Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Peirce Charles S - Que Es El Pragmatismo
Peirce Charles S - Que Es El Pragmatismo
Por su vasta experiencia, el autor de este artículo ha llegado a creer que cada físico
y cada químico y, en pocas palabras, cada maestro de cualquier división de la ciencia
experimental, ha llegado a moldear su mente de acuerdo a su vida en el laboratorio hasta
un grado que es poco sospechado. El experimentalista mismo, apenas puede llegar a ser
plenamente consciente de ello, debido a que los hombres cuyo intelecto realmente
conoce son muy parecidos a sí mismo en este aspecto. Nunca llegará a intimar
interiormente con intelectos de una preparación muy diferente a la suya, cuya educación
ha sido mayoritariamente obtenida a través de libros, aunque llegue a mantener
relaciones familiares con ellos; porque él y ellos son como el agua y el aceite, y aunque
se revuelvan, es notable la rapidez con que vuelven a sus distintos modos mentales, sin
haber obtenido más que un débil sabor de la asociación. Si esos otros hombres pudiesen
sondear con habilidad la mente del experimentalista -que es precisamente aquello para
lo que no están capacitados, en su mayoría- pronto descubrirían que, exceptuando quizá
aquellos tópicos en que su mente está trabada por sus sentimientos personales o por la
forma en que fue criado, su disposición apunta a pensar acerca de todo del mismo modo
1
en que se piensa todo en el laboratorio, es decir, como una cuestión de experimentación.
Por supuesto, ninguna persona viva posee por completo todas las características de su
tipo: no es el doctor típico a quien veremos pasar cada día en su coche, ni es el
pedagogo típico a quien encontraremos en la primera sala a la que entremos. Pero
cuando se ha encontrado, o se ha construido idealmente sobre la base de la observación,
al típico experimentalista, se hallará que cualquier aseveración que se le pueda hacer, él
la entenderá ya sea como significando que si una prescripción para un experimento
puede ser alguna vez y alguna vez puede desarrollarse en acto, resultará una experiencia
de una descripción dada, o de otro modo él no encontrará en absoluto sentido alguno a
lo que se le dice. Si se le habla como Mr. Balfour habló no hace mucho a la Asociación
Británica, diciendo que "el físico busca algo más profundo que las leyes que conectan
los objetos de experiencia posibles", que "su objeto es una realidad física" no revelada
en los experimentos, y que la existencia de tal realidad no experiencial "es la inalterable
fe de la ciencia", se encontrará frente a todo ese significado ontológico que la mente del
experimentalista está ciega al color1. Lo que se añade a esa confianza en esto, que el
escritor debe a sus conversaciones con los experimentalistas, es que casi se podría decir
que él mismo ha habitado en un laboratorio desde la edad de seis años hasta muy pasada
la madurez; y habiéndose relacionado toda su vida con los investigadores mayormente,
ha sido siempre con una confiada sensación de comprenderlos y de ser comprendido por
ellos.
Esa vida en el laboratorio no impidió que el escritor (quien aquí y en lo que sigue
simplemente ejemplifica el tipo del experimentalista) llegara a interesarse en los
métodos de pensamiento; y cuando llegó a leer metafísica, aunque mucha de ella le
pareció ampliamente razonada y determinada por predisposiciones accidentales, sin
embargo en los escritos de algunos filósofos, especialmente Kant, Berkeley y Spinoza,
encontró a veces esfuerzos en el pensamiento que recordaban los modos de pensar del
laboratorio, de manera que sentía que podía confiar en ellos; todo lo cual se ha
demostrado también cierto en otros hombres de laboratorio.
Intentando formular lo que así aprobó, como haría naturalmente un hombre de ese
tipo, estructuró la teoría de que una concepción, es decir, el significado de una palabra u
otra expresión, yace exclusivamente en su efecto concebible sobre la conducta de vida;
de manera que, como obviamente nada que no pueda ser el resultado de un experimento
puede tener un efecto directo sobre la conducta, si uno puede definir con precisión todos
los fenómenos experimentales concebibles que la afirmación o negación de un concepto
pueda implicar, se tendrá por consiguiente una definición completa del concepto, y no
hay absolutamente nada más en ello. Para esta doctrina él inventó el nombre de
pragmatismo. Algunos de sus amigos querían que la llamara practicismo o
practicalismo (tal vez sobre la base de que praktikos es mejor griego que pragmatikos).
Pero para alguien que había aprendido filosofía a través de Kant, como el escritor lo
había hecho, junto con diecinueve de cada veinte experimentalistas que se habían
volcado hacia la filosofía, y quien aún pensaba muy fácilmente en términos Kantianos,
praktisch y pragmatisch estaban tan alejados como los dos polos, perteneciendo el
primero a una región del pensamiento en la que la mente de tipo experimentalista no
puede nunca estar seguro de encontrar terreno firme bajo sus pies, y el último
expresando una relación con propósitos humanos definidos. Por otra parte, una de las
características más impactantes de la nueva teoría era su reconocimiento de una
inseparable conexión entre cognición racional y propósito racional; y esa consideración
fue la que determinó la preferencia por el nombre pragmatismo.
2
En cuanto al tema de la nomenclatura filosófica, hay unas pocas consideraciones
sencillas que durante muchos años el escritor ha deseado someter al juicio deliberado de
aquellos pocos colegas estudiosos de filosofía que deploran el estado actual de esos
estudios y que se han hecho el propósito de rescatarla de allí y traerla a una condición
similar a la de las ciencias naturales, donde los investigadores, en lugar de condenar
cada uno el trabajo hecho por casi todos los demás como si estuviera mal conducido de
principio a fin, cooperan, se apoyan sobre los hombros de los otros y multiplican los
resultados indiscutibles; donde cada observación es repetida, y las observaciones
aisladas son menores; donde cada hipótesis que merece atención es sometida a un
examen severo pero justo, y sólo cuando las predicciones hacia las que conduce han
sido notablemente probadas por la experiencia son dignas de confianza, y aún entonces,
sólo en forma provisional; allí donde raras veces se da se da un paso radicalmente en
falso, hasta las más imperfectas de aquellas teorías que adquieren una amplia
credibilidad son verdaderas en sus principales predicciones experienciales. A aquellos
estudiantes se propone la idea de que ningún estudio puede llegar a ser científico en el
sentido descrito hasta que se provee así mismo de una apropiada nomenclatura técnica,
en la que cada término tiene un solo significado definido universalmente aceptado por
los estudiosos del tema, y cuyos vocablos no tengan la dulzura ni el encanto que pudiera
tentar a los escritores imprecisos a abusar de ellos, -lo que es una virtud de la
nomenclatura científica demasiado poco apreciada. Se propone que la experiencia de
esas ciencias que han conquistado las mayores dificultades de terminología, que son
incuestionablemente las ciencias taxonómicas, la química, la mineralogía, la botánica, la
zoología, ha demostrado sin lugar a dudas que el único modo en que se puede lograr la
unanimidad requerida y las rupturas requeridas con los hábitos y preferencias
individuales es dar forma de ese modo a los cánones de la terminología, que ganarán el
apoyo del principio moral y del sentido de decencia de todo hombre; y que, en
particular (bajo precisas restricciones), existirá el sentimiento general de que todo aquél
que introduzca una nueva concepción en la filosofía está bajo la obligación de inventar
términos aceptables para expresarla, y que cuando lo haya hecho, el deber de sus
colegas es aceptar esos términos, y de expresar su molestia ante cualquier uso torcido de
sus significados originales, no sólo como una grosera descortesía hacia aquel a quien la
filosofía le ha quedado en deuda por cada concepción, sino también como un perjuicio a
la filosofía misma; y además, que cuando una concepción ha sido provista con las
palabras apropiadas y suficientes para su expresión, ningún otro término técnico que
denote las mismas cosas, considerado en las mismas relaciones, debería ser aceptado. Si
esta sugerencia encontrase aceptación, podría estimarse necesario que los filósofos en
congreso adoptasen, luego de la debida deliberación, los cánones convenientes para
limitar la aplicación del principio. Así, tal como se hace en la química, podría ser
sensato asignarle significados fijos a ciertos prefijos y sufijos. Por ejemplo, podemos
acordar, tal vez, que el prefijo prope- debería marcar una extensión amplia y más bien
indefinida del significado del término del cual es prefijo; el nombre de una doctrina
terminaría naturalmente en -ismo, en tanto -icismo podría marcar una acepción más
estrictamente definida de esa doctrina, etc. Entonces, tal como en la biología no se
toman en cuenta los términos anteriores a Linnaeus, así también en la filosofía sería
mejor no retroceder más allá de la terminología escolástica. Para ilustrar otra suerte de
limitación, probablemente nunca ocurrió que algún filósofo haya intentado dar un
nombre general a su doctrina sin que ese nombre haya adquirido pronto, en el uso
filosófico común, una significación mucho más amplia de lo que se pretendía
originalmente. Así, sistemas especiales llevan el nombre de kantianismo, benthamismo,
comteanismo, spencerianismo, etc., mientras que trascendentalismo, utilitarismo,
3
positivismo, evolucionismo, filosofía sintética, etc., se han elevado irrevocable y muy
convenientemente a dominios más amplios.
Después de aguardar en vano, durante una buena cantidad de años, una conjunción
de circunstancias particularmente oportunas que pudieran servir para recomendar sus
nociones de la ética de la terminología, el escritor ha podido ahora, por fin, sacárselas de
encima en una ocasión en que no tiene ninguna propuesta específica que hacer ni
sentimiento alguno que no sea satisfacción por el curso que ha tomado el uso, sin canon
alguno ni resoluciones de un congreso. Su palabra "pragmatismo" ha logrado
reconocimiento general en un sentido generalizado que parece sostener el poder del
crecimiento y la vitalidad. El afamado psicólogo, James, lo tomó primero, viendo que su
"empiricismo radical" respondía sustancialmente a la definición de pragmatismo del
escritor, aunque con una cierta diferencia en el punto de vista 2. Luego, el
admirablemente claro y brillante pensador, Sr. Ferdinand C. S. Schiller, buscando un
nombre más atractivo para el "antropomorfismo" de su Enigmas de la Esfinge, en el
más notable artículo sobre su "Axiomas como Postulados" 3, dio con la misma
designación "pragmatismo", que en su sentido original estaba de acuerdo genéricamente
con su propia doctrina, para la que desde entonces ha encontrado la especificación más
específica de "humanismo", mientras que conserva aún "pragmatismo" en un sentido
algo más amplio4. Hasta aquí todo transcurría felizmente, pero en la actualidad se
empieza a encontrar la palabra ocasionalmente en los periódicos literarios, donde se
abusa de ella del modo impío que las palabras deben esperar cuando caen en las garras
literarias. A veces los modales de los británicos han florecido como regaños ante la
palabra por estar mal elegida, esto es, mal elegida para expresar algún significado que
debía más bien excluir. De modo que, el escritor, al encontrar su dichoso "pragmatismo"
promovido de esa forma, siente que ya es tiempo de dar a su criatura un beso de
despedida y permitirle ascender hacia su más elevado destino; mientras que para servir
al preciso propósito de expresar la definición original, tiene el gusto de anunciar el
nacimiento de la palabra "pragmaticismo", que es lo suficientemente fea para estar a
salvo de secuestradores5.
4
ejemplos de las múltiples aplicaciones del pragmaticismo (suponiéndolo verdadero) a la
solución de diversas clases de problemas. Después de eso, los lectores podrían estar
preparados para interesarse en una prueba de que la doctrina es verdadera 7, una prueba
que le parece al escritor que no deja duda razonable sobre la materia, y que es la
contribución de valor que tiene que hacer a la filosofía, puesto que ella implicaría
esencialmente el establecimiento de la verdad del sinequismo8.
5
quiere significar algo no definible en ningún sentido en términos de duda y creencia,
entonces se está hablando de entidades de cuya existencia nada se puede saber, y a las
que la navaja de Ockham afeitaría limpiamente. Los problemas se simplificarían
grandemente si, en lugar de decir que se quiere conocer la "Verdad", simplemente se
dijera que se quiere alcanzar un estado de creencia inatacable por la duda.
Entre aquellas cosas que el lector, como persona racional, no duda, está el que él
no sólo tiene hábitos, sino que también puede ejercer una medida de auto control sobre
sus futuras acciones; lo que no significa, sin embargo, que les pueda impartir cualquier
carácter asignable arbitrariamente, sino, al contrario, que un proceso de auto
preparación tenderá a impartir a la acción (cuando surja la ocasión para ello), un
carácter fijo, que es indicado y tal vez medido a grandes rasgos por la ausencia (o
levedad) del sentimiento de auto crítica, cuya subsecuente reflexión inducirá. Ahora,
esta reflexión subsecuente es parte de la auto preparación para la acción en la siguiente
ocasión. Consecuentemente, hay una tendencia, en tanto la acción se repite una y otra
vez, a que la acción se aproxime indefinidamente hacia la perfección de ese carácter
fijo, que estará marcado por la total ausencia de auto crítica. Mientras más cerca se
aproxima a esto, menos espacio habrá para el auto control; y donde no haya posibilidad
de auto control, no habrá auto crítica.
6
supuesto, ese último estado de hábito hacia el que la acción de auto control tiende
finalmente, donde no queda espacio para posterior auto control, es, en el caso del
pensamiento, el estado de creencia fija o conocimiento perfecto.
Dos cosas aquí son de la máxima importancia para asegurarse y para recordar. La
primera es que una persona no es absolutamente un individuo. Sus pensamientos son lo
que se está "diciendo a sí mismo", es decir, lo que está diciendo a ese otro yo que está
llegando a la vida en el flujo del tiempo. Cuando se razona, es a ese yo crítico a quien se
está tratando de persuadir; y todo pensamiento cualquiera es un signo, y es
principalmente de naturaleza lingüística. La segunda cosa a recordar es que el círculo de
la sociedad del hombre (no importa cuán ampliamente se entienda esta frase), es una
especie de persona flojamente compactada, en algunos aspectos con un rango más alto
que la persona de un organismo individual. Son estas dos cosas solamente las que le
hacen posible a uno -pero solo en lo abstracto, y en un sentido pickwickiano 11-
distinguir entre verdad absoluta y lo que no se duda.
Interrogador: Bien, ¿qué razón tiene usted para afirmar que esto es así?
7
absurda; de modo que una vez barrida toda esa basura, lo que quedará de la filosofía
será una serie de problemas que pueden ser investigados por los métodos de
observación de las ciencias verdaderas- acerca de las cuales puede alcanzarse la verdad
sin esos interminables malentendidos y disputas que han hecho a la más alta de las
ciencias positivas un mero divertimento para intelectos ociosos, una suerte de ajedrez
-su propósito el placer del ocio y su método la lectura de un libro. En este aspecto, el
pragmaticismo es una especie de prope-positivismo. Pero lo que lo distingue de otras
especies es, primero, su retención de una filosofía purificada; segundo, su total
aceptación del cuerpo principal de nuestras creencias instintivas; y tercero, su tenaz
insistencia en la verdad del realismo escolástico (o una cercana aproximación a ello,
bien establecida por el difunto Dr. Francis Ellingwood Abbot en la Introducción de su
Teísmo Científico)14. Entonces, en vez de meramente mofarse de la metafísica, como
otros prope-positivistas, ya sea mediante largas y dilatadas parodias o de otras maneras,
el pragmaticista extrae de ella una esencia bastante preciosa que servirá para dar vida y
luz a la cosmología y a la física. Al mismo tiempo, las aplicaciones morales de la
doctrina son positivas y potentes; y tiene muchos otros usos que no son fácilmente
clasificables. En otra ocasión se podrán dar ejemplos para mostrar que realmente tiene
estos efectos.
8
Otra cosa: al representar al pragmaticista como haciendo que el significado
racional consista en un experimento (del cual usted habla como un evento en el pasado),
usted falla sorprendentemente en captar su actitud mental.
Y no se pase por alto el hecho de que la máxima pragmaticista no dice nada de los
experimentos aislados o de los fenómenos experimentales aislados (pues lo que es
condicionalmente verdadero en el futuro apenas puede ser singular), sino que habla
solamente de clases generales de fenómenos experimentales. Su seguidor no duda en
hablar de los objetos generales como reales, ya que cualquier cosa que sea verdad
representa una realidad. Ahora las leyes de la naturaleza son verdaderas.
9
abarcar todas las ciencias de la observación? El experimento, después de todo, es un
informante no comunicativo. Nunca se extiende: sólo responde "sí" o "no"; o más bien,
suelta generalmente un brusco "¡No!" o, en el mejor de los casos, sólo emite un gruñido
inarticulado para la negación de su "no". El experimentalista típico no es muy
observador. Es al estudiante de historia natural a quien la naturaleza le abre el tesoro de
su confianza, en tanto trata al experimentalista cuestionador con la reserva que merece.
¿Por qué debería su fenomenalismo tocar la pobre arpa judía del experimento en vez de
tocar el glorioso órgano de la observación?
Pragmaticista: ¡Palabras muy forzadas! Una buena media docena de sus puntos
deben ser admitidos, ciertamente. Debe admitirse, en primer lugar, que si el
pragmaticismo realmente convirtiera al hacer en lo más importante de la vida humana,
esa sería su muerte, ya que decir que vivimos por el mero propósito de la acción, como
acción, independientemente del pensamiento que conlleva, sería decir que no existe algo
como el significado racional. En segundo lugar, debe admitirse que cada proposición
profesa ser verdadera de un cierto objeto real individual, frecuentemente del universo
que le rodea. Tercero, debe admitirse que el pragmaticismo falla en proveer alguna
traducción o significado de un nombre propio, u otra designación de un objeto
individual. Cuarto, el significado pragmaticista es indudablemente general; y es
igualmente indiscutible que lo general es de la naturaleza de una palabra o signo.
Quinto, debe admitirse que los individuos solo existen; y sexto, se puede admitir que el
significado mismo de una palabra u objeto significante debería ser la misma esencia o
realidad de lo que significa. Pero cuando, una vez que esas admisiones se han hecho sin
reservas, encontramos al pragmaticista aún forzado muy seriamente a negar la fuerza de
nuestra objeción, debemos inferir que hay alguna consideración que se nos escapó.
Juntando las admisiones, se percibirá que el pragmaticista concede que un nombre
propio (aunque no se acostumbra a decir que tiene un significado) tiene una cierta
función denotativa peculiar, en cada caso, para ese nombre y sus equivalentes; y que
concede que cada afirmación contiene tal función denotativa o de señalar. En su
individualidad peculiar, el pragmaticista excluye a ésta del significado racional de la
afirmación, aunque las semejantes a ella, siendo comunes a todas las afirmaciones, y
por tanto, siendo generales y no individuales, pueden entrar en el significado
pragmaticístico. Cualquier cosa que exista, ex-siste, es decir, actúa realmente sobre otros
10
existentes, así obtiene una identidad propia y es definitivamente individual. En cuanto a
lo general, será de ayuda al pensamiento el notar que hay dos maneras de ser general.
Los generales no sólo pueden ser reales, sino que también pueden ser físicamente
eficientes, no en todo sentido metafísico, sino en la acepción del sentido común en que
los propósitos humanos son físicamente eficientes. Aparte del sinsentido metafísico,
ningún hombre cuerdo duda que si yo siento que el aire en mi oficina está enrarecido,
ese pensamiento puede ser causa de que abra la ventana. Mi pensamiento, concédase,
fue un evento individual. Pero lo que lo llevó a tomar esa particular determinación, fue
11
en parte el hecho general de que el aire enrarecido es malsano, y en parte otras Formas,
en relación a las cuales el Dr. Carus ha hecho que tantos hombres reflexionen con
ventaja17 -o más bien, por las cuales, y la verdad general en relación a la cual la mente
del Dr. Carus estaba determinada a la firme enunciación de tanta verdad. Pues las
verdades, en promedio, tienen una mayor tendencia a ser creídas que las falsedades. Si
fuera de otro modo, considerando las miríadas de falsas hipótesis que pueden dar cuenta
de cualquier fenómeno dado contra una sola verdadera (o si lo prefiere, contra cada una
verdadera), el primer paso hacia el conocimiento genuino debe haber estado muy cerca
del milagro. Así, entonces, cuando se abrió mi ventana, debido a la verdad de que el aire
enrarecido es malsano, se trajo a la existencia un esfuerzo físico por la eficiencia de una
verdad general y no existente. Esto suena gracioso porque no es familiar; pero el
análisis exacto está con ello y no contra ello; y tiene, además, la inmensa ventaja de no
cegarnos ante los grandes hechos -tales como que las ideas "justicia" y "verdad" son, a
pesar de la iniquidad del mundo, las más poderosas de las fuerzas que lo mueven. La
generalidad es, en verdad, un ingrediente indispensable de la realidad; pues la mera
existencia o actualidad individual sin regularidad alguna es una nulidad. El caos es la
nada pura.
12
aseveración universal es afirmativa o negativa)". El griego es:
.
Las importantes palabras "individuales existentes" se han introducido en la traducción
(ya que el idioma inglés no permite aquí ser literal): pero es claro que individuales
existentes era lo que Aristóteles quiso decir. Los otros desvíos de la literalidad solo
sirven para dar formas modernas de expresión inglesa. Por otra parte, es bien sabido que
las proposiciones en la lógica formal van en pares, pudiendo las dos de un par ser
convertibles la una en la otra mediante el intercambio de las ideas de antecedente y
consecuente, sujeto y predicado, etc. El paralelismo va tan lejos que frecuentemente se
considera perfecto; pero no es tan así. La pareja apropiada de esta suerte de Dictum de
omni es la siguiente definición de predicación afirmativa: Llamamos a una predicación
afirmativa (sea universal o particular) cuando, y sólo cuando, no hay nada entre los
efectos del sentido que pertenecen universalmente al predicado (universalmente o
particularmente, de acuerdo a si la predicación afirmativa es universal o particular) que
no se diga que pertenece al sujeto. Esta es substancialmente la proposición esencial del
pragmaticismo. Por supuesto, su paralelismo con el dictum de omnis será admitido
solamente por alguien que admita la verdad del pragmaticismo.
Permítanme agregar una palabra más en este punto20 -pues, si uno se preocupa
realmente en saber en qué consiste la teoría pragmaticista, debe comprender que no hay
otra parte de ella a la que el pragmaticista otorgue tanta importancia como al
reconocimiento en su doctrina de la completa inadecuación de acción, o volición o
incluso de resolución o propósito real, como materiales con los cuales se construya un
propósito condicional o el concepto de propósito condicional. Si se hubiera escrito
alguna vez un artículo intencionado en cuanto al principio de continuidad y sintetizando
las ideas de los otros artículos de una serie en los primeros volúmenes de The Monist21,
habría aparecido cómo, con total consistencia, esa teoría involucraba el reconocimiento
de que la continuidad es un elemento indispensable de la realidad, y que la continuidad
es simplemente lo que la generalidad llega a ser en la lógica de los relativos, y así, como
la generalidad, y más que la generalidad, es un asunto del pensamiento y es la esencia
del pensamiento. Así, aún en su truncada condición, un lector extra-inteligente podría
discernir que la teoría de esos artículos cosmológicos hizo que la realidad consistiera en
algo más que lo que el sentimiento y la acción podían proporcionar, en tanto que se
demostró explícitamente que el caos original, donde esos dos elementos estaban
presentes, era la nada pura. Ahora bien, el motivo para aludir a esa teoría precisamente
aquí, es que de esta manera uno puede someter a una fuerte luz una posición que el
pragmaticista mantiene y debe mantener, ya sea esa teoría cosmológica finalmente
sustentada o refutada, a saber, que la tercera categoría -la categoría del pensamiento,
representación, relación triádica, mediación, Terceridad genuina, Terceridad como tal-
es un ingrediente esencial de la realidad, aunque no constituye realidad por sí misma,
puesto que esta categoría (que en esa cosmología aparece como el elemento del hábito)
no puede tener un ser concreto sin acción, como un objeto separado sobre el cual pueda
trabajar su gobierno, tal como la acción no puede existir sin el ser de sentimiento
inmediato sobre el cual actuar. La verdad es que el pragmaticismo es un cercano aliado
del idealismo absoluto hegeliano, del cual, sin embargo, está separado por su vigorosa
negación de que la tercera categoría (que Hegel degrada a un mero estado de
pensamiento) es suficiente para hacer el mundo, o es incluso tanto como auto suficiente.
Si Hegel, en vez de considerar los primeros dos estados con su sonrisa de desprecio, se
hubiese mantenido en la idea de ellos como elementos independientes o distintos de la
13
Realidad trina, los pragmaticistas lo podrían haber tenido como el gran vindicador de su
verdad. (Por supuesto, los aderezos externos de su doctrina sólo son aquí y ahí de
mucha significación). Pues el pragmaticismo pertenece esencialmente a la clase de
doctrinas filosóficas triádicas, y es mucho más esencialmente así que el hegelianismo.
(En verdad, en un pasaje, al menos, Hegel alude a la forma triádica de su exposición
como una simple vestimenta de moda).
C. S. P.
Feb. 9, 1905.
Notas
14
4. Véase Humanism: Philosophical Essays de Schiller (Londres: Macmillan, 1903,
1912; 2ª edición reimpresa por Greenwood Press, 1970). En el prefacio a la primera
edición (p. xxv), Schiller escribió: "El pragmatismo en sí mismo está en el mismo caso
que el Idealismo Personal, el Empiricismo Radical y el Pluralismo. En realidad sólo es
la aplicación del Humanismo a la teoría del conocimiento…Por lo tanto, grande como
será el valor que debemos reclamar para el pragmatismo como método, debemos sin
embargo conceder que el hombre es más grande que cualquier método que haya hecho,
y que nuestro Humanismo debe interpretarlo". Schiller también publicó, al mismo
tiempo que aparecía el artículo de Peirce, un corto artículo, "The Definition of
'Pragmatism' and 'Humanism'" en Mind 14 (abril 1905): 235-40, y le envió a Peirce una
copia. [Nota de EP]
7. Peirce no escribió el tercer artículo mencionado aquí, que había planeado titular
"The Evidences for Pragmaticism", como le dijo a William James en una carta fechada
el 28 de septiembre de 1904. [Nota de EP]
10. Es necesario decir que "creencia" ha sido usada aquí solo para nombrar lo
contrario de duda, sin considerar los grados de certeza ni la naturaleza de la proposición
sostenida como verdadera, esto es, "creída". [Nota de C. S. P.]
11. Con "en sentido pickwickiano" Peirce usualmente quiere decir "en un sentido
que no tiene efecto" (CP 8.277). La frase tiene su origen en The Pickwick Papers de
Dickens. [Nota de EP]
12. Richmal Mangnall (1769-1820), maestra inglesa que escribió Historical and
Miscellaneous Questions, For the Use of Young People. Conocido como "Las
cuestiones de Mangnall" apareció por primera vez en 1800 y fue muy usado en la
educación de niñas inglesas en la primera mitad del siglo XIX. [Nota de EP]
13. Véase EP 1: 109-41 (cita p. 132) o W 3:242-76 (cita p.266). [Nota de EP]
15
14. F. E. Abbot (1836-1903), Organic Scientific Philosophy: Scientific Theism
(Boston: Little, Brown, 1885). Abbot define su "Relacionismo" o "Realismo Científico"
en la introducción (pp. 11-12, 23 y 25-29). [Nota de EP]
17. Paul Carus, "The Foundations of Geometry", en The Monist 13 (1903): 370.
[Nota de EP]
20. El párrafo que comienza aquí fue añadido a final de septiembre de 1904,
aproximadamente dos semanas después de terminar el artículo. [Nota de EP]
21. Esta es la serie metafísica de The Monist de 1891-93, cuyos cinco primeros
artículos fueron publicados en EP1:285-371, y el sexto, "Reply to the Necessitarians",
está en CP 6.588-618. La frase de aquí fue reescrita por Peirce, que originalmente la
había expresado de una manera que ofendió a Paul Carus, pues sugería injustamente que
Carus había desanimado a Peirce para escribir el "artículo propuesto" sobre la
continuidad. [Nota de EP]
16