Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Strindberg, August - El Viaje de Pedro El Afortunado
Strindberg, August - El Viaje de Pedro El Afortunado
el Afortunado
August Strindberg
Proyecto y dirección: José Cubero-Pilar Rubio-Javier Villalba
Título original: Lycko-Pers Resa
Traducción: Jesús Pardo
Adaptación libre: Carlos Álvarez-Nóvoa
© Para esta edición: ALBORADA EDICIONES, S.A. 1988
Hermanos García Noblejas, 28 A. 28037 Madrid
Teléf.: (91)408 84 02
RECOMENDACIÓN
y la siguiente…
PETICIÓN
Acto primero:
A. CAMPANARIO DE UNA IGLESIA
B. UN BOSQUE
Acto segundo:
SALÓN SUNTUOSO EN LA CASA DEL RICO
Acto tercero:
A. PLAZA MAYOR
B. PALACIO DEL CALIFA
Epílogo:
A. CAMPANARIO
B. BOSQUE
Escena 1.ª
Pasos en la escalera. Por una puerta, al fondo, entra agachado el VIEJO. Trae
consigo un cepo para las ratas, un saco de maíz y una fuente llena de gachas.
EL VIEJO:
Este año el duende se ha ganado las gachas de Nochebuena; siempre que
se me olvidaba, tocó por mí las campanas. ¡Felices Navidades, duende!
¿Me oyes? (Habla hacia las vigas del techo). ¡Feliz Nochebuena! (Deja la fuente
sobre un cajón. Coloca el cepo en una esquina). Hace tiempo que no cae
ninguna. ¡Ratas del infierno! ¡A ver si dejáis de comeros la soga de la
campana y la grasa del eje! (Toma puñados de maíz y va repartiéndolos por
distintos comederos de barro, colocados en el exterior del campanario). ¡Maíz para
los pajaritos! ¡Malditos pajarracos! ¡Malditas cagaditas! ¡Que el pueblo se
entere: el párroco es muy generoso! ¡El maíz para los pajaritos lo paga la
parroquia! Pero a mí no me suben el sueldo ni un ochavo desde hace
veinte años... ¡Claro! Si me suben el sueldo, no se entera nadie, pero que
todo el mundo sepa lo caritativa que es la Iglesia con los pajaritos de Dios.
¡Pajarracos del demonio! (Termina y se va refunfuñando).
Escena 2.ª
Dos ratas, NINA —muy flaca— y NONA —gordísima—, entran con sigilo,
apareciendo en un rincón. Escuchan los pasos del VIEJO, que se pierden escaleras
abajo.
NONA:
¿No hueles a queso, Nina?
NINA:
Huelo a queso, Nona. (NONA corre hacia la esquina donde el VIEJO ha dejado el
cepo). ¡Cuidado, Nona! (Se acerca). El cepo, ¡míralo! (Muy triste). En uno
igual que ése cayeron mis hijos...
NONA:
¡Viejo asqueroso!
NINA:
¿Por qué no roemos las vigas? ¡Que le caigan las campanas en la cabeza!
NONA:
Sólo me queda un diente...
NINA (enfadada):
¡Y a mí dos!... Se trata de querer... Lo que pasa es que a ti no te importa lo
de mis hijos...
NONA:
¡Nina, por amor de Dios!
NINA:
¡Eres una egoísta, que sólo piensa en comer!
NONA:
¡Cálmate, Nina! No discutamos en un día como hoy. ¡Es Nochebuena!
(Cantando). ¡Hoy es Nochebuena y mañana Navidad! Dame la bota...
NINA (interrumpiéndola):
¡Chisss! ¡Calla, Nona! Mira lo que hay ahí...
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
NONA (embelesada):
¡Una fuente de gachas!
NINA:
La fuente que el viejo ha dejado...
NONA:
... para el duende...
NINA:
... y que nosotras...
NONA:
...¡Vamos a comer!
NONA:
¡Y bueno es el duende!
NINA:
Y, además, con el miedo que el viejo le tiene...
NONA:
¡Cualquiera no se lo tiene! Esperemos que no se entere nunca que hemos
sido nosotras. Cuando se enfada es terrible...
NINA:
Terrible y vengativo. (Ríe cruelmente). El duende vengará la muerte de mi
ratito y mi ratita. (Se oye ruido en el tejado). ¡Alguien viene! ¡Vamos, corre!
NONA:
¡Espera que acabe esto poquito...!
NINA:
¡Rápido! ¡Ven!
10
Escena 3.ª
DUENDE:
¡Huelo a gachas! ¡Huelo a gachas! ¡Seguro que el viejo me ha dejado una
buena fuente! ¡Por la cuenta que le tiene! (Sigue buscando). ¡Huelo a gachas!
Espero que las haya hecho con mucha manteca, como a mí me gustan.
¡Mantecosas! (Se afloja el cinturón). ¡Estómago, prepárate! (Encuentra la
fuente y la huele nervioso). ¡Huelo a gachas y no veo gachas! ¡Maldito viejo!
¿Es que quiere reírse de mí? (Indignado). ¡Reírse de mí! ¡Te vas a enterar!
(Pasea de esquina a esquina). ¡Te vas a enterar! Te has comido las gachas y
me has dejado la fuente vacía para que las huela... ¡Te vas a enterar!
(Vuelve a pasear, cada vez más nervioso e irritado). ¿Qué te hago, qué te hago?
¡Lo que más te duela! (Se detiene iluminándosele la cara). ¡Ya está! ¡Pedro!...
(Taimado). Ése va a ser mi regalo de Navidad... (Se dirige al público). El viejo
tiene encerrado, desde que nació, a su hijo Pedro... La madre murió en el
parto... No quiere que el muchacho, tiene ya dieciséis años, descubra ni la
maldad de los hombres ni los placeres del mundo. Pedro sólo conoce lo
poco que desde la torre puede ver; y yo sé que sueña con escapar de aquí;
y vivir, y descubrir lo que sueña y lo que imagina... Y como la ilusión del
viejo es que su hijo siga siempre aquí y le suceda como sacristán, pues...
¡voy a destrozarle esa ilusión! (Gesticula musitando un conjuro). ¡Llamaré al
Hada Pirulada! (Continúa gesticulando hasta que la figura del Hada se
materializa).
Escena 4.ª
HADA:
¡Feliz Nochebuena, duende!
DUENDE:
¡Feliz Nochebuena, Hada Pirulada!
HADA:
¿Me has llamado para que comparta contigo, como todos los años, las
gachas de Navidad?
DUENDE:
¡La gachas! ¡Las gachas! El viejo se ha burlado de mí..., ¡de nosotros!...
Hemos de darle una lección... Nuestro ahijado.
HADA:
¿Pedro?
DUENDE:
Somos sus padrinos y debemos preocuparnos por él, por su educación. No
conoce nada del mundo. Tiene que salir de aquí y hacerse un hombre de
provecho...
HADA:
¿Lo haces para vengarte del viejo?
DUENDE:
Bueno... principalmente por el chico. Le conviene...
HADA:
Pero en el mundo correrá muchos peligros. Y nuestro poder es sólo en el
interior de la iglesia.
DUENDE:
Debemos darle un regalo mágico cada uno. Algo que le ayude a vencer las
dificultades y a sortear los peligros...
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
HADA:
¿Qué le vas a dar tú?
DUENDE:
Los hombres conocen todas las trampas para intentar alcanzar sus deseos.
Pedro, no... Como nunca ha salido de aquí, lo ignora todo. Por ello voy a
regalarle mi anillo mágico. (Lo muestra). Este anillo le concederá cuanto
pueda desear...
HADA:
¿Y tú? Te quedarás sin él...
DUENDE:
Ya no deseo nada. No le pido nada a la vida; sé lo que puede darme... Y, la
verdad, no me interesa.
HADA:
Es un buen regalo... Lo malo es que, si consigue todo lo que desea, no
valorará nada; a nada le dará importancia. ¡Ya sé lo que yo le regalaré!
Algo que le ayude a desear la realidad: una compañera para el viaje.
DUENDE:
¡Perfecto! Ahora tú tienes que convencerle para que se vaya.
HADA:
Va a ser difícil; teme demasiado a su padre...
DUENDE:
Bastará con que le muestres el placer y la alegría. Las fiestas lujosas, por
ejemplo... Toma mi anillo, entrégaselo tú.
HADA:
¡Pobre Pedro! Temo que pueda pasarle algo...
DUENDE:
¡Vamos, vamos! No creo que nadie haya entrado en el mundo tan
protegido. ¿Preparada? (El Hada asiente). ¡Voy a hacer que venga! (Toca su
flauta y desaparece entre las vigas).
13
Escena 5.ª
VOZ DE PEDRO:
¿Quién anda ahí? (Entra en escena). Esa música... (Descubre, maravillado, al
Hada). ¿Quién eres?
HADA:
Soy tu madrina, Pedro. ¿No me recuerdas?
PEDRO:
Tú me salvaste la vida cuando me caí de la torre... Me recogiste en tus
brazos, ¿verdad?
HADA (acariciándole):
Mi pequeño...
PEDRO:
Muchas noches sueño contigo... así, como ahora: sueño que me acaricias y
que... (Se corta).
PEDRO:
¡Oh! Nada... ¿Tú me habías llamado?
HADA:
Sí...
PEDRO:
¿Para qué?
HADA:
Ya eres un hombre y quiero darte mi regalo de Navidad.
PEDRO:
¿Qué es un regalo?
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
HADA:
Una muestra de cariño.
PEDRO:
¿Cariño? ¿Y eso qué es?
HADA:
Tienes que aprender muchas cosas... ¿Nunca has sentido el deseo de
marcharte de aquí y conocer lo que hay detrás de aquel bosque?
PEDRO:
¿Aquello es el bosque? ¿Cómo es por dentro?
HADA:
Silencioso y tranquilo... El viento hace susurrar las hojas de los árboles; el
canto de los pájaros...
PEDRO (interrumpiéndola):
¡Los pájaros! Ayer pensé que me gustaría salir volando y llegar hasta allí,
hasta el bosque...
HADA:
¿Y no te gustaría ir aún más lejos?
PEDRO:
Pero, ¿hay algo detrás del bosque?
HADA:
El mundo.
HADA:
¿Te gustaría descubrirlo?
PEDRO:
¿Es bonito?
HADA:
Para unos, sí; para otros, no. Acércate. Mira aquella casa grande que tiene
iluminadas todas las ventanas. ¿La ves? (Hace un pase mágico ante sus ojos.
El decorado del fondo se aproxima siendo perceptible el interior de la casa).
15
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
PEDRO:
¡Sí! ¡Cuánta gente! ¡Nunca había visto a la gente tan cerca como ahora!...
¿Qué hacen?
HADA:
Es una fiesta. Ahí vive un hombre rico: buena comida, buenos vinos,
adornos, joyas, vestidos costosos, riquezas...
PEDRO:
¿Y quién es aquella hada que está dando cosas a los niños?
HADA:
No es un hada. Es la madre.
PEDRO:
¿Madre?
HADA:
Tú también tuviste una, pero se murió cuando tú naciste...
PEDRO:
¿Por qué se murió?
HADA:
¡Quién lo puede saber!
PEDRO:
¿Y aquel hombre de barba blanca que sonríe en un rincón?
HADA:
El padre.
PEDRO:
¿El padre? Pero... ¡si parece tan bueno! ¡Y está contento!
HADA:
Sí, porque ama a los demás: a su mujer, a los hijos, a sus amigos...
PEDRO:
¿Y aquél que es como yo? ¿Qué hace?
HADA:
Está acariciando a una chica.
PEDRO (nervioso):
16
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
Y la abraza... Y acerca su cara... y sus labios. ¡Han pegado sus labios! ¿Se
habla así en el mundo?
HADA:
Así habla el amor.
PEDRO (excitado):
¡El amor! ¡Yo quiero conocer el amor, y el mundo, y la vida...! ¡Yo quiero
irme de aquí!
HADA:
¡Espera! (Juego mágico con sus manos. Cambia el decorado del fondo viéndose
una escena miserable).
PEDRO:
¡No me gusta! Yo no quiero ver eso... Están tristes... son pobres...
HADA:
Eso también es la vida.
PEDRO:
¡No me gusta!... Conozco bien la pobreza y la tristeza...
HADA:
También hay pobres alegres (Nuevo juego y cambio a la visión en la casa del
rico. Dos personas discuten. Una de ellas llora). Ahí también puede haber
tristeza... Pedro, ¿quieres ir al mundo y descubrir la vida?
PEDRO:
¡Claro que quiero!
HADA:
La tristeza y la alegría, la pobreza, la riqueza, lo bueno y lo malo...
PEDRO:
Lo malo ya lo conozco de sobra. ¡Quiero disfrutar de lo bueno!
HADA:
Pronto aprenderás que ni todo lo bueno es bueno, ni tampoco es malo
todo lo malo...
PEDRO (impaciente):
¡Quiero irme de aquí!
17
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
HADA:
Te irás... Antes te daré algo que no tienen los demás hombres... Tendrás
más que nadie, pero, algún día, se te exigirá más que a ninguno.
PEDRO:
¿Qué es?
HADA:
Este anillo... Con sólo pedírselo, todos tus deseos te serán cumplidos...
PEDRO:
¿Todos?
HADA:
Con sólo una condición: que el deseo que formules no haga daño a nadie.
PEDRO:
¡Es fantástico! (Transición). Pero... ¿y mi padre?
HADA:
Recibirá el castigo que su egoísmo merece.
PEDRO:
Me da lástima...
HADA:
No te preocupes. Yo le consolaré... ¿Quieres algún consejo?
PEDRO:
Gracias. Es lo único que me sobra. Mi padre se ha pasado la vida dándome
consejos... No me gustan...
HADA:
Sólo te daré uno, no lo olvides: no importa que termines siendo rico o
pobre, sabio o ignorante, poderoso u oprimido... Lo único que merece la
pena es que, al final de tu viaje, seas de verdad un ser humano. ¡Suerte!
18
Escena 6.ª
El VIEJO y PEDRO.
VIEJO:
¿Qué estás haciendo? ¿Hablabas solo?
PEDRO (turbado):
No... digo... estaba cantando...
VIEJO:
¿Cantabas? ¿Así que estás contento?... ¿Por qué estás contento?
PEDRO:
No... no es que esté especialmente contento... cantaba... sin darme cuenta...
VIEJO:
¡Todo esto me suena raro!... ¿Qué ha pasado aquí?
PEDRO:
Nada... no ha pasado nada...
VIEJO:
Bien... si algo ha pasado, ya me enteraré. Es tarde. Vete a acostarte. Entra
en tu habitación para que pueda echar la llave.
PEDRO (estallando):
¡Siempre encerrado! ¡Padre, quiero irme! ¡Quiero conocer el mundo!
VIEJO:
¡No merece la pena! Yo lo conozco bien: pecado, pecado y pecado. Por eso
quiero protegerte.
PEDRO:
¡Mira! ¡Mira aquella gente! ¡Son felices! ¡Se aman!
VIEJO:
¡Se mienten!
PEDRO:
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
VIEJO:
¿Qué dices? ¿Quién te ha enseñado eso?
PEDRO:
¡Y aquél es el padre! ¡Y está feliz! Y la madre quiere a sus hijos y les da
golosinas y frutas.
VIEJO:
¡Lujuria! ¡Codicia! ¡Gula! ¡Pecado, pecado, pecado!
PEDRO:
¡Yo me quiero ir!
VIEJO:
¡Claro que te irás! ¡A la cama! ¡Ahora mismo!
PEDRO:
¡Quiero irme de aquí! ¡Quiero conocer por mí el mundo! ¡No quiero que tú
me lo cuentes a tu manera!
21
Escena 8.ª
El VIEJO.
Se hace el oscuro entre los gritos del VIEJO y las risas del DUENDE, que poco a
poco se van apagando al tiempo que la luz en escena. Oscuro breve para mutación
de decorados.
Escena 9.ª
PEDRO:
Así que esto es el bosque... ¡Cuántas veces he soñado con estar aquí!... ¡Y la
nieve! Haré bolas para tirarlas... ¡Voy a pasarlo tan bien como los niños de
la escuela. (Juega un rato. Ríe forzadamente, se nota que intenta pasarlo bien,
sin conseguirlo. Reduce el ritmo de su actividad al tiempo que va quedándose
serio). ¡Qué divertido! ¡Ja, ja, ja! ¡Sí, sí, es muy divertido! Tiraré allí otras
cuantas más... La verdad es que tan divertido no es... Y la nieve está muy
fría; y este dedo se me está quedando morado... ¡Qué aburrimiento! No
entiendo por qué se reían tanto los niños de la escuela. (Deja de jugar y se
acerca al arroyo). ¡Está helado! Una vez vi patinar a la gente, en el río que
cruza el pueblo. Se lo pasaban muy bien; voy a probar.
LISA:
¡Debe ser Pedro!... El Hada Pirulada me dijo que lo encontraría en el
bosque. Está sin sentido... Se va a quedar helado. (Ve el anillo tirado en el
suelo y lo recoge). ¡Un anillo! ¡Pobre chico, se va a morir de frío!... ¿Qué
puedo hacer? Si fuese verano y luciese el sol. (Habla jugando con el anillo).
¡Me gustaría tanto que hiciera calor!
Escena 11.ª
LISA (asombrada):
¿Qué ha pasado?
PEDRO hace ademán de tirarse al arroyo, creyendo que ella, LISA, está en el fondo.
LISA ríe y PEDRO se vuelve.
PEDRO (asombrado):
¡Hola!
LISA:
¡Hola!
PEDRO:
Hace un momento estabas en el fondo del arroyo y ahora estás ahí...
LISA:
Ya ves... No debes creer sólo a tus ojos...
PEDRO:
No entiendo nada... ¡Qué raro es el mundo!... Y tú, ¿quién eres? ¿Eres la
chica que estaba en la fiesta? (Se acerca un poco). ¡Yo también quiero
abrazarte por la cintura! (Corre hacia ella, pero se detiene al descubrir el anillo
en manos de LISA). ¡Mi anillo! ¡Me has robado mi anillo! Por eso me decías
que no creyese en lo que ven mis ojos... Quería abrazar a un ángel y
descubro a una ladrona.
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
LISA:
Te he dicho que no creas sólo en tus ojos. No estés nunca seguro de nada.
Antes de juzgar a los demás, procura descubrir la verdad.
PEDRO:
Bien. Voy a descubrir la verdad. ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?
LISA:
Me llamo Lisa... Pero hasta que no llegue el momento no podrás saber
quién soy... Digamos que pasaba por aquí y te encontré sin sentido.
Encontré tu anillo en el suelo y, sin conocer sus poderes mágicos, dije en
voz alta que me gustaría que hiciese calor, para que no te murieses de
frío... Y ¡ya ves! Es verano.
PEDRO:
Perdóname, Lisa. Me has salvado la vida... Perdóname. ¿Por qué no vienes
conmigo?
LISA:
¿Contigo?
PEDRO:
De viaje.
LISA:
¿De viaje? ¿A dónde?
PEDRO:
A descubrir la felicidad.
LISA:
¿Crees que existe?
PEDRO:
¡Claro que sí!
LISA:
¿Y podrás conseguirla?
PEDRO:
Puedo conseguir todo lo que quiera con mi anillo.
LISA:
Quizá todo, no...
26
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
PEDRO (tímidamente):
¿Puedo abrazar tu cintura?
LISA:
¡Claro que sí! No hay nada malo en ello.
PEDRO:
¡Qué calor tengo! ¿Nos bañamos en el arroyo?
LISA:
Espera, Pedro.
PEDRO:
¿Eh? ¡Vamos, desnúdate! Quiero verte desnuda.
LISA:
Pedro... ¿sabes lo que dice el pájaro?
PEDRO:
¿Tú lo entiendes?
LISA:
Dice que no nos bañemos... todavía.
PEDRO:
¿Por qué?
LISA:
No lo sé.
PEDRO:
Al menos desnúdate, para que yo te vea.
LISA (pausa):
27
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
Me da vergüenza...
PEDRO:
¿Por qué? (Mirando alrededor). ¡Sólo te voy a ver yo!
LISA:
Por eso... porque me vas a ver tú...
PEDRO:
Pues a mí no me importa desnudarme delante de ti. (Inicia el ademán de
quitarse los pantalones).
LISA:
¡Pedro, por favor! No te desnudes.
PEDRO:
¿Por qué? No te entiendo...
LISA:
Porque también me da vergüenza verte...
PEDRO:
¡Ay! ¡Me ha picado un mosquito! (Se rasca). ¿Y esto qué es?
LISA:
Una hormiga.
PEDRO:
¡Qué harto estoy de mosquitos y de hormigas...! Estoy harto de la
Naturaleza. ¡Vámonos!
LISA:
Pedro, no te enfades así. En la vida no hay nada perfecto. Tienes que
acostumbrarte a aceptar lo bueno y lo malo.
PEDRO:
Lo malo para los malos. Para nosotros prefiero lo bueno... ¡Estoy harto del
bosque! ¡Vámonos a otra parte! (Transición). ¿Qué es lo que más aprecian
los hombres? (Se da un manotazo en la espalda). ¡Otra vez los dichosos
mosquitos!...
LISA:
28
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
Antes de contestarte, déjame que te diga una cosa... Los hombres te van a
disgustar tanto como los mosquitos y nunca te ofrecerán tanta paz como la
Naturaleza...
PEDRO:
¡La Naturaleza! Es preciosa vista desde la torre, pero de cerca no me gusta
nada. No me gustan los mosquitos, no me gustan las hormigas, no me
gusta que los árboles estén siempre en el mismo sitio... Quiero ver
movimiento, oír ruidos... Y si los hombres son como los mosquitos (se
espanta varios que rondan su cabeza), supongo que será más fácil
espantarlos...
LISA:
Ya lo descubrirás por ti.
PEDRO:
Contéstame a lo que te pregunté antes. ¿Qué aprecian más los hombres?
LISA:
El oro.
PEDRO:
¿Aprecian más el oro que a los otros hombres?
LISA:
Mucho más. Con oro se puede comprar todo... incluso a los hombres. Sirve
para todo y para nada. Es el metal más valioso; nunca se oxida, pero
puede llenar de herrumbre, de suciedad el alma de los hombres.
PEDRO:
Ya. Bueno... ¿Nos vamos? (LISA asiente). Déjame que abrace otra vez tu
cintura.
LISA:
Ahora no iré contigo, Pedro. No iré a tu lado, pero cuando me necesites
me encontrarás.
PEDRO:
¿Por qué no me dejas que te abrace y te bese otra vez?
29
August Strindberg El viaje de Pedro el Afortunado
LISA:
Pregúntaselo al pájaro.
PEDRO:
No entiendo lo que dice. Pregúntaselo tú.
LISA:
No puedo.
PEDRO:
¡Quiero saberlo!
LISA:
Ahora no canta para nosotros, sino para su amada.
PEDRO:
¿Y qué dice?
LISA:
¡Algún día te lo diré! (Desaparece).
30
Escena 12.ª
PEDRO
PEDRO:
Se ha ido... ¿Por qué?... (Grita). ¿Por qué te has ido, Lisa? (Para sí). Quería
abrazarte y besarte... (Se abate. Se recupera y cambia de tono). Bueno... así que
el oro. (Toma el anillo). Pues quiero un palacio, manjares, vinos, caballos,
carruajes, lacayos y oro, ¡mucho oro!
Oscuro.
ACTO SEGUNDO
Salón suntuoso. Los criados sirven manjares y vinos selectos. Otros distribuyen
por la estancia objetos de oro.
Escena 1.ª
MAYORDOMO:
Perdón, excelencia. Aún no está todo a punto.
PEDRO:
¿Qué falta?
MAYORDOMO:
Los asados, excelencia. Aún tardarán un par de horas.
PEDRO:
¡Un par de horas! ¡Está loco! ¡Vamos! ¡Sírvame de eso o de aquello! ¡Lo que
sea!
MAYORDOMO:
¡Imposible, señor! No está permitido comenzar, sin que todo esté a punto.
PEDRO:
¿Quién se atreverá a prohibirme que coma lo que quiera en mi propia
casa?
MAYORDOMO:
La etiqueta, señor.
PEDRO:
¿La etiqueta?
MAYORDOMO:
La etiqueta, el buen gusto, las buenas formas, excelencia.
PEDRO:
¡Y a mí qué me importan la etiqueta, el buen gusto, las buenas formas ni...!
MAYORDOMO (interrumpiéndole):
¡Tienen que importarle, señor! Hay que respetar la etiqueta, porque, si
usted no la respeta, no será respetado. ¿Qué dirán de usted? Si no respeta
usted la etiqueta, está usted perdido.
PEDRO (impresionado por el empaque del MAYORDOMO).
Bueno... habrá que conformarse... Lo que pasa es que estoy muerto de
hambre. (El MAYORDOMO hace ademán de retirarse, pero PEDRO lo retiene).
¡Espere! Se me ha ocurrido algo. (Saca de su faltriquera unas piezas de oro).
¿Cree usted, señor Mayordomo, que el oro ablandará a esa señora tan
severa...?
MAYORDOMO:
Excelencia, yo estoy por encima de todos los criados. Usted está por
encima de mí. ¡Pero la etiqueta está por encima de todos! Sus leyes son
eternas porque se basan en la tradición.
PEDRO:
¿Y no se puede cambiar la tradición con oro?
MAYORDOMO:
La tradición es incorruptible, excelencia.
PEDRO:
Entonces, ¿de qué me sirve ser rico si no puedo comer cuando tengo
hambre?
34
Escena 3.ª
PEDRO.
¿Cómo dicen?
INSPECTOR:
Se trata simplemente de una inspección...
AYUDANTE:
Una inspección...
INSPECTOR:
... para asegurarnos de que usted va a declarar cuanto posee. Impuestos,
¿comprende?
AYUDANTE:
¿Comprende?
PEDRO:
¿Impuestos? ¿Qué es eso?
INSPECTOR:
¿Lo ignora? Mal empezamos. Si un ciudadano ignora sus deberes con el
Fisco, mal ciudadano es.
AYUDANTE:
Mal ciudadano.
PEDRO:
No entiendo nada (levantándose). Y me estoy hartando... Y no de comida,
precisamente. ¿Qué quieren ustedes? ¿Quiénes son?
INSPECTOR:
Soy el Inspector de Hacienda, señor mío.
AYUDANTE:
Es el Inspector de Hacienda, señor suyo.
PEDRO:
¿Y usted? ¿Usted, quién es? ¿Otro inspector?
AYUDANTE:
¿Yooo?
INSPECTOR:
Aquí el único inspector soy yo. Y usted es el contribuyente. Y déjese ya de
preguntas... Usted lo que tiene que hacer es pagar y callarse. Cada hombre
tiene un precio.
PEDRO:
¿Y cuál es mi precio?
INSPECTOR:
¡Oh! ¡Eso está por determinar! Así, a primera vista, calculando que su base
impositiva oscile entre un treinta y siete coma cero siete por ciento y un
treinta y nueve coma ocho y medio por ciento, punto más o menos, y sin
ningún tipo de desgravación, ya que es usted soltero, no tiene hijos, ni
cotiza a la Seguridad Social, Montepíos laborales, ni se le retiene cantidad
alguna..., su precio... Veamos... cuota líquida... menos la cuota diferencial,
veintiocho coma treinta y dos por ciento, multiplicado por cero cero siete y
dividido por sus ingresos brutos anuales, elevados a tres veces el cero
coma cero cero por ciento... unos siete millones trescientas cuarenta y siete
mil doscientas veintitrés coronas, con veintisiete ochavos... Más o menos.
AYUDANTE:
Más o menos.
PEDRO:
36
No entiendo absolutamente nada. Y tengo hambre y sueño... Aunque ya
no sé siquiera si sigo teniendo hambre... Señores, les dejo... me voy a
donde me dejen tranquilo.
INSPECTOR:
¡No es posible, señor! Toda estipulación de bienes ha de hacerse en
presencia del propietario. (Continúan su trabajo enumerando y anotando,
mientras PEDRO se derrumba en su sillón de oro). Dos docenas de platos con
bordes moldeados. Cubetas de hielo en oro para enfriar el vino rosado. Un
azucarero de oro macizo, salsera de plata, media docena de cuchillos con
mango de nácar...
AYUDANTE:
... Mango de nácar...
37
Escena 4.ª
ABOGADO:
Conforme a la presente citación, habéis sido convocado por el
excelentísimo Ayuntamiento de esta ciudad para inscribir en el día de hoy,
antes de las doce del mediodía, este inmueble, según parece, de vuestra
propiedad, con el número 2.867, libre de cargas y servidumbres, pendiente
de la oportuna valoración, a efectos del abono de derechos reales, según la
estimación catastral correspondiente...
INSPECTOR:
¡Yo soy el único inspector!
AYUDANTE:
Él es el único inspector.
ABOGADO:
Soy el abogado. (Le tiende su tarjeta). Del ilustre colegio de letrados de esta
demarcación... Para servirle.
PEDRO:
¡No quiero saber nada de abogados! ¡Ni de pleitos! ¡Ni de Ayuntamientos!
ABOGADO:
No se trata de ningún pleito, señor mío: sólo dejar constancia de un
hecho...
PEDRO:
Es que yo tampoco quiero dejar constancia de ningún hecho.
ABOGADO:
Señor mío, se trata solamente de someter el caso a priori...
PEDRO:
Yo no quiero someter ningún caso ni a priori...
ABOGADO:
Ni a posteriori.
PEDRO:
¿Y ni siquiera un bocadillo?
MAYORDOMO (escandalizado):
¡Excelencia!
39
Escena 5.ª
ALGUACIL:
¡Señor Inspector de Hacienda! ¡Señor Ayudante! ¡Señor Letrado!
¡Mayordomo Mayor! ¡Excelencia!
PEDRO:
¡Otro más!
ALGUACIL:
¡Excelencia! Permitidme que os transmita una citación de puro trámite,
¡puro trámite!... Se os cita por orden del Juzgado de Distrito número 5 de
esta localidad, antes de Primera Instancia, mañana veintitrés, a las once en
punto de la mañana, más o menos, puesto que, con todos los respetos, se
os ha incoado un juicio de faltas por negligencia temeraria...
ABOGADO:
¡Protesto! La negligencia nunca es temeraria... temeraria puede ser la
imprudencia, pero nunca...
ALGUACIL:
¡Oh, señor Letrado! Tenéis razón... Son tantas las citaciones y exhortas...
ABOGADO:
¡No digáis nada que pueda volverse en contra vuestra...! Si deseáis un
abogado..., ¡a vuestra disposición!
PEDRO:
¡Ya le he dicho que no quiero abogados! (Al ALGUACIL). Explíqueme eso de
la negligencia.
ALGUACIL:
Según las ordenanzas municipales, la obligación de todos los ciudadanos
de esta villa es tener limpia la calle delante de su casa.
PEDRO:
Hace un rato que tengo esta casa, ¿entiende? ¡Yo antes no tenía casa! Aquí,
antes, no había ninguna casa.
INSPECTOR:
Pero ahora la hay.
AYUDANTE:
La hay.
ABOGADO:
Pero si no la hubiere o hubiese...
ALGUACIL:
El señor Inspector tiene razón: la hay. Hay una casa. Hay una calle. Y hay
basura.
ALGUACIL:
¡Señor Letrado! Guarde su discurso para mañana. La citación dice que hay
basura y que este señor...
ABOGADO:
¡Excelencia!
ALGUACIL:
Bien... pues que la señora excelencia tiene que comparecer mañana en el
juzgado número 5, porque ésta es su casa y ésa es su basura.
41
hay ninguna ley que proteja a los ricos? ¿Es que la ley se ha hecho sólo
para los pobres?
ABOGADO:
Usted está por encima de los pobres y de los ricos...
PEDRO:
¿Por eso estoy fuera de la ley?
ABOGADO:
¡Por encima de la ley, excelencia! ¡Por encima! ¡Pobre! ¡Pobre de usted si
fuera pobre!
42
Escena 6.ª
Música brillante de mitin y entrada del candidato con las manos llenas de
propaganda electoral. Aplausos de los presentes.
CANDIDATO (discursea con voz detonante y ligero acento andaluz): ¡El dinero para
quien lo tiene! ¡Los intereses para quien sabe invertir! ¡Vote Coalición
Señorial! ¡Coalición! ¡Señorial! ¡Coalición! ¡Señorial!...
CANDIDATO:
¡Se estará usted preguntando qué deseo de usted! (PEDRO niega con la
cabeza). ¡Pues yo se lo voy a decir! ¡Un voto! ¡Simplemente eso! ¡Un voto!
¡Un voto de calidad!
PEDRO (desfallecido):
¿Para qué?
CANDIDATO:
¡Para gobernar!
PEDRO:
¿Qué es gobernar?
CANDIDATO (desconcertado):
¿Gobernar? (Otra vez en tono muy seguro). Gobernar es... ¡Gobernar!
(Aplausos de los presentes). (Apabullando a PEDRO). ¡Gobernar! ¡Tome, lea,
entérese de nuestra oferta electoral! (Va entregándole documentos). ¡El
eslogan y los puntos esenciales de la filosofía que nos inspira! ¡El
programa resumido! ¡El programa detallado, corregido y ampliado! ¡El
esquema de organigrama en el supuesto seguro de triunfo en las urnas!
Reduciremos el gasto público de la forma más sorprendente: aumentando
el número de Ministerios hasta el infinito: «Un voto hoy, un Ministro
mañana». ¡Lea! ¡Lea!
PEDRO.
¿Debo leer todo esto?
CANDIDATO:
Realmente no hace falta. Con firmar aquí es suficiente. (Da lectura al papel
que le muestra): «Voto por Coalición Señorial, y con mi voto, el de todos
mis siervos, familiares y amigos...» Su firma computa 347 votos... No tiene
que leer nada. ¡Otórguenos su confianza y no le defraudaremos! ¡Coalición
Señorial es garantía de orden, de tranquilidad! ¡Es garantía de que todo
quedará igual, para que no cambie lo que no tiene que cambiar! (Aplausos).
PEDRO:
¿Firmo, entonces, sin leer todo esto?
CANDIDATO:
¡Claro, excelencia! Usted ya conoce el espíritu de nuestra candidatura.
(PEDRO firma). ¡Gracias, excelencia! (Más aplausos).
El MAYORDOMO golpea el suelo con su bastón. Entran los criados con el asado y
lo colocan sobre la mesa.
MAYORDOMO:
¡La mesa está servida! Señores, pueden retirarse.
Tras una reverencia, todos se van.
PEDRO:
Sigo sin entender nada... Yo soy el señor, soy el rico, y, sin embargo, a mí
no me hacen eso, y a usted, sí. ¿Por qué le han obedecido?
MAYORDOMO:
No obedecen mis órdenes, excelencia, sino a las leyes de la etiqueta... que
están por encima.
PEDRO:
De mí, de usted... ya... y de todos. Creo que ya no tengo nada de hambre...
Señor mayordomo, ¿las leyes de la etiqueta me permiten comer en
compañía?
MAYORDOMO:
Depende de qué compañía... Seguro que en el Salón Azul aguarda algún
invitado. ¿Lo aviso, señor?
PEDRO:
¡Haced lo que queráis!
44
Escena 7.ª
INVITADO 1.º:
¡Amigo mío! ¡Amigo mío del alma! ¡Al fin te veo! ¡Qué buen aspecto
tienes! ¿Quizá un poco más delgado? (PEDRO no contesta). ¿No dices nada?
¿Me equivoco? ¡Oh, claro! ¿Quizá un poco más gordo? ¡Qué buen aspecto!
(Sentándose al lado y palmeándole la espalda). ¡Qué buen aspecto! ¿Y qué tal,
amigo mío, qué tal?
PEDRO:
Bien... gracias... bien... Siéntate...
INVITADO 1.º:
¡Oh, no! ¡Por favor, amigo mío! Ya he comido. Volveré a sentarme en el
salón y allí esperaré a que acabes...
PEDRO:
¿No quieres acompañarme a la mesa?
INVITADO 1.º:
Si me lo pides con tanto interés, te complaceré. Comeré otra vez, aunque
no tenga ganas, sólo por complacerte. Lo que no quisiera es que nadie
pudiera pensar que he venido precisamente a la hora de comer, para que
me invites...
PEDRO:
¿Y si así fuera?
INVITADO 1.º:
¡Qué horror! No pensarás eso. ¿Verdad, amigo mío?
PEDRO:
No, yo no pienso nada. Vamos a comer.
INVITADO 1.º:
Bien, amigo mío, comamos. (Empieza a comer con prudencia, pero poco a poco
se va animando hasta devorar todo lo que alcanza). ¡Bebamos y olvidemos las
penas!
PEDRO:
¿Las cosas no te van bien?
INVITADO 1.º:
No tan bien como a ti, amigo mío. Mi familia...
PEDRO (interrumpiéndole):
¡No quiero que me cuentes ninguna pena, por favor! Quiero sólo oír cosas
alegres. Y si no tienes nada alegre que contar, calla y come.
INVITADO 1.º:
Como quieras, amigo mío...
PEDRO:
¡Deja ya de decir «amigo mío»! Llámame por mi nombre, por favor.
INVITADO 1.º:
¡Oh, sí! Amigo... perdón, Cristóbal. ¡Claro! Cristóbal, te haré el favor de
llamarte por tu nombre.
PEDRO:
Gracias. Nunca se debe negar ningún favor a nadie...
INVITADO 1.º:
¡Cierto, Cristóbal! ¡Qué perdiz más exquisita!
46
Escena 8.ª
INVITADO 2.º:
¡Hola, Jorge! Pasaba por aquí y me dije: seguro que Jorge está solo y desea
compartir su mesa con alguien. ¡Qué olor! ¿Faisán o perdiz?
INVITADO 1.º:
Perdiz, ¿no lo ves...?
INVITADO 2.°:
Lo veo. (Empieza a comer). Siempre estoy dispuesto a complacerte, Jorge.
¿Quieres que coma contigo? Como contigo. ¿Que cene? Ceno contigo. Si
tienes el capricho de que use tus vestidos para que pierdan el apresto, sólo
tienes que decírmelo. (Al INVITADO 1.º). Y vos, ¿quién sois?
INVITADO 2.°:
¡Jorge! ¡Mucho cuidado con los falsos amigos! Les ofreces un muslo de
perdiz y te comen los dos. (Rebusca en la fuente).
INVITADO 1.º:
¡Cristóbal! ¡Cuidado con los falsos amigos! (En secreto). ¡Seguro que ése te
pide dinero prestado!
INVITADA:
¡Alfonso! ¡Alfonsito! ¡Qué alegría verte! Pero... ¡habéis empezado a comer
sin mí! (PEDRO hace ademán de ir a disculparse, pero ella continúa sin dejarle
hablar). ¡Oh, no, no, no! ¡No me digas nada! (Mimosa). ¡Alfonsito, yo te
perdono!... Ahora sé bueno y sírveme algo, estoy desfallecida... ¿Y estos
señores? ¿Son tus amigos?
INVITADO 1.º:
Soy su mejor amigo.
INVITADO 2.°:
Yo soy su mejor amigo.
PEDRO:
Ya los conoces: son mis mejores amigos.
PEDRO:
¡Muchas gracias, mejores amigos míos! Levanto mi copa para brindar por
la amistad. La amistad que es pura como el oro...
PEDRO:
... La amistad que es como la luz...
TODOS (aplaudiendo):
¡Bravo, bravo, bravo!
PEDRO:
... porque toma su oro del sol. (Los invitados se miran entre sí)... Y se
oscurece cuando el sol se pone. ¿No es cierto?
PEDRO:
Pero la amistad es un fuego que ha de alimentarse, si se quiere que siga
ardiendo... Vosotros me habéis dado vuestra compañía... ¿Qué os puedo
yo dar a cambio? (Los invitados miran a su alrededor, brillando sus ojos
codiciosos al ver tantos objetos de oro). Miráis mi oro, ¿os atrae? ¡Bah!
Comparado con vuestra amistad, sólo es polvo.
INVITADOS:
¡Bien dicho!
PEDRO:
¡De acuerdo! Recompensaré vuestro cariño y vuestra lealtad... ¿Veis todos
los objetos de oro que hay sobre el arca? ¡Son vuestros!
PEDRO:
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
PEDRO:
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
PEDRO:
49
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
INVITADO 2.º:
¡Por favor Jorge! (Recogiendo una jarra que ha rodado por el suelo). ¡No te
quejes así, por favor!
PEDRO:
¡Me muero! ¡Me muero de dolor! ¡Ay, mis muelas! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
INVITADO 1.º:
¡Ah! Un dolor de muelas. ¡Eso no es nada! ¡Se te quitará enseguida...
Cualquier día de estos volveré a verte. (Dirigiéndose a la puerta). ¡Que te
mejores, Cristóbal!
PEDRO:
¡No me dejes solo ahora! ¡Me duele mucho! ¡Es ahora cuando necesito de
tu ayuda!
INVITADO 2.º:
Jorge, enjuágate la boca con agua fría y verás cómo se te quita enseguida.
Si a la primera no da resultado, inténtalo unas cuantas veces. ¡Ánimo!
(Yéndose). ¡Hasta la vista!
PEDRO:
¡No os vayáis, por favor!
Cuando la INVITADA llega a la puerta, pugna también por salir. Varios objetos
más ruedan por el suelo. Pelean. Gritos, golpes, insultos.
LOS TRES:
50
¡Nos ha engañado! ¡Mirad! ¡No es oro! (Repentinamente los tres sienten un
terrible dolor de muelas) ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
LOS TRES:
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
PEDRO:
¡No seáis quejicas! ¡Es sólo un dolor de muelas! (La INVITADA se desmaya).
Pero, ¿cómo es posible? ¡Una mujer no se puede desmayar por tan poca
cosa! ¡Fuera! (Los invitados salen quejándose y corriendo). ¡Corred al barbero!
¡Que os saque todas las muelas! ¡Y a comer sopitas!
51
Escena 10.ª
La INVITADA y PEDRO.
INVITADA:
¿Y la casa?
PEDRO:
Vendrá el Inspector de Hacienda y se llevará todo lo que hay aquí. Me
embargarán porque no puedo pagar los impuestos. Y los del juzgado me...
INVITADA:
Yo me quedaré contigo... a tu lado siempre (toma su mano y con habilidad le
roba el anillo) para tenderte una mano amiga...
PEDRO (sincero):
¿Lo dices de verdad?
INVITADA:
Mírame a los ojos.
INVITADA:
Más falsas, no. Pero más listas, sí... ¡Ah! Déjame sentarme. Estoy agotada
con tantas emociones...
PEDRO:
Siéntate, amiga mía... Siento haberte asustado... Mi nombre es Pedro...
¿Por qué me llamabas Alfredo y después Alfonso?
INVITADA:
Para que los falsos amigos que estaban contigo no pronunciaran tu
verdadero nombre manchándolo... Yo sabía que te llamabas así... Mírame
por última vez (manipula el anillo) y aprende a no fiarte de las mujeres.
¡Adiós! ¡Pedro el Burro!
53
Escena 11.ª
PEDRO corre hacia la ventana. Se asoma. Al volverse hacia el público, trae puestas
unas enormes orejas de burro.
PEDRO:
¡Me ha robado el anillo! ¡Maldito sea el oro, la amistad y las mujeres!...
Sólo tengo dos orejas de burro... Si llego a saber que la vida es así de
miserable, me hubiera quedado en la torre, encerrado; triste, pero
tranquilo. ¿Qué va a ser ahora de mí? Sin amigos, sin dinero, sin casa... sin
anillo. ¡Si al menos no estuviera tan solo...! ¡Maldito sea el mundo,
malditas las mujeres, maldita la amistad!
Escena 12.ª
Entra LISA.
LISA:
No maldigas, Pedro... Me tienes a mí. Te prometí que, cuando me
necesitaras, me tendrías a tu lado.
PEDRO:
¡Lisa! ¡Cómo pude olvidarte! No me acordé de ti en los momentos de
fortuna y tú vienes cuando nada tengo...
LISA:
Los amigos verdaderos son para los momentos difíciles...
PEDRO:
¿Amigos? ¡Maldigo la amistad!
LISA:
¿Por qué, Pedro? Hay amigos falsos y amigos verdaderos. ¿Tú no confías
en mí?
PEDRO:
Tú eres distinta... Tú eres otra cosa... Eres, Lisa (gime). ¡Lisa! He buscado lo
bueno de la vida y he encontrado sólo mentira, egoísmo y vanidad...
LISA:
Lo has buscado a tu manera, como lo hacen los jóvenes: descubren un
poquito del mundo, lo juzgan y creen haberlo vivido todo. Ahora vas a ser
hombre. Tu mirada de niño ha descubierto la injusticia y la maldad. Trata
ahora de encontrar lo bello. Intenta hacer algo por los demás...
PEDRO:
¡Eso! Me convertiré en un gran hombre...
LISA:
Grande o pequeño es lo mismo. Lo importante es ser útil en algo a los
demás...
PEDRO:
¡Seré un reformador social! ¡Salvaré a los hombres de la opresión y...!
LISA:
Yo creo que los hombres están un poco cansados de salvadores...
PEDRO:
¿Por qué?
LISA:
Porque los salvadores se suelen salvar a sí mismos... a costa de los demás.
PEDRO:
¡Yo no! Yo pensaré sólo en el pueblo... Todos me admirarán... Mi nombre
estará en boca de todos...
LISA:
Vuelves a equivocarte, Pedro. Deseas ser un gran hombre nada más que
por vanidad. ¿Deseas fama, halagos, honores...? Los tendrás... Será otra
nueva experiencia.
PEDRO:
Pero, ¿cómo conseguiré todo eso, si he perdido mi anillo?
LISA:
Mírate la mano. (PEDRO asombrado descubre el anillo). Parece que tu anillo
mágico no se puede perder... Creo que tiene el poder de estar siempre con
su dueño.
PEDRO:
¡Qué maravilla! ¡Anillo! ¡Fuera orejas de burro! (Las orejas desaparecen). ¡Ya
está! ¡Decidido! ¡Seré un gran reformador social! Y tú, Lisa, vendrás
conmigo.
LISA:
Aún no. Pero, como siempre, te seguiré a distancia. Y si las cosas volvieran
a torcerse, de nuevo estaré a tu lado. ¡Vamos! Vuelve a lanzarte a la vida.
Descubrirás flores entre escombros. Descubrirás que en el mundo hay sitio
para lo bello y para lo feo, para la alegría y la tristeza, para la desgracia y
también para la felicidad...
56
ACTO TERCERO
Plaza Mayor. A la derecha, balcón del Ayuntamiento, con asientos para el Alcalde
y algún concejal. A la izquierda, la zapatería. Bajo el letrero que ¡a anuncia
trabajan el ZAPATERO y el APRENDIZ! En el centro de la plaza, la estatua del
ALCALDE DE TODA LA VIDA con un adoquín en la mano y la frente laureada; en
el pedestal, una placa conmemorativa. Junto a la estatua, una pequeña tarima con
un poste, a modo de picota. Al fondo, fachadas y tejados.
Escena 1.ª
APRENDIZ:
Maestro, ¿se ha enterado usted?
ZAPATERO:
Yo me entero de todo.
APRENDIZ:
¡Ah! Y, ¿qué le parece?
ZAPATERO:
¿El qué?
APRENDIZ:
¡Qué va a ser! Lo del reformador.
ZAPATERO:
¿Qué reformador?
APRENDIZ:
¿Pero no ha dicho usted que se entera de todo? El reformador social.
ZAPATERO:
¡Ah, claro! El reformador social... ¿Y qué pasa con el reformador social?
APRENDIZ:
Pues que ha llegado.
ZAPATERO:
Que ha llegado, ¿quién?
APRENDIZ (pacientemente):
El reformador social.
ZAPATERO:
Eso ya lo sabía. Pero, ¿a qué viene? Aquí no hay nada que reformar.
APRENDIZ (misterioso):
Yo he escuchado que pretende cambiar el adoquinado de las calles...
ZAPATERO:
¿Cambiar el adoquinado de las calles? (Se dirige a la estatua). ¡Excelentísimo
señor Alcalde de toda la vida! ¿Habéis oído semejante insensatez?
¡Cambiar el adoquinado de las calles! Cuando, vos, señor Alcalde de toda
la vida, empedrasteis con adoquines toda la ciudad. (Tono de discurso). Esta
ciudad, que, por suscripción popular y ¡Eso! ¡Un revolucionario...! Pero no
tiene ningún tua que perpetuará vuestra memoria...
APRENDIZ (carraspea):
Perdón, maestro... Me parece que el reformador no quiere adoquinar las
calles, sino quitar los adoquines para colocar losas, ¿comprende?, losas
lisas... Como las que el señor Alcalde de toda la vida colocó desde su casa
hasta el Ayuntamiento... como ésas, pero en toda la ciudad.
ZAPATERO:
¿En toda la ciudad? ¿Losetas lisas en toda la ciudad? ¡Lo que me faltaba
por oír!
APRENDIZ:
Sí... para que todo el mundo pueda caminar bien, sin tropezar.
ZAPATERO:
¡Está claro! ¡No es un simple reformador! ¡Un revolucionario! ¡Es un
revolucionario!
APRENDIZ:
¡Eso! ¡Un revolucionario...! Pero no tiene ningún partido que le apoye,
como a ustedes...
ZAPATERO:
¡No es un partido! ¡Es una asociación! La U.CE.D.A. UNIÓN CIUDADANA
EMPEDRADORA DE ADOQUINES. (A la estatua). ¡Fundada por vos!
CALLISTA:
Hemos de darnos prisa. Amenaza tormenta.
CARRERO:
¿Cree usted que lloverá?
CALLISTA:
Cada uno entiende de lo suyo... Como callista sé cuándo y por qué me
duelen los juanetes: cuando va a llover.
CARRERO:
¿Y hoy le duelen?
CALLISTA:
Me duelen. Por eso digo que debemos darnos prisa. Y dígame, señor
Carrero, ¿dónde está el pueblo, el gentío, la inmensa multitud?
ZAPATERO:
Usted era el encargado de la publicidad...
CARRERO:
Y usted de la movilización de las masas...
ZAPATERO:
Pero usted tenía que hablar con el impresor para dar publicidad al acto. Si
no vienen las masas, yo no las puedo movilizar.
CARRERO:
¿Cómo van a venir si usted no las moviliza?
CALLISTA:
¡Señores! ¡No discutan ustedes! Pasaremos el tema a la Comisión de
Competencias. (Viendo al APRENDIZ). De momento, como Presidente en
Funciones y a Perpetuidad de la Unión Ciudadana Empedradora de
Adoquines, U.CE.D.A., le convoco para que asista, en representación del
pueblo, al homenaje que seguidamente rendiremos a la memoria del
excelentísimo señor Alcalde de toda la vida.
ZAPATERO:
¡Vamos, acércate!
APRENDIZ:
¿Y el trabajo pendiente?
ZAPATERO:
Ya lo harás después... Si no acabas al atardecer, seguirás un ratillo por la
noche. (El APRENDIZ se acerca al grupo, situándose en segundo plano).
CALLISTA:
¿Y el señor Alcalde actual, señor Carrero?... Usted es el responsable de las
relaciones con los poderes fácticos.
CARRERO:
Lo soy y le he avisado... No es culpa mía si se ha quedado dormido... El
señor Alcalde actual, como todo el mundo sabe, tiene la rara habilidad de
quedarse dormido con frecuencia.
CALLISTA:
¡Señores! No perdamos más tiempo. Como Presidente en Funciones y a
Perpetuidad de la U.CE.D.A. declaro abierta la sesión: Comencemos por
cantar el himno. (Da el tono y marca la entrada).
LOS TRES:
¡Gloria a ti, benefactor!
¡Alcalde de toda la vida!
¡A ti, Alcalde, gloria y honor!
Canta tu ciudad querida:
¡Gloria y honor!
¡Alcalde de toda la vida!
TODOS:
¡Gloria a ti, benefactor!
¡Alcalde de toda la vida!
¡A ti, Alcalde, gloria y...! (etc.).
ZAPATERO:
¡Aplauda! (El APRENDIZ aplaude sin convicción, sonando tristes y solas sus
palmas).
CALLISTA:
¡Viva nuestro ilustre señor Alcalde de toda la vida!
LOS TRES:
¡Viva!
ZAPATERO:
¡Todos!
CALLISTA:
¡Mueran los revolucionarios!
LOS TRES:
¡Mueran!
ZAPATERO:
¡Todos! (Acosando al APRENDIZ). ¡Mueran los revolucionarios!
APRENDIZ:
¡Vivan las losas lisas! ¡Losas lisas para todos! ¡Viva la revolución! (Escapa
corriendo).
CALLISTA:
¡Calmaos, señor Zapatero! (con reproche). Y aprended a elegir mejor a
vuestros colaboradores. Terminemos esto y vayámonos de una vez. ¡Viva
la U.CE.DA!
LOS TRES:
¡Viva! ¡U.CE.DA! ¡U.CE.DA! ¡U.CE.DA!
CALLISTA:
¡Señores! ¿Qué les dije? (La lluvia, que ha comenzado, arrecia). ¡Está
lloviendo! ¡Vámonos! ¡El acto se da por finalizado!
ZAPATERO:
¿Y mi discurso?
ZAPATERO:
Es que, señor Presidente, la subvención que tenemos...
CALLISTA:
La subvención no nos cubre la pulmonía.
CARRERO:
¡Bien dicho!
CALLISTA:
Discurso dado por dicho. ¡Andando!
El PARIENTE y el ZAPATERO.
PARIENTE (interrumpiendo):
¿Dónde están los demás? ¿El callista, el carrero, el alcalde actual...?
ZAPATERO:
¡Señor Pariente del ilustre ciudadano, el excelentísimo señor Alcalde de
toda la vida...! Ilustre señor Pariente, los ilustres miembros de la
U.CE.D.A. han rendido ya su respetuoso homenaje a su ilustre pariente...
PARIENTE (interrumpiendo):
¿Y mi otro pariente, el alcalde actual?
ZAPATERO:
Lo ignoro, señor Pariente de todos los ilustres alcaldes de esta ilustre...
PARIENTE (interrumpiendo):
¿Tendrá noticia del atentado?
ZAPATERO:
Yo me entero de to... ¿Atentado?...
PARIENTE:
¡Ha llegado a la ciudad un reformador!
ZAPATERO:
¡Ah! ¡Sí! Estoy informado: se trata de un revolucionario, que pretende
atraer adeptos...
ZAPATERO:
No me parece bien... pero tampoco demasiado grave...
PARIENTE:
¿No le parece grave? ¿No le parece grave que se nombre a nuestro
Excelentísimo e Ilustrísimo señor Alcalde de toda la vida, simplemente
como «el entonces alcalde de esta ciudad»? ¡Un atentado! ¿Y cómo dice
que son los adoquines? ¡Irregulares! No es grave, ¿verdad? ¡I-rre-gu-la-res!
¡¡Un atentado!!
ZAPATERO (conciliador):
¡Señor Pariente! Comprendo su contrariedad, por la evidente falta de
respeto al citar sin los títulos correspondientes... y tan merecidos... Y en lo
que atañe a los adoquines... la verdad es que muy regulares no son...
PARIENTE:
¡Cuidado, señor Zapatero! Hace tiempo que le observo (amenazador). Y
observo que es usted de los tibios... Ándese con cuidado...
ZAPATERO:
¿Yo, tibio?
PARIENTE:
Sí, tibio... He dicho «tibio». Y aún me atrevería a añadir algo más: «es-cép-
ti-co».
ZAPATERO:
¡Por Dios, señor Pariente! ¿Yo, tibio? ¿Yo, escéptico?... ¿No estaba yo aquí
bajo la lluvia, cuando usted ha llegado, repitiendo mi discurso al
Excelentísimo e Ilustrísimo y Magnífico señor Alcalde de toda la vida, su
ilustre pariente, el inolvidable ciudadano...
PARIENTE (interrumpiéndole):
¿Reconoce usted que se trata de un atentado?
ZAPATERO:
Sí, señor Pariente, ¡el más terrible y execrable de los atentados! Y nosotros,
la U.CE.D.A., como usted sabe, estamos contra toda violencia, venga de
donde venga, y, sobre todo, si viene de los revolucionarios que atentan
contra la memoria del Excelentísimo e Ilustrísimo...
PARIENTE (interrumpiendo):
¡Escuche ahora y preste mucha atención! Esta noche, a las nueve, ese ser
inmundo ha convocado al pueblo para exponer su programa.
ZAPATERO:
¡Hay que prohibírselo! ¡Es inadmisible!
PARIENTE:
No se le puede prohibir... Ya lo he intentado. Las nuevas Ordenanzas
Municipales de esta legislatura lo permiten. ¡Maldito cambio y malditas
ordenanzas! ¡Antes no pasaba esto!... ¿Y sabe cuál es el eslogan de su
programa? «Losas lisas...»
ZAPATERO:
«... para todos».
ALCALDE:
¡Amado pueblo! Nos hemos reunido aquí en un día tan señalado para dar
una muestra más de civismo, de aperturismo, de madurez política,
invitando a participar en nuestra tribuna a un reformador social. (Aplausos
en el grupo de la izquierda e inquietud en el de la derecha).
PEDRO:
¡Amigos! He venido a vuestra ciudad...
CARRERO (grita):
¡A ofendernos!
PEDRO (asombrado):
¿A ofenderles? ¡Oh, no! ¡A intentar mejorar su situación!
ZAPATERO:
¡Usted ha ofendido al Excelentísimo señor Alcalde de toda la vida!
CARRERO:
¡Y al ofenderle a él nos ha ofendido a todos!
PEDRO:
Pero... ¿por qué les he ofendido?
PARIENTE:
¡Usted nombra a nuestro ilustre procer, el Excelentísimo señor Alcalde de
toda la vida, como un alcalde a secas, como a un alcalde cualquiera...! ¡Y
esto es muy grave! Está claramente tipificado en nuestro código como un
delito de injurias...
PEDRO:
¡Mire usted! Yo no he pretendido injuriar a nadie y...
PARIENTE (sin escucharle):
Y en segundo lugar, usted ha dicho que los adoquines de nuestras calles
son irregulares...
PEDRO:
¡Claro! ¡Así es!
PARIENTE:
¡Eso es una calumnia! Nuestros adoquines no son irregulares, sino que
están sometidos a un proceso constante de regularización, lo cual es
sensiblemente distinto... ¡Señor alcalde actual, ese sujeto ha venido a
injuriarnos y a calumniarnos! ¿Va usted a permitir que siga haciéndolo
impunemente? (Protestas y aplausos).
PEDRO:
¡Perdón! ¡Discúlpenme! No les entiendo muy bien... Mi única intención es
sustituir los adoquines por losas lisas...
PUEBLO:
¡Losas lisas, sí! ¡Losas lisas, sí!...
CALLISTA:
¡Demagogo! (Sus compañeros de grupo corean el insulto).
ALCALDE (hace una seña al pregonero para que redoble el tambor): ¡Ciudadanos!
¡Gracias por vuestra participación! Con esta confrontación de pareceres
damos por terminado el acto.
PEDRO:
¡Señor alcalde! Lo que yo quisiera es exponer mi programa, el proyecto de
realización y los principios que lo sustentan.
PUEBLO:
¡Que hable! ¡Que hable! ¡Que hable!...
ALCALDE:
¡Naturalmente que hablará, ciudadanos! Nuestra voluntad política es que
hable quien tenga algo que decir... En este caso, por una simple cuestión
de procedimiento, será el secretario quien dará lectura al resumen
redactado por esta Corporación sobre el proyecto por él presentado.
(Aplausos en el grupo de la derecha y protestas en la izquierda).
PEDRO:
¡Protesto! Soy yo quien debe presentar mi proyecto. ¡No quiero que
ustedes lo modifiquen a su antojo! (Aplausos y protestas).
ALCALDE:
¿Cómo se atreve? Hemos estudiado su proyecto a fondo y tenemos la
consideración, aunque esté rechazado de plano, de ofrecer un resumen a
los ciudadanos que se han interesado por el mismo. Nuestra decisión está
perfectamente fundamentada, sin que en este caso le asista ninguna
posibilidad de recurrir. Por tanto, como alcalde actual de este
Ayuntamiento ordenó que se dé lectura al informe y a la decisión de esta
Corporación... Señor secretario, proceda a la lectura.
SECRETARIO:
«Un loco llamado Pedro, cuyo apellido no figura, pretende que todos,
todos, andemos sobre losas lisas. Y si Dios creó al hombre desigual,
desiguales deben ser las calles. En base a los fundamentos expuestos, esta
Corporación resuelve rechazar el proyecto presentado.»
APRENDIZ:
¡Dios no creó a los hombres desiguales!
ALCALDE:
¡Antes de hablar, haga el favor de pedir la palabra!
PARIENTE:
Todos pensamos como usted y como la digna Corporación que usted
preside. La desigualdad es el motor de nuestra sociedad. Si todos
fuésemos iguales, nadie lucharía por mejorar. ¡No habría progreso!
(Aplausos en su grupo. Se estimula y trata de convencer a los del otro). ¡Si
fueseis iguales que nosotros, no lucharíais por ser como nosotros! ¡Os
conformaríais con lo que tenéis! Estando abajo, se siente el noble deseo de
trabajar más y más para ascender en la escala social. (Aplausos entusiastas
en su grupo. Alguno aislado en el contrario). Para mejorar...
APRENDIZ:
¡Para mejorar vuestras ganancias!
ALCALDE:
¡Cállate de una vez! Como sigas interrumpiendo a quien esté en el sagrado
uso de la palabra, ordenaré que te detengan.
PARIENTE:
¡Acuso a ese forastero! ¡Y ya no sólo por las injurias y calumnias que nos
ha infringido, sino, además, porque ha venido a atentar contra el orden en
nuestra ciudad!
PEDRO:
¡Yo no he venido a atentar contra nada! Simplemente quiero que ustedes,
todos ustedes, no unos pocos, vivan mejor.
ALCALDE:
¡Orden, por favor! ¡Respeten el orden del día! Han pasado ustedes al
segundo punto. Antes debemos dejar definitivamente concluido el
primero: El proyecto queda denegado. (Aplausos y protestas). Segundo
punto: Se acusa al forastero, llamado Pedro, cuyo apellido no consta, de
injurias, calumnias y atentado contra el orden social. ¿Qué castigo
debemos imponerle?
PEDRO:
¡Yo no he atentado contra nada!
APRENDIZ:
¡No ha atentado contra...!
ALCALDE:
¡Por última vez, cállese! Mientras yo no le conceda la palabra, como
moderador que soy de la sesión, no tiene usted derecho a intervenir...
¡Señor Zapatero! ¡Su turno! ¿Qué castigo debemos imponerle?
ZAPATERO:
El castigo que mejor le parezca, señor Alcalde.
ALCALDE:
¡Señor Callista!
CALLISTA:
¡De acuerdo con lo expresado por el señor Zapatero!
ALCALDE:
¡Señor Carrero!
CARRERO:
Tengo el honor de compartir la opinión de quienes me han precedido en el
uso de la palabra...
APRENDIZ:
¡Pregúntenos a nosotros! ¡Al pueblo!
ALCALDE:
¿Pretende insinuar que quienes han hablado no pertenecen a nuestro
pueblo? Cada vez que usted interrumpe es para atacar a sus
conciudadanos. Como vuelva usted a intervenir, será considerado secuaz
del acusado. (Aplausos y vítores en la derecha. Silencio temeroso en la
izquierda). Bien. En vista de las alegaciones presentadas y en base a las
irrefutables pruebas obtenidas, podemos resolver y resolvemos que el
forastero llamado Pedro, de apellido desconocido, sea desterrado de
nuestra ciudad, después de haber permanecido amarrado dos horas en la
picota (dirigiéndose al grupo de la izquierda) para escarmiento general.
¡Llévenselo!
PUEBLO:
¡Pedro! ¡Pedro! ¡Pedro!
ALCALDE:
¡Insensatos! Tendremos que aprobar un presupuesto extraordinario para
que se amplíen los calabozos municipales. Tercer punto del orden del día:
Dada la desagradable circunstancia de que los perros de esta ciudad
desahogan sus instintos orgánicos con harta frecuencia en el pedestal de
nuestro ilustre benefactor, solicito una contribución especial para levantar
una verja de hierro en torno al susodicho pedestal. ¿Alguien se opone? (El
ZAPATERO levanta la mano.)
APRENDIZ:
¡Es la primera vez que se atreve a oponerse al alcalde!
PUEBLO:
¡Beeee!
ALCALDE:
¡Se levanta la sesión! (El ALCALDE y los concejales se retiran del balcón).
Escena 6.ª
ZAPATERO:
Les invito a tomar unas cervecitas, ¿les parece?
PARIENTE:
¡Por supuesto que me digné! Pero cuando llegué, ya no estaba usted ni el
señor Carrero. Sólo vi al señor Zapatero iniciando su discurso.
CALLISTA:
Antes nos habíamos reunido toda la Asociación. ¡La Asociación en pleno!
CARRERO:
¡Los tres!
PARIENTE:
¿Y cantaron su himno?
CALLISTA:
Completo y a dos voces mixtas.
PARIENTE:
¿Y había mucha gente del pueblo?
CARRERO:
Ni un alma.
CALLISTA:
¡Señor Carrero! Tiene usted una visión demasiado pesimista de la
realidad... No había una nutrida representación del pueblo, pero sí estaba
representado el pueblo...
ZAPATERO:
Mi aprendiz. (El CALLISTA le da un codazo y se calla).
PARIENTE:
¿Cómo dice usted?
ZAPATERO:
¡Oh, nada, nada...!
PARIENTE:
Por cierto, su aprendiz es ese botarate que...
ZAPATERO (precipitadamente):
¡Era, era mi aprendiz! ¡Ya no lo es! ¡Hace tiempo que ha sido despedido!
PARIENTE:
Bien... muy bien... Y el alcalde creo que no estuvo, ¿verdad?
CARRERO:
Me parece que volvieron a pegársele las sábanas.
PARIENTE:
¿Han leído ustedes El Gallo Vespertino? Escuchen, por favor: «HOMENAJE.
El tradicional homenaje que la U.CE.D.A. tributa al Excelentísimo señor
Alcalde de toda la vida, ante el monumento que en su memoria se eleva en
la Plaza Mayor, ha constituido una verdadera muestra de adhesión, cariño
y respeto a quien tanto hizo por nuestra ciudad. Una inmensa multitud
aplaudió con entusiasmo el himno entonado por los dirigentes de la
U.CE.D.A. El discurso de conmemoración fue pronunciado por el señor
Zapatero, quien, un año más, con voz vibrante y emocionada, recordó los
insignes méritos de nuestro benefactor. Entre las fuerzas vivas de nuestra
ciudad se hallaba el Ilustrísimo señor Alcalde actual y el Pariente principal
del homenajeado». (Aplauden todos).
CALLISTA:
¡Magnífico! Se nota su pluma, señor Pariente...
CARRERO:
¡Ahí lo traen!
Escena 7.ª
VIEJA:
Erase un pobre joven
que el bien del pueblo quería
en contra de los poderosos que cerveza allí bebían.
PARIENTE (intentando hablar por encima del canto de la VIEJA, que comienzan a corear
los del pueblo. Al ZAPATERO):
¿Y qué? ¿Tiene usted mucho trabajo últimamente?
ZAPATERO (gritando):
¡No me puedo quejar!
VIEJA (aproximándose al grupo de la zapatería mientras atrás canta el pueblo):
¡Una limosna para esta pobre vieja!
CALLISTA:
¡Está prohibido pedir limosna!
ZAPATERO.
Quizá no mendigue. (En voz baja). A lo mejor está pidiendo una
subvención...
VIEJA:
A ustedes les dan una subvención por cantar y creo que esta mañana no
han cantado mucho... Yo, sin embargo, sí he cantado...
PARIENTE:
¡Váyase ahora mismo o mando que la lleven al calabozo!
Suenan truenos. Viento y lluvia. Revuelo en la plaza.
ZAPATERO:
¡Otra vez la lluvia! ¡Señores! Refúgiense en mi casa...
PARIENTE:
Si mi ilustre pariente se queda ahí a pie firme y sin protestar bajo la lluvia,
igual puede quedarse ese payaso revolucionario.
CALLISTA:
¡Así se le apagarán los ardores combativos! (Se dirige hacia el interior de la
zapatería y tropieza con un adoquín del empedrado, dando un violento traspiés).
¡Malditos adoquines! (Entra cojeando en la casa. Risas y burlas de la gente del
pueblo, que escapa también de la lluvia, protegiéndose en las sombras del fondo).
Escena 8.ª
LISA:
Ya veo que te has convertido en un hombre famoso. Todo el mundo habla
de ti. El pueblo te aclama y los poderosos te temen. ¿Estás contento?
PEDRO:
La verdad es que ya estoy un poco harto de todo este lío.
LISA:
¿Abandonas sin terminar tu obra?
PEDRO:
Me conformo con terminar sano y salvo.
LISA:
Buscabas el honor y la fama...
PEDRO:
¡Como todo el mundo!
LISA:
Todo el mundo, no (pausa). Habías conseguido el apoyo del pueblo.
PEDRO:
El pueblo no pinta nada.
LISA:
Hubieras preferido el apoyo de los poderosos? ¿No creías en la causa que
defendías?
PEDRO:
No lo sé... En el fondo me parece igual que la gente ande sobre adoquines
o sobre losas...
LISA:
Quizá sea igual para quienes llevan botas de cuero. Pero, ¿para los que van
descalzos?
PEDRO:
Calzados y descalzos... La sociedad está muy mal organizada... Habría que
cambiarla...
LISA:
¡Lucha por ello!
PEDRO:
Me falta el Poder...
LISA:
Pídeselo a tu anillo. Temo que, aunque lo consigas, no logres cambiar el
mundo. (LISA lo desata).
LISA:
Algún día te lo diré.
PEDRO:
¡Dímelo ahora!
LISA:
Está bien. Dijo: «te quiero».
PEDRO:
¿Y tú me quieres a mí, Lisa?
PEDRO:
¡Yo te amo!
LISA:
No, Pedro, no me quieres. Aún no quieres a nadie. Sólo te amas a ti
mismo... Ya irás aprendiendo. Sigue cumpliendo tus deseos. Ahora vas a
conseguir uno de los más ambicionados por el hombre: el Poder.
¡Cuidado! Quien abusa del poder se convierte en el más culpable de los
hombres, en una caricatura de los dioses. ¡Adiós, mi rey! Tu corona te
espera.
PEDRO:
Reina mía...
Interior de un palacio oriental. Mesa con insignias reales ante el trono. Un diván.
Cojines en el suelo. Alfombras y cortinajes. El GENEALOGISTA de la Corte dibuja
sobre un gran papiro que cuelga del techo. Entra el MAESTRO DE CEREMONIAS.
MAESTRO DE CEREMONIAS:
¿Está concluido el árbol genealógico de nuestro joven Califa?
GENEALOGISTA:
Casi, excelencia.
MAESTRO DE CEREMONIAS:
¿A quién habéis puesto como fundador de su linaje?
GENEALOGISTA:
Al califa Omar, por supuesto.
MAESTRO DE CEREMONIAS:
¿No habría quedado mejor Harum al Rashid?
GENEALOGISTA:
Como mejor os parezca, señor... Quizá resultaría más popular, pero con
menos empaque.
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Dejadlo como está. Al fin y al cabo son sólo matices.
Escena 10.ª
CAPELLÁN:
¡Allah ekbar barai!
MAESTRO DE CEREMONIAS:
¡Allah eloin! Muy bien, ¿y usted?
CAPELLÁN:
Divinamente. ¿Está ya redactada el acta de abjuración?
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Por duplicado. Revísela usted, si le parece bien, y así el califa sólo tendrá
que firmar. (Le tiende el documento).
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Del catolicismo, reverendo.
MAESTRO DE CEREMONIAS:
¿Es correcta la redacción, señor Capellán?
CAPELLÁN:
Más que correcta, señor Maestro de Ceremonias.
MAESTRO DE CEREMONIAS:
¡Muchas gracias, señor Capellán Mayor del Rey!
CAPELLÁN:
¡De nada, señor Maestro de Ceremonias y Usos de la Corte!
Escena 11.ª
Entra PEDRO, acompañado por el GRAN VISIR y por el CRONISTA MAYOR DEL
REINO, quien no deja de tomar notas observando, con exagerada atención, todo lo
que PEDRO diga o haga.
VISIR:
Dignaos, alteza, examinar el árbol genealógico que vuestro Genealogista
acaba de concluir. ¡Ése es vuestro linaje!
PEDRO:
¿Mi linaje?
VISIR:
Vuestros antepasados, alteza...
PEDRO:
¿Y mi padre?
VISIR:
Omar XXVI, el Chico.
PEDRO:
Mi padre no se llama así.
VISIR:
Alteza, un califa debe sacrificar sus asuntos personales a los intereses de
su pueblo. Y éste es el árbol genealógico que vuestro pueblo os exige...
(Tendiéndote una bella pluma de ave en oro). Firmad, señor...
PEDRO:
¡Bueno!... (Escribe mientras el VISIR le dicta).
VISIR:
Ratifi-co... con-firmo... y firmo. ¡Perfecto, alteza!
PEDRO:
Bien empezamos con esta sarta de mentiras... A ver cómo terminamos...
VISIR (El GENEALOGISTA —antes de irse— enrolla el papiro donde está dibujado el
árbol y se lo entrega al GRAN VISIR, quien se lo pasa al MAESTRO DE
CEREMONIAS. El CAPELLÁN entrega el acta de abjuración al VISIR):
Una segunda formalidad, alteza... Tened la bondad de estampar aquí
también vuestra firma y sello.
CAPELLÁN:
Es sólo un trámite... un puro trámite de oficio...
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Pero preciso antes de la coronación.
PEDRO:
¿De qué se trata?
VISIR:
No merece la pena, alteza, que os esforcéis en leerlo. Es un simple trámite
de abjuración. ¡Pura rutina!
CAPELLÁN:
Vuestra religión. ¡Que más da una religión que otra! Dios sólo hay uno y
un solo profeta. ¡Qué más da San Juan que Mahoma!
MAESTRO DE CEREMONIAS:
El califa no puede ser católico, sino mahometano..., aunque en nuestro
reino convivían las dos comunidades...
CAPELLÁN:
Así es, alteza. Miradme a mí... Fui ministro cristiano y ahora soy sacerdote
musulmán...
PEDRO:
¿Pretenden que abjure de la religión de mis padres? ¡Que me haga
mahometano!...
VISIR:
Consideraciones políticas lo exigen... El bien del pueblo...
PEDRO:
Entonces no podré beber más vino ni comer carne de cerdo...
PEDRO:
Trampas, ¿no?
VISIR (carraspea):
Alteza, firmad sin preocupación alguna.
CAPELLÁN:
Y sin ningún problema moral... Estad seguros de que Alá y Dios Padre
bendicen vuestra decisión...
PEDRO:
Es que yo no creo ni en Alá ni en Mahoma. (Todos se tapan los oídos). ¿Cómo
voy a mentir así? ¡Mi pueblo me despreciará!
VISIR:
No, alteza, el pueblo os admirará, comprendiendo que su califa ha
sacrificado sus convicciones personales por el bien de sus súbditos. ¡Sus
súbditos! ¡Siempre dispuestos a ofrecer su sudor y su sangre por su califa!
Por eso también tienen derecho a exigir de vuestra alteza sacrificios como
éste...
PEDRO:
¿Hay algo más que me obligue a hacer esto?
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Las leyes del reino, alteza.
PEDRO:
¿Quiénes promulgaron las leyes?
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Nuestros antepasados.
PEDRO:
¿Nuestros antepasados? ¡Muy bien! Hombres como nosotros, simples
mortales. Ya está: voy a cambiar las leyes.
VISIR:
¡Imposible, alteza! Los califas no pueden cambiar ley alguna. Sois un califa
constitucional y la Constitución no os otorga poder legislativo alguno.
PEDRO:
¿Qué sistema político rige en este país? ¡A ver si me entero de una vez!
VISIR:
¡El despotismo constitucional!
PEDRO:
Y yo soy el califa, ¿sí o no?
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Lo seréis cuando hayáis firmado ese documento.
CAPELLÁN:
¡Hacedlo por amor de Dios, digo, de Alá!
PEDRO:
Traed acá. (Firma. Aplausos y reverencias). Segunda firma y segunda
falsedad. ¿Y ahora? ¿Qué toca ahora? ¿Debo arrojarme por esa ventana?
VISIR:
¡Oh! ¡Qué gran sentido del humor tenéis, majestad! ¡Asomaos! (Mientras
habla el VISIR, el MAESTRE DE CEREMONIAS coloca la corona sobre la cabeza de
PEDRO). ¡El pueblo espera vuestra aparición! (Música de timbales y
trompetas. PEDRO saluda en el balcón, de espaldas al público).
VISIR:
Ahora ya vuestra majestad puede sentarse en el trono y comenzar a
gobernar.
PEDRO:
¡Menos mal! ¿Ya no tengo que firmar nada más? ¡Que pase el pueblo!
VISIR.
Majestad, os recuerdo que estamos en un despotismo constitucional... El
pueblo no tiene nada que ver con el Gobierno.
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Gobernad sin el pueblo, pero como si fuera con el pueblo. (Tiende la carpeta
de asuntos del día al VISIR).
PEDRO:
¿Y cómo gobierno?
PEDRO:
Comencemos de una vez.
VISIR:
Para no fatigar a su majestad en el primer día de su gobierno, he aplazado
los asuntos graves y los engorrosos. Hoy sólo le planteo uno, muy sencillo,
aunque urgente... Se puede solucionar en un segundo: una simple
denegación.
PEDRO:
¿De qué se trata?
VISIR:
El jeque Ahmed suplica (leyendo): «... con la humildad y desde lo más
hondo de su corazón, que se le autorice abrazar la doctrina sunnita (gestos
y ademanes escandalizados del CAPELLÁN y del MAESTRO DE CEREMONIAS) y
practicar sus ritos.»
PEDRO:
¿Qué doctrina es ésa?
CAPELLÁN:
Una secta... una secta peligrosa, majestad.
PEDRO:
¿En qué se diferencia de la... (titubea)... verdadera?
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Un musulmán verdadero, un verdadero creyente debe invocar a Alá de
esta manera (cruza las manos sobre su pecho). Los sectarios sunnitas lo hacen
así (eleva las manos hacia el cielo y después introduce los dedos índices en las
orejas).
PEDRO (ríe):
¡Ah, ya! O sea que lo que ustedes no quieren es que ese jeque se meta los
dedos en las orejas...
CAPELLÁN:
Esa invocación va en contra de nuestros ritos...
VISIR:
Y nuestras leyes la prohíben expresamente.
PEDRO:
Pero, ¿en este país no hay libertad religiosa?
CAPELLÁN:
Sí, majestad: plena libertad para la religión verdadera.
PEDRO:
¿Y para las otras?
VISIR:
No puede haber otras.
PEDRO:
¡Proclamaré la libertad religiosa!
CAPELLÁN:
¡Imposible! ¡Su majestad no puede hacer eso!
PEDRO:
¿Cómo que no? ¿No decía usted antes que sólo había un dios para todos y
que no importa que se llame Alá, Buda o como se quiera llamar? ¡Visir!
¡Papel y pluma! Les guste o no les guste, decretaré la ley de libertad
religiosa.
VISIR:
Majestad, ya os he dicho que nuestra Constitución no os otorga poder
legislativo alguno. Vos no podéis decretar ninguna ley.
PEDRO:
¿Quién legisla entonces?
VISIR:
El Gobierno, majestad.
PEDRO:
¿Y quién es el Gobierno?
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Ése es el gran secreto del despotismo constitucional.
PEDRO:
¿Por qué?
VISIR:
Razones de alta política, majestad...
CAPELLÁN:
Y habéis cambiado a la religión verdadera... Ésa es la inmensa libertad
otorgada por Alá y recogida en las leyes humanas: Todo hombre puede
abjurar de su religión y abrazar la fe verdadera...
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Y tened en cuenta, majestad, que no podéis comenzar de mejor manera...
No es una denegación, eso no es lo importante. Lo importante es que
comenzáis gobernando, acatando, respetando, reafirmando las leyes del
reino.
PEDRO:
¿Y si me niego a firmar?
PEDRO (asombrado):
¿Y yo que pinto?
PEDRO:
¡Al fin! ¡Lisa! ¿Qué esperáis para hacerla pasar?
MAESTRO DE CEREMONIAS:
Ahora mismo será avisada... Vuestras indicaciones son órdenes para
nosotros.
Profundas reverencias. Van saliendo los tres, sin volver en ningún momento la
espalda al CALIFA.
PEDRO:
¡Visir! Dejadme allá encima la carpeta de asuntos pendientes para ir
estudiándola y...
VISIR:
No es necesario, majestad... Yo los estudiaré y los dispondré concediendo
o denegando para que vuestra majestad, o en su caso el Gobierno, los
firme... No os preocupéis por nada, majestad... ¡Que Alá os proteja! (Se van
todos menos PEDRO y el CRONISTA. PEDRO se mira en el espejo, arregla su ropa y
su peinado. Repara en el CRONISTA MAYOR, quien silencioso no ha dejado de
tomar notas.)
PEDRO:
¿Y tú a qué esperas? ¿Qué haces ahí?
CRONISTA:
Siempre, siempre debo estar a vuestro lado, para escribir la crónica de
vuestro reinado.
PEDRO:
¿Y sobre qué vas a escribir si yo no he hecho ni pienso hacer ninguna
guerra?
CRONISTA:
De eso precisamente quería hablaros, aun a riesgo de incomodaros.
PEDRO:
Hablad...
CRONISTA:
Lo que hasta ahora he escrito no tiene mucho interés, se lea de derecho o
del revés... Si queréis que la crónica tenga emoción, llamad al Ministro de
la Gobernación...
PEDRO:
Y al del Ejército y al de Asuntos Exteriores, si supiera quiénes son... Y
pedirles que me organicen una guerra para que el pueblo vaya a luchar (el
VISIR asoma por la puerta y escucha lo que PEDRO dice) y nosotros nos
quedamos en palacio para recibir los honores de las victorias, porque,
naturalmente, en su crónica no puede haber derrotas, ¿verdad?
VISIR (entrando):
¡Señor cronista, no importunéis a su majestad...! Ya os pasaré yo los datos
habituales para que podáis redactar la crónica del día. ¡Retiraos! (Hace una
reverencia a PEDRO y se va). ¡Majestad, vuestra novia espera ansiosa! Debéis
firmar...
PEDRO:
¿Firmar qué?
VISIR:
No os enfadéis, majestad... Sólo el documento de esponsales, la promesa
de matrimonio... Nuestras leyes no permiten entrar en la cámara real a una
doncella que no sea vuestra prometida...
PEDRO:
¡Mi prometida! ¡Menos mal que firmo algo a mi gusto! (Firma el documento
que le tiende el VISIR sin leerlo). ¡Llamadla!
Escena 12.ª
PEDRO:
¿Qué quiere decir esto? ¿Quién eres tú?
SISA (desconcertada):
Vuestra prometida, gran califa: Sisa al Rachid, hija del gran Visir Rachid al
Rachid...
PEDRO:
¿Mi prometida?
SISA:
¡Claro, majestad! Si no fuera vuestra prometida, ¿cómo iba a atreverme a
entrar en vuestra cámara, siendo doncella? Habéis firmado la promesa de
matrimonio en el documento de esponsales, ¿no es cierto? El Gobierno
tenía tres candidatas, y ha estado a punto de ser elegida la hija del
Aduanero Mayor, puesto que su padre ofrecía la más alta reducción en las
tarifas aduaneras... Pero mi padre, el gran Visir Rachid al Rachid hará
entrega al Fisco de una emisión de bonos amortizables...
PEDRO:
¿Es que todos ustedes están locos?
SISA:
Majestad, la política exige que sacrifiquemos nuestros sentimientos...
PEDRO:
... por el bien del pueblo... Quizá los pueblos serían más felices sin
príncipes que los gobernaran... O mejor dicho: los príncipes serían mucho
más felices sin pueblos que gobernar...
SISA:
Yo no entiendo de política, majestad... Sólo sé que estamos prometidos y
debemos casarnos... y tratar de ser felices...
PEDRO:
¿Tú eres feliz?
SISA:
Yo seré sólo la califa consorte y sonreiré y presidiré asociaciones benéficas
y pariré hasta que nazca un hijo varón que pueda sucederos en...
PEDRO:
Pero, ¿me amáis?
SISA:
Las califas consortes no están obligadas a amar... sino a respetar. Vos
amáis a Lisa, yo amaba a Alí... Ambos debemos olvidar el pasado y sonreír
al futuro... El pueblo exige que sus soberanos sean felices o, al menos, que
lo parezcan... Eso me dijo el Gran Visir...
PEDRO:
¡Mundo de mentiras! ¡Mundo de hipocresía! ¡Falsedad y falsedad! ¡Aquí se
acaba mi viaje! ¡Ya he aprendido lo que tenía que saber! (Toma su anillo).
Sólo quiero ver cumplido mi último deseo: ¡Volver a ser Pedro; Pedro sin
anillo; Pedro el hijo del campanero; Pedro volviendo a empezar a vivir y a
descubrir todo con sus esfuerzos, con su sola razón, con su único corazón!
¡¡Pedro!! (Al tiempo que arroja el anillo). ¡Desaparece, anillo, y no vuelvas
nunca más conmigo!
Escena 1.ª
DUENDE:
¡Hada Pirulada!
DUENDE:
No fue el viejo...
HADA:
¿De qué me hablas?
DUENDE:
Cuando se estaba muriendo, se lo pregunté... Y me juró que me había
dejado el plato lleno... Hoy he descubierto que fueron las ratas...
HADA:
Cuando decidiste regalarle el anillo a Pedro, pensabas más en tu venganza
que en su bien... Y ahora resulta que el pobre viejo no tenía la culpa...
DUENDE:
También los inmortales nos equivocamos... Quisiera reparar mi
equivocación...
HADA:
Esperemos que no sea demasiado tarde. Mira (le muestra y le entrega el
anillo). Tu anillo ha vuelto a mí porque Pedro no lo quiere... Se ha
convertido en un desengañado...
DUENDE:
¿Y qué piensa hacer?
HADA:
Intentar vivir como un hombre cualquiera... Sin ilusiones... ¿Quieres
ayudarle y reparar así tu equivocación?
DUENDE:
¿Cómo?
HADA:
Destruye tu anillo, sólo tú puedes hacerlo, para que nunca más pueda
poseerlo... Y yo le pediré a Lisa que vuelva junto a él... y dejemos que, sin
nosotros, ellos solos empiecen a vivir... Que intenten vivir la realidad, ¿no
te parece?
PEDRO:
¡Madrina! (Mira a su alrededor). ¡Otra vez en el bosque! (Se abraza a ella).
¡Escucha las quejas de un corazón desgarrado!
HADA:
Habla, hijo mío, te hará bien...
PEDRO:
¿Cómo voy a liberarme de mis sueños?
HADA:
¡Ya lo estás haciendo!
PEDRO:
Quisiera empezar de nuevo... En mi viaje no he hecho más que correr y
desear... Riqueza, gloria, poder... Y he sacrificado mi dignidad...
HADA:
Parece que has dejado de quererte por encima de todas las cosas.
PEDRO:
Noto como si estuviera empezando a librarme de mí mismo... pero no sé
cómo seguir...
HADA:
Amando a otra persona.
PEDRO:
¿A quién, madrina?
LISA:
¡Nunca, Pedro! ¡Ahora sé que me quieres!
PEDRO:
El hada madrina te ha traído hasta aquí... ¿Qué te ha dicho?
LISA:
¡Pedro! No sigas creyendo ni en hadas ni en duendes... Mira, cuando nace
un niño en el mundo, nace una niña en algún otro lugar de la tierra. Y
desde ese momento comienzan a buscarse... A veces, no se encuentran
nunca y entonces sus años pasan con tristeza. Otras, se equivocan de
persona y son desgraciados... Pero cuando se encuentra a la persona que te
está destinada, si sabes conservar ese amor, alcanzarás la paz y la alegría.
PEDRO:
Es como recuperar el paraíso perdido...
LISA:
... dentro de nosotros mismos.
PERSONAJES......................................................................................................................................... 6
EL VIAJE DE PEDRO EL AFORTUNADO.............................................................................7
ACTO PRIMERO............................................................................................................................. 8
Escena 1.ª..................................................................................................................8
Escena 2.ª..................................................................................................................9
Escena 3.ª................................................................................................................12
Escena 4.ª................................................................................................................13
Escena 5.ª................................................................................................................15
Escena 6.ª................................................................................................................21
Escena 7.ª................................................................................................................22
Escena 8.ª................................................................................................................24
Escena 9.ª................................................................................................................25
Escena 10.ª..............................................................................................................26
Escena 11.ª..............................................................................................................27
Escena 12.ª..............................................................................................................33
ACTO SEGUNDO........................................................................................................................ 34
Escena 1.ª................................................................................................................34
Escena 2.ª................................................................................................................35
Escena 3.ª................................................................................................................37
Escena 4.ª................................................................................................................40
Escena 5.ª................................................................................................................42
Escena 6.ª................................................................................................................45
Escena 7.ª................................................................................................................48
Escena 8.ª................................................................................................................50
Escena 9.ª................................................................................................................51
Escena 10.ª..............................................................................................................55
Escena 11.ª..............................................................................................................57
Escena 12.ª..............................................................................................................58
ACTO TERCERO......................................................................................................60
Escena 1.ª................................................................................................................60
Escena 2.ª................................................................................................................63
Escena 3.ª................................................................................................................67
Escena 4.ª................................................................................................................68
Escena 5.ª................................................................................................................71
Escena 6.ª................................................................................................................77
Escena 7.ª................................................................................................................80
Escena 8.ª................................................................................................................82
Escena 9.ª................................................................................................................85
Escena 10.ª..............................................................................................................86
Escena 11.ª..............................................................................................................88
Escena 12.ª..............................................................................................................98
EPÍLOGO.................................................................................................................100
Escena 1.ª..............................................................................................................100
Escena 2.ª..............................................................................................................102
Escena 3.ª..............................................................................................................103