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Tras ésta breve introducción, paso de lleno al tema que nos ocupa: auditoría pública vs.
Privada. Una auditoría privada es estrictamente una auditoría de cuentas, en donde el
resultado de la cuenta de pérdidas y ganancias informa sobre la actuación económica, sin
importar la gestión llevada a cabo. Además, el control interno en las empresas privadas es
voluntario y la revisión del cumplimiento de legalidad se limita a la legislación fiscal y
mercantil. Sin embargo, hablar de auditoría del sector público, es hacer referencia a una
auditoría sobre la actuación económica de la entidad, recogiendo únicamente gastos e
ingresos, pero no valorándose si se ha gastado bien o mal. Para ello, sería necesario auditar
los aspectos de la gestión y saber si se han conseguido o no los objetivos planteados.
También, a diferencia del sector privado, el control interno viene exigido por Ley, regulando
entre otros la forma de tramitación del Presupuesto, etc. Y, en lo referente a la revisión del
cumplimiento de legalidad, es variado y complejo (contratación de obras, adquisición de
bienes, contratación de personal, concesión de subvenciones, etc.), al ser sector público.
Auditoria Privada
Se suele denominar “auditoría privada”,
Auditoría pública
La auditoría pública tiene como soporte toda una infraestructura normativa, elaborada con
el fin de hacerla viable, accesible y funcional, independientemente de la naturaleza y
complejidad de las organizaciones para las que fue concebida. De hecho, existen normas
y lineamientos para cada aspecto prioritario, cada instancia de decisión y cada área de
influencia. La auditoría pública es una actividad independiente, de apoyo a la función
directiva, enfocada al examen objetivo, y sistemático, evalúa el tono de las operaciones
financieras y administrativas realizadas; a los sistemas y procedimientos implantados; a la
estructura orgánica en operación; y a los objetivos y metas logrados por las instituciones,
de acuerdo con sus planes y programas, con el propósito de determinar el grado de
economía, eficacia, eficiencia, efectividad, imparcialidad, honestidad y apego a la
normatividad con que se han administrado los recursos públicos que les fueron
suministrados, así como la calidad y calidez con que prestan sus servicios los funcionarios
públicos a la ciudadanía.