Está en la página 1de 13

11

UN AMOR ABSOLUTO

Os propongo mirar juntos la realidad más terrible que existe: el amor, con todos los
significados que le deis a esa palabra. En torno a él gira toda la existencia humana, incluidos los
dramas, las tragedias, los sufrimientos, porque lo que se entiende generalmente por amor no
es más que la otra cara del odio, como el odio es el reverso del amor. Miren con los ojos bien
abiertos todo lo que envuelve esa palabra que utilizamos tan a menudo desde que de pequeño
decíamos a nuestra mama “te amo” o “no te amo”.

En sanscrito existen dos palabras: moha, que se traduce por apego, y prem que se traduce por
amor. Hay un abismo entre el “yo te amo” de los enamorados que seis meses después se odian
a muerte y el amor de Buda o de Cristo. El hecho que la misma palabra sirva para designar
realidades tan diferentes nos crea desde la infancia mucha confusión. “Dios amó tanto al
mundo que dio a Su Hijo para quien en Él crea no muera y tenga la vida eterna (Evangelio de
San Juan). Dios ama tanto el mundo, y yo amo tanto el chocolate…

¿De qué amor hablamos? ¿De un amor que es la expresión de de dualidad o de un amor que es
la expresión de la superación de ese sentido de dualidad? Ustedes lo saben ya, ustedes que
vienen aquí, que la consciencia común puede trascenderse y pueden descubrir una conciencia
no dual en la que la separación se desdibuja y aparece el otro como una expresión de nosotros
mismo. Recuerden la comparación ya utilizada de un único océano y diferentes olas separadas:
si la ola tuviese conciencia de sí misma como ola, se vería diferente de la ola que la precede
como de la que la sigue. Pero si es consciente de que ella es el océano, sentiría a las otras olas
como formas de sí misma.

La condición común, es la condición de separación, de dualidad, de “yo y el otro”. Y una de las


Upanishads afirma: “Si hay dos, hay miedo”. Esto es un punto que podemos reflexionar. Si hay
dos, o si siento dos, el otro y yo, inevitablemente empieza el juego de atracción y repulsa,
dicho de otra manera de : “yo te amo y yo no te amo”, “yo quiero, yo no quiero”, “yo deseo, yo
tengo miedo”. O bien el otro me va a perjudicar, me va dañar o me beneficiará. Pero si me
beneficia y es para mí una ocasión de felicidad, rápidamente me doy cuenta que esa felicidad
no es estable y que el mismo que me hace feliz o me ha hecho feliz también puede hacerme
sufrir. El más perfecto de los amores, en el que no existía ni la más mínima sombra puede
causar un gran sufrimiento si uno de los dos miembros – el niño o la madre, el marido o la
esposa – bruscamente muere en un accidente.

Conservamos profundamente en una memoria subconsciente, recuerdos anteriores a esta


existencia, que nos indican la fragilidad de la felicidad fundamentada sobre la relación a dos. Y
si hay dos, inevitablemente tarde o temprano ocurrirá la separación; también es una ley. No
encontraremos nuestra libertad cerrando los ojos para no ver la acción de las leyes
universales. Únicamente en un plano más elevado – llámanosle metafísico o espiritual –esas
leyes dejan de actuar, solo permanece la pura Consciencia, la Realidad suprema, sin límite,
indivisible y libre de nuestras categorías de tiempo, espacio y causalidad. Realidad suprema a
la que podemos acceder en nosotros mismos en el corazón de nuestra propia consciencia, de
nuestra propia presencia. Pero esta realización no es una experiencia corriente, estáis
marcados por el juego de la separación y de la dualidad. El sentido del ego, “yo y los otros”,
“los que yo amo y los que no amo” crea la simpatía, la antipatía, los amores, las desavenencias,
los odios; todo eso que estudian los sicólogos y de lo que los Sabios están liberados. Es la ley
de la existencia y lo que os mueve. Si hay amor inevitablemente hay odio; si hay atracción hay
repulsa. El hecho que en nuestra lengua solo existe una única palabra nos lleva a la confusión
de mezclar el amor de Cristo o el amor del Sabio con lo que vosotros llamáis amor. Seamos
más rigurosos para comprender de qué amor se trata. Lo que generalmente se denomina amor
es la expresión del sentimiento del ego, de la separación, de la limitación individual, es decir de
la necesidad de ser amado. De pronto ese o esa a la que decimos amar no nos ama como
quisiéramos que nos amara y entonces nuestro amor por ella o él se ve afectado, mezclado de
emociones. Únicamente se puede amar, en el sentido que hoy se da a esta palabra, cuando no
se necesita ya ser amado.

¡Comprendan bien lo que acabo aquí de decir! No estoy hablando del amor trascendente de
Ramana Maharshi ni de Buda, ni del amor metafísico que entrevéis a través de lecturas y
testimonios. Os hablo del amor, del gran amor, que atribuimos acertadamente o no a Romeo y
Julieta o a Leila y Majnun, o del amor del niño por su madre y de la madre por su niño, del
amor que deseáis y del que soñáis y afirmo: únicamente se puede amar cuando ya no se
necesita ser amado. Y podríamos añadir que es entonces cuando el amor del otro nos es dado
por añadido, pero ya no nos es necesario. Cuando no tenemos ya necesidad de ser amado,
podemos entonces por fin amar y podemos sentir el amor del otro porque el trasfondo de
miedo ha desaparecido. Compréndanlo porque sino perseguiréis siempre una quimera, un
sueño que en verdad puede ser realizado pero no a cualquier precio ni de cualquier manera y
que para la mayoría de los humanos nunca lo realiza como lo soñaron.

Lo que define al ser humano es la necesidad de ser amado. Mi maestro Swâmiji me dijo un día:
“Usted es un mendigo”. Para los que vivieron en la India, el mendigo que suplica, que se agarra
a nuestros tobillos, que nos persigue media hora suplicando y reclamando una moneda es una
imagen que para ellos tiene mucho más sentido que para quien únicamente conoce occidente.
Swâmiji me dijo: “You are a beggar, you are begging for love”, “Usted es un mendigo,
mendigáis el amor”. Si sois honestos veréis que sean cuales sean vuestros éxitos profesionales
o mundanos, incluso vuestros logros como seductores o divas, sois mendigos que siguen
mendigando amor.

***

Cuando sentimos que nos aman o cuando nos sentimos amados, aunque solo sea por un
momento, el miedo al futuro ya no se siente. Vivimos en el miedo porque sabemos que no
podemos contar con nada, que todo eventualmente nos puede traicionar: nuestra salud,
nuestro cuerpo físico, nuestra situación profesional, nuestra mejor amiga, nuestro marido o
nuestra esposa, todo nos puede traicionar aunque ocurra, no sea más que bruscamente a
través de una guerra o de un accidente. No podemos contar con nada. Pero cuando uno se
siente verdaderamente amado, ese miedo ya no se percibe. Tal vez no lo hayáis pensado o no
lo habéis percibido, pero es así. Cuando uno se siente amado, no por ello desaparece el peligro
atómico, ni el peligro de un accidente, ni el paro, ni la crisis económica; todo eso sigue ahí, sin
embargo el miedo sí que desaparece. Cuando una pareja se quiere, cuando realmente están
enamorados uno del otro - que ese amor esté destinado a durar o a periclitar - aunque solo
sea por un momento completo, sincero, el miedo desaparece, incluso en condiciones
amenazadora, incluso en condiciones trágicas. Aunque lluevan bombas por todos lados, el niño
ya no tiene miedo simplemente porque su madre lo tomó en brazos y se sintió nuevamente
amado. Nuestra consciencia congénita de la dualidad, de la separabilidad momentáneamente
se aniquila. Pero también sabéis que el amor más perfecto puede acabar. La vida une y separa.
Uno es llevado prisionero en un campo y ya no ve a su esposa hasta dentro de cinco años; otro
muere dejando mujer e hijos. El amor es lo que hay de más trágico. Es la fuente de los gozos
más “divinos” al que pueda acceder la humanidad y es la fuente de los más grandes de los
sufrimientos y de las más grandes rebeldías: “Si Dios existiese no permitiría que perdiera mi
hijo tan joven y en semejantes condiciones” o “no hubiera permitido que mi mujer o mi
marido muriese en este accidente”.

La necesidad de ser amado mueve a todos los seres y no únicamente los que se sienten solos
en la existencia y cuya vida no es más que frustración. Un presidente de un país también
mendiga amor y esa mendicidad se compensa aparentemente por el éxito: un hombre político
se siente amado por los que le votan. Miren en el momento de los resultados de las
elecciones, con qué emoción reciben el éxito o la derrota, una emoción que va mas allá de sus
carreras, una emoción que significa “me aman”, no me aman” o “ya no me aman”.

Si sois honestos, y tenéis el valor de ver cuánto mendigáis el amor, habréis superado una
etapa. No os juzguéis, no tengáis miedo, empiecen por mirar lo que es.

Esta demanda de amor es absoluta, fundamentalmente absoluta. No reclamáis ser amados


relativamente, o un poco amado, queréis ser amados de una manera perfecta, total, sin
sombra, sin falla y para siempre. Es a ese criterio absoluto a lo que referenciáis todas vuestras
experiencias amorosas y eso explica muchos sufrimientos. Creéis haber encontrado ese amor
absoluto en un hombre o en una mujer, y cuando transcurre los primeros meses de sueños y
proyecciones, descubrís que ese amor es relativo. Os encontráis de pronto delante de otro ser
que también necesita ser amado y que él también os pide lo imposible: un amor absoluto.
Cuando cae ese sueño de amor absoluto, os encontráis en el mundo de la relatividad y os
negáis a aceptarlo. Es característica del ser humano portar en él esta demanda, esta necesidad
absoluta. ¿Porqué detenerse en camino, porqué conténtense con poco? Pedimos en realidad
el infinito.

Esta demanda de amor puede intensificarse por las frustraciones infantiles, la insuficiencia de
amor materno o la muerte de la madre cuando aún éramos muy pequeños. Puede tener como
origen múltiples circunstancias y condiciones, incluidas puede provenir de esos asombrosos
samskaras de existencias pasadas: la nostalgia de un gran amor que vivimos y que la muerte
interrumpió. ¡En fin, mil causas! Pero fundamentalmente esta necesidad viene de la
consciencia limitada del ego: “yo separado del otro, el otro que se comporta según sus propios
impulsos y sobre el que no tengo control, que nunca será un músico obediente a mi batuta”,
según la expresión de Swâmiji; “tal vez me de grandes alegrías, pero también dolorosas
puñaladas y más dolorosas aún cuanto más esperanza puse en ese amor”. Podemos vivir cinco
veces lo que creemos ser el gran amor y cometer cinco veces los mismos errores.

Existe un lazo entre el deseo de amor que generalmente invertimos en la relación entre un
hombre y una mujer (o eventualmente entre dos hombres o dos mujeres si se trata de
personas homosexuales) y el deseo de ser amado, verdaderamente amado, como lo era por lo
menos relativamente el niño pequeñito por su madre. Y os digo y mantengo: únicamente
podéis verdaderamente amar cuando ya no necesitáis visceralmente ser amados; y mientras
sentís la necesidad de ser amados no tendréis verdaderamente amor por el otro porque habrá
miedo que si fracasa os haga daño y si hay armonía que un drama venga a destruir esta
relación. Las emociones y las neurosis siempre interviene a pesar de ustedes y siempre
perseguís un sueño que os decepciona. En lo que es pedir un amor absoluto, todo el mundo
queda decepcionad. Sin embargo la felicidad en una pareja es posible, pero para ellos deberies
ya no tener la necesidad de ser amados, es decir de no tener miedo, de no temer una trision,
de no temer una separación, no temer el futuro y poder vivir perfectamente y plenamente el
instante, en el “aquí y ahora”.

***

Haber sido amado quiere decir haber sido amado, no de un amor mecánico, emocional, sino
del otro amor del que no tenemos en nuestro idioma una palabra especifica. En mi vida
comprendí progresivamente cuanto ese deseo del gran amor que yo también poseía, como
proyección por una mujer ideal fue colmado poco a poco con mis encuentros con sabios y
maestros. Esto os puede parece extraño. Ese amor, cuya nostalgia sentía en el fondo de mi
corazón a mis vente años, me lo concedieron unos ancianos. Y tal vez esto os haga sonreír.
Poco a poco esa necesidad de ser amado fue colmada. No me di cuenta enseguida. Durante
años no fue suficiente. Me parecía que el maestro debía vivir únicamente para mí. Pero a pesar
de todo me sentí amado. Amado por Mâ Anandamayî, amado por Kanyur Rimpoché, amado
por Sufi Saheb de Maïmana, seres que no hablaban mi lengua, que no eran de mi raza. Me
sentí amado, completamente amado, absolutamente amado.

Un día hacia 1970, época en la que disfrutaba de una cierta notoriedad en la televisión, fui
entrevistado en antena en relación a la serie de reportajes que hice a varios maestros y a sus
discípulos. La persona que me preguntaba había comprendido que yo me había especializado
en un cierto tipo de película y me dijo: “En definitiva usted nunca realizará una película de
amor” queriendo decir con eso: “Usted ha renunciado a películas con escenario”. Mi reacción
sorprendió a muchas personas que vieron la entrevista y me lo contaron después. Parece ser
que mi rostro fue de total sorpresa: “¿Qué? ¡Pero si solo ruedo películas de amor!” me salió
como un grito del corazón. Cuando oí esa pregunta, comprendí cuanto más que en un clima de
aventura, de misterio, de belleza, de esoterismo, de espiritualidad, yo había vivido en un clima
de amor.
Desgraciadamente esos santos y sabios, capaces de amor como el sol calienta y alumbra son
raros en nuestra sociedad y es una gran pérdida. Hoy en Oriente, como antaño en Europa, el
encuentro con el Maestro, sigue siendo uno de los hechos más valiosos de la existencia. La
gente recorre centenas de kilómetros para acercarse a un sabio, obtener lo que en la India se
llama su darshan, simplemente permanecer silencioso en su presencia; y es así porque es un
ser que aunque sea la primera vez que nos ve, aunque no sepa nuestro nombre ni de dónde
venimos, de si somos solteros o casados, al instante mismo nos ama de un amor que no
conoce ninguna vicisitud. No se puede amar y no se puede sentir el amor de un ser humano
más que cuando ya no se necesita ser amado. Y ya no se necesita ser amado más que cuando
verdaderamente se ha sentido uno amado. Y yo me he sentido amado, verdaderamente, y
comprendido por un hombre al que homenajeo hoy día y que todos conocéis. Su nombre:
Sensei Taisen Deshimaru que acaba de morir en el Japón. Si reconocí a Sensei como un
maestro, no fue por su impresionante vida, ni por la fuerza que emanaba, fue por su capacidad
a amar. Sensei Deshimaru amaba, amaba de verdad. Soy testigo de ello. Que digan que bebía
mucho o que se encolerizaba me hace sonreír cuando este hombre era capaz te tal compasión.
Viví tres meses de mi vida, día y noche con Deshimaru en Japón y le vi amar a niños,
estudiantes, gente del pueblo, ricos burgueses de Tokio, hombres políticos. Lo que domina mi
recuerdo de él, es esa inquebrantable ternura y bajo ese rostro tan diferente del frágil Ramdas,
irradiaba’¡ el mismo amor.

En ese encuentro con el sabio, tan importante en el Islam, el Hinduismo y el Budismo, está la
respuesta a nuestra inextinguible sed de ser amado. Está claro que frecuentar a los sabios no
es suficiente por si solo para transformar una existencia y que nuestros esfuerzos también son
necesarios. El Camino es un todo.

Después comprendí que el amor de un hombre fue particularmente notorio para mí, el de
Swâmi Prajnanpad. Yo sé que Ramdas me ha amado tanto como Swâmi me ha amado y que
Ramdas ha amado lo mismo a miles de personas; que Khalifa Sahib e Sharikar tuvo el mismo
amor por mí, yo francés no musulmán, que Swâmiji; pero el amor de Swâmiji se concretó con
una paciencia y atención incansable. Ese viejo hombre me dio mucho de su tiempo y de su
energía, incluso cuando se encontraba muy débil, enfermo a punto de morir. Puedo decir que
me ganó al desgaste. Su amor fue tan inquebrantable que mis dudas, mis miedos, mis
proyecciones, todo lo que imaginaba sobre él, poco a poco se derritió como la cera al sol. Y un
día ocurrió, capitulé y sentí en mí como un canto de victoria – como el canto de la victoria de
Buda cuando anuncio al universo entero que había alcanzado la Liberación – “¡He sido
amado!”.

El amor de esos sabios por nosotros es un amor sin juicio. Puede ciertamente ser firme,
aparentemente severo para ayudarnos a progresar, pero en verdad nunca juzga. Es un amor
absoluto, expresión de su realidad interna de no dualidad, de neutralidad interior. Y no os
equivoquéis sobre la palabra neutralidad, porque en ellos es sinónima de amor infinito,
aunque en principio os sorprenda. El Sabio nos ama tal como somos.

Nadie nos ha amado de una manera absoluta, y eso lo sabemos, excepto cuando en las
primeras semanas de vida Mama aceptaba que la despertásemos a media noche y
ensuciáramos nuestros pañales, nadie nos ha amado tal como somos. Nos han amado tal como
nos querían que fuésemos, tal como nos deseaban, tal como nos imaginaban, tal como nos
pedían que fuésemos. Y eso es lo que nos hacia vivir en el miedo. ¿Cómo lograr ser ese niño
perfecto que nuestros padres nos pedían? Sin embargo el Sabio nos ama de manera absoluta
tal como somos.

Por lo menos hagan el honor a Dios de creerLe capaz del mismo amor que un maestro y de la
misma comprensión sicológica que el más grande de los sicoterapeutas. El Maestro nos ama
como Dios no ama: sin juzgarnos. Y aquí interviene, sobre todo para nosotros los occidentales
impregnados de Cristianismo, un dato fundamental y un as en la manga para jugar y ganar
nuestra Liberación. Antes dije que el amor era lo que hay de más terrible. Ahora voy hablar de
lo que es lo más horrible: no amarse a sí mismo.

***

No amarse, no aceptarse tal como se es, juzgarse, sentirse culpable y condenarse, no es


ciertamente lo que Cristo trajo a la tierra, él que quiso enseñar el amor y la salvación, pero con
frecuencia es lo que se ha producido en el Cristianismo, como si Dios fuese de pronto capaz de
no amar. Únicamente nosotros con nuestros errores somos los que nos condenamos al
infierno. Dios, si existe, es un amor infinito, inagotable. Pero porque nuestros padres, por un
momento, no nos amaban, y hace falta decirlo, cuando les desagradábamos, porque hemos
sido impregnados con la idea del bien y del mal, porque no hemos sabido responder a la
espera de los que admirábamos – un abuelo, una abuela, un padre , una madre, un tío, un
amigo ¡qué sé yo! – vivimos y hemos vivido en esa tragedia de no amarnos a nosotros mismo.

Tal vez sea una de la más bella definición que se pueda dar del ego. Ustedes creen que
egoísmo o egocentrismo quiere decir amarse a sí mismo en vez de amar a los otros. ¡Pues no!
el ego es lo que hace que uno no se ame a sí mismo, y es porque uno no se ama que el ego
subsiste y se mantiene. Y si antes hablé de dos amores diferentes, de dos realidades
diferentes, también esto se aplica al amor que os portáis. Tenéis un amor propio, una vanidad,
una susceptibilidad, un efecto egocéntrico; sois presos de ese egoísmo o de ese egocentrismo
que ciertamente es un amor pero un amor muy mediocre ya que este amor os juzga y os
condena sin cesar. Retengan esta fórmula: el ego no es el amor de sí, es el no amor de sí.
Ustedes os decepcionáis y no os perdonáis ser lo que sois. Si de niño fueran sido más
silenciosos – pero eran ruidosos -, si fueran sido más sonriente, mas graciosos, mejores
alumnos, os hubierais sentidos mas amados y os habéis odiado por no tener todos los dones,
todos los encantos, todas las cualidades que hubiera hecho de ustedes el centro de interés de
toda la familia, de todas las personas a las que os acercabais.

Hoy día, aunque mis cabellos hayan crecido un poco porque hace tiempo que no voy al
barbero, os dais perfectamente cuenta que de niño yo no tenía bonitos rizos rubios; y un día oí
alabar delante de mí las alabanzas de un niño por sus bellos bucles rubios. Resultado – y no me
acuerdo que edad tenia – intenté ponerme rulos porque comprendí que eso permitiría tener
los cabellos rizados. Los adultos se percataron y lo recibieron muy mal; y comprendí a mis
expensas que intentando hacerme amar – rizándome el pelo – agravé más la situación. Para
ustedes adultos, eso os hace sonreír, pero para mi niño lo viví como algo atroz.

No olviden cuanto las grandes nociones metafísicas están ligadas a los detalles más simples de
la existencia. Y no olviden tampoco que la sensibilidad de un niño se encuentra en ámbitos
muy diferentes a la de un adulto. Es verdad que muchos que se dicen adultos tienen
emociones infantiles, es verdad, y puede manifestarse en la compra de un deportivo o en la
discusión con el vecino por una pared medianera. El niño, lo que pide es una única cosa: que
todo el mundo le ame. La mente crece con el niño y la mente está tejida de comparaciones.
Hace daño, mucho daño a un niño oír alabar a su primo por sus cabellos rizados o que le
critiquen en público, o que sea el objeto de una comparación desfavorable. A la inversa, las
comparaciones favorables toman para él una tremenda importancia y hacen que crezca su
vanidad; además él le “añade”, porque le da seguridad.

Todos vivís en esta extraña situación – que es condición humana – de la necesidad


fundamental de ser amados de manera absoluta, y es lo que permite trascender el miedo, y
por otra parte con la convicción que tal como sois no podéis ser amados porque no sois lo
suficientemente guapos, brillantes, no sois lo suficientemente inteligentes, admirables. ¿Cómo
perdonároslo? Entonces ocurre las compensaciones, lamentables, tristes, pobres y dignas de
piedad.

Tan imperfecto que yo fuese en lo relativo, puedo decir con un sentimiento de gratitud
absoluta, infinita, que me sentí amado por todos los maestros que filmé en mis películas. Tal
como soy, torpe, infantil, falible, orgulloso, he sido amado por ellos. También me he dado
cuenta lo que esos sabios hicieron por mí, ayudándome en mis viajes para permitirme filmar
esas películas. El amor de estos sabios no consistía únicamente en bonitas palabras; y poco a
poco me impregné de una nueva convicción, opuesta a la que tenia grabada desde mi infancia.
Imperfecto como yo lo era, podía ser amado y poco a poco aprendí a amarme a mí mismo.

No os sentiréis amados hasta que no os améis a vosotros mismos. Recuerden: solo se puede
amar cuando ya no se necesita ser amado; solo se puede sentir verdaderamente el amor que
nos es dado cuando no se necesita ya ser amado; el trasfondo de miedo desaparece y no se
necesita ser amado cuando verdaderamente nos hemos amado a nosotros mismo. He ahí el
atolladero en el que se encuentran la mayoría de los humanos, hombres y mujeres. Sueño que
me amen, necesito imperativamente que me amen, pero fracaso porque mis encuentros
amorosos son siempre emocionales por no decir desgraciadamente neuróticos. Vivo en el
miedo, en peticiones imposibles, en proyecciones, en torpezas porque no me he sentido
amado lo suficiente para ser libre de la necesidad de ser amado y no seré nunca libre de esta
necesidad mientras que yo no me ame a mí mismo.

La primera persona después del maestro de la que necesitáis amor son ustedes mismo,
ustedes tal como sois, incompletos, imperfectos. Ninguno de ustedes puede tener las dotes del
tenista Mac Enroe más el don de guitarra de André Segovia más la fuerza filosófica de Sartre
más la musculatura de Cassius Clay más la notoriedad política de Chirac. Ese héroe que nunca
ha existido pero que en la infancia quisieron ustedes ser para que vuestra familia os ame y os
admire, nunca lo seréis y ustedes no se lo perdonan. Pensáis que tal como sois no podéis
amaros. Es esto lo que falsea todo y hace de la vida una búsqueda lamentable de amor, de
fracasos, y para enmascarar esos fracasos están las mentiras y las ilusiones de la mente
(manas).

En vez de mendigar el amor a seres que ellos mismo no son incapaces de amar porque
necesitan demasiado serlo, vayamos mendigar amor a los que ya no necesitan ser amados,
que son totalmente autosuficientes y que por consiguiente pueden verdaderamente amar.

Si sois sinceros, si verdaderamente no os queréis proteger, estaréis de acuerdo con lo que dije
antes: es terrible. Es terrible esta tragedia de la esperanza que ponemos en el amor;
momentos divinos en los que solo quedan amarguras, pasiones que rápidamente se cambian
en heridas y odio, hasta, que para sufrir menos hayamos destruido hasta en lo más profundo
de nosotros mismo la riqueza de nuestra sensibilidad.

***

Podemos abordar el tema del amor en términos puramente religiosos: el amor de Dios por
nosotros, el amor del hombre por Dios respondiendo al amor de Dios que nos amó primero. Si
entendemos estas expresiones, no de manera limitada, sino verdaderamente viva, también
podéis encontrar la verdad en el enfoque religioso. Bastaría retomar su sentido profundo,
incluso yo diría que su sentido inteligente para que estas formulas conocidas de todos los que
recibieron una educación cristiana revelaran su contenido real.

Hay una Realidad suprema, como el agua en cada ola del océano, que nos mueve, que nos
anima desde el interior y que hace de nosotros un único cuerpo místico. A todos los niveles no
hay otra cosa que el amor: el amor pasión, el amor decepción, el amor traición, el amor
sufrimiento, el amor fascinación o el amor supremo, el amor divino. No hay nada más que
amor, el amor en la dualidad – el amor que pide socorro “tengo miedo de estar solo” – y el
amor expresión de la Realidad no dependiente que descubrimos en nosotros mismos.

Supongo que todos conocéis la expresión sanscrita que intenta indicar lo que es esta Realidad
de Consciencia última: satchit-ananda, que se traduce por Ser-Consciencia-Bienaventuranza.

Si se profundiza el significado de estos términos, lo que implican es amor, amor absoluto “que
todo incluye, todo perdona, y nunca muere”. Un amor absoluto todo lo puede y lo puede
también para nosotros. Ananda que generalmente se traduce por bienaventuranza, es el amor
de nosotros mismos. ¿Podría haber una beatitud cualquiera si no nos amaramos a nosotros
mismos, si nos rechazamos tal cual somos y si nuestra culpabilidad nos abruma?

Dios os ama tal como sois. Cristo lo dijo una y otra vez: “No he venido a este mundo para las
personas saludables, sino para los enfermos”, “No quiero la muerte del pecador, sino que se
salve”, “No juzguéis para no vivir en un mundo de juicios”. Dios nos ama tal como somos,
Swâmi Ramdas, Khalifa Sahib-e-Sharikar nos aman tal como somos, imperfectos como somos,
¿y tiene que ser nosotros quien no nos amemos? Os lo repito es este no amor a nosotros
mismos lo que hace el ego. La Liberación es el amor a sí mismo.
Estáis convencidos que en vuestros intentos, sean cuales sean, por ser amados fue vuestra
“imperfección” la que echó abajo la tentativa. Si fuera sido – y con los “si” podemos dar libre
curso a nuestra mente - , si fuera sido lo que no soy, ese amor que quise vivir hubiera salido
bien. Si fuera sido ese héroe que no soy, esa mujer me hubiera amado, pero en cuanto ella ya
no me vio a través de sus proyecciones, la decepcioné y nuestro bonito sueño se rompió, se
desmoronó. Y si fuese de otra manera de cómo soy, mis empleados me respetarían, seria
apreciado por mis superiores y mis colegas me amarían. Una vez mas es mi culpa si no puedo
ser amado… ¿Cómo podría yo amarme a mi mismo? Y sin embargo la salvación pasa por ahí:
“Ámense a sí mismos”

En los Evangelios nos enseña: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a
él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen y depende la Ley
entera y los Profetas.” No se dice: “Tu amarás a tu prójimo y no te amaras a ti”. Se dice:
“Amará a tu prójimo como a ti mismo”. El sentido más profundo de estas palabras es que
realmente nuestro prójimo es nosotros mismos y lo podemos descubrir si escapamos a la
Consciencia limitada, individualizada, separada que técnicamente se denomina ahamkar en
sanscrito, como una ola que descubre que es el océano y que las otras olas son ella misma.

El amor es más importante que todos los aspectos técnicos de las diferentes sadhanas
(practicas): concentración, meditación, sanas, pranayama, posición del testigo, zikr etc... En
Occidente estamos a un paso de una espiritualidad en la que el amor desaparecerá y
únicamente se tratará de técnicas o de sentimentalismo repleto de mezcolanzas, mentiras y
confusión y del que los psicoanalista pueden fácilmente criticar como nostalgia de un padre o
de una madre perfecta o compensaciones a los sufrimientos de la infancia. Hay formas de
espiritualidad que se presentan como impregnadas de amor pero que en realidad de lo que
están impregnadas es de infantilismo y que no son más que una tentativa para mecer este
infantilismo y mantenernos dependientes, ni nos colma la necesidad de ser amados y ni nos
conducen a la libertad.

Tal vez se hayan acercado a personas religiosas que utilizan abundantemente la palabra amor
pero que notáis que no envejecen felices, serenos, abiertos, libres y en comunión con el
universo entero. Lo esencial ha fallado: la reconciliación consigo mismo. Tal vez vivieron vidas
religiosas fundamentadas sobre el amor pero sin amarse a ellos mismos; intentando amar a
Dios pero a la vez juzgándose y arrastrando siempre un sentimiento de culpabilidad que los
sicólogos con placer, atribuyen a la educación cristiana. Debemos tener la valentía de mirar la
verdad de frente incluyendo la degeneración de lo que nos inclinamos a admirar y venerar.

Pero lo que hoy os quiero decir también es que no hay vía no devocional, como puede ser el
Budismo hynayana, el Vedanta, el yoga del conocimiento o cualquier yoga técnico, en el que lo
esencial no sea reconocer su infinita nostalgia de amor, sus fracasos en ese ámbito, su
incapacidad a amar, a sentirse amado o a responder al amor. Nunca conseguiréis renunciar a
esta nostalgia de amor y si intentan asfixiarla con ejercicios técnicos de meditación y de
concentración, no alcanzareis ni la paz ni la libertad. Las técnicas sin amor son como en una
casa los aparatos eléctricos sin corriente.
Swâmiji era un hombre genial, físico, matemático, sanscritista, sicólogo, pero hoy dia después
de haberle admirado tanto, lo que se impone cuando me acuerdo de él es que era un hombre
que amaba. Ramdas, que ante todo era poeta, Swâmi Prajnanpad que ante todo era científico
se juntaban en el amor, un océano de amor, una inmensidad de amor. Amor es sinónimo de
Atman, amor es sinónimo de Consciencia, amor es sinónimo de Despertar, amor es sinónimo
de Sabiduría, amor es sinónimo de Liberación. Y el amor es la fuente de todos los odios, de
todas las guerras, de todos los sufrimientos, porque no se siente amado, porque se sufre, se
forcejea e intentamos escapar a ese miedo, a ese sufrimiento.

Un ser que verdaderamente se siente amado no puede ser malo, un ser que se siente
verdaderamente amado no puede ser ambicioso, aplastar a los demás para su éxito, nunca, y
quien ha hecho verdaderamente algo grande en la vida es alguien que se ha sentido amado –
probablemente por su madre. No hay hombres ni mujeres fundamentalmente malos. Ni Stalin
quien hizo matar a vente millones de ciudadanos, ni el canciller Hitler, nadie. Únicamente hay
personas mal amadas. Si Stalin hubiera sido amado, no habría matado a millones de
compatriotas. Y tenemos únicamente una palabra para referirnos a todas las formas del amor,
desde el más patológico que nos conduce a los tribunales – yo la amaba y por eso la maté –
hasta la compasión de Buda o el amor de Cristo.

De hecho hay un fondo común a todas esas formas de amor. El drama de la humanidad es el
de la Liberación o de la no Liberación, del ego limitado, separado, asustado y del sabio que ha
descubierto en sí mismo a Dios, la seguridad absoluta, la riqueza “un tesoro inagotable en los
cielos, donde no llega el ladrón ni la polilla y que no puede ser destruido” esta misma tragedia
esta en todo, en Hitler, en Stalin y en San Juan de la Cruz, pero a niveles de madurez y de
comprensión diferentes. La pequeña ola limitada y mortal aspira a descubrir que en verdad
ella tiene su raíz y fundamento en el Océano. “En Él tenemos el ser, el movimiento y la vida”.

Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Usted no puede amar a quien sea si no se aman a sí
mismos. ¿Cómo es posible que padres que soñaron amar a sus hijos puedan comportarse tan
duramente, tan torpemente, tan inconscientemente con ellos? ¿Cómo es posible que un novio
que juró su amor se conduzca tan mal una vez casado y lo mismo ocurre con ella? ¿Cómo es
posible que todos nosotros que pedimos amar seamos tan incapaces de ello? Porque si
ustedes no viven en un sueño, si no duermen del todo os daréis cuenta que no sois capaces de
amar ni a vuestros propios hijos y no les podéis amar plenamente porque no os amáis a
vosotros mismo, porque no estáis reconciliados con ustedes mismo. Inclúyanse en el Amor. El
don de si pasa por el amor de sí mismo, el mismo ni más ni menos que el de los otros. Y es tan
difícil amarse en nuestras limitaciones, en nuestras imperfecciones, en nuestra mediocridad.
Os hacéis reproches, cultiváis una culpabilidad destructora os juzgáis, os tenéis vergüenza,
juzgáis que lo que sois o lo que hacéis o lo que habéis hecho no es bonito. Permanecéis
enjuiciándoos y juzgando a los demás que criticáis, admiráis y reforzando así esa dualidad a la
que queréis escapar.

No juzguen más. No juzguen a los demás y no os juzguéis. Intenten amar a los otros tal como
son e intenten amaros tal como sois, intenten comprender a los otros tal como son y
comprenderos tal como sois. La comprensión conduce a la simpatía, la simpatía conduce al
amor. Es cierto en vuestra relación con los otros y es cierto en vuestra relación con ustedes
mismo.

Y si también ponen en práctica los otros aspectos del camino que os son propuestos superareis
la identificación con el ego, que es el velo que os impide descubrir en vosotros la Consciencia
no afectada, esa a la que se compara con la pantalla de cine en la que se puede proyectar
todas las películas. Mientras os identifiquéis al ego no descubriréis esa Consciencia suprema, y
mientras no os améis permaneceréis identificados con el ego. Esa consciencia que sois es una
plenitud a la que nada le falta y que ya no necesita ser amada. Aunque os critiquen, aunque os
detesten, aunque os calumnien, eso ya no tiene importancia.

La plenitud absoluta se revela en el fondo de nuestro corazón, y eso es la promesa que nos
hacen todas las enseñanzas. ¿Y por qué esta promesa no se realizaría también para ustedes?
Entonces desaparece la esclavitud a la necesidad de ser amado y el miedo a que el otro os
haga daño. Entonces podemos amar totalmente, sin miedo y aquí en el ahora, en el instante
dar la totalidad de nuestro amor. Y por el hecho de que en el fondo ya no hay miedo, somos
capaz de apreciar, de reconocer el amor que nos dan – aunque tal vez sea relativo o aún
imperfecto, pero valioso tal como es.

Cuando la necesidad de ser amado es muy elevada, sois como coladores que aunque todos los
días pongamos agua, nunca se llenarán. Los únicos que pueden rellenar los coladores y
transformarlos en cacerolas son los que aman de un amor no relativo como los Sabios
(Maestros, Santos). Lo que mancilla la casi totalidad de los amores humanos es siempre el
miedo que proviene de la necesidad enfermiza de ser amado. Y eso todo lo falsea.

Amor y miedo no pueden coexistir juntos. Se puede estar enamorado, se puede estar
fascinado, se puede suicidar o asesinar pero no se puede amar sobre un trasfondo de miedo. Y
ese trasfondo de miedo, es una vez más el miedo incrustado en nuestro inconsciente a ser
traicionado o decepcionado. A la más leve señal de que el otro es otro, que es diferente de
nosotros, todas las antiguas heridas emergen: “realmente no me ama”, y los mecanismos
inconscientes que los sicólogos estudian empiezan a funcionar. ¿Por qué arrastrarse toda una
existencia e incluso una serie de existencias sucesivas en una persecución condenada al
fracaso de antemano?

Cámbiense, transfórmense, y si vuestro ser cambia, vuestro destino cambia, “Your being
attracts your life”, “vuestro ser atrae vuestra vida”. Un día atraeréis la persona
correspondiente a vuestra naturaleza, con el que, en lo relativo, os podréis entender y
encontraros sin miedo. Acoger lo desfavorable tanto como lo favorable, tener la experiencia
real, sin rechazo, del aspecto cruel de la existencia conduce a descubrir que el sufrimiento no
es doloroso. Cuando sabéis en vuestro fuero interno que tenéis el poder de no sufrir incluso en
situaciones dolorosas que antes hubieran sido atroces, vuestra certeza ilumina todo encuentro
con un ser del sexo opuesto: “Me puede beneficiar, pero no puede hacerme daño”

Mientras aún tenga miedo del otro porque os pueda hacer sufrir, en lo profundo de ustedes
mismo inconscientemente no le perdonareis. En el mismo momento en que pensáis amarle
también le odiareis porque sabréis que tiene el poder de haceros sufrir. Pero si el miedo
desaparece, no corréis ningún riesgo, os podéis dar completamente, aquí, ahora. Y si el otro
porque os ve suficientemente estable, sólido, sin emotividad, también comprende que puede
jugar el juego para despertar en él la consciencia libre que crece poco a poco, entonces el
amor puede ser posible.

Si ya no tenéis miedo a no ser amados, podéis amar y sentiros amados. Si no, aunque un ser
esté preparado para amaros de un amor que pueda crecer, profundizar con las experiencias
de la vida, con el compartir, la comunión, en cuanto “el otro” no corresponde a lo que vuestra
mente espera, os sentiréis traicionados, acuchillados, sufriréis, reaccionareis emocionalmente
y empezareis ustedes mismo a destruir lo que habíais puesto vuestra esperanza de felicidad. Si
habéis estado enamorados – pocos son los que no lo estuvieron en un momento u otro –
sabéis cuanto la necesidad de ser amados os hace vulnerables y frágiles. Liberado de la certeza
neurótica de no ser amados, no sentiremos un simple olvido como una traición,
comprenderemos que no es tan grave y que eso no quiere decir que él o ella ya no nos amen,
sino que es así como se expresa. No podemos concebir que un ser humano nos ame pero que
su mente funcione de manera distinta a la nuestra. Si yo considero que “ella” debe escribirme
y si “ella” no me escribe, eso significa que no me quiere, ella me hace daño y eso me obliga a
reaccionar desde el sufrimiento. Pero si no me escribe y que eso no hace que surja el miedo en
mí, no me ciegua y no me arrastra las emociones y los pensamientos nacidos de las emociones,
entonces puedo ver que esa mujer me ama, si me ama, pero que es diferente a mí. Cuando la
vuelvo a ver no la abordo con resentimiento desde el dolor, con reproches, amargura u odio –
porque no podemos no odiar a quien nos ha hecho sufrir. Os podéis volver a ver sin miedos,
distendidos, con ojos nuevos, disponibles y os daréis cuenta que únicamente es la mente la
que habia fabricado toda una traición, toda una decepción que no tenía lugar. Incluso el gran
amor de mi vida no será nunca una réplica de mi mismo.

Si ya no sufrimos la necesidad de ser amados para sentirnos ser y para escapar del miedo, el
amor, el amor humano se nos dará por añadidura. Y no crean y entonces únicamente tendréis
acceso al amor trascendente del monje o del ermita que ama a toda la humanidad desde el
fondo de su cueva o de su monasterio. Accederéis a la serenidad, a la paz que sobrepasa toda
comprensión, a sat-chit-ananda, y esto lo sabéis, lo habéis oído, lo habéis leído, pero también
tendréis acceso a ese amor humano que tantos sueñan y que tan pocos descubren de verdad.
¡El camino de la Verdad no es únicamente austeridad ¡ Be happy. Sean felices.

También podría gustarte