Yo soy aire

Tu eres Fuego
Texto original de Annemarie Schimmel
Traducción FJ González

Nunca debemos de olvidar que la Realidad o la Verdad está más allá de cualquier cosa que podamos decir, y que
como seres humanos nos realizaremos en forma mas completa si nuestras ideas están en armonía con nuestras
posibilidades. Puede no ser posible o necesario decir qué es la Verdad Absoluta, pero para el ser humano la Verdad es
que estamos integrados a Ella, no separados, y podemos realizar esto experiencialmente.

ALGUIEN DICE:”NO PUEDO DEJAR DE ALIMENTAR A MI FAMILIA. TENGO QUE TRABAJAR MUY DURO PARA
GANARME LA VIDA.” PUEDE VIVIR SIN DIOS, PERO NO SIN COMIDA; PUEDE VIVIR SIN RELIGIÓN, PERO NO
SIN ÍDOLOS. ¿DÓNDE HABRÁ UNO QUE DIGA, “SI COMO PAN SIN CONSCIENCIA DE DIOS ME ATRAGANTARÉ?

Jalaluddin Rumi
 Los pensamientos de Maulana
referente a Dios y a Su creación
Yo soy viento, Tú eres Fuego
El fundamento, el corazón y la meta del pensamiento
de Maulana es Dios, Uno e Infinito, cuya esencia nunca
puede alcanzarse, más bien valdría decir que nunca
debiera ser tema de pensamiento y de discusión:
Todo lo que puedas pensar es perecedero.
Eso que no entra en ningún pensamiento, es Dios
(M II 3107)
Y, sin embargo, ese Dios Se manifiesta por todo y en
todo. Es activo y omnisciente. Maulana lo reconoce
como el Dios del Corán y en particular como el
versículo del Trono Le describe (sura 2:255) al Hayy
al Qayyûm “el Siempre Viviente Que Existe por Sí
Mismo”. El Ser inmutable no es una prima causa; a
la vez inmanente a todas las cosas y trascendente al
mundo que Él ha creado con Su Verbo. Es la Fuente de
todo amor, el Amor dinámico mismo y en definitiva
K on ya 5: 00 A M
trasciende incluso las manifestaciones del Amor.
La poesía y la prosa de Maulana son intentos de
circunvalar a Ese, cuya obra en el universo es tan
evidente y que ha prometido a la humanidad escuchar
sus oraciones (Sura 40:60), el Uno que después de
crear el mundo a partir de nada, crea incesantemente
nuevas cosas y envía a Sus profetas para instruir a la
humanidad.
La lógica y el intelecto resultan impotentes para
demostrar la existencia de Dios; así, en una anécdota
del Fihi ma fihi, lo saca a relucir. Maulana nos cuenta
que una mañana, un erudito de espíritu filosófico
fue a ver a Shams de Tabriz y que decididamente le
dijo:” ¡Yo he demostrado la existencia de Dios con
una prueba irrefutable!”. A la mañana siguiente,
al reunirse con sus amigos, Shams les dice:” Esta
 Yo soy aire, Tu eres Fuego
noche en mi sueño he visto bajar a los ángeles. Han
bendecido a ese hombre y dijeron:” Ha demostrado
la existencia de Dios… ¡por lo menos no ha dañado a
criatura alguna”!
En un hadiz qudsi, una palabra extra coránica del
Profeta, Dios se refiere a Si mismo como un tesoro
oculto:” Yo era un tesoro oculto y quise que me
conocieran, y por eso creé el mundo” (kuntu kanzan
makhfiyyan). En los círculos sufís, a veces la frase
“quise que me conocieran” es reemplazada por “Yo
quise ser amado”. Dios es un inagotable tesoro de
misericordia, como también un tesoro de belleza. Y
esa belleza se refleja en el mundo, al que se le puede
considerar como el espejo de Dios, a condición que
se mire la faz girada hacia Él. Aunque para quien mira
superficialmente las decoraciones de sus metales
puedan parecer atractivas, el dorso del espejo es sin
valor.
Los filósofos preguntan:” antes de que el cielo y la
tierra existan, antes que el Trono y el Pedestal sean
creados ¿Dónde estaba Dios?”. Maulana rechaza este
tipo de preguntas que considera totalmente absurdas:
Él siempre ha estado ahí, sin cuándo ni dónde. En
el Fihi ma fihi se encuentra varias observaciones
concernientes a los filósofos, especie que en particular
le disgustaba a Maulana. Entre las discusiones que
prevalecían se encontraba una recurrente: ¿el mundo
es eterno o no lo es? A esto Maulana le respondía con
la parábola del arquitecto. Este último es más sutil que
la casa que concibe y cuyo plan no podemos conocer
mientras permanece en su espíritu, no vemos la
construcción concreta y bien planificada de la casa
que demuestra la sabia actividad del arquitecto y su
existencia. Únicamente personas miopes pueden
creer que el mundo es eterno: ¿acaso no son como
insectos o ratones que viven en una casa, y que por
la brevedad de sus vidas se imaginan que la casa
ha estado ahí desde siempre? Por el contrario, las
personas que viven en la casa desde hace cincuenta o
sesenta años vieron como el maestro de obra concibió
el plano, como se construyó y amuebló. Saben que se
contruyó en el tiempo. De la misma manera, lo santos
cuyos espíritus permanecían en Dios antes de la
creación y que gozaban de la unidad indivisa en Dios,
saben que el mundo fue creado cuando Dios lo estimó
necesario. A este efecto Maulana sigue a su admirado
modelo, el maestro Sana’i, quien escribió:
“La materia prima (hayûlâ), y la Causa prima
No harán que encuentres el camino de la Presencia
del Señor”
Para Maulana, el mundo en el que vivimos es como
un naufragio en un mar en constante movimiento,
“bellamente engalanado” (Sura 3:14) Podemos
durante un tiempo disfrutarlo, pero no olvidemos
al Creador. Rumi a veces utiliza antiguas imágenes
ascéticas de los primeros sufís que expresaban su
rechazo al mundo – ese montón de estiércol en donde
únicamente se sienten a gusto los cerdos (los seres
inmaduros), mientras que los verdaderos buscadores
persiguen la gacela “Alma”, el hermoso gamo
almizclero cuyo perfume les guía hasta la morada
eterna.
Pero Maulana no siempre es tan negativo. De hecho,
en todo siempre ve algo positivo, y el mundo –
mientras que se vea en el espejo de Dios, o mientras
que se sea consciente de su naturaleza transitoria –
es necesario para que Dios muestre Su poder, y para
que el hombre evolucione en un ser superior y más
espiritual.
En el centro de la teología de Maulânâ, o teodicea,
se encuentra su inquebrantable fe en la sabiduría y
la misericordia de Dios; pero sabe muy bien que el
Señor despliega Sus actividades en una alternancia
dialéctica. La misma palabra creación, Kun (¡Sé!)
indica este secreto: en árabe se escribe con dos
palabras, kâf y nûn, y puede fácilmente compararse
con una madeja de hilo bicolor que teje el universo
manifestado y que esconde la Unidad divina esencial.
Dios se manifiesta, como los musulmanes lo saben
desde hace mucho tiempo, en dos aspectos, Su belleza
(jamâl) y Su poder o majestad (jalâl). Y corresponde
acertadamente a lo que la teologia del siglo XX, a
llamado el fascinans, fascinante, y tremendum, el
aspecto terrible de lo Numinoso, inspirando un temor
reverencial. Los Mas Bellos Nombres de Dios, tal
como se dan en el Corán, muestran esta constante
interacción de Misericordia e Ira, Belleza y Poder:
Dios es al-qâbid y al-basit, El Que Constriñe y El Que
Libera; Él es al-muhyî et al-mumît, El Que Da la Vida
y El Que Quita la Vida, El Que Concede Honores y El
Que Rebaja.
Esta dualidad es inherente a la creación, porque en
el momento en que ésta surgió, la unidad absoluta
se escindió en un sujeto y un objeto, en Creador y
criatura, y para mantener el curso de la vida, el cosmos
necesita del cambio constante de polo positivo a
negativo, movimientos alternos de inspiración y
espiración, latidos cardíacos, día y noche, vida y
muerte (o, en términos de filosofía china, yang y
yin). Un polo no puede existir sin el otro. Maulânâ
 Hiciste un juramento cuando eras
todavía un Alma. Me pregunto si
lo recuerdas. Si lo niegas, puedo
esperar con paciencia hasta el día
del Juicio
enseña a sus oyentes esta simple regla, los
invita a ver la vida y el desarrollo de las
posibilidades constantemente nuevas que
surgen de esta interacción de contrastes,
porque, como dice el Corán: “Cada día
está en actividad”. (LV, 29). La actividad
de Dios nunca cesa y “el cansancio no
Le abruma ni el sueño” (Sura II, 256).
Él es consciente de las necesidades de
sus criaturas y se muestra en nuevas
epifanías, ya sea en el brillo de un feliz
día de primavera o en la miseria de la
decadencia y el sufrimiento. Él es el que
ofrece continuamente señales para que
podamos entender su obra, porque Él sabe
en todo momento, exactamente lo que
cada uno necesita.
La totalidad de esta perspectiva puede
parecer difícil de aceptar para una mente
escéptica. ¿Por qué entonces hay tanto
sufrimiento en la tierra? ¿Cuál es el
significado de la enfermedad, del hambre,
y de las catástrofes? La respuesta de
Maulana es simple - tal vez demasiado
simple para la mente escéptica moderna,
y sin embargo claramente nacida de su
profunda convicción de que todo tiene un
sentido. Dios, que se llamó a sí mismo khayr
Joven el al-mâkirîn, “el mejor de los conspiradores”
(Suras III, 54, VIII, 30), tiene caminos en
Secreto está
los que ningún espíritu humano puede
penetrar y a menudo su gracia se “oculta
en la ira como la valiosa cornalina se
en ti. No se oculta en el polvo “. Puede destruir por
el bien de la reconstrucción, y cuando
revoca un verso del Corán, lo hace para
lo preguntes traer algo mejor. Los actos destructivos a
veces de los santos a través de los cuales se
a ningún
manifiesta, dan prueba de esta sabiduría
más profunda, como lo muestra la historia
de Jadir (Khidr), el misterioso guía para
extraño los viajeros, cuya conducta le parecía a
Moisés criminal, pero estaba arraigada en
cierto profundo sentido (Sura XVIII, 64-
81). Esta actitud da forma a la respuesta
de Maulânâ al problema del sufrimiento:
Jalaluddin
un médico no aprueba la enfermedad
y el sufrimiento, pero requiere de la
Rumi
enfermedad para mostrar su habilidad
en curarla; al panadero no le gusta que
la gente tenga hambre, pero quiere que
necesiten pan para así poder demostrar
su competencia y proporcionarles pan.
Puede que esta respuesta simplona no nos
satisfaga, pero el argumento se acerca a la
idea cristiana de que Dios no aprueba el
pecado y, sin embargo, necesita al pecador
para mostrar Su Misericordia y Clemencia
- idea también expresada, de alguna
manera, por la visión de Maulânâ, de que
el agua anhela a las personas sucias afín de
purificarlas adecuadamente.
Otra pregunta ha preocupado a las mentes
a lo largo de los siglos: ¿por qué algunas
personas sufren, padecen represalias
y aflicciones, y parecen condenadas
al infierno, mientras que otras son
perfectamente felices, bendecidas y a la
espera de llegar al paraíso? Todos, dice
Maulânâ, dan testimonio de la majestad y
la gloria de Dios. Porque Él es el poderoso
Rey, y un rey en su reino tiene túnicas de
honor, así como horcas. Cuando el Rey
otorga una magnífica túnica a aquellos
que han hecho el bien, el receptor da
testimonio de su bondad; también cuando
cuelga a un criminal, el ahorcado es, dice
Rumi, “para el pueblo un predicador” de la
justicia del Rey. Así es que Su mano está
detrás de todo lo que puede suceder en el
universo.
La belleza y majestad de Dios, Su ira y Su
bondad, se manifiestan en todo momento.
En verdad, forman la urdimbre y la trama
de la vida, porque “no hay nada que no
proclame su gloria” (Sura XVII, 44). Dios
nunca es injusto, porque la justicia es una
de Sus cualidades intrínsecas, e incluso
acontecimientos que parecen injustos
o incomprensibles a una humanidad
estupefacta, tienen un significado más
profundo, que sólo Él conoce. Cada cosa
en su propia silenciosa elocuencia Le alaba
- ya sea piedra o animal, vegetal o humano,
e incluso los que sufren en el Infierno
se acuerdan de Él más intensamente de
lo que jamás lo hicieron en sus vidas,
cuando Le olvidaron o Le resistieron. La
argumentación de Maulânâ adquiere aquí
un acento atrevido:
Los habitantes del infierno serán más
felices en el infierno que en el mundo,
porque en el mundo no tenían idea de
Dios, mientras que en el infierno pensarán
 Yo soy viento, Tú eres Fuego
en Él, y nada puede ser más dulce que el conocimiento
de Dios. (Fîhi cap. 63)
Conocerlo, ser consciente de Él, es la mayor bendición,
y para aquellos que tienen ojos para ver, todo es una
señal que Le indica, porque “Hemos puesto señales
en los horizontes y en ustedes mismos” (Surat XLI,
53). Saben que todos los átomos son sus ejércitos
que puede enviar a donde quiera. Maulânâ tiene la
certeza de que el Sabio Creador conoce exactamente
las necesidades de Sus criaturas. Algunos pequeños
animales que viven bajo tierra no tienen ojos ni orejas
porque no los necesitan. Del mismo modo, Dios deja
ciertas personas carentes de sentidos internos para
llegar a Él, porque sabe que son mucho más feliz en la
oscuridad de este mundo y que la posibilidad de ver
más allá solo los turbaría.
M e zq u ita
Al igual que el sol, el Creador, el Cuidador y Juez,
el Único, es demasiado glorioso para ser visto sin
velos. El término rûpûsh, “velo de la cara”, aparece
frecuentemente en la poesía de Maulana. En cierto
modo, todo es un velo que esconde a Dios. Lo mismo
ocurre con sus actividades que se crea sin ningún
mediador, y que en cada una de sus creaciones ha
colocado lo que parecen causas segundas. El viajero
en ruta que ve una nube de polvo desde lejos no
reconoce al jinete oculto por el velo polvoriento. Del
mismo modo, el que está en la orilla del océano puede
ver la espuma y las olas siempre en movimiento
agitados subiendo y golpeando, sin entender la
verdadera profundidad del océano. En uno de sus
más grandes poemas visionarios, Maulana pinta una
escena en la que contempla el insondable océano,
 Yo soy viento, Tú eres Fuego
donde aparecen moteadas olas de espuma que
evocan siluetas y formas, simplemente destinadas a
desaparecer cuando las profundidades las reclame:
El océano rugió, ¡y miren!
La Eterna Sabiduría apareció, y con una voz firme,
gritó [...]
Así fue lo que pasó y así sucedió.
Todo el océano se cubrió de espuma,
Cada mota se hizo forma
Una silueta ahí, un cuerpo aquí,
y cada uno de estos cuerpos de espuma
que había formado el océano
al oír la señal se derritió y luego regresó
al océano de las almas. (D 649)
Esta visión nos lleva a un aspecto importante
del pensamiento de Maulana. El poeta enfatiza
continuamente, en términos clásicos coránicos, creatio
ex nihilo, el concepto de que Dios creó todo de la nada.
Y, sin embargo, hay un aspecto de este concepto que a
veces es difícil de entender para nosotros: el término
‘adám, ‘ no-ser ‘,’ no-existencia ‘. Al igual que su padre
Bahâ’-i Walad, en cuyo pensamiento ‘adám ocupó un
lugar importante, Maulânâ también usa este término
con frecuencia cuando habla de la relación entre Dios,
la humanidad y la Creación. Abundan las referencias
al “océano de ‘adám’ del cual surgen a nuestro
mundo multitudes sucesivas de cosas creadas y da la
impresión de que este ‘adám es algo a partir del cual
todo se forma, la no-existencia que paradójicamente
es el tejido del que está hecho el mundo existente.
(En las enseñanzas de Buda encontramos la fórmula:
“el vacío es la forma y la forma es vacío”- nota del
traductor) Porque, como lo expresa Maulânâ en un
poema lírico: “No ser nada es la condición requerida
para ser” (D 2642). La Nada en sí mismo sirve al
Creador como receptáculo de todo lo que se creará
y “todo en ‘adám desea ardientemente llegar a Ser,
entrar en el Ser como si fuera una danza extática” (D
1832). (En la mística judía existe la enseñanza del
Tsimtsum: la Gloria de Dios lo llenaba todo y para
poder hacer la creación se retira de Si mismo en Si
mismo para dejar lugar al Otro, como si formara un
vacío donde la creación pueda evolucionar. Nota del
traductor) Dios es infinitamente mayor que ‘adám,
y también lo es el Amor. Por esta razón, ‘adam es
difícil de percibir como la Esencia divina, el deus
absconditus o el “desierto de la Divinidad”, como lo
llamará el Maestro Eckhart medio siglo después en
Alemania. Es más bien “el Taller (el Tesoro) de Dios
del que continuamente saca dones (MV 5:1023 y sigs.
– En la editorial Sufí p 104 y sigs. N.T.) “El tesoro de
dónde proviene el oro de la moneda” (D 709) ‘Adam
es el “granero” del que Dios provee a Su Creación, con
infinitas posibilidades para el futuro.
Para Maulânâ, el ser y el no ser son hermanos, ya que
los opuestos están ocultos entre sí:
¿No dice el Corán: “Él resucita a los vivos de entre los
muertos”? [Sura 2:73}
La obra de Maulana tiene aún otro uso del término
‘adam, que nos puede acercar al concepto de Esencia
absoluta de Dios: no sólo las cosas y los seres emergen
de ‘adam, sino que también vuelven, al igual que la
gota anhela regresar un día al océano donde nació. Y
“a pesar de que todos los animales le temen a ‘adám,
el corazón se languidece por él” (D 2480).
Regresa a Su presencia y conviértete en ‘adám, porque
‘ adám es la mina del alma. pero no de un alma “¡que
solo es preocupación y dolor!” “(D 331). La atracción
de ‘adam se expresa aún más claramente en estas
líneas:
Porque ‘adám es un océano, nosotros somos los peces,
y ser es la red [...] (D 734)
A este respecto, ‘adam es la Unidad indiferenciada, “la
rosaleda”, cuya flauta de caña languidece, y el objetivo
final de todo en la Creación. Podemos mencionar aquí
‘Attâr que, al final de su Ushturnâma, muestra cómo
el titiritero desmantela todos los títeres una vez que
finaliza la actuación y vuelve a colocar todas las piezas
en la caja oscura de la Unidad. Pero para Maulânâ, hay
algo más allá de ‘adám y la existencia:
El amor tiene en sus manos las espigas de ‘adám,
de Él dependen la existencia y la no existencia, tufayl.
(D 1019)
Aún más:
Incluso si mil mundos nacieran de ‘adám, en la página
del Amor (Dios) solo serían unos granos de belleza,
nada más. (D 2234)
Maulana expresó su sentimiento de absoluta
dependencia del Amado en un pareado típico de su
enfoque no-racional:
Sabes muy bien que, sin Ti, soy no ser, no ser (‘adam).
No ser es capaz de ser, ¡soy aún menos que eso!
(D 1432)
 C o n As i m
Estos conceptos son típicos del llamado
enfoque “místico” de Dios y de la
experiencia religiosa en general. Hasta
cierto punto estos versos reflejan algo
de la herencia neoplatónica de Maulana.
Este enfoque místico se vincula a las
imágenes del agua, donde al océano se
le considera como el símbolo ideal de la
profundidad insondable del no ser en
su aspecto positivo. Pero a pesar de su
importancia, los numerosos versos de
Ve al bosque Maulânâ sobre ‘adam no representan su
pensamiento ultimo sobre este tema y no
de los leones
indican su único acercamiento al misterio
de lo Divino. Rumi también vivía la
experiencia de Dios como potencia activa
no te y benevolente como Dios “personal”
que es Amor, el Amor en su sentido más
elevado - El amor puede ser tan bueno
preocupes como cruel y emplea varios métodos para
educar al amante. Maulânâ enseña a sus
por si te
lectores a contemplar este aspecto de Dios
siempre activo, que da forma al mundo de
acuerdo con un plan que solo Él conoce.
hacen daño Como todos los musulmanes, y
especialmente los sufís, Maulana era muy
consciente de la fuerte importancia de
los Nombres divinos, que calificaba como
Jalaluddin
expresiones perfectas de las actividades
complementarias de Dios. Sin embargo,
Rumi
nunca se entrega al misticismo de los
nombres tan común en las hermandades
sufíes, y parece - porque no tenemos
ninguna documentación fehaciente sobre
el uso o la ausencia del uso de los nombres
en la práctica del zikr - que él no insiste
mucho en las cualidades de los Nombres
divinos o sus efectos sobre el que los repite
miles de veces. ¿A caso por repetir sin
cesar azúcar se endulza la boca? Maulana
se perdía más bien en el nombre de Shams,
que le servía casi de encantamiento mágico
para evocar la pérdida del Bienamado; al
parecer no empleaba de la misma manera
los Nombres tradicionales de Dios. Para él,
los Nombres divinos representan modelos
de cualidades morales: al escuchar el
nombre al-basîr, “ el Vidente”, uno debe
recordar que Dios lo ve todo, tal como
lo oye todo y, por lo tanto, se le llama
as-sami, “El oyente”. Los nombres que
reflejan su misericordia y bondad, como
al-ghaffâr “el Todo-Perdón”, o al-wadûd,
“el Amante”, nos recuerdan que debemos
seguir este modelo, de manera similar
como dice la tradición, takhallaqu ajlaq
bi-Allah, “Cualifícate con las cualidades
de Dios.” Los nombres se dan para
enseñarnos y guiarnos; aquí nuevamente,
Maulânâ se acerca de la interpretación de
los Nombres dados por al-Ghazâlî, cuyo
trabajo conocía bien.
Algunos nombres se prestan naturalmente
a la elaboración poética: cuando Dios
se llama al-Musawwir, “el Creador de la
Belleza” o “Pintor”, es fácil verLe como
el gran Artista que muestra Su dominio
expresando con la misma habilidad
 Yo soy viento, Tú eres Fuego
hermosura y fealdad. En una imagen en la misma
línea, muy querida por el islam, una tradición en la
que la caligrafía es la forma artística más respetada,
Maulânâ ve a Dios como el maestro calígrafo en cuya
mano el corazón es un cálamo, y el hadiz :”el corazón
del creyente está entre dos dedos del Misericordioso”
le da pie a esta comparación;
Mi corazón se ha convertido en un cálamo entre los
dedos del Amado:
Esta noche quizás, Él escriba una Z, mañana tal vez
una B.
Talla y prepara bien su cálamo para escribir en riqâ ‘
y en naskh;
“Labayk, heme aquí obedezco”, dijo el cálamo, “
porque eres Tú quien sabe qué hacer. “
A veces Él lo ennegrece todo de tinta,
y luego lo seca con su pelo,
También lo sostiene al revés,
y a veces lo usa para escribir.
(D 2530)
El cálamo requiere que lo tallen de acuerdo a las reglas,
y cada estilo de caligrafía, ya sea la cursiva Naskh
normal o el complejo riqâ ‘ utilizado en la cancillería,
precisa una inclinación y tamaño especifico de su
punta. Por lo tanto, Dios clasifica a cada uno según
las necesidades de la página que va a escribir y al
final todas las letras, de la A a la Z, formarán un texto
lleno de significados cuyo contenido ellos mismos no
pueden conocer. El cálamo solo puede hacer una cosa:
poner su cabeza obediente sobre el papel cuando el
artista lo guía en direcciones desconocidas.
Dios también es el gran tejedor que, en su oficio, teje
maravillosas telas multicolores. Maulana, que vivía
en una zona famosa por sus hermosas alfombras y
tapices, utiliza con la mayor habilidad el símbolo
del tejedor para consolar a los que están tratando
de actuar con sus propios deseos y se enfrentan a la
ruina final de sus planes:
A zu lej os
No tejas como una araña con la saliva del dolor, son
hilos de la urdimbre y trama que se deshacen.
Dale tu pena a Aquel que la envió,
Y no hables más de eso.
Cuando estás en silencio, Su palabra es tu palabra;
Cuando dejes de tejer, Él será el tejedor.
(D 922)
Incluso en los momentos de dolor más profundo,
Maulana nunca pierde la esperanza en la gracia y la
sabiduría eterna de Dios. Aprendió, a lo largo de las
semanas meses y años de sufrimiento en el Amor,
que un diseño secreto se ocultaba bajo las pruebas del
mundo, y comprendió esta verdad en su propia vida:
Y si Él cierra ante ti todos los pasos, todos los caminos,
Él te mostrará un pasaje secreto aún desconocido
para todos.
Es quizás este aspecto de su enseñanza lo que hace
que Rumi sea querido por millones de lectores, y
es ahí donde su trabajo contrasta fuertemente con
el de su predecesor en poesía mística, Farîduddîn
‘Attâr. Los hermosos cuentos persas de este último
contienen a menudo un toque de crítica social,
incluso de protesta contra Dios, que creó el mundo
torcido y debia haberlo hecho mejor. Aunque ‘Attâr
generalmente descubre un dulce consuelo, la niebla
de la melancolía planea y es perceptible en su poesía.
Rumi, por otro lado, siempre termina sus historias
con un triunfante sí al poder, la bondad y la sabiduría
de Dios. La presentación diferente de la historia del
derviche de Herat por los dos poetas es un ejemplo de
la diferencia de enfoque. Este derviche observaba el
desfile de un majestuoso príncipe, todos vestidos con
sus mejores atuendos, portando armas centelleantes,
y exclama que el Señor debería aprender de estas
personas de cómo cuidar de sus amigos. Rumi añade
en su relato, que la Voz divina le recordó al derviche
que un ser humano podría propiciarle sombrero y
 Yo soy viento, Tú eres Fuego
abrigo, pero Dios provee algo mucho más valioso:
una cabeza y un cuerpo. El mismo argumento se
encuentra en una de las historias finales de Mathnawî
(M VI 3124 y sigs.) cuando el individuo que se queja,
finalmente comprende:
El maestro fue muy generoso, pero sin comparación,
Señor, con Tu don,
Él dio el sombrero, y Tú la cabeza dotada de razón,
Él le dio un abrigo, Tú le diste las extremidades, el
cuerpo.
Él dio una mula, y Tú el jinete Razón.
El maestro dio una vela, Tú diste la vista,
Me dio delicados manjares, y Tú el apetito.
El sentimiento de que todo está en manos de Dios,
que sabe perfectamente cómo utilizar a sus criaturas,
aparece en poemas extáticos del Dîwân y en la parte
final del Mathnawî,- como si Maulânâ, en la última
fase de su vida, quisiera resumir sus sentimientos.
y sus experiencias más allá de toda la diversidad de
cuentos que le había contado a su audiencia. Es así
que lleno de amor canta:
Si Él me hace una copa, yo me convierto en una copa.
Si Él me hace daga, me convierto en una daga.
Si Él me hace fuente, daré agua,
Si me hace fuego, daré calor.
Si me hace lluvia, haré crecer el cultivo,
Si me hace aguja, perforaré el cuerpo.
Si me hace serpiente, secretaré veneno.
Si El me hace su amigo, solo a Él le serviré.
(MV 1686)
Dios puede hacer lo que quiera y su creación refleja en
cierto sentido las infinitas posibilidades de su esencia.
¿Cómo podríamos describirlo correctamente?
Maulana toma prestada a Sana’i la historia del elefante
y de los ciegos que intentan describir a este increíble
animal que tienen ante ellos. Cada uno toca una parte
diferente y, después de tocarle, lo describen a sus
compañeros, como un trono, una pipa de agua, un
abanico o una boca de agua; ninguno logra imaginar
la forma del animal. La parábola, tomada de fuentes
indias por Sanâ’î, es una de las favoritas de todos
aquellos que conocen que es vano cualquier intento de
describir lo Divino. En un vuelo más lírico, Maulânâ
dice la misma verdad en términos casi humorísticos:
¡Oh, agarra el borde de Su favor, porque de repente
huirá!
Pero no Le dispares con una flecha, porque del arco
huirá.
¡Mira todas las formas que afecta, los múltiples trucos
que juega!
Allí está presente en las apariencias, pero del alma
huirá.
Lo buscas muy alto en Su cielo,
Brilla en el lago como la luna
Pero si avanzas en el agua, al cielo Él huirá.
Cuando lo buscas en el No-Lugar,
da señales de Su lugar:
Pero si lo buscas en algún lugar, al No-Lugar Él huirá
Como las flechas vuelan del arco, como el pájaro de tu
pensamiento [...]
Lo sabes bien: de los que dudan, rápidamente el
Absoluto huirá.
“Huiré de este, y de aquel, pero no por cansancio:
Temo que Mi belleza tan encantadora, de este, y de
aquel se escape.
Porque soy huidizo como el viento, y como la brisa
amante de la rosa,
Pero por miedo al otoño, ¡la rosa también huirá! “
Conociendo tu deseo de nombrarle, para que no
puedas confiar Su nombre a los demás, rápidamente
Su nombre huirá.
Si intentas dibujar Su imagen, Su forma, de ti Él huirá,
¡El dibujo huirá de la tableta del corazón, y hasta la
señal huirá!
Sin duda Maulana sabia de la futilidad de tratar de
capturar la visión de lo Divino. Pero también sabía,
como dice Sultán Walad en las primeras páginas del
Waladnâma, que Dios se oculta porque Su brillo es
demasiado intenso; como el sol, pero más prominente
que el sol, no se puede ver porque es demasiado
manifiesto - una paradoja utilizada entre los sufíes
a lo largo de los siglos. Por lo tanto, el poeta debe
recurrir a la metáfora para hablar de Dios, de Su
kibriyâ, Su asombrosa gloria, el luminoso “manto” de
Su esencia. Kibriya, un término cuya sonoridad misma
sugiere algo fuerte y positivo, parece la contraparte
de ‘adam, la oscura’ caja de la Unidad ‘, pero los dos
aspectos de lo Divino van de la mano. Por lo tanto,
no es sorprendente que las metáforas y los símbolos
de Maulana sean a veces contradictorios. ¿Cómo
expresar a Aquel que solo puede ser imaginado en
paradojas?
Sin embargo, a pesar de la sensación de que Dios está
más allá de la limitada descripción humana, la fe de
Maulana en Él es firme, porque sabe que todo lo que
sucede lo inicia Dios; siempre es Él quien da el primer
paso. Es Él quien se ha dirigido a la humanidad aún
no manifestada con estas palabras: “¿Acaso no soy Yo
vuestro Señor?” “, Y fue Él quien” enseñó los nombres
a Adán “(Sura II, 32).
 La búsqueda de los enamorados no
proviene de ellos mismo.
Aquí no hay otro buscador que Él
(D 425)
Maulânâ resume el corazón de su teología
(si podemos llamarlo así) en un pareado
que ha sido retomado por la literatura
mística del islam:
Sí, los sedientos buscan agua. Pero el agua
también busca a los sedientos.
(MI 1704)
El Amado también es el Amante, y Su
gracia se apoderará del hombre en un
momento inesperado, para nunca más
dejarlo ir. Maulana lo cuenta en
el Diwan, en una triste historia que
también encontramos en Fihi ma Fihi :
Un maestro de escuela, tan pobre que
solo tenía una camisa de algodón que
vestía incluso en los fríos días de invierno,
se paró cerca de un rápido arroyo de
montaña cuando de repente vio el pelaje
de un oso en el agua. El animal había
caído a las aguas que brotaban de las
montañas y ahora era arrastrado a la aldea
La Existencia por las aguas torrenciales. Los escolares,
lamentándose de la pobreza su maestro,
es un medio
le dijeron que saltara al agua y tomara el
hermoso abrigo de piel que parecía haber
llegado allí como un magnífico regalo.
para alcanzar En su desesperación se tiró al agua, pero
el oso, estaba aún muy vivo y lo agarró y
lo atrajo contra él. Al ver esto, los niños
la Ausencia lloraban de terror y le gritaron al maestro
para que dejara ir el abrigo de piel, pero
él respondió: “Yo de buena gana dejaría ir
el abrigo de piel, ¡pero es él que no quiere
dejar que me vaya! “
Maulânâ continúa, en Fîhi mâ fihi : cuando
la divina Gracia te ha apresado, ¡ya nunca
Yo soy viento, Tú
te dejará ir!
eres Fuego
La Gracia Divina busca a la humanidad,
pero también se necesita una fuerte
fe para aceptarla. La fe viva permite
al creyente dar el último paso hacia el
feroz león y acariciarlo: el león devora
a los que tiemblan y que no se atreven a
acercarse a él, pero los valientes, cuya fe
es inquebrantable, pueden convertirse
en sus amigos íntimos. Es esta fuerte fe,
nacida del Amor, lo que Maulânâ predica
a través de su poesía y prosa: cuando
tengamos tal fe, entenderemos la sabiduría
de Dios y la perfección de todas las cosas,
y todo encajará en su lugar. Pero querer
entender intelectualmente cómo obra
Dios es imposible; las declaraciones de
los filósofos no son más que copos y fetos
de paja en una corriente de agua, y los
teólogos, con su mente analítica, tampoco
perciben las profundas razones de la vida.
Al menos Maulânâ trató de mostrar
un camino que conduce al misterio
insondable de Dios vivo y autosuficiente,
e inventar siempre nuevas imágenes a
fin de guiar a sus oyentes. El enfoque
más conmovedor de la relación entre el
ser humano en búsqueda y su Creador
y Señor se muestra, a mi parecer, en un
capítulo de Fîhi mâ fihi, donde Maulânâ
retoma la vieja historia de la polilla y de
la candela, ya utilizada por primera vez en
el sufismo por el místico mártir al-Hallâj,
unos trescientos cincuenta años antes de
Maulana. Hablando de la imposible tarea
de reconocer a Dios, Rumi dice:
La razón es aquello que siempre está
agitada, inquieta, sin paz, día y noche;
a fuerza de pensar, de inquietarse y de
intentar aprehender a Dios, a pesar de que
es imposible comprender y transcender
nuestro entendimiento. La razón es
como una polilla y el Amado la candela.
La polilla se arroja a la llama, arde y se
destruye, pero tal es la verdadera polilla
que no puede prescindir de la candela,
independientemente del sufrimiento
causado por su inmolación. Si hubiera
una criatura como la polilla que pudiera
prescindir de la luz de la candela y se
abstuviera de arrojarse, no sería una
verdadera polilla. Y si la polilla se arrojase
a la luz de la candela y su llama no la
quemase, no sería una verdadera candela.
El ser humano que pueda vivir sin Dios
y sin ningún deseo por unirse con Él, no
es un verdadero ser humano; y si pudiera
comprender a Dios, entonces no sería
Dios. El verdadero ser humano es aquel
que siempre anhela y deambula para
siempre, sin descanso hacia a la luz de
la belleza y la majestad de Dios. Dios es
Quien consume al hombre y lo aniquila, y
ninguna razón puede aprehenderle.