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JERUSALÉN RECONSTRUIDA

Tobías 13, 11-17

El libro de Tobías pone nuestro cántico en labios del anciano patriarca Tobit, tan probado por Dios. Al ver
Tobit que el Señor le ha devuelto la vista, después de los largos años de ceguera, siente crecer su
esperanza. Como la ceguera ha conocido el fin, también tendrá fin el destierro de Babilonia, y Jerusalén, la
ciudad amada, recobrará su antiguo esplendor, hasta tal punto que vendrán de lejos muchos pueblos, con
ofrendas para el Rey del cielo.

A nosotros, cristianos, que vivimos ciegos, por nuestra ignorancia, y sumergidos en las dificultades del
destierro, este cántico nos ha de abrir a la esperanza. Experimentamos la propia limitación -ceguera de
nuestro espíritu- y las pruebas del destierro; con frecuencia, Dios nos ha castigado por nuestras obras,pero
también hemos probado, incluso ya ahora durante nuestro destierro, el amor a Cristo, nuestro esposo,
quien, con su palabra evangélica, ilumina nuestras tinieblas, como fueron iluminados los ojos de Tobit. Esta
palabra nos hace esperar, para el futuro, el consuelo de la Jerusalén definitiva, donde nos alegraremos con
el pueblo justo reunido en ella.

(Pedro Farnés)

COMENTARIO DE SAN JUAN PABLO II, PAPA

1. La Liturgia de Laudes ha acogido entre sus cánticos un fragmento de un himno, que corona la
historia narrada por el libro bíblico de Tobías. El himno, más bien amplio y solemne, es una típica
expresión de la oración y la espiritualidad judía que se inspira en otros textos ya presentes en la
Biblia.

El cántico se desarrolla a través de una doble invocación. Aparece, ante todo, una invitación
repetida a alabar a Dios (cf. vv. 3.4.7) por la purificación que está realizando por medio del
exilio. Se exhorta a los «hijos de Israel» a acoger esta purificación con una conversión
sincera (cf. vv. 6.8). Si la conversión florece en el corazón, el Señor hará surgir en el horizonte la
aurora de la liberación. Precisamente en este clima espiritual se sitúa el comienzo del cántico que
la Liturgia ha recortado dentro del himno más amplio del capítulo 13 de Tobías.

2. La segunda parte del texto, entonada por el anciano Tobit, protagonista con su hijo Tobías de
todo el libro, es una verdadera celebración de Sión. Refleja la apasionada nostalgia y el amor
ardiente que el judío de la diáspora siente por la ciudad santa (cf. vv. 9-18). También este
aspecto destaca dentro del pasaje que se ha elegido como oración matutina de la Liturgia de
Laudes. Meditemos en estos dos temas, o sea, en la purificación del pecado a través de la
prueba y en la espera del encuentro con el Señor en la luz de Sión y de su templo santo.

3. Tobit dirige un llamamiento apremiante a los pecadores para que se conviertan y


practiquen la justicia: este es el camino que se debe recorrer para reencontrar el amor divino
que da serenidad y esperanza (cf. v. 8).

La misma historia de Jerusalén es una parábola que enseña a todos la elección que se tiene que
realizar. Dios ha castigado la ciudad porque no podía permanecer indiferente ante el mal
realizado por sus hijos. Pero ahora, al ver que muchos se han convertido y se han
transformado en hijos justos y fieles, manifestará aún su amor misericordioso (cf. v. 10).

A lo largo de todo el cántico del capítulo 13 de Tobías se repite a menudo esta convicción: el
Señor «castiga y tiene compasión... os ha castigado por vuestras injusticias, mas tiene compasión
de todos vosotros... te castigó por las obras de tus hijos, pero volverá a apiadarse del pueblo
justo» (vv. 2.5.10). Dios recurre al castigo como medio para llamar al recto camino a los
pecadores sordos a otras llamadas. Sin embargo, la última palabra del Dios justo sigue
siendo la del amor y el perdón; su deseo profundo es poder abrazar de nuevo a los hijos
rebeldes que vuelven a él con corazón arrepentido.

4. Ante el pueblo elegido, la misericordia divina se manifestará con la reconstrucción del


templo de Jerusalén, realizada por Dios mismo: «Reconstruirá con júbilo su templo» (v. 11).
Así, aparece el segundo tema, es decir, el de Sión, como lugar espiritual en el que no sólo debe
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confluir el retorno de los hebreos, sino también la peregrinación de los pueblos que buscan a Dios.
De este modo, se abre un horizonte universal: el templo de Jerusalén reconstruido, signo de
la palabra y la presencia divina, resplandecerá con una luz planetaria que disipará las
tinieblas, de modo que puedan ponerse en camino «muchos pueblos y los habitantes del confín
de la tierra» (cf. v. 13), llevando sus ofrendas y cantando su alegría por participar de la salvación
que el Señor derrama en Israel.

Así pues, los israelitas y todos los pueblos caminan juntos hacia una única meta de fe y de
verdad. Sobre ellos el cantor de este himno hace descender una bendición repetida, diciendo a
Jerusalén: «Dichosos los que te aman, dichosos los que te desean la paz» (v. 15). La felicidad es
auténtica cuando se reencuentra la luz que brilla en el cielo de todos los que buscan al
Señor con el corazón purificado y con el deseo de la verdad.

5. A esa Jerusalén, libre y gloriosa, signo de la Iglesia en la meta última de su esperanza,


prefigurada por la Pascua de Cristo, san Agustín se dirige con ardor en el libro de las
Confesiones.

Refiriéndose a la oración que quiere elevar en «lo más secreto de su alma», nos describe «cantos
de amor, que exhale en mi peregrinación terrestre indecibles gemidos, lleno del recuerdo de
Jerusalén, con el corazón levantado hacia ella, Jerusalén, mi patria, Jerusalén, mi madre, y hacia
Vos, su rey, su iluminación, su padre, su tutor, su esposo, sus castas y apremiantes delicias, su
sólida alegría, su bien inefable». Y concluye con una promesa: «Y no me alejaré ya más de Vos,
hasta que, unificándome después de tantas disipaciones, reformándome después de tantas
deformidades, me hayáis recibido en la paz de esa madre querida, en la que están las primicias
de mi espíritu y de donde me han venido mis certidumbres, para establecerme en ella para
siempre, Dios mío, misericordia mía» (Las Confesiones,XII, 16, 23, Roma 1965, pp. 424-425).
- Fuente: San Juan Pablo II, Catequesis sobre los Salmos, Audiencia general 13-VIII-2003.

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Nota a los salmistas: El objetivo de estos documentos es ayudar al salmista a profundizar en el


canto. Os rogamos no usarlo para dar una larga catequesis sobre el canto a la asamblea.
Estos escritos podrían no obstante darnos alguna idea clave para transmitirla a la asamblea,
según el contexto de la celebración litúrgica, con la intención que ésta sea un verdadero
encuentro con Cristo resucitado.

Este y otros comentarios en: http://www.cruzgloriosa.org/cantos/comentarios

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