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Ahora bien, Hume da dos argumentos para probar que las ideas son
copias de las impresiones:
1. Si analizamos las ideas, vemos que estas se reducen a ideas tan simples
como aquellas que fueron copiadas de una sensación o sentimiento
precedente.
2. Si algún órgano no es susceptible de algún tipo de sensación, mucho
menos lo será de sus correspondientes ideas.
Sin embargo, se presenta a la consideración un ejemplo que podría tirar
por tierra los argumentos, dejando abierta la posibilidad de que no sea
necesario con necesidad absoluta que las ideas procedan de sus impresiones
correspondientes, y es el siguiente: si una persona percibió en su vida todos los
matices de un color menos uno, poniéndole todos los matices de ese color ante
los ojos, menos aquel que no conoce, percibirá, pues, un vacío. ¿Lo supliría
mediante su imaginación? Hume se limita a responder que como el ejemplo es
muy excepcional no vale la pena tenerlo en cuenta (¡!). Y así, sin intentar
responder la objeción, afirma su posición primera: las ideas son copias de las
impresiones.
Empieza esta sección con una nueva distinción. Esta vez es a cerca de los
objetos de la razón. Hay, pues, dos clases:
1. Relaciones de ideas: corresponde su estudio a las ciencias geométrica,
algebraica y aritmética. Son cualquier afirmación que sea cierta, bien
por demostración, o bien por intuición. Son descubiertas por medio de
una simple operación del entendimiento, independientemente de que
exista o no el universo.
2. Cuestiones de hecho: son los segundos objetos de la razón. No son
ciertas de igual manera, ni su evidencia es igual a la de las relaciones de
ideas. Su contrario es siempre posible, ya que no implica contradicción,
es decir que el contrario puede ser pensado.
Los razonamientos a cerca de las cuestiones de hecho parecen estar
fundados en la relación causa-efecto: por ella superamos la evidencia de
la memoria y los sentidos.
Esta relación no se conoce por razonamientos a priori, puesto que la
imagen que del efecto se puede obtener de este modo, es arbitraria. Se
la conoce, pues, por la experiencia: cuando descubrimos que los objetos
particulares se encuentran vinculados unos a otros. Los objetos no nos
muestran por sus cualidades ni las causas que lo producen ni los efectos
que provocará, y la razón no puede sacar ninguna conclusión en esta
materia sin recurrir a la experiencia, la cual es necesaria respecto de la
comunicación de un movimiento de parte de un objeto a otro. Aquí se ve
patente la influencia de la costumbre.
2 Idem, p. 83.
3 Idem, p. 83.
No son idénticas las proposiciones siguientes: “he encontrado que a tal
objeto le ha acompañado siempre un determinado efecto y preveo que
otros objetos que son, en apariencia, semejantes a aquel irán seguidos
de efectos semejantes”4. No es intuitiva la conexión que existe entre
ambas, sino que se requiere un término medio, el cual Hume presenta
como excedente a su capacidad y que ninguna ciencia puede dar.
Para continuar su investigación sobre la inferencia de una proposición a
otra, divide los razonamientos en dos clases: en primer lugar el
razonamiento demostrativo, el cual se refiere a relaciones de ideas. No
se puede hallar para el caso este razonamiento, puesto que no es
contradictorio pensar que la naturaleza podría cambiar. En segundo
término se encuentra el razonamiento moral, referente a cuestiones de
hecho y existencia. Por ellos, la experiencia presenta un número limitado
de efectos uniformes producidos por objetos, y que estos objetos, en un
tiempo determinado fueron revestidos de tales poderes. Al presentarse
un nuevo objeto con características similares, esperamos poderes
semejantes y pretendemos encontrar efectos parecidos.
Queda descartado, pues, que la inferencia sea intuitiva o demostrativa.
Tampoco es experimental, puesto que sería “incurrir en una petición de
principio, porque todas las inferencias de la experiencia mantienen,
como fundamento, la suposición de que el futuro se asemejará al
pasado”5. La experiencia es inútil puesto que hay posibilidad de
sospechar que el curso de la naturaleza puede mutar. A conclusión que
Hume extrae de todo esto es que no es posible hallar un argumento que
esté basado en la experiencia y que sea capaz de dar pruebas de la
semejanza entre el pasado y el futuro.
6 Idem, p. 108.
8 Idem, p. 112.
se deba a las deducciones falaces de la razón, sino por medio de alguna
tendencia instintiva que sea infalible.
En vistas a hallar la procedencia de esta idea, Hume muestra que hay una
ventaja de las matemáticas sobre las ciencias morales. En cuanto a las
primeras, sus ideas son sensibles y por lo tanto claras y precisas. Sus términos
expresan siempre las mismas ideas. La mente retiene sus ideas con mayor
facilidad. En cuanto a las segundas, sus impresiones suélense escaparnos
fácilmente cuando la razón las examina. Así los razonamientos se hacen
ambiguos y a objetos similares se los considera iguales.
Sin embargo, vistas desde otro ángulo, las verdades geométricas, para
ser alcanzadas las más abstrusas de ellas, hay que seguir una enorme e
intrincadísima cadena de razonamientos y comparar ideas muy alejadas entre
sí. En cambio, respecto de las verdades morales, las inferencias son más
cortas.
Las más oscuras de las verdades morales son las de poder, fuerza,
energía o conexión necesaria. Para conocer bien su idea hay que examinar su
impresión. Y para comprender correctamente esta última, es necesario buscar
las fuentes de donde puede derivarse.
Ya que ningún cuerpo descubre poder alguno, la mente no experimente
ningún sentimiento ni impresión de la sucesión de objetos, ergo, ningún caso
concreto de causa-efecto puede sugerirnos la idea de poder o conexión
necesaria.
Esta idea, pues, se deriva de la reflexión sobre las operaciones de la
mente. Así, la influencia de la voluntad la conocemos gracias a la conciencia.
Como es un hecho, se reconoce sólo por la experiencia. Sin embargo, no somos
conscientes de los medios por los cuales la voluntad efectúa su influencia. Las
razones son las siguientes:
1. En la naturaleza no existe un principio más misterioso que la unión de
alma y cuerpo
2. No somos capaces de mover todos los órganos del cuerpo con plena
autoridad.
3. Por la anatomía se sabe que el objeto inmediato del poder en el
movimiento voluntario no es el miembro mismo.
Ni siquiera el dominio de la voluntad en cuanto al poder de engendrar una
nueva idea, nos da la idea real de fuerza.
1. Debemos conocer la causa, el efecto, y la relación entre ellos. Pero la
mente no puede conocer un poder tal.
2. El dominio de la voluntad sobre sí misma es limitado.
3. El dominio sobre sí mismo varía en distintos momentos.
9 Idem, p. 132.
10 Idem, p. 132.
11 Idem, p. 132.
La forma moderada de este escepticismo, es un preliminar necesario
para la filosofía, porque nos facilita la imparcialidad y la liberación de los
prejuicios.
2. El segundo tipo, es consecuencia de la investigación, y se da cuando se
percibe el carácter falaz de las facultades o cuando se ve la incapacidad
respecto de las materias de las que uno se ocupa. Aún se ponen en duda
los propios sentidos.
Hay algunos argumentos contra los sentidos, que son profundos y de no
fácil solución:
a) Los hombres tienen inclinación natural a tener fe en los sentidos.
Suponen la existencia de un universo externo independiente de
nuestra percepción y que las imágenes que se presentan a los
sentidos son los objetos externos. Sin embargo, esta opinión cae
si consideramos que “nada se puede hacer presente jamás en la
mente más que una imagen o percepción, y que los sentidos son
sólo los canales a través de los cuales se transmiten las imágenes,
sin que estos puedan establecer ninguna relación inmediata entre
la mente y el objeto.
Es una cuestión de hecho el ser producidas las percepciones de
los sentidos por objetos externos a ellas. Sin embargo, la
experiencia no alcanza esta cuestión. La mente sólo tiene
presente las percepciones, y no puede tener experiencia de sus
conexiones con los objetos.
No es correcto recurrir a la veracidad del Ser Supremo, para
validar el conocimiento sensible.
b) Otro argumento, sostiene que las cualidades sensibles de los
objetos, son solamente secundarias, y que estas no existen en los
objetos mismos. Pero, esto admitido, se sigue lo mismo respecto
de las cualidades primarias de extensión y solidez. La idea de
extensión se obtiene por la vista y el tacto. Ahora bien, si estas
cualidades, que son percibidas por los sentidos, están en la mente
solamente, debe seguirse lo mismo con respecto a la idea de
extensión.