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Caras y Caretas (Buenos Aires) - 6-5-1899, N.º 31
Caras y Caretas (Buenos Aires) - 6-5-1899, N.º 31
LITERARIO, A R T I B T I O O Y DE ACTUALIDADES
SEMANARtO
EL H O M B R E DE LA SEMANA
•íli. ni?
P o d r á ser 6 no ser un g r a n m a e s l r o ,
pero a u n q u e n a d a vale el voto nuestro,
pen-samos que e.so de v e n c e r A Pini
h a sido u n a g a u c h a d a i c a s p i t i n i !
G L A C I E R - PAPEL IMITACIÓN VITRAUX
LA PLATA TOLOSA
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R I V E R A H^os. Y C^-
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j P s . r x t o n i o S a r a g t - i - i n e t t i . — XJraicro r e ; p x e ; s e ; i a -
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CARAS Y CARKTAS H
Número suelto: 1 4 c e n t e s i m o s
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Otra cosa que olmos también, fueron algunos aplausos en tono menor. Era la barra, una barrita de nada, que
aplaudía al presidi;nte cuando afirmaba que no habría más emisiones,—cuando decía que iba á ser reformada
é higieniz.víla l,i justicia - y en algún otro pasaje en que debió estar bien el presidente. Vargas, el fotógrafo, no
nos pudo d;ii- rn/.ón aliñada del caso porque, como mirando por el objetivo se ven las cosas al revés, se ha acos-
tumbrado el artista :\ pensar del mismo modo y á lo mejor le da á usted una noticia patas arriba.
De todos modos, qiu; sea pura bien del país la actividad que presuntivamente se aprestan A consagrar á su alto
cometido los miembrus del Congreso de la Nación,
•Poi.rf.TARAS V CAR,n/,s. FIG.^RILLO.
Lo menos en quince días, que no nos hablen miis que —Pero la sabe ostentar con más gracia. Pini parece
del duelo Pini-De Marinis ú viceversa, porque con que lleva en la cara una panoplia puesta de canto.
nada lograrán desviar nuestra atención de ese asunto — Usted si que es panoplia.
que hoy nos la absorbe. —En cambio, usted es un melón.
Preguntadle á cualquiera: Y á este punto llevadas las discusiones, suelen acabar
—¿Qué opina usted de la intervención á la provincia? á puñetazos, porque no hay nada que enceguezca tanto
¿Leyó el mensaje presidencial? ¿Qué me cuenta de la como la pasión, y la que los pinistas sienten por su
fiebre amarilla? ¿-Subirii el oro a 2D0, como dicen? maestro se ha exacerbado de tal manera con el triunfo
de De Marinis, que el más pacifico de ellos se halla en
Y os contestará, de seg-uro: estado de decir lo que aquel persónate de Bretí n i< los
—Mire, amigo, desde el lunes pasado, vivo exclusiva- Herreros:
mente para la esgrima y para De Marinis.
Porque no hay, en efecto, quien piense y discurra «Jamás he sido duelista,
sobre otra cosa, ya para ponderar la destreza y temple mas creo que en este instante
de alma con que De Marinis ha confirmado el dicho «al andarla yo á esiocpdas
maestro, cuchillada». )'a para hacer elogios de un arte aunque fuese conrni oadre»
que lo mismo se emplea como higiénico ejercicio contra
la falta de desarrollo, que á guisa de Agua Prat contra > Es creencia del doctor Yofre que este lance se ha
las manchas del honor. efectuado con gran lujo de publicidad, j- la prueba de
Y nadie deja de encontrar odiosa la ley prohibitiva que no fué asi, es que hasta el día siguiente, en que los
del duelo, porque como impone la fórmula del secreto, diarios déla mafiana dieron las pri-
á los que desean infringirla, no le meras noticias del suceso, nadiesu-
es dado al público presenciar esos po á qué atenerse respecto á la im-
espectáculos en que los hombres se ortancia de la herida causada por
matan casi científicamente.
—Hubiera dado el sueldo de seis E le Marinis á su rival.
—Me consta que le ha metido la es-
meses—nos decía uno—por encon- pada por el vientre—afirmaba uno.
trarme en el pellejo de Morra. —¿Y ha profundizado mucho?
—¿Y con qué iba V. á comer todo
ese tiempo?—le interrogamos. — Creo que sí; pues, según dicen
— Con el recuerdo de las frases los médicos, presenta lesiones en
de armas que se cambiaron los la cresta iliaca, el mesogastrio y la
combatientes iQué fintas I ¡Qué cu fascta transvcrsalis. Además, ase-
pís dégagés! ¡Qué arrestos! ¡Qué guran que se encuentra perforada
séptimas ligadas! ¡Qué batimientos la cápsula suprarrenal y que tiene
y desenganches! Me han contado a l a miseria el trípodo celiaco.
que fué aquello una filigrana artís- Otros, en cambio, sostenían que
tica por la que bien se puede su- la estocada la habla recibido Pini
frir la impresión de ver dos honi en el muslo, pero haciendo también
bres destripados, cuanto más la pe tal derroche de tecnicismo anató-
quefia herida que recibió Pini. mico, que inducía á considerar su-
Las discusiones más acaloradas mamente grave la herida,
sobre el resultado del duelo son las — La punta del acero, según el
que sostienen los pinistas y los de- médico que me dio la noticia, pene-
marinistas. tró por la membrana int,*'.adia-epifi-
—Esa contestación en línea baja saria, destrozando el nervio safeno
que dio De Marinis al verse ataca- y el triángulo de Scarpa,
do en el flanco, no tuvo mérito nin- DR. VICTORINO DE LA PLAZA —De Pini, querrá usted decir.
funo-observan los primeros. — No, de Scarpa; es el nombre que
—Tuvo el de meter la espada en la rodilla de Plni — tiene ese triángulo. Acusa igualmente el diagnóstico
replican los segundos, , la rotura de una rama del plexo lumbar, del vasto ex-
— Pero pinchando en hueso, como los malos novi- terno del bíceps y de una vaina aponeurótica.
lleros. — ¡Pues esa sí que es una vaina!
—El gran maestro Jacob dice que «vale más hacer En fin. que no dábamos ni un medio por el muslo de
una herida en el brazo que recibir una en el pecho». Pini, hasta que se supo que sólo había recibido un leve
— En el brazo si, pero no en la rodilla. puntazo.
—¿Y aquellos ligados de cuarta con que le atacó en Ahora, los admiradores de De Marinis preparan en
todos los asaltos? (También fueron de chambón? honor suyo una «academia de esgrima» en el Politeama,
—Siempre se encontraron con las paradas en pt^nta homenaje á que nos adherimos, aunque sin abultar
volante. los méritos contraídos por el simpático esgriinist:!, pri-
—¿De quién fueron os rectos en sexta? mero al defafi.Tr á Pini, y después al clavarle la espada
—¿Y de quién fueron las contras de cuarta r lenia cerca de la rodilla.
alta? Porque más habilidad que par.a dar un.a estocada de
algunos milímetros, demuestran los ',uc dan un sablazo
—¿Y los golpes de tiempo? de más de cincuenta pesos.
—¿Y los rasgoneí que De Marinis sacó en la pechera Y en cuanto al hecho de desafiar á Pini ¿acaso no se
y junto á los párpados? ven desafíos más valientes?
—Se los haría el otro con la nariz, poique como la Díganlo esos infelices que están desafiando al frío
tiene tan larga... cuerpo á cuerpo y con traje de lanilla.
—Más la tiene De Marinis, y con punta y filo. Hi n o PELLICER
Dibujo de Fiíippo.
LOS SUCESOS DE LA PLATA
Ya está termina-
do el modelo del mo- f^'
numento que la pro-
vincia de San Juan
levanta á la memo-
ría del General Do-
mingo F . Sarmien-
to, cuya ejecución
fué con fiada al es-
cultor Victor De /
Pol y será vaciado |
en bronce durante
el mes corriente.
El viejo hombre
p ú b l i c o está re-
p r e s e n t a d o en
compañía de dos
de sus protegidos y
su actitud no puede
ser más natural ni i—-, -rm^r f <
más artísticamente "' '^^ '
elegida. E\ distin-
guido e s c u l l o r ha
recibido por ello ca-
lurosas felicitacio-
nes de todos los que
han examinado el
trabajo. S r . V i c t o r D e Pol
La provincia de
San Juan inaugu-
rará la estatua de Sarmiento en el próximo mes de Sep-
tiembre, aniversatio de la muerte del ilustre hombre pú-
blico y con ese motivo se celebrarán fiestas que harán
época en la provincia andina, que se enorgullece con la
gloría de su ilustre hijo.
M o d e l o del m o n u m e n t o á S a r m i e n t o Fot. de CARAS y CARETAS,
LA CARRETA CAMPERA
Un nuevo dibujante, el sefior R. Steiger, que aunque suizo de origen, pinta en criollo, debuta hoy, trazando á
voluntad una manchita de ensayo, — esa carreta que ahí viene rechinando sobre los cubos de su eie reseco, y que
a//o»-!7a Ho )«ds va á pasar, al tranco lento y durmiente de sus dos yuntas flaconas, sobre cuyos lomos, curtidos
por las inclemencias del tiempo y de la vida, cae de vez en cuando la picana de clavo penetrante, que luego, vuelto
á alzar en ángulo como una caña de pesca, acompaña, con un leve balanceo que la hace cimbrear, el ritmo de
la marcha de la carreta, — la cual, mecida sobre el eje central de sus dos ruedas, oscila de adelante atrás á cada
tirón de las yuntas, con un cabeceo monótono, que obliga á bostezar y llama al sueño. El ambiente del pequeño
cuadro, tan natural como espontáneo y sencillo, está perfectamente logrado, y el debutante será sin duda acogido
por los inteligentes en el concepto de un artista que ^abe ver. sentir y reflejar la realidad con su trazo genuino.
El conjunto de esa pequeña nota que está ahí, acusa facultades nada vulgares: el cielo de tarde con su vaga clari-
DibiiJ., Sítriffef.
;;;g;^5?;ai^sj^ffesf^^^ppfei^.
Roñerías I:
¥
U .¡.. • •..': vilipendiada:
la de ana limpia espada.
II
Todo hombre de talento
lleno su cuarto de hora de jumento.
III
Santos do la cintura para arriba
los concibo mi monto sin trabajo;
mas lo difícil os que ella conciba
santos de la cintura para abajo.
IV
En esto de temblar ante el peligra
sólo un distingo encuentro:
Cobarde es el que tiembla para afuera,
y valiente el que tiembla para adentro.
'flt
¥:'•'•
Comandante Lul< J. Delleplane Dr. Marcelo T. de Alvear Sipili I {uiU di P Di Los maestros Italianos en Brii><'"^^~~^<">co de esgrima en I888~;:CS ri|iJi Jiciiiti le De CUÍDÍI Inoenlero Carlos Morra Or. Mariano J. Paunero
Podría ponerse sin embarazo cel acontecimiento de la semana», porque si bien estos siete d(as que acabamos de vivir «stamuy lejos de ser u>. .«nurado para el arte europeo. ¡En un torneo de esgrima celebrado el año 1889 en Bruselas, seis
fueron, como pocos, fecundos en sucesos de sensación, ninguno ciertamente, ha despertado tanta emoción, suscitado pampeónos italianos se batieron con dieciocho campeones franceses, declarándose la victoria por los primeros. Entre ellos
tantas polémicas y hasia motivado tantos solos- aparte de lo que han hecho, según se dice corrientemente, gemir á la^ nguraban los dos duelistas de ahora, habiendo sido declarado De IVlannis «Campeón de los campeones.. Después de ese
prensas y vibrar los alambres eléctricos,—como el duelo verificado el domingo por la mañana entre los profesores triunfo internacional que fué excepcionalmente ruidoso, De Marinis se vino á América, estableciéndose en Buenos Aires
de esgrima señores Eugenio Pini y Ernesto De Marinis. ^," el comercio de vinos. Hace un año recién que volvió á la profesión de sus ya casi olvidados triunfos - y volvió, dice
Y era justificada la intensa expectativa del encuentro : aparte de lo que tenia de bizarramente fiero, apasionaba po» 61 mismo, movido por el deseo de restituir A laesgrima italiana en Buenos Aires, la pureza y corrección superior de su ca-
lo que iba á tener y tuvo efectivamente, de gentil y de artístico, porque, mSs que el choque de dos hombres irritados qu* rácter clásico, - el más hermoso para exhibir el arte en el asalto y el más eficaz para defender la vida en el terreno del
se buscan el corazón por el camino más corto, era aquello el choque de dos teorías, de dos artes, de dos escuelas, 1» Combate. Dice De Marinis que en la estocada marcada por el hierro de Pini en la pechera de su camisa, tiene, no sólo un
piedra de toque de dos reputaciones ^ recuerdo sino una prueba de la exce-
magistrales con partidarios ardien- lencia de su guardia, pues la espada
tes los dos, con discípulos y admira- adversaria eniró, merced á estar De
dores que iban una puesta de acen- Marinis perfectamente perfilado, por
drado interés casi sectario, en la ca- la cartera de la camisa y rayando la
balleresca y formidable partida. pechera por la parte interior en un
Son conocidos ya los detalles del espacio de varios centímetros, la per-
lance y su desenlace, lo mfts honroso fOí ó de adentro afuera. A no ser el
y lo menos sangriento que podía perfil de la guardia italiana, el golpe
esperarse de semejante choque — de habría ido de lleno al pecho.
un duelo en que se puso a prueba la Como lo han dicho ya los diarios,
presteza pujante del brazo, — la sa- fueron padrinos de De Marinis los
gacidad genial del ojo avezado y pe- señores Marqués de Morra y doctor
L LEGABA á los citicuenta años con el invierno por fuera, algunos mechones' de cabellos blancos sobre la
frente, y el invierno por dentro, alg-unos escepticismos en la inieliírencia. Y solo, sin afectos íntimos,
abismado en esa tristeza silenciosa que acompaña al ocaso de la vida, contemplaba coa temor, por de
tras de los cristales de la ventana, la tenue claridad de un crepúsculo, que se apagaba con lentitud, como
su propia existencia. Sentía el vacío de su hogar, y parecíale que todo le hablaba de la muerte en aquella última
hora de la tarde, los techos obscuros, las paredes que se iban llenando de sombra, los muebles carcomidos por la
polilla, ios golpes acompasados del péndulo de un reloj antiguo colocado sobre una mesa, }* el ruido de sus pasos,
que sonaban en las desiertas habitaciones de la casa como en el hueco de un panteón, cerrado por estrecha
bóveda de piedra. ^
La negrura del espectáculo, presente á sus sentidos, encaminó su pensamiento á la contemplación de las escenas
lumino'sas del pasado, de aquel.tiempo en que todas las ilusiones estaban vivas, y puras todas las creencias. Y
acomodándose en un sillón, qué'^envejecla «on él, empezó á soñar despierto y A reconstruir en su memoria un
mundo derrumbado, sobre cuyaérui-
nas habla extendido el tiempo sil tú-
nica de polvo.
En la semiobscuridad del aposento-
renacían las visiones de aquel mundo
destruido y se pi.blaba el espacio de
imágenes risueñas é idealizadas por
las vagas transparencias del recuer-
do. Venían á él las mujeres á quienes
amó. las que le regalaron los oídos
con la múí-ica de sus voces y le em-
briagaron con los perfumes de sus
besos juveniles.
Fany iOh! iQuéesbeltezla de aque
lia rubia! ;Y María? Su nombre era
de virgen y su aspecto también. No
levantaba la vista sino para mirar
al cielo, y entonces sus grandes ojos
se llenaban de luz de una luz serena,
como la de las místicas lámparas que .¿
los ángeles mantienen suspendidas
por hilos invisibles en el templo si-
lencioso de la noche. El se lo había
dicho así en una carta, que ella debió
besar á hurtadillas, antes de guar-
darla bajo los encrespados encajes
en que se escondía su seno deadoles
cente. Luego, las visiones de Ida, de
Emma y de Hortensia desviaron su
atención hacia otros amores menos
ideales. Pero en su espíritu, agobia-
do por la soledad del desierto en que
peregrinaba desde que emigró de Eu-
ropa, triunfaba en aquella tarde la
poesía y para alejar los recuerdos
perturbadores evocaba el de su pri-
mera pación, casta y sencilla como
la mujer que la inspiraba. Era allá,
en la parroquia de Norham, á las fal-
das de los montes Cheviot, corona-
dos de nieve. Ellaera la re i na de aquel
país, el hada encantadora de aquellos
ríos azules y aquellos sombríos bos-
ques de pinos seculares, y la genero-
sa providencia de todas aquellas po-
bres familias de pescadores, que tendían sus re-
des en las aguas del Tyne, ó más lejos, en la
desembocadura del Tweed. La adoraban como á
una di.ñnidad bienhechora de cuyos dedos sua-
ves y delicados brotaban monedas de oro para
socorrer á los desposeídos y de cuya boca son-
riente emanaban dulces palabras de consuelo.
La vio una tarde y le pareció una visión res-
landeciente. Estaba al pie del castillo feudal de
Norham bajo los viejos torreones que destaca-
ban sus obscuras moles de piedra en el opaco
cielo, encorvado á distancia sobre las cumbres
blanca» y desiguales del Cheviot. La amó y se
lo dijo y ella le amó también, sin ocultárselo.
Más tarde, cuando la vida en las grandes po-
blaciones y los viajes por Eurojía y América
corrompieron sus sentimientos y bastardearon
los puros ideales de su primera juventud, se mo-
fó de la castidad de aquel afecto, tan-campestre
como el olor del tomillo de los montes que per-
fumaba los zapatitos de la .sencilla virgen de
Norham. Pero la tristeza presente rodeaba de respetos aquella santa memoria ilt. ,.^ J,,ITUIO ;Por qué huyó del
sosiego de la humilde aldea, y rompió su relación con la mujer amada, y se arrojó á las tempestades del gran
mundo, y fué á buscar bo:as lascivas que soplaran en el fuego de sus pasiones? Su felicidad estaba allf, en
aquel escenario reducido, en el valle regado por el Tyne. á la sombra de los agrietados torreones del antiguo
castillo feudal y al amparo de la vieja parroquia, alrededor de cuyo campanario formábanlos aviones, durante
el estío, sus rápidos y desordenados remolinos de alas negras
En la creciente obscuridad del aposento se desvanecieron las imágenes de todas las mujeres que impresionaron
sus sentidos, y soló quedó la de la doncella de Norham con su collar de ámbar y la cruz de oro pendiente
sobre el pecho, su esclavina de paño azul y sus zapatitos impregnados del olor de los tomillos.
Abandonó el sillón para asomarse á la ventana. Caía la noche sobre la soledad de la llanura y se percibía el
incesante rumor de la gran ciudad lejana, cuyo alumbrado eléctrico proyectaba una extensa parábola luminosa,
una niebla de luz blancí é intransparente, en que n o i e distinguía ningún objeto, ni se dibujaba ninguna forma.
Pero él creyó ver los muros del cementerio de la Chacarita, las inmóviles y negras pirámides de algunos cipreses,
y la honda fosa que le esperaba abierta para que durmiese en ella el último sueño. Cuando se cerrase aquella
sepultura, no iría una mujer enlutada á postrarse sobre ella de rodillas, á perfumarla con ramilletes de flores
y á humedecerla con sus llantos.
CHRUTiA.t ROEBER.
Dibujo de Boscu.
LA FIEBRE AMARILLA
E N caso de que lo haya sido. Pero si futí, ya no es. sitiva. La epidemia de 1871 nos reventó, porque parece
Así, podemos hablar del caso. O de los casos,
sin escrúpulo de contagiar á nadie Parece que
se han muerlo algunos por varias razones sos-
pechosas que les
han suspendido el
que en a.íuellos lejanos tiempos el aseo dejaba acá bas-
tante que desear. La falta de cloacas, la contaminación
de las aguas de aljibe, dieron alas al cont.agio y hubo
la de San Quintín,
una hecatombe que
resuello. Pero es aún se recuerda
evidente que tal por los que la vie-
percance no era ron, medio con es
ocasionado á sus- panto y medio con
citar la alarma de regocijo, porque
la población, que, después de haber
en parte por con- escapado de aqué-
sejo de los mídi lla, consideran que
eos en parte por no ya no habrá epide-
haberse enterado á mia que los mate.
tiempo, en parte Las notas gráfi-
porque aquílagen- cas dicen, respecto
te es más guapa de á la que fué actua-
lo que parece, lo lidad sanitaria de
cierto es que nadie Buenos Aires lase-
salió de sus casi- mana pasada, mis
llas ni de sus há- de lo que podría-
bitos, ni perdió el mos decir en esta
color. Los que se nota, — aparte de
'murieron, única- que no vale la pena
ntente. Y ya esta- despertar apren-
mos como antes. siones en los espí-
No nos ha alterado ritus asustadizos,
la temperatura el por un riesgo que
amago de fiebie nunca fué temible
que. según parece, y que hoy puede
lesdió íl otros. darse por definiti-
En verdad, puede vamente pasado,
decirse, porque ya merced, no sólo á
no es un misterio las enérgicas me-
científico, que los didas de desinfec-
habiíantes de Bue- ción y aislamiento
nos Aires estamos, adoptadas por las
á Dios gracias, en autoridades sanita-
Cuerpo do médicos y practicantes rias, sino muy par-
condiciones de ju ticularmente p o r
garle risaAlasepi- Hace frío: respiremos. El ba-
demias. Parece que somos invulnerables al microbio nazones de temperatura,
forastero, porque con los indígenas tenemos tan ocu- cUo icteroide no se desarroUa
dur.ante
en una
las 24 ho-
pado el cuerpo que ya no cabe ni uno mfis. Por otra temperíiiura menor,
parte, la higiene de la ciudad es una defensa seria y r»" «"as, de 22 centígrados sobre cero. Pre
' *• párense ustedes, pues, alegre
mente, para disfrutar resfríos.
Hijos; siempre es preferible es-
tornudar á que lo metan á uno
en el horno, como á ese prójimo
de la otra página, Ique Dios los
libre y guarde!
Esta acción déla temperatura
es tan evidente, que en los puer-
tos de Europano se toman nunca
medidas pa-
i'a las proce-
dencias del
Brasil debido
A la inversión
de las esta-
ciones en am
bos lados del
Ecuador.
Sin embar-
go aquí tene-
mos necesa-
riamente que
tomarlas, pa-
ra que la fie- El encargado del nomo cre'iiatorio ooa
bre no nos
Horno croinatorio de la Casa de Aislamiento tome A noso- ~ su inseparable perro Kraok
Vista general de la manzana donde se produjeron los primeros casos de fiebre.
tros... La verdad es que debe ser una cosa desagra- no crematorio, es decir, en' un leve puflado de ceniza
dable, por ejemplo, para un emigrante que se larga de 111 pulvís, aquella animosa persona que al pisar en la
su país, allá al otro lado del mundo, donde se encon- tierra americana se juzgó vencedora y en un rapto de
traba estrecho para su afán de ser algo, de medrar, Intima soberbia apostrofó tal vez á la suerte, diciéndole;
sintiéndose acaso vigoroso y capaz, acaso artista, aca- «ahora, gran perra, eres mía...>
so fuerte, que pasa la travesía haciendo sobre el fron- Así, poco más ó menos. le acaeció al inforiunadoinmi-
doso paisaje del ensueño, en las pesadas horas de la grante que, acabado de llegar en el Ducliessa di Genova
navegación, una larga y altísima fila de torres y casti- fué tomado por el señor Sanguinelti para enriarlo de
llos, que hace en Río Janeiro peón á su quinta de Belgrano.
una breve escala que lo asom- Se enfermó el pobre allá, y lo
bra por la estupenda belleza llevó pateta. Hombre anóni-
del panorama, que lo deleita mo, desgracia anónima, si hu-
por la opulencia tropical de biera muertodecualquier otra
las flores y frutas que negros cosa, al otro día ni la piedra
á medio vestir, trajeados ele- que lo apretaba se acordaría
mentalmente con blanquísi- de él... pero gracias al mal de
mos litnzos, ofrecen con mi que murió, tiene el cuitado
mosas canturías, circulando asegurada una inmortalidad
en botes ligeros alrededor del
trasatlántico, entre gestos de t relativa. Las memorias de las
academias de medicina lo ci-
safados tilles y parloteos de tarán como al importador vi-
vistosos guacamayos, también sible de la fiebre en el Plata,
ofrecidos en venta al viajei o allá por el año 1899, en tal
europeo que se maravilla de mes, y en tal día y en tales
todas aquellas singularidades circunstancias de temperatu-
del país del sol, que se aleja ra, etc.; todo lo cual averi-
con sentimiento de aquellas guarán trabajosa y erudita-
costas llenas de gracia, y que mente los epidemiólogos del
4 lo mejor, en alta mar, 6 des- porvenir consultando los do-
pués de arribado á la tierra cumentos de la época, entre
piálense quese dispone a con- ellos este número de CARAS Y
quistar conimperturbable au- CARETAS, que es lo más serio
dacia, se siente de improviso que hasta la fecha se ha es-
mal, y mal, y mal, y se lo de- crito sobre el asunto.
vora en horas una dolencia Y seriamente: jugando, ju-
traicionera que Iq acaba des- gando, nos ha invadido una
de adentro y que ha venido especie de aprensión melan-
con él dormitando desde Río, cólica que nos ha aumenta-
acechándolo, introducida en do en medio grado el calor
su organismo sabe Dios por normal. Pero no será nada...
qué resquicio... Y ahí termi-
na, menos que ahí, en el hor-
Cremación de un cadáver en el Lazareto de Hartin Qarcia M. B
J<(jf. /7> C A R A S Y C A R E T A S .
empieza ya a adquirir relieves intere- torno del hogar sin fuego. El socialis-
santes, sobre los que vale la pena de Herrero Wanresa mo argentino crecerá, y será antes de
que vayan fijando su atención los esta- Propagandista activo mucho tiempo un factor con que será
distas, pues se trata de un elemento preciso contar para la acción política.
nuevo que se forma, se disciplina y se prepara a la Esto se comprende á poco que se penetre en ese mundo
acción política, en la cual tiene el socialismo propósito naciente, á poco que se le tome el pun'o á esa masa que
de ejercer inílujos dirigentes que ya va logrando en fermenta y crece en el suelo social —
otros países. Por ahora, el socialismo aquí reconocido Fot, de CAKAS Y CARETAS.
El ministro del interior ha dirigido una nota al jefe Dícesc que en cuanto el interventor señor Avellaneda
de policía, recordándole que el duelo está prohibido y llegue á La Plata, asumirá el mando de la provincia
penado entre nosotros. «tirando» el correspondiente decreto.
Esto, naturalmente, despuÉs de efectuarse el de Pini- Y está muy bien aplicado el vocablo, porque una de
De Marinis. las acepciones que de ti nos dá el diccionario es la
siguiente:
Lo que con este asunto ha sucedido «7»aj-.—Sacar, hacer salir á uno de algún sitio, apar-
no es más, al fin y al cabo, tarle, desviarle».
que aquello de un refrán muy conocido: Y eso es precisamente lo que ha de temer el doctor
«Al burro muerto, la cebada al rabo». Irigoven.
Entre las casas de Bellas Artes con que por el momento cuenta nuestra gran Capital, la
de Barón Hnos. y C.^ ocupa, indudablemente, un lugar muy distinguido. Tienen sus dueños
delicado gusto artístico y lo prueban reuniendo en sus vitrinas producciones escogidas
de maestros de fama hecha.
Es realmente original; la cha-
rrería, de que tanto han usado
y abusado algunos propietarios
de casas similares, para obtener
ganancias fáciles y crecidas, no
ha presidido, en este caso, la
elección del surtido de la casa
que nos ocupa, y con encomia-
ble habilidad los señores Barón
han hermanado el interés co-
mercial á la delicadeza del arte
puro.
Ese público, que no pocas ve-
De la colección de b r o n c e s ^^^ compra objetos de arte por
darse el placer de gastar su dinero con más ó menos rumbosidad, tiene donde elegir, con al
seguridad de que no se han de repetir los cuentos que en el mundo han sido y de que son ejem-
plos vivos más de una galería de señor acomodado.
Seria fatigoso hacer una pro-
lija enumeración de los mármo-
les y bronces que tiene la casa
Barón: el Peligro, de Magnany
(obra premiada); la Phryne, de
Villamis; el Idilio, de Barrías;
La partida de las golondrinas,
de Moreau; La vuelta al pue-
blo, de Leonard; la Victoria, de
Marioton; bronces delicadísi-
mos. Los amigos, do Bazanti;
La vuelta del campo, de Lapini,
La primera flor, del mismo ar-
tista; mármoles no menos deli-
cados, atestiguan cuanto lleva-
mos dicho, y son por su mérito
intrínseco el más seguro recla-
me de la casa que los tiene en Mármoles, p o r c e l a n a s y objetos de metal blanco
venta. Pero el surtido es aún más extenso: vitrinas y escritorio en .Vernis Martin, porce.anas
de Sévres, Limoges, Saxe v Bohemia, esculturas en marfil, esmaltes en bronces y porcelanas,
cofres para joyas, columnas artísticas de ámbar oriental, metales ingleses y franceses para
comedor y un sinnúmero de ob-
jetos propios para premios de
concursos de todo género y para
regalos.
Por tantos motivos es digno
del favor popular este emporio
de bellezas que hasta se puede
decir que tiene por misión edu-
car el gusto de los clientes y ali-
vianar las gavetas de esos papas
que suelen dejar la llave olvida-
da en la cerradura.
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