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CRIMINOLOGIA

Introducción
Sin lugar a dudas, la delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo
desde el siglo pasado, la delincuencia juvenil es uno de los problemas
criminológicos que crece cada día más, no solo en nuestro país, sino también en
el mundo entero; es una de las acciones socialmente negativas que va a lo
contrario fijado por la ley y a las buenas costumbres creadas y aceptadas por la
sociedad.

La delincuencia juvenil es un fenómeno social que pone en riesgo la seguridad


pública de la sociedad, así mismo va contra las buenas costumbres ya
establecidas por la sociedad.

La delincuencia juvenil es un fenómeno de ámbito mundial, pues se extiende


desde los rincones más alejados de la ciudad industrializada hasta los suburbios
de las grandes ciudades, desde las familias ricas o acomodadas hasta las más
pobres, es un problema que se da en todas las capas sociales y en cualquier
rincón de nuestra civilización.
Tabla de contenido
Introducción .................................................................................................................................. 1
Antecedentes históricos: ............................................................................................................... 3
Panorama Actual de la delincuencia juvenil. ............................................................................ 4
¿Qué es una conducta criminal? ............................................................................................... 5
La violencia ................................................................................................................................ 5
Causas de la Violencia ........................................................................................................... 6
Agresión, agresividad, violencia y delito. .............................................................................. 9
Concepto de delincuencia. ...................................................................................................... 11
Definición de Delincuencia Juvenil .......................................................................................... 11
La delincuencia Juvenil ............................................................................................................ 11
La delincuencia juvenil y entorno social.............................................................................. 13
LAS TEORÍAS SOBRE LA DELINCUENCIA JUVENIL. UN ESTUDIO DE LOS FACTORES SOCIALES Y
AMBIENTALES.............................................................................................................................. 14
LA TEORÍA DE LA DESORGANIZACIÓN SOCIAL ........................................................................ 14
LA TEORÍA DEL CONTROL SOCIAL ............................................................................................ 16
LA TEORÍA DE LAS ASOCIACIONES DIFERENCIALES Y DEL CONFLICTO DE LAS CULTURAS...... 18
a. teoría de las asociaciones diferenciales ...................................................................... 18
b. Teoría del conflicto cultural ........................................................................................ 18
LA TEORÍA DEL ETIQUIETADO- DE LA REACCIÓN SOCIAL .................................................... 24
FACTORES DE RIESGO.............................................................................................................. 26
Delincuencia juvenil en América Latina ...................................................................................... 28
Perú ......................................................................................................................................... 28
Conclusiones ............................................................................................................................... 30
BIBLIOGRAFIA .............................................................................................................................. 32
Antecedentes históricos:
A pesar de no tener ninguna duda sobre la existencia de un derecho penal
precolombino, como por ejemplo el de los pueblos Aztecas, Mayas, Incas o de
Mesoamérica, desconocemos si existía alguna regulación especial, o particular
para niños o jóvenes que cometieran algún "delito". Lo mismo que se
desconocen las regulaciones de esta situación en el llamado derecho colonial
americano. El inicio legislativo de la "cuestión criminal" surge en el período
republicano, luego de la independencia de las colonias europeas. Aunque a
finales del siglo XIX la mayoría de los países latinoamericanos tenían una basta
codificación, especialmente en Constituciones Políticas y Códigos Penales, la
regulación de la criminalidad juvenil no era objeto de atención particular.

Es a principios de este siglo en que se ubica la preocupación por la infancia en


105 países de nuestra región. Esto es el resultado, por un lado, de la
internacionalización de las ideas que se inician en el Siglo XX, primeramente con
la Escuela Positiva y luego con la Escuela de la Defensa Social, y por el otro
lado, es el resultado de la imitación latinoamericana de las preocupaciones
europeas y de los Estados Unidos de América por la infancia, lo cual se vio
reflejado en varios congresos internacionales sobre el tema de la infancia.

La primera legislación específica que se conoce fue la argentina, promulgada en


1919. Pero fue en décadas posteriores en donde se promulgaron la mayoría de
las primeras legislaciones, por ejemplo Colombia en 1920, Brasil en 1921,
Uruguay en 1934 y Venezuela en 1939. Durante este período y hasta los años
60, podemos afirmar que el derecho penal de menores se desarrolló
intensamente, en su ámbito penal, fundamentado en las doctrinas positivistas-
antropológicas.

En la década de los 60, con excepción de Panamá que promulgó su primer ley
específica en 1951 y República Dominicana en 1954, se presenta un auge del
derecho penal de menores en el ámbito legislativo, con la promulgación y
reformas de leyes especiales, por ejemplo, en los siguientes países: Perú en
1962, Costa Rica en 1963, Chile en 1967, Colombia en 1968, Guatemala en 1969
y Honduras también en 1969. En la década de los 70, se promulgan las
siguientes legislaciones: México en 1973, Nicaragua en 1973, El Salvador en
1973, Bolivia en 1975, Venezuela en 1975, Ecuador en 1975 y Cuba en 1979.
En todo este período, se caracteriza el derecho penal de menores con una
ideología defensista de la sociedad, basada en las concepciones de peligrosidad
y las teorías de las subculturas criminales.

Las concepciones ideológicas del positivismo y de la Escuela de Defensa Social,


fueron incorporadas en todas las legislaciones y sin duda influyeron en la
codificación penal. Pero en donde estas ideas encontraron su máxima expresión,
fue en el derecho penal de menores. Postulado básico fue sacar al menor
delincuente del derecho penal común, con ello alteraron todo el sistema de
garantías reconocido generalmente para adultos. Convirtieron el derecho penal
de menores en un derecho penal de autor, sustituyendo el principio fundamental
de culpabilidad, por el de peligrosidad. Esto llevó a establecer reglas especiales
en el derecho penal de menores, tanto en el ámbito sustantivo como formal,
como por ejemplo, la conducta predelictiva, la situación irregular y la sentencia
indeterminada. Principios que han servido, y aún hoy se encuentran vigentes en
varias legislaciones latinoamericanas, para negar derechos humanos a los
menores infractores, como la presunción de inocencia, el principio de
culpabilidad, el derecho de defensa, etc.

Un hito en el desarrollo histórico del derecho de menores lo marcó la


promulgación de la Convención General de los Derechos del Niño en 1989.
Luego de la entrada en vigencia de esta convención, se ha iniciado en los años
90 un proceso de reforma y ajuste legislativo en varios países de la región,
específicamente en Colombia, Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú, México y Costa
Rica.

Panorama Actual de la delincuencia juvenil.


La delincuencia juvenil ha aumentado de forma alarmante en los últimos tiempos,
pasando a ser un problema que cada vez genera mayor preocupación social,
tanto por su incremento cuantitativo, como por su progresiva peligrosidad
cualitativa. La delincuencia juvenil es además una característica de sociedades
que han alcanzado un cierto nivel de prosperidad y, según análisis autorizados,
más habitual en los países anglosajones y nórdicos que en los euro
mediterráneos y en las naciones en vías de desarrollo. Es decir, en las
sociedades menos desarrolladas la incidencia de la delincuencia juvenil en el
conjunto del mundo del delito es menor que en las comunidades más avanzadas
en el plano económico. En las grandes ciudades latinoamericanas, la
delincuencia juvenil está ligada a la obtención —delictiva— de bienes suntuarios
de consumo y por lo general no practican la violencia por la violencia misma sino
como medio de obtener sus objetivos materiales.

Los estudios criminológicos sobre la delincuencia juvenil señalan el carácter


multicausal del fenómeno, pero a pesar de ello, se pueden señalar algunos
factores que parecen decisivos en el aumento de la delincuencia juvenil desde
la II Guerra Mundial. Así, son factores que se encuentran en la base de la
delincuencia juvenil la imposibilidad de grandes capas de la juventud de
integrarse en el sistema y en los valores que éste promociona como únicos y
verdaderos (en el orden material y social, por ejemplo) y la propia subcultura que
genera la delincuencia que se transmite de pandilla en pandilla, de modo que
cada nuevo adepto trata de emular, y si es posible superar, las acciones violentas
realizadas por los miembros anteriores del grupo.

¿Qué es una conducta criminal?


Es una conducta antisocial y agresiva que abarca un amplio rango de actos y
actividades que infringen reglas o normas y expectativas sociales, muchas de
ellas reflejan acciones contra el entorno, personas y propiedades. Es causada
por la acción humana, entendida ésta como cualquier hecho que viole las reglas
sociales o vaya contra los demás, es decir, el comportamiento que produce un
delito, entendido este como toda conducta humana externa, culpable,
penalmente antijurídica y punible, cuando encaja en las descripciones del tipo
legal y tiene señalada, en el Código Penal, una pena grave o menos grave.

La violencia
Consiste en la presión ejercida sobre la voluntad de una persona, ya sea por
medio de fuerzas materiales, ya acudiendo a amenazas, para obligarla a
consentir en un acto jurídico.
La violencia es un elemento que se encuentra comúnmente en la delincuencia
juvenil y es uno de los factores que influyen a los jóvenes a cometer actos ilícitos
llevados por la violencia.

Causas de la Violencia
El fenómeno de la violencia es muy complejo. Hay muchas causas, y están
íntimamente relacionadas unas con otras y conllevan a la delincuencia de
menores. En general se agrupan en biológicas, psicológicas, sociales y
familiares. Tan sólo por citar algunos ejemplos dentro de cada grupo, tenemos:

Causas Biológicas
Se ha mencionado al síndrome de déficit de atención con hiperactividad (DSM
IV 314.*/ICD10 F90.*) como causa de problemas de conducta, que sumados a
la impulsividad característica del síndrome, pueden producir violencia. Un
estudio con niños hiperquinéticos mostró que sólo aquellos que tienen problemas
de conducta están en mayor riesgo de convertirse en adolescentes y adultos
violentos. La conclusión es que hay que hacer un esfuerzo para aportar a
aquellos niños hiperquinéticos con problemas de conducta recursos terapéuticos
más oportunos e intensivos.

Los trastornos hormonales también pueden relacionarse con la violencia: en las


mujeres, el síndrome disfórico de la fase luteínica se describió a raíz de los
problemas de violencia presentes alrededor de la menstruación, específicamente
en los días 1 a 4 y 25 a 28 del ciclo menstrual, pero el síndrome no se ha validado
con estudios bien controlados, aunque se ha reportado que hasta el 40 por ciento
de las mujeres tienen algún rasgo del síndrome y que entre el 2 y 10 por ciento
cumplen con todos los criterios descritos para éste. De 50 mujeres que
cometieron crímenes violentos, 44 por ciento lo hizo durante los días cercanos a
la menstruación, mientras que casi no hubo delitos en las fases ovulatoria y
postovulatoria del ciclo menstrual 4. Con frecuencia, el diagnóstico de síndrome
disfórico de la fase luteínica está asociado con depresión clínica, que puede en
algunos casos explicar su asociación con la violencia.

Causas Psicológicas
La violencia se relaciona de manera consistente con un trastorno mental – en
realidad de personalidad – en la sociopatía, llamada antes psicopatía y, de
acuerdo al DSM-IV, trastorno antisocial de la personalidad (DSM-IV 301.7; ICD-
10 F60.2) y su contraparte infantil, el trastorno de la conducta, llamado ahora
disocial (DSM-IV 312.8; ICD-10 F91.8), aunque hay que aclarar no todos los que
padecen este último evolucionan inexorablemente hacia el primero, y de ahí la
importancia de la distinción. El trastorno antisocial de la personalidad se
establece entre los 12 y los 15 años, aunque a veces antes, y consiste en
comportamiento desviado en el que se violan todos los códigos de conducta
impuestos por la familia, el grupo, la escuela, la iglesia, etc. El individuo actúa
bajo el impulso del momento y no muestra arrepentimiento por sus actos.
Inicialmente esta violación persistente de las reglas se manifiesta como
vandalismo; crueldad con los animales; inicio precoz de una vida sexual
promiscua, sin cuidado respecto al bienestar de la pareja; incorregibilidad; abuso
de sustancias; falta de dirección e incapacidad de conservar trabajos; etc. Salvo
que tengan una gran inteligencia o que presenten formas menos graves del
trastorno, fracasan en todo tipo de actividades, incluyendo las criminales, ya que
carecen de disciplina, lealtad para con sus cómplices, proyección a futuro, y
siempre están actuando en respuesta a sus necesidades del momento presente.
El trastorno es cinco a diez veces más frecuente en hombres que en mujeres.
Como estos sujetos están más representados en los estratos más pobres, hubo
alguna discusión sobre si la pobreza induce o potencia estas alteraciones. Esto
se ha descartado: los individuos con trastorno antisocial de la personalidad, por
su incapacidad de lograr metas y conservar empleos, tienden a asentarse
naturalmente en los estratos de menores ingresos.

Causas Sociales
La desigualdad económica es causa de que el individuo desarrolle
desesperanza. No se trata de la simple pobreza: hay algunos países o
comunidades muy pobres, como el caso de algunos ejidos en México, en los que
virtualmente desconocen el robo y la violencia de otro tipo. Sin embargo, la gran
diferencia entre ricos y pobres y sobre todo la imposibilidad de progresar
socialmente sí causa violencia: la frustración se suma a la evidencia de que no
hay otra alternativa para cambiar el destino personal.

Más importante como causa social es la llamada subcultura delincuente. Aunque


sus detractores dicen que esta hipótesis carece de evidencia experimental, hay
comunidades, barrios y colonias en donde niños y jóvenes saben que para
pertenecer al grupo y formar parte de su comunidad necesitan pasar algunos
ritos de iniciación, entre los que se encuentran robar, asaltar o quizá cometer
una violación. La falta de medición requiere de estudios, sí, mas no de
desestimar lo que obviamente es un factor de formación de conductas y
conceptos sociales.

Entorno Familiar
En la familia, los dos factores que con más frecuencia se asocian al desarrollo
de violencia es tener familiares directos que también sean violentos y/o que
abusen de sustancias. Un entorno familiar disruptivo potencia las
predisposiciones congénitas que algunos individuos tienen frente a la violencia
(i.e. síndrome de alcohol fetal) y por sí mismo produce individuos que perciben
a la violencia como un recurso para hacer valer derechos dentro de la familia.

Un estudio con niños adoptados mostró que los actos que desembocaban en
una pena de prisión correlacionaban mejor con el número de ingresos a la cárcel
de sus padres biológicos que con la conducta de sus padres adoptivos.

El Individuo Violento
En los individuos violentos vemos la interacción de los trastornos descritos. Por
ejemplo, en los delincuentes crónicos se encuentran varios o todos los siguientes
rasgos.

1. Socialización pobre como niños: pocos amigos, no los conservaban, sin


ligas afectivas profundas, etc.
2. Poco supervisados o maltratados por sus padres: los dejaban solos, a su
libre albedrío, y cuando estaban presentes, los maltrataban.
3. Buscan sensaciones en forma continua: desde chicos son "niños
problema," y los mecanismos de control social no tienen gran influencia
sobre ellos.
4. Manejan prejuicios como base de su repertorio: "todos los
blancos/negros/mujeres/hombres son así"
5. Abusan del alcohol.
6. Nunca han estado seriamente involucrados en una religión principal.
7. Carecen de remordimientos, o aprenden a elaborar la culpa y así evitarlos.
8. Evitan asumir la responsabilidad de sus actos: construyendo casi siempre
una pantalla o justificación que suele ser exitosa para librarlos (i.e. "es que
cuando era niño me maltrataban").

Agresión, agresividad, violencia y delito.


El término agresión posee dos acepciones, la primera significa "acercarse a
alguien en busca de consejo"; y la segunda, "ir contra alguien con la intención de
producirle un daño". En ambos la palabra agresión hace referencia a un acto
efectivo. Luego se introdujo el término agresividad que, aunque conserva el
mismo significado se refiere no a un acto efectivo, sino, a una tendencia o
disposición. Así, la agresividad puede manifestarse como una capacidad
relacionada con la creatividad y la solución pacífica de los conflictos. Vista de
éste modo la agresividad es un potencial que puede ser puesto al servicio de
distintas funciones humanas y su fenómeno contrapuesto se hallaría en el rango
de acciones de aislamiento, retroceso, incomunicación y falta de contacto.

Frente a esta agresividad que podríamos llamar benigna, existe una forma
perversa o maligna: La violencia. Con esto queda claro que no se puede
equiparar todo acto agresivo con la violencia. Esta queda limitada a aquellos
actos agresivos que se distinguen por su malignidad y tendencia ofensiva contra
la integridad física, psíquica o moral de un ser humano. En otras palabras, desde
nuestro punto de vista no constituye violencia la descarga de un cazador contra
el animal que desea cazar con la finalidad de saciar el hambre o mantener el
equilibrio ecológico. Por otra parte, siempre constituirá violencia, como su
nombre lo indica, el acto de violación sexual. Esto nos permute introducir otros
elementos para reconocer al acto violento: su falta de justificación, su ilegitimidad
y/o su ilegalidad. Ilegítimo por la ausencia de aprobación social, ilegal por estar
sancionado por las leyes.

La agresividad puede ser detectada en toda la escala animal, no así la violencia,


casi exclusiva del ser humano.

Como es sabido, es sumamente raro que un animal inferior, ataque a otro de


especie diferente, si no es con el fin de alimentarse, o que luche contra otro de
su misma especie si no es con el objeto de defender su territorio, la hembra, la
cría o el alimento. Inclusive, cuando la lucha se presenta su mayor componente
es ritual; rito que va en sentido de demostrar cuál es más grande o lucha de
aquellos animales viejos o muy jóvenes, así como, animales de sexo diferente
y/o ejemplares que se conocen entre sí.

Desde la niñez tenemos la experiencia de haber observado la lucha por territorio


o alimento entre dos lagartos: cambian de color, aumentan a su tamaño
extendiendo sus espículas cartilaginosas, etc.. Si ninguno abandona se llega al
contacto físico en forma de mordida, una lucha breve que termina con el
abandono del más débil sin que el otro lo persiga para darle muerte.

Por otro lado, los elementos de ausencia de aprobación social e ilegalidad de la


violencia vienen, en nuestro caso, de la óptica jurídica romano-germánica, el
derecho francés, en el que se plantea una gran clasificación de la violencia en
moral y física.

De un modo general sostiene que la "infracción es un hecho ordenado o


prohibido por la ley anticipadamente, bajo la sanción de una pena propiamente
dicha y que no se justifica por el ejercicio de un derecho".

Por su parte, Jiménez de Azúa refiere que "el delito es un acto típicamente
antijurídico, culpable, sometido a veces a condiciones objetivas de penalidad,
imputable a un hombre y sometido a una sanción penal".

En la vocación práctica la diferencia entre delito y crimen, es en última instancia


de orden gradual, cuantitativo: el delito es de tipo correccional (hasta 5 años de
reclusión) y el crimen, como su nombre lo indica, es criminal (5,1º,15 y 20 años
de reclusión y de 20-30 si es con agravante). La relación entre violencia y delito
o crimen resulta obvia a partir de sus definiciones.

En resumen: agresión es un acto efectivo que implica acercarse a alguien en


busca de consejo o con la intención de producir daño. No así la agresividad, que
no se refiere a un acto efectivo, sino, a una tendencia o disposición que se halla
bajo los designios de la creatividad y la solución pacífica de conflictos. Violencia
es una forma perversa o maligna de agresividad que ejerce un individuo contra
otro de su misma especie y que se caracteriza por su carencia de justificación,
tendencia ofensiva, ilegitimidad y/o ilegalidad.
Concepto de delincuencia.
Delincuencia, conjunto de infracciones de fuerte incidencia social cometidas
contra el orden público. Esta definición permite distinguir entre delincuencia
(cuyo estudio, a partir de una definición dada de legalidad, considera la
frecuencia y la naturaleza de los delitos cometidos) y criminología (que considera
la personalidad, las motivaciones y las capacidades de reinserción del
delincuente).

Definición de Delincuencia Juvenil


Delincuencia, conjunto de infracciones de fuerte incidencia social cometidas
contra el orden público. Esta definición permite distinguir entre delincuencia
(cuyo estudio, a partir de una definición dada de legalidad, considera la
frecuencia y la naturaleza de los delitos cometidos) y criminología (que considera
la personalidad, las motivaciones y las capacidades de reinserción del
delincuente).

Visto el concepto de delincuencia, resulta necesario delimitar el adjetivo de


juvenil, es decir, ¿cuándo la delincuencia es juvenil? Vaya por delante que no
podemos emplear al objeto de este trabajo el significado etimológico de tal
adjetivo, pues desde este punto de vista, quiere decir lo relacionado con la
juventud. Y no es aplicable, decimos, este concepto etimológico, porque dentro
del campo de las ciencias penales viene entendiéndose por delincuencia juvenil
la llevada a cabo por personas que no han alcanzado aún la mayoría de edad ,
mayoría de edad evidentemente penal.

La delincuencia Juvenil
Apuntábamos en páginas anteriores que el término delincuencia juvenil no tienes
el mismo significado para todos los criminólogos. Difieren básicamente en dos
puntos

 El primero en determinar la edad a partir de la cual se puede hablar de


delincuente juvenil y
 El segundo, que radica en determinar cuáles deben ser las conductas que
dan lugar a calificar a un joven como delincuente.
Por cuanto hace a la edad en que podemos referirnos a la delincuencia juvenil,
participamos del criterio de estimar como tales a los que cuentan con más de 14
años de edad.

El menor infractor lo podrá ser hasta los 14 años de edad, a partir de este límite,
deberá ser considerado como delincuente juvenil con los grados de
responsabilidad ya apuntados, los que desde luego no tienen pretensión de
definitividad, pues dependerá de los estudios que en lo futuro se realicen y que
permitan conocer los fenómenos físicos y psíquicos del adolescente que puedan
obligar a variar los límites de edad ya señalados, los que están apoyados en los
estudios más aceptados hasta la fecha.

El anterior punto de vista, no es actualmente el que aceptan la mayoría de los


Códigos penales de la República, pues por ejemplo el Código del Distrito Federal
y el estado de México, fijan como límite para la responsabilidad penal la edad de
18 años, el Código Penal de Durango se inclina por el límite de 16 años y en
igual sentido el de Tamaulipas y otros Estados.

La delincuencia juvenil hace referencia a los delitos cometidos por los menores
de edad. La mayoría de los sistemas jurídicos, al abordar tales conductas,
utilizan órganos judiciales ad hoc, como los tribunales de menores, prevén
determinadas especialidades procesales para su enjuiciamiento y cuentan con
medios coercitivos específicos para su represión, como los centros juveniles de
detención.

Los delitos juveniles suelen recibir gran atención de los medios de comunicación
y políticos. Esto es así porque el nivel y los tipos de crímenes juveniles pueden
ser utilizados por los analistas y los medios como un indicador del estado general
de la moral y el orden público en un país y, en consecuencia, pueden ser fuente
de alarma y de pánico moral.

Como la mayoría de los tipos de delitos, los crímenes cometidos por jóvenes se
han incrementado desde mediados del siglo XX. Existen múltiples teorías sobre
las causas de los crímenes juveniles, considerados especialmente importantes
dentro de la criminología. Esto es así, porque el número de crímenes cometidos
crece enormemente entre los quince y los veinticinco años. En segundo lugar,
cualquier teoría sobre las causas de la delincuencia deberá considerar los
crímenes juveniles, ya que los criminales adultos probablemente habrán tenido
un comienzo en la delincuencia cuando eran jóvenes.

Por otra parte, otro posible origen de la delincuencia juvenil son problemas como
la esquizofrenia, trastornos conductistas/mentales, estrés postraumático,
trastorno de conducta o trastorno bipolar.

La delincuencia juvenil y entorno social.


El estudio de la criminalidad juvenil constituye un tema de actualidad, no sólo del
derecho penal, sino también de la criminología y de las ciencias conexas. El
constante aumento de los conflictos sociales, y con ellos el de la delincuencia,
ha incrementado el interés por el tema, tanto en los países industrializados o
centrales, como también en los llamados países periféricos, como son los de
América Latina.

Para comprender el interés por el análisis y la búsqueda de soluciones para la


delincuencia juvenil, es necesario ubicar este fenómeno dentro de la
problemática de la sociedad actual. La estructura social en que les ha tocado
vivir a los niños y jóvenes de hoy, está caracterizada por una complejidad cada
vez mayor, donde la búsqueda de soluciones no depende ni de fórmulas
tradicionales, ni de líderes carismáticos.

La delincuencia juvenil se ubica, por lo menos en América Latina, dentro de un


contexto social caracterizado por grupos de niños y adolescentes ubicados
dentro de niveles de miseria o pobreza, desempleo, narcotráfico, concentración
urbana, baja escolaridad o analfabetismo, agresiones sexuales y desintegración
familiar. A estos grupos sociales se les ha negado todos los derechos humanos,
tales como el derecho a la vida, la salud, la educación, la vivienda, en fin, el
derecho al desarrollo.

Sumado a este contexto, hay que agregar que la sociedad actual se caracteriza
por un debilitamiento de los sistemas tradicionales de apoyo para el desarrollo
de la niñez y de la adolescencia. Quisiéramos mencionar, por lo menos, tres
medios de apoyo que con los cambios sociales, se han debilitado como para dar
una respuesta efectiva al desarrollo de la niñez y de los adolescentes. En primer
lugar tenemos que mencionar a La Familia. Los medios de comunicación, sobre
todo la televisión, han suprimido la jerarquía y hegemonía que la familia tenía
como formadora de costumbres sociales.

Además, la incorporación de la mujer al sistema laboral, por necesidad u


oportunidades de desarrollo, y otros cambios en la estructura familiar, como la
ausencia generalizada del padre, replantean las relaciones del niño y del joven.
La Escuela, por su parte, se caracteriza por un marcado énfasis academicista y
por la competitividad feroz, borrando el sentido comunitario y la promoción del
desarrollo integral de los jóvenes. Además, los Sistemas de Asistencia y
Recreación, como apoyos alternativos, son mínimos y siempre insuficientes para
la satisfacción de las necesidades de la población juvenil.

Por último, quisiéramos manifestar que la delincuencia juvenil es el resultado de


la combinación de diversos factores de riesgo y respuesta social. Se presenta en
toda sociedad, en donde los antivalores de violencia, agresividad, competencia
salvaje, consumo, se imponen a los valores supremos de la sociedad, como la
tolerancia, la solidaridad y la justicia.

LAS TEORÍAS SOBRE LA DELINCUENCIA JUVENIL. UN ESTUDIO DE


LOS FACTORES SOCIALES Y AMBIENTALES
LA TEORÍA DE LA DESORGANIZACIÓN SOCIAL
La teoría de la desorganización social sostiene que las infracciones penales son
un producto de la desarticulación social que caracteriza los barrios en
subdesarrollo económico y del amoralismo que ésta puede acarrear.

De acuerdo con esta teoría, los rápidos progresos, políticos y sociales, como la
urbanización, la industrialización y la transición desde una sociedad cerrada
hacia una abierta, ponen en cuestión los principios vigentes y generan un
conflicto social informal respecto a los preceptos y los valores que deben ser
respetados, sin la configuración y la adopción simultánea de nuevos principios
ajustados a las necesidades actuales. Además, si el jóven, particularmente
sensible frente a los mensajes que recibe, se da cuenta de que sus padres, sus
profesores y todos los agentes políticos, actúan de manera contraria y
contradictoria a los valores sociales y éticos que le enseñan, como la solidaridad
y la reciprocidad, entonces el jóven deja de confiar en las normas éticas y
sociales, adopta otros modelos más utilitaristas y de un individualismo intenso,
modelos que a menudo llevan a la delincuencia.

La problemática de la fiabilidad mínima, casi ausente, de las normas sociales


básicas y de su relación con la delincuencia, fue objeto de análisis de las
aproximaciones investigadoras de Edwin Sutherland, de Emil Durkheim y de la
teoría de la anomía de Merton.

Sutherland ha atribuido al término de la desorganización social el concepto de


una desviación más amplia y extensa, lejos de modelos y fines socialmente
aceptados y consagrados. Esta divergencia, según Sutherland, conduce a la
conformación de distintas reglas especiales, sin vigencia y valor formal, que
vienen imponiéndose por las actividades de grupos íntimos al individuo, como la
capa social, el partido político, su familia, sus amigos y su profesión.

El francés Emile Durkheim, más allá de sus interesantes aportaciones teóricas,


que tienen por núcleo principal la idea de la conciencia colectiva y la noción de
la anomía, como la situación aquélla que subvierte la cohesión de los miembros
de la sociedad, asumió la tarea de analizar las condiciones sociales más
específicas, bajo las cuales se aparece una situación anómica. Según las ideas
de Durkheim, planteadas en su obra De la división del trabajo social, las
circunstancias que benefician la generación de la anomía surgen como resultado
de los abruptos cambios económicos, de la recesión del bienestar y viceversa,
de los conflictos entre las clases sociales, de la división y del reparto aumentado
del trabajo y por la ausencia de la coordinación proporcionada de los grupos de
los trabajadores. Dimana del debilitamiento de la solidaridad social y de la
ausencia de normas comúnmente adoptadas que determinen las necesidades y
los medios legales de satisfacerlas.

El estado unidense, sociólogo del estructura funcionalismo, Robert Merton,


configuró el marco teórico de la distinción entre las necesidades y los medios.
Conforme a su teoría, la anomía consiste en la distinción entre dos conceptos
centrales, es decir entre:
• por un lado, la estructura cultural, que identifica los fines, las
intenciones y los intereses perseguibles por los miembros de una
sociedad,
• y, por otro, la estructura social, que deslinda las relaciones entre los
miembros de la sociedad y los medios disponibles.

Si los medios disponibles no resultan suficientes para que el individuo consiga


sus planes e intereses de vida, sino que estos medios resultan escasos,
entonces, según Merton, el individuo opta por las siguientes vías posibles:

• la innovación, que consiste en el uso de medios legales, aunque no


institucionalizados, y en la implementación de ideas novedosas a
efecto de conseguir los fines socialmente reconocidos,
• el ritualismo, cuando el individuo actúa, de manera formalista,
utilizando los medios de que disponga pero sin el interés de perseguir
las metas socialmente reconocidas,
• el retraimiento,cuando el individuo se retrae de sus intentos,
rechazando de manera pasiva los medios y los fines, socialmente
reconocidos (caso de los marginados, y de las personas drogadictas),
• por último, la rebelión,que se refiere a la oposición absoluta del
individuo a los medios consagrados y a los fines perseguibles por la
sociedad.

LA TEORÍA DEL CONTROL SOCIAL


La teoría del control social sostiene que los vínculos sociales desempeñan un
papel determinante y decisivo en la aparición de las conductas desviadas. El
concepto hace referencia al vínculo de los jóvenes con personas significativas.
En la mayoría de los casos son los padres, pero también pueden ser otras
personas significativas, tales como amigos, familia y profesores. El vínculo
incluye tres sub-conceptos: el afecto entre el menor y los otros significativos, la
comunicación entre ellos y la supervisión que se ejerce sobre él. Los tres son
extremadamente importantes. De este moso, Rutter y Giller, buscando los
llamados “factores de protección”, encontraron que un fuerte lazo afectivo con
una persona significativa podría proteger a un joven de desarrollar conductas
delictivas. Esta persona podría ser un padre, pero también un profesor o una
pareja.

En este sentido, la familia supone el sujeto principal del ejercicio del control social
y se considera el factor más relevante y determinante en la aparición o no de la
desviación juvenil, dado que constituye uno de los factores más importantes en
la socialización del joven. La socialización adecuada conduce al individuo a
desarrollar el autocontrol y la inhibición interior apropiada para abstenerse de
conductas delictivas. Por el contrario, los lazos débiles con la sociedad tienen
como consecuencia el rechazo de los valores socialmente consagrados y de las
pautas que regulan el comportamiento humano.

Ivan Nye, fue el primer teórico en enfatizar la relevancia del control social,
sosteniendo que más allá del control directo y represivo (prohibiciones, castigos),
al cual los menores se someten por sus padres, la familia ejerce otros tipos de
controles indirectos, mediante las relaciones de afecto y de entendimiento que
desarrollan en su interior los menores. La combinación armoniosa de estos dos
tipos de control, ayuda al menor a crear paulatinamente un mecanismo de control
interior que fortalece su conciencia y le disuade de actos delictivos.

De acuerdo también con las conclusiones de la investigación de Hirschi, las


relaciones estrechas con los padres y el éxito escolar promueven la socialización
del menor y le apartan de comportamientos y de grupos delictivos. Además, el
empleo de su tiempo en actividades creativas anima al menor a realizar la
conducta legal y socialmente aceptada, aprende cumplir las normas y los valores
vigentes y este tipo de educación le disuade infringir la ley. El aporte de la teoría
de Hirschi se considera muy relevante, dado que consiguie interpretar la
conducta delincuente de todas las capas sociales y no se limita a un estudio
exclusivo de las clases inferiores.
LA TEORÍA DE LAS ASOCIACIONES DIFERENCIALES Y DEL CONFLICTO DE LAS
CULTURAS
a. teoría de las asociaciones diferenciales
La teoría de las asociaciones diferenciales, planteada por Sutherland, y más
tarde por Cressey, se integra en las teorías del aprendizaje social de Trasler.
Conforme a esta teoría, la conducta delictiva se enseña y se aprende en virtud
de la capacidad humana de imitar, sobre todo en cuanto el individuo se encuentra
en interrelación y en contacto continuo, intenso, frecuente y duradero con
individuos o grupos sociales desviados, cuyos modelos delictivos adopta. Más
allá de su valor autónomo, la teoría de Sutherland sostiene, además, que los
modelos delictivos, que alguien adopta, están en conflicto con los valores
aceptados por otros grupos sociales y culturales de la sociedad amplia,
incluyendo así elementos de la teoría del conflicto cultural.

b. Teoría del conflicto cultural


Acorde con la teoría del conflicto cultural, cuando algunos menores se ven
obligados a adoptar nuevos comportamientos sociales y a interiorizar normas
culturales distintas y ajenas a su propia cultura en un tiempo demasiado breve y
rápido, sin tener el suficiente margen de tiempo como para elaborarlas y
reflexionar sobre ellas, entonces surge un conflicto moral. Desde el momento de
su nacimiento los niños vienen adoptando los valores de una cultura particular y
estos son los principios y costumbres culturales que configuran su experiencia
posterior, afectando su mentalidad y su comportamiento, o mejor dicho,
estabilizando el prisma bajo el cual perciben e interpretan la realidad. Cualquier
contacto abrupto con ideas, valores y puntos de vista de culturas diferentes
inevitablemente provoca un conflicto cultural y moral que puede desencadenarse
en actos violentos.

En este mismo contexto del conflicto de los valores culturales, se sitúa la teoría
de Thorsten Sellin, según la cual, la conducta desviada y delictiva se produce
bajo condiciones concretas, como, por ejemplo, cuando una persona, al
integrarse en grupos culturales distintos (religiosos, raciales), se obliga a
conformarse a pautas de conducta diferentes.
El interés especial que presenta tanto la teoría de las asociaciones diferenciales
como la del conflicto social radica en su potencialidad de interpretar facetas
diversas del fenómeno. Para poner un ejemplo, la teoría sobre las relaciones
diferenciales explica de alguna manera porqué un menor prefiere relacionarse
con menores de una ideología concreta, mientras que la teoría del conflicto de
las culturas ofrece las bases teóricas para explicar la desviación de los
inmigrantes menores sin perder de vista que ninguna de estas teorías resulta
determinista o monocausal.

Así que cualquier menor que se vió obligado a dejar su país de origen y a llegar
a otro, donde la lengua, las costumbres, la cultura y los valores vigentes no tienen
nada que ver con los propios, se encuentra en una situación de desventaja social
y las posibilidades de adaptarse de forma ajustada son menos. La vulneración
de sus derechos relacionados con las necesidades sociales es evidente cuando
se piensa en las posibilidades de establecer una red de relaciones sociales: el
plano de igualdad es difícil de encontrar en el grupo de iguales cuando no
compartes lengua, soportar actitudes racistas y xenófobas por el simple hecho
de no ser autóctono o no poder celebrar las fiestas religiosas propias, son
algunos ejemplos del aislamiento social que pueden vivir estos/as niños/as. Un
aislamiento quε,-no rara vez se traduce en la violencia manifestada por estos
menores.

Además, las teorías antedichas suponen la base de las teorías que intentan
explicar el impacto de las relaciones amistosas en la conducta delictiva juvenil,
o dicho en otras palabras el impacto de la denominada subcultura de las bandas
en la constitución de los grupos delincuentes. Se trata de grupos, productos
subculturales del conflicto cultural y social entre las clases sociales que
comparten una zona urbana concreta.

Las teorías, que estudiaremos seguidamente, la teoría de la violencia ciega y la


teoría de la relevancia de la oportunidad de cometer delitos son teorías que, ni
más ni menos, ponen el énfasis en la influencia crucial que tienen los vínculos
sociales en la carrera delictiva del menor, por lo cual suponen subteorías de las
teorías que acabamos de exponer.
La teoría de la violencia ciega y el impacto del sistema vigente de valores

Conforme a esta teoría, coherente con la teoría del conflicto cultural y planteada
por Albert Cohen, los menores derivados de clases sociales inferiores participan
en grupos delictivos subculturales (pandillas), en su intento de reaccionar en
contra de los valores prevalentes de la clase media dominante que les estorban
alcanzar su propia autoestima y el estatus social, predeterminado por las normas
sociales y morales vigentes. Según sostiene Cohen, en las zonas social y
económicamente marginadas de la clase trabajadora, los menores, por no tener
relaciones interpersonales estrechas con sus familias, conforman relaciones
amistosas secundarias, pero de carácter más intenso, poniéndose en un
contacto cotidiano con los valores promovidos por el sistema escolar y por sus
compañeros. Además, la escuela supone el ámbito donde se entrecruzan y se
colisionan los valores de los menores de la clase media, como el principio de la
restricción de la agresividad, del respeto a la propiedad, de la gestión prudente
del tiempo, con los “valores” que se cultivan en los barrios pobres, como p.e la
el engaño. Este choque puede, en cierta medida, hacer sentirse a los menores
axiológica y éticamente confusos.

Además, el fracaso escolar de los menores de las clases excluidas, los medios
económicos escasos de que disponen para alcanzar un rendimiento escolar alto,
para lograr fines sociales legítimos y los sentimientos consiguientes de
inferioridad incubados, les conducen, según Cohen, a una reacción violenta y
enojada que atenta contra todos. Fundan grupos delictivos y adoptan modelos
de conducta criminal en su deseo y afán de consolidar, dentro del marco de la
subcultura, la enseñanza y la aplicación de sus propios valores como contrapeso
a los principios de la clase dominante. Al actuar así, los menores intentan
demostrarse a ellos mismos, y a los demás, que detestan el sistema de valores
dominante, que, desde su punto de vista, amenaza su integridad mental y
psíquica.

Sin embargo, y, según Cohen, la inclinación y la tendencia de los menores de la


clase trabajadora (cuyo nivel de vida económico la sitúa en condiciones más
desfavorecidas en comparación con la clase media), a la delincuencia
organizada no es algo absoluto, evidente y determinista. Un cierto porcentaje de
jóvenes de esta capa social adoptan los valores de la clase media y llevan una
vida convencional para alcanzar el prestigio y los privilegios de la clase media.
Por el contrario, quienes no consiguen su ascenso a esta capa social eligen el
camino del retraimiento, de la rebelión o de la desviación, como ya hemos
señalado.

Según define Juan-Felipe Higuera Guimera, partiendo de las ideas de la teoría


de las subculturas, los menores delinquen para conseguir los bienes deseables
por la sociedad. En este mismo sentido, Farrington destaca que la falta de
recursos económicos supone un factor de mayor riesgo para el comienzo de la
carrera delictiva, sosteniendo que los jóvenes pertenecientes a familias de clase
baja tendrán mayor propensión a la delincuencia ante su imposibilidad de
alcanzar legalmente sus metas y objetivos.

La teoría de la relevancia de las oportunidades de cometer delitos


Richard A.Cloward y Lloyd E.Ohlin42, asumiendo la tarea de analizar los grupos
subculturales desde el marco teórico de las oportunidades distintas, defendieron
la idea de la relación directa entre las bandas y la clase trabajadora y a
continuación completaron el discurso científico, al respecto, enfatizando la
importancia de la oportunidad ilegal. Desarrollaron sus teorías sobre la base de
las teorías de Merton y Sutherland, basándose, adicionalmente, en las doctrinas
de la escuela ecológica de Chicago, cuyo objeto era demostrar el impacto de la
estructura social de las clases y de la infraeestructura arquitectónica de las zonas
marginadas en la aparición de la delincuencia.

Los autores destacaron que sólo los jóvenes de clase media tienen acceso a los
medios disponibles legales y a las oportunidades sociales para lograr los fines
culturalemante imperantes en las sociedades contemporáneas, (obtención de
dinero, de poder etc.). Por el contrario, los menores de clase trabajadora,
situados en los barrios pobres de las ciudades, donde el crimen florece como
una institución estable, viven en un entorno que propicia el aprendizaje de las
reglas criminales y de las destrezas delincuentes.

Tomando en consideración el paradigma del delito del vandalismo, que incluye


actos de graffiti en edificios públicos, daños a farolas, daños a automóviles y a
teléfonos públicos, incendiar cubos de basura etc, los datos sugieren que en la
mayoría de los casos los delincuentes son jóvenes perfectamente normales cuya
conducta delictiva es simplemente una reacción ante las muchas oportunidades
de delinquir que perciben. La mayoría de las conductas consiste en
aprovecharse de una oportunidad. Pero, sin embargo, los delitos de mayor
gravedad, como son los actos vandálicos, son cometidos por grupos que tienen
características similares y comunes en todos los países occidentales: viven en
familias numerosas, en áreas marginadas y densamente pobladas, abandonan
la escuela, o están sin empleo o tienen trabajos muy poco cualificados y pasan
un montón de tiempo consumiendo alcohol. La violencia contra las personas y
los objetos es una expresión de su frustración y desesperanza que implica su
estatus social.

La crítica a las teorías de la asociación diferencial y del conflicto de las culturas


que acabamos de estudiar radica en que algunos datos empíricos no
fundamentan siempre un vínculo directo entre las subculturas y la conducta
delincuente, sin perder de vista que el grupo al que pertenece el individuo, tiene
un impacto relevante en su comportamiento, desviado o no.

Muchos menores se relacionan con bandas, en la búsqueda de su identidad


propia, para encontrar el entendimiento del que carecen y para socializarse. A
veces se identifican con ciertas ideologías y culturas de pandillas radicales y
extremas, que justifican la violencia, teniendo la sensación falsa de que su
“solidaridad violenta” y la seguridad que les ofrece suponen los mecanismos
adecuados para encontrar su estatus social.

Aquí conviene enfatizar que el origen familiar, social y económico de los


miembros de una banda no es siempre homogéneo. Por un lado, las
desavenencias conyugales, las preferencias de los padres por otros hijos, la
indiferencia paternal, la infravaloración y el maltrato del menor son situaciones
que pueden observarse en cualquier familia de cualquier estado económico, y
que pueden conducir a los menores a participar en bandas violentas.

Por otro lado, en situaciones de pobreza se aumentan las posibilidades de sufrir


un episodio de violencia familiar y a causa de las medidas pedagógicas aplicadas
el niño adopta la idea falsa de que los conflictos sólo pueden resolverse
utilizando métodos violentos. Todo ello obviando, además, que la madre pobre
suele verse sometida a un sistema de explotación laboral que la mantiene
distante física y emocionalmente de sus hijos, por lo que puede hacerse más
proclive al abandono. En este sentido, la penuria económica o moral, la situación
de paro o de trabajo excesivo y el mal estado económico de la vivienda suponen
también factores criminógenos. Pero no hay que olvidar que incluso la libertad
de acción y el deseo de conocer el mundo suponen motivos que pueden
desembocar en actuaciones violentas.

Indudablemente, todas estas facetas distintas de la procedencia de los miembros


de una banda juvenil tienen un elemento común: el fracaso y la ineficacia de los
procesos primarios y fundamentales de socialización de los jovenes, de su
familia y de la educación escolar, factores que condicionan el desarrollo dinámico
de la personalidad de los menores, su seguridad psíquica, su resistencia y
capacidad crítica, su autonomía mental frente a fenómenos antisociales, su
capacidad de afrontar problemas y crisis, con el respaldo de sus padres y
educadores, mediante un diálogo fructífero, para que puedan, a continuación,
confiar en sí mismos y adaptarse adecuadamente.

Sin embargo, el conflicto entre los valores formal e informalmente establecidos,


como entre la consecución de fines a largo plazo, mediante el esfuerzo y el
trabajo intenso por un lado, y el éxito económico rápido por otro, donde
prevalecen los elementos del peligro, de la aventura y de la ilegalidad, empeora
la confusión juvenil y aumenta las posibilidades de su desviación. No cabe duda
de que este conflicto no afecta sólo a los jóvenes de la clase trabajadora tal y
como sostiene la teoría del conflicto cultural y de la subcultura, sino que afecta a
los menores de cada capa social y económica. El progreso de este conflicto y los
modelos morales y sociales que adoptará el joven serán producto de su
estabilidad estructural, psíquica y axiológica y de su capacidad de contención,
según las teorías del control social.

En definitiva, este conflicto supone la consecuencia directa del tipo y de la calidad


de la educación, formal e informal, que el menor recibe por el entorno familiar,
por el ambiente ecolar, por sus profesores y por sus amigos. Bajo el prisma de
las teorías que hemos planteado hasta ahora, resulta evidente que los vínculos
del menor con los padres y con el entorno escolar son los más decisivos, son
los que forman las bases de la estabilidad psíquica del menor y son los factores
que proyectan las contradicciones del sistema jerárquico y valorativo que
adoptará el menor. Cuando este sistema carece de la fiabilidad y de la
credibilidad adecuada y cuando la educación del joven se demuestra incapaz de
transmitirle una cosmovisión éticamente más solidaria y menos antagónica, más
sólida y fiable y menos contradictoria, entonces el menor se pierde en el círculo
vicioso de buscarse sólo su propia identidad. Es posible que este círculo se
traduzca en un abanico de opciones erróneas que involucren al menor en
asociaciones y en actividades violentas y criminales.

La educación que el menor recibe por su entorno familiar y los vínculos del menor
con la escuela son situaciones que en cierta medida determinan sus relaciones
con amigos y su necesidad de participar en pandillas. Además la educación
familiar y escolar resulta decisivas en cuanto a los valores culturales o
subculturales que el menor adoptará o rechazará. Por eso consideramos que la
familia y la escuela se sitúan en el cúspide de la jerarquía de los factores que
configuran o no la personalidad antisocial y criminal del menor.

En este sentido, y a la vista de estas teorías, la desviación del menor proyecta la


confusión, la disfunción y la inestabilidad ética de su entorno social, el conflicto
económico, moral y social de las clases sociales, y supone consecuencia de la
educación inadecuada que recibe.

LA TEORÍA DEL ETIQUIETADO- DE LA REACCIÓN SOCIAL


La teoría de la estigmatización o de la etiquieta defiende que “a veces los grupos
sociales dominantes, las autoridades legislativas, judiciales y policiales, el
personal penitenciario y su repuesta frente al crimen rebasan algunos límites
normativos, procesales y de aplicación de la ley penal. En estos casos la ley
penal se aplica de manera selectiva, teniendo por eje básico la acusación y la
condena selectiva de actos que perjudican a la clase imperante, la condena de
personas de prestigio reducido, como p.e de los menores pobres, de los
marginados, de los inmigrantes, personas que, en ciertas ocasiones, se desvían
del marco institucional de la normalidad”.
Según estas teorías, la desviación primaria de la persona y la respuesta intensa
del entorno social, le estigmatiza y le margina. Cuanto más intensamente
negativa sea la respuesta social y más dure, más interioriza y asimila el menor
el rechazo del que es objeto, empieza a adherirse a tal etiqueta e inicia una
actuación acorde con la etiqueta atribuida, como modo de defenderse, de atacar
y de adaptarse a los problemas generados por la reacción estigmatizadora de la
sociedad. De esta manera, su desviación se convierte en secundaria. La
interiorización y la aceptación de la identidad del delincuente, que la sociedad le
ha atribuido, determina su desviación posterior y su institucionalización final, que
se ha convertido en un mecanismo de sobrevivir.

Por último, cabe añadir que los jóvenes, al dejar la infancia y al pasar a la
adolescencia, se encuentran en una etapa de maduración paulatina que es
acompañada por sentimientos de inseguridad frente a la sociedad y del deseo
de ser como los adultos, en su intento de adaptarse. Sin embargo, los rasgos
básicos que caracterizan esta etapa humana son los numerosos cambios
interiores efectuados, biológicos y psíquicos (transición), y los conflictos internos
con los cuales la delincuencia apenas está muy unida. Dada además la falta de
inhibición y el aumento de tendencias arriesgadas, durante la adolescencia y la
negación a resistir frente a la presión intensa de los impulsos más poderosos y
decisivos, los jóvenes con frecuencia adoptan actitudes y modelos antisociales
y criminales. Sin embargo, y a pesar de estos cambios internos, en varios casos,
según indica Serrano Gómez, se ha observado una capacidad impresionante de
los menores o jóvenes infractores penales de recuperarse por sí sólos, sin haber
sido detenidos o internados. El temor a la detención, el efecto preventivo que
conlleva la detención de otros compañeros o familiares, la voluntad de no crear
de nuevo problemas familiares, etc., contribuyen a que abandonen la actividad
delictiva. Efectivamente, en esos casos su maduración se ve acompañada por la
volición de incorporarse armoniosamente al cuerpo social y de resolver cualquier
conflicto interno de manera racional y pacífica.
No cabe duda, y esto supondrá el objeto de nuestra tarea a continuación, de que
la comprensión y la adecuación con los valores sociales vigentes no son virtudes
innatas e inherentes, sino que supone el resultado de la educación familiar y de
la escolarización adecuada. El fracaso, que vienen demostrando estos factores
fundamentales, en el plan de responder debidamente a las necesidades de los
jóvenes, suele tener su raíz en la deficiencia de los recursos y proyectos
estatales, en la planificación de medidas públicas inadecuadas e ineficaces.
Estos factores, resultan incapaces de cubrir las necesidades de los menores en
situación de riesgo social. Nuestro objeto es demostrar que estos factores son
determinantes en la adaptación armoniosa o no del menor a la sociedad y no
condicionantes simples o aleatorios. Primero veamos como se verifica el fracaso
de estos factores de protección de los menores.

FACTORES DE RIESGO
Sin perder generalidad, considerando el caso de las bandas en Estados Unidos,
los expertos han identificado un gran número de factores de riesgo que
estadísticamente aparecen vinculados a la adhesión a pandillas y actividades
delictivas. Estos factores de riesgo abarcan las diferentes dimensiones de la vida
de un joven y por lo general se agrupan en cinco categorías (dominios del
desarrollo social):

 Individuo.- Sus formas de ocio (TV, videojuegos, Internet) pueden


fomentar la violencia y la agresividad, la incomunicación y la pérdida de
relaciones sociales. El consumismo o la diversión van desplazando al
esfuerzo.
 Familia.- Las normas de disciplina y la relación con los padres juegan un
papel vital en el comportamiento social (en este caso, antisocial) del
menor. Tan perjudicial puede ser una actitud demasiado laxa y falta de
interés de los progenitores como una actitud autoritaria que merme la
comunicación.
 Escuela.- El bajo rendimiento y el fracaso escolar favorecen la
delincuencia. La colaboración entre el centro y los progenitores es básica.
 Amistades.- El contacto con “malas influencias” aumenta el riesgo,
aunque el menor proceda de un ambiente socializado. Los jóvenes
tienden a imitar las conductas más cercanas.
 Vecindario ó comunidad.- Víctimas de la discriminación social y excluidos
de las decisiones importantes, muchos jóvenes carecen de planes o
proyectos de vida, y son considerados incapaces de adaptarse al medio
social, por lo cual toman la delincuencia como alternativa de
supervivencia. El fácil acceso a las drogas, la falta de oportunidades de
empleo, salud, educación y espacios para la cultura y el deporte. (Howell
y Griffiths, 2016)

Es importante destacar, sin embargo, que estos estudios han demostrado que
no hay un único factor de riesgo responsable; más bien, es la acumulación de
múltiples factores de riesgo a través de múltiples categorías los que aumentan
en gran medida la probabilidad de actividades delictivas. Por lo tanto, la
delincuencia no es atribuible a un solo factor de riesgo, ya que algunos jóvenes
expuestos al factor de riesgo no lo cumplen y otros jóvenes sin el factor de riesgo
si se ven inmersos en estos comportamientos.

La delincuencia juvenil es un comportamiento precursor de la pertenencia a


pandillas. Dicho de otro modo, prácticamente todos los jóvenes que se unen a
una pandilla evidencian haber participado en actos delictivos con anterioridad.
Los estudios también muestran que los antecedentes de la participación en
pandillas empiezan a entrar en juego mucho antes de llegar a la edad típica para
unirse a una pandilla. Para los jóvenes de mayor riesgo, un patrón clave que se
repite parece comenzar en edades de 3-4 años, con la aparición de problemas
de conducta, seguido por el fracaso en la escuela primaria a edades de 6-12
años; el inicio en la delincuencia en torno a 12 años de edad; unión a pandillas
en torno a las edades de 13-15; y delincuencia crónica, seria y violenta, en
adelante desde mediados de la adolescencia (Howell y Egley, 2005).
Delincuencia juvenil en América Latina
Perú
Desde fines del siglo XX han aumentado las cifras del número de jóvenes que
realizan conductas delictivas. En agosto del año 2000 se promulgó el Nuevo
Código de los Niños y Adolescentes cuya vigencia está desde junio de 2001
hasta la actualidad. En aquel código se proponen derechos, deberes y
obligaciones de los niños y adolescentes que se deben tener en cuenta cuando
suceden problemas de índoles penales y jurídicos. El tipo de legislación del
sistema legal peruano no considera a los menores de 18 años como
delincuentes; sino, solo como infractores.

El pandillaje es una de las formas más comunes en la que se hace presente la


delincuencia juvenil. La población que lo conforma son, mayormente, jóvenes
que viven en espacios urbanos marginales. Las acciones violentas de los
jóvenes son una reacción de su descontento hacia precarias condiciones
materiales de vida, la desigualdad social, la falta de oportunidades y la tradición
política autoritaria que establece relaciones de subordinación antes que de
integración y diálogo.

Los datos registrados acerca de la situación de los centros de Detención de


menores infractores de la ley penal o Centros juveniles del Perú del 2007 y 2012
fueron publicados por la Defensoría del Pueblo. De acuerdo a ello, se señala que
funcionan nueve centros juveniles a nivel nacional. Además, en el año 2007 y
2012 los Centros Juveniles estuvieron conformados, en su mayoría, por varones
siendo, respectivamente, un 95.9% y un 96.8% de la población frente a un 4.10%
y 3.2% de la población femenina.

a edad de los menores infractores debería oscilar entre los 14 y 17 años. En el


año 2012 se encontró población mayor de edad dentro de los centros juveniles.
Los jóvenes de 18 años representan el 20.3% de la población. Los de 19, 20 y
21 años llegan a ser el 9.7% de la población. Los jóvenes de 16 años representan
el 32.9 % y los de 17 años representan el 24.3% del total de la población. Los
porcentajes de población menor de 18 años en los Centros de detención
calculados de acuerdo al motivo de su ingreso demuestran que a diferencia del
2007, en el 2012 la conducta delictiva contra el patrimonio tuvo un aumento del
13.7%. En el 2007 el porcentaje de la población era del 46.7% y aumentó a
60.1% en el 2012.

El ingreso por tráfico ilícito de drogas, también ascendió de 3.3% en el 2007 a


6.4% en el 2012. Los demás motivos de ingreso que son: actos antisociales
contra el cuerpo y la salud, contra la libertad sexual, el pandillaje, el terrorismo y
otros han descendido, ya que en el 2007 las cifras eran, respectivamente, 16.6%,
28.1%, 3.3%, 2.2%, 0.1% y 3.2% y en el 2012 descendieron, respectivamente, a
10.9%, 18.9%, 1.0%, 0% y 2.6%
Conclusiones
Luego del estudio de todo este compendio teórico, se puede observar el como
todos y cada uno de estos autores, desde los inicios del siglo pasado han venido
tratando de interpretar el porqué de la delincuencia.

Observamos también que estas teorías, se abocaron al problema de la


delincuencia desde varios ángulos, como por ejemplo los factores sociales,
educativos, familiares y culturales, entre otros. Pero llegando a las mismas
conclusiones (basadas en la población y muestra específica para cada uno de
ellos), propias de las naturalezas teóricas en sus estudios.

Desde el punto de vista criminológico, son una herramienta vital a la hora de


referenciar u obtener los basamentos teóricos necesarios para llevar a cabo
cualquier estudio o investigación en esta área, permitiendo así la comprensión
de todos y cada uno de los posibles escenarios que se puedan presentar,
basados en rangos de edades, con textos socioeconómicos determinados y
hasta de factores geográficos.

Particularmente, el estudio de todas estas teorías en su conjunto permitirá


solventar cualquier vacío hipotético, dejado por el uso o aplicación de una sola
teoría.

Si bien no se puede negar que se nace con unos genes, éstos no son
determinantes de la personalidad y, por consiguiente, no son ciegos depositarios
de las futuras acciones, a no ser que existe una lesión orgánica irreversible que
limite el campo y el modo de la relación.

Los errores adictivos pueden ser diversos: desde la tolerancia indiscriminada o


la sobreprotección hasta el abandono, la severidad y la violencia educativa.
Todos ellos pueden constituir el caldo de cultivo de diversos trastornos, entre los
que cabe contar la conducta antisocial juvenil.

Es evidente que la labor de rescatar a estos niños y adolescentes, debe


coordinar un buen número de campos, pero solo de esta manera puede
resolverse el problema. Los centros de formación de padres, los servicios de
higiene mental, el club de ocio en el barrio y la asistencia por medio de
profesionales sociales como asistentes sociales, psicológicos, monitores de
grupo, centros excursionistas… enclavados dentro del ambiente donde el
muchacho vive, son elementos validos cuyos resultados están por probar, ya que
nuestras sociedades urbanas no lo han puesto en práctica; pero en los pocos
intentos que se han llevado a cabo en el ámbito experimental, los resultados han
sido esperanzadores.

Se debe realizar una labor preventiva que posibilite un mayor acceso a la cultura
y al deporte en los suburbios urbanos y que a la vez sea capaz de la pobreza
cultural de los jóvenes.
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