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Edve Patricia Rodríguez Nucamendi

LA IMPORTANCIA DE LA AUTONOMÍA EN EL NIÑO

Para Piaget, desarrollar la autonomía en los niños significa tener la capacidad de


pensar críticamente por sí mismo tomando muchos puntos de vista tanto en el
terreno moral como el intelectual. Dentro de esta perspectiva no se enseñará a
leer simplemente enseñando las técnicas de la lectura y escritura, ni se enseñará
la matemática simplemente enseñando los números y las técnicas del cálculo.

El educador se ocupará de que el niño sea capaz de tomar iniciativas, tener su


propia opinión, debatir cuestiones y desarrollar la confianza en su propia
capacidad, tanto en el terreno intelectual como en el moral.

El articulo de Constance Kamii, destaca la importancia de los aportes que Piaget


hace en su libro (El juicio moral del niño, 1932), donde nos propone una educación
de forma activa para que el niño adquiera un desarrollo pleno de su personalidad,
en el cual el papel del educador es formar individuos capaces de construir su
conocimiento, de ser autónomos de forma intelectual y moral. Según Piaget, la
moralidad se desarrolla paralelamente a la inteligencia y progresa de la
heteronomía a la autonomía moral y distingue dos etapas en el desarrollo moral
del ser humano: la moral de heteronomía y la moral de heteronomía, ya que afirma
que en el período sensorio-motor no hay todavía ningún sentimiento moral.

Moral de heteronomía

En la moral de heteronomía, el niño necesita que los demás le den las normas.
En esta etapa, para el niño las normas y valores se imponen como algo realmente
existente: es la heteronomía del deber: hay que cumplir las normas porque lo
manda la autoridad, sin que quepa una discusión al respecto. Las reglas existen
de un modo absoluto, sin matices o interpretaciones posibles.

El niño vive una actitud de respeto unilateral absoluto a los mayores, sus órdenes
son obligatorias y la obligatoriedad es absoluta. No posee todavía la capacidad
intelectual suficiente para comprender las razones abstractas de una norma
general. Moral de obediencia. Las normas son vistas casi como “cosas”, reales y
sagradas, intocables. Es lo que llama Piaget “el realismo de las normas”. Por otro
lado, como estas normas son totalmente exteriores al niño, esta etapa se
caracteriza por la heteronomía. Toda forma de obediencia “ciega” -que también
puede ser colectiva- pertenece a este tipo de moral infantil o rudimentaria.

En la moralidad de heteronomía se considera que mentir o hacer cualquier otro


acto está mal parque va contra las reglas o contra el deseo de la autoridad. En la
moralidad de autonomía, por el contrario se cree que ciertos actos como el mentir
son malos porque hacen perder la confianza, destruyen las relaciones humanas o
lesionan cualquier otro valor.

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Edve Patricia Rodríguez Nucamendi

La moralidad de heteronomía es indeseable porque implica una obediencia


acrítica a las normas o a las personas poderosas. En la mayoría los adultos se
mueven por una moralidad de heteronomía y en ésta forman a los niños. Los
premios y castigos cuando no se usan acertadamente fomentan la dependencia
de los niños hacia los adultos que representan autoridad. Si queremos que los
niños refuercen su moralidad de autonomía debemos reducir nuestro poder de
adultos absteniéndonos de utilizar o al menos de no abusar de recompensas y
castigos, e incitarles a construir por sí mismos sus propios valores morales, y a
to-mar sus propias decisiones.

Moral de la autonomía

En la moral de la autonomía, gracias a la cooperación del adulto, el niño comienza


a darse cuenta de que las normas son flexibles y que pueden estar sujetas a
interpretación. Descubre el orden moral, no como algo objetivo y absoluto, sino al
contrario, como algo sobre lo que el propio individuo puede reflexionar y que
puede ser incluso objeto de crítica. Por lo tanto, la acción moral no debe ajustarse
siempre a las normas, sino que conviene buscar criterios propios de acción.

En esta etapa, surge el altruismo, el interés por el otro y la compasión. Por ello “los
compañeros” ya no son “todos iguales”, como en la etapa anterior; y las normas no
se aplican rígidamente. Se es capaz de considerar las necesidades y la situación
de cada uno. La justicia ya no se aplica, por tanto, en forma igualitaria. La moral se
convierte en autónoma, ya que el adolescente es capaz de concebir principios
morales generales, crear su propio código de conducta y asumir el control de la
propia conducta. El respeto a las normas colectivas se hace, por tanto, de un
modo personal. Este desarrollo de la moralidad no se realiza de modo mecánico:
depende no sólo del desarrollo de la inteligencia, sino que también de factores
sociales y emocionales. Por ello puede suceder que se permanezca anclado en
manifestaciones de etapas anteriores.

Respecto a las actividades de enseñanza que el educador imparte al niño, estas


solo tienen sentido si se realiza con la intención de desarrollar autonomía, es
decir, que el alumno encuentre sus propias respuestas a sus propias preguntas,
esto mediante experimentos, razonamientos, confrontación de puntos de vista.

El constructivismo

Para Piaget, el constructivismo moral es la forma en que los niños adquieren los
valores morales, no interiorizándolos o absorbiendo los del medio, sino
construyéndolos desde el interior a través de la interacción con el medio. Para la
construcción de sus propios valores es necesario ponerle múltiples situaciones en
las que tenga que confrontar sus puntos de vista con los de otros ya sean niños y
adultos y de esta confrontación surja su propio modo de actuar y juzgar su
realidad.

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La autonomía intelectual

Una persona intelectualmente autónoma es un pensador crítico con una opinión


propia y fundada que puede incluso chocar con opiniones populares. Una persona
intelectualmente heterónoma cree incondicionalmente lo que le dicen, incluyendo
conclusiones ilógicas, eslóganes y propaganda.

Desarrollar en el niño la autonomía intelectual implica:


 Producir un pensamiento crítico.
 Confrontar entre los niños diferentes puntos de vista.
 Que encuentre un sentido útil a las actividades que realizan.
 Ayudarles a encontrar respuestas propias a sus preguntas.
 Tomar en cuenta sus propias iniciativas.
 Ayudarles a tener confianza en su capacidad de imaginar cosas.

Constructivismo y autonomía intelectual

El hecho de enseñar a los niños verdades prefabricadas o los hacen memorizar


respuestas correctas (los están privando) puede privarlos de desarrollar su
autonomía intelectual.

Un grave error de la educación desde el jardín de niños hasta la universidad es


que siempre se les enseña a dar la respuesta correcta sin importar lo que
realmente piensan; de ahí la tendencia de los alumnos a copiar respuestas
fomentando la inseguridad intelectual.

Para Piaget, el niño debe ser capaz de construir sus propios conocimientos a partir
de relaciones que van estableciendo; por ejemplo, hasta antes de los ocho años
les es muy difícil establecer relación entre el todo y las partes, progresivamente
van construyendo la noción de la cantidad, del peso y del volumen, rechazan por
sí solos cientos conocimientos erróneos.

La construcción del conocimiento en el hombre, sigue una línea paralela a la


construcción del conocimiento de toda la humanidad.

La pedagogía debe promover el respeto a su autonomía, necesidades e intereses


personales. Una pedagogía que promoviera la necesidad de aprender en y desde
el niño. Una de las tareas de la psicología consistía en apoyar empíricamente y
dar sustento teórico a las propuestas o decisiones de tipo pedagógico realizadas
en las instituciones educativas. El trabajo en equipo ayuda a los niños a superar el
egocentrismo, además propicia el desarrollo de sus operaciones intelectuales. El
objetivo de la educación debe ayudar a potenciar el desarrollo del alumno y
potenciar su autonomía moral e intelectual.

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