, ante los compañeros. El problema es do-
ble: su inglés no es fluido todavía, estructura algunas ideas en español, su dicción
es mala, lo sabe y eso genera la segunda parte: se siente insegura. Sin embargo se
han presentado compañeros con una manera de hablar aún más deficiente, por
ejemplo Li, obtuvo 87/100. ¿Cómo le hizo esta oriental? La solución que dio a su
mala exposición fue la siguiente: primero, hacerla interesante con información sóli-
da e ideas ingeniosas y segundo, reírse de sí misma y de su inglés tan malo, y decír-
selo a todos. En su turno, la china interrumpió brevemente su presentación en
tres ocasiones, cuando parecía que no encontraría el verbo, el adjetivo o el sustanti-
vo apropiado para salir adelante. En una ocasión la palabra le vino de fuera, de
uno de sus compañeros y Li la tomó agradeciendo la ayuda. Ése fue su éxito, reco-
nocer sus limitaciones con el inglés y hacerlas públicas. Convirtió su debilidad en
fortaleza.
Ella estuvo presente cuando Li habló y se dijo a sí misma, “yo no puedo hacer
eso”. Por eso ahora que va a presentarse la rebasa el miedo al fracaso y en su parti-
cular caso, el miedo no es desproporcionado porque Ella debe ser perfecta. En
efecto, su presentación fue un fracaso. Memorizó varias oraciones completas per-
fectamente estructuradas, pero en el desarrollo del tema, fueron poco menos que
oasis en el desierto que hicieron oír muy mal lo que seguía. Aunque dominaba el
tema, no hubo continuidad, ni interés ni consistencia. Obtuvo el décimo segundo
lugar de quince, una fracaso para una mujer acostumbrada a ser la número uno.

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Se fue a su casa, se sintió tremendamente sola y deprimida. No podía ver la si-
tuación en su conjunto: todos saben que es una de los mejores, le fue mal en un
examen mensual por ser oral; también todos comparten la opinión de que ese fra-
caso no sólo es parcial sino temporal, al final dominará el inglés y de todos modos
se perfila como una de las mejores alumnas de la maestría. Lo que a Ella le pasa
parece ser lo siguiente: ese fracaso parcial y temporal lo vive ocupando su concien-
cia como total y absoluto, se derrumba la imagen que se ha construido de alumna
brillante, ya no es más la inteligente y hermosa rubia que brilla.” He fracasado an-
te al profesor y ante mis compañeros y estos estarán contentos de verme hundida”,
alcanzó a pensar y enseguida en Él y ese pensamiento apareció como el bote salva-
vidas después del naufragio: la manera en que la mira, la escucha, la forma en que
le habla y las ocurrencias que le ha dicho. Aparece una sonrisa en su rosto. Quiere
hablarle, o más precisamente, necesita hablarle.

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S E C C I Ó N 11

Él presentó su trabajo en cartel y también ante un auditorio especializado. Esta es


la modalidad para los trabajos premiados en el Congreso Europeo de Biología que
tiene lugar en París. Como su trabajo fue aceptado, la Universidad le paga el viaje,
la inscripción y unos modestos viáticos. Lo que no estaba previsto fue el premio.
Obtuvo el segundo lugar. Los ingleses comentaron que le arrebataron el primer si-
tio, para dárselo a un francés. Él simplemente no dijo nada sobre eso, agradeció
las felicitaciones, el premio y se fue a su modesto hotel, cerca de la Ópera, después
de la ceremonia. Muy contento de sentirse libre y harto de la corbata se desprende
de Ella, se calza los tenis y abandona su cuarto para caminar, ver y sentir París.
Ha borrado todo lo relacionado con su trabajo y ahora ya tiene un plan –todo
lo planea- caminar del Arco del Triunfo a la Place des Vosges. Al primero llega en
metro y sube a su techo. Es importante vivir esa vista antes de la caminata, se dijo.
El día es frío pero claro. Puede ver la convergencia planeada por el barón de
Haussman de las doce avenidas hacia El Arco para crear la Etoile de París que en
este momento convergen en el. Independientemente de esta coincidencia de con-
vergencias, el individuo es siempre para sí mismo el centro del mundo. Respira
hondo el aire fresco e imagina, proclive es al uso de su imaginación, a crear situa-
ciones sobre lo que ve. La arquitectura trasciende la vida media del hombre, estos
elegantes, uniformes y bellos edificios de la Ciudad Luz tienen ya más de una cen-
turia, ¿cómo se vería la ciudad hace cien años en 1889? Ahora Avenue des
Champs Elysees tienen aquí y allá hermosos carruajes, el sonido de los cascos ocu-
pan el espacio. Sombreros de copa y mujeres elegantemente vestidas caminan por
las blancas aceras, resalta el color negro de las vestimentas. Sobre la Torre Eiffel
ondea la bandera de Francia y un enorme pendón ha sido descolgado sobre un
costado: da la bienvenida a los visitantes a la gran Exposición Universal. Piensa en
lo afortunado que es, estando ahí y poder modificar con su imaginación la esceno-
grafía y los personajes del impresionante escenario.

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S E C C I Ó N 12

Le ha marcado varias veces y la manda al buzón, no deja recado porque imperio-


samente quiere hablarle. Se decide o responde a un impulso, difícil saber, va hacia
su departamento. En el camino se le ocurrirá algún pretexto. Durante el trayecto,
ninguna idea la convenció y entonces llega a la conclusión de que lo mejor será de-
cirle llanamente la verdad. “Si tienes tiempo, podríamos hablar un rato”, sería la
frase inicial, y entonces le contaría su amarga experiencia en el examen oral y des-
de luego, Él le diría algo muy sensato que la hará sentir mejor. Pero ya sabemos
que no todo lo planeado se cumple.
Paco abrió la puerta y de Él recibió la noticia de que se encontraba en París.
–¿Pero por qué no me avisó?- dijo Ella.
-¿Qué tenía que avisarte?,-respondió al punto Paco.
–No realmente no.
-¿A que fue a París?
-A presentar un trabajo y su trabajo fue premiado.
.-¿Cuándo te lo dijo?
-El no me ha dicho nada, fueron sus compañeros,
-¿Cuando regresa?
-Se tomará tres días más en París.
-Gustas pasar, ¿es algo urgente?
- No creo que no, contesta con una tenue sonrisa que intenta disfrazar la triste-
za de no encontrarlo.
–Si te urge mucho le puedes llamar.

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-Ya lo hice y me mando al buzón.
-Entonces sí es urgente.
-No es urgente, aunque sí le llamé.
- No entiendo.
-Olvídalo.
-¿Quieres que le diga algo cuando llegue?
- Sólo dile, por favor, que vine a saludarlo.
–Ok viniste a saludarlo.

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S E C C I Ó N 13

La imaginación es de pronto interrumpida por la realidad. Atrás de la Torre Eiffel,


al fondo, se está formado una tormenta que avanza hacia el centro de París, hacia
El Arco del Triunfo. “Hacia mí le dice su conciencia”. Un conjunto de nubes altas
y densas se acumulan, descienden y avanzan, por algunos resquicios entre ellas, ha-
ces de luz solar se dispersan hacia el horizonte, los matices de grises al fondo sir-
ven de excelente contraste a estos rayos de oro luminoso, el espectáculo visto desde
el techo del Arco es magnífico. De pronto en el centro de esa enorme y pesada ma-
sa de vapor grisáceo, ocurre un desgarramiento fenomenal, la cortina inmensa de
lluvia se desprende oblicua, atravesada por un haz de luz ahora amarilla, la altura
de cielo ahora es enorme, la Torre Eiffel en un primer plano profundiza inmensa-
mente los espacios. A lo visual se agrega los auditivo, el escenario es sublime: el es-
truendo que parece retumbar desde el centro de la tierra es enseguida coronado
por la instantánea y eterna belleza del relámpago, que permite por un segundo vi-
sualizar las vísceras del meteoro, el corazón se le hincha y siente, sin creer en ella,
que su alma se enriquece. Estoy vivo sintió y luego dijo al mundo ¡Viva la Vida! La
ropa empapada y las corneas mojadas lo persuadieron de resguardarse.
En esta misma techumbre del Arco del Triunfo estuvo Ella. Hace algunos años,
apenas abandonando la adolescencia, vino en excursión pagada por su padre
acompañada de muchachas de su edad y de su nivel económico. Fue la única que
decidió subir, vio la misma convergencia de avenidas, la misma hermosa ciudad,
pero su pensamiento y su emoción fue diferente, el corazón se llena pero de expec-
tativas: algún día será, como este Arco lo simboliza hoy y siempre, el día del triun-
fo, tiene que prepararse para vencer, la vida es una lucha, debe ganarse la cúspide,
para ser la mejor, por encima de los demás como en ese momento estaba literal-
mente sobre sus compañeras. Ella se llena de futuros, Él colecciona presentes.

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S E C C I Ó N 14

Regresó a casa caminando a través de Hyde Park, pero no puede disfrutarlo, pasa
por alto los frondosos sauces llorones que tocan con sus arqueadas ramas el cés-
ped, en su conjunto, parecen grandes gorilas verdes avanzando lentamente mien-
tras algunos niños juegan entre ellos. Se siente sola. Al llegar está cansada y se re-
cuesta en el sofá de la sala. Minutos después, de pronto y sin avisar, Él abre la puer-
ta que había quedado abierta, entra, se acerca a Ella sin hablar, muy delgado, sin
mediar palabra, se sienta en el sillón frente a Ella, la mira con la habitual profun-
didad, la piel de Él es ahora muy blanca. Ella se incorpora, se acerca sorprendida
y le dice
–¿Qué te hiciste? No hay respuesta e inmediatamente cambia de tema.
-Fui a buscarte, -y le interroga.
-¿Cuando llegaste? Él no responde, pero se levanta y ahora se acuesta tranquila-
mente en el sofá donde Ella hace unos segundos se encontraba, su mirada se diri-
ge ahora indiferente al techo.
-¿Pero qué es lo que te pasa, por qué no me respondes?, - le espeta. Se aproxi-
ma más a Él, mira sus manos y otra vez su cara y exclama, sin disimular grata sor-
presa
– ¿Cómo es que ahora eres tan blanco?, pero Él indiferente, sin dejar de abrir
los ojos, no contesta,
-La he pasado muy mal en el examen oral, te he querido contar que hice el ridí-
culo, por favor hazme caso. Él asienta con la cabeza pero no habla y lentamente
sus párpados se cierran. Transcurren algunos segundos, Ella sospecha que la situa-
ción va mal, algo grave se cierne, se acerca a Él y aterrada se da cuenta de que ha
muerto, le grita:

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–¡Despierta¡ sabiendo que es inútil y al punto de sacudirlo por los hombros,
quien obedece es Ella. Súbitamente se incorpora y siente que el corazón latiendo
con toda su fuerza se le saldrá por la boca, está sola, sus manos y su cuello sudan,
paulatinamente se recupera y ubica. Llama a su mejor amiga,
-Leslie necesito que vengas.
-¿Qué te pasa?.
-No es grave pero necesito hablar contigo. Leslie, su mejor amiga, es una esco-
cesa introvertida, inteligente, que es su reverso de medalla: tímida, modesta, sin
más ambición que complacer a sus padres en primer lugar y por extensión a todas
las buenas personas que se atraviesen en su camino. Le ha tomado particular cari-
ño a esta mexicana revolucionaria, que lucha por ser la mejor del grupo, plena-
mente determinada a triunfar entre la aristocracia académica de esta isla o si se
prefiere del ahora acotado British Empire.

Leslie, fiel, acudió, entre sorbos nerviosos de té. Ella le cuenta todo, bueno casi
todo: no mencionará el blanqueamiento de la piel y se sentirá mejor.
–Dime, qué piensas de mi sueño.
-Tu inglés ha mejorado notablemente. Con esta respuesta Leslie desvía la con-
versación y al mismo tiempo e implícito manda el mensaje que si bien el sueño la
espantó lo suficiente, no era como para llamarla urgentemente, pero Ella insiste y
ante la insistencia le dice
–¿Realmente Él te interesa?.
-Es mi mejor amigo y como tal pues sí mi interesa.
-A mi me da la impresión de que Él sí está seriamente interesado en tí. Ella son-
rió sutilmente, en el fondo sintió que un suave bálsamo le frotaba el alma, sin sa-
ber que le esperaba un cubetazo de agua fría con la siguiente afirmación de Leslie,
cuya traducción al español más aproximada sería:
-Pero tú sólo le das atole con el dedo y luego lo rechazas. Desde luego retuvo la
observación y no mencionó que cuando aparece Li, es cuando más lo busca. Se

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quedó pasmada pero disimuló, se levantó y caminó hacia la cocina al mismo tiem-
po diciendo
–¿Leslie no quieres galletas?, yo misma las hice.
Necesitaba tiempo para contestar, pero sintió que Leslie había metido el dedo
en la llaga. Por primera vez se dio cuenta claramente de lo que había estado ha-
ciendo con Él y si en ese momento hubiera escuchado a Paco con la metáfora del
yoyo, la habría entendido plenamente. Sin embargo se defendió:
-Yo hablé con Él desde el principio y quedó claro que no seríamos más que ami-
gos, no he dado pie a más y en verdad que no ha habido nada entre ambos. Sin
duda, reconocer la culpa siempre ha sido difícil.
-¿Nada?, preguntó su amiga.
-Bueno hemos ido a cenar, conversamos, nos reímos, me cae muy bien, es todo
un caballero, culto e inteligente.
–Lo buscas cuando lo necesitas.
–No necesariamente, y además los amigos están para ayudarse.
–¿Como haz estado tu?, y rompe el hilo de una conversación que le desagrada.
El diálogo se volvió trivial y poco después Leslie se despidió sin agregar más que
una mirada mezcla de indulgencia y afecto por Ella quien agradeció sinceramente
su apoyo.
Efectivamente se sintió mejor, por su mente amenazaban las ideas de su amiga
pero tenía que preparar dos clases y un examen y eligió poner manos a la obra,
no sin antes decirse a sí misma: “La maestría en Londres no está para remordi-
mientos”.

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S E C C I Ó N 15

Regresó a su hotel, se dio una ducha. Amante de la regadera, el baño significa el


placer de todas las mañanas que ahora será al medio día por las circunstancias. Se
cambió de ropa y salió a caminar. Se detuvo enfrente a la Ópera recién restaura-
da, es un magnífico edificio, le fascina y se lo apropia con la mirada y ahora forma
parte de su catálogo de grandes obras de la arquitectura. Es un convencido de que
toda obra humana puede ser aprehendida y apropiada por el espectador. Pode-
mos ser dueños de todas aquellas cosas del mundo que nos gusten, en silencio se
dijo. “El edificio de la Ópera es una creación aristócrata”, pero no supo si ese adje-
tivo lo puso en este momento para acordarse de Ella, o si genuinamente se lo atri-
buye a la obra. Sinceramente tuvo deseos de estar acompañado por Ella, o con ma-
yor precisión, que Él estuviera a su lado en un recorrido por la Ciudad Luz, enton-
ces le mostraría los caballos voladores, aquellos que rematan sus edificios favoritos:
El Petit y El Grand Palais, le explicaría Él cuándo, el quién, el cómo y los tesoros
que contienen esos palacios.

Parece acuerdo general que aunque andar sólo confiere ventajas, la compañía
integra y multiplica la experiencia. Nos realizamos con el otro.
Una vez llenos y satisfechos sus ojos de la Ópera, encaminó por Rue de Petits
Champs, y Etienne rumbo a la Plaza de los Vosgos, su favorita. De pie en el centro
de la plaza, trescientos sesenta grados sobre su eje, hizo girar su cuerpo lentamen-
te para admirarla y disfrutarla. Llegó por sorpresa el hambre, compró pan, jamón,
queso y una botella de agua. La gran baguette le supo deliciosa y ahora tiene sue-
ño, se sienta en el pasto apoyado en el tronco de un árbol, como en los domingos,
siendo Él un chamaco, hacía su padre en los “día de campo”, en el parque de la
ciudad. Al fresco de la caricia de una tibia brisa, se quedó dormido y nada se supo
de algún sueño recordado. Una pareja ya entrada en años utilizando una mano, lo

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despierta empujando levemente su hombro, abre los ojos antes de saber dónde es-
tá y escucha en suave y amable francés
-Como se encuentra?.
-De maravilla, -contesta-, da las gracias, y agrega en francés mirando el reloj
ya ubicado,
-Llevo mucho tiempo dormido y París no está para desperdiciarlo en siestas.
Los tres sonríen.
Reanuda la marcha por la orilla del Sena. La siesta le ha otorgado una particu-
lar lucidez para apreciar el mundo y la aprovecha, entra al Musée d´ Orsay. Le im-
presiona el reloj, ya le gusta el museo antes de apreciar las obras que conoce casi
todas gracias a las guías de Internet y su memoria, sin embargo, cuando está ante
el Corot, preferido, en su fuero interno se escucha: “No hay como la experiencia
en vivo, estoy interactuando con Jan Baptiste”. Se acerca y se retira de la obra, su
nariz casi toca la tela para luego apartarse dos metros, le sorprende cómo el artista
capta la realidad, la hace suya y la convierte en otra, las aparentemente burdas pin-
celadas en la proximidad, cuando son vistas a distancia producen el efecto de con-
junto: una obra maestra y todavía más, le maravilla la fuerza del estilo propio; to-
das los paisajes de J.B. Corot ofrecen la misma tenue bruma y las mismas luces y
acentuadas sombras, la inconfundible paz y es aquí, en este momento y lugar que
a nombre de Él y sin saberlo del género humano, agradece de los genios de la pin-
tura su talento. Tuvieron que pedirle que se retirara. “El museo cierra”. Le han
dicho.

Se ha bajado el telón de las estrellas, la noche es tibia, camina en absoluta cal-


ma que el timbre de su celular rompe con un mensaje: “Vino a buscarte, me pare-
ce que ya te quiere, Paco”. Por primera vez en mucho tiempo, ingresó a una con-
fusión de emociones e ideas, las palabras escuetas decían mucho y poco a la vez.
Necesitaba más información. “Conéctate ahora”, le contesta y enseguida busca un
Internet público, había visto varios durante el día y en este momento parece que

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se han desvanecido, pregunta y encuentra. Se instala en el café y se conecta. Paco
le cuenta todas las palabras que Ella dijo, pero más importante lo que su cara y su
actitud delataban. Antes de cerrar el correo verificó que no había mensaje alguno
de Ella. Reanuda el caminar, sin darse cuenta, a paso apresurado, trata de ubicar
y situarse en la situación. La conoce suficiente y razona: Ella fue a buscarlo para
pedirle algo, ya ha pasado, si bien no duda de la perspicacia de Paco su conclusión
debe ser falsa, enlentece el paso, respira hondo y recupera la serenidad, de cual-
quier forma y como suele suceder, su fuero interno lo traiciona y le dice, “Como
sea yo la quiero .“
Está cruzando sin darse cuenta la aristocrática Plaza Vendome, los simétricos
edificios que conforman el magnífico hexágono, bañados por la iluminación com-
binada de la luna llena y los faroles, dan una sensación de sobriedad imperial, co-
bra conciencia de ello. Se topa con el aroma y con las mesas de un café, del fondo,
quizá de la cocina, vienen unos acordes acompañando a un voz conocida, es Ca-
rol King con “Beautiful” de Tapestry, su álbum favorito de la adolescencia, Mien-
tras saborea un expreso y escucha, piensa nuevamente en Ella. Aquí en su mente
está Ella, comparte con Él pensamiento, palabra, café y la vida, fantasea que tie-
nen y disfrutan una habitación en El Ritz, donde Ella se sentiría reina, o más preci-
samente princesa y entonces construye una decisión trascendente al calor de Ta-
pestry, siente con claridad la confusión de su enamoramiento y se lo va a decir, no
sólo eso, le pedirá que vivan juntos, matrimonio de por medio si así lo requiere.
Perdió la objetividad, o mejor aún, sin perderla, lo rebasa la emoción. Dejó una
propina desproporcionada. Se siente bien, pues una vez tomada una decisión difí-
cil, por descabellada que esta sea, la tensión disminuye. Ahora camina enamorado
de Ella y de la vida y piensa al verse en la Plaza “No es lo mismo ver una foto de
este espacio que estar dentro de él” y se convence en efecto para sí, ¡ésta es la Ciu-
dad Luz!. Resulta bastante convincente que sin el mensaje de Paco no se hubiera
echado andar la maquinaria del enamoramiento que condujo a una decisión, lo
que ya no parece tan seguro es si en la decisión que tomó, participó la letra de
“Beautiful” de Carol King y si sin Ella, la decisión hubiera sido otra. Son miste-
rios de las sumas y restas de las emociones del alma humana.

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Antes de llegar a su hotel en Capucines, estaba vestida de gala la Ópera, la feli-
citó con su mirada y se sentó en un café cercano a cenar, sin perderla de vista.
-¿En dónde te has metido?, le preguntaron sus compañeros ingleses que con Él
coincidieron en El café a un lado de la Ópera. Hicieron una sola mesa, charlan
animados, alguien pregunta:
- ¿Qué nos hizo estudiar biología? Van contestando uno por uno. Cuando llega
su turno, era una de las respuestas más esperadas. Quien lanzó la pregunta la per-
sonaliza, le suelta:
-¿Por qué decidiste estudiar biología?, hizo una pausa de segundos y dijo:
-Para tratar de contestar una de las dos únicas preguntas que hay de fondo en
nuestra existencia. Hizo otra pausa interrumpida por su interlocutor.
– ¿Y cuáles son esas?
–La primera es cómo es que hemos llegamos a estar aquí, y la otra, cómo debo
entender y enfrentar mi propia muerte. Se hizo un silencio roto por un comentario
de quien estaba al lado,
-Ya extrañábamos tus respuestas.
-¡Brindo por la vida!, -exclamó Él-, a lo que todos se sumaron.
- ¡Brindo por las francesas! - Agregó otro y volvió el ambiente festivo. Sin em-
bargo quien estaba a su lado le hace la siguiente pregunta:
-Ya sé que eres un biólogo evolucionista y casi seguro, por lo tanto ateo.
-Es correcto -le ataja.
-Pero dime ¿cómo se explica el fenómeno de la religión o religiones desde
la perspectiva evolutiva?.
- Es una buena pregunta, pero antes de contestarte quiero en primer lugar de-
cirte que siento un profundo respeto por todas las religiones, yo sé que tú eres un
judío ortodoxo además de un excelente biólogo ecologista y te respeto por ambos
hechos. Me parece que la religión ha jugado un papel importante en la evolución
humana, un papel positivo. Me explico. Yo creo que desde la socialización primiti-
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va del hombre, algunos de los pequeños grupos humanos con un rudimentario len-
guaje simbólico pero muy útil, elaboraron grandes ideas para explicar lo que no
comprendían (y seguimos sin comprender del todo), por ejemplo la muerte, el cie-
lo estrellado o el nacimiento de un hijo. Esas ideas configuraron la construcción de
una solución: una fuerza superior en la que depositaron la autoría de estos hechos
sorprendentes y entonces aquí se crea el primer concepto religioso o metafísico: Se
construye el gran Padre Protector responsable de todo. Los posiblemente escasos
grupos humanos poseedores de esta primitiva idea religiosa , además de aliviar de
algún modo, la angustia que estos hechos provocan, sobrevivieron. Hizo una pau-
sa y agregó, los otros no, y la razón es, simplificando sencilla. La idea religiosa favo-
rece la cooperación, la solidaridad e incluso el sacrificio individual por el grupo,
ninguna otra idea puede hacerlo de forma tan eficiente.
–Te agradezco la explicación, -y cortésmente añadió- es posible.
Finalmente regresaron a sus hoteles, temprano al día siguiente volarían a Lon-
dres, apenas a tiempo para la cena baile de aniversario de la Universidad, sólo la-
mentó de ese encuentro, haberle dado la espalda la señora vestida de gala.

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S E C C I Ó N 16

Registró la más alta calificación en el examen parcial de bioquímica. Fue junto


con varios de sus compañeros a ver la lista de resultados en la puerta del aula don-
de minutos después iniciaría la clase. Encabezar esa lista con noventa y seis pun-
tos fue para Ella como ver la fila de aceptados al cielo, un bálsamo: le devolvió la
seguridad, la estabilidad y la fuerza. Minutos después antes de iniciar su cátedra,
El profesor titular de bioquímica, uno de los más estrictos de la Universidad, se
permite unos segundos para felicitarla ante los demás y ponerla como ejemplo pa-
ra todos y a Ella en su interior nuevamente en el primer plano de la vida, es decir
gracias a y por encima de los demás. Ha recibido adrenalina para su autoestima,
lo curioso es que tiene que venir de fuera. El problema es que tanto la adrenalina
como su autoestima describen una curva paralela en la que niveles y efectos de-
caen con el tiempo y entonces necesita más, otro estímulo externo, de la autoridad
en particular para sentir que vale, es como si Ella misma en su oscuro interior se
sintiera inferior. Qué ironía, el complejo de inferioridad instalado en la persona
equivocada: Ella es por sí misma una potencia académica, con recursos visiblemen-
te superiores y sin embargo siente que no lo vale. Con falsa modestia da unas hu-
mildes gracias a su maestro.
Al término de la clase abandona el salón por lo pronto sola. Ahora ya no tiene
necesidad de verlo sino sólo las ganas de contárselo. El fracaso
anterior ha sido borrado. Siempre fiel, Leslie se aproxima y la felicita.
-Bien hecho le dice y le pregunta:
-¿Lo has visto?
–Todavía no, -contesta-. Pero pronto lo verá.

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Se acerca también Valetzi considerado por ellas como el más galán de la gene-
ración, que la ha cortejado sin éxito desde que llegó y le pide hablar un minuto.
Ella dice que pueden ser más y que lo puede hacer delante de su amiga.
-Acepta ir conmigo al baile de esta noche -propone el italiano.
-De acuerdo, -le responde-. Cuando está contenta es muy proclive a contestar
afirmativamente, Leslie se sorprendió porque conoce la historia pero una vez que
Valetzi se fue no comentó nada.
-¿Por qué no me dices nada?, le pregunta Ella, buscando como siempre retroali-
mentación.
-Es tu vida ya no eres una niña, -le contesta-.
Cuando llegó a su cuarto Él le telefoneó para preguntarle qué había sido tan ur-
gente en su ausencia. Ella expresó alegría al escucharlo pero con displicencia mini-
mizó el episodio y le dijo que no era tan importante, que después se lo platicaría,
dando a entender al mismo tiempo que estaba ocupada.
-¿Ya tienes compañía para esta noche?
-Desafortunadamente, pero por ahí nos saludamos. Se despidieron. Nada nue-
vo, puso los pies en la tierra.
Eran mesas de diez sillas, durante la cena, cosas del azar o de la necesidad,
quedaron en mesas contiguas, Li se apresuró a sentarse junto a Él y Ella en la me-
sa siguiente con Valetzi. Se levantó para saludarla brevemente en inglés por respe-
to al otro, y regresó a su mesa. Los dos disimulando, estaban atentos a lo que hacía
cada quien con su pareja con los que ambos no parecían muy interesados. El
apuesto italiano habla mucho y Ella aunque le gusta se aburre. Li sólo habla si Él
le da pauta de conversación, no sólo lo admira y obedece, lo venera, ambos saben
que el postre vendrá fuera de la cena.
Pasados los discursos y las solemnidades de rigor, llegó la música y con Ella el
baile. Después de algunas piezas Valetzi la sacó a bailar y entonces Él sacó a la chi-
na. Era el primer baile en el que coincidían.

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Ella pensó que era junto con su pareja el centro de las miradas, ya que sin duda
era la dupla más bonita, pero se equivocaba. Las miradas enfocaban a la pareja
formada por Él y Li. Él es un excelente bailarín pero la menuda Li es aún supe-
rior, cuando arriba el rock and roll, les hacen una rueda y al “Compás del reloj”
la armonía de la pareja es sorprendente, parece que llevan años practicando, la Li
deslumbra. Él propicia su lucimiento y en el borde del círculo formado por la
otras parejas se encuentra Ella y su italiano, quien no deja de aplaudir junto con
los demás, Ella sin ganas aplaude, pero se siente desplazada, se hunde. No lo hace
consciente, pero es la envidia la causante del abismo, y del siguiente pensamiento:
“Después de estas acrobacias en la pista, la china las hará en la cama”. No lo pue-
de manejar. Le pide a Valetzi regresar a la mesa, éste sorprendido le pregunta:
– ¿Te sientes bien?
-No me siento bien, por favor llévame a mi casa.
-Está bien pero me invitarás a pasar.
-No, ya sabes que no
-Entonces espera un rato mas.
-Me voy sola. Cuando Ella da la media vuelta el italiano la sigue, la alcanza y
la lleva a su casa. La deja en la puerta sin insistir y se regresa a la fiesta. Ella no só-
lo está, también se siente sola, desea regresar pero es demasiado tarde, tiene que
conciliar el sueño, la imagen de Valetzi aparece primero, pero es con la escena de
Li encima de él, con la que con dificultad, finalmente se duerme.

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S E C C I Ó N 17

Fue un despertar pesado, era domingo, Li había partido muy temprano. Paco los
había dejado solos. Se puso la ropa y los tenis para correr sin ganas. Pensó que me-
joraría con el trote pero no fue así. No pudo siquiera llegar al parque, le faltaban
fuerzas en las piernas. Regresó. Con el termómetro en la boca se preparó un desa-
yuno frugal sin hambre. No tenía fiebre. Apareció un hormigueo en las piernas y
una sensación incómoda de ardor sobre la piel de las plantas. Tomó una aspirina
con té y se metió la cama. La variedad de la vida, “No dejará de ser un placer te-
ner un libro deseado entre las manos”, pensó. Cuando disfrutaba de sus coloridas
y extraordinarias láminas se quedó dormido.
Despierta con la sensación de un mayor peso en la piernas, que responden con
dificultad y lentitud, la sensación de pesantez es indiscutiblemente anormal. Trata
de sentarse y la falta de fuerza es notable, ahora el hormigueo comienza en los
hombros y baja por la cara posterior del brazo, llega al codo y se extiende por los
antebrazos hasta el pulgar. Intenta levantarse, imposible, el celular no está en el bu-
ró, se encuentra sobre la mesa y el teléfono fijo empotrado en la pared de la coci-
na. “Estoy desarrollando alguna forma de parálisis que parece progresiva”, pensó
y sorprendentemente mantiene la calma, no se angustia. “Vaya situación que estoy
viviendo y vaya reto; tengo que alcanzar el móvil que se encuentra a menos de tres
metros de distancia”, se dice ahora a sí mismo: “Primero el plan A, mediante gri-
tos para pedir ayuda a los vecinos, desechado, es domingo, la mayoría no está y le
parece ridículo, para lo cual ha desarrollado una alergia grave (al ridículo). B, pro-
yecta ponerse el suéter que dejó a los pies de la cama, arrastrarse hasta la silla del
comedor, incorporarse sobre ella, de no tener fuerzas suficientes, utilizará el suéter
para jalar el teléfono. Se rueda a un costado de la cama, y se arrastra con los bra-
zos en los que ya experimenta una fuerza disminuida. Llega al pie de la silla y con
mucha dificultad y gran esfuerzo trata de levantar su cuerpo con los brazos, pero
como necesita los dos no le queda uno libre para alcanzar el celular, que de todas

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maneras se encuentra muy lejos, lo ve cerca del borde opuesto de la mesa. Se re-
cuesta, descansa un minuto y ahora se arrastra por debajo de la mesa hasta llegar
al borde más próximo a la ubicación del teléfono, se quita el suéter, hace una asa,
anudando los extremos de las mangas y lanza la prenda como caña de pescar so-
bre la mesa. Con cuidado va tirando del suéter hasta que ve caer el celular en su
entrepierna, sonrió. Antes que a nadie, marcó a Urgencias, explicó su caso con
una claridad y tranquilidad que en el hospital pensaban que era una broma, luego
a los compañeros de Física que eran sus vecinos. Lo encontraron debajo de la me-
sa con las manos sobre la nuca. Mientras lo levantan entre dos, le dicen:
–Te llevamos al hospital.
-No hace falta, la ambulancia está por llegar.
Ya en Urgencias, mientras contestaba un interrogatorio se vio rodeado de enfer-
meras y médicos, e invadido con agujas, para muestras de sangre, para pasarle sue-
ro, con electrodos para medir su oxígeno, la actividad cardiaca; lámparas de luz
intensa para ver lo que hay adentro de sus ojos, como si fueran las ventanas a tra-
vés de las cuales pueda verse el mal dentro de su cuerpo, le instalan una sonda pa-
ra orinar, le parece totalmente innecesaria. Lo colocaron en una mesa donde fue
amarrado, lo cual le pareció absurdo en sus condiciones, la explicación apareció
pronto, la mesa comenzó a moverse hasta colocarse en posición vertical. “Meta
mucho aire conténgalo”. Hubo dos disparos, de rayos x, pero la sensación fue de
fusilamiento. La mesa regresó a su posición horizontal. Tiene que soplar al máxi-
mo en la boca de un tubo conectado a un aparato que medirá su reserva respirato-
ria, le explicaron, pero todavía no le decían lo que tenía. Después de soplar con to-
do lo que podía le pidieron que lo volviera a hacer. -Un momento dijo con firme-
za. No obedeceré ni una instrucción más. Quiero hablar con el médico encargado
de mi cuerpo y ya que yo estoy dentro de él, demando una explicación de lo que
me está pasando.
-Sospechamos que está cursando con GBS, una forma de parálisis progresiva y
debe tratarse como una urgencia, le dice un doctor que se identifica como neurólo-
go, de aspecto hindú pero con perfecto inglés británico, seguramente es descen-
diente.

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–Que significa GBS y porque es una urgencia.
-GBS son las iniciales de Guillian Barré Syndrome, Síndrome de Guillian Ba-
rré, es una enfermedad autoinmune, posiblemente desencadenada por un virus, y
abre un paréntesis, ya sabemos que es usted un destacado alumno de doctorado
en biología de la Universidad de Londres, debo decirle que en la sala de espera
hay varios amigos y maestros de usted, se cierra paréntesis, y antes de que el espe-
cialista pudiera continuar, es interpelado:
-¿Y la urgencia?, -Él insiste-
-Nuestra preocupación radica en que la parálisis avance y afecte los músculos
respiratorios del tórax
–También es mía esa preocupación,¿ y en ese caso?.
-De darse esa situación, utilizaremos un ventilador que suple a sus músculos
respiratorios y de este modo podría respirar normalmente.
-Me meten un tubo a la tráquea?
-Es correcto. Por el momento no estamos pensando en eso todavía.
-Yo ya no dejaré de pensarlo, ambos sonríen fugazmente.
–Lo vamos a voltear de lado para hacerle una punción lumbar,
-¿Y la prueba de soplar? La dejamos para otro momento, es más urgente ex-
traer una muestra del líquido que corre por la médula.
-¿Cual es el propósito?
-El objetivo es confirmar el diagnóstico, el líquido se analizará rápidamente en
el laboratorio, si encontramos proteínas elevadas el diagnóstico estará confirmado.
Le pegan las rodillas al pecho y lo acuestan sobre su costado derecho, la enfermera
le pide que no se mueva, y Él piensa “eso no es difícil de cumplir”, ahora Él, que
siempre tiene bien puestos los pies en la tierra y los ojos en el mundo, tiene una
sensación de irrealidad. Hace apenas unas horas bailaba con intensidad, acompa-
ñando puntualmente cada paso y pirueta de Li y ahora se encuentra en posición
fetal, medio paralizado, con hormigueo y recibiendo la sensación de una aguja

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que penetra su cuerpo entre dos vértebras, duele un poco, siente, “pero eso es lo
menos importante”, piensa. Entonces es aquí, que por primera vez llega la idea
del asalto de la muerte. No como en muchas otras ocasiones, de manera teórica, a
distancia, analizable, disecable. No, ahora se hace presente como una sombra gi-
gantesca que avanza y oscurece el escenario de su vida y que acabará con todo. Se
queda pasmado, no ideas, no sensaciones, sólo la nada. No puede escuchar que la
punción lumbar ha terminado con éxito en tanto lo trasladarán a un cubículo de
la terapia intensiva.
Una dulce voz de una bella trabajadora social es la encargada, sin proponérse-
lo, de sacarlo de ese estado de choque psicológico, cuando le pide que firme el con-
sentimiento informado para su internamiento.
–¿A quién podemos llamar en caso de urgencia? -Le pregunta.
–Creo que ya estamos en eso, ambos intercambian una mirada de complici-
dad. Da los datos de Paco, quien ya se encuentra afuera.
–¿Quiere usted que avisemos a su familia en México?.
-No por ahora no, por favor no los llame.
Se acercó nuevamente el neurólogo hindú, con voz tranquila pero firme le di-
ce:
-Tenemos confirmado el diagnóstico de GBS, por ahora su función respiratoria
no está comprometida y ya hemos iniciado el tratamiento específico con inmuno-
globulinas. Existe aproximadamente un 50% de probabilidades de que necesite el
ventilador.
–¿Cuando sabremos eso doctor?
-No lo sabremos hasta que ocurra, a través de sus niveles de oxígeno y otras
mediciones estaremos advertidos con oportunidad si lo va a necesitar. Por cierto
para ello necesito su autorización firmada.
–¿Requiere mi firma para que yo autorice que me pongan el ventilador?
-Exactamente.

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–Más vale que firme ahora que todavía puedo, -dijo con resignada tranquili-
dad.
–Las visitas, podrán pasar una por una hasta que usted se sienta incómodo las
suspendemos.
Entró primero su tutor, un académico escocés de unos 50 años con pelo largo
y muchas canas en desorden como la espuma en un mar agitado y con rostro son-
rosado y afable. Le tiene particular cariño, que no oculta al verlo. Con sus dos ma-
nos le estrecha la suya y le expresa palabras de aliento.
–Nuestro proyecto tendrá que esperar, dice Él, en referencia a la tesis de docto-
rado,
-Por supuesto que puede esperar, sobre todo si es el mejor en muchos años,
contesta su maestro. Segundos después se despide.
-Debo irme, tienes lista de espera para saludarte y prometí no tardarme.

Apareció Ella, convenció a Li y a los demás para pasar antes. En la sala de espe-
ra se escuchó un rumor de descontento entre sus amigos, que en síntesis era “La
Tatcher para variar ¡se salió con la suya!”
Lo encontró postrado, profundamente pálido, en bata, con marcadas ojeras
que hacen resaltar sus ojos hundidos, por primera vez percibe lo poblado de sus ce-
jas, invadido por tubos, electrodos y monitores. Es una imagen para la cual no es-
taba preparada. Al encontrarse las miradas, Él hace una mueca de gusto y Ella no
puede contener las lágrimas. No sabemos si esas perlas rodando, como le dijo Él
más adelante, son por la situación, por Ella, por Él o por una mezcla de todo lo
anterior.
–Discúlpame, me prometí contenerme, pero no puedo.
–No te aflijas, estoy bien, haz traído contigo esas hermosas perlas que se des-
prenden de la profundidad del azul tus ojos, que ya sabes que yo aprecio.
–¿Como estás?

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-Estoy bastante bien, tomaré aquí unas vacaciones.
–¿Como estas tú?
-Estoy bien pero preocupada por ti.
–¿Puedo saber para que me buscaste mientras estaba en París?
–Si por supuesto que sí, es una banalidad que en ese momento me hizo sentir
muy mal: quedé espantosamente ridícula en el examen oral y quería platicarlo con-
tigo.
– ¿Por qué conmigo?
- Porque siempre tienes algo sabio que decirme y entonces me siento bien.
-Por favor ahórrate las exageraciones.
-Pero ahora yo aquí vengo a apoyarte, no al revés como siempre ha ocurrido.
Dime ¿qué se te ofrece?
-¿Llegó Paco?
-Sí, le pedí que me dejara pasar primero (una mentirita).
-¿Quieres que me vaya?
- No, claro que no, le dice pausadamente.
-¿Puedes respirar bien?, delatando que ya se había enterado a fondo de la en-
fermedad.
-Todavía respiro bien (Él también ya se informó de las complicaciones de la en-
fermedad: la muerte sobreviene en el cuatro por ciento de los casos, la causa, la
imposibilidad de respirar por cuenta propia) de lo contrario el ventilador lo hará
por mí, concluye la frase con serenidad pasmosa y lo hace de esa forma para no
alarmarla.
-Siempre me sorprendes, pero dime por favor ¿cómo le haces para enfrentar
todo con tanta calma?
–No te creas, todavía no salgo de la sorpresa y el susto aunque no lo parezca.

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-Pero ¿con qué te armas para afrontar las crisis?
–De la experiencia única de vivir la magia de este mundo a quien nadie le ha
garantizado la eternidad pero si la individualidad, mi fortaleza radica en sentir
que estoy vivo y entonces luchar con dignidad y del cariño de la gente que quiero
y creo que me quiere.
–Yo también te quiero se apresuró Ella.
-Gracias, y yo a ti, -fue la respuesta. Hubo un silencio prolongado, entonces
desde lo profundo, un impulso poderoso que no quiso controlar, la llevó a aproxi-
marse lentamente a su cara, y besarlo por primera vez, en la boca por varios segun-
dos con inmensa dulzura. Él está sorprendido, ambos se miran con el alma que
atraviesa las pupilas, no para ver el agente causal de la enfermedad, como hacen
los doctores, sino para alcanzar la esencia del otro, Ella toma cada una de sus ma-
nos con las suyas; ambos se sienten unidos y plenos, en comunión, en ese instante
la sombra de la muerte que amenazaba desaparece, queda entonces claro que el
único verdadero contrapeso y compensación temporal ante la muerte es el amor
que una enfermera interrumpe para cambiar sueros y administrar medicamentos.
Ella está a punto de pedirle que no se muera, pero esta vez, pensó en Él, y se contu-
vo.
–Te veo preocupada.
-Estoy bien sólo quiero que te alivies.
-Vendré mañana - y se retiró.

Pasaron casi todos, Li, Paco, Valetzi, Leslie, el director de la facultad, casi todos
sus compañeros de maestría y doctorado, sin embargo, rechazaron a la mujer que
hace el aseo en su casa, también quería verlo, -la discriminación pervive en todas
partes-. A partir de esa tarde, restringieron el acceso a sólo tres personas, por tiem-
po limitado y en horarios preestablecidos. Ella, Paco y Li fueron los elegidos para
las visitas.

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También pasaron los días, la situación cambiaba poco, al cuarto día, de la tera-
pia fue trasladado por condición estable a cuarto sólo. De todas maneras, no pue-
de mover las piernas ni los brazos, sólo mueve débilmente los dedos de las manos,
al día siguiente ni los dedos movía. El cuello y cabeza aún respetados, es el último
bastión que espera no perder ya que le permite cambiar de panorama. Por fortu-
na puede hablar sin dificultad. Es un enfermo ejemplar, no pierde la cortesía, no
se queja en los cambios de sonda, en las punciones arteriales cerca de la muñeca
para medir los gases en la sangre, ni en las de sus venas para obtener muestras pa-
ra el laboratorio. La mayoría de los alimentos los pide licuados e ingiere con popo-
te, para no molestar a la enfermera a que lo alimente en la boca, hasta que el hin-
dú se dio cuenta y exigió alimentos sólidos, está perdiendo masa muscular y peso y
necesita proteínas.

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S E C C I Ó N 18

El llano en llamas. En un inicio, Ella le cambiaba las páginas al libro y Él leía en


silencio, pero dijo que se cansaba y también observó que Ella se aburría, por eso
entonces optó porque Ella leyera. Disfruta mucho escuchar las palabras de Rulfo
en la voz de Ella, siente que la obra adquiere una nueva dimensión cuando es leí-
do por Ella, El amor puede hacer eso y más.
-¿Qué tal leo? –dijo Ella.
-¡Tu forma de leer es ejemplar!

Aunque no lo parezca se adapta, el hombre es un ser de rutinas y de esquemas,


en el día a día se acostumbra a su nueva vida, no sin antes haber transitado por
unos primeros días de rebelión interna contra lo que le sucedía y de manejar la
amenaza de la muerte. La desesperación surgió en la contradicción profunda de
sentir su mente y sus sentidos en plenitud, mientras su cuerpo se debilita, se desmo-
rona. Por primera vez comprendió la experiencia de envejecer: mientras el alma
reclama vida, el cuerpo donde habita se está cayendo, paulatina pero inexorable-
mente a pedazos.
Ha decidido apartar los pensamientos negativos de su mente, aunque es necesa-
rio reconocer que no siempre puede. Los minutos agradables del día los disfruta
con mucha anticipación, como el baño en la pileta y la hidroterpia, y los más espe-
rados, cuando Ella llega para la lectura.

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S E C C I Ó N 19

Empezó como una sensación de calor localizada atrás, al final del tronco, luego do-
lor ardoroso. Es el sacro le dijeron. Tiene una úlcera en la piel de la región sacro.
Esto es común en pacientes en cama tanto tiempo. Desde luego se iniciaron las cu-
raciones y una mayor movilización. El dolor no cede, lo acompaña, no es muy in-
tenso y puede pasarlo por alto por ejemplo cuando Ella llega o en la pileta, sin em-
bargo, cuando se encuentra sólo por la noche, el dolor se acentúa, se focaliza, el sa-
cro es un demonio. “Muy bien sacro, me rindo, reclamas mi atención, también de
acuerdo toda mi atención, cómo me dueles maldito. Que eres importante de acuer-
do, que durante la noche debes ser el centro de mi cuerpo y de mi mente, coinci-
do, lo acepto, lo padezco, ¿que no lo padezca? que lo viva, OK sacro tú ganas, te
vivo intensamente, me dueles y no voy a pedir analgésico porque ya sé que el efec-
to dura poco y enseguida vuelves a la carga con renovada fuerza, no renuncio a ti.
Me reclamas que ser el centro de mi mente es muy poco, está bien, eres el centro
del hospital, muy poco todavía, bueno eres el centro de la isla, no te satisface, bue-
no eres el eje de la tierra, ¡aún no!, correcto. Eres el centro del universo y estamos
a tu merced pero déjame dormir un rato.

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S E C C I Ó N 20

En la mayor parte del tiempo mi propósito de ser es sólo ver, pero ver todo lo que
sea posible, luego estoy condenado a ser libre de pensar. Del primer dictado que
hizo Él y que Ella escribió, estas fueron las primeras palabras.
-Deja que yo escriba lo que piensas,- le dijo Ella.
-No soy supersticioso. -y agregó en tono de broma
-Pero siento que dicto una obra póstuma.
–Desconocía tu vena fatalista, dijo Ella.
-No creo, es simplemente que soy realista y por ahora esta es mi condición ante
el mundo.
-¿Qué quieres decir?
-Nuestra verdadera lucha es contra el absurdo, que resulta de enfrentar a un
mundo frío e indiferente en el cual vivimos, y del que, paradójicamente nos origi-
namos, nuestro ingenuo y soberbio yo en constante búsqueda de unidad, claridad
y sentido, éste es el verdadero problema . Esperamos demasiado de la vida, de no-
sotros mismos, tú eres un buen ejemplo.
-¿Por qué yo?
-Porque tu inviertes demasiada energía para un regio futuro que quizá nunca
llegue.
–Jamás me habías hablado de esa manera.
-Lo siento.
-Tienes razón, estoy esperando mucho de mí misma.
-Y te pierdes de vivir plenamente tu presente, es lo único que realmente posee-
mos; me gustaría que salieras a disfrutar el caminar por Hyde Park por primera

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vez, sin la necesidad de trasladarte, camina sin destino, luego trota, siente el empu-
je de tu corazón y la fuerza de tus piernas, llena tu mirada del bosque, las nubes y
los niños y si llueve no te resguardes, experimenta el recorrido del agua por tu
cuerpo y empapa tus ojos con la lluvia y vive. Luego vino un diálogo breve irrele-
vante y se despidió. Llevaba en su rostro un velo apenas perceptible de tristeza.
Al quedarse sólo, le asaltó el remordimiento. No por lo que le dijo –que estuvo
muy bien dicho-, sino por el efecto que sus palabras provocan en Ella. En esa cavi-
lación estaba cuando entró la china Li.
–Querido Professor ¿cómo se encuentra? Lo noto preocupado.
–Estoy confundido, y le contó lo que a Ella le había dicho.
-No se atormente. Usted no dijo nada apartado de la verdad, a Ella le hará
bien, usted cargar culpa que no le corresponde.
–Me siento mal de todos modos, vi en sus ojos el dolor- y se contuvo- un dolor
que yo le provoqué, (en este punto ya no fue posible y por primera vez, Él se de-
rrumbó, no pudo contener el llanto que inicio como sollozo) Li, sin decir palabra,
lo abrazó con ternura y enseguida sin mediar palabra, por debajo de frazadas y ro-
pas sus manos exploraron el pecho, el abdomen y el bajo vientre, donde dormía el
deseo, abrió paso a sus habilidades manuales para despertarlo; se pudo constatar
que la enfermedad no ha afectado la erección ni sus consecuencias. No se habían
secado todavía las lágrimas del Professor y la Li ya había terminado su tarea.
–¿Professor contento?
-No, pero al menos relajado (ironía involuntaria, a menos que se refiriera a su
alma, -desde que ingresó al hospital, su cuerpo ha estado casi totalmente relaja-
do-).
Pasó al baño, tomo sus cosas y con una discreta reverencia le dijo adiós.
Se aproxima la noche, hace varias horas que Li partió, la enfermera dice:
-Signos vitales antes de dormir, otra ironía involuntaria, Él sabe que al apagar-
se la luz, su conciencia estará más alerta que en el resto del día. La tarea entonces
es nadar entre ese mar oscuro con el pensamiento. Da inicio la irreductible condi-

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ción de pensar (y pensar significa ya sabemos, explicar el mundo), no hay de otra
y es necesario enfrentarla. Ha encontrado un método, escoger un tema. No siem-
pre resulta efectivo, pero hoy funciona. ¿Cómo es posible que después de ochocien-
tos millones de años de vida unicelular en el planeta, de pronto esas diminutas y
bien organizadas comunidades se convirtieran en animales gigantescos, organiza-
dos en aparatos y sistemas con millones de células diferenciadas en esos aparatos,
con funciones especificas contribuyendo al crecimiento, desarrollo y reproducción
de estas nuevas y sorprendentes entidades? ¿Qué y cómo se rompió el equilibrio?
Esa diáspora evolutiva tuvo lugar en relativo poco tiempo y produjo una diversi-
dad enorme, siete millones de especias vivas actualmente, quizá miles de millones
extintas y sorprendentemente, el inmenso mundo vivo de los organismos de una
sola célula persiste y con frecuencia lo hacen viviendo en el interior de los anima-
les superiores en simbiosis. ¡Ay!, el aguijón del sacro interrumpió el curso del pensa-
miento, para recordarle que también vive con él, sin embargo, en un esfuerzo de
voluntad, retoma el camino ya iniciado, el milagro de la vida, su evolución y su di-
versidad se rebelan y desafían el mundo que habitamos. Este universo infinito, frío,
indiferente, irracional y sin sentido. La rebelión al final será inútil, la guerra está
perdida de antemano, por eso es una lucha absurda y es precisamente absurda por-
que estamos conscientes del fenómeno. En medio de la oscuridad que amplifica y
profundiza nuestras ideas, se hizo la verdadera gran pregunta de fondo: ¿Vale la
pena vivir? Si quiero sobrevivir, es decir seguir sintiendo esta vida maravillosa co-
mo mía y en este mundo misterioso, el requisito es la honestidad, aunque me des-
garre con frecuencia la angustia, no puedo aferrarme a nada, ya que no existe faro
luminoso que guíe, ni mis pasos ni los de nadie. Estamos condenados a la nada sin
esperanza. Pero en tanto tengamos vida, esa lucidez de conciencia enfrentada sin
máscaras al mundo, me apuntala en el coraje y la rebelión de seguir viviendo cada
presente sucesivo y entonces renovó su fe en sí mismo.

-Ya está cicatrizando la úlcera del sacro- le dijo la enfermera después de la se-
sión de hidroterapia,
-¿Quiere que le traiga un juego de espejos para que la vea?

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-No gracias, la he divinizado y no quiero defraudarme. De pronto la enfermera
cambió de tema:
–Ayer presencié una breve disputa entre la chica oriental y la mexicana, le sol-
tó.
Aunque su primer pensamiento fue “esto es un chisme”, no pudo contener la
pregunta:
- ¿Una disputa sobre qué?
–La Güera le pidió a la china que se apartara de usted. La enfermera guardó
silencio unos segundos deliberadamente
–¿Qué le contestó Li?.
-Nada, simplemente se sonrió, entonces la enfermera paso a la ofensiva:
–¿Puedo preguntarle a usted quién es realmente su pareja?
–Ninguna y por favor si no tiene inconveniente lléveme a mi cuarto. El tono
fue cortante pero fue al contenido al que la enfermera prestó atención.

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S E C C I Ó N 21

Se encuentra sumida en un conflicto, -por lo demás sino del hombre-. No ve con


claridad cuál es el motivo por el que lo va a visitar al hospital. Las invitaciones a
salir han surgido y Ella las ha rechazado. Se siente culpable y por lo tanto obligada
a verlo, pero también siente una mezcla de amistad, cariño y compasión “Le debo
tanto”, se dice a sí misma. La situación es perturbadora, es bien consciente que in-
vertidos los papeles, “Él no se apartaría de mí”, para enseguida justificarse, “pero
Él me quiere” y entonces le asalta la idea de no quererlo, aunque no está comple-
tamente segura. Telefoneó a Leslie, su incondicional amiga. Ya le ha planteado la
situación.
– Vive lo que más quieras. Vive tu vida y no la de Él, si no lo quieres habla y dé-
jalo, es lo suficientemente maduro para entenderlo y libérate, además por desgra-
cia circula el rumor de que su pronóstico es malo. Estos consejos la sumieron en la
zozobra, ahora vive el vendaval de la angustia y la peor reflexión “ nadie me pue-
de ayudar”. Luego en pocos minutos se reconstruye:” Necesito calmarme, no soy
un demonio para sentirme culpable”. Prepara un té, mientras hierve el agua, bus-
ca el tafil, media, no, mejor una tableta. En unos minutos concilia el sueño y la
paz.
Amanece y despierta tranquila. Recuerda bien la noche anterior pero todos los
datos los ve en perspectiva. Se encamina al hospital.

-¿Podrías explicarme por qué le has pedido a la Li que ya no venga?


-Ya sabía que ésa china además de lujuriosa es chismosa.
-No me le dijo Ella. ¿Podrías ahora darme una respuesta?
-La Li me molesta.
- ¿Qué te ha hecho?

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-Nada pero me irrita.
-No te parece que te apropias de un derecho que no te corresponde (y enton-
ces la réplica fue inédita):
–¡Ya!, no empieces con tu rosario de reflexiones morales que parecen sermo-
nes. Se quedaron en un silencio tenso que Él rompió con voz pausada
– Li es mi amiga, no puedes impedir que venga.
–¡Es tu amante!, no lo niegues.
-¿Y tú podrías decirme que eres de mí?
–Yo te quiero, -dijo en tono conciliador-
¿Quererme?, sabes tú qué significa querer, y en todo caso, en verdad quieres lo
que queda de mí, soy un pobre diablo que no puede ni mover un dedo, mi pronós-
tico no parece bueno, difícilmente podré recuperarme. Dime, quieres a este lisiado
que tienes en frente, o quizá soy lo que queda de un salvavidas al cual te aferras
aunque ya sea poco lo yo pueda darte.
La sacudida de estas palabras fue para los dos. Le dio la espalda y se acercó a la
ventana, la luz provocó un juego de sombras en su bellísimo rostro y silueta. Las
perlas de agua salada brillantes por el sol rodaron por sus mejillas en silencio. Esa
imagen atravesó como una daga su corazón.
–Lamento lo dicho, -y agregó con voz firme.
–Es importante que seas realista. Yo no soy el príncipe azul al que tú aspiras,
de hecho nunca lo he sido, yo no soy aristócrata ni me interesa serlo, tu tampoco
pero aspiras a eso. Y remató,
-Ve a buscar a ese príncipe, es un derecho y una libertad que te pertenecen,
aquí estás perdiendo el tiempo.
Se estaban diciendo las verdades latentes de cada uno, nunca antes dichas. To-
mó sus cosas y pensó a la mayor velocidad que un pensamiento pueda cruzar por
un cerebro, “esta es mi oportunidad para dejarlo; ahora es cuando” y se fue.

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S E C C I Ó N 22

Pero las cuestiones humanas no son tan sencillas, por la noche la situación se asien-
ta y se dilata, el impacto en Ella fue claramente paradójico. Precisamente la noche
anterior había pensado las desventajas de mantener la relación, desventajas que te-
nía bien guardadas en un baúl secreto y que sólo a su amiga Leslie había confiado
y hoy, descarnadamente Él se las vomita en la cara con firmeza. Paradójico por-
que ahora no cree que esas desventajas lo sean tanto, lo que significa con mayor
precisión, no las siente como ayer. Se sorprende del cambio de sus emociones, pe-
ro hay algo más, está impresionada, de la forma y seguridad en que Él se ha ex-
presado, su manera en que enfrenta la verdad. “Es admirable”, piensa, es decir, lo
admira, y ya sabemos que en una mujer, la admiración por un hombre es con fre-
cuencia, la antesala del amor, sin embargo nadie por ahora sabe, si en realidad lo
va a amar algún día.

Se siente sólo, pero liberado. “Realmente –piensa- no tengo porque sentir su


pérdida si Ella, en el fondo nunca me ha pertenecido y tengo dudas incluso de que
me haya acompañado”. Debo distraerme. Ahora retoma y remodela el tema de la
diversidad de organismos pluricelulares a partir de los protozoarios, o de una sola
célula. Se sumerge en hipótesis, tesis y antítesis que Él mismo se formula. La forta-
leza de su pensamiento radica en gran parte en su imaginación pero también en
sus dudas. Finalmente duerme.

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Ha recobrado la fuerza y la energía, primero las experimenta en sus extremida-
des, luego en el tronco, el cuello hace girar su cabeza, la sostiene sin dificultad, es
todavía noche cerrada, exclama:
-¡No puede ser!, dice en voz alta.
Verifica que todo su cuerpo responde, toca con sus manos sus brazos y sus pier-
nas, se arranca el suero y se levanta de la cama, se viste con una pijama limpia
que encuentra en el closet junto al baño. Entreabre la puerta del cuarto y observa
un pasillo solitario, un viento fresco salpica su cara, alcanza las escaleras y baja al
sótano, en donde encuentra la lavandería, los trabajadores de turno duermen so-
bre toallas limpias apiladas, al fondo, la puerta al exterior, se escurre descalzo en
silencio hasta la calle, del St. Thomas’ Hospital. Gracias a la luna llena, el espectá-
culo en el horizonte es bellamente tranquilo, puede ver el perfil del edifico del Par-
lamento y El Big Ben que se encuentran del otro lado del río, aprecia la extensión
del paisaje que se pierde al oeste y ahora escucha su rumor, corre a la vera del río,
grita, alza los brazos y salta unos setos, se siente eufórico. Enciende la luz y al mis-
mo tiempo con el mismo rutinario tono de voz:
-Signos vitales, -dice la enfermera y el sobresalto. Sigue en cama.

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S E C C I Ó N 23

La situación clínica se ha estancado, no progresa la parálisis pero tampoco mejora,


puede hablar y mover un poco el cuello, los músculos respiratorios están respeta-
dos, respira sin problemas. La sensibilidad en todo el cuerpo está conservada, sin
embargo el riesgo son las bacterias, estos seres unicelulares que irónicamente Él
tanto admira, con una infección pulmonar pueden hacerlo sucumbir y lo sabe.
Otro foco infeccioso es la piel, afortunadamente la úlcera sacra cede lentamente a
los cuidados de enfermería.
Ahora el problema se centra en la mente, con mayor precisión en la conciencia.
A pesar de estar cautivo de su cuerpo piensa en Ella, no se aferra, sabe que la ha
liberado y que el pensamiento de haber hecho lo correcto lo tranquiliza, pero no
puede apartar su imagen de su cabeza, Ella ocupa con su pelo ondulado en movi-
miento, su mirada de ojos grandes de un profundo azul y su sonrisa toda su con-
ciencia. No lo puede evitar y ante lo inevitable se deja llevar, le ve caminar por El
patio central apresurada, como cuando la vio por primera vez, ahora la tiene muy
cercana y puede escucharla: “Yo te quiero”, con el tono dulce y conciliador, la re-
producción es extraordinariamente fiel, como lo es su convicción de que esa confe-
sión es falsa, entonces llora, no por la mentira sino porque la perdona.

Pide a la enfermera que por favor acerque sus manos (las de Él) a sus ojos. Las
aprecia misteriosamente familiares y a la vez ajenas, las encuentra adelgazadas y
pálidas, las uñas perfectamente recortadas y limadas, reconoce la distribución de
las venas sobre el dorso como un conocido mapa antiguo. Ahora le pide las una en-
trelazadas y las deposite sobre su pecho, la enfermera obedece, entonces se sor-
prende con terror al sentir que no le pertenecen, son extrañas, y lo peor, se presen-
tan como parte de un cuerpo ajeno ya muerto.

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–Retírelas - exige con brusquedad a la enfermera, quien capta la situación, las
deshace y las coloca a los lados.
–Relájese doctor, -se agacha sobre su cabeza, la besa la frente y ahora se desa-
botona el uniforme y le muestra sus impresionantes pechos sólo por unos segun-
dos.
–Estos serán todos suyos cuando salga de aquí, ¡pero quite ese cara de sorpren-
dido¡ Se dibuja una sonrisa en ambos y Él recupera la calma.

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S E C C I Ó N 24

Es la tercera ocasión que sale con un irlandés, alto, blanco y de ojos verdes, han
transcurrido algunas semanas y Ella no ha vuelto al hospital, ha decido darse la
oportunidad de ser libre, cualquiera que sea el significado de esta expresión. Pete
el irlandés es además apuesto, listo y cortés, y aunque ya lo ha vestido en su imagi-
nación con atuendo de príncipe, no la convence del todo sin saber por qué. Se en-
cuentran cenando en un restaurante italiano cerca del museo de Historia Natural.
Pete trata de impresionarla con lo que sabe acerca de vinos y hace una extensa ex-
plicación del Cabernet que prueban y entonces le pregunta:
-¿Cuales son la propiedades que más aprecias en el vino? Ella antes de contes-
tar piensa en que la disertación del vino ha sido ridícula, se acuerda de Él y contes-
ta --¡Que se me suba a la cabeza!, y suelta una risotada que desconcierta totalmen-
te a Pete.
-Disculpa - le dice Ella, pero el daño está hecho, el encanto de la relación se es-
fuma súbitamente. Ella está pensando en Él y no sólo eso, pensó como Él. Esa no-
che, no conciliaba el sueño, Pete la había dejado en su casa molesto, pero no era
esa la razón de su insomnio, la verdadera razón era la imagen y el espíritu de Él.
En compañía de la almohada, decide hacer una reflexión profunda, transparente y
lo más honesta posible consigo misma: desde que no lo ve, experimenta un vacio,
se pregunta “¿Dónde?” Aquí en el corazón”-se contesta. “Me siento incompleta,
me hace falta, lo necesito” -exclamó en silencio.

Acudió temprano al hospital, se presentó impecable, un vestido todo azul, cintu-


rón amarillo, el cabello suelto caía sobre sus delicados hombros, sus ojos hacen
juego con su vestido y su pelo con el cinturón.
–¿Cómo te sientes? preguntó, mientras que Él experimentaba precisamente en
ese momento cierta mejoría en sus manos.

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-¡Las puedo cerrar y abrir!, -dijo en voz alta.
-¡Mira mis manos, en cuanto tú llegaste las puedo mover!, exclamó. (No faltará
quien afirme que es la fuerza del amor, pero ya se ha visto aquí y en muchas histo-
rias de los hombres, que las coincidencias nunca faltan). En realidad el movimien-
to de los dedos de sus manos era muy limitado, uno o dos centímetros en flexión
muy lenta y había que prestar atención para observarlo, pero sin duda era todo un
acontecimiento. Aunque Ella no había visto con claridad este progreso, impulsiva
como es, también exclamó:
–Fantástico, te estás recuperando ¡Inténtalo de nuevo¡, dijo, más para conven-
cerse Ella misma y entonces lo corroboró. Salió corriendo por el primer médico
del piso para que verificaran el progreso. Llegaron los médicos y verificaron el he-
cho, cautos como suelen ser ellos dijeron:
-Estos pueden ser indicios de recuperación. Esa mañana no fue a clases estuvo
toda con Él, excepto para compararle unas flores. Hablaron mucho, luego Ella le-
yó a Rulfo como en otros tiempos. Reanudaron la relación sin explicaciones. Él si-
gue igual de feo, además muy flaco, sin embargo, Ella no parece darle importancia
a eso, le está mirando el alma.

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S E C C I Ó N 25

Dos semanas después, sus adelgazadas y tristes extremidades, ¡vaya contraste!, res-
ponden a un rostro que desborda alegría. Por ahora no puede sostenerse en pie pe-
ro ya lo hace en la pileta de la hidroterapia, ayudado por la suave presión del agua
y dos voluptuosos senos que no dejan de estimularlo. En su habitación es sentado
fuera de la cama por periodos cada vez más largos y puede hojear sin dificultad
sus libros, adicionalmente le ha producido un placer delicioso el volver a escribir
en su laptop. Desarrolla su trabajo sobre la evolución y explosión de organismos
pluricelulares a partir de los unicelulares. Es una teoría genética, eminentemente
teórica que deberá ser sujeta a comprobación, pero el planteamiento es sumamen-
te interesante y original. En esto trabaja por las mañanas –el periodo del día de
mayor lucidez- y por la noche corrige su tesis de doctorado prácticamente termina-
da. Los médicos le han dicho que ya podría estar en casa, sin embargo por no con-
tar con ayuda en ella, han decidido diferir el alta a su domicilio hasta que pueda
valerse por sí mismo. La noticia de su próxima alta ha corrido no sólo por la facul-
tad sino en toda la universidad. Hace dos meses la mayoría lo daba ya por muerto,
Ella incluida, quien ahora lo visita todos los días, sorprendentemente sin conflicto.
Ha superado su valoración negativa de lo físico y ahora ve, en Él, al ser humano
más valioso, por su inteligencia y bondad que ha conocido en toda su vida. Esta
admiración unida a su vacio, a su necesidad y al amor que Él le profesa, la han
conducido a quererlo. Curiosamente lo ama sin haber estado nunca realmente ena-
morada. Se puede decir que esa etapa simplemente “se la saltó” ¡Ah! dirán los es-
cépticos ¡eso no es posible! Como si alguien pudiera conocer todos los rincones del
corazón humano. Dejémoslos por ahora. Lo verdaderamente importante es que
amar tiene sus ventajas sobre estar enamorado: no se navega en aguas turbulentas,
la mente no pierde tanto su objetividad, se es más consistente y el amor es más du-
radero.

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Fue dado de alta antes de lo previsto por una decisión totalmente inesperada,
(quizá, si lo mira uno bien, no tanto). Cuando Ella supo la razón por la que no se
podía ir a casa, en ese momento y sin pensarlo, le dijo a Él,
-Tengo la solución para tu alta anticipada, te vas a vivir conmigo o yo conti-
go, como sea yo me encargo de asistirte. Conocedor de su carácter impulsivo, le pi-
dió que lo pensara muy bien.
–No sabes siquiera por qué lo estás haciendo,- le dijo.
–Porque te amo, -contestó.
–Meditémoslo a fondo un par de días le pidió Él y en todo caso iríamos a mi
departamento, agregó.
Al día siguiente Ella no llegó al hospital a la hora de visita, las manecillas del re-
loj de pared avanzaban como sables de verdugos, se extendía el manto de la noche
con los peores presagios, la preocupación y la tristeza lo arropaban con frío y pen-
só, “Por qué he vuelto a creerle”, una vez más se ha arrepentido. Otra vez el do-
lor en el centro del pecho por confiar en el amor de Ella, que viéndolo con mayor
precisión es el amor de Él. “No debí creerle”, se dijo. Ya era noche cerrada pero
decidió no llamarle, estaba paralizado pero ahora emocionalmente, ya era capaz
de mover todo su cuerpo con lentitud pero podía. Arrojó los libros al suelo y poco
faltó para que lanzara la computadora portátil, lo inundó el coraje, que en estos ca-
sos, sabemos, algo sirve, apagó la luz del cuarto. El sollozo y el llanto finalmente lo
rebasaron, la rabia había durado poco. Para las lágrimas sin embargo, ahora si hu-
bo manos que acudieron a su rostro para enjugarlas. De pronto, Ella irrumpió en
ese momento prendiendo la luz del cuarto, tenis, jeans azules y un ceñida blusita
blanca con manchas de polvo al igual que en los pantalones, todavía traía una pa-
ñoleta roja en el pelo.
-Perdón que te despierte y el haber llegado tarde, y exclamó:
–He terminado mi mudanza a tu depa y todo se encuentra listo para recibirte,
no quería darte la sorpresa sin antes haber concluido todos los arreglos, le pedí a
Paco con quien compartes, se fuera a mi casa y tu y yo nos vamos mañana a casa,

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tu casa, ¡nuestra casa! y se abalanzó sobre Él para abrazarlo, fue entonces, antes
de besarlo, se percató que había llorado.
–Haz llorado- le dijo- pensaste que no llegaría, perdóname otra vez, no volveré
a alejarme, te lo aseguro, me haces inmensamente feliz, y se besaron con más pa-
sión que nunca, el escenario contuvo los impulsos que dejaron para “cuando este-
mos en casa”.

Él ha perdido la mayor parte de su masa muscular y su fuerza, está práctica-


mente en los huesos, pero se mueve. Será cosa de paciencia, buena alimentación y
ejercicio. Hay poco espacio en el depa, pero por todas partes puso letreros de bien-
venida, te quiero y te queremos. A la recepción de sorpresa estuvieron Li, Paco, el
español, Valetzi contra su costumbre, muy serio, Leslie y los principales amigos de
ambos, cantaron, bebieron y comieron. Cerca de las dos de la madrugada, Ella les
pidió se retiraran porque Él estaba cansado y necesitaba recuperase. Lo dijo en un
tono tan convincente, como bien sabemos, que la mayoría se disculpó antes de des-
pedirse, deseándole el mejor de los reposos. Nada más lejos de la verdad. Apenas
cerraron la puerta se lo llevó a la cama, lo despojó apresuradamente de sus ropas y
las respectivas bestias del deseo en El bajo vientre de ambos despertaron con toda
su furia; por sus condiciones, Ella cabalgó sobre Él, desaforada, gimiendo y pidien-
do más sin contenerse, hubo una pausa de besos, caricias y te quieros, para luego
reanudar la cabalgata del amor con bríos renovados.
Cuando ya avanzada la mañana despertó, el desayuno estaba hecho y puesto, a
los pies de la cama, sobre la mesita de hospital que Ella consiguió prestada.
–Mañana no deberás faltar a clases, dijo Él.
-Lo más importante es tu recuperación, recibió por respuesta. Todavía faltó
dos días más para acompañarlo y asistirlo. Al tercer día temprano se fue a la Uni-
versidad, pero antes, le presentó a la enfermera de terapia física que había contra-
tado para atenderlo por las mañanas (¡que no era la misma que lo atendía en el
hospital!)

69
Por la mañana la enfermera y por la tarde Ella, se encargan del programa de
rehabilitación, entre los ejercicios Él estudia, profundiza en su investigación teóri-
ca y se prepara para los exámenes finales de las materias de doctorado. La universi-
dad por excepción le permitirá presentarlos a pesar de tantas faltas.

Cuatro semanas después se presentó por sí mismo a los exámenes, hoy una más
tarde, fueron dados a conocer los resultados, excelente en todos, sin duda las más
altas calificaciones de su generación. Ella parece compartir sinceramente sus lo-
gros, lo llena de besos y lo felicita
–Mejor noticia es que he podido reanudar mis paseos por el querido Hyde
Park; todavía no corro, pero espero poder hacerlo el mes próximo, los médicos no
quieren que me precipite. Él prepara la cena, Ella arregla la casa y por la noche
después de hacer el amor, Ella le pide:
–Cuéntame tu vida desde el principio.
–Bueno mis primeros recuerdos están ligados a un libro de aves que pertenecía
a mi madre, todos los días hojeaba y observaba sus láminas, papá me enseño con
paciencia y cariño, los nombres de cada una de ellas, de modo que pronto los pu-
de identificar aún sin saber leer, luego desafortunadamente tuve que interrumpir
mis estudios, ¡me metieron a la escuela!, ambos soltaron la carcajada, -Hacía ya
tiempo que no hacías uso de tu ingenio -dijo Ella.
-No es mío, es de Shaw, George Bernard Shaw.

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S E C C I Ó N 26

Ella combina sus estudios de maestría en biología con la terapia física de rehabilita-
ción. Sus calificaciones han decaído un poco, pero ya no se aferra a los mejores re-
sultados ni a tratar de ser la mejor; Él le ha hecho ver que lo más importante es vi-
vir el presente, además, parece ser la primera vez que genuina y desinteresadamen-
te se relaciona con una persona, su prioridad ahora es compartir la vida con Él, se
siente plena. El momento más agradable del día es cuando terminan las clases y
se encamina a casa para verlo.

“El influjo de Darwin en la sociedad capitalista”, es el ambicioso título de su te-


sis de doctorado. La ha defendido con limpieza, profundidad de conocimiento, y
particularmente con honestidad en el fondo y claridad y sencillez en la forma, que
han cautivado a los seis sinodales, entre los que destaca un doctor en sociología.
Las preguntas y disertaciones se han extendido más allá de la frontera habitual de
las dos horas. Su tutor el irlandés, no obstante conocerlas, se encuentra sorprendi-
do de las aportaciones de su alumno, en vivo las aprecia más trascendentes, por
otro lado, la nitidez y tono tranquilo y amable de la exposición son notables. No
ha podido ver un sólo error en sus diapositivas ni en su dicción y lo más importan-
te, en el fondo de su argumentación. Cuando hay controversia en algún punto, cla-
ramente lo advierte, y comenta todas las posturas recientes publicadas sobre el mis-
mo y da su propia opinión con mesura. Los sinodales participan interesados y enri-
quecen el tema, al final, de diferente forma, todos lo han felicitado. Ella feliz, orgu-
llosa, asiste al examen en compañía de sus principales amistades, el logro de Él, es
también suyo. Fue aprobado unánimemente con honores.
Esa noche fueron a festejar a las orillas del Támesis, en un restaurante cercano
a Tower Bridge, soplaba un viento frío, pero ya a la mesa, el ambiente era cálido.
Ella a su lado y su tutor en el otro, éste último le confiesa:

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–Eres el mejor estudiante que jamás he tenido, en todos aspectos, y agrega:
tu trabajo participará en el concurso de la mejor tesis de toda la Universidad.
Pienso que tienes posibilidades.
–Gracias, muchas gracias por tus palabras,- dijo Él, en realidad es un logro de
ambos, en cuanto al concurso, no esperaba esa noticia, y la verdad no creo ganar,
dijo, habituado a su mala costumbre de considerar sus logros por debajo de lo que
realmente valen. Él está haciendo historia en la Universidad y todavía no lo sabe,
pero Ella sí lo sospecha, pero no es la única. Rachel Sommerville, una alumna in-
glesa de maestría, de apellido prestigiado y familia acomodada, amiga de Ella, se
sumó a la cena del festejo, lo observa con interés. Esa noche, esa amiga ha decidi-
do que É sea su tutor.

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S E C C I Ó N 27

Temprano por las mañanas trota en medio de la bruma. Va sólo, Ella prefiere dor-
mir un poco más. Por las tardes caminan juntos por alguno de los parques de Lon-
dres. En seis meses si todo va bien lo darán de alta. Mientras trota piensa “decidi-
damente soy muy afortunado, primero estoy vivo, he vuelto a correr y la tengo a
Ella”. Consciente está de que el amor de Ella se ha basado más en la necesidad,
pero acaso Él no la necesita, bueno no exactamente, Él primero la ama, y por eso
la necesita, no al revés. En esas cavilaciones estaba cuando se le emparejó Li.
-¿Como está usted Professor?
-Bien bien ¿y tú cómo vas? Del diálogo de protocolo pasó Li directa como es,
al ataque:
- ¿Podría aclararme algunas dudas sobre capítulo de biodiversidad de un libro
que tengo en casa? Con cortesía pero con firmeza declinó la invitación. La china
comprendió rápidamente que viven juntos y que mientras esa relación se manten-
ga, no habrá aclaración para ese tipo de dudas. Agachando la cabeza en señal de
despedida pero también de reverencia se alejó por otro sendero del St. James Park.
A quien sí enseña biología y disipa dudas, es a Ella, durante la cena, invariable-
mente Él pregunta
–¿Bonita, cómo te ha ido hoy, tienes algún problema que debamos enfrentar
juntos? Y si los hay, Él con toda la paciencia y claridad de la que es capaz, le expli-
ca, presenta ejemplos, invierte el problema, lo aborda desde distintos ángulos has-
ta que Ella asimila completamente el conocimiento. Algunas noches las explicacio-
nes son acotadas y no pocas veces interrumpidas por la bestia del bajo vientre y se
precipitan en la sala, en la cama o en la cocina –donde los asalte el sexo.

73
S E C C I Ó N 28

Fue en la noche, ya muy tarde, recibió la llamada personal del presidente del Co-
mité Real para el concurso de la mejor tesis de doctorado de la Universidad de
Londres.
–Has sido usted el ganador, hace unos minutos hemos concluido y es un gusto
y un honor comunicarle la decisión del comité. Por unos segundos se quedó pasma-
do, pensando que era una broma, pero la voz de un hombre viejo, y la solemni-
dad del lenguaje le hicieron recapacitar cuando el presidente insistió.
–¿Me escucha?
–Sí, sí, muchas gracias, es que no puedo creerlo.
-Mis más sinceras felicitaciones, es usted un orgullo de nuestra universidad, reci-
birá por correo el dictamen y la invitación a la ceremonia oficial, le adelanto que
contaremos con la presencia, especial para esta ceremonia, del duque de Cam-
bridge quien preside el patronato de premios y becas de la Universidad. Ella a su
lado escuchaba, al concluir la llamada, estalló en júbilo, lo abraza, lo besa y Él no
sale del choque
-Estas pálido.
-Es del susto, no doy crédito. Yo conocí los resúmenes de algunas de las otras
tesis que concursaban, creo que aportaban más y mejor que la mía.
–Por favor deja a un lado por esta vez tus dudas y disfruta tu triunfo, -dice Ella.

Al día siguiente llovieron las felicitaciones en la facultad, profesores, compañe-


ros, trabajadores administrativos y hasta la mujer que hace el aseo de su cubículo,
se acercó para felicitarlo. También recibió las llamadas de los directores de las
otras facultades. La ceremonia será en dos semanas pero Ellos cerraron el día con

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una fiesta en el gran depa de Ella, en Knigthstbrige, donde ahora vive Paco, se lo
pidieron prestado por ser más grande.
Acudieron casi todos los amigos cercanos, corría el vino, las risas, los abrazos y
la música cuando cayó la noticia: Valetzi se ha suicidado en su propio departamen-
to, ahorcado con su propio cinturón, lo encontraron en el baño, no muy lejos de
ahí. Se acabó la fiesta y la alegría. Él en particular está devastado, Ella llora como
muchos en estos momentos. Se sabe que la policía ha acordonado la zona para el
levantamiento del cuerpo. Existe una recomendación expresa de no acercarse, ha-
brá autopsia, la entrega del cuerpo será al día siguiente a sus familiares que radica-
dos en Roma ya han sido notificados. Corre el rumor de que el italiano ha dejado
un mensaje póstumo. Se despiden en una atmósfera de lamentos y tristeza, “El sui-
cidio es el fracaso que nos toca a todos”, piensa y siente Él.
Se comunicarán para ponerse de acuerdo y dar el pésame juntos a la familia.

Asistieron a la misa católica de cuerpo presente que pidió su familia y organizó


con celeridad la Universidad antes de su partida a Italia. Caras tristes en la peque-
ña capilla, la mayoría compañeros de la facultad, al brazo de Él, Ella se aferra du-
rante la ceremonia. Al final, el sacerdote hace un mensaje sorprendente: Los pa-
dres me han pedido que haga entrega de una copia del escrito póstumo de su hijo,
a un representante de ustedes ellos ya lo han leído, y están convencidos que en
gran parte, el escrito está dirigido a ustedes. Un murmullo corrió entre los presen-
tes, Paco lo propuso como representante y una rápida unanimidad apoyó la pro-
puesta.
El mensaje se leyó por la noche, en casa de Ellos por Ella a petición de Él:

“He decidió apartarme libremente del camino, por sufrimiento mental y por
la certeza de que este sufrimiento sólo se termina con la muerte. No me encontré
en el mundo, sino viviendo en su contra y esa es una limitación exclusivamente
mía, libero con esto a mi familia y al círculo de amigos que me acompañaron. Mi
necesidad de comunicación y de integración con otra persona nunca pudo realizar-

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se; nacía en mí el deseo de encontrarla, viví el motor de la pasión innumerables ve-
ces y la llama de la esperanza surgía con gran intensidad, sin embargo, en cada ex-
periencia ese fuego se extinguía experimentando un profundo rechazo después del
encuentro, de allí mi necesidad de aislamiento me apartó de cada una de mis pare-
jas, a las que simplemente experimentaba como consumidas, provocándome una
experiencia de vacío y desgarramiento interno cada vez mayor, sin embargo podía
reiniciar el ciclo de la esperanza con un nuevo deseo, ese impulso no era mío sino
la fuerza de mi necesidad y en ese sentido no era libre y no ser libre es doloroso
(afuera se desataba una tormenta, relámpagos lejanos y truenos cada vez más pró-
ximos acentuaban la tragedia de la lectura. Se interrumpió la luz, alguien se acer-
có a Ella con una lámpara de mano para iluminar el escrito, de modo que pudiera
continuar con la lectura) además con cada experiencia salía yo cada vez más frag-
mentado, desgarrado, angustiado y sin esperanza. No hay Dios, no hay proyecto,
no tengo necesidad de esperar la muerte para descansar, he luchado y estoy reba-
sado, abrumado y aturdido por los medicamentos, mi dolor es permanente e inso-
portable, sin libertad y sin esperanza, no lo puedo manejar, sólo quiero que esto
termine”
Los últimos renglones los leyó con lágrimas en los ojos y voz entrecortada. Llo-
vía a cántaros, entre las sombras se volvió para abrazarlo, ambos como la mayoría
lloraban desconsolados..
Algunas de las presentes, habían sido alguna vez su pareja, y habían experimen-
tado invariablemente su rechazo, hoy parece que su resentimiento se ha atenuado.
Mientras las mujeres servían té o café, surgieron diversos comentarios: ”Es una
lástima pero habría que buscar en su pasado”, “Debió pedir más ayuda especializa-
da, me parece que estaba muy deprimido”, “Fue un don Juan fallido”, “Yo creo
que estaba mal de la cabeza”. Finalmente Él hizo la siguiente declaración:
-Lo que él nos pedía, y nos pidió hasta el final era afecto y comprensión y no
se los supimos dar, vivir es complicado, en ese sentido, todos morimos un poco ,
con Valetzi, fracasamos todos.

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Unos más otros menos, cada uno se fue recuperando, Ellos también lo supera-
ron. Ayudó que venía la ceremonia de premiación.
– ¿Qué vas a hacer con El premio? (además de medalla y diploma, recibirá una
fuerte suma en libras),-le preguntó Ella,
-Nuestro premio, -le contestó-, sin tu ayuda no hubiera podido yo no sólo obte-
ner el premio sino sobrevivir, agregó.
–No mi amor ese premio y la sobrevivencia a tu enfermedad son logros total-
mente tuyos, son producto de tu esfuerzo, paciencia e inteligencia yo sólo fui testi-
go, y estoy muy orgullosa de ser tu mujer. (Ya sabemos que exageran, pero tam-
bién sabemos que estos son los diálogos que se dan entre los que se aman).

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S E C C I Ó N 29

La ceremonia de premiación tuvo lugar en el gran salón principal del Imperial Co-
llage of Science de la Universidad de Londres, donde años atrás se conocieron. El-
la vestía sobria y radiante de elegancia un vestido largo en negro, su pelo amarillo
ondulaba suavemente sobre sus hombros, se apreciaba sonriente y sin ocultar su
felicidad, Él de smoking negro, extremadamente serio, como de costumbre, toda-
vía se nota su silueta adelgazada por efecto de la prolongada enfermedad, sin em-
bargo camina con garbo. La edecán los conduce a la primera fila, enfrente del es-
trado junto con los otros premiados. La atmósfera es de gran solemnidad, el salón
luce impecable, a los extremos del estrado, han colocado sendos arreglos florales
dominados por rojas rosas que armonizan con las alfombras y el paño de la mesa
de honor. A las veinte horas en punto, las máximas autoridades de la Universidad
y el duque de Cambridge han ocupado sus lugares de honor en el estrado. Una
vez escuchados los solemnes y protocolarios discursos, se entregó el primer premio
a la mejor tesis nivel licenciatura de todas las carreras que se imparten en la Uni-
versidad, luego se entregó el de maestría y finalmente el premio más cotizado, el
premio a la mejor tesis en doctorado. Los galardonados que le precedieron no ocul-
taron su euforia al recibirlo, uno alzó los brazos mostrando la medalla, otro busco
en la audiencia a su familia y les mostró en una mano el cheque y en la otra la me-
dalla. Él se concretó a bajar con absoluta seriedad sin ver a la audiencia, Ella lo re-
cibe un beso en la mejilla y Él ya sentado le entrega todo: el diploma, la medalla y
el cheque.

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S E C C I Ó N 30

Ha transcurrido dos años, Ella ha conseguido una plaza de profesara adjunta por
la tarde en Surrey, cerca de Londres. Tiene que tomar el tren todos los días para
llegar allá, pero no le pesa, la universidad fue edificada sobre una colina y desde la
ventana de su cubículo tiene una de las mejores vistas. En un primer plano la com-
binación de verdes en verano y de grises y plateados en invierno; al fondo domina
la aguja de la iglesia anglicana y el pequeño pueblo de Surrey, típica provincia in-
glesa, donde Ella se pasea en sus ratos libres y aprovecha para comprar los víveres
de la semana. Ella ha aprendido a saborear los regalos gratuitos de la vida como
Él le ha enseñado: ver los diferentes paisajes durante el viaje, disfrutar el suave ba-
lanceo del tren, y en particular el regular “trick-track” que las ruedas metálicas ha-
cen sobre las juntas de los rieles (es un gusto muy particular de Él que Ella ha he-
cho suyo) la observación de los rostros y actitudes de las personas que uno se en-
cuentra todos los días y muy especialmente la arquitectura que el mundo ofrece a
su paso. Ahora puede vivir el presente. Se han desvanecido sus aspiraciones de lle-
gar a la cúspide del mundo académico y social (se ha dado cuenta de que es muy
difícil y lo más importante, no es necesario llegar hasta allá para gozar de la vida).
Ha conseguido aprender a disfrutar su presente y su entorno; se encuentra satisfe-
cha con la docencia que ejerce desde su cátedra de profesora adjunta, piensa en
sus alumnos, se identifica con ellos. ¿Esto significa que no tiene proyectos a futu-
ro?, desde luego que no. Ya está escribiendo un didáctica guía sobre ecología (su
materia) en el nivel licenciatura que espera publicar, sin embargo, su inglés, no ha
podido perfeccionarse, especialmente en la redacción “es mi coco” dice Ella, por
eso, las correcciones vendrán de parte de Él, como ha sido desde que sus vidas se
entrelazaron. Desde luego desearía conseguir su cambio a Londres para estar más
cerca de Él, o por lo menos que la pasen al turno matutino y hay otro deseo, un de-
seo doble, más profundo que pronto conoceremos.

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Mientras tanto, los éxitos académicos de Él se multiplican, sus trabajos son am-
pliamente reconocidos en la comunidad internacional, ha conseguido plaza de in-
vestigador titular y ha surgido el rumor de que puede ser candidato a la cátedra
Charles Darwin, la más prestigiada en la Universidad. Este puesto nunca ha sido
ocupado por un extranjero, además es codiciado tutor de varios alumnos de docto-
rado, entre los que destaca la señorita Rachel Sommerville cuyo padre, Sir James
Sommerville, caballero británico ha hecho buenas migas con Él. Esta amistad ini-
ció a partir del premio. Rachel se encargó de hablarle a su padre de las virtudes de
su futuro tutor y organizó una recepción privada para celebrar el premio y formali-
zar la tutoría. A esta selecta cena fueron Ellos. Después del vino blanco que acom-
pañó al exquisito salmón ahumado y de los postres, Sir James y Él, entablaron ani-
mada charla. El señor Sommerville es experto en caballos, de los cuales tiene va-
rias cuadras repartidas en el Reino Unido, en tanto que Él sabe a fondo la evolu-
ción completa de los equinos. Esta complementariedad de conocimientos hizo, co-
mo suele suceder, un reforzamiento de la comunicación. Luego de una hora de em-
pática conversación y de consumir entre los dos otra botella de vino del Rin, el ca-
ballero inglés tomó la iniciativa.
-Dime James –dijo el Sir.
-Cómo va ser eso –dijo Él. Sin embargo ante la insistencia accedió. James y Él
se tutearon el resto de la velada.
-Ha sido un placer conocer la evolución de mis queridos caballos, la claridad y
amenidad de tus explicaciones me han dejado sorprendido –dijo el Sir.
-Gracias, pero yo estoy más sorprendido de la complejidad y lo cuidados del
mundo de los “pura sangre” que tú dominas ampliamente. Gracias por transmitir-
me todos tus conocimientos, pero en especial los que te ha dado la experiencia-
contestó él (vemos ahora que también Él ha aprendido el arte de la diplomacia).
La plática cerró así:
-Si no tienen algo mejor que hacer, los invito a comer al Real Club Hípico el
próximo domingo para que conozcan algunos de mis más queridos ejemplares –di-
jo James.
-Claro que sí, será un honor para nosotros –respondió Él.
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En contraste Ella estuvo hablando alternativamente con Rachel, la madre de
ésta y los invitados. Experimentó por primera vez, una leve incomodidad en ese
ambiente, a pesar de que invariablemente, cada uno de sus interlocutores le señala-
ron su indiscutible belleza. No era que dudara de la sinceridad de esas personas,
sino más bien sentía que le faltaba vocabulario y aún más importante, una base
más amplia de cultura. Por esas dos razones, no lo acompañó el domingo al Club,
argumentó la necesidad de preparar sus clases para Surrey, pero tampoco fue a la
invitación al hipódromo y a las a las funciones de ópera que siguieron, excepto al
“Fantasma de la ópera” que le fascina.
Rachel Sommerville hace progresos en su tesis sobre la vida y evolución de los
artrópodos.
Acude puntualmente a las revisiones con Él en su cubículo. Es una inglesa del-
gada, con senos que desentonan un poco con su cuerpo, -son grandes- un poco
más alta que Él, pelo oscuro, de rasgos finos y muy blanca “desabrida”, dice Ella.
Al paso del tiempo, y al comprender y reconocer la capacidad de Él en cada una
de las revisiones, su inteligencia, forma de ser y a pesar de tratarla con cortesía pe-
ro bajo la más absoluta seriedad, Rachel se enamora, reforzada por los comenta-
rios de su padre, quien sin ambages ya le ha dicho abiertamente “ojalá puedas ca-
sarte con alguien como Él”.
Rachel, tiene una buena comunicación con su madre. Le ha contado su dra-
ma.
-Madre no se qué hacer –le dice- Él quiere a su mexicana, no me ha dado nin-
guna señal a favor de mi cariño.
-¿Se lo has dado a entender? –dice la madre.
-Trato, pero inmediatamente se evade, habla de mi tesis o sutilmente habla de
Ella y me deja desarmada.
-¿Ya se han casado Ellos? –pregunta la madre.
-No que yo sepa.
-Asegúrate y si confirmas que no se han casado, pues ¡sedúcelo!

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Sir James Sommerville y Él se han convertido en buenos amigos, y el primero
lo ha invitado a que conozca su biblioteca privada, -privilegio de pocos- una de las
más grandes de la ciudad y que cuenta con la colección de libros sobre caballos
más grande de Inglaterra, existe una aún mayor en Escocia. Es en esta entrevista
que Rachel ha planeado seducirlo con una pequeña ayuda.
El acceso a la biblioteca es espectacular, a través de una estrecha puerta, acce-
den a un amplio espacio rectangular de techos altos cubierto todo en madera, al
cerrar la puerta, ésta es también por dentro, un librero que hace cuerpo con los de-
más, de modo que uno se encuentra en un recinto “tapizado” de libros por los cua-
tro costados. Existen columnas jónicas simuladas en caoba a intervalos de tres me-
tros en los cuatro muros. En el centro del techo se aprecia un gran marco en óvalo
que limita en óleo a la Diosa Sabiduría semidesnuda. En una esquina se apoya
una larga escalera de madera, un amplio y antiguo escritorio se aprecia al fondo,
sobre él, un conjunto de seis hermosos caballos salvajes en bronce, flanqueados a
los extremos por dos lámparas doradas. Una silla con respaldo alto atrás del escri-
torio y dos sillones de piel enfrente completan el mobiliario.
-James tu biblioteca es impresionante. –dice Él, con genuino asombro, al tiem-
po percibe que los libros se encuentran correctamente clasificados. En “Ciencias
Naturales” encuentra desde luego la colección sobre caballos que abarca toda una
pared, pero también están los subtítulos de Aves, Tiburones, Langostas y Reptiles.
Sin embargo, una mirada más amplia, le permite ver que la mayor parte de la bi-
blioteca está dominada por las Ciencias Sociales, y dentro de ellas, la Historia. Se
puede ver que el dueño después de los caballos ama la historia.
Mientras Él se llena los ojos de libros, James pide por teléfono a la servidumbre
el té.
-Toma el libro que gustes –dice James.
-Hojearé éste de las aves.
El diálogo se interrumpe por la llegada del té. No lo ha traído el servicio. Apare-
ce Rachel.
-Para mi papito y tutor aquí está su té, aderezado con mi cariño.

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Él interrumpe su lectura y puede apreciar el profundo escote de su vestido rojo.
-Gracias Rachel –dicen ambos al mismo tiempo.
Antes de retirarse Rachel se dirige a Él de manera sorpresiva, porque el traba-
jo lo hacen en la universidad, le dice:
-¿Cuándo termines con papá, puedes ayudarme con unas dudas, estoy atorada
en un capítulo?
-De acuerdo –dice Él.
Después de tocar diversos temas brevemente, se detuvieron en uno, que ambos
conocían bastante bien, hablaban animadamente del ejército, la organización so-
cial e influencia del Imperio Romano, cuando ponderan la elección de Marco Tu-
lio Cicerón como cónsul del imperio, James interrumpe y dice:
-Por cierto ya supe que eres candidato a la cátedra de Charles Darwin, te felici-
to.
-Gracias –dice Él.
-Conozco a parte del Comité. No será fácil –dice James.
- Es un honor estar en la lista -dice Él y retoma la conversación del Imperio Ro-
mano, de pronto suena el celular de James, la esposa. Le ha dicho que tiene un
agudo dolor abdominal, el médico le dijo “la veo en el hospital”, y James se discul-
pa y dice:
-Estás en casa, Rachel y tu pueden trabajar aquí si gustan.
-Gracias -dijo Él, y agrega:
-Que no sea nada serio lo de tu esposa.
-Gracias, dijo James y salió presuroso.
Mientras Él colocaba en su lugar el libro de aves, aparece Rachel después de ce-
rrar bien la puerta. Carga una laptop, un libro y el manuscrito de su tesis.
-¡Trabajamos! –dice Rachel.
-Permíteme ayudarte con eso.

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Ambos colocan las cosas sobre el escritorio.
-¿Cuáles son tus dudas? –dice Él.
-Primero siéntate, y deja que organice el manuscrito.
-Él toma asiento en la silla de respaldo alto mientras Rachel enfrente, hace a
un lado los caballos, acerca una lámpara encendida y separa hojas del manuscrito
como buscando el párrafo de las dudas.
-Debe estar por aquí –dice, mientras se agacha enfrente de Él.
En ese momento Él puede ver con toda claridad que Rachel no trae sostén. Lo
sabe porque la ha visto siempre con senos levantados por el bra con esfuerzo y aho-
ra puede ver, por el escote y por la transparencia de su vestido rojo sus impresio-
nantes senos péndulos, pero no menos hermosos. Sorprendido se hace para atrás,
se apoya en el respaldo de la silla y se da cuenta de la situación. Evalúa rápidamen-
te lo que está pasando, pero sobre todo, lo que puede pasar
y cómo debe actuar, mientras la bestia, en el fondo del bajo vientre, sin pregun-
tarle se despierta. Es una lucha dentro de Él. Rachel con nerviosismo sigue buscan-
do y se agacha más, al moverse hacia los lados moviendo papeles, dos vigorosos se-
nos pendulares se agitan delante de Él.
-Rachel, no es necesario que encuentres las hojas de tus dudas, tú las debes sa-
ber.
-Tienes razón -suspende la búsqueda- y agrega -Yo las sé.
-Adelante –dice Él.
-¿No te gusto? –dice Rachel y a pesar de estar advertido de que algo así sobre-
vendría, su cara se enrojece.
-Eres hermosa, tú lo sabes, por supuesto que me gustas como a todos. Pero ese
no es el punto.
-Yo te quiero –ataja Rachel y solloza visiblemente emocionada.
- Él se levanta, la abraza paternalmente y hace que se siente en uno de los sillo-
nes, Él se sienta en el opuesto.

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-Hablemos Rachel, primero deja preguntarte ¿Yo he dado pie a tus emociones?
-Realmente no.
-Entonces, ¿No te parece que esto es precipitado?
– ¿No sientas nada por mí? –dice ella.
-Siento cosas muy positivas por ti pero no lo que tú buscas.
-Es por Ella ¿Verdad?
-Es cierto, mi amor está ocupado por Ella.
-Hazme el amor al menos –dice Rachel en un tono excitantemente conciliato-
rio. Y se avalanza sobre Él.
Él titubea, la tiene encima mientras la bestia negra reclama acción. Súbitamen-
te tocan la puerta de la biblioteca, se separan y Rachel pregunta
-¿Quién?
-Soy Lucy –es la sirvienta y agrega -vengo por las tasas.
Mientras Lucy recoge las tasas, ambos recapacitan. Rachel vuelve a su asiento
y elabora otra estrategia, en tanto el servicio se ha retirado, no sin antes preguntar.
¿Se les ofrece algo más?
-No gracias –dice ella.
-Piénsalo bien, yo te amo, tienes un brillante futuro y te lo digo claramente, pue-
des tener conmigo todo lo quieras y cumplir todas tus aspiraciones.
-Rachel, el brillante futuro lo tienes tú, yo ya estoy en él, de todas maneras gra-
cias por tu cariño, que no merezco -y agregó- estás en libertad de cambiar de tu-
tor.
-Yo no quiero cambiarte –dijo ella- a menos que ya no me quieras ni como
alumna.
-Yo quiero llevarte hasta el final de tu tesis, con éxito – y se despidió:
-Te espero el lunes a las cinco de la tarde para revisión, donde siempre.

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-Está bien – dijo Rachel- Gracias por continuar conmigo – y agregó con discre-
ta sonrisa seductora:
-Professor, medita bien lo que te he dicho –dijo Rachel y Él recordó a la china
antes de responderle:
-Que todo vaya bien con tu madre y dale las gracias a tu papá- dijo Él después
del beso doble en las mejillas en la puerta principal de la mansión antes de retirar-
se.

Transcurrieron algunas semanas. Rachel acudió puntualmente a sus citas de re-


visión, y con ella presente el bra esforzado, cumpliendo debidamente su función
en todas las entrevistas. La hija de James no volvió a tocar el tema personal, pero
un sutil coqueteo con el lenguaje corporal,” mantiene encendida la veladora” di-
rían en México.

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S E C C I Ó N 31

Ellos han llegado a Venecia para el congreso europeo y después tomarán unas va-
caciones cerca de ahí. Él presentará su primera conferencia magistral con un tema
de interés general ante 800 congresistas “Salvar lo que queda” y Ella lo acompa-
ña. Aunque Él ha preparado con toda anticipación su plática, no sale del hotel y la
revisa nuevamente.
-No sé por qué tienes que checar la plática otra vez si la conoces bien desde ha-
ce meses –dice Ella.
-Es que tiene que salir perfecta –dice Él.
-Eras mucho más confiado antes para tus presentaciones.
-Ésta es la primera magistral ante auditorio lleno.
-Yo estoy aburrida y afuera está Venecia esperándonos.
-Ve a dar la vuelta y luego me platicas, yo tengo que terminar esto –contesta Él.
-Está bien, yo si voy a disfrutar mi presente –dice Ella- con clara alusión al cam-
bio que ha notado en su conducta.
-¡Yo también lo estoy disfrutando! –replica Él.
Por primera vez Ella sale sola. Mientras camina sobre las acogedoras y angos-
tas calles de la ciudad, se da cuenta que la conferencia es más importante para Él
que Ella y lo justifica “la conferencia de mañana significa mucho para Él, debo fa-
vorecer que la prepare lo mejor posible”. Inopinadamente llega a la Plaza de San
Marcos, parcialmente ocupada por turistas, entre ellos varios niños, algunos toda-
vía pequeños, van en sus carriolas. En este momento se reactiva su deseo profundo
de ser madre y casarse. Se aproxima a la medianía de los 30 y no quiere correr ries-
go. Notable es el nuevo enfoque que da su vida, ¡un enfoque familiar! Ingresa aho-
ra a la Catedral de San Marcos que también es museo. En la planta alta están los

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cuatro inmensos caballos de bronce y se acuerda de James (si Él la acompañara, se
acordaría ¡de su hija!). A salir de San Marcos, ha tomado una decisión importante.
Una vez que concluya el congreso, hablará directamente con Él sobre su necesi-
dad y deseo de ser madre y de casarse con Él. Van a pasar unos días en Siena de
vacaciones y el momento y las circunstancias serán propicios.

Sumido en la red de internet, Él busca los más recientes datos de las revistas es-
pecializadas, de la ONU, OMS, y hasta de National Geographic para incluir en su
plática los datos más recientes. Ya entrada la noche parece satisfecho, y le presu-
me:
-¡Encontré datos nuevos de ayer sobre felinos en extinción que no tenía!
-Eso ya es el colmo de la actualización –dice Ella.
Esa noche no hubo sexo no obstante su deseo. Él estaba demasiado ocupado y
preocupado para prestarle atención.
Su presentación fue un éxito cerrado. Al término de la magistral hay receso, sin
embargo, varios profesores de las principales universidades de Europa se acercan
para felicitarlo y hacerle preguntas e intercambiar puntos de vista. Ella contempla
la escena a unos metros de distancia. Es el éxito de su pareja y está orgullosa por
eso. Como ya ocurrido antes, algunos lo confunden con “un británico de origen
hindú”. Él tiene que aclarar –y siempre lo hace con gusto- “soy orgullosamente
mexicano avecinado en Londres”. También se acerca gente joven para conocerlo.
Alguno se atreve a preguntar si podría ser aceptado en su departamento como
alumno y finalmente se aproxima Rachel en compañía de un italiano muy alto pa-
ra felicitarlo. Lo presenta como su novio y Él experimenta una mezcla de alivio y
pérdida. No puede evitar asociar al italiano y piensa, “esperemos que no sea otro
Valtezi”.

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S E C C I Ó N 32

Entre paredes de piedra ancestral se encuentran Ellos en el acogedor cuarto de un


hotel en la amurallada y bellísima Siena. Son sus vacaciones. Se encuentran repo-
sando la cena. Él en un sillón y Ella viendo a través de la ventana la callejuela me-
dieval que serpentea y se pierde en el fondo. En la Plaza Principal, con su peculiar
declive, han bebido buen vino y cenado deliciosa pasta, carbonara Él y al pesto.
Él ha estado meditabundo, habla poco. Cumple con todas las atenciones con Ella
pero parece que con sus pensamientos se encuentra en otro lado.

En contraste desde hace varios meses en Ella ha germinado progresivamente


un deseo profundo doble: casarse con Él y tener un hijo. En Venecia Ella tomó la
decisión de tratar el tema con Él aquí en Siena, si no lo ha hecho antes es por el
sinnúmero de compromisos que Él ha adquirido: proyectos de investigación, cla-
ses, tutorías, el manuscrito de un libro y congresos. Finalmente hoy sábado por la
noche, en el cuarto de su hotel cuando Él se encuentra en bata sentado, leyendo el
diario del hotel, reposando la cena, con los pies sobre un taburete, --señal inequí-
voca de esparcimiento- que Ella conoce bien, se decide a hablar y encarar la situa-
ción.
-¡Qué bien te fue en Venecia! –le dice como un cordial preámbulo.
-Sí gracias –contesta Él sin bajar el periódico de su vista.
Entonces Ella dice:
–Amor, quiero hablar contigo –en un tono de advertencia cuyo código ambos
conocen: “algo importante se va a tratar” Él bajó el periódico pero no los pies del
taburete, la mira con atención pero delatando impaciencia y entonces Ella agregó:
-Amor, tenemos una relación estable, nos ha ido bien, en especial a ti y te lo me-
reces, pero no te parece que ya ha transcurrido suficiente tiempo de vivir juntos,

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que te he demostrado mi amor y mi fidelidad. Vivo ahora para el presente, nues-
tro presente, vivo para ti y lo nuestro ¿no estaría bien que nos casáramos?
– ¿Qué dices? contestó Él, a pesar de haberla escuchado con claridad,
-Amor, lo que te quiero expresar es mi deseo de casarme contigo y tener un hi-
jo – Ella insistió con claridad.
La miró profunda y fijamente por unos segundos, dejó a un lado el diario y se
puso de pie. Mientras anudaba el cordón de la bata blanca dijo:
-Por ahora eso no es posible, tenemos que esperar, antes que nada tengo que
alcanzar la última etapa, no te has dado cuenta de que mi carrera va en ascenso,
nuestro círculo social se ha ampliado y refinado, soy candidato para la cátedra Dar-
win, y sabes bien lo que eso significa, tengo que luchar por esa cátedra, invertir to-
dos mis recursos, ése es el gran proyecto que me puede impulsar y proyectarme
hacia la cúspide, tengo la convicción y la determinación de que en un futuro logra-
remos ingresar a nuestra máxima meta: la Aristocracia.

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