Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
DP Manual Frio
DP Manual Frio
DE CULTIVOS
EN CLIMA FRÍO
Editor: Ricardo Guerrero Riascos
Fertilización
de cultivos
en clima frío
Editor: Ricardo Guerrero Riascos
Ingeniero Agrónomo, M. Sc. Profesional Consejero, Monómeros Colombo
Venezolanos, S.A. (E.M.A.), Profesor Asociado, Facultad de Agronomía,
Universidad Nacional de Colombia.
© Monómeros Colombo Venezolanos S.A. (E.M.A.)
4
INTRODUCCIÓN
5
mayor eficacia y, por tanto, de una mejor resultante, tanto en producción como en eco-
nomía. Para alcanzar este objetivo, se considera obligatorio tomar en cuenta factores
adicionales distintos a la sola consideración de las pérdidas de nutrimentos en el suelo
(lixiviación, volatilización, fijación, etc.), tales como aquellos de la planta (sistema radi-
cal, habilidad en la asimilación), la física del suelo (porosidad, aireación, almacenamien-
to del agua, drenaje), la labranza, el control de la erosión, la tecnología del abonamiento
y la fertilización estratégica.
La segunda edición de esta obra se entrega como material de consulta actualizado, pero
con la mente aspirando a un futuro mejor.
6
II
Papa
• Nariño
• Antioquia
• Cundinamarca y Boyacá
7
FERTILIZACIÓN DEL CULTIVO DE LA
PAPA EN EL DEPARTAMENTO DE
NARIÑO
Bernardo García R. *
Carlos Pantoja L.*
1. INTRODUCCIÓN
8
fertilización NPK, que es muy amplia. Además, se incluyen los resultados preliminares
de investigación con elementos secundarios y menores, con materia orgánica, y también
la respuesta a la fertilización con rocas fosfóricas. Al igual que en otros cultivos, pero con
mayor énfasis en el cultivo de la papa, las recomendaciones de fertilizantes están estrecha-
mente relacionadas con factores externos e inestables, como la variación de precios del
producto en el mercado o, impredecibles, como heladas y sequía. Por tanto, es necesario
adecuar las recomendaciones, de acuerdo a las condiciones de riesgos.
Los suelos de clima frío de Nariño tienen texturas medias, con predominio de las francas
sobre las franco-arcillosas. En general, los suelos tienen altas proporciones de limos y
arenas.
En Nariño, la estabilidad estructural de los suelos está muy asociada con los contenidos
de arenas y de alófana. La mayoría de los suelos son no plásticos o ligeramente plásticos.
Porosidad y permeabilidad altas. La retención de humedad, de baja a media, está muy
influenciada por el contenido de materia orgánica.
Los andisoles de Nariño tienen un alto poder de fijación de fósforo, moderados conteni-
dos de aluminio intercambiable y de compuestos libres.
En un estudio sobre fertilidad de los suelos cultivados con papa en Nariño, se procesaron
370 análisis de suelos y se agruparon en los niveles bajo, medio y alto de acuerdo con los
siguientes valores:
pH: Menor de 5,5; de 5,5 a 6,5 y mayor de 6,5
M.O. Menor de 5 por ciento; de 5 a 10 y mayor de 10%
P (Bray II): Menor de 20 ppm; de 20 a 40 y mayor de 40 ppm
Ca: Menor de 3 me; de 3 a 6 y mayor de 6 me/100 g de suelo
Mg: Menor de 1,5 me; de 1,5 a 2,5 y mayor de 2,5 me/100 g de suelo
Relación Ca/Mg: Menor de 1; de 1 a 3 y mayor de 3.
En la Figura 1 se observa que en los suelos predominan los bajos niveles de pH y de
fósforo. Son dominantes los contenidos bajos de materia orgánica, como consecuencia
del intenso laboreo a que están sometidos estos suelos.
La Figura 2 muestra que el 60% de los suelos presentaron contenidos altos y medios de
calcio, con altas frecuencias de los contenidos bajos de Mg (67%) y los valores altos de la
relación Ca/Mg. Por tanto, predominan los valores altos de la relación (Ca+Mg)/K. Es-
tos tres criterios indican que la mayor parte de los suelos paperos de Nariño son deficien-
tes en Mg. Más adelante se mostrará la respuesta de la papa a la fertilización con este
nutrimento.
García (1990), al procesar los análisis de suelos realizados por el Instituto Colombiano
Agropecuario (ICA), en el departamento de Nariño, desde el año 1968 hasta 1988, en-
9
Bajo Medio Alto
70
60
% de muestras analizadas
50
40
30
20
10
0
pH M.O. P
80
Bajo Medio Alto
70
60
% de muestras analizadas
50
40
30
20
10
0
Ca Mg Ca/Mg
10
contró drásticas disminuciones del pH y de los contenidos de M.O., Mg y Ca, conforme
lo indicaron las funciones lineales y negativas en los tres primeros y función cuadrática
negativa para el Ca. La pérdida de bases se debe al alto grado de labranza a que están
sometidos estos suelos, al lavado y a la continua y selectiva extracción de los monoculti-
vos, asi como a la baja fuerza de retención catiónica de los andisoles.
Esta desbasificación ha traído como consecuencia la acidificación, con los problemas
consiguientes en el comportamiento químico de los nutrimentos y la nutrición de las
plantas. La pérdida continua de la materia orgánica implica el deterioro de las caracterís-
ticas químicas del suelo, la pérdida de nutrimentos y la degradación de las características
físicas como la estructura, la aireación, densidad, porosidad y la capacidad de retención
de humedad, la cual es crítica en estos suelos por la irregularidad del aporte de agua de las
pricipitaciones pluviales. Además, la erosión intensa que presentan los resultados, en las
zonas de pendiente, agravan la situación.
La papa es originaria del altiplano de Perú y Bolivia, pero los conquistadores españoles la
encontraron en los Andes colombianos, especialmente en el área que actualmente corres-
ponde al departamento de Nariño. Mediante el cruzamiento de variedades nativas, con
materiales mejorados de otros países, se han logrado genotipos mejorados que cubren
aproximadamente el 80% del área sembrada en Colombia. Según Alvarado (1992), las
variedades de papa más cultivadas en el departamento de Nariño son:
“ICA Nariño”. Los agricultores la llaman Roja y Huila. Es una de las variedades que más
se cultiva. Su mejor adaptación se encuentra entre los 2.500 y 3.200 msnm. Tiene un
ciclo de vida de 4,5 a 5 meses, según la altitud. Bajo condiciones normales de lluvia tiene
un rendimiento de 28 ton/ha. Tiene un período de reposo de aproximadamente 2,5
meses, es resistente al manipuleo y conserva su calidad durante un almacenamiento pro-
longado. Bajo condiciones de estrés por agua, los tubérculos se deforman, por tanto su
calidad para procesamiento es inconsistente. Tiene una alta demanda en Nariño, Valle
del Cauca, la zona cafetera y el norte del Ecuador.
“Parda Pastusa”. Se adapta bien en alturas comprendidas entre 2.700 y 3.500 msnm.
Requiere de una precipitación pluvial adecuada, suelos fértiles no muy trabajados y altas
dosis de fertilizantes. Tiene un ciclo de vida de 6 a 7 meses, de acuerdo con la altitud. Es
suceptible a gota y a virus del enrollamiento. Bajo condiciones favorables de cultivo,
produce aproximadamente 30 ton/ha. Es de buena calidad culinaria y muy apetecida
para consumo fresco, en casi todo el país. Tiene un período de reposo de tres meses.
Resistente al manipuleo, conserva su calidad durante el almacenamiento prolongado.
“ICA Morasurco”. Se adapta bien en altitudes conprendidas entre 2.300 y 3.200 msnm,
tiene un ciclo de vida de 5 a 5,5 meses, según la altitud. El rendimiento promedio está
alrededor de 25 ton/ha. De regular calidad y un contenido promedio de materia seca del
18%. Tiene un período de reposo de dos meses y su conservación durante el manipuleo
11
y almacenamiento prolongado es buena. Tiene demanda en climas cálidos de Nariño,
Valle del Cauca y norte del Ecuador.
“DIACOL Capiro” (R-12). Se adapta bien en altitudes comprendidas entre 2.500 y
3.200 msnm. Tiene un ciclo de vida entre cinco y seis meses, requiere de alta precipita-
ción. Es altamente susceptible a gota y resistente a roya. Bajo condiciones adecuadas de
precipitación, produce alrededor de 25 ton/ha. De buena calidad para frituras y uso en
culinaria. Tiene un período de reposo de tres a cuatro meses. Resiste al verdeamiento y al
almacenamiento prolongado. Se comercializa en Antioquia, Bogotá y Venezuela. En la
industria se utiliza para producción de chips y papa a la francesa.
“Chaucha amarilla”, “criolla” o “yema de huevo”. En el departamento de Nariño se
cultiva en pequeñas extensiones, en alturas comprendidas entre 2.500 y 3.000 msnm, es
muy precoz, tiene un ciclo de vida de 120 días. Los rendimientos oscilan entre 15 y 18
ton/ha. Es muy utilizada para espesar sopas y preparar platos típicos, cocinada o frita
entera. No tiene período de reposo, su tiempo de conservación es de dos semanas e inicia
la germinación. Tiene poca resistencia al manipuleo.
“Chaucha Mambera”. Su mejor adaptación está restringida a las regiones húmedas y
altas del extremo oriental de la cordillera de los Andes, a altitudes superiores a 2.700
msnm. Es muy precoz, con un ciclo de vida de 120 días. Produce en promedio de 15 a 20
ton/ha. Es de buena calidad, con un contenido de materia seca del 18%. Se utiliza prin-
cipalmente en la preparación de sopas y tortillas. No tiene período de reposo. Su tiempo
de conservación está limitado a unas dos semanas, al cabo del cual inicia su germinación.
12
TABLA 1. Requerimientos nutricionales de la papa para diferentes niveles de
productividad.*
20 40 50
P2O5 40 70 100
Mg 20 40 60
S 10 20 25
La extracción de fósforo es relativamente baja, pero debido a los procesos de fijación del
suelo es necesario hacer altas aplicaciones de fertilizantes fosfatados y, si se consideran
éstos más el fósforo disponible en el suelo, la eficiencia en la extracción por parte del
cultivo es inferior al 10%. Bastidas, Urquiaga y Alvarez (1986), demostraron una eficien-
cia de utilización del fósforo de algo menos del 3%, a partir del superfosfato triple aplica-
do al suelo.
De acuerdo con la Figura 3, la mayor demanda de nutrimentos del cultivo de papa se
presenta a partir de los 50 días de emergencia de las plantas (Grandet y Lora, 1978),
debido a una mayor intensidad de crecimiento y, con ella, una mayor producción de
materia seca (Figura 4), un incremento de raíces y estolones (Tabla 2) y un incremento
del área foliar y del índice de área foliar (Figura 5).
Al igual que los demás nutrientes, la demanda del fósforo se incrementa a partir de los 30
días, como se dijo anteriormente; pero debido a procesos de fijación, se piensa que al
fraccionar el fósforo se puede conseguir una mayor eficiencia; sin embargo, existe el
limitante de la dificultad de colocar el fertilizante con el reabono en la zona radical (Gue-
rrero, 1988).
13
800
700 K2O
600
500
Extracción de nutrientes kg/ha
400
N
250
200
150 Ca
100
Mg
50
40 P2O5
30
20
10
0
0 20 28 36 44 52 60 68 76 84 92
14
18
17 Parda pastusa
16
ICA Nariño
15
14 Criolla
13
12
11
M.S.T. ton/ha
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
0 28 35 42 49 56 63 70 77 84 91 98 105 112 119 126 133 140 147 154 161 168 175
8 Parda pastusa
ICA Nariño
7
Criolla
6
5
I.A.F.
0
0 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24
FIGURA 5. Índice de área foliar IAF de tres variedades de papa a partir de la siem-
bra (López y Alvarado, 1977).
15
En la Figura 6 se muestran las respuestas a la fertilización con fósforo en presencia de 100
kg/ha de nitrógeno, en suelos con diferentes contenidos de P, en Guaitarilla, con 6,5
ppm, Aldana 26,7, Túquerres 40,5 y Pupiales con 17. El fósforo se aplicó con 100 kg/ha
de N y K2O.
Gramos/planta
Días después
de la siembra
Parda Pastusa ICA-Nariño Criolla
* Alvarado, 1989
En Nariño, las respuestas a la fertilización con potasio no son muy consistentes, mientras
que en unos suelos aumentó ligeramente, la producción en otros fué deprimente. Esta
respuesta está relacionada con los contenidos medios a altos de potasio en estos suelos.
Muñoz y Wieckzoreck concluyeron que la relación más adecuada de N, P2O5 y K2O, en
los fertilizantes para papa, fue de 1:2:3. Sin embargo, en suelos ácidos de Santander, con
un contenido de 0,6 me de K/100 g, se obtuvo respuestas positivas, cuando se agregó cal
y se incrementaron las dosis de K2O hasta 300 kg/ha.
16
50 Guaitarilla
30
Y = 24,89 + 0,120P - 0,001P2
Aldana
20
Y = 11,6 + 0,040P Túquerres
Pupiales
10
Y = 6,44 + 0,062P
0
0 50 100 150
P (kg/ha)
17
respuestas positivas y económicas con aplicaciones hasta tres toneladas por hectárea de
fertilizante 13-26-6.
De acuerdo con los análisis de suelos, las recomendaciones de fertilizantes, en el cultivo
de papa del departamento de Nariño, se indican en la Tabla 3.
18
Yamuesquer, con una mayor proporción de arenas en el suelo, y con una precipitación
durante el cultivo de 350 mm, tampoco hubo diferencias entre los fraccionamientos y la
aplicación de todo el fertilizante en la siembra. En la vereda Cuaspud, a 3.150 msnm,
con una precipitación pluvial durante el ciclo de vida del cultivo de 790 mm, y con
mayor proporción de arenas en el suelo, con relación a los dos sitios anteriores, se obtu-
vieron las mayores producciones con el fraccionamiento de fertilizante (Tablas 4 y 5).
19
TABLA 5. Dosis y épocas de aplicación de fertilizantes en papa bajo el sistema de
siembra en guachado.*
20
TABLA 6. Número promedio de tallos principales, de acuerdo con el peso y
diámetro de la semilla de papa.*
niveles de fertilizante 13-26-6 de 1.000, 2.000, 3.000 y 4.000 kg/ha, con los niveles de
semilla 70, 100,120, 140 y 180 g por sitio, encontró efectos independientes de los dos
efectos principales (Tabla 7).
En suelos altamente productivos, como los de estos dos sitios experimentales, la papa
respondió económicamente a la aplicación de fertilizante compuesto 13-26-6, hasta con
3 toneladas por hectárea.
En cuanto a la cantidad de semilla por sitio, fue adecuada la utilización de 120 g, los que
se pueden obtener con dos a tres tubérculos delgados, o con uno mediano más un delga-
do, cantidad ligeramente inferior a la que utiliza el agricultor.
El diagnóstico sobre las características químicas de los suelos de Nariño indica que son
predominantemente deficientes en boro, zinc, magnesio y azufre, lo cual limita la pro-
ducción y la calidad industrial de la papa (García y Viveros, 1994).
En un suelo de Nariño se instaló un experimento con los tratamientos que se indican en
la Tabla 8. El análisis mostró: pH: 4,9; M.O.: 24%; P: 21 ppm; K: 0,58 me; Al: 2 me;
Ca: 2,2 me; Mg: O,67 me; Zn: 1,8 ppm; B: 0,1 ppm y Cu: 0,3 ppm. La textura muy
arenosa, con capa arable mezclada con el horizonte arenoso subyacente del horizonte
superficial.
El análisis de varianza mostró significancia estadística para la interacción boro x sulfato
de magnesio en la producción de papa. De esta manera el rendimiento más alto se obtu-
vo con el tratamiento 6, con 2 kg de B y 250 kg de sulfato de magnesio, con un incre-
mento del 44% sobre el tratamiento sin estos fertilizantes (Tabla 8). Este resultado, supo-
ne respuesta positiva, tanto a magnesio como a azufre y boro.
En estudios realizados por Lora (1978), en suelos de Cundinamarca, se encontró res-
puesta de la papa a la aplicación de boro, en suelos con contenidos de 0,5 ppm (extraído
21
TABLA 7. Producción de papa por efecto del fertilizante 13-26-6 y las diferentes
cantidades de semilla por sitio.*
180 44.416
* Pantoja (1993).
1 0 0,00 0 21.374
2 2 0,00 0 21.861
3 0 5,33 0 24.121
4 2 5,33 0 17.803
22
con agua caliente) o menores. La respuesta no se presentó cuando el suelo contenía 0,80
ppm y tendió a ser negativa en un suelo con un contenido de boro de 1,50 ppm.
Las respuestas fueron de gran magnitud, pues los incrementos llegaron hasta niveles de
15 a 25 toneladas por hectárea, pero el efecto dependió acentuadamente del régimen de
lluvias durante el cultivo. Así, en el mismo suelo, las respuestas positivas obtenidas en el
primer semestre, se tornaron negativas en el segundo. Este comportamiento corrobora el
conocido fenómeno de la dependencia de la disponibilidad del boro al régimen de hu-
medad del suelo, por la gran influencia de los ciclos de secamiento y rehumedecimiento
a que esta sometido el suelo.
Otros estudios realizados en Cundinamarca, confirman la respuesta positiva de la papa a
la aplicación de boro en suelos deficientes. Avella y Gerenas (1984) encontraron que, en
tres variedades estudiadas, la aplicación al suelo de 1,0 kg de B/ha logró incrementos de
rendimientos comprendidos entre 5 y 10 toneladas de tubérculos por hectárea, depen-
diendo de la variedad.
En el departamento de Nariño se han obtenido buenos incrementos, en otros cultivos,
con la aplicación de elementos menores y secundarios. Así, en un suelo muy deficiente en
boro, se logró triplicar la producción de cebada con la aplicación de este nutriente al
suelo; sin embargo, la aplicación vía foliar no causó ningún efecto, debido seguramente a
que la deficiencia muy acentuada de boro incidió en las fases de desarrollo antes de que la
superficie foliar permitiera captar el abono foliar. En trigo se encontró respuesta positiva
a la aplicación de boro y zinc, y a boro en el pasto aubade.
23
TABLA 9. Efecto de la aplicación del fertilizante 13-26-6 y del estiércol vacuno
en el cultivo de papa en Nariño. Ipiales (1993).
1 0 0 18.664
2 0 5.000 25.579
3 0 10.000 25.099
4 666 0 23.943
7 1.333 0 31.561
10 2.000 0 30.388
En otros dos sitios experimentales, uno con suelo arenoso y bajo en materia orgánica y
otro franco arenoso con 6% de M.O., no se encontró ningún efecto del estiércol, lo cual
puede estar relacionado con un pH alcalino de este material, así como con los altos
contenidos de K, los cuales pueden ser deprimentes cuando se aplican en dosis superiores
a 150 kg/ha de K2O. Para dar recomendaciones sobre utilización de abonos orgánicos es
conveniente disponer de los análisis químicos del material por utilizar, con el fin de
conocer sus características favorables o desfavorables.
Al respecto se considera importante tomar en cuenta que con el estiércol vacuno, mane-
jado en dosis altas, se están añadiendo cantidades grandes de sales y sodio, al igual que de
metales pesados (Guerrero, 1997. Información personal).
24
ha impulsado a muchos países a incrementar la exploración de nuevos depósitos en sus
territorios y a investigar sobre el uso más eficiente de esas fuentes para reemplazar, al
menos parcialmente, las fuentes convencionales.
Con el fin de aumentar la solubilidad del fósforo y mejorar la eficiencia de las rocas
fosfóricas, en la investigación se han considerado varios métodos: disminución del tama-
ño de las partículas, acidulación parcial de las rocas, mezclas de rocas fosfóricas con
productos formadores de ácido, alteración de las rocas mediante tratamientos térmicos,
empleo de microorganismos y diferentes métodos de aplicación del fósforo al suelo.
25
BIBLIOGRAFÍA CITADA
__________. 1976. Tuberización de tres variedades de papa. Resumen del 8o. seminario
de la Sociedad Colombiana de Control de Malezas y Fisiología Vegetal, Barranquilla.
GARCÍA, B. 1990. Fertilidad general de los suelos del departamento de Nariño. Institu-
to Colombiano Agropecuario. Pasto (sin publicar).
26
__________. 1980. Las recomendaciones de fertilizantes, fundamentos y aplicaciones.
p225-268 En: Silva, Fancisco (ed) Fertilidad de Suelos, Diagnóstico y Control. So-
ciedad Colombiana de la Ciencia del Suelo, Bogotá.
__________ 1989. Diagnóstico microregional del CRECED Frontera Sur, 425p., Ipiales.
LEÓN, L. A. 1980. El uso de rocas fosfóricas en suelos del trópico americano. p.359-
398 En: Mojica, Francisco (ed) . Fertilidad de suelos, diagnóstico y control. Socie-
dad Colombiana de la Ciencia del Suelo, Bogotá.
PANTOJA, C., CORREA, R., et al, 1989. Recomendaciones técnicas para las especies
agrícolas y pecuarias prioritarias en el área del CRECED altiplano de Nariño. Cuar-
ta aproximación. ICA. Pasto, 150p. (mecanografiado).
27
FERTILIZACIÓN DE LA PAPA EN
ANTIOQUIA
Rodrigo Muñoz A.*
28
Este fenómeno es común en los suelos planos aluviales, terrazas y colinas bajas del Orien-
te Antioqueño (Luna, 1970; Muñoz, 1985; Toro, 1979).
Los suelos de montaña o ladera, dedicados a la agricultura tradicional, han perdido gran
parte de su horizonte A, debido a la fuerte erosión de tipo laminar, surquillos y surcos. En
estas laderas es frecuente que afloren los horizontes B o C, con una capacidad productiva
baja (Muñoz, 1985; Toro, 1979).
29
TABLA 1. Fertilidad promedio en suelos de 150 fincas productoras de papa en
Antioquia.
En resumen, en las tierras del clima frío Antioqueño, la materia orgánica desempeña un
papel preponderante en las propiedades físicas, generando tierras bien estructuradas y
estables. En cambio, en la parte química, la materia orgánica aporta poco nitrógeno,
fósforo y azufre inorgánicos; sin embargo, ésta contribuye en forma notoria en la CIC
(Muñoz, 1985).
Estos suelos responden, dependiendo del cultivo, a la aplicación de diferentes cantidades
de nitrógeno. Por ejemplo, altos rendimientos de maíz se obtienen con 75-100 kilogra-
mos de N por hectárea, y de fríjol con 30-60 kilogramos de N por hectárea (Muñoz,
1985).
Otra propiedad importante en los suelos de la zona fría de Antioquia es la alta capacidad
de cambio aniónico y de fijación de fosfatos (Gualdrón y Herrón, 1979; Munévar, 1978;
Muñoz, 1985; Ospina, 1974). Tschinkel (1977) encontró en el primer horizonte de un
Dystrandept de «Piedras Blancas» (Oriente Antioqueño), un alto contenido de P total
(más de 1.000 ppm), pero con un bajo contenido de P disponible, entre 0,4 y 1,6 partes
por millón. También halló una estrecha correlación positiva entre el contenido de carbo-
no y el P total, debido a que gran parte de éste era P-orgánico. Resultados similares a los
mencionados en esta región han sido obtenidos por Gualdrón y Herrón (1979) y por De
Benavides (1972).
La fijación de fosfatos en Andisoles de la zona central de Antioquia ha sido confirmada
por León (1967), Ospina (1974), Munévar (1978), Gualdrón y Herrón (1979). De acuer-
do con León (1967), en 12 suelos de varias regiones de Colombia, las muestras de "La
30
Selva" (Rionegro) fueron las que se destacaron de todas las demás, por su alto valor de
intercambio y por la fijación de fosfatos. Resultados similares obtuvo Munévar (1978),
en Andisoles del Oriente Antioqueño, en donde, con aplicaciones de 800 ppm de P, solo
logró extraer entre 15 y 22 ppm (Bray II). La alta capacidad de fijación de fosfatos,
generalmente mayor del 70 por ciento, la atribuyen Gualdrón y Herrón (1979) a los
altos contenidos de alofana que, como se sabe, es un mineral amorfo con altos conteni-
dos de Al. Según Ospina (1967,1974), el Al es el responsable, en gran parte, de la reten-
ción de fosfatos, a través de mecanismos de adsorción, precipitación, hidrólisis o disocia-
ción. En los suelos de clima frío de Antioquia, varios investigadores (De Benavides, 1972,
1973; Gualdrón y Herrón, 1979; Munévar y Wollum, 1983; Ospina, 1974) concuerdan
en que gran parte del P total es P orgánico, debido a que la mineralización de la materia
orgánica es muy baja. Muñoz (1985), en una evaluación de la fertilidad de los suelos
tradicionalmente cultivados con papa en Antioquia, encontró frecuencias altas (87%) de
valores bajos de P aprovechable, con menos de 40 ppm (Bray II) (Tabla 1).
La roca madre de las zonas frías en Antioquia está integrada, básicamente, por rocas
tonalíticas de naturaleza ácida y subácida, como granodioritas y cuarzodioritas del Batolito
Antioqueño (Cortés, 1982; Luna, 1970; Toro, 1979). Estas rocas afloran en varias regio-
nes pero, lo común, es que estén recubiertas de cenizas volcánicas. Es frecuente que se
encuentren intrusiones de rocas ultrabásicas serpentinizadas (Toro, 1979).
En los suelos mencionados, las bases intercambiables Mg y K presentan frecuencias altas
(60 y 68%) de valores bajos, menos de 0,3 a 1,0 me/100 ml de suelo (Tabla 1). En
cambio, en estos suelos el contenido de Ca cambiable tiende a ser mayor de 3,0 me/100
ml de suelo (Tabla 1). En los suelos considerados, Muñoz (1979), en una revisión de
literatura, encontró que el bajo contenido de las bases intercambiables Mg y K, y la
amplia relación Ca/Mg, en muchas áreas, se puede atribuir a varios factores, a saber:
a) Bajos contenidos de estos cationes en el material parental, de naturaleza ácida, como
también bajos contenidos de minerales pesados ferromagnesianos, feldespatos
plagioclasa y ortoclasa.
b)Condiciones físicas de alta porosidad total y abundancia de macroporos, donde la
percolación de sales solubles es alta.
c) Desplazamiento de las bases intercambiables (Mg y K) de la fracción arcillosa a la
solución del suelo, debido a la lixiviación provocada por las cantidades altas de cal
agrícola (CaCO3) utilizada comúnmente por los agricultores antes de la década del
80. En consecuencia, se amplió la relación Ca-Mg y, por ello, es frecuente encontrar
en los cultivos síntomas de las deficiencias de Mg y K, en tanto la de Ca es poco
frecuente.
31
bajo, alrededor de 10-12 toneladas por hectárea, por diversas causas, como siembra en
áreas marginales bajas, a menos de 2.300 metros de altitud; utilización de suelos superfi-
ciales, con deficiencias nutricionales y desbalances, entre otros (Tabla 1).
Tratamiento
Rendimiento (ton/ha)
Dosis de N (kg/ha)
0 6,8
40 8,5
80 8,2
100 12,5
* Los tratamientos recibieron cantidades adecuadas de P, K, cal y gallinaza. Al inicar el experimento, el suelo contenía más de 29% de materia orgánica.
Dosis de fósforo
Dosis de nitrógeno P2O5 (kg/ha)
N (kg/ha)
100 200 300
32
TABLA 4. Respuesta de la papa al abonamiento nitrogenado y fosfórico en suelos
de Antioquia. Datos promedio de cinco localidades. Rendimientos en
toneladas por hectárea.*
P2O5 (kg/ha)
N (kg/ha)
0 150 300 450
* Los suelos contenían más de 20% de materia orgánica y entre 4,2 y 27,8 ppm de P-disponible.
Dosis de gallinaza
Tratamientos
(ton/ha)
Dosis de 10-30-10
0 10
(kg/ha)
0 7,0 20,0
* Todos los tratamientos recibieron cantidades adecuadas de cal. El contenido de materia orgánica (%) promedio, en 4 localidades, fue de 23,7.
El abono orgánico (gallinaza) seco y bien puverizado, aplicado sólo o en mezcla con
fertilizantes químicos (N, P y K), dió excelentes resultados en la producción de papa
(Tablas 5, 6, 7, 9, 14 y 16). Lo anterior indica que ésta fuente, con alto contenido de
carbono y de energía, se alcanza a descomponer rápidamente, dando beneficios en la
producción de la papa y en el estado químico del suelo, ya que se neutraliza parte de la
acidez intercambiable, se mejora el contenido de P aprovechable y el de Ca y K asimilables
(Munévar, y Wollum 1983; Muñoz, 1985). En los experimentos se utilizaron cantidades
crecientes de gallinaza, hasta llegar a 10 toneladas por hectárea. Los diferentes resultados
permiten concluir:
a) El abono orgánico hace más eficiente la adición de nitrógeno y de fertilizantes quími-
cos a base de N, P y K.
33
TABLA 6. Respuesta promedio (4 años) a la gallinaza aplicada únicamente en la
primera siembra de papa, en el relevo con maíz y fríjol voluble, en un
Andisol del Oriente Antioqueño.*
Tratamiento Rendimiento
* La papa y el fríjol voluble recibieron cantidades adecuadas de N, P, K y cal dolomítica; el maíz únicamente N. Al iniciar el experimento el suelo
contenía 27,5% de materia orgánica. Al finalizar el ensayo, a los cuatro años, las parcelas que habían recibido 10 ton/ha de gallinaza contenían 27,8%
de materia orgánica.
0 0 12,9 0,790
b)Para la papa, las cantidades adecuadas de gallinaza están entre 2 y 5 toneladas por
hectárea, en cada siembra, siendo posible, en estos casos, disminuir el N a cantidades
entre 50 y 75 kg/ha.
Los agricultores de la región acostumbran sembrar papa en rotación con pastos, o en
asociación con fríjol arbustivo, o arveja, o en relevo con maíz y fríjol voluble. En el caso
de la rotación papa y gramíneas (Muñoz, 1985), se encontró que una fertilización, ade-
cuada para obtener altos rendimientos en la papa, deja suficientes residuos para estable-
cer pastos mejorados o avena con altos rendimientos. En el relevo papa-maíz-fríjol volu-
ble, la aplicación de cantidades altas de gallinaza (10 ton/ha), a la papa, dejó suficientes
residuos para obtener rendimientos altos en el maíz que se sembró 3-4 meses después, y
en el fríjol voluble que se sembró 6-7 meses después de la papa (Tabla 6). También se
evaluó el efecto del fraccionamiento de 5 toneladas de gallinaza por hectárea en la pro-
ducción de la papa, en relevo con maíz y fríjol voluble. Los resultados (Tabla 7) mostra-
ron:
34
TABLA 8. Respuesta de la papa a la fertilización fosfórica (TSP) en un Andisol en
Antioquia.*
Tratamiento
Rendimiento de tubérculos
(ton/ha)
P2O5 (kg/ha)
0 5,0
150 13,0
300 14,2
450 16,7
* Todos los tratamientos recibieron N, K, cal y gallinaza, en cantidades adecuadas. El suelo contení a 5,6 ppm de P (Bay II) al iniciar el
experimento.
35
TABLA 9. Respuesta de la papa a dosis de P2O5 y gallinaza en un Andisol de
Antioquia (rendimiento en ton/ha).*
Gallinaza
Tratamientos
(ton/ha)
P2O5 (kg/ha) 0 5 10
* Todos los tratamientos recibieron cantidades adecuadas de N, K2O y cal. Al finalizar el experimento (10 años), las parcelas sin gallinaza contenían
entre 20 y 53 ppm de P (Bray II), en comparación con las que recibieron 5-10 toneladas de gallinaza por hectárea que contenían entre 75 y 163 ppm de
P (Bray II).
* Al iniciar el experimento, el suelo contenía 5,6 ppm de P (Bray II) y al finalizarlo las parcelas que recibieron entre 1.200 y 2.200 kilogramos de P2O5, por
hectárea, su contenido de P-disponible osciló entre 30 y 80 ppm.
La papa y el fríjol voluble recibieron, en cada siembra, cantidades adecuadas de N, K2O, cal dolomítica y gallinaza; al maíz se le aplicó únicamente N.
des crecientes, hasta llegar a 555 kilogramos de P2O5 por hectárea, mostraron incremen-
tos significativos en los rendimientos (Tablas 3, 4, 9, 10 y 11). Las dosis de P2O5 por
hectárea, que determinaron un mayor incremento en los rendimientos de la papa estu-
vieron entre 300 y 450 kilogramos por hectárea. También se estudió el efecto de la apli-
cación de P y gallinaza, de P y N, y de P en suelos encalados previamente. En el caso de
aplicación de P y N, se observó que se aumentaba la eficiencia de la fertilización
nitrogenada, cuando se corregía simultáneamente, la deficiencia de P (Tablas 3 y 4). En
los estudios de P y gallinaza, se notó que el abono orgánico aumentaba la eficiencia del P
36
TABLA 11. Respuesta de la papa al fósforo aplicado al suelo, inmersión de la semilla
en P y P-foliar en Andisoles de Antioquia.*
Dosis de P2O5
(kg/ha)
Rendimiento (ton/ha)
2. Igual a uno más semilla tratada con P 7,2 12,3 20,0 24,5
(Tabla 9). En este sentido, cinco toneladas de gallinaza, en presencia de las diferentes
cantidades de P2O5, incrementaron significativamente la producción de papa (Tabla 9).
En cambio, diez toneladas por hectárea de este abono orgánico, sin adición de P, rebaja-
ron los rendimientos. De otra parte, en este estudio, se observó un aumento del P apro-
vechable en el suelo, entre las parcelas que recibieron P sin gallinaza y P con gallinaza (5
a 10 ton/ha). El encalamiento previo, con 3 a 5 toneladas de cal, disminuyó
significativamente la producción de papa, y en el suelo se redujo el P aprovechable (más
de 10 ppm de P). Otro estudio consistió en aplicar las dosis de 45, 150, 300, 450 y 555
kilogramos de P2O5 por hectárea, únicamente a la papa, en el sistema de relevo papa-
maíz-fríjol voluble. Los resultados (Tabla 10) mostraron que aplicaciones entre 300 y
450 kilogramos de P2O5 por hectárea incrementaron significativamente la producción de
papa; además, estas dosis de P2O5 dejaron en el suelo residuos suficientes para obtener
altos rendimientos de maíz, aplicando únicamente N y K20 y, en el fríjol, únicamente
con N, K20 y gallinaza (Tabla 10). En las parcelas que habían recibido más de 300 kg de
P2O5, durante cuatro años, el contenido de P aprovechable en el suelo varió de 5,6 ppm
(Bray II) a más de 30 ppm. Muñoz (1985) evaluó alternativas de fertilización con P en
suelos del Oriente Antioqueño. El experimento consistió en aplicaciones edáficas de P, en
dosificaciones de 0, 150, 300, y 450 kg de P2O5 por hectárea. Una segunda alternativa
consistió en hacer aplicaciones edáficas de P, más inmersión de la semilla, durante 24
horas, en una mezcla de superfosfato triple y agua al 3,0% y 4,5%. Una tercera modali-
dad fue la de adicionar diferentes cantidades de P al suelo, e inmersión de la semilla de la
papa en la mezcla TSP-agua, más cuatro aspersiones foliares de P, cada quince días, con
una solución de ácido fosfórico concentrado y agua en una dilución al 1/1.000. Los
resultados de tres experimentos, en Andisoles que contenían menos de 10 ppm de P
(Bray II), mostraron incrementos altamente significativos en los rendimientos de tubér-
culos con la fertilización edáfica del P (Tabla 11). La inmersión de la semilla de papa en
37
TABLA 12. Respuesta de la papa a la fertilización potásica en un Andisol de
Antioquia.*
Rendimiento
Tratamiento
(ton/ha)
Dosis de K2O
Primer semestre Segundo semestre
(kg/ha)
0 10,0 5,7
50 15,5 8,3
TSP-agua incrementó ligeramente los rendimientos, en todos los tratamientos que reci-
bieron fósforo al suelo, en tanto que la fertilización foliar con P incrementó, en forma
estadísticamente significativa, los rendimientos de la papa en los distintos tratamientos
(Tabla 11) (Muñoz, 1985).
* La papa y el fríjol recibieron en cada siembra cantidades adecuadas de N, P, cal dolomítica y gallinaza; el maíz recibió únicamente N.
Al iniciar el experimento, el suelo contenía 0,14 me de K/100 ml. Al finalizar el ensayo, las parcelas que recibieron 320 o más kg de K2O por hectárea
contenían más de 0,27 me de K/100 ml.
38
TABLA 14. Respuesta de la papa a la fertilización con K2O, cal dolomítica y
gallinaza, en suelos de Antioquia. Datos basados en 5 pruebas
regionales.*
me/100 ml
Estado de la fertilidad del suelo en seis
localidades dende se establecieron los Al 0 - 6,7 3,1
experimentos.
Ca 1,7 - 5,5 4,2
39
se logró con cantidades de K2O que oscilaron entre 50 y 100 kg/ha. También se notó que
las aplicaciones de K2O iguales o superiores a 75 kg/ha, en varias siembras sucesivas de
papa, incrementaron el contenido de K por encima de 0,4 me/100 ml de suelo. Otros
resultados importantes fueron los que se obtuvieron en los experimentos donde se aplicó
K, en tierras que habían recibido un encalamiento previo, y en cantidades iguales o ma-
yores de cuatro ton/ha. Con éstas dosificaciones de cal, se redujo el rendimiento de la
papa y también el contenido de K intercambiable del suelo (Tablas 15 y 16). En los
experimentos para comparar las fuentes K2SO4 y KCl no hubo diferencias significativas
entre fuentes (Muñoz, 1985).
TABLA 15. Respuesta promedio (4 años) de la papa, en relevo con maíz y fríjol
voluble, a la aplicación de cal en un Andisol del Oriente Antioqueño.
Producción en ton/ha.*
Rendimientos
(ton/ha)
Dosis de cal
(ton/ha) Papa Maíz Fríjol
* La cal agrícola o cal dolomítica se aplicó únicamente a la papa en su primera siembra y se consideró su efecto residual durante 4 años.
40
gallinaza, no se presentaron diferencias significativas entre el tratamiento testigo al boro
con gallinaza y los demás tratamientos (Muñoz, 1985). En este experimento se corrobo-
ró la afirmación de que la gallinaza, en cantidades adecuadas, aporta elementos menores,
como el boro, para suplir los requerimientos del cultivo.
TABLA 16. Rendimiento de los cultivos de papa, maíz y fríjol voluble, en relevo, bajo
diferentes cantidades de fertilizantes, en suelos del Oriente Antioqueño.
Rendimientos
Papa Maíz Fríjol
(ton/ha)
10-30-10 cal gallinaza 10-30-10 10-30-10 gallinaza
Papa Maíz Fríjol
(kg/ha) (ton/ha) (ton/ha) (kg/ha) (kg/ha) (ton/ha)
1 Se encaló únicamente la papa en la primera siembra y se evaluó el efecto residual durante cuatro años.
2 Se aplicó cal dolomítica en cada una de las cuatro siembras de papa, para un total de 16 ton/ha en cuatro años.
41
0 ton cal/ha 10 ton cal/ha 40 ton cal/ha
20
18
16
Rendimiento en ton/ha
14
12
10
6
0 150 300 450
P2O5 (kg/ha)
sobre el rendimiento de la papa, en rotación con maíz y fríjol voluble. También se tuvo
en cuenta las variaciones que ocurrieron en las propiedades químicas del suelo. Las en-
miendas se adicionaron al suelo en igual forma que en la década del sesenta. La cal se
aplicó, únicamente por una sola vez en la primera siembra de la papa y se evaluó su efecto
residual sobre la producción del maíz, que se sembró tres-cuatro meses después de la
papa, y sobre el fríjol voluble que se sembró seis y siete meses después de la papa. El
experimento tuvo una duración de cuatro años; es decir, cuatro siembras sucesivas en las
mismas parcelas de cada uno de los cultivos ya mencionados. Al analizar los resultados se
encontró:
a) Ocho o más toneladas de cal por hectárea redujeron significativamente la producción
de papa; en cambio, la incrementaron en maíz, cuando se adicionaron hasta ocho
toneladas de cal por hectárea y, en fríjol, cuando se aplicaron hasta cuatro toneladas de
cal por hectárea (Tabla 15).
42
b)Al considerar el efecto conjunto de las cales en los rendimientos de los tres cultivos, se
concluyó que cuatro toneladas por hectárea son las más recomendables (Tabla 15).
c) Con ocho o más toneladas de cal por hectárea, se presentaron cambios en el estado
químico del suelo similares a los ocurridos con 10 y 40 toneladas de cal agrícola por
hectárea, utilizadas en los experimentos de la década del 60. Sin embargo, en este caso,
las variaciones fueron menos drásticas. También se observó, con la cal dolomítica, un
aumento en el contenido de Mg mayor de 0,3 me/100 ml. A los cuatro años se dio por
terminado el experimento, y se observó el efecto residual de las cales en el rendimiento
del pasto Brachiara decumbens. Después de cuatro cortes de esta gramínea, se encontró
un incremento significativo en el rendimiento de forraje, con la dosis de cuatro tone-
ladas de cal por hectárea únicamente; entre fuentes no hubo diferencias significativas.
Otros resultados experimentales para evaluar el efecto de la aplicación de cuatro tonela-
das de cal dolomítica por hectárea, en relevo con maíz y fríjol voluble, se presentan en la
Tabla 16. Este ensayo se estableció en un Andisol del Oriente Antioqueño, alto en su
contenido de materia orgánica, medio en Ca, bajo en P, K y Mg. El pH era fuertemente
ácido, con mediana saturación de Al intercambiable (40%). En este experimento, la cal
dolomítica se aplicó al voleo, cubriendo toda el área, y luego se incorporó con un rastri-
llo, en los primeros 15 cm de profundidad, con 15-30 días de anticipación a la siembra
de la papa. El ensayo se sembró durante cuatro ciclos (4 años) consecutivos, en las mis-
mas parcelas. Al hacer un análisis de los resultados se concluyó lo siguiente:
a) La fertilización a la papa fue la adecuada, ya que permitió la obtención de rendimien-
tos aceptables, que oscilaron entre 18,3 y 20,7 (Tabla 16).
b)Cuando se fertilizó la papa, pero no el maíz ni el fríjol, los rendimientos del maíz y
fríjol fueron los más bajos del experimento; es decir, las dosis de 10-30-10, cal dolomítica
y gallinaza, aplicados únicamente a la papa, no alcanzaron a dejar residuos para suplir
los requerimientos del maíz y el fríjol, que se sembraron a los tres y siete meses después
de establecida la papa.
c) En el tratamiento donde se fertilizó la papa y el maíz, este cultivo aumentó el rendi-
miento en 100 kilogramos por hectárea, y el fríjol en 400 kilogramos por hectárea.
d)En el tratamiento donde cada uno de los tres cultivos recibió fertilizantes, en cantida-
des adecuadas, los rendimientos fueron los más altos del experimento; lo anterior
significa que para asegurar un rendimiento alto de fríjol, éste debe recibir su propia
fertilización, cuando se siembra en el relevo con papa y maíz.
e) Cuando se comparan los rendimientos de los tres cultivos, en los tratamientos donde
se aplicaron únicamente cuatro toneladas de cal por hectárea, en la primera siembra de
la papa, se encontró, en esta última modalidad, una reducción en el rendimiento a 2,3
toneladas de papa por hectárea y a 130 kilogramos de fríjol por hectárea; en cambio el
maíz mejoró, ligeramente, su producción (300 kg/ha).
En resumen los resultados de este experimento corroboraron los ya obtenidos en anterio-
res ensayos.
43
En la década del ochenta, se cambió totalmente el criterio para encalar la papa. Se consi-
deró que la papa es un cultivo que crece y se desarrolla bien en suelos de pH bajo (menos
de 5,5) y, además, los efectos adversos relativos a la disminución en el P aprovechable
(Bray II) y en el K intercambiable, que ocurren cuando se hacen aplicaciones altas de cal.
El cambio propuesto consistió en encalar al momento de la siembra de la papa, en banda
al fondo del surco, tapándola con una delgada capa de suelo para separarla de los demás
fertilizantes. Los experimentos para validar esta estrategia mostraron que encalamientos
menores de 1,0 tonelada por hectárea, a la papa en monocultivo, eran suficientes para
obtener altos rendimientos (Tabla 14) (Muñoz, 1985). En todos estos ensayos, siempre
se utilizó cal dolomítica, debido al bajo contenido de Mg en el suelo (menor de 1,0 me/
100 ml).
3. RECOMENDACIONES
Recomendaciones
Factor Categorías
(ton/ha) (kg/ha)
44
BIBLIOGRAFÍA CITADA
CORREA, J.V. 1959. Requerimientos de cal en suelos orgánicos de «La Selva» Rionegro,
Antioquia, Colombia. Agricultura Tropical, vol XV No. 27-32 pp.
LEÓN, S.A. 1971. Teorías modernas sobre la naturaleza de la acidez del suelo. Revista
Suelos Ecuatoriales (Colombia) 3(1): 42 p.
__________ 1967. Chemistry of some Tropical Acid Soils of Colombia. Ph.D. Dissert.
Univ. of California, Riverside, 191 p.
MUÑOZ, A.R. 1985. Los suelos del Departamento de Antioquia. Sus características
físicas y químicas. Fertilización de los cultivos. Resumen de las investigaciones sobre
suelos entre 1950 y 1985. Sección de Suelos Estación Experimental Tulio Ospina
(Bello, Antioquia). Trabajo a máquina (sin publicar): pp 1-137.
OSPINA, L.O. 1967. Aluminium-organic matter complexes of the horizon of some acid
soils. Ph.D. Dissert. University of California, Riverside, 140 p.
45
OSPINA, L.O. 1974. El fósforo en los Andisoles. Revista Suelos Ecuatoriales (Colom-
bia). 6(1): 97-136.
46
FERTILIZACIÓN DEL CULTIVO DE LA
PAPA EN LOS DEPARTAMENTOS DE
CUNDINAMARCA Y BOYACÁ
Luis L. Barrera B.*
1. INTRODUCCIÓN
47
2. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LOS SUELOS
PAPEROS
Los suelos donde se cultiva la papa son de diversas características fisicoquímicas, desta-
cándose aquellos con alto contenido de materia orgánica, con valores de pH menores de
5,5, con bajo contenido de fósforo disponible y alta capacidad de fijación de fosfatos. En
estos suelos, no es posible obtener producciones altas, si no se aplican cantidades sufi-
cientes de fosfatos, en presencia de adecuadas cantidades de nitrógeno y de potasio. Ge-
neralmente, los suelos tienden a aumentar en su contenido de materia orgánica, a medi-
da que se aumenta en altitud, siendo frecuente encontrar altos niveles de materia orgánica,
por encima de los 2.900 msnm, en zonas de páramo, con algunas excepciones, como en
los suelos de Tota y Pesca en Boyacá, donde se encuentran niveles bajos de materia orgá-
nica, aún en zonas de cultivo situadas por encima de 3.000 msnm.
La presencia de arcillas amorfas en la mayoría de los suelos de clima frío conlleva una alta
capacidad de fijación de P, lo cual, en gran parte, es la causa de los elevados requerimien-
tos de fertilizantes fosfóricos en el cultivo de la papa .
Por las características geomorfológicas y pedogenéticas, en la zona de clima frío existe
una amplia variación de las características edafológicas, dependiendo de la altitud y de la
ubicación de los paisajes.
Con base en los análisis químicos de muestras de suelos provenientes de las diferentes
zonas de cultivo, el ICA (1980) determinó las características generales de fertilidad de los
suelos paperos de Cundinamarca y Boyacá. De acuerdo con los niveles críticos reporta-
dos, se ha realizado la distribución porcentual para los valores de pH, materia orgánica
(M.O.), P, K y de la relación Ca/Mg en estos dos departamentos (Tabla 1).
TABLA 1. Niveles críticos para pH, P, K y de la relación Ca/Mg para los cultivos de
clima frío.
P (ppm)
< 40 40 - 60 > 60
Cordillera oriental
La Tabla 2 nos indica que la mayoría de los suelos cultivados con papa, para la fecha en
que se realizó el análisis (1980), son ácidos, con predominio de valores bajos en P, conte-
nidos medios a bajos de potasio (K) y una amplia relación Ca/Mg. De lo anterior, es de
48
TABLA 2. Distribución porcentual de los valores de pH, fósforo, potasio y de la
relación Ca/Mg en los suelos cultivados con papa en Cundinamarca y
Boyacá (ICA, 1980).
pH P K Ca/Mg
Departamentos
B M A B M A B M A B M A
Boyacá 78 21 1 74 7 19 53 38 9 0 35 65
Cundinamarca 77 23 0 66 10 24 38 31 31 3 23 74
100
80
60
Porcentaje
40
20
0
pH MO P K Ca/Mg S
Parámetro
49
En esta figura se destacan los valores bajos de pH, valores medios a bajos de materia
orgánica, altos valores de fósforo, indicando que posiblemente a través del tiempo se ha
producido una acumulación de P, lo cual puede revaluar la idea que se tiene sobre los
bajos contenidos de P en los suelos paperos. Igualmente se destaca el predominio de los
valores medios a altos de K y altos de S.
Las muestras corresponden a los principales municipios paperos de Siachoque, Belén,
Toca, Tota, Ventaquemada, Villapinzón, Chocontá y Tausa; los datos tienen variación
entre las muestras tomadas por municipio, ya que para el caso de Motavita (Boyacá)
predominan los valores de pH inferiores a 5,5 y valores bajos de P , caso en el cual no hay
concordancia entre los contenidos bajos de P y los fertilizantes usados por los agricultores
en la zona con alto consumo de fertilizantes de relación 1-1-1. Esto nos indica la impor-
tancia de realizar estudios periódicos de caracterización de los suelos, que permitan orientar
la investigación y las recomendaciones generales de fertilizantes, por localidades.
600
500
400
kg/ha
300
200
100
0
N P 2O 5 K2 O Mg S
Nutrimento
50
mientos, la papa exige mayores requerimientos nutricionales y, por ende, alta demanda
de fertilizantes. Existen diferencias en las cifras que cuantifican la demanda nutricional.
La Figura 2, adaptada de Guerrero (1989), resume estas demandas nutricionales para los
niveles crecientes de producción.
En la Figura 3 se presenta la curva de extracción de nutrimentos con la variedad “ICA
Puracé” obtenida por Grandett y Lora (1978), para las condiciones de la Sabana de
Bogotá. Se puede observar la alta demanda de K seguida del N, además de las apreciables
extracciones en el tiempo, del Ca y del Mg; como también los bajos requerimientos de P,
700
600
500
400
Extracción de nutrimentos (kg/ha)
200
180
160
140
120
100
80
60
40
20
0
0 20 28 36 44 52 60 68 76 84 92
51
lo cual contrasta con las altas aplicaciones de este nutrimento en las condiciones norma-
les de cultivo. De otra parte, los mayores requerimientos se encuentran alrededor de los
50 días, que coincide con la época de mayor crecimiento vegetativo y el comienzo de la
tuberización; aspecto importante a tener en cuenta para el reabonamiento o fracciona-
miento, particularmente con N y K.
Las plantas de papa asimilan N durante todo el período vegetativo; sin embargo, una
asimilación muy fuerte tiene lugar en el período en que crecen vigorosamente, lo cual
ocurre, en especial, cuando éstas han alcanzado una altura de 15 a 20 cm. El contenido
de N en las hojas disminuye con bastante rapidez, después de iniciarse la tuberización.
El fósforo se asimila durante el desarrollo vegetativo, pero al igual que en el caso del N, la
asimilación más intensa tiene lugar en el de máximo crecimiento de las plantas. En el
período de mayor desarrollo, el contenido de P en los tallos es alrededor del 0,7%, calcu-
lado sobre materia seca, porcentaje comúnmente presente también en los tubérculos. Por
lo tanto, la cantidad máxima de fósforo que asimila un buen cultivo, está situada alrede-
dor de 60 kg de P2O5/ha, de los cuales 50 kg de P2O5, como máximo, contienen los
tubérculos arrancados en estado maduro.
TABLA 3. Concentración en las hojas de los nutrimentos mayores (60 días después
de la siembra) y en los tubérculos (a la cosecha).
N 1,6 6,5
P 0,2 0,6
K 1,6 6,0
Ca 0,05 1,0
Mg 0,13 0,50
S 0,15 0,25
52
20 ton/ha se requieren 200 kg de N, correspondiendo a 10 kg de N/ton de tubérculos,
cifra comúnmente aceptada. En consecuencia, si por factores de sequía, variedad u otras,
no es factible tener altos rendimientos, es conveniente reducir la dosis de N.
La extracción de P por el cultivo de la papa corresponde a un 0,2% del peso seco de los
tubérculos y 0,6% del rastrojo seco. De este modo, la extracción promedia de P de un
cultivo es, en los tubérculos, de 0,2% x 4 = 8 kg/ha y, en el rastrojo, de 0,6% x 1,5 = 9 kg/
ha. Esto nos da un total de 17 kg/ha. En la práctica, las necesidades de P son mayores,
debido a la baja eficiencia de la planta para tomarlo del suelo.
El potasio es el elemento mas abundante en la planta de papa. Los tubérculos contienen
alrededor del 1,6% y las hojas alrededor de 6% de K. Por esto, para un rendimiento de
53
20 toneladas de tubérculos frescos (4 ton de materia seca) se tiene una extracción por los
tubérculos de 64 kg/ha y en rastrojo de 90 kg/ha para un total de 154 kg/ha.
54
FOTOGRAFÍA 2. Sistema radical de la papa (var. "Parda pastusa") después del 2º
aporque, al comienzo de la tuberización (L. Barrera).
55
FOTOGRAFÍA 3. Nótese la acentuada deficiencia de nitrógeno en la parcela experi-
mental (derecha) que no recibió fertilización con N (R. Lora).
para ser considerado en los programas de fraccionamiento del fertilizante. De otra parte,
teniendo en cuenta que la papa tiene periodos vegetativos superiores a los 6 meses, parti-
cularmente en las zonas de páramo, es más conveniente su fraccionamiento.
56
manchas necróticas de color castaño (herrumbre) distribuidas en forma dispersa en toda
la pulpa o en disposición radiada (Hooker, 1986).
El P es un elemento que se mueve en el suelo, principalmente, por difusión y requiere
humedad y bastantes zonas de intercepción. Aparentemente, la papa es una especie poco
eficiente en la toma del fósforo, asociado con su sistema radical poco desarrollado (Foto-
grafía 2) y con sus características internas en la toma y transporte dentro de la planta.
Contrario al N, el P es de muy poca movilidad, lo que implica pérdidas por fijación de
fosfatos en suelos ácidos; por esta razón, teniendo en cuenta las características del sistema
radical, lo más conveniente es colocarlo localizado y al alcance de las raíces, para un
rápido crecimiento.
La planta de papa toma el P con bastante dificultad, de ahí la importancia de la presencia
en cantidades suficientes de fósforo de fácil asimilación. Si el suelo tiene un alto grado de
acidez, el fósforo es retenido fácilmente por los iones hierro y aluminio, y si el pH es alto,
la cal puede hacer menos accesible el fosfato a la planta. Por tanto, un análisis de suelo
debe ser la base para una buena fertilización fosfórica. Para una fácil asimilación del
fosfato, es esencial una buena estructura del suelo.
La mayor cantidad de P se transloca de la planta hacia los tubérculos, por lo cual aquella
tiene que extraer del suelo considerable cantidad de P. La aplicación de P a ambos lados
del tubérculo-semilla mejora la absorción de este elemento, disminuyendo la posibilidad
de fijación al suelo. Es muy poco lo que se puede hacer para aliviar los síntomas de
deficiencia de P, durante la época de desarrollo del cultivo.
57
do de potasio, si son golpeados, se muestran muy sensibles a la aparición de manchas
azuladas bajo la epidermis.
El encalado es una práctica utilizada por los agricultores especialmente en zonas de pára-
mo (Fotografía 4). Su validez técnica no está comprobada suficientemente.
La papa puede tolerar la acidez del suelo, pero también puede desarrollarse adecuada-
mente a un pH neutro o ligeramente ácido. Niveles de pH entre 4,5 y 6 se consideran
adecuados. Valores de pH superiores a 6 pueden favorecer el desarrollo de la enfermedad
fungosa llamada comúnmente “sarna” (Actinomices scabies).
La papa presenta un alto nivel de tolerancia a los niveles de aluminio intercambiable
presentes en los suelos paperos, cuyos contenidos de calcio suelen ser adecuados para
suplir las necesidades del cultivo. Por esta razón, es mejor enfocar el encalado, más con
un criterio nutricional, que con el criterio de corrector de acidez. Es más viable conside-
rar la aplicación de dosis moderadas de calcio, teniendo en cuenta el aporte simultáneo
58
FOTOGRAFÍA 4. Encalamiento en banda, al fondo del surco, para el cultivo de papa
(L. Barrera).
59
nazas provenientes de los galpones de Moniquirá, Fusagasugá o el Valle de Tenza.
Involucran altos costos por su transporte y llevan un alto componente de relleno como
viruta de madera o cascarilla de arroz. También se utiliza estiércol de caballo proveniente
del hipódromo de Villa de Leiva, cerca a Tunja. Se ha observado, a nivel de campo, en
este último material, efectos fitotóxicos (cuyas causas no son claras), caracterizadas por
encrespamiento total del follaje, con efectos negativos en el rendimiento.
Aunque es conocido el hecho de que el abonamiento orgánico presenta baja cantidad de
nutrimentos, en muchas zonas paperas se utiliza este material. Aunque no esta completa-
mente claro el efecto de los orgánicos, desde el punto de vista nutricional (ya que nor-
malmente se aplican suficientes cantidades de NPK con los fertilizantes compuestos), su
efecto positivo puede estar asociado con el aporte de elementos secundarios y de meno-
res, particularmente del Mg y del B, que podrían corregir las deficiencias que se presen-
tan, en concordancia con los resultados de caracterización de suelos. A nivel de campo, se
ha observado ausencia de quebradura de tallos, en lugares donde se aplican abonos orgá-
nicos.
Se considera que el cultivo de papa reacciona favorablemente a abonos orgánicos y a los
abonos verdes, ya que ambos mejoran la estructura del suelo y, gradualmente, liberan
varios nutrimentos. De este modo, el abono orgánico se constituye en un suplemento
ideal de los fertilizantes químicos. Es importante que el abono orgánico sea bien descom-
puesto antes de ser aplicado y que el abono verde sea incorporado en profundidad, con el
fin de que se descomponga satisfactoriamente en el suelo.
En resumen, el papel de los abonos orgánicos, no solamente debe enfocarse con el crite-
rio nutricional, sino considerar los efectos ecofísicos en el aporte de energía, retención de
humedad y nutrimentos y aporte de algunos elementos como S, Mg y algunos
microelementos. Sin embargo, teniendo en cuenta consideraciones económicas en el uso
de los abonos orgánicos, es deseable considerar la fertilización química completa, utili-
zando NPK + Mg + B y pensar en la utilización de abonos verdes o incorporación de
residuos que genere el sistema-finca, según las rotaciones presentes.
60
cativa a la aplicación simultánea de estos dos nutrimentos (Lora, 1980; Munévar et al,
1977).
Como resultado de estos estudios, se considera que las relaciones N:P2O5:K2O más ade-
cuadas para el cultivo de la papa son: 1:3:1; 2:4:1; 2:6:1 y 1:2:1. Se recomienda aplicar el
fertilizante localizado en banda debajo de la semilla, o en corona alrededor de la misma.
La época más adecuada de aplicación es al momento de la siembra (Lora ,1980; Munévar
et al, 1977).
En los sistemas de producción de papa se utilizan las relaciones 1-3-1, 2-4-1 y 1-1-1. En
menor escala se utiliza la relación 1-2-2. En el caso de suelos altos en fósforo, o que
reciban reabonamiento, las relaciones 1-1-1 son las más utilizadas. Las dosis dependen de
la altitud y se aumentan en la medida que ésta se incrementa.
En zonas paperas de Antioquia, donde la fertilidad natural de estos suelos es baja, se
presenta una alta probabilidad de respuesta al encalamiento. Las aplicaciones de cal se
recomiendan para suelos con bajo contenido del Ca y Mg, y no se recomienda su aplica-
ción si el pH es mayor de 5 y el Al intercambiable es menor de 1 me/100 g de suelo. La
cal se recomienda aplicar únicamente en los surcos, al fondo, incorporándola con el
suelo, de esta forma se economiza del 50 al 75 % de la cal recomendada para aplicación
al voleo (Muñoz ,1978). Situaciones similares se dan en varias zonas de Cundinamarca y
Boyacá.
Los resultados de las investigaciones sobre encalado en Cundinamarca y Boyacá, han
sido contradictorios, obteniéndose, en algunos casos, disminución en los rendimientos.
Generalmente se han realizado altas aplicaciones de cal, partiendo del criterio de subir el
pH a valores cercanos a 6, lo cual puede inducir a desequilibrios en las relaciones catiónicas
Ca/Mg/K y, eventualmente, inducir a deficiencias de algunos elementos menores (Gue-
rrero, 1989).
Respecto al magnesio, son pocos los trabajos realizados en Colombia con el cultivo de la
papa, y es de esperar buenas respuestas considerando los siguientes factores: relaciones
Ca/Mg amplias, en un porcentaje alto en las zonas paperas; aplicaciones altas de potasio
con los fertilizantes compuestos; extracción continuada por los cultivos; utilización de
cales calcíticas y uso de variedades de alto rendimiento.
En algunos experimentos realizados en Boyacá, cuyos suelos presentan una relación Ca/
Mg amplia (8:1) y síntomas visibles de deficiencia de Mg en el follaje (clorosis intervenal),
se lograron eliminar estos síntomas y obtener incrementos de alrededor de 6 ton/ha, con
tres aspersiones foliares de sulfato de magnesio heptahidratado al 1%. Se considera que
una relación Ca:Mg:K en el suelo, adecuada para el cultivo de la papa es de 3:1:0,3.
Se han encontrado incrementos altamente significativos en los rendimientos de tubércu-
los, en zonas de páramo, con aplicaciones de gallinaza sola seca y molida (sin relleno),
entre 1 y 2 ton/ha, como complemento a una dosis de 1.500 kg/ha de fertilizante com-
puesto de relación 1-3-1.
Se han realizado diversas investigaciones con el P, ya que es el elemento que se aplica en
dosis altas, pero presenta una eficiencia baja. Es reconocido que solamente un bajo por-
61
centaje de la cantidad de P aplicado (10-20%) es utilizado por la planta y el resto se
pierde por fijación en el suelo.
De las investigaciones realizadas, principalmente por el ICA, se ha encontrado alta res-
puesta a las aplicaciones de este elemento, hasta con dosis de 450 kg/ha (P2O5) en suelos
altamente fijadores de P, o en zonas de páramo. Igualmente, se ha encontrado interacción
positiva entre el N y el P.
De acuerdo con la experimentación, la papa responde bien a fuentes fosfatadas de alta
solubilidad en agua, como las presentes en los fertilizantes compuestos, en los fosfatos
diamónicos o en el superfosfato triple. La respuesta a rocas fosfóricas finamente molidas
ha sido muy pobre, como se evidenció por la amplia experimentación realizada en la
década pasada y a comienzos de la presente, teniendo en cuenta que se requieren ciertas
condiciones para la disolución de la roca. De la experimentación realizada con rocas
fosfóricas, fue promisoria la utilización de rocas parcialmente aciduladas (50% de acidu-
lación con ácido sulfúrico). A nivel de recomendación de P, debe considerarse esta fuen-
te, teniendo en cuenta el porcentaje de P soluble. Estas fuentes pueden tenerse presentes
en el sistema - finca porque aportan buenas cantidades de Ca y de S.
Los bajos resultados obtenidos con las rocas fosfóricas se deben principalmente a los
siguientes factores: baja reactividad de las rocas nacionales; suelos paperos con alta capa-
cidad de fijación de fosfatos; suelos paperos con características desfavorables para la diso-
lución de la roca; los pH están entre 5,0 y 5,5 (el pH más favorable es menor de 5,0) y
niveles de Ca y P no tan bajos (niveles bajos de P y Ca son considerados como indispen-
sables para favorecer la disolución de la roca) (Khasawneh y Doll, 1978); baja eficiencia
en la utilización del fósforo por la planta de papa, en contraste con otras especies de
P K N P2O5 K2O
Región
ppm me/100 g kg/ha kg/ha kg/ha
* Todos los fertilizantes se deben aplicar al momento de la siembra, en el fondo del surco, en corona o en bandas laterales, al lado de la semilla. El
fósforo y el potasio se aplican al momento de la siembra. Cuando se utilicen variedades de alto rendimiento, la cantidad de fertilizante se aproxima
más a la cantidad máxima recomendada. Como fuente de K2O es más recomendable el sulfato de potasio de potasio (K2S04) que el cloruro de potasio
(KCl). El ion Cl produce turgencia en los tubérculos.
62
plantas, como las leguminosas, que son más hábiles para extraer el P del suelo, o utilizarlo
de fuentes poco solubles, como las rocas fosfóricas (Barrera, 1989).
A nivel experimental, no se han encontrado diferencias entre los métodos de aplicación;
en las zonas paperas, predominan los sistemas de aplicación en banda y en corona.
6.2 Dosis
Las dosis de fertilizantes no se consideran en función del área sino por carga de semilla
sembrada, siendo en promedio de 70 g/planta de fertilizante compuesto. En este caso, no
es posible aplicar dosis precisas, ya que depende del operario y cada planta recibe una
dosis diferente. Es muy escasa la mecanización en la aplicación de fertilizantes.
De conformidad con diversas pruebas regionales realizadas por el ICA, se logró definir
las tablas guías, para la recomendación de fertilizantes, con base en el contenido de
nutrimentos existentes en el suelo, la altitud y la región. La Tabla 4 resume la informa-
ción sobre recomendación de fertilizantes en papa.
63
El criterio para la utilización de fuentes fosfatadas, es el de utilizar aquellas de alta
solubilidad en agua.
Los fertilizantes compuestos tienen la ventaja de utilizarse como portadores de 3 elemen-
tos que se pueden aplicar simultáneamente. Se destacan los de relación 1-3-1, 1-2-1, 1-1-
1, y las mezclas físicas ya preparadas. Aquí cabe la consideración del costo. Por ejemplo,
el de relación 1-3-1 es más costoso por bulto, pero más barato por unidad de nutrimento,
ya que lleva 50 unidades en comparación con el de la relación 1-1-1 que tan solo aporta
45 unidades de nutrimentos. Además, para suelos pobres en fósforo, es preferible la uti-
lización de fórmulas altas en fósforo.
Es al criterio del profesional o del agricultor y teniendo en cuenta las consideraciones
técnicas, económicas y prácticas, la selección de las mejores fuentes que se adapten a su
Contenido de nutrimento
Fertilizante Fórmula
N P2O5 (=P) K2O (=K) Ca Mg S
Urea CO(NH2)2 46 - - - - -
Sulfato de potasio
K2SO4 MgSO4 - - 32 - 8 22
y magnesio
64
sistema de producción. En este caso, es conveniente el conocimiento de las propiedades
de cada fertilizante, su precio y su disponibilidad en las zonas de cultivo.
El uso de fuentes simples tiene la ventaja de su costo por unidad de nutriente. Permite
además, aplicar al suelo lo que realmente se requiere. La desventaja es su baja disponibi-
lidad en las zonas paperas y la poca experiencia que tienen los agricultores para su uso.
Adicionalmente, se tienen dificultades para hacer las mezclas a nivel de finca, ya que se
tienen que manejar varias fuentes de fertilizantes. Estas son ideales, cuando se desea
fraccionar el fertilizante.
En la Tabla 5 se presentan los principales fertilizantes simples comunes en nuestro me-
dio.
65
mayor exigencia. El nitrógeno, aplicado en forma foliar, puede ser un buen complemen-
to del abonado radical, teniendo en cuenta que su absorción es rápida y podría ser aplica-
do con los pesticidas de uso corriente por los agricultores. La papa es una especie toleran-
te a altas concentraciones de urea aplicadas al follaje y soporta soluciones de hasta 2,5 %
(Domínguez, 1973).
7. CONSIDERACIONES ECONÓMICAS
La producción total del cultivo depende de la variedad utilizada, de la calidad de la
semilla; (en nuestro medio frecuentemente es de baja calidad, asociada a la presencia de
enfermedades virales y al mal manejo de la semilla) y del agua, ya que los déficits de ésta
no permiten que se alcance la completa utilización de los fertilizantes. Además, es conve-
niente manejar las poblaciones adecuadas de plantas. El uso de fertilizantes no es econó-
mico, si los otros factores agronómicos no son controlados totalmente, para que la planta
no tenga limitaciones en su desarrollo. En un contexto de competividad, se tiene que
sacar el máximo rendimiento al menor costo. En este sentido, no debe aplicarse un exce-
so de fertilizante que produzca desperdicio del recurso y que se vaya en consumo de lujo,
o que eventualmente se logren efectos depresivos, como sucedería con un exceso de N.
Por el contrario, un déficit de fertilizante limita la capacidad de producción de la planta,
obteniéndose bajos rendimientos.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
BARRERA, L.L. 1993. El Boro: Un micronutrimento importante en el cultivo de la
papa en suelos de Cundinamarca y Boyacá. En: Papas Colombianas. Comunicacio-
nes y Asociados. Bogotá, pp.112-117.
66
HARRIS, P.M. 1978. Mineral nutrition. In: The potato Crop. Chapman and hall. pp.
196-241
KHASAWNEH, F.E., DOLL, E.C. 1978. The use of phosphate rock for direct application
to soils. Adv. Agron. 30:159-206.
MENGEL, K.; KIRKBY, E.A. 1987. Principles of Plant Nutrition. International Potash
Institute. Bern, Switzertland. 687 p.
ZAAG VAN DER .sf. 1989. Planting, manuring and weed control in potatoes. NIVAA.
The Hague, The Netherlands. 15 p.
ZAAG VAN DER. D.E. 1990. La patata y su cultivo en los países bajos. Instituto Con-
sultivo Holandés sobre la patata. La Haya. Holanda.
67
II
Papa
• Azufre
• Fósforo
• Microelementos
• Industria
68
LA FERTILIZACIÓN CON AZUFRE
PARA EL CULTIVO DE LA PAPA
EN COLOMBIA
Ricardo Guerrero Riascos*
1. INTRODUCCIÓN
El azufre, elemento esencial para la vida vegetal, ha adquirido una importancia creciente
en la agricultura colombiana. Los requerimientos de azufre por los cultivos son relativa-
mente bajos; sin embargo, su deficiencia ha sido reportada en más de catorce países de la
América Latina, entre los cuales se incluye Colombia (Morris, 1987; Pasricha y Fox,
1993).
En Colombia, y particularmente para las regiones del clima frío, en las cuales se sustenta
el cultivo de la papa, los edafólogos habían calificado como improbable la posibilidad de
que en sus suelos, especialmente en los derivados de materiales volcánicos, se presentaran
deficiencias de azufre. Al iniciar la década de los 90´s, los primeros resultados de la inves-
tigación efectuada por el Convenio ICA-Monómeros, evidenciaron lo contrario; es decir,
en los suelos cultivados con papa en Colombia, la probabilidad de que se presente defi-
ciencia de azufre es alta (Lora, 1992).
En este trabajo se recoge la información sobre la disponibilidad de azufre en los suelos de
clima frío, así como los resultados obtenidos con la fertilización azufrada en el cultivo de
la papa.
El azufre es requerido para las siguientes funciones fisiológicas en los cultivos (Kanwar y
Mudahar, 1986):
* I.A., M.Sc. Profesional Consejero, Monómeros Colombo Venezolanos, S.A. (EMA). Profesor Asociado, Universidad
Nacional de Colombia, Bogotá.
69
a) Síntesis de tres aminoácidos esenciales que contienen azufre: cystina, cysteína y
metionina.
b) Formación de la clorofila.
c) Activación de ciertas enzimas proteolíticas.
d) Síntesis de algunas vitaminas (biotina, thiamina y vitamina B1), glutathion y coenzyma
A.
e) Formación de glucósidos, componentes esenciales de aceites.
f ) Formación de ciertas uniones disulfídicas, tales como el sulfidrilo (Grupo SH), que
además de generar turgencia en los aceites, también imparte resistencia a la sequía y al
frío.
g) Formación de ferredoxina y de proteínas que contienen hierro, que actúan como trans-
portadores de electrones en el proceso fotosintético, y que tienen que ver con la fija-
ción simbiótica del nitrógeno.
h) Activación de la sulfurilasa-ATP, una enzima que funciona en el metabolismo del azu-
fre.
Como se ve, el hecho de que el azufre esté involucrado como esencial en la síntesis de
clorofila, sugiere el papel primordial que puede tener este elemento sobre los componen-
tes de productividad de tubérculos en el cultivo de la papa, así como de tallos, hojas,
raíces, granos y aceites en otros cultivos.
En lo que concierne a la calidad de la cosecha se ha establecido que el suministro adecua-
do de azufre a los cultivos, resulta en efectos favorables relacionados con (Pasricha y Fox,
1990; Kanwar y Mudahar, 1986; Schnug, 1990):
a) Aumento de la cantidad y calidad proteínica en alimentos derivados de hortalizas,
granos, tubérculos y raíces.
b) Incremento en el contenido de proteína, disminución en la relación N/S y en el con-
tenido de nitrato en los forrajes lo cual mejora su calidad alimenticia.
c) Mejoramiento de la calidad en cereales para molinería y panificación.
d) Incremento en el contenido de aceite en oleaginosas.
e) Mejor calidad, color, olor y sabor en hortalizas.
f ) Limitante de los efectos adversos generados por la sequía y el frío en los cultivos.
De otra parte, es importante tomar en consideración la interacción del azufre con el
nitrógeno y el fósforo, en relación con su significado en la fisiología de la planta.
Es muy conocida la interrelación acentuada entre el suministro de N y S a los cultivos.
Altas dosificaciones de N pueden crear una deficiencia severa de S y viceversa. Así mis-
mo, un adecuado suministro de azufre mejora la asimilación y el metabolismo del nitró-
geno, siendo también válido el efecto favorable que genera el suministro apropiado de N
70
sobre la asimilación y el metabolismo del S en la planta (Kanwar y Mudahar, 1986;
Pasricha y Fox, 1993; Murphy, 1990).
La interacción S con P es también importante. Las altas dosificaciones comúnmente
utilizadas en la fertilización fosfórica de algunos cultivos pueden generar el desplaza-
miento de los iones sulfato, desde los sitios de adsorción, trayendo como resultado un
incremento en la pérdida de sulfatos por lixiviación (Pasricha y Fox, 1993).
De lo anterior resulta concluyente que las dosificaciones elevadas de fósforo en la fertili-
zación pueden resultar en una disminución en la asimilación y el contenido de azufre en
la planta (Pierre et al, 1990). Esta circunstancia es particularmente importante para el
cultivo de la papa en Colombia, por cuanto las dosificaciones de fertilizante fosfórico que
recibe este cultivo suelen ser muy altas.
3. REQUERIMIENTOS DE AZUFRE
71
entre 0,24% y 0,32%, en tanto que para las crucíferas puede variar entre 1,0% y 1,7%
(Kanwar y Mudahar, 1986).
Para el caso del cultivo de la papa, Guerrero y Montenegro (1994) reportan cifras de
contenido foliar entre 0,17 y 0,21% S.
Debido a que la deficiencia de S genera clorosis, bajo condiciones de campo suele ser
difícil distinguirla de la deficiencia de N, aunque la de S afecta más a las hojas jóvenes. En
cualquier caso, el desarrollo productivo suele reducirse más que el crecimiento vegetativo,
y los tallos se tornan delgados (Kanwar y Mudahar, 1986).
En el cultivo de la papa suele ser difícil observar la deficiencia, pudiéndose presentar lo
que se conoce como “hambre escondida”. Sin embargo, puede observarse una ligera pér-
dida (desteñimiento) del color verde en el follaje (Barrera, 1994; Guerrero y Montenegro,
1994).
4. DISPONIBILIDAD DE AZUFRE
5 - 10 Bajo 47 35 23 22 55 33
10 - 15 Medio 24 4 3 3 -- 8
> 15 Alto 5 9 4 4 -- 5
o
N de
-- 89 90 56 112 11 358
muestras
* Lora (1992).
1 Extracción con Ca(H2PO4)2 0,008M.
72
En efecto, como se observa en la Tabla 1, las regiones del clima frío, excepto Cundinamarca,
se presentan con una alta proporción (45 al 71%) de suelos con nivel muy bajo de S-
disponible. Como es obvio, en estas regiones se esperaba una alta o muy alta disponibili-
dad del elemento, no solamente por los altos niveles de materia orgánica en sus suelos,
sino también por su origen volcánico que suele estar asociado con altas concentraciones
de S mineral (Guerrero, 1987).
Las investigaciones realizadas por Blasco (1972), Burbano y Blasco (1975), Guerrero y
Burbano (1979), y el reporte efectuado por Bornemisza (1990), son concluyentes en el
sentido de que en los suelos derivados de cenizas volcánicas (Andisoles), aunque abunda
el contenido de S mineral, la disponibilidad de este elemento depende primordialmente
de la mineralización del S-orgánico, cuya ocurrencia en los Andisoles suele estar limitada
por la formación de complejos arcillas amorfas-humus, explicándose así, la deficiencia.
En cuanto a la metodología de extracción del S-disponible y los consiguientes niveles
críticos para su diagnóstico, los experimentos de invernadero han identificado a la solu-
ción de fosfato monocálcico [Ca(H2PO4)2 0.0008M] como la más confiable, siendo los
niveles críticos para el diagnóstico aquéllos que se presentan en la Tabla 1 (Guerrero y
Burbano, 1979; Lora y Gómez, 1982; González, 1983; Grijalba, 1993; Rivera y Zarama,
1994; Ballesteros, 1995).
Cabe destacar la respuesta significativa a la vista (Fotografía 1) que se obtuvo con
dosificaciones de azufre en la avena forrajera, bajo condiciones de invernadero, trabajan-
73
do con un suelo ubicado en las faldas del volcán Galeras (Pasto - Nariño), cuya última
erupción tuvo lugar al iniciar la década de los 90´s (Rivera y Zarama, 1994).
27
26
25
24
23
22
21
20
0 20 40 60
Dosis de azufre (S) (kg/ha)
74
acentuadamente la oxidación requerida por el S para su conversión a sulfato (SO4=) asi-
milable por la planta (Pasricha y Fox, 1993). No obstante, el trabajo del S-elemental
mejoró ostensiblemente cuando se mezcló con estiércol de establo (6 ton/ha), resultado
que denota el efecto benéfico de ese material orgánico sobre la oxidación del S.
Así mismo, resulta claro que con la dosis de 60 kg de S/ha, el rendimiento tiende a
decaer, al igual que la respuesta al S, con todas las fuentes usadas. Por consiguiente, la
respuesta a la dosis de S se manifiesta con tendencia cuadrática, obteniéndose un máxi-
mo con 40 kg de S/ha. Esta tendencia se explica, probablemente, por el papel de la
relación N/S. En efecto, las dosis crecientes de S, sin un equilibrado suministro de N,
pueden constituirse en un factor adverso para el adecuado metabolismo del nitrógeno
(Schnug, Haneklaus y Murphy, 1993).
Con el convenio ICA-Monómeros se efectuaron dos experimentos de campo para eva-
luar fuentes y dosis de azufre, en dos localidades con suelos diferentes (Inceptisol y Andisol)
de la zona papera en Cundinamarca (Barrera, 1994; Argüello y Rojas, 1995).
Los resultados obtenidos en estos experimentos se presentan en la Tabla 2. Es evidente
que las respuestas de la papa (var. “Parda Pastusa”) a la fertilización con azufre fueron
marcadamente diferentes en las dos localidades, cuyos suelos presentaron niveles de S-
disponible cercanos a 5 ppm.
En el Inceptisol de “Villapinzón” la respuesta al S-elemental fue nula, en tanto que se
manifestó positiva y significativamente a las dosificaciones del elemento, tanto con el
sulfato de amonio como con el de calcio, sin que las diferencias entre estos dos fertilizan-
tes hayan tenido significación estadística. El incremento en rendimiento conseguido con
el sulfato de amonio o el sulfato de calcio alcanzó las 10 ton/ha, en relación con el testigo
sin azufre, y no se justificaría utilizar dosis superiores a los 60 kg de S/ha.
En el Andisol de “San Jorge”, en cambio, el S-elemental permitió obtener respuestas
positivas similares a las que se alcanzaron con el sulfato de calcio, con cifras de incremen-
to en rendimientos de tubérculos que variaron entre 6 y 7 ton/ha, en comparación con el
testigo. En este caso, la dosis de S requerida fue de 90 kg de S/ha. Los rendimientos más
altos, sin embargo, se obtuvieron con sulfato de amonio (38 a 40 ton/ha), en dosis de 60
kg de S/ha, alcanzando incrementos de rendimiento hasta de 10 ton de tubérculos por
hectárea, al comparar con el testigo sin azufre (Tabla 2).
No sobra advertir que en los dos experimentos anteriores, así como en el realizado en
Pupiales, los suelos se sometieron a un adecuado plan de fertilización, básica completa,
acorde con el diagnóstico previo de la fertilidad. De otra parte, en los tratamientos que
recibieron sulfato de amonio, se realizó obviamente, el adecuado ajuste de la fertilización
nitrogenada, con el objeto de que su dosificación quede a nivel con los demás tratamien-
tos.
La divergencia entre el comportamiento del S-elemental, en los dos experimentos, po-
dría explicarse, al menos parcialmente, por la diferencia en condiciones climáticas, ya
que en el realizado en “Villapinzón” la disponibilidad de agua lluvia fue algo escasa, lo
que podría haber dificultado, tanto la disolución como la oxidación del S-elemental. De
75
TABLA 2. Respuesta de la papa (Solanum tuberosum, L.) var. “Parda Pastusa” a
fuentes y dosis de azufre en un Inceptisol y un Andisol de Cundinamarca.
(S-disponible < 5 ppm).*
Rendimiento total
(TM/ha)
Dosis de S
Azufre elemental Sulfato de calcio Sulfato de amonio
kg/ha
"Villapinzón" (Inceptisol)
0 23 22 24
30 22 30 28
60 23 32 31
90 24 32 27
120 25 27 28
0 27 28 30
30 31 30 38
60 32 32 40
90 35 34 30
120 35 35 30
* Barrera (1994).
1 Argüello y Rojas (1995).
otra parte, podría pensarse que en el Andisol de “San Jorge” una mejor actividad de las
bacterias oxidantes del azufre, con la consecuente conversión de S a SO4=, permitió al-
canzar una mejor eficacia fertilizante con el S-elemental. No obstante, resulta curioso
que la oxidación de S haya sido significante, si se toma en cuenta la baja temperatura
reinante en la zona (11 - 12 °C).
Habida consideración de los resultados destacados obtenidos con el sulfato de amonio,
Guerrero y Montenegro (1994) llevaron a cabo dos experimentos de campo en Andisoles
de los altiplanos andinos del sur (Nariño). El objetivo primordial estuvo encaminado a
evaluar la respuesta de la papa (var. “Parda Pastusa”) al reabonamiento con este fertilizan-
te (aplicación en el primer “aporque”), partiendo de tres dosis de fertilizante NPK (13-
26-6) aplicadas en la siembra. Los resultados obtenidos, para rendimiento de tubérculos,
en Túquerres y Cubiján, se presentan en la Tabla 3.
76
TABLA 3. Respuesta de la papa (Solanum tuberosum, L.) var. “Parda Pastusa”, al
abonamiento con 13-26-6 y al reabonamiento con sulfato de amonio
(SAM) en dos Andisoles de Nariño.*
Tratamientos
Rendimiento de tubérculos
ton/ha
Abonamiento Reabonamiento
3
13-26-6 SAM S N Andisol1 Andisol2
kg/ha kg/ha kg/ha kg/ha Túquerres Cubiján
0 0 0 20,8 48,1
83 20 17 20,7 50,4
1.000
166 40 34 24,7 50,9
0 0 0 24,5 55,2
83 20 17 31,5 55,7
1.500
166 40 34 28,8 57,0
0 0 0 22,6 55,3
83 20 17 24,7 57,5
2.000
166 40 34 27,8 60,0
77
FOTOGRAFÍA 2. Parcelas del experimento en Cubiján (altiplano de Pasto).
78
En estos resultados se manifiestan las respuestas altamente positivas y significantes, deri-
vadas del reabonamiento con sulfato de amonio, sobre el rendimiento de tubérculos de
papa en dos andisoles, cuyo nivel de S-disponible (extracción con fosfato monocálcico
0,008M) se encontraba cercano o igual al nivel crítico de 5 ppm; resultantes que corro-
boran las ya descritas y analizadas previamente, que fueron obtenidas por Chacón y
Rosero (1989), Barrera (1994) y Argüello y Rojas (1995).
Los niveles de máximo rendimiento alcanzados en el experimento de Cubiján (Altiplano
de Pasto) coincidió con la más alta concentración de S-foliar (0,22%), y lo contrario
ocurrió para el rendimiento más bajo (S-foliar = 0,16%), lo cual supone que, bajo las
condiciones del experimento, el efecto positivo del reabonamiento con sulfato de amonio
parece estar asociado, principalmente, con el suministro de azufre.
Resulta particularmente llamativo que los suelos del clima frío en los altiplanos andinos
del sur, en su condición de Andisoles que han recibido emanaciones volcánicas recientes
del volcán Galeras (1989-1993) (Fotografía 4), muestren deficiencias severas de azufre,
confirmadas por resultados experimentales. De hecho, los contenidos de S-total en estos
suelos son altos (1.000 - 2.000 ppm), mayormente de naturaleza mineral no disponible
(Guerrero, 1987). De otra parte, los contenidos de materia orgánica y, por ende, de S-
orgánico en estos suelos son altos, pero su mineralización puede ser débil a causa de la
formación de organometálicos con las arcillas amorfas o de relaciones C:S inadecuadas
(Bornemisza, 1990). Así mismo, los Andisoles adsorben grandes cantidades de SO4= en
los sitios de intercambio (Jiménez y Cordero, 1988), sin embargo, pueden ser desplaza-
dos por los fosfatos aplicados en altas dosificaciones en estos suelos, lo cual puede expli-
car, en parte, las deficiencias de azufre, en razón de las pérdidas por lixiviación que se
generan (Kass et al, 1984; Bornemisza et al, 1978).
De los anteriores resultados experimentales se pueden formular algunos planteamientos,
a manera de conclusiones:
• Tanto en Inceptisoles como en Andisoles con niveles de S-disponible bajos (5 - 10
ppm) o muy bajos (< 5 ppm), el cultivo de la papa (var. “Parda Pastusa”) respondió
positiva y significantemente a la fertilización con azufre. Los incrementos en los rendi-
mientos de tubérculos dependieron del suelo, la dosis de S y la fuente fertilizante
utilizada, alcanzando máximos entre 6 y 10 ton/ha.
• Los máximos incrementos en rendimiento se obtuvieron con el sulfato de amonio,
seguidos por los alcanzados con el sulfato de calcio y el S-elemental. En algunos casos,
con este último fertilizante el efecto positivo fue mínimo o nulo, pero su eficacia
mejoró cuando se mezcló con estiércol.
• La dosis de S requerida para alcanzar un máximo rendimiento de tubérculos dependió
de la fuente fertilizante. El sulfato de calcio y el S-elemental demandaron dosificaciones
de 60 a 90 kg de S/ha, en tanto que el sulfato de amonio requirió solamente de 30 a 60
kg S/ha.
• Dada la magnitud del incremento en rendimientos obtenido con la fertilización
azufrada, resulta obvio el alcance positivo de su beneficio económico, particularmente
79
FOTOGRAFÍA 4. Volcán Galeras (San Juan de Pasto). Erupción del 6 de mayo de
1989.
en el caso del sulfato de amonio, debido a las ventajas que ofrecen una dosificación
más baja, y al suministro adicional de nitrógeno.
• El reabonamiento de la papa con azufre y nitrógeno, utilizando sulfato de amonio,
resultó exitoso cuando fue acompañado de una adecuada dosificación NPK en la siem-
bra (1.500 kg de 13-26-6/ha). Tres a cinco bultos (50 kg) de sulfato de amonio aplica-
dos en el primer aporque, (40 a 60 kg de S/ha) resultan suficientes para satisfacer la
demanda de azufre por la papa, para obtener muy alto rendimiento, en Andisoles
deficientes en azufre.
• El adecuado manejo de la fertilización azufrada demanda un diagnóstico preciso de la
disponibilidad de azufre en los suelos y/o de su contenido en las hojas. El exceso de S
puede generar limitantes de productividad en el metabolismo del N.
• La determinación de S en el laboratorio suele ser difícil y sujeta a frecuentes errores.
Debe buscarse el servicio de un laboratorio solvente y altamente confiable.
• Es probable que el nivel de S-disponible en un mismo suelo, presente un alto nivel de
variación, ligado principalmente a los ciclos de lluvia-sequía-lluvia en el campo.
• Para el cultivo de la papa, un nivel crítico preliminar, para el diagnóstico foliar, está
cercano al 0,2% S, para rendimientos esperados próximos o superiores a las 30 ton de
tubérculos por hectárea.
80
• Fuentes fertilizantes azufradas como el sulfato de calcio y S-elemental exigen aplica-
ciones tempranas (presiembra o siembra). El sulfato de amonio está habilitado para
aplicación en postsiembra (con primer aporque).
Finalmente, de acuerdo con la información presentada y discutida, la Tabla 4 recoge, en
una primera aproximación, las recomendaciones para la fertilización con azufre de la
papa en Colombia.
<5 40 - 60 60 - 90
5 - 10 20 - 40 40 - 60
10 - 15 10 - 20 20 - 40
> 15 0 - 10 0 - 20
BIBLIOGRAFÍA CITADA
AYALA, L.F., GUERRERO, R.R. Y GAMBOA, S.J. 1973. Estudio del azufre en algunos
suelos de Nariño y Putumayo. Anales de Edafología y Agrobiología (España), 32:
401-416.
81
Centroamérica. En: II Panel sobre Suelos Volcánicos de América. IICA. Serie Infor-
mes y Conferencias, Cursos y Resúmenes No 82, pp: 107-123.
BURBANO, O.H. y BLASCO, L.M. 1975. Suelos volcánicos de Nicaragua II. Turrialba
25: 429-435.
CHACÓN, U.V. y ROSERO, M.J. 1989. Respuesta de la papa (Solanum tuberosum, L.)
a la aplicación de diferentes fuentes y niveles de azufre en un suelo del municipio de
Pupiales (Nariño). Tesis de Ingeniero Agrónomo. Pasto, Facultad de Ciencias Agrí-
colas, Universidad de Nariño. 69p.
82
KANWAR, J.S. y MUDAHAR, M.S. 1986. Fertilizer sulfur and food production.
Dordrecht. Martinus Nijhoff. 247p.
KASS, D.C., REYES, J. y ARIAS, R. 1984. Respuesta del maíz y sorgo cultivados en
asocio, a la aplicación de azufre, potasio, fósforo y zinc, en la región noroeste de
Nicaragua. Resúmenes 30 Reunión PCCMCA, Managua, Nicaragua. 120p.
MORRIS, R.J. 1987. The world market for plant nutrient sulphur. In: International
Conference Sulphur-87. Preprints. Houston. British Sulphur Corporation. pp: 5-
22.
PASRICHA, N.S. y FOX, R.L. 1993. Plant nutrient sulphur in the tropics and subtropics.
Advances in Agronomy, 50: 209-269.
PIERRE, R. et al, 1980. Maize yield response to sulphur and phosphorus applied under
different tillage systems in the Dominican Republic. Sulphur in Agriculture, 14:
16-19.
83
FIJACIÓN DE FÓSFORO EN SUELOS
DERIVADOS DE CENIZA VOLCÁNICA
Y FERTILIZACIÓN FOSFÓRICA DEL
CULTIVO DE LA PAPA
José Espinosa*
1. INTRODUCCIÓN
Los suelos derivados de cenizas volcánicas (Andisoles) cubren una gran extensión de
América Central y América del Sur. La fracción arcilla de estos suelos está dominada por
alofana e imogolita (minerales amorfos de rango corto) que provienen de la meteorización
de los materiales piroclásticos producto de recientes deposiciones volcánicas. Investiga-
ción conducida en los últimos años ha demostrado que los complejos humus aluminio
(Al) juegan también un significativo papel en el comportamiento de los Andisoles.
Una de las características más importantes de los Andisoles es su capacidad para inmovi-
lizar (fijar) fósforo (P) en la superficie de los minerales amorfos. Esta es la principal
limitante química de los Andisoles. Aparentemente, la capacidad de fijación de P de los
Andisoles varía con el tipo de arcilla presente y esto a su vez cambia el efecto residual de
las aplicaciones de fosfato. En ciertos cultivos, los estudios de calibración, no han logrado
correlacionar adecuadamente el contenido de P en el suelo con las recomendaciones de
fertilización.
84
(Si) estructural y precipitación. Sin embargo, se ha reconocido la importancia de los
complejos humus-Al en este proceso (Wada, 1980; Sadzawka y Carrasco, 1985; Nanzyo,
1987). La fracción humus en Andisoles forma fácilmente complejos con metales como el
Al. Los grupos hidroxilo combinados con el Al acomplejado entran en reacciones de
intercambio de ligandos con HPO4= y H2PO4- como se observa en la Figura 1, fijando
fuertemente el P aplicado (Wada, 1980; Sollins, 1991).
O O
C O P OH
O Al OH
OH
85
TABLA 1. Efecto de las dosis de P en la subsecuente retención de P en dos
Andisoles de Ecuador con diferente contenido de carbono.*
0 5,0 1,2 42 14
100
Y = 1,763 + 8,748 (X)
90 r = 0,88**
80
70
Fósforo fijado (%)
60
50
40
30
20
10
0
0 5 10 15
86
3. EFECTO RESIDUAL DE APLICACIONES DE FÓSFORO EN
ANDISOLES
Datos de investigación de varias partes del mundo han reportado que los estudios de
calibración, conducidos en Andisoles, para correlacionar el P extractable con el rendi-
miento y los requerimientos de P de los cultivos no han sido siempre exitosos. En la
Tabla 2 se presentan datos de un experimento de invernadero conducido en un Andisol
de Hawai, el cual, de acuerdo con el análisis de suelo, tenía un adecuado suplemento de
P. Sin embargo, los datos de rendimiento indican que el contenido de P en el suelo no fue
suficiente para mantener el crecimiento de dos plantas indicadoras, brachiaria y lechuga.
Brachiaria Lechuga
0 4 0 26
50 76 240 59
850 96
87
TABLA 3. Efecto residual de P en el rendimiento de papa y la relación con el
contenido de P, según el análisis de suelo, en un Udand de la Sierra Alta
de Ecuador.
0 -- 0 6,04 0 6,37 28
1 Contenido de P en el suelo después del tercer ciclo; P extraí do con NaHCO3 (Olsen).
88
TABLA 4. Rendimiento de papa en el tercer ciclo en relación con las aplicaciones
previas de P.
89
Experimentos de largo plazo han demostrado que los niveles críticos de P, considerados
adecuados para un cultivo en un tipo particular de suelo, cambian cuando se siembra
otro cultivo en la rotación (Smith y Cravo, 1990). Observaciones similares se han repor-
tado en suelos volcánicos de Ecuador y Colombia. Como se discutió anteriormente, el
efecto residual de las aplicaciones de P en el cultivo de la papa es bajo en este tipo de
suelos, pero lo contrario ocurre con mezclas forrajeras sembradas en el mismo suelo. La
Tabla 5 ilustra la falta de respuesta a la aplicación de P en el cultivo de pastos, cuando el
contenido de P en el suelo es alto (35 ppm extraídos con NaHCO3), observándose ade-
más un buen efecto residual. Este comportamiento sugiere que existen diferentes niveles
críticos de P para diferentes cultivos sembrados en el mismo Andisol. Se necesita más
investigación en esta área.
0 3,6 3,4
4. CONCLUSIONES
90
TABLA 6. Respuesta del maíz a la aplicación de P en un Udand de la Costa Tropical
de Ecuador.
0 7,5
40 8,4
80 8,3
120 8,1
BIBLIOGRAFÍA CITADA
FOX, F.L. 1980. Soils with variable charge: Agronomic and fertility aspect. In: G. Theng
(ed.), Soils with variable charge. Palmerton North, New Zealand Society of Soil
Science.
INIAP. 1991. Departamento de Suelos y Fertilizantes, Estación Exp. Sta. Catalina. In-
forme técnico 1990. Quito, Ecuador.
91
INIAP. 1991. Departamento de Suelos y Fertilizantes, Estación Exp. Tropical Pichilingue.
Informe técnico 1990. Quevedo, Ecuador.
92
LOS MICROELEMENTOS EN EL
CULTIVO DE LA PAPA, CON ÉNFASIS
EN CUNDINAMARCA Y BOYACÁ
Luis Barrera Barrera *
1. INTRODUCCIÓN
En las zonas frías de Cundinamarca y Boyacá, las mayores coberturas se dan con praderas
de especies introducidas, con predominio de Kikuyo (Pennisetum clandestinum). Las hor-
talizas están confinadas a la sabana de Bogotá, el valle de Samacá, el de Sogamoso y la
zona circundante al lago de Tota. Los cereales (trigo, cebada y maíz) ocupan una exten-
sión reducida. En el caso del maíz, esencialmente es un cultivo de pancoger. Estos culti-
vos, por hacer parte de las rotaciones, se deben de tener en cuenta, para el análisis de la
dinámica de nutrimentos. Por lo general se fertiliza la papa y se utiliza el residuo para las
cosechas subsiguientes.
La papa es un cultivo de gran importancia socioeconómica en las zonas frías de
Cundinamarca y Boyacá, tanto por el área sembrada (alrededor de 100.000 ha/año, lo
cual los sitúa como los departamentos más productores de papa del país), tanto por su
papel en la economía como en la alimentación de gran parte de la población de la zona
andina fría.
Dentro de los costos de producción de este cultivo, los fertilizantes son de gran impor-
tancia, tal como se puede observar en la Figura 1, donde el costo de los fertilizantes
representa el 16%, para el primer semestre de 1996. Adicionalmente, la eficiencia actual
promedia de los fertilizantes es baja; está alrededor del 20% para el fósforo y entre el 30%
y 50% para el nitrógeno y el potasio. Es escasa la investigación realizada en Colombia
sobre elementos secundarios y microelementos.
93
Indirectos Insecticidas
3% Fertilizantes
17%
16%
Empaques
7% Semilla
10%
Maquinaria
5%
Fungicidas
Transporte 4%
Mano de obra
13%
25%
100
80
Porcentaje
60
40
20
0
Mn Zn Cu Fe B
94
sostenible y competitivo. Los elementos menores en el cultivo de la papa deben consti-
tuirse en uno de los aspectos más importantes dentro de la nutrición integral del cultivo
y del sistema-finca.
La Tabla 2 ilustra algunas de las características de los suelos donde se ha realizado inves-
tigación y que relaciona los contenidos de microelementos con la respuesta de la papa,
particularmente al boro.
95
Bajo Medio Alto
100
80
60
Porcentaje
40
20
0
Mn Zn Cu Fe B
100
80
60
Porcentaje
40
20
0
Mn Zn Cu Fe B
96
TABLA 2. Análisis de suelos de algunas localidades de Cundinamarca y Boyacá.
1. Turmequé (B) 4,6 11,2 12,8 0,6 3,6 0,9 0,8 421 0,46 2,75 15,8 1,6
2. Ventaquemada (B) 5,2 6,4 16,6 1,2 4,0 1,2 0,9 696 0,41 2,5 17,3 1,2
3. Villapinzón (C) 5,4 6,8 26 0,5 3,4 1,3 0,73 385 0,32 10,1 32,5 2,0
4. Tausa (C) 4,5 26,0 15,0 5,0 1,1 0,2 0,3 115 0,15 11,4 12,8 3,3
* 1. Promedio de dos sitios. 2. Promedio de tres sitios. (B) Boyacá (C) Cundinamarca.
suficiente para un normal crecimiento de las plantas, mientras que valores superiores a 5
ppm pueden ser tóxicos. La papa es uno de los cultivos más sensibles a la toxicidad de
boro.
La literatura reporta que la absorción del B por la planta se incrementa con el pH del
suelo y explica por qué el sobre encalado puede inducir deficiencia de este elemento en
varios suelos (Mengel y Kirkby, 1987). Los suelos ácidos arenosos, en particular, necesi-
tan tratamiento regular con boro.
De otra parte, el cobre se encuentra en el suelo, en forma divalente, casi exclusivamente
en los minerales primarios y secundarios. Adicionalmente, también esta presente en com-
puestos orgánicos, como catión intercambiable y en los coloides del suelo, siendo tam-
bién un constituyente de la solución del suelo. En comparación con otros cationes, el
cobre es fuertemente adsorbido en sitios inorgánicos de intercambio, no siendo disponi-
ble de este modo para las plantas; cuando el pH se incrementa por encalado, la disponi-
bilidad del cobre generalmente declina, debido a una mayor adsorción. Como el Cu es
fuertemente adsorbido por los coloides del suelo, es de poca movilidad; por esto, cuando
se adiciona Cu, en la forma de aspersiones o en fertilizantes, queda confinado en los
horizontes superiores.
Se considera a los suelos orgánicos como los que presentan más comunmente deficien-
cias de varios microelementos, particularmente con el cobre, por lo cual es de esperar alta
fijación en las condiciones de los suelos paperos de páramos.
El Zn puede ser encontrado en los sitios de intercambio de los minerales arcilloso, en la
materia orgánica, o absorbido como Zn2+, ZnOH+, ZnCl+. El Zn interactúa con la mate-
ria orgánica y se pueden formar complejos orgánicos, tanto solubles como insolubles. En
promedio, el 60% del Zn soluble en el suelo está en la forma de complejos orgánicos.
De otra parte, se conoce que la distribución del Zn esta altamente correlacionada con la
distribución de la materia orgánica.
97
3. PAPEL DE LOS MICROELEMENTOS EN LA NUTRICIÓN DEL
CULTIVO DE PAPA
Nutrimento
Rendimiento kg/ha
Cultivo
(ton/ha)
N P K Ca Mg S Cu Mn Zn
Grano 2,2 40 8 10 1 2 3 34 30 70
98
TABLA 4. Extracción de microelementos por el cultivo de la papa.*
99
El hierro y el manganeso participan en la actividad enzimática y fotosíntesis. El hierro,
también interviene en el transporte de electrones. Se sabe que el zinc interviene en el
metabolismo de las auxinas y en la utilización del agua.
Boro
Un aspecto común de la deficiencia de B es el disturbio en el desarrollo de los tejidos
meristemáticos, tanto en las puntas de las raíces, como en las partes apicales de los tallos,
o en los tejidos de cambio (Mengel y Kirkby 1987). Por lo anterior, un suministro con-
tinuo de boro es requerido para el mantenimiento de la actividad meristemática. En el
caso de deficiencia de boro en las plantas de papa, el punto de crecimiento muere y las
yemas laterales se vuelven activas, los entrenudos se acortan, las hojas se engrosan y enro-
llan hacia arriba en forma similar al enrollamiento viral. La planta toma apariencia
arbustiva, con una pronunciada acumulación de almidón en las hojas, las raíces se acor-
tan y engruesan, los tubérculos son más pequeños, presentan la superficie agrietada, par-
ticularmente en el extremo que va unido al estolón, presenta áreas castañas localizadas
debajo de la epidermis, cerca del estolón, o una coloración castaña en el anillo vascular
(Hooker 1981).
En las zonas paperas de Cundinamarca y Boyacá, se ha encontrado una asociación entre
la susceptibilidad de los tallos a la quebradura y la deficiencia de B. En este caso, los tallos
100
son vidriosos y se quiebran fácilmente por el viento o por el manipuleo del follaje, con las
labores culturales que se realizan. Las hojas se ven por el envés y la ruptura se presenta en
el nudo (Fotografía 1).
Este síntoma se puede considerar asociado con las deficiencias de este microelemento.
Las plantas que crecen en suelos deficientes en boro y que sufren de quebradura, presen-
tan poca floración debido a la ruptura de los tallos principales.
El B es tóxico para la papa en cantidades relativamente pequeñas y la aplicación debe
hacerse con mucha precaución y en pequeñas cantidades. A nivel de campo se ha encon-
trado amarillamiento de la parte central de la planta (Fotografía 2), encrespamiento y
deformación de foliolos (ahusados) y puntos necróticos, particularmente cuando las go-
tas se acumulan sobre las hojas, y cuando los agricultores “bañan” mucho la planta.
101
Zinc
La deficiencia de Zn causa enanismo, enrollamiento de las hojas hacia arriba, las cuales se
vuelven además cloróticas, dando la impresión de un ataque temprano del virus del
enrollamiento, y las hojas terminales adquieren una posición casi vertical. Areas de color
castaño a bronceado, que más tarde se vuelven necróticas, pueden desarrollarse en las
hojas de la parte intermedia de la planta y que luego abarcan todo el follaje. Sobre los
pecíolos y tallos pueden aparecer manchas en forma de puntos de color castaño. El sínto-
ma conocido como hoja de helecho se observa en las hojas jóvenes, las cuales se enrollan
hacia arriba, haciéndose gruesas, quebradizas y plegadas debido a la expansión de los
márgenes. Las plantas severamente afectadas mueren jóvenes. Las aplicaciones de P, o un
sobre encalado, aumentan los síntomas de deficiencia de Zn.
Los efectos tóxicos de Zn provocan enanismo, ligera clorosis en la punta y márgenes de
las hojas superiores y coloración purpúrea en el envés de las hojas inferiores.
Cobre
Síntomas localizados en las hojas jóvenes. La deficiencia se caracteriza por presentar la
yema terminal sana, las hojas más jóvenes cloróticas, con o sin necrosis. Se destacan los
nervios de la hoja de color verde oscuro. Hojas jóvenes marchitas. En casos graves se
secan los ápices de los foliolos. No hay clorosis pronunciada.
Los suelos, en los cuales la deficiencia de cobre ocurre, son inherentemente bajos en
cobre o, más usualmente son pobres en cobre disponible. En suelos arenosos y en los
orgánicos podría presentarse deficiencia de cobre.
Las plantas, en general, difieren en la sensibilidad a la deficiencia de cobre. A la papa se le
considera como de demanda media. La aplicación de fertilizantes puede conducir a la
deficiencia de cobre y, particularmente, donde se aplican altos niveles de nitrógeno. El
uso prolongado de fertilizantes fosfatados ha sido citado como causa de deficiencia de
cobre en algunos suelos. La deficiencia ocurre primariamente en suelos ricos en humus
que fijan el cobre fuertemente, situación que se presenta en suelos de páramo que son
ricos en materia orgánica.
La toxicidad de cobre no ocurre frecuentemente en la práctica, ya que este elemento es
fuertemente adherido a las partículas del suelo.
102
FOTOGRAFÍA 3. Desarrollo vegetativo exhuberante en los surcos con la aplicación
de boro (lado izquierdo) los cuales cerraron calle” comparado con
los de la parte derecha que no recibieron boro al suelo (Foto: L.
Barrera).
103
De estas investigaciones se concluyó que el desarrollo foliar del cultivo de la papa (varie-
dad “Parda Pastusa”) es favorecido ampliamente por aplicaciones radicales o foliares de
boro. Este efecto incidió significativamente en el incremento de los rendimientos, los
cuales fueron muy rentables para el agricultor.
De los métodos de aplicación evaluados, los mejores resultados se obtuvieron con la
aplicación radical del boro al momento de la siembra.
Una dosis de 1 kg/ha de B aplicado al suelo, al momento de la siembra, en forma granular
o en solución, fue suficiente para corregir deficiencias en los suelos cuyo contenido fue
inferior a 0,6 ppm (método de Hunter). Aunque de menor magnitud, también fueron
efectivas las aspersiones foliares de solubor en concentraciones del 0,4 y 0,6% aplicados
15, 30 y 45 días después de la emergencia.
No se ha encontrado, a nivel de campo, fitoxicidad por la aplicación al suelo. Por el
contrario, aspersiones foliares de solubor superiores al 0.6% sí presentaron fitotoxicidad.
Por esto último deben tenerse precauciones en el uso de este método y preferir el de
aplicación al suelo.
Se considera promisoria la aplicación al suelo de solubor disuelto en agua, como método
para facilitar la aplicación de boro, teniendo en cuenta que por ser cantidades pequeñas
se dificulta su aplicación como polvo o granulado. En este caso, debe aplicarse en banda,
en el fondo del surco, al momento de la siembra. Para la aplicación de boro en aspersión
40
Rendimiento total (ton/ha)
30
20
10
0
Test 1 1,5 2,0 2,5 0,4% 0,6% 0,8%
Bórax (kg B/ha) Solubor foliar
104
40
Rendimiento total (ton/ha)
30
20
10
0
Test Borax 10 Borax 15 Sol F.1 Sol F.2
1986 A 1986 B
50
40
Rendimiento total (ton/ha)
30
20
10
0
Sin B Borax 10kg Borax 15kg Solubor 0,4% Solubor 0,6%
105
al suelo se puede disolver un kilo de boro equivalente a 5 kilos de solubor, haciendo una
calibración adecuada de la aspersora. La aplicación puede hacerse al momento de la siem-
bra, al fondo del surco, antes de colocar los tubérculos.
106
TABLA 5. Algunos compuestos de cobre que pueden ser utilizados en papa
Fuente Fórmula % Cu
Na2Cu EDTA
Quelatos de cobre 13
NaCu HEDTA
107
metálicas, tales como sulfatos, cloruros y nitratos. Los sulfatos son las sales metálicas de
microelementos más comunes y tienen propiedades físicas que los hacen adecuados para
utilizar en mezcla con otros fertilizantes. Los sulfatos de Cu, Fe, Mn y Zn son amplia-
mente utilizados, tanto para aplicación foliar como al suelo, aunque el sulfato de hierro
no es recomendable para aplicación a éste.
Las aplicaciones foliares de cobre son hechas usualmente utilizando CuSO4, cloruro de
cobre, óxido de cobre o quelato de cobre. La forma de sulfato de cobre es menos satisfac-
toria debido al “scorching” del follaje.
Fuente B (%)
Bórax 11
Ácido bórico 17
Tetraborato de sodio
Borato 46 14
Borato 65 20
Pentaborato de sodio 18
Solubor 20 - 21
Dentro de las fuentes orgánicas se encuentran los quelatos naturales o sintéticos, comple-
jos orgánicos naturales y en varias combinaciones de estos. Los quelatos se forman com-
binando un agente quelatante con un metal, por medio de un enlace coordinado. Con
esto se puede introducir más fácilmente el microelemento a la planta, cuando se aplica
via foliar, ya que se elimina el efecto de la carga negativa presente en las hojas. El agente
quelatante más comunmente utilizado para la producción de microelementos es el EDTA.
Aplicación al suelo.
Es el método más común de aplicar microelementos, ya sea al voleo o en banda, al mo-
mento de la siembra. Es el más recomendado para la papa. Su desventaja es la reacción de
estos nutrimentos con el suelo, pero tiene la ventaja de dejar un efecto residual que no se
tiene con la aplicación foliar.
Aplicación foliar.
Las ventajas de la aplicación foliar son:
108
a) Se pueden aplicar dosis menores que al suelo.
b) Se puede hacer fácilmente una aplicación uniforme.
c) La respuesta al nutrimento aplicado es casi de inmediato, por lo que las deficiencias se
pueden corregir durante el desarrollo del cultivo.
Como desventajas se pueden anotar:
a) La aplicación solo se puede realizar cuando hay suficiente follaje y, en este caso, ya la
planta ha sufrido algún estrés.
b) En algunos casos, el producto aplicado cae al suelo y la absorción no es rápida por las
condiciones ambientales, o porque hay lavado por las lluvias.
c) Puede ocasionarse quemazón si las concentraciones son altas.
d) Hay poco efecto residual.
e) Usualmente pueden requerirse varias aplicaciones.
109
En el caso de la papa se debe explorar la aplicación liquida al suelo, por las dificultades
para hacer mezclas en el campo.
En la Tabla 7 (adaptada de FAO 1986) se presenta información de los contenidos de
microelementos de los fertilizantes simples más comunes en nuestro medio.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
FAO, (1986). Guía de Fertilizantes y nutrición vegetal. Boletín No. 9 Roma. 198 p.
GUPTA, U.C. 1979. Boron nutrition of crops. Adv. Agron. 31: 273-307.
HARRIS, P.M. 1978. Mineral Nutrition. In: The potato crop. P.M. Harris (E D) Chapman
and Hall.Ltd.
KANWAR, J.S. and YOUGDAHL L.J. (1985). Micronutrient needs of tropical food
crops. In: Micronutrients in tropical food crop production. Vler, R.L.G. (E D)
Martinus NIJHOFF Dr. W. Junk. Publisher.
LORA, S.R. 1978. Respuesta de los cultivos de clima frío a la aplicación con
microelementos. Suelos Ecuatoriales (Colombia) 9 (2): 183:191.
110
PILBEAN, D.J. and KIRKBY, E.A. 1983. The physiological role of boron in plants. J.
Plant. Nutr. 6: 63:582.
RAVEN, J.A. 1980. Short and long distance transport of boric acid in plants. New.
Phytopathol. 84: 231-249.
REISENAUER, H. M., WALSH, L.H. and HOEFT, R.G. 1973. Testing soils for sulphur,
boron, molibdenum and chlorine. pp. 173 - 200. In: L.M. Walsh and J.D. Beaton
Eds.: Soil testing and plant analysis. Soil Science Soc. of America, Madison Wisconsin.
111
SIGNIFICADO DE LA FERTILIZACIÓN
POTÁSICA EN EL RENDIMIENTO Y
CALIDAD INDUSTRIAL DEL CULTIVO
DE LA PAPA (Solanum tuberosum L.)
Hugo E. Castro F.*
Víctor César Guío M.**
1. INTRODUCCIÓN
Las características económicas y sociales de las zonas productoras de papa han definido
hábitos de consumo en la población rural y urbana de la mayor parte del país, para que
este producto sea consumido principalmente en forma fresca; sin embargo, la industria-
lización de la papa en Colombia ha presentado un incremento acelerado en los últimos
años.
El consumo de alimentos procesados y semiprocesados tiene en la actualidad un gran
porvenir en nuestro país, debido a los cambios en el hábito de consumo de la población
y al creciente aumento de las industrias procesadoras. En la medida que la industria
progresa, se hace necesaria la investigación hacia la búsqueda y control de factores que
permitan la obtención de tubérculos con características óptimas para procesamiento.
La industria tiene claramente definidas las características que debe poseer un tubérculo
para su procesamiento; la materia seca y los azúcares reductores son los más importantes
parámetros de calidad para la obtención y comercialización de tubérculos para frito. Sin
embargo, son numerosos los factores que influyen en dichas características, entre estos la
variedad, los factores ambientales y algunas prácticas de cultivo son quizás los más im-
portantes.
* I.A., M.Sc. Manejo de Suelos. Profesor Asistente, Facultad de Ciencias Agrarias, Universidad Padagógica y
Tecnológica de Colombia. Tunja (Boyacá).
** I.A., Promotor Técnico de Abonos Nutrimon. Zona Boyacá.
112
La fertilización, en este caso, juega un papel importante; especialmente a la fertilización
potásica se le han atribuido algunos efectos en la determinación de dichas características;
siendo ésta uno de los tópicos menos explorados, con escasos resultados experimentales.
Empresas particulares, como Monómeros Colombo Venezolanos S.A., han venido pa-
trocinando investigaciones de campo en tal sentido, tendientes a buscar recomendacio-
nes de fertilización que beneficien a productores, industriales y consumidores.
Con base en los experimentos realizados con el apoyo de Monómeros Colombo Venezo-
lanos S.A., en suelos paperos del departamento de Boyacá, se presentan en este artículo
los resultados experimentales que permitieron definir, para suelos paperos de Toca y
Ventaquemada, la respuesta agronómica del cultivo de papa, variedad “Diacol Capiro”,
a cuatro fuentes de fertilización potásica (KCl, K2SO4, KNO3, y K2SO4. 2MgSO4), cada
una evaluada en cuatro dosis (0,60, 120 y 180 kg de K2O/ha). Igualmente se muestra el
efecto de fuentes y dosis de potasio, sobre el contenido de materia seca y azúcares
reductores en tubérculos, factores determinantes de la calidad industrial de productos
fritos.
Debido a la escasa información experimental que existe en el país sobre el tema, se
considera que estos resultados dan un buen marco de referencia para concluir sobre la
utilidad que representa la fertilización potásica en la producción de papa con fines in-
dustriales.
2. REVISIÓN DE LITERATURA
2.1 Generalidades
En Colombia, actualmente, la industria de procesados de papa consume cerca de 310.000
toneladas de tubérculos al año, lo que equivale a niveles del 12 al 14% de la producción
total. Según el criterio de los procesadores, ésta cantidad tiende a aumentar debido a la
creciente demanda de productos procesados (Rodríguez y Rodríguez, 1992).
La industria de papa ha definido claramente las características que debe poseer un tubér-
culo para su procesamiento industrial, lo que los lleva a mostrar preferencia por algunas
de las variedades que habitualmente siembran los agricultores. Actualmente, la demanda
industrial, se ha concentrado en más del 70%, en la variedad "Diacol Capiro", común-
mente llamada “R12 negra”. Sin embargo, la estacionalidad de la producción, la variabi-
lidad en la calidad de la semilla de papa y la influencia de los intermediarios obliga a
utilizar diferentes variedades, tales como “Diacol Monserrate” e “ICA Nariño” (Luján y
Arévalo, 1992).
Generalmente los industriales muestran preferencia por la papa que llega de determina-
das zonas de producción. Aquellas zonas que sean relativamente bajas (2.600-2.800 msnm),
con suelos sueltos y de alto contenido de materia orgánica, los cuales son los que están en
condiciones de ofrecer un tubérculo de buena calidad para la industria, principalmente
por el alto contenido de materia seca y bajos en azúcares reductores (Rodríguez y Rodríguez,
1992).
113
Durante el período de crecimiento, el efecto de variedad, madurez y condiciones am-
bientales, sobre los niveles de azúcares, gravedad específica (materia seca) y calidad de
productos fritos, ha sido estudiado por décadas. Los resultados son a veces inconsisten-
tes, posiblemente porque los azúcares y el porcentaje de materia seca están estrechamente
ligados con el crecimiento general, metabolismo y madurez de las plantas, las cuales
pueden ser afectadas por la variación en las condiciones climáticas (Hernández, 1989).
Según la literatura internacional, algunos experimentos han demostrado que el sulfato de
potasio genera una papa con mayor contenido de materia seca y mayor densidad que la
obtenida con cloruro de potasio.
Aunque se conoce la importancia de la fertilización potásica en este cultivo, los resulta-
dos sobre los efectos en las características de calidad industrial de la papa, han sido poco
concluyentes, debido a los múltiples factores que influyen sobre estas características (va-
riedad, clima, suelo, prácticas de cultivo, condiciones de madurez).
114
El contenido de materia seca en tubérculos grandes es usualmente más bajo que el de tubér-
culos pequeños, ya que los últimos contienen menos agua en el tejido medular. Existen
diferencias en el contenido de materia seca dentro del tubérculo, tanto desde afuera como en
el interior, en tejidos diferentes, aumentando desde afuera hacia adentro. Esta heterogenei-
dad es más evidente en términos de composición química (Vanes y Hartmans, 1987).
Los carbohidratos de la materia seca de papa incluyen almidones, azúcares, celulosa (pa-
redes celulares) y pectinas (materiales de adherencia de las células). Todos estos compues-
tos son polímeros derivados de una azúcar simple que es la glucosa. Los almidones repre-
sentan entre el 60 y 80% de la materia seca. Los azúcares son principalmente sacarosa,
glucosa y fructosa, con pequeñas cantidades de otros azúcares. La celulosa comprende
cerca del 2% de materia seca. Las pectinas constituyen también cerca del 2% de materia
seca y son ampliamente responsables de la textura de la papa. Estas son un polímero del
ácido galacturónico (derivado de la glucosa) (Hernández, 1989).
El rendimiento de producto seco con base a peso fresco, varía ampliamente debido a
diferencias varietales. Se han reportado rendimientos desde 10,9 hasta 27,69% de mate-
ria seca. La variación de rendimiento en peso seco se debe a diferencias en la gravedad
específica del material fresco, existiendo una alta correlación entre ésta y el rendimiento
de materia seca. La determinación de la gravedad específica permite a los procesadores
encontrar y seleccionar tubérculos con alto contenido de sólidos en forma rápida y con
poco esfuerzo. Esta técnica es muy útil para papas que van a ser deshidratadas, fritas en
hojuelas o en tiras, o convertidas en almidón o alcohol.
La materia seca se mide exactamente por secamiento de una muestra representativa, en
un secador de aire caliente a 100 oC, hasta que se logra un peso constante. Sin embargo,
el método de gravedad específica utilizado para la estimación del contenido de materia
seca, es recomendado cuando se van a evaluar un gran número de muestras.
Aunque la materia seca depende de la madurez y de los factores climáticos, edáficos y
agronómicos, está genéticamente controlada y, en consecuencia, puede conservarse en las
variedades preferidas por sus altos valores en esta característica.
115
Sowokinos (1978), citado por Hernández (1989), expresa que altos niveles de sacarosa
en la cosecha pueden ser perjudiciales para el periodo de almacenamiento y la calidad de
procesamiento. La sacarosa por sí misma (no hidrolizada) no contribuye directamente al
oscurecimiento de hojuelas procesadas, sino que es la fuente de azúcares reductores inde-
seables la que actúa, cuando la enzima invertasa es activada durante el almacenamiento.
No solamente el contenido de azúcares reductores al momento de la cosecha es impor-
tante, sino el curso de su incremento durante el período de almacenamiento. El conteni-
do de azúcares reductores depende tanto de las condiciones ambientales (posiblemente
por un efecto de la madurez), como del genotipo y de las condiciones de almacenamien-
to. Hartmans y Vanes (1987) afirman que los efectos del suelo, abono, luz y suministro
de agua en el contenido de azúcares son particularmente difíciles de predecir. Reciente-
mente, un tipo de teoría del estrés se ha desarrollado. De acuerdo a ésta todos los factores
(factores de estrés) perturban el equilibrio metabólico en la planta, causando un incre-
mento en el contenido de azúcares.
De acuerdo con Pineda (1995), el alto contenido de azúcar parece estar relacionado con
la buena calidad (sabor) para consumo fresco. Debido a esto, ni la variedad “Parda Pastusa”,
ni las variedades nativas “Tocareña” o “Salentuna” de excelente calidad en fresco, son
apropiadas para industrializar.
La evaluación de calidad más comunmente utilizada por la industria nacional para tubér-
culos es la prueba de frito. Esta prueba permite determinar, en forma cualitativa, el con-
tenido de azúcares reductores en el momento de la compra, ya que estos son determinan-
tes del color en los productos fritos. La prueba consiste en sumergir en aceite caliente, a
180 oC durante tres minutos las rodajas centrales de tubérculos seleccionados para ser
comparados al término del proceso, con una escala de color con grados que van del 1 al
9, correspondiendo para el Nº1 el color más oscuro, casi negro y disminuyendo su tona-
lidad de acuerdo al nivel de azúcares reductores (Fotografía 1).
La industria acepta tubérculos cuya muestra sometida al frito presente tonos correspon-
dientes a los niveles 4 a 7 de la escala de color. Cuando las rodajas, después de fritas,
presentan colores muy oscuros (grados 1 a 3), están surgiendo niveles de azúcares reductores
muy altos, superiores al 2% y, generalmente, son rechazados por la industria.
116
FOTOGRAFÍA 1. Escala de color para la prueba de calidad de productos fritos.
superiores a los 90 mm, pulpa de color blanca o crema, sin daños enfermedades o
verdeamiento. La gravedad específica superior a 1,080 (20% de materia seca), bajo con-
tenido de azúcares reductores, menor a 0,25%, con resistencia al ennegrecimiento des-
pués del procesamiento (Hernández, 1992).
117
se como resultado del secamiento, pueden atrapar cantidades significativas del nutrimento.
La magnitud del proceso está asociada con factores como: a) tipo y cantidad de arcilla y
b) ciclos de secamiento y humedecimiento.
La liberación de K+ fijado, para ser utilizado por las plantas, suele ser muy lenta y, en
ocasiones, la magnitud de la pérdida por fijación puede ser superior al 50% del aplicado,
particularmente en los Vertisoles, lo cual determina dosificaciones muy altas de potasio
para controlar las deficiencias del elemento.
Las pérdidas por lixiviación en el agua de drenaje pueden ser importantes, dependiendo
de factores como: a) tipo y cantidad de arcilla; b) CIC; c) condiciones de drenaje; d)
volumen de precipitación pluvial o de riego; e) condiciones de cultivo. La magnitud de la
lixiviación depende de estos factores y, en ocasiones, puede llegar a ser superior al 60% de
potasio aplicado en el fertilizante.
Además del suministro de potasio a través del fertilizante, las plantas también utilizan el
potasio de minerales del suelo y de residuos orgánicos. El retorno de los residuos de la
cosecha al suelo, combinado con la fertilización potásica aplicada en ocasiones en exceso
a la necesidad de la cosecha, ayuda a mantener una reserva de este elemento en el suelo
(Guerrero, 1993).
En general, los resultados experimentales han demostrado que el K+ intercambiable cons-
tituye una medida bastante buena de la cantidad de potasio disponible al cultivo durante
su ciclo vegetativo, es decir el factor “cantidad”.
El potasio en solución, factor “intensidad”, esta controlado por el contenido de potasio
intercambiable. El potasio en solución depende de la saturación de K+ y los contenidos
de Ca y Mg. En forma general, se puede decir que, para un mismo contenido de K+
intercambiable, la disponibilidad de K+ será menor si los contenidos de Ca y Mg son
excesivos, o cuando la saturación de K+ es baja (León, 1994).
El potasio es mucho menos móvil en el suelo que el nitrógeno, pero más móvil que el
fósforo ICA (1992). Si el potasio llega a moverse, lo hace por difusión en un movimiento
Nivel crítico
(me/100 g)
Nivel de disponibilidad
Mayoría de cultivos Papa y hortalizas
* Castro, H. 1996.
118
lento y a corta distancia, en las películas de agua que rodean las partículas del suelo. Las
condiciones de sequía hacen a este movimiento aún más lento. Altos niveles de potasio
en el suelo aceleran el proceso de difusión y por lo tanto, su absorción (Potash and
Phosphate Institute, 1998).
119
TABLA 2. Niveles críticos de K y de otros nutrimentos en el tejido de la papa.
Nivel
Elemento
Deficiente Bajo Medio Alto
Cu ppm <3 5 10 20
Zn ppm < 10 15 30 80
120
• Para Mc. Dole y Robert (1985) existe evidencia considerable de que el abono potásico
en exceso reduce la gravedad específica (materia seca) en tubérculos de papa.
• Schippers (1968), citado por el autor anterior, estudió cuatro variedades de papa para
las cuales el potasio mejoró el rendimiento del tubérculo, pero el incremento del ren-
dimiento fue contrarrestado por una disminución en el contenido de materia seca.
Además de la reducción en la gravedad específica, con altas dosis de potasio, la reduc-
ción adicional ha sido demostrada con el uso de KCl en comparación con el uso de
K2SO4 (Dole et al,1978). Existe alguna evidencia de que el Cl- no fue directamente
responsable de una reducción de la materia seca, ya que el CaCl no demostró los
mismos resultados como lo hizo KCl (Lauglin 1962).
• Berger et al (1961), citado por Mc. Dole (1985), reportó almidón y gravedad especí-
fica más alta con K2SO4, comparado con dosis iguales de potasio en la forma de KCl.
La presencia de Cl- no afectó la conversión de NO-3 a proteína, pero el K2SO4 aumen-
tó la actividad de la invertasa y la peroxidasa, más de lo que consiguió hacer el KCl
(Avdoning et al,1973), citado por Mc. Dole y Robert (1985).
• Por otra parte, Kunkel (1977), citado por Mc.Dole (1985), no encontró diferencia
entre el efecto del KCl, K2SO4 o KNO3 sobre el rendimiento y gravedad específica, a
dosis equivalentes de potasio. El nivel de NO3-N en los peciolos de papa fue
consistentemente más alto con K2SO4.
• Según Kyle, 1976, citado por Mc. Dole (1985), la deficiencia de potasio ha demostra-
do disminuir el almidón e incrementar los azúcares en los tubérculos de papa, los
cuales causan el color oscuro a los productos fritos.
• Algunos procesadores han abogado por el uso de KCl más que el K2SO4, por que el
KCl tiende a dar un color claro al producto frito (Harrap 1960) citado por Mc.Dole y
Robert (1985), contrario a los resultados obtenidos por Kunkel y Holsttat, (1972),
citado por Mc.Dole y Robert (1985) quienes encontraron que ni el balance de
nutrimentos ni la cantidad total de N, P, K, afectó en gran parte el color de la papa. La
reducción de la gravedad específica causada por excesos de KCl, es probablemente más
perjudicial que el color ligeramente oscuro producido en los productos fritos.
• Henderson (1976), citado por Guerrero (1993), sostiene que el sulfato de potasio
genera una papa más seca, con mayor contenido de materia seca y una mayor densi-
dad que la obtenida con cloruro de potasio. Además, que la papa abonada con sulfato
de potasio resulta más harinosa.
• Estudios realizados por Tindall y Wastermann (1995), en la universidad de Idaho
(USA), concluyeron que la fertilización con potasio incrementa tanto el tamaño de los
tubérculos como la producción total de este, cuando los niveles de potasio en los
análisis de suelos estaban por debajo de los niveles críticos establecidos. Las fuentes de
potasio tienen poco efecto en el rendimiento total del tubérculo, pero las aplicaciones
de K2SO4, produjeron un porcentaje mayor de tubérculos grandes y una tendencia
hacia la gravedad específica más alta; esto fue demostrado en dos de los tres experi-
mentos realizados.
121
• Munson (1985), citado por Tindall y Wastermann (1995), encontró que la fertilzación
insuficiente de potasio, puede reducir el rendimiento y tamaño de los tubérculos.
También concluyó que aplicaciones excesivas de potasio para aumentar al máximo los
rendimientos, comúnmente reducen la gravedad específica. En otra investigación re-
portó mayor contenido de almidón y gravedad específica con K2SO4, comparado con
igual dosis de potasio en forma de KCl.
KCl 60 - - - 116,3
K2SO4 50 - 16 - 46,1
KNO3 46 - - 13 40,2
Sulpomag
22 18 22 - 43,2
(K2SO4.2MgSO4)
Guerrero R. 1996. Propiedades generales de los fertilizantes.
* I.S.: Indice de salinidad relativo (NaNO3 = 100).
122
TABLA 3. Características Fisicoquímicas de los suelos estudiados.*
Profundidad (cm) 30 30
Textura FAr FL
pH 5,3 5,1
123
Las parcelas principales estuvieron conformadas por las dosis de K2O (baja, media, y alta;
60, 120 y 180 kg/ha de K2O, respectivamente). Las subparcela fueron las fuentes de
potasio (KCl, K2SO4, KNO3 y K2SO4.2MgSO4).
3.1.7 Fertilización
Con base en los análisis de suelos y las dosis experimentales de potasio establecidas, se
hicieron ajustes para implementar el plan de fertilización: El 50% de la fertilización N-P-
K se aplicó en bandas al momento de la emergencia y el 50% restante con la primera
deshierba (45 días después de la siembra).
Las dosis usadas de N y P2O5, de acuerdo a la interpretación del análisis de suelos, fueron,
para el experimento de Ventaquemada, las siguientes:
• 180 kg/ha de N usando como fuente urea del 46% de concentración. Para el balance
de la fertilización nitrogenada, en los tratamientos con KNO3, se descontó a la dosis
de urea, el aporte del nitrógeno de esta fuente. La dosis de N suministrada fue la
recomendada por el ICA para suelos alofánicos.
• 300g/ha de P2O5, utilizando la fuente Superfosfato triple (TSP) del 44.5% de concen-
tración. Esta dosis es la recomendada por el ICA para suelos alofánicos altamente
fijadores de fosfatos.
124
Para el experimento de Toca se utilizaron 150 kg/ha de N y 180kg/ha de P2O5, dado que
estos suelos no presentaban influencia de ceniza volcánica.
En cada una de las localidades los elementos menores, el fósforo y el nitrógeno se aplica-
ron en dosis constantes para todos los tratamientos; al potasio, como factor de evalua-
ción, se le establecieron variaciones en cuanto a las dosis y las fuentes.
Segunda 4-6 40 - 80
125
TABLA 4. Rendimientos promedios de tubérculos obtenidos en los dos experimentos.*
Toca Ventaquemada
Dosis (ton/ha) (ton/ha)
Fuentes
(K2O/ha) Categoría Categoría Categoría Categoría Categoría Categoría Categoría
cero primera segunda comercial primera segunda comercial
60 KCl 9,44 28,37 5,29 43,1 21,75 2,19 23,94
126
120 K2SO4 10,58 28,05 4,95 43,58 22,22 2,87 25,09
Efecto de dosis
Para el caso de Toca, el análisis estadístico reportó diferencia altamente significativa con
la categoría cero, obteniéndose mayor producción con la dosis alta (180 kg de K2O /ha),
seguido por la dosis media (120 kg de K2O /ha), el testigo y la dosis baja. Las demás
categorías no mostraron diferencias por efecto de dosis.
Con el experimento de Ventaquemada se presentó diferencia altamente significativa para
las categorías primera y comercial, mostrando un incremento moderado en la produc-
ción a medida que se aumentan las dosis, obteniendo la mayor producción con la dosis
alta de 180 kg de K2O /ha.
Efecto de fuentes
En el experimento de Toca se presentaron diferencias significativas para la categoría co-
mercial por efecto de fuentes, siendo el KNO3 la fuente con mayor producción de papa,
27
26
Rendimiento (ton/ha)
25
24
23
22
21
20
60 120 180 0
Dosis (kg de K2O/ha)
127
categoría comercial. Las demás categorías no mostraron diferencia estadística por efecto
de fuentes; sin embargo, el KCl fue el que presentó mejor respuesta en cuanto a la cate-
goría cero.
El experimento de Ventaquemada mostró diferencias significativas por efecto de fuentes,
para la categoría segunda, siendo el K2SO4 y el KNO3 las fuentes con las que se obtuvo
mayor producción. Las demás categorías no mostraron diferencias por efecto de fuentes.
A estos niveles de potasio en el suelo, semejantes para ambas localidades (0,5 y 0,6 me/
100g de suelo), las respuestas que presentaron los tratamientos en las diferentes catego-
rías fueron moderadas.
Materia seca
Para los suelos de Toca, la fertilización potásica mostró un efecto ligeramente adverso
para la definición de esta característica, ya que tanto las fuentes como las dosis exploradas
presentaron niveles inferiores al obtenido por el tratamiento testigo, aunque sus resulta-
dos se mantuvieron dentro de la franja considerada como normal para la industria. La
dosis alta de nitrato de potasio fue el único tratamiento ligeramente por encima del
testigo. La aplicación con sulfato de potasio reportó un aumento gradual de la materia
seca con las dosis, caso contrario ocurrió con el cloruro de potasio, para el cual, a medida
que las dosis aumentaron, la materia seca disminuyó (Tabla 5).
En los suelos de Ventaquemada, aunque estadísticamente la materia seca mostró diferen-
cias repecto al testigo, los efectos de dosis y fuentes de potasio explorados para evaluar la
calidad industrial por materia seca, estuvieron dentro de la franja considerada como nor-
mal para la industria nacional (Tabla 5).
Es probable que, para los suelos estudiados, con concentraciones de potasio en el orden
de 0,6 me/100 g, la fertilización potásica no muestre efectos importantes en cuanto a
materia seca.
Azúcares reductores
Para el análisis de esta variable solo se evaluó una muestra representativa por tratamiento.
Los resultados muestran las siguientes tendencias:
De acuerdo a los análisis de laboratorio, todos los tratamientos presentaron niveles ópti-
mos de azúcares reductores para procesamiento, al momento de la cosecha; es decir mos-
128
TABLA 5. Factores de calidad industrial obtenidos en los experimentos.*
Variable
Tratamiento
Toca Ventaquemada
traron concentraciones por debajo de 0,2%, consideradas como normales para este
parámetro. En consecuencia, ni las dosis ni las fuentes de potasio exploradas, marcaron
diferencias para azúcares reductores, debido posiblemente a que los niveles de potasio en
el suelo, para las dos localidades, fueron suficientes para garantizar un adecuado nivel de
azúcares reductores en el tubérculo al momento de la cosecha.
Estos resultados fueron corroborados con la prueba de frito realizada por la industria, en
la cual todos los tratamientos, al ser comparados, mantuvieron un rango en la escala de
color entre 4 - 7, que son los aceptados para procesamiento de este producto (Fotografía
2).
129
FOTOGRAFÍA 2. Prueba de calidad cualitativa de frito aplicada a los tratamientos
evaluados en suelos de Toca y Ventaquemada.
Esto nos demuestra que tanto las fuentes como las dosis de fertilización potásica, no
tuvieron un efecto marcado sobre la definición de esta variable; tanto para el experimen-
to de Toca como para el de Ventaquemada.
Es importante estudiar, en posteriores investigaciones, el efecto de dosis y fuentes de
potasio sobre los rendimientos agronómicos y la calidad industrial del cultivo de papa, en
suelos con bajo contenido de potasio, pués los resultados obtenidos sólo podrían asimi-
larse a suelos con contenidos de potasio en el orden de 0,5-0,6 me/100g de suelo. Se
puede pensar que, para los niveles relativamente altos de potasio de los suelos estudiados,
su contenido en el suelo pudo haber sido suficiente para satisfacer las características de
calidad, en cuanto a materia seca y azúcares reductores (observar los registros de estas
características en el tratamiento cero, sin adición de potasio al suelo).
130
En el experimento de Ventaquemada, los tratamientos con mayor rentabilidad fueron la
fuente KCl en dosis alta, seguido por la fuente sulpomag en dosis media, lo que hace que
el KCl, por su costo y mayor concentración de potasio, sea el fertilizante que presenta
mayores ventajas, en cuanto a producción, con respecto a las demás fuentes.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
BARRERA B., L.L. 1994. La fertilidad de los suelos de clima frío y la fertilización de los
cultivos. En: Fertilidad de Suelos, Diagnóstico y Control. Sociedad Colombiana de
la Ciencia del Suelo. Santa Fe de Bogotá.
CLAVIJO PORRAS, J. 1994. Metabolismo de los nutrimentos de las plantas. En: Ferti-
lidad de Suelos, Diagnóstico y Control. Sociedad Colombiana de la Ciencia y el
Suelo. Santa Fe de Bogotá.
GUERRERO, R. 1993. Fertilidad de los suelos de clima frío. En: Fertilización de culti-
vos de clima frío, 3ª serie de divulgación técnica. Monómeros Colombo Venezola-
nos S.A. Santa Fe de Bogotá. p: 62 - 66.
131
LEÓN, L.A. 1994. Evaluación de la fertilidad del suelo. En: Fertilidad de Suelos, Diag-
TABLA 11. Guía general para la fertilización NUTRIMON de algunas hortalizas en
nóstico y Control. Sociedad Colombiana de la Ciencia del Suelo. SantaFe de Bogo-
Colombia*
tá. p: 155 - 183.
MC. DOLE, R. E. and ROBERT, S. 1985. Potassium Nutrition of potatoes. In: Potassium
in Agriculture. Soil Science Society of America. Madison, Wisconsin, USA.
132
III
Trigo y
cebada
FERTILIZACIÓN DEL CULTIVO DE
TRIGO EN EL DEPARTAMENTO DE
NARIÑO
Carlos Pantoja L. *
Bernardo García R.*
1. INTRODUCCIÓN
134
2. CARACTERIZACIÓN DE LA ZONA TRIGUERA DE NARIÑO
Área (ha) 35% (8.273 ha) 40% (9.432 ha) 25% (5.895 ha)
Zonas
Fa, Pa Fb, Fc Fd
agroecológicas
Retención de
Alta Media Muy baja
humedad
Profundidad media
Capa arable Profundos > 50 cm Superficial < 20 cm
(20 - 25 cm)
Papa - trigo
Maí z - trigo
Cultivos de rotación Maí z x frí jol Arveja
Maí z x frí jol
Haba
135
de producción. Se encuentran entre 2.800 y 3.100 msnm y son las áreas seleccionadas
para modernización del cultivo.
Zona B. Conjunto productivo 2 (CP2): Corresponde a las zonas agroecológicas Fb y Fc,
ocupan una extensión de 9.432 ha (40% del área triguera), tiene suelos moderadamente
profundos y un potencial de producción entre medio y alto. Se encuentra entre 2.400 y
2.800 msnm y es la zona seleccionada para diversificación del cultivo.
Zona C. Conjunto Productivo 3 (CP3): Ocupa un área de 5.895 ha (25% del área
triguera), corresponde a la zona agroecológica Fd, con pendientes mayores del 50%; son
suelos degradados, superficiales y con un bajo potencial de producción. Se localiza entre
2.000 y 2.400 msnm y es el área propuesta para recuperación o utilización en actividades
agrosilvopastoriles.
136
de cenizas volcánicas, formados a partir de materiales heterogéneos, baja evolución, ge-
neralmente superficiales, fertilidad baja, alta fijación de fósforo, asociados con aflora-
mientos rocosos y susceptibles a procesos erosivos. Son áreas que deben mantener una
cobertura vegetal permanente.
Pa: Corresponde al piso térmico muy frío, parte baja del páramo, con alturas entre 3.000
y 3.200 msnm y precipitación entre 500 y 2.000 mm anuales. Son tierras de altiplanicie,
de relieve plano a ligeramente ondulado, con pendientes hasta del 7%. Los suelos (Andepts,
Tropepts ) formados a partir de materiales volcánicos, presentan baja evolución, general-
mente superficiales y de baja fertilidad. Son áreas aptas para cultivos transitorios (papa,
cebolla, trigo, hortalizas, leguminosas) y ganadería semi-intensiva.
2.3 Suelos
59
60
50
% de muestras analizadas
40
40
30
20
10
0
< 5,5 de 5,5 a 6,5 > 6,5
pH
137
Son desarrollados a partir de cenizas volcánicas recientes, en donde el producto de las
erupciones ha sido sedimentado como depósito eólico o transportado por el agua. En la
parte final de los horizontes superiores domina el alófano.
Debido al elevado punto isoeléctrico del alófano, los suelos presentan un pH más eleva-
do del que les correspondería y por su baja saturación de bases poseen una alta capacidad
catiónica de cambio (CCC); tienen alto poder de fijación de fósforo; relativamente alto
contenido de aluminio intercambiable y compuestos libres de aluminio.
El N intercambiable parece ser adecuado, no obstante desde el punto de vista de fertili-
dad de los suelos, en cosechas de período vegetativo largo, el nitrógeno disponible no es
suficiente, si se tiene en cuenta el débil poder amonificante de estos suelos.
El análisis de suelos de 427 muestras tomadas hasta 1988 en la zona triguera de Nariño
(García, 1989), indica las siguientes tendencias:
pH: El 40% de las muestras presentaron un pH bajo (menor de 5,5), el 59% un pH
medio (entre 5,6 y 6,5) y sólo el 1% tuvieron un pH mayor de 6,5 (Figura 1).
6,0
Y = 5,95 - 0,02X
5,9
5,8
pH
5,7
5,6
5,5
5,4
138
80 75
70
60
% de muestras analizadas
50
40
30 25
20
10
0
<6 de 6 a 12 > 12
Porcentaje de M.O.
139
10
Y = 9,37 - 0,16X
M.O. (porcentaje) 9
5
1964 1968 1972 1976 1980 1984 1988
Años
FIGURA 4. Cambios de los contenidos de materia orgánica a través del período 1964-
1988 en los suelos cultivados con trigo en el departamento de Nariño.
140
80 75
70
60
% de muestras analizadas
50
40
30
20
12 13
10
0
< 30 de 30 a 45 > 45
P(ppm)
141
Con relación a los elementos menores, Guerrero y Burbano, citados por Urbano (1989),
encontraron que una buena proporción de los suelos volcánicos andinos del sur de Co-
lombia son potencialmente deficientes en molibdeno, cobre, cobalto y zinc, en tanto que
los niveles de disponibilidad de hierro y manganeso son altos.
Sobre el boro, los datos no son concluyentes. García (1988), en la zona triguera de Nariño,
estableció que había 60% de probabilidades de encontrar valores bajos de boro (menores
de 0,20 ppm ) y 40% de encontrar valores medios ( 0,21 - 0,60 ppm ); no hubo ninguna
muestra con niveles mayores de 0,60 ppm, (Tabla 2).
Respecto al cobre, el 76% de las muestras analizadas tuvieron niveles medios (1,1- 3,0
ppm), el 19% niveles altos (mayores 3,0 ppm) y solo un 5% tuvieron niveles bajos (me-
nores de 1,0 ppm).
Con relación al zinc, existe una alta probabilidad (82%) de encontrar niveles bajos, me-
nores de 3,0 ppm; hay un 18% de probabilidades de encontrar valores medios (3,1 - 6,0
ppm) y ninguna muestra de suelos con niveles altos, mayores de 6,0 ppm.
45
43
40
40
35
30
% de muestras analizadas
25
20 17
15
10
0
< 3,0 de 3,0 a 6,0 > 6,0
Ca (me/100g de suelo)
142
TABLA 2. Distribuciones de frecuencia de contenidos de boro, hierro, cobre,
manganeso y zinc en suelos cultivados con trigo en el departamento de
Nariño.*
≤ 0,20 60 ≤ 10 - ≤ 1 5 ≤ 5 - ≤ 3 82
* Garcí a (1988).
Muestras analizadas: 58.
** Lí mites reportados por Lora (1981).
Método de extracció n: B fosfato monobásico 0,008 M; Fe, Cu, Mn y Zn: NaHCO3 + EDTA, pH 8,5.
3. TECNOLOGÍA LOCAL
3.1 Variedades
Actualmente en el departamento de Nariño se cultivan las siguientes variedades:
“ICA-Yacuanquer”. Entregada para reemplazar a “Sugamuxi-68”; tiene un rendimiento
máximo comercial de 3.600 kg/ha y se recomienda para zonas ubicadas por encima de
los 2.600 msnm.
“ICA-Gualmatán”. Reemplazó a la variedad “Yuriyá-79”, y en algunas zonas, a la varie-
dad Bonza-63, está recomendada para lugares situados entre 2.000 y 3.000 msnm; tiene
un rendimiento máximo comercial de 6.250 kg/ha.
143
“ICA-Achalay”. Se entregó para reemplazar a “Bonza-63” y se recomienda para lugares
por encima de 2.400 msnm; el rendimiento máximo comercial es de 4.500 kg/ha.
“Tota-63”. Es especialmente tolerante a suelos infértiles y condiciones de sequía, en
alturas cercanas a los 2.100 msnm; con rendimientos comerciales potenciales de 1.800
kg/ha.
En la zona sur del departamento se siembra la variedad “Chimborazo”, con rendimientos
generalmente mayores a 4.500 kg/ha, pero con menor calidad panadera respecto a las
anteriores.
60
53
50
40
% de muestras analizadas
30
30
20 17
10
0
< 1,5 de 1,5 a 2,5 > 2,5
Mg (me/100g de suelo)
144
12
Y = 10,6 - 0,55X
10
Mg (me/100 g)
2
1964 1968 1972 1976 1980 1984 1988
Años
145
dejan el terreno en descanso en el segundo semestre y vuelven a trigo, repitiendo el mis-
mo ciclo entre dos a cinco años, antes de hacer rotación con otro cultivo principalmente
maíz, que se produce en terreno plano y ladera; papa, que es rentable en suelos de media-
na a alta fertilidad; arveja, que se produce en suelos de baja fertilidad, arcillosos y de
ladera.
En alturas menores de 2.400 msnm la rotación más frecuente es:
Trigo - maíz - fríjol - trigo
En algunas ocasiones incluyen cebada dentro de la rotación.
En términos de porcentaje, las rotaciones más frecuentes en Nariño, son: maíz - trigo:
42%, papa - trigo: 24%, descanso - trigo: 12%, fríjol - trigo: 11%, trigo - trigo: 5%,
arveja - trigo: 2%, cebada - trigo: 2%, otros: 2%.
La rotación de cultivos es uno de los aspectos que más influye en la recomendación de
fertilizantes y en la densidad de población, debido principalmente a los residuos de ferti-
lizantes que pueden quedar entre un cultivo y otro, así como en las labores de prepara-
ción del suelo que afectan principalmente características tales como estructura, aireación,
capacidad de retención de humedad e incidencia de malezas.
146
4.2 Requerimientos nutricionales del cultivo de trigo
Las diferentes especies, y aún las variedades dentro de una misma especie, requieren
cantidades diferentes de nutrimentos para cumplir con su ciclo vegetativo. Como norma
general, una alta producción de materia seca implica una mayor extracción de nutrimentos
del suelo. El cultivo de trigo, para obtener buenos rendimientos, requiere, en kilogramos
por hectárea, de los siguientes elementos: 85 de N, 15 de P, 45 de K, 13 de Ca, 20 de Mg
y 12 de S (Chandler, citado por Guerrero, 1980).
147
de fósforo (70 - 100 y 130 kg/ha de P2O5) y tres dosis de nitrógeno (20 - 40 y 60 kg/ha
de N). El nitrógeno influyó significativamente en los componentes de rendimiento, altu-
ra de plantas y número de espigas por metro cuadrado. La máxima producción, de 4.201
kg/ha de trigo, se obtuvo con 60 kg/ha de N. El fósforo no influyó en los componentes
de rendimiento, posiblemente por la buena disponibilidad en el suelo. Las densidades de
siembra no influyeron en el rendimiento, pero presentaron una relación inversa sobre el
peso de 1.000 granos y la longitud de la espiga.
Los estudios de Pantoja (1985) se enfocaron a obtener recomendaciones de algunos fac-
tores de la producción, entre ellos la fertilización, variedades, densidades de población y
control de malezas. El enfoque consideró criterios de áreas homogéneas y potencial de
producción, este último factor determinado principalmente por la profundidad del suelo
y la capacidad de retención de humedad del mismo.
Para las zonas trigueras situadas por encima de los 2.800 msnm, generalmente con mayor
potencial de producción (mayor de 3.500 kg/ha), la recomendación más consistente fue
la fertilización con 200 kg/ha de un fertilizante completo alto en fósforo, y entre 50 a 75
kg/ha de urea en el inicio del macollamiento. Cuando la rotación era con papa, fue
suficiente una fertilización con 100 kg/ha de urea. Esta recomendación produjo una tasa
marginal de retorno, calculada por presupuestos parciales, del 428%.
Para alturas entre 2.401 y 2.800 msnm, con menor potencial de producción (entre 2.500
- 3.000 kg/ha), se presentaron varias recomendaciones, según el tipo de rotación: en
promedio, entre 150 y 200 kg/ha de fertilizante completo y entre 50 y 75 kg/ha de urea,
solo que para estos casos la tasa marginal de retorno fue más baja, alrededor de 133%.
Para alturas menores de 2.400 msnm, que corresponde a las zonas más deterioradas y con
muy baja capacidad de retención de humedad, los rendimientos esperados son muy bajos
(entre 1.300 y 1.500 kg/ha) y la fertilización recomendada se encuentra alrededor de 100
kg/ha de un fertilizante completo y 50 kg/ha de urea, con tasa marginal de retorno por
debajo de 75%, donde por restricciones en la productividad y en la capacidad de uso de
los suelos, no se debería sembrar ningún cultivo.
Urbano (1989), conjuntamente con Sección de Ajuste de Tecnología de ICA de Nariño
(1989), condujo durante 1987 diecinueve experimentos sobre fertilización en trigo. Se
encontraron respuestas altamente significativas en los rendimientos de grano de trigo por
efecto de la aplicación de nitrógeno y fósforo; no se observaron respuestas significativas a
la aplicación de 30 kg/ha de K2O, ni tampoco a la aplicación simultánea de 10 kg/ha de
MgO, 5 kg/ha de B y 5 kg/ha de Zn. En dos de los diecinueve experimentos, se encontra-
ron respuestas significativas al aplicar 69 kg/ha de S, lo cual sugiere ampliar la investiga-
ción respecto a este elemento.
El análisis multivariado de estos experimentos indicó que los factores de producción
estudiados que incidieron notablemente, desde el punto de vista estadístico, en las res-
puestas del cultivo de trigo, fueron: cantidades aplicadas de nitrógeno y fósforo, fertiliza-
ción del cultivo anterior (N-P-K), altura sobre el nivel del mar, contenido de potasio del
suelo, precipitación durante el período del cultivo, pH del suelo, pendiente del terreno
148
(en porcentaje), fósforo nativo y, en forma implícita, el uso de variedades y prácticas
culturales del agricultor.
El análisis multivariado utilizado por Urbano (1989), permitió establecer una ecuación
empírica generalizada de producción para predecir rendimientos en la zona triguera de
Nariño, con los siguientes estimadores estadísticos:
R2: 0,85
CMDR: 213360,5683
F: 103,06
PR mayor de F: 0,0001
G.L.: 161
Y: Y = rendimiento de trigo al 15% de humedad:
149
4.4 Respuesta del trigo a elementos menores y secundarios
Los micronutrimentos se han convertido en las últimas décadas en elementos de gran
importancia en la agricultura, debido a la continua remoción de estos elementos por las
cosechas, a la introducción de nuevos genotipos con altos requerimientos nutricionales,
a las prácticas de fertilización y manejo, y por el deterioro de los suelos.
En la zona andina del departamento de Nariño, la mayoría de las investigaciones sobre
elementos menores se han orientado a determinaciones de las concentraciones en el sue-
lo, mientras que las pruebas biológicas han sido escasas. Sin embargo, estas se han inten-
sificado últimamente en algunos cultivos como papa, trigo y cebada, los cuales han mos-
trado respuestas positivas en algunos tipos de suelos, especialmente los que tienen niveles
medios y altos de degradación.
El vaneamiento del trigo y la cebada en el departamento de Nariño es muy frecuente en
suelos erosionados que los agricultores denominan ¨suelos flacos¨, en los cuales acostum-
bran a sembrar trigo de la variedad "Tota" que presenta resistencia al vaneamiento, pero
la rusticidad implica sacrificio en los rendimientos.
García (1993), en suelos erosionados de Nariño (Tabla 3) encontró incrementos hasta
del 383 por ciento en las producciones de cebada, por efecto de la fertilización con dos
kilogramos por hectárea de boro, en suelos degradados con contenidos inferiores a 0.25
ppm de dicho elemento.
Estos incrementos de los rendimientos se produjeron por efecto de la reducción de la
infertilidad, por el aumento de macollas por unidad de superficie y por un mayor llenado
del grano, debido a que el boro es esencial en el crecimiento del tubo polínico, en la
germinación del polen y en la traslocación de los carbohidratos.
En un paso posterior a los experimentos anteriores, se instaló un cultivo demostrativo de
cebada en el sitio Imués-2; en una parcela se aplicó boro vía foliar a los 20, 40 y 60 días
después de la siembra, a razón de 1,5 l/ha por aplicación, con un fertilizante foliar del 8%
de B, pero se produjo un porcentaje alto de vaneamiento con rendimiento de 1.200 kg/
ha, mientras que la parcela con 2,25 kg de B/ha, aplicado al suelo, rindió más del doble.
Esta respuesta se debe a que la deficiencia de boro afecta a la planta desde el desarrollo
temprano y los aportes a los 20 y 40 días se hacen sobre un área foliar baja; por tanto, la
cantidad de nutrimento captado es bajo; además, la estructura de las hojas con una alta
densidad de vellosidades no permiten entrar en contacto con los estomas, aún con aplica-
ción de dispersante.
Como se observa en la Tabla 3, las respuestas positivas a zinc se presentaron en tres de los
cuatro sitios experimentales y en el sitio Imués-2 se presentó respuesta a la interacción
borato x MgSO4.
En un estudio sobre respuesta del trigo a la aplicación de elementos menores y sulfato de
magnesio en suelos deteriorados de los municipio de Imués y Guaitarilla en el departa-
mento de Nariño, García (1992) encontró efecto deprimente en la producción por la
aplicación de boro al suelo. En otro sitio experimental los rendimientos se incrementaron
150
TABLA 3. Producción de cebada V-124 por efecto de la fertilización con borato-48,
sulfato de zinc y sulfato de magnesio.*
Localidades
Tratamientos
producción (kg/ha)
Borato ZnSO4 MgSO4
Imués - 1 Imués -2 Buesaco Sindagua
(kg/ha) (kg/ha) (kg/ha)
de 1.622 a 2.403 kg/ha de grano, por efecto de la fertilización con 2 kg/ha de B más 7
kilos de Zn y 150 kg de MgSO4. Los incrementos se debieron al aumento de las macollas
por metro cuadrado. En un tercer sitio, la producción se incrementó significativamente
por efecto de la fertilización con dos 2 kilos de B por hectárea, pasó de 2.320 a 2.690
kilos; los rendimientos se incrementaron por efecto del incremento del peso de mil gra-
nos de 46,501 a 51,065, por el aumento del número de macollas por metro cuadrado de
214 a 294 y por el aumento de los granos por espiga de 38,7 a 47,9.
En los tres sitios experimentales la aplicación foliar de molibdeno y cobre no produjo
ningún efecto.
Los sitios experimentales estuvieron localizados en pendientes entre el 20 y el 60 por
ciento. Los suelos de las repeticiones ubicadas en la parte alta presentaban mayores gra-
dos de degradación, en las cuales las respuestas positivas fueron mayores a la aplicación
de boro, zinc y sulfato de magnesio, que en las repeticiones ubicadas en la parte inferior
de los experimentos.
Lora (1978), en suelos de Cundinamarca, encontró una gran influencia del régimen de
humedad en la respuesta de la papa a la aplicación de boro. En el mismo suelo, en un
semestre con baja precipitación, se presentó una alta respuesta positiva a la aplicación de
boro, mientras que en un período húmedo se presentó efecto deprimente.
151
4.5 Recomendaciones de fertilización y densidad de siembra
La recomendación de fertilizantes actualmente dada por el ICA para la zona triguera de
Nariño, contempla básicamente las zonas homogéneas tipo A, B, C, descritas anterior-
mente y las rotaciones de cultivos predominantes, en consecuencia son consistentes con
el potencial de producción de los suelos y son recomendaciones a las cuales se les ha
realizado el análisis económico.
Aunque se presentan varias opciones (Tabla 4), son guías que el técnico o el productor
puede modificarlas de acuerdo con sus condiciones específicas, al capital que esté dis-
puesto a invertir y al riesgo implícito en toda recomendación y aplicación de fertilizantes
(Pantoja, 1988 - 1992).
Tipo C
2.100 - 2.400 800 - 1.000 1.300 - 1.500 Trigo - arveja - 50
msnm
Para zonas bajas comprendidas entre 2.100 y 2.400 msnm, no se recomienda la siembra
de trigo por sus bajos rendimientos, como consecuencia de los limitantes de agua, infer-
tilidad del suelo y excesiva pendiente.
La aplicación de fertilizantes, además de ser poco rentable, conlleva altos riesgos de pér-
dida por las bajas producciones que se puede esperar.
Para la zona comprendida entre 2.400 y 2.800 msnm, se recomienda:
Si la rotación es trigo - barbecho, aplicar entre 150 y 200 kg/ha de fertilizante 10-30-10
ó 13-26-6 en el momento de la siembra y 50-75 kg/ha de urea al inicio del macollamiento.
Cuando se siembra sobre rastrojo de maíz, es suficiente la aplicación del fertilizante com-
pleto en el momento de la siembra, en dosis de 200 a 250 kg/ha.
Si la siembra se realiza después de un cultivo de papa que se ha fertilizado con un mínimo
de 1.500 kg/ha, se recomienda solamente la aplicación de 50 a 75 kg/ha de urea al inicio
del macollamiento.
152
Para la zona con alturas entre 2.800 y 3.000 msnm, se presentan varias opciones de
fertilización:
Cuando se siembra sobre rastrojo de papa que se ha fertilizado con un mínimo de 1.500
kg/ha, se recomienda aplicar 100 kg/ha de urea, o 175 kg/ha de nitrón-30, en inicio del
macollamiento.
En otro tipo de rotación (maíz asociado con fríjol, haba o trigo), se recomienda aplicar
200 kg/ha de 10-30-10 ó 13-26-6, en la siembra, y 50 kg/ha de urea al inicio del
macollamiento. Para todos los casos, la urea debe aplicarse al voleo y en condiciones de
suelo húmedo.
Igualmente, la cantidad de semilla certificada debe ser de 170 kg/ha y se disminuye a 150
kg/ha cuando el cultivo anterior ha sido papa. Es necesario incrementar, por lo menos en
un 10%, cuando se utiliza semilla producida por el agricultor.
Con las recomendaciones de fertilización mencionadas para la zona A y la utilización de
variedades apropiadas para el departamento de Nariño, tales como “ICA-Yacuanquer”,
“ICA-Gualmatán”, “ICA-Achalay” y “Bonza-63”, se esperan rendimientos superiores a
3.500 kg/ha (Tabla 4).
Las recomendaciones con base en los análisis de suelos se presentan en la Tabla 5.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
ARTEAGA, M.G. 1985. Respuesta del trigo a la fertilización fraccionada del nitrógeno
y diferentes densidades de población. Bogotá. 89p. Tesis (Magister Scientiae) Uni-
versidad Nacional de Colombia - Instituto Colombiano Agropecuario. Programa de
Estudios para graduados en Ciencias Agrarias (PEG).
153
BURBANO, O.H. 1981. El diagnóstico químico de la fertilidad del suelo y la recomen-
dación de fertilizantes. s.p. En: Burbano H. (ed.) Curso de actualización en suelos
con énfasis en las condiciones de Nariño. Sept. 16-18. Pasto: Sociedad Colombiana
de la Ciencia del suelo.
GARCÍA, R.B. 1989. Cambios de algunas características de los suelos de la zona andina
de Nariño a través del período 1964-1988. Informe anual de actividades 1989. Sec-
ción Suelos C.I. Obonuco, Instituto Colombiano Agropecuario. Pasto: p 8-11.
(Mecanografiado).
__________ 1989. Diagnóstico microregional del CRECED Frontera Sur. Ipiales: ICA.
425 p.
__________ 1992. Informe anual de labores 1992. Sección Suelos C.I. Obonuco. s.p.
154
INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI e INSTITUTO COLOMBIA-
NO AGROPECUARIO, 1985. Zonificación agroecológica de Colombia: Memo-
ria explicativa. Bogotá, IGAC, 53 p.: il. y mapa.
PANTOJA, L.C. et al, 1989. Recomendaciones técnicas para las especies prioritarias en
el área del CRECED Altiplano de Nariño, 4a. aproximación. Pasto: ICA. (Mecano-
grafiado). 133 p.
155
FERTILIZACIÓN DE LA CEBADA
Edgar Amézquita Collazos*
1. INTRODUCCIÓN
La cebada (Hor deum vulgar e, L.) fue introducida a Colombia por Jerónimo Lebron hacia
1539 junto con el trigo y la avena. Las primeras siembras se hicieron en Tunja. Su cultivo
empezó a adquirir importancia a partir del establecimiento de la industria cervecera a
fines del siglo pasado. Sin embargo, hasta antes de 1951 la producción de cebada presen-
taba múltiples problemas ya que solo existían mezclas de variedades, que aparte de ofre-
cer bajos rendimientos y de ser tardías, eran de mala calidad cervecera (Contreras et
al,1972).
Con la aparición de la variedad mejorada “Funza” obtenida por el Programa Nacional de
Cebada del ICA, el panorama cambió, ya que esta variedad mostraba características so-
bresalientes de precocidad, rendimiento y calidad; a esto se aunó el establecimiento de
precios remunerativos y campañas de fomento de las empresas cerveceras.
De una publicación reciente (enero 1987) de la Corporación de Estudios Agrícolas y
Ganaderos (CEGA), se ha extractado la Tabla 1, que muestra resumidamente el balance
físico de la cebada durante los años 1984, 1985 y 1986. De acuerdo con dicho cuadro, la
producción nacional se ha ido incrementando, aun cuando el volumen de importaciones
ha permanecido más o menos constante, lo que demuestra que hay buena demanda del
producto.
El área financiada por el FFA también ha ido incrementándose, lo que demuestra que
hay facilidades de crédito para los productores. De la Tabla 1 es difícil obtener los rendi-
mientos por hectárea, por cuanto aparece sólo el hectareaje que ha recibido financiación.
El rendimiento promedio por hectárea 1986B, fue de 1,88 ton, de acuerdo con estadís-
ticas de FENALCE, siendo los departamentos de Nariño, Cundinamarca y Boyacá los
* Ingeniero Agrónomo, PhD. Investigador Programa Nacional de Suelos, Instituto Colombiano Agropecuario. Centro
Nacional de investigaciones Agropecuarias Tibaitatá.
156
TABLA1. Balance físico de la cebada en Colombia.*
* CEGA (1987).
1 Área financiada por el Fondo Financiero Agropecuario (FFA).
2 Estimada.
2. REQUERIMIENTOS CLIMÁTICOS
3. ZONAS PRODUCTORAS
Las principales zonas productoras de este cereal se hallan ubicadas en los departamentos
de Cundinamarca, Boyacá y Nariño, encontrándose más tecnificados los cultivos en los
dos primeros departamentos que en Nariño, en donde en general, se siembra en fincas
pequeñas, excepto en las sabanas de Túquerres e Ipiales.
Pequeñas áreas se siembran en otros departamentos andinos, en los cuales desde el punto
de vista agroclimatológico se adapta bien el cultivo. Sin embargo, falta de interés por los
productores o falta de fomento ha impedido que el cultivo crezca en área.
La planta de cebada al igual que el resto de los vegetales, convierte la energía del sol en los
materiales requeridos para su crecimiento, mediante el proceso de la fotosíntesis. Todas
las prácticas del cultivo deben centrarse en el principio de que la producción depende de
la habilidad de la planta para fotosintetizar. Entonces, para alcanzar máximas produccio-
nes se debe velar por maximizar la fotosíntesis.
157
Los factores que afectan la producción del cultivo tales como fertilización, selección de la
variedad, densidad de siembra, profundidad de siembra, control de malezas y pastos,
etc., deben considerarse dentro del contexto de cómo ellos afectan la intensidad
fotosintética.
Los factores básicos para la fotosíntesis son: luz, calor, aire, agua, nutrimentos y soporte
físico. Si alguno de estos factores se encuentra en cantidades limitantes, el crecimiento de
la planta se verá afectado, pero además de que estos factores deben estar presentes, se
requiere que ellos se presenten en combinaciones adecuadas, para un óptimo desarrollo
de la planta. Algunos de estos factores a nivel de campo pueden ser controlados por el
hombre: agua, nutrimentos y soporte mecánico, pero los factores del clima, luz y calor,
son difíciles de controlar. Por ello, el agricultor debe sembrar el cultivar o cultivares que
mejor se adapten al clima de su finca.
Si no hay suplencia adecuada de alguno de los factores nombrados anteriormente, el
cultivo se ve adversamente afectado. Por eso, normalmente se afirma que: el nivel de
producción de un cultivo no puede ser mayor que el que se lo permita el factor de creci-
miento más limitante. En otras palabras, si todos los demás factores se presentan en
forma ideal excepto uno, la producción será regida por este factor limitante. Por ejemplo,
si el factor limitante es temperatura (calor) y no se puede controlar, este factor determi-
nará el máximo nivel de producción que se pueda alcanzar en determinada localidad. Si
el factor limitante es bajo nivel de fertilidad del suelo o de algún nutrimento, se puede
controlar fácilmente mediante una fertilización adecuada.
Por otro lado, es necesario tener en cuenta que si algunos factores como humedad del
suelo, estructura del suelo, fertilidad, presencia de plagas, malezas, enfermedades, no se
controlan adecuadamente, pueden incidir en la capacidad del cultivo para desarrollar
todo su potencial de producción.
Todos los factores de producción son interdependientes. Si un factor cambia, los otros se
ven afectados. Así por ejemplo, los rendimientos se pueden incrementar exitosamente
con una fertilización adecuada pero solamente si el suelo la requiere y otros factores
como humedad, control de plagas, malezas, enfermedades, época de siembra, profundi-
dad y distribución de la semilla, etc., se maneja técnicamente.
5. REQUERIMIENTOS NUTRICIONALES
La cebada posee un sistema radical débil y poco desarrollado, por ello no debería sem-
brarse en suelos compactados superficialmente o en suelos muy arcillosos y planos, en los
cuales el exceso de agua en pocas horas o días puede afectar los rendimientos.
El escaso sistema radical y su corto ciclo de vida hace que la cebada responda favorable-
mente a la aplicación de fertilizantes (Jacob Uexkull, 1961). Una cosecha de 2.270 kg/ha
extrae del suelo aproximadamente:
70 kg/ha de N
28 kg/ha de P2O5
56 kg/ha de K2O
158
El tipo y cantidad de fertilizante a aplicar en un momento dado depende de las condicio-
nes climatológicas, de las condiciones del suelo, del tipo de cultivo con el cual se rote y
también del objeto del producto final (maltería, consumo o forraje). La cebada para
cervecería requiere un buen abastecimiento de fósforo y potasio, sin excesos de N.
Respecto a otros elementos nutritivos es preciso agregar de acuerdo con Lucas y Knezek
(1972), que la cebada presenta baja respuesta a boro y molibdeno, respuesta media a
manganeso y zinc y alta a cobre.
Es posible encontrar deficiencias de cobre en suelos arenosos o turbosos, en suelos que
han sido fuertemente fertilizados con N, P y Zn o cuando se ha encalado excesivamente.
Bajos contenidos de manganeso se pueden encontrar en suelos alcalinos o calcáreos, sue-
los muy aireados, suelos turbosos, áreas de baja intensidad luminosa y bajas temperaturas
del suelo, suelos con contenidos altos de Cu, Fe y Zn y donde se ha encalado excesiva-
mente .
Deficiencias de Zn pueden encontrarse en suelos ácidos, arenosos, alcalinos o calcáreos,
suelos con bajo contenido de materia orgánica, regiones muy húmedas o secas, bajas
temperaturas, limitaciones en el crecimiento de las raíces, fertilización excesiva con N, P,
K, Ca, Mg, Cu y Fe, exposición del subsuelo al nivel, genotipos poco eficientes en la
absorción y sobre encalamiento (Norman et al, 1984).
6. VARIEDADES
159
Variedad “Galeras”: sólo se cultiva en Nariño, particularmente en las regiones donde se
presenta el “enanismo”, que es una enfermedad limitante de la producción y a la cual
dicha variedad es resistente. En Nariño, como en Cundinamarca y Boyacá, se siembran
también las variedades “Funza” y “124”, pero sólo se recomiendan para las zonas por
debajo de los 2.800 metros sobre el nivel del mar.
Es de una amplia adaptación en el departamento de Nariño, con un período vegetativo
de 135 días, de rendimientos aceptables pero de grano más delgado que el de “Funza”,
por lo cual su puntaje es bajo. Es resistente al “enanismo” de Nariño y a carbón volador
y moderadamente resistente a las manchas reticulares de la hoja, lo mismo que al “enanis-
mo amarillo” (BYDV). Es susceptible al escaldado y a la mancha punteada de la hoja.
Variedad “ICA-Tibaná”: en 1967, procedente de una F6 de Surbatá, se incluyó en
ensayos de rendimiento y pruebas regionales, la variedad que se conoce hoy como
“ICA-Tibaná”, de muy buenos rendimientos y de mejor calidad que la “124”.
Comercialmente sus rendimientos han sido de 3.000 kg/ha en promedio, muy superio-
res a los de la variedad “Funza” y semejantes a los de la variedad “124”, de acuerdo con los
resultados obtenidos por la Caja Agraria en sus campos de multiplicación en fincas de 12
agricultores. Experimentalmente esos rendimientos son semejantes a los señalados, se-
gún los siguientes datos registrados en el Centro Nacional de Investigaciones de Tibaitatá.
Variedades Kilogramos/ha
“Funza” 1.616,21
“124” 2.612,54
“ICA-Tibaná” 3.064,53
Esta variedad de hábito primaveral es muy precoz, pues espiga a los 65 días aproximada-
mente y tiene un período vegetativo de 130 días.
Variedad “ICA-Surbatá”: otra variedad de buenas perspectivas para elevar la produc-
ción de cebada en el departamento de Boyacá, es la variedad “ICA-Surbatá”. La
“ICA-Surbatá”, es otra de las variedades mejoradas obtenidas en la Granja de Surbatá,
procedente de un F5. Es de hábito primaveral, muy precoz, con un período vegetativo
que oscila entre 130 y 140 días.
Las hojas de las plantas son más o menos erectas, menos anchas que las de las variedades
ordinarias, de un color verde azuloso; la hoja bandera es de menor tamaño que las demás.
La altura de la planta varía entre 0,90 a 1,00 metro y el tallo tiene de cuatro a cinco
nudos, con un promedio de cuatro.
La “ICA-Surbatá” es una variedad de seis hileras, de espiga laxa, semi inclinada, cuyo
tamaño varía entre siete y ocho centímetros de longitud, de aristas aserradas y con 60
granos en promedio. El grano es de color amarillo oscuro, aleurona grisácea, semialargada,
de cutícula fina, semiadherida y arrugada. Su raquilla es lisa, alargada y delgada.
En siembras comerciales ha sobrepasado el rendimiento de tres toneladas por hectárea,
bajo condiciones normales de densidad de semilla, almacenamiento y prácticas cultura-
les adecuadas.
160
Variedad “Boyacá”: obtenida también en la Granja Surbatá, de altos rendimientos, y
comprobada resistencia al “enanismo amarillo”, pero más tardía que las variedades co-
merciales y susceptible al volcamiento. Es además bastante tolerante a las enfermedades
de la hoja.
7. RESPUESTA AL NITRÓGENO
161
Ensayos llevados a cabo por Madero (1986A), para estudiar la influencia de las interacciones
entre épocas de siembra, dosis de nitrógeno y densidad de población en los rendimientos
y calidad de la variedad “Chía” en Tundama (Cundinamarca) e Iraca (Boyacá), mostra-
ron en general que las siembras realizadas en marzo en comparación con las hechas en
febrero y abril presentaron mayores rendimientos. Las dosis de nitrógeno utilizadas fue-
ron: 0, 45, 70, 90 y 120 kg/ha correspondiendo a cada dosis tres densidades de siembra:
90, 120 y 140 kg/ha de semilla. Concluye el autor, respecto a la fertilización nitrogenada,
que las dosis de 70 y 90 kg/ha se revelaron en general como las más recomendables en
Tundama y las de 90 y 120 kg/ha en Iraca, para optimizar rendimiento.
En Tundama, para las densidades de 90, 120 y 140 kg/ha de semilla, fueron para las
siembras de febrero: 824, 601 y 339 kg/ha, para las de marzo: 1.339, 2.703 y 2.623
kg/ha y para las de la primera semana de abril: 2.533, 2.299 y 2.441 kg/ha respectiva-
mente, observándose que el rendimiento fue dependiente de la época de siembra y, hasta
cierto grado, de la densidad de la siembra.
Para las mismas densidades, los mejores rendimientos se obtuvieron con las siguientes
combinaciones de dosis de nitrógeno y época de siembra: febrero: 120 kg/ha de nitróge-
no (1.964 kg/ha de cebada); marzo: 90 kg/ha de nitrógeno (3.456 kg/ha de cebada) y
abril: 45 kg/ha de nitrógeno (3.342 kg/ha de cebada).
En suelos volcánicos del departamento de Nariño, Muñoz, Weickzorek y León (1973) y
Navia y Soto (1968), encontraron respuestas positivas a la aplicación de 30 a 90 kg/ha de
nitrógeno, cuando se aplicaron niveles de fósforo (P2O5) entre 125 y 150 kg/ha; cuando
aplicaron dosis inferiores de fósforo la respuesta fue nula.
Ensayos recientes llevados a cabo por Campuzano (1986) en los municipios de Yacuanquer
e Iles, arrojaron los siguientes rendimientos: 2.018, 2.262 y 3.208 kg/ha en Yacuanquer
y 2.493, 3.525 y 3.733 kg/ha de cebada “Chía 1-M” en Iles, cuando se aplicaron dosis de
0,40 y 80 kg/ha de nitrógeno, respectivamente, mostrando buena respuesta a la aplica-
ción del nutrimento en ambas localidades.
Madero (1986) igualmente ha estudiado los ingresos adicionales y las relaciones benefi-
cio/costo, cuando incrementaba la densidad de siembra y las dosis de nitrógeno en la
cebada “Chía”, encontrando que en San Jorge, por ejemplo, para densidades de 70 kg/ha
y aplicaciones de 90 kg/ha de nitrógeno la relación beneficio/costo era de 4,7/1 y para
densidades de 120 kg/ha y aplicaciones de 70 kg/ha de nitrógeno la relación era de 5,0/1.
En Tenjo las relaciones fueron mejores, 17,2/1 y 16,0/1 para las combinaciones de 70 kg/
ha de semilla y 45 kg/ha de nitrógeno; y 70 kg/ha de semilla y 90 kg/ha de nitrógeno.
Un análisis de frecuencia de los contenidos de materia orgánica de gran número de muestras
analizadas por el ICA (Marín, Navas y Henao (1982)) en la región andina señala que el
50% de las muestras presentaron contenido interpretado como alto, 29% contenido
medio y 21 % contenido bajo, pudiéndose deducir que hay necesidad de aplicar nitróge-
no a los cultivos de la región en dosis adecuadas de acuerdo a sus requerimientos y a la
velocidad de la transformación de materia orgánica incorporada a formas asimilables de
nitrógeno.
162
8. RESPUESTA AL FÓSFORO
163
aplicación de dosis de 60 a 120 kg/ha de nitrógeno y de 70 a 105 kg/ha de P2O5. En
suelos de buena fertilidad y de buen contenido de materia orgánica, las mejores dosis de
nitrógeno variaron entre 30 y 90 kg/ha y las de P2O5 entre 70 y 87 kg/ha. Los rendimien-
tos fueron superiores a 2.400 kg/ha. Concluye también de sus ensayos que la fertilización
de la cebada parece ester relacionada con una relación N/P de 0,57 a 1,14 en Villapinzón
y entre 0,43 y 1,28 en el Centro Experimental de cebada Tundama.
Varias fuentes de P2O5 se han utilizado para fertilizar la cebada. El calfos fue usado por
McCormick y Galiano (1959), bajo condiciones de invernadero en suelos fuertemente
ácidos de la sabana de Bogotá, en dosis de 150 y 300 kg/ha de P2O5 con buenos resulta-
dos en la variedad “Funza”. Sin embargo, actualmente es de difícil consecución y su
calidad ha disminuido.
En suelos de Tenjo (Madero, 1986), utilizando 90 kg/ha de P2O5 provenientes del calfos,
en combinación de 70 kg/ha de nitrógeno (urea) y 20 kg/ha de K2O (cloruro de potasio),
encontró rendimientos de 3.516 kg/ha con la variedad “Chía”. Cuando usó 45 kg/ha de
P2O5 provenientes del superfosfato triple, en combinación de 70 kg/ha de nitrógeno
(urea) y 20 kg/ha de K2O (cloruro de potasio), los rendimientos fueron de 3.917 kg/ha.
En Iraca (Boyacá), la aplicación de 45 kg/ha de nitrógeno (sulfato de amonio), en com-
binación con 150 y 300 kg/ha de P2O5 provenientes del calfos, produjeron rendimientos
de 2.472 y 4.820 kg/ha de cebada. Las mismas combinaciones, pero usando como fuente
de fósforo la Fosforita Huila, produjeron rendimientos en grano de 1.638 y 2.356 kg/ha,
respectivamente.
Respecto a la relación de macroelementos, Rodríguez (1969) afirma que para la sabana
de Bogotá y Ubaté se deberían usar fertilizaciones que cumplieran con la relación 1-5-1
(N-P2O5-K2O) para suelos bajos en fósforo y la de 1-2,5-1 para suelos con contenidos
medios de fósforo, en ambos casos en dosis de 300 kg/ha. Para poder cumplir con estas
relaciones, se deberían usar fertilizantes con alto contenido de P2O5 como el superfosfato
triple (46%), el fosfato diamónico (18-46-0) o el fosfato monoamónico (10-50-0).
Desafortunadamente, estos dos últimos no se han probado a pesar del grandísimo poten-
cial que presentan, no solo para la fertilización de la cebada, sino para otros cultivos que
se siembran en suelos bajos o medios en fósforo a lo largo del país.
Los resultados sobre distribución del contenido de fósforo aprovechable en la zona andina
que presentan Marín, Navas y Henao (1982) muestran que el 68% de los suelos exhibie-
ron contenidos bajos, 14% medios y sólo un 18% contenidos altos. En la sabana de
Bogotá estos porcentajes fueron: 45%, 25% y 30%, respectivamente, mostrando que
hay menos problemas de fósforo en la Sabana.
Respecto a la forma de aplicación del fertilizante fosforado, Rodríguez (1966) demostró
que la mejor forma de aplicación es la de aplicación localizada, cuando la comparó con la
aplicación al voleo. Sin embargo, es esta última la que generalmente usan los productores
de cebada.
164
9. RESPUESTA AL POTASIO
165
En cuanto a la época de aplicación, se insiste en la observación de que, aún cuando el
fertilizante compuesto conviene generalmente aplicarlo en el momento de la siembra, un
reabonamiento nitrogenado podría ser deseable al iniciar el macollamiento, utilizando
urea, sulfato de amonio o Nitrón-26. El sulfato de amonio es particularmente importan-
te en el caso de suelos deficientes en azufre.
Como ya se ha dicho, la mayoría de los agricultores aplican el fertilizante “al voleo”. Es
altamente recomendable hacer aplicaciones localizadas en banda, con lo cual va a aumen-
tar sustancialmente la eficacia de la fertilización. En tal caso, como es obvio, la siembra
tendría que hacerse en surcos.
En la Tabla 2 se presenta una guía general para la fertilización comercial de la cebada en
Colombia.
Fertilizante y dosis
(bultos/ha)1 Sistema de
Plan de fertilización
aplicación
Aplicación al iniciar
Aplicación en siembra
macollamiento
13-26-6 ó 15-15-15
A2 -
8 a 12
BIBLIOGRAFÍA CITADA
BANCO GANADERO, 1987. Boletín Agrícola Mensual No. 78. Marzo. Bogotá.
166
niveles de fertilización sobre el rendimiento de la nueva variedad de cebada
“Quibenras”. Tesis Ing. Agr. Bogotá. Universidad Nacional. Facultad Agronomía.
LUCAS, R.E. y KNEZEK, B.D. Climatic and soil conditions promoting micronutrient
deficiencies in plants. In: Micro nutrients in agriculture. Soil Sci. Soc. Am. Inc.
Madison.
167
MARIN, G., NAVAS, J. y HENAO, J. 1982. La fertilidad de los suelos colombianos y
las necesidades de fertilizantes. ICA. Boletín Técnico No. 95. Bogotá.
McCORMICK, N.A. y GALIANO, S.F. 1959. Estudio del valor fertilizante del fosfato
Thomas. Agr. Trop. 15 (7): 450-459.
NORMAN, M.J.T., PEARSON, C.J. y SEARLE, P.G.E. 1984. Tropical crop soil relations.
In: The ecology of tropical food crops. Cambridge University Pres, Cambridge.
England. p: 45-70.
168
IV
Hortalizas
PRODUCCIÓN Y FERTILIZACIÓN DE
HORTALIZAS EN COLOMBIA
Hugo E. Castro F. *
La horticultura está íntimamente ligada al desarrollo agrícola y rural del país. La siembra
de hortalizas se remonta a tiempos precolombinos, siendo el ají, el tomate y las ahuyamas,
las especies de mayor importancia en la dieta de los aborígenes. Con la llegada de los
Españoles se introdujeron varias especies provenientes del Mediterráneo como: repollo,
coles, remolacha, y zanahoria. En el siglo XVII se estableció la cebolla de bulbo ocañera
(Osorio, 1992).
Aunque son muy limitadas las estadísticas, las más recientes demuestran que en el país se
siembran anualmente más de 35 especies de hortalizas en un área superior a 150.000
hectáreas y se producen del orden de 1’600.000 toneladas. El valor de producción, a
precios constantes, fluctúa entre el 9 y el 14% del valor de la producción agrícola total
(Osorio, 1992; Muñoz, 1992).
Las hortalizas de mayor importancia, por el área sembrada y participación en la canasta
alimentaria de los colombianos, son: tomate, arveja, cebolla junca, cebolla de bulbo,
zanahoria, repollo, habichuela, lechuga, remolacha y ajo. En los últimos años se ha mani-
festado una reducción promedia del área sembrada en cerca de 2,8% anual, pero la pro-
ducción ha tenido incrementos del 1,9% debido a mayores rendimientos por unidad de
superficie. Las mayores importaciones de hortalizas corresponden a la arveja y al ajo,
siendo para esta última en el orden de 4.000 toneladas (Osorio, 1992).
Según Guenkov (1974), citado por Pérez (1992), la importancia de las hortalizas se fun-
damenta en bases económicas, sociales, técnicas, y alimentarias.
* I.A., M. Sc. Manejo de Suelos. Profesor Asistente, Facultad de Ciencias Agrarias. Universidad Pedagógica y Tecnológi-
ca de Colombia, Tunja (Boyacá).
170
En lo económico, el cultivo de las hortalizas permite un mejor aprovechamiento de la
tierra, al ser posible que, en un mismo campo, se recojan hasta tres cosechas por año, con
ayuda del riego suplementario. De esta manera se diversifica la producción en forma
sostenible y se mejoran los ingresos económicos por hectárea tierra-año.
En lo social, se beneficia el empleo en el campo, pues muchas actividades como la siem-
bra de semilleros, transplantes, amarres, fertilización, cultivadas, clasificación y empa-
que, pueden ser desempeñadas por mujeres, niños, hombres de edad avanzada y
minusválidos. Esto permite un aprovechamiento integral de la mano de obra familiar.
En lo técnico, la horticultura es un medio para lograr que los agricultores aprendan
gradualmente a adoptar tecnologías nuevas, pasando de lo más sencillo a lo complejo. Así
el pequeño productor va adquiriendo mentalidad de cambio.
En lo alimentario, las hortalizas constituyen un grupo grande de plantas alimenticias
que se caracterizan por su valor nutritivo, principalmente por el aporte de vitaminas,
carbohidratos, proteínas y minerales. Dependiendo de la especie, se pueden usar como
condimentos (cebolla y ajo), en ensaladas (repollo, lechuga, zanahoria, cebolla), en jugos
(zanahoria) y en sopas (repollo, cebolla, zanahoria). En general las hortalizas son de obli-
gado consumo para mantener una alimentación balanceada y completa.
Según el análisis hecho por Muñoz (1992), en su artículo sobre la “Situación y perspec-
tivas de la horticultura en Colombia”, en la producción de este sector se pueden visualizar
tres tipos de explotaciones:
– Pequeños productores: cultivan superficies pequeñas y se caracterizan por bajo uso
de maquinaria, alta ocupación de mano de obra, empleo de tecnología tradicional,
uso indiscriminado de agroquímicos y mercadeo en plaza local.
– Productores temporales: cultivan superficies medias y grandes, bajo alguna forma de
arrendamiento o participación, con especies como zanahoria, repollo, cebolla, ajo;
emplean maquinaria durante las primeras fases del cultivo, baja tecnología, uso indis-
criminado de agroquímicos y mercado en centrales de abastos.
– Productores medianos: generalmente propietarios de tierra, se caracterizan porque
planifican sus cultivos con sistemas de rotación, utilizan maquinaria y agroquímicos,
aplican algún control de calidad, manejan la explotación como una unidad económica
y venden su cosecha en mercados especializados, lo cual les permitiría exportar, si
contaran con el suficiente apoyo logístico en comercialización.
Los tres tipos de explotaciones tienen como factor común los aspectos que a continua-
ción se analizan:
a) Dependencia casi total de semillas importadas (cebolla de bulbo, remolacha, zana-
horia, habichuela, repollo, tomate, etc.), lo cual ocasionalmente ha traído problemas
171
de escasez, adaptación agroecológica de semillas a condiciones variadas de clima y
suelo, pérdida progresiva del potencial productivo, peligro de introducción de plagas y
enfermedades, e incremento en los costos de producción.
b)Escasez de fuentes de agua para riego, lo que limita la producción sólo a las tempo-
radas de lluvia.
c) Carencia de maquinaria agrícola especializada para labores de labranza primaria y
secundaria, adecuación de drenajes, siembra-abonamiento, cultivada y cosecha. Esto
implica un elevado empleo de mano de obra, uso de tracción animal y, consecuente-
mente, incremento en los costos de producción.
d)En lo agronómico se detectan deficiencias protuberantes en el campo genético, fisio-
lógico, fitosanitario y del manejo del suelo y el agua. Todos ellos inducen a un incre-
mento en los costos de producción.
– En el campo genético, la falta de investigación aplicada al ajuste de tecnologías
en la adaptación comprobada de nuevos genotipos antes de ser introducidos,
hace que continuamente lleguen al mercado nuevas variedades e híbridos, que
muchas veces son adquiridos por el agricultor para ser probados por su cuenta y
riesgo.
– En el campo fisiológico, la investigación de hortalizas ha estado siempre reza-
gada, existiendo deficiencias en el manejo de densidades de siembra, control
cultural y químico de malezas, requerimientos hídricos y conocimiento, por
especie, de la fenología aplicada al manejo de prácticas agronómicas.
– El campo fitosanitario de las hortalizas ha sido uno de los más investigados y
diagnosticados en términos de plagas y enfermedades, pero aún así, aunque
existe oferta tecnológica confiable para algunos problemas, la realidad es que lo
que prima en la práctica es el uso indiscriminado de plaguicidas (insecticidas y
fungicidas), que por deficiente manejo se aplican en mezclas y dosis indebidas,
generando contaminación y una marcada resistencia de plagas y de patógenos a
los agroquímicos.
– En el manejo agronómico de los recursos naturales suelo y agua, en la ma-
yoría de los casos no se tienen en cuenta criterios técnicos para:
• Seleccionar sistemas de labranza de acuerdo al desarrollo físico del suelo.
• Recomendar planes de fertilización de acuerdo con el nivel de fertilidad na-
tural del suelo y el conocimiento de los requerimientos nutricionales de las
especies.
• Adecuar lotes que presentan limitaciones de drenaje.
• Aplicar sistemas de riego según los requerimientos hídricos de la especie y el
comportamiento hidrodinámico del suelo.
Aunque el programa de suelos y hortalizas del ICA desarrolló en el pasado algunas
pruebas de fertilidad en diferentes regiones del país, éstas no muestran resultados con-
172
cluyentes por especie, debido a que muchas de esas experiencias o ensayos reportan la
respuesta de la fertilización por localidades geográficas (municipios-veredas), desco-
nociendo la localización agroecológica del sitio estudiado (reseña de las características
climáticas y edáficas). Por esta circunstancia, es imposible la extrapolación tecnológica
entre regiones productoras.
De acuerdo con la descripción de las deficiencias tecnológicas que en el campo agro-
nómico son comunes al cultivo de las hortalizas, es posible deducir que, para la mayo-
ría de las especies, se manejan técnicas agronómicas con criterio universal; es decir, en
la mayoría de las zonas productoras existe una tendencia a aplicar las mismas reco-
mendaciones, desconociendo las diferencias agroecológicas que a la postre deben ser
entendidas como el criterio más consistente para zonificar el manejo agronómico de
los cultivos de importancia económica en el país. Igualmente se concluye que el estado
de la investigación en el campo de las hortalizas requiere un impulso a efecto de ofre-
cer un mejoramiento de la disponibilidad tecnológica actualizada que responda a las
espectativas de la producción para consumo fresco, procesamiento industrial, merca-
deo externo y diversificación de la producción tradicional.
e) Altos volúmenes de pérdidas en las fases de cosecha y poscosecha por errores en el
manejo de los cultivos y sus productos. Las pérdidas de poscosecha en hortalizas se
presentan en forma similar a los frutales, con cifras superiores al 25%, principalmente
en las especies más perecederas (tomate, cebolla, ajo y zanahoria). Durante la fase de
producción, las mayores pérdidas ocurren por enfermedades que como la pudrición
blanca en la cebolla de bulbo, causada por el hongo Sclerotium cepivorum, representa
según Ávila de Moreno (1989), un potencial de pérdidas hasta del 100%.
f ) La contaminación por el uso excesivo de agroquímicos y el riego con aguas ne-
gras provenientes de los ríos Tunjuelito, Bogotá y otros ríos contaminados del país,
vienen acumulando residuos nocivos para quienes consumen productos hortícolas en
fresco. Este es un problema que, de acuerdo con los resultados de las incipientes inves-
tigaciones en el tema, demuestran ser de máximo interés para la salud humana y ani-
mal, principalmente en la Sabana de Bogotá, donde se han detectado trazas de ele-
mentos pesados en hortalizas de hoja, regadas con aguas del río Bogotá.
Las hortalizas son, en su mayoría, plantas herbáceas de corta vida que generalmente
proveen alimento bajo en calorías y en contenido de materia seca. Se cultivan para el uso
en la alimentación humana sin sufrir mayores procesos de transformación.
Los criterios tenidos en cuenta para clasificar las hortalizas en Colombia son el piso
térmico de siembra, la parte de la planta utilizada para la alimentación, el período
vegetativo, el órgano de propagación y el sistema de siembra.
De acuerdo con estos criterios, en la Tabla 1 se presentan clasificadas las especies de
hortalizas más cultivadas y comercializadas en Colombia.
173
TABLA 1. Criterios de clasificación para las principales especies de hortalizas cultivadas.*
Berenjena cálido
0 - 1.000 fruto semestral semilla sexual trasplante
(Solanum melongena) seco
174
cálido medio fruto semilla sexual directa
(Capsicum frutescens) 1.000 - 1.800 anual
Ajo frío
1.700 - 2.900 bulbo semestral bulbillos o dientes directa K, P,Ca, Na
(Allium sativum) subhúmedo
Espinaca
frío subhúmedo 2.000 - 2.700 hojas tres meses semilla sexual directa K, Na, Ca, P, Fe
(Spinacia oleraceae L.)
175
raíz semestral semilla sexual directa Mn, Fe
(Beta vulgaris) medio subhúmedo 1.700 - 2.000
Arveja frío
1.800 - 2.800 vaina - semilla semestral semilla sexual directa P, K, Ca, Fe
(Pisum sativum) subhúmedo
176
4.1 Boyacá
Según los registros de las evaluaciones agropecuarias municipales efectuadas por URPA,
en el departamento de Boyacá, en 1995, se sembraron alrededor de 26.500 hectáreas de
hortalizas, en 36 municipios productores. Las especies de mayor importancia por su
cobertura fueron: cebolla junca, cebolla de bulbo, arveja, frijol, pepino, habichuela, to-
mate y algunas hortalizas de raíz como remolacha y zanahoria. Estas cifras ubican al
departamento de Boyacá como uno de los primeros del país en la producción de hortali-
zas, teniendo su mayor ejemplo de producción diversificada en el Valle de Samacá.
Los suelos hortícolas en el departamento de Boyacá presentan un rango de características
muy variado; en general son suelos con pH entre lo fuerte y lo ligeramente ácido (pH 4,5
- 6,2), baja a mediana disponibilidad de nitrógeno, a partir de materia orgánica, deficien-
tes en fósforo, excepto en lotes donde por años se ha venido combinando la fertilización
orgánica y mineral, con mediana a alta disponibilidad de potasio y, generalmente, con un
alto potencial a deficiencias de boro, cobre y zinc. Algunos suelos, como los de la zona
cebollera de Aquitania, son de origen orgánico (Saprist) y han evolucionado hacia un
favorable estado de fertilidad, como consecuencia de un mejoramiento en su drenaje y
del manejo de la fertilización orgánica a través de gallinaza.
Los problemas agronómicos que más inciden en la explotación de hortalizas en el depar-
tamento de Boyacá son los fitosanitarios, del suelo (drenaje y fertilización) y el déficit de
agua.
Superficie Rendimiento
Localidades Especies Importantes
ha/año promedio (ton/ha)
Cebolla de bulbo 2.686 35,0
Valle de Samacá
arveja 1.520 3,5
Cucaita - Sora
hortalizas raíz-hoja 464 20,0
Sáchica
cebolla de bulbo 900 18,0
Sutamarchán
tomate 300 22,0
Villa de Leyva
Valle de Duitama hortalizas raíz-hoja 250 20,0
Nobsa arveja verde 50 3,0
Sogamoso cebolla de bulbo 100 20,0
177
4.2 Cundinamarca y Sabana de Bogotá
Esta región se caracteriza principalmente por las siembras de hortalizas de hoja, flor y
raíz, en sistemas de rotación que favorecen en una forma ejemplarizante la diversificación
de cultivos manejados en su mayoría bajo riego y de manera intensiva con alta producti-
vidad.
Chocontá Cebolla de rama (30 ton/ha). Ajo (15 ton/ha). Repollo (50 ton/ha).
Cota Acelga (20 ton/ha). Espinaca (30 ton/ha). Remolacha (40 ton/ha).
Madrid-Funza Repollo (60 ton/ha). Ajo (15 ton/ha). Coliflor (50 ton/ha).
Bosa Apio (30 ton/ha). Lechuga (30 ton/ha). Acelga (20 ton/ha).
Chía Espinaca (25 ton/ha). Ajo (10 ton/ha). Lechuga (40 ton/ha).
Une-Chipaque
Cebolla, lechuga, remolacha, zanahoria.
Choachí
Arbeláez
Tomate (15 ton/ha). Cebolla de bulbo, pepino cohombro y pimentón.
Fusagasugá
178
4.3 Antioquia
Según Jaramillo (1995), en su artículo: “Fertilización de hortalizas de clima frío”, en
1994 se sembraron en el departamento de Antioquia 5.100 hectáreas de hortalizas, en
especies tradicionales como repollo, zanahoria, tomate chonto, remolacha, arveja y habi-
chuela.
El 97% del área sembrada se encuentra en la región del oriente antioqueño, en los munici-
pios de Marinilla, El Santuario, El Peñón, Granada, San Carlos, Río Negro y Concepción.
En el Valle de Medellín, San Jerónimo, Sopetrán, Santafé de Antioquia y el suroeste
antioqueño, se desarrollan siembras de tomate, y en la zona de San Cristóbal se encuen-
tran plantaciones de cebolla, zanahoria, ajo, repollo y remolacha.
Los suelos hortícolas del Oriente Antioqueño son de origen volcánico, en su mayoría son
alofánicos del orden Andisoles, o integrados Ándicos. En general son ácidos, ricos en
materia orgánica y fijadores de fósforo, alta C.I.C., bajo contenido de bases y alto alumi-
nio intercambiable. Las hortalizas responden a altas aplicaciones de fósforo y, no obstan-
te su alto contenido de materia orgánica, también responden a aplicaciones de nitrógeno,
lo cual se atribuye a la influencia adversa que efectúa el alófano de la ceniza volcánica al
recubrir la materia orgánica e inhabilitarla, en parte, de la acción de bacterias responsa-
bles de la mineralización.
Según Guerrero (1984), los rangos más comunes de algunas propiedades químicas de la
capa arable del Oriente Antioqueño son: pH (4,7-5,7), materia orgánica (20-40%), potasio
(0,8-2,8 me/100g), aluminio (0,5-4,2 me/100g), fósforo (Bray II: 3-60 ppm) y C.I.C.
179
(26-62 me/100g). Aunque el potasio aparece en niveles medios a altos, se han reportado
importantes respuestas de la zanahoria, habichuela y tomate a la fertilización potásica.
4.4 Nariño
Según Lobo (1983), en el departamento de Nariño existe una serie de municipios hortícolas
dentro y entre los cuales se destacan: La Laguna (Pasto) con siembras de zanahoria y
cebolla de rama y los municipios de Consacá y Sandoná donde se produce tomate.
4.5 Tolima
En la zona de Cajamarca (Cañón de Anaime) se destacan las siembras del cultivo de
arracacha con cerca de 1.000 hectáreas lo cual ubica a esta región como la primera pro-
ductora del país en este renglón. Otras especies hortícolas importantes por su área de
siembra son: habichuela, arveja, fríjol, tomate, zanahoria, repollo, y cebolla de rama.
4.6 Huila
En el sur del Huila en los municipios de Timaná y Pitalito, se encuentra una importante
zona productora de tomate tipo mesa.
4.8 Santanderes
En el Norte de Santander en los municipios de Ocaña, Ábrego, La Playa y El Carmen,
existen alrededor de 1.500 hectáreas de cebolla ocañera. En el Valle de Zulia y Piedecuesta
se siembra tomate.
180
TABLA 5. Requerimientos edáficos óptimos para maximizar rendimientos en
cultivos hortícolas.*
Tomate FArL -FAr 30 - 60 medio 5,8 - 6,2 MS 110 35 150 130 18 12 30,0
Cebolla de
FA - FArL 30 - 45 alto 6,5 - 7,0 S 150 200 150 10 18 40,0
rama
Cebolla de
FArL -FAr 25 - 35 alto 6,0 - 7,0 S 120 80 150 40 10 18 50,0
bulbo
* Pérez, 1992; Jaramillo, 1995; Osorio, 1992; Muñoz, 1995; Maas, 1984.
** Todas las hortalizas sin excepción requieren de buen drenaje interno en el suelo.
*** S = sensible; MS = moderadamente sensible; MT = moderadamente tolerante.
181
6. RESULTADOS DE INVESTIGACIÓN SOBRE FERTILIZACIÓN
DE ALGUNAS HORTALIZAS EN COLOMBIA
182
KCl KNO3 K2SO4
58
56
54
52
50
ton/ha
48
46
44
42
40
0 50 100 150 200
kg de K2O/ha
183
orgánico.
• En la zona hortícola de Cundinamarca, localidades de Usme, Pasca y Mosquera, gene-
ralmente con suelos de tendencia moderadamente ácida, francos, medianos conteni-
dos de fósforo y altos en potasio y materia orgánica, las mejores respuestas a la fertili-
zación se han presentado con la aplicación de 5 a 10 ton/ha de abono orgánico
(gallinaza), complementada con fertilización mineral en dosis de 80 N - 23 P2O5 - 80
K2O. Los rendimientos por corte oscilan en el orden de 20 a 25 ton/ha (Castañeda,
1984; Osorio, 1980; Rodríguez, 1989).
• En la zona cebollera de Tenerife (V. del Cauca), sobre suelos neutros, saturados, de
texturas medias, altos en materia orgánica y potasio, las mejores respuestas se han
obtenido con la aplicación anual de 5 ton/ha de abono orgánico (gallinaza) y fertiliza-
ción mineral complementaria por corte en el orden de 50 N - 100 P2O5 - 50 K2O. Los
rendimientos experimentales llegaron a las 30 ton/ha/corte (Gómez, 1984).
184
TABLA 6. Recomendaciones generales de fertilización mineral y encalamiento para
tomate de mesa en suelos de Colombia.*
N
% de materia orgánica
<10,0 10-20 >20,0
clima frío
135 - 180 90 - 135 45 - 90 1/3 dosis: 10 d.d.t.
% de materia orgánica 1/3 dosis: i.f.
<5,0 5-10 >10,0 135 - 180 90 - 135 45 - 90
clima medio y cálido 1/3 dosis: 25 d.d.i.f.
P2O5
P(ppm) Bray II <30,0 30 - 60 >60,0
180 - 225 90 - 180 45 -90 50% dosis: 10 d.d.t.
K2O
K(me/100g) <0,3 0,3 - 0,6 >0,6
60 - 90 30 - 60 0 - 30 50% dosis: i.f.
B
B(ppm) <0,2 0,2 - 0,4 >0,4
0.5 - 1.0 0 - 0.5 - 50% dosis: 10 d.d.t.
SO4
Mn(ppm) <5,0 5,0 - 25 >25,0
30 - 45 0 - 30 -
185
TABLA 7. Respuesta a la fertilización del cultivo de zanahoria en algunos suelos de
Colombia.*
Sabana de Bogotá
50 N - 100 P2O5 - 50 K2O 38
(suelos alofánicos)
Nariño
70 N - 300 P2O5 - 20 K2O 23
(suelos alofánicos)
general recomienda 500 kg/ha de un fertilizante tipo 10-30-10, (50 N, 150 P2O5, 50
K2O), aplicado en banda y al momento del raleo como reabonamiento. No es recomen-
dable subir las dosis de nitrógeno, en suelos altos en materia orgánica, debido a que se
induce un excesivo desarrollo de follaje y disminuciones en rendimiento.
186
En suelos ácidos de Colombia, con bajos contenidos de fósforo, se ha observado respues-
ta del ajo a aplicaciones entre 300 y 600 kg/ha de fertilizantes químicos compuestos de la
relación 1:3:1 ó 1:1:1 de N - P - K. Para suelos con contenido bajo de potasio se reco-
miendan dosis similares, 300 - 600 kg/ha de la relación 1:2:2 (Jaramillo, Palacios, y
Osorio, 1996).
Si los niveles de boro en el suelo son bajos se recomienda la aplicación de 1 kg/ha de boro
(10 kg/ha de bórax granulado) . Si se considera necesaria la aplicación de Mn o Zn,
deben usarse los sulfatos en dosis de 20 a 40 kg/ha. Se ha podido comprobar que el azufre
concentra el olor del diente, en cuanto a su condimentación.
187
evitar esta deficiencia, en suelos ácidos, se hace imperativo el encalamiento, en dosis de 2
a 4 ton/ha o las adiciones al suelo de molibdato de sodio, en dosis de 3,2 kg/ha, o a la
semilla antes de la siembra a razón de 3,4 g de molibdeno para 15 g de semilla (Wieczoreck,
1980).
Algunos de los pocos trabajos de fertilidad desarrollados para mostrar las respuestas a la
fertilización son:
En suelos volcánicos de Antioquia y Caldas, fijadores de fosfatos, se han encontrado
respuestas a la adición de 150 kg/ha de N, 300 kg/ha de P2O5 y 150 kg/ha de K2O,
acompañada de la incorporación en presiembra de 10 ton/ha de abono orgánico
(Wieczoreck, 1980).
En un Alfisol de Tunja (Boyacá), pobre en materia orgánica, se obtuvieron rendimientos
de 24 ton/ha con la aplicación de 20 ton/ha de estiércol descompuesto, en combinación
con 300 kg/ha de abono compuesto (15:15:15), aplicado a los 40 días del trasplante.
Resultados análisis
Fertilización recomendada (kg/ha)**
de suelos
Hortalizas
Abono orgánico
P (ppm) K (me/100g) N P2O5 K2O
(ton/ha)
<20 <0,20 120 - 180 120 - 180
Crucíferas
20 - 40 0,20 - 0,40 30 - 90 60 - 120 60 - 120 8 - 10
(repollo-coliflor)
>40 >0,40 30 - 60 30 - 60
<20 <0,20 100 - 150 100 - 150
Raíces
20 - 40 0,20 - 0,40 25 - 75 50 - 100 50 - 100 6-8
(zanahoria- remolacha)
>40 >0,40 25 - 50 25 - 50
<15 <0,15 100 - 150 75 - 100
Cebollas 15 - 30 0,15 - 0,30 25 - 75 50 - 100 50 - 75 10 - 12
>30 >0,30 25 - 50 25 - 50
<20 <0,20 150- 200 100 - 150
Tomate 20 - 40 0,20 - 0,40 25 - 75 100 - 150 75 - 100 2-3
>40 >0,40 50 - 75 50 - 75
<20 <0,20 80 - 120 40 - 60
Hortalizas de hoja
20 - 40 0,20 - 0,40 20 - 60 40 - 80 20 - 40 3-4
(lechuga)
>40 >0,40 10 - 40 10 - 20
* ICA, 1992. Fertlización en diversos cultivos.
** Las dosis de abono orgánico y de nitrógeno son aplicables a suelos con bajos contenidos de materia orgánica (< 4%). A medida que aumente la
materia orgánica en el suelo, se debe mantener la recomendación de nitrógeno mineral, disminuyendo en un 25 a 50% la dosis de abono orgánico.
Los niveles altos de fertilización fosfórica son aplicables a suelos de cenizas volcánicas, fijadoras de fosfatos. El fertilizante mineral debe
fraccionarse, aplicando un tercio de la dosis al momento de la siembra o trasplante y las dos terceras partes restantes a los 40 o 60 días de
crecimiento vegetativo, de acuerdo con cada especie. Cuando se aplican las dosis altas de abono orgánico se puede omitir a consideración del
técnico la recomendación del fertilizante químico nitrogenado.
188
mineral y orgánica en el cultivo de hortalizas. Es necesario que exista una correlación
entre los niveles de elementos, determinados en el suelo, y las cantidades de nutrimentos
y enmiendas que se aplican para el normal crecimiento, desarrollo y producción, consi-
derando igualmente los requerimientos generales de cada especie hortícola (Tabla 9).
Una idea de como es posible corregir deficiencias nutricionales, causadas por elementos
menores (B, Zn, Cu, Mn, Fe y Mo), en cultivos hortícolas, se presenta a consideración en
la Tabla 10.
Cuando se hace uso de la fertilización foliar, las tres aplicaciones recomendadas deben
fraccionarse desde el prendimiento hasta los 60 días después de la siembra o trasplante.
189
TABLA 11. Guía general para la fertilización NUTRIMON de algunas hortalizas en
Colombia.*
Épocas de aplicación
(bts/ha) Abono
Plan de Dosis
Hortaliza Fuente orgánico****
fertilización** (bts/ha) 12-15*** 45-60***
Siembra (ton/ha)
d.d.t. o d.d.g. d.d.t. o d.d.g.
Urea 3 1 2
A DAP 5 3 2 6-8
K2SO4 6 3 3
30-6-0 6 2 4
Cebolla Ajo B MAP 5 3 2
K2SO4 6 3 3
14-14-14-2-4,4 8 4 4
C
15-15-15 8 4 4
Urea 4 2 2
A DAP 4 2 2 3-5
K2SO4 6 3 3
30-6-0 9 4 5
Tomate B DAP 4 2 2
KCl 6 3 3
13-26-6 10 10
C
15-15-15 10 10
(NH4)2SO4 3 3
Urea 4 2 2
A 2-4
SFT 4 4
Zanahoria KCl 5 2 2 1
Remolacha Urea 2 2
30-6-0 2 2
B
17-6-18-2 8 6 2
KCl 2 1 1
Repollo 12-34-12 6 6
A 2-4
Coliflor 18-18-18 10 10
Lechuga y
25-15-0-2-3 6 6
otras
A 15-15-15 6 6 2-4
hortalizas de
KCl 2 2
hoja
Urea 3 1 2
A SFT 2 2 Inoculación
KCl 2 1 1 con cepas de
Arveja
Rhizobium
10-30-10 4 4 leguminosarum
B
15-15-15 6 6
13-26-6 4 4
Habichuela A 15-15-15 5 5 2-3
30-6-0 2 2
Nota: En suelos con pH inferior a 5,5 debe aplicarse, en forma localizada, roca fosfórica carolina del norte en dosis de 250 kg/ha. La fertilización con
elementos menores dependerá de las concentraciones existentes en el suelo. Para deficiencias leves de B-Cu-Zn se recomiendan tres
aplicaciones foliares durante la fase vegetativa, utilizando fuentes solubles de elementos menores como solubor y quelatex Cu y Zn en
concentraciones de 0,3 y 0,4% respectivamente. Para deficiencias severas se sugiere aplicaciones al suelo de fuentes granuladas de borax y
sulfatos en dosis de 10 y 25 kg/ha respectivamente.
* El plan de fertilización en cada caso debe ser sugerido por un Ingeniero Agrónomo previo análisis químico del lote problema. Las alternativas A-B-
C tienen posibilidad de ser elegibles, de acuerdo con la experiencia del productor y/o asistente técnico y la disponibilidad de fuentes en los
mercados regionales.
** d.d.t.= Días después del trasplante; d.d.g.= Días después de germinación.
*** En la mayoría de los casos el abono orgánico (gallinaza, vacunaza, porquinaza) debe considerarse como un complemento de la fertilización
mineral.
190
9. PRÁCTICAS CULTURALES QUE INFLUYEN EN LA
RESPUESTAS DE LAS HORTALIZAS A LA
FERTILIZACIÓN
9.2 En semillero
Cuando es necesario elaborar semilleros debe tenerse en cuenta lo siguiente:
• Tipo de suelo: franco arenoso con buen contenido de materia orgánica.
191
• Localización: buena aireación, disponibilidad de riego, sitio accesible para facilitar
labores culturales.
• Protección contra vientos fuertes y animales domésticos.
• Terreno plano para lograr una profundidad de siembra adecuada y uniforme.
• Adecuado drenaje para evitar la proliferación de plagas y enfermedades
Para especies de rápido crecimiento, cuando se dispone de semilleros con abundante
materia orgánica es suficiente para el adecuado crecimiento de las plántulas aplicar al
voleo un fertilizante completo con alto contenido de fósforo (ej:10-30-10 ó 13-26-6), en
dosis de 500 g/10 m2 de semillero (Gómez, 1986).
BIBLIOGRAFÍA CITADA
ÁVILA, C. 1996. Principales enfermedades del ajo y las cebollas . En: El cultivo del ajo
y las cebollas. ICA - CORPOICA. p: 77.
GÓMEZ, J. 1986. Guía para la producción de hortalizas. “La fertilización en las horta-
lizas”. ICA, Tibaitatá. 92 p.
192
JARAMILLO, J., PALACIOS, y OSORIO, J. 1996. Aspectos generales de la produc-
ción del ajo y las cebollas. En: El cultivo del ajo y las cebollas. ICA-CORPOICA. p:
19-25.
LOBO, M. 1983. Situación hortícola Nacional. Curso sobre hortalizas. ICA. Regional
4: Antioquia Chocó. p:1-8.
OSORIO, J., HIGUITA, F., JARAMILLO, J. 1982, 1983, 1984. Programa nacional de
hortalizas. ICA. Informes anuales de actividades.
193
WIECZORECK, A. 1978. Respuesta de la cebolla larga al abono de establo y 10-30-10
en suelos de la serie Puente Largo. En: Curso de Suelos y Fertilizantes, fertilización
de hortalizas en Cundinamarca. ICA, Programa de Suelos, Tibaitatá.
194
V
Flores para
exportación
195
PRINCIPIOS PARA UN MANEJO
INTEGRADO DE LA FERTILIZACIÓN
EN EL CULTIVO DE FLORES PARA
EXPORTACIÓN
Fernando Jaramillo Garavito*
1. INTRODUCCIÓN
196
deraciones referentes a un mejor entendimiento y buen manejo de las técnicas de pro-
ducción, entre ellas la fertilización, de la cual nos ocuparemos en este capítulo.
2. EL PROBLEMA
Para entender un poco mejor el lugar que tiene la fertilización en el negocio de producir
flores bajo invernadero hay que repasar el negocio mismo.
El éxito de la floricultura Colombiana se debe, entre otros, al bajo costo de producción
comparado con las flores producidas domésticamente por los países importadores. Esto
se logra por una serie de factores, entre los que figuran: disponibilidad y bajo costo de
mano de obra; facilidades y costo razonable para el transporte aéreo de carga; recursos
naturales — agua y suelo — suficientes; clima, que permite mínimos requerimientos de
energía para el sostenimiento de la temperatura de los invernaderos, cuyo diseño liviano
abarata enormemente la inversión en infraestructura; sólidos conocimientos técnicos trans-
feridos desde el exterior o desarrollados localmente; existencia de un mercado de deman-
da, hoy por cierto ya con señales de saturación; condiciones macroeconómicas favora-
bles, al menos durante el inicio y desarrollo de la industria floricultora en el país; buena
adaptación y constante mejoramiento de las especies y variedades de ornamentales con
calidad suficiente para competir en cualquier mercado; visión empresarial y disponibili-
dad de capital.
Por la naturaleza misma del negocio, el cultivo de flores ha llegado a ser un monocultivo
intensivo, que hace difícil el montaje de esquemas de rotación que podrían balancear el
sistema suelo-planta. La intensidad de la inversión por hectárea implica, así mismo, un
plazo relativamente largo de uso del suelo.
Esto lleva inexorablemente a un destino: el suelo como recurso natural suficiente del
negocio se vuelve un limitante. Imaginemos por un momento una práctica de fertiliza-
ción que se repite día tras día, semana tras semana, año tras año, sin cambio, soportada
en conceptos de uso corriente aunque no necesariamente válidos en todos los escenarios,
sólo guiada por la rutina y el quehacer disciplinado sin mucha reflexión. Supongamos
que esta práctica conlleva el uso de un fertilizante particular, nitrógeno — cuya necesi-
dad está fuera de discusión — en una forma típica: nitrato de amonio. Adicionemos una
dosis de uso corriente en sistemas de fertirrigación: 200 ppm. Esperemos 15 años: ¿qué
podría ocurrir?
Preguntas como esta usualmente no se hacen cuando se toma una decisión agronómica
particular pero, y si se hicieran, ¿qué podríamos esperar?
Pero vamos más profundo. En el universo de la agricultura, donde el manejo de seres
vivos es el escenario corriente, enfrentamos una complejidad adicional: la de las múlti-
ples, extraordinarias y muchas veces desconocidas relaciones entre ellos, y de éstos con su
medio, en donde el hombre es apenas un actor más del reparto. Un ejemplo basta para
ilustrar bien lo anterior: en el tiempo que dura la vida de una célula, del orden de 5.000
proteínas diferentes se habrán intercambiado con el medio circundante miles de veces
(Margulis y Sagan, 1995). En cualquier negocio, pero sobre todo en aquellos cuya plata-
197
forma fundamental es el suelo viviente, estas verdades adquieren dimensiones insospe-
chadas. Consideremos más aspectos del problema.
En la floricultura, el producto final son las flores de corte, seres agonizantes, de cuya vida
en florero depende, en buena parte, la viabilidad del negocio. La calidad, que por supues-
to todos esperan, está además ligada a exigencias, cada vez mayores por parte de los
gobiernos y los consumidores, en cuanto a técnicas de producción y aspectos ambientales
se refiere. Esta presión, unida a los altos costos de producción intrínsecos de las flores,
usualmente más fáciles de medir que otros factores, en donde los productos químicos
están en el orden del 25% de los costos directos de producción (los fertilizantes pueden
ser, a su vez, el 25% de los productos químicos), ha llevado a replantear todos los aspec-
tos del negocio que, con frecuencia, apuntan al recorte substancial de los insumos.
Cuando oímos quejas de nuestros clientes acerca del producto, la mayoría de las veces
relacionadas con la durabilidad del follaje y de las flores, entonces retornamos al proble-
ma: ¿qué está funcionando mal?
Los modelos de rotación de cultivos son de difícil aplicación en un negocio, limitado
hasta el momento, a tres productos básicos: rosas, claveles y pompones. El alto costo del
material vegetal, el ciclo de vida de las plantas — de varios años algunas de ellas — y la
racionalidad del mercado, reducen las posibilidades de rotación.
Por otra parte, cada vez con más frecuencia aparecen enfermedades cuyo control resulta
progresivamente más difícil y costoso, con soluciones que frecuentemente recaen en el
esquema de manejo exclusivamente químico. ¿Puede estar la fertilización implicada?
¿Cómo?
198
vegetal. Los elementos químicos son también información. No solamente materia pri-
ma. Es sabido que el suelo termina pareciéndose al agua y a la fertilización con que se
nutre. Esta es una verdad que la experiencia nos señala a menudo. Otra cosa es que la
ignoremos. El suelo devuelve en sentido opuesto y con la misma intensidad todas las
acciones que a él dirigimos.
Cada acción tiene su reacción, pues así es la ley de la naturaleza: causa y efecto (Kirpal,
1987). La Ley de Acción - Reacción, cuyas implicaciones en la vida práctica son enor-
mes, rige — querámoslo o no, entendámoslo o no, podamos comprobarlo o no — todas
las acciones que en el orden agronómico emprendamos con el ser viviente que llamamos
suelo. Si las acciones son correctas, la reacción esperada lo será también. Lo contrario
implica una reacción en cadena de consecuencias imprevisibles. Dejarle la química a la
naturaleza, pudiera parecer una solución prudente frente a las decisiones de manejo agro-
nómico que tenemos que tomar y que afectan la química, la física y la biología del suelo.
Pero por otra parte, ¿en donde termina esta reacción? Goethe, el gran pensador alemán,
escribió: nada sucede en el mundo viviente que no esté en relación con el todo. La Ley de
Acción - Reacción va tejiendo pasado, presente y futuro con una lógica implacable, mu-
chas veces oculta para nosotros por su compleja urdimbre. En no pocas ocasiones, la
reacción tarda en llegar, pareciéndonos como congelada en el tiempo, hasta que florecen
las condiciones para su emergencia.
La repetición de algo bueno es clave del éxito. Pero una estructura exitosa como el ADN
que se repite indefinidamente es exitosa hasta que aparece un error, al que llamamos
mutación, generalmente inviable. Copias erróneas conducen a la entropía total del origi-
nal. Cuando repetimos una acción incontables veces, tenemos que afrontar las conse-
cuencias. Quince años repitiendo invariablemente una fórmula de fertilización que pudo
ser correcta en su momento, puede llevar al desastre. La inercia, que con frecuencia con-
duce nuestra pauta de manejo de fertilizantes, es un gran enemigo del buen manejo de la
relación planta-suelo-clima-hombre.
Tenemos que comprender que el cambio es la norma, y que el complejo universo que
manejamos y que tratamos de reducir a unas pocas conjeturas y conceptos, la mayoría de
las veces simples por comodidad, no siempre reacciona como queremos. Su reacción es
de sentido contrario y de la misma magnitud que las acciones a que lo sometemos. No es
buena excusa decir que ignorábamos o desconocíamos tales o cuales aspectos. La Ley de
Acción-Reacción igual opera.
Cambiar para que nada cambie es la esencia de la autopoyesis (la autopoyesis se refiere a
la continua producción de sí misma que caracteriza la vida). Esto se aplica tanto a la
biosfera como a la célula, y cuando se aplica a las especies conduce a la evolución (Margulis
y Sagan, 1995). La observación constante y objetiva de las plantas, el medio ambiente y
el suelo, nos puede ayudar mucho en el manejo de la nutrición. Un monitoreo constante
de las principales variables es pues herramienta indispensable para enfrentar el cambio.
Sobre estas variables volveremos más tarde.
Existe otro aspecto crucial, el concepto de la concentración. Al igual que muchos otros
comportamientos de la naturaleza, el de los nutrimentos está estrechamente relacionado
199
con este concepto que puede ser formulado como un crecimiento que parte de cero hasta
alcanzar un óptimo, rebasado el cual, se vuelve tóxico (Figura 1). La campana de Gauss
con sus múltiples versiones también explica este concepto. Las conductas e interrelaciones
de las plantas con su medio siguen en muchas ocasiones estos modelos de curvas
Gaussianas. Tomemos el ejemplo del efecto de la temperatura sobre cualquier estadio del
ciclo de vida de una planta. Existe una temperatura óptima donde la velocidad de desa-
rrollo es máxima; sobrepasado este umbral la tasa de crecimiento se detiene. Lo propio
sucede con temperaturas subóptimas. Un manejo eficiente de la fertilización siempre
estará enfocado en mantener las concentraciones de los elementos en su rango óptimo.
Desafortunadamente, en la práctica, este concepto obvio es frecuentemente pasado por
alto, especialmente cuando hacemos la pregunta: ¿cuál es el óptimo? ¿Cómo se mantie-
ne?
D
CRECIMIENTO O PRODUCCIÓN
C
E
A, B : Deficiencia severa
B C : Deficiencia moderada
D : Rango de exceso
E : Rango tóxico
200
no, esta eficacia aparente queda completamente desmentida cuando se calcula toda la
demás energía invertida en el proceso. Para producir una sola lata de maíz que contiene
270 calorías, el agricultor gasta 2.790 calorías, la mayor parte de las cuales corresponden
a la energía utilizada para accionar la maquinaria agrícola y a la energía contenida en los
pesticidas y abonos sintéticos que aplica a la cosecha. Así pues, por cada caloría de ener-
gía producida, el agricultor estadounidense debe gastar 10 calorías de energía ... No sería
muy exagerado decir que los alimentos que consumen actualmente los estadounidenses
proceden más del petróleo que de la tierra.
Otro importante modelo de la naturaleza que describe las relaciones entre los diversos
componentes de los ecosistemas, es el de fuente-vertedero, (oferta y demanda) cuyo
significado no es otro que el establecido en la relación recíproca del dar y recibir, tan
común a la experiencia humana. Este modelo nos dice que el suelo actúa como fuente de
alimento de las plantas quienes, a su vez, devuelven alimento para los organismos que
habitan en él. De las complejidades de este dar y recibir dan cuenta ciencias como la
Ecología, la Microbiología del suelo, la Fisiología Vegetal y, por supuesto, las Ciencias del
Suelo. Del equilibrio de esta relación depende en alto grado el éxito o el fracaso de los
cultivos. Muchas enfermedades de las plantas tienen su origen allí, así como los altos
costos en que se incurre cuando este balance es disturbado. Entre más comprendamos
este modelo, más eficientemente manejaremos nuestro suelo y, en el largo plazo, la viabi-
lidad del negocio.
Si quisiéramos resumir este breviario filosófico podríamos arriesgar esta conclusión: nues-
tras acciones, a nivel del tema que estudiamos, deben realizarse y proyectarse con
gran responsabilidad, tenida en cuenta la capacidad del suelo de devolverlas como
reacciones en cadena, y puesto que la nutrición del suelo y de la planta se vuelve
repetitiva, debemos esforzarnos en monitorear constantemente el cambio de las
principales variables, al menos las conocidas, con el objeto de no apartarnos tanto
de ese equilibrio dinámico entre el dar y recibir que garantiza la continuidad de la
vida, sin olvidarnos que, hagamos lo que hagamos, de toda la energía que invirta-
mos en el proceso, alguna se volverá irrecuperable, y por esto resulta imperioso
tratar de conservar la que disponemos de la mejor forma posible.
Cuando un producto de la floricultura llega a su destino final, esto es, el infinito mercado
de las necesidades humanas, han ocurrido múltiples eventos y transformaciones, en don-
de ciertos elementos se encuentran organizados, acoplados e integrados, según un meti-
culoso plan a cargo de los genes de las plantas, cuyo programa de información y de
ordenamiento consiguen que unas ciertas cantidades de agua, dióxido carbónico, energía
solar, y sales minerales se organicen e interactúen de tal manera que logren el propósito de
agradar la vista en la forma de una vistosa flor, mediado todo por la intervención del
hombre sobre la naturaleza, expresada esta última, como el acto de cultivar y siempre
canalizada como empresa: la actividad que mejor define los propósitos humanos.
201
El sustrato de esta actividad — en Colombia — es el suelo y, en el caso de la floricultura
bajo invernadero, éste último constituye un importante modificador del clima. Veamos
por aparte cada uno de estos componentes.
4.1 El suelo
El escenario en que se realiza la actividad floricultora es también fuente de materia prima
y, por eso, su conocimiento es de vital importancia. Revisando algunas definiciones y
descripciones en la literatura, podemos descubrir cuales son sus componentes críticos y
cuál su nivel relativo de importancia, así como los procesos que le dan origen.
Willis (1984) nos dice que el suelo es una sustancia muy compleja, mezcla de varios
componentes, definido como aquella parte de la superficie terrestre capaz de soportar la
vida vegetal. Típicamente contiene las siguientes proporciones de cuatro constituyentes
básicos: minerales (aprox. 45%), agua (aprox. 25%), aire (aprox. 25%) y materia orgáni-
ca (aprox. 1-5%).
Paul y Clark (1989) nos brindan la siguiente descripción del proceso de formación de
esta importante parte de la corteza terrestre, en donde se resalta el papel de los seres vivos:
“Los organismos del suelo participan en la génesis del habitat donde viven, y junto con la
biota total, y especialmente con las plantas superiores, constituyen uno de los cinco fac-
tores que interactúan en la formación del suelo; los otros cuatro son: clima, topografía,
material parental, y tiempo. La descomposición física y química de las rocas, hasta llegar
a partículas finas con grandes áreas de superficie que posibilitan la liberación de
nutrimentos para las plantas, inician los procesos de formación del suelo (Figura 2). Dos
nutrimentos mayores son deficientes en los estados iniciales del proceso: el carbono y el
nitrógeno; por tanto, los colonizadores iniciales del material parental del suelo son usual-
mente organismos capaces de fotosintetizar y fijar nitrógeno. Estos son predominante-
mente las cianobacterias, conocidas también como algas verde-azules. Después de que la
vegetación superior se establece, un continuo de procesos del suelo produce la mezcla
dinámica de células vivas y muertas, materia orgánica, y partículas minerales, en tamaños
suficientemente pequeños para permitir interacciones coloidales que lo caracterizan.”
Sobre los coloides Willis (1984) nos dice lo siguiente: de los cuatro componentes del
suelo, dos contienen partículas coloidales, el mineral, la arcilla y la materia orgánica, el
humus. Las partículas coloidales, aquellas que miden menos de 0,002 mm, son impor-
tantes porque tienen la habilidad de retener ciertos nutrimentos de las plantas. Los coloides
húmicos pueden retener tres veces más nutrimentos que las arcillas; esta es una de las
razones por las que el humus es tan valioso para el suelo.
Por otra parte, existen varios factores que contribuyen a la buena estructura del suelo.
Entre ellos mencionamos: Los ciclos climáticos de calentamiento y enfriamiento, y los de
humedecimiento y secado; la penetración del suelo por las raíces de las plantas; las
excavaciones animales; los coloides del suelo; y, tal vez el más importante, el “pegante”
excretado por las raíces y los microorganismos del suelo (Willis, 1984).
Entre los seis principios básicos de la agricultura orgánica, resumidos por el USDA (United
202
Deposición
Establecimiento de
plantas
Húmeda Seca
(Lluvia) (Viento)
Colonización
algas y líquenes
Rocas extrusivas y
fragmentos minerales Hojarasca Efectos
Inoculación microbiana antropogénicos
Material parental
Micorrizas:
fijación de N2
A
Complejos de arcilla
Toma de nutrimentos Lixiviación y materia orgánica
203
la productividad y longevidad en florero logradas, junto con los registros climáticos —
energía solar, temperatura, humedad relativa, viento — constituyen valiosos indicadores.
Pero sobre todo, es importante que estas mediciones se prolonguen en el tiempo, alu-
diendo siempre a una misma unidad de área, que finalmente pueda ser identificada y
diferenciada de las demás por una historia, la de ese invernadero o sitio específico de
producción. Esto es tan fácil e importante como tener individualizadas y divididas las
unidades de producción de una finca, cada una con su respectiva “historia clínica”. Cada
área de producción es como un individuo y su tamaño está en función de la homogenei-
dad del suelo, que varía notablemente en distancias relativamente cortas. Unidades de
2.000 a 2.500 metros cuadrados son convenientes. Sin estos mínimos registros es impo-
sible hacerle seguimiento a los procesos del suelo.
Esta es tarea compleja pero eficaz. Requiere, por supuesto, del respaldo de un buen siste-
ma de información. Hoy existen, para bien o para mal, las computadoras y los expertos
en informática. Pueden ayudar enormemente, pero aún, en su defecto, existen los regis-
tros manuales. A menos que se trate de operaciones muy pequeñas, creo no equivocarme
en afirmar que es casi imposible alcanzar un moderado éxito sin un mínimo de informa-
ción proveniente del monitoreo de las principales variables implicadas.
Aquí es clave resaltar la importancia de establecer la cooperación con un laboratorio de
suelos de gran experiencia y seriedad, ya que laboratorios diferentes generan informacio-
nes diferentes, a pesar de referirse a una misma técnica de análisis. El viejo adagio según
el cual: “un hombre con un reloj sabe qué hora es; un hombre con dos relojes nunca está
seguro” se aplica bien, dada la carencia de certeza inherente a los análisis de suelo. No
obstante, cruzar información entre laboratorios puede ser saludable. De todas maneras,
el secreto de usar los resultados radica en su interpretación (Coleman, 1989).
Aunque ha habido una considerable cantidad de investigación sobre las técnicas de aná-
lisis de suelos y plantas, cada una tiene sus problemas en términos de muestreo, prepara-
ción de la muestra, análisis de laboratorio y métodos de interpretación (Jones, 1985).
Existe una considerable literatura sobre la evaluación de resultados, y acuerdo razonable
entre los científicos de suelos y plantas acerca de lo que puede ser adecuado e inadecuado,
pero es la determinación de lo que se necesita para corregir una deficiencia y susministrar
los requerimientos del cultivo, lo que varía considerablemente entre estos mismos cientí-
ficos (Jones, 1985).
Existen, no obstante, técnicas simples de medición que pueden llevarse a cabo en una
operación de flores. La medida de la salinidad y el pH marcan tendencias si se llevan con
frecuencia. Así mismo, los análisis de tejido ayudan a descifrar problemas o confirmar
sospechas, además de que indican con más precisión la disponibilidad de un nutrimento,
de lo que nos puede proveer el análisis de suelo (Ashmead, 1986). La relación entre el
contenido mineral en el suelo y su verdadera disponibilidad generalmente sigue una
curva asintótica (Figura 3).
Es de vital importancia que exista un patrón lógico y una consistencia en la manera y
frecuencia como se toman las muestras; así mismo, tener claro qué se espera obtener con
ellas y hasta dónde pueden usarse como norma para tomar decisiones de fertilización.
204
Cpncentración de nutrientes en la planta
Diferencia
indicada por
el análisis
de suelos
205
mente los bordes, los caminos y la parte superior de las “camas” siguiendo diferentes
patrones, dependiendo de la forma de éstas, de la concentración de las sales, y de la
intensidad del proceso.
Este aspecto pone de relieve las intrincadas conexiones que existen entre una decisión
agronómica y la escalada de efectos que produce, todos los cuales terminan afectando la
nutrición y el desarrollo de las plantas. No hay acciones aisladas y sin consecuencias. Un
movimiento en cualquier dirección afecta el comportamiento del sistema en su totalidad.
La preparación del suelo es un punto de la mayor trascendencia en relación con la
nutrición vegetal. Su impacto en los procesos del suelo se refleja en la estructura, compo-
sición de poros, aireación y drenaje, afectando de ésta manera no sólo la física sino tam-
bién la química y la biología de éste. Un suelo bien preparado es clave para una buena
cosecha, pero, ¿en qué consiste esta preparación?
Existen muchos métodos y teorías al respecto, pero hay preguntas cuya respuesta no
siempre es obvia. ¿Qué tan profundo preparar? ¿Cuando? ¿Por qué? ¿Cómo?
Primero que todo, resulta útil observar cómo es un suelo en su estado natural. Ojalá uno
que nunca haya sido disturbado. Existe una sabiduría profunda en la manera como están
dispuestas éstas capas, desde el “mulch” de hojarasca superficial hasta la más profunda del
subsuelo. La cuestión es ahora, ¿cómo podríamos imitarlas y por qué?
Digamos que el fenómeno de la vegetación — y en buena parte de la vida — ocurre en
los primeros centímetros del suelo. Allí se dan cita raíces y millones de organismos a la
par. Por tanto no parece buena idea mezclar las capas del suelo, digamos los primeros
veinte centímetros con los siguientes veinte, partiendo de la superficie hacia abajo. Tal
vez existan ciertas condiciones que no son fáciles de volver a recuperar una vez se ha
hecho un volteo profundo del suelo. Por otro lado, en un suelo virgen, el proceso de
alimentación de las plantas y de los organismos del suelo ocurre principalmente desde la
superficie y desde allí hacia las capas más profundas. Tal vez por esta razón, encontramos
que, cuando la materia orgánica queda incorporada a cierta profundidad, ocurren proce-
sos anaeróbicos de descomposición que arrojan resultados poco satisfactorios, cuando no
perjudiciales para las plantas.
Por otra parte, cuando adicionamos enmiendas — es común la cascarilla de arroz, o
abonos o fertilizantes — debemos incorporarlas uniformemente, ya que muchas veces
crean discontinuidades en el tejido del suelo, generando bolsas de materiales extraños,
que influirán negativamente en el crecimiento y funcionamiento de la raíz. Salvo acci-
dentes naturales o presencia de obstáculos, el suelo presenta una cierta continuidad que
las plantas pueden leer. Su respuesta a esta uniformidad será un crecimiento uniforme.
Estos dos conceptos, el de respetar la morfología original hasta donde sea posible y traba-
jar con la mayor uniformidad, garantizan respuestas adecuadas y positivas. Lo contrario,
es causa probable de problemas.
Conocer el subsuelo ayuda enormemente. Por ejemplo, una simple red freatimétrica nos
revela importantes aspectos sobre el comportamiento del agua, de cuyo estudio nos ocu-
paremos más tarde. También la exploración con una pala o con barreno nos puede indi-
206
car e informar sobre problemas y características claves para lograr un buen manejo. La
profundidad efectiva — horizonte superficial —, el nivel de profundidad de la roca ma-
dre y el nivel freático son tres aspectos que nunca deben ser pasados por alto, y deben ser
reconocidos antes de tomar decisiones agronómicas de cultivo.
Siempre resultará interesante conocer aspectos generales del suelo que se va a trabajar.
Suelos demasiado superficiales, niveles freáticos altos, horizontes con poca materia orgá-
nica o poco profundos, son todos aspectos que influirán en el contenido de aire del suelo,
afectando la proporción de gases, principalmente oxígeno, y por tanto el desempeño de
la fertilización y de las plantas. La pregunta clave es: ¿qué tanto sabe usted de la capa
inmediatamente inferior a la del horizonte superficial? ¿Está consciente de cómo su con-
formación afecta las cifras de su negocio? Si la respuesta es afirmativa: ¿cada cuánto chequea
el nivel freático? Se puede uno sorprender con cuanta facilidad y velocidad cambia este
factor en los suelos de la Sabana de Bogotá dedicados al cultivo de flores.
Las concentraciones de ciertos elementos como el oxígeno deben estar en el rango ópti-
mo, pues su defecto acarrea funestas consecuencias. Así mismo, un suelo reducido (defi-
ciente en oxígeno) puede contener algunas sustancias fitotóxicas: la literatura menciona
entre otras, los sulfuros y ácidos orgánicos — acético, propiónico, butírico —, y metales
como hierro, manganeso y aluminio. También han sido hallados otros metabolitos como
el etanol, el etileno y su precursor el ACC (Glinski-Stepniewski, 1983).
Los anteriores autores mencionan que, la reacción del suelo (pH), bajo la influencia del
oxígeno, puede variar en más de dos unidades, causadas ambas por cambios en la con-
centración del CO2 en el aire del suelo y el envolvimiento de los iones hidrógeno en la
reacciones de óxido-reducción, y que además de los bien conocidos efectos nocivos de la
deficiencia de oxígeno en raíces, también existe un efecto deletéreo por excesiva oxigena-
ción. Este fenómeno no es inesperado, ya que los efectos de casi todos los factores del
ambiente sobre los organismos vivientes, tienen la forma de una curva con un máximo.
La influencia de un exceso de oxígeno en los animales y en el hombre es bien conocida.
La falta de oxígeno en el suelo está relacionada con la presencia de enfermedades. En
condiciones de deficiencia de oxígeno pueden haber dos razones para su presencia: un
decrecimiento de la resistencia de las plantas a la infestación, o un incremento en la
población de patógenos o de su virulencia (Glinski y Stepniewski, 1983).
Usualmente, un suplemento “balanceado”, que asegure un crecimiento óptimo de la
planta, es considerado también óptimo para la resistencia a los patógenos. No obstante,
la interacción entre las plantas superiores, las plagas y las enfermedades es muy compleja,
aunque hay algunas áreas principales de la interacción planta-hospedero en donde el
papel de los nutrimentos no sólo está bien establecido, sino que es predecible y fácilmen-
te demostrable (Marschner, 1986).
Como regla, todos los factores que soportan las actividades de síntesis y metabólicas de
las células, que retrasan la senescencia de la planta, también incrementan la resistencia a
los parásitos facultativos. Por ejemplo, el potasio decrece la susceptibilidad de las plantas
tanto a los parásitos obligados como a los facultativos (Marschner, 1986), pero, por otra
207
parte, algunos autores concluyen que el potasio es el nutrimento que más se afecta cuan-
do hay escasez de oxígeno en la raíz (Glinski y Stepniewski, 1983).
Con estos ejemplos se puede deducir sin dificultad, que la nutrición, las enfermedades y
el ambiente del suelo están estrechamente ligados.
Revisemos ahora el extraordinario papel que juega la materia orgánica del suelo en
todos los aspectos que rigen su comportamiento, y por qué su contenido y forma en el
suelo debe ser cuidadosamente evaluado y mantenido. La entropía de este valioso ele-
mento es quizás una de las más aceleradas entre los componentes del suelo, y tal vez la
causa naciente de las dificultades, cada vez mayores, para lograr una productividad ade-
cuada y sostenible en el tiempo.
Citamos textualmente la descripción que sobre materia orgánica y humus hacen Gershuny
y Smillie.
“La cantidad y calidad del humus del suelo es su más simple e importante atributo eco-
lógico. Todo humus es materia orgánica, pero no toda la materia orgánica es humus. La
materia orgánica fresca consiste en los desechos de organismos que no han sido aún
descompuestos. Humus es lo que llega a ser ésta materia orgánica cuando se ha descom-
puesto.”
El humus es de color café oscuro, poroso, esponjoso, y algo gomoso, y tiene una placen-
tera fragancia a tierra. Según el concepto ecológico, él influencia y es influenciado por
todos los otros aspectos del suelo. “La salud del suelo y el humus son indivisibles: Salud es la
vitalidad de la población de organismos vivientes del suelo, y humus es la manifestación de sus
actividades.”
Como una entidad biológica creada por distintos factores a partir de varias substancias en
proporciones diferentes, el humus desafía una explicación ordenada por parte de los
químicos de suelos. Las teorías difieren en cuánto a cómo está formado, por qué se com-
porta como lo hace y cómo debe ser medido. Varios esquemas de clasificación han sido
diseñados para variedades diferentes. En términos generales, sin embargo, el humus varía
desde una substancia muy estable hasta una forma en la cual es claramente soluble. La
distinción es hecha entonces entre humus estable y humus efectivo (soluble).
En términos químicos, el humus más soluble (inestable) contiene una mayor proporción
de ácido fúlvico, el cuál es soluble tanto en ácido cómo en álcali. Al incrementarse la
estabilidad, los ácidos húmicos, los cuáles son solubles en álcali pero insolubles en ácido,
predominan. Las formas más estables de humus consisten principalmente en huminas:
insolubles en ácido o en álcali, las cuales están estrechamente unidas al componente
arcilloso del suelo.
La materia orgánica, en su más estable humus, puede permanecer sin cambio por miles
de años y, bajo apropiadas condiciones, puede llegar a ser mineralizada y finalmente
liberar sus nutrimentos al cultivo. Un manejo apropiado del humus mantendrá el equili-
brio dinámico entre las formas estables y efectivas. En conclusión, como piedra angular
208
del ecosistema del suelo, el humus mejora el suelo a tres niveles: físico, químico y bioló-
gico”.
¿Cómo lograr en nuestras modernas operaciones la incorporación de éste precioso ele-
mento?
El “compostaje” podría definirse como una manera de reciclar y por tanto conservar, de
alguna manera, la energía que anteriormente hemos utilizado para cultivar nuestras plan-
tas. En términos generales, es la reducción biológica de residuos orgánicos a humus. Otra
definición de “compost” incluye la participación del hombre en el proceso y así hablamos
de “compost” y “compostaje” , refiriéndonos al proceso mediante el cual nosotros trans-
formamos los desechos orgánicos en una substancia formadora del suelo en la finca,
huerto o jardín (Minnich, Hunt et al, 1979).
No es exagerado decir que el “compostaje” y el adecuado uso del “compost”, constituyen
la mejor y más económica alternativa para reducir los drásticos efectos de la entropía en
el suelo, desencadenando una acción benéfica que afecta todos los aspectos de los proce-
sos del suelo, y mejorando lo que el monocultivo empeora.
Cuando advertimos uso adecuado del “compost”, estamos volviendo a recalcar una y otra
vez que, dependiendo del tipo de suelo, del material y calidad del “compostaje” utilizado,
de su procedimiento de incorporación, del tipo de cultivo, entre otros, existen dosis
óptimas, a partir de las cuales, tanto por debajo como por encima, o bien no se alcanzan
los resultados esperados o, por el contrario, se bordea el peligro de una sobredosis tóxica.
Una sencilla prueba, con la gradación de dosis abarcando rangos grandes, nos indicará
cual puede ser la dosis más apropiada o, al menos, cuales debemos evitar, bajo las condi-
ciones específicas de cada operación.
Sobre el proceso de “compostaje” existen muchas versiones de cómo producirlo. Aquí es
importante recalcar que en este proceso se debe echar mano a los materiales de desecho
propios de la finca, los cuales se pueden complementar con otros de fácil y poco costosa
consecución. En la naturaleza, los desechos, tanto animales como vegetales, forman parte
del humus natural. La observación de un suelo virgen nos dice mucho acerca de cómo
lograr este proceso en condiciones artificiales. Aire y agua son parte esencial, así como el
mantenimiento de buenas poblaciones de microorganismos los cuales, como resultado
de su interacción, se pueden medir por la variación de la temperatura y del pH de la pila
de “compost”.
Dado lo relevante del papel de la materia orgánica en la productividad podríamos con-
cluir que, junto con el contenido de nutrimentos y las propiedades físicas del suelo, el
seguimiento del contenido de materia orgánica debe ser realizado anualmente, pues nos
informa la tasa de deterioro y entropía del suelo.
De gran interés es la reacción del suelo o pH. Probablemente este aspecto es uno de los
más afectados por la continua interacción de eventos internos y externos que tienen
como origen o destino ésta compleja matriz que llamamos suelo. Tal vez es una buena
medida de la respuesta (en el sentido de la acción-reacción) del suelo a las acciones a que
lo someten plantas, clima, agua, macro y microorganismos, materia orgánica y material
209
parental, y el hombre, a través de la preparación, el riego, los fertilizantes y las enmien-
das. Su lectura es un indicador de la dinámica de los procesos que ocurren en él.
Vale la pena considerar aquí ciertos aspectos sobre los cuales su medida arroja significati-
vas luces.
El pH es un importante criterio para predecir la capacidad del suelo como soporte a las
reacciones microbiales. Por ejemplo, la transformación de NH4+ a NO3- (nitrificación) es
una de las reacciones del suelo más sensibles al pH (Paul y Clark, 1989). Además de aire,
calcio intercambiable, temperaturas entre 70 y 100 °F, un pH de 6,8, es apropiado para
organismos tales como Azotobacter, Rhizobia, y Nitrobacter (Gershuny y Smillie, 1986).
Willis (1985), menciona que el pH del suelo está siempre cambiando, frecuentemente en
un factor de 200 a 400% durante una misma estación de crecimiento, agregando que
puede variar dependiendo del contenido de humedad del suelo, de la concentración de
sales, del tipo de iones presentes, del contenido de CO2 , de la actividad de los organis-
mos en éste, y de la profundidad a la cual es tomada la muestra. Adicionalmente, a escala
microscópica, el pH entre partículas de suelo puede cambiar considerablemente; por
decir algo, entre la superficie de la raíz y unos pocos milímetros aparte. Lo importante,
entonces, es el pH inmediato a la raíz, el cual puede fluctuar rápidamente y ser muy
diferente al tomado en muestras de suelos. Por otra parte, las raíces mismas cambian
constantemente el pH en su inmediata vecindad.
La ocurrencia en el suelo de microescenarios, en donde tiene lugar la descomposición de
materiales ricos en nitrógeno, explicaría el porqué la nitrificación en un bosque puede
ocurrir a valores de pH por debajo de 4 (medidos con el sistema tradicional pasta—
suelo), mientras que en solución de cultivo nunca ha sido encontrada por debajo de 6
(Paul y Clark, 1989).
Hemos visto cómo la cantidad y calidad del agua afectan también el pH, al afectar el
contenido de CO2 y el de bicarbonatos. Los fertilizantes sintéticos y las enmiendas, es
bien sabido, también afectan el pH acidificando o alcalinizando el suelo.
Además debemos saber que los suelos minerales (menos de 5% de M.O.) se comportan
de manera diferente a los suelos orgánicos (más de 20% de M.O.), en cuanto a su dispo-
nibilidad de nutrimentos, dependiendo del pH (Figura 4). La máxima disponibilidad de
elementos esenciales ocurre en un rango de pH de 6,0 a 7,0, para suelos minerales; para
suelos orgánicos éste rango es 5,0 a 5,5 en donde, por ejemplo, pH mayores de 6,0 son
más peligrosos que uno por debajo de 5,0, ya que normalmente estos suelos tienen con-
tenidos bajos en aluminio y manganeso que no alcanzan proporciones tóxicas (Jones,
1985).
Por todo lo anterior podemos concluir que, más que preocuparnos específicamente por
obtener un pH dado, éste se va configurando automáticamente de acuerdo a las acciones
a las que es sometido el suelo. Otra cosa es que ignoremos cuál es la reacción esperada
cuando tomamos una decisión de fertilización. No existe, por tanto, otra manera de
210
pH
4,0 5,0 6,0 7,0 8,0 9,0
ÁCIDO NEUTRO ALCALINO
Nitrógeno
Fósforo
Potasio
Azufre
Calcio
Suelos Magnesio
orgánicos
Hierro
Manganeso
Boro
Cobre
Zinc
Molibdeno
pH
4,0 6,5 9,0
Nitrógeno
Fósforo
Potasio
Azufre
Calcio
Suelos
minerales Magnesio
Hierro
Manganeso
Boro
Cobre y Zinc
Molibdeno
saberlo que estudiar cuidadosamente las características de los productos naturales o arti-
ficiales que incorporamos al suelo y conocer qué tanto afectan el riego y la preparación de
éste su comportamiento.
Tan importante como el pH es la medida de la conductividad eléctrica del suelo (CE).
Al igual que el pH, ella es la resultante de muchos factores y describe el comportamiento
de las sales en función de la variación de otros factores como el riego, la calidad del agua
y las prácticas de fertilización, entre otros.
211
Las sales solubles son todos aquellos componentes orgánicos e inorgánicos presentes en
la solución del sustrato que pueden conducir una corriente eléctrica. Ellos incluyen ferti-
lizantes que hayan sido aplicados al medio de crecimiento para nutrir las plantas, sus
residuos, minerales del suelo en solución, y compuestos que resultan de la descomposi-
ción microbiana de la materia orgánica (Mastalerz, 1977).
Entre las sales inorgánicas más comunes encontramos, en orden de importancia, los aniones:
cloruro, sulfato, bicarbonato, carbonato y nitrato, y los cationes: sodio, calcio, magnesio
y potasio (Garavito, 1974).
Cada cultivo presenta una tolerancia distinta a la acumulación de sales pero, en general,
se aceptan los siguientes valores, como normales para cultivos ornamentales, medidos
como el valor en mmhos/cm a 25 °C que pueden reducir su productividad en un 10%: a)
Crisantemos (dependiendo de la variedad): 2,0-6,0; b) Claveles: 1,5-3,0; c) Rosas: 3,5
(Western Fertilizer Handbook, 1990).
El monitoreo constante de esta característica de los suelos nos ayuda a descubrir, además
del status de sales presentes en el suelo, cómo la planta está absorbiendo los nutrimentos
o, por el contrario, cómo se acumulan por efecto del estado de humedad del suelo, por
variables climáticas, por las necesidades de la planta y por la influencia de las prácticas de
fertilización. De nuevo, el monitoreo del cambio de las principales variables del suelo es lo
único que nos permite seguir armónicamente el constante fluir de las leyes y modelos que
rigen la naturaleza y que afectan sin excepción nuestros negocios.
Existen otros factores como la densidad aparente, capacidad de intercambio catiónico
(CIC), contenido máximo de humedad, y porcentaje de espacio poroso drenable
que determinan, en buena medida, el comportamiento del sustrato en cuanto a disponi-
bilidad y capacidad de retención de nutrimentos, humedad y aire. Joiner et al (1983)
mencionan que los rangos deseables de densidad aparente, para cultivos ornamentales,
están entre 0,15 - 0,75 g/cc; los de porcentaje máximo de humedad entre 20% y 30%
(con base en el volumen); y el porcentaje de espacio poroso drenable entre 5 y 10. En
cuanto a la CIC, el rango óptimo está entre 0,1 y 1,0 me/cm3.
212
Nitrógeno (N)
Tal vez no haya un elemento tan estudiado ni tan popular como éste, ni uno cuyo mane-
jo sea tan crítico para los cultivos de flores. No sólo por su indiscutible importancia en la
fisiología vegetal, ni por lo relevante de sus funciones, sino por sus implicaciones en
aspectos de productividad, calidad e impacto ambiental. Lo anterior conduce a pregun-
tarnos si nuestros criterios de manejo corresponden a esta realidad. Veamos lo que dice la
literatura.
El nitrógeno participa con el 1 al 4% del peso seco en cultivos de flores que crecen bajo
invernadero (Mastalerz, 1977). De acuerdo con Joiner et al (1983), es requerido por las
plantas en concentraciones más altas que cualquier otro elemento, excepto el potasio.
Los mismos autores dicen que la cantidad relativa de nitrógeno a carbohidratos en la
planta refleja la proporción entre proteína y carbohidratos almacenados y, por tanto, el
tipo y calidad de crecimiento y floración. Por otra parte, las plantas absorben nitrógeno
en forma amoniacal y nítrica, independientemente de la forma en que haya sido suminis-
trado. Se sabe que las plantas bien suplidas con carbohidratos son más aptas para utilizar
ambas formas de nitrógeno que plantas deficientes en carbohidratos, y que la absorción
de nitrógeno en sus formas amoniacal y nítrica está afectada por el suministro de
carbohidratos (fotosíntesis) y la edad de la planta (Barker y Mills, 1980).
Los últimos autores citados, explican cómo la proporción y forma de nitrógeno utilizado
está altamente controlada por factores internos y externos. Entre los externos, la forma de
nitrógeno, concentración, tasa entre nitrógeno nítrico y amoniacal, disponibilidad de
nitrógeno molecular, pH, luz, temperatura, humedad, y presencia de un anión o catión
particular, influyen sobre la absorción y utilización del nitrógeno por las plantas. Factores
internos, tales como el patrón dual o multifásico de toma de iones por especies particu-
lares de plantas, tasa de absorción de otros aniones y cationes, síntesis de proteínas, capa-
cidad de la nitrato reductasa y edad fisiológica de la planta afectan el índice de absorción
y asimilación de nitrógeno en cultivos hortícolas. Por ejemplo, el efecto del dióxido car-
bónico en la absorción de nitratos es más significante con altas intensidades de luz que
con bajas (Barker y Mills, 1980).
Las plantas absorben N como NO3- (nitrógeno nítrico) y NH4+ (nitrógeno amoniacal)
independientemente de la forma de nitrógeno suministrado, ya sea en estados orgánicos
(naturales) o fertilizantes inorgánicos (sales). No obstante, la proporción de NO3- a NH4+
afecta la nutrición del hierro, la resistencia al frío, la calidad de la flores y la fisiología en
postcosecha (Joiner et al, 1983). Por otra parte, al incrementar el suministro de calcio y
potasio generalmente se acelera la tasa de absorción de nitrato, mientras que el ión amonio
tiene un efecto inhibitorio (Barker y Mills, 1980). La toma de P se deprime cuando se
incrementan los niveles de NO3- (Joiner, 1983).
Por otra parte, son bien conocidos los efectos que producen en las plantas un exceso de
fertilización amoniacal. Barker y Mills (1980) reportan que su efecto tóxico ocurre cuan-
do el ión amonio permanece en la raíz en grandes concentraciones, y cuando el amonio
más que el nitrato es la forma dominante presente en un medio ácido.
213
Los mismos autores opinan que las formas nítricas son altamente móviles y no son
adsorbidas por los coloides del suelo. Pérdidas de N2O, N2, y otros óxidos de nitrógeno
están reconocidas como los mayores contribuyentes a la poca efectividad en la utilización
del nitrógeno. Para compensar éstas pérdidas, los agricultores frecuentemente adicionan
nitrógeno en grandes cantidades para mantenerlo en proporciones adecuadas en la rizosfera.
Este uso excesivo de fertilizantes nitrogenados puede resultar en condiciones indeseables
tales como acumulación de nitratos en los tejidos de las plantas y contaminación de las
aguas subterráneas por la vía del lavado de éstos. El uso intensivo de irrigación en la
industria hortícola incrementa el potencial de lavado del nitrógeno. Más recientemente,
pérdidas gaseosas de nitrógeno como N2O han sido reconocidas como un factor poten-
cial en el deterioro de la capa de ozono de la atmósfera.
Por consiguiente, del estudio de las fuentes de fertilizantes nitrogenados, del entendi-
miento de su dinámica en el suelo, de su dosificación, oportunidad, sistema de aplica-
ción, condición de las plantas, clima, tipo de suelo, disponibilidad y toma de nutrimentos,
dependerán factores de calidad, productividad e impacto ambiental, cuya importancia es
crucial en floricultura. Esto refuerza lo ya planteado en el sentido de considerar el sistema
planta-suelo-agua-clima-hombre como uno único, en donde relaciones del tipo fuente-
vertedero, y patrones como la acción-reacción, pueden explicar comportamientos de las
plantas frente a las múltiples acciones a que son sometidas y sobre las que ellas ejercen
también su correspondiente acción (reacción).
Potasio (K)
De su importancia dan cuenta los siguientes hechos. El potasio requerido para un ópti-
mo crecimiento está aproximadamente entre el 2 y el 5% del peso seco (Marschner,
1986). La cantidad de potasio (con base en peso) absorbida por los cultivos es más gran-
de que la de cualquier otro nutrimento mineral. La toma de nitrógeno puede exceder a la
de potasio en algunos cultivos (Barber, 1984). Controla el sistema enzimático que deter-
mina la tasa de fotosíntesis y de respiración, el metabolismo de los carbohidratos, y
translocación de ácidos orgánicos y de nitrógeno no proteínico. Está reportado como
activador primario de por lo menos 46 enzimas individuales (Joiner et al, 1983).
El potasio se afecta por deficiencia de aire y por carencia de agua, más que cualquier otro
elemento (Barber, 1984). Cuando el suministro de agua es limitado, la pérdida de turgor
y la marchitez son típicos síntomas de deficiencia de potasio (Marschner, 1986). Fre-
cuentemente no hay clorosis asociada a su deficiencia, ya que, secciones de hojas se tor-
nan directamente del verde viviente al café necrótico (Joiner, 1983).
Las plantas que reciben un suministro inadecuado de potasio son más susceptibles al
daño por helada. También se sabe que al incrementar el suministro de K a la raíz se
incrementa, relativamente fácil, el contenido de potasio de otros órganos. No obstante,
cuando el suministro de K es abundante ocurre con frecuencia un consumo excesivo
(consumo de lujo) que requiere atención, ya que afecta tanto la composición de la planta,
como posiblemente la interferencia en la toma y disponibilidad fisiológica de magnesio y
calcio (Marschner, 1986).
214
Además, la proporción de N a K afecta la resistencia al frío, la calidad, productividad y
TABLA 11. Guía general para la fertilización NUTRIMON de algunas hortalizas en
fisiología de postcosecha (Joiner, 1983).La pregunta clave sería: ¿cuáles son éstas relacio-
Colombia*
nes? Infortunadamente no hay una respuesta simple o válida para todos los cultivos en
todos los estadios. De una manera muy general se puede decir que excesos de N sobre K
pueden ser negativos para la calidad. Realmente el K juega un papel de singular impor-
tancia en la calidad de las flores y, por eso, su contenido y relación con otros elementos es
de gran importancia, lo cual determina que sea un elemento clave en los programas de
fertilización.
En cuanto a las fuentes inorgánicas disponibles (sulfato, cloruro y nitrato) todas son muy
solubles y, por tanto, susceptibles a la lixiviación (Joiner, 1983). Los residuos de cosecha,
por otra parte, son ricos en K, dada su limitada participación en los órganos reproductivos.
Su reciclaje podría constituirse en fuente alternativa.
Fósforo (P)
El fósforo es un importante macroelemento que es requerido por las plantas en una
cantidad que corresponde aproximadamente al 10% de la del N y K (Joiner et al, 1983).
Su principal función está asociada con la transformación de la energía dentro de las
células (Mastalerz, 1977). En los suelos destinados a la floricultura en Colombia este
elemento es con frecuencia deficiente, dada su complicada movilización (Durán, 1997).
Sobre su dinámica se conocen interesantes aspectos que deben ser tenidos en cuenta. Por
ejemplo, altos niveles de fosfato deprimen la tasa de absorción de zinc (al tratar de corre-
gir su deficiencia no resulta difícil encontrar situaciones de concentraciones excesivas que
puedan permitir esta interacción). Se sabe también que, adicionando nitrógeno, particu-
larmente NH4+, puede incrementarse su absorción y éste efecto puede ser debido a un
decrecimiento del pH de la rizosfera (Barber, 1984).
Independientemente de las fuentes usadas (superfosfatos, ácido fosfórico, fosfatos de
amonio y potasio), el P llega a ser relativamente insoluble y, por tanto, poco susceptible
de ser lixiviado. No obstante su relativa insolubilidad y poca disponibilidad en ciertos
suelos, hay que recordar que también existe un importante ciclo activo de mineralización
e inmovilización del P, en el cual los microorganismos del suelo juegan un papel mayor.
Adiciones de materia orgánica en descomposición han mostrado, en estudios hechos en
laboratorio y bajo invernadero, incrementos en la solubilidad de fosfatos insolubles de
Ca, Fe y Al (Stevenson, 1986).
Aquí nuevamente aparece la materia orgánica como agente activador de la nutrición, no
sólo por su aporte de elementos nutritivos, sino por su efecto sinérgico sobre los
microorganismos, al suministrarlos directamente y al estimular su población y variedad
en el suelo. Dejarle la química a la naturaleza se valida plenamente en estas circunstan-
cias.
Azufre (S)
Aunque su deficiencia era rara vez un problema, debido a su presencia en muchos fertili-
zantes, la popularización, dentro de la industria ornamental, de los fertilizantes líquidos
215
y puros que no contienen éste elemento, ha despejado el camino para que en algunas
operaciones éste elemento llegue a ser considerado deficiente (Joiner et al, 1983). Esto
ocurre principalmente en Colombia cuando se dan dos circunstancias simultáneas: ope-
raciones de cultivos perennes poco prácticos de ser fertilizados manualmente, cuyo sistema de
riego es el goteo, en donde la utilización simultánea de calcio (usualmente nitrato de cal-
cio) y sulfatos está prohibida por el riesgo que acarrean de taponamiento de goteros.
Aquí los peligros de la repetición florecen en su mejor terreno: la inercia. La repetición de
una buena acción (evitar que se tapone el sistema de riego) y la dificultad de realizar una
acción necesaria (fertilizar manualmente), pueden conducir con el tiempo a la deficien-
cia de un elemento clave para la planta: el azufre.
Por otra parte, Mastalerz (1977) afirma que el azufre, cuya cantidad encontrada en las
plantas es similar a la del fósforo, está en un rango entre el 0,1 y el 0,8% del peso seco, y
que su deficiencia implica falla en la síntesis de proteínas y acumulación de aminoácidos
libres, cuyo bajo peso molecular los hace difundir fuera del citoplasma y hacia la superfi-
cie de la hoja en forma de exudados en donde son muy apetecidos, por ejemplo, por los
hongos fitopatógenos. Aunque no es tan susceptible a la lixiviación como los nitratos,
por ser soluble en la mayoría de sus formas, puede ser lavado del medio de cultivo (Joiner
et al, 1983).
Calcio (Ca)
Llamado a veces el rey de los cationes, este importante elemento juega un papel prepon-
derante como constituyente de las membranas celulares, lo que lo hace muy importante
en la resistencia a las plagas y enfermedades y en la calidad de las plantas. La mayor
proporción de Ca se usa a nivel de la planta para detoxificar otros elementos, especial-
mente microelementos y ácidos orgánicos, particularmente oxalatos (Joiner et al, 1983).
Por otra parte, la presencia de Ca en el medio incrementa la toma de otros iones (Barber,
1984). Junto con el potasio y el magnesio conforma un estado de equilibrio, cuyo man-
tenimiento resulta clave para preservar las correctas proporciones de asimilación de cada
uno de ellos por la planta. Un exceso de K deprime la toma de Ca. Un exceso de Ca
reduce la toma de Mg. Un exceso de K deprime la absorción de Mg (Barber, 1984).
Joiner et al (1983) reportan que el contenido de calcio en el tejido foliar que está crecien-
do en forma sana y vigorosa, está en un rango del 0,5 al 1,5% del peso seco; generalmen-
te, entre más herbácea la planta menos Ca es requerido.
Como el calcio es inmóvil en el suelo debe ser incorporado de manera uniforme en la
zona de influencia de las raíces, para asegurar un rápido crecimiento del cultivo. Por otra
parte, como este elemento no se transloca fácilmente dentro de la planta, su deficiencia
ocurre principalmente en los tejidos jóvenes (meristemáticos). Las raíces tienden a crecer
donde hay calcio (Barber, 1984). El Ca se mueve hacia arriba en tallos y raíz y no hacia la
punta de la raíz. Por lo tanto, la punta de la raíz debe ser provista continuamente con
calcio, y esto significa que el Ca de la solución del suelo debe suplir a la raíz constante-
mente para lograr un adecuado desarrollo (Miller et al, 1986). Estas consideraciones se
deben tener muy en cuenta cuando fertilizamos para corregir su deficiencia, ya que si el
216
Ca se aplica fuera del alcance de las raíces, no se aplica uniformemente, o se aplica
foliarmente con intervalos muy largos — especialmente cuando la planta crece acelerada-
mente en condiciones de temperaturas elevadas —, se pierden los beneficios de su aplicación.
Entre las fuentes más importantes están la cal y la dolomita, el nitrato de calcio y el yeso.
Además de aportar Ca, cada una de ellas tiene ciertas funciones que las hacen más o
menos elegibles según las circunstancias, especialmente relacionadas con el aporte de
otros nutrimentos, la presencia de otros cationes en el suelo, y el pH.
Magnesio (Mg)
Las plantas contienen 0,05 a 1,5% de magnesio. Este elemento es el átomo central de la
molécula de clorofila y por tanto es indispensable en las plantas verdes. Está envuelto en
la acción de los sistemas enzimáticos, particularmente aquellos que conciernen con el
metabolismo del fósforo y la síntesis de proteína (Mastalerz, 1977).
Aparte de la interferencia que ejerce el potasio en su absorción, el amonio deprime la
toma de magnesio en el mismo grado que el potasio (Barber, 1984).
El crecimiento de la raíz es afectado por la deficiencia de magnesio en mayor grado que la
parte aérea, lo cual conduce a un incremento de la relación vástago/raíz. Debido a su
función en la síntesis de proteínas, su deficiencia acarrea el incremento del N no proteí-
nico (Marschner, 1986). Por otra parte, el Mg es fácilmente lixiviado del suelo, especial-
mente bajo regímenes intensos de riego (Joiner et al, 1983).
Disponible en varias fuentes (nitrato, sulfato, dolomita), puede ser aplicado tanto al
suelo como al follaje. Según Durán, 1997, “una de las ventajas que presenta este elemento es
que puede aplicarse a la mayoría de las plantas vía foliar, en concentraciones del 1 al 2%”.
Nuevamente podemos comprobar que los modelos de relaciones de las plantas con su
medio y con las prácticas de cultivo, influyen sobre aspectos tales como la mayor suscep-
tibilidad a enfermedades (acumulaciones de N no proteínico), la proporcionalidad del
crecimiento de sus órganos (menor crecimiento de la raíz), y la pérdida de nutrimentos
del medio de cultivo. Así queda una vez más demostrado cómo, una práctica de riego por
ejemplo, dependiendo de su intensidad y cantidad, puede cambiar la concentración de
elementos del suelo, variando al mismo tiempo la disponibilidad de un determinado
nutrimento, que a su vez, dispara cambios en el crecimiento de los órganos de la planta lo
cual genera un nuevo escenario para la toma de elementos, favorable o desfavorable,
dependiendo de la primera acción en la cadena.
Hierro (Fe)
El hierro es el más abundante de los elementos menores encontrado en suelo y plantas;
no obstante lo anterior, su deficiencia se observa frecuentemente (el más común de los
microelementos deficiente en cultivos ornamentales, Joiner, 1983). Las plantas desarro-
llan deficiencia de hierro cuando existe aireación pobre, presencia de sales altamente
solubles, alto pH, o condiciones que dañen la raíz o limiten la absorción del hierro. Su
contenido en plantas está en un rango entre 20 a 1.500 ppm. Sobre su comportamiento
217
en la planta, este autor establece: a) Contenidos altos de Fe pueden presentarse en el
follaje y aún así existir síntomas de deficiencia. El Fe, aunque presente, puede ser inmo-
vilizado en el interior de las células llegando a ser metabólicamente inactivo. b) Como
catalizador en la producción de clorofila, está presente en un cierto número de enzimas
respiratorias. c) Como es relativamente inmóvil, su deficiencia ocurre en las hojas más
jóvenes y en el tejido meristemático.
El manejo de este importante elemento es difícil porque pareciendo estar no está. Así que
no es fácil establecer por medio de análisis de tejidos su deficiencia metabólica, que sin
duda ocurre cuando la planta es sometida, por ejemplo, a condiciones de baja aireación
por exceso de agua en la zona radical. La clorosis por exceso de agua es una expresión de
la deficiencia de hierro, cuya manifestación en las hojas más jóvenes confirma su disfunción.
Por otra parte, ya se planteó que la calidad del agua, particularmente aquella rica en
bicarbonatos, afecta la disponibilidad de hierro, a nivel intracelular, por su efecto en la
inhibición del crecimiento de la raíz (lugar de síntesis de las citoquininas) mediante me-
canismos que involucran, entre otros, la tasa en que las citoquininas son exportadas hacia
el tallo desde la raíz. Las citoquininas son necesarias para la síntesis de proteínas y desa-
rrollo de los cloroplastos (Marschner, 1986).
También es conocido que en suelos aireados la solubilidad del hierro es gobernada, no
por las especies inorgánicas del hierro, sino por la formación de quelatos de hierro. Las
sustancias quelantes son derivadas de la materia orgánica del suelo, de los microorganismos
y de los exudados de la raíz (Marschner, 1986).
Stevenson (1986) concluye que “la disponibilidad de micronutrimentos para las plantas
está afectada por la formación de precipitados insolubles, como también por las transfor-
maciones llevadas a cabo por los microorganismos. El retorno de los residuos de las plan-
tas al suelo conduce al reciclaje de microelementos, un factor de considerable importan-
cia en suelos deficientes”. Y añade, “compuestos bioquímicos producidos por
microorganismos, incrementan la disponibilidad de microelementos para las plantas,
especialmente en suelos deficientes en hierro”.
Nuevamente se resalta el papel modulador y regulador de la materia orgánica quien, de
manera automática, sin otros agentes diferentes que los microorganismos, se encarga de
procesar y arreglar por sí misma muchas situaciones, cuya solución requeriría de una
compleja ingeniería sin su intervención.
Manganeso (Mn)
Las concentraciones en tejido foliar van desde las 20 a las 10.000 ppm. Su contenido en
plantas varía más que el de cualquier otro elemento, además de que ellas lo absorben en
proporción directa a la cantidad que se encuentra disponible en el sustrato — de allí el
riesgo de fitotoxicidad — (Mastalerz, 1977). Por debajo del nivel crítico, la producción
de materia seca, fotosíntesis neta, y contenido de clorofila declinan rápidamente, mien-
tras que la tasa de transpiración y respiración permanecen sin afectarse. Las plantas defi-
cientes en Mn son más susceptibles al daño por bajas temperaturas (Marschner, 1986).
218
Su principal papel en las plantas es como activador enzimático en las reacciones de óxido-
reducción. Estas enzimas controlan procesos tales como la síntesis de ácidos grasos (Joiner
et al, 1983).
Marschner (1986) reporta también que la deficiencia está confinada en plantas que cre-
cen en suelos tropicales altamente lixiviados o con alto pH y alto contenido de materia
orgánica. En la Sabana de Bogotá es frecuente encontrar contenidos bajos de Mn, en
comparación con otros microelementos. Por fortuna, la deficiencia de dicho elemento se
corrige rápidamente con aplicaciones de sulfato de manganeso, al suelo o a las hojas
(Marschner, 1986).
Es importante tener en cuenta su papel como inductor de deficiencias de otros elemen-
tos, tales como hierro, calcio y magnesio, y su potencial para crear toxicidades, cuyo
rango, no obstante, varía ampliamente dentro de una misma especie para diferentes va-
riedades (Marschner, 1986). La pasteurización del medio con vapor (especialmente si es
rico en M.O.) puede liberar cantidades tóxicas de Mn (Mastalerz, 1977).
Boro (B)
Su concentración en plantas está en un rango de 3 a 350 ppm. Un crecimiento normal
ocurre a niveles de B entre 20 y 100 ppm (Mastalerz, 1977). Juega un importante papel
en los procesos de florescencia y formación del fruto, germinación de polen, división
celular, metabolismo del N, translocación de azúcares, metabolismo de los carbohidratos,
absorción activa de sales, movimiento hormonal y acción en el metabolismo de sustan-
cias pécticas, precipitación de exceso de cationes, regulación de otros elementos, además
de ser constituyente de la membrana celular (Joiner et al, 1983).
Con frecuencia la diferencia entre su nivel de deficiencia y toxicidad es bastante estrecha,
lo que hace difícil su manejo. No obstante, es el único microelemento que se lixivia del
suelo (Joiner et al, 1983), lo cual permite corregir excesos mediante lavados fuertes. Su
importancia en los procesos de formación de flores y en la constitución de la membrana
celular lo hacen crítico en aspectos de calidad y resistencia a las enfermedades.
La deficiencia está caracterizada por entrenudos cortos, tallos y hojas quebradizos, y des-
trucción de la respuesta geotrópica de la planta. Cuando el potencial de agua del suelo es
bajo, el suministro de boro se deprime en mayor medida que el de cualquier otro
microelemento (Marschner, 1986).
Zinc (Zn)
Su papel más prominente envuelve la producción de triptófano, el precursor de las auxinas
(hormonas que intervienen en varios procesos como formación de raíces y dominancia
apical). Plantas deficientes en Zn son también deficientes en auxinas. Varias enzimas son
activadas también por el zinc. Su rango de concentración está entre 2 a 200 ppm (Mastalerz,
1977). Es inmóvil en el tejido vegetal y, por tanto, su deficiencia se presenta en tejido
joven, formando roseta en las hojas terminales. Suelos altos en materia orgánica fijan
grandes cantidades de Zn (Joiner et al, 1983).
219
Este elemento presenta una particularidad y es la de que, además de ser aportado a través
de fungicidas que lo contienen, en las operaciones de flores, cuya red de tubería de con-
ducción de productos químicos es galvanizada, existe un continuo suministro del ele-
mento, que lo hace aparecer en los límites altos de su rango normal. En estos casos hay
que vigilar su posible exceso. Por otro lado, el cobre inhibe la absorción de Zn, lo mismo
que el amonio. Concentraciones altas de bicarbonato inhiben la toma y translocación del
Zn en la planta (Marschner, 1986). En general resulta indispensable equilibrar las aplica-
ciones de microelementos ya que son dependientes de un sinnúmero de factores que
afectan su disponibilidad, volviéndolos deficientes o tóxicos según el caso.
Molibdeno (Mo)
Sobre este elemento Joiner et al (1983) reporta lo siguiente: es parte de la enzima nitrato
reductasa, la cual está envuelta en los pasos iniciales de la reducción de nitrato a nitrito,
y de la enzima nitrogenasa, la cual es necesaria para la fijación biológica de nitrógeno
atmosférico. Un rango suficiente, a nivel de tejidos, está entre 0,15 y 1,0 ppm. Su defi-
ciencia ocurre en suelos ácidos, pero con frecuencia un encalado es suficiente para corre-
girla. En plantas de hoja ancha, la aparición de hojas angostas es síntoma de su deficien-
cia y, como es inmóvil, se manifiesta en las hojas jóvenes. El molibdato de amonio o de
sodio constituyen la fuente más común en los programas de fertilización (Joiner et al,
1983).
Cloro (Cl)
Marschner define el cloro como un extraño nutrimento mineral, ya que su concentra-
ción en las plantas está entre las 2.000 y las 20.000 ppm (rango de los macroelementos),
pero el cloro requerido para un óptimo crecimiento está sólo entre las 340 y las 1.200
ppm (rango de los microelementos). El cloro es ubicuo en la naturaleza y las plantas lo
toman fácilmente. También se transloca con facilidad. La evidencia indica que las plantas
lo usan en forma de Cl-, en procesos relacionados con compensación de carga y
osmoregulación. Así como su deficiencia es rara, excesos conducen a la toxicidad en
plantas sensibles a este elemento (Marschner, 1986).
220
selenio como causantes potenciales de problemas. Particularmente el flúor y el litio, jun-
to con el hierro, se pueden encontrar en concentraciones altas en aguas de pozo profun-
do, y son de especial cuidado en cultivos ornamentales en nuestro medio.
Repasado el estudio de cada uno de los nutrimentos esenciales, es muy importante con-
siderar ahora la forma como ellos pueden llegar a la planta.
Para algunos autores se fertiliza la planta. Para otros se fertiliza el suelo. Probablemente se
trata de una combinación. Colocar los elementos al alcance de la planta, específicamente
en la vecindad de su potencial sistema radical, resulta obvio. Pero también es posible
alimentar el suelo para que, a su vez, éste nutra a la planta. En realidad la naturaleza
combina varias vías, a través de ciertos agentes, para lograr este propósito.
La planta admite dos vías importantes para lograr la obtención de nutrimentos: la foliar
y la radical. La vía foliar es un sistema reconocido que posibilita la toma de elementos
nutritivos por las hojas y, en no pocas oportunidades, es capaz de sobrellevar las necesida-
des nutricionales de las plantas durante períodos relativamente largos. Por esta vía, las
plantas no solamente adquieren nutrimentos sino además CO2.
Por otra parte, el N2 puede ser difundido desde la atmósfera al suelo, y allí, una vez
procesado por los microorganismos del suelo, ser entregado en forma disponible a la
planta. En la naturaleza, la descomposición de los residuos vegetales y animales ocurrida
en la superficie del suelo, permite que los elementos obtenidos en este proceso sean pues-
tos a disposición tanto de la planta como de los demás habitantes del suelo.
En la práctica, la fertilización foliar es especialmente útil para corregir deficiencias
nutricionales, tanto de macroelementos como de microelementos y, si es aplicada apro-
piadamente, es con frecuencia la manera más práctica de suministrar elementos menores
(Hsu, 1986). La oportunidad de las aplicaciones foliares puede ser crítica, dependiendo
del momento óptimo durante el ciclo de crecimiento en donde los nutrimentos pueden
ser mejor aprovechados y del tiempo óptimo durante el día, ya que éstos se deben asper-
jar cuando la planta tiene los estomas abiertos, usualmente temprano en la mañana
(Traynor, 1980).
Puesto que el carbono constituye el 45% del peso seco de la planta (un elemento verda-
deramente mayor junto con el oxígeno — 43% — y el hidrógeno — 6% —) su provi-
sión artificial o forzada o estimulada en el caso de la actividad respiratoria del suelo, en
donde los microorganismos juegan un papel muy importante, puede considerarse como
un tipo de fertilización adicional, gaseosa, especialmente cuando el CO2 se torna en
elemento limitante. El enriquecimiento de la atmósfera circundante del follaje con CO2,
es un procedimiento rutinario en invernaderos climatizados para tal efecto. Este enrique-
cimiento dentro de un invernadero para mantener ambas, la concentración normal de
CO2 (330 ppm) o concentraciones más altas, sirve para aliviar los gradientes desfavora-
bles de CO2 entre la hoja y su ambiente cuando, de otra manera, este sería un factor
limitante (Porter y Grodzinski, 1985). En Colombia este aspecto no ha sido explotado
aún y permanece como un importante campo inexplorado de estudio y desarrollo.
Pero el más común de los sistemas es la fertilización edáfica que incluye la distribución
221
e incorporación de nutrimentos en forma sólida o mediante el riego (fertirrigación).
Cuando se fertiliza con abonos sólidos la colocación del abono y su época de aplicación son
partes tan importantes de la fertilización, como lo son la dosificación y la selección de la
fuente (Gómez, 1984). Según este mismo autor, hay dos normas generales que deben seguir-
se, en lo posible, con respecto a la colocación y época de aplicación del abono al suelo:
a) Deben enterrarse.
b) No aplicarlos con anterioridad a la siembra. Enterrarlos evita la pérdida de los fertili-
zantes por causas tales cómo volatilización, inmovilización, denitrificación y cambios
drásticos en la humedad superficial del suelo. No aplicarlos con anterioridad a la siem-
bra, evita pérdidas por lixiviación, volatilización, fijación y conversión a formas menos
asimilables.
Existen, por otra parte, modelos que ilustran los procesos que tienen lugar cuando ferti-
lizamos edáficamente. Guerrero (1984) explica la dinámica nutricional del sistema sue-
lo-planta en función de la interacción entre las fases sólida (constituida por partículas
minerales y compuestos orgánicos), solución (formada por el componente líquido del
suelo), cambiable (compuesta por los coloides del suelo o “enjambre iónico”) y raíz (lugar
de acumulación de nutrimentos y posterior translocación a la parte aérea) en donde los
fenómenos de solubilización y mineralización, fijación e inmovilización, intercambio
iónico, absorción y translocación de nutrimentos, ligan las fases en forma bidireccional y
específica, para concluir que habrá suficiencia o deficiencia nutricional según se presen-
ten estas condiciones: Suficiencia: (solubilización + mineralización) > (fijación + inmo-
vilización + extracción por la planta + pérdidas). Deficiencia: (solubilización +
mineralización) < (fijación + inmovilización + extracción por la planta + pérdidas).
Como conclusión podemos anticipar que la combinación de estos sistemas nos posibilita
una entrega ágil, oportuna y recursiva de elementos a la planta, según las circunstancias y
condiciones específicas en que se halle.
4.3 El agua
Afecta todos los otros aspectos en un grado tal, que no es arriesgado afirmar que la
irrigación es la columna vertebral del proceso productivo en flores y de la agricultura en
general. La cantidad, la calidad y el sistema de riego juegan un papel decisivo a la hora de
lograr productividad y calidad.
Junto con la preparación del suelo, tal vez no existe otra práctica de manejo que más
afecte, tanto en el corto como en el largo plazo, la utilización eficaz del recurso suelo. Los
excesos producen consecuencias graves en la aireación de éste, los cuales repercuten pro-
fundamente en el bienestar de la planta, como vimos durante el examen de las condicio-
nes físicas. Su defecto acarrea problemas no menos serios, expresados en pobre desarrollo
y calidad.
Barber (1984) afirma que el agua en el suelo es importante como:
a) Un medio para la difusión de solutos.
222
b)Líquido regulador de la temperatura (el mejor en la naturaleza).
c) Solvente para las reacciones bioquímicas.
d)Ayuda en el soporte físico de la planta.
e) Medio para suplir nutrimentos a la planta vía el flujo de masa.
f ) Medio para el movimiento de nutrimentos a través de la planta.
g) Fuente de hidrógeno para la fotosíntesis.
Su dosificación exacta y oportuna, por otro lado, logran el milagro de la alta productivi-
dad y el mantenimiento de la calidad. Ya vimos también cómo afecta la química, por su
influencia en los estados de óxido-reducción y sobre el pH del suelo.
La producción y calidad de los cultivos ornamentales generalmente incrementa, en la
medida en que la frecuencia de irrigación aumenta, a menos que una deficiencia de
oxígeno se desarrolle en el sustrato (Mastalerz, 1977). Para alcanzar máxima productivi-
dad es necesario que las plantas se desarrollen en sustratos que provean tanto la máxima
cantidad de oxígeno a las raíces, como también la máxima cantidad de agua (Hanan,
1972, citado por Marstalerz). Recordemos que suelos con contenidos apropiados de
materia orgánica poseen ambas características.
Sustrato, planta y atmósfera, tomados en conjunto, forman un sistema físicamente uni-
ficado, en el cual el flujo de agua ocurre con interdependencia de todos sus componentes.
Potenciales entre el sistema determinan la dirección y tasa del flujo del agua que ocurre
entre la planta y la atmósfera, o entre el sustrato y la planta (Mastalerz, 1977). El mismo
autor señala que el continuum planta-atmósfera-sustrato es un sistema en constante esta-
do de flujo.
Lo anterior nos hace pensar en la manera cómo, en ocasiones, no pocas por desgracia,
irrigamos o fertirrigamos, nuestros cultivos de flores, sin pensar en las reacciones. Por
ejemplo: ¿atendemos este continuo cambio de estados para tomar decisiones de riego? ¿Nos
limitamos a confeccionar programas de riego semanales que repetimos sin tener en cuenta
estos sutiles — a veces no tanto — cambios en el estado de los tres componentes del
sistema?
Para entender un poco mejor el papel y los mecanismos mediante los cuales el agua es
absorbida por la planta veamos lo que nos dice la literatura.
Fitter y Hay (1981) traen un ejemplo que ilustra bien el mecanismo mediante el cual las
plantas toman agua: el flujo del agua, que corre pendiente abajo, puede mover una rueda
“Pelton” produciendo un trabajo útil. El agua en la base de la pendiente ha perdido su
capacidad de hacer trabajo y tiene un contenido más bajo de energía libre que el agua en
la cima de la pendiente. Por tanto, tenemos un flujo de agua cuya fuerza motriz es la
diferencia de energía libre entre la cima y la base de la pendiente. De manera similar, el
movimiento del agua en el sistema suelo-planta-atmósfera es debido a diferencias entre el
contenido de energía libre del agua (capacidad de hacer un trabajo) en diferentes partes
del sistema. Por ejemplo, en una planta bien regada, con pleno potencial de transpira-
223
ción, el contenido de energía libre decrece progresivamente en la medida que pasa desde
el suelo, vía el xilema y la hoja, a la atmósfera libre; consecuentemente, el agua fluye
desde el suelo a través de la planta y, de allí, al aire, en respuesta a éste gradiente de
energía.
Por otra parte, de crucial importancia para la fertilización resulta el conocimiento de
cómo las raíces toman los nutrimentos. Las plantas los pueden tomar por varios meca-
nismos entre ellos, los más importantes, la intercepción radical, el flujo de masa y la
difusión. Aspectos adicionales, como morfología y edad de la raíz, cantidad y distribu-
ción de raíces, entrada de nutrimentos, densidad de siembra, relación entre el crecimien-
to de la parte aérea y la subterránea, son también de gran interés.
Barber (1984) afirma: “Nosotros debemos ser capaces de predecir la tasa de crecimiento
de la raíz y su morfología en la medida en que es influenciada por el suelo, el clima, las
especies y las variedades”.
Lo anterior nos coloca en la situación de saber qué está pasando, tanto con la planta
como con el clima, para poder tomar decisiones de riego y fertilización.
Profundizando algunos de estos aspectos encontramos que el flujo de masa y la difusión
son mecanismos de gran importancia en la toma de elementos. El flujo de masa es el
movimiento de éstos a través del suelo hacia la raíz causado por la absorción de agua por
parte de la planta. La cantidad de nutrimentos movidos por el flujo de masa está relacio-
nado con el agua usada y la concentración de éstos en ella (Barber, 1984). Podemos
observar que éste es un nombre técnico específico del principio según el cual la energía
fluye desde los lugares de alta hacia los de baja concentración. También vemos operar
aquí el modelo fuente-vertedero, en donde la planta hace de vertedero cuando el agua
fluye del suelo (fuente) hacia ella, pero hace de fuente cuando la cede a la atmósfera
(vertedero) una vez filtrada y completamente purificada, para completar el vasto ciclo
hidrológico. Excepto en el caso del fósforo y del potasio, el flujo de masa es el mecanismo
mediante el cual la mayoría de los nutrimentos ingresan a la raíz.
En contraste con lo anterior, la difusión (los elementos se mueven nuevamente desde
zonas de alta concentración — la solución del suelo — hacia la zona de baja concentra-
ción — la raíz en crecimiento activo—) es un importante factor de movilidad de iones en
la inmediata vecindad de la superficie de la raíz y, por tanto, está estrechamente relacio-
nada no sólo con la condición del suelo sino con factores de la planta, tales como el
crecimiento y el área superficial de la raíz, siendo el mecanismo más importante para la
toma de P y K (Marschner, 1986).
El otro mecanismo es la intercepción del suelo generada por el crecimiento de la raíz.
Aunque no tan importante en cantidad, la exploración de varias profundidades del suelo
le puede permitir a la planta tener acceso, no sólo a nutrimentos de difícil disponibilidad,
sino a fuentes de agua como la freática, cuyo aporte puede llegar a ser significativo en el
balance hídrico. Elfving (1982), citando a West et al (1970), señala que las plantas pue-
den extraer cantidades significantes de agua con únicamente una porción de su sistema
radical.
224
La buena agricultura ha sido algunas veces definida, con razón, como el cultivo de exce-
lentes raíces; por eso podemos apostar que con raíces profundas y sanas, y un buen con-
tenido de materia orgánica en el suelo, difícilmente afrontaríamos los problemas que su
defecto acarrea.
Aquí cabe mencionar tres hipótesis que regulan la relación de crecimiento de la parte
aérea y de la parte radical (Barber, 1984):
a) La hipótesis competitiva que establece que el crecimiento de la raíz está largamente
determinado por la carencia de carbohidratos exportados desde las hojas y el tallo, y
que el crecimiento de estos está determinado por el suministro de nutrimentos desde
la raíz.
b)La teoría del exceso de carbohidratos, la cual postula que el crecimiento de la raíz
depende del exceso de carbohidratos que no pueden ser usados por la parte aérea.
c) La hipótesis que postula que el crecimiento de la raíz depende del tamaño del vertede-
ro para usar carbohidratos. Existe también la hipótesis de que éstos van primariamente
al vertedero más cercano.
Independientemente de cúal de estos mecanismos aplique, lo importante es entender y
de alguna manera poder medir (monitorear), durante el desarrollo del cultivo, ésta siem-
pre cambiante relación. Por tanto, la comparación del crecimiento de la raíz y de los
órganos aéreos (tallo, hojas, flores, frutos, semillas) dan una valiosa información que
contribuye a un mejor manejo de la fertilización y el riego. Como hemos visto, no se
puede hablar de nutrición sin tener en cuenta el agua y su estado en el suelo, en la planta
y en la atmósfera.
En la práctica, un balance hídrico da cuenta de todos estos aspectos. Ortega y Morales
(1997), mencionan los principales factores que influyen en la evapotranspiración2: el
clima, a través de sus componentes: temperatura, humedad relativa, radiación solar, vien-
tos y precipitación. Los cultivos, a través de la especie, variedad, ciclo vegetativo, sistema
radical y prácticas culturales. El agua, desde el punto de vista de su calidad agronómica,
disponibilidad y prácticas de riego.
En general, la cantidad de agua transpirada por un cultivo varía entre 2 a 4 millones de
litros por hectárea (Barber, 1974). En la Sabana de Bogotá es frecuente el uso de 5 a 6
millones de litros por hectárea por ciclo de cultivo (aproximadamente tres meses). Por
experiencia personal del autor, producciones de crisantemo obtenidas en suelos francos
de la serie Tibaitatá, con 2,5 millones de litros por hectárea por ciclo (tres meses), son
viables en cuanto a calidad y cantidad del producto obtenido. De toda el agua absorbida
por las plantas, aproximadamente el 95% es perdida por transpiración y 5% o menos es
usada en la planta. Si no fuera por la pérdida de agua en la transpiración, un simple
aguacero o un sólo riego proveerían suficiente agua para las necesidades de crecimiento
del cultivo durante todo su ciclo (Kramer, 1969).
2
Cantidad de agua que es necesario suministrar a un cultivo para que sea utilizada en la construcción de los tejidos de
las plantas, en la transpiración de las mismas, y en la evaporación realizada por el suelo, durante todo el ciclo
vegetativo de los cultivos.
225
Dada la importancia de este recurso finito, vale la pena replantear los esquemas de riego
prevalentes en nuestras operaciones. Reducir el agua, no obstante, implica riesgos ya que
no todos los estadios de crecimiento de un cultivo son igualmente tolerantes a las restric-
ciones del líquido.
De acuerdo con Salter y Goode (1967), un bajo suministro de agua en los estadios
tempranos de crecimiento de un cultivo anual puede influenciar la precocidad de la
floración, a través de la reducción en el número de nudos formados antes de que la
floración ocurra. Los mismos autores señalan la sensibilidad extrema de ciertos órganos
florales al estrés de agua. La escasez de agua en este momento puede resultar en órganos
florales defectuosos, esterilidad, reducido número de flores formadas y falla en la apertu-
ra floral. Por otra parte, entre los efectos positivos de manejar bajos suministros de hume-
dad, varios investigadores han sugerido que la resistencia a la sequía puede ser conseguida
manteniendo las plantas bajas de riego en los primeros estadios de crecimiento. La expli-
cación más sencilla anotan, está basada en la creencia general de que el reducido suminis-
tro de agua en los primeros estadios de crecimiento estimula el desarrollo de un abundan-
te y profundo sistema radical, el cual se constituye en un deseable “buffer” contra la sequía.
Regar abundantemente en la época de formación de los órganos florales, o no regar en los
primeros estadios, no siempre resulta posible ya que, con frecuencia, la diferenciación y
la formación de órganos florales coinciden con la aparición de problemas fitosanitarios,
cuyo manejo implica frecuentemente la reducción del riego para lograr disminución de
la humedad relativa. En cuanto a los primeros estadios, es raro disponer de un sistema de
riego que mantenga una humedad favorable en el ambiente y para la planta, mantenien-
do al mismo tiempo una baja humedad en el suelo. De todas maneras es una excelente
idea lograr, desde el comienzo del cultivo, un sistema radical capaz de soportar niveles
bajos de agua, lo cual daría margen de maniobra cuando se requiera bajar el suministro
de humedad al cultivo. Puesto que la obtención de flores es el objetivo primordial de la
floricultura, resulta indispensable conocer los estados más susceptibles a las deficiencias
de agua, y actuar en consecuencia.
Con lo expuesto anteriormente parece claro que no es factible deslindar la nutrición de
aspectos tan cruciales como el desarrollo de la raíz, la disponibilidad de agua, los estadios
de crecimiento, el clima y las características del suelo. Aspectos que están entrelazados y
explicados por unos pocos modelos, cuya universalidad los hace prácticos de manejar.
Hasta aquí hemos abordado aspectos del agua relacionados con la cantidad. Sin embar-
go, la calidad del agua cuenta tanto o más que aquella. Cuando hablamos de la repeti-
ción dijimos que es un modelo según el cual lo bueno debe ser repetible y conservable,
pero también que, si no fuera tan bueno, o peor aún, si fuera defectuoso, su repetición
podría causar estragos.
Pues bien, regar un suelo con agua de la mejor calidad le está garantizando largos años de
vida útil y productiva pero, lo contrario, es causa segura de complicaciones a lo largo del
tiempo.
Examinemos éste aspecto de la calidad de acuerdo con las fuentes de agua disponibles
normalmente en una empresa de flores. Es común irrigar con aguas superficiales prove-
226
nientes de ríos o quebradas; también con aguas subterráneas. Debido a que la mayor
parte de la floricultura ocurre bajo invernadero, la lluvia no es fuente directa, a menos de
que exista manera de recogerla y almacenarla para luego utilizarla en el riego. De acuerdo
con su origen, todas tienen características que las diferencian y las hacen más o menos
aptas para el riego. Por otra parte, en el caso de las aguas superficiales, su calidad depende
largamente de los accidentes tanto naturales como artificiales que ocurren a lo largo de su
recorrido.
No es difícil aplicar algo de sentido común y concluir que las aguas lluvias, a menos de
que estén seriamente afectadas por polución proveniente de centros industriales, presen-
tan unas características óptimas. Ya vimos cómo el proceso de transpiración vegetal tiene
entre sus “subproductos ” el agua pura. Aquí resulta obvio que, si no disponemos de una
manera de recogerla y almacenarla, o si nuestros invernaderos no están dotados de cu-
biertas móviles, poco provecho podremos obtener de esta fuente. Aunque, por otra parte
y debido a los ciclos climáticos, no siempre dispongamos de este recurso, aún en zonas de
baja precipitación — menos de 800 mm /año — las aguas lluvias pueden satisfacer po-
tencialmente al menos una tercera parte de las necesidades del cultivo. Esto significa
inversiones importantes en reservorios y canales de conducción, que en conjunto son
una de las posibles soluciones ecológicas a mano para el buen uso y conservación de este
precioso líquido.
Junto con las aguas subterráneas, las de río o quebrada son con frecuencia las más usadas
en la floricultura. Las aguas superficiales conllevan toda la carga de los afluentes que las
alimentan, por desgracia no siempre exentos de problemas. Metales pesados, alta deman-
da de oxígeno, contaminantes orgánicos e industriales, jabones y detergentes caracterizan
estas aguas, repercutiendo en el bienestar de los microorganismos del suelo y, por tanto,
en el desempeño de las plantas en el largo plazo.
En cuanto a las aguas de pozo, sus características dependen de factores geológicos y de
formación involucrados en la conformación de los acuíferos. No pocas operaciones de
flor dependen exclusivamente de este tipo de agua. Igual que las superficiales, desafortu-
nadamente no están desprovistas de problemas, pues es frecuente encontrar ciertos ele-
mentos en concentraciones no deseadas que pueden volverse un dolor de cabeza con el
tiempo: sodio, bicarbonatos, cloruros, boro, flúor, y litio, entre los más comunes.
No importa de qué fuentes se disponga siempre resultará una buena idea, además de
ahorrarla — mediante un juicioso manejo del riego —, el de combinar las fuentes posi-
bles, o al menos dos de ellas para no depender de un sólo tipo de agua.
En cuanto a los efectos en el largo plazo del agua en los suelos, Traynor (1980) afirma:
está escrito (o algún día lo estará) “como es el agua así será el suelo”. Y añade: “si un suelo es
irrigado con una lámina de agua dada, por un período de tiempo largo, el suelo asumirá
las características del agua. En tales casos, una mirada a los datos de un análisis de agua
puede proporcionar una visión del suelo, aún si no se dispone de análisis de suelos. Por el
contrario, los análisis de suelos pueden indicarnos la composición química del agua de
irrigación usada”.
227
Para sólo mencionar dos características del agua que pueden causar efectos importantes
en el largo plazo, citamos el pHc y el contenido de bicarbonatos. El primero nos da una
tendencia del poder acidificante o alcalinizante del agua. Valores de pHc por encima de
8,4 indican la tendencia del agua a disolver la cal del suelo acidificándolo en el tiempo.
Valores menores de 8,4 indican una tendencia a precipitar la cal, alcalinizándolo (Traynor,
1980). La reacción de equilibrio (pHc) es un mejor indicador de la calidad del agua
afectada por alcalinidad. Si el pH es mayor que el pHc se puede asumir que se formarán
precipitados de calcio y magnesio. Éstos se acumulan en la flor y el follaje dejando man-
chas blanquecinas que desmejoran la presentación del producto y pueden obstruir los
sistemas de irrigación basados en pequeños orificios (Petersen, 1996).
Aunque el cloruro es usualmente considerado el anión más tóxico para las plantas, exis-
ten datos que demuestran que para algunas especies el bicarbonato es más tóxico aún,
por sus implicaciones en la clorosis de hierro (Traynor, 1980). Basta mencionar cuán
sensibles son las rosas a la deficiencia de hierro, para apreciar la calidad del agua — o la
importancia del pH — en la nutrición de las plantas y en las poblaciones de
microorganismos del suelo, o para valorar su capacidad modificante de la reacción (pH)
del suelo.
No podemos terminar de hablar del agua sin mencionar el equipo de riego. Si bien la
calidad y la cantidad son aspectos cruciales en el riego y por extensión en la fertilización,
no lo es menos la manera como el agua es dispensada a las plantas.
Muchos problemas atribuidos a la fertilización están relacionados en no pocas ocasiones
con problemas de aplicación del riego, toda vez que, en floricultura, es normal irrigar y
fertilizar al mismo tiempo (fertirrigar). Estos tienen origen, algunas veces, en diseños no
adecuados de los sistemas de riego, y otras en su mal uso. Aunque parece simple, regar
bien es bastante difícil.
Veamos algunas consideraciones sobre los sistemas de riego de uso común.
Los de riego por goteo, aspersión y riego manual con manguera, cada uno con sus respec-
tivas versiones, son los más populares dentro de la floricultura colombiana. No obstante
su popularidad, se puede afirmar que ninguno de ellos, hasta el momento, parece por sí
mismo ideal o suficiente para llevar a cabo un riego perfecto y económico, es decir, para
todos los estadios de las plantas, para todas las épocas climáticas, para todos los suelos, en
todas las condiciones fitosanitarias, o para todos los presupuestos.
Sin embargo, cada uno tiene virtudes (y también desventajas), que lo hacen más o menos
apto en determinadas circunstancias.
El goteo presenta considerables ventajas a nivel fitosanitario que lo hacen sujeto de elec-
ción cuando éste aspecto es relevante en el manejo del cultivo y cuando se lo mira como
una herramienta en el manejo integrado de plagas y enfermedades. También en ciertos
suelos es primera opción, si existe el presupuesto y las facilidades para su implementación.
Por otra parte, su costo y modo de operación lo hacen menos atractivo en ciertas circuns-
tancias, como suelos muy sueltos y porosos, que implican la instalación de un gran nú-
mero de emisores por unidad de área. Por defecto en el número de goteros, se pueden
228
crear zonas secas entre emisores, capaces de afectar la uniformidad de crecimiento del
cultivo.
Resulta conveniente repasar algunos conceptos básicos sobre cómo afecta el riego por
goteo las relaciones suelo-planta. En primer término, el goteo puede afectar la profundi-
dad de las raíces, dada la capacidad de las mismas de proliferar en las zonas mejor abaste-
cidas de humedad, reduciéndose en las zonas más secas. Cuando un cultivo se irriga de
manera muy abundante, sus raíces exploran poco volumen de suelo. No obstante, Elfving,
citando a Golderg et al (1971), reporta que se han encontrado alrededor de las dos terce-
ras partes de raíces de clavel en una capa de suelo ubicada a una profundidad entre los 3
y 10 cm de la superficie de éste, a pesar de haber mantenido buenos niveles de humedad
a una profundidad de 40 cm, cuando se usó riego por goteo. (El modelo de acción-
reacción también hace de las suyas). El mismo autor añade: “El confinamiento de las
raíces en pequeños volúmenes de suelo puede resultar en una fluctuación más rápida del
agua del suelo y/o de sus niveles de nutrimentos, incrementando el riesgo de estrés si la
aplicación es retrasada o interrumpida”.
Elfving (1982) también afirma: “el movimiento de las sales en el suelo bajo sistemas de
riego por goteo es más complejo que los de la irrigación convencional, en donde el mo-
vimiento de sales es hacia abajo en la dirección del flujo de agua. Bajo el sistema de goteo,
las sales se acumulan en la frontera húmeda, entre emisores, y sobre la superficie, donde
el fenómeno de evaporación tiene lugar. Con reposiciones de agua repetidas, el goteo
tiende a crear una acción de lavado en un pequeño volumen de suelo, produciendo un
gradiente de sales en distancias cortas comprendidas en la zona de humedecimiento. Las
raíces se tienden a concentrar en la región húmeda caracterizada por una concentración
más baja de sales. Debido a esto, se debe diseñar un sistema de riego por goteo que
permita un gran volumen de suelo lavado, para conseguir un buen desarrollo de raíz,
mientras se minimiza al mismo tiempo su contacto con zonas de alta salinidad”.
¿Cuántas veces se le atribuye erróneamente a la fertilización problemas causados por el
sistema de riego (uso y diseño)?
Los sistemas de aspersión por su lado, presentan otros problemas, como la tendencia a
lavar nutrimentos del follaje, a crear condiciones de humedecimiento óptimas para el
desarrollo de enfermedades y, cuando fallan, debido a su mayor radio de cobertura, echar
a perder una gran cantidad de plantas en comparación, por ejemplo, con el goteo cuya
área de influencia usualmente es menor. Su patrón de humedecimiento, por otra parte,
ayuda a mejorar la distribución de la humedad en la superficie del suelo, dada su simili-
tud con la lluvia, lo cual tiene gran importancia en los estadios tempranos de desarrollo.
El riego manual es, en ocasiones, el más recomendado cuando se trata de trabajos finos
o de maquillaje, o de regar ciertas áreas pequeñas que los otros sistemas, por su trabajo
masivo, no logran dejar en condiciones apropiadas. Unos regadores bien entrenados y
disciplinados logran riegos tan uniformes o incluso mejores que los sistemas menciona-
dos. No obstante, existen problemas complicados asociados con su uso, como la intensi-
dad de su descarga. En un instante, por decir un segundo, descargan la misma lámina
que un gotero en ¡veinte minutos ! Esto crea un problema de infiltración que termina
229
desviando el agua de su blanco inicial, la “cama”, probablemente hacia el camino. Ante
esto el suelo lee, biológicamente hablando, erosión. Su reacción: algas, musgos y epífitas
que sellan y amarran la superficie del suelo impidiendo, además de la pérdida de suelo, el
paso de agua y modificando el de gases. Nada bueno, como se puede ver, para los propó-
sitos de cultivo.
Sin embargo, y debido a que el sistema funciona bajo invernadero, uno de cuyos mayores
efectos es el control de las lluvias, se hace preciso utilizar uno, dos, tres o más sistemas de
riego — recordemos también que el del nivel freático es uno más, de tipo más o menos
natural —, para que de manera individual o combinada nos ayuden a llevar a cabo la
importante labor de distribuir la humedad y los nutrimentos en nuestro suelo. Todo el
tiempo y el esfuerzo que se dedique a esta labor será bien recompensado. (¡Los buenos
efectos de la ley de acción-reacción también se manifiestan !).
Para concluir sobre cuánta humedad debemos mantener en el suelo, hemos dicho ya
algo: aquella que le permita a la planta surtirse del líquido sin mayores esfuerzos, pero
permitiéndole al mismo tiempo a la raíz respirar libremente.
4.4 El clima
Las flores son generalmente cultivadas en Colombia en clima frío, sin embargo, la gran
mayoría están bajo invernadero. Este hecho implica importantes cambios en el compor-
tamiento de la temperatura, la velocidad del viento, la energía solar, el contenido de
CO2, la humedad relativa y la humedad del suelo, comparado con cultivos al aire libre.
Como todos los factores anteriores están estrechamente vinculados entre sí y estos con la
nutrición vegetal, su variación afectará la productividad, la calidad y el ciclo de las plan-
tas cultivadas en estas condiciones.
El entendimiento de su comportamiento es de gran ayuda en la comprensión del alcance
de la nutrición vegetal en el sistema integrado planta-suelo-agua-clima-hombre. Veamos
como afecta la temperatura.
De acuerdo con Mastalerz (1977), los invernaderos se calientan por dos razones: a) debi-
do al “efecto invernadero” que permite la retención de longitudes de onda larga y b)
debido a que la cubierta restringe el movimiento del aire pero permite al mismo tiempo
la entrada de la luz solar, con efecto neto de acumulación de calor.
En Colombia existe una variación considerable en diseños de cubiertas y estructuras, lo
cual hace difícil generalizar el comportamiento de los factores implicados. En su mayoría
éstas estructuras son sistemas abiertos, con cubiertas plásticas, que los diferencian de los
invernaderos climatizados de vidrio existentes en otras latitudes, cuyo comportamiento
se asemeja un poco más al de un sistema semicerrado. Aunque algunos diseños de inver-
naderos presentan algún grado de climatización, la ventilación por lo general es total-
mente pasiva, es decir dependiente de los cambios de presión atmosféricos externos y,
por tanto, el efecto principal del invernadero es el de aumentar las temperaturas diurnas
y, sólo moderadamente, las nocturnas, dando como resultado un amplio diferencial, no
siempre favorable al crecimiento de las plantas.
230
Es normal, en días medianamente soleados, observar temperaturas altas entre las 10 a.m.
y las 2 p.m., horas que coinciden con un mayor aporte de energía solar. Como es bien
sabido, las plantas tienen rangos óptimos de temperatura específicos para cada especie y
variedad, por encima o debajo de los cuales su desarrollo se hace más lento o incluso se
detiene. Este aspecto es de considerable importancia si queremos lograr la mayor eficien-
cia de los fertilizantes, ya que en condiciones de temperaturas altas los estomas se cierran
(en la mayoría de las plantas) y el proceso de la transpiración se detiene, arrojando como
resultado un incremento de la temperatura foliar y el cese del flujo de nutrimentos que
entran a la planta y que son absorbidos pasivamente, vía el flujo de masa. Por otra parte,
la menor cantidad de agua absorbida y transpirada ocurre cuando la temperatura del aire
es de 0 °C (Mastalerz, 1977). Lo anterior afecta drásticamente la productividad, calidad
y duración del ciclo de vida de las flores, al igual que la vida en florero.
En plantas que están adecuadamente provistas de agua y elementos minerales, la tasa
fotosintética está determinada principalmente por la energía radiante, el dióxido carbó-
nico, y la temperatura (Mastalerz, 1977). Lo anterior explica la carencia de respuesta a la
fertilización cuando otras condiciones son limitantes: así, el principio de la ley del míni-
mo de Liebig (“el crecimiento de una planta depende de la cantidad del nutrimento que se
encuentre a su disposición en menor cantidad”) y el principio de los factores limitantes de
Blackman (“cuando un proceso está condicionado, en cuanto a su rapidez, por un núme-
ro de factores separados, la tasa del proceso está limitada por la velocidad del factor más
lento”) han sido propuestos para explicar la interacción entre los diversos factores am-
bientales que actúan simultáneamente y el índice de los procesos fisiológicos [Salisbury y
Ross, (1992); Mastalerz, (1977)].
Un factor relevante de la temperatura es su efecto en el sustrato de crecimiento de las
plantas. En general, en un invernadero la temperatura del sustrato sigue de cerca la tem-
peratura del aire (Mastalerz, 1977). El efecto principal del incremento en la temperatura
del sustrato se expresa en el mayor crecimiento de raíces, absorción de agua y elementos
minerales. Por otra parte, la actividad de los microorganismos se incrementa notable-
mente permitiéndole a la planta una mejor disponibilidad de elementos provenientes de
la descomposición de la materia orgánica.
Joiner (1983) sintetiza los efectos de la temperatura así: “afecta todos los aspectos de la
absorción y utilización de los nutrimentos”. Existe una relación directa entre la tasa de
transpiración y la absorción pasiva de elementos. Como los nutrimentos son absorbidos
primariamente contra gradientes de concentración, su absorción depende de la respira-
ción. Aumentos de 10 °C de la temperatura (dentro de rangos óptimos) incrementan la
respiración 2,2 veces, aumentando también la absorción de solutos en el mismo factor.
Por tanto concluye: “aumentos en la temperatura implican incrementos en la cantidad y
frecuencia de aplicación de los fertilizantes, en función de la intensidad de la luz”.
¿Cuántas veces hemos atribuido a deficiencias en la fórmula de fertilización, los efectos
que dependen de otro factor como la temperatura?
El uso de una cubierta implica que la energía solar pasa a través de un filtro, cuyas
características y accidentes determinan largamente la calidad y cantidad de luz que llega
231
a ser interceptada por la planta. La estructura del invernadero, la calidad y componentes
del plástico, la edad y el estado de limpieza son factores que afectan la transmisión de luz
fotosintéticamente activa. Mediciones realizadas por el CIAA3 (ASOCOLFLORES, 1997)
en la Sabana de Bogotá, indican que se puede desperdiciar hasta un 46% de la luz que
llega a los invernaderos (con plásticos de 2 años de edad) y 29% (en plásticos de 6 meses
de edad), comparados con la luz exterior.
Kraus y Kraybill (1918), citados por Joiner et al (1983), realizaron un trabajo básico
sobre las relaciones entre la intensidad de la luz y la nutrición de las plantas. Sus conclu-
siones apuntan a que aspectos tales como la calidad, el crecimiento vegetativo, la flora-
ción y frutescencia y la calidad de postcosecha están determinados por el balance entre la
síntesis de carbohidratos (los cuales dependen de la intensidad de la luz) y los niveles de
nutrición en la planta, especialmente de nitrógeno. La energía solar y la temperatura
determinan la cantidad de carbohidratos disponibles para el crecimiento de la planta,
mientras que los niveles de nitrógeno y de humedad determinan cómo van a ser usados
aquellos (Mastalerz, 1977). Las plantas usan los carbohidratos para producir proteínas
que se materializan en un mayor crecimiento y/o para almacenarlos como tejido de reser-
va o incorporarlos estructuralmente. La predominancia de uno u otro proceso determi-
nará cómo crece y se desarrolla la planta. Por ejemplo, plantas crecidas con bajas intensi-
dades lumínicas y altos niveles de nutrición y humedad, en condiciones normales de
temperatura, serán débiles y vegetativas, ya que los carbohidratos disponibles en la foto-
síntesis serán usados en la síntesis de proteínas, las cuales serán utilizadas, a su vez, en la
construcción de tejido nuevo, en desmedro de la acumulación de reservas de carbohidratos,
que son vitales para la calidad y duración en postcosecha. El caso opuesto, tenderá a
producir plantas más balanceadas en cuanto a crecimiento y consistencia.
La implicación práctica de estos comportamientos relacionados con la energía solar que
está disponible en un momento dado, se concreta en la posibilidad de dirigir de alguna
manera, mediante la manipulación del riego y de los niveles de fertilidad, el balance de
producción de carbohidratos hacia un mayor crecimiento y división celular (expresados
en la síntesis de proteínas) o, por el contrario, hacia una mayor acumulación de materia
seca (expresada en el almacenamiento de carbohidratos que han sido producidos en el
proceso fotosintético). Como cada fase del crecimiento de la planta tiene requisitos dife-
rentes, en cuanto a uso y disponibilidad de carbohidratos, la manipulación de estos fac-
tores se debe realizar de acuerdo a estas necesidades.
No sólo la fertilización, sino también la humedad que se debe suministrar a un cultivo,
están íntimamente ligadas con la energía solar. Furuta et al (1963), citado por Mastalerz
(1977), afirman que la cantidad de agua transpirada por las plantas y evaporada del
sustrato (evapotranspiración) está altamente correlacionada con la energía solar radiante,
particularmente cuando la humedad está fácilmente disponible. Como resultado, debe
ser posible medir el flujo solar radiante con un dispositivo adecuado, e irrigar los cultivos
de flores de acuerdo con la cantidad de energía radiante que ellos reciben.
Otro factor de gran importancia, al cual no se le ha dado mayor atención en Colombia,
3
CIAA: Centro de Investigaciones y Asesorías Agroindustriales. UJTL.
232
y que posiblemente, cuando está deprimido, se convierte en un importante factor limitante,
afectando consiguientemente la productividad y calidad de nuestras flores, es el dióxido
de carbono, CO2.
En ambientes protegidos, como los invernaderos, los factores que contribuyen a crear
una deficiencia de CO2 se magnifican grandemente. Esta depresión en los niveles de
CO2 afecta el rendimiento fotosintético y, por lo tanto, la productividad y calidad de los
cultivos. En mi experiencia personal he encontrado niveles entre 100 y 200 ppm, cuando
precisamente la disponibilidad de luz es máxima, usualmente entre las 10 a.m. y las 2
p.m. del día, horas en que también la temperatura se encuentra con facilidad por fuera de
los límites fisiológicos recomendados. Niveles de 50 a 70 ppm (Salisbury y Ross, 1992)
pueden considerarse (para plantas C-3) como el punto de compensación en el cual el
dióxido carbónico consumido en la fotosíntesis es igual al producido en la respiración;
cuando este nivel se alcanza, las reservas de carbohidratos se deprimen y el crecimiento de
la planta se reduce grandemente. Sin embargo, niveles entre 100 y 150 ppm, pueden
considerarse como el punto en donde el CO2 es limitante y donde no habrá acumulación
neta de materia seca (Porter y Grodzinski, 1985 ; Mastalerz, 1977).
Las plantas juegan un papel activo en la moderación de su propio ambiente a través de la
fotosíntesis, de la respiración, y de la absorción y disipación de energía; la presencia de
plantas vecinas y de cubiertas y estructuras de protección afectan dramáticamente los
niveles de CO2 (Porter y Grodzinski, 1985). El estudio de perfiles microclimáticos (Figu-
ra 5), comprendidos entre la superficie del suelo y la parte superior del follaje, muestran
que la velocidad del viento y la intensidad de la luz son mayores a medida que se alejan
del suelo y se acercan al ápice de las plantas; la temperatura, en cambio, decrece en la
medida en que se aleja de la parte apical (más caliente) y se acerca al suelo (más fría). La
concentración de vapor de agua es máxima a nivel del suelo y decrece con la altura del
follaje. El CO2 presenta una concentración mínima a la altura en que la intercepción de
luz es máxima y donde la máxima caída en la velocidad del viento ocurre, siendo máxima
a nivel del suelo y por encima del follaje.
En invernaderos cerrados las concentraciones de CO2 fluctúan a lo largo de las 24 horas
como resultado de la actividad fotosintética y la respiración de ambos, plantas y organis-
mos del suelo. Suelos que han sido enmendados con materia orgánica, contribuyen de
manera significativa al requerimiento total de CO2 por parte del cultivo. Prácticas que
incrementen la temperatura del suelo y la retención de humedad (“mulchs” artificiales u
orgánicos) favorecen la producción de CO2 derivado del suelo (Porter y Grodzinski,
1985).
Durante el día, el follaje es el vertedero neto del CO2 producido por el suelo y la atmós-
fera, los cuales funcionan como fuente. En la noche, las hojas son la fuente de CO2, y la
atmósfera es el vertedero para el CO2 derivado del suelo y de éstas (Porter y Grodzinski,
1985).
Existen varias maneras artificiales de enriquecer un invernadero con CO2. Sin embargo,
además de su sistema de aplicación, su costo y posibles efectos colaterales, de acuerdo con
las características de cada fuente, deben ser evaluados cuidadosamente antes de tomar
233
Altura
una decisión. Pero la manera más natural de mejorar la distribución del CO2 es a través
de una buena circulación del aire, la cual reduce además la temperatura y la humedad del
follaje. La densidad de siembra — factor muy importante en el cálculo de la determina-
ción de la cantidad de nutrimentos que se deben aportar a un cultivo — juega un papel
decisivo en este punto, pues facilita o entorpece el movimiento del aire y con éste, el del CO2.
La humedad relativa tiene un efecto claro en la transpiración de la planta. Ajustes en la
humedad relativa son importantes cuando se quiere reducir el requerimiento de agua por
parte del cultivo (Mastalerz, 1977). No obstante, su control es de gran importancia en
todo lo que tiene que ver con el manejo de plagas y enfermedades.
La velocidad del viento juega también un papel importante en la transpiración. En
algunos casos la aumenta y en otros la dismunuye. Salisbury y Ross (1992) describen este
proceso: “Con una condición de baja radiación solar y con presencia de estomas abiertos,
se incrementa la transpiración, especialmente si la temperatura de la hoja está por debajo
de la temperatura del aire. Pero cuando existen condiciones de alta radiación y presencia
de estomas cerrados, el viento la disminuye. Bajo tales condiciones, la temperatura de la
hoja está por encima de la del aire, lo cual supuestamente debería causar una alta tasa de
transpiración (para refrigerar la hoja) si los estomas estuvieran abiertos; pero el viento, en
234
realidad, enfría la hoja y este enfriamiento es más efectivo reduciendo la transpiración,
que el efecto logrado por el mismo viento al barrer la humedad de la capa de aire inme-
diatamente adyacente a la superficie de la hoja, cuyo efecto es el de aumentar la evapora-
ción”.
Los variados diseños de invernaderos en Colombia se comportan diferentemente en cuanto
a los patrones de humedad relativa y a la circulación del aire se refiere. Es pues muy
importante entenderlos para tratar de ajustar estos factores que, por afectar la transpira-
ción, están afectando la absorción de nutrimentos.
4.5 La planta
El actor principal en este escenario, centro de todo el esfuerzo agronómico, humano y
empresarial, juega por supuesto un papel de la mayor trascendencia en lo relacionado
con los procesos de la nutrición.
Particularmente en floricultura, la variedad es clave, no sólo por las exigencias del mer-
cado, ni por su adaptación a un ambiente dado, que hace el proceso técnico de cultivo
viable, sino por la gran diversidad que de ellas encontramos en una misma operación
florícola. No es inusual encontrar 40 o más variedades diferentes de una misma especie
en un cultivo de regular tamaño. También es frecuente encontrar 2 o más especies en
cultivo, con igual número de variedades cada una, lo cual genera una respetable cifra de
interacciones en su manejo. Otros cultivos agrícolas de importancia económica manejan
números bastantes más moderados. Esto, por supuesto, complica la administración de
un sistema de fertilización, generalmente limitado en el manejo de distintas fórmulas de
fertilización. De allí en adelante, se complica inmensamente el logro de una nutrición
equilibrada y adecuada a las necesidades particulares de cada variedad. En la práctica lo
que hacemos es una simplificación, a veces más administrativa que agronómica, basada
en el tamaño de las variedades más importantes, 4 ó 5, por especie, que se convierten en
patrón para tomar decisiones de fertilización.
Claro que existen ventajas, como en todo, al manejar grandes números. Con frecuencia
encontramos ciertas variedades indicadoras que muestran rápidamente un problema es-
pecífico y que, por tanto, funcionan como alarma para el resto. Esta ventaja no se debe
desaprovechar, aunque implique un seguimiento dispendioso el comportamiento especí-
fico de cada variedad, ya que posibilita acciones correctivas rápidas, que de otra manera
no serían posibles. Pero el gran valor de ésta variedad de variedades, redundante como
pueda sonar, es la posibilidad de rotar el suelo, sino con otra especie, al menos con otra
variedad diferente que quizás pueda compensar en alguna extensión los efectos del mo-
nocultivo.
Afortunadamente, este aspecto, generado por las exigencias del mercado, está respaldado
por el creciente esfuerzo, de parte de los hibridadores de cultivos ornamentales, en en-
contrar variedades cada vez mejor adaptadas a nuestro medio, que puedan representar en
el futuro una solución, al menos parcial, al problema de la rotación de cultivos.
El conocimiento del origen y de la geografía, de la historia y del desarrollo de las especies
cultivadas, arroja luz sobre muchos comportamientos y requerimientos específicos, espe-
235
cialmente de carácter fisiológico y nutricional. A continuación, se revisan brevemente
algunos aspectos importantes sobre las tres principales especies cultivadas en Colombia,
rosas, claveles y crisantemos, incluyendo algunas menciones sobre su origen.
Rosas
El género consiste en plantas relacionadas y distribuidas ampliamente por la mayoría del
hemisferio norte. Fósiles de rosas primitivas han sido reportados en Colorado y Oregón
con una antigüedad de cerca de 30 millones de años. Hoy se encuentran cerca de 200
especies botánicas diferentes. Hay evidencias de que las rosas fueron cultivadas en Africa
del Norte hace cinco mil años. Sin embargo, los ancestros de las modernas especies inclu-
yen unas 10 especies. Las más importantes rosas para cultivo bajo invernadero tienen un
origen relativamente reciente dentro de los grupos floribunda e hybrid tea. El más recien-
te tipo es el grandiflora (Stewart, 1969).
Las rosas tienen un ciclo de producción largo, mayor de 4 años. Por ésta razón, la prepa-
ración inicial del suelo y su posterior mantenimiento, son vitales para el logro de una
producción sostenida en cantidad y calidad. Esto significa que el suelo tiene que ser
manejado desde la superficie, ya que las posibilidades de voltear el suelo están determina-
das por el ciclo y se reducen a lo que se pueda lograr en los caminos, donde las raíces son
escasas. Todas las prácticas que, de alguna manera, compacten el suelo deben evitarse.
Por el contrario, aquellas que apuntan al mejoramiento de la estructura y al manteni-
miento de la fertilidad, deben promoverse.
El tipo de riego puede afectar la estructura y en el caso del riego manual (con “codo” o
“cacho”) existe el peligro del sellamiento superficial, por el efecto de la intensidad de la
descarga, que degrada la estructura. Resulta entonces conveniente usar riego por goteo
que, a pesar de sus limitaciones, tiene un efecto más benévolo sobre la estructura del
suelo.
El uso de fertilizantes que endurecen el suelo, como el magnesio aplicado en exceso
(Willis, 1985), o aquellos que no se solubilizan y forman “costra” debe ser moderado o
encontrar sustitutos válidos. Fertilizaciones repetitivas con fertilizantes con tendencia a
causar excesiva fluctuación en el pH deben evitarse, dada la dificultad de aplicar correctivos
para encalamiento. Por el contrario, el uso de materia orgánica y sus derivados puede
aliviar, corregir y prevenir en algún grado estos problemas.
Las rosas, ya lo habíamos mencionado, son particularmente sensibles a los bicarbonatos.
También lo son a concentraciones altas de sales que provocan defoliación en algunas
variedades. Sin embargo, la defoliación ocurre también como un ajuste a las condiciones
de flujo radiante en ciertas épocas del año (Mastalerz, 1977). Igualmente, es importante
mencionar su tolerancia a altas intensidades lumínicas y su gran respuesta al CO2. Défi-
cits de agua o excesos producen problemas foliares como necrosis o clorosis, ésta última
ligada a la deficiencia de hierro. Incrementos en la temperatura diurna hasta 29 °C au-
mentan la productividad de las rosas, siempre que haya un suministro importante de
CO2. De lo contrario, es necesario comenzar a ventilar cuando la temperatura esté cerca-
na a los 26 °C. Las rosas inician y desarrollan flores en un rango amplio de temperaturas.
236
La temperatura del suelo afecta el crecimiento de la raíz y de la parte aérea en forma
diferente; la raíz crece mejor a temperaturas entre los 56 y 60 °F, mientras que la parte
aérea a temperaturas entre los 64 y los 67 °F (Mastalerz, 1977).
Estas consideraciones se deben tener muy en cuenta cuando se confeccionan los progra-
mas de fertilización para optimizar la respuesta de la planta.
Sodio 0,40
Cloro 1,00
Elemento (ppm)
Cobre 2 5 - 15 100
Zinc 10 15 - 50 150
Boro 25 30 - 60 200
Claveles
La historia de los claveles como planta cultivada se remonta a los primeros días de la
jardinería en Europa. El clavel moderno guarda escasa semejanza con su progenitor sil-
237
vestre, posiblemente originario del litoral mediterráneo del sur de Europa. El clavel cul-
tivado actualmente se cree que proviene de Francia. La variedad “William Sim”, se pro-
dujo en Maine en 1938 y muchas variedades modernas cultivadas hoy proceden de esta
variedad (Hooper, 1967).
El clavel tiene un ciclo de producción no tan largo como el de las rosas, pero sí lo sufi-
ciente como para ser considerado largo: 2 años. En general, las mismas consideraciones
hechas para las rosas se aplican al clavel en cuanto a su manejo desde de la superficie. No
obstante, el clavel presenta una mayor densidad de plantas por metro cuadrado.
El clavel es considerado, entre las ornamentales, como una planta más bien tolerante en
lo que respecta a la nutrición. La naturaleza del follaje no permite distinguir con facilidad
variaciones en el color como la clorosis, obvias en otros cultivos. No obstante, el clavel
puede mostrar síntomas altamente característicos de deficiencias minerales (Winsor, 1967).
Dependiendo del tipo de suelo, el clavel resulta más o menos sensible a las sales, presen-
tando reducciones en producción cuando es sometido a salinidad entre 59 y 89 mmhos
cm-1 x 10-5 y es cultivado en suelos arenosos. Estos niveles no causan daño si el suelo es
arcilloso, debido al efecto buffer creado por las arcillas (Mastalerz, 1977).
En épocas de alta radiación solar se recomienda una fertilización básicamente nítrica; en
épocas de baja radiación se recomienda una relación 2:1, NO3- a NH4+ (Joiner, 1983).
Un problema frecuente en los claveles es el agrietamiento del cáliz, el cual disminuye con
el aumento en la concentración de nitrógeno (Winsor, 1967). No obstante, este proble-
ma está asociado con fluctuaciones entre las temperaturas diurnas y nocturnas, especial-
mente con temperaturas nocturnas bajas. Por otra parte, se sabe que las bajas temperatu-
ras incrementan el número de pétalos y de estructuras petaloides produciendo un
crecimiento adicional en el centro de la flor. En estas condiciones, un cambio en el régi-
men de temperatura induce el agrietamiento (Mastalerz, 1977). Adiciones de B, cuando
el suministro de nitrógeno es moderado (100 mg/l), reducen el agrietamiento; sin em-
bargo, cuando el N es suplido a niveles de 250 mg/l, la adición de B sólo mejora ligera-
mente el problema (Joiner, 1983). Derworth y Tammen (1969), citados por Joiner (1983),
indican que la pudrición basal del tallo está relacionada con bajos niveles de P y Ca, y
altos niveles de N.
Mastalerz (1977) anota que, a diferencia de las rosas, los claveles presentan reducción en
productividad y calidad, si la temperatura de crecimiento es alta (30 °C), aunque la tasa
de crecimiento es mayor cuando el flujo de energía radiante es mayor.
Nuevamente resulta claro que el juego de todas las variables implicadas en la producción
debe considerarse globalmente, antes de tomar decisiones de control.
En la Tabla 2 aparecen los valores óptimos de análisis de tejido foliar.
Crisantemos
Los crisantemos actuales (llamados también flores perennes del otoño) son híbridos com-
plejos derivados de varias especies que crecen salvajes en China y Japón. Dos mil años
238
TABLA 2. Criterios para la interpretación del análisis foliar para clavel.*
Azufre
Sodio
Cloro
Elemento (ppm)
han pasado desde que el hombre comenzó a cultivarlos. Hay evidencias de su cultivo en
China en el año 500 A. C., siendo introducidos al Japón entre los años 724 y 749 D. C.
En 1843 La Royal Horticultural Society envió a Robert Fortune a China para colectar
plantas, trayendo consigo tres años más tarde, el Chusan Daisy, padre de las modernas
cultivariedades de Pompón (Gosling, 1979).
El ciclo de producción de los crisantemos es uno de los más cortos en plantas ornamen-
tales, usualmente 12 a 14 semanas de siembra a cosecha. Esto posibilita manejar el suelo
desde la profundidad, pues la preparación del suelo y la incorporación de nutrimentos se
hace de una manera relativamente simple, permitiendo ajustar fácilmente enmiendas y
correctivos. Pero su velocidad de crecimiento y sensibilidad a factores como las enferme-
239
dades del suelo, temperatura, radiación solar, falta de aireación , y susceptibilidad a la
salinidad, lo convierten en un cultivo que requiere de un cuidadoso manejo, especial-
mente relacionado con la nutrición.
Por ejemplo, los crisantemos son sensibles a altas concentraciones de NH4+, en tanto que
el suministro de K resulta crítico durante el crecimiento vegetativo (Joiner, 1983). El
cultivo de las flores comienza cuando las plantas madres son sembradas y ésto es particular-
mente cierto con la nutrición en crisantemo; la fase de enraizamiento (2 semanas) y el
Sodio 0,60
Cloro
Elemento (ppm)
Boro 20 35 - 80 100
240
desarrollo del esqueje en la planta madre determinan, en buena parte, las características
del crecimiento posterior (Machin, 1983).
Son igualmente sensibles a la radiación solar. Exceso de carbohidratos pueden producir
necrosis en órganos florales, especialmente en condiciones que favorecen altas tasas de
evaporación. Aunque las temperaturas también están envueltas por su efecto en el balan-
ce entre fotosíntesis y respiración, la radiación solar es el principal factor que influye en el
crecimiento de los crisantemos (Mastalerz, 1977).
Esto confirma, una vez más, las estrechas conexiones y dependencias entre el ambiente,
la planta, el clima, el suelo y la acción del hombre que, sin duda, aunque pueda y en
algunos casos deba manejarlas como partes, siempre deberá tener en mente que pertene-
cen a un complejo siempre cambiante.
En la Tabla 3 aparecen los valores óptimos de análisis de tejido foliar.
4.6 El hombre
La dirección y velocidad de los procesos de la naturaleza pueden ser grandemente modi-
ficadas por el hombre, dependiendo de su percepción de lo que significa la vida. El
sistema de creencias, que está en la cúspide del conocimiento y que antecede incluso a la
filosofía, resulta definitivo en el manejo de estos vectores. Como lo argumenta Rifkin en
su ensayo sobre la entropía, la economía mundial se halla en las fases de una transición
histórica, desde una base de energía extraíble consistente en combustibles sólidos y meta-
les escasos, a una era solar cuya principal fuente de energía serán los recursos renovables.
Sir Albert Howard (1943), en su An agricultural testament, nos dice, por otra parte,
que la rueda de la vida está hecha de dos procesos — crecimiento y descomposición —
(Growth and decay), ciclo gigante del modelo fuente-vertedero, cuyo eterno reciclaje de
doble vía crea la delgada capa — la piel del mundo como la llaman los indios — que
nosotros llamamos suelo, escenario de vida y muerte, en donde la acción-reacción go-
bierna sin restricción alguna, cobrando inmutable el antojo de los interminables deseos y
necesidades de nuestra mente. En ésta residen la intención y el conocimiento de ir en una
u otra dirección y de acelerar o disminuir la velocidad de los procesos.
Los elementos y las relaciones están ahí. De su buen uso e interpretación podremos decir
si nuestras acciones estarán aportando al manejo sostenible de los recursos a nuestro
cargo, o por el contrario, apresurando su entropía.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
ASHMEAD, H.D. 1986. The absortion Mechanism of Amino Acids Chelates by Plant
Cells. In: Foliar feeding of plants with amino acid chelates. Ashmead, H. D.,
Ashmead, H. H., Miller, G. W., Hsu, H. H. editors. Noyes publications, Park Ridge,
New Jersey, U.S.A. 370 p.
241
BARBER, S.A. 1984. Soil Nutrient Bioavailability. A Mechanist Approach. John Wiley
& Sons, Inc. 388 p.
BARKER, A.W. y MILLS, H.A. 1980. Ammonium and Nitrate Nutrition of Horticultural
Crops. In: Horticultural Reviews Vol. 2. Avi Publishing Company, Westport,
Connecticut. 395-414 p.
COLEMAN, E. 1989. The New Organic Grower: A Master’s Manual of Tools and
Techniques for the Home and Market Gardener. Chelsea Green, Vermont. 257 p.
DURÁN L.D. 1997. Recomendaciones Prácticas para el Manejo de los Suelos y la Ferti-
lización en los Cultivos de Flores. En: Floricultura y Medio Ambiente, la experien-
cia Colombiana. Marta Pizano Editora. Ediciones HortiTecnia Ltda. 328 p.
ELFVING, D.C. 1982. Crop Response to Trickle Irrigation. In: Horticultural Reviews
Vol 4. Avi Publishing Company, Wesport, Connecticut. 1-36 p.
GLINSKI, J. y STEPNIEVSKI, W. 1985. Soil Aeration and its Role for Plants. CRC
Press. 189 p.
HOOPER, S.S. 1974. La Historia de los Claveles. En: Producción Comercial de Clave-
les. English y Kinham editores. Editorial Acribia. Zaragoza (España). 241 p.
HSU, H.H. 1986. The Absortion and Distribution of Metalosates from Foliar
Fertilization. In: Foliar feeding of plants with amino acid chelates. Ashmead, H. D.,
242
Ashmead, H. H., Miller, G. W., Hsu, H. H. editors. Noyes publications, Park Ridge,
New Jersey, U.S.A. 370 p.
JONES, J.B. Jr. 1985. Soil Testing and Plant Analysis: Guides to the Fertilization of
Horticultural Crops. In: Horticultural Reviews Vol. 7. Avi Publishing Company,
Westport, Connecticut. 1-57 p.
KRAMER, P. J. 1969. Plant & Soil Water Relationship. A Modern Synthesis. McGraw-
Hill Book Company. 390 p.
MASTALERZ, J.W. 1977. The Greenhouse Environment. John Wiley & Sons. 615 p.
MILLER, G.W. PUSHNIK, J.C. y REYES, N. 1986. The Secondary Elements in Plants.
In: Foliar feeding of plants with amino acid chelates. Ashmead, H. D., Ashmead, H.
H., Miller, G. W., Hsu, H. H. editors. Noyes publications, Park Ridge, New Jersey,
U.S.A. 370 p.
PAUL, E. A. y CLARK, F.E. 1989. Soil Microbiology and Biochemestry. Academic Press,
Inc. 265 p.
PETERSEN, H.F. 1996. Water testing and interpretation. In: Water, Media and Nutrition
for Greenhouse Crops. David Wm. Reed Editor. Ball Publishing, Batavia, Illinois
USA. 314 p.
243
PORTER, M.A. y GRODZINSKI, B. 1985. CO2 Enrichment of Protected Crops. In:
Horticultural Reviews Vol. 7. Avi Publishing Company, Westport, Connecticut.
345-387 p.
STEWART, R.N. 1969. Origin, Citology and Genetics. In: Roses. John W. Mastalerz y
Robert W. Langhans, editors. Pennsylvania Flowers Growers, New York State Flower
Growers Association, Inc. Roses Inc. 331 p.
TRAYNOR, J., 1980. Ideas in Soil and Plant Nutrition. Kovak Books. 99 p.
WILLIS, H. 1984. The Rest of the Story… about Agriculture Today. A-R Editions, Inc.,
315 W. Gorham, Madison, Wisconsin. 207 p.
WILLIS, H. 1985. The Coming Revolution in Agriculture. A-R Editions, Inc., 315 W.
Gorham, Madison, Wisconsin. 212 p.
244
VI
Frutales
NUTRICIÓN DE LOS FRUTALES
CADUCIFOLIOS Y FUNDAMENTOS
TÉCNICOS PARA SU FERTILIZACIÓN
María Elena Anaya Maya*
1. INTRODUCCIÓN
Las especies y variedades de frutales de hoja caduca, al igual que otras especies arbóreas
perennes, permanecen hasta por medio siglo plantados en el mismo lugar, dependiendo
de su capacidad productiva (genética de la especie) y de su adaptabilidad al medio am-
biente en el que se encuentran. Este hecho, que aparentemente puede verse como algo
natural y simple, tiene una gran connotación en el manejo de un proyecto de frutales, del
cual se espera obtener una rentabilidad positiva y razonable al mediano y largo plazo.
El buen criterio que se tenga para la selección del terreno en el cual se quiere establecer
un huerto con frutales caducifolios, considerando los aspectos fundamentales sobre: es-
pecie y variedad, tipo de suelo (física y químicamente), factores climáticos: precipitación
(disponibilidad de agua-riego), etc., deberá estar en conexión con el ejercicio inicial de
medir los alcances del proyecto mismo en el lugar seleccionado (Figura 1), a través de un
diseño de manejo óptimo del huerto que permita el uso de una tecnología adecuada, con
una identificación permanente, tanto de los lotes como de los árboles (mapa del huerto,
registros), con un sistema de monitoreo mediante muestreos foliares, edáficos e indicadores
visuales, y así poder establecer un programa de nutrición y fertilización acorde con el
potencial de productividad de la especie seleccionada, y sus condiciones particulares.
El sistema radical es la parte menos visible pero igual en importancia a las estructuras
aéreas de estos árboles. Las raíces sirven de anclaje, realizan la absorción de agua y
* Ingeniera Agrónoma.
246
Alcance
TRADICIONAL proyecto CONVENCIONAL
ÓPTIMO
DETERMINACIÓN DE LA
ESPECIE Y SUS
REQUERIMIENTOS
CONDICIONES PARTICULARES
POTENCIAL DE PRODUCTIVIDAD
TECNOLOGÍA APLICADA
PROGRAMA DE FERTILIZACIÓN
Evaluación condiciones
Período N, N<30 (edad del huerto) genéticas
Técnicas de manejo
AJUSTE DEL aplicadas
PROGRAMA
Formulación de
fertilizantes
Tecnología tradicional
247
nutrimentos transportándolos, y ocasionalmente, los almacenan y también sintetizan
compuestos esenciales para la regulación de todas las actividades aéreas del árbol frutal.
De este modo la raíz es una estructura muy importante dentro de todo su conjunto, y las
consideraciones que tienen que ver con ella deben ser integradas con las que se deciden
en el manejo del huerto y que afectan la parte aérea.
El sistema de raíces en los frutales caducifolios ha sido revisado ampliamente por investi-
gadores como Kolesnikov (1971), Papp y Tamasi (1979), Atkinson (1980) y Tamasi
(1986), en Faust (1989).
Cuando un árbol frutal se siembra a partir de la semilla, este desarrolla un sistema radical
constituido por un eje central del cual se derivan ramificaciones con raíces primarias y
secundarias. Pero cuando el árbol se transplanta, la raíz principal se corta con frecuencia
y, de esta forma, los árboles que se obtienen al injertar yemas en tales patrones, dependen
de un sistema de raíces más del tipo horizontal, desprovistas de una estructura de eje
principal fuerte.
* Los portainjertos fueron a continuación: M4 para manzano "Jonathan"; semillero para peral; albaricoque para ciruelo "Mirabolan"; albaricoque por
semilla para albaricoque; Mahaleb para cerezo y cerezo ácido. Datos tomados por Papp y Tamasi, 1979, según Faust, 1989.
248
Las raíces tienen un potencial de extenderse ampliamente, sin embargo y con frecuen-
cia, se ven restringidas para hacerlo ante la presencia de los sistemas radicales de los
árboles vecinos. Rara vez se da el entrecruzamiento de raíces, incluso aún en condiciones
de altas densidades de siembra en manzano (Atkinson, 1976, citado por Faust, 1989), ni
en densidades de 2.000 árboles por hectárea según Schultz (1972), citado por Faust
(1989).
Aún cuando el sistema radical es considerablemente largo, la mayoría de las raíces se
concentran cerca del eje central. Atkinson encontró casos en donde cerca de un 36% y
hasta un 82% del sistema de raíces tanto en árboles de manzano como de peral, se encon-
traban dentro del área central, en un diámetro de 1 m2 alrededor del tronco del árbol
(Faust, 1989).
La distribución de las raíces difiere de acuerdo con su tamaño, siendo así que una propor-
ción alta de estas con un diámetro inferior a 1 mm, se pueden encontrar a una gran
distancia del tronco del árbol.
La mayor parte de las raíces están ubicadas entre un rango de 0,0 - 80 cm, con un 70%
del sistema de absorción localizado a una profundidad entre 0,0 - 30 cm. En este sentido,
la aireación del suelo con frecuencia, es un factor determinante en qué tan profundo
puedan penetrar las raíces.
249
Los frutales de hoja caduca poseen valores de LA bajos lo cual influye en la tasa de extrac-
ción de nutrimentos por unidad de longitud de la raíz, que deberá ser alta, en orden de
satisfacer los requerimientos nutricionales de estos (Faust, 1989).
Atkinson y Wilson en 1980, midieron el influjo de nutrimentos en las raíces del manza-
no en cultivos hidropónicos, y determinaron para el elemento fósforo un influjo de 0,56
µmolcm-1s-1 y para el nitrógeno de 8,5 µmolcm-1s-1. Estos valores se encuentran entre
cinco y ocho veces por encima de los que determinaron Brewster y Tinker en 1972, para
un número de especies y de plantas (Faust, 1989).
De esta forma, las raíces de los frutales caducifolios se caracterizan por un contacto con el
suelo relativamente limitado debido a los valores de LA bajos, y poseen índices altos de
entrada de nutrimentos. Esto demanda que haya una disponibilidad de éstos en el suelo
bastante alta o, de lo contrario, los frutales pueden llegar fácilmente no sólo a un estrés
por falta de agua, sino también a un estrés nutricional.
El sistema radical relativamente limitado en los frutales de hoja caduca, comparados con
el de otras especies, no se altera si se considera la presencia y el tamaño de los pelos
radicales (Faust, 1989). Kolesnikov (1971) mencionó que en árboles de manzano de 1
año de edad se pueden encontrar 17 millones de pelos radicales, con una longitud total
de 3 kilómetros. Esto contrasta con una planta de centeno que puede tener 15 billones de
pelos radicales, con una longitud de 600 kilómetros. El grosor de los pelos radicales varía
también, siendo así que las raíces de patrones de manzano, propagados sexualmente,
pueden tener pelos radicales con un grosor de 328 micromol, mientras que en el patrón
M9 el grosor tan sólo es de 61 micromol. Los pelos radicales del manzano en general son
cortos; sin embargo en las otras especies del género Prunus son largos pero irregulares
(Head, 1968; Rogers, 1939; en Faust, 1989).
El contacto entre el suelo y la raíz puede mejorarse si las raíces logran un segundo engro-
samiento (Head 1968, en Faust, 1989). De acuerdo con esto, y debido a que las raíces
leñosas en los frutales caducifolios son gruesas tienen una mejor superficie de contacto
con el suelo, y toman entonces una importancia especial en condiciones de estrés hídrico
en estos árboles.
250
rango de 4 °C a 6 °C, el del peral a temperaturas entre 6 °C a 7 °C, y tanto los durazneros
como los ciruelos inician su crecimiento de raíces a temperaturas de 12 °C. Lo anterior
coincide con observaciones hechas en huertos en donde el crecimiento de raíces inició
aproximadamente cuando el suelo alcanzó dichas temperaturas (Faust, 1989).
La periodicidad en el crecimiento de las raíces depende enormemente del desarrollo de
las ramas y sus yemas, y de la carga de frutos que tengan estos árboles. Es así que el final
del pico de crecimiento de raíces coincide normalmente con el comienzo del crecimiento
de las yemas activas en las ramas, y el segundo pico inicia luego de que el desarrollo de
éstas termina (Head 1967; Rogers y Head 1969; en Faust 1989).
“Mulch”
El crecimiento de las raíces en la zona superficial del suelo se incrementa mediante la
adición de “mulch”. Es así como el crecimiento radical en árboles de manzano fue supe-
rior en todos los diámetros, y en particular, a una profundidad entre 0,0 y 8,0 cm bajo la
cobertura (White y Holloway, 1967 en Faust, 1989).
Por otra parte, la aplicación de “mulch” incrementó también la superficie de enraizamiento
en duraznero, y en peral el valor de densidad de raíces (LV) pasó de 0,12 a 0,14 (Hill
l969; Reckruhm 1974; en Faust 1989).
Riego
El suministro de agua, o la carencia de ésta, tiene un efecto doble sobre el crecimiento de
las raíces. En primer lugar, el secamiento del suelo provoca un efecto directo puesto que
determina el crecimiento de las raíces a nivel superficial, como lo encontraron en duraznero
251
Richards y Cockroft en 1975, según Faust, 1989. En segundo lugar, se causa un efecto de
tipo indirecto, ya que un contenido bajo de humedad en el suelo provoca un estrés en los
árboles, el cual a su vez disminuye la eficiencia fotosintética en estos. En tales condicio-
nes, las raíces no pueden recibir el nivel de carbohidratos que requieren para su creci-
miento normal diariamente.
En este sentido, el suministro de agua a través del riego se vuelve de gran importancia en
el mantenimiento de una tasa fotosintética alta en los frutales de hoja caduca.
En general, los frutales de hoja caduca poseen un sistema radical con valores bajos en
densidad (LA o LV), con índices altos de influjo de nutrimentos, por lo que requieren de
una disponibilidad alta de elementos minerales. Sin embargo, dentro de las diferentes
especies de estos frutales, y en particular las que se consideran en el presente trabajo, las
respuestas a las condiciones físicas del suelo son variadas.
3.1 Duraznero
Dentro de los frutales caducifolios el duraznero (Prunus persica B.) es quizás la especie
más exigente en las propiedades específicas del suelo, y en especial en las características
físicas más que en las químicas. Muchas de las raíces de absorción (pelos radicales) son
renovadas luego del período de receso, con el fin de suministrar el agua y los nutrimentos
que las yemas foliares demandan para su expansión y crecimiento, luego de la fase de
floración plena (antésis). Durante este tiempo las raíces requieren además de una dispo-
nibilidad de agua suficiente, de un buen contenido de oxígeno en la atmósfera del suelo,
para que estas puedan respirar y así liberen toda la energía que utilizan en su crecimiento
y en la absorción de elementos nutritivos.
Boyton y Compton, según Hoffman 1988, recomiendan que la atmósfera del suelo ten-
ga una cantidad de oxígeno aproximadamente igual a la que hay en el aire de la superficie
de éste. El duraznero posee un sistema radical susceptible tanto a las condiciones de
sequía como de humedad extremas, siendo muy sensible a la asfixia.
En suelos arenosos, el desarrollo radical es deficiente y se ubica tan sólo en los primeros
50 cm, y el crecimiento del árbol en general es débil, debido a una escasa reserva hídrica
en el suelo. Los suelos arcillosos con una estabilidad estructural baja generan riesgos altos
de asfixia en las raíces, al igual que los suelos limosos, en donde este peligro es considera-
ble dada la presencia de encharcamientos así sean temporales.
En zonas de precipitación escasa, los suelos más aconsejables son los limosos pero con
buen drenaje. Las zonas con precipitaciones altas y bien distribuidas permiten el cultivo
del duraznero en suelos arenosos mezclados con algunos elementos finos, como también
en suelos arcillosos con estructura fragmentaria estable y conformada por elementos pe-
queños.
252
3.2 Manzano
A1 igual que el duraznero, el manzano presenta un enraizamiento superficial, bajo con-
diciones de suelos arenosos, llegando hasta profundidades inferiores a los 30 cm. Así se
genera un desarrollo pobre de estos frutales, pues la capacidad de reserva hídrica es muy
reducida.
En suelos limosos que posean buen drenaje, el cultivo de manzanos puede ser muy bue-
no. Por el contrario, si estos suelos tienen una aireación deficiente, los árboles serán poco
vigorosos, poco longevos, y de rendimientos bajos. Cuando los suelos son arcillosos y con
estructura continua, la penetración de las raíces es casi nula. No sucede lo mismo cuando
son arcillosos pero con estructura fragmentaria, estable e integrada por elementos peque-
ños, siendo muy apropiados para el cultivo del manzano, permitiéndole un enraizamiento
profundo.
Los suelos con un porcentaje de carbonatos libres igual o superior al 15% generan clorosis
en los árboles de manzano.
3.3 Ciruelo
En general, esta especie es la más « rústica» de los frutales caducifolios y se desarrolla muy
bien en suelos permeables profundos, frescos y fértiles, en donde tiene un vigor creciente,
una regularidad en las cosechas y con frutos grandes. Si por el contrario se ubica en suelos
pobres y secos, los frutos tendrán un crecimiento limitado, a pesar de tener un sabor muy
dulce.
La nutrición es una de las vías más efectivas que influyen en la productividad de estos
árboles frutales. Para poder lograr los resultados deseados, a través de un suministro ade-
cuado de nutrimentos, se debe conocer el estado nutricional de estos.
En los frutales de hoja caduca, la condición del suelo y la condición del árbol juntas
determinan el índice de extracción de elementos, el cual puede ser bastante diferente de
lo que hay disponible en el suelo. Por lo tanto, el análisis foliar y/o de tejidos para estos
frutales, se convierte en la guía más conveniente y la de mayor precisión, para la determi-
nación del estado nutricional en estas especies perennes.
En comparación con el análisis del suelo, el análisis foliar y/o de tejidos es la integración
de todas las circunstancias que influyen en la disponibilidad de los nutrimentos
(Lundegardh, 1945) y refleja las condiciones de extracción de estos mejor que el estado
nutricional del suelo (Mengel y Kirkby, 1982, citados por Faust, 1989).
Una extracción baja puede ser el resultado de una aireación escasa, de condiciones de
humedad bajas, o de una actividad metabólica en las raíces muy reducida. De otra parte,
una extracción de nutrimentos alta puede reflejar condiciones de humedad óptimas,
sistemas radicales extensos y bien desarrollados que exploren a fondo dentro del suelo, o
253
índices de fotosíntesis altos que suministren cantidades de carbohidratos suficientes a la
raíz para un metabolismo óptimo.
Un contenido elevado de un nutrimento en los frutales caducifolios puede manifestar un
suministro inadecuado de otro elemento. Cuando el crecimiento de estos frutales dismi-
nuye por alguna razón, ciertos elementos pueden acumularse más que cuando el creci-
miento ha permanecido en un índice alto. Si este es muy elevado, algunos de éstos pue-
den ser diluidos más de lo esperado bajo una tasa de crecimiento normal (Faust, 1989).
Las relaciones antagónicas o sinergísticas entre los elementos deben tenerse en cuenta
para la interpretación de los resultados del análisis foliar. Shear y colaboradores (1946),
citados por Faust (1989), plantearon que el crecimiento de estos frutales está en función
de dos variables de la nutrición: intensidad y equilibrio. Cuando se determina el estado
nutricional en las hojas, bajo cualquier nivel dado de intensidad nutricional, pueden
existir una multiplicidad de relaciones entre los diversos elementos. El crecimiento y la
productividad máximos se dan solamente sobre la coincidencia de una intensidad y un
equilibrio óptimos.
Este concepto se ha vuelto especialmente importante cuando se aplica a la capacidad de
almacenamiento de elementos que poseen los frutos. Es así como, con una relación de
N/Ca igual a 10, y sobre la base del peso seco en pulpa de manzana, esta fruta puede ser
almacenada durante un período largo y en muy buenas condiciones. Si por el contrario,
la relación N/Ca aumentan a 30, la fruta sufrirá el ataque de enfermedades y no podrá ser
almacenada (Shear, 1974, citado por Faust, 1989).
Una relación Ca + K/Mg consistentemente alta, propiciará una toxicidad por Boro; en
cambio, una relación K + Mg/Ca alta, tendrá un efecto mínimo en esta toxicidad, encon-
trándose ambas relaciones con concentraciones similares de este elemento (Shear y cola-
boradores, 1946, citados por Faust, 1989). A pesar de estas consideraciones tan impor-
tantes, la mayoría de los resultados sobre análisis foliar se reportan en porcentaje, puesto
que ofrece la ventaja de facilitar la computarización y de simplificar su interpretación
(Faust, 1989).
254
b) Los rangos de concentraciones de elementos nutricionales en ausencia de síntomas,
sobre los cuales los frutales de hoja caduca responden a las aplicaciones del que se
encuentra insuficiente.
c) La concentración nutricional óptima asociada con el rendimiento máximo y la calidad
de los frutos.
d) Los rangos de concentraciones en los cuales los nutrimentos producen toxicidad o
efectos poco deseables (Faust, 1989).
A continuación se muestran estos rangos para el manzano (Tabla 2) y para el peral
(Tabla 3).
Por otra parte, la concentración de los elementos nutricionales requeridos varía con la
especie frutal caducifolia. Por ejemplo, los durazneros demandan una concentración de
nitrógeno mucho mayor que los manzanos para lograr un crecimiento óptimo. Además,
cambian de acuerdo con la ubicación geográfica (Faust, 1989). También es conocido que
las concentraciones nutricionales en la hoja, cambian de acuerdo con la posición que
tengan estas en el frutal. Por esta razón, y para lograr uniformidad en el muestreo, es
importante tomar las hojas de la parte media de las ramas y de la parte media del árbol,
en los cuatro puntos cardinales.
Las concentraciones óptimas de elementos en las hojas, para las diferentes especies
caducifolias, se muestran en la Tabla 4.
5.1 Nitrógeno
Los frutales caducifolios utilizan el nitrógeno a partir del suelo, dependiendo de los pro-
cesos metabólicos de la parte aérea. Este es utilizado ampliamente en las raíces, las cuales
* Faust, 1989.
255
TABLA 3. Rangos estándar en la composición nutricional de las hojas del peral (%
peso seco).*
N < 1,8 1,8 - 2,2 2,3 - 2,7 2,8 - 3,5 > 3,5
P < 0,10 0,10 - 0,13 0,14 - 0,20 0,21 - 0,30 > 0,30
Ca < 0,80 0,80 - 1,3 1,4 - 2,1 2,2 - 3,7 > 3,7
Mg < 0,13 0,13 - 0,29 0,30 - 0,50 0,51 - 0,90 > 0,90
Elementos menores
Zn < 10 10 - 19 20 - 50 > 50
A través de los resultados obtenidos se vió que el nitrógeno no es tomado por estos
256
frutales antes de que inicie el crecimiento de yemas, disminuye cuando las hojas están en
senescencia, y cesa cuando estas caen finalmente (Tabla 5), Faust (1989).
Debido a que el nitrógeno no puede ser tomado por el árbol frutal antes de que inicie el
crecimiento de brotes, las actividades iniciales tempranas dentro de este en primavera,
N P K Ca Mg Fe B Zn Cu Mn
Mayo 14 - 24 39,02
Julio 9 - 19 32,73
Terminación crecimiento de brotes
Agosto 6 - 16 35,91
Septiembre 10 - 20 32,73
257
están determinadas por las reservas de nitrógeno dentro del frutal, las cuales son almace-
nadas en forma de proteínas de reserva (Swietlik y Faust, 1984; Titus y Kong, 1982). La
velocidad de la hidrólisis de tales proteínas dependerá de la temperatura a la cual se
presenta el rebrote en los frutales caducifolios (Faust, 1989).
La mayoría de las respuestas de los frutales caducifolios a la nutrición con nitrógeno
pueden ser clasificadas dentro de tres grupos:
a) Respuestas vegetativas.
b)Respuestas que involucran los frutos.
c) Respuestas que involucran las características de los frutos.
Aparentemente, la aplicación de nitrógeno incrementa el tamaño de las hojas y el índice
de fotosíntesis temprano, el cual al parecer, mejora la iniciación de yemas florales.
La deficiencia de nitrógeno provoca crecimiento lento, hojas pobremente desarrolladas,
escasas y cloróticas; defoliación prematura, floración precoz y abundante, pero con un
porcentaje bajo de fructificación; frutos pequeños y coloreados, de maduración prema-
tura y caída precoz.
Por el contrario, un exceso de este elemento sensibiliza los árboles al ataque de enferme-
dades y plagas. De los frutales caducifolios los más sensibles a un exceso son el manzano
y el peral, siendo el duraznero y el ciruelo menos susceptibles.
5.2 Calcio
Uno de los elementos minerales quizás más importante en la determinación de la calidad
de los frutos en lo referente a conservación, es el calcio. Muy importante en las especies
peral y manzano, dado que sus frutos deben ser almacenados durante períodos largos de
tiempo, y el efecto del calcio sobre la capacidad de almacenamiento no puede ser susti-
tuida por otros factores (Faust, 1989). Es así como los frutos con altos contenidos de
calcio, pueden ser transportados mejor y permanecer en buenas condiciones durante
bastante tiempo. La concentración de calcio en el tejido necesaria para lograr estos resul-
tados es usualmente superior a las concentraciones que acumulan normalmente los fru-
tos.
La nutrición cálcica es compleja, debido al hecho de que el calcio se requiere sobretodo
en el fruto. Consecuentemente, este elemento no sólo necesita ser tomado por el árbol
frutal, sino además ser transportado hasta el fruto. Russel y Clarkson (1976), citados por
Faust (1989), encontraron a través de sus investigaciones que tanto la extracción de cal-
cio como de magnesio está restringida a un área justo detrás de los ápices de las raíces.
El proceso de acumulación de calcio ha sido más estudiado en peral y en manzano, que
en cualquier otro caducifolio. En general, la acumulación de este se da sólo durante la
primera fase del crecimiento del fruto (Faust, 1989).
Los síntomas de deficiencia de calcio en las hojas solamente pueden verse si la deficiencia
es inducida en condiciones experimentales de cultivo en arena. Aún bajo condiciones de
258
deficiencia, los síntomas sólo se pueden observar si los frutales están en un crecimiento
rápido (Shear, 1971, citado por Faust, 1989). Parece ser que, en la mayoría de las condi-
ciones donde se cultivan estos frutales hay suficiente Ca++ para satisfacer la formación de
las paredes celulares en las hojas y en la madera frutal (Faust, 1989).
Dentro de los frutales caducifolios, la especie más susceptible a la deficiencia de este es el
manzano, el cual se vuelve sensible a la incidencia del «bitter pit» en los frutos, ante un
suministro bajo de calcio y/o un desequilibrio de éste con otros elementos como el potasio
y el magnesio.
En general, estos frutales pueden tornarse bastante susceptibles a la incidencia de «chancros»
si la nutrición cálcica es insuficiente o deficiente. Además pueden presentar secamiento
en algunas de sus ramas y un debilitamiento en el sistema leñoso. Por otra parte, el
crecimiento en los rebrotes terminales de las raíces se reduce al extremo de frenar el
crecimiento radical.
5.3 Potasio
El Potasio es el catión más abundante en el citoplasma. Cumple funciones muy impor-
tantes en la estabilización del pH, la osmoregulación, la activación de enzimas, la síntesis
de proteínas, el funcionamiento de los estomas, la fotosíntesis y la extensión y expansión
celular.
A diferencia del calcio, el magnesio, el nitrógeno, y el fósforo, el potasio (K+) se acumula
en grandes cantidades en los frutos. Es así como en el género Prunus, los síntomas de
deficiencia de este elemento, se desarrollan usualmente cuando los árboles tienen una
cargo de frutos excesiva (Faust, 1989).
Durante medio siglo se ha sabido que una deficiencia de K+ puede reducir la transpira-
ción en árboles de manzano (Childers y Cowart, 1935), similar a otras plantas. La aper-
tura de estomas requiere una acumulación de potasio en las células guarda, y una defi-
ciencia de este puede hacer que estos se cierren, lo cual hace que la transpiración se
reduzca.
En los frutales de hoja caduca, la carencia de potasio se manifiesta de forma similar, con
un enrollamiento de los bordes de las hojas, de afuera hacia adentro, tornándose luego en
un necrosamiento marginal. Por otra parte, los frutos se vuelven inconsistentes, bajos en
aroma y pierden la capacidad de tolerar bajas temperaturas en los períodos de conserva-
ción de frutos a 0 °C durante tiempos largos.
El crecimiento de los frutales caducifolios se ve también bastante afectado cuando el
nivel de concentración de potasio en las hojas está por debajo del 1%. Batjer y Degman
(1940) presentaron los resultados obtenidos en experimentos bajo invernadero, en los
cuales con dichos niveles bajos el crecimiento se redujo, reflejándolo en la altura total de
estos frutales, la longitud lineal de las ramas, el diámetro del tronco y el crecimiento total
lineal.
Un exceso en el suministro de potasio, conduce a un efecto antagónico con otros elemen-
259
tos como: magnesio calcio, hierro y boro, siendo el primero el más frecuente y acentua-
do. De otra parte, los frutos pierden su aptitud de conservación prolongada a 0 °C.
5.4 Fósforo
Una de las funciones más conocidas del fósforo tiene que ver con el mecanismo de trans-
ferencia de energía incluyendo la generación de ATP y la formación de azúcares y ésteres.
Adicionalmente, este tiene también una función reguladora en muchos procesos
enzimáticos en donde el Pi controla el indice de reacción.
En los frutales de hoja caduca el fósforo juega un papel importante en el desarrollo radi-
cal, en la floración y en el cuajado de los frutos. Además se le considera un «antídoto» del
exceso de nitrógeno. En estos frutales no se han llegado a observar síntomas de deficien-
cia en las hojas. Lo que se afecta es la concentración en los frutos. Es así como los niveles
de fósforo en el árbol de manzano han sido correlacionados positivamente con la firmeza
de los frutos y, negativamente con el trastorno con temperaturas bajas (Sharples, 1980,
citado por Faust, 1989). Por lo tanto, es imperioso mantener niveles de fósforo suficien-
temente altos dentro del árbol.
La concentración de fósforo en las hojas de las otras especies de frutales caducifolios
(duraznero, ciruelo, y cerezo) es similar, esencialmente, como en el manzano, teniendo el
peral un contenido algo inferior a éste.
Por lo general, un suministro excesivo de fósforo en estos frutales, tiende a acentuar la
deficiencia de nitrógeno, y en contraste, los frutales cultivados bajo condiciones de nitró-
geno en abundancia, tienden a responder bien a las adiciones de fósforo (Faust, 1989).
Por otra parte, los frutales de hoja caduca poseen micorrizas en su sistema radical, las
cuales ayudan en la absorción del fósforo como elemento nutricional para éstos. Es así
como la endomicorriza crece a la vez entre e intracelularmente en la corteza de la raíz de
los frutales caducifolios. La más común es la vesículo arbuscular (VAM) la cual es un
hongo simbiótico obligado, y no tiene mucha especificidad. La micorriza incrementa
con frecuencia el crecimiento de estos frutales. En la mayoría de los casos el incremento
en la extracción de fósforo es el efecto inicial detectado en dicho crecimiento. Por lo
general, las respuestas de crecimiento debidas al efecto de la micorriza en los frutales
caducifolios, no se observan cuando hay un suministro de fósforo en cantidades suficien-
tes al suelo (Hopner y colaboradores, 1983, citado por Faust, 1989). En términos gene-
rales, cuando se suministra fósforo, el efecto de la micorriza en el incremento del creci-
miento de los frutales caducifolios es mínimo a casi nulo, debido a que se disminuye
sensiblemente el proceso de infección de las raíces por el hongo.
5.5 Magnesio
El cloroplasto contiene cerca del 10% - 20% de magnesio. Además, un 25% del total de
las proteínas de las células de la hoja se encuentra también en el cloroplasto. Por esta
razón el magnesio es uno de los constituyentes más importantes de la clorofila. Entre
260
otras funciones, este elemento juega un papel importante en la transferencia de los fosfatos
ricos en energía, para el metabolismo del ATP. El sustrato en la mayoría de las ATPasas es
Mg-ATP.
Lo anterior explica porqué una deficiencia de éste afecta particularmente el tamaño, la
estructura y la función en el cloroplasto, incluyendo la transferencia de electrones al
fotosistema II (Marschner, 1986, citado por Faust, 1989).
La deficiencia de magnesio provoca una clorosis internerval en las hojas adultas, y sólo en
casos extremos se torna necrótica, y las hojas finalmente se caen. Como este es un ión
móvil en los frutales, en el caso de una deficiencia es transportado desde las hojas adultas
hasta las hojas nuevas. Por consiguiente, las primeras en verse atectadas por la clorosis y
posterior caída son las hojas mayores (Faust, 1989).
Los frutos requieren cantidades considerables de magnesio. Mientras que en las hojas de
manzano la concentración de calcio, con base en el peso seco, es cerca de 5 veces más que
la de magnesio en el fruto, la concentración de magnesio en este es el doble de alta a la de
calcio. Si los frutales caducifolios tienen un suministro pobre de magnesio, aquellos que
tengan frutos mostrarán los síntomas de deficiencia siendo más acentuados en las hojas
cercanas a estos.
Los árboles deficientes en magnesio también producen frutos pequeños. La fotosíntesis
total de estos frutales se ve severamente afetada por la defoliación. De esta forma, el
tamaño del fruto en árboles pobres en magnesio dependerá más de un factor que afecte la
fotosíntesis (Faust, 1989).
Entre los frutales caducifolios el más sensible a la carencia de magnesio es el manzano, el
cual manifiesta una clorosis en algunas zonas del limbo de la hoja, guardando simetría
con la nervadura principal de esta. Después de un período de 24 a 48 horas de presenter
clorosis aparece un necrosamiento del tejido en la zona antes clorótica de las hojas mayo-
res (Trocme y Gras, 1979).
Las deficiencias prolongadas de este elemento en el manzano provocan un secamiento de
los tejidos primarios en la corteza de los troncos y de las ramas principales, tomando
coloraciones pardas y violáceas. En los frutos se desmejora la calidad y, en casos extremos,
caen prematuramente al iniciar apenas su crecimiento.
Las otras especies de frutales caducifolios, en condiciones deficientes en magnesio, pue-
den presentar similitud en la sintomatología con el manzano, pero son menos suscepti-
bles que éste. En el duraznero se presenta además de los otros síntomas, una clorosis
marginal en las hojas jóvenes con coloraciones amarillas a rojizas, en las variedades de
pulpa blanca y, en las de pulpa amarilla, una coloración amarillo-brillante (MacLung y
colaboradores, l953).
Por otra parte, estos frutales se pueden volver muy sensibles a las quemaduras causadas
por las aplicaciones de pesticidas, al realizar una absorción muy rápida de estos, y debido
a una nutrición escasa en magnesio.
261
La toxicidad por magnesio no ha sido observada como tal en los frutales de hoja caduca.
Sin embargo, se pueden desarrollar y/o acentuar algunos desórdenes motivados por una
concentración alta de magnesio, como es el caso de “bitter pit” en manzano, el cual se
previene con un suministro adecuado de calcio, y se acentúa con niveles altos de nutri-
ción magnésica.
6.1 Hierro
El hierro es un constituyente esencial de los sistemas de reducción tanto en las plantas
como en los árboles frutales. Tales sistemas son las hemoproteínas y las sulfoproteínas
Fe-S. Los citocromos, los más importantes de las hemoproteínas, se encuentran en el
cloroplasto y en la mitocondria. Es un componente de la enzima aconitasa, la cual cataliza
la isomerización del citrato a isocitrato. Esto es muy importante en estos árboles frutales,
ya que la inhibición de esta enzima provoca la acumulación de ácidos orgánicos en ellos
(Faust, 1989).
Las deficiencias de hierro en estos frutales muestran diversos grados de clorosis intervenal
en las hojas (Korcak, 1987, citado por Faust, 1989). La expresión de esta clorosis puede
ser confundida por la aparición simultánea de deficiencias de otros micronutrimentos.
Cuando se presentaron múltiples deficiencias de Mn, Zn, y Fe, inducidas en semilleros
de árboles de manzano, la manifestación predominante fue la deficiencia de hierro (Zhou
y colaboradores (1986), citados por Faust, 1989).
6.2 Boro
La forma apropiada para que este sea tomado por las plantas es el ácido bórico. Una
porción sustancial de boro existe en las plantas superiores como complejo estable del
éster cis-borato, en la pared celular.
En los frutales caducifolios el boro interviene en la absorción de agua, en el de los cationes
especialmente el calcio, en la formación de la pectina de las membranas celulares, y en el
metabolismo de los glúcidos.
Existen diversos rangos de deficiencia de boro bajo los cuales responden estos frutales,
con incrementos en la severidad de los síntomas. El rango normal de concentración de B
en las hojas de las ramas medias del manzano está entre 35 - 40 ppm. Si está alrededor de
25 ppm, ya es insuficiente, y se observarán tan sólo problemas secundarios que involucran
al calcio (Faust, 1989). La deficiencia se desarrolla en el fruto cuando la concentración de
B en las hojas está entre 14 y 21 ppm (Oberly, 1963, citado por Faust, 1989).
Cuando la concentración de B está por debajo de 12 ppm, se manifiestan síntomas en la
parte vegetativa del manzano, muy visibles. Otras especies de estos frutales le siguen en el
mismo orden de importancia: en el duraznero un rango de 10 ppm corresponde a una
deficiencia severa, el de 11-17 ppm deficiente, uno de 18-30 ppm insuficiente, el rango
262
30-59 ppm óptimo, el de 60-80 ppm alto y el rango de 81-155 ppm excesivo (Kamali y
Childers, 1970, citados por Faust, 1989).
En el árbol de manzano, si la deficiencia de B es aguda, mostrará muerte descendente de
las ramas al finalizar la época de verano, venas amarillas y rojas en las ramas terminales, y
muerte de pequeñas zonas de la corteza cerca de las puntas, seguido de una muerte pro-
gresiva del cambium y la parte interna de esta; los entrenudos se acortan formando usual-
mente, una «roseta» de hojas (Burrell, 1940, citado por Faust, 1989). En el peral, las
ramas son cortas, con hojas terminales reducidas y las hojas basales frenan su desarrollo.
Los síntomas de deficiencia de boro se ven con frecuencia en los frutos antes que se
manifiesten en las ramas y/o las hojas. En el manzano, el efecto suave de una deficiencia
de este se manifiesta con el aplanamiento del fruto. Si la deficiencia es ligeramente más
severa, se produce una zona corchosa interna, redonda o irregular, con áreas de color café
dentro de la zona central del fruto, la cual se ve claramente al hacer un corte de este. Las
masas celulares muertas se tornan secas, duras y corchosas (Boynton y Oberly, 1966,
citados por Faust, 1989).
En el peral, se presentan áreas similares de color café pero muy cerca de la superficie del
fruto, y si se desarrollan en la fase temprana de crecimiento de este, la superficie encima
de las manchas se deprime. En el duraznero, el pardeamiento interno se desarrolla con
frecuencia alrededor de la cavidad del hueso, y en el ciruelo sólo se observan los frutos
mal formados pero sin pardeamiento (Benson y colaboradores, 1966, citados por Faust,
1989).
Existe un margen muy pequeño entre la toxicidad y la suficiencia de boro. Por ejemplo
en el manzano, el efecto de una toxicidad puede verse a las 70 ppm (Faust, no publica-
do), y en el duraznero a las 80 ppm (Kamali y Childers, 1970, citados por Faust, 1989).
La toxicidad causada por B en el manzano se manifiesta en una maduración precoz del
fruto, una caída prematura de estos, una vida corta de almacenamiento con los respecti-
vos desórdenes fisiológicos (Haller y Batjer, 1946; Phillips y Johnson, 1943, citados por
Faust, 1989). En los ciruelos, se produce un engrosamiento de las hojas, un encorchamiento
en las nervaduras de estas, nudos alargados, producción de goma, necrosamiento de la
corteza, y muerte de los ápices de las ramas (Benson y colaboradores, 1966, citados por
Faust, 1989).
Con frecuencia, la toxicidad con boro se produce a través del agua de riego. Esencialmen-
te el agua de riego debe estar libre de B. Una cantidad tan baja como 1,5 ppm de B en el
agua para riego, puede provocar toxicidad (Eaton y colaboradores, 1941, citados por
Faust, 1989).
6.3 Zinc
El zinc actúa como un componente metálico de las enzimas, o como un cofactor para un
número enorme de estas. La incorporación del Zn en la deshidrogenasa del alcohol es
muy importante para los frutales caducifolios. La madurez total del fruto contiene siem-
pre una superabundancia de piruvato el cual se transforma en acetaldehído, que es rápi-
263
damente convertido a etanol por la deshidrogenasa del alcohol. El acetaldehído es una
forma tóxica para las células y provoca el pardeamiento en los frutos. De este modo, es de
vital importancia que su conversión en alcohol se realice, previniendo dicho efecto (Faust
y colaboradores, 1969).
El síntoma más importante de una deficiencia de Zn es “la hoja pequeña”, asociada con
una reducción del contenido de auxinas en los ápices de los brotes. Chandler (1979),
citado por Faust (1989), observó que los frutales caducifolios son más susceptibles a la
deficiencia de Zn que muchos cultivos anuales. Encontró que el cerezo es más suscepti-
ble que el manzano, y éste más sensible que otros frutales de hoja caduca.
El síntoma más característico de esta deficiencia es el arrosetamiento de las hojas y de los
brotes terminales. Las hojas producidas son pequeñas, moteadas, de apariencia anormal,
angostas y agrupadas en forma de racimos hacia el extremo de las ramas (Boynton y
Oberly, 1966, citados por Faust, 1989). Cuando la deficiencia de Zn es incipiente, y el
síntoma de arrosetamiento no es evidente, se observan hojas angostas y empequeñecidas.
Niveles de Zn en las hojas por debajo de 25 ppm con base en el peso seco de estas, son
indicativos de deficiencia (Boynton y Oberly, 1966, citados por Faust, 1989).
6.4 Manganeso
El papel del manganeso en las plantas es presumiblemente como elemento estructural de
las metaloproteínas, en donde actúa como un sitio de enlace activo, o sirve como sistema
de reducción (Marschner, 1986). Dentro de las pocas enzimas que contienen Mn, la
superóxidodismutasa es la más importante, ya que esta protege los tejidos celulares del
efecto de deterioro provocado por los radicales libres de oxigeno al formarse H202 y 02.
La deficiencia de Mn en los frutales caducifolios, se expresa típicamente como una clorosis
intervenal en las hojas adultas, algo parecida a la provocada por el Fe. En casos de defi-
ciencia severa, las hojas pierden por completo el color y se produce una defoliación fuer-
te, ayudada también por el viento (Thorne y Wann 1950, citados por Faust, 1989).
Las hojas normales del peral, el manzano, el duraznero y el cerezo tienen un rango alrede-
dor de 70-85 ppm de manganeso. Por el contrario, las hojas que muestran clorosis por
deficiencia de este elemento, contienen por lo general menos de 17 ppm, y con frecuen-
cia llegan tan bajo como 5 ó 6 ppm.
En suelos ácidos, los frutales caducifolios manifiestan más una toxicidad por Mn que una
deficiencia de este. La toxicidad está asociada con frecuencia a la deficiencia de Fe, y las
manchas de color café en las hojas cloróticas por deficiencia de hierro que contienen
usualmente niveles altos en Mn, indican su toxicidad. La clorosis se desarrolla en las
hojas adultas, y no está asociada con la pérdida de vigor en estas (Boynton y Oberly,
1966, citados por Faust, 1989).
La toxicidad de Mn en manzano se manifiesta con clorosis en las hojas, caída prematura
de estas, reducción en la formación de yemas florales, reducción en el crecimiento, y una
necrosis interna en la corteza.
264
La reducción de los síntomas de toxicidad por Mn en el manzano, la ejerce el calcio, el
cual tiene una influencia tanto en la absorción como en la translocación de éste en el
frutal (Fucik y Titus, 1965, citados por Faust, 1989).
La práctica más efectiva para proteger a estos frutales contra una posible toxicidad por
manganeso, es llevar el pH del suelo a un rango de 6 - 6,5 antes de sembrarlos porque
cuando el desarrollo de los árboles jóvenes sea insignificante, se verán permanentemente
disparejos y con una deficiencia en el crecimiento que no podrá ser corregida (Faust,
1989).
6.5 Azufre
El azufre es un constituyente de los aminoácidos: cistina, cisteína y metionina. Ambos,
forman parte de las proteínas y de los precursores de otros productos secundarios que
contienen S. El azufre es un componente estructural de las coenzimas, ferredoxina, biotina
y pirofosfato de tiamina.
A pesar de que este cumple funciones tan importantes dentro de las células de los frutales
caducifolios, desde el punto de vista de producción puede no serlo. Solamente dos zonas
en el mundo, Australia y el centro del estado de Washington, han reportado deficiencias
de S.
La deficiencia de este es muy parecida a la provocada por deficiencia de nitrógeno: las
hojas toman un color amarillo pálido, siendo más acentuado en las hojas jóvenes, que en
las hojas basales de las ramas (Benson, 1962, citado por Faust, 1989).
La concentración normal de azufre en las hojas medias terminales del duraznero sobre
peso seco fue de 0,3% (Thomas y colaboradores 1954, citados por Faust, 1989). A su
vez, Benson y colaboradores (1963), citados por Faust (1989), recomiendan utilizar las
hojas terminales para el análisis foliar en la determinación del nivel de S en el manzano.
De acuerdo con ellos, la utilización de las hojas terminales en este análisis foliar es un
método más sensible para la determinación de azufre, que el uso de hojas medias termi-
nales. Las hojas terminales deficientes en S contenían 100 ppm de S, mientras que las
normales 150 ppm (Faust, 1989).
6.6 Cobre
Tanto en las raíces como en el xilema, el cobre se presenta en forma de complejo. Las
funciones del Cu como elemento nutricional en las plantas están principalmente en las
reacciones de reducción de las oxidasas terminales. En los frutales de hoja caduca se
conoce muy poco sobre las funciones específicas de este. El síntoma más representativo
de la deficiencia de Cu es la muerte descendente de las ramas que están creciendo vigoro-
samente.
Normalmente aparecen manchas de color café en las hojas terminales, seguido de un
desarrollo de áreas necróticas en éstas, y finalmente la parte superior de las ramas, entre 7
-30 cm, muere (Dunne 1946, citado por Faust, 1989).
265
La concentración de Cu en las hojas de manzano, con base en peso seco, está entre 1 - 4
TABLA 11. Guía general para la fertilización NUTRIMON de algunas hortalizas en
ppm, en árboles con muerte descendente, y de 3 -12 ppm en árboles sanos; la del peral
Colombia*
está entre 3,2 - 5,1 ppm en árboles afectados, y entre 10 - 41 ppm en árboles sanos; en
ciruelos, está entre 3 - 4 ppm en árboles deficientes, y entre 7 - 9 ppm en árboles sanos
(Faust, 1989).
6.7 Molibdeno
En las plantas superiores el molibdeno juega un papel muy importante sólo en dos enzimas,
la nitrogenasa y la nitrato reductasa (Marschner 1986, citado por Faust, 1989). Muy
poca información hay sobre la nutrición con Mo en los frutales de hoja caduca.
Los síntomas de deficiencia fueron inducidos a través de soluciones nutritivas con man-
zano (Fernández y Childers, 1960) y en el portainjerto Mirabolan (Hoagland, 1941),
citados por Faust (1989). Inicialmente apareció una clorosis media uniforme en las hojas
jóvenes seguida de una quemazón en el ápice de las hojas adultas, la cual fue progresando
a lo largo de las márgenes o bordes de las hojas, y finalmente se caían.
Cuando el nivel de molibdeno en las hojas del manzano estuvo en 0,16 ppm, se encon-
traba normal; cuando la deficiencia fue visible, el nivel de Mo fue de 0,05 ppm (Fernández
y Childers, 1960, citados por Faust, 1989).
6.8 Arsénico
La incidencia de daños por As, en frutales caducifolios, se debe al efecto residual en el
suelo, de las aspersiones pesticidas realizadas en los huertos (Blodgett, 1941; Lindner,
1943, citados por Faust, 1989). Usualmente, la toxicidad se presenta cuando se hace
resiembra del huerto, debido a que las raíces de los árboles jóvenes aún no han penetrado
el suelo a bastante profundidad.
El albaricoque es relativamente sensible, pero los ciruelos y los durazneros son más tole-
rantes. La toxicidad se presenta en el albaricoque, cuando la concentración de As en la
hoja con base al peso seco es de 6 ppm, mientras que los ciruelos no presentan toxicidad
ni aún a 13 ppm (Benson y colaboradores, l966, citados por Faust, 1989). Los síntomas
aparecen en el follaje como manchas marginales intervenales de color café a rojizo, y las
hojas tienen una abscisión prematura.
6.9 Aluminio
A través del mundo, los suelos ácidos con aluminio son una limitante para los frutales
caducifolios. Es así como por debajo de un pH de 4,0 el Al se encuentra en forma Al+++,
y provoca una toxicidad en estos frutales. Se limita el crecimiento radical y así mismo el
crecimiento del árbol. La presencia de Al en las raíces, disminuye la extracción de Ca,
Mg, K, P, Zn, M, y de Fe, tanto en manzanos como en durazneros (Kirkpatrick y colabo-
radores l975, citados por Faust, 1989). Al parecer, un nivel de 3 - 4 ppm de Al en la
solución del suelo genera desbalance en la nutrición de estos frutales, siendo el manzano
más resistente que el duraznero.
266
7. SÍNTOMAS DE ALGUNAS DEFICIENCIAS NUTRICIONALES
1 2
3 4
FOTOGRAFÍA 3. Deficiencia de potasio en la hoja de manzano.
FOTOGRAFÍA 4. Deficiencia de magnesio en un árbol de duraznero en estado
juvenil.
267
5 6
7 8
FOTOGRAFÍA 7. Deficiencia de magnesio en hojas de peral.
FOTOGRAFÍA 8. Moteado corchoso en frutos de manzano causado por un desequi-
librio en la relación Ca:Mg:B, en donde el calcio y el boro son
deficientes.
268
9 10
11 124
269
13 14
15 164
270
17 18
Tomando como punto de partida los factores relevantes para la fertilización de cultivos
perennes arbóreos expuestos por el Dr. H. VON UEXKULL:
• Producción de largo alcance (durante 20 a 80 años).
• Sistema radical menos eficiente para asimilar nutrimentos.
• Cultivos sin labranza: no facilita la corrección de problemas físicos y químicos en el
suelo.
• La distribución e incorporación del fertilizante en el suelo no es sencilla.
• Eficiencia mayor en la utilización del agua y elementos nutricionales del subsuelo.
• Generalmente, mayor requerimiento de K y Mg y menor de N y P, comparado con
cultivos de ciclo corto.
• Pueden desarrollarse en suelos con limitantes físicas y químicas.
La práctica de la fertilización en los frutales de hoja caduca debe realizarse con base en un
buen diagnóstico nutricional, elaborado mediante la interpretación del análisis del suelo
en donde se encuentra el huerto, el análisis foliar de las especies y variedades cultivadas,
la edad y el estado de desarrollo de los árboles y sus requerimientos nutricionales; los
rendimientos esperados en relación con las características físicas del suelo y, las variables
271
microclimáticas de mayor importancia en la zona donde se tiene el proyecto: precipita-
ción y temperaturas máxima y mínima diarias, irradiancia (Q), e incidencia de vientos.
272
desbalances nutricionales serios. Cuando el crecimiento está muy reducido por la de-
ficiencia de algunos elementos, las concentraciones de todos, incluyendo los deficien-
tes pueden aparecer como si estuvieran en niveles normales. En este caso se requiere de
mayor información adicional como las pruebas de campo para los elementos en sospe-
cha, para poder realizar un diagnóstico acertado.
N P K Mg Ca S Fe Mn B Zn Cu Mo
% % % % % ppm ppm ppm ppm ppm ppm ppm
N P K Mg Ca S Fe Mn B Zn Cu
% % % % % % ppm ppm ppm ppm ppm
273
d) Edad de los árboles: Es de gran importancia llevar la historia de cada lote dentro de
todo el proyecto puesto que no siempre se cuenta con árboles de la misma edad, y esto
implica un manejo adecuado de la tecnología para cada lote y en general para la tota-
lidad del huerto.
e) Tecnología aplicada: El mayor o menor nivel tecnológico en el manejo de un huerto
con frutales de hoja caduca tiene una incidencia enorme en los resultados esperados,
siendo asi que la mayor o menor respuesta de estos árboles a la fertilización dependerá
de que se cumplan todos los factores que intervienen en su producción.
N P K Ca Mg Mn Fe Cu B Zn
% % % % % ppm ppm ppm ppm ppm
Deficiente
1,7 0,10 0,4 0,50 0,18 20 40 1 25 10
por debajo
Exceso por
3,0 0,65 4,0 3,00 2,00 450 500 100 100 300
encima
N P K Mg Ca S Mn B Zn Cu Fe Mo
% % % % % ppm ppm ppm ppm ppm ppm ppm
2,3 a 2,8 0,1 a 0,3 1,1 0,25 1,0 125 a 175 53 a 93 33 a 50 25 a 50 7 a 10 50 a 100 0,7 a 1,0
274
BILIOGRAFÍA CITADA
AMÉZQUITA, C.E. 1994. Cualidades del suelo para la fruticultura. Fertilidad de sue-
los, diagnóstico y control, nueva edición. pp 507 -523. Sociedad Colombiana de la
Ciencia del Suelo.
BENTON, J.J. 1978. The Role of soil testing and leaf analysis in the orchard. Department
of Horticulture, University of Georgia, Athens, Ga.
BOWLING, D.J.F. 1980. Mineral Nutrition of fruit trees. Uptake and Transport of
Nutrients: chap. 18: 151-163.
CHILDERS, N.F. 1988. Modern Fruit Science. Soil management for peach, apple, plum
and pear. chap. 5: 59 -74; chap. 13: 184, 190 - 193; chap. 14: 217 - 222; chap. 15:
249 - 252. Ninth Edition. Horticultural publications, Gainesville, Florida U.S.A.
CHILDERS, N.F., MORRIS, R.J. and SIBBETT, S. G. 1995. Modern Fruit Science.
Soil management for peach, apple, plum and pear. chap. 5: 71 - 89; chap. 13: 216 -
218; chap. 14: 247 - 252; chap. 283 - 286. Tenth Edition (complete revision).
Horticultural Publications, Gainesville, Florida U. S. A.
CHILDERS, N.F. and SHERMAN, W.B. Editors 1988. The Peach. Section XII:
Nutrition, Fertilizers. pp 549 - 605. Horticultural Publications, Gainesville, Flori-
da, U.S.A.
FAUST, M. 1980. Mineral Nutrition of fruit trees. Modern concepts in fruit nutrition,
chap. II: 11 - 16. Department of Agriculture, U.S.A.
FAUST, M. 1989. Physiology of Temperate Zone Fruit Trees. chap II: 54 - 123. First
Edition. John Wiley and Sons, N.Y., U. S. A.
PLANK, C.O. 1988. Plant Analysis Handbook for Georgia, Cooperative Extension
Service, University of Georgia; Peach Production Handbook, 1989. The University
of Gorgia College of Agriculture, Athens.
RUÍZ, R.Sch. 1995. Nutrición. Cap 12: 151-173. El duraznero en Chile. LEMUS, S.G.
(Editor). INIA, La Platina, Santiago de Chile. Primera edición.
SHELTON, J.E. 1983. North Carolina Apple Production Manual. Developing an orchard
fertilization program. Department of Soil Science. Department of Horticultural
Science, North Carolina State University.
275
TROCME S. Y GRAS R. 1979. Suelos y Fertilización en fruticultura. 388 páginas en
total. Segunda Edición. Madrid, España.
VAN DER ZWET T. and CHILDERS N. F. 1982. The Pear. Nutrition and leaf analysis,
section V: 261 -281. First Edition. Horticultural Publications, Gainesville, Florida,
U. S. A.
276
VII
Pastos
mejorados
FERTILIZACIÓN DE PASTOS
MEJORADOS
Javier Bernal Eusse*
1. INTRODUCCIÓN
El uso de fertilizantes en las explotaciones ganaderas de clima frío se inició con la intro-
ducción de especies forrajeras altamente productivas y con la adopción de sistemas de
manejo tecnificados.
Otros aspectos que explican la creciente utilización de fertilizantes son:
a) La creciente demanda de alimentos.
b)El aumento acelerado del precio de la tierra.
c) El paulatino agotamiento de la fertilidad de los suelos.
d)La necesidad de sistemas de producción de leche y carne altamente eficientes para ser
rentables.
En un programa de manejo de pastos, la fertilización es la práctica que produce los
mejores resultados, en el tiempo más corto, cuando otros factores del suelo no son
limitantes para el desarrollo de las plantas. La fertilización balanceada aumenta la calidad
y cantidad del forraje, y por consiguiente, se incrementa la capacidad de mantenimiento
y producción por unidad de área.
Para obtener una buena respuesta a la fertilización es necesario tener en cuenta varios
factores relacionados con el suelo, el clima y la planta. Además, se debe considerar la
cantidad y clase de fertilizante, la frecuencia, dosis, método y época de aplicación.
Las especies forrajeras de clima frío crecen bien en altitudes de 2.200 msnm en adelante.
En alturas superiores a 3.200 m solamente crecen bien algunas especies nativas que co-
* Ingeniero Agrónomo, Ph.D.
278
múnmente tienen un bajo valor nutritivo. El clima frío se caracteriza por temperaturas
promedias inferiores a 15 ºC y temperaturas superiores no mayores de 22 ºC. Durante
ciertas épocas del año se presentan con frecuencia heladas, que son temperaturas por
debajo o alrededor del punto de congelación; las heladas limitan el cultivo de algunas
especies susceptibles a las bajas temperaturas.
Dentro de las especies forrajeras de clima frío se encuentran gramíneas y leguminosas peren-
nes, así como forrajes temporales. Las principales especies se describen a continuación.
279
TABLA 1. Contenido de proteína y minerales en diferentes especies de raigrás.*
%
Variedad Proteína
Ca P Mg K S
ppm
Variedad
Na Mn Fe Cu Zn B
* INPEC LTDA.
1 Promedio de 48 análisis de variedades de raigrás diferentes a Tetrelite y Aubade.
2 Promedio de 36 análisis.
3 Promedio de 28 análisis.
280
y el follaje es abundante. En las condiciones de Colombia produce buena cantidad de
semilla.
El raigrás inglés es similar al italiano; es una especie perenne de corta duración. Se desa-
rrolla en macollas de 30 a 60 cm de un color verde brillante, hojas angostas y menor
producción de forraje que el italiano. Bajo las condiciones de Colombia, produce muy
poca semilla y ésta es de muy baja fertilidad.
Los raigrases han sido sometidos a una serie de prácticas de mejoramiento, la principal de
las cuales ha sido la obtención de los raigrases tetraploides, proceso que consiste en dupli-
car el número normal de cromosomas de la especie, mediante un tratamiento especial.
Los raigrases tetraploides (4n) producen más forraje que los que contienen el número
normal de cromosomas, que se llaman diploides (2n), pero presentan algunos problemas
de manejo, tales como mayores requerimientos de nutrimentos y agua y, además, son
bajos en fibra y energía.
Además de los tetraploides, se han hecho cruces entre raigrás anual y perenne, que pro-
ducen raigrases híbridos como el Tetrelite, con características intermedias entre el anual y
el perenne.
En el manejo de los raigrases existen dos grandes tendencias, manejarlos como cultivo
puro o manejarlos mezclados con otras especies de gramíneas y/o leguminosas. Cuando
se siembra puro, se hace una preparación tradicional del suelo y se siembran 100 lb/ha,
equivalentes a unas 70 lb por fanegada o cuadra. Cuando se maneja en mezclas, se rom-
pen los potreros con una renovadora de praderas, “rotavator” de cuchillas planas, arado
cincel o rastrillo sin traba y se siembran 20 a 25 lb/ha de semilla de raigrás, mezclada con
otras especies, como azul orchoro, tréboles y alfalfa.
Los raigrases son exigentes en fertilización, especialmente en N, P, K, Ca, Mg, S, Cu, Zn
y B. Se debe hacer una fertilización de establecimiento que incluya todos los nutrimentos
que se encuentren deficientes, según el análisis de suelos, y repetirla cada seis meses o
cada año, según las condiciones de suelo, clima o desarrollo del cultivo. Entre pastoreos
se debe hacer una fertilización de mantenimiento que incluya N y, si es necesario, P, S y
Mg; se pueden utilizar fertilizantes como 30-6-0, urea, 25-15-0-2-3, y otros, en cantida-
des que varían con las condiciones del suelo.
Cuando se hacen fuertes aplicaciones de fertilizantes completos, se aumenta ligeramente
el contenido de proteína, N, P, y K, pero el contenido de Mg desciende dramáticamente
en los tetraploides, indicando que se puede presentar un problema a nivel de la nutrición
de los animales, como se observa en la Tabla 2.
Si se considera que el forraje producido es de alta digestibilidad y buena calidad, la pro-
ducción de leche será alta y, por lo tanto, las necesidades de Mg del animal elevadas. En
consecuencia una fertilización alta, sin incluir Mg, es un riesgo potencial grande para los
animales que inician lactancia, pues fácilmente se puede presentar una hipomagnesemia,
especialmente en los animales de mayor producción. La fertilización debe ser balancea-
da, incluir todos los elementos deficientes en una zona y se debe programar en dosis y
frecuencias de aplicación que cubran los requerimientos de la planta.
281
TABLA 2. Contenido de proteína y algunos minerales en raigrases diploides y
tetraploides.*
Dosis de %
Variedad fertilizante
kg/ha PC N P K Ca Mg Ceniza
* Bernal (1994).
Los raigrases se pueden utilizar en pastoreo, corte para suministrar verde, para producir
heno, henolaje o para ensilar. El pastoreo debe ser rotacional con cerca eléctrica. Tanto el
corte como el pastoreo no se deben hacer por debajo de 5 a 7 cm, para evitar la remoción
de los alimentos de reserva que se localizan en la base de los tallos.
Cuando se aplica fertilización de mantenimiento y riego, la recuperación es muy rápida
y se pueden obtener cortes entre 28 y 35 días, para los raigrases anuales, y entre 30 y 40
para los perennes. Cuando se retrasa la utilización del pasto, se presenta incidencia de
enfermedades, como la roya, y de insectos como el chinche chupador de los pastos (Collaria
columbiensis).
La calidad del forraje producido se puede considerar alta y suficiente para satisfacer en
gran proporción los requerimientos nutricionales de animales en crecimiento y produc-
ción.
En la Tabla 3 aparecen algunos parámetros de calidad de los raigrases tetrelite y aubade.
282
TABLA 3. Valor nutritivo de Tetrelite y Aubade.*
%
Edad
Variedad
(días)
PC DIVMS FDN FDA Hemicelulosa Celulosa Lignina
* Laredo (1985).
PC: Proteí na cruda; DIVMS: Digestibilidad “in vitro” de la materia seca; FDN: Fibra en detergente neutro; FDA: Fibra en detergente ácido.
Las plantas se extienden superficialmente, ya que posee rizomas gruesos y suculentos que
pueden alcanzar hasta un metro. Tiene raíces profundas; en los nudos de los rizomas se
forman raíces, retoños y ramificaciones. Forma césped denso; algunos tallos crecen erec-
tos o semierectos y alcanzan alturas de 50 a 60 cm. Las hojas alcanzan de 10 a 20 cm de
largo y 8 a 15 mm de ancho. Las partes florales son muy inconspicuas; los estambres son
blanquecinos, brillantes y efímeros; aparecen al principio de la mañana y desaparecen
con el calor del sol. Las semillas se producen en las axilas de las hojas donde quedan
ocultas, de ahí el nombre de clandestinum dado a la especie.
Se utiliza para pastoreo, heno, henolaje, ensilaje, prados ornamentales y campos de de-
porte. Se propaga vegetativamente por medio de estolones; por semilla sexual puede
propagarse a través del tubo digestivo de los animales que las consumen en abundancia.
Las semillas permanecen viables en el suelo por mucho tiempo y se han encontrado
plántulas en suelos cultivados por 10 años.
Las malezas normalmente no son un problema serio, sin embargo se deben controlar
durante el establecimiento, o después de un sobrepastoreo, cuando se pueden presentar
invasiones de “lengua de vaca”.
El kikuyo solo, responde bien a la aplicación de N y, en algunos casos, se ha logrado
283
duplicar la producción con la aplicación de 50 kg N/ha después de cada pastoreo. Cuan-
do se encuentra mezclado con tréboles o alfalfa, se tienen buenos resultados al aplicar P y
K periódicamente.En épocas secas se debe aplicar riego cada 10 días aproximadamente.
Resiste el pastoreo continuo, pero cuando está sembrado en mezcla con otras especies y
se quiere obtener una buena producción, se debe pastorear en rotación, con períodos de
descanso entre 6 y 8 semanas, dependiendo de la humedad disponible. Con un período
de rotación adecuado se pueden mantener poblaciones manejables de Collaria columbiensis,
la plaga más limitante para su producción, en las zonas de clima frío el país. Los animales
se deben retirar cuando el pasto tenga entre 5 y 10 cm de altura. El pastoreo con cerca
eléctrica es muy recomendable en esta especie.
Cuando ha sido mal manejado se acolchona y se rebaja significativamente la producción,
por lo tanto es económico renovarlo periódicamente. La renovación es una práctica que
consiste en pastorear bajo el potrero, sacar los animales, aplicar cal dolomítica, al voleo si
se requiere, escarificar levemente, fertilizar y resembrar con tréboles y otras especies de
gramíneas como raigrases y orchoro.
En praderas mejoradas se presenta espontáneamente, y puede llegar a dominar los pastos
introducidos, cuando estos no se manejan adecuadamente. Cuando se cosecha en el esta-
do apropiado produce forraje abundante y de buena calidad. En producción de leche se
han obtenido cargas de 3,75 animales/ha, con una producción de 15 kg de leche, con 4%
de grasa. La producción de carne, en novillos normando cruzados, ha sido de 795 g/mes
y 3,18 animales/ha.
La calidad del forraje es buena cuando se rompe el césped regularmente y se abona bien,
como se puede observar en la Tabla 4.
284
TABLA 4. Calidad del forraje del pasto kikuyo.*
* Laredo (1.985).
“cultipacker” o ramas arrastradas por el tractor. La semilla no debe quedar muy profun-
da, máximo 2 cm.
El orchoro es un pasto de muy lento desarrollo inicial, por lo cual se debe hacer buen
control de malezas durante el establecimiento. Se debe hacer aplicación de enmiendas y
fertilización de establecimiento y, posteriormente, fertilización de mantenimiento de acuer-
do con el análisis de suelos. No es una especie demasiado exigente en fertilizantes cuando
se pretende una producción moderada. La aplicación de riego, cada 10 días durante la
época de sequía, ayuda a mantener una producción constante durante todo el año.
El orchoro es una especie que tiende a ser perenne, pero cuando se pastorea continua-
mente o se sobrepastorea, desaparece en un período más o menos corto de tiempo, que-
dando solamente algunas plantas aisladas dentro del potrero. Se recomienda el pastoreo
rotacional con períodos cortos de ocupación, de 2 a 5 días, y períodos de descanso de 35
a 42 días. El ganado debe introducirse cuando el pasto tenga entre 30 y 40 cm de altura
y se debe retirar cuando tenga 10 a 15 cm, para no agotarlo. Cuando se maneja adecua-
damente, después de algunos meses de establecido, puede llegar a producir cantidades de
forraje similares a las del raigrás.
285
En condiciones naturales se pueden obtener de 1,5 a 2,5 ton/ha de forraje seco por corte,
cada seis a ocho semanas; con fertilización se pueden obtener 2 a 4 ton/ha de materia seca.
La capacidad de sostenimiento ha variado entre 1,44 y 1,85 animales/ha, con produccio-
nes de leche entre 19,5 y 20,5 kg/ha/día. La calidad del forraje es buena . Algunas carac-
terísticas del forraje se incluyen en la Tabla 5.
40
18,38 89,43 52,14 30,70 21,44 23,78 4,7
lluvia
40
22,31 91,36 50,46 29,44 21,02 28,08 4,7
sequí a
40
0,45 0,22 0,05 0,14 1,36 0,04 225 100 6 17
lluvia
40
0,45 0,29 0,27 0,14 4,49 0,03 350 250 13 66
sequí a
* Laredo (1.985).
286
Para su establecimiento se requiere una buena preparación del terreno y un adecuado
control de malezas. Cuando se siembra sola, se utilizan 30 a 40 kg/ha de semilla regada al
voleo, o de 20 a 30 kg/ha si se siembra en surcos separados 20 a 30 cm. Cuando se
siembra en mezcla se puede usar de 15 a 20 kg de semilla de festuca, 20 a 30 kg de semilla
de raigrás y 3 a 5 kg de trébol rojo y blanco. Las malezas se deben controlar durante el
establecimiento.
La fertilización de establecimiento y mantenimiento debe ser similar a la aplicada para
otras especies introducidas, como los raigrases, y siguiendo los mismos criterios, basados
en los resultados del análisis de suelos. Responde bien a la aplicación de riego durante la
sequía.
Del manejo depende en gran proporción la producción de carne y leche. En rotación se
debe pastorear cuando aparezcan las primeras espigas y se debe retirar el ganado cuando
el pasto tenga entre 7 y 10 cm. Sin fertilización produce de 8 a 10 ton/ha/año de forraje
seco, con fertilización y riego se puede duplicar esta producción. La producción de semi-
lla es desuniforme y no es una práctica económica en nuestro medio.
En la Tabla 6 aparecen algunos datos relativos a la calidad del forraje de la festuca alta.
287
TABLA 6. Calidad del forraje de la festuca alta.*
* Laredo (1.985).
ponde bien a las aplicaciones de N. En estas zonas se obtienen buenas producciones con
ovinos y es muy utilizada para levante de terneras. En producción de leche, carga hasta
dos animales adultos por hectárea.
Además de su gran adaptación y rusticidad, el forraje producido es de muy buena calidad
y parece como una de las especies más promisorias para mejorar la producción y produc-
tividad de las praderas de páramo. La calidad del forraje se incluye en la Tabla 7.
Las leguminosas han sido reconocidas como fuente de excelente forraje y como mejoradoras
de la fertilidad del suelo, en razón de su habilidad para fijar N del aire y para incorporar
grandes cantidades de materia orgánica. Debido a sus características fisiológicas especia-
les, tienen también requerimientos nutricionales específicos diferentes de los de las
gramíneas.
La mayor parte de las leguminosas cultivadas en clima frío son especies originadas en
zonas templadas, que han mostrado buena adaptación a las condiciones de altura y tem-
peratura que caracterizan los climas fríos del trópico.
A continuación se describen brevemente las leguminosas forrajeras más cultivadas en el
clima frío en Colombia.
288
TABLA 7. Calidad del forraje de la falsa poa.*
* Laredo (1.985).
289
clima frío donde presenta menos problemas de enmalezamiento y enfermedades. Se cul-
tiva tanto sola como mezclada con las principales gramíneas como kikuyo, raigrases,
orchoro y otros. En el páramo, su comportamiento ha sido aceptable cuando se le sumi-
nistran las condiciones de suelo y humedad adecuadas. Todas las variedades exigen suelos
fértiles, bien drenados, no sujetos a inundaciones y ojalá con un nivel freático de un
metro o más de profundidad. En algunas zonas como Ubaté y Cucunubá se ha encontra-
do creciendo bien en suelos con nivel freático muy cercano a la superficie y pH bajo, lo
que da una idea de la gran capacidad de adaptación de la especie.
La alfalfa es una especie de hábito erecto o semierecto, aunque existen variedades de
hábito postrado (creeping). La raíz es muy profunda lo cual le da resistencia a la sequía.
Las plantas crecen de 50 a 200 cm de altura. Las hojas son trifoliadas. Las flores moradas
se presentan en racimos de 10 a 20 flores cada uno. Las vainas espiraladas tienen de dos
a cinco semillas. Se usa para corte con el fin de suministrarla fresca al ganado, heno,
henolaje, ensilaje, para deshidratar con el fin de producir harina que se puede utilizar
directamente, o como materia prima para concentrados.
Para la siembra exige suelos muy bien preparados y con buen drenaje. En algunos casos se
justifica sembrarla en eras levantadas a la manera de flores u hortalizas. La semilla se debe
inocular con nitrocultivo antes de la siembra. La mayor parte de las semillas comerciales
vienen preinoculadas, pero si no lo están se inocula con el nitrocultivo o se mezcla con
tierra de una plantación antigua que presente buena nodulación.
La densidad de siembra recomendada es de 100 lb/ha, cuando se hace al voleo, y un poco
menos si se hace en surcos a 20 cm, cuando se trata de un cultivo puro; en mezcla con
gramíneas, la densidad de siembra se puede rebajar a unas 20 lb/ha.
El control de malezas es muy importante durante el establecimiento y durante toda la
vida útil del cultivo. El control puede ser manual, mecánico o químico. El control ma-
nual consiste en deshierbas a mano o con azadón; es lento y costoso pero en ocasiones es
el único medio recomendable para suprimir algunas malezas como kikuyo y lengua de
vaca. Un método muy utilizado, especialmente durante el establecimiento y en algunos
casos durante el rebrote, consiste en guadañar la alfalfa cuando ha alcanzado una altura
de unos 20 cm. Un corte a 10 ó 15 cm estimula el crecimiento de la alfalfa e impide que
las malezas florezcan y se propaguen.
El control químico se puede hacer aplicando herbicidas preemergentes inmediatamente
después de la siembra o hasta tres días después de ella. Cuando se aplican estos produc-
tos, el suelo debe tener un buen contenido de humedad. El control previo a la siembra,
que consiste en la destrucción de la vegetación preexistente, con un producto no selecti-
vo como el glifosato, produce muy buenos resultados durante el establecimiento del
cultivo. Cuando se presenta enmalezamiento con gramíneas como kikuyo en cultivos ya
establecidos, se puede utilizar un herbicida graminicida altamente selectivo como el
Fusilade, después del corte, que destruye la gramínea sin afectar la alfalfa. Las malezas de
hoja ancha se deben eliminar mecánicamente.
La alfalfa es exigente en nutrimentos. La mayoría de los suelos de clima frío requieren
aplicación de enmiendas como cal dolomítica, roca fosfórica, en cantidades que depen-
290
den del grado de acidez del suelo. Debe aplicarse por lo menos una tonelada de correcti-
vo por cada miliequivalente de aluminio activo encontrado en el suelo. La aplicación
debe ser previa a la siembra y el correctivo debe ser incorporado con arado o rastrillo.
El pH y la aplicación de correctivos son muy importantes en clima frío; el pH ideal es
alrededor de 7,0; el boro y otros elementos menores parecen ser limitantes en algunos de
estos suelos. Las cantidades de elementos mayores e intermedios requeridas son altas,
especialmente de P, K, Ca, S y Mg. Estos elementos se deben aplicar al momento de la
siembra y repetir la aplicación al comienzo de cada época de lluvia, complementados con
cantidades suficientes de B, Zn, Cu y Mo. El fertilizante de mantenimiento lo constitu-
yen materiales ricos en P y K como DAP (18-46-0) KCl (0-0-60) y similares, que se
pueden aplicar en dosis de 50 a 100 kg/ha después de cada corte. También se obtienen
buenos resultados con la aplicación de fertilizantes foliares completos.
El agua adicional, suministrada durante los períodos secos, aumenta la aprovechabilidad
de los nutrimentos del suelo por la planta y, por lo tanto, estimula el crecimiento y la
producción de forraje. La irrigación aumenta los requerimientos de nutrimentos.
Para el manejo de la alfalfa, además de la fertilización, el control de malezas y el riego, se
deben tener en cuenta otros factores, tales como la intensidad y frecuencia de corte o
pastoreo. En clima frío, la alfalfa florece desuniformemente y de manera esporádica, de
suerte que el porcentaje de floración no puede tomarse como un índice que determine la
época de cosecha. El corte se debe realizar cuando los rebrotes de la corona hayan alcan-
zado unos 5,0 cm, para evitar pérdidas de calidad, por defoliación y lignificación, cuando
la planta se cosecha demasiado madura.
La producción de forraje depende del manejo. En condiciones naturales se pueden obte-
ner producciones que varían entre 0,35 y 2,50 ton/ha de heno por corte, con un prome-
dio general de 1,4 ton/ha, lo que equivale a una producción de 8,4 a 9,8 ton/ha/año.
Con aplicación de fertilizantes, se han obtenido producciones que varían entre 2,00 y
4,10 ton/ha/corte, de forraje seco. Con buenas condiciones de humedad y fertilización se
han obtenido 25 ton/ha/año de forraje seco, equivalentes a 125 ton/ha, de forraje verde.
Las hojas de alfalfa tienen un elevado valor nutritivo y con frecuencia se secan, se muelen
y se incluyen en los concentrados como fuente de vitamina A y de otros nutrimentos, en
niveles de 2,5 a 5% del concentrado. Durante la gestación y la lactancia, se incluye con
frecuencia en proporciones del 10% de la ración.
En los lugares donde se puede cultivar alfalfa con facilidad se le considera un forraje clave
para rumiantes de alto rendimiento en carne o leche, por ser un forraje rico en vitaminas,
minerales, de muy buena gustosidad y alta digestibilidad cuando se cosecha antes de la
plena floración; la planta madura pierde calidad.
En algunos casos el pastoreo de alfalfa puede producir timpanismo en algunos animales.
Se recomienda cortar la alfalfa y dejarla marchitar cuando se presenta este problema con
alguna frecuencia.
En la Tabla 8 aparecen algunas medidas de la calidad del forraje de la alfalfa.
291
TABLA 8. Calidad del forraje de la alfalfa.*
* Laredo (1.985).
1 Boyacá.
2 Cundinamarca.
292
Aunque no se tienen datos sobre la fertilización de trébol rojo puro, se deben mantener
niveles apropiados de P, K, Ca, Mg, S y elementos menores, debido a que el trébol es
exigente en estos nutrimentos.
Aunque es resistente a la sequía, responde bien a la aplicación de riego. Debido a su
hábito de crecimiento, resiste un pastoreo fuerte, ya que los animales no pueden remover
fácilmente sus alimentos de reserva.
El crecimiento es lento después de la siembra, pero una vez establecido se pueden cose-
char hasta 12 ton/ha de materia seca anualmente, equivalentes a unas 60 ton de forraje
verde.
La calidad del forraje es buena, tal como se puede observar en la Tabla 9, que incluye
datos, tanto para trébol rojo como para trébol blanco. La producción de semilla es abun-
dante pero ésta madura en forma desuniforme y es diseminada por el ganado y por aves.
La semilla comercial es importada de países de zona templada.
4. FORRAJES TEMPORALES
Debido al alto costo de los granos para la alimentación animal y a la competencia entre el
consumo humano y el animal, cada día se hace más necesario tratar de producir en la
propia finca la mayor cantidad posible de alimento. Para esto se siembran especies de
293
TABLA 9. Calidad del forraje de los tréboles rojo y blanco.*
Edad
PC DIVMS FDN FDA Hemicelulosa Celulosa Lignina
(días)
Edad
Ca P Mg S K Na Fe Mn Cu Zn
(días)
* Laredo (1985).
ciclo corto y alto rendimiento, que permiten obtener un forraje abundante durante cier-
tas épocas del año; este forraje se puede suministrar inmediatamente a los animales, o
conservarlo mediante prácticas de ensilaje, henificación o henolaje, para suministrarlo
durante las épocas de escasez de forraje.
Algunas de las especies utilizadas con este fin son:
294
de forraje, aunque pueden producir mayor cantidad de grano. Un buen cultivo de maíz
forrajero está en capacidad de producir entre 60 y 80 ton/ha de forraje fresco.
Cuando se cultiva el maíz para grano (seco o en mazorca), los tallos y el forraje remanen-
tes se pueden utilizar para alimentar ganado, pero su calidad es baja. En estos casos es
necesario suplementar los animales con un material de buena calidad, como por ejemplo
heno de alfalfa.
Cuando se cosecha maíz para forraje, la fertilización nitrogenada se debe incrementar en
un 25 a 30%, aproximadamente, para promover un mayor desarrollo vegetativo y para
satisfacer la mayor demanda debida al incremento en la población de plantas por hectárea.
La calidad del maíz cosechado para forraje, en diferentes estados de desarrollo, se incluye
en la Tabla 10. Se puede observar que el valor del maíz como forraje radica en suministrar
a los animales la planta entera, cuando todavía se encuentra verde. Cuando se ensilan los
tallos, solamente se tiene un volumen de materia seca de muy baja calidad.
Planta
8,75 64,55 60,72 38,08 22,64 29,18 6,2
completa 100
Tallos 100 0,11 0,11 0,21 0,08 1,89 0,06 200 112 4 16
Hojas 100 0,38 0,26 0,26 0,10 1,00 0,11 550 125 7 14
Planta
0,19 0,30 0,22 0,08 1,77 0,08 268 100 8 25
completa 100
* Laredo (1985).
295
4.2 Avena forrajera (Avena sativa L)
Se adapta a una gran variedad de suelos, pero produce mejor en los de mediana a alta
fertilidad, profundos y bien drenados. Es una planta anual de crecimiento en matojos;
macolla bien y produce numerosos tallos que alcanzan 1,5 m o más, según la fertilidad
del suelo; inflorescencias en panícula abierta, hasta 2,5 cm de longitud. Espiguillas
pendulosas, lema con o sin arista, recta o torcida parcialmente. Generalmente se emplea
para corte y ensilaje. Se puede usar para heno, particularmente cuando se mezcla con
tréboles, vicia o arveja forrajera.
La siembra se debe hacer en terreno bien preparado, en surcos o al voleo. Se utilizan de
80 a 100 kg/ha de semilla, utilizando la densidad mayor cuando la siembra se hace al
voleo. En mezcla con vicia (Vicia atropurpurea) se siembran 50 kg/ha de avena y 15 kg/ha
de vicia, cantidades similares se pueden utilizar cuando se mezcla con arveja forrajera.
A la siembra se debe hacer una fertilización de establecimiento, utilizando un fertilizante
completo; cuando la planta alcanza unos 25 cm de altura y está macollando, se refuerza
con una aplicación de N, que puede ser de alrededor de 50 kg/ha. En cada caso particu-
lar, la fertilización se debe determinar de acuerdo con el análisis de suelos.
Es una especie que puede durar hasta un año y producir dos o tres cortes, pero se reco-
mienda hacer solamente un corte, aproximadamente a los 110 días después de la siem-
bra, cuando el grano se encuentre en estado de leche, especialmente si se usa para ensilaje.
Cuando se usa para pastoreo o para suministrar verde diariamente al ganado, puede
emplearse a partir del momento en que aparece la espiga o cada que alcanza 40 cm de
altura.
Si se cosecha para ensilar en el estado de leche, puede suministrar entre 30 y 40 ton/ha de
forraje verde; cuando se mezcla con una leguminosa como la vicia, el rendimiento puede
ser aún mayor. Si se utiliza el ensilaje de avena como principal componente de la dieta, se
debe suplementar con concentrado, puesto que la calidad del forraje es intermedia, como
se observa en la Tabla 11.
Otras especies que se utilizan como forrajes temporales en clima frío son el trigo y cebada
forrajeros, triticale, algunas variedades de fríjol, pasto elefante var. “Taiwán”, etc.
Las mezclas de gramíneas y leguminosas son conocidas desde hace mucho tiempo y se
han utilizado ampliamente tanto en la zona templada como en el trópico.
La asociación de gramíneas y leguminosas presenta una serie de características favorables
que hacen que actualmente se esté reconsiderando su utilización. Hasta hace algunos
años se prefería cultivar las gramíneas solas, con grandes aplicaciones de N, especialmen-
te en las zonas de clima frío dedicadas a la producción de leche. En los últimos años, el
alto costo alcanzado por los fertilizantes ha obligado a desarrollar tecnologías alternas,
dentro de las cuales se destaca la posibilidad de fijar N del aire a través de las leguminosas,
mediante su simbiosis con bacterias el género RHIZOBIUM, que forman nódulos en las
raíces de las leguminosas.
296
TABLA 11. Calidad del forraje de la avena.*
* Laredo (1985).
Para establecer una mezcla de gramíneas y leguminosas es necesario considerar las venta-
jas y desventajas de las mezclas y observar una serie de normas técnicas.
297
d)Cuando la gramínea y la leguminosa son compatibles y presentan ciclos vegetativos de
aproximadamente la misma duración, la cantidad de forraje que se cosecha, por corte
o pastoreo, es superior y de mejor calidad al que se cosecha cuando se cultiva una sola
especie.
e) La producción de leche o carne es superior con una mezcla bien balanceada que con
una especie sola.
f ) La dieta es más balanceada, en cuanto a minerales, y se presentan menos problemas
reproductivos.
6. REQUERIMIENTOS NUTRICIONALES
298
La diferencia entre especies para extraer nutrimentos también es muy grande; mientras
algunas se adaptan a condiciones de infertilidad, como falsa poa y festuca alta, otras
exigen suelos fértiles para desarrollarse normalmente, como los raigrases. La Tabla 12
muestra la extracción de nutrimentos de distintas especies de clima frío, con niveles
intermedios de producción. En ella se observa que, bajo condiciones tropicales, la extrac-
ción de K supera la de N, pero su relación es aproximadamente 1:1. Las demandas de
P2O5 son bastante inferiores a las de N y K2O, de donde resulta que, desde el punto de
vista cuantitativo, la relación promedia de extracción nutricional N - P2O5 - K2O, para
las especies consideradas, es del orden: 3,5 - 1,0 - 4,0.
Extracción de nutrimentos
Rendimiento kg/ha/año
Especie forraje seco
ton/ha/año N P2O K2O Mg S
Raigrases
16 432 110 480 - -
(tetrelite, aubade, etc.)
299
TABLA 13. Composición promedia y extracción de nutrimentos para un promedio
de varias gramíneas con diferentes niveles de producción en Colombia
y Estados Unidos.*
P 0,28 0,35 30 28 42 56
Ca 0,45 0,45 48 36 54 72
Mg 0,18 0,25 19 20 30 40
S 0,20 0,25 21 20 30 40
* Calculados con base en datos de Guerrero (1993), Laredo (1985) y Wedin (1974). Los datos se presentan en forma elemental para P y K.
1 Promedio de rendimiento de kikuyo, festuca, orchoro, y raigrases en Colombia.
2 Niveles de producción de forraje de festuca, orchoro y raigrases en EE.UU.
300
Un pasto se considera de buena calidad si reúne las siguientes condiciones:
a) Contiene todos los nutrimentos esenciales disponibles, en proporciones balanceadas.
b)Tiene alta digestibilidad.
c) Es gustoso o agradable para el animal.
Existen características hereditarias que determinan, en gran proporción, el valor nutriti-
vo de un forraje. Otros factores que influyen en el valor nutritivo son la parte de la planta
que se utilice, hojas o tallos y la edad de la planta. Las leguminosas se caracterizan por
contener un nivel más alto de proteínas y fósforo que las gramíneas, pero su contenido de
carbohidratos solubles es generalmente más bajo.
Los factores de manejo que influyen en la calidad del forraje son, principalmente, el
sistema y frecuencia de pastoreo, que determinan la edad de la planta al momento de ser
cosechada y la fertilización. Pastoreos frecuentes producen forraje de alta calidad pero
poca producción de materia seca; al aumentar los intervalos entre pastoreos, se aumenta
la cantidad de forraje, pero se disminuye la calidad. La intensidad del pastoreo también
afecta el valor nutritivo del forraje; pastoreos muy intensos disminuyen la calidad del
forraje cosechado, pastoreos ligeros aumentan la calidad pero implican desperdicio de
forraje.
La fertilización en general aumenta el contenido de proteína y minerales de los pastos,
aumentando, por consiguiente, su valor nutritivo. En algunos casos, la fertilización tiene
como consecuencia un aumento en la cantidad de forraje producido, pero no en el con-
tenido porcentual de los elementos. En este caso se mejora el factor de cantidad pero no
el de calidad.
Los factores externos que influyen en la calidad del forraje son el suelo y el clima. Existe
una relación íntima entre el suelo, la planta y el animal. La planta es un reflejo de lo que
contiene el suelo, y el animal un resultado de los nutrimentos que contiene la planta,
cuando ésta es la única fuente de alimentación.
En la relación suelo - planta - animal se pueden presentar tres tipos de problemas, en
cuanto a nutrición mineral se refiere. Existe un primer grupo de minerales de los cuales el
animal tiene un mayor requerimiento que la planta; por lo tanto, ésta no aporta la
cantidad adecuada y hay necesidad de suplementarlos directamente al animal. Entre
estos figuran el sodio, cloro, cobalto, yodo, selenio, zinc, cobre y, en casos especiales, el
hierro.
En el segundo grupo se clasifican algunos elementos que la planta acumula sin perjuicio
para su crecimiento y producción, pero pueden ser tóxicos para el ganado. A este
grupo pertenecen el molibdeno, el selenio y los nitritos y nitratos.
En el tercer grupo se pueden catalogar aquellos elementos que se encuentran en la
planta en una concentración similar a las necesidades el animal. Cuando se presenta
deficiencia de estos elementos, tanto el rendimiento de la planta como el del animal se
ven afectados. A este grupo pertenecen el fósforo, el calcio, el magnesio y el azufre, que
301
son requeridos por plantas y animales en cantidades relativamente altas. Es importante
recordar que un 90% de los suelos de Colombia son deficientes en fósforo y un 50% son
potencialmente deficientes en azufre (Guerrero, 1987). Sin embargo, la deficiencia de
azufre se ha acentuado y, actualmente, puede ser potencialmente del 80%, aún en el
clima frío (Guerrero, 1996).
En la Tabla 14 se presentan los niveles críticos de minerales en los suelos, en forrajes y sus
requerimientos por los animales.
TABLA 14. Producción de materia seca de gramíneas de clima frío bajo fertilización
nitrogenada en la Sabana de Bogotá.*1
0 1,9 47
Raigrás 25 2,1 26
50 2,8 16
0 1,9 36
Orchoro 25 2,0 16
50 2,7 8
0 2,4 45
Kikuyo 25 2,7 26
50 2,8 28
* Promedio de 19 cortes.
1 Adaptado de Chaverra y otros (1967).
302
puede acarrear la fertilización, especialmente cuando no se hace en forma técnica, y que
pueden afectar adversamente los animales. El tercer efecto se manifiesta por un incre-
mento en el rendimiento, el cual puede estar representado por un aumento en la produc-
ción de carne o leche por animal, o por un incremento en la capacidad de carga, o por
ambos. En cuarto lugar, la fertilización debe mejorar la rentabilidad de la explotación, es
decir, debe aumentar los ingresos del productor, mediante un adecuado retorno econó-
mico, como consecuencia de la práctica aplicada.
0 4,52
50 10,97
Azul orchoro
100 17,01
150 20,75
0 15,20
50 24,20
Raigrás anual
100 27,27
150 30,97
0 7,76
50 12,20
Raigrás inglés
100 16,23
150 19,60
303
También se estudió la respuesta a otros elementos diferentes como P, K, elementos meno-
res y encalamiento, especialmente con especies como la alfalfa, que tiene requerimientos
nutricionales muy diferentes a las gramíneas. Algunos resultados obtenidos con este tipo
de fertilización aparecen en las Tablas 16 y 17.
En épocas más recientes, con la introducción de nuevas variedades de pastos de clima
frío, especialmente raigrases, se ha continuado la investigación, con el objeto de determi-
0 0 2,31 1,54
0 0 0 0 1,76
0 0 0 4 1,88
0 50 0 4 2,03
100 0 0 4 1,87
100 50 0 4 2,07
100 50 0 4 2,77
304
nar la eficiencia de estas especies para aprovechar el N aplicado. En la Sabana de Bogotá,
Izquierdo (1981), citado por Guerrero (1993), encontró efectos lineales sobre los rendi-
mientos de raigrás aubade cuando aplicó 50 ó 75 kg/ha/corte de N, según se observa en
la Figura 1. El efecto fue positivo y de tendencia lineal, aunque la respuesta, como era
previsible, fue más intensa durante los períodos de lluvia.
Invierno Verano
3,5
3,0
2,5
Forraje seco (ton/ha/corte)
2,0
1,5
1,0
0,5
0
0 50 75
Dosis de nitrógeno
(kg/ha/corte)
305
TABLA 18. Efecto de cuatro fuentes de nitrógeno, en tres dosis, sobre la producción
de materia seca de los raigrases tetrelite y terli, en cinco cortes, en un
Typic distrandept de Cundinamarca.*
Variedad
Fuente
Dosis de N
kg/ha/corte
ron 25 kg/ha adicionales de KCl, en particular con la dosis más alta de 25-15-0, como se
observa en la Tabla 19.
Los pastos de clima frío, especialmente los raigrases, responden bien a la aplicación de
fertilizantes completos como el 15-15-15, aún en dosis altas. En la Tabla 20 aparecen los
rendimientos obtenidos con tres variedades de raigrás, dos tetraploides y un diploide, a la
aplicación de dosis crecientes de fertilizante completo (15-15-15). La mayor respuesta se
obtuvo con el raigrás italiano, variedad “Gulf ”, un diploide de excelente adaptación a las
condiciones de Colombia, que actualmente ha sido sustituido por el “Rust Master”, una
variedad de condiciones similares.
La fertilización con S ha producido magníficos resultados, no solamente en el raigrás
puro sino también en las mezclas con tréboles, como se puede observar en la Tabla 21. La
respuesta a la aplicación de S fue significativa, pero no así la de P ni la interacción de
ambos elementos.
306
TABLA 19 Efecto de dosis crecientes de 25-15-0 sobre el rendimiento de forraje seco
del raigrás tetrablend 444.*
Tratamiento
kg/ha/corte Rendimiento forraje seco
ton/ha/corte
25-15-0 KCl
0 0 0,95
100 0 1,58
100 25 1,51
200 0 2,07
200 25 2,10
300 0 2,48
300 25 2,67
307
TABLA 20. Producción de forraje de tres variedades de raigrás con diferentes dosis
de fertilizante completo.*
0 1,60
100 1,65
Tetrablend 120
200 1,94
400 2,12
0 1,44
100 1,83
Tetrablend 30
200 1,73
400 1,91
0 1,55
100 2,26
Raigrás italiano Var, Gulf
200 2,48
400 2,37
308
N P2O5 K2O N P2O5 K2O N P2O5 K2O
37 75 25 112 75 75 112 25 25
16
14
12
Forraje seco (ton/ha/corte)
10
0
20 60
Dosis de S (kg/ha)
309
16
14
12
Forraje seco (ton/ha/corte)
10
0
0,20 0,25 0,30 0,35
S - Foliar (%)
310
Corte cada Corte cada Corte cada
25 días 35 días 45 días
24
22
Contenido de proteína en el forraje (%)
20
18
16
14
12
10
8
0 50 75
Dosis de nitrógeno
(kg/ha/corte)
una de las prácticas más frecuentes es el encalamiento para mejorar las condiciones de
pH del suelo. En la mayor parte de los casos el encalamiento incrementa los contenidos
de Ca, Mg y P del forraje, especialmente cuando se hace con cal dolomítica. Las sobredosis
de cal agrícola puede tener como consecuencia una disminución en la concentración de
Mg en el forraje, especialmente en especies como los raigrases que se caracterizan por
absorber cantidades bajas de este nutrimento.
El encalamiento mejora los contenidos de micronutrimentos en el forraje debido a que
estos se encuentran como impurezas de las cales, especialmente Mn, Zn, Co, Cu, B y
Mo; pero más importante aún es el efecto de la cal sobre el pH, que modifica la disponi-
bilidad de algunos nutrimentos.
El P en el forraje está muy relacionado con el Ca; frecuentemente el P se encuentra en
menor concentración que el Ca dentro de la planta, además el número de suelos defi-
ciente en P es mayor que el de suelos deficientes en Ca. En muchos estudios realizados en
diferentes países se ha encontrado un aumento significativo en el contenido de P de los
forrajes, especialmente de las leguminosas, cuando se fertiliza con P o con P y cal. La
fertilización fosfórica también se ha encontrado que aumenta los contenidos de proteína
311
TABLA 21. Producción de forraje seco de la mezcla de raigrases y trébol blanco con
diferentes niveles de aplicación de azufre y fósforo.*
312
TABLA 22. Efecto de la fertilización nitrogenada y de la edad del rebrote sobre la
digestibilidad (%) del forraje del pasto kikuyo.*
313
prevenir las intoxicaciones por nitritos y nitratos y mejoran la digestibilidad de la fibra y
la materia seca, debido a un mejor funcionamiento de las bacterias del rumen.
Se han realizado muchos estudios combinando fertilización con NPK o NPK + Mg y
con la incorporación de mezclas de microelementos (Zn, B, Cu, Mn, Mo), y se ha en-
contrado que, cuando se incluye la mezcla de microelementos, se aumenta el contenido
de estos en el forraje, se mejora la digestibilidad de la materia seca y se aumenta la pro-
ducción de forraje.
La fertilización, principalmente la nitrogenada, se ha relacionado con algunos desórde-
nes metabólicos en los animales, básicamente cuando la fertilización se reduce a la aplica-
ción de este elemento en altas cantidades. Cuando se hace una fertilización balanceada,
considerando los requerimientos nutricionales de la especie de forraje cultivada, los del
animal de acuerdo con su raza, estado fisiológico y producción esperada, y las deficien-
cias del suelo, de acuerdo con el análisis respectivo, normalmente no se presentan proble-
mas de consumo, metabólicos o de producción en los animales.
Los principales desórdenes que se pueden presentar en los animales, y que han sido rela-
cionados con fertilización nitrogenada, son:
a) Hipomagnesemia: Conocida como tetania de los pastos, es un desorden metabólico
relacionado con una deficiencia de Mg, y algunas veces también Ca, en el suero san-
guíneo. Se ha sugerido una posible relación entre N en la planta y la absorción de Mg;
estudios realizados con ovinos indican que los altos niveles de N no afectan la disponi-
bilidad de Mg. Desde el punto de vista de composición del forraje, existe bajo peligro
de hipomagnesemia, si el forraje contiene 0,25% de Mg en base seca y el K se encuen-
tra en un nivel moderado.
b)Envenenamiento por nitratos: Cuando se acumulan nitratos en las plantas , el forra-
je se vuelve tóxico y puede producir una serie de desórdenes metabólicos. Los nitratos
se convierten en nitritos en el rumen y en esa forma penetran en la corriente sanguí-
nea, donde reaccionan con la hemoglobina produciendo un compuesto incapaz de
transportar oxígeno a los diferentes tejidos del animal. Cuando los nitratos en el forra-
je son altos se presentan reabsorciones fetales y abortos y, finalmente, muerte del ani-
mal por anoxia.
No existe unanimidad en cuanto a los niveles tóxicos de nitratos; algunos sostienen
que niveles de 0,21% pueden ser peligrosos, mientras que otros afirman que solamen-
te son peligrosos cuando representan más del 1% de la materia seca del forraje.
Los mayores contenidos de nitratos se han reportado después de una sequía prolonga-
da, cuando se hacen aplicaciones fuertes de N al comienzo de las lluvias. El tipo de
fertilizante nitrogenado utilizado es muy importante para la acumulación de nitratos.
Zurita y Vanegas (1986), citados por Guerrero (1993), estudiaron el efecto de cuatro
fertilizantes (urea, nitrato de amonio, sulfato de amonio y 25-15-0) sobre la acumula-
ción de nitratos en el forraje de los raigrases tetrelite y terli en un suelo Andept de la
Sabana de Bogotá. En la Tabla 24 se observa que, con la aplicación de sulfato de
amonio, se obtuvieron los más bajos niveles de nitratos en el pasto, así como los más
314
altos niveles de proteína. Este resultado es lógico, puesto que uno de los elementos
básicos para la formación de proteína y la disminución de los niveles de nitratos es el
S, constituyente de los aminoácidos azufrados. Este efecto fue particularmente acen-
tuado en la iniciación de las épocas de lluvias, que efectivamente son críticas en cuanto
a la intoxicación por nitratos.
En recientes estudios se comprobó que la aplicación del fertilizante 30-6-0 disminuyó
la concentración de nitratos en un 30% aproximadamente, cuando se comparó con el
Fertipasto, en kikuyo. (La concentración disminuyó de 3.250 ppm a 2.500 ppm en
San Pedro, Antioquia (Bernal, datos sin publicar, 1997).
Estos resultados sugieren que la fertilización nitrogenada, al iniciar las lluvias, puede
agravar el problema de la acumulación de nitratos en los pastos, en particular cuando
se utilizan dosis superiores a 50 kg de N/ha/pastoreo, excepto cuando la fertilización
nitrogenada se acompaña con aplicación de S, como en el caso del sulfato de amonio.
c) Envenenamiento por ácido cianhídrico: Muchas plantas forrajeras pueden acumu-
lar un glucòsido cianogénico llamado durina, que al descomponerse en el tracto diges-
tivo de los rumiantes origina ácido cianhídrico o prúsico (HCN), veneno de alta po-
315
tencia. Entre las plantas forrajeras de clima frío, que presentan este problema, se en-
cuentra el kikuyo.
El HCN se presenta en cantidades altas después de una helada o de una sequía severa,
en los rebrotes y partes más tiernas de las plantas, especialmente si han sido fuerte-
mente fertilizadas con N. El problema se puede evitar dejando madurar la planta, o
suministrando simultáneamente un forraje ensilado o heno, libres del problema, para
producir un efecto de dilución. Los síntomas de intoxicación son similares a los de
envenenamiento por nitratos, pero el antídoto diferente; para HCN se utiliza azul de
metileno. Cuando existan dudas se debe examinar el contenido de ácido prúsico en el
forraje. El nivel crítico es de 3.500 ppm en base seca.
d)Timpanismo: Una de las ventajas de la fertilización nitrogenada es la disminución en
la incidencia de timpanismo, comparado con las praderas que no reciben N, donde el
contenido de tréboles es mayor. Como la fertilización nitrogenada tiende a disminuír
la población de leguminosas, igualmente tiende a disminuir el peligro de timpanismo.
316
que realmente interesa al productor. La fertilización tiene ambos efectos, en algunos
casos incrementa la capacidad de carga, en otros aumenta la producción por animal y en
otros mejora ambas cosas.
En la Sabana de Bogotá, Izquierdo (1981), citado por Guerrero (1993), calculó los efec-
tos de la fertilización nitrogenada (urea) sobre la capacidad de carga del raigrás aubade.
Encontró que, con períodos de corte cada 25 días, la fertilización nitrogenada triplicó o
cuadruplicó la disponibilidad de forraje, y la capacidad de carga pasó de 1,4 animales/ha/
año sin N, a 6,3 animales/ha/año con la aplicación de 75 kg/ha/corte de N. Con mayores
frecuencias de corte los efectos fueron algo inferiores (Tabla 25).
El beneficio de la fertilización no solamente se mide por el incremento en la capacidad de
carga, se puede medir por la producción de carne, leche o lana por unidad de área. En
Colombia se ha determinado el beneficio de la fertilización mediante la producción de
carne y lana con ovinos, y de carne y leche con bovinos, en las condiciones de clima frío.
En la Tabla 26 aparecen las capacidades de carga y producciones de carne y lana, bajo
diferentes sistemas de fertilización con ovinos, bajo condiciones de páramo. Como se
puede observar, los pastos nativos, sin fertilización, únicamente mantienen los animales
y producen un poco de lana, pero no se puede esperar una producción significativa de
carne; cuando se fertilizan las praderas y se incorporan especies mejoradas, la producción
de carne aumenta significativamente.
Uno de los efectos más estudiados de la fertilización es la producción de leche con dife-
rentes pastos de clima frío. En la Tabla 27 se incluyen los resultados obtenidos con tres
especies de clima frío, ampliamente cultivadas, cuando se aplican diferentes dosis de
fertilización nitrogenada. La capacidad de carga, para raigrás anual, que fue la especie
que presentó una mayor respuesta, pasó de 1,33 animales/ha y 15,96 l/ha/día de produc-
317
ción de leche, a 4,33 animales/ha y 51,96 l de leche ha/día, con la aplicación de 100 kg/
ha de N después de cada pastoreo.
En producción de carne, se midieron la capacidad de carga y la producción de carne con
machos normando cruzados, utilizando diferentes niveles de tecnología. Tomando en
cuenta los resultados de varios ensayos, se encontró que, al aplicar un nivel adecuado de
tecnología, se podían obtener rendimientos interesantes en las praderas de clima frío,
como se puede ver en la Tabla 28. De los resultados incluídos en esta última tabla se
puede deducir que la sola fertilización no es suficiente para alcanzar altos niveles de
318
TABLA 28. Capacidad de carga, ganancia díaria de peso y producción de carne en
potreros, según distintas alternativas de manejo.*
Producción de carne
Carga kg
Sistema manejo
animales/ha
animales/día ha/año
* Bernal (1996).
319
de 75 kg/ha/N/pastoreo, lo cual confirma el concepto de que la dosis apropiada de ferti-
lizante depende en gran parte de la especie.
En último término, lo que importa es la magnitud de la respuesta económica obtenida
con la fertilización. En la Tabla 30 se incluyen los cálculos de rentabilidad de esta prácti-
ca, con costos actualizados a junio de 1997. En ella se observa que las especies responden
de manera muy diferente desde el punto de vista de la relación B/C; mientras especies
como kikuyo y orchoro presentan su máxima relación con fertilizaciones bajas, de alrede-
dor de 25 kg/ha de N, después de cada pastoreo, especies con una mayor capacidad
genética para producir forraje, como el raigrás, responden bien a dosis superiores, cerca-
0 - -
25 7,92 475,2
75 19,56 1.173,6
0 - -
25 8,04 482,4
75 21,00 1.260,0
0 - -
25 4,44 266,4
75 10,44 626,4
* Bernal (1996).
1 Los perí odos entre cortes o pastoreos fueron de 60 dí as, por esta razón se calcula la leche producida en este perí odo.
320
nas a los 100 kg/ha/N, después de cada pastoreo. Sin embargo, el ingreso marginal neto
aumentó en todas las especies con las dosis crecientes de N, excepto con el azul orchoro,
para dosis muy altas de N, donde el costo del fertilizante y el valor de la leche marginal
producida fueron prácticamente iguales, y la relación B/C muy cercana a 1,0.
En muchos casos es viable aumentar las dosis de fertilizante, aunque la relación B/C no
sea la máxima, debido a que el ingreso marginal justifica la inversión, como ocurre, por
ejemplo, al comparar la aplicación de 25 y 100 kg/ha de N en kikuyo. Con 25 kg/ha se
obtiene una relación B/C de 7,74 y un ingreso marginal de $147.295, mientras que con
100 kg/ha de N se obtiene una relación B/C de solo 5,19, pero un ingreso marginal de
$395.140.
Los costos son susceptibles de variación, pero mientras el fertilizante y el producto final
suban o bajen en la misma proporción, la relación B/C tenderá a ser constante. Si el
precio de la leche o del fertilizante sufren cambios bruscos hacia arriba o hacia abajo, la
relación B/C se podrá mover a favor o en contra del productor, lo cual requerirá un
replanteamiento en la práctica de la fertilización.
La rentabilidad también se puede mejorar con animales de mayor capacidad genética de
producción, pues los del ejemplo analizado eran de producción promedia de 12 l de
leche/animal/día. Esta también se puede mejorar con un incremento en el precio de la
leche al productor. Si se compara la rentabilidad y la relación B/C de 1997 con la de
1996, ha descendido ligeramente, lo cual indica que, en el último año, el precio de los
fertilizantes ha aumentado más que el de la leche.
Otros resultados adicionales de la fertilización son:
a) Produce óptimos resultados en corto tiempo.
b)Permite aprovechar al máximo el potencial genético del hato.
c) Aumenta la cantidad de forraje disponible por unidad de superficie.
d)Incrementa la capacidad de carga.
e) Aumenta la resistencia de las especies a la sequía, las heladas y las hace tolerantes a
plagas y enfermedades.
f ) Acorta el período de recuperación del pasto en praderas en rotación.
g) Promueve un aumento significativo en la calidad del forraje.
h)Permite incrementar la producción de carne y leche por animal y por unidad de super-
ficie.
9. MODALIDADES DE FERTILIZACIÓN
321
producida lleva necesariamente a una mayor extracción o demanda de otros nutrimentos,
particularmente P, K, S, Mg, Ca y microelementos. En consecuencia, si el suelo no dis-
pone de suficientes cantidades de estos elementos y no son añadidos en la fertilización, se
perderá una parte del efecto del N aplicado, y además, disminuirá acentuadamente el
valor nutritivo del forraje.
Las praderas necesitan dos tipos de fertilización: fertilización de establecimiento y fertili-
zación de mantenimiento. El objetivo de la fertilización de establecimiento es el de corre-
gir los problemas de fertilidad y acidez, con el fin de promover un pronto y vigoroso
establecimiento y un rápido desarrollo de la pastura. Con la fertilización de manteni-
Valor leche
Dosis de N Costo de N Ingreso marginal Relación
Especie adicional
kg/ha $ $ B/C
$
0 0 0 0 0
0 0 0 0 0
0 0 0 0 0
* $761 por kilo de N ($17.500 bulto de urea de 46% de N), y $350 por litro de leche en finca; precios de junio de 1997.
322
miento se restituyen al suelo aquellos elementos removidos por el producto final (carne,
leche o lana), o se reciclan los concentrados por el animal en las excretas, que tienden a
producir áreas fértiles e infértiles dentro de la pradera, con el objeto de alcanzar un ópti-
mo nivel de productividad en la explotación.
323
9.3 Fertilización foliar
Además del sistema normal de nutrición a través de las raíces, las plantas también pueden
asimilar nutrimentos a través de las hojas, mediante la fertilización foliar. Para que se
presente una absorción significativa de nutrimentos a través de las hojas, es necesario que
éstos se encuentren en una forma fácilmente asimilable desde el punto de vista químico.
Los compuestos orgánicos que forman los minerales con el ácido Etilén-Díamino-Tetra-
Acético (EDTA), se denominan quelatos y son fácilmente absorbidos por las plantas
superiores.
Teniendo en cuenta que muchas veces es necesario hacer aplicaciones suplementarias de
nutrimentos a cosechas de gran valor como los frutales, o aplicaciones de emergencia o
13-26-6 (4 a 8)
A1
o DAP (3 a 6)
Al voleo,
Establecimiento B 15-15-15 (4 a 8) Siembra o presiembra incorporado o
bandas
C2 25-15-0 (4 a 8)
324
TABLA 32. Niveles críticos de minerales en suelos, forrajes y requerimientos por los animales.
Potasio > 0,30 0,15 - 0,30 < 0,15 > 3,08 1,96 - 3,05 < 1,96 0,80 0,60 - 0,80
Calcio %2 > 6,0 3,0 - 6,0 < 3,0 > 0,77 0,24 - 0,77 < 0,24 0,54 0,18 - 1,04
Magnesio% > 2,5 1,5 - 2,5 < 1,5 > 0,42 0,26 - 0,42 < 0,26 0,20 0,10
Relación Ca:Mg > 4,0 2,0 - 4,0 <2 > 2,0 1,0 - 2,0 < 1,0 - -
325
Azufre - - - > 0,54 0,25 - 0,54 < 0,25 0,20 0,1 - 0,15
Cobre ppm > 2,5 1,5 - 2,5 < 1,5 > 31 10 - 31 < 10 10 7 - 14
Zinc ppm > 3,0 2,5 - 3,0 < 2,5 > 70 26 - 70 < 26 40 20 - 30
Boro ppm > 0,5 0,1 - 0,5 < 0,1 > 30 10 - 30 < 10 - -
Molibdeno ppm > 0,4 0,1 - 0,4 < 0,1 - - - 6,0 6,0
1 Nitrógeno y azufre varían de acuerdo con el contenido de materia orgánica del suelo, la cual a su vez varía con las condiciones de la humedad y temperatura. Los requerimientos de nitrógeno (proteína), varían mucho por los distintos
tipos de animales.
2 El calcio varía de acuerdo con el tipo de animal, mientras el magnesio permanece constante, de ahí que no se pueda establecer una relación Ca:Mg, para el animal.
reforzamiento a cosechas de ciclo corto, que no serían lo suficientemente efectivas o
rápidas a través de las raíces, se acude a aplicaciones foliares. En pastos, debido al corto
intervalo entre pastoreos, se ha generalizado la fertilización foliar.
La fertilización foliar se justifica, entre otros, en los siguientes casos:
a) En presencia de algunas condiciones de suelos adversas, como suelos arenosos, alcalinos
o suelos con mal drenaje.
b)Cuando se necesita corregir rápidamente la deficiencia de un nutrimento.
c) Cuando la aspersión foliar no implica costos adicionales de aplicación porque se hace
simultáneamente con la de pesticidas.
El plan de fertilización más apropiado para una pastura debe ser generado por un profe-
sional idóneo, con base en el análisis de suelos de los diferentes lotes que componen la
explotación y considerando la especie forrajera, propiedades químicas, físicas y morfológicas
de los suelos, el medio ambiente, la producción esperada, el tipo de animal que se va a
alimentar y los factores tecnológicos específicos de la explotación. En la Tabla 31 se
incluyen algunas alternativas de fertilización, que pueden ser utilizadas como una guía
general.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
BERNAL E., J. 1981. Los raigrases tetraploides, una solución para la producción
lechera.Agricultura Tropical. Vol. 33 (8): 15 - 20.
–––––––––– 1987. Los raigrases, pastos para producción de leche. Despertar Lechero.
Colanta (2): 7 - 15.
–––––––––– 1994. Pastos y Forrajes Tropicales. Producción y Manejo. 3a. Ed. Banco
Ganadero. 575 p.
BERNAL E., J. y GRANDA D., H.M. 1997. El chinche de los pastos (Collaria
columbiensis). ANALAC - FEDEGAN. 25 p.
BERNIER P., M. y TORRES B., J. 1986. Efecto de la fertilización con NPK y S sobre la
producción y calidad e la colza forrajera (Brassica sp.). Tesis de Ingeniero Agrónomo.
Bogotá. Universidad Nacional, Facultad de Agronomía, 68 p.
326
BUITRAGO A., O. y CRUZ G., M. 1983. Niveles óptimos de fertilización compuesta
en tres variedades de raigrases tetraploides. Tesis de Ingeniero Agrónomo. Tunja,
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Facultad de Ciencias
Agropecuarias. 75 p.
BURBANO V., G. y SÁNCHEZ B., J. 1986. Respuesta del pasto kikuyo (Pennisetum
clandestinum) a fuentes de nitrógeno y a un abono compuesto en el Altiplano de
Pasto. Tesis de Zootecnista. Pasto, Universidad de Nariño, Facultad de Zootecnia,
61 p.
CARRILLO C., W. y AVELLA J., J. 1985. Respuesta del kikuyo (Pennisetum clandestinum,
Hoestch) a varias fuentes y niveles de nitrógeno en Tuta y Firavitoba, Boyacá. Tesis
de Ingeniero Agrónomo. Tunja. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colom-
bia. Facultad de Ciencias Agropecuarias. 142 p.
CHAVERRA G., H., DÁVILA S., V., VILLAMIZAR R., F. y BERNAL E., J. 1967. El
cultivo de los pastos en la Sabana de Bogotá. ICA - SAC. 64 p.
ICA, 1967. Día de campo sobre ciencias animales, ganado de carne, lechería, ovinos.
CNIA. Tibaitatá. 64 p.
327
LAREDO C., M.A. 1985. Tabla de contenido nutricional de los pastos y forrajes de
Colombia. ICA - Colanta.
LOTERO C.,J. 1976. Fertilización de pastos. En: Curso de Pastos y Forrajes. ICA. Com-
pendio No. 11. pp. 97 - 128.
MUNÉVAR M., F. y ROZO E., de. 1982. Influencia del azufre en el rendimiento de la
mezcla de raigrás y trébol blanco inoculado con Rhizobium en un andisol de la
Sabana de Bogotá. Suelos Ecuatoriales. 12 (1): 160 - 168.
SOTO, L., LAREDO C., M.A., y ALARCÓN M., E. 1980. Digestibilidad y consumo
voluntario del pasto kikuyo (Pennisetum clandestinum, Hoescht) en ovinos bajo fer-
tilización nitrogenada. Revista ICA 15 (2): 79 - 90.
VILLAMIZAR R.,F. y BERNAL E.,J. (Sin fecha). Fertilización de pastos. En: Curso de
pastos y forrajes. ICA. PP. 82 - 101.
WEDIN, W.F. 1974. Fertilization of cool season grasses. In: Forage Fertilization. American
Society of Agronomy. pp. 95 - 118.
ZURITA V., J. y VANEGAS C., C. 1986. Efecto de diferentes fuentes y dosis de nitró-
geno sobre la producción de forraje y la acumulación de nitratos y nitritos en los
raigrases tetrelite y terli. Tesis de Ingeniero Agrónomo. Bogotá. Universidad Nacio-
nal, Facultad de Agronomía. 119 p.
328
VIII
Enmiendas
orgánicas
LAS ENMIENDAS ORGÁNICAS
Hernán Burbano Orjuela*
1. INTRODUCCIÓN
La agricultura hace parte de las actividades humanas que actúan sobre el medio en que se
lleva a cabo y modifica las relaciones entre los seres vivos, con miras a la obtención de
productos de diferente naturaleza, aunque fundamentalmente alimenticios. El modelo
predominante de agricultura, intensiva y productivista, ha traído consigo una alteración
drástica de los recursos naturales que utiliza y, por ello, el suelo acusa problemas de
degradación que comprometen su potencialidad. La erosión, la compactación, la
salinización, la pérdida de la capa arable y por lo mismo la pérdida de la materia orgánica,
así como el avance cada vez más fuerte de la desertización, son pruebas irrefutables del
fenómeno de degradación.
De otra parte, la escuela en que se han formado los profesionales del sector agrario e
incluso los especialistas en suelos, ha hecho que se conciba y se realice un manejo del
suelo en donde se privilegia la dinámica de los fenómenos de la química mineral, sin caer
en cuenta que, por su naturaleza, el suelo tiene otra serie de atributos de orden físico y
biológico que responden por el comportamiento integral de ese cuerpo natural.
En este orden de ideas, se cree que resulta conveniente, que los propios profesionales y los
agricultores tengan presente que es posible hacer el cruce entre la tecnología propia de esa
agricultura industrial y esas prácticas ancestrales que hacían uso de lo orgánico, con miras
a producir cultivos y a mantener la productividad del suelo, no porque esto obedezca a
una “moda”, sino porque se pueden conseguir resultados importantes.
Por varias de las razones señaladas, es que este documento hace un análisis de las enmien-
das orgánicas, no para dar fórmulas o recetas acerca de su utilización, sino más bien para
ofrecer los fundamentos técnico-científicos que puedan ayudar a tomar decisiones pon-
330
deradas, cuando en el campo se considere conveniente el uso de dichas enmiendas. Con
esta intención, es que se hace una presentación general del suelo, la materia orgánica y
sus efectos sobre el suelo, así como de las enmiendas de posible utilización, como el
estiércol, el purín, el “compost”, el “mulch” y los abonos verdes.
El suelo no es un medio inerte y estable, sino que es el resultado de la acción del clima y
de los seres vivos sobre la superficie de la tierra durante un período de tiempo. Es un
medio muy complejo, en permanente evolución, que nace, crece y puede morir. En otras
palabras, se puede decir que el suelo es y funciona como un organismo vivo, que mantie-
ne un conjunto de procesos, pese a la idea que prevalece en la agricultura industrial
contemporánea en el sentido de que el suelo es un mero soporte físico para las plantas.
Por el contrario, el suelo se puede considerar como un sistema bioquímico dinámico en
cambio continuo, en el cual los constituyentes orgánicos e inorgánicos coexisten en las
fases gaseosa, líquida y sólida. Así, el suelo es el medio donde las plantas se desarrollan ya
que, a excepción de la luz, les aporta los otros cinco factores esenciales para su crecimien-
to, como son el soporte mecánico, el agua, los nutrimentos, el calor y el aire.
La formación de un suelo se hace bajo la conjunción de dos fracciones claramente dife-
renciadas: la fracción mineral y la fracción orgánica. Los minerales originales procedentes
de la roca madre se alteran bajo la acción de agentes físico-químicos (temperatura, agua,
ácido carbónico) y biológicos (raíces de las plantas, microorganismos), lo que conduce a
la formación de dos tipos de materiales: arcilla y cationes minerales. La fracción orgánica
está constituida por materiales de origen animal o vegetal que se acumulan en el suelo,
sobre los que actúan infinidad de microorganismos que los descomponen y transforman
en otras sustancias: compuestos minerales (agua, dióxido de carbono, nitratos, sulfatos,
etc.) y un compuesto orgánico muy estable, el humus, que posteriormente se transforma
con lentitud en compuestos minerales.
Las partículas de arcilla y de humus, electronegativas, se unen entre sí por intermedio de
cationes minerales (calcio, magnesio, hierro, aluminio), formando el complejo arcilloso-
húmico, que debido a su fuerte estabilidad y a su estructura en agregados resiste la acción
erosiva del agua. Si no fuera por este puente de unión que forman los cationes, las partí-
culas de arcilla y de humus serían arrastradas por el agua, sin posibilidad de formar el
suelo.
El suelo alcanza su madurez cuando los diferentes factores que intervienen en su forma-
ción (roca originaria, clima, organismos vivos, topografía y tiempo) crean un tipo de
perfil equilibrado y adaptado a esos factores. El hombre debe conservar este equilibrio o
ayudar al suelo en su formación o en su restauración hasta convertirlo en un suelo ma-
duro.
Como resultado de todos los procesos enunciados previamente, el suelo se encuentra
integrado por cuatro componentes de mayor importancia que son los materiales minera-
331
les, la materia orgánica, el agua y el aire. La fase sólida del suelo –mineral y orgánica-
generalmente conforma hasta el 50% del volumen total del mismo. El resto lo ocupa la
fase líquida –agua- y la fase gaseosa –aire-, manteniendo estas últimas fases una propor-
ción complementaria. La participación de los materiales orgánicos en los suelos es varia-
ble, con un rango que va del 1% hasta el 10 por ciento.
Hojas
Frutos
Ramas
Troncos
Raíces
Exudados
} Materia orgánica
Erosión
Asimilación (biomasa del suelo)
Mineralización rápida
Humificación
Erosión
Deshumificación o
Mineralización lenta
Lixiviación Lixiviación
El suelo, entonces, recibe una cierta cantidad de materiales orgánicos frescos en forma de
ramas, troncos, hojas, etc. Parte de esta materia prima es asimilada (inmovilizada) por la
biomasa del suelo, otra se mineraliza por acción de los microorganismos en el contexto
de los ciclos biogeoquímicos del carbono, nitrógeno, fósforo, azufre, entre otros, una
tercera fracción se humifica para dar lugar mediante síntesis a una materia orgánica rela-
332
tivamente estable y, por último, una parte más o menos importante de esta última se
descompone y se mineraliza parcialmente, con lo que ocurre el proceso de deshumificación.
Cabe señalar que todos estos procesos son reversibles y que en el caso de la mineralización
y de la inmovilización, ocurren simultáneamente, sólo que el predominio del uno sobre
el otro dependerá de las condiciones propias del suelo y del medio en general. Además,
hay que considerar otras pérdidas o salidas que se producen durante estos procesos y que
se deben a la erosión y a la lixiviación de productos solubles y a la exportación debida a la
producción de cultivos.
El CO2 que se desprende proviene de la respiración de la microflora y de la microfauna
(bacterias, actinomicetos, hongos, algas, protozoarios), del aportado por las raíces de las
plantas superiores, de las reacciones de descarboxilación, y por los carbonatos alcalino
térreos bajo el efecto de los ácidos orgánicos originados en la biodegradación en la cual la
celulosa pasa a azúcares solubles y éstos a su vez a ácidos orgánicos. El grueso de estas
reacciones se realiza siempre con el concurso de enzimas, en atención a que son de natu-
raleza bioquímica.
La materia orgánica del suelo se puede dividir en dos grupos: sustancias no húmicas y
sustancias húmicas. El primer grupo está conformado por compuestos bien definidos
químicamente, incoloros y que no son exclusivos del suelo. La mayoría son sencillos, de
bajo peso molecular, utilizados generalmente por los microorganismos como sustrato y
por ello de existencia transitoria en el suelo. A este grupo pertenecen hidrocarburos,
hidratos de carbono, alcoholes, auxinas, aldehidos, resinas, aminoácidos y ácidos aromá-
ticos y alifáticos. Junto con la atmósfera del suelo se pueden encontrar gases como el
etileno y el sulfihídrico entre otros. Este grupo en los suelos minerales representa entre el
10 y el 30% de la materia orgánica.
Los compuestos húmicos tienen un “corazón” de anillos aromáticos simples o condensa-
dos, anillos heterocíclicos y quinoideos ligados y entreligados por enlaces carbono-carbo-
no, éter, amino y nitrógeno. Los anillos llevan una variedad de grupos funcionales como
los carboxil, hidroxil, fenólicos y carbonil. Ligados a ese “corazón” están aminoácidos,
péptidos, azúcares y fenoles, los cuales posteriormente forman enlaces cruzados. El resul-
tado es una estructura tridimensional similar a una esponja que rápidamente absorbe
agua, iones y moléculas orgánicas en forma intercambiable y, en adición, puede ligar
químicamente compuestos adecuados a sus grupos reactivos funcionales. El material
húmico es, en consecuencia, un estado dinámico de equilibrio y su síntesis es compensa-
da por una gradual mineralización del material existente. Estos compuestos representan
del 70 al 90% de la materia orgánica del suelo.
De acuerdo con sus características de solubilidad, las sustancias húmicas pueden ser frac-
cionadas en ácido fúlvico, ácido húmico y humina, y aunque se sabe de qué elementos
están constituidos, su estructura química es de tal complejidad y variación, que solamen-
te se conocen aspectos parciales de la misma.
En la actualidad y con propósitos más aplicados, se considera que la materia orgánica del
suelo se puede dividir en tres componentes funcionales: materia orgánica del suelo acti-
333
va, conformada por los microorganismos del suelo y sus productos metabólicos, con un
tiempo de reciclaje corto que va de 1 a 5 años; materia orgánica del suelo lenta, material
de difícil degradación e inaccesible a los microorganismos del suelo, con un tiempo de
reciclaje que va de 20 a 50 años; materia orgánica del suelo pasiva, material inerte que
prácticamente no se descompone, con un tiempo de reciclaje que va de los 200 a los
1.500 años. Esto, como se comprenderá, nos da una idea del efecto de largo plazo que
tiene la materia orgánica en la perspectiva de la sostenibilidad del recurso suelo y de las
actividades que sobre éste se realizan.
334
- Contribuye a la respiración, a la mayor absorción de fósforo y a la sanidad vegetal por
la presencia de fenoles.
Está demostrado que también en la descomposición de la materia orgánica se forman
sustancias de crecimiento y el mejoramiento físico del suelo es común al humus y a la
materia orgánica en descomposición. De los diversos tipos de sustancias orgánicas, sólo
el humus logra influir en las propiedades químicas del suelo, aunque la paja, durante su
descomposición, tenga mayor influencia sobre la física del suelo.
Pero no solo la capacidad de intercambio catiónico sube con el tenor del humus, también
el poder “buffer”, que evita un choque muy fuerte del encalamiento o la fertilización
sobre la microvida, y evita igualmente desequilibrios minerales, ocasionados fácilmente
por una fertilización mineral, hechos que perjudican seriamente la producción vegetal.
El aumento de la capacidad de intercambio catiónico significa que la planta estará mejor
nutrida, porque el suelo consigue mantener más nutrimentos en formas cambiables y
disponibles para la planta. No se consiguen buenos rendimientos en suelos con una CIC
muy baja.
335
La materia orgánica tiene un papel fundamental con respecto a la conservación de la
estabilidad estructural, así: favorece la tendencia a formar agregados, porque ejerce
una acción “cementante” sobre éstos y disminuye el efecto erosivo del agua.
Cuando se descompone el humus se pierde la estructura del suelo. Descomponiéndo-
se los restos vegetales se forma la estructura durante la primera fase de descomposi-
ción. Lo que tiene fuerza de agregación, en este caso, no es el humus, pero sí el produc-
to intermediario de la descomposición bacteriana, los ácidos poliurónicos, un producto
incoloro o blancuzco, incapaz de dar color al suelo, pero capaz de flocularlo.
Hay una diferencia considerable entre la materia orgánica descomponible y la materia
orgánica humificada. El humus es un producto de descomposición parcial con poste-
rior síntesis. Cuando se forma en un suelo con pH por encima de 5,6 es una sustancia
agregadora de grumos. Cuando se descompone, también se descomponen las uniones
orgánicas entre las partículas del suelo y, por consiguiente, la estructura biológica de-
cae al deshacerse los agregados mayores. El suelo se vuelve amorfo. La pérdida del
humus es, en consecuencia, la pérdida de la bioestructura del suelo y, paralelamente, la
pérdida de gran parte de su productividad.
La paja y cualquier materia orgánica muerta, aunque todavía intacta, no tienen efecto
sobre la estructura del suelo. Sólo durante su descomposición es que se forman sustan-
cias agregantes y estabilizantes para los grumos, sobre todo, los ácidos poliurónicos
producidos por Cytophagas, que ejercen gran efecto.
Cuanto más intensa es la descomposición del material vegetal muerto, tanto mayor
será su efecto agregante sobre el suelo. Es por eso que el estiércol endurecido de corral,
aun siendo un compuesto, no tiene el mismo poder agregante que la paja adicionada
al suelo. De esta forma, cuanto mayor sea la descomposición de los restos vegetales y
cuanto más activa la formación de sustancias intermediarias de descomposición, tanto
mayor efecto tendrá sobre la estructura del suelo, y tanto más benéfico será. La dife-
rencia fundamental entre el humus y los restos orgánicos es que el humus ya constitu-
ye un producto intermediario de descomposición, mientras que en los restos vegetales,
éstos todavía deben ser producidos.
Cuando, merced a la acción de las bacterias, disminuye la cantidad de materia orgáni-
ca todavía sin descomponer, el efecto sobre el suelo es benéfico. Cuando disminuye la
cantidad de materia orgánica ya humificada, el efecto es perjudicial.
- Aumenta la capacidad de absorción y retención de agua del suelo.
- Aumenta la permeabilidad al agua y al aire del suelo.
- Reduce la evaporación y mejora el balance hídrico en el suelo.
- Aumenta la absorción de calor solar, debido al color oscuro de las sustancias húmicas,
por lo que produce un incremento en la temperatura del suelo, pero también, reduce
las oscilaciones térmicas en el suelo.
- Aumenta la resistencia del suelo contra la erosión, ya que los agregados formados
superficialmente impiden el arrastre de las partículas finas. A su vez el suelo queda
336
protegido contra el impacto de las gotas de lluvia, que de esta forma provocan menor
desprendimiento de partículas finas, susceptibles de arrastre posterior.
- Facilita el drenaje y el laboreo del suelo.
337
- Disminuye los efectos negativos de los agentes tóxicos, tales como los pesticidas y
los metales pesados.
338
suelo. Cuando mueren estos microorganismos y se descomponen, su nitrógeno pasa al
humus y al suelo que queda enriquecido con dicho elemento. Lo mismo puede ocurrir
con elementos como el azufre y el fósforo.
La dinámica de la descomposición de la materia orgánica tiene unas consecuencias prác-
ticas importantes, como las que se citan a continuación:
- Cuando se incorpora un cultivo de leguminosas como abono verde (relación C/N
entre 15 y 20), la descomposición es muy rápida, liberándose cantidades importantes
de nitrógeno que se incorporan al suelo.
- Cuando se aporta el estiércol, su descomposición se produce a una velocidad media,
incorporándose al suelo una parte del nitrógeno liberado.
- Cuando se entierra un rastrojo de cereales, con relación C/N superior a 50, los
microorganismos acaparan todo el nitrógeno liberado de la materia orgánica y el que
se halla en el suelo, razón por la cual éste queda momentáneamente pobre en dicho
elemento. Si se siembra a continuación, resulta conveniente hacer un aporte suple-
mentario de nitrógeno, con el fin de que haya suficiente para los microorganismos y
para el cultivo.
5.1 El estiércol
Históricamente, el uso de altas cantidades de estiércol animal ha sido reconocido como
uno de los mejores métodos para la fertilización de los cultivos y para el mantenimiento
339
de la productividad del suelo y de su materia orgánica. En efecto, por muchos siglos antes
de la era de los fertilizantes comerciales, el estiércol animal constituía la más importante
y, a menudo, la única fuente de nutrimentos para la planta fuera de los suministrados por
el propio suelo. Así se mantenía o incluso se mejoraba la fertilidad del suelo.
El estiércol es uno de los residuos agrícolas más importantes. Por su uso, parte de la
porción no utilizable de los cultivos puede entrar en el suelo para ejercer allí una acción
mucho más importante de lo que pudiera creerse por su contenido de nutrimentos. El
mundo ha entrado ya en una era en la cual la prevención del desgaste agrícola es cada vez
más necesaria. Por esto, el cuidado de una finca pide un manejo más cuidadoso, así como
un uso más prudente del estiércol que se produce, ya que hoy en día, con mayores recur-
sos tecnológicos la utilización del estiércol es una práctica que se puede optimizar.
El estiércol es la mezcla de la cama de los animales y sus deyecciones sólidas y líquidas,
que ha sufrido fermentaciones más o menos avanzadas en el establo y después en el
estercolero. Básicamente está formado por materiales hidrocarbonados, compuestos
nitrogenados y una gran población microbiana.
Se considera estiércol a aquel material que puede ser manejado y almacenado como sóli-
do, mientras que los purines lo son como líquidos. El estiércol además de contener heces
y orines puede estar compuesto por otros muchos elementos, como son las camas, gene-
ralmente paja, pero también a veces contiene aserrín, virutas de madera, papel periódico
o productos químicos, también suele incluir restos de los alimentos, así como agua pro-
cedente de los bebederos, de la limpieza de los establos o de lluvia, y todo tipo de mate-
riales que puedan entrar en un establo. Aunque el término estiércol se aplica a los dese-
chos de todos los animales de la finca, por lo general se utiliza para los excrementos
producidos por el ganado vacuno.
El estiércol animal puede contribuir en forma significativa a suplir las necesidades de
nitrógeno, fósforo, potasio y otros nutrimentos. La disponibilidad total, sin embargo,
dependerá del tamaño y tipo de explotación animal y los métodos utilizados para guardar
y esparcir el estiércol.
La mayor parte del estiércol es retornado al suelo. Sin embargo, sus nutrimentos a menu-
do son utilizados en forma ineficiente como resultado de un mal almacenamiento o
técnicas de aplicación deficientes. Las pérdidas de nutrimentos en el estiércol almacena-
do, debido a escurrimiento superficial, volatilización y lixiviación, pueden ser tan altas
que sólo una fracción de los nutrimentos originales llega a ser aplicada a los cultivos. Un
transporte y esparcimiento deficientes aumentan estas pérdidas.
Sin embargo, las técnicas que pueden aumentar la eficiencia en el uso de nutrimentos
pueden resultar costosas. El costo de una aplicación adecuada, por ejemplo, puede resul-
tar superior al costo de los nutrimentos adicionales con relación a una aplicación más
ineficiente. Los efectos de las técnicas de aplicación del estiércol sobre las pérdidas de
nitrógeno, sin incluir las pérdidas durante el almacenamiento pueden alcanzar entre 10 y
30% dependiendo si el estiércol aplicado es sólido o líquido, ó si se aplica al voleo con o
sin incorporación. En muchos casos, el estiércol no se aplica en el momento de la tempo-
rada de barbecho o cultivo que permita una utilización óptima de éste como fertilizante.
340
La cantidad de nutrimentos disponibles a partir del estiércol depende en gran medida de
cómo se almacene y maneje. Dentro del conjunto de nutrimentos que contiene este
material, el nitrógeno es el elemento que se pierde más fácilmente; de hecho, las pérdidas
son inevitables, sin importar la forma en que el estiércol se almacene o se aplique. Las
pérdidas de fósforo y potasio son menos probables, excepto directamente por escurrimiento
superficial y por lixiviación, cuando el estiércol se almacena al aire libre y sin ninguna
protección. En la Tabla 1 se entrega una lista de los contenidos aproximados de nutrimentos
de distintos tipos de estiércol, como resultado de diferentes métodos de almacenamiento
y manejo.
Nutrimentos
Almacenamiento/ kg/ton
Tipo de ganado
Manejo Amonio Fosfato Potasio
N total
NH4 P2O5 K2O
Só lido SC 10 6 9 8
Só lido CC 8 5 7 7
Cerdo
Lí quido F 36 26 27 22
Lí quido L 4 3 2 4
Só lido SC 21 7 14 23
Só lido CC 21 8 18 18
Vacuno de carne
Lí quido F 40 24 27 34
Lí quido L 21 42 9 5
Só lido SC 9 4 4 10
Só lido CC 9 5 4 10
Vacuno de leche
Lí quido F 24 12 18 29
Lí quido L 4 25 4 5
Só lido SC 27 17 20 17
Pavos
Só lido CC 20 13 16 13
Caballos Só lido CC 14 4 4 14
341
dado que el estiércol contiene nitrógeno tanto en forma mineral como orgánica, no
podrá ser utilizado por los cultivos en su totalidad en forma inmediata, sino que habrá
que esperar a que se mineralice la fracción orgánica para que las plantas puedan asimilarlo.
Como la mineralización es un proceso continuo que se produce durante todo el año y
como los cultivos sólo utilizan el nitrógeno mineral en las épocas de producción, aquel
nitrógeno que se mineralice fuera de los períodos en los que puede ser aprovechado por
las plantas sufrirá pérdidas. Además, la demanda de nitrógeno por los cultivos no es igual
durante todo su crecimiento, ya que inicialmente es pequeña, crece cuando el desarrollo
es rápido y disminuye cuando el cultivo llega a la madurez.
Contenido de nutrimentos
Peso vivo Estiércol Humedad g/día
kg kg/día %
N P2O5 K2O
Ganado de leche
68 5,4 87,3 27 10 22
113 9,1 87,3 45 20 38
227 18,6 87,3 91 37 77
454 37,2 87,3 186 75 147
635 52,2 87,3 258 105 208
Ganado de carne
342
también puede sufrir pérdidas en los períodos en los cuales los cultivos no están en
producción.
En la Tabla 3 hay un ejemplo en el que se puede observar el porcentaje para cada una de
estas fracciones en los distintos tipos de estiércol.
Fracciones de nitrógeno
%
Tipo de estiércol
N mineralizable el N mineralizable en los
Nitrógeno mineral
primer año años siguientes
Nm
N01 N0S
Vacas 40 30 30
Aves 70 20 10
Cerdos 50 22 28
Terneros 80 9 11
Purín de cerdos 94 3 11
El nitrógeno es el elemento que más se tiene en cuenta para el desarrollo de las diferentes
técnicas de manejo del estiércol, aunque esto no quiere decir que los otros elementos no
sean importantes; lo que sucede es que el nitrógeno durante el proceso de mineralización
–en la etapa en que se transforma en amoníaco (amonificación)- se volatiliza con facili-
dad y disminuye así el valor del estiércol como fertilizante.
Del total del nitrógeno que aporta el estiércol durante la primera temporada de aplicado,
la cantidad que se mineraliza varía entre un 25 y un 35 por ciento (Tabla 4). En la
segunda, tercera y cuarta temporada después de la aplicación, equivale al 50, 25 y 12,5
por ciento de lo mineralizado en la primera temporada, para llegar al cabo de la cuarta
temporada a valores que oscilan entre el 47 y el 65 por ciento.
En lo que respecta al fósforo y potasio presentes en las excretas animales, se puede decir
que prácticamente todo su contenido queda disponible para la plantas en el primer año
de aplicación.
Uno de los factores de éxito de una explotación ganadera está asociado a un manejo
adecuado de los nutrimentos minerales y, especialmente, del nitrógeno. En atención a
este criterio (Figura 2) se debe tratar de optimizar la utilización de los residuos animales
y la fijación del nitrógeno atmosférico que realizan las leguminosas, la que alcanza niveles
importantes sobre todo cuando se trata de especies forrajeras.
343
TABLA 4. Mineralización del nitrógeno del estiércol de vacas de leche y de ganado
de carne en la primera temporada después de su aplicación al suelo.*
Mineralización
Manejo del estiércol
%
Líquido: anaeróbico 30
aeróbico 25
* Pedraza, 1996.
ENTRADAS SALIDAS
PRODUCTOS
> Leche
> Carne
> Lana
Ensilaje Estiércol
Concentrados > Heno Orines
Nitrógeno de
la atmósfera >
FIGURA 2. Balance del nitrógeno en una granja lechera con respecto a las
entradas y salidas del elemento y a su almacenamiento en el suelo
(Pedraza, 1996).
344
con el agua lluvia, especialmente en las épocas en que los cultivos no utilizan el nitró-
geno.
- Denitrificación. Se trata del proceso por el cual el nitrógeno que se encuentra en
forma mineral pasa a forma gaseosa y se pierde en la atmósfera. Este proceso lo llevan
a cabo los microorganismos.
La eficiencia en la utilización del nitrógeno depende también del tipo de cultivo, ya que
en función de la duración de su período de crecimiento, el tiempo en el cual se puede
aprovechar el nitrógeno mineralizado será mayor o menor. Por consiguiente, las posibles
pérdidas serán mayores en el caso de cultivos que permanezcan poco tiempo sobre el
terreno. Por eso, es la época de aplicación la que afecta en mayor medida la eficiencia de
utilización del nitrógeno.
Cuando el estiércol acaba de descomponerse, es común que se presente algo suelto, espe-
cialmente si contiene considerable cantidad de paja. Los primeros cambios microbianos
son, por lo tanto, de naturaleza aerobia, con transformaciones que casi siempre son rápi-
das y que van acompañadas de bastante calor.
Los compuestos nitrogenados sencillos son los primeros en transformarse, en tanto que
los constituyentes más complejos se ven poco afectados. Ocurre un fuerte desprendi-
miento de anhídrido carbónico. La urea de la orina se transforma por actividades aerobias
y se hidroliza rápidamente, y el carbonato que se produce es inestable y pronto produce
amoníaco, cuyo olor en los establos demuestra estos cambios:
CO(NH2)2 + 2H2O —> (NH4)2CO3
CO3(NH4)2 + 2NH3 —> CO2 + H2O
Si las condiciones son favorables para la nitrificación, y este es el caso, pueden presentarse
los nitratos abundantemente. Como estos compuestos nitrogenados son muy solubles y
sujetos a una adsorción, aunque pequeña, pueden ocurrir pérdidas considerables por
lavado. Por tanto, en los estados iniciales y mejor aireados de descomposición el estiércol
casi puede agotar su nitrógeno en forma amoniacal y de nitrato.
En la transformación del estiércol el oxígeno gaseoso se usa gradualmente en la medida
en que se expulsa o se produce anhídrido carbónico. La descomposición pasa, entonces,
de aerobia a anaerobia, cada vez resulta más lenta y la tendencia de la temperatura es a
bajar. Se considera que pueden entrar a participar nuevos organismos, aunque los que
intervinieron en condiciones aerobias, probablemente aún son efectivos. Los productos
resultantes cambian considerablemente y, a pesar de que el anhídrido carbónico todavía
se produzca en grandes cantidades, en lugar de amoníaco la materia nitrogenada se convier-
te, así sea parcialmente, en productos corrientes de putrefacción.
Como consecuencia de la gran pérdida de agua durante los procesos de descomposición,
es que ocurre una considerable disminución del volumen del estiércol. Los excrementos
frescos pierden del 20 al 40% del volumen por descomposición parcial, y casi el 50% a
medida que se van descomponiendo más completamente.
Se dice con frecuencia que, si el estiércol se almacena adecuadamente, esta pérdida rápida
345
de anhídrido carbónico y agua puede elevar los porcentajes de los elementos nutritivos
presentes. Esto puede ser verdad para el potasio y el fósforo. Aunque en la práctica, las
pérdidas originadas en el lavado y en la fermentación a veces son tan acentuadas como
para poner al estiércol bien descompuesto en desventaja respecto a su abastecimiento
total de nutrimentos. Esta es la situación respecto al nitrógeno, elemento sujeto a pérdi-
das por volatilización y por lavado.
En muchos casos, el estiércol bien descompuesto es más deseable que el material fresco.
Esto ocurre sobre todo si el estiércol fresco tiene mucha paja. La adición de paja a un
suelo puede desequilibrar la relación carbono:nitrógeno y mermar o impedir la forma-
ción de nitratos. El estiércol con paja tiende aparentemente a producir igual efecto, y un
cultivo inmediato a su aplicación puede mostrar deficiencia –hambre- de nitrógeno. Bajo
tales condiciones, el estiércol bien descompuesto es más indicado. Cuando se usa en
aplicación superficial, en lo posible, se debe utilizar el estiércol bien descompuesto.
Por tener la relación C/N importantes repercusiones de tipo práctico, a continuación se
ilustra con un ejemplo. Es el caso de un suelo cultivado con una buena condición de
nitrificación, en donde los nitratos están presentes en cantidades relativamente grandes y,
por supuesto, la relación C:N es pequeña. En general, los organismos desintegradores actúan
con un bajo nivel de actividad y las producciones de CO2 se reducen al mínimo (Figura 3).
En otro caso, cuando el suelo recibe grandes cantidades de residuos orgánicos con una
alta relación C:N, del orden de 50:1, va a ocurrir un cambio rápido, en atención a que la
flora heterotrófica –bacterias, hongos, actinomicetos- se vuelve muy activa y se reprodu-
NO3
Nivel en
el suelo
346
ce aceleradamente, con una congruente alta tasa de producción de CO2. En estas cir-
cunstancias, el nitrógeno en forma de nitrato prácticamente desaparece del suelo, como
resultado de la inusitada y alta demanda de este elemento por los microorganismos que
lo requieren para formar sus tejidos. Al cabo de cierto tiempo el nitrógeno está en muy
baja cantidad o desaparece, aún en forma amoniacal, por lo que las plantas se ven priva-
das de las formas asimilables. Cuando se produce la desintegración, la relación C:N de
los materiales vegetales decrece, ya que el carbono se va perdiendo y el nitrógeno se
conserva.
Esta condición persiste hasta que la humificación quede casi completa, momento en el
cual la actividad de los organismos descomponedores va siendo menor, debido a la falta
de carbono de fácil oxidación. A medida que estos valores disminuyen y que el CO2 se
expulsa, el nitrógeno deja de estar en mayor cantidad y puede empezar la nitrificación.
Vuelven a aparecer cantidades de nitrato y las condiciones originales prevalecen de nue-
vo, excepto algún tiempo después en que el suelo es rico tanto en nitrógeno como en
humus. La magnitud de tales fenómenos, fase importante del ciclo del carbono, se pre-
senta en la Figura 3.
La aplicación frecuente del estiércol enriquece el suelo en nitrógeno, aunque hay que
entender que el nitrógeno orgánico no está disponible de inmediato para las plantas. De
todas maneras si representa la base de una fertilidad a largo plazo. También favorece la
solubilización o movilización del fósforo. Aunque de otra parte también se sabe que
puede empobrecer el suelo en cobre, incluso hasta niveles de deficiencia.
En muchos casos se puede observar poca diferencia entre el efecto del abono mineral o
inorgánico y el del orgánico. Sin embargo, no se trata de sustituir el fertilizante mineral,
sino de aumentar o potenciar su efecto, o más bien de favorecer unas condiciones de
sinergia.
Del aumento de la capacidad de intercambio catiónico, de la agregación del suelo y de la
presencia de sustancias de crecimiento, resultan condiciones más importantes que los
propios elementos nutritivos adicionados por el abono orgánico.
La materia orgánica, inclusive el estiércol fermentado, tiene efecto regulador sobre el pH.
El suelo ácido se acidifica más por efecto de los restos orgánicos descompuestos en ácidos
fúlvicos. No obstante, en condiciones favorables, o sea en presencia de calcio y fósforo, la
actividad microbiana aumenta el pH durante la descomposición de la materia orgánica,
tanto por la amonificación que ocurre en el suelo, como por las excreciones alcalinas de
las bacterias.
En suelos alcalinos la materia orgánica promueve su acidificación porque:
- Aumenta la infiltración del agua y la lixiviación de las sales.
- Produce ácido carbónico, que es uno de los agentes más poderosos de desalcalinización.
En consecuencia, la paja que se incorpora superficialmente al suelo o el abono de corral
fermentado con paja, poseen un efecto correctivo y obran como enmienda sobre el suelo,
fundamentalmente porque:
347
- Aumentan el pH de los suelos ácidos y bajan el de los suelos alcalinos.
- Eliminan la toxicidad del manganeso.
- Limitan la toxicidad del aluminio intercambiable, porque lo transforman en humatos
de aluminio, que no son tóxicos para las plantas.
El efecto sobre el pH no sólo es propio de la paja y del abono de corral, sino también de
otros productos de origen vegetal como la vinaza, el bagazo de caña, o cualquier otra
sustancia orgánica que pueda servir de alimento para la microflora.
La aplicación de estos materiales activa todos los procesos biológicos que favorecen la
fijación de nitrógeno por vía no simbiótica, la solubilización del fósforo ya mencionada y
el trabajo de los microorganismos y la meso y la macrofauna, que mejoran sustancialmente
la fertilidad del suelo y la nutrición vegetal.
De todas maneras el estiércol está sujeto a una determinada variabilidad en su composi-
ción y en las proporciones de nitrógeno, fósforo y potasio, en razón de factores tales
como: clase de animal, edad, condición e individualidad de los animales, tipo de alimen-
to consumido, cama utilizada y almacenamiento y manejo previos a la utilización, aun-
que para efectos de cálculo y estudio de su dosificación se suelen manejar unos prome-
dios porcentuales de 0,5 de N, 0,25 de P2O5 y 0,5 de K2O, sin olvidar que también
contiene Ca, Mg, S y probablemente todos los elementos menores.
Si el estiércol se mira con la óptica de un fertilizante y se compara con los fertilizantes
minerales convencionales, pueden resultar las siguientes características importantes:
- Variabilidad y humedad. La primera es propia de su naturaleza y origen; la hume-
dad, si el estiércol está bien descompuesto o fresco, puede variar del 50 al 80%, según
sus condiciones.
- Baja concentración de elementos nutritivos. Con los valores promedios de los tres
elementos mayores que se acaban de dar, una tonelada de estiércol proporciona única-
mente 5, 2,5 y 5 kilogramos de N total, P2O5 y K2O, respectivamente, contenidos
muy bajos en comparación con los que corresponden a los fertilizantes minerales. Esto
se trata de compensar con los altos niveles de aplicación de los abonos orgánicos.
- Sólo una parte de los nutrimentos aplicados en el estiércol es asimilable. En gene-
ral, sólo alrededor de la mitad del nitrógeno, una sexta parte del fósforo y poco más de
la mitad del potasio pueden ser aprovechados por la planta. Así, una tonelada de es-
tiércol aporta en promedio cerca de 2,5 kilogramos de N, 0,4 kilogramos de P2O5 y
2,5 kilogramos de K2O.
- Condición no equilibrada de nutrimentos. Si el fósforo de muchos suelos es no sólo
pobre sino más inaprovechable y, además, el fósforo añadido en los fertilizantes se
adsorbe fuertemente o se fija al complejo de cambio, el estiércol con una relación 5-1-
5 no es tan buena opción con fines directos de fertilización y por ello es que se consi-
dera que tiene una relación no equilibrado de nutrimentos.
- Efecto residual. El lapso durante el cual se puede observar el efecto de una aplicación
348
de estiércol, sobre el crecimiento de un cultivo, es sorprendente. Hay datos de estudios
TABLA 11. Guía general para la fertilización NUTRIMON de algunas hortalizas en
en Rohamsted, Inglaterra, en los cuales el efecto de ocho años de aplicación de 32 t/ha
Colombia*
se observó 40 años después, caso muy especial, ya que de ordinario se obtienen canti-
dades aprovechables de estiércol, desde el punto de vista nutricional, sólo durante tres
o cuatro años después de la última aplicación.
El estiércol, desde que se produce hasta que es utilizado, puede sufrir una serie de pérdi-
das en el contenido de nutrimentos, que se pueden clasificar así:
- Pérdidas gaseosas. El estiércol contiene elementos que pueden volatilizarse, por ello,
si este material no se almacena en forma adecuada, se pierden. Estas pérdidas pueden
alcanzar un 10% del nitrógeno.
- Pérdidas por lavado. El estiércol suele almacenarse al aire libre y, por lo tanto, al
llover, el agua puede arrastrar los componentes nutritivos. Por esa vía se puede perder
un 20% de nitrógeno, un 5% del fósforo y más del 35% del potasio.
- Pérdidas por infiltración. Estas pérdidas se producen cuando los líquidos del interior
de la pila de estiércol pasan al suelo. Para que no se produzcan estas pérdidas, se sugiere
que el estiércol se almacene sobre un piso duro, que se compacte y que se cubra para
evitar el lavado por la lluvia.
El manejo comprende los pasos que sigue el estiércol desde el establo hasta su distribu-
ción en el campo. Si se mantiene constantes las demás variables, sería el manejo dado al
estiércol el que marcaría la calidad agronómica del producto resultante. Un mal manejo
se va a traducir fundamentalmente en:
- Pérdidas de elementos fertilizantes. Buena parte de las pérdidas en elementos mine-
rales y orgánicos del estiércol están relacionados con temperatura, humedad y airea-
ción por exceso o por defecto.
- Incorporación al suelo de un gran número de semillas de “malas hierbas”, que
han sido predigeridas por los animales y se encuentran intactas en las deyecciones.
- Inoculación de ciertas poblaciones de microorganismos patógenos, presentes en
las heces, tanto al suelo como en las aguas de riego o subterráneas.
- Fuente de sustancias tóxicas para los vegetales, por desequilibrios en la composi-
ción mineral, por reacciones unidas a estados de anaerobiosis locales, por una carga
excesiva de metales pesados, etc.
Hay teorías que exponen diferentes formas de manejo según se requiera potenciar una u
otra propiedad del estiércol. En general, todas coinciden en la importancia de la cama, la
alimentación, las condiciones de higiene, etc., en la idea de que un animal sano, en
condiciones adecuadas, dará un producto sano. Las divergencias empiezan cuando el
estiércol debe mantenerse en un montón durante el tiempo que dura su maduración.
Las técnicas de maduración deben procurar favorecer la mineralización del estiércol y
disminuir las pérdidas. La pila debe hacerse y compactarse a los 2 ó 3 días de realizada,
para evitar que continúe la fermentación aeróbica oxidativa iniciada y que haya pérdidas
349
de nutrimentos. Con la compactación, la bioquímica del proceso es anaerobia en ausen-
cia de aire, y su evolución hasta la maduración del material, dura de 2 a 3 meses.
En otros casos se utiliza el “compostaje” para madurar el estiércol. Así, se favorece la
formación de un material prehumificado, fácilmente mineralizable y con una importan-
te carga bacteriana. Aunque el “compostaje” se analizará con detalle posteriormente, con-
siste en hacer una pila con una mezcla homogénea de estiércol, regarlo si es necesario -
debe mantener una humedad equilibrada para las exigencias del metabolismo microbiano-
y no compactarlo, de manera que se produzca una fermentación aerobia durante todo el
proceso, incluso, si fuera necesario, se voltea la mezcla para airear el montón. Este proce-
so de maduración dura de 3 a 6 meses.
Si se quiere utilizar el estiércol fresco también hay que tener en cuenta ciertas recomenda-
ciones: no conviene dejarlo en el campo durante mucho tiempo en pequeños montones,
es preferible mezclarlo con el suelo mediante una labor superficial a 10 - 15 cm tan
pronto se haya transportado; se aplica al suelo con una anticipación de 4 a 6 meses
respecto a la siembra; no es aconsejable el uso de estiércol fresco en suelos arcillosos. Un
resumen de estos criterios se recoge en la Tabla 5.
El siguiente sistema de preparación o acondicionamiento del estiércol resulta muy
sencillo y práctico.
a) Se utiliza estiércol recogido periódicamente del corral con piso de tierra donde se
reúne todas las noches ganado de leche. Este estiércol se recoge seco y se amontona
bajo techo, y sobre el mismo se encierran todos los días terneros menores de un año
cuya orina es absorbida ávidamente por el material así almacenado. Se utiliza nitrato
de amonio, escorias Thomas y roca fosfórica.
b) Antes de recoger el estiércol se espolvorea cada vez el abono fosfórico, calfos o roca, de
manera que al hacerse la pila bajo techo se mezclen para propiciar la descomposición
de estos materiales.
c) Después de un reposo de aproximadamente seis meses se considera que el estiércol
está listo para su utilización como abono. En estas condiciones se pica en el mismo
sitio, con azadón, para romper la compactación causada por el pisoteo de los terneros
y para facilitar su distribución en el campo.
d) Los cultivos plantados en suelos nuevos, recientemente desmontados, prácticamente
no tienen problemas de sanidad. A medida que la bioestructura del suelo se desmejo-
ra, aumenta la susceptibilidad de las plantas a plagas y enfermedades, lo mismo que
los parásitos. La sanidad vegetal, de una u otra manera, está ligada a la salud del suelo.
e) Por lo anterior, la adición de materia orgánica al suelo, cuando mejora su bioestructura,
es una medida de la mejoría de la salud vegetal, no sólo porque mejora la estructura
grumosa sino porque también contribuye a la diversificación de la microvida y de la
fauna edáficas.
f ) No obstante, la adición de material orgánico de suelos ácidos a suelos igualmente
ácidos, no es una medida de saneamiento, ya que beneficia a los microorganismos
350
TABLA 5. Recomendaciones generales para el manejo del estiércol.*
Localización Recomendaciones
351
j) Como ya se ha señalado, tanto al almacenar el estiércol como una vez aplicado al
suelo sufre pérdidas, que son el origen de la contaminación que puede originar este
producto y, por lo tanto, si se controlan las pérdidas se controla la contaminación
producida.
k) La principal forma de contaminación del estiércol es la polución del agua con nitra-
tos, agua que tiene la posibilidad de ser utilizada posteriormente para consumo como
“potable”, aunque no hay que olvidar la posible contaminación que pueden producir
los malos olores que desprenden esta clase de productos.
l) Otro aspecto a tener en cuenta es que los desechos de animales y otros productos
orgánicos son descompuestos rápidamente por los microorganismos, creándose así la
necesidad de oxígeno, demanda biológica de oxígeno (DBO). La Tabla 6 muestra
valores que ilustran esta situación. Además, cuando estos materiales sellan la superfi-
cie del suelo, la concentración de oxígeno del suelo disminuye lo que trae como con-
secuencia un aumento del anhídrido carbónico y de otros productos gaseosos. Ade-
más, la disminución del oxígeno del suelo hace que el potencial redox disminuya, lo
que resulta en un cambio en la bioquímica del mismo.
DBO
Desecho
mg O2/l
* Lynch, 1982.
m)La cantidad y frecuencia de los aportes de estiércol depende de varios factores, unos
relacionados con el producto en sí, otros con el lugar que ocupa este aporte en el plan
de manejo de los cultivos en la finca, con la disponibilidad del producto para el agri-
cultor, y con las características climáticas y edáficas del agroecosistema.
n) Con la óptica exclusiva del aporte de nutrimentos a través del estiércol, que no es la
mejor, una técnica para su aplicación requiere un análisis del contenido de nutrimentos
del producto que se va a utilizar, a fin de contar con una orientación sobre las concen-
traciones de nitrógeno, fósforo y potasio. Si no hay esta posibilidad se pueden tomar
los valores promedios a los cuales ya se hizo referencia.
352
ñ) La información que existe permite afirmar que, en general, los niveles de aplicación
de estiércol al suelo son altos y que es frecuente recomendar niveles que varían entre
las 5 y las 50 toneladas por hectárea.
o) Se debe tener en cuenta que las aplicaciones de altas cantidades de estiércol pueden
ocasionar daño, incluída la salinización y/o sodificación del suelo. Además, un exceso
de estiércol disminuye el oxígeno en el suelo e incrementa el anhídrido carbónico,
hecho que afecta negativamente el crecimiento de las plantas y de los microorganismos
del suelo. Por ello, la aplicación de estiércoles se debe hacer en forma sistemática año
por año, para mantener una buena cantidad de materia orgánica mineralizada y dis-
ponible para las plantas.
p) La relación C/N también afecta el desarrollo de las especies vegetales y de los
microorganismos, si es muy amplia. Es el caso de los estiércoles con restos de paja o
viruta proveniente de las camas de las vacas. La relación de la paja de trigo es de 80/1
y la de la viruta y aserrines de 200/1, resulta adecuada la de una leguminosa como la
alfalfa que va de 10 a 20/1.
q) Las bacterias del suelo tardan en descomponer la materia orgánica que tiene una
relación C/N muy amplia y durante ese lapso utilizan el nitrógeno del suelo, compi-
ten con los cultivos en crecimiento y originan lo que se conoce como “hambre de
nitrógeno”. En consecuencia, la aplicación de estiércol al suelo y la siembra inmediata
de un cultivo, se debe acompañar de una dosis de fertilizante nitrogenado mineral,
para un normal desarrollo de las plantas y de los microorganismos del suelo.
r) En la aplicación del estiércol al terreno se deben tener en cuenta, además de la dosis,
la finura del material y la uniformidad en la distribución, como que estos factores
contribuyen al incremento de la eficacia de este material. Se puede emplear una
esparcidora de estiércol, utilizar un camión que transporta el estiércol que se distribu-
ye con pala por los operarios, o aprovechar el sistema de riego. Si bien en el caso de
pequeños predios todo se hace manualmente.
s) La incorporación o no del estiércol al suelo con el arado depende en gran medida del
cultivo sobre el cual se usa. En praderas y pastos se esparce superficialmente. En otros
cultivos se incorpora con el arado, práctica que se hace necesaria, si el estiércol es
basto y no está bien fermentado. Cuando el estiércol es fino y está bien descompuesto
se puede desmenuzar con la rastra sobre la superficie del suelo. En consecuencia, el
método de aplicación dependerá del cultivo, del suelo y de la condición del estiércol.
5.2 El purín
Del manejo del estiércol del ganado resultan dos productos que también se utilizan en el
campo. El primero es el purín que está constituido por los orines que fluyen de los
alojamientos del ganado o los líquidos que escurren del montón de estiércol, recogidos
en una fosa convenientemente situada. El otro es el “lissier”, que es una mezcla de
deyecciones sólidas y líquidas del ganado, recogidas y diluidas con agua.
353
Sin embargo, de manera coloquial, a lo que no es estiércol sólido como tal se le designa
como “purín”; y a éste, según la cantidad de agua incorporada se le denomina:
- Estiércol fluido. Cuando tiene del 14 al 18% de materia seca.
- Estiércol líquido. Cuando tiene del 20 al 30% de agua y del 9 a 12% de materia seca.
- Estiércol diluido. Cuando tiene un 50% de agua.
Tanto uno como otro son productos muy fermentables y de composición heterogénea,
ya que dependen de las mismas características que se consideraron previamente para el
estiércol. En líneas generales, en estos productos de la explotación ganadera se encuen-
tran: materias sólidas minerales - tierra mezclada -, materias sólidas orgánicas, materias
disueltas, - sales solubles, urea y amoníaco -, metales pesados, antibióticos, hormonas y
desinfectantes.
En relación con su valor fertilizante, tan sólo se pueden dar cifras muy generales debido
a su heterogeneidad. Registran un contenido en cenizas del 24 al 50% de la muestra seca;
el nitrógeno excretado se considera que es un 20% del ingerido en la dieta; con respecto
al potasio, los animales eliminan con los orines el 90% del ingerido en forma de sales
solubles, y con relación al fósforo, del 70 al 80% del fósforo del purín está constituido
por compuestos minerales poco solubles, especialmente bajo la forma de fosfato de cal-
cio. En general es conveniente equilibrar su composición mediante la adición de fosfatos
naturales y caliza.
Los graves problemas ambientales y para la salud que origina el vertido de estos produc-
tos al medio, agua o suelo y el costo económico de la depuración de los mismos, hace que
la “estabilización” de los purines para su uso agrícola sea la solución más razonable. Esta
“estabilización” se consigue mediante una fermentación aerobia de la mezcla, es decir,
sometiendo al producto que estará recogido en una fosa a un enérgico “batido”, con el fin
de introducirle aire. Con esto no sólo se consigue la homogeneidad de los elementos
fertilizantes minerales y orgánicos contenidos en el purín, sino que también se asegura la
disminución, a niveles aceptables, de la carga patógena y la oxidación de los compuestos
responsables de los malos olores.
Después del proceso, el material estabilizado puede usarse eficazmente como fertilizante,
incorporándose al suelo de igual manera que un fertilizante mineral equivalente, consi-
derándose que al ser un líquido muy fermentable las pérdidas de nitrógeno en forma
amoniacal pueden ser enormes y que debe aplicarse en concentraciones moderadas y a
diluciones adecuadas de 1:10 a 1:20 según la capacidad del suelo para incorporarlo y
metabolizarlo ventajosamente. Para su aplicación se tiene en cuenta que siendo el nitró-
geno el elemento dinámico de la fertilización, se tomará como dosis máxima la calculada
para proveer del nitrógeno necesario.
Se debe evitar su distribución sobre suelos saturados de agua, así como sobre terrenos con
fuerte pendiente, muy permeables, muy ligeros o con una capa freática muy superficial;
también hay que evitar su distribución en tiempo lluvioso o con posibilidad de lluvia;
excluir su aporte en productos hortícolas para consumo en crudo; distanciar su aplica-
354
ción lo más posible del corte o pastoreo de la praderas y evitar dejar el suelo mucho
tiempo “desnudo” tras su aplicación.
Todas estas recomendaciones están encaminadas a evitar las pérdidas de elementos mine-
rales por lixiviación - mayores en los suelos arenosos que en los arcillosos -, la posible
salinización del suelo - si las condiciones edáficas y climáticas son adversas - y el peligro
que para la salud representaría una carga patógena - principalmente coliformes - en un
purín mal manejado.
En resumen, se debe partir de un producto con buen manejo, con un aporte y distribu-
ción correctos, teniendo en cuenta las extracciones de los cultivos y el lugar que ocupan
en la rotación.
Su aplicación agrícola, en el caso de cultivos anuales, se realiza antes de las siembras o en
las primeras fases durante todo el año. Una vez distribuido, conviene enterrar superficial-
mente con un pase de grada o cultivador. El purín resulta útil para el riego de los monto-
nes de estiércol en “compostaje”.
5.3 El “compost”
El “compostaje” ha sido empleado por los agricultores desde hace siglos, como un medio
de aporte complementario de desechos orgánicos económicos y disponibles en sus predios.
El proceso de “compostaje” se puede definir como una descomposición aeróbica y
termofílica de los residuos orgánicos por las poblaciones microbianas quimiorganotróficas
que existen en los propios residuos, bajo condiciones controladas, y que produce un
material parcialmente estabilizado de lenta descomposición, cuando hay condiciones fa-
vorables.
Las poblaciones de bacterias, hongos y actinomicetos utilizan la materia orgánica como
fuente de carbono y energía, además de nitrógeno, fósforo y otros nutrimentos necesa-
rios para el crecimiento y para la síntesis de proteínas.
Son muchos los materiales que sirven para preparar este tipo de abono: toda clase de
plantas frescas y secas, terrestres y acuáticas; paja, aserrín; sobras de comida, cáscaras;
sangre seca de matadero, huesos molidos, pelos, cabezas y partes de pescados; estiércol
animal. En cambio, los plásticos, vidrios, tarros y otros materiales de lenta descomposi-
ción, como trozos de madera y ramas gruesas, no sirven para tal propósito. Mientras más
variada sea la mezcla de materiales que se ocupen para hacer el abono, más rico resultará
en nutrimentos.
El “compostaje” es un tratamiento seguro de los residuos orgánicos e importante para la
protección del medio ambiente. De ahí el creciente interés por el “compostaje” como
uno de los caminos posibles de tratamiento.
La Figura 4 muestra una versión simplificada de todo el proceso. Los residuos orgánicos
suelen consistir de una amplia gama de diferentes materiales (sustratos), desde los más
sencillos como aminoácidos, proteínas, azúcares, grasas, hasta los más complejos y recal-
citrantes, celulosa, hemicelulosa y lignina.
355
HUMEDAD OXÍGENO
Microorganismos
PRODUCTOS EN CO2
RIA DESCOMPOSICIÓN H2O
TE
A
M
Solubles NUEVOS
Proteínas
Hemicelulosas MICROORGANISMOS
Lignina
ENERGÍA
Muertos
Celulosa
Parte
A CALOR
mineral
IC Microorganismos
N
O RG Á
COMPOST
En el “compostaje”, esta fase sólida del material orgánico sirve de soporte físico, matriz
de intercambio de gases, fuente de nutrimentos orgánicos e inorgánicos, portador de
agua, medio de microorganismos autóctonos, vertedero para los productos residuales
metabólicos y aislante térmico.
La principal forma del metabolismo microbiano es la respiración aeróbica. Uno de los
residuos metabólicos, el calor, tiende a ser retenido en la matriz y ocasiona un aumento
de temperatura característico del proceso. Las pérdidas tienen lugar a través de la conver-
sión de la materia orgánica en dióxido de carbono y agua. El “compostaje” es útil, pues,
en el manejo de residuos ya que puede transformar rápidamente un material putrescible
en un producto final, el “compost”, estabilizado, almacenable, transportable y utilizable
como abono.
La temperatura puede alcanzar un pico alrededor de 70-80 °C. El aumento de tempera-
tura representa una retención del calor producido por la explosión del crecimiento
microbiano que degrada los sustratos simples en el residuo. Sin embargo, en esta fase se
han producido cambios importantes en la flora microbiana. Durante el aumento inicial
de la temperatura se estimula el crecimiento de la microflora mesófila y se establece un
gradiente de retroalimentación positivo entre la generación de calor, la temperatura y el
crecimiento. Esta retroalimentación se convierte en negativa por encima de 40-45 °C e
induce una disminución del crecimiento de la microflora mesófila. Estas temperaturas
inician, sin embargo, una nueva explosión de actividad por parte de microorganismos
termófilos autóctonos. Ello conduce a una repetición, a temperaturas más altas, del
gradiente de retroalimentación positivo. En algún momento los sustratos simples han
356
sido metabolizados y dejan los materiales más resistentes que se degradan a ritmos mu-
cho más lentos.
A medida que baja la actividad microbiana se pierde más calor del sistema del que se
genera. El material se enfría. Si en este momento se voltea la pila se reinicia el mismo
proceso debido a la presencia de materiales poco degradados que se hallan situados en los
bordes de la masa original.
El proceso de “compostaje” es, por tanto, una compleja interacción entre el sustrato, los
microorganismos, la aireación y la producción de agua y de calor. Es importante enten-
der cómo influyen estos factores en el ecosistema microbiano para mejorar la eficiencia
del “compostaje”. A un nivel empírico es obvio que demasiada agua excluye aire y condu-
ce a condiciones anaeróbicas; muy poca agua provoca el cese de la actividad microbiana.
Demasiado carbono produce una limitación del nitrógeno en la actividad microbiana.
Estos son los condicionamientos obvios del proceso. También existen otros más sutiles
pero igualmente fundamentales. Es importante recordar que el “compostaje” es un pro-
ceso biológico y aeróbico. Por esta última razón, los mecanismos de aireación son funda-
mentales para la eficiencia del proceso.
Esta eficiencia puede definirse de muchas maneras y cubrir muchos objetivos, desde la
maximización de la degradación a la eliminación de patógenos, al control de los olores, a
la producción y estabilización del producto.
En definitiva, el “compostaje” consta de dos fases: estabilización y maduración. Durante
la primera se alcanza altas temperaturas, al principio con participación de microbios
quimiorganotróficos mesofílicos se oxida la materia orgánica de fácil descomposición y
se genera calor que favorece el desarrollo de los microbios termofílicos y la inactivación
de los patógenos. Al disminuir la fuente de energía, cae la temperatura y los mesofílicos
se reactivan, la materia orgánica ya se ha estabilizado y sólo permanece la de difícil degra-
dación. Luego se inicia la fase de maduración, con lenta degradación de la materia orgá-
nica remanente.
El “compostaje” se puede hacer en pilas con o sin aireación forzada, o en reactores con
control de aireación, humedad, temperatura y tiempo de retención. En estos últimos, el
proceso se puede completar entre 5 y 7 días, en tanto que, en las pilas, puede tomar de 3
a 8 semanas, o hasta más, para producir un compuesto satisfactorio.
La siguiente descripción, relativamente sencilla, ayuda a visualizar la forma de preparar el
“compost” en la finca, en la perspectiva de utilizar una amplia variedad de desechos de
naturaleza orgánica, lo que significa entrar al ciclo del carbono y permitir en consecuen-
cia el propio ciclaje de la materia orgánica.
Antes de reunir y formar la pila de abono, se tienen que juntar los desechos orgánicos que
se van a utilizar. Posteriormente se debe marcar la superficie donde se construirá la abonera.
Sus dimensiones dependerán de la cantidad de materiales orgánicos que se pueda conse-
guir. En términos prácticos, una carretilla llena de desechos, alcanza para establecer una
abonera de 60 cm por 60 cm. Por ello, si se quiere hacerla en una superficie más grande
se debe disponer de una mayor cantidad de materiales.
357
Posteriormente, hay que limpiar la superficie marcada y soltar un poco la tierra. En el
centro del cuadrado que se demarca, y si se trata de una abonera pequeña, se debe colocar
un palo de unos 10 centímetros de diámetro y de un metro de largo. Si se quiere hacer
una abonera más grande, se colocan varios palos de mayor longitud. En cualquier caso, el
palo no debe quedar muy apretado porque al final se tiene que retirar.
Mientras tanto, con los materiales orgánicos que se han juntado, con excepción del es-
tiércol, se debe hacer una mezcla. Esta tiene que contener restos frescos y secos en forma
proporcional y, además, deben estar picados.
En el cuadro previamente demarcado y alrededor del palo, se deben colocar 15 cm de la
mezcla de materiales orgánicos. Sobre ésta, 5 cm de estiércol y, sobre éste, 2 cm de tierra.
Posteriormente se riega en forma suave. En estas condiciones los materiales deben ir
quedando sueltos; es decir, no hay que apretarlos. Se continúa repitiendo la secuencia de
las capas hasta que se agoten los materiales orgánicos disponibles.
A continuación, sobre el montón, hay que colocar una capa delgada de tierra, se riega y se
cubre con paja, ramas o cualquier otro material que sirva para protegerlo del sol y del
agua. Cuando ya se tiene todo listo se procede a sacar el palo, a fin de que en el centro del
montón quede un hoyo que hace las veces de chimenea. Por este orificio circula el aire y
salen los gases que se producen al interior del montón de abono en preparación.
Todo el material dispuesto como se acaba de indicar se mantiene húmedo aunque no
mojado. En época muy soleada se protege colocando encima un sombrío que se puede
hacer con ramas. Durante la época de lluvias también se protege con ramas o con un
plástico, sin dejarlos en forma permanente porque se impide la aireación.
Después de tres o cuatro semanas se debe comenzar a voltear el material una vez por
semana, cuando ya no es necesario volver a colocar el palo en el centro del montón. El
abono estará listo para ser usado después de un período que va de tres a seis meses,
dependiendo de las condiciones climáticas propias del lugar y de los materiales utiliza-
dos.
Al interior del montón se produce una transformación de los materiales orgánicos, de tal
suerte que ya no es posible reconocer las partes que le dieron origen. Este producto es
rico en nutrimentos y otros principios orgánicos que ayudan a mejorar la estructura del
suelo haciéndolo más esponjoso y que también permiten aumentar los microorganismos
que habitan en el suelo.
En la Figura 5 se presenta una secuencia de los pasos que se acaban de describir para la
fabricación del “compost” en la finca.
Los factores que afectan el proceso de “compostaje” y que se deben tener en cuenta
durante su fabricación son:
- Temperatura. Es función de la actividad microbiana y puede disminuir, si hay falta de
oxígeno o de humedad, o bien como exceso de humedad. La disminución de la hume-
dad también es función de la temperatura.
358
- Humedad. La humedad óptima para la máxima eficiencia del proceso está entre 50 y
60%, en peso. Por debajo de 40% de humedad, la descomposición es aeróbica, más
lenta, en tanto que, por encima de 60%, la cantidad de poros libres de agua es muy
pequeña, con dificultad para la difusión de oxígeno, por lo que el resultado es la
anaerobiosis.
1 4
3 5
359
- Aireación. La concentración de O2 necesaria para que no haya limitación del proceso
está alrededor del 5 al 10%, en los macroporos. Igual si hay una concentración relati-
vamente alta de O2 en los macroporos, los microporos se pueden encontrar en
anaerobiosis, dependiendo de la humedad del material en “compostaje”.
- Relación C:N. La relación carbono:nitrógeno ideal para un “compostaje” rápido está
entre 25 y 35. Relaciones menores pueden resultar en pérdidas de NH3 por volatiliza-
ción, en tanto que relaciones mayores resultan en un “compostaje” más lento.
- pH. El valor óptimo está entre 6,0 y 7,5. Los valores extremos inhiben la actividad
microbiana durante el proceso de degradación, por lo que deben ser corregidos, para
no aumentar los costos del procesamiento.
- Tamaño de las partículas. La disminución del tamaño de las partículas puede au-
mentar la superficie para el ataque microbiano. Por ello, el exceso de partículas muy
pequeñas puede conducir a la compactación y a la formación de gran cantidad de
microporos, y favorecer así el desarrollo de condiciones anaeróbicas. El “compostaje”
de residuos semisólidos, como lodos de sistemas de tratamiento biológico, exige la
mezcla con un material que de cuerpo o volumen, necesario para asegurar la estructu-
ra y porosidad adecuadas para la realización del proceso. Entre los materiales
biodegradables, es común la utilización de residuos como viruta de madera o cáscara
de árboles, debiendo ser repuesta la cantidad degradada en cada reutilización. Tam-
bién pueden ser utilizados con este propósito materiales no biodegradables, tales como,
esferas porosas de arcilla, plástico, caucho, etc.
Las ventajas derivadas de la utilización del proceso de “compostaje” son:
- No hay producción de gases con olores desagradables.
- Hay disminución del volumen, peso y tenor de humedad, con relación al material no
compostado, por lo que se facilita el almacenamiento, transporte y disposición del
residuo.
- Hay inactivación de organismos patógenos.
- Hay posibilidad de utilización del producto final –“compost”- en agricultura, contri-
buyendo al reciclaje de los nutrimentos contenidos en el residuo.
La utilización de este compuesto en agricultura es extremadamente ventajosa, funcio-
nando como un fertilizante nitrogenado de liberación lenta con acción residual prolon-
gada, de forma que la eficiencia de absorción por las plantas aumenta, resultando en
mayor productividad, en comparación con los fertilizantes nitrogenados solubles. Su
utilización puede aumentar la retención de agua en el suelo.
Aunque la utilización del “compost” como fertilizante se extiende a todos los cultivos, su
uso tiene especial interés para horticultura intensiva, también sobre pastos y en suelos en
los que se desea activar la vida edáfica. También es un excelente mejorador de las condi-
ciones físicas del suelo.
El beneficio del “compost” puede ser relativamente mayor en países en desarrollo, donde
360
hay falta de fertilizantes químicos minerales, o su precio es elevado, y donde la degrada-
ción del suelo es intensa.
5.4 El “mulch”
El mulching o acolchado es una práctica agrícola que consiste en cubrir el suelo o colocar
dentro del mismo, materiales orgánicos e inorgánicos, con el propósito de proteger y
fertilizar el suelo. Se ha venido practicando en horticultura, arboricultura y fruticultura,
aunque hoy en día la tendencia es ampliar su utilización. La práctica se hace sobre suelos
en descanso y con cultivos establecidos, sean transitorios o permanentes.
Con otro enfoque esta práctica consiste en esparcir sobre el suelo los residuos vegetales
que resultan de las desyerbas, podas, zoqueos y desperdicios de cosecha con el propósito
de formar una cubierta protectora contra la erosión. Es evidente que en este caso se hace
énfasis en el efecto protector del “mulch” para defender al suelo de este fenómeno, por
cuanto los residuos vegetales colocados sobre el suelo absorben la fuerza de las gotas de
agua y eliminan el efecto de la salpicadura. Se recomienda, además, que los productos de
las desyerbas se deben esparcir uniformemente sobre el suelo, con excepción de los prove-
nientes de gramíneas y malezas, que se deben sacar del lote y quemar para evitar su nuevo
establecimiento e invasión.
Al realizar podas en café, cacao, árboles frutales y de sombrío, el material resultante se
debe picar porque de esa forma se obtiene un buen producto para conformar el “mulch”.
En regiones muy secas se propicia la retención de humedad con cobertura de aserrín,
cisco de arroz, tamo y otros materiales, especialmente para cultivos de alto rendimiento
como los frutales y las hortalizas.
Una estrategia para aumentar la disponibilidad de residuos de cosecha que sirvan para el
“mulch”, consiste en establecer variedades de cultivos que produzcan más biomasa o
fertilizar los cultivos para incrementar dicha biomasa. Los residuos podrán permanecer
por más tiempo en el suelo mejorando su calidad, como sería el caso de seleccionar
plantas que posean compuestos que puedan resistir la descomposición, o tratar los resi-
duos con productos químicos que impidan una rápida descomposición. Por supuesto,
que esta clase de esfuerzos sólo se justifica en casos muy especiales.
Hoy en día han cobrado gran importancia los sistemas de producción agroforestal y el
cultivo en callejones, condiciones en las cuales se produce una gran cantidad de biomasa,
especialmente hojarasca, que cae en forma natural al suelo o que se cosecha para luego
aplicarse al suelo. Las especies leguminosas juegan un papel muy importante en estos
sistemas. En estas condiciones se presenta otra posibilidad o variante a la práctica del
mulching.
Entre las diversas variables que determinan la descomposición del “mulch” está la com-
posición química del propio material. La Tabla 7 ilustra sobre el particular con respecto
a diversos residuos, entre ellos algunos de cosecha. Aquellos materiales con altas cantida-
des de N, P, Ca, Mg y K podrán descomponerse rápidamente mientras que los que tienen
altas cantidades de sílice o grupos metoxílicos (OCH3) van a sufrir una descomposición
mucho más lenta. No es que unos materiales sean mejores que otros, lo que importa es el
361
TABLA 7. Composición química de algunos residuos utilizados para “mulch”.*
Paja de pasto
43,0 0,62 0,05 1,65 3,68 6,00 1,9
elefante
Mezcla de vainas
45,0 1,70 0,19 2,36 0,0 3,60 0,8
de leguminosas
uso que se les va a dar. Los primeros resultarán de mayor interés si se quiere un aporte
rápido de nutrimentos, en tanto que los segundos pueden tener mayor interés por su
acción sobre las características físicas del suelo o en función de un aporte de nutrimentos
a mediano o largo plazo, en el contexto del manejo sostenible del recurso suelo.
El espesor de la capa de “mulch” es muy variable y depende del material y del tipo de
suelo. Es imprescindible, si se trata de un material orgánico, que deje pasar el agua y el
aire y que no se compacte ni aporte semillas de malezas.
Los efectos benéficos del “mulch” son diversos y tienen relación con todas las caracterís-
ticas del suelo. En lo físico, en razón de la cubierta protectora; en lo químico, al producir-
se la transformación o mineralización del material aplicado; y biológicos, al conseguir un
acción integral que mejora las condiciones físicas, aumenta la cantidad de nutrimentos
disponibles y favorece los fenómenos de antibiosis.
Los efectos físicos que se derivan de la utilización del “mulch” guardan relación con la
conservación de la humedad del suelo, el control de la escorrentía y de las pérdidas cau-
sadas por erosión, la reducción de las malezas y la competencia con éstas, el control de la
temperatura del suelo, y el mejoramiento de su estructura.
Para que haya erosión deben intervenir consecutivamente tres fenómenos físicos: el im-
pacto de las gotas – energía actuante -, el desprendimiento de microagregados y partícu-
las – erodabilidad, estabilidad estructural -, y el transporte de los materiales desprendidos
362
por el agua de escorrentía cuyo volumen y daño depende de la velocidad de infiltración
del agua por el suelo y del grado y longitud de la pendiente.
La anulación de la energía actuante que causa el desprendimiento de los agregados es la
mejor práctica de conservación de suelos, ya que evita que se inicie el proceso erosivo.
Los residuos orgánicos superficiales cumplen esa función, porque anulan el impacto di-
recto de las gotas de agua lluvia sobre el suelo y permiten que el agua ingrese al suelo en
forma lenta y puedan infiltrarse dentro de éste en un mayor tiempo de contacto suelo –
agua, ya que además el propio “mulch” se convierte en una barrera contra la escorrentía.
Con relación a los efectos químicos que trae consigo la aplicación de “mulch” se puede
señalar el incremento del humus y de la capacidad de intercambio catiónico del suelo, la
acción sobre los procesos de mineralización o inmovilización de los nutrimentos, y la
inducción de deficiencias y toxicidades en las plantas.
Los residuos orgánicos superficiales al mejorar la cantidad de agua almacenada, la tempe-
ratura, la aireación y el suministro de nutrimentos del suelo, desarrollan un microambiente
especialmente adecuado para que los microorganismos del suelo cumplan con sus fun-
ciones a fin de mantener el potencial de fertilidad del suelo.
La bondad de la práctica del “mulch”, al influir positivamente sobre las características
químicas, físicas y biológica del suelo, necesariamente repercute de manera favorable
sobre el rendimiento de los cultivos y sobre el almacenamiento del agua en el suelo. Esto
se puede observar en el caso de un cultivo de maíz que recibió niveles crecientes de
residuos orgánicos (Tabla 8).
Continuando con los efectos que tiene el “mulch” sobre la biología del suelo, éstos se
traducen en el incremento de la actividad de los microorganismos y animales del suelo, la
disminución o incremento de los nemátodos y hongos fitopatógenos, y la fitotoxicidad
que pueden producir. Los siguientes casos pueden ilustrar lo que se acaba de expresar.
Hay un aumento de la actividad biológica por la aplicación del “mulch” al suelo, que se
puede reflejar en el predominio de inmovilización con deficiencia temporal de nutrimentos
para los cultivos. La descomposición del material depende, en términos generales, de la
relación carbono:nitrógeno o de la relación lignina:nitrógeno. Además, la clase y concen-
tración de los nutrimentos liberados dependen del oxígeno en el medio que forma el
“mulch”; así, la descomposición anaeróbica resulta principalmente en la producción de
humus, ácidos orgánicos, gases y minerales, en tanto que la descomposición aeróbica,
que es más completa, produce anhídrido carbónico, agua, minerales y menos materiales
de naturaleza húmica.
Es de esperar que la población bacterial aumente en los primeros estados de descomposi-
ción; los hongos y los actinomicetos predominan en las últimas etapas o durante la des-
composición de materiales orgánicos resistentes o maduros. Se puede restringir la pro-
ducción de nitratos, resultado que indica un predominio de la inmovilización. Sin embargo,
en otros casos también se reporta predominio de la mineralización. Algunas investigacio-
nes indican que la aplicación de “mulch” lleva a un aumento en la nodulación y fijación
simbiótica de nitrógeno en el cultivo de la soya.
363
TABLA 8. Efecto de los niveles crecientes de “mulch” sobre la conservación del
agua, los rendimientos y la toma de N (kg) por el cultivo del maíz.*
0 178 2,64 4 5 0 73
50 198 3,34 7 6 0 97
364
Tomando en consideración lo expresado previamente se puede afirmar que:
- La utilización de abonos verdes o “mulch” de “alta calidad” lleva a liberar suficientes
cantidades de nutrimentos para sostener el desarrollo de los cultivos, pero sirve de
poco para mantener los niveles de la materia orgánica del suelo.
- La utilización de abonos verdes o “mulch” de “baja calidad” no suministra nutrimentos
en cantidad suficiente para las necesidades de los cultivos, pero sí contribuye el man-
tenimiento y formación de la materia orgánica del suelo, la cual, a su vez, libera
nutrimentos a una tasa constante pero baja.
En el corto plazo, la primera alternativa es la de mayor interés aunque, para la sostenibilidad
al largo plazo, la segunda alternativa o la combinación de las dos puede ser lo mejor.
Un tipo particular de “mulch” es el que se conoce como “mulch” “vivo” que consiste en
un sistema de producción de cultivos en el cual un cultivo alimenticio se establece dentro
de un cultivo de cobertura de bajo crecimiento, sin que el suelo se entre a disturbar
demasiado. El cultivo de cobertura ahoga las malezas y protege el suelo. De acuerdo con
trabajos de investigación, los resultados muestran que, después de dos años, las legumi-
nosas de cobertura utilizadas con esta finalidad incrementan el nitrógeno, disminuyen la
densidad aparente, y mejoran la retención de humedad y la actividad biológica del suelo
sometido a esta práctica.
365
sas, lo cual permite obtener una masa de vegetación mayor que con leguminosas solas,
quedando, por tanto, mejor ocupado el terreno. Se emplean especies como el centeno
(Secale cereale), la cebada (Hordeum sativum), la avena (Avena Sativa), el pasto gordura
(Melinis minutiflora).
- Las crucíferas tienen un desarrollo muy rápido, y proporcionan un buen abono verde
cuando se dispone de poco tiempo. Son capaces de utilizar las reservas minerales me-
jor que la mayor parte de las plantas por la extensión de su sistema radicular y por
acumular importantes cantidades de elementos en su parte aérea. Como especies uti-
lizadas están la colza (Brassica napus), el rábano forrajero (Raphanus raphanistum), etc.
Cada abono verde, tanto si es como cultivo principal como si es cultivo asociado, tiene
unas características específicas, como su biomasa, su rapidez de crecimiento, los residuos
que aporta, la incompatibilidad con el cultivo anterior o siguiente en la rotación y los
diferentes requerimientos de carácter edáfico, etc. Por lo tanto, todo se debe tener pre-
sente a la hora de elegir las especies más indicadas para abono verde.
Además, aunque el cultivo de las plantas de abono verde no presenta grandes diferencias
con el mismo para su aprovechamiento normal, sí debemos tener presente algunas
puntualizaciones como: utilizarlo con una mayor densidad de siembra, de 20 a 50% más
que en condiciones normales; incorporarlo al suelo en un estado avanzado de produc-
ción de biomasa, preferentemente en la floración o justo al inicio de la formación del
grano; incorporarlo superficialmente, siendo preferible utilizar una picadora de restos de
cosecha o la grada de disco que pica la vegetación y al mismo tiempo producen un peque-
ño volteo de la tierra. Pasados unos días, con el cultivador, los restos ya más descompues-
tos se mezclan con el suelo a una profundidad de 10 y 15 cm; a veces es conveniente
aportar sobre el abandono verde los fertilizantes destinados para el cultivo siguiente.
El abono verde puede tener diversos efectos sobre el suelo. Puede incrementar la cantidad
de materia orgánica o de nitrógeno asimilable del suelo; puede disminuir las pérdidas de
nitrógeno mineral por lavado; y puede concentrar elementos nutritivos probablemente
deficientes en la superficie del suelo. Estos abonos también mejoran las condiciones físi-
cas del suelo, porque incrementan la actividad microbiana, y ayudan a solubilizar varios
nutrimentos minerales del suelo.
Si los abonos verdes se utilizan adecuadamente, pueden aumentar la materia orgánica del
suelo o las reservas de nitrógeno disponible del suelo, aunque rara vez suelen tener ambos
efectos al mismo tiempo. La materia orgánica sólo aumenta de manera significativa si se
adiciona al suelo material bastante resistente a la descomposición, y esta clase de material
es típicamente pobre en nitrógeno. A la vez, el nitrógeno disponible sólo aumenta si se
aplica material de fácil descomposición rico en nitrógeno, como las plantas verde jóve-
nes. Por ello, el efecto de un abono verde va a depender de su estado de desarrollo cuando
se incorpora. En este punto quizás convenga destacar la importancia que tiene la relación
carbono:nitrógeno del material a utilizar, igual que en el caso del “mulch”. Las legumino-
sas justamente se prefieren porque presentan una relación baja, que se califica de adecua-
da.
366
Para ilustrar el último planteamiento, en la Tabla 9 se presentan los valores de la relación
carbono:nitrógeno no sólo de especies vegetales que se utilizan como enmiendas para el
suelo, sino también de otros compuestos y sustancias de naturaleza orgánica
Con un enfoque diferente, otros autores ponen en tela de juicio algunos de los efectos
mencionados para los abonos verdes, porque consideran que no van más allá del suminis-
tro de nitrógeno orgánico y de algunas sustancias de crecimiento, aunque mencionan
como efectos y características de estos materiales, los siguientes:
Sólo es fuente de nitrógeno y no de materia orgánica o humus. Se descompone en un
lapso de 3 a 4 semanas, puede consumir las fuentes de carbono existentes en el suelo, y
produce un empobrecimiento en materia orgánica. Temporalmente, enriquece el suelo
en nitrógeno y permite la producción de sustancias de crecimiento, por lo que puede
beneficiar al siguiente cultivo. No mejora la bioestructura del suelo, o si la hace es por
poco tiempo.
- Puede propiciar la presencia de muchos hongos, algunos de los cuales son patógenos y
están en posibilidad de atacar al cultivo.
- No siempre es una práctica rentable, ya que en ocasiones se pierde un año de cultivo,
y no tiene efecto prolongado.
Como criterios para la utilización de estos abonos están los siguientes. Sea cual fuere la
planta utilizada, los mejores resultados se consiguen cuando se entierra en la etapa media
de madurez, o sea, antes de la floración o poco después de esta etapa. La razón es que a esa
edad las plantas se mantienen turgentes y jugosas y se descomponen más fácilmente que
si son cortadas en una etapa posterior de su ciclo de vida. Sólo se justifica su utilización
en terrenos muy pobres; su uso debe encajar dentro de la rotación de las cosechas, de
manera que crezcan en el período entre la recolección de una cosecha y la siembra de
otra, en que normalmente no se utiliza el terreno; no debe sembrarse otro cultivo hasta
dos o tres semanas después de haber enterrado el abono verde, para evitar deficiencias de
nitrógeno, especialmente cuando el cultivo no es una leguminosa; es preferible sembrar
después del abono verde un cultivo limpio como maíz, papa o algodón y no cereales de
grano pequeño.
Trabajos de investigación realizados en Colombia, sobre abonos verdes, consideran que
uno de los limitantes que surgen es el relacionado con el uso de la tierra, en la idea de no
perder un período de siembra únicamente con el establecimiento del abono verde, situa-
ción que se agrava aún más en regiones de clima frío en donde los ciclos de vida de los
cultivos transitorios son muy amplios. Por eso, es importante seleccionar para los abonos
verdes especies muy precoces en su crecimiento, que se puedan sembrar e incorporar
simultáneamente con los sistemas productivos durante el crecimiento de los cultivos. La
otra posibilidad que han evaluado es la incorporación de los abonos verdes en sólo una
parte del área disponible, que en principio podría ser un tercio de la misma, e ir cambian-
do gradualmente esa fracción de terreno hasta cubrir el área total. Además, sugieren
hacer muy serios estudios de costos de esta práctica, para justificar su utilización, frente a
las alternativas convencionales de manejo de la fertilidad del suelo.
367
TABLA 9. Valores de la relación carbono:nitrógeno en diferentes materiales.*
Paja de trigo 70
Estiércol fresco 25 - 30
Estiércol descompuesto 15 - 25
Ácidos húmicos 10 - 12
Protoplasma microbiano 4 - 12
* Urbano, 1987, citado por Labrador Moreno, Guiberteau Cabanillas, López Benitez y Reyes Pablos, 1993.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
ALLISON, F.E. 1973. Soil organic matter and its role in crop production. Amsterdam,
Elsevier. 637 p.
ALTIERI, M.A. 1995. La agroecología una alternativa dentro del ecosistema. Revista
Agrícola y Ganadera (Colombia) 3: 23 – 31.
368
AYANABA, A. y OKIGBO, B.N. 1975. Mulching for improved soil fertility and crop
productions. In FAO. Organic materials as fertilizers. Rome, FAO. pp. 97 – 119.
BUCKMAN, H.O. y BRADY, N.C. 1966. Naturaleza y propiedades de los suelos. Trad.
del inglés por R. Salord Barceló. Barcelona, UTEHA. 590 p.
BURBANO, H. 1989. El suelo: una visión sobre sus componentes biorgánicos. Pasto,
Colombia, Universidad de Nariño. 447 p.
COSTA, F. 1988. Substancias húmicas cómo son y cómo actúan. Agrishell 41: 9 –12.
KANG, B.T. y MULONGOY. K. 1987. Gliricidia sepium como una fuente de abono
verde en un sistema de cultivo en callejón. En Gliricidia sepium (Jacq.) Walp.,
management and improvement. Turrialba, Costa Rica, CATIE. pp. 44.
LAMBAIS, M.E. 1992. Poluiçáo orgánica e seu controle. En Cardoso, E. J. B., ed. Mi-
crobiología do solo. Campinas, Sociedade Brasileira de Ciencia do Solo. pp. 91 –
102.
369
LABRADOR MORENO, J., GUIBERTEAU CABANILLAS, A., LOPEZ BENITEZ,
L. y REYES PABLOS, J.L. 1993. La materia orgánica en los sistemas agrícolas.
Manejo y utilización. Hojas Divulgadoras 3: 1 – 44.
PEDRAZA, C. 1996. Fertilización. Uso del estiércol bovino. Tierra Adentro (Chile) 9:
24 –28.
PRIMAVESI, A. 1984. Manejo ecológico del suelo. 5ª ed. Trad. del portugués por Silvia
Larendegui. Buenos Aires, El Ateneo. 499 p.
VOLCY, Ch. 1996. Subproductos vegetales y enmiendas. Recursos útiles para el manejo
de poblaciones de fitonemátodos. Revista Augura (Colombia) 19: 50 – 63.
370