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HISTORIA DE ESPAÑA

BLOQUE 1. LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS HASTA LA


DESAPARICIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA (711).

1.1. Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre.

1.3. Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en los


ámbitos social, económico y cultural.

1.2. Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios y griegos. Tartesos.

1.3. Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en los


ámbitos social, económico y cultural.

1.4. El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios.

BLOQUE 2. LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN CONSTANTE


CAMBIO (711-1474).

2.1. Al Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica. Emirato y califato de Córdoba.

2.2. Al Andalus: reinos de taifas. Reino nazarí.

2.3. Al Andalus: economía, sociedad y cultura.

2.4. Los primeros núcleos de resistencia cristiana. Principales etapas de la Reconquista. Modelos
de repoblación.

2.5. Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política, régimen señorial y sociedad
estamental.

2.6. Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón y del Reino de


Navarra al nal de la Edad Media.

BLOQUE 3. LA FORMACIÓN DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA Y SU EXPANSIÓN MUNDIAL


(1474-1700).

3.1. Los Reyes Católicos: unión dinástica e instituciones de gobierno.

3.2. El signi cado de1492. La guerra de Granada y el descubrimiento de América.

3.3. El Imperio de los Austrias: España bajo Carlos I. Política interior y con ictos europeos.

3.4. La Monarquía Hispánica de Felipe II. Gobierno y administración. Los problemas internos.
Guerras y sublevación en Europa.

3.5. Exploración y colonización de América. Consecuencias de los descubrimientos en España,


Europa y América.

3.6. Los Austrias del siglo XVII: el gobierno de validos. La crisis de 1640.

3.7. La guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía española en Europa.

3.8. Principales factores de la crisis demográ ca y económica del siglo XVII y sus consecuencias.

3.9. Crisis y decadencia de la Monarquía Hispánica: el reinado de Carlos II y el problema


sucesorio.

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BLOQUE 4. ESPAÑA EN LA ÓRBITA FRANCESA: EL REFORMISMO DE LOS PRIMEROS
BORBONES (1700-1788)

4.1. La Guerra de Sucesión Española y el sistema de Utrecht. Los Pactos de Familia.

4.2. La nueva Monarquía Borbónica. Los Decretos de Nueva Planta. Modelo de Estado y alcance
de las reformas.

4.3. La España del siglo XVIII. Expansión y transformaciones económicas: agricultura, industria y
comercio con América. Causas del despegue económico de Cataluña.

4.4. Ideas fundamentales de la Ilustración. El despotismo ilustrado: Carlos III.

BLOQUE 5. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833): LIBERALISMO FRENTE A


ABSOLUTISMO

5.1. La Guerra de la Independencia: antecedentes y causas. Bandos en con icto y fases de la


guerra.

5.2. Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812.

5.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolutismo. El proceso de independencia de


las colonias americanas.

BLOQUE 6. LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1868)

6.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evolución política, partidos y
con ictos. El Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 у 1845

6.2. El reinado de Isabel II (1833-1868): las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz. De la


sociedad estamental a sociedad de clases.

6.3. El Sexenio Democrático (1868-1874): la constitución de 1869. Evolución política: gobierno


provisional, reinado de Amadeo de Saboya y Primera República.

BLOQUE 7. LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA: IMPLANTACIÓN Y AFIANZAMIENTO DE UN


NUEVO SISTEMA POLÍTICO (1874-1902)

7.1. La Restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas del Castillo y el turno de partidos. La


Constitución de 1876.

7.2. La Restauración Borbónica (1874-1902): Los nacionalismos catalán y vasco y el regionalismo


gallego. El movimiento obrero y campesino.

7.3. El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos. La crisis de 1898 y sus
consecuencias económicas, políticas e ideológicas.

BLOQUE 8. PERVIVENCIAS Y TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN EL SIGLO XIX: UN


DESARROLLO INSUFICIENTE

8.1 Evolución demográ ca y movimientos migratorios en el siglo XIX. El desarrollo urbano

8.2 La revolución industrial en la España del siglo XIX. El sistema de comunicaciones: el


ferrocarril. Proteccionismo y libercambismo. La aparición de la banca moderna.

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BLOQUE 9: LA CRISIS DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN Y LA CAÍDA DE LA
MONARQUÍA (1902-1931)

9.1 Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos. Las
fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas.

9.2 La intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España. La


crisis de 1917 y el trienio bolchevique.

9.3 La dictadura de Primo de Rivera. El nal del reinado de Alfonso XIII.

BLOQUE 10: LA SEGUNDA REPÚBLICA. LA GUERRA CIVIL EN UN CONTEXTO DE CRISIS


INTERNACIONAL.

10.1 La proclamación de la Segunda República. La Constitución de 1931. El bienio reformista


(1931-1933).

10.2 El gobierno radical cedista (1933-1935). La Revolución de Austrias. El Frente Popular, las
elecciones de 1936 y el nuevo gobierno.

10.3 La Guerra Civil: sublevación militar y el estallido de la guerra. La dimensión internacional del
con icto.

10.4 Fases militares de la Guerra Civil. La evolución política y económica en las dos zonas.
Consecuencias económicas y sociales de la guerra. Los costes humanos.

BLOQUE 11: LA DICTADURA FRANQUISTA (1939-1975)

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BLOQUE 1. LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS HASTA LA
DESAPARICIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA (711).

1.1. Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre.

La Prehistoria es el período previo a la aparición de la escritura desde la aparición de los primeros


homínidos.

En el Paleolítico (1.200.000 a.C- 5.000 a.C) se desarrolla el proceso de hominización, fueron


evolucionando como especie del Homo Antecessor (Atapuerca), Homo Heidelbergensis, Homo
Neanderthalensis y Homo Sapiens. Eran cazadores-depredadores, agrupados en hordas
pequeñas y nómadas, acampaban en lugares próximos a los ríos (cuevas o abrigos rocosos),
practicaban la caza mayor y tenían una gran consistencia física. La industria lítica se
complementaba con útiles de hueso, cuerno y mar l, como el hendedor. También hay un notable
avance en aspectos culturales y espirituales. La abundancia de yacimientos del Homo Sapiens,
indican un signi cativo aumento de población, paralelo a una dieta más diversi cada. En la zona
cantábrica, destacan las pinturas rupestres de las cuevas de El Castillo, Altamira y Tito Bustillo.
Presentan animales en posiciones distintas, a menudo superpuestas o con evidencias de haber
sido golpeadas.

Hacia el 5.000 a.C surgen en la península las primeras comunidades neolíticas iniciando la
agricultura, la ganadería y la tendencia a la sedentarización. Las tareas agrícolas y ganaderas
produjeron la división del trabajo y la aparición de diferencias sociales. Se extendió la cerámica,
esencial para la conservación de alimentos y su cocción. Otra característica del Neolítico es la
pintura levantina, que presenta escenas de grupos, con mucho movimiento y con guras
humanas estilizadas.

1.2 Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: los pueblos prerromanos: fenicios y
griegos. Tartesos.

Los pueblos prerromanos son los asentados en la península en el 1000 a.C., antes de la
conquista romana.

La cultura de los Tartessos es la más antigua y se situaba en Andalucía Occidental y el sur de


Portugal, con una economía agropecuaria, junto al comercio y la minería.

Los íberos se extendieron por todo el área levantina, desde el Pirineo hasta Gades (Cádiz). Eran
poblados forti cados de tamaño variable, vivían del comercio con productos artesanos y
minerales que intercambiaban con comerciantes extranjeros. Destacan restos artísticos de una
serie de obras escultóricas como la Dama de Elche (S.IV a.C.).

Los Celtíberos se desarrollan en el nal de la Edad del Hierro y sus orígenes son oscuros. Tenían
una metalurgia del hierro bastante avanzada y una artesanía textil cuya calidad acreditan las
fuentes romanas.

Los fenicios estaban presentes en la costa andaluza y en el interior y se les atribuye la fundación
de Gades. Tuvieron una gran in uencia en la sociedad e introdujeron la metalurgia del hierro y el
torno de alfarero. En 1980 fue hallado un sarcófago antropomorfo en Cádiz (data del S.V a.C.).

Los griegos fundaron enclaves como el Emporion (Ampurias), en la costa gerundense. Se


convirtió en una próspera colonia, cabecera de intercambios con el interior. En los siglos V y IV
a.C. la colonia creció, se amuralló y se dotó de una zona sagrada.

De los cartagineses abundan cerámicas, objetos funerarios y restos de la in uencia cultural


cartaginesa, como el culto a Tania y a otros dioses púnicos.

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1.3. Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en los
ámbitos social, económico y cultural.

La conquista romana (218-19 a.C.) se divide en 3 etapas: la primera (218-197 a.C) se enmarca en
el contexto de la segunda guerra púnica tras la toma de Sagunto, Escipión toma Cartago Nova y
vence a los cartagineses. Después, durante las guerras celtíbero-lusitanas (155-133 a.C) pese a la
resistencia de ciudades como Numancia, se toma el centro y el oeste peninsular. Finalmente, bajo
el imperio de Augusto concluyó la conquista, quien derrotó a los cántabros y astures (29-19a.c)
del norte peninsular, creando campamentos militares estables.

Se conoce como romanización al proceso por el cual los pueblos prerromanos van adaptándose
al modelo romano. Los romanos dividieron Hispania en provincias y fundaron ciudades (colonias).
Se impusieron un sistema de reproducción esclavista y exportador, el derecho romano y el latín,
así como la religión romana y posteriormente el cristianismo. Los romanos crearon una
extraordinaria red de calzadas. De su arte heredero del griego destacan templos, teatros,
an teatros, puentes, vías militares (Vía de la Plata y Vía Augusta), acueductos (Segovia) y
murallas. También destacan por sus esculturas y villas. Hispania a su vez aportó lósofos,
literatos e incluso emperadores como Adriano, Trajano y Marco Aurelio. La cultura romana ha
pervivido a lo largo de los siglos como el sustrato principal de nuestra herencia cultural.

1.4. El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios.

En el 409, suevos, vándalos y alanos se establecieron en la península. Entonces, los visigodos


rmaron un pacto (418) por el que a cambio de ayuda militar, Roma les permitía asentarse en el
sur de la Galia. Tras expulsar a los bárbaros, los visigodos fundaron un reino con capital en
Tolosa. Después de ser derrotados por los francos en la Batalla de Vouillé (507) se establecieron
en Hispania, trasladando la capital a Toledo. Allí llevaron a cabo un proceso de uni cación
religiosa, debido a la conversión de Recaredo al catolicismo en el III Concilio de Toledo; la
uni cación legislativa se dio con el Liber Ludiciorum, un código de leyes único; y el rey contaba
con el asesoramiento del Aula Regia (alta nobleza visigoda) y los Concilios (asambleas religiosas
que acabaron convirtiéndose en órganos legislativos). Los Concilios de Toledo serán en adelante
la principal asamblea política y religiosa, compuesta por obispos y altos cargos y presidida por el
rey. El dominio de los visigodos durará hasta el 711 con la llegada de los musulmanes a la
península.

BLOQUE 2: LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN CONSTANTE


CAMBIO (711-1474).

2.1. Al-Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica. Emirato y Califato de Córdoba.

En el 711, llegaron las tropas musulmanas de Tariq a la península y derrotaron a Don Rodrigo
(último rey visigodo) en la Batalla de Guadalete. En muy poco tiempo conquistaron toda la
península excepto algunos enclaves montañosos del noroeste donde fueron derrotados en la
Batalla de Covadonga (722) por los astures y en la Batalla de Poitiers (732) por los franceses. Se
inicia entonces el Emirato Dependiente del Califato Omega de Damasco (711-756).

En el 750 el Califato Omega de Damasco fue derrocado por la dinastía Abbasí. Huyendo de la
persecución desencadenada contra su familia, Abd al-Rahman I llegó a al-Ándalus haciéndose
con el poder y proclamó un Emirato políticamente Independiente (no religiosamente) del Califato
de Oriente (756-929).

En el año 929, Abd-al Rahman III se autoproclamó califa, formando el Califato de Córdoba
(929-1031) y fue la época de máximo esplendor cultural de Al-Ándalus. A nales del siglo X,
Almanzor se se hizo con el poder y convirtió el califato en una dictadura militar, apoyándose en
sus victorias contra los núcleos cristianos del norte, dejando al califa, Hisham II, sin poder real.

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2.2. Al-Ándalus: Reinos de taifas. Reino nazarí.

Tras la muerte de Almanzor y el derrocamiento de Hasim II en 1031, se produjo una Guerra Civil
que dividió el Califato en diversos reinos taifas. Tras la conquista de Toledo (1085) por Alfonso VI,
los reyes taifas decidieron pedir ayuda a los almorávides, uni caron el poder político y vencieron
en batallas como la de Sagrajas (1086), con lo que frenaron el avance cristiano.

A mediados del siglo XII, Al-Ándalus se fragmentó en los segundos reinos taifas y surgieron los
almohades que trasladaron la capital a Sevilla y volvieron a uni car Al-Ándalus. En la batalla de
Alarcos (1195) derrotaron al ejército castellano de Alfonso VII, lo cual obligó a los cristianos a
hacer un frente común. Los cristianos vencieron en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212),
dando inicio a las terceras taifas, que fueron cayendo en manos de los cristianos y se irán
desintegrando hasta desaparecer. Solo perduró el reino nazarí de Granada hasta 1492, que será
conquistado por los Reyes Católicos.

2.3. Al-Ándalus; economía, sociedad y cultura.

Los musulmanes aportaron un gran desarrollo económico a Al-Ándalus. La economía era de gran
dinamismo y se basaba en la explotación de latifundios, intensi caron el regadío, desarrollaron
norias, construyeron amplias redes de acequias e introdujeron nuevos cultivos; en la ganadería,
destaca la cabaña lanar y los animales de tiro; en la industria, destaca la industria textil, con lino y
algodón; y en el comercio, se reavivó la red de comunicaciones de Roma.

La sociedad estaba liderada por la aristocracia árabe, escasa pero muy poderosa. Tras ella,
ocupaban cargos los sirios y beréberes por encima de los muladíes (hispanogodos conversos).
Los mozárabes y judíos tenían derecho a practicar su religión a cambio del pago de más
impuestos y, por último, encontramos a los esclavos.

Al-Ándalus vivió un gran desarrollo de las disciplinas cientí cas (medicina, astronomía, álgebra) y
culturales. Se daba una gran importancia a la educación (bibliotecas, universidades), las
traducciones y comentarios losó cos (Averroes) y el arte, especialmente la arquitectura
(Mezquita de Córdoba).

2.4. Los primeros núcleos de resistencia cristiana. Principales etapas de la Reconquista. Modelos
de la repoblación.

Se conoce como Reconquista al proceso político y militar por el que los reinos cristianos de la
península se enfrentaron a los musulmanes entre los siglos VIII y XV en sentido Norte-Sur.

Se crearon núcleos de resistencia cristiana. En el núcleo asturiano, ganaron la batallas como la de


Covadonga (722) y surge el reino de Castilla. En el Pirineo central, surge el Condado de Aragón.
Carlomagno creó la Marca Hispánica en el siglo IX, se uni can los condados catalanes que se
independizan en el siglo X. En la 2º etapa, ocupan los valles de Tajo y Ebro (1050-1150),
conquistan Toledo y Zaragoza hasta la llegada de los almorávides. En la 3º etapa (1150-1212), los
almohades atravesaron el Estrecho, consiguieron detener el avance cristiano y uni caron al-
Ándalus. Pero en 1212 son derrotados en la Batalla de las Navas de Tolosa (Jaén), los cristianos
reconquistan toda la península excepto el reino nazarí de Granada, que caerá en 1492 ante los
Reyes Católicos.

Junto al proceso bélico se produjo la repoblación del territorio para defenderlo y a anzarlo. La
repoblación individual se realizaba mediante la pressura o aprissio en la primera etapa (S.VIII-IX).
Después evolucionará a la repoblación concejil mediante fueros y Cartas Pueblas (IX-XII). Durante
la primera mitad del siglo XIII destaca la repoblación por órdenes militares, y en la segunda mitad
por repartimientos.

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2.5. Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política, régimen señorial y sociedad
estamental.

La península se dividía en: la Corona da Aragón, la Corona de Castilla, el reino de Portugal, el de


Navarra y el reino Nazarí de Granada.

En el reino de Castilla se impuso una monarquía autoritaria que se servía del consejo real (órgano
consultivo); las Cortes, formadas por nobles, el clero, representantes de las ciudades (votaban los
impuestos extraordinarios pero no legislaban) y las Audiencias impartían justicia. En los Concejos
municipales, los corregidores representaban al rey.

En la corona de Aragón, la monarquía era pactista y el Consejo Real era común para todos los
reinos de la corona. Los virreyes representaban al rey en su ausencia, el rey no podía legislar sin
las cortes y las Diputaciones vigilaban el cumplimiento de los pactos. Los municipios estaban
gobernados por un Justicia (elegido por las Cortes). Había un régimen señorial: los campesinos
pagaban al señor por las tierras o por los servicios. En los jurisdiccionales el señor tenía autoridad
absoluta. La sociedad era feudal con 3 estamentos: nobleza y clero (no pagaban impuestos) y
campesinos. Con el crecimiento de las ciudades adquirió importancia la burguesía (artesanos y
comerciantes).

2.6. Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón y del Reino de


Navarra al nal de la Edad Media.

En la Baja Edad Media se consolidan las instituciones de gobierno de cada reino. En general
había una constante disputa entre los distintos estamentos y los reyes por el poder.

En Castilla, Alfonso XI impuso una línea más autoritaria que su hijo Pedro “el Cruel” intentó
continuar. Este se enfrentó a Enrique II de Trastámara, lo que llevó a una guerra civil (1366-1369)
que ganó Enrique II. Después, durante la minoría de edad de Enrique III y los reinados Juan II y
Enrique IV, hubo luchas internas que fortalecieron a la nobleza. A nales del siglo XV, los Reyes
Católicos terminaron de fortalecer la monarquía a través de la institucionalización del Consejo
Real.

En Aragón, la monarquía era pactista. La dinastía Trastámara llega al poder con la entronización
de Fernando de Antequera con el Compromiso de Caspe (1412). La guerra civil entre el rey Juan
II y el estamento privilegiado catalán (1462-1472) se juntó con los con ictos en el campo y el de
la Busca y la Biga que arruinó a Cataluña. Los reinos (Valencia, Cataluña , Aragón y Mallorca)
tenían distintas instituciones y leyes, lo que debilitaba el poder real, pero tenían un rey común.
Surgieron las Diputaciones, que velaban por el cumplimiento de lo acordado en las Cortes, y el
cargo del Justicia de Aragón, para la defensa de los fueros.

La expansión de Castilla y Aragón en los siglos XII y XIII limitaron la de Navarra, que estuvo
vinculada a dinastías francesas hasta que Fernando el Católico la conquistó (1512). Sus
instituciones fueron muy similares a las de Aragón.

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BLOQUE 3: LA FORMACIÓN DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA Y SU EXPANSIÓN MUNDIAL
(1474-1700).

3.1. Los Reyes Católicos: unión dinástica e instituciones de gobierno.

En 1468, Enrique IV rmó los Pactos de los Toros de Guisando por el cual Isabel heredaría el
trono y se casaría con el heredero de Portugal. En 1469 Isabel se casa con Fernando de Aragón y
tras la muerte de Enrique IV se proclama reina de Castilla, lo que dio lugar a una guerra civil
(1474-1479) contra Juana “la Beltraneja”, nalizó con la victoria de Isabel y se rmó el Tratado de
Alcaçovas (1479).

En la Monarquía Hispánica los Reyes Católicos gobernaban de manera conjunta, pero los reinos
mantuvieron su independencia (unión dinástica, pero no constitucional). Además, se trataba de
una monarquía autoritaria que fue la base del Estado Moderno.

Para a rmar la autoridad real se crearon organismos e instituciones comunes a los dos reinos: un
ejército permanente, un cuerpo de embajadores, la creación de la Santa Hermandad y la
reorganización del Consejo Real, las Cortes, las Audiencias y las Chancillerías. En la Corona de
Aragón mantuvieron las instituciones tradicionales y añadieron la gura del virrey. Encontramos
también otras políticas comunes como la generalización de la Inquisición, la expulsión de los
judíos (1492) y la uni cación del territorio peninsular con la conquista del Reino Nazarí de
Granada (1492) y del Reino de Navarra (1512).

3.2. El signi cado de 1492: la guerra de Granada y el descubrimiento de América.

En 1492 comienza la Edad Moderna y su importancia viene dada por el descubrimiento de


América y la conquista de Granada; también se produjo la expulsión de los judíos. La conquista
de Granada se produjo por distintos motivos: conseguir la unión territorial y religiosa y reforzar la
autoridad de la nueva monarquía, además supuso el n de la Reconquista. En la primera etapa,
(1482-1487) se tomó la zona occidental (Ronda, Málaga), en la segunda (1487-1489) la zona
oriental (Almería) y en la tercera (1489-1492) Granada se rinde y se puso n a la guerra con las
Capitulaciones de Granada (1492).

Por otro lado, Cristobal Colón propuso una nueva ruta para poder comerciar con Oriente y atacar
al Imperio turco. Los Reyes Católicos aceptaron su propuesta y se rmaron las Capitulaciones de
Santa Fe, donde se establecen las condiciones en las que se emprenderá el viaje y el reparto de
los bene cios. Colón realizó cuatro viajes. En el primero partió de Palos el 3 de agosto de 1492 y
llegó a San Salvador, Cuba y la Española. En el segundo viaje (1493-1496), exploró las Antillas
menores,Puerto Rico y Jamaica. En el tercero (1498-1500), descubrió la isla de Trinidad y el
continente en la desembocadura del Orinoco. Y en el cuarto viaje (1502-1504), exploró América
Central creyendo que había llegado a la Isla de las Especias. Finalmente muere en 1506 creyendo
que había llegado a Asia.

En 1494, los Reyes Católicos rmaron el Tratado de Tordesillas con Portugal y en 1499
autorizaron las expediciones privadas.

3.3. El Imperio de los Austrias: España bajo Carlos I. Política interior y con ictos europeos.

Carlos I (1516-1556) heredó por parte de su abuelos maternos Isabel (Castilla y posesiones en
América) y Fernando (Aragón y territorios italianos) y de sus abuelos paternos María de Borgoña
(Países Bajos, Luxemburgo y Franco Condado) y Maximiliano de Austria (Austria y el derecho al
trono del Sacro Imperio). En 1517 llegó a la corte y pidió un impuesto extraordinario para ser
emperador en Alemania, lo que provocó el con icto de las Comunidades (1520-1521), el rey
venció en la Batalla de Villalar (1521) y entre 1520 y 1523 surgieron las germanías en Valencia y
Mallorca, con carácter antiseñorial y controlado por los gremios de artesanos.

En política exterior mantuvo tres frentes: las guerras contra Francia (1521-1544) por el dominio
italiano, por las que Carlos incorpora el Milanesado y se enfrenta con el Papa (Sacco di Roma).
También se enfrentó contra los turcos, defendiendo la cristianidad y la estabilidad del comercio
mediterráneo; Carlos conquista Túnez (1535) pero fracasa en Argel (1541). Además, su defensa
del catolicismo le enfrentó con los protestantes (seguidores de Lutero), aunque terminó
reconociendo la libertad religiosa con la Paz de Augsburgo (1555).

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3.4. La Monarquía Hispánica de Felipe II: Gobierno y administración. Los problemas internos.
Guerras y sublevación en Europa.

Con Felipe II (1556-1598) se instaló la Corte en Madrid en 1561. Gobernó a través de Consejos
territoriales (Castilla, Aragón, Indias) y temáticos (Estado, Hacienda, Inquisición). Sus objetivos
prioritarios fueron mantener la herencia recibida y luchar contra la herejía.

En política interior encontramos un aumento de sublevaciones debido a su autoritarismo político


y a la defensa de ortodoxia católica. Esto condujo a dos rebeliones: la de los moriscos en las
Alpujarras (1568-1570) y la de Aragón (1590-1592).

La política exterior estuvo marcada por su liderazgo religioso (Contrarreforma). Las guerras contra
Francia acaban en la batalla de San Quintín (1557) y con la Paz de Cateau-Cambresis (1559). En
la guerra contra los turcos, se rma la Liga Santa contra Turquía y Felipe obtuvo la victoria en la
Batalla de Lepanto (1571). Felipe II intentó invadir Inglaterra, lo cual dio lugar al desastre de la
Armada Invencible en 1588. Con la guerra contra los Países Bajos el norte calvinista logró la
independencia de las Provincias Unidas (Unión de Utrecht, 1579). En 1580 Felipe logrará la unión
con Portugal, mantuvo la independencia de las instituciones portuguesas, pero las clases
populares nunca lo apoyaron.

3.5. Exploración y colonización de América. Consecuencias de los descubrimientos en España,


Europa y América.

Las grandes conquistas de América se llevaron a cabo bajo el reinado de Carlos I y se iniciaron
en las islas Antillas. Así, Hernán Cortés conquistó el imperio Azteca de México, creando el
virreinato de Nueva España (1535); y Pizarro el imperio Inca, constituyendo el virreinato de Perú
(1542). También destacan otros conquistadores como Magallanes. En América del Sur, Orellana
recorrió el Amazonas, Almagro y Valdivia conquistaron Chile, y Pedro de Mendoza fundó Buenos
Aires.

La colonización supuso la explotación económica del territorio oro, encomienda, estancias y mita.
América proporcionó a la Monarquía Hispánica su hegemonía en Europa (siglo XVI). En el plano
económico, permitió la introducción de nuevos cultivos y animales, así como grandes ingresos al
controlar el trá co comercial, lo que generaría en el siglo XVII en la revolución de los precios. En
el terreno cultural el continente ofrecía un "nuevo mundo" por descubrir ( ora y fauna, cartografía,
lenguas…), y su in uencia se aprecia también en el lenguaje, la alimentación y el vestido. Se
produjo un importante declive demográ co indígena debido a la explotación y las enfermedades
llevadas por los españoles. Asimismo, se importaron esclavos negros, apareció una sociedad de
castas, y se impusieron el castellano y la cultura europea.

3.6. Los Austrias del siglo XVII: el gobierno de validos. La crisis del 1640.

Los reyes del siglo XVII, denominados Austrias menores por su ine cacia política, delegaron el
gobierno en sus validos. Las decisiones políticas de estos validos acarrearon varios con ictos
internos. El duque de Lerma (valido de Felipe III) decretó la expulsión de los moriscos
(1609-1614), con graves consecuencias económicas. El conde duque de Olivares (valido de
Felipe IV) realizó una política reformista con proyectos como el banco estatal y el programa de
gobierno del Gran Memorial, que proponía la implantación de un ejército nacional permanente: la
Unión de Armas (1625). La oposición a esta política provocó revueltas que condujeron a la crisis
del 1640. Estas empezaron en Barcelona, provocando graves protestas que derivaron en una
rebelión de campesinos y segadores, el Corpus de Sangre. El virrey fue asesinado y los catalanes
ofrecieron el condado de Barcelona a Francia a cambio de su ayuda, pero en 1652 las tropas de
Felipe IV pusieron n a la recesión. En Portugal, nombraron rey al duque de Braganza con apoyo
de Francia e Inglaterra. España aceptó la independencia en 1668. Por último, Carlos II contó con
Juan José de Austria y su reinado estuvo marcado por su incapacidad física y psicológica y por la
crisis del interior y exterior que sufría el país.

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3.7. La guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía española en Europa.

Felipe III (1598-1621) había llevado a cabo una política exterior paci sta debido a la crisis
económica provocada por las guerras. En 1598 se rma la paz de Vervius con Francia, en 1604 la
Paz de Londres con Inglaterra y en 1609 la Tregua de los Doce Años con Holanda. La Guerra de
los 30 años (1618-1648) surgió por razones religiosas (con icto entre protestantes y católicos) y
políticas (la lucha por la hegemonía europea).

La guerra se inicia con victorias españolas (Breda), y después España se enfrentó con Holanda,
en 1635, Francia intervino y derrotó a España en la Batalla de Rocroi (1643). Esto supuso el n de
la hegemonía española y se rma la Paz de Westfalia (1648) que reconocía la independencia de
Holanda y la pérdida de algunas colonias españolas en América. La guerra con Francia continuó
hasta 1659 que se rmó la Paz de los Pirineos por la cual España perdía la Cerdaña y el Rosellón
y Luis XIV se casaría con María Teresa de Austria (infanta española).

3.8. Principales factores de la crisis demográ ca y económica del siglo XVII y sus consecuencias.

Frente a la hegemonía española del siglo XVI, en el siglo XVII Francia pasó a ser la primera
potencia. En España se produjo una crisis demográ ca, económica y social, pero no cultural
(siglo de oro).

Debido a las guerras (Guerra de los treinta años), con ictos internos, la expulsión de los
moriscos, las epidemias y las malas cosechas se produjo un descenso de población y una
disminución de la producción agraria. En el ámbito económico, la crisis se manifestó en todos los
sectores. La producción agrícola disminuyó debido a la escasez de mano de obra, a las cargas
scales sobre el campo y a la reducción de la demanda de productos agrícolas. La artesanía
castellana entró en recesión. El comercio americano decayó, agudizando el endeudamiento del
Estado, que trató de saldarse con medidas como la subida de impuestos o la alteración
monetaria (vellón).

Las consecuencias de la crisis afectaron a todos los grupos de la sociedad estamental. Las
condiciones de vida de las clases bajas empeoraron debido a los nuevos impuestos, mientras
que el número de nobles y clérigos aumentó y la burguesía intentó ennoblecerse.

3.9. Crisis y decadencia de la Monarquía hispánica: el reinado de Carlos II y el problema


sucesorio.

Con la muerte de Felipe IV (1621-1665) y la minoría de edad de Carlos II se produjo la regencia de


Mariana de Austria y su valido, el jesuita Nithard. Los validos se sucedieron en un clima creciente
de inestabilidad política. A pesar de ello, la situación económica y demográ ca mejoró a partir de
1680, pero surgieron con ictos internos: las revueltas de los barretines en Cataluña (1688-1689),
las Segundas Germanías en Valencia (1693) y el motín de los Gatos en Madrid (1699).

Sin embargo, el problema sucesorio fue el más importante. Al hacerse público que el rey no
puede tener un descendiente, España se envuelve en disputas por la sucesión entre los Borbones
y los Habsburgo. Los reyes europeos pactaron mediante el Primer Tratado de Partición de
España (1698) que el heredero sería José Fernando de Baviera. Su muerte en 1699 obligó a
negociar el Segundo Tratado de Partición (1700), que reconocía como heredero al archiduque
Carlos. Finalmente, Carlos II nombra heredero a Felipe de Anjou, lo cual contó con el apoyo de
Francia y supuso el inicio de la Guerra de Sucesión Española (1701-1714).

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BLOQUE 4: ESPAÑA EN LA ÓRBITA FRANCESA: EL REFORMISMO DE LOS PRIMEROS
BORBONES (1700-1788).

4.1. La Guerra de Sucesión Española y el sistema de Utrecht. Los Pactos de Familia

La Guerra de Sucesión (1701-1714) causada por el segundo testamento de Carlos II a favor de


Felipe de Anjou fue un con icto nacional que enfrentó a Felipe V contra el archiduque Carlos.

Hubo una serie de ofensivas austríacas pero Felipe V venció en Almansa, Brihuega y Villaviciosa.
Con el tratado de Utrecht y Rastatt (1713-1714) se reconoce a Felipe V como rey de España y de
las Indias pero deja de reinar en Francia. También supuso un cambio en las fronteras europeas,
que bene ció a Gran Bretaña principalmente, pues recibió numerosos privilegios comerciales
(navío de permiso, asiento de negros). Esto permitió a Gran Bretaña romper el monopolio
comercial de España con sus colonias. Por encima de todo, había contenido las ambiciones
territoriales y dinásticas de Luis XIV y Francia sufrió graves consecuencias económicas.

En la política exterior, se llevaron a cabo los Pactos de Familia con Francia para recuperar los
territorios perdidos. En el primero (Guerra de sucesión polaca) se recupera Nápoles y (1733)
Sicilia y se sitúa en el trono a Carlos. En el segundo (1743) (Guerra de sucesión de Austria)
consiguen es ducados de Parma, Piacenza y Guastalla para Felipe. En el tercero (1761) (Guerra
de los 7 años, 1756-1763) pierden Florida pero ganan Luisiana y en la renovación del 3º pacto
(1779) tras la guerra de independencia de EEUU, recuperan Mallorca y Florida.

4.2. La nueva Monarquía Borbónica. Los Decretos de Nueva Planta. Modelo de Estado y alcance
de las reformas.

La reorganización del Estado fue obra de los tres primeros Borbones: Felipe V (1700-1746),
Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759-1788), quienes establecieron una monarquía absoluta,
fuerte, centralizada y uni cada, siguiendo el modelo francés.

Así, se impuso la reforma del gobierno y la administración sobre los principios de la centralización
y uniformidad. Los Consejos fueron desapareciendo, excepto el de Castilla, por las Secretarías de
Estado y de Despacho (futuros ministerios). Los Decretos de Nueva Planta suprimieron los fueros
e instituciones de los antiguos reinos de la Corona de Aragón: Aragón y Valencia (1707), Mallorca
(1715) y Cataluña (1716); con el n de lograr la uni cación jurídica e institucional de España. Las
Cortes serían únicas, a excepción de las de Navarra. Se establecieron los intendentes al frente de
las provincias y los capitanes generales sustituyeron a los virreyes. También se creó la Guardia
Real y el regimiento se sustituyó por los tercios. Buscando el control de la Iglesia, se aplicó el
regalismo y se consiguió el patronato universal (Concordato de 1753). El Estado intervino en la
economía e impuso un impuesto único en los reinos orientales y una contribución única en
Castilla (Catastro ensenada). También se crearon las Reales Fábricas.

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4.3. La España del siglo XVII. Expansión y transformaciones económicas: agricultura, industria y
comercio con América. Causas del despegue económico de Cataluña.

Durante el siglo XVIII se produjeron transformaciones en la economía española, que experimentó


cierto crecimiento, aunque limitada por la oposición de los privilegiados.

En la agricultura, el principal problema era el régimen de propiedad (tierras amortizadas), con


rendimientos bajos y las constantes crisis de subsistencia. Con Carlos III se tomaron algunas
medidas que resultaron insu cientes al no acometerse la Ley Agraria de Jovellanos. Los reyes
potenciaron la industria con el proteccionismo, las manufacturas reales y el fomento de la
construcción naval, aunque su principal obstáculo era el sistema gremial. Además, se creó el
Banco de San Carlos. La política comercial con América se revitalizó a través de medidas
liberalizadoras como la introducción de navíos de registro y la promulgación del Reglamento de
Libre Comercio (1778).

Destaca el despegue económico de Cataluña, donde la población se duplicó y se desarrolló una


burguesía agraria innovadora (comercio de vinos). Además, aumentaron los intercambios
peninsulares y con el exterior, y se modernizó el sector textil, sentando las bases de la revolución
industrial del s. XIX.

4.4. Ideas fundamentales de la Ilustración. El despotismo ilustrado: Carlos III.

La Ilustración fue un movimiento político, económico y cultural del siglo XVIII que defendía el uso
de la razón y la búsqueda del progreso. Aumentará el interés en la ciencia, la educación y la
investigación, como muestra la creación de Sociedades Económicas de Amigos del País: grupos
de ilustrados que buscaban desarrollar la economía de sus provincias analizando sus problemas
y aportando posibles soluciones.

Carlos III (1759-1788) participó activamente en las reformas internas del país e instauró el
Despotismo Ilustrado (“Todo por el pueblo, pero sin el pueblo"), pero inmovilista y
antidemocrático. Había sido rey de Nápoles desde 1735. No obstante, el motín de Esquilache
(1766), provocado por la liberación de los precios del trigo y el incremento de los impuestos,
acarreó una serie de consecuencias: la sustitución de Esquilache por el conde de Aranda, la
expulsión de los jesuitas de España y América (1767), y el mantenimiento de la política regalista,
los privilegios de la nobleza y los derechos señoriales.

Tras esto se inició una segunda fase, con secretarios ilustrados españoles como Campomanes y
Floridablanca. En política económica, Olavide, Jovellanos y Campomanes abordaron la Ley
Agraria, se colonizó Sierra Morena, se creó el Banco Nacional de San Carlos (antecedente del
Banco de España) y comenzó la emisión de vales reales. También se fomentaron las obras
públicas (Canal de Castilla) y las reformas en educación, justicia y ejército.


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BLOQUE 5. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833): LIBERALISMO FRENTE A
ABSOLUTISMO

5.1. La Guerra de la Independencia: antecedentes y causas. Bandos en con icto y fases de la


guerra.

A nales de 1807, la situación económica y social de España era muy grave por las sucesivas
guerras, el hambre y las epidemias, que habían provocado una importante mortandad.

En los primeros años del siglo XIX, la monarquía de Carlos IV (1788-1808) estaba muy
desprestigiada por la crisis interna debido a la fuerte oposición al valido Manuel Godoy, ya que
impulsó una desamortización que lo enfrentó con la Iglesia. A su vez, el reinado comenzó
condicionado por la Revolución Francesa y, tras la anulación de los Pactos de Familia, España
declaró la guerra a Francia. La derrota en la Guerra de Convención (1793-1795) restauró la alianza
franco-española (iniciada con el Tratado se San Ildefonso en 1796). Esta política, impulsada por
Godoy, llevaría a la derrota de Trafalgar (1805) contra Inglaterra, por la que España perdió gran
parte de su armada.

En 1807, España y Francia rmaron el Tratado de Fontainebleau (1807) en el que se permitía la


entrada de las tropas francesas en la península para que cruzaran hasta Portugal. Sin embargo,
los grupos privilegiados opuestos a Godoy se agruparon en torno al príncipe Fernando y
conspiraron para derrocar al rey. Así, se produjo el Motín de Aranjuez (1808) en el que asistimos a
la destitución de Godoy, la abdicación de Carlos VI y la entronización de su hijo Fernando VII.

Las tropas napoleónicas cruzaban en esos momentos el país, encontrando el rechazo de la


población, que percibía que el paso hacia Portugal era una excusa para intentar ocupar toda la
península. Ante esta situación, Napoleón convocó a la familia real y a Godoy en Bayona (Francia)
y logró que Fernando VII y Carlos IV renunciaran al trono y lo entregaran a su hermano José
Bonaparte. Con las Abdicaciones de Bayona (mayo 1808), José I fue nombrado rey de España.
Poco después, promulgó el Estatuto de Bayona. A su vez, en Madrid se produjeron sucesivos
incidentes que desembocaron en el Levantamiento del 2 de mayo de 1808. El pueblo de Madrid
se alzó contra las tropas francesas presentes en la ciudad, y el ejército francés les reprimió. Así,
la sublevación se extendió, dando comienzo a la Guerra de Independencia (1808-1814).

La guerra es, además de un enfrentamiento entre españoles y franceses, un con icto interno
entre los “afrancesados” (de la vía reformista y partidarios de José I) y los “patriotas” (que
rechazaban a José I y reconocía a Fernando VII como rey). A su vez, estos últimos se dividían en
liberales, que rechazaban a los franceses, pero no sus ideas, y en absolutistas, que defendían el
restablecimiento de Fernando VII como monarca absoluto.

En cuanto a la dinámica militar, esta se resume en tres etapas: la primera fase (mayo-octubre de
1808) se caracteriza por la sublevación popular que se transforma en una guerra abierta, con
victorias españolas como en la Batalla de Bailén (julio de 1808). En la segunda fase (noviembre de
1808-enero de 1812), asistimos a un período de hegemonía francesa que se ve alterada con la
aparición de la guerrilla. En la tercera etapa (1812-1813), las tropas francesas, embarcadas en la
campaña de Rusia, fueron perdiendo sus posiciones en España. Esta debilidad fue aprovechada
por las tropas españolas (apoyadas por el ejército inglés de Wellington) y, tras la derrota francesa
en la batalla de Arapiles (1812) y en Vitoria (1813), José I abandonó el país. El n de la guerra tuvo
lugar en diciembre de 1813 con la rma del Tratado de Valençay por el que Napoleón reconoce a
Fernando VII como rey de España.

Por último, de forma paralela a la guerra, asistimos a una auténtica revolución liberal. Tras los
primeros levantamientos, el Ejército español quedó impotente, creando un vacío de poder que fue
ocupado por las Juntas. Estas eran instituciones de ámbito local-provincial que asumieron la
autoridad en nombre del pueblo. Su creación supuso la puesta en práctica del concepto de
soberanía popular y la eliminación de las bases económicas, sociales y políticas del Antiguo
Régimen. De esta forma, se produjo el paso de las Juntas Locales a la Junta Suprema Central, la
cual traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia que se estableció en Cádiz, y que a su vez
será el precursor de las Cortes de Cádiz. 


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5.2. Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812.

Las Cortes de Cádiz

Las Cortes de Cádiz iniciaron sus sesiones el 24 de septiembre de 1810 en la Iglesia de San
Pedro y San Pablo de la isla gaditana de León (San Fernando, Cádiz). La mayoría de los 300
diputados (eclesiásticos, abogados y juristas, funcionarios públicos, catedráticos, militares y
burgueses) representaban a las distintas Juntas Provinciales y pertenecían a las clases medias.
Entre ellos había tres grandes tendencias ideológicas: los liberales (partidarios de reformas
revolucionarias), los jovellanistas o ilustrados contrarrevolucionarios (defendían las ideas de
Gaspar Melchor de Jovellanos de limitar parcialmente el poder real e introducir innovaciones
graduales, como Gran Bretaña) y los absolutistas contrarrevolucionarios (con numerosos
eclesiásticos, defendían el absolutismo monárquico y se opusieron a las medidas legislativas
reformistas liberales, intentando mantener los privilegios nobiliarios).

Los liberales tomaron la iniciativa desde un primer momento. El primer decreto proclamaba como
legítimo rey a Fernando VIII (secuestrado por los franceses), a la vez que se rechazaba el
absolutismo y el origen divino del derecho del monarca a gobernar. Aparte de la redacción de una
Constitución, la primordial intención de los liberales era efectuar una profunda y radical reforma
de las instituciones políticas, económicas y jurídicas españolas. Para ello, se aprobaron una serie
de decretos y leyes: libertad de imprenta y supresión de la censura (1810), supresión del régimen
y de los derechos señoriales (1811), abolición de la Inquisición (1813), eliminación de los gremios
e introducción de las libertades económica, comercial, de trabajo y fabricación (1813), supresión
de los antiguos privilegios de la Mesta (1813), e incautación y venta de los bienes de la Órdenes
Militares y Jesuitas (1813).

La Constitución de 1812

El proyecto de la Constitución de 1812 fue encargado a una comisión presidida por Muñoz
Torrero y se basó en un texto elaborado por Antonio Ranz Romanillos, destacando en su
elaboración el diputado liberal Agustín de Argüelles. El proceso de redacción fue largo y el texto,
conocido popularmente como la Pepa, fue aprobado el 19 de marzo de 1812 como resultado de
un compromiso entre liberales y absolutistas. Basada en la tradición medieval española, es una
Constitución extensa, meticulosa y rígida que consta de 10 capítulos y 384 artículos.

Se estableció una monarquía constitucional parlamentaria caracterizada por la soberanía nacional


y la división de poderes: legislativo (Cortes unicamerales elegidas por sufragio universal indirecto
de los varones mayores de 25 años), ejecutivo (ejercido por el Rey, que nombraba y separaba
libremente a los secretarios de Estado, responsables ante las Cortes) y judicial (tribunales que
establecieron códigos únicos en materia civil, criminal y comercial, la inamovilidad de los jueces,
las garantías de los procesos, etc.; aunque subsistió el fuero eclesiástico y militar), basado este
ultimo en la igualdad ante la ley y en la Justicia limpia, competente e imparcial.

Además, los diputados representaban a la nación en su totalidad, se garantizaron las libertades,


excepto la de culto (se estableció la confesionalidad del Estado), se creó un ejército permanente
(la Milicia Nacional, regulada por las Cortes). Los regidores (alcaldes) serían elegidos, se
suprimieron los fueros y se establecieron impuestos proporcionales y una enseñanza uniforme. En
cuanto al monarca, su potestad quedó subordinada al poder superior de las Cortes, pues no
podía contraer matrimonio o ausentarse del país sin su permiso. Tampoco podía disolver las
Cortes y solo poseía un derecho de veto transitorio suspensivo, durante dos años.

Esta Constitución es técnicamente perfecta para una comunidad de ciudadanos preparados,


económica y culturalmente, pero inadecuada a las condiciones reales de España en 1800. Pone
de mani esto el dramático divorcio entre una clase media intelectual que ignora al pueblo, y un
pueblo poco habituado a la ciudadanía que carece de respeto y con anza en la clase intelectual.
No obstante, fue muy importante, pues supuso el comienzo del constitucionalismo español y
abrió la posibilidad de un poder no absoluto. Tuvo tres períodos de vigencia: marzo 1812-marzo
1814, noviembre 1820-1823, y agosto 1836-junio 1837.


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5.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolutismo. El proceso de independencia de
las colonias americanas.

A partir del año 1813, los sectores absolutistas comenzaron a organizarse para preparar el
retorno de Fernando VII como monarca absoluto. A su vuelta es recibido con el Mani esto de los
Persas (documento público rmado por diputados que mostraban su apoya a la vuelta del
absolutismo), y rma el Decreto de Valencia con el que se inicia el período correspondiente al
Sexenio absolutista (1814-1820). Tras la derrota de Napoleón, el régimen liberal no había tenido
tiempo de implantarse, además de que a nivel popular se asociaba la llegada de Fernando VII con
el n de la guerra. Estos factores permitieron la restauración del absolutismo y la vuelta a una
situación prácticamente idéntica a la anterior a 1808: se restablecieron los Consejos, la
Inquisición y la jurisdicción señorial y se suspendió la desamortización; estos hechos potenciaron
de nuevo los problemas del Antiguo Régimen (crisis agraria, económica y de la Hacienda).

Mientras tanto, la represión sistemática contra los liberales los aboca al exilio y la clandestinidad,
dando lugar a una nueva forma conspirativa: el pronunciamiento. El 1 de enero de 1820 el
teniente coronel Riego se pronuncia en Cabezas de San Juan (Sevilla) con parte de las tropas
destinadas a América. Esto provoca la reacción de Fernando VII, que nalmente jura la
Constitución de Cádiz de 1812, dando paso al periodo del Trienio Liberal (1820-1823).

Así pues, el liberalismo se divide en dos tendencias: los moderados, que optan por llegar a una
transacción con la Corona y los poderes del Antiguo Régimen, y los exaltados, que pre eren
acelerar y radicalizar las reformas. Existe además una oposición absolutista, respaldada por
Fernando VII, que promovía la restauración del régimen absolutista. Finalmente, en un gobierno
de liberales exaltados, la Francia de Luis XVIII decidió enviar a los Cien Mil Hijos de San Luis
(1823), un ejército destinado a apoyar a Fernando VII contra los liberales para restablecer el
absolutismo iniciando la Década Absolutista u Ominosa (1823-1833).

Este hecho da paso a la década absolutista o Década Ominosa (1823-1833), en la que, debido a
las experiencias pasadas, los sectores del absolutismo tratan de apostar por introducir reformas
tímidas. Así pues, el absolutismo se divide en dos sectores: el reformista, apoyado por la Corona,
y el ultrarrealista, que contaba con el apoyo de Carlos María isidro (hermano de Fernando VII). Por
otro lado, en este contexto surge la cuestión sucesoria: en 1829 Fernando promulga la
Pragmática Sanción que derogaba la Ley Sálica, para que su hija Isabel pudiera acceder al trono.
Por tanto, Carlos quedaría desplazado de la línea sucesoria y se originaría una grave crisis entre
sus partidarios y los defensores de Isabel. Finalmente, la muerte de Fernando VII en 1833 dará
inicio a la Primera Guerra Carlista (1833-1839)

Mientras tanto, asistimos al proceso de emancipación de las colonias americanas, que se inició
en 1808. La in uencia de la independencia de otros territorios (como Estados Unidos o Haití), la
crisis de 1808 en España y la oposición a la explotación constituyen las principales causas de
este proceso. Se caracteriza porque fue protagonizado por las minorías criollas y blancas, las
cuales se apoyaron en el ejército y tuvieron un carácter caudillista. Podemos diferenciar dos fases
del proceso emancipador. En la primera fase (1810-1814), los autonomistas toman el poder en
Buenos Aires, Venezuela, México y Colombia. Durante la segunda fase (1815-1825), Nueva
Granada y Río de la Plata, al ser territorios menos relevantes para la economía colonial, fueron los
motores de la independencia y de ellos salieron sus principales caudillos: Simón Bolívar y José
San Martín respectivamente. En esta segunda fase, además, fue fundamental el apoyo abierto de
Inglaterra y Estados Unidos. A su vez, el proceso de independencia generó grandes
repercusiones en España: la pérdida del control del mercado americano agravó los problemas
políticos, scales y económicos de la monarquía; la reexportación de metales preciosos cayó en
picado y perjudicó a los sectores comerciales; y, por último, las industrias y los cultivos se vieron
perjudicados puesto que perdieron la protección que tenían dentro del comercio colonial.

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BLOQUE 6. LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1868)

6.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evolución política, partidos y
con ictos. El Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 у 1845

La muerte de Fernando VII en 1833 da comienzo a un con icto entre dos contendientes que se
disputan el poder: su hermano Carlos María Isidro y su hija Isabel. Carlos reclama su derecho a la
corona basándose en la Ley Sálica, la cual había sido derogada por Fernando mediante la
Pragmática Sanción, lo que permitía a Isabel acceder al trono. El Carlismo, además de ser
antiliberal, negaba cualquier versión del principio de soberanía nacional; su lema “Dios, Patria y
Rey” resume esa perspectiva. e esta manera, asistimos a la Primera Guerra Carlista (1833-1839),
disputada entre carlistas e isabelinos, que se divide en tres etapas: en la primera etapa
(1833-1835), los carlistas se fortalecieron en País Vasco, Navarra, Cataluña y El Maestrazgo,
dirigidos por el general Zumalacárregui; en la segunda etapa (1835-1837), fracasan con las
expediciones de Gómez y Real y son vencidos en la Batalla de Luchana (1836); en la tercera
etapa (1837-1839), la división interna del carlismo favoreció el Convenio de Vergara (1839) entre
Espartero y Maroto, lo que supuso la derrota carlista y el n de la guerra.

En cuanto al reinado de Isabel II, durante su minoría de edad, su madre María Cristina ejerció la
regencia (1833-1840). Esta regencia comienza con la presión Carlista, lo que la condujo a tomar
posiciones de carácter más liberal, poniendo a cabeza del gobierno a Martínez de la Rosa. Este
logró la promulgación del Estatuto Real de 1834, que era una concesión de la Corona a sus
súbditos. Con ello, el poder seguía recayendo sobre el rey y las Cortes solo podían elevar
peticiones al trono. No se reconocían la división de poderes, los derechos individuales ni la
soberanía nacional.

Sin embargo, en 1835 se produce la Crisis del Régimen del Estatuto iniciada por las Juntas
locales y provinciales, que lleva a la regente a poner el gobierno en manos de Mendizábal, quien
realizó reformas como la desamortización del clero regular. Su cese de gobierno provoca la
Sublevación de la Granja de San Ildefonso que obligó a María Cristina a rmar la Constitución de
1812. No obstante, esta Constitución terminó siendo reformada en una más moderada, la de
1837. Con ella se produjo la desmantelación de nitiva del régimen señorial y se establecieron
Cortes Bicamerales, soberanía compartida Rey-Cortes y poder de veto absoluto; también se
restablecieron leyes municipales de 1812 como el sufragio universal indirecto masculino o el
control de la Milicia Nacional.

El intento de modi cación de la Ley Municipal (1840) provoca la oposición del general Espartero,
y la salida de María Cristina. Por tanto, Espartero pasa a ocupar la regencia entre 1840 y 1843,
con rmado por las Cortes en 1841. Pese a su ideología liberal-progresista, su gobierno se
caracterizó por un fuerte autoritarismo, incluso llegando a bombardear Barcelona el 3 de
diciembre de 1842, lo que suscitó la oposición de progresistas y militares. Aislado políticamente,
se produjo un pronunciamiento liderado por el general Narváez en Torrejón de Ardoz, venciendo a
las tropas de Espartero y obligándole a dimitir.

En 1843 se proclama la mayoría de edad de Isabel (a sus 13 años), iniciando su reinado efectivo,
que pasó por tres etapas. En la Década moderada (1844-1854), encabezada por Narváez, se
promulgó la Constitución de 1845, la cual es similar a la de 1837 (soberanía compartida Rey-
Cortes, Cortes Bicamerales), pero resultó más conservadora al introducir reformas como el
sufragio censitario, la confesionalidad católica del Estado, la supresión de la Milicia Nacional y la
creación de la Guardia Civil. Encontramos varias corrientes dentro de los moderados y, además
se funda el Partido Demócrata, formado por los herederos del liberalismo radical. Ante el fracaso
de la boda entre Isabel II y Carlos IV, tendrá lugar la Segunda Guerra Carlista (1846-1849).

Posteriormente, en 1854, el general O´Donnell realiza un pronunciamiento en Vicálvaro on escaso


éxito, pero acompañado por una insurrección popular; en su retirada proclama junto a Serrano el
Mani esto de Manzanares. Se inicia así el Bienio progresista (1854-1856), con Espartero como
jefe de gobierno y O´Donnell como ministro de guerra. Durante este período se llevaron a cabo
medidas como la desamortización de Madoz o las nuevas leyes de ferrocarriles y sociedades
anónimas. Además, se discutió un proyecto de Constitución que no llegó a ver la luz (la non nata)
con el espíritu de la de 1837.

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Tras este gobierno, se produce una época de alternancia entre los moderados de Narváez y la
Unión Liberal de O´Donnell entre 1858 y 1868, caracterizado por un liberalismo pragmático y por
el intento de restaurar el prestigio internacional de España. Sin embargo, la situación era muy
inestable y tras numerosos problemas, los progresistas y demócratas rmaron el Pacto de
Ostende (1866) comprometiéndose a derrocar a la reina. La muerta de O´Donnell y Narváez dejó a
la reina sin sus últimos apoyos, estallando la Gloriosa Revolución (1868) que puso n a su
reinado.

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6.2. El Reinado de Isabel II (1833-1868): Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz de la
sociedad estamental a sociedad de clases.

A lo largo de las dos etapas del reinado de Isabel II (1833-1868), la minoría de edad (1833- 1843)
y el reinado efectivo (1843-1868), se realizaron reformas económicas de signo liberal, al tiempo
que se produjo una auténtica revolución social.

En la España del siglo XIX persistía el modelo agrario feudal con técnicas y métodos propios de la
época medieval con una baja productividad para el autoconsumo y una nula inversión.

La Regencia de María Cristina coincidió con la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Esta guerra
agravó la situación de la economía. En este contexto se encuadran las desamortizaciones, dentro
de las reformas económicas de signo liberal junto a la supresión del mayorazgo y la abolición del
régimen señorial. La desamortización consiste en la nacionalización por parte del Estado de
propiedades rústicas y urbanas en poder de la Iglesia y Ayuntamientos para su posterior venta
pública. Las desamortizaciones ya se venían aplicando desde nales del siglo XVIII, pero el
verdadero proceso se realiza con Mendizábal y Madoz.

La desamortización de Mendizábal (1836-1837), afectó primero a los pertenecientes al clero


regular; al año siguiente, amplió la acción al sacar a la venta los bienes del clero secular. No
obstante, quedaban excluidos de estas medidas los edi cios destinados a la bene ciencia y a la
educación. Esta reforma perseguía objetivos como: sanear la Hacienda pública; eliminar la
elevada deuda del Estado; ampliar el número de simpatizantes del liberalismo; crear una clase
media agraria de campesinos propietarios, para aumentar la inversión y la riqueza nacional; y
cambiar la estructura de la propiedad eclesiástica

Por otra parte, la desamortización de Madoz (1855) abarca la declaración en venta de todas las
propiedades principalmente comunales de los ayuntamientos, del Estado, del clero y de las
Órdenes Militares. Fue ésta la desamortización que alcanzó un mayor volumen de ventas. Llevada
a cabo durante el Bienio progresista, pretendía además de reducir la deuda pública, nanciar la
construcción de infraestructuras necesarias para modernizar la economía, fundamentalmente el
ferrocarril.

Entre las principales consecuencias de ambas desamortizaciones fueron el incremento del


número de terratenientes y la puesta en cultivo de numerosas tierras abandonadas, así como el
distanciamiento del gobierno con los moderados.

En cuanto a la sociedad, se produjo el paso de una sociedad estamental a una de clases. Los
estamentos desaparecieron al imponerse la igualdad jurídica, poniendo n a los privilegios. Todos
pagaban impuestos, eran juzgados por las mismas leyes, y gozaban teóricamente de los mismos
derechos políticos.

Así pues, la sociedad del siglo XIX estaba muy polarizada. Dentro de las nuevas clases altas, la
nobleza perdió sus privilegios y asistimos a la fusión entre la nueva y la vieja nobleza, lo que
causa una creciente homogeneización social, económica y cultural entre las grandes fortunas. El
clero dejó de recibir los ingresos del diezmo y perdió el monopolio de la enseñanza. Así, la gran
protagonista fue la burguesía (comercial, industrial, de nanzas y rural).

A su vez, dentro de las clases medias encontramos propietarios urbanos y agrícolas, fabricantes
y nancieros locales (estos son lo que acaparan el poder político y económico); profesionales
liberales (médicos, ingenieros, abogados, notarios, etc.); empleados de la administración; y los
escalafones medios del ejército.

Por último, las clases bajas constituyen el grueso de la población española, con niveles muy
bajos de participación en la renta nacional y un bajo nivel de vida, lo que dará inicio al movimiento
obrero y las revueltas campesinas. Encontramos entre ellos: los campesinos (grupo más
numeroso), las clases populares urbanas (artesanos, tenderos, minoristas, empleados
domésticos) y los trabajadores industriales.

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6.3. El Sexenio democrático (1868-1874): La Constitución de 1869. Evolución política: gobierno
provisional, reinado de Amadeo de Saboya y Primera República.

Los últimos años del reinado de Isabel II se caracterizaron por una serie gobiernos autoritarios e
inestables en un contexto de creciente malestar social por la crisis económica y la represión. El
descontento social por el monopolio del partido moderado se suma al descrédito de la
monarquía, y se produce la con uencia de los partidos de la oposición a través del Pacto de
Ostende (1866) alrededor de dos principios: el n de la dinastía borbónica y la apertura de un
proceso constituyente basado en el sufragio universal.

Se produce un pronunciamiento militar en Cádiz acompañado de la constitución de Juntas


Revolucionarias; las tropas isabelinas son derrotadas en la batalla de Alcolea, provocando el
exilio de la reina. Este hecho da inicio al Sexenio democrático (1868-1874) y a la formación de un
gobierno provisional (1868-1870) constituido por los principales líderes: Sagasta, Prim, Ruiz
Zorrilla, Topete, Figuerola y liderado por Serrano. Entre las primeras medidas tomadas por el
Gobierno Provisional encontramos: convocatoria de Cortes constituyentes con sufragio universal
masculino, redactar un texto constitucional, instaurar libertades básicas y de culto, implementar
medidas librecambistas y la expulsión de los jesuitas.

Los partidos protagonistas de la época son los unionistas, los progresistas y los demócratas, que
forman la mayoría política en una coalición monárquico-demócrata. No obstante, también
encontramos una oposición compuesta por los carlistas y los republicanos. Durante este período
se redacta la Constitución de 1869, en la que se garantizan numerosos derechos y libertades del
ciudadano (expresión, reunión, inviolabilidad de la correspondencia). Además, la Constitución
declara la soberanía nacional y establece una clara división de poderes (legislativo, ejecutivo y
judicial). Se conforma, por tanto, una monarquía democrática con un sistema bicameral. Sin
embargo, la elección de un nuevo monarca será una de las mayores fuentes de disensión durante
el periodo del Gobierno Provisional.

Finalmente, tras descartar a otros candidatos, Amadeo de Saboya es seleccionado como nuevo
rey de España, propuesto por Prim y secundado por las Cortes. Su reinado (1870- 1873) tan solo
duró dos años y fue un período políticamente inestable con frecuentes con ictos. Cuando
Amadeo llega a España, lo primero que se encuentra es que su principal valedor, Prim, ha muerto
en un atentado. Además, tendrá que afrontar la oposición de los republicanos y de aquellos que
lo consideran un rey extranjero (especialmente los alfonsinos); a ello se suma la división de los
progresistas entre el partido constitucionalista y el partido radical. Por otro lado, encontramos
otros polos de con icto como: el inicio del movimiento obrero, la Tercera Guerra Carlista
(1872-1876) y la Guerra de Cuba (1868-1878). Ante esta situación, Amadeo abdica en febrero de
1873.

Con el nuevo fracaso de la monarquía y siendo impensable iniciar una nueva búsqueda de
monarca entre las dinastías europeas, las Cortes proclamaron la Primera República (1873- 1874)
con Figueras como presidente. Se trataría de un período inestable con cuatro presidentes, seis
gobiernos, dos guerras (la carlista y la cubana) y frecuentes movimientos de protesta social.
Además, sus principales di cultades fueron el poco apoyo que tenía el republicanismo y la
diversidad de corrientes y proyectos enfrentados entre sí. Así, encontramos dos tendencias entre
los republicanos federales: los transigentes, que querían conseguir el orden social y después
construir la República Federal “desde arriba”, y los intransigentes, que defendía la construcción
“desde abajo” y protagonizaron la insurrección cantonalista durante el gobierno de Pi y Margall.
Su Su sucesor, Salmerón, se limitará a restablecer el orden.

El último presidente, Castelar, realizó un giro hacia la derecha de la república y los anteriores
presidentes prepararon una moción de censura. Sin embargo, el general Pavía dio un golpe de
Estado (enero de 1874) para evitarlo y disolvió las Cortes. Se impuso entonces una nueva
república con Serrano al frente, la llamada república unitaria o dictadura del general Serrano. Ante
las alternativas en el sistema de gobierno (consolidación de la república o restablecimiento de la
monarquía), se produce el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto (diciembre
de 1874), por el que nalmente se inicia la Restauración Borbónica.

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BLOQUE 7: LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA: IMPLANTACIÓN Y AFIANZAMIENTO DE UN
NUEVO SISTEMA POLÍTICO (1874-1902)

7.1. La restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas del Castillo y el Turno de Partidos. La


Constitución de 1876.

El fracaso de la monarquía de Amadeo de Saboya y de la I República dejó abierto el escenario


político a nuevas vías, incluida la restauración de los Borbones con Alfonso XII. Con el
pronunciamiento militar de Martínez Campos, se instaura un nuevo régimen político de carácter
liberal-conservador: la Restauración Borbónica (1874-1931). Con ello se perseguían objetivos
como resolver el exclusivismo gubernamental de la etapa isabelina o asegurar la exclusión de las
clases sociales bajas de la vida política. Así pues, Antonio Cánovas del Castillo será el artí ce de
este sistema político. Ligado al sector menos reaccionario del partido moderado, su modelo
político es similar al de la Inglaterra victoriana, donde los partidos liberal y conservador colaboran
en la consolidación del Estado liberal. Su principal labor consiste en aglutinar en torno a Alfonso
XII un amplio frente conservador y facilitar la transacción política entre los partidos dinásticos.

El programa político de la causa alfonsina se plasmó en el Mani esto de Sandhurst (1874), en el


cual se establecen los fundamentos políticos de la Restauración; así, el nuevo régimen se abre a
todos los liberales que acepten la monarquía. Los principales grupos políticos (moderados,
progresistas, unionistas y algunos demócratas) aprobaron la Constitución de 1876 en unas Cortes
elegidas por sufragio universal masculino, aunque muy fraudulentas, con mayoría conservadora.
Esta constitución recoge las siguientes ideas fundamentales: el rey era un elemento fundamental
del nuevo sistema político e intervenía en el poder legislativo, podía convocar suspender y cerrar
cortes, y dispone por primera vez del mando directo de las Fuerzas Armadas; se establece la
soberanía compartida, como en la Constitución de 1845, y mantiene una declaración reducida de
los derechos de los ciudadanos, como en la de 1869; el catolicismo continúa como religión o cial
del Estado, pero se permiten otros cultos en el ámbito privado; por último, se instaura el sufragio
censitario, aunque Sagasta introducirá de nuevo el sufragio universal masculino en 1890.

Por otro lado, el régimen de la Restauración se encuentra marcado por dos aspectos: el turnismo
y el caciquismo. En primer lugar, el turnismo consiste en la alternancia pací ca en el poder de los
partidos dinásticos, con la consiguiente eliminación del recurso al pronunciamiento; el Pacto de
El Pardo (1885) establecerá el sistema de rotación en el poder. La dinámica era la siguiente: en
una situación de inestabilidad gubernamental la Corona convoca a gobernar al otro partido. A su
vez, emite un decreto de disolución de Cortes. Se preparan nuevas elecciones, manipuladas, que
constituyen una cámara que satisfaga al nuevo gobierno y a la oposición. En ocasiones, para
manipular las elecciones, se empleaban mecanismos como el “pucherazo” o el “encasillado”.
Esta sistema era bipartidista pues solo se turnaban dos partidos: el Partido Liberal-Conservador
(moderados, unionistas y algunos sectores católicos y progresistas) liderado por Cánovas del
Castillo, y el Partido Liberal-Fusionista (progresistas y algún unionista) encabezado por Sagasta.

En este contexto surge el caciquismo, que era la relación político-social que se establecía entre
un cacique y sus clientes. El cacique era un jefe local de un partido político que controlaba un
área electoral. Hacía uso de las instancias estatales para realizar favores y concesiones a sus
clientes. Su poder residía en el control y la utilización de la administración, pero también en tener
a su disposición las estructuras de dominación de las sociedades agrarias.

Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885), los gobiernos (principalmente del Partido
Conservador) llevaron a cabo medidas como la creación de una Comisión de Reformas Sociales
(1881-1883) y la promulgación de la Ley Electoral (1876) y de la Ley de Imprenta (1879). En 1885,
tras la muerte de Alfonso XII, se establece como regente María Cristina de Habsburgo-Lorena,
hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII en 1902. Durante el período de regencia se sintieron en
mayor proporción las medidas del Partido liberal, con iniciativas como la promulgación del
Código de Comercio (1885), la Ley de Jurado (1887), el Código Civil (1889) y la Ley del Sufragio
Universal (1890). Así pues, el turnismo se mantuvo durante toda la regencia, incluso durante la
Guerra de Cuba (1868-1878) y tras la muerte de Cánovas del Castillo (1897).

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7.2. La Restauración Borbónica (1874-1902): Los nacionalismos catalán y vasco y el regionalismo
gallego. El movimiento obrero campesino.

La Restauración Borbónica (1874-1931) se basó en el sistema político ideado por Antonio


Cánovas del Castillo, el turnismo, es decir, la alternancia entre el Partido Conservador y el Partido
Liberal. Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, el sistema se mantiene con la Regencia de María
Cristina (1885-1902). Así pues, encontramos una oposición al régimen político de la Restauración,
compuesta principalmente por las fuerzas políticas no integradas en el sistema.

En primer lugar, encontramos los movimientos antidinásticos, formados por los carlistas y los
republicanos. Los primeros, tras la derrota en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), quedaron
divididos en dos grupos, los que rechazaban el régimen frente a los que formaron un partido y
lucharon dentro de la legalidad. A su vez, los republicanos estaban en crisis, surgiendo varias
tendencias ideológicas que representan las viejas divisiones entre federalistas y unitarios.

En segundo lugar, encontramos los movimientos nacionalistas y regionalistas. Entre sus objetivos,
el más importante era la creación de instituciones propias o autonomía administrativa, y en
algunos casos lograr la independencia. Los más relevantes fueron:

El nacionalismo catalán que comienza con la “Reinaxenca”, movimiento intelectual y literario


basado en la recuperación de la lengua catalana. El catalanismo político será impulsado por
Valentí Almirall. Posteriormente, se forma la Unió Catalanista en 1891, que al año siguiente
aprobó un primer programa recogido en las Bases de Manresa, donde se reivindicaba el
establecimiento de un Estado federal donde Cataluña tuviese autonomía en política interior. El
verdadero impulso llegaría con la Crisis del 98 y la fundación de la Lliga Regionalista liderada por
Cambó y Prat de la Riba (1901). Además, el Catalanismo recibiría grandes apoyos de la burguesía
catalana, que veía el régimen de la Restauración contrario a sus intereses.

El nacionalismo vasco deriva del fuerismo y de la defensa de una religión muy tradicionalista, y es
producto de los problemas de modernización social, producidos por el choque de la sociedad
agraria tradicional con la industrialización. En este contexto, en 1895 Sabino Arana fundó el
Partido Nacionalista Vasco (PNV). La ideología de Arana tenía tres aspectos básicos: la raza
vasca, los fueros y la religión.

El regionalismo gallego tuvo su origen en el “Rexurdimento” que pretendía recuperar la cultura y


la lengua gallega; no obstante, tuvo un desarrollo más lento y un menor arraigo social. A nales
del siglo nacen movimientos galleguistas minoritarios con líderes como Brañas o Murguía,
fundadores de la Asociación Regionalista Gallega. Además, se dieron otros regionalismos como
el andaluz o el valenciano, aunque tuvieron menor peso político y social.

Por último, encontramos el movimiento obrero y campesino. Así pues, de forma paralela a la
consolidación del liberalismo, los trabajadores y campesinos fueron tomando conciencia de que
necesitaban formas de organización propias y que era necesario mejorar su situación laboral.
Surge así un nuevo tipo de con ictividad social que puso el acento en la lucha por la igualdad. En
un primer momento, las asociaciones obreras permanecieron en la clandestinidad hasta la
aprobación de la Ley de Asociaciones (1887), y se dividían en dos corrientes: anarquistas y
socialistas, aunque también encontramos organizaciones católicas como el Círculo Católico de
Obreros.

Los anarquistas se organizaron en la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE)


fundada en 1881, con altos niveles de a liación en Cataluña y Andalucía. Sin embargo, las
divisiones internas y la represión les condujo hacia un activismo sindical y reivindicativo, y una
minoría se radicalizó defendiendo la práctica de la acción directa.

El socialismo marxista se a anza en España con la creación del Partido Socialista Obrero Español
(PSOE), fundado por Pablo Iglesias en 1879, y la Unión General de Trabajadores (UGT) como
sindicato del partido. Su objetivo era mejorar las condiciones laborales de los trabajadores
mediante negociaciones con los burgueses, demandas al poder político y la huelga. Con un gran
arraigo en Madrid, Vizcaya y Asturias, PSOE y UGT fueron minoritarios hasta comienzos del siglo
XX en comparación con el anarquismo.

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7.3 El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos. La crisis de 1898 y sus
consecuencias económicas, políticas e ideológicas.

Tras la pérdida de la América continental a principios del siglo XIX, las únicas colonias españolas
eran las islas del Caribe, Puerto Rico y Cuba, junto con Filipinas en el Pací co Occidental y un
conjunto de islotes y pequeños archipiélagos dispersos por el océano.

En cuanto a la situación de las colonias, Cuba y Puerto Rico presentaban unos rasgos coloniales
muy peculiares: tenían una economía basada en la agricultura de exportación, principalmente
azúcar y tabaco; aportaban a la economía española bene cios debido a las leyes arancelarias
pero estaban privadas de toda capacidad de autogobierno. A su vez, en Filipinas la población
española era escasa, y los capitales invertidos no eran importantes. La relación con la metrópoli
se centró en la explotación de recursos agrarios y en la presencia de clérigos y misioneros.

En 1868 asistimos a los primeros movimientos independentistas en Cuba, con la sublevación


popular dirigida por Céspedes, luchando por la abolición de la esclavitud y la autonomía política.
La Guerra de los Diez Años (1868-1878), concluyó con la Paz de Zanjón, por la que el general
Martínez Campos se comprometió a dar a Cuba cierto autogobierno, pero los resultados fueron
escasos. Además, surgió el Partido Liberal Cubano (1878) representando sectores de la burguesía
criolla que buscaban más autogobierno, y posteriormente se funda el Partido Revolucionario
Cubano, cuyo principal objetivo era la independencia.

En 1895 estalló la Guerra hispanocubana con una nueva insurrección armada independentista en
Cuba, aunque la isla ya había dejado de depender económicamente de España. Su triunfo
supuso la sustitución de Sagasta por Cánovas, que envió al general Martínez Campos para
sofocarla, pero fue incapaz de hacerlo. En 1896 le sustituyó el general Weyler, quien impuso una
lucha antiguerrillera muy dura, lo que logró dar resultados pero no combatió la lucha armada. Con
la muerte de Cánovas en 1897, entra a gobernar el Partido Liberal de Sagasta, sustituyendo a
Weyler por el general Blanco. Así pues, proponen un nuevo proyecto de autonomía política para
las colonias. Por su parte, Estados Unidos estrecha relaciones con Cuba y Filipinas con motivo
de sus intereses económicos, y termina implicándose en el con icto.

En 1898 estalla el acorazado estadounidense “Maine” en el puerto de La Habana, lo que supuso


el inicio de la Guerra hispano-americana, desarrollada en el Caribe y Filipinas. La situación de
inferioridad de la armada española suscitó las negociaciones que culminaron en diciembre de
1896 con la rma del Tratado de París, por el que España reconocía la independencia de Cuba y
cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla Guam a Estados Unidos. En 1899, también entregará al
imperio alemán las islas Coralinas, las Marianas (excepto Guam) y Palaos.

La pérdida de las últimas colonias se conoce como el “Desastre del 98” y tuvo importantes
consecuencias:

En cuanto a la economía, la derrota supuso la pérdida del mercado colonial, iniciando una política
proteccionista. No obstante, la industria se recuperaría pronto y la repatriación a España de los
capitales situados en América propiciaron el desarrollo de la banca española.

También encontramos consecuencias ideológicas, pues se produjo una crisis de la conciencia


nacional la cual derivó en la aparición del regeneracionismo, que rechazaba el régimen político y
social de la Restauración y reclamaba un nuevo sistema que permitiera el progreso de España.
Entre sus representantes destacan Joaquín Costa y Valentín Almirall. Además, será tratado por
los literatos de la Generación del 98 (Unamuno, Azorín)

Las consecuencias políticas se resumen en una nueva propuesta de reforma y modernización: el


regeneracionismo político. En política internacional, España dejó de ser un Imperio, iniciando una
intervención en África.

Otros de los efectos políticos del desastre de 1898 fueron: el reforzamiento de los movimientos
nacionalistas en Cataluña y País Vasco, el avance de los partidos republicanos, la aceleración de
la crisis institucional del régimen de la Restauración, la pérdida de credibilidad de los dirigentes
políticos ante la opinión pública, la expansión del movimiento obrero y el incremento del
desprestigio de los militares.

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BLOQUE 8: PERVIVENCIAS Y TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN EL SIGLO XIX: UN
DESARROLLO INSUFICIENTE

8.1 Evolución demográ ca y movimientos migratorios en el siglo XIX. El desarrollo urbano

La España del siglo XIX experimentó importantes transformaciones sociales en la transición del
Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea. Dichas transformaciones están relacionadas con el
desarrollo del nuevo régimen liberal y los cambios económicos que se producirían en España a lo
largo del siglo.

Entre nales del siglo XVIII y nales del XIX la población española creció en torno a 9 millones de
habitantes, alcanzando en 1897 la cifra de 19 millones. No obstante, el crecimiento anual fue uno
de los más bajos de Europa, al tiempo que se mantenían rasgos típicos del comportamiento
demográ co tradicional: una elevada natalidad, pero con reducida esperanza de vida al nacer;
altas tasas de mortalidad, especialmente infantil; y frecuentes epidemias y crisis alimentarias, las
cuales eran especialmente graves al actuar en una sociedad tan desigual en renta, con higiene
pública precaria y sanidad de ciente. Además, la persistencia de la mortalidad estructural,
provocada por las enfermedades habituales, mantuvo la tasa de mortalidad infantil muy alta. En
términos generales, el moderado crecimiento demográ co fue más rápido en la periferia (con
excepción de Galicia) que en el centro; también lo fue en las zonas más desarrolladas y
urbanizadas que en las zonas agrarias. A su vez, en Cataluña las tasas de natalidad bajaron
signi cativamente, mientras en las Castillas y Andalucía se mantuvieron altas hasta el primer
tercio del siglo XX.

En cuanto a las migraciones internas, durante todo el siglo XIX la estructura de la población
española seguía dominada por el peso de la economía agraria. Sin embargo, a partir de mitad de
siglo hay una tendencia al incremento de la actividad industrial (17% alrededor de 1870). Con
ello, crecen la movilidad espacial y la urbanización. No obstante, el éxodo rural obedecía más a la
escasez de oportunidades en el campo que a la oferta de trabajos en las ciudades. Así pues, a
partir de 1860 encontramos desplazamientos signi cativos del campo a la ciudad, cuyos destinos
son Madrid (debido a su capitalidad político-administrativa), Barcelona y el País Vasco (creciente
desarrollo industrial).

Por otro lado, las migraciones externas (fundamentalmente transoceánicas) tuvieron como
destino prioritario Cuba, Argentina, Uruguay y Paraguay. La mayor parte de los emigrantes
procedían de Galicia, Asturias, Cataluña y Canarias. Estas migraciones fueron de carácter
netamente económico y estuvieron protagonizadas por trabajadores. Así pues, aumentaron
signi cativamente a partir de 1860, alcanzando su máximo en el cambio de siglo.

A su vez, el incremento de la urbanización en España fue claramente inferior a la media de Europa


occidental. Su impulso estuvo determinado por la industrialización, las desamortizaciones (que
favorecieron el éxodo rural) y los efectos político-administrativos de la reorganización provincial
liberal. Entre 1850 y 1900, España duplicó su población urbana, siendo especialmente
signi cativo el crecimiento de las capitales de provincias. Pero tan solo Madrid, Barcelona,
Valencia, Sevilla y Málaga superaron los 100.000 habitantes. No obstante, las formas de vida
rurales continuaron siendo mayoritarias entre la población española.

Junto a la industrialización, asistimos a una auténtica transformación de las ciudades españolas.


Los efectos de la desamortización de los bienes de la Iglesia en las ciudades fueron
determinantes para la recon guración del paisaje urbano decimonónico. A ello se suma el
incremento de la población urbana y los problemas de habitabilidad e higiene, que también
estimularon las reformas urbanísticas de la segunda mitad del siglo XIX. Así, se comenzó a
generalizar el alumbrado, el empedrado, el alcantarillado y la conducción de aguas potables en la
mayoría de las capitales de provincias. La trama urbanística fue alterada signi cativamente por
derribo de las murallas y la creación de zonas de ensanche. Las reformas se basaron en tres
ideas fundamentales: el trazado geométrico, la diferenciación de las distintas zonas según su
función y la división espacial de carácter clasista. Así, la reforma urbanística más emblemática fue
el ensanche de Barcelona, obra de Ildefonso Cerdá y puesto en marcha en 1860.

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8.2 La revolución industrial en la España del siglo XIX. El sistema de comunicaciones: el
ferrocarril. Proteccionismo y libercambismo. La aparición de la banca moderna.

La Revolución Industrial en España progresó a un ritmo intenso entre 1830 y 1860, aunque con
atraso relativo con respecto a Europa occidental, el cual se podría explicar por la muy limitada
demanda interna de productos industriales y por el estado de la estructura industrial española (de
poco tamaño, baja productividad y carente de mercados exteriores). En el plano regional cabe
destacar la industria algodonera en Cataluña, pionera en la implantación del sistema de fábrica; la
mecanización supuso un incremento acusado de la productividad y un descenso de los precios
de venta de mercancía, que, a su vez, estimuló la demanda. Si bien en Cataluña se produjo un
desarrollo de las fábricas, no desaparecieron los pequeños talleres y el trabajo a domicilio, sino
que se complementaban entre sí, permitiendo una perfecta adaptación a los ritmos de demanda
de tejidos. Así pues, la industria algodonera catalana monopolizó el mercado nacional, aunque
encontró límites para ser competitiva internacionalmente, como la carencia de recursos naturales
y fuentes de energía, lo que obligaba a importar el carbón.

A su vez, en el último cuarto del siglo XIX se desarrolló la industria siderúrgica vizcaína, la cual
tuvo una gran importancia al establecerse un intenso intercambio comercial de hierro vizcaíno por
coque galés. Además, a partir de la industria siderúrgica en el País Vasco se creó una red de
empresas de construcciones mecánicas y navales. También encontramos otros intentos de
expansión del sector siderúrgico: la siderurgia malagueña (1830-1864) y la siderurgia asturiana
(1864-1879). En general, las di cultades del desarrollo de esta industria residían en la inexistencia
de carbón mineral abundante y de calidad en España, y en la escasa demanda de productos
siderúrgicos nacionales. También encontramos cierto desarrollo industrial en Valencia debido al
auge de la agricultura comercial, que favoreció inversiones y capitalización en otros sectores
como el químico, incentivado por los abonos, y el metalúrgico, incentivado por las máquinas para
el campo. Además, es importante mencionar otras industrias que tuvieron relevancia en España
como la agroalimentaria, la papelera y la minera.

En cuanto a las comunicaciones, hasta 1857 no hubo un plan general de carreteras a cargo del
Estado, por lo que el ferrocarril fue la alternativa a la muy de ciente red de caminos y canales. En
1848 se inauguró la primera línea peninsular entre Mataró y Barcelona. No obstante, en 1855 sólo
funcionaban 475 kilómetros de vías férreas. La expansión de la red ferroviaria fue debido a la Ley
General de Ferrocarriles de 1855, que diseñaba un plan de estructura radial con centro en
Madrid. De esta manera, los kilómetros de red ferroviaria se multiplicaron casi por ocho entre
1857 y 1867. Este rápido crecimiento no se habría producido sin el apoyo del Estado a través de
legislaciones y subvenciones, ni sin el ujo masivo de capital y tecnología extranjera,
especialmente franceses, aunque con una importante aportación de capital español.

Por otro lado, desde 1820 España venía practicando una política proteccionista, donde las leyes
favorecían la producción nacional a través de la prohibición de la importación de productos del
exterior. La ausencia de competencia extranjera causó comportamientos escasamente
innovadores por parte de los propietarios agrícolas e industriales y propició el alto precio de los
productos. De esta manera, aparece la defensa del librecambismo por parte de los sectores
ligados a la actividad comercial, pero también de los ligados a una agricultura más intensiva y
exportadora. Se implanta así el Arancel de Figuerola en 1869, con el que se pretendía abrir el
mercado interior para potenciar las innovaciones técnicas, reducir los precios y estimular la
demanda.

A su vez, durante el Bienio progresista (1854-1856) se reguló un nuevo ordenamiento bancario


con el que se pretendía ampliar el número de bancos de emisión (que emitían billetes), así como
permitir la entrada de capital extranjero. Así, la banca moderna facilitaría el ahorro y la inversión
en los sectores productivos. También se reguló la creación de compañías nancieras dedicadas a
la actividad industrial, aunque pocas de ellas estuvieron interesadas en inversiones productivas.
El panorama empresarial estaba dominado por la pequeña y mediana industria, que estaba
acostumbrada a auto nanciarse y que basaba su desarrollo en la explotación de la fuerza de
trabajo más que en una tecnología más productiva.

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BLOQUE 9: LA CRISIS DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN Y LA CAÍDA DE LA
MONARQUÍA (1902-1931)

9.1 Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos. Las
fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas.

Alfonso XIII accedió al trono el 17 mayo de 1902, de forma que en España se albergaban
esperanzas de que el monarca encabezara políticas de carácter regenerador. Sin embargo, el
intervencionismo constante en la vida política ordinaria y las luchas internas de los partidos
dinásticos serán unos de los grandes problemas del reinado.

Entre 1902 y 1905 hubo cinco gobiernos conservadores y de 1905 a 1907, seis liberales. Para
conseguir cierta estabilidad, los partidos buscan reforzarse eligiendo nuevos líderes fuertes:
Antonio Maura en el Partido Conservador y José Canalejas en el Partido Liberal, con ideas
regeneracionistas.

El objetivo de Maura era emprender una “revolución desde arriba”, es decir, hacer reformas
políticas por iniciativa del propio Gobierno sin alterar las bases del régimen. Su principal obra
política se llevó a cabo durante el “gobierno largo” (1907-1909), con algunas medidas como: la
nueva Ley electoral (1907), para acabar con la corrupción en el sistema de elecciones; eliminar el
caciquismo y activar la movilización ciudadana; modernizar el poder local a través de Ley de
Administración Local (1907). La obra política de Maura, reformista y autoritaria, quedó bloqueada
tras la Semana Trágica de Barcelona: los sucesos se iniciaron cuando el gobierno reclutó
soldados con destino a Marruecos. Las organizaciones obreras convocaron una huelga general
de protesta en Barcelona, que degeneró en un motín que duró una semana. La dura represión
con ejecuciones acarreó críticas internacionales y una campaña de desprestigio, provocando la
dimisión de Maura.

Las propuestas más avanzadas, encaminadas hacia la democracia, parten de Canalejas, que
gobernó entre 1910 y 1912. Este, frente al autoritarismo de Maura, apuesta por medidas como un
papel intervencionista del estado en materia social y laboral (jornada de trabajo, prestación de
seguridad social) y la secularización de la vida política con la Ley del Candado (1910); además,
aprobó la Ley de Reclutamiento (1912) que establecía el servicio militar obligatorio en época de
guerras. El asesinato de Canalejas en 1912 a manos de un anarquista provoca la desarticulación
política del régimen de la Restauración; esto también estuvo in uido por el peso de la sociedad
de masas y la inestabilidad de los partidos dinásticos, que sufrían una gran crisis de liderazgo y
de relación entre ellos.

Al margen de los partidos dinásticos, encontramos una oposición compuesta por las siguientes
fuerzas: en primer lugar, el republicanismo español, se encuentra dividido en dos sectores: el
Partido radical de Lerroux, con carácter populista, anticlerical y un fuerte arraigo entre la
juventud; y el Partido Reformista de Melquiades Álvarez y Gumersindo de Azcárate, más
moderado, que colaboró con el régimen monárquico pero defendía reformas sociales y
regeneración democrática; en segundo lugar, los nacionalismos periféricos lograron tener una
mayor representación parlamentaria y local. Los catalanes se organizaron en la Liga Regionalista,
encabezada por Cambó, cuyas propuestas se basaban en la reivindicación de la autonomía para
Cataluña y llevar a cabo una reforma conservadora y elitista, pero e caz, de la administración del
Estado. La Lliga acabó con la hegemonía de los partidos dinásticos en Cataluña y logró la
creación de la Mancomunidad de Cataluña, que se encargó de fundar instituciones educativas y
centros técnicos. Por su parte, el nacionalismo vasco seguía representado principalmente por el
PNV, que se apoyaba en la burguesía bilbaína, ultraconservadora, que creó su propio sindicato:
Solidaridad de Obreros Vascos.

Por último, encontramos el movimiento obrero, dividido en dos corrientes. La corriente socialista,
liderada por Julián Besteiro y Largo Caballero, está representada por la UGT (vinculada al PSOE)
y tiene una orientación reformista y moderada. Se a anzó en Madrid, Vizcaya y Asturias, donde
promovieron la creación de centros obreros que desembocaron en Casas del Pueblo. A su vez,
los anarcosindicalistas se organizaron a partir de 1910 en la Confederación Nacional del Trabajo
(CNT) liderada por Salvador Seguí y Ángel Pestaña; se caracterizaba por su independencia
política, su carácter revolucionario y la práctica de la acción directa. La a liación fue muy elevada
entre 1919 y 1939, con especial fuerza en Cataluña y Andalucía.

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9.2 La intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España. La
crisis de 1917 y el trienio bolchevique.

La primera etapa del reinado de Alfonso XIII estuvo marcada por el intento de regeneracionismo
del país. Sin embargo, la muerte de Canalejas en 1912 abriría un periodo de inestabilidad hasta la
dictadura de Primo de Rivera (1923).

Así pues, el comienzo de la Primera Guerra Mundial dio un ligero respiro a los problemas políticos
y produjo una engañosa euforia económica, pues España se bene ció de su neutralidad con un
incremento repentino de la exportación de bienes manufacturados a los países en guerra. Si bien
la guerra estimuló la economía, sus efectos sociales fueron muy dispares: aumentó la producción
agrícola e industrial; la oligarquía y la burguesía empresarial se vieron favorecidos por los
altísimos bene cios; se produjo un crecimiento imparable de los precios, aunque también la
escasez de algunos artículos de primera necesidad; por último, las tensiones sociales se
acentuaron al nalizar la guerra, pues el descenso de ventas provocó el cierre de fábricas y el
aumento de desempleados.

Por otro lado, en este contexto se produce la crisis de 1917, en verano de ese mismo año, que
comprende los siguientes sucesos:

En primer lugar, encontramos un con icto en el ejército con la escisión entre los militares
“africanos” y “peninsulares”, y también se produjo un rechazo al sistema de ascensos. Así, el
ejército comenzó a organizarse en Juntas de Defensa dirigidas por mandos intermedios. Sus
reivindicaciones tenían un corte corporativo pero estaban teñidas de tintes regeneracionistas;
solicitaban mejoras presupuestarias y convocatorias de Cortes constituyentes. Además, el
gobierno admitió sus peticiones y promulgó la Ley del Ejército en 1918, reforzando el papel de los
militares.

En segundo lugar, en julio de 1917 la Liga convocó la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona,


compuesta por catalanistas, republicanos y socialistas que trataba de encauzar las demandas
militares y evitar un estallido revolucionario. Pretendían formar un gobierno provisional y convocar
Cortes constituyentes. El objetivo de fondo era combatir el peso de las oligarquías, romper el
turnismo y convertir el Parlamento en centro de la política.

En tercer lugar, la in ación estaba provocando una fuerte tensión social y el descontento del
sector obrero. Ante la intransigencia de la patronal, la UGT y la CNT convocan una huelga general
en agosto de 1917. Para combatirla, el gobierno recurrió al ejércitolos miembros del comité de
huelga, entre ellos Largo Caballero y Besteiro, fueron condenados a cadena perpetua.

A partir de 1917, los con ictos sociales y políticos fueron más recurrentes por varias razones: la
resonancia de la Revolución Rusa en toda Europa, el crecimiento del sindicalismo y la situación
de miseria del campesinado. Así, el Trienio bolchevique hace referencia a las agitaciones
sucedidas entre 1918 y 1920, especialmente las movilizaciones campesinas que consiguieron el
control de algunos ayuntamientos y ocupar y repartir tierras. El gobierno reaccionó con una dura
represión y se declaró el estado de guerra. A la vez se dieron movilizaciones obreras en las
ciudades llegando al culmen con la huelga decretada por la CNT de La Canadiense (1919), que
acabó con la victoria de los trabajadores y el establecimiento de la jornada laboral de 8 horas.

En cuanto a la cuestión de Marruecos, la pérdida de las colonias en 1898 trató de reemplazarse


con la formación de un imperio colonial en África. La ocupación española de territorio marroquí se
reducía a una estrecha franja del norte y estaba compartida con Francia, que tenía la principal
responsabilidad en el protectorado. Así, las zonas de in uencia española fueron establecidas en
la Conferencia de Algeciras (1906) y en posteriores acuerdos bilaterales con Francia. La
ocupación del territorio encontró fuertes resistencia en las tribus del Rif, lo que lo convirtió en un
foco de guerra permanente entre 1909 y 1927. Ya en 1909 se produjo el estallido de la Semana
Trágica en Barcelona, a causa de la oposición popular al embarque de tropas con destino a
Marruecos. En 1921 tuvo lugar el desastre de Annual, en el que las tropas rifeñas de Abd El Krim
derrotaron totalmente a las tropas españolas. Tras el fracaso militar, el gobierno acordó instruir un
informe, el “Expediente Picasso”, que acusaba de negligencia a decenas de mandos militares y
que alcanzaban hasta al rey. Todo ello provocó un gran malestar en el ejército, lo que suscitó el
golpe de Estado de Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923, iniciando una dictadura militar.

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9.3 La dictadura de Primo de Rivera. El nal del reinado de Alfonso XIII.

La llegada al poder de Primo de Rivera tuvo lugar en septiembre de 1923, tras un


pronunciamiento militar no combatido por el gobierno, aceptado por el rey y recibido de manera
pasiva o indiferente por la opinión pública, contando con especial apoyo de la Iglesia, de la
oligarquía, del empresariado catalán y de las clases medias acomodadas. El golpe de Estado no
buscaba solo una salida al problema marroquí, sino también modi car la naturaleza del sistema
político liberal y resolver cuestiones de orden público.

Desde septiembre de 1923 hasta diciembre de 1925, Primo de Rivera accedió al gobierno al
frente de un Directorio Militar, que inicialmente iba a ser provisional pero nalmente se mantuvo.
El directorio era un órgano asesor, ya que Primo de Rivera concentraba en su persona toda la
capacidad ejecutiva y la relación con el monarca. Así pues, entre las medidas del directorio se
encuentran la desmantelación del caciquismo y la sustitución de gobernadores civiles por
militares. El régimen defendía el nacionalismo de Estado, suprimiendo la Mancomunidad de
Cataluña en 1925 y restringiendo el empleo de lenguas propias. En cuanto al problema de
Marruecos, Primo de Rivera defendía una postura “abandonaste” frente a los africanistas, pero
Abd el-Krim interpretó cualquier negociación como debilidad y comenzó a expandirse. Esto les
motivó a atacar la zona de soberanía francesa, pero la alianza de las fuerzas franco- españolas
propició el desembarco en Alhucemas en 1925 y la rendición de Abd el-Krim en 1927. Por último,
el directorio trató de intervenir en los problemas de orden público, y para ello adoptó medidas
represivas contra las organizaciones obreras (especialmente la CNT) y creó el Somatén Catalán,
pero intentó un acercamiento con los socialistas. Estos monopolizaron la representación obrera
en los comités paritarios, y Largo Caballero se integró en el Consejo de Estado.

A nales de 1925 se constituye el Directorio Civil hasta 1930, gobierno compuesto por militares,
que se ocupan de asuntos políticos y de orden público, y civiles, que se encargan de ámbitos
técnicos y de gestión (por ejemplo, Calvo Sotelo en Hacienda). Su objetivo en esta etapa fue
construir un régimen inspirado en el fascismo italiano. Así pues, este periodo se encuentra
marcado por tres aspectos. En primer lugar, el intento de institucionalización política, defendiendo
la existencia de un partido único, la Unión Patriótica. Proponían también una representación de
carácter corporativo y de elección indirecta, creando la Asamblea Nacional Constitutiva en 1927,
la cual dependía exclusivamente del gobierno. En segundo lugar, encontramos el nacionalismo
económico y el intervencionismo. Se apoyó la producción interior para evitar la dependencia
externa, se creó el Consejo de Economía Nacional, se continuó con la modernización del
ferrocarril, se crearon las Confederaciones Hidrográ cas y la dictadura concedió monopolios para
la explotación de ciertos productos (Compañía Telefónica o CAMPSA). Por último, encontramos
una política social corporativa, de forma que la dictadura intervino en las relaciones laborales con
el objetivo evitar la con ictividad social. Para ello, se creó la Organización Corporativa Nacional
(1926) y se promulgó el Código de Trabajo (1926), todo ello gracias a la colaboración de UGT con
la dictadura.

A partir de 1928, la fortaleza del régimen de Primo de Rivera comenzó a debilitarse. Este
comenzó a perder apoyo entre los sectores sociales y sus relaciones con el rey se fueron
enfriando. La verdadera caída del dictador se produjo en enero de 1930, debido a factores como
la crisis económica de 1929, la retirada de su apoyo a la derecha, el crecimiento del
republicanismo o el paulatino alejamiento del PSOE. En de nitiva, el régimen de Primo de Rivera
se hallaba socialmente aislado, ideológicamente deslegitimado y sin el apoyo del monarca, lo que
le obligó a dimitir.

Tras la caída de la dictadura, el rey trató de restablecer turnismo anterior y para ello encargó
formar gobierno al general Berenguer; tras su dimisión le sustituye el almirante Aznar, quien
convoca las elecciones Municipales de 1931. Así pues, en agosto de 1930 se había celebrado el
Pacto de San Sebastián, donde las fuerzas opositoras constituyeron un Comité Revolucionario y
pergeñaron la estrategia para poner n a la monarquía. De esta manera, las elecciones del 12 de
abril de 1931 constituyeron un verdadero plebiscito entre monarquía y república, pues en 41
capitales de provincia la mayoría de concejales eran favorables al régimen republicano. Este
hecho condujo a la renuncia al trono de Alfonso XIII, así como la toma del poder por parte del
gobierno provisional de la República.

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BLOQUE 10: LA SEGUNDA REPÚBLICA. LA GUERRA CIVIL EN UN CONTEXTO DE CRISIS
INTERNACIONAL.

10.1 La proclamación de la Segunda República. La Constitución de 1931. El bienio reformista


(1931-1933).

La II República (1931-1936) se proclama el 14 de abril de 1931, como consecuencia de los


resultados favorables a la Coalición Republicano-Socialista en las elecciones municipales. La
razón profunda estaba en la crisis política que el régimen de Primo de Rivera había supuesto para
la monarquía de Alfonso XIII. El objetivo principal del nuevo gobierno era la convocatoria de unas
elecciones de carácter constituyente que se celebraron en el mes de junio. Además, la
proclamación de la República permitió el acceso al poder del Comité Revolucionario, que se
convirtió en el Gobierno Provisional. Así pues, su composición re ejaba el Pacto de San
Sebastián de 1930 (Lerroux, Azaña, Largo Caballero,…) y estaba presidido por Alcalá-Zamora.

El 28 de junio tuvieron lugar las elecciones a Cortes, con la victoria de la Coalición Republicano-
Socialista. La primera tarea de las nuevas Cortes fue la elaboración la Constitución de 1931 que
reconocía España como una república democrática de trabajadores. Así pues, se establecía un
sistema unicameral con iniciativa legislativa, así como la división de poderes, y aparece la gura
de presidente de la República, era encargado de nombrar al Jefe de Gobierno. La Constitución
estuvo marcada por la introducción de medidas de carácter progresista: se aprobaron la libertad
de cultos, el matrimonio civil, la aconfesionalidad del Estado y el derecho al voto de la mujer
gracias a guras como Clara Campoamor.

Azaña accedió a la presidencia del gobierno en octubre de 1931, después de la dimisión de


Alcalá-Zamora y Miguel Maura ante la solución dada por las Cortes a la cuestión religiosa.
Aprobada la Constitución, se acordó la continuidad de las Cortes constituyentes, así como la
designación de Alcalá-Zamora como Presidente de la República. De esta manera, el nuevo
ejecutivo descansaba en una alianza entre los republicanos de izquierda y los socialistas.

El Bienio Reformista (1931-1933) comprende el gobierno de coalición republicano-socialista, que


fue el más estable de la República y el responsable de las principales acciones de reforma del
régimen. La política educativa y cultural de la República se centró en la duplicación de escuelas
primarias, la creación de Misiones Pedagógicas, la expansión universitaria y la prohibición de
ejercer la enseñanza a las congregaciones religiosas. Se trató de alcanzar el equilibrio
presupuestario y el saneamiento económico de la Hacienda. También se amplió la legislación
social y laboral con la Ley de Contratos de Trabajo y la Ley de Jurados Mixtos (1931). En cuanto
al ejército, se promulgó la Ley de Retiro (1931) para reducir el número de o ciales, se derogó la
Ley de Jurisdicciones y se suprimió la Academia General de Zaragoza. No obstante, la Ley de la
Reforma Agraria (septiembre de 1932) se centró en regiones latifundistas; trataba de lograr una
mejora técnica y redistribuir la tierra mediante la expropiación con indemnización de ncas de
labranza no explotadas directamente por sus propietarios, para el posterior asentamiento de
labradores en régimen de arriendo. De su puesta en práctica se encargaría el IRA, aunque los
resultados de la reforma fueron escasos.

Por otro lado, la Constitución de 1931 reconocía la posibilidad de que determinadas regiones
pudieran elaborar un Estatuto de autonomía y organizar su propio gobierno dentro de un Estado
integral. ERC logró la instauración del Estatuto de autonomía catalán con un apoyo aplastante en
Cataluña y nalmente será aprobado en Cortes en septiembre de 1932. La autonomía vasca
presentaba una mayor oposición y, a pesar de la persistencia del PNV, el Estatuto no logró ser
aprobado en todas las provincias vascas. En Galicia, la autonomía gallega no llegó a concretarse
durante la II República.

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Desde nales de 1932 el gobierno comenzó a sufrir la oposición parlamentaria del Partido
Radical, al que se agregaron otras fuerzas como la Confederación Española de Derechas
Autónomas (CEDA) liderada por Gil-Robles; se trataba de un partido de masas defensor de la
religión y la propiedad, pero accidentalista, pues su objetivo era modi car la Constitución sin
importar la forma de gobierno. No obstante, el principal problema provino de los con ictos
extraparlamentarios como el intento de golpe de Estado del general Sanjurjo (agosto de 1932) y
la línea revolucionaria de la CNT con varios episodios insurreccionales como el de Casas Viejas
(Cádiz) en enero de 1933. Desde junio de 1933 la posición del gobierno era muy difícil por la
abundancia de con ictos sociales, la reorganización política de la derecha y la falta de con anza
de Alcalá-Zamora en el gobierno. Así, en septiembre, este le otorga la con anza primero a
Lerroux, y más tarde a Martínez Barrio, con el objetivo de convocar nuevas elecciones generales.

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10.2 El gobierno radical cedista (1933-1935). La Revolución de Austrias. El Frente Popular, las
elecciones de 1936 y el nuevo gobierno.

El Bienio reformista (1931-1933) de la Segunda República (1931-1936) llega a su n con las


elecciones de noviembre de 1933. En ellas, los republicanos y socialistas perdieron muchos
representantes mientras que la CEDA de Gil-Robles creció muy signi cativamente, a la vez que la
polarización social y política aumentaba.

Dentro de este nuevo periodo, denominado Bienio radical-cedista (1933-1935), los primeros
gobiernos fueron ocupados por Lerroux y Samper, del partido radical, con el apoyo de la CEDA.
Su programa político trataba de recti car o suspender las reformas del periodo anterior: se
modi có la política religiosa, se bloqueó la reforma agraria

Por otro lado, se produjo un fuerte crecimiento de la con ictividad social protagonizada por la
UGT, llevando en junio de 1934 a una importante huelga campesina en Andalucía y Extremadura.
A su vez, la CEDA presionaba para entrar en el gobierno, y esa posibilidad desde la izquierda se
veía como el triunfo del fascismo. No obstante, Lerroux concedió tres ministerios a miembros de
la CEDA. En consecuencia, los socialistas convocaron una huelga general revolucionaria el 5 de
octubre de ese mismo año. Sin embargo, tan solo Asturias desembocó en una revolución de
carácter armado (Revolución de Asturias). El objetivo era la toma del poder por parte del PSOE
para desplazar a la derecha y poder aplicar un programa de carácter revolucionario. El éxito inicial
fue total, pero el gobierno encomendó combatir la rebelión a unidades de élite del ejército traídas
de África, que ejercieron una brutal represión sobre los insurrectos y la población civil. A su vez,
en Cataluña la sublevación tuvo una naturaleza muy distinta, pero el 6 de octubre Companys
proclamó el Estado catalán de la República Federal española. Sin embargo, la rebelión fue
abortada en pocas horas, los principales dirigentes políticos fueron detenidos y se suspendieron
las instituciones autonómicas catalanas.

Los sucesos de octubre reforzaron el papel de la CEDA en el gobierno. A su vez, los partidos
republicanos de izquierda se agruparon en dos grandes bloques: la Izquierda Republicana (IR),
liderada por Azaña, y la Unión Republicana (UR), liderada por Martínez Barrio. La segunda etapa
del Bienio radical-cedista (1934-1935) estuvo presidido por Lerroux y Chapaprieta, pero la
in uencia de la CEDA fue mayor al entrar Gil-Robles en el Ministerio de Guerra. Además, los
gobiernos radicales, cada vez más inestables, se vieron afectados por dos escándalos de
corrupción. Tras el último gobierno radical en diciembre de 1935, Alcalá-Zamora rechazó la
posibilidad de dar el gobierno a Gil- Robles. En su lugar, llamó a un independiente de con anza al
gobierno, para que organizara la convocatoria de nuevas elecciones.

Estas elecciones tuvieron lugar en febrero de 1936, con una participación electoral del 70%. Se
presentaron dos grandes bloques: el “frente de la contrarrevolución”, nucleado en torno a la
CEDA, cuyo objetivo era la reforma de la Constitución, y el Frente Popular, en el que participaron
IR, UR, ERC, Partido Galeguista, PSOE, PCE y POUM con el objetivo de recuperar la línea de
actuación del Bienio reformista. Así pues, las candidaturas del Frente Popular obtuvieron la
victoria por un estrecho margen de votos, y se produjo la desaparición del Partido Radical. Antes
de la segunda vuelta, Azaña constituyó un gobierno estrictamente republicano, sin participación
de los socialistas, y tomó medidas como la liberación de los presos, el restablecimiento de las
instituciones autonómicas catalanas y la recuperación de la reforma agraria. Además, se produjo
la destitución de Alcalá-Zamora, acusado de actuar inconstitucionalmente al autorizar dos veces
la disolución de Cortes. En mayo, Azaña fue elegido como Presidente de la República, pero su
apuesta por dejar el gobierno a Indalecio Prieto chocó con el veto del PSOE, lo que condujo a la
elección de Casares Quiroga como Presidente del Gobierno.

Por otro lado, UGT y CNT actuaron con mayor unidad, lo que produjo una importante
movilización obrera y numerosas huelgas. En la derecha, grupos como Falange Española y
Bloque Nacional descon aban cada vez más de las tácticas parlamentarias de la CEDA. Todo ello
desembocará en una lucha callejera con cientos de asesinatos, incendios de iglesias y
escaramuzas. En el ejército, una parte de los mandos conspiran contra el gobierno del Frente
Popular. Finalmente, los asesinatos de José del Castillo y Calvo Sotelo precipitarán la sublevación
militar del 17 de julio de 1936 que dará comienzo a la Guerra Civil.

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10.3 La Guerra Civil: sublevación militar y el estallido de la guerra. La dimensión internacional del
con icto.

La Guerra Civil (1936-1939) fue el resultado de una combinación de factores (desigualdades


sociales, radicalización ante la religión y el clero, violenta confrontación de ideologías opuestas)
que provocaron una profunda división de la sociedad española.

La conspiración antirrepublicana estaba formada por un amplio sector del ejército que veía
amenazados sus intereses corporativos, sus intereses de clase y su concepción tradicional de
España y del orden social. Así, militares de alta graduación formaron una Junta Militar presidida
por Sanjurjo, de la que formaban parte Goded, Franco, Mola, Fanjul, y más tarde se unieron
Queipo de Llano y Cabanellas. El ejército se impuso como columna vertebral de la sublevación:
tradicionalistas, falangistas y alfonsinos quedaron subordinados a él y, aunque la CEDA no se
involucró, Gil-Robles estaba informado. Además, el asesinato de Calvo Sotelo, será uno de los
detonantes de la sublevación.

El 17 de julio se inició la rebelión militar en Melilla extendiéndose por todo el protectorado


español en Marruecos. No triunfó en amplias zonas porque los golpistas se toparon con
resistencia ofrecida tanto por partidos y sindicatos, como también fuerzas policiales y militares
leales a la República. El día 19, Franco aterrizó en Tetuán (desde Canarias) y se puso al frente de
las tropas africanas, lo que le dio un inmenso poder, por ser las tropas mejor preparadas del
ejército. Así, el día 21 el bando sublevado (que se llamó a sí mismo bando nacional) dominaba
territorios entre los que se encuentran Canarias, Galicia, Álava, Navarra, Castilla La Vieja-León y
las ciudades de Sevilla, Córdoba, Cádiz y Granada. Sin embargo, el golpe fracasó en regiones
como Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa (donde fue determinante la actitud del PNV), Cataluña,
Levante y la mayor parte de Castilla la Nueva y Andalucía. En Madrid y Barcelona las
organizaciones obreras, junto a las fuerzas del ejército y seguridad leales al régimen, reprimieron
la sublevación tras violentos combates. De esta manera, el fallido golpe de Estado dividió España
en dos zonas, comenzando la guerra.

Por otro lado, la sublevación militar produjo la quiebra del Estado aunque algunas de sus
instituciones funcionaran formalmente. Azaña seguía siendo presidente de la República y José
Giral formó gobierno con partidos republicanos. Por su parte, las organizaciones obreras, que
habían conseguido que el gobierno les proporcionara armas, eran las dueñas de la situación, y se
organizaban a través de juntas y consejos recién constituidos. La organización militar quedó
prácticamente desmantelada y su poder fue reemplazado por las milicias populares.
Económicamente, los republicanos dominaban las grandes ciudades del país, las regiones
industriales y mineras, y controlaban los recursos nancieros.

En la España sublevada, no existió después del golpe un poder único. Cada general ejerció su
autoridad con plena autonomía que no afectó a las estructura jerárquica y disciplinada del
ejército. Militarmente, contaban también con numerosas milicias falangistas y carlistas o
requetés. Así pues, la zona nacional apenas disponía del 20% de la producción industrial del
país, aunque sí contaba con el 70% de los recursos agrícolas.

Los dos bandos buscaron desde el principio apoyo internacional, recibiendo, sobre todo, armas y
soldados. Con todo, la ayuda al bando sublevado fue más regular y cuantiosa. Francia y Gran
Bretaña impulsaron una política de neutralidad y no injerencia; o cialmente se sumaron a él
Alemania, Italia, Portugal, Bélgica y la URSS, formando el Comité de No- Intervención, que fue
inoperante. Así pues, el bando republicano fue respaldado por México y la URRS. El apoyo de
esta última en armamento y recursos fue fundamental y el gobierno lo pagó con el oro del Banco
de España. Francia, por su parte, suministró armas de forma clandestina. Además, 60.000
voluntarios extranjeros lucharon en las Brigadas Internacionales, muchos de los cuales eran
comunistas. Por otro lado, el bando sublevado recibió apoyo de la Alemania de Hitler (Legión
Cóndor), la Italia de Mussolini y el Portugal de Salazar. Las dos primeras realizaron un aporte
intendente sin que los “nacionales” tuvieran que pagar. También fue abastecido de
abundante petróleo por la TEXACO y de camiones vendidos por General Motors y Ford,
empresas estadounidenses que apoyaron a los sublevados. De esta manera, la Guerra Civil paso
al primer plano del escenario internacional. En ella se vislumbraba la pugna entre fascismo,
comunismo y democracia.

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10.4 Fases militares de la Guerra Civil. La evolución política y económica en las dos zonas.
Consecuencias económicas y sociales de la guerra. Los costes humanos.

Tras el fracaso del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, se inicia el enfrentamiento entre dos
ejércitos divididos, el sublevado y el leal a la República, en una guerra civil que durará tres años y
dividirá España en dos zonas. En ella podemos distinguir varias fases militares:

La primera fase (julio 1936 marzo 1937) corresponde a la lucha por Madrid. El objetivo prioritario
de los sublevados fue tomar Madrid con ataques simultáneos por norte y sur. El ejército de Mola
se estancó en el Sistema Central, pero logró ocupar Irún y San Sebastián. A comienzos de
agosto, Franco organizó un puente aéreo que permitió el paso de las tropas africanas a la
península, con las que uni caron el territorio nacional disperso en Andalucía. A continuación, se
toman Mérida, Badajoz y Talavera. Tras un fracasado asalto a Madrid en noviembre, el gobierno
se traslada a Valencia. Posteriormente, Franco fracasará con las maniobras sobre el Jarama en
febrero de 1937 y sobre Guadalajara en marzo, pero conquistará Málaga.

La segunda fase (abril-octubre de 1937) comprende la liquidación del frente norte. Así, caen
Bilbao, Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias, teniendo lugar el Bombardeo del Guernica (26
de abril) por la Legión Cóndor. Mientras tanto, los republicanos intentan contraatacar en Brunete
(julio de 1937) y Belchite (agosto de 1937), pero la caída del frente norte les dejó con un tercio del
territorio y sin numerosos recursos mineros e industriales.

La tercera fase (noviembre 1937 noviembre 1938) comprende el avance hacia el mediterráneo y el
Ebro. Los sublevados toman Teruel a nales de 1937. A partir de marzo de 1938, Franco avanza
por el Ebro hasta Vinaroz alcanzando el Mediterráneo. Más tarde repele la contraofensiva
republicana en la batalla del Ebro (julio-noviembre), la más larga y encarnizada de la guerra,
alcanzando una victoria decisiva.

La última fase (diciembre 1938 abril 1939) comprende la ocupación de Cataluña y el n de la


Guerra. Franco toma Barcelona en enero de 1939. El 4 de marzo el coronel Casado se subleva en
Madrid y trata de conseguir una capitulación pactada, pero Franco la rechaza. El 28 de marzo
Madrid se rinde y la República se desintegra. Finalmente, el 1 de abril Franco anuncia el n de la
guerra. La evolución política de la zona republicana se inicia con la dimisión de Casares Quiroga.
El 4 de septiembre de 1937, Largo Caballero forma un gobierno que cuenta con representantes
del PSOE, del PCE y de la UGT, e incluso de la CNT. Así, las organizaciones obreras llevaron a
cabo una auténtica revolución social que desembocó en un proceso de colectivización, supuso la
expropiación de latifundios y grandes empresas. En mayo de 1937 formará gobierno Negrín, que
apuesta por la centralización y la política frentepopulista. Económicamente, la zona republicana
comenzó controlando las áreas industriales y con más recursos económicos. En los primeros
meses, nacionalizaron industrias y compañías ferroviarias, controlaron bancos y se nanciaron
emitiendo deuda pública y con el oro del Banco de España.

La evolución del bando sublevado se inicia con la muerte de Sanjurjo y el nombramiento de


Franco como Generalísimo y posteriormente como Jefe de Estado y Caudillo. Posteriormente,
constituye la Junta Técnica del Estado, que tenía pleno poder legislativo. A su vez, se produce la
uni cación de falangistas y tradicionalistas en un único Movimiento (abril de 1937). Franco formó
un primer gobierno, donde el ejército fue el pilar fundamental sobre el que se edi có el nuevo
Estado, y estableció una legislación de carácter reaccionario: Fuero de Trabajo, sindicatos
verticales, magistraturas de trabajo y la Ley de Responsabilidades Políticas con la que
institucionalizó la represión. En cuanto a la economía, disponían de la mayor parte de las regiones
agrarias, de forma que ejercieron un control estricto de la producción y suspendieron la Reforma
Agraria. Además, su nanciación provino principalmente de la ayuda de Italia y Alemania.

La guerra tuvo importantes consecuencias para España en varios ámbitos: a nivel económico, se
perdieron más de medio millón de personas de la población activa, el Banco de España perdió
500 toneladas de oro concedidas a la URSS, la agricultura y la industria quedaron bastante
deterioradas y España retrocedió en su nivel de desarrollo; y a nivel social, se ejerció una fuerte
represión y persecución por parte de los vencedores, pero la actitud de los vencidos tampoco
favorecía la reconciliación entre las dos Españas.

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Con relación a los costes humanos, se estiman 500.000 muertes durante la Guerra Civil, 50.000
ejecuciones durante la dictadura y 500.000 personas exiliadas. Durante los primeros años del
franquismo hubo entre 300.000 y 1.000.000 presos, muchos de los cuales murieron a causa de
las pésimas condiciones de vida. A las muertes se sumó la baja natalidad, que impidió el
nacimiento de medio millón de niños y se prolongó después de la guerra.

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