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HUBEÑÁK, Florencio (1999), Formación de la Cultura Occidental, Capítulo 11 a 20.

Ciudad Argentina Editores, Buenos Aires, Argentina.

CAPITULO XI
LOS REINOS ROMANO-GERMANICOS

Aspectos generales

Los pueblos germánicos que invadieron el Imperio romano en el siglo IV


iniciaron lenta y pausadamente su proceso de integración que abarcó aproxi-
madamente los siglos VI y VII.
Durante todo este lapso se denota claramente que las invasiones germanas no
alteraron sustancialmente las formas de vida de la aristocracia terrateniente romana,
surgida tras las modificaciones de Dioclesiano en el siglo 1111. De todos modos
romanos, y germanos vivían uno al lado de otro sin mezclarse ni asumir costumbres
afines, pues cada uno tenía sus propias leyes e instituciones y originalmente hasta
la religión era distinta, dado el arrianismo de los germanos.
Pero en cambio fueron modificándose gradualmente las costumbres econó-
micas, pues el oro fue desapareciendo de circulación, y a partir del siglo VIII
dejó de acuñarse. En adelante sólo se vieron en Europa bezantes bizantinos o

Véase Marrou, H. Decadencia romana o Antigiiedad tardía, Madrid, Rialp, 1980.

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dinares árabes de Al-Andalus. Este hecho obligó a una mayor escrupulosidad


en la recaudación de los impuestos.
En cuanto se refiere a la vida urbana, en Occidente, las ciudades comenza-
ron a desaparecer y las mayores quedaron reducidas a no más de cinco mil
habitantes. Los recintos urbanos fueron fortificados por las invasiones y los
campos de cultivo se encerraron en su interior. Los nobles se mudaron al cam-
po y la ciudad quedó en manos de los condes y de los obispos, verdaderos se-
ñores de las mismas. La vida urbana se fue empobreciendo a pasos agigantados,
desapareciendo toda organización municipal o curial.
La vida se centró en los grandes dominios y los pequeños propietarios, al no
poder pagar las deudas aparejadas por la crisis económica del siglo III, debie-
ron recurrir a la ayuda de los terratenientes, entrando a su servicio.
La misma inseguridad pública, nacida con las invasiones, ayudó a este pro-
ceso y así los grandes propietarios vieron ampliadas sus tierras y recibieron las
del fisco o del monarca como agradecimiento. Se establecieron lazos de de-
pendencia como el vasallaje, y hasta la población de las ciudades prefirió colo-
carse bajo el cuidado de un señor que velara por su seguridad.
Pero no hubo muchas más modificaciones y los romanos continuaban, por
razones obvias, ocupando los cargos más importantes de la administración de los
nuevos Estados. El gobierno fue excesivamente rudimentario, pero el poder de
los condes fue aumentando considerablemente, ya que el monarca refugiado en
su palacio o granja, no podía acudir a los distintos lugares de su extenso y mal
delimitado reino. Así se vio obligado a traspasar, de hecho, una serie de atribuciones
a estos funcionarios. Por otro lado, los condes aprovecharon esta circunstancia y
obtuvieron, con el tiempo, inmunidad con relación a los funcionarios -ins-
pectores que el rey solía enviar por todas las comarcas de sus posesiones-,
quedando su autoridad limitada únicamente a la inspección del rey en persona.
Este hecho ayudó considerablemente a fortalecer el poder feudal.
Analicemos ahora brevemente la historia de los reinos romano-germánicos
más importantes.

Los ostrogodos

En el año 483 el basileus bizantino Zenón, que otrora había recibido de


Odoacro las insignias imperiales de la parte occidental del Imperio, resolvió

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Los REINOS ROMANO-GERMANICOS

conferir la dignidad de magister militum a Teodorico (Theodericus) Amalo2 ,


caudillo del pueblo ostrogodo que vivía dentro de los límites del Imperio como
federado.
El mismo emperador, en el 488, probablemente temeroso de la influencia
de los ostrogodos, logró, una vez más, derivar el peligro hacia Occidente, en-
viando a T eodorico al mando de treinta mil hombres sobre la península itálica.
Este consolidó su posición al derrotar a Odoacro en Adda, en el 490, y como
rex gothorum quedó al mando de la península.
T eodorico se hizo llamar restaurator Romae e inició un proceso de acultu-
ración claramente expresado al afirmar: "es nuestro propósito construir cosas
nuevas, pero más todavía conservar las antiguas" 3 •
Como todos los caudillos germanos, una de sus primeras medidas fue repar-
tir tierras a sus hombres utilizando el ya conocido método romano del hospe-
daje, mediante el cual el germano obtenía un tercio de las posesiones en cali-
dad de hospes, coadyuvando de este modo a la integración de godos y romanos4 .
Según el mismo autor, esta medida tendió a "fijar definitivamente al suelo e
interesar en la conservación de la paz pública a aquellos ejércitos errantes e
indisciplinados, para quienes la destrucción era antes casi una necesidad ... (y)
aumentar el número de propietarios libres y dar alguna vida a la agricultura,
parcelando desde luego aquellos inmensos latifundios que reducían a praderas
o a bosques regiones enteras" 5 .
La cultura también sufrió las consecuencias de las invasiones, acentuando
un proceso de decadencia ya perceptible en los últimos tiempos de la Roma
imperial (apéndice doc. 54).
Por ello "la Italia ostrogoda fue durante los siglos V y VI el primer puerto en
el que se refugia la cultura latina y cristiana"6 • ·

2 Conocido en la literatura germana como Dietrich.


3 Kurth, Godofredo. Los orígenes de la civilización moderna, Bs.As., Emecé, 1948, p. 253.
4 Cfr. Código Theodosiano, VII, tít. VIII.
5 Kurth, G. op. cit., p. 241.
6 Genicot, L. El espíritu de la Edad Media, Barcelona, Noguer, 1963, p. 64. Los renacimien-
tos culturales durante el Medioevo -conocidos como renovatio- fueron varios y po-
demos, a simple ejemplo, citar: el renacimiento ostrogodo, el anglosajón, el carolingio,
el ottoniano, el renacimiento del derecho romano en el siglo XI, y el renacimiento de

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En este aspecto merecen ser citados especialmente Boecio (Anicius Mani-


lius Severinus Boethius), discípulo de Símmaco y su escuela ciceroniana y autor
de La consolación de la filosofía, obra escrita en prisión y con una orientación cla-
ramente estoica. Fue su objetivo traducir al latín las obras de Platón y Aristó-
teles, pero las divergencias políticas con Teodorico le valieron la muerte, y no
pudo avanzar mucho en su intento.
Boecio "es ya un hombre que pertenece a la Edad Media. Tuvo sobre esta
edad una influencia considerable. La iniciará en aritmética, geometría y músi-
ca; en teología la indujo a comprender el dogma por la razón; le enseñará tam-
bién a utilizar una dialéctica rigurosa. Desde el siglo X en que se exhumarán
varios de sus tratados, hasta el siglo XII, se convertirá en el alimento de toda
especulación filosófica" 7 • El autor es "por su forma, el último de los escritores
clásicos; pero, por su espíritu, es el primero de los escolásticos"8 . Es sugestivo
que durante todo el Medioevo La consolación ... fue enseñada en las escuelas y
aparece en todos los catálogos de bibliotecas medievales.
También se destacó Casiodoro, cuyo mérito más ponderable fue la funda-
ción de una schola christiana en Vivarium (Calabria), en el 535, dedicada a
los estudios clásicos, según el modelo de la escuela que fundara Orígenes en
Alejandría. Podemos añadir que fue historiador, recopilador, y un verdadero
archivista de la dispersa literatura clásica, según el criterio medieval de pre-
servar ante todo. También fue el autor de una lnstitutas de letras divinas y profanas,
que se convirtió en el plan de estudios de los monasterios durante muchos años.
T eodorico, en el 512, promulgó un código que legislaba la convivencia entre
germanos y romanos, dividiendo fundamentalmente las tareas al conferir a los
primeros la defensa territorial y a los segundos la administración pública del
reino.

Federico 11, por mencionar los más significativos. Probablemente el rena.cimiento italiano
del siglo XIV - más allá de las exageraciones "antirreligiosas" de Burckhardt- deba
estudiarse en este contexto.
7 Genicot, L. op. cit., p. 65. Véase también el reciente Lluch-Baixauli, Miguel. La teología de
Boecio. En la transición del mundo clásico al mundo medieval, Universidad de Navarra, 1990.
8 Gonzague de Reynold. La formación de Europa. El helenismo y el genio europeo, Madrid, Pega-
so, 1950, p. 153.

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A su muerte el reino cayó en una veloz decadencia, motivada por las luchas
internas que culminaron con la intervención de los vándalos y, finalmente, con
la ocupación por tropas del emperador constantinopolitano Justiniano.

Los francos

La región de las Galias (Gallia), dada su ubicación geográfica, fue una de las
más sacudidas por el aluvión invasor y el pueblo franco fue seccionado en varias
partes por tal causa. Lentamente se produjo el reagrupamiento de varios pueblos
que intentaron establecerse en ella. Primero los visigodos, que como vimos, fue-
ron conducidos por Ataúlfo y luego por Walia hacia la península ibérica, a donde
serán definitivamente expulsados. Los burgundios se establecieron en el fértil valle
del Ródano, mientras los alamanes ocupaban las llanuras de Alsacia y los francos
rodeaban las tierras bañadas por los ríos Rhin, Mosa y Escalda.
Tal era la situación en las Galias después de la expulsión de los hunos, y los
francos formaban un conjunto de tribus esparcidas en los lugares menciona-
dos. P~r ello es muy difícil sostener que Faramundo, Clodión, Childerico o Me-
roveo9 fueron reyes de los francos, aunque muchos historiadores afirman que
este último fue el primer monarca francés.
Debemos recordar que a partir del 412 los visigodos y los burgundios ha-
bían fundado dos reinos en las Galias. Los primeros al mando de Ataúlfo y Walia
establecieron un estado encabalgado en los Pirineos, ocupando Aquitania y
Narbona y convirtiendo a T olosa (Tholosa) en su capital; mientras los burgun-
dios con sus reyes Gudincher y Gundioch se ubicaron desde el sur de Alsacia
hasta la Provenza, a lo largo de ambas orillas del Saona y la margen izquierda
del Ródano, hasta los Alpes suizos.
En el 482 los francos salios eligieron por su rex 10 a Clodoveo (Chlodovech
o Clovis), destinado a unificar todas las tribus dispersas y consolidar el Estado

9 De este personaje -semi-legendario-que habría combatido junto a Aecio contra Ati-


la, tomó su nombre la primera dinastía de los francos, conocida como merovingia.
10 El término romano rex, utilizado para los jefes germanos, no debe identificarse con
nuestro concepto de realeza, que sólo puede utilizarse a partir de los carolingios. Los
rex germanos no eran más que caudillos tribales, cuyo poder se basaba esencialmente
en la relación personal o vasallática.

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franco. Su primera medida fue atacar al reino de Siagrio, un romano hijo del
conde Egidio, que había logrado establecer un insólito reino entre el Loira y el
Somme, con sede en Soissons (Suessiones) -futuro centro natural del reino
franco-; Siagrio fue vencido en el 486 y sus tierras se convirtieron en el nú-
cleo de las posesiones de Clodoveo y años más tarde de los Capetos. Clodoveo
estableció su capital en la antigua colonia romana de Lutetia (hoy París).
Asimismo la batalla de T olbiac puso fin a la expansión de los alamanes
que, tras ser derrotados, fueron salvados del exterminio por el ostrogodo Teo-
dorico. Mediante esta victoria Clodoveo amplió su territorio y logró unificar
a los francos salios y ripuarios. De similar manera, en el 495, fueron domina-
dos los burgundios mediante el casamiento de Clodoveo con la católica Clo-
tilde, sobrina del rey Gondebaldo y convertida por obra del obispo Avito de
Vindobona (hoy Viena).
Pero la medida más trascendental del reinado de Clodoveo fue su conver-
sión al catolicismo 11 , en el 496, que lo convirtió en el defensor de la ortodoxia
frente a los reyes germanos arrianos. Fue célebre su bautismo, con tres mil de
sus guerreros, de manos del obispo Remigio de Reims, en la Navidad del 496.
A partir de este momento su obra de expansión y consolidación fue concebida
como una verdadera cruzada, especialmente en su lucha contra los poderosos
visigodos arrianos.
Su conversión señaló también la alianza de la Iglesia con el Estado franco,
convirtiéndose en cimiento de la historia medieval, en la medida que sentó las
bases del imperio carolingio. Como premio por su actitud, el basileus Anasta-
sio (Anastasios) confirió a Clodoveo los honores de cónsul y patricio romano.
El cronista señala el espíritu de cruzada de la expedición contra los visigodos
cuando hace decir al monarca: "me desagrada ver a esos arrianos ocupar las pro-
vincias más hermosas de la Galia; marchemos contra ellos con la ayuda de Dios" 12 •
El monarca visigodo Alarico II fue derrotado por Clodoveo en la batalla de
Vouillé y este hecho significó, por un lado, el fin de la expansión de los godos

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La conversión de Clodoveo -como la de Constantino- dio lugar a serias controver-
sias entre los historiadores, opiniones que oscilan entre razones personales o espiritua-
les y hasta razones políticas, económicas o de Estado.
l2 Gregorio de Tours. Historia de los francos, 11, 37.

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Los REINOS ROMANO-GERMANICOS

y su reclusión en la península ibérica dando término al estado encabalgado, y,


por otra parte, la ocupación de la Aquitania (Aquitanniae) y Tolosa por los
francos, que de este modo unificaron sus posesiones, ocupando toda la Galia.
Para concluir su tarea unificadora, Clodoveo promulgó la Lex Sálica.
El botín quitado a los visigodos fue utilizado para embellecer la tierra de los
francos y una de las construcciones más destacadas fue la basílica de San Dio-
nisio (Saint Dennis), en París.
En el aspecto cultural, hacia el siglo VI, la decadencia era casi total y el mismo
cronista Gregorio de Tours se describe a sí mismo como rústico; opinión que
no es desmentida por la realidad (apéndice doc. 54). Las letras prácticamente
han desaparecido de las Galias.
El último acontecimiento importante de la vida de Clodoveo fue la convo-
catoria en el 511 a una reunión de obispos, presidida por Martín de Tours y
Remigio de Reims, en Orleáns. Allí se adoptaron treinta y un cánones que con-
cedían grandes privilegios a la Iglesia, favoreciendo los derechos individuales
germánicos; mientras sembraban el terreno para una relación más íntima entre
la Iglesia y el Reino, como ocurrirá durante el período carolingio.
Poco antes de morir, y de acuerdo a la ley sálica, Clodoveo dividió las pose-
siones que tanto le costara unificar entre sus cuatro hijos, estableciendo las cuatro
regiones que caracterizaron la época de la dinastía merovingia, en permanente
lucha por reconquistar la unidad perdida 13 • Esta división fue uno de los elemen-
tos conducentes al desmembramiento de los francos y la decadencia merovin-
gia, pese a la ocupación de la Provenza y llegada al Mediterráneo consolidada
por los hijos de Clodoveo.
El rey murió después de reinar durante treinta años y su cronista escribió:
"Dios aumentó su reino cada día porque caminó con recto corazón y realizó lo
que era agradable a los ojos".

13 Los cuatro hijos de Clodoveo, desde sus sedes de Metz, Orleáns, París y Soissons, ri-
gieron los destinos de Austrasia, Neustria, Aquitania y Borgoña. Austrasia (Austrasiae)
se encontraba al este, entre el Rhin y el Mosa y posteriormente conformará la parte
germana. Neustria (Neustriae) -más tarde Normandía- hacia el norte, entre el Es-
calda y el Loira. Hacia el sur Borgoña y Aquitania señalan las regiones más romanizadas.

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Los visigodos

Como sabemos, en el siglo VII "el único pueblo que parecía poseer un reino
organizado, que conservaba todavía apariencia de Estado, era el visigodo, go-
. bernado desde el 466 por un hombre notable, Eurico. Este, dueño del sur de la
Galia, conquistó el Berry, el Limousin y la Auvernia, y administró estos territo-
rios de una manera casi regular, preludiando así el Estado aquitano que, hasta el
siglo X, conservará una especie de particularismo nacional dentro del Estado
carolingio" 14 •
A Eurico correspondió conducir a los visigodos en su etapa de consolida-
ción nacional y fueron él y su sucesor Alarico 11 quienes promulgaron la Lex
Visigothorurn. En tiempos de Alarico 11 fueron detenidos en su expansión por
Clodoveo y los posteriores reyes consolidaron su gobierno en la península ibé-
rica, cuya totalidad conquistaron. En el 540 T eudis trasladó la capital a Barcelona
(Barcinona) y en el 554 fue ubicada definitivamente en Toledo (Toleturn).
La etapa más brillante del reino visigodo corresponde a Leovigildo, cuyo
"reinado fue de una importancia tan extraordinaria que puede considerársele
como el verdadero fundador de la monarquía visigoda" 15 . En el 586 asumió el
trono su hijo Recaredo, quien convirtió a su pueblo al catolicismo por obra de
los obispos Leandro e Isidoro de Sevilla. El mismo monarca juró: "Yo Recaredo
rey, he firmado con mi mano derecha esta santa fe y verdadera confesión que
la Iglesia católica profesa por todo el mundo, y que yo tengo en mi corazón y
confieso con la boca".
Con esta conversión la Iglesia adquirió gran predominio en Hispania y
mediante los Concilios de Toledo se convirtió en la mano derecha del poder
real. Estos "fueron para la Iglesia del siglo VI la forma más eficaz de su activi-
dad y la prueba más gloriosa de sus recursos vitales. No descuidaban nada de
lo que debía tender al bien espiritual de las gentes; reprimían los abusos, re-
gulaban de la manera más minuciosa la vida del clero, desarraigaban lo que
quedaba de paganismo en la vida, en las creencias y en-las costumbres, elabo-
raban la liturgia, velaban, en una palabra, para que la sociedad cristiana se

14 Boussard, J. La civilizaci6n carolingia, Madrid, Cuadarrama, 1968, p. 8.


15 Aguado Bleye, M. Manual de historia de España, Bilbao, 1924, t. 1, p. 11 O.

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mantuviese y se desarrollase conforme a las tradiciones y a las instituciones


apostólicas. A veces hacían llegar directamente su palabra a los fieles en una
especie de pastorales colectivas, en las que de una manera especial les recor-
daban los puntos más importantes de la doctrina católica y les inculcaban sus
obligaciones más esenciales" 16 •
Los reyes hispano-godos se hallaban asistidos de fieles o gardingos que les
debían fidelidad y servicio de armas a caballo y que recibían tierras, sala o es-
tipendio, mediante concesiones revocables, cuyo disfrute dependía de la per-
duración del vínculo que los unía con el príncipe. Los magnates y prelados te-
nían también clientelas armadas recompensadas de igual modo en función de
su relación personal con el señor. El siglo VII presenció el deslizamiento de la
monarquía hispano-goda hacia la articulación de un Estado pre-feudal: fideles
y gardingos ascendieron a una posición de primer plano y la clientela de los
grandes creció en número y fuerza y acabó sirviendo en el ejército a las órde-
nes de sus propios señores, al margen de la ordenación bélica oficial.
Respecto de la unidad definitiva de godos y romanos, ésta tuvo lugar bajo el
reinado de Recesvinto, quien en el 654 publicó su Líber ludicorurn, texto jurí-
dico revisado por el VIII Concilio de Toledo presidido por el obispo Braulio de
Zaragoza. La monarquía continuó su marcha hasta el 711, en que las luchas
internas entre las familias nobiliarias con aspiraciones reales -los witizanos-
produjeron el llamamiento a los árabes, y éstos terminaron con la monarquía
visigoda.
En el aspecto cultural sobresalió Isidoro de Sevilla {lsidorus Hispalensis),
cuya obra fue muy numerosa, sobresaliendo nítidamente la Etymologiae sive
origines {Etimologías) 17, a la vez recopilación de las ciencias hasta la fecha e in-
tento de nueva síntesis. Fue uno de los manuales básicos de todo el Medioevo.

16 Kurth, G. op. cit., pp. 375-376.


17 "En esta compilación, .fruto de una paciencia y de un saber sin límites, recogió Isidoro
cuanto había leído en los autores antiguos, ordenando sus notas en veinte libros. En-
contramos en esos veinte libros temas de gramática, de retórica, de dialéctica, de ma-
temáticas, de astronomía, de medicina, de leyes, de épocas, de libros y de oficios ecle-
siásticos, estudios sobre Dios, los ángeles, los fieles, la Iglesia, las sectas, las lenguas, las
naciones, los reinos, el ejército, los ciudadanos, los parentescos, los hombres, los mons-
truos, los animales, el universo y sus divisiones, la tierra y las partes en que ésta se di-
vide, los edificios y los campos, las piedras y los metales, la agricultura, la guerra, los

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fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

En los orígenes culturales de Hispania tampoco podemos despreciar la in-


fluencia que significó el arribo de Donato con sus libros y monjes adeptos, tras
su expulsión del Africa.
Sobre Isidoro podemos añadir que "abrió un colegio para su clero como
aquellos otros que, sin duda a instigación suya, el Concilio Nacional del año
633 decidió crear en cada diócesis. Reunió una rica biblioteca compuesta de
obras sagradas y profanas, antiguas y recientes lo mismo que hacen Zaragoza
-por el obispo Braulio- y To ledo -con Juliano e Ildefonso-. Presidió el
más célebre de los Concilios de Toledo, concilios que tendrán lugar sucesiva-
mente hasta el año 701 y que crearán un conjunto dogmático, si no original,
por lo menos sólido y, dada la época que tratamos, notable" 18 •

Integración de los nuevos reinos en la Cristiandad

La consolidación de los reinos germano-romanos tuvo lugar, en cada uno de


ellos, mediante procesos muy similares entre sí. El primero fue la legislación
encarada por los reyes germanos para reglar la convivencia de sus hombres y
las relaciones entre germanos y romanos.
Los rex germanos fueron los primeros en comenzar la política de alianzas
matrimoniales, que ayudó a consolidar los nuevos reinos, y estableció una cos-
tumbre, ignorada por el Imperio romano, que resumirá la política europea has-
ta casi el siglo XVIII. Claro exponente de esta política fue el ostrogodo Teodo-
rico, pues los reyes de los burgundios y visigodos eran sus yernos, su hermana
se había casado con el monarca vándalo y su sobrina con el de los turingios.
Por otra parte su esposa era hermana del franco Clodoveo y el rex hérulo era su
ahijado militar.

juegos, los buques, las vestiduras, los alimentos y los utensilios. Isidoro propone para
cada cosa una etimología, ya que la etimología es el-origen de los vocablos, y los voca-
blos contienen las cosas" (Gonzague de Reynold. op. cit., p. 160).
18 Genicot, L. op. cit., p. 70.

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El poder del rex germano se basaba fundamentalmente en vínculos persona-


les. "Su persona era inviolable; todo lo que le pertenecía -hombres y cosas-
tenía valor legal triple; los jóvenes más nobles y valientes aspiraban al honor de
entrar a su servicio; agrupados en torno a él se aferraban a su persona mediante
compromisos de honor, y le daban una guardia personal que llegaba a varios
centenares de hombres. Los bárbaros se enorgullecían de tener un rey arrogan-
te y ostentoso; le obsequiaban todos los años con donativos y voluntarios, le
dejaban parte preponderante del botín, y le rodeaban, en una palabra, con un
brillo que iluminaba al pueblo entero y una opulencia que volvía a caer como
lluvia de dádivas sobre la cabeza de sus súbditos" 19•
Esta concepción germánica del poder real se enfrentó casi inmediatamente
con la tradición imperial romana, claramente señalada y continuada por los
pensadores eclesiásticos, que terminará modificando aquélla.
El proceso de centralización -que entre los francos culminó apreciable-
mente en época de Carlomagno- se notó cuando los reyes comenzaron a ele-
gir nobles para que los sirviesen directamente en su Casa y, de este modo, los
servicios domésticos se convirtieron en importantes cargos administrativos en
el reino. La misma gobernación provincial fue encomendada a funcionarios,
especialmente en lo referido al poder militar. La consolidación real se acrecen-
tó con la acuñación de moneda del reino, primero con la imagen imperial y más
tarde, con la propia.
El obispo Isidoro de Sevilla elaboró las teorías políticas fundamentales, que
siguiendo la orientación de Agustín de Hipona fueron la base del derecho po-
lítico de la época, afirmando que rex proviene etimológicamente de recte agere
o sea "hacer el bien" y por ello "el que obra rectamente conserva el nombre de
rey y el que no, lo pierde". Además señala "que lo que hace el rey no es de su
persona, sino del derecho", con lo cual limitaba sus atribuciones, aunque aclara:
"si Dios ha querido que algunos hombres fuesen elevados a una tan alta dignidad
a pesar de la igualdad radical de la condición humana, es para que. estos tales
hagan el bien y, sobre todo, para que protejan a los cristianos. A esta misión
moralizadora corresponde un poder absoluto: ningún subordinado puede opa-

19 Kurth, G. op. cit., p. 78.

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fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

nerse al rey o reprenderle a excepción de los obispos, intérpretes de la moral.


He aquí formulada la teoría de la teocracia medieval"2º.
Pero quizá mucho más importante fue la cristianización de los nuevos rei-
nos por obra de los obispos, que cumplieron en la época una tarea misional,
cultural y política destacable.
El proceso de conversión de los pueblos germanos -generalmente arria-
nos- al cristianismo, se inició en el 496 entre los francos por obra de los
obispos Martín de Tours (Martinus) y Remigio de Reims. En el 519 Avito de
Viena obtuvo la conversión del rey Gondebaldo de los burgundios, autor en
el 523 de la Lex burgundiorum. El obispo Martín de Braga -fundador de la
abadía benedictina de Dumio y propagador del monacato en la península
ibérica- obtuvo en el 587 la cristianización del rey Rechiario de los suevos
y en el 587 la prédica de Leandro de Sevilla convirtió al monarca visigodo
Recaredo. También debemos destacar la labor cumplida por los obispos Lupo
(Lupus) junto a Atila y Germán (Herimann) entre los alanos, por señalar sólo
las más notorias.
Uno de los elementos que facilitaron la conversión de paganos y germanos
fue que los cristianos abrigaban la convicción de que mientras sobreviviese la
Iglesia, no podría destruirse la obra del lmperio21 • Haciéndose cristianos -o
mejor dicho, católicos- los bárbaros se habrían de convertir también en roma-
nos y "la corriente bárbara se estrellaría contra la roca de Cristo".
Cuando Recaredo cristianizó el reino hispano-godo fue introducida en la
ceremonia de coronación la unción real con óleo santo al estilo monárquico
bíblico y poco más tarde se formó una corte del más perfecto estilo bizantino.
El trono, manto, diadema y corona fueron introducidos en Occidente en el 531
y el rey pasó a ser dominus y luego también gloriossisimus, excellentissimus,
sacratissimus, serenissimus y patricius.
Finalmente señalemos que los reinos germanos tuvieron corta duración por
cuanto "carecían de arraigo en el suelo, y pronto fueron arrasados ... El mundo
civilizado, tal y como aparece después de la invasión, no ofrece, pues, el espec-

20 Delhaye, Ph. La filosofía cristiana medieval, Andorra, Casal y Vall, 1961, p. 44.
21 Esta tesis aún mantiene muchos adeptos en círculos intelectuales católicos. Véase, por
ejemplo, Palacio, J. La ciudad de los Césares. Un estudio de teopolítica, Bs. As., EUDEBA, 1972.

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Los REINOS ROMANO-GERMANICOS

táculo de la juventud, sino el de la caducidad de la civilización imperial, y Gre-


gario de Tours, que vivió atemorizado en aquel medio, resume melancólica-
mente su impresión en estas desalentadoras palabras: Mundus senescit (el mundo
envejece)"22 . Así "los reinos bárbaros son los últimos productos de la decaden-
cia romana. No vienen a abrir un mundo nuevo, sino que cierran el antiguo, al
cual pertenecen completamente"23 .

El arte basilical y el arte románico

La basílica cristiana como templo deriva de la mansión regia homónima de


la época romana. Se caracteriza por una planta rectangular, por lo común, con
tres naves. La cátedra del pontífice está colocada en el ábside (cabecera), ro-
deada por una banca circular en la que toman asiento los clérigos que asisten a
los oficios. La techumbre está sostenida por las columnas y arcadas de estilo
romano y generalmente recubiertas de artesonado de madera dorada. Más tar-
de, en el Occidente, se empleó la bóveda. El atrio, rodeado por un peristilo,
quedó transformado en un gran patio, donde se reunían los catecúmenos y otros
fieles que no tenían derecho de asistir a todas las ceremonias de los oficios di-
vinos. La puerta del atrio estaba protegida por un pórtico cuyas dimensiones
variaban.
El período que denominamos basilical duró del siglo IV al X y las principa-
les basílicas fueron San Pablo en Roma, juntamente con otras que hizo cons-
truir Constantino para favorecer a los cristianos. Igualmente, como menciona-
mos, se levantó un grandioso templo sobre la tumba del apóstol Pedro.
En cuanto al arte románico se desvió en parte de las formas clásicas. Ello se
observa en la ampliación de la planta de la basílica, acentuándose la forma de
cruz que expande el crucero. También llaman la atención las robustas torres
que flanquean la entrada y los contrafuertes salientes, que corresponden a la
división interior de las naves. Al principio se empleó la pesada bóveda de ca-
ñón que exige el reemplazo de las columnas por fuertes pilares cuadrados. En la

22 Pirenne, H. Historia de Europa desde las invasiones al siglo XVI, México, F.C.E., 1942, p. 27.
23 Kurth, G. op. cit., p. 245.

209
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

ornamentación aparecía con frecuencia la hoja estilizada con dos o tres lóbu-
los. Las superficies quedaban cubiertas con pinturas y cuadros. Líneas quebra-
das, monogramas y símbolos sirven de motivos ornamentales.
En estos templos el crucero ocupa el centro de la construcción y en la cabe-
cera, o testero, se encuentran de tres a cinco ábsides, mientras en la entrada se
alza un pórtico flanqueado por dos torres cuadradas.
Los soportes están formados por pilares compuestos y contrafuerte adheri-
dos exteriormente al muro, cuyo objeto es reforzar los muros para contrarres-
tar la fuerza de los arcos y las bóvedas.
Los arcos son de medio punto, mientras que la bóveda es de medio cañón en
la nave central y de un cuarto en las laterales.
Las puertas son muy ricas y típicas, estando formadas por una serie de arcos
redondos y concéntricos, apoyados en sendas columnas.
La ornamentación emplea formas vegetales estilizadas o líneas geométri-
cas. Aunque también aparecen figuras de hombres o animales en forma sim-
bolizada.
La escultura y la pintura románica son meramente decorativas y al servicio
de la arquitectura y el trabajo artístico se orienta hacia los libros miniados.
Cabe agregar que el templo románico fue una creación arquitectónica occi-
dental, elaborada por la mezcla de elementos latinos, bizantinos y nórdicos.
A estos templos "se les ha llamado fortalezas de Dios, y realmente son gran-
des, firmes y macizas, como los castillos y fortalezas de la época¡ y son, ade-
más, demasiado grandes para los fines mismos. Pero no fueron construidas
para los fieles, sino para la gloria de Dios, y sirven, lo mismo que las cons-
trucciones sagradas del antiguo Oriente, y en su misma medida, que desde
entonces no ha vuelto a alcanzar ninguna otra arquitectura, para simbolizar
la suprema autoridad" 24 .
El período de la arquitectura románica se extendió desde el siglo X al XII y
dejó numerosos monumentos en el suelo europeo. Tales por ejemplo, los do-
mos de Maguncia ( 1100), Spira ( 1030), Worms ( 111 O), Santiago de Compos-
tela (1188), York (1100), y el de Pisa, con su torre inclinada (1090).

24 Hauser, A. Historia social de la literatura y del arte, Madrid, Guadarrama, 1969, t. 1, p. 242.

210
CAPITULO XII
LA IGLESIA EN LOS SIGLOS VI YVII

León I y el Papado

El traslado de la sede imperial a Constantinopla, el fortalecimiento de la


autoridad eclesiástica en la ciudad y el papel asumido por los obispos romanos
en defensa de ésta, convirtió a sus titulares en los sustentadores del poder y,
asimismo, en los sucesores, en prestigio y brillo, del poder imperial.
Este papel se vio aumentado considerablemente cuando fue elegido para
ocupar la sede pontificia el obispo León (Leo), de reconocidos méritos como
administrador y político. A él se debieron una serie de medidas que fortalecie-
ron notoriamente el poder del obispo de Roma y, casi podríamos decir, inicia-
ron la teocracia papal o un Papado entendido como institución política que
compartía con los demás Esta.dos la dirección de la cosa pública 1•

La constancia de la prioridad del obispo de Roma sobre los demás prelados de la Cris-
tiandad -en el aspecto histórico- es muy anterior a León I; aparece -como vimos-

211
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Una serie de actitudes de León 1completaron aun más esta imagen. Su firme
defensa de la ciudad de Roma ante el caudillo de los hunos, Atila, fue reco-
nocida en toda la Romanidad y su prestigio se consolidó cuando el Concilio de
Caicedonia, en el 451, reconoció su autoridad con aquellas memorables pala-
bras: "Dios habló por boca de León".
El mismo pontífice dictó algunas normas, entre las que se distingue la ins-
titución del celibato 2 y la organización eclesiástica basada en la estructura
imperial establecida por Dioclesiano. El propio León 1 se preocupó por di-
fundir esta imagen, tras la evacuación de Roma por los vándalos, en el 455,
en ocasión de la institución de la festividad de los apóstoles Pedro y Pablo
(apéndice doc. 55).
De este modo, por obra de los obispos de Roma y fundamentalmente a par-
tir de León 1, así como el helenismo había sido subsumido por Roma, la Roma-
nidad se fue incorporando en una nueva entidad cultural que la sucedió: la
Cristiandad. Durante este tiempo persistió una concepción política destinada
a regular las relaciones entre la Iglesia y el Imperio, entendidos como dos órga-
nos de un mismo Estado: la Christianitas o Res-publica Christiana3, que con-
dujo a la consolidación de la teocracia papal.

en la correspondencia del obispo Clemente y el mismo San lreneo, casi en los orígenes
de la Iglesia, escribía: "por medio de la tradición de la iglesia romana y por medio de su
fe anunciada a los hombres, la cual ha sido trasmitida a nosotros por la sucesión de
obispos, confundimos a todos aquellos que de algún modo, por capricho o vanagloria,
por ceguera o por intenciones perversas, toman por donde no oebieran. Debido al or-
den superior de esta iglesia (la romana) es necesario que todas las iglesias, esto es, los
fieles de todas partes, acudan a ella, pues en ella la tradición apostólica ha sido conser-
vada siempre por aquellos que son de todas partes" (Contra las herejías. 111, 111).
2 Prohibición de casarse a los sacerdotes. Esta norma, aprobada en el concilio de Elvira,
es sólo exigida en la Iglesia de Occidente.
3 Denominamos Cristiandad al período de tiempo comprendido entre la cristianización
del Imperio a partir de Constantino y Teodosio (siglo IV) y la firma de la paz de West-
falia en 1648. Durante el mismo el cristianismo asumió en Occidente una estructura
político-cultural basada en la Ciudad de Dios de san Agustín y en la armonía entre ambas
esferas del poder (Iglesia-Imperio) que esbozara el papa Gelasio 1 y es conocida gene-
ralmente como teoría de las dos espadas (apéndice doc. 56), base de la unidad políti-
co-religiosa necesaria para intentar construir la Ciudad de Dios en la tierra. Esta deno-
minación no coincide con el insulso término habitual de Edad Media.

212
LA IGLESIA EN LOS SIGLOS VI y VII

El proceso de fortalecimiento del poder pontificio en esta primera etapa tuvo


su expresión más importante, a fines del siglo VI, con la elección como obispo
de Roma del pretor Gregorio (Gregorius).
Pero unos cincuenta años antes, ya había surgido en Occidente el monacato
y alterado casi totalmente las formas de vida de la Cristiandad, al aportarle una
nueva savia.

Las órdenes monásticas

Las órdenes monásticas 4 tuvieron su origen en el lejano Egipto a principios


del siglo IV, y la mayoría de los historiadores consideran como su fundador a
San Antonio (Antonius) (251-356), el primer anacoreta 5 . Este tuvo muchísi-
mos seguidores dispuestos a retirarse al desierto siguiendo los pasos de Cristo.
Su figura fue popularizada en la biografía escrita por el célebre patriarca Atana-
sio (Atanasios) de Alejandría, y su obra se convirtió en el modelo de todas las
biografías dedicadas al tema.
La vida monástica tuvo un giro importante con el surgimiento -también en
Oriente-de Pacomio (Pajomi) (286-346), quien tuvo a su cargo la redacción
de la primera regla que normaba las formas de vida de las nacientes comunidades;
ya que del modo de vida solitario de Antonio surgieron, por mera agremiación,
verdaderas comunidades o grupos de monjes cenobitas6 . Las comunidades y
sus reglas cenobíticas rápidamente se trasladaron al Occidente donde el verda-
dero organizador del monacato fue Basilio (Basilios) de Cesarea, quien reem-
plazó, en las reglas, la vida meramente contemplativa y de mortificación por el
trabajo, como una forma de ésta. Así "dio lugar a una vida monástica que enca-
jaba perfectamente con el temperamento de las tierras griegas y todos los mo-
nasterios del Imperio bizantino y todos los monasterios rusos le consideraron
como su patriarca"7 .

4 De monje, que proviene etimológicamente de monos, o sea solitario.


5 Que significa "subidor al desierto".
6 De koinos-bios, que significa vida en común.
7 Knowles, D. El monacato cristiano, Madrid, Guadarrama, 1969, p. 22.

213
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

La propagación de la vida monástica hacia el Occidente fue continuada


por Jerónimo -el traductor de las Sagradas Escrituras-y por el propio obispo
Agustín de Hipona, quien creó una comunidad en su diócesis del norte afri-
cano.
La expansión del monacato en Occidente se dirigió luego hacia el Medi-
terráneo, donde Honorato fundó el monasterio de Lérins hacia el 400. Con-
temporáneamente el obispo Martín de Tours fundó otro monasterio en Poi-
tiers y poco más tarde, por influencia de estos monjes galos, el monacato fue
extendido a las islas Británicas (Brittaniam), entre los celtas. Patricio, forma-
do en Lérins y en Poitiers, fue el encargado de trasmitir el cristianismo a Ir-
landa (Hiberniae), donde fecundó gloriosamente. Allí se formaron dos co-
rrientes diferentes; una, en la propia isla cuyos monjes peregrinaron hasta
Escocia, donde fundaron Hy (563) y desde allí, dirigidos por Aidán, a Ingla-
terra (anglorum terra), originando el monasterio de Lindisfarne (635). La otra
corriente, en cambio, cruzó el canal de la Mancha y dirigida por Columbano
fundó Luxeuil (Luxovium) y años más tarde Bobbio, en la península itálica.
Algo más tarde, el monacato prendió también en la península ibérica donde
los primeros centros fueron Dumio, Braga, Toledo y Sevilla. Pero indudable-
mente el más importante de los monjes occidentales fue Benito (Benedictus)
de Nursia.
La gran expansión de la cultura latina que llevaron a cabo los· monjes celtas
se relaciona directamente con el extraordinario florecimiento artístico, espe-
cialmente en la ilustración de manuscritos, como los libros de Durrow y Kells,
técnica que más adelante fue trasportada a las tierras de los. francos. Precisamente
fueron los monjes quienes evitaron que esa época se convirtiera realmente en
una "edad oscura", como sugieren algunos historiadores. "Durante estos cinco
siglos existieron hombres y mujeres, particularmente en monasterios y conven-
tos, que amaron el saber y el arte, y que sintieron una gran admiración por
aquellas obras del mundo antiguo que habían sido conservadas en bibliotecas y
tesorerías"8 •
Entre estos monjes scotti debemos destacar especialmente a Clumba (521-97)
que convirtió a pictos y escoceses, fundando el monasterio de lona, convertido
en epicentro de la expansión monástica y a Columbano (540-615), cuyo mo-

8 Gombrich, Ernst. Historia del arte, Barcelona, Garriga, 1967, p. 126.

214
LA IGLESIA EN LOS SIGLOS VI y VII

nasterio de Luxeuill fue el centro de dispersión de los monjes que reevangelizaron


la tierra firme europea.
Esta importante tarea se vio facilitada en el continente por las características
específicamente rurales y agrestes de los monjes scottí, que aseguraron su influencia
sobre los rudos campesinos francos y sajones y cuyo forzado exilio fue asumido
como una verdadera obra evangelizadora, un peregrinari pro Christo.
Con referencia a Benito de Nursia, quien en el 527 fundó el monasterio de
Monte Cassino (castro Casino), tuvo a su cargo la redacción de unas reglas -en
setenta y tres capítulos- que normaron la vida de los monjes en Occidente du-
rante varios siglos, hasta la aparición de las nuevas órdenes del siglo XIII.
La regla benedictina es muy breve y práctica, y esta característica -conjun-
tamente con su división del tiempo entre el trabajo y la oración- le aseguró el
éxito que tuvo durante la época que historiamos. Su característica más signifi-
cativa consistió en acentuar la importancia del trabajo manual, fijando las bases
para la conversión de los monjes en los grandes agricultores de la Europa me-
dieval (apéndice doc.73).

Formas de vida monásticas

Los monasterios, además de su misión esencial de movimientos de renova-


ción espiritual dentro de la Iglesia y de evangelización de las regiones aún bar-
barizadas, fueron verdaderas instituciones que para poder cumplir su tarea re-
quirieron una organización coherente, en la cual cumplió -como vimos- un
destacado papel Benito de Nursia.
Paulatinamente, se convirtieron en centros de poblamiento de las regiones
· -a veces salvajes- donde fueron construidos, ya que siendo el único eje aglo-
merador de la región no es de extrañar que agruparan a su alrededor no sólo a
los deseosos de auxilio espiritual, sino a todos aquellos que buscaban tranquili-
dad en una época tan convulsionada por permanentes luchas (apéndice doc.
74). También fue importante el número de personas que deseosas de obtener
seguridad frente a las incursiones bárbaras prefirieron entrar a servir en los
monasterios en trabajos auxiliares antes que quedar libradas al albur del mo-
mento. Así "a la larga se fueron formando muchas aglomeraciones alrededor de .
los santuarios monásticos; las iglesias se convertían en cunas de ciudades, y en

215
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

aquellas comunidades agrupadas en torno al convento está latente el germen


de los municipios"9 .
"Durante los dos siglos que van desde la época de Benito hasta Carlomagno
el típico monasterio de la Europa occidental cambió enteramente en su aspecto
exterior como en su significación social. De ser un pequeño edificio que alber-
gaba unos doce o veinte hombres, que olvidaban el mundo por el mundo olvi-
dados, el monasterio pasó a ser un grande y complejo edificio levantado alre-
dedor de uno o más patios con, además de una amplia iglesia y el espacio
necesario para los monjes, novicios, enfermos y ancianos, oficinas para la ad-
ministración y explotación de grandes posesiones, hospederías y habitaciones
para criados y trabajadores. En su forma más desarrollada, como los de la Ale-
mania meridional y Borgoña, el monasterio se convirtió en un centro cívico en
miniatura, con su limosnería, hospital, escuela y salas para reuniones y juicios
civiles y criminales. Alrededor de él solía crecer un pequeño burgo formado
enteramente por aquellos que vivían del trabajo que encontraban en él o del
intercambio de bienes. Al mismo tiempo, la iglesia, del sencillo oratorio de la
regla benedictina, pasó a ser un almacén de reliquias y objetos artísticos, visi-
tado por muchedumbres de peregrinos, mientras que en el claustro se apilaban
los libros miniados y manuscritos y otros tesoros litúrgicos" 10 •
En otro aspecto, durante la dinastía merovingia, en las Galias, fue muy co-
mún que la nobleza donara tierras y otras riquezas para formar comunidades
monásticas en sus posesiones y "por ésto una parte considerable del suelo de
Europa pasó muy pronto a poder de las comunidades religiosas. En el siglo VIII
ciertos establecimientos religiosos contaban por millares las hectáreas de tie-
rras laborables que poseían, y hay algunos que, agobiados por la extensión de
los predios que se les han dado para su explotación se dirigen al soberano para
pedirle que se los reduzca" 11 •
La excelente tarea de los monasterios en medio de los salvajes bosques ger-
manos ayuda a comprender por qué fueron los monjes los grandes agricultores
de la Edad Media y cómo fueron ellos los que, tomando las tradiciones agríco-
las del mundo antiguo, reenseñaron a los campesinos, tras las invasiones, las

9 Kurth, G. Los orígenes de la civilización moderna, Bs.As., Emecé, 1948, pp. 373-374.
10 Knowles, D. op. cit., p. 37-39.
11
Kurth, G. op. cit., p. 374.

216
LA IGLESIA EN LOS SIGLOS VI y VII

tareas del campo y les aportaron una serie de modificaciones técnicas de noto-
ria importancia.
Pero quizá la obra más significativa de los monasterios medievales tuvo lu-
gar en los claustros, en las scriptoria y se concentró en resguardar los tesoros
artísticos del mundo clásico para el Occidente.
La mencionada scriptoria de los monasterios congregaba a monjes y legos
que se distribuían los trabajos de trascripción de los textos. "Además de los pin-
tores (miniatores) había los maestros hábiles en caligrafía (antiquarii), los ayu-
dantes (scriptores) y los pintores de iniciales (rubricatores). Al lado de los
monjes había empleados en las scriptoria copistas a sueldo, esto es, laicos, que
trabajaban en parte en su propia casa y en parte en los mismos monasterios" 12 •
Al poseer los medios propicios y la posibilidad material de escribir, pintar,
leer y realizar otras tareas artísticas, los claustros se convirtieron en lugar de
agrupación de los intelectuales de la época y, consecuentemente, en el centro
de la vida cultural europea, durante la barbarie de los siglos V al XI. Asimismo
los vitraux de los templos fueron utilizados como medio para la enseñanza
religiosa a la población, en su mayoría analfabeta (apéndice doc. 75).
El trabajo material de los copistas, destinado a trascribir las grandes obras
clásicas para preservarlas para el futuro, fue considerado uno de los caminos
más importantes para santificarse en la tierra y obtener la salvación posterior.
De allí que el mismo Casiodoro trascribiera el clásico proverbio: "da uno al
diablo tantos golpes como letras traza en el pergamino1113 •
No debemos olvidar que, dada la crisis de la cultura, los monjes medievales
"no creyeron que fuera posible renovar o avanzar el progreso de la exposición
doctrinal después de los genios que les habían precedido. Clasifican, codifican,
aportan sus correspondientes explicaciones y soluciones, se reúnen en conci-
lios para la reforma de la moral; pero, en cuanto al dogma se muestran más bien
superficiales1114 •
Pero gracias a esta concepción conservadora, "a las bibliotecas y scriptorias
monásticas les debemos la conservación y traducción de casi la totalidad de la

12
Hauser, A. Historia social de la literatura y del arte, Madrid, Guadarrama, 1969, t. 1, p. 226.
13 Casiodoro. De instit11tio11e divinae, litt. c. 30.
14 Dawson, Ch. Ensayos acerca de la Edad Media, Madrid, Aguilar, 1960, p. 121.

217
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

literatura latina clásica que poseemos hoy en día. Es cierto que el monaquismo
italiano fue afectado por la invasión lombarda y Casiodoro no dejó sucesores
en su propio país. Su trabajo fue reanudado y completado por los hijos de un
mundo nuevo -los monjes irlandeses y anglosajones- quienes prepararon el
camino al resurgimiento del clasicismo cristiano, el que resurgió finalmente en
el período carolingio" 15 •
También fueron los monjes los encargados de asegurar la continuidad del
arte. Los monasterios, en muchos casos, fueron "verdaderos talleres de arte in-
dustrial, que servían principalmente a intereses didácticos y aseguraban nuevas
promociones de artistas, tanto para los monasterios y las catedrales como para
las cortes y soberanos seculares" 16 • Allí se efectuaron importantes aportes en el
campo del arte. "A fines del siglo IX el monje Benedictino Teófilo podía escri-
bir en sus notas toda una serie de inventos hechos en los monasterios, como la
producción de vidrio, las pinturas al fuego en las vidrieras, la mezcla de colores
al óleo, etc." 17 Por ello bien señala el mismo autor que "los monjes fueron los
primeros que enseñaron al Occidente a trabajar metódicamente" 18 •
Finalmente, los monjes llevaron adelante una importantísima tarea en ense-
ñar nuevamente a los hombres el arte de trabajar el campo y para ello se basa-
ron, en gran medida, en los prácticos textos romanos De agricultura de Catón,
Varrón o Columela, que copiaban en los monasterios, como también pratica-
ban la herboristería aplicada al arte de curar.

Los longobardos y el poder de la Iglesia de Roma

Entretanto, en el siglo VI, en la región oriental, el Imperio "bizantino" 19 se


reconocía incapacitado, una vez más, para defender sus fronteras y, como ya
era casi tradicional, recurría a la diplomacia.

15 Dawson, Ch. Así se hizo Europa, Bs.As., La Espiga de Oro, 1974, p. 100.
16 Hauser, A op. cit., t. 1, p. 228.
17 Idem, t. 1, p. 228. En su schedula diversarum actum.
18 Ibídem, t. 1, p. 225.
19 Cabe señalar que la denominación "bizantino" es una recreación del romanticismo mo-
derno. Sus contemporáneos lo consideraron siempre el Imperio romano y se denomi-
naban así mismos romanoi, o sea, romanos.

218
LA IGLESIA EN LOS SIGLOS VI y VII

Los longobardos o lombardos 20 aparecieron por vez primera ante el mundo


occidental hacia el siglo 1, avanzando por Silesia y Moravia y a orillas del río
Tisza, vieron pasar a los invasores del siglo V mientras ayudaban a los ávaros
(avares) mongoloides a destruir el reino gépido, y ocupaban la Panonia (Pan-
noniae). Para esta lucha contra los gépidos se aliaron a los constantinopolita-
nos y el rex longobardo Albuíno (Alboin) firmó un foedus con el emperador
Justiniano, recibiendo parte de la Panonia.
Los ávaros, una vez vencidos los gépidos, corrieron a los eslavos a las pro-
vincias danubianas e ilirias y ocuparon la Panonia, que conservaron hasta el
reinado de Carlomagno.
Entretanto, los longobardos -temerosos del avance belicoso de los áva-
ros- marcharon sobre la península itálica, siguiendo los pasos de los ostrogo-
dos y el vacío producido por la retirada de Narsés a pelear contra los persas.
Los longobardos ocuparon la Galia Cisalpina, que a partir de esa fecha tomó
su nombre actual de Lombardía. Albuíno ocupó además Milán (Mediolanum)
y Pavía (Papia o Ticinurn) y las restantes posiciones "bizantinas", excepto la
sede de Rávena y los distritos laterales, dividiéndose la península en treinta y
cinco ducados semiindependientes, entre los que sobresalieron Spoleto (Spo-
letium) y Benevento (Beneuentum).
En el 581, los longobardos continuaron su expansión hacia el sur, presio-
nando sobre la sede romana, defendida por su obispo Gregorio l.

La centralización papal. Gregorio I

Tal era la situación general en la península itálica cuando en el 590 fue ele-
gido para ocupar la sede romana el pretor Gregorio (Gregorius), primer monje
benedictino que llegaba a ocupar tal posición.
Gregorio fue el verdadero organizador del gobierno de la Iglesia y quien le
imprimió, inconscientemente, el giro temporalista y profranco que adoptó a
partir de esa época.

20 Lango-bardi o de las largas barbas.

219
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

El primer objetivo importante del nuevo obispo fue asegurar la unidad de la


Iglesia bajo la supervisión romana y fue indudable su éxito en la tarea, que le
permitió afirmar: "ya no hay escitas, ni aquitanos, ni lombardos, ni alamanes,
porque el Señor ha sufrido la pasión para que en su sangre se unieran los que
estaban alejados y desaparecieran las separaciones"21 .
En el aspecto práctico Gregorio llevó a cabo una serie de reformas dentro
de la Iglesia; a él se deben, entre otras, la fijación del canon de la misa y el
surgimiento del canto gregoriano, coordinado en sus Antiphonale. Su gran
producción literaria -algo apocalíptica- fue volcada en ochocientas cuaren-
ta y ocho epístolas y en trabajos tan importantes como la mencionada Anti-
phonale y en las Moralias o comentario sobre el libro de Job 22 •
Fue uno de los primeros organizadores del trabajo de los obispos en auxiliar
a los pobres y bajo su dirección "los hospitales para enfermos e inválidos, los
orfanatorios, los refugios para viudas, los asilos para viajeros e indigentes, se
levantaron en todas partes: en unas, a expensas de la Iglesia, que administraba
los bienes de la comunidad; en otras, por el celo de los simples fieles, que se
consideraban administradores de los pobres y les consagraron en vida sus ri-
quezas"23 y "se dice que había tomado tan a pecho sus responsabilidades, que
bastaba que se encontrara a un hombre muerto de hambre en Roma, para que
se abstuviera de decir misa, como si él fuera responsable de su muerte. Estas
actividades sociales explican la popularidad de la Iglesia en la masa del pueblo
y la influencia del Obispo"24 •
Tampoco omitió Gregario intentar la reforma del clero corrupto. Para ello
promulgó la Líber regulae pastoralis destinada a establecer normas de con-
ducta afines a los principios evangélicos, bastante descuidados en su época.
Es indudable que, al margen de la fuerte personalidad de algunos papas como
León 1o Gregorio 1, un elemento esencial en el fortalecimiento del poder pon-
tificio fue la destacada tarea que, en salvaguardia de Roma, cumplieron sus
obispos en ocasión del avance de los bárbaros. Tal el caso ya citado de León
ante Atila, como ahora el de Gregorio frente a los longobardos.

21 Genicot, L. El espíritu de la Edad Media, Barcelona, Noguer, 1963, p. 88.


22 Véase Valois, Jean de. El canto gregoriano, Bs.As., EUDEBA, 1965.
23 Kurth, G. op. cit., p. 179.
24 Dawson, Ch. Así... , p. 64.

220
LA IGLESIA EN LOS SIGLOS VI y VII

En el 587 había ocupado la sede episcopal de Constantinopla el patriarca


Juan, apodado el ayunador; quien de acuerdo con la poco feliz disposición del
Concilio de Calcedonia, se autoproclamó patriarca ecuménico, iniciando un
período breve de ruptura con la sede romana. Esta circunstancia movió al obis-
po de Roma, ante el peligro longobardo, a recurrir al nuevo reino católico fran-
co, alterando totalmente la orientación política de la Iglesia y marcando el hito,
quizá más importante, de toda la mal llamada Edad Media.
La ruptura política con el Imperio con sede en Constantinopla, que fue cada
vez más notoria, facilitó el traslado (traslatio) de la antigua majestad ecuméni-
ca del Imperio a la sede de la Iglesia.
El último elemento del pontificado de Gregario I que debemos destacar fue
la cristianización de Inglaterra y la Germanía. Para esta expansión de la Cris-
tiandad utilizó fundamentalmente a los monjes, quienes fueron enviados para
evangelizar a los pueblos anglosajones (anglorum) invasores y devolver a In-
glaterra (Angliae) su fe católica por ellos paganizada.
Para llevar a cabo esta labor eligió, en el 597, al monje Agustín, prior de la
abadía de Monte Coelius, quien se formó en las costumbres típicas y el idioma
anglosajón, previamente a su traslado a las islas.
En cuanto a la situación política en éstas, los invasores anglosajones habían
expulsado a los pueblos anteriores -celtas- hacia las regiones de Cornuailles
y el país de Gales. Muchos de ellos, como vimos, prefirieron abandonar la Bre-
taña naval, cruzar el canal de la Mancha y ubicarse en la costera Armórica, que
por ello tomó el nombre de Bretaña (Brittaniam); cuando los anglosajones se
instalaron conformaron siete reinos: la heptarquía25 .
El monje Agustín (Augustinus), tras desembarcar en la isla, fundó el monas-
terio de Canterbury, "probablemente la primera fundación benedictina fuera
de Italia, que se convirtió en el punto de partida de un movimiento de organi-
zación religiosa y unificación que creó un nuevo centro de civilización cristia-
na en Occidente" 26 •

25 A saber: Essex (Orientalis Saxones) (sede: Londres ([Londinum]}, Sussex (Meridiani


Saxones) y Wessex (Occidui Saxones) (sede: Winchester) por los sajones (saxonibus),
y Anglia (Angulus) del Este, Mercia, Deira y Bernicia por los anglos (anglis). Debemos
añadir el reino juto (iutis) de Kent (Cantiae).
26 Dawson, Ch. Así. .. , p. 270.

221
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

La región de Northumbría (Nordanhyrnbrorum) fue catolizada por el obis-


po romano Paulino (627), pero la reacción pagana fue sumamente violenta y la
comarca debió ser nuevamente cristianizada en el 634 por el monje Aidán y sus
compañeros del monasterio de lona. Contemporáneamente hubo una labor
similar en el sur de la isla por obra del nuevo obispo, el greco-sirio Teodoro;
quien, como mencionamos, colaboró en romanizar la Iglesia inglesa.
Uno de los discípulos más importantes del monasterio-escuela deJarrow fue
Beda (Baedae), el venerable, considerado como el primer historiador inglés
por su excelente Historia Ecclesiastica Anglorum. A él se debe la innovación
de la cronología iniciada con el nacimiento de Cristo. También, en sus múlti-
ples obras, inauguró la utilización de la alegoría para las cuestiones bíblicas,
estableciendo un criterio que primará durante casi todo el Medioevo.
Concluyamos diciendo que "en Inglaterra, la Iglesia abrazó toda la heren-
cia de la cultura romana, en comparación con los débiles y bárbaros Estados
organizados en tribus. Fue la Iglesia más bien que el Estado que condujo a la
unificación nacional, a través de su organización común, sus sínodos anuales
y su administración tradicional" 27 y por ello "la conversión de Inglaterra seña-
la una época decisiva en la historia del Papado. Fundación directa del Papa, la
Iglesia anglosajona se encuentra situada desde un principio bajo la obedien-
cia inmediata y la dirección de Roma. Nada tiene de verdadera Iglesia nacio-
nal; es apostólica en todo el rigor del vocablo. Y la Iglesia de más allá del
Rhin que va a organizar recibirá de ella el mismo carácter"28 . Porque fue "de
los monasterios contemporáneos de Beda en Northumbría e Inglaterra meri-
dional de donde salieron multitud de misioneros que se establecieron en los
Países Bajos y en la Alemania occidental, siguiendo la regla de San Benito.
Los más importantes fueron Willibrord de Northumbría y Bonifacio de De-
von, y sus seguidores fundaron abadías entre las cuales las más famosas fue-
ron Fulda y Echternach. La evangelización de Holanda y de Alemania, y más
tarde de Escandinavia y de parte de Polonia y Bohemia, por monjes, fue algo
nuevo en la historia europea" 29 •

27 Dawson, Ch. Así. .. , p. 275.


28 Pirenne, H. Historia de Europa desde 1as invasiones al siglo XVI, México, F.C.E., 1942, p. 46.
29 Knowles, D. op. cit., p. 41-42.

222
LA IGLESIA EN LOS SIGLOS VI y VII

Baste imaginar la influencia que pudo haber tenido sobre los germanos ver
aparecer con asombro a esos hombres extraños, que no esgrimen lanzas, no
fornican, no se embriagan, ni usan espadas ni saquean y por el contrario traba-
jan de sol a sol, desmontan bosques, labran la tierra, levantan edificios, copian
documentos antiguos mientras cantan estrofas que no son báquicas sino suaves
y sedantes. Por eso su ejemplo fue adoptado por los rudos germanos.
Esta tarea de evangelización de los monjes anglosajones, que de este modo
devolvieron al continente los frutos de la semilla recibida, se inició práctica-
mente con Columbano en la Borgoña y fue continuada por gran cantidad de
monjes que revitalizaron la decadente Iglesia merovingia y expandieron el cris-
tianismo y con él la cultura latina a la aún paganizada y barbarizada Germania.
De todos estos monjes innegablemente corresponde el puesto más distin-
guido a Wynfrith -a quien el papa Gregorio 11 cambió su nombre sajón por el
de Bonifacio (Bonifatius)-. A él correspondió prácticamente la fundación de
la Iglesia germana medieval, la cristianización de la Turingia y Hesse y final-
mente la fundación del monasterio de Fulda (Vuldo), epicentro de divulgación
evangélica a toda la región germana. Su progreso fue tal que "ya Sturmi su pri-
mer abad, gobernaba allí a cuatrocientos monjes; como sucedía siempre en la
vecindad de los conventos; el desierto se transformó muy pronto en una co-
marca riente y populosa; se formó una ciudad alrededor del monasterio, y la
abadía llegó a ser el foco más intenso de civilización que brilló en Germania 30 .
Bonifacio, con su plan de unificar la Iglesia mediante la centralización ro-
mana, se convirtió en el metropolitano de toda la Germania¡ dirigiendo una
extensísima diócesis que abarcaba ciudades tan importantes en el futuro como
Lieja, Worms, Aubsburgo, Wisburgo, Paderborn, Erfurt y Constanza, por
mencionar sólo las rriás conocidas.
Un autor definió acertadamente el pontificado de Gregorio I cuando expre-
só que quiso apuntalar para salvar al decadente mundo antiguo y, sin quererlo,
creó uno nuevo: el mundo teocrático medieval.

30 Kurth, G. op. cit., p. 409.

223
XIII
CAPITULO
EL IMPERIO ROMANO DE LA PARTE ORIENTAL YEL ISLAM

lustiniano y el intento de reconstrucción


del antiguo Imperio romano: el Imperio en Constantinopla

Para los orígenes de la pars orientalis del Imperio romano debemos remon-
tarnos al año 330, cuando el emperador Constantino fundara Constantinopla.
La conformación de un Imperio que adquirió características propias sumamen-
te peculiares se acentuó cuando T eodosio I lo reorganizó, dividiéndolo en dos
partes: oriental y occidental.
Pero indudablemente el verdadero artífice del Imperio -que los modernos
llamarán bizantino- fue el basileus Justiniano, quien llegó al trono en el 527.
"Mientras el Occidente latino iba hundiéndose gradualmente en el caos y la
barbarie, el imperio de Oriente no sólo sobrevivió, sino que se convirtió en el
centro de una nueva corriente de cultura" 1 •

Dawson, Ch. Así se hizo Europa, Bs. As., La Espiga de Oro, 1.974, p. 145.

115
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Flavio Justiniano (Flavius Petrus Sabbatius lustinianus) -adoptado por su


tío el usurpador Justino (lustinus), a quien reemplazó a su muerte- se casó
con la bailarina Teodora (Theodora)-hija de un criador de osos-, a la que
convirtió en la mano derecha de su política imperial a partir de la rebelión de la
nika o del circo, en el 532, que casi costara a Justiniano el trono y la vida 2•
Justiniano supo rodearse de un grupo de hábiles funcionarios que, mediante
una amplia y organizada burocracia, lo ayudaron a construir el Imperio y sentar
las bases para su proyección futura. Entre ellos sobresalieron el prefecto Juan
de Capadocia, el jurista T riboniano y los generales Belisario y Narsés, a cuyo
cargo estuvieron las importantes campañas militares del emperador. En el as-
pecto legal, la tarea más importante y la mayor herencia que legó al mundo fue
el célebre Corpus luris Civilis, recopilación de leyes integrada por el Código,
las Pandectas o Digesto-jurisprudencia-y las lnstitutas o síntesis para alum-
nos de ciencias jurídicas. Más adelante agregó las Novelas o leyes nuevas. Esta
obra constituyó el legado jurídico de Roma al Occidente. Su espíritu se aprecia
claramente en la introducción (apéndice doc. 52 y 53)3.
En el aspecto militar, el emperador ~ntentó reconstruir la unidad imperial
desgastada por las invasiones germanas y por la ocupación de la sede romana
por los bárbaros. Para ello se reconcilió con el Papado.
Para lograr este objetivo envió a Belisario, quien, en acertada campaña mi-
litar, destruyó a los vándalos en el 534, haciéndolos desaparecer de la historia.
Poco más tarde interfería en los asuntos de los ostrogodos y en el 553 el gene-
ral Narsés ocupó la propia ciudad de Roma, anuló el consulado, reordenó el
Imperio y dejó un exarca (virrey) con sede en Rávena y dependiente del lmpe-

2 La rebelión de la nika (victoria) o del circo fue uno de los eventos más importantes de
la época, y la valentía de Teodora evitó que Justiniano huyese a la vez que permitió
ahogar en sangre la rebelión del pueblo sublevado por los aristócratas enemigos de la
nueva dinastía.
3 Estas cuatro obras -que integran el Corpus Iuris Civilis- recopiladas en tiempos del
emperador Justiniano fueron llevadas a la península itálica después de la ocupación de
ésta por aquél y allí pasaron casi inadvertidas durante la anarquía, hasta el siglo XI, en
que el Papa Gregorio (Gregorius) hizo buscar antecedentes del derecho canónico. lr-
nenio, de la Universidad de Bolonia, comprendió la importancia de la obra y reinició la
enseñanza del derecho romano ("su renacimiento"), favoreciendo la instauración de una
burocracia legal, en reemplazo de la nobleza senatorial.

226
EL IMPERIO ROMANO DE LA PARTE ORIENTAL Y EL ISLAM

rio en Oriente. Justiniano también obtuvo el bautismo del rey de los hérulos y
del monarca de los hunos de Crimea.
Las campañas de Justiniano, pese a su plausible intento de reconstruir el
Imperio, afectaron seriamente la estabilidad económica y política de su sede y,
fundamentalmente, desguarnecieron las fronteras del Eufrates y del Danubio,
facilitando las posteriores invasiones que concluyeron convirtiendo al Imperio
en la ciudad de Constantinopla y sus alrededores.
En el 529 cerró la escuela filosófica de Atenas, cuna del paganismo y última-
mente de influencias esotéricas y ocultistas4 , motivando un acentuado éxodo
de intelectuales a la Persia sasánida. Ello no obsta a la consolidación del hele-
nismo en Constantinopla pues "la tradición clásica siguió dominando las capas
superiores de la cultura, y cada resurgimiento de la cultura bizantina se presen-
ta acompañado de un resurgimiento de los estudios clásicos y de un retorno a
los modelos antiguos" 5 .
Esta influencia helenística se aprecia también en el arte, donde triunfó fun-
damentalmente la herencia persa a través de Siria. El ejemplo más acabado de
esta mezcla cultural helénico-persa se encuentra en la basílica de Santa Sofía
-reedificada por Justiniano tras un terremoto-; mientras que la decoración
de mosaicos típicamente bizantina y el arte iconográfico hierático lo hallarnos
claramente plasmado en San Vitale en Rávena. Pero quizás el elemento distin-
tivo del Imperio bizantino se denotó en otro terreno 6 .

El Imperio y la Iglesia griega: el cesaropapismo

Fue precisamente en las relaciones entre la Iglesia y el Imperio donde se


notaron algunas constantes muy peculiares que signaron al Imperio "bizanti-
no", y a través suyo, conformaron los reinos donde triunfó la Iglesia griega.

4
Ello se obtuvo mediante un simple decreto prohibiendo enseñar la superstición helénica.
5 Dawson, Ch. op. cit., p. 163.
6 Para Bizancio véase Brehier, L. El 1~undo bizantino, México, UTEHA, 1956 (3 vol.); Os-
trogorsky, G. Historia del Estado bizantino, Madrid, AKAL, 1983; Bailly, A. Bizancio, Barce-
lona, Rubí, 1943; Runciman, S. La civilizaci6n bizantina, Madrid, Pegaso, 1942, y más

227
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Las relaciones entre Imperio e Iglesia estuvieron tensas desde los comien-
zos del Imperio y especialmente desde su traslado a Constantinopla cuando
el basileus fue asumiendo cada vez mayores potestades sobre el patriarca local.
Paralelamente la Iglesia adquiría esas características místicas que, pese al hie-
ratismo, dieron su aspecto peculiar a tantos siglos de la cultura religiosa del
Imperio. "La iglesia ortodoxa ... fue capaz de constituirse en el alma y la vida
del Imperio, de mantener la unidad imperial, de dar forma y sentido a toda
manifestación de vigor nacional" 7 .
A partir de Constantino comenzó a considerarse a la Iglesia como parte de
la misma unidad política (Cristiandad) que el Imperio, pero así como en Roma
la autoridad del obispo de Roma, favorecida además por una concepción más
jurídica, logró mantener su independencia y hasta imponerse al poder político,
en Constantinopla el patriarca -quizás menos preocupado por las cosas mun-
danas- terminó sometido a la autoridad política de turno. Esa posición ha sido
conocida como cesaropapismo aunque los estudiosos bizantinos la consideran
más equilibrada y armoniosa y denominan esa relación como simphonía8 (apén-
dice doc. 45).
Los especialistas afirman que el cesaropapismo tuvo su origen en el basileus
Constancia 11 -el típico príncipe-sacerdote- que no vacilaba en discutir con
los teólogos todas las cuestiones dogmáticas y hacer valer su autoridad impe-
rial cuando su argumentación no resultaba convicente. Esta posición se com-
plementa perfectamente con las permanentes querellas religiosas que fueron
tan comunes en la parte oriental del Imperio que otorgaron la denominación
de bizantinismo a cierto tipo de discusiones "sin sentido"9 . Podemos rastrear
esta característica religiosa en los orígenes mismos de la civilización helénica y

reciente, Claramunt, S. El mundo bizantino, Barcelona, Montesinos, 1987. Para la heleni-


zación sigue siendo irremplazable Gonzague de Reynold. La formaci6n de Europa. El hele-
nismo y el genio europeo, Madrid, Pegaso, 1950.
7 Baynes, N. El Imperio bizantino, México, F.C.E., 1966, p. 80.
8 Las raíces de estas posiciones deben buscarse en el discurso pronunciado por Eusebio
de Cesarea en ocasión de las fiestas trienales del emperador C::onstantino.
9 Las discusiones religiosas -agravadas por la manía racionalista helénica- llegaron a
cuestiones tan insólitas como reunir un sínodo episcopal para discutir la cantidad de
ángeles que entraban en la cabeza de un alfiler.

228
fa IMPERIO ROMANO DE LA PARTE ORIENTAL Y EL ISLAM

en tiempos de Constantino tuvo su primera manifestación importante con la


herejía arriana y todas las subsiguientes contra-herejías 10 que aquélla suscitó. A
esta cuestión debemos añadir el carácter dominante de los basileus en las cues-
tiones religiosas, que se acentuó considerablemente después de la separación
de la Iglesia de Roma.
Ni el mismo Justiniano estuvo exento de estas luchas religiosas y su frustra-
do Edicto de Unión tendiente a conformar a católicos y monofisistas preten-
dió ser impuesto al propio obispo de Roma, Vigilio (Vigilius). Pero, por otra
parte, cabe señalar que Justiniano, con su actitud occidentalista, evitó que
Constantinopla se convirtiera en un Imperio esencialmente oriental, con una
cultura sirio-helénica y una religión monofisista.
Todas estas características tan peculiares tuvieron que ver con el especial
papel que le cupo cumplir a Constantinopla como defensora del cristianismo
ante los fieles y propagadora del mismo a los bárbaros de su ámbito de in-
fluencia.
En cuanto al carácter eminentemente sagrado del Imperio, "se había conver-
tido en un verdadero estado eclesiástico, y el emperador era una especie de
rey-sacerdote, cuyo gobierno era considerado como la contraseña terrena y

10 En cuanto a las herejías de los siglos V y VI señalemos que los padres de la Iglesia de
Antioquía se inclinaban por una explicación general excesivamente racionalista, mien-
tras que Alejandría defendía conceptos excesivamente místicos. La posición central y
legal caracterizó a la Iglesia romana. En el 428 el monje sirio Nestorio sostuvo que la
Virgen era madre de Cristo, pero no de Dios. Su doctrina fue condenada por el Con-
cilio de Efeso, en el 431, pero los monjes nestorianos se desparramaron por Persia, China
y la India, dando lugar a un florecimiento cultural con influencia helénica y cristiana
(para ampliar véase Dawson, Ch. op. cit., pp. 203-205). En el 457 el monje Eutiques
negó las dos naturalezas de Cristo (sostuvo la existencia de una única naturaleza -
mono-phisis- = la divina). Sus teorías, que quitaban méritos a Cristo hombre, fueron
condenadas en el Concilio de Calcedonia, donde primó la tesis romana del obispo León
l. Las Iglesias orientales, en gran parte, se negaron a aceptar estas disposiciones y en
Egipto, los monofisistas, fundaron la iglesia copta (de koupti =egipcio, en griego), o
sea la iglesia egipcia (nacional) y los calcedónicos que aceptaban la ortodoxia origina-
ron la iglesia meikita (de melik = rey) por permanecer fieles al hasileus, o sea regalistas.
Respecto de la Iglesia monofisista siria, su principal organizador fue el obispo Jacobo
Baradeo (circa 570), por quien se la conoce también como iglesia jacobita.

229
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

representativa de la soberanía del Verbo Divino ... El gobernante era el empe-


rador Ortodoxo y Apostólico; su corte, el sacro palacio,. su propiedad, la Casa
de Dios; sus edictos eran órdenes celestiales; hasta el plan impositivo anual se
conocía bajo el nombre de la Delegación Divina ... ". "Toda la autoridad emana-
ba del Emperador y se circunscribía a él. Toda actividad económica o social
estaba sujeta al más riguroso examen y reglamentación, y hasta el último ciuda-
dano, esclavo, cabeza de ganado y parcela de terreno, estaba registrado por
duplicado o triplicado en los registros oficiales" 11 • Esta organización teocrática
fue reforzada por un regio y complicado ceremonial1 2 •
Cabe destacar además la conformación de una burocracia estatal excesiva
contra cuyo poder se opusieron permanentemente los terratenientes, deseosos
de sacudir el poder absoluto del basileus. A través de su larga historia, las gran-
des posesiones territoriales fueron ocupadas por múltiples pueblos invasores,
especialmente ávaros y búlgaros y, en su última etapa, turcos, circunscribiendo
los límites del Imperio a la ciudad de Constantinopla y sus suburbios. La im-
portancia de esta ciudad, al margen de lo cultural, se debió fundamentalmente
a su papel como centro del comercio del mundo antiguo, especialmente en su
relación con el Oriente. Y para finalizar este tema señalemos que "si la Europa
moderna es lo que es, la hija de Grecia y de Roma por la cultura intelectual y
por las tradiciones políticas, lo debe en parte a los emperadores bizantinos. Sin
ellos, el Islam habría pasado sobre nuestras tierras destruyendo los tesoros ar-
tísticos y literarios de la Antigüedad, imponiendo por la fuerza a nuestros ante-
pasados una civilización que no había sido hecha para ellos, y creando en nues-
tros Estados europeos una sociedad ficticia, llamada quizás a durar varios siglos,
y en la cual habrían sido el árabe el señor y el indígena el esclavo. Si Basilio I
hubiese sido vencido al mismo tiempo en Asia y en Italia, musulmanes y mani-
queos habrían invadido infaliblemente, una a una, todas nuestras provincias
occidentales, y nada habría quedado de la civilización cristiana, así como tam-
poco de la civilización antigua. En ello estriba el verdadero servicio prestado
al Occidente por el Oriente bizantino; en ello, el verdadero interés de esta
historia, dramática y emocionante a veces, como una tragedia llena de vida.

11 Dawson, Ch. op, cit., pp. 147-149.


12 Véase su detallada exposición en Constantino Porphyrogeneta. De cammonial bizanti-
num.

230
fa IMPERIO ROMANO DE LA PARTE ORIENTAL Y EL ISLAM

Pero ni siquiera esto es todo. Gracias a los esfuerzos de los basilianos, Roma
continuó viviendo por el tiempo de nueve siglos más con sus tradiciones, sus
instituciones y su legislación. Mientras Europa occidental trataba penosamente
de reconstruirse, después de las invasiones, luchando contra la barbarie, allí
lejos, a orillas del Bósforo, un gran imperio organizado y en posesión de una
civilización elevadísima y de una riquísima savia vital, continuaba desarro-
llándose o, cuando menos, continuaba viviendo y aportaba a Rusia, a los Es-
tados balcánicos e incluso a Italia, Alemania y Francia, su arte, su ciencia, su
jurisprudencia y su fe religiosa, formando de este modo la Europa medieval y
moderna. Bizancio es, contra Asia, la cerradura de la puerta europea, hasta
que pasa a ser, contra Europa, la cabeza de puente de Asia" 13 •

La secesión de la Iglesia griega

A la ruptura entre la Iglesia romana y la Iglesia griega condujeron una serie


de cuestiones que hemos mencionado 14, acrecentadas por la prioridad de la sede
de Constantinopla, aprobada por los Concilios de Constantinopla y Calcedo-
nia y no ratificada por la sede romana, y la idiosincrasia diferente de cada una
de ellas; ya que "mientras la iglesia occidental era una iglesia de muchos ritos y
una sola jurisdicción, la unidad de la Iglesia oriental era, sobre todas las cosas,
una unidad en el rito" 15 • Esta característica ayuda a entender la importancia que
se dio en Constantinopla a ciertas cuestiones meramente rituales como la cali-
dad del pan ázimo.
La crisis se inició por una cuestión meramente circunstancial, cuando el
patriarca de Constantinopla, Ignacio (lgnatius), se negó un día a dar la comu-
nión al césar Bardas, principal funcionario del Imperio, acusándolo de liberti-
naje. Días más tarde, no quiso tonsurar a la emperatriz Teodora, a quien que-
rían recluir en un convento.

13 Vogt, J. Basilio l, emperador de Bizancio y la civilización bizantina a fines del siglo IX, París, Pi-
card, 1908.
14 Véase el cisma arriano (348-98),Juan Crisóstomo (404-15), el Cisma acaciano (484-519),
monotelismo (640-81) y guerra iconoclasta (726-87 y 815-843).
15 Dawson, Ch. op. cit., p. 240.

231
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Ante esta actitud, Bardas -hermano de la emperatriz- resolvió desterrar


al patriarca, reemplazándolo por su amigo y destacado hombre de letras: Focio
(Photius). Este era un notable coleccionista de libros y erudito que había escri-
to un trabajo enciclopédico, el Myriobiblion, donde resumía más de doscien-
tos ochenta volúmenes, fruto de su lectura. Fue "sucesivamente filólogo, crí-
tico, orador, poeta, filósofo y teólogo y el futuro patriarca gobernaba, sin
discusión alguna, el pensamiento de su época, y se constituyó en el gran anima-
dor de las cosas del espíritu''16.
Narra un historiador que el obispo cismático de Siracusa, Asbetas, lo "orde-
nó patriarca en seis días", confiriéndole una orden por día, ya que era laico. Y
en el 857 pasó a ocupar la sede de Constantinopla. Muchos prelados se nega-
ron a aceptar esta singular designación y se volcaron a favor del depuesto Igna-
cio, que se negaba a dimitir. Estos se reunieron en un concilio y anatemizaron
a Focio y a todo el que le siguiera. Focio contestó con una medida similar, ini-
ciándose una lamentable práctica que luego se hizo célebre en Occidente.
El mismo Focio, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, envió emi-
sarios al anciano papa Nicolás 1 (Nicolaus), alegando que Ignacio, por su vejez,
había preferido dejar la sede episcopal y retirarse a un convento 17 •
Como reacción, Focio convocó un nuevo Concilio, donde depuso al propio
Papa e hizo firmar la destitución por los veinte obispos presentes y muchos
otros inexistentes, agregando las firmas del propio basileus y su nuevo césar

16 Cit. Gonzague de Reynold. op. cit., p. 139.


17
Unos legados del pontífice reconocieron la elección de Focio, pero fueron desautori-
zados por Nicolás 1, quien en un concilio convocado en Letrán, en el 683, no sólo des-
tituyó a sus legados, sino que excomulgó al patriarca usurpador en estos términos: "Fo-
cio, que ha seguido el partido de los cismáticos y ha dejado el estado militar para que
le ordenase Gregorio Asbetas de Siracusa, el cual había sido condenado mucho tiempo
antes; que viviendo nuestro hermano Ignacio, patriarca de Constantinopla, ha usurpa-
do su silla y se ha apoderado del rebaño cual un ladrón, que se ha atrevido a deponer y
anatemizar a Ignacio en un concilio, que ha violado el derecho de gentes para corrom-
per a los legados de la Santa Sede ... sea privado de todo honor sacerdotal y de toda
función eclesiástica, por la autoridad de Dios omnipotente, de los apóstoles san Pedro
y san Pablo y de todos los santos y de los seis concilios generales, y del juicio que por
nuestro medio pronuncia el Espíritu Santo. Si después de tener noticia de este decreto,
se empeña en conservar la silla de Constantinopla, y no permite que Ignacio gobierne

232
fa IMPERIO ROMANO.DE LA PARTE ORIENTAL Y EL ISLAM

Basilio. De inmediato adoptó el título de patriarca ecuménico que anteriormente


había usufructuado Juan el ayunador.
Las disputas con Roma se agravaron por la cuestión búlgara, cuyos poblado-
res, como vimos, se convirtieron al cristianismo en el 864 después de una grave
hambruna; su rey Bogoris (Boris) fue bautizado como Miguel, en homenaje al
basileus, pero al serle negada por Constantinopla una jerarquía eclesiástica
nacional recurrió al papa Nicolás 1, quien le otorgó lo que solicitaba. Constan-
tinopla reaccionó violentamente y Focio acusó al pontífice de hereje, por ha-
ber agregado el término filioque al credo de Nicea.
La crisis iniciada por Focio fue postergada más de un siglo por la violenta
irrupción de los húngaros, pero se renovó en el 1054 cuando fue elegido como
patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario (Kerularios). Este reavivó las
cuestiones semiolvidadas y entonces el pontífice dispuso enviar una delega-
ción para concluir con las divergencias.
En las cartas que traían los emisarios romanos se echaba en cara a Cerulario
el uso ilegal del título de patriarca ecuménico y en Constantinopla --con el
apoyo imperial, necesitado por las cuestiones normandas- el cardenal Hum-
berto de la Silva Cándida publicó una respuesta romana a los griegos, que fue
traducida y publicada en todo el Imperio, mientras en Roma moría el papa León
IX y la sede permanecía vacante por casi un año.
Entretanto Miguel Cerulario mantuvo su posición y ante esta circunstancia
y la vacancia papal, el 16 de julio de 1054, los legados romanos, mientras el
patriarca celebraba los oficios en Santa Sofía, depositaron sobre el altar mayor
la bula de excomunión de la Iglesia griega. Las circunstancias favorecieron a
Cerulario pues murió el basileus y logró el apoyo de la regente T eodora. De
este modo casi accidental se produjo la secesión griega, que aún perdura. El
surgimiento de los normandos y la pérdida de las posesiones bizantinas en Ita-
lia actuaron contra la posibilidad de un pronto arreglo, fracasando todas las
tentativas posteriores de reunificar a la Cristiandad oriental.

pacíficamente en su Iglesia ... quede recluido de toda esperanza de volver a entrar en la


comunión y sea anatemizado sin poder participar del cuerpo y sangre de Jesucristo,
como no sea en artículo de muerte".

233
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Arabia antes del Islam

La historia de la península arábiga suele comenzarse con una mención al


semifabuloso reino de Sabah 18 , cuya prosperidad comercial enunciada en la Bi-
blia mermó con la apertura de nuevas rutas para el intercambio con la India y
Abisinia; este reino dominó sobre los Estados árabes del sur a partir del siglo 111
y en el VI aportó el cristianismo a sus habitantes. En el 570 los abisinios 19 fue-
ron expulsados de la península arábiga como consecuencia de la expansión persa,
que se mantuvo hasta el surgimiento del Islam.
Algo distinto ocurría en el norte, donde los árabes estuvieron permanente-
mente bajo la influencia de las culturas de Siria y la Mesopotamia, con reinos
pasajeros como Nabat y Palmira. El pequeño reino de Hira fue el centro de la
cultura árabe pagana, anterior al Islam y allí surgieron una serie de poetas y
literatos.
Del mismo modo, la Makka (La Meca) fue la última plaza fuerte de las anti-
guas creencias y cultos árabes anteriores a Mahoma20 •

18 El reino de Sabah, cuya famosa reina fuera recibida por el rey judío Salomón, se encon-
traba ubicado al sur de la península árabe y ejercía hacia el siglo 11 la hegemonía cultu-
ral en la península, gracias al intercambio comercial. Véase Cahen, C. El Islam. Desde los
orígenes hasta el comienzo del Imperio otomano, Madrid, Siglo XXI, 1972.
19 Proveniente de una tribu árabe del Yemén denominados habashan = mezclados o re-
unidos.
20 Respecto de los cultos pre-islámicos, podemos añadir que los árabes tuvieron tradicio-
nes similares a los judíos, sus hermanos semitas de raza, entre ellas la circuncisión. Por
ejemplo, los sabeos creían en un solo dios, pero al mismo tiempo adoraban a los astros
o a las inteligencias que les dirigían. Procuraban santificarse mediante las cuatro virtu-
des intelectuales para evitar los nueve mil siglos de suplicios reservados a los malos.
Oraban tres veces al día: al salir el sol, con ocho oraciones, prosternándose tres veces
en cada una; al mediodía, y por la tarde con sólo cinco oraciones. Verificaban estas
devociones con el rostro vuelto al mediodía o al astro Kebla, que veneraba cada tribu.
También habían construido siete célebres templos dedicados a los siete planetas. Di-
chos ángeles eran mediadores entre los hombres y el ser supremo (Al-lah Taa-lá) y se
le conocía como al-11-hat. La mayor parte de las tribus llevaron sus ídolos a La Meca y
los colocaron en la Kaaba -célebre piedra negra de origen aerolítico-. Allí se reunie-
ron más de trescientas divinidades y la Kaaba fue un verdadero panteón politeísta y
sincretista. Creían, además, en la existencia de genios -jinns-, seres invisibles que

234
fa IMPERIO ROMANO DE LA PARTE ORIENTAL Y EL ISLAM

Es importante hacer notar la gran penetración religiosa poco conocida que


tuvo el cristianismo a través de los monjes nestorianos, provenientes de Siria,
de los monjes coptos de Egipto y de los monjes abisinios y también, por otra
parte, del judaísmo, fuertemente asentado en el Sur de la península.

Mahoma: su vida y su obra

Los árabes fueron convertidos al Islam por la prédica de Muhammad ibn


Abdallah-más conocido como Mahoma- de la tribu Quraysh del clan Banu
Hashim de La Meca 21 •
Los largos viajes que realizó Mahoma con su tío adoptivo Abu T alib por Siria
lo pusieron en contacto con judíos y cristianos¡ relación que se acentuó al co-
menzar a trabajar como caravanero, casándose con su rica dueña, la viuda Kadiha.
Las persecuciones de que fue objeto Mahoma en La Meca lo llevaron a
emigrar con sus primeros adeptos a la cercana Yathrib; la que, tras ser islamiza-
da, pasó a denominarse Madinat al-Nabí (hispanizada como Medina) o sea, la
ciudad del Profeta.
Una vez en Medina y al comprender la hostilidad de los judíos monoteístas
-sus primeros aliados- y perdida la esperanza primigenia de convertirlos,
inició su campaña violenta contra ellos que terminó con la expulsión de éstos

poblaban el desierto, a quienes temían considerablemente. Para ampliar véase Gardet,


L. Conozcamos el Islam, Andorra, Casal y Vall, 1960; Dermenghem, E. Mahoma y la tradi-
ción islámica, Madrid, Aguilar, 1963 y Gabrielli, F. Mahoma y las conquistas del Islam, Ma-
drid, Guadarrama, 1967.
21 Esta era una ciudad-templo de tipo rudimentario y debía su importancia al gran santua-
rio de la Kaaba, la reliquia del dios Hobal y su oráculo, y al famoso peregrinaje anual,
que se realizaba al monte Arafa, a algunas leguas de distancia. Como en el caso de los
templos sabeos, el dios de la Kaaba era el señor de la ciudad y los makkanos, sus súb-
ditos y vasallos, que le pagaban el tributo de sus cosechas y la primera parición de sus
rebaños. El poder de los qurayshíes residía en su posición de sacerdotes y guardianes
de las reliquias. Por otra parte, el peregrinaje era una ceremonia independiente, carac-
terística quizá de los pueblos nómades, y se efectuaba junto con una tregua entre las
tribus, una especie de feria sagrada, como la que es común entre pueblos de cultura
tribal.

235
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

y el traslado de la capital religiosa de sus creencias de Jerusalén a La Meca.


"Con genial intuición político-religiosa, Mahoma declara ahora que la Kaaba
ha sido el primer templo monoteísta, el construido por el profeta Abraham,
que no era ni judío ni cristiano sino hanif, monoteísta puro. De este modo el
Islam no resulta sino el renacimiento y replanteo, por medio del profeta árabe
Muhammad, de ese primitivo culto monoteísta cuyos dictados habían sido gra-
dualmente adulterados por hebreos y cristianos"22 .
En Medina, Mahoma se convirtió en jefe teocrático y organizó una verda-
dera comunidad religiosa, compuesta por dos grupos: los mohacirum o expa-
triados de La Meca y los ansar o sostenedores de Medina. Con el destierro a
Medina se inicia, en el 622 de nuestra Era, la hégira (hiyra), considerada el punto
de partida de la cronología musulmana y a partir de allí, una vez fortalecido su
poder en el enfrentamiento con los judíos, Mahoma inicia el yihad o guerra
santa contra los infieles, comenzándola contra los propios caravaneros oposi-
tores de La Meca.
En el 628 Mahoma decidió regresar a La Meca en una peregrinación y al verlo
acercarse con sus hombres, los qurayshíes-amos de.la ciudad sagrada- prefi-
rieron negociar con él, autorizándolo a peregrinar al año próximo, con sus adep-
tos, durante tres días aunque la ciudad sería evacuada a su disposición.
La autoridad de Mahoma se fue consolidando e importantes grupos tribales
se adhirieron a él, hasta que en enero del 630 decidió violar el tratado con su
tribu de los qurayshíes y al mando de diez mil hombres se presentó ante La
Meca y al no darles tiempo de fortificarse, ocupó la piedra negra de la Kaaba,
dio siete vueltas en torno de ella y tras ordenar la destrucción de todos los ído-
los del santuario, la convirtió en centro del nuevo culto monoteísta.

Las creencias del Islam

El Islam, predicado por el profeta Mahoma, se asienta fundamentalmente


sobre un monoteísmo radical, surgido de las revelaciones recibidas tras su reti-

22 Bausani, M. Mahoma, Bs.As., CEAL-Los hombres de la historia, 1968, p. 45.

236
EL IMPERIO ROMANO DE LA PARTE ORIENTAL Y EL ISLAM

ro en el desierto y expresadas en el libro sagrado: "Dí, Al-iláh es el único. Al-


iláh, el eterno. El ni ha engendrado ni ha sido engendrado. Nadie hay que sea
igual a El" 23 .
El Islam reconoce la existencia de una serie de profetas que fueron revelando
el mensaje de Dios: Abraham, Moisés, Cristo, pero el último y el más perfecto
fue el propio Mahoma, según claramente se establece en la oración diaria: "Aláh
es dios y Mahoma es su profeta".
El único Dios es conocido como Al-ilah y la religión como musulmana 24
predica al-islam, que significa la entrega del hombre a Dios. Otra característica
esencial de esta religión musulmana es su gran simplicidad, adaptable a un pue-
blo nómade y casi rudimentario como era el árabe en el siglo VI.
La creencia islámica se sustenta en cinco grandes ritos, conocidos como las
cinco columnas de la fe, a saber: la profesión de fe (shahada) simbolizada en el
párrafo ya citado, que el almuezin 25 repite tres veces al día desde los minaretes
de todas las mezquitas musulmanas; la oración, que todo musulmán debe rea-
lizar cinco veces al día mirando a La Meca y repitiendo la sura inicial o Fatihah
de al-Qurán 26 (apéndice doc. 57), el libro santo; la limosna (zakat) que es op-
tativa y reemplaza a los tributos que en los países islámicos sólo pagan los here-
jes27; el ayuno anual que abarca todo el noveno mes del año lunar o ramadán y
finalmente la peregrinación que todo musulmán debe realizar al menos una vez
en su vida a La Meca y que le convierte en al-hadj.
Una característica del musulmán es su fatalismo, que indudablemente ayudó
al yihad o guerra santa predicada para propagar las doctrinas del Islam entre los

23 El-Corán, sura CXll.


24 Hilaire Belloc en Las grandes lmejías {Bs. As., Sudamericana, 1966), sostiene la original
teoría de que el Islam es una herejía cristiana y no una religión nueva, ya que se limita
a una adaptación del cristianismo y el judaísmo a las modalidades árabes. También se-
ñala que es erróneo hablar de mahometanismo, ya que Mahoma no se consideró ni
dios, ni fundador de una religión.
25 Encargado de anunciar la profesión de fe, llamando a la oración.
26 Este libro inspirado fue compilado a la muerte del Profeta en 114 suras o capítulos.
27 El Islam no reconoce deudores ni esclavos y libera a todos los convertidos. Indudable-
mente esta característica favoreció su rápida expansión.

237
FORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

herejes; que condujo a la extraordinaria expansión del mundo musulmán y que


fuera enunciada por el propio Mahoma, en lo que ha sido considerado por algu-
nos como su despedida: "terminad mi obra, ampliad la Casa del Islam por toda la
tierra; luchad contra los infieles. Al-ilah os ayudará y os hará ricos"28 •

Los sucesores de Mahoma y la guerra santa

A la muerte de Mahoma asumió la herencia su suegro Abu Bakr, apodado el


justo, con la ayuda de Umar ibn al-Jattab, rico comerciante de La Meca. Los
discípulos de Mahoma designaron a Abu Bakr jalifat al-nabí2 9 y éste gobernó
sólo dos años (632-4 ),. a su muerte fue sucedido por el mencionado U mar, quien
murió en el 644 apuñalado por un esclavo persa cristiano. Los discípulos de
Mahoma designaron entonces a seis electores, quienes se inclinaron por el
anciano Uthmán ibn Afán al-Aasi -yerno del Profeta- para el califato y a
éste correspondió la recopilación definitiva del libro sagrado.
Entretanto se había iniciado la guerra santa y en el 634 los musulmanes in-
vadieron Palestina, obteniendo su primera victoria considerable, en el 635, al
derrotar en las orillas del Yarmuk, al basileus Heraclio, abriendo las puertas
para la ocupación de Damasco (Dimashk). En el 637 las tropas musulmanas
ocuparon Caldea y Asiria y el jalifa U mar se hizo proclamar amir al-munimin 30 ,
encomendando el gobierno de la región siria a Muawiyya ibn Hudaix, hijo del
enriquecido Abu Sayfán de La Meca. "Esta expansión estuvo acompañada por
una rápida transformación de la cultura musulmana; los califas emplearon los
viejos métodos de gobierno de los persas y los bizantinos. La corte de Damas-
co fue el centro de una brillante cultura, y grandes edificios, señalaron el surgi-
miento de la arquitectura y del arte islámico en la fundición de la tradición
sirio-bizantina" 31 • Pero paralelamente había sido destruida la fértil y promete-
dora cultura sirio-cristiana.

28 Cit. Kaster. El mundo del Islam, Barcelona, Labor, 1965, p. 4.


29 Vicario del profeta (califa).
30 Príncipe de los creyentes (emir).
31 Dawson, Ch. op. cit., p. 198.

238
EL IMPERIO ROMANO DE LA PARTE ORIENTAL Y EL ISLAM

Después de haber ocupado el Cercano y el Medio Oriente, hacia el 638, los


árabes comenzaron a incursionar en el continente africano; concretamente en
Egipto (Misr). Los beduinos árabes, al mando de Amru ibn-al-Aasi, tardaron
solamente tres años en ocupar definitivamente la tierra egipcia, desterrando a
los últimos restos debilitados de la administración bizantina, establecidos en
torno del puerto de Alejandría, que intentaban seguir gobernando el país. Ale-
jandría, en manos árabes, no sólo perfeccionó su papel como centro de la cul-
tura antigua, sino que se convirtió en la base de operaciones navales y comer-
ciales para el dominio total del Mare Nostrum 32 •
Los árabes continuaron su avance, en el norte de Africa (la lfrikiya), sobre el
Maghrib 33 que se hallaba muy convulsionado por las discordias eclesiásticas
surgidas de los diversos movimientos heréticos amparados -en muchos ca-
sos- por un sentimiento cada vez más antirromano. Los obispos de Karthago,
a diferencia de los patriarcas de Alejandría 34 , se sentían más identificados con
la sede romana, negándose a aceptar la herejía monofisista triunfante en Egip-
to; pero a la vez atacaban el cesaropapismo de los basileus de Constantinopla.
El arribo de gran cantidad de monjes coptos que huían ante la invasión árabe,
complicó aun más la ya grave situación, promoviendo no sólo m·ayores contro-
versias, sino disputas públicas. Frente a la negativa del emperador constantino-
politano de terminar con la herejía monofisista, el exarca Gregorio resolvió
autoproclamarse basileus e intentó sublevar en su apoyo a las tribus bereberes,
pero fue derrotado -en el 64 7- por las avanzadas árabes en la batalla de Sbitla
o Sufetula.
Mientras los musulmanes continuaban su avance por el Maghrib en el 656
había sido asesinado el jalifa Uthmán y reemplazado por Alí ibn Abu Talib,
primo del Profeta y esposo de su hija mayor Fatimah. Esta elección contó con

32 Véase las teorías de Henri Pirenne sobre la importancia del cierre del Mediterráneo. La
tesis fue expuesta en su libro Mahoma y Carlomagno, Madrid, Alianza, 1978. La crítica
más completa -en idioma castellano- a esta teoría se debe a Bark, G. Orígenes del mun-
do medieval, Bs.As., EUDEBA, 1972.
33 Tierras del oeste.
34 La posición política de los patriarcas de Alejandría se encuentra bien descripta en Daw-
son, Ch. op. cit., p. 178.

239
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

la oposición del wali 35 Muawiyya ibn Hudaix de Siria, primo del jalifa asesina-
do. Las tropas de ambas facciones se encontraron en el 655, en Siffin; pero
estando a punto de vencer Alí, Muawiyya recurrió al juicio de Dios atando hojas
de al-Qurán a las lanzas de sus hombres. Alí aceptó el arbitraje y fue derrotado
y depuesto y Muawiyya fue proclamado jalifa por los sirios inaugurando la di-
nastía de los Umayyas (Omeyas). Alí intentó oponerse a estas decisiones pero
fue abandonado por sirios, egipcios e iraqueses que se inclinaron por reconocer
a Muawiyya. Alí fue asesinado en el 661, y este hecho motivó el cisma en el
mundo musulmán. Por un lado surgió el grupo jawarig o jaridjí36 que procla-
man la igualdad de todos los creyentes y niegan los derechos de Alí y sus suce-
sores -la familia del Profeta- para ocupar el Jalifato. Los adictos a Alí, en
cambio, fueron conocidos como los shíies o shiitas y paulatinamente pasaron
a la clandestinidad.
Entretanto, en el 673, los árabes-dueños de una flota- incursionaron en
el mar de Mármara, y en el 677 llegaron a los mismos muros de Constantino-
pla, cuyo asedio comenzaron por mar. La ciudad se salvó gracias al fuego grie-
go; extraña mezcla de azufre que había inventado el sirio Calínico y que ardía
en el agua y cuyo secreto se guardó con inmenso celo en Constantinopla. Ese
mismo año los árabes resolvieron levantar el sitio, pero una violenta tempes-
tad, aprovechada por las naves bizantinas, tornó la retirada en desastre y en el
678 firmaron la paz con el Imperio romano de Constantinopla.
Los árabes ocuparon las fortalezas romanas en el Maghrib, consolidando su
posición en el 695 al conquistar, tras un sangriento asalto, la ciudad de Karthago.
El basileus Leoncio envió una expedición que la reconquistó en el 697, pero al
año siguiente, Hassán ibn Nuamán al-Gassani, después de destrozar la escuadra
constantinopolitana, al ocuparla definitivamente "sólo encontró una gran ciudad
despoblada, que sin trabajo, pudo tomar, destruir, reducir a silencio" 37 •
Con el apoyo de la flota musulmana que dominaba el Mediterráneo Abd
al-Muhajir continuó la marcha sobre el Maghrib provocando los recelos de los
visigodos que reinaban en Hispania y que habían fundado en terreno africano

35 Gobernador.
36 Los salientes o separados.
37 Hours Miedan, M. <:~rtago, Bs. As., EUDEBA, 1968, p. 84.

240
EL IMPERIO ROMANO.DE LA PARTE ORIENTAL Y EL ISLAM

Bedis (Peñón de Velez de la Gomera), Cazaza, Targa y otras ciudades costeras.


Durante el reinado de Wamba la flota visigoda ya había destruido más de dos-
cientas setenta naves sarracenas 38 en la lucha entablada por el dominio del
Mediterráneo occidental y las columnas de Hércules, llave del Atlántico.
Musa ibn Nassir, amir de Egipto (Misr) y del Africa (lfrikiya) envió a su lu-
garteniente Tariq ibn Ziyad con doce mil bereberes y veintisiete mil árabes
que reunió en Tánger, a la conquista de Vandalucía, en Hispania. El 28 de abril
del 711, aprovechando las disensiones entre las familias principescas de los
visigodos, Tariq desembarcó con sus hombres en Yesirath al-Hadra 39 y se for-
tificó en el monte Calpe 40 , penetrando desde allí en Hispania, donde los árabes
permanecieron durante casi ocho siglos.
Hispania, denominada porellosAl-Andalus, fue la plataforma de lanzamiento
para ocupar toda Europa, intento que -como veremos- fue frustrado por el
carolingio Carlos Marte!, en Poitiers.
Desde el norte avanzó contra T ariq el visigodo Rodrigo, ante cuya cercanía
el caudillo árabe solicitó la ayuda del gobernador árabe en Africa. En la batalla
de Guadalete o de la ]anda terminó toda resistencia organizada del reino visi-
godo. Toledo fue saqueada por los musulmanes, y al año siguiente, el propio
Musa desembarcó en suelo hispano, con dieciocho mil hombres para encargar-
se personalmente de la conquista. En el 713 Musa y T ariq se reunieron en Toledo
y establecieron las bases para la conquista del resto del país, llegando hasta
Galicia y, por el oriente, Tarragona.
Los sucesores de Musa continuaron la expansión por Europa occidental,
cruzaron los Pirineos y ocuparon Narbona; en el 720 el duque Eudón (Eudes)
de Aquitania debió defender T olosa y en el 725 se desviaron hacia el Ródano,
penetrando en la Borgoña.
Antes de abandonar nuestro relato del Islam debemos añadir que en el 749
se produjo en la gran mezquita de Kuffa una sublevación que había de tener
enorme trascendencia histórica. En esa ocasión Abu al-Abbas Abdul-lah ibn

38 Nombre de los piratas árabes en el Mediterráneo, por descender de Sara, la mujer árabe
de Abraham.
39 Isla verde o Algeciras.
40 Convertido luego enJibil al-Tariq o estrecho de Tariq, castellanizado como Gibraltar.

241
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Muhammad, apodado al-Saffak41 , descendiente de Abbas, tío paterno del Pro-


feta, subió almimbar (púlpito), arbolando la bandera negra de los Abbasi, pro-
nunciando una jotha (plática), tras la cual fue proclamado jalifa de los creyen-
tes con el apoyo de los mawali, creyentes no árabes de origen burgués.
El enfrentamiento con el jalifa reinante, último de la dinastía de los Umayya
tuvo lugar el 25 de enero del 750 en las orillas del gran Zab, concluyendo con
una rotunda victoria de Abu al-Abbas. Como consecuencia de este hecho de
armas toda la familia de los Umayya fue perseguida y exterminada, en un ban-
quete de reconciliación, salvando la vida únicamente el joven Abd al-Rahmán
ibn Hishám al-Amawi, nieto del jalifa Hishám. Este logró trasladarse a la costa
marroquí, desde donde pudo, con un grupo de adeptos, invadir Al-Andalus en
el 755. Allí derrotó al wali al-Sumaryl y se proclamó en el 756 amir de al-Andalus,
iniciando la dinastía de los jalifas de Córdoba.

41 El verdugo.

242
CAPITULO XIV
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

Los merovingios

La dinastía merovingia se inició realmente con el ascenso al trono de Clo-


doveo y abarcó, a través de doscientos cuarenta y un años, veintiocho mo-
narcas.
Esta dinastía mereció de los historiadores el apodo de reyes holgazanes o
-como precisara un historiador- impotentes' por su casi total inutilidad en
el ejercicio del poder emergente del trono. El mismo ceremonial de Valen-
ciennes señalaba con bastante claridad que "ser rey se reducía al título de tal,
a sentarse en la silla de oro sin respaldo ni brazos, a gastar barba y cabellera
largas y a mandar en la apariencia".
El papel del monarca merovingio consistía en dar audiencia a los embajado-
res, aunque la respuesta le era dictada. Poseía algunas tierras juntamente con

Véase Piren ne, H. Historia de Europa desde las invasiones al siglo XVI, México, F.C.E., 1942,
p. 52.

243
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

una casa de campo donde residía y algún personal a su servicio. Allí vivía todo
el año sin salir más que en el mes de mayo, en que sobre un carro tirado por
bueyes y aguijoneado por un esclavo comparecía ante la asamblea de los leu-
des2 cubierto con el manto azul y blanco en forma de dalmática, cortado por
ambos lados, que le caía hasta los pies por delante y le arrastraba por detrás;
sobre la cabeza llevaba una diadema de oro con una doble hilera de piedras
preciosas y en la mano una varilla de oro, cuya punta estaba enriquecida con
pedrerías.
Durante el reinado merovingio, por vez primera, la nobleza hereditaria co-
menzó a convertirse en nobleza de prestación de servicios al monarca; proceso
que se aceleró y completó durante la dinastía carolingia. Así surgieron los
gardingos-fideles francos y también se perfeccionó el sistema del hospedaje.
Asimismo se fue gestando la corte medieval, con la aparición de nuevos funcio-
narios dedicados especialmente al cuidado del rey y a su atención personal.
Este fue, en última instancia, el origen de la nobleza de servicio.
Los funcionarios palatinos más importantes eran los escribas -cancilleres y
notarios de origen romano-, los comes-stabuli (condestable) encargados de
las caballerizas reales; los marischalk que colaboraban con los anteriores, los
sinis-schalk que presidían el personal del palacio y, fundamentalmente, como
intendentes los maior-domus (señor mayor o mayordomos) del palacio, quie-
nes fueron convirtiéndose gradualmente en los verdaderos señores del reino,
mediante la simple extensión de sus tareas locales a todo el reino favorecidos
por la ineficacia de los reyes merovingios.
El proceso de decadencia entre los merovingios influyó en todos los aspec-
tos de la sociedad y la cultura franca y "a fines del siglo VII y en los comienzos
del VIII no es ya solamente el idioma; el pensamiento mismo parece ser de un
paralítico. La llamada crónica de Fredegario y ciertas vidas de santos de esta
época constituyen monumentos incomparables de la incapacidad de expresar
las cosas más simples" 3•
Aun peor era la situación eclesiástica, cuya reforma iniciaron bajo los caro-
lingios, el obispo Bonifacio y los monjes irlandeses. El propio Bonifacio escribe
de sus colegas al obispo de Roma: "la religión es hollada por sus pies, y se repar-

2 Nobles francos.
3 Pirenne, H. op. cit., p. 40.

244
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

ten beneficios y prebendas a los impúdicos seglares o a los clérigos publicanos,


que no guardan la debida castidad. Todos sus crímenes no impiden que obten-
gan el sacerdocio, y al cabo, creciendo en categoría al tiempo que crecen en
impiedad, se convierten en obispos, y aquellos que pueden jactarse de no ser
adúlteros ni fornicarios son ebrios consuetudinarios, cazadores y soldados que
no vacilan en derramar la sangre cristiana"4 •
De la mencionada cantidad de reyes merovingios quizá sólo merezcan ser
destacadas las reinas Brunequilda y Fredegunda, de infausta memoria 5¡ las que
con su maldad y crueldad provocaron la violenta reacción de los leudes prepa-
rando el triunfo de la aristocracia al mismo tiempo que "enterraban" la corona
merovingia en una crisis de anarquía monárquica total. A partir de ese momen-
to comenzaron a gobernar los mayordomos de palacio.

El surgimiento de los carolingios

Clotario 11 al ser coronado rey de Austrasia, necesitado del apoyo de la aris-


tocracia, eligió como mayordomo a Pipino (Pippinus) de Landen, señor del
castillo del mismo nombre, ubicado junto al Mosa6 , encomendándole conjun-
tamente con el obispo Arnulfo de Metz (Mediomatricum = Mettae) la educa-
ción de su hijo Dagoberto (Dagobertus).
A la muerte del rey, Pipino logró que ambos reinos aceptasen por monarca
a Dagoberto, reuniéndolos así brevemente bajo una única corona. Pero llegó el
tiempo en que los leudes se cansaron del libertinaje del rey y de la dominación
del mayordomo austrasio y apresando al monarca lo trasladaron a París (Lute-
tia Parisiorum), donde los neustrios podrían vigilarlo mejor. Entretanto, Da-
goberto mataba el tiempo fundando monasterios, de los cuales el de San Dio-
nisia (Saint Dennis) pare~e haber sido su obra más importante. Este fue el último
monarca merovingio que gobernó realmente.

4 Epístola XLIX de Bonifacio al papa Zacarías.


5 Véase Thieny, A. Re!atos de los tiempos merovingios, Bs.As., Espasa Calpe, 1946.
6 Los integrantes de las familias de Landen y Herstal cultivaban ricas posesiones en las
Ardenas y eran considerados grandes leudes entre los francos; habían realizado impor-
tantes donaciones para el mantenimiento de comunidades religiosas y ello les dio gran
prestigio en los círculos monásticos en medio de la decadencia moral de los merovingios.

245
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

A su muerte la dinastía cayó en un proceso de disgregación cada vez mayor,


a medida que crecía la influencia y el poder de los mayordomos, encargados de
la Casa Real y convertidos en una especie de primer ministro moderno. Si a
ello añadimos las constantes muertes y cambios de los reyes, los mayordomos,
más estables, lógicamente acrecentaron su poder. Estos, además de ser los funcio-
narios más importantes, fueron los jefes de la nobleza local y lentamente logra-
ron que su cargo se tornase hereditario.
El poder estuvo primero en Neustria -la Francia romana de los pequeños
terratenientes- representado por Ebroín y luego pasó a Austrasia -la Francia
germana- donde Pipino de Landen se convirtió en verdadero monarca, pues
disponía del poder cual si fuera el rey. Suele considerárselo el verdadero funda-
dor de la dinastía carolingia.
Cuando se acrecentó el poder de Ebroín los austrasios, para contenerlo, le
opusieron como mayordomo a Pipino de Herstal, descendiente de Pipino de
Landen, pero Ebroín consiguió vencerlo en el 680. Mas cuando el mayordomo
neustrio casi lograba la unificación de los tres reinos fue asesinado en el 681. A
su muerte los leudes tuvieron dificultades en elegirle sucesor, por lo cual mu-
chos de ellos se volcaron a favor de Pipino de Herstal; éste, al frente de sus
hombres, en el 687, en Tertry, consolidó militarmente el mando obteniendo su
designación como mayordomo de los tres reinos. Con este triunfo se acentuó
el predominio de la aristocracia sobre los pequeños terratenientes de la Neus-
tria, Thierry 111 fue coronado rey de los tres estados francos y Pi pino se convir-
tió en el defensor del regnum francorum, expulsando a los frisones de Utrecht y
Duurstee y favoreciendo la labor misional de Wilibrodo entre estos pueblos.
Gracias a este poder de la familia carolingia "se puede admitir que toda la pe-
queña nobleza de la Edad Media clásica procede en parte de la alta aristocracia
franca y desciende a menudo de los reyes carolingios"7•
A la muerte de Pipino de Herstal, en el 714, la anarquía alcanzó el regnum
Jrancorum. Neustria y Austrasia se fraccionaron mientras Aquitania obtuvo nue-
vamente su independencia en el 675 y los alamanes se separaron conducidos
por su duque Godofredo (Godefridus).
Para detener esta crisis anárquica apareció Carlos (Karolus), hijo natural de
Pipino y después de la victoria de Vency, en el 717 se convirtió en mayordomo

7 Boussard, J. La cívilizacíón carolingia, Madrid, Guadarrama, 1968, p. 81.

246
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

de ambos reinos, que reunificó nuevamente. Pero el mayor prestigio de Carlos,


apodado martel {martillo) se debió a su lucha contra el Islam, que había inva-
dido los territorios de los francos 8 .
Este hecho se produjo en el 732, después de la derrota del conde Ebroín
ante Abd al-Rahmán I, los árabes fueron contenidos y derrotados en la batalla
de Poitiers por Carlos Martel, quien como jefe de los ejércitos europenses re-
cibió por recompensa el preciado título de defensor de la Cristiandad, conte-
niendo la expansión árabe aquende los Pirineos mientras sellaba los destinos
de la Europa cristiana.
Entretanto, en el 737, había muerto el rey merovingio Thierry IV y el aconte-
cimiento había pasado inadvertido; ya que Carlos siguió gobernando sin elegir
rey hasta su muerte, en el 743, en que fue coronado Childerico 111 (Childericus).
La experiencia obtenida en la victoria sobre los árabes llevó a Carlos Martel
a crear una caballería, que armó mediante la confiscación de las inmensas pro-
piedades eclesiásticas existentes entre los merovingios. "Se hizo una gran dis-
tribución de tierras a los vasallos más robustos del intendente del palacio, quien
no dudó en secularizar con este fin, buen número de bienes de la Iglesia. Cada
hombre de armas fue gratificado con una tenure o, para ampliar el término
técnico, con un beneficio, obligándosele a adiestrar un caballo de guerra y a
prestar los servicios militares que se le exigiesen. Un juramento de fidelidad
corroboró aún éstas obligaciones. El vasallo, que primitivamente sólo era un
servidor, se convirtió así en un soldado, cuya existencia fue asegurada con la
posesión de un terreno"9 .

La guerra de los íconos

Las relaciones entre el Imperio de Constantinopla, el reino franco y la Igle-


sia romana eran cada vez más tensas y esta situación llegó a su peor momento

8 Las tropelías árabes en Francia fueron, más que acciones organizadas, simples iniciati-
vas privadas de piratas.
9 Pirenne, H. op. cit., p. 54. Esta tesis ha sido fuertemente atacada por Claudio Sánchez
Albornoz en: En torno a los orígenes de/feudalismo, Bs.As., EUDEBA, 1974, 3 vol.

247
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

cuando ascendió al trono imperial la dinastía lsáurica con León III. Este, por
influencias musulmanas y judías, desató en todo el Imperio, en el 726, una gue-
rra contra las imágenes pretendiendo imponer su posición religiosa a toda la
Cristiandad en abierta oposición a la orientación de la Iglesia romana, clara-
mente enunciada en su época por el obispo romano Gregorio l.
La mayoría de los historiadores coinciden en que la lucha iconoclasta de
León III se relaciona directamente con el intento imperial de terminar con el
poder de los monasterios en el Imperio, y afirman que "en su intento de fundar
un fuerte estado militarista, León 111 se sentía estorbado, en primer lugar, por la
Iglesia y el monacato -que en Oriente era muy superior en poderío y riquezas
al Occidente-. Los príncipes eclesiásticos y los monasterios se contaban en-
tre los mayores terratenientes del país y gozaban de una inmunidad tributaria.
Pero, además, los monjes, a consecuencia de la popularidad de la vida monás-
tica, detraían del ejército, del servicio burocrático y de la agricultura muchas
fuerzas juveniles y privaban de importantes ingresos al fisco a causa de las con-
tinuas fundaciones y donaciones. Al prohibir el culto a las imágenes, el empe-
rador les arrebataba su más eficaz medio de propaganda" 1º.
En lo que se refiere al movimiento iconoclasta conviene precisar que el cul-
to a las imágenes era muy distinto en Oriente y Occidente. En el primero, las
imágenes se habían multiplicado en forma asombrosa y muchas adquirieron
carácter milagroso entre el pueblo de Constantinopla, muy afecto a la religio-
sidad sensible. Se creía incluso que muchas no habían sido hechas por manos
humanas -acheiropoietas- y ello, es lógico suponer, ayudaba a una verda-
dera idolatría. En Occidente, la situación era diversa, pues no había existido tal
"invasión de imágenes".
De todos modos León III quiso imponer su política mediante la destrucción
de todas las imágenes en el Occidente, ya que su concepto imperial de sacer-
dote-rey1 1 no le permitía ser desoído en Occidente. Para ello recomendó a su
exarca Paulo exigiese el acatamiento del obispo romano Gregorio II, aun por la
fuerza de las armas.

10 Hauser, A Historia social de la literatura y del arte, Madrid, Guadarrama, 1969, t. 1, p. 190.
11 Como lo muestra la epístola 11 de León Ill al papa Gregorio 11.

248
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

Frente a este avance del exarca de Rávena -según narra el Liber Pontifi-
calis- la aristocracia y los plebeyos se unieron en un santo juramento de no
permitir jamás que el Papa, celoso defensor de la fe de los cristianos y de la
Iglesia fuese atacado o llevado prisionero, hallándose todos alegremente dis-
puestos a ir a la muerte por su causa. El Papa se preparó contra el emperador
como contra un verdadero enemigo, y el conflicto no finalizó hasta que el
exarca penetró en Roma, provocando una violenta reacción antiimperial en
toda la península. Las imágenes del basileus isáurico fueron destruidas por
doquier y la población comenzó a insultar a los griegos como herejes, de-
biendo el propio Gregorio 11 contener la situación y evitar la elección de un
emperador occidental.
Entretanto en el Oriente, León 111 proseguía en su política iconoclasta hasta
las últimas consecuencias. La saña contra sus enemigos llegó a tal extremo que
tras un serio altercado con el bibliotecario de la corte -uno de los eruditos del
Imperio- para vengarse ordenó cerrar la biblioteca con empleados y bibliote-
cario dentro y le prendió fuego, dejando que los consumiesen las llamas junta-
mente con los tesoros bibliográficos que allí había. Al mismo tiempo abolió las
escuelas de letras sagradas y obligó a todos los habitantes, no sólo a llevar los
íconos a la plaza para quemarlos, sino a borrar ellos mismos con cal, las pintu-
ras de las iglesias, llegando a cortar los brazos a los que se negasen. Así se per-
dieron muchísimas obras de arte de la antigüedad y el arte bizantino adquirió
ese hieratismo conservador y estereotipado que le fue característico.
La oposición contra el basileus en Constantinopla fue dirigida fundamen-
talmente por los monjes, que en la mayoría de los casos eran a su vez los ar-
tistas y literatos del Imperio. Por ello mismo la derrota del partido anti icono-
clasta significó un renacimiento cultural y clásico en Oriente. En el 863 fue
reabierta por el césar Bardas la Universidad de Constantinopla, convertida
en modelo de las universidades de la Europa occidental y entre los siglos IX
y XII tuvo lugar un florecimiento humanista y clásico notorio. Baste mencio-
nar a Focio, a Constantino Cefalas y a Miguel Psellos, quienes influyeron
notoriamente en el renacimiento itálico del siglo XV. Pero previamente a este
renacimiento "bizantino" debemos mencionar la gran emigración de monjes
hacia el Occidente en su huida frente a las persecuciones, y el aporte cultural
y artístico que su llegada produjo en la península itálica, donde cumplieron
un destacado papel en la primera helenización del Occidente, especialmente
en la Curia romana.

149
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Por otra parte la guerra iconoclasta destruyó, casi definitivamente, los víncu-
los existentes entre Roma y Constantinopla y desbrozó el camino hacia el acuer-
do del Papado con el reino franco. Como afirma un autor, a partir de ese mo-
mento "Roma rompía con Constantinopla y asociaba su suerte a la dinastía que
acababa de consagrar" 12 •

La dinastía carolingia en el trono de los francos

A la muerte de Carlos Marte), en el 744, sus posesiones fueron divididas de


acuerdo a la ley sálica entre sus dos hijos: Carlomán y Pipino (111). La retirada
de Carlomán a un convento dejó a su hermano como único mayordomo de
palacio del regnum francorum y le tocó defender al Papado del avance expan-
sivo de los lombardos, que una vez más intentaban ocupar la ciudad de las siete
colinas.
El rex longobardo Luitprando atacó los ducados de Spoleto y Benevento y
su sucesor Astolfo (Aistulf), aprovechando la guerra iconoclasta y la reacción
popular, expulsó a los "griegos" de Rávena. Ante el avance de los longobardos,
el exarca Eutiquio debió refugiarse en Nápoles y fue el último funcionario im-
perial que gobernó en Rávena. Sicilia y Calabria, fueron los dos únicos temas
que quedaron al Imperio constantinopolitano en la península itálica. Pero,
amparado en sus triunfos, Astolfo quizo hacer realidad la gran ambición lom-
barda y marchó sobre Roma. El papa Esteban 11 (Stephanus) obtuvo una paz de
cuarenta años, en el 752, pero al año siguiente ésta fue rota por el propio rey
longobardo al exigir un tributo. El Papa envió ante el monarca lombardo al
abad de Monte Cassino, pero su mediación resultó infructuosa, del mismo modo
que las misivas del basileus Constantino V coprónimo. Esta era la situación en
el 751 cuando el mayordomo carolingio Pi pino remitió su célebre carta al obis-
po de Roma. Probablemente aconsejado por el obispo Bonifacio, Pipino (111)
consultó al pontífice romano sobre la situación legal de la dinastía merovingia.
El obispo Burchard de Wisburg y el abad Fulrad de Saint Dennis fueron
comisionados ante el papa Zacarías (Zacharias) para consultarle: "a quién me-
recía con más justicia darse el nombre de rey, al que carecía de todo poder real

12
Pirenne, H. op.cit., p. 56.

250
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

o aquel que se hallaba en la posesión y el ejercicio de la soberanía" y el papa


Zacarías le envió por respuesta que "el que está investido de poder legítimo
debe también llevar su título, para que no se perturbe el orden" 13 • Narra el cro-
nista Eginhard que después de esta respuesta el último monarca merovingio
-Childerico (Childericus)- fue tonsurado y encerrado en un convento y
en noviembre del 75 t, tras una asamblea de leudes reunida en Soissons (Sues-
siones) para proclamarlo rey, Pipino 111 y su mujer Bertrada fueron ungidos
por el obispo Bonifacio, a la manera judía, con el óleo santo que los consagra-
ba monarcas por la gracia de Dios 14 .
"El poder de Pipino -apodado el breve- y de sus descendientes se funda,
pues, sobre nuevas bases: la elección no es una decisión libre de los grandes,
sino un simple compromiso de obediencia, la consagración y la herencia dan a
la realeza el carácter de una magistratura de origen divino. Carlomagno trasfor-
mará aun más la naturaleza de este poder al insistir sobre el pacto personal de
fidelidad que exige a sus súbditos, y más tarde, a partir del 800, al hacer renacer
la idea romana de autorictas o poder supremo, ejercido por el emperador por
delegación tácita del pueblo, en función del bien común" 15 •
En el año 754, para consolidar aun más la autoridad de la nueva dinastía
franca y ratificar su acercamiento con la Iglesia romana, el propio papa Este-
ban II se dirigió a la tierra de los francos y en la asamblea de Quierzy tomó
juramento de obediencia a la nueva dinastía y a todos los leudes francos, co-
ronando nuevamente a Pi pino y bautizando a sus hijos, tras haber aclarado a
los nobles francos que prohibía, bajo pena de interdicto y excomunión, ele-
gir monarca fuera de la familia carolingia a la que "la divina piedad se había
dignado exaltar, y con la intercesión de los santos apóstoles confirmar y con-
sagrar por mano del bienaventurado pontífice, su vicario".
Poco más tarde el pontífice romano se dirigió nuevamente al rey de los fran-
cos pidiendo su auxilio ante la expansión de los lombardos que amenazaban
una vez más la seguridad de Roma.

13 Annales Laurissensis, a. 751. El papa Zacarías fue posteriormente incluido en la nómina de


los santos.
14 Este es el título que adoptó Pipino para sí y para todos sus descendientes.
15
Boussard, J. op. cit., p. 38.

251
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Después de serias presiones sobre los leudes francos emparentados con los
lombardos, Pipino, en el 755, condujo la primera expedición a la península,
iniciando la futura constante de la expansión franca. La ciudad de Pavía (Pa-
pia), capital de los lombardos, fue sitiada y ante las promesas del rey longobar-
do, los francos abandonaron el sitio de Pavía y regresaron a su patria, seguidos
de los enviados papales que informaban al rey franco del incumplimiento de las
promesas longobardas. Por ello, en el 756, Pi pino regresó a la península, ocupó
las posesiones lombardas y entregó, en carácter de donación, la ciudad de Pa-
vía y otras veintidós plazas fuertes, al Papa. Este fue el origen de los Estados
Pontificios (Patrimonium Petri).
En el 768, siguiendo la ley sálica, Pipino dividió sus Estados entre sus dos
hijos, correspondiendo a Carlomán (Karlomannus o Karlmann) -de diecio-
cho años- la región de Austrasia, y a su hermano mayor, Carlos (Karl o Karo-
lus) -de veintinueve- Neustria y Borgoña. La temprana muerte de Carlo-
mán, en el 771, dejó a su hermano como único monarca de los francos y ayudó
a consolidar la unidad del reino.

Carlomagno, rey de los francos

Carlomagno -nombre con el cual pasó a la historia el mencionado Car-


los 16- dirigió su primera campaña militar, a poco de ascender al trono, contra
el reino longobardo. Su rey Desiderio (Didier) fue derrotado, en el 773, y el
monarca franco deshizo el reino, colocándose la tradicional corona de hierro.
A partir de entonces fue conocido como "Carlos, por la gracia de Dios, rey de
los francos y los longobardos y patricio romano (patritio romanorurn)". Este
hecho significó la desaparición de los lombardos como pueblo y se complementó
con la ocupación de los ducados de Friul, Spoleto y Benevento y la ratificación
de la donación realizada por su padre Pipino al Papa.
El paso siguiente de la expansión de Carlomagno se dirigió hacia la Sajonia
(Saxoniae), cuyos habitantes seguían en estado semisalvaje, divididos en tribus
de hombres libres-al estilo germánico- que elegían a sus propios jefes y con

16 Para una semblanza de su persona véase apéndice doc. 58.

252
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

una asamblea que sesionaba anualmente a orillas del W esser, para analizar las
decisiones comunes. Los pueblos sajones habitaban entre el Ems y el Elba, desde
el mar del Norte a los montes de Harz. Entre ellos y sus tupidos bosques se
abrió paso Carlomagno con sus hombres, hasta las fuentes del Lippe, donde
construyó el castillo de Lippspring y destruyó el culto de Irminsul, dios de la
guerra y genio tutelar de los sajones.
Frente a las serias dificultades para colonizar y cristianizarlos, Carlomagno
recurrió a medidas drásticas; llevó a cabo traslados masivos de las poblaciones
a las tierras de Bélgica y Helvecia y suspendió sus asambleas. Fundó una serie
de obispados como Paderborn, Minden y Osnabruck, destinados a dirigir su
evangelización y occidentalización y pronto, en los alrededores de las iglesias
misionales, comenzaron a surgir las primeras casas, luego, aldeas, en las que los
obispos reunían sus sínodos y los condes, sus dietas.
Cuando parecía que la cuestión sajona había sido dominada, resurgió con
nuevos bríos la figura de su caudillo Witikind (o Widunkind), quien infligió, en
el 782, una grave derrota a los francos en Suntelgerbirge, muriendo en la lucha
dos íntimos amigos de Carlomagno. Este hecho desencadenó toda la energía del
rey que en una dieta celebrada en el 784 resolvió, según narran los cronistas, que
"como todos señalaron a Witikind como el autor de aquel crimen, pero no po-
dían entregarlo porque había huido junto a los normandos, fueron entregados
cuatro mil quinientos sajones, y junto al río Aller, en el lugar llamado Ferden,
decapitados todos en el mismo día por orden del rey". Después de este escar-
miento y la entrega de Witikind -quien se convirtió al cristianismo-, en el
785 se publicó la capitulatio de Partibus Saxoniae, capitular que fijaba las
condiciones de paz. Este hecho se complementó en el 804 con la promulga-
ción de la Lex Saxonum. Allí se establecía que "si en el futuro alguien pertene-
ciente a la nación sajona queda sin bautismo, se esconde o lo rechaza, querien-
do permanecer pagano, que sea castigado con la muerte". Pero, como afirma un
autor, "la anexión y la conversión de la Sajonia permitieron que entrara toda la
antigua Germania en la comunidad de la civilización europea" 17•
Similar fue la situación en Baviera (Baioariae), donde el conde Tasilón,
emparentado con Carlomagno, intentó mantener cierta autonomía que le fue

17
Pirenne, H. op. cit., p. 60.

253
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

violentamente quitada en el 788, fecha en que el monarca franco ocupó defini-


tivamente el ducado bávaro (de bayuvarios), integrándolo a su extenso reino.
De este modo los francos llegaron a los límites del pueblo ávaro, de origen
turco, ubicado entre los ríos Tisza y Danubio. Contra ellos dirigió Carlomag-
no otra violenta campaña, que culminó, en el 791, con la ocupación del ring 18
ávaro. La conquista militar fue complementada con la predicación religiosa,
siguiendo los consejos del monje Alcuíno (Alhwin) de York; sus apóstoles fue-
ron Amo de Salzburgo y Paulino de Aquileya. Así los francos se encontraron
vecinos de los pueblos eslavos que habían ocupado las posesiones de los ger-
manos, al producirse el corrimiento de éstos hacia Occidente.
Los eslavos 19 eran agricultores y cazadores. Se alimentaban de cereales y de
miel, siendo además muy afectos a la bebida, especialmente la cerveza. Vestían
con pieles y cortezas de árboles, en cuyos troncos se alojaban los espíritus en
que creían. Era escaso el metal que utilizaban para sus armas y fundamental-
mente labraban la madera que tenían a mano, construyendo cabañas y adoran-
do a Perún, el dios simbolizado en un árbol grande. Veneraban a sus antepasa-
dos y enterraban a sus muertos. Además eran muy alegres y la danza y el canto,
acompañados por la música de laúd, eran su mayor entretenimiento. Eran ene-
migos de la lucha y combatían a pie, reuniéndose únicamente bajo un caudillo
militar para la defensa.
Este pueblo fue repentinamente despertado por los nómades de las estepas
que, empujados y en pleno proceso biodinámica, comenzaron su avance sobre
Europa.
Sabemos que en siglo I los eslavos habitaban la zona comprendida entre el
río Pripet, el Alto Dniéper y las estribaciones del N.E. de los Cárpatos; poco
más tarde fueron sometidos por los godos que llegaron desde la isla de Scania.
En su patria primitiva los eslavos se dividieron en dos grandes grupos: occi-
dentales (servios y croatas) y orientales (rusos, checos, moravos, eslovacos,
polacos, pomeranios) y como tales convivieron hasta la invasión de los hunos.
Abierto el camino por los godos, los eslavos, temerosos del poderío huno,
los siguieron dirigiéndose hacia el Occidente e instalándose primero en la cuenca

18
Recinto circular fortificado, donde guardaban las riquezas obtenidas en sus correrías.
19
Su nombre provendría de slava = gloria. Luego fue identificado con sclavi = esclavos.

254
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

del Oder y, en un segundo avance, llegaron hasta el río Elba, donde chocaron
con los bávaros que ocupaban la región bávaro-bohemia.
Poco más tarde, como consecuencia de la violenta incursión de los longo-
bardos y los ávaros, fueron seccionados en las partes mencionadas y estableci-
dos en las regiones que aún ocupan. Allí los encontró Carlomagno.
Estos mismos eslavos fueron durante varios siglos (IX y X) los productores
de esclavos de toda Europa y por ello muchos historiadores sostuvieron que el
término esclavo tiene su presunto origen en ellos.
Carlomagno organizó una expedición contra los eslavos, pero debió dejar
el mando de las tropas a su hijo Carlos; quien en el 805 no obtuvo resultados
muy satisfactorios. Sin perjuicio de ello la influencia cultural y el prestigio de
Carlomagno fue indiscutible y el propio término "rey" (kral) no es otra cosa
que la trasposición del apellido real carolingio (Karl). Los eslavos volverán a
ser noticia un siglo después.
El orden en las estepas fue alterado en varias oportunidades por pueblos
nómades. Primero fueron los hunos, luego aparecieron los ávaros y más tarde
los remplazaron los turcos, que, mezclados con los caucásicos, dieron origen al
pueblo kházaro, que hacia el siglo VII organizó un verdadero Estado en la es-
tepa, produciendo la emigración de los búlgaros, que se establecieron en el bajo
Danubio y se convirtieron, por dos siglos, en los peligrosos enemigos del Im-
perio romano en Oriente.
Los límites del reino franco por el Este se fijaron por medio de la creación de
la marca del Oeste20 • También por el Norte, Carlomagno firmó pactos con el
caudillo danés Sigefredo, retardando así hasta su muerte las invasiones de los
vikingr. Finalmente, no menos importante aunque desgraciada, fue su campaña
en España, donde acudió en auxilio del wali árabe de Barcelona. Las tropas fran-
cas al mando del propio monarca cruzaron los Pirineos, pero no pudieron to-
mar Zaragoza ante la defección del árabe que la gobernaba. Pese a la ocupa-
ción de Pamplona (Pampilona), viendo que la situación no le permitía las rápidas
conquistas que esperaba y solicitado por nuevos disturbios entre los sajones,
Carlomagno ordenó el regreso.

20 Osterreich = Austria.

255
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Narra un cronista que en momentos que sus tropas se retiraban "como una
enorme serpiente de bronce" por las escarpadas rocas de los Pirineos, favoreci-
dos por la escabrosidad del terreno, los vascones que estaban a la acechanza,
salieron de la emboscada y echándose sobre las últimas filas, pusieron en gran
confusión y desorden a todo el ejército de Carlos. En esta escaramuza, conoci-
da como Roncesvalles (778) murieron varios nobles, entre ellos el capitán de la
guardia Roland21 .
Carlomagno no abandonó su política de atracción a los hispanos y en el 797
logró crear una serie de marcas fronterizas, que aseguró con la toma de Barce-
lona.
Mientras el monarca franco fortalecía su posición en Occidente y unificaba
bajo su control todos los territorios germánicos, más allá del Rhin empeoraban
las relaciones con Constantinopla. Del 788 al 812 éstas fueron muy tensas, entre
luchas y negociaciones y pese a que los francos eran muy superiores en tierra,
los constantinopolitanos los aventajaban en el mar. En el 812 se firmó la paz,
quedando los imperiales con Venecia y las ciudades costeras dálmatas, mien-
tras Carlomagno ocupaba la región croata.
Durante este tiempo hubo un intento de matrimonio entre la emperatriz viuda
Irene y el propio Carlomagno, que hubiera conducido a la catolización del
Imperio romano oriental2 2 •
Al comenzar el siglo IX Carlomagno había logrado reunir extensas posesio-
nes que se expandían por Austrasia, Hesse, la Francia renana, Alsacia, Germa-
nia, Suavia, Baviera, Carintia, Sajonia, Frisia, Neustria, Aquitania, Septimania,
Borgoña, la Suiza borgoñesa, Ginebra, Lyón, el Delfinado, Avignon, Sabo-
ya, las marcas de España, Italia con excepción de la Campania, Calabria y
Sicilia, y eran sus tributarios todos los pueblos establecidos al Oriente, entre
el Báltico y Venecia, o sea los orobitas, sorabos, lusacios, bohemios, mora-

21 Este hecho dio origen a la célebre obra épica francesa, la chanson de Roland.
22 En el año 754, a la muerte del basileus Constantino V, ascendió al trono el kházaro
León IV, quien casó con la ateniense lrena, la cual a la muerte de su esposo depuso a su
hijo Constantino VI -de quien era regente-y, para adaptarse a las normas y tradicio-
nes imperiales que impedían la coronación de una mujer, se hizo entronizar como ba-
sileus (no basilisa), provocando la ceguera de su propio hijo para privarlo del trono
imperial. Este hecho hte vital en el fracasado proyecto matrimonial.

256
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

vos, ávaros y eslavones. Sus dominios se extendían, al sur, hasta el Ebro, el


Mediterráneo y Nápoles; al Occidente llegaba hasta el Atlántico; por el nor-
te al mar Septentrional, el Oder y el Báltico y por el Oriente sus difusos lími-
tes fueron Bohemia, el Raab y el Adriático.
En la Navidad del año 800, en la ciudad de Roma, el pontífice coronó al
monarca franco como emperador, con aquellas célebres frases de "Vida y vic-
toria a Carlos Augusto, gran pacífico emperador de los romanos, coronado por
la mano de Dios". Así se reestableció el Imperio romano en Occidente, y esta
vez en la dinastía carolingia.

La restauración imperial. La organización carolingia

Carlomagno se mostró como un gran organizador; a él correspondieron las


primeras medidas adoptadas para crear nuevamente un estado, después de la
anarquía de las invasiones. Continuó con el esquema insinuado por los mero-
vingios pero le imprimió la visión centralista que fue característica de su con-
cepción estatal y de su aplicación política.
En lo que se refiere al sistema administrativo el reino no tuvo capital fija,
aunque la residencia del emperador fue de hecho Aquisgrán (Aquae Sextiae,
Aachem o Aix la Chapelle), donde frecuentaba las aguas termales entre sus
permanentes campañas militares.
La corte, siguiendo al propio emperador y las costumbres merovingias, era
nómade y el palatium (administración del palacio) actuaba en el reino entero.
Ya había desaparecido la función de mayordono de palacio, supliéndole en la
práctica el camarero, que se convirtió de hecho en la máxima autoridad del
palatium y, por extensión, del reino. La principal función eclesiástica corres-
pondía al apocrisario o limosnero mayor.
A las funciones del palatium se agregaban el senescal, encargado de la mesa
real, el buticularius {botiller) que proveía el abastecimiento de bebidas; el co-
mestable o mariscal, que cuidaba y dirigía las caballerizas. El copero y el bi-
bliotecario completaban el personal de la corte y presidían a una gran cantidad
de cocineros, halconeros, mensajeros, correos, porteros, escribanos y médicos
que integraban la Casa real.
El tribunal central de los asuntos reales era dirigido por el conde de palacio,
quien a su vez interpretaba las leyes. Lo secundaba el canciller que "dirigía el

257
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

trabajo de los escribas y notarios". Era el responsable del sello y conservaba los
archivos reales; el camarlengo custodiaba los ornamentos reales y dirigía el
ceremonial de la corte.
En cuanto a la administración del territorio, Carlomagno lo dividió en tres-
cientos cincuenta condados y designó una serie de funcionarios que tuvieron a
su cargo el gobierno de las distintas localidades. Así, por ejemplo, los condes23
eran los responsables del gobierno de una circunscripción territorial conocida
luego como condado y designaban a su vez subordinados (viz-condes) oara su
reemplazo en caso de ausencia.
Carlomagno aristocratizó la función condal al elegir para estos puestos a
miembros de la alta nobleza carolingia y del mismo modo, para asegurarse su
control, no permitió que la función se convirtiese en hereditaria, como volverá
a ocurrir después de su muerte.
A lo largo de las fronteras del reino se fundaron marcas avanzadas para de-
fenderlo de las continuadas invasiones. De este modo el reino formó un todo,
sólidamente protegido por las vías terrestres, aunque vulnerable por mar, como
se observó en años posteriores. Pese a su inmenso litoral marítimo no dispuso
de una flota capaz de vencer a las móviles embarcaciones escandinavas y éstas,
llegado el momento, supieron beneficiarse de la anarquía reinante después de
la muerte de Carlomagno. Las marcas fueron gobernadas por condes conoci-
dos como margrave o marqués24 • Los territorios más extensos y con mando mi-
litar fueron encomendados a los duques. Finalmente para asegurarse el correc-
to funcionamiento de los magistrados territoriales Carlomagno nombraba missi
dominici o enviados del señor; éstos generalmente en número de dos -uno
laico y otro eclesiástico- estaban encargados de vigilar el estricto cumplimiento
de las órdenes reales y administrar justicia real en los territorios que recorrían
en sus permanentes visitas (apéndice doc. 60).
Carlomagno exigió de todos sus subordinados un juramento de fidelidad-el
sacramentum fidelitatis- 1 que era algo más que un compromiso político, por-
que incluía también un significado religioso. Los no juramentados estaban ex-
cluidos de la protección imperial y, por otra parte, la Iglesia sostenía que desobe-

23 De comes que significa compañero. Esta función ya existió en el Imperio romano.


24 Del alemán mark-graf o conde de la frontera, en latín marcio.

258
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

decer al soberano era pecado. Del juramento resultaban -además- obligacio-


nes como la prestación de servicios militares y cargas impositivas. El emperador
distribuía beneficios entre sus vasallos y exigía de ellos al mismo tiempo la parti-
cipación personal en las guerras y la contribución con hombres armados. Para
reclutar los soldados, indispensables para su~ permanentes campañas, los vasa-
llos, a su vez, concedían nuevos beneficios y tenían nuevos vasallos, de los que
eran señores.
Así la sociedad era de tipo militar pero conservaba un sustrato eminen-
temente rural. No debemos olvidar que para los francos, como para todos los
germanos, la guerra era una verdadera institución y cada primavera Cario-
magno conducía sus hombres a distintas fronteras del Imperio a combatir
contra pueblos vecinos. Las campañas estaban organizadas muy detallada-
mente y estas instrucciones, dirigidas por el rey a uno de sus vasallos, son
elocuente muestra de ello: "Vendrás con tus hombres al lugar indicado, por-
que desde allí te enviaremos la orden de marcha. Debes traerlos pertrecha-
dos, vale decir con armas, instrumentos, víveres y vestuario, en fin todo lo
que es útil para la guerra. Cada uno de tus hombres debe tener escudo, lanza,
espada y daga, arco, carcaj y flechas. Cada uno de tus carros debe contener
hachas, segures (hachas grandes), cuerdas de tripa y azadas de hierro y todos
los demás arneses necesarios para combatir al enemigo. Que los utensilios y
víveres puedan durar tres meses, que las armas y vestuarios sean en cantidad
suficiente como para seis meses. Si te ordenamos esto, es para que lo hagas
cumplir y llegues tranquilo al lugar que nosotros te indicamos; también para
que a lo largo del camino no debas ocuparte de otra cosa que de la hierba, de
la leña y del agua que tendrás necesidad" 25 .
Asimismo Carlomagno continuó con el funcionamiento de las asambleas
periódicas que en el mes de mayo se encargaban de ratificar las disposiciones
adoptadas por la Corona.
En cuanto a la justicia, desde tiempos anteriores se admitía que el rey era la
fuente misma de ella y ésta se administraba en su nombre. Pero la vieja tradición
germánica de la participación popular en la realización de la justicia había hecho
que surgiese junto al rey o a su representante un consejo que lo asistía en los jui-

25 Carta de Carlomagno al abad Fulrad de San Quintin. Cfr. apéndice doc. 59.

259
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

cios. Además del tribunal real existía el del conde -denominado mallus- don-
de éste administraba la justicia secundado por los rachimburgi, hombres libres
que debían asistir al mallus y que luego fueron reemplazados por funcionarios
conocidos como scabini. Toda la reforma administrativa llevada a cabo por Car-
lomagno fue construida mediante. disposiciones legales, cuya recopilación pro-
dujo un conjunto de más de mil ciento veinte artículos que, por su división en
capítulos, se conocen como capitulares. Las fuentes de esa autoridad eran el bannus
o poder del rey y el consensus o asistencia de los hombres libres.
Según muchos autores las normas legales aplicadas por Carlomagno, en
cuanto a su estilo y muchas veces a su contenido, fueron tomadas de las dispo-
siciones de los concilios y sínodos. El propio Carlomagno expresa este espíritu
de los capitulares cuando en el preámbulo de la primera recopilación expone
"Jesucristo, Nuestro Señor, Yo, Carlos, por la gracia de Dios rey de los francos,
defensor resuelto y humilde operario de la santa Iglesia a todas las órdenes de
la piedad eclesiástica y a los dignatarios del poder secular, saludos de paz per-
petua y bienaventuranza en Nuestro Señor Jesucristo, Dios eterno. Nos place
exhortar a vuestra virtud, pastores de la Iglesia de Cristo, conductores de su
rebaño y brillantes antorchas del mundo, para que con Dios por el sendero de
la vida eterna[ ... ] para este fin os hemos dirigido a nuestros emisarios para que,
de acuerdo con vosotros y por la autoridad de vuestro nombre, reformaran lo
que debiera ser reformado. Además, hemos añadido algunos capítulos de insti-
tución canónica que creíamos necesarios para vosotros [ ... ] No descuidéis dar
a conocer con piadoso celo que creáis oportuno a vuestra santidad y al pueblo
de Dios, para que vuestra diligencia y la obediencia de los súbditos sean recom-
pensados por Dios con felicidad eterna".
Esta política de reforma, tan claramente enunciada, señala también la notoria
confusión en Carlomagno entre los planos temporal y eclesiástico, evidenciando
un claro cesaropapismo por su permanente intervención en el mantenimiento de
una sana doctrina y una disciplina adecuada dentro de la Iglesia que lo llevó in-
clusive a dirigir las deliberaciones teólogicas de los sínodos. El propio emperador
definió el papel y la responsabilidad de los obispos, convirtiéndolos en figuras de
primer plano en el gobierno imperial, al organizar una monarquía claramente epis-
copal. Al clero merovingio decadente sucedió una Iglesia ordenada con leyes y
que fijaba en sus territorios a todos los clérigos errantes de períodos anteriores.
Carlomagno "no distinguía entre poder civil y poder religioso para él el regnum
francorum se identificaba con la Cristiandad y creía sinceramente que tenía la

260
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

obligación de conducir a sus súbditos a la salvación y de velar por su vida religio-


sa: era a la vez jefe político y jefe religioso y la Iglesia debía ser normalmente un
agente de bien temporal y del bien espiritual que se confundían"26 •
A su vez con Carlomagno se reemplazó el sentido de la monarquía, inicián-
dose la concepción medieval de la Res Publica Christiana o lmperii Christiani
elaborada por el monje Alcuíno en base al papa Gelasio {Gelasius) y su teoría
de las dos espadas. "En lo sucesivo - y en esto la realeza carolingia inaugura
una tradición que continuará, tras ella, durante siglos-el ideal del rey no con-
sistirá ya en ser un César, un potentado que sólo apoya su fuerza y su autoridad
en recursos terrestres, sino en hacer reinar sobre la tierra los preceptos divinos,
en gobernar según la moral cristiana, es decir, de acuerdo con la Iglesia-. Esta
fue evidentemente la idea que san Bonifacio y Esteban 11 debieron de transmitir
a Pipino y que éste legó a Carlomagno. Y se la encuentra expresada en todos
los tratados del siglo IX acerca del poder real, tanto en la Vía Regia de Sma-
ragde como en De rectoribus christianis de Sedulios"27 •

La renovatio o el renacimiento cultural

En el aspecto cultural, como mencionáramos, las invasiones de los pueblos


germanos y sus consecuencias significaron un gran retroceso en el conocimiento
y en su difusión, produciéndose una verdadera regresión.
A mitades del siglo VII la cultura clásica había desaparecido casi totalmente
del Occidente y el propio latín fue suplido por una nueva lengua ruda y tosca,
conocida como latín vulgar. Las campañas de Carlos Martel para sojuzgar a las
comarcas rebeldes del reino franco destruyeron muchos de los últimos centros
culturales que quedaban en ciertas regiones de la Galia muy romanizadas y es
así que "si en la época de los merovingios los grandes señores laicos todavía
sabían escribir, en el siglo VIII era raro el que sabía firmar" 28 .

26 Boussard, J. op. cit., p. 96.


27 Pirenne, H. op. cit., p. 57.
28 Boussard, J. op. cit., p. 120.

261
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Carlomagno luchó tenazmente contra este proceso de destrucción y sus pro-


pias palabras, en las capitulares, nos ilustran claramente sobre el particular, cuan-
do señala "porque es nuestro deber mejorar constantemente el estado de nuestras
iglesias, nos obligamos a restaurar, con celo vigilante, la enseñanza de las letras
que, como consecuencia de la negligencia de nuestros mayores, ha caído en de-
suso"29. En otra capitular, del 789, encomendaba a los clérigos y sacerdotes abrir
escuelas de primeras letras para los niños (apéndice doc. 63). En este último as-
pecto la capitular creaba un verdadero plan de estudios para ellos.
La meta fundamental del renacimiento cultural carolingio fue formar admi-
nistradores capaces para el gobierno de los territorios de su Imperio; para ello
fomentó y creó escuelas palatinas -y también catedralicias- que asumieran
esta tarea y recurrió a los monjes y clérigos para la enseñanza, porque eran los
únicos doctos en la época. En estas escuelas el primer esfuerzo estuvo relacio-
nado con la transcripción de obras clásicas, que ya mencionáramos al analizar
los conventos medievales y sus scriptorias; en las que los primeros técnicos
calígrafos evolucionaron hasta convertirse en verdaderos artistas especializa-
dos. En relación con esta tarea y las necesidades del momento la confusa letra
merovingia y la angulosa letra celta fueron reemplazadas por una nueva cali-
grafía, de formas muy separadas, redondeadas y legibles, que pasó a conocerse
como letra carolingia 30 •
En la divulgación de este nuevo tipo cumplió un papel preponderante Al-
cuíno y la scriptoria de la abadía que éste fundara en Tours (Turones), aunque
sus orígenes suelen ubicarse en la abadía de Corbie a mediados del siglo VIII.
En vida de Carlomagno "el centro de la actividad artística era, sin duda, el
taller del palacio. De allí salió el movimiento renancentista, y desde allí parece
que fueron organizados los scriptoria de los monasterios. Sólo más tarde toma-
ron los talleres monásticos la dirección" 31 •

29 Cit. Boussard, J. ob. cit., p. 126.


30 Esta misma letra, con pequeñas variaciones, fue adoptada por los humanistas en el siglo
XV y luego por los impresores, siendo con escasas variaciones la letra minúscula de la
imprenta actual.
31
Hauser, A. op. cit., t. 1, p. 208.

262
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

Pero poco después de la muerte del monarca "las escuelas laicas decaen y
poco a poco se cierran. Muy pronto no hubo otros centros de enseñanza que
las escuelas catedralicias, que los obispos tenían que mantener para asegurar las
nuevas promociones del clero. Con ello empieza la Iglesia a adquirir aquel
monopolio de la educación al que debe su influencia extraordinaria sobre la
sociedad de Occidente. El estado se clericaliza ya por el mero hecho de que es
la Iglesia la que coloca a los empleados y los educa"32 • Entre las escuelas surgi-
das durante el renacimiento carolingio podemos citar Reims, Chartres, Lyon,
Orleáns, París, Saint Dennis, San Riquier, Aix la Chapelle, León, Corbie, Ful-
da, Saint Gall, San Germán de París, San Germán de Auxerre, Monte Cassino,
Tours, Reichenau, Pavia y Fleury. Cabe también destacar que "la supervivien-
cia de la cultura carolingia se debió a la obra de los monasterios. A través de la
oscuridad, de la miseria y la anarquía de los cien años comprendidos entre 850
y 950 los grandes monasterios de la Europa central, como los de Saint Gall,
Reichenau y Corbie, conservaron ardiendo la llama de la civilización, y no hubo,
en consecuencia, dificultad en la trasmisión de la cultura del período carolingio
a la del nuevo Imperio sajón" 33 •
Estas escuelas fueron organizaciones bastante complejas donde la enseñan-
za se caracterizó por su carácter enciclopédico, ya que comprendía la totalidad
de la ciencia humana. No olvidemos que la meta fundamental del Medioevo
fue conservar los bienes culturales adquiridos con tanta dificultad.
El programa de los estudios que nosotros denominaríamos secundarios fue
fijado hacia el siglo VIII, basándose fundamentalmente en el esquema de las
artes liberales de Marciano Capella, completado por los textos y estudios de
Casiodoro e Isidoro de Sevilla. Así aparecieron las siete artes liberales, que
continuarán en vigencia hasta el renacimiento del siglo XV, divididas en el tri-
vium, compuesto por gramática, retórica y dialéctica y completado con las dis-
ciplinas más prácticas del quatrivium integrado por geometría, aritmética, as-
tronomía y música. El método de enseñanza fue especialmente el comentario
de las obras clásicas.
En cuanto a los artífices de este renacimiento, Carlomagno recurrió a todos
los intelectuales de su época que pudo ubicar en sus múltiples viajes por Euro-

32 Hauser, A. op. cit., t. 1, p. 202.


33.. Dawson, Ch. Asf se hizo Europa, Bs.As., La Espiga de Oro, 1974, pp. 302-303.

263
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

pa, y los fue agrupando a su alrededor en la escuela palatina. El más destacado


entre ellos fue innegablemente Alcuíno de York, discípulo de Beda el Vene-
rable y más tarde abad del monasterio de San Martín de Tours. Al margen de
sus varias obras filosóficas como De los vicios y las virtudes se distinguió funda-
mentalmente como propagador de la reforma litúrgica, por la romanización de
los ritos francos y como redactor de textos de estudio que fueron utilizados en
las escuelas monásticas de su época y siguientes. A él pertenece una fundamen-
tación ideológica de Carlomagno y del reino de los francos en la Cristiandad
(apéndice doc. 62). Concluyó su vida como abad en Tours, donde dio gran
empuje a la trasmisión de la cultura clásica. Allí se formó a su lado Fredegiso,
más tarde canciller del rey Ludovico Pío.
Entre quienes fueron incorporados a la academia palatina debemos men-
cionar al lombardo Pablo de Aquileya, quien fuera secretario del último rey
longobardo y, además de destacado gramático, autor de la Historia de los lom-
bardos y continuador de la historia romana de Eutropio, hasta sus días. No fue
menor la importancia de su compatriota Pedro de Pisa, gramático y precep-
tor del monarca.
Benito de Aniana, abad de lnde, fue el preceptor de Ludovico Pío y, ade-
más de amigo y asesor de éste, fue quien reestableció la pureza de las reglas
benedictinas, mediante cursillos de revitalización. Crodegando de Metz fue
el gran reformador del clero secular, mientras Angesiso de Borgoña tuvo a su
cargo la primera recopilación de los capitulares y Adalardo redactaba las
normas de la administración palatina en su De ordini palatii.
Los obispos T eodulfo de Orleáns y Abogardo de Lyon sobresalieron como poetas
y teólogos, mientras Eginhard-que fue el cronista real-redactó al estilo de Sue-
tonio la Vita Caroli, siendo continuado en su tarea por Nithard. Podríamos men-
cionar además a Helisachar, que fue el archicanciller de palatium, mientras Hildui-
no, abad de Saint Dennis, cumplía las funciones de archicapellán.
Quedaría por destacar Rában Mauro, abad de Fulda y más tarde arzobispo
de Maguncia (Maguntiae), conocido especialmente por su De rerum naturi, obra
enciclopédica del estilo de las Etimologías de Isidoro de Sevilla.
Como polemista debemos señalar a Abogardo de Lyon, quien atacó los
males más graves de la época con una pluma vivaz y gran capacidad. La poe-
tisa y monja sajona Rosvita Hrotswith nos muestra el papel de la mujer en el
período carolingio y no podemos omitir a Hincmar de Reims, a Lupo de Fe-
rrieres -a quien pertenece uno de los primeros espejos de príncipes {apén-

264
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

dice doc. 61 ) 34- , a Smaragno y al poeta Walafrido Strabo (el bizco), educa-
do en el monasterio de Reichenau que fundara Parmenio, en la isla del lago
Constanza, a pedido de Carlos Martel y que fuera dueño de una de las biblio-
tecas más importantes de la época.
El irlandés Juan Scoto Eriúgena cierra esta extensa lista de intelectuales del
renacimiento carolingio. Respecto de este último -el más original de los filó-
sofos de los comienzos medievales, si no el único- basó sus trabajos en su
conocimiento del griego y su formación neoplatónica a través de Dionisia Areo-
pagita "doce años después de sus escritos sobre la Predestinación, compuso De
divisione naturae, en la que clasifica los objetos en cuatro apariencias, deja entre-
ver el problema de los universales y distingue las distintas partes de la teología.
Tiene el mérito -curioso para su época- de no limitarse a enunciar y trans-
cribir las fuentes, sino que las fundió, las transformó y elaboró un sistema lógi-
co enteramente personal. Su obra influyó enormemente a lo largo de toda la
Edad Media" 35 •
En el aspecto artístico, así como no se distinguieron en la arquitectura, de-
bemos mencionar las escuelas de pintura y muy particularmente la de manus-
critos, que con la trasmisión de este arte celta e irlandés, dieron a luz obras
excelentes en las que se aprecian otras influencias y cuyo" ejemplo más conoci-
do es el evangeliario de Godescalc.
Oigamos finalmente que "este florecimiento cultural de mediados del siglo
IX, fruto de la acción de Carlomagno, cambió la orientación de los espíritus y
motivó el renacimiento de la invención literaria, la renovación de los métodos
de raciocinio y la formación de una verdadera mentalidad cultural. Representó
el resultado de un trabajo lento y colectivo que hubiera podido llegar más lejos
si las circunstancias por las que atravesó el Occidente a fines del siglo IX y durante
el siglo X no lo hubieran impedido" 36 •

34 Se conoce con este nombre la literatura dedicada a mostrar las virtudes que debe tener
un príncipe cristiano. El primer texto de estas características parece ser un párrafo de la
Ciudad de Dios de San Agustín.
35 Bousssard,J. op. cit., p. 163.
36 ldem, p. 156.

265
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Toda esta obra se vio truncada en su apogeo por las invasiones normandas
y la consecuente anarquía del siglo X, pero duró lo suficiente para constituir
una etapa decisiva entre la Antigüedad y el Medioevo, señalando el camino al
gran movimiento humanista medieval y renacentista.

El desmembramiento del Imperio carolingio .

Carlomagno se preocupó por la sucesión y en el 8 t 3, en una asamblea gene-


ral convocada en Aquisgrán, asoció al trono a su hijo Ludovico (Hludowicus)
apodado pío o piadoso. Allí mismo le aclaró los objetivos de gobierno al decir-
le: "El puesto a que Dios te eleva te obliga a respetar cada vez más su poder. Al
encumbrarte a emperador, te conviertes en defensor de la Iglesia y debes pro-
tegerla contra los impíos y los malos. Tienes hermanas, hermanos y deudos de
tierna ·edad, a quienes debes amar y sostener. Honra a los obispos como a tus
padres, ama a los pueblos como a hijos; no temas emplear contra los malos y los
sediciosos la autoridad que te es confiada. Tengan en tí un protector los mo-
nasterios y los pobres. Elige jueces y gobernantes poseídos del temor de Dios
y que no se dejen corromper con regalos. Cuando haya sido elevado un h9m-
bre a una dignidad, no le despojes ligeramente de ella, y consérvate sin manci-
lla a la faz de Dios y de los hombres".
Carlomagno murió en el 814, a los setenta años de edad. Su fallecimiento
no provocó dificultades por las medidas que él mismo había adoptado. Ludo-
vico Pío fue coronado en Reims (Remi) en el 8 t 6, por el papa Esteban IV y al
año siguiente promulgó la primera constitución imperial: la Ordinatio lmperii,
donde conformaba un Imperio constituido por una serie de reinos autónomos
pero dependientes, según la teoría eclesiástica y teocéntrica del arzobispo
Hincmar de Reims. En esta obra, como en otras muchas del accidentado reina-
do de Ludovico, se aprecia la gran influencia de sus educadores eclesiásticos
como Benito de Aniana, Wala y Adalardo.
La formación teocrática del nuevo emperador, basada en las teorías políticas
de Isidoro de Sevilla, se denotó casi de inmediato en la propia concepción que el
monarca tenía del Imperio, cuando abandonó el título tan afecto a su padre de
rex francorum longobardorum por el significativo de lmperator augustus.
La Ordinatio lmperii establecía también la sucesión imperial y en ella, el
emperador asociaba al trono a su hijo mayor Lotario {Hlotharius), repartiendo

266
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

los reinos semiautónomos de Aquitania y Baviera entre sus otros hijos: Pipino
y Luis, quienes dirigían sus reinos con total independencia, excepto en las re-
laciones exteriores. Si alguno de ellos moría el trono retornaba al emperador,
mientras que si fallecía éste, los leudes elegían a alguno de sus hermanos para
sucederlo.
Esta división del Imperio, en vez de resultar beneficiosa, fue el origen de la
gran cantidad de disturbios que aquí se iniciaron y condujeron a la decadencia
de la dinastía carolingia. La primera medida de Ludovico Pío, influenciada por
su formación teocrática, tuvo lugar en el 822, cuando quiso llevar a cabo una
reforma en todo el Imperio, sobre la cristiana base de la conversión de todos
sus integrantes. Para dar el ejemplo hizo pública confesión de sus faltas -la
Penitencia de Attigny- dislocando aun más el vacilante Imperio y creando en
los leudes la idea de una pérdida de poder por parte del monarca.
Pero el hecho más importante de su reinado, y quizás el más nefasto, fue su
nuevo matrimonio -tras la muerte de su mujer- con Judith de Baviera; ésta
ejerció notable influencia sobre el emperador, enemistándolo con los leudes y
eclesiás.ticos de la corte que pretendían seguir dirigiéndolo. La cuestión se com-
plicó aun más en el 823, cuando de este matrimonio nació Carlos (Karolus),
apodado el calvo.
Los años siguientes del reinado de Ludovico estuvieron signados por las luchas
entre sus hijos para evitar ser desposeídos por Carlos y la permanente interven-
ción del clero, que deseaba instaurar en toda su intensidad el imperio teocráti-
co concebido por los eclesiásticos que rodeaban al emperador. Las ventajas,
que por influencia de Judith, otorgó a Carlos, enemistaron a Ludovico con sus
restantes hijos, y éstos se coaligaron en el 833 y con el apoyo del papa Grega-
rio IV marcharon contra su padre, que fue derrotado cerca de Colmar y de-
puesto por el arzobispo de Reims, quien creía defender así la integridad de la
Cristiandad. Por vez primera un emperador fue depuesto por sus leudes y con
apoyo del clero.
Al año siguiente Luis y Pipino, preocupados por el poder cada vez mayor
que iba adquiriendo, sublevaron contra Lotario a sus propios leudes, lo obliga-
ron a libertar a su padre y colaboraron en la nueva coronación de éste. Con
Ludovico regresó a la corte Judith y los últimos años de vida del emperador
estuvieron dedicados a beneficiar a Carlos el calvo, que, a la muerte de Pipino,
fue designado rey de Aquitania.

267
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Ludovico Pío murió en el 840 en una isla del Rhin cuando regresaba de com-
batir a su hijo en Baviera y, de inmediato, se reiniciaron con mayores bríos las
luchas entre sus descendientes que condujeron a la destrucción de la dinastía.
"En los últimos años y durante el reinado de sus hijos, el Imperio de Ludovi-
co Pío, sometido primero a uno y después a otro esquema divisorio, mostró
con una claridad cada vez mayor las distintas partes que lo componían. Las
diferencias lingüísticas se hicieron más visibles. Las lenguas vernáculas de los
francos orientales y occidentales, por ejemplo, se habían desarrollado, a lo lar-
go de líneas muy diferentes, hacia los modernos alemán y francés, como puede
verse en los juramentos cambiados entre Carlos el calvo y Luis el germánico en
Estrasburgo, en febrero del 842 y conservados por el historiador Nithard en su
historia de los hijos de Ludovico Pío" 37 •
Las acciones comenzaron, a la muerte de Ludovico, por obra de Lotario
que exigió para sí el uso del título imperial; medida que movió a una alianza
entre Carlos y Luis contra él, derrotándolo en Fontenoy en Puisave, en el
841. Al año siguiente ambos hermanos se juraron asistencia en Estrasburgo,
iniciándose así, con la intervención del clero, las negociaciones que culmina-
ron con el tratado de Verdún, en agosto del 843 (apéndice doc. 64). Por este
tratado recibió Luis, apodado el germánico la Francia Orientalis; Carlos, el
calvo, la Francia Occidentalis y Lotario un territorio intermedio de extraña
configuración que comprendiendo Roma y Aquisgrán "serpenteaba entre las
posesiones de sus hermanos", no permitiéndole adquirir demasiada fuerza.
Estas tierras fueron posteriormente conocidas como Lotharingia (Lothrin-
gen) y crearon uno de los más importantes cassus belli del Occidente a tra-
vés de toda su historia 38 .
"En la época carolingia, sin duda, durante tanto tiempo como el Imperio
permaneció unido, el emperador fue mirado siempre como representante del
principio de unidad y jefe de toda la sociedad. Pero con la división de la heren-
cia carolingia entre los hijos de Luis, dejó de ser éste el caso, y en adelante fue
el episcopado el que se convirtió en guardián de la unidad imperial y en árbitro
y juez entre los príncipes rivales. El principal sostenedor de esta tendencia en

37 Wallace Haldrill,J. M. El oeste bárbaro, Bs.As., EUDEBA, 1966, p. 177.


38 Tal es el origen de la Lorena o de la región de Alsacia-Lorena.

268
LA EUROPA DE (ARLOMAGNO

la segunda mitad del siglo IX fue el gran metropolitano del reino franco occi-
dental, Hincmar de Reims, campeón formidable de los derechos de la Iglesia
contra los poderes seculares, y de la causa de la paz y unidad del lmperio"39 . El
propio Carlos el calvo, en el 870, en el tratado de Meersen, dejó claramente
establecido de donde provenía su poder (apéndice doc. 65).
La decadencia de la familia carolingia-dueña patrimonial, según la menta-
lidad medieval, del Imperio- desalentó en gran medida la propia idea imperial
y fueron solamente los eclesiásticos quienes se mantuvieron firmes en su defen-
sa¡ estableciendo el papa Juan VIII (lohannes) que la promulgación del empe-
rador debía realizarse por obra del pontífice. Además, la fragmentación feudal
se fue acrecentando cada vez más en la Francia occidentalis y durante los últi-
mos carolingios encontramos ya más de ciento sesenta condados de diferentes
dimensiones e importancia, cuyos señores heredaban sus posesiones desde va-
rias generaciones atrás, apoderándose de las rentas públicas y reclutando hom-
bres para su defensa; elementos que les fueron confiriendo un poder superior a
los decadentes sucesores de Carlomagno. Entre estos señoríos podemos seña-
lar a moc;lo de ejemplo Borgoña, Aquitania, T olosa, Blois, Rosellón, T urena,
Boulogne, Auvernia, Angulema, Anjou, Gascuña, Potiers, Valois, Urgel, Cha-
lons, Limoges, Narbona, Reims, Soissons, Montpellier.
La decadencia de los carolingios se aprecia claramente en el último descen-
diente directo de Carlomagno, Carlos 111 el gordo, quien fue abandonado por
sus vasallos y atacado por los normandos. De él narran los anales reales que "era
un espectáculo lastimoso y propio para demostrar la nada de las cosas humanas
ver a aquel Carlos, sobre quien la fortuna había amontonado sin combates ni
peligros tantos reinos, que no cedía a ningún monarca después de Carlomag-
no, en dignidad, poder y riqueza, presentado por la suerte como el vivo ejem-
plo de la fragilidad humana, quitándole de repente y con ignominia las prospe-
ridades con que le había colmado sin tasa. Caído desde el trono en la indigencia,
reducido a proveer a sus nec_esidades de ~ada día, suplicó a Arnulfo que l~ con-
cediera con qué vivir, y obtuvo algunas rentas en Alemania para su sustento.
Carlos murió algunos días antes de los idus de enero, y fue sepultado en el
monasterio de Reichenau; príncipe cristianísimo, temeroso de Dios y guarda-

39 Dawson, Ch. op. cit., p. 339.

269
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

ron en el fondo de su corazón los mandamientos de la Iglesia, fue liberal de


limosnas y ocupóse de continuo en oraciones y salmos; por eso todo aconteció
según su deseo [ ... ]".
Arnulfo se sublevó en Carintia (Carentaniae) obligando a Carlos el gordo a
abdicar en el 887. Este murió en el 888 y con él se rompió definitivamente la
unidad carolingia, originándose seis reinos independientes: Germania, Fran-
cia, Provenza, Borgoña, Lorena e Italia; de ellos únicamente Arnulfo, que fue
coronado rey de Germania, tenía sangre carolingia y en línea bastarda. Pronto
el título imperial fue disputado por duques italianos como Guido de Spoleto y
Berenguer de Friul. Los francos elevaron al trono a Eudes, duque de París, y los
obispos dieron su conformidad. La secesión fue total. Los leudes colocaban
monarcas a su antojo y un cronista escribió: "cayó sobre Europa una cosecha
de muchos reyezuelos". Fue entonces cuando los leudes francos se congre
garon en la asamblea de Noyón, en el 987, y dejando de lado al último descen-
diente carolingio, proclamaron a uno de ellos como rey. Así ascendió al tro-
no de Francia (Franciae) el conde de París y Orleáns (Aurelianum), Hugo
(Hugues), conocido como capeto 40 . "Con su acceso al trono comenzaba una
nueva dinastía que iba a durar setecientos años, asumiendo la hegemonía de
Europa" 41 : los Capetos (Capétiens).
Con este acontecimiento la herencia imperial se trasladó a Germania, don-
de se produjo un vacío -del 891 al 962- durante el cual Occidente nueva-
mente no tuvo emperador.

La renovatio o renacimiento ottoniano

En Germania también tuvo lugar un proceso de disgregación en feudos


similar al de Francia, pero la monarquía evitó caer en manos de los señores
feudales, al obtener el apoyo del clero noble. Este acercamiento provocado
favoreció la consolidación transitoria de la familia de los Lindolfos u Otones
(Ottonis).

40 Por la capa que utilizaba en su carácter de abad laico del monasterio de San Martín.
41 Pirenne, H. op. cit., p. 105. Para la fórmula de juramento de sus reyes véase apéndice
doc. 77 y el acta de consagración, doc. 78.

270
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

Durante el reinado de Luis 111 se produjo la separación definitiva de Germa-


nia del radio de influencia del Imperio carolingio y el reino quedó librado al
clarividente criterio de los tutores del joven monarca germano. Otto, arzobis-
po de Maguncia (Moguntiacum) y Otto, duque de Sajonia, quienes actuaron
como regentes, pese a que permitieron el engrandecimiento de los nobles for-
tificados ante las invasiones húngaras, defendieron valerosamente la figura real.
Gerrnania -conocida desde entonces corno Regnum Teutonicum- esta-
ba integrada fundamentalmente por cinco grandes ducados: Sajonia (Saxoniae),
en el norte, cerca de las tierras danesas, era la patria de los Lindolfos desde la
investidura que recibieron de Ludovico Pío; Baviera (Bavariae), cuyos duques
se consideraban defensores de la Germania por su cercanía con los húngaros.
Entre el Rhin y el Danubio se encontraba la Suabia (Suaviae) o Alemania (Ala-
mannia) propiamente dicha y en los límites con los francos occidentales la Fran-
conia, disputada entre corradinos y bambergenses, lucha que concluyó en el
911 con la coronación del jefe de los primeros Conrado I (Conradus y luego
Konrad) corno rey de Germanía. Finalmente, entre el Mosa y el Mosela, estaba
la Lotharingia (Lothringen) o Lorena, oscilante entre Francia y Alemania.
A la muerte de Conrado I fue coronado el primer monarca sajón, Enrique I
(Heinricus, luego Heinrich), apodado el pajarero. Este fue proclarn,ado en la
asamblea de Fritzlar de acuerdo con las tradiciones germánicas mediante el
alzamiento de la mano de sus pares. Enrique I se.negó a ser coronado y se limitó
a considerarse el jefe nominal de la nobleza.
El tiempo de las treguas, en su lucha contra los húngaros, fue utilizado para
mejorar la administración interna y consolidar el poder de los Lindolfos. Uno
de sus mayores éxitos en tal sentido fue el casamiento de su hijo Otto con la
hija del rey de Inglaterra. A su muerte, en el 936, fue coronado rey de Gerrna-
nia su hijo Otto I, quien desde su primera medida de gobierno señaló la con-
cepción imperial que-iba a caracterizar su reinado. Se hizo coronar en Aquis-
grán, de acuerdo con el ceremonial carolingio, de manos del arzobispo de
Maguncia, de quien su padre se había negado a recibir la corona.
Todos los duques renovaron su juramento de fidelidad al nuevo monarca,
de sólo veinticuatro años, y Otto con acertado criterio los convirtió en altos
dignatarios de la corte. El duque de Lorena se convirtió en mayordomo de
palacio, el de Franconia fue senescal y el de Suabia copero mayor, mientras que
el duque de Baviera era nombrado mariscal del rey. De este modo los iguales de
Enrique el pajarero fueron convertidos en funcionarios reales. El mismo mo-

271
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

. narca "cree haber resucitado en su persona el imperio de Carlomagno y proce-


de en consecuencia. Su actividad se proyectó en tres direcciones principales:
proteger la Iglesia y propagar la fe, asegurar la continuidad imperial de la casa
de Sajonia y llegar a una inteligencia con Bizancio"42 . Para ello casó a su hijo
con la princesa Theófanos de Constantinopla, señalando la política peninsular
de sus sucesores y de la dinastía Hohenstaufer o más sencillamente Staufer.
La segunda gran medida política de Otto 1 fue ampararse en el clero nobilia-
rio y para ello hizo nombrar a su propio hijo Guillermo como arzobispo de
Maguncia y al otro, Bruno, arzobispo de Colonia (Colonia Agripina, luego
Koln). Así "los obispos van a convertirse en gobernadores. Otto los considera
más desde este punto de vista laico que desde el punto de vista espiritual. Po-
dría decirse que lo que distinguió su política de la de los carolingios es que
éstos clericalizaron el Estado, mientras que él laicizó la lglesia" 43 •
Mediante este proceso de apoyo eclesiástico "los prelados fueron recibien-
do cada vez más propiedades territoriales; pero sobre todo fueron cada vez más
investidos con derechos de soberanía real, como la cobranza de aduanas, la
acuñación de moneda y derechos de mercado, hasta alcanzar una gran exten-
sión; cosa tanto más importante cuanto que los obispos lograron con ello una
participación esencial en la creciente vida económica de sus sedes urbanas"44 •
Otto I se distinguió también por su política tendiente a la evangelización
de los pueblos eslavos; él "franquea la frontera carolingia del Elba y la del
Saale y abre las puertas de la Europa eslava al germanismo" 45 . La trascenden-
cia de su reinado se apreciaba principalmente en las visitas que recibía en su
corte, donde se alternaban las embajadas de Constantinopla, Kiev y del jali-
fato de Córdoba junto a las de Francia e Inglaterra; ya en su época se le llamó
Otto el grande.
Su hijo Otto 11, presumiblemente por influencia de su mujer "griega", mar-
chó hacia la península itálica con intención de obtener del sur la dote de su

42 Lacarra, J. M. Historia de la Edad Media, Barcelona, Montaner y Simón, 1969, p. 521.


43 Pirenne, H. op. cit., p. 101.
44 Hampe, C. La Alta Edad Media occidental, en Goetz, W. Historia universal, Madrid, Espasa
Calpe, 1950, t. III, p. 365.
45 Genicot, L. El espíritu de la Edad Media, Barcelona, Noguer, 1963, p. 125.

272
LA EUROPA DE CARLOMAGNO

esposa y luego lanzarse contra los sarracenos (sarrazins). En el 982 ocupó


Nápoles, Salerno y T arento; pero auxiliados los "bizantinos" por los propios
árabes, fue seriamente derrotado en el 982, debiendo escaparse para no caer
prisionero. Cuando quiso vengarse de la derrota, regresó a la península, pero el
clima mediterráneo, sumamente duro para los sajones, terminó con su vida en
el 983, dejando un hijo de sólo tres años de edad.
El período de la minoría de Otto III fue trágico, porque al no estar regla-
mentada la regencia, ésta pasó por varias manos según los intereses familiares o
personales cercanos al monarca. A partir de su mayoría de edad Otto 111 gober-
nó sólo seis años y fue el producto de las "más estupendas contradicciones a
que le llevaba su carácter soñador y místico" 46 • Su formación eclesiástica, y con
notorias tendencias "romano-orientales", le llevó a considerar por lema Reno-
vatio lmperii Romanorum y para llevarlo a la práctica se trasladó a Roma y
desde su palacio del Aventino legisló para todo el Imperio, sin hacer distinción
entre germanos e itálicos. Una sola cancillería se ocupaba de todos los asuntos
con un solemne ceremonial, con funcionarios de títulos pomposos, inspirado
fundamentalmente en la corte de Constantinopla.
En el 999 Otto IIl consumó su obra de reforma del Pontificado, a la muer-
te de Gregario V (Bruno de Carintia), cuando hizo designar para ocupar la
sede pontificia a su maestro Gerbert de Aurillac (Girbertus), coronado como
Silvestre 11 (Silvester) 47 • Fue el primer papa francés y desde la cátedra se de-
dicó a llevar a la práctica las teorías imperiales que inculcara a su joven discí-
pulo, el emperador. "Fue Gerberto quien le enseñó que el Occidente y no
Bizancio era el verdadero heredero de la tradición romana y quien le inspiró
el deseo de recuperar su antigua herencia: que no se piense en Italia que sólo
Grecia puede jactarse del poderío romano y de la filosofía del emperador. ¡El
Imperio romano es nuestro y bien nuestro! Su poderío reside en la fructífera
Italia, en las populosas Galia y Alemania y en los valientes reinos de los esci-

46 Lacarra, J. M. op. cit., p. 526.


47 De él se decía que "era el personaje más sabio e inteligente de su época". Dominaba
todos los conocimientos y hablaba y escribía árabe. En Reims fundó una importante
escuela catedralicia y él mismo comentaba a un amigo: "sabes con cuánto ardor busco
libros en todas partes".

273
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

tas. Tú eres nuestro Augusto, oh César emperador de los romanos, quien por
provenir de la más noble sangre de Grecia sobrepasa a los griegos en poder,
domina a los romanos por derecho de herencia y aventaja a ambos en sabidu-
ria y elocuencia"48 .
Pero el 16 de febrero del 1001 el mismo Otto 111 debió abandonar Roma
ante las luchas de las facciones locales que se le habían rebelado y falleció un
año después, sin sucesión y sin haber visto cumplidos sus sueños de la restaura-
ción imperial. Un año más tarde murió Silvestre 11.

48 Lettres de Gerbert, Havet, 187, p. 173.

274
CAPITULO XV
LA SOCIEDAD FEUDAL

Los constitutivos del sistema feudal: vasallaje y beneficio

El concepto de feudalismo es difícil de precisar porque pretende abarcar un


sistema muy complejo mencionando sólo uno de los elementos que entraron
en su composición: el feudo.
Cabe señalar que ni los pueblos germanos, ni los indígenas romanizados,
partían de experiencia alguna que les permitiera concebir con claridad las razo-
nes por las que debían obedecer a un rey en los nuevos espacios políticos que
se fueron organizando.
Entre la experiencia política tribal de los germanos y la concepción imperial
romana no había nada en medio. Es erróneo decir que el feudalismo reconstru-
yó o salvó las unidades políticas existentes, sino que, a través de un lento y
complejo proceso histórico, dio lugar a nuevas formas de agrupamiento políti-
co y coexistencia. El feudalismo no fragmentó a Europa, sino que trató de su-
perar la fragmentación cuando la anterior forma de unión ya no era válida.
Características típicas de esta sociedad feudal fueron: desarrollo considerable

275
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

de los vínculos de dependencia entre los hombres; fraccionamiento extraordi-


nario del derecho de propiedad; jerarquía de derechos sobre la tierra que se
derivaban de ese mismo fraccionamiento, y, finalmente, división del poder
público que creó en cada zona una jerarquía de poderes autónomos.
Un autor define al feudalismo como "un conjunto de instituciones que crean
y rigen obligaciones de obediencia y servicio -principalmente militar- por
parte de un hombre libre, llamado vasallo hacia un hombre libre llamado señor
y obligaciones de protección y sostenimiento por parte del señor con respecto
del vasallo, dándose el caso de que la obligación de sostenimiento tuviera la
mayoría de las veces como efecto de la concesión por parte del señor al vasallo
de un bien llamado feudo" 1•
Los orígenes de las instituciones feudo-vasalláticas deben estudiarse en la
zona franco-occidental, que es donde se han producido con mayor intensidad.
El vasallaje habría surgido de la simple necesidad de protección, por parte de la
mayoría de los pobladores de una zona, pedida al poderoso del lugar, ante los
peligros externos representados por normandos y sarracenos, y los internos por
la presencia de salteadores de caminos.
El término feudo parece provenir de la palabra franca fehu-od, cuya primera
parte significa riqueza mueble y la segunda era signo de bien. Se trataría así de
un bien mueble de valor. Concepto distinto es el de beneficio. En caso de con-
ceder el señor al vasallo algún tipo de bienes en tierras los denominaba tenencia,
entendiéndose por tal en su acepción romana, y según un especialista "una tie-
rra cuyo propietario concede a una persona llamada tenedor, el uso y disfrute
durante un largo período de tiempo, de tal manera que el tenedor ejerza sobre
la tierra un poder inmediato y directo"2 . La costumbre de las tenencias estaba
muy extendida en la monarquía franca y las parcelas eran llamadas mansus
(manso) de los grandes dominios (villae). La tenencia se solía dar a cambio de
ciertas rentas fijas llamadas census.
Antes del ascenso de Carlomagno al poder, o sea en el período llamado
merovingio, se conoció el vasallaje entre señores y vasallos que recurrían a su

Ganshoff, F. El feudalismo, Barcelona, Ariel, 1963, p. 21.


2 ldem, p. 83.

276
LA SOCIEDAD FEUDAL

protección y, aparte, tenemos ejemplos de entrega de tierras en tenencia por


un censo mínimo y en algunos casos en beneficio.

Orígenes y evolución del feudo

Respecto de su origen nos debemos remontar hasta los guerreros germanos


que se sometían voluntariamente al servicio de un jefe y combatían por él en
estrecha unión a su persona.Tales los antrusiones o comitatus, hombres libres
al servicio de los reyes francos, y los optimates o gasindus, miembros del sé-
quito armado del rey; poderosos los primeros, de cualquier condición social los
segundos. Todos ellos estaban subordinados al rey de por vida para su servicio.
Luego surgió el término vassus (vasallo), derivado de la palabra céltica gwas,
que significa muchacho joven servido; de él habría derivado vasallus o gwas-
sawl. Al principio el término se refería a los esclavos, pero a partir del siglo VII
lo encontramos referido a hombres libres.
Sabemos de la necesidad que tuvo Carlos Martel para obtener soldados, que
lo obligó a multiplicar el número de sus vasallos para asegurar hombres para la
lucha.También les dieron tierras con el fin de permitirles se presentaran al campo
de batalla con el armamento de guerra completo. El mismo Carlos, para equi-
par a sus tropas, debió recurrir en varias oportunidades a usurpaciones de bie-
nes eclesiásticos, más considerando que la Iglesia franca detentaba una riqueza
inmensa.
Este hecho condujo a la necesidad de reglamentar la situación y en sendos
concilios reunidos en 743 y 744 en Estinnes, Hainaut y Soissons se dispuso
devolver de derecho los bienes eclesiásticos, aunque de hecho los peligros
exteriores impidieron retirarlos a los guerreros que los ocupaban. Así se re-
solvió que el mayordomo de palacio retuviera los bienes y los concediera en
beneficio vitalicio a aquellos vasallos que ya los ocupaban, y si a la muerte del
vasallo la situación se mantenía en igual necesidad de guerreros, el mayordo-
mo tendría el derecho de volver a conceder el bien en beneficio a otro de sus
vasallos. Pero a efectos de reconocer el derecho de propiedad de la Iglesia
sobre dichos bienes se decidió que el bien del mayordomo tenido en benefi-
cio por el vasallo, sería considerado a la vez tenido por el vasallo en precario
respecto de la Iglesia a la que el bien pertenecía, y a título de tal, el ocupante
debía pagar un censo a la Iglesia establecido en la carta de precario. Para

277
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

conceder a la Iglesia franca una compensación supletoria Pipino 111 obligó a


todos los habitantes del reino a pagar un diezmo -décima parte de los pro-
ductos de la tierra- a la Iglesia.
A principios del siglo VII, no sólo los eclesiásticos, sino todos los grandes
señores, habían concedido con largueza beneficios a gran número de vasallos,
con lo cual la relación entre beneficio y vasallaje se dio de hecho y era una
práctica normal después del reinado de Carlomagno. Esto trajo aparejado que
el vassus dejara de ser miembro de una clase social inferior, pues fueron atraí-
dos por la Iglesia al vasallaje grandes señores y con el tiempo el mismo pasó a
ser considerado como un honor de servicio y se hizo tan generalizado entre los
agentes del poder público que se crearon verdaderas cadenas interrelacionadas
de vasallaje, en las cuales un vasallo tenía a su vez subvasallos.
Un medievalista expresa que nunca se insistirá lo suficiente en el hecho de
que los vasallos agraciados con beneficios de cierta extensión aceptaron a su
vez normalmente vasallos propios, muy a menudo, sin duda, por el propio de-
seo del señor al que estaban obligados a servir con un determinado número de
guerreros.
A partir del siglo IX encontramos en muchas ocasiones el término miles para
designar al vasallo, circunstancia que permite señalar el carácter militar que va
adquiriendo la institución.
La extraordinaria difusión del vasallaje a partir de Carlomagno se explica
por la misma tendencia real de aumentar su autoridad, ampliando el número de
sus vassus y obligando a todos los agentes a prestarle homenaje como tales.
Como reacción, los mismos leudes, para hacerse a su vez fuertes frente al empe-
rador, multiplicaron el número de sus correspondientes vasallos. "El vasallaje
aparece como una necesidad del Estado, como un modo de lograr que la auto-
ridad del rey llegue a todos los extremos de un reino tan extenso y de una es-
tructura política tan rudimentaria" 3• Los vasallos del rey pertenecían a una ca-
tegoría superior y generalmente eran mantenidos por el monarca en el mismo
palacio y burdamente llamados por los celosos cronistas de la época como
pauperiores vassus o vasallos pobres.

3 Lacarra, J. M. Historia de la Edad Media, Barcelona, Montaner y Simón, 1969, p. 528.

278
LA. SOCIEDAD FEUDAL

La política carolingia fue extender los vasallos reales (vassi dominici) y ra-
dicarlos en toda la extensión de sus dominios, formando verdaderas colonias
militares en los territorios recientemente conquistados. A partir del siglo IX los
vasallos reales debían jurar en manos de los condes o de los enviados imperiales
(missi dominici) como forma de asegurar su fidelidad. No debemos omitir la
importancia religiosa del juramento en todo el Medioevo (apéndice doc. 60).
El vasallaje se realizaba por medio de la recomendación consistente en co-
locar las manos en las del señor a cuyo servicio se entraba. En la crónica de la
investidura del rey danés Harald ante Ludovico Pío -826- se narra: "apenas
juntó las manos se entregó voluntariamente al rey[ ... ], y el mismo emperador
recibió estas manos en sus honorables manos". En tiempos posteriores, cuando
comenzó a fracasar el cumplimiento del servicio, se agregó el juramento de
fidelidad, cuya violación era un grave pecado. Este hecho nos aporta una clara
idea del temor de los reyes medievales -inseguros de su poder- de no ser
obedecidos, o como ellos dirían, bien servidos.
Carlomagno obligó, en el 802, a todos sus vasallos a jurarle fidelidad en estos
términos: "Juramento por el que prometo ser fiel al señor Carlos, el muy piado-
so emperador, hijo del rey Pipino y de Bertrada, como un vasallo lo debe ser
por derecho a su señor, para el mantenimiento de su reino y de su derecho. Y
mantendré y deseo mantener este juramento que he jurado en la medida en que
sé y comprendo, desde este momento a partir de hoy, si me ayudan Dios crea-
dor del cielo y de la tierra y estas reliquias de santos"4 • En principio y legalmen-
te el vasallaje era libre por ambas partes y nadie estaba obligado a entrar al
servicio de un señor, y menos de determinado leude, pero en el 847 por el edicto
de Meersen (apéndice doc. 65) se obligaba a todo vasallo a elegir un señor.
En el 875 el emperador Carlos el calvo (Charles 11 le chauve) pretendió
añadir a sus Estados los de su fallecido hermano Luis el germánico. Para obte-
ner el apoyo de sus hombres reunió una asamblea en Quierzy en la que se apro-
bó como legal la herencia de los feudos (apéndice doc. 66). Pese a que las re-
laciones feudo-vasalláticas no fueron hereditarias con anterioridad, hacia mitad
del siglo IX, al menos en Francia, era común que lo fuesen de hecho.

4 Cit. Ganshoff, F. op. cit., p. 56.

279
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

El contrato feudal: deberes y derechos de las partes

El vasallaje de un señor se hacía por medio de un contrato, al principio ver-


bal y conforme a un ritual establecido. El vínculo vasallático derivaba de un
acto solemne que implicaba tres tiempos: el homenaje, la fe y la investidura.
Por el homenaje, el vasallo, en una actitud humilde, uniendo sus manos en las
del señor, declara públicamente en la sede del feudo dominante que se convier-
te en hombre del señor. Este recibe el homenaje, levanta a su vasallo y le da un
ósculo o beso. La fe consiste en el juramento de fidelidad practicado sobre el
Evangelio o sobre las reliquias, frecuentemente con el agregado de oraciones.
La investidura, que sigue al homenaje y a la fe, es la entrega al vasallo de un
objeto que simboliza el feudo. Por ella se afirmaba que el vasallo era vestido
con el feudo; por el hecho de esta investidura el vasallo adquiría un derecho y
quedaba jurídicamente protegido contra las perturbaciones provocadas por otros
(apéndice doc. 68 y 69).
Un cronista describe la ceremonia del homenaje indicando que "el vasallo
arrodillado, con la cabeza desnuda y sin armas, pone sus manos juntas entre las
del señor y se declara su hombre, él jura fidelidad ante los evangelios o sobre
las reliquias. A continuación el señor entrega al vasallo un bastón, una lanza,
una bandera u otro objeto que simboliza el feudo que le daba como contrapar-
tida a su fidelidad".
Como consecuencia del homenaje el vasallo debía a su señor primeramente
la fidelitas (fidelidad) y luego el consilium (consejo y ayuda). Este se entendía
especialmente como el servitium, típicamente militar, y era la parte esencial de
todo contrato de vasallaje. Algunos vasallos debían prestar además servicios
personales, mientras que otros sólo tenían la obligación de concurrir con una
cantidad previamente estipulada de subvasallos a las convocatorias del señor.
También existía el deber del estage 5 o servicio militar consistente en la guardia
en el castillo del señor. Se conocen casos en que este servicio fue reemplazado
por una contribución pecuniaria, el scutagium.
El consilium se ejercitaba en las asambleas convocadas por el señor, cuando
necesitaba la opinión de sus vasallos sobre problemas comunes. Una de las ta-

5 De stagiurn = custodia.

280
lA SOCIEDAD FEUDAL

reas más importantes de estas asambleas consistía en juzgar las causas someti-
das a dichas cortes6 • El abad Fulbert de Chartres, en el siglo XI, hizo un intere-
sante análisis de estas relaciones feudo-vasalláticas (apéndice doc. 71 ).
En cuanto a los derechos de los vasallos, éstos pueden compendiarse en la
protección recibida en la guerra y la paz. En la primera mediante la defensa de
campos y moradas ante el ataque enemigo albergando en el recinto del castillo
personas y haciendas, rescatando a los prisioneros y procurándoles animales y
objetos de labranza en caso de haberles sido arrebatados; y en tiempos de paz,
justicia, alimento, y vivienda si hubiera carestía. El incumplimiento de los de-
beres de vasallaje por parte de uno de los contratantes constituía el delito de
felonía, que traía aparejada la ruptura del vasallaje y, generalmente, la pérdida
del beneficio. Carlomagno, en una de sus capitulares, reglamentó las ocasiones
en que un vasallo podía abandonar a su señor, pudiendo dar por concluido el
vasallaje: intento de matarlo, golpearlo con bastón, violar a su mujer o cometer
adulterio con ella, violar o seducir a su hija, quitar al vasallo un bien propio,
convertirlo en siervo, perseguirlo con la espada en alto o no haberlo defendido
pudiéndolo hacer. Caso contrario los vínculos de vasallaje concluían con .la
muerte del vasallo o del señor (apéndice doc. 72).
En la época carolingia se había iniciado un nuevo proceso que hacía cada
vez más difícil a los reyes disponer de los beneficios y en el 877, cuando el rey
Luis el tartamudo (Louis le begue) quiso ejercer su derecho sobre ciertos be-
neficios, debió echarse atrás ante una sublevación general de los leudes de su
reino. "Esta disminución de los derechos del señor sobre el beneficio en prove-
cho del vasallo es una consecuencia de la detentación efectiva del beneficio
por parte del vasallo y de su deseo de incluirlo en su patrimonio" 7 • Con el tiem-

6 Cfr. con los rechiamburgi carolinos. A mayor detalle digamos que el señor feudal tenía
derecho de exigir a sus vasallos entre cuarenta a sesenta días de servicio militar, parti-
cipar en las deliberaciones judiciales a favor de su señor, pago puntual de la talla o renta
convenida por el arriendo de las tierras, la prestación e~ el trabajo de las tierras del
señor, el auxilio en el caso de ser apresado para el pago del rescate, el derecho de
mano-muertas que le significaba la herencia de los bienes del vasallo muerto sin here-
deros legítimos y el derecho de caza, veda, albergue y las facultades tributicias en edi-
ficación de puentes, hornos, molinos, etcétera.
7 Ganshoff, F. op. cit., p. 78.

281
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

po, al conceder el beneficio, el señor aseguraba a su vasallo que su hijo, a su


muerte obtendría el mismo beneficio. Hincmar admite como norma que si el
hijo es digno debe recibir el beneficio que poseía su padre, pero esta decisión
no fue reglamentada excepto en el 877, por un decretal de Carlos el calvo; éste
antes de viajar a la península itálica dispuso, con carácter provisorio, que en su
ausencia, en caso de muerte de alguno de sus vasallos, los beneficios pasasen a
los hijos de aquéllos.
Originariamente el vasallo sólo podía usar y gozar del feudo -calculado en
tamaño para la manutención familiar-y apropiarse de sus frutos, sin alterar su
sustancia, ni desmembarlo, ni disminuir su valor, ni alinearlo, o sea, no podía
disponer del feudo; pero el vasallo también se fue librando de estas trabas, excep-
to la que se refiere a la disminución del valor del mismo.
, A partir de la mitad del siglo XI el beneficio se tornó hereditario en línea
masculina directa en Francia y la península itálica y el proceso fue más lento en
tierras germanas, donde hasta la mitad del siglo XII la sucesión en línea colate-
ral fue considerada como un favor y no como un derecho. En cambio, en Ingla-
terra, en el siglo XII, la herencia ya era característica del feudo. Al principio el
señor podía, antes de investir a un vasallo, estipular las condiciones económi-
cas del feudo. El pago exigido se conoció como el relevium y en Francia fue de
práctica fijar dicha remuneración en las rentas acumulables en el feudo en el
trascurso de un año a partir de la fecha de la investidura.
En los primeros tiempos el feudo fue indivisible, pero cuando el vasallo
logró hacerlo hereditario, el paso siguiente fue repartirlo entre sus hijos se-
gún la tradición franco-sálica. La tendencia al reparto debió ser considerable
en Francia y Germania, dada la inmensa cantidad de condados y villas meno-
res que caracterizaron dicha época. También era posible la renuncia al feudo,
que solía ser precedida de la ceremonia de renuncia a la fidelidad, en la cual
el vasallo se desvestía del feudo, entregándolo en manos del señor. A partir
del siglo X, y con carácter excepcional, encontramos feudos heredados por
mujeres, generalizándose esta situación a partir del siglo XIII. La mujer a cau-
sa de "la debilidad de su sexo" debió ser representada, si era casada por el
marido, con lo cual los señores comenzaron a intervenir en la elección del
esposo para sus vasallas.
Debemos destacar que no existe relación entre la concepción del feudo y la
administración de justicia; y en pleno siglo XIII los condes sajones debían reci-
bir del rey una concesión especial para poder ejercer la justicia, que de derecho

282
LA SOCIEDAD FEUDAL

estaba reservada al rey. No obstante existió una jurisdicción feudal aplicada a


las causas que surgían de las relaciones feudo-vasalláticas y de sus efectos.
Por otra parte el poder de los señores y del sistema feudal queda claramente
reflejado si tenemos presente que los mismos reyes, al ser elegidos, debían jurar
proteger los derechos de sus fieles; asílo hicieron Carlos el calvo (876), Bosón
(877), Luis el tartamudo (879) y Eudes (888). De este modo surgieron verdade-
ras dinastías condales, cuyos orígenes casi siempre se remontan a un funciona-
rio carolingio.

Los feudos eclesiásticos

Tampoco la Iglesia escapó a este proceso de feudalización. La designación


de los obispos se realizaba por elección del clero y pueblo y con el beneplácito
del príncipe o señor feudal. Los merovingios comenzaron a presionar sobre el
clero para hacer elegir sus favoritos y los carolingios, considerándose protecto-
res de la Iglesia, otorgaban un diploma conocido como la concessio regia, sin
la cual no era válida la designación episcopal; este derecho fue reconocido
por el mismo papa, que en el 92.1 escribía: "según la antigua costumbre nadie
puede conferir el obispado a un clérigo sino el rey, a quien Dios ha dado el
cetro". Claro que al conferirse similares derechos por el sistema feudal a to-
dos los grandes del reino, tenemos el caso que en Francia sobre setenta y sie-
te diócesis el rey sólo disponía de cuatro arzobispados y unas veinte diócesis,
quedando el resto en manos de sus señores feudales, llegándose en el sur a
hacer hereditario de padres a hijos la designación episcopal o al menos el uso
de las rentas que proporcionaba.
Durante los siglos X y XI fue habitual que grandes señores laicos tuvieran en
el feudo abadías o iglesias, de cuyos dominios percibían las rentas sin cumplir
ninguna función civil, ni menos eclesiástica en éstas. La modificación de este
sistema tuvo lugar con la reforma gregoriana, que analizaremos más adelante
(apéndice doc. 70)
Bien se señala que quien adquiría así el obispado no estaba calificado para ser
obispo ni había recibido órdenes sacras, pero disfrutaba de todas las prerrogati-
vas inherentes al señor de un obispado; administraba sus bienes, ejercitaba el
derecho de justicia y conducía sus vasallos a la guerra. También es importante
hacer notar que el obispo, como vasallo, adquiría una serie de obligaciones con

283
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

su señor, y si no cumplía con ellas perdía su beneficio, o sea en este caso, el uso
del obispado, pero canónicamente no se podía privar a un obispo del cuidado de
su diócesis sino por falta grave y previo dictamen de un sínodo de obispos con
apelación ante la Santa Sede, aunque en esos tiempos no era demasiado difícil
conseguir un sínodo complaciente. Similar actitud se observaba respecto de las
abadías y· es de notar que los abades seculares se preocupaban bien poco por la
vida espiritual de su monasterio, prefiriendo administrar sus bienes y atender las
obligaciones militares que les exigía el vasallaje. Como reacción prontamente se
nombraron abades religiosos juntamente a los laicos y posteriormente estos he-
chos condujeron a la reforma cluniacense y gregoriana.
El tráfico de estos obispados llegó a formas muy escandalosas cuando no sólo
los señores ofrecían las diócesis, sino que los mismos metropolitanos llegaron, en
algunos casos, a entregarlas al mejor postor. El pago era requerido para la consa-
gración episcopal. La intromisión de los laicos agregó a la simonía8 la relajación
de las costumbres, conocida como nicolaísmo, nacida en la entrega de la diócesis
en feudo, con lo cual el titular, generalmente laico, quería estar acompañado de
esposa o concubina y luego dejar la herencia a su descendencia. Así llegamos a
encontrar verdaderas dinastías episcopales, como las de Nantes y Quimper. Ade-
más, si el hijo del obispo no conseguía la ordenación episcopal y su sucesión,
recibía de su padre una cantidad de bienes que, indefectiblemente, eran sustrai-
dos a la silla episcopal. Así, lentamente, las iglesias fueron despojadas de sus ren-
tas. Contra ésto lucharon los monjes cluniacenses.

La pirámide feudal

En cuanto a la conformación estatal -sumamente embrionaria e inadecua-


da- Carlomagno intentó mejorarla, como vimos, obligando a entrar en su
vasallaje a todos los condes y demás funcionarios del palatium. De este modo
los vassi dominici se convirtieron en grandes personajes. Ludovico Pío, aprove-
chando sus relaciones con la Iglesia, amplió este vasallaje a la esfera eclesiásti-
ca, entrando al servicio real muchos obispos y abades; el mismo monarca dis-

8 Venta de oficios eclesiásticos o sacros.

284
LA SOCIEDAD FEUDAL

ponía de la entrega de las diócesis, lo que condujo con el tiempo a la lucha de


las investiduras.
Pero esta política de multiplicación de feudos y vasallajes no culminó--como
quizá lo creyera Carlomagno- en la unificación bajo la autoridad real, sino en
una dispersión total, a partir del 888. Aun más, en muchos casos, el vasallaje fue
un medio de oponerse al mismo monarca para cumplir sus deberes con su señor
directo, quien por distintos intereses se rebelaba contra el rey. Pese a ello "las
relaciones feudo-vasalláticas constituyeron un elemento capital, de resistencia
a la disolución total del Estado"9 . Confirma tal apreciación el hecho que cuan-
do Otto I quiso centralizar la monarquía germana no encontró mejor ni más
fácil camino que obligar a los duques a prestarle vasallaje, creando una verda-
dera pirámide, en cuya cúspide se encontraba la autoridad real. La crónica se-
ñala que los duques "le dieron las manos y le prometieron fidelidad y ayuda
contra sus enemigos".
En la Europa occidental o francesa, en los siglos XII y XIII, el beneficio y el
vasallaje no tuvieron la importancia que en siglos anteriores, pero el proceso se
intensificó en Germania, la que recién se incorporaba a la civilización medie-
val, convirtiéndose en el elemento esencial en la estructura del Imperio recons-
truido por Otto I y la dinastía sajona.
La conquista inglesa de 1066, como veremos, introdujo el feudalismo nor-
mando en dicho país y la reconquista contra los árabes lo llevó a España, mien-
tras los cruzados lo divulgaban por Jerusalén y los principados latinos que esta-
blecieron en el Cercano Oriente. Finalmente desde tierras germanas se propagó
a las naciones eslavas.
Según expresara el medievalista Marc Bloch, "cualquier vasallo podía tener
varios señores, pero nadie podía tener más de un rey, y sólo sobre éste recaía el
carisma de la unción que ningún señor se atrevió a atribuirse. La concesión del
derecho de inmunidad hizo que el señor sustituyese en su feudo el poder públi-
co percibiendo, en su provecho, las cargas públicas, tuviera su propio ejército
y quedaran sus dominios sustraídos al poder del Estado".
Desde el momento en que un señor pudo tener su señorío en feudo de otro,
y éste a su vez, el suyo, de un nuevo señor, se llegó a construir una jerarquía

9 Ganshoff, F. op. cit., p. 89.

285
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

feudal de personas y de señoríos, en cuya cúspide se encontraba el rey: duques,


marqueses, condes, vizcondes, barones, señores vasallos o subvasallos, o sea, la
mencionada pirámide de la sociedad feudaJl 0 •
La descomposición del poder o autoridad real, que estamos analizando, no
fue simultánea en toda la Cristiandad, ni se dio en todas partes con igual inten-
sidad y las mismas características.
Sintetizando, el proceso que condujo al feudalismo como sistema social y
político tiene sus raíces en el bajo Imperio romano, al crecer los latifundios en
número y extensión y al convertirse en el sistema preponderante de la explota-
ción agraria, al multiplicarse y generalizarse los vínculos de dependencia o
encomendación entre unos hombres y otros y al atribuirse los grandes propie-
tarios territoriales poderes dentro de sus territorios. A ello se agrega la costum-
bre germánica de las relaciones personales que determinan la comitiva del rey;
los gardingos o antrustiones, vinculados al rey en forma personal por juramen-
to especial de fidelidad para la prestación de servicios de armas, que muchas
veces fueron recompensados por el monarca con la concesión de tierras reales
(beneficia). También los magnates estaban ligados al rey por una relación es-
pecial: fidelis-regis; todos formaban el Aula Regia. Los magnates también te-
nían su comitiva personal; estableciéndose así una especie de vasallaje y bene-
ficio: las dos instituciones que al fundirse dieron lugar al feudo.
Durante el Medievo "la Iglesia, los municipios, la realeza, se vieron obliga-
dos a adaptarse: las iglesias fueron soberanas y vasallas, las ciudades tuvieron
señores y vasallos, la realeza se ocultó bajo la soberanía feudal. Todas las cosas
eran dadas en feudo; no solamente las tierras, sino hasta ciertos derechos, el
derecho de cortar en los bosques, el derecho de pesca; las iglesias daban en
feudo su beneficio, los derechos de bautismo, los de primera misa de parida. Se
dio en feudo el agua y el dinero ... Los menores hechos de la vida corriente se
convirtieron en materia de feudo" 11 •

10 Para el poder del monarca medieval véase apéndice doc. 79.


11 Guizot, F. Historia de la civilización en Europa, Alianza, Madrid, 1966.

286
LA SOCIEDAD FEUDAL

Las costumbres y formas de vida

"No se comprenderá nunca lo que fue la sociedad medieval si se desconoce


lo que significó la costumbre, es decir, aquel conjunto de usos nacidos de he-
chos concretos que obtenían su fuerza del tiempo, que los consagraba; su diná-
mica es la misma que la de la tradición: se trata de algo admitido por todos,
pero algo vivo, no muerto, siempre susceptible de evolución y nunca sometido
a una volÜnta~fp.articular... Así se establecía la costumbre medieval: los usos se
introducían bajo la presión de las circunstancias; algunos caían en desuso, otros
eran combatidos y todos, finalmente, aceptados o simplemente tolerados por
la soci~d:=_en_ su c~njunto o por un determinado ·grupo;··constituyendo una
costumbre" 12 .
El elemento más característico de la vida medieval es indudablemente el
castillo, convertido en verdadero baluarte del hombre medieval, frente a las
permanentes invasiones a que se encontraba sometido. Por ello resulta muy
feliz la frase que menciona que la Europa medieval se convirtió en una gran
cantidad de islas en medio del desierto y estos castillos reemplazaron, en cierto
sentido urbano, a las ciudades romanas.
El término parece provenir de la palabra latina castellum, con que los roma-
nos denominaban sus pequeñas plazas fuertes. Un historiador describe que "todo
el Occidente se llenó de muros y empalizadas, símbolos visibles de la mortal
angustia en que vivían las gentes. De cada peñasco, de cada elevación, de cada
mota de tierra, surgía una fortaleza en la cual se pudiera uno refugiar y resistir
a los enemigos" 13 . Hubo un verdadero proceso de evolución en la construcción
de los castillos, que comenzaron siendo rudimentarias construcciones de ma-
dera, rodeadas por un foso defensivo, y concluyeron convertidos en verdade-
ras fortalezas de piedra, con comodidades bastante importantes para la época.
Estos eran muy completos en la medida que poseían todo lo necesario para el
abastecimiento de sus habitantes. Generalmente estaban ubicados en un lugar
elevado, que les permitía controlar cuanto ocurría debajo, a su alrededor.

12 Pernoud, Regine. ¿Qué es la Edad Media7, Madrid, Magisterio, 1979, p. 109.


13 Bague, E. Pequeña historia de la humanidad medieval, Barcelona, Aymá, 1953, p. 66.

287
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

El castillo estaba rodeado de un profundo foso -muchas veces lleno de


agua- que sólo podía atravesarse mediante un puente levadizo que se mane-
jaba con vigas y cadenas desde el interior; una vez levantado, éste cubría el
ingreso a manera de puerta de entrada. Se solía reforzar con gruesas traviesas
y, a veces, una reja de hierro, que lo hacía inexpugnable. Traspasada la puerta
se penetraba en un gran patio o primer recinto, donde estaban las construc-
ciones para la servidumbre y los graneros de almacenaje. Allí se refugiaban los
campesinos, en los casos de ataque a la región. En un segundo recinto, a veces
separado por una nueva muralla y un nuevo foso, estaba el gran torreón -só-
lido edificio de planta circular- donde habitaba el señor con su familia. Solía
tener dos o tres pisos, y los subsuelos eran utilizados como calabozos. En este
segundo recinto también estaban la capilla, los depósitos de armas y lascaba-
llerizas. Las habitaciones eran sumamente oscuras, porque en vez de venta-
nas se utilizaban muy estrechas aberturas 14 • La iluminación se lograba por
medio de vasijas de bronce llenas de grasa, en la cual flotaba una cuerda, for-
mando un débil hilo de luz. Una serie de estas vasijas colgaban en las pare-
des, iluminando fugazmente las salas y dándole un tono lúgubre. Sobre la
ancha muralla externa estaba el camino de ronda, por el cual caminaban los
soldados que hacían la guardia (el estage), y tras él se parapetaban, en caso
de ataque a la fortaleza. Los escudos de piedra que sobresalían, protegiendo
a sus defensores, se conocían como merlones y los espacios entre ellos, por
donde se defendían disparando flechas, se denominaban almenas.
El castillo era esencial en la vida feudal y una pieza del mismo nos puede dar
una idea aproximada de su incomodidad para el hombre actual. El piso era de
piedra, las paredes muy altas y lúgubres, con pequeñísimas rendijas a manera
de ventanas; las sillas eran muy grandes y de un roble rústicamente labrado,
igual que las mesas, formando los únicos muebles junto a las altas y enormes
camas.
Internándonos en las casi vacías ciudades medievales nos encontraríamos
con unas pocas casas de piedra, sin ventanas y esparcidas en medio de un sin fin
de verdaderas cabañas. Las calles eran simples senderos sumamente tortuosos y

14 Hay que tener muy claramente presentes las características de la época y no caer en el
error habitual de imaginarnos la vida anterior al siglo XX con los adelantos técnicos de
las últimas décadas' del siglo pasado, como ser: luz eléctrica, gas, radio, etcétera.

288
LA SOCIEDAD FEUDAL

sin pavimentar, pudiéndose casi tocar las paredes de las casas de enfrente, alar-
gando la mano. Una multitud de perros y aves de corral paseaba por las calles
de las ciudades y la suciedad reinaba por doquier.

Las clases sociales o estamentos

Según la mentalidad medieval la estructura que denominamos hoy clases so-


ciales se conocía como estamentos. Cada hombre nacía en uno de ellos y tenía
una misión fija que cumplir en él según le asignara el plan divino, cuya Ciudad de
Dios en la tierra no era más que el reflejo de la ciudad divina en el cielo.
El hombre medieval desconocía el concepto de progreso y no veía interés algu-
no en escalar posiciones sociales, más, cuando estaba convencido de que Dios lo
había hecho nacer para cumplir un papel -dentro de la estructura social- que El
mismo le había fijado. A ello añadamos que, a veces, los puestos que denominaríamos,
peyorativamente, menos destacados en el mundo actual, eran de menor responsa-
bilidad y por ello mayor tranquilidad humana que los restantes.
Los· estamentos se reducían a tres: campesinos, guerreros y clérigos; o en
una expresión muy feliz, "los que aran, los que luchan y los que oran" (apéndice
doc. 84). Una santa germana explicaba claramente esta mentalidad anti progre-
sista en estos términos: "Dios vela cerca de cada hombre porque las clases bajas
no se eleven sobre las altas como lo hicieron en su día Satanás y el primer hom-
bre, que quisieron remontarse por encima de su estado. ¿Y quién es el que guar-
da en un solo establo todo su ganado, los bueyes y los asnos, las ovejas y los
carneros? Si se hiciera así ¡qué revoltillo se armaría! Por eso debemos velar tam-
bién porque el pueblo no aparezca revuelto todo él en un rebaño ... De otro
modo, se produciría una horrorosa depravación de las costumbres y todos se
desgarrarían llevados por el odio mutuo, viendo cómo las clases altas se rebaja-
ban al nivel de las clases bajas y éstas se encumbraban a la altura de aquéllas.
Dios divide a su pueblo sobre la tierra en distintas clases como clasifica a sus
ángeles en el cielo en diversos grupos, en el de los simples ángeles y en el de los
arcángeles ... , en el de los querubines y en de los serafines. Pero Dios los ama a
todos por igual" 15 {apéndice doc. 67 y 81 ).

15 De Santa Hildegarda de Bingen a la abadesa de Andernach. Cit. Migne, Patrologiae La-


tinae, CXCll, col. 336. ·

289
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Un cronista medieval define la prioridad de los guerreros cuando expresa:


"los hombres valerosos trabajan con las armas para aumentar y avanzar su ho-
nor (apéndice doc. 86); el pueblo habla de sus acciones, las recuerda y toma
ejemplo de ellas; los clérigos escriben y registran sus proezas'IJ6 y otro contem-
poráneo describe la posición no tan sufrida de los campesinos, cuando afirma
"los hombres más exentos de males en este tiempo son estos campesinos y es-
tos artesanos que viven en la simplicidad de las viejas costumbres, y estos curas
de las ciudades y de las campiñas que tienen bajo su.cuidado las almas de sus
feligreses, el número de los cuales, gracias a Dios, no es escaso; y otro tanto
puede decirse de estos conventos que permanecen fieles a la regla de su orden
y no poseen grandes riquezas" 17•
"Ni que decir tiene que siempre ha habido individuos que han tratado de
franquear las barreras que les oponían el grupo o la sociedad, pero entonces se
convertían en infractores, como los delicuentes de hoy; y como no existía un
poder público que los castigara, eran rechazados por la sociedad, lo que venía
a ser lo misnio en una época en que resultaba muy difícil vivir aislado" 18 .

l.-tt vid-eragrnria
_En los primeros siglos de la época feudal la selva fue ganando terreno y el
bosque se convirtió -al amparo de los cambios climáticos- en zona de refu-
gio)' límite-:B campesino lo penetró para buscar su alimento y el señor para su
diversión. Los tratados medievales de agricultura con que, desde Carlomágno,
reyes y señores se preocuparon por la explotación racional de sus posesiones
9
rurales, muestran claramente las ventajas qu_e ofrecía al hombre medieval1
. ... ... .
•·· .

16
Froissart. Les Chroniques, prólogo.
17
Wimpfeling. De arte impressoria, 1507. Cit. Bague, E. Pequeña historia de la humanidad medie-
val, Barcelona, Aymá, t 953, pp. 114 y 1 19. Por otra parte, sería interesante preguntarse
si actualmente es más feliz el hombre que vive en una gran'.ciudad, ocupando funciones
de responsabilidad y preocupándose por conservar y hacer fructificar su fortuna o el
pobre campesino de una casi desconocida aldea europea, alejada del "mundanal ruido
de la civilización". Al menos dudaríamos en la respuesta.
18
Pernoud, R. op. cit., p. 109.
19
La capitular De villis, por ejemplo.

290
LA SOCIEDAD FEUDAL

Aparte de la caza, el campesino podía pescar en los lagos y ríos, recoger la miel
de las abejas salvajes para fabricar su apreciado hidromiel. El bosque, además,
le proporcionaba bayas, bellotas, piñas, castañas y otros frutos que servían a su
sustentc:>.y,Jundamentalmente, al de sus múltiples animales domésticos.
En épocas del Imperio romano, como vimos, era importantísimo y muy
conservado el sistema de caminos y consecuentemente los correos y postas,
con cadenas orquestadas cada diez horas y postas para dormir cada veinticinco
kilómetros. Este sistema se fue destruyendo en el Medioevo por las insegurida-
des de las invasiones y paralelamente por la aparición de los asaltantes, en algu-
nos casos bagaudas20 . La misma dificultad de comunicaciones fomentó el al-
macenaje de alimentos en forma excesiva ante el temor de las malas cosechas y
la escasa den~idad_de la población, como la ausencia de centros urbanos impor~
tantes,-éircunstancia que redujo considerablemente el consumo, ya dañado por
la falta de brazos, ocupados en menesteres militares defensivos. Así se llegó al
sistema de autoabastecimiento o economía cerrada, que hemos mencionado.
Cabe agregar que, al trasformarse los impuestos públicos en rentas señoria-
les, se multiplicaron los peajes; ya que cada señor quiso obtener el mayor pro-
vecho posible y ello encareció aun más el precio de las mercancías trasporta-
das, disminuyendo considerablemente el ya escaso comercio.

Los nobles

En cuanto a la nobleza medieval, una princesa bizantina la describe afirmando


que "los condes francos son naturalmente desvergonzados y violentos; codi-
ciosos e inmoderados en todo cuanto desean, y poseen una incontinencia de
len~je mayor que ninguna otra raza human~"21 •
En cuanto a su educación, generalmente, el hijo de un noble era enviado al

___ - -·
ba en las armas y en las costumbres que correspondían a su estamento. Su ins-
---·--
servicio de su señor feudal, donde mientras atendía la mesa de éste, se entrena-

trucción comprendía especialmente "amaestrar un ave de caza, azos, gavilán,

20 Véase el modelo idealizado en los personajes de la novela Robín Hood.


21 Anna Comneno en la crónica conocida como Alexiada, Edic. Universidad de Sevilla.

291
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

halcón; la manera de echarla a volar y llamarla; era entendido en perros de caza;


sabía manejar el arco y cortar un dardo con su cuchillo; sabía jugar a las damas
y al ajedrez; montaba a caballo correctamente y hablaba bien"22 .
La vida del señor feudal, cuando no combatía, trascurría mayormente en la
caza. Este era su deporte favorito, y, según algunos autores, no era un mero
placer, sino una verdadera necesidad debido a la improductividad del suelo,
cubierto de pantanos y bosques.
El señor solía partir con su séquito, rodeado de una importante jauría de
perros y algunos halconeros. La caza se realizaba en los bosques cercanos al
castillo, reservados a la entrada de extraños. La cría y el adiestramiento de los
halcones para la caza era estrictamente supervisada.

La caballería

Otro elemento esencialmente medieval fue la caballería, surgida por el mi-


litarismo de la nobleza y su lucha contra los invasores y modificada por medio
de las cruzadas y su contacto con el Oriente y fundamentalmente encauzada
por obra de la Iglesia, que la convirtió en un acto religioso23 .
La Iglesia y los libros de caballería que se escribieron bajo su patrocinio
-como la obra del mallorquín Raimundo Lullio-, fijaron las virtudes y obli-
gaciones de un caballero medieval (apéndice doc. 82 y 83) 24 dedicado funda-
mentalmente a la defensa de las mujeres, los huérfanos y los desvalidos. De
este modo, a partir del siglo XI, convertirse en caballero implicaba normas
rigurosas y un servicio completo que se iniciaba a los siete años como paje de
un señor. A los catorce se adquiría el carácter de escudero y se acompañaba
al señor en sus campañas y a los veintiuno se encontraba en condiciones de
convertirse, a su vez, en caballero.

22 Le roman de Galeren, comte de Bretagne par le trouvere Renaut. Cit. Bagué, E., op. cit., p. 26.
23 La primera mención a la ceremonia religiosa de investir un caballero pertenece a la época
de Otto 111.
24 Véase Vedel, V. Ideales culturales de la Edad Media, Barcelona, Labor, 1925, 4 vol.

292
LA SOCIEDAD FEUDAL

El ingreso a tal categoría era objeto de una solemne ceremonia religiosa


consistente en la purificación espiritual, el velado de las armas durante toda
una noche y la bendición episcopal, tras la misa matinal y comunión. Final-
mente, el futuro caballero se dirigía ante el señor y juraba defender el honor, la
fe y la justicia, arrodillándose con sus armas ante él y recibiendo el espaldarazo
aplicado con la hoja sobre el hombro derecho, mientras le decía: "En nombre
de Dios te armo caballero".
Pero el caballero más perfecto fue el que entró a formar parte de las órdenes
que la misma Iglesia instituyó, en las cuales se identificaban los votos y forma
de vida de las órdenes monásticas con las características militares de los caba-
lleros. El propio Bernardo de Claraval (Berhardum Clarae-vallis), monje cis-
terciense y árbitro de la Cristiandad en el siglo XII, legisló las reglas de la más
célebre de estas órdenes: la Orden del Temple (Fraternitas pauperi milites
Christi, luego Militiae Templi); cuya fundación tuvo lugar en Palestina, en el
año 1118, por obra de los cruzados Hugues de Payns (Paganis) y Godofredo
de Saint-Omer (apéndice doc. 102).
Junto a los templarios ( templariorum), que se distinguían por un manto blan-
co cruzado por una cruz roja, surgió también en Palestina la orden del Hospital
de San Juan (Frates Hospitalis S. Joannis) fundada por el prior Gerardo y de-
dicada asimismo a la atención de los heridos en la reconquista del Santo Sepul-
cro. Llevaban vestido negro y una cruz blanca de ocho nudos sobre el pecho.
Más adelante se transformará en la Soberana Orden de Malta. En el hospital de
Jerusalén, en Acre, el germano Woldpott fundó la Orden de los Caballeros
Teutónicos (Ordini Sancta Mariae Theutonicorum) con cruz negra sobre
manto blanco. Esta orden, como veremos, adquirió celebridad durante la cru-
zada en Prusia y fue, según la teoría de muchos autores, el origen militarista de
aquella región.
Hacia el siglo XII el provenzal]uan de la Mata, aconsejado por los agustinos
de San Víctor de París, fundó la Orden de la Santísima Trinidad (Ordinis S.S.
Trinitatis de redemptione captivorum o monjes trinitarios), dedicada a la re-
dención de los esclavos cristianos entre los musulmanes. Por su regla de no
montar jamás a caballo, _fueron conocidos como "los frailes del asno" y se carac-
terizaron por la cruz roja y azul sobre el manto blanco. Tarea similar fue con-
cebida en Hispania por el provenzal Pedro Nolasco y con el apoyo del provin-
cial de los dominicos Ramón de Peñafort, fundó, en 1223, la Orden de Nuestra
Señora de la Merced. Estos se caracterizaron por "el hábito blanco con las ar-

293
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

mas de la orden, o sea las barras rojas sobre campo de oro de los condes de
Barcelona y reyes de Aragón y la cruz de la catedral barcelonesa. A los tres
votos de pobreza, castidad y obediencia, los nuevos caballeros de la caridad
añadían la promesa solemne de dejar, en caso necesario, su propia persona como
garantía en poder de los musulmanes" 25 .

Las ceremonias religiosas y las festividades

Cuando nos referimos al Medioevo resulta muy difícil diferenciar las fiestas
y las ceremonias religiosas, pues toda la época estuvo inmersa en un ámbito
religioso y generalmente ambas cosas-muy generalizadas- se identificaban.
No olvidemos que el hombre medieval poseía una fe profunda acentuada por el
ambiente religioso en el que vivía, sin obviar el acento supersticioso de dicha
religión. Es notable la enorme concurrencia a los centros de peregrinación y la
importancia que así fueron adquiriendo algunos centros urbanos ubicados en
las rutas utilizadas.
A los viajes a Roma (romerías) y a los Santos Lugares debemos agregar las de
San Martín de Tours, Santa Fe de Conques, San Miguel de Monte Gárgano y
muy especialmente Santiago de Compostela (campus stellae o más probable-
mente compostile) con la famosa ruta de Santiago26 .
El regreso de las peregrinaciones generalmente se tornaba poco edificante
por la acción de los mercaderes, que aprovechaban considerablemente la aglo-
meración de gentes que estos viajes implicaban. Por otra parte se interpretaba
que Dios actuaba en todos los detalles de la vida medieval, de allí que no han
de extrañarnos las ordalías 27 o juicios de Dios que se extendían por toda la
Cristiandad y consistían en pruebas con agua caliente, hierro candente, agua
helada, o duelos. Algunos clérigos se alzaron contra estos abusos supersticio-
sos pero no pudieron contra el prestigio que habían adquirido; hasta que Luis
IX, el rey santo de Francia, los prohibió, sin por ello lograr éxterminarlos.

25 Bagué, E. op. cit., pp. 180-181.


26 Allí comenzó el popular culto al apóstol lacobus, que según una creencia tradicional
habría llevado el cristianismo a Hispania. Su nombre proviene de San Yago.
27 El término provendría de la palabra alemana urtheil = juicio.

294
LA SOCIEDAD FEUDAL

Respecto de las festividades, "desde que empieza el año religioso en el Ad-


viento hasta que termina en la última dominica de Pentecostés, la vida de la ciu-
dad está señalada por un rosario denso de solemnidades litúrgicas y procesiones
que absorben buena parte del tiempo y centran los anhelos y fervores de los ciu-
dadanos. Los oficios de la Navidad y de Pascua dan cabida a la serie de misterios
que fueron la cuna en que se meció el teatro naciente de los pueblos modernos.
Salían procesiones en las grandes solemnidades religiosas y siempre que un
acontecimiento venturoso o desgraciado justificaba el afán de agradecer o la
necesidad de implorar la ayuda divina: hoy se ha hecho procesión en acción de
gracias por tal victoria, o por la feliz llegada del soberano, o para implorar la
cesación de tal desgracia; todos los días que el rey estuvo en la ciudad se hizo
devota procesión para que Dios le concediera llevar a buen término tal empre-
sa, consignan los dietarios y las crónicas ciudadanas. Celébrase desde finales
del siglo XIII, pocos años después de haber sido instituida la fiesta, la procesión
del Corpus Christi, que pronto se extendió por todas las ciudades del Occiden-
te cristiano (apéndice doc. 114). Aquel día las estrechas calles de la ciudad
medieval se cubrían de menta y de retama y entre casa y casa se tendían tapices
y damascos. A hombros de clérigos con casullas o dalmáticas y sobre unas an-
garillas tapizadas de seda y de flores, descansa el ostensorio, en el cual los or-
febres han empezado a desplegar todos los primores de su arte y que encierra
la Hostia santa"28 •
En el siglo X, coincidiendo con las grandes crisis mencionadas, se multipli-
caron las profecías sobre el fin de los tiempos y la venida del Anticristo29 • Típi-
ca de la época fue la mezcla de fe y violencia, de espiritualidad suma junto a una
sensualidad desenfrenada. El señor feudal imponía su voluntad sobre sus va-
sallos, inclusive por la coacción y otras argucias, lo que no obstaba para que
peregrinara a los Santos Lugares y se entregase a espectaculares penitencias,
haciendo grandes donaciones para la salvación de su alma. El vínculo matrimo-
nial fue repudiado en muchas ocasiones y los mismos reyes y señores repudia-
ban a sus mujeres. Esta libertad de costumbres alcanzaba a todas las clases so-
ciales, incluso a los eclesiásticos. "El problema cardinal de la Edad Media fue el

28 Bagué, E. op. cit., p. 155.


29 Véase Focillón, H. El año mil, Alianza, Madrid, 1968.

295
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

divorcio interior de una época que, de una parte, renegaba del mundo y de otra
lo ambicionaba ardorosamente" 3º.
En el Medioevo también tuvo amplia difusión el teatro, que surgió como
complemento de las festividades de la Iglesia y en un principio trató de dra-
matizar escenas de la vida de Cristo y sus santos. A estos dramas litúrgicos o
misterios se añadieron luego escenas nacionales. Sus representaciones dura-
ban varios días, pues eran muy largas y la acción estaba desarrollada por mu-
chísimos personajes, elegidos entre los habitantes de la ciudad. Más tarde
éstos se agruparon en cofradías y lograron monopolizar los misterios. Más
tarde también aparecieron cofradías de cómicos.

30 Buhler, J. Vida y cultura en la Edad Media, México, F.C.E., 1957.

296
CAPITULO XVI
EL ASALTO A LA CRISTIANDAD

Según la acertada expresión de un autor 1, la Cristiandad sufrió un asedio de


pueblos bárbaros en los siglos IX y X que trastocaron una vez más sus estruc-
turas, aún embrionarias, y conformaron una Europa nueva, caracterizada
fundamentalmente por la incorporación y cristianización de los pueblos in-
vasores.

Los invasores vikingos

La lucha de Carlomagno contra los frisones fue el primer contacto de los


francos con el gran movimiento de pueblos que se estaba operando en la pe-
nínsula escandinava y el propio emperador, consciente del peligro que se ave-
cinaba, prohibió a los vikingos (vikingr) todo acceso a las costas del Impe-
rio, construyendo una marca marítima en Quentovic, mientras negociaba
con el caudillo danés Sigefredo.

Belloc, H. La crisis de nuestra civilización, Bs. As., Sudamericana, 1939.

297
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Estos pueblos, conocidos como vikingr o también llamados normandos 2 ,


estuvieron marginados de la historia europea hasta que la emigración de los
godos facilitó su marcha hacia el sur, completada con la ocupación de la penín-
sula de Jutlandia, cuando anglos y ju tos la abandonaron para lanzarse sobre las
islas Británicas. El proceso de la expansión de los vikingos probablemente co-
menzó con la toma de Dorestad, plaza mercantil frisona, en el 689.
A mitades del siglo IX los normandos se instalaron en las costas del Báltico
pero, por una serie de razones que desconocemos, la expansión adquirió una
dirección distinta, quizás empujada por la necesidad de búsqueda de nuevas
salidas comerciales tendientes a romper el cerrojo del Schleswig-Holstein e
ingresar en la corriente comercial occidental.
"La nave era al mundo escandinavo, lo que el templo griego es al mediterrá-
neo"3 y el perfeccionamiento de las mismas les permitió llevar a la práctica las
increíbles expediciones que protagonizaron. Su técnica naval se fue perfeccio-
nando de acuerdo con las necesidades y los vikingos fueron los primeros en su
época que se dedicaron a la navegación de altura cuando solamente se practi-
caba el cabotaje. También se distinguieron sus campamentos de invierno, co-
nocidos como gyra, que eran verdaderas ciudades circulares amuralladas. Ade-
más de estos campamentos tuvieron ciudades permanentes como es el caso de
Danekirve, en el acceso a la llamada "ruta de los bueyes".
Así como las naves fueron el orgullo de la civilización vikingr, las armas fueron
el orgullo de sus guerreros. Estaban labradas, engastadas con piedras preciosas
y revestidas de metales valiosos que las convertían no sólo en útiles materiales,
sino en verdaderos objetos de arte. Sobresalió la espada de dos filos con empu-
ñadura lujosamente trabajada, que pronto fue negociada por toda Europa. Tam-
bién el hacha fue un arma específicamente nórdica; solía tener una cabeza po-
ligonal con ancho filo cóncavo y largo mango que, prolongando el brazo del
vikingo, le daba una fuerza considerable. El filo era muy agudo y las armas se
completaban con un escudo chato y circular, formado por tres piezas.
Según las tradiciones mitológicas los escandinavos poseyeron sólo tres cla-
ses sociales: jefes, campesinos y esclavos, pero con el tiempo los estratos se

2 Nord-mann = hombre del norte.


3 Durand, F. Los vikingos, Bs. As., EUDEBA, 1967, p. 51.

298
fa ASALTO A LA CRISTIANDAD

fueron complicando. El hombre libre campesino (bondi) poseía el derecho de


llevar armas y formar parte del thing (asamblea), en la que votaba golpeando la
espada contra el escudo. Los vikingos, como los germanos en su primera épo-
ca, se vanagloriaban de no tener jefes, porque todos eran iguales, pero pronto
los thing fueron agrupados originando los holdr -representantes de un poder
central-y lentamente, los bondi fueron incorporándose al mando de un prín-
cipe, originando el feudalismo escandinavo. Estos príncipes surgieron como
caudillos naturales de los thing y convertidos en señores feudales (hotdingiar,
hersir) subordinándose al poder más amplio del konugr, que de jefe de hom-
bres libres se convirtió en rey, y de su hirdh -grupo feudal de vasallos- sur-
gió la corte real. .
Conocieron la escritura por medio de las runas -una especie de alfabeto-,
nacidas probablemente hacia el siglo III de una deformación del latín y el griego
a través de los godos llegados del Mar Negro. Sus obras literarias, que mejor lla-
maríamos crónicas de hechos, llevaban el nombre de sagas y se trasmitían en forma
oral por los skald (escaldos) que viajaban por las cortes narrando las leyendas de
los vikingos.
En el aspecto religioso la sagrada arboleda de Upsala, la más grande en el
norte, contenía una imagen de madera de Odhín, el dios de la guerra. Cada
noveno año los habitantes se congregaban para traer sacrificios, y la fiesta du-
raba nueve días. En estas ocasiones solían sacrificarse víctimas humanas. Des-
pués de Odhín, el dios Thor fue muy reconocido, ya que era la deidad de la
gente común.
El vikingo era sepultado a bordo de su nave; sobre la cubierta de la misma se
erigía una especie de catafalco y se tendía al difunto con gran pompa, junto a
sus pertenencias más preciadas; luego se prendía fuego a la nave y se lanzaba a
la deriva.

La expansión de los vikingos

Hacia el siglo IX, después de una larga calma, los vikingos comenzaron su
rápida y violenta expansión. En la ruta del oeste --casi dominada por los norue-
gos- iniciaron sus depredaciones sobre la costa escocesa mediante periódicas
incursiones (strandhogg), de las que tenemos noticias por las crónicas monásti-
cas. En el 793 fue saqueado el monasterio de Lindsfarne, en el 794 cayó Jarrow y

299
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

en el 802 y nuevamente en el 806 igual destino le tocó a lona. Estos fueron des-
pojados de sus reliquias y tesoros y prontamente abandonados. La salvación de
los monjes se debió únicamente a su pronta huida, y la era brillante de la cultura
monástica irlandesa terminó en un espantoso caos de muerte y ruina.
Durante más de cien años "barcos con mascarones en forma de cabeza de
dragón provistos de una vela rectangular, surgían del horizonte marino y deja-
ban en tierra hordas de guerreros bravíos que blandían hachas y espadas; antes
que la resistencia pueda organizarse aniquilaban a todos los hombres válidos,
saquean casas y edificios religiosos, luego los incendian y vuelven a sus naves
arrastrando consigo mujeres y animales" 4 • No menos expresivo es el relato de
los anales irlandeses: "el mar vomitaba sobre Erí {Irlanda) oleadas de extranje-
ros: no hubo ni puerto, ni fondeadero, ni castillo, ni fortaleza que estuviesen a
salvo de las flotas vikingas".
Hacia el 815 los vikingos saquearon la desembocadura del Támesis y en el
851 ya estaban establecidos en las islas de Tranet y Sheppey, de similar ma-
nera que en Francia, copando las desembocaduras de los ríos. Desde allí ini-
ciaron su ingreso en todas las direcciones. En el 866 fue comenzada la con-
quista metódica de Inglaterra, aunque ya en el 850 Rorik había saqueado
Londres y Canterbury, donde fue derrotado por el rey Etelwof. Este rey en-
vió a su hijo Alfred a Roma, donde recibió del papa León IV la unción real.
En el 859 los jefes daneses Bjon y Hanstein -más conocido como Has-
tings- armaron una flota y marcharon hacia el sur, franquearon el estrecho de
Gibraltar, arrasaron las campiñas fértiles del valle del Ródano y ocuparon Luna,
a la que confundieron con Roma, emprendiendo el regreso en el 862.
La conquista metódica del 866 fue dirigida por Ivary sus dos hijos, pero uno
de ellos, en el 872, debió enfrentarse con el rey Alfred de Wessex, quien inició
palmo a palmo la reconquista de su patria, llegando a firmar un tratado que
establecía respectivas zonas de influencia.
Alfred aprovechó la tregua para reorganizar sus ejércitos, construir una ar-
mada y codificar las leyes en idioma anglosajón, siendo además el iniciador de
un breve renacimiento cultural anglo-sajón, comparable al carolingio5 . La res-

4 Durand, F. op. cit., p. 21.


5 Véase Dawson, Ch. Así se hizo Europa, Bs.As., La Espiga de Oro, 1974, p. 353.

300
EL ASALTO A LA CRISTIANDAD

tauración de Alfred duró poco tiempo, y en el 1O16, los propios nobles anglosa-
jones proclamaron en Southampton como rey de Inglaterra al danés Canuto
(Knut) y en 1071 fue proclamado emperador, a la muerte de su hermano que
regía Dinamarca (Oane-mark), convirtiéndose en uno de los monarcas más
poderosos de su época. Su hijo Hardicanuto (Hardknut) reinó brevemente y
sólo en Inglaterra, y a su muerte, en 1042, los nobles eligieron como rey al
expatriado Eduardo (Edward) el confesor, quien arribó a la corte rodeado por
una serie de normandos que lo habían acompañado en su exilio en el ducado de
Normandía.
Pero el punto máximo de la expansión noruega lo encontramos en el 872
cuando Haroldo (Haraldr) derrotó a todos sus rivales en Noruega y ocupó el
trono obligando a exiliarse a todos sus enemigos. Así se hicieron a la mar pode-
rosas expediciones que llegaron a Groenlandia y a Vinlandia6 al mando de fi-
guras como Erico (Erik) el rojo y su hijo Leif Eriksson.
Los noruegos no se limitaron a la costa británica y a partir del 834 encontra-
mos ataques escandinavos a las costas del Imperio carolingio donde los norue-
gos comenzaron su táctica de atrincheramiento en las islas ubicadas en las des-
embocaduras de los grandes ríos occidentales, controlaron la navegación costera
y prepararon su penetración al interior, remontando dichos ríos y sus afluentes,
hasta su nacimiento, donde edificaron sus verk (campamentos fortificados),
según el camino que les habían señalado los mercaderes frisones. Pero este
camino estuvo casi reservado a los daneses, privados de avanzar hacia el norte
por los noruegos y corridos hacia el este por los suecos.
El emperador Ludovico Pío se había relacionado con el monarca Haroldo,
hijo de Guthred, y logró persuadirlo para que en el 826 recibiera solemnemen-
te el bautismo con sus hijos y cuatrocientos caballeros de Mainz, abriendo así
las puertas de la península escandinava a la penetración del cristianismo a tra-
vés de los monjes Ebbo y Ascario, desde la sede episcopal de Hamburgo. Pero
esta medida no dio sus frutos hasta varios siglos después, y los primeros misio-
neros fueron arrasados durante la reacción pagana.
A su vez, los daneses aprovecharon el destronamiento de Ludovico y las
querellas dinásticas que le siguieron para organizar expediciones en gran esca-

6 Vin-land = tierra de las viñas, ¿quizás América?

301
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

la, saqueando sistemáticamente todos los años los territorios del decadente
Imperio. La situación fue tan grave que "hasta los mismos santos tuvieron que
abandonar los santuarios y algunas de las reliquias más famosas del Occidente,
como el cadáver de San Martín o de San Cuthberto, viajaron durante años desde
un lugar a otro, al tiempo que las invasiones amenazaban"7 .
El emperador Carlos el calvo para contener de algún modo a los invasores,
arregló con ellos el pago de un tributo (danegald) que se hizo continuo y fue
creciendo permanentemente en cantidad.
Las desembocaduras del Sena y del Loira fueron convertidas en sedes de los
botines y lugar para pasar el invierno. Los vikingos jamás penetraron en el con-
tinente, ya que fuera del agua estaban lejos de su elemento; se limitaron a bor-
dear los ríos, con la ayuda de sus flotas.
Pronto cayeron Utrecht y Amberes, convirtiéndose toda la Lovaina en centro
de la compraventa de armas, debiendo el mismo duque Balduino de Flandes de-
fender militarmente sus posesiones. En el 870 Rurik (Roric) obtuvo el ducado de
Frisia, de manos de Carlos el calvo. A fines del siglo IX recrudecieron los ataques,
con nuevas fuerzas arribadas desde Inglaterra, pero las ciudades ya se habían
decidido a resistir y para ello levantaron murallas y protegieron a sus monaste-
rios. Los normandos, que no estaban preparados para sitiar ciudades, fueron re-
trocediendo poco a poco hasta que decidieron instalarse pacíficamente en el país.
En el 900, Gongu Hrolfr, llamado Rolló en las crónicas francas, obtuvo del
rey Carlos el simple la mano de su hija Gisela y la investidura de la Neustria
como dote, que pasó a denominarse ducado de Normandía. Rolló distribuyó
tierras entre los suyos sin tener en cuenta a los antiguos propietarios. Ruán
(Rotumam) pasó a ser la capital del ducado y como rival surgió Bayeaüx, céle-
bre por sus tapices. Muy pronto fueron enviados los primeros misioneros a
Escandinavia, y el ducado inició un afrancesamiento tal que pronto no queda-
ron vestigios de su origen danés.
La última gran incursión de los vikingos tuvo lugar a mitades del siglo X,
porque en el 940 la corona danesa pasó a manos de Haroldo (Haraldr Gior-
msson apodado blaatand = diente azul); éste fue bautizado en el 966, dete-
niendo de este modo la expansión de Otto I hacia el norte. En Noruega, la
unificación y consolidación estuvo a cargo de Haroldo (Haraldr inn hárfrgr

7 Dawson, Ch. op. cit., p. 313.

302
fa ASALTO A LA CRISTIANDAD

=de los hermosos cabellos) y en el siglo IX se bautizó su descendiente, Olav


Tryggvason (Oláffr), trayendo los primeros misioneros a sus tierras. En Sue-
cia {Svithódh o Svea-land) la consolidación del cristianismo fue más tardía y
recién en t 024 se convirtió el rey Olav III, mientras que sólo en t t 33 el rey
sueco Eric IX el santo convirtió a los fineses o finlandeses.

Los árabes sarracenos

La ocupación del norte de Africa (Maghrib) y la península Ibérica (Al-Andalus)


por los árabes les facilitó los centros de operaciones para lanzarse a ocupar las
distintas costas del Mediterráneo. Esta tarea fue llevada a cabo durante los siglos
IX y X, en que se extendieron especialmente por las costas del sur de la península
itálica y los valles costeros de Francia, después de haber ocupado las importantes
islas Baleares, Córcega y Cerdeña. El propio obispo de Roma debió ampliar las
modestas defensas de la ciudad para detener las permanentes incursiones.
Las .correrías árabes en Francia fueron, más que acciones organizadas, sim-
ples iniciativas de grupos musulmanes. Fuertes en experiencia marina, bandas
de piratas y saqueadores sarracenos, aprovechaban la desordenada situación
del Imperio y actuaban por su cuenta.
En el 890 apareció el primer grupo que arribó por mar a las costas de la Pro-
venza, llegando en su expansión hasta Aix y Marsella, encontrándoseles inclusi-
ve en Suiza (Coira, Saint Gall) y en el Piamonte. En la península itálica sus accio-
nes se reflejaron fundamentalmente en la isla de Sicilia. En junio del 827 habían
desembarcado en Mazara y en el 83 t ocupaban Palermo; en el 842 cayó Messina
y en el 878 la misma Siracusa. A fines del siglo X toda Sicilia estaba en manos
árabes. La capital fue trasladada a Palermo y la isla, gobernada por un caudillo
musulmán. Esta conquista se extendió por toda la Italia meridional -Bari-
T aren to- y duró hasta el t 060, en que fue rescatada por los normandos, con
apoyo del Papado, interesado en la península itálica.

Los eslavos

La aparición de pueblos de origen iranio -como los sármatas- en la es-


tepa euroasiática modificó la constitución de la región. Su grupo más cono-

303
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

ciclo fueron los alanos. Estos a su vez se subdividieron en varios pueblos entre
los que se distinguieron los antes, presumiblemente de origen eslavo. Parece
ser que uno de sus clanes se denominaba rus-as, de donde provendría el nom-
bre de los rusos.
En el siglo 111 las estepas rusas fueron quitadas a los sármatas y pasaron a ser
dominio de los godos, una de cuyas ramas creó un poderoso reino y en el siglo
IV aparecieron los hunos, que pusieron en movimiento a todos estos pueblos.
De todos modos los eslavos permanecieron ignorados por el Occidente y
solamente iniciaron su avance antes de fines del siglo VII, a expensas del vacío
producido por los germanos; se establecieron en la Europa central ocupando
muchos de ellos la región entre el Vístula y el Elba para, desde allí, después de
cruzar el Danubio, infiltrarse en la Tracia hasta las costas del mar Adriático.
En el 807 los carolingios reforzaron las fronteras del Elba y del Saale para
detener el avance de pueblos eslavos como los vendos (vendi, vinidi o veneti),
sorabos (surbiori o lusati) y obodritas (obodri) después del ya mencionado
fracaso del hijo de Carlomagno para integrarlos a su Imperio.
Los eslavos (slavi) también ocuparon la región que se extiende desde el Alto
Vístula y la región de los Cárpatos hasta el Dniéper. Los polacos (poloni, de
pole = campos) se ubicaron en la cuenca del Vístula, los vendos marcharon
desde el Elba, mientras los checos o bohemios (boios o bohemi) tomaban po-
sesión de la meseta bohemio-morava. Otro grupo se dirigió hacia el sudoeste,
donde colonizó el valle del Danubio, y después de ocupar la Tracia, continuó
su avance a expensas del Imperio de Constantinopla.
Los pueblos eslavos dirigidos por sus príncipes (veliki-knes) se fueron ex-
tendiendo hasta ocupar sus posesiones actuales. Los moravos se independiza-
ron de los ávaros (auari) para caer bajo el dominio bohemio hasta los tiempos
de Carlomagno, en que, su han Tudun expulsó a los decadentes ávaros y creó
el gran reino moravo.
En el 845, siendo rey (kral) Mojmir 1, catorce duques (vaivodas) bohemios
se hicieron bautizar ante Luis 11 el germánico, aunque este hecho fue bastante
aislado. Pero el sobrino y sucesor de Mojmir, Rostislav, pidió misioneros al
basileus para evangelizar el reino moravo, siendo enviados Cirilo y Metodio,
conocedores del idioma eslavo. A Cirilo se debe también la invención de la
escritura glagolítica que dio origen a una nueva cultura, eminentemente eslava
(apéndice doc. 103).

304
fa ASALTO A LA CRISTIANDAD

En cuanto al surgimiento bohemio, podemos fecharlo en el 87 4 cuando el


príncipe Borijov y su esposa Ludmila se convirtieron al cristianismo y agrupa-
dos en torno del burgo de Praga (Praha), aprovechando la invasión húngara y
con apoyo germano, se independizaron de los moravos. A la muerte de Borijov
le sucedió Vratislav, siendo su mujer regente del joven Vaclav (Wenceslao),
educado por su santa abuela Ludmila. Vaclav -patrono de los checos- subió
al trono en el 920 y se distinguió por un gran celo religioso, que le valió morir
mártir en el 929, como consecuencia de una reacción pagana dirigida por su
propia madre. La re-cristianización de Bohemia8 tuvo lugar durante el reinado
del emperador Otto 1, quien presionando al monarca checo, creó el obispado
de Praga, dependiente de Maguncia, y designó para ocuparlo a Adalberto (Adel-
bertus o Vojtech), abad benedictino de Corbia.
Praga tuvo entonces un importante resurgir eclesiástico-cultural, con gran
influencia latina. En esta época surgieron las primeras obras de la literatura checa
y el cristianismo fue llevado a los polacos; éstos, en el 963, bajo el principado
de Mieszko (Miecislav o Mieszek) con sede en Gniezno (el nido) permitieron
la evangelización, creándose la diócesis de Posen. El reino de Polonia (Polska)
se fortaleció bajo Boleslaw chrobry (el valiente) pero el título real recién le fue
concedido por el papa Gregorio VII a Boleslaw II en 1076, trasladándose la
capital a Cracovia (Krakow). ..
Los principados eslavos se extendían a lo largo de la frontera de la Germanía
oriental; a veces irrumpían en territorio germano, pero más a menudo, eran los
germanos quienes avanzaban en territorio eslavo, exigiendo pesados tributos y
haciendo esclavos. El equilibrio entre ambos grupos fue violentamente roto por
la irrupción de los húngaros (onogures y luego magyari). Este pueblo, de dis-
cutido origen (¿mongol?), presionado por los pechenegos (patzinaks), aban-
donó el sur de Rusia hacia el 860 y se fue corriendo hacia el oeste, instalándose
en la gran llanura panonia, entre el Tisza y el Danubio. Allí sometieron a los
eslavos continuando su expansión a costa de croatas y moravos. Cuando la
ocasión les fue propicia avanzaron sobre Germania y Francia, llegando hasta la
península itálica. Sus depredaciones continuaron hasta el 955, en que Otto I
los derrotó definitivamente a orillas del río Lech (Lechfeld), asentándolos en la
antigua Panonia (Pannoniae) romana.

8 La tierra de Cech (léase Chej). De allí República Checa.

305
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Su sedentarización se inició en el 907 cuando fue proclamado horka (gran


señor)-con sede en Gran 9- Geiza de los Arpád. Este monarca abrió el país
a las influencias cristianas eslavas; su hijo Vajd fue bautizado por el obispo Adal-
berto de Praga con el nombre de Esteban (lstván) en el 985. Este, patrono de
Hungría (Ugorsko o Ungariae), llegó al trono en el 997 y es considerado el
fundador del Estado húngaro.
Paralelamente, en el Oriente, los vikingos svei (suecos) o varegos (varia-
gues) fundaron emplazamientos comerciales en Staraya-Ladoga, Novgorod y
Kiev, en los que reinaron durante varias generaciones dinastías suecas, prac-
ticando el trueque con los pobladores rusos.
A principios del siglo X la actual Rusia europea se encontraba dividida en
dos khanatos: búlgaros (holgari) al norte y kházaros (katzirs) al sur, mientras
que los suecos habían colonizado las costas finesas y del Báltico y seguían su
marcha hacia el sur. El cronista ruso Néstor de Kiev nos habla de un khanato
sueco independiente en Rusia hacia el 839 y agrega que los rus 10, incapaces de
gobernarse a sí mismos, habrían pedido a los suecos que los dirigiesen. Por ello
tres príncipes suecos, Rurik (Roric el pacífico), Sinov (Sineus el victorioso) y
Truvor (el fiel) fundaron, en el 862, en los alrededores del lago Voljov una
ciudad: Holmegardhr (Nov-gorod =ciudad nueva), convertida en capital de
su reino. Los cronistas agregan que los hermanos de Rurik prosiguieron su marcha
hacia el sur y se encontraron con Kiev (Kaenigardhry luego Kyiv) establecién-
dose en ella y equipando centenares de naves que llenaron de pánico a la pars
orientalis del Imperio romano.
Hacia principios del siglo X los khanatos suecos comenzaron a apreciar la
mezcla de los vikingos con la población nativa eslava y el cristianismo orto-
doxo empezó su misión evangelizadora entre los rus, dando fin al dominio
escandinavo. Los misioneros cristianos fueron enviados por el célebre patriar-
ca Focio (Photius) de Constantinopla y en el 867 fue creado el primer obispa-
do, con probable sede en Tmutorokan, en la península de Tamán.
Bajo el reinado de los nietos de Oleg se inició la lucha por el poder entre los
rusos y Vladimir el grande (Volodimer o Waldemar en sueco) derrotó a sus

9 Cuarenta y cinco kilómetros al oeste de Buda-pest.


10 También conocidos por los romanos como rhos o ruotsi.

306
fa ASALTO A LA CRISTIANDAD
,
hermanos y trasladó la capital de Kiev a Novgorod, rehaciendo un extenso
dominio desde las riberas del Ladoga a las orillas del Mar Negro. En el año 988
Vladimir se convirtió al cristianismo, después de haber oído a sabios griegos,
romanos y judíos, adoptando la religión de Constantinopla 11 ¡ según se dice,
admirado por la belleza de la basílica de Santa Sofía. Para mejorar sus relacio-
nes con los romanos orientales, una vez cristianizado, pidió la mano de la prin-
cesa Ana y firmó la paz, iniciando las excelentes relaciones que culminaron con
la creación de la Tercera Roma (apéndice doc. 104) 12 • Se afirma que de regre-
so, Vladimir ordenó derribar la estatua de Perún y obligó a sus súbditos a con-
vertirse por decreto, creando obispados en Kiev y Novgorod. A su muerte, en
el 1O15, de entre sus doce hijos, Svatopluk logró coronarse como gran príncipe
y gobernó teocráticamente el naciente reino ruso.
En el siglo siguiente fue notable la influencia cultural que ejerció Constan-
tinopla sobre la sociedad rusa a través de sus monjes. Estos llevaron consigo las
tradiciones de la iglesia griega conjuntamente con el arte y el afán cultural que
la caracterizaba. Así surgió la literatura cristiana eslava, con acentuada impron-
ta "biz~ntina" y la construcción de importantes monasterios rusos, con frescos
y mosaicos de estilo griego y sus características torres coloridas con bulbos en
forma de cebolla.
Durante la etapa de decadencia de la parte griega del Imperio romano, a partir
del siglo VI, los búlgaros lograron entrar en sus fronteras y apoderarse de la Mesia,
fortaleciéndose de tal manera que, en el siglo IX, su khan 13 • Krun organizó un
poderoso imperio que, durante dos siglos, fue el terror de Constantinopla.
Los búlgaros, pese a su dominio militar, fueron prontamente influenciados
por la superior cultura "bizantina", cuyos monjes-especialmente Cirilo (Kiri-
los, antes llamado Constantino) y Metodio (Methodios)- predicaron el cris-
tianismo entre ellos, logrando que en el 864 su zar (rey) Boris (Bogoris, bauti-
zado como Miguel) aceptara la religión cristiana. Su reinado (839-927) duró
poco tiempo y su lenta dominación se concretó, en el 1O18, cuando el basileus
Basilio (Basilios) logró someterlos definitivamente a costa de grandes pérdidas

11 Los "rusos" la denominaban Tzar-grad o la ciudad del César.


12 La tercera Roma (Moscú}. Esta teoría -esencial para justificar la expansión rusa- fue
enunciada por el monje Filaret y difundida en tiempos de lván el terrible.
13 Kagan o kaqan; se pronunciaría jan.

307
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

de vidas. Por ello mereció el apodo de bulgarotoctonos (bulgaricida). Este pro-


ceso de consolidación y cristianización de los pueblos eslavos fue común a la
mayoría de los nuevos reinos y casi paralelo en el tiempo, dadas las interrela-
ciones existentes entre ellos.
A su vez, los croatas (harhvati) se dirigieron a ocupar la Dalmacia, donde
fueron agrupados en el siglo IX, pero recién en 982 el archi-zhupan Stefan
Drhzislav fue reconocido por el basileus como rey de Croacia y Dalmacia (rex
Croatiae et Dalmatiae), gobernando desde su sede en Belohrad (luego Saraje-
vo = Zara-vecchia). Este reino eslavo, uno de los primeros, fue destruido por la
gran invasión húngara. Los serbios (sorbs) y los eslovenos (slaveni), en cam-
bio, se ubicaron detrás de los croatas y al noroeste de éstos sin conformar-en
esa época- reinos nacionales. El organizador de los primeros fue Stefan Ne-
manja a mitades del siglo XII y su hijo Rastko (luego San Sava) se hizo monje
y cristianizó la región de Serbia (Rashka) y de Bosnia (Duvno).
A su vez, los válacos (vlaqui) preeslavos aceptaron a los invasores molda-
vos, dando origen a los rumanos (romani o rimleani) que, establecidos en la
antigua Dacia (Daciae) romana de Trajano, debieron soportar presiones y ocu-
paciones de los húngaros primero y luego de los turcos.
"Al finalizar el siglo X, se vio el nacimiento de una serie de nuevos estados
cristianos que se extendieron desde Escandinavía hasta el Danubio. El siglo XI
conoció la desaparición del paganismo en el norte y la incorporación de toda
la Europa occidental al seno de la Cristiandad" 14 • Así el sitio de la Cristiandad
había fracasado. Las naciones invasoras fueron integradas y se estaba preparan-
do la consolidación de la misma en un cuerpo uniforme, la Ciudad de Dios en
la tierra. Esta tarea fue intentada en los siglos siguientes por el Pontificado y las
nuevas órdenes monásticas.

La invasión de los mongoles y el surgimiento del principado de Moscú

Hacia mediados del siglo XIII toda la región oriental de la Europa recién
conformada sufrió una modificación radical que trajo consecuencias que mar-
caron las características de muchos estados eslavos, fundamentalmente de Ru-

14 Dawson, Ch. op. cít., p. 364.

308
fa ASALTO A LA CRISTIANDAD

sia. En esta época, los mongoles o tátaros 15 , que fueron desviados de la Chi-
na, se lanzaron al mando de su khan Batú, desde su lejana capital -Karako-
rum (roca negra), fundada por Gengis-khan 16- sobre Europa y casi despre-
venidamente la Horda (ordu = campamento) Dorada se encontró en las
estepas rusas, llenando de terror a los errabundos nómades, que lanzó sobre
los principados rusos.
Poco tiempo antes se habían conformado varios principados en la tierra
de los rus: Galitzia, en el oeste, Novgorod al norte, Suzdal en el nordeste y
Kiev en el sur. La invasión de Constantinopla por los latinos, en 1204, pro-
dujo una revisión de las fuerzas de poder en el continente e interrumpió, por
un tiempo, las excelentes relaciones con Constantinopla. Asimismo, las nue-
vas ciudades mercantiles como Génova y Venecia coparon el comercio con
el Mar Negro y el Ponto Euxino; tarea similar a la que cumplieron en el Bál-
tico los recién arribados Caballeros Teutónicos.
Los mongoles derrotaron a los nómades y a las avanzadas de las tropas rusas
antes que los guerreros de Kiev pudiesen intervenir en la lucha. La ciudad santa
fue sitiada y tras resistir tres días fue ocupada y sus habitantes masacrados. "El
príncipe de Kiev murió aplastado bajo unos tablones" 17 • Desde allí avanzaron
hacia el centro de Europa, ocupando partes de Hungría y Polonia, orientali-
zando toda la región rusa que quedó bajo su poder.
Después de su repentino regreso a las estepas, algunos grupos mongoles per-
manecieron establecidos en Rusia, donde Batú formó un khanato que paulatina-
mente se fue independizando de Karakorum y de la Horda Dorada. La sede del
poderío mongol se estableció en torno de la nueva ciudad de Sarai, y desde allí,
con inflexible poder, el khan impartía sus órdenes a toda Rusia, que de este modo
fue abandonando la esfera de influencia occidental. Los mongoles fortalecieron
su poder "ayudando a la Iglesia, humillando a los príncipes y haciendo un reclu-
tamiento anual entre los jóvenes del Rus, (de este modo) tuvieron el país más
bien sin caudillos que esclavizado, durante más de dos siglos" 18 •

15 Del chino t'a t'a o pueblo lejano. Es erróneo el uso del término tártaros.
16 Temujin o Tumur-jí -el más fino acero-conocido como el Chínguis khan o el más
grande de los reyes.
17
Vernadsky, G. Historia de Rusia, Bs.As., Losada, 1947, p. 49.
18 Larnb, H. Iván el terrible o la marcha de Moscovia, Bs.As., Sudamericana, 1951, p. 58.

309
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Entretanto, y bajo el yugo mogol, se fueron constituyendo los primeros in-


dicios del principado de Moscú (Moskva), surgido de una donación que hicie-
ra el príncipe Alejandro (Aleksandr Nevski) a su hijo Daniel (Oaniyl) Alejan-
drinovich, hacia el 1263. A la muerte de Daniel le sucedió "un cierto luri
Dolgoruki Oorge brazo largo), que contrajo matrimonio con la hermana del
khan reinante y volvió a Moscú con un certificado tártaro que le nombraba
Gran Príncipe de todas las tierras del Rus" 19 . Este mismo luri colocó una empa-
lizada (kreml) junto al arroyo Neglina en los bordes del río Moskva, estable-
ciendo así el kremlin o centro de sus posesiones.
Pero el hombre que realmente organizó el principado de Moscú fue lván 1
kalita (monedero). Bajo su gobierno, "gradualmente la altura del Kremlin, per-
diendo su bosque de pinos, se llenaba de palacios, salones de recepción e igle-
sias. lván Kalita ya había tratado de convertirlo en una metrópoli, construyendo
la nueva Ouspensky Sobor -convertida en catedral de Rusia-. Lo cierto es
que otros metropolitanos se trasladaron permanentemente a Moscú, la imagen
religiosa de Vladimir fue llevada allí y con ella se pasó el metropolitano. Ser-
gio, un santo, comenzó a construir un monasterio en el bosque, a cuarenta millas
al nordeste de la ciudad; lván Kalita le hizo un donativo con dinero y rápida-
mente pasó al servicio de Moscú, sé alzaron gruesos muros de ladrillo y piedra
y las nuevas torres de defensa del monasterio de Troitsko-Sergeivsky. Así, a
mediados del siglo XIV, Moscú se había convertido, también, en una especie
de centro religioso" 2º.

19 Lamb, H. op. cit., p. 74.


20 ldem, p. 77.

310
CAPITULO XVII
LA CONSOLIDACION DE LA CRISTIANDAD

Las nuevas órdenes monásticas


y la refarma gregoriana: Cluny

La situación en el seno de la Iglesia había empeorado nuevamente y una vez


más se anquilosaron las instituciones renacidas en tiempos carolingios por el
surgimiento de las órdenes monásticas. La reforma ottoniana había reverdeci-
do en parte a la Iglesia pero a costa de haberla entregado en manos del clero
nobiliario germano o dejado en manos de las familias aristocráticas romanas
que se disputaban el poder en la ciudad, y consecuentemente en la propia Igle-
sia, que querían dominar. Este período ha merecido el apodo de la edad de hierro.
El mismo abad Andrés de Vallombrosa describía al clero en estos términos: "el
ministerio eclesiástico estaba extraviado por tantos errores que apenas se hallaba
un sacerdote en su iglesia; corriendo los eclesiásticos por aquellos alrededores
con gavilanes y perros, perdían su tiempo en la caza; otros eran usureros; todos
pasaban escandalosamente su vida en unión con las prostitutas; todos estaban
gangrenados de simonía hasta tal extremo que ninguna categoría, ningún puesto,
desde el más ínfimo hasta el más elevado podía ser obtenido si no se compraba

311
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

del mismo modo que se compra el ganado. Los pastores a quienes hubiera corres-
pondido poner remedio a esta corrupción, eran hambrientos lobos" 1•
Las diferentes facciones combatían por el dominio de la ciudad de Roma y
los Crescenzi y los condes de T usculum imponían su bando y sus representan-
tes aun en el mismo Pontificado. En estas circunstancias surgió la orden de Cluny
(Cluniacum); cuyo monasterio parece haber sido fundado, al sur de Dijón, en
la Borgoña, a principios del siglo X y tuvo un importante desarrollo con una
serie de abades que le aseguraron una continuidad de más de doscientos años:
Odón, Maieul, Hugo el grande y Pedro el venerable.
Aunque cada convento -que seguía las reglas de San Benito- tenía su
independencia y su estatuto propio, los abades eran designados por el supe-
rior de Quny_y existía una relación -que podríamos denominar feudal-
entre l; casa madre y los demás monasterios. Su época más brillante suele
ubicarse durante el gobierno del abad Hugo (Hugues), hacia el 1050, cuan-
do los sesenta monjes se convirtieron en más de trescientos y la iglesia y el
convento fueron los edificios más importantes de Europa, obras maestras de
la arquitectura románica.
En el plano espiritual los monjes cluniacenses sobresalier~9rJª magni-
ficencia de su vida litúrgica. Su difusiÓ-~ fu-e·muyrápida yeT~~tl~a. Hacia el año
1000 "en todos los países de la Europa occidental los monjes negros, no cono-
cidos aún como benedictinos, aparecían establecidos como terratenientes, admi-
nistradores, obispos, escritores y artistas. Un mapa monástico de esta época
mostraría una prolongada línea de iglesias cluniacenses a lo largo de las rutas
de peregrinación del norte de España y sus afluentes a través de Francia desde
París, Dijón y T olosa. Francia estaba cubierta por dependencias de Cluny. En
Flandes, los Países Bajos y el Rhin había abadías reformadas por Gorze y Ver-
dún en Gante, Lieja, Stavelot y Metz. En Suiza y en el sur de Alemania las fun-
daciones de Columbano y Bonifacio eran venerables bastiones de la vida ecle-
siástica, mientras que en Italia existían casas cluniacenses recién reformadas o
a punto de serlo, como Farfa, y las antiguas abadías de Monte Cassino, Subiaco
y La Cava. Durante el siglo y medio que va del nombramiento de Odilio ( 1094)

Cit. Llorca-García Villoslada y Montalbán. Historia de la Iglesia Católica, Madrid, B.A.C.,


l 964, t. 11, p. 299.

312
LA CONSOLIDACION DE LA CRISTIANDAD

a la muerte de Pedro el venerable (1156), abades de Cluny, se produce la cul-


minación del movimientos de los monjes negros ... y la mitad de las grandes
sedes europeas y las legaciones papales estaban ocupadas por monjes negros y
como agentes de la reforma gregoriana imprimían por lo menos parte de su
vida a toda la lglesia"2 .
-M.G.r.lj~fueron los personajes más importantes que ascendieron a
cargos directivos en el gobierno de la Iglesia en el siglo XI y dirigieron una
Y-. ifi e n la disciplina del clero ue hoy se conocen como
reforma gregoriana. También imprimieron una concepción centralista y teo-
~
crática del Papado.
Los cluniacenses sostenían fund_ª-JD~te: "ei_:i~!._cl.ominio de la_Pk~~

------.
el ascetismo; en el dominio~<:>, lé!Jibert.ad completa d~lesia, la ruptu-
ra de los lazos gue_le __unen__.aJª__s_ociedad civi1'1"3)
,_É~-ta-Rte-de-el-les-fue-indiscutibkmente
~--
-
Hildebrando, quien ocupó
el pontificado como Gregorio VII y dio el nombre a la reforma. Con él debe-
mos citar entre los rríásal'sfinguicfüs-al=i~~berto de Moyenmoutier, cardenal
de la Silva Cándida y al abad de Fonte Ave11ana Pedro Damiano (Petrus Da-
miani). El primero había.a.d_quir.i~o renombre PQL?Q_Q~Cor.t.tr-a-simeníacos
(apéndiced~S9)- donde no solamente ratificaba la tradicional invalidez de
las consagraciones simoníacas, sino también la invalidación de las entregas te-
rritoriales que le fueron aparejadas. Pedro Damiano, en cambio, sobresalió en
la corriente mística de la época, siendo autor de una reforma eremítica.

El enfrentamiento con el Imperio

La teoría política dominante en la primera parte de la llamada Edad Media


"" fue el agustinismo político, basado en una deformación de las teorías del obispo
Agustín de Hipona en su Ciudad de Dios, caracterizada por una tendencia a
integrar el orden material, cuya consecuencia, en sus discípulos, fue la absor-
ción del orden natural por el sobrenatural. Ello condujo a que "durante la pri-

2 Knowles, D. El monacato cristiano, Madrid, Guadarrama, 1969, pp. 58-60.


3 Pirenne, H. Historia de Europa desde las invasiones al siglo XVI, México, F.C.E., 1942, p. 124.

313
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

mera parte de la Edad Media y hasta la aparición del tomismo, existió una
inevitable confusión entre los órdenes espiritual y temporal, que condujo a
conflictos y a trágicos malentendidos. La lucha entre el Papado y el Imperio
no fue una lucha entre la Iglesia y el Estado secular tal como lo concebimos
hoy, sino un conflicto entre dos formas paralelas del mismo ideal: el de un
Imperio teocrático y el de una Iglesia teocrática, cada uno de los cuales esta-
ba inspirado por la misma visión de una sociedad cristiana omnicomprensiva:
la Ciudad de Dios sobre la tierra" 4 .
La situación existente en el seno de la Iglesia, con motivo de la feudaliza-
ción, había derivado en que los obispos eran verdaderos señores del Imperio,
especialmente en Germania y la designación de éstos, que debía hacerse por
elección del clero y pueblo, había pasado a convertirse en un privilegio real. Es
interesante hacer notar que en Francia este sistema feudal había concluido y
del rey dependían únicamente unas veinte de las ochenta diócesis, estando
enfeudadas las restantes en eclesiásticos que a la vez administraban bienes y
tierras, ejecutaban la justicia y rendían el vasallaje militar a su respectivo señor.
El casamiento de los clérigos -tan común en la época- aumentaba, por
otra parte, la posibilidad de perpetuar la potestad diocesana en los hijos, contra
lo cual lucharían con renovados bríos los reformadores cluniacenses. Los reyes
germanos facilitaron la concesión de feudos a los obispos como una manera de
asegurar un mayor control sobre los mismos y centralizar aun más el poder que
tan dificultoso les resultaba. En Germanía, a partir de Otto 1, el monarca debió
cobijarse en el alto clero para contener el poder secesionista de la nobleza, y el
mismo Enrique 11 afirmaba: "era necesario que las iglesias poseyeran muchos
bienes, pues a quien mucho se da, también se le puede tomar mucho".
Todas estas ideas se venían publicando, desde hacía tiempo, entre los in-
telectuales de ambos bandos. Ya en el 867 escribía el arzobispo Hincmar: "el
Papa no puede ser a un tiempo obispo y rey, debe gobernar la Iglesia, que es
suya, no el estado, que no le pertenece. Si quiere la paz que no sostenga he-
rejías y no insinúe que se puede ganar el cielo sino recibiendo al rey dado por
él sobre la tierra ... Los reyes de Francia no son lugartenientes de los obispos,
sino los señores de la tierra". Y Pedro Damiano, atacando a los simoníacos,
señalaba: "no saben más que adular al príncipe estudiando sus inclinaciones,

4 Dawson, Ch. Ensayos acerca de la Edad Media, Madrid, Aguilar, 1960, p. 1 13.

314
LA CONSOLIDACION DE LA CRISTIANDAD

obedeciendo a su más mínima señal; aplaudiendo cada palabra que cae de su


boca, procurando agradarle en todo. ¿No es comprar a bien caro precio las
dignidades condenarse a tan larga servidumbre, a hacer el parásito y el bufón
para llegar a ser obispo?".
Hacia el siglo X - y especialmente mediante la reforma ottoniana en Ger-
mania- lg~_QQiSRQS adquirieron_griln importanci~ como funcionariQH~!lblicos
y la administrª-~;!<;'>n central, en muchos casos, estuvo en manos de un obispo,
é~.d.~_J;;an.ciller. L?s._ec:~~i~-~ticos, en g~~~;~(for'!l~b~;~p~~t~_ªe_ la_
estructura.Qslr.~imenseñor:iaLy así obtuvieron con..el-ti~mpo, más en atención
a lo escasamente deslindadq_ckJa_!!.funciones, no sólo el gobierno eclesiás.tic-o
de una abadía, sin-O t¡;;~bién los derech~~ de ~eñorío o gobierno laico. Aun más,
las invasiones sarracenas, normandas y húngaras los obligaron, en más de una
ocasión, a empuñar las armas y hacerse cargo de los ejércitos.
Todo ello condl!j_?, por una parte, a u_na disfuncionalidad de los eclesiásti-
cos, y por otra, a una enfeudación de sus bienes a laicos, que jamás s~-preocu­
jjaron por los intereses religiosos y que generalmente dejaban estas funciones
en algún capellán, sin autoridad sobre las mismas.
'1o;s monjes cb.m.i.a~t:i?t::sfueron los encargados de atacar este problema y su
exp osión másirrit:athlaha-pa-sadern-la historia con el nombre de querella de las
~---·-
investiduras.

Gregorio VII y Enrique IV


Ya en el 1050, el papa Nicolás II (Nicolaus), influido por las ideas reformistas
cluniacenses, acabó con la tutela imperial sobre el Papado, estableciendo el cón-
clave cardenalicio para la elección del Pontífice. Esta labor fue continuada, en el
1179, por Alejandro 111 (Nacido Rolando Bandinelli y coronado como Alexan-
der) cuando exigió dos tercios de votos para la elección y Gregario X, en el 1271,
solucionó definitivamente la interferencia imperial o mundana, al disponer que
el cónclave se efectuase en lugar cerrado y que el enclaustramiento -bajo pena
de excomunión-··- perdurase hasta efectuarse la elección (apéndice doc. 96).
El reformismo llegó a su punto culminante en el 1073, cuando a la muerte de
Alejandro 11 fue elegido para reemplazarlo el monje Hildebrando (Hildebran-
dus); éste adoptó el nombre de Gregario VII. Su primera medida fue convocar
un concilio en Roma para el 1074, donde se dispuso que todos los obispos simo-

315
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

níacos quedaban automáticamente privados de ejercer sus derechos eclesiás-


ticos. Estas decretales fueron enviadas de inmediato a todas las sedes ecle-
siásticas para su aplicación y, como es lógico, provocaron, primero, gran in-
quietud y, luego, la reacción en Germania donde la política ottoniana había
llevado la simonía a su máxima expresión. Ya Nicolás II la había invalidado
oficialmente, pero nadie antes de Gregorio VII se había atrevido a decretar la
cesantía de los obispos incursos en tal falta (apéndice doc. 90).
En Germania los legados quisieron convocar un concilio para asegurarse el
acatamiento, pero los obispos locales alegaron que sólo el Papa podía presidir-
lo. Ante la demora, Gregario VII escribió personalmente a los obispos germa-
nos amenazándolos con nuevas medidas. Asustado, el titular de Maguncia y
metropolitano de Germania convocó un concilio en Erfurt, donde se ordenó
que los prelados simoníacos renunciasen a sus cargos. Ello motivó violentas
reacciones y la asamblea se disolvió sin adoptar decisiones firmes.
El joven rey germano Enrique IV resolvió participar del enfrentamiento para
defender a sus vasallos y de paso fortalecer su posición. En un sínodo reunido
en Worms, en el 1076, con asistencia del propio monarca, se dispuso exigir la
deposición del Papa, alegando irregularidades en su elección. Este principio
fue un célebre, pero peligroso, antecedente.
Ante los enviados germanos y después de un atentado contra su vida, Gre-
gario VII reunió un nuevo concilio en Roma y, tras jurar haber subido a la silla
apostólica en contra de su voluntad, excomulgó (apéndice doc. 92 y 93) a los
obispos simoníacos y al propio rey germano. A su vez, promulgó un documen-
to (Dictatus Papae) (apéndice doc. 91) en el que reiteraba los derechos ponti-
ficios frente al emperador. La nobleza germana vio en este hecho la oportuni-
dad para evitar, una vez más, un excesivo crecimiento del poder real y al ser
privado el emperador del vínculo vasallático por la excomunión, comenzaron
a buscarle un sucesor.
Ante esta circunstancia, Enrique IV no vaciló en dirigirse con su familia y en ·
ropa de penitente a Canossa (Canusiae), para implorar el perdón del pontífice.
Pese a haberlo obtenido y haber firmado una serie de juramentos, a su regreso
a Germanía, el rey reinició las acciones contra el pontífice y la condesa Matilde
(Mathilda) de la Toscana 5 , que había donado sus posesiones a la Santa Sede.

5 Dueña del castillo de Canossa.

316
LA CONSOLIDACION DE LA CRISTIANDAD

Frente a esta nueva situación, los nobles germanos eligieron como monarca a
Rodolfo de Suabia (Rodulfo de Rheinfelden), mientras Enrique IV reunía un
sínodo en Brixen, donde tras excomulgar a Gregorio VII hacía elegir un nuevo
papa en Guilberto (Wibertus) Coreggio, obispo de Rávena, conocido como
Clemente 111 (Clemens), inaugurando otro antecedente muy utilizado en el resto
del Medioevo. Como dice el autor de los anales de Augsburgo, "todo fue doble
en el imperio alemán: dos papas, dos obispos, dos reyes, dos duques".
El paso siguiente de Enrique IV fue dirigirse con sus tropas a Roma para
hacerse coronar emperador -camino seguido por todos los monarcas germa-
nos-; en Milán recibió la corona de manos de Clemente 111 mientras Gregorio
VII se refugiaba en el castillo de San-Angelo (Sancti Angeli) para esperar el
auxilio del jefe normando Robert Guiscard (Robertus Guiscardus).
Gregorio VII murió en Salerno exclamando aquellas célebres frases: "He
amado la justicia y he aborrecido la iniquidad; ésta es la razón porque muero
desterrado". Los prelados reunidos en Roma eligieron para sucederlo al monje
cluniacense francés Eudes de Chatilton que tomó el nombre de Urbano II
(Urbanus).
De Gregorio VII se expresa que "acaso nadie tuvo un concepto más claro
que él de lo que debía ser la Europa cristiana, y acaso nadie colaboró más efi-
cazmente en la realización de aquel católico ideal, alma de la Edad Media"6 •
La política del nuevo papa, Urbano 11, se dirigió a limitar la popularidad de
Enrique IV, acrecentada tras la muerte de su competidor Rodolfo a manos de
Godofredo de Bouillón 7 en Eister. Para ello casó a la condesa Matilde con Welfo,
hijo del duque de Baviera, oponiendo de este modo al emperador un fuerte
bloque integrado por el norte itálico y el sur germano. Con ello dio origen a los
intereses güelfos (de welf = lobo) en la política itálica.
Enrique IV, en sus últimos años de vida, debió soportar las rebeliones de
sus propios hijos; primero Conrado y luego Enrique V, coronado como su
sucesor en vida de su pa~!e, quien murió cuando se dirigía contra su subleva-
do hijo.

6 Llorca y otros. op. cit., t. 11, p. 336.


7 Al mando de la primera cru~ada que reconquistó Jerusalén.

317
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

El pontificado de Urbano 11 se distinguió por la gran preeminencia que ad-


quirieron los monjes cluniacenses y también por la prédica de la primera cruza-
da para reconquistar el Santo Sepulcro.
La tarea más importante de Enrique V está relacionada con la conclusión de
la querella de las investiduras. Los delegados del emperador y el Papa se re-
unieron en 1122 en Worms y firmaron a nombre de sus señores un acuerdo que
constaba de dos partes individuales, donde cada uno hacía cesión de parte de
sus derechos al otro (apéndice doc. 94). El monarca cedía las insignias episco-
pales (per annulum et baculum) y el Papa confería a éste la investidura feudal. La
tesis empleada había sido elaborada en Francia por lvo de Chartres, discípulo
de Lanfranco y maestro en derecho canónico.
Al año siguiente murió Enrique V sin dejar descendencia y por obra del obispo
Adalberto de Maguncia fue elegido para sucederlo Lotario de Suplimburg, duque
de Sajonia, contra las reclamaciones de Federico de Stauffen, duque de Suabia.
Lotario dejó el ducado de Sajonia en manos de su yerno Enrique el lobo (Hein-
rich wolf), duque de Baviera, que así se convirtió en el señor más poderoso de
Germania. La oposición fue acaudillada por Federico (Fridericus, luego Frie-
drich) de Staufer8 , dueño del castillo de Waibligen, origen pel término gibeli-
no. De este modo nacieron las dos facciones que conmovieron a la Cristiandad
durante los siglos siguientes.
A manera de conclusión de las querellas y la reforma gregoriana sintetiza
bien un autor que "la Iglesia queriendo librar al clero de la influencia laica, lo
sometió a ella más que nunca"9 y analizando los hechos otro historiador señala
que "el resultado de la lucha de las investiduras fue un cambio revolucionario
en la estructura política de Europa ... El resultado fue activar las nuevas monar-
quías, hacerlas conscientes de su independencia, pero sobre todo, cambiar el
equilibrio de poder en Europa. Mientras en los siglos X y XI el gran bloque
imperial centro-europeo, que se había recuperado muy pronto de la anarquía
del siglo IX, dominaba la escena, en el siglo XII, por el contrario, Europa se
convierte 'en un coro numeroso de personalidades relativamente libres"' 1º.

8 Originariamente Hohen-staufer, o sea, los grandes Staufer, castellanizado Staufen.


9 Pirenne, H. op. cit., p. 138.
10 Barraclough, G. La historia desde el mundo actual, Madrid, Revista de Occidente, 1959, pp.
106- l07.

318
LA CONSOLIDACION DE LA CRISTIANDAD

El Imperio de los Staufer: su lucha contra el Papado. Federico I

Conrado III -sucesor de Lotario- murió en el 1152 angustiado por la


muerte de su progenitor Enrique, y en su lecho de muerte desheredó a su otro
hijo en beneficio de su sobrino y duque de Suabia: Federico Staufer, de quien
afirma un autor que "consiguió reavivar las ideas supranacionales y cristianas de
Carlomagno, a quien él canonizó, mezcladas con las teorías políticas y legales
de la Roma imperial, a las cuales se cuidaron de adaptar a las necesidades de los
soberanos de la Edad Media los juristas de Bolonia" 11 •
El enfrentamiento con la Sede Romana fue un conflicto típico entre cano-
nistas, planteado en términos estrictamente jurídicos. Por el lado papal so-
bresalió el canciller Rolando Bandinelli de Siena -futuro papa Alejandro 111-
que había sido docente en Bolonia, mientras que por el imperial, el arzobispo
de Colonia, Rainaldo Dassel, también era un experto en cuestiones legales.
La cuestión se suscitó por una intencionada mala traducción por parte de Rei-
naldo Dassel de un documento papal en el que el término genérico beneficia
fue traducido en estricto sentido feudal, convirtiendo así al emperador en
súbdito del Pontífice. Este hecho provocó la inmediata reacción de las auto-
ridades imperiales, en la dieta de Besancon, donde fuera presentada la tra-
ducción adulterada.
·-......,
Las pretensiones imperiales de Federico I, apodado en Italia barbarossa
-comunes a los Staufer-, lo llevaron a intervenir en las cuestiones de la
península itálica, agravadas con la elección de Alejandro III.
Federico I reunió una dieta en Roncaglia (Roncaliae), en 1158, y en pre-
sencia de destacados legistas de Bolonia como Martino Gósia, Jacobo y Hugo
de Porta Ravegnana, hizo fijar sobre la base justiniana el principio: "lo que pla-
ce al soberano tiene vigor de ley", señalando el camino hacia un absolutismo
que, por obra de la Iglesia, no llegó a concretarse en el Medioevo.
Como consecuencia de la dieta de Roncaglia fue enviado un representante
imperial -el podestá- a cada una de las ciudades de la península itálica para
su gobierno. La mayor reacción tuvo lugar en Milán, cuyos habitantes rechaza-
ron a pedradas a los delegados reales y se prepararon para la defensa de su li-

11 Steinberg. Historia de Alemania, Madrid, Pegaso, s/f, p. 48.

319
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

bertad. Después de un angustioso asedio, Milán fue arrasada por los germanos
y los conquistadores iniciaron su demolición, mientras Federico 1 entraba en
Roma y se hacía coronar emperador por el antipapa Pascual 111 (Paschalis), por
él mismo designado. En Roma gobernaba el tribuno Arnaldo de Brescia (Arnal-
dus Brixiensis).
En cuanto a la situación en la península itálica en general, Federico no apre-
ciaba claramente que además del papa, la llanura lombarda se había cubierto
con gran cantidad de pequeñas ciudades, muy celosas de su libertad, y que,
gobernadas por la burguesía, no permitirían ser sojuzgadas fácilmente. Estas
ciudades, con el ejemplo de Milán, resolvieron armarse contra el emperador
que quería imponer sus podestás y el 4 de junio de 1176 las tropas itálicas de-
rrotaron totalmente a Federico I en el campo de Legnano, donde el propio
emperador salvó su vida escondiéndose entre los cadáveres.
Allí prácticamente se destruyó la teoría imperial resucitada por Reinaldo
Dassel y que expresaba respecto del emperador: "toda la humanidad está a sus
órdenes, aun cuando fuera de aquellos que son sus reinos de Alemania, Italia y
Borgoña, sobre los que ejerce directamente su autoridad, el poder está con-
fiado a reyes que son indicados como reguli provinciarum (reyes de provincia)
para explicitar su rango inferior. Y como el emperador solemnemente consa-
grado por su alto oficio está unido al Señor, tendrá autoridad sobre toda la Igle-
sia en perfecta concordia y armonía con el poder carismático del pontífice.
Análogamente, los reyes locales podían ejercer su autoridad en el ámbito de las
Iglesias de sus países" 12 •
Para asegurarse el futuro y, especialmente, definir la política itálica del Im-
perio, Federico casó a su hijo Enrique con la treintañera princesa Constanza de
Sicilia, hija de Roger 11; marcando una nítida línea política que el Imperio asu-
mirá en ocasión del nacimiento del hijo de este matrimonio: Federico 11. "A
este primer paso siguieron otros: en tres generaciones, los emperadores habían
de convertirse de alemanes en italianos y trasladar su capital de Goslar a Paler-
mo, mientras que Alemania se convertía en una confederación de feudos casi
independientes." 13

12
Manselli, R. Federico l, Bs.As., CEAL- Los hombres de la historia, 1970, p. 128.
13 López, R. El nacimiento de Europa, Barcelona, Labor, 1965, pp. 240-241.

320
LA CONSOLIDACION DE LA CRISTIANDAD

En cuanto a Germania, Federico 1 se despreocupó de ella y casi la dejó en


manos de la nueva nobleza militar, como Enrique Wolf, preocupada por ex-
pandirse sobre las tierras bálticas y eslavas.

Los monjes cistercienses y la concepción política de la Iglesia

El comienzo de esta nueva modalidad monástica se remonta hacia principios


del siglo XI cuando el canciller de la escuela de Reims, Bruno (Brunon) de Colo-
nia, resolvió abandonar su carrera y reiniciar la vida eremítica, dando origen a los
cartujos o la Cartuja (Carthusia o Chartreuse). Muchos de ellos fueron los pos-
teriores iniciadores de la orden cisterciense (cisterciensium monachorum).
De estos primeros cartujos se retiró un grupo, deseoso de una observancia
más estricta y severa; éstos, abandonando a sus compañeros, se reunieron en el
desierto de Citeaux (Cistercium), en la diócesis de Chalon. Narra su propio
cronista: "allí llegaron los hombres de Dios, persuadidos de que aquel era el
lugar que durante tanto tiempo habían deseado, y que ahora les parecía el más
conveniente a causa de su inaccesibilidad y de que no resultaba atrayente para
nadie, excepto ellos mismos. Allí cortaron árboles y comenzaron a edificar el
monasterio. Porque esos hombres mientras estaban en Molesmes (Molismo)
(sede de los cartujos) habían hablado muchas veces entre sí con amargura y
pesar, por medio de la gracia de Dios, de sus transgresiones a la regla de San
Benito. Decían que ellos y otros monjes habían prometido en solemne profe-
sión observar esta regla, y que de hecho no la habían observado y que por tanto
habían cometido con conocimiento el pecado de perjurio y así, como ha sido
relatado, por autoridad del legado de la Sede Apostólica, habían ido a aquella
soledad para poder observar la regla y sus votos".
Su primer reordenamiento reglamentario se debió a Stephen Harding y se
caracterizó especialmente por los capítulos o reuniones periódicas de los aba-
des de todos los conventos; circunstancia que permitía una centralización con-
veniente. Pero el personaje más destacado fue indudablemente Bernardo (Ber-
hardum), quien, a los pocos años de ingresar a la orden, fundó la casa de Claraval
(Clarae-vallis) y fue bien llamado por un autor el árbitro de Europa en el siglo
XI; convirtiendo a Citeaux (luego Clairvaux) en el centro espiritual de Europa.
Se los conoció como los monjes blancos, para diferenciarlos de los "negros"
cluniancenses.

321
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Inocencio III y Federico II

A la muerte de Federico 1, ahogado cuando se encaminaba a la reconquista


del Santo Sepulcro, le sucedió su hijo segundo Enrique VI, quien no logró con-
vertir el Imperio en hereditario y murió en 1197, después de haber coronado a
su hijo Federico, de tan sólo tres años, como rey de los romanos y encomenda-
do su educación al pontífice romano. Según un destacado medievalista germa-
no, esta muerte "fue para el imperio alemán la más grave catástrofe de su histo-
ria medieval1114 •
Este papa fue Inocencio III (Nacido Lotario de Segni y coronado lnnocen-
tius), que había sido educado en la mentalidad jurídica de Bolonia y en las cos-
tumbres cluniacenses que lo condujeron a centralizar aun más la Iglesia, sin por
ello descuidar la reforma de las costumbres.
Para llevarla a cabo reunió un concilio en Letrán, en el 1215, donde se apro-
baron las reglas de la orden de la fraternidad de la penitencia o frailes menores
(Ordinis Fratrum minores' comúnmente conocidos como franciscanos) que
fundara Francisco de Asís (Francesco d'Assisi) 15 ; asimismo asistió el canónigo
de Osma Domingo de Guzmán (Oominicus Oxomensis), fundador de la or-
den de los predicadores (Ordinis Fratrum Praedicatoris comúnmente conoci-
dos como dominicos) para "combatir la herejía y organizar el estudio de las
grandes cuestiones filosóficas y teológicas en las Universidades europeas'IJ6.
Igualmente se observó un resurgimiento místico cuando el cruzado Bertoldo
(Pertolfus) de Calabria fundó la Orden del Carmelo (Ordinis Fratrum B. M.
Mariae de Monte Carmelo).
El pontífice lnocencio III fue el máximo exponente de la posición teocrática
del obispo romano, iniciada por León 1y continuada pausadamente, a través de

14 Hampe. La Alta Edad Media occidental, en Goetz, W. Historia universal, Madrid, Es pasa Cal pe,
1950, t. 111, p. 603.
15 Al nacer fue bautizado como Giovanni. También conocido como Franciscus Assisien-
sis, fue canonizado -considerado formalmente santo- por el papa Gregario IX en
1228. Entre sus escritos sobresale el poema Hermano sol, hermana luna y su controvertido
testamento. Véase apéndice doc. 12 3 y 124.
16
Fue solemnemente canonizado por el papa Gregario IX mediante la bula Fans Sapien-
tiae en 1234.

322
LA CONSOLIDACION DE LA CRISTIANDAD

más de cinco siglos, por prelados tan importantes como Gregario 1y Gregario
VII (apéndice doc. 95). El mismo Bernardo de Claraval había señalado el papel
que los monjes consideraban correspondía cumplir al papa, cuando en su De
Consideratione expresaba: "El Papa debe ser el azote de los tiranos, el padre de los
reyes, el dispensador de leyes y cánones, la luz del mundo, el Vicario de Cristo,
el Cristo del Señor y, por último, el Dios de Faraón. Entended bien lo que digo.
Cuando el poder y la maldad se alían, debemos esperar de vosotros algo más
humano. Ejerzamos la continencia sobre aquellos que obran mal. Dejemos que
aquel que no teme hombre ni espada tema el aliento de vuestra ira. Que piense
que el que incurre en vuestra cólera no incurre en la cólera de un hombre, sino
de Dios" 17•
Inocencia centralizó la Curia romana en su máxima expresión, exigiendo
que todos los obispos le prestasen juramento, reservándose la aprobación de
todas las nuevas órdenes monásticas y enviando legados suyos a toda la Cris-
tiandad. Esta política obtuvo su base racional en el derecho romano, funda-
mento del derecho canónico, que en torno de Graciano fue publicado en Roma
en 1150. De este modo, "la Iglesia estaba ya constituida como una sociedad
internacional orgánica, completa, con un gobierno centralizado, un código de
leyes escritas y un sistema desarrollado de jurisdicción apelada, así como asam-
bleas legislativa y representativa" 18 •
Por otra parte, el principio básico de la cosmovisión medieval fue la creen-
cia en Dios como creador del universo; un Dios fuera del mundo, no en el mundo;
que lo dirige con su Providencia. Con esta concepción se rompía por completo
la idea de las religiones clásicas, que de una u otra manera identificaban al ser
supremo con el mundo o a éste como emanación de aquél. "Por lo que se refiere
a las instituciones de la vida en común, es decir, al Estado y a la sociedad, hay
dos grandes ideas que la dominan: la Iglesia y el Imperio, encarnados respecti-
vamente en el Papa y el Emperador. También estas instituciones se apoyan en
supuestos supramundanos, es decir, en la gracia e institución divinas y configu-
ran a partir de ellos la vida en el mundo. El Papa ciñe la triple corona y tiene las
llaves de Pedro en su mano; el Emperador viste el manto azul tachonado de

17 San Bernardo. IV-7.


18 Dawson, Ch. op. cit., p. 108.

323
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

estrellas, que simboliza la bóveda celeste y lleva el globo imperial, símbolo de


la tierra. Con relación a las garantías trascendentales enunciadas, estas institu-
ciones de la vida en común son también completa y minuciosamente organiza-
das, de arriba abajo y de abajo arriba, en lo que a símbolos, cargos y funciones,
situaciones y acontecimientos vitales se refiere." 19
La Dieta Imperial, reunida en Coblenza, por influencia de Inocencia III,
proclamó a Federico 11 como emperador de Occidente, siendo coronado en
Maguncia. Pero el nuevo emperador, después de haberse quitado la tutela ecle-
siástica de su minoría de edad, comenzó a llevar a cabo su propia política, que
coincidía poco con la Curia Papal. Sus incursiones en la península itálica hicie-
ron resurgir una vez más la Liga Lombarda, celosa defensora de los privilegios
municipales y Milán fue nuevamente la cabecera del partido güelfo, contra las
tendencias gibelinas de Pisa y Pavia. Federico 11 recurrió de similar modo que
su abuelo a la .política de enviar podestás como gobernantes a las rebeldes ciu-
dades itálicas para administrarlas.
En cuanto a estos partidos, los gibelinos (ghibellinus) creían que no se po-
dría conservar la libertad ciudadana sin depender de un poder superior-en su
caso, el emperador-, mientras querían la unidad aun en perjuicio de su liber-
tad. Entretanto, en la península, "desde el siglo XI, la clase mercantil e indus-
trial que comienza a considerarse, se aprovecha del conflicto entre el Papa y el
emperador, para sublevarse contra los obispos y arrebatarles la administración
de sus ciudades. Los primeros municipios italianos, fueron jurados por los pa-
tarius (la canalla), en medio de los desórdenes de la guerra de las investiduras
y de la exaltación mística" 2º.
Este régimen de ciudades se trasformó en Señorías (Signorias), coincidente
con el incremento de las milicias mercenarias y la transformación de las mismas
en Compagnie di ventura al mando de condottieri. Su origen parece surgir de
los ciudadanos inmigrados para combatir a los gibelinos que se quedaron dis-
puestos a combatir al mejor postor. Esta "aparición de los condottieri es la
contraparte de la dominación política de los hombres de negocios en Floren-
cia, como en todas las ciudades de ltalia"21 •

19 Guardini, R. El fin de los tiempos modernos, Bs. As., Sur, 1958, pp. 36-37.
20 Pirenne, H. op. cit., p. 224.
21 Renouard, Y. Historia de Florencia, Bs.As., EUDEBA, 1968, p. 73.

324
LA CONSOLIDACION DE LA CRISTIANDAD

Pero la tarea más importante de Federic&n fue llevada a cabo en su reino de


Sicilia (Siciliae); allí el emperador "se distinguió por lo atrevido de sus ideas
políticas y por el entusiasmo con que acogió el ambiente oriental, desde el harén
a los baños. Imitó a los califas en su política de centralización y en sus prácticas
económicas y fiscales, y se dejó captar por los efluvios de la cultura islámica.
Hablaba varios idiomas y mereció de Dante la calificación de iniciador de la
poesía italiana. Fundó la Universidad de Nápoles y protegió las escuelas de
Messina y Palermo, cuyos médicos árabes y judíos dieron un fuerte impulso a
esta ciencia en el siglo XIII. Su gran obsesión consistió en difundir por el Oc-
cidente la filosofía árabe, y al servicio de esta idea, Federico 11 contribuyó a la
revelación de Aristóteles, que provocaría una gran transformación en la esco-
lástica"22. Además, Federico consolidó jurídicamente el reino mediante la pro-
mulgación de los Assises de Capua y Messina, obteniendo una mayor centra-
lización monárquica. En esta tarea cumplió importante papel su canciller Pier
della Vigne, graduado en Bolonia.
Respecto de Germanía, el emperador se desentendió de ella, limitándose a
conceder a los grandes señores, de derecho, las prerrogativas que ya tenían de
hecho; convirtiéndolos así en señores de sus tierras. "En lo sucesivo, Alemania
no es más que una federación de soberanos particulares, que el emperador aban-
dona a sí misma" 23 .

22 Regla, J. Historia de la Edad Media, Barcelona, Montaner y Simón, 1969, pp. 195-196.
23 Pirenne, H. op. cit., p. 236.

325
XVIII
CAPITULO
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

El siglo XI, presumiblemente como reacción ante la invasión y guerra santa


musulmana, dio lugar -después del mencionado asedio- a una etapa de ex-
pansión de la Cristiandad que pasó a la historia con la denominación de Cru-
zadas. Estas cruzadas no se limitarofl, como generalmente se explica, a un movi-
miento de señores feudales que exóticamente se dirigieron a Tierra Santa para
reconquistar el Santo Sepulcro y, de paso, llenar sus alforjas, sino que señala-
ron una mentalidad, un espíritu propio de una época de la Cristiandad quizás
influenciado por la idea musulmana de guerra santa, cuyo signo más importan-
te fue la propagación de la fe, aun por las armas 1 •
Prueba de esta mentalidad es la existencia de cruzadas de pobres o peregri-
nos y cruzadas de niños (apéndice doc. 99). Es importante hacer notar que estas

Esta tesis se encuentra esbozada inclusive en historiadores ajenos al catolicismo. Por


ejemplo, Romero, J. L. La Edad Media, México, F.C.E., 1951, pp. 150-151: "Este espíritu
de cruzada se forjó en las postrimerías del siglo XI, pero campeó como un elemento
director de la conducta durante el XII y el XIII" (op. cit., p. 151 ).

327
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

expediciones no se limitaron a la Palestina, sino que abarcaron contemporá-


neamente todo el continente europeo. Por su influencia e importancia, y ade-
más por ser modelo en el tiempo, debemos iniciar nuestra narración de las cru-
zadas por la península ibérica.

La reconquista española

Generalmente la lucha contra los árabes en la península ibérica -que abarca


un amplio período de casi ocho siglos- ha merecido el nombre de Reconquista.
La lucha se inició en el norte, en la región astur, diez años después de la
invasión árabe. Allí, detrás de los montes Cantábricos, el rey-caudillo don Pe-
layo obtuvo la primera victoria en una escaramuza, más que combate, conocida
como Cova-donga, en el 722. Así surgió el pequeño reino astur que más tarde
trasladó su sede a León y adquirió, bajo el reinado de Alfonso 111 (Adefonso) el
magno, características imperiales.
Entretanto, en las zonas limítrofes al reino carolingio, aparecieron los pri-
meros caudillos que se independizaban de los leudes francos. Estos fueron los
lñíguez de Navarra, los Galíndez de Aragón y más al centro de la península, en
la zona en contacto directo con los musulmanes, los Fernández y los González
de Castilla, la región de los castillos. Los monarcas leoneses tuvieron un perío-
do de hegemonía a medida que disminuía la fortaleza de los árabes y su mira
principal fue reconquistar toda la península, repoblándola con mozárabes.
En 1020 ascendió al trono el primer monarca importante, Sancho III (Sanc-
tio) Garcés, quien gobernó el naciente reino de Navarra -la región fronteriza
francesa-y, por herencia de su esposa, parte de Castilla. Bajo Sancho III, el
reino ibérico navarro y con él, prácticamente toda la península independizada,
comenzó su integración a Europa mediante la influencia transpirenaica de los
monjes de Cluny y las frecuentes peregrinaciones al santuario de Santiago de
Compostela. A su muerte el reino fue dividido entre sus hijos, originando los
reinos de Castilla, Navarra y Aragón. Este es el período que corresponde a
Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador2.

2 Sus hazañas dieron lugar al primer poema épico de la literatura castellana.

328
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

Bajo Alfonso VI se acrecentó la integración con Francia; éste fue amigo


personal del abad Hugo de Cluny, por cuya obra el monje Bernardo fue
consagrado arzobispo de Toledo, ciudad que el rey tomó a los árabes y con-
virtió en capital de su reino.
El proceso de afrancesamiento se completó con su casamiento con la prin-
cesa de Borgoña y fue coronado como "emperador de toda España y de las
dos religiones". Durante su reinado tuvo lugar la invasión musulmano-bereber
de los almorávides y el desastre de Sagrajas, mientras, a la vez, Aragón (Ara-
gone) iniciaba su proceso expansivo, bajo la vigilancia del propio Papa. La
relación con los condes catalanes condujo las miras de Aragón hacia el Me-
diterráneo.
El siguiente paso trascendental -revancha del desastre de Sagrajas- tuvo
lugar en 1212 cuando Alfonso VIII de Castilla obtuvo la victoria de las Navas
de T olosa, señalando el comienzo del retroceso musulmán en la península; el
poderoso califato de Córdoba o Al-Andalus quedó desintegrado en una serie
de reinos taifas, que subsistieron en medio de discordias internas y luchas con-
tra los cristianos, sin omitir la obvia transculturación.
Castilla (Castella) inició una nueva política de parias que debían pagar los
reinos taifas; con éstos la monarquía pudo pagar soldadas a sus hombres evi-
tando la organización feudal de más allá de los Pirineos, que en la península se
vio interrumpida -en su esquema germano-visigodo- por las invasiones ára-
bes. Sin perjuicio de ello, la monarquía castellano-leonesa sufrió el impacto del
feudalismo occidental en el siglo XI por la influencia cluniacense, las peregri-
naciones y los matrimonios con princesas francesas.
De todos modos, en ningún país de la Cristiandad las clases sociales fueron
tan abiertas como en la península ibérica, gracias a la repoblación y su conse-
cuente movilidad. Allí la guerra y la repoblación fueron los dos grandes cami-
nos que conducían al éxito y originaban los hijos-dalgos (hijos de algo). T am-
bién la empresa militar constante robusteció la autoridad real y por la reconquista
los monarcas dispusieron de tropas y pagas para las mismas.
Después de Fernando III el santo, que unió brevemente ambas coronas,
Castilla tuvo por monarca a Alfonso X el sabio, "legislador-autor del código
conocido como las Partidas-, poeta, historiógrafo y principalmente científi-
co, que fundó la Universidad de Salamanca y unió su nombre a los progresos
de la astronomía y la cronología".

329
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Ya a comienzos del siglo XIII, la monarquía catalano-aragonesa dirigió sus


principales esfuerzos hacia la constitución de un imperio pirenaico. Jaime 1, en
cambio, aceptó la lección bélica de Muret y orientó sus pasos hacia la vertiente
mediterránea y meridional. Así tendremos a los aragoneses en el Mediterráneo
y en Sicilia.
Poco más tarde vascos y castellanos también se lanzaron a la aventura, nave-
gando por el Atlántico. En el siglo XII constituyeron cofradías de navegantes
en la costa cantábrica de Castilla y existió una fuerte corriente marítima en
Vizcaya y Guipúzcoa, regida entonces por el rey de Navarra.
A principios del siglo XIII sus pobladores transportaban vinos de Francia a
Inglaterra y cuando ésta les quitó el dominio de los mares en el norte, se lanza-
ron hacia el sur y no fue casual coincidencia que, en 1492, contemporizaran la
última reconquista -Granada- con el primer viaje hacia el Nuevo Mundo
(Colón). Así se cerró la reconquista española -tras la unificación de España
mediante el enlace de los Reyes Católicos Fernando e Isabel-y el espíritu de
cruzada se lanzó a través de los mares, al descubrimiento, colonización y cris-
tianización de América.

La cruzada en Lusitania y el surgimiento de Portugal

A fines del siglo XI el rey Alfonso VI de Castilla cedió a su hija Teresa,


casada con Enrique de Lorena, los territorios del norte de Lusitania, inclu-
yendo varias ciudades como Braga, Coimbra y Porto, conformando así un
feudo castellano-leonés ..
Las discordias de la época del Cid permitieron a Enrique y Teresa actuar
como soberanos independientes y esta actitud se mantuvo durante los prime-
ros años de su hijo: Alfonso Enri~z.
Este, temeroso del avance de los mor()s,_y__deseoso de conquistar t0da-la-i:~i.ó.n
~~a, organizó -con ap~yo papal- .una cruzada, y e.n.J ! 38, con la ayuda
de cruz~aos transpirenaicos (alemanes, ingleses y flé!mencos), obtuvo la victo-
ria de Ourique, que señala i:_l_i!l!cf<úle. la--his~~ia porhi~~§~~~J~!Q:

--
clamó rey.de Portugal(Pó;tucale, antes Lusitania) y en 1179 se declaró vasallo
de la Santa Sede,_paraasegJJ..J:gJseJa_resjén adquiridai~depe~d;~~i~,
- -
co~;;Tiaa-
----- ---------- - ____,
da-conTa reconquista rl_e_L.!~boa (-1147) de manos árabes, del mismo modo que
Evora y Beja. En 1179 el papa Alejandro 111 le confirió el título real.

330
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

Su obra fue continuada por su hijo Sancho 1 ( 1185-1211), que por su ex-
traordinaria tarea civilizadora mereció el apodo de el poblador.

La cruzada de los normandos en Sicilia

Durante el papado de Gregorio VII aparecieron los primeros grupos nor-


mandos -la mejor caballería de la época- por la península itálica ofreciendo
sus servicios al mejor postor. Muchos de estos normandos, deseosos de aventu-
ra, se quedaron en la península para enfrentar a sarracenos y bizantinos. En
1042 su jefe, Guillermo, fue proclamado por sus propios hombres conde de
Apulia; en 1507 apareció un nuevo caudillo, Robert Guiscard, que lo suplió a su
muerte.
La ruptura en 1054 con la Iglesia griega movió al Papado a interesarse en la
situación del sur de la península y a no descartar la posible colaboración de los
normandos, quienes, poco más tarde, le rindieron vasallaje y fueron confirma-
dos en sus posesiones en Apulia, Capua y Benevento (suele atribuirse a este
hecho el origen del reino de Nápoles). Los normandos, a partir de este aconte-
cimiento, se consideraron defensores del Papado y, como tales 3, conquistaron
todas las posesiones imperiales griegas en el sur culminando, en 1071, con la
ocupación de Bari.
Entretanto los pisanos, eternos rivales de Venecia y Génova, lograron en
1063 romper el cerco sarraceno y ocupar Palermo, donde, con los restos de las
naves musulmanas, construyeron una catedral.
El antipapa Anacleto 11, mediante el matrimonio con su hermana, otorgó a
Roger 11 (Rogerus) el título de rey de Sicilia y soberano de Nápoles y Capua,
en setiembre de 1130 e Inocencia III, más adelante, confirmó la investidura. "El
estado que acaban de fundar en el punto de intersección de tres civilizaciones
diferentes, iba a adquirir pronto una importancia política de primer orden y a
desempeñar en los destinos del Imperio un papel inesperado" 4 •

3 El Papa les concedió el vexillurn S. Petri o las insignias que implicaban la investidura
papal para llevar adelante la lucha.
4 Pirenne, H. Historia de Europa desde las invasiones al siglo XVI, México, F. CE., 1942, p. 131.

331
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

La cruzada de los normandos en Inglaterra

Harold, príncipe heredero e hijo de Eduardo el confesor (Edward the con-


fessor) de Inglaterra, durante una visita al ducado de Normandía fue semiforzado
a jurar al duque Guillermo (Guilielmo), sobre una presunta promesa de su pa-
dre, que le iba a dejar la sucesión al trono inglés, aceptando en compensación
la mano de la hija del duque normando. Eduardo murió en 1066, dejando una
Inglaterra bastante desprestigiada, y Harold se hizo proclamar, antes que Gui-
llermo, rey de Inglaterra, despreocupándose del juramento feudal hecho a su
tío. Este le exigió el cumplimiento de la promesa, pero Harold se negó. Gui-
llermo inició entonces una campaña diplomática contra su sobrino, el rey sajón,
acusándolo de perjurio y sacrilegio ante el Papado, el que -a instancias de
Hildebrando- promulgó la excomunión del monarca e invistió a Guillermo
con las insignias feudales (vexilla S. Petri) para conquistar Inglaterra. Este par-
tió con más de sesenta mil hombres y encontró a su sobrino en los campos de
Hastings, donde lo derrotó, muriendo el monarca sajón en la lucha.
Guillermo, apodado el conquistador (William the conqueror), tuvo que
apoderarse sucesivamente de todas las ciudades y castillos, pero poco más tar-
de pudo proclamarse rey de Inglaterra. .
Para una mejor administración hizo hacer un censo estadístico -el Domes-
day Book-y dividió sus nuevos dominios en setenta mil quinientas baronías,
de las cuales entregó veintiocho mil quince al clero y treinta y dos mil a los
magnates normandos que lo acompañaron en la aventura. De este modo se ins-
tauró el feudalismo en Inglaterra, con características muy peculiares, ya que el
monarca era el señor de todos los feudos y el hombre más rico de Europa.
Guillermo se rodeó de un pequeño consejo de normandos y manejó el reino
a su antojo, exigiendo que le rindiesen homenaje, no solamente los señores,
sino todos los caballeros sajones, con lo cual se convirtió en verdadero rey de
Inglaterra a diferencia del francés que era sólo rey de los señores.
También sustituyó al clero sajón, bastante ignorante, por monjes norman-
dos, presididos por el teólogo Lanfranc de Pavia, al que designó arzobispo de
Canterbury (Cantuarium). "La conquista normanda no es otra cosa que la con-
secuencia y la consagración definitiva de lo que podríamos llamar la europeiza-
ción de lnglaterra"5 .

5 Pirenne, H. op. cit., p. 182.

332
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

La expansión germánica y la cruzada de la Orden Teutónica

Esta cruzada fue emprendida por una orden de caballería medieval: el Hos-
pital de Nuestra Señora de los Alemanes en Jerusalén o Caballeros Teutónicos.
Respecto de su origen, testimonia el obispo y cronistaJacques de Vitry que
"un alemán honesto y religioso, inspirado por la Providencia, hizo construir en
1128 en Jerusalén, donde vivía con su esposa, un hospital para sus compatrio-
tas", presumiblemente con la ayuda de algunos burgueses de Brema y Lübeck.
Una bula papal confirmó la institución de los Hermanos de la Casa Alema-
na -tal su nombre primigenio-, los que se comprometían a la admisión de
los heridos y al mismo tiempo prestaban juramento de combatir a los infieles.
El Papa les concedió los mismos privilegios que a los hospitalarios y a los tem-
plarios: vivirían bajo la regla de San Agustín y como distintivo llevarían una
cruz negra sobre la capa blanca. Pero mientras las restantes órdenes se interna-
cionalizaron, ésta permaneció estrictamente nacional.
Debemos mencionar aquí la expansión germana hacia el este -Drang nach
Osten- iniciada por Enrique el lobo (Heinrich wolf) de Baviera y Alberto el
oso (Albrecht das bar de Ballestedt) de Brandeburgo (Brandeburg), mientras
Federico barbarossa se preocupaba de las cuestiones itálicas. A ellos se debió la
fundación de Munich (München) y del obispado de Lübeck, convertidos en
sedes de la expansión y la segunda de ellas, mediante una carta imperial, en
origen del movimiento comercial que condujo a la Hansa.
La expansión germánica fue una agresiva lucha contra los eslavos, germani-
zados o esclavizados, mientras los monjes cistercienses predicaban el Evange-
lio. "Desde antes del fin del siglo XII, la colonización había llegado ya a las
orillas del Oder. A lo largo de los ríos, comienzan a fundarse ciudades indispen-
sables para el aprovisionamiento de los campesinos y que sirvan de mercados a
sus alrededores: Brandemburgo, Stendal, Tangermundo, Berlín y Francfort a la
orilla del Oder."6
La siguiente vía de expansión fue al norte, hacia el Báltico, donde el obispo
Alberto de Brema (Bremen) había fundado en 1201 el obispado de Riga y la
orden de los Caballeros Ensíferos o Portaespadas (Militia Christi), destinados

6 Pirenne, H. op."cit., p. 240.

333
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

a combatir a los paganos lituanos. Esta acción favoreció notablemente el co-


mercio germano y "de estas relaciones económicas nació la Hansa (Hanse), es
decir, la Confederación, no sólo de los mercaderes, sino también de las ciuda-
des, a las que éstos pertenecían, desde Riga hasta Colonia ... Gracias a la Hansa,
la navegación alemana continuó su preponderancia en los dos mares septen-
trionales hasta mediados del siglo XV" 7 .
Pero el paganismo continuaba en la llanura que se extiende entre el Oder
y el Niemen, tierra de los prusianos (pruzzen), de origen eslavo, que habían
resistido al obispo Adalberto de Praga y a los monjes cistercienses. Contra
ellos, en 1229, el duque polaco Conrado de Mazovia (Konrad Mazowiecki) 8
convocó-para evangelizarlos- a los Caballeros Teutónicos, por medio de
su Gran Maestre Hermano von Salza. El propio duque debió enfeudar la re-
gión concendiendo a Salza "y a sus sucesores y a la Orden Teutónica las tie-
rras que conquistara en Prusia, con el fin de que. gocen de ellas libremente y
sin que deban responder por ella a nadie". La Santa Sede les ratificó la conce-
sión imperial en carácter de feudo.
Así, Hermano de Salza, que había dirigido a los caballeros a las órdenes del
rey Andrés 11 de Hungría, constituyó un Estado autónomo en la región limitada
por los ríos Vístula y Memel. En 1237 incorporó a los Caballeros Portaespadas.
Los teutónicos actuaron basándose en la sorpresa y mediante la cons-
trucción de castillos, convertidos en verdaderas empalizadas de avanzada.
Así ocuparon sucesivamente la región de Thorn, Kulm, Marienwerder,
Marienburg, hasta llegar al Báltico, dejando libre la comunicación maríti-
ma con Alemania, cerrando el mar al reino polaco y creando las condicio-
nes para la Hansa.
Pronto el Gran Maestre se convirtió en príncipe del Imperio y hasta 1300 la
Orden Teutónica dominaba la sometida Prusia y desde su residencia de Ma-
rienburg el Gran Maestre Siegfried von Fenchwageó vigilaba el Báltico con
sus flotas y el Vístula con sus flotillas. En sus manos estaban las llaves de Polo-
nia. La autoridad del Gran Maestre fue totalitaria y no toleró intromisiones civiles

7 Pirenne, H. op. cit., p. 244.


8 Su centro político fue Varsovia (Warsawa).

334
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

ni eclesiásticas, expresando claramente que "es la Orden la que ha hecho a los


obispos y no los obispos los que han hecho a la Orden".
La Orden, intrínsecamente expansiva, no se limitó a dominar Prusia, sino
que reivindicó sus derechos sobre los países bálticos, arrebatando Estonia a los
daneses. Con auxilio del rey checo fundó Koenigsberg y más tarde Memel,
comprando la Pomerania con Danzig hacia el 1303 y más tarde Brandeburgo a
sus margraves.
La situación se complicó hacia el 1386 cuando ascendió al trono de Polonia
el príncipe lituano Jaguellón Qogailla) bajo el nombre de Wladislav 11 y unificó
ambos reinos. En 141 O en la batalla de Tannenberg cayó el Gran Maestre de la
Orden y "la flor y nata" de la caballería teutónica y así "se contuvo la expansión
de los alemanes hacia el este"9 •
Como consecuencia de la derrota se produjo una sublevación de los burgue-
ses y el nuevo Gran Maestre debió huir; recién en 1525, cuando el duque Al-
berto (Albertis) de Brandeburgo, Gran Maestre, laicizó el ducado, tras pasarse
al luteranismo, pudo separarlo de Polonia y originar el estado prusiano, con el
acentuado militarismo que quizá se debe a estos orígenes.
De todos modos "las nuevas colonias constituyeron los nuevos fundamen-
tos de la moderna Prusia y de la moderna Sajonia. A su existencia fue debida
la conexión de Polonia y Bohemia con el sistema estatal de la Europa medie-
val, y la división subsiguiente de los pueblos eslavos en grupo oriental y oc-
cidental; la expansión del Imperio ruso hacia el Oriente fue anticipada e im-
pedida por estos primeros zapadores de Germanía y de la influencia romana.
Solamente era menos importante el avance germánico a lo largo del Danu-
bio, desde el río Inn hasta Viena y la frontera de Hungría, el cual era princi-
palmente dirigido por sucesivas cabezas de la familia de los Babernberg
(971-1246), primero como margraves y después como duques de Austria. El
poder de los Habsburgo como el de los Hohenzollern es parcialmente una
herencia de fronterizos medievales que introdujeron hasta el corazón del
territorio eslavo una cuña germánica" 1º.

9 Steinberg, H. Historia de Alemania, Madrid, Pegaso, s/f., p. 82.


10 Davis, H. W. Europa medieval, Barcelona, Labor, 1928, p. 140.

335
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

La cruzada contra los albigenses

En el Languedoc-la región de la lengua del oc-, influenciada por la cul-


tura provenzal y por el permanente aporte de muchos pueblos heterogéneos
que pasaron por allí, resurgió la antigua herejía dualista o maniquea ahora co-
nocida como albigense (albigensis) 11 • Algunos fijan su origen en la prédica de
Pedro de Bruys, quien a mitades del siglo XII fue quemado vivo en Aquitania
por haber predicado y soliviantado a la población contra los abusos de la Igle-
sia. Su discípulo, el comerciante lyonés Pedro Valdo (Petrus Valdesius o Pe-
dro Valdes) abandonó todos su bienes y comenzó a predicar las doctrinas de
su maestro, acentuando especialmente la pobreza que debía caracterizar a los
cristianos. Así habrían surgido los pobres cristianos, todos vestidos de lana blan-
ca, que predicaban en las ciudades del Languedoc el regreso a las costumbres
de los primeros tiempos.
Paralelamente aparecieron otros grupos peregrinos provenientes de regio-
nes muy distantes, que mezclados con los comerciantes de la zona aportaron
ideas maniqueas y fueron conocidos por sus creencias como cátaros 12 •
Los seguidores de Pedro Valdo se llamaron valdenses (vaudois) y tan segu-
ros estaban de que sus ideas no eran heréticas que pidieron al papa Alejandro
111 su reconocimiento y autorización para continuar con su prédica.
Sobre estos grupos influyó la enseñanza heterodoxa de Abelardo, cuyas tesis
propugnadas en la Universidad de París se dispersaron rápidamente por la re-
gión. Todas estas ideas, tan heterogéneas y en un ambiente acentuado por el
renacimiento comercial, prendieron rápidamente y dieron lugar a una conjun-
ción de teprías religiosamente heterodoxas y socialmente perniciosas, que se radi-

ll
Ellos se llamaban a sí mismos "los hombres buenos". Se incorporaban al grupo o secta
mediante un sacramento especial: el consolamentum, que los convertía en "Perfectos".
Para analizar su largo recorrido espacio-temporal véase Mitre, E. Las grandes herejías de la
Europa cristiana, Madrid, Istmo, 1983; Lambert, M. La herejía medieval, Madrid, Taurus,
1986, y especialmente Runciman, S. Los maniqueos de la Edad Media, México, F.C.E, 1989.
12 Kazari o cathari = los "puros". Niel, F. Albigenses y cátaros, Bs.As., Fabril-Mirasol, 1962;
Belloc, H. Las grandes herejías, Bs.As., Sudamericana, 1966; Seifert, L. Los revolucionarios del
mundo (De Bogomil a Lenin, a través de Hus ), Barcelona, L. Caralt, 195 3.

336
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

calizaron con el arribo del obispo (sic) cátaro Nicetas y por la negación del per-
miso solicitado por los valdenses.
Los cátaros, entre otras cuestiones, sostenían que "Cristo no es Dios; él y María
son altos espíritus que poseían un cuerpo aparente y las almas humanas son espí-
ritus caídos, tentados por Satán en el cielo y arrojados a la tierra", "Satán es el dios
malo que ha creado el mundo, la carne, el cosmos" y "sólo una radical separación
del mundo, una espiritualización radical, puede salvar el alma del hombre presa
en la tierra". A la muerte de Cristo "Satán creó la Iglesia satánica, la Meretriz
Babilónica, la Iglesia Romana: ésta persigue a los puros, a los pobres, a los verda-
deros imitadores de Cristo, hasta la consumación de los tiempos". Así"los perfec-
tos evangélicos se abstienen de la carne en todas sus formas, del comercio sexual,
del matrimonio" 13 • Por ser Albi (Albia) la ciudad donde en 1176 fueron anatemi-
zados por vez primera se los conoce también como albigenses.
A la muerte del papa Alejandro III, que había adoptado una actitud concilia-
dora ante ellos, su sucesor Lucio Ill (Lucius) -en el brevísimo período de su
Pontificado- reunió un concilio en Verona, donde se resolvió "condenar a los
herejes, como quiera que se le llamen cátaros, patarinos, paraginos, josefinos,
arnaldistas, humillados, pobres de Lyón, consolados, creyentes y perfectos, y los
sometemos a perpetuo anatema, con todos aquellos que les diesen acogida o
protección. Y por cuanto desprecian las penas eclesiásticas, ordenamos que los
que fueran manifiestamente convencidos de estas herejías, sean clérigos o reli-
giosos, sean despojados de toda orden o beneficio, y después abandonados al
brazo secular para recibir el castigo conveniente, a no ser que el culpable, inme-
diatamente que sea descubierto, abjure del error en mano del obispo del distrito.
El lego si no abjurase sea castigado por el brazo secular". Este decreto fue funda-
mental y parece haber sido la base de la política procesal de la futura Inquisición,
en cuanto se refiere a la relación penal entre la Iglesia y el poder temporal.
Pero a pesar de la condenación eclesiástica, la herejía se propagó ostensi-
blemente por el Languedoc, la Provenza, en todo el sur de Francia, en la penín-
sula itálica y también en Belgrado y Rumania. "Desde el oeste penetran los cá-
taros en el este europeo, desde las ciudades episcopales renanas hasta el Danubio,
Passau y Viena". Su "paraíso es Italia y la Provenza. En Italia constituyen seis

13 Heer, F. El mundo medieval, Madrid, Guadarrama, l 963, pp. 217-257.

337
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

iglesias, la más fuerte de las cuales es la lombarda, y la más culta la florentina,


que tienen una academia teológica propia en Poggibonsi. Todas las capas so-
ciales del pueblo están representadas en ellas. Escribientes y tejedoras -ofi-
cios de gente sentada y pensativa- constituyen una especie de clase dirigente:
se trata del proletariado intelectual del célebre intelectualismo proletario de
los tejedores, que suministrará desde el siglo XII hasta el siglo XIX un elevado
tanto por ciento de los militantes de los movimientos inconformistas religiosos
primero y políticos después" 14 •
Entre tanto su número aumentaba considerablemente y sus predicadores se
mofaban del clero y ponían en ridículo las cosas santas hasta el punto que no se
podía llevar la tonsura. En Beziers los canónigos debieron convertir su iglesia
en una fortaleza para poder resistir los ataques, fomentados por el señor de la
región, y desde T olosa partían misioneros destinados a propagar las ideas.
Una vez nombrado Papa, lnocencio 111 resolvió extirpar la herejía y para ello
envió a predicar la recta doctrina a varios frailes, entre los que se encontraba
Domingo de Guzmán-luego fundador de la Orden de los Predicadores-. Ante
su escaso éxito y frente a la magnitud de los señores feudales implicados, el
Papa recurrió a Felipe 11 (Philippus Augusto), exigiéndole que se dirigiera a
someter a su vasallo tolosano. El monarca, ocupado en sus luchas contra el rey
inglés Juan sin tierra (lohannes saos Terre o John without land) 15 eludió la
solicitud, aunque manifestó que enviaría algunos nobles para ello.
El cisterciense Pedro de Castelnau, el nuevo legado pontificio, exigió al conde
Raimundo VI de Tolosa (Raimundus de Toulouse) que castigara a los herejes
y poco después de ser nuevamente atacado el conde por perjuro, el obispo
apareció muerto por un enviado de aquél. Raimundo fue excomulgado y sus
vasallos liberados de la obediencia. Los monjes cistercienses comenzaron a
predicar una nueva cruzada y Foulques, otrora trovador y ahora obispo de
T olosa, inició la campaña.
Finalmente, las tropas al mando del caballero Simón de Montfort y el abad
Arnaldo Amalric de Cister, atacaron al vizconde de Beziers en 1209 y narran
los cronistas que "la ciudad fue tomada por asalto y veinte mil personas fueron

14 Heer, F. op. cit., p. 229.


15
Cabe recordar que el idioma oficial de la corte inglesa -de origen normando- fue el
francés hasta avanzada la Modernidad.

338
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

asesinadas al son de las campanas, sin distinción de edad ni de sexo; siete mil de
ellas fueron quemadas en la iglesia donde se habían refugiado". Se afirma que
cuando los soldados preguntaban cómo distinguían a los herejes de los católi-
cos recibían por respuesta: "matad a todos que ya Dios sabrá distinguir bien a
los suyos".
Raimundo de T olosa, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, pidió
ayuda al Papa; pero éste dispuso que previamente debía rendir cuentas por la
muerte de su legado, exigiendo tras el juicio que los nobles de la región no
podían vivir en las ciudades, ni plazas fuertes, que debían derribarse los casti-
llos que el nuevo legado dispusiese y que las tierras serían devueltas al conde
cuando conviniese.
Raimundo VI decidió entonces defender por las armas las posesiones de sus
antepasados. Para ello requirió la ayuda de su cuñado y rey de Aragón Pedro 11,
vencedor de las Navas de T olosa, quien acudió a defender sus posesiones en el
Midi francés.
Después de una encarnizada lucha las tropas de Simón de Montfort obtu-
vieron una aplastante victoria, muriendo en la batalla el propio monarca arago-
nés. Las crónicas episcopales señalan que "los montones de enemigos que han
quedado en el campo de batalla son tan grandes y tan multiplicados, que es
imposible saber el número; de los nuestros no ha habido más que un solo caba-
llero muerto y muy pocos sargentos. Nosotros, los obispos de Tolosa, de Ni-
mes, de Ucés, de Loveda, de Beziers, de Age, de Cominges, con los abades de
Clerac, de Valle Magna y de Santiberi certificamos de ser cierto todo lo ex-
puesto".
La victoria de Muret, el 13 de setiembre de 1213, terminó con el condado
de T olosa, más que con la herejía albigense, y "el oro del Languedoc, huyó de
los cruzados, buscó refugio seguro en Cataluña, donde jugó un papel de primer
orden en la expansión mediterránea catalano-aragonesa, mientras la proyec-
ción de Francia en el mar latino sufrió un retraso de más de dos centurias''16.
Poco más tarde murió Simón de Montfort y estas posesiones recientemente
conquistadas pasaron a su hijo Amaury (Amalric) y a la muerte de éste a la Corona
francesa en manos de Luis (Loys o Louis VIII) de Francia, quien además ocupó

16 Pirenne, H. op. cit.

339
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Lyón y Avignon, acabando con el poderío de los condes de Tolosa. La Iglesia


recibió como feudo la Alta Provenza, y en ella el condado de Avignon (Ave-
nio}, y juntamente con la región, desapareció la sincrética, pero brillante, cul-
tura provenzal.
Como aún subsistiesen brotes de herejía, el papa Gregorio IX (Hugolino de
Ostia} envió como delegado al cardenal de Saint-Angelo, y en 1233, encomendó
a los dominicos la investigación y extirpación de los restantes centros albigen-
ses, haciendo funcionar el Santo Tribunal de la Inquisición, fundado en 1215
por el IV Concilio de Letrán (Lateranense).

La cruzada de los niños

Una crónica francesa narra que "en el mes de junio, un niño pastor llamado
Esteban, que era del pueblo denominado de Cloyes, decía que el Señor se le
había aparecido en la figura de un pobre peregrino. Después de haber aceptado
de él el pan, le dio unas cartas dirigidas al rey de Francia, Esteban, acompañado
de varios pastores de su edad, se dirigió donde el monarca. Poco a poco se for-
mó en torno suyo una gran multitud, procedente de todas las Galias, de más de
treinta mil personas".
El rey Luis VIII, hijo de Felipe 11, no aprobó la cruzada y después de con-
sultar con los maestros de la Universidad de París, ordenó su disolución, la
que se intentó sin éxito, ni mucho esfuerzo. Los niños y aldeanos llegaron a
Marsella (Massilia} donde negociaron con dos armadores su traslado hasta
Siria, pero una tempestad los hizo naufragar en Cerdeña, llegando sólo cinco
navíos a destino, donde los niños fueron vendidos por los armadores como
esclavos a los jefes turcos.
Narra un cronista de Germania que en fecha coincidente "apareció un niño,
Nicolás de nombre, que reunió en torno suyo a una multitud de niños y muje-
res. Afirmaba que por orden de un ángel debía dirigirse con ellos a Jerusalén
para liberar la cmz del Señor, y que el mar, como en otro tiempo, les permitiría
atravesarlo a pie enjuto". Marcharon desde Alemania al puerto de Génova y los
anales marbacenses afirman que "volvieron hambrientos y descalzos, uno a uno
en silencio" y "una gran parte de ellos yacían muertos de hambre en las ciuda-
des, en las plazas públicas y nadie les enterraba".

340
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

La reconquista del Santo Sepulcro

Un nuevo pueblo turco, los selguqidas ocuparon -hacia principios del si-
glo XI- la sede del mundo musulmán y en l 07 l en la batalla de Manzikerta, al
derrotar a los ejércitos imperiales de Constantinopla, provocaron el caos en
Occidente. En 1074 cayó Jerusalén ( Gerusalem) en sus manos y con ello se
modificó la política aperturista de peregrinaciones al Santo Sepulcro.
El basileus Alejo Comneno pidió al papa Urbano 11 el auxilio de la Cristian-
dad, sugiriendo la posibilidad de retornar a la comunidad católica. Por ello en
el concilio de Clermont, el 27 de noviembre de 1095, Urbano 11 predicó la
necesidad de una expedición que se conoce como primera cruzada (apéndice
doc. 98).
Los crónicas afirman que asistieron al concilio más de doscientos obispos,
catorce arzobispos y cuatrocientos abades. También estuvo Pedro de Amiens,
el ermitaño, portador de un pliego del patriarca de Jerusalén y ferviente predi-
cador de la guerra santa.
Después que el papa Urbano 11 pronunció su célebre convocatoria en Cler-
mont muchos se "cruzaron" al grito de "Dios lo quiere" (Deus vult) y "el espíritu
de cruzada se propagó con inaudita rapidez, porque fue una idea pasional, sus-
citando una mística colectiva, como después la idea de libertad, la idea de na-
cionalidad, la idea de justicia social" 17 •
En esta primera expedición no se cruzó ningún monarca, porque no debe-
mos olvidar que el emperador Enrique IV y el rey francés Felipe I estaban exco-
mulgados y no era mucho mejor la situación del rey de Inglaterra. Por ello bien
podemos afirmar que la cruzada fue "el feudalismo en armas, bajo las órdenes
de la Iglesia". Con frases como "guerreros del demonio, hacéos soldados de
Cristo", Pedro el ermitaño predicó por toda Francia y mientras los señores feu-
dales organizaban sus hombres, una gran multitud de siervos inició la marcha,
desordenadamente, pero con pasión, en búsqueda del Santo Sepulcro.
Fue "la primera y más poderosa sacudida de las masas en la Edad Media y, pese
a otros estímulos secundarios, como el afán de aventuras, el deseo de botín, los
intereses comerciales, las esperanzas sociales y los ensueños de fantasía apocalíp-

17 Grousset, R. Historia de las cruzadas, Bs.As., EUDEBA, 1965, p. 23.

341
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

tica, fue la manifestación más grandiosa del peso con que la concepción ecle-
siástico-cristiana del mundo gravitaba sobre los espíritus de la generalidad" 18 •
Pronto el movimiento se extendió por toda la Galia, en la península itálica,
en tierras germanas y hasta en las heladas playas de Dinamarca y Noruega. En
todas los estamentos existía igual empeño en ponerse la cruz (cruzarse= cruce
signatus); los labradores abandonaban sus empezadas labores y los artesanos
sus talleres, para alistarse bajo el estandarte santo; hasta los ladrones y malhe-
chores públicos confesaban sus pecados y se ofrecían a expirados por la guerra
santa. Para proveer los gastos del viaje se vendían las posesiones al precio que
quería dar el comprador y aun se las abandonaba como simple donativo a las
comunidades religiosas con la simple carga de orar, por lo que éstas adquirie-
ron bienes inmensos. Pero lo más edificante fue ver cómo las enemistades y
guerras particulares -tan comunes en la época- cesaron de repente para de-
jar a los fieles la libertad de llevar la guerra contra los enemigos de la religión y
de la fe (apéndice doc. 87).
La llamada cruzada popular de Pedro el ermitaño obviamente no pudo con-
cretarse y sus miembros fueron muriendo por el camino, llegando muy pocos a
agregarse a las tropas, que los seguían a bastante distancia, divididas en nacio-
nes. Los ejércitos arribaron a Constantinopla por separado y según los cronis-
tas "bizantinos" "eran tan grandes como las estrellas del cielo y las arenas del
mar" 19 e hicieron exclamar a la princesa Ana Comneno que "parecía que todo el
Occidente hubiera pasado al Oriente", aunque trataba-a los francos-de "hor-
das de bárbaros indisciplinados y violentos" (apéndice doc. 100).
El basileus Alejo (Alexis), con gran habilidad, logró ir alejándolos de Cons-
tantinopla por separado, después de obtener de ellos juramento de vasallaje.
Entretanto el Imperio turco se deshacía en luchas intestinas con los fatimíes de
Egipto favoreciendo a los cruzados para poder sitiar Antioquía, bajo cuyos muros
permanecieron durante seis meses, mientras las disensiones internas corrompían
a las tropas. Finalmente Antioquía cayó el 3 de junio de 1098 y los cruzados lo-
graron refugiarse en ella y fortificarse ante el avance de las tropas del sultán.

l8 Hampe, C. La Alta Edad Media occidental, en Goetz, W., Historia universal, Madrid, Espasa
Calpe, 1950, t. 111, p. 466.
l9 Se calcula en unos 60.000 hombres.

342
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

Bohemundo (Bohemundus) se hizo proclamar príncipe de Antioquía y los


demás señores feudales comenzaron a conquistar territorios para sí, fundando,
por ejemplo, Balduino (Baldovinus o Baudouin) de Bolonia un condado perso-
nal en Edessa.
Después de múltiples vicisitudes que narran los cronistas los cruzados avanza-
ron hacia Jerusalén, cuyos muros divisaron el 7 de junio de 1099, conquistándola,
tras prolongado sitio, el 15 de julio del mismo año (apéndice doc. 101)2º.
Godofredo de Bouillón (Godefridus o Godfred) fue elegido soberano con
el nombre de Procurador del Santo Sepulcro (Ecclesiae Sancti Spiritu Advo-
catus )21.
A partir de entonces "demás de las grandes expediciones de auxilio, tales
como las de 1101 y 1147 a 1189-mal llamadas segunda, tercera y quinta cru-
zada- llegaban allí por mar flotas anuales de soldados peregrinos para tomar
parte en las operaciones de cada año" 22 •
El papa Eugenio II (Eugenius) encomendó al abad Bernardo de Claraval la
predicación y organización de una nueva expedición de cruzada para auxilio
de los ocupantes del Santo Sepulcro; éste inició su labor, en la asamblea de
Vezelay, en presencia del rey Luis VII de Francia y su canciller Suger, quien
quiso evitar que el monarca se cruzara.
En esta oportunidad se cruzaron, además, el rey germano Conrado III y varios
señores feudales, aunque Bernardo negó tal permiso a los monjes, alegando que
"los ejércitos de la cruz necesitan caballeros que combatiesen en Tierra Santa y
no monjes que sólo sirven para salmodiar y gemir".
Las tropas de Conrado III se encontraron con los turcos en Dorilea en octu-
bre de 1147, donde fueron diezmados, mientras que los ejércitos del rey de
Francia fueron, a su vez, derrotados en Pisidia. Las discordias posteriores entre

20 Véase entre otros: Runciman, S. Historia de las cruzadas, Madrid, Alianza, 1985, 3 v. 1 Lamb,
H. Historia de las cruzadas, Bs.As., Juventud, 1954, 2 v., y la tradicional síntesis de Grous-
set, R. op. cit.
21 El hombre que había matado en combate al emperador Rodolfo de Suabia y por ello se
había cruzado como penitente no quiso ponerse la corona real de oro, donde el Salva-
dor llevó la de espinas.
22 Davis, H. W. op. cit., p. 147.

343
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

ambos monarcas, frente a Damasco, señalaron el fracaso de la expedición y


anticiparon las características de las cruzadas posteriores.
Entretanto, en 1169, a la muerte de Nur ed-Din el sultanato turco pasó a su
célebre sobrino, de origen kurdo, Saladino (al-Nasir Salah al-Din Yusuf), quien
en 1171 depuso al califa fatimí y ocupó Egipto "y el mundo musulmán quedó
políticamente unido desde las cataratas del Nilo hasta el Eufrates"23 bajo un único
monarca que cerraba los principados francos entre sus posesiones y el mar
Mediterráneo.
En la batalla de Hattim, cerca de Tiberíades, Saladino reconquistó la Pales-
tina, infligiendo una rotunda derrota a los francos, en cuya lucha murió el pro-
pio rey Cuy de Jerusalén.
Enterada la Cristiandad de la pérdida del Santo Sepulcro en 1187 se inició
una nueva prédica, por iniciativa del papa Gregorio VIII. Al cruzarse los reyes
más célebres de la época la expedición se conoció como la cruzada de los tres
reyes. Fueron éstos el emperador Federico 1 (barbarossa), el monarca francés
Felipe 11 Augusto y su colega inglés Ricardo I (Ricardus) Corazón de León.
La expedición que, dado el carácter de los cruzados, parecía una excelente
ocasión, se inició con malos augurios pues el 1O de junio de 1191 el ya anciano
emperador pereció ahogado mientras se bañaba en las aguas del río Salef, en
Cilicia y su hijo primogénito Federico murió poco más tarde en el sitio de San
Juan de Acre (Tolemaida), motivando el regreso de las tropas germanas. Su
único recuerdo fue la instalación del hospital alemán en Acre.
En tanto Felipe 11 Augusto, cansado de esperar al monarca inglés -entrete-
nido en novelescas aventuras en Chipre- y receloso del poderío de éste, sólo
esperó el momento propicio para regresar a Europa y aprovechar la ausencia
del monarca inglés para reanudar la lucha anglo-angevina.
De este modo Ricardo quedó como único jefe de la cruzada y llevó adelante
una serie de acciones que más se distinguen por su aspecto aventurero y que le
han valido el apodo de corazón de león (cour de lion o heard of lion).
En agosto de 1192, enterado de las dificultades de su hermano Juan sin tie-
rra ante el monarca francés, firmó una tregua por tres años con Saladino, auto-
rizándose las peregrinaciones cristianas a Jerusalén durante dicho lapso.

23 Grousset, R. op. cit., p. 51.

344
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

Este pacto señala claramente que la Cristiandad entraba en nuevos tiem-


pos y el primigenio espíritu de cruzada se estaba apagando, reemplazado por
intereses más materiales. Claramente lo expresa un contemporáneo cuando
afirma: "¿Dejar la mujer y los hijos, el bien y la herencia, para conquistar una
tierra extranjera de la que nada conseguiré? ¡Como si no pudiera venerar a
Dios en París tan bien como en Jerusalén! El camino que lleva al Paraíso no
pasa por fuerza por el mar. Cierto, los ricos señores prelados que se han apo-
derado de los tesoros del mundo entero pueden tener un interés en la cruza-
da. Pero yo vivo en paz con mi vecino, no estoy nada cansado de él y no
tengo por tanto ningunas ganas de buscarme una guerra allí en el fin del mundo.
Si tenéis hambre de hazañas heroicas, id en buena hora, cubríos de gloria y
decid por favor al sultán, de mi parte que si le apetece atacarme en mi casa
entonces sí que sabré luchar perfectamente. Pero mientras me deje en paz,
no me preocuparé de él. Vosotros todos, nobles y plebeyos, peregrinad a Tierra
Santa; todos peregrináis: seguramente para santificaros. ¿Y cómo es que cuando
volvéis sois bandidos? Si no hubiera en medio más que un arroyo, lo saltaría
o lo vadearía. Pero el agua es mucha y profunda entre aquí y Acre. Dios está
en todas partes: para vosotros estará en Jerusalén, pero para mí está también
en Francia" 24 .
Por otra parte, estos acontecimientos alteraron la composición social de la
Europa medieval, facilitando el ascenso de la burguesía, pues "muchos encon-
traron la muerte en las lejanas tierras de Oriente y ya se ha dicho que ello purgó
a Europa en plena fase de resurgimiento, de elementos violentos e indisciplina-
dos. La paz pública resultó beneficiada y con ella, la solidez interna de los dis-
tintos estados"25 •
Las cruzadas también dieron un golpe mortal a los pequeños feudos en Francia
e Italia, pues sus feudatarios se despojaron de sus escasas posesiones para aten-
der a los gastos de las peregrinaciones, acentuándose en cambio las posesiones
reales, excepto en Alemania, donde se produjo el proceso opuesto.

24 Rutebeuf, cit. Heer, F. op. cit., pp. 162-163.


25 Reglá, J. Historia de la Edad Media, Barcelona, Montaner y Simón, J967, t. 11, p. 71.

345
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

La conquista de Constantinopla por los latinos

Aunque los príncipes de la Cristiandad estaban cansados y franceses e in-


gleses, al margen de sus enfrentamientos personales, sólo deseaban fortalecer
sus propias posesiones, lnocencio 111-quizás el último papa idealista de la épo-
ca- predicó una nueva expedición, en la que se cruzaron una serie de señores
feudales de la región flamenca, dirigidos por Bonifacio de Montferrato. Los
cruzados arribaron a Venecia para trasladarse desde allí al Oriente; pero en esta
ciudad, la reina del Adriático, enriquecida por su comercio y en lucha contra
Pisa y Génova por el predominio naval mediterráneo, fueron detenidos por el
dux Enrique Dándolo, quien les propuso pagasen su traslado conquistando para
Venecia 26 la ciudad adriática de Zara (Zara-Veccia), perteneciente al rey cris-
tiano de Hungría y enemiga comercial de los venecianos. El Papa prohibió a
los cruzados dicha conquista ya que el monarca húngaro estaba protegido por
la tregua de Dios (apéndice doc. 88) 27 , pero Zara fue atacada y ocupada. lno-
cencio 111 excomulgó a los venecianos.
Entretanto, en Zara, los cruzados fueron entrevistados por el príncipe Alejo
Angel (Alexei Angelos), hijo del destronado basileus Isaac 11 cegado por su
hermano Alejo 111, quien les instó a reponerlo en el trono, prometiendo la tan
mentada unión con la Iglesia romana de la que se separaran en 1044. Los cru-
zados aceptaron el pedido y según el cronista "la flota que los venecianos ha-
bían aparejado fue tan rica y tan bella, que nunca cristiano alguno vio cosa más
bella ni más rica en naves y galeras".
Alejo había prometido a los cruzados la adhesión de la Iglesia griega y una
posterior cruzada común contra la sede del Islam y Venecia, comprendiendo
las ventajas económicas que podría obtener de la expedición.
Constantinopla fue sitiada el 23 de junio de 1203 y sus propios pobladores,
ante la presión de la flota veneciana, destronaron a Alejo III e instauraron en el
trono a Isaac 11 y a su hijo Alejo; éste pronto comprobó que le resultaba difícil
cumplir lo pactado con los cruzados y en 1204 fue asesinado por su consejero

26 Véase Diehl, C. Una república de patricios: Venecia, Madrid, Espasa Calpe, 1961.
27 La treuga Dei fue promovida y promulgada solemnemente por la Iglesia para disminuir
el espíritu guerrero de los hombres del Medioevo.

346
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

Alejo murzulphe (el cejijunto), quien se hizo coronar basileus. Como reac-
ción, los cruzados invadieron la ciudad y sus habitantes debieron rendirse de
rodillas ante los latinos, implorando por sus vidas.
Narra el cronista que "el botín obtenido fue tan grande que no podía co-
lumbrarse el fin del mismo ... Nunca desde que el mundo fue creado, se con-
siguió obtener tanta riqueza de una sola ciudad ... " "El total del botín casi igua-
laba a toda la riqueza del Occidente de Europa; pero cuando hubo de ser hecha
la división oficial; todo lo que obtuvo cada caballero fue veinte marcos de
moneda; diez, los sacerdotes; cinco, los soldados de infantería"28 • Las cruza-
das, nacidas de la mentalidad espiritual, se habían convertido en un buen
negocio.
Balduino de Flandes fue elegido emperador latino de Constantinopla y mien-
tras el cardenal veneciano Tomás Morosini asumía el patriarcado de la ciudad,
se reestablecía la fe romana como religión oficial.
El oriental T eodoro Láscaris, yerno del basileus Alejo, creó un imperio en
Nicea y Alejo Comneno se autoeligió en T rebizonda, con lo que el Imperio
quedó repartido entre los vencedores y sus aliados griegos. De este modo, la
cuarta cruzada contra el Islam sólo destruyó al único Imperio cristiano capaz
de contener el avance turco sobre Europa. El Imperio latino fue de corta dura-
ción pues en t 2.61 el príncipe de Nicea, Miguel Paleólogo, restauró el Imperio
en Constantinopla, que perduró dos siglos, hasta que cayera en manos de los
turcos e hiciera exclamar a los griegos -llenos de odio contra los latinos-
que preferían ver en Constantinopla el turbante de Mahoma antes que la tiara
papal o el capelo cardenalicio.
Después de la restauración de los Paleólogo, Constantinopla tuvo un último
renacimiento cultural y "en el mundo de los siglos XIV y XV continuaba siendo
una de las ciudades más hermosas y más ilustres del universo: la metrópoli de la
ortodoxia, a la que afluían los peregrinos del Oriente griego y eslavo; la gran
ciudad mercantil donde se encontraban los comerciantes de todo el Oriente; el
centro magnífico y fecundo de una notable cultura intelectual y artística. Las
escuelas de la metrópoli bizantina florecían como nunca y eran más frecuenta-
das que en todos los tiempos anteriores; y los grandes profesores de la univer-

28 Davis, H. W. op. cit., p. 150.

347
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

sidad, los Planudes, Moscópulos y Triniklinios en el comienzo del siglo XIV, y


más tarde los Crisóloras y Argirópulos, renovaban en ella el estudio de los es-
critores clásicos, mostrándose dignos precursores de los humanistas del Renaci-
miento. Junto a ellos los filósofos: Gemisto Pletón, Besarión proseguían la tra-
dición del estudio de las doctrinas platónicas, preparándose para trasmitirlas al
Occidente ... No parece, en verdad, sino que, en vísperas de sucumbir, Bizancio
acopiaba todas sus energías intelectuales para lanzar un postrer destello" 29 •
"Este renacimiento bizantino es más que el prefacio: es el capítulo primero
del Renacimiento. Incluso sin la invasión turca, había llegado la hora de que las
fuerzas acumuladas en él se desbordasen vertiéndose sobre una Europa al fin
lista para recibirlas." 30 Baste recordar que Besarión llevó consigo a Roma más de
seiscientos manuscritos, que tuvieron gran influencia en el renacimiento cultu-
ral romano del siglo XV.
A la caída de Constantinopla, "en el mundo bizantino de entonces, sólo Rusia
se salvó por su lejanía de ser envuelta en ese cataclismo; y de esta suerte el úl-
timo convertido al cristianismo bizantino fue el que sobrevivió para convertir-
se en el Heredero de la Promesa" 31 •

Las últimas cruzadas

En 1217 se ~ruzó el rey Andrés 11 de Hungría -en la que se ha llamado


quinta cruzada- pero las permanentes discordias entre los componentes de la
expedición y las dificultades en obtener las metas anheladas llevaron al monar-
ca a emprender un pronto regreso a su patria, dando por finalizada la expedi-
ción. Esta cruzada quedó al mando del rey de Jerusalén y fracasó fundamental-
mente por las permanentes indecisiones de Federico 11 en cumplir su juramento
de cruzarse.
Después de reiteradas solicitudes y juramentos, Federico -presionado-
se hizo ala mar en 1228 y al arribar a Acre, negoció la mano de la hija del sultán

29 Diehl, C. Historia del Imperio bizantino, París, 1919, cit. Gonzague de Reynold. La formación
de Europa. El helenismo y el genio rnropeo, Madrid, Pegaso, 1950, pp. 142-143.
30 Gonzague de Reynold. op. cit., p. 143.
31 Toynbee, A. La civilización puesta a prueba, Bs.As., Emecé, 1949, p. 221.

348
LA EXPANSION DE LA CRISTIANDAD

por la devolución de eru~_aJén y otros territorios. De este modQ3e cerró -,,


real-
111ente a era de lª§-~ruzadªs, por obra del primer monarca de la Mod_~nidad.
"J~rus-ªlén era políticamente devuelta a los francos, pero reconocida p~~~ciu":"
dad santa para los dos cultos, quedaba sometida a un condominio confesional.
--.
Los crislli!D.o.s-r.ecohraban
·--
el Santo .Sepulcro, pero los musulmanes conserva-
-ban la Kubbat Al-Sajra 32 y l~uita_de Al-Aksa" 33 .

Las cruzadas de San Luis de Francia

Finalmente, en 1248, lnocencio IV consiguió organizar la séptima cruzada


con nobles franceses e ingleses; el mismo Luis IX prometió cruzarse si sanaba
de una grave enfermedad que había contraído, compromiso que cumplió en
1248, embarcándose con sus hermanos con intención de atacar a los musul-
manes directamente en Egipto (Misr). Durante su estadía en Chipre -junto al
rey Enrique de Lusignán- sus hombres contrajeron la peste; pero, pese a los
contratiempos, desembarcó en jonio de 1249 en la boca del Nilo, cerca de
Damieta.
Discutida la situación resolvió marchar sobre la sede del sultanato estableci-
da en El Cairo (Al-Kahira = la Victoriosa), pero la crecida del Nilo obligó a las
tropas a suspender la marcha y permanecer inactivas. Cuando logró reiniciarla,
los refuerzos turcos los derrotaron y el propio rey fue apresado, debiendo pa-
gar un fuerte rescate por su vida.
Liberado, permaneció cuatro años en Siria, reorganizando la defensa e in-
tentando una alianza con los ismaelíes contra los mamelucos y hasta con los_
mongoles, a quienes envió como embajador al franciscano Rubruc 34 • Finalmen-
te, en 1254, enterado de la muerte de su madre y regente, Blanca de Castilla,
retornó a Francia.

32 Mal llamada mezquita de Ornar.


33 Grousset, R. op. cit., p. 60.
34 Véase Lamb, H. La marcha de los bárbaros, Bs.As., Sudamericana, 1963, pp. 204-205. Una
reciente traducción de la crónica del viaje realizada por el propio Guillermo de Rubruc
en: Gil, Juan. En demanda del Gran Kan. Viajes a Mongolia en el siglo XIII, Madrid, Alianza,
1993, pp. 281-449.

349
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Una vez más, en 1270, Luis inició una campaña que, en vez de dirigirse contra
Egipto, marchó sobre Túnez (antigua Tunisia, luego Tunisiyya) para intentar
la conversión de su monarca. Apenas desembarcados, mientras esperaban la
prometida ayuda de Carlos de Anjou (Charles Andegaviae), hermano del
monarca, las tropas contrajeron la disentería y el mismo Luis IX procuraba ali-
viar a los apestados hasta que fue víctima del contagio, muriendo el 25 de agos-
to de 1270. Con él terminaron las cruzadas definitivamente, aunque la idea
continuó flotando en el ambiente hasta la época de Carlos V.

350
CAPITULO XIX
EL SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

El siglo XIII se caracterizó por un movimiento corporativo que prácticamente


alcanzó a todas las actividades que se desarrollaban en el Medioevo; una de las
más trascendentales se refiere al origen del movimiento universitario en la Cris-
tiandad europea.

Los gremios estudiantiles: la "Universitas"

El origen de las universidades permanece semidesconocido del mismo modo


que el de las restantes agremiaciones de oficios que surgieron en el siglo XIII.
La mayoría de los autores considera como un antecedente directo a las escuelas
monásticas y a las escuelas catedralicias que cubrieron el continente europeo a
partir del siglo IX, proveyendo a la dinastía carolingia de administradores y a la
Iglesia, de funcionarios. A partir del siglo XII, con el surgimiento del movi-
miento urbano y el repliegue monástico propugnado por Benito de Aniana, co-

351
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

menzó a disminuir la importancia de las escuelas monásticas, floreciendo, en su


reemplazo, las que habían surgido al amparo de una catedral1.
Entre estas últimas una de las más importante fue la de Lieja, donde "encon-
tramos los primeros ensayos de una organización escolar superior que exigía la
coexistencia de diversas escuelas. Junto a la escuela catedral, que dominaba a
las demás, habían surgido hasta seis escuelas capitulares sometidas a la autori-
dad del magister scholarum o escolástico, que dirigía la escuela catedral"2 • Este
funcionario era nombrado por el obispo local.
Por medio de Ubaldo, uno de sus más sobresalientes docentes -quien tam-
bién actuó en Praga- Lieja (Leodium, luego Liége) influyó en el origen de la
Universidad de París.
Entre las escuelas catedralicias sobresalió también la de Chartres (Carnutum),
especialmente a partir del siglo XI, en que se hizo cargo de ella el obispo Fulbert.
Fue casi contemporánea de Cluny y allí hubo docentes destacados como Bernar-
do y Thierry de Chartres, Guillermo de Conches y Gilberto de la Porreé.
La ideología de Chartres -que es común al Medioevo- queda claramente
establecida en frases de Bernardo de Chartres, cuando expresó: "somos enanos
encaramados sobre espaldas de gigantes. Si alcanzamos a ver más que ellos y
más lejos, no es porque nuestra vista sea más aguda o nuestra estatura mayor,
sino porque ellos nos llevan a volandas y nos elevan sobre su altura gigantesca".
En cuanto al pensamiento filosófico de la época "a partir del siglo XI se cen-
traron las preocupaciones en el llamado problema de los universales, esto es,
de los conceptos, frente al cual se adoptaron dos posiciones antagónicas. Mien-
tras la escuela de Chartres, de orientación fuertemente agustiniana, defendía la
posición realista -los conceptos son cosas- en cuya defensa brillaron San
Anselmo y Guillermo de Champeaux, por su parte Roscellino de Compiegne
sostuvo la tesis nominalista -los conceptos son voces-. Tan simple como
pueda parecer este antagonismo, sus implicancias conducían al corazón de los
problemas fundamentales de la doctrina, pues la última posición, llevada hasta
sus últimas consecuencias, comprometía la comprensión de los misterios de la
fe" 3 . "De este modo quedó fundada la Escolástica, un método de discusión de

Catedral, que proviene de cathedra o lugar donde el obispo enseña.


2 Bagué, E. Peque1ia historia de la humanidad mediwal, Barcelona, Aymá, 1953, pp. 97-100.
Romero, J. L. La Edad Media, México, F.C.E., 1951, p. 157.

352
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

los problemas basado en el principio de la fundamentación y la refutación de


las opiniones -no en el descubrimiento de nuevas verdades-, con el que se
procuró llevar hasta sus últimas consecuencias el conjunto de nociones dogmá-
ticas, sostenidas por la fe" 4 .
De acuerdo con este método escolástico los libros medievales suelen deno-
minarse disputationes o quaestiones, ya que sus pensadores se pasaban la vida
discutiendo, argumentando, preguntando, razonando o, dicho en frases de un
filósofo, "viven devanando y tejiendo ideas". En estas escuelas se seguía ense-
ñando con el sistema tradicional del trivium y quatrivium, y uno de los textos
básicos fue el Eptateuchon de Thierry de Chartres, manual de lógica que com-
pendia los conocimientos de las siete artes liberales. Paralelamente, en el cam-
po escolástico, también se distinguió la escuela de la abadía agustina de Saint
Víctor, donde cumplieron destacada tarea los monjes Hugo y Roberto.

Las influencias orientales

El modelo de todas las instituciones universitarias de Occidente fue la Uni-


versidad de Constantinopla, cuyos intelectuales prestaron una colaboración
fundamental en el campo intelectual; entre ellos se distingue el filósofo Miguel
Psellos 5 . El papel más importante se lo debemos atribuir a los pensadores ára-
bes y judíos encargados, a través de sus traducciones, de trasmitir al Occidente
el helenismo clásico.
Pese a lo que pudiera pensarse a simple vista no fue Constantinopla el nexo
de unión entre la ciencia griega y la árabe sino que este papel fue cumplido por
los países de lengua siria6 , región también conquistada por los árabes; especial-
mente Sergio de Reh-Ainá, un sacerdote monofisista, que tradujo al sirio la li-
teratura griega, y dentro de ella, las obras más importantes en ediciones toma-
das del original griego.

4 Romero, J. L. op. cit., p. 158.


5 Para la filosofía bizantina véase Tatakis, en: Brehier, E. Historia de la filosofía, Bs.As., Sud-
americana, 1956, t. 11, pp. 19-286.
6 Véase Dawson, Ch. Así se hizo Europa, Bs. As., La Espiga de Oro, 1974, pp. 203-207.

353
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Del mismo modo, el traslado directo al Occidente, sin desmedro del papel
desempeñado por el sur de la península itálica -fundamentalmente Sicilia-,
tuvo lugar a través de la península ibérica, donde los árabes de al-Andalus orien-
tal izaron Hispania y luego helenizaron Occidente.
Esta tarea se debió esencialmente al jalifa cordobés Abd al-Rahmán U que
envió estudiosos al Oriente para copiar las obras científicas de griegos y persas
e hizo traer a Córdoba -su capital- una cantidad de libros raros, mientras se
rodeaba de sabios y artistas.
Al-Andalus se trasformó económicamente por la obra de sus sucesores y la
vida industrial se extendió a ciudades del interior y norteñas como Toledo, Cuenca,
Calatayud y Zaragoza. Se vivía en un régimen de economía monetaria y los obreros
de las diferentes industrias y mercaderes estaban organizados en corporaciones a
cuyo frente había un síndico, llamado arife, designado por las autoridades y res-
ponsable ante ellas de la probidad industrial y comercial de la corporación. El
Andalus supo así recibir y trasformar la cultura arábiga, hija de la griega, la persa
y la hindú, e influyó considerablemente sobre toda Europa 7 . Este contacto tam-
bién fue sumamente importante en Lyón a través de puertos y ciudades tan im-
portantes como Barcelona, Montpellier, Marsella Narbona, T olosa y Beziers.
1

Para completar este panorama de la trasculturación oriental, fundamentalmente


árabe, debemos mencionar algunos pensadores que influyeron directamente so-
bre el Occidente cristiano. Tal, por ejemplo, Avicena (Abu Alí al-Husain ibn
Abn Allah ibn Siná); quien "completa a la filosofía de Aristóteles con aportacio-
nes del neoplatonismo, particularmente del que saca de una obra falsamente atri-
buida al Estagirita, la teología de Aristóteles, que está compuesta, en realidad, de
extractos plotinianos. El avicenismo difundirá entre los latinos de la Edad Media
la tesis de la distinción real de la esencia y de la existencia de la individuación por
la materia y planteará el problema del intelecto agente (o sea todos los seres de-
ben recibir la existencia de una causa primera)"8 •

7 El arqueólogo francés Lambert probó el origen hispano-musulmán de las bóvedas de


crucería, a través de su evolución desde la mezquita de Córdoba. Véase Sánchez Albor-
noz, C. La España musulmana, Bs.As., El Ateneo, 1946 (2 v.); Dozy, R. Historia de los mu-
sulmanes de España, Madrid, E. Cal pe, 1943 (2 vol.); Asín Palacios, M. El Islam cristianizado,
Madrid, 1931, y otras obras especializadas del mismo autor.
8 Delhaye, P. La filosofía cristiana medieval, Andorra, Casal i Vall, 1961, p. 109. Muchas de
las obras de Avicena fueron clásicos en las universidades medievales. Aunque escribió

354
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

Pero quizá fue aun más importante Averroes (Muhammad ibn Ahmad ibn
Rushd), árabe de España y principalmente comentarista de Aristóteles, cuyas
obras éticas y metafísicas circularon traducidas por él, con una serie de aportes
heterodoxos sobre la eternidad del mundo y la negación de la providencia. De
sus tesis sobresale su concepto de que "Dios es una inteligencia eterna e inmó-
vil, el simple motor de la primera materia, tan eterna como él, y causa primera
y última de las necesarias y perpetuas revoluciones celestes; que determinan,
en interminable concurrencia cíclica, todos los acontecimientos del mundo su-
blunar; que el hombre, inserto en la cadena de este determinismo absoluto, tie-
ne solamente la ilusión de que goza de libertad, y que no tiene alma inmortal,
o, más bien, que está animado momentánamente por una inteligencia indes-
tructible, pero al mismo tiempo impersonal y común a toda la raza humana" 9 .
A esta lista debemos añadir a Alhazen (Abu Alí ibn al-Hazm) y Avempace
(Abu Bakr ibn al-Sáig Báyya) entre los árabes más sobresalientes y finalmente a
los judíos Salomón ben Gabirol (Avicebrón) y Moisés ben Maimón, nacido en
Córdoba y conocido como Maimónides; autor del More Nebukhim o Guía de
los indecisos, que es una suma de teología escolástica judía de inspiración aristo-
télica y platónica a la vez. Tuvo gran influencia sobre Santo Tomás de Aquino.
Todo este aporte se complementa con la obra de traducción de estos auto-
res llevada a cabo, fundamentalmente, en Hispania; allí el catalán Raimundo
Lullio defendió la tesis de la importancia del estudio del árabe y el arzobispo
toledano y canciller de Castilla, Raimundo de Peñanfort, fundó la célebre es-
cuela de traductores de To ledo.
En el transcurso del siglo XI se tradujeron al árabe muchas obras filosóficas
y científicas helénicas que habían sido ignoradas durante centurias por los cris-
tianos del Occidente; sobre esta base se difundió la fama de la escuela toleda-
na, encargada de volcarlas al latín, acudiendo a la ciudad del Tajo intelectuales
notorios como Abelardo de Bath, Roberto de Chester y Daniel Scoto, por
mencionar sólo algunos.

Kitab al-Siyasa (un libro de Política) dedicado a la ética, a la que llamaba "régimen de la
economía", sus ideas políticas se encuentran diseminadas en sus principales obras que
tratan sobre ciencias prácticas, corno su Kitab al-lsbarat wal-Tanbibat (libro de la emanci-
pación) y la Aksam al-Ulum (clasificación de las ciencias).
9 Duhern. Le systheme du monde, IV, p. 314.

355
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Sabemos que el arcediano Gundisvaldus de Sevilla tradujo las obras más


importantes de Avicena, Al-Farabi y Algazel; mientras que la política cultural
de Alfonso X, el Sabio, fomentó estas tareas que hicieron célebres a varios di-
vulgadores como Juan Hispalense y Domingo González.

El origen de las universidades

En torno de las escuelas catedralicias, y fundamentalmente como un intento


de profesores y estudiantes de escapar a la autoridad del obispo local y su can-
ciller catedralicio, surgieron las universidades, de las cuales la más célebre fue
la de París 10 .
Esta universidad tuvo su origen en las escuelas catedralicias de Notre Dame
(Nuestra Señora de París) 11 que, a medida que se fueron desarrollando, trajeron
nuevos problemas inherentes a los nombramientos, control y privilegios de
conceder licencia docendi o permisos para enseñar.
Frente a la autoridad de los obispos locales, y amparados en los intereses de
la Corona francesa, los maestros y escolares de París se asociaron conformando
una corporación universitaria (la universitas magistrorum et scholarium) que
alcanzó brillo en el siglo XIII. "París dio el tono al movimiento universitario
que se difundió entonces por todo el Occidente cristiano" 12 •

Los estatutos

Los primeros privilegios a los universitarios fueron concedidos por el Papa-


do, que observaba con agrado la existencia de un centro de enseñanza superior
que dependiera directamente de él. Celestino 111 (Caelestinus) en 1194 y pos-
teriormente lnocencio III y Gregorio IX comenzaron a conceder autonomías a
maestros y alumnos agremiados.

10 Una síntesis sobre el tema en Hubeñák, F. "Orígenes y características de la Universidad


medieval", en Universitas, 67, junio 1983, pp. 21-52.
11
Para el estado de la ciudad en el siglo XIII véase doc. 109.
12 Bagué, E. op. cit., p. 101.

356
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

Pero el origen legal de la Universidad de París se suele fijar en el año 1215,


cuando el cardenal Roberto de Courcon, legado pontificio, concedió a la Uni-
versidad sus primeros estatutos oficiales, que fueron ratificados en 1231 tras
conseguir el apoyo del rey francés Luis IX, mediante la bula Parens Scientia-
rum (apéndice doc. 116), considerada por muchos "la carta magna del movi-
miento universitario".
La autonomía parisina sólo se obtuvo después de graves sucesos que, a partir
de 1229, enfrentaron a la policía real con los estudiantes. Ante la muerte de
algunos universitarios, los docentes y alumnos se declararon en huelga -dere-
cho oficialmente reconocido por la Iglesia- y se retiraron a Orleáns, donde
continuaron sus estudios hasta que, en 1231, el rey les devolvió sus privilegios
conculcados 13 •
En Oxford fue el cardenal Tusculum quien bregó por obtener la indepen-
dencia real y fue lnocencio IV quien la colocó bajo la protección papal desig-
nando canciller al obispo de Londres. Respecto de Bolonia, el papa Honorio III
(Honorius) designó un funcionario a cargo para que protegiera a los universi-
tarios del poder de la Comuna. ·

Las querellas docentes.

El problema más serio de las universidades, en sus primeros tiempos, fue el


enfrentamiento entre clérigos regulares y seculares, dada la oposición de los
segundos a que los mendicantes los reemplazaran en la tarea académica en
aquéllas.
Estas querellas fueron muy serias y motivaro·n agudos disturbios, de los que
queda mención en las crónicas de los años 1265 y 1282 a 1290, aunque la más
destacada parece haber trascurrido entre 1252 y 1259. El papa Bonifacio VIII
llegó a "prohibir a todos los maestros a predicar de ahora en adelante, discutir
o determinar, en público o en privado, acerca de los privilegios de los religio-
sos bajo pena de privación de oficios o de beneficios".

13 Véase Fraboschi, Azucena. Crónica de la Universidad de París y de una huelga y sus motivos ( 1200-
1231 ), Bs.As., Instituto de Estudios Grecolatinos de la Universidad Católica Argentina,
1991.

357
FüRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Las acusaciones fueron generalmente de tipo corporativo y las más impor-


tantes se referían a la obtención de títulos fuera de la universidad por parte de
los dominicos, ocupar más cátedras de las permitidas por los estatutos, romper
las huelgas y efectuar competencia desleal, por su carácter mendicante.

La organización de los estudios

La universidad estaba dividida, al modo actual, en una serie de facultades,


que aportaban distintos estudios. Entre ellos merecen destacarse el derecho
canónico y el romano, la medicina y la teología.
Basándonos en los estatutos de la Universidad de París, ya que cada centro
tenía sus peculiaridades específicas, digamos que los estudios se iniciaban alrede-
dor de los catorce años con una especie de bachillerato actual que comprendía
dos etapas; en la primera -tras seis años de estudios- se obtenía la licencia en
artes, aunque a los dos años podía recibirse un título intermedio de bachiller
en artes. Al finalizar los seis años podía aspirarse al título académico de doctor14 .
Con posterioridad a la licencia en Artes podía estudiarse, a partir de los veinte
años aproximadamente, y durante otros cinco, medicina o derecho. El último
grado de los estudios universitarios era la teología --ciencia-madre-, cuyo es-
tudio duraba ocho años y debía tenerse treinta y cinco de edad como mínimo
para obtener el grado de doctor.
En cuanto a los programas de enseñanza se basaban fundamentalmente en
comentarios de textos clásicos y medievales, recibidos por medio de citas de
los autores. Recién en el siglo XII, en vez de seguir el orden de los libros bíbli-
cos, las citas se agruparon según los grandes acápites doctrinales y se ordenó la
totalidad de un modo orgánico. Como decíamos, el método básico consistía
en "el comentario del texto, la lectio, el análisis a fondo, que parte del análisis
gramatical, que da la letra (littera), se eleva a la explicación lógica, que brinda
el sentido sensus y culmina con la exégesis, que revela el contenido de ciencia
y de pensamiento: sententia" 15 .

14 Cabe señalar que la licenciatura (licencia docendi) consistía en el permiso para ense-
ñar, mientras que el doctorado era un grado académico.
15 Le Coff, J Los intelectuales en la Edad Media, Bs. As., EUDEBA, 1965, p. 122.

358
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

Respecto de los textos clásicos poseemos un inventario medieval que men-


ciona: De Invectione de Cicerón, las obras de Euclides, el Almagestos de Ptolomeo
para las ciencias matemáticas y astronómicas; el Decreto de Graciano, las Decre-
tales de Gregorio IX, las Clementinas y las Extravagantes para el derecho canónico.
Para el derecho romano, las Pandectas de Justiniano y la traducción de las Nove-
llas del mismo emperador. Más tarde en Bolonia se añadieron las leyes lombar-
das contenidas en el Liber Eneudorum. Para medicina se empleaba la recopilación
del Ars Medicinae de Constantino el africano, que contenía trabajos de Hipócra-
tes y de Galeno, y las sumas de Avicena, Averroes y Rhazes. En teología el
estudio de la Biblia se completaba con el Libro de las Sentencias de Pedro Lombar-
do y la Historia Scholastica de Pedro el devorador. En cuanto a los clásicos que
utilizaron los medievales merece señalarse que de Aristóteles, hasta el siglo XII,
sólo se conoció el Organon, que agrupado a la Isagoge de Porfirio y a los comen-
tarios de Boecio, dio lugar a la llamada Logica vetus (vieja). Recién a partir de
fines del siglo XII comenzaron a aparecer, por obra de la escuela de traductores
toledanos, las restantes obras del Estagirita. Entre las obras de recopilación y
sistematización debemos señalar además del ya mencionado Eptateuchon de
Thierry de Chartres, las Sentencias de los discípulos de Anselmo de Laón, el De
Sacramentalis de Hugo de San Víctor y los cuatro libros del obispo parisiense
Pedro Lombardo sobre las Sentencias.
El grado doctoral, generalmente, se lograba en dos etapas. Una primera, en
que el aspirante, tras ser presentado por el conciliarius de su nación y aprobada
su solicitud en base a los estudios ya realizados, rendía la prueba de capacidad en
público y ante un jurado de doctores. El tema del examen le era entregado el
mismo día, tras la misa del Espíritu Santo, y consistía en dos pasajes para comen-
tar. La prueba se rendía por la tarde y después de los comentarios debía respon-
der a las preguntas de los examinadores. Los miembros del tribunal se retiraban
a votar y la decisión se adoptaba por mayoría. La segunda parte consistía en el
examen oficial, que se realizaba con gran pompa y generalmente en la catedral; allí
el doctorando exponía alguna de sus tesis y luego la defendía delante de todos los
presentes. A partir de ese momento recibía los símbolos de su nuevo grado.
Juan de Garlande nos menciona los instrumentos necesarios en la universi-
dad y señala "libros, un pupitre, una lámpara de noche, con sebo y un candele-
ro, un farol, un embudo para la tinta, pluma, plomada, y regla, una mesa y una
palmeta, una cátedra, un pizarrón, una piedra pómez con un raspador y tiza".
(apéndice doc. 117).

359
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

"Los estatutos prescribían, a la vez que limitaban, las fiestas y las diversiones
colectivas. En efecto, a los exámenes acompañaban obsequios, festejos y ban-
quetes en honor del recién graduado, que sellaba la comunión espiritual del
grupo y la admisión del novel en su seno. A semejanza de las francachelas de
las primeras guildas, estas manifestaciones constituían el rito por el cual la cor-
poración tomaba conciencia de su solidaridad profunda. La tribu intelectual se
revelaba en los juegos a los que cada región aportaba su nota tradicional como
bailes en Italia, y corridas de toro en España" 16 •
Entre las fiestas académicas, una de las más destacables era la disputa; en la
cual, a pedido de uno de los miembros, se reunía periódicamente todo el claus-
tro para discutir algún tema que despertara el interés de los docentes 17 .
Los estatutos también determinaban las festividades religiosas y las obras de
beneficencia en que debía participar la comunidad universitaria; en cambio no
mencionan las pesadas bromas de que eran objeto los bisoños en su incorpora-
ción formal al ambiente universitario.

La expansión universitaria

La primera universidad fundada en la Europa occidental parece haber sido


Salerno, que ya en épocas de Federico 11 desarrolló una importante escuela de
medicina, al igual que Montpellier que fue algo posterior. Bologna tuvo su ori-
gen en el renacimiento de los estudios del derecho romano en el siglo XII y se
especializó en dicha temática.
Muy cercana en el tiempo -y modelo de la mayoría de las restantes- fue
la de París, cuyos estatutos fueron aprobados, como vimos, en 1215. Allí se
enseñaba artes, teología, derecho canónico y medicina. A mediados del siglo
XII estudiantes emigrados de París dieron origen -sobre la base de una escue-
la catedralicia- a la Universidad de Oxford y muy similar fue el origen de
Cambridge.

16 Le Goff,J. op. cit., p. 108.


17 Relaciónese con la discusión pública de las 95 tesis de Lutero, apéndice doc. 152.

360
EL SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

La primera universidad fundada del otro lado del Rhin fue la de Praga, en
1348, en pleno renacimiento cultural llevado adelante por el emperador Carlos
IV, y en Alemania, el movimiento comenzó en 1385, con la creación de la Uni-
versidad de Heidelberg.
En la península ibérica, entre 1220 y 1230 el rey Alfonso X el sabio dio origen
a la Universidad de Salamanca, a la que continuaron Lisboa y Coimbra ( 1290),
Lérida (1300), Perpiñán (1350), Huesca (1354), Barcelona (1450), Zaragoza
( 1470), Palma de Mallorca ( 1483), Siguenza ( 1489), Alcalá de Henares ( 1499) y
Valencia ( 1500). En el centro de Europa se fundó Viena ( 1365-83), Erfurt ( 1392),
Colonia ( 1388), Leipzig ( t 409), Rostock ( t 419), T reveris ( t 473), Basilea ( 1459)
y Maguncia ( 1476). En 1425 fue fundada la Universidad de Lovaina y en 1364 la
de Cracovia, en Polonia, mientras que Hungría obtuvo su Universidad de Buda-
pest en 1389, pero se distinguió por su regularidad la de Presburgo, fundada en
1465. En Suecia, la Universidad de Upsala fue fundada en 1477, mientras que la
de Copenhague, en Dinamarca, vio la luz en 1478. En la península itálica la situa-
ción fue muy irregular y de la cantidad de centros universitarios -de efímera
existencia- merecen destacarse la Universidad de Padua ( 1222), Roma ( 1244),
Siena ( 1246), Plascencia ( 1248) y Pisa ( 1343). En 1229 se creó la Universidad de
T olosa, destinada fundamentalmente a combatir la herejía albigense; la de Avig-
non fue creada en 1303. En 1432 surgió Caen; en 1441, Burdeos; y en 1431 había
nacido Burdeos, en las conflictivas tierras franco-anglo-angevinas.

El pensamiento medieval

Debemos comenzar nuestra breve reseña del pensamiento medieval con


Anselmo de Canterbury, discípulo de Lanfranco; fue el iniciador del racionalis-
mo medieval mediante su aporte de la prueba ontológica para demostrar la
existencia de Dios: "un ser tal que no podemos concebir otro más perfecto" 18 .
Mucho más discutida fue la personalidad vital de Pedro Abelardo 19 , el pro-
fesor de lógica de la Edad Media. Toda su vida se caracterizó por la falta de

18
Una buena síntesis en Gambra, Rafael. Historia sencilla de la filosofía, Madrid, Rialp, 1972.
19 Para su vida véase Pernoud, R. Eloísa y Abe/ardo, Madrid, Espasa Calpe, 1973.

361
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

medida y sus ideas fueron juzgadas en el Concilio de Soissons en 1121 y violenta-


mente combatidas por Bernardo de Claraval, que se convirtió en un tenaz per-
seguidor del impulsivo monje. El aporte de Abelardo al pensamiento implicó
una renovación de la enseñanza tradicional que él denomil)Ó del sic et nm1-p<:>F-
que unos afirmaban lo que otros negaban. Este consistió en intentar tras.c.ender
estos argumentos y elaborar una nu~va síntesis, pero "su ritmo de vida se en-
cuentra también en su obra: este profesor en boga, combatido, es un hombre
apresurado, publica lecciones que retoca constantemente; vuelve varias veces
sobre su lógica, varias veces sobre su teología" 2º. Pese a ello ~e 19 puede consi-
derar con justicia "fundador de la escolástica y ma~-~trn en el arte d~· pensar"21 •
Su gran perseguidor, como dijimos, fue Bernardo de Claraval, quien tenía
un pensamiento totalmente opuesto al de Abelardo, ya que era esencialmente
antirracionalista como él mismo lo expresaba cuando afirmaba: "¿Qué me im-
porta la filosofía? Mis maestros son los apóstoles. Ellos no me han enseñado a
leer a Platón ni a desenredar las sutilezas de Aristóteles ... pero me han enseñado
a vivir, y esto, créeme, no es una ciencia de poca importancia". "En su lucha
contra Abelardo y Gilberto de la Porrée se ve muy bien que no se trata sola-
mente de discrepancias de doctrina, sino de actitud de vida y de método. San
B~!:nardo -el fundador de Claraval- estimaba que, tanto para con2f..ei:-a-9ios
colTI; para servirlo, el verdadero medio es la escuela de Cristo, la ~~hola Chris-
ti y no la escuela donde se aprende y se discute. La verdadera ciencia del mon-
je, que es el cristiano perfecto, se saca de la plegaria, de la lectura de la Sagrada
Escritura, de la meditación, del esfuerzo ascético"22 •
Nuestro análisis del pensamiento medieval, después de una breve mención
a los antecesores, nos lleva a los grandes pensadores del siglo XIII. En esta épo-
ca llega a su máxima expresión lj\yi.y~1~ad intelectual entre los seguidores de
San_A_g_ustín, defensores de la volunt/cfY a través de ella de la afedívidad, en su
contexto idealista y genérica:menteTepresentados por los franciscanos -guia-
dos por Buenaventura (Bonaventura)-Ly, por otra parte, los racionalistas que
destacan la primacía de la inteligencia y afirman que elalmapara-con0c;ei::__pre-

20 Vignaux, P. El pensamiento en la Edad Media, México, F.C.E., 1954, pp. 45-46.


21
Idem, p. 53.
22 Delhaye, P. op. cit., p. 78.

362
EL SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

cisa <k.Jos sent·idos; representados por los dominicos y especialmente por Al-
bert~ Magno y Tomás de Aquino. -. ··
Buenaventura, uno de los más activos priores de la orden franciscana en el
momento de la lucha entre los lassi y los spirituali encabezó la corriente agus-
tiniana, negándose a aceptar el realismo tomista y defendiendo un predominio
de la fe y de la Providencia por sobre la razón. El mismo aclaraba su pensa-
miento cuando escribía: "si es preciso mezclar con el vino de la teología el agua
de la filosofía, no se ha de cambiar el vino por agua" 23 . Además mantenía el
idealismo platónico en cuanto a los arquetipos de los seres creados convirtien-
do a estos últimos en simples reflejos del pensamiento divino.
Cabe hacer notar que el pensamiento medieval - y la mentalidad en gene-
ral- fue eminentemente agustiniana y espiritualista, hasta la reaparición del
pensamiento aristotélico y la consecuente revisión de aspectos significativos
de la cosmovisión vigente
Uno de los maestros dominicos más distinguidos fue Albertus de Lauingen,
conocido como Alberto magno; había nacido en t 206 en Suabia y se doctoró en
teología en París, enseñando fundamentalmente en Colonia; ciudad de la que
llegó a ser obispo. De él afirma un autor, sintentizando su obra, que es "un enci-
clopedista que quiere hacer partícipes a los latinos de los conocimientos griegos,
árabes y judíos y principalmente hacer para ellos intelegibles los libros de Aristó-
teles"24. De todos modos su obra fue notable, pues, realmente "hizo inteligibles a
los latinos todas las partes de la filosofía, de la metafísica y de las matemáticas"25 •

Santo Tomás de Aquino 26

Tomás (Thomas Aquinatensis o T omasso d'Aquino) nació en t 22.4 en el ~as­


tillo de Roccasecca, en Nápoles, en el hogar del conde Landulfo de Aquino -su

23 In Hexameron, Vll-14.
24 Vignaux, P. op. cit., p. 111.
25 Dawson, Ch. Ensayos acerca de la Edad Media, Madrid, Aguilar, 1960, p. 179. Para su vida
y obra: Garreau, A. San Alberto Magno, Bs. As., Dedebec, 1944, y más recientemente
Craemer-Ruegenberg, l., Alberto Magno, Barcelona, Herder, 1985.
26 Fue canonizado por la Iglesia el 18 de julio de 1323.

363
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

padre-y a muy corta edad fue confiado a la educación de su tío que era abad de
Monte Cassino. Hacia 1240 comenzó sus estudios universitarios en Nápoles pero
dos o tres años después abandonó la enseñanza para vestir el hábito blanco de los
monjes dominicos. Entre 124~ y 1252 estudió en Colonia con Alberto Magno y
en este último año arribó a París, en cuya Universidad enseñó hasta 1274, fecha
en que murió cuando se dirigía al Concilio de Lyón (Lugdunum).
La tarea más importante de Santo Tomás consistió en repensar todo el pen-
samiento aristótelico, con visión cristiana, dando lugar a una nueva interpreta-
ción completa del conocimiento filosófico-teológico integrado. El elemento
más destacado de su pensamiento fue la unidad entre la razón y la fe que él
mismo expresa así: "razón y Je están en relación y en armonía, pero siendo dis-
tintas, tiene cada una su propio dominio; a la primera corresponde el campo de
la verdad natural; a la segunda el campo de la verdad sobrenatural. Las dos
verdades no pueden contradecirse, aunque tampoco se pueden confundir. La
distinción no excluye el acuerdo entre ellas, lo mismo q4e lo sobrenatural no
excluye lo natu_r~l, sino que lo supone, lo fortalece, lo eleva, lo sublima ... ". TanF
bién en el aspecto político "Santo Tomás ve en Dios el origen común de los dos
poderes y en cuanto que cada uno de ellos tiene un fin propio, son uno y otro
independientes entre sí en orden a la prosecución del respectivo fin. En asun-
tos espirituales, se debe mayor obediencia a la potestad espiritual que a la tem-
poral; pero en la esfera política propiamente dicha se debe mayor obediencia a
la potestad secular que a la espiritual". De este modo termina con las dificulta-
des del agustinismo político y abre el nuevo camino de las relaciones entre la
Iglesia y el Estado. Toda su obra se condensa en las Summas, que significan un
conjunto de conocimientos coherentes y ordenados, o sea, todo el saber orga-
nizado en una unidad mental rigurosamente lógica 27 •
Respecto de su obra, "entre sus más de sesenta volúmenes, la Summa Theolo-
gica, compuesta en los años 1267 al 12 7 3, es lo más grandioso. Se trata de una
obra monumental, con miles de detalles concatenados para formar un conjun-
to completo y armonioso. El orden de la Summa parece tan natural como el de
un árbol, con sus raíces, tronco, ramas, hojas y flores creciendo a la vez. Está
dividida en tres partes. La Prima (primera) es una consideración sobre Dios

27 A diferencia, por ejemplo, de la Enciclopedia del siglo XVIII, que sólo es un conjunto
de datos, desprovistos de unidad y coherencia interna.

364
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

como Ser y como el Origen del Ser, como Vida; la Secunda, trata de Dios como
Fin y Propósito del hombre, como Verdad; y la Tertía, de Dios como Medio
de que el hombre se vuelva hacia él, como Vía" 28 • También escribió una Summa
contra gentiles y se le atribuye Del régimen del gobierno. de los príncipes, considerado un
espejo de príncipes y muchas otras obras teológicas breves, incluyendo algu-
nos himnos como el Veni creator (apéndice doc. 118 y 119).
Para concluir digamos que su tarea fue "clarificar los espíritus, restablecer la
jerarquía de los valores, definir el sentido de los términos y colocar otra vez
cada cosa en su sitio, en una síntesis cuya imagen es la pirámide. Introdujo de
nuevo el orden en el caos de los conocimiento.¿, separando la teología, la filo-
sofía y las ciencias, hasta entonces entremezcladas; y-asignando a cada una de
ellas su dominio propio, sus límites y sus métodos. Ni confusión, ni oposición.
No puede haber dos ni tres verdades: la verdad es una sola, aunque haya dife-
rentes caminos para llegar hasta ella; pero no la alcanzaremos jamás si estos
caminos se confunden en un laberinto inextricable. Tal es, en su orientación
general, la obra común de Alberto Magno y de Santo Tomás. El segundo supe-
ra, sjn embargo, al primero por haber sabido edificar un sistema armonioso y
completo, de una lógica, y de una claridad tales que muchas de sus definiciones
no necesitan ser demostradas: tan grande es su evidencia. Preciso es remon-
tarse hasta los helenos para volver a hallarse en presencia de una claridad seme-
jante; por añadidura, Santo Tomás supera a los griegos por su profundidad"29 •
Para el intelectual medieval, "los seres humanos, la Humanidad, integran otro
mundo (además del mundo natural) parcial del total de la idea medieval del mun-
do. Es un mundo histórico, o integrante de una historia iniciada con la creación
del primer hombre y la primera mujer en el Paraíso terrenal, y jalonada por las
grandes peripecias de la caída de éstos y la expulsión de ellos del Paraíso, la elec-
ción de un pueblo para que en él naciera de una virgen el Hombre-Dios redentor

28 Walsh, H. Humanismo medieval, Bs.As., La Espiga de Oro, 1943, p. 124.


29 Gonzague de Reynold. La Jormaci611 de Europa. El helenismo y el genio europeo, Madrid, Pega-
so, 1950, p. 189. Véase: Rousselot, X. San Alberto, Santo Tomás y San Buenaventura, Bs.As.,
E. Calpe, 1950; Para Sto. Tomás véase: Weisheipl, J. Tomás de Aquino. Vida, obras y doc-
trina, Pamplona, EUNSA, 1994; Protón Didier. Qué ha dicho verdaderamente Santo Tomás,
Madrid, Doncel, 1971; y para su pensamiento: Ponferrada, G. lntroducci6n al tomismo,
Bs.As., EUDEBA, 1970 y Andereggen, l. Introducci6n a la teología de Tomás de Aquino, Bs.
As. EDUCA, 1992.

365
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

del hombre caído, la encarnación, nacimiento, vida, pasión, muerte, resurrección


y ascensión a los cielos de este Hombre-Dios después de haber fundado su Igle-
sia, e historia ésta y de la Humanidad en general, hasta la vuelta del Hombre-
Dios en el Juicio Final"3º.
"En todo caso la idea medieval del mundo es una idea fortísimamente unifi-
cada, como idea esencial y fundamentalmente religiosa, por la idea de Dios
con el que está el mundo entero en la relación expuesta: es una idea teocéntrica
y teocrática, por muy cristocéntrica y cristológica que también sea, dada la
relación, a su vez entre Cristo y Dios."31

La ruptura del pensamiento medieval


y los esbozos del pensamiento de la Modernidad

El pensamiento tomista tuvo opositores en la propia Universidad de París,


destacándose especialmente Siger de Brabante, para quien la razón podía con-
tradecirse con la fe y todo el pensamiento filosófico era aristotélico, pero a tra-
vés de la interpretación de Averroes. Bien se lo ha llamado averroísta. Estos
pensadores fueron condenados por el obispo de París, Esteban de T empier, en
1270 y entre las tesis condenadas fueron incluidas algunas proposiciones del
propio Tomás de Aquino.
La ruptura del pensamiento medieval tomista tuvo sus principales sostene-
dores en la Universidad de Oxford, donde los ingleses -ya desde entonces-
aportaron una orientación mucho más pragmática a las ideas.
La escuela se inició con Robert Grosseteste, canciller de Oxford y luego
obispo de Lincoln, quien combatió el tomismo afirmando de sus seguidores
"que cuiden de no engañarse y, al querer hacer de Aristóteles un católico, se
conviertan ellos en herejes".
Pero la obra más importante de Grosseteste, influenciado por los tratados
de óptica musulmanes y sus lecturas del Evangelio de San Juan, pertenece al
campo científico y se refiere a investigaciones sobre la luz. "Sus ideas científi-
cas, sobre todo su fe en el razonamiento matemático, influyeron en la direc-

30 Gaos, José. Historia de nuestra idea del mundo, México, F.C.E, 1973, pp. 68-69.
31 Idem, p. 72.

366
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

ción de los estudios en la nueva Universidad de Oxford, que tanto contribuyera


a organizar, y los de la orden franciscana, de la cual era patrono. Durante todo
el siglo XIII y la primera mitad del XIV, Oxford mantuvo la tradición de la fi-
losofía agustiniana y de la ciencia matemática; y de Oxford derivó su inspira-
ción al notable desarrollo del pensamiento científico en Francia durante el si-
glo XIV" 32 •
Su discípulo más importante fue Rogerio Bacon quien, admitiendo la fe
como base del conocimiento de Dios, exigía un conocimiento directo basa-
do en la observación y la experiencia. De él se afirma con justicia que es el
padre de la ciencia experimental.
Nos quedaría por mencionar a dos destacados franciscanos que tuvieron la
tarea de señalar una ruptura entre la razón y la fe, ocasionando la grieta por la
cual, como torrente, fue ingresando el pensamiento moderno. Fueron ellos Juan
Duns Scotto (Johannis Duns scoti) ( 1266-1308) y Guillermo de Ockham
(Guilielmo Ockhamiensis o William of Ockham ( 1300-50).
Scotto "fue el primero que trató de apartar la razón de las cuestiones de la
33
fe" y mereció en su época el apodo del doctor sutil, abriendo la brecha que
ensanchará Ockham. Este se distinguió, ante todo, por una vida sumamente
movida ya que en 1324 fue citado a comparecer ante el Papa en Avignon para
defender sus tesis novedosas, siendo mezclado en las cuestiones franciscanas
relacionadas con la pobreza que por esos días sacudían la sede papal. En pleno
proceso, Ockham, acompañado de Miguel de Cesena, prior de la orden fran-
ciscana, huyó de Avignon, para refugiarse en la corte imperial de Luis de Bavie-
ra; allí se convirtió en uno de los más fanáticos sostenedores de la posición del
emperador, que como vimos, se encontraba en lucha abierta contra el Papa. En
esta campaña fue secundado por Marsilio de Padua (Marsilio da Padova).
Respecto de su pensamiento, Ockham fue un seguidor de la corriente no-
minalista y negaba todo conocimiento que no fuera individual. Dentro de
este esquema nominalista negó la metafísica y aun la teología, como discipli-
na racional, y expresaba claramente, "nosotros no podemos saber a priori lo
que Dios ha querido, puesto que El lo ha querido sin regla. Hay que mirar las

32 Dawson, Ch. Ensayos ... , p. 187.


33 Le Goff, J. op. cit., p. 180.

367
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

cosas y sacarlas a la luz por una experiencia directa, por intuición" 34 (apéndi-
ce doc. 125).
El camino del escepticismo metafísico quedaba inaugurado y con él la am-
plia avenida del fideísmo religioso por donde transitará toda la reforma protes-
tante. Una fe sin inteligencia deja para la razón el amplio campo del mundo.
Un mundo sin saber teológico será la presa natural de las técnicas al servicio de
la libido dominandi 35 .
Pero esta misma crisis tuvo un testigo presencial, Dante Alighieri 36 , cuya
Divina Comedia (Commedia) 37 es un nítido documento de la disolución del or-
den medieval y la aparición de un sistema de ideales y formas de vidas nuevas.
Para Dante, "el hombre necesita de la ley y de la gracia; la razón y la revelación;
el príncipe y el sacerdote o como hubiera dicho Dante, el Emperador y el Papa.
Sólo así puede el hombre aspirar a la paz temporal y a la paz eterna. Es esta
concepción del hombre, al mismo tiempo como un animal racional y una ima-
gen de Dios, lo que da sentido a esa epopeya del hombre y programa del huma-
nismo integral, que Dante llamó la Commedia. En esa canción, Dios es Alfa y
Omega, el principio y el fin, causa y consumación de ambos: el alma del hom-
bre y la sociedad de los santos. Bajo la forma de un mito acerca de un hombre
viajando por el Infierno, el Purgatorio y el Cielo, Dante nos ofrece la más subli-
me de todas las alegrías del doble misterio de la libertad humana y la ley divina,
de la libre determinación del hombre y la justicia inescrutable de Dios" 38 .
En verdad en los tiempos de Dante esa dualidad se deshace cada vez más
violentamente; la corona imperial se debilita por anarquías permanentes, mien-
tras el Papado ofrece un espectáculo desolador. Se abre un mundo nuevo, que
Dante avizora y anuncia, pero el mismo cierra los tiempos viejos, pues "el gran
poema de Dante es una síntesis final de las tradiciones literaria y religiosa, que

34 Delhaye, P. op. cit., p. 135.


35 Pasión por dominar. Véase: Calderón Bouchet, R. "Guillermo de Ockham ideólogo del
siglo XIV", en: MIKAEL, Bs. As., 1976.
36 Dante parece ser el disminutivo de Durante. Respecto de su apellido los autores sugie-
ren varias opciones: Aldighero, Allagheri, Alighiero o Allighieri. El uso actual se origi-
na en Bocaccio.
37 El calificativo de divina le fue impuesto por la posteridad.
38 Walsh, H. op. cit., p. 147.

368
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

incluye los elementos vitales todos de la cultura medieval. Teología cristiana y


ciencia y filosofía árabes; cultura cortés de los trovadores y tradición clásica de
Virgilio; misticismo de Oionisio y piedad de San Bernardo; espíritu francisca-
no de reforma y orden romano; sentimiento nacional italiano y universalismo
católico: todos encuentran lugar en la estructura orgánica del pensamiento del
poeta y en la unidad artística de su obra" 39 (apéndice doc. 122).

El renacimiento económico

Como analizamos precedentemente, a partir del siglo III se había atrofiado


el sistema urbano que Roma había elaborado como sustento de su Imperio y las
ciudades comenzaron a ser abandonadas por sus pobladores, que, por una serie
de factores ya mencionados, prefirieron refugiarse en los campos. Las urbes
quedaron en manos de los obispos, quienes se convirtieron, a su vez, en sus
defensores naturales contra las invasiones de los diferentes pueblos bárbaros.
Este sistema, permanentemente asediado por los invasores, condujo a una
economía sin mercados o cerrada; ya que se dejó de producir más de lo indis-
pensable en la medida que no había posibilidad material de ubicar los sobran-
tes. La situación se complicó aun más, con la casi desaparición del dinero, a
partir del siglo IX, y los pagos comenzaron a efectuarse en especies; colaborando
a toda esta crisis una considerable disminución demográfica, que mantuvo es-
tacionaria la cantidad de población de la Cristiandad hasta principios del siglo
XI, a lo menos.
Con motivo de los nuevos principios militares, y muy especialmente de las
cruzadas al Santo Sepulcro, que a partir de la llamada tercera o de los tres reyes
se efectuaron por mar, se produjo el surgimiento y fortalecimiento de las ciuda-
des marítimas de la península itálica. Ya hemos visto el papel preponderante
que le cupo cumplir a Venecia en ocasión de la cruzada que conquistó Cons-
tantinopla y que se acrecentó continuadamente en desmedro de otras ciudades
como Génova, Pisa, Tarento y Amalfi.
Este movimiento marítimo trajo aparejado un resurgimiento del comercio
- o renacimiento- que obviamente favoreció un principio de industrializa-

39 Dawson, Ch. Ensayos ... , p. 217.

369
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

ción que permitió recobrar la vida a muchas urbs romanas semidesapareci-


das. La región de la Toscana fue rápidamente ganada por este movimiento y
pronto se abrieron nuevas vías a través de los Alpes. Los comerciantes, por
los ríos, continuaron su marcha hacia el norte y los ríos centroeuropeos, como
el Danubio y el Rhin, se convirtieron en verdaderas arterias de este renaci-
miento económico.
Esta corriente comercial -que podríamos denominar occidental -se vin-
culó prontamente con las nuevas vías mercantiles abiertas en el Oriente euro-
peo por los vikingos de origen sueco.
Flandes, por su ubicación estratégica, fue nuevamente el epicentro del movi-
miento en el norte y Brujas, que ofrecía mayores ventajas comerciales reemplazó
rápidamente a las decaídas ciudades de Quentovic y Duurstede. Este florecimiento
se vio complementado por la red artifical de canales, que, ya por esa época, reem-
plazaron los terrenos pantanosos de la región flamenca. Afirma un autor que és-
tos "fueron para la revolución comercial del siglo XIII lo que la red de canales
ingleses fue para la revolución industrial del siglo XVIII"40 .
El epicentro del contacto comercial en Europa parece haber sido la llanura
de Champaña (Champagne), que comunicaba Brujas, al norte, con Venecia, al
sur; y allí se establecieron las primeras ferias del Medioevo.
Esta situación privilegiada y la cercanía con Inglaterra-proveedora de lana
a buen precio y cantidad- motivó que durante el siglo XII, toda la extensión
de Flandes se convirtiera en país de tejedores y bataneros, y "así se formó la
incipiente riqueza de Gante, Brujas, Ypres, Lille, Duai y Arras. Desde aquella
época es un artículo esencial del comercio marítimo y empieza a determinar
una poderosa corriente de comercio terrestre" 41 • La pallia frisonica fue famosa
en todo el mundo conocido. Pero "sólo en el siglo XII esta penetración, al ir
ganando cada vez más terreno, transforma definitivamente la Europa occiden-
tal, liberándola de su tradicional inmovilidad a la que la condenaba una organi-
zación social que sólo dependía de los vínculos entre hombre y tierra. El co-
mercio y la industria, no sólo ocupan un sitio al lado de la agricultura, sino que

40 Le Goff, J. Mercaderes y banqueros de la Edad Media, Bs. As., EUDEBA, 1962, p. 16.
41 Cit. Pirenne, H. Historia económica y social dela Edad Media, México, F.C.E., 1973, pp. 33-34.

370
EL SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

influyen sobre ésta" 42 • "Los cuadros del sistema señorial que hasta entonces ha-
bían constreñido la actividad económica se rompen, y la sociedad entera ad-
quiere un carácter más dúctil, más activo y más variado" 43 •
En un principio este renacimien~o económico chocó, inclusive, con la falta
de adecuadas reformas técnicas que facilitaran su acción; ya que, por ejemplo,
los pesados koggen hanseáticos no eran los medios más veloces y convenien-
tes para el trasporte de los productos. Recién en el siglo XIII, impelidos por la
necesidad, se produjeron una cantidad de innovaciones en el arte de navegar,
como la difusión de la vela latina, la brújula y el timón de codaste. Igualmente
importante fue el avance en el campo de la cartografía, donde cumplieron des-
tacado papel junto a los genoveses, los navegantes mallorquines y catalanes.
Paralelamente a partir de 1158, en que a orillas del Trave, fue fundada Lübeck,
se produjo-como anticipamos- un renacimiento económico en el norte ger-
mano; donde surgió la Hansa y la germanización de las tierras eslavas -por los
Caballeros Teutónicos- proporcionó un nuevo campo de acción a la burguesía
incipiente. Este proceso expansivo se relaciona con la labor de los escandina-
vos en Rusia.
Tampoco Francia estuvo alejada de este proceso, y especialmente las regio-
nes sureñas tuvieron un resurgir en torno de puertos tan importantes como
Marsella, Provenza, Montpellier y Narbona; progreso que se dio contemporá-
neamente en Cataluña y señaló, mediante los reyes de Aragón, la mira hispana
hacia Sicilia y las curiosas expediciones catalanas a las islas del mar Egeo 44 .
En lo que se refiere al aspecto terrestre, no debemos olvidar el deplorable
estado en que habían quedado las vías romanas y por ello, en muchos casos, los
caminos no fueron otra cosa que "lugares por donde se pasa" cruzados por pe-
sadas carretas o con animales de carga, mientras los bandidos se apropiaban de
todas las mercancías (apéndice doc. 108).
Pero de todos modos las ferias comenzaron a funcionar lentamente y "con
excepción de la feria de Saint Dennis, cerca de París, que se remonta a la

42 Pirenne, H. Historia económica ... , p. 69.


43 Pirenne, H. Las ciudades medievales, Bs.As., Paidós, 1962, p. 69.
44 Véase Moneada, Francisco, Expedición de catalanes y aragoneses contra turcos, Madrid, Espasa
Calpe, 1948.

371
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

época merovingia y que, durante el período agrícola de la Edad Media, sólo


pudo vegetar y no provocó imitación alguna, las ferias datan del renacimien-
to del comercio. Las más antiguas existían desde el siglo XI; en el siglo XII, su
número es ya grande y siguió aumentando durante el siglo XIII. Sólo el prín-
cipe territorial tenía el derecho de fundar ferias" y éstas estaban en una verda-
dera situación de privilegio, pues "el solar en el cual se celebran está protegi-
do por una paz especial que establece castigos particularmente severos en
caso de infracción. Todas las personas que asisten a ellas se hallan bajo el
salvoconducto (conduit), es decir bajo la protección del príncipe territorial" 45 .
"En el siglo XIII la meta más importante del mercader errante son las ferias de
Champaña. Estas ferias tenían lugar en Lagny, en Bar sur Aube, en Provins
y en Troyes y se sucedían a lo largo de todo el año; en enero-febrero en La-
gny; en marzo-abril en Bar; las ferias de mayo, en mayo-junio en Provins; la
feria de San Juan en julio-agosto en T royes; la feria de San Ayoul en se-
tiembre-noviembre de nuevo en Provins, y la feria de San Rami en noviem-
bre-diciembre, otra vez en Troyes. Así, durante dos o cuatro meses al año
reinaba en aquellas ciudades una extraordinaria animación ... Para acudir a la
feria los mercaderes hicieron un viaje largo y difícil. Los italianos que fran-
quearon los pasos alpinos, estuvieron cinco semanas en camino. Una vez lle-
gados, precisaban alojarse. Al principio se levantaban barracas provisionales
en las plazas y en las afueras de las ciudades. Luego, los habitantes alquilaron
habitaciones o casas a los mercaderes. Y al final se les construyeron casas
especiales, de piedra, para que resintieran los incendios, y con grandes sóta-
nos abovedados para servir de almacenaje a las mercancías 1146 . Estas ferias, a
su vez, comenzaron a decaer a partir del siglo XIV en la medida que las rutas
navales se agilizaron y su menor costo las hizo mucho más rentables. Este
resurgimiento comercial también trajo aparejada una reaparición de la mone-
da que, a partir del monometalismo carolingio, había casi desaparecido de
circulación en Occidente; previa etapa en la que cada señor feudal se encar-
gó de acuñar su propio dinero (apéndice doc. 107).

45 Pirenne, H. Historia económica ... , p. 76.


46 Le Coff, J. Mercaderes ... , pp. 19-20.

372
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

El surgimiento de la burguesía y los adelantos comerciales

De este modo apareció en Occidente el mercader, que en sus orígenes era


uno más de los muchos desarraigados de fines del Medioevo, que escaparon de
la estamentación creada por la sociedad feudal, prefiriendo mantener su ries-
gosa libertad. Este mismo mercader evolucionó rápidamente de ser "el de los
pies polvorientos" (piers plowman) que recorría cual vendedor ambulante to-
das las ferias pretendiendo ubicar sus productos al gran señor burgués que des-
de su sede comercial dirigía sus negocios comerciales, como ocurrió en el siglo
XV. Para facilitar las tareas del mercader surgieron los prestamistas, y también
las compagnia, donde todos los comerciantes se repartían los riesgos y los be-
neficios de la lejana empresa.
El renacimiento económico también aportó el desarrollo de una indispensa-
ble legislación comercial. Respecto de los métodos comerciales que surgieron
a partir del siglo XIII y se fueron perfeccionando hacia el capitalismo moder-
no47, cabe hacer notar que el primer elemento fue el crédito utilizado en los
contratos. La necesidad llevó a los mercaderes a aprender a leer, escribir y fun-
damentalmente realizar operaciones matemáticas; para lo cual aparecieron las
primeras escuelas burguesas, primer esbozo de una enseñanza ajena a la Iglesia.
También surgieron las primeras letras de cambio; ejemplo de las cuales es la
siguiente: "En el nombre de Dios, el 18 de diciembre de 1399, pagaréis por esta
primera letra de uso a Brunaccio di Guido y Cía ... CCCCLXXII libras X cén-
timos de Barcelona, las cuales 472 libras 10 céntimos valederas 900 (escudos) a
10 céntimos 6 denarios por (escudo) me han sido pagadas aquí por Ricardo
degli Alberti y Cía. Pagadlas en buena y debida forma y ponedlas a mi cuenta.
Que Dios os guarde. Guglielmo Barberi. Salud de Brujas".
Asimismo se apreciaron otras reformas comerciales como una mejora y sim-
plificación en la teneduría de libros y el surgimiento de la contabilidad por
partida doble, debida al fraile franciscano Luca Pacioli (apéndice doc. 141 ). A
medida que se desarrollaba el comercio se hacía sentir la necesidad de nuevos
capitales y ante la dificultad en conseguir numerario, el uso de los papeles de
crédito aumentó considerablemente y se expandió en la medida que era más
sólida la confianza en los joyeros que conservaban los depósitos metálicos.

47 Véase See, H. Orígenes del capitalismo moderno, México, F.C.E, 1937.

373
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Este avance del proceso comercial tuvo sus consecuencias, y el mercader


flamenco "que iba a las ferias de Champaña a llevar paños y traer especias, ya
no tiene que desplazarse. Las galeras de Génova y de Venecia van a Brujas a
cargar y descargar mercancías, los mercaderes italianos, los representantes y
las sucursales de las grandes casas de Florencia, de Génova, de Luca y de Pisa
se han instalado en Flandes y mantienen contactos permanentes sobre el lu-
gar... Entonces el mercader flamenco se convierte, a domicilio, en un inter-
mediario sedentario y pasivo: el corredor" 48 .
Las grandes ciudades mercantiles Venecia, Bolonia, Plascencia, Génova,
Luca, Pisa, Florencia, multiplicaron las sociedades que, colectivamente, or-
ganizaban el crédito, se unificaron entre ellas para la organización de los mer-
cados; poseyeron poderosos capitales. La palabra capital era corriente en los
textos italianos para designar el dinero empleado en los negocios. Esas com-
pagnia, en fin, tenían redes de agentes, de sucursales, en los principales paí-
ses de Europa y a veces aun en Africa del Norte, en Chipre y en Siria. Esos
banqueros practicaban los seguros terrestres y marítimos, se "encargaron de
los cobros de los valores y de la liquidación de los créditos, abrieron cuentas
corrientes y reglaron ... las operaciones de los mercados. Con los templarios,
crearon los primeros bancos de depósito y descuento, organizaron el crédito
público y privado. Recibían en prenda, mediante recibo y restitución a pri-
mera vista, objetos preciosos y dinero. Practicaban no solamente los présta-
mos sobre prendas sino también los préstamos sobre hipoteca y sobre mer-
cancías"49. Esta aparición de la burguesía también dio lugar a los primeros
enfrentamientos sociales en las nuevas ciudades. Florencia y Flandes son cla-
ro ejemplo de estas luchas.
Finalmente surgió un proletariado obrero, pues "estos empresarios tenían en
sus casas sus oficinas con escribientes, criados y mensajeros y un almacén de
materias primas y productos manufacturados. Eran dueños de las primeras mate-
rias y el utilaje, pero no fabricaban ellos mismos sus productos, sino que enco-
mendaban esta misión a una serie de artesanos hiladores, tejedores, tintoreros,

48 Le Coff, J. Mercaderes ... , pp. 39-40.


49 Boissonade, P. El trabajo en la Europa cristiana de la Alta Edad Media, París, Alean, 1970, p.
208.

374
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

etc. A menudo estos maestros artesanos tenían bajo sus órdenes un número más
o menos considerable de pequeños trabajadores, y éstos formaban una clase
inferior a los demás artesanos semejante al proletariado industrial moderno.
Eran pobres gentes a las que se veía los lunes por la mañana en las plazas y
alrededor de las iglesias de las ciudades industriales, buscando un maestro que
les contratara por una semana. Iban de ciudad en ciudad a alquilarse a algún
patrono y recibían una triste paga semanal el sábado por la tarde, paga que, a
veces, burlando las ordenanzas municipales, les era regateada. Fueron estas
gentes, quienes, desde mediados del siglo XIII, empezaron a organizar huelgas,
como la de Douai en 1245 y la de tejedores y bataneros de Gante en 1274"50 .
Consecuentemente con este renacimiento económico, fundamentalmente
comercial, se plantearon serias cuestiones ético-religiosas relacionadas con la
usura, la que fue censurada por la Iglesia a través de sus pensadores más impor-
tantes. Esta circunstancia favareció a los banqueros judíos, tolerados por la Iglesia
y protegidos por la nobleza interesada, que al gozar de mayor libertad econó-
mica construyeron los métodos comerciales y crearon los nuevos hábitos, aun
en la Cristiandad51 •
"Cuando tuvo lugar la revolución comercial, que sólo alcanzará su apogeo
en los siglos XII y XIII, la Iglesia por su posición económica, por su recluta-
miento social, por sus vínculos políticos y por sus ideales, está íntimamente
unida al mundo feudal y rural. Durante este período, la Iglesia, poco abierta a
los problemas del comercio, siente escasa consideración por el mercader. El
hecho de que en esta época los judíos desempeñan todavía una función impor-
tante en el comercio internacional de Occidente, refuerza la actitud de despre-
cio de la Iglesia hacia esas actividades. Por otra parte tolera gustosa el papel
económico, del que se benefician los cristianos. Para ella, la sociedad cristiana
corresponde a la famosa clasificación de Adalberto de Laón: los nobles, que
defienden la sociedad; el clero, que ruega por ella; los siervos, que la sustentan
con el trabajo rural, indigno. Por lo demás, de las clases superiores" 52 .

50 Bagué, E. op. cit., p. 151.


51 Véase Poliakov, S. Los banqueros judíos y la Santa Sede, Bs.As., Paidós, 1969.
52 Le Goff, J. Mercaderes .. ., p. 102.

375
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

El renacimiento urbano

Este renacimiento económico, como sugerimos, está íntimamente ligado con


un renacimiento de las ciudades en el Occidente; ya que el propio mercader, al
dar nueva vida a las ciudades y sus alrededores, las hará resurgir.
Las ciudades del Medioevo parecen haber tenido un doble origen. Por un
lado, el resurgimiento de muchas urbs romanas que habían quedado "cubiertas
por el polvo de las invasiones" y que adquieren nueva vida por medio de los
mercaderes y, por otro, aquellas ciudades que nacen de los antiguos portus o
puestos para guardar mercaderías, existentes en muchas regiones, especialmente
portuarias. Tampoco debe descuidarse la importancia de los comerciantes ubi-
cados alrededor de los burgui medievales, verdaderos castillos defensivos.
Así, "a medida que el comercio se propaga las ciudades se multiplican. Van
naciendo a la vera de todas las rutas naturales por las que aquél se difunde. Na-
cen, por así decirlo, tras sus pasos. Se las halla al principio sólo a orillas del mar
y de los ríos. Luego al ampliarse la penetración comercial, fúndanse sobre los
caminos laterales que vinculan unas con otras a aquellos primeros centros de
actividad" 53 . "En cuanto a los burgos, destinados a oponerse al enemigo o a
brindar abrigo a las poblaciones, se los había construido en los lugares cuyo
acceso era especialmente fácil. Por las mismas rutas por las que pasaban los
invasores andaban los mercaderes y resultó así que las fortalezas elevadas con-
tra aquéllos, se adaptaban de manera ideal para atraer a éstos hacia sus mura-
llas. Ocurrió de este modo que los primeros conglomerados comerciales se
constituyen en los lugares predispuestos por la naturaleza ya sea para conver-
tirse o para volverse a convertir en centros de la circulación económica"54 .
A medida que estos nuevos burgos, surgidos de los grupos de mercaderes
cada vez mayores que se agrupaban a la vera de la ciudad, fueron adquiriendo
importancia, iniciaron la presión para participar en los destinos de la ciudad
que, al haberlos sedentarizado, los incorporaba como ciudadanos. De este modo
los burgueses, lentamente, después de poseer el poder económico, adquirieron
también el poder político, originando los regímenes municipales. Las nuevas
ciudades se administraron mediante consejos de burgueses -Coleggia- a cargo
del burgo-maestre.

53 Pirenne, H. Las ciudades ... , p. 88.


54 Idem, p. 92.

376
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

El crecimiento de las ciudades favoreció asimismo el surgimiento de las es-


pecialidades y muchos artesanos se instalaron en ellas para cubrir las nuevas
necesidades que aparecían. "Por otra parte, el hecho de residir en la ciudad
asegurará a todos los burgueses los derechos que en un principio sólo se conce-
dían a los comerciantes ... El derecho de construir fortificaciones es uno de los
primeros que solicitaron los burgueses. Todas las ciudades tenían en sus blaso-
nes una corona mural, símbolo de la paz urbana, que aseguraba una verdadera
conjuración -en el sentido etimológico de la palabra- de sus habitantes. Su
alianza, como la del señor con sus vasallos, se fundaba en un juramento que
implicaba la obligación de defenderse mutuamente, recurriendo a las armas si
fuera necesario" 55 .
De este modo se inició el nuevo enfrentamiento que caracterizó los comien-
zos de la Edad Moderna: los nobles que defendían sus prerrogativas, adquiridas
con tanto esfuerzo, contra los nuevos burgueses que pretendían liberarse de
t.odas las trabas feudales que perjudicaban todos sus intereses (apéndice doc.
140). El monarca definió la lucha a favor de los burgueses, gracias al apoyo
económico y al asesoramiento legal de éstos; con su dinero obtenido en prés-
tamo contrató tropas mercenarias y con éstas destruyó a los señores feudales,
cuyos castillos pudo derribar gracias al descubrimiento de la pólvora. Así cen-
tralizó su poder y señaló el camino hacia el absolutismo monárquico que caracte-
rizó a la Modernidad.
A partir del siglo XIII aumentó la movilidad social y hubo un notorio creci-
miento demográfico de casi el 10%. Los viajeros, cada vez más numerosos, ya
no viajaban de monasterio en monasterio, sino que lo hacían de ciudad en ciu-
dad, motivados por el nuevo principio que "el aire de la ciudad hacía libre"; más
de un siervo o vasallo terminaron convertidos en honorables ciudadanos.
Para finalizar digamos que "el nacimiento de las ciudades marca el comien-
zo de una nueva era en la historia interna de la Europa occidental. La sociedad
sólo había comprendido hasta entonces dos clases activas: el clero y la noble-
za. Al ocupar un lugar al lado de ellas, la burguesía la completa, o mejor dicho
la perfecciona"56 .

55 Pernoud, R. Los orígenes de la burguesía, Bs.As., Mirasol, 1962. p. 25.


56 Pirenne, H. Las ciudades..., p. 133. Véase también para la región itálica: Guglielmi, N. La
ciudad medieval y sus gentes, Bs.As., FECIC, 1981, y Barel, Y. La ciudad medieval. Sistema socia/-
Sistema urbano, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1981.

377
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Las corporaciones medievales

Durante el primer período del feudalismo las tareas del artesano se confun-
dían con las del agricultor pero paulatinamente fue estableciéndose una divi-
sión de trabajo y algunos oficios -herrero, alfarero- ocuparon de manera
exclusiva a quienes los desempeñaban. Cuando las herramientas se perfeccio-
naron y resurgieron las ciudades, los siervos-artesanos huyeron de los domi-
nios señoriales y fueron a engrosar el número de habitantes de los nuevos po-
blados. Una vez ubicados en las nacientes ciudades los artesanos comenzaron
a buscar los medios de defenderse ante el incipiente capitalismo y se agruparon
en salvaguardia de sus intereses. En realidad es difícil determinar el origen de
las corporaciones, aunque esta época señala una particular tendencia a las aso-
ciaciones.
Ya en el siglo XII existían güildas de comerciantes y anteriormente güildas
religiosas. La influencia de éstas es indiscutible ya que todos los gremios me-
dievales se encontraban bajo la advocación de un santo patrono y reglamenta-
ban la asistencia a muchas festividades religiosas, en las que cumplían, general-
mente, papeles activos.
Los autores no están muy seguros de las vinculaciones entre ellas porque las
corporaciones de artesanos tuvieron desde su origen un fin puramente econó-
mico, de protección y ayuda, aunque se distinguieran por sus tendencias pia-
dosas y caritativas. Pese a que en el norte de Francia -la región flamenca-
aparecieron corporaciones en fecha muy temprana, puede decirse que el movi-
miento fue simultáneo en toda Europa occidental; y hasta en Roma nacieron
gremios dependientes de la Curia Papal. Una de las primeras agremiaciones
mercantiles que se conocen fue la Universitas Mercatorum Italiano Mundinas
Campaniaes in Regno Francia Frecuentatium, que agrupaba a los comercian-
tes itálicos que frecuentaban las ferias de la Champaña.
El Medioevo no valoraba a ningún ciudadano que viviese alejado de su corres-
pondiente gremio y éste era considerado un marginado respecto de la sociedad,
como lo era todo aquel que escapaba al cerrado orden estamental medieval.
La corporación tenía varias funciones, actuando como órgano de la comuna
frente a los privilegios feudales e instrumento equilibrador entre sus miembros
para evitar la mutua competencia y controlar el mercado. Las mismas corpora-
ciones elaboraron una legislación que regía su vida y cuyo ejemplo más impar-

378
EL SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

tante lo tenemos en el Libro de los Oficios o Regla de las corporaciones de


París (Livre des Métiers) 57 .
La tarea de elaborar una reglamentación escrita de las corporaciones fue lle-
vada a cabo, con la anuencia del rey francés San Luis, por Etienne Boileau,
designado en 1258 preboste de París58 . Este codificó todos los estatutos de las
corporaciones, basándose en una encuesta, sin modificar sustancialmente los
usos y costumbres que cada gremio declaró. El Libro de los Oficios consta de
un preámbulo y tres partes; la primera contiene los reglamentos de los oficios,
delitos y penas y está dividida en cien títulos, cada uno de los cuales trata de
una corporación. La segunda parte se refiere a las cuotas y los impuestos y la
tercera, que nunca llegó a redactarse, debía contener la parte judicial. Como
dato ilustrativo del espíritu de la obra veamos una parte del prólogo, donde
expresa: "Puesto que hemos visto en París, en nuestra jurisdicción, muchos la-
mentos y discusiones a causa de la desleal envidia que es madre de los lamentos
y de la desenfrenada codicia que gasta a uno mismo, y de la falta de sentido de
los jóvenes y de los insensatos, entre las gentes extrañas y aquellas de la ciudad
que no usan ni practican ningún oficio, por la razón de que ellos no podían
vender nada de sus oficios, por no ser las cosas tan buenas y vendibles que de-
bieron ser; y entre los que reciben peaje y los que deben impuestos y peajes y
los que no los deben y hasta entre nosotros y aquellos que justicia y jurisdic-
ción tienen en París y nos exigen y demandan otra que no deben tener ... ".
En cuanto al sistema en sí, todos estaban divididos en tres clases: aprendices
(discipuli), criados (famuli) y maestros (magistri), es decir, los que se instru-
yen, los que sirven y los que mandan. En la cumbre de la jerarquía artesanal,
estaba el maestro, generalmente antiguo aprendiz o criado que se incorporaba
al maestrazgo mediante la realización de una obra maestra y el pago de la tasa
de entrada.
Aunque algunos oficios estaban enfeudados al rey o a los señores, la corpo-
ración actuaba con poder autónomo y omnímodo, al punto de condenar a la

57 Para el análisis del Libro de los Oficios nos hemos basado en Saint León, E.M. Historia
de las corporaciones de oficio, Bs. As., Partenón, 1947.
58 En su carácter de preboste era el primer magistrado en la ciudad, administraba las fi-
nanzas de ésta, era jefe de la milicia y encargado del orden y seguridad públicos.Tenía
asimismo poder judicial y podía legislar en su ámbito de competencia.

379
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

última pena al magistrado que violara gravemente una ordenanza. Es clásico el


ejemplo que, en 1279, el alcalde de Provins fue ahorcado por prolongar en una
hora la jornada de trabajo establecida por las corporaciones.
Cada corporación tenía una autoridad superior, encargada de intervenir en las
discusiones y de asegurar el respeto a los reglamentos. Estos eran los prud-hom-
mes iures o consejeros juramentados, elegidos por los propios maestros por pla-
zos establecidos, debiendo rendir cuentas ante la asamblea de los maestros.
En el aprendizaje, el futuro operario aprendía todo lo concerniente a su es-
tado, debiendo sumisión a su maestro instructor. Por su parte, el maestro debía
ejercer sobre el aprendiz un verdadero patronazgo moral y profesional. Si fal-
taba a ese compromiso, la corporación intervenía para recordarle sus obli-
gaciones o castigarlo. Los estatutos no permitían a un maestro tener un apren-
diz si previamente no brindaba todas las pertinentes garantías para su cuidado
y alimentación. No se establecía una edad mínima para comenzar el aprendiza-
je, aunque por lo general se comenzaba entre los diez y los doce años.
En cuanto al número de aprendices que cada maestro podía tener a su ser-
vicio, se hallaba reglamentado en los estatutos para evitar la competencia
desleal que pudiera producirse por la cantidad. Respecto de la duración del
aprendizaje, los estatutos de cada corporación fijaban un mínimo según el
oficio de que se tratase.
Los padres debían pagar al maestro un precio convenido, cuyo mínimo es-
taba fijado; evitándose así la posible explotación del aprendiz, quien también
debía pagar una cuota a la corporación. Las convenciones se concluían verbal-
mente entre el padre y el maestro que contrataba al aprendiz y luego se repe-
tían en alta voz en presencia de los funcionarios del gremio. El contrato de
aprendizaje, sellado privadamente o ante escribano, era depositado en manos
de los prudhommes para los archivos en la corporación.
El aprendiz tenía que respetar y obedecer a su maestro; cuyos derechos eran
de cuidado, ya que el aprendiz no podía abandonar la casa del maestro sin su
autorización ni siquiera los días de fiesta; de vigilancia, pues el maestro regla-
mentaba el empleo del tiempo del aprendiz y controlaba su conducta, y de
corrección, ya que el patrón podía castigarlo, incluso corporalmente sin exce-
der los límites razonables y no pudiendo delegar esta tarea, ni siquiera en su
mujer. Si excedía los justos límites podía ser condenado por daños y apresado.
También, a pedido del aprendiz, se podía rescindir el contrato.

380
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

Por su parte, el maestro tenía una serie de deberes para con él: tratarlo como
"hijo de hombre honrado", albergarlo, alimentarlo, vestirlo, proporcionarle luz
y ropa limpia, salvo expreso convenio en contrario.
En caso de fuga la rescisión del contrato sólo se producía después de un lap-
so bastante largo, establecido en los estatutos; pero si retornaba antes de dicho
plazo, retomaba su trabajo interrumpido, con la pena de "restaurar todo el ser-
vicio" que perjudicó al maestro, debiendo, además, reembolsar todos los daños
y perjuicios ocasionados con su huida. Caso contrario el contrato era anula-
do y el aprendiz expulsado del oficio.
El contrato concluía por muerte del maestro; reubicación del aprendiz con
otro maestro únicamente "si el maestro yacía en el lecho del dolor, si se iba a
ultramar, si abandonaba el oficio por causa de pobreza", y el aprendizaje, a su
vez, concluía por el rescate que mediante dinero disminuía el plazo, por expul-
sión de la corporación, muerte del aprendiz o expiración del contrato.
En el siglo XIII ninguna regla absoluta prohibía ejercer el maestrazgo una
vez finalizada la etapa del aprendizaje y la práctica obligatoria de pasar por
una etapa intermedia en calidad de criado -luego, compañero- fue intro-
ducida recién en el siglo XIV. De todos modos, la mayoría ejercía el oficio
como criado, dado que era muy difícil que un artesano tuviera los recursos o
la capacidad suficiente como para establecerse inmediatamente de concluido
el aprendizaje, como maestro.
El criado era un hombre libre que concurría a los lugares donde era de prác-
tica concluir los contratos de ese género. Dentro de la demanda disponible elegía
libremente al maestro para quien iba a trabajar y discutía las cláusulas de su
compromiso.
El criado era contratado por un plazo que se determinaba convencionalmente
entre las partes, no pudiendo contraer nuevo compromiso antes de la expira-
ción completa de dicho plazo, salvo con el maestro para quien estaba trabajan-
do, con el que podía renovar su contrato durante el último mes. Se prohibía la
contratación de obreros con malos antecedentes, para evitar una influencia
perniciosa sobre sus compañeros de tareas.
El contrato se concluía verbalmente, debiendo el criado jurar por los santos
que desempeñaría bien y lealmente su oficio. Por lo general los obreros tenían
domicilio propio, aunque los contratados por año eran alojados y alimentados
en casa del maestro.También se podía contratar por día, por semana y por mes.

381
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

La terminación de la condición de criado para pasar a la de maestro se podía


producir en cualquier momento, siempre que se hubiera concluido el período
por el cual se había contratado con su patrón. El número de criados que podía
contratar cada maestro no estaba limitado, como sucedía con los aprendices.
Habitualmente el obrero trabajaba en casa de su maestro, salvo excepciones en
que trabajaba en su casa, por encargo del maestro.
Por incumplimiento del contrato de trabajo por cualquiera de la dos partes,
se podía exigir una reparación pecuniaria. El obrero que faltaba a su compromi-
so no podía contratarse con otro maestro hasta no reparar el daño hecho a su
primer patrón. Por su parte, el maestro no podía despedir a su criado si no tenía
razón para hacerle un juicio y ante cuatro maestros-funcionarios y dos criados
del mismo oficio.
Los maestros trabajaban por su cuenta, por haber sucedido a su padre o por
haber reunido los recursos necesarios para tener un tallero tienda propios. Podían
contratar criados y tomar aprendices.
Las condiciones para obtener el maestrazgo eran: haber cumplido el apren-
dizaje y justificar de alguna manera su saber profesional. En muchos oficios los
candidatos debían rendir un examen ante las autoridades de la corporación. La
exigencia de la obra maestra, como condición, era desconocida en el siglo XII,
siendo introducida en el XIV o XVI.
El candidato debía pagar también las tasas o cuotas impuestas por la autori-
dad real o por la costumbre. Existía lo que se llamaba la compra del oficio,
consistente en una tasa que representaba el derecho a ejercer la profesión.
Estas corporaciones, en las que se debía pagar una tasa para obtener el maes-
trazgo, se denominaban enfeudadas y eran la minoría. La mayoría no estaba
sujeta a esta obligación y estaba constituida por las llamadas corporaciones li-
bres. Una vez comprobadas las condiciones de aptitud y pagadas las tasas, el
nuevo maestro prestaba juramento delante del preboste.
En cuanto a la admisión de las mujeres al maestrazgo, únicamente se daba a
la muerte del maestro, en cuyo caso se autorizaba a la viuda a continuar el ofi-
cio del difunto. Constituían una excepción los gremios femeninos como las
hiladoras o tejedoras.
No se admitían las asociaciones entre maestros; pues ello hubiera permitido
que los asociados estuvieran en mejores condiciones para la producción y ven-
ta, estableciendo una competencia que atentara contra el equilibrio que los

382
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

estatutos querían mantener por sobre todas las cosas, para evitar el enriqueci-
rniento-'de unos a costa de la ruina de otros.
Los miembros de las corporaciones debían prestar una función que tenía el
carácter d~ carga pública; la guet o milicia burguesa, que era una especie de
policía o ~ardia de seguridad nocturna. En tiempo de paz velaba por la segu-
ridad pública y en tiempos de guerra participaba en la defensa de la ciudad.
Para constituirse, las corporaciones necesitaban la autorización del poder
político, el que podía subordinar esta autorización a la condición de imponer
a la sociedad jefes de su elección, investidos de atribuciones precisas. Estos
jefes son los maestros de los oficios; porque si los jefes nominales de la cor-
poración son los maestros, los jefes efectivos eran funcionarios o jurados
nombrados directamente por la asamblea de maestros, por el maestre del ofi-
cio o por el preboste de París, según el caso.
El número de jurados variaba según el oficio, de uno hasta doce. Una vez
designados debían prestar juramento ante el preboste y sus principales funciones
eran supervisar los contratos de aprendizaje, convocar para la guet, examinar a
los candidatos al maestrazgo percibiendo las tasas y los juramentos, manejar las
finanzas del gremio y efectuar un control general sobre la fabricación y venta.
El patrimonio de las corporaciones variaba y algunas poseían verdaderas for-
tunas. Sus bienes se obtenían mediante las tasas, multas, donaciones, legados y
rentas; corno también por las confiscaciones de bienes de judíos o endemonia-
dos. Sus gastos, además de los corrientes, se efectuaban en pensiones a ancia-
nos y viudas, limosnas, misas, fiestas y el sostenimiento de la milicia burguesa.
La reglamentación de la jornada de trabajo estaba establecida por los esta-
tutos de cada corporación y la casi unanimidad fijaba el comienzo al aparecer
el sol; siendo en muchos casos anunciado por el sonido del cuerno que señala-
ba la finalización de la vigilancia nocturna.
Respecto de la finalización de la jornada, variaba según los oficios: a la caída
de la noche, por la campana de la iglesia vecina que la indicaba o por el prego-
nero de la noche al sonar las vísperas.
En cuanto a las prescripciones de los estatutos para asegurar la buena ejecu-
ción del trabajo, éstas eran numerosas y, por ejemplo, prohibían al cristalero
mezclar vidrio pintado al cristal y aplicaban multas a los trabajos mal realizados.
Los encargados de ejercer la vigilancia del oficio, de comprobar las contra-
venciones y de asegurar su represión eran los maestros y jurados del oficio que

383
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

realizaban visitas domiciliarias, examinaban los artículos y embargaban aque-


llos que no estaban de acuerdo con los estátutos. La aplicación de penas era
privativa del preboste de París.
Además de los negocios establecidos, la actividad comercial se desarrollaba
por buhonería o tráfico ambulante y en los mercados y ferias, tan comunes a la
época.
Los gremios, además de su función meramente económica, se ocupaban tam-
bién de actividades secundarias, como la ayuda que se prestaba en caso de fa-
llecer algún miembro de la cofradía o la atención de hospicios. Cada una de las
corporaciones tenía su sello, en el que figuraban las herramientas propias de la
organización 59 •
Hay muchas calles de Europa que aún conservan los nombres de los oficios
que en ellas se establecieron.
Estas corporaciones tuvieron vigencia hasta el siglo XVIII, en que fueron
anuladas por la ley Chapellier. De este modo la vida económica, sin regulación
alguna y sin freno para el 'enriquecimiento desmedido o inescrupuloso, quedó
a merced de la libre competencia.

El arte gótico

La Iglesia ejerció considerable influencia sobre el arte medieval, del mismo


modo que sobre las demás manifestaciones de esta época.
Hemos visto que la arquitectura que había decaído a principios del Medio-
evo adquirió nuevo auge durante la época de Carlomagno, en que se copiaron
elementos romanos, originando el románico. De esta realidad surgieron en los
siglos X, XI y XII los grandes monasterios e iglesias de piedra.
Pero éstos eran demasiado macizos y se gastaban en ellos demasidos mate-
riales. Con sus anchos muros, sus ventanas angostas y sus columnas macizas y
poco graciosas, parecían realmente fortalezas. La particularidad de sus templos
consistía en las bóvedas redondeadas tomadas de l'os romanos y estaban tosca-
mente adornados por esculturas de piedra.

59 Por ejemplo, los carreteros: una rueda y el hacha de cortar madera; los carniceros: una
res y el hacha; los tejedores: la lanzadera, y los albañiles, la paleta y el martillo.

384
fa SIGLO DE LAS AGREMIACIONES

A fines del siglo XII, en las ciudades de Francia septentrional apareció un


estilo nuevo, que más tarde se denominó incorrectamente por los godos góti-
co. De Francia se difundió por todas las naciones de Europa.Toda su construc-
ción expresa la tendencia al verticalismo, así los arcos apuntados, las bóvedas
de arcos, las flechas y florones de las torres. Está espiritualizada la materia.
Calados, robustos y flamígeros sirven de marco a los artísticos ventanales po-
licromados e historiados. Magníficos portales abren la entrada al interior don-
de la vista queda dominada por la abundancia del verticalismo y por el conjun-
to panorámico de un bosque de columnas. Hay poco o ningún espacio para la
decoración mural. Las redes de nervios que parten desde los capiteles cubren y
subdividen las superficies y así sirven sus líneas arquitectónicas como motivos
de ornamentación. En muchos ábsides y paredes laterales casi desaparecen por
completo los muros, siendo reemplazados por maravillosas vidrieras, las que
animadas por la luz del sol, crean en el templo una atmósfera de paraíso. Así
como el templo románico había sido ideado y ejecutado por los religiosos de
los monasterios, las catedrales góticas son obra de los artesanos laicos de las
ciudades60 .
El primer monumento netamente gótico fue la iglesia catedral de San Dio-
nisio ( 1140) y le siguió Nuestra Señora de París (Notre Dame) ( 1163), la cate-
dral de Chartres ( 1194), Amiens ( 1220) y Reims ( 1247); en Alemania, el Müns-
ter de Friburgo (1250), el Domo de Colonia (1248), San Esteban de Austria
(1340), el Domo de Praga (1344); en España las catedrales de Burgos (1221),
Toledo ( 1227) y Sevilla ( 1403); en Inglaterra, Westminster de Londres ( 1245)
y en la península itálica, el Domo de Milán ( 1386).
Durante el período del gótico61 la pintura como la escultura estuvieron su-
bordinadas a las exigencias de la arquitectura; y al desaparecer gran parte de las
paredes para dar lugar a los ventanales, los frescos fueron reemplazados por
grandes vidrieras; que a modo de verdaderos cuadros representaban los perso-
najes y episodios de la historia eclesiástica y profana.

60 Véase Gimpel,J. Los constructores de catedrales, Bs.As., CEAL, 1971, y Anderson, Gordon,
Biografía de una catedral, Bs. As., Peuser, 1952.
61 Para el arte gótico véase Soto. El arte g6tico, Bs. As., Peuser, 1943, y Cirlot, J. Pintura
g6tica europea, Barcelona, Labor, 1969.

385
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

El "otoño" de la Edad Media

Aquí se plantearía una de las grandes cuestiones referidas a las discusiones


de los intérpretes de la historia, a fin de delimitar los campos de acción entre el
Medioevo y el Renacimiento, pero no es ésta nuestra intención actual. Sim-
plemente queremos señalar, a manera de síntesis sobre la edad oscura medie-
val, que "nunca ha existido una época en la cual el cristianismo alcanzara una
tan completa expresión cultural como en el siglo XIII. Europa no ha contem-
plado más grande héroe cristiano que San Francisco, más gran filósofo cristia-
no que Santo Tomás, mayor poeta cristiano que Dante; quizá tampoco más
grande dirigente cristiano que San Luis"62 •
Durante este período -medieval, oscuro u otoñal- nacieron las grandes
canciones de gesta, se otorgó mayor atención a los estudios, fundándose las
universidades, y se inició el régimen de las cartas, que tuvieron en Santo Tomás
de Aquino un defensor ardiente, pactos entre los señores feudales y sus pue-
blos, cuya expresión más acabada parece ser la Magna Charta de Inglaterra
( 1214). Este movimiento general, nacido en el siglo XII, cobró plenitud hasta
su culminación en el XIII y, en estas dos centurias, creó las universidades, el
esplendor del arte gótico y del canto llano, la vitalización de los idiomas ro-
mances, la genial ciencia jurídica de Alfonso el Sabio, la vidrieras de las gran-
des catedrales, la caballerosidad, el amor cortés cuya expresión suprema se halla
en el Dante; esas dos centurias que resumen la obra de la llamada Edad Media
constituyen un verdadero renacimiento y, como bien dice Nicolás Berdiaeff,
"el Renacimiento existía ya en las profundidades del Medioevo y sus primeros
móviles fueron puramente cristianos. El alma medieval, el alma cristiana, des-
pertó a la voluntad de la creación ... El Renacimiento de los primitivos italianos
es un renacimiento católico; Santo Domingo y San Francisco, Joaquín del Fia-
re y Santo Tomás de Aquino, Dante y Giotto: he aquí el verdadero renacimien-
to del espíritu humano" 63 .

62 Dawson, Ch. Ensayos ... , p. 218.


63 Berdiaeff, N. Una nueva Edad Media, Barcelona, Apolo, 1951, p. 14.

386
CAPITULO XX
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

La crisis en el Imperio

í'Con la muert~ 9-eJ~ci~ri<;::q U, ~.n l.250,áe desmoronó el Imperio de los Stau-


fer, el gran rival ~1a lglesia(de_all~-~n-m._;~s el Pontificado victorioso asumió
plenamente léLt~9<;:r;;icia y se hizo cargo de la herencia de los temidos Staufer.
El propio papa, Urbano II (Urbanos), ofreció el vacante feudo de Sicilia al rey
de Francia, Luis IX el santo, y ante su negativa, al hermano de éste, Carlos de
Anjou, coronado en t 276. Este tuvo un corto reinado y tras la rebelión popular
conocida como las vísperas sicilianas 1 , el reino pasó a la corona hispana de
Aragón, en el contexto de su expansión mediterránea 2 .

Véase Runciman, S. Vísperas sicilianas. Una historia del mundo mediterráneo a finales del siglo
XIII, Madrid, Revista de Occidente, 1961.
2 Véase Canellas, A. y otros, Arag6n en su historia, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inma-
culada, 1980.

387
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

A la muerte de Federico II durante un lapso de aproximadamente veinticin-


co años, que se conoce como "el Gran Interregno", tuvieron lugar las luchas del
Papado teocrático contra los últimos descendientes de la familia de los Staufer
-que desaparecieron en 1268- y posteriormente los enfrentamientos por la
corona imperial entre las familias más importantes de las regiones germanas:
los señores de Sajonia, Baviera, Bohemia y Luxemburgo.
Finalmente, para cubrir la vacante producida en el Imperio Romano 3, los no-
bles germanos buscaron algún señor feudal insignificante; primero se inclina-
ron por Guillermo de Holanda y luego por Ricardo de Cornualles, para, final-
mente, ofrecer el trono, en 1273, al anciano conde Rodolfo (Rodulfo), landgrave
de Alsacia y señor del castillo de Habitsburg. Con él se inició una de las dinas-
tías europeas de mayor duración: los Habsburgo. Este adquirió a título perso-
nal o patrimonial el margravato de Osterreich (Austria) y -probablemente
influido por las tendencias nacionales que emergían- inclinó el Imperio hacia
los intereses germanos, favoreciendo la fortificación del reino de Francia. El
Imperio, pese a su carácter universal, pasó a ser, de hecho, alemán.
"Después de la crisis del gran interregno (1256-73) Rodolfo de Habsburgo
presidió la etapa de transición entre la idea del Imperio cristiano y el camino que
conducirá a un estado nacional alemán. El centro de gravedad de Alemania se
desplazó a Viena, con lo que Bohemia y Hungría pasaron a desempeñar papeles
decisivos"4 • Los Habsburgo intentaron en muchas ocasiones expandirse hacia sus

3 Con respecto a las inexactitudes terminológicas referidas al Imperio cabe señalar que el
único Imperio romano fue dividido a fines del siglo IV por el emperador Teodosio en
sus partes occidental y oriental (ésta con sede en Constantinopla, la Nueva Roma). A la
"caída" de Roma la parte oriental conservó la denominación de Imperio romano (el
término Imperio bizantino es un invento de la Modernidad, ya que sus habitantes se
consideraban "romanos"). En el año 800 se restauró ~l Imperio romano en la parte oc-
cidental bajo Carlomagno. En cuanto a la denominación "Sacro Imperio Romano Ger-
mánico", fue Federico 1 Barbarossa el que se refirió al Imperio como Sacro, pero recién
en 1254, durante el reinado de Guillermo de Holanda, la documentación utiliza el tér-
mino "Sacro Imperio Romano". Mucho más adelante, a mitades del siglo XV, la dinastía
de los Habsburgo agregó "de la nación germánica" para diferenciarlo de las recientes
monarquías nacionales de Francia, Inglaterra o España", y fue Maximiliano-el abuelo
de Carlos V- quien empleó por vez primera el título de "Sacro Romano Imperio de la
nación germánica" (Romisches Reich deutscher Nation).
4 Reglá, J. Historia de la Edad Media, Barcelona, Montaner y Simón, 1967, t. 11, p. 203.

388
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

comarcas originarias de Suiza. Cuando los jefes cantonales pidieron al sucesor de


Rodolfo la ratificación de sus privilegios éste se negó y les remitió administrado-
res austríacos provocando la reacción nacional. Los líderes locales se reunieron
en Rutli, y en noviembre de 1307, juraron, en número de treinta 5 defender sus
derechos aun por la fuerza de las armas. De este modo surgió la Confederación
suiza (Schweizerland) y pronto nuevos cantones se agregaron para integrarla6
consolidando su poder después de la victoria militar obtenida, en 1386, en el campo
de Sempah sobre las tropas de Leopoldo III (Teipoldus) de Austria.

luan XXII y Luis de Baviera

En 1313, a la muerte del emperador Enrique VII de la Casa de Luxembur-


go (Luxembourg}, el arzobispo Balduino de Tréveris, que había obtenido la
corona de Bohemia para su sobrino Juan Oean}7, intentó coronarlo empera-
dor pero fracasó porque, para evitar una excesiva interferencia franca, los
electores se inclinaron por el duque Luis (Ludwig} IV de Baviera. En esa oca-
sión desempeñaba el Papado Juan XXII, quien reivindicó los principios de
Inocencio III y manifestó que "Luis ha tomado el título de rey de los romanos,
sin esperar a que Nos hubiésemos examinado su elección 8 para probarla o
desecharla como nos corresponde". El emperador vio aquí la oportunidad de
reeditar la política de los Staufer y partió hacia la península, en apoyo de su
partidario, el obispo-gobernador Gaetano Visconti de Milán.
En el 1324 el Papa lo excomulgó y destituyó, acercándolo a los herma-
nos menores espirituales, grupo de franciscanos rigurosos que acababa de
ser anatemizado9 y entre cuyos ideólogos se distinguía Guillermo de Oc-

5 Entre ellos se encontraba el legendario Guillermo Tell.


6 Los primeros cantones fueron Schweiz, Uri y Unterwalden. Luego se agregaron: Lu-
cerna, Berna, Zurich, Glaris y Zug.
7 Juan el Ciego fue uno de los últimos reyes feudales de la Cristiandad y su blanca figura
aparecía en todos los campos del honor como adalid de la paz y el honor. Murió en uno
de esos actos en la batalla de Crécy.
8 Por vez primera, no se había logrado unanimidad en los votos ya que Federico 111 Staufer
había obtenido dos votos, circunstancia que favorecía el planteo de cuestiones legales.
9 Los franciscanos a poco de la muerte de su fundador tuvieron serias divergencias sobre
la regla (apéndice doc. 124) y se dividieron en dos bandos: los lassi o flexibles y los

389
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

kham. En el mismo contexto Marsilio de Padua aprovechó la oportunidad


para escribir su Defensor Pacis defendiendo la posición imperial. Allí nie-
ga la organización jerárquica de la Iglesia y afirma que el Imperio es supe-
rior a ella, añade que el pueblo es la fuente de todo poder y el Estado no es
más que el depositario visible de éste y la Iglesia sólo una de las partes del
Estado y como tal -además de democratizarse mediante la teoría conci-
liar- debía subordinarse al Estado del mismo modo que los restantes po-
deres parciales (apéndice doc. 126 y 127).
Luis de Baviera fue quedando prácticamente solo en su lucha contra el Pa-
pado y los electores terminaron reemplazándolo por la Casa de Luxemburgo
al ofrecer la corona a Carlos (Vaclav) IV, hijo del rey Juan de Bohemia. Luis
murió antes de que se iniciase la lucha armada entre ambos. Un capítulo de la
historia medieval había concluido y la Iglesia, aparentemente triunfadora, se
encontraba en plena expansión.
Fue el emperador Carlos IV quien promulgó la Bula de oro por la cual se
eliminaron los derechos del Papa en la elección del emperador de los romanos
(apéndice doc. 97) 10 • La bula de 1356 estableció que, al conocerse la muerte del
emperador, el arzobispo de Maguncia debía intimar a los príncipes electores a
reunirse en Francfurt para elegir al nuevo emperador. Los grandes electores ori-
ginarios fueron el rey de Bohemia, el duque de Sajonia, el conde-palatino del
Rhin, el margrave de Brandeburgo (Brandeburgen) y los arzobispos-seculares de
Maguncia, Tréveris (Treuer) y Colonia, que portaban títulos honoríficos impe-

spirituali o pobres. Estos últimos se negaban terminantemente a abandonar la rígidas


normas de pobreza que fijaba la regla de su fundador, el poverello de Asis. El segundo
grupo cayó en la herejía, tentándose con las originales ideas apocalípticas del monje
Joaquín de Fiore (Gioacchino da Fiore). Véase Heer, F. El m1mdo medieval. Europa 1100-nso.
Madrid, Guadarrama, 1963, pp. 245-256, y para la influencia de este monje en el pen-
samiento occidental el importante estudio de Henri de Lubac, La posteridad espiritual de
Joaquín del Fiore, Madrid, Encuentro, 1989, 2 v.
10
Se conocen con este nombre una serie de decretos imperiales dictados entre 1348 y
1356 para legislar la forma de elección del emperador del Imperio romano. Cabe seña-
lar, a su vez, que Federico 111, en 1452, fue el último emperador coronado en Roma, ya
que Carlos V lo fue en Bolonia.

390
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

riales 11 • El elegido debía ser coronado en Aquisgrán y celebrar la primera Dieta


(Reichstag) o parlamento imperial en Nüremberg 12 •
Casi paralelamente, en 1438, el rey Carlos VI de Francia dictó la Pragmática
Sanción de Bourges que trataba de contener los privilegios papales en Francia,
acentuando el galicanismo o autonomía de la Iglesia local y de la Corona fran-
cesa. Estas medidas fueron ratificadas por las Asambleas o Parlamentos france-
ses de 1395 y 1398.

La lucha por la formación de las monarquías nacionales:


la unificación de Francia

A partir del siglo X, apenas salida de las luchas feudales, Francia inició, por
obra de sus reyes, el proceso de unificación nacional. La dinastía Capeta, que
originariamente no ocupaba más que la llle de France y cumplía el papel de
primus ínter pares, comenzó a extender sus dominios sobre poderosos señores
feudales como el conde de Flandes, el duque de Normandía, el conde de An-
jou, el duque de la Guyena, el conde de la Champagne o el duque de Borgoña.
"Ya en el siglo XI se habían echado las bases de la reconstrucción en varias re-
giones sin la oposición del Rey, pero también sin la ayuda de éste. Los campe-
sinos habían llenado los espacios vacíos entre una y otra aldeas; los vasallos
habían reagrupado castillos y señoríos en principados bien organizados" 13 •
El monarca que inició realmente la tarea de la unificación de Francia fue Felipe
1 (Philippe), el cuarto descendiente de Hugo Capeto, quien llegó al trono a los
dieciocho años ( 1060) y lo ocupó por más de cuarenta. De él se dice que "esbo-
zó los primeros rasgos de una administración monárquica menos confusa" 14 •

11 Más adelante se agregaron el elector de Hannover hasta su proclamación como rey de


Inglaterra y el duque de Baviera, que heredó los derechos del Palatinado del Rhin.
12 El sistema rigió hasta 1806, en que abdicó el último emperador y los Habsburgo pasa-
ron a ser emperadores de Austria.
13 López, R. El nacimiento de Europa, Barcelona, Labor, 1965, p. 255.
14 Reglá, J. op. cit., t. 11, p. 71.

391
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Lo sucedió su enérgico hijo, Luis VI el gordo (Louis le gros), que por vez
primera desplegó la tradicional oriflama o bandera de San Dionisia, tan cara al
nacionalismo francés. Su hijo Luis VII, educado por el abad Suger de San Dío-
nísío, mereció el apodo del rey monje, y después de su fracasado casamiento
con Alienor de Aquítanía -que lo reemplazó por Enrique Plantagenet- sólo
pudo evitar el caos nobiliario.
La figura realmente distintiva fue su sucesor, Felipe 11 augusto (Philippe 11
Auguste) quien de diferentes maneras se adueñó de la Normandía, recuperó el
condado de Anjou, la T urena, el Maine, gran parte del Poítou y los condados
de Artois, Vermandois, Alencón y Valoís. Durante el breve reinado de su hijo
Luis VIII se añadieron las posesiones del Midi, conquistadas por Simón de Mont-
fort en la cruzada contra los albigenses, especialmente el poderosísimo ducado
de Tolosa.
Del casamiento de Luis Vlll con Blanca de Castilla nació Luis IX el santo y
los poderosos condes de Champagne, Bretaña y la Marca fueron sometidos por
un rey niño y una regente. Pero la obra más significativa de Luis el santo (saint
Louis), al margen de sus frustradas cruzadas, fue la promulgación de los Esta-
blecimientos de Francia (Etablissements), primer código legal francés. Firmó
la paz con los ingleses, devolviéndoles parte de los territorios conquistados.
De esta manera "la realeza se hacía popular; arraigaba en todas las provincias,
se atraía a la opinión pública¡ se mostraba necesaria, indispensable, porque era
bienhechora. Parece ser que en tiempos de San Luís nace en Francia esa forma
de sentimiento nacional que se expresa por el culto a la monarquía" 15 • También
parece pertenecer a su reinado la orden impartida a Esteban de Boileau de re-
dactar los estatutos de las corporaciones de artes y oficios de París.
Le sucedió en el trono Felipe lII el atrevido (le hardi), quien fue manejado
por su tío Carlos de Anjou, preocupado por sus posesiones en el Mediterráneo.
La característica más distintiva de su reinado fue el ascenso de la burguesía a los
puestos clave de la embrionaria administración pública.
Felipe IV el hermoso (le bel) fue quizás el monarca más significativo de Fran-
cia. Uno de los hechos más destacados de su reinado fue el proceso seguido a
la Orden del Temple, que inició el propio rey en 1307, quien después de co-

15 Pirenne, H. Historia de Europa desde las invasiones al siglo XVI, México, F.C.E., 1942, p. 250.
Véase los consejos reales a su hijo en apéndice doc. 80.

392
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

municar sus intenciones al papa Clemente V (Clemens), ordenó detener a to-


dos los templarios que se hallasen en el reino francés. Entre los detenidos figu-
ró el Gran Maestre de la Orden,Jacobo de Molay, noble del Franco-Condado.
Los templarios ya no eran, indudablemente, los abnegados caballeros de-
fensores del Santo Sepulcro, sino que se habían convertido en una de las órde-
nes nobiliarias europeas con mayores riquezas, las que despertaron la codicia
del necesitado rey francés. Por otra parte parece cierto que habían adquirido
en el Oriente una serie de ritos y cultos exóticos que utilizaban en las ceremo-
nias de iniciación de sus caballeros y que luego se convirtieron en símbolos
masónicos. Mientras los templarios acudían ante el Papa para defenderse, el
rey francés ordenaba la confiscación de todas sus posesiones.
El juicio que se les llevó a cabo en Francia fue sumario y sobresalió la acu-
sación que fue encomendada al legista Guillermo de Nogaret (Guillaume de
Nogaret}, mano derecha del monarca galo. Sobre ciento cuarenta acusados sólo
tres-el Gran Maestre incluido- negaron los gravísimos cargos que se les im-
putaban, pero el Papa ordenó la suspensión del proceso y el traslado de la causa
a la Curia romana y posteriormente al Concilio de Viena (Vienne). Este, reuni-
do en 1311, aconsejó nuevos juicios y mayor acopio de pruebas por lo cual,
urgido por el monarca francés, Clemente V reunió un consistorio -el 22 de
marzo de 1312- en el que suprimió la Orden del Temple y dispuso que los
bienes se traspasasen a los Hospitalarios de San Juan, que nunca llegaron a ver
los dineros que había confiscado la Corona francesa.
A su vez, Jacobo de Molay y tres de los jerarcas de la Orden fueron juzgados
por una comisión cardenalicia y condenados a prisión perpetua. Felipe IV, en
contra de todos los principios legales, ordenó se apropiasen del Gran Maestre
y dispuso fuera quemado; lo que se cumplió. Narra la historia que, antes de
morir, Jacobo de Molay emplazó al papa y al rey de Francia para dentro de un
año ante el tribunal de Dios. Clemente V murió el 20 de abril de ese mismo año
y Felipe IV, rey de Francia, lo hizo el 29 de noviembre, también de 1314.
Cabe añadir que Felipe IV "y su cuerpo de legistas subvirtieron totalmente las
concepciones de San Luis: al ideal de la justicia cristiana opusieron la razón de
Estado y los principios del derecho romano, mientras se esforzaron en dar una
personalidad independiente a la monarquía francesa, aislada de la Cristiandad" 16•

16
Reglá, J. op. cit., t. 11, p. 166.

393
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

La situación en Inglaterra

A la muerte de Guillermo 1el conquistador (Guillaume o William the con-


queror), la corona pasó a su hijo Guillermo 11 el rojo que fue combatido por el
primogénito Roberto (Robertus), duque de Normandía, quien se creía con
derechos sobre la isla. Pero Roberto finalmente decidió cruzarse y empeñó el
ducado a su hermano, el rey inglés, en diez mil marcos de plata.
Guillermo 11 murió atravesado por una flecha en una cacería y de este modo
su hermano menor Enrique 1 se quedó con ambos títulos y logró la unidad
anglo-normanda, fortaleciendo el poder central en ambas regiones. El herede-
ro de Enrique 1 naufragó en 1 129 y éste casó a su hermana con Godofredo
(Geoffroy) Plantagenet, duque de Anjou y rey de Jerusalén; quien "con el Anjou
y el Maine, poseía el más hermético y organizado de los grandes feudos fran-
ceses"17.
Las dificultades en el trono inglés continuaron hasta 1153 en que Esteban 1
(Etienne de Blois) adoptó al hijo de Godofredo, Enrique (Henri), reciente-
mente casado con Leonor (Alienor) de Aquitania, como su heredero al trono
inglés. De este modo, a la muerte del rey inglés, el más importante de los seño-
res feudales franceses se convirtió en rey de Inglaterra. Para colmo era el mayor
enemigo de la Corona francesa y estaba casado con la ex mujer del rey galo.
Enrique 1fue "uno de los más grandes reyes de Inglaterra y uno de los fundado-
res del sistema monárquico en Occidente; se sintió jefe de un Imperio y actuó
como tal. En Inglaterra aspiró a consolidar sus fronteras, a obtener vasallaje de
galeses y escoceses y a emprender la conquista de Irlanda. Quiso extender su
poderío hasta las orillas del Mediterráneo y más allá de los Alpes. Los reyes
normandos, y los primeros Plantagenet, recurriendo al modelo carolingio, fun-
daron la más poderosa monarquía feudal que existiera en Europa" 18 •
Los hijos de su matrimonio con Leonor de Aquitania fueron tres renombra-
dos reyes ingleses: Enrique III, Ricardo 1corazón de león y Juan 1sin tierra.

17 Hampe, C. La Alta Edad Media occidental en: Goetz, W. Historia universal, Madrid, Espasa
Calpe, 1959, t. lll, p. 568.
18
Reglá, J. op. cit., t. 11, p. 75.

394
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

Las malas relaciones entre Francia e Inglaterra llegaron a su peor momento


durante los reinados de Felipe 11 augusto y Ricardo I corazón de león y el duelo
diplomático se convirtió en lucha armada. Respecto de Ricardo I sabemos que
fue un típico caballero aventurero que "arruinó una buena parte de su herencia
paterna y dejó su reino esquilmado y financieramente agotado" 19 • Le sucedió su
hermano Juan sin tierra; bajo el cual se iniciaron las acciones militares.
Para conseguir su objetivo Felipe 11 comenzó por defender los pretendidos
derechos al trono inglés de Arturo (Arthur), sobrino de Ricardo, y para fortalecer
la posición de éste -hijo del duque de Bretaña- le concedió el Poitou y la
Normandía. Pero Arturo fue muerto en la lucha contra su tío y los nobles anglo-
angevinos apelaron ante Felipe augusto y éste en su carácter de señor feudal del
monarca inglés por su señorío de Anjou lo citó a comparecer ante su tribunal
feudal, donde ya le había rendido homenaje hacia el 12.00, en ocasión del enlace
del heredero con su sobrina. Como evidentemente el Plantagenet no compare-
ció, fue acusado de felonía y desposeído de sus tierras continentales.
Entretanto, en Inglaterra, a la muerte del arzobispo de Canterbury el rey se
opuso a la designación del sucesor -realizada por Roma en la persona de Es-
teban (Stephen of Langton)- y cuando éste fue igualmente consagrado por
Inocencio III, el rey expulsó a todos los frailes de Inglaterra y se negó a recono-
cer al enviado papal, prohibiendo el pago de impuestos eclesiásticos.
En respuesta a esta actitud, en 1208, Inocencio III (lnnocentius) fulminó con
un entredicho al reino inglés y liberó a los vasallos de la obediencia real. Aprove-
chando la oportunidad que se le presentaba Felipe 11 pidió autorización al Papa
para conquistar Inglaterra preparándose para la operación. Atemorizado, Juan
sin tierra dio marcha atrás en su actitud y reconoció al nuevo arzobispo.
Felipe 11 continuó la campaña y, pese al apoyo imperial al rey inglés, lastro-
pas anglo-flamencas fueron totalmente destrozadas por los franceses en Bouvi-
nes, en 12.14; culminando la lucha con un acuerdo obtenido por el Papa. "La
batalla de Bouvines consagró el fin de la hegemonía del Sacro Imperio en pro-
vecho de las monarquías occidentales e instauró la brillante etapa del siglo XIII
francés". 20

19 Hampe, C. op. cit., p. 614.


20 Reglá, J. op. cit., t. 11, p. 80.

395
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Para Inglaterra, en cambio, esta batalla señaló el fin del intento absolutista
de los Plantagenet porque el rey, al querer resarcirse por nuevos impuestos de
la derrota, se enfrentó con un planteo de la nobleza; ésta obligó al monarca a
firmar, el 15 de junio de 1215 en el campo de Runnimede, cerca de Windsor,
una serie de concesiones a favor de la nobleza que se conocen como la Carta
Magna (Magna Charta) (apéndice doc. 105). "El principio del voto del impuesto
por parte de la nación -que establecía- constituye el fondo esencial de la
Carta Magna, y en este sentido es la base del primer gobierno libre que Europa
ha conocido"21 •
Para asegurarse estas concesiones los nobles obligaron al rey a despedir a
sus consejeros franceses y veinticinco grandes fueron encargados de la custo-
dia real, refugiándolo en la isla de Wight. Más tarde el monarca acudió al
Papa, como a su señor feudal, y obtuvo la anulación de la Carta, pero luego
fue reestablecida.
Estas posiciones de la nobleza quedaron fortalecidas cuando el noble Simón
de Montfort, en 1268 y al mando de una serie de señores feudales, convocó un
parlamento e impuso al nuevo monarca una serie de provisiones, conocidas como
los Estatutos de Oxford (Provisions d'Oxford). Por vez primera se convocó no
sólo a los caballeros, sino también a los representantes de la población urbana
y rural; Montfort es recordado por haber puesto las bases para la posterior evo-
lución de la Casa de los Comunes. Cabe agregar que la paz fue obtenida en
época de San Luis de Francia y la segunda parte de las acciones - o guerra de
los Cien Años- estalló en 1337.

La guerra de los Cien Años

El enfrentamiento bélico entre Francia e Inglaterra -que se conoce como


guerra de los Cien Años- tuvo lugar durante varios períodos entre 1339 y
1453 22 •
Una de las razones fundamentales de esta guerra, más allá de los intereses
económicos textiles o geopolíticos concretos como la posesión de Flandes, nacía

21 Pirenne, H. op. cit., p. 189.


22 Véase Perroy, E. La guerra de los Cien Años, Madrid, AKAL, 1982.

396
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

en la peculiar situación del rey de Inglaterra que-como vimos-, en su carác-


ter de duque de Normandía, era vasallo del rey de Francia y tenía aspiraciones
a la Corona francesa. A la vez ésta -en plena etapa de consolidación de las
monarquías nacionales- tenía sumo interés en eliminar definitivamente a los
ingleses de tierras francesas.
La guerra, como era común en la época, comenzó por un problema dinásti-
co. Al morir Carlos IV de Francia -el último Capeto- sin dejar descendencia
masculina, la regencia pasó a su primo hermano Felipe V de Valois 23 y los Es-
tados Generales (Etats Généraux) lo reconocieron como sucesor invocando la
antigua ley sálica que negaba el trono a la descendencia femenina, en desme-
dro del rey Eduardo III (Edward) de lnglaterra24 .
Este hecho dio inició a las primeras acciones militares que comenzaron
con el desembarco inglés en el continente y concluyeron en 1346 con la batalla
de Crécy ( 1346), en la que los arqueros ingleses diezmaron a la caballería
francesa.
Desde la muerte de Felipe V y durante el reinado de Juan 11 el bueno (Jean
le bon) ( 1350/64) Francia padeció las consecuencias desfavorables de la guerra
y la sublevación de Carlos de Navarra, apodado el malo (Charles le mauvais
de Navarre). En 1355 los ingleses desembarcaron nuevamente en tierras fran-
cesas y la Corona logró el apoyo de los mercaderes de París, guiados por el
preboste Etienne Marce!. Pero los ingleses lograron sucesivas victorias, hasta
aniquilar a la nobleza francesa en Poitiers ( 1355). El mismo rey Juan 11 fue apre-
sado y conducido a Londres.
Los mercaderes de París asumieron el poder de hecho y favorables a la
facción navarra controlaron al irresoluto Delfín (dauphin) o heredero pero
no pudieron evitar una rebelión popular (jacquerie) 25 , provocada por las di-
ficultades que generaba la adaptación a las reformas socio-políticas surgidas

23 Era sobrino del renombrado rey Felipe IV el hermoso de Francia.


24 Este era hijo de Eduardo 11 de Inglaterra casado con la princesa Isabel (lsabelle) de Fran-
cia, a su vez hija de Felipe IV el hermoso, o sea, primo de Felipe V. Para la fórmula de
su juramento como rey véase apéndice doc. 76.
25 Probablemente la denominación provenga de una abreviatura de Jacques Bonhomme,
nombre con el cual comúnmente se denominaba al campesino francés.

397
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

con el ascenso de la burguesía 26 y el posterior asesinato del preboste, que


facilitó el regreso del Delfín en 1358.
Rechazadas las "descabelladas" propuestas de paz de Eduardo IJI los ingleses
invadieron nuevamente en 1360, pero esta vez al no encontrar resistencia ar-
mada debieron negociar (tratado de Bretigny), conservando parte de Francia y
obteniendo un fuerte rescate por el rey Juan 11. A su vez el duque de Navarra,
convocado para la lucha, logró ocupar parte de Francia, dando origen a la Bor-
goña (Bourgogne).
El nuevo rey francés -Carlos V- organizó una armada para asolar las cos-
tas inglesas y con apoyo español llegaron a penetrar en el Támesis (Thames),
expulsando, a su vez, a los ingleses de tierras francesas. Entre las víctimas cayó
el semilegendario Príncipe Negro (Eduard of Woostock), hijo del ya anciano
rey de Inglaterra y héroe de la mayoría de las victorias 27 . La posición francesa
tuvo un respiro con las luchas nobiliarias durante la minoría de edad de Ricardo
11, el nuevo rey inglés. Este debió soportar las consecuencias de la peste negra
y las sublevaciones campesinas provocadas por la prédica de Wycliff, que rela-
tamos más adelante. La actitud dúplice y absolutista del rey favoreció la rebe-
lión y la instauración de una nueva dinastía al mando de Enrique (Henry of
Lancaster).
De manera similar a lo ocurrido décadas antes, ahora fue el rey Enrique IV
de Inglaterra qui.en aprovechó la muerte de Carlos V el prudente (Charles le
sage) y la minoría de edad del Delfín, para reiniciar las acciones contra Francia
y dominarla durante los cuarenta años del frágil reinado del desequilibrado
Carlos VI. Durante este largo período se produjeron las regencias de Felipe de
Borgoña y a su muerte de su hijo Juan sin miedo Oean sans peur), enfrentado
en una verdadera guerra civil contra Luis de Orleáns, en la que participaron los
comerciantes, artesanos y estudiantes de París.
Todas estas dificultades fueron aprovechadas por los ingleses que al mando
de Enrique V emprendieron una nueva expedición y derrotaron y diezmaron a

26 Son contemporáneas las revueltas de los ciompi en Florencia, de los tejedores de Brujas
y Gante, de los campesinos ingleses. Véase Holmes, Georges. Europa: jerarquía y rwuelta.
1320-1450, Madrid, Siglo XXI, 1978, p. 152 ss.
27 Véase Dupuy, Micheline. El Príncipe Negro. Eduardo, se;lorde Aquitania, Madrid, Espasa Calpe,
1973.

398
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

la nobleza francesa en la batalla de Azincourt, en 1414. La posterior caída de


Ruán, en 1419, terminó con la resistencia francesa en la Normandía, mientras
las facciones borgoñona y orleansista continuaban peleando por el vacío del
poder del trono de Francia.
De este modo y por la traición del duque Felipe el bueno (Philippe le bon)
de Borgoña -hijo de Juan sin miedo-, por los tratados de Arras y Troyes,
Enrique V logró la Corona de Francia en carácter de sucesor de Carlos VI, a su
muerte, desheredando al legítimo heredero: el delfín Carlos.
La muerte casi simultánea de Enrique V y Carlos VI el loco o también el
bien amado (le bien aimé) no evitó que el joven Enrique VI de Inglaterra fuera
proclamado rey de ambos reinos mientras una apatía total cundía en la corte
del Delfín, pese al apoyo de parte de la población a su reinado en Bourges (an-
tes Bituriges).
En estas circunstancias apareció Juana de Arco (Jeanne d'Arc) y logró produ-
cir un vuelco total en la guerra a favor del Delfín, convirtiéndose en adalid del
nacionalismo francés, después de dirigir las tropas victoriosas que reconquista-
ron Orleáns el 28 de abril de 1429. Pocos días más tarde el Delfín fue consagrado
como Carlos VII de Francia en la tradicional catedral de Reims.
Derrotada en Compiegne, Juana fue entregada a los ingleses por una impor-
tante suma de dinero sin que la defendiera ni el propio rey. Juzgada ante un
tribunal eclesiástico en Ruán y condenada por hereje, murió en la hoguera el
30 de mayo de 1431 (apéndice doc. 106). Con su muerte lograron despresti-
giar su papel, pero la convirtieron en mártir de una causa imperecedera.
Pero la fama de Juana le permitió seguir ganando batallas para su rey, aun
después de muerta; éste, finalmente, entró victorioso en París el 13 de abril de
1436.
La guerra duró todavía veinte años, hasta la victoria francesa en Castillon,
en 1453 y terminó con la expulsión definitiva de los ingleses de tierras de Fran-
cia, con la excepción del puerto de Calais.
La derrota inglesa en el continente desencadenó en Inglaterra una guerra
conocida como "de las Dos Rosas" -la blanca, emblema de la familia de los
York y la roja, de los Lancaster- cuyos representantes se disputaron el trono
de una monarquía debilitada por la guerra de los Cien Años.
Esta nueva lucha asestó un golpe mortal a la nobleza y favoreció la acción de
Enrique T udor (Henry T udor), quien después de una serie de vicisitudes bélicas,

399
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

derrotó a Ricardo 111 -que había usurpado la corona a su hermano Eduardo IV


Lancaster-, casó con la hija de éste-Isabel-y como Enrique VII ( 1485-1509)
pudo concretar el proceso de centralización monárquica en Inglaterra, inaugu-
rando el camino al absolutismo que seguirán Enrique VIII e Isabel I.
Pocos años más tarde el canciller Tomás Moro (Thomas More) señalará otra
vía, al afirmar "Inglaterra tiene el predominio en el mar, y debe aprovecharse
de ello".

El surgimiento de España .

A comienzos del siglo XIII, una vez reconquistada gran parte de la península
ibérica de manos musulmanas -como señaláramos precedentemente-, dos
reinos acentuaban su hegemonía mientras se fortalecía el poder real ante la no-
bleza: Castilla y Aragón.
La monarquía catalano~aragonesa, fijados los límites con la vecina Castilla,
dirigió sus principales esfuerzos hacia la constitución de un imperio pirenaico
y más adelante con Jaime I aceptó la derrota de Muret2 8 y se reorientó hacia la
vertiente mediterránea y meridional. Así, tras la conquista de Valencia (Valen-
tia), los aragoneses llegaron al Mediterráneo y a Sicilia, donde establecieron
una familia reinante aprovechando el vacío producido por la desaparición de la
dinastía de los Staufer.
A su vez, en 1248, Fernando 111 el santo de Castilla ocupó Sevilla, la última
gran ciudad mora en el sur de la península. De este modo quedaba despejado el
camino al Africa y poco más tarde vascos y castellanos, que en el siglo XIII
transportaban vinos de Francia a Inglaterra, al ser despojados por ésta del do-
minio de los mares en el norte, se lanzaron a la aventura, pero navegando por
el Atlántico. No fue casual que en 1492 coincidiera la reconquista de Granada
con el primer viaje hacia el Nuevo Mundo. Así se cerró la reconquista española
y el espíritu de cruzada se lanzó a través de los mares, al descubrimiento, colo-
nización y cristianización de América29 •

28 En 1213 por Simón de Montfort, en plena cruzada contra los albigenses, apoyados por
Pedro 11 de Aragón -padre de Jaime 1- en defensa de sus intereses feudales. ·
29 Véase Sierra, Vicente. El sentido misional de la conquista de América, Bs. As., Dictio, 1980.

400
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

A la muerte de Fernando III ocupó el trono de Castilla Alfonso X el sabio,


quien favoreció un importante desarrollo cultural que incluyó la promulgación
de la codificación conocida como Siete Partidas, las Cantigas a la Virgen, el
Libro del Saber de Astronomía y la Grande e General Estoria. Durante su
reinado suele ubicarse el surgimiento de la Escuela de traductores de Toledo,
como también la consagración del castellano como idioma oficial.
Aragón se mantuvo vinculado con los problemas que agitaban la isla de Si-
cilia en medio de las tensiones internas que se prolongaron hasta el largo reina-
do de Pedro IV el ceremonioso ( t 336- t 387), quien organizó sus instituciones
y mecanismos de gobierno.
Entretanto Castilla soportó, en la época de la guerra de los Cien Años, una
lucha civil entre Pedro I y su hermano bastardo Enrique H. La muerte de Pedro
por su hermanastro en Montiel dio origen a la dinastía de los T rastámara ( t 369)
destinada a unificar España. De este modo Castilla y Aragón quedaban goberna-
das por la misma familia, con todas las ventajas e inconvenientes que ello impli-
caba. Esta relación se acentuó aun más cuando en t 4 t 2, a la muerte del rey Mar-
tín I sin herederos, un tribunal otorgó la Corona de Aragón -por el compromiso
de Caspe- al príncipe T rastámara Fernando I de Antequera, regente de Castilla.
Durante el reinado de sus hijos -"los infantes"- Alfonso V y Juan II, Ara-
gón acrecentó su intervención en la política mediterránea, a la vez que recibía
la herencia cultural del renacimiento itálico y acentuaba la tendencia hacia la
centralización monárquica. A esta época pertenecen obras literarias como el
Laberinto o las serranillas debidas a autores como Juan de Mena o el marqués
de Santillana.
Los enfrentamientos familiares por la herencia de ambas Coronas se fueron
acrecentando aunque, más allá de las contingencias inmediatas, cabe destacar
la habilidad política del rey Juan II de Aragón ( t 458/79). Este, después de la
frustrada conspiración castellana de la Beltraneja, arregló el matrimonio secre-
to de su hijo Fernando, rey de Sicilia y heredero de Aragón con la princesa
Isabel, hermana menor de Enrique IV de Castilla y heredera de esa Corona por
el tratado de los Toros de Guisando ( 1468). El complejo Estatuto Matrimonial
funcionó correctamente cuando en t 479 ambos esposos-luego los Reyes Ca-
tólicos- se hicieron cargo de ambos reinos 30 •

30 Isabel 1 fue jurada reina de Castilla en 1474 y Fernando 11 lo fue de Aragón en 1479.

401
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Este casamiento fue, de hecho, un paso fundamental hacia la unificación y


el surgimiento de España como tal.

La crisis en la Iglesia. El enfrentamiento de Felipe IV con Bonifacio VIII

El Papado de Celestino V marca un hito en la historia eclesiástica; éste fue


un monje eremita que vivía en el desierto y a quien, en 1294 -tras veintisiete
meses de sede vacante- fueron a buscar por haberlo elegido Papa. Después de
algunas dilaciones aceptó por considerar que esos eran los designios de Dios y
fue coronado en junio de 1294 como Celestino V (Pietro Celestino luego Cae-
lestinus V). El 13 de diciembre del mismo año -marcando un caso único en la
historia del Papado- abdicó 31 y el 24 de diciembre de 1294 fue elegido, por
pluralidad de votos, para ocupar la silla pontificia el cardenal Benedicto Gaeta-
ni, quien adoptó el nombre de Bonifacio VIII (Bonifatius).
Su fuerte personalidad quedó demostrada en 1296, cuando en pleno enfren-
tamiento entre Francia e Inglaterra pretendió obtener la paz arbitrando aun por
la fuerza. Para sostener su posición prohibió, por la bula Clericos laicos, el pago
de bienes eclesiásticos a autoridades laicas sin la autorización papal, cortando
los suministros que Felipe IV preveía obtener para su lucha contra los ingleses.
El monarca francés reaccionó prohibiendo se sacara del reino sin su permiso
todo tipo de bienes económicos, interrumpiendo a su vez los suministros fran-
ceses a la Santa Sede; medida que, dada la modificación de la administración
francesa, fue aplicada con gran precisión.
Como respuesta el Papa citó al rey francés a un concilio a realizarse en Roma
para analizar la posición del monarca galo. Con la invitación le enviaba la bula

31 Lo hizo en los siguientes términos: "Yo, Celestino V, Papa, impulsado por varias razo-
nes legítimas, por el anhelo de un estado más humilde y una vida más perfecta, por el
temor de violentar mi conciencia, por la convicción de mi propia flaqueza e incapaci-
dad, considerando asimismo la malicia de los hombres y mi propia fragilidad, deseando
la paz y los consuelos espirituales de que he gozado antes de mi elevación, libremente
y motu propio renuncio al Soberano Pontificado y hago abandono de las dignidades y
funciones inherentes. Desde ahora confiero plenos poderes al Colegio de Cardenales
para que elija por los medios canónicos y solamente por ellos, un pastor para la Iglesia
universal".

402
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

Unam Sanctam (apéndice doc. 120), en la que reafirmaba los poderes tempo-
rales del Pontífice.
Por sugerencia del canciller Pedro Flotte, el 11 de febrero de 1302, Felipe
IV hizo quemar en público la bula pontificia sentando uno de los precedentes
del galicanismo. Como vimos precedentemente esta actitud del monarca fran-
cés y sus jurisconsultos fue legitimada mediante la reunión de los Estados Ge-
nerales, con la participación por vez primera del tercer Estado; quienes respal-
daron unánimemente la decisión real.
Felipe IV escribió al papa: "Felipe, por la gracia de Dios, rey de Francia, a
Bonifacio, titulado Papa, poco o nada de salud. Sabed, hombre extravagante,
que en cuanto a lo temporal Nos no estamos sometidos a nadie; que la colación
de los beneficios nos pertenece por el derecho de nuestra corona, y que los
frutos de estos beneficios son nuestros; que las provisiones que hemos dado y
que daremos en lo sucesivo son válidas así para lo pasado como en cuanto al
porvenir y que estamos resueltos a mantener en su posición a los que hemos
colocado en ella. Los que crean otra cosa serán tenidos por locos o insensatos".
En la cuaresma del 1303, en una asamblea reunida en el Louvre, Guillermo
de Nogaret presentó una demanda contra Bonifacio acusándolo, según todas
las formalidades jurídicas, de los mayores crímenes capaces de excluir del Pon-
tificado; entre otros incluía usurpación de esta dignidad, herejía manifiesta y
simonía pública y notoria, y pedía la convocatoria de un Concilio general para
eliminar al intruso y dar a la Iglesia universal un pastor legítimo. Finalmente
Nogaret partió, al frente de trescientos caballeros y muchas compañías de in-
fantes, y el 7 de setiembre de 1303 se presentó delante de la ciudad de Anagni,
donde el Papa se ocupaba de negocios mientras preparaba una nueva bula en la
que afirmaba que tenía poder de regif a los reyes de la tierra con vara de hierro
y romperlos cual vasos de tierra y, finalmente, excomulgaba al monarca.
Nogaret penetró en la ciudad y se presentó en la sala pontificia ante Boni-
facio -revestido con solemnes vestiduras- anunciándole su acusación y el
procedimiento llevado contra él en Francia; que al no haberse defendido lo con-
sideraba convicto y lo prendía para llevarlo ante un Concilio que lo juzgaría en
Lyon.
Los ciudadanos de Anagni, indignados, libertaron al Papa, pero éste murió
pocos días más tarde. Fue elegido para reemplazarlo el cardenal Bocassino, quien
tomó el nombre de Benedicto XI (Benedictus), pero murió envenenado al cabo

403
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

de sólo ocho meses; la sede papal permaneció vacante once meses por las divi-
siones entre los prelados favorables al papa muerto y los adeptos al monarca
francés.

Avignon y el cisma de Occidente

Recién el 5 de junio de 1305, fue elegido pontífice el arzobispo de Burdeos,


Bertrán de Got 32 , quien se denominó Clemente Vy en vez de dirigirse a Roma,
citó a los cardenales en Francia, haciendo exclamar a uno de ellos "muy pronto
sin duda veremos el Ródano; pero si yo no conozco bien a los gascones, tardará
mucho tiempo el Tíber en volver a ver papas". Así comenzó el exilio del Papa-
do que los romanos -como Petrarca- llamaron e1 cautiverio babilónico de
la Iglesia. Pero éste fue sólo el comienzo de la crisis 33 •
El nuevo Papa, presionado por el rey de Francia, favorecido por los tumultos
ocasionados por la aristocracia romana en la ciudad de las siete colinas y luego
por los intentos republicanos de Cola di Rienzo (Niccola di Lorenzo), resolvió
en 1309 establecerse en la ciudad imperial de Avignon. Los intentos de un pron-
to retorno a Roma, a instancias de Catalina de Siena y de la reina Brígida de Sue-
cia entre otros dirigentes de la Cristiandad, se frustraron rápidamente en tiem-
pos de sus sucesores inmediatos; incluyendo una breve estadía de Urbano V
(Urbanus), quien en 1370 después de viajar a Roma tras más de sesenta años de
ausencia, desesperanzado por el estado en que la encontró, resolvió regresar a
una Avignon que había sido comprada por el Papado a la reina de Nápoles.
Su sucesor, Gregorio XI (Gregorius), instado una vez más por Catalina de
Siena, abandonó Avignon en 1376 y regresó a Roma. Pero a su muerte, los
cardenales, presionados por la población romana, en una discutida elección
proclamaron al terco Urbano VI. La inhabilidad de éste lo llevó a enemistarse
rápidamente con más de la mitad del colegio cardenalicio, provocando que los
cardenales francófilos, arrepentidos de haberlo elegido y dubitativos de su sano
juicio, abandonaran Roma, se refugiaran en Anagni, declararan nula la elección

32 Cabe recordar que Burdeos había sido ocupada por los ingleses en 1303.
33 Para el estado de la ciudad de Roma véase apéndice doc. 108.

404
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

por las presiones y violencias externas y eligieran como Papa al joven y contro-
vertido obispo Roberto de Ginebra, quien se denominó Clemente VII.
Fracasado el intento de ocupar Roma, el nuevo Papa se instaló nuevamente
en Avignon. De este modo se inició la división del Papado que duró treinta y
nueve años y que se conoce como el cisma de Occidente. La crisis fue de tal
gravedad que los reyes y prelados se dividieron entre ambos Papas -el de Roma
y el de Avignon- y resultaba muy difícil definir cuál de ellos era el legítimo.
A partir de esta división, más que la mención de los diferentes Papas que se
fueron sucediendo en cada sede, resultan de interés los intentos de rehacer la
unidad eclesiástica de la Cristiandad, por la que lucharon muchos pensadores
y políticos de ambos grupos.
Consultada la Universidad de París, sus integrantes propusieron tres solu-
ciones: la abdicación voluntaria, el arbitraje o la convocatoria a un Concilio
general de toda la lglesia 34 •
El primer intento fracasó por la escasa disposición de ambos pontífices
que pretendían que sus opositores aceptasen previamente la licitud de su de-
signación. Ello llevó a la convocatoria, en 1409, de un sínodo en Pisa que, al
haber fracasado la vía de la cesión de cada Papa, nació acéfalo y llevó a los
prelados presentes a convocar a ambos Pontífices, declararlos contumaces al
no haberse presentado y en consecuencia, ante la sede teóricamente vacante,
eligieron un nuevo Papa -Alejandro V (Alexander)-, agravando el cisma
en la medida que ahora había tres Papas.
Ante el fracaso, el emperador Segismundo (Zigmund) logró convencer al
entonces Papa Juan XXIII (lohannes) 35 de convocar un Concilio para concluir
con el cisma. Este se reunió en Constanza en 1414 y pese a la huida del propio
Papa convocante -temeroso de su posición que se le había tornado desfavo-
rable-, la reunión no fue disuelta por el triunfo de las tesis conciliaristas 36 de
algunos de sus integrantes.

34 Un cuidadoso estudio sobre esta compleja cuestión en: Alvarez Palenzuela, V. A. El


cisma de Occidente, Madrid, Rialp, 1982.
35 Al ser considerado corno antipapa por la Iglesia, su numeración no es aceptada oficial-
mente y por ello el cardenal Roncalli, al ser elegido Papa en t 958 y adoptar el nombre
de Juan, fue nominado nuevamente corno Juan XXIII.
36 Algunos prelados corno el cardenal Pierre d'Ailly o Jean Gerson propugnaron la teoría
conciliarista, consistente en que la autoridad del Concilio era superior a la del Papa.

405
foRMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Los prelados presentes dispusieron -con el apoyo imperial- deponer y


arrestar a Juan XXIII, aceptar la abdicación del nonagenario Gregorio XII y
deponer y hostigar al más terco de ellos -Benedicto XIII-, que se refugió en
Peñíscola (en la costa valenciana), donde resistió casi solo hasta su muerte,
ocurrida en 1423 a los 94 años de edad.
Una vez lograda la vacante de la sede papal los padres conciliares eligie-
ron como Papa -el 11 de noviembre de 1417- al cardenal romano Oddón
Colonna, quien adoptó el nombre de Martín V (Martinus). Su primera medi-
da destinada a devolver el orden a una Iglesia fracasada en sus intentos teo-
cráticos y salida del cisma, fue condenar las tesis conciliaristas y las decisio-
nes del Concilio de Constanza de convocar semejantes reuniones cada diez
años. De todos modos no pudo evitar la convocatoria a un concilio en Basi-
lea. Con él terminó el cisma de Occidente y comenzó el período de los lla-
mados "Papas renacentistas".
A partir de su pontificado "las crecientes necesidades de dinero y de cré-
dito que tenía, como fuerza social, obligaron a la Iglesia, al igual que al esta-
do absoluto, a buscar una estrecha alianza con los centros de empresarios
capitalistas, únicos que estaban en situación de satisfacer esas crecientes exi-
gencias financieras" 37 •
El Concilio de Basilea se reunió en 1431 durante el Papado de su sucesor
(Eugenio IV = Eugenius), a poco de la derrota de las tropas enviadas contra
los husitas, ratificando las disposiciones de sus antecesores en Constanza y
motivando una bula de disolución por parte del Papa. Pero los disturbios ha-
bidos en Roma llevaron a Eugenio IV a aplicar una política menos drástica y
trasladar el Concilio a un terreno más propicio como era Ferrara. Allí acudie-
ron en 1437 los representantes de los ortodoxos griegos encabezados por el
basileus Juan VIII Paleólogo y el anciano patriarca José II de Constantinopla
para negociar una cruzada o el apoyo económico contra los turcos y su rein-
corporación al seno de la Iglesia. El Concilio fue trasladado a Florencia, don-
de, en 1439, se concretó solemnemente la unión de las lglesias 38 • Entre los

37 Von Martin, A. Sociología del Renacimiento, México, F.C.E., 1973, p. 127.


38 Los armenios se incorporaron ese mismo año, los coptos en 1441, los jacobitas sirios en
1444 y los nestorianos y los maronitas en 1445.

406
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

negociadores se destacaron Bessarión -posteriormente cardenal de la Igle-


sia católica y uno de los introductores del amor por la cultura helenística que
preparó el camino al renacimiento en la península itálica-Jorge Scholarius
y el patriarca lsador de Kiev.
La unión no contó con el apoyo de la mayoría del clero constantinopolita-
no ni de las demás regiones y los padres conciliares fueron recibidos con des-
agrado a su regreso de Florencia, mientras que la unión no fue aceptada por
todos. Más aún, muchos afirmaron que preferían estar sujetos al turbante del
sultán que a la tiara del Papa.
De todas maneras la unión duró poco tiempo pues quedó definitivamente
destruida el 29 de marzo de 1453 cuando los turcos ocuparon Constantinopla,
convirtieron la basílica de la Sabiduría Eterna (Santa Sofía) en una mezquita y
la ciudad pasó a denominarse Estambul (lstanbul) 39 •
En el Rus el patriarca lsador fue apresado a su regreso de Florencia por or-
den del gran príncipe (velikiy kniaz) Basilio (Vasiliy) de Moscú en 1441. Los
intelectuales locales explicaron la catástrofe que significó la caída de Constan-
tinopla -sólo comparable con la destrucción de Jerusalén o el saqueo de Roma-
como el castigo divino por la herejía de sus habitantes y las preferencias de Dios
para con la Sviataia Russkaia Zemlia (la santa tierra rusa). El cercano fin del yugo
tátaro y la subyugación de Lituania parecían ratificar esta creencia y poco más
tarde el monje Filofey elaboró la teoría de "Moscú como la tercera Roma"40 .
lsador logró escapar en 1443 y se trasladó a Roma, de igual modo que su
amigo Basilio Bessarion. Allí relató la odisea de la caída de la ciudad y luego
colaboró en el desarrollo del humanismo.

La crisis religiosa

Aunque encontramos movimientos heréticos durante el desarrollo de toda


la llamada Edad Media -especialmente aquellos de raíz maniquea como los
albigenses que llegaron a motivar una cruzada en su contra- fue en el siglo

39 Véase Runciman, S. La caída de Constantinopla, Madrid, Espasa Calpe, 1973.


40 Véase Hubeñák, F. Roma. El mito político, Bs.As., Ciudad Argentina, 1997. La teoría en
apéndice, doc. 104.

407
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

XIV, en plena crisis de la teocracia papal y cisma de la Iglesia, cuando se pro-


dujo un recrudecimiento y la aparición de una serie de pensadores que antici-
paron las ideas que posteriormente triunfaron con Lutero.
En 1370, en Inglaterra, durante el reinado de Eduardo 111 y de su nieto y
sucesor Ricardo 11, surgió l_a.prédica deJohn Wyclif, cura párroco de Lutther-
worth y profesor en·l~-Universidad de Oxford 1 quien elevó una serie de escri-
tos a 1ª.s.autoridades políticas y eclesiásticas. en los que sostenía diecinueve tesis
poÍ~igi_os.as contrapuestas a la religión cristiana-vigente. Entre ellas s_():
1:>Íesalía una defensa sobredimensionada de la importancia de las Sagradas Es-
crituras y de su libre interpretación en desmedro de la tradición de la lgl<;_~iª'_Ja
·-crífícaa las p'c)testades eclesiásticas, la defensa de la p;éd~sú~~~ión, u~a crítica
·a la doctrina de la transustanciación -todas anticipaciones de las tesis de Lu-
tero-, como también una critica feroz a la propiedad privada.
~ .......
Sus teorías fueron predicadas desde el púlpito, en plena guerra_de J_a,~ Dos Ro-
sas y en medio del cisma de Occidente, a la vez qiié enviaba a algunos de sus seguí-
- ··dores-sacerdotes pobres (lolardos) 41 - a predicar sus enseñanzas por toda lngla-
terra/ph:Wocando la preocupación del clero. Esta prédica se vinc~la directamente
g:m-la--Uamada-l~rebelión de los lolardos" que sacudió a Inglaterra en 1381 y que
m~tiyara las sublevaciones de los campesinos oprimidos por el hambre y la miseria,
que llegaron a incendiar las propiedades de la nobleza en la misma Londres. Ricar-
do 11 reaccionó con energía y la nobleza dispersó a las masas desorganizadas, dego-
llando a los cabecillas de la rebelión, como John Ball -quien predicaba aquel cé-
lebre "cuando Adán cavaba y Eva hilaba, e.los nobles dónde estaban?''- y murió
culpando a Wyclif de ser el inspirador de la rebelión (apéndice doc. 128).
En mayo de 1382 las ~~~i~i9~es_ de_ Wyclif fueron condenadas por un
tribunal
. -
ecle~iástico designado en Londres
... - ·-
(London); éste fue suspendido en el
~.-_..,.._... '-·

ejercicio de su cátedra pero re_in_!:egrado a su parroquia donde siguió escribien-


.do hasta su muerte ocurrida al poco tiempo .
.E.0-treta·nto, con motivo del matrimonio del rey Ricardo 11 con Ana de Luxem-
burgo, hermana del rey Wenceslao de Bohemia, las ideas de W)'cl_ifse pr_op~­
~r9n a la Universidad de Praga -la primera del ·centro de Europa-, algunos
de cuyos docentes se especializaron en Oxford. Allí fueron defendidas, a partir
de 1396, fundamentalmente por Jan Hus, quien se había convertido en el con-
fesor de la reina Sofía (Zofíe) deB¿h~ia.

41
De lullen = cantar quedamente.

408
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

Secundado por Jerónimo de Praga (Jeronym Prazky)-que había estado en


Oxford- H11s difundió-las-ideas novedosas del párroco inglés hasta que fue-
ron conden;das por-]~ Uni~~~sidad en 1403. Ello motivo la protesta de Hus y
la oposición de la natio bohemia de la Universidad,c~~i~ti~ndo la cuestión
en l!n~.tor__d_eJu.c.ha.<:tnt}g~rmana, agravada cuando Hus fue elegid-;;·recfor en
abierta oposición al rey W encesla~ .. Los -~~hidia~t~s ger~anos y polacos emi ~
graron creando sus propias universidades locales en Cracovia (Krakow) y Lei-
pzig. De este modo Hus se convirtió en un verdadero "héroe nacional" con el
apoyo de la propia reina, que favorecía la difusión de las tesis de Wyclif.
El flamante rector de la Universidad, acusado de hereje, fue citado a Roma
y al no presentarse fue excomulgado. Esta decisión sólo sirvió para acentuar el
ardor de los sermones del clérigo checo. Un cronista de la época nos transcribe
alguno de ellos: "Mirad ya se ha cumplido el vaticinio de Jacobo de Taramo,
según el cual en el año 1409 se alzará un perseguidor del Evangelio, de las epís-
tolas y de la fe de Cristo. Es el papa que acaba de morir, del que yo no sé si está
en el cielo o en el infierno, el que escribió en sus pellejos de asno que el arzo-
bispo debía quemar los libros de Wyclif, en los cuales tantas cosas buenas se
contienen ... Mirad, yo he apelado y sigo apelando contra las decisiones del
arzobispo. Pero ¿vosotros me queréis seguir? Y el pueblo gritó unánime: Sí que-
remos seguirte. Y Hus prosiguió: Es tiempo ya que los que quieran defender la
ley de Dios se ciñan la espada y se apresten a luchar como en el Antiguo Tes-
tamento"42.
_P.~.s..e~...r-ªga,J-j1,1_~ ~eJ.e.tir.ó..con
algunos.de sus seguidores a la pla-
za fu~rt~--c!~J Tªbor donde siguió predicando y escribiendo;..f!_~..rn.P-~r~.~or
seglsmundo, ~~q de tenninar...con-los conflictos en ·su-·ter:r.itorio y pre-
suntamente convencido de la honestidad ~predicador, lo invit¿J-y le otor-
gó un salvoconducto imperial-~oncilio de Constanza para justificarse
públicamen~~n vez de convencer a los padres conciliares sobre las ideas
de Wyclif como parec~pretende~_s.omct-i-d-0 a proce~ en 141 S~de"J
(!Tud~ por contumaz ~ntenciado a morir en la ho~ condena que se
cumplió con presteza.

42 Llorca- García Villoslada y Montalbán. Historia de la Iglesia Católica, Madrid, B.A.C., 1967,
t. 111, p. 286.

409
fORMACION DE LA CULTURA OCCIDENTAL

@llegar la noticid a Bohemi(estallaron graves tumultos en Pra~ los no-


bles apoyaron al rey~ enceslao ~a su propio hermano el empe~r Segis-
mundo y la Universidad instituyó la comunión bajo la dos especies, que aquél
propugnara y que terminó siendo aceptada por el Concilio de Basilea.
Cuando, presionado, el rey cambió su posición, se produjo la rebelión del
chambelán Jan Zizka, comenzada con la defenestración de Praha, en la que
fueron arrojados por la ventana siete concejales de la ciudad. Las guerras husi-
tas-como se denominó a la rebelión entendida como la primera de las guerras
de religión que sacudieron al siglo siguiente- perduraron hasta 1434, después
que una cruzada predicada por el papa Martín V fue derrotada en 1420, y ter-
minaron en negociaciones con el emperador y la Iglesia, tras sucesivas derrotas
militares.

La peste negra

La crisis del siglo XIV se agravó notablemente con la aparición de la peste


negra 43 • Esta enfermedad -probablemente la célebre peste bubónica- pare-
ce haberse originado en la China, cruzó la India, el Asia Menor, Egipto, el norte
de Africa y desde los puertos itálicos, en 1438 invadió toda la Cristiandad eu-
ropea -y aun parte del Oriente- donde perduró más de dos años y produjo
una de las mortandades más importantes que registra la historia de Occidente.
Los historiadores especializados mencionan más de cuarenta millones de muer-
tos, entre un tercio y la mitad de la población de Europa 44 •
La peste, además de la cantidad de muertos y la psicosis de pánico eviden-
ciada en la reaparición de ocultos odios y aversiones a los extranjeros, generó
una grave crisis económica y moral que llevó a un cronista de la época a afirmar
que "en muchos lugares, por falta de trabajadores, los campos y viñas, perma-
necían incultos, y todos los obreros y familias querían salarios más altos, por-

43 Véase Sendrail, Marcel. Historia cultural de la enfermedad, Madrid, Espasa Calpe, 1983; y
Romano, R. y Tenenti, A. Losf1mdamentos del mundo moderno, Madrid, Siglo XXI, 1975.
44 Véase su descripción en Bocaccio y en otros autores de la época. Apéndice doc. 130 y
131.

410
LA CRISIS DEL SIGLO XIV

que en todo el reino de Francia corría la moneda desvalorizada y cada día ba-
jaba más su valor. A veces no se podía sembrar y, no recogiéndose las cosechas,
las miserias y el hambre, se agravaban y recrudecían" 45 •
Además del relajamiento general de las costumbres se observaron curiosas
reacciones como la danza macabra en las plazas. Uno de los espectáculos
más llamativos fue el recrudecimiento de la idea apocalíptica y la aparición
de los flagelantes que un cronista de la época describe de este modo: "En este
año de 1 349 surgió en Alemania una secta pestífera que se decía flagelantes,
penitentes y crucíferos. La integraba~-pe;sonas doctas e indoctas, nobles y
plebeyas, sin distinción de clases, y, saliendo de su patria, bajo el estandarte
del crucifijo, sin detenerse nunca dos noches en el mismo lugar, fuera de los
domingos, al cabo de treinta y dos días y medio regresaban a sus casas. Ha-
cían la penitencia todos los días mañana y tarde, desnudando sus cuerpos hasta
la cintura; y se flagelaban con azotes nudosos, erizados de pinchos, golpeán-
dose con tres cordeles; y a cada golpe saltaba la sangre. Tenían éstos su guías,
que solían ser sus párrocos o religiosos mendicantes. Llegó esta secta a tal
Jocllrn_que creíanlrncer·milagros y expulsar a los demonios. Daban fe de ésto
las mujeres que iban con ellos. Tenían su canto especial, que cantaban al fla-
gelarse cayendo de bruces sobre la tierra una y otra vez y levantándose, con
lo que movían a lágrimas a los espectadores. Esta secta empezó en la Alema-
nia superior, pasando luego a la inferior y a las tierras vecinas de Francia,
conservando los mismos cantos, melodías y gestos. Y amenazaban, que si el
clero les ponía veto, acudirían a la violencia" 46 • Los intentos de las autorida-
des eclesiásticas por contenerlos fracasaron en la mayoría de los casos, de-
biendo actuar con dureza la autoridad secular.

45 Cit. Llorca-García Villoslada- Montalbán, op. cit., t. 111, pp. 106-107. Para la persisten-
cia del hambre véase apéndice doc. 129.
46 Cit. ídem, t. 111, pp. 107-108. Apéndice doc. 131.

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