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das y que fueron determinantes para desbaratar el orden simbólico de toda una
época. Una nueva cosmología de “mitos, sueños y visiones que conformaron y
conforman las temáticas ocultas”3 que alumbraron el carnaval de lucha y rebel-
día que se vivió en aquella década en la ciudad de Madrid.
Aplicando una mirada esquemática, podríamos señalar dos coordenadas de
cambio que tuvieron una especial relevancia para que se desencadenase esta
fase de profundas transformaciones. La primera fue la aparición de un nuevo
marco de relaciones sociales, valores y deseos (utopías, vidas en comunidad,
nuevas formas de expresión). Y la segunda, el surgimiento de nuevos prota-
gonistas que activaron espectros sociales y subjetivos desconocidos hasta el
momento (presos, mujeres, homosexuales, jóvenes). Sobre estos dos ejes fue
posible la construcción e invención de modelos sociales inéditos en la sociedad
española. Más allá de las luchas ya sabidas contra la dictadura franquista y por
la mejora de las condiciones de vida, muchas personas fueron capaces de ima-
ginar planos de realidad y de lucha arraigados en mundos (im)posibles.
Éstas son algunas de las figuras que vinieron a enriquecer y superar el mar-
co reivindicativo de las luchas de perfil obrerista protagonizadas por varones
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ricamente tener algo que hacer. Si aceptamos por tanto –aunque sea de manera
indicativa– el concepto “La Movida” podríamos definirla, a fecha de hoy, como
la cultura urbana que se instaló en Madrid desde 1977 hasta mediados de los
ochenta, dejando claro que estamos hablando del conjunto de movidas que se
cocieron en un Madrid en crisis que vio moverse sus bases vitales, y con una
juventud que vio cómo se le cerraban las salidas.
En 1979 los Leño lo describían así: “Tú aquí y yo aquí, seguimos unidos,
vivimos todo por igual. Bebemos, fumamos y nos colocamos, tenemos plena
libertad. Es una mierda este Madrid en el que ni las ratas pueden vivir”. Bajo el
sino de esta crisis se alumbró un periodo cultural muy prolijo y profundamente
ambiguo que se definió sobre un cambio en las coordenadas clásicas del under-
ground de ascendencia contracultural. La crisis de las utopías y la crisis de los
proyectos comunitarios hicieron que todos los lenguajes expresivos y cultura-
les entrasen también en una fase de profunda transformación.
a. La crisis del proyecto utópico. Éste fue el primer elemento que se derrumbó
en muchas de las mentes más inquietas del momento. Una mezcla entre des-
ilusión y cansancio a la hora de interpretar el sentido de la realidad vivida y a
la hora de interpretar el futuro acompañó a las viejas generaciones contracul-
turales y marcó un nuevo contexto para las nuevas formas de vivir al margen,
más bañadas por la ética del rock de periferia y del punk que por ninguna
otra cultura. Así lo expresaron los Eskorbuto en su tema Cerebros Destruidos:
“Perdida la esperanza, perdida la ilusión, los problemas continúan, sin hallar-
se solución. Nuestras vidas se consumen, el cerebro se destruye, nuestros
cuerpos caen rendidos, como una maldición.”
En cualquier caso, el Madrid de La Movida tuvo dos referentes centrales con los
que consolidó su estilo: el primero fue la herencia del Madrid contracultural y
el segundo el punk-rock que, tal y como ha descrito Héctor Fouce, encontró en
Madrid unas características muy específicas: “El punk madrileño, al menos en su
origen, se distingue por ser un crisol de influencias en torno a las ideas de fres-
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a. El factor del contexto social. No debemos olvidar que a finales de los setenta,
con el PSOE ya encaminado hacia el poder, el discurso generacional, aquel que
apelaba a la importancia del “hecho juvenil” de “ruptura generacional” que
toda la izquierda utilizaba como motor del cambio, contrastaba de una manera
escandalosa con la realidad que imponían los niveles de paro, con tasas de
paro juvenil en algunos barrios obreros que superaban el 35%, y con la plaga
de la heroína que exterminó a miles de jóvenes en la década de los ochenta.
televisivo La Edad de Oro del Pop Español de Paloma Chamorro o el caso desde
1979 de Radio3. Una dimensión pública que fue tomada como estandarte por
el alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván para señalar Madrid como una ciu-
dad de infinitas capacidades productivas en cuanto a lo cultural, una visión que
rápidamente se tradujo en subvenciones, facilidades para tocar en directo e
inyecciones de dinero que hicieron subir el caché de muchos artistas.
De la lógica de la producción casera de discos, que es como empezaron to-
dos los grupos de La Movida, se pasó a una lógica espectacular en la que las
grandes compañías de discos, sobre todo las multinacionales, quisieron imitar
el modelo de mercado underground, generando divisiones específicas con se-
llos pequeños para dar cobertura y lanzar al mercado a estas nuevas figuras.
ARIOLA creó MR e HISPAVOX hizo FLUSH en un momento de enorme crisis
en la industria del disco. En este sentido, la enorme cantidad de grupos del
Madrid de la época podía abarcar multitud de registros en el mercado musical,
desde los más melosos de Mamá, Los Secretos o Nacha Pop hasta los estilos
más vinculados al rock o variantes punks como Parálisis Permanente, Gabinete
Caligari, Polanski o La UVI pasando por las derivaciones de tonalidades tecno
como Radio Futura, Alaska o Aviador Dro. Esta compleja relación entre auto-
nomía, autoproducción y mercado es la que “las indis” no pudieron resolver,
la escasa proyección empresarial de estos pequeños sellos y su tendencia a la
producción casera hicieron que las grandes compañías fuesen ganando terreno
desde su mayor capacidad de marketing y promoción haciendo que los grupos
se fueran marchando a los sellos comerciales, incluso llevando a la absorción
de sellos alternativos por parte de grandes compañías.
La industria cultural avanzaba y utilizó todos los trampolines posibles para
intentar rentabilizar este nuevo mercado. Un caso particular es el que se produ-
jo en marzo de 1984 cuando el primer gran supermercado de discos de Madrid,
llamado Discoplay, organizó una exposición de fanzines con una importante re-
trospectiva de materiales desde 1970 y con cabeceras del extranjero. La Movida,
como marca cultural de Madrid y perdiendo a sus mejores valores, iba poco a
poco poniéndose al servicio del mercado.
Toda esta evolución, y todas las discusiones en torno a La Movida como
problema, como generación, como explosión creativa fueron vividas de mane-
ra directa por La Luna de Madrid. “El BOE de La Movida”,15 revista que llegó a
mover 35.000 ejemplares por número, fue una ventana a la que se asomaron
todos los proyectos y grupos vinculados a La Movida. Entre 1983 y 1985, en la
primera fase de la revista, las diseñadoras de moda, las discográficas indepen-
dientes, los grupos musicales, los bares, las reseñas de los fanzines, los fotó-
grafos, dibujantes, directores de cine, actores y actrices tuvieron su hueco en La
Luna como espacio de difusión y reflexión surgido desde dentro de La Movida
y que hizo las veces de su órgano de expresión. Pero quizás lo más interesante
de La Luna fue que, al ser un órgano vivo de este movimiento, pudo vivir en su
propia biografía tanto el cultivo de las ideas del momento como la crisis de las
mismas. “Borja: [...] En La Luna se escrutaba el momento y se lanzaban signos
de futuro que, efectivamente, se convertían en futuro por el mero hecho de in-
dagar en ellos. [...] José Manuel: Pero de lo que huía siempre era de un corpus
teórico. La Luna, en ese sentido, era una representación muy acabada de que la
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Notas
Documentos
01
Oriol Llopis: “La época violenta”, Star, nº 44, febrero de 1979.
02
Anónimo: “Abajo la Ley de Peligrosidad Social”, Bicicleta, nº 6,
mayo de 1978.
03
“Plataforma Agrupación Mercurio” en Manuel Soriano Gil: Ho-
mosexualidad y represión. Iniciación al estudio de la homofi-
lia, Madrid, Zyx, 1978, pp. 127 y ss.
04
Redacción: “La Copel”, Bicicleta, nº 1, noviembre de 1977.
05
Fernando Pais: “El Rastro”, Star, nº 21, julio de 1977.
06
Bazofia: “Manifiesto Bazofia”, 1976, en Jesús Ordovás: De qué
va El Rrollo, Madrid, La Piqueta, 1977, pp. 9-11.
07
Moncho Alpuente: “Madrid me mata”, La Luna de Madrid, nº 3,
enero de 1984.
08
Borja Casani y José Tono Martínez: “Madrid 1984: ¿La Posmo-
dernidad?”, La Luna de Madrid, nº 1, noviembre de 1983.
09
Redacción: “La Vanguardia es El Mercado”, La Luna de Ma-
drid, nº 15, febrero de 1985.
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