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EL NUEVO RÉGIMEN LEGAL DE LAS PERSONAS JURÍDICAS, ASOCIACIONES

TÍTULO: CIVILES Y FUNDACIONES A PARTIR DE LA PUESTA EN VIGENCIA DE LA LEY


26994 QUE SANCIONÓ EL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL UNIFICADO
AUTOR/ES: Calcaterra, Gabriela
PUBLICACIÓN: Erreius on line
TOMO/BOLETÍN: -
PÁGINA: -
MES: Diciembre
AÑO: 2014

GABRIELA CALCATERRA

EL NUEVO RÉGIMEN LEGAL DE LAS PERSONAS JURÍDICAS,


ASOCIACIONES CIVILES Y FUNDACIONES A PARTIR DE LA PUESTA
EN VIGENCIA DE LA LEY 26994 QUE SANCIONÓ EL CÓDIGO CIVIL
Y COMERCIAL UNIFICADO

1. INTRODUCCIÓN
La ley 26994, sancionada el 1 de octubre de 2014, promulgada el 7 de octubre de 2014 y publicada en el
Boletín Oficial de la Nación el 8 de octubre de 2014, introdujo interesantes modificaciones al régimen legal de
las personas jurídicas.
En los artículos 141 a 169 desarrolla el régimen legal que a partir de la entrada en vigencia del nuevo
código, sustituirá la incompleta regulación que actualmente nos rige por imperativo de las normas contenidas
en los artículos 30 a 50 del Código Civil.
Los artículos 169 a 186 aportan una regulación bastante abarcativa para las asociaciones civiles con
personería jurídica, seguida en los artículos 187 a 192 por un innovador régimen específico de simples
asociaciones civiles a las que se eleva al rango de personas jurídicas privadas y la incorporación del régimen de
la ley 19836 de fundaciones, a partir del artículo 193 al 224.
De esta manera, queda plasmado en el texto unificado del derecho privado argentino el derecho de
asociarse con fines útiles que consagra el artículo 14 de la Constitución Nacional, el que se encuentra
reconocido en el artículo 16 de la Convención Americana de los Derechos Humanos y en el artículo 22 de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, manteniéndose el criterio de que en la medida
que tales fines sean de bien común, los estados provinciales tendrán la potestad de otorgar o no la
autorización para funcionar.

2. CONSIDERACIONES GENERALES
Desde el punto de vista de la metodología empleada, la reforma adecua el lenguaje jurídico a los actuales
modismos en materia civil y comercial, dando mayor claridad conceptual a la norma, a la vez que reordena los
artículos según un contenido coherente que va desde las nociones generales hacia las particulares; asimismo,
se ha optado por no incluir definiciones, lo que traerá aparejado un profundo trabajo de interpretación por
parte de la jurisprudencia y la doctrina especializada.
En materia de personas jurídicas, el nuevo régimen unifica las nociones generales en la materia,
superando la actual dispersión que encontramos a la hora de abordar la normativa legal relativa a sociedades
(civiles y comerciales), asociaciones, fundaciones, mutuales y cooperativas.
A partir de la entrada en vigor del nuevo régimen, el desafío será adecuar estos criterios generales y
unificadores al régimen especial que se mantiene en materia de asociaciones mutuales, sociedades comerciales
y cooperativas sin perjuicio de las particularidades que analizaremos en este trabajo relativas a las
asociaciones civiles con personería jurídica, a las simples asociaciones civiles y a las fundaciones que han
pasado a formar parte del cuerpo del Código Civil y Comercial.
Si el meritorio trabajo de los juristas que elaboraron el proyecto de Código Civil y Comercial admite
algunas observaciones, es que carece de un régimen general para las personas jurídicas en formación, así
como para la ponderación de la conducta de los administradores y las consiguientes acciones de remoción y de
responsabilidad de estos, y ha omitido incorporar de manera expresa y autónoma el principio de conservación
de la persona jurídica.
Un mérito indudable de la reforma es que ha oído la demanda de dotar a las asociaciones civiles de un
régimen propio, que se venía planteando desde hace largo tiempo a través de la discusión de varios proyectos
de ley en la materia y de numerosos trabajos doctrinarios, habiéndose optado, finalmente, por incorporarlo al
el cuerpo del Código Civil y Comercial junto a las simples asociaciones civiles y a las fundaciones.
En términos generales, el Código Civil y Comercial unificado nos brinda una regulación completa y clara en
materia de personas jurídicas, en la que se incorporan algunos institutos de la ley de sociedades comerciales
que en la práctica jurisprudencial se han venido aplicando analógicamente a las personas jurídicas que
tradicionalmente calificamos como del derecho civil. Esta influencia del derecho societario sobre la nueva
regulación en materia de personas jurídicas es comprensible, habida cuenta de que es el ámbito societario el
que ha realizado a través de los años el más profundo aporte al análisis de las personas jurídicas.
En este sentido, a partir del 1 de agosto de 2015 habrá unidad conceptual sobre capacidad, comienzo de la
existencia de las personas jurídicas, uso del nombre, domicilio y sede, efectos del uso abusivo de la
personalidad jurídica, régimen legal aplicable, estándar de conducta de los administradores de las personas
jurídicas, organicismo, prórroga, reconducción, transformación, fusión y escisión de las personas jurídicas,
disolución y liquidación, temas todos que las leyes de sociedades comerciales (19550) y cooperativas (20337)
ya habían resuelto y, en menor medida, acompañaban las leyes de asociaciones mutuales (20321) y de
fundaciones (19836).

3. LAS DISPOSICIONES ELIMINADAS

Se eliminan las referencias legales al régimen de imputación y capacidad y competencia que actualmente
rigen los artículos 35, 36, 37, 40 y 41 del Código Civil. Tampoco aparece aquí el principio de fungibilidad de los
miembros de las personas jurídicas actualmente regulado en el artículo 43 del Código Civil, desaparece de esta
parte del Código, rompiendo así la posibilidad de regular en el mismo título la responsabilidad de la persona
jurídica, de los administradores y de los socios, y se traslada al artículo 1763 del Código Civil y Comercial (en
adelante, CCC), por lo que habrá que estar advertidos, porque no desaparece.
Tampoco hay previsiones acerca de la naturaleza del instrumento constitutivo de las personas jurídicas,
nada se dice para el caso en que no se cumplan las formalidades, para las personas jurídicas de hecho o
irregulares.
Lamentamos que se haya optado por eliminar de manera tajante y definitiva al tipo de sociedad civil, que
si bien tenía algunas deficiencias regulatorias, sobre todo en materia de responsabilidad de sus miembros,
representa una herramienta simple y práctica para la organización de empresas inmobiliarias, agropecuarias y
de servicios profesionales que hoy no tendrán otra chance más que la de optar por la estructura de una
sociedad comercial típica o bien, simple.

4. PERSONAS JURÍDICAS

4.1 Personalidad
El nuevo régimen legal en materia de personas jurídicas claramente incorpora todos los aportes que en
esta materia se han realizado a lo largo de los años desde el estudio del derecho societario y desde este punto
de vista; no es casual que se haya dotado a las personas jurídicas de uniformidad conceptual en materia de
denominación, domicilio, sede, uso abusivo de la personalidad jurídica, etc.
El artículo 22 del CCC define la capacidad de las personas físicas y el artículo 141 del CCC(1), la capacidad
de las personas jurídicas, y con ello, el legislador se ha apartado del criterio unitario adoptado por Vélez
Sarsfield en el artículo 30 del Código Civil en virtud del cual se define como persona a todo ente susceptible de
adquirir derechos y contraer obligaciones y caracterizando a la persona jurídica por exclusión, como toda
aquella que no es persona de existencia visible (art. 32, CC).
El CCC habla de “aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto
y los fines de su constitución”, manteniendo, de ese modo, el criterio finalista del artículo 35 del Código Civil,
pero relacionando de manera confusa el objeto con la causa fin como criterios de delimitación de la capacidad
de la persona jurídica.
La doctrina civilista intenta definir el alcance de “los fines de su institución”, y esta imprecisión no parece
estar resuelta en la nueva redacción de la norma, en la que, para mayor confusión, se equiparan los “fines de
su institución” con el objeto a la hora de determinar la capacidad de una persona jurídica.
Queda superada en parte la duda que despertaba el artículo 35 del Código Civil, pues el artículo 141 del
CCC deja en claro ahora que cuando el legislador habla de los fines de su institución no se refiere al objeto,
puesto que en tal caso no tendría sentido utilizar ambas expresiones, a menos que se haya incurrido en un
error de técnica legislativa, criterio interpretativo que debe descartarse, al menos, en una primera
aproximación a la norma, puesto que si el legislador lo ha dicho, algún sentido seguramente tendrá.
Si ambas expresiones refieren a nociones diferentes y el objeto es “la categoría de actos que el ente se
propone realizar”, enmarcando así la actividad de la persona jurídica, no nos queda más que inferir que “los
fines de su institución” se refieren a la finalidad, la que, en materia de sociedades comerciales, se circunscribe
a la causa fin del contrato social.
Dado que en toda la reformulación legal del régimen de las personas jurídicas se ha optado por traer el
criterio imperante en materia societaria, y a los fines de uniformar el alcance de una noción tan sensible como
es la de la capacidad de una persona jurídica, podríamos interpretar que las personas jurídicas tienen
capacidad para realizar todos aquellos actos y contraer todas aquellas obligaciones que sean necesarias para
lograr la realización del objeto para el cual los fundadores y demás miembros han realizado sus aportes y los
han aplicado para la realización de las actividades pertinentes.
Se hace difícil dar una definición más precisa, puesto que estamos hablando de personas jurídicas en
general, noción comprensiva de las fundaciones y asociaciones civiles, en las que la finalidad es de bien
común, y también de las sociedades comerciales, cuya finalidad es la participación directa de los miembros en
los beneficios y en las pérdidas.
La nueva norma en la redacción que le ha sido dada es susceptible de retrotraernos a la aplicación de la
doctrina del ultra vires, ya superada por la doctrina y la legislación internacional (y que no obstante sigue
manteniendo adeptos en nuestra doctrina nacional) al decir que la persona jurídica goza de capacidad para
adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto.
El objeto debe determinar la competencia del órgano de representación de la persona jurídica, en tutela
del interés de la persona jurídica y de la seguridad del tráfico negocial, pero colocar al objeto en el rango de un
presupuesto determinante de la capacidad de una persona jurídica tiene un efecto mucho más abarcativo e
implica que su órgano de gobierno nunca podrá autorizar actos ajenos al objeto ni ratificar actos realizados por
sus representantes, en beneficio del ente, y más allá del objeto. Esto crea la dificultad de explicar por qué, si la
persona jurídica solo tiene capacidad a los fines de cumplir su objeto, puede, por una resolución interna de su
órgano de gobierno, modificar ese objeto, cambiarlo, ampliarlo, reducirlo.
El único tipo de persona jurídica en el que podría tener vigencia este criterio es la fundación, dado su
carácter de ente sirviente del objeto determinado por el fundador, pero, como puede verse, el motivo no es
que se concibe al objeto como determinante de la capacidad del ente, sino que la fundación, por naturaleza, es
un ente creado al servicio del objeto determinado por su fundador.
El artículo 142 del CCC(2) disipa todas las dudas que podrían existir acerca de cuándo nace una persona
jurídica. La norma referida dispone que la “existencia de la persona jurídica privada comienza desde su
constitución”, salvo que se trate de un tipo que requiere autorización estatal para funcionar, en cuyo caso solo
existirá como persona jurídica a partir del otorgamiento de tal autorización, quedando imposibilitada de realizar
actos antes de obtener tal autorización.
Esta determinación del momento exacto en que nace una persona jurídica, sin embargo, deja un vacío en
lo relativo a los efectos y responsabilidades que generan los actos propios del objeto realizados durante el iter
de constitución; habrá que remitirse a las normas específicas de cada tipo de persona jurídica.
Entendemos que hubiera sido de enorme valor que el legislador abordara las cuestiones relativas a la
responsabilidad de los miembros y administradores de las personas jurídicas tanto en la etapa constitutiva
como durante la vida activa del ente, por lo que cabe señalar esta ausencia como uno de los aspectos
criticables de la nueva regulación.
Dispone claramente que si la persona jurídica requiere autorización estatal para funcionar (léase
asociación civil con personería jurídica o fundación), no puede “funcionar”, es decir, no puede realizar ningún
acto antes de obtenerla. Se interpreta, así, que no se aplicará extensivamente a estos entes el régimen legal
de las sociedades en formación y habrá que ver cómo se resuelve la contradicción que se impone entre esta
disposición y el artículo 200 del CCC de fundaciones, que reconoce la actuación de la fundación a través de sus
representantes en la etapa constitutiva, si bien imputa dichos actos directamente a la persona jurídica.
La norma debió decir que solo se pueden realizar los actos necesarios para la obtención de la autorización
porque así como está redactada, una interpretación exegética impide la imputación de cualquier acto,
obligando de manera directa y definitiva a los representantes y personas autorizadas a intervenir en estos.
Podría llegar a interpretarse, incluso, que dicha autorización no es válida porque solo tienen capacidad para
actuar luego de autorizadas a funcionar.
Recurriendo a un lenguaje jurídico más claro, la nueva norma se aparta de la enumeración no taxativa de
personas jurídicas que realiza el Código Civil para expresar, de modo genérico, la diferenciación de
personalidad entre la persona jurídica y sus miembros, y viene a sustituir el clásico artículo 39 del Código Civil,
manteniendo el criterio de separación entre la persona jurídica y sus miembros y la imputación diferenciada de
los actos a la persona jurídica o a los miembros, con la consiguiente separación de responsabilidades entre
ambos a menos que por disposición del tipo de la persona jurídica de que se trate el legislador dispusiera que
deben responder solidariamente.
El artículo 143 del CCC(3) deja para una norma posterior lo relativo al patrimonio de la persona jurídica
como atributo de la personalidad, pero anticipa en este artículo que existe una separación patrimonial entre
ambos así como un régimen de imputación diferenciada de actos jurídicos que implica una responsabilidad y,
por ende, que los acreedores de la persona jurídica no podrán perseguir el patrimonio de sus miembros ni a la
inversa, para cobrar sus acreencias, salvo que así se haya estipulado en este título o en la ley especial, tal
como lo hace la ley societaria en materia de responsabilidad de los miembros, ya sea por el tipo o por sanción.
Una mención especial merece el análisis del nuevo artículo 144 del CCC relativo a la inoponibilidad de la
personalidad jurídica.(4)
Esta norma está llamada a convertirse en la gran protagonista del nuevo ordenamiento legal en materia de
personas jurídicas.
Nacida a la luz de dos emblemáticos fallos, “Parke Davis”(5) y “Swift Deltec”(6), la incorporación de la
doctrina de la inoponiblidad de la personalidad jurídica al texto del Código Civil es el resultado de una práctica
en virtud de la cual la doctrina y jurisprudencia fueron extendiendo la norma del artículo 54 in fine de la ley
19550 a todas las demás personas jurídicas. Incluso la cláusula séptima de las conclusiones de las XII Jornadas
Nacionales de Derecho Civil aconsejaron por unanimidad que la teoría del abuso de la personalidad es aplicable
a las asociaciones y fundaciones, para evitar su utilización disfuncional o abusiva del ente.
El texto del artículo 144 del CCC, no obstante, presenta algunos matices con relación a su fuente, el
artículo 54 in fine de la ley 19550. Se elimina el cuestionado agregado “mero”, para dejar en claro que cuando
la persona jurídica sea un recurso para violar la ley, el orden público o los derechos de cualquier persona, será
declarada inoponible frente a los afectados. La eliminación del adjetivo “mero”, si bien ilumina la interpretación
de la norma, la hace mucho más amplia y elimina el carácter restrictivo que ha caracterizado históricamente la
aplicación de este instrumento legal.
Reconocemos como un avance haber sustituido el “frustrar derechos de terceros” de la norma societaria
por “frustrar derechos de cualquier persona” porque en la práctica la inoponibilidad jurídica se ha declarado a
instancias de terceros y también de socios afectados por el uso abusivo de la persona jurídica.
Luego, sin definir, hace referencia a los controlantes directos e indirectos: aquí, lejos de darnos claridad,
vemos que mientras la ley 19550 tomada como fuente alude a los “controlantes” pero caracteriza esa figura en
el artículo 33, el CCC el legislador de la reforma no define qué entiende por “control”, y por si ello fuera poco,
habla de control directo o indirecto, cuando el artículo 33 de la ley societaria habla, además, de control interno
y externo de hecho y de derecho. En consecuencia, habrá que recurrir a la ley de sociedades comerciales a fin
de poder determinar qué se entiende por controlante, quedando comprendido tanto el control interno como el
externo, de hecho y de derecho, directo e indirecto, es decir, el ejercido directamente por la controlante sobre
la controlada o por aquella sobre esta a través de una persona física o jurídica interpuesta, abriéndose así la
puerta a la posible responsabilidad de los administradores, tema sensible sobre todo desde la mirada
laboralista que había sido ya resuelto negativamente por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso
“Palomeque”.(7)
El artículo que comentamos agrega un párrafo final que no existe aún en la ley societaria, por el que se
dejan expresamente a salvo los derechos de los terceros de buena fe y se mantiene vigente la potencial
responsabilidad personal del agente (socio, asociado, controlante directo o indirecto) que pudiera
corresponder.
Queda claro en todos los casos, por la naturaleza del cuerpo legal que lo regula, que la responsabilidad a
la que el artículo se refiere no es de naturaleza penal.
Nos deja, además, una duda insoslayable con relación a cuál es el alcance con el que se aplicará de ahora
en más esta doctrina en el ámbito de las sociedades comerciales, ya que no se han realizado modificaciones de
adecuación de la norma societaria al nuevo artículo 144 del CCC, que alcanza de manera general a todas las
personas jurídicas y, si bien se establece una prelación normativa, debería haberse adaptado la redacción del
artículo 54 in fine de la ley 19550 a la nueva norma del CCC.
Queda en claro en ambas regulaciones que la declaración de inoponibilidad de la personalidad jurídica no
acarrea la nulidad del acto o negocio jurídico que afecta al reclamante; dicho acto mantiene su validez, pero al
ser declarada inoponible la personalidad jurídica, el acto será imputado directamente a los socios, asociados,
miembros o controlantes directos o indirectos que ejecutaron o lo hicieron posible quienes responderán
solidaria e ilimitadamente entre sí debiendo resarcir de manera integral el daño ocasionado a la víctima. Dicha
responsabilidad se extiende también a otras personas en la medida en que hayan participado en la conducta
perjudicial. Expresamente, el nuevo Código dispone que se mantienen vigentes los derechos adquiridos por
terceros de buena fe.
El nuevo Código mantiene la clasificación de personas jurídicas públicas y privadas(8). El análisis de las
personas jurídicas del derecho público excede el alcance de este trabajo, por lo que nos abocaremos a analizar
a las personas jurídicas privadas. Simplemente dejamos expresado que cuando el Estado tenga alguna
participación en personas jurídicas del derecho privado, su mera presencia en el carácter socio o asociado no
convierte a dicha persona jurídica en pública, tal como ocurre en el régimen vigente con las sociedades
anónimas con participación estatal mayoritaria, que siempre son de carácter privado y están reguladas en la
ley 19550, y con las sociedades de economía mixta, que según el artículo 2 de la ley 12962, serán públicas o
privadas según su objeto.
El artículo 148 del CCC no distingue ya entre las que requieren o no autorización del Estado para
funcionar; dicho requerimiento de autorización surge de las normas de este Código o de leyes especiales que
regulan cada tipo de persona jurídica en particular, y así puede observarse en las normas relativas a las
asociaciones civiles y las fundaciones.
Entre las enunciadas por el artículo, aparecen las del artículo 33 del Código Civil y también las “iglesias,
confesiones, comunidades o entidades religiosas”, expresamente las “simples asociaciones civiles”, “mutuales”,
“cooperativas” y ahora el “consorcio de propiedad horizontal”. Luego, genéricamente se incluye aquí a “toda
otra contemplada en disposiciones de este Código o en otras leyes y cuyo carácter de tal se establece o resulta
de su finalidad y normas de funcionamiento”.
Es bueno esclarecer cuáles son las normas aplicables al caso. Como surge de la lectura del artículo 150(9),
el legislador se ha abstenido de referirse a las normas de orden público, dejándolas incluidas dentro de la
expresión “normas imperativas”.
Las personas jurídicas privadas se regirán por las normas imperativas de las leyes especiales y del CCC,
por lo dispuesto en sus respectivos actos constitutivos o estatutos, por las normas supletorias de sus leyes
especiales o bien del CCC y, finalmente, todas las personas jurídicas privadas constituidas en el extranjero se
regirán por lo dispuesto en la ley general de sociedades. En este punto se despierta una duda, puesto que la
norma habla de “todas las personas jurídicas”, pero en tal caso, habría que interpretar que también las
fundaciones, cooperativas y asociaciones civiles, que tienen su propia regulación y que poseen una naturaleza
diferente de las sociedades comerciales. Esta no parece ser una solución acertada y nos permitimos aventurar
que su aplicación traerá soluciones injustas o inapropiadas. La remisión a la ley societaria debería ser en
subsidio de la aplicación del CCC o de otras leyes específicas aplicables a la entidad extranjera que pretende
realizar propios de su objeto en nuestro país.
Finalmente, el legislador optó por emplear para todas las personas jurídicas el concepto y efectos que la
ley societaria otorga a las sociedades comerciales. Solución que festejamos.
4.2. Atributos y efectos
En el artículo 151 del CCC(10) se regula por primera vez el nombre como atributo de la personalidad
jurídica. El primer párrafo es una traspolación del régimen de denominación societaria, por lo que su
interpretación no ofrecerá mayores dificultades puesto que puede recurrirse a la ayuda de la doctrina
especializada.
El segundo párrafo, en cambio, agrega el requisito de que el nombre sea veraz, novedoso, con aptitud
distintiva. La homonimia en materia de sociedades comerciales, asociaciones civiles y fundaciones se cuida de
una manera informal en el Registro Público de Comercio y en la autoridad de control de algunas provincias,
como la de Santa Fe, y de modo algo más formal en otras jurisdicciones donde se exige una reserva de
nombre a la hora de constituir o transformar una sociedad comercial (E. Ríos, Bs. As., Cba., entre otras) a
pesar de que no existe un registro nacional de nombres.
Pero disponer que el nombre de una persona jurídica debe ser distintivo con relación a marcas, nombres
de fantasía u otras formas de referir a bienes o servicios parece ser un exceso habida cuenta de que es
habitual (luego se puede discutir si es aconsejable o no) que se registre como marca el nombre de la sociedad
comercial que la explota y viceversa. Si se observan las referencias de veracidad, novedad y aptitud distintiva,
hay una clara identidad con lo dispuesto por la ley 22362 (Régimen de Registración de Marcas y
Designaciones), que en el ámbito de los derechos intelectuales es justificable, pero no lo es si se intenta
distinguir el nombre de una persona jurídica de la marca que ella misma utiliza. La ley debió decir, entonces,
que el nombre debería ser distintivo y no inducir a error con respecto a derechos intelectuales
correspondientes a otras personas jurídicas, por ejemplo.
Con respecto al uso del nombre de personas humanas en la denominación societaria en caso de dudas,
habrá que recurrir analógicamente a ley de marcas puesto que se establece la misma restricción.
Siguiendo el criterio del artículo 11, inciso 2), de la ley societaria, los artículos 152 y 153 del CCC(11)
distinguen entre domicilio y sede y disponen que el primero es un requisito esencial del estatuto, en tanto el
segundo no lo es.
Dada la fuerte tradición civilista en materia de domicilio que impuso el actual Código Civil, habría sido
aconsejable que el artículo que comentamos distinguiera conceptualmente entre domicilio y sede para aventar
dudas sobre su alcance. La referencia a “domicilio especial”, que no obstante la incorporación de la noción de
sede refleja el artículo para los casos en que existan numerosos establecimientos, renueva la confusión y
traerá cola seguramente en materia concursal, puesto que es innecesario hablar de domicilio especial cuando
se está hablando de sede.
La sede es la dirección especial del negocio inscripta en el registro correspondiente. El artículo 153 del CCC
dispone que son válidas las notificaciones en la sede inscripta. Y entonces no queda claro qué función cumple
la determinación del domicilio especial. ¿Acaso el domicilio especial podrá ser usado para determinar la
competencia judicial cuando sea otro distinto del de la sede? Son muchos interrogantes que deja una norma
que a primera vista parecía ser un avance en materia legislativa. Por eso, entendemos que el legislador debió
ser más claro, pues obliga a una automática remisión a la doctrina societaria para delimitar el alcance de las
nociones de domicilio y sede a la luz del artículo 11, inciso 2), de la ley 19550 en adelante, ley general de
sociedades (LGS), y lo superpone con la noción de domicilio especial.
Siguiendo con el análisis de los atributos, el actual artículo 39 del Código Civil es sustituido por el artículo
154 del CCC(12), que trae también la solución del artículo 38 de la ley 19550 en materia de inscripción registral
preventiva de los bienes a ser aportados a la persona jurídica en formación. Lamentablemente, no está del
todo claro si el artículo 154 del CCC se refiere a los bienes aportados en propiedad por los socios, como el
artículo 38 de la ley 19550, o si, en cambio, admite que la sociedad en formación tenga capacidad para
adquirir bienes registrables. Hasta hoy, solo se pueden inscribir a nombre de la sociedad en formación si el
acto está expresamente autorizado en el acto constitutivo (art. 183, L. 19550), y en esto no hay dudas para
las sociedades anónimas, pero algunos todavía discuten si es extensivo a las demás sociedades. De no estar
expresamente previsto en el estatuto, los directores solo podrán adquirir bienes para la sociedad, sujeto a la
condición de que una vez inscripta registralmente, los órganos de administración primero y de gobierno
después dispongan esa transferencia a la sociedad (art. 184, L. 19550). Pero nada de esto está dicho en el
nuevo Código Civil y Comercial.
La adquisición de bienes implica un acto de funcionamiento de la persona jurídica: solo un ente que está
funcionando podrá realizar actos de representación que permitan incorporar bienes a su patrimonio. No
obstante ello, el artículo 152 del CCC declara una incapacidad de derecho de las asociaciones civiles con
personería jurídica y las fundaciones para realizar estos actos, dado que hasta tanto no obtengan la
autorización del Estado, no podrán funcionar. Por otra parte, no se entiende suficientemente si los bienes que
adquiere la fundación son los necesarios para conformar su patrimonio inicial y, por ende, estamos hablando
del aporte del fundador, o si se refiere en general a la adquisición de bienes a nombre de la futura persona
jurídica.
Como vemos, una importante laguna de este régimen integral de personas jurídicas es la regulación de la
etapa de formación.
Con respecto al tema del plazo de duración de las personas jurídicas, el artículo 155 del CCC(13) establece
una regla general de duración ilimitada, salvo disposición legal o estatutaria diversa. Se trata de una norma
supletoria.
El artículo 156 del CCC(14) dispone que el objeto debe ser preciso y determinado. Entendemos que debió
indicar también que debe ser lícito y posible.
4.3. Funcionamiento
Las modificaciones al estatuto han sido también objeto de regulación, y así se trata en el artículo 157 del
CCC(15): para la modificación de los estatutos deberá seguirse el procedimiento dispuesto en el estatuto, de
conformidad con lo que establecen las leyes en cuanto a órgano competente, quórum y mayorías. El segundo
párrafo distingue entre efectos y oponibilidad de la modificación, disponiendo que la validez de la modificación
del estatuto depende de que se otorgue de conformidad con lo dispuesto por la ley y el estatuto en cada caso
y, en consecuencia, obliga a los miembros otorgantes (y a los administradores de la persona jurídica) desde su
otorgamiento. Si dicha modificación está destinada a producir efectos con relación a los terceros, este efecto se
producirá para los terceros de buena fe que desconozcan la modificación, recién a partir de la inscripción de la
misma en el registro correspondiente o autorización legal que corresponda.
En este sentido, el artículo 157 del CCC es más justo que el artículo 12 de la ley 19550 dado que establece
una regla aplicable a todas las personas jurídicas sin distinciones y admite la oponibilidad contra los terceros
que tuvieran conocimiento de aquella, desde el momento de la decisión de modificar el estatuto.
De este modo, el nuevo Código se aparta de la regla del artículo 12 de la ley 19550 sin aclarar que la
solución el artículo 157 del CCC es “salvo lo que dispongan las leyes especiales”, con lo que en una futura
reforma integral a la ley societaria deberá adecuarse a esta regulación general.
En el primer párrafo del artículo 158 del CCC(16), se dispone como requisito de validez del estatuto que se
establezcan las normas sobre gobierno, administración y representación, dado que el legislador ha utilizado la
expresión “debe”. Esta norma se destaca por su similitud con lo dispuesto por el artículo 11 de la ley 19550 y
al decir que “debe”, se está imponiendo a la autoridad registral o administrativa correspondiente, que observe
o rechace la registración de aquellos estatutos donde estén ausentes estas disposiciones.
Como puede advertirse de la lectura de este artículo, el legislador no ha impuesto la creación de órganos
para tales funciones, sino simplemente la separación funcional entre gobierno, administración, representación
y en su caso, fiscalización, pero luego quedará a sometido a la regulación de cada tipo en particular si esas
funciones están a cargo de órganos independientes o no. Así las cosas, en las fundaciones, al carecer de
miembros, las funciones de gobierno y administración estarán dentro de la competencia del mismo órgano, en
las sociedades de responsabilidad limitada y en las sociedades anónimas no comprendidas en el artículo 299 se
podrá prescindir de la sindicatura, etc.
En materia de reuniones de órganos de gobierno se incorpora supletoriamente la posibilidad de celebrar
reuniones “a distancia”, recurriendo al uso de medios tecnológicos. En efecto, según el nuevo artículo 158 del
CCC, si no hay norma legal imperativa ni estatutaria que diga lo contrario, las reuniones de socios y asambleas
podrán celebrarse a distancia; sin embargo, guarda silencio con respecto a la posibilidad de celebrar a
distancia, mediante el uso de medios tecnológicos, las reuniones del órgano de administración o de
fiscalización. Puede tratarse de una omisión involuntaria o de una deliberada exclusión de la posibilidad de
celebrar reuniones a distancia para tales órganos. Esta última interpretación podría imponerse, habida cuenta
de que el párrafo siguiente, al habilitar la autoconvocatoria, sí menciona expresamente al órgano de gobierno y
al de administración. A pesar de ello, entendemos que se ha tratado de una omisión involuntaria, puesto que
los antecedentes normativos (D. 677/2001) y doctrinarios, así como la práctica reiterada en algunas
sociedades comerciales, ha impulsado la implementación del uso de medios tecnológicos para suplir la
presencia física de algunos integrantes del órgano de administración y, por ende, interpretamos que sería
válido prever esta alternativa por la vía contractual (estatuto, reglamento, contrato parasocial).
El inciso siguiente alude tanto al órgano de gobierno como al de administración, para referirse a la
posibilidad de autoconvocarse; con ello se consagra una cuestión que ha sido objeto de debate por la doctrina
especializada durante mucho tiempo, que es el de la prescindencia no solo de un orden del día y de la
publicidad de la convocatoria, sino también de la convocatoria misma al decidirse por la postura mayoritaria
que ha admitido siempre que si todos los integrantes del órgano de gobierno o de administración se
encuentran presentes y todos votan en idéntico sentido, la asamblea puede autoconvocarse sin necesidad de
que se formalice previamente un acto del órgano convocante.
El artículo 159 del CCC(17) incorpora para los administradores el deber de actuar con lealtad y diligencia, sin
indicar si la diligencia que se exige es la misma que pondría en el negocio propio, en cuyo caso estaría
adhiriendo a la doctrina del mandato o, por el contrario, si a todos los administradores de personas jurídicas se
les está exigiendo actuar con la diligencia de un buen hombre de negocios, propia de la relación orgánica.
La duda surge porque, hasta hoy, la relación jurídica entre el administrador de la fundación, asociación
civil, asociación mutual y sociedad civil con el ente se ha regido por las normas del mandato, en tanto que
dicho régimen no es aplicable a la misma relación en el ámbito de las sociedades comerciales y cooperativas
donde se ha impuesto siempre la doctrina organicista.
Al haberse tomado tan claramente la fuente del derecho societario, podríamos adelantarnos a sostener
que el CCC proyecta valorar la conducta de los administradores a la luz de un estándar de conducta semejante
al del buen hombre de negocios del artículo 59 de la ley 19550, pero en materia de fundaciones, la ley
transcripta al Código sigue hablando de mandatario (art. 211, CCC), con lo que alimenta la confusión.
Por ende, nos queda abierta la interpretación para determinar qué se entiende en la inteligencia del CCC
por “actuar con diligencia”. Si optamos por remitirnos al derecho societario, es mucho lo que la doctrina y
jurisprudencia pueden llegar a aportar a esta laguna conceptual del nuevo Código. Lo primero que se sostiene
es que el deber de conducta del administrador configura una obligación de medios y no de resultados, aunque
en algunos casos su deber sí configura una obligación de resultados, como ocurre en el caso del deber de todos
los administradores de las personas jurídicas privadas de llevar contabilidad, conforme con lo dispuesto por los
artículos 320 al 331 del CCC.
El alcance del deber de lealtad aparece mejor delineado y se complementa con el párrafo siguiente, que
prohíbe la actuación en interés contrario. Se otorga así rango legal a la noción de interés de la persona jurídica,
que actualmente solo se reconoce legalmente con el alcance de interés social. Será tarea de la doctrina,
entonces, establecer los límites conceptuales de esta noción, que es pauta de valoración de la conducta de los
administradores.
Es una verdadera novedad de la nueva regulación la tutela del interés de la persona jurídica, prohibiendo
al administrador desviarlo en favor del propio interés o de terceros, tomando el espíritu del artículo 54 de la ley
19550 y del artículo 272 de la misma norma, que prohíbe a los directores a participar en toda deliberación en
el seno del directorio cuando tenga interés contrario, y en el artículo 241 del mismo cuerpo legal, que les
prohíbe votar en las asambleas cuando se traten temas relacionados con la aprobación de su gestión, su
remoción con causa o su remuneración, aunque no aparece una sanción expresa para el caso de
incumplimiento, que vicie la validez de la resolución así adoptada. Como puede apreciarse, tendremos que
ceñirnos a la interpretación de que el acto realizado con interés contrario es válido y hará al autor pasible de la
sanción por mal desempeño que regula el artículo siguiente.
Estimamos que no resultará fácil aplicar lo impuesto en el último párrafo del artículo 159 del CCC acerca
del deber de “implementar sistemas y medios preventivos que reduzcan el riesgo de conflictos de intereses en
sus relaciones con la persona jurídica”.
La vaguedad de la disposición no es propia de una norma general, y no existen antecedentes en nuestro
derecho positivo relativos a sistemas y medios preventivos para reducir conflictos de intereses en las relaciones
entre el administrador y el ente. La pauta pareciera fusionar el deber de lealtad -reducir conflictos de
intereses- y el deber de diligencia -implementar sistemas y medios preventivos que reduzcan el riesgo de
conflictos-, pero trae aparejada una cuestión de enorme trascendencia en materia de responsabilidad, derivada
del diferente alcance y efectos que el CCC otorga a la obligación de medios y a la obligación de resultados. En
efecto, por regla general, el deber de conducta de los administradores configura obligaciones de medios y
genera una imputación subjetiva al autor del hecho dañoso. De ser así, si el administrador tiene el deber de
arbitrar los medios para intentar evitar el conflicto de intereses, será sancionado en caso de que por su culpa o
dolo no se implementaran esos sistemas y medios preventivos.
En cambio, si su deber alcanza a que implemente sistemas y medios que efectivamente reduzcan los
riesgos de conflictos de intereses, podríamos entender que excepcionalmente en esos supuestos su deber se
convierte en una obligación de resultados (como referíamos más arriba con relación a la contabilidad) y, en tal
caso, estaremos avanzando hacia un sistema de responsabilidad objetiva, tal como lo dispone el artículo 1723
del CCC cuando así resulte de las circunstancias de la obligación.
La trascendencia de esta cuestión puede ser enorme, dado que se emplea una terminología no habitual en
materia de personas jurídicas y más afín, quizás, al análisis y prevención de riesgos empresariales, lo que
acarrea desde el inicio una dificultad a la hora de interpretar y aplicar la norma. Asimismo, debemos tener en
cuenta que el régimen del artículo 159 del CCC es aplicable a todas las personas jurídicas privadas, incluidas
las sociedades comerciales y las cooperativas, en cuyo ámbito no existía hasta ahora, de manera expresa, este
deber de conducta.
El artículo 160 del CCC(18) consagra expresamente que el factor de atribución subjetiva de responsabilidad
a todos los administradores de las personas jurídicas, quienes responderán por culpa. El interrogante es si no
responderá por dolo, como expresamente establece el artículo 274 de la ley 19550 para las sociedades
anónimas.
Merecerá un análisis detenido la detallada regulación de la conducta obstruccionista del administrador en
el seno del órgano al que pertenece que nos brinda el artículo 161 del CCC(19)
En nuestra tradición jurídica, el órgano de gobierno es aquel integrado por los asociados o socios, donde
se forma la voluntad del ente, es decir, la asamblea. Por ende, los obstáculos al funcionamiento del órgano de
gobierno se producen por la conducta de sus miembros, socios o asociados, y no por la de los administradores.
Como puede apreciarse, desde el inicio, esta norma nos abre un abanico confuso a la hora de interpretar,
puesto que cuestiona la conducta de un administrador que obstruye el funcionamiento de una asamblea, en
tanto del texto de la norma se infiere que se está aludiendo al funcionamiento del órgano de administración,
del que el autor de la conducta perjudicial es miembro. En suma: el artículo 161 del CCC debió decir “el órgano
de administración no puede adoptar decisiones válidas”.
La única conducta del administrador susceptible de condicionar el funcionamiento del órgano de gobierno
es la falta de convocatoria a su reunión, pero la solución a esta inconducta que da el artículo 161 del CCC es
incompatible con esa interpretación.
Al parecer, el artículo 161, cuando habla de no poder adoptar decisiones válidas, está hablando de
decisiones en el seno del órgano de administración, pero esas no son, conceptualmente, las decisiones que
forman la voluntad del ente.
Entendemos que la norma que comentamos en realidad se orienta a los casos de órgano colegiado de
administración, donde las ausencias reiteradas o el voto hostil de alguno de sus miembros no permite el
funcionamiento del órgano.
En tales casos, deberían establecerse sanciones para el caso de incumplimiento de un administrador, pero
la solución, si bien dinamiza el funcionamiento del órgano, parece algo reñida con los principios democráticos
que imperan en materia organicista, puesto que dispone que se le darán facultades al presidente para que
haga lo que quiera, con lo que estaría otorgando a las mayorías e, incluso, a un miembro hábil cuando las
participaciones son igualitarias, para que avancen en la gestión de los negocios comunes en contra de la
voluntad de la minoría o del otro socio con igualdad de poder político.
En estos supuestos, parece más oportuna la solución de la ley societaria que permite la remoción del
administrador que incumple y, en su caso, la intervención judicial de la sociedad. Solución que,
llamativamente, no ha sido ni siquiera insinuada en el nuevo ordenamiento jurídico del derecho privado
nacional.
El artículo 162 del CCC(20) incorpora el instituto de la transformación, volviendo sobre la necesidad de voto
unánime para transformar, fusionar o escindir personas jurídicas, “salvo estipulación en contrario”. En estos
casos, reiteramos la observación que hacemos permanentemente a las normas societarias en el sentido que
será de mejor técnica legislativa hablar de “las mayorías necesarias para modificar el contrato o estatuto” en
lugar de establecer una regla (unanimidad) a la que inmediatamente se le agrega la excepción.
4.4. Disolución y liquidación
Si alguna duda nos quedaba sobre la fuente de la nueva regulación en materia de personas jurídicas, el
artículo 163 del CCC(21) las disipa todas, habida cuenta de que es una transcripción casi literal del artículo 94 de
la ley 19550.
Se aleja así el legislador de lo dispuesto por el artículo 48 del Código Civil, que solo contiene las causales
de disolución que afectan a las personas jurídicas que requieren autorización estatal para funcionar, y en el
artículo 164 del CCC otorga a la autoridad administrativa de control la facultad de discernir en qué casos se
considera que la persona jurídica sujeta a su fiscalización estatal permanente, haya incurrido en violaciones
graves a la ley, estatuto o reglamento que ameriten el retiro de la autorización para funcionar.
Lamentablemente, el Código Civil y Comercial no establece de manera expresa el principio de conservación
de la persona jurídica que orienta en la interpretación de que aun cuando una persona jurídica haya incurrido
en una causal de disolución, no procederá su liquidación si se sanea el defecto o circunstancia que produjo la
causal de disolución. Esta omisión convierte en incompatible el artículo 163 del CCC con la norma clásica del
derecho de las fundaciones, que permite la modificación de su objeto en los casos en que el establecido por el
fundador se haya tornado imposible, puesto que a la luz del artículo 163 del CCC no hay más chance que la de
disolver.
Solo podrá sortearse la inevitable liquidación de la persona jurídica cuando la causal de disolución ocurrida
sea el vencimiento del plazo de duración puesto que los artículos siguientes regulan el trámite de prórroga y
reconducción.
El CCC, al igual que la ley de sociedades, no nos trae una definición de disolución y de liquidación que
permita delinear el ámbito de aplicación de aquellos.
La laguna que deja el artículo 165 del CCC(22), en cuanto a la aplicación de la prórroga de las personas
jurídicas, es casi un río, dado que no dispone si la prórroga debe requerirse antes del vencimiento del plazo de
duración y no después.
Siguiendo el régimen societario, podríamos inferir que se descarta la tácita reconducción de la persona
jurídica y que para prorrogar su duración se requiere de la decisión de sus miembros.
En todos los casos, las mayorías necesarias para adoptar válidamente esta decisión serán las exigidas para
la modificación del contrato o estatuto, puesto que la prórroga siempre acarrea la modificación de la cláusula
contractual o estatutaria que regula el plazo de duración.
El segundo requisito, de presentación ante la autoridad de contralor, es harto impreciso, no se entiende si
es una mera información a dicho ente o si procura su registración; tampoco queda claro si se requiere en todas
las personas jurídicas, porque no parece razonable que se le imponga a aquellas con respecto a las cuales la
autoridad de control no tiene incumbencia.
Estimamos que el legislador ha querido establecer que la prórroga resuelta por el órgano de gobierno de la
persona jurídica debe ser presentada por sus administradores ante la autoridad de control o registral que
corresponda, a los fines de que esta autoridad proceda a autorizar y, en su caso, a registrar la modificación del
plazo de duración. Pero lamentablemente no lo ha dicho así.
Se mantiene la deficiente redacción del artículo 165 del CCC en el siguiente, el artículo 166(23), al regular la
reconducción. Esta norma dice que la reconducción puede ocurrir mientras no haya concluido la liquidación de
la persona jurídica, pero no dice desde cuándo: ¿acaso se podrá resolver la prórroga o la reconducción
indistintamente, antes del vencimiento del plazo?
Cuando habla de autoridad de control, el legislador parece desconocer que esa autoridad no siempre se
encuentra unificada con el Registro Público de Comercio, y si bien en algunos ámbitos con el de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires ambos están reunidos, en otras jurisdicciones, como la santafesina, no es así, y las
sociedades comerciales personalistas no van a la autoridad de control. Por lo demás, la IGP (IGPJ en Santa Fe)
para las asociaciones civiles y fundaciones y el INAES para las mutuales y cooperativas sí funcionan como
autoridad de control y, a la vez, como autoridad registral.
A esta deficiencia en la redacción se suma que el nuevo Código no distingue cuáles serán los efectos
distintivos de la prórroga y la reconducción, en materia de responsabilidad de los miembros y administradores,
como sí lo hace acertadamente el artículo 95 de la ley 19550.
Esta falta de claridad requerirá que se defina por vía doctrinaria y jurisprudencial, y podemos aventurar
que se aplicarán supletoriamente las normas de la ley societaria en la materia.
El artículo 167 del CCC(24), en materia de liquidación, no remite a la aplicación supletoria de las normas de
la ley societaria, como hace acertadamente el artículo 49 del Código Civil. No se establecen normas sobre el
destino final de los bienes, como sí lo hace actualmente el artículo 50 de este Código para los casos de
liquidación de las personas jurídicas que requieren autorización del estado para funcionar.
La regla que se desprende del artículo 167 del CCC es que la capacidad de la persona jurídica para adquirir
derechos y contraer obligaciones cesa al producirse una causal de disolución. Es una referencia conceptual que
choca contra el principio general que establece que la existencia de las personas jurídicas se extiende hasta el
retiro de la autorización para funcionar o la cancelación de la inscripción registral, y así lo dispone la ley de
sociedades comerciales.
El CCC, en lugar de restringir la competencia del órgano de administración en estos casos, directamente
inhibe a la persona jurídica de realizar cualquier tipo de operación (ni siquiera las urgentes y necesarias para
encarar el proceso liquidativo), por lo que es absurdo, puesto que, con esas pautas, difícilmente podrá
cumplirse la liquidación de la persona jurídica, dado que ya nada se podrá hacer.
Obviamente, esto no es posible, y la doctrina y jurisprudencia deberán ampliar por la vía interpretativa el
alcance de esta deficiente disposición, para lo cual podrán valerse solamente de la expresión “debiendo su
liquidación concluir las pendientes”. Lo que debería decir es que no pueden realizarse nuevos actos propios del
objeto de la persona jurídica, en consonancia con la norma del artículo 99 de la ley 19550.
Una superficial referencia al destino final de los bienes, luego de la liquidación, supera el texto del actual
artículo 50 del Código Civil.
Es llamativo que hable de obligaciones (en general) y luego especifique solamente en las deudas fiscales:
entendemos que es una referencia sobreabundante que pretende colocar al acreedor fiscal por encima de los
demás acreedores, pero sin hacerlo.
El último párrafo del artículo comentado viene a resolver las largas discusiones doctrinarias que se han
planteado en torno al artículo 99 in fine de la ley 19550 sobre el alcance de la responsabilidad de los socios en
el caso de que los administradores continúen la gestión del negocio social, a pesar de encontrarse la sociedad
en estado de disolución: en el artículo 167 del CCC queda claro que responden los administradores por haber
actuado, y los socios, por su omisión.

5. ASOCIACIONES CIVILES

5.1. Consideraciones generales


Hasta la sanción del CCC, la doctrina especializada nacional había planteado incansablemente la necesidad
de contar con un marco adecuado de regulación de las asociaciones civiles, a cuyos fines se presentaron
algunos proyectos de ley(25), a la vez que se intentó resolver el vacío en el proyecto de reforma al Código Civil
de 1998, que dedicaba un capítulo a las asociaciones civiles y a las simples asociaciones civiles.
Las asociaciones civiles, como las fundaciones, junto a las cooperativas y mutuales, son instrumentos
jurídicos esenciales en la organización de las entidades del tercer sector. Pero las asociaciones civiles en
particular contribuyen al logro de objetivos de bien común muy variados desde el punto de vista del objeto que
se persigue, su dimensión económica y cantidad de asociados y destinatarios de sus servicios, lo que torna
difícil dotar a estas personas jurídicas de un régimen que aporte soluciones para todas.
El fenómeno asociativo permite al individuo luchar de manera eficaz por la obtención de derechos no
reconocidos o la reivindicación de otros, y así es como las asociaciones civiles son útiles para quienes buscan
ejercer acciones colectivas o de clase en tutela de los consumidores, del medio ambiente, etc., y a la vez, les
permite a los individuos reconocerse en sus convicciones, perseguir activamente sus ideales, cumplir tareas
útiles, encontrar su puesto en la sociedad, hacerse oír, ejercer su influencia y provocar cambios, contribuyendo
así al fortalecimiento de la democracia.(26)
Los temas que más fervientemente ha buscado esclarecer la doctrina son los relativos a la definición del
alcance de la noción de “bien común”, los vinculados al funcionamiento de sus órganos (que se ha intentado
siempre resolver por la vía de la aplicación analógica del derecho societario (27), no siempre compatible con las
particularidades de una asociación civil), información y documentación contable, derechos y deberes de los
asociados, capacidad, régimen fiscal, rol del Estado en su constitución y fiscalización externa, sobre todo para
prevenir su uso abusivo. Algunas de estas demandas son abordadas en el CCC y otras permanecen sin
resolver.
La incorporación de un cuerpo de normas general y básico destinado a que los particulares puedan
asociarse con fines solidarios a través de los tipos asociaciones civiles con personería jurídica, simples
asociaciones civiles y fundaciones en nuestro Código Civil y Comercial Unificado ha dejado atrás los debates
acerca de si correspondía regularla en una ley especial o dentro del Código Civil, y hoy nos abocamos a
analizar las ventajas y desventajas del régimen que comenzará a aplicárseles a partir del año 2016.
La regulación detallada y completa que nos brinda el CCC nos permite apartarnos de las interpretaciones
analógicas e intentar, no sin dificultades, dotar a esta estructura jurídica que alberga tan variados contenidos,
de una normativa uniforme, remitiendo a los estatutos la regulación de materias específicas propias de su
objeto y dimensión.
Es oportuno resaltar que el artículo 3 de la ley 19550 sigue vigente y no ha sido objeto de modificaciones,
por lo que siempre será posible constituir una asociación civil bajo la forma de sociedad comercial.
Hasta el 31 de diciembre de 2015, el régimen legal aplicable a las asociaciones civiles surge de las normas
del Código Civil, de los estatutos y de las resoluciones de la autoridad administrativa de control; a partir de la
entrada en vigencia de la ley 26994, las asociaciones civiles se regirán por las normas imperativas del CCC en
materia de asociaciones civiles y de personas jurídicas, por los estatutos, por las normas de la autoridad
administrativa de control y por las normas supletorias del CCC (art. 150, CCC).
Las asociaciones civiles, como ninguna otra persona jurídica, presentan un abanico inagotable de objetos y
de formas organizativas: desde una vecinal que alberga a un grupo de vecinos que buscan resolver problemas
que los afectan en común en el entorno del barrio donde viven, pasando por la cooperadora de una institución
educativa, y las entidades deportivas que también revisten diversas dimensiones e intereses (tanto el pequeño
club del barrio donde se contiene a los niños de la zona hasta el gran club de fútbol conocido
internacionalmente y que interviene en la compra y venta de jugadores por sumas millonarias), sin olvidar
bibliotecas, entidades de profesionales, artistas y productores, etc.
5.2. La asociación civil irregular
En la actualidad, el artículo 46 del Código Civil reconoce la existencia de tres clases de asociaciones civiles:
las asociaciones civiles con personería jurídica, las simples asociaciones civiles y las calificadas por la doctrina
como “asociaciones civiles irregulares”, que las que dicha norma se refiere en sus últimas líneas.
En el CCC, las asociaciones civiles irregulares fueron dejadas de lado, aunque su severo régimen de
responsabilidad parece haber sido trasladado a las simples asociaciones civiles. Esto nos permite aventurar que
en el futuro se plantearán dificultades para determinar el régimen legal aplicable a la actuación de una
asociación civil constituida por instrumento privado sin firmas certificadas; atento a la remisión que se hace a
las normas de la ley societaria, al parecer, podrían quedar también incluidas en la nueva regulación de los
artículos 21 y siguientes de la ley 19550, a pesar de las diferencias notorias que existen entre una asociación y
una sociedad.
5.3. Régimen legal
5.3.1. Constitución
El artículo 168 del CCC(28), que comenzará a regir a partir del 1 de enero de 2016, define con sentido
negativo el objeto de la asociación civil, puesto que en lugar de decir en qué debe consistir, opta por decir en
qué no debe consistir y, en tal sentido, dispone que las asociaciones civiles tendrán un objeto que “no sea
contrario al interés general o al bien común”. Esta forma de expresión nos parece un defecto en la técnica
usada por el legislador.
Agrega confusión a la norma la circunstancia de que defina el objeto de la asociación a partir de dos
nociones tan indefinidas y confundibles entre sí como son el “objeto de bien común” y el “interés general”.
Para poder delinear qué se entiende por objeto de bien común e interés general, es oportuno volver sobre
la resolución 7/2005 de la Inspección General de Justicia, donde aparece una particular previsión relativa al
objeto de bien común; esta norma reglamenta el llamado test de bien común, elaborado a partir de
consolidados criterios dados por la actuación jurisdiccional administrativa y judicial. Bajo tal orden, en la
ponderación de las finalidades de bien común de la entidad, se considerará la contribución al bien de la
comunidad en general o a las mejores condiciones de la vida social, en contraposición al bien individual o al
bien egoísta de un grupo determinado de personas, sin colisionar o contrariar las valoraciones sociales
imperantes en el momento en que dicha apreciación deba ser efectuada.
Se ha dicho que el bien común debe exteriorizarse y proyectarse hacia la comunidad en su conjunto y
expresarse a través del objeto de las entidades, en finalidades coincidentes con las que el Estado jerarquiza
como propias. Las actividades a realizar deberán incidir en forma directa sobre el bien común. (29)
Existen diferentes posturas doctrinarias con relación a qué se entiende por bien común, y no coincidimos
con la opinión del reconocido jurista que transcribimos en el párrafo anterior en cuanto a que la actividad debe
incidir “directamente” sobre el bien común, máxime en la redacción actual, que nos permite establecer un
objeto que no agravie el bien común y que pueda, por ende, realizarlo de manera indirecta a través de
actividades que, en principio, repercuten en beneficio de sus miembros y siempre que no contraríen el interés
general.
En este sentido, de manera genérica, se sostiene que el fin de bien común es aquel que no contradice el
orden jurídico y se alinea en la noción de bien público que persigue el Estado. En un sentido semejante, la
resolución de la IGJ antes reseñada se apoya en la idea de que se corresponde con el bien de la comunidad en
general o las mejores condiciones de la vida social.
Hoy se admite que el bien común no quedará configurado si la intención de quienes concurren a constituir
la persona jurídica es discriminar o no respetar la diversidad en todas sus formas. Se ha sostenido(30) desde
otro punto de vista que para satisfacer la finalidad de bien común es necesario desarrollar actividades
altruistas, que no tiendan a satisfacer exclusivamente intereses particulares o sectoriales, ya que identifican el
fin de bien común con el bienestar general.
Otro aporte a la delimitación de este concepto viene de la mano de quienes afirman que el bien común
importa hacer posible el desarrollo material, económico y moral de los integrantes de la asociación, de acuerdo
a la moral media de nuestra sociedad(31), apartándose así de la idea de que debe tener siempre por norte la
satisfacción de intereses altruistas y generales de la comunidad toda.
Ambas nociones son acertadas y delimitan el alcance del fin de bien común que se realiza en el ámbito de
las asociaciones civiles (y busca, por ende, la satisfacción de sus miembros) y el de las fundaciones, que
indefectiblemente se orienta hacia la comunidad sin beneficiarios determinados.
Si bien el debate sobre el alcance de la noción de bien común subsistirá, existe claridad acerca de que no
se configura solamente con la licitud ni con la ausencia de fines de lucro.
Con la nueva regulación en materia de asociaciones civiles, queda claro que bien común no es lo mismo
que “bien público” ni que “interés público” o “interés general”; el objeto de bien común se refiere a la actividad
dirigida a hacer posible el desarrollo material, económico y moral de los miembros, permitiendo el desarrollo
humano integral de sus asociados.(32)
El bien común no es una abstracción independiente de las personas o del espíritu colectivo diferente de
estas y menos aún lo que la mayoría considere “común” excluyendo a las minorías, sino que simplemente es el
bien de todas las personas que suelen agruparse según intereses dispares, contando con que toda la sociedad
contemporánea es necesariamente plural.(33)
La norma contenida en el artículo 168 del CCC aporta cierta claridad sobre el concepto de interés general
diciendo que “se interpreta dentro del respeto a las diversas identidades, creencias y tradiciones, sean
culturales, religiosas, artísticas, literarias, sociales, políticas o étnicas que no vulneren los valores
constitucionales”, pero mantiene abierta la duda sobre el real alcance de la noción de bien común, el que ahora
sí parece estar diferenciado del de interés general.
Si el legislador optó por definir el alcance de la noción de interés general, debió también incluir una noción
de bien común.
La última parte el artículo acertadamente dispone que las asociaciones civiles no pueden perseguir fines
lucrativos como actividad principal ni tampoco sus miembros, sin embargo, cuando esa finalidad no sea
exclusiva o absoluta, sino que indirectamente se busque una rentabilidad para la mejor prestación del servicio,
entonces será admitida la finalidad lucrativa.
De este modo, quedan legitimadas y se excluyen de la discusión dialéctica los supuestos de actividades
económicamente rentables por parte de la asociación destinadas al crecimiento patrimonial del ente y su
desarrollo.
Esta circunstancia condiciona toda iniciativa de dotar a las asociaciones civiles de una regulación específica
que ayude a prevenir y resolver todos los potenciales conflictos que pueda surgir en su constitución,
funcionamiento y hasta su extinción.
Ello no obstante, y más allá de las observaciones que aparecerán en las próximas líneas, celebramos que
se haya resuelto incorporar al cuerpo del Código Civil y Comercial unificado un conjunto de normas
sistemáticas que en general llevan al rango de ley una cantidad de prácticas y soluciones que ante la falta de
regulación legal se fueron construyendo a través del aporte de la doctrina y la jurisprudencia.
Recordemos que subsiste la posibilidad de constituir asociaciones civiles bajo la forma de sociedades
comerciales (art. 3, L. 19550), pero se deja pendiente en el nuevo régimen la participación de las asociaciones
civiles y fundaciones en sociedades comerciales, con las debidas limitaciones, tal como se aconsejó en la
conclusión sexta de las XII Jornadas Nacionales de Derecho Civil celebradas en Bariloche; se trata de un tema
difícil, puesto que si bien la participación de asociaciones civiles y fundaciones en sociedades comerciales no
puede negarse, tampoco es posible admitir tales participaciones de manera ilimitada. Y la comisión entendió
que esta regulación no puede quedar en manos de los órganos de control (Inspección General de Justicia o
Registros de Personas Jurídicas), sino que debe ser fijada por una ley nacional; ello es así no solo porque tal
normativa resulta ajena a las facultades delegadas a dichos órganos de control, sino porque además permitirá
tener idénticos criterios en todo el país, lo que brindará seguridad jurídica y evitará diferencias entre las
distintas jurisdicciones que pueden generar ventajas injustificadas entre ellas.(34)
Por lo demás, es oportuno recordar que la quinta conclusión de aquellas Jornadas ya aconsejaba
unánimemente admitir que las asociaciones civiles realicen actividades lucrativas en la medida que su
producido se aplique al cumplimiento del objeto previsto en sus estatutos, con lo que se reconocía que las
actividades lucrativas solo pueden generar un beneficio para toda la persona jurídica o para sus integrantes y
que nunca pueden constituirse en ganancias económicas a repartir entre ellos.
El breve artículo 169 de la CCC(35) va a generar importantes discusiones a la hora de constituir una
asociación civil, puesto que dispone que el acto constitutivo debe ser otorgado por instrumento público.
Cuando se habla de instrumento público se está direccionando la forma del acto constitutivo hacia la escritura
pública, dado que si bien la noción de instrumento público es más amplia como instrumento emanado de otra
autoridad pública (art. 289, CCC), en la práctica se les está imponiendo a estos entes destinados al logro de
fines altruistas y desinteresados a que incurran en la obligación de afrontar el pago de los elevados gastos que
implica celebrar una escritura pública cuando no existe fundamento alguno para ello, puesto que el acto
constitutivo y el estatuto serán sometidos a la autorización y previo análisis de los requisitos legales y de
oportunidad, mérito o conveniencia. En este tema, creemos que no existen motivos para haber eliminado la
posibilidad de constituir una asociación civil por instrumento privado con firmas certificadas notarialmente.
El nuevo artículo 170 del CCC(36) enuncia como requisitos del acto constitutivo los que han venido siendo
empleados en los estatutos tipo de la Autoridad de Aplicación y, fundamentalmente, los que se han usado de
manera reiterada y homogénea en el acto constitutivo de las asociaciones civiles. Como puede apreciarse, se
aplica lo normado en el artículo 152 del CCC sobre domicilio y sede; por ende, al momento de la constitución
de una asociación civil con personería jurídica, habrá que acompañar como parte del acto constitutivo, pero
como petición separada del estatuto, la indicación de calle y número donde funcionará la asociación civil.
5.3.2. Órganos
En cuanto a los órganos, siguiendo las líneas introducidas al régimen general de las personas jurídicas
(art. 158, CCC), se establece que las funciones de estas personas jurídicas deberán cumplirse a través de
órganos obligatorios.
Ocurrida la liquidación de la asociación civil se dará a sus bienes el destino que disponga el estatuto, pero
restringido a que se atribuyan a una entidad pública o privada de bien común, domiciliada en la Argentina y sin
fines de lucro, pues es necesario respetar su naturaleza de ente de bien común, por lo que el destino estará
vinculado al fomento de la educación, organismos oficiales de apoyo a la investigación o asociaciones civiles o
fundaciones que procuran promover la asistencia a grupos humanos vulnerables, otras asociaciones civiles con
idéntico objeto o similar, por citar algunos ejemplos.
El artículo 171 del CCC(37) exige la condición de asociado para ser miembro del órgano de administración,
también para ser representante o miembro del órgano de fiscalización interna de la asociación civil.
Al establecer los cargos que el estatuto debe prever, se está fijando un número mínimo de tres integrantes
para cubrir los cargos de presidente, secretario y tesoreros. Lamentablemente, la norma guarda silencio sobre
la necesidad de designar miembros suplentes para estos cargos, exigencia que debió ser contemplada para
evitar los riesgos de acefalía. Además se da una discordancia entre esta norma y la del artículo 183, que
dispone que la disolución de la asociación civil se producirá en caso de reducirse el número de miembros a un
número inferior al de los consejeros y miembros del órgano de fiscalización designados como titulares y
suplentes.
Una importante laguna que presenta la norma es que no se han determinado los requisitos legales
mínimos para ser consejero ni las incompatibilidades para el cargo.
Lamentablemente, omite mencionar si el cargo es honorario o rentado, a pesar de que se ha podido
apreciar en la práctica todo tipo de abusos en esta materia tendientes a eludir esta prohibición que ya ha sido
superada por vía jurisprudencial.
Durante muchos años se ha venido suscitando un debate aún no resuelto en torno a si el cargo de
directivo de una asociación civil debe o no ser remunerado. La tinta se ha derramado en uno y otro sentido.
En contra de admitir la retribución de los integrantes de la comisión directiva, se pronuncian quienes
plantean que el ente carece de fines de lucro y, por ende, sus administradores no pueden percibir
remuneración por su tarea, pues es incompatible con su objeto altruista que aquellos tengan aspiraciones
económicas por su desempeño en el ente.
A favor de que perciban una remuneración, se ha dicho que las asociaciones civiles deben ser gobernadas
por las personas más probas y sin una buena retribución; nadie le dedicará a la entidad más tiempo que el que
le sobre luego de cumplir con sus obligaciones laborales, familiares, personales, etc. En abono de este
argumento se sostiene también que la determinación de una remuneración contribuirá a reducir los casos de
corrupción y mal manejo de los fondos que se producen en muchas entidades de bien común.
La ley, en cambio, ha guardado silencio en una cuestión tan sensible como es el derecho de los directivos
de las asociaciones civiles a percibir una remuneración por su trabajo. Dado que en materia de fundaciones el
artículo 206 del CCC establece expresamente que el cargo es honorario, podría proponerse una aplicación
analógica de aquella norma propia de las fundaciones.
Sin embargo, nos parece que sería una solución más justa y moralizadora establecer que el estatuto
determine si el cargo es rentado u honorario. De ese modo, dependiendo de la dimensión económica y/o el
número de asociados, podría establecerse una remuneración en aquellos casos donde la asociación civil
demanda un esfuerzo, dedicación y profesionalismo mayor, y podría optarse estatutariamente por que sea
honorario en aquellas que solo tienden al manejo de un patrimonio menor y con un alcance más limitado.
Los artículos 172, 173 y 174 del CCC(38) regulan el órgano de fiscalización obligatorio, que puede ser
unipersonal o plural, hasta tanto el número de asociados alcance la cifra de cien, en cuyo caso será colegiado y
estará a cargo de una comisión revisora de cuentas. Sus miembros podrán ser asociados o no asociados, y la
ley determina las incompatibilidades para desempeñar la función, todas inspiradas en razones morales: ser
miembro de la comisión (puesto que en este caso tendría que fiscalizarse a sí mismo), ser el contador
certificante de los estados contables de la asociación y ser cónyuge, conviviente, parientes directos de
aquellos.
Una apreciación especial merece el requisito de que cuando la asociación civil requiera determinada
condición profesional u oficio para ser socio (debido decir “asociado”), los integrantes del órgano de
fiscalización no necesariamente deben contar con título habilitante.
Aparentemente, si estuviéramos hablando de una asociación civil para médicos, por ejemplo, no sería
necesario que los integrantes del órgano de fiscalización sean abogados o contadores, como exige el artículo
285 de la ley 19550. Tampoco si se requiere un oficio determinado, por ejemplo, ser metalúrgico.
No llegamos a comprender claramente cuál es el motivo por el cual se desliga a quien deba llevar a cabo la
tarea de fiscalizar la institución, de la necesidad de contar con un título habilitante que le permita contar con el
conocimiento técnico necesario para poder verificar que la asociación civil cumpla adecuadamente con los
requisitos legales y fiscales. Esta regulación podría tener por finalidad evitar encarecer el funcionamiento de
estas entidades.
Es altamente positivo que el artículo 175 del CCC(39) haya incorporado también alguna pauta mínima sobre
el funcionamiento de las asociaciones civiles, aunque el legislador se ha quedado aquí a mitad de camino, dado
que no incorpora pautas para la determinación de las diversas categorías de asociados ni requisitos mínimos de
ingreso, o como se hace en la ley 20321 de asociaciones mutuales y en la 20337 de cooperativas, tampoco se
prohíbe establecer requisitos mínimos que importen discriminación por razones de credo, pertenencia étnica,
ideología política, etc.; también habría sido positivo que se establezcan pautas mínimas, si se quiere,
supletorias, relativas al quórum, mayorías, forma de publicidad de la convocatoria, causales de impugnación de
las resoluciones de las asambleas y del consejo de administración, clases de asambleas y competencias.
El CCC no determina cuáles son las funciones mínimas del órgano de administración, de gobierno y de
fiscalización; tampoco habla de quién tendrá la representación del ente, y dado que el artículo 186 del CCC
remite a la aplicación de la ley general de sociedades, se infiere que las normas sobre directorio, asambleas y
síndico previstas para las sociedades anónimas devendrán aplicables analógicamente a las asociaciones civiles.
La disposición del artículo 176 del CCC(40) es casi una transcripción de lo regulado en la ley de sociedades
comerciales con respecto a los directores (arts. 256, 258, 264 y 265, L. 19550). Se omitió disponer que
deberán designarse administradores suplentes para cubrir la vacancia y garantizar así la continuidad del
funcionamiento del órgano de administración.
También hubiera sido aconsejable que la regulación incluyera normas sobre régimen de representación de
las asociaciones civiles con personería jurídica.
Con acierto, la nueva normativa del artículo 177 del CCC(41) incorpora también un régimen en materia de
responsabilidad de los administradores de la asociación civil.
5.3.3. Los asociados
El artículo 178 del CCC(42) consagra un principio de igualdad entre los asociados y de funcionamiento
democrático del órgano de gobierno al prohibir que la falta de pago tempestiva de cuotas o contribuciones
opere como un obstáculo para la participación de los asociados en las asambleas. No obstante ello, la práctica,
sobre todo en entidades de elevado número de asociados, trae confusión y dificultades de implementación de
esta norma, puesto que según lo dispuesto por el artículo 178 del CCC, los asociados morosos podrán exigir
que se les permita efectivizar el pago de las cuotas adeudadas hasta el momento mismo de inicio de la
asamblea, lo que traerá aparejado el retardo de la apertura de esta, hasta tanto todos los asociados presentes
hayan podido dar cumplimiento a su deber patrimonial.
Por razones de organización, orden y seguridad, habría sido más aconsejable establecer que el pago puede
realizarse, por ejemplo, hasta el día inmediato anterior al de la fecha convocada para la celebración de la
asamblea.
El llamado derecho a renunciar regulado en el artículo 179 del CCC(43) es, en realidad, el derecho a
retirarse de la asociación y se encuentra actualmente regulado en el artículo 48 del Código Civil.
Correctamente la norma dispone que las obligaciones patrimoniales del asociado subsisten hasta el momento
de la notificación de su retiro. Interpretamos que dicha notificación deberá hacerse ante la comisión directiva
de la asociación. Del artículo se infiere, además, que una vez ejercido el derecho de retiro, cesan todos los
demás deberes y todos los derechos inherentes a la condición de asociado. Esta norma se complementa con el
artículo 182 del CCC.
El poder disciplinario se insinúa en el artículo 180 del CCC(44).
La cuestión disciplinaria es un capítulo esencial en materia de asociaciones civiles, y lamentamos la falta
de regulación de sus postulados básicos en este título que solo se ciñe en establecer algunas pautas básicas en
materia de exclusión con algunas pautas básicas en materia de procedimiento. Todo lo relativo a las conductas
sancionables, clases de sanciones, su alcance, ejercicio del derecho de defensa por parte del asociado en
cuestión, procedimiento, etc. se mantiene como un derecho propio e interno de cada asociación civil que podrá
regularlo en su estatuto o atenerse a que se trata de un derecho implícito en caso contrario. En ningún caso
podrá interpretarse que la falta de regulación legal o estatutaria en materia de poder disciplinario excluye al
ente de la posibilidad de aplicar sanciones a sus miembros.
A la luz del artículo 179 del CCC(45), la responsabilidad de los miembros de la asociación civil con
personería jurídica sigue siendo limitada a las contribuciones debidas al ente. Tal como se dispone actualmente
en el artículo 46 del CC, los asociados no responden por las deudas de la asociación, salvo que se declare la
inoponibilidad de la persona jurídica según lo establece el artículo 144 del CCC.
Del artículo 182 del CCC(46) resulta evidente que la condición de asociado es personal e intransferible, y
solo es posible cesar en la condición de tal por renuncia, sanción disciplinaria de exclusión o expulsión, o
fallecimiento.
Es de señalar que la norma debió incluir alguna mínima referencia general a los derechos y deberes de los
asociados y a las distintas categoría o clases de asociados que los estatutos pueden regular.
Dentro de los deberes de los asociados podemos mencionar: el deber de pagar las cuotas y contribuciones
periódicas, el deber de abstenerse de realizar actos que perjudiquen materialmente a la asociación así como de
aquellos que agravien su prestigio e imagen frente a la sociedad, el deber de adecuar su conducta a los
estatutos, a las resoluciones de los órganos de gobierno y administración y a la ley vigente.
Dentro de los derechos, se encuentra, básicamente, el derecho a usar y gozar de los servicios que presta
la asociación civil y de las actividades propias de su objeto, el derecho a participar en las asambleas, el
derecho a votar en las asambleas y ser designado miembro de la comisión directiva (cuando cumpla los
requisitos estatutarios para ello), entre otros.
Las categorías de asociados más comunes en los estatutos de asociaciones civiles son: asociado activo o
pleno, adherente, honorario, vitalicio.
Si bien hasta aquí el código no establece un número mínimo de miembros para crear y mantener la
asociación, el artículo 183 del CCC(47) dispone que el número mínimo de miembros será igual a la totalidad de
los miembros titulares y suplentes de la comisión directiva y del órgano de fiscalización sumados. De esta
norma se desprende también que deberán designarse suplentes para cubrir las vacantes en ambos órganos.
Pasados seis meses desde la reducción de dicho número sin que se haya recompuesto el número mínimo de
asociados, la asociación civil con personería jurídica quedará en estado de disolución.
Se trata de una innovación importante en la materia, dado que en la actualidad, salvo disposición
estatutaria, el Código Civil no establece un número mínimo de asociados, por lo que la autoridad de control
tiene potestad para disponer la recomposición de la pluralidad de asociados cuando el número se ha reducido a
uno, y la continuidad de la misma, atento a considerar que el objeto de bien común merecía ser desarrollado.
Si bien el CCC no hace alusión alguna a la existencia de asambleas ordinarias y extraordinarias y, por
ende, no menciona la competencia de ambas, en la práctica las asociaciones civiles se han caracterizado
porque la competencia de sus asambleas es temporal, es decir, que la asamblea ordinaria se celebra una vez al
año y la extraordinaria cada vez que haya que tratar algún tema que no fue incluido en el orden del día de la
asamblea ordinaria.
El artículo 184 del CCC(48) da un giro radical en esta materia, disponiendo un supuesto de competencia
material y no temporal al establecer que el liquidador será designado en una asamblea extraordinaria. Como
puede verse, en materia de liquidación se han incorporado normas idénticas a las que regulan la liquidación de
sociedades en los artículos 101 y siguientes de la ley 19550, y en lo concerniente a las asambleas, se ha traído
el criterio de competencia de la extraordinaria propio de las sociedades anónimas (art. 235, L. 19550) sin que
exista razón aparente que lo justifique.
En lo que respecta a la distribución del remanente, se modifica la norma actual del artículo 50 del Código
Civil, que tantas contradicciones interpretativas ha generado, y se establece que el destino final de los bienes
remanentes será dispuesto por el estatuto, y en caso de silencio, el remanente se destinará a otra asociación
civil domiciliada en la República, de igual o similar objeto al de la liquidada. Se desplaza así la expectativa
actual del Poder Legislativo provincial de disponer de dicho remanente y, además, no dice expresamente que el
remanente nunca podrá ser distribuido entre los asociados.
Supletoriamente se aplicarán las disposiciones sobre sociedades en cuanto resulte pertinente (art. 186,
CCC)(49).

6. SIMPLES ASOCIACIONES CIVILES


En el derecho vigente, hay una sola referencia a las simples asociaciones civiles y aparece en el artículo 46
del Código Civil, donde se las caracteriza según la forma de constitución y la responsabilidad de sus miembros.
En cuanto a la forma de constitución, el artículo 46 del Código Civil dispone que son simples asociaciones
civiles las que se constituyeron por instrumento público o privado con firmas certificadas notarialmente y sin
obtener la autorización del Estado para funcionar.
La reforma, en cambio(50), jerarquiza a las simples asociaciones civiles que dejan de ser una asociación civil
que adolece del defecto de no contar con autorización estatal para funcionar, para convertirse en un nuevo tipo
de asociación a la que se considera persona jurídica.
Con respecto a la forma de constitución, el artículo 187 del CCC se mantiene con idéntico criterio, por lo
que continuamos hablando de simples asociaciones civiles cuando se hayan constituido por instrumento
privado con firma certificada y no se hayan inscripto ante la Autoridad de Aplicación. Esta innecesariedad de
otorgar instrumento público, sumado a que pueden prescindir del órgano de fiscalización cuando el número de
asociados no supera los veinte miembros (art. 190, CCC), convierte a las simples asociaciones civiles en una
opción más cercana al alcance de las pequeñas entidades de bien público.
La aplicación supletoria del régimen de las asociaciones civiles con personería jurídica y de las personas
jurídicas en general que expresamente hace el artículo 188 del CCC convierte a este nuevo tipo de asociación
civil en una herramienta interesante al alcance de las organizaciones destinadas al bien común que por su
actividad no asuman riesgos importantes que puedan comprometer la integridad patrimonial de sus miembros,
como es el caso de bibliotecas, entidades deportivas amateurs, vecinales, asociaciones cooperadoras escolares,
etc.
Habiéndose adoptado, en líneas generales y en cuanto resulta compatible, el régimen de las sociedades
comerciales a las personas jurídicas en general, podemos permitirnos advertir que a las simples asociaciones
civiles se las equipara al régimen del artículo 55 de la ley 19550 en materia de fiscalización al disponerse que
si se prescinde de la sindicatura, los asociados tendrán derecho a ejercer el derecho a la información de
manera directa (art. 190, CCC), pidiendo informes y consultando libros y papeles.
En materia de responsabilidad, se supera la remisión que actualmente hace el artículo 46 del Código Civil
al engorroso régimen de responsabilidad de las sociedades civiles, destinadas a desaparecer en el nuevo
Código Civil y Comercial. Pero se la sustituye por un régimen que deja lugar a dudas, ya que establece como
regla general que “el fundador o asociado que no intervino” en la administración limita su responsabilidad a las
cuotas y contribuciones impagas que se comprometan a realizar a la asociación.
¿Esto significa, entonces, que si hubieran intervenido, sí responden? Y en tal caso, ¿responden por el
período en que intervinieron o por el hecho de haber intervenido en un período deben responder por
obligaciones sociales anteriores o posteriores? Y en caso de responder, tal responsabilidad, ¿es solidaria o
mancomunada? Entendemos que la solidaridad no se presume, por lo que debería ser mancomunada, pero lo
que debe resaltarse es que no es habitual que los administradores respondan por el pasivo social, a menos que
hayan incurrido en una conducta disvaliosa.
Al parecer, ha quedo aquí un resabio indeseable de la última parte del actual artículo 46 del Código Civil,
que dispone para las asociaciones civiles “irregulares” que los fundadores y administradores responden
solidaria e ilimitadamente por el pasivo del ente cuando no existe razón alguna para sancionar de manera tan
grave a los fundadores y administradores en este caso en que se trata de la adopción de una figura típica que
reviste el carácter de persona jurídica desde su constitución. Máxime cuando el artículo 191 del CCC dispone
tajantemente que los administradores de la simple asociación responden por el pasivo de esta en caso de
insolvencia incorporando de manera subrepticia al régimen legal la figura del administrador de facto que no
posee antecedentes normativos en materia societaria.
A partir de la reforma, a diferencia de lo que ocurre actualmente con las asociaciones civiles irregulares del
artículo 46 del Código Civil, las futuras simples asociaciones civiles serán un tipo legalmente regulado y, por
ende, no hay razón para sancionar a sus administradores con la carga de responder por el pasivo de la
institución.
El régimen de responsabilidad que se impone a los administradores de hecho y de derecho de las simples
asociaciones resulta más desalentador que el ya severo régimen de responsabilidad mancomunada al que las
remite el actual artículo 46 del Código Civil y constituye un paso atrás que crea el riesgo de desalentar para la
adopción de este tipo asociativo.

7. FUNDACIONES

7.1. Introducción
El alcance de la función social que realizan las fundaciones ha evolucionado notablemente y, en la
actualidad, presenta rasgos claramente diferentes a los de aquellos tiempos en que nacieron a la luz del
derecho canónico, como forma jurídica para la administración del patrimonio donado a la Iglesia con fines
solidarios.
Desde siempre, las fundaciones han contribuido a la asistencia social en materia de salud, educación,
atención a los grupos sociales más débiles, como los niños, las mujeres, los ancianos y sectores marginales, al
desarrollo de la cultura y al conocimiento científico, todas ellas funciones que básica y originariamente
corresponden al Estado, pero que, en sus inicios, las fundaciones complementaban. De ser una función
subsidiaria del Estado, se ha convertido, por razones económicas y políticas, en una función más protagónica,
con lo cual fueron adquiriendo mayor poder dentro de espacios fundamentales de la sociedad.
Su crecimiento es bienvenido siempre con el límite de que no podrán sustituir al poder público en el
ámbito propio de las funciones sociales que justifican su existencia, y paralelamente es de esperar que el
Estado coadyuve a los requerimientos de estas entidades con miras a lograr el cumplimiento de sus objetivos.
Entendemos que una forma de jerarquizar a las fundaciones ha sido incluirlas en el nuevo cuerpo del
Código Civil y Comercial, aunque siguen siendo las cenicientas del ordenamiento jurídico, puesto que se ha
desaprovechado esta oportunidad de inspiración legislativa para actualizar las normas de la ley 19836.
En efecto, en el título que comentamos se optó por hacer una transcripción casi literal de su articulado que
data del año 1972: ello no obstante, las fundaciones, como todas las demás personas jurídicas, son
instituciones vivas que no escapan a la influencia de los vaivenes económicos y políticos, y es por ello que su
normativa merece ser revisada.
7.2 Aspectos generales
Hemos tenido ocasión de analizar, al comentar la novedosa regulación legal en materia de asociaciones
civiles, las dificultades que se plantean a la hora de definir el alcance de la noción de “bien común”.
La reforma(51) suma a esta materia una nueva dificultad, pues mientras para las asociaciones civiles
establece que podrán tener por objeto todo acto que no sea contrario al interés general o al bien común, aquí
mantiene la regulación de la ley 19836 y dispone en sentido positivo que deberán tener un objeto de bien
común.
Evidentemente no es lo mismo decir que el objeto no debe ser contrario al interés general ni al bien
común que decir que el objeto debe ser de bien común. En este sentido, da lugar a menos suspicacias el
artículo 193 que el 168.
Queda claro ahora que bien común e interés general no son lo mismo, y esto echa por tierra la
construcción que la jurisprudencia ha venido haciendo en la materia y que nos arrimaba a identificar “bien
común” con “interés público”.(52)
A diferencia de las asociaciones civiles, donde los destinatarios directos de la actividad del ente son sus
miembros, y solo indirectamente se proyecta hacia la sociedad en la que la asociación está inserta, en las
fundaciones los destinatarios son la comunidad en general, ya que carecen de miembros y tiene destinatarios
indeterminados. En este punto la norma debió haber incluido expresamente esta particularidad, porque con ello
daría más claridad conceptual a la figura, dado que si bien esta idea es compartida por toda la doctrina, no
existe una norma expresa que así lo determine.
Las fundaciones, al carecer de miembros, siempre destinarán los beneficios de su actuación de manera
exclusiva y excluyente a los terceros entendidos como la comunidad en general ya que los beneficiarios no son
personas precisas y determinadas sino hasta el momento en que su derecho se incorpora a su patrimonio. (53)
El único elemento relevante en las fundaciones es su patrimonio afectado al fin impuesto por el fundador.
Al determinarse que las fundaciones deben carecer de fines de lucro, se interpreta, a nuestro juicio,
erróneamente, que no pueden realizar actividades lucrativas. Con este argumento se descarta toda posibilidad
de constituir una fundación empresa y se cuestiona la obtención de ingresos importantes por la vía de la
realización de actividades económicamente rentables. La doctrina ha señalado con acierto que esta
interpretación se debe a una confusión conceptual entre objeto/finalidad de la fundación y medios para
alcanzar ese objeto, que pueden y es aconsejable que sean suficientes y lucrativos dado que a quienes se
quiere excluir de toda intencionalidad especulativa es a los integrantes del consejo de administración de
participar de algún modo de un reparto de fondos provenientes de la actividad de la fundación. Por supuesto
que la fundación no podría perseguir fines de lucro como principal objetivo, pero en la regulación del CCC
queda claro que sí puede hacerlo de manera secundaria y como una vía para contribuir al mejor logro de su
objeto de bien común.(54)
La presión de las necesidades de la época actual, por un lado, y la influencia cada vez más intensa de
criterios, concepciones y modalidades de distintas latitudes, por otro, evidentemente van modificando los
cánones rectores en esta materia. En una perspectiva real y globalizada, es dable observar que las
instituciones de naturaleza civil sin fines lucrativos -aun las que se desenvuelven en mejores condiciones de
solvencia- recurren en medida significativa a actividades mercantiles, industriales o de prestación de
determinados servicios.
No se puede calificar como lucrativa y por ende ajena al bien común a la actividad de una fundación que
realice actos para obtener ganancias cuando esos beneficios o utilidades no salen del patrimonio fundacional
mediante un sistema de “reparto o distribución” entre individualidades; sin duda no hay “lucro”. Incluso se ha
llegado a descartar la posibilidad de una fundación empresa bajo el argumento de que su fin de bien común
requiere que se la preserve de los riesgos propios de la actividad empresarial.(55)
Si bien las fundaciones contribuyen a sostener y desarrollar objetivos solidarios, también son pasibles de
ser utilizadas con fines fraudulentos, lo que establece un escenario de desconfianza. De ahí que el rol del
Estado en la fiscalización de estas entidades desde su etapa constitutiva hasta su liquidación merezca ser
atendido con políticas efectivas y no se limite a una mera declaración de principios plasmada en la letra muerta
de una ley.
El legislador tanto en la redacción originaria del Código Civil y la específica ley de fundaciones como ahora
en la ley 26994 reconoce que el fin de bien común es originariamente inherente al Estado y por eso le confiere
a este la facultad de analizar no solo la legalidad del acto constitutivo, sino también la oportunidad, mérito o
conveniencia de su creación, para autorizarla a funcionar.
De ahí en más, si lo que verdaderamente se procura es promover políticas públicas socialmente
responsables, la Autoridad de Aplicación está llamada a fortalecer la fiscalización estatal de las fundaciones que
estén vinculadas a sociedades comerciales y difundir lineamientos jurídicos consensuados que faciliten las
relaciones y la articulación entre las fundaciones y el Estado a fin de lograr una adecuada supervisión,
reconocimiento y jerarquización de las entidades sin fines de lucro que desarrollan actividades de bien público
en el país, para lo cual la información que brinden las fundaciones deberá ser seria y veraz, y establecerse
sanciones adecuadas para el caso en que se aparten de sus objetivos originarios.
En este sentido, la incorporación de la doctrina de la inoponibilidad de la personalidad jurídica al régimen
general del Código Civil y Comercial en el artículo 144 es un gran avance que da al juez, a instancia de parte,
la potestad de revisar la actuación de las fundaciones.(56)
7.4. Constitución
En materia de fundaciones no auguramos cambios importantes, dado que los artículos 201 y siguientes del
CCC(57) prácticamente reproducen el texto completo de la ley 19836.
Lamentamos que a la hora de legislar no se haya atendido a la demanda formulada por la doctrina
nacional, dando a las fundaciones una regulación moderna y acorde a sus necesidades.
Por si ello fuera poco, algunas innovaciones que incluye el articulado del Código abren dudas que llamarán
a las puertas de la autoridad administrativa de control.
Con respecto a la forma de constitución, el artículo 193 del CCC dispone que las fundaciones
“necesariamente” deberán constituirse por instrumento público; nos remitimos a la crítica formulada a esta
exigencia formal constitutiva al analizar la cuestión en las asociaciones civiles. La fundación creada por
testamento mantiene el mismo régimen legal actual.(58)
El artículo 194 del CCC renueva la vigencia de un conflicto conceptual que lleva años en el ámbito del
derecho societario, al disponer que las fundaciones requieren de un “patrimonio inicial que posibilite,
razonablemente, el cumplimiento de sus fines”, con lo que nuevamente nos encontrará debatiendo acerca del
alcance de las facultades de policía de la autoridad administrativa de control en cuyo elevado criterio se deja la
determinación de cuál es el monto razonable de su patrimonio inicial, habida cuenta de que al momento de
constituir una fundación no es posible saber cuál será su dimensión como para poder determinar cuál es el
monto que razonablemente debe tener su patrimonio inicial.
Por otra parte, la autoridad administrativa de control no cuenta con asesores especializados de la talla de
tasadores o evaluadores como regula la ley concursal, que puedan calificadamente establecer dicha suma
inicial.
En la composición del patrimonio inicial debe tenerse en cuenta que las donaciones hechas a la fundación
son irrevocables aun cuando se deba cambiar el objeto, a menos que se haya establecido expresamente en el
contrato que se encuentran condicionadas al objeto propuesto por el fundador.(59)
Debemos recordar que las fundaciones, junto a las asociaciones civiles, son entidades de la economía
social que al buscar fines de bien común están afrontando una actividad que, si bien -y seguramente-
sensibiliza o interesa especialmente al fundador, también acompaña al cumplimiento de los fines del Estado.
Por razones metodológicas se han eliminado las normas relativas al deber de llevar contabilidad, puesto
que serán aplicables las pautas establecidas de manera uniforme para todas las personas jurídicas en los
artículos 320 y siguientes del CCC.
El artículo 194 del CCC(60) dispone que el aporte inicial de las fundaciones debe ser depositado en su
totalidad, ínterin dura el trámite de otorgamiento de la autorización del Estado para funcionar. Mantiene el
criterio de que la fundación podrá autorizarse aun cuando no disponga de un patrimonio inicial suficiente
cuando los antecedentes del fundador, los “servidores de la voluntad fundacional” o las características del
programa a desarrollar muestren aptitud potencial para cumplir sus objetivos. Marcamos la poco feliz
referencia a “servidores” que sustituye la actual mención de “funcionarios” que parece más apropiada porque
guarda relación con los consejeros y personal jerárquico de la fundación, designados en el acto constitutivo.
Esta previsión debería haberse incluido también en el capítulo dedicado a las asociaciones civiles.
Asimismo, alguna mención a las simples asociaciones civiles debería haber, puesto que por su pasivo social no
responden los asociados, sino solo los administradores orgánicos y de facto que manejan sus intereses.
Se elimina de la regulación legal la normativa relativa a las fundaciones extranjeras, por lo que habrá que
atenerse a lo dispuesto sobre el particular, en la parte general de personas jurídicas, donde, recordemos, el
artículo 150 del CCC las reconoce como personas jurídicas privadas, pero remite al régimen de las sociedades,
lo que dará lugar a un sinnúmero de desencuentros debido a la diversa naturaleza jurídica de ambas categorías
de personas jurídicas.
Una de las pocas innovaciones que trae la reforma en materia de fundaciones aparece en la última parte
del artículo 199 del CCC(61), donde se exige que al finalizar el primer trienio, se acompañe un nuevo plan trienal
para el segundo trienio, lo cual se advierte, al menos a priori, como un exceso formal innecesario.
Debemos resaltar que el empleo de la expresión “en gestación” que emplea el artículo 200 del CCC(62) para
aludir a la etapa de formación de la fundación no ha sido muy apropiada para referirse a una persona jurídica
en formación.
Entendiendo que la norma se refiere a la etapa “en formación” que transcurre desde la celebración del acto
constitutivo hasta la obtención de la autorización del Estado para funcionar, el artículo que comentamos
dispone una suerte de subordinación de los acreedores de la fundación frente a los acreedores particulares del
fundador. La intención del legislador ha sido clara en este tema: procura evitar fraudes a los acreedores
personales el fundador, por la vía de la creación de una fundación que tenga como única finalidad endeudar al
fundador y sustraer bienes de su acervo personal de la persecución de sus acreedores individuales.
7.5 Gobierno y administración
La reforma no ha introducido cambios sustanciales en esta materia: el gobierno y administración de las
fundaciones permanece en cabeza de un mismo órgano, el consejo de administración, y puede delegar
funciones en un comité ejecutivo. Son los únicos dos órganos que prevé el Código Civil y Comercial para las
fundaciones.
El consejo de administración siempre es un órgano colegiado cuyo número mínimo será de tres miembros,
guardando silencio el legislador sobre el número máximo de integrantes. Se deja expresamente establecido
que sus miembros siempre serán personas humanas (art. 196, CCC)
Se mantiene el actual régimen de composición con la posibilidad de que haya miembros permanentes y
temporarios, pudiendo someterse algunas decisiones a la necesidad del voto favorable de los primeros a
quienes el estatuto puede conceder también la facultad de designar a los temporarios.
Un tema sensible en materia de personas jurídicas con fines de bien común es el de la remuneración de
sus administradores. En este sentido, el artículo 206 del CCC(63) reproduce textualmente el actual artículo 20 de
la ley de fundaciones, que consagra el principio de gratuidad en el cargo. Respondiendo a algunas
observaciones formuladas por la doctrina, el artículo 206 del CCC incorpora una aclaración, dejando a salvo el
derecho al reembolso de gastos que haya realizado el consejero, pero sin superar las críticas que se le han
hecho con relación a negar el derecho a obtener una retribución justa por la tarea realizada por el consejero.(64)
Sin embargo, se atisba una apertura al reconocimiento del valor del trabajo realizado, en términos de una
retribución económica en el artículo 205 del CCC(65) que incluye en su párrafo final una pauta que hasta hoy no
existía: a pesar de la gratuidad en el cargo de consejero, el estatuto podrá prever alguna forma de retribución
pecuniaria a favor de los miembros del comité ejecutivo, de acuerdo con las labores que se le encomienden.
Es alentador que se abra la posibilidad de que por la vía convencional cada fundación considere el derecho
a percibir una remuneración a favor de los miembros del comité ejecutivo. Ningún inconveniente habrá en
interpretar esta norma cuando el beneficiario de esa remuneración sea un tercero no consejero. Pero cuando
quien percibe la remuneración por su desempeño en el comité ejecutivo sea a la vez un miembro del consejo
de administración, aparecerá una incompatibilidad difícil de resolver, a la vez que se abre la puerta a la
posibilidad de que por esta vía se conviertan en remunerados todos los cargos de los consejeros, burlándose la
imposición de gratuidad, pues para ello solo bastará que el estatuto prevea la creación de un comité ejecutivo
remunerado y que todos los consejeros formen parte de este.
Por lo demás, en materia de delegación de funciones, el artículo 205 del CCC sigue admitiendo que puede
ser a favor de personas que sean o no miembros del consejo de administración; por ende, no siendo
imperativo que los miembros del comité sean consejeros, las funciones que se les deleguen solo pueden ser
ejecutivas, excluyendo de manera absoluta toda tarea estratégica o de decisión, puesto que estas solo pueden
ser realizadas por quienes fueron investidos del carácter de funcionario de la fundación, dado que el carácter
de administrador es indelegable.
Se mantiene la observación que acertadamente ha formulado la doctrina especializada, en torno a que el
Código debería expresar de manera clara y concreta cuáles son las funciones del consejo de administración y
las del comité ejecutivo.(66)
Dentro de las escasas prerrogativas que se permiten al fundador, aparece la de desempeñar el cargo de
consejero y la de designar a los integrantes de ese órgano. El estatuto puede también otorgar la facultad de
designar a los miembros a entidades públicas o privadas de bien común. Se trata de una cuestión muy delicada
a resolver a la hora de delinear el estatuto de la fundación, puesto que al carecer de miembros, todo el poder
político recae en las personas autorizadas a realizar esta designación, pero la nueva redacción que sustituye al
artículo 12 de la ley de fundaciones es más clara en el sentido de que expresa que esta prerrogativa puede ser
compartida por el fundador y por las personas jurídicas a que se refiere el artículo 209 del CCC.
Las facultades del consejo de administración abarcan tanto los actos de administración como los de
disposición de bienes; también le compete modificar el estatuto, promover la fusión con otras fundaciones y
resolver la disolución de la persona jurídica.(67)
En cuanto al régimen de designación de consejeros, no hay mayores variantes que las reseñadas al
comentar el artículo 209 del CCC, debiendo designarse al primer consejo, en el acto constitutivo, y luego, en
caso de vacancias, cubrirlas mediante designación practicada por el fundador o por las personas jurídicas
públicas o privadas que diga el estatuto, o en caso de vacar los miembros temporarios, el estatuto puede
disponer que la designación sea practicada por los consejeros permanentes. De lo contrario, es el mismo
consejo de administración el que elige a sus integrantes. Y por último, si ninguno de ellos lo hiciera, tendrá
competencia para practicar la designación y suplir la vacante la autoridad administrativa de control.
Si se optara por delegar funciones en el comité ejecutivo (art. 205, CCC), este podrá estar integrado por
consejeros o terceros. También se podrán delegar funciones en personas humanas, sean o no miembros del
consejo, tal como hasta hoy.
El artículo 207 del CCC(68) regula el funcionamiento de los órganos de administración, dejando, como
actualmente lo hace el artículo 15 de la ley 19836, a la autonomía de la voluntad del fundador el régimen de
reuniones ordinarias y extraordinarias y convocatorias. El quórum mínimo para funcionar sigue siendo de la
mitad más uno, y se mantiene como mínimo la mayoría absoluta de votos presentes en la reunión para la
adopción de decisiones. Solo se aclara, correctamente, que el acta ya no tendrá que resumir las
manifestaciones hechas en la deliberación con expresión completa de las decisiones, que deberá constar un
resumen de los detalles más relevantes de lo actuado, lo que incluye, obviamente, el resultado de las
votaciones.
El artículo 208 del CCC(69) mantiene la aclaración de que la mayoría absoluta no es necesaria cuando se
trate de resolver sobre la designación de consejeros si su concurrencia se hizo imposible.
Y por su parte, el artículo 216 del CCC(70) mantiene la pauta del artículo 29 de la ley 19836, fijando que
salvo disposición en contrario del estatuto, este se reforma mediando el voto de la mayoría absoluta de sus
miembros, y las decisiones de cambiar el objeto, fusión y disolución requieren de los dos tercios de los votos.
En el artículo 209 del CCC se mantienen las causales de remoción y de caducidad automática de los cargos
de consejeros actualmente reguladas por el artículo 17 de la ley 19836. En este contexto, la doctrina ha
criticado la sanción de “caducidad de los mandatos”, habida cuenta de que los consejeros son funcionarios de
la fundación, con responsabilidad ante el ente y ante terceros, que no pueden ser apartados de su cargo de
manera automática, porque esto podría llevar a arbitrariedades. Para la separación de sus cargos, debe mediar
un acto formal administrativo, una resolución expresa del cuerpo al que pertenece el directivo y una decisión
fundada con causales comprobadas. Coincidimos en que la norma debería establecer, al menos, los parámetros
con que pondera la ausencia reiterada y no justificada como causal de tan grave sanción.(71)
Por su parte, el artículo 210 del CCC reproduce la solución prevista actualmente en el artículo 18 de la ley
19836 para el caso de acefalía.(72)
Lamentablemente no se ha tenido el cuidado de modificar el texto del artículo 211 del CCC,
reproduciéndose expresamente el artículo 19 de la ley de fundaciones, al disponer que la conducta de los
consejeros se regirá por las normas del mandato.
En un sistema que reconoce la incorporación de la teoría organicista, debió cuidarse de coordinar las
normas en materia de responsabilidad de los administradores, siguiendo los postulados de aquella, y no remitir
a las normas del mandato, diferentes y en buena medida incompatibles con el organicismo que recepta el
Código Civil y Comercial. Esta omisión dará lugar a desinteligencias a la hora de aplicar el régimen de
responsabilidad en materia de administradores de las fundaciones por su incompatibilidad con las normas de la
ley de sociedades a las que se remite expresamente en el nuevo Código.
Se modifica el artículo 21, y el nuevo artículo 212 del CCC(73) parte del principio de que el fundador y sus
herederos solo pueden celebrar contratos con la fundación previa aprobación de la autoridad de control bajo
pena de ser tenido por ineficaz. En la nueva regulación se dispone que esta norma se aplica también a las
resoluciones del órgano de administración que directa o indirectamente originen beneficios no previstos en el
estatuto a favor del fundador o de sus hijos.
Tampoco se producen modificaciones en las pautas legales impuestas a la hora de determinar el destino
de los bienes de la entidad(74). En primer lugar, debemos decir que es incorrecto hablar de “capital dotal”; lo
adecuado habría sido que se corrigiera ese error ya presente en el artículo 22 de la ley 19836, puesto que la
acumulación de fondos repercute en la consolidación del “patrimonio” de la entidad y no en su capital.
Sin dudas que se haya mantenido la restricción legal a la realización de actividades empresariales por
parte de la fundación, ya que más allá de los riesgos de fraude que ello pueda generar y que pueden ser
evitados a través del ejercicio de una adecuada fiscalización estatal, la inversión de fondos en actividades con
potencialidad para generar recursos serviría para el mejor logro de los objetivos altruistas de la fundación. La
idea de que la fundación, por ser un ente de bien público, debe restringirse a administrar los fondos que le
aportan sus fundadores, sus benefactores y el Estado las condena muchas veces a un estado de escasez de
recursos que le impide alcanzar sus objetivos de bien común.
Tal como hasta hoy, según los artículos 214 y 215 del CCC(75), las fundaciones deben informar a la
autoridad de control siempre que esta se lo requiera, y las reparticiones oficiales deben suministrar información
directamente a la autoridad de control para una mejor apreciación de los programas proyectados por las
fundaciones.

REFORMA DEL ESTATUTO Y DISOLUCIÓN

Se hace una fina modificación al tiempo de regular el destino final de los bienes. El artículo 217 del CCC(76)
dispone que los bienes pueden destinarse a una entidad de carácter público o a una privada de “utilidad
pública” o de bien común, no lucrativa y domiciliada en el país, salvo que se esté disolviendo una fundación
extranjera.

AUTORIDAD DE CONTRALOR

La reforma no aporta modificaciones a la normativa legal de la 19836 relativa a las atribuciones y


funciones de la autoridad de control, que seguirán siendo idénticas a partir de la puesta en marcha de la
reforma que comentamos(77), por lo que se mantiene la confusión en torno a si la modificación del objeto
cuando el originario se torne imposible compete al consejo de administración del artículo 216 del CCC o a la
autoridad de control del artículo 223, inciso a). Una interpretación organicista nos impulsa a decir que a pesar
de la redacción del artículo 223, la potestad de modificar el objeto corresponde, en primer lugar, al consejo de
administración y solo si no se obtuvieran allí las mayorías necesarias y a juicio de la autoridad de control fuera
menester mantener vigente a la fundación para evitar su disolución por imposibilidad de cumplir el objeto,
podrá esta autoridad abocarse a la tarea de redefinir el objeto de la fundación, respetando, en todos los casos,
con la mayor fidelidad posible, el objeto originariamente dispuesto por el fundador.

CONSIDERACIONES FINALES
A lo largo de estas páginas hemos querido analizar comparativamente las normas que nos regirán al
ponerse en marcha el nuevo Código Civil y Comercial argentino. A modo de conclusión podemos decir que los
legisladores han considerado en gran medida la evolución que el derecho de las personas jurídicas ha
experimentado desde la sanción del Código Civil y su reforma; también han respondido, aunque parcialmente,
al requerimiento de dotar a las asociaciones civiles de un régimen legal propio, y no han respondido, en la
medida de lo esperado, en resolver las limitaciones que seguirán acompañando al régimen legal de las
fundaciones.
Notas:
(1) “Título II Persona jurídica - Capítulo 1 - Parte general Sección 1ª - Personalidad. Composición. Art. 141.-
Definición. Son personas jurídicas todos los entes a los cuales el ordenamiento jurídico les confiere aptitud para
adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y los fines de su creación.”
(2) “Art. 142 - Comienzo de la existencia. La existencia de la persona jurídica privada comienza desde su constitución.
No necesita autorización legal para funcionar, excepto disposición legal en contrario. En los casos en que se requiere
autorización estatal, la persona jurídica no puede funcionar antes de obtenerla.”
(3) “Art. 143 - Personalidad diferenciada. La persona jurídica tiene una personalidad distinta de la de sus miembros.
Los miembros no responden por las obligaciones de la persona jurídica, excepto en los supuestos que expresamente
se prevén en este Título y lo que disponga la ley especial.”
(4) “Art. 144 - Inoponibilidad de la personalidad jurídica. La actuación que esté destinada a la consecución de fines
ajenos a la persona jurídica, constituya un recurso para violar la ley, el orden público o la buena fe o para frustrar
derechos de cualquier persona, se imputa a quienes a título de socios, asociados, miembros o controlantes directos o
indirectos, la hicieron posible, quienes responderán solidaria e ilimitadamente por los perjuicios causados. Lo dispuesto
se aplica sin afectar los derechos de los terceros de buena fe y sin perjuicio de las responsabilidades personales de
que puedan ser pasibles los participantes en los hechos por los perjuicios causados.”
(5) “Parke Davis y Cía. SA” - CSJN - 31/7/1973 - AR/JUR/22/1973
(6) “Compañía Swift de la Plata SA c/quiebra inc. de liq. Deltec Arg. y Deltec International Ltd.” - CSJN - 24/10/1989 -
LL - 1990-C, 547 AR/JUR/812/1989
(7) “Palomeque, Aldo c/Benemeth SA y otros” - CSJN - II-203- C - 864 AR/JUR/37/2003
(8) “Sección 2ª Clasificación
Art. 145 - Clases. Las personas jurídicas son públicas o privadas.
Art. 146 - Personas jurídicas públicas. Son personas jurídicas públicas: a) el Estado Nacional, las Provincias, la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, los municipios, las entidades autárquicas y las demás organizaciones constituidas en la
República a las que el ordenamiento jurídico atribuya ese carácter; b) los Estados extranjeros, las organizaciones a las
que el derecho internacional público reconozca personalidad jurídica y toda otra persona jurídica constituida en el
extranjero cuyo carácter público resulte de su derecho aplicable; c) la Iglesia Católica.
Art. 147 - Ley aplicable. Las personas jurídicas públicas se rigen en cuanto a su reconocimiento, comienzo, capacidad,
funcionamiento, organización y fin de su existencia, por las leyes y ordenamientos de su constitución.
Art. 148 - Personas jurídicas privadas. Son personas jurídicas privadas: a) las sociedades; b) las asociaciones civiles;
c) las simples asociaciones; d) las fundaciones; e) las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas; f) las
mutuales; g) las cooperativas; h) el consorcio de propiedad horizontal; i) toda otra contemplada en disposiciones de
este Código o en otras leyes y cuyo carácter de tal se establece o resulta de su finalidad y normas de funcionamiento.
Art. 149 - Participación del Estado. La participación del Estado en personas jurídicas privadas no modifica el carácter
de estas. Sin embargo, la ley o el estatuto pueden prever derechos y obligaciones diferenciados, considerando el
interés público comprometido en dicha participación.”
(9) “Art. 150 - Leyes aplicables. Las personas jurídicas privadas que se constituyen en la República, se rigen: a) por
las normas imperativas de la ley especial o, en su defecto, de este Código; b) por las normas del acto constitutivo con
sus modificaciones y de los reglamentos, prevaleciendo las primeras en caso de divergencia; c) por las normas
supletorias de leyes especiales, o en su defecto, por las de este Título. Las personas jurídicas privadas que se
constituyen en el extranjero se rigen por lo dispuesto en la ley general de sociedades.”
(10) “Sección 3ª - Persona jurídica privada - Parágrafo 1° Atributos y efectos de la personalidad jurídica
Art. 151 - Nombre. La persona jurídica debe tener un nombre que la identifique como tal, con el aditamento indicativo
de la forma jurídica adoptada. La persona jurídica en liquidación debe aclarar esta circunstancia en la utilización de su
nombre.
El nombre debe satisfacer recaudos de veracidad, novedad y aptitud distintiva, tanto respecto de otros nombres, como
de marcas, nombres de fantasía u otras formas de referencia a bienes o servicios, se relacionen o no con el objeto de
la persona jurídica.
No puede contener términos o expresiones contrarios a la ley, el orden público o las buenas costumbres ni inducir a
error sobre la clase u objeto de la persona jurídica. La inclusión en el nombre de la persona jurídica del nombre de
personas humanas requiere la conformidad de estas, que se presume si son miembros. Sus herederos pueden
oponerse a la continuación del uso, si acreditan perjuicios materiales o morales.”
(11) “Art. 152 - Domicilio y sede social. El domicilio de la persona jurídica es el fijado en sus estatutos o en la
autorización que se le dio para funcionar. La persona jurídica que posee muchos establecimientos o sucursales tiene su
domicilio especial en el lugar de dichos establecimientos solo para la ejecución de las obligaciones allí contraídas. El
cambio de domicilio requiere modificación del estatuto. El cambio de sede, si no forma parte del estatuto, puede ser
resuelto por el órgano de administración.
Art. 153 - Alcance del domicilio. Notificaciones. Se tienen por válidas y vinculantes para la persona jurídica todas las
notificaciones efectuadas en la sede inscripta.”
(12) “Art. 154 - Patrimonio. La persona jurídica debe tener un patrimonio. La persona jurídica en formación puede
inscribir preventivamente a su nombre los bienes registrables.”
(13) “Art. 155 - Duración. La duración de la persona jurídica es ilimitada en el tiempo, excepto que la ley o el estatuto
dispongan lo contrario.”
(14) “Art. 156 - Objeto. El objeto de la persona jurídica debe ser preciso y determinado.”
(15) “Art. 157 - Modificación del estatuto. El estatuto de las personas jurídicas puede ser modificado en la forma que
el mismo o la ley establezcan. La modificación del estatuto produce efectos desde su otorgamiento. Si requiere
inscripción es oponible a terceros a partir de esta, excepto que el tercero la conozca.”
(16) “Art. 158 - Gobierno, administración y fiscalización. El estatuto debe contener normas sobre el gobierno, la
administración y representación y, si la ley la exige, sobre la fiscalización interna de la persona jurídica. En ausencia
de previsiones especiales rigen las siguientes reglas: a) si todos los que deben participar del acto lo consienten,
pueden participar en una asamblea o reunión del órgano de gobierno, utilizando medios que les permitan a los
participantes comunicarse simultáneamente entre ellos. El acta debe ser suscripta por el presidente y otro
administrador, indicándose la modalidad adoptada, debiendo guardarse las constancias, de acuerdo al medio utilizado
para comunicarse; b) los miembros que deban participar en una asamblea, o los integrantes del consejo, pueden
autoconvocarse para deliberar, sin necesidad de citación previa. Las decisiones que se tomen son válidas, si concurren
todos y el temario a tratar es aprobado por unanimidad.”
(17) “Art. 159 - Deber de lealtad y diligencia. Interés contrario. Los administradores de la persona jurídica deben
obrar con lealtad y diligencia. No pueden perseguir ni favorecer intereses contrarios a los de la persona jurídica. Si en
determinada operación los tuvieran por sí o por interpósita persona, deben hacerlo saber a los demás miembros del
órgano de administración o en su caso al órgano de gobierno y abstenerse de cualquier intervención relacionada con
dicha operación. Les corresponde implementar sistemas y medios preventivos que reduzcan el riesgo de conflictos de
intereses en sus relaciones con la persona jurídica.”
(18) ”Art. 160 - Responsabilidad de los administradores. Los administradores responden en forma ilimitada y solidaria
frente a la persona jurídica, sus miembros y terceros, por los daños causados por su culpa en el ejercicio o con ocasión
de sus funciones, por acción u omisión.”
(19) “Art. 161 - Obstáculos que impiden adoptar decisiones. Si como consecuencia de la oposición u omisión
sistemáticas en el desempeño de las funciones del administrador, o de los administradores si los hubiera, la persona
jurídica no puede adoptar decisiones válidas, se debe proceder de la siguiente forma: a) el presidente, o alguno de los
coadministradores, si los hay, pueden ejecutar los actos conservatorios; b) los actos así ejecutados deben ser puestos
en conocimiento de la asamblea que se convoque al efecto dentro de los diez días de comenzada su ejecución; c) la
asamblea puede conferir facultades extraordinarias al presidente o a la minoría, para realizar actos urgentes o
necesarios; también puede remover al administrador.”
(20) “Art. 162 - Transformación. Fusión. Escisión. Las personas jurídicas pueden transformarse, fusionarse o
escindirse en los casos previstos por este Código o por la ley especial. En todos los casos es necesaria la conformidad
unánime de los miembros de la persona o personas jurídicas, excepto disposición especial o estipulación en contrario
del estatuto.”
(21) “Art. 163 - Causales. La persona jurídica se disuelve por: a) la decisión de sus miembros adoptada por
unanimidad o por la mayoría establecida por el estatuto o disposición especial; b) el cumplimiento de la condición
resolutoria a la que el acto constitutivo subordinó su existencia; c) la consecución del objeto para el cual la persona
jurídica se formó, o la imposibilidad sobreviviente de cumplirlo; d) el vencimiento del plazo; e) la declaración de
quiebra; la disolución queda sin efecto si la quiebra concluye por avenimiento o se dispone la conversión del trámite
en concurso preventivo, o si la ley especial prevé un régimen distinto; f) la fusión respecto de las personas jurídicas
que se fusionan o la persona o personas jurídicas cuyo patrimonio es absorbido; y la escisión respecto de la persona
jurídica que se divide y destina todo su patrimonio; g) la reducción a uno del número de miembros, si la ley especial
exige pluralidad de ellos y esta no es restablecida dentro de los tres meses; h) la denegatoria o revocación firmes de
la autorización estatal para funcionar, cuando esta sea requerida; i) el agotamiento de los bienes destinados a
sostenerla; j) cualquier otra causa prevista en el estatuto o en otras disposiciones de este Título o de ley especial.
Art. 164 - Revocación de la autorización estatal. La revocación de la autorización estatal debe fundarse en la comisión
de actos graves que importen la violación de la ley, el estatuto y el reglamento. La revocación debe disponerse por
resolución fundada y conforme a un procedimiento reglado que garantice el derecho de defensa de la persona jurídica.
La resolución es apelable, pudiendo el juez disponer la suspensión provisional de sus efectos.”
(22) “Art. 165 - Prórroga. El plazo determinado de duración de las personas jurídicas puede ser prorrogado. Se
requiere: a) decisión de sus miembros, adoptada de acuerdo con la previsión legal o estatutaria; b) presentación ante
la autoridad de contralor que corresponda, antes del vencimiento del plazo.”
(23) “Art. 166 - Reconducción. La persona jurídica puede ser reconducida mientras no haya concluido su liquidación,
por decisión de sus miembros adoptada por unanimidad o la mayoría requerida por la ley o el estatuto, siempre que la
causa de su disolución pueda quedar removida por decisión de los miembros o en virtud de la ley.”
(24) “Art. 167 - Liquidación y responsabilidades. Vencido el plazo de duración, resuelta la disolución u ocurrida otra
causa y declarada en su caso por los miembros, la persona jurídica no puede realizar operaciones, debiendo en su
liquidación concluir las pendientes. La liquidación consiste en el cumplimiento de las obligaciones pendientes con los
bienes del activo del patrimonio de la persona jurídica o su producido en dinero. Previo pago de los gastos de
liquidación y de las obligaciones fiscales, el remanente, si lo hay, se entrega a sus miembros o a terceros, conforme lo
establece el estatuto o lo exige la ley. En caso de infracción responden ilimitada y solidariamente sus administradores
y aquellos miembros que, conociendo o debiendo conocer la situación y contando con el poder de decisión necesario
para ponerle fin, omiten adoptar las medidas necesarias al efecto.”
(25) Con respecto a los proyectos de ley especial de fundaciones podemos enumerar: a) el anteproyecto presentado
en 1987 que recién en 1993 se convertiría en Proyecto de la Cámara de Diputados de la Nación, b) el D. 468/1992 del
Poder Ejecutivo Nacional por el que se creó una comisión con funciones para elaborar un proyecto en este sentido, c)
el proyecto elaborado por Facundo Biagosch, presentado ante el Congreso en 2003 y aprobado por el Senado de la
Nación; c) dicho proyecto fue adecuado y nuevamente presentado ante el Congreso en 2005
(26) Crovi, Daniel: “Asociaciones civiles. Necesidad de una ley especial” - LL - 2007-A - pág. 702
(27) Así lo ha hecho la autoridad administrativa de control en diferentes jurisdicciones del país, en especial la R.
7/2005 de la Inspección General de Justicia y también la jurisprudencia
(28) “Art. 168 - Objeto. La asociación civil debe tener un objeto que no sea contrario al interés general o al bien
común. El interés general se interpreta dentro del respeto a las diversas identidades, creencias y tradiciones, sean
culturales, religiosas, artísticas, literarias, sociales, políticas o étnicas que no vulneren los valores constitucionales. No
puede perseguir el lucro como fin principal, ni puede tener por fin el lucro para sus miembros o terceros.”
(29) Cura, José María: “El bien común, asociarse con fines útiles y la existencia de las asociaciones civiles” - LL -
9/2/2007 - AR/DOC/656/2007
(30) Crovi, Luis: “Régimen legal de las asociaciones civiles” - Ed. LexisNexis - 2006 - pág. 52
(31) Garcia Tejera, Norberto: “Personas jurídicas. Tratamiento en los tipos civil y comercial” - Ed. AbeledoPerrot -
1998 - pág. 157
(32) En tal sentido se dio contenido a la enumeración de actividades comprendidas dentro de la noción de acción
mutual del art. 4 de la ley 20321 de asociaciones mutuales
(33) “ALITT c/IGJ” - CSJN - 21/11/2006. Con respecto a los límites conceptuales de la noción de bien común, si bien
las asociaciones civiles no han sido el tipo asociativo que mayor interés despertó en la literatura jurídica, la doctrina
especializada ha hecho un valioso y circunstanciado aporte a lo largo del tiempo, comenzando por la emblemática obra
de Paz, Juan: “El derecho de las asociaciones. Doctrina, legislación y jurisprudencia” - Editorial Guillermo Kraft - 2ª
edición, seguida por Crovi, Luis: “Régimen legal de las asociaciones civiles” - Ed. LexisNexis - 2006, entre numerosas
ponencias, trabajos de divulgación científica y artículos publicados por la doctrina nacional
(34) Borda, Alejandro: “Asociaciones civiles y fundaciones” - XXII Jornadas Nacionales de Derecho Civil - LL -
6/10/2009 - pág. 1
(35) “Art. 69 - Forma del acto constitutivo. El acto constitutivo de la asociación civil debe ser otorgado por
instrumento público y ser inscripto en el registro correspondiente una vez otorgada la autorización estatal para
funcionar. Hasta la inscripción se aplican las normas de la simple asociación.”
(36) “Art. 170 - Contenido. El acto constitutivo debe contener: a) la identificación de los constituyentes; b) el nombre
de la asociación con el aditamento 'Asociación Civil' antepuesto o pospuesto; c) el objeto; d) el domicilio social; e) el
plazo de duración o si la asociación es a perpetuidad; f) las causales de disolución; g) las contribuciones que
conforman el patrimonio inicial de la asociación civil y el valor que se les asigna. Los aportes se consideran
transferidos en propiedad, si no consta expresamente su aporte de uso y goce; h) el régimen de administración y
representación; i) la fecha de cierre del ejercicio económico anual; j) en su caso, las clases o categorías de asociados,
y prerrogativas y deberes de cada una; k) el régimen de ingreso, admisión, renuncia, sanciones disciplinarias,
exclusión de asociados y recursos contra las decisiones; l) los órganos sociales de gobierno, administración y
representación. Deben preverse la comisión directiva, las asambleas y el órgano de fiscalización interna, regulándose
su composición, requisitos de integración, duración de sus integrantes, competencias, funciones, atribuciones y
funcionamiento en cuanto a convocatoria, constitución, deliberación, decisiones y documentación; m) el procedimiento
de liquidación; n) el destino de los bienes después de la liquidación, pudiendo atribuirlos a una entidad de bien común,
pública o privada, que no tenga fin de lucro y que esté domiciliada en la República.”
(37) “Art. 171 - Administradores. Los integrantes de la comisión directiva deben ser asociados. El derecho de los
asociados a participar en la comisión directiva no puede ser restringido abusivamente. El estatuto debe prever los
siguientes cargos y, sin perjuicio de la actuación colegiada en el órgano, definir las funciones de cada uno de ellos:
presidente, secretario y tesorero. Los demás miembros de la comisión directiva tienen carácter de vocales. A los
efectos de esta Sección, se denomina directivos a todos los miembros titulares de la comisión directiva. En el acto
constitutivo se debe designar a los integrantes de la primera comisión directiva.”
(38) “Art. 172 - Fiscalización. El estatuto puede prever que la designación de los integrantes del órgano de
fiscalización recaiga en personas no asociadas. En el acto constitutivo se debe consignar a los integrantes del primer
órgano de fiscalización. La fiscalización privada de la asociación está a cargo de uno o más revisores de cuentas. La
comisión revisora de cuentas es obligatoria en las asociaciones con más de cien asociados. Art. 173 - Integrantes del
órgano de fiscalización. Los integrantes del órgano de fiscalización no pueden ser al mismo tiempo integrantes de la
comisión, ni certificantes de los estados contables de la asociación. Estas incompatibilidades se extienden a los
cónyuges, convivientes, parientes, aun por afinidad, en línea recta en todos los grados, y colaterales dentro del cuarto
grado. En las asociaciones civiles que establezcan la necesidad de una profesión u oficio específico para adquirir la
calidad de socio, los integrantes del órgano de fiscalización no necesariamente deben contar con título habilitante. En
tales supuestos la comisión fiscalizadora debe contratar profesionales independientes para su asesoramiento. Art. 174
- Contralor estatal. Las asociaciones civiles requieren autorización para funcionar y se encuentran sujetas a contralor
permanente de la autoridad competente, nacional o local, según corresponda.”
(39) “Art. 175 - Participación en los actos de gobierno. El estatuto puede imponer condiciones para que los asociados
participen en los actos de gobierno, tales como antigüedad o pago de cuotas sociales. La cláusula que importe
restricción total del ejercicio de los derechos del asociado es de ningún valor.”
(40) “Art. 176 - Cesación en el cargo. Los directivos cesan en sus cargos por muerte, declaración de incapacidad o
capacidad restringida, inhabilitación, vencimiento del lapso para el cual fueron designados, renuncia, remoción y
cualquier otra causal establecida en el estatuto. El estatuto no puede restringir la remoción ni la renuncia; la cláusula
en contrario es de ningún valor. No obstante, la renuncia no puede afectar el funcionamiento de la comisión directiva o
la ejecución de actos previamente resueltos por esta, supuestos en los cuales debe ser rechazada y el renunciante
permanecer en el cargo hasta que la asamblea ordinaria se pronuncie. Si no concurren tales circunstancias, la
renuncia comunicada por escrito al presidente de la comisión directiva o a quien estatutariamente lo reemplace o a
cualquiera de los directivos, se tiene por aceptada si no es expresamente rechazada dentro de los diez días contados
desde su recepción.”
(41) “Art. 177 - Extinción de la responsabilidad. La responsabilidad de los directivos se extingue por la aprobación de
su gestión, por renuncia o transacción resueltas por la asamblea ordinaria. No se extingue: a) si la responsabilidad
deriva de la infracción a normas imperativas; b) si en la asamblea hubo oposición expresa y fundada de asociados con
derecho a voto en cantidad no menor al diez por ciento del total. En este caso quienes se opusieron pueden ejercer la
acción social de responsabilidad prevista para las sociedades en la ley especial.”
(42) “Art. 178 - Participación en las asambleas. El pago de las cuotas y contribuciones correspondientes al mes
inmediato anterior es necesario para participar en las asambleas. En ningún caso puede impedirse la participación del
asociado que purgue la mora con antelación al inicio de la asamblea.”
(43) “Art. 179 - Renuncia. El derecho de renunciar a la condición de asociado no puede ser limitado. El renunciante
debe en todos los casos las cuotas y contribuciones devengadas hasta la fecha de la notificación de su renuncia.”
(44) “Art. 180 - Exclusión. Los asociados solo pueden ser excluidos por causas graves previstas en el estatuto. El
procedimiento debe asegurar el derecho de defensa del afectado. Si la decisión de exclusión es adoptada por la
comisión directiva, el asociado tiene derecho a la revisión por la asamblea que debe convocarse en el menor plazo
legal o estatutariamente posible. El incumplimiento de estos requisitos compromete la responsabilidad de la comisión
directiva.”
(45) “Art. 181 - Responsabilidad. Los asociados no responden en forma directa ni subsidiaria por las deudas de la
asociación civil. Su responsabilidad se limita al cumplimiento de los aportes comprometidos al constituirla o
posteriormente y al de las cuotas y contribuciones a que estén obligados.”
(46) “Art. 182 - Intransmisibilidad. La calidad de asociado es intransmisible.”
(47) “Art. 183 - Disolución. Las asociaciones civiles se disuelven por las causales generales de disolución de las
personas jurídicas privadas y también por la reducción de su cantidad de asociados a un número inferior al total de
miembros titulares y suplentes de su comisión directiva y órgano de fiscalización, si dentro de los seis meses no se
restablece ese mínimo.”
(48) “Art. 184 - Liquidador. El liquidador debe ser designado por la asamblea extraordinaria y de acuerdo a lo
establecido en el estatuto, excepto en casos especiales en que procede la designación judicial o por la autoridad de
contralor. Puede designarse más de uno, estableciéndose su actuación conjunta o como órgano colegiado. La
disolución y el nombramiento del liquidador deben inscribirse y publicarse.
Art. 185 - Procedimiento de liquidación. El procedimiento de liquidación se rige por las disposiciones del estatuto y se
lleva a cabo bajo la vigilancia del órgano de fiscalización. Cualquiera sea la causal de disolución, el patrimonio
resultante de la liquidación no se distribuye entre los asociados. En todos los casos debe darse el destino previsto en el
estatuto y, a falta de previsión, el remanente debe destinarse a otra asociación civil domiciliada en la República de
objeto igual o similar a la liquidada.”
(49) “Art. 186 - Normas supletorias. Se aplican supletoriamente las disposiciones sobre sociedades, en lo pertinente.”
(50) “Art. 187 - Forma del acto constitutivo. El acto constitutivo de la simple asociación debe ser otorgado por
instrumento público o por instrumento privado con firma certificada por escribano público. Al nombre debe
agregársele, antepuesto o pospuesto, el aditamento 'simple asociación' o 'asociación simple'.
Art. 188 - Ley aplicable. Reenvío. Las simples asociaciones se rigen en cuanto a su acto constitutivo, gobierno,
administración, socios, órgano de fiscalización y funcionamiento por lo dispuesto para las asociaciones civiles y las
disposiciones especiales de este Capítulo.
Art. 189 - Existencia. La simple asociación comienza su existencia como persona jurídica a partir de la fecha del acto
constitutivo.
Art. 190 - Prescindencia de órgano de fiscalización. Las simples asociaciones con menos de veinte asociados pueden
prescindir del órgano de fiscalización; subsiste la obligación de certificación de sus estados contables. Si se prescinde
del órgano de fiscalización, todo miembro, aun excluido de la gestión, tiene derecho a informarse sobre el estado de
los asuntos y de consultar sus libros y registros. La cláusula en contrario se tiene por no escrita.
Art. 191 - Insolvencia. En caso de insuficiencia de los bienes de la asociación simple, el administrador y todo miembro
que administra de hecho los asuntos de la asociación es solidariamente responsable de las obligaciones de la simple
asociación que resultan de decisiones que han suscripto durante su administración. Los bienes personales de cada una
de esas personas no pueden ser afectados al pago de las deudas de la asociación, sino después de haber satisfecho a
sus acreedores individuales.
Art. 192 - Responsabilidad de los miembros. El fundador o asociado que no intervino en la administración de la simple
asociación no está obligado por las deudas de ella, sino hasta la concurrencia de la contribución prometida o de las
cuotas impagas.”
(51) “Art. 193 - Concepto. Las fundaciones son personas jurídicas que se constituyen con una finalidad de bien común,
sin propósito de lucro, mediante el aporte patrimonial de una o más personas, destinado a hacer posibles sus fines.
Para existir como tales requieren necesariamente constituirse mediante instrumento público y solicitar y obtener
autorización del Estado para funcionar. Si el fundador es una persona humana, puede disponer su constitución por
acto de última voluntad.”
(52) “Monzart c/Cámara Empresaria de Maderas” - CNCiv. - Sala C - LL - 1978-C - pág. 292
(53) “Del Río, Ramón c/Fundación Esso” - CNCiv. - Sala D - 13/4/1973 - LL - T. 150 - pág. 699
(54) Crovi, Daniel: “Fundaciones. Régimen jurídico y actuación empresarial” - Ed. AbeledoPerrot - 2008 - págs. 261 y
ss.
(55) Cahian, Adolfo: “Fines y actividades de las fundaciones” - LL - 1995 - C-897 AR/DOC/18656/2001
(56) Fourcade, María V.: “Rol del Estado en el control de asociaciones civiles y fundaciones. La resolución IGJ 7/2004”
- LL - 2004-E - 1481 - AR/DOC/2141/2004
(57) “Art. 201 - Consejo de administración. El gobierno y administración de las fundaciones está a cargo de un consejo
de administración, integrado por un mínimo de tres personas humanas. Tiene todas las facultades necesarias para el
cumplimiento del objeto de la fundación, dentro de las condiciones que establezca el estatuto.
Art. 202 - Derecho de los fundadores. Los fundadores pueden reservarse por disposición expresa del estatuto la
facultad de ocupar cargos en el consejo de administración, así como también la de designar los consejeros cuando se
produzca el vencimiento de los plazos de designación o la vacancia de alguno de ellos.
Art. 203 - Designación de los consejeros. La designación de los integrantes del consejo de administración puede
además ser conferida a instituciones públicas y a entidades privadas sin fines de lucro.
Art. 204 - Carácter de los consejeros. Los miembros del consejo de administración pueden ser permanentes o
temporarios. El estatuto puede establecer que determinadas decisiones requieran siempre el voto favorable de los
primeros, como que también quede reservada a estos la designación de los segundos.
Art. 205 - Comité ejecutivo. El estatuto puede prever la delegación de facultades de administración y gobierno a favor
de un comité ejecutivo integrado por miembros del consejo de administración o por terceros, el cual debe ejercer sus
funciones entre los períodos de reunión del consejo, y con rendición de cuentas a él. Puede también delegar facultades
ejecutivas en una o más personas humanas, sean o no miembros del consejo de administración. De acuerdo con la
entidad de las labores encomendadas, el estatuto puede prever alguna forma de retribución pecuniaria a favor de los
miembros del comité ejecutivo.
Art. 206 - Carácter honorario del cargo. Los miembros del consejo de administración no pueden recibir retribuciones
por el ejercicio de su cargo, excepto el reembolso de gastos, siendo su cometido de carácter honorario.
Art. 207 - Reuniones, convocatorias, mayorías, decisiones y actas. El estatuto debe prever el régimen de reuniones
ordinarias y extraordinarias del consejo de administración, y en su caso, del comité ejecutivo si es pluripersonal, así
como el procedimiento de convocatoria. El quórum debe ser el de la mitad más uno de sus integrantes. Debe labrarse
en libro especial acta de las deliberaciones de los entes mencionados, en la que se resuma lo que resulte de cada
convocatoria con todos los detalles más relevantes de lo actuado.
Las decisiones se toman por mayoría absoluta de votos de los miembros presentes, excepto que la ley o el estatuto
requieran mayorías calificadas. En caso de empate, el presidente del consejo de administración o del comité ejecutivo
tiene doble voto.
Art. 208 - Quórum especial. Las mayorías establecidas en el artículo 207 no se requieren para la designación de
nuevos integrantes del consejo de administración cuando su concurrencia se ha tornado imposible.
Art. 209 - Remoción del consejo de administración. Los miembros del consejo de administración pueden ser removidos
con el voto de por lo menos las dos terceras partes de los integrantes del cuerpo. El estatuto puede prever la
caducidad automática de los mandatos por ausencias injustificadas y reiteradas a las reuniones del consejo.
Art. 210 - Acefalía del consejo de administración. Cuando existan cargos vacantes en el consejo de administración en
grado tal que su funcionamiento se torne imposible, y no pueda tener lugar la designación de nuevos miembros
conforme al estatuto, o estos rehúsen aceptar los cargos, la autoridad de contralor debe proceder a reorganizar la
administración de la fundación, a designar sus nuevas autoridades, y a modificar el estatuto en las partes pertinentes.
Art. 211 - Derechos y obligaciones de los integrantes del consejo de administración. Los integrantes del consejo de
administración se rigen, respecto de sus derechos y obligaciones, por la ley, por las normas reglamentarias en vigor,
por los estatutos, y, subsidiariamente, por las reglas del mandato. En caso de violación por su parte de normas
legales, reglamentarias o estatutarias, son pasibles de la acción por responsabilidad que pueden promover tanto la
fundación como la autoridad de contralor, sin perjuicio de las sanciones de índole administrativa y las medidas que
esta última pueda adoptar respecto de la fundación y de los integrantes del consejo.
Art. 212 - Contrato con el fundador o sus herederos. Todo contrato entre la fundación y los fundadores o sus
herederos, con excepción de las donaciones que estos hacen a aquella, debe ser sometido a la aprobación de la
autoridad de contralor, y es ineficaz de pleno derecho sin esa aprobación. Esta norma se aplica a toda resolución del
consejo de administración que directa o indirectamente origina en favor del fundador o sus herederos un beneficio que
no está previsto en el estatuto.
Art. 213 - Destino de los ingresos. Las fundaciones deben destinar la mayor parte de sus ingresos al cumplimiento de
sus fines. La acumulación de fondos debe llevarse a cabo únicamente con objetos precisos, tales como la formación de
un capital suficiente para el cumplimiento de programas futuros de mayor envergadura, siempre relacionados al objeto
estatutariamente previsto. En estos casos debe informarse a la autoridad de contralor, en forma clara y concreta,
sobre esos objetivos buscados y la factibilidad material de su cumplimiento. De igual manera, las fundaciones deben
informar de inmediato a la autoridad de contralor la realización de gastos que importen una disminución apreciable de
su patrimonio.”
(58) “Art. 219 - Intervención del Ministerio Público. Si el testador dispone de bienes con destino a la creación de una
fundación, incumbe al Ministerio Público asegurar la efectividad de su propósito, en forma coadyuvante con los
herederos y el albacea testamentario, si lo hubiera.
Art. 220 - Facultades del juez. Si los herederos no se ponen de acuerdo entre sí o con el albacea en la redacción del
estatuto y del acta constitutiva, las diferencias son resueltas por el juez de la sucesión, previa vista al Ministerio
Público y a la autoridad de contralor.”
(59) “Art. 218 - Revocación de las donaciones. La reforma del estatuto o la disolución y traspaso de los bienes de la
fundación, motivados por cambios en las circunstancias que hayan tornado imposible el cumplimiento de su objeto
conforme a lo previsto al tiempo de la creación del ente y del otorgamiento de su personería jurídica, no da lugar a la
acción de revocación de las donaciones por parte de los donantes o sus herederos, a menos que en el acto de
celebración de tales donaciones se haya establecido expresamente como condición resolutoria el cambio de objeto.”
(60) “Art. 194 - Patrimonio inicial. Un patrimonio inicial que posibilite razonablemente el cumplimiento de los fines
propuestos estatutariamente es requisito indispensable para obtener la autorización estatal. A estos efectos, además
de los bienes donados efectivamente en el acto constitutivo, se tienen en cuenta los que provengan de compromisos
de aportes de integración futura, contraídos por los fundadores o terceros. Sin perjuicio de ello, la autoridad de
contralor puede resolver favorablemente los pedidos de autorización si de los antecedentes de los fundadores o de los
servidores de la voluntad fundacional comprometidos por la entidad a crearse, y además de las características del
programa a desarrollar, resulta la aptitud potencial para el cumplimiento de los objetivos previstos en los estatutos.
Art. 195 - Acto constitutivo. Estatuto. El acto constitutivo de la fundación debe ser otorgado por el o los fundadores o
apoderado con poder especial, si se lo hace por acto entre vivos; o por el autorizado por el juez del sucesorio, si lo es
por disposición de última voluntad. El instrumento debe ser presentado ante la autoridad de contralor para su
aprobación, y contener: a) los siguientes datos del o de los fundadores: i) cuando se trate de personas humanas, su
nombre, edad, estado civil, nacionalidad, profesión, domicilio y número de documento de identidad y, en su caso, el
de los apoderados o autorizados; ii) cuando se trate de personas jurídicas, la razón social o denominación y el
domicilio, acreditándose la existencia de la entidad fundadora, su inscripción registral y la representación de quienes
comparecen por ella; En cualquier caso, cuando se invoca mandato debe dejarse constancia del documento que lo
acredita; b) nombre y domicilio de la fundación; c) designación del objeto, que debe ser preciso y determinado; d)
patrimonio inicial, integración y recursos futuros, lo que debe ser expresado en moneda nacional; e) plazo de
duración; f) organización del consejo de administración, duración de los cargos, régimen de reuniones y procedimiento
para la designación de sus miembros; g) cláusulas atinentes al funcionamiento de la entidad; h) procedimiento y
régimen para la reforma del estatuto; i) fecha del cierre del ejercicio anual; j) cláusulas de disolución y procedimiento
atinentes a la liquidación y destino de los bienes; k) plan trienal de acción. En el mismo instrumento se deben
designar los integrantes del primer consejo de administración y las personas facultadas para gestionar la autorización
para funcionar.
Art. 196 - Aportes. El dinero en efectivo o los títulos valores que integran el patrimonio inicial deben ser depositados
durante el trámite de autorización en el banco habilitado por la autoridad de contralor de la jurisdicción en que se
constituye la fundación. Los aportes no dinerarios deben constar en un inventario con sus respectivas valuaciones,
suscripto por contador público nacional.
Art. 197 - Promesas de donación. Las promesas de donación hechas por los fundadores en el acto constitutivo son
irrevocables a partir de la resolución de la autoridad de contralor que autorice a la entidad para funcionar como
persona jurídica. Si el fundador fallece después de firmar el acto constitutivo, las promesas de donación no podrán ser
revocadas por sus herederos, a partir de la presentación a la autoridad de contralor solicitando la autorización para
funcionar como persona jurídica.
Art. 198 - Cumplimiento de las promesas. La fundación constituida tiene todas las acciones legales para demandar por
el cumplimiento de las promesas de donación hechas a su favor por el fundador o por terceros, no siéndoles oponible
la defensa vinculada a la revocación hecha antes de la aceptación, ni la relativa al objeto de la donación si constituye
todo el patrimonio del donante o una parte indivisa de él, o si el donante no tenía la titularidad dominial de lo
comprometido”
(61) “Art. 199 - Planes de acción. Con la solicitud de otorgamiento de personería jurídica deben acompañarse los
planes que proyecta ejecutar la entidad en el primer trienio, con indicación precisa de la naturaleza, características y
desarrollo de las actividades necesarias para su cumplimiento, como también las bases presupuestarias para su
realización. Cumplido el plazo, se debe proponer lo inherente al trienio subsiguiente, con idénticas exigencias.”
(62) “Art. 200 - Responsabilidad de los fundadores y administradores durante la etapa de gestación. Los fundadores y
administradores de la fundación son solidariamente responsables frente a terceros por las obligaciones contraídas
hasta el momento en que se obtiene la autorización para funcionar. Los bienes personales de cada uno de ellos
pueden ser afectados al pago de esas deudas sólo después de haber sido satisfechos sus acreedores individuales.”
(63) “Art. 206 - Carácter honorario del cargo. Los miembros del consejo de administración no pueden recibir
retribuciones por el ejercicio de su cargo, excepto el reembolso de gastos, siendo su cometido de carácter honorario.”
(64) Cahian, Adolfo: “Derecho de las fundaciones” - Ediciones La Rocca - Bs. As. - 2008 - págs. 115 y ss.
(65) “Art. 205 - Comité ejecutivo. El estatuto puede prever la delegación de facultades de administración y gobierno a
favor de un comité ejecutivo integrado por miembros del consejo de administración o por terceros, el cual debe
ejercer sus funciones entre los períodos de reunión del consejo, y con rendición de cuentas a él. Puede también
delegar facultades ejecutivas en una o más personas humanas, sean o no miembros del consejo de administración. De
acuerdo con la entidad de las labores encomendadas, el estatuto puede prever alguna forma de retribución pecuniaria
a favor de los miembros del comité ejecutivo.”
(66) Cahian, Adolfo: “Derecho de las fundaciones” - Ediciones La Rocca - Bs. As. - 2008 - pág. 113
(67) Cahian, Adolfo: “Derecho de las fundaciones” - Ediciones La Rocca - Bs. As. - 2008 - pág. 102
(68) “Art. 207 - Reuniones, convocatorias, mayorías, decisiones y actas. El estatuto debe prever el régimen de
reuniones ordinarias y extraordinarias del consejo de administración, y en su caso, del comité ejecutivo si es
pluripersonal, así como el procedimiento de convocatoria. El quórum debe ser el de la mitad más uno de sus
integrantes. Debe labrarse en libro especial acta de las deliberaciones de los entes mencionados, en la que se resuma
lo que resulte de cada convocatoria con todos los detalles más relevantes de lo actuado. Las decisiones se toman por
mayoría absoluta de votos de los miembros presentes, excepto que la ley o el estatuto requieran mayorías calificadas.
En caso de empate, el presidente del consejo de administración o del comité ejecutivo tiene doble voto.”
(69) “Art. 208 - Quórum especial. Las mayorías establecidas en el artículo 207 no se requieren para la designación de
nuevos integrantes del consejo de administración cuando su concurrencia se ha tornado imposible.”
(70) “Art. 216 - Mayoría necesaria. Cambio de objeto. Excepto disposición contraria del estatuto, las reformas
requieren por lo menos el voto favorable de la mayoría absoluta de los integrantes del consejo de administración y de
los dos tercios en los supuestos de modificación del objeto, fusión con entidades similares y disolución. La modificación
del objeto solo es procedente cuando lo establecido por el fundador ha llegado a ser de cumplimiento imposible.”
(71) Cahian, Adolfo: “Derecho de las fundaciones” - Ediciones La Rocca - Bs. As. - 2008 - pág. 109
(72) “Art. 209 - Remoción del consejo de administración. Los miembros del consejo de administración pueden ser
removidos con el voto de por lo menos las dos terceras partes de los integrantes del cuerpo. El estatuto puede prever
la caducidad automática de los mandatos por ausencias injustificadas y reiteradas a las reuniones del consejo.
Art. 210 - Acefalía del consejo de administración. Cuando existan cargos vacantes en el consejo de administración en
grado tal que su funcionamiento se torne imposible, y no pueda tener lugar la designación de nuevos miembros
conforme al estatuto, o estos rehúsen aceptar los cargos, la autoridad de contralor debe proceder a reorganizar la
administración de la fundación, a designar sus nuevas autoridades, y a modificar el estatuto en las partes
pertinentes.”
(73) “Art. 212 - Contrato con el fundador o sus herederos. Todo contrato entre la fundación y los fundadores o sus
herederos, con excepción de las donaciones que estos hacen a aquélla, debe ser sometido a la aprobación de la
autoridad de contralor, y es ineficaz de pleno derecho sin esa aprobación. Esta norma se aplica a toda resolución del
consejo de administración que directa o indirectamente origina en favor del fundador o sus herederos un beneficio que
no está previsto en el estatuto.”
(74) “Art. 213 - Destino de los ingresos. Las fundaciones deben destinar la mayor parte de sus ingresos al
cumplimiento de sus fines. La acumulación de fondos debe llevarse a cabo únicamente con objetos precisos, tales
como la formación de un capital suficiente para el cumplimiento de programas futuros de mayor envergadura, siempre
relacionados al objeto estatutariamente previsto. En estos casos debe informarse a la autoridad de contralor, en forma
clara y concreta, sobre esos objetivos buscados y la factibilidad material de su cumplimiento. De igual manera, las
fundaciones deben informar de inmediato a la autoridad de contralor la realización de gastos que importen una
disminución apreciable de su patrimonio.”
(75) ”Art. 214 - Deber de información. Las fundaciones deben proporcionar a la autoridad de contralor de su
jurisdicción toda la información que ella les requiera.
Art. 215 - Colaboración de las reparticiones oficiales. Las reparticiones oficiales deben suministrar directamente a la
autoridad de contralor la información y asesoramiento que esta les requiera para una mejor apreciación de los
programas proyectados por las fundaciones.”
(76) ”Art. 217 - Destino de los bienes. En caso de disolución, el remanente de los bienes debe destinarse a una
entidad de carácter público o a una persona jurídica de carácter privado cuyo objeto sea de utilidad pública o de bien
común, que no tenga fin de lucro y que esté domiciliada en la República. Esta disposición no se aplica a las
fundaciones extranjeras. Las decisiones que se adopten en lo relativo al traspaso del remanente de los bienes
requieren la previa aprobación de la autoridad de contralor.”
(77) ”Art. 221 - Atribuciones. La autoridad de contralor aprueba los estatutos de la fundación y su reforma; fiscaliza su
funcionamiento y el cumplimiento de las disposiciones legales y estatutarias a que se halla sujeta, incluso la disolución
y liquidación.
Art. 222 - Otras facultades. Además de las atribuciones señaladas en otras disposiciones de este Código, corresponde
a la autoridad de contralor: a) solicitar de las autoridades judiciales la designación de administradores interinos de las
fundaciones cuando no se llenan las vacantes de sus órganos de gobierno con perjuicio del desenvolvimiento normal
de la entidad o cuando carecen temporariamente de tales órganos; b) suspender, en caso de urgencia, el
cumplimiento de las deliberaciones o resoluciones contrarias a las leyes o los estatutos, y solicitar a las autoridades
judiciales la nulidad de esos actos; c) solicitar a las autoridades la suspensión o remoción de los administradores que
hubieran violado los deberes de su cargo, y la designación de administradores provisorios; d) convocar al consejo de
administración a petición de alguno de sus miembros, o cuando se compruebe la existencia de irregularidades graves.
Art. 223 - Cambio de objeto, fusión y coordinación de actividades. Corresponde también a la autoridad de contralor: a)
fijar el nuevo objeto de la fundación cuando el establecido por el o los fundadores es de cumplimiento imposible o ha
desaparecido, procurando respetar en la mayor medida posible la voluntad de aquellos. En tal caso, tiene las
atribuciones necesarias para modificar los estatutos de conformidad con ese cambio; b) disponer la fusión o
coordinación de actividades de dos o más fundaciones cuando se den las circunstancias señaladas en el inciso a) de
este artículo, o cuando la multiplicidad de fundaciones de objeto análogo hacen aconsejable la medida para su mejor
desenvolvimiento y sea manifiesto el mayor beneficio público.
Art. 224 - Recursos. Las decisiones administrativas que denieguen la autorización para la constitución de la fundación
o retiren la personería jurídica acordada pueden recurrirse judicialmente en los casos de ilegitimidad y arbitrariedad.
Igual recurso cabe si se trata de fundación extranjera y se deniegue la aprobación requerida por ella o, habiendo sido
concedida, sea luego revocada. El recurso debe sustanciar con arreglo al trámite más breve que rija en la jurisdicción
que corresponda, por ante el tribunal de apelación con competencia en lo civil, correspondiente al domicilio de la
fundación. Los órganos de la fundación pueden deducir igual recurso contra las resoluciones que dicte la autoridad de
contralor en la situación prevista en el inciso b) del artículo 223.”

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