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SELECCIÓN

POESÍA
Poemas de Kahlil Gibrán
El adiós no existe

En verdad os digo

que el adiós no existe:

Si se pronuncia entre dos seres

que nunca se encontraron,

es una palabra innecesaria.

Si se dice entre dos que fueron uno,

es una palabra sin sentido.

Porque en el mundo real del espíritu

sólo hay encuentros

y nunca despedidas,

y porque el recuerdo del ser amado

crece en el alma con la distancia,

como el eco en las montañas del crepúsculo.

***
El Matrimonio

Nacisteis juntos y juntos para siempre.

Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros


días.

Sí; estaréis juntos en la memoria silenciosa de Dios.

Pero dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.

Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura.

Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.

Llenaos el uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.

Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.

Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros
sea

independiente.

Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga,

porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.

Y estad juntos, pero no demasiado juntos,

porque los pilares del templo están aparte.

Y ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del


roble.

***

Poema Edgar Allan Poe

El cuervo
I

En una noche pavorosa, inquieto

releía un vetusto mamotreto

cuando creí escuchar

un extraño ruido, de repente

como si alguien tocase suavemente

a mi puerta: «Visita impertinente

es, dije y nada más » .

II

¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno

e impaciente medía el tiempo eterno

cansado de buscar

en los libros la calma bienhechora

al dolor de mi muerta Leonora

que habita con los ángeles ahora

¡para siempre jamás!


III

Sentí el sedeño y crujidor y elástico

rozar de las cortinas, un fantástico

terror, como jamás

sentido había y quise aquel ruido

explicando, mi espíritu oprimido

calmar por fin: «Un viajero perdido

es, dije y nada más ».

IV

Ya sintiendo más calma: «Caballero

exclamé, o dama, suplicaros quiero

os sirváis excusar

mas mi atención no estaba bien despierta

y fue vuestra llamada tan incierta…»

Abrí entonces de par en par la puerta:

tinieblas nada más.

Miro al espacio, exploro la tiniebla

y siento entonces que mi mente puebla

turba de ideas cual

ningún otro mortal las tuvo antes

y escucho con oídos anhelantes


«Leonora » unas voces susurrantes

murmurar nada más.

VI

Vuelvo a mi estancia con pavor secreto

y a escuchar torno pálido e inquieto

más fuerte golpear;

«algo, me digo, toca en mi ventana,

comprender quiero la señal arcana

y calmar esta angustia sobrehumana »:

¡el viento y nada más!

VII

Y la ventana abrí: revolcando

vi entonces un cuervo venerando

como ave de otra edad;

sin mayor ceremonia entró en mis salas

con gesto señorial y negras alas

y sobre un busto, en el dintel, de Palas

posóse y nada más.

VIII

Miro al pájaro negro, sonriente

ante su grave y serio continente

y le comienzo a hablar,
no sin un dejo de intención irónica:

«Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,

¿cuál es tu nombre en la región plutónica? »

Dijo el cuervo: «Jamás ».

IX

En este caso al par grotesco y raro

maravilléme al escuchar tan claro

tal nombre pronunciar

y debo confesar que sentí susto

pues ante nadie, creo, tuvo el gusto

de un cuervo ver, posado sobre un busto

con tal nombre: «Jamás ».

Cual si hubiese vertido en ese acento

el alma, calló el ave y ni un momento

las plumas movió ya,

«otros de mí han huido y se me alcanza

que él partirá mañana sin tardanza

como me ha abandonado la esperanza »;

dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XI

Una respuesta al escuchar tan neta


me dije, no sin inquietud secreta,

«Es esto nada más.

Cuanto aprendió de un amo infortunado,

a quien tenaz ha perseguido el hado

y por solo estribillo ha conservado

¡ese jamás, jamás! »

XII

Rodé mi asiento hasta quedar enfrente

de la puerta, del busto y del vidente

cuervo y entonces ya

reclinado en la blanda sedería

en ensueños fantásticos me hundía,

pensando siempre que decir querría

aquel jamás, jamás.

XIII

Largo tiempo quedéme así en reposo

aquel extraño pájaro ominoso

mirando sin cesar,

ocupaba el diván de terciopelo

do juntos nos sentamos y en mi duelo

pensaba que Ella, nunca en este suelo

lo ocuparía más.
XIV

Entonces parecióme el aire denso

con el aroma de quemado incienso

de un invisible altar;

y escucho voces repetir fervientes:

«Olvida a Leonor, bebe el nepenthes

bebe el olvido en sus letales fuentes »;

dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XV

«Profeta, dije, augur de otras edades

que arrojaron las negras tempestades

aquí para mi mal,

huésped de esta morada de tristura,

dí, fosco engendro de la noche oscura,

si un bálsamo habrá al fin a mi amargura »:

dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XVI

«Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo

por Dios, por mí, por mi dolor acerbo,

por tu poder fatal

dime si alguna vez a Leonora

volveré a ver en la eternal aurora


donde feliz con los querubes mora »;

dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XVII

«Sea tal palabra la postrera

retorna a la plutónica rivera,»

grité: «¡No vuelvas más,

no dejes ni una huella, ni una pluma

y mi espíritu envuelto en densa bruma

libra por fin el peso que le abruma! »

dijo el cuervo: «¡Jamás! »

XVIII

Y el cuervo inmóvil, fúnebre y adusto

sigue siempre de Palas sobre el busto

y bajo mi fanal,

proyecta mancha lúgubre en la alfombra

y su mirada de demonio asombra…

¡Ay! ¿Mi alma enlutada de su sombra

se librará? ¡Jamás!

(Traducción de Carlos Arturo Torres)

Poema Rafael Cadenas


Inquisidores
Van de un sitio a otro midiendo, anotando, mordiendo aquí, más allá,
llenos de baba de pasado, muecas, rótulos. Indician, señalan, dictan,
corrigen, acosan. Ahí, dicen, está el culpable. Nuestros códigos
amaestrados lo perseguirán ladrando día y noche. Ahí está, nuestros
mastines olisquean el rastro sucio. Él es la mancha en nuestras
baldosas. Agravia nuestra pureza. Por el mundo, siempre, con sus libros
de cuentas, sus lápices perversos, sus esto sí esto no, sus autos de fe,
sus pócimas vengativas, extendiendo un rojo metro sobre el cuerpo
que la jauría va a perseguir.
Ahí está el que nos traicionó, dice. Escupamos, que ahí viene.
Espiémoslo como un solo ojo.

Mirar
Veo otra ruta, la ruta del instante, la ruta de la atención, despierta,
incisiva, ¡sagitaria! Pico de víscera, diamante extremo, halcón, ruta
relámpago, ruta de mil ojos, ruta de magnificencia, ruta de línea que va
al sol, reflejo del rayo vigilancia, del rayo ahora, del rayo esto, ruta real
con su legión de frutos vivos cuyo remate es ese lugar en todas partes
y ninguna.

Poemas de Oscar Wilde

Desesperación
Las estaciones derraman su ruina mientras pasan,
Pues en la primavera los narcisos alzan sus rostros
Hasta que las rosas florecen en ígneas llamas;
Y en el otoño brotan las violetas púrpuras
Cuando el frágil azafrán suscita la nieve invernal,
Pero los decrépitos y jóvenes árboles renacerán,
Y esta tierra gris crecerá verde con el rocío del verano,
Y los niños correrán entre un océano de frágiles prímulas.
¿Pero qué vida, cuya amarga voracidad
Desgarra nuestros talones, velando la noche sin sol,
Alentará la esperanza de aquellos días que ya no retornarán?
La ambición, el amor, y todos los sentimientos que queman
Mueren demasiado pronto, y sólo encontramos la dicha
El los marchitos despojos de algún recuerdo muerto.

Bajo el balcón
¡Oh, hermosa estrella de boca carmesí!
¡Oh, luna de cejas doradas!
¡Se elevan, se elevan desde el fragante sur!
Iluminan el sendero de mi amor,
Para que sus delicados pies no se extravíen
En el viento que corre por la colina.
¡Oh, hermosa estrella de boca carmesí!
¡Oh, luna de cejas doradas!

¡Oh, bote que te agitas en el desolado mar!


¡Oh, barco de húmedas, blancas velas!
¡Vuelve, vuelve hasta el puerto por mi!
¡Pues mi amor y yo deseamos ir
A la tierra en la que los narcisos soplan
Sobre el corazón de un valle púrpura!
¡Oh, bote que te agitas en el desolado mar!
¡Oh, barco de húmedas, blancas velas!
¡Oh, fugaz ave de graves, dulces notas!
¡Oh, ave que descansas en el rocío!
¡Canta, canta con tu voz suave en el vacío!
¡Mi amor en su pequeño lecho
Te escuchará, alzará su cabeza de la almohada
Y seguirá mi camino!
¡Oh, fugaz ave de graves, dulces notas!
¡Oh, ave que descansas en el rocío!

¡Oh, flor que cuelgas en el aire trémulo!


¡Oh, flor de labios nevados!
¡Desciende, desciende hasta el cabello de mi amor!
¡Has de morir en su cabeza como una corona,
Has de morir en un pliegue de sus vestidos,
En el pequeño brillo de su corazón has de reposar!
¡Oh, flor que cuelgas en el aire trémulo!
¡Oh, flor de labios nevados!

Mi voz
Dentro de este inquieto, apresurado y moderno mundo,
Arrancamos todo el placer de nuestros corazones, tu y yo.
Ahora, las blancas velas de nuestra nave ondean firmes,
Pero ha pasado el momento del embarque.

Mis mejillas se han marchitado antes de tiempo,


Tanto fue el llanto que la alegría ha huido de mi,
El Dolor ha pintado de blanco mis labios,
Y la Ruina baila en las cortinas de mi lecho.

Pero toda esta tumultuosa vida ha sido para ti


No más que una lira, un luto,
Un sutil hechizo musical,
O tal vez la melodía de un océano que duerme,
La repetición de un eco.

Poemas de Agustín García Calvo

Libre te quiero
Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.

Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.

Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.

Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.

Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

Que no se despierte
Que no se despierte.
La niña que duerme a la sombra
que no se despierte;
que duerme a la sombra del árbol;
que no se despierte;
a la sombra del árbol granado
que no se despierte;
granado de ciencia del bien,
que no se despierte;
de la ciencia del bien y del mal
que no se despierte.
Que no se despierte, que siga
dormida la muerte;
que siga a la brisa del ala
la muerte dormida;
a la brisa del ala del ángel
dormida la muerte;
del ala del ángel besada
la muerte dormida;
del ángel besada en la frente
dormida la muerte;
besada en la frente del lirio
la muerte dormida;
en la frente del lirio a la sombra
dormida la muerte
que no se despierte, que siga
dormida la niña,
que no se despierte, no.
Poema Carmen Conde Abellán
Primer amor

¡Qué sorpresa tu cuerpo, qué inefable vehemencia!


Ser todo esto tuyo, poder gozar de todo
sin haberlo soñado, sin que nunca
un ligero esperar prometiera la dicha.
Esta dicha de fuego que vacía tu testa,
que te empuja de espaldas,
te derriba a un abismo
que no tiene medida ni fondo.
¡Abismo y solo abismo
de ti hasta la muerte!
¡Tus brazos!
Son tus brazos los mismos de otros días,
y tiemblan y se cierran en torno de su cuerpo.
Tu pecho, el que suspira, ajeno, estremecido
de cosas que tú ignoras,
de mundos que lo mueven…
¡Oh pecho de tu cuerpo, tan firme y tan sensible
que un vaho lo pone turbio
y un beso lo traspasa!
¡Si nunca nadie dijo que así se amaba tanto!
¿Podías tú esperar que ardieran tus cabellos,
que toda cuanta eres cayeras como lumbre
en un grito sin cifra,
desde una cordillera gritada por la aurora?

¿Ceniza tú algún día? ¿Ceniza esta locura


que estrenas con la vida recién brotada al mundo?
¡Tú no te acabas nunca, tú no te apagas nunca!
Aquí tenéis la lumbre, la que lo coge todo
para quemar el cielo subiéndole la tierra.

Poema de Maya Angelou

Yo me levanto

Podrás describirme en la historia

con mentiras retorcidas,

Podrás arrastrarme en la basura misma

Aun así, como el polvo, me levanto.

¿Te desconcierta mi insolencia?

Porque camino como si tuviese pozos de petróleo

Bombeando en mi sala de estar.

Igual que las lunas y los soles,

Con la certeza de las mareas,

Igual que las esperanzas que alto vuelan

A pesar de todo, me levanto.

¿Querrías verme destruida?


¿Con la cabeza gacha y los ojos bajos?

Y los hombros caídos como lágrimas.

Debilitada por mis conmovedores gritos.

¿Te ofende mi arrogancia?

Poemas de Emily Brönte

Ven, camina conmigo


Ven, camina conmigo,
sólo tú has bendecido alma inmortal.
Solíamos amar la noche invernal,
Vagar por la nieve sin testigos.
¿Volveremos a esos viejos placeres?
Las nubes oscuras se precipitan
ensombreciendo las montañas
igual que hace muchos años,
hasta morir sobre el salvaje horizonte
en gigantescos bloques apilados;
mientras la luz de la luna se apresura
como una sonrisa furtiva, nocturna.

Ven, camina conmigo;


no hace mucho existíamos
pero la Muerte ha robado nuestra compañía
-Como el amanecer se roba el rocío-.
Una a una llevó las gotas al vacío
hasta que sólo quedaron dos;
pero aún destellan mis sentimientos
pues en ti permanecen fijos.

No reclames mi presencia,
¿puede el amor humano ser tan verdadero?
¿puede la flor de la amistad morir primero
y revivir luego de muchos años?
No, aunque con lágrimas sean bañados,
Los túmulos cubren su tallo,
La savia vital se ha desvanecido
y el verde ya no volverá.
Más seguro que el horror final,
inevitable como las estancias subterráneas
donde habitan los muertos y sus razones,
El tiempo, implacable, separa todos los corazones.

Cuando deba dormir


Oh, en la hora en que deba dormir,
Lo haré sin identidad,
Y ya no me importará cómo cae la lluvia,
O si la nieve cubre mis pies.
El cielo no promete salvajes deseos,
Podrán cumplirse, acaso la mitad.
El infierno y sus amenazas,
Con sus inextinguibles brasas
Jamás someterá esta voluntad.
Por lo tanto digo, repitiendo lo mismo,
Todavía, y hasta que muera lo diré:
Tres Dioses dentro de este pequeño marco
Guerrean día y noche.
El Cielo no los mantendrá a todos, sin embargo
Ellos se aferran a mí;
Y míos serán hasta que el olvido
Cubra el resto de mi ser.

¡Oh, cuando el Tiempo busque mi pecho para soñar,


Todas las batallas concluirán!
Pues llegará el día en el que deba reposar,
Y este sufrimiento ya no me atormentará.

Poema Luis Cernuda


Donde habite el olvido
Donde habite el olvido, 
En los vastos jardines sin aurora; 
Donde yo sólo sea 
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas 
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. 

Donde mi nombre deje 


Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, 
Donde el deseo no exista. 

En esa gran región donde el amor, ángel terrible, 


No esconda como acero 
En mi pecho su ala, 
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. 

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, 
Sometiendo a otra vida su vida, 
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. 

Donde penas y dichas no sean más que nombres, 


Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; 
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, 
Disuelto en niebla, ausencia, 
Ausencia leve como carne de niño. 

Allá, allá lejos; 


Donde habite el olvido.

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