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Ibérica.
INTRODUCCIÓN
Actualmente nos encontramos en el Cuaternario, último período geológico que supone
una breve etapa de 2,58 Millones de años en una larga historia geológica de 5,5 Ma. Es
la etapa mejor conocida desde los puntos de vista geológico y geomorfológico, y se
caracteriza por:
Variaciones climáticas con alternancia de períodos fríos y secos (glaciares) y períodos
templados y húmedos (interglaciares), que han dejado múltiples testigos
geomorfológicos que permiten reconstruir los paleoambientes del pasado. Aunque esta
alternancia climática no es exclusiva del Cuaternario, la “juventud” geológica de los
testigos sedimentarios y geomorfológicos, que aún no han sido borrados por los procesos
erosivos modernos, permite un mayor conocimiento de estas etapas que de otras más
antiguas.
Sistemas morfogenéticos y formaciones vegetales, resultado de los distintos ambientes
climáticos del Cuaternario, diferenciándose claramente los depósitos sedimentarios
cuaternarios menos consolidados y litificados que los terciarios. A las etapas frías se
asocian los sistemas morfogenéticos glaciar y periglaciar; los períodos cálidos han dejado
huellas sedimentarias como travertinos; y los cambios pluviométricos se reflejaron en las
variaciones de caudal y la morfogénesis fluvial.
Evolución humana: aunque el comienzo del proceso de Antropogénesis (configuración
el ser humano) se sitúa temporalmente fuera de los límites del Cuaternario, tiene su
culminación en el mismo; por ese motivo, se le ha denominado en ocasiones Era
Antropozoica. Es en el Pleistoceno Superior cuando aparece nuestra especie, y en el inicio
del Holoceno (última época cuaternaria) cuando la capacidad tecnológica del hombre e
intervención de los ecosistemas, dio lugar al desarrollo de la agricultura y ganadería.