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La suerte del pescador

Había llegado muy lejos en su recorrido rio arriba y a pesar de su dedicación e insistencia
la pesca había resultado infructuosa. Cansado y pensativo tomó un descanso en aquella
orilla a donde nunca antes había llegado. ¿Qué he de hacer para dar de comer a mi mujer
y mis hijos? Se preguntaba desolado. No era posible que habiendo iniciado desde
temprano su jornada, y que habiendo lanzado innumerables veces sus redes no capturara
los peces que le permitieran con su venta en el puerto sostener a su familia. En los últimos
días la pesca había escaseado, y el de hoy era otro más. Era cerca de la media noche
cuando se aprestaba a emprender el regreso, fue a montar su canoa cuando se sorprendió
con la presencia de un ser extraño…

-Buenas noches- se apresuró a saludar al desconocido.

-Buenas noches – respondió el extraño. Veo que no ha tenido suerte en su pesca.

-Así es – respondió “el negro José”, como era conocido en el mundo de los pescadores y
del puerto.

-No te preocupes hoy le quiero ayudar- dijo el desconocido. Usted es un buen hombre y
le daré la oportunidad de su vida.

-¿De qué se trata, y quien es usted? Preguntó con desconfianza el negro José.

-Yo soy el espíritu del río, soy quien premia y castiga las buenas y malas acciones de los
pescadores. Hoy he visto su dedicación y quiero ayudarlo. – Dijo el desconocido, y
alcanzó al pescador una pequeña libreta de apuntes y una pequeña caja de fósforo o
cerillas diciendo:

“En esta libreta encontrarás cuatro pistas para hallar una cueva llena de riquezas, a la cual
llegarás resolviéndolas. En la caja encontrarás cuatro cerillas, enciende una para leer cada
pista. Resuélvelas una por una en su orden. Al hallar la cueva, si lograras hacerlo, toma
esta bolsa y recoge en ella lo necesario. Debes salir del bosque antes de que aclare el día
o lo perderás todo”. Buena suerte dijo el desconocido y despareció en la oscuridad.

El “negro José” tomó la bolsa, la libreta y la caja de cerillas. Estaba nervioso y


confundido, ya había escuchado sobre la existencia de “el espíritu del rio”. Siendo un
hombre de aventuras se decidió a emprender el reto. Encendió una cerilla y pudo leer en
la primera hoja de la libreta:

Pista #1: T “Muchas tiene el rio, y el camino también, en esa será la vencida si lo intentas
otra vez, en esa te bajarás y por la derecha seguirás”
Lo leyó y repitió las palabras. Recordó sus años de juventud y su afición por los
crucigramas ¡Si eso es! Rápidamente trabajó su cerebro: en esa será la vencida, se dijo
para sí y la T está resaltada

-Esa es dijo lleno de alegría: la Tercera será la vencida, y muchas tienen el rio y el camino,
ya lo sé: curvas. Es decir la tercera curva del río.

Subió en la canoa y contó las curvas del río, y se bajó en la tercera curva en la margen
derecha. Una vez allí continuó con la libreta y encendiendo la segunda cerilla leyó:

Pista #2 P “Cerca la hallarás y el salmo recordarás: para que no tropieces con ella sus
ángeles mandará…sentado en ella a la izquierda mirarás”

La P estaba en negrilla, y recordó el Salmo 91;

– Oh si, se trata de la Piedra.

Camino unos pasos y a pesar de la oscuridad muy pronto la encontró, se sentó en ella
miró a la izquierda y encendió otra cerilla para leer en la libreta.

Pista #3 O “Esa estrella a los magos llevó, en camino del que en Belén nació. En ese
sentido cien pasos darás y así muy cerca estarás”

Muy pronto la resolvió:

– Si la estrella de Oriente, esa es la solución.

Caminó de acuerdo a la indicación cien pasos en esa dirección, y una vez se detuvo
encendió la ´última cerilla y leyó:

Pista # 4 A “Buena sombra le cobija a quien aquel se arrima. Continua y no desista, esta
es la última pista”

Rápidamente analizó y resolvió la pista, el Arbol esa es, ¿pero cuál de todos? Escudriño
en la oscuridad y por fin lo encontró, un frondoso árbol de robusto tronco.
Sintiendo el fuerte palpitar de su corazón y con gran emoción se dirigió hacia el árbol,
dio unos pasos a su alrededor y pudo ver una especie de entrada secreta en el tronco del
árbol la cual no dudo un instante en trasponer. ¡Sí, esa era la cueva! Quedó sorprendido
de ver tanta riqueza representaba en monedas de oro y piedras preciosas.

Tomó la bolsa que le había entregado el espíritu junto a la libreta y la caja de cerillas, y
empezó a recoger monedas, diamantes y esmeraldas logrando llenarla muy pronto. Pero
pensó que debía recoger más, y despojándose de sus pantalones y su camisa hizo una
especie de bolsas, las cuales igualmente lleno con las joyas del lugar.
Emprendió el camino de regresó, pero debido a la pesado de la carga no lograba avanzar
con rapidez. Ya se encontraba cerca de su canoa cuando fue alcanzado por los primeros
rayos del sol del nuevo día. Cayó pesadamente en la arena, y allí fue encontrado horas
más tarde por algunos pescadores que sorprendidos al hallarlo semidesnudo y rodeado de
muchos insectos le prestaron ayuda.

Nunca nadie supo lo que le pasó aquella noche, pero en los días siguientes no volvió a
sus labores de pesca y lo vieron llegar silencioso y pensativo al puerto portando una
vestimenta vieja de marinero, descalzo, y luciendo una barba desordenada y una sucia
cabellera. Cargando un viejo catalejo con el que pasaba muchas horas observando el
horizonte, como a la espera de un barco. Luego se dirigía a la capitanía del puerto y
preguntaba sobre la llegada del buque “Calipso”, – del cual nadie daba razón- en el cual
según él le habían enviado una remesa desde algún país lejano. Luego se dirigía a la
oficina de correos y enviaba misivas dirigidas al capitán de dicho buque, las cuales
pacientemente sellaba y simulaba postear la encargada de dicha oficina. Ese se convirtió
en su diario quehacer de los últimos años: esperar pacientemente la llegada de aquel navío
y su respectiva remesa.

Fin

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