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Las co nexiones ocultas

Kritjof C ap ra

Las conexiones ocultas


I m p lic a c io n e s s o c ia le s , m e d io a m b ie n ta le s ,
e c o n ó m ic a s y b io ló g ic a s d e u n a
n u e v a visión del m u n d o

Trad u cció n tic David Srm|>au

EDITOKIAL ANAGUAMA
BARCELONA
Titulo d r la edición original;
T ile H id d e n C o n n c ctio n x
D o u b led ay
N u ev a Ynrk, 2 0 0 2

i h teño de la colección:
Julio Vivas
Ilustración: "Ossippcc I-, Hiank Stclla, 1 9 6 6 ,
colección Mi, y M is, Eine.u K.ilkj, Nueva York

O Eritjof C apia, 2 0 0 2
O E D IT O R IA L ANACiRAMA. S. A.. 2 0 0 3
l'cdró de la C icu. 5 8
0 8 0 3 4 Barcelona

ISBN: 8 4 - 3 3 9 - 6 1 8 8 - 8
Depósito legal: B 1 6 5 6 5 - 2 0 0 3

Printcd in Spain

l.ib crd u p lc x , S . L „ C o n s titu c ió , 1 9 , 0 8 0 1 4 B arcelona


Para Elizabeth y Jtilin te
1.a educación es la capacidad de percibir
las lo n exio iies ocultas entre los fenóm enos.

V A ci a v H avi i
A G R A D E C IM IE N T O S

A lo largo de los últim os vein ticin co años he practicado un


estilo de investigación qu e se basa, fundam entalm ente, en diá­
logos y debates co n individuos y grupos reducidos de amigos y
com pañeros. L» mayor parte de mis intuiciones c ideas se han
originado y han madurado en esta clase de encuentros intelec­
tuales. Las ideas contenidas en la presente obra no son una ex­
cepción a esa regla.
M e sien to particularm ente agradecido a:

• Pier Luigi l.uisi por num erosos y estim ulantes debates


acerca de la naturaleza de la vida, así co m o por su cálida
hospitalidad en la Escuela de Verano de C orcona, en
agosto de 1 998, y en el In stitu to Federal de Tecnología
de Z u rich , en enero de 2 0 0 1 ;
• Brian G oodw in y Richard Stm hm an por profundas d iscu­
siones sobre biología celular y teoría de la com plejidad;
• Lynn M argulis por esclarecedoras conversaciones sobre
m icrobiología, así com o por darm e a conocer la obra de
I iarold Morowit/.;
• Francisco Varela, G crald E delm an y Rafael N úfíez por
apasionantes controversias en torno a la naturaleza de la
consciencia;
• G eo rg e LakofY por introd ucirm e en la lingüística cogniti-
va e infinidad de ilustrativos diálogos;
R ogcr Pouts por su instructiva correspondencia acerca de los
orígenes evolutivos del lenguaje y la consciencia;
M ark Sw illing p o r estim ulantes discusiones sobre las se­
m ejanzas y disparidades entre ciencias naturales y ciencias
sociales, así co m o por darm e a conocer la obra de M anuel
C astells;
M anuel C astells por su estím ulo y su apoyo, así com o
por una serie de debates sistem áticos sobre conceptos
fundam entales de teoría social, de tecnología y de cu ltu ­
ra» y sobre las com plejidades de la globalización;
W illiam M edd y O tt o Scliarm er por esclarecedonis c o n ­
versaciones acerca de las ciencias sociales;
M argaret W beatley y M yron K cllner-R ogers por inspira­
dores diálogos, a lo largo de varios anos, sobre la com p le­
jidad y la autoorganización en los sistemas vivos y las or
ganizaciones hum anas;
O scar M otom ura y sus com pañeros de A M A N A -K E Y
por anim arm e con tin u am en te a aplicar ideas abstractas a
la educación profesional, así com o por su cálida hospita­
lidad en Sito Paulo, brasil;
Angelika Sicg m u n d , M ortcn Piaran, Patricia Shaw , Peter
Scnge, E tienne W en g cr, M anuel M anga, Ralph Stacey y
el grupo SG 1.A R del N ene N orth am pton C ollege, por
numerosas y apasionantes conversaciones sobre teoría y
práctica de gestión em presarial;
M ac-W an H o , brian G ood w in, Richard Strohm an y
David Suzuki por csclarecedoras discusiones sobre gené­
tica e ingeniería genérica;
Stevc Duenes por su ayuda en lo relativo a la bibliografía
sobre redes m etabólicas;
M iguel Altieri y Ja n e t Brow n por ayudarm e a com p ren­
der la teoría y la práctica de la agroecología y la agricul­
tura biológica;
Vandana Shiva por muchas e inspiradoras conversacio­
nes sobre ciencia, filosofía, ecología, el sen tim ien to c o ­
m unitario y la perspectiva del »Sur sobre la globalización;
• Hazel 1 Icnderson, Jerry M and er, D ouglas T om p k in s y
D eb i Barker por apasionantes diálogos sobre tecnología,
sosicnibilidad y econ om ía global;
• David O rr, Paul Mawkcn y A m ory Lovins por num ero­
sas y estim ulantes conversaciones inform ativas acerca del
ecodiscño;
• G u n tcr Pauli por dilatados y csclareccdorcs diálogos, a lo
largo y a lo an ch o de tres co n tin en tes, acerca de la agru­
pación ecológica de industrias;
• Ja n in e Benyus por una larga e inspiradora conversación
sobre los «milagros tecnológicos» de la naturaleza;
• Richard Register poi num erosas discusiones acerca de
có m o aplicar los principios del ecodiseño a la planifica­
ción urbana;
• W olíg an g Sachs y E rnst-U Irich von W eizsáckcr por con­
versaciones inform ativas acerca de la política verde;
• V era van Aaken por facilitarm e una perspectiva fem inis­
ta sobre los excesos del consum ism o.

1)urante los últim os anos, y m ientras trabajaba en este libro,


tuve la fortu na de asistir a diversos sim posios internacionales, en
los que autoridades de diversos cam pos debatieron m uchas de
las cuestiones tju c estudiaba. Q u iero expresar m i agradecimiento
a Václav H avcl, presidente de la R epú blica C heca, y a O ldrieh
C cm y , d irector ejecutivo tic la Fundación Fórum 2 0 0 0 , por su
generosa hospitalidad en el sim posio anual Fórum 2 0 0 0 de Praga
en los años 1 9 9 7 , 19 9 9 y 2 0 0 0 .
Mi agradecim iento asim ism o a K an Havcl, director del
C en tro de Kstudios I’eóricos de Praga, por haberm e dado la
oportunidad de participar en el sim posio sobre ciencia y teleo­
logía de la Universidad C arolina de Praga, en marzo de 199K.
M i agradecim iento igualm ente al C en tro Internacional de
Investigaciones Piero Man/ü por haberm e invitado a participar
en el sim posio sobre la naturaleza de la consciencia de R ím ini,
Italia, en o ctu bre de 1999.

13
Estoy en deuda con H olm ut Mil/ y M ichael L erner por ha
berm e proporcionado la oportunidad de debatir investigaciones
recientes con destacados expertos en el cam po psicosom ático,
durante el sim posio de dos días de duración en el C o m m n n -
wealth C en tcr de Bolinas, C alifornia, en enero de 2 0 0 0 .
G racias al International Forum for G lohalization por invi­
tarm e a participai en dos de sus intensivos y altam ente infor­
mativos sem inarios sobre la globalización, en San Francisco
(abril de 1997) y Nueva York (lebrero de 2 0 0 1 ).
M ientras trabajaba en este libro tuve la valiosa oportunidad
de presentar algunos esbozos de ideas ante audiencias interna­
cionales. en dos cursos en el Sch um aclier G ollcgc de G ran B re­
taña, durante los veranos de 199 8 y 2 0 0 0 . Q u iero expresar mi
profundo agradecim iento a Satisli Kum ar y a la com unidad de
ese cen tro por extender su hospitalidad a mi fam ilia, co m o tan
a m enudo han hecho en el pasado, así com o a los alum nos que
tuve allí por m is innum erables preguntas críticas y sugerencias
enriquecedoras.
En el transcurso de mi trabajo en el C en tcr for Ecolitcracy
de Berkeley he tenid o num erosas oportunidades de debatir,
co n un grupo de notables educadores, nuevas ideas acerca de la
educación para una vida sostenible, lo cual m e ha ayudado en
gran m anera a m ejorar mi m arco conceptual al respecto. Mi
agradecim iento a IV ter Buckley. G ay Hoagland y, particular­
m ente, Zenobia Barlow por haberm e brindado esas o p o rtu n i­
dades.
Q u iero dar las gracias a John B rockm an, mi agente litera­
rio, poi su estím ulo y por ayudarme a formular el esbozo inicial
del libro.
M i profundo agradecim iento a mi herm ano, Bernr C'apra,
por su lectura del original com p leto, su apoyo entusiasta y sus
valiosos consejos en num erosas ocasiones. Estoy igualm ente
agradecido a E triest ( lallenbach y M anuel C astells por su lectu ­
ra del original y sus abundantes com entarios críticos.
E stoy en lleuda co n mi asistente, T ren a C lclan d , por su so­
berbia revisión del original, así co m o por haber conseguido

14
m antener el fun cionam iento fluido de mi oficina mientra» yo
estaba plenam ente concentrado en la escritura.
G racias a Roger S ch oll. mi ed itor en D oublcday, por su
entusiasm o im perturbable y su co n stan te estím ulo, así com o a
Sara R ainonc por su cuidadoso seguim iento de todas las etapas
de la producción del libro.
fin a lm e n te , en ú ltim o lugar, aunque no por ello menos
im portante, deseo expresar mi profunda gratitud a Eli/.abeth,
m i esposa, y a Ju lie ttc, mi hija, por su paciencia y su com pren­
sión durante m uchos meses de trabajo agotador.

15
P R E F A C IO

F.n la presente obra me propongo extender al ám bito so­


cial la nueva com prensión de la vida que ha surgido de la teoría
de la com plejidad. Para ello, presentaré un m arco conceptual
que integre las dim ensiones biológica, cognitiva y social de la
vida. M i objetivo consiste no sólo en ofrecer una visión unifica­
da de la vida, la m ente y la sociedad, sino en desarrollar tam ­
bién un planteam iento coherente y sistém ico d e algunas de las
cuestiones críticas ele nuestra época.
Id libro se divide en dos panes. En la primera presentaré el
nuevo m arco teórico en tres capítulos, que tratarán, respectiva­
m ente, de la naturaleza de la vida, de la naturaleza de la m ente y
la con scien cia, y de la naturaleza de la realidad social. Q uienes
estén más interesados en las aplicaciones prácticas de este marco
teórico, pueden pasar directam ente a la segunda parte (capítulos
4 al 7 ). Se trata tic capítulos que pueden leerse de form a inde­
pendiente, pero qu e co n tien en referencias cruzadas a las seccio­
nes teóricas relevantes, destinadas a quienes deseen una mayor
profu tuiización.
hn el capítulo 4 aplico la teoría social, desarrollada en el capí­
tulo precedente, a la gestión de organizaciones hum anas, y me
cen tro, en particular, en la cuestión de hasta qué punto puede
una organización hum ana .ser considerada un sistema vivo.
E n el cap ítu lo 5 centro mi aten ció n en el m undo, en gene­
ral, para tratar de una de las cuestiones m is urgentes y co n tro ­

17
vertidas de nuestros tiem pos: los retos y los peligros de la glo-
balización económ ica según las reglas de la O rganización M u n ­
dial del C om ercio ( C M C ) y dem ás instituciones del capitalis­
m o global.
E l capítulo 6 está dedicado al análisis sistém ico de los pro­
blem as científicos y éticos de la biotecnología (ingeniería genéti­
ca. clonación , alim entos genéticam ente m odificados, etcétera),
con particular hincapié en la reciente revolución conceptual en
genética desencadenada por los descubrim ientos del Proyecto
G en o m a H um ano.
En el capítulo 7 analizo el estado del m undo en los albores
del siglo X X I. Tras revisar algunos de los problem as m edioam ­
bientales y sociales más notorios, así com o sus relaciones con
nuestros sistemas económ icos, paso a describir la cada vez más
am plia, a escala m undial, «C oalición de S c a ttlo de organiza­
ciones no gubernam entales (O N G ), ju m o con sus planes para
re m odelar la global i/.ación de acuerdo con unos valores distin­
tos. La parte final del capítulo está dedicada al análisis del re
cíente y espectacular aum ento de las prácticas de diseño ecoló­
gico, así co m o al estudio de sus im plicaciones en la transición
hacia un futuro sostcnible.
T o d o ello significa una continu ación y evolución de mis
trabajos precedentes. D esde principios de los setenta, mis in­
vestigaciones y mis escritos han girado en torno a un único
tem a central: el cam bio fundam ental de la visión del m undo
que tiene lugar tanto en la ciencia co m o en la socied ad , es de­
cir, el alum bram iento de una nueva visión de la realidad y las
im plicaciones sociales de esa transform ación cultural.
En mi prim er libro, The l'ao ofPhysics ( 19 7 5 ) ,* analicé las
im plicaciones filosóficas de los espectaculares cam bio s de c o n ­
ceptos e ideas acaecidos en la física - m i cam po original de
in v e stig a c ió n -*' a lo largo de las tres primeras décadas del si­

* V er bibliografía. (N. del T.)


" F ritjo f C ap ra o d ocror en física teórica por la U niversidad de V icna.
(N. del T.)

18
g lo XX. q u e a ú n se e stá n d e s a rr o lla n d o e n n u e s tra s te o ría s a c ­
tu ale s s o b r e la m a te ria .
M i segundo libro, The luruiu g Point ( 1 9 8 2 ),4 demostraba
cóm o la revolución en la lisien m oderna auspiciaba una revolu­
ción sim ilar en muchas otras ciencias, ju n to con la correspon­
diente transform ación de las visiones del m undo y de los valores
de la sociedad. En esa obra analicé, en particular, los cam bios de
paradigma en biología, psicología y econom ía, y al hacerlo me
percaté de cpie todas esas disciplinas tratan de un m odo u otro
con la vida - c o n sistemas biológicos v sociales v iv os-, por lo que
la «nueva física» resultaba inadecuada com o paradigma y fuente
de metáforas en esos cam pos. 1.1 paradigm a físico tenía que ser
reemplazado por un m arco conceptual más am plio, por una vi­
sión de la realidad en la que la vida fuese el m ism ísim o centro.
l odo ello constituyó para mí un profundo cam bio de per­
cepción, que ocurrió de forma gradual y com o resultado de
múltiples influencias. En 19 9 8 publiqué el relato de este peri-
plo intelectual con el título de Uncotnmon Wisdom: C.onvma-
tions with Remarkdble Pcople.' ’
A principios de los ochenta, cuand o escribí The Tuming
Point, la nueva visión de la realidad, que con el tiem po debería
reemplazar en diversas disciplinas la visión del m undo cartesia­
na y m ecanicista, no estaba bien articulada, ni m u cho menos.
D en o m in é entonces «visión sistém ica de la vida» a esa lom uda-
ción científica, lo que la relacionaba co n la tradición intelectual
del pensam iento sistém ico, y argum enté asim ism o que la escue­
la filosófica de la ecología profunda, que no distingue entre hu­
m anos y naturaleza y reconoce el valor intrínseco de todo ser
vivo, podía proporcionar el con texto filosófico, e incluso espiri­
tual. ideal para el nuevo paradigma cien tífico . H oy, veinte años
más tarde, sigo m anteniend o esa opinión,
En los años qu e siguieron exploré las im plicaciones de la
ecología profunda y de la visión sistém ica de la vida con la ayu-

' V er bibliografía í'.-V del !'.)


Ver bibliografía. I'.-V, iltl l'.l

19
da de amigos y com pañeros en diversos cam pos, y publique va­
rios trabajos con los resultados de esas investigaciones. Creen
Politics (con C haricnc Spretnak, 1084) analiza el ascenso del
Partido Verde en Alemania; Hehmging to thc Universe (con D a­
vid Stcindl-K ast y Tilom as Macus, 1001)* explora los paralelis­
mos entre el nuevo pensam iento cien tífico y la teología cristia­
na; EcoManagemcnt (con Erncst C.allenbach, Lenore G old m an,
RUdigcr Lut/. y y Sandra M arburg, 1003) propone un marco
conceptual y práctico para una gestión empresarial ecológica­
m ente concienciada; Steering liusinrss Toward StisUtiiuibUity (coe
ditado con G tintcr Pauli, 1095) es una colección de ensayos es­
critos por ejecutivos, econom istas, ecologistas y otros autores,
que esbozan planteam ientos prácticos para hacer Irente al reto
de la sostenibilidad ecológica. En todas esas exploraciones mi
interés se centraba - y se sigue ce n tra n d o - en los procesos y los
patrones de organización de los sistemas vivos: en las «conexio­
nes ocultas entre fenóm en os».1
La visión sistém ica de la vida, tal com o la esbocé en The
Turning Poini\ no constituía una teoría coherente do los sistemas
vivos, sino más bien una nueva form a de pensar sobre la vida que
incluía nuevas percepciones, un nuevo lenguaje y nuevos c o n ­
ceptos. Se trataba de un desarrollo conceptual en la vanguardia
ile la ciencia, auspiciado por investigadores pioneros en num ero­
sos cam pos, q u e crearon un clim a intelectual que posibilitaba
avances significativos en los anos por venir.
D esde enton ces, cien tífico s y m atem áticos han dado pasos
gigantescos hacia la form ulación de tina teoría de los sistem as
vivos por medio del desarrollo de una nueva teoría m atem ática
- u n cuerpo com p leto de conceptos y técnicas m atem áticos
para describir y analizar la com plejidad de los sistem as vivos,
qu e la literatura popular ha d enom inado a m enudo «teoría de
la com plejidad» o «ciencia d e la com plejidad». Los cien tífico s y
los m atem áticos prefieren denom inarla, de form a más prosaica,
«dinám ica no lineal».

V er bibliografía. (N . del /'.)

20
Hasta hace poco, en ciencia se nos enseñaba a evitar las
ecuaciones no lineales, dado que eran prácticam ente imposibles
tic resolver. Sin em bargo, en los años setenta los científicos dis­
ponían por primera vez de com putadoras poderosas y rápidas,
con las que ya les resultaba posible enfrentarse a esa cla.sc de
ecuaciones. Así consiguieron desarrollar una serie de nuevos
conceptos y técnicas qu e convergían gradualm ente hacia un
marco m atem ático coherente.
D urante los anos setenta y ochenta el interés por los fenó­
menos no lineales generó toda una serie de convincentes teorías,
que han increm entado espectacularm ente nuestra com prensión
de num erosas características clave de la vida. I.n The Web of
li( e ( 1 W > ),* mi obra más reciente, resumí las m atem áticas de
la com plejidad y presenté una síntesis de las teorías no linea­
les contem poráneas sobre los sistemas vivos, la cual puede ser
considerada el esbozo de una nueva com prensión científica de
la vida.
I.a ecología profunda siguió asim ism o en los ochenta un
proceso de desarrollo y profund¡/.ación, y abundan los artículos
y los libros que tratan de las disciplinas relacionadas, tales
co m o ecoícm inisrno, ecopsicología, ecoctica, ecología social y
ecología transpersonal. C onsecu en tem ente, en el primer capí­
tulo tic The Web o fit fe presenté una revisión actualizada de la
ecología profunda y sus relaciones con todas esas escuelas filo­
sóficas.
l a nueva com prensión científica de la vida, basada en los
conceptos de la dinám ica no lineal, representa un verdadero
punto de inflexión conceptual. D isponem os, por primera vez,
d e un lenguaje eficaz para describir y analizar los sistem as com ­
plejos. C oncep tos co m o los de atractor, retrato fase, diagrama
de bifurcación y fractal no existían antes del desarrollo de la di­
nám ica no lineal. Tales conceptos nos perm iten hoy formular
nuevas preguntas, y nos lian cond ucid o ya a im portantes ideas
en m últiples cam pos.

* V er b ib lio g ra fía . ( N t i c l T . )

21
M i am pliación del enfogu e sistém ico al á m b ito social in ­
cluye ilc manera explícita el m undo m aterial, lo cual no es
usual, puesto que, tradicionalm cntc, los cien tíficos sociales no
se han m ostrado demasiado interesados por el m undo de la
materia. Nuestras disciplinas académ icas han sido organizadas
de tal m odo que las ciencias naturales tratan de las estructuras
m ateriales, mientras que las ciencias sociales tratan de las es­
tructuras sociales, que se conciben fundam entalm ente com o re­
glas de com p ortam ien to. F.n el futuro esta estricta división no
va a ser posible, puesto qu e el reto crucial de este nuevo siglo,
tanto para los científicos naturales y los sociales co m o para to
dos los demás, consistirá en construir com unidades ecológica­
m ente sosteniblcs, diseñadas de tal m odo que sus tecnologías y
sus instituciones sociales - e s decir, sus estructuras materiales
y so ciales- no interfieran la capacidad inherente a la naturaleza
para m antener la vida.
I.x»s principios de diseño de nuestras futuras instituciones
sociales deberán ser consistentes con los principios de organiza­
ción que la naturaleza ha desarrollado para sustentar la trama
de la vida. Para esta tarea de com prensión de las estructuras
materiales y sociales será esencial un m arco con ceptual unifica­
do. El propósito de este libro consiste en proporcionar un pri­
mer esbozo de esc m arco.

F r it jo f C apra
lit'rkelty, agosto tic 2002

22
Primera parle
1. [ A N A T U R A L E Z A D F. LA V ID A

A ntes de presentar el nuevo m arco unificado para la com ­


prensión ile los fenóm enos biológicos y sociales, m e gustaría vol­
ver a una pregunta, vieja co m o los tiem pos: «¿Q ué es la vida?»,
pero contem plándola con o jo s nuevos.1 D ebo advertir, al poner
manos a la obra, q u e no consideraré esta pregunta en la totali­
dad de su profundidad hum ana, sino que la enfocaré desde una
perspectiva estrictam ente científica, y, aun así, m i atención se
centrará, al principio, en la vida en cuanto fenóm eno biológico.
D en tro de este m arco restringido, la pregunta puede ser refor-
mulada co m o sigue: «¿Cuáles son las características dcfm itorias
de los sistem as vivos?»
T a l vez los científicos sociales prefieran proceder a la inver­
sa, identificando prim ero las características definitorias de la
realidad social para extenderlas luego al ám b ito biológico e in ­
tegrar esa realidad co n co ncep tos correspondientes de las cien ­
cias naturales. T a l en foqu e es, sin duda, muy plausible, pero
com o m e form é en las ciencias naturales y realicé previamente
una síntesis de la nueva concepción de la vida en estas discipli­
nas, es natural que co m ien ce por ahí.
T am b ién podría argum entar qu e, después de todo, la reali­
dad social evolucionó a partir del m undo biológico, hace entre
dos y cuatro m illones de años, cuando una especie de «simio
del Sur» (Awtralopilhccus afarensis) se irguió y com en zó a andar
sobre dos patas. En aquellos tiem pos los prim eros hom ínidos

2S
desarrollaron cerebros com p lejos que les perm itieron m anufac­
turar las primeras herram ientas y concebir el lenguaje, m ientras
que la indefensión de sus hijos los co n d u jo a form ar fam ilias y
com unidades para protegerse, las cuales serían la base de la vida
social hum ana.2 Por consiguiente, no carece de sentido basar la
com prensión de los fenóm enos sociales en un concepto unifica­
do de la evolución de la vida y la consciencia.

LAS IM P O R T A N ! [SIM A S C É L U 1A S

Al observar la ingenie variedad de organism os vivos - a n i­


males, plantas, seres hum anos, m icroorgan ism os- hacem os in­
m ediatam ente un d escubrim iento im portante: Coila vida b io ló ­
gica consiste en células. Sin ellas no hay vida sobre el planeta.
Tal vez no haya sido siem pre así -volveré a este asunto más
ad elan te-/ pero podem os asegurar co n certeza que, hoy día. en
cualquier m anifestación de vida intervienen células.
I.stc descubrim iento nos perm ite adoptar una estrategia tí­
pica del m étod o cien tífico. Para identificar las características de-
fmitorias de la vida, prim ero buscam os el sistem a más simple
que posea esas características y luego lo estudiam os. Esta estrate­
gia reduccionista ha dem ostrado ser m uy eficaz en la ciencia, a
cond ición d e no caer en la tram pa de creer que las entidades
com plejas sólo son la suma de sus com p onentes más simples.
Puesto q u e sabem os que un organism o ha de ser unicelular
o m ulticelular, sabernos tam bién que el sistem a vivo más sim ple
es la célu la/ Más exactam ente, una célula bacteriana. H oy sabe­
mos que todas las formas superiores de vida lian evolucionado a
partir de células bacterianas. L is más sim ples de entre ellas perte­
necen a una fam ilia de dim inutas bacterias esféricas conocidas
corno m icoplasm as, con diám etros inferiores a una m ilésim a de
m ilím etro y genom as consistentes en un solo bucle cerrado de la
doble hélice del ácido d eso x irib o n u cle ico (A O N )/ Pero incluso
dentro de estas células m ínim as funciona de m anera co n stan te
una com p leja red de procesos m etabólicos que transporta nu-

26
trientcs hacia el interior de la célula y expulsa residuos hacia su
exterior, en una incesante utilización de m oléculas de alim ento
para íorm ar proteínas y otros com ponentes celulares.
A unque las micoplasm as son células m ínim as en térm inos
de su sim plicidad interna, sólo pueden sobrevivir en un entor­
no qu ím ico muy preciso y bastante com plejo. C o m o señala el
biólogo H arold M orow itz, eso significa que debem os distinguir
dos clases de sim plicidad celular.6 La sim plicidad interna signi­
fica que la bioquím ica del en torno interno del organism o es
sim ple, m ientras que la sim plicidad ecológica expresa que el or­
ganism o necesita pocas aportaciones quím icas procedentes de
su en torn o externo.
Desde el punto de vista ecológico, los organism os más sim ­
ples son las cianobacterias, antecesoras de las algas verdcazula-
das, las cuales se cu entan tam bién entre las bacterias más anti­
guas, ya que hay trazas suyas presentes en los prim eros (ósilcs.
Algunas de esas bacterias verdca/.uladas son capaces de formar
sus com puestos orgánicos únicam ente a partir de dióxido de
carbono, agua, nitrógeno y minerales en estado puro. Hs interé­
sam e observar que su gran sim plicidad ecológica parece reque
rir cierto grado de com plejidad bioquím ica interna,

IA P E R S P E C T IV A E C O L Ó G IC A

La relación entre sim plicidad interna y sim plicidad ecológi­


ca no se com prende aún del todo, en parte porque la mayoría
de los biólogos no están todavía acostum brados a utilizar una
perspectiva ecológica. C o m o señala M orow itz:

La continuidad de la vida constituye una propiedad de un


sistema ecológico, más que de un organismo o una especie por
sí solos. l a hiología tradicional ha tendido a centrar su aten­
ción en los organismos individuales más que en el continuo
biológico, El origen de la vida se considera, por consiguiente,
un acontecim iento único, en el que un organismo surge del

27
medio que lo rodea. Una perspectiva ecológicamente más
equilibrada examinaría los ciclos proroccológicos, asi como los
subsiguientes sistemas quím icos que, sin duda, se desarrolla
ron y florecieron mientras iban apareciendo objetos parecidos
a organismos.7

N ingún organism o individual puede existir aisladamente.


Ix»s anim ales dependen de la fotosíntesis de las plantas para cu ­
brir sus necesidades energéticas; las plantas dependen del d ióxi­
do de carbono producido por los anim ales, así com o del n itró ­
geno fijad o en sus raíces por las bacterias; finalm ente, plantas,
animales y m icroorganism os regulan la biosfera y m antienen
unas condiciones aptas para la vida. Según la teoría G aia d e Ja ­
mes Lovelot k y Lynn M argulis,8 la evolución de los prim eros
organism os vivos fue pareja a la transform ación de la superficie
del planeta de un m edio inorgánico a una biosfera qu e se au-
torregula. «En este sentido», escribe M orow itz, «la vida es más
una propiedad de los planetas qu e de los organism os indivi­
duales.»^

LA VID A 1)1 .FIN ID A FN I ÉR,M IN O S 1)1 I A D N

Volvam os a la cuestión de «¿Q ué es la vida?» y pregunté­


m onos: ¿C ó m o funciona una célula bacteriana? ¿Cuáles son sus
características definitorias? Al observar una célula a través del
m icroscopio electrónico, nos percatam os de qu e sus procesos
m erabólicos involucran a m acrom oléculas especiales, m oléculas
de gran tam año consistentes en largas cadenas de centenares de
átom os. En todas las células están presentes dos clases de esas
m acrom oléculas: las proteínas y los ácidos nucleicos (el A D N y
el ácido ribonu cleico, o A K N ).
En la célula bacteriana están presentes, básicam ente, dos ti­
pos de proteínas: las enzim as, que actúan co m o catalizadores de
diversos procesos m etabólicos, y las proteínas estructurales, qu e
forman parte de la estructura celular. En organism os superiores

28
se hallan tam bién presentes muchos otros cipos de proteínas
con funciones especializadas, corno los anticuerpos del sistema
inm unológicn o las horm onas.
Puesto «.pie la mayor parte de los procesos m etabólicos son
catalizados por enzimas y éstas son producidas por genes, los
procesos celulares se hallan controlados genéticam ente, lo cual
les confiere gran estabilidad. Las moléculas de AUN actúan c o ­
m o mensajeras transportando inform ación codificada para la
síntesis de las enzimas procedente del A D N , con lo «|ne estable­
cen el vínculo crítico entre las características genéticas y meta-
bólicas de la célula.
I’.l A D N es asimismo responsable de la autorreplicación de
la célula, característica crucial de la vida, sin la cual cualquier
estructura formada accid entalm ente hubiera decaído y desapa­
recido, lo (pie habría hecho im posible la evolución de la vida.
Esta im portancia om nipresente del A D N parece sugerir la con­
veniencia de identificarlo co m o la única característica definito-
ria de la vida. Podríam os afirm ar, sim plem ente, que «Los siste­
mas vivos son sistemas quím icos que contienen Al )N».
Sin em bargo, esta d efin ición adolece de un pum o débil: las
células m uertas también co n tien en A D N . D e hecho, las molé­
culas ile Al )N pueden persistir durante cientos, e incluso miles,
d e años después de la m uerte del organism o. H ace unos años
o cu rrió un caso ejem plar a este respecto: científicos alemanes
identificaron la secuencia precisa del A D N del hom bre de Nean­
derthal a partir de un cráneo; es decir, gracias a unos huesos que
llevaban m uertos más d e cien mil añ o s.111 Por consiguiente, la
presencia de A D N no basta por sí sola para definir la vida. Kn
ultim a instancia, nuestra d efinición debería ser corregida com o
sigue: «Los sistem as vivos son sistem as qu ím icos que contienen
A D N y no están muertos», lo cual equivaldría a decir, esencial­
m ente, que «un sistem a vivo es un sistema que está vivo», lo cual
no pasa d e ser una mera tautología.
E ste pequeño ejercicio nos dem uestra que las estructuras
m oleculares de la célula no bastan para definir la vida. N ecesi­
tam os d efin ir tam bién los procesos m etabólicos de la célula, es

29
decir, los patrones de relación entre las m acrom oléculas. D e
acuerdo con este enfoque, centram os nuestra atención en la c é ­
lula, considerada com o un todo, más que en sus partes. Según
el bioq u ím ico I’ ier Luigi l.uisi, cuyo cam po específico de inves­
tigación se centra en la evolución m olecular y en el origen de
la vida, esos dos enfoques - e l punto de vista «centrado en el
A D N » y el «centrado en la cé lu la » - representan dos corrientes
principales, tanto filosóficas co m o experim entales, en las cien ­
cias de la vida de nuestros días.N

LAS M h M IM A N A S : I.A BASF. P F . l.A ID E N T ID A D C E L U L A R

C onsiderem os ahora la célula co m o un todo. Fin prim er lu­


gar. se caracteriza por un perím etro (la m em brana celular) que
diferencia el sistema el «ser», por así d ecirlo - de su entorno.
D entro de este perím etro .se desarrolla una red de reacciones
quím icas (el m etabolism o de la célula) m ediante las que el sis­
tema se sustenta a sí m ism o.
N um erosas células tienen otros lím ites además de la m em ­
brana, co m o cápsulas o paredes celulares rígidas. Se trata de ca­
racterísticas com unes a m uchas clases de células, pero ú nica­
m ente la m em brana constituye una característica universal de
la vida celular. D esde sus com ienzos la vida sobre la T ierra ha
estado asociada al agua. I as bacterias se mueven en agua, y d en­
tro de la m em brana el m etabolism o tiene lugar en un entorno
acuoso. En este am biente fluido la célula 110 podría persistir
co m o entidad diferenciada sin la ayuda de una barrera física
que la protegiera de la libre difusión. L i existencia de m em bra­
nas constituye, pues, una cond ición esencial para la vida celu ­
lar. Las m em branas no son únicam ente una característica u ni­
versal ile la vida, sino que poseen, además, el m ism o tipo de
estructura a lo largo y a lo ancho del m undo vivo, ( 'orno vere­
mos más adelante, los caracteres moleculares de estas m em bra­
nas universales proporcionan im portantes indicios sobre el o ri­
gen de la v id a.12

30
L is m em branas son muy distintas de las paredes celulares.
M ientras que éstas son estructuras rígidas, aquéllas perm anecen
siem pre activas y se abren y se cierran constantem ente para
perm itir la entrada d e determ inadas sustancias en la célula e
im pedir que otras penetren en ella. la s reacciones metabólieas
celulares involucran una serie de iones,* y la m em brana, por su
co n d ició n de sem iperm eable, controla su proporción y los
m antiene en equilibrio. O tra actividad fundam ental de la
m em brana consiste en bom bear incesantem ente el exceso de re­
siduos cálcicos, de m odo que el calcio presente en el interior de
la célula se m antenga en el nivel preciso, muy bajo, requerido
para sus funciones m etabólieas. Todas estas actividades co n tri­
buyen al m an tenim iento de la célula com o entidad diferencia­
da, y, adem ás, la protegen de las influencias dañinas del entor­
no. D e h ech o, lo prim ero que hace una bacteria al ser atacada
por o tro organism o es fabricar m em branas.13
T o d as las células nucleadas, c incluso la mayoría de las bac­
terias, disponen tam bién d e m em branas internas. En los libros
de texto la célula anim al o vegetal es presentada a menudo
co m o un gran disco, rodeado por la m em brana celular y conte­
niendo varios discos de m enor tam año (los o rg in u lo s), cada
u no ilc ellos rodeado por su propia m em b ran a.'4 Esta descrip­
ció n no es exacta, dado qu e la célula no contiene diversas
m em branas, sino más bien un solo sistem a de m em branas in-
tcrconectadas. Este, denom inado «sistema endom em branoso»,
perm anece en constante m ovim iento, d urante el cual va envol­
viendo a los orgánulos hasta llegar al borde de la célula y des­
truirse. Es una especie d e «cinta transportadora)» qu e se forma,
se destruye y vuelve a form arse sin cesar.15
M ediante sus diversas actividades la m em brana celular re­
gula la com p osición m olecular de la célula y preserva así su
identidad. Surge aquí un interesante paralelism o con el pensa­
m iento más reciente en inm unología. Algunos inrnunólogos

* Los iones son átom os dotados d e carga eléctrica neta, co m o resultado


de liabct ganado o perdido uno o más electrones.

31
creen que el papel principal del sistema inm unológico co n sis­
te en con trolar y regular el repertorio m olecular del o rg an is­
m o, con lo qu e preserva su «identidad m olecular».16 A nivel
celular la m em brana tiene un papel similar, puesto qu e re­
gula la com p osición m olecular y m antiene así la identidad tic la
célula.

LA A U T O G É N E S IS

l,a m em brana celular constituye la primera característica


definitoria de la vida celular. La segunda consiste en la natura­
leza del m etabolism o que tiene lugar dentro del perím etro celu ­
lar. E n palabras de la m icrobióloga Lynn M argulis: «El m eta ­
bolism o, esa quím ica incesante del aucom antenim icnto, es una
característica esencial de la vida (...) A través de un incesante
m etabolism o, a través del flu jo qu ím ico y energético, la vida se
produce, se regenera y se perpetúa a sí misma continu am ente.
T an sólo las células y los organism os com puestos por ellas son
capaces de m etabolizar.»17
Al observar más de cerca los procesos m etabólicos, nos da­
mos cuenta de qu e form an una red quím ica. 1 le aquí otra ca ­
racterística fundam ental de la vida. D el m ism o m od o que los
ecosistem as son com prendidos en térm inos de redes de alim en ­
tación (redes de organism os), los organism os lo son co m o redes
de células, órganos y sistemas de órganos, y las células co m o re­
des de m oléculas. U na de las intuiciones cruciales del plantea­
m iento sistém ico lia sido com p rend er que la red es un patrón
com ú n a torio lo vivo. Allí d onde hay vida, hay redes.
1.a red m ctabólica de una célula im plica dinám icas muy
particulares, que difieren sorprendentem ente del entorno sin
vida de la célula. Al tom ar sus nutrientes del inundo exterior, la
célula se sustenta a sí m ism a por m edio ríe una retí de reaccio­
nes quím icas que tienen lugar en su interior y qu e producen la
totalidad de sus com p on en tes, incluyendo los riel perím etro
que la lim ita .18

32
La función de cada co m p on en te de esa red consiste en
transform ar o sustituir a los demás, de m odo que la red entera
se genera a sí misma de m anera continua. Ésta es la clave de
la definición sistém ica de la vida: las redes vivas se crean y se
recrean a sí mism as sin cesar, m ediante la transform ación o la
sustitución de sus com ponentes. H e este m odo experim entan
constantes cam bios estructurales al m ism o tiem po que m antie­
nen sus patrones de organización en forma de red.
l a dinám ica de la autogénesis fue identificada co m o una
característica clave de la vida por los biólogos I kim berto M am -
rana y Francisco Varela. que le dieron el nom bre de «autopoie-
sis» (literalm ente, «que se hace a sí m ism a»).19 El concep to de
autopoiesis com bina las dos características defm itorias d e la
vida celular antes m encionadas: el perím etro físico y la red mc-
tabólica. A diferencia de las superficies de los cristales o de las
grandes m oléculas, el perím etro de un sistem a autopoiésico es
qu ím icam en te d istinto del resto del sistem a, y participa en los
procesos m etabólicos autocnsam blándose y filtrando selectiva­
m ente las m oléculas qu e entran y salen.20
1.a d efinición de un sistem a vivo com o una red autopoiésica
im plica qu e el fenóm eno de la vida tiene que ser considerado
una propiedad del sistem a co m o un todo. E n palabras de Pier
I.uigi I uisi: « la villa 110 puede ser adscrita a ningún com ponente
m olecular exclusivo (¡ni siquiera al Al )N o al A R N !), sino única­
m ente a la totalidad de la red m ctabólica circunscrita.»21
La autopoiesis proporciona un criterio claro y convincente
para distinguir los sistemas vivos de los no vivos. Por ejem plo,
nos indica que los virus 110 son organism os vivos, puesto que
carecen de m etabolism o propio. Fuera de una célula viva, un
virus no es más que una estructura m olecular inerte, formada
por proteínas y ácidos nucleicos. Un virus es, esencialm ente, un
m ensaje qu ím ico que necesita el m etabolism o de una célula
viva anfn riona para producir nuevas partículas víricas, según las
instrucciones codificadas en su A D N o su A R N . lusas nuevas
partículas 110 se construyen en el interior del virus, sino fuera
de él, en la célula an fitrio n a.22

33
D e form a parecida, el robot q u e m onta otros robots par­
tiendo de piezas sueltas construidas por otras m áquinas no pue­
de set considerado un ser vivo. Kn estos últim os años, se ha
sugerido a m enudo que los ordenadores y otros autóm atas po­
drían llegar a constituir futuras form as de vida. Sin em bargo, a
menos qu e sean capaces de sintetizar sus com p onentes a partir
de «m oléculas alim ento» tic su en to rn o , nunca podrán ser c o n ­
siderados seres vivos según nuestra definición de vida.2'

IA K l'.l) CE1.U I.A U

T a n pronto co m o com enzam os a describir en detalle la red


m ctabólica de una célula, nos dam os cu enta de su sorprendente
com plejidad, incluso en el caso de la bacteria más sim ple. La
mayoría de los procesos m etabólicos son facilitados (catalizados)
por enzim as y reciben la energía a través de unas m oléculas es­
peciales de fosfato conocidas co m o A T P .* L is enzim as solas ya
forman una intrincada red de reacciones catalíticas, y las m olé­
culas de A T P form an una red energética que se corresponde con
ella.24 Por m edio del A R N m ensajero ambas redes quedan vin­
culadas al genom a (las m oléculas de A I)N de la célula), que es,
a su vez, una red com p leja c intcrconcctad a, rica en bucles de
rctroalirncntación, en la que cada gen regula, directa e indirec­
tam ente, las actividades de los dem ás genes.
Algunos biólogos distinguen dos tipos de procesos de pro­
ducción y, por consiguiente, dos redes celulares diferentes. Kn
un sentido más técn ico del térm ino, la primera recibe el n o m ­
bre de «red m ctabólica», en la cual el «alimento» qu e penetra a
través de la m em brana celular es co n v en id o en lo que se c o n o ­
ce co m o «m etabolitos», los com p onentes básicos a partir de los
cuales se form an las m acrom oléculas (es decir, las enzim as, las
proteínas estructurales, el AKN y el A D N ).

* Sigla de la expresión inglesa titifn o u n e t r ip fm p h a te (trifosfato de ade-


nnsina). (N . <U( T )

34
La segunda red im plica la producción de las m acrom olécu-
las a partir de- los m etabolitos. Esa red incluye el nivel genético,
pero se extiende a niveles que van más allá de los genes, por lo
qu e se co n o ce con el nom bre de «red epigenética». A pesar de­
sús distintas denom inaciones, am bas redes están íntim am ente
intcrconectadas y juntas constituyen la red celnlai autopoiésica.
U na de las ideas fundam entales de la nueva manera de
com prender la vida es la de qu e las form as y las (unciones bio­
lógicas no están determ inadas, sim plem ente, por un programa
g en ético, sino que son propiedades em ergentes de la totalidad
de la red epigenética. Para com prend er esta em ergencia necesi­
tam os entend er no sólo las estructuras genéticas y la bioquím i­
ca de la célula, sino tam bién la com p leja dinám ica qu e se desa­
rrolla cuand o la red epigenética se enfrenta a las limitaciones
físicas y quím icas de su entorno.
Según la dinám ica no lineal y las nuevas m atem áticas de la
com p lejidad , este encuentro tendrá com o resultado un núm ero
lim itado de funciones y form as posibles, descritas m atem ática­
m ente por m edio de atractorcs, com p lejos patrones geom étri­
cos que representan las propiedades dinám icas del s i s t e m a .K l
biólogo Brian G oodw in y el m atem ático lan Stcwart han dado
algunos prim eros pasos im portantes en la utilización de la diná­
m ica no lineal para explicar la em ergencia de la forma biológi­
ca .26 Según Stcw art, ésta está llamada a ser una de las áreas más
Iructílcras de la ciencia en los años venideros:

Predigo - y no soy, ni mucho menos, el único en haccrlo-


que una de las áreas de crecim iento más apasionantes de la
ciencia del siglo XXI será la de las biomatcmáticas. El próximo
siglo |XXlJ será testigo de una explosión de nuevos conceptos
matemáticos, de nuevas clases de matemáticas, alumbradas
por la necesidad de com prender los patrones del mundo
vivo.27

Esta visión difiere notablem ente del determ inism o genético


que se encuentra aún am pliam ente extendido entre los biólogos

35
moleculares, las em presas de biotecnología y la prensa científica
popular.-’* la mayoría de la gente tiende todavía a pensar que
la lorma biológica está determ inada por un detallado programa
genérico, y que toda la inform ación acerca de los procesos celu ­
lares es transm itida a la siguiente generación por medio del
A I)N cuando se divide la célula y su A D N es replicado. Sin
em bargo, eso no es, ni m ucho m enos, lo que sucede realmente.
C uand o una célula se reproduce, no transm ite únicam ente
sus genes, sino tam bién sus m em branas, sus enzim as y sus orga­
nillos, es decir, toda su red celular. La nueva célula no es pro­
ducida a partir del A D N puro, sino de una con tin u ación in in ­
terrumpida de toda la red autopoiésica. I I A D N puro nunca es
transm itido, porque los genes sólo pueden funcionar cuando
están inmersos en la retí epigenética. Así es co m o la vida se lia
ido desarrollando a lo largo de tres m il m illones de anos en un
proceso ininterrum pido, sin rom per en ningún m om ento el pa­
trón básico de sus redes autogenéticas.

\A K M I'K C I'N C IA !>!• U N NUI-’V O O R H I.N

La teoría de la autopoiesis identifica el patrón de redes auto-


genéticas co m o una de las características definitorias de la vida,
pero no proporciona una descripción detallada de la física y la
quím ica involucradas en ellas, ('o r n o hem os visto, tal d escrip­
ción resulta crucial para la com prensión de la em ergencia de las
formas y las funciones biológicas.
I I pu nto de partida para ello consiste en la observación de
que la existencia d e toda estructura celular se encuentra m uy
alejada del equilibrio term od inám ico. por lo qu e no tardaría en
degenerar y dirigirse hacia el estado d e equilibrio en otras pa
labras, m o riría - de no ser porque el m etabolism o celular utiliza
un flujo co n stan te de energía para restaurar las estructuras a
medida qu e éstas decaen, lo cual significa que debem os descri­
bir la célula co m o un sistema abierto. L.os sistemas vivos son
sistemas cerrados desde el punco de vista organizativo - s e trata

36
de redes aurnpoiésicas-, pero abiertos desde los puntos de vista
material y energético. Para m antenerse vivos necesitan alim en­
tarse de flujos continu os de materia y energía procedentes de su
entorno. A la inversa, las células —corno cualquier organism o
vivo producen continu am en te residuos, y es esa corriente de
materia -a lim e n to s y resid uos- la qu e establece su lugar en la
cadena trófica. E n palabras de Lynn M argulis: «La célula tiene
una relación autom ática con alguien más. Libera algo qu e al­
guien com erá. »v>
Los estudios detallados del flu jo de materia y energía a tra­
vés de sistem as com plejos han desem bocado en la teoría de las
estructuras disipativas, desarrollada por Uva Prigogine y sus co­
laborad ores.'0 Una estructura disipativa, tal com o Prigogine la
describe, es un sistem a abierto que perm anece en un estado ale­
jado del equilibrio, pero qu e, al m ism o tiem po, conserva la es­
tabilidad: se m antiene la misma estructura general, a pesar del
flu jo incesante y del cam bio co n tin u o de s u s com ponentes. Pri-
goginc eligió el térm ino «estructuras disipativas» para subrayar
esta íntim a interacción entre estructura, por un lado, y cam bio
(o disipación), por otro.
La dinám ica de estas estructuras disipativas incluye especí­
ficam ente la em ergencia espontánea de nuevas formas de or­
den. Si el flu jo de energía aum enta, el sistem a puede llegar a un
punto de inestabilidad, co n o cid o co m o «punto de bifurcación»,
del que puede surgir una nueva rama qu e es capaz de desem­
bocar en un estado com p letam en te nuevo, en el que es posible
que em erjan nuevas formas de orden y nuevas estructuras.
Esta em ergencia espontánea de orden en puntos críticos de
inestabilidad constituye uno de los conceptos más im portantes
para la nueva com prensión de la vida. Esta característica, que se
co n o ce técnicam ente con el nom bre de autoorganización aun­
qu e a m enudo se la designe, sim plem ente, com o «emergencia»,
ha sido reconocida co m o el origen d inám ico del desarrollo, del
aprendizaje y de la evolución. En otras palabras, la creatividad
- la capacidad para generar nuevas formas constituye una pro
piedad clave de todo sistem a vivo. Y puesto que la em ergencia

37
constituye una parte integrante de la dinám ica de los sistemas
abiertos, podem os llegar a la im portante conclusión de qu e és­
tos se desarrollan y evolucionan: la vida avanza constantem ente
hacia la novedad.
l a teoría de las estructuras disipativas, form ulada en térm i­
nos de dinám ica no lineal, no tan sólo explica la em ergencia es­
pontánea de nuevas form as de orden, sino que tam bién nos
ayuda a definir la co m p lejid ad .*1 M ientras que, tradicionalm cn-
te, el estudio de la com plejidad ha sido el de las estructuras
com plejas, la atención se desplaza ahora de éstas a sus procesos
de em ergencia. Por ejem plo, en lugar de definir la com plejidad
de un organism o cu térm inos del núm ero de los tipos de células
que lo com ponen -c o m o suelen hacer los b ió lo g o s-, podem os
definirla en función del núm ero de bifurcaciones que atraviesa
el em brión en el desarrollo del organism o. D e acuerdo con esto,
Brian G oodw in habla de «com plejidad m orfológica».*2

LA E V O L U C IÓ N P K K R IÓ T IC A

V am os a detenernos un instante para revisar las caracterís­


ticas definitorias de los sistemas vivos, que hem os identificado
en nuestro análisis de la vida celular. H em os visto que la célula
es una red m etabólica circundada por una m em brana, autoge-
nérica y organizativam ente cerrada; que es material y energéti­
cam ente abierta; qu e utiliza un flu jo constante de materia y
energía para producirse, regenerarse y perpetuarse a sí m ism a, y
que funciona lejos del eq u ilibrio, alli d onde pueden em erger es­
pontáneam ente nuevas estructuras y nuevas form as de orden,
lo cual conduce al desarrollo y a la evolución. Estas caracterís­
ticas son propuestas por dos teorías distintas, que representan,
a su vez, tíos perspectivas diferentes de la vida: la teoría de la
autopoicsis y la teoría de las estructuras disipativas.
Al traiar de integrar am bas teorías, nos dam os cuenta de
que existe cierta incom patibilidad. M ientras que todos los siste­
mas autopoiésicos son estructuras disipativas, no todas las cs-

38
truc tu ras disipativas son sistemas autopoiésicos. Ilya Prigoginc
desarrolló su teoría a partir del estudio de co m p lejo s sistemas
térm icos y ciclo s quím icos alejados del equilibrio, estudio m o ti­
vado |>or su vivo interés por la naruraleza de la vida.*3
Asi pues, las estructuras disipativas no tienen por qué ser
necesariam ente sistem as vivos, pero, dado q u e la emergencia
constituye una parte integrante de su dinám ica, toda estructura
disipativa tiene la potencialidad de evolucionar. Kn otras pala­
bras, existe una evolución «prcbiótica», una evolución de la m a­
teria inanim ada qu e debe haberse iniciado con cierta anteriori­
dad a la em ergencia de células vivas. Se trata de un pu nto de
vista am pliam ente aceptado boy dfa entre los científicos.
1.a prim era versión am plia de la idea de qu e la m ateria viva
se originó a partir de la m ateria inanim ada, por m edio de un
proceso evolutivo co n tin u o , fue introducida en la ciencia por el
bioquím ico ruso Alexander O p arín en su obra, ya clásica, F.l
origen de la vida, publicada en 1 9 2 9 .M En ella denom inaba
«evolución m olecular» a lo que hoy co n ocem os com o «evolu­
ción prcbiótica». En palabras de Pier Luigi Luisi: «Partiendo de
pequeñas m oléculas, habrían evolucionado com puestos de co m ­
plejidad m olecular creciente, dotados de nuevas propiedades
em ergentes, hasta dar origen a la más extraordinaria de todas las
propiedades em ergentes: la propia vida.»33
Aunque la idea de la evolución prcbió tica esté hoy día am­
pliam ente aceptada, no existe un consenso cien tífico acerca dé­
los detalles del proceso. H an sido propuestos tliversos escenarios
posibles, pero ninguno de ellos ha quedado dem ostrado. Uno
de esos escenarios se inicia co n ciclos e «hipere icios- (ciclos de
múltiples bucles de retroalim entación) catalíticos formados por
enzim as, capaces de autorreplicarse y de evolucionar.36 <)tro es­
cenario se basa en el reciente d escubrim iento de que d eterm i­
nadas clases de A R N pueden actuar tam bién com o enzimas, es
decir, co m o catalizadores de procesos m etabólicos. Esta capaci­
dad catalítica del A R N , actualm ente bien establecida, permite
im aginar un estadio evolutivo en el que dos funciones cruciales
paia la célula viva - la transferencia de inform ación y las activi-

39
dados catalíticas- so com binaron en un único tipo de molécula,
lo s científicos d enom inan «m undo del A RN » a esa hipotética
eta p a .'7
Kn el escenario evolutivo del m undo del A R N ,W sus m olé­
culas desarrollarían prim ero las actividades catalíticas necesarias
para reunir copias de sí mism as, y pasarían acto seguido a sinte­
tizar proteínas, incluyendo enzimas. Estas enzim as recién pro­
ducidas serían catalizadores m ucho más eficaces que sus hom ó-
logas de A R N , por leí que acabarían por d om inar el proceso.
F inalm en te, aparecería en escena el A D N co m o transm isor d e­
finitivo de la inform ación genética, co n la capacidad añadida
«le corregir errores de transcripción, gracias a su estructura en
doble cadena. Llegados a este pu nto, el A RN habría quedado
relegado a su papel actual de interm ediario, desplazado por el
A D N debido a su alm acenam iento de inform ación más eficaz,
y por las enzimas proteínicas debido a su mayor eficacia para la
catálisis.

IÁ V ID A M IN IM A

T o d o s estos escenarios siguen siendo aún sum am ente espe­


culativos, tanto el que se basa en h ¡pércid os catalíticos de pro­
teínas (enzim as) qu e se rodean a sí mismas con m em branas y
luego, de algún m odo, crean una estructura de A D N co m o el
que se basa en un m undo de A R N , que evoluciona en el actual
de A D N más ARN más proteínas, y el que se basa en una sín­
tesis de am bos, qu e tam bién ha sido propuesto recientem en ­
t e .w Sea cual fuere el escenario de evolución prebiótica, surge la
interesante pregunta de si podem os o no hablar de sistemas vi­
vos en alguna etapa previa a la aparición de las células. E n otras
palabras, de si existe o no un m odo de definir las características
m ínim as de los sistem as vivos qu e pudieran haber existido en el
pasado, con independencia de su evolución posterior. H e aquí
la respuesta que propone Luisi:

40
Está claro que el proceso que conduce a la vida es un algo
continuo, lo cual dificulta enormemente una definición in­
equívoca de esta. D e hecho, hay. obviamente, numerosos lu­
gares en el camino propuesto por ü p arin en los que se podría
colocar arbitrariamente el indicador de «vida mínima»: en el
nivel de la autorreplicación. en la etapa en que la autorrcplica-
ción iba [...] acompañada de evolución química, en el punto
del tiempo en que las proteínas y los ácidos nucleicos comen­
zaron a interactuar, en el m om ento en que se form ó el código
genético, o en el que se formó la primera célula.40

l.uisi llega a la conclusión de que las diferentes definiciones


de la vida m ínim a, aunque todas igualm ente justificables, pue­
den ser más o menos significativas según el propósito para el
q u e se usen.
Si esta idea básica tic una evolución prebiótica es correcta,
debería ser posible, en p rincipio, dem ostrarla en el laboratorio.
El reto, para los científicos que trabajan en este cam po, consiste
en construir vida a partir de m oléculas o, por lo menos, en re­
construir diferentes etapas evolutivas en diversos escenarios p ro
hióticos. Puesto que no se dispone de registros fósiles de siste­
mas prebióticos en evolución desde el período de form ación de
las rocas sobre la T ierra hasta la em ergencia tic la primera célu ­
la. los qu ím icos carecen de indicios qu e les puedan ayudar a
con cebir estructuras interm edias, por lo qu e su tarea podría pa­
recer insuperable.
Sin em bargo, se lian realizado recientem ente progresos sig­
nificativos, y no hay qu e olvidar qu e estam os hablando de un
cam po aún muy joven. La investigación sistem ática sobre el
origen de la vida no tiene más de cuarenta o cincu enta a ñ o s de
existencia, pero si bien nuestras itleas concretas acerca de la
evolución prebiótica son aún m uy especulativas, la mayoría de
los biólogos y los bioquím icos no dudan q u e la vida se originó
sobre la T ierra co m o resultado de una secuencia d e aconteci­
m ientos qu ím icos, sujetos a las leyes de la física y la quím ica,
así co m o tle la dinám ica no lineal de los sistem as com plejos.

41
Esta posición es clocu entcm enrc defendida co n im presio­
nante m inuciosidad p o r 1 larold Morowitv. en un pequeño y ex­
traordinario libro titulado ñegtnnings o f Ceilutar qu e voy
a seguir de cerca en la parte restante del presente capitulo. M u-
rnwitz aborda la cu estión de la evolución prebiótica y del ori­
gen de la vida desde dos ángulos. En prim er lugar, identifica
los principios básicos de la bioquím ica y de la biología m olecu­
lar com unes a todas las células vivas. R em onta estos principios
en el tiem p o, a través de la evolución, hasta el origen de las cé­
lulas bacterianas, y argum enta q u e éstas han de haber tenido un
papel fundam ental en la form ación de las «protocél lilas» a par-
tir de las cuales evolucionaron las primeras células: «D ebid o a
la continuidad histórica, los procesos prebióticos deberían dejai
su im pronta en la bioquím ica contem poránea.»4*
I ras identificar los principios básicos de la física y la qu í­
m ica que debieron de intervenir en la form ación de protocélu-
las, M orow itv se pregunta: ¿cóm o pudo la m ateria, sujeta a es­
tos principios y a los flujos de energía disponibles a la sazón
sobre la superficie del plañera, organizarse a sí m ism a basta el
punto de alum brar diversos niveles de protocélulas y, fin alm en­
te. la primera célula viva?

I O S R l.F .M E N T O S D E I.A VIDA

Los elem entos básicos de la qu ím ica de la vida son sus áto­


m os, sus m oléculas y sus procesos quím icos o «itinerarios meta-
bólíeos». En su detallado análisis de estos elem entos, M orowitv
expone con vincentem ente qu e las raíces de la vida se hunden
en los principios fundam entales de la física y d r la quím ica.
Rodemos com enzar observando qu e para la form ación de
estructuras bioquím icas com plejas son necesarios num erosos
vínculos qu ím icos, asi com o que el carbono (C ), el nitrógeno
(N ) y el oxígeno (O ) son los únicos átom os que form an regu­
larm ente vínculos m últiples. Tam bién sabemos qu e los elem en ­
tos más ligeros son los que form an los vínculos qu ím icos más

42
fuertes. N o resulta, por tam o, sorprendente que, ju n to con rl
hidrógeno (H ), el m is ligero de todos, esos tres elem entos sean
los protagonistas de la estructura biológica.
Sabem os igualm ente que la vida se in ició en el agua y que
la vida celular sigue desarrollándose en un entorno acuoso.
M orow itz señala que las moléculas de agua (H 20 ) tienen una
elevada polaridad eléctrica, debido a que sus electrones perma­
necen más próxim os al áto m o de oxígeno qu e a los de hidróge­
no, de m odo que im prim en una carga positiva sobre el H y ne­
gativa sobre el O . Esta polaridad constituye una característica
fundam ental de los factores m oleculares de la bioquím ica, y, en
particular, para la form ación de las m em branas, com o veremos
más adelante.
Los otros dos átom os im portantes en los sistemas biológi­
cos son el fósforo ( P) y el azufre (S). A m bos elem entos presen­
tan características quím icas únicas debido a la enorm e versatili­
dad de sus com puestos. Los bioquím icos opinan que ambos
tienen qu e haber sido los principales com p onentes de la qu ím i­
ca prcbiótica. En particular, determ inados fosfatos son funda­
m entales para la transform ación y la d istribu ción de la energía
quím ica, tan im portante an tañ o para la evolución prcbiótica
co m o actualm ente para el m etabolism o celular.
Al pasar de átom os a moléculas, nos encontram os con un
co n ju n to universal de pequeñas m oléculas qu e todas las células
utilizan co m o alim ento en su m etabolism o. Si bien los an im a ­
les ingieren m uchas m oléculas grandes y com plejas, éstas tienen
que ser fragmentadas en pequeños com p onentes antes de entrar
en los procesos m ctabólicos de las células. Además, el número
total de las m oléculas de alim ento no pasa de unos pocos cente­
nares, lo cual no deja de ser sorprendente, habida cuenta de la
enorm e cantidad de pequeños com puestos q u e pueden form ar­
se a partir de los átom os de C , H , N , O , P y S.
La universalidad de los tipos de átom os y moléculas en las cé­
lulas vivas contem poráneas y su reducido núm ero constituye un
fuerte indicio de su origen evolutivo com ú n en las primeras proto-
células, hipótesis que se refuerza cuando observamos los itincra-

43
ríos met abúlicos que constituyen la quím ica básica de la vida. Una
vez más nos encontram os con los m ism os fenómenos. E n palabras
de M orowitz: «No obstante la enorm e diversidad de tipos biológi-
eos, qu e incluye millones de especies diferenciadas, la variedad de
itinerarios bioquím icos es pequeña, muestra lim itaciones y está
umversalmente distribuida.»’ ' Es muy probable qu e el núcleo de
esta red m ctabólica, o «mapa m etabólico», represente una quím ica
primordial que guarde im portantes secretos acerca del origen de la
vida.

B U R B U JA S l)K VID A M ÍN IM A

C o m o hem os visto, una observación y un análisis cu i­


dadosos de los elem entos fundam entales de la vida sugieren
firm em ente que la vida celular tiene sus raíces en una física y
una qu ím ica universales, existentes con m ucha anterioridad a
la evolución de las células vivas. Pasemos ahora a la segun­
da línea de investigación propuesta por ila ro ld M orow itz:
¿cóm o, dentro de los constreñim ientos de esa física y esa q u í­
mica prim ordiales, v sin otros ingredientes, logró la m ateria
organizarse a sí misma basta el pu nto d e evolucionar y llegar a
convertirse en las com plejas m oléculas de las que em ergería la
vida?
l a idea de que pequeñas m oléculas presentes en una «sopa
quím ica» primordial se aglutinaran espontáneam ente en estru c­
turas de creciente com plejidad es radicalm ente con traria a cu al­
quier experiencia convencional con sistemas qu ím icos sim ples.
En consecuencia, num erosos cien tífico s han argum entado que
las probabilidades «le sem ejante evolución prehiórica son m ín i­
mas o bien que, para qu e ello hubiera sucedido, habría tenid o
que darse una circunstancia extraordinaria desencadenante,
co m o la llegada a la Tierra de m acrom oléu ilas procedentes de
m eteoritos.
H oy día, sin em bargo, nuestra posición «le partida para re­
solver ese rom pecabezas es radicalm ente distinta, l o s científicos

44
que trabajan en ese cam po han llegado a percatarse de que el
fallo del argum ento convencional estriba en la idea de que la
vida tiene qu e haber em ergido a partir de una sopa quím ica
prim ordial m ediante un progresivo increm ento de la com pleji­
dad m olecular. Id nuevo pensam iento, com o Morowir/. .subraya
repetidam ente, parte de la hipótesis de que m uy al principio,
m ucho antes del increm en to de la com plejidad m olecular, al­
gunas m oléculas se reunieron y form aron m em branas p rim iti­
vas que constituyeron espontáneam ente burbujas cerradas, y
que la evolución de la com plejidad molecular no tuvo lugar en
el seno de una sopa qu ím ica sin estructurar, sino en el interior
de esas burbujas precursoras de vida.
Antes de entrar en los detalles de có m o esas burbujas pri­
mitivas. aisladas por m em branas y conocidas por los quím icos
com o «vesículas», pudieron llegar a form arse espontáneam ente,
deseo d etenerm e a analizar las tremendas consecuencias de se­
m ejante proceso. C o n la form ación de vesículas se establecían
de repente dos en to rn o s distintos -e l in tern o y el ex tern o -, en
los cuales podían desarrollarse diferencias de com p osición.
C o m o dem uestra M orow itz, el volum en interno de una ve­
sícula proporciona un m icrocn torno cerrado en el que pueden
ocurrir reacciones qu ím icas dirigidas, lo cual representa la posi­
bilidad de que se produzcan en grandes cantidades moléculas
norm alm ente escasas. E n tre dichas m oléculas se incluyen, en
particular, los elem entos constitutivos fundam entales de la pro­
pia m em brana, qu e pasan a incorporarse a la m em brana ya
existente, de forma q u e su superficie total aum enta. En algún
punto tic este proceso de crecim iento las fuerzas estabilizado-
ras ya no son capaces de m antener la integridad de la m em bra­
na, y la vesícula se fragm enta en dos o más burbujas de m enor
tam año.44
Estos procesos d e crecim iento y rep licad ó n ocurrirán tan
sólo m ientras exista un flu jo de materia y energía qu e atraviese
la m em brana. Morowit7. describe de form a plausible el m odo
co m o pudo haber sucedido.45 Al ser las m em branas d e las vesí­
culas sem iperm eables, diversas m oléculas pequeñas pueden pc-

45
nctrar en las burbujas o ser incorporadas a la propia m em brana.
Entre dichas móldenlas estarían presentes crom óforos, mólden­
las capaces de absorber lio. solar. Su presencia generaría poten­
ciales eléctricos en la m em brana, y de este m odo la vesícula se
convierte en un dispositivo conversor de la energía lum inosa en
energía eléctrica potencial. Una vez establecido este sistem a de
conversión de la energía, ya resultaría posible que un flu jo co n ­
tinuo de energía activara los procesos quím icos que ocurrieran
en el in terior de la vesícula. C on el tiem po, tiene lugar un per­
feccionam iento de este escenario energético cuando las reaccio­
nes quím icas en las burbujas com ienzan a producir fosfatos,
muy eficaces para la transform ación d e la energía qu ím ica y su
distribución.
M orow itz señala asim ism o que el flu jo de m ateria y energía
es necesario no tan sólo para el crecim iento y la rcplicación de
las vesículas, sino tam bién para la mera persistencia de estruc­
turas estables. Puesto que tales estructuras surgen d e aco n te­
cim ientos aleatorios en el ám bito qu ím ico y están sujetas a la
decadencia térm ica, se encuentran por su propia naturaleza lejos
del equilibrio, por lo que sólo pueden ser preservadas m ediante
un co n tin u o procesado de materia y energía.46 I.legados a este
punto, parece ya evidente que en esas burbujas prim itivas d eli­
mitadas por membranas se m anifiestan de forma rudim entaria
dos características definitorias de la vida celular. I.as vesículas
son sistem as abiertos, sujetos a flujos con tin u os de m ateria y
energía, m ientras que su interior constituye un espacio relativa­
m ente cerrado, en el que rcsulra posible el desarrollo de redes de
reacciones quím icas, propiedades ambas que podem os recon o­
cer co m o las raíces de las redes vivas y de sus estructuras disipa-
rivas.
El escenario para la evolución prebiótica está ya listo. En
una gran población de vesículas pueden darse num erosas d ife­
rencias entre sus propiedades quím icas y sus com p onentes es­
tructurales. .Si estas diferencias persisten en el m om ento de d i­
vidirse las burbujas, podem os com enzar a hablar ya de una
m em oria prcgcnética y de especies de vesículas, y puesto que

4(>
esas especies com petirán por la energía y por determinadas
m oléculas de su en torno, se pone en m archa una especie de di­
námica de com p etición y de selección natural darwiniana, en
la cual determ inados accidentes m oleculares serán amplificados
y seleccionados por sus ventajas «evolutivas*». P or añadidura, es
posible que ocurra tam bién la fusión accidental de diferentes
clases de vesículas, lo cual podrá redundar en sinergias de pro­
piedades quím icas ventajosas que preludien el fenóm eno de la
sim biogénesis (creación de nuevas formas de vida a través de
la sim biosis de organism os) en la evolución biológica.47
V em os así que diversos mecanism os puram ente físicos y
quím icos proporcionan a las vesículas circundadas por m em ­
branas el potencial para evolucionar, a través de la selección na­
tural. hacia estructuras com plejas y autoproductoras en esas
etapas iniciales, sin necesitar para ello la participación de enzi­
mas o genes.48

LAS M E M B R A N A S

Volvam os ahora a la form ación de las m embranas y de las


burbujas delim itadas por ellas. Según Morowit?., la form ación
de tales burbujas constituye el paso más crucial de la evolución
prebiótica; «La transform ación de la m em brana (primitiva) en
una “vesícula” cerrada representa una transición discreta de la
no vida a la vida.»49
La qu ím ica de este proceso crucial es sorprendentem ente
sim ple y com ú n . Se basa en la polaridad del agua antes m encio­
nada. D ebid o a dicha polaridad, determ inadas m oléculas son
hidrófitas (atraídas por el agua) y orras hidrófobas (repelidas
por el agua). U na tercera categoría de m oléculas está constitu i­
da por las sustancias grasas o aceitosas, conocidas com o lípidos.
Se trata de estructuras alargadas, co n un extrem o hidrófilo y
otro hid rófobo, com o ilustra la figura siguiente:

47
extrem o hid rófobo | f- Q extrem o hidrófilo

M o l é c u l a lip id ie a , a d a p ta d a d e M o r o w i t z ( 1 9 9 2 )

C uando estos lípidos entran en co n tacto co n el agua, for­


man espontáneam ente diversas estructuras. Por ejem plo, pue­
den form ar una película m onocelular sobre la superficie del
agua (ver figura A), o agruparse en gotas aceitosas suspendidas
en el agua (ver figura B ). t s la clase de capa aceitosa qu e se pro­
duce en la m ayonesa, y constituye asim ism o la base de la capa­
cidad de los jabones para elim inat manchas de aceite. D e forma
alternativa, los lípidos pueden tam bién envolver gotas de agua
y form ar una suspensión en aceite (ver figura ( i).

A
pclíiub nnmOiHolcculjr sr>l>i« «u|Mrikic il«r .iruu

B C
K'ims dr acore en agua gotas ,tr agua en aceite

Estructuras simples formadas por moléculas lipidicas, adaptadas


de Morowity. (1992)

l os lípidos pueden tam bién form ar tina estructura más


com p leja, consistente en una doble capa de m oléculas co n agua
a am bos lados, co m o m uestra la figura I ). l ista es, precisam ente,

48
la estructura básica de la m em brana, y, al igual que la capa única
de moléculas, puede tam bién form ar gotas, que serían las vesícu­
las circundadas por m em branas de las qu e estam os hablando
(ver figura E ). Esas m em branas grasas de doble capa muestran
una serie de sorprendentes propiedades, muy similares a las de
las m em branas celulares contem poráneas: restringen el número
de m oléculas qu e penetran en la vesícula, transform an la energía
solar en energía eléctrica, c incluso acum ulan com puestos de fos­
fato en su estructura. D e hecho, las m em branas actuales parecen
un perfeccionam iento de esas m em branas primordiales, puesto
que, com o ellas, consisten principalm ente en lípidos con proteí­
nas adheridas a la propia m em brana o insertas en ella.
Así pues, las vesículas lipídicas son las candidatas ideales
para convertirse en las protocélulas de las que evolucionarían
las primeras células vivas. C o m o nos recuerda M orow itz, sus
propiedades son tan asombrosas que se hace necesario recordar
qu e se trata de estructuras que se form an de manera espontánea
según las leyes fundam entales de la lí.sicu y la química.'í'u E fe cti­
vamente, se form an de m anera tan natural co m o las burbujas
cuando ju n tas agua y aceite y agitas la mezcla.

D F.
membrana de doble cap* m ku lu circundada |k i i membrana

M em brana y vesícula formadas por moléculas lipídicas,


adaptadas de M orow itr (19 9 2 )

49
En el escenario esbozado por M orowirz las primeras proco-
células .se habrían form ado hace unos tres mil novecientos m i­
llones de años, al enfriarse el planeta y form arse los océanos
superficiales y las prim eras rocas, cuando el carbono, al co m b i­
narse co n los demás elem entos básicos para la vida, habría dado
origen a gran variedad de com puestos quím icos.
E ntre tales com puestos se contaban unas sustancias aceito ­
sas denom inadas para fin as, constituidas por largas cadenas de
hidrocarburos. Las interacciones de esas para finas con agua y
iliversos minerales disucltos habrían originado los lípidos, que,
a su vez, se habrían condensado en una variedad de gotas y ha­
brían form ado, asim ism o, delgadas lám inas de una y dos capas,
Por la acción de las olas, esas lám inas habrían form ado espontá­
neam ente vesículas cerradas, y se habría iniciado así la transi­
ción hacia la vida.

LA R E C R E A C IO N D I I AS P R O T O C É L U L A S KN El IA R O R A T O R IO

El escenario d e M orow itz sigue siendo especulativo, puesto


que, basta el m om ento presente, ningún qu ím ico ha conseguido
producir lípidos a partir de m oléculas pequeñas. T o d o s los lípi­
dos presentes en nuestro entorno derivan del petróleo o de otras
sustancias orgánicas. ( Ion todo, el hecho de centrar la atención
en las m embranas y las vesículas, en ve/, de hacerlo en el A D N y
el A R N , ha abierto una nueva e intrigante vía, q u e ya ha dado
com o fruto num erosos y estim ulantes resultados.
U no de los equipos de investigación pioneros en c.ste ca m ­
po es el liderado por Pier Luigi I.uisi en el In stitu to Federal
de T ecn o lo g ía de X u rich . Luis i y sus colaboradores han c o n ­
seguido preparar m edios simples de «jabón y aguan en los que
se form an espontáneam ente vesículas com o las descritas aquí,
las cuales, según las reacciones quím icas involucradas, se perpe­
túan, crecen y se autorreplican, o se colapsan de nuevo.M
I.uisi subraya qu e las vesículas autorrcplicantes producidas
en su laboratorio son sistemas autopoiésicos m ínim os, en los

50
I as dos reacciones básicas de un sistema autopoiésico mínimo,
de l.uisi (1993)

que las reacciones quím icas están circunscritas al ám bito cerra­


do por un perím etro form ado exclusivam ente con los produc­
tos de esas mismas reacciones, En el caso más simple, ilustrado
más arriba, el perím etro está form ado por un solo elem ento
(C ). Hay un solo tipo de m olécula (A) q u e puede traspasar la
m em brana y generar ( ’. en la reacción A —♦(.' dentro de la bur­
buja. E xiste tam bién una reacción de descom posición C - * P ,
tras la cual el producto P abandona la vesícula. Según sean las
proporciones entre esas dos reacciones básicas, la vesícula crece­
rá y se autorreplicará. perm anecerá estable o se colapsará.
l .uisi y sus colaboradores lian llevado a cabo experimentos
con num erosos tipos de vesículas y co n diversas reacciones quí­
micas en su i n t e r i o r .A l haber conseguido protocélulas auto-
poiésicas form adas espontáneam ente, estos bioquím icos han lo­
grado recrear lo que tal vez constituyera el paso más crítico de
la evolución prebiótica.

C A T A 11/ .A IX ÍR K S Y C O M IM .líJID A D

Una vez formadas las protocélulas y entradas en escena las


moléculas d e absorción y transform ación de luz solar, la evolu­
ción hacia una m ayor com plejidad tenía el cam in o abierto. En
ese estadio los elem entos de los com puestos quím icos eran C,

SI
H> O . I* y. probablem ente, S. ( ion la entrada del nitrógeno en
el sistem a, se supone que en form a de am oníaco (N I l>), resul
taba posible un espectacular increm ento de la com plejidad m o ­
lecular, puesto cjue el nitrógeno es esencial para dos de las ca­
racterísticas de la vida celular: la catálisis v el alm acenam iento
ile inlorm ai ion.*’ 1
Los catalizadores increm entan los niveles de las reacciones
quím icas sin verse alterados durante el proceso, y hacen posibles,
además, reacciones que no podrían ocurrir sin su participación.
Las reacciones catalíticas son procesos cruciales en la quím ica de
la vida. F.tt las células contem poráneas son las enzimas las que ac­
túan co m o mediadoras, pero en las etapas iniciales de las protocé-
Iulas estas com plejas mar rom oléuilas no existían todavía.
Sin em bargo, los científicos lian descubierto qu e d eterm i­
nadas m oléculas pequeñas, que se adhieren a las m em branas,
pueden tener tam bién propiedades catalíticas. M orow itz supo­
ne que la entrada del nitrógeno en la quím ica de las prorocélu-
las dio pie a la form ación de esos catalizadores prim itivos. D e
m o m en to, los investigadores del Instituto Federal d e T e cn o lo ­
gía de Zurich lian logrado recrear ese paso crucial añadiendo
m oléculas con propiedades catalíticas débiles a las m em branas
de las vesículas form adas en su laboratorio.1'4
( ám la aparición en escena de los catalizadores la com p leji­
dad m olecular se increm entó rápidam ente, gracias a la capacidad
de esos mediadores para crear redes quím icas qu e vinculan distin­
tas reacciones, (m a n d o esto sucede, entra en juego toda la diná­
m ica no lineal de redes, que incluye, en particular, la emergencia
de nuevas formas de ord en , co m o demuestran llya Prigogine y
M aní red Kigcn, prem ios Nobel d e Q u ím ica y pioneros en el es­
tudio de los sistemas quím icos autoorgauizativo.s.'1'’
C o n la ayuda d e reacciones catalíticas cualquier aconteci­
m iento aleatorio beneficioso podía am pliarse considerablem en
te, y se habría desarrollado así una modalidad de com jK-tición
plenam ente darw iniana q u e habría em pujado a las protocélulas
hacia una creciente com p lejid ad , cada vez. más alejada del equi­
librio y más próxim a a la vida.

5?-
1,1 paso fmal en la em ergencia de la vida a partii de protocé-
Iillas lúe la evolución de las proteínas, de los ácidos nucleicos y
del código genético. Hoy por hoy, los detalles de esa lase siguen
siendo un m isterio, pero no hay que olvidar que la evolución de
redes catalíticas en el interior de los espacios cerrados de las pro-
locélulas creó un nuevo tipo de red qu ím ica que aún no se en­
tiende del todo. C abe esperar que la aplicación de la dinámica
no lineal a esas com plejas redes quím icas, junto con esa «explo­
sión de nuevos conceptos matemáticos** qu e pronostica lan Ste-
wart, arrojen una considerable luz sobre esa últim a fase de la
evolución prebiótiea. H arold M orow itz señala que el análisis de
los itinerarios quím icos que conducen desde pequeñas m olécu­
las hasta am inoácidos revela una extraordinaria serie de correla­
ciones, q u e parecen indicar la presencia de una «profunda lógica
de redes** en el desarrollo del código genético.
O tro interesante descubrim iento consiste en que, en espa­
cios cerrados sujetos a flujos continu os de energía, las redes qu í­
micas desarrollan procesos sorprendentem ente parecidos a los
de los ecosistem as. Por ejem plo, en sistem as producidos en la­
boratorio se han m anifestado características significativas de la
fotosíntesis biológica y del ciclo ecológico del carbono. La cir­
culación de la materia parece co n stitu ir una característica gene­
ral de las redes quím icas m antenidas lejos del equilibrio por un
flu jo con stante de energía.*7
«El m ensaje omnipresente**, conclu ye M orow itz, «parece
consistir en la necesidad de com prender la com pleja red de re­
acciones orgánicas qu e contienen mediadores que son, a su vez,
catalizadores de otras reacciones [...] Si supiésem os có m o tratar
más adecuadam ente con las redes qu ím icas, gran núm ero de
otros problem as de la qu ím ica prebiótiea se sim plificarían enor­
m em ente.»*8 Es probable que, cuand o otros bioquím icos se in­
teresen tam bién por la dinám ica no lineal, las nuevas «biomate-
máticas» planteadas poi Stewart incluyan una teoría adecuada
de redes qu ím icas q u e nos revele por fin los secretos de la últi­
ma etapa de la em ergencia de la vicia.

53
I'.l IMÍSARROLLO DI- \A VIDA

U na vez codificada la m em oria en m acrom oléculas, las re­


des quím icas delim itadas por m em branas adquirieron todas las
características esenciales de las células bacterianas actuales. E ste
hito crucial en la evolución de la vida tuvo lugar tal ve/, hace
unos tres mil och ocien tos m illones de años, unos cien millones
de años después de la form ación de las primeras protocólalas, y
significó la em ergencia de un antepasado universal -s e a éste una
única célula o una población de ellas-, del que descienden todas
las formas de vida sobre el planeta, C o m o explica M orow itz:
«Aunque no lleguemos a saber cuántos orígenes independíenles
de la vida celular hayan podido darse, no cabe duda de que
cualquier form a presente de vida desciende de un clon único. Se
trata de una conclusión que se desprende de la universalidad de
las redes y los programas bioquím icos de la síntesis m acrom ole-
cular.#'9 F.ste antepasado universal tuvo que superar, por fuerza»
a todas las promedíalas. Sus descendientes colonizaron la T ierra
tejiend o una red bacteriana planetaria y ocupando todos los ni­
chos ecológicos disponibles, lo que hizo posible la em ergencia
tic otras form as de vida.
E l despliegue global de la vida procedió a través de tres vías
principales de evolución.60 La prim era de ellas, aunque tal vez
la m enos im portante, consiste en la m utación aleatoria de ge­
nes, pieza clave de la teoría neodarw iniana. La m utación gené­
rica es provocada por un error accidental en la autorreplicación
del A D N , cuando las dos cadenas de la doble hélice se separan
y cada una de ellas actúa co m o plantilla para la form ación de
una nueva cadena com plem entaria. Tales errores accidentales
no parecen ocurrir co n la suficiente frecuencia para explicar la
evolución de la gran diversidad de form as de vida, habida cu en ­
ta del hecho bien co n o cid o de qu e la mayor parte de las m uta­
ciones son perjudiciales y de qu e m uy pocas de ellas desem bo­
can en variaciones útiles.61
En el caso de las bacterias la situación es distinta, puesto
que se dividen con tanta rapidez que de una sola célula pueden

54
generarse varios m iles de m illones en pocos días. D ebido a esc
desenfrenado ritm o de reproducción cualquier m utación bacte­
riana exitosa puede extenderse rápidam ente por su entorno; por
este m otivo la m utación constituye una vía evolutiva im portan­
te para las bacterias.
Las bacterias han desarrollado asim ism o una segunda vía
de creatividad evolutiva, inm ensam ente más eficaz que la mu­
tación aleatoria, que consiste en el libre intercam bio de rasgos
hereditarios en una red global de poder y eficacia pasmosos. K1
descubrim iento de ese intercam bio global de genes, conocido
técnicam ente com o recom binación del A D N , figura por dere­
ch o propio en tre los hallazgos más sorprendentes de la biología
moderna. I.ynn M argulis lo describe vivam ente: «La transferen­
cia genérica horizontal entre las bacterias es algo así com o si te
tiraras en una piscina co n o jos pardos y salieras de ella con ojos
azules.»6*
Ksta transferencia de genes tiene lugar de form a continua,
y se da el caso de que m uchas bacterias llegan a cam biar hasta
el quince por cien to de su material g enético en un solo día.
C om o explica M argulis: «Cuando u na bacteria se siente am e­
nazada, dispersa su m aterial genético en el entorno y todas las
demás lo recogen: en pocos meses habrá dado la vuelta al m un­
do.»65 Puesto que cualquier cepa bacteriana es potencial mente
susceptible de com partir de este m odo rasgos hereditarios, al­
gunos m icrobiólogos argum entan qu e, estrictam ente hablando,
las bacterias no deberían ser clasificadas en especies,64 o, en otras
palabras, que todas las bacterias form an parte de una misma
red de vida, global y m icroscópica.
Así pues, y volviendo a la evolución, las bacterias están ca­
pacitadas para acum ular m utaciones aleatorias, ju n to co n gran­
des fragm entos de A D N , a través del intercam bio de genes. Por
consiguiente, disponen de una en o rm e capacidad para adaptar­
se a los cam bios del m edio. La velocidad con la que se expande
la resistencia a los fárm acos constituye una prueba espectacular
de la eficacia de las redes bacterianas de com u nicación. Kn una
verdadera lección de hum ildad, la m icrobiología nos ensena

55
que tecnologías tales co m o la ingeniería genética o las redes
globales de co m u n icación, generalm ente consideradas logros
avanzados de nuestra civilización m oderna, son usadas por la
red bacteriana planetaria desde luice m iles de m illones de años.
D urante los prim eros dos mil m illones de años de evolu­
ción biológica, las bacterias v otros m icroorganism os hicron las
únicas form as de vida sobre el planeta. En aquella época, las
bacterias transform aron sin cesar la superficie y la atm ósfera de
la Tierra, y establecieron los bucles globales de retroalim enta-
ción necesarios para la autorregulación del sistema de Ciaia. Al
hacerlo inventaron la totalidad de las biotecnologías esenciales
para la vida, que incluyen la ferm entación, la fotosíntesis, la fi­
jación del nitrógeno, la respiración y diversos dispositivos de
desplazam iento rápido. Recientes investigaciones en m icrobio­
logía han dejado claro qu e, por lo qu e a procesos vitales se re­
fiere, la red bacteriana ha constituido, sin duda, la principal
fuente de creatividad evolutiva.
Pero ¿qué decir de la evolución de la form a biológica, de la
descom unal variedad d e seres vivos en el m undo visible? Si las
m utaciones aleatorias no constituyen para ellas un m ecanism o
eficaz, si no intercam bian genes co m o hacen las bacterias,
¿cóm o llegaron .« evolucionar las form as superiores de vida?
Lynn M argulis responde a esta pregunta con una tercera vía de
evolución, la evolución por sim biosis, co n profundas im plica­
ciones en todas las ramas de la biología.
1.a sim biosis, la tendencia de diferentes organism os a vivir
cu íntim a asociación, c incluso unos d en tro «le otros (co m o las
bacterias de nuestros intestinos), es un fenóm eno muy extend i­
do y bien co n o cid o . Sin em bargo, M argulis fue un paso más
allá al proponer la hipótesis de que las sim biosis de larga dura­
ció n . que im plican a bacterias u otros m icroorganism os que ha­
bitan en el interior de células de mayor tam año, ha cond ucid o
a la aparición de nuevas formas de vida. M argulis publicó por
primera vez su sorprendente hipótesis a mediados de los sesen­
ta, y la desarrolló posteriorm ente con el paso del tiem p o hasta
convertirla en una teoría com pleta, con ocid a hoy co m o «sim-

56
biogénesis», que contem pla la creación de nuevas form as de
vida, m ediante acom odos sim bióticos perm anentes, com o la
vía principal de evolución de todos los organism os superiores/*
U na ve/, más queda dem ostrado el papel fundam ental de
las bacterias en la evolución, en esta ocasión por medio de la
sim biosis. Al fundirse sim bióticam ente determ inadas bacterias
pequeñas con células mayores y quedarse a vivir en su interior
com o orgánulos, la evolución dio un paso gigantesco: la crea­
ción de células anim ales y vegetales capaces de reproducirse se-
xualm ente, las cuales acabarían evolucionando en los organis­
mos vivos qu e podem os ver hoy a nuestro alrededor, Durante
su evolución esos organism os continuaron absorbiendo bacte­
rias e incorporándose partes de sus genom as para sintetizar las
proteínas necesarias para nuevas estructuras y nuevas funciones
biológicas, de forma 110 muy distinta a las absorciones y fusio­
nes em presariales del m undo de los negocios de nuestros dias.
Por ejem p lo , se han ido acum ulando pruebas que evidencian
que los m icrotiibulos, esenciales en la arquitectura del cerebro,
son una aportación original de las bacterias parecidas a sacacor­
chos conocidas com o espiroquetas.66
El desarrollo evolutivo de la vida a lo largo de miles de mi­
llones de años constituye una historia sobrecoged ora, bellam en­
te relatada por Lynn M argulis y D orion Sagan en su libro titu­
lado M ic r o c o sm o s Impulsada por la creatividad inherente a
todos los sistem as vivos, expresada a través de las vías de la mu­
tación, el intercam bio de genes y la sim biosis, y estimulada por
la selección natural, la red planetaria de la vida crecía en tam a­
ño y com plejidad hacia formas de diversidad cada vez mayor.
E ste m ajestuoso desarrollo no tenía lugar m ediante cam ­
bios graduales y continu os en el tiem po. Los registros fósiles de­
m uestran claram ente qu e, a lo largo de la historia de la evolu­
ción. han existido dilatados períodos de estabilidad, o estasis,
caracterizados por escasas variaciones genéticas y sacudidos por
súbitas y espectaculares transiciones/’8 Este escenario de «equili­
brios que se rompían bruscam ente» indica que las transiciones
repentinas tuvieron que ser causadas por mecanism os m uy <iis-

S7
tintos de las m utaciones aleatorias de la teoría ncodarw iniana,
así co m o que en d ich o escenario la creación d e nuevas especies
por m edio de la sim biosis parece haber tenido un papel crucial.
C om o d ice M argulis: «Kn la dilatada perspectiva del tiem po
geológico, las sim biosis son com o fogonazos de relámpagos evo­
lutivos.»^
La repetida ocurrencia de catástrofes, seguidas de intensos
períodos de crecim ien to c innovación, constituye o tro parrón
sorprendente de la historia de la evolución. D e ese m odo las ex­
tinciones en masa m ás devastadoras que el m undo ha visto ja ­
más fueron rápidam ente sucedidas, hace doscientos cuarenta y
cin co m illones de años, por la evolución de los m am íferos. L.a
catástrofe planetaria que borró a los dinosaurios de la faz de
la Tierra sesenta y seis m illones de años atrás abrió el cam ino a la
evolución de los prim eros prim ates y, con el tiem p o, de la espe­
cie humana.

¿ Q U É ES I A VID A ?

Volvam os de nuevo a la pregunta qu e abre el presente capí­


tulo -¿C u áles son las características definirorias de los sistemas
vivos?- y resum am os lo qu e hem os visto hasta aquí. C en trán ­
donos en las bacterias en cuanto sistemas vivos más simples,
hem os definido la célula viva com o una red m etabólica delim i­
tada por una m em brana, autogenética y organizativam ente ce­
rrada. Ksta red involucra diversos tipos de m acrom oléculas de
gran com plejidad: proteínas estructurales; enzimas, q u e actúan c o ­
m o catalizadores de procesos m etabólicos; A R N , qu e actúa com o
m ensajero en la transm isión de inform ación genética; y A D N ,
que alm acena esta inform ación y es el responsable de la autorre-
plicación de la célula.
T am b ién hem os visto que la red celular es m aterial y ener­
géticam ente abierta, qu e utiliza un flu jo constante d e materia y
energía para producirse, regenerarse y perpetuarse a sí misma, y
que funciona lejos del equilibrio, allí d onde pueden em erger es-

58
pontáneam entc nuevas estructuras y nuevas formas de orden,
lo que perm ite el desarrollo y la evolución.
Finalm ente, hem os visto tam bién que una forma prebiótica
de evolución, que im plica burbujas de «vida mínima» cerradas
por m em branas, se inició m ucho antes de la em ergencia de la
primera célula viva, así com o qu e las raíces de la vida se blin­
den profundam ente en la quím ica y la física básicas de esas pro-
tocélulas.
H em os identificado asim ism o las tres vías principales J e
evolución -m u ta c ió n , intercam bio de genes y sim biosis-, a tra­
vés de las cuales la vida se fue desarrollando a lo largo d e tres
mil m illones de años, desde los antepasados bacterianos univer­
sales hasta la em ergencia de seres hum anos, sin que en ningún
m om ento se quebrara el patrón fundam ental de sus redes auto-
genéticas.
Para extender la com prensión de la naturaleza de la vida a
la dim ensión social hum ana, que es la tarea principal de esta
obra, tendrem os que m anejar el pensam iento conceptual, los
valores, el significado y el propósito, fenóm enos que pertene­
cen al ám bito de la consciencia y la cu ltura humanas. Kilo sig­
nifica qu e deberem os am pliar nuestra com prensión de los siste­
mas vivos co n la com prensión de la m ente y la consciencia.
A m edida que desplacem os nuestra atención a la dim ensión
cognitiva de la vida, com probarem os qu e nace una nueva visión
unificada de la vida, la m ente y la consciencia, en la que la cons­
ciencia hum ana está inextricablem ente ligada al m undo social
de las relaciones interpersonales y de la cultura. Y, lo qu e es
más, descubrirem os q u e esa visión unificada nos perm ite co m ­
prender la dim ensión espiritual de la vida de un m odo plena­
m ente coherente con los conceptos tradicionales de espiritua­
lidad.

59
2. LA M E N T E Y LA C O N S C IE N C IA

U na de; las im plicaciones filosóficas ele la nueva com p ren­


sión ele* la vida consiste en un nuevo co n cep to de la naturaleza
de- la menee y la consciencia, que supera poi fin la división car­
tesiana entre m ente V materia. En el siglo X V II Rene Desearles
basó su visión de la naturaleza en la división fundam ental entre
dos ám bitos separados e independientes: el de la m ente o «sus­
tancia pensanre» fres cogitans) y el de la materia o «sustancia ex­
tensa'- (res extema). Esta división conceptual entre m ente y m a­
teria lia dom inado la ciencia y la filosofía occidentales durante
más de tres siglos.
Siguiendo a Descartes, cien tilicos y filósofos continuaron
considerando a la m ente una entidad intangible, con lo que q u e­
daban incapacitados para imaginar cóm o podía estar relacionada
con el cuerpo aquella «sustancia pensante». A pesar de que los
neurólogos conocían desde el siglo X IX la íntim a conexión entre
estructuras cerebrales y funciones m entales, la relación exacta en ­
tre m ente y cerebro seguía siendo un m isterio. Kn fecha tan re­
ciente co m o 1 9 9 4 los editores de una antología titulada Cow-
ciousnea m PhÜosophy and ( .o^mtrvr Neuwscience m anifestaban
en su introd ucción: «Si bien todos parecen estar de acuerdo en
que la m ente tiene algo que ver con el cerebro, sigue sin haber
unanimidad acerca de la naturaleza exacta deesa relación».1
El avance decisivo aportado por la visión sistém ica de la vi­
da ha consistid o en el abandono de la visión cartesiana de la

60
m enrc co m o sustancia, ju n to co n la constatación de que mente
y consciencia no son «sustancias», sino procesos, En biología este
nuevo co n cep to de m ente fue desarrollado en los años sesenta
por G regory Batesón, quien em pleó por primera ve/, la expre­
sión «proceso m ental», c independientem ente por Hum berto
M alurana, quien centró su atención en la cognición o proceso
de conocer.* Kn los setenta y junto con Francisco Varcla, M a­
ní rana am plió su trabajo inicial hasta desarrollar una teoría
com pleta, qu e se conoce co m o teoría de Santiago de la cogni­
ció n .3 A lo largo de los últim os veinticin co años el estudio de la
m ente desde esta perspectiva sistém ica ha fructificado en un
rico cam po interdisciplinario, conocid o com o ciencia cogniti-
va, que trasciende los marcos tradicionales de la biología, la psi­
cología y la epistem ología.

LA T E O R ÍA D E S A N T IA G O D F I.A C O G N IC IO N

La prem isa fundam ental de la teoría de Santiago consiste


en la identificación de la cogn ició n , o proceso del conocim ien­
to, con el proceso de la vida. Según M arurana y Varóla, la cog­
nición es la actividad im plicada en la autogénesis y la autoper-
pctuación de redes vivas. En otras palabras, la cognición es el
proceso m ism o de la vida. La actividad qu e organiza los siste­
mas vivos, en iodos los niveles de vida, es la actividad mental.
L is interacciones de un organism o vivo planta, animal o hu­
m a n o - con su e n lo m o son interacciones cognirivas. Vida y
cognición están, por consiguiente, indisolublem ente vincula­
das. l.a m ente - o , más exactam ente, la actividad m e n ta l- es in­
m anente a la materia, en cualquier nivel de vida.
Sem ejan te visión con stituye una am pliación radical del
co n cep to tic cognición e, im plícitam en te, del concepto de mea-
te. Según esta nueva noción, la cognición im plica el proceso vi­
tal co m p leto —que incluye percepción, em oción y com porta­
m ie n to -, y ni siquiera requiere ya la existencia de un cerebro y
un sistema nervioso.

61
Según la teoría de Santiago, la cog nición está íntim am ente
relacionada con la autopoiesis o proceso de autogénesis de las
redes vivas. La característica definitoria de tod o sistem a auto-
poiésico consiste en qu e experim enta cam bios estructurales
continu os al m ism o tiem p o que conserva su patrón organizati­
vo en red. Los com p onentes de la red se producen y transfor­
man unos a otros con tin u am ente de dos form as distintas. La
prim era clase de cam bios estructurales c onsiste en la autorreno-
vación. l odo organism o vivo se renueva a sí m ism o co n tin u a­
m ente en la m edida en que sus células se fragm entan y lorm an
estructuras, y sus tejidos y órganos reemplazan sus células en c i­
clos continu os. A pesar de este cam bio incesante, el organism o
m antiene su identidad global, o patrón de organización.
L t segunda clase de cam bios estructurales en un sistema
vivo la constituyen aquellas alteraciones que c rean nuevas es­
tructuras, nuevas conexiones en la red autopoiésica. Lstos cam ­
bios. pertenecientes más al ám bito del desarrollo qu e al de los
ciclos, tienen tam bién lugar de form a co n tin u a, ya sea com o
consecuencia de las influencias del en to rn o , o bien com o resul­
tado de la propia d inám ica interna del sistem a.
Según la teoría de la autopoiesis, el sistem a vivo se acopla
al en torn o estructuralm cnte, por ejem plo, m ediante interaccio­
nes recurrentes, cada una de las cuales activa cam bios estructu­
rales en el sistem a. Ejem plos: la m em brana celular, que incor­
pora sin cesar sustancias procedentes del m edio a los procesos
m etabóbeos de la célula, o el sistema nervioso de un organis­
mo, qu e cam bia su conectividad con cada percepción sensorial.
Estos sistemas vivos son , sin em bargo, au tónom os. El entorno
no hace más que activar los cam bios estructurales, no los espe­
cifica ni los dirige.
El acoplam iento estructural, tal co m o lo definen M arurana
y Varela, establece una clara diferencia entre el m odo en que
los sistemas vivos y los no vivos intcractúan co n sus entornos.
Por ejem plo, si le das un puntapié a una piedra, ésta reacciona­
rá a la patada según una cadena lineal de causa y efecto. Su
com p ortam iento puede ser calculado aplicando las leyes funda­

62
m entales de la m ecánica new toniana. Sin embargo» si le das el
puntapié a un perro, la situación será muy distinta. El can res­
ponderá co n cam bios estructurales acordes con su naturaleza y
su patrón (n o lineal) de organización. El com p ortam iento re­
sidíam e será, generalm ente, im prcdecible.
Puesto que el organism o vivo responde a las influencias del
m edio co n cam bios estructurales, éstos alterarán a su vez el
co m p ortam ien to futuro de aquél. E n otras palabras, un sistema
estruciuralm cnte acoplado es un sistem a que aprende. Los co n ­
tinuos cam bios estructurales en respuesta al en torno - y el con­
siguiente proceso de adaptación, aprendizaje y desarrollo cons­
ta n tes- constituyen características clave del com portam iento de
todo ser vivo. D ebido a su acoplam iento estructural, podremos
decir que el com p ortam iento del perro es inteligente, pero no
podrem os decir lo m ism o de l de la piedra.
A m edida qu e interactúa con su m edio, el organism o vivo
experim enta una secuencia de cam bios estructurales hasta lle­
gar, con el paso del tiem po, a form ar su propio c individual iti­
nerario de acoplam ien to estructural. En cualquier punto de esc
itinerario el organism o es un registro de sus cam bios estructu­
rales precedentes y, p o r consiguiente, de sus anteriores interac­
ciones. E n otras palabras, todo ser vivo tiene una historia. La
estructura viva es siem pre el registro de su propio desarrollo
precedente.
Puesto qu e el organism o registra sus anteriores cam bios es­
tructurales y cada uno de ellos influye en su com p ortam iento fu­
turo, el co m p ortam ien to del organism o vivo está dictado por su
estructura. En la term inología de M aturana, el com portam iento
de los sistem as vivos está «determ inado por su estructura».
Esta n oción arroja nueva luz sobre el eterno debate filosófi­
co acerca de la libertad y el d eterm inism o. Según M aturana, el
co m p ortam ien to de un organism o vivo está determ inado, pero
no tanto por fuerzas externas com o por su propia estructura, la
cual se lia ido form ando m ediante una sucesión de cam bios es­
tructurales au tó n o m os. Por consiguiente, el com portam iento
del organism o a la vez está determ inado y es libre.

63
Así pues, los sistem as vivos responden au tón om am en te a las
perturbaciones del en torno con cam bios estructurales; por eje m ­
plo, reordenando su parrón de concctividad. Según M aturana y
Varela, nunca es posible dirigir un sistem a vivo, sino tan sólo
perturbarlo. Y. lo que es m ás, el sistema vivo no tan sólo especifi­
ca sus cam bios estructurales, sino tam bién qué perturbaciones del
entorno van a activar esos caminos. Kn otras palabras, el sistema
vivo m antiene la libertad de decidir a qu é debe prestar atención
y qu é es lo que lo va a perturbar, Esta es, precisam ente, la clave
de la teoría de Santiago de la cognición. Al especificar qué per­
turbaciones del en torno van a activar sus propios cam bios, el sis-
rema especifica tam bién el alcance de su ám bito cognicivo. En
palabras de M aturana y Varela, «alum bra un m undo».
Así pues, la cognición no es la representación d e un m undo
con existeru ia independiente, sino más bien el alum bram iento
co n tin u o de un m undo m ediante el proceso de vivir. 1.as inte­
racciones de un sistema vivo con su entorn o son interacciones
cognitivas, y el propio proceso de vivir es un proceso cognitivo.
En palabras de M aturana y Varela, «vivir es conocer». A m edi­
da que el organism o vivo recorre su itinerario individual de
cam bios estructurales, cada uno de éstos se corresponde con uu
acto de cognición, lo cual significa que aprendizaje y desarrollo
son más que dos caras de una misma moneda.
La identificación de la m ente, o cogn ición, co n el proceso vi­
tal constituye una idea com p letam ente nueva en ciencia, pero sin
em bargo es una de las intuiciones más prolundas y arcaicas de la
hum anidad. En otros tiem pos la m ente racional hum ana era
considerada m eram ente un aspecto más del alm a inmaterial o es­
píritu. I a distinción fundam ental no se establecía enrre cuerpo y
m ente, sino entre cu erp o y alm a, o cuerpo y espíritu.
En los lenguajes de la antigüedad tanto el alm a co m o el espíri
tu se describen con la m etáfora del soplo de vida. Las palabras que
designan el «alma» en sánsc rito (atman), en griego (psyché)y en la­
tín (anima) significan «aliento». I.o m ism o sucede con «espíritu»:
tanto en latín (spiritus) co m o en griego (pneútrui) y en hebreo
(ruah) las palabras qu e lo designan significan tam bién «aliento».

(A
La idea com ú n antigua subyacente tras todas estas palabras
consiste en que el alma o el espíritu son el aliento o soplo d e la
vida. D e form a parecida, en la teoría de Santiago el concepto
de cognición va m ucho más allá de la m ente racional y abarca
el proceso vital en su totalidad. La descripción de la cognición
co m o el soplo de la vida parece una m etáfora perfecta.
El adelanto conceptual que representa la teoría de Santiago
se aprecia m ejo r al revisar bajo su luz la espinosa cuestión de la
relación entre m ente y cerebro. E n ella esta relación es s¡/nplc y
clara. La d efinición cartesiana de la m ente co m o «sustancia pen­
sante» es desechada. La m ente ya no es una sustancia, sino un
proceso: el proceso de cog nición , identificado con el proceso de
la vida. El cerebro es una de las estructuras específicas mediante
las cuales se realiza ese proceso, La relación entre m ente y tere­
bro es, por consiguiente, una relación entre proceso y estructura.
Es más, el cerebro no es la única estructura por m edio de la cual
se realiza el proceso de cog n ición, puesto que en él participa la
totalidad de la estructura del organism o, con independencia de
que esté dotado de cerebro y sistema nervioso .superior o no.
Eli mi op in ió n , la teoría de Santiago de la cognición cons­
tituye la prim era teoría científica que consigue superar la divi­
sión cartesiana entre m ente y materia y está, por consiguiente,
llamada a tener un sinnúm ero de im plicaciones de largo alcan­
ce. M ente y m ateria no pertenecen ya a dos categorías distintas,
sino que pueden set vistas co m o m anifestaciones d e dos aspee
ios com plem entarios riel fenóm eno de la vida: proceso y estruc­
tura. En todos los niveles de vida, desde la célula más simple,
m ente y m ateria, proceso y estructura, están inseparablem ente
conectados.

C O G N IC IÓ N Y C O N S C IE N C IA

La co g n ició n , tal co m o la entiend e la teoría de Santiago,


está asociada a cualquier nivel de vida, por lo que constituye un
fenóm eno m u ch o más am plio que la consciencia. Esta - e s tic*
cir, la experiencia vivida co n scie n tem en te - se desarrolla en de­
term inados niveles de com p lejidad cognitiva qu e requieren un
cerebro y un sistema nervioso superior. En otras palabras, la
consciencia constituye una clase particular d e proceso cogniti-
vo, que em erge cuand o la cognición alcanza determ inado grado
de com plejidad.
Resulta interésam e observar que la noción de consciencia
co m o proceso ya aparece en la ciencia a finales del siglo X IX , en
los escritos de W illiam Jam es, considerado por m uchos el más
grande psicólogo estadounidense, ja m es era un crítico acérrim o
de las teorías reduccionistas y materialistas qu e dom inaban la
psicología por aquel entonces, y defendía con fervor, ya en aque­
llos tiem pos, la interdependencia entre m ente y cuerpo. Señaló
que la consciencia no es una sustancia, sino una corriente co n ti­
nuam ente cam biante, y subrayó la naturaleza personal, con tin u a
y altam ente integrada de ese (lu jo de consciencia.4
E n los años siguientes, sin em bargo, los excepcionales pu n­
tos de vista de W illiam Jam es no consiguieron rom per el h ech i­
zo cartesiano sobre los practicantes de la psicología y las cien ­
cias naturales, y su influencia no volvió a aparecer en escena
hasta las últim as décadas del siglo XX. Incluso en los años seten­
ta y o ch en ta, cuando algunos psicólogos estadounidenses for­
m ularon nuevos planteam ientos hum anísticos y transpersona-
les, el estudio de la consciencia co m o experiencia vivida seguía
siendo tabú para la ciencia cognitiva.
D urante los noventa, sin em bargo, la situación cam bió es­
pectacularm ente. Al m ism o tiem po que la ciencia de la co g n i­
ción se establecía por derecho propio co m o extenso cam po de
estudio interdisciplinar, se desarrollaban nuevas técnicas no in-
vasoras para el análisis de las funciones cerebrales, las cuales hi­
cieron posible la observación de com plejos procesos neurales,
asociados con la im aginería m ental y otras experiencias hum a­
nas.4 D e repente el estudio cien tífico de la consciencia se trans­
form ó en un cam po de investigación atractivo y respetable. En
pocos años aparecieron varios libros sobre la naturaleza de la
consciencia, firm ados por algunos prem ios N obel y otros cicn tí-

66
fíeos em inentes; el recientem ente creado JournalofConsciousness
Studies publicó docenas de artículos suscritos por filósofos e in­
vestigadores de ciencia cognitiva punteros; y «H acia una ciencia
de la consciencia» se co n virtió en un tema popular en las grandes
conferencias científicas.6
Auiu|uc científicos de la cognición y filósofos hayan pro­
puesto num erosos planteam ientos distintos para el estudio de la
consciencia, lo qu e ha provocarlo en ocasiones acalorados deba­
tes al respecto, parece ir naciendo cierto consenso sobre dos
puntos de im portancia. El prim ero, ya m encionad o anterior­
m ente. consiste en el reconocim iento de la consciencia co m o un
proceso cognitivo resultante de una com p leja actividad neural.
El segundo consiste en la distinción entre dos clases de cons­
ciencia - e n otras palabras, ríos tipos de experiencia cognitiva-
qu e se dan en niveles distintos tic com plejidad neural.
El primer tipo de consciencia, conocid o com o «consciencia
primaria», surge cuando los procesos cognitivos van acom paña­
dos por experiencias perceptivas, sensoriales y em ocionales bási­
cas. Se trata de una clase de consciencia experim entada, probable­
m ente. por la mayor parce de los m amíferos y tal ver por algunos
pájaros v otros vertebrados.7 El segundo tipo de consciencia, de­
nom inado en ocasiones «consciencia tic orden superior»,* implica
la consciencia de sí m ism o, un concepto del propio ser mantenido
por un sujeto pensante y reflexivo. Esta experiencia de la propia
consciencia em ergió durante la evolución de los grandes simios u
«homínidos», ju n to con el lenguaje, el pensam iento conceptual y
las demás características que acabaron desarrollándose plenamen­
te en la consciencia hum ana. I )ebido al papel crucial que tiene la
reflexión en esta experiencia de consciencia de orden superior, l.i
denom inaré «consciencia reflexiva».
Esta consciencia reflexiva im plica un nivel de abstracción
cognitiva que incluye la capacidad para m antener imágenes
m entales, lo cual nos perm ite form ular valores, creencias, o b je­
tivos y estrategias. Esta etapa evolutiva es de im portancia capi­
tal para el tem a principal de la presente obra - la extensión al
ám bito social de la nueva com p rensión de la v id a -, puesto que

67
co n la evolución del lenguaje .surgieron no solam ente el m u n do
Interno de las ideas y los concep tos, .sino tam bién el m undo so ­
cial d e las relaciones organizadas y de la cultura.

I A N A T U R A L E Z A 1)1-. IA E X P E R IE N C IA C O N S C IE N T E

l .l principal reto para la ciencia de la consciencia con siste en


explicar la experiencia asociada a los acon tecim ientos co g n iti-
vos. D ado qu e cada estado de experiencia con scien te se caracte­
riza por una determ inada «sensación cualitativa», los científicos
de la cognición d enom inan qtuilia a esos diferentes estados.9 En
mi artícu lo frecuentem ente citado, el filósofo D avid C halincrs
d en o m in ó «el duro problem a de la conscienciax* al reto de expli­
car esos <]ualta.m I ras revisar a fondo la ciencia cognitiva c o n ­
vencional, C halm ers asegura que ésta no puede explicar por qu é
determ inados procesos ncurales dan pie a la experiencia. «Para
dar cuenta de la experiencia consciente», asegura C halm ers, «ne­
cesitam os un ingrediente extra un la explicación.»
Esta declaración evoca rem iniscencias del viejo debate entre
vitalistas y m ecanicistas acerca de la naturaleza de los fen ó ­
menos biológicos, que tuvo lugar en las prim eras décadas del si­
glo X X . 11 M ientras que los m ecanicistas afirm aban que todo f e ­
nóm eno biológico puede ser explicado en térm inos de las leyes
de la física y la qu ím ica, los vitalistas m antenían q u e para expli­
car esos fenóm enos es necesario añadir a esas leyes una «fuerza
vital», un «ingrediente» adicional no físico.
E l pu nto de vista qu e surgió de ese debate, aunque n o fue
form ulado basta pasadas muchas décadas, es que para explicar
los fenóm enos biológicos tam bién debem os tom ar en conside­
ración la com pleja dinám ica no lineal de las redes vivas.
Una com prensión plena de los fenóm enos biológicos sólo
puede darse si se contem plan desde la perspectiva de la interre-
lación de tres niveles diferentes de descripción: el d e la biología
del fenóm eno observado, el de las leyes de la física y la quím ica
y el tic la dinám ica no lineal de los sistemas com plejos.

68
M e parece que los cien tífico s de la cognición se encuentran
en una situación muy parecida, si bien a o tro nivel de com pleji
dad. al tratar de plantearse el estudio de la consciencia. La expe­
riencia consciente es un fenóm eno em ergente, lo cual significa
q u e no puede ser explicada únicam ente en térm inos de meca­
nism os nenralcs. l a experiencia surge de la com p leja dinámica
no lineal de las redes neurales, y tan sólo puede ser explicada si
nuestros conocim ientos de ncurobiología se com plem entan con
la com prensión de esa dinám ica.
Para alcanzar una com prensión plena de la consciencia, de­
bem os proceder a un cuidadoso análisis de la experiencia cons­
ciente» de la física y la qu ím ica del sistema nervioso y de la diná­
m ica no lineal de las redes neurales. Una verdadera ciencia de la
consciencia podrá ser form ulada únicam ente cuando com p ren­
dam os el m odo en que estos tres niveles de descripción pueden
ser interrelacionados hasta form ar lo que Francisco Várela ha
denom inado la «trenza de tres m echones» de la investigación so­
bre la co n scien cia.12
( litando el estudio de la consciencia se em prende trenzando
los «tres m echones» de la experiencia, la ncurobiología y la di­
nám ica no lineal, el «duro problema» se convierte en el reto de
com prender y aceptar dos nuevos paradigmas científicos. Id pri
m ero es el de la teoría de la com plejidad. Puesto que la mayoría
de los cien tíficos están acostum brados a trabajar co n m odelos li­
neales, se m uestran a m enudo reticentes a adoptar el m arco no
lineal de esa teoría, por lo que les resulta difícil apreciar plena­
m ente las im plicaciones de la dinám ica no lineal, Este es particu­
larm ente, el caso en lo relativo al fenóm eno de la em ergencia.
Eso de que la experiencia em erja de procesos neurofisiológi
eos parece algo m uy m isterioso. Sin em bargo, es típico de los fe­
nóm enos em ergentes. La em ergencia tiene co m o resultado inno­
var, y lo nuevo es a m enudo cualitativam ente diferente de los
fenóm enos de los que em ergió. Eso es algo que resulta muy iácil
tic ilustrar con un ejem plo bien con ocid o procedente de la quí­
m ica: la estructura y las propiedades del azúcar.
C u an d o se unen de cierto m odo átom os de carbono, oxíge­

69
no e hidrógeno para formar azúcar, el com puesto resultante tie­
ne sabor dulce. Kl dulzor no está ni en C , ni en O , ni en H ,
sino en el patrón qu e em erge de .su interacción. F.s d ecir, se tra­
ta de una propiedad em ergente. Adem ás, estrictam ente h ablan­
do, el dulzor ni siquiera es una propiedad de los vínculos q u í­
micos. .sino una experiencia sensorial que surge cuand o las
m oléculas de azúcar mteractúan con la qu ím ica de nuestras pa­
pilas gustativas, las cuales, a su vez, provocan qu e una serie de
neuronas se activen de determ inada form a. Mor consiguiente, la
experiencia del dulzor surge de una actividad neural.
Así pues, el sencillo enunciado de qu e la propiedad caracte­
rística del azúcar es su sabor dulce se refiere, realm ente, a una
serie de fenóm enos em ergentes a distintos niveles de co m p leji­
dad. lx>s quím icos no tienen ningún problem a conceptual con
esos fenóm enos em ergentes cuando identifican cierta clase de
com puestos com o azúcares por su sabor dulce, y tam poco lo
tendrán los futuros científicos de la cogn ición con otra clase de
fenóm enos cuando los analicen en térm inos de la experiencia
consciente resultante, así com o en térm inos de su bioquím ica y
neu rob iol t>gía es pee ífi cas.
Sin em bargo, para ello será necesario qu e esos cien tífico s
acepten antes otro paradigm a: el recon ocim iento de que el aná­
lisis de la experiencia vivida, es decir, de los fenóm enos su bjeti­
vos, tiene qu e ser parte integrante de toda ciencia de la cons­
cien cia ,1* lo cual significa un profundo cam bio de m etodología
que m uchos científicos de la consciencia son reacios a aceptar,
acritud que es una de las causas profundas del «duro problema
de la consciencia».
I.a enorm e reticencia de los cien tífico s a tratar con los fe­
nóm enos subjetivos es parte de nuestra herencia cartesiana. La
división fundam ental cartesiana entre m ente y m ateria, entre el
yo y el m undo, nos llevó a creer que éste podía ser descrito de
form a objetiva, es decir, sin m encionar nunca al observador
hum ano. F.sa descripción objetiva del m undo se convirtió en el
ideal de toda ciencia. Sin em bargo, tres siglos después de D es­
cartes, la teoría cuántica dem ostró qu e esc ideal clásico de una

70
ciencia objetiva es insostenible al tratar con fenóm enos atóm i­
cos. M is recientem ente, la teoría de Santiago ha dejado claro
que la co g n ició n no es la representación de un m undo con exis­
tencia independiente, sino el «alum bram iento» de un m undo a
través del proceso de vivir.
N os hem os dado cuenta de que la dim ensión subjetiva está
siem pre im plícita en la prácrica de la ciencia, pero «pie, en gene­
ral, no constituye el centro explícito de la atención. Por el co n ­
trario, en una ciencia de la consciencia parte de los datos qu e se
han de exam inar son experiencias subjetivas e internas. R eu n ir y
analizar esos datos de form a sistem ática requiere un exam en ri­
guroso de la experiencia subjetiva en primera persona. Sólo
cuando ese exam en se convierta en parte integrante del estudio
de la consciencia podrem os hablar de una verdadera icncia de
la consciencia».
E sto no quiere d ecir que tengam os que abandonar el rigor
cien tífico . Al hablar en cien cia d e una «descripción objetiva» no
nos referimos a una m era co lección de reseñas individuales, sino,
ante rodo y sobre rodo, a un cuerpo de co n o cim ien to moldeado,
constreñido y regulado por el esfuerzo cien tífico colectivo. In­
cluso cuand o el o bjeto de investigación consiste en el relato en
prim era persona de la experiencia consciente, no cabe abando­
nar la validación intersubjetiva que form a parce de la práctica
habitual en cien cia .14

I-AS E SC U E L A S D E L E S T U D IO D E LA C O N S C IE N C IA

1.a utilización de la teoría de la com plejidad y el análisis sis­


tem ático de la experiencia consciente en prim era persona serán
cruciales en la form ulación de una adecuada cien cia de la cons­
ciencia. U ltim am ente se han dado algunos pasos importantes
en esc sentido. D e hecho, la medida en que son utilizadas la di­
nám ica no lineal y la experiencia en prim era persona nos sirve
para identificar diversas escuelas de pensam iento entre la gran
variedad de enfoques actuales del estudio de la co n scien cia .’ 5

71
I .a primera de ellas es la escuda más tradicional de pensamien­
to. qu e cuenta, entre otros, con la ncuróloga Patricia Cluirchlatid y
el biólogo molecular y premio N obel FrancisC !rick.,ft Ksta escuela
ha sido calificada poi Francesco Varela de «neurorrcduccionista»,
dado que reduce la consciencia a m ecanism os ncuralcs. Así, la
consciencia es «explicada**, com o señala C hurchland, de forma
muy parecida al m odo com o se explicó el calor en física cuando se
com prendió que era com o la energía de las moléculas en m ovi­
miento. Un palabras de Urancis ( !rick:

«•Tú», tus penas y tus alegrías, tus recuerdos y rus am bi­


ciones. ui sentido de tu propia identidad y tu libre albedrío,
no sois, en realidad, más que el com portam iento de una gran
reunión de células nerviosas y sus moléculas asociadas C om o
hubiera podido decir la Alicia de I.cvvis ( arroll: «No eres más
que un montón de neuronas.»1'

( ó ick explica con detalle có m o la consciencia queda reduci­


da al nivel ncuronal, y afirma asim ism o que la experiencia co n s­
ciente constituye una propiedad em ergente del cerebro com o
un tod o, pero no llega a tratar de la d inám ica no lineal im plícita
en ese proceso de em ergencia, por lo qu e le resulta im posible re­
solver ese «duro problem a de la consciencia». Lo expresa el filó ­
sofo Jo h n Searle: «¿C óm o es posible qu e unos chispazos neuro­
na les físicos, objetivos y cuantitativam ente d estrip ó bles, puedan
causar experiencias cualitativas, íntim as y subjetivas?»1*
La segunda escuela de pensam iento en el estudio de la co n s­
ciencia, conocid a com o «lum ionalism o», es la más popular entre
los científicos de la cognición y los filósofos de nuestros d ías.19
Sus defensores afirm an qu e los estados m entales están definidos
poi su «organización funcional», es decir, poi patrones de rela­
ciones causales en el sistem a nervioso. Los íiincionalistas no son
reduccionistas cartesianos, puesto que prestan cuidadosa aten ­
ción a los patrones ncuralcs no lineales, pero niegan qu e la expe­
riencia consciente sea un fenóm eno em ergente e irreductible. A
pesar de su aspecto de experiencia irreductible, desde su pu nto

72
tic vista el estado consciente queda definido por com p leto por
m edio de su organización funcional, por lo que podrá ser com ­
prendido cuand o el patrón de organización Itaya sido identifica­
do. D aniel D en nctc, uno de los principales funcionalistas, puso
a su libro el sugestivo titulo de ConsciousnfssExptainrd2"
H an sido postulados num erosos patrones de organización
funcional por los científicos q u e estudian la consciencia, y, en
consecuencia, existen múltiples ramas del funcionalism o, algu­
nas de las cuales incluyen analogías entre la organización fun­
cional y los programas inform áticos, derivadas de las investiga­
ciones en inteligencia artificial.21
U na tercera y pequeña escuela, m enos conocid a, formada
por filósofos q u e se d enom inan a sí mism os «misterianos». de­
fiende qu e la consciencia constituye un misterio profundo que
la inteligencia hum ana, habida cuenta de sus lim itaciones inhe­
rentes, nunca podrá desvelar.22 Kn su opinión , en la raíz de es­
tas lim itaciones reside un dualism o irreductible, q u e no es otra
cosa qu e la clásica dualidad cartesiana entre m ente y materia.
La introspección, por un lado, no puede enseñarnos nada acer­
ca del cerebro com o o b jeto físico, m ientras que, por otro, el es­
tudio de la estructura cerebral no nos proporciona ningún ac­
ceso a la experiencia consciente. D ado que esos pensadores
declinan considerar la consciencia co m o un proceso, al mismo
tiem po que no aprecian la naturaleza de los fenóm enos em er­
gentes, los misterianos no consiguen superar el abism o cartesia
no y concluyen que la naturaleza de la consciencia será siempre
un m isterio.
Fin alm en te, existe otra escuela de estudios de la conscien­
cia, pequeña pero en crecim ien to, que acepta tanto la teoría de
la com plejidad com o el análisis de la experiencia en primera
persona. F rancisco Varela, uno de los líderes de esta escuela de
pensam iento, le ha puesto por nom bre «neurofcnom enología».23
1.a fenom enología, una rama im portante d e la filosofía m od er­
na, fundada por Kdmund Husserl a principios del vigío XX y
desarrollada posteriorm ente por varios filósofos europeos, en­
ere los que se cuentan M artin Heidegger y M aurice M crleau-

73
Ponty, se ocupa principalm ente del examen disciplinado de la
experiencia y se basa en la esperanza de su fundador, que sus
seguidores m antienen, de que llegue a establecerse una verdade­
ra ciencia de la experiencia asociada a las ciencias naturales.
La ncurofenom enología constituye un en fo qu e del estudio
de la consciencia qu e com bina el exam en disciplinado de la ex ­
periencia con scien te con el análisis de los correspondientes pa­
ilo n e s y procesos neurales. Desde ese planteam iento dual, los
neurofenom enólogos exploran diversos ám bitos de la experien­
cia y tratan de com p rend er cóm o em ergen éstos de actividades
neurales com plejas. En su em peño esos científicos de la co g n i­
ción están dando los prim eros pasos lu cia la form ulación de
una verdadera ciencia de la experiencia. Ha sido para mí muy
satisfactorio com probar personalm ente que su proyecto tiene
m ucho en com ún co n la ciencia de la consciencia que propuse
hace más de veinte años, en una conversación co n el psiquiatra
R. I ). I .aing en la que aventuré que

u n a v erd ad era c ie n c ia d e la c o n s c ie n c ia |...] te n d ría q u e ser u n


n u e v o tip o d e c ie n c ia q u e tratara c o n las c u a lid a d es m ás q u e
c o n las ca n tid a d e s, q u e se basara en la e x p e rie n c ia c o m p a rtid a
m ás q u e e n las m e d icio n e s v e rifica b le s. L o s d a to s d e un a c ie n ­
cia así serian p a tro n e s d e e x p e rie n c ia , q u e n o p u ed en ser
c u a n tific a d o s ni an alizad o s. P o r o tr o la d o , los m o d e lo s c o n ­
cep tu a les q u e in tc rre la c io n a ra n eso s d ato s d e b e ría n ser ló g ica ­
m e n te c o n s is te n te s , c o m o c u a lq u ie r m o d e lo c ie n tíf ic o , e in ­
clu so p o d ría n c o m p re n d e r e le m e n to s c u a n tita tiv o s .24

I.A V ISIO N D E S D E D E N T R O

La prem isa fundam ental de la neurofcnom enología consis­


te en que la psicología del cerebro y la experiencia con scien te
deben ser tratadas co m o ám bitos de investigación interdepen-
dicntes y de igual status. El examen disciplinad o de la experien­
cia y el análisis de los correspondientes patrones y procesos

74
neurales creará exigencias recíprocas, de m odo que las activida­
des de investigación en am bos dom inios podrán guiarse mutua­
m ente en una exploración sistem ática de la consciencia.
Los ncurofcuom cnólogos constituyen actualm ente un gru­
po m u y diverso. D ifieren entre sí en el m od o de tom ar en Con­
sideración la experiencia en prim era persona, y han propuesto,
en consecuencia, diferentes m odelos para los correspondientes
procesos neurales. U n m onográfico d c Journal of Coumciousness
Studies, editado por F rancisco Vareta y Jon ath an Shear, titula­
do «T he View from W ithin » |«la visión desde d entro»!, presen­
ta una visión relativam ente detallada de tod o el espectro.25
P or lo q u e concierne a la experiencia en primera persona,
se están siguiendo tres planteam ientos principales. El primero
consiste en la introspección, m étodo desarrollado en los albores
de la psicología científica. E l segundo es el enfoque estricta­
m ente fenom enológico, tal co m o lo lian desarrollado Husscrl y
sus seguidores. El tercer planteam iento consiste en la utiliza­
ción de la acum ulación de evidencia procedente de la práctica
de la m ed itación , en particular dentro de la tradición budista.
C ualquiera qu e sea el planteam iento, esos científicos de la cog­
nición insisten en que no están hablando de una inspección ca­
sual de la experiencia, sino de la utilización de m etodologías es­
trictas qu e requieren habilidades especiales y un adiestramiento
sostenido, tal com o ocurre con las m etodologías de otras áreas
de la observación científica.
I a m etodología de la introspección fue defendida co m o ins­
trum ento prim ordial de la psicología por W illiam James a fin a­
les del siglo X IX , y fue estandarizada y practicada con gran entu­
siasmo en las décadas siguientes. Sin em bargo, bien pronto
en co n tró dificultades, 110 a causa de Fallos intrínsecos, sino por­
que los datos que producía estaban en total contradicción con
las hipótesis de partida.26 Las observaciones iban muy por delan­
te de las ideas teóricas del m o m ento, y, en lugar de reexaminar
sus teorías, los psicólogos prefirieron criticai las m etodologías de
sus colegas, lo cual acabó desem bocando en una desconfianza
general en la práctica de la introspección. C o m o resultado,

75
transcurrió medio siglo sin qu e tuviera lugar ningún desarrollo <
mejora tic la práctica introspectiva.
l-n la actualidad los m étodos desarrollados por los pionero
de la introspección se hallan, principalmente» en las prácticas di
psicoterapcutax y entrenadores deportivos, sin ninguna relaciói
cor, programas académ icos de investigación en cien cia de I;
cognición. t ’n pequeño grupo de científicos de la cogniciói
trata de revivir esa tradición durm iente, en aras de una explora
d ó n sistem ática y sostenida de la experiencia co n scien te.27
Por el contrario» la fenom enología fue desarrollada por l;d
mund I lusscrl com o disciplina filosófica, más qu e co m o niétodi
científico. Su característica central consiste en una operación es
pecífica de reflexión, conocida com o «reducción fenom enológi
ca»/Htérm ino que no dehe ser confundido con el reducción ism<
de las ciencias naturales. l; n sentido filosófico, reducción (del la
tiu rnimtio) significa «retraerse» de la experiencia subjetiva, dis
ranciarse de ella m ediante la suspensión de las creencias sobre l<
que está siendo experim entado. D e este m odo, el cam po de expe
rienda aparece más vividamente presente y puede cultivarse la ca
pacidad de reflexión sisrémica. Ks lo que se conoce en filosofe
com o el cam bio de la actitud natural a la actitud fenom enológica
A cualquiera que renga cierta experiencia en la práctica d
la m editación, esta descripción de la actitud fenom enológica m
le sonará extraña. D e hecho, las tradiciones contem plativas hai
desarrollado durante siglos técnicas rigurosas para exam inar I
m ente y profundizar en ella, y han dem ostrado que estas capa
cidades pueden m ejorarse notablem ente con el tiem po. A l<
largo de la historia de la hum anidad el exam en disciplinado d
la experiencia ha sido utilizado am pliam ente en el seno de ira
iliciones filosóficas y religiosas muy divergentes, que incluye!
el hindiiism o, el budism o, el racism o, el sufism o y la Cristian
dad. ( .abe. pues, esperar que algunas de las introspecciones *1
esas tradiciones tengan tam bién validez fuera de sus respectivo
marcos mera físicos y culturales.20
1.11o resulta particularm ente aplicable al budism o, que h
florecido en diferentes culturas: se originó co n el Iluda en la In

76
día, se extend ió luego p o r C h in a, el sudeste d e Asia y el Ja p ó n , y
cruzó m uchos siglos después el Pacífico hasta llegar a C alifornia.
En todos esos distintos contextos culturales la m ente y la cons­
ciencia han sido siem pre los objetivos prim arios de las investiga­
ciones contem plativas budistas. Ix>s budistas consideran la m en­
te indisciplinada com o un instrum ento poco fiable para la
observación de los diferentes estados de consciencia, por lo <|iu\
siguiendo las instrucciones iniciales del Buda, han desarrollado
gran variedad de técnicas para estabilizar y m ejorar la aten ción .-0
A lo largo de los siglos los estudiosos budistas han form ula­
do com plejas y perspicaces teorías acerca de num erosos aspec­
tos m ísticos de la experiencia consciente, susceptibles de servir
co m o fecundas fuentes de inspiración para los científicos de la
cognición. El diálogo en tre ciencia cognitiva y tradiciones bu­
distas contem plativas ya ha com enzado, y los prim eros resulta-
tlos indican que la evidencia aportada por las prácticas m edita­
tivas va a ser un valioso co m p on en te de cualquier ciencia de la
consciencia del fu tu ro.31
la s escuelas del estudio de la con scien cia antes m enciona­
das com parten, por encim a de todo, la intuición básica de que
es un proceso cognitivo, qu e emerge de la com p leja actividad
ncural. Sin em bargo, hay tam bién otros intentos, mayoritaria-
menre por parte de físicos y m atem áticos, para explicar la cons­
ciencia co m o una propiedad directa d e la m ateria, y no com o
un fenóm eno asociado co n la vida. El m atem ático R oger Retiró­
se constituye un ejem plo notorio de esta posición al postular
qu e la consciencia es un fenóm eno cu án tico y afirm ar que «no
com prendem os la consciencia porque no sabemos lo suficiente
acerca del m undo físico».32
Esas visiones de «m ente sin biología», según la acertada ex­
presión del neurólogo y prem io N obel Cíerald K d clnu n ,33 in ­
cluyen tam bién la visión del cerebro co m o com plicada co m p u ­
tadora. Al igual que m uchos científicos de la cog n ición, opino
qu e se trata de puntos de vista extrem os que adolecen de defec­
tos fundam entales, y que la experiencia consciente es una expre­
sión de la vida que emerge de la com p leja actividad n eu ral.M

77
CONS(.11*N( IAYC! KI-'.HKO

Volvam os ahora a la actividad neural que subyace en la ex­


periencia consciente. En los últim os años los cien tífico s tic la
cognición han logrado avances significan vos en la identifica­
ción de los vínculos entre neurolísíología y em ergencia de la ex­
periencia. En mi op in ió n , los m odelos más prom etedores han
sido propuestos por fran cisco Varcla y, más recientem ente, por
Cicrald Edelm.tr» en colaboración con G iu lio T o n o n i.^
En am bos casos los autores presentan precavidam ente sus
respectivos m odelos co m o meras hipótesis, cuya idea central es
la m ism a en am bos casos, l.a experiencia consciente no está lo­
calizada en ninguna parte específica del cerebro, ni puede ser
identificada en térm inos de estructuras neuralcs especiales, sino
que constituye una propiedad em ergente de un determ inado
proceso cognitivo: la form ación de grupos funcionales de neu­
ronas transitorios. Varcla denom ina «asambleas de células reso*
nantes» a esas agrupaciones, m ientras que T o n o n i y Edclman
prefieren hablar de «núcleo dinám ico».
Resulta también interesante observar que I tmoni y Edclman
aceptan la premisa básica de la ttcurofenomenología, consistente en
que la psicología del cerebro y la experiencia consciente deberían
ser tratadas com o dos ám bitos de investigación ínterdependientes.
«Es una reivindicación fundamental del presente artículo», escri­
ben, «que el análisis de la convergencia entre |...| propiedades feno-
menológicas y netírales puede aportar valiosas perspectivas acerca
tic las clases de procesos neuralcs que pueden dar cuenta de las co­
rrespondientes propiedades de la experiencia consciente.»K'
l.as dinám icas detalladas de los procesos neuralcs difieren
en am bos m odelos, pero tal ve?, no sean incom patibles. En par­
te difieren porque sus respectivos autores 110 centran su aten­
ción en las mismas características de la experiencia consciente
y, por consiguiente, hacen hincapié en distintas propiedades de
las correspondientes agrupaciones neníales.
Varcla parte tic la observación de que el «espacio mental»
de una experiencia consciente se com p one de m últiples dinicn-

78
sienes. F.n otras palabras, es creado por num erosas funciones
cerebrales distintas, a pesar de lo cual no deja de ser una única
experiencia coherente. l\>r ejem plo, cuando el olor de un per­
fume evoca en nosotros una sensación placentera o desagrada­
ble experim entam os esc estado consciente com o un todo inte­
grado, com p uesto de percepciones sensoriales, recuerdos y
em ociones. C o m o bien sabemos, la experiencia no es constante
y puede ser extrem adam ente breve. Los estados conscientes son
transitorios, surgen y desaparecen sin cesar. O tra observación
de im portancia consiste en que el estado experiencial está siem ­
pre «corporeizado», es decir, inm erso en un cam po determina
do de sensación. D e hecho, la mayoría de los estados conscien­
tes parecen tener una sensación d om inante que im pregna toda
la experiencia.37
Kl m ecanism o neural específico propuesto por Varela para
la em ergencia de estados cxpericncialcs transitorios consiste en
un fenóm eno de resonancia conocid o co m o «bloqueo en fase*»,
en el que distintas regiones del cerebro se intcrconectan de tal
m odo que stis neuronas se activan sincrónicam ente. A través de
esta sincronización de la actividad neural, se constituyen «asam­
bleas de células resonantes» tem porales, que pueden estar for­
madas por circuitos neníales am pliam ente dispersos.
Según la hipótesis de Varela, cada experiencia consciente
está basada en una asamblea celular específica, en la que gran nú­
mero de actividades ncuralcs distintas -asociad as con la percep ­
ción sensorial, las em ociones, la m em oria, los m ovim ientos cor­
porales, e tcé te ra - se unifican en un co n ju n to , transitorio pero
coherente, de neuronas oscilantes. Tal vez el m ejor símil para ex­
plicar esos procesos ncuralcs sea la m ú sica.iK Se unifican varios
ruidos dispersos y surge la m elodía; cu and o ésta cesa, surge de
nuevo la cacofonía, basta que em erge otra m elodía en el siguien­
te m om ento de resonancia.
Varela ha aplicado este m odelo co n considerable detalle a
la exploración de la experiencia del tiem p o presente -te m a tra­
dicional en los estudios fen o m cn o ló g ico s-, y ha sugerido asi­
mism o exploraciones similares para otros aspectos de la expe-

79
riend a co n scie n te,'0 en tre los cuales se cuentan diversas m oda­
lidades de atención y sus correspondientes redes e itinerarios
neurales; la naturaleza de la voluntad, expresada en el inicio de
una acción volitiva; las correlaciones neuronales de las em ocio ­
nes, y las relaciones entre estado de ánim o, em oció n y razón.
Según Varela, el progreso en estos ám bitos de investigación de­
penderá, en gran m edida, de hasta que4 punto los científicos de
la cognición estén dispuestos a co n stitu ir una tradición sosteni­
da de exam en fen o m en o log ía).
Pasemos ahora a los procesos neu rales descritos en el m od e­
lo de G erald Edelm an y G iu lio l'ononi. Al igual que Francisco
Varela. estos autores subrayan que la experiencia con scien te está
altam ente integrada, y cada estado consciente com p rend e una
única «escena» que no puede ser fragmentada en com ponentes
independientes. Además, señalan qu e la experiencia consciente
está asim ism o altam ente diferenciada, en el sentido de que es
posible experim entar gran núm ero d e estados conscientes en un
tiem po muy breve. Am bas observaciones proporcionan dos cri­
terios para los procesos neurales subyacentes: tienen que estar
integrados y mostrar, al m ism o tiem po, una extraordinaria d ife­
renciación o com p lejidad .40
Para la rápida integración d e los procesos ncuralcs en d ife­
rentes áreas del cerebro, los autores proponen un m ecanism o
desarrollado teóricam ente por Hdclman en los o ch en ta, que ha
sido am pliam ente verificado por Edelm an, I oriioni y sus co la­
boradores en sim ulaciones a gran escala por m edio tic ordena­
dor. Lleva por nom bre «reentrada*», y consiste en intercam bios
con tin u os de señales en paralelo entre distintas áreas del cere­
bro y d en tro tic ellas.41 Estos procesos de señales paralelas tie­
nen aqu í el mism o papel que el bloqueo en fase en el m odelo
de V arela. D e hecho, del m ism o m odo que Varela habla de
asambleas celulares que se «adhieren» por m edio del bloq u eo en
fase, T o n io n i y Edelm an se refieren a la «vinculación» dinám ica
tle grupos tic células nerviosas a través del proceso de reentrada.
Según T o n io n i y Edelm an, la experiencia co n scien te surge
cuand o las actividades de diferentes áreas del cerebro se integran

80
durante breves instantes en el proceso de reentrada. Cada expe­
riencia consciente surge d e una agrupación funcional de neuro­
nas, y juntas constituyen un proceso neural unificado o «núcleo
dinám ico», térm ino elegido por los autores para transm itir a la
vez la idea de integración y de patrones de actividad en cam ­
bio constante. Subrayan que el núcleo d inám ico no es una «cosa»
ni una «localización», sino un proceso de interacciones neurales
variables.
Kl núcleo d inám ico puede cam biar de com p osición con el
tiem po, y un m ism o grupo de neuronas puede form ar en ocasio­
nes parte ríe un núcleo d inám ico y co n trib u ir activam ente a una
experiencia con scien te, y en otras no hacerlo y estar implicadas
en actividades inconscientes. Rs más, puesto que el núcleo diná­
m ico es una agrupación de neuronas fu n cio n alm cn tc integradas,
pero qu e no tienen por qué ser an atóm icam ente adyacentes, la
com posición del núcleo d inám ico puede trascender barreras
anatóm icas tradicionales. l*or últim o, se adm ite que la com p osi­
ción exacta riel núcleo d in ám ico asociado co n una determinada
experiencia consciente puede variar de un individuo a otro.
A pesar de las diferencias de detalle en las dinám icas que des­
criben, am bas hipótesis -asam bleas de células resonantes y nú­
cleos dinám icos - tienen, evidentem ente, m ucho en co m ú n . Am­
bas com parten la visión de la experiencia consciente com o una
propiedad em ergente de procesos transitorios de integración, o
sincronización, tic agrupaciones de neuronas am pliam ente distri­
buidas. Am bas ofrecen propuestas concretas y verificables para
las dinám icas especificas de esos procesos, y es muy probable que
puedan con d u cir en los próxim os años a avances significativos en
la form ulación de lina adecuada ciencia d e la consciencia.

IA D IM E N S IÓ N S O C IA L D E LA C O N S C IE N C IA

C o m o seres hum anos no sólo experim entam os los estados


integrados de la consciencia primaria, sino que tam bién pensa­
m os y reflexionam os, nos com unicam os por m edio del lenguaje

81
sim bólico, em itim os juicios de valor, tenem os creencias y ¡te­
m am os intencionad am ente guiados por nuestra consciencia de
nosotros m ism os y por la experiencia de nuestra libertad perso­
nal. C ualquier teoría futura de la consciencia tendrá qu e expli­
car có m o de unos procesos cognitivos com unes a la totalidad
de los organism os vivos surgen esas caiacteiísticas bien co n o ci­
das de la m ente hum ana.
( ¡orno ya he m encionado anteriorm ente, el «m undo inrer-
no» ile nuestra con scien cia reflexiva aparece en la evolución de
la m ano del lenguaje y de la realidad social/'2 lo cual significa
que la consciencia hum ana no es un fenóm eno ú nicam ente b io ­
lógico, sino tam bién social, Esta dim ensión social de la cons­
ciencia reflexiva es a m enudo ignorada por cien tífico s y filóso­
fos. C o m o señala el cien tífico de la cognición Rafael Nófiey., la
práctica totalidad de las teorías actuales de la co g n ició n asumen
im plícitam ente que cuerpo y m ente del individuo constituyen
la unión apropiada para el análisis.*' Esta tendencia se ha visto
reforzada por las nuevas tecnologías para el estudio de las fun ­
ciones cerebrales, que invitan a los científicos a analizar cerebros
aislados y desechar las continuas interacciones de esos cerebros con
otros cuerpos y otros cerebros en el seno de com unidades de or­
ganism os. Estos procesos interactivos son, sin em bargo, crucia­
les para la com prensión del nivel de abstracción cognitiva carac­
terístico de la consciencia reflexiva.
H u m berto M aturan a fue uno de los prim eros científicos en
establecer, de form a sistem ática, el vínculo en tre la biología de
la consciencia hum ana y el lenguaje/4 Lo hizo analizando este
ú ltim o m ediante un cuidadoso análisis tic la com u nicación ,
d entro del m arco de la teoría de Santiago. Según M aturana, la
co m u n icación no consiste en la transm isión de in form ación ,
sino más bien en la coord inación del co m p ortam iento entre o r­
ganism os vivos, a través del m utuo acoplam iento estructural.45
En esas interacciones recurrentes los organism os vivos cam bian
juntos gracias a su recíproca activación de cam bios estructura­
les. Esa coord inación m utua con stituye la característica clave de
la com u n icación en todos los organism os vivos, tengan sistema

82
nervioso o no, y se vuelve cada vez más sutil y com p leja a m e ­
dida qu e aum enta la com plejidad del sistema nervioso del orga­
nismo.
El lenguaje nace cuand o se alcanza un nivel de abstracción
en el que hay co m u n icación acerca de la com u nicación . En otras
palabras, cuando hay una coord inación d e las coordinaciones de
com p ortam iento. Por ejem plo (com o exp licó M aturana en un
sem inario), llamar a un taxi qu e está al o tro lado de la calle con
un gesto de la m ano, con lo que se consigue captar la atención
del taxista, ex una coord inación de com p ortam iento. Si luego
haces un círculo con el índice, para indicarle que dé la vuelta, eso
coordina la coord inación, y surge así el prim er nivel de co m u n i­
cación en el lenguaje. F;.l círcu lo se ha convertido en un sím bolo,
que representa tu imagen m ental de la trayectoria del taxi. Este
pequeño ejem plo ilustra un punto im portante: el lenguaje es un
sistem a de com u nicación sim bólica. Sus sím bolos -palabras,
gestos y otros sig n o s- sirven com o indicadores para la coordina
ció n lingüística de acciones, lo cual, a su vez, crea la noción de
o bjeto s, y, por consiguiente, esos sím bolos acaban asociándose
con nuestras imágenes m entales de esos objetos.
T a n pronto com o las palabras y los o bjetos son creados por
m edio tic la coord inación de las coord inaciones de co m p orta­
m iento, se convierten en la base de futuras coordinaciones, lo
cual crea una serie de niveles recurrentes de com u nicación lin­
güística.46 Al distinguir o b jeto s, cream os conceptos abstractos
para denotar sus propiedades y las relaciones entre ellos. Según
M aturana, los procesos de observación consisten, precisamente,
en estas distinciones de distinciones; luego aparece el observa­
dor cuando distinguim os entre observaciones, y, finalm ente,
surge la consciencia d e sí m ism o com o observación del observa­
dor cuand o utilizam os la noción de o b jeto y sus conceptos abs­
tractos asociados para describirnos a nosotros. N uestro ám bito
lingüístico se expande así hasta dar cabida a la consciencia refle­
xiva. En cada uno de esos niveles recurrentes se van creando
palabras y o bjetos cuya distinción oscurece luego las coordina­
ciones que coordinan.

83
M aturana subraya que el fen óm eno del lenguaje no o cu ­
rre en el tereb ro , sino en un flu jo co n tin u o de coord inaciones
de coordinaciones de co m p ortam ien to. T ien e lugar, según él,
«en el flujo de interacciones y relaciones im plícito en la vida
en com unidad».'47 (lo m o hum anos, existim os en el lenguaje y
tejem os co n tin u am en te la red lingüística en la que estam os in­
mersos, C oord inam os nuestro com p ortam ien to a través del len­
guaje. y ju n tos en él alum bram os nuestro m undo, «líl m undo
que todos ven», señalan M aturana y Varela. «no es el m undo,
sino un m undo que alum bram os ju n to con los dem ás.»4*1 Este
m undo hum ano incluye, ciertam ente, nuestro m undo interno
de pensam iento abstracto, conceptos, creencias, im ágenes m en ­
tales, ¡m enciones y consciencia de sí m ism o. F.n toda conversa­
ción hum ana nuestros conceptos e ideas, nuestras em ocion es y
nuestros m ovim ientos corporales quedan íntim am ente entrela­
zados en una com pleja coreografía de coordinación de co m p o r­
tam iento.

C O N V F R S A C :iO N F .S C O N C H IM P A N C E S

1.a teoría de la consciencia de M aturana establece una serie


de vínculos fundam entales entre autoconsciencia, pensam iento
conceptual y lenguaje sim bólico. Sobre la base de esta teoría, y en
el espíritu de la neurolenom eiiología. podem os ahora preguntar­
nos: ¿cuál cvs la ncurofisiología que subvace en la em ergencia del
lenguaje humano? ¿C óm o conseguim os, en nuestra evolución
hum ana, desarrollar esos extraordinarios niveles de abstracción
característicos de nuestro pensam iento y de nuestro lenguaje? I as
respuestas a estas preguntas distan m ucho todavía de ser d efin iti­
vas, pero en las dos últimas décadas ha habido algunos avances
capitales, que nos obligan a revisar numerosas presuposiciones
científicas y filosóficas largo tiem po m antenidas.
Varias décadas de investigación de la com u nicación con
chim pancés m ediante un lenguaje gestual, sugieren una forma
de pensar radicalm ente nueva acerca del lenguaje hum ano. El
psicólogo Roger Fouts, uno de los pioneros en ese cam po de
investigación, lia publicado un fascinante inform e sobre su in­
novador trabajo en su libro Next o f Kin.v) Fours no tan sólo
narra la fascínam e historia de sus experiencias personales en ex­
tensos diálogos entre hum anos y sim ios, sino que utiliza tam ­
bién las nuevas ideas fruto de esas experiencias para proponer
algunas estim ulantes especulaciones sobre los orígenes evoluti­
vos del lenguaje hum ano.
Investigaciones recientes sobre el A D N demuestran que
en tre hum anos y chim pancés media tan sólo un 1,6 por ciento
de diferencia genética. D e hecho, los chim pancés están más
em parentados con los hum anos que to n los gorilas o los oran
gutanes. C o m o explica Fouts: «N uestro esqueleto es una ver*
sión erguida del esqueleto del chim pancé; nuestro cerebro es
una versión ampliada del cerebro del chim pancé; nuestras ór­
ganos vocales son una innovación de los del chim pancé.»50 Por
añadidura, es bien sabido que gran parte del repertorio facial de
los chim pancés es parecido al nuestro.
La evidencia genética de que disponem os hoy día indica
claram ente que hum anos y chim pancés com parten un antepa­
sado com ú n del que los gorilas no participan. Si clasificam os a
los chim pancés com o grandes simios, tam bién nosotros debería­
mos clasificarnos así. D e hecho, cualquier categoría de simios
carece de sentido si no incluye a los hum anos. El Sm ithsonian
In stiló te ya ha m odificado, en consecuencia, su esquem a de
clasificación. F.n la ed ición rnás reciente de su publicación
Mamtnai Sptcies o fth e World los m iem bros de la gran familia
de los sim ios han sido trasladados a la fam ilia de los hom ínidos,
reservada anteriorm ente en exclusiva para los hum anos.51
La sim ilitu d entre hum anos y chim pancés no se reduce a la
anatom ía, sino que se extiend e a las características sociales y
culturales. Al igual qu e nosotros, los chim pancés son criaturas
sociales. C u an d o están en cautividad, lo qu e más los hace sufrir
es la soledad y el aburrim iento. F.n libertad disfrutan con los
cam bios, se alim entan de diferentes árboles frutales durante el
día, se hacen cada n o che un nuevo lecho y hacen vida social

8S
con oíros m iem bros d e su com u nid ad en sus periplos por la
selva.
Y, lo que es más, los antropólogos se quedaron pasmados
al descubrir que tam bién los chim pancés tienen diferentes cu l­
turas. D esde que Jane G oodall d escubrió a finales de los años
cincuenta qu e los chim pancés en libertad construyen y utili­
zan herram ientas, observaciones extensivas han dem ostrado
que las com unidades de chim pancés tienen sus propias cu ltu ­
ras cazadoras-recolcctoras, en las qu e los jóvenes aprenden de
sus madres nuevas habilidades m ediante una co m bin ació n de
im itación y guía.52 Algunos de los martillos y yunques que
utilizan para rom per nueces son idénticos a los de nuestros
antepasados hom ínidos. Al igual que entre éstos, tam bién el
estilo de fabricación de herram ientas difiere según las co m u n i­
dades de chim pancés.
Los antropólogos han docu m entado asim ism o un am plio
uso de plantas m edicinales entre los chim pancés. Algunos cien ­
tíficos opinan que podría haber varias docenas de culturas dis­
tintas de chim pancés repartidas por el territorio africano. P or si
lucra poco, los chim pancés cuidan los vínculos familiares, llo­
ran la m uerte de sus madres y adoptan a los huérfanos, luchan
por el poder y guerrean. Resum iendo, parece haber tanta sim i­
litud social y cultural en la evolución de hum anos y ch im p an ­
cés co m o la hay en sus anatom ías.
M uy bien. Pero ¿qué pasa entonces con la cog n ición y el
lenguaje? D urante m ucho tiem p o, los científicos d ieron por
sentado qu e la com u n icación de los chim pancés no tenía nada
que ver co n la de los hum anos, puesto que los gruñidos y los
chillidos de los primeros no se parecían en nada al habla de los
segundos. Sin em bargo, co m o argum enta elocu entem ente R o-
ger Pouts, estos científicos centraban su atención en un canal
de com u nicación equivocado.54 Cuidadosas observaciones de
chim pancés en libertad han dem ostrado que utilizan las manos
para m uchas otras cosas, además de fabricar herram ientas. Se
com u nican entre sí de iorm a nunca antes im aginada: gesticulan
para pedir com ida, buscar seguridad y dar ánim os. T ien en ges-

86
ios específicos para decir «Ven conm igo», «¿Puedo pasar?» o
«Bienvenido». Más sorprendentem ente aún, algunos d e estos
gestos difieren de una com unidad a otra.
lisas observaciones fueron espectacularm ente confirm adas
por los hallazgos de varios equipos de psicólogos que se dedica­
ron d urante años a criar a chim pancés en su casa igual qu e si
fueran niños y se com u nicaban con ellos m ediante el lenguaje
gestual estadounidense, el american sign Utngiuige (A SI.). Fouts
subraya que, para apreciar la im portancia de esta investigación,
es necesario recordar que el A SI. no es un sistema artificial in­
ventado para los suidos por personas dotadas de oído, sino que
existe desde hace más de cien to cincu enta años y tiene sus raí­
ces en varios lenguajes gestuales europeos, desarrollados por los
propios sordos a lo largo de los siglos.
Al igual que los lenguajes hablados, el A SL es sumamente
flexible. Sus elem entos constitutivos -configu raciones, posicio­
nes y m ovim ientos de las m a n o s- pueden ser com binados para
form ar un núm ero infinito de signos, equivalentes a las pala­
bras. El A SL tiene sus propias reglas para la organización de los
gestos en frases, con una gram ática com p leja e ingeniosa, muy
distinta de la de cualquier o tro lenguaje.^
Kn esos estudios cruzados con chim pancés las crías no fueron
tratadas co m o sujetos pasivos de laboratorio, sino com o primates
dotados de una |>oderosa necesidad de aprender y com unicarse.
Se esperaba de ellas no tan sólo que adquirieran un vocabulario y
una gram ática del A SI. rudim entarios, sino tam bién que utiliza­
ran ese lenguaje para form ular preguntas, com entar sus propias
experiencias c iniciar conversaciones. En otras palabras, los cien ­
tíficos aspiraban a establecer una genuina com unicación mutua
con los sim ios. Y eso es lo que sucedió.
E l prim ero y más fam oso «hijo adoptivo» de Roger Fouts
fue una joven chim pancé llamada W ashoc, q u e a los cuatro
años de edad utilizaba el A SI. al nivel de un niño de tíos o tres
años. C o m o cualquier correpasillos hum ano, W ash oc saludaba
a m enudo a sus «padres» co n una retahila de mensajes -« R o g e r
date prisa», «V en, abraza», «D am e com ida», «D am e ropa», «Sa­

87
lir por favor»» «Abro puerta»-, y, co m o cualquier niña pequeña,
hablaba con .sus juguetes y sus m uñecas, e incluso consigo mis­
ma. Según Fouts: «1.a espontánea “charla manual ' de W ashoe
constituía la prueba más evidente d e que em pleaba el lenguaje
del mism o m odo que cualquier niño [...] El m odo co m o utiliza­
ba sus m anos, igual que lo liaría cualquier n iño sordo sociable,
en ocasiones en las más inesperadas circunstancias, hizo que
más de un escéptico tuviera que reconsiderar sus arraigadas pre­
suposiciones de que los anim ales no pueden pensar ni hablar.»**
C.uando W ashoe se convirtió en un sim io adulto, enseñó
tam bién a su hijo adoptivo a com unicarse por senas, y más tar­
de, cuando am bos convivieron con otros tres chim pancés de
edades diversas, form aron una familia com p leja y cohesionada,
en la que el A SI. floreció de form a natural. R oger fo u ts y su es­
posa y colaboradora, Oeborah I larris fo u ts , grabaron en vídeo
muchas horas de animadas conversaciones en tre chim pancés.
Esas cintas m uestran a los m iem bros de la familia de W ashoe
com unicándose alegrem ente por señas m ientras com parten una
manta, juegan, desayunan o .se preparan para dorm ir. Según
Fouts: «<l.os chim pancés se com u nicaban por señas incluso en
medio de riñas fam iliares en las que todos gritaban, lo cual era
la prueba más c lara de que el lenguaje gestual se había conver­
tido en parte integrante de su vida m ental y em ocional.» fo u ts
com enta tam bién que las conversaciones de los chim pancés eran
tan claras, qu e expertos en A SE independientes estuvieron de
acuerdo, nueve de cada diez veces, en el significado de esas c o n ­
versaciones film adas .'%

ION OKlt.l MI S DVl I ENliUAJF HUMANO

I/Sos diálogos, sin precedentes, entre hum anos y ch im p an ­


cés han abierto cam inos que nadie hubiera podido im aginar
para la com prensión de las capacidades cognitivas de los ch im ­
pancés: esos cam inos, además, han arrojado nueva luz sobre los
orígenes del lenguaje hum ano. C o m o docum enta Fouts con

88
sum o detalle» su trabajo coi» chim pancés a lo largo de varias dé­
cadas ha dem ostrado c|uc estos pueden utiliza» sím bolos abs­
tractos y m etáforas, tienen cierta com prensión de las clasifica­
ciones y com prenden una gram ática sim ple. T am bién pueden
usar sintaxis - e s decir, com binar señas de tal modo que se
transm ita un significado— y form ar nuevas com binaciones de
gestos para inventarse palabras.
Estos sorprendentes descubrim ientos llevaron a Koger
l'outs a revivir una teoría del lenguaje propuesta por el antro­
pólogo G ord on Hewes a principios de los setenta.5'' Hewcs
propuso que los prim eros hom ínidos se com unicaban co n las
manos y desarrollaron m ovim ientos manuales cada vez más
precisos, tanto para el lenguaje gestual co m o para fabricar he­
rram ientas. El habla habría evolucionado más adelante, a partir
de la capacidad para la «sintaxis», qu e perm ite seguir secuencias
de configuraciones muy com plejas en la confección de herra­
m ientas, en la gesticulación y en la form ación de palabras.
Estas ideas presentan im plicaciones muy interesantes para
la com prensión de la tecnología. Si el lenguaje procede de las
señas y éstas evolucionaron al m ism o tiem p o que la confección
de herram ientas (la form a más sim ple de tecnología), cabría su­
poner que la tecnología es parte esencial tic la naturaleza hum a­
na, inseparable de la evolución del lenguaje y la consciencia.
E llo significaría que, desde los m ism os albores de nuestra es­
pecie, naturaleza hum ana y tecnología han estado indisoluble­
m ente unidas.
Por supuesto, la idea de que el lenguaje podría haberse ori­
ginado en los gestos no es nueva. D urante siglos la gente ha o b ­
servado que los bebés gesticulan m ucho antes de com enzar a
hablar, así co m o que los gestos constituyen un m edio universal
de co m u n icación , al qu e siem pre pueden recurrir las personas
qu e no hablan un m ism o idiom a. El problem a cien tífico co n ­
sistía en com prender có m o pudo el habla evolucionar física­
m ente partiendo de los gestos. ¿C óm o consiguieron nuestros
antepasados hom ínidos superai el abism o entre gestos con las
manos y torrentes de palabras con la boca?

89
Este enigm a fue resuelto por la neuróloga D oreen Kimura
cuando descubrió que el habla y los m ovim ientos manuales
precisos parecen estai controlados por una m ism a región m o ­
triz del cerebro.58 C u an d o Fouts supo del descubrim iento de
Kim ura, se percató de qu e, en cierro sentido, el lenguaje gesrual
y el hablado son otras tantas modalidades de gesto. E n sus pro­
pias palabras: «El lenguaje por señas utiliza gestos de las manos,
y el lenguaje hablado usa gestos con la lengua. Esta ejecuta m o­
vim ientos precisos y se detiene en lugares específicos de la boca
para em itir determ inados sonidos, m ientras que las manos y los
dedos se detienen en lugares específicos del cuerpo para produ­
cir señas.»5y
Esta constatación perm itió a Fouts form ular su teoría bási­
ca del origen evolutivo del lenguaje hablado. N uestros antepa­
sados hom ínidos debieron com unicarse con gestos de las m a­
nos, com o sus prim os sim ios. Una vez qu e com enzaron a andar
erguidos, sus m anos quedaron libres para desarrollar gestos más
com p lejos y perfeccionados. C on el tiem po, su gram ática ges-
tual se fue haciendo cada vez más com plicad a, y los gestos, por
su parre, evolucionaron desde m ovim ientos groseros a otros
más precisos. A la larga, los m ovim ientos precisos de las m anos
habrían dado lugar a m ovim ientos precisos de la lengua, y, de
este m odo, la evolución de los gestos habría dado dos im por­
tantes dividendos: la capacidad de fabricar m ejores herram ien­
tas y la de em itir sonidos vocales más com p lejos.6"
Esta teoría quedó espectacularm ente confirm ada cuando
Roger Fouts com enzó a trabajar con niños auristas.61 Su traba­
jo con los chim pancés y el lenguaje por señas le había hecho
darse cuenta de que, cuand o los m édicos dicen que los niños
amistas tienen «problemas de lenguaje», quieren decir, en reali­
dad. que los tienen con el lenguaje hablado. D e m od o que in ­
trodujo el lenguaje por señas com o canal lingüístico alternati­
vo, del m ism o m od o que había hecho con los chim pancés. I ras
un par de meses de practicar con las señas, los niños amistas
rom pieron su aislam iento y su co m p ortam iento cam bió de-
m odo increíble.

90
M ás extraordinario aún, y en principio totalm ente inespe­
rado, 1ue el hecho de que esos niños auristas com enzaran a ha­
blar tras varias semanas de com unicarse por señas. Al parecer, el
lenguaje por señas había activado su capacidad para el habla. 1j
habilidad necesaria para realizar señas precisas pudo ser transfe­
rida a la capacidad de articular sonidos porque, com o hemos
visto, am bas están controladas por las mismas estructuras cere­
brales. «Es posible que, en cuestión d e semanas», dice Fouts,
«esos niños hubieran recorrido el cam in o evolutivo de nuestros
antepasados, un viaje de seis millones de años que los condujo
de los gestos sim iescos al habla hum ana m oderna.*w
Fouts especula qu e los hum anos com enzaron a pasar al ha­
bla hace unos doscientos mil años, co n la evolución de lo que
se co n o ce com o «formas arcaicas» de Homo sapiens. Esa época
coincide co n las primeras elaboraciones d e herram ientas de pie­
dra especializadas, lo que requería una habilidad manual consi­
derable. Probablem ente, los prim itivos hum anos que produje­
ron esas herram ientas poseían ya los m ecanism os neurales que
los capacitarían para anicu lar palabras.
La introd ucción de los sonidos articulados en la com unica­
ción de nuestros antepasados les acarreó ventajas inmediatas.
Q u ien es podían com unicarse con la voz podían seguir hacién­
dolo aunque tuvieran las m anos ocupadas, o aunque el interlo­
cu to r no estuviera de frente. C o n el tiem p o, esas ventajas evolu­
tivas acabarían por estim ular los cam bios anatóm icos necesarios
para el habla plenam ente desarrollada. A lo largo de decenas de
m illares de años, a medida que evolucionaban sus órganos voca­
les, los hum anos siguieron com u nicánd ose m ediante com bina­
ciones de gestos precisos y sonidos hasta que llegó el m om ento
en que el lenguaje hablado superó a las señas y se convirtió en la
m odalidad d om inante de com u nicación hum ana. Sin em bargo,
aún utilizam os gestos cuando el lenguaje hablado no nos sirve o
no nos basta. «El gesto, la form a más antigua de com unicación
de nuestra especie»', señala Fours, «sigue funcionando co m o "se­
gundo lenguaje” de todas las culturas.»63

91
I A E N C A R N A C I Ó N 1)1 I.A M E N T I.

Asi pues, según Roger l'ouis, el lenguaje estaba inicialm ente


lim itado a los gestos, a pan ir de los cuales fue evolucionando
ju n to con la consciencia hum ana, Esta teoría concuerda co n el
reciente descubrim iento realizado por científicos de la cog ni­
ción de c|uc el pensam iento conceptual, en su totalidad, está en ­
carnado físicam ente en el cuerpo y el cerebro.
C uand o los científicos de la cognición dicen que la m ente
está encarnada, quieren decir m u cho más que el hecho evidente
de que, para pensar, necesitam os un cerebro. Estudios recientes
en el nuevo cam po de la lingüística cognitiva indican de m odo
concluyem e que la razón hum ana no trasciende el cuerpo,
com o ha sostenido buena parte de la filosofía occidental, sino
que está decisivam ente conform ada por nuestra naturaleza físi­
ca v nuestra experiencia corporal. E ste es el sentido en que se
encam a la m ente. 1.a estructura intrínseca de la razón surge de
nuestro cuerpo y de nuestro cerebro/’4
l as evidencias de esa encarnación de la m ente, así com o las
profundas im plicaciones d e sem ejante co n cep to , están lúcida­
m ente presentadas pot ( ¡eorge L a k o ffy M ark Jo h n so n , dos des­
tacados lingüistas de la cogn ición, en su libro titulado Philosophy
in thc h'lesh.(A Esas evidencias se basan, ante todo, en el descubri­
m ien to de que la m ayor parte de nuestro pensam iento es incons­
ciente y opera a un nivel inaccesible a la percepción consciente
ordinaria. Este «inconsciente cognitivo» incluye no tan sólo
nuestras operaciones cognitivas autom áticas, sin o tam bién nues­
tro co n o cim ien to tácito y nuestras creencias. Sin qu e nos demos
cuenta de ello, el inconsciente cognitivo moldea y estructura
nuestro pensam iento consciente. E ste se ha convertid o en un
im portante cam po de estudio en la cien cia de la cog n ición, lo
que ha cond u cid o a la aparición de ideas radicalm ente nuevas
acerca del m od o c o m o se form an los concep tos y los procesos de
pensam iento.
En el m o m en to presente, la ncurofisiología detallada de la
form ación de co n cep to s abstractos todavía no está clara. N o obs-

92
ranee, los científicos de la cognición lian com enzado a com pren­
der un aspecto crucial de ese proceso. Kn palabras de Lakoif y
Joh n son : '«Los m ism os m ecanism os ncuralcs y cognitivos que
nos perm iten percibir y desenvolvernos crean nuestras estructu­
ras conceptuales y nuestras m odalidades de razonam iento.»60
K ma nueva com prensión del pensam iento hum ano com en­
zó en los ochenta, co n varios estudios sobre la naturaleza de las
categorías conceptuales.67 El proceso de clasificar una serie de
experiencias es parte fundam ental de la cognición, a cualquier
nivel de vida. Los m icroorganism os clasifican los elementos
qu ím icos en alim ento y no alim ento, entre aquello hacia lo que
hay que moverse o hacia lo que no vale la pena hacerlo. D e for­
ma parecida, los animales clasifican alim entos, sonidos que sig­
nifican peligro, m iem bros de su m ism a especie, señales sexua­
les, etcétera. C o m o dirían M aturana y Varela, el organismo
vivo alum bra un m undo estableciendo distinciones.
El m odo co m o clasifican los organism os depende de su apa­
rato sensorial y su sistema loco m oto r, es d ecir, de sus caracterís­
ticas corporales. Eso es cierto no tan sólo para los animales, las
plantas y los m icroorganism os, sino tam bién para los seres hu­
manos, co m o recientem ente han d escubierto los científicos de la
cognición. A unque algunas de nuestras categorías sean el resulta­
do del razonam iento consciente, en su mayor parte se form an de
manera au tom ática e inconsciente, co m o resultado de la natura­
leza específica de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro.
Eso e.s algo que se puede ilustrar fácilm ente con el ejem plo
de los colores. Estudios extensivos sobre la percepción crom áti­
ca, realizados a lo largo de varias décadas, han dejado fuera de
duda qu e, con independencia del proceso tic percepción, en el
m undo exterior no hay colores. N uestra experiencia crom ática
es creada por las longitudes de onda de la luz reflejada, en inte­
racción co n los con os de nuestra retina y con el circuito nervio­
so conectad o a ellos. l) c hecho, estudios pormenorizados han
dem ostrado qu e toda la estructura de nuestras categorías de co ­
lores (cantidad de colores, m atices, etcétera) surge de nuestras
estructuras neurales.68

93
M ientras que las categorías crom áticas se basan en nuestra
neurofisiología, otras clases de categorías se form an sobre la
base de nuestra experiencia corporal. Esto es particularm ente
im portante para las relaciones espaciales, que se cuentan entre
nuestras categorías más fundamentales. C o m o explican Lakoff
y Jo h n so n , cuando percibim os «un gato delante de un árbol»*,
esta relación espacial no existe objetivam ente en el m undo, sino
que es una proyección de nuestra experiencia corporal. T e n e ­
mos un cuerpo con un delante y un detrás, distinción que pro­
yectam os a los dem ás objetos. Así pues, «nuestro cuerpo define
una serie de relaciones espaciales fundam entales, que utilizam os
no tan sólo para orientarnos, sino tam bién para percibir la rela­
ción entre diversos objetos».6'*
C o m o seres hum anos no tan sólo clasificam os las varieda­
des de nuestra experiencia, sino que utilizamos tam bién co n ­
ceptos abstractos para caracterizar nuestras experiencias y razo­
nar sobre ellas. Al nivel de la cogn ición hum ana las categorías
son siem pre conceptuales, inseparables de sus correspondientes
conceptos abstractos, y, puesto que nuestras categorías surgen
de nuestras estructuras ncuralcs y de nuestra experiencia corpo­
ral, de ellas surgen tam bién nuestros conceptos abstractos.
Algunos de nuestros conceptos encarnados físicam ente
constituyen tam bién la base de determ inadas form as de razonar,
lo cual significa que el m odo co m o pensamos tiene tam bién su
encarnación física. Por ejem plo, al distinguir entre «fuera»* y
«dentro», tendem os a visualizar esta relación espacial en térm i­
nos de un co n tin en te con un interior, un perím etro y un exte­
rior. lista im agen m ental, basada en nuestro cuerpo co m o co n te­
nedor, se convierte en la base d e cierta clase d e razonam iento.70
Supongam os que colocam os una copa dentro de un bol y una
cereza d entro de la copa. Sabríam os de inm ediato, sim plem ente
m irando, qu e la cereza, puesto qu e está dentro de la copa, está
tam bién d entro del bol.
Esta inferencia corresponde a un argum ento o «silogismo»
bien co n o cid o en la lógica clásica aristotélica. En su expresión
más con ocid a, es co m o sigue: «T od os los hom bres son m orta­

94
les. Sócrates es hom bre, l.ucgo Sócrates es morral.» El argu­
m ento parece concluyente, puesto que, com o la cereza de nues­
tro ejem plo, Sócrates está dentro del «contenedor» (categoría)
tic los hom bres y éstos están dentro del «contenedor» (catego­
ría) de los mortales, Proyectam os la imagen m ental de los con­
tenedores hacia categorías abstractas, y luego utilizamos nuestra
experiencia corporal para razonar sobre ellas.
En otras palabras, el silogismo aristotélico clásico no es una
forma de razonam iento sin sustrato físico, sino que surge de
nuestra experiencia corporal. LakoíF y Johnson argumentan
que eso es igualm ente cierto para m uchas otras formas de razo­
nam iento. Las estructuras de nuestros cerebros y «le nuestros
cuerpos determ inan los conceptos qu e podem os crear y la clase
de razonam ientos en los que nos podemos im plicar.
C uando proyectam os la im agen mental de un contenedor
en el co n cep to abstracto de una categoría, la utilizamos com o
m etáfora. E ste proceso de proyección m etafórica constituye un
elem en to crucial en la form ación de pensam iento abstracto. L1
descubrim iento de que la mayor parte del pensam iento hum a­
no es m etafórico ha constitu id o uno de los mayores avances de
la ciencia de la co g n ició n .71 Las m etáforas nos perm iten exten­
der nuestros conceptos básicam ente corporales a ám bitos teóri­
cos abstractos. C uando decim os «N o consigo captar esa idea»,
o «Se m e ha ido de la cabeza», usamos nuestra experiencia física
de captar un o bjeto para razonar sobre la com prensión «le una
idea. D el m ism o m odo, cuand o hablam os de un «caluroso reci­
bim iento» o de un «gran día», proyectam os experiencias senso­
riales y corporales a ám bitos abstractos.
Acabam os de ver algunos ejem plos de metáforas primarias,
los elem entos fundam entales del pensam iento m etafórico. Los
lingüistas de la cognición especulan que adquirim os nuestras
m etáforas primarias, de form a autom ática c inconsciente, en la
prim era infancia.77 Para la mayoría de los niños la experiencia
del afecto va rípicam enre asociada con la del calor que propor­
ciona ser tenido en brazos. Se construyen así asociaciones en­
tre am bos dom inios de experiencia y se establecen las corres­

95
pondientes conexiones entre redes ncuralcs. lin años posterio­
res. esas asociaciones siguen presentes com o m etáforas y habla­
mos de una «cálida sonrisa» o una «calurosa amistad».
N uestro pensam iento y nuestro lenguaje contienen cen te­
nares de m etáforas prim arias, la mayoría de las cuales utiliza­
mos sin ser consc ientes de ello. Puesto que se originaron en ex­
periencias corporales fundam entales, tienden a ser iguales en
todos los idiomas. En nuestros procesos de pensam iento abs­
tracto com binam os metáforas prim arias co n otras más co m p le­
jas, lo cual nos perm ite em plear un rico im aginario e ingeniosas
estructuras conceptuales para reflexionar sobre nuestra expe­
riencia. Por ejem plo, pensar en la vida com o un viaje nos per­
m ite utilizar nuestros am plios conocim ien tos de viajes m ientras
reflexionam os sobre có m o llevar una vida dirigida a conseguir
los fines que nos p rop on em os.7'

IA N A T U R A L E Z A H U M A N A

D u ran te las dos últim as décadas del siglo X X los científicos


de la cogn ición realizaron tres descubrim ientos capitales, l os
resumen así Lakoff y Joh n so n : «La m ente está inherentem ente
encarnada en el cuerpo. I I pensam iento es en su mayor parte
inconsciente. L>s co n cep to s abstractos son en gran medida m e
la f ó r ic o s V C uand o estas ideas se aceptan am pliam ente y se
integran en una teoría coherente de la cog n ición hum ana, o b li­
gan a reexaminar m uchos d e los principales axiom as de la filo­
sofía occid ental a la luz de la ciencia cognitiva.
El argum ento principal consiste en que la filosofía debería
poder responder a la necesidad hum ana fundam ental de c o n o ­
cernos, de saber «quiénes som os, có m o experim entam os el
m undo y có m o deberíam os vivir». C o n o cern o s incluye com -
prender có m o pensarnos y cóm o expresamos esos pensam ientos
m ediante el lenguaje, y es precisam ente ahí donde la ciencia de
la cogn ición puede aportar contribu ciones im portantes a la fi­
losofía. «Puesto qu e tod o cuanto pensam os y decim os depende

96
del fu ncionam iento de nuestras m entes encarnadas», argum en­
tan Johnson y l aludí, «la ciencia de la cognición constituye
uno de nuestros recursos más profundos para el autoconoci-
iniento.»75
I .os autores se plantean un diálogo entre filosofía y ciencia
cognitiva, en el que ambas disciplinas se com plem entan y se
enriquecen m utuam ente. Los científicos necesitan de la filoso­
fía para com prender hasta qu é punto las presuposiciones filo­
sóficas ocultas influyen en sus teorías. C o m o nos recuerda John
Searlc: «111 coste de despreciar la filosofía consiste en com eter
errores filosóficos.»76 L.os filósofos, por su parle. 110 pueden
proponer teorías serias sobre la naturaleza del lenguaje, de la
m ente y de la consciencia, a m enos qu e tengan en cuenta los
notables avances recientes en la com prensión de la cognición
hum ana.
En mi o p in ió n , la principal aportación de esos avances ha
sido la gradual, pero firm e, superación de la división cartesiana
entre m ente y materia, que ha em pobrecid o a la ciencia y la fi­
losofía d e O ccid en te durante más de trescientos años. La teoría
ele Santiago de la cognición ha dem ostrado que, en cualquier
nivel de vida, m ente y m ateria, proceso y estructura, están inse­
parablem ente conectados.
Investigaciones recientes en ciencia de la cogn ición han
confirm ado y m ejorado este punto de vista al dem ostrar cómo
evolucionó el proceso de cognición, ju n to con las coi respondien­
tes estructuras biológicas, hacia form as de creciente com pleji­
dad. Al desarrollarse la capacidad para controlar movimientos
precisos de las m anos y de la lengua pudieron evolucionar en los
prim eros hum anos el lenguaje, la consciencia reflexiva y el pen­
sam iento conceptual, com o parte de procesos de com unicación
cada vez más com plejos.
Son todas ellas m anifestaciones del proceso de cognición, y
en cada nuevo nivel im plican a sus correspondientes estructuras
corporales v neurales. C o m o dem uestran los resultados de las
más recientes investigaciones en lingüística de la cognición , la
m ente hum ana, incluso en sus m anifestaciones más abstractas,

V7
no está separada del cu erpo, sino que surge de él y esrá con
mada por él.
La visión unificada pos cartesiana de la m ente, la mater
la vida im plica, asim ism o, una radical recvaluación de la r
ción entre hum anos y anim ales. En la m ayor parte de la file
fía occidental la capacidad de razonam iento lia sido considi
da un atribu to exclusivam ente hum ano, que nos distinguía
los anim ales. Los estudios sobre com u nicación realizados i
chim pancés han dem ostrado lo erróneo de esa creencia
modo más espectacular al dejar bien claro que las vidas cogí
vas y em ocionales de los anim ales y de los hum anos dific
tan sólo en grado y que la vida es un gran co n tin u o en el
las diferencias entre especies son graduales y evolutivas. Los
güistas de la cognición han confirm ado plenam ente esta noc
de la naturaleza hum ana. En palabras de L a k o ff y Johns
••Más que trascenderla, la razón, incluso en su forma más £
tracta, utiliza nuestra naturaleza anim al. La razón no es,
consiguiente, una esencia que nos separe de los demás anii
les, sin o que nos sitúa en un co n tin u o con ellos.»77

LA D IM E N S IO N E S P IR IT U A L

E l escenario de la evolución de la vida que hem os anal


do en las páginas precedentes com ienza con la form ación de
primeras burbujas constituidas por m em branas en los océa
prim igenios. Esas gotitas dim inutas se form aron espontár
m ente en un entorno adecuado de agua jabonosa, siguiendo
leyes fundam entales d e la física y de la quím ica. U na vez fon
das, com enzó a desarrollarse en su espacio in terno una com p
red qu ím ica, que les proporcionó el potencial para crecer y c
lucionar hacia estructuras aurorreplicantcs, m u ch o más com|
jas. C uan d o entraron en juego los catalizadores, la com plcjii
molecular se increm entó rápidam ente, y, con el tiem p o, sui
la vida a partir de esas protocélulas m ediante la evolución de
proteínas, de los ácidos nucleicos y del código genético.

98
T o d o ello hizo que surgiera un antepasado universal - la
prim era célula b acterian a-, del cual descendería toda la subsi­
guiente vida sobre el planeta. I.os descendientes de las prim e­
ras células vivas se expandieron por la Tierra hasta tejer una
red bacteriana planetaria y ocupar gradualm ente todos los n i­
chos ecológicos. Impulsada por la creatividad inherente a todo
sistem a vivo, esta red planetaria de vida se expandió por m e­
dio de m utaciones, intercam bio de genes y sim biosis produ­
cien d o formas de vida de com plejidad y diversidad siempre
crecientes.
Kn este m ajestuoso despliegue de la vida, todos los orga­
nism os respondían co n tin u am en te con cam bios estructurales a
las influencias del en to n to , y lo hacían de form a autónom a
según sus respectivas naturalezas. Desde los albores de la vida
las interacciones de esos organism os vivos, tanto entre si com o
co n el m edio n o vivo, fueron interacciones cognitivas. A m edi­
da qu e sus estructuras iban creciendo en com plejidad, lo hacían
tam bién sus procesos cognirivos, lo qu e acabaría por conducir
a la percepción consciente, el lenguaje y el pensam iento c o n ­
ceptual.
Al contem plar este escenario desde la form ación de vesí­
culas grasas hasta la em ergencia de la c o n sc ie n cia - podría pare­
cer que en la vida no hay más que m oléculas, por lo qu e surgen
de form a natural estas preguntas: ¿Y q u é hay de la dim ensión
espiritual de la vida? jQ u e d a espacio para el espíritu hum ano
en esa nueva visión?
El concep to de que, en última instancia, la vida no es más
qu e una cuestión de m oléculas es propuesto a m enudo por los
biólogos moleculares. Kn mi op in ió n , es im portante señalar
qu e se trata de una perspectiva peligrosam ente reduccionista.
La nueva com prensión de la vida es sisrém ica, lo cual significa
qu e se basa no tan sólo en el análisis de las estructuras m olecu­
lares, sino tam bién en el de los patrones de relación entre esas
estructuras y los procesos específicos subyacentes en su form a­
ció n . C o m o hem os visto, la característica definitoria de un sis­
tem a vivo no consiste en la presencia de determ inadas m acro-
m oléculas, sino en la existencia de una red autogenética de pro­
cesos nietabólicos.78
lo s procesos de la vida incluyen, ante todo, la em ergencia
espontánea de nuevo orden, característica que constituye la
base de la creatividad inherente a cualquier form a de vida, Es
más, los procesos vitales están vinculados con la dim ensión
cognitiva de la vida, y el surgim iento de nuevo orden incluye la
em ergencia del lenguaje y de la consciencia,
¿D ónde encaja el espíritu hum ano en este escenario? Para
responder a esta pregunra es necesario revisar antes el significa­
do original de la palabra «espíritu», ( o r n o ya hem os visto, el la­
tín spiritus significa «soplo, aliento», co m o sucede con anima ,
con el griego psyché y el sánscrito al man.79 I I sentido corriente
de estos térm inos clave nos indica qu e, en num erosas tradicio­
nes filosóficas y religiosas antiguas, tam o de O rien te co m o de
O ccid en te, el significado original de la palabra «espíritu» no es
o tro que el tic «soplo de vida».
Puesto que la respiración constituye, sin duda, un aspecto
fundam ental del m etabolism o de toda form a de vida, a excep­
ción de las más sim ples, «soplo de vida» parece la m etáfora per­
fecta para la red de procesos nietabólicos qu e constituye la ca­
racterística defm iioria d e los seres vivientes. El espíritu -e l
soplo de v id a- es lo qu e tenem os en com ú n co n todos los seres
vivos. Nos nutre y nos m antiene vivos.
I.a espiritualidad, o vida espiritual, es considerada a m enu­
do una manera de ser que nace de una determ inada experiencia
prohm d.i de la realidad, conocida co m o experiencia «mística»,
«religiosa» o «espiritual». 1.a literatura de todas las religiones del
m undo abunda en descripciones de dicha experiencia, las cuales
tienden a estar de acuerdo en que se trata de una experiencia di­
recta y no intelectual de la realidad, co n algunas características
básicas independientes del co n texto cultural e histórico. Un
breve ensayo de D avid Steindl-R ast, m o n je bened ictino, psicó­
logo y escritor, titulado «Spiriruality as C o m in o n Sen se», con s­
tituye una de las descripciones contem poráneas más bellas de la
espiritualidad que.se pueden encontrar.8"

100
Partiendo del significado original de espíritu com o soplo de
vida, el herm ano David describe la experiencia espiritual co­
mo m om entos de exaltación de la sensación de estar vivo. Nues­
tros m om entos espirituales son los m om entos en los que nos
sentim os más intensam ente vivos, lista intensa sensación de es­
tar vivos, experim entada en lo que el psicólogo hum anista Ahra-
ham M aslow d enom inó «experiencias cum bre», im plica no sólo
al cuerpo, sino tam bién a la m ente. Los budistas designan esta
percepción m ental exacerbada con el térm ino «ilum inación», y
subrayan, lo cual es muy interesante, qu e esa ilum inación está
profundam ente enraizada en el cuerpo, l a espiritualidad, pues,
tiene siem pre un sustrato corporal. En palabras del hermano
D avid, experim entam os nuestro espíritu co m o «la totalidad de­
m ente y cuerpo».
Resulta evidente que esta n oción de espiritualidad es co n ­
sistente con la de m ente encarnada físicam ente, desarrollada en
la actualidad por la ciencia de la cog n ición. La experiencia es­
piritual es una experiencia tle absoluta unidad de la m ente y el
cuerpo. Y, lo que es más, esta experiencia de unidad trasciende
no sólo la separación entre m ente y cuerpo, sino tam bién la que
hay entre yo y m undo. E n los m om entos espirituales la percep­
ció n fundam ental consiste en una profunda sensación de unidad
con todo, un sentido de pertenencia al universo com o un todo.81
Esta sensación de unidad co n el m undo natural queda pie
mámente confirm ada por la nueva visión científica de la vida. Al
com prend er có m o se hunden las raíces de la vida en la física y la
quím ica básicas, cóm o se inició el desarrollo de la com plejidad
m ucho antes de la form ación de las primeras células vivas y
cóm o ha ido evolucionando la vida d urante miles de m illones de
años sirviéndose de los mism os patrones y procesos, nos damos
cuenta de cuán inmersos estamos en la tram a de la vida.
Al m irar al m undo que nos rodea, nos percatam os de que
no hem os sido arrojados al caos y la aleatoriedad, sino qu e hu ­
mam os parte de un orden superior, de la gran sinfonía de la
vida. C ada m olécula de nuestro cuerpo ha form ado am es parte
de otros cuerpos -v iv o s o n o - y volverá a hacerlo en el futuro.

101
En este sentido, nuestro cuerpo nunca m orirá, sino qu e vivirá
una y otra vez porque la vida sigue. ( ’on el resto del m undo vivo
no com p artim os ú nicam ente las moléculas de la vida, sino tam ­
bién sus principios básicos de organización. Y puesto que nues­
tra m ente tam bién está encarnada físicam ente, nuestros co n cep ­
tos y nuestras m etáforas se hallan tan inmersos en la trama de la
vida co m o nuestros cuerpos y nuestros cerebros. Pertenecem os
al universo, él es nuestro hogar, y este sentim iento tic pertenen­
cia puede conferir a nuestra vida un profundo sentido.

102
3. LA REA LID A D SOCIAL.

En ¡he Web oj Life presenté una .síntesis cíe las teorías re­
cientes sobre sistem as vivos que incluía nociones de dinám ica
no lineal o «teoría de la complejidad*», co m o popularm ente se
la co n o ce .1 En los dos capítulos precedentes he sentado las ba­
ses para una revisión de esa síntesis, así co m o para ampliarla al
ám bito social, l al co m o m anifiesto en el prefacio, mi objetivo
consiste en desarrollar un m arco unificado y sistém ico para la
com prensión de los fenóm enos biológicos y sociales.

T R I iS P E R S P E C T IV A S D E U V ID A

La aludida síntesis se basa en la distinción entre dos puntos


de vista acerca de la naturaleza de los sistemas vivos, que denom i­
no «perspectiva de patrón» y «perspectiva de estructura», así
com o en la integración de ambas en una tercera, que denomino
«perspectiva de proceso». M ás específicam ente, defino el patrón
(U organización de un sistema vivo co m o la configuración de las
relaciones entre sus com ponentes, la cual determ ina sus caracte­
rísticas esenciales; la estructura del sistema com o la encarnación
física de su patrón de organización, y el proceso vital com o el pro­
ceso continuo de esa encarnación.
O p to por los térm inos «parrón de organización» y «estructu­
ra*» para seguir m anteniend o el lenguaje usual en las teorías que

103
lorm an parte tle mi .síntesis.- Sin em bargo, habida cuenta d e q u e
la d efin ición de «estructura» en las ciencias sociales difiere n o ta­
blem ente tle la que tiene en las ciencias nal orales, m odificaré mi
term inología y utilizaré los conceptos más generales de Jhrnut y
materia para adaptarme a diferentes usos del térm ino «estructu­
ra». I'n esta term inología de carácter más general las tres pers­
pectivas de la naturaleza de los sistemas vivos antes m encionadas
corresponden al estudio de la 05687324
' ' , de organización),
tle la m ateria (o estructura m aterial) y del proceso.
Al estudiar los sistem as vivos desde la perspectiva tle la for­
ma, descubrim os que sus patrones de organización son los tle
una red autogenética. D esde la perspectiva de la m ateria, la es­
tructura material de un sistem a vivo es una estructura disipati-
va, es decir, un sistema abierto que opera lejos del equilibrio.
F inalm en te, desde la perspectiva del proceso, los sistemas vivos
son sistem as cognitivos, en los que el proceso de cog n ición está
íntim am ente ligado al patrón tle autopoiesis. Esta es, de itnm a
m uy resumida, m i síntesis de la nueva com prensión científica
de la vida.
En el siguiente diagrama be representado las rres perspecti­
vas co m o vértices de un triángulo para subrayar su fundam ental
interconexión. La forma de un patrón de organización sólo es
reconocible si está encarnada físicam ente en un cuerpo, y en los
organism os vivos esa en carnación e.s un proceso incesante. Así
pues, cualquier com prensión plena de un fenóm en o biológico
deberá necesariam ente incorporar estas tres perspectivas:

FO RM A

PRO C ESO

M A T E R IA

T o m em o s com o ejem plo el m etabolism o tle una célula, que


consiste en una red (jornia) tle reacciones quím icas (proceso)

104
qu e im plica la prod ucción de los com p onentes de la célula (ma
teña) y qu e responde cog n itiv am cnte, es decir, a través de cam ­
inos estructurales autodirigidos (proceso), a perturbaciones del
entorno. D e turma parecida, el fenóm eno d e la em ergencia es
un proceso característico de las estructuras disipntivns (materia)
que im plica num erosos bucles de retroalim entación (forma).
A tribuir igual im portancia a esas tres perspectivas es algo
que no resulta fácil para la mayoría de los científicos, debido a la
persistente influencia de nuestra herencia cartesiana. Se supone
que las ciencias naturales se ocupan de los fenóm enos materia­
les, pero tan sólo una tic esas tres perspectivas está relacionada
co n el estudio de la m ateria. Las otras dos tratan d e relaciones,
cualidades, parrones y procesos, es decir, de cuestiones inm a­
teriales. Por supuesto, ningún cien tífico negará la existencia de
patrones y procesos, pero la m ayoría piensa que el patrón es una
propiedad em ergente de la m ateria, una idea abstracta, de ella,
más que una fuerza generatriz.
('.entrar la atención rn las estructuras materiales y en las
fuerzas que las unen, así co m o contem plar los patrones de or­
ganización resultantes de esas fuerzas co m o fenóm enos em er­
gentes secundarios, ha sido m uy efectivo en física y en quím ica,
pero, cuand o se trata de sistem as vivos, ese planteam iento no
resulta ya adecuado. Kl m etabolism o celular, característica fun­
dam ental qu e diferencia a los sistemas vivos de los no vivos, no
es una propiedad de la m ateria ni una «fuerza vital», sino un
patrón específico de relaciones entre procesos qu ím icos.3 Aun­
que im plique relaciones entre procesos qu e producen com p o­
nentes materiales, el patrón en red es en sí m ism o inm aterial.
Los cam bios estructurales de este patrón en red son enten­
didos co m o procesos cognitivos que, con el tiem p o, dan lugar a
la experiencia consciente y al pensam iento conceptual, l odos
esos fenóm enos cognitivos son inmateriales, pero tienen un
sustrato físico: surgen del cuerpo y están conform ados por él.
Por consiguiente, aunque sus características esenciales -o rg a n i­
zación, com plejidad, procesos, etcétera sean inm ateriales, la
vida no está nunca disociada de la materia.

IOS
liL SIG N IFIC A D O : LA CUARTA PERSPECTIVA

Al tratar de extender la nueva com prensión de la vida al


ám bito social, nos encontram os de inm ediato enfrentados a
una increíble m ultitud d e fenóm enos -n o rm a s de conducta,
valores, intenciones, objetivos, estrategias, diseños, relaciones
de p o d e r...- que no tienen ningún papel en el m undo no bu-
m ano, pero que son esenciales en nuestra vida social. Sin e m ­
bargo, todas esas facetas de la realidad social com parten una ca­
racterística básica com ú n, que nos proporciona un vínculo
natural con la visión si.stéinica de la vida desarrollada en las pá­
ginas precedentes.
( lom o hem os visto, la consciencia de sí m ism o em ergió du­
rante la evolución de nuestros antepasados hom ínidos ¡u n to con
el lenguaje, el pensam iento conceptual y el m undo social de las
relaciones organizadas y de la cultura. E n consecuencia, la c o m ­
prensión de la consciencia reflexiva está inextricablem ente vin ­
culada a la del lenguaje y su co n tex to social. Este argum ento
puede ser tam bién expresado a la inversa: la com prensión de la
realidad social está inextricablem ente ligada a la de la co n scien ­
cia reflexiva.
M ás específicam ente, nuestra capacidad para m antener
im ágenes m entales de o b jeto s m ateriales y de acontecim ientos
parece co n d ició n básica para la em ergencia de las características
esenciales do la vida social. M antener imágenes m entales nos
perm ite elegir entre varias alternativas, lo cual es indispensable
para form ular valores y norm as sociales de cond u cta. C o m o ve­
remos más adelante, el origen de las relaciones de poder se baila
en los co n flictos de intereses basados en diferentes valores.
Nuestras intenciones, nuestra consciencia de propósitos y de
diseños, y nuestras estrategias para alcanzar objetivos previa­
m ente identificados, requieren la proyección hacia el futuro de
im ágenes m entales.
N uestro m undo interno de conceptos e ideas, de im ágenes
y sím bolos, constituye una dim ensión crítica de la realidad so­
cial y form a lo que Joh n Searlc ha denom inado «el carácter

106
mental de los fenóm enos sociales*».4 Los científicos sociales se
han referido a m enudo a la dim ensión «herm enéutica» para ex­
presar las nociones de qu e el lenguaje hum ano, al ser de natu­
raleza sim bólica, im plica fundam entalm ente la com unicación
de significado, y de qu e la acción hum ana se origina a partir del
significado qu e atribuim os a nuestro entorno.
I ) c acuerdo con esta postura, postulo que la com prensión
sistém ica de la vida puede ser extendida al ám biro social sum an­
do a las otras tres perspectivas de la vida la del significado. Utilizo
el térm ino «significado» co m o abreviatura del m undo interno de
la consciencia reflexiva, que con tiene una m ultitud de caracterís­
ticas interrclacionadas. Así pues, una com prensión plena de los
fenóm enos sociales deberá involucrar la integración de las cuatro
perspectivas: íorm a, m ateria, proceso y significado.

S IG N IH C A IX )

Kii este diagrama he indicado de nuevo la interconexión


entre estas perspectivas, a las que represento co m o los vértices
de lina figura geom étrica. Al igual que en la figura precedente,
las tres prim eras perspectivas form an un triángulo, mientras
que la perspectiva del significado queda fuera del plano de esc
triángulo, para indicar que abre una nueva dim ensión «inte­
rior», de m odo que la figura resultante es un tetraedro.
Integrar las cuatro perspectivas significa reconocer que cada
una de ellas contribu ye significativam ente a la com prensión del
fenóm eno social. Kor ejem p lo , veremos que la cultura es creada
y sostenida por una red (forma) d e com u nicacion es (proceso).

107
que l;i dota de significado, l a encarnación m aterial de la cultura
(materia) incluye artciad o s y textos esc ritos, a través de los cu a ­
les el significado es transm itido de generación en generación,
Resulta interesante observar que este m arco conceptual de
las cuatro perspectivas interdependientes de la vida presenta al­
gunas sim ilitudes co n los cuatro principios, o «causas», postula­
dos por Aristóteles co m o fuentes interdependientes de todo fe­
nómeno.^ Aristóteles distinguía enrre causas externas y causas
internas. I.as internas son dos: materia y forma, l as externas
son tam bién dos: la eficaz, capaz de generar el fenóm eno co n su
acción, y la final, que determ ina la acción de la causa eficaz y le
otorga un objetivo o un propósito.
1.a descripción detallada que hace Aristóteles de las cuatro
causas y de m i s iiuerrelacioncs difiere bastante del esquem a c o n ­
ceptual qu e aquí propongo/’ Bn particular, la causa final, que
c orresponde a la perspectiva que asocio con el significado, o p e ­
ra, según Aristóteles, por m edio del m undo material, m ientras
que la ciencia de nuestros días afirm a que no tiene ningún papel
en los sistem as no hum anos. A pesar de esas diferencias, m e pa­
rece fascinante que, transcurridos más de dos m ilenios de filoso­
fía, sigam os analizando la realidad desde el marco de las cuatro
perspectivas identificadas por Aristóteles.

LA T E O R ÍA SOC.IAl

Si a n a liz a m o s el d e s a rr o llo d e las c ie n c ia s s o c ia le s d e s d e el


sig lo XIX h a sta n u e s tro s d ía s, v e re m o s q u e los p r in c ip a le s d e b a ­
tes e n t r e d is tin ta s e sc u e la s d e p e n s a m ie n t o p a re c e n r e fle ja r las
t e n s io n e s e n t r e las c u a tr o p e rs p e ctiv a s d e la v id a s o c ia l: f o r m a ,
m a te ria , p r o c e s o y s ig n ific a d o .
P.l pensam iento social d e finales del siglo XIX estaba fuerte­
mente: infinido por el positivism o, doctrina formulada por el fi­
lósofo Angustí* (a n ille . Sus teorías hacían hincapié en que las
ciencias sociales deben buscar leyes generales del com p orta­
m iento hum ano, han de basarse en la cu antificación y tienen

108
qu e rechazar las explicaciones basadas en térm inos de fenóm e­
nos subjetivos, com o intenciones o propósitos.
Ls evidente que el m arco conceptual del positivismo se ba­
saba en la física clásica. D e hecho, Auguste C o im e, que in ­
trodujo el térm ino «sociología», d enom inó antes «física social»
al estudio cien tífico de la sociedad. Las principales escuelas di
pensam iento de principios del siglo XX pueden ser consideradas
intentos por liberarse del estrecho corsé positivista. De hecho, la
mayoría de los teóricos sociales de aquella época se manifestaron
explícitam ente en contra de la epistem ología positivista.7
U na de las herencias del positivism o durante las primeras
décadas de la sociología era la atención prestada a una estrecha
noción de «causalidad social», que vinculaba conceptualm ente
la teoría social co n la física más que co n las ciencias de la vida,
hm ile D u rk h cim , que, con M ax W eber, está considerado uno
de los principales fundadores de la sociología m oderna, consi­
deraba que «hechos sociales» co m o las creencias o las prácticas
eran las causas de los fenóm enos sociales. N o obstante la clara
naturaleza inm aterial de esos hechos, D urkhcim insistía en que
debían ser tratados com o o b jeto s materiales. Por analogía con
las operaciones de las fuerzas físicas, consideraba q u e los hechos
sociales estaban causados por otros hechos sociales.
Las ideas de D urkhcim ejercieron enorm e influencia, tanto
sobre el estructuralism o co m o sobre el funcionalism o, las dos
escuelas dom inantes en la sociología de principios del siglo XX.
Am bas escuelas de pensam iento consideraban que la tarea del
cien tífico social consiste en descubrir la realidad causal, oculta
bajo la superficie de los fenóm enos sociales observables. Ksos
esfuer/os por identificar algún fenóm eno encubierto -fuerzas
vitales u otros «ingredientes ad icio n ales»- se han dado repetida­
m ente en las ciencias de la vida cuand o los científicos han tra­
tado de explicar la em ergencia de lo nuevo, característica de
toda form a d e vida e inexplicable en térm inos de relaciones li­
neales de causa y electo.
Para los estrucluralistas, el ám bito oculto consiste en «es­
tructuras sociales» subyacentes. A unque los prim eros cstructu-

109
ralis tas trataron esas estructuras sociales com o objetos m ateria­
les. tam bién las entendían com o todos integrados y utilizaban
el térm ino ••estructura» de Forma parecida al modo com o los
primeros pensadores sistémicos hablaban de «patrón de organi­
zación».
Por el contrario, los funcionalistas postulaban la existencia
de una racionalidad social subyacente, que mueve al individuo a
actuar de acuerdo co n las «Funciones sociales» de sus acciones, es
decir, a obrar de tal m odo que los resultados de sus acciones sa­
tisfagan necesidades sociales. D urkh cim insistía en que cualquier
explicación com pleta de los fenóm enos sociales debe co m bin ar
am bos análisis (causal y funcional), y subrayaba la necesidad de
distinguir entre funciones c intenciones. Parece que, de algún
m odo, trataba tic tom ar en consideración las intenciones y los
propósitos (la perspectiva del significado) sin abandonar el m arco
conceptual de la física clásica, con sus estructuras m ateriales, sus
fuerzas y sus relaciones de causa y efecto.
V arios de los prim eros estm cturalistas reconocían tam bién
las conexiones entre realidad social, consciencia y lenguaje. Kl
lingüista Ferdinand de Sauvsurc fue uno de los fundadores del
estnu turalismo. Kl antropólogo G lande U V i-Strauss, cuyo n o m ­
bre está íntim am ente vinculado a la tradición estructuralista,
fue el prim ero en analizar la vida social m ediante el uso sistem á­
tico de analogías con el sistema lingüístico. 1.a atención por el
lenguaje se acen tu ó en los años sesenta, co n la aparición de las
denom inadas «sociologías interpretativas», qu e hacen hincapié
en que el individuo interpreta la realidad social circund an te y
actúa en consecuencia.
D urante los cuarenta y los cin cu en ta, T a lco ti Parsons, uno
de los teóricos sociales más destacados de su tiem po, desarrolló
una «teoría general de las acciones» m uy influida por la teoría ge­
neral de sistem as. Parsons trató de integrar esrructuralism o y
funcionalism o en un ú nico m arco teórico, y defendió que las ac­
ciones hum anas tratan de conseguir objetivos personales a la vez.
que están constreñid as por el en to rn o social. Al igual qu e Par-
sons, m uchos sociólogos d e su tiem p o llam aron la atciu ión sobre

110
la im portancia de las intenciones y los propósitos, y se centraron
en el «libre albedrío hum ano» o acción dotada de propósito.
La orientación sistém ica de T alco tt Parsons ha sido desa­
rrollada en mayor profundidad por N iklas l.iihtnann. uno de los
sociólogos contem poráneos más innovadores, que, inspirado
por las ideas de M aturana y Varcla, ha propugnado una teoría de
«autopoicsis social» a la que volveré co n más detalle.8

G ID D E N S Y H A B E R M A S : D O S T E O R ÍA S IN T E G R A D O RAS

D urante la segunda m itad del siglo X X la teoría social fue


moldeada significativam ente por diversos intentos de trascen­
der las escuelas opuestas de las décadas anteriores c integrar los
conceptos de estructura social y de libre albedrío hum ano con
un análisis explícito del significado. La teoría de la estructura­
ción de A n thony G iddcns y la teoría crítica de Jürgen 1 laber-
mas lian sido, probablem ente, los más influyentes de estos m ar­
cos teóricos integradores.
A nthony G id d cns hace im portantes contribuciones a la
teoría social desde principios de los setenta.9 Su teoría de la es­
tructuración está diseñada para explorar la interacción entre
estructuras sociales y libre albedrío hum ano de tal m odo que
integra, por un lado, co ncep tos e ideas del estructuralism o y del
funcionalism o, y, por o tro, de las sociologías interpretativas.
Para conseguirlo G id d cns em plea dos m étodos de investiga­
ció n , d istintos, pero com plem entarios. F.l análisis institucional
constituye su m étodo para estudiar las estructuras e institucio­
nes sociales, m ientras que el análisis estratégico le sirve para es­
tudiar el m odo com o la gente recurre a esas estructuras e insti­
tuciones para lograr sus objetiv os estratégicos.
G id d cns subraya que la con d u cta estratégica de la gente se
basa en gran medida en el m odo co m o interpreta su entorno.
D e hecho, G id d cns señala que los científicos sociales deben en­
frentarse a una «doble herm enéutica»: tienen que interpretar su
m ateria d e estudio, la función de la cual es, precisam ente, in-
tcrpreiar. Por consiguiente, G iddens piensa que hay que to­
marse en serio las intuiciones fenom cnológicas subjetivas, si es
que aspirarnos a com prend er la cond u cta hum ana.
C o m o cabría esperar de una teoría integradora que trata de
trascender opuestos tradicionales, el concep to tle estructura so­
cial de G iddens es más bien com p lejo. Cionio en la mayor parte
de la teoría social contem poránea, está definida por una serie
de reglas expresadas en prácticas sociales, a las que G iddens
añade los recursos en su definición de estructura social. Las re ­
glas son de dos clases: esquemas interpretativos, o reglas sem án­
ticas, y norm as, o reglas morales. I lay tam bién dos clases tic re­
cursos: los materiales com prenden la propiedad o control de
objetos (foco de atención tradicional de los sociólogos marxis-
tas). m ientras que los autoritativos resultan de la organización
tlel poder.
G iddens utiliza asim ism o los térm inos '-propiedades estruc­
turales», para referirse a las características institucionalizadas de
la sociedad (por ejem plo, la división del trabajo), y «principios
estructurales)*, para referirse a las más profundam ente enraiza­
das de esas características. Kl estudio de los principios estructu­
rales, que constituye la forma más abstracta de análisis social,
permite distinguir entre distintos tipos de sociedad.
Según G iddens, la interacción entre estructuras sociales y
libre albedrío hum ano es cíclica. I.as estructuras sociales son a
la vez la cond ición previa y el resultado fortu ito del libre alhc-
d tío ile las personas, lo s m iem bros de la sociedad se nutren de
ellas para im plicarse en sus prácticas sociales cotidianas, y al ba­
t ir lo no pueden evitar reproducir esas mismas estructuras.
Por ejem plo, al hablar no tenem os más rem edio que ceñ ir­
nos a las reglas de nuestro idiom a, de m udo que, al utilizar­
lo, estam os co n tin u am en te reproduciendo y transform ando las
m ism ísim as estructuras sem ánticas. Por consiguiente, las estruc­
turas sociales nos perm iten ¡m cractuar, al m ism o tiem p o que
son reproducidas por nuestras interacciones. Es lo qu e G iddens
denom ina «dualidad de estructura», y adm ite su sem ejanza con
la naturaleza circular de las redes autopoiésicas en b iolo gía.10

112
Los vínculos conceptuales con la teoría de autopoicsis rcsul-
ran aún más evidentes cuando pasamos a la visión del libre al-
bedrío hum ano de G iddens, en la que insiste en que el libre albe­
drío no consiste en actos discretos, sino en un flujo continuado
de cond u cta. D e forma equivalente, una red m ctabólica viva
encam a 1111 proceso de vida fluyente. D el m ism o modo que los
com ponentes de una red viva se transform an o se reemplazan
co n tin u am en te unos a otros, tam bién las acciones en el flujo de
la cond ucta hum ana tienen, en la teoría de G iddens, una «capa-
c id ad era nsfbrm ado ra».
D urante los setenta, al m ism o tiem p o que A nthony G id­
dens desarrollaba en la Universidad de C am bridge su teoría de
la estructuración, |Urgen H aberm as form ulaba en la Universi­
dad de Hrankhm una teoría de igual alcance y profundidad, a
la que puso por nom bre «teoría de la acción com unicativa».1 Al
integrar num erosas ramas filosóficas, H aberm as se ha converti­
do en un líder intelectual de prim er orden, con gran influencia
en la filosofía y la teoría social. Ls, sin duda, el exponente con­
tem poráneo más sobresaliente de la teoría crítica, teoría social
de raíces rnarxistas desarrollada por la escuela de Iran k fu rt en
los años t r e i n t a .H ie le s a sus orígenes rnarxistas, los teóricos
críticos no se lim itan a querer explicar el m undo, sino que su
objetiv o ú ltim o consiste, según I íaberm as, en desvelar las con­
diciones estructurales de las acciones de la gente y ayudarla a
trascenderlas. La teoría crítica trata del poder y se orienta a la
em ancipación.
Al igual qu e G iddens, H aberm as afirm a la necesidad de dos
perspectivas, distintas, pero com plem entarias, pata com prender
plenam ente los fenóm enos sociales. U n a es la del sistema social,
que se corresponde con la atención a las instituciones de la teo­
ría de G id d ens, mientras qu e la otra es la perspectiva del «mun­
do vivo», o i.ebcmwelt, correspondiente a la atención de Giddens
por la co n d u cta humana.
Para H aberm as el sistem a social está relacionado con el
m odo en qu e las estructuras sociales constriñen , lo qu e com ­
prende cuestiones de poder y, específicam ente, las relaciones de
clase involucradas en la producción. El m undo vivo, por su par­
te, suscita cuestiones de significado y com u n icación. D e acuerdo
con esto. Habermas contem pla la teoría crítica co m o la integra­
ción de dos clases distintas de conocim iento: el em pírico-analíti­
co, que se asocia al mundo exterior y se ocupa de las explicacio­
nes causales, y la hermenéutica o com prensión del significado,
asociada con el mundo interno, que se ocupa del lenguaje y la
com unicación.
Al igual que Giddens, Habermas adm ite la im portancia de
las intuiciones hermenéuticas en el funcion am ien to del m undo
social, en la medida en qu e la gente atribuye un significado a su
entorno y actúa en consecuencia. Sin em bargo, Habermas se­
ñala qu e las interpretaciones personales se basan siem pre en
una serie de presuposiciones im plícitas insertas en la historia y
la tradición, y argumenta que eso significa que no todas las pre­
suposiciones son igualm ente válidas. Según el, los científicos
sociales deberían evaluar críticam ente las distintas tradiciones
para identificar distorsiones ideológicas y desvelar sus co n exio ­
nes con las relaciones de poder. La em ancipación tiene lugar
cuando el individuo logra superar restricciones pasadas resul­
tantes de una co m u n icación distorsionada.
Kn concordan cia con esas distinciones entre diferentes
m undos y distintas clases de co n o cim ien to , I laberm as distin­
gue tam bién entre diferentes clases de acció n , y es ahí donde la
naturaleza in teg ració n de su teoría crítica resulta tal ve/, más
patente. E n térm in os de las cuatro perspectivas analizadas an­
teriorm ente, pod ríam os decir que la acción pertenece clara­
m ente al ám bito de la perspectiva de proceso. Al identificar
ttes clases de a cc ió n , H aberm as co n ecta el proceso co n cada una
de las otras tres perspectivas. 1.a acción instrum ental tiene lu­
gar en el m undo e x te rio r (materia), la acción estratégica se d e­
sarrolla en el terren o de las relaciones hum anas (forma) y la ac­
ción co m u n icativ a se o rien ta hacia el logro de la com prensión
(significado), C ad a d a s e de acción está asociada, según H aber-
mas. co n un se n tid o d istin to de «rectitud», l a recta acción se
refiere a la verdad d e los hechos en el m undo m aterial, a la rec­

114
titud m oral en el m undo social y a la sinceridad en el mundo
interior.

e x t e n s ió n d e l e n f o q u e s is t e m ic o

Las teorías de G id d cn s y de H aberm as constituyen esfuer­


zos notorios para integrar los estudios sobre el m undo exterior
de causa y efecto, el m undo social de las relaciones humanas y
el m undo interior de valores y significado. Am bos teóricos so­
ciales integran ideas y conceptos de las ciencias naturales, de las
ciencias sociales y de las filosofías cognitivas, al mism o tiempo
que rechazan las lim itaciones del positivism o.
C onsid ero que esa integración puede ser llevada significa­
tivam ente más allá extendiendo la nueva com prensión sistdrni-
ca de la vida al ám bito social dentro del m arco conceptual de
las cuatro perspectivas anteriorm ente descritas: form a, materia,
proceso y significado. Para llegar a una com prensión sistémica
de la realidad social será necesario integrar esas cuatro perspec­
tivas.
lisa com prensión sistém ica se basa en la premisa de la exis­
tencia de una unidad fundam ental de la vida, de qu e sistemas
vivos diferentes m uestran patrones d e organización similares.
Esta presuposición queda reforzada por la observación de que
la evolución ha obrado, a lo largo de m iles de m illones tic años,
m ediante el uso repetido de unos m ism os patrones. A medida
que la vida evoluciona, esos patrones tienden a ser más y más
com p lejos, pero no por ello d ejan de ser variaciones sobre unos
m ism os tem as básicos.
La red, en particular, constituye uno de los patrones de or­
ganización absolutam ente básicos para todos los sistem as vivos.
Kn cu alq u ier nivel de vida -d e sd e las redes m ctabólicas celula­
res hasta las cadenas tróficas de los eco sistem as- los com p onen ­
tes y los procesos de los sistem as vivos están ¡ntcrconcctados en
forma de red. Extender la com p rensión sistém ica de la vida al
á m b ito social significa, por consigu iente, aplicar a la realidad
social nuestro con ocim iento de los patrones y principios de or­
ganización básicos de la vida y, más específicam ente, nuestra
com prensión de las redes vivas.
Sin embargo, si bien las ideas y conceptos de organización
de las redes biológicas puede ayudarnos a com prender las re­
des sociales, no es de esperar que suceda lo m ism o con la
rransteicrida, desde el ám bito biológico al ám bito social, de
nuestra com prensión de la estructura material de la red. l o ­
m em os com o ejem plo la red celular m etabólica para aclarar
este punto. l.a retí celular es un patrón no lineal de organiza­
ción, para la com prensión de cuyos entresijos necesitam os de
la teoría de la com plejidad o dinám ica no lineal. Ks más, la
célula es un sistema qu ím ico, por lo que necesitarem os tam ­
bién de la biología m olecular y de la bioquím ica para co m ­
prender la naturaleza de las estructuras y los procesos que
constituyen los nodos y vínculos de su red. Si no sabem os qué
es una enzim a, ni có m o cataliza la síntesis de una proteína, no
es de esperar que lleguem os a com prend er la red m etabólica
celular.
U na red social es asim ism o un patrón no lineal de organiza­
ción, por lo que es muy probable que bis ideas y los conceptos
desarrollados en la teoría de la com plejidad, co m o la retroali-
m entación y la em ergencia, sean tam bién relevantes en el co n ­
texto social. Sin em bargo, los nodos y los vínculos de esa red no
son m eram ente bioquím icos. I.as redes sociales son, ante todo y
sobre todo, redes de com u n icación que involucran al lenguaje
sim bólico, a los constreñim ientos culturales, a las relac iones de
poder, etcétera. Para com prender las estructuras de tales redes
necesitarem os ideas y concep tos de la teoría social, de la filoso­
fía, de la ciencia cognitiva y de la antropología, cu tre otras disci­
plinas. U n marco sisténwco unificado para la com prensión de
lew fenóm enos biológicos y sociales sólo podrá em erger cuando
se co m binen los co n cep to s de la dinám ica no lineal con las ideas
de esos cam pos de estudio.
LAS R E D E S D E C O M U N IC A C IO N E S

Para aplicar nuestro co n o cim ien to de la.s redes vivas a los


fenóm enos sociales habrá qu e determ inar si el concepto de
autopuiesis es válido o 110 en el ám bito social. Si bien en los lil-
tirnos años ha habido un considerable debate sobre esta cues­
tión. la situación dista aún m u ch o de estar cla ra .13 La clave del
asunto estriba en determ inar cuáles son los elem entos de una
red autopoiésica. M aturana y Varela propusieron originalm ente
que el concep to de autopoiesis debería quedar restringido a la
descripción de redes celulares, y que a los dem ás sistemas vivos
debería aplicárseles el concep to más am plio de «sistemas orga­
nizativos delim itados», que no especifica procesos de produc­
ción.
O tra escuela de pensam iento, liderada por el sociólogo Ni-
klas Luhm ann, m antiene que, form ulada estrictam ente dentro
del marco conceptual de la teoría social, la noción de autopoie­
sis puede ser extendida al ám bito social, l uhm ann ha desarro­
llado con considerable detalle una teoría de «autopoiesis so­
cial».1' N o obstan te, este sociólogo argum enta, curiosam ente,
que, aun siendo autopoiésicos, los sistem as sociales no son sis­
temas vivos.
Puesto qu e los sistemas sociales 110 im plican tan sólo a seres
hum anos vivos, sino tam bién al lenguaje, a la consciencia y a la
cultura, son, evidentem ente, sistemas cognitivos, por lo que no
parece dem asiado lógico considerarlos no vivos. Personalm ente,
prefiero m antener la autopoiesis co m o característica definí toria
de la vida, pero en mi análisis de las organizaciones hum anas
sugeriré tam bién que los sistemas sociales pueden estar vivos en
grado variable.1*
El argum ento central de Luhm ann consiste en identificar a
las com u nicacion es co m o elem entos de las redes sociales: «l os
sistemas sociales utilizan la com u n icación co m o su form a parti­
cular de reproducción am opoiésica, Sus elem entos son co m u ­
nicaciones producidas y reproducidas de m anera recurrente por
una red de com u n icaciones, y n o pueden existir fuera de

117
ella.»16 Usas rales de com unicaciones son autogené ticas. Cada
com unicación crea pensamientos y significado, lo cual da pie a
nuevas com unicaciones, y de este modo la red se genera a sí
misma, es decir* es autopoiésica. Al ser recurrentes las com u ni­
caciones en múltiples bucles de rcrroalim entación, producen
un sistema de creencias, explicaciones y valores com partidos
- u n contexto com ún de significad o- que es continuam ente
sostenido por nuevas com unicaciones. Kn este contexto de sig­
nificado compartido los individuos adquieren identidades com o
m iem bros de la red social, la cual crea de este modo su propio
perím etro, que no es un co n torn o físico, sino de expectativas,
confidencialidad y lealtad, m antenido y renegociado con tin u a­
m ente por la propia red.
Para la exploración de las im plicaciones de la visión de los
sistemas sociales co m o redes de com unicaciones resulta útil re­
cordar la naturaleza dual de la com u nicación hum ana. C om o
toda com u n icación entre organism os vivos, la com u nicación
hum ana im plica una continua coord inación de com p ortam ien­
to, y, puesto que im plica al pensam iento con ceptual y al len­
guaje sim bólico, genera tam bién imágenes m entales, pensa­
m ientos y significado. Por consiguiente, es de esperar un doble
efecto de las redes de co m u n icación . Por un lado, generarán
ideas y contextos de significado, y, por o tro , norm as de co m ­
p ortam iento o - e n el lenguaje de los teóricos so cia le s- estru ctu ­
ras sociales.

í :i . s i g n i f i c a d o , p r o p ó s it o y l ib e r t a d h u m a n a

U n a vez id entificad os los sistem as sociales c o m o redes au-


togenética.s, pasem os a ocuparnos de las estru cturas producidas
por esas redes, así c o m o d e la naturaleza d e las relacion es por
ellas engendradas. La co m p aración co n las redes biológicas si­
gue resultando adecuada para ello. P or eje m p lo , la red n ietabo-
lica d e una célula genera estru cturas m ateriales. A lgu n as de ellas
se co n v ierten en co m p o n e n te s estructurales d e la p ro p ia red y

118
pasan a form ar parte de la membrana o de otras estructuras de
la célula. O tras circulan por los nodos de la red trans|>ortando
energía o inform ación, o co m o catalizadores de procesos meta­
bólicos.
Tam bién las redes sociales generan estructuras materiales
-ed ificio s, carreteras, tecnologías, e tc é te ra - que se convierten
en elementos estructurales de la red y producen bienes y arte­
factos materiales que son intercam biados entre los nodos de
ésta. Sin em bargo, la producción de estructuras materiales en
las redes sociales es muy diferente de la que tiene lugar en las
redes biológicas y ecológicas. Esas estructuras son creadas para
un propósito determ inado, según un diseño, y constituyen la
expresión m aterial de un significado. Para com prender las acti­
vidades de los sistemas sociales es fundam ental estudiarlos des­
de esta perspectiva.
La perspectiva del significado incluye m ultitud de caracte­
rísticas intcrrclacionadas, esenciales para la com prensión de la
realidad social. El propio significado es un fenóm eno sistém ico:
siem pre está relacionado co n el con texto. E l Wcbstcr'i Dictionary
lo define com o «una idea transm itida a la m ente que requiere o
perm ite interpretación», y la interpretación es definida com o
«formarse ¡dea de algo a la luz de creencias, juicios o circunstan­
cias individuales». Para com prender el significado de cualquier
cosa necesitam os relacionarla con otras cosas de su entorno, de
su pasado o de su futuro. Nada tiene sen tid o por sí solo.
Por ejem p lo , para com prender el significado de un texto li­
terario es necesario establecer los m últiples contextos de sus pa­
labras y de sus frases. Eso puede co n stitu ir una em presa pura­
m ente intelectu al, pero tam bién puede alcanzar un nivel más
profundo. C u an d o el co n texto de una idea o expresión incluye
relaciones q u e nos liaccn sentirnos im plicad os, resulta significa­
tiva para nosotros de form a personal. E ste sentid o más profun­
do del significado incluye una dim ensión em ocional que puede
llegar incluso a superar a la propia razón. A través del contexto
prop orcionad o por la experiencia d irecta algo puede llegar a ser
p rofu nd am ente significativo para nosotros.

119
E l significado es esencial para los seres hum anos. N ecesita­
mos com p rend er co n tin u am en te el significado de nuestros
m undos interno y externo, así co m o el de nuestro en to rn o y
nuestras relaciones con otros seres hum anos, y o brar tle acuerdo
con esa com prensión. E llo incluye, en particular, nuestra nece­
sidad de actuar co n un propósito o un objetivo en m ente. Dada
nuestra capacidad para proyectar imágenes m entales hacia el fu­
turo, actuam os con la convicción -válid a o n o - de qu e nuestras
acciones son voluntarias e intencionadas y tienen un propósito.
C o m o seres hum anos estamos capacitados para tíos clases
de acciones. C o m o cualquier otro organism o vivo, estam os in­
volucrados en actividades involuntarias e inconscientes, tales
com o la digestión de los alim entos o la circulación sanguínea,
que form an parte del proceso de la vida y son, por consigu ien­
te, cognitivas, en el sentido tle la teoría tle Santiago. Además,
nos im plicam os en actividades voluntarias e intencionadas, y es
precisam ente al actuar con intención y propósito cuand o expe­
rim entam os la libertad h u m an a.17
( .orno ya lie m encionad o, la reciente com prensión de la vida
arroja nueva luz sobre el debate filosófico ancestral acerca de la
libertad y el tlctcrm m ism o .18 l-.l m eollo de la cuestión estriba en
que el com p ortam iento de un sistem a vivo está con streñ id o,
pero no determ inado, por fuerzas externas a di. Los organism os
vivos son autoorgan¡/.adores, lo cual significa que su co m p orta­
m iento no es im puesto por el en to rn o , sino que es establecido
por el propio sistem a. M ás específicam ente, el co m p ortam iento
del organism o está determ inado por su propia estructura, que, a
su vez, está formada por una sucesión ele cam bios estructurales
au tónom os.
La au tonom ía de los sistem as vivos no debe ser confundida
co n su independencia, l o s organism os vivos no están aislados
ile su en to rn o , sino que ¡nteractúan contin u am ente con di. Sin
em bargo, el entorno no d eterm ina su organización. En el ám bi­
to hum ano, experim entam os esa autodeterm inación co m o la li­
bertad de actuar según nuestras elecciones y nuestras decisiones.
Experim entarlas com o nuestras significa que están determ in a­

d o
das por nuestra naturaleza, la u ia l incluye nuestras experiencias
pasadas y nuestra herencia genética. M ientras no lo lim itan las
relaciones hum anas de poder, nuestro com p ortam iento es auto-
determ inado y, por consigu iente, libre.

IA D IN A M IC A 1)1'. LA C U L T U R A

N uestra capacidad para generar im ágenes m entales y pro­


yectarlas en el futuro no nos perm ite tan sólo identificar o b jeti­
vos y propósitos, o desarrollar diseños y estrategias, sino Tam­
bién elegir entre diversas alternativas y, por ende, formular
valores y norm as sociales de com p ortam iento, l odos esos fenó­
m enos sociales son generados por redes de com unicaciones
co m o consecuencia del doble papel de la com u n icación huma­
na. Por un lado, la red genera co n tin u am en te nuevas imágenes
m entales, nuevos pensam ientos v nuevos significados; por otro,
coordina de m odo incesante el co m p ortam ien to de sus m iem ­
bros. A partir de la com p leja dinám ica e interdependencia de
esos procesos surge el sistem a integrado d e valores, creencias y
cond ucta que asociam os co n el fenóm eno de la cultura.
El térm ino «cultura» tiene una dilatada y enrevesada histo­
ria, y en la actualidad es usado por diversas disciplinas intelec­
tuales con significados dispares y que a veces inducen a confu ­
sión. E.n su clásico Culture, el historiador Raym ond W illiam s
rem onta el significado de la palabra a su uso original, para de­
notar un proceso: la cu ltu ra (es decir, el cultivo) de la tierra, o la
cultura (es decir, la cría) de animales. E n el siglo XVI este signifi­
cado fue m etafóricam ente extendido al cultivo activo de la men­
te hum ana. A finales del siglo X V III, cuand o la palabra fue tom a­
da del francés por aurores alemanes (que prim ero la escribieron
Cultur y más tarde Kultur), adquirió el significado de la forma
distintiva de vivir de un pueblo .v> En el siglo X IX las diferentes
«culturas» adquirieron una im portancia específica en el desarro­
llo de la antropología com parada, en la qu e ese térm ino sigue
designando formas de vivir distintivas.

121
M ientras tanto, seguía tam bién vigente el uso m ás antiguo
de «cultura» co m o cultivo activo de la m ente. D e h echo, se ex­
pandió y diversificó hasta abarcar un abanico de significados
que va desde un estado m ental desarrollado (una persona «con
cultura») hasta el proceso («actividades culturales») o los m e­
dios necesarios para ral fin (adm inistrados, por ejem p lo , por un
«M inisterio d e C ultura»). I loy día, los diversos significados del
térm ino asociados co n el cu ltivo de la m ente conviven - a m e­
nudo con dificultades, corno señala W illia m s- con la acepción
antropológica con el sentido de form a de vivir distintiva de un
pueblo o grupo social (co m o sucede co n «cultura aborigen» o
«cultura em presarial»). Por añadidura, el térm ino sigue siendo
usado en su significado biológico original de cultivo, com o en
«agricultura».
En nuestro análisis sistém ico de la realidad social nos ce n ­
trarem os en el significado antropológico del térm ino «cultura»,
que la Columbia Encyclopedia d efine co m o «sistema integrado
de valores, creencias y norm as de cond ucta socialtnentc adqui­
ridos, que delim ita el ám bito de com p ortam ientos adm itidos
por determ inada sociedad». Al exam inar con más detalle esta
d efinición, descubrim os que la cu ltura surge de una dinám ica
com p leja y altam ente no lineal; que es creada por una red social
que involucra a m últiples bucles de retroal i m entación, a través
de los cuales valores, creencias y norm as de cond u cta se co m u ­
nican, m odifican y sostienen constantem ente; que surge de una
red d e com unicaciones entre individuos, y que, al surgir, co n s­
triñe las acciones de esos m ism os individuos. En otras palabras,
que las estructuras sociales o las norm as de conducta que colis­
io n e n las acciones de los individuos son producidas y co n ti­
nuam ente reforzadas por su propia red de com unicaciones.
1.a red social produce tam bién un cuerpo de co n o cim ien to s
com p artid o -q u e com prende info rm ació n , ideas y habilidades—
que, ju n to con sus valores y sus creencias, conform a el m odo
específico de vivir de esa cultura. Por otra parte, los valores y
creencias de una cultura afectan a su cuerpo de con ocim ien to s,
en la medida en que form an parte del prism a a través del que

122
ven el m undo sus m iem bros, y contribu ye a la interpretación de
sus experiencias, así co m o a decidir si una determ inada clase
de con ocim iento es significativa o no. Este co n o cim ien to signifi­
cativo. con stantem en te m odificado por la red de com u nicacio­
nes, es transm itido de generación en generación ju m o con los
valores, las creencias y las norm as de con d u cta de esa cultura.
El sistema de creencias y valores com partidos crea una iden­
tidad entre los m iem bros de la red social, identidad que se basa
en el sentido de pertenencia. L is personas d e culturas distintas
no tienen unas mismas identidades porque poseen diferentes
conju ntos de valores y creencias. P or otra parte, un individuo
puede pertenecer a varias culturas. El com p ortam ien to de la
gente está m oldeado y restringido por su identidad cultural que,
a su ve/., refuerza su sentido de pertenencia. La cultura está in­
mersa en el m odo de vida de la gente, y tiende a ser tan om n i­
presente qu e su existencia escapa de nuestra percepción com ún.
Asim ism o, la identidad cultural refuerza las defensas d e la
red al crear un perím etro de significado y expectativas qu e lim i­
tan el acceso a ella de personas e inform ación. Así pues, la red
social está implicada en la com u n icación d entro de un perím e­
tro cultural que sus m iem bros recrean y renegocian continu a­
mente. Esta situación no es muy distinta de la de la red m eta­
bólica celular, que produce y recrea de manera continua un
perím etro - la m em brana ce lu la r- que la delim ita y le confiere
su identidad. N o obstante, hay algunas diferencias cruciales en­
tre los con torn os celulares y los sociales. Los lím ites sociales,
co m o lie subrayado, no son necesariam ente físicos, sino de sig­
nificado y expectativas. T a m p o co rodean, en sc*ntido literal, la
red, sino qu e existen en un ám bito m ental que carece de las
propiedades topológicas del espacio físico.

KL O R IG E N D E L P O D E R

El fenóm eno del poder constituye una de las características


más sorprendentes de la realidad social. En palabras del eco n o ­

123
m ista Joh n Kenneth G albraith: «El ejercicio del poder, la sum i­
sión de unos a la voluntad de otros, es inevitable en la sociedad
m oderna; nada .se logra sin él |...J El poder puede ser social-
m ente m aligno, pero no deja d e ser socialm cm c esencial.»20 Kl
papel fundam ental del poder en la organización social está uni­
do a inevitables con flictos de intereses. D ebido a nuestra capa­
cidad para tener preferencias y elegir opciones en consecuencia,
los con flictos ríe intereses no pueden dejar de aparecer en toda
com u nid ad hum ana. El poder es el m edio por el qu e esos co n ­
flictos se resuelven.
Kilo no im plica necesariam ente la amenaza de la fuerza o su
uso. En su lúcido ensayo ( ialbm ith distingue tres clases de poder,
según los medios empleados. El coercitivo consigue la sum isión
infligiendo sanciones <» am enazando con ellas. El com pensatorio
la logra ofreciendo recompensas e incentivos. El cond icionad o la
obtiene cam biando las creencias por m edio de la persuasión o
la ed u cació n / 1 Se llama política a la habilidad para encontrar la
mezcla adecuada de estas tres clases de poder, co n el objetivo de
resolver con flictos y equilibrar intereses contrapuestos.
Las relaciones de poder están crucialm ente definidas por
los acuerdos sobre posiciones de autoridad que form an parte de
las norm as de cond ucta de la sociedad. En la evolución hum a­
na es posible que tales acuerdos surgieran m uy pronto, con el
desarrollo ríe las primeras com unidades. La com unidad podía
funcionar m ucho m ejoi si alguien tenía autoridad para tom ar
decisiones o facilitar que se to m aran , en caso de presentarse
conflictos de intereses. T ales arreglos sociales habrían propor­
cionado a la com unidad una significativa ventaja evolutiva.
D e hecho, el significado original del térm ino «autoridad*»
no es el de «poder para mandar», sino el de «una base sólida
para saber y actuar».22 Si buscam os una base sólida de co n o ci­
m ientos. probablem ente consultarem os los textos autorizados,
y, si estam os gravem ente enferm os, buscarem os a un médico
que sea una autoridad en la especialidad correspondiente.
D esde tiem pos inm em oriales las com unidades hum anas
han elegido com o líderes a hom bres y m ujeres reconocidos por

124
su sabiduría y su experiencia, porque ofrecían base sólida para
la acción colectiva. U n a vez elegidos, esos líderes eran investi­
dos de poder, lo cual significaba originalm ente que les hacían
entrega de la indum entaria y los sím bolos de su liderazgo, y su
autoridad llevaba asociado el poder de dar órdenes. El origen
del poder reside, pues, en posiciones de autoridad cultural m en­
te definidas, sobre las cuales se apoya la com unidad para resol­
ver co n flictos y tom ar las decisiones a fin de obrar de form a sa
bia y eficaz. E n otras palabras, la verdadera autoridad consiste
en conferir poder a otros para que actúen.
Sin em bargo, sucede a m enudo que los atributos que con­
fieren el poder para dar órdenes - e l ropaje, la corona, el tirulo,
e tcé te ra - se otorgan a alguien que carece de verdadera autori­
dad I■’sta autoridad investida, y no la sabiduría de un líder ge­
nuino. pasa entonces a convertirse en la única fuente de poder,
y, en sem ejante situación, es fácil que la naturaleza de la autori­
dad cam bie porque quien ostente el poder se niegue a devolver­
lo y lo u tilice para prom over su propio interés. El poder se une
entonces a la explotación.
l a asociación del poder con el propio interés constituye la
base d e la mayoría de los análisis contem poráneos de este fenó­
meno. En palabras d e G albraith : «Individuos y grupos buscan
el poder para favorecer sus propios intereses, así com o para im ­
poner a los demás sus propios valores personales, religiosos o so­
ciales.)*2' C uan d o se busca el poder por el poder, se avanza un
paso más en la explotación. Es bien sabido que para la mayoría
de las personas el ejercicio «leí poder conlleva elevadas recom ­
pensas em ocionales y m ateriales, encarnadas en sím bolos y ri­
tuales de obediencia qu e pueden ir desde ovaciones, bandas de
m úsica y saludos m ilitares, basta grandes despachos con antesa­
la, lim usinas, aviones privados o desfiles de autom óviles.
A m edida que la com unidad crece y se increm enta su com ­
plejidad, d núm ero de sus posiciones de poder crece tam bién.
En las sociedades com plejas la resolución de los conflictos y las
decisiones sobre cóm o actuar serán eficaces únicam ente si la
autoridad y el poder están organizados en estructuras adm inis-

126
t raí ivas. Li.ii la dilatada historia de la civilización hum ana esta
necesidad de ordenar la distribución del poder ha creado n u ­
merosas form as de organización social.
Así pues, el poder tiene un papel principal en la em ergencia
de las estructuras sociales. En la teoría social todas las norm as de
conducta quedan incluidas dentro del con cep to de estructura
social, tan to si son informales {resultado de las continuas co o r­
dinaciones de com p ortam ientos) co m o si son formales, d ocu ­
mentadas y reforzadas por leyes. T o d as esas estructuras form ales
(o instituciones sociales) son, en definitiva, reglas de co m p orta­
miento que facilitan la tom a de decisión y encarnan las relacio ­
nes de poder. Este vínculo fundam ental entre poder y estructu­
ra social ha sido extensam ente analizado en los textos clásicos
sobre el poder. El sociólogo y econom ista Max W eb cr declara:
«La d om inación ha tenid o un papel decisivo [...] en las estru ctu ­
ras sociales económ icam en te más im portantes del pasado y del
presente.»24 Según la poliróloga H annah A re n d t:« Io d as las ins­
tituciones políticas son m anifestaciones y encarnaciones de p o ­
der.»2’'

LA E S T R U t rU R A KN I.O S SI.STHMAS B IO L Ó G IC O S Y S O C IA L E S

Al analizar la d inám ica de las redes sociales, de la cultura y


del origen del poder hem os visto repetidam ente qu e la creación
de estructuras, tanto m ateriales co m o sociales, constituye una
característica clave de esa dinám ica. Llegados a este punto re­
sulta útil revisar, de form a sistem ática, el papel de la estructura
en los sistemas vivos.
T o d o análisis sisrcm ico se centra en el co n cep to de organi­
zación. o «patrón de organización»*. Los sistem as vivos son redes
autogenciicas, lo cual significa que su patrón de organización es
un patrón en red. en el qu e cada co m p on en te contribu ye a la
producción de otros com ponentes. Esta ¡dea puede extenderse
al ám bito social sustituyendo las redes vivas por las correspon­
dientes redes de com unicaciones.

126
En el d om in io « n ial el con cep to de organización adquiere
un significado adicional. Las organizaciones sociales, rales co­
m o las em presas o las instituciones políticas, son sistemas cuyos
patrones de organización están diseñados para distribuir el po­
der. Estos patrones form alm ente diseñados se d enom inan es­
tructuras organizativas y están representados visualm enic por
los organigram as organizativos estándar. En última instancia,
son norm as de conducta qu e facilitan la tom a de decisiones y
encarnan las relaciones de pod er.26
En los sistem as biológicos todas las estructuras son estruc­
turas m ateriales. Los procesos de una red biológica son proce­
sos de producción ele los com p onentes materiales de la red; las
estructuras resultantes son la encarnación material del patrón
de organización del sistem a. T o d a estructura biológica cam bia
continu am ente, de m odo qu e el proceso de encarnación mate­
rial es co n tin u o.
I x»s sistem as sociales producen tanto estructuras inm ateria­
les com o materiales. Los procesos que sustentan una red social
son procesos de co m u n icación, que generan significados y re­
glas de com p ortam iento com partidos (la cultura de la red), así
com o un cuerpo com ú n de co n o cim ien to . Las normas de con­
ducta -fo rm ales o in fo rm ales- reciben la denom inación de es­
tructuras sociales. El sociólogo M anuel C astclls afirm a lo si­
guiente: « la s estructuras sociales son el concepto fundacional
de la teoría social, 'l odo lo demás funciona a través de ellas.»27
Las ideas, valores, creencias y dem ás form as de conoci­
m iento generadas por los sistem as sociales constituyen estructu­
ras de significado, que d enom inaré «estructuras sem ánticas*.
Estas estructuras sem ánticas, y, por ende, los patrones de orga­
nización del sistem a, están encarnadas físicam ente, hasta cierto
punto, en el cerebro de los individuos que pertenecen a esa red.
T a m b ién pueden estarlo en otras estructuras biológicas a través
de los efectos de la m ente de cada individuo sobre su cuerpo,
c o m o , por ejem p lo , en el caso de enferm edades relacionadas
con el estrés. D escubrim ien tos recientes en ciencia de la cogni­
ción parecen indicar qu e, puesto que la m ente está siempre cn-

127
carnada tísicam ente, hay una interrd ación constante entre las
estructuras sem ánticas, neníales y l>icjlt»j;icas en general .2*
En las sociedades m odernas las estructuras sem ánticas de la
cultura están docum entadas, es d ecir, encarnadas físicam ente
en textos escritos y digitales. T am b ién lo están en artefactos,
obras de arte y dem ás estructuras m ateriales, al igual que en el
caso tic las culturas tradicionales carentes de sistem as de escri­
tura. D e h ed ió , las actividades de los individuos en las redes so­
ciales incluyen específicam ente la producción organizada de
bienes materiales. T o d as esas estructuras materiales -te x to s ,
obras de arte, tecnologías y bienes m ateriales- son creadas para
un propósito determ inado y según un diseño específico. Son,
por lo tam o, m anifestaciones físicas del significado com partido
que crean las redes de com u nicación de la sociedad.

T E C N O L O G ÍA Y C U I l'U RA

E n biología el co m p ortam ien to de un organism o vivo es


conform ad o por su estructura. Puesto que ésta cam bia con el
desarrollo del organism o y con la evolución de su especie, el
com p ortam iento cam bia tam bién.•** En los sistemas sociales se
puede observar una dinám ica sim ilar. l a estructura biológica
de un organism o es el equivalente de la estructura inm aterial de
una sociedad, que encarna la cultura de esa sociedad. A medida
que esa cultura evoluciona, lo hace tam bién su infraestructura:
evolucionan jum as a través de continuas inHuciidas mutuas.
Las influencias de la infraestructura material en el co m p o r­
tam iento de las personas y la cultura son particularm ente signi­
ficativas en el caso de la tecnología. D e ahí que el análisis de
ésta se haya convertido en una materia im portante en la teoría
social, tam o dentro de la tradición m arxista co m o fuera de
ella.»11
Al igual que el d e «ciencia», el significado del térm ino «tec­
nología-* ha cam biado notablem ente a lo largo de los siglos. El
térm ino original griego ttrfmolagúi, derivado de téchne («arte»),

I2K
significaba «discurso de las artes». C u an d o el term ino fue utili­
zado por prim era ve?, en ingles, en el siglo XVII, se refería a una
discusión sistem ática de las «artes aplicadas» u oficios, y gra
dualm ente pasó a denotar esos propios oficios. A principios del
siglo XX su significado fue extendiéndose hasta incluir no tan
sólo las herram ientas y las m áquinas, sin o tam bién los métodos
y las técnicas inm ateriales, y se refería a la aplicación sistem áti­
ca ile cualquiera de esas técnicas. H ablam os así de la «tecnolo­
gía de la gestión em presarial» o de las «tecnologías tic sim ula­
ción». I loy día la mayoría de las definiciones de la tecnología
subrayan su relación con la ciencia, E l sociólogo M anuel (!as-
tells la d efin e co m o «el co n ju n to de instrum entos, norm as y
procedim ientos m ediante el cual el co n o cim ien to cien tífico es
aplicado a una determ inada tarea de form a rcproducible».31
Sin em bargo, la tecnología es m u ch o más antigua que la
ciencia. Sus orígenes en la co n fección de herram ientas se re­
m ontan a los m ism ísim os albores de la especie hum ana, cu an­
do el lenguaje, la consciencia reflexiva y la capacidad de elabo­
rar herram ientas evolucionaron al u n íso n o .'2 En consecuencia,
la prim era especie hum ana recibió el nom bre de Homo habüh
(«hum ano habilidoso»), lo que indica su capacidad para manu-
facturar herram ientas com p lejas.3* Así pues, la tecnología cons­
tituye una característica definitoria de la naturaleza hum ana: su
historia abarca todo el pcriplo d e la evolución humana.
Al ser mi aspecto fundam ental de la naturaleza hum ana, la
tecnología ha m oldeado de form a crucial sucesivas épocas de la
civilización.34 Desde la Edad de Piedra hasta la Era de la Infor­
m ación. pasando por la Edad de B ro n ce y la Edad de Hierro,
definim os los grandes períodos de la civilización en térm inos de
sus tecnologías. A lo largo de los m ilenios, pero particularm en­
te desde la Revolución Industrial, voces críticas han señalado
que las influencias de la tecnología, la vida y la cultura hum a­
nas no siem pre son beneficiosas. A principios del siglo XIX W i-
lliam Blake denunció los «oscuros m olinos satánicos» del cre­
ciente industrialism o británico. Varias décadas más tarde Karl
M arx describió vivida y em otivam ente la horrenda explotación

129
de los trabajadores en las industrias británicas del en caje y la
porcelana.**
M ás recientem ente, algunos críticos Kan llam ado la aten­
ción sobre las crecientes tensiones entre valores culturales y alta
tecnología.*6 I.os defensores de ésta rechazan esas críticas y afir­
man qu e la tecnología es neutral, que sus efectos serán benefi­
ciosos o perjudiciales según el uso que se le de. N o obstan te, es­
tos defensores de la tecnología no parecen percatarse de que
cualquier tecnología específica conform ará siem pre la naturale­
za hum ana de un m od o u o tro, habida cuenta de lo fundam en­
tal q u e e.s para los hum anos el uso de la tecnología. C o m o ex­
plican los historiadores M elvin K ran zbcrg y C arroll Pursell:

Afirmar que la tecnología no es estrictam ente ncurr.il,


que adolece de tendencias inherentes e impone sus propios
valores, no es más que reconocer el hecho de que, com o parte
de nuestra cultura, influye en el modo com o nos com porta­
mos y maduramos. C om o [los humanos] hemos tenido siem ­
pre alguna forma de tecnología, ésta ha influido de manera
con.srantc en la naturaleza y la dirección de nuestro desarrollo.
N o se puede detener ese proceso ni acabar con esa relación.
T an sólo cabe comprenderlos y -esp erém oslo- dirigirlos hacia
objetivos que merezcan la pena [para la hum anidad].r

( ion este breve análisis de la interrelación entre tecnología


y cu ltura, a la que volveré a referirm e más de una vez en las pá­
ginas siguientes, conclu ye mi esbozo de un m arco unificado y
sistém ico para la com prensión de la vida biológica y social. D e­
dicaré el resto de la presente obra a la aplicación de ese marco
conceptual a algunas de las cuestiones sociales y políticas más
candentes ilc nuestra época: la gestión de las organizaciones h u ­
manas, los retos y peligros de la globalización eco n óm ica, los
problem as relacionados con la biotecnología y el diseño de c o ­
munidades sostenibles.

130
Segunda parte

I -os r e t o s d e l s i g l o XXI
4 . V ID A Y l.ll)E K A / .(i< ) EN LAS O R G A N IZ A C IO N E S

En los últim os año.s, la naturaleza de las organizaciones hu­


manas lia sido o b jeto d e am plios debates en los círculos em pre­
sariales y de la adm inistración de em presas, co m o respuesta a
un sentim iento muy difundido de que el m undo de los nego­
cios actual necesita profundas transform aciones. El cam bio or­
ganizativo se lia convertido en un tem a d om inan te en los textos
de gestión em presarial, y abundan los consultores empresariales
que ofrecen sem inarios sobre «gestión y cam bio».
En los diez últim os años be sirio invitado a participar en al­
gunos .seminarios para ejecutivos empresariales, y aJ principio me
sorprendió la intensidad con que sentían la necesidad de intro­
ducir cam bios organizativos en sus empresas. Las corporaciones
parecían más poderosas que nunca, la política estaba claramente
supeditada a los intereses de los grandes grupos empresariales y
los beneficios y el valor de las acciones de la mayoría de las em ­
presas ascendían a cotas nunca vistas, l odo parecía ir viento en
popa para el mundo de los negocios. ¿Por qué, pues, se hablaba
tanto de cam bios fundamentales?
Al escuchar las conversaciones entre los altos ejecutivos que
participaban en aquellos sem inarios, com en cé pronto a vislum­
brar un escenario bien d istin to. Esos directivos están hoy día
som etidos a un enorm e estrés. Trabajan más horas que nunca,
y m uchos se quejan de no tener tiem po para las relaciones per­
sonales, así co m o de no sentirse felices a pesar de su creciente
prosperidad m aterial. Tal vez sus em presas parezcan poderosas
vistas desde fuera, pero ellos se sienten em pujados de aquí para
allá por las fuerzas de un m ercado global, c inseguros ante unas
turbulencias que no pueden predecir ni com prender del todo.
El cam po en que desarrollan sus actividades la m ayor parre
de las em presas cam bia a una velocidad increíble. Los mercados
están siendo rápidam ente desregu lados, e incesantes fusiones y
absorciones corporativas im ponen cam bios culturales y estruc­
turales radicales a las organizaciones im plicadas, cam bios que
van más allá de la capacidad de aprendizaje de las personas y
desbordan tanto al individuo co m o a la organización. C o m o
resultado de todo ello, se extiende entre los ejecutivos la pro­
funda sensación de que, por más que trabajen, la situación está
fuera de con trol.

C A M B IO Y C O M P L E JID A D

La causa fundam ental d e ese profundo m alestar entre los


ejecutivos es, al parecer, la enorm e com plejidad que ha ido ad­
quiriendo la sociedad industrial contem poránea, hasta conver­
tirse en una de sus principales características. Kn los com ienzos
de este nuevo siglo nos rodean im ponentes estructuras de abru ­
madora com plejidad que invaden poco a poco casi todos los as­
pectos de nuestra vida. T an tas situaciones nuevas y com plejas
eran difíciles de predecir tan sólo m edio siglo atrás: globalización
del co m ercio y las com u nicaciones, com u nicación instantánea
mundial m ediante redes electrónicas cada vez más com plejas,
organizaciones m ultinacionales gigantescas, fábricas au tom atiza­
das, etcétera.
La perplejidad que experim entam os al contem plar esas m a­
ravillas de las tecnologías industriales e inform ativas no está
exenta de cierta sensación de desasosiego, cuando no de franca
incom odidad. Aunque esos com p lejos sistemas reciben c o n ti­
nuas alabanzas por su creciente p erfección, se va extend iend o la
idea de qu e han traído consigo un en torno com ercial y o rg ani­

134
zativo prácticam ente irreconocible desde el punto de vista de la
teoría y la práctica de la gestión empresarial tradicional.
C o m o si todo eso no fuera ya de por sí suficientem ente
alarm ante, resulta cada vez más evidente q u e nuestros com p le­
jos sistemas industriales, tanto organizativos com o tecnológi­
cos, constituyen la causa principal de la destrucción del medio
am biente a escala planetaria, así com o la amenaza más grave
para la supervivencia a largo plazo de la hum anidad. A fin de
construir una sociedad sostcnible para nuestros hijos, y para las
generaciones venideras, será preciso que red ¡señem os por co m ­
pleto m uchas de nuestras tecnologías c instituciones sociales,
así co m o q u e seamos capaces de salvar el abism o actual en tre el
diseño hum ano y los sistemas ecológicam ente sostenibles de la
naturaleza.1
la s organizaciones necesitan cam bios profundos, tanto
para adaptarse al nuevo en to rn o empresarial co m o para llegar a
ser ecológicam ente sostenibles. Este doble reto es real y urgen­
te, por lo que el am plio debate actual sobre el cam bio organiza­
tivo está plenam ente justificad o. Sin em bargo, a pesar de ese
debate y de algunos éxitos anecdóticos en la transform ación de
cierras organizaciones, el balance general es extrem adam ente
pobre. E n recientes encuestas los ejecutivos respondieron una y
otra vez qu e sus esfuerzos p o r introducir cam bios organizativos
110 daban los frutos prom etidos. En lugar de dirigir organiza­
ciones nuevas, acababan enfrentándose a los efectos colaterales
indeseables de sus esfuerzos.2
A prim era visra, esta situación parece paradójica. Cuando
contem plam os el entorno natural que nos rodea, vemos que el
cam bio , la adaptación y la creatividad son constantes. Nuestras
organizaciones em presariales, sin em bargo, parecen incapaces
de adaptarse a él. A lo largo de los años, he llegado a darme a
cuenta de qu e las raíces de esta paradoja residen en la naturale­
za dual de las organizaciones h um anas.' Por un lado, existen
organizaciones sociales disenadas para propósitos específicos,
co m o producir rendim ientos para sus accionistas, m anejar la
d istribu ción del poder p o lítico , transm itir co n o cim ien to o di­

135
fundir alguna fe religiosa. Al m ism o tiem po, las organizaciones
son com unidades de personas que im craccionan para establecer
relaciones, apoyarse m utuam ente y dar sentido a sus activida­
des cotidianas a nivel personal.
A esos dos aspectos de las organizaciones corresponden dos
clases de cam bio m uy distintas. G ran parte del desencanto de
los altos ejecutivos an te el resultado de sus esfuerzos para lograr
cam bios se debe a que ven a sus em presas corno instrum entos
diseñados para conseguir propósitos específicos, de m odo que
cuando tratan de cam biar su diseño esperan cam bios predeci­
bles y ciiantifieables en toda la estructura. S in em bargo, la es­
tructura diseñada se entrecruza siem pre con los individuos y las
com unidades vivas de la organización, para los cuales el cam bio
no puede ser diseñado.
Se oye a m enudo que el personal tic las organizaciones se
resiste al cam bio. Kn realidad, a lo qu e se resiste la gente no es
al cam bio , sino a que se le im pongan determ inados cam bios.
C o m o organism os vivos, los individuos y sus com unidades per
m anccen estables por más que estén sujetos al cam bio y al desa­
rrollo, pero sus procesos naturales de cam bio son muy distintos
a los cam bios organizativos, diseñados por expertos en m inge-
niería» y decretados desde arriba.
Para resolver el problem a del cam bio organizativo, necesi­
tamos com prend er antes los procesos de cam bio naturales in h e­
rentes a tod o sistema vivo. U na vez lo hayam os logrado, podre­
mos com enzar a diseñar, en consecuencia, los procesos de
cam bio organizativo creando organizaciones hum anas que re­
flejen la adaptabilidad, la diversidad y la creatividad de la pro­
pia vida.
Según la com prensión sistcm ica de la vida, los sistemas vi­
vos se crean o se recrean a sí m ism os sin cesar, m ediante la
transform ación o sustitución de sus com ponentes. Sufren cam ­
bios estructurales con tin u os al m ism o tiem po que preservan sus
patrones de organización en form a de retí.4 C om p rend er la
vida significa com prend er los procesos de cam bio inherentes a
ella. Sólo cuando lleguemos a com prender claram ente hasta

136
que punto y en qué formas están vivas las organizaciones hu-
manas podrem os plantearnos el cam bio organizativo desde una
nueva luz. C o m o resumen los teóricos organizativos Margaret
W lieatlcy y M yron K ellncr-R ogers: " l a vida es la mejor maes­
tra para el cam bio.»1'
Siguiendo a W lieatlcy y Kellner-Rogers, propongo una so­
lución sistém ica al problem a del cam bio organizativo que, co­
mo m uchas otras soluciones sistém icas, no resuelve únicamente
un problem a, sino m uchos más. Es muy probable que co m ­
prender las organizaciones hum anas en térm inos de los sistemas
vivos, es decir, en térm inos de redes com plejas no lineales, con­
duzca a nuevas perspectivas en la naturaleza de la com plejidad
y nos ayude, por consiguiente, a abordar las com plejidades del
actual entorno empresarial.
Y, lo q u e es más, nos ayudará tam bién, sin duda, a diseñar
organizaciones em presariales ecológicam ente sosteniblcs, pues­
to que los principios de organización de los ecosistem as, que
constituyen la base de la sostenibilidud, son idénticos a los de
todo sistem a vivo. Parece, pues, que la com prensión de las or­
ganizaciones humanas co m o sistem as vivos constituye uno de
los retos fundam entales de nuestro tiem po.
Existe una razón adicional que hace que la com prensión
sistém ica de la vida tenga im portancia capital para la gestión de
em presas en la actualidad. A lo largo de las últimas décadas lie­
mos asistido a la em ergencia de una nueva econom ía, decisiva­
m ente m oldeada por las tecnologías de la com unicación y de la
in form ación , en la que el proceso de la inform ación y la crea­
ción de conocim ientos técnicos y específicos constituyen las
luentcs principales de la productividad/’ Según la teoría econó­
m ica clásica, las fuentes prim ordiales de riqueza son los recur­
sos naturales (la tierra, en particular), el capital y la fuerza labo­
ral. La productividad es el resultado de la com binación eficaz
de esos tres com ponentes m ediante la gestión y la tecnología.
En la econom ía actual tanto la gestión com o la tecnología están
crucialm ente ligadas a la creación de conocim ientos. Los incre­
m entos en la producción lio vienen ya de la fuerza laboral, sitio

137
de la capacidad de equiparla con nuevas habilidades, basadas en
el conocim iento. Por consiguiente, la «gestión del co n o cim ien ­
to», el «capital intelectual» y el «aprendizaje organizativo» se han
convertido en nuevos e im portantes conceptos para la teoría de
la gestión empresarial. 7
Según la visión sistém ica de la vida, la em ergencia espontá­
nea de orden y la d inám ica de acoplam iento estructural, cuyos
resultados son los co n tin u os cam bios estructurales característi­
cos de tod o sistema vivo, constituyen el fenóm eno básico su b­
yacente en el proceso de aprendizaje.* Es más, ya hem os visto
que la creación de con ocim ientos en las redes sociales es una
característica clave de la dinám ica de ia cu ltura.9 C o m b in a r es­
tas ideas y aplicarlas al aprendizaje organizativo nos capacita
para esclarecer las condiciones en las que tienen lugar el apren­
dizaje y la creación de conocim ientos, de lo que pueden d eri­
varse im portantes pautas para la gestión de las organizaciones
orientadas al co n o cim ien to de nuestros días.

I A S M E T Á F O R A S EN LA G E S T IÓ N EM PRESA K 1AI

La idea fundam ental de la gestión em presarial, subyacente


tanto en su teoría co m o en su práctica, es la de ditigii la organi­
zación en una d irección consistente co n sus objetivos y sus p ro ­
pósitos.10 E n el caso de las organizaciones empresariales, estos
objetivos son prioritariam ente financieros, y. por consiguiente,
co m o señala el teórico de la gestión Peter B lock, las principales
ocupaciones de la d irección empresarial son la definición de
propósitos, el uso del poder y la distribución de la riqueza.1’
Para dirigir eficazm ente una organización, sus dirigentes
tienen que saber con cierto detalle có m o lu ncioua, y, puesto
qu e los procesos y patrones relevantes en la organización pue­
den ser muy com p lejos, en particular en las grandes corp oracio­
nes de nuestros días, sus adm inistradores han utilizado tradicio-
nalm entc m etáforas para trazar am plias perspectivas generales.
El teórico de la organización (ia re tb M organ ha analizado estas

138
metáforas clave en un libro csclarecedor, titulado Images o f Or­
ganizarían. Según M organ: «El medio de la organización y la
gestión em presariales es la m etáfora. I.a teoría y la práctica de
la gestión empresarial están conform adas por un proceso meta­
fórico qu e influye virtualm ente en todo lo que hacem os.>♦12
L is m etáforas clave que M organ analiza incluyen las organi­
zaciones com o máquinas (con el acento en el control y la efica­
cia). co m o organism os (desarrollo, adaptación), com o cerebros
(aprendizaje organizativo), co m o culturas (valores y creencias) y
com o sistemas de gobierno (conflictos de interés, poder). Desde
el punto de vista de nuestro m arco conceptual, vemos que las me­
táforas de los organism os y los cerebros se refieren, respectiva­
m ente, a las dim ensiones biológicas y cognitivas de la vida, mie n­
tras que las de las culturas y los gobiernos representan diversos
aspectos de la dim ensión social. El mayor contraste surge entre la
m etáfora de las organizaciones co m o m áquinas y las de las orga­
nizaciones co m o sistemas vivos.
Ks mi intención ir más allá del nivel m etafórico y averiguar
hasta qué pu nto pueden las organizaciones hum anas ser com ­
prendidas, literalm ente, co m o sistemas vivos. Pero antes ros
será de utilidad revisar la historia y las características principales
de la m etáfora com o m áquina, que forma parte del paradigma,
m ucho más am plio, form ulado por D escartes y N cw ton en el
siglo XVII y que ha dom inado nuestra cultura durante siglos, en
los que ha m oldeado la sociedad occid ental y ha influido consi­
derablem ente en el resto del m u n d o .1'
La visión del universo co m o sistem a m ecánico compuesto
por elem entos básicos ha conform ad o nuestra percepción de la
naturaleza, del organism o hum ano y de la sociedad y, por ende,
tam bién de las organizaciones empresariales. Dts primeras teo­
rías m ecanicistas ríe la gestión em presarial datan de principios
del siglo XX. E n ellas las organizaciones eran descritas com o
conju ntos de piezas engarzadas con precisión departamentos
clasificados por funciones co m o prod ucción, m arketing, finan­
zas o p erso n al- y unidas por m edio de líneas claram ente defini­
das de m ando y co m u n icació n .14

139
Esta visión de la gestión com o ingeniería, basada en un d i­
seño técn ico preciso, lúe perfeccionada por Frederick I aylor,
un ingeniero cuyos «principios de gestión empresarial cien tífi­
ca» constituyeron la piedra angular de la teoría d om inante en
ese cam po durante la primera m itad del siglo XX. ( .orno señala
G arcth M organ, el taylorism o, en su versión original, sigue aún
vivo en num erosas cadenas de com ida rápida de tod o el m un­
do. En esos restaurantes mecanizados qu e sirven hamburguesas,
pizzas y otros productos altam ente estandarizados,

rl trabajo está a menudo organizado hasta el m is m ínim o de­


talle según un diseño que analiza la totalidad del proceso de
producción, encuentra los procedimientos más eficaces y lue­
go los asigna com o tarcas específicas a personas formadas para
realizarlas de manera muy precisa. I.a totalidad del trabajo in ­
telectual corre a cargo de directivos y organizadores, y el me­
ramente manual queda reservado para los em pleados.1^

Los principios de la teoría clásica de la gestión empresarial


se han incrustado tan profundam ente en nuestra form a de co n ­
cebir las organizaciones, qu e, para la mayoría de sus dirigentes,
el diseño de estructuras form ales unidas por líneas claras de c o ­
m unicación, coord inación y control se lia convertido casi en
una segunda naturaleza. C o m o verem os más adelante, esta
adaptación inconsciente del enfoque m ecanicista a la gestión
empresarial constituye uno de los principales obstáculos actua­
les para el cam bio organizativo.
Para apreciar el profundo im pacto de la m etáfora de las or­
ganizaciones com o m áquinas en la teoría y la práctica de la ges­
tión em presarial, contrastém osla con la visión de la organiza­
ción co m o sistema vivo, por el m om ento al nivel estrictam ente
m etafórico. Id teórico de la organización Pctcr Scn gc, uno de
los principales defensores del pensam iento sistém ico y tle la
idea de «organización qu e aprende» en los círculos estadouni­
denses de gestión em presarial, ha reunido una relación im pre­
sionante de las im plicaciones que esas dos m etáforas tienen

140
para las organizaciones. Para acentu ar el contraste entre ambas,
Senge describe la primera co m o tina «m áquina de hacer dine­
ro» y la segunda co m o un «ser vivo».16
Una m áquina es diseñada por unos ingenieros para un fin
determ inado, y pertenece a alguien qu e tien e libertad para ven­
derla cuando lo esrime conveniente, características que expresan
a la perfección la visión m ccanit ista de la organización, que im ­
plica qu e la em presa es creación y propiedad de personas ajenas
al sistema. Su estructura y sus objetivos están diseñados por eje­
cutivos o por expertos externos y les son im puestos a la organi­
zación. Sin em bargo, al contem plar la organización com o un ser
vivo, la cuestión de la propiedad se torna problem ática. «La ma­
yoría de la gente», señala Senge, «consideraría fundam ental­
m ente inm oral la idea de que una persona poseyera a otra.»17 Si
las organizaciones fueran realm ente com unidades vivas, com ­
prarlas y venderlas sería el equivalente de la esclavitud; someter
la vida de sus m iem bros a objetivos predeterm inados sería con­
siderado algo dcsluim anizador.
Para funcionar adecuadam ente, la m áquina tiene que ser
controlada por sus operadores, de m odo qu e funcione según sus
instrucciones. D e acuerdo con esto, rodo el énfasis de la teoría
clásica de la gestión empresarial se inclina hacia el logro de ope­
raciones eficaces m ediante un co n tro l de arriba abajo. Los seres
vivos, en cam b io , actúan de form a autónom a. Nunca podrán
ser controlados co m o las m áquinas. T ratar de hacerlo equivale a
privarlos de su con d ición de ser vivo.
Ver la em presa co m o una m áquina im plica tam bién que en
algún m o m en to se estropeará, a m enos qu e sea periódicam ente
revisada y m antenida por sus directivos. N o puede cam biar
por sí m ism a; todos los cam bios tienen que ser diseñados y eje­
cutados desde fuera de ella. P or el contrario, verla com o un ser
vivo im plica qu e es capaz de autor regenerarse y que cam biará y
evolucionará de forma natural.
«l.a m etáfora de la máquina es tan poderosa», concluye
Senge, «que con d iciona el carácter de la m ayoría de las organi­
zaciones. A caban pareciéndose más a una m áquina que a un ser

141
vivo porque sus m iem bros creen que lo es.»M Kl enfoque meca-
nicista de la gestión em presarial ha tenido, sin duda, m ucho
éxito en el aum ento de la eficiencia y de la productividad, pero
tam bién lia tenido co m o consecuencia una crecien te anim ad­
versión hacia las organizaciones dirigidas co m o si fueran m á­
quinas. 1.a razón es evidente: a casi nadie le gusta ser tratado
com o un engranaje más.
Al observar el contraste entre ambas m etáforas -m á q u in a
frente a ser v iv o- resulta evidente que el estilo de gestión em ­
presarial inspirado por la m etáfora de la m áquina no podrá evi­
tar tener problemas co n el cam bio organizativo. La necesidad
de que todos los cam bios sean previam ente diseñados por la di
rccción, e im puestos luego a toda la organización, tiende a ge­
nerar rigidez burocrática. F.n la m etáfora d e la m áquina no
queda espacio para las adaptaciones flexibles, para el aprendiza­
je ni para la evolución. Está claro que las organizaciones regidas
de form a estrictam ente m ecanicista no pueden sobrevivir en el
actual en to rn o em presarial, com p lejo, orientado al co n o cim ien ­
to y rápidam ente cam biante.
Peter Senge expuso su com paración de am bas m etáforas en
el prólogo de un libro notable, titulado t'hr Living Company.™
Su autor, Arie de G cu s, ex ejecutivo de la Shell, se plantea la
cuestión de la naturaleza de las organizaciones empresariales
desde un ángulo interesante. En los años o ch en ta, D e G eus d iri­
gió para el grupo Shell un estudio que consideraba la cuestión
de la longevidad em presarial. Ju n to con sus com pañeros de
equipo. D e Geus analizó grandes corporaciones que llevaban
más de un siglo de existencia, que habían sobrevivido a los cam ­
bios ocurridos en el m u n do a su alrededor y seguían floreciendo
m anteniendo intacta su identidad corporativa.
I'.l estudio analizó veintisiete corporaciones longevas halló
en todas ellas ciertos caracteres com unes,20 lo cual llevó a D e
G eus a la conclusión d e qu e las empresas que tienen un co m ­
portam iento y ciertas características que las hacen sem ejantes a
las entidades vivas son las más flexibles y duraderas, básicam en­
te, D e G eu s y su equipo identificaron dos co n ju n to s de carac­

142
terísticas. Kl prim ero consiste en un inerte sentido de com uni­
dad e identidad colectiva en torno a una serie de valores com u­
nes; una com unidad en la que sus m iem bros saben que serán
apoyados en sus esfuerzos por alcanzar sus propios objetivos. Kl
segundo co n ju n to reúne las características de apertura al m un­
do exterior, tolerancia a la entrada de nuevos miem bros y nue­
vas ideas y, por consiguiente, una m anifiesta capacidad para
aprender y adaptarse a nuevas circunstancias.
D e (¡c u s contrasta los valores de la em presa que aprende,
cuyo propósito principal consiste en sobrevivir y prosperar a
largo plazo, con los de la «empresa económ ica» convencional,
cuyas prioridades están determ inadas por criterios puramente
económ icos. D e G eus asegura que «la gran diferencia entre am ­
bas definiciones de em presa - la econ óm ica y la que aprende-
constituye el núcleo fundam ental de la crisis a la que se cu fíen ­
la el ejecutivo de nuestros días**.21 Para superar esa crisis -su g ie­
re De ( ¡c u s - los directivos deberían «cam biar sus prioridades:
en vez de dedicar sus empresas a la optim ización del capital, de­
berían dedicarlas a optim izar a las personas».22

I A S R I D K S M>< :IAI l\S

Según D e G eu s, m ientras sus directivos la consideren viva


y cam bien en consecuencia su estilo de gestión, im porta poco
determ inar si la «empresa viva» es, sim plem ente, una metáfora
útil o si las organizaciones em presariales son realm ente siste­
mas vivos. D e G eus urge tam bién a los altos ejecutivos a ele­
gir entre la im agen de «empresa viva» y la de «empresa eco ­
nóm ica», que parece bastante artificial. U na empresa es, sin
duda, una entidad legal y económ ica qu e, en cierto sentido,
parece estar viva. L'.l reto consiste en integrar am bos aspectos
de las organizaciones hum anas. Kn mi op in ió n , este desafío
resulrará m ucho más fácil de afrontar cuando logremos de­
term inar en qu é grado, exactam ente, están vivas las organiza­
ciones.

143
C o m o hem os visto, los sistemas sociales vivos son redes de
com u nicaciones autogenéticas,23 lo cual significa que una orga­
nización hum ana sólo será un sistem a vivo si está organizada
co m o red, o si contien e redes más pequeñas en su interior. D e
h ech o, las redes se han convertid o en un cen tro preferente de
aten ció n , no tan sólo para el m undo de los negocios, sino tam ­
bién para la sociedad en general, y permean la cultura global
em ergente.
En pocos años Internet se ha convertido en una poderosa
red global de com unicaciones, y m uchas de las nuevas em presas
de In tern et actúan co m o interfaces entre redes de con su m id o ­
res y de proveedores. C isco System s, una em presa co n sede en
San F rancisco que es la m ayor proveedora de conm utadores y
routers para Internet, pero que durante m uchos años no tuvo
ni u na sola fábrica, constituye un ejem plo pionero, básicam en­
te, lo qu e C isco hace es producir y gestionar inform ación a tra­
vés de su sitio en la red. m ediante el cual establece con tactos
entre clientes y proveedores y aporta su experiencia.24
1.a mayoría de las grandes corporaciones de nuestros días
existen co m o redes descentralizadas de unidades más pequeñas.
Además, por un lado, están conectadas a redes de pequeñas y
medianas empresas qu e les sirven de proveedores y sulnjonira-
ristas, m ientras qu e, pot o tro , unidades pertenecientes a d istin ­
tas corporaciones establecen alianzas estratégicas tem porales y
em prenden operaciones con jun tas, l.as diversas parres de esas
redes se recom binan y entrecruzan co n tin u am en te y cooperan y
com p iten a la vez las unas con las otras.
Las organizaciones sin ánim o de lucro y las organizaciones
no gubernam entales (O N G ) han establecido redes parecidas.
D en tro de las escuelas los m aestros se intcrconectan cada vez.
más a través de redes electrónicas, que a veces se extienden a
otros centros de enseñanza, las cuales incluyen tam bién a los
padres de sus alum nos y a diversas organizaciones que propor­
cionan apoyo educarivo. Por otra parte, el trabajo en red co n s­
tituye una de las principales actividades de los m ovim ientos p o ­
líticos d e base desde hace ya bastantes anos. El ecologista, el de

144
defensa de los derechos hum anos, el fem inista y el pacifista, en­
tre m uchos otros m ovim ientos de base, se han organizado en
redes que trascienden las fronteras nacionales.2*
Hn el año 1 9 9 9 centenares de esas organizaciones de base se
intcrconectaron electrónicam ente durante meses para preparar
acciones de protesta co n ju n tas con ocasión tic la cu m bre de la
O M C en Seattle. La C oalició n de Seairle consiguió un éxito ex­
traordinario al im pedir el normal desarrollo de la reunión, que
le perm itió dar a conocer al m undo sus puntos de vista. Sus ac­
ciones concertadas, basadas en estrategias de red. han cam biado
para siempre el clim a qu e rodea la cuestión de la globalización
económ ica.26
Kstos hechos recientes dejan claro que las redes se han co n ­
vertido en uno de los fenóm enos sociales más notorios de nues­
tros tiem pos. E l análisis de la red social se ha consolidado com o
un nuevo enfoque de la sociología, y es em pleado en la actuali­
dad por m uchos científicos para el estudio de las relaciones so­
ciales y de la naturaleza de las com unidades.27 Ln un nivel su­
perior, el sociólogo M anuel C astells argum enta qu e la reciente
revolución de la tecnología de la inform ación ha dado pie a una
nueva econom ía, estructurada en redes financieras globales que
giran en torno a los flujos de inform ación, poder y riqueza.
( ia.stells señala asim ism o que la red permea la sociedad y se ha
convertido en una nueva forma de organización de la actividad
hum ana, lo que ha m ovido .1 este soc iólogo a acuñar el térm ino
de «sociedad en red» para describir y analizar esta nueva estruc­
tura social.21*

C O M U N ID A D E S D E P R Á C T IC A

(ira d a s a las nuevas tecnologías de la inform ación y la co­


m unicación las redes sociales se han vuelto om nipresentes, tanto
dentro de las organizaciones co m o fuera de ellas. Sin em bargo,
para que una organización esté viva no basta con la existencia de
redes sociales, sino q u e tam bién es necesario que éstas reúnan

145
determ inadas características. C o m o hem os visto, las redes vivas
son autogcncticas. ( 'arla com u n icación crea en ellas pensam ien­
tos y significado, lo que da lugar a nuevas com unicaciones. D e
este m od o la red se autogenera, crea un contexto com ú n de sig­
nificado, conocim ientos com partidos y normas de cond ucta, y
proporciona a sus m iem bros una identidad colectiva y un ám bi­
to claram ente delim itado qu e sienten co m o propio.
El teórico de la organización Ktiennc W enger d enom ina
«com unidades de práctica» a estas redes sociales autogenéticas;
con este térm ino se refiere al co n texto com ún de significado,
más qu e al patrón de organización a través del cual éste se ge­
nera. «A medida que los individuos se em peñan a lo largo del
tiem po en una em presa com ú n», explica W enger, «van desarro­
llando una práctica com ú n, es decir, formas de hacer las cosas y
de relacionarse com partidas, qu e les perm iten alcanzan el o b je­
tivo com ú n deseado. C o n el paso del tiem po, esta práctica c o ­
mún resultante acaba convirtiéndose en un vínculo reconocible
entre los im plicados.»29
W en g er subraya que existen num erosas clases distintas de
com unidades, del mism o m odo qu e existen num erosas clases
distintas de redes sociales. Un barrio residencial, por ejem plo,
recibe a m enudo el nom bre de com unidad. l) c forma parecida,
hablam os de la «com unidad legal» o de la «com unidad m édi­
ca». Sin em bargo, en estos casos no se trata de com unidades de
práctica dotadas de la d inám ica característica de las redes de co -
m im itació n es aun igc tíét icas.
Según W enger, la com unidad de práctica se caracteriza por
tres aspectos: im plicación mutua de sus m iem bros, em presa c o ­
mún y co n el paso del tie m p o - repertorio co m p artido de hábi­
tos, norm as tácitas de cond u cta y co n o cim ie n to .’0 En térm inos
de nuestro m arco conceptual, podem os ver que la im plicación
m utua se refiere a la d inám ica de la red de com u nicaciones au-
togenética, qu e la empresa com ú n equivale al propósito y al sig­
nificado com unes, y que el repertorio com partido se coi respon­
de co n la coord inación de co m p ortam iento resultante y co n el
co n o cim ien to com partido.

140
La generación de un co n texto com ún de significado, co n o ­
cim ien to com partido y norm as de cond u cta caracteriza lo que,
en páginas precedentes, lie denom inado «dinám ica de la cultu­
ra » ,'1 la cual incluye, en particular, la creación de un ám bito de
significado y, por ende, de una identidad entre los miembros
d e la red social, basada en el sentido de pertenencia, que consti­
tuye la característica definitoria de la com unidad. Según Arte
de G cu s, en el turbulento m undo de los negocios de nuestros
días, el profundo sentim iento por parte de los em pleados de
una em presa de pertenecer a la organización c identificarse con
sus objetivos - e n otras palabras, un profundo sentido de com u­
n id a d - es esencial para la supervivencia de las empresas.-12
En nuestras actividades cotidianas, casi rodos pertenecem os
a diversas com unidades de práctica, ya sea en el trabajo, en la
escuela, en los deportes, en las aficiones, o en la vida social. Al­
gunas de ellas tienen nom bres y estructuras form ales, mientras
que otras puede que sean tan inform ales que ni siquiera estén
identificadas co m o com unidades. Sea cual fuere su status, las
com unidades de práctica son parte integrante tic nuestra vida.
Por lo que se refiere a las organizaciones hum anas, podemos
ver qu e su naturaleza dual co m o entidades legales y económ i­
cas, por un lado, y com unidades de personas, por otro, deriva
del hecho de que, dentro de las estructuras form ales de la orga­
nización, surgen y se desarrollan invariablem ente diversas co ­
munidades de práctica. Se trata de redes inform ales -alianzas y
amistades, canales inform ales de com u n icación («radio macu­
to») ti otras redes más o m enos enm arañadas de relacio n es- que
co n tin u am en te crecen, cam bian y se adaptan a nuevas situacio­
nes. En palabras de E tien n e W enger:

Para realizar su trabajo, los empleados organizan su vida


con sus compañeros más próximos y con sus clientes. Al ha­
cerlo, desarrollan o preservan un sentido de sí mismos con el
que pueden convivir, divertirse un poco y satisfacer las necesi­
dades de sus empresas y de sus clientes. Sea cual fuere la des­
cripción oficial de su puesto de trabajo, crean una práctica

147
para llevar a cabo lo que hay que hacer. Aunque estén contra
tados por una gran institución, en la práctica diaria trabajan
con - y , en cierto sentido, para- un número mucho más redu­
cido ilc personas y comunidades.11

E n el seno de caria organización hay un co n ju n to de com u ­


nidades de práctica interconcctadas. C u a n to mayor sea el nú­
mero de personas im plicadas en esas redes inform ales y más
desarrolladas y com plejas sean éstas, más capacitada estará la
organización para aprender, para responder creativam ente a c ir­
cunstancias nuevas inesperadas, para cam biar y para evolucio­
nar. En otras palabras, la vitalidad de la organización reside en
sus com unidades de práctica.

LA O R G A N IZ A C IÓ N VIVA

Para m axim izar el potencial creativo y la capacidad de


aprendizaje de una em presa, es crucial qu e sus directivos y eje­
cutivos com prendan la interrclación entre sus estructuras for­
males y diseñadas y sus redes inform ales autogenéticas.34 l.as
estructuras form ales son co n ju n to s d e norm as y reglas que de
finen las relaciones entre personas y tareas y determ inan asi­
mismo la distribución del poder. Los lím ites son establecidos
m ediante acuerdos contractuales qu e delinean subsistemas (de­
partam entos) y funciones bien definidos. Las estructuras for­
males se describen en los d ocu m entos oficiales de la organiza­
ción -d iagram as organizativos, reglam entos internos, manuales
y presup uestos-, qu e establecen su política, sus estrategias y sus
procedim ientos.
Por el co n trario , las estructuras inform ales son redes de c o ­
m unicaciones Huidas v flu c tlia n te s .K s a .s com unicaciones in­
cluyen formas no verbales de im plicación m utua en una tarca
com ún a través de la cual se intercam bian habilidades y se g e­
nera el co n o cim ie n to com p artido. L i práctica com partida crea
espacios lim itados de significado flexible, a m enudo no exprc-

I4X
sados verbalm cnrc. Kl signo distintivo d e pertenencia a una red
puede ser algo tan simple co m o la capacidad para seguir una
conversación o estar al corriente del últim o chism e.
l.as redes inform ales de com u nicación se encarnan física-
m enie en las personas que se im plican en la práctica com ún.
( .'liando entra en ella gente nueva* la red puede rcconfigurar­
se; cuand o alguien se va, la red cam biará de nuevo, o incluso
llegará a quebrarse. Kn la organización form al, en cam bio, las
funciones y las relaciones de poder son más im portantes que
las personas, por lo que persisten en el tiem po aunque éstas
cam bien.
Kn toda organización existe una constante intcrrclación
en tre sus redes inform ales y sus estructuras formales, l as polí­
ticas y los procedim ientos formales son siempre filtrados y m o­
dificados por las redes inform ales, lo cual perm ite a los em plea­
dos usar su creatividad al enfrentarse a situaciones nuevas o
inesperadas. Kl poder de esta intcrrclación resulta sorprenden­
tem ente evidente cuando los em pleados hacen una huelga de
celo. Al trabajar estrictam ente según los manuales y procedi­
m ientos oficiales, causan un serio perjuicio al funcionam iento
de la organización. 1.a situación ideal se da cuando la organiza­
ció n formal reconoce y apoya sus redes inform ales de relacio­
nes, e incorpora las innovaciones de éstas a sus propias estru c­
turas.
C o m o lia quedado d icho, la fuerza vital de una organiza­
ción -su flexibilidad, su potencial creativo y su capacidad de
ap ren d izaje- reside en sus com unidades de práctica informales.
L is partes fórm ales de la organización estarán más o m enos «vi­
vas» en función de su proxim idad a las redes inform ales. Los
dirigentes experim entados saben có m o trabajar con la organiza­
ció n inform al. Lo típico es que dejen que las estructuras form a­
les se ocupen del trabajo rutinario, y confíen a la organización
inform al tod o aquello qu e trascienda la rutina habitual. T a m ­
bién es posible que com u niqu en inform ación crítica a indivi­
duos clave, conscientes de que de este m odo circulará y será de­
batida en los canales infórm ales.

149
lisias consideraciones im plican qu e el m odo más eficaz de
expandir el potencial de una organización para la creatividad y
el aprendizaje, así co m o para m antenerla no sólo viva, sino
lam inen llena de vitalidad, consiste en apoyar y reforzar sus c o ­
munidades de práctica. El prim er paso en este em peño será
proporcionar el espacio social necesario para que las co m u n ica­
ciones inform ales puedan medrar. Algunas empresas habilitan
cafeterías para estim ular encuentros inform ales. C o n el m ism o
propósito, otras utilizan boletines, la circular inform ativa de la
empresa, una biblioteca especial, retiros en el cam po o chats
virtuales. Si se les da suficiente publicidad dentro de la empresa
para que quede patente el apoyo de la d irección, esas medidas
liberarán las energías del personal, estim ularán la creatividad y
pondrán en marcha procesos de cam bio.

A P R E N D E R D E LA V ID A

C u an to más sepan los directivos acerca de los procesos de-


rallados im plícitos en las redes sociales autogenéticas, más efica­
ces serán en su trabajo co n las com unidades de práctica de su
organización. Pasemos, pues, a considerar qu é clase tic leccio ­
nes para la d irección pueden derivarse de la com prensión sisté-
m ica de la vida. '6
U na red viva responde a las perturbaciones con cam bios es­
tructurales, y elige a qué perturbaciones responder y a cuáles
n o .'7 Aquello de lo que las personas se den cuenta dependerá
de quiénes son co m o individuos, así co m o tic las características
culturales de sus com unidades de práctica. U n m ensaje les lle­
gará no tan sólo por su volum en y su frecuencia, sino tam bién
porque tendrá sentido para ellas.
Los directivos de orientación m ecanicista tienden a aferrar­
se a la creencia de que pueden controlar la organización si c o ­
nocen có m o encajan unas en otras sus diferentes partes. Incluso
la experiencia cotid iana de que el co m p ortam iento de la gente
contrad ice esas expectativas no consigue hacerles dudar de su

I SO
presunción fundam ental. Am es al contrario, los mueve a estu­
diar con m ayor detalle los m ecanism os de la gestión, para tratar
de con trolar a su personal.
Nos estarnos ocupando atpií de una diferencia crucial entre
un sistem a vivo y una m áquina. La m áquina puede ser contro­
lada; el sistem a vivo, según la com prensión sistém ica de la vida,
sólo puede ser perturbado. En otras palabras, las organizaciones
no pueden ser controladas m ediante intervenciones directas,
pero puede influirse en ellas dándoles im pulsos, más que ins­
trucciones. ( iam biar el estilo convencional de la gestión empre­
sarial requiere un cam bio de percepción que no tiene nada de
fácil, pero que reserva grandes recom pensas, ’l rabajar con los
procesos inherentes a los sistem as vivos significa que no nece­
sitam os gastar grandes cantidades de energía para hacer fun­
cionar una organización. N o hace falta tirar de ella, empujarla
o coaccionarla para conseguir que cam bie. N o se trata de una
cuestión de fuerza o de energía, sino de significado. Las pertur­
baciones significativas captarán la atención de la organización y
desencadenarán cam bios estructurales.
D ar impulsos significativos en vez de instrucciones precisas
tal vez suene dem asiado am biguo a unos ejecutivos acostum ­
brados a esforzarse por conseguir eficacia y unos resultados pre­
decibles, pero es bien sabido qu e las personas inteligentes y des­
piertas raram ente cum plen las instrucciones al pie de la letra,
sino que las m odifican y reim erpretan ignorando algunas partes
y añadiendo otras de su propia cosecha. E n ocasiones tal vez se
lim ite a un cam bio en el énfasis, pero la gente responde siem ­
pre con versiones propias a las instrucciones originales.
Eso suele ser interpretado co m o resistencia, o incluso com o
sabotaje, pero tam bién podría serlo de forma muy distinta. Los
sistemas vivos eligen siem pre a q u é responder y qué ignorar.
C uand o alguien m odifica unas instrucciones, responde creativa­
m ente a una perturbación, puesto que ésa es, precisam ente, la
esencia de estar vivo. M ed iante sus respuestas creativas las redes
vivas dentro de la organización generan y com unican significa­
do y subrayan su libertad para recrearse continu am en te a sí mis­

ISI
mas. Incluso una respuesta pasiva, o pasivo-agresiva, es una fo r­
ma de expresar la creatividad. El estricto cu m plim iento sólo es
posible a cam bio de robarles a las personas su vitalidad y c o n ­
vertirlas en robots apáticos y desleales. Esta reflexión es particu­
larm ente im portante para las organizaciones actuales, basadas
en el co n o cim ien to , en las que la lealtad, la inteligencia y la crea­
tividad son los activos más valiosos.
La nueva com prensión de la resistencia al cam bio organiza­
tivo dictad o puede resultar muy beneficiosa, en la medida en
que nos perm ite trabajar con la creatividad de las personas, en
lugar de ignorarla, y transform arla en una fuerza positiva. Si im ­
plicam os a la gente en el proceso tle cam bio desde el principio,
«elegirá ser perturbada», puesto qu e entonces el proceso tendrá
sentido para ella. Según W heatley y K cllner-R ogcrs:

No nos queda otra opción que invitar a la gente al proce­


so de repensar, rediseñar y reestructurar la organización. Igno­
rar la necesidad de participar de la gente nos perjudica. Si se
siente implicada, la gertre creará un futuro del que se sentirá
partícipe. No hace falta perder el tiempo en esfuerzos estéri­
les y agoradores para «venderle» la solución, conseguir que «se
enrole» o diseñar incentivos que tal vez compren su voluntad
pata cumplir determinados com portam ientos |...J Según nues­
tra experiencia, cada vez. que imponemos cam bios a la organi­
zación, en lugar de imaginar cóm o implicar a la genrr en su
creación, os necesaria una lucha tremenda para ponerlos en
práctica. (Por otro Indo] hemos comprobado que esa pues­
ta en práctica ha sido muy rápida cuando la gente ha sido pre­
viamente implicada en los cambios.38

La tarea consiste en hacer qu e el proceso de cam bio tenga


sentido para la gente desde el principio, a fin de conseguir así
su participación y proporcionarle un en torn o en el que su crea­
tividad pueda florecer.
O frecer im pulsos y principios guía en vez tic im partir ins­
trucciones estrictas im plica, evidentem ente, cam bios significa

152
civos en las relaciones de poder, pasar de la dom inación y el
control a la cooperación y la asociación, f.sa es tam bién una de
las im plicaciones fundam entales de la nueva com prensión de la
vida. Kn los últim os años los biólogos y los ecólogos han co­
menzado a cam biar sus metáforas de jerarquías a redes y han
llegado a percatarse de qu e la asociación - la tendencia a aso­
ciarse, a establecer vínculos, a cooperar y a mantener relacio­
nes sim b ió tica s- es una de la.s características principales de la
vida.**
Kn térm inos de nuestro análisis precedente del poder, po
dríam os decir que el cam bio de la d om inación a la asociación
corresponde al cam bio del poder coercitivo -q u e utiliza amena­
zas y sanciones para asegurarse la o b e d ie n cia - y el poder com ­
pensatorio -q u e ofrece incentivos financieros y recom pensas- al
poder con d icion ad o, que trata de dar sentido a las instrucciones
m ediante la persuasión y la ed u cación.40 Incluso en organizacio­
nes tradicionales el poder personificado por las estructuras for­
males de la organización está siendo siem pre filtrado, modifica­
do o subvertido por com unidades de práctica que crean sus
propias interpretaciones, al m ism o tiem p o qu e las órdenes des­
cienden por la jerarquía organizativa.

I I . A P R E N D IZ A JE O R G A N IZ A T IV O

Dada la im portancia crucial de la tecnología de la inform a­


ción en el m undo acrual de los negocios, los conceptos de ges­
tión del co n o cim ien to y de aprendizaje organizativo se han con­
vertido en el centro de la atención de la teoría de la gestión
em presarial. La naturaleza exacta del aprendizaje organizativo lia
sido o b jeto de apasionado debate, ¿lis una organización que
aprende un sistem a social capaz de aprender, o es más bien una
com unidad que estim ula y apoya el aprendizaje de sus m iem ­
bros? Kn otras palabras, ¿es el aprendizaje un fenóm eno estricta­
m ente individual, o es tam bién social?
Kn su notable obra Corporatt KnowUdge el teórico de la

153
organización Ilkka T u o m i revisa y analiza las contribuciones
recientes a ese debate y propone asim ism o una teoría inte-
gradora de la gestión del co n o cim ien to .41 Kl m odelo de I tiomi
para la creación de co n o cim ien to se basa en los trabajos pre­
cedentes ile Ikujiro N onaka, que introdujo en la teoría de la
gestión empresarial el concepto de «empresa creadora de c o ­
nocimiento)* y ha sido uno de los principales contribuyentes al
nuevo cam po de la gestión del co n o cim ien to .42 l-os puntos de
vista de T u o m i sobre aprendizaje organizativo son perfecta­
m ente com patibles con las ideas expuestas en las páginas prece­
dentes. D e hecho, op ino que la com prensión sistém ica de la
consciencia reflexiva y de las redes sociales puede co n tribu ir n o ­
tablem ente a aclarar la dinám ica del aprendizaje organizativo.
Según Nonaka y su colaborador I iirotaka la k eu ch i:

En sentido estricto, el conocim iento es creado exclusiva­


mente por individuos (,..| Por consiguiente, la creación de co­
nocimiento organizativo debería ser entendida com o un proce­
so que «amplifica» organizativamente el conocim iento creado
por los individuos y lo hace cristalizar com o parte de la red de
conocim iento de la organización.4 *

En el corazón del m od elo de creación de co n o cim ien to de


N onaka y l akeuchi subyace la distinción en tre co n o cim ien to
explícito y co n o cim ien to ráciro, planteada en los och en ta por el
filósofo M ichael Polanyi. M ientras qu e el prim ero puede ser
com u nicad o y docu m entado a través del lenguaje, el segundo
se adquiere m ediante la experiencia y perm anece a m enudo in ­
tangible. N onaka y T ak eu clú argum entan que, si bien el c o n o ­
cim ien to es siem pre creado por individuos, puede ser sacado a
la luz y expandido por la organización a través de las interaccio­
nes sociales, en las que el co n o cim ien to tácito es transform ado
en co n o cim ien to explícito. Por consiguiente, m ientras qu e la
creación de co n o cim ien to es un proceso individual, su am plifi­
cación y su expansión son procesos sociales qu e tienen lugar
entre individuos.44

15ó
C om o .señala T u o m i, es del lod o im posible separar el co ­
nocim iento en dos «paquetes» netam ente diferenciados. Según
Polanyi, el con o cim ien to tácito es siem pre un requisito previo
para el co n o cim ien to explícito, en la medida en que proporcio­
na el contexto de significado a partir del cual quien aprende ad­
quiere el co n o cim ien to explícito. E ste contexto im plícito, co­
nocido tam bién co m o «sentido com ún», que surge de una red
de convenciones culturales, es bien co n o cid o por los investiga­
dores que trabajan en inteligencia artificial y constituye para
ellos una fuente im portante de frustración. Es la razón de que,
tras varias décadas de esfuerzos sobrehum anos, no hayan logra­
do aún program ar un ordenador para que com prenda el len­
guaje hum ano de forma significativa.4'
El co n o cim ien to tácito es creado por la dinám ica cultural re­
sultante de una red de com unicaciones (verbales y no verbales),
dentro de una com unidad de práctica. El aprendizaje organiza­
tivo es, por consiguiente, un fenóm eno social, en la medida en
que el co n o cim ien to tácito en qu e se basa es generado colectiva­
m ente. Es más, los científicos de la cognición se han dado cuenta
de que incluso la creación de co n o cim ien to explícito tiene una
dim ensión social, debido a la naturaleza intrínsecam ente social
de la con scien cia reflexiva.4íl 1.a com prensión sistém ica de vida y
cognición dem uestra claram ente que el aprendizaje organizativo
presenta aspectos tanto individuales co m o sociales.
Estas constataciones presentan im portantes im plicaciones
para el cam po d e la gestión del co n o cim ien to , puesto que dejan
claro que la extendida tendencia a tratar el con o cim ien to com o
entidad independiente de la gente y de su contexto social -a lg o
que puede ser replicado, transm itido, cu antifícad o y tratad o -
no va a m ejorar precisam ente el aprendizaje organizativo.
C o m o señala M argaret W hcatley: «Si aspiramos a tener éxito
en la gestión del co n o cim ien to , deberem os atender a la d in ám i­
ca y las necesidades hum anas (...) N o es el co n o cim ien to el que
constituye los activos o el capital, sino la gente.»47
La visión sistém ica del aprendizaje organizativo refuerza la
lección que hem os aprendido de la com prensión de la vida en

155
las organizaciones hum anas: el modo más eficaz de expandir el
potencial de aprendizaje de una organización consiste en apo­
yar y reforzar sus com unidades de práctica. En una organiza­
ció n viva, la creación de co n o cim ien to es algo natural; co m ­
partir con amigos v com pañeros lo aprendido es hum anam ente
satisfactorio. C om o dice W heatlcy: «Trabajar para una organi­
zación que crea intencionadam ente co n o cim ien to constituye
una excelente m otivación, no porque la organización vaya a set
más rentable, sino porque nuestra vida nos parecerá más va-
liosa.»^

I A KM KRCKNC.IA D I. N O V I.D A I)

Si la vitalidad de una organización reside en sus com unida­


des de práctica y si creatividad, aprendizaje, cam bio y desarrollo
son inherentes a todo sistem a vivo, ¿cóm o se m anifiestan estos
procesos en las redes y en las com unidades vivas de una orga­
nización? Para contestar a esta pregunta deberem os dirigir nues­
tra atención a una característica clave de la vida, co n la qu e ya
nos hem os encontrado repetidam ente a lo largo de esta obra:
la em ergencia espontánea de nuevo orden. El fenóm eno de la
em ergencia tiene lugar en los puntos críticos de inestabilidad
que surgen de las fluctuaciones del en torno, am plificadas por
bucles de retroalirnentación.49 l a em ergencia desem boca en la
creación de novedad, a m enudo muy distinta del propio fen ó ­
m eno del que surgió. La generación con stante de novedad el
«avance creativo de la naturaleza», com o la d en o m in ó el filósofo
Alfred N orth W h ite h e a d - constituye una propiedad clave de
todo sistem a vivo.
l-.n una organización hum ana, el aco n tecim ien to desenca­
denante del proceso de em ergencia puede ser un com entario
banal, que tal vez ni siquiera le parezca im portante a la persona
que lo hizo, pero que resultó significativo para algunos indivi­
duos de la com unidad de práctica. Por haberles resultado sign i­
ficativo ese com en tario , esas personas eligieron ser perturbadas

156
por el, e hicieron circular rápidam ente la inform ación a través
de las redes de la organización. Al circular a través de diversos
bucles de retroalim entación, la inform ación puede amplificarse
y expandirse, incluso hasta el extrem o de que la organización
110 pueda ya absorberla en su estado presente. C uando llega
esta situación, se ha alcanzado un punto de inestabilidad. El
sistema no puede ya integrar la nueva inform ación en su orden
existente, por lo que se ve forzado a abandonar parte de sus es­
tructuras, com p ortam ientos y creencias. Kl resultado es un esta­
do d e caos, confusión, incertidum brc y duda, del cual surgirá
una nueva form a de orden, organizada en torno a 1111 nuevo
significado. Ese nuevo orden no fue diseñado por nadie, sino
qu e em ergió com o resultado de la creatividad colectiva de la or­
ganización.
Este proceso im plica varias etapas diferentes. Para com en­
zar. pata que el proceso se ponga en m archa es necesaria cierta
apertura en la organización, que tenga cierta disposición a ser
perturbada. T ie n e tam bién qu e existir una red de com unicacio­
nes activa, con múltiples bucles de retroalim entación que am­
plifiquen el suceso desencadenante. 1.a siguiente etapa consiste
en el punto de inestabilidad, que puede ser experimentado
com o tensión, caos, incertidum brc o crisis. En esta etapa el sis­
tem a puede o bien colapsar.se o bien superar la crisis y desem-
bocai en un nuevo estado de orden, caracterizado por la nove­
dad y que im plica una experiencia de creatividad que a
m enudo puede parecer mágica.
O bservem os más de cerca estas etapas. Ea apertura inicial a
las perturbaciones del entorno es una propiedad fundamental
de toda forma de vida. Los organism os vivos necesitan estar
abiertos a un flu jo con stante de recursos (m ateria y energía)
para seguir viviendo, del m ism o m odo qu e los flujos de m ate­
riales y energía son parte del proceso de producción ele bienes y
servicios. Ea apertura ele una organización a nuevos conceptos,
nuevas tecnologías y nuevo co n o cim ien to constituye el indica­
dor de su vitalidad, de su flexibilidad y de su capacidad pata
aprender.

157
l a experiencia de la inestabilidad crítica que conduce a la
em ergencia suele ir acom pañada de em ociones fuertes -te m o r,
confusión, dudas de sí m ism o o d o lo r-, e incluso puede desem ­
bocar en una crisis existencial. T a l fue la experiencia de la pe­
queña com unidad de físicos cu ánticos en los años veinte, cu an­
do su exploración del m undo atóm ico y subatóm ico los
enfrentó a una extraña e inesperada realidad. Kn su esfuerzo
para com prender la nueva realidad los tísicos se dieron d oloro­
sam ente cuenta de que sus conceptos básicos, su lenguaje y
toda su form a de pensar resultaban inadecuados para describir
los fenóm enos atóm icos, Para m uchos de ellos aquel período
representó una seria crisis em ocional, com o describió vivida­
m ente W erner I leisenherg:

Recuerdo discusiones con Bohr que duraban horas y ho­


ras, hasta bien entrada la noche, y que acababan casi en deses­
peración. Cuando esas discusiones terminaban por fin, me iba
solo a dar un paseo por el parque y me repetía una y otra vez
la misma pregunta: ¿Es realmente posible que la naturaleza
sea tan absurda com o nos parece en esos experimentos atóm i­
cos?50

Superar aquella crisis les co stó un buen tiem p o a los tísicos


cu ánticos, pero la recom pensa valía la pena. D e sus esfuerzos
intelectuales y em ocionales nacerían trem endos esclarecim ien­
tos sobre la naturaleza del espacio, del tiem po y de la m ateria,
y, co n ellos, los cim ientos de un nuevo paradigma cien tífico .51
Esa experiencia de tensión y crisis antes de la em ergencia
de novedad es bien conocid a por los artistas, que a m enudo
encuentran devastador ese proceso, pero qu e, a pesar de todo,
perseveran en su disciplina y su pasión. Kn su obra maestra
Á L¡ recherchedu tempsperdu M arcel Proust nos ofrece un bello
testim on io de la agonía creativa del artista:

A menudo no llegamos al paroxismo del sufrimiento,


sencillamente, por falta de espíritu creativo. Y la más terrible

158
realidad nos rrac, junto con nuestro sufrimiento, el gozo de
un gran descubrimiento, porque, simplemente, da forma nue­
va y clara a lo que llevábamos largo tiempo rumiando sin sos-
pee lia rio .'2

P or .supuesto, no todas las experiencias de crisis y em ergen­


cia tienen que ser tan dram áticas. O cu rren con gran variedad de
intensidades, que van desde pequeñas y fugaces intuiciones a
transform aciones vivificantes. Sin em bargo, todas ella-s tienen
en com ún una sensación de incertidum bre y pérdida de control
q u e es, en el m ejor de los casos, incóm oda. Los artistas y otras
personas creativas saben dejarse llevar por ese estado. Los nove­
listas cuentan que, a m enudo, sus personajes parecen tom ar vida
propia en el proceso de creación, y que su relato parece escribir­
se a sí mismo. Id gran M iguel Ángel nos describe la inolvidable
im agen del escultor qu e quita trabajosam ente el mármol so­
brante para que la estatua pueda salir a la luz.
Tras la prolongada inm ersión en la incertidum bre, la duda
y la confusión, la repentina em ergencia de novedad es a m enu­
do experim entada com o un m om ento m ágico. Artistas y cien tí­
ficos han descrito frecuentem ente esos m om entos de maravilla
y éxtasis en que una situación confusa y caótica cristaliza m ila­
grosam ente y proporciona una idea novedosa o la solución a un
problem a previam ente intratable. Puesto que el proceso de
em ergencia es absolutam ente no lineal, e im plica m últiples b u ­
cles de retroalim entación, 110 puede ser analizado por m edio de
nuestras form as convencionales de razonam iento lineal, y ten­
dem os a experim entarlo co m o algo m isterioso.
E n las organizaciones hum anas, las soluciones em ergentes
son creadas dentro del co n tex to de una determ inada cultura or­
ganizativa, y, generalm ente, no pueden ser transferidas a otra
organización con una cultura distinta. Esto tiend e a ser un gra­
ve problem a para los líderes empresariales quienes, naturalm en­
te, son muy aficionados a tratar de replicar los cam bios organi
zativos que tienen éxito. En realidad, lo que tratan de hacer es
replicar una estructura nueva que ha tenido éxito sin transferir

159
el co n o cim ien to tácito y el co n tex to de significado de los que
esa nueva estructura em ergió.

liM K RCíKN CIA Y D IS E Ñ O

A lo largo y a lo ancho del m undo vivo la creatividad de la


vida se expresa a través del proceso de em ergencia. Las estructu­
ras creadas en ese proceso -ta n r o las biológicas de los organis­
mos vivos com o las sociales de las com unidades h u m anas- pue­
den ser denom inadas, con propiedad, «estructuras em ergentes».
Antes de la evolución de los hum anos todas las estructuras del
planeta eran em ergentes. C o n la evolución hum ana entraron en
juego el lenguaje, el pensam iento conceptual y las demás carac>
rcrísticas de la consciencia reflexiva, lo cual nos cap acitó para la
representación m ental de im ágenes de o bjetos físicos y para
concebir y form ular objetivos y estrategias, así com o, por co n si­
guiente, para crear estructuras por m edio del diseño.
H ablam os a m enudo del «diseño» estructural de una hoja
de hierba o del ala de un insecto, pero al hacerlo recurrim os al
lenguaje m etafórico. Kvas estructuras no fueron diseñadas, sino
que se form aron durante la evolución de la vida y sobrevivieron
por selección natural. Son , por consiguiente, estructuras em er­
gentes. L1 diseño requiere la capacidad de crear im ágenes m en­
tales, y puesto que, hasta donde sabem os, tal capacidad queda
limitada a los hum anos y a grandes sim ios, en la naturaleza no
cabe hablar de diseño.
Las estructuras diseñadas son siem pre creadas para un p ro ­
pósito y m aterializan un significad o.53 F.n la naturaleza no h u ­
mana no hay intención o propósito. T en d em o s a m enudo a
atribuir determ inado propósito a la form a de una planta o al
com p ortam iento de un anim al. P or ejem plo, decim os que una
flor tiene tal o cual color para attaer a las abejas, o que la ardi­
lla esconde sus nueces para disponer de una reserva de alim en­
tos en invierno, pero todo eso 110 son más que proyecciones an-
rropom órficas q u e asignan la característica de la acción dotada

160
de propósito a los fenóm enos no lam íanos. l.os colores de las
flores y el com p ortam iento de los animales han sido moldeados
por lardos procesos de evoluc ión y selección natural, a m enu­
cio en coevolución con otras especies. Desde el punto de vista
cien tífico , en la naturaleza no puede haber ni diseño ni pro­
p ó sito .'4
Liso no significa que la vida sea m eram ente aleatoria y ca
rente de sentido, com o sostiene la escuela de pensam iento ueo-
darwinista. La com prensión sistém ica de la vida reconoce el or­
den que iod o lo im pregna, la autoorgani/ación y la inteligencia
qu e el m undo vivo manifiesta. Además, com o hem os visto, esc
reconocim ien to es com p letam en te coherente con la visión es­
piritual de la vida.55 Sin em bargo, la presuposición teleológica
de que el propósito es inherente a los fenóm enos naturales no
es más qu e una proyección hum ana, habida cuenta d e qu e el
propósito constituye una característica de la consciencia refle­
xiva que, en térm inos generales, no está presente en la natu­
raleza.'6
Las organizaciones hum anas con tienen en todos los casos
tanto estructuras diseñadas co m o em ergentes. Las prim eras son
las estructuras formales d e la organización, tal co m o las descri­
ben sus d ocu m entos oficiales. Las segundas son creadas por las
redes inform ales y las com unidades d e práctica de la red. C om o
hem os visto, ambas clases de estructuras son muy distintas y
toda organización precisa de las dos.57 Las estructuras diseñadas
proporcionan las reglas y los hábitos indispensables para el fun­
cio n am ien to eficaz de la organización. Perm iten a una empresa
optim izar sus procesos de producción y vender sus productos
m ediante cam pañas de m arketing eficaces. Las estructuras dise­
ñadas proporcionan estabilidad.
I as estructuras em ergentes, en cam bio, aportan novedad,
creatividad y flexibilidad. S o n adaptables y capaces de cam biar
y de evolucionar. E n el co m p lejo en to rn o empresarial de nues­
tros días, las estructuras pu ram ente diseñadas carecen de la ne­
cesaria capacidad de respuesta y aprendizaje. A veces perm iten
realizar grandes cosas, pero, habida cuenta de su inadaptabili-

161
dad, son deficientes en cuanto a aprendizaje y cam bio, por lo
que quedan rápidam ente obsoletas.
N o se trata, sin em bargo, de descartar las estructuras dise­
ñadas en favor de las em ergentes: am bas son necesarias. En
toda organización hum ana existe una tensión en tre sus estiuc-
ruras diseñadas, que encarnan las relaciones de poder, y sus es­
tructuras em ergentes, que representan la vivacidad y la creativi­
dad de la organización, (lo m o señala M argaret W heatlcy: «En
las organizaciones, las dificultades son m anifestaciones de la
vida, que se afirm a a sí misma frente a los poderes de co n ­
trol.»''8 Los directivos inteligentes com prenden la interdepen­
dencia en tre diseño y em ergencia. Saben que, en las aguas tur­
bulentas del m undo actual de los negocios, su reto com o líderes
consiste en encontrar el justo eq u ilibrio entre la creatividad de
la em ergencia y la estabilidad del diseño.

D O S C IA S E S D E L ID E R A Z G O

E ncontrar ese equilibrio adecuado entre diseño y em ergen­


cia parece requerir una mezcla de dos clases distintas de lideraz­
go. La noción tradicional de líder es la de una persona capaz, de
m antener una visión, de articularla claram ente y de co m u n icar­
la con pasión y carism a. Es tam bién una persona tuyas acciones
representan ciertos valores, que sirven a otros co m o ideales por
los que luchar. Esta capacidad para m antener una clara visión
de una form a o de un estado de cosas ideales es algo que los lí­
deres tradicionales com parten con los diseñadores.
La otra clase de liderazgo consiste en facilitar la em ergencia
de novedad, lo cual significa crear cond iciones más que im p o ­
ner direcciones, así com o usar el poder tic la autoridad para
conferir poder a otros. Ambas clases de liderazgo están relacio­
nadas con la creatividad. Ser líder significa crear una visión,
significa ir a donde nadie lia ido antes, significa capacitar a la
com unidad com o un todo para crear algo nuevo. Facilitar la
em ergencia equivale a facilitar la creatividad.

162
T e n e r una visión de futuro es crucial para el éxito de cual­
qu ier organización, puesto qu e todos los seres hum anos necesi
tan sentir que sus acciones tienen sentido y están orientadas ha­
cia objetivos específicos. En cualquier nivel de la organización
la gente necesita tener una idea clara d e hacia dónde va. Una
visión e.s una imagen mental de lo qu e queremos conseguir,
pero las visiones son m ucho más com p lejas que los objetivos
concretos, y tienden a resistirse a ser expresadas en térm inos or­
dinarios y racionales. Los objetivos pueden ser evaluados,
m ientras que la visión es cualitativa y m u cho m enos tangible.
C u an d o necesitam os expresar im ágenes com plejas y suti­
les, recurrim os a las m etáforas, por lo qu e no resulta sorpren­
dente qu e éstas tengan un papel crucial en la form ulación de la
visión de futuro de una organización.Vj A m enudo esa visión
resulta poco clara cuando tratam os de explicarla, pero adquiere
vida de repente si en contram os la m etáfora adecuada para re­
presentarla. L t capacidad para expresar una visión de futuro
m ediante m etáforas, para articularla de tal modo que sea en­
tendida y asumida por todos, constituye una cualidad esencial
del liderazgo.
Para facilitar eficazm ente la em ergencia, los líderes de co
m um dadcs necesitan reconocer y com prender las diferentes
etapas de ese proceso fundam ental de la vida. C o m o hem os vis­
to, la em ergencia requiere una red activa de com unicaciones,
dotada de num erosos bucles de retroalim entación. fa cilita r la
em ergencia significa, ante tod o, crear y m antener redes de co ­
m unicaciones qu e perm itan que el sistem a «se conecte m ejor
consigo», en palabras de W hcatncy y Kellner-Kogcrs/'"
Por otro lado, es necesario recordar que la em ergencia de
novedad constituye una propiedad de los sistemas abiertos, lo
cual significa qu e la organización tiene que m antenerse abierta
a las nuevas ideas y al nuevo co n o cim ien to , fa cilita r la em er­
gencia incluye, pues, la creación y el m antenim iento de esa
apertura, de una cultura de aprendizaje en la que el cuestiona*
m iento co n tin u o sea estim ulado y se recom pense la innova­
ció n . Las organizaciones dotadas de una cultura de estas carac­

163
terísticas valoran la diversidad y - e n palabras de Arie de C Jeus-
«tolcran actividades marginales: experim enros y excentricidades
que amplían su com prensión»/'1
A los líderes lc.s resulta a m enudo difícil establecer los bucles
de retroalim entación que increm cnian la concctividad de la or­
ganización. Tienden a recurrir una y otra vez a las mismas per­
sonas -h ab itu alm en te las más poderosas de la organización -,
que, por su propia co n d ició n , suelen ser reacias al cam bio. Es
más, los altos ejecutivos sienten que, por respeto a las tradicio­
nes y al historial de la organización, algunas cuestiones delicadas
no deben airearse abiertam ente.
Kn estos casos uno de los enfoques más eficaces para el lí-
dei consiste en contratar los servicios d e un con su ltor externo,
que actúe com o «catalizador». Kl catalizador no es afectado por
la reacción que cataliza, de m odo que el consu ltor no se verá
im plicado en el proceso que ayudará a iniciar, por lo que podrá
analizar la situación de forma m u cho m is objetiva. Angelika
Siegm und, cofundadora de C orp h is C on su ltin g en M unich,
Alemania, describe su trabajo co n las siguientes palabras:

Entre mis múltiples actividades se cuenta facilitar la rctro-


alimcntación y amplificarla. N o diseño soluciones, sino que
facilito la retroalimentación y dejo que sea la propia organiza­
ción la que se ocupe del contenido. Analizo la situación, se la
pongo ante los ojos a la dirección y me aseguro de que cual­
quier decisión sea comunicada de inmediato a través de un bu­
cle de retroalimentación. Construyo redes, increm ento la co-
nectividad de la organización y amplifico las voces de los
empleados, que de otro modo no se escucharían. C om o conse
cucncia, los directivos comienzan a debatir temas de los que
norm alm ente no hablarían, y de este modo aum enta la capaci­
dad de la organización para aprender. Según mi propia expe­
riencia. un líder poderoso y un consultor externo hahilidoso
forman una com binación formidable, susceptible de producir
efectos increíbles.62

164
I.a experiencia de la inestabilidad crítica que precede a la
em ergencia de novedad puede im plicar incertidum bre, tem or,
confusión o dudas sobre las propias capacidades. Los líderes ex­
perim entados reconocen esas em ociones co m o paite integrante
de toda d inám ica de cam bio, por lo que crean un clim a de con­
fianza y m u tu o apoyo. Eso e.s particularm ente im portante en la
turbulenta econom ía global de nuestros días, habida cuenta del
tem or de la gente a perder su em pleo co m o consecuencia de
una fusión o algún otro cam bio estructural radical. Ese temor
genera una fu cile resistencia al cam bio, por lo que crear con­
fianza es fundam ental.
El problem a consiste en que, a todos los niveles, la gente
quiere que se le diga qué resultados con cretos puede esperar del
proceso de cam bio , m ientras que los directivos no saben qué es
lo que va a em erger de él. En esta fase caó tica m uchos dirigen­
tes Tienden a guardar silencio en lugar de com unicarse abierta y
sinceram ente, lo cual deja la puerta abierta a toda clase de ru­
mores y nadie sabe a qu é atenerse.
Los buenos líderes explican a su personal, abiertam ente y a
m enudo, qué aspectos del cam bio han sido establecidos y cuáles
son aún inciertos. T ratan de que el proceso sea transparente, aun
cuando los resultados no puedan ser co n o cid o s de antem ano.
Es posible qu e durante el proceso de cam bio algunas de las
viejas estructuras se vengan abajo, pero si el clima de apoyo y
los bucles de retroalim entación de la red de com unicaciones
persisten, lo más probable es qu e em erjan estructuras nuevas y
más significativas. C uand o eso sucede, los im plicados suelen
experim entar una sensación de asom bro y alivio, m om ento en
que el papel del líder consiste en recon ocer esas sensaciones y
proporcionar oportunidades para que todos se sientan satis­
fechos.
Finalm ente, los líderes tienen q u e saber reconocer la nove­
dad em ergente, articularla e incorporarla al diseño de la organi­
zación. Sin em bargo, no todas las soluciones em ergentes van a
ser viables, por lo que una cultura que promueva la emergencia
incluirá la libertad para com eter errores. En una cultura de es*

165
tas características se promueve la experim entación y el aprendi­
zaje se valora tanto co m o el éxito.
Puesto que el poder está encarnado en rodas las estructuras
sociales, la em ergencia de nuevas estructuras alterará siempre
las relaciones de poder. D icho de otro m odo, en las com u nid a­
des, el proceso de em ergencia es siempre un proceso de distri­
bución de poder en el seno de la colectividad. L.o.s líderes que
facilitan la em ergencia utilizan su propio poder para dar poder
a otros. F.l resultado puede acabar siendo una organización en
la que tanto el poder co m o el potencial de liderazgo estén am ­
pliam ente distribuidos, lo cual no significa qu e varios indivi­
duos ejerzan el poder al m ism o tiem po, sino que tom an el
m ando cuando es necesario para hacer más fáciles diversas eta­
pas de la em ergencia. La experiencia dem uestra qu e suelen ser
necesarios años para que se desarrolle esta clase de liderazgo co ­
lectivo.
En ocasiones se argum enta que la necesidad de decisiones y
estrategias coherentes requiere un escalón ú ltim o de poder. Sin
em bargo, varios líderes em presariales han señalado que la estra­
tegia coherente em erge precisam ente cuando los altos ejecu ti­
vos de la empresa se involucran en un proceso co n tin u o de
conversación. En palabras de A ric de Cíeiis: «Las decisiones na­
cen en el caldo d e cu ltiv o de la conversación, form al c infor­
mal, a veces estructurada (corno en las reuniones del consejo de
adm inistración o en el proceso de elaboración del presupuesto),
a veces técnica (dedicada a la puesta en m archa de planes o
prácticas específicos) y a veces sobre la marcha.»63
D iferentes situaciones requerirán distintos estilos de lide­
razgo. En ocasiones será necesario establecer redes y bucles de
rctroalim cntación, en otras la gente necesitará m arcos sólidos,
con objetivos y calendarios bien definidos, para poderse organi­
zar. El líder experim entado evaluará la situación y tom ará el ti­
m ón si lo estim a con v en ien te, pero con la flexibilidad necesaria
para soltarlo en cu an to pueda. E s evidente q u e un liderazgo de
esas características requiere el d o m in io de num erosas habilida­
des, de m odo que siem pre estén abiertas varias vías de acción.

166
INMJNDIR VIDA A l A ORGANIZACIÓN

Aporrar vitalidad a organizaciones hum anas confiriendo


poder a sus com unidades de práctica no sólo aum enta su flexi­
bilidad. su creatividad y su potencial de aprendizaje, sino que
increm enta la dignidad y la hum anidad d e sus m iem bros en la
medida en q u e les perm ite conectar co n sus propias cualidades.
Kn otras palabras, centrar la atención en la vida y la autoorgani-
/ación m ejora el ego. C rea entornos de trabajo mental y em o-
cionalm cnte saludables, en los que las personas sienten que es­
tán apoyadas en su esfuerzo por alcanzar sus propios objetivos,
en lugar de tener qu e sacrificar su integridad personal para
adaptarse a los de la organización.
Kl problem a está en que las organizaciones hum anas no
son ú nicam ente com unidades vivas, sino tam bién instituciones
sociales diseñadas para unos propósitos específicos y que fun­
cionan en un en torno eco n óm ico determ inado, y, en la actuali­
dad. este en to rn o no propicia la vida, sino qu e la destruye cada
vez más. C'.uanto más com prendernos la naturaleza de la vida y
m is conscientes som os de cuán viva debería ser una organiza­
ció n , más d olorosam ente nos damos cuenta de la naturaleza
destructora de vida del sistem a eco n óm ico actual.
C u an d o los accionistas y otros cuerpos exteriores a la em pre­
sa evalúan su estado de salud, no suelen interesarse por la vitali­
dad de sus com unidades, por la integridad y el bienestar de sus
em picados, ni por la sostenibilidad ecológica de sus productos.
Se interesan por los beneficios, por el valor de las acciones, por la
cu ota de m ercado y dem ás parám etros econ óm icos, y se mues­
tran dispuestos a aplicar toda la presión posible para asegurar un
rápido y sustancioso beneficio a sus inversiones, con indepen­
dencia de las consecuencias que ello pueda im plicar a largo plazo
para la organización, para el bienestar de sus em pleados o para el
im pacto social y m edioam biental.
Esas presiones econ óm icas son ejercidas con la ayuda de
tecnologías de inform ación y co m u n icación cada vez más co m ­
plejas, lo cual ha creado, de paso, un profundo co n flicto entre

167
tiem po biológico y tiem p o inform ático. C o m o liem os visto, el
nuevo co n o cim ien to surge <lc procesos caóticos qu e requieren
su tiem po. Ser creativo significa ser capa/ tle relajarse en medio
de la incertidum bre y de la confusión. En la mayoría de las o r­
ganizaciones eso se vuelve cada vez más difícil, p oique las cosas
van dem asiado deprisa. La gente siente que ya casi no tiene
tiem po para la reflexión tranquila, y, puesto qu e la reflexión
consciente es una característica definiioria de la naturaleza h u ­
mana, los resultados de esa aceleración son profundam ente dcs-
humanizadores.
La inm ensa carga de trabajo del ejecutivo de nuestros días
es otra consecuencia del co n flicto entre tiem po biológico y
tiem po inform ático. Su trabajo está cada vez más inform atiza­
do. y, dado que la tecnología inform ática progresa sin cesar, las
m áquinas inform áticas trabajan cada vez más deprisa y ahorran
cada vez más tiem po. Q u é hacer con el tiem p o ahorrarlo es
cuestión de valores. Puede ser distribuido entre los m iem bros
de la organización, dejándoles más tiem po para reflexionar,
para organizarse, para trabajar en red y para encuentros y c o n ­
versaciones inform ales, o puede set extraído de la organización
y convertido en beneficios para sus altos ejecutivos y para sus
accionistas, haciendo que el personal trabaje más y que, por
consiguiente, aum ente la productividad de la em presa. L im cn -
tableincntc, en nuestra tan cacareada era de la in form ación , nu­
merosas empresas han optado por la segunda posibilidad.
C o m o consecuencia, podem os ver una descom unal acum ula­
ción de riqueza en la cim a, al m ism o tiem po qu e millares de
trabajadoras y trabajadores son despedidos a causa de una obse­
sión continu a por la reducción de tam año y por las fusiones de
empresas. Y quienes aún m antienen su em pleo trabajan cada
vez más, incluyendo a los altos ejecutivos.
La mayoría de las fusiones empresariales im plican rápidos y
espectaculares cam bios de estructuras, para los qu e las personas
no están preparadas en absoluto. Las adquisiciones y las fusio­
nes se deben en parte a que las grandes corporaciones quieren
entrar en nuevos m ercados, o com prar co n o cim ien to y tccn olo-

168
gías desarrollados por em presas más pequeñas» basándose en la
creencia errónea de q u e de este m odo podrán saltarse el proce­
so de aprendizaje. Sin em bargo, y «le form a creciente, la princi­
pal razón [tara una fusión consiste en hacerse más grande y, por
consiguiente, m enos susceptible de ser engullida a su vez. hn
la mayoría de los casos, una fusión im plica una problemática
mezcla de dos culturas em presariales diferentes, lo cual no pare­
ce presentar demasiadas ventajas en cu an to a eficacia y benefi­
cios se refiere, pero que produce, en cam bio , grandes cantid a­
des ile Incitas por el poder, de estrés y de miedos existenciales
y, por ende, una gran desconfianza y suspicacia hacia el cam bio
estructural.64
Resulta evidente que las características clave del entorno
actual de los negocios -co m p e tic ió n global, mercados turbu­
lentos. fusiones de em presas con cam bios estructurales rápidos,
creciente carga de trabajo y exigencia de accesibilidad las veinti­
cuatro horas del día y los siete días de la sem ana («24/7'*). a tra­
vés de correos electrónicos y teléfonos m ó v iles- se com binan
para crear una situación trem endam ente estresante y profunda­
m ente insalubre, lvn sem ejante clim a es a m enudo difícil man­
tener en m ente la visión de una organización viva, creativa y
preocupada por el bienestar de sus m iem bros y del m undo vivo
en general. Si estam os estresados, tendem os a invenir las viejas
formas de actuar. C u an d o todo se viene abajo en tina situación
caótica, tendem os a asir el tim ón y tom ar el control. Fsta ten­
dencia es especialm ente fuerte entre los directivos, acostum bra­
dos a conseguir que las cosas se hagan y a los que gusta ejercer
el control.
Paradójicam ente, el entorno actual de los negocios, con sus
turbulencias, sus com plejidades y su énfasis en el conocim iento
y el aprendizaje, es tam bién el más necesitado de la flexibilidad,
la creatividad y la capacidad de aprendizaje que acom pañan a la
vitalidad de una organización. Kso es algo cada vez más adm iti­
do por un núm ero creciente de líderes empresariales visiona­
rios, que están cam biand o sus prioridades hacia el desarrollo
del potencial creativo de sus em pleados, la mejora de la calidad

169
de las com unidades internas de la empresa y la integración en
sus estrategias de los retos de la sostenibilidad ecológica. I Iabi-
da cuenta de la necesidad de una gestión continua del cam bio
en el en torno turbulento del m undo de los negocios de nues­
tros días, las «organizaciones qu e aprenden** gestionadas por
esa nueva generación de líderes empresariales suelen tener gran
éxito, a pesar de los cond icionantes económ icos de nuestros
tiem pos.65
A largo plazo las organizaciones realm ente vivas tan sólo
podrán prosperar cuando cam biem os nuestro sistema eco n ó m i­
co, de m odo que promueva la vida en lugar de destruirla. Se
trata de una cuestión global, que analizaré con cierto detalle en
las páginas siguientes. V erem os qu e las características destruc­
toras de vida del entorno eco n ó m ico en el que las organizacio­
nes de nuestros días están obligadas a actuar no surgen de m a­
nera aislada, sino que son , invariablem ente, consecuencias de­
esa «nueva econom ía» que se lia convertido en el co n tex to c ríti­
co de nuestra vida social y organizativa.
Esta nueva econom ía está estructurada en to rn o a flujos de
inform ación, poder y riqueza, asi com o en redes financieras
globales qu e se apoyan decisivam ente en tecnologías de van­
guardia en cu an to a inform ación y co m u n icación / * Está m o l­
deada de form a fundam ental por máquinas, y el entorn o eco ­
nóm ico, social y cultural resultante no promueve la vida, sino
que la destruye. 1 la suscitado gran cantidad de resistencias, que
podrían m uy bien aglutinarse en un tínico m ovim iento m u n­
dial para cam biar el sistem a eco n ó m ico actual organizando sus
flujos financieros de acuerdo co n un co n ju n to com p letam ente
distinto de valores y creencias. La com prensión sistérnica de la
vida deja claro que en los próxim os años sem ejante cam bio va a
ser im perativo, no sólo para el bienestar de las organizaciones
hum anas, sino tam bién para la supervivencia y la sostenibilidad
de la hum anidad com o un todo.

170
5. IA S R E D E S D E I. C A P IT A L IS M O G L O B A L

En la últim a década del siglo XX se fue extendiendo la per­


cepción entre em presarios, políticos, científicos sociales, líderes
com u nitarios, m ilitantes de base, artistas, historiadores de la
cultura y hom bres y m ujeres de toda clase y cond ición, de que
surgía un nuevo m undo, un m undo caracterizado por nuevas
tecnologías, nuevas estructuras sociales, una nueva econom ía y
una nueva cultura. « ( ¡lobalización» fue el térm ino usual para
resumir los extraordinarios cam bios y el, al parecer, irresistible
im pulso renovador q u e percibieron m uchos m illones de per­
sonas.
T ras la creación de la O M C , a mediados de los noventa, la
globalización econ óm ica, caíactcrizada por el «com ercio libre»,
fue aclamada por dirigentes empresariales y políticos co m o un
nuevo orden que iba a beneficiar a todas las naciones, pues pro­
vocaría una expansión económ ica m undial cuyos benéficos
efectos llegarían a todos los rincones del planeta y a cada uno
de sus pobladores. S in em bargo, bien pronto se lii/.o aparente a
los cada ve/, más num erosos activistas m edioam bientales y de
m ovim ientos de base qu e las nuevas reglas económ icas estable­
cidas por la O M C eran m anifiestam ente insostenibles y tenían
m ultitud tic consecuencias interrelacionadas y fatales: desinte­
gración social, quiebra d e la dem ocracia, deterioro más rápido
y extenso del m edio am biente, expansión de nuevas enferm eda­
des y pobreza y alienación crecientes.

171
COMPRENDER i A CLORAN/ACIÓN

E n 1 9 9 6 fueron publicados dos libros qu e proporcionaban


los prim eros análisis sisrémicos de la nueva glohalización eco ­
nóm ica. .Si bien están escritos co n estilos muy diferentes y sus
autores siguen planteam ientos distintos, su punto de partida es
el m ism o: el inten to de com prender los profundos cam bios
provocados por la com binación de una innovación tecnológica
extraordinaria y el alcance global de las grandes corporaciones.
The Case Against the G lobal Economy es una colección de
ensayos escritos por más de cuarenta m ilitantes de base y líde­
res com u nitarios, editada por Jerry M ander y Edwand G o ld -
sm ith y publicada por Sierra C lu b , una de las más antiguas y
respetadas organizaciones m edioam bientales de los Estados
U n id o s.1 Los autores de esos ensayos pertenecen a tradiciones
culturales de m uchos países del m undo. En su m ayor parre son
bien conocid os por todos aquellos qu e trabajan por el cam bio
social. Sus exposiciones son apasionadas, derivan directam ente
de las experiencias de sus com unidades y están orientadas hacia
la rem odelación de la glohalización de acuerdo co n otras escalas
de valores y visiones del m undo.
The A'¡se of the NetWork Society, escrito por M anuel C'as-
tells, profesor de sociología cu la Universidad d e C alifornia en
Berkcley, y publicado por Blackw ell, una de las principales ed i­
toriales de libros de ensayo, constituye un brillante análisis de
los procesos fundam entales que subyacen lias la glohalización
eco n óm ica.2 Su autor opina que, antes de tratar de rcrnodclar
la glohalización, debem os com prender las profundas raíces sis-
tém icas del m undo que em erge. «Propongo la hipótesis*», escri­
be en el prólogo de su obra, «de qu e las principales tendencias
de cam bio que están co n fo rm an d o nuestro nuevo y confuso
m undo se hallan relacionadas, así co m o de que podem os e n ­
contrarle sentido a su in terrclación. Y creo, incluso a pesar de
una larga tradición de errores intelectuales, a veces trágicos, que
la observación, el análisis y la form ulación de teorías pueden
ayudar a constru ir un m undo d istin to y m ejor.»3

172
En los años siguientes a la publicación de am bas obras al­
gunos de los autores d e los ensayos recogidos en la primera
constituyeron el Foro sobre la G lobalización, organización sin
ánim o de lucro que desarrolla reuniones de estudio sobre globa-
lizacióri económ ica en diversos países. Kn 1999 esos encuentros
proporcionaron el fund am ento filosófico para la coalición m un­
dial de m ovim ientos de base que bloqueó la reunión de la
( )M C en Seattle y d io a co n o cer a todo el m undo su oposición
a la política y al m od o au tocrático de proceder de dicha organi­
zación.
En el ám bito teórico. M anuel Castells publicó dos libros
más: The Power oflden tity ( 1 9 9 7 ) y End o f Millenium (1 9 9 8 ),
con lo qu e com p letó la trilogía titulada The Information Ave:
Eamnmy, Society and CultureÁ Esta trilogía constituye una obra
m onum ental, enciclopédica por su rica docum entación, que
A nthony G id d ens ha com parado co n Wirtschaft und Gesell-
schaft, escrita por M ax W eb cr casi un siglo atrás.'
1.a tesis de Castells es amplia e ilustrativa. C entra su atcn-
ció n en las revolucionarias tecnologías de la inform ación y de la
co m u n icación surgidas en las tres últim as décadas del siglo XX.
Del m ism o m odo que la R evolución Industrial originó la «so­
ciedad industrial», la nueva R evolución de la Tecnología de la
Inform ación está alum brando una «sociedad de la inform a­
ción». Y puesto que la tecnología de la inform ación ha tenido
un papel decisivo en el surgim iento de la red com o nueva for­
ma de organización d e la actividad hum ana en los negocios, la
política, los m edios de inform ación y las organizaciones no gu­
bernam entales. C astells d enom ina tam bién «sociedad en red» a
la sociedad de la inform ación.
( )tro aspecto im portante y bastante m isterioso de la globali-
zación lúe el súbito colapso del com u n ism o soviético en los
o ch en ta, que o cu rrió sin la intervención de m ovim ientos sociales
y sin una guerra abierta y cogió por sorpresa a la práctica totali­
dad de los observadores occidentales. Según C astells, esa profun­
da transform ación geopolítica fue tam bién consecuencia de la
Revolución de la T ecn o lo g ía de la Inform ación. E n un detallado

173
análisis del colapso eco n óm ico de la U nión Soviética, C astclls
propone que las raíces de la crisis q u e desencadenó la perestroika
de G orbachov y co n d u jo a la desintegración de aquélla se e n ­
cuentran en la inviabilidad del sistema econ óm ico y político so­
viético para superar la transición hacia el nuevo paradigma de la
inform ación que se estaba extendiendo p o r el resto del m undo.6
Desde el colapso del com unism o soviético el capitalism o se
ha extendido por todo el m undo, y - c o m o señala ( a ste lls-« p ro ­
fundiza su penetración en países, culturas y ám bitos de vida.
A pesar de un paisaje de gran diversidad social y cultural, por
primera vez en la historia el m undo en tero se organiza en torno a
un co n ju n to de reglas económ icas am pliam ente com unes».7
D urante los prim eros años del nuevo siglo los intentos de
intelectuales, políticos y líderes de com unidades por com p ren­
der la naturaleza y las consecuencias de la globalización han
continu ado y se han intensificado. En 2 0 0 0 los científicos so­
ciales británicos W ill Ilu tto n y A nthony G id d cns publicaron
una colección de ensayos sobre la globalización suscritos por al­
gunos ile los principales jK-nsadores políticos y económ icos del
inundo.8 Al m ism o tiem po el presidente checo Václav 1 lavel y
el prem io N obel E lic W icscl convocaban a un distinguido giu-
po de líderes religiosos, políticos y científicos para celebrar en
un castillo de Praga un sim posio anual, con el nom bre de Eó-
rum 2 0 0 0 , a fin de sostener debates «sobre los problem as de
nuestra civilización [...) y reflexionar sobre las dim ensiones p o ­
lítica, hum ana y ética de la globalización económ ica».9
En el presente cap ítulo trataré de sintetizar las principales
ideas acerca de la globalización que be aprendido de las perso­
nas y las publicaciones antes m encionadas. Y al hacerlo pienso
introducir algunos puntos de vista propios, desde la perspectiva
de la nueva com prensión unificada de la vida biológica y social
que he presentado en los tres prim eros capítulos de este libro.
En particular, trataré de dem ostrar qu e el desarrollo de la glo-
balización ha sido consecuencia de un proceso característico de
las organizaciones hum anas: la intcrrelación entre estructuras
diseñadas y estructuras em ergentes.10

174
I A R E V O L U C IÓ N l)K [A T E C N O L O G ÍA D E LA IN F O R M A C IÓ N

l a característica com ún a los m últiples aspectos de la glo-


balización consiste en una red global de inform ación y com u ni­
caciones, basada en nuevas y revolucionarias tecnologías. 1.a
Revolución de la T ecn o lo g ía de la Inform ación es el resultado
de una com p leja dinám ica de interacciones hum anas y tecnoló­
gicas que lia producido efectos sinérgicos en tres grandes áreas
de la electrónica: ordenadores, m icroelectrónica y telecom uni­
caciones. I .as cruciales innovaciones qu e crearon el entorno
electrón ico radicalm ente novedoso de los noventa se introduje­
ron veinte años antes, en la década de los seten ta."
La tecnología de los ordenadores se basa teóricam ente en la
cibernética, que constituye asim ism o una de las raíces concep­
tuales tic la nueva com prensión sistém ica de la vida.12 Los pri­
meros ordenadores com erciales fueron producidos en los años
cincu en ta, y durante los sesenta, IB M pasó a dom inar la indus­
tria inform ática gracias a sus ordenadores de gran tam año. El
desarrollo de la m icroelectrónica en los años siguientes alteró
espectacularm ente ese escenario. El cam bio radical se inició con
la invención y la subsiguiente m iniaturtzación del circuito inte­
grado - u n d im inuto circu ito electrón ico em bebido en un chip
de sílice -, capaz de co n ten er miles de transistores que procesan
im pulsos eléctricos.
A principios de los setenta, la m icroelectrónica dio un paso
de gigante co n la invención del m icroprocesador, que es, en
esencia, un ordenador d entro de un chip. Desde entonces la
densidad (o «capacidad de integración») de los circuitos de estos
m icroprocesadores ha aum entado cxponcncialm ente. En los se­
tenta se había conseguido integrar m iles de transistores en un
chip del tam año de una una. V ein te anos más tarde eran ya m i­
llones. 1.a capacidad de los chips se increm entó incesantem ente
al m ism o tiem p o que el avance de la m icroelectrónica reducía su
tam año hasta alcanzar dim ensiones tan exiguas que desafían a la
im aginación. La creciente pequenez de esos chips procesadores
de inform ación perm itió su progresiva incorporación a la prácti­

175
ca totalidad de las máquinas y electrodomésticos habituales hoy
día, en los que ni siquiera somos conscientes de su presencia.
l a aplicación de la m icroelectrónica al diseño informático
condujo a una espectacular reducción del tamaño de los orde­
nadores en muy pocos años, t i lanzamiento del primer micro-
ordenador Apple a mediados de los setenta, por Stcvc Jobs y
Stephcn W ozniak, un par de jóvenes recién salidos de la univer­
sidad. sacudió los cim ientos di- los viejos ordenadores tle gran
tam año. Sin em bargo, IB M no ve quedó a la zaga y contraatacó
con su propio m icrootdenador, al que puso el ingenioso nom ­
bre de «Personal C om p u ter (PC )», térm ino que bien pronto se
convertiría en el apelativo genérico para los microordenadores.
A mediados de los ochenta Apple lanzó al mercado su pri­
mer M acintosh, dotado de la tecnología de iconos y ratón que
facilitaba el trabajo al usuario. Al m ism o tiem po, otro par de
recién salidos de la universidad, Bill C ates y Paul Alien, d esa­
rrollaban el prim er software para P C y, basándose en su éxito,
lundaban M icrosoft, que se convertiría en el gigante del soft­
ware de nuestros días.
El estado actual de la R evolución de la T e cn o lo g ía de la In ­
form ación se alcanzó cu an d o las tecnologías avanzadas de los
P C y la m icroelectrónica se com binaron sinérg icam cn tc con los
últim os logros en telecom unicaciones. La revolución de las c o ­
m unicaciones globales com enzó a finales d e los sesenta, cuando
fueron puestos en ó rbita gcoestacionaria los p rim eros satélites
capaces de transm itir, de forma casi instantánea, señales entre
dos puntos cualesquiera de la superficie del planeta. I loy día los
satélites de co m u n icacion es pueden m anejar sim u ltán eam en te
miles de canales. A lgunos de ellos prop orcionan tam b ién señales
constantes qu e perm iten a aviones, barcos, e in clu so coches pri­
vados, determ inar su p osición co n gran precisión.
M ientras tan to, las co m u n icacion es p o r la su p erficie de la
I ierra se increm en taban tam bién gracias a los grandes avances
en la tecnología de fibra ó p tica, q u e han a u m en ta d o esp ectacu ­
larm ente la capacidad d e las líneas de tran sm isió n . M ien tras
q u e el p rim er cah lc te le fó n ico tran satlán tico d isp on ía en 1 9 5 6

176
de cincuenta canales com prim idos de voz, los cables de fibra
óprica actuales transportan cincuenta m il. Por si fuera poco, la
diversidad y la versatilidad de las com unicaciones aumentaron
también considerablem ente gracias al uso de una mayor varie­
dad de frecuencias electromagnéticas que incluye las m icroon­
das, la transm isión por láser y la telefonía móvil.
El efecto com binado de todos estos avances técnicos en el
uso del ordenador ha desem bocado en un cam bio espectacular
al pasar del procesado y alm acenam iento de datos en grandes
m áquinas aisladas al uso de m icroordenadores y el acceso co m ­
partido al poder inform ático a través de redes electrónicas. 1.1
ejem plo paradigm ático de esta nueva form a de utilización co m ­
partida de la inform ática es, sin lugar a dudas. Internet, q u e ha
pasado en m enos de tres décadas de ser una pequeña red expe­
rimental cjuc unía a una docena de instituciones de investiga­
ción de los Estados L u id os a convertirse en un sistem a global
de millares de redes ¡nterconectadas q u e unen a m illones de or­
denadores, susceptible, al parecer, de expandirse y diversificarse
hasta el in fin ito . I.a evolución de Internet constituye una histo­
ria apasionante, que ejem plifica del m od o más espectacular la
co n tin u a in tcrrclación entre diseño ingenioso y em ergencia es­
pontánea q u e ha caracterizado a la R evolución de la T ecnología
de la I n fo rm a ció n .13
I a m o en Europa corno en los E stados U nidos los sesenta y
los setenta no sólo fueron años de innovaciones tecnológicas re­
volucionarias, sin o tam bién d e grandes convulsiones sociales.
D esde el m o v im ien to por los D erech o s C iviles en el Su r de los
Estados l >nidos hasta el tic l ibertad de Expresión en el cam pus
de B erkclcy, la Prim avera de Praga o la revuelta estudiantil de
m ayo del 6 8 d e París, se hizo patente u na contracu ltura plane­
taria q u e propu gnaba el cu estio n am ien to de la autoridad, la li­
bertad y el pod er individuales y la expan sión de la consciencia*
tan to social to m o espiritual. la s expresiones artísticas de esos
ideales generaron diversos estilos y m o vim ien to s en poesía, tea­
tro. cin c, m úsica y danza qu e se caracterizaron por su originali­
dad v d efin iero n el espíritu de aquel p eríod o.

177
Las innovaciones sociales y culturales de los sesenta y los se­
tenta no tan sólo conform aron las décadas siguientes en m úl­
tiples aspectos, sin o que ejercieron tam bién su influencia sóbre­
los principales innovadores de la R evolución de la Tecnología
de la Inform ación. C uan d o Silicon Valley se convirtió en la
«nueva frontera» tecnológica y atrajo a m iles tic jóvenes mentes
creativas de todo el m undo, esos nuevos pioneros descubrieron
bien pronto los que no lo sa b ía n - que la zona de la Bahía de
San Francisco era tam bién el cen tro palpitante de la nueva co n ­
tracultura. Las actitudes irreverentes, el fuerte sentido de co m u ­
nidad y la sofisticación cosm opolita de aquellas décadas consti­
tuyeron el trasfondo cultural de los estilos de trabajo informales,
abiertos, descentralizados, cooperativos y orientados al futuro
que acabaron siendo característicos de las nuevas tecnologías de
la info rm ació n .1*

E L A U G E D E L C A P IT A L IS M O G L O B A L

Acabada la Segunda G uerra M undial se im puso durante


varias décadas el m odelo keyncsiano de eco n om ía capitalista,
basado en el co n trato social entre capital y fuerza laboral, así
com o en el ajuste de los ciclos de las econom ías nacionales m e­
diante medidas centralizadas -su b id a o bajada d e los tipos de
interés, aum ento o dism inución de la presión fiscal, etcétera-,
el cual tuvo un éxito notable y proporcionó prosperidad eco­
nóm ica y estabilidad social a la mayoría de los países qu e tenían
econom ías de m ercado m ixtas. En los setenta, sin em bargo, ese-
m odelo alcanzó sus lim itaciones con ceptuales.15
Los econom istas keynesianos se concentraban en las eco n o ­
mías dom ésticas, desdeñaban los acuerdos internacionales y la
creciente red económ ica global, subestim aban el poder abrum a­
dor de las grandes corp oraciones transnacionales, qu e se habían
convertido en figuras clave de la escena eco n óm ica global, y ha­
cían caso om iso de los costes sociales y m edioam bientales de las
actividades económ icas, actitud que, por cierto , sigue siendo la

178
de la m ayoría de los econom istas. C u an d o , a finales de los se­
tenta, la crisis del petróleo sacudió al m undo industrializado
y provocó una inflación galopante y un desempleo masivo, se
hizo patente que el m odelo keynesiano había tocado fondo.
( ionio respuesta a esa crisis los gobiernos y las organizacio­
nes económ icas occidentales se im plicaron en un doloroso proce­
so de reestructuración industrial; al m ism o tiem po en la U nión
Soviética tuvo lugar un esfuerzo paralelo (aunque finalm ente in­
fructuoso): la perestroika , o proceso de reestructuración del co­
m unism o. de G orbachov. 111 proceso de reestructuración capita­
lista im plicaba el desm anielam iento gradual del contrato social
entre capital y fuerza laboral y ia dcsrcgularización y la libera-
lización de los (lujos financieros, adem ás de num erosos cam ­
bios organizativos diseñados para increm entar la flexibilidad y
la adaptabilidad.16 Ese proceso se llevó a cab o de forma pragmá­
tica m ediante el procedim iento de prueba y error, y tuvo im pac­
tos m uy diferentes en los distintos países del m undo, desde los
desastrosos efectos de la «Rcagancconom ía» en los Estados U n i­
dos o la resistencia al d csm antclam icnto del Estado de Bienestar
en la Europa O ccid en tal basta la afortunada mezcla de alta tec ­
nología, com petitividad y cooperación del Jap ó n . Finalm ente,
la reestructuración capitalista acabó im poniend o una disciplina
com ún a los países integrantes de la eco n o m ía global em ergen­
te, controlada por los bancos centrales y el F o n d o M onetario
Internacional (I*M I).
Tod as esas medidas se vieron favorecidas por las nuevas
tecnologías de la inform ación y de la com u nicación, que per­
m iten transferir londos entre diferentes sectores de la econo­
mía y de un país a o tro de form a casi instantánea, así co m o ha­
cer frente a la trem enda com plejidad acarreada por la rápida
desregulación y la nueva inventiva financiera. D e este m odo, la
Revolución de la Tecnología de la Inform ación contribu yó al
nacim iento de una nueva econom ía global, a un capitalism o re­
juvenecido, flexible y en co n tin u a expansión.
C o m o subraya C astclls, este nuevo capitalism o es profunda­
m ente distinto del que nació de la R evolución Industrial o del

179
que surgió después de la Segunda Guerra M undial. Se caracteri­
za por lies aspectos fundam entales: sus actividades económ icas
básicas son globales; sus principales fuentes de productividad y
com petitividad son la innovación, la generación de conocim ien­
to y el procesam iento de inform ación, y está estructurado en
gran m edida en torno a redes de flujos financieros.

LA NUfcVA E C O N O M IA

En esta nueva eco n om ía el capital trabaja en tiem po real y


se mueve rápidam ente por las redes financieras globales. Desde
ellas se invierte en toda clase de actividades económ icas, y la
mayor parte de los rendim ientos de esas inversiones vuelven a
entrar en la metarred de Un jos financieros. C om p lejas tecnolo­
gías de la inform ación y la com u nicación perm iten al capital
desplazarse rápidam ente de una opción a otra, en una incesante
búsqueda global de oportunidades de inversión. Los beneficios
suelen ser m ucho mayores en los mercados financieros que en la
mayoría de las inversiones directas, de m odo qu e, en última ins­
tancia, los (lujos financieros tienden a converger en las redes fi­
nancieras globales, en busca del m áxim o beneficio posible.
El papel dual de los ordenadores com o instrum entos de
procesam iento rápido de inform ación y de elaboración de co m ­
plejos m odelos m atem áticos ha co n d u cid o a la práctica sustitu­
ción del oro y el papel m oneda por productos financieros aún
más abstractos, en tre los cuales se cuentan las «opciones de fu
turo» (opciones de com pra en un determ inado m om ento del
futuro, para conseguir unos beneficios anticipados m ediante
proyecciones inform áticas), los «fondos de cobertura» (fondos
de inversión frecuentem ente utilizados para com p rar y vender
grandes cantidades de divisas en cuestión de m inu tos y benefi­
ciarse de pequeñas variaciones en los cam bios) y los «derivados»
(paquetes de fondos diversos cuyo valor financiero puede ser
real o p otencial). Así describe M anuel Castells el casin o global
resultante:

180
El mismo capital circula de un lado para otro entre eco­
nomías en c uestión de lloras, minuros y, cri ocasiones, segun­
dos. Favorecidos por la libcralización (...) y la apertura de
mercados financieros domésticos, poderosos programas infor­
máticos y expertos analistas financieros que son a la vez magos
ele la informática instalados en los nodos estratégicos de una
red selectiva de telecomunicaciones, juegan literalmente con
miles de millones de dólares (...J Esos jugadores globales no
son especuladores desconocidos, sino graneles bancos de in­
versiones, fondos de pensiones, corporaciones multinacionales
(...] y fondos de inversiones organizados específicamente para
la práctica de la especulación financiera.17

La creciente «virtualidad» de los productos financieros y la


im portancia no m enos crecien te de unos m odelos inform áticos
basados en las percepciones subjetivas de sus creadores han he­
ch o que la atención de los inversores se desplace de los benefi­
cios reales a los criterios subjetivos y volátiles del valor percibido
de las acciones. En la nueva econ om ía el objetivo fundamental
del juego no consiste ya en m axim izar los beneficios, sino en
m axim izar el valor de las acciones. P or supuesto, a largo plazo el
valor de una em presa decrecerá si no tiene beneficios, pero a
co rto plazo su valor en bolsa puede subir o bajar sin ninguna re­
lación con su verdadero com p ortam iento, basándose a menudo
en intangibles apreciaciones de mercado.
l as nuevas com pañías de Internet o «punro-com s», que
durante cierto tiem p o vieron increm entarse su valor d e forma
exponencial, a pesar de no tener beneficios, constituyen ejem ­
plos asom brosos de la desconexión en tre producción de dinero
y producción de beneficios en la nueva econ om ía. Por otra par­
te, las acciones de em presas sólidas caían espectacularm ente
con independencia de su cuenta de resultados, lo que las hun­
día y provocaba despidos masivos, sim plem ente, a causa de su­
tiles variaciones en el en torno financiero de esas corporaciones.
Para la com petirividad en esta red global de flujos financie­
ros son cruciales la rapidez del procesam iento de inform ación y

181
el conocim iento necesario para la adecuada renovación tecnoló­
gica. En palabras de M anuel Castells: «La productividad proce­
de fundam entalm ente de la innovación, la com pctiiividad d e la
flexibilidad ( ...J La tecnología de la inform ación, y la capacidad
cultural para utilizarla, son esenciales (para am bas).»,H

C O M P L E JID A D Y IU K B U L E N O A

El proceso de globalización eco n óm ica fue d eliberadam en­


te diseñado por los principales países capitalistas (las llamadas
«naciones del G -7 » ), por las m ayores corporaciones transnacio-
nalc.s y por las instituciones financieras globales creadas para ese
propósito, particularm ente el Raneo M undial (B M ), el FM1 v
la O M C .
N o obstante, ese proceso ha distado m ucho de ser suave.
U na ve/ qu e las redes financieras globales alcanzaron cierto gra­
do de com plejidad, sus interconexiones no lineales com enzaron
a generar rápidos bucles de rctroalim cntación que dieron pie a
la em ergencia de num erosos fenóm enos insospechados. C om o
resultado de todo ello, la nueva econom ía es tan com pleja y
turbulenta que desafía cualquier análisis en térm inos eco n ó m i­
cos convencionales, t i l o ha hecho adm itir a A nthony G iddens,
actualm ente director de la prestigiosa London S ch o o l o f Eco-
nom ics, qu e «El nuevo capitalism o, qu e constituye una de las
fuerzas m otrices de la globalización, es, hasta cierto punto, un
m isterio. T od avía no acabam os de com prender del lodo cóm o
fun cio n a».19
E n el casino global operado electrónicam ente los flujos fi­
nancieros no siguen ninguna lógica de m ercado. I/>s mercados
están siendo co n tin u am en te m anipulados y transform ados por
estrategias de inversión generadas por ordenador, por percep­
ciones subjetivas de analistas influyentes, por acon tecim ien tos
políticos y - l o más im p o rta n te - por turbulencias inesperadas,
provocadas p o r las com plejas interacciones de los flujos de ca­
pital en ese sistem a altam ente no lineal. Esas turbulencias, en

182
gran medida incontroladas, son tan im portantes a la hora de es­
tablecer precios y señalar tendencias de m ercado com o las fuer­
zas tradicionales de la oferta y la dem andad0
Tan sólo los m ercados globales de divisas mueven cada día
dos billones de dólares. Puesto que esos mercados determinan
en gran medida el valor de cualquier m oneda nacional, co n tri­
buyen de manera significativa a la incapacidad de los gobiernos
para controlar eficazm ente la política eco n óm ica.21 C o m o resul­
tado de ello, hem os asistido en los últim os años a una serie de
graves crisis financieras, desde la de M éxico en 1994 hasta las
de Asia ( )riental en 1 997, Rusia en 19 9 8 y el Brasil en 1 9 9 9 .
l.as grandes econom ías dotadas de bancos sólidos son habi­
tualm ente capaces de absorber las turbulencias financieras con
daños lim itados y tem porales, pero la situación se torna dramá­
tica cuando se trata de los denom inados «mercados emergentes»
del Sur, cuyas econom ías son dim inutas si se las com para con
los mercados internacionales.22 A causa de su fuerte potencial
para el crecim ien to económ ico, esos países se han convertido en
blanco preferente para los especuladores del casino global, dis­
puestos a invertir de form a masiva en esos mercados em ergen­
tes. pero tam bién a retirar al instante sus inversiones a la prim e­
ra señal de debilidad.
Al hacerlo desestabilizan las pequeñas econom ías de esos
países, inducen la fuga de capitales y crean una crisis a gran es­
cala. Para recuperar la confianza de los inversores, el país afec­
tado será típicam ente requerido por el F M I a elevar sus tipos
de interés, con el coste devastador de agravar su rcccsión inter­
na. Los recientes colapsos de los mercados financieros han arro­
jarlo a cerca del cuarenta por ciento de la población mundial al
abism o de una profunda recesión econ óm ica.23
I ras la crisis financiera asiática, los econom istas culparon
de ella a una serie de «factores estructurales» propios de los paí­
ses de la zona, incluyendo la debilidad de sus sistemas ban-
carios, la interferencia por parte de los gobiernos y la falta de
transparencia financiera. Sin em bargo, y co m o señala Paul V ol-
cker, ex presidente del C on sejo de A dm inistración de la Reser­

183
va Federa! estadounidense, ninguno tic esos factores era nue­
vo o desconocido, ni había tam poco empeorado súbitamente.
«Está claro», concluye Volcker, «que algo ha fallado en nuestro
análisis y en nuestra respuesta [...] F.l problema no es regional,
sino internacional, y todo indica que es sistém ico.»24 Según
M anuel Castell.s, las redes financieras globales de la nueva eco ­
nom ía son inherentem ente inestables. Producen patrones alea­
torios de turbulencia informativa susceptibles de desesrabilizar
cualquier empresa, país o región, con total independencia del
funcionam iento real de su econom ía/*
Resulta interesante aplicar la visión sistémica de la vida a esir
lenóm cno. La nueva econom ía consiste en una merarred global
de com plejas interacciones tecnológicas y humanas, la cual im ­
plica m últiples bucles de retroalim entación que operan lejos del
equilibrio y producen una infinita variedad de fenóm enos em er­
gentes. Por su creatividad, adaptabilidad y capacidades cogniti-
vas recuerda, ciertam ente, las redes vivas, pero, en cam bio , no
presentan la estabilidad que constituye tam bién una propiedad
clave de la vida. 1x)s circuitos de inform ación de la eco n om ía glo­
bal operan a tal velocidad, y utilizan un núm ero de fuentes tan
elevado, qu e reaccionan constantem en te a un torren te de in fo r­
m ación, y por esta razón todo el sistem a gira de m anera enloqu e­
cida, fuera de cualquier posibilidad de control.
Los organism os vivos y los ecosistem as pueden tam bién vol­
verse co n tin u am en te inestables, pero cuand o eso sucede acaban
desapareciendo por selección natural. T a n sólo sobrevivirán
aquellos sistem as qu e tengan incorporad os procesos de esta b ili­
zación. E n el ám b ito hum ano esos procesos estabilizadores d ebe­
rán ser introducidos en la eco n o m ía global a través de la co n s ­
ciencia, la cultura y la p o lítica hum anas. En otras palabras,
necesitam os diseñar c im p lem entar m ecan ism os reguladores qu e
estabilicen la nueva eco n o m ía. C o m o resum e R o b e rt K u rrn cr,
ed ito r de la revista progresista The American Trospect: «H ay d e ­
masiadas cosas en juego para qu e el cap ital esp eculativo y los vai­
venes de las divisas d eterm in en el d estin o d e la eco n o m ía real.»2*'

184
IX MliRCADO GLOBAL: UN AUTÓMATA

Al nivel existencia! hum ano, la característica más alarmante


de la nueva econom ía tal ve/, sea el hecho de estar modelada, en
aspectos muy fundamentales, por máquinas, Lstrictam enrc ha­
blando, el denom inado «m ercado global» no es un mercado,
sino una red de máquinas programadas según un único valor
■ hacer dinero por hacer d in e ro - y con absoluta exclusión de
cualquier otro. En palabras de M anuel ( lastclls:

El resultado del proceso de globalización financiera po­


dría consistir en que hubiéramos creado un autómata y lo hu­
biéramos siruado en el mismísimo centro de nuestra econo­
mía, (el cual) condiciona decisivamente nuestras vidas. La
pesadilla humana de que las máquinas lleguen a tomar el con
trol de nuestro mundo parece a punto de hacerse realidad,
pero no cu forma de robots que nos dejen sin empleo o de or­
denadores que controlen nuestra vida, sino com o un sistema
de transacciones financieras basado en la electrónica.27

N o sólo la lógica de ese autóm ata no tiene nada qu e ver


con las reglas tradicionales del m ercado, sino que la dinám ica
de flu jos financieros q u e desencadena está en la actualidad luc­
ra del con trol de los g obiernos, de las corporaciones y tic las
instituciones financieras, sea cual fuere su riqueza y su poder.
Sin em bargo, habida cu en ta de la gran versatilidad y precisión
de las nuevas tecnologías de la inform ación y las com u n icacio­
nes, la regulación eficaz, de la econ om ía global es técnicam ente
posible. N o se trata de una cuestión de tecnología, sino tic polí­
tica y de valores hu m ano s.2” Y los valores hum anos pueden
cam biar, no son leyes naturales. Las propias redes electrónicas
de flu jos financieros y de inform ación podrían tener incorpora­
dos o tra clase de valores.
U n a consecuencia im p o rtan te tic la atención exclusiva a los
b en eficio s y al valor accionarial en el nuevo capitalism o global
co n siste en la obsesión por las fusiones y absorciones empresa-

1H1}
ríales. En el casino electrónico global cualquier acción que pue­
da ser vendida con beneficio lo será, lo cual constituye la base
para el escenario estándar de las adquisiciones hostiles. C uand o
una corporación quiere adquirir otra, todo cu an to tiene que
hacer es ofrecer por las acciones de ésta un precio superior al
del m ercado. La legión de brokers cuyo trabajo consiste en es­
canear constantem ente el m ercado en busca de oportunidades
para inversiones y de obtención de beneficios contactaría in m e­
diatam ente con los accionistas para aconsejarles vender al nue­
vo precio.
Una vez qu e estas adquisiciones hostiles se lucieron posi­
bles, los propietarios de grandes corporaciones se sirvieron de
ellas para conseguir entrar en nuevos m ercados, para hacerse
con tecnologías específicas desarrolladas por em presas más pe­
queñas o, sim plem ente, para crecer y ganar en prestigio co rp o ­
rativo. l.as pequeñas empresas, por su parte, ante el tem or de
ser fagocitadas, com enzaron a su vez a com p rar a otras más pe­
queñas para crecer y hacerse de este m odo más difíciles de tra­
gar. D e este m odo se desató la lusionm anía, y no parece ir a la
baja. C o m o ya he com entado antes, las fusiones em presariales
parecen tener muchas ventajas en cu an to a eficacia y beneficios,
pero im plican cam bios estructurales trem endos y muy rápidos
para los qu e las personas no están en absoluto preparadas, por
lo que conllevan dosis tremendas de estrés y dificultade.s.21>

EL IM P A C T O S O C IA L

E n su trilogía sobre la Era de la Inform ación M anuel Cas-


tclls ofrece un detallado análisis del im pacto social y cultural
del capitalism o global. D escribe, en particular, có m o la nueva
econom ía en red ha transform arlo profundam ente las relaciones
entre el capital y la fuerza laboral. El d inero se lia independiza­
do casi por co m p leto de la producción y ríe los servicios y se ha
trasladado a la realidad virtual d e las redes electrónicas. El capi­
tal se ha h ech o global m ientras que la m ano de obra, por defi-

186
ilición , sigue siendo local. C o m o consecuencia, capital y mano
de obra existen en espacios y tiem pos cada vez más distantes: el
espacio virtual de los flujos financieros y el espacio real de los
lugares locales y regionales donde la gente rrabaja; el tiempo
instantáneo de las com unicaciones electrónicas y el tiem po b io ­
lógico d e la vida cotidiana.-40
El poder econ óm ico reside en las redes financieras globales,
que d eterm inan el destino de la m ayoría de puestos de trabajo,
mientras que la m ano de obra sigue localm ente atrapada en el
m undo real. C'.orno consecuencia, la fuerza laboral se ha ido frag
m entando y perdiendo poder. H oy tifa num erosos trabajadores,
tanto si están sindicados co m o si no, renuncian a luchar por un
salario más digno o por m ejores cond iciones laborales, por te­
mor a qu e sus puestos de trabajo sean transferidos a otra parte
del m undo.
A m edida que más y más empresas se reestructuran para
convertirse en redes descentralizadas -red es de unidades m eno­
res que, a su vez, están unidas a redes de proveedores y subcon-
tratistas-, los trabajadores van siendo em pleados cada vez más
m ediante con tratos individuales, con lo que la fuerza laboral va
perdiendo su identidad colectiva y su poder de negociación. De
hecho, en la nueva econom ía las com unidades tradicionales de
trabajadores han desaparecido casi por com pleto.
(lastclls subraya la im portancia de distinguir entre dos cla­
ses de trabajadores. A la m ano de obra genérica, no especializa­
da, no se le exige acceso a la inform ación ni al conocim iento,
más allá de la capacidad de com prend er órdenes y ejecutarlas.
En la nueva econom ía legiones de trabajadores genéricos entran
y salen de em pleos diversos. Pueden ser sustituidos en cualquier
m o m en to, ya sea por m áquinas o bien por m ano de obra gené­
rica en otras partes del m undo, según las fluctuaciones de las
redes financieras globales.
El trabajador «autoeducado», por el contrario, tiene capaci­
dad para acceder a niveles superiores de educación, para proce­
sar inform ación y para crear co n o cim ien to . En una econom ía
en la qu e el procesam iento de inform ación y la creación de in­

187
novación y conocim iento constituyen las principales Itientes de
productividad, esos empicados autoeducados son muy valora­
dos. l as empresas tratarán por todos los medios de m antener
relaciones seguras y duraderas con su núcleo esencial de colabo­
radores, y buscarán el m odo de asegurarse su fidelidad y de que
su conocim iento tácito circule únicam ente dentro de la organi
¿ación.
C o m o incentivo a la fidelidad, cada ve/, más se ofrecen a
esos colaboradores opciones sobre acciones, lo cual les propor­
ciona una participación directa en el valor creado por la em pre­
sa. Esta estrategia lia m inado aún más la otrora tradicional soli­
daridad de la clase trabajadora. 4 . a pugna entre capitalistas
diversos y clases trabajadoras misceláneas», escribe Castells, «se
reduce a la oposición más fundam ental entre la pura lógica de
los flujos del capital y los valores culturales de la experiencia
humana.»-11
l.a nueva econom ía lia enriquecido, sin duda, a una élite de
especuladores financieros, em presarios y profesionales de las al
tas tecnologías. En la cum bre ha habido una acum ulación de
riqueza sin precedentes. T am b ién es cierto qu e la econom ía
global ha beneficiado a algunas econom ías nacionales, en parti­
cular de países asiáticos. Sin em bargo, a nivel general, sus im ­
pactos sociales y econ óm icos han sido desastrosos.
l.a fragm entación y la individualización de la fuerza la­
boral, ju n to co n el gradual desm antelam iento del Estado de
Bienestar por las presiones de la global i/ación económ ica, sig­
nifican qu e el ascenso del capitalism o global lia ido acom paña­
do de una desigualdad social y una polarización crecien tes.12 El
abism o entre ricos y pobres lia aum entado significativam ente,
tanto a nivel internacional com o d en tro de los propios países.
Según el In fo rm e de las N aciones U nidas sobre el D esarrollo
H u m an o , la d iferencia de la renta per cápita en tre el N orte y el
Sur se lia triplicado: pasó de 5 .7 0 0 dólares en 1 9 6 0 a 1 5 .0 0 0
en 1 9 9 3 . El veinte p o r cien to más rico de la hum anidad posee
ahora el o ch en ta y cin co poi cien to de la riqueza m undial,
m ientras qu e el v ein te por cien to más pobre no posee más que

1« 8
el 1,4 por c ie n to .*' El activo de las tres personas más ricas del
m undo supera la suma del producto interior bruto de todos los
países subdesarrolhulos, con sus 6 0 0 m illones de habitantes.*4
lín los Estados U nidos, el país más rico y tecnológicam ente
más avanzado del m undo, los ingresos m edios por fam ilia se
lian estancado durante los últim os treinta años, c incluso decli­
naron en C alifo rn ia en la década de los noventa, en pleno
boom de las altas tecnologías. I.a m ayoría de las familias sólo
consiguen llegar a final de mes si dos m iem bros contribuyen ai
presupuesto d o m é s t i c o .I d aum ento de la pobreza, y en partí
cular de la pobreza extrem a, parece un fenóm eno planetario.
Incluso en los Estados U nidos el quince por ciento de la pobla­
ción (que incluye el v einticinco por cien to de los niños) vive
hoy por d ebajo del um bral de la pobreza.*6 Una de las m ás dra­
máticas características de esa «nueva pobreza» es la carencia de
vivienda, qu e se disparó en las ciudades estadounidenses en las
ochenta y sigue teniendo niveles m uy elevados.
El cap italism o global ha increm entado la pobreza y las des­
igualdades sociales, no solam ente al transform ar las relaciones
entre capital y fuerza de trabajo, sino tam bién con el proceso
de «exclusión social», consecuencia directa de la estructura en
red de la nueva econom ía. En la medida en que los (lujos de ca­
pital e inform ación intcrconccian las redes m undiales, excluyen
de ellas a cualquier población o territorio que carezca de valor
o de interés para su búsqueda tle ganancias financieras. C om o
resultado de ello, determ inados segm entos sociales, zonas urba­
nas, regiones o incluso países enteros se vuelven económ ica­
m ente irrelevantes. E n palabras de M anuel Castclls:

Las zonas sin valor desde el punto de visca del capitalismo


inform acional, o sin interés político significativo para los po­
deres lácticos, son obviadas por los flujos de riqueza e infor­
mación y, en última instancia, privadas de la infraestructura
tecnológica básica indispensable para comunicarnos, innovar,
producir, consumir, c incluso vivir, en el mundo de hoy.*

189
La desolación de los guetos urbanos de las ciudades esta­
dounidenses constituye un com pendio de esc proceso de exclu­
sión social, pero sus efectos van m ucho más allá d e los indivi­
duos, de los barrios y de los grupos sociales. A lo largo y a lo
ancho del globo va creciendo un segm ento em pobrecid o de la
hum anidad, que en ocasiones es denom inado «C uarto M u n ­
do». C om prende zonas extensas del planeta que incluyen gran
parte del África subsahariana y las regiones rurales em pobreci­
das de Asia y Latinoam érica, pero se extiende tam bién a partes
de cualquier país y cualquier ciudad del m u n do.38
El C uarto M u n d o está habitado por m illones de personas
.sin hogar, em pobrecidas y a m enudo analfabetas, q u e entran y
salen de trabajos mal pagados y se ven atraídas en m uchos casos
hacia la econom ía crim inal. Les toca experim entar m uchas crisis
en su vida, incluyendo el ham bre, las enferm edades, la droga-
dicción y la cárcel, ú ltim o peldaño de la exclusión social. Una
vez que su pobreza se convierte en m iseria, es muy fácil que esas
personas queden atrapadas en una espiral hacia abajo de margi-
nalidad, de la qu e les será prácticam ente im posible escapar. El
análisis detallado de esas desastrosas consecuencias sociales de la
nueva econom ía ilustra sus interconexiones sistém icas y co n tri­
buye a una devastadora crítica del capitalism o global.

E l. IM P A C T O E C O L Ó G IC O

Según la d octrina de la globalización eco n ó m ica -co n o cid a


co m o «ncoliheralism o» o «consenso de W a sh in g to n » -, los
acuerdos de libre co m ercio im puestos por la O M C a sus países
m iem bros increm enrarán el intercam bio com ercial, lo cual crea­
rá una expansión econ óm ica planetaria que. a su vez, reducirá la
pobreza porque sus beneficios «gotearán» co n el tiem p o hasta
llegar a todos. C o m o gustan de repetir nuestros líderes ec o n ó ­
m icos y políticos, la m area crecien te de la nueva econom ía p on ­
drá todas las em barcaciones a flote.
El análisis de Castells demuestra con claridad qu e esc razona­

190
m iento es fundam entalm ente erróneo. Kl capitalismo global no ali­
via la pobreza y la exclusión social, sino que, por el contrario, las
exacerba. Kl consenso de W ashington no tuvo en cuenta esos efec­
tos, porque los econom istas corporativos excluyen tradicionalmen­
te de sus modelos los costes sociales de la actividad económ ica.59
l í e forma parecida, la mayor parte de los econom istas convencio­
nales lian ignorado los costes medioambientales de la nueva econo­
mía: el aumento y la aceleración de la destrucción planetaria del
medio natural, tan severo, o más, que su im pacto social.
Kl em peño central de la teoría v la práctica económ icas
presentes - la lucha |>or un crecim iento eco n óm ico con tin u o e
in d iferen ciad o- es claram ente insostenible, dado que una ex­
pansión infinita sobre un planeta Punto sólo puede conducir a
la catástrofe. I) c hecho, a finales del siglo XX estaba ya más que
claro que nuestras actividades económ icas están dañando la
biosfera y la vida hum ana basta unos extrem os que muy pronto
podrían ser irreversibles."40 Kn esta situación precaria es esencial
para la hum anidad reducir sistem áticam ente su im pacto sobre
el m edio natural. C o m o afirm ó valientem ente Al G o re en 1992,
siendo aún senador: «D ebem os convertir el rescate del medio
am biente en el principio organizativo central de nuestra civ ili­
zación.»41
Lam entablem ente, en lugar de seguir estas advertencias, la
nueva econom ía ha increm entado significativam ente nuestro
im pacto destructor sobre la biosfera. Kn The Case Aga/nst the
GlobalEconomy, Kdward G old sm ith, fundador y editor de The
heofogisi, publicación m cdioam bienral líder en Europa, aporta
un sucinto resumen sobre el im pacto m edioam biental de la
global ¡/.ación eco n ó m ica.42 G oldsm ith señala que el increm en­
to de la destrucción am biental a causa del aum ento de las acti­
vidades económ icas queda patente en los casos de C orea del
Sur y Taiw an. D urante los años noventa, am bos países alcanza­
ron niveles asom brosos de crecim iento eco n ó m ico y se convir­
tieron, según el B an co M undial, en los m odelos qu e debía
em ular el Tercer M und o. Al m ism o tiem p o , sin em bargo, el
im pacto m edioam biental ha sido devastador.

191
E n Taiw an los venenos de la agricultura y la industria lian
contam inad o la práctica totalidad de los principales ríos. Hn algu­
nos lugares el agua no tan sólo lia quedado desprovista de peces y
lia perdido toda posibilidad para el consum o hum ano, sino que
os literalm ente inflam able, t i nivel de la contam inación del aire
dobla el considerado co m o nocivo en los Estados Unidos, ta s ta­
sas de cáncer se han duplicado desde el año 1 9 6 5 . El país tiene la
tasa de hepatitis más alta del m undo. En principio, Taiw an po­
dría emplear su nueva riqueza económ ica para lim piar su en to r­
no, pero la com pctilividad en la econom ía global es tan feroz que,
en lugar tic endurecer las normas de protección am biental, estas
se suprimen para reducir los costes de producción industrial.
U n » de los principios del neoliberalism o postula que los pal
ses pobres deben concentrarse en la producción de unos pocos
bienes específicos para la exportación, a fui de o bten er divisas, e
im portar el resto de los productos que necesiten. Esto ha redun­
dado, país tras país, en un rápitlo agotam iento de los recursos
naturales para producir cultivos exportables; el agua necesaria
para los vitales arrozales se ha desviado a piscifactorías qu e crían
gam bas; la introducción de cultivos que necesitan gran cantidad
de agua, com o la caña de azúcar, lia provocado el agotam iento
de cuencas lluviales y acuífetos; buenos suelos agrícolas se han
agotarlo al ser dedicados a cultivos de plantación destinados a
conseguir dólares; todo ello lia acabado provocando el éxodo de
la población rural a los extrarradios urbanos. So n evidentes en
todo el m undo las pruebas de qu e la globalización económ ica
lia agravado la destrucción del m edio am b ien te/ 1
El desm antelam iento de la producción local para propiciar
las exportaciones c im portaciones, objetivo principal de las re­
glas de libre m ercado de la O M C , increm enta espectacularm en­
te la distancia «entre la granja y la mesa». En los Estados Unidos
cada onza (2 8 ,3 gramos) de alim entos viaja una media de más
de mil m illas (1 .6 0 9 kilóm etros) antes de Ilegal al consu m id or,
lo que provoca un trem endo estrés sobre el m edio am biente:
nuevas autovías y aeropuertos cruzan lo que antes eran bosques
com p actos, nuevos puertos com erciales destruyen lo qu e antes

192
eran marismas y hábitats costeros, el increm ento del volum en
de transporte contam ina aún más el aire y provoca vertidos fre­
cuentes de petróleo y de productos quím icos. H.studio.s realiza­
dos en Alem ania dem uestran qu e la co n trib u ció n d e los alim en ­
tos no locales al cam bio clim ático es entre seis y doce veces
superior a la de los alim entos cultivados y consum idos local­
m ente. debido a la em isión m ucho mayor de C O . 44
C o m o señala la ecologista y activista agrícola V andana Slti-
va, el im pacto de la inestabilidad clim ática y de la destrucción
de la capa de ozono recae desproporcionadam ente sobre el Sur,
por su mayor dependencia de la agricultura, y pequeños cam ­
bios en el clim a pueden destruir por com p leto el m edio de vida
rural. Por .si esto fuera poco, m uchas corporaciones transnacio­
nales utilizan las reglas del libre com ercio para rcubiear sus in ­
dustrias más devoradoras d e recursos y más contam inantes en
países del Su r, lo que agudiza la destrucción m edioam biental
de estas zonas. En palabras de Vandana Shiva, el efecto neto es
que «los recursos van de los pobres a los ricos, m ientras qu e la
contam in ación va de los ricos a los pobres».4*
I.a destrucción del m edio natural en el T e rce r M undo va
de la m ano del d esm antclam icnto de los m edios de vida tra­
dicionales. en gran m edida autosuficiences, de sus gentes; al
m ism o tiem po, los program as televisivos estadounidenses y las
agencias transnacionalcs de publicidad intoxican con resplan­
decientes im ágenes de m odernidad a miles de millones de per-
sitúas en tod o el globo, pero se olvidan de advertir que esc esti­
lo de vida de consum o ilim itado es, en esencia, insostenible.
F.dward (¡o ld sm ith estim a que, si todos los países del Tercer
M und o alcanzaran el nivel de consum o de los Estados Unidos
hacia 2 0 6 0 , el daño m edioam biental provocado por las activi­
dades económ icas resultantes sería doscientas veinte veces ma­
yor que el actual, lo que tendría consecuencias inim aginables.4*'
Puesto que el principal valor del cap italism o global consiste
en ganar dinero, sus representantes tratan de elim inar, co n la ex­
cusa de la libertad de co m ercio , cualquier norm ativa m edioam ­
biental qu e se interponga en el cam ino del b en eficio económ ico.

193
D e este m odo la nueva econom ía provoca la destrucción del m e­
dio am bien te no sólo con el increm ento del im pacto de sus op e­
raciones sobre los ecosistem as planetarios, sino tam bién elim i­
nando leyes de protección riel m edio am biente país tras país. En
otras palabras, la destrucción m edioam biental no es un efecto
colateral del diseño del capitalism o global, sino algo inherente a
él. «Está claro», concluye G oldsm irh, «que no hay m odo de pro­
teger el m edio am biente dentro del co n texto de una econom ía
de "libre co m ercio ”, que busca el crecim iento eco n óm ico sin lí-
mites y, por consiguiente, no puede m enos que increm entar el
im pacto negativo de nuestras actividades sobre un m edio natural
ya de por sí frágil.»'17

LA T R A N S F O R M A C IÓ N D E L P O D E R

L i R evolución de la T ecn o lo g ía de la Inform ación no tan


sólo ha originado una nueva eco n om ía, sino que ha transfor­
mado de manera decisiva las relaciones tradicionales de poder.
En la Era de la Inform ación el fu ncionam iento en red se ha
convertido en una form a fundam ental de organización en to ­
dos los ám bitos de la sociedad. L.as actividades sociales d o m i­
nantes se organizan cada vez más en redes, y participar en ellas
constituye una fuente crucial de poder. En esta «sociedad en
red», co m o la d enom ina C astells, la generación de nuevo c o n o ­
cim ien to , de productividad econ óm ica, de poder político y m i­
litar y de com u nicación a través de los medios está relacionada
directam ente con las redes globales de inform ación y riqueza.48
E l auge de la suciedad en red ha ido de la m ano del declive
de la nación-estado co m o entidad soberana.4'1 Inm ersos en redes
globales de flujos financieros turbulentos, los gobiernos tienen
cada vez m enos posibilidades d e co n tro lar la política económ ica
de .sus países, así com o de cum plir las promesas del Estado de
Bienestar tradicional. Luchan una batalla perdida contra una
nueva econom ía delictiva globali/.ada, y su autoridad y legitim i­
dad están cada día más en en tred icho. Por si eso fuera poco, el

194
Estado se desintegra tam bién desde dentro con la corrupción
del proceso dem ocrático, en la medida en que los actores de la
escena política dependen cada vez más -p articu larm en te en los
Estados U n id o s- tic las gratules corporaciones y oíros grupos de
presión, que financian sus cam parías electorales a cam bio de po­
líticas que favorezcan sus «intereses particulares».
La em ergencia global de u na extensa econom ía delictiva, así
co m o su crecien te interdependencia con la econom ía formal y
co n las instituciones políticas en todos los niveles, constituye
una de las características más preocupantes de la nueva sociedad
en red. En sus intentos desesperados por salir de la marginali-
dad individuos y grupos socialm ente excluidos se convierten en
presas fáciles para las organizaciones delictivas, qu e se han esta­
blecido en num erosos barrios pobres y han pasado a convertirse
en una fuerza social y cu ltural significativa en m uchas partes del
m u n d o . P o r supuesto, la d elincuencia no es algo nuevo, pero
la operación en red global de poderosas organizaciones d elicti­
vas sí que es un fenóm eno inéd ito hasta ahora y que afecta pro­
fundam ente las actividades económ icas y políticas en todo el
m undo, co m o docum enta C astells con gran d etalle.Sl
Si bien el tráfico de drogas constituye la operación más signi­
ficativa de las redes delictivas globales, el de armas tiene también
un peso notable, ju n to con el de bienes y personas, el juego, los se­
cuestros, la prostitución, la falsificación de moneda y documentos
y numerosas otras actividades ilícitas. I a legalización de las drogas
sería un golpe terrible, probablem ente, para la delincuencia orga­
nizada. Sin embargo, co m o señala Castells irónicam ente, «[los
narcotraficanresl pueden estar tranquilos. Los amparan la ceguera
política y la moral equivocada tic- sociedades que 110 quieren acep­
tar el m eollo de la cuestión: la demanda crea la oferta».1'2
l a violencia despiadada, ejecutada a m enudo por asesinos a
sueldo, constituye parte integrante de la cultura delictiva. T an
im portantes co m o ella son, sin em bargo, los agentes de la ley,
jueces y políticos que están en nóm ina de las organizaciones d e­
lictivas, a quienes se d enom ina, cín icam ente, el «aparato de se­
guridad» tic la delincuencia organizada.
E l blanqueo de d inero, que alcanza cifras de cientos de miles
de m illones de dólares, constituye la actividad central de la eco ­
nom ía delictiva. E l dinero lavado en tra en la econom ía form al a
través de com p lejos esquem as financieros y redes com erciales, e
introd uce así un elem ento desesrahilizador, pero invisible, en un
sistema ya de por sí volátil, y hace aún más dilícil el con trol de
las políticas económ icas nacionales. Es probable que crisis eco ­
nóm icas en m uchos lugares del m undo hayan tenido co m o o ri­
gen actividades económ icas delictivas. E n Latinoam érica, en
cam bio, el narcotráfico* representa un segm ento d inám ico y se­
guro de las econom ías regionales y nacionales. La industria lati­
noam ericana de la droga está m ovida por la dem anda, orientada
a la exportación y plenam ente internacionalizada. A diferencia
de la m ayor parte del com ercio legal, está controlada por co m ­
pleto por latinoam ericanos.
Al igual que las organizaciones com erciales de la econom ía
form al, las organizaciones delictivas de nuestros días se han re­
estructurado en redes, tanto en el ám b ito interno com o en sus
relaciones entre sí. Se han consolidado alianzas estratégicas e n ­
tre organizaciones delictivas alrededor del m undo, desde los
cárteles de la droga colom bianos hasta la M afia siciliana, la M a ­
fia estadounidense o las redes crim inales rusas. Las nuevas tec­
nologías de la co m u nicación, en particular la telefonía m óvil y
los ordenadores portátiles, son utilizadas m asivam ente para c o ­
m unicarse y realizar el seguim iento puntual d e las operaciones.
Los m illonarios de la M afia rusa pueden ahora realizar sus n e­
gocios en M oscú en tiem po real desde la seguridad de sus m an ­
siones en C alifornia y sin perder ni un detalle del día a día de
sus operaciones.
Según Castells, la potencia organizativa de la delincuencia
global se basa en la com binación de una «organización flexible
en red entre tapaderas locales, bien enraizadas en la tradición y
la identidad dentro de un marco institucional favorable, y el al­
cance global proporcionado por las alianzas estratégicas».v' Cas-

l;.n español en el original. (N . d e l T .)

196
tcll.s op in a qu e las redes delictivas actuales están, probablcm cn
te, m ás avanzadas que las propias corp oraciones en su capacidad
para co m bin ar la identidad cu ltural local con los negocios glo­
bales.
Si la nación-estado pierde su autoridad y su legitim idad de­
bido a las presiones de la eco n om ía global y a los efectos demole­
dores de la d elincuencia organizada, ¿quien va a ocupar su lugar?
C astells señala qu e la autoridad política lia ido desplazándose ha­
cia niveles regionales y locales, v especula que esta descentraliza­
ción del poder podría dar paso a una nueva clase de organización
p olítica, el «estado red».-'* E n una red social nodos diferentes
pueden tener dim ensiones distintas, por lo que las desigualdades
políticas y las relaciones asim étricas de poder serán com unes. Kn
cam bio , todos los m iem bros de 1111 estado red son inccrdepen-
dicntcs. C u an d o se tom an decisiones políticas, sus efectos sobre
cada uno de sus m iem bros, hasta el más insignificante, deben ser
tenidos en cuenta, puesto qu e afectarán ineludiblem ente a toda
la red.
La U nión Europea podría set la m anifestación más clara de
este nuevo estado red. Las regiones y Lis ciudades tienen acce­
so a ella a través de sus gobiernos nacionales, pero están tam ­
bién interconcctadas entre sí en horizontal m ediante numerosas
asociaciones que superan las fronteras nacionales. «La Unión
Europea 110 suplanta a las naciones-estado existentes»*, concluye
C astells, «sino que. por el co n trario , constituye un instrum ento
fundam ental para su supervivencia sobre la base de ceder por­
ciones de soberanía a cam bio de un mayor peso específico en el
m undo.»**
En el m undo de las corporaciones existe una situación pare­
cida. H o y día las empresas están cada vez más organizadas en re­
des descentralizadas de unidades más pequeñas, y están conecta­
das a redes de subcontratistas, proveedores y consultores. Por
otro lado, unidades de redes distintas form an tam bién alianzas
estratégicas temporales y se im plican en operaciones conjuntas.
En estas estructuras en red, de geometrías siem pre variables, no
hay verdaderos centros tle poder. En cam bio, el poder corpora­

197
tivo lotal ha aum entado trem endam ente en las últim as décadas,
a medida qu e el tam año tic las corporaciones crece .sin cesar por
medio de incesantes fusiones y adquisiciones.
D urante los veinte últim os años la.s corporaciones transita-
dónales se han m ostrado extraordinariam ente agresivas, tanto
para conseguir subsidios d e los gobiernos tic los países en los que
operan co m o para exigirles exenc iones fiscales. Pueden m ostrarse
despiadadas y arruinar a la.s pcquña.s empresas rebajando sus pre­
cios. retienen v distorsionan sistem áticam ente inform ación sobre
los peligros potenc iales de sus productos y, m ediante acuerdos de
libre com ercio, se han m ostrado muy eficaces para coaccionai a
los gobiernos a fin de q u e elim inen cualquier lim itació n .56
Sin em bargo, sería erróneo pensar qu e un puñado de ntega-
corporaciones controla el m undo. Para com enzar, el poder eco ­
nóm ico real ha sido transferido a las redes financieras globales.
T o d a corporación depende de lo que sucede en esas com plejas re­
des, que nadie controla. Existen en nuestros días miles de co rp o ­
raciones, todas las cuales com piten y colaboran a la vez, pero n in ­
guna de ellas por sí sola puede dictar las cond iciones.57
Esta difusión del poder corporativo os consecuencia directa
de la.s propiedades d e las redes sociales. En una jerarquía el ejer­
cicio del poder constituye un proceso lineal y controlad o. En
una red, en cam bio, ese ejercicio es un proceso no lineal que in­
volucra a m últiples bucles de retroali m entación, con resultados
a m enudo im posibles de predecir. D en tro de la red, las co n se­
cuencias de cada acción se extienden por toda la estructura, y
cualquier acción que prom ueva un objetivo particular puede te­
ner consecuencias secundarias que actúen en contra de su c o n ­
secución.
Resulta instructivo com parar esta situación con las redes
ecológicas. A unque pueda parecer que en un ecosistem a hay es­
pecies más poderosas que otras, el concepto de poder no resulta
adecuado, porque la.s especies no hum anas {a excepción de algu­
nos primates) no obligan a sus individuos a actuar de acuerdo
con objetivos preconcebidos. Hay d om inación, pero siempre tie­
ne lugar dentro de un contexto más am plio de cooperación, ¡n-

198
cluso en las relaciones ent re predador y presa.5* Al contrario de lo
que se afirm a a m enudo, las m últiples especies de un ecosistema
no forman jerarquías, sino qu e existen en redes dentro de redes.w
Kxiste una diferencia crucial entre las redes ecológicas de la
naturaleza y las redes corporativas de la sociedad hum ana. En
un ecosistem a ningún ser es exclu id o de la red. ( lacla especie,
incluso la bacteria más insignificante, contribuye a la sostenibi­
lidad del co n ju n to . Por el con trario , en el m undo hum ano de
la riqueza y el poder grandes segm entos de la población quedan
excluidos de las redes globales y pasan a ser económ icam ente
irrelevantes. I.os electos del poder corporativo sobre los indivi­
duos y los grupos socialm ente excluidos son espectacularm ente
distintos de los qu e tiene sobre quienes son m iem bros de la so­
ciedad en red.

IA I K A N SF O K M A C IÓ N D E LA C U L T U R A

Las redes de com u nicaciones q u e han conform ado la nueva


econom ía no tan sólo transm iten inform ación sobre transaccio­
nes financieras y oportunidades de inversión, sino que incluyen
tam bién redes globales de noticias, de arte, de ciencia, de entre­
tenim iento y demás expresiones culturales. T am bién esas ex­
presiones han sido profundam ente transformadas por la Revo­
lución de la Tecnología de la Inform ación/’"
l a tecnología ha hecho posible integrar la com unicación en
un único «hipertexto» que com bina sonidos e imágenes con pala­
bras escritas y habladas. Puesto que la cultura es creada y sosteni­
da por redes de com unicaciones hum anas, cam biará con la trans­
form ación de los modos de com u nicación/ '1 Manuel Castells
asegura q u e «la em ergencia de un nuevo sistem a de com unica­
ció n , caracterizado por su alcance global, por su integración de
todos los m edios de com unicación y por su interaccividad poten­
cial, está cam biand o para siempre nuestra cultura»,w
C o m o el resto del m undo corporativo, los medios de co­
m unicación de masas se han convertido cada vez más en estruc­

199
turas en red, globalizadas y descentralizadas. Este cam bio fue
predicho ya en los sesenta por el visionario teórico de la co m u ­
nicación M arshall M cL u h a n ,63 C on su fam oso aforism o «El
medio es el mensaje» M cL u han definió la naturaleza exclusiva
de la televisión y señaló qu e, a causa de su capacidad de seduc­
ción y su poder para em ular la realidad, constituye el m edio de
com u nicación ideal para la publicidad y la propaganda.
En la mayoría de los hogares estadounidenses la radio y la
televisión han creado un en to rn o audiovisual perm anente que
bom bardea a oyentes y televidentes con una retahila inacabable
de mensajes publicitarios. Toda la programación de la televisión
estadounidense está financiada por los anuncios y organizada en
torno a ellos, de modo que la promoción del consum ism o a ultran­
za, un valor netam ente empresarial, as su m etam ensaje. 1.a reciente
cobertura de los Juegos O lím picos de Sidncy por la N B ( i constitu
ye un craso ejemplo de una mezcla casi sin costuras de publicidad e
inform ación. En lugar de cubrir los Juegos, la N B C decidió «pro­
ducirlos» para sus telespectadores, y «empaquetó» los programas en
segmentos muy cortos de inform ación entremezclados con anun­
cios, de tal modo que a menudo resultaba difícil distinguir entre
anuncio y com petición. 1 as imágenes de los atletas que competían
eran repetidamente transformadas en sím bolos sensibleros, que
reaparecían segundos después en un anuncio. C o m o resultado de
todo ello, la coliertura real de las pruebas deportivas fue m ínim a.64
A pesar del bom bardeo co n tin u o de anuncios y de los miles
de m illones de dólares gastados cada año en él, los estudios rea­
lizados han dem ostrado una y otra vez que la publicidad mediá­
tica carece prácticam ente de capacidad específica de influencia
sobre el com p ortam iento del consum idor.6* Este sorprendente
descubrim iento constituye una prueba más de que los seres hu­
m anos, al igual qu e los dem ás sistem as vivos, no pueden ser d i­
rigidos, sino ú nicam ente perturbados. C o m o ya hem os visto,
elegir a qué prestar aten ción y cóm o responder a ello constituye
la esencia misma de estar vivo.66
Ello no significa que los efectos de la publicidad sean desde­
ñables. Puesto que los m edios audiovisuales se han convertido

200
en los principales canales para la com u n icación social y cultural
ile las sociedades urbanas m odernas, la gente adopta sus imáge­
nes simbólicas» sus valores y sus reglas de com portam iento a
partir del co n ten id o ofrecido por esos m edios. Por consiguiente,
las empresas y sus productos necesitan estar presentes en ellos
para ganar reco n o cim ien to de m arca, pero el m odo en que los
individuos responderán a cada anuncio en co n creto es algo que
queda fuera del control de los publicitarios.
A lo largo de las dos últim as décadas las nuevas tecnologías
batí transform ado hasta tal punto el m u ndo d e los medios de in­
form ación, que m uchos observadores están convencidos de que
la era de los m edios de com u nicación de masas, en el sentido tra­
dicional de unos contenidos lim itados enviados a una audiencia
hom ogénea masiva, tiene los días co n tad o s.07 l.a mayoría de los
periódicos son hoy escritos, editados c im presos a distancia, con
diferentes ediciones a la medida de m ercados regionales que sa­
len a la calle al mism o tiem po, l.os vídeos domésticos se han
convertido en una gran alternativa a la program ación de las ca­
denas televisivas al perm itir al usuario visionar programas y pe­
lículas cuando le convenga. Por si luera poco, ha habido además
una verdadera explosión d e televisión por cable, canales vía saté­
lite y televisiones locales.
Id resultado de todas esas innovaciones tecnológicas ha
sido una extraordinaria di versificación del acceso a programas
de radio y televisión, ju n to con el consecuente declive de las
cotas de audiencia de las cadenas televisivas. En los listados
U nidos las tres principales cadenas de televisión captaban el
noventa por cien to de la audiencia en hora punta en los
ochenta, m ientras que en 2 0 0 0 esta cota había descendido al
cincuenta por ciento y sigue bajando. Según C astclls, la ten­
dencia actual avanza decididam ente hacia unos medios a la
medida para audiencias segmentadas, U na vez que la gente
pueda recibir un menú de canales m ediáticos ajustado a sus
gustos, estará dispuesta a pagar por ello, lo cual elim inará de
esos canales la publicidad e increm entará la calidad de su pro­
gram ación.6*

201
El auge tic la televisión de pago en los Estados U nidos
- H R O , Sh o w tim c. 1-ox Sports, etcé te ra - no significa que el
control corporativo sobre la televisión esté dism inuyendo. Aun­
que algunos de esos canales estén libres de publicidad, siguen
estando controlados por corporaciones que tratarán de anun­
ciarse del m odo que sea. Internet, por ejem plo, se ha convertido
en el m edio inás reciente para la publicidad corporativa masiva.
America O n l.ine (A G I,), proveedor líder en In tern et, es esen­
cialm ente un cen tro com ercial virtual saturado de anuncios.
A unque ofrece acceso a la red. sus veinte m illones tle suscripto-
res pasan el o chenta y cuatro p o r ciento del tiem p o utilizando
los servicios de A Q L y tan sólo el dieciséis por ciento restante en
la red abierta. Al unirse con el gigante m ediático T im e-W arn er,
A G I. trata de incorporar a su d o m in io un inm enso arsenal ya
existente tic contenidos y canales de d istribu ción, de m odo que
pueda poner a su clientela en m anos de los principales anun­
ciantes .1 través de una serie de plataform as metí ¡áticas.69
El m undo actual de los m edios de com u n icación está d o ­
m inado por unos pocos conglom erados m ultim edia gigantes­
cos, co m o A O L -T im c-W a rn e r o A B C -D isn ey , redes inmensas
de empresas más pequeñas unidas por m últiples clases d e víncu­
los y alianzas estratégicas. D e este m od o el m undo de los m e­
dios, al igual que el de las corporaciones, está cada vez. más des­
centralizado y diversificado, al m ism o tiem po qu e el im pacto
general de las corporaciones sobre la vida de la gente sigue
aum entando.
1.a integración de todas las m odalidades de expresión cu ltu ­
ral en un único hipertexto electrón ico aún no se ha realizado,
pero sus efectos en nuestras percepciones, de tener lugar, pueden
intuirse partiendo tic los con tenidos actuales de los programas
de la televisión por cable y la televisión convencional, ju n to con
sus sitios asociados en la red. La cultura que cream os y sostene­
mos co n nuestras redes de com u nicacion es incluye no sólo nues­
tros valores, nuestras creencias y nuestras norm as de cond u cta,
sino tam bién nuestra propia percepción de la realidad. C o m o
han explicado los científicos de la co g n ició n , los seres hum anos

202
existen en el lenguaje. Al tejer co n tin u am en te una red lingüística
coordinarnos nuestro co m p ortam iento y juntos alum bram os
nuestro m undo.70
C uando esa red lingüística se convierta en un hip ertextod e
palabras, sonidos, imágenes y demás expresiones culturales, elec­
trónicam ente m ediado y abstraído de la historia y de la geografía,
influirá de m odo muy profundo sobre nuestra form a de ver el
m undo. C o m o señala Castells, en los medios electrónicos pode­
mos observar una insidiosa confusión de los niveles de realidad.71
E n la medida en que diferentes modalidades de com unicación
tom an prestados códigos y sím bolos unas tic otras, los boletines
de noticias se parecen cada ve/, más a los debates, los juicios a las
series y los reportajes sobre conflictos armados a las películas de
acción, y se vuelve difícil distinguir lo virtual de lo real.
Puesto que los m edios electrónicos, y en particular la tele­
visión, se han convertido en los principales canales para com u ­
nicar ideas y valores al público, la política se desarrolla cada vez
más en su ám b ito .72 La presencia en los medios es tan esencial
para los políticos com o para las corporaciones y sus productos.
En la mayoría de las sociedades el político que no está presente
en las redes electrónicas de com u n icación m ediática no tiene
prácticam ente oportunidad alguna de hacerse co n el favor del
público: será un m ero d esconocid o para la mayoría de los vo­
tantes.
C o n la confusión de niveles de realidad entre noticias y en ­
treten im ien to, inform ación y publicidad, la política se parece
cada vez. más al teatro. Los políticos con más éxito no son ya
los que presentan los program as más interesantes, sino los que
«quedan» m ejor en televisión y son más expertos en manipular
sím bolos y códigos culturales. «Erom ocionar» candidatos es de­
cir, hacer atractivos sus nom bres y sus rostros asociándolos fir­
m em ente a sím bolos seductores para la m ente d e los telespecta­
d o re s - se ha vuelto tan im portante para la polírica co m o lo es
para el m arketing corporativo. A un nivel fundam ental, el po­
der político reside en la habilidad para utilizar sím bolos y có d i­
gos culturales eficazm ente, con el objetivo de encuadrar un dis­

203
curso p o lítico en los medios de com u n icación . C o m o subraya
Castells, eso significa que las batallas por el poder son, en la Era
de la In form ación, batallas culturales.7*

LA C U E S T IÓ N D E LA S O S T E N IM U D A D

l-.n los últim os años, los im pactos sociales y ecológicos de la


nueva eco n om ía han sido am pliam ente debatidos poi intelec­
tuales y líderes sociales, com o lia quedado docum entado en las
páginas precedentes. Sus análisis han d ejad o indiscutiblem ente
claro que el capitalism o global, en su m odalidad presente, es in­
sostenible y necesita ser rediseñado desde sus raíces. F.stc nue­
vo diseño es hoy día postulado incluso por algunos «capitalistas
ilustrados», preocupados por la naturaleza altam ente volátil y el
potencial autodcstructivo del sistema actual. El mago de las fi­
nanzas C eo rg c Soros, uno de los jugadores más hábiles del casi­
no global, ha com enzado a referirse desde hace poco a la d o ctri­
na neoliberal de la globalización económ ica con la expresión
«fundam entalism o del m ercado», y opina que resulta tan peli­
grosa co m o cualquier otra form a de fund am entalism o.74
Además de ser económ icam ente inestable, el actual sistem a
de capitalism o global es ecológica y socialm cnte insostenible, y,
por consiguiente, in v iab lea largo plazo. El resentim iento contra
la globalización econ óm ica crece con rapidez, en tod o el m undo.
El destino final del capitalism o global bien pudiera ser, com o
dice M anuel Castells, «el rechazo social, cultural y político, por
parte de m uchísim a gente en todo el m undo, de un autóm ata
tu ya lógica o bien ignora o bien devalúa su humanidad*».75
C o m o verem os más adelante, tal vez. ese rechazo haya com enza­
do ya.7f'

204
6. LA B IO T E C N O L O G Í A E N [A E N C R U C IJA D A

Al enum erar las tecnologías de vanguardia del siglo XX no


tendem os a pensar tan sólo en las de la inform ación, sino tam ­
bién en la biotecnología. Al igual qu e la Revolución T ecn o ló g i­
ca de la Inform ación, la «Revolución Biotecnológica» partió de
algunas innovaciones decisivas de los años setenta y alcanzó su
punto cu lm in ante en los noventa.
La ingeniería genética es considerada en ocasiones una for­
ma particular de tecnología de la inform ación, en la medida rn
que im plica la m anipulación de «inform ación» genética. Sin
em bargo, existen algunas diferencias fundam entales y muy inte­
resantes entre ambas tecnologías. M ientras que la com prensión
y el uso de redes constituye el fund am ento de la Revolución
T ecn o ló g ica de la Inform ación, la ingeniería genética se basa en
un plan team iento lineal y m ecanicista de elem entos básicos y
desdeñó hasta hace muy poco las redes celulares, cruciales en
toda función biológica.1 A medida que nos adentramos en el si­
glo XXI resulta fascinante observar que los últim os avances en
genética obligan a ios biólogos m oleculares a cuestionarse mu­
chos de los conceptos fundam entales sobre los cuales se basaron
inicialm entc sus investigaciones. Esta observación constituye el
tema central de la brillante evaluación de la genética en este
cam bio de siglo llevada a cabo por la bióloga c historiadora de la
ciencia Lvclyn l ox K cllcr, cuyos argum entos seguiré a lo largo
de gran parte del presente cap ítu lo .2

205
n i'.s A K K o i.m n i. \a in c ;i n i i k í a ( ¡ i n í- i ic a

En palabras de la bióloga m olecular M ac-W an H o , la inge­


niería genética es «un co n ju n to de técnicas para aislar, m odifi­
car, m ultiplicar y recon ibinar genes de distintos organism os».'
Esta técnica perm ite a los científicos transferir genes entre esp e­
cies ijiie nunca se habrían hibridado de form a natural tom an­
do, por ejem plo, genes de un pescado e introduciéndolos en
una frambuesa o en un tom ate, o traspasando genes hum anos a
una vaca o a un cordero para crear de este m odo organismos
«transgénicos».
La ciencia de la genética cu lm inó co n el d escubrim iento de
la estructura física del A D N y el descifram iento del código g e­
nético en los años cin cu enta/ pero tendrían q u e transcurrir
veinte años más para que se desarrollaran otras dos técnicas in­
dispensables para la ingeniería genética. l a prim era, conocida
com o «sccuenciado del A D N », im plica la capacidad para deter­
minar la secuencia exacta de los elem entos genéticos (las bases
nucleótidas) de un fragm ento de la doble hélice de A D N . 1.a
segunda, o «em palm e de genes», consiste en co rtar y unir frag­
mentos de Al )N co n la ayuda de enzim as específicas, aisladas a
partir de m icroorganism os.5
Es im portante com prend er que los genetistas no pueden in ­
sertar directam ente genes extraños en una célula, debido a las
barreras naturales entre especies y a otros m ecanism os protecto­
res que rom pen o inactivan el A D N foráneo. Para obviar estos
obstáculos, los científicos incorporan prim ero el gen ajeno a un
virus, o a elem entos parecidos a los virus em pleados de form a
habitual por las bacterias para intercam biar genes/1 Estos «vec­
tores de transferencia)» son entonces em pleados para introducir
los genes ajenos en las células receptoras seleccionadas, donde el
vector, ju n to con los genes a él incorporados, se inserta en el
A D N de la célula. Si todos los pasos de esta secuencia altam ente
com pleja salen según lo previsto - l o cual es muy poco frecuen­
te -, el resultado será un nuevo organism o transgénico. O tra téc­
nica im portante de em palm e de genes consiste en producir co -

206
pia.v de secuencias dt* A D N insertándolas en bacterias (también
m ediante vectores), donde se replican rápidam ente.
1.a utilización de vectores para insertar genes del organismo
d onante al organism o receptor constituye una de las múltiples
razones por las que el proceso de ingeniería genética es arriesga­
do por naturaleza. V ectores agresivam ente infecciosos podrían
rccom binarsc co n facilidad con virus patógenos ya existentes y
generar nuevas cepas virulentas. Kn su esclarecedora obra (¡ene-
tic Knjpnefring-Dpeam or Nighttnare?, M ae-W an H o especula
co n que la em ergencia ríe una plétora de nuevos virus y de resis­
tencias a los antibióticos en la década pasada podría muy bien
estar directam ente relacionada con las aplicaciones comerciales
a gran escala d e la biotecnología durante el mism o período.7
D esde los prim eros días de la ingeniería genética los científi­
cos lian sido conscientes del peligro de crear inadvertidamente
cepas virulentas de virus o bacterias. E n los años setenta y ochen­
ta procuraron que los organism os transgénicos experimentales
que creaban quedaran confinados entre las cuatro paredes de sus
laboratorios, puesto que no consideraban seguro liberarlos al
m edio am biente. En el año 197 5 un grupo de genetistas preocu­
pados por esas cuestiones se reunió en Asilom ar, California,
donde redactó la D eclaración de Asilom ar, que pedía la inte­
rrupción de las investigaciones hasta que se hubieran establecido
norm as reguladoras adecuadas.8
L am entablem ente, esta actitud precavida y responsable fue
abandonada en gran medida en los noventa, en una loca carrera
por la com ercialización de las tecnologías genéticas reciente­
m ente desarrolladas y su aplicación práctica a la m edicina y la
agricultura. Al principio se organizaron pequeñas com pañías en
to rn o a algunos prem ios N obel, en las principales universidades
y en centros de investigación m édica. L ocos años después esas
em presas fueron adquiridas por gigantes de las industrias quí­
m ica y farm acéutica, que bien pronto se convirtieron en agresi­
vos prom otores de la biotecnología.
Los noventa fueron testigos de varias noticias sensacionales
sobre «clonación*» de anim ales, que inc luyeron la de una oveja

'207
en el In stitu to Koslin de Kdim burgo y la de varios ratones en la
Universidad de Hawai.'* M ientras tanto la biotecnología vege­
tal invadía la agricultura co n notable rapidez. S ó lo entre 1 9 9 6 y
1 99 8 la extensión total dedicada a cultivos transgenicos se m ul­
tiplicó por más de diez, y pasó de algo menos d e tres m illones y
medio de hectáreas a casi cuarenta m illones.10 Ksta liberación
masiva tle organism os genéticam ente m odificados ( O G M ) al
m edio am bien te añadía una nueva categoría de riesgo am biental
a los problem as ya existentes co n la biotecn olo gía.11 Lam enta­
blem ente, esos riesgos acostum bran a ser desdeñados por los ge­
netistas, que no suelen distinguirse por su form ación y sus c o ­
nocim ientos en ecología.
C o m o señala M ac-W an I lo , las técnicas de ingeniería ge­
nética son boy día diez, veces más rápidas y poderosas que hace
veinte años, nuevas variantes de O G M , diseñados de manera
específica para ser ecológicam ente vigorosos, están siendo libe
rados a gran escala sin ningún m iram iento, y a pesar del grave
au m en to de los riesgos potenciales que ello significa, no se ha
producido ninguna nueva declaración conjunta de científicos al
respecto; bien al contrario, los organism os con capacidad de re­
gulación han cedido repetidam ente a las presiones corporativas
y han relajado aún más unas norm as de seguridad ya de por sí
inadecuadas.12
C o n el auge del capitalism o global, en los años noventa, su
m entalidad de poner el beneficio económ ico por encim a de
cualquier o tro valor le hizo adoptar la causa de la biotecnología
d ejando de lado, evidentem ente, cualquier consid eración ética.
M uch os de los principales genetistas de nuestros días son pro­
pietarios ile com pañías de biotecnología o tienen lazos estrechos
con ellas. La m otivación subyacente en la ingeniería genética no
es ya el avance cien tífico , la lucha contra las enferm edades o la
elim inación del ham bre de la laz del globo, sino la carrera por
asegurarse unos beneficios económ icos sin precedentes.
1.a mayor y tal vez más com petitiva em presa biotccnológi-
ca, hasta ahora, ha sido el Proyecto G cn o m a H u m an o , el in-
tcn to de identificar y cartografiar la secuencia genética com ple­

208
ta de la especie hum ana, qu e co n tien e decenas de millares de
genes. En la década de los noventa, este esfuerzo se convirtió en
una loca carrera entre un proyecto financiado por el gobierno,
qu e ponía sus descubrim ientos a disposición del público, y un
grupo privado de genetistas qu e m antenía en secreto sus hallaz­
gos, con el objetiv o de patentarlos y vendérselos a las empresas
de biotecnología. C u an d o esa carrera llegó a su dram ática etapa
final, su resultado fue decidido por un héroe im previsto, un jo ­
ven graduado que, en solitario, diseñó el program a inlorm ático
qu e perm itió al proyecto público ganar por tres días e im pidió
así el control privado de la com prensión científica de la genéti­
ca h u m ana.1'
El Proyecto G en o m a H um ano com en zó en 19 9 0 com o un
programa de colaboración entre varios equipos de destacados
genetistas coordinados por lam es W atson (que, ju n to con Fran-
ti.s Crilc, había d escubierto en 1957 la d oble hélice del A D N ). y
lúe financiado por el gobierno estadounidense con la friolera de
tre.s mil m illones de dólares. Se esperaba disponer de un borra­
dor aproxim ado hacia el año 2 0 0 1 , pero m ientras estos esfuer­
zos seguían su cam ino, el consorcio O le r a G enn m ics, dotado
de m ayor poder inform ático y de fondos procedentes del capi­
tal riesgo, rebasó al provecto público y com enzó a patentar sus
datos para asegurarse la exclusiva sobre los derechos comerciales
de la m anipulación d e genes hum anos. C o m o respuesta, el pro­
veen» público, que se había convertido ya en un consorcio inter­
nacional dirigido por el genetista Francis C ollins, com enzó a
publicar diariam ente sus hallazgos por Internet, a fin de que
fueran de d om inio público y no pudieran ser patentados.
I lacia diciem bre d e 199 9 el consorcio público había identi­
ficado cuatrocientos mil fragm entos de A D N . la mayoría de
longitud m enor que la de un gen m edio, pero no tenía la menor
idea de có m o orientar y unir esos fragm entos «dudosamente
merecedores d e ser denom inados secuencias», co m o decía en
to n o de burla su com p etid or, el biólogo C raig V entcr, fundador
de Celera G cn o m ics. E n esta misma fase David Haussler, profe­
sor de inform ática en la Universidad de C alifornia en Santa

209
C ruz, se unió al co n so rcio . Hausslcr estaba conven cid o de <|iie
con los datos acum ulados había inform ación su ficiente para d i­
señar un programa in form ático q u e uniera los fragm entos ade­
cuadam ente.
Sin em bargo, el progreso seguía siendo penosam ente lento.
E n mayo de 2 0 0 0 H ausslcr le confesó a Jam es K en t, uno de sus
graduados, que la posibilidad de term inar antes qu e C elera pa­
recía «dudosa*. C o m o a m uchos otros cien tífico s, preocupaba
sobrem anera a Kent qu e las futuras investigaciones acerca del
genom a hum ano quedaran en m anos de em presas privadas si
sus datos sccucncialcs no se llegaban a hacer pú blicos antes de
que fuera patentado. Al escuchar de labios de su profesor qu e el
proyecto público avanzaba con demasiada lentitud , le respon­
dió que creía poder diseñar un programa de m o n taje basado en
una estrategia más sencilla, pero m ejor.
C u atro sem anas más tarde, tras haber trabajado día y n o ­
che y haberse destrozado las m uñecas en largas sesiones de fu­
rioso tecleo, Jam es Kent había escrito diez m il líneas de progra­
m ación y había com pletado el primer m on taje del genom a
hum ano. «Esc ch ico es increíble», declaró H ausslet a The Neu>
York Times. «Este program a representa una cantidad de trabajo
que hubiera requerido el esfuerzo de seis meses a un año de un
equipo de entre cin co y diez program adores. Jim [solo) ha crea­
do en cuatro sem anas (...) esta obra maestra de program ación
extraordinariam ente co m p leja.»14
Además de este programa de m ontaje, apodado «el sendero
dorado*, Kent creó o tro , con ocid o co m o «hojeado!», que per­
m ite a los cien tíficos visionar gratis la secuencia com pleta rc-
constm id a del genom a hum ano sin necesidad de suscribirse a la
base de datos de Celera, l a carrera por el genom a hum ano fi­
nalizó oficialm ente varios meses después, cuando los científicos
de am bos equipos publicaron sus resultados en la m ism a sem a­
na, el consorcio público en N a ture y C elera G en o m ics en
Science. 1^

210
REVOLUCIÓN CONCITTUAI. KN GENÉTICA

M ientras estaba en plena ebu llición la carrera por cartogra­


fía t el genom a hum ano, los propios éxitos de este y otros es­
fuerzos por sccuenciar el A D N desencadenaron una revolución
conceptual en genética que podría muy bien acabar dem ostran­
do la furilidad de cualquier esperanza de que la cartografía gc-
nóm ica hum ana conduzca pronto a aplicaciones prácticas tan­
gibles. Para usar el código genético co n el objetivo de influir en
el fu ncionam iento del organism o - a fin de prevenir o curar en­
fermedades. por e je m p lo - es necesario saber no tan sólo dónde
están ubicados determ inados genes específicos, sino tam bién
cóm o funcionan. I ras haber secucn nad o grandes porciones del
genom a hum ano y cartografiado genom as com pletos de varias
especies vegetales y anim ales, los cien tífico s desplazaron, natu­
ralm ente, su atención de la estructura de los genes a su función.
Al hacerlo se dieron cuenta de cuán lim itado es todavía nuestro
co n o cim ien to de las funciones de los genes. C o m o señala
Kvelyn box K cllci: «Los reciente avances en biología molecular
nos han proporcionado una nueva apreciación de la magnitud
del abism o qu e m edia entre inform ación genética y significado
biológico.**16
D urante varias décadas, después de los descubrim ientos de
la doble hélice del A D N y del código g enético, los biólogos m o­
leculares creyeron que el «secreto de la vida» residía en las se­
cuencias de los elem entos genéticos a lo largo de la.s cadenas del
A D N . Si se conseguía identificar y descifrar esas secuencias -se
a rg u m en taba-, se podrían com prender los «programas» deter­
m inantes de las estructuras y los procesos biológicos. H oy día
pocos biólogos se atreven a seguir m anteniendo esa creencia.
Las com plejas técnicas de sentenciad o de A D N recientem ente
desarrolladas, ju n to co n las investigaciones genéticas relaciona­
das con ellas, dem uestran que los co n cep tos tradicionales del
«determ inism o genético» -in clu y en d o el de programa genético,
y tal vez incluso el propio concep to de g e n - deben ser cuestio­
nados y necesitan de una revisión radical.

211
T ie n e lugar un cam bio profundo de énfasis, qu e pasa de la
estructura de las secuencias genéticas a la organización de las re­
des m etabólieas. Se trata de un m ovim iento que va de la visión
reduccionista al planteam iento sistém ico. En palabras de Jam es
Bailey, genetista del Instituto de Biotecnología de Z u rich : «El
actual alud de secuencias genéticas com pletas [...] exige un
cam bio radical en la investigación en biociencia hacia la inte­
gración y el co m p ortam iento de sistem as.»'7

E S T A B IL ID A D Y C A M B IO

Para apreciar la m agnitud y la extensión de este cam bio


conceptual necesitam os repasar los orígenes de la genética, tanto
en la teoría de D arw in sobre la evolución com o en la de M endcl
sobre la herencia. C uand o C harles I )arwin form uló su teoría en
térm inos de los conceptos gem elos de «variación accidental»
(que más tarde recibiría la d enom inación de «m utación aleato­
ria») y de «selección natural*, quedó bien pronto claro que las
variaciones accidentales, tal co m o las concebía D arw in , no po­
dían explicar la em ergencia de nuevas características en la evolu­
ción de las especies. D arw in com p artía con sus coetáneos la pre­
suposición de que las características biológicas de un individuo
representaban una mezcla de las de sus progenitores, los cuales
contribu ían a esa m ezcla en proporciones variables. E so quería
decii que el descendiente de un progenitor con una variación
accidental útil heredaría tan sólo el cincuenta por cien to de esa
característica, y no podría transm itir más que el vein ticin co por
cien to de la m ism a a la generación siguiente, de m odo qu e la
nueva característica quedaría bien pronto diluida, co n escasas
probabilidades de establecerse a través de la selección natural.
A pesar de qu e la teoría de D arw in sobre la evolución in­
trodujo una com prensión del origen y de la transform ación de
las especies radicalm ente nueva, que acabaría consolidándose
co m o uno de los logros más sobresalientes de la ciencia m oder­
na, no conseguía explicar la persistencia de rasgos de nueva evo-

212
Ilición, y todavía m enos la observación, más general, de que,
en cada sucesiva generación, los organism os vivos, al crecer y
desarrollarse, muestran invariablem ente las características típi­
cas de su especie. Ksia notable estabilidad se aplica incluso a
las características individuales, com o resulta fácil tle com probar
con el evidente parecido entre m iem bros de una misma familia,
qu e a m enudo es transm itido fielm ente de generación en gene­
ración.
El propio Darwin recon oció que la incapacidad de su teo­
ría para explicar la constancia de los rasgos hereditarios co n sti­
tuía una laguna im pórtam e en ella, para la cual no encontraba
rem edio. Irónicam ente, la solución a este problem a, qu e llegó
tle la m ano de (¡re g o r M endel sólo unos pocos años después de
la publicación de Origin ofSpecies de D arw in, perm aneció ig­
norada durante décadas hasta su redescubrim iento, a principios
del siglo XX.
Partiendo de sus cuidadosos experim entos con guisantes,
M end el dedujo la existencia de unas «unidades de herencia»
(que más tarde se denom inarían «genes») qu e no se mezclaban
en el proceso de reproducción, sino que eran transm itidas de
generación en generación sin m odificar su identidad. Partiendo
de esc descubrim iento, cabía inferir que las m utaciones aleato­
rias no desaparecían en pocas generaciones, sino qu e eran pre­
servadas para ser o bien reforzadas o bien elim inadas por la se­
lección natural.
C o n el d escubrim iento de la estructura física de los genes
realizado por W atson y C rick , en los años cin cu enta, la estabili­
dad genética pasó a ser com prendida en térm inos de la fiel re-
plicación de la doble hélice del A D N , y, consecu entem ente, las
m utaciones se entend ieron co m o errores ocasionales y muy ra­
ros en ese proceso. En las décadas siguientes esa visión de la ge­
nética establecería el co n cep to de los genes co m o unidades he­
reditarias estables y claram ente d istin tas.111
Sin em bargo, los recientes avances en biología m olecular
desalían seriam ente nuestra com prensión de la estabilidad ge­
nérica y. por consiguiente, la imagen de los genes co m o agentes
causales de la vida biológica, profundam ente em bebida tan to
en el pensam iento científico co m o en el popular. Según explica
Evclyn Fox Keller:

Sin duda, la estabilidad genética sigue siendo una propie­


dad. tan notable com o siempre, de todos los organismos vivos
conocidos. 1.a dificultad surge cuando se plantea la cuestión
de cóm o se mantiene esa estabilidad, y ésta ha resultado ser
m ucho más compleja de lo que nunca hubiéramos podido
im aginar.19

C u an d o los crom osom as de una célula se duplican en el


proceso de división celular, sus m oléculas de A D N se dividen
de tal m odo que las dos cadenas de la doble hélice se separan y
cada una tic ellas sirve com o plantilla para la form ación de una
nueva cadena com plem entaria. Esta autorrcplicación tiene lu­
gar con pasmosa fidelidad, l a posibilidad de errores de copia, o
m utaciones, es apenas de uno cada diez mil m illones.
Esta extrem a fidelidad al m odelo inicial, que constituye la
base de la estabilidad genética, no es tan sólo consecuencia de la
estructura física del A D N . D e h ech o, la m olécula de A D N por sí
sola no puede aurorreplicar.se, sino que necesita enzim as especí­
ficas que faciliten cada uno de los pasos del proceso de au torrc­
p licación .20 U na clase de enzim as ayuda a las dos cadenas proge-
nitoras a desligarse, m ientras que otra im pide qu e las cadenas
separadas se unan de nuevo entre sí y otras m uchas seleccionan
los elem entos genéticos (o «bases») adecuados para la unión
com plem entaria, com prueban la exactitud de las bases reciente­
m ente añadidas, corrigen posibles errores y reparan daños a cci­
dentales en la estructura del A D N . Sin roclo este co m p lejo siste­
ma de m on itorización, co rrecció n de pruebas y reparación, los
errores en el proceso de autorrcplicación se m ultiplicarían de­
mudo espectacular. E n lugar de una cada diez mil m illones, .se
copiaría erróneam ente una de cada cien bases, según las estim a­
ciones actuales.21
Ix>s d escubrim ientos más recientes dem uestran claram ente

214
que la estabilidad genética no es inherente a la estructura del
A D N , sino qu e constituye una propiedad em ergente, resultado
de la com pleja dinám ica de toda la red celular. Kn palabras de
Kellcr:

La estabilidad de la estructura genética ya no parece,


pues, un pumo de partida, sino un producto final, resultado
de una dinámica muy bien orquestada que requiere la partici­
pación de gran núm ero de enzimas, organizadas en complejas
redes metabólicas que regulan y aseguran tamo la estabilidad
de la molécula de A D N com o la fidelidad de su replicación.22

C uand o una célula se replica, 110 tan sólo traspasa su doble


hélice de A D N recién replicada, sino tam bién todo el co n ju n to
de enzim as indispensables, ju n to con m em branas y otras es­
tructuras necesarias, en otras palabras, toda la red celular. De
este m odo el m etabolism o celular puede proseguir sin romper
en ningún m om ento sus patrones en red autogenéticos.
Kn sus esfuerzos por com prender la com p leja orquestación
de la actividad enz.imática qu e da pie a la estabilidad genética,
los biólogos se quedaron asom brados al descubrir recientem en­
te q u e la fidelidad de la rcplicación del A D N no es siempre
maxim izada. Al parecer, hay ciertos m ecanism os que generan
activam ente errores de copia relajando alguno de los procesos
de control. Es más, parece q u e cuánd o y dónde se increm entan
de ese m od o los niveles de m utación depende tanto del propio
organism o com o de las cond iciones en las que se en cuentra.3
En todo organism o vivo hay un sutil equilibrio entre su estabi­
lidad genética y su «m utabilidad», o capacidad para producir
activam ente m utaciones.
La regulación de la m utación constituye uno d e los hallaz­
gos más fascinantes d e la investigación genérica de nuestros
días. Según Kellcr, se lia convertido en uno de los tem as más
candentes de la biología m olecular. «G racias a las nuevas técn i­
cas analíticas ahora disponibles», explica, «m uchos de los aspec­
tos de la m aquinaria bioquím ica involucrados en esa regulación

215
han cincelado aclarados, pero con cada aclaración la imagen se
va haciendo m is y más com pleja por el au m en to de detalles
que conlleva.»24
Sea cual lucre la dinám ica específica que acabe siendo des­
cubierta. las im plicaciones de la m utabilidad genética para la
com prensión de la evolución son enorm es. Kn la visión c o n ­
vencional neodarw inista el A D N es considerado una m olécula
estable sujeta a ocasionales m utaciones aleatorias, por lo que,
consecu entem ente, la evolución habría sido guiada por el azar,
tras lo cual habría ocurrido la selección natural.2Í Los nuevos
descubrim ientos en genética obligarán a los biólogos a adoptar
la visión, radicalm ente distinta, de que las m utaciones son acti­
vam ente generadas y reguladas por la red cpigenética de la célu­
la. así co m o de que la evolución es parte integrante de la auto-
organización de los sistemas vivos. El biólogo m olecular Jam es
Shapiro ha escrito lo siguiente:

lisos descubrimientos moleculares conducen a nuevos


conceptos sobre la organización y reorganización de las geno-
mas y abren un amplio abanico de posibilidades para reflexio­
nar acerca de la evolución. En lugar de quedar limitados a la
contem plación de un lento proceso dependiente de una varia­
ción genética aleatoria (es decir, ciega) |...| tenemos ahora li-
In-rrad pata especular en términos moleculares realistas acerca
de la rápida reestructuración del genoma guiada por redes
biológicas de retroalimciuación. 26

Esta nueva visión de la evolución co m o parte de la autoor-


ganización de la propia vida queda reforzada por la investiga­
ción extensiva en el cam po de la m icrobiología, qu e ha d em os­
trado qu e las m utaciones son ú nicam en te una de las tres vías
del cam bio evolutivo; las otras dos son el in tercam bio de genes
entre bacterias y la sirnbiogéncsis, o creación de nuevas formas
de vida por m edio de la unión de especies distintas, l a reciente
cartografía del genom a hum ano ha dem ostrado que m uchos
genes hum anos se originaron a partir de bacterias, lo que co n -

216
Firma una vez más la teoría de la sim biogénesis propuesta por la
m icrobiólogo Lynn M argulis hace más de treinta años.27 Con
siderados en co n ju n to , esos avances en genética y m icrobiolo­
gía equivalen a un cam bio espectacular en la teoría de la evolu­
ció n : del énfasis neodarwinisra sobre «azar y necesidad» se pasa
a una visión sistém ica que contem pla el cam bio evolutivo co ­
m o una m anifestación más de la autoorganización de la vida.
Puesto que el concep to sistém ico de la vida identifica tam ­
bién la actividad autoorganizadora de los organism os co n la
co g n ició n ,28 en últim a instancia, la evolución tiene que ser en­
tendida co m o un proceso cognitivo. (lo m o reflexionaba de for­
ma proiética la genetista Barbara M cC Iinrock, en su discurso
de aceptación del Prem io N obel en 1983:

t n el futuro la atención se centrará, sin duda, en el geno-


mu, y con una apreciación mucho mayoi de su importancia
com o órgano sumamente sensitivo de la célula, que controla
las actividades gcnómicas y corrige los errores comunes, y de­
tecta los acontecimientos inusuales c inesperados y responde
en consecuencia.2'7

M Á S ALLÁ D E L D E T t R M I M S M U C itN É 'l IC O

Resum iendo el primer d escubrim iento im portante de los


avances recientes en investigación genética, podemos afirmar
que la estabilidad de los genes - d e las «unidades de herencias-
no es una propiedad intrínseca de la m olécula de A O N , sino
que em erge de una com p leja d inám ica de procesos celulares.
Equipados co n esta nueva com p ren sión de la estabilidad gené­
tica, pasem os ahora a ocuparnos de la cuestión central de la ge­
nética: ¿(^ué hacen exactam ente los g e n e s?; ( lomo originan ras­
gos y m odos de com p ortam ien to hereditarios característicos?
Después del descubrim iento de la d o ble hélice del A D N y de
su m ecanism o de autorreplicación, los biólogos moleculares
tardaron una década en estar en cond iciones de responder a esa

¿17
pregunta. Fueron de nuevo Jam es W atson y Francis ( irick
quienes llevaron la delantera.30
Para expresarlo en térm inos sum am ente sim plificados, los
procesos celulares subyacentes en las formas de vida y su co m ­
portam iento son catalizados por enzim as, y éstas son especifica­
das por genes. Para producir una enzim a específica, la inform a­
ción codificada en el gen correspondiente (es d ecir, la secuencia
de bases nucleótidas en la cadena de A D N que expresa ese gen)
es copiada en un segm ento com plem entario de A R N . La m olé­
cula de A R N actúa co m o mensajera y transporta la inform a­
ción genética a un ribosom a, estructura celular en la que son
producidas las enzim as y otras proteínas. E n el ribosom a la se­
cuencia genética es traducida a instrucciones para el m ontaje de
una serie de am inoácidos, los elem entos básicos qu e form an las
proteínas. El popular código genético consiste en lu correspon­
dencia precisa por m edio de la cual tripletes sucesivos de bases
genéticas, transportados por el segm ento de A R N , son traduci­
dos a una secuencia de am inoácidos en la m olécula proteínica.
C on estos descubrim ientos la respuesta a la cuestión de la
función de los genes parecía tentadora m ente sim ple y co n vin ­
cente: los genes codifican las enzim as, que son, a su vez, los cata­
lizadores necesarios para todos los procesos celulares. For consi­
guiente, los genes determ inan los rasgos y los com p ortam ientos
biológicos, y cada gen corresponde a una enzim a específica. Esta
explicación se co n o ce co m o «dogma central» de la biología m o ­
lecular de Francis C rick. D escribe una cadena lineal de causa y
efecto que va del A D N al A R N . a las proteínas (enzim as) y a los
rasgos y com p ortam ientos biológicos. Es la secuencia que se lia
convertido en sentencia habitual para los biólogos moleculares:
«El A D N hace A R N , el A RN hace proteínas, las proteínas nos
hacen a nosotros.»31 El dogma central incluye la afirm ación de
que su cadena lineal causal define un flu jo de inform ación en
una sola d irección, de los genes a las proteínas, sin posibilidad al­
guna de retroal i m entación en sentido contrario.
1.a cadena lineal establecida por el dogm a cen tral es. en rea­
lidad, demasiado sim plista para describir los procesos reales in-

218
vulnerados en la síntesis de proteínas. La discrepancia entre el
marco teórico y la realidad biológica se acentúa aún más cuando
la cadena lineal .se reduce a sus dos extrem os, A D N y rasgos, de
forma que el dogma central se conv iene en el enunciado «los
genes determ inan el com portam iento». E ste punto de vista, co­
nocido co m o decerm inism o genético, se lia convertido precisa­
m ente en la base conceptual de la ingeniería genética y es pro-
m ocionado con gran vigor por la industria hiotecnológica v
repetido sin cesar en los medios de com u n icación: una ve/ que
conozcam os la secuencia exacta de la.s bases del A D N , com pren­
deremos có m o causan los genes el cáncer, la inteligencia huma­
na o el co m p ortam ien to violento.
El d eterm inism o genético ha sido el paradigma dom inante
en la biología m olecular durante las cuatro últimas décadas, a lo
largo de las cuales ha generado infinidad de convincentes metá­
foras. El A D N es a m enudo equiparado al «programa» o «ante­
proyecto» genético, o al «libro de la vida», m ientras que el códi­
go genético es denom inado «lenguaje universal de la vida*.
C o m o señala M ac-W an H o, la atención exclusiva sobre los ge­
nes ha eclipsado casi por com p leto al organism o a los ojos de los
biólogos. El organism o vivo tiende a ser visto com o un mero
m ontón de genes, totalm ente pasivo, su jeto a m utaciones aleato­
rias y a la.s íucr/as selectivas del en torno, sobre las cuales carece
de cualquier co n tro l.*2
Según el biólogo m olecular Richard Stroh m an , la falacia
fundam ental del determ inism o genético reside en una contusión
de niveles. U na teoría que funcionaba bien , al menos inicialm en-
te. para com prender el código genético -c ó m o codifican los ge­
nes la inform ación necesaria para la producción de p roteínas- lia
sido extendida a una teoría solne la vida qu e considera a los genes
agentes causales de iodos los fenóm enos biológicos. «En biología
estamos m ezclando nuestros niveles, y eso no funciona», co n clu ­
ye Stro h m an . «La extensión ilegítim a de un paradigma genético
desde un nivel relativamente sim ple de codificación y descodifi-
cación genéticas a un nivel com p lejo de com p ortam iento celular
constituye un error epistem ológico de prim er orden.»**

219
PROBLEMAS CON El. DOGMA CENTRAL

Los problem as u m el dogma central se lucieron evidentes a


finales de los setenta, cuando los biólogos extendieron su inves­
tigación genética más allá de las bacterias. Bien pronto descu­
brieron que, a diferencia de lo que ocurre en éstas, en los orga­
nism os superiores no se da ya la sim ple correspondencia entre
secuencias de A D N y secuencias de am inoácidos en proteínas:
el có m o d o prin cip io de «a cada gen su proteína» tenía que ser
descartado. I )c h ech o - y no parece d escabellad o-, se diría que
los procesos de síntesis protcínica se tornan más com plejos a
medida que aum enta la com plejidad del organism o estudiado.
E n los organismos superiores los genes que codifican proteí­
nas tienden más a estar fragmentados que a form ar secuencias
co n tin u as.'4 C onsisten en fragm entos codificadores intercalados
en largas secuencias no codificadoras cuya función no se conoce
bien todavía. La pro|>orc¡ón de Al )N codificador es m uy variable,
y en algunos organism os puede ser de tan sólo un uno o un dos
por ciento. El resto es denom inado a m enudo «A D N basura». Sin
em bargo, habida cuenta de que la selección natural ha preservado
esos segmentos no codificadores durante toda la historia de la evo­
lución. parece razonable suponer que su papel sea im portante, aun
cuando de m om ento constituya para nosotros un misterio.
D e hecho, el co m p lejo panoram a genético revelado por la
cartografía del genom a hum ano contiene algunas pistas intri­
gantes acerca de la evolución hum ana, una especie de registro
fósil genético consistente en «genes saltarines» qu e se salieron de­
sús crom osom as en nuestro pasado evolutivo rem oto , se replica­
ron de forma independiente y luego rcinsertaron sus propias c o ­
pias en diversas secciones del genom a principal. Su distribución
in d ica que algunas de esas secuencias no codificadoras podrían
co n trib u ir a la regulación general de la actividad genética.-1* Un
otras palabras, no son «basura», ni m u cho m enos.
C uand o un gen fragm entado e.s copiado en un segm ento
de A R N , esta copia debe ser procesada antes de que se inicie la
producción de la proteína. E ntran entonces en acción enzimas

220
específicas, que suprimen los segm entos no codificadores y
unen los segm entos codificadores rem anentes para form ar una
transcripción acabada: el A RN m ensajero está ya procesado y
listo para la síntesis proteínica.
Este procesam iento no es único, ya que las secuencias codi ■
ficadoras pueden ser unidas de varias maneras. Cada variante
redundará en una proteína diferente. D e este modo pueden ser
producidas diferentes proteínas -e n ocasiones hasta varios cen­
tenares, según las estim aciones más re cien tes- a partir de una
misma secuencia genética p rim aria.'6 Eso significa que hay que
abandonar el principio de que cada gen codifica la producción
de una enzim a (u otra proteína) específica. Q u é enzima será
producida ya 110 puede ser deducido de la secuencia genética
del A D N . Kellcr afirma:

1.a señal (o señales) que detcrm ina(n) el patrón específico


en que se formará la transcripción final (...| {proccde(n) dc| la
com pleja dinámica reguladora «le la célula com o un todo [...]
Descubrir la estructura de ese sistema de señales se ha conver­
tido en uno de los principales objetivos de la biología molecu­
lar contem poránea.*'

O tra sorpresa reciente ha consistid o en el descubrim iento


de que la dinám ica reguladora «le la red celular no sólo especifi­
ca qué proteína va a ser producida a partir de determ inado gen
fragm entado, sino tam bién có m o va a funcionar. Se sabía desde
hace algún tiem p o qu e una prorcína puede funcionar de m u­
chas formas diversas, dependiendo de su contexto, l.os cien tífi­
cos han d escubierto ahora que la com p leja estructura tridim en­
sional de la m olécula proteínica puede ser m odificada por una
serie de m ecanism os celulares, y que estos cam bios alteran la
función de la p ro teín a.w En resum en, la dinám ica celular pue­
de conducir tanto a la em ergencia de num erosas proteínas a
partir de un solo gen co m o de diversas funciones para una mis­
ma proteína, iodo lo cual dista m ucho, ciertam en te, de la cade­
na lineal «le causa y efecto que postula el dogm a central.

221
C uando desviamos la atención del gen aislado al genoma
entero y, consecuentem ente, de la producción de la proteína a
la form ación de todo el organism o, nos topam os con otra serie
distinta tle problem as en relación con el determ inism o genético.
Por ejem plo, cuando las células se dividen en la form ación de
un em brión, toda nueva célula recibe exactam ente el m ism o
co n ju n to de genes; cada una de ellas se especializa, sin em bargo,
de form as muy distintas, y así se originan las células musculares,
las sanguíneas, las nerviosas, etcétera. Partiendo tle esta observa­
ción, hace varias décadas los biólogos del desarrollo llegaron a la
conclusión de que los distintos tipos de células no difieren entre
sí porque contengan genes diferentes, sino porque los genes ac­
tivos varían en cada tipo. En otras palabras, la estructura del ge­
noma es única para todas las células, pero sus patrones de acti­
vidad son distintos. La pregunta es entonces la siguiente: ¿qué
causa las diferencias en la actividad de los genes, o en su «expre­
sión», co m o técnicam ente se conoce? Según explica K cllcr: «Eos
genes no actúan porque sí: necesitan ser activados,»-w Se con ec­
tan y desconectan respondiendo a determ inadas señales.
U na situación parecida surge cuando com param os los gc-
nomas de diferentes especies. Recientes investigaciones genéti­
cas han m ostrado sorprendentes sim ilitudes en tre los genom as
respectivos de hum anos y chim pancés, e incluso en tre los de
hum anos y ratones. Eos genetistas creen actu alm en te que el
plan básico del cuerpo del anim al se form a a partir de co n ju n to s
de genes muy parecidos en todo el reino anim al.'111 Aun así, el
resultado final consiste en una inm ensa variedad de criaturas
distintas. Una vez más, el secreto de las diferencias parece o cu l­
tarse en los respectivos parrones de expresión tle los genes.
Para resolver el problem a de la expresión genética, a princi­
pios de los sesenta los biólogos moleculares l rant,ois Ja co b y Jac-
ques M onod introdujeron, de forma sumam ente ingeniosa, la dis­
tinción entre «genes estructurales» y «genes reguladores». Según
ellos, los estructurales son los que codifican las proteínas, mientras
que los reguladores controlan los niveles de transcripción de A D N
y regulan, por consiguiente, la expresión de los genes.'11

222
Al asum ir que esos mecanism os reguladores son tam bién ge­
néticos Ja co b y M onod se las arreglaron para m antenerse dentro
tlcl determ inisino genético, hecho qu e subrayaron con la utili­
zación de la m etáfora de un «programa genético» para describir
el proceso de desarrollo biológico. D ado que la inform ática se
im ponía por aquel entonces co m o una disciplina apasionante y
de vanguardia, la m etáfora del program a genético pareció co n ­
vincente y bien pronto se convirtió en la explicación más acep­
tada del desarrollo biológico.
Sin em bargo, investigaciones posteriores han dem ostrado
qu e el program a para la activación de los genes no reside en el
genom a, sino en la red epigenética de la célula. Han sido ya
identificadas diversas estructuras celulares im plicadas en la re­
gulación de la expresión de los genes, entre las cuales se inclu­
yen proteínas estructurales, horm onas, redes de enzimas y m u­
chos otros com p lejos moleculares. Las crom atm as, en particular
-g ra n núm ero de proteínas estrecham ente entretejidas con las
cadenas de! A D N d entro de los cro m o so m a s-, parecen tener
un papel crucial en la medida en q u e constituyen el entorno
más inm ediato del genoma.'*2
Poco a poco va aflorando a la superficie la creciente consta­
tación de que la totalidad de los procesos biológicos que im pli­
can a los genes -fid elid ad en la replicación de A D N . proporción
de m utaciones, transcripción de secuencias de cod ificación, se­
lección de funciones proteínicas y patrones de expresión de ge­
n e s - está regulada por la red celular en la que el genom a está in­
m erso. Esta red es altam ente no lineal y co n tien e múltiples
bucles de retroal i m entación, de m odo qu e los patrones de acti­
vidad genética cam bian constantem en te en respuesta a las diver­
sas circunstancias.4*
Kl A D N constituye una parle esencial de la red epigenéci-
ca, pero no es el único agente causal d e las form as y funciones
biológicas, com o pretende el dogma central. La forma y el
co m p ortam ien to biológicos son propiedades em ergentes de la
d inám ica no lineal de la red. por lo que cabe esperar que nues­
tra com prensión de esos procesos de em ergencia aum ente signi-

223
flcativarncntc cuando la teoría tic la com plejidad sea aplicada a
la nueva disciplina de la «epigcnética». De hecho, este enfoque
ya está siendo puesto en práctica por algunos biólogos y m ate­
m áticos.44
La teoría de la com plejidad podría tam bién arrojar nueva
luz sobre una intrigante propiedad del desarrollo biológico des­
cubierta hace casi un siglo por el em briólogo alem án Hans
D riesch. ( ám una serie de cuidadosos experim entos real i/-»dos
con huevos de erizo de m ar. D riesch dem ostró que se podía des­
truir varias células en las primeras etapas del em brión sin que
por ello dejara éste de desarrollarse hasta ser un adulto co m p le­
to.4' D e form a parecida, experim entos genéticos m ás recientes
lian dem ostrado que elim inar genes aislados, incluso aquellos
que se creía que tenían un papel fundam ental, tenía muy poco
efecto en el fu ncionam iento global del organism o.46
Las notables estabilidad y robustez del desarrollo biológico
im plican que un em brión puede partir de distintas etapas ini­
ciales - p o r ejem plo, cuando genes aislados o células enteras son
destruidos accid en talm en te- y alcanzar, sin em bargo, la forma
madura característica de .su especie. E videntem ente, este fenó­
m eno es incom patible co n el d eterm inism o genético. C abe pre­
guntarse, pues, co m o hace K cller: «¿Q ué es lo que m antiene al
desarrollo en el buen cam ino?»47
Existe un creciente consenso, entre los investigadores en ge­
nética, en el sentido de qu e esa robustez indica una redundancia
funcional de itinerarios genéticos y m etabólicos. Al parecer, las
células m antienen abiertos num erosos cam inos, tanto para la
producción de estructuras celulares esenciales co m o para dar
apoyo a los procesos m etabólicos esenciales.4* Esta redundancia
garantiza no sólo la notable estabilidad del desarrollo biológico,
sino tam bién una flexibilidad y una adaptabilidad muy grandes
frente a cam bios inesperados en el m edio. La redundancia g en é­
tica y m ctabólica podría ser considerada, tal vez, el equivalente
de la biodiversidad en los ecosistem as. Al parecer, la vida ha d e­
sarrollado. a todos los niveles de com p lejidad , una diversidad y
una redundancia muy notables.

224
1.a observación de redundara ia genética contradice directa­
m ente el determ inism o g en ético, en general, y la m etáfora del
-gen egoísta»i propuesta por el biólogo Richard D aw kins, en
particular.49 Según D aw kins. los genes se com portan co m o si
fueran egoístas al com p etir constantem ente, por m edio de los
organism os que producen, para dejar más y más copi.cs de sí
m ism os. D esde esta perspectiva reduccionista, la existencia ge­
neralizada de genes redundantes no tendría sentido evolutivo.
Desde el punto de vista sisrcm ico, sin em bargo, reconocem os
qu e la selección natural no opera sobre genes individuales, sino
sobre los patrones de autoorganizacion del organism o. (Jo m o
dice K cllcr: «Es la resistencia del propio ciclo vital la que se ha
[...| convertido en la protagonista de la evolución.»50
L t existencia de m últiples itinerarios constituye, por su ­
puesto, una propiedad lim dam em al en todas las redes, y podría
incluso ser considerada la característica definitoria de la red.
Por consiguiente, no debería sorprendernos qu e la dinám ica no
lineal (las m atem áticas de la teoría de la com plejidad), em in en ­
tem ente adecuada para el análisis de las redes, pueda aportar
ideas im portantes sobre la naturaleza de la robustez y la estabi­
lidad del desarrollo.
Kn el lenguaje de la teoría de la com plejidad el proceso de
desarrollo biológico se percibe com o el despliegue co n tin u o de
un sistema no lineal a medida qu e el em brión va form ando un
d om in io extendido de células.51 Esta «hoja de células» presenta
determ inadas propiedades dinám icas qu e dan lugar a una se­
cuencia de deform aciones y repliegues co n fo rm e em erge el em ­
brión . 1.1 proceso com p leto puede ser representado m atem áti­
cam ente com o una trayectoria en «espacio lase» qu e se mueve
d entro de una «cuenca de atracción» hacia un «atracror», la cual
describe el fu ncionam iento del organism o en .su (orina adulta
estable.52
La «estabilidad estructural» constituye una propiedad ca­
racterística de los sistem as no lineales com p lejos. Una cuenca
de atracción puede ser perturbada o deform ada sin m odificar
las características fundam entales del sistem a. Kn el caso del em -

22S
hrión en desarrollo, eso .significa qu e las condiciones iniciales
del proceso pueden ser alteradas, hasta cierto punto, sin que el
desarrollo general se vea perturbado. Por consiguiente, la esta­
bilidad del desarrollo, que parece más bien misteriosa desde el
punto de vista del d eterm inism o genético» es reconocida com o
la consecuencia de una propiedad muy básica de los sistemas
no lineales com plejos.

¿ Q U É KS U N G KN ?

El asom broso progreso realizado por los genetistas en sus


esfuerzos por identificar y secuenciar determ inados genes, así
co m o por cartografiar genom as com pletos, lia conllevado la
creciente com p robación de que, si aspiramos realm ente a co m ­
prender los fenóm enos genéricos, debem os ir más allá de los
genes. Podría incluso llegar a suceder que tuviésemos que aban ­
donar el concep to de gen. C o m o hem os visto, los genes no son,
ni m u ch o m enos, los agentes causales de los fenóm enos bioló ­
gicos, independientes y diferenciados, que postula el d e te r n i­
nism o genético. Incluso .su propia estructura parece desafiar
una definición precisa.
A los genetistas les resulta incluso difícil ponerse de acuer­
do sobre cuántos genes co n tien e el genom a hum ano, porque
la porción de genes que codifican las secuencias de am inoáci­
dos parece m enor del dos por cien to , y habida cu enta de que
estos genes están fragm entados y separados por largas secuen­
cias no codificadoras, la respuesta a la pregunta de dónde c o ­
mienza y d ónde term ina un gen específico no tien e nada de
fácil. A ntes de com pletarse el Proyecto G en o m a H u m an o las
estim aciones del núm ero toral de genes hum anos iban desde
treinta mil hasta cien to veinte mil. Parece que la cifra inferior
se acerca más a la realidad, pero no todos los genetistas están
de acuerdo.
Podría set que, a la postre, todo cuanto podam os d ecir de los
genes es qu e son segm entos con tin u os o discontinuos de A D N

226
cuyas estructuras precisas y Funciones específicas son d eterm i­
nadas por la dinám ica de la red epigcnética que los rodea y pue­
den cam biar en función de las circunstancias. El genetista W ¡-
lliam G el barí va aún más allá al escribir:

A diferencia de los cromosomas, los genes no son objetos


físicos, sino meros conceptos que han ido acumulando un
gran bagaje histórico a lo largo de las últimas décadas [ ...| Es
probable que hayamos alcanzado un punto en el que la uti­
lización del término «gen» tenga un valor limitado y se
convierta incluso en un estorbo para la comprensión del ge­
noma.

Kn su extensa revisión del estado actual de la genética,


Evelyn l:ox K eller llega a una conclusión parecida:

Aunque el mensaje no haya llegado todavía a la prensa po­


pular, a un número creciente de personas que trabajan en la
vanguardia dr la investigación contemporánea les parece ya
evidente que la primacía del gen com o concepto explicativo
básico de la estructura y la función biológicas es una caracterís­
tica del siglo XX que quizá no lo sea del XXI .1
44

E l hecho de que m uchos de los investigadores destacados en


genética m olecular reconozcan ya la necesidad de ir más allá de
los genes, y adoptar una perspectiva epigenética más am plia, re-
sulra im porrantc cuando tratam os de evaluar el estado actual de
la biotecnología. Verem os qu e tanto los problem as en la co m ­
prensión de la relación entre genes y enferm edad com o la utiliza­
ció n de la clon ación en investigación m édica y las aplicaciones
de la biotecnología a la agricultura tienen sus raíces en el estre­
ch o m arco conceptual del determ inism o genético, y persistirán
hasta que los principales defensores de la biotecnología adopten
una visión sistém ica más am plia.

227
GENES Y ENFERMEDADES

C u an d o fueron desarrolladas las técnicas de secuenciado y


corte del A D N , en los años setenta, las nuevas empresas de b io ­
tecnología y sus genetistas concentraron sus esfuerzos en las
aplicaciones m édicas de la ingeniería genética. Puesto qu e se
creía que los genes determ inaban funciones biológicas, era lo
nüís natural presuponer que las causas originales de los trastor­
nos biológicos se debieran a m utaciones genéticas, de m odo qu e
los genetistas pusieron manos a la obra para tratar de identificar
con precisión cuáles cían los genes causantes de enferm edades
específicas. Si lo lograban -p e n s a b a n -, estarían en cond iciones
de prevenir y curar esas enferm edades «genéticas» m ediante la
corrección o la sustitución de los genes defectuosos.
Las em presas de biotecnología vieron en el desarrollo de
esas terapias genéticas una trem enda oportunidad de negocio,
incluso aunque sus terapéuticas reales estuvieran muy lejos, por
lo que com enzaron a prom ocionar vigorosam ente sus investiga­
ciones genéticas a rravés de los m edios de co m u nicación. A ño
tras año espectaculares titulares cu periódicos y artículos en re­
vistas inform aban del descubrim iento de nuevos genes «causan­
tes de enferm edades» y sus correspondientes nuevas terapias, a
lo que solían seguir serias advertencias científicas publicadas va­
rias sem anas después, com o n oticias m enores dispersas en la
masa de la inform ación general.
Los genetistas descubrieron bien pronto qu e m edia una gran
distancia entre la capacidad para identificar genes que intervie­
nen en el desarrollo de enferm edades y la com prensión de su pa­
pel co n creto , p o r no hablar de su m anipulación co n el objetivo
de lograr el resultado terapéutico deseado. C o m o ya sabemos,
esta distancia es consecuencia directa de la falta de concordancia
entre las cadenas causales lineales del determ inism o genético y
las redes epigcnéficas no lineales de la realidad biológica.
I:.l evocador térm ino «ingeniería genética» revela qu e, en
general, el público cree que la m anipulación de genes co n stitu ­
ye un p roced im iento m ecánico exacto y bien com p rend id o. D e

228
hecho, es así com o se presenta habitualm eiue en los m edios de
com u nicación. Kn palabras del biólogo C raig I Ioldrcgc:

Nos hablan de genes cjue son cortad/)!; o pegados por enzi­


mas, de nuevas combinaciones de ADN que son manufactu­
radas e insertad/u en la célula. Ésta incorpora el ADN a su
propia maquinaria, que comienza a leer la información codifi­
cada en el nuevo AD N . Esta información es entones expresa­
d a en la manufactura de las correspondientes proteínas que
tienen una función determinada en el organismo. Y así, como
resultado de todos esos procedimientos precisamente determi­
nados, el organismo rransgénico incorpora nuevas caracterís­
ticas.^

I.a realidad de la ingeniería genética es m ucho más chapu­


cera. Kn el estado actual en que se encuentra esa técnica los ge­
netistas no están en cond iciones de con trolar lo que sucede en el
organism o. Es cien o que pueden insertar un gen en el núcleo de
la célula con la ayuda de un vector específico, pero no tienen
form a de saber .si la célula lo incorporará o no a su propio A D N ,
ni d ónde quedará ubicado ese nuevo gen. ni qué efectos tendrá
sobre el organism o. Por consiguiente, la ingeniería genética si­
gue un procedim iento em pírico de un m odo absolutam ente di­
lapidador. I I porcentaje de éxitos en los experim entos genéticos
ronda el diez por ciento, porque el trasfondo viviente del or­
ganism o anfitrión, que determ ina el resultado del experim ento,
perm anece en gran medida inaccesible a la mentalidad ingenie-
ril q u e subyace en las técnicas biotecnológicas actuales.56
«La ingeniería genética», explica el biólogo David E.hren-
leld, «se basa en la prem isa de que podem os extraerle un gen a
la especie A, en la que hace algo deseable, y añadírselo a la espe­
cie R, donde continuará haciendo esa misma cosa deseable. La
m ayoría de los ingenieros genéticos saben que eso no siempre
es cierto , pero la industria b iotécn ica, en co n ju n to , actúa com o
si lo fuera.»57 Khrcnfcld subraya que esa premisa ch o ca con tres
problem as principales.

229
Un prim er lugar, la expresión de los genes depende de su e n ­
torno genérico y celular (de la red epigenética co m o un todo), y
puede cam biar cuand o los genes son introducidos en un nuevo
entorno. «U n a y otra vct», escribe el biólogo m olecular Richard
Strohm an, «nos encontram os con qu e genes asociados con deter­
minada enferm edad en los ratones de laboratorio no presentan
esa misma asociación en los hum anos |...J Parece, por co n si­
guiente, que incluso en genes clave, la m utación tendrá o no
efecto según el escenario genético en el qu e se encuentre.)»*8
E n segundo lugar, los genes tienen habitualm ente m últi­
ples efectos, por lo q u e efectos indeseables suprim idos en una
especie pueden perfectam ente expresarse cuando esc gen es
transferido a otra. Por últim o, m uchos rasgos im plican la inter­
vención de m últiples genes, tal vez incluso «le crom osom as dis­
tintos, que m uestran gran resistencia a ser m anipulados. T o m a ­
dos en co n ju n to , esos problem as constituyen la razón de que
las aplicaciones m édicas de la ingeniería genética no hayan
arrojado hasta ahora los resultados esperados. C o m o resume
David W catherall, d irector «leí In stituto de M ed icin a M olecu ­
lar «le la Universidad de O xford: «H abid a cuenta de la cantidad
de com plejos m ecanism os reguladores im plicados, transferir ge­
nes a un nuevo en to rn o y conseguir qu e hagan su trabajo ha
dem ostrado ser, hasta ahora, una tarea dem asiado difícil para
los genetistas m oleculares.»59
Inicialm ente, los genetistas esperaban poder asociar enfer-
medades específicas a genes individuales, pero luego resultó que
los trastornos atribuibles a un solo gen son tan escasos que no
llegan ni al dos por cien to de las enferm edades hum anas. In clu ­
so en los casos claros -a n em ia d repanocítica, «> «de las células
falciform es», distrofia muscular o fibrosis q u ística -, en los qu e
una m utación provoca una disfunción en una proteína de im ­
portancia crucial, los vínculos en tre el gen defectuoso v la m a­
nifestación de la enferm edad y su curso son aún poco co n o ci­
dos. I;.l desarrollo «le la anem ia d repanocítica, por ejem plo,
com ún en la raza negra, puede ser espectacularm ente distinto
entre individuos portadores del m ism o gen defectuoso y sus re-

230
sulcados variar tic* la m uerte en la prim era infancia a una afec­
ción casi im perceptible en la m adurez.1,0
O tro problem a consiste en que, en las enferm edades atribui-
blcs a un solo gen, los genes defectuosos suelen ser desmesura­
dam ente grandes, El gen critico para la ftbrosis qufstica, enfer­
medad com ú n en el N o rte de Europa, está form ado por unos
doscientos treinta mil pares de bases y codifica una proteína
com puesta por casi mil qu inien tos am inoácidos, l ian sido o b ­
servadas más d e cuatrocientas m utaciones distintas de ese gen.
Sólo una de ellas tiene co m o consecuencia la enfermedad. M uta­
ciones idénticas pueden producir síntom as distintos en pacien­
tes diferentes, l odo ello hace qu e id entificar al «responsable de
la librosis qufstica» resulte enorm em ente problem ático.61
Los problem as encontrados en los escasos trastornos atri-
buibles a un solo gen se m ultiplican cuand o los genetistas estu­
dian dolencias com unes, co m o el cán cer y las enfermedades
cardíacas, que involucran redes de m últiples genes. C o m o o b ­
serva Kvelyn F ox K cllcr, en esos casos:

las limitaciones de la comprensión actual son mucho más evi­


dentes. F.l efecto neto es que, si bien nos liemos vuelto muy
eficientes para identificar rie-sgo.s genéricos, la posibilidad de
unos beneficios médicos significativos, que tan sólo una déca­
da atrás se esperaba que siguieran rápidamente a las nuevas
técnicas de diagnóstico, parece cada vez más lejana.62

N o es probable que esta situación cam bie, a m enos que los


genetistas com iencen a bascar más allá de los genes y centren
su atención en la com pleja organización de la célula com o un
todo. C o m o explica Richard Strohm an:

£ li el caso de la arteria coronaria [por cjcmplo| hay iden­


tificados más de un centenal de genes con alguna contribu­
ción interactiva. Con redes de cien genes y sus productos
internctuando con entornos sutiles que afectan |a funciones
biológicas] sería muy ingenuo pensar que la teoría de redes no

231
lineal, de l.i clase que sea, puede ser om itida del análisis diag­
nóstico/’*

M ientras tan to, sin em bargo, para justificar sus investiga­


ciones las em presas de biotecnología co n tin ú an prom ocionan-
do el dogma desfasado del determ inism o genético. <'orno seña­
la M ae-W an I lo , su em peño por identificar predisposiciones
genéticas para enferm edades co m o el cáncer, la diabetes o la es­
quizofrenia - y , peor aún, para trastornos co m o el alcoholism o
o las tendencias d elictiv as- estigmatiza a individuos y desvía la
atención del papel ciucial de los factores sociales y am bientales
que inciden sobre estos padecim ientos.64
P or supuesto, el interés prioritario de las empresas ele b io ­
tecnología no radica en la salud hum ana ni en el progreso de la
m edicina, sino en los beneficios económ icos. U n o de los m e­
dios más eficaces para garantizar que el valor de las acciones de
esas empresas se m antenga alto, a pesar de la ausencia de resul­
tados médicos palpables, consiste en perpetuar en el público la
percepción de que los genes determ inan el com p ortam ien to.

LA M O L O C ,lA Y LA É T IC A D E IA C L O N A C IO N

I I d eterm inism o genético ha cond icion ad o tam bién de for­


ma decisiva el debate público sobre la clo n ación , tras los espec
taculares éxitos recientes en la producción de nuevos organis­
m os mediante m anipulación genética, com o alternativa a la
reproducción sexual. C o m o veremos más adelante, el procedi­
m iento utilizado en esos casos difiere d e la clo n ación en el sen­
tido estricto del térm in o, pero en los m edios de com u nicación
se lo describe com ú nm ente com o «clonación»»/'^
C uand o se hizo público, en 1 997, qu e el em briólogo lan
W ilm u t y sus com pañeros del Instituto R oslin de Edim burgo
habían «clonado» una oveja por este proced im iento, la noticia
no sólo provocó el inm ediato aplauso de la com unidad cien tífi­
ca, sino que suscitó tam bién num erosos debates públicos e in-

232.
tensas ansiedades. ¿Km aba la clon ación hum ana a la vuelta de
la esquina?, se preguntaba la gente. ; l labia alguna pauta ¿tica?
Y, ante to d o , ¿por qu é se había p erm itid o aquel experim ento
ocu lto a la luz pública?
(lo m o señala el biólogo evolucionista Richard Ixrwoittin en
una reflexiva revisión de la ciencia y la ética de la clonación,
toda esa controversia d ebe ser com p rend id a, una vez más, en el
co n texto del d eterm inism o g en ético / * Puesto que el público,
en general, no está al corrien te de la falacia fundam ental de la
doctrina de qu e los genes «forman» al organism o, tiende de for­
ma natural a creer que genes idénticos form an personas idénti­
cas. Kn otras palabras, la mayoría de la g en te contunde el estado
genético de un organism o co n la totalidad de las características
biológicas, psicológicas y culturales de un ser hum ano. Kn el de­
sarrollo de un individuo intervienen m uchas más cosas que los
genes, tanto en la em ergencia de la form a biológica co m o en la
form ación de una personalidad hum ana irrepetible a partir de
determ inadas experiencias vitales. Por tod o ello la idea d e «clo­
nar a Kinstcim* es absurda.
(lo m o veremos más adelante, los mellizos iguales son gené­
ticam ente m u cho más idénticos que un organism o clonado con
su original, y. sin em bargo, suelen tener personalidades e histo­
rias personales muy distintas, a pesar d e los esfuerzos de mu­
chos progenitores para reforzar su parecido vistiéndolos igual,
dándoles la m ism a educación, etcétera. C ualquier tem or de que
la clonación pudiera violar la identidad exclusiva de un indivi­
duo carece de fundam ento. Kn palabras de Lew ontin: «La cues­
tión |... 1 no consiste en si la identidad genética per se destruye o
no la individualidad, sino en si el estado erróneo de la co m ­
prensión pública de la biología m inará o no el sentido propio
de autonom ía y unicidad de un incl¡vídtio.Hí'7 N o obstante,
creo necesario advertir que la clonación de seres hum anos sería
tam bién m oralm ente reprensible c inaceptable por otras razo­
nes, que abordaré en su m om ento.
El determ inism o genético apoya tam bién la visión de que
podría haber razones justificables para clonar seres hum anos en

233
ciertos casos, por ejem plo, en el de una m ujer cuyo m arido está
en com a tras un accid ente y qu iere desesperadam ente tener un
h ijo suyo, o en el de un hom bre estéril cuya fam ilia lu perecido
por com p leto y desea que su linaje b i o l ó g i c o no se extinga. B ajo
todas esas suposiciones subyacc siem pre la presuposición errónea
de qu e preservar la identidad genética de una persona equivale,
de algún m odo, a m antener su esencia. Resulta interesante seña­
lar, co m o apunta Lew ontin, que esa creencia constituye una
prolongación de la antigua asociación de la sangre hum ana con
las características de clase social o personalidad individual. A lo
largo de los siglos esa asociación errónea lia generado una plétora
de problem as morales espurios y ha dado pie a un sinnúm ero de
tragedias.
Las cuestiones éticas reales relativas a la clo n ación resultan
claras a la luz de la com prensión de las m anipulaciones genéti­
cas involucradas en las prácticas actuales, así co m o de las m oti­
vaciones que las inspiran. C uan d o los biólogos tratan hoy de
«clonan» un anim al, tom an un óvulo adulto de un anim al, le
extraen el núcleo y funden la célula resultante con el núcleo (o
co n una célula com pleta) de o tro anim al. La célula «híbrida»
resultante, el equivalente de un óvulo fertilizado, es entonces
desarrollada in vitro y, tras asegurarse de qu e se está desarro­
llando «norm alm ente», es im plantada en la m atriz de un tercer
anim al, que hace las veces de m adre y lleva el em brión a térm i­
no/’8 Kl logro cien tífico de W ilm u t y sus colegas consistió en
dem ostrar que el obstáculo de la especial ¡/ación celular puede
ser superado. la s células adultas de un anim al son células espe­
cializadas que al reproducirse darán, en co n d icio n es norm ales,
células con la m ism a especialización. l.os biólogos habían acep­
tado esa especialización com o irreversible. Los cien tífico s del
In stitu to Roslin dem ostraron que es posible superarla m ediante
las interacciones en tre el genom a y la red celular.
A diferencia tic los mellizos idénticos, el anim al «clonado»
no es com p letam ente id éntico, genéticam ente habland o, al d o­
nante de sus genes, puesto que la célula m anipulada de la que
partió no está com puesta únicam ente por el núcleo del anim al

234
donante, qu e proporcionó el grueso del genom a, sino también
por la célula sin núcleo del o tro d o n an te, que contenía genes
adicionales friera del núcleo/’9
Los verdaderos problem as éticos en torn o a la clonación ac­
tual tienen sus raíces en los problem as biológicos de desarrollo
que suscitan, y son consecuencia del lieclio crucial de que la cé­
lula manipulada a partir de la que se desarrollan! el em brión es
un híbrido form ado con com p onentes celulares procedentes de
dos animales distintos. Su núcleo procede de un organismo,
m ientras que el resto tic la célula, qu e co n tien e toda la red epi-
gcnética, procede de o tro . Habida cuenta de la inm ensa co m ­
plejidad de la red epigcnética y de sus interacciones con el ge-
nonia, los dos com p onentes serán raram ente com patibles, y,
hoy por boy, nuestro co n o cim ien to de las funciones regulado­
ras celulares y tic los procesos de señalización es aún tan lim ita­
do que no nos perm ite conseguir qu e l<> sean. Así pues, el pro­
cedim iento de clon ación practicado en la actualidad se basa
m ucho más en la prueba y el error q u e en la com prensión de
los procesos biológicos inm anentes. Kn el experim ento del Ins­
tituto Koslin fueron creados 2 7 7 em briones, de los que tan sólo
sobrevivió una oveja «clonada», tasa de éxito que ronda el 0 ,3 3
por cie n to .'
D ejan d o aparte la cuestión de si es aceptable o no destruir
tantos em briones en nom bre ele la ciencia, es tam bién necesario
considerar la naturaleza de las criaturas no viables generadas de
ese m odo. Kn la reproducción natural las células del em brión
en desarrollo se dividen de tal m odo qu e los procesos de divi­
sión celular y rcplicación de crom osom as (y A D N ) son sincró­
nicos. Esta sincronía es parte de la regulación celular de la acti­
vidad genética.
l.n el caso de la «d onación», por el con trario, puede suceder
fácilm ente que la división de los crom osom as no sea sincrónica

' P osteriorm ente, la oveja D olí)1, a la i|iic se refiere el autor, presentó


graves problem as de debilidad orgánica, enrre ellos envejecim iento prem atu­
ro, y n u u ió , (N . t i fí 1'.)

235
con la de las células em brionarias, debido a incom patibilidades
entre los dos com p onentes de la célula inicialm ente m anipula­
da/0 lo cual tendrá co m o resultado un exceso o un defecto de
crom osom as, tle m odo que el em brión resultante será anorm al.
Puede m orir o, lo que es peor, desarrollarse de form a m onstruo­
sa. U tilizar animales de esc m od o suscitaría dudas éticas aun en
el caso de que la investigación estuviera únicam ente motivada
por el deseo de increm entar el co n o cim ien to m édico y ayudar a
la hum anidad. E n la situación presente esas dudas son aún más
perentorias, si cabe, porque la velocidad y la d irección de la in ­
vestigación están m ayorm ente determ inadas por intereses c o ­
merciales.
I a industria de la biotecnología esrá llevando a cabo num ero
sos proyectos en los que se utilizan técnicas de clonación en busca
de beneficios económ icos potenciales, aun a costa de riesgos para
la salud elevados y de beneficios sanitarios cuestionables. Una de
esas líneas de investigación consiste en producir em briones anim a­
les cuyas células y tejidos podrían resultar útiles para propósitos te­
rapéuticos hum anos. O tra consiste en insertar genes hum anos
mutados en animales, para el estudio de enfermedades humanas.
Por ejem plo, se han diseñado ratones para que desarrollen cáncer,
y los animales transgénicos enferm os resultantes han sido patenta­
dos.71 N o resulta sorprendente que la mayoría de la gente sienta
cierta repulsión ante semejantes aventuras comerciales.
O tro de los grandes proyectos en biotecnología consiste en
m odificar genéticam ente animales de granja para qu e su leche
contenga fármacos útiles. C om o en los proyectos de investigación
antes m encionados, esos esfuerzos requieren la m anipulación y el
desecho de numerosos em briones antes de que sean producidos
unos pocos animales transgénicos, los cuales a m enudo están muy
enferm os. Por si lucra poco, hay qu e considerar tam bién la salu­
bridad de sus productos para el consum o hum ano, com o en el
caso de la leche transgénica. Puesto que la ingeniería genética im ­
plica siempre el uso de vectores infecciosos para la transm isión de
genes, los riesgos potenciales de la leche transgénica rebasan con
creces cualquiet supuesto beneficio.72

236
1x)s problem as éticos de los experim entos de clonación con
anim ales se verían enorm em ente m agnificados si se llegaran a
plantear con hum anos, ¿(iuám os em briones hum anos estaría­
mos dispuestos a sacrificar? ¿Cuántos m onstruos crearíam os en
esa investigación fáustica? Resulta evidente que cualquier in te n ­
to de clonar a hum anos, en el estado actual de nuestros co n o ci­
m ientos, seria totalm ente inmoral e inaceptable. D e hecho, in­
cluso en el caso de experim entos de clo n ación con animales, es
el deber moral de la com unidad cien tífica establecer crirerios
éticos estrictos y abrir sus investigaciones al escrutinio público.

B IO T E C N O L O G ÍA Y A G R IC U L T U R A

Las aplicaciones de la ingeniería genética a la agricultura


han suscitado entre el público, en general, una resistencia mu­
ch o mayor que las relacionadas con la m edicina. Existen varios
m otivos para esa resistencia, que, en los últim os años, se ha
convertido en un m ovim iento político global. F.n todo el mun­
do la mayoría de la gente tiene una relación cxistencial m uy bá­
sica con los alim entos, poi lo que es natural que se preocupe si
creen que los que consum e lian sirio qu ím icam ente contam ina­
rlos o genéticam ente m anipulados. Incluso aunque no co m ­
prenda las com plejidades de la ingeniería genética sus sospechas
se disparan cuando se entera de que corporaciones poderosas
preparan nuevas tecnologías alim entarias en secreto y que tra­
tan de vender esos prod uctos sin ninguna advertencia saniraria,
sin un etiquetado claro y sin debate previo alguno. En los últi­
mos años se lia hecho evidente el crecien te abism o entre la pu­
blicidad de la industria de la biotecnología y las realidades de la
alim entación biotecnológica.
Los anuncios de biotecnología nos m uestran un «m undo fe­
liz» en el que la naturaleza será por fin som etida al control hu­
m ano. Sus plantas se convertirán en artículos g enéticam ente di­
señados, hechos a m edida de las necesidades del usuario. Las
nuevas variedades serán resistentes a la sequía, los insectos y las

237
malas hierbas, l o s frutos no se macarán ni se pudrirán, La agri­
cultura no dependerá ya de la qu ím ica y, por end e, respetará el
m edio am biente. Los alim entos serán mejores y m ás seguros que
nunca y el ham bre desaparecerá por fin de la faz de la Tierra.
Al leer o escuchar esas proyecciones de fu tu ro, tan optim is­
tas y, a la vez, tan ingenuas, am bientalistas y defensores de la
justicia social experim entan una fuerte sensación tle tUja ¡m.
Som os m uchos quienes recordam os perfectam ente que las mis­
mas corporaciones agroqu(m icas utilizaban un lenguaje muy
parecido cuando prom ovían su m od elo de agricultura quím ica,
pregonado com o la «Revolución Verde», hace unas décadas.73
D esde entonces el lado oscuro de la agricultura qu ím ica se ha
hecho cada vez más d olorosam ente evidente.
L.s bien sabido hoy día qu e la agricultura quím ica no ha
ayudado ni a los agricultores ni a la tierra ni a los consum idores.
K1 uso masivo de productos qu ím icos (fértilizantes, pesticidas,
herbicidas) cam bió la estructura de la agricultura y la ganadería,
en la medida en qu e la industria agroquím ica persuadió a los
agricultores de qu e podían ganar m u cho más d inero si se dedi­
caban a un solo cultivo altam ente rentable y controlaban las
plagas y la maleza co n sus productos. Ksta práctica tic m onocu l­
tivo no tan sólo im plicaba un elevado riesgo de destrucción ma­
siva de un cultivo por una única plaga, sino que su uso intensi­
vo de productos quím icos afectaba seriam ente a la salud de los
propios agricultores y de quienes vivían en las zonas agrícolas.
C o n los nuevos productos agroquím icos la agricultura se
m ecanizaba y consum ía cada vez m ás energía, lo qu e favorecía a
los terratenientes con capital suficiente y obligaba a m uchos
cam pesinos a malvender sus explotaciones fam iliares y emigrar.
V íctim as de la R evolución V erd e, en el m undo en tero gran n ú ­
m ero de personas lian abandonado las zonas rurales y han ido a
engrosar las masas de dcsem pleados urbanos.
Los efectos a largo plazo de la agricultura qu ím ica han sido
desastrosos para la salud del suelo y de los hum anos, para nues­
tras relaciones sociales y para el m edio natural del que dependen
nuestro bienestar y nuestro futuro. A medida que, ano tras año,

238

I
Ia.s mismas cosechas eran plantadas y qu ím icam ente tratadas en
el m ism o terreno, el equilibrio de los procesos ecológicos del sue­
lo quedaba trastocado, su nivel de materia orgánica dism inuía y,
en consecuencia, m enguaba su capacidad de retener humedad.
Los cam bios resultantes en la textura del suelo tenían, a su vez.
una serie de consecuencias perjudiciales: perdida de hum us, se­
quedad y esterilidad, erosión por viento y agua, etcétera.
El desequilibrio ecológico provocado por el m onocultivo
y el uso excesivo de agroquím icos tuvo tam bién com o resulta­
do un aum ento trem endo de plagas y enferm edades, que los
agricultores trataban de contrarrestar con dosis más elevadas de
pesticidas, en un círculo vicioso de agotam iento y destrucción.
A m edida que aum entaban las dosis quím icas en cosechas y
suelo lo hacían tam bién los riesgos para la salud hum ana co n la
absorción por el suelo de productos qu ím icos tóxicos y la consi­
guiente con tam inación d e acuífcros y alim entos.*
Lam entablem ente, no parece que la industria agroquím ica
haya aprendido las lecciones «le la R evolución V erde. Según el
biólogo David Khrenfeld:

Al igual que ocurre con la agricultura intensiva, se trata a


menudo de presentar a la ingeniería genética com o una tecno­
logía humana, dedicada a alimentar a la gente más y mejor.
Nada más lejos de la realidad. C on escasísimas excepciones, el
único objetivo de la ingeniería genética consiste en aumentar
las ventas de productos químicos y transgénicos a unos agri­
cultores cada vez más dependientes.74

La cruda verdad es que la mayoría de las innovaciones en


biotecnología alim entaria no han sido motivadas por la necesi­
dad, sino por el beneficio. Por ejem p lo , M o n san to diseñó un ti­

* V er a exte respecto d os obras fundam entales: U na primtWtra tilrndosa


(l.uis d e C aralt, B arcelona, 1 0 6 4 ). de R atlicl C arsnn ( 1 % 2 ) , y N tteitro futu­
ro robado (Eeoespafia, M ad rid , 1 9 0 7 ). de T ite o (lo lh o r n . John Peterson Vle-
yers y D ian n e I Jntnanoski ( 1 0 0 7 ). (N . d t l /J

239
po de N o j:i genéticam ente m odificada (G M ) para resistir dosis
rres veces más altas del herbicida Koundup. que ella misma fa­
brica, a fin de aum entar las venias de este producto. M onsan to
tam bién ha diseñado semillas de algodón con un gen insecticida
incorporado, para aum entar sus ven ras. listas tecnologías incre­
m entan la dependencia tic los agricultores de productos paten­
tados y protegidos por «derechos sobre la propiedad in telec­
tual», qu e convierten en ilegales prácticas agrícolas tradicionales
corno reproducir, guardar y co m p artir semillas. Ks más. las cor­
poraciones biotccnológicas añaden «derechos tecnológicos» al pre­
cio ile las semillas y obligan a los agricultores a pagar precios in­
flados por paquetes com pletos de semillas y herbicidas.7'
A través de una serie de fusiones masivas, y gracias al estre­
ch o control perm itido por las tecnologías genéticas, se está pro­
duciendo una concentración de propiedad y control sobre la
producción de alim entos sin precedentes.76 L is diez empresas
agroquím icas más grandes controlan ya el ochenta y cin co por
ciento del m ercado global, m ientras que las cin co primeras co n ­
trolan la práctica totalidad del m ercado de las sem illas G M .
M onsanto lia com prado las principales empresas sem i lleras de la
India y el Brasil, además de adquirir num erosas empresas de
biotecnología, m ientras que Du Pont com p ró Pioneer H i-B red ,
la mayor em presa de semillas del m undo. F.l objetivo de estas gi­
gantescas corporaciones consiste en crear un sistem a agrícola
m undial ú nico, en el que puedan co n tro lar cada etapa de la pro­
ducción alim entaria -d esd e la sem illa hasta el producto fin a l-, a
fin de m onopolizar los sum inistros de alim entos y establecer,
por lo tanto, su precio, l.n palabras d e un ejecutivo de M onsan­
to: «l.o qu e están viendo es la fusión en una sola em presa de la
totalidad de la cadena alim entaria.»77
la s principales corporaciones agroquím icas planean introdu­
cir versiones de la «tecnología term inator». consistente en el dise­
ño de plantas con semillas genéticam ente esterilizadas, que o b li­
gan al agricultor a com prar semillas patentadas ano tras ano al dar
al traste con la posibilidad de que planten las suyas. l\so resultaría
particularmente devastador en el hemisferio sur, donde el ochenta

240
por cierno de las cosechas proceden de semillas guardadas de reco ­
lecciones anteriores. Por encim a de todo, esos planes ponen en
evidencia la.s motivaciones estrictam ente com erciales que se ocul­
tan tras los alimentos ( iM . ’ l al vez m ucho* de los científicos que
trabajan para esas corporaciones crean sinccram enre que sus inves­
tigaciones van a conrrihuir a alim entar a los hambrientos y a m ejo­
rar la calidad de nuestros alimentos» pero lo cierto es que están
operando dentro de una cultura de poder y control, sin capacidad
para escuchar y con una estrecha visión reduccionista, en la que las
cuestiones óticas no se tienen en cuenta.
l os defensores de la biotecnología han argum entado repe­
tidam ente qu e las sem illas G M son cruciales para alim entar al
m undo utilizando los m ism os argum entos tendenciosos que
em pleaban sus precursores de la Revolución V erde. La produc­
ció n convencional de alim entos -a se g u ra n - no va a poder se­
guir el ritm o del aum ento d e la población m undial. Ln 1998
los anuncios de M onsanto proclam aban: «Preocuparse por el
ham bre de las generaciones futuras no les va a dar de com er. l a
biotecn ología alim entaria sí.»'* C o m o señalan los agroecólogos
M iguel Altieri y Pctcr Rosset, este argum ento se basa en dos
premisas erróneas.70 La prim era es que el ham bre en el m undo
se debe a la escasez de alim entos, l.a segunda es qu e la ingenie­
ría genética constituye el ú nico modo posible de increm entar la
producción alim entaria.
la s agencias para el desarrollo saben desde hace m ucho que
no existe una relación directa entre el ham bre y la densidad de
población de un país o su crecim iento. I lay ham bre generaliza­
da en países densam ente poblados, co m o Bangladesh o I laití.
pero tam bién la hay en países con densidades de población muy
bajas, corno el Brasil e Indonesia. Incluso en los m ism ísim os F.s-
tados U n idos, paradigma de la sobreabundancia, hay entre
veinte y treinta m illones de personas mal nutridas.
Kn su estudio, ya clásico, World ¡lunger: Twelve Myrhs, del
qu e se ha publicado recientem ente una reedición actualizada, la
especialista en desarrollo Francés M o ore Lappé y sus colegas del
In stituto para los A lim entos y el D esarrollo aportaron datos

241
porm enorizados de ia producción de alim entos que asom braron
a m uchos lectores80 al dem ostrar que la característica que m ejor
describe la producción actual de alim entos no es la escasez, sino
la abundancia.* E n las tres últimas décadas la producción de ali­
mentos lia rebasado el crecim iento de la población m undial en
un dieciséis por ciento. D urante esos años m ontañas de exce­
dentes de cereales forzaban a la baja los precios en los mercados
mundiales. E n los cincu enta últim os años los increm entos en
los sum inistros alim entarios se han m antenido por delante del
aum ento de la población en todo el m undo, excepto África. En
1997 un estudio d em ostró que, en el m undo desarrollado, el se­
tenta y o ch o |>or cien to de los niños mal nutridos de cinco años
de edad o m enos viven en países co n excedentes de alim entos.
M uchos de los países en los que reina el ham bre exportan m is
alim entos de los qu e im portan.
Esas estadísticas dem uestran con claridad qu e el argum ento
de que la biotecnología es necesaria para erradicar el ham bre es
muy poco im aginativo. Las causas del ham bre en el m undo no
tienen nada que ver con la producción de alim entos, sino con
la pobreza, con las desigualdades y co n la falta de acceso a los
alim entos y a la tierra.81 La gente pasa ham bre porque los m e­
dios de producción y distribución de alim entos están co n tro la­
dos por los ricos y los poderosos: el problem a del ham bre en el
mundo no es técnico, sino político. C uand o los ejecutivos del
agronegocio aseguran que el ham bre va a persistir hasta que
sean aplicadas sus biotecnologías más novedosas, M iguel Altieri
señala que ignoran las realidades sociales y políticas. «Si 110 se
tratan las causas fundam entales», les responde, «el ham bre per­
sistirá, sean cuales fueren las tecnologías empleadas.»82
Por supuesto, la biotecnología podría tener un lugar en la
agricultura del futuro, a con d ición de ser usada juiciosam ente en
co n ju n ció n co n m edidas sociales y políticas, y si pudiera con tri-

para un resumen de este trabajo en español, ver «M itos y m entira* so­


bre el ham bre en el m undo» en lio lrtin d e Li A íocutctón V ida Sana, n .° 3,
1 9 9 9 . pigs. 4 - 5 . (N . d e l T .)

242
huir .1 conseguir m ejores alim entos sin ningún efecto colateral
dañino, lam en tab lem en te, las tecnologías genéticas desarrolla­
das y com ercializadas en la actualidad no cum plen, en absoluto,
ninguna de esas condiciones.
Pruebas experim entales recientes han demostrado (|iic las se­
millas CíM no m ejoran significativam ente el rendim iento de las
cosechas.*-1 b.s más, existen fuertes indicaciones de que la aplica­
ción masiva de cultivos transgénicos no sólo no conseguiría re­
solver el problem a del ham bre, sino qu e, antes al contrario, po­
dría perpetuarlo e incluso agravarlo. Si las semillas transgénicas
co n tin ú an siendo desarrolladas y promovidas exclusivam ente
por em presas privadas, los agricultores pobres no podrán cos­
tearlas. Si la industria de la biotecnología sigue protegiendo sus
producios con patentes qu e im pidan que el agricultor guarde se­
millas de su propia cosecha para la siguiente siembra o para in­
tercam biar. los pobres serán cada ve/, más dependientes y estarán
más marginados. Según un inform e reciente de la organización
C hristian Aid. «Las plantaciones CI.V1 están creando las precon­
diciones clásicas para la miseria y el ham bre. La concentración
en m uy pocas m anos de la propiedad de los recursos básicos - i n ­
herente a una agricultura basada en productos patentad os-, y
unas fuentes de sum inistros que dependen sólo de unas pocas
variedades de cultivo, constituyen las peores opciones posibles
para la seguridad alimentaria.»»8'4

U N A A L I K RN A TIV A E C O L Ó G IC A

Si las tecnologías qu ím ica y transgénica no van a aliviar el


ham bre en el m undo, sino que van a co n tin u ar arruinando
el suelo, perpetuando la injusticia social y poniendo en peli­
gro el eq u ilibrio ecológico de nuestro m edio natural, ¿dónde
hay que buscar la solución a esos problem as? Por fortuna, existe
una solución bien docum entada y am pliam ente dem ostra­
da. una solución a la vez antigua y nueva que está penetrando
lentam ente en el m undo agrícola co m o una queda revolución.

243
Se trata de una alternativa ecológica, conocid a co m o «agricul­
tura orgánica», «agricultura ecológica», «agricultura sostcniblc»
o «agroecología»,8'’ y consiste en el cultivo m ediante tecnologías
que, para el increm ento de las cosechas, el control de las plagas
y el m an tenim iento del suelo, no se basan en la qu ím ica o la
biotecnología, sino en el co n o cim ien to ecológico.
Los agricultores ecológicos practican la alternancia de cu lti­
vos, es decir, los rolan de m odo qu e los insectos atraídos por
una planta desaparezcan co n la siguiente. Saben qu e es im pru­
dente tratar de elim inar por com p leto una plaga, porque eso
elim inaría tam bién a los predadores naturales que m antienen
su control en un ecosistem a sano. E n lugar de em plear fertili­
zantes quím icos, esos agricultores enriquecen sus cam pos con
una mezcla de estiércol y residuos orgánicos; de este m odo le
devuelven al su d o la m ateria orgánica, para qu e ésta entre de
nuevo en el ciclo biológico.
La agroecología es sostenible porque incorpora principios
ecológicos verificados por la evolución durante miles de millones
de aflos.w* Los agricultores orgánicos saben que un suelo fértil es
un suelo vivo, que co n tien e miles de m illones de organism os en
cada cen tím etro cú bico. Saben que se n ata de un ecosistem a
com p lejo, en el que las sustancias esenciales para la vida circulan
en ciclos desde las plantas y los anim ales a sus excrem entos, a las
bacterias del suelo y de nuevo a las plantas. La energía solar es el
com bustible natural que alim enta esos ciclos ecológicos, en los
que son necesarios organism os vivos de todos los tam años para
sostener el sistema y m antenerlo en equilibrio. Las bacterias del
suelo realizan diversas transform aciones quím icas, co m o los pro­
cesos de fijación de nitrógeno que hacen qu e el nitrógeno atm os­
férico sea accesible a las plantas. Las raíces profundas transportan
minerales a la superficie del suelo, d onde las plantas pueden usar­
los. Las lom brices roturan el suelo, lo esponjan y lo fertilizan.
T o d as esas actividades son interdependiem es y se com binan para
proporcionar el alim ento que sostiene la vida sobre la T ierra.
La agroecología preserva y sostiene los grandes ciclos ecológi­
cos al integrar sus procesos biológicos en los de producción de a Ii-

244
memos. (. mando un suelo se cultiva orgánica menee, su contenido
en carbono aum enta; de este m odo la agroccología contribuye a
la absorción de dióxido de carbono atm osférico y, por consi­
guiente, a la reducción del cam bio clim ático. El físico Am ory L o
vins estim a que increm entar en un grado razonable la absorción
de C O , por los suelos deteriorados del m undo absorbería tanto
carbono c o m o el qu e genera toda la actividad hum ana.87
Las explotaciones agroetológicas crían animales para apoyar
a los ecosistemas de suelo y .superficie. La empresa utiliza mano
de obra intensiva y está orientada a la com unidad. L is fincas tien­
den a ser pequeñas y explotadas por sus propietarios. Más que a
través de supermercados, sus productos son vendidos directa­
m ente en mercados de los propios productores, lo cual acorta las
distancias entre «cam po y mesa», aborta energías no renovables,
em paquetado y conservación -c o n todas sus consecuencias m e­
d ioam bientales-, y garant izan la frescura de los alim entos.88
El renacim iento actual de la agroccología constituye un fe­
nóm eno planetario. Agricultores de cien to treinta países produ­
cen hoy día alim entos orgánicos para su com ercialización. Se
estim a qu e la superficie total de cultivos ecológicos asciende ya
a siete m illones de hectáreas, m ientras q u e el m ercado de ali­
m entos orgánicos ha crecid o hasta alcanzar los veintidós mil
m illones de dólares al añ o .8'1
C ien tífico s participantes en una reciente conferencia interna­
cional sobre agricultura sostenible, celebrada en Bellagio (Italia),
inform aron tic que una serie tle proyectos experim entales a gran
escala, desarrollados en todo el m undo para p o n era prueba técn i­
cas agroecológicas —rotación tle cultivos, cultivos mixtos, utiliza­
ción de estiércol y de com post, terrazas, cultivos hidropónicos,
etcétera . habían arrojado resultados espectaculares,90 m uchos de
ellos en zonas previamente agotadas y abandonadas por su inca­
pacidad para el cultivo. Esos proyectos incluían, por ejem plo,
más de setecientas mil explotaciones fam iliares en África, en las
que se consiguieron aum entos del cincuenta al ciento por ciento,
al mism o tiem po que se rebajaban su.xtatu ialm ente los costes tic
producción, todo lo cual se tradujo en un aum ento espectacular

245
de las rentas fam iliares, c|uc en ocasiones llegaron a m ultiplicarse
por diez, lin a y otra ve/, quedó dem ostrado que la agroecología
no tan sólo increm entaba la producción y pro|>ordonaba un aba­
nico de beneficios ecológicos, sino tam bién que prestigiaba a los
agricultores. C o m o resumió un cam pesino de Z am bia: "La agro-
ecología ha restaurado m i dignidad. M i fam ilia ya no pasa ham ­
bre. Ahora incluso puedo ayudar a mis vecinos.»91
E n el sur del Brasil el cultivo de plantas qu e protegen el sue­
lo de la erosión, a fm de aum entar su actividad y retener el agua,
hizo posible que cu atrocientos mil agricultores increm entaran la
producción de m aíz y soja de sus cam pos en m ás de un sesenta
por ciento. En la región andina los rendim ientos de diversas va­
riedades de cultivo se m ultiplicaron por veinte o m is. En Ban-
gladc.sh un programa integrado de cu ltivo de arroz y cría de pe­
ces increm entó la cosecha de arroz en un o ch o por ciento y la
renta de los agricultores en un cincu enta por cien to. E n Sri Lan-
ka el tratam iento integrado de plagas y cultivos increm entó en ­
tre un once y un cuarenta y cu atro por cien to el rendim iento de
las plantaciones de arroz, y las rentas au m entaron entre un
treinta y och o y un cien to setenta y och o por cien to.
El Inform e Bellagio subraya qu e las prácticas innovadoras
que docum enta im plicaron a com unidades enteras y se basaron
en los conocim ientos locales existentes, com binados con avan­
ces científicos. C o m o consecuencia de esas experiencias «los
nuevos m étodos se extendieron rápidam ente ente los agriculto­
res, lo cual dem uestra el potencial de d isem inación del m undo
agrícola, incluso en el caso de técnicas com plejas, cuando los
protagonistas están interesados en com prenderlas y adaptarlas,
en lugar de ser sim plem ente adiestrados a aplicarlas».92

L O S R IE S G O S D E IA B IO T E C N O L O G ÍA PARA LA A G R IC U l T U R A

Existe evidencia abundante de que la agroecología co n sti­


tuye una sólida alternativa ecológica a las tecnologías quím ica y
genética de la agricultura industrializada. C o m o concluye M i-

246
gucl Alticri, la agricultura orgánica «eleva la productividad agrí­
cola de formas económ icam en te viables, m edioam bientalm ente
benignas y socialm ente dignificantes».93 P o r desgracia, nada de
eso puede decirse de las aplicaciones actuales de la ingeniería
genérica a la agricultura.
Los riesgos de esas aplicaciones son consecu encia directa de
nuestra pobre com prensión de la fu n ción de los genes. Hace
muy |H)co qu e hem os com enzado a darnos cuenta de que todos
los procesos biológicos qu e im plican a genes están regulados por
las redes celulares en las q u e se bailan inm ersos los genom as, así
com o de qu e los patrones de la actividad genética cam bian con­
tinuam ente e n respuesta a los cam bios en el entorno celular. Ix)S
biólogos com ienzan tan sólo a desplazar su atención de las es­
tructuras genéticas a las redes m etabólicas, por lo que todavía
saben muy poco de la com p leja d inám ica de éstas.
Sabem os tam bién qu e las plantas form an parte de ecosiste­
mas com p lejos, tanto por encim a co m o por debajo de la super­
ficie del suelo, donde la m ateria - ta m o orgánica com o inorgá­
n ic a - se mueve en ciclos continu os. D e nuevo, sabemos muy
poco de esas redes y de esos ciclos ecológicos, en parte porque
muchas décadas de d eicrm inism o genético d om inante lian re­
sultado en una grave distorsión de la investigación biológica,
co n la mayor parte de los recursos econ óm icos dedicados a la
biología m olecular y m uy pocos a la ecología.
Pucst» cpie las células y las redes reguladoras d e las plantas
son relativam ente más sencillas que las de los animales, les re­
sulta m u cho más fácil a los genetistas insertar genes extraños a
las primeras qu e a los segundos. El problem a estriba en que,
una vez. el gen ajeno está inserto en el A D N de la planta y la va­
riedad transgénica resultante ha sido plantada, pasa a formar
parte del ecosistem a. Los científicos qu e trabajan para las cor­
poraciones biotecnológicas saben muy poco de los procesos
biológicos subsiguientes, y aún m enos de las consecuencias e c o ­
lógicas tic sus acciones.
El uso más extendido de biotecnología vegetal lia tenido
com o objetivo desarrollar variedades resistentes a herbicidas,

247
para disparar así las venias de determ inados com puestos q u ím i­
cos com erciales. Existen m uchas probabilidades de qu e las plan­
tas transgénicas con tam in en por polinización cruzada a varieda­
des silvestres próxim as a ellas y den así lugar a «súper malas
hierbas» resistentes a herbicidas. 1.a evidencia disponible indica
que ese Mujo de genes entre variedades transgénicas y silvestres ya
ha ocurrido.'*4 O tro problem a serio consiste en el riesgo de p o li­
nización cruzada entre variedades transgénicas y orgánicas en
cam pos vecinos, lo qu e com p rom ete la im portante necesidad de
los agricultores ecológicos de que sus productos sean certificados
co m o realm ente orgánicos.
Para justificar sus prácticas, los defensores de la b iotecn olo ­
gía proclam an a m enudo que la ingeniería genética es igual que
la hibridación convencional: una mera continu ación de la tradi­
ción ancestral de mezclar genes para obtener cosechas y ganado
más productivos. En ocasiones llegan incluso a argum entar que
nuestras biotecnologías m odernas representan el ú ltim o paso en
la aventura evolutiva de la naturaleza. Nada podría estar más le­
jos de la verdad. Para com enzar, el ritm o de alteración genética
a través de la biotecnología es m u chísim o más rápido que el de
la naturaleza. N ingún agricultor convencional podría alterar los
genom as de la mirad d e las plantaciones de soja del m undo en
tan sólo tres anos, l a m odificación genética de cultivos se está
llevando a cabo con una celeridad pasmosa; las variedades trans­
génicas csrán siendo plantadas m asivam ente sin ninguna co m ­
probación previa adecuada de sus im pactos a co rto y largo pla­
zo, tanto sobre el medio am bien te co m o sobre la salud hum ana.
Esas plantaciones sin verificar y llenas de riesgos potenciales de
variedades (»M se extienden a toda prisa por tod o el m undo y
crean una situación de riesgo irreversible.
Una segunda diferencia en tre ingeniería genérica y cultivo
convencional consiste en que los agricultores convencionales
transfieren genes entre variedades qu e se entrecruzan natural­
m ente. m ientras que la ingeniería genética perm ite a los biólogos
introd ucir un gen com p letam ente nuevo y exótico en el genom a
d e una planta, un gen de otra planta o de un anim al co n ios que

248
la planta receptora nunca podría em parejarse de forma natural.
D e este m odo los cien tífico s cruzan las barreras entre especies
co n la ayuda de vectores agresivos de transferencia genética, m u ­
chos de los cuales proceden de virus causantes de enfermedades
que pueden recom binarse con otros virus existentes en el entor­
no y generar nuevos p a tó g e n o s." C o m o m anifestó un bioquí­
m ico en una conferencia reciente: «La ingeniería genética se pa­
rece más a una infección vírica que al cu ltivo tradicional.»%
La lucha global por la cu ota de m ercado dicta no tan sólo el
ritm o de la producción y el despliegue de la.s variedades transgé-
nicas, sino tam bién la d irección fundam ental d e la investiga­
ción. T a l ve/, sea ésta la diferencia más preocupante entre la in­
geniería genética y todas las anteriores técnicas para mezclar
genes, tanto a través de la evolución co m o del cultivo natural,
lin palabras de la desaparecida biofísica D on ella Meadows: «La
naturaleza selecciona de acuerdo con la capacidad de prosperar
y reproducirse en el m edio. Los agricultores han ido seleccio­
nando a lo largo de diez m il años de acuerdo con lo que sirve
para alim entar a la gente. Ahora el criterio de selección consiste
en qué puede sei patentado y vendido.»9’
Puesto que, hasta ahora, uno de los principales objetivos de
la biotecnología vegetal ha consistido en increm entar la venta
de productos qu ím icos, gran parte de sus riesgos m edioam bien­
tales son sim ilares a los creados por la agricultura quím ica.91* 1.a
tendencia a crear am plios mercados globales para un solo pro­
ducto genera vastos m onocultivos que reducen la biodiversi-
dad, con lo que d ism inuye la seguridad alim entaria y se incre­
menta la vulnerabilidad de los cultivos ante enfermedades,
plagas de insectos y malas hierbas, hsos problem as resultan par­
ticularm ente agudos en los países en desarrollo, donde los siste­
mas tradicionales de diversidad de cultivos y alim entos están
siendo rápidam ente desbancados por m onocultivos qu e llevan
a innum erables especies a la extinción y crean nuevos proble­
mas de salud a las poblaciones rurales.99
I a historia del «arroz dorado», variedad genéticam ente mo­
dificada. constituye un ejem plo esclarecedor. I lace unos cuan­

249
tos años, un pequeño equipo de genetistas idealistas, sin sopor­
te de la industria, creó un arroz am arillo con alto contenid o de
betacaroteno, que el cuerpo hum ano transform a en vitam ina A.
El arroz lúe prom ovido com o cura para la ceguera y otras defi­
ciencias visuales causadas por el déficit de esta vitam ina. Según
las N aciones Unidas, esta deficiencia afecta a más de dos m illo­
nes de niños.
Las noticias de esta «cuta milagrosa» fueron recibidas con
entusiasm o por los m edios de com u n icación , pero un examen
más detallado demuestra que, en lugar de ayudar a esas criatu ­
ras en peligro, lo más probable es qu e el proyecto esté repitien­
do los errores de la R evolución V erde y añadiendo, de paso,
nuevos riesgos al m edio am biente y a la salud hu m an a.100 Al re­
ducir la biodiversidad, el cultivo del arroz vitam ínico eclipsará
a otras fuentes de vitam ina A disponibles en los sistem as agrí­
colas tradicionales. I.a agroecóloga Vandalia Shiva señala que
las m ujeres agricultores de Bengala, por ejem plo, utilizan tradi-
cio n alm cn tc num erosas variedades de verduras, que son fuentes
excelentes de betacaroteno. Q u ienes .sufren los mayores déficit
de vitam ina A son los pobres, que sufren tam bién de m alnutri-
ción en general y qu e se beneficiarían m ucho más del desarrollo
de una agricultura biodiversa, sostenible y basada en la co m u ­
nidad que de variedades ( ¡M q u e no van a poder costearse.
En Asia la vitam ina A procede a m enudo de frutas y verdu­
ras cultivadas en secano, m ientras q u e el cultivo de arroz es in­
tensivo en uso de agua y requiere la extracción de aguas pro­
fundas o la construcción de em balses, con todos los problemas
m edioam bientales asociados. Es más, co m o en el caso de las de­
más variedades CiM , sabem os todavía muy poco acerca del im ­
pacto ecológico del arroz dorado sobre los organism os del suelo
y sobre otras especies de la cadena trófica que dependen del
arroz. «P rom ocionarlo co m o instru m en to contra la ceguera ig­
norando alternativas más seguras y más baratas proporcionadas
por nuestra rica agrobiodiversidad», concluye la d octora Shiva,
»no es ni más ni m enos que un planteam iento ciego del control
de la ceguera.»

250
l.a mayoría de los riesgos ecológicos ligados a las variedades
superresistentes a hcibicidas, co m o en el caso de la soja uansgé-
nica Koundup Ready de M onsan to, derivan del uso cada vez
más intensivo del herbicida de la empresa. Puesto que la resis­
tencia a esc herbicida específico constituye el único - y am plia­
m ente a n u n ciad o - beneficio diferencial, los agricultores se ven
com petidos de forma natural a usar cantidades masivas del bio-
cida en cuestión. Kstá bien docum entado q u e un uso de esas
características de un único herbicida dispara en gran medida la
resistencia a él en las poblaciones de malas hierbas, lo cual pone
en marcha una espiral diabólica de uso cada vez más intensivo
del m ism o herbicida.
•Semejante utilización de tóxicos qu ím icos en la agricultura
es particularm ente dañina para los consum idores. C uand o las
plantas son repetidam ente rociadas con un herbicida, acaban
reteniendo residuos tóxicos qu e aterrizan en el plato. E s más,
las plantas que crecen en presencia de cantidades masivas de
biocidas pueden sufrir tle estrés y acaban, típicam ente, produ­
ciendo determ inadas sustancias en defecto o en exceso. Se sabe
ya que las legum inosas resistentes a herbicidas tienden a produ­
cir niveles más elevados de estrógenos vegetales, lo cual puede
provocar graves disfunciones en los sistemas reproductores hu­
m anos, particularm ente entre los varones cu la infancia y prea-
tlo lcscen cia.101
C asi el ochenta por cien to de la superficie plantada co n va­
riedades CÍM lo está con plantas resistentes a herbicidas. El
veinte por cien to restante consiste en plantaciones de variedades
denom inadas «resistentes a insectos». Se trata de vegetales gené­
ticam ente m odificados para producir pesticidas en cada una de
sus células a lo largo de todo su ciclo viral, líl ejem plo más co­
nocido es el de un insecticida natural, la bacteria Bacillun thu-
ritigiensis, conocida co m ú n m en te co m o B t, cuyos genes produc­
tores de toxinas han sido incorporados a algodón, maíz, patatas
y m anzanas, entre otros cultivos.
L is plantas resultantes son inm unes a determ inados insec­
tos. Sin em bargo, habida cuenta de q u e la mayoría de los cu lti­

251
vos están expuestos a m últiples plagas de insectos, sigue siendo
necesaria la aplicación de insecticidas. U n estudio reciente rea­
lizado en los Estados U nidos ha dem ostrado qu e, en siete de
cada d oce plantaciones, no existe una diferencia sustancial en el
uso de insecticidas entre las plantaciones Br y las no B t. E n una
explotación concreta el uso de insecticidas en variedades Bt era
incluso superior qu e en las no B t .102
Los riesgos de los cultivos Bi son consecuencia de im por-
tantcs diferencias entre la bacteria natural y las variedades Br
genéticam ente m odificadas. Los agricultores orgánicos han ve­
nido usando esa bacteria desde hace más de cin cu en ta años
para con trolar los escarabajos, las orugas y las polillas. La u tili­
zan con mesura, rociando sus plantaciones ú nicam ente de h u ­
ma ocasional, de m odo que los insectos no lleguen en ningún
caso a desarrollar resistencia a la bacteria. Sin em bargo, cuando
la toxina es producida co nstantem en te por todas las células de
todas las plantas en cientos de miles de hectáreas, sus predado­
res están expuestos a ella sin cesar, por lo que acabarán inevita­
blem ente desarrollando la correspondiente resistencia.
E n consecuencia, la Bt se volverá rápidam ente inútil, tanto
en las plantaciones Bt corno en cu anto a insecticida natural. D e
este m odo la biotecnología vegetal habrá conseguido destruir
una de las herram ientas biológicas más im portantes del trata­
m ien to integrado de plagas. Incluso científicos de la industria
biotecnológica adm iten que la B t será inútil en un plazo no su­
perior a diez años, pero eso no parece preocupar a las empresas
biotecnológicas, cuyas patentes al respecto ya habrán caducado
pata entonces y estarán dedicadas a la prom oción de otros tipos
de plantas productoras de insecticidas.
O tra diferencia entre la Bt natural y las variedades transgé-
nicas productoras de esa toxina consiste en que éstas parecen
perjudicar a un núm ero muy superior de insectos, incluyendo
m uchos que son beneficiosos para el ecosistem a co m o un todo.
En 1 9 9 9 un estudio publicado en Nature sobre la destrucción
de orugas de la mariposa m onarca por polen de m aíz Bt causó
im pacto entre la opinión p ú b lica.10* Desde entonces se lia des­

2S2
cu bierto que las toxinas de las plantaciones B t afectan tam bién
a m ariquitas, abejas y otros insectos beneficiosos.
Las toxinas Bt en plantas G M son tam bién perjudiciales
para los ecosistem as del suelo. Kn la m edida en qu e los agricul­
tores incorporan restos de sus plantaciones al suelo después de
la cosecha, la toxina se va acum ulando en él, donde, en muchos
casos, perjudicará a las m iríadas de m icroorganism os que son la
base de un ecosistem a del suelo san o .104
Además de los efectos perjudiciales de las variedades Bt por
encim a del suelo y d en tro de él. los riesgos directos para la sa­
lud hum ana constituyen, obviam ente, una de las principales
Iucntes d e preocupación. Por el m o m en to sabem os muy poco
de los efectos potenciales de esa toxina sobre los m icroorganis­
mos que son vitales en nuestro sistema digestivo. Sin em bargo,
habida cuenta de que ya se han podido detectar num erosas
consecuencias de su utilización sobre los m icroorganism os del
suelo, la presencia invasora de Bt en patatas, maíz y otros cu lti­
vos alim entarios debería com enzar a preocu parnos.105
Los riesgos m edioam bientales de las biotecnologías vegeta­
les actuales son evidentes para cualquier agroecólogo, aunque
los detalles porm enorizados de los efectos de las variedades G M
sobre los ecosistem as agrícolas son aún muy pobrem ente co m ­
prendidos. Además de los riesgos previsibles, se han observado
ya num erosos e inesperados electos colaterales en anim ales y
plantas G M .105
M o n san to se enfrenta ya a num erosos pleitos interpuestos
por agricultores que han tenido que apechugar co n esos efectos
colaterales inesperados. Por ejem plo, los copos de su algodón Bt
crecieron deform ados y se caían de la planta en miles de hectá­
reas de plantaciones del delta del M ississippi, y sus sem illas de
colza transgénica tuvieron qu e ser retiradas del m ercado can a­
diense por co n tam in ació n co n otros genes. D e forma parecida,
el to m ate Klavr-Savr de C alg cn c, genéticam ente m odificado
para aguantar más tiem p o en el m ercado, fue un desastre c o ­
mercial y pronto desapareció. I-as patatas transgénicas diseña­
das para el consum o hum ano causaron graves problem as a las

253
ratas de laboratorio que las consu m ieron, incluyendo desarrollo
de tum ores, atrofia del hígado y retracción del cereb ro .106
En el reino anim al, donde la com plejidad celular es m ucho
mayor, los efectos colaterales para las especies genéticam ente
m odificadas son aún m u cho más graves. Los «supersalmoncs»,
variedad genéticam ente m odificada de este pez para un creci­
m iento rápido y muy superior al norm al, acabaron desarrollan­
do cabezas m onstruosas y m uriendo por incapacidad de res­
pirar y alim entarse adccuadam cnrc. D e forma parecida, un
«superccrdo» con un gen hum ano incorporado para desarrollar
determ inada horm ona era ulceroso, ciego c im potente.
bin em bargo, tal vez la historia m ás horrenda y m ejor c o ­
nocida sea la de la h orm ona genéticam ente m odificada deno­
minada «horm ona recom binante del crecim iento bovino», u ti­
lizada para estim ular la producción de leche de vaca, a pesar de
que los granjeros estadounidenses llevan cincuenta años produ­
ciendo m ucha más de la que el m ercado es capaz de consum ir.
I.o.s efectos de esa locura de la ingeniería genética sobre las va­
cas son muy serios, c incluyen fiatulencia, diarrea, debilidad en
rodillas y patas y ovarios quísticos, en tre otros. I’or si fuera
poco, su leche puede contener una sustancia relacionada con
los cánceres de mama y de estóm ago hum anos.
D ado que la dieta de esas vacas G M requiere un m ayor apor­
te de proteínas, su alim entación com enzó a suplcm cnrarsc en al­
gunos países con restos triturados de otros animales. Sem ejante
práctica com p letam ente antinatural, qu e convertía en caníbal a
un rum iante vegetariano, ha sido relacionada con la em ergencia
de la epidem ia de encefalopatía espongiform e bovina (enferm e­
dad de las «vacas locas») y de su análoga hum ana, una variante de
la enferm edad de C rcu tzfcldt-Jakob. Se trata, sin duda, de uno de
los casos más notorios de biotecnología fuera de control. G om o
señala el biólogo D avid Ehrenfcld: «N o parece que haya muchos
motivos para increm entar los riesgos de esa terrible enferm edad,
sim plem ente, para favorecer a una biotecnología que ni siquiera
necesitamos. Si dejam os a las vacas pacer tranquilam ente, al m ar­
gen de las horm onas, todos saldremos ganando.»1,17

2 5 'í
A medida que los alim entos G M van invadiendo nuestros
m ercados, sus riesgos para la salud se agravan por el hecho de
que la industria de la biotecnología, con el apoyo de las corres­
pondientes agencias reguladoras gubernam entales, rehúsa eti­
quetar adecuadam ente sus productos, de m odo que a los con­
sumidores les resulta im posible discrim inar entre alimentos
G M y no G M . Kn los Estados U nidos la industria biotecnoló-
gica ha persuadido a la Food and D tu g Adm inistración (I: UA)
para que considere los alim entos G M «su stanáalm cnte equiva­
lentes» a los alim entos tradicionales, lo cual perm ite a sus pro­
ductores evadir las com probaciones previstas por la M )A y la
F.nvironm ental Protección Agcncy (E P A ),4 y deja asim ism o a
criterio de esas empresas reflejar o no en el etiquetado de sus
productos qu e se trata de alim entos G M . l) c este modo al pú­
blico le pasa inadvertida la invasión de alim entos transgénicos y
a los cien tífico s les será m u cho más difícil seguir mi rastro en
caso de consecuencias dañinas. De hecho, com prar alimentos
orgánicos es. hoy por hoy, la única form a de evitar los alim en­
tos G M .
D ocu m en to s confidenciales filtrados de un ju icio clasifica­
d o han revelado que incluso científicos de la propia PDA no es­
tán de acuerdo con ese co n cep to de «equivalencia sustancial».108
Además, la posición de la industria biotecnológica presenta una
contrad icción inherente: por una parte, proclam a que sus pro­
ductos son sustancialm ente equivalentes a los tradicionales y
que, por consiguiente, no necesitan una verificación ni un eti­
quetado específicos, m ientras que, por otra, insiste en que son
novedosos y. por lo tan to, pueden ser patentados. C o m o resu­
m e V andana Shiva: «El m ito de la “equivalencia sustancial" ha
sido creado para negar a la ciudadanía el derecho a su seguridad
y a los cien tífico s el de practicar una ciencia sólida y hones­
ta.» m

255
LA VIDA COMO MERCANCIA DI -.UNITIVA

Hn su em peño por patentar, explotar y monopolizar todos los


aspectos posibles de la biotecnología, las principales corporaciones
agroquímicas han ido comprando empresas semilleros y biotccno-
lógicas, y se han disfrazado de «corporaciones dedicadas a las cien­
cias de la vida».110 I as fronteras tradicionales entre industria farma­
céutica, industria agroquímica e industria biotccnológita se están
diluyendo rápidamente a medida que las corporaciones se unen
para formar, bajo la bandera de las ciencias de la vida, conglom era­
dos aún más gigantescos. Ciba-Geigy se unió con Sandoz para
constituir Novanis, U occhst y Rhonc Poulenc se convinieron en
Avcntis, M onsanto posee y controla varias grandes semillenas.
'I ’odas esas grandes corporaciones de ciencias de la vida tie­
nen en com ún una reducida com prensión de la vida, basada en
la creencia errónea de que la naturaleza puede estar sujeta al
control hum ano, postura que ignora la dinám ica autogencrado-
ra y autoorganizadora que constituye la esencia m ism a de la
vida y rcdefm c los organism os vivos co m o m áquinas que pue­
den ser manejadas desde el exterior, susceptibles de ser patenta­
das. vendidas v com pradas co m o cualquier otro recurso indus­
trial. L i vida se ha convertido en la m ercancía definitiva.
( lom o nos recuerda Vandana Shiva, la raíz latina del térm ino
«recurso» es resurgen' («surgir de nuevo»). En el significado a n ti­
guo de la palabra, cualquier recurso natural, co m o todo lo vivo,
es inherentem ente autorrenovador. Esta com prensión pm iunda
de la vida es negada por las nuevas corporaciones de ciencias de la
vida cuando im piden deliberadam ente la autorrenovación de
la vida, con el objetivo de convertir los recursos naturales en m a­
terias primas com ercializables para uso industrial, cosa que hacen
utilizando una com binación de alteraciones genéticas (que in clu ­
yen tecnologías tei m inaror)111 y patentes, lo cual viola las prácti­
cas agrícolas ancestrales que han respetado los ciclos de la vida.
Puesto qu e una patente se entien d e tradicionalm enie co m o
el d erecho en exclusiva a utilizar y com ercializar determ inado in ­
vento. parece extraño que las em presas biotecnológicas puedan

2%
hoy patentar organism os vivos, desde bacterias hasta células hu-
manas. La historia de este logro constituye un com pendio de
prest ¡digitación cien tífica y legal.1u l a patente de formas de
vida se convirtió en práctica habitual en los años sesenta, cuando
se com enzaron a otorgar derechos de propiedad a criadores de
plantas sobre nuevas variedades de flores obtenidas m ediante el
ingenio y la intervención del ser hum ano. En m enos de veinte
años la com unidad legal había conseguido transform ar esta prác-
rica aparentem ente inofensiva en el m onopolio de la propia vida.
El paso siguiente fue la patente de variedades alimenticias
desarrolladas por el ser hum ano, y bien pronto legisladores y
reguladores aceptaban que no había una base teórica sobre la
qu e negar la am pliación de las patentes industriales a animales
y m icroorganism os. D e hecho, en el año 1 9 8 0 el Tribu nal S u ­
premo de los Estados U nidos d ictó la sentencia que estableció
definitivam ente la.s reglas del juego, al lallar que los organismos
genéticam ente m odificados podían ser patentados.
Estos argum entos legales ignoraban convenientem ente el he­
ch o de que las patentes iniciales sobre variedades m ejorada de llo­
res no incluían el material base, que seguía considerándose «he­
rencia com ún de la hum anidad».11' I j s patentes concedidas en la
actualidad a las empresas de biotecnología, en cam bio, no tan sólo
incluyen los m étodos por los que las secuencias de A D N son
identificadas, aisladas y transferidas, sino tam bién el propio m ate­
rial genético subyacente. Es más, la legislación nacional y los co n ­
venios internacionales que prohíben específicam ente la patente
de recursos naturales esenciales, tales com o alim entos y medicinas
derivadas de plantas, están siendo m odificados de acuerdo con la
visión corporativa de la vida co m o m ercancía comcrciaiizable.
En los ú ltim os años, la patente de form as de vida lia dado
pie a una nueva form a de piratería, qu e podem os denom inar jus­
tificadam ente «biopiratería». Cazadores de genes recorren los
países del Su r en busca de recursos genéticos valiosos, tales com o
semillas de plantas m edicinales, a m enudo con la ayuda de las
poblaciones au tóctonas, que, in o centem en te, les proporcionan
materiales y con o cim ien to s. Esos recursos son entonces cntrega-

257
dos a los laboratorios del N o rte, d o n d e son aislados, genérica-
m enre identificad os y p a ten ta d o s.114
Estas prácticas expoliadoras son legalizadas p o r la restringida
definición qu e hace la O M C del derecho de propiedad intelec­
tual, definición que reconoce co m o patentable el co n o cim ien to
ú nicam ente cuando éste es expresado d entro del m arco de la cien­
cia occidental. C o m o señala V andalia Shiva: «Eso excluye todas las
clases de co n o cim ien to , ideas e innovaciones q u e se originen en
medios culturales tan com unes co m o los pueblos, entre los cam pe­
sinos, las selvas, entre las tribus, c incluso las universidades, entre
los científicos.»115 Se extiende así la explotación de la vida incluso
m is allá de los organism os vivos, hasta incluir el conocim iento y
las innovaciones colectivas de las com unidades indígenas. «Sin
consideración ni respeto por otras especies y otras culturas», co n ­
cluye la doctora Shiva, «los derechos sobre la propiedad intelectual
constituyen una ofensa moral, ecológica y cultural.»

C A M B IA IA M AREA

Kn los últim os años, los problemas de salud provocados


por la ingeniería genética, así co m o sus problem as asociados
más profundos - sociales, ecológicos y é tic o s -, han salido a la
lu/. pública, por lo que lia surgido un m ovim iento global de re­
chaza) de estas tecnologías que crece rápida m e n te.116 N u m ero­
sas organizaciones sanitarias y m edioam bientales han solicitado
una m oratoria del uso com ercial y la liberación al medio natu­
ral de organismos m odificados, hasta que se haya realizado una
profunda investigación pública sobre el uso legítim o y seguro
de la ingeniería genética.117 Esos llam am ientos proponen asi­
m ism o la prohibición de patentes de organism os vivos o partes
de ellos, asi com o que el principio de precaución debería cons­
tituir la base de cualquier planteam iento en relación con la bio­
tecnología. hste principio, que aparece en acuerdos internacio­
nales desde la C u m bre por la Tierra de 1 9 9 2 y que se conoce
técnicam ente com o principio núm ero 15 de la D eclaración de

258
R io , especifica qu e «C uand o existan am enazas de daños serios o
irreversibles, la falta de una certid um bre cien tífica plena no de­
berá ser utilizada co m o razón para posponer medidas eficaces
que prevengan la degradación del m edio am biente».
El cam bio de énfasis cu biología m olecular, de la estructura
d e las secuencias genéticas a la organización de las redes gen éti­
cas y ep igcnéticas, de los programas genéticos a las propiedades
em ergentes, significa tam bién que los llam am ientos crecientes a
un cam bio radical del en fo qu e de la biotecn ología no vienen tan
sólo de parte de ecologistas, de profesionales d e la salud y de
ciudadanos concien ciad o s, sino tam bién - y cada vez m ;ís- tic
genetistas destacados, co m o va he docu m entado a lo largo del
presente capítulo. I ras los intrigantes descubrim ientos del Pro­
yecto C en o m a H u m ano el debate sobre el presente cam bio de
paradigma en biología ha llegado inc luso a la prensa de divulga­
ción científica. En mi o p in ió n , resulta significativo que una sec­
ción especial del Neu> York Times, dedicada a los resultados del
Proyecto (ie n o m a H u m an o , presentara por primera vez la ima­
gen del genom a com o una red funcional com p leta (ver imagen).

líl g e n o m a h u m a n o re p r e s e n ta d o
t o m o u n a red fu n c io n a l.
D is e ñ o : S te v e D u e n e s .
The New York Times,
13 de febrero de 2001

259
U na vez que la visión sistém ica tic* la vida haya sitio adopta­
da por nuestros cien tífico s, nuestros ingenieros y nuestros líde­
res, políticos y corporativos, podrem os co n cebir una clase radi­
calm ente distinta de biotecn ología, que com enzaría co n el deseo
de aprender de la naturaleza en lugar de pretender controlarla,
de utilizarla com o m entor en lugar de com o mera fuente de m a­
terias prim as. E n vez de tratar la red de la vida co m o una m er­
cancía más, la respetaríamos co m o lo que es: el co n tex to de
nuestra propia existencia.
Esta nueva clase de biotecnología no im plicaría ya la m od i­
ficación genética de organism os vivos, sino el uso de la ingenie­
ría genética para com prender los sutiles «diseños» de la natura­
leza a fin de utilizarlos co m o m odelos para nuevas tecnologías
hum anas. Podríam os integrar el co n o cim ien to ecológico en el
diseño de materiales y procesos tecnológicos nuevos, y aprender
de plantas, animales y m icroorganism os el m od o de producir
fibras, plásticos y com puestos qu ím icos no tóxicos, com p leta­
m ente biodegradablcs y sujetos a reciclado co n tin u o.
listas serían ¿/¿tecnologías en un nuevo sentido del térm ino,
puesto que las estructuras materiales de la vida se basan en pro­
teínas que tan sólo podríam os producir con la ayuda de enzim as
procedentes de organism os vivos. El desarrollo de estas nuevas
biotecnologías constituye un reto intelectual fenom enal, habida
cuenta de qu e desconocem os todavía cóm o ha desarrollado la
naturaleza, a lo largo de miles de m illones de años de evolución,
unas «tecnologías» infinitam ente superiores a cualquier diseño
hum ano. ¿C óm o producen los m ejillones un pegam ento que se
adhiere a cualquier cosa dentro el agua? ¿C óm o consiguen las
arañas tejer su tela con una hebra de seda que es cin co veces más
fuerte que el acero? ¿( !óm o consiguen las orejas de m ar producir
una co n ch a dos veces más dura que la cerám ica fabricada con
nuestra tecnología más avanzada? ¿C ó m o logran esos anim ales
producir sem ejantes materiales m ilagrosos en el agua, a tem pera­
tura am biente, en silencio y sin residuos tóxicos?
E n co n trar respuestas a estas preguntas, y utilizarlas en el d e­
sarrollo de tecnologías inspiradas en la naturaleza, podría pro­

260
porcionar apasióname.*; programas de investigación para cien tífi­
cos c ingenieros d urante m uchas décadas futuras. D e hecho, tales
programas han com enzad o ya. Form an parte de un estimulante
cam po nuevo de la ingeniería y el diseño, co n o cid o co m o «bio-
im itación» o -m á s p o p u larm en te- «ccodiscño», qu e está gene­
rando una ola de op tim ism o en cuanto a las posibilidades de la
hum anidad para avanzar hacia un futuro sostenible.118
Hn su libro titulado Biomirnicry la escritora científica Janine
Benyus nos transporta, en un viaje fascinante, a num erosos labo­
ratorios y estaciones de cam po d onde equipos interdisciplinarios
de científicos e ingenieros analizan co n detalle las estructuras fí­
sicas y quím icas de los materiales más co m p lejo s «le la naturaleza
para tratar de adaptar estas soluciones al uso hum ano.
C ien tífico s de la U niversidad de W ashington han estudiado
la estructura y los procesos de ensam blaje m oleculares del suave
recubrim iento del interior de la concha de la oreja de mar, que
muestra una delicada irisación y es tan duro com o las uñas. Tras
lograr im itar el proceso de ensam blaje m olecular «le este material
a tem peratura am bien te, consiguieron un producto duro y
transparente, qu e podría set un excelente recu brim iento [jara los
parabrisas de coches eléctricos ultraligcros. investigadores ale­
manes han im itado la m icrosuperficie desigual y autolim piantc
de las hojas «leí loto para tratar de producir una pintura para edi­
ficios de idénticas prestaciones. Biólogos y bioquím icos marinos
llevan varios años estudiando el extraño proceso quím ico que
em plea el m ejillón para secretar un adhesivo que pega dentro del
agua, y estudian sus potenciales aplicaciones médicas, que per­
m itirían a los cirujanos unir ligam entos y tejid os en un am biente
fluido. Físicos y bioquím icos colaboran en varios laboratorios
para estudiar las com plejas estructuras y procesos im plicados en
la fotosíntesis, con la esperanza de llegar a desarrollar nuevas cé­
lulas solares.
Sin em bargo, al m ism o tiem po que tienen lugar todas estas
iniciativas apasionantes, el credo fundam ental del determ inism o
genético, consistente en <|uc los genes determ inan el com porta­
m iento, sigue siendo defendido por num erosos cienríficos, tan-

261
(o en em presas de biotecnología com o en el entorn o académ ico.
H abría qu e preguntarse si aún lo creen realm ente y, en caso
contrario, qu é los mueve a seguir m anteniendo esa actitud.
I ras debatir en varias reuniones esta cuestión con biólogos
m oleculares, be llegado a la conclusión de qu e existen diversas
razones por las que los científicos creen que deben m antener el
dogm a del d eterm inism o genético, a pesar de la crecien te evi­
d encia contra él. l o s científicos industriales son a m enu d o c o n ­
tratados para proyectos concretos, específicam ente definidos,
trabajan bajo estricta vigilancia y tienen prohibido debatir las
posibles im plicaciones de sus investigaciones, sobre tod o lo cual
se les obliga a firm ar cláusulas de confidencialidad. F.n las em ­
presas de biotecnología, en particular, la presión para am old ar­
se a la d octrina oficial del determ inism o genérico es enorm e.
Kn el m undo académ ico las presiones son de otra índole,
pero, lam entablem ente, casi igual de fuertes. D ebido al desm e­
surado coste de las investigaciones genéticas, los departam entos
de biología form an cada ve/, más alianzas con corporaciones
biotccnológicas para recibir sustanciosas aportaciones eco n ó m i­
cas que, obviam ente, con d icionan la naturaleza y la d irección de
sus investigaciones. C o m o señala R ichard Stro b m an : «l.os b ió ­
logos académ icos y los investigadores industriales se han vuelto
indifcrenciables, Es práctica habitual q u e se otorguen premios
especiales para esa clase de colaboración entre am bos sectores,
com p ortam iento que basta hace poco se hubiera considerado
un co n flicto de intereses.»120
l-os biólogos csrán acostum brados a formular sus peticiones
de fondos en térm inos de determ inism o genético, puesto qu e sa­
ben que eso es lo qu e .se financia. P rom eten a sus patrocinadores
que del co n o cim ien to futuro d e la estructura genética van a deri­
varse determ inados resultados, a pesar de saber bien que los avan­
ces científicos son siem pre inesperados c im prcdecibles. D urante
sus años de estudiante aprenden a adoptar ese doble nivel m oral,
que luego m antienen a lo largo de sus carreras académicas.
Además de esas presiones evidentes, existen tam bién barre­
ras cognitivas y psicológicas más sutiles, que garantizan qu e los

262
biólogos no vayan a pasarse* a la visión sistém ica de- la vicia, El rc-
d u ccionism o co n tin ú a siendo el paradigma d om inante en su
educación, por lo que no están nada familiarizados con concep­
tos tales co m o autoorganización, redes o propiedades em ergen­
tes. Por otro lado, incluso d en tro de los confines del paradigma
reduccionista, la investigación genérica puede ser trem endam en­
te apasionante: la cartografía del genom a hum ano, por ejem plo,
constituye un logro fascinante, im pensable para los científicos
de hace tan sólo una generación. Es com prensible que muchos
genetistas se apasionen co n su trabajo y deseen co n tin u ar co n sus
investigaciones bien financiadas, sin preocuparse por las im pli­
caciones de carácter más am plio.
Por ú ltim o , no hay q u e olvidar que la ciencia es un em pe­
ño fundam entalm ente colectiv o. Los científicos experim entan
una fuerte necesidad de pertenencia a sus com unidades intelec­
tuales, por lo que no es fácil que hablen en co n tra de ellas. In­
cluso académ icos con carreras brillantes y prem ios prestigiosos
en su haber se m uestran a m enudo reticentes a m anifestar una
actitud crítica.
A pesar de todas estas barreras, la oposición mundial al pa­
tentado, la com ercialización y la liberación al m edio natural de
organism os genéticam ente m odificados, com binada con las re­
cientes pruebas de las lim itaciones de las bases teóricas de la in­
geniería genética, dem uestran que el edificio del determ inism o
g enético se está derrum bando. C o m o dice Evelyn Pox Keller:
«Parece ya evidente qu e la prim acía del gen co m o concep to ex­
plicativo básico de la estructura y la función biológicas es una
característica del siglo XX qu e quizá no lo sea del X X I .»121 En
conclu sión, cada vez es m is patente que la biotecnología está
llegando a una encrucijada qu e es a un tiem po científica, filosó­
fica y política.

263
7. CARTAS NUEVAS

A medida que se inicia la andadura de este nuevo siglo, resul­


ta cada vez más evidente que el C onsenso de W ashington neoli­
beral y las normas políticas y económ icas señaladas por el G -7 y
las instituciones financieras por é\ creadas (B M , l'M I y C M C ) es­
tán profundam ente desencaminados. I.os análisis realizados por
intelectuales y líderes sociales citados a lo largo de esta obra de­
muestran que la «nueva econom ía» provoca una serie de conse­
cuencias dañinas imprevistas: aum ento de las desigualdades y la
m arginación social, quiebra de la dem ocracia, deterioro más rápi­
do y más extensivo del medio natural, e increm ento de la pobreza
y la alienación. El nuevo capitalism o global lia creado asim ism o
una eco n om ía delictiva de ám bito planetario que afecta profun­
dam ente a la econom ía y la política nacionales c internacionales,
ha destruido, y amenaza con destruir, com unidades enteras en
rodo el m undo y, con su em pecinam iento en una biotecnología
mal concebida, ha profanado el santuario de la vida al tratar de
convertir la biodiversidad en m onocultivo, la ecología en ingenie­
ría y la propia vida en m ercancía.

EL E ST A D O D E L M U N D O

A pesar de las nuevas regulaciones m edioam bientales, la dis­


ponibilidad creciente de productos qu e no dañan al m edio am -

264
b icn te v d e m uchos otros avances alentadores conseguidos por la
presión de lo.s m ovim ientos ecologistas, la pérdida masiva de
bosques y la m ayor extin ció n de especies qu e se han visto desde
hace m illones de años no han invertido su cu rso .1 Al reducir
nuestros recursos naturales y d ism in u ir la biodiversidad del pla­
neta dañam os la trama m ism a de la vida de la que depende nues­
tro bienestar, el cual incluye los im pagables «servicios ecosisté-
m icos» qu e la naturaleza ofrece gratis: procesado de residuos,
regulación del clim a, regeneración de la atm ósfera, etcétera.2 Es­
tos procesos vitales son propiedades em ergentes de sistemas no
lineales vivos que com enzam os tan sólo a com prender, y que es­
tán ahora en serio peligro d ebid o a nuestra búsqueda lineal de
crecim ien to eco n ó m ico y co n su m o material.
Estos peligros se han exacerbado con el cam bio clim ático
producido por nuestro sistem a industrial. L.a relación causal en­
tre calentam iento global y actividad hum ana ha dejado de ser
hipotética. A finales de 2 0 0 0 el prestigioso Panel Interguberna-
m ental sobre el C am bio C lim á tico hizo pública la declaración
consensuada más solem ne de su historia, en el sentido de que la
liberación hum ana a la atm ósfera de dióxido de carbono y de
otros gases causantes del efecto invernadero «contribuía signifi­
cativam ente al calentam iento observado a lo largo de los últi­
mos cincu en ta años».4 A finales del siglo XXI, predijo el Panel,
la tem peratura media podría haber subido 6 °C , un salto ma­
yor que la diferencia entre la últim a glaciación y la actualidad.
Ello haría que lo.s sistemas naturales y lo.s sistemas económ icos
hum anos estuvieran expuestos a los riesgos de aum ento del ni­
vel de los mares, tempestades más devastadoras y sequías más
intensas.4
A pesar de qu e ha habido recientem ente cierta dism inución
en la em isión global de carbono a la atm ósfera, no se ha reduci­
do la progresión del cam bio clim ático. Por el contrario, la evi­
dencia reciente dem uestra que se está acelerando. Esta eviden­
cia procede de dos observaciones distintas, pero igualm ente
preocupantes: la rápida fusión tle los glaciares y del mar de hie­
lo ártico, y la cada vez peor salud tle los arrecifes de coral.

2 6 1)
La fusión de glaciares a un ritm o extraordinario en iodo el
m undo constituye una d e las señales de alarma más om inosas
del calentam iento provocado por la com bu stión incesante de
com bustibles fósiles. Es más, los científicos que, en julio de
2 0 0 0 . alcanzaron el P olo N orte a bord o del rom pehielos ruso
Yamal se en contraron co n una visión inesperada y espeluznan­
te: donde hubiera debido estar la gruesa capa de hielo que ha
cubierto durante m ilenios el océano Á rtico había un brazo de
m ar de casi dos kilóm etros de ancho/
Si esta fusión masiva continúa, sus efectos planetarios serán
trem endos. R ecientem ente se ha descubierto que el hielo árrico
constituye un im portante elem ento en la dinám ica de la c o ­
rriente del ( lolfo. Su retirada del sistem a de circulación del
A tlántico N orte cam biaría drásticam ente el clim a de Europa y
afectaría a otras partes del m undo.6 Es más, la dism inución de
la superficie de hielo se traduciría en una m enor reflexión de
los rayos solares, lo cual aceleraría a su vez el calentam iento pla­
netario, y d e este m odo se activaría una espiral de consecu en­
cias imprevisibles. F.n el peor escenario im aginado por los cien ­
tíficos del Panel, las nieves del K ilim anjaro, inmortalizadas por
el fam oso relato breve de H cm ingw ay, podrían desaparecer en
qu ince años, al igual que la nieve de los Alpes.
M enos visible que la fusión de los glaciares de alta m ontaña,
pero igualmente significativa, es la alarm ante com probación del
calentam iento de los océanos tropicales. Kn m uchas partes del tró­
pico las aguas poco profundas albergan enorm es arrecifes de coral
formados por grandes colonias de pólipos durante largas etapas de
tiem po geológico. Estas estructuras masivas - c o n m ucho las más
grandes jam ás formadas por organism os vivos sobre la T ie rra -
constituyen el hogar de innum erables plantas, anim ales y m icro­
organismos. Ju n to con las selvas tropicales, los arrecifes de coral de
los trópicos son los ecosistemas más com p lejos del planeta, verda­
deras maravillas de biodiversidad.
En los últim os años los arrecifes coralinos de todo el
m undo, desde el C arib e hasta el o céano ín d ico y la G ran B a­
rrera de Arrecifes de Australia, han estado som etidos a un es*

266
trés m edioam biental que amena/a su vida, en buena medida
debido al au m en to de la tem peratura del agua. Los pólipos del
coral son extrem adam ente sensibles a los cam bios de tempera­
tura de su m edio acuático, y palidecen y se mueren si la tem­
peratura del agua del océano asciende, aunque sea ligeramen­
te. En 199H biólogos m arinos estim aron que más de una
cuarta parte de los arrecifes de coral del m undo estaban enfer­
mos o agonizaban. D os años más tarde se inform ó de que la
mitad de los vastos arrecifes coralinos qu e rodean el archipié­
lago indonesio habían sido destruidos por la contam inación,
la de-forestación y el aum ento de la tem peratura del agua.8
Esta destrucción masiva de los arrecifes de coral en todo el
planeta constituye una de las indicaciones más claras y preo­
cupantes del calentam iento global.
Al m ism o tiem po que los científicos van dando cuenta de
señales del calentam iento global, tanto en el Á rtico com o en los
trópicos, aum entan la frecuencia y la intensidad de fenómenos
«naturales» co n efectos devastadores, causados en parte por el
cam bio clim ático inducido por los hum anos, junto con otras
prácticas ecológicam ente destructivas. T an sólo en el año 199H
tres de estos desastres azotaron a diversas zonas del planeta, y
cada uno de ellos provocó la pérdida de miles de vidas hum a­
nas y daños económ icos catastróficos.'1
El huracán M itch , la peor torm enta atlántica en doscientos
años, segó diez, mil vidas y devastó extensas zonas de América
C entral; sus consecuencias para el desarrollo de la región se de­
jarán sen tir d urante décadas. Eos efectos de la tormenra fueron
agravados por la com binación de cam bio clim ático, de foresta­
ción debida .1 presión hum ana y erosión. En C hin a las catastró­
ficas inundaciones del río Y ang-T se, que provocaron más de
cuatro mil víctim as mortales y anegaron veinticinco m illones tic
hectáreas de cultivo, fueron en gran medida consecuencia de la
deforestación que había despojado previam ente a las laderas de
las m ontañas de su m anto vegetal. F.n el m ism o año Bangladesh
sufrió la inundación m ás devastadora del siglo, qtie acabó con la
vida de mil cuatrocientas personas y m antuvo bajo el agua a dos

267
tercios del país d urante varios meses. Los efectos de esa inunda­
ción se vieron exacerbados al llover intensam ente sobre zonas
deforestadas, así corno por la obstrucción de los cauces de los
ríos a causa de la sed im entación.
D ebid o al calen tam iento global el nivel d e los mares va su­
biendo regularm ente. Kn e l siglo XX ascendió unos veinte cen tí­
m etros, y, de seguir las tendencias actuales» a finales del siglo XXI
habrá subido otros cincu enta. Ix>s m eteorólogos predicen que
esto representará un peligro para los principales deltas del m un­
do -lo s del G anges, el Amazonas y el M isisip í-, y qu e la subida
del océano podría llegar incluso a anegar el m etro de la ciudad
de Nueva Y o rk .’0
L.a creciente m arca (a m enudo literalm ente) de catástrofes
naturales de la pasada década constituye una clara indicación
de qu e la inestabilidad clim ática causada por las acciones hu­
manas va en aum ento, así com o de qu e perturbam os el buen
fu ncionam iento de los ecosistem as sanos que nos proporcionan
protección ante esa clase de desastres. ( 'orno señala Janet Abra-
movitz, del W orldw atch Institute:

Numerosos ecosistemas han sido agorados hasta el extre­


mo de que han perdido su resistencia, y ya no pueden absor­
ber las perturbaciones naturales, lo que prepara el escenario
adecuado para la ocurrencia de «desastres naturales», de fre­
cuencia c intensidad crecientes, a causa de las acciones huma­
nas. Al destruir bosques, icprcsar ríos, desecar humedales y
desestabilizar el clim a, estamos deshaciendo el entramado de
una compleja red ecológica de seguridad.11

Análisis detallados de la dinám ica subyaccnre tras los desas­


tres naturales más recientes dem uestran qu e, en todos los casos,
el estrés m edioam biental y el estrés social están ín tim am en te li­
gados.12 La pobreza, la escasez de recursos y la expansión de­
m ográfica se co m bin an para crear círculos viciosos de degrada­
ció n y ruina, tanto en los ecosistem as co m o en las com unidades
hum anas locales.

268
l-i principal lección que se extrae de estos análisis es que las
causas de la m ayoría de nuestros problem as presentes, tanto
m edioam bientales co m o sociales, tienen sus ralees en nuestros
sistemas económ icos. C o m o ya he señalado anteriorm ente, la
forma actual de capitalism o global es ecológica y socialmcncc
insostenible y - e n co n secu en cia- inviable a largo plazo.n Son
necesarias norm ativas m edioam bientales más estrictas, m ejo­
res prácticas com erciales y tecnologías más eficaces, pero esto
no será su ficiente. H ace falta un cam bio sistém ico más pro­
fundo.
Este cam b io sistém ico más profundo ya está en marcha. L'n
todo el m undo intelectuales, líderes sociales y m ilitantes de base
están form ando organizaciones eficaces y alzan sus voces no tan
sólo para exigir un «cam bio de juego», sino tam bién para sugerir
medios concretos de conseguirlo.

C.LOD/MIZACIÓN DISl'ÑADA

C ualquier discusión realista sobre un cam bio de juego debe­


rá partir del reconocim ien to de que, aunque la globalización sea
un fenóm eno em ergente, la form a actual de globalización eco­
nóm ica lia sido deliberadam ente diseñada y pu(d( ser redisefia-
da. Cionio hem os visto, la econom ía global actual está estructu­
rada en torno a redes de flujos financieros en las que el capital
trabaja en tiem p o real y se desplaza rápidam ente d e una opción
a otra en una búsqueda incesante de oportunidades de inver­
sió n .11 Ll «m ercado global» es en realidad una red de máquinas,
un autóm ata qu e im pone su lógica a todos los participantes luí-
manos. .Sin em bargo, para que pueda funcionar adecuadamente,
esc autóm ata tiene que ser program ado por instituciones y acto­
res hum anos. lx>s programas qu e dan lugar a la nueva econom ía
están form ados por dos com p onentes fundam entales: valores y
normas de funcionam iento.
Las redes financieras globales procesan señales que asignan
un valor financiero específico a cada activo disponible en cada

m
econom ía. Es ce proceso dista m u cho de ser d irecto , en ia m ed i­
da en qu e incluye cálculos basados en m odelos m atem áticos
avanzados, inform ación y opiniones sum inistrados por em pre­
sas de valoración, guiñes financieros, ejecutivos de bancos ce n ­
trales, otros analistas financieros influyentes y en ú ltim o lugar,
aunque no por ello m enos im p o rtan te- turbulencias de infor­
m ación en gran medida in con trolad as.1*’
En otras palabras, el valor financiero intercam biable de
cualquier activo (sujeto a ajustes con tin u os) constituye una p ro ­
piedad em ergente de la dinám ica altam ente no lineal del au tó ­
mata. Sin em bargo, detrás de todas esas evaluaciones está el
principio fundam ental del capitalism o desbocado: la ganancia
económ ica tiene qu e ser siem pre valorada por en cim a de la de­
m ocracia, de los derechos hum anos, de la protección del m edio
am biente y de cualquier otro valor. C'am hiar de juego significa,
sobre lod o y ante todo, cam biar de principio fundam ental.
Además de este co m p lejo proceso de evaluación de los acti­
vos negociables, los program as de las redes financieras globales
contienen normas operativas que deben ser seguidas por igual
en todos los mercados financieros del m undo. Se trata de las re­
glas de libre com ercio im puestas por la O M C a sus países
m iem bros. Para garantizar la obten ción de los m árgenes de b e­
neficio m ás elevados posible en el casino global, el capital debe
tener las m anos libres a fin de fluir librem ente a través d e sus
redes financieras, de m od o que pueda ser invertido en cual­
quier lugar del m undo co n absoluta inm ediatez. Estas reglas de
libre com ercio, ju n to co n la crecien te dcsregularización de las
actividades de las corporaciones, están diseñadas para garantizar
la más absoluta libertad de m ovim ientos del capital. Los obs­
táculos a este co m ercio sin trabas, que van siendo recortados o
elim inados por este nuevo m arco legal, suelen ser normativas
m edioam bientales, leyes de salud pública, leyes de seguridad
alim entaria, derechos adquiridos de la clase trabajadora y n or­
mativas que perm iten a los gobiernos m antener el control de
las inversiones que se hacen en su territorio y la propiedad
de su cultura lo cal.16

270
La integración de actividades económ icas resultante va mu­
ch o más allá de los aspectos puram ente económ icos: se extiende
al ám bito cultural, lo d o s los países del m undo, a pesar de la
diversidad de sus culturas, están cada vez más honiogenei/.ados
a causa de la incesante proliferación de las mismas franquicias
de restaurantes, de las m ism as cadenas hoteleras, de la misma
arquitectura en altura, de los mismos hiperm ercados y de los
mismos centros com erciales. El resultado de todo ello es, según
la oportuna expresión de V andalia Shiva, el «m onocultivo de la
mente».
Las reglas económ icas del capitalism o global son impuestas
co n firmeza y activam ente promovidas por tres instituciones fi­
nancieras cuya actividad tiene ám bito m undial: el B M , el HM1
y la C M C . Se las co n o ce colectivam ente con el nom bre de ins­
tituciones de B rctton W o o d s, por haber sido constituidas en
una conferencia de las N aciones Unidas que se celebró en 1944
en esa localidad de New H am pshire co n el o bjetiv o de crear un
m arco institucional que posibilitara en la posguerra una econo­
mía coherente en codo el m undo.
El BM fue creado originalm ente para financiar la recons­
trucción ile Europa, devastada tras la Segunda G uerra M undial.
El I M I lo fue para garantizar la estabilidad del sistema financie­
ro internacional. Sin em bargo, am bas instituciones cam biaron
bien pronto d e orientación y se dedicaron a la prom oción y
aplicación forzada al T ercer M u nd o de un reducido m odelo de
desarrollo eco n óm ico , a m enudo co n efectos sociales y me­
dioam bientales catastrófico s.1' El papel nom inal de la C M C en
el escenario eco n óm ico m undial consiste en regular el com ercio,
prevenir guerras com erciales y proteger los intereses de los paí­
ses pobres. En realidad, prom ueve y aplica a nivel planetario el
m ism o program a que el BM y el F M I lian im puesto a la mayor
parte del m undo en vías de desarrollo. En lugar d e proteger la
salud, la seguridad, los medios de vida de los pueblos y su cultu­
ra. las reglas d e libre co m ercio de la O M C socavan esos dere­
chos hum anos básicos a cam bio de la consolidación del poder y
de la riqueza de una pequeña ¿lite corporativa.

271
l.as reglas ele libre com ercio son el resultado de m uchos años
de negociaciones a puerta cerrada, en las que estaban presentes
grupos de presión del m undo de la industria, de los negocios y de
las grandes corporaciones, pero de las que fueron sistem ática­
m ente excluidas las ONC» representantes de los intereses m e­
dioam bientales, de la justicia social, de los derechos hum anos y
de la dem ocracia, N o resulta, pues, sorprendente qu e el m ovi­
m iento global en contra de la O M C exija ahora una m ayor trans­
parencia en el establecim iento de las reglas de m ercado, así com o
de las correspondientes consecuencias sociales y m edioam bienta­
les. U na poderosa coalición de centenares de O N G está propo­
niendo una nueva serie de políticas com erciales qu e, de ser apli­
cadas, cam biarían radicalm ente el juego financiero mundial.
Líderes com u nitarios y m ovim ientos d e base de todo el
m undo, cien tíficos e incluso algunos de los especuladores fin an­
cieros más exitosos com ienzan a ponerse de acuerdo en que el
capitalism o global necesita ser regulado y constreñid o, así co m o
en qu e sus flujos financieros deben ser organizados de acuerdo
con otra serie de valores.18 Kn la reunión de 20 0 1 del Foro E c o ­
nóm ico M undial de D a vos, el exclusivo club de los representan­
tes de los grandes negocios, algunos de los participantes adm i­
tieron por prim era vez qu e la globalización no tiene futuro, a
m enos que se rediseñe a fin de que sea aceptable para todo el
m undo, ecológicam ente sostenible y respetuosa co n los dere­
chos y los valores hu m ano s.19
P or supuesto, entre form ular declaraciones p olíticam ente
correctas y cam biar de veras el com p ortam ien to corporativo
m edia un abism o, pero ponerse de acuerdo sobre los valores bá­
sicos necesarios para rem odelar la globalización econ óm ica se­
ría, sin duda, un prim er paso fundam ental. ¿Cuáles son esos va­
lores básicos? O , reiterando el planteam iento de Václav Havcl
al respecto, ¿cuáles son las dim ensiones ¿ticas de la globaliza­
ción?20
La ¿tica se refiere a unas norm as de conducta hum ana que se
originan a partir de un sentido de pertenencia. C uand o pertene­
cem os a una com unidad, nos com portam os según sus norm as.21

272
lín el contexto de l.i globalización, las com unidades más relevan­
tes a las que pertenecem os son dos. T o d o s som os m iem bros de la
humanidad y todos form am os parte de la biosfera planetaria. So ­
mos todos m iem bros de un o¡kus—r¿[¡. griega del térm ino «ecolo­
g ía»-, de un m ism o «hogar I ierra», y co m o tales deberíamos
com portarnos igual que lo.s demás m iem bros de esc hogar -p la n ­
tas, animales y m icroorganism os- que conform an la vasta red de
relaciones que denom inam os trama de la vida.
Esta red global viva ha estado desarrollándose, evolucionan­
do y diversificándose a lo largo de tres mil m illones de años, sin
romperse jam ás. I.a característica más sobresaliente del hogar
1 ierra consiste en su capacidad innata para sostener la vida.
C o m o m iem bros de la com unidad planetaria de seres vivos, nos
corresponde com p ortarnos de tal m odo que no perturbem os esa
capacidad innata: éste es el significado de la sostenibilidnd eco­
lógica. l.o qu e es sostenido en una com unidad sosteniblc no es
su crecim iento eco n ó m ico ni su desarrollo, sino toda la trama
de la vida, de la que depende nuestra supervivencia a largo pla­
zo. U na com unidad respetuosa con esa tram a está diseñada de
m odo que sus formas de vida, de negocios, de econom ía, de es­
tructuras físicas y de tecnologías no perturben la capacidad in­
nata de la naturaleza para sostener la vida.
C o m o m iem bros de la com unidad hum ana, nuestro co m ­
portam iento debería reflejar el respeto más absoluto por la dig­
nidad hum ana y por los derechos hum anos fundamentales.
Puesto que la vida hum ana incluye dim ensiones biológicas, cog-
nitivas y sociales, los derechos hum anos deberían ser respetados
en cada una de esas tres dim ensiones. 1.a dim ensión biológica
incluye el derecho a un m edio am biente saludable, así co m o a la
seguridad alim entaria en sus aspectos de salubridad y garantía
de abastecim iento. I lo m a r la integridad de la vida im plica tam ­
bién el rechazo al patentado de cualquier form a de vida. En la
dim ensión cogniriva los derechos hum anos incluyen el acceso a
la educación y al co n o cim ien to , así co m o la libertad de opinión
y de expresión. Fin alm en te, en la dim ensión social el prim er de­
recho hum ano -c ita n d o literalm ente la n cd a ra c ió n de Dcrc-

273
chas I L ím an o s d e las N aciones U n id a s- consiste en «el derecha
a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona*. Ksra d i­
mensión social abarca gran núm ero de derechos hum anos, des­
de la justicia social al derecho de reunión pacífica, a la integri­
dad cultural y a la autodeterm inación.
Para com binar el respeto a esos derechos hum anos con la
ética de la sostenibilidad ecológica necesitarem os com prend er
i|iie, tanto en lo referente a los ecosistem as com o a las socieda­
des hum anas, la sostenibilidad no es una propiedad individual,
sino de una red com pleta d e relaciones que im plica a la co m u ­
nidad co m o un rodo. U na com u nid ad hum ana sostenible
interactúa con otros sistem as vivos -h u m a n o s y 110 hum anos
de tal m odo que les perm ite vivir y desarrollarse según su pro­
pia naturaleza. En el ám b ito hum ano la sostenibilidad es plena­
m ente consistente con el derecho fundam ental de las co m u n i­
dades a la au todeterm inación y la autoorganización.

LA C O A L IC IÓ N D E S E A 'JT L E

Los valores de la dignidad hum ana y de la sostenibilidad


ecológica aquí reseñados constituyen la base ética para rem ode-
lar la globalización, en torno a la cual se ha form ado una im pre­
sionante coalición global de O N G . Su núm ero se ha in crcm cn -
rado espectacularm ente en las últim as décadas, desde unos pocos
centenares en los años sesenta hasta más de veinte mil a finales
del siglo X X .22 D urante los noventa, surgió del seno de esas
O N G una élite experta en inform ática qu e com enzó a utilizar de
form a muy habilidosa las nuevas tecnologías de com u nicación ,
particularm ente Internet, para com unicarse en red enrre sí, in ­
tercam biar inform ación y m ovilizar a sus m iem bros.
Este trabajo en red se in tensificó notablem ente con ocasión
de la preparación de acciones co n ju n tas ante la reunión de la
O M C en Seatd e en noviem bre de 1 9 9 9 . D urante m uchos m e­
ses centenares de O N G se intcrconectaron electrón icam ente
para coord inar sus planes y producir un alud de panfletos, de-

274
claracioncs d e principios, notas de prensa y libros, en los que ex­
ponían claram ente su oposición a los dictados y a las prácticas
antidem ocráticas de la O M C .2' Estas tom as de posición fueron
prácticam ente ignorarlas por la O M C , pero tuvieron, en cam ­
bio, un efecto notable en la opinión pública. La cam paña edu­
cativa de las O N G cu lm inó en una asamblea de dos días en
Scatrle, justo antes del encu en tro de la ( ) M ( !, organizada por el
F oro Internacional sobre la G lobalización. a la que asistieron
más de dos mil quinientas personas de todo el m undo.24
I I 3 0 de noviem bre de 199 9 unas cincuenta mil personas,
pertenecientes a más de setecientas organizaciones, tom aron par­
te en una m anifestación muy bien coordinada, apasionada >'
prácticam ente no violenta, qu e cam biaría para siem pre el escena­
rio político de la globalización. C o m o relata Paul Hawken, me-
dioam bicntalista y escritor qu e participó en la protesta de Scattle:

No había líderes caristnáticos. Ningún personaje religioso


intervino en ninguna acción directa. N o había grupos que bus­
caran protagonismo. I.a R tickm Socicty, la Kainforest Action
N etW o rk, ( ¡lobal F.xehange y centenares de organizaciones más
estaban allí, coordinándose básicamente a través de teléfonos
móviles, correos electrónicos y la D irect Action N e t W o r k ...
Estaban organizadas, preparadas y determinadas. Se trata­
ba de grupos de militantes en pro de los derechos humanos,
de sindicalistas, dr pueblos indígenas, de asociaciones religio­
sas, de trabajadores del acero, de granjeros, de defensores de
los bosques, de medioambicntalistas, tic trabajadores sociales,
de estudiantes, de profesores |..,J Tod os ellos hablaban en de­
fensa de un mundo al que la globalización no ha mejorado cu
nada.-’s

l,t policía d e .Seattic respondió con dureza para tratar de


m antener a los m anifestantes alejados del C en tro de C onven ­
ciones, donde debía tener lugar el en cuentro de la O M C , pero
no estaba preparada para las acciones callejeras de una red ma­
siva y bien organizada, totalm en te entregada a im pedir el cn-

275
cu eniro. Kl rebultado fue el caos: centenares de delegados qu e­
daron bloqueados en las calles o encerrados en sus hoteles y la
cerem onia inaugural tuvo que ser cancelada.
La frustración de políticos y delegados tile creciendo a m edi­
da que el día avanzaba. A última hora de la tarde del prim er día,
el alcalde y el jefe de policía declararon el estado de excepción; el
segundo día la policía pareció perder por com p leto el control,
pues atacó brutalm ente no tan sólo a m anifestantes, sino tam bién
a transeúntes y m irones. M ichael M eacher, m inistro de M edio
Am biente del Reino U nido, declararía después: -<No contábam os
con la policía de Seatrlc, que se bastó ella sola para convertir una
protesta pacífica en una revuelta.»26
E n tre los cincuenta mil manifestantes había tal vez un cente­
nar de anarquistas que habían acudido con el propósito de rom ­
per escaparates y destruir m obiliario urbano. Podían lialx-r sido
fácilm ente arrestados, pero la policía de Scattlc op tó por no hacer­
lo, y los medios tle com unicación prefirieron dedicar su atención
a las acciones destructivas de esc grupo m inúsculo -u n a fracción
del uno por ciento en lugar de prestarla al m ensaje constructivo
de la inm ensa mayoría de m anifestantes no violentos.
Al final, el en cu entro de la O M C fracasó no sólo a causa de­
esas m anifestaciones masivas, sino tam bién - e incluso es proba­
ble que sobre to d o - por el m odo co m o los principales grupos
tle poder tle la O M C ! trataron tle im ponerse a los delegatlos de
los países del Su r.27 T ras ignorar docenas de propuestas presen­
tadas por países en desarrollo, los líderes de la O M C excluye­
ron a los delegados de esos países de las reuniones críticas m an ­
tenidas en la trastienda de la «Sala V e r d e y trataron luego tle
persuadirlos pata que firmaran un acuerdo negociado en secre­
to. Indignados, m uchos tle los representantes de los países en
vías de desarrollo rehusaron hacerlo y abandonaron las reunio­
nes para unirse a la oposición masiva al régim en antid em ocráti­
co de la O M C qu e estaba teniendo lugar más allá de las pare­
des del C en tro de C onvenciones.
E nfrentad os a la perspectiva de un rechazo de las delegacio­
nes de esos países en la sesión final, los poderes Tácticos de la

276
O M C prefirieron dejar que la reunión de Seattle term inara en
fracaso toral, sin tratar siquiera de presentar una declaración fi­
nal. Seattle, que en principio tenía que haber presenciado la ce­
lebración de la consolidación m undial de la O M C , se convertía
en lugar de ello en el sím bolo de la resistencia global izada.
Después de Seattle tuvieron lugar otras manifestaciones,
m enos im portantes, pero igualm ente eficaces, en W ashington,
Praga y Q u cb ec, pero Seattle luc, sin duda, el punto crucial en la
form ación de una coalición global de O N G . A finales de 2 0 0 0
más de siete mil organizaciones de setenta y nueve países distin­
tos se habían unido a lo que se llamaba ya oficialm ente la C oali­
ció n de Seattle y com enzaban a preparar una cam paña mundial
«para el derrocam iento de la O M C ».™ N aturalm ente, existe
gran diversidad de intereses entre estas O N G , que van desde or­
ganizaciones laborales a organizaciones de defensa de los dere­
chos hum anos, de los derechos de la m ujer, religiosas, m edioam ­
bientales o de pueblos indígenas. Sin em bargo, existe un notable
acuerdo entre ellas acerca de los valores fundam entales de digni­
dad hum ana y sostenibilidad ecológica.
Kn enero de 2001 la C oalició n de Seattle celebró el primer
F oro Social M undial en Porto Alegre, Brasil. D iseñado com o
contrap u nto al Foro H conóm ico M undial de D avos, Suiza, se
hizo co in cid ir las fechas de am bos, aunque se reunió en el he­
m isferio sur. El contraste en tre am bos acontecim ientos fue im ­
presionante. En Suiza una reducida élite de líderes de los nego­
cios, m ayoriiariam ente hom bres y blancos, se reunía en la más
esrricta reclusión, protegida de los m anifestantes por un masivo
co n tin g en te del ejército suizo. En el Brasil, mientras tanto, doce
mil personas de todas la.s razas se encontraban abiertam ente en
grandes salas de reuniones y eran calurosam ente recibidos por la
ciudad de Porto Alegre y |>or el estado de R io G rande do Sul.
Por prim era vez la C oalició n de Seattle había convocado a
sus m iem bros no para protestar, sino para dar el siguiente paso
y d ebatir sobre escenarios altcrnarivos, de acuerdo con el lema
oficial del F oro: «O tro m undo es posible.» C o m o inform ó The
Guardian: <«Estaba presente un sen tim ien to tangible de enicr-

277
gencia global de un m ovim iento com puesto por una asom brosa
diversidad de edades, tradiciones políticas, experiencia práctica
y circunstancias culturales.»29

UNA N U EV A S O C IE D A D C IV IL (¡L O B A I

La C oalición de Neattlc ejem plifica una nueva clase de movi­


m iento político que es rípico de nuestra Era de la Inform ación. El
uso ingenioso de la interactividad de Internet, su inmediatez y su
alcance planetario perm iten que las O N C i de la C oalición pue­
dan com unicarse en red entre sí, com partir inform ación y movili­
zar a sus m iem bros con una rapidez sin precedentes. C o m o resul­
tado de ello las nuevas ( ) N ( ¡ globales han em ergido com o
agentes políticos efectivos, totalm ente independientes de las ins­
tituciones nacionales e internacionales tradicionales.
C o m o ya hem os visto, la em ergencia de la sociedad en red
ha ido paralela al declive de la soberanía, de la autoridad y de la
legitim ación de la n ació n -estad o .M* Al m ism o tiem p o, las prin­
cipales religiones no han sabido desarrollar una ¿tica adecuada
a la era de la globalización, m ientras que la legitim ación de la
tradicional fam ilia patriarcal es cuestionada por profundas re-
definiciones de la fam ilia, la sexualidad y las relaciones entre los
sexos. Es decir, se vienen abajo las principales instituciones de
la sociedad civil tradicional.
Esta sociedad civil es definida tradicionalm ente com o un
co n ju n to de organizaciones e instituciones -ig lesias, partidos
políticos, sindicatos, cooperativas y voluntariados diversos- que
constituyen la interfaz entre el estado y su ciudadanía, l as insti­
tuciones ilc la sociedad civil representan los intereses de las per­
sonas y constituyen los canales políticos que las co n ectan al esta­
do. Según el sociólogo M anuel C astclls, en la sociedad en red el
cam bio social no se origina dentro de las instituciones tradicio­
nales de la sociedad civil, sino que se desarrolla a partir de iden­
tidades que se basan en el rechazo de los valores dom inantes de­
esa sociedad: patriarcado, d om inación y con trol de la nattiralc-

278
za, crecim ien to económ ico y consum o m aterial sin lím ites, etcé­
t e r a , l a oposición a esos valores originó los poderosos movi­
m ientos sociales que sacudieron el m undo industrializado en los
sesenta. C o n el tiem po, surgiría d e ellos una visión alternativa,
basada en el respeto por la dignidad hum ana, en la ética de la
sostenibilidad y en una visión ecológica del m undo. Esta nueva
visión constituye el núcleo de la coalición global de m ovim ien­
tos de base tle nuestros días.
Una nueva sociedad civil, organizada en torno a la remodela­
ción de la globalización, está em ergiendo gradualmente. N o se de­
fine a sí m isma en referencia al estado, sino que su ám bito de ac­
ción y su organización son globales. Se manifiesta físicam ente en
forma de O N G -c o m o O xfam , G reenpeace, Red T ercer M undo
o Rainforest A ciion N erw ork-, así com o de coaliciones de cente­
nares de organizaciones menores, todas las cuales se han converti­
do en actores sociales de un nuevo m ovim iento político.
C o m o señalan los politólogos C raig W arkentin y Karcn
M ingst, la nueva sociedad civil se caracteriza por el desprestigio
de las instituciones formales y el énfasis en las relaciones socia­
les y políticas entre sus a g e n te s." Estas relaciones se estructuran
en torno a dos clases diferentes de redes. Por un lado, las O N G
se apoyan en organizaciones de base (es decir, redes humanas
vivas), y, por o tro , aprovechan las nuevas tecnologías de com u ­
nicación (es decir, redes electrónicas). Internet, en particular, se
ha convertido en su instrum ento po lítico más eficaz. Al estable­
cer esta novedosa relación entre redes hum anas y redes electró­
nicas. la nueva sociedad civil global ha rcm odelado el panora­
ma p olítico. Para ilustrar este fen óm eno, W arkentin y Mingst
han estudiado la cam paña contra el A M I llevada a cab o con
éxito por la C oalición de Seattle.
El A M I (Acuerdo M ultilateral sobre Inversiones), negocia­
d o por la O rganización para la C oo p eració n y el Desarrollo
E co n ó m ico (O C D E ) , trataba de convertirse en un instrum ento
legal que habría creado unas cond iciones sin precedentes para
la protección de las inversiones extranjeras, en particular en los
países en vías de desarrollo. Sus provisiones reducían enorm e­

279
m ente el poder de los gobiernos locales para regular las activi­
dades de inversores extranjeros al lim itar, por ejem plo, las res­
tricciones a la propiedad foránea de bienes inm obiliarios, e in­
cluso de industrias dom ésticas estratégicas. En otras palabras, la
soberanía de las naciones pasaba a supeditarse a los derechos de
las grandes corporaciones.
Las negociaciones com enzaron en 1 9 9 5 , dirigidas por la
O C D E a puerta cerrada, ocultas al escrutinio p ú blico, y dura­
ron más de dos años. Pero en 1 9 9 7 fue filtrado un prim er b o ­
rrador a P u blic C itizen , grupo activista fundado por Ralph Na-
der, que inm ediatam ente lo difundió por Internet. T a n pronto
com o ese docum ento de trabajo com enzó a circular por la red
(dos años antes de Seattle), más de seiscientas organizaciones de
setenta países distintos expresaron vehem entem ente su rechazo
al tratado. O xfam , en particular, criticó la falta de transparen­
cia del proceso de negociación, la exclusión de los países en vías
de desarrollo de las negociaciones (a pesar de que iban a ser los
más directam ente afectados por el tratado) y la ausencia de es­
tudios independientes sobre las im plicaciones sociales y me­
dioam bientales del m ism o,
A cto seguido las O N G participantes en la cam paña publi­
caron el borrador del A M I en sus respectivas páginas electróni­
cas, junto con sus propios análisis, listados de datos y llam a­
m ientos a la acción (incluyendo el envío masivo de cartas de
protesta y m anifestaciones varios). lisas inform aciones fueron
apareciendo en páginas electrónicas extensivam ente interconec-
tadas con otras. Al final, la O C D E se vio obligada a poner en la
red su propia página electrónica sobre el A M I, en un esfuerzo,
en gran medida inútil, por contrarrestar la vigorosa cam paña
electrónica en contra del acuerdo.
Los delegados participantes en las negociaciones tenían la
in tención de com p letar el acuerdo en mayo de 1 9 9 7 , pero, al
encontrarse con una oposición m undial tan bien organizada, la
O C D E estableció un «período de evaluación» de seis meses y
pospuso en un año el plazo lím ite para com pletar el acuerdo.
C uando se reanudaron las negociaciones, en o ctu b re de 1997,

280
las posibilidades de com p letar el acuerdo co n éxito habían dis
m inuido drásticam ente. D os meses después la O C D E anuncia­
ba la suspensión perm anente de las conversaciones sobre el
A M I. 1.a delegación francesa, una de las primeras en retirar su
apoyo al tratado, recon oció explícitam ente el papel decisivo que
la nueva sociedad civil había tenido en el proceso: «El A M I [...]
señala [una etapa] im portante en las negociaciones [...] interna­
cionales. P or prim era ver som os testigos de la em ergencia de
una "sociedad civil global” representada por organizaciones 110
gubernam entales, frecuentem ente activas en varios países a la
vez y que se co m u n ican por encim a de las fronteras. Se trata, sin
duda, de un cam bio irreversible.»M
W arkenlin y M ingsi subrayan, en su análisis, que uno de
los principales logros de las O N C consistió en babor sabido
encuadrar adecuadam ente el debate público sobre el A M I.
M ientras que el tratado era discutido por los delegados de la
O C D F . en térm inos financieros y eco n óm ico s, las O N G utili­
zaron un lenguaje que subrayaba los valores subyacentes tras
él. C on ello introducían una amplia perspectiva sistém ica, al
mism o tiem po qu e adoptaban un discurso m ucho más directo,
franco y lleno de em otiv id ad .n Se trata de algo típico de la
nueva sociedad civil, que no tan sólo utiliza las redes globales
de com u n icaciones, sino que esrá enraizada en com unidades
locales que derivan sus respectivas identidades de un conjunto
de valores com partidos.
Este análisis es coherente con la afirm ación de M anuel
C astells de qu e, en la sociedad en red. el poder político deriva
de la capacidad para utilizar con eficacia sím bolos y códigos
culturales, para encuadrar de la manera adecuada el discurso
p o l í t i c o .A i d reside, precisam ente, la potencia de las O N G en
la sociedad civil global. Pueden plantear cuestiones críticas en
un lenguaje que tiene sentido para la gente y que conecta enio-
cionalm enre con ella, y prom ocional' así una política «más
“centrada en las personas” y unos procesos políticos (más] de­
m ocráticos y participativos».'7 C o m o concluye Castells, la nue­
va política «será una política cultural que |...| tendrá lugar pre-

281
ferenlóm ente en el espacio m ediático y utilizará sím bolos en
su lucha, pero que estará, sin em barco, conectada a valores y
cuestiones que form an parte de la experiencia vital de la
gente».38
Para situar el discurso político dentro de una perspectiva
sistém ica y ecológica, la sociedad civil global se apoya en una
red de intelectuales, institutos de investigación, bancos de pen­
sadores y centros de aprendizaje, que operan en gran medida al
margen tle las principales instituciones académ icas, de las orga­
nizaciones empresariales y de las agencias gubernam entales. Su
característica com ún consiste en la prosecución de sus investi­
gaciones y de sus enseñanzas en el seno de un m arco explícito
de valores esenciales com partidos.
Existen hoy en el m undo docenas de instituciones de esas ca­
racterísticas. T a l vez las más conocidas en los Estados Unidos
sean el W orldw atch Instirute, el R ocky M oum ain Institutc, el
Institute for Policy Srudics, el International Forum on G lobali-
zarion, el G lobal T rad c W atch , la Foundation on E co n o m ic
T rend s, el Institute for Food and D evelopm cnt Policy, el Land
Institute y el C enter for Ecoliteracy. En el Reino U nido, el Sch u -
m acher C ollcgc; en Alem ania, el W uppertal Institute für Klima,
L'm w elt und Encrgie; en el Jap ó n , África y Latinoam érica. Zcro
Em issions Research and Initiatives, y en la Ind ia, la Research
Foundation for Science, Technology and Ecologv. T o d a s ellas
tienen sus páginas electrónicas y están interconectadas entre sí y
con las O N G más orientadas a la acción , a las que proporcionan
los recursos intelectuales necesarios.
1.a m ayor parte de esas instituciones son com unidades de
intelectuales y m ilitantes im plicadas en gran variedad de pro­
yectos y cam pañas, desde la reform a electoral a las relaciones
entre los sexos, el P rotocolo de K io to sobre el calentam iento
global, la biotecn ología, las energías renovables, el patentado de
fárm acos, etcétera. E n tre todas estas cuestiones cab e destacar
tres grandes grupos que parecen estar en el p u n to de m ira de
las coalicion es de base más grandes y activas: el desafío de re-
m odelar las reglas y las instituciones que gobiernan la globaliza-

2H2
ció n . la oposición a los alim entos G M y la prom oción tic una
agricultura sostcniblc, y el ccod iscño, en un esfuerzo concerta­
do para rediseñar nuestras estructuras físicas, nuestras ciudades,
nuestras tecnologías y nuestras industrias, para hacerlas eco ló g i­
cam ente sosten i bles.
Esos tres grandes grupos de puntos de interés están interre-
lacionados. Prohibir el patentado de cualquier forma de vida,
rechazar los alim entos G M y prom ocionar la agricultura soste-
niblc son, por ejem plo, cuestiones im portantes para la reformu-
lación de la globalización. Se traca de estrategias esenciales para
el avance hacia la sostenibilidad ecológica, íntim am ente relacio­
nadas. por consiguiente, con el cam po más am plio del ccodise-
ño. Esos vínculos conceptuales im plican que m uchas acciones
coordinadas entre O N G se ocupen de diversas partes de esos
tres grandes grupos de interés, o que esas organizaciones las in­
cluyan en sus propios proyectos.

K I'M O U h l.A K \A ( ; U ) H A I . I / A C I ( ‘>N

Incluso antes del encuentro de Seattle de noviem bre de


1 9 9 9 , las principales O N G de la C oalició n de Seattle habían
constituido un G ru p o de Estudio de Alternativas (G E A ) b a jo el
liderazgo del F oro In tern acional sobre la G lobalización (F IG ),
co n el objetiv o de sintetizar las ideas clave sobre alternativas al
m odelo de globalización econ óm ica vigente. Además del F IG ,
el G E A incluía el I n s t ó m e lor Policy .Studie. s (Estados U nidos),
el G lobal T ra d c W atch (Estados U nidos), el C ou n cil o f C ana-
dians (C anadá), el Focus on the G lobal So u th (Tailand ia y Fili­
pinas). la Third W orld N etw ork (M alasia) y la Research Fou n­
dation for Scien ce, T ech n o lo g y and Ecology (Ind ia).
Tras más de dos años de reuniones, el G E A redactó un bo­
rrador de inform e interino, titulado «Alrernacives tu E con om ic
G lobalizalion», co n stan tein en te enriquecido por com entarios y
sugerencias de intelectuales y m ilitantes de todo el m undo, par­
ticularm ente después del F oro Social M undial de Porto Alegre.

283
F.l ( ¡ 1•!A tenía previsto p u blicar su inform e en enero de 2 0 0 2 c
iniciar entonces un período de dos años destinado a perfeccio­
narlo m ediante diálogos y reuniones de trabajo con militantes
de base de todo el m undo. Kl in form e definitivo será publicado
en el añ o 2.003.39
La síntesis del F IG sobre alternativas a la globalización econó­
mica contrasta los valores y principios de organización del CCon­
senso de W ashington con un co n ju n to de principios y valores al­
ternativos, que incluyen la sustitución de los gobiernos al servicio
de las corporaciones por otros que sirvan a la ciudadanía y a las co ­
munidades, la creación de nuevas normas y estructuras que lavo-
rezcan lo local y que sigan el principio de suhsidiariedad ("Siem ­
pre que el poder pueda residirá nivel local, residirá en ese nivel»),
el respeto a la diversidad y a la integridad culturales, un fuerte én ­
fasis en la seguridad alimentaria (el derecho a alim entos sanos y se­
guros) y diversas cuestiones primordiales relacionadas con los de­
rechos hum anas sociales, laborales y otros.
Ll inform e .sobre alternativas deja claro que la C oalición de
Seattle no se opone al com ercio y a las inversiones globales, a co n ­
dición de que contribuyan a la construcción de com unidades sa­
ludables. respetadas y sosten i bles. Sin em bargo, subraya que las
prácticas recientes del capitalism o global han dem ostrado la nece­
sidad de un co n ju n to de reglas que dejen claro que ciertos bienes
y servicios no pueden ser convertidos en mercancías, patentados,
vendidos, com prados o sujetos a acuerdos comerciales.
En adición a las norm as de esta índole ya existentes, que
incluyen especies en peligro de extinción o m ercancías perjud i­
ciales para el entorno o para la salud y la seguridad hum anas
(residuos tóxicos, tecnología nuclear, armas, etcétera), las nue­
vas norm as se ocuparían tam bién de los bienes y servicios que
pertenecen a la com u nid ad global, es decir que form an parte de
los elem entos de construcción de la vida o de la herencia c o ­
mún de la hum anidad, incluyendo el agua potable, qu e no d e­
bería ser o b jeto de com ercio, sino librem ente accesible a quien
la necesite, semillas, plantas y anim ales o bjeto ele intercam bio
en las com unidades agrícolas tradicionales, que no podrían ser

284
patentados para beneficio privado, y las secuencias de A D N ,
qu e 110 podrían ser ni patentadas ni comercializadas.
I.os autores del inform e reconocen que esas cuestiones son,
probablem ente, las más arduas, pero que constituyen tam bién
la parte más im portante del debate sobre la globalización. Su
principal preocupación consiste en cam biar el curso de una ma­
rea de co m ercio global para la cual todo está en venta, incluso
nuestra herencia genética o el acceso a sem illas, alim entos, agua
y aire, elem entos de vida an tañ o considerados sagrados.
Además de los debates sobre valores y principios alternati­
vos, la síntesis del H ( i incluye propuestas concretas y radicales
para la reestructuración de las instituciones de Bretton W oods.
l a mayoría de las O N G de la C oalición de Seattle opinan que
reform ar la O M C , el B M y el F M I no constituye una estrategia
viable, puesto que la.%estrut turas, las norm as, los propósitos y los
procesos operativos de esas instituciones esrán fim dam enram nt-
tc en i rentados a los valores cruciales de dignidad hum ana y soste-
nibilidad ecológica. Kn su lugar esas O N G proponen un proceso
de reestructuración en cuatro fases: desm antelam iento de las ins­
tituciones de Bretton W o o d s. creación de un gobierno global en
el seno de una O rganización de las N aciones Unidas reformada,
reforzar determ inadas organizaciones ya existentes y crear cierto
núm ero de nuevas organizaciones en la O N U , que ocuparían los
huecos dejados por las instituciones de B retton W oods.
hl inform e señala que, en la actualidad, están vigentes dos
grandes grupos notablem ente dispares de instituciones de go­
bierno planetario: la tríada de Bretton W oods y la O N U . Las
instituciones de B retton W oods se han m ostrado más eficaces en
la im plem entación de programas bien definidos, pero éstos han
sido im puestos a la hum anidad por medios coercitivos y antide­
m ocráticos, y han dem ostrado ser en gran medida destructivos.
1.a O N U , en cam bio, ha sido m enos eficaz, pero su ám bito es
m ucho más am plio, sus procesos de tom a de decisiones son más
abiertos y dem ocráticos y sus programas dan m ucha más im por­
tancia a las prioridades sociales y m edioam bientales. Las O N G
afirm an que lim itar los poderes del I-M I, del B M y de la O M C

285
dejaría el espacio necesario para que una O N U reformada pudie­
ra cum plir con las funciones para las que fue creada.
La C oalición d e Scatrlc propone que debería rechazarse fir­
m em ente cualquier plan de una nueva ronda d e negociaciones
de la O M C , o cualquier expansión de sus poderes o del núm e­
ro de sus m iem bros. En lugar de ello, el poder de la O M C d e­
bería ser elim inado o radicalm ente reducido, hasta convertirla
en una más de las numerosas organizaciones internacionales de
un m undo plural con m últiples intereses y equilibrios. C om o
expresa la cam paña lanzada por G lobal T rad c W a tch , « W T O :
Shrink or Sink ú>- (« O M C : encógela o húndela»).
Por lo que se refiere al B M y al FM 1, la C oalició n de Scat-
tle opina que estas instituciones son las máxim as responsables
de la losa im puesta sobre el T ercer M u nd o co n una deuda ex­
terna impagable, así corno con la im plantación forzada de un
concep to desviado de desarrollo de consecuencias sociales y
m edioam bientales catastróficas. T o m a n d o prestada una frase
relativa a las centrales nucleares obsoletas, el inform e sugiere
que ha llegado la hora de «desmantelar» el BM y el E M I.
Para llevar a cab o los propósitos originales de las in stitu cio ­
nes de B retto n W oods. el inform e sobre alternativas propone
potenciar la actividad y los recursos de organizaciones ya exis
ternes en el seno de la O N U , co m o la O rganización M undial
de la Salud (O M S ), la O rganización In ternacional del T ra b a jo
( O l í ) y el Programa de las N aciones Unidas para el M edio
A m biente (P N U M A ). Sus autores creen que, en lugar de co lo ­
car las norm as de salud, trabajo y m edio am biente bajo la tigicia
tic una O M C guiada por criterios m crcanrilistas, deberían ser
puestos b ajo la tutela de las autoridades de las agencias de la
O N U y tener prioridad sobre la expansión del co m ercio . Desde
el punto de vista de la C oalició n de Scattle, la salud pública, los
derechos de los trabajadores y la protección del m edio am bien­
te son fines en sí m ism os, m ientras qu e el co m ercio y las inver­
siones internacionales no son más qu e medios.
El inform e sobre alternativas apoya asimismo la creación de
un núm ero reducido de nuevas instituciones globales bajo la auto-

286
rielad y control de la O N U . E n tre ellas se incluirían un Tribunal
Internacional de Insolvencia (T U ), que supervisaría la cancelación
de la deuda externa y que com enzaría a ser operativo a medida que
el B M y los bancos de desarrollo fueran siendo desmantelados,
una O rganización Internacional de Finanzas (O lí*), que reempla­
zaría al F M I y trabajaría con los países m iem bros de la ( )N U para
alcanzar y m antener el equilibrio en las relaciones financieras in­
ternacionales, y una Organización para la Responsabilidad C o r­
porativa (O R C ), organizada y dirigida por la O N U . l.a fruición
primordial de la O R C consistiría en proporcionar a los gobiernos
y al público en general una inform ación com pleta y solvente sobre
las prácticas de las corporaciones, com o apoyo en las negociacio­
nes sobre acuerdos bilaterales y multilaterales relevantes, así com o
de boicots de inversores y consum idores.
El o bjetiv o principal de todas esas propuestas consiste en la
descentralización del poder de las instituciones globales, en fa­
vor de un sistem a pluralista de organizaciones regionales e in­
ternacionales. cada una de las cuales estaría controlada por
otras organizaciones, por otros acuerdos y por agrupaciones re­
gionales. Parece qu e un sistem a de gobierno global de esas ca­
racterísticas, m ucho m enos estructurado y más fluido, estaría
más en conson ancia con el m u n do actual, en el que las corpo­
raciones son redes cada vez más organizadas y descentralizadas,
m ientras qu e la autoridad política se va inclinando bacía niveles
regionales y loc ales, en la medida en que las naciones-estado se
convierten en estados red.40
C o m o con clu sión, el inform e sobre alternativas subraya
que sus propuestas podían parecer poco realistas hace sólo unos
años, pero que el panoram a político ha cam biado cspeciacular-
m ente desde Seattlc. L is instituciones de B rctton W oods están
inm ersas en una profunda crisis de legitim idad, por lo q u e po­
dría suceder que em ergiera una nueva alianza enrre países del
Su r (los denom inados *<C¡-77«), políticos favorables del N orte
y la nueva sociedad civil global, co n suficiente fuerza para reali­
zar reform as institucionales renovadoras y rem odelar la globali­
zación.

2S7
LA REVOLUCION AUMENTARIA

A diferencia de las protestas en contra de la globalización


económ ica, la resistencia frente a los alim entos G M no co m en ­
zó con una cam paña de co n cicnciación pública, sino que se in i­
ció a principios de los noventa con m anifestaciones am plia­
m ente extendidas de agricultores tradicionales en la India,
seguidas por boicots de consum o en Europa, todo ello co m b i­
nado co n un espectactdar renacim iento d e la agricultura ecoló­
gica. Kn palabras del escritor y m ilitante en pro de la salud a m ­
biental Jo h n R obbins: «Un todo el m undo la gente exigía a sus
gobiernos que protegieran el bienestar hum ano y el medio a m ­
biente, en lugar de situar las beneficios empresariales por d e­
lante de la salud pública. Por todas partes la gente insistía en
una sociedad que regenere la T ierra, no que la destruya.»41
A los boicots y las m anifestaciones en contra d e varias co r­
poraciones biotécnicas y agroquím icas siguió bien pronto d o­
cum entación exhaustiva acerca de las prácticas habituales de
esas industrias, puesta en circulación por las principales O N G
de los m ovim ientos poi la ecología y la salud am bien tal.42
En su libro The Food Ret/olutiotu am pliam ente docum enta­
do, Jo h n R obbins da cum plida cuenta de la revuelta ciudadana
en contra de los alim entos G M , que se extendió rápidam ente
desde Europa hacia el resto del m undo.4’ En 1 9 9 8 ciudadanos
y agricultores indignados destruían plantaciones transgénicas en
G ran Bretaña, Irlanda, hrancia, Alemania, los Países Bajos y
G recia, así com o en los Estados U nidos, la India, el Brasil, Aus­
tralia y Nueva Zelanda. Al m ism o tiem p o, m ovim ientos de base
de todo el m undo organizaban peticiones masivas a sus respecti­
vos gobiernos. E n Austria, por ejem plo, más de un m illón de
ciudadanos, lo cual significa un veinte por cien to del electora­
do, firm aban una petición para prohibir los alim entos G M . E n
los Estados U nidos una petición de etiquetado obligatorio de
alim entos transgónicos fue suscrita por m edio m illón de perso­
nas y presentada al C ongreso. Innum erables organizaciones de
todo el m undo, incluyendo la British M edical Association, cla-

288
ruaron por la prohibición tem poral del uso de semillas que con­
tuvieran organism os genéticam ente m odificados (O G M ).
Los gobiernos no tardaron en responder a esas masivas ex­
presiones de la opinión popular. El gobernador del estado de Rio
G rande do Sul. principal productor de soja del Brasil y anfitrión
en Porto Alegre del Foro Social M undial, declaró form alm ente a
su estado libre de O G M . Los gobiernos de Francia, Italia, Grecia
y D inam arca anunciaron que bloquearían cualquier aprobación
de nuevos O G M por parte de la U nión Europea. La C om isión
Europea declaró obligatorio el etiquetado de alim entos G M . al
igual que los gobiernos del Jap ó n , C orea del Sur, Australia y M é­
xico. En enero de 2 0 0 0 cien to treinta países firm aban en M cn -
trcal. con la más vehem ente oposición por parte de los Estados
U nidos, el drástico Protocolo de C artagena, que confiere a las
naciones el derecho a prohibir la entrada en su territorio de cual­
quier form a de vida genéticam ente m odificada.
La respuesta de la com u nid ad corporativa a la masiva insu­
rrección ciudadana en contra de la alim entación transgénica no
fue m enos decisiva. Fabricantes de alim entos, restaurantes y fa­
bricantes de bebidas de todo el m undo tardaron bien poco en
declarar públicam ente que iban a elim inar cualquier com p onen­
te G M de sus productos. En 1 9 9 9 las siete mayores cadenas de
alim entación de seis países europeos hacían público su com p ro­
miso de quedarse «libres de O G M * . y poco después siguieron su
ejem plo los gigantes U nilcvcr (que se había destacado co m o uno
de los más fervorosos adalides de los alim entos transgénicos),
N cstlé y ( ’adbury-Schw eppes.
Al m ism o tiem po K irin y Sapporo, las dos mayores cerve­
ceras de Jap ó n , anunciaban qu e no iban a utilizar cereales gené
ticam ente m odificados en la producción de sus cervezas. Poco
después las cadenas de co m id a rápida M cD o n a ld ’s y Burger
King anunciaban a sus proveedores qu e no iban a aceptar más
patatas transgénicas. la s patatas G M fueron tam bién proscritas
por la m ayoría de los fabricantes de patatas chips, m ientras que
F rito -I^ y ordenaba a sus proveedores qu e dejaran de sum inis­
trarle maíz transgénico.

289
A medida que la industria alim entaria iba volviéndoles la
espalda a los com p onentes transgénicos y la superficie de plan­
taciones G M dism inuía en consecuencia y se invertía su creci­
m iento explosivo de los años anteriores, los analistas financieros
com enzaron, naturalm ente, a advertir a los inversores de los
riesgos financieros de la biotecnología alim entaria. Kn 1 9 9 9 el
D eu tsche Bank, a la sazón el mayor ban co de Europa, declaraba
categóricam ente: «Los O G M están muertos», al m ism o tiempo
que recom endaba a sus clientes que se deshicieran cu an to antes
de todas sus inversiones en empresas tle biotecnología.44 Un año
más larde The W all Street Journal llegaba a la m ism a co n clu ­
sión: «C on la controversia sobre los alim entos genéticam ente
m odificados extendiéndose rápidam ente por rodo el m undo, y
pasando factura a las acciones de las empresas co n negocios en
el sector de la biotecnología agrícola, es difícil poder considerar
estas empresas co m o una buena inversión, ni siquiera a largo
plazo.»4' Estos acontecim ien tos recientes dem uestran bien a las
claras que los m ovim ientos de base de nuestros días tienen po­
der y capacidad para cam biar no tan sólo el clim a político inter­
nacional, sino tam bién el juego del m ercado global, y reorienta
sus flujos financieros según unos valores distintos.

I.C O A I.F A B E T IZ A C IÓ N Y E C O D 1 S E Ñ O

La sosten ibilidad constituye un co m p on en te esencial de los


valores centrales que conform an la base sobre la que rem odclar
la globalización. Por consiguiente, m uchas de las O N G , de los
institutos de investigación y de los cen tros de aprendizaje de la
nueva sociedad civil global han elegido la sostenibilidad com o
su cen tro explícito de atención. D e hecho, crear com unidades
sostcnibles constituye el gran reto de nuestros días.
El concepto tle sostenibilidad fue introducido a principios
de los ochenra por I-cstcr Brow n, fundador del W orldw atch
Institute, al definir una sociedad sos ten i ble com o aquella que
fuera capaz de satisfacer sus necesidades sin com p rom eter las

290
oportunidades de las generaciones venideras.46 Varios años des­
pués, el inform e de la C om isió n M undial sobre M edio A m ­
biente y D esarrollo (m is co n o cid o co m o Inform e Brundtland)
utilizaba la m ism a definición para form ular el concepto de
«desarrollo s o s tc n ib lo : «La humanidad tiene la capacidad pa­
ra alcanzar un desarrollo sostcniblo, la capacidad para satisfacer
las necesidades del presente sin com p rom eter la capacidad
de las generaciones venideras para satisfacer sus propias necesi­
dades.»17 A m bas definiciones de sostenibilidad constituyen
exhortaciones m orales im portantes, en la medida en que nos
recuerdan la responsabilidad de transm itir a nuestros descen­
dientes un m undo co n , al m enos, tantas oportunidades com o
las que nosotros hem os tenido. Sin em bargo, ninguna de las
dos nos dice cóm o construir una sociedad sostcniblc. Esta es la
razón por la qu e ha habido m ucha confusión en torno al signi­
ficado de sostenibilidad, incluso dentro del m ovim iento m c-
dioam bicntalista.
La clave para una d efinición operativa de la sostenibilidad
ecológica con siste en la constatación de que no hace falta in­
ventar com unidades hum anas sosteniblcs partiendo de cero,
sino que para ello podem os utilizar co m o m odelo los ecosis­
temas de la naturaleza, qu e son com unidades sosteniblcs de
plantas, anim ales y m icroorganism os. Puesto que la caracterís­
tica más no table de nuestro bogar 1 ierra es su capacidad in­
nata para .sostener la vida,44 una com unidad hum ana soste-
nible estará diseñada de tal m odo qu e sus form as de vida, de
negocios, de eco n om ía, de estructuras físicas y de tecnologías
no interfieran con esa capacidad innata de la naturaleza para
sustentar la vida. Las form as de vida de las com unidades sos-
tcniblcs evolucionan con el tiem p o en continu a interacción
con otros sistem as vivos, tanto hum anos com o no hum anos.
Sostenibilidad no significa q u e las cosas no cam bien: más que
un estado estático, im plica un proceso d in ám ico de coevolu­
ción.
La definición operativa de sostenibilidad im plica que el pri­
mer paso para construir com unidades sosteniblcs tiene que c o n ­

291
sistir en «alfabetizarnos ecológicam ente», es decir, dorarnos de
la capacidad para com prender los principios de organización
com unes a rodos los sistemas vivos, para entender que los eco ­
sistemas han ido evolucionando desde el principio para susten­
tar la vida,40 C om o hem os visto a lo largo de la presente obra,
los sistem as vivos son redes autogenéticas, organizativam ente
cerradas dentro de perím etros, pero fu ncionalm entc abiertas a
flujos constantes de materia y energía. Esta com prensión sisté-
m ica de la vida nos perm ite form ular una serie de principios de
organización, que pueden ser identificados co m o los principios
fundam entales de la ecología y que pueden ser utilizados com o
líneas maestras para la con strucción de com unidades hum anas
sostenibles. Específicam ente, hay seis principios de ecología que
son cruciales para el sostenim iento de la vida: redes, ciclos,
energía solar, asociación, diversidad y equilibrio dinám ico (ver
tabla en la página 2 9 4 ).
Esos principios están directam ente relacionados con nues­
tra salud y con nuestro bienestar. D ebido a nuestra necesidad
vital de respirar, beber y com er, estam os constantem en te in ­
mersos en los procesos cíclicos de la naturaleza. Nuestra salud
depende de la pureza del aire que respiramos y del agua que be­
bem os, así com o de la salud del suelo en el qu e producim os
nuestros alim entos. E n las próxim as décadas la supervivencia de
la especie hum ana dependerá de nuestra alfabetización ecológi­
ca, de nuestra capacidad para com prend er los principios básicos
de ecología y para vivir en consecuencia. Así pues, la alfabetiza­
ción ecológica o «ccoalfabctización» no sólo deberá convertirse
en una capacidad básica para políticos, em presarios y profesio­
nales en general, sino que debería constituir tam bién la parte
más im portante de la educación a lodos los niveles, desde las
escuelas de educación prim aria y secundaria hasta las universi­
dades y los programas de form ación co n tin u a de profesionales.
En el C en tcr for Ecoliteracy de Berkeley (w w w .ecolircracy.org)
mis com pañeros y yo hem os desarrollado un sistem a de educa­
ción para la vida sostcn iblc, basado en la alfabetización eco ló g i­
ca, para los niveles de educación prim aria y secundaria.50 Este

292
sistem a im plica una pedagogía qu e se centra en la com prensión
de la vida, una experiencia de aprendizaje en el mundo real
(cultivar plantas alim enticias, explorar una cuenca fluvial, res­
taurar una m arism a) que supera nuestra separación con la natu­
r a l e s y restablece 1111 sentido de identidad con ella, ju n to con
un plan de estudios que enseña las realidades básicas de la vida:
que los residuos de una especie son los alim entos de otra, que
la materia circula incesantem ente a través de la trama de la
vida, que la energía m otriz para todos los ciclos ecológicos pro­
cede del So l. que la diversidad garantiza la resistencia y que la
vida, desde sus m ism os inicios hace más de tres mil millones de
años, no se extendió por el planeta por m edio de la lucha, sino
de la construcción de redes.
Este nuevo co n o cim ien to , que es a la vez sabiduría a n c e s ­
tra l, com ienza a enseñarse e n una red crecien te de e sc u e la s de
C alifornia y se extiende tam bién a diversas partes del m undo.
En la educación superior se están produciendo esfuerzos p a r e c i­
dos, lid e ra d o s por S e c o n d N ature ( w w w .s e c o n d n iU u re .o rg ), o r ­
ganización educativa de B oston, que colabora con numerosas
u n iv e rs id a d e s para convertir la educación para la sostenibilidad
e n parte integrante de la vida d el cam pus.
Por otro lado, la alfabetización ecológica está siendo trans­
m itida y constantem ente m ejorada en asam bleas inform ales y
por una serie de nuevas instituciones de aprendizaje que em er­
gen de la nueva sociedad civil global. El Schu m ach er C ollcgc
(www.gn.apc.org/schum acbercollcgc/), ubicado en el condado
de D evon, en el suroeste de Inglaterra, constituye un ejem plo
sobresaliente de esa clase de instituciones. Se trata de un centro
de estudios ecológicos con raíces filosóficas y espirituales en la
ecología profunda, d onde gentes de todas las partes del mundo
se dan cita para aprender a convivir y trabajar ju n to s, al mism o
tiem po que reciben las enseñanzas de maestras y maestros de
todo el m undo.

293
PRINCIPIOS DE ECOLOGÍA

Redes
En codos los niveles de la naturaleza encontramos sistemas
vivos dentro de otros sistemas: redes dentro de redes, Sus límites
no son contornos de separación, sino de identidad, l odos los
sistemas vivos se comunican y comparten recursos a travos de
sus perímetros.

Ciclos
Para mantener su vida los sistemas vivos necesitan alimen­
tarse de los flujos continuos tle materia y energía procedentes de
su medio, y todos ellos producen residuos. Sin embargo, nin­
gún ecosistema genera residuos netos, puesto que el residuo de
una especie es siempre el alimento de otra. En consecuencia, la
materia circula constantemente a través de la trama de la vida.

Energía solar
La energía del Sol, transformada en energía quím ica por la
fotosíntesis de las plantas verdes, constituye la fuerza que im ­
pulsa los ciclos ecológicos.

Asociación
En todo ecosistema los intercambios de energía y recursos
están sustentados por una cooperación omnipresente, l.a vida no
se extendió sobre el planeta por medio de la lucha, sino de la
cooperación, la asociación y el funcionamiento en red.

Diversidad
lo s ecosistemas alcanzan estabilidad y resistencia gracias a
la riqueza y la complejidad de sus redes ecológicas. C uanto más
grande sea su hiodiversidad, mayor será su resistencia.

E quilibrio dinámico
lo d o ecosistema es una red flexible en fluctuación perpe­
tua. Su flexibilidad es consecuencia de múltiples bucles de re-
troalim cntación que mantienen al sistema en un estado de equi­
librio dinám ico. Ninguna variable es maximizada en exclusiva,
sm o que todas fluctúan en rom o a sus valores óptimos.

294
l.a ecoalfabctización - l a capacidad para com prender los
principios de organizac ión qu e los ecosistemas han desarrollado
evolutivam ente para sustentar la trama de la v id a - constituye el
prim er paso en el cam ino hacia la sostenibilidad. El segundo es
avanzar hacia el ecodiseño. N ecesitam os aplicar nuestro co n o ci­
m iento ecológico al rediseño fundam ental de nuestras tecnolo­
gías y ele nuestras instituciones sociales, de m odo t|ue podamos
salvare! abism o actual entre el diseño hum ano y los sistemas eco ­
lógicam ente sostcnibles de la naturaleza.
A fortunadam ente, eso ya está sucediendo. L.os últim os años
han sido testigos de un espectacular aum ento del núm ero de
prácticas y proyectos ecológicam ente orientados. El libro Natu­
ral Capitalista , publicado recientem ente por Paul 1 law ken,
H u n ter Lovins y Amory I.ovins, proporciona una com prensión
general al respecto, m ientras que el Rocky M o u n tain Institutc
de los I.ovins (w w w .rm i.org) sirve co m o punto de encuentro
para el intercam bio de ideas y la puesta al día de inform ación so­
bre una gran variedad de proyectos de ecodiseño.
En su sentido más am plio, el diseño consiste en dar form a
a flujos de energía y m ateriales para propósitos hum anos. El
ecodiseño constituye un proceso en el que los propósitos hu­
manos están cuidadosam ente im bricados con los patrones y los
flujos más am plios del m undo natural. I>os principios de ccodi-
sefio reflejan los principios de organización que la naturaleza ha
desarrollado evolutivam ente para sustentar la vida. 1.a práctica
del diseño industrial en sem ejan te contexto requiere un cam bio
fundam ental en nuestra actitud hacia la naturaleza. E n palabras
de la escritora científica Ja n in e Bcnyus, «da paso a una era no
basada ya en que podem os extraer de la naturaleza, sino en que?
podem os aprender de ella».51
Al hablar de la «sabiduría de la naturaleza», del espléndido
«diseño» de las alas de una m ariposa o de la tela de una araña,
no debem os olvidar que nuestro lenguaje es m etafórico.52 Sin
em bargo, eso 110 cam bia el hecho de que, desde la perspectiva
de la sostenibilidad, el «diseño» y las «tecnologías» de la natura­
leza sean infinitam ente superiores a la ciencia y la tecnología

295
hum anas. Desde su creación han sido m ejoradas por miles de
m illones de años de evolución, durante los cuales los m orado­
res del hogar fie rra florecieron y se diversificaron sin agotar
nunca .su capital natural: los recursos planetarios y los servicios
ecosistcm icos de los que dependen el bienestar y la superviven­
cia de todas las criaturas vivas.

LA A G R U P A C IÓ N E C O L Ó G IC A D E IN D U S T R IA S

Kl prim er principio del ccod iscño consiste en que «residuo


equivale a recurso». H oy día el principal desajuste entre eco n o ­
mía y ecología deriva de que los ecosistem as de la naturaleza
son cíclicos, m ientras que nuestros sistemas industriales son li­
neales. E n la naturaleza la materia circula con tin u am en te y, por
consiguiente, los ecosistem as no generan residuos. Las activida­
des económ icas hum anas, en cam bio, tom an recursos naturales
y los transform an en parte en prod uctos y en parte en residuos.
V enden esos productos a sus clientes, que, a su vez, generan
más residuos al utilizarlos.
Kl principio «residuo equivale a recurso» significa que todos
los productos y materiales m anufacturados por la industria, así
com o los residuos generados durante su proceso de producción,
deben ser, en algún m om enro, materia prima para algo nuevo.5'
Toda organización empresarial sostcniblc debería, pues, form ar
parte de una «ecología de organizaciones», en la que los residuos
de una hieran los recursos de otra. En un sistem a industrial soste-
niblc de esas características el flujo total de cada una de sus orga­
nizaciones m iem bros -s u s productos y sus resid uos- sería visto
co m o recursos que circulan por el sistema.
Esa clase d e agrupaciones de industrias se ha iniciado ya en
varios lugares del m undo, a iniciativa de una organización d e­
nom inada Z ero Em issions Research and Initiatives ( Z E R I),
fundada por el em presario G u n ter Pauli a principios d e los n o ­
venta. Pauli in trod ujo el co n cep to de agrupación de em presas,
pro m o cio n ó el principio de cero em isiones y lo co n virtió en el

296
núcleo del co n cep to ’/ .KRJ. C ero em isiones significa cero resi­
duos. 'lo m a n d o a la naturaleza com o m odelo y m entor, ZER1
pugna por elim inar la idea m ism a de residuo.
Para apreciar en toda su extensión la radicalidad de este
planteam iento es necesario tener en cuenta que nuestras indus­
trias actuales desperdician la práctica totalidad de los recursos
q u e tom an de la naturaleza. Por ejem plo, al extraer celulosa
para fabricar papel utilizamos tan sólo entre el veinte y el vein­
ticin co por cien to de los bosques que talam os, y desperdicia­
rnos com o residuo el ochenta o setenta y cinco por ciento res­
tante. Las cerveceras extraen tan sólo el och o por ciento tle los
nutrientes del grano que ferm entan. El aceite de palma extraído
no llega al cuatro por ciento de la biomasa del árbol, lo s granos
de café equivalen m eram ente a un 3 ,7 por ciento del arbusto.44
El punto de partida de Pauli fue la constatación de que los
residuos orgánicos que una industria tiraba o quemaba contenían
abundancia de recursos preciosos para otras industrias. Z E K I
ayuda a las industrias a organizarse en agrupaciones ecológicas,
de m odo que los residuos de una puedan serle vendidos com o
mater ia prim a a otra. D e este m od o ambas se benefician .^
En últim a instancia, el principio de cero em isiones im plica
consum o cero de materiales. C o m o en los ecosistem as naturales,
una sociedad hum ana sostenible utilizaría la energía del Sol, pero
no consum iría ningún bien m aterial sin reciclarlo después. En
otras palabras, nunca utilizaría nuevos materiales. Por otro lado,
cero em isiones significa tam bién cero contam inación. Las agru­
paciones Z E R I están diseñadas para operar en un entorno libre
de residuos tóxicos y con tam in ación. D e este m odo «residuo
equivale a recurso», principio fundam ental del ecodiseño, apunta
a la solución definitiva de uno de nuestros mayores problemas.
D esde el pu nto de vista eco n ó m ico , el co n cep to Z E R I sig­
nifica un enorm e increm ento de la productividad de los recur­
sos. Según la teoría económ ica clásica, la productividad es el re­
sultado de la co m bin ació n eficien te de tres fuentes de riqueza:
recursos naturales, capital y trabajo. En la econ om ía actual d iri­
gentes em presariales y econ om istas centran su atención princi-

297
pálm ente en el capital y en el trabajo para increm entar la pro­
ductividad, y crean econom ías de escala con consecuencias ca­
tastróficas para la sociedad y el m edio am biente.'5,1 El concepto
Z E R I im plica un cam bio, de productividad del trabajo a pro­
ductividad de los recursos, puesto qu e los residuos se c o n ­
vierten en nuevos recursos. La agrupación industrial ecológica
increm enta espectacularm ente la productividad y m ejora la ca­
lidad del producto, al mismo tiem po que crea puestos de traba­
jo y reduce la contam in ación.
La organización Z K R l consiste en una red internacional
de investigadores, empresarios, funcionarios gubernam entales y
educadores.57 Los investigadores tienen un papel crucial, en la
medida en que la organización de los agolpam ientos de indus­
trias se basan en un con ocim iento porm enorizado de la biodi-
versidad y los procesos biológicos de los ecosistem as locales.
Paul i lanzó in icialm enic su Z E R I co m o proyecto de investiga­
ción en la Universidad de las N aciones U nidas d e Tokio. Para
ello creó una red de científicos por Internet utilizando las redes
ya existentes de la Real Academ ia Su eca de C iencias, de la Aca­
demia ( ’.hina de C ien cias y de la Academia d e C ien cias del Ter­
cer M und o. Al ser uno de los pioneros en prom over conferen ­
cias e intercam bios cien tífico s por la red, consiguió suscitar el
interés de la com unidad científica y, al plantear incesantem ente
cuestiones estim ulantes en bioquím ica, ecología, clim atología y
otras disciplinas, no sólo consiguió generar soluciones industria­
les, sino estim ular nuevas ideas para la investigación científica.
Para subrayar la naturaleza socrática de su m étodo, a la prim era
red académ ica de Z K R l la bautizó Sócrates O n lin e . D esde en­
tonces la red Z E R I de investigadores ha crecid o hasta con tar
con tres mil científicos de todo el m undo.
Z E R I tiene en m archa unos cincu enta proyectos en el m u n ­
do y opera veinticinco centros en cin co continentes, en clim as y
culturas muy distintas. Las agrupaciones en to rn o a los cafetales
colo m bian o s son un buen ejem plo del m étod o Z E R I básico.
Esas explotaciones están en crisis debido a la catastrófica caída
del precio del café en los m ercados internacionales. M ientras

298
tanto, los cafeteros siguen utilizando tan sólo el 3 ,7 por ciento
de la planta y devuelven la práctica totalidad del resto al terreno
co m o abono y residuos: hum o, agua residual y com post co n ta­
m inado por la cafeína. Z E R I puso a trabajar esos residuos. Las
investigaciones dem ostraron que la biom asa del café puede ser
utilizada provechosam ente para cultivar setas tropicales, para
alim entar al ganado com o fertilizante orgánico y para generar
energía. La im agen muestra el Z E R I resultante.

I Vil ¡HUI.

l l u i l i ib u f c \• ( bxn liilu »

i m m -~ T

A g u í im iliin l

A g r u p a c ió n e c o ló g ic a e n t o r n o a u n c a f e t a l c o lo m b i a n o
(d e w w w ./ e r i.o r g )

Los residuos de cada co m p on en te de la agrupación propor­


cionan tm recurso para o tro co m p onente. Para expresarlo en
térm inos m uy sim plificados, cuand o se han cosechado las vai­
nas del café, el resto de la planta se utiliza para cultivar setas
shiitake (variedad m uy cotizada), los restos tic las setas (ricos en
proteínas) sirven para alim entar a lom brices, ganado y cerdos,
las lom brices sirven de alim ento a gallinas, el estiércol de gana­
do y cerdos produce biogás y m ateria orgánica, la materia orgá­
nica fertiliza el cafetal y los huertos colind antes, mientras que el
biogás es utilizado en el proceso d e cultivo de setas.

299
C on muy poca inversión adicional la agrupación de estos
sistem as productivos genera una serie de fuentes de ingreso ad i­
cionales a la explotación del cafetal -aves, setas, vegetales, gana­
do vacuno y de cerda ■ al m ism o tiem po que crea puestos de
trabajo dentro de la com u nid ad . Los resultados son beneficio­
sos tanto para la com unidad com o para el m edio am biente, no
hacen falta grandes inversiones y los cafeteros no tienen que
abandonar su m edio d e vida tradicional.
E n las agrupaciones X K R I típicas las tecnologías son siem ­
pre locales y de pequeña escala. Los lugares de producción sue­
len estar próxim os a los de consum o, lo cual elim ina los costes
de transporte o los reduce drásticam ente. N inguna de las pro­
ducciones trata de m axim izar sus resultados, porque ello redun­
daría en el desequilibrio del co n ju n to . En lugar de ello el o b je ­
tivo consiste en optim izar los procesos de producción de cada
com p on en te de la agrupación, co n lo que se maximiznn la pro­
ductividad y la sostenibilidad del conjunto.
Agrupaciones industriales sim ilares, con fábricas de cerveza
com o centro en lugar de cafetales, están fun cionan do en África,
Europa, el Jap ón y otros lugares del m undo. O tra s agrupacio­
nes tienen com ponentes acuáticos, com o una del Brasil qu e in ­
cluye el cultivo de algas del género Spirttlina, de gran poder nu­
tritivo, en los canales de irrigación de los cam pos de arroz, que,
de o tro m odo, se utilizarían una sola vez al año. Esas algas se
usan co m o aditivo iiutricional para el program a de «galletas de
jengibre» en las escuelas rurales, com o parre de la lucha contra
la desnutrición, m uy extendida en la zona, con lo cual se co n si­
gue generar unos ingresos adicionales para los cultivadores de
arroz al m ism o tiem po que se da respuesta a una necesidad so­
cial urgente.
E l C en tro de Investigaciones Ecológicas de Las G aviotas, en
el este de C olo m bia, constituye una aplicación im presionante
del co n cep to Z E R I a gran escala. Establecido y dirigido por el
ecodiseñador Paolo Lugar i, Las Gaviotas ha logrado crear, en
m edio de la profunda crisis social del país, un en torn o lleno de
innovación y de esperanza.

300
C uando Z E K I llrgc') a Las G aviotas, el centro ya se había
labrado una reputación m undial a través del desarrollo de nu­
merosas c ingeniosas tecnologías de energía renovable, que in­
cluyen agua calentada por energía solar para varios miles de ho­
gares en Bogotá, la capital del país, así co m o un hospital rural
que produce su propia energía eléctrica fotovoltaica, destila su
agua y utiliza alim entos producidos localm cntc.
T ras esos éxitos l.ugari se em barcó en el programa de refo­
restación más extensivo de la historia de C olom bia, Q u e pros­
peren los árboles en las sabanas del este (los llanos)* constituye
un reto m ayúsculo. La alta acidez del suelo y las elevadas tem ­
peraturas lim itan seriam ente las especies susceptibles de sobre­
vivir a los estíos secos y tórridos. Sin em bargo, y tras un cui­
dadoso análisis, los cien tífico s de Las G aviotas llegaron a la
conclusión de q u e una especie conocida com o pino del Caribe
lograría tal vez adaptarse a aquellas cond iciones extremas.
I ras dos años de plantación los resultados les dieron la ra­
zón. Desde entonces el centro ha plantado miles de hectáreas
co n la ayuda de m áquinas diseñadas especialm ente para ello. Al
principio se especulaba co n la posibilidad de que un m onocul­
tivo tan extenso de pinos pudiera tener consecuencias ecológi­
cas negativas, pero ocurrió exactam ente lo contrario. La co n ti­
nua caída de agujas de pino sobre el suelo creó una rica
cubierta de hum us que hizo posible que brotaran nuevas plan­
tas, árboles y sotobosque. H oy día se pueden co n ta r en esc mi-
croclim a hasta doscientas nuevas especies qu e no están presen­
tes en ningún o tro lugar de la sabana, y con ellas llegaron
bacterias, insectos, pájaros e incluso m am íferos. L a biodiversi-
dad ha aum entado espectacularm ente.
Además de absorber C Ü 2 de la atm ósfera (lo cual co n tribu ­
ye a reducir el calentam iento global) y recuperar la biodiversi-
dad perdida, los pinos producen tam bién co lo fo n ia, que se ob­
tiene de su savia y se procesa para utilizarla en la fabricación de
pintur.es naturales y de un papel satinado de alta calidad. T o d o

* luí español en el origin al. (N. del T.)

301
ello crea puestos de trabajo y valiosas luetucs de ingresos adi­
cionales. Finalm ente, resultó que las bacterias generadas por el
bosque recién plantado actúan com o un excelente sistem a de
Filtro y purifican el agua del subsuelo, que, además, es rica en
minerales. El centro extrae y em botella el agua m ineral resul­
tante a un coste muy reducido, lo cual contribu ye a la salud
preventiva, habida cuenta de que m uchos de los problem as sa­
nitarios de la región se deben a la pobre calidad del agua. La
afortunada historia de Las G aviotas constituye una excelente
dem ostración del concep to Z E R J. Impulsada por el programa
de reforesración, la agrupación ecológica -d iseñ ad a co n ju n ta ­
m ente por ZER1 y Las G av io tas- contribuye a reducir el calen­
tam iento global, aum enta la biodiversidad, genera nuevos Hu­
ios de ingresos y contribuye significativam ente a m ejorar la
salud pública de la región.
Para form ar la organización Z E R I G u n ter Pauli utilizó las
técnicas más avanzadas de redes y conferencias electrónicas.
Z E R I consiste en tres tipos de redes interconcctadas. La prim e­
ra es la agrupación ecológica de industrias, inspirada en las re­
des tróficas de los ecosistem as naturales. ín tim am en te asociada
con ella está la segunda, la retí hum ana de la com unidad local
donde se ubica cada agrupación. Finalm ente, la tercera consiste
en la red internacional de cien tíficos que proporciona los co n o ­
cim ientos detallados necesarios para el diseño de agrupaciones
industriales com patibles co n los ecosistem as, las condiciones
clim áticas y las características culturales locales. D ebid o a la na­
turaleza no lineal de esas redes interconcctadas, las soluciones
que dan son m últiples o «sistcmicas». El valor com bin ad o crea­
do por el co n ju n to es siem pre m ayor que la suma de los valores
qu e sus com ponentes generarían por sí solos.
G racias a sus fuertes increm entos en productividad de re­
cursos esas industrias agrupadas pueden aspirar a unos niveles
de calidad en sus productos notablem ente superiores a los que
pueden permitirse las industrias aisladas del m ism o ramo. C o m o
consecuencia de ello las industrias Z E R I son com petitivas en el
m ercado global, tío en el sentido de que vendan sus productos

.502
global m ente, .sino en el de que nadie puede com p etir cor» ellas
en su propio territorio. C o m o sucede en los ecosistemas, la bio-
diversidad genera resistencia. C uanta más diversidad incorpora
una agrupación Z E R I, más resistente y com petitiva es. La suya
no es una econom ía d e escala, sino que, co m o m anifiesta Pauli,
es una «econom ía de alcance».
N o resulta difícil darse cuenta de qu e los principios subya­
centes en el con cep to Z E R I -estru ctu ra no lineal en red, circu­
lación de la m ateria, asociaciones m últiples, diversidad de em ­
presas, producción y consum o locales, tener co m o objetivo la
optim ización, en lugar de la m axim izació n - son principios bá­
sicos de ecología. Por supuesto, no se trata de una coincidencia.
Las agrupaciones Z E R I son ejem plos im presionantes de ecoal-
ftibetización hecha ecodiseño.

UNA E C O N O M IA D E S E R V IC IO Y H U JO

La m ayoría de las agrupaciones ZP.Rl im plican recursos y


residuos orgánicos. Sin em bargo, para conseguir sociedades in­
dustriales sostenibles, el principio de ecodiseño «residuo equi­
vale a recurso» y la correspondiente circulación cíclica de mate­
ria deben extenderse m ás allá de los productos orgánicos. Este
co n cep to ha sido articulado en profundidad por los ecodiscña-
dores M ichael Braungart en Alemania y W illiam M cD onou gh
en los Estados U nidos.**
Braungart y M cD o n o u g h hablan de dos clases de m etabolis­
mos: el biológico y el técn ico. La materia que circula por el me­
tabolism o biológico es biodegradable y se convierte en alim ento
para otros sistem as vivos. Los materiales no degradablcs son co n ­
siderados nutrientes técnicos, que circulan co n tin u am en te por
los ciclos industriales que constituyen el m etabolism o técnico.
Para que am bos m etabolism os conserven su salud es necesario
tener gran cuidado en m antenerlos diferenciados y separados, de
m odo que no se con tam in en m utuam ente. Aquello qu e forma
parte del m etabolism o b io ló g ico -p ro d u cto s agrícolas, ropa, cos­

303
m éticos, etcétera no debería con tener sustancias tóxicas persis­
tentes. Lo que pertenezca al m etabolism o técnico -m aquinaria»
estructuras físicas, etcé te ra - debe m antenerse bien separado del
m etabolism o biológico.
En una sociedad industrial sostenible todos los productos,
materiales y residuos serán nutrientes biológicos o técnicos. Los
nutrientes biológicos estarán diseñados para volver a los ciclos
ecológicos a fin de ser consum idos por m icroorganism os u otras
criaturas del suelo. Adem ás de los restos orgánicos de nuestros
alim entos, la mayor parte de los envoltorios (que constituyen
casi la m itad del volumen total de nuestros residuos sólidos) de­
berían estar com puestos por nutrientes biológicos. C o n las tec­
nologías actuales es perfectam ente factible fabricar envoltorios
que puedan ser arrojados al cu bo del com p ost para su biodegra-
dación. C o m o señalan M cD o n o u g h y Draungart: «N o hace
ninguna falta que los Irascos de cham pú, los tubos de d en tífri­
co , los envases de yogur, los cartones de zum os y demás reci­
pientes y envoltorios duren décadas (o incluso siglos) más que
lo que un día contuvieron.»^
I .os nutrientes técnicos, por su parte, estarán diseñados para
ser reincorporados a los ciclos técnicos. Braungart y M c D o ­
nough subrayan qu e la reutilización de nutrientes técnicos en
los ciclos industríales es algo d istinto del reciclaje, en el sentido
de que m antien e la alta calidad de los materiales en lugar de «re­
bajarlos» a jardineras o bancos para parques urbanos. Todavía
no se han establecido m etabolism os técnicos equivalentes a las
agrupaciones Z E R I. Pero hay una fuerte tendencia hacia ello.
En los Estados U nidos, que 110 es precisam ente un líder en reci­
claje, más de la mitad del acero se produce a partir de chatarra.
En la misma línea, tan sólo en Nueva Jersey hay más d e una d o­
cena de industrias papeleras que trabajan exclusivam ente con
papel reciclado.60 Los nuevos m inihornos siderúrgicos no nece­
sitan ya estar al lado de las minas, ni las nuevas papeleras ju n to a
los bosques, sino próxim as a las ciudades qu e producen los resi­
duos que las alim entan y qu e consum en sus productos, lo cual
perm ite ahorrar en gran medida en transportes.

304
lin el horizonte se perciben m uchas más tecnologías de
ecodiscfio para la utilización repetida de nutrientes técnicos.
Por ejem plo, ya e.s posible crear tintas especiales que se separan
del papel en co n tacto co n agua caliente sin dañar sus fibras.
Esta innovación quím ica perm itiría la com pleta separación de
tin ta y papel de tnodo que am bos pudieran ser reutilizados. El
papel duraría entre diez y trece veces más que los papeles reci­
clados de m odo convencional. .Si esta técnica se utilizara a nivel
m undial, reduciría el co n su m o de pulpa de papel en un noven­
ta por cien to , además de reducir drásticam ente el vertido al
m edio am biente de tintas tóxicas.61
Si el concep to de ciclos técnicos fuera im plantado plena­
m ente, conduciría a una reestructuración fundam ental de las
relaciones económ icas. D espués de todo, lo que buscam os en
un producto técn ico no es .su posesión, sino el servicio que
nos proporciona. Lo qu e realm ente querem os es que nuestro
vídeo nos entretenga, qu e nuestro coche nos transporte y que
nuestra nevera nos enfríe las bebidas. C o m o Paul Hawken
gusta de señalar, no com pram os un televisor para tener una
caja con cuatro mil productos tóxicos dentro, sino para ver la
televisión.62
Desde la perspectiva del ecodiseho no tiene ningún sentido
poseer todas esas cosas y tirarlas luego, al final de su vida útil.
Parece m u cho más lógico com prar el servicio que de ellas de­
seam os recibir, es decir, alquilarlas. La propiedad podría seguir
siendo del fabricante, y cada vez que hubiésem os term inado de
utilizar el producto, o qu e deseáram os cam biarlo por o tro más
actualizado, aquél lo retiraría, lo desm ontaría para obtener sus
com p on en tes básicos - lo s nutrientes técnicos y los utilizaría
en su cadena de producción, o los vendería a otras industrias.6*
Di econom ía ya no se basaría en la propiedad d e bienes, sino en
el servicio y en el flujo. Las materias primas y los com ponentes
técnicos circularían con tin u am en te en tre fabricantes y usuarios,
así com o entre industrias.
E ste cam b io de una eco n om ía orientada al producto a otra
orientad a al servicio y al flu jo ya es algo más que pura teoría.

305
La com p añía Interface, con sede en A tlanta, q u e es uno de los
mayores fabricantes de m oquetas del m undo, ha iniciado la
transición de la venta al alquiler de sus productos/'4 1.a idea gc-
ncral consiste en qu e la gente no quiere poseer una m oqueta,
sino disfrutar de su diseño y andar sobre ella, servicios que pue­
de obtener a un coste muy inferior si el fabricante conserva la
posesión de su producto y se responsabiliza de m antenerlo en
buen estado a cam bio de un alquiler m ensual. Las m oquetas de
Interface se sirven en placas, de las qu e cada mes se cam bian
únicam ente las que se hayan desgastado o estropeado. Eso re­
duce no sólo la cantidad de material necesario para reposicio­
nes, sino tam bién las m olestias, porque las placas usadas no
suelen estar bajo el m obiliario. C uan d o un d ie n te desea susti­
tuir toda la m oqueta, Interface la retira, para extraer de ella los
nutrientes técnicos, y entrega a su clien te otra del color, estilo y
textura deseados.
Estas prácticas, unidas a diversas innovaciones en el diseño
de m ateriales, han convertido a Interface en una de las empresas
pioneras de la nueva econom ía de servicio y flu jo. Innovaciones
parecidas han sido introducidas por C an o n en la industria de las
fotocopiadoras del Jap ó n , así com o por Fiat en Italia en la in­
dustria del autom óvil. C an o n ha revolucionado el m ercado de
las fotocopiadoras al rediscñarlas de tal m odo qu e más de un
noventa por cien to de sus com p onentes pueden ser rcurilizados
o reciclados.64 En el sistem a Fiat Auto R eciclado (F A R E ) el ace­
ro, los plásticos, los cristales, el relleno d e los asientos y m uchos
otros com p onentes son retirados de los vehículos usados en más
de trescientos centros de d esm ontaje y reutilizados en otros ve­
hículos o vendidos a otras industrias. La em presa se lia fijado
com o objetivo para ¿ 0 0 2 el reciclaje del ochenta y cin co por
ciento de m ateriales, porcentaje que ascenderá al noventa y c in ­
co por ciento en 2 0 1 0 . El programa F A R E ha sido extendido a
varios países de Europa y de L itin o am érica.66
En una econom ía de servicio y flu jo los fabricantes tienen
que poder retirar con facilidad m is productos para redistribuir
los materiales resultantes del d esm ontaje, lo cual va a ejercer un

m
im pacto considerable sobre el propio diseño del producto. Los
productos co n mayor éxito serán los q u e contengan un menor
núm ero de materiales y com p onentes que puedan ser desm on­
tados, separados, reformados y reutilizados con facilidad, las
em presas antes m encionadas han rediseñado por com p leto sus
productos para facilitar su desm ontaje. C uand o eso sucede, la
dem anda de m ano de obra para las labores adicionales de des-
ensam blaje, selección y reciclaje aum enta en la m isma medida
en que dism inuyen los residuos. D e este m odo la econom ía de-
flu jo y servicio im plica pasar d e la explotación de recursos na­
turales, que son escasos, a la utilización de recursos humanos,
que abundan.
O tro efecto de este nuevo diseño de producto consistirá en
alinear los intereses de los fabricantes con los de los usuarios,
en lo referente a durabilidad del producto. Kn una econom ía
basada en la venta de productos la obsolescencia y la sustitu­
ción frecuente de bienes interesan a los fabricantes, aunque re­
sulten dañinas para el m edio am biente y costosas para los con­
sum idores. En una econom ía d e servicio y flujo, en cam bio,
interesa por igual a fabricantes y a usuarios crear bienes de vida
larga y bajo coste de producción, ta n to en energía co m o en
materiales.

H ACER MÁS C O N M EN O S

Incluso a pesar de que el ciclo com p leto de materiales en


agrupaciones de industrias no se ha lograd» todavía, las agrupa­
ciones parciales y los bucles de materiales existentes han condu­
cid o a espectaculares increm entos en la eficiencia de energía y re­
cursos. 1.os ecodiseñadores se m uestran de acuerdo en que, en los
países desarrollados, y sin que ello signifique merma alguna del
nivel de vida de sus habitantes, es posible alcanzar una reducción
del noventa por ciento en el co n su m o de energía y m ateriales.67 Es
lo qu e se co n o ce com o Tactor D iez, porque significa m ultiplicar
por dir/. la eficiencia de los recursos. Los m inistras de M edio

307
Am biente de varios países europeos, así com o el P N U M A , han
encarecido la adopción urgente de objetivos Paccor 1 )iez..í,B
Esos espectaculares increm entos en la productividad de los
recursos son posibles debido a la incficicncia y el despilfarro
masivos (.pie caracterizan a la mayor parte del diseño industrial
actual. C o m o en el caso de los recursos biológicos, los prin­
cipios del ecodiseño, rales co m o trabajo en red. reciclado y o p ­
tim ización en lugar de m axim ización, no han solido form ar
parte de la teoría y la práctica del diseño industrial. L t produc­
tividad de los recursos, por su parte, no ha entrado en el voca­
bulario de los diseñadores hasta hace bien poco.
Natural Cdpitalisrn, escrito por Paul H aw ken, H u n tcr l.o-
vins y Am ory Lovins, está repleto de ejem plos pasmosos de in­
crem ento de la eficiencia de los recursos. Los autores estiman
que, de seguir la linca marcada por esos ejem plos, prácticam en­
te la m itad de la degradación de la biosfera quedaría resuelta, y
subrayan que las ineficiencias actuales salen casi siem pre más
caras que las medidas que las invertirían.64* En otras palabras, el
ecodiseño es un buen negocio. C o m o sucede co n las agrupacio­
nes X K R I, el increm ento de la productividad de los recursos en
el ám bito técnico tiene m últiples efectos beneficiosos. H ace
más lenta la d ism inución de recursos naturales, reduce la co n ­
tam inación e increm enta el em pleo. La productividad de los re­
cursos por sí sola no solucionará nuestra crisis am biental, pero
nos puede proporcionar un tiem p o precioso para perm itirnos
la transición hacia una sociedad sostenible.
El diseño de edificios es uno de los cam pos en los que el
ecodiseño lia cond u cid o a buen núm ero de innovaciones im ­
presionantes.7" U n a estructura com ercial bien diseñada tiene
una form a y una o rien tació n que saca el m ejor provecho del
Sol y del viento y optim iza la calefacción y la refrigeración na­
turales pasivas. Esta estrategia, por sí sola, puede representar un
ahorro de hasta un tercio del consum o energético total del edi­
ficio. La orientación adecuada, com binad a co n otros diseños
solares pasivos, proporciona tam bién una ilum inación natural
libre de d eslum bram iento en toda la estructura, lo cual suele re­

308
presentar una ilum inación natural suficiente durante las horas
de insolación, l.os sistemas m odernos de ilum inación eléctrica
pueden producir colores agradables y adecuados sin parpadeos,
zum bidos ni deslum bram ientos. lista com binación de fuentes
de ilum inación suele representar un ahorro de entre el ochenta
y el noventa por cien to del consum o eléctrico en ilum inación,
lo cual perm ite am ortizar la inversión adicional en un año.
T a l vez lo más im presionante sean las espectaculares m ejo­
ras en aislam iento y regulación de la tem peratura aportadas por
las «supervemanas», qu e m antienen el calor en invierno y el
frescor en verano sin calefacción ni refrigeración adicionales.
I.as superven ranas están recubiertas por una serie de capas invi­
sibles que perm iten la entrada de la luz, pero reflejan el calor.
Además de estar com puestas por un d oble acristalam icnto, el
espacio entre am bos cristales está relleno de gas pesado que blo­
quea los flujos de calor y sonido. Edificios experim entales equi­
pados co n esa clase de ventanas dem uestran que puede mante­
nerse en su interior un confort co m p leto , sin que sea necesaria
la aportación de ningún equipo de calefacción o refrigeración,
incluso en co n d icio n es exteriores qu e van desde el frío intenso
hasta el calor extrem o.
F inalm en te, los edificios ecodiscñados 110 tan sólo ahorran
energía al dejar penetrar la luz natural y estar aislados de la
tem peratura exterior, sino que pueden tam bién producir ener­
gía. Es posible producir electricidad fotovoltaica en paneles de
fachada, elem entos de cubierta y otros com p onentes estructura­
les que parecen materiales de constru cción corrientes y funcio­
nan com o tales, pero que producen electricidad cuando reciben
la luz del So l, au nque sea a través de nubes. U n edificio dotado
de esos sistem as puede producir d urante el día más electricidad
que la q u e consu m e. D e hecho, eso es precisam ente lo que ha­
cen cada día más de medio m illón de casas dotadas de energía
solar fotovoltaica en todo el m undo.
Ésas son tan sólo algunas de las innovaciones recientes más
im portantes en el ecodiseño de edificios, pero no se lim itan a
edificios nuevos, sino qu e pueden ser tam bién aplicadas a la rc-

309
novación d e edificios existentes. Los ahorros en energía y m alc­
ríales generados por esas innovaciones son espectaculares, amén
de que los edificios asi diseñados son más cóm odos y saludables
para sus usuarios. A medida que las innovaciones en ecodischo
se m ultipliquen, los edificios se parecerán cada vez más a la vi­
sión de M ichacl Braungart y W illiam M cD o n o u g h : «Im agina­
m os [...1 un edificio qu e será parecido a un árbol: purificará el
aire, aprovechará la luz del Sol, producirá más energía que la
que consum a, dará som bra y un buen hábitat, enriquecerá el
suelo y cam biará con las estaciones.»71 Hoy día existen ya algu­
nos edificios con estas características revolucionarias.72
E l de los transportes es otro sector en el qu e son posibles
trem endos ahorros de energía. C o m o hem os visto, las reglas de
libre com ercio de la O M C están diseñadas para m enguar la
producción local y' favorecer, en cam bio, las exportaciones c
im portaciones, lo cual increm enta de form a masiva el transpor­
te a larga distancia y som ete al m edio am biente a un enorm e
estrés.71 Invertir esta tendencia es parte im portante del progra­
ma de la C oalición de Seattle para rem odelar la globalización, y
conllevaría un ahorro espectacular de energía, co m o puede
com probarse ya en varios de los ejem plos pioneros de ccodise
ño m encionados en la.s páginas precedentes, desde las agrupa­
ciones ecológicas de industrias locales y de pequeña escala hasta
las m inilábricas que producen acero o papel a p artir de chatarra
o restos, o la producción de alim entos orgánicos por explota­
ciones ecológicas locales y que son vendidos localm ente.
C onsideraciones parecidas son tam bién de aplicación al d i­
seño urbano. La extensión urbana y suburbana q u e caracteriza
a la m ayoría de las ciudades m odernas, particularm ente en los
Lstados U nidos, ha generado una gran dependencia del au to ­
móvil con un papel m ínim o del transporte urbano, de la bic icle­
ta o de la práctica de andar. Consecuencias: elevado consum o de
com bustibles y sus correspondientes niveles de co n tam in ació n
y de em isión de gases de invernadero, grave estrés para las per­
sonas debido a la congestión de tráfico, pérdida d e la vida calle­
jera, de la com unidad y de la seguridad pública.

310
Las tres décadas pasadas han sido testigo de la emergencia
de un m ovim iento internacional de «ccociudadcs», que trata de
com pensar la expansión urbana m ediante la utilización de prin­
cipios de ccodiseño, co n el objetivo de rediseñar nuestras ciu­
dades de m od o que se vuelvan ecológicam ente sanas.74 Por me­
dio de un análisis porm enorizado de los patrones de transporte
y de uso del suelo, los planificadores urbanos Peter Newm an y
JeíF Kenw orthy descubrieron que el consu m o energético d e ­
pende crucialm ente de la densidad urbana.75 A medida que la
densidad aum enta, se increm entan tam bién el uso de la bicicle­
ta y los desplazam ientos a pie, mientras que decrece el del auto­
móvil. Los centros históricos con alta densidad de población y
uso m ixto del suelo, reconvertidos en los espacios sin vehículos
a m otor que otrora fueron, existen hoy día en la m ayoría de las
ciudades europeas. O tras ciudades han creado espacios nuevos
libres de vehículos a m otor, que estim ulan la utilización de la
bicicleta y los paseos. Estos nuevos barrios, conocid os com o
«pueblos urbanos», com binan edificaciones de elevada densidad
co n amplias zonas verdes com unes.
La ciudad alem ana de Frilm rgo, por ejem plo, tiene un pue­
blo urbano llam ado Scepark, construido en torno a un gran
lago y a una línea de tranvía. La com unidad prescinde por
com p leto de vehículos a m oto r, todos los desplazamientos se
realizan en bicicleta o a pie y abunda el espacio abierto donde
los niños pueden jugar sin peligro. Espacios similares, sin tráfi­
co rodado c integrados a la red de transporte público, han sido
creados en otras ciudades com o M u n ich , Z u rich y Vancouver.
l a aplicación de principios de ecodiseño lia aportado a esas zo­
nas num erosos beneficios, entre los cuales cabe contar un aho­
rro significativo de energía y un en to rn o seguro y saludable,
con niveles de co ntam inación drásticam ente reducidos.
Adem ás de los logros arriba descritos, tam bién se consigue
un ahorro m ayúsculo de energía y m ateriales a través de un re-
d ise ño radical de los propios autom óviles, pero aunque los «hi-
percoches» —vehículos ulrraligeros, supereficienies y no conta­
m in an tes- estén pronto en el m ercado,76 ello no solucionará los

311
m últiples problem as de salud, sociales y m edioam bientales pro­
vocados por el uso excesivo del autom óvil. T a n sólo cam bios
fundam entales en nuestros patrones de producción y consum o,
ju n to con un nuevo diseño para nuestras ciudades, podrá lo­
grarlo. M ientras tan to , sin em bargo, los hipcrcoches -a l igual
que otras m ejoras significativas en la productividad de los re­
cu rso s- reducirán de forma im p ortante la co ntam inación y nos
darán el tiem po que tanto necesitam os para la transición hacia
un futuro sostenible.

E l, S O L C O M O P U E N T E D E E N E R G ÍA

Antes de fijar nuestra atención en el ecodiseño de au to m ó ­


viles, es preciso que exam inem os con más d etenim iento la cues­
tión del uso de la energía. E n una sociedad sostenible la totali­
dad de las actividades y los procesos industriales hum anos será
alim entada, en últim a instancia, por el So l, com o sucede en los
procesos de los ecosistem as naturales. 1.a energía solar es la úni­
ca a la vez renovable y benigna para el medio am biente. Por
consiguiente, el paso a una sociedad sostenible incluye ineludi­
b lem ente el cam bio de los com bu stibles sólidos -fu e n te princi­
pal de energía de la Era In d u strial- al Sol com o fuente única de
energía.
El Sol ha proporcionado energía a nuestro planeta durante
miles de m illones de años. La práctica totalidad de nuestros re­
cursos energéticos -m a d era , carbón, petróleo, gas natural, vien­
to, energía hidráulica, etcé te ra - tiene su origen en la energía so­
lar. Sin em bargo, no todas esas fuentes de energía son renovables.
En el debate actual sobre la energía, el térm ino «energía solar» se
refiere a las formas de energía qu e provienen de fuentes inagota­
bles o renovables: la luz del Sol para calentar agua y producir ca ­
lefacción y electricidad, el viento, la energía hidráulica (corrien ­
tes. saltos de agua, mareas) y la biom asa o materia orgánica. Las
tecnologías solares más eficientes involucran dispositivos de pe­
queña escala, utilizados por com unidades locales, qu e generan

312
gran variedad de em pleos. E l uso d e la energía solar, co m o los
demás principios de ecod iscño, reduce la co ntam in ación y al
m ism o tiem p o aum enta el em pleo. Es más, el paso a la energía
solar beneficiará particularm ente a los pobladores de los países
del Sur. donde la insolación es mayor.
E n los últim os años lia quedado cada vez más claro que la
transición a la energía solar es necesaria no tan sólo porque los
com bustibles fósiles -c a rb ó n , petróleo y gas n atu ral- son lim i­
tados y no renovables, sino, particularm ente, por sus efectos
devastadores sobre el m edio am biente. I-os descubrim ientos del
papel del dióxido de carb on o o C 0 2 en el cam bio clim ático , y
de la responsabilidad hum ana en el increm ento de la presencia
de este gas en la atm ósfera, han subrayado la relación directa
entre contam in ación m edioam biental y consu m o de energía
procedente de com bu stibles fósiles, y la intensidad del carbo­
no ha pasado a convertirse en un indicador im portante para
nuestro avance hacia la sostenibilidad. C o m o m anifiesta Seth
D u n n , del W orldw atch Instituto, necesitam os «dcscarbonizar»
nuestra econom ía en erg ética.77
A fortunadam ente, eso ya está sucediendo. El ecólogo in­
dustrial Jcssc A usubel, citado por D u n n , ha dem ostrado que a
lo largo de los últim os d oscientos años se ha producido una
progresiva dcscarbonización de nuestras fuentes de energía.
D urante m ilenios la principal fuente de energía para la hum a­
nidad fue la madera, qu e libera diez m oléculas de carbono (en
form a de cenizas o de C O ?) por cada m olécula de hidrógeno
(en form a de vapor de agua) al ser quem ada. C uando el carbón
pasó a convertirse en la principal fuente de energía para el
m undo industrial del siglo XIX, esa proporción se redujo a 2 :1 .
A m ediados del siglo XX el petróleo rebasó al carbón com o
principal fuente energética, lo cual con tribu yó al proceso de
descarbonización, habida cuenta de que el petróleo libera tan
sólo una molécula de carbono por cada dos de hidrógeno. C on
el gas natural (m etan o), que com enzó su ascenso en las últimas
décadas del siglo X X , la dcscarbonización fue aún más lejos, con
una unidad de carb on o liberada por cada cuatro unidades de

313
hidrógeno. Así pues, cada nueva fuente principal d e energía re­
ducía la proporción entre carbon o e hidrógeno. La transición a
la energía solar ser;í el últim o paso en este proceso de dcscarbo-
nización, puesto qu e las energías renovables no liberan carbono
a la atm ósfera.
H ace unas décadas había gratules esperanzas d e que la en er­
gía nuclear pudiera llegar a ser el com bu stible lim pio ideal que
sustituyera al carbón y al petróleo» pero bien pronto se hizo pa­
tente qu e esra energía acarrea unos costes y unos riesgos tan des­
com unales que 110 puede constituir, de ningún m od o, una solu­
ción viable.78 Esos riesgos com ienzan con la contam inación de
personas y entorno por sustancias radiactivas cancerígenas en
cada una de las etapas del ciclo del com bu stible nuclear: la ex­
tracción y el en riqu ecim iento del uranio, la operación y el m an­
tenim iento del reactor, y el m anejo y alm acenam iento o repro­
cesado de los residuos radiactivos. Por añadidura, existen las
inevitables fugas de radiación en accidentes nucleares, o incluso
en el funcion am ien to habitual de las centrales, la cuestión sin re­
solver de có m o desm antelar con seguridad los reactores nuclea­
res y de cóm o gestionar los residuos radiactivos, la amenaza de
terrorism o nuclear y la correspondiente pérdida de libertades c í­
vicas en una «econom ía del plutonio» totalitaria, a tod o lo cual
hay qu e añadir las consecuencias económ icas desastrosas del uso
de la energía nuclear co m o fuente de energía intensiva en capital
y altam ente centralizada.
T o d o s estos riesgos se com bin an con los problem as inhe­
rentes al coste del com bustible y a la construcción de las p ro ­
pias centrales, todo lo cual se une para situar los costes de ex ­
ploración de las centrales nucleares a unos niveles que hacen
que no sean com petitivas. Ya en el añ o 197 7 un destacado ase­
sor de inversiones conclu ía una investigación exhaustiva sobre
la industria nuclear con las siguientes palabras: «D ebem os,
pues, llegar a la conclusión de que, desde el punro de vista es­
trictam ente eco n óm ico , confiar en la fisión nuclear com o fuen­
te prim ordial de nuestros sum inistros estacionarios de energía
constituiría una locura económ ica sin precedentes en la liisto-

3U
ria.»'v H o y día la nuclear es la fuente de energía que menos
aum enta en el m undo, con un crecim ien to que fue tan sólo del
uno por cien to en 19 9 6 y no tiene perspectivas de m ejora. Se­
gún '¡'he Economist: «N inguna [central nuclear), en ningún lu­
gar del m undo, tiene el m enor sentido com ercial.»*0
El sector de la energía solar, en cam bio , es el sector energé­
tico qu e ha experim entado el m ayor crecim iento en la década
pasada. El uso de células solares (es decir, células fotovoltaicas
que convierten la luz del Sol en electricidad) aum entó un dieci­
siete por cien to al año en los noventa, y la energía eólica creció,
de form a aún más espectacular, tina media del veintisiete por
cien to an u al.*1 Se estim a que alrededor de medio millón de ho­
gares en todo el m undo, principalm ente en localidades remotas
que no tienen acceso a la red eléctrica, obtienen hoy día su
energía eléctrica m ediante células solares. El invento reciente en
el Jap ón de tejas solares augura una m ayor expansión del uso
de la energía fotovoltaica. C o m o ya he m encionado, esas «tejas
solares» perm iten convertir cualquier tejado en una pequeña
central eléctrica, lo cual, probablem ente, revolucionará la gene­
ración de electricidad.
Esos avances dem uestran qu e la transición a la energía solar
está en cam ino. En 1 9 9 7 un estudio exhaustivo realizado por
cin co laboratorios científicos estadounidenses concluyó que la
energía solar podía abastecer el sesenta por ciento de la dem an­
da energética de los Estados U nidos a precios com petitivos,
siem pre y cuando hubiera una com petencia libre y justa y se
contabilizaran adecuadam ente sus beneficios m edioam bienta­
les. U n año después, un estudio de Royal D u tch Shell conside­
raba muy probable que, alrededor de mediados del siglo si­
guiente (el x x i) las energías renovables fueran suficientem ente
com petitivas para abastecer, al m enos, la m itad de la demanda
energética m undial.*2
C ualquier programa de energía solar a largo plazo tendrá
qu e producir co m bu stible líquido su ficiente para el transporte
aéreo y parte, al m enos, de nuestro transporte terrestre presen­
te. H asta hace poco, éste era el talón de Aquiles de la transición

315
solar.83 hn el pasado la fuente preferida para la producción de
co m bu stible líquido renovable era la biom asa, en particular el
alcohol destilado a partir tle cereales o de frutos. El problem a
de esta solución consiste en que, aunque la biom asa es un re­
curso renovable, el suelo en que se cultiva no lo es. Si bien es
cierto que cabe esperar una producción significativa de alcohol
a partir tic ciertos cultivos, tam bién lo es que un programa de
producción masiva tic alcohol agotaría el suelo a la misma velo­
cidad a la que ahora estam os agotando otros recursos naturales.
En los últim os años, sin em bargo, el problem a del com bu s­
tible líquido ha encontrad o una solución espectacular con el d e­
sarrollo de pilas de hidrógeno eficientes, que prom eten la inau­
guración de una nueva era de la producción «le energía: la
«econom ía del hidrógeno». El hidrógeno, el elem ento más ligero
y abundante del universo, se usa co m ú n m en te com o com bu sti­
ble para cohetes espaciales. 1.a pila de hidrógeno es un dispositi­
vo electrom ecánico que com bina el hidrógeno co n el oxígeno
para producir electricidad, agua... ¡y nada más! Eso convierte al
hidrógeno en el com bu stible lim pio por excelencia, el paso defi­
nitivo en el largo cam ino hacia la descarbonización total.
El proceso de una pila de hidrógeno es parecido al de una
batería, con la diferencia de que utiliza un flujo con tin u o de
com bu stible, lü s m oléculas de h id rógeno son alim entadas por
un extrem o del dispositivo, donde un catalizador las divide en
protones y electrones. Estas panícu las viajan entonces al otro
extrem o siguiendo cam inos distintos. Los protones atraviesan
una m em brana, m ientras que los electrones son obligados a cir­
cular a su alrededor, y se genera así en el proceso una corriente
eléctrica. I ras ser usada, la corriente alcanza el otro extrem o de
la pila, donde los electrones son unidos de nuevo co n los proto­
nes y el hidrógeno resultante se co m b in a co n el oxígeno del
aire form ando agua. T o d o el fu n cion am ien to es silencioso, fia­
ble y no genera contam in ación ni residuos.84
I.as p ilas d e c o m b u s t ib l e f u e r o n in v e n ta d a s e n el s ig lo X IX ,
p e ro b a s ta h a c e p o c o n o h a n s id o p r o d u c id a s c o m e r c ia l m e n te
( e x c e p to p a ra el p ro g ra m a e sp a cia l e s ta d o u n id e n s e ) p o rq u e re ­

316
sultaban muy caras y volum inosas. Requerían grandes cantida­
des de platino co m o catalizador, lo cual las hacía demasiado
costosas para una producción en masa. Por otro lado, las pilas
de com bu stible funcionan co n hidrógeno, que existe en abu n ­
dancia en la naturaleza, pero que tiene que ser separado del
agua (H 20 ) o del gas natural {( \I.,) antes de que pueda ser uti­
lizado co m o com bu stible. Eso no es técnicam ente d ifícil, pero
requiere una infraestructura específica que, en nuestra econo­
mía basada en los com bustibles fósiles, nadie estaba interesado
en desarrollar.
Esta situación cam bió radicalm ente en la década pasada.
L.os avances tecnológicos han perm itido reducir drásticamente
la cantidad de platino necesario com o catalizador, c ingeniosas
técnicas de «apilado» han hecho posible crear unidades co m ­
pactas y de gran eficiencia, que serán fabricadas en los próxi­
mos anos para sum inistrar electricidad a nuestros hogares,
autobuses y automóviles.®*
M ientras varias em presas de diversos países pugnan por ser
las prim eras en producir co m crcialm cn tc pilas de com bustible
para uso dom éstico, una aventura com partida para creat la pri­
mera econom ía del hidrógeno del m undo ha sido puesta en
m archa por el gobierno de Islandia ju n to co n varias empresas
de esc país.®*’ Islandia utilizará sus inm ensos recursos geotérm i­
cos e hidroeléctricos para producir hidrógeno a partir de agua
de mar, el cual será utilizado en pilas de com bu stible, primero
en autobuses y luego en autom óviles y barcos de pesca. El obje­
tivo del gobierno islandés consiste en com pletar la transición al
hidrógeno entre los años 2 0 3 0 y 2 0 4 0 .
I ) c m o m en to , el gas natural es la fuente más com ú n de hi­
drógeno, pero la separación del hidrógeno del agua con la ayu­
da de energías renovables (particularm ente solar y cólica) cons­
tituirá, a largo plazo, el m étod o más lim pio y económ ico.
C uand o eso suceda, habrem os creado un sistem a verdadera­
m ente sostenible de generación de energía. ( lom o sucede en los
ecosistem as naturales, toda la energía qu e necesitem os será pro­
porcionada por el Sol, ya sea por m edio de dispositivos solares

317
;i pequeña escala, ya sea distribuida en forma de hidrógeno, el
recurso lim pio definitivo, utilizado en las eficientes y fiables pi­
las de com bustible.

H IW .R C O C H E S

Kl rediseño de autom óviles podría m uy bien ser la rama del


ecodiscño con consecuencias industriales de m ayor alcance.
C o m o suele suceder en el ccod iscño, com enzó con el análisis de
la ineficiencia de nuestros vehículos actuales, siguió con una di ­
latada investigación en busca de soluciones sistómicas y ecológi­
cam ente orientadas y term inó con unas ideas de diseño tan ra­
dicales que no sólo cam biarán la actual industria del autom óvil
hasta hacerla irrccon ocible, sino que podrían tener tam bién
consecuencias igualm ente revolucionarias en las industrias v in ­
culadas del petróleo, del acero y de la electricidad.
C o m o sucede con tantos otros productos del diseño indus­
trial, el autom óvil actual es pasm osam ente in eficien te.*' T an
sólo el veinte por cien to del com bu stible utilizado sirve para
m overlo, m ientras que el ochenta por ciento restante se pierde
en calor y hum o. P or otro lado, el noventa y cin co por ciento
de la energía total em pleada mueve al vehículo. Pan sólo el cin ­
co por cien to restante mueve a quien lo ocupa. La eficiencia re­
sultante, en térm inos de proporción de energía de com bu stible
para desplazar al ocupante es, pues, el cin co por cien to del
veinte por ciento en otras palabras, ¡un m ero uno por ciento!
A principios de la década de los noventa, A m ory Lovins, fí­
sico especializado en energía, ju n to co n sus com pañeros del
R ocky M ountain Insrirurc, se plantearon el reto de rediseñar
por com p leto el autom óvil actual, altam ente ineficiente, sinte­
tizando las ideas em ergentes en un diseño conceptual al que
pusieron por nom bre «hipercochc». E ste diseño com bina tres
elem entos clave: los hipercoches son ultraligeros, pues pesan
entre dos y tres veces menos que los autom óviles actuales; tie­
nen una aerodinám ica m uy superior a la de los vehículos co n -

318
vcncionalcs, lo que les perm ite desplazarse con m ucha más faci­
lidad, y están impulsados por un sistema «híbrido eléctrico»,
que com bin a un m otor eléctrico de gasolina que produce elec­
tricidad para el m otor del vehículo.
Clitando estos tres elem entos se integran en un m ism o dise­
ñe), ahorran del setenta al ochenta por cien to del com bustible
utilizado por un autom óvil convencional, y, por otra parte,
aum entan la com odidad y la seguridad del vehículo. Además
de todo ello , este nuevo con cep to de co ch e genera una serie de
efectos adicionales sorprendentes, qu e prom eten revolucionar
no tan sólo la industria del autom óvil, sino tam bién el diseno
industrial co m o un tod o.8*
El pu nto de partida del con cep to de hipercoche estriba en
reducir la potencia necesaria para m over el vehículo. Puesto
que tan sólo se utiliza el veinte por cien to de la energía del
com bu stible para que un autom óvil convencional se mueva,
cualquier ahorro en la potencia necesaria para mover las ruedas
tendrá to m o resultado un ahorro cinco veces superior en co n ­
sum o de com bu stible. E n el hipercoche este ahorro de potencia
se consigue haciéndolo más ligero y aerodinám ico. La carroce­
ría convencional metálica es sustituida por otra fabricada a base
de resistentes fibras de carbon o em bebidas en plásticos moldea-
bles especiales. C om bin acio n es de diversas fibras proporcionan
una gran flexibilidad de diseño, con el resultado final de redu­
cir el peso de la carrocería a la m itad. Por otro lado, algunos
simples detalles de diseño reducen su resistencia al aire entre un
cuarenta y un sesenta por ciento, sin dism inuir pata nada la fle­
xibilidad estilística. La com bin ación de ambas innovaciones
puede reducir la potencia necesaria para m over al coche y a sus
ocupantes en un cincuenta por ciento o más.
C onvertir el vehículo en ultraligero genera una cascada de
efectos secundarios, m uchos de los cuales tienen com o resultado
reducciones adicionales de peso. U n co ch e más ligero necesita
una suspensión más ligera para m anejar un peso m enor, m eno­
res frenos para desacelerarlo y m enos cantidad de com bustible
para moverlo. M ás aún, algunos elem entos no sólo se reducen

319
de tam año, sino qu e desaparecen. L i dirección y los frenos asis­
tidos ya no son necesarios en esta clase de vehículo. F.l au tom ó­
vil híbrido eléctrico perm ite suprim ir aún m ás elem entos, com o
em brague, transm isión, palanca de cam bios, etcétera, todo lo
cual sigue reduciendo el peso del vehículo.
Los nuevos com puestos de fibras de carbono no sólo son
m u cho más ligeros, sino que son tam bién extraordinariam ente
fuertes. Pueden absorber cinco veces más energía que el acero,
lo cual consriruye, obviam ente, un aspecto im portante para lo
que a seguridad se refiere. Inspirándose en los coch es de carre­
ras, que tam bién son ultraligeros y asom brosam ente seguros,
estos vehículos están diseñados para disipar de m anera eficaz la
energía de choque. Además de proteger de verdad a sus o cu ­
pantes, los vehículos ultraligeros son tam bién m ucho menos
peligrosos en caso de choque.
Las diferencias entre las propiedades físicas del acero y de
los com puestos de fibra de carbono afectan profundam ente no
sólo el diseño y el funcionam iento de los hipercoches, sino
tam bién su fabricación, su distribución y su m antenim iento.
A unque las fibras de carbono son más caras qu e el acero, el
proceso de producción tic carrocerías es m ucho más barato. El
acero tiene que ser prensado, soldado y acabado, m ientras que
las carrocerías plásticas con fibras de carbono salen del molde
com o elem ento ú nico y acabado, lo cual reduce los costes de
m anipulación y m o n taje en un noventa por ciento. El m ontaje
del vehículo tam bién se sim plifica m ucho, puesto que los co m ­
ponentes ligeros son fáciles de m anejar y no necesitan elem en­
tos auxiliares tic elevación, l a pintura, una tic las operaciones
más caras y contam in antes de la fabricación de vehículos co n ­
vencionales, puede ser totalm ente elim inada incorporando el
co lo r y los acabados especiales al m ism o proceso de moldeado.
Las múltiples ventajas de los com puestos de fibra se co m b i­
nan para favorecer pequeños equipos de diserto, reducido núm e­
ro de unidades m ínim as por m odelo y fábricas locales, caracterís­
ticas todas ellas tlel ecotliseño en general. El m antenim iento
de los hipercoches es tam bién infinitam ente más sencillo que el de

320
los vehículos con carrocería de acero, habida cuenta de que se eli ­
minan muchos de los m ecanism os y com ponentes implicados en
las averías más frecuentes. Por otro lado, las carrocerías de carbono
y plástico, libres de fatiga y corrosión y prácticam ente imposibles
de abollar, pueden durar décadas hasta acabar siendo recicladas.
El m otor híbrido eléctrico es otra de las innovaciones fun­
dam entales de estos vehículos. Al igual que otros vehículos
eléctricos, los hipercoches incorporan m otores eléctricos efi­
cientes, así co m o dispositivos para transform ar la energía de
frenado en electricidad, lo cual les confiere una capacidad adi­
cional de ahorro de energía, pero, a diferencia de los primeros,
los hipercoches no tienen baterías, que siguen siendo pesadas y
de corta vida. En ellos la electric idad es generada por un peque­
ño m otor, por una turbina o por una pila de com bustible. Eis-
tos sistemas híbridos son de un tam año reducido y, habida
cuenta de que no están directam ente acoplados al sistema de
transm isión m otriz, funcionan todo el tiem po m uy próxim os a
sus cond iciones óptim as, lo cual contribu ye a la reducción ge­
neral de consu m o de com bustible.
Eos vehículos híbridos pueden utilizar gasolina o una serie
de opciones más lim pias, incluyendo com bu stibles procedentes
de biom asa. Sin duda, el m odo más lim pio y eficiente de ali­
m entar un autom óvil híbrido eléctrico es usando hidrógeno,
por medio de una pila de com bustible. U n vehículo así no tan
sólo funciona en silencio y sin con tam in ar, sino que se co n ­
vierte tam bién, de hecho, en una pequeña central eléctrica.
Esta es tal vez una de las im plicaciones de mayor alcance del
concep to de hipercochc. C uan d o el vehículo está estacionado
en el garaje de su propietario o en su lugar de trabajo - e s de­
cir, la mayor parte del tie m p o -, puede seguir produciendo
electricidad, qu e su propietario podría vender a la red general,
co n el consiguiente beneficio econ óm ico. Am ory l.ovins esti­
ma que sem ejante producción masiva de electricidad perm iti­
ría cerrar en un plazo relativam ente breve las centrales térmicas
y nucleares, habida cuenta de que la sustitución del parque
autom ovilístico de los Estados Unidos por vehículos híbridos

321
eléctricos significaría una capacidad de producción de electrici­
dad entre cin co y diez veces superior a la actual, dejar de de­
pender del petróleo de la O rganización de Países Exportadores
de Petróleo (O P E P ) y reducir en dos tercios las em isiones de
C ü 2 de los Estados U nidos.89
C uand o concibió la idea del hipcrcoche, a principios de los
noventa, Amory Ixwins reunió un equipo técnico en su Rocky
M oun tain Instituto para desarrollar la idea. A lo largo de los años
siguientes ese equipo publicó num erosos docum entos profesio­
nales, seguidos en 199 6 por un volum inoso inform e titulado
Hypercars: Materials. Manufacturing, an d Policy Implica tions.**0
Para maximizar la com p etencia entre marcas, el equipo del hi-
p erco d ic puso todas sus ideas a disposición del pú blico y las
com p artió abiertam ente co n un par de docenas de fabricantes.
Esta estrategia tan poco convencional funcionó tal com o es­
taba previsto y generó una com p etencia mundial feroz. T o y ota
y 1 londa fueron los prim eros constructores en ofrecer vehículos
híbridos eléctricos: el cin co plazas T o y o ta Prius y el dos plazas
H onda Insight. V ehículos parecidos, con consum os de tres li­
tros y medio han sido ensayados por G eneral M otors, Ford y
D aim lcr-C hryslcr, y están ya en fase d e preparación para la pro­
d ucción. M ientras tanto, Volkswagen vende ya en Europa un
m odelo con un consum o de tres litros por cien kilóm etros, y
planea lanzar en 2 0 0 3 al m ercado estadounidense o tro con un
co n su m o de un litro por cien kilóm etros. Por su parte, otros
o ch o grandes constructores tienen prevista la prod ucción de ve­
hículos alim entados con pilas de com bu stible en tre los años
2 0 0 3 y 2 0 0 5 .91
Para increm entar aún más la presión com petitiva, el Rocky
M o u n tain Institute creó una em presa independiente, H vpcrcar
In c., co n el objetivo de diseñar el prim er hipcrcoche in co n d icio ­
nal, siip erefitiente y fabricable del m undo.92 El diseño de ese
p rototip o quedó conclu id o en noviem bre de 2 0 0 0 . y ocu p ó la
porrada de The Wall Street Jou rn al dos meses después.93 Se trata
de un vehículo utilitario/deportivo espacioso, de tam añ o m edio,
con un co n su m o de com bu stible de un litro y m edio por cien ki­
lóm etros, qu e circulará silenciosam ente con cero em isiones de
gases y una au tonom ía de qu inientos treinta kilóm etros im pul­
sado por la electricidad generada por una pila de com bustible
alim entada por tres kilos y m edio de hidrógeno com prim ido en
tanques ultraseguros. El p rototipo cum ple co n los estrictos es­
tándares de la industria autom ovilística y se entregará con una
garantía de trescientos cincuenta mil kilóm etros. I.ovios y sus
com pañeros esperan haber producido num erosos prototipos
para finales tic 2 0 0 2 . Si lo consiguen, habrán dem ostrado que el
concep to de h ip ercochc puede ser una realidad com ercial.
En la actualidad la revolución del hipercoche está en mar­
cha. C uan d o los modelos de las principales m arcas ahora en pro­
ducción ocupen los escaparates de los concesionarios la gente los
com prará no tan sólo para ahorrar energía y proteger el medio,
sino, sim plem ente, porque estos m odelos ultraligcros, seguros,
no contam inantes, silenciosos y supereficientes serán coches me­
jores. 1.a gente se pasará a ellos del m ism o m odo que se pasó de la
m áquina de escribir al ordenador y de los discos de vinilo a los
com pactos. I.legará el día en que los autom óviles de acero que
aún circulen por nuestras carreteras sean piezas de coleccionista
co m o Jagu ar, Porsche, Alia R om eo y algunos otros modelos de­
portivos.
Puesto que la industria del autom óvil es la más grande del
m undo, seguida por la del petróleo, la revolución del hipercoche
tendrá un profundo im pacto sobre toda la producción indus­
trial. Eos h i percuelles son un excelente ejem plo de la econom ía
tic servicio y flu jo postulada por los ecodiscñadorcs a gran escala.
L,o más probable es qu e sean alquilados en vez de vendidos, al
m enos m ientras se desarrolla la necesaria infraestructura para
abastecerlos de hidrógeno. Sus materiales reciclables circularán
en ciclos cerrados, con toxicidades cuidadosam ente controladas
y cada vez, más reducidas. El cam bio radical del acero a las fibras
de carb on o y del petróleo al hidrógeno hará qu e las actuales in­
dustrias del acero y el petróleo, y las dem ás relacionadas con
ellas, sean sustituidas por procesos de producción radicalm ente
diferentes, sostenibles y benignos para el m edio am biente.

323
LA I RANSICIÓN A IA ECONOMÍA DEl. HIDRÓGENO

l a m ayoría de los vehículos híbridos hoy en producción no


están aún alim entados por pilas de com bu stible, debido a que
éstas son todavía muy caras y no hay su ficiente hidrógeno. El
volumen de producción necesario para qu e su precio sea accesi­
ble será consecuencia, probablem ente, de su utilización en ed i­
ficios. C o m o ya he d ich o , está en m archa una com p etencia fe­
roz para la producción com ercial de pilas de com bu stible de
uso residencial. H asta que el hidrógeno pueda ser distribuido
fácilm ente a d om icilio, esos sistem as dom ésticos incluirán p ro ­
cesadores de com bustible para extraer hidrógeno del gas natu­
ral. D e este m odo las redes actuales de distribución de gas na­
tural podrán ser utilizadas no tan sólo para el uso d irecto del
gas, sino tam bién para producir electricidad. Amory l-ovins es­
tima qu e la electricidad generada por esas pilas de com bu stible
podrá com p etir ventajosam ente co n la producida por las cen ­
trales térm icas y nucleares, habida cu en ta de que no tan sólo
será producida a m enor coste, sino que prescindirá de las redes
eléctricas de distribución a larga distancia y de sus considera­
bles caídas de tensión.'jr'
Paul Hawken y H unrer y Am ory I.ovins plantean un esce­
nario para la transición a la eco n om ía del hidrógeno en el que
los prim eros vehículos de pila de com bu stible serán alquilados
a personas qu e vivan cerca de las plantas de extracción de
hidrógeno a partir del gas natural.96 E l hidrógeno sobrante p ro ­
ducido por esas plantas en horas de poco consum o será d istri­
buido a estaciones de aprovisionam iento de hipcrcoches. A m e­
dida que el m ercado del hidrógeno se vaya am pliando con el
uso de pilas de com bu stible en viviendas, fábricas y vehículos,
se irá haciendo más atractiva la producción de hidrógeno más
centralizada y su distribución por redes.
Al principio el hidrógeno será tam bién producido a partir
del gas natural, utilizando una técnica que rcintroducc el C X )2
resultante del proceso en los yacim ientos subterráneos de gas.
De este m odo los abundantes recursos existentes de gas natural

324
podrán ser utilizados para producir hidrógeno sin alterar el cli­
ma del planeta. Llegado el m o m en to, el hidrógeno podrá ser
separado del agua con la ayuda de las energías renovables pro­
cedentes del Sol y del viento.
A medida que vaya progresando la transición hacia la eco­
nom ía del hidrógeno, su eficiencia energética superará la deri­
vada de la producción tic petróleo con tanta rapidez., que incluso
un petróleo barato dejará de ver com petitivo y, por consiguien­
te, su extracción ya no será rentable. C o m o señalan H u n tcr y
Amory I.ovins, la Edad de Piedra no term inó porque se acaba­
ran las piedras.97 La Era del Petróleo no term inará porque se
acabe el petróleo, sino porque habrem os desarrollado unas tec­
nologías superiores.

PO LI PICAS Dfc PC O niSF.Ñ O

Los num erosos proyectos de ccodiseño enum erados en las


páginas precedentes proporcionan una evidencia irrefutable de
qu e la transición hacia un futuro sostenible no es ya un proble­
m a técn ico ni conceptual, sino qu e es una cuestión de valores y
de voluntad política. Según el W orldw atch Institute, las políti­
cas necesarias para apoyar al ecodiscño y al cam bio hacia la
energía renovable incluyen «una mezcla de libre m ercado y re­
gulación, con im puestos m edioam bientales qu e corrijan las dis­
torsiones del m ercado, subvenciones tem porales que permitan
la entrada en el m ercado de las energías renovables y la retirada
de las subvenciones ocultas a las fuentes convencionales».98
La retirada de subsidios ocultos - o «subsidios perversos», co­
mo prefiere denom inarlos el conservacionista N orm an M y crs-99
es particularm ente urgente. H oy día los gobiernos de los países
industrializados utilizan inm ensas sumas del d inero de sus co n ­
tribuyentes para subvencionar industrias y prácticas corp orati­
vas perniciosas. Los num erosos ejem plos que presenta M yers en
su csclarccedor libro Perversc Subsidies incluyen los miles de m i­
llones de dólares pagados por Alemania co m o subvención a las

325
centrales eléctricas térm icas de carbón del Valle del Ruhr, tre­
m endam ente dañinas, los subsidios que el gobierno de los Ksta-
dos U nidos paga a su industria autom ovilística, que esruvo bajo
la protección del Estado durante la m ayor parte del siglo XX, los
subsidios pagados a la agricultura por la O C D E , que ascienden
a trescientos mil m illones de dólares al año y que se pagan a los
agricultores para qu e no produzcan alim entos, aunque cada año
mueran más de treinta millones de personas de ham bre en el
m undo y otros ochocientos m illones pasen ham bre, así co m o
los m illones de dólares qu e el gobierno estadounidense paga a
los cultivadores de tabaco aunque su consu m o produzca enfer­
medades y m uerte.
Sin duda alguna, todo eso son subsidios perversos. Son
modalidades poderosas de beneficencia corporativa que envían
señales engañosas a los mercados. Los subsidios perversos no
son contabilizados oficialm ente por ningún gobierno del m u n­
do. Al m ism o tiem po q u e apoyan la falta de equidad y la degra­
dación m edioam biental, esas prácticas gubernam entales hacen
aparecer a las em presas .sosten¡bles y prom otoras de la vida
com o antieconóm icas. Es hora ya de qu e se elim inen esas for­
mas inm orales de apoyo gubernam ental.
O tra señal errónea que el gobierno m anda al m ercado pro­
viene de los im puestos que recauda, los cuales, en la actualidad,
están fuertem ente distorsionados. Los sistemas fiscales existen­
tes gravan aquello qu e valoramos -tr a b a jo , ahorros, inversio­
n es- y no gravan aquello que consideram os d añin o: co n ta m i­
nación, degradación m edioam biental, agotam iento de recursos,
etcétera. Al igual qu e sucede con los subsidios perversos, esa
práctica transm ite a los inversores inform aciones erróneas sóbre­
los costes reales. Es necesario invertir el sistem a: en lugar de
gravar con im puestos los ingresos y las nóm inas, debem os c o ­
menzar a gravar los recursos no renovables - e n particular los
en erg ético s- y las em isiones de ca rb o n o .100
A efectos de volum en de recaudación, este cam bio de p o lí­
tica fiscal -c o n o c id o antes co m o «reform a fiscal ecológica»* y
ahora, sim plem ente, co m o «cam bio fiscal»* sería estrictam ente

326
neutral para los gobiernos. Los nuevos im puestos serían añadi­
dos a los productos, m odalidades de energía, servicios y mate­
riales existentes, de m odo qu e sus precios reflejaran m ejor sus
costes reales, al m ism o tiem po que cantidades equivalentes se­
rían rebajadas de los im puestos sobre el trabajo y los ingresos.
Para tener éxito, el cam bio fiscal d ebe ser un proceso lento,
gradual y a largo plazo, de m od o que dé tiem po suficiente para
que las nuevas tecnologías y los patrones de consum o se vayan
adaptando. D eberá ser im plantado de form a predecible, de
m odo q u e estim ule la innovación industrial. Un cam bio fiscal
de esas características, progresivo, a largo plazo y predecible,
iría d ejand o fuera del m ercado a las industrias, las tecnologías y
los patrones de consum o perjudiciales.
A m edida que los precios de la energía fueran subiendo,
ju n to con las correspondientes reducciones de impuestos sobre
los ingresos para equilibrar el au m en to , las personas irían cam­
biando gradualm ente de coches convencionales a vehículos hí­
bridos, al uso de la bicicleta y del transporte público, y a com ­
partir coches com unitarios en sus desplazam ientos al lugar de
trabajo. A medida que asciendan los im puestos sobre productos
y com bustibles derivados del petróleo, siem pre con sus corres­
pondientes reducciones fiscales sobre los ingresos, la agricultura
orgánica no sólo será el m edio más sano d e producir alimentos,
sino tam bién el más barato. Id cam bio fiscal creará poderosos
incentivos para la adopción corporativa de estrategias de ccodi-
sefio, habida cuenta de que sus efectos beneficiosos -in c re ­
m ento de la productividad de los recursos, reducción de la co n ­
ta m in a c ió n . elim inación de residuos y creación de puestos de
tra b a jo - redundarán tam bién en beneficios fiscales.
D iversos países europeos, entre ellos Alemania. Italia, los
Países Bajos y algún país escandinavo, han iniciado ya proyec­
tos de cam bio fiscal. O tro s países no van a tardar en seguir su
ejem plo. D e hecho, Jacques D elors, ex presidente de la C om i­
sión Europea, aprem ia a los gobiernos europeos a que lo hagan
a nivel de la U n ión . C uand o eso suceda, los Estados Unidos se
verán obligados a seguir la co rrien te para qu e sus empresas no

327
pierdan com pctitividad, habida cuenta de que el cam bio fiscal
rebajará los costes laborales de sus com petidoras europeas al
mism o tiem po que estim ulará la innovación.
Los im puestos que los ciudadanos pagan en una sociedad
reflejan, en última instancia, los valores de ésta. P or consi­
guiente, el cam bio a una fiscalidad que estim ule la creación de
puestos de trabajo, la revitalización de las com unidades locales,
la conservación de los recursos naturales y la elim inación de la
contam inación reflejará los valores fundam entales de dignidad
hum ana y sostenibilidad ecológica subyacentes tras los princi­
pios del ecodiseño y del m ovim iento global para la remodelación
de la globalización. A medida que, en la sociedad civil global
em ergente, las O N G vayan depurando su conceptualización de
las alternativas al capitalism o global y la com unidad del ecodi­
seño perfeccione sus principios, sus procesos y sus tecnologías,
el cam bio fiscal será la política que establezca la co n exió n entre
am bos m ovim ientos y les dé sostén, puesto qu e reflejará los va­
lores fundam entales que am bos com parten.

32 8
E P Í I .O U ) : A P L IC A R E L S E N T I D O C O M Ú N

M i o bjetiv o al escribir este libro ha sido desarrollar un mar­


co conceptual que integre las dim ensiones biológicas, cognitivas
y sociales de la vida, un m arco que nos capacite para adoptar un
enfoque sistém ico frente a algunas de las cuestiones criticas
de nuestros días. El análisis de los sistem as vivos en térm inos de
nuestras perspectivas in tcrco n ccta d n s-fo rm a , materia proceso y
sig n ificad o - hace posible aplicar una com prensión unificada de
la vida a fenóm enos correspondientes tanto al reino de la mate­
ria com o al ám bito del significado. H em os visto, por ejem plo,
que las redes m etabólieas de los sistemas biológicos se corres­
ponden con las redes de com u nicación de los sistemas sociales,
que los procesos quím icos productores de estructuras materiales
se corresponden con los procesos del pensam iento que produ­
cen estructuras sem ánticas, y qu e los fiujos de materia y energía
se corresponden con los flujos de id ease inform ación.
U no de los conceptos fundam entales de esta com prensión
sistém ica y unificada de la vida consiste en qu e su patrón bási­
co de organización es la red. A todos los niveles de la vida
-desd e las redes m etabólieas de la célula hasta las redes tróficas
de los ecosistem as y las redes de co m u nicacion es de las socie­
dades h u m an as- los com p onentes de los sistem as vivos están
intcrconectados en form a de red. En particular, hemos visto
que, en nuestra Era de la Inform ación, las funciones y los pro­
cesos sociales están crecien tem ente organizados en torno a re­

329
des. T a m o si observamos a las corporaciones co m o si analiza*
mos los mercados financieros, los medios de com u nicación o
las nuevas O N G globales, vem os que el trabajo en red se ha
convertido en un fenóm eno social im portante y en una fuente
de poder crítica.
A medida que el nuevo siglo vaya avanzando, los mayores
im pactos sobre el bienestar y las fot mas de vivir de la hum ani­
dad dependerán del auge de dos fenóm enos. A m bos están rela­
cionados con redes, am bos están relacionados con tecnologías
radicalm ente nuevas. U no es el auge del capitalism o global, el
otro es la creación tle com unidades sostcnibles, basadas en la al­
fabetización ecológica y en la práctica del ecodiseño. M ientras
que el capitalism o global m aneja redes electrónicas de flujos fi­
nancieros y tle inform ación, el ecodiseño trabaja co n redes eco ­
lógica» de flujos de m ateria y energía. El o bjetiv o de la econo­
mía global izada consiste en maxim izar la riqueza y el poder de
sus élites, m ientras que el del ecodiseño consiste en maximizar
la sostenibilidad de la tram a tle la vida.
Estos dos escenarios -c a d a uno de ellos co n sus redes co m ­
plejas y sus tecnologías específicas de vanguardia- están hoy en
cam ino tic chocar. Ya hem os visto que la form a presente tle ca ­
pitalism o global es ecológica y socialm ente insostenible. El d e­
nom inado «mercado global»* es, en realidad, una red de m áqu i­
nas programadas de acuerdo co n el principio fundam ental de
que ganar d inero tiene qu e prim ar sobre los derechos hum anos,
la d em ocracia, la p rotección del m edio am bien te o cualquier
o tro valor.
Sin em bargo, los valores hum anos 110 son leyes naturales y
pueden cam biar, la s m ism as rede» electrónicas de flujos fin an ­
cieros y de inform ación podrían tener incorporada otra serie de
valores. La cuestión central no es de índole tecnológica, sino po
lírica. El gran teto del siglo XXI será el cam bio del sistem a de va­
lores qu e subyacc en la eco n om ía global, de m odo q u e se c o n ­
vierta en com p atible co n los im perativos de dignidad hum ana y
sostenibilidad ecológica. D e h echo, co m o liem os visto, este pro­
ceso de rcm odelación de la globalización ya ha com enzado.

330
U no de los grandes obstáculos en el cam ino hacia la soste-
nibilidad consiste en el crecim iento con tin u o del consum o ma­
terial. A pesar de todo el énfasis de la nueva econom ía en el
procesado de inform ación, la generación de conocim iento y de­
más intangibles, el objetivo principal de todas esas innovado*
nes sigue siendo el increm ento de la productividad que, en últi­
ma instancia, se traduce en el aum ento del Mujo de bienes
materiales. Incluso aunque C isco System s u otras empresas de
Internet m anejen inform ación y co n o cim ien to experto sin fa­
bricar realm ente ningún producto físico, sus proveedores y sub-
contratisras sí que los fabrican, lis más, m uchos de ellos -p a rti­
cularm ente en el S u r - operan con un considerable im pacto
m edioam biental. C o m o señala irónicam ente Vandana Shiva:
«Los recursos van de los pobres a los ricos, la contam inación va
de los ricos a los pobres.»1
P or o tro lado, diseñadores de softw are, analistas financie­
ros, abogados, banqueros inversores y demás profesionales que
se han hecho muy ricos en la econom ía «no material» tienden a
hacer gala de su riqueza con su ostensible nivel de consum o. Sus
casas enorm es, ubicadas en lujosas zonas residenciales, rebosan
de los últim os adelantos m ientras que sus garajes albergan dos o
tres coches por cada m iem bro tic la fam ilia. E l biólogo y me-
d ioam bicntalista David Suzuki señala qu e, en los últim os cua­
renta años, el tam año de las familias canadienses se ha reducido
a la mirad, pero el de sus casas se ha duplicado, « la s personas
necesitan cuatro veces más espacio», explica Suzuki, «debido a
lo m ucho que com p ran,»2
En la sociedad capitalista contem poránea el valor funda­
m ental de ganar dinero va de la m ano co n la glorificación del
consum o m aterial. Un torrente incesante de m ensajes publicita­
rios refuerza en el p ú blico la ilusión de que la acum ulación de­
bim os m ateriales es el cam in o d irecto hacia la felicidad, el verda­
dero propósito de nuestras vidas.3 Los Estados U nidos de Am é­
rica proyectan su trem endo poder al resto del m undo, con el o b ­
jetivo de m antener a toda costa las co n d icio n es óptim as para la
perpetuación y la exacerbación de la prod ucción. La meta prin­

331
cipal de* este vasto im perio -c o n su abrum adora superioridad
m ilitar, su im presionante panoplia de servicios de inteligencia y
su posición d om inante en ciencia, tecnología, medios de co m u ­
nicación y en treten im ie n to - no consiste en expandir su territo ­
rio. ni en prom over la libertad y la dem ocracia, sino en garanti­
zarse el libre acceso a los recursos naturales y la apertura total dé­
los m ercados mundiales a sus productos.4 C onsecu entem ente, la
retórica política estadounidense pasa con facilidad de la «liber­
tad» al «libre com ercio» y a los «m ercados libres». 1.a libertad de
m ovim iento de bienes y capitales se equipara al u tóp ico ideal de
libertad hum ana al m ism o tiem po que la adquisición de bienes
materiales se presenta co m o un derecho hum ano fundam ental,
o incluso casi com o una obligación.
Esta glorificación del consum o material tiene unas profun­
das raíces ideológicas que van más allá de la econom ía y de la
política. Sus orígenes parecen encontrarse en la asociación, c o ­
mún a las culturas patriarcales, de m asculinidad co n posesiones
m ateriales. El antropólogo D avid (íilm o rc ha estudiado im áge­
nes de masculinidad d e tod o el m undo -«id eologías m asculi­
nas». co m o él d ic e -, y ha d escubierto sorprendentes sim ilitudes
interculturalcs.* Kstá siem pre presente el concep to recurrente
de qu e la «verdadera m asculinidad» difiere de la sim ple m ascu­
linidad biológica, de qu e es algo qu e hay qu e ganarse. Kn la
mayoría de las culturas, co m o demuestra (iilm o rc , los m ucha­
chos «se tienen que ganar» el derecho a ser llamados hom bres.
A pesar de que tam bién las m ujeres son juzgadas según patro­
nes sexuales a m enudo exigentes, G ilm o re señala qu e su status
fem enino es raram ente cuestionado/’
Adem ás d e las bien conocidas imágenes de m asculinidad,
tales co m o fuerza física, rudeza y agresividad, (iilm o r c descu­
brió qu e, cultura tras cultura, los hom bres «de verdad» eran tra­
d icionalm ente los que producían más qu e lo que consum ían.
El au to r subraya qu e la ancestral asociación de masculinidad
con producción material significaba producción en beneficio
de la com u nid ad : «Una y otra vez vem os que los “verdaderos”
hom bres son aquellos que dan más de lo que to m an , los que

332
.sirven a los demás. l-os hom bres tic verdad son generosos hasta
en dem asía.»7
C o n el paso del tiem p o esta imagen fue cam biando, y de la
producción por el bien de los dem ás se pasó a la posesión mate­
rial por el propio interés. La m asculinidad pasó a medirse en
térm inos d e posesión de bienes valiosos -tie rra , ganado o dine­
r o - , así co m o en térm inos de poder sobre otros, particular­
m ente, m ujeres y niños. Esta imagen quedó reforzada por la
asociación universal de masculinidad con «tam año», m edido en
fuerza muscular o núm ero de posesiones. En la sociedad m o­
derna -señ ala C ilm o r e - el «tam año» del m acho hum ano se
mide cada vez más por su acum ulación de bienes materiales:
«El Círan H o m bre do la sociedad industrial es tam bién el más
rico d d barrio, el que tiene más éxito, el más com p etente (...)
El que más tiene de lo qu e la sociedad necesita o anhela.»8
1.a asociación de m asculinidad co n acum ulación de pose­
siones encaja a la perfección con otros valores favorecidos y re­
com pensados en las culturas patriarcales: expansión, com p eti­
ción y «consciencia centrada en el objeto». En la cultura
tradicional china estos valores recibían el apelativo de yang y se
asociaban con el lado m asculino de la naturaleza hum ana.9 No
se consideraban intrínsecam ente buenos o malos. Sin em bargo,
según la sabiduría ch ina, los valores yang necesitaban ser equili­
brados con sus correspondientes opuestos yin o fem eninos: ex­
pansión con conservación, com p etición con cooperación y
atención al o b jeto con atención a las relaciones. V engo argu­
m entando desde hace m u cho que el m ovim ien to hacia este
equilibrio es muy coheren te con el cam bio de pensamiento
m ccauicista a pensam iento sistém ico y ecológico de nuestros
tiem p os.10
E ntre los num erosos m ovim ientos de base qu e trabajan ac­
tualm ente por el cam bio social, el m ovim iento fem inista y el
m ovim iento ecologista son los que abogan por los cam bios de
valores más profundos, el prim ero a través de una redefinición
de las relaciones entre los sexos, y el segundo form ulando una
nueva d efin ición de las relaciones en tre hum anidad y naturale-
/.a. A m bos pueden co n trib u ir significativam ente a la superación
de nuestra obsesión por el consu m o material.
C o n su desalío del orden y del sistem a tle valores del patriar­
cado. el m ovim iento fem inista ha introducido una nueva co m ­
prensión de la masculinidad y de la persona que no necesita ya
asociar la m asculinidad co n las posesiones materiales. E n su nivel
más profundo, la visión fem inista se basa en el co n o cim ien to fe­
m enino, basado en la propia experiencia, tle que todo lo vivo está
conectado, de que nuestra existencia está siem pre inmersa en los
procesos cíclicos tle la naturaleza.11 Por consiguiente, la co n s­
ciencia feminista busca la plenitud en el cultivo tic las relaciones
personales, más que en la acum ulación de bienes materiales.
El m ovim iento ecologista llega a la misma posición desde
o tro enfoque. 1.a alfabetización ecológica requiere del pensa­
m iento sisrém ico -p en sa r en térm inos tle i elaciones, con texto,
patrones y pro ceso s-, los ecodiscfudores postulan la transición
desde una eco n om ía de bienes a una econom ía de servicios y
flujos. En una econom ía de estas características la m ateria cir­
cula constantem ente, de m odo que el consu m o neto tle m ate­
rias prim as se reduce de manera drástica.
( lom o hem os visto, una econom ía de servicios y flujos - o
de cero em isio n e s- es tam bién excelente para los negocios.
A medida que los residuos se convierten en recursos, se crean
nuevas fuentes de ingresos y nuevos productos y la productivi­
dad aum enta. M ientras qu e es inevitable que la extracción de
recursos y la acum ulación de residuos alcancen sus lím ites eco ­
lógicos, la evolución de la vida ha dem ostrado durante más tle
tres mil m illones de años que, en el litigar Tierra sostcnible, no
hay lím ites para el desarrollo, la d¡versificación y la creatividad.
Adem ás de increm entar la productividad tle los recursos y
de reducir la contam inación , la econom ía de cero em isiones
aum enta tam bién las oportunidades de em pleo y revitaliza las
com unidades locales. Así pues, la acentuación de la visión fem i­
nista y el m ovim iento hacia la sostenibilidad ecológica se co m b i­
narán para alum brar un cam bio profundo de valores y pen­
sam iento: tic los sistem as lineales de extracción de recursos y

334
acum ulación de bienes y residuos a (lujos cíclicos de materia y
energía: de la atención al o b jeto y a los recursos naturales al inte­
rés por los servicios y los recursos hum anos; de la búsqueda de la
felicidad por m edio de posesiones materiales a su hallazgo en re­
laciones personales. Kn las elocuentes palabras de David Suzuki:

Familia, amigos, comunidad: éstas son las fuentes del


amor y la alegría más grandes que podemos experimenrar
com o humanos. Visitamos a los familiares, mantenemos el
contacto con nuestros profesores preferidos, compartimos c
intercambiamos cumplidos con nuestros amigos. Nos impli­
camos en proyectos difíciles para ayudar a otras personas, sal­
vamos ranas o protegemos bosques y, al hacerlo, descubrimos
inmensas satisfacciones. Kncontramos plenitud espiritual en
la naturaleza o ayudando a otros. Ninguno de esos placeres
necesita el consum o material de los bienes de la Tierra, y, sin
em bargo, cada uno de ellos es profundamente gratificante. Se
trata de placeres com plejos, que nos acercan mucho más a la
verdadera felicidad que los placeres simples, com o tomarse
una C oca-C ola o comprarse el últim o m onovolum en.12

1.a pregunta surge de form a natural: ¿disponem os del tiem ­


po suficiente para qu e este profundo cam bio de valores detenga
e invierta la presente degradación de los recursos naturales, la
extin ción masiva de especies, la contam in ación y el cam bio cli­
m ático? Los avances m encionados en las páginas precedentes
no indican una respuesra clara a esta pregunta. Si extrapolamos
hacia el futuro las tendencias m edioam bientales actuales, las
perspectivas son alarm antes. Por o tro lado, abundan los indi­
cios qu e señalan que un núm ero significativo, tal vez decisivo,
de personas c instituciones en todo el m undo han iniciado ya la
transición hacia la sostenibilidad ecológica. M uchos d e mis
com pañeros en el m ovim iento ecologista com parten esta opi­
nión, co m o dejan bien patente estas tres voces, representativas
d e otras m u ch as:15

335
O p in o que existen hoy claros indicios de que el mundo
parece estar aproximándose a una especie de cam bio de para­
digma en la concienciación medioambiental. Kn un amplio
abanico de* actividades, lugares e instituciones, la atmósfera ha
cam biado notablemente estos últimos años.

L h ster B r o w n

T engo más esperanzas hoy que hace unos pocos años.


C reo que la velocidad y la importancia de las cosas que van
mejorando supera a la velocidad y la importancia de las que
empeoran. U no de los avances más esperan/adores es la co o ­
peración entre N orte y Sur en la nueva sociedad civil global.
Disponem os ahora de una experiencia mucho más rica que la
que antes teníamos.

AMOltY L o v in s

Soy optimista, porque la vida tiene sus propios medios


para no extinguirse, y las personas también, tillas continuarán
la tradición de la vida.

V a n d a n a S iiiv a

S in duda, la transición hacia un m undo sostenible no será


fácil. Kara invertir la corriente no bastará con cam bios gradua­
les: serán tam bién necesarias algunas grandes rupturas. La tarca
parece abrum adora, pero no es im posible. D e nuestra c o m ­
prensión de los com p lejos sistemas biológicos y sociales liem os
aprendido qu e las perturbaciones significativas pueden activar
múltiples procesos de retroalim entación que, a su ve/., pueden
conducir a una rápida em ergencia de orden nuevo. l a historia
reciente nos ofrece algunos ejem plos notables de esas transfor­
m aciones espectaculares, desde la caída del M u ro de Berlín y la
Revolución de 'te rc io p e lo en Europa al fin del apartheid en
Sudáfrica.
P or otro lado, la teoría de la com p lejidad tam bién nos dice
que esa clase de puntos de inestabilidad suele conducir más

336
bien a desm oronam ientos qu e a avances. Así pues, ¿que5 futuro
cabe esperar para la hum anidad? En mi opinión, la respuesta
más inspiradora a esta duda existencial procede de una de las fi­
guras clave de las recientes y espectaculares transformaciones
sociales, el gran dram aturgo y h om bre de estado checo Vádav
I lavel. que convierte esa pregunta en una m editación de espe­
ranza:

I j esperanza que me invade a menudo f...| Para mí es,


más que nada, un estado de la mente; 110 la veo com o un esta­
do del mundo. O tenernos la esperanza dentro de nosotros, o
carecemos de ella. Es una dimensión del alma, y 110 depende,
en esencia, de ninguna observación concreta del mundo ni de
ninguna estimación objetiva de la situación. |...| [1.a esperan-
7.a| no es la convicción de que algo va a salir bien, sino de que
rienc sentido, sea cual lucre el resultado final.14

337
N OTAS

PK I-IA CIO

1. Vádav Havcl, presidente de la República Checa, en el dis­


curso inaugural de la Conferencia del Pórum 20 0 0 en Praga. 1*>
de octubre de 2 000.

1. U NATURALEZA DI- IA VIDA

1. Kl siguiente resumen ha sido inspirado por Luisi (1993) y


la.s estimulantes correspondencia y discusiones científicas mante­
nidas por el autor del presente libro.
2. Ver Capra ( 1 9 % ) . pág. 2 5 7 y ss.; ver también pág. 8 8 y ss.
del presente libro.
3. Ver pigs. 38-40.
4. Algunas parres de las células, com o las mitocondrias y los
cloroplastos. fueron antes bacterias independientes que invadieron
a células mayores, y evolucionaron luego junto con ellas para for­
mar nuevos organismos compuestos; ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 231.
Estos orgánulos siguen reproduciéndose con independencia del
resto de la célula, pero no pueden hacerlo sin funcionar con ella
de una manera integrada, por lo que ya no cabe considerarlos sis­
temas vivos autónom os; vet M orowitz (1 9 9 2 ), pág. 231.
5. Ver M orowitz (1 9 9 2 ), pág. S9 y ss.
6. Ibld ., pág. 6 6 y ss.

339
7. Ibfd., pág. 54.
8. Ver l awclnck (1 9 9 1 ); Capra (1 9 9 6 ). pág. 100 y ss.
9. Morowitv. (1 9 9 2 ), pág. 6.
10. Ver The N tu r York Times, I I de julio de 1997.
11. Luisi (1 9 9 3 ).
12. V er págs. 4 7 -5 0 .
13. Margulis, com unicación personal. 1998.
14. Ver, por ejem plo, Capra (1 9 9 6 ), pág. 165.
15. Margulis, com unicación personal, 1998.
16. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 280.
17. Margulis (1 9 9 8 a ), pág. 6 3 .
18. De esta producción quedan excluidos los componentes
primarios com o el oxígeno, el agua y el dióxido de carbono, así
com o las moléculas de alimento que penetran en la célula.
19. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 9 7 y ss.
20. Ver Luisi (1 9 9 3 ).
21. Ibfd.
22. Ibfd.
23. Ver M orowitz (1 9 9 2 ), pág. 99.
24. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 165.
25. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 132.
2 6 . Coodwin (1 9 9 4 ), Stcwart (1998).
2 7 . Stewart (1 9 9 8 ), pág. XII.
28. Para un análisis más extenso del determ inism o genérico,
ver págs. 2 17-226.
29. Margulis, com unicación personal, 1998.
30. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 8 6 y ss.
3 1 . Resulta interesante observar que «complejidad» procede
etimológicamente del latín complecri («entrelazar») y complacía
(«red»). Así pues, la idea de no linealidad -d e una red de fibras en­
trelazadas- subyacc en el propio significado de «complejidad».
32. Brian Coodw in, com unicación personal, 1998.
33. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 86.
34. V'cr Margulis y Sagan (1 9 9 5 ), pág. 57.
35. Luisi (1993).
3 6 . Ver Capra (1 9 9 6 ). págs. 9 2 -9 4 .
3 7 . Ver Gestcland, C ccli y Atkins (1999).

340
38. Ver G ilben (1 9 8 0 ).
39. Szostak. Bartcl y Luis! (2001).
40. Luisi (1 9 9 8 ).
41. M orowitz (1992).
42. Ibíd., pág. I 54.
43. Ibíd., pág. 44.
44. Ver ibíd.. págs. 107-108.
43. Ibíd., págs. 174-175.
46. Ibíd.. págs. 9 2 -9 3 .
47. Ver págs. 5 6 -5 7 .
48. Ver M orowitz (1 9 9 2 ), pág. 154.
49. Ibíd., pág. 9.
50. Ibíd., pág. 96.
51. Luisi (1 9 9 3 y 1996).
52. Ver Fi.schcr, Überholzer y Luisi (2 0 0 0 ).
53. Ver M orowitz (1 9 9 2 ), págs. 176-177.
54. ricr Luigi Luisi. com unicación personal, enero de 2 0 0 0 .
55. Ver Capra ( 19 9 6 ). págs. 88 8 9 . 9 2 y ss.
56. M orowitz (1 9 9 2 ), pág. 171.
57- Ver ibíd.. pág. 1 19 y ss.
58. Ibíd.. págs. 137. 171.
59. Ibíd., pág. 88.
60. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 228 y ss.
6 1 . .Sin embargo, investigaciones recientes en genética pare­
cen indicai que el porcentaje de mutaciones no es una mera cues­
tión de azar, sino que está regulado por la red epigcnérica de la cé­
lula; ver págs. 2 1 4 -2 1 6 .
62. Margulis (1 9 9 8 b ).
6 3 . Margulis, com unicación personal, 1998.
64. Ver Sonca y Panisser (1993).
6 5 . Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 2 3 0 y ss.
66. Margulis (1 9 9 8 a ), pág. 63.
67. Margulis y Sagan ( 1997).
68. Ver C ould (1 9 9 4 ).
69. Margulis (1 9 9 8 a ), pág. 8.

341
2. LA MENTE Y \A CONSCIENCIA

1. Revonsuo y Kamppinen (1 9 9 4 ), pág. 5.


2. Ver Capra (1 9 9 6 ). págs. 9 6 -9 7 y 173-174.
3. Ver ibíd., pág. 2 6 6 y ss.
4. Ver Capra (1 9 8 2 ), págs. 169-170.
5. Ver Varela (1996a), T on io n i y Edelman (1 9 9 8 ).
6. Ver, por ejem plo, Crick (1 9 9 4 ), D ennet (1 9 9 1 ), Edel-
man (1 9 8 9 ), Penrosc (1 9 9 4 ); Journal o f Consciousnrss Studtts, vols.
1-6, 1994-1999; II Conferencia de Tueson, «Toward a Science of
Consciousncss*, Tueson, Arizona, 13-17 tic abril de 1996.
7. V er Edelman (1 9 9 2 ), págs. 122-123.
8. Ver ibíd.. pág. I 12.
9. V erS earlc (1 9 9 5 ).
10. Ver Chalmera (1995).
1 I . Ver Ciapra (1 9 9 6 ), pág. 24 y ss.
12. Varela (1999).
13. Ver Varela y Shear (1999).
14. V er ibíd.
15- Ver Varela (1 996a).
16. Ver Churchland y Sejnowski (1992), C rick (1 9 9 4 ).
17. C rick (1994), pág. 3.
18. Scarle (1995).
19. Ver ibíd., Varela (1996a).
20. D cncti (1991).
21. Ver Edelman (1 9 9 2 ), pág. 2 2 0 y ss.
2 2 . Ver M eG inn (1 9 9 9 ).
2 3 . Varela (1996a).
24. Capra (1 9 8 8 ), pág. 138.
25. Journal o f Consciousness Studies, vol. 6, n.° 2 -3 , 1999.
26. Ver Vermersch (1 9 9 9 ).
27. Ver ibíd.
28. Ver Varela (1 996a), Depraz (1999).
29. Ver Shear y Jevning (1999).
3 0 . Ver W allacc (1 9 9 9 ).
3 1 . Ver Varela tt al. (1 9 9 1 ), Shear y Jevning ( 19 9 9 ).
3 2 . l'T'nro.se (1 9 9 9 ); ver también Penrosc (1 9 9 4 ).

342
33. Edelman (1 9 9 2 ), pág. 21 1 .
34. Ver, por ejem plo, Searle (1 9 8 4 ). Edclman (1 9 9 2 ). Scarlc
(1 9 9 5 ), Varela (1996a).
35. Varela (1 9 9 5 ). T on io n i y Edelman (1998).
36. I'onioni y Edelman (1998).
37. Ver Varela (1 9 9 5 ); ver también Capra (1 9 9 6 ), págs. 292
293.
38. Ver Varela (1996b ).
39. Ver Varela (1 996a). Varela (1999).
4 0 . Ver T on io n i y Edelman (1998).
4 1 . V er Edelman (1 9 8 9 y 1992).
4 2 . Ver págs. 6 5 -6 6 ; ver también C.'apra (1 9 9 6 ), pág. 2 7 5 y ss.
4 3 . Núnez (1 9 9 7 ).
4 4 . M aturana (1 9 7 0 ), M aturana y Varela (1 9 8 7 ). pág. 205 y
ss.; ver también Capra (1 9 9 6 ), pág. 2 8 7 y ss.
4 5 . Ver págs. 5 6 -5 8 .
4 6 . Ver Maturana (1995).
47. M aturana (1998).
48. Maturana y Varela (1 9 8 7 ), pág. 245.
49. Eouts (1997).
50. lbíd., pág. 57.
51. Ver W ilson y Reeder (1993).
52. Ver Eouts (1 9 9 7 ), pág. 36 5 .
53. lbíd., pág. 85.
54. Ver ibíd., pág. 7 4 y ss.
55. lbíd., págs. 72. 88.
56. Ibíd., págs. 3 0 2 -3 0 3 .
57. Ver ibíd., pág. 191.
58. Kimura (1 9 7 6 ); ver también Iverson y Thelen (1 9 9 9 ).
59. Fours (1997), págs. 190-191.
6 0 . Ver ibíd.. págs. 193-195.
61. Ver ibíd., pág. 184 y ss.
62. lbíd., pág. 192.
63. lbíd., pág. 197.
6 4 . Ver Johnson (1 9 8 7 ). Eakofí (1 9 8 7 ). Varela ct a i (1 9 9 1 ),
Lakol) y lohnson (1 9 9 9 ).
6 5 . I akofTy Johnson ( 19 9 9 ).
6 6 . Ibíd., pág. 4.
6 7 . V er Lakoff (1987).
6 8 . Ver ibíd.. pág. 24 yss.
6 9 . í.akoff v Johnson ( 19 9 9 ), págs. 3 4 -3 5 .
70. Ver ibíd., págs. 3 8 0 -3 8 1 .
71. Ver ibíd.. pág. 4 5 y ss.
72. Ver ibíd.. pág. 4 6 .
73. V er ibíd., pág. 6 0 y ss.
74. Ibíd., pág. 3.
7 5 . Ibíd., pág. 551.
76. Searle (1995).
77. Lakoff y Johnson (1 9 9 9 ), pág. 4.
78. Ver págs. 3 2 -3 4 .
7 9 . Ver págs. 58-59.
8 0 . Stcindl-Rasf (1990).
8 1 . V er Capra y Steindl-Rasi (1 9 9 1 ), págs. 14-15.

3. LA R EA LID A D SO C IA L

1. Ver Capra ( 19 9 6 ), pág. I 57 y ss.


2. 1.a emergencia del concepto de patrón de organización y su
posterior perfeccionam iento lian constituido elementos cruciales
en el pensamiento sistémico. bu su teoría de la autopoicsis M atu­
rana y Varcla distinguen claramente entre la organización de un
sistema vivo y su estructura. Prigoginc acuñó el térm ino «.estructu­
ra disipariva», precisamente, para denotar la física y la química de
los sistemas abiertos que operan lejos del equilibrio. Ver Capra
(1 9 9 6 ), págs. 17 y ss., 8 8 -8 9 y 98.
3. Ver págs. 32-34.
4. Ver Searle (1 9 8 4 ), pág. 79.
5. Mi agradecimiento a O rto Scharm cr por hacérmelo ver.
6. Ver, por ejem plo, W indelband (1 9 0 1 ), pág. 1 3 9 y ss.
7. Para un conciso resumen de la teoría social del siglo XX,
ver Baert (1 9 9 8 ), en quien las siguientes páginas se basan en gran
medida.
8. Ver págs. 117-118.

344
9. Ver Bacrt (1 9 9 8 ), pág. 9 2 y ss.
10, Ver ibíd., págs. 1 0 3-104.
I 1. Ibíd., pág. 134 y ss.
12. Ver, por ejem plo, Held (1990).
13. Ver Capra (1 9 9 6 ), págs. 2 1 1 -2 1 2 .
14. V er Luhmann (1 9 9 0 ); ver también Medd (2 0 0 0 ) pata
una extensa revisión de la teoría de Luhmann.
15. Ver págs. 145-148.
16. Luhmann (1 9 9 0 ).
17. Ver Scarlc (1 9 8 4 ), pág. 95 y ss.
18. Ver pág. 62.
19. V er W illiams (1 9 8 1 ).
20. Galbraith (1 9 8 4 ); fragmentos reimpresos com o «Power
and O rganizaron» en l.ukcs (1986).
21. Ver nota 20,
22. Ver David Steindl-Rast en Capra y Stcindl-Rast (1991),
pág. 190.
23. G albraith, ver nota 20.
24. Citado en Lukes (1 9 8 6 ), pág. 28,
25. Ibíd., pág, 62.
2 6 . Las complejas interacciones entre estructuras organizati­
vas formales y redes informales de com unicación, que existen den­
tro ile toda organización, se analizan con cierto detalle más ade­
lante; ver págs. 150-1 53.
27. Castells, com unicación personal, 1999.
28. Ver pág. 8 8 y ss.
29. Vet pág. 62.
30. Ver, por ejemplo, Fischei (1985),
31. Castells (20 0 0 b ); para referencias sobre deíi ni dones pare­
cidas de Harvcy Brooks y 1)anicl Bell, ver Casrclls (1 9 9 6 ), pág. 30,
32. Ver págs. 8 8 -9 1 .
3 3 . V er Capra (1 9 9 6 ), pág. 29.
3 4 . V er Kranzbcrg y Purscll (1 9 6 7 ).
35. Ver Morgan (1 9 9 8 ), pág. 2 7 0 y ss.
36. Ver Hllul (1 9 6 4 ), W m ner (1 9 7 7 ), Mandcr (1 9 9 1 ), Post­
ulan (1 9 9 2 ).
3 7 . Kranzberg y Purscll (1 9 6 7 ), pág. 1 1.

345
4. VIDA Y IIDERAZCO EN LAS ORGANIZACIONES

1. Ver pág. 2 6 9 y vs.


2. V er W heatley y Kellncr-Rogers (1 9 9 8 ).
3. Mi comprensión de la naturaleza de las organizaciones
humanas, asi com o de la imporrancia de la visión sistémica de la
vida para el cambio organizativo, ha sido modelada de forma deci­
siva por la extensa colalnrrución con Margarct W lieatlcy y Myron
Kellncr-Rogers, con quienes dirigí una serie de seminarios sobre
sistemas autoorganizadorc.s en Sundance, Utah, en los años 1996
y 1997.
4. Ver págs. 3 2 -3 4 .
3. W hcatley y Kellncr-Rogers (1 9 9 8 ).
6 . V er Castells (1 9 9 6 ), pág. 17; ver también pág. 153 y ss.
del presente libro.
7. V er Chawla y Rcncsch (1 9 9 5 ), Nonaka y Takeuchi
(1 9 9 5 ), Davenport y Prusak (2000).
8. Ver págs. 35 y 62.
9. Ver págs. 108*111.
10. Ver D e (¡ru s (1997a), pág. I 54.
11. Block (1 9 9 3 ), pág. 5.
12. Morgan (1 9 9 8 ). pág. XI.
13. Ver Capra (1 9 8 2 ); Capra (1 9 9 6 ), pág. 19 y ss.
14. Ver Morgan (1 9 9 8 ), pág. 21 y ss.
15. M organ (1 9 9 8 ). págs. 2 7 -2 8 .
16. Sengc (1 9 9 6 ); ver también Scnge ( 1990 ).
17. S e n g e (1 9 9 6 ).
18. Ibíd.
19. De (¡cu s (1997a).
20. Ver ibíd., pág. 9.
21. Ibíd.. pág. 21.
22. Ibíd., pág. 18. Es una verdadera lástima que Shell presta­
ra, aparentemente, muy poca atención a esta exhortación pro­
cedente de uno de sus altos ejecutivos. I ras el desastre medio
ambiental que provocó su extracción de petróleo en Nigeria a
principios de los noventa y el subsiguiente y trágico asesinato de
Kcn Saro-W iwa, junto con otros ocho luchadores por la libertad

346
del pueblo ogoni, tuvo lugar una investigación independiente, di­
rigida por el profesor Claudc Akc, director del Cenrro de Estudios
Sociales Avanzados de Nigeria. Según Akó, Shell continuó mos­
trando la misma actitud insensible y arrogante típica de las multi­
nacionales petroleras. Aké reconoció que quedó anonadado ante la
cultura empresarial de esas compañías. «Francamente», confesó,
«esperaba de Shell una estrategia empresarial mucho más sutil.»
(Manchestfr Guardian Wcckly, 17 de diciem bre de 1995.)
23. Ver pág. 104.
24. Vei Busintss Week, 13 de septiembre de 1999.
25. V er Cohén y Rai (2 0 0 0 ).
26. Ver pág. 274.
27. Ver W ellman (1 9 9 9 ).
28. Castells (1 9 9 6 ); ver pág. 173 del presente libro.
29. W enger (1996).
3 0 . W enger (1 9 9 6 ), pág. 7 2 y ss.
3 1 . Ver pág. 121 y ss.
32. D e Ceus (1997b ).
33. W enger (1 9 9 8 ), pág. 6.
34. M i agradecimiento a Angclika Siegmund por nuestras ex­
tensas conversaciones sobre este tema.
35. Es necesario señalar, sin embargo, que no todas las redes
informales son fluidas y aucogenólicas. Por ejemplo, las bien cono­
cidas redes de «viejos amigos» son estructuras patriarcales infórma­
les que pueden ser muy rígidas y ejercer mucho poder. Cuando
hablo en los párrafos siguientes de «estructuras informales», m e re­
fiero a las redes de comunicaciones que se autogcncran continua­
mente, o comunidades de práctica.
3 6 . Ver Whcatley y Kdlner-Rogcrs (1 9 9 8 ).
37. Ver pág. 63,
38. W hcatley y Kcllncr-Rogcrs (1 9 9 8 ).
3 9 . Capra (1 9 9 6 ), págs. 3 4 -3 5 .
4 0 . Ver pág. 123 y ss.
4 1 . Tuom i (1999).
4 2 . Ver Nonaka y Takeuchi (1 9 9 5 ).
43. Nonaka y Takeuchi (1 9 9 5 ), pág. 59.
44. Ver T u om i (1 9 9 9 ), pág. 3 2 3 y ss.

347
45. Ver W inogard y Flores (1 9 9 1 ), pág. 107 y ss.
4 6 . Ver pág. 7 9 y ss.
47. W heatley (2 0 0 1 ).
48. W heatley (1 9 9 7 ).
49. Ver págs. 3 6 -3 8 .
50. Citado en Capra (1998), pág. 20.
51. Ver Capra (1 9 7 5 ).
52. I’roust (1 9 2 1 ).
53. Ver pág. 127.
54. Ver Capra (2 0 0 0 ).
55. Ver págs. 9 6 -9 8 ,
56. Ver págs. 1 0 6-108.
57. Mi agradecimiento a M orten Flatau por nuestras extensas
conversaciones sobre este punto.
58. W heatley (1 9 9 7 ).
59. Ver pág. 96.
60. Wheatley y Kcllncr-Rogers (1 9 9 8 ).
6 1 . D e Geus (1 9 9 7 b ).
62. Siegmund, com unicación personal, julio de 2 0 0 0 .
6 3 . De Geus (1 9 9 7 a ). pág. 57.
64. Ver J'he Economist, 22 de julio de 2 000 .
6 5 . Ver. por ejem plo, Fetzinger (1 9 9 9 ).
6 6 . Castells (1 9 9 6 ); ver págs. 160-162 de este libro.

5. LAS R E D E S OKI. C A P IT A LISM O G LO B A L

1. Mander y G oldsm ith (1996).


2. Castells (1 9 9 6 ).
3. Ibíd., pág. 4.
4. Castells (1 9 9 6 -1 9 9 8 ).
5. Giddcns (1 9 9 6 ).
6. Ver Castells (1 9 9 8 ), pág. 4 y ss.
7. lbíd., pág. 3 3 8 .
8. H utton y G iddcns ( 2 0 0 0 ) .
9. Václav lluvel, observaciones durante los debates del Fó
rum 2 0 0 0 , 10-13 de octubre de 1999.

348
10. Ver págs. I(>0-162.
11. V er Castclls (1 9 % ), pág. 4 0 y ss.
12. Ver Capra (1 9 % ). pág. 61 y ss.
13. V er Abbate (1999).
14. V er d im anen (2 0 0 1 ).
I 5. Ver ( 'apra (1982), pág. 21 I y ss.
1 6. V e r ( lasie lls ( 1 9 9 6 ) , p ág s. 1 8 - 2 2 : C a s t c l l s ( 2 0 0 0 a ) .
17. Castclls (1 9 9 6 ), págs. 4 3 4 -4 3 6 .
18. Castclls (1 9 9 8 ), pág. .541.
19. G iddcns en I lurron y G iddcns (2 0 0 0 ), pág. 10.
20. V er Casrdls (2000a).
21. Ibfd.
22. Ver Volckcr (2 0 0 0 ).
23. V er Paux y Mishel (2 0 0 0 ).
24. Volckcr (2000).
26. Castclls, com unicación personal, 2 0 0 0 .
26. K u it n e i (2 0 0 0 ).
27. Castclls (2000a).
28. Ver págs. 2 7 3 -2 7 4 .
29. Ver pág. 167.
30. Ver Castclls (1 9 9 6 ), págs. 4 7 4 -4 7 6 .
31. Castclls (1 9 9 6 ), pág. 47 6 .
32. Ver Castclls (1 9 9 8 ), pág. 7 0 y ss.
33. P N U D (1996).
34. Ver P N U I) (1999).
36. Ver ( iastells (1 9 9 8 ), págs. 13 0 -1 3 1 .
36. V er Castclls (2000a).
37. Castclls (1 9 9 8 ), pág. 7 4 .
38. V er ihíd., págs. 164-166.
39. V er Capra (1982), pág. 226.
40. Ver Brown el ni. (2 0 0 1 ) y los informes anuales preceden­
tes; ver tam bién C ore (1 9 9 2 ), Hawken (1 9 9 3 ).
41. G ore (1992).
42. Goldsmirh (1996).
43. Ver ihíd.
44. V er Shiva (2 0 0 0 ).
46. Ihíd.

349
4 6 . Coldsm ith (1 9 9 6 ).
47. Ibíd.
48. V er Castells (1 9 9 6 ), pág. 4 6 9 y .ss.
4 9 . Ver Castells (1 9 9 8 ), págs. 3 4 6 -3 4 7 .
50. Lo mismo puede decirse del nuevo fenóm eno del terro­
rismo internacional, com o lian demostrado espectacularmente los
ataques contra Estados Unidos del 11 de septiembre de 2 0 0 1 ; ver
Zuñes ( 2 0 0 1).
5 1. Ver Castells (1 9 9 8 ), pág. 16 6 y ss.
52. I b í d . , pág. 1 7 4 .
53. Ibíd., págs. 179-180.
54. Ibíd.. pág. 3 3 0 y ss.
55. Ibíd., pág. 3 3 0 .
56. V c r K u ite n (1 9 9 5 y 1999).
57. Manuel Castells, comunicación personal, 1999.
58. Ver Capra (1 9 8 2 ). págs. 2 7 9 280.
59. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 35.
6 0 . Ver Castells (1 9 9 6 ), pág. 3 2 7 y ss.
61. Ver pág. 121.
6 2 . Castells (1 9 9 6 ), pág. 32 9 .
6 3 . M cLuhan (1 9 6 4 ).
6 4 . Ver Danner (2000).
6 5 . Castells (1 9 9 6 ), pág. 33 4 ,
66. Ver pág. I 50 y ss.
67. V er Castells (1 9 9 6 ), págs. 3 3 9 -3 4 0 .
68. Manuel Castells, com unicación personal, 1999.
6 9 . Ver Schillcr (2 0 0 0 ).
70. Ver pág. 84.
71. Castells (1 9 9 6 ), pág. 371.
72. Ver ibíd., pág. 47 6 .
7 3 . Castells (1 9 9 8 ), pág. 34 8 .
74. George Soros, observaciones en el Fórum 2 0 0 0 , Praga,
octubre de 1999; ver también Soros (1998).
75. Castells (2000a).
76. Ver pág. 2 8 8 y ss.
6 . LA B IO T E C N O L O G IA EN LA ENCRUCIJADA

1. Ver pág. 35.


2. Kcllcr (2 0 0 0 ).
3. H o (1 9 9 8 a ), pág. 19; ver también Holdrege (1 9 9 6 ) pañi
una introducción notablemente legible a la genética y la ingeniería
genética.
4. Ver Capra (1 9 8 2 ), pág. 1 16 y ss.
5. Ver H o (1 9 9 8 a ), pág. 42 y ss.
6. Ver Margulis y Sagan (1986). págs. 8 9 -9 0 .
7. H o ( 1998a), pág. 14 6 y ss.
8. Ver Science, 6 de junio de 1975. pág. 9 9 y ss.
9. Aunque esos animales no fueron creados por reproducción
sexual, sino mediante manipulación genética, no son clones en el
sentido estricto de la palabra; ver pág. 236.
10. V er Alticri (20 0 0 b ).
I I. Ver pág. 2 5 2 y ss.
12. H o (1 9 9 8 a ), pág. 14 y ss.
13. Ver The New York limes, 13 de febrero de 20 0 1 .
14. Ver ibíd.
15. Nature, 15 de febrero de 2 0 0 1 ; Science, 16 de febrero de
2001.
16. Kcllcr (2 0 0 0 ), pág. 138.
17. Bailcy, citado en Kcllcr (2000), págs. 129-130.
18. Un gen consiste en una secuencia de elementos, llamados
«nuclcótidos», a lo largo de una hebra de la doble hélice del ADN;
ver, por ejem plo, H oíd rege (1 9 9 6 ), pág. 74.
19. Kellcr (2 0 0 0 ), pág. 14.
20. Ver ibíd., pág. 2 6 y ss.
21. Ver ibíd., pág. 27.
22. Ibíd., pág. 31.
23. Ver ibíd., pág. 32 y ss.
24. Ibíd., pág. 34.
25. Ver Capra (1 9 9 6 ), págs. 2 2 4 -2 2 5 .
26. Shapiro (1 9 9 9 ).
27. Ver pág. 57.
28. Ver pág. 61.

351
2 9 . M cCIi ntock (1 9 8 3 ).
3 0 . Ver W atson (1 9 6 8 ).
3 1 . Citado en Kellcr (2 0 0 0 ), pág. 54.
3 2 . l io (1998a), pág. 99.
3 3 . Strohm an (1 9 9 7 ).
3 4 . V er Kellcr (2 0 0 0 ), pág. 59 y ss.
35. Vci Baltimore (2 0 0 1 ).
36. Ver Kellcr (2 0 0 0 ), pág. 61.
37. Ibíd., pág. 63.
38. Ver ibíd., pág. 6 4 y ss.
3 9 . Ibíd., pág. 57.
4 0 . Ver ibíd., pág. 100.
4 1. Ver ibíd., pág. 55 y ss.
42. Ver ibíd., pág. 9 0 y ss.
43. Ver .Srrohman ( 1997).
44. Ver. por ejem plo, Kauflman (1 9 9 5 ), Stewart (1 9 9 8 ), Solé
y Goodwin (2000).
45. Ver Capra (1 9 9 6 ). pág. 26.
46. Ver Kellcr (2 0 0 0 ), págs. 112-113.
47. Ibíd., pág. 103 y ss.
4 8 . Ver ibíd., pág. 1 I I y ss.
4 9 . Dawkins (1 9 7 6 ).
50. Kellcr (2 0 0 0 ), pág. 115; ver también Goodw in (1 9 9 4 ),
pág. 2 9 y ss., para un análisis crítico de la metáfora del «gen
egoísta».
51. Mi agradecimiento a Brian Goodwin por nuestras cscla-
recedoras conversaciones al respecto.
52. Ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 128 y ss., para una breve intro­
ducción al lenguaje matemático de la teoría de la complejidad.
5 3 . Gelbart (1 9 9 8 ).
54. Kellcr (2 0 0 0 ), pág. 9.
55. Holdrcge (1 9 9 6 ), págs. 116-117.
56. Ver ibíd., pág. 109 y ss.
57. Ehrenfeld (1997).
58. Strohm an (1 9 9 7 ).
59. Weatherall (1 9 9 8 ).
6 0 . Ver Linder y Schork (1994).

352
61. Ver H o ( 1998a), pág. 190.
62. Kellcr (2 0 0 0 ), pág. 68.
6 3 . Strohm an (1 9 9 7 ).
6 4 . H o (1998a), pág. 3 5 .
65. En sentido estricto, el término «don» se refiere a uno o
varios organismos derivados de un solo progenitor por reproduc­
ción asexual, com o en un cultivo de bacterias puro. Excepto por
diferencias debidas a m utaciones, todos los miembros de un clon
son genéticamente idénticos al progenitor.
6 6 . I rwo n ti n (1997).
67. Ibíd.
6 8 . Ver H o ( 1998a), págs. 174-175.
69. Por ejem plo, las estructuras celulares conocidas com o m¡-
tocondrias (las «centrales de energía» de la célula) conriencn su
propio material genético y se reproducen independientemente del
resto de la célula; ver Capra (1 9 9 6 ), pág. 23 1 . Sus genes están im­
plicados en la producción de algunas enzimas esenciales.
70. Ver Lcwontin (1 9 9 7 ).
71. Ver H o ( 1998a), pág. 179.
72. Ver ibíd, págs. 1 8 0-181.
73. Ver Capra (1 9 8 2 ), pág. 253 y ss.
74. Ehrenfeld (1 9 9 7 ).
75. Ver Alticri y Rosset (1 9 9 9 ).
76. Ver Sim m s (1999).
77. Ver The Guardian Weckly, 13 de junio de 1999.
78. Ver ibíd.
79. Alticri y Rosset (1 9 9 9 ).
80. I appé, Collins y Rosset (1998).
81. Ver Sim ms (1999).
82. Alticri (2000a).
83. Vei Alticri y Rosset (1 9 9 9 ).
84. Simms (1 9 9 9 ).
85. V er Jackxon (1 9 8 5 ), Alticri (1 9 9 5 ); ver también Mollison
(1991).
86. Ver Capra (1 9 9 6 ). pág. 298 y ss.
87. Ver Hawkcn, Ix>vins y Lovins (1 9 9 9 ), pág. 205.
88. Ver N orbcrg-Hodge, M crrificld y (¡o rclick (2 0 0 0).

353
8 9 . Ver Halwcil (2 0 0 0 ).
9 0 . Ver Altieri y U phoff (1 9 9 9 ); ver también Prerry y Hiñe
( 2000 ).
9 1 . Citado en Altieri y U phoff (1 9 9 9 ).
9 2 . Ibíd.
9 3 . Alticii (2000a).
9 4 . Ver Altieri (2000b ).
9 5 . V er págs. 2 0 6 -2 0 7 .
9 6 . Rardoez (2 0 0 1 ).
9 7 . Meadows (1999).
9 8 . V er Altieri (20 0 0 b ).
9 9 . Ver Shiva (2000).
100. V er Shiva (2 0 0 1 ).
101. Ver Steinbrecher (1 9 9 8 ).
102. Ver Altieri (2000b ).
103. lx>scy el al. (1999).
104. V er Altieri (20 0 0 b ).
105. Ver Ho (1 9 9 8 b ), Altieri (2000b ).
106. Stanley rt al. (1999).
107. F.hrcnfcld (1997).
108. Ver Altieri y Rosset (1 9 9 9 ).
109. Shiva (2000).
110. Ver ibíd.
111. V er págs. 2 3 8 -2 4 0 .
112. Ver M ooney (1998).
113. Ver H o ( 1998a). pág. 26.
114. Ver Shiva (1997).
115. Shiva (2 0 0 0 ).
116. Ver pág. 288.
117. Ver Ho (1 9 9 8 a ), pág. 2 4 6 y ss.; Simm s (1 9 9 9 ).
118. Ver págs. 2 9 2 -2 9 3 .
119. Benyus (1 9 9 7 ).
120. Strohm an (1997).
121. Ver pág. 227.

354
7 . CIARIAS N U KVAS

1. Ver Brown et al. ( 2 0 0 1).


2. Ver Hawken, Lovins y I .ovina (1 9 9 9 ), pág. 3.
3. Citado en Brown et al. (2 0 0 1 ), pág. 10; ver también
M cK ibbcn (2 0 0 1 ).
4. Ver ibíd., págs. XVII-XVIli, 10 y ss.
5. Ver The New Y o r k Times, 19 de agosto de 2 0 0 0 .
6. Ver Brown ei al. (2 0 0 1 ), pág. 10.
7. Ver Capra (1 9 8 2 ), pág. 27 7 .
8. Ver Brown et al. (2 0 0 1 ), págs, XVIII, 10-1 I.
9. V er ibíd., pág. 123 y ss.
10. Ver ibíd., pág. 137.
11. Janet Abramovitz, en Brown et al. (2 0 0 1 ), págs. 123-
124.
12. V er Brown et al. (2 0 0 1 ), págs. 4-3.
13. Ver pág. 204.
14. Vei pág. 175 y ss.
15. Ver Castells (2000a).
16. Ver Barker y M ander (1 9 9 9 ). Wallach y Sforea (2 0 0 1 ).
17. Ver págs. 192-193.
18. Ver Henderson (1 9 9 9 ), pág. 35 y ss.
19. Ver The Guardian Weekly, 1-7 de febrero de 2 0 0 1 .
20. Ver pág. 171.
21. Ver Capra y Stcindl-Rast (1 9 9 1 ), págs. 16-17.
2 2 . Ver Union o f International Associarions, www.uia.org;
ver tam bién Union o fln tern atio nal Associations (2000/ 2001).
23. Ver, por ejemplo, Barker y Mander (1999).
24. Ver Hawken (2 0 0 0 ).
25. Hawken (2000).
26. Citado en ibíd.
27. V er Kohr (1999/ 2001).
28. Ver Global Trade W atch. www.tradewatch.org.
29. The Guardian Weekly, 8-14 de febrero de 2 0 0 1.
30. V er pág. 193.
31. Castells (1 9 9 7 ), pág. 3 5 4 y ss.
32. Ver págs. 175-178.

355
33. W arkentin y M ingst (2 0 0 0 ).
34. Citado en W arkentin y Mingst (2 0 0 0 ).
33. Resulta interesante observar <]tie esta nueva forma de dis­
curso político lúe introducido por Los Verdes alemanes a princi­
pios de los ochenta, cuando subieron por primera ve?, al poder; ver
Capra y Spretnak ( 19 8 4 ), pág. XIV.
36. Ver pág. 204,
37. W arkentin y Mingst (2 0 0 0 ).
3 8 . Castells (1 9 9 8 ), págs. 3 5 2 -3 5 3 .
39. D ebi Barker, F IG , com unicación personal, octubre de
2001 .
40. Ver págs. 145, 197.
4 1 . Robbins (2 0 0 1 ), pág. 38 0 .
42. Ver. por ejem plo, «The M onsanto l iles», edición especial
de The Ecologista septiembre-octubre de 1998.
43. Robbins ( 2 0 0 1), pág. 3 7 2 y ss.; ver también T okar (2 0 0 1 ).
44. Ver Robbins (2 0 0 1 ), pág. 374.
45. The Wall Street Journal, 7 de enero de 2 0 0 0 .
46. Brown (1 9 8 1 ).
47. Com isión Mundial sobre M edio Ambiente y Desarrollo
(1987).
48. Ver pág. 27 4 .
49. Ver O rr (1 9 9 2 ); Capra (1 9 9 6 ), pág. 2 9 7 y ss.; Callen-
bach (1 9 9 8 ).
50. Ver Barlow y Crabtrcc (2000).
51. B cn y u s(1 9 9 7 ), pág. 2.
52. Ver pág. 160.
53. V er Hawken (1 9 9 3 ). M eD onough y Braungart (1 9 9 8 ).
54. Ver Pauli (1 9 9 6 ).
55. Ver Pauli (2 0 0 0 ); ver también la pagina electrónica de
ZF.RI, \vw\v.zcri.org.
56. Ver pág. 185 y ss.
57. Ver la página electrónica de Z E R I, www./.cri.org.
58. M eDonough y Braungart (1998).
59. lbíd.
60. Ver Brown (1 9 9 9 ).
61. Ver 1 lawkcn, Lovins y Lovins (1 9 9 9 ), págs. 185-186.

356
62. Hawken (1 9 9 3 ), pág. 68.
63. Ver M eD onough y Braungart (1 9 9 8 ); v e r también Haw­
ken, Lovins y Lovins (1 9 9 9 ), pág. 16 y ss.
6 4 . Ver Anderson (1 9 9 0 ); ver también Hawken, Lovins y
Lovins (1 9 9 9 ), págs. 139-141 y ss.
6 5 . Ver w w w .canon.com , la página electrónica de Canon.
66. Ver www.fiatgroup.com, la página electrónica del Grupo
Fiat.
67. Ver Hawken, Lovins y Lovins (1 9 9 9 ), págs. 11-12.
6 8 . Ver Gardner y Sam pat (1998).
6 9 . Hawken, Ix>vins y lo v in s (1 9 9 9 ), págs. 10-12.
70. Ver ibíd., pág. 9 4 y ss.
71. M eD onough y Braungart (1 9 9 8 ).
7 2 . V er Hawken, Lovins y I.ovins (1 9 9 9 ), págs. 9 4 , 102-103;
ver también O rr (20 01).
73. Vci pág. 192.
74. Ver Regisrer y Pee les (1 9 9 7 ), Regisrer (200 1 ).
75. Ncwman y Kenwortby (1 9 9 8 ); ver también JefT Ken-
worrhy, «City Building and Transponation Around the World**,
en Register y Peeks (1997).
7 6 . V er págs. 3 2 1 -3 2 2 .
77. D unn (2001).
78. Ver Capra (1 9 8 2 ), pág. 242 y ss.
79. Citado en ibíd., pág. 400,
80. Citado en Hawken, Lovins y Lovins (1 9 9 9 ), pág. 249.
8 1 . Ver Dunn (2001).
82. Ver Hawken, Lovins y Lovins (1 9 9 9 ), págs. 2 4 7 -2 4 8 .
83. Ver Capra (1 9 8 2 ), pág. 4 0 3 y ss.
84. Ver «The Future o f Fuel Cclls», informe especial, Scienti-
fic American, julio de 1999.
85. Ver Lamb (1 9 9 9 ), D unn (2001).
8 6 . V er Dunn (2001).
87. Ver Hawken. Lovins y Lovins (1999), pág. 24.
8 8 . Ver ibíd., pág. 2 2 y ss.
8 9 . Ibíd., págs, 3 5 -3 7 . Independizarse del petróleo de la
O P E P permitiría a los Estados Unidos cambiar radicalmente su
política exterior en O riente M edio, hoy día condicionada por la

357
necesidad del petróleo, considerado «recurso estratégico». F.l aban­
dono de esa política basada en la obtención de recursos significaría
un cam bio sustancial en las circunstancias subyacentes tras la re­
ciente ola de terrorismo internacional. Por consiguiente, una polí­
tica energética basada en las fuentes energéticas renovables y la
conservación no es únicam ente imperativa para avanzar hacia la
sostenibilidad ecológica, sino que tiene también que ser vista
com o una cuestión vital para la seguridad de los listados Unidos;
ver Capra (2001).
90. Lovins et a i (1 9 9 6 ).
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necesitan demostrar su feminidad por su capacidad para dar a luz,
percibida en las culturas prcpatriarcalcs com o un terrorífico poder
transformador; ver, por ejemplo, Rich (1977).
7. Gilmore (1990). pág. 229. Sin embargo, la psicóloga Vera
van Aaken señala que, en las culturas patriarcales, la definición de
masculinidad en términos de cualidades guerreras toma prioridad

358
sobre la que se expresa en términos de producción material al­
truista. Van Aaken observa que G ilm ore tiende a subestimar el su­
frimiento infligido a la comunidad por ese ideal guerrero; ver Van
Aaken (2 0 0 0 ), pág. 149.
8. G ilm ore (1 9 9 0 ), pág. 110.
9. Ver ( '-apra (1 9 8 2 ), pág. 3 6 y ss.
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ÍN D IC E T E M Á T IC O

A la rcchtrchc du temps perdu «Revolución Verde», 238,


(Proust), 158-159 239. 250
A BC -D isney, 202 subsidios a la. 3 2 5 -3 2 6
Abramowira, Janee, 2 6 8 alcohol, programas de utiliza­
acciones, teoría general de las, ción com o com bustible, 316
1 10 Alien, Paul, 176
Acuerdo Multilateral sobre In ­ Alternativos Task Forcé, ver
versiones (A M I), 2 7 9 . 28 0 . Grupo de Estudio de Alter­
281 nativas
A D N , 2 8 -3 0 . 58, 2 0 6 , 20 7 , Alticri, M iguel, 2 5 1 , 2 4 2 . 246-
2 0 9 . 2 1 1 , 2 1 7 . 2 1 8 . 21 9 . 247
220. 2 2 1 ,2 2 2 , 223 America O nline (A O L ), 202
autorreplicación, 54, 2 1 4 ,2 1 5 anemia drepanocítica, o «de las
«basura», 220 células falciformcs», 2 3 0 .2 3 1
ingeniería genética y. 2 0 6 A O Iy-Tim e-W arner, 202
sistemas vivos y, 2 6 -2 7 , 34, Apple Com puter. 176
3 6 , 40 Arendt, Hannah, 126
recombinación, 55 Aristóteles, 108
agricultura ARN, 2 8 . 33, 3 4 , 3 9 , 4 0 , 58,
agrupaciones de industrias 21 8 , 220-221
basadas en la, 2 9 6 -3 0 3 arreciles de coral, destrucción
cultivos transgénicos Bt, 251- tic los, 26 5 , 2 6 6 , 2 6 7
253 arroz transgénico, 2 4 9 -2 5 0
ecológica, 2 4 4 -2 4 6 Asilomar, Declaración de, 207

375
A T P , 34 derechos de piopicdad in ­
atractores, 3 5 telectual y. 2 4 0
Ausubel, Jesse, 3 1 3 efectos colaterales de la,
autismo, 90-91 2 5 3 -2 5 5
automóviles, 3 1 1 -3 1 2 , 318- el problema del hambre y
323 la, 241 -243
autopoiesis, 33 la cuestión de las normas
cognición y, 62 reguladoras de la. 255
realidad social y, 117-118 problemas creados por la,
sistemas vivos y, 3 3 , 3 6 -3 8 , 243, 2 4 6 -2 5 5
50-51 promoción por las gran­
Aventis, 2 5 6 des corporaciones, 237-
241
bacterias, 2 6 -2 7 , 2 1 6 , 244 resistencia popular contra
cultivos transgénicos y, 251- la, 23 7 , 2 8 8 -2 8 9
253 supuesta equivalencia con
ingeniería genética y, 2 0 6 207 la hibridación tradicio­
red planetaria de, 5 4 -5 6 nal, 248
simbiogénesis y, 56-58 comprensión sistémica de la
Bailey, Jam es, 212 vida y, 2 5 8 -2 6 3
Banco Mundial (BM ), 182, 191, Vrr también ingeniería gené
2 6 4 , 271 tica
papel en el capitalismo glo­ Blakc, W illiam, 129
bal, 271 Block, Pctcr, 138
propuestas de reforma, 285 Braungart, M ichael, 3 0 9 , 3 1 0
Bateson, Gregory, 61 Brown, Lester, 2 9 0 . 3 3 6
Beginnings of Ceüuiar Ufé (M o­ Brmultlund, Inlornie, 291
ro wit/.), 42 budismo, 7 6 -7 7 , 101
Bcllagio, Informe, 24 5 , 2 4 6
biología molecular, dogma cen­ calentamiento global, ver cam­
tral d éla , 21 8 , 21 9 , 2 2 0 -2 2 5 bio climático
Biomimicry (Benyus), 261 cam bio clim ático, 193, 2 6 5 -
biotecnología, 18. 2 6 5 -2 6 3 269
agrícola. 2 0 7 , 208 C anon, 306
alternativa ecológica a la, capitalismo, 1 7 8 -180
2 4 3 -2 4 6 global, 18, 145, 2 0 8 .2 6 4

376
alternativas al, 2 8 3 *2 8 7 mación. 173. 175-178,
análisis del, 172-174 179
auge del, 178 180 Cartagena, Protocolo sobre Bio-
comprensión sistémica de seguridad de, 289
la vida y, 184 Case Agrtinst the Global Tro-
Fatales consecuencias del, tiomy, The (M ander y ( iolds-
1 7 1 ,2 0 4 m ith), 172, 191
im pacto cultural del, Castclls, Manuel, 127, 129, 145,
1 9 9 -2 0 4 .2 7 0 -2 7 1 172, 173-174. 179, 180-181,
im pacto ecológico del, 182, 184, 185, 186, 187, 188,
1 90-194, 2 6 8 -2 6 9 189, 190. 195, 196-197. 199,
impacto social del. 186- 2 0 3 .2 0 4 .2 7 8 ,2 8 1 -2 8 2
190 causas, según Aristóteles, 108
inestabilidad del, 182- Celera (ienom ics, 2 0 9 , 2 1 0
184 Cerner for Kcolitcracy, 2 8 2 , 292
instituciones financieras cerebro, 57
del, 2 7 1 -2 7 2 «bloqueo en Fase» del, 7 9 , 80
movimientos de protesta consciencia y, 7 8 - 8 1
contra el, ver organiza­ mecanismo, o proceso, de
ciones no gubernamen­ reentrada, 80-81
tales, movimiento de relaciones mente-cerebro, 60-
necesidad de rediseñar- 6 1 ,6 5
lo, 20 4 , 2 6 9 -2 7 4 , 330- Chalmcrs, David. 68
331 chimpancés. 8 4 -8 8 , 98
nueva economía del, Cluistian Aid. 2 4 3
180-181 C'luirchland, Patricia, 7 2
preocupación exclusiva C iha-Geigy, 256
por el beneficio del, clasificación, capacidad de, 93
1 85-186, 193, 208 clonación, 2 0 7 -2 0 8 , 2 3 2 -2 3 7
relaciones de poder y, cognición, 59
194-199 com o proceso vital, 6 1 -6 5 ,
valores y normas dr Fun­ 7 1 ,9 6 - 9 8
cionam iento del, 269- el inconsciente cognitivo, 92
27 espiritualidad y, 9 8 -1 0 2
y la Revolución de la experiencia corporal y, 92-
Tecnología de la Infor­ 9 6 . 9 8 -9 9

377
relaciones mente-cerebro, 60- consciente, 68-71
6 1 ,6 5 primaria, 67
Ver también consciencia reflexiva, 6 7 -6 8
Collins, Francis, 209 visión ncurofcnomcnológica
complejidad, teoría de la, ver de la, 7 3 -7 6 . 78
dinámica no lineal Va también lenguaje
C om tc, Auguste, 108, 109 C.omciomness LxpLtined (D en-
comunicaciones, 8 3 nett), 73
medios de com unicación, Comeiousneu in Philosophy and
199-204 Cognitive Nenrosciencc, 60
realidad social y, 117-118, consultores, 164
119, 122-123 consum ismo, 193, 2 0 0 , 3 3 1 -
revolución mundial en las, 333
176 contracultura, 1 7 7 -178
Ver también lenguaje Corphis Consulting, 164
comunidades Corporate Knowledge (Tuom i),
de práctica, 1 4 5 -1 4 8 . 149, 153
150, 155, 156 Council o f Canadians, 283
sostenibles, 2 2 , 2 7 3 -2 7 4 ( ircutzfcldt-1akob, enfermedad
comunismo soviético, colapso de, 254
del, 174 C rick, Francis, 7 2 , 2 0 9 , 2 1 3 ,
conocimiento, gestión del, 153 218
156 crítica, teoría, I I I , 113-115
consciencia, 5 9 , 61 cuántica, teoría, 158
actividad neural relacionada C uarto M undo, 190
con la. 78-81 cultivos tiansgénicos Bt. 2 5 1 -
com o proceso, 6 6 -6 8 253
considerada un misterio, 73 cultura
dimensión social de la, 81- capitalismo global y, 199-
84, 106-109 2 0 4 . 2 6 9 -2 7 2
dimensión subjetiva de la, realidad social y. 1 2 1 -123
7 1 .7 tecnología y, 1 2 8 -1 3 0
dinámica no lineal y, 6 9 Culture (W illiam s), 121
escuelas en el estudio de la,
7 1 -7 4 Darwin, Charles, 2 1 2 -2 1 3
naturaleza de la experiencia Dawkins, Richard, 225

378
D clors, Jaiqu es, 327 en el diseño de edificios, 308-
I )cnnett, D aniel, 73 310
derechos humanos, 2 7 3 -2 7 4 en el diseño urbano, 310-
dcscarbonización, 313» 3 1 6 312
Descartes, René, (>0. 7 0 , 139 en una economía basada en
desigualdades sociales, 189, 190 el hidrógeno, 316
dctcrm inisnio, 6 3 , 120 la energía solar y el, 314,
genético, 219 3 1 5 -3 1 6
(alacia del, 3 5 -3 6 , 21 1 , los ecosistemas naturales co­
2 1 7 -2 1 9 , 2 6 2 -2 6 3 mo modelo del, 291
dinámica no lineal, 20 mejor aprovechamiento de los
consciencia y, 69 recursos gracias al, 307-
genética y, 2 2 3 -2 2 4 , 2 2 5 308
realidad social y, 115-116, políticas necesarias para fa­
122-1 2 3 vorecer el, 3 2 5 -3 2 8
sistemas vivos y, 3 5 , 3 7 , 4 1 , principios de, 292, 294
52. 53. 68 Ecologist, The, 191
diseño ecología
de edificios, 3 0 8 -3 1 0 principios de, 2 9 2 , 294
estructural, 160-162 profunda, 19, 21
urbano, 3 1 0 riesgos
distrofia muscular, 230 de In biotecnología agrí­
D riesch, 1 lans, 224 cola. 2 4 9 -2 5 5
D unn, Seth, 3 1 3 del cam bio clim ático, 193,
D urkhcim , Em ile, 109 2 6 5 -2 6 8
del capitalismo global, 190-
ecoalfabeti/ación. 2 9 0 -2 9 6 , 334 1 9 4 ,2 6 9
ccodischo, 18, 2 6 1 , 2 8 3 , 290- economía
296, 330 de servicio y Unjo, 3 0 3 -3 0 7 ,
agrupación ecológica de in­ 323
dustrias, 2 9 6 -3 0 2 delictiva, 195-197
de automóviles, 3 1 1 -3 1 2 , Economist, Thr, 3 15
3 1 8 -3 2 3 Edclm an, Gerald, 7 7 ,7 8 ,8 0 - 8 1
econom ía de servicio y (lujo Ehrcnfeld, David, 2 2 9 , 239,
y, 3 0 3 -3 0 7 , 323 254
en biotecnología, 2 6 1 -2 6 2 Eigen, M aní red. 52

379
electricidad fotovoltaica, 30 0 , evolución
315 de la forma biológica, 4 7 .
embalaje, 304 54-58
embrión, desarrollo del, 22 4 , del lenguaje, 91
2 2 5 -2 2 6 genética y, 2 1 2 , 2 1 3 , 2 1 6 -
encefalopatía espongiforme bo­ 217
vina, 254 prcbiótica (origen de la vida),
litui o f MilUnnium (Castells), 3 8 -5 8
173 exclusión social, 189, 190
energía
conversión de la energía lu­ feminismo, 3 3 3 -3 3 4
minosa en energía eléctri­ fenomenología, 7 3 , 7 5 , 76
ca potencial, 4 6 fenómenos emergentes, 230,
nuclear, 3 1 4 -3 1 5 231
solar, 3 1 4 ,3 1 5 - 3 1 6 Fiat, 3 0 6
EnvironnientaJ Protection Agen- ftbrosis quísrica, 2 3 0 , 231
cy (EPA ), 255 Focus on the Global South, 283
enzimas, 26, 34, 3 9 ,4 0 , 2 1 5 .2 1 8 Fondo M onetario Internacio­
espacio, percepción del, 94 nal (F M I), 179, 1 8 2 .2 6 4
esperanza, 3 3 7 papel en el capitalismo glo­
espiritualidad, 59, 6 5 , 9 8 -1 0 2 bal. 271
estado red, 197 propuestas de reforma, 285
estructuración, teoría de la, Food Revolution, The (Rob-
111-1 1 3 bins), 288
estructuralismo, 109-1 11 Foro Económ ico Mundial. 272
estructuras Foro Internacional sobre la
disipativas, teoría de las, 37. G lobalización, trr Interna­
38 tional Forum on Globali/a-
emergentes, 16 0 -1 6 2 tion
semánticas, 12 7-128 Foro Social M undial, 2 7 7 -2 7 8 ,
ótica 283
de la biotecnología agrícola, Fouts, Deborab I larris. 88
241 Fouts, Roger, 8 5 -9 2
de lu clonación, 2 3 2 -2 3 7 funcionalism o, 7 2 . 109-110
las comunidades sostenibles fusiones empresariales, 168-169,
y la. 2 7 3 -2 7 4 185-186

380
Gaia, teoría, 2 8 , 5 6 ( ¡cus, Arie de, 142, 143. 14/,
G albraitli, John Kenneth, 124, 164, 166
125 Giddens, Anthony, 111-113,
Gates, Bill. 176 114, 115, 173, ¡7 4 , 182
Gaviotas. Centro de Investiga­ G ilm orc, David, 3 3 2 , 3 3 3
ciones Ecológicas de Lis, glaciares, fusión de los, 265-
3 0 0 - 3 0 1 .3 0 2 266
Gelbart, W illiam , 227 Global Trade W arch, 2 8 2 , 283,
Genetic F.ngineering-L)ream or 286
Nightmare? (H o ). 207 globalización económica, ver
genética capitalismo global
diferencias en la expresión Goodsmirh, Edward, 172, 191,
de los genes, 2 2 2 -2 2 3 1 9 3 ,1 9 4
dinámica celular y, 2 2 1 Goodall. Jane, 86
dinámica no lineal y. 2 2 3 - Goodw in, Brian, 3 5 , 38
22 4 , 225 Gorbachov, M ijaíl, 174, 179
estabilidad y cam bio en los Gore, Al. 191
genes, 2 12 -217 Greenpeace, 279
falacia del determinismo ge­ Grupo de Estudio de Alternati­
nético. 3 5 -3 6 , 21 1 . 217- vas (G E A ), 283, 284
21 9 , 2 6 1 -2 6 3
funcionam iento de los genes, Ha bermas, Jürgen, III, 113-
218 1 15
mutación, 54 hambre, problema mundial del,
naturaleza física ele los genes. 2 4 1 -2 4 3
2 2 6 -2 2 7 1laussler, David, 2 0 9 , 2 1 0
redundancia de itinerarios Havel, Vádav, 1 7 4 ,2 7 2 .3 3 7
genéricos, 2 2 4 -2 2 5 Hawken, Paul. 2 7 5 . 295
secuencias no codificadoras, Heidcgger, M artin, 73
220 I leisenberg, W crner, 158
transferencia de genes, 55 herbicidas, 2 4 7 -2 4 8 , 251
visión sistémica del funcio­ 1 lewes, G ordon, 89
nam iento de los genes, hidrógeno, base de una nueva
2 1 1 - 2 1 2 ,2 1 7 , 2 2 3 *2 2 6 econom ía, 31 6 , 3 2 4 -3 2 5
Ver también ingeniería gené­ pilas de, 3 1 6 -3 1 7 , 3 2 1 .3 2 3 ,
tica 3 2 4 -3 2 5

381
hipcrcochcs, 3 1 1 -3 1 2 ,3 1 8-324 insecticidas, 2 5 1 -2 5 3
H o, M ae-W an, 2 0 6 , 2 0 7 , 208, Instituto for Policy .Studies,
2 1 9 ,2 3 2 2 8 2 ,2 8 3
I locchsi, 256 Instituto para los Alimentos y
1ioldrege, Craig, 2 2 9 el Desarrollo, 24 I
hormona recom binaiue del cre­ inteligencia artificial, 155
cim iento bovino, 254 Intcriacc, 306
humanos y animales, relaciones International Forum on Globa-
entre, 98 lization (IF G ), 173, 275,
Husserl, Edmund, 7 3 , 7 5 , 76 28 2 , 2 8 3 -2 8 7
H utton.W ill, 174 Internet, 144. 177, 181, 2 0 2 ,
2 7 8 , 298
IB M . 175. 176 introspección, 7 5 -7 6
¡maga o f Organizution (M or­
gan), 139 Jacob, F ra n g ís, 2 2 2
informática, 3 4 , 1 7 5 -1 7 6 , 177, James, W illiam, 6 6 , 75
223 Jobs, Stcve, 176
ingeniería genética, 18, 2 0 5 -2 1 1 Johnson, M ark, 9 2 , 9 3 , 95, 96,
aplicaciones médicas de la. 97, 98
2 2 8 -2 3 2
donación, 2 0 7 -2 0 8 , 232-237 Kcller, F.vclyn Fox, 205, 211,
comercialización de la, 207, 2 1 4 .2 1 5 - 2 1 6 .2 2 1 ,2 2 4 , 225,
208 2 2 7 , 2 3 1 .2 6 3
desarrollo de la, 2 0 6 -2 Kellncr-Rogers, M yron, 137,
determinismo genético y, 1 5 2 ,1 6 3
2 1 7 -2 1 9 , 2 6 1 -2 6 3 Kcnt, Jam es, 210
el Provecto G enom a Huma- Kenworthy, Jeff, 3 1 1
n o y la, 2 0 8 -2 1 0 , 259 kcyncsinnismo, 1 7 8 -179
naturaleza empírica de la, Kimura, D orccn, 90
22 9 , 235 Kranzberg, M elvin, 130
patentes de formas de vida, Kuttner, Kobert, 183
2 5 6 -2 5 8
riesgos de la, 2 0 7 , 20 8 , 235- I.aing, R. I)., 74
236 1 nkolf, Gcorgc, 9 2 , 93, 95, 96,
Ver también biotecnología 97, 98
agrícola l.and Instituto, 2 8 2

382
Lappé Frunces Moore, 241 -'242 Maslow, Abraham, 101
leche de vaca transgénica» 236, Marurana, Humberto, 3 3 , 61,
254 6 2 , 6 3 , 6 4 . 8 2 . 84, 9 3 . I I I .
lenguaje, 68, 8 2 ,% 117
capacidad de los chimpancés M cC Iintock, Barbara, 217
para el, 8 4 -8 8 M eD onough, W illiam , 304.
com o sistema de com unica­ 310
ción sim bólica, 83-84 M cl.u han, Marshall, 200
gesrual, 87-91 M eachcr, M ithacl, 276
orígenes del, 89-91 Meadows, Donella, 249
realidad social y, 106-107, medicina, 2 2 8 -2 3 2
110 medios de com unicación, 199-
Lévi-Strauss, Ciando, 1 10 203
Lcwontin, Richard, 233 meditación, 75, 7 6 , 77
libertad, 6 3 , 12 0 , 332 membranas, 3 0 -3 2 , 45, 4 7 -5 0
liderazgo, 1 2 4 -1 2 5 , 162-1 6 6 M endel, Gregor, 2 1 2 , 2 1 3
lípidos, 4 7 -5 0 mente, ver cognición; conscien­
Living Company, The (D e cia
G eus), 142 M crlcau-Ponty, Maurice, 73-
Lovelock, Jam es, 28 74
Lovins, Amory, 24 5 . 2 9 5 , 308, metabolismo, 2 6 , 3 2 -3 4 , 303-
3 1 8 . 3 2 2 , 3 2 4 ,3 2 5 , 3 3 6 304
Lovins, 1 Linter, 29 5 , 3 0 8 , 325 metáforas, 9 5 -9 6 , 223
Lugari, Paolo, 3 0 0 ,3 0 1 en la gestión empresarial,
Lulunann. Niklas, 1 1 1 ,1 1 7 -1 1 8 1 3 8 -1 4 3 , 163
Luisi, Picr Luigi, 30, 3 3 , 39, metáfora de las organizacio­
4 0 -4 1 , 50. 51 nes consideradas máqui­
nas, 139-142
Mamnuil Species o f the World Microcosmos (Margulis y Sa-
85 gan). 57
Mander, Jerry, 172 m icroelectrónica, 175-176
Margulis, Lynn, 28, 3 2 , 37, 55, M icrosoft, 176
56, 57, 58. 2 1 7 M ingst, Karen, 27 9 , 281
Marx, Karl, 129 M onod, Jaeques, 222
masculinidad, ideologías aceren M onsanto, 239, 2 4 0 , 2 4 1 , 251,
de la. 3 3 2 -3 3 4 2 5 3 ,2 5 6

383
M organ, ( íarcrh, 13 8 - 13 9 , 140 mercio (O M C ), 145. 171,
M orowitz, Harold, 2 7 . 4 2 , 43 - 182, 190, 2 6 4 ,2 7 0 , 271
5 0 , 5 3 . 54 papel en el capitalismo glo­
M ycrs, Norman, 3 2 5 bal, 271
propuestas de reforma, 285
N atural Capitalista (Hawkcn, protestas contra la, 2 7 4 -2 7 7
Lovins y l.ovins), 2 9 5 , 308 Organización para la (Coope­
ncurofenomrnologfa, 7 3 - 7 6 .7 8 ración y el Desarrollo Eco­
neuronas nómico (O C .D E), 279, 280,
asambleas de células resonan­ 281
tes. 78, 79 organizaciones humanas, ges­
mecanism o, o proceso, de tión de las, 17
reentrada, 80-81 aprendizaje organizativo, 153-
núcleo dinámico, 78, 81 156
nciirorrediiccionism o, 72 búsqueda del equilibrio en ­
Ncwman, IVtcr, 3 1 1 tre diefto y emergencia,
Next o fK itt (Fouts), 85 162
Nonaka, Ikujiro, 154 cam bio organizativo, 133-
novedad, 3 8 . 6 9 138. 15 0 -1 5 3
emergencia en las organiza­ comprensión de la intenela-
ciones, 156-160, 162, 163, ción entre las estructuras
165 formales y diseñadas y las
Núfiez, Rafael, 82 redes informales autoge-
néticas, 1 4 8 -1 5 0
objetividad, ideal en la descrip­ comunidades de práctica y,
ción científica del mundo, 145-148, 149, 150. 155,
70-71 156
ü p arin , Alcxander, 39 el problema de la com p leji­
Origen de la vida, lil (Ü parin), dad y la, 1 3 4 -1 3 5 . 137
39 el papel de los consultores,
( frigia ofSpecies, lh e ( L)arw¡n), 164
213 el poder y la, 153
Organización de las Naciones emergencia tle novedad y,
Unidas (O N U ), 28 5 , 286. 156-160, 162, 163, 165
287 cnioque mecanicista de las,
Organización Mundial del C o ­ 139-142. 150-151

384
la cuestión de la sostenibili­ Parsons, T alco tt, I 10 - 1 1 1
dad y la, 1 3 4 -1 3 5 , 137 patentes de formas de vida,
las metáforas en la, 1 3 8 -1 4 3 , 2 5 6 -2 5 8
163 Pauli, Ciunter. 2 9 6 , 2 9 7 , 298,
liderazgo y, 162-166 302
redes sociales y, 143-145 Penrose, Roger, 77
visión de las organizaciones Perverse Subsidies (M ycrs), 325
corno sistemas vivos y, Phitosophy tu the Tleih (Lakofí y
1 3 6 - 1 3 7 .1 3 9 -1 7 0 Johnson), 92
organizaciones no gubernamen­ pobreza. 189, 190
tales, movimiento de (Coali­ poder
ción de Scatt le), 18, 144-145, el capitalismo global y el,
1 7 3 ,2 7 4 -2 7 8 ,2 8 3 .2 8 4 194-1 9 9
acciones de protesta, 275- la gestión de las organizacio­
277 nes humanas y el, 153
búsqueda de alternativas a la la realidad social y el, 123-126
global ¡/.ación, 2 8 3 -2 8 7 Polanyi, M ichacl, 154
campaña contra el AM I, política, 1 2 4 .2 0 3 -2 0 4
279-281 positivismo, 108-109
en cuanto sociedad civil para Power o f ¡dentity, The (G»s-
la era global, 2 7 8 -2 8 3 tclls), 173
énfasis en la biotecnología Prigogine, llya, 3 7 , 39, 52
agrícola, 2 8 8 -2 9 0 productividad, 1 3 7 -1 3 8 , 297-
institutos de investigación 298
asociados con el, 2 8 2 proteínas, 28
la comprensión sis té mica tic Prousc, M arccl, 158-159
la vida y el, 2 8 2 Proyecto G cnom a Humano,
organización del. 2 7 7 2 0 8 -2 1 0 , 259
urilización de la ted por el, Public ( .’itizen, 280
2 7 4 -2 7 5 , 2 7 7 -2 7 8 . 2 7 9 publicidad, 2 0 0 -2 0 2
valores del, 2 7 4 , 2 7 8 -2 7 9 Ptirsell, Carroll, 130

Panel Intergubcrnamcnral so­ realidad social


bre el C am bio Clim ático, autopoiesis y, 117-118
265 comprensión sistémica de la.
para fin as, 50 1 0 6 -1 0 8 , 11 5 -116

385
consciencia y. 8 1 -8 4 , 106- Robots, 34
108 Rocky Mountain Institute, 282,
cultura y, 121-123 2 9 5 , 3 1 8 ,3 2 2
dinámica no lineal y, 115- Rosset, Peter, 24 I
116, 121, 122
el im pacto social del capita­ sabores, percepción de los
lismo global. 186-1 9 0 dulce, 70-71
el poder y la. 12 3 -1 2 6 Sagatí. D orion, 57
en cuanto redes de com uni­ Sandoz, 256
caciones, 117-118 Santiago de la cognición, Teo­
la tecnología y la, 128-130 ría de, 6 1 -6 5 , 7 1 , 8 2 , 97
las estructuras en la, 126- Saussure, Ferdinand de, 110
128 Scbum achcr Collcgc, 2 8 2 , 2 9 3
origen de la, 25 Searle, Joh n , 7 2 , 9 7 , 106
significado y, 118-121 Seat tic, Coalición de, ver orga­
teorías acerca de la, 10 8 - 1 15 nizaciones no gubernam en­
reciclado de materiales de de­ tales, movimiento de
secho, 2 9 6 -3 0 3 Sccond Naturc, 293
red cpigenórica, 3 5 , 21 6 . 223- Senge, Peter, 1 4 0-142
2 2 4 .2 2 7 Shapiro, James, 2 1 6
repoblación forestal, 3 0 1 -3 0 2 Shear, Jonathan, 75
Research Foundation for Scien­ Sliiva, Vandana. 193, 250,
ce, Technology, and Eco- 2 5 5 , 256, 2 5 8 , 2 7 1 , 3 3 1 ,
logy, 2 8 2 . 283 336
Revolución de la Tecnología de Sicgm und, Angclika, 164
la Información, 173, 175- significado, 1 0 6 -108
178, 179, 194. 199. 205 comprensión sistémica de la
••Revolución Verde*, 23 8 , 23 9 , vida y, 106 108, 120
250 realidad social y, 117-121
Rhonc Poulenc, 2 5 6 Silicon Valley, 178
Río, Declaración de simbiogénesis, 4 7 , 5 6 -5 7 . 217
Principio número 15, 258- sistemas vivos, 2 5 -2 6
259 acoplamiento estructural, 6 2 -
Ri$f of thr Nttwork Soófty, The 6 3 , 82
(Castclls), 172 A D N y. 2 8 -2 9 , 3 3 , 3 4 . 3 6 .
Kobbins, John. 288 40

386
nuroorganización, 3 7 , 120, comprensión sistémica rie­
2 1 6 -2 1 7 la
características definitorias, 25, Smichsonian Institution, 85
3 8 -3 9 .5 8 -5 9 sociedad
características mínimas, 40 - civil global, 2 7 8 -2 8 3
42 en red. 173, 194, 279, 281
cognición y, 6 1 -6 5 , 7 1 , 96- soja transgénica, 2 4 8 . 251
98 Soros, George, 204
conversión de la energía lu­ sostenibilidad, 2 0 4 , 2 9 0 -2 9 2 ,
minosa en energía eléctri­ 331
ca potencial, 4 6 -4 7 cam bios en los sistemas im ­
creación de protocélulas en el positivos para favorecer la,
laboratorio, 5 0 - 5 1, 52, 53 3 2 6 -3 2 8
dinámica no lineal y, 35, 38, comprensión sistémica de la
4 1 , 5 1 -5 3 , 6 9 vida y, 2 9 1 -2 9 2
emergencia de un antepasa­ comunidades sostenibles, 22,
do universal, 54-58 2 7 3 - 2 7 4 .2 9 0 . 291
espiritualidad y, 9 8 -1 0 2 consumismo y, 3 3 1 -3 3 3
estructura en los, 126-128 definiciones de la, 2 9 1 -2 9 2
evolución de las diversas for­ ccoallabetización y, 2 0 1 -2 9 2 .
mas de vida, 54-58 2 9 3 , 294
evolución prcbiótica (origen ética y, 2 7 2 -2 7 4
de la vida), 3 8 -5 3 movimiento en pro de la,
membranas y, 3 0 -3 2 , 45, 3 3 3 -3 3 5
4 6 , 4 7 -5 0 ' principios de ecología de la,
metabolismo y, 3 4 -3 6 2 9 0 -2 9 2
perspectiva ecológica ele los, Ver también ecodisefio
2 7 - 2 8 ,5 3 «Spirituality a.s C om m on Sen-
química de la vida, 4 2 -4 4 , sc>* (Steindl-Rast), 100
51-53 Steindl-Rast, David, 100-101
reacciones- catalíticas y, 51- Stcwart, Ian, 35, 53
53 Strohm an, Richard, 2 1 9 . 230,
red cpigenética y, 35 2 3 1 .2 6 2
vesículas y, 4 4 -4 7 «subsidios perversos® a la indus­
vida celular, 26-36 tria y la agricultura, 3 2 5 -3 2 6
Ver también genética; vida, sustancia

387
extensa (res extensa). 60 extensión de la realidad
pensante (res cogitans), 6 0 , 65 social a la, 1 0 6 -1 0 8 ,
Suzuki. David, 3 3 1 ,3 3 5 115-116
gestión de las organizado
Takcuchi, 1 lirotaka, 154 nes humanas y, 137-
Taylor, Frcdcrick, 140 170
tecnología movimiento tle organiza­
ciclos técnicos, 3 0 3 -3 0 6 ciones no gubernamen­
cultura y, 128-1 3 0 tales y, 282
naturaleza humana y, 80 redes y, 3 2 9 -3 3 0
1creer M undo, 191 significado y, 106 108,
Third W orld Nctwork, 2 8 3 ^ 119-120
T on o n i, (¡iu lio , 7 8 , 80-81 síntesis de íorriia, materia
trabajadores asalariados, impac­ y proceso, 103-105
to social de la globalización visión sistémica del fun­
en los, 186 190 cionam iento de los ge­
T u om i, llkka, 1 53-154, 155 nes, 2 1 1 -2 1 2 , 2 1 7 , 2 2 3 -
225
Unión Europea, 197 corporaciones dedicadas a la
explotación de las ciencias
«vacas locas», enfermedad de de la, 2 5 6
las, ver encefalopatía espon soplo de, 6 4 -6 5 , 100
giforme bovina virus, 3 3 ,2 0 6 - 2 0 7 . 2 4 9
Varela, Francisco, 3 3 , 6 1 , 62, Volcker, Paul, 183
6 4 , 6 9 . 7 2 . 7 5 , 78, 79, 80,
93. I I I , 117 Walt Street Journal, The, 290
Venter, Craig, 2 0 9 W arkcntin, Craig, 2 7 9 , 281
vesículas, 45-51 W ashoe (chim pancé), 8 7 -8 8
vida W atson, James, 2 0 9 , 218
comprensión sistémica de la, W cathcrall, David, 2 3 0
1 7 - 2 1 .3 2 ,6 1 - 6 2 W cbcr, M ax. 109, 126. 173
biotecnología y, 2 5 8 -2 6 3 W enger, Eticnnc, 146, 147-
capitalismo global y, 184 148, 152
comunidades sosten ihlcs W heatlcy, Margare!, 137, 152,
y, 2 9 1 -2 9 2 155, ¡6 2 . 163
espiritualidad y, 100 W hiiehcad, Alfrcd N orth, 156

388
W iesel, Elic, 174 Wozniak, Stephcn. 170
W illiams, Raymond, 121 W uppcrtal, Instituí für Klima.
W ilnuit. lan, 2 3 2 , 234 Umwelt und Kncrgie de, 282
Wirtschaft urul Gucllschaf't (W e-
bcr), 173 Zcru Hmissions Research and
World Hunger: l'wclve Myths, Initiutivcs (Z E R I). 2 8 2 , 296
2 4 1 -2 4 2 Zurich, Instituto Federal de Tec­
Worldwatch Instituir, 268, 282, nología de, 30
290

389
ÍN D IC E

Agradecimientos....................................................................................... II
P refa cio ....................................................................................................... 17

Prim era parte:


LA VIDA, LA M EN T E Y LA SO C IED A D
1. La naturaleza d e la vida ............................................................ 25
2. 1.a m ente y la c o n s c ie n c ia .......................................................... 60
3. La realidad social ......................................................................... 103

Segunda parte:
LO S R E T O S D E L S IG L O XXI
4. V ida y liderazgo en las organizaciones .............................. 133
5. Las redes del capitalism o global ............................................ 171
6 . La biotecnología en la encrucijada ...................................... 205
7 . Cartas n u e v a s .................................................................................. 264

Epílogo. Aplicar el sentido com ú n ............................................... 3 2 9

N otas ........................................................................................................... 3 3 9
B ib lio g ra fía ............................................................................................. 361
índice tem ático .......................................................................................... 3 7 5
El autor de El lao de la física y La trama do la vida explora las profundas
implicaciones sociales de los más recientes principios científicos, y propone un
innovador marco para utilizarlos con el fin de comprender y resolver algunas de
las cuestiones más importantes de nuestro tiempo
La invesiigación científica estuvo basada, durante casi toda la historia, en el
pensamiento lineal. Pero la década de 1980 trajo un cambio revolucionario.
Con la llegada de ordenadores mucho mejores y más potentes, los científicos
pudieron aplicar con más facilidad que nunca la teoria de la complejidad
-pensam iento no lineal- a procesos científicos. Capra estuvo en la vanguardia
do osa revolución y, en La trama de la vida, extendió su alcance mostrando el
impacto de la teoría de la complejidad en los organismos vivos. Ahora. Capra
cruza otra frontera, aplicando los principios de la teoria de la complejidad a un
análisis del amplio campo de las interacciones humanas
Capra postula que. si queremos mantener la vida en el futuro, los principios en
los que se basan nuestras instituciones sociales deben ser compatibles con la
organización que la naturaleza ha desarrollado para sostener «la trama de la
vida». Con argumentos lúcidos y convincentes, explica cómo las ideas teóricas
de la ciencia pueden sor aplicadas a los asuntos prácticos de nueslro tiempo
Abarcando todos los aspectos de la naturaleza humana y de la sociedad, el
autor discute asuntos tan vitales como la dirección de las organizaciones
humanas, los desafíos y peligros de la globalización económica, y la naturaleza
y los problemas de la biotecnología. Capra concluyo con un plan para diseñar,
como alternativa a la globalización económica, comunidades y tecnologías
ecológicamente sostenibles. Este brillante y agudo examen de la relación entre
la ciencia y nuestros sistemas sociales provocará un gran debato C"i la
comunidad científica y nos ayudará a pensar de una manera nueva sobre el
futuro de la humanidad.
«Un nuevo discurso fascinante sobre la interconexión entre todas las cosas
vivas (y algunas no vivas), desde la primera forma de vida de las piotocélulas
al desarrollo del lenguaje, la cultura, las costumbres sociales, la espiritualidad
y la economía global SI hay un libro que no sólo mueve a los lectores a pensar
a gran escala, sino que los coloca en el centro mismo del problema, mientras
viajan por las conexiones y los circuitos cerrados continuos de "la trama de la
vida", es óste» (Publishcrs Wcokly).
«Un análisis penetrante de lo que es un sistema -u n sistema ecológico, un
sistema social, un sistema económico, cualquier tipo de sistema. V, al hacerlo,
va hasta la raíz de lo que está sucediendo en el mundo ahora mismo. Más que
el resultado del trabajo de un revolucionario, el análisis de Capra es sereno y
racional Pero para aquellos que se sienten un poco confundidos o indefensos
ante un futuro impredecible, ésta es la gran introducción tanto a la naturaleza
del problema como a la lógica de su solución» (John McCrone. The Guardian).
Fritjof Capra. doctor en física teórica en la Universidad de Viona. os autor de El tao
de la física. El punto crucial y Sabiduría insólita, siendo asimismo coautor con
David Stcindl-Rast de Pertenecer al universo, obra ganadora del American Book
Award en 1992. En la actualidad es director del Center for Ecoliteracy de
Berkeley, California. En esta colección se ha publicado La trama de la vida.
una de sus obras mayores.

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