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Introducción
Sin lugar a dudas, la delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo
desde el siglo pasado, la delincuencia juvenil es uno de los problemas
criminológicos que crece cada día más, no solo en nuestro país, sino también en
el mundo entero; es una de las acciones socialmente negativas que va a lo
contrario fijado por la ley y a las buenas costumbres creadas y aceptadas por la
sociedad.
En la década de los 60, con excepción de Panamá que promulgó su primer ley
específica en 1951 y República Dominicana en 1954, se presenta un auge del
derecho penal de menores en el ámbito legislativo, con la promulgación y
reformas de leyes especiales, por ejemplo, en los siguientes países: Perú en
1962, Costa Rica en 1963, Chile en 1967, Colombia en 1968, Guatemala en 1969
y Honduras también en 1969. En la década de los 70, se promulgan las
siguientes legislaciones: México en 1973, Nicaragua en 1973, El Salvador en
1973, Bolivia en 1975, Venezuela en 1975, Ecuador en 1975 y Cuba en 1979.
En todo este período, se caracteriza el derecho penal de menores con una
ideología defensista de la sociedad, basada en las concepciones de peligrosidad
y las teorías de las subculturas criminales.
La violencia
Consiste en la presión ejercida sobre la voluntad de una persona, ya sea por
medio de fuerzas materiales, ya acudiendo a amenazas, para obligarla a
consentir en un acto jurídico.
La violencia es un elemento que se encuentra comúnmente en la delincuencia
juvenil y es uno de los factores que influyen a los jóvenes a cometer actos ilícitos
llevados por la violencia.
Causas de la Violencia
El fenómeno de la violencia es muy complejo. Hay muchas causas, y están
íntimamente relacionadas unas con otras y conllevan a la delincuencia de
menores. En general se agrupan en biológicas, psicológicas, sociales y
familiares. Tan sólo por citar algunos ejemplos dentro de cada grupo, tenemos:
Causas Biológicas
Se ha mencionado al síndrome de déficit de atención con hiperactividad (DSM
IV 314.*/ICD10 F90.*) como causa de problemas de conducta, que sumados a
la impulsividad característica del síndrome, pueden producir violencia. Un
estudio con niños hiperquinéticos mostró que sólo aquellos que tienen problemas
de conducta están en mayor riesgo de convertirse en adolescentes y adultos
violentos. La conclusión es que hay que hacer un esfuerzo para aportar a
aquellos niños hiperquinéticos con problemas de conducta recursos terapéuticos
más oportunos e intensivos.
Causas Psicológicas
La violencia se relaciona de manera consistente con un trastorno mental – en
realidad de personalidad – en la sociopatía, llamada antes psicopatía y, de
acuerdo al DSM-IV, trastorno antisocial de la personalidad (DSM-IV 301.7; ICD-
10 F60.2) y su contraparte infantil, el trastorno de la conducta, llamado ahora
disocial (DSM-IV 312.8; ICD-10 F91.8), aunque hay que aclarar no todos los que
padecen este último evolucionan inexorablemente hacia el primero, y de ahí la
importancia de la distinción. El trastorno antisocial de la personalidad se
establece entre los 12 y los 15 años, aunque a veces antes, y consiste en
comportamiento desviado en el que se violan todos los códigos de conducta
impuestos por la familia, el grupo, la escuela, la iglesia, etc. El individuo actúa
bajo el impulso del momento y no muestra arrepentimiento por sus actos.
Inicialmente esta violación persistente de las reglas se manifiesta como
vandalismo; crueldad con los animales; inicio precoz de una vida sexual
promiscua, sin cuidado respecto al bienestar de la pareja; incorregibilidad; abuso
de sustancias; falta de dirección e incapacidad de conservar trabajos; etc. Salvo
que tengan una gran inteligencia o que presenten formas menos graves del
trastorno, fracasan en todo tipo de actividades, incluyendo las criminales, ya que
carecen de disciplina, lealtad para con sus cómplices, proyección a futuro, y
siempre están actuando en respuesta a sus necesidades del momento presente.
El trastorno es cinco a diez veces más frecuente en hombres que en mujeres.
Como estos sujetos están más representados en los estratos más pobres, hubo
alguna discusión sobre si la pobreza induce o potencia estas alteraciones. Esto
se ha descartado: los individuos con trastorno antisocial de la personalidad, por
su incapacidad de lograr metas y conservar empleos, tienden a asentarse
naturalmente en los estratos de menores ingresos.
Causas Sociales
La desigualdad económica es causa de que el individuo desarrolle
desesperanza. No se trata de la simple pobreza: hay algunos países o
comunidades muy pobres, como el caso de algunos ejidos en México, en los que
virtualmente desconocen el robo y la violencia de otro tipo. Sin embargo, la gran
diferencia entre ricos y pobres y sobre todo la imposibilidad de progresar
socialmente sí causa violencia: la frustración se suma a la evidencia de que no
hay otra alternativa para cambiar el destino personal.
Entorno Familiar
En la familia, los dos factores que con más frecuencia se asocian al desarrollo
de violencia es tener familiares directos que también sean violentos y/o que
abusen de sustancias. Un entorno familiar disruptivo potencia las
predisposiciones congénitas que algunos individuos tienen frente a la violencia
(i.e. síndrome de alcohol fetal) y por sí mismo produce individuos que perciben
a la violencia como un recurso para hacer valer derechos dentro de la familia.
Un estudio con niños adoptados mostró que los actos que desembocaban en
una pena de prisión correlacionaban mejor con el número de ingresos a la cárcel
de sus padres biológicos que con la conducta de sus padres adoptivos.
El Individuo Violento
En los individuos violentos vemos la interacción de los trastornos descritos. Por
ejemplo, en los delincuentes crónicos se encuentran varios o todos los siguientes
rasgos.
Frente a esta agresividad que podríamos llamar benigna, existe una forma
perversa o maligna: La violencia. Con esto queda claro que no se puede
equiparar todo acto agresivo con la violencia. Esta queda limitada a aquellos
actos agresivos que se distinguen por su malignidad y tendencia ofensiva contra
la integridad física, psíquica o moral de un ser humano. En otras palabras, desde
nuestro punto de vista no constituye violencia la descarga de un cazador contra
el animal que desea cazar con la finalidad de saciar el hambre o mantener el
equilibrio ecológico. Por otra parte, siempre constituirá violencia, como su
nombre lo indica, el acto de violación sexual. Esto nos permute introducir otros
elementos para reconocer al acto violento: su falta de justificación, su ilegitimidad
y/o su ilegalidad. Ilegítimo por la ausencia de aprobación social, ilegal por estar
sancionado por las leyes.
Por su parte, Jiménez de Azúa refiere que "el delito es un acto típicamente
antijurídico, culpable, sometido a veces a condiciones objetivas de penalidad,
imputable a un hombre y sometido a una sanción penal".
La delincuencia Juvenil
Apuntábamos en páginas anteriores que el término delincuencia juvenil no tienes
el mismo significado para todos los criminólogos. Difieren básicamente en dos
puntos
El menor infractor lo podrá ser hasta los 14 años de edad, a partir de este límite,
deberá ser considerado como delincuente juvenil con los grados de
responsabilidad ya apuntados, los que desde luego no tienen pretensión de
definitividad, pues dependerá de los estudios que en lo futuro se realicen y que
permitan conocer los fenómenos físicos y psíquicos del adolescente que puedan
obligar a variar los límites de edad ya señalados, los que están apoyados en los
estudios más aceptados hasta la fecha.
La delincuencia juvenil hace referencia a los delitos cometidos por los menores
de edad. La mayoría de los sistemas jurídicos, al abordar tales conductas,
utilizan órganos judiciales ad hoc, como los tribunales de menores, prevén
determinadas especialidades procesales para su enjuiciamiento y cuentan con
medios coercitivos específicos para su represión, como los centros juveniles de
detención.
Los delitos juveniles suelen recibir gran atención de los medios de comunicación
y políticos. Esto es así porque el nivel y los tipos de crímenes juveniles pueden
ser utilizados por los analistas y los medios como un indicador del estado general
de la moral y el orden público en un país y, en consecuencia, pueden ser fuente
de alarma y de pánico moral.
Como la mayoría de los tipos de delitos, los crímenes cometidos por jóvenes se
han incrementado desde mediados del siglo XX. Existen múltiples teorías sobre
las causas de los crímenes juveniles, considerados especialmente importantes
dentro de la criminología. Esto es así, porque el número de crímenes cometidos
crece enormemente entre los quince y los veinticinco años. En segundo lugar,
cualquier teoría sobre las causas de la delincuencia deberá considerar los
crímenes juveniles, ya que los criminales adultos probablemente habrán tenido
un comienzo en la delincuencia cuando eran jóvenes.
Por otra parte, otro posible origen de la delincuencia juvenil son problemas como
la esquizofrenia, trastornos conductistas/mentales, estrés postraumático,
trastorno de conducta o trastorno bipolar.
Sumado a este contexto, hay que agregar que la sociedad actual se caracteriza
por un debilitamiento de los sistemas tradicionales de apoyo para el desarrollo
de la niñez y de la adolescencia. Quisiéramos mencionar, por lo menos, tres
medios de apoyo que con los cambios sociales, se han debilitado como para dar
una respuesta efectiva al desarrollo de la niñez y de los adolescentes. En primer
lugar tenemos que mencionar a La Familia. Los medios de comunicación, sobre
todo la televisión, han suprimido la jerarquía y hegemonía que la familia tenía
como formadora de costumbres sociales.
De acuerdo con esta teoría, los rápidos progresos, políticos y sociales, como la
urbanización, la industrialización y la transición desde una sociedad cerrada
hacia una abierta, ponen en cuestión los principios vigentes y generan un
conflicto social informal respecto a los preceptos y los valores que deben ser
respetados, sin la configuración y la adopción simultánea de nuevos principios
ajustados a las necesidades actuales. Además, si el jóven, particularmente
sensible frente a los mensajes que recibe, se da cuenta de que sus padres, sus
profesores y todos los agentes políticos, actúan de manera contraria y
contradictoria a los valores sociales y éticos que le enseñan, como la solidaridad
y la reciprocidad, entonces el jóven deja de confiar en las normas éticas y
sociales, adopta otros modelos más utilitaristas y de un individualismo intenso,
modelos que a menudo llevan a la delincuencia.
En este sentido, la familia supone el sujeto principal del ejercicio del control social
y se considera el factor más relevante y determinante en la aparición o no de la
desviación juvenil, dado que constituye uno de los factores más importantes en
la socialización del joven. La socialización adecuada conduce al individuo a
desarrollar el autocontrol y la inhibición interior apropiada para abstenerse de
conductas delictivas. Por el contrario, los lazos débiles con la sociedad tienen
como consecuencia el rechazo de los valores socialmente consagrados y de las
pautas que regulan el comportamiento humano.
Ivan Nye, fue el primer teórico en enfatizar la relevancia del control social,
sosteniendo que más allá del control directo y represivo (prohibiciones, castigos),
al cual los menores se someten por sus padres, la familia ejerce otros tipos de
controles indirectos, mediante las relaciones de afecto y de entendimiento que
desarrollan en su interior los menores. La combinación armoniosa de estos dos
tipos de control, ayuda al menor a crear paulatinamente un mecanismo de control
interior que fortalece su conciencia y le disuade de actos delictivos.
En este mismo contexto del conflicto de los valores culturales, se sitúa la teoría
de Thorsten Sellin, según la cual, la conducta desviada y delictiva se produce
bajo condiciones concretas, como, por ejemplo, cuando una persona, al
integrarse en grupos culturales distintos (religiosos, raciales), se obliga a
conformarse a pautas de conducta diferentes.
El interés especial que presenta tanto la teoría de las asociaciones diferenciales
como la del conflicto social radica en su potencialidad de interpretar facetas
diversas del fenómeno. Para poner un ejemplo, la teoría sobre las relaciones
diferenciales explica de alguna manera porqué un menor prefiere relacionarse
con menores de una ideología concreta, mientras que la teoría del conflicto de
las culturas ofrece las bases teóricas para explicar la desviación de los
inmigrantes menores sin perder de vista que ninguna de estas teorías resulta
determinista o monocausal.
Así que cualquier menor que se vió obligado a dejar su país de origen y a llegar
a otro, donde la lengua, las costumbres, la cultura y los valores vigentes no tienen
nada que ver con los propios, se encuentra en una situación de desventaja social
y las posibilidades de adaptarse de forma ajustada son menos. La vulneración
de sus derechos relacionados con las necesidades sociales es evidente cuando
se piensa en las posibilidades de establecer una red de relaciones sociales: el
plano de igualdad es difícil de encontrar en el grupo de iguales cuando no
compartes lengua, soportar actitudes racistas y xenófobas por el simple hecho
de no ser autóctono o no poder celebrar las fiestas religiosas propias, son
algunos ejemplos del aislamiento social que pueden vivir estos/as niños/as. Un
aislamiento quε,-no rara vez se traduce en la violencia manifestada por estos
menores.
Además, las teorías antedichas suponen la base de las teorías que intentan
explicar el impacto de las relaciones amistosas en la conducta delictiva juvenil,
o dicho en otras palabras el impacto de la denominada subcultura de las bandas
en la constitución de los grupos delincuentes. Se trata de grupos, productos
subculturales del conflicto cultural y social entre las clases sociales que
comparten una zona urbana concreta.
Conforme a esta teoría, coherente con la teoría del conflicto cultural y planteada
por Albert Cohen, los menores derivados de clases sociales inferiores participan
en grupos delictivos subculturales (pandillas), en su intento de reaccionar en
contra de los valores prevalentes de la clase media dominante que les estorban
alcanzar su propia autoestima y el estatus social, predeterminado por las normas
sociales y morales vigentes. Según sostiene Cohen, en las zonas social y
económicamente marginadas de la clase trabajadora, los menores, por no tener
relaciones interpersonales estrechas con sus familias, conforman relaciones
amistosas secundarias, pero de carácter más intenso, poniéndose en un
contacto cotidiano con los valores promovidos por el sistema escolar y por sus
compañeros. Además, la escuela supone el ámbito donde se entrecruzan y se
colisionan los valores de los menores de la clase media, como el principio de la
restricción de la agresividad, del respeto a la propiedad, de la gestión prudente
del tiempo, con los “valores” que se cultivan en los barrios pobres, como p.e la
el engaño. Este choque puede, en cierta medida, hacer sentirse a los menores
axiológica y éticamente confusos.
Además, el fracaso escolar de los menores de las clases excluidas, los medios
económicos escasos de que disponen para alcanzar un rendimiento escolar alto,
para lograr fines sociales legítimos y los sentimientos consiguientes de
inferioridad incubados, les conducen, según Cohen, a una reacción violenta y
enojada que atenta contra todos. Fundan grupos delictivos y adoptan modelos
de conducta criminal en su deseo y afán de consolidar, dentro del marco de la
subcultura, la enseñanza y la aplicación de sus propios valores como contrapeso
a los principios de la clase dominante. Al actuar así, los menores intentan
demostrarse a ellos mismos, y a los demás, que detestan el sistema de valores
dominante, que, desde su punto de vista, amenaza su integridad mental y
psíquica.
Los autores destacaron que sólo los jóvenes de clase media tienen acceso a los
medios disponibles legales y a las oportunidades sociales para lograr los fines
culturalemante imperantes en las sociedades contemporáneas, (obtención de
dinero, de poder etc.). Por el contrario, los menores de clase trabajadora,
situados en los barrios pobres de las ciudades, donde el crimen florece como
una institución estable, viven en un entorno que propicia el aprendizaje de las
reglas criminales y de las destrezas delincuentes.
La educación que el menor recibe por su entorno familiar y los vínculos del menor
con la escuela son situaciones que en cierta medida determinan sus relaciones
con amigos y su necesidad de participar en pandillas. Además la educación
familiar y escolar resulta decisivas en cuanto a los valores culturales o
subculturales que el menor adoptará o rechazará. Por eso consideramos que la
familia y la escuela se sitúan en el cúspide de la jerarquía de los factores que
configuran o no la personalidad antisocial y criminal del menor.
Por último, cabe añadir que los jóvenes, al dejar la infancia y al pasar a la
adolescencia, se encuentran en una etapa de maduración paulatina que es
acompañada por sentimientos de inseguridad frente a la sociedad y del deseo
de ser como los adultos, en su intento de adaptarse. Sin embargo, los rasgos
básicos que caracterizan esta etapa humana son los numerosos cambios
interiores efectuados, biológicos y psíquicos (transición), y los conflictos internos
con los cuales la delincuencia apenas está muy unida. Dada además la falta de
inhibición y el aumento de tendencias arriesgadas, durante la adolescencia y la
negación a resistir frente a la presión intensa de los impulsos más poderosos y
decisivos, los jóvenes con frecuencia adoptan actitudes y modelos antisociales
y criminales. Sin embargo, y a pesar de estos cambios internos, en varios casos,
según indica Serrano Gómez, se ha observado una capacidad impresionante de
los menores o jóvenes infractores penales de recuperarse por sí sólos, sin haber
sido detenidos o internados. El temor a la detención, el efecto preventivo que
conlleva la detención de otros compañeros o familiares, la voluntad de no crear
de nuevo problemas familiares, etc., contribuyen a que abandonen la actividad
delictiva. Efectivamente, en esos casos su maduración se ve acompañada por la
volición de incorporarse armoniosamente al cuerpo social y de resolver cualquier
conflicto interno de manera racional y pacífica.
No cabe duda, y esto supondrá el objeto de nuestra tarea a continuación, de que
la comprensión y la adecuación con los valores sociales vigentes no son virtudes
innatas e inherentes, sino que supone el resultado de la educación familiar y de
la escolarización adecuada. El fracaso, que vienen demostrando estos factores
fundamentales, en el plan de responder debidamente a las necesidades de los
jóvenes, suele tener su raíz en la deficiencia de los recursos y proyectos
estatales, en la planificación de medidas públicas inadecuadas e ineficaces.
Estos factores, resultan incapaces de cubrir las necesidades de los menores en
situación de riesgo social. Nuestro objeto es demostrar que estos factores son
determinantes en la adaptación armoniosa o no del menor a la sociedad y no
condicionantes simples o aleatorios. Primero veamos como se verifica el fracaso
de estos factores de protección de los menores.
FACTORES DE RIESGO
Sin perder generalidad, considerando el caso de las bandas en Estados Unidos,
los expertos han identificado un gran número de factores de riesgo que
estadísticamente aparecen vinculados a la adhesión a pandillas y actividades
delictivas. Estos factores de riesgo abarcan las diferentes dimensiones de la vida
de un joven y por lo general se agrupan en cinco categorías (dominios del
desarrollo social):
Es importante destacar, sin embargo, que estos estudios han demostrado que
no hay un único factor de riesgo responsable; más bien, es la acumulación de
múltiples factores de riesgo a través de múltiples categorías los que aumentan
en gran medida la probabilidad de actividades delictivas. Por lo tanto, la
delincuencia no es atribuible a un solo factor de riesgo, ya que algunos jóvenes
expuestos al factor de riesgo no lo cumplen y otros jóvenes sin el factor de riesgo
si se ven inmersos en estos comportamientos.
Si bien no se puede negar que se nace con unos genes, éstos no son
determinantes de la personalidad y, por consiguiente, no son ciegos depositarios
de las futuras acciones, a no ser que existe una lesión orgánica irreversible que
limite el campo y el modo de la relación.
Se debe realizar una labor preventiva que posibilite un mayor acceso a la cultura
y al deporte en los suburbios urbanos y que a la vez sea capaz de la pobreza
cultural de los jóvenes.
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