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RABIA ANIMAL

Es producida por un virus ARN, género Lysavirus, de la familia Rabdoviridae, que afecta a los
animales, y al hombre, (Repetto, 2002). Por su parte la OIE, señala que es una enfermedad
vírica que afecta al sistema nervioso central de los animales de sangre caliente, incluidos los
humanos, su período de incubación es largo (seis meses), y los síntomas pueden tardar varias
semanas en aparecer tras la infección, pero una vez que surgen, es siempre fatal.

Según la OMS (2015), cada año mueren de rabia más de 55.000 personas en todo el mundo y
los perros están en el origen de más del 95% de las muertes humanas por esta enfermedad. El
40% de las personas mordidas por animales presuntamente rabiosos son menores de 15 años.

Desde el punto de vista epizootiológico, la Rabia se clasifica en tres ecosistemas: la Rabia


Canina o Urbana, la Rabia Silvestre o de los Herbívoros Silvestres y la Rabia Desmodina, según
el modo de transmisión y perpetuación de la enfermedad en las poblaciones animales. En la
actualidad, esta clasificación se ha simplificado y sólo se habla de dos ciclos de la enfermedad:
el Urbano y el Silvestre, incluyendo en este último a la Rabia Desmodina (Favi, et al., 1999).

Para Schneider et al., (2007), nos relata que desde el punto de vista epidemiológico, existen
dos formas de presentación, la rabia urbana, en la que se reporta al perro como su principal
transmisor y tiene una gran importancia epidemiológica sobre todo en los países del tercer
mundo, mientras que en el caso de la silvestre, su transmisión es por especies depredadoras,
como los felinos, el zorro, los murciélagos, el chacal y otros, que actúan como reservorios y
transmisores principalmente a especies herbívoras.

Es importante resaltar que América en el año 2003 se notificaron 1,131 casos de rabia canina,
en comparación con el año 1990 hubo un descenso del 91%, no obstante, a pesar de haber una
disminución de los animales afectados, la enfermedad sigue siendo un desafío a pesar de los
avances en su control y los esfuerzos realizados por los gobiernos, entidades y organismos que
realizan estrategias para lograr su erradicación (OPS, 2008). Por otra parte, en Ecuador en 1996,
se registró la mayor tasa de rabia per cápita en las Américas, con una tasa de incidencia de 0,56
casos por cada 100.000 personas por año.

Período de incubación
El período de incubación de la rabia en perros varia de 10 días a varios meses; la mayoría de
los casos ocurren entre los 21 y 80 días después de la exposición.
En los animales silvestres el período de incubación no se encuentra claramente determinado,
aunque algunas observaciones parecen indicar que, generalmente, es más prolongado que el
descrito en las especies domésticas. Por esta razón no se recomienda tener como mascotas
animales silvestres susceptibles de transmitir la rabia.

Reservorios
Si bien todos los animales mamíferos, en especial los terrestres, son susceptibles de enfermar
de rabia, los responsables del mantenimiento y propagación del virus rábico en la naturaleza
son los carnívoros y los quirópteros. Los herbívoros y otros animales no mordedores no
desempeñan un rol importante en la epidemiología de la enfermedad.
Considerando las especies involucradas, desde el punto de vista epidemiológico, se pueden
distinguir dos ciclos de la rabia: el ciclo urbano y el ciclo silvestre.
El ciclo urbano se caracteriza porque la variedad de virus rábico circulante es de origen canino,
y esta especie actúa como principal fuente de infección y registra el mayor número de casos.
El ciclo urbano se presenta generalmente en las ciudades donde la densidad de la población
canina facilita la propagación de la enfermedad.
El ciclo silvestre, por su parte, se origina en especies salvajes independientemente de su
hábitat, y las variedades virales aisladas de los casos positivos corresponden a virus rábicos
específicos de animales silvestres. Los carnívoros salvajes y los quirópteros pueden llegar a
constituirse en importantes transmisores de la enfermedad en la naturaleza debido a su alta
susceptibilidad a la rabia, entre otros factores.
Dentro de un determinado ecosistema, sólo parece haber una o dos especies que perpetúan la
endemia rábica y se caracterizan por poseer variantes virales específicas de la especie. Esta
especificidad existente entre el virus y la especie reservorio determina que, cuando se producen
brotes epizoóticos entre las especies reservorios, existan mayores probabilidades que por
“derrame” enfermen algunos individuos de otras especies susceptibles, incluido el hombre.
La especificidad viral explica que los casos entre animales susceptibles no reservorios, sean
esporádicos y no tengan capacidad de generar enzootias dentro de su misma especie. Sin
embargo, ellos pueden contribuir, junto a la especie principal, a difundir la enfermedad en los
herbívoros salvajes, los animales domésticos y el hombre.

MANIFESTACIONES CLÍNICAS
En los animales se distinguen dos formas de presentación de la rabia: la rabia furiosa y la
paralítica o muda, según la sintomatología neurológica predominante.
Perros: En la fase prodrómica, los perros manifiestan cambios de conducta. Se esconden en
lugares obscuros o muestran una agitación inusitada, dando vueltas intranquilos. La
excitabilidad refleja está exaltada, reaccionando al menor estímulo. Hay pérdida del apetito
(anorexia), irritación en la región de la mordedura, estimulación de las vías genitourinarias y
un ligero aumento de la temperatura corporal.
La forma furiosa de la rabia se caracteriza por una acentuación notable, después de 1 a 3 días
de enfermedad, de los síntomas de excitación y agitación. El animal se vuelve peligrosamente
agresivo, con tendencia a morder objetos, otros animales y al hombre, incluyendo a su propio
dueño. Muchas veces se muerde a sí mismo, infligiéndose heridas graves. La salivación es
abundante, porque el animal no deglute la saliva debido a la parálisis de los músculos de la
deglución y hay una alteración del ladrido por la parálisis parcial de las cuerdas vocales. El
perro rabioso tiene propensión a abandonar su casa y recorrer grandes distancias, atacando
furiosamente a sus congéneres u otros animales. En la fase final de la enfermedad se pueden
observar convulsiones generalizadas y luego incoordinación muscular y parálisis de los
músculos del tronco y de las extremidades.
La forma muda de la rabia en el perro se caracteriza por síntomas predominantemente
paralíticos, siendo muy corta la fase de excitación, la que a veces no se presenta. La parálisis
empieza por los músculos de la región de la cabeza y cuello, se presenta dificultad en la
deglución y es frecuente que el dueño sospeche que su perro se ha atragantado con un hueso
por lo que trata de socorrerlo, exponiéndose de tal manera a la infección. Luego sobreviene
parálisis de las extremidades, parálisis general y la muerte.
Gatos: La mayor parte de las veces la enfermedad es de tipo furioso, similar a la que se presenta
en perros. A los 2 a 4 días de haberse presentado los síntomas de excitación, sobreviene la
parálisis del tercio posterior del cuerpo.
Bovinos: Los síntomas son generalmente de tipo paralítico, y comienzan a presentarse entre 25
y 150 días o más. Los animales afectados se alejan del grupo, algunos presentan pupilas
dilatadas y pelo erizado, otros, somnolencia y depresión. Se pueden observar movimientos
anormales de las extremidades posteriores, lagrimeo nasal e hipersensibilidad en el lugar de la
mordedura, entre otros síntomas. Se describen también casos de rabia furiosa.
Al avanzar la enfermedad se observa incoordinación muscular y contracciones tónico-clónicas
de los grupos musculares del cuello, tronco y extremidades. Los animales tienen dificultad en
la deglución y dejan de rumiar. Finalmente, se presenta postración y muerte.
Los signos paralíticos suelen presentarse entre el segundo y tercer día después de iniciarse los
síntomas. La duración de la enfermedad es de 2 a 5 días, extendiéndose en ocasiones de 8 a 10
días.
En el Ecuador, la Rabia Bovina transmitida por murciélagos hematófagos ha tenido niveles de
incidencia preocupantes en los últimos años, particularmente en las provincias de la Región
Amazónica del Ecuador y en otras provincias como: El Oro, Esmeraldas, Guayas, Loja, Manabí
y Tungurahua, en donde en la actualidad son consideradas como zonas de riesgo con presencia
endémica de murciélagos hematófagos.

IDENTIFICACIÓN INMUNOQUÍMICA DEL ANTÍGENO VIRAL


Prueba de Inmunofluorescencia Directa (IFD)
El test más utilizado para el diagnóstico de la Rabia es la IFD, la misma que es recomendada
por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la OIE (PNCRH, 2005), ya que resulta
rápida, muy sensible y específica en un 95-99% de los casos. Para su procedimiento, se añade
una gota de inmunoglobulina purificada, previamente conjugada con isotiocianato de
fluoresceína a un frotis de tejido cerebral fijado con acetona (de ser posible de varias partes del
tronco encefálico) (OIE, 2011). Aunque el resultado positivo confirma el diagnóstico, un
resultado negativo no excluye la posibilidad de la infección, por lo que se debe realizar la
prueba de inoculación en ratones (Acha & Szyfres, 2003).

Prueba Biológica en Ratones (PBR)


La PBR o prueba de inoculación en ratones con tejido fresco o fresco homogeneizado es una
prueba para confirmar la Rabia, pero no se usa de rutina en casos sospechosos. La OMS y la
OIE recomiendan la inoculación de ratones como confirmación de resultados negativos (Calero
& Caresani, 2005). Para su procedimiento, se inoculan por vía intracerebral un grupo de ratones
de 3 a 4 semanas o neonatos de 2 a 5 días de edad. Los ratones se mantienen en observación
durante 28 a 30 días y cualquier ratón que muera es examinado por IFD (OIE, 2011). Para
acelerar los resultados de la inoculación de los ratones recién nacidos, se recomienda sacrificar
un ratón a la vez, a los 5, 7, 9 y 11 días post inoculación, y examinar por IFD. La PBR es
costosa y debe ser sustituida, por el aislamiento en cultivo celular (PNCRH, 2005).
MEDIDAS DE PREVENCIÓN Y CONTROL.
Las actividades relevantes que han permitido el control de la rabia son básicamente: la
vacunación canina y felina, la reducción de la población de perros callejeros en el área
perifocal, la vigilancia epidemiológica de animales susceptibles, la observación de animales
mordedores sospechosos, el tratamiento de las personas mordidas, las acciones de carácter
educativo dirigidas a la comunidad y el control de focos.
Vacunación de animales susceptibles
La vacunación de los animales domésticos susceptibles constituye una herramienta eficaz en el
control de la enfermedad. Sin embargo, las estrategias utilizadas en la aplicación de ella deben
ser consistentes con la situación epidemiológica al objeto de lograr la mayor eficiencia y
efectividad de la vacunación.
El mayor riesgo de transmisión de rabia está en las áreas que tienen una mayor densidad
poblacional de perros, los que generalmente deambulan libremente por la calle y que no se
encuentran vacunados. Estas condiciones se dan, generalmente, en los sectores de la ciudad en
que la población tiene menores ingresos y en consecuencia escasas posibilidades de acceder a
la vacunación de sus animales.
Uso de vacuna antirrábica para uso animal
Las vacunas antirrábicas caninas, a utilizar en el país, deben ser vacunas a virus inactivado,
diseñadas para ser aplicada sin riesgo en perros y gatos de cualquier edad, pudiendo ser
aplicadas también en otras especies de animales susceptibles, factibles de proteger mediante la
vacunación. Estas vacunas deben ser autorizadas para su uso en el país y en consecuencia,
controladas y registradas por el organismo competente de acuerdo a la legislación vigente.
Los entes públicos o privados involucrados en el manejo de esta vacuna deben contar con una
cadena de frío que asegure la mantención de la temperatura de refrigeración recomendada por
el fabricante desde el almacenamiento hasta la aplicación de ella.
Los dueños de perros y gatos tienen la responsabilidad de mantener vacunados a los animales
bajo su tutela, los que deben recibir una primera vacunación a los tres meses de edad, un
refuerzo al año y la revacunación periódica de acuerdo con las especificaciones del fabricante.
Los propietarios deben exigir y mantener el certificado de vacunación antirrábica, el que debe
ser extendido por los funcionarios responsables de la vacunación o los profesionales privados
que la realicen, según sea el caso. El certificado de vacunación contendrá todos los antecedentes
requeridos por el organismo responsable del registro de estas vacunas en el país y será de uso
obligatorio tanto para los médicos veterinarios privados como para aquellos funcionarios de los
Servicios de Salud.
La vacunación, se efectuará aplicando la dosis completa de vacuna antirrábica de uso animal
prescrita por el fabricante, mediante inyección intramuscular en los músculos gruesos del muslo
del animal (músculos semimembranoso y semitendinoso), previa desinfección del área a
inyectar. Se utilizará otra vía de administración sólo en el caso que el fabricante lo prescriba
expresamente. Se debe aplicar la dosis completa de una vez y en el mismo lugar, aspirando la
jeringa antes de inocular a fin de asegurar que no se haya pinchado un vaso sanguíneo, evitando
las hemorragias post-inoculación.
BIBLIOGRAFIA
Yaguana, J., & del Rosario López, M. (2017). La Rabia canina: Su historia, epidemiología y
sus medidas de control. REDVET. Revista Electrónica de Veterinaria, 18(9), 1-13.

Ortiz-Prado, E., Ponce-Zea, J., Ramirez, D., Stewart-Ibarra, A. M., Armijos, L., Yockteng, J.,
& Cárdenas, W. B. (2016). Rabies epidemiology and control in Ecuador. Global journal of
health science, 8(3), 113.
BOVINA, R. MANUAL DE PROCEDIMIENTOS PARA LA PREVENCIÓN Y CONTROL DE RABIA
BOVINA EN EL ECUADOR.

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