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Robert Je sso p

El futuro
del Estado capitalista

n
CATARATA
Robert Jessop

El futuro del Estado capitalista


Introducción de Juan Carlos Monedero

CATARATA
SERIE REVERSOS DEL LEVIATÁN
DIRIGIDA POR JUAN CARLOS MONEDERO

DISEÑO DE CUBIERTA: ESTUDIO PÉREZ-ENCiSO


TRADUCCIÓN D£ ANTONIO DE CABO Y ANfZA GARCIA.
REVISIÓN TÉCNICA DE JUAN CARLOS MONEDERO
THE FUTURE OF THE CAPITAUST STATE
POLITY PRESS LTD.. CAMBRIDGE, 2003
<D ROBERT JESSOP. 2002
© LOS LIBROS DE LA CATARATA. ZOOS
FUENCARRAL, 70
2800* MADRID
TEL. 91 532 OS 06
FAX 91 532 43 34
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EL FUTURO DEL ESTACO CAPITALISTA
ISBN: 978*84-8319-402-7
DEPÓSITO LEGAL: M-50.147-2008
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OE LOS EDITORES ES QUE SEA UTILIZADO LO MÁS AMPLIAMENTE POSI­
BLE. QUE SEAN ADQUIRIDOS ORIGINALES PARA PERMITIR LA EOICIÓN
DE OTROS NUEVOS Y QUE. DE REPRODUCIR PARTES. SE HAGA CONS­
TAR EL TITULO Y LA AUTORÍA.
Para Ngaí-Ling
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN. EL ESTADO MODERNO COMO RELACIÓN SOCIAL;


LA RECUPERACIÓN DE UN CONCEPTO POLITOLÓGICO DEL ESTADO, XIII
Juan Carlos Monedero

PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA. Robert Jessop XLI

AGRADECIMIENTOS LUI

ABREVIATURAS LV

INTRODUCCIÓN 1

CAPÍTULO 1. CAPITALISMO Y TIPO DE ESTADO


CAPITALISTA 13
1. El capital como relación social 14
2. La acumulación como principio de socialización 26
3 . El capital, el Estado y los regím enes de políticas
('policy regim es’) 42
4. Sobre los arreglos espaciotem porales 55
5. Gobernanza y metagobernanza 59
6. Observaciones finales 61
CAPÍTULO 2. EL ESTADO NACIONAL DE BIENESTAR KEYNESIANO 67
1. El fordism o atlántico 68
3 . Los ENBK 71
3 . Rasgos distintivos del EN BK como Estado nacional 85
4. El ENBK y el arreglo espaciotem poral del fordism o atlántico
5. C risis 97
6. La m ediación discursiva de la crisis 1 1 1

CAPÍTULO 3. EL ESTADO COMPETITIVO SCHUMPETERIANO 117


x. El posfordism o y la economía basada en el conocimiento 119
2. Viejas j' nuevas contradicciones en el posfordism o 137
3. El impacto de la globalización 139
4. Políticas schum peterianas y competitividad 14,6
5. La construcción del Estado competitivo como respuesta 151
6. Discurso y cambio discursivo 16 2
7. Su correspondencia con el posfordism o i 63
8. Observaciones finales 170

CAPÍTULO 4 LA REPRODUCCIÓN SOCIAL Y EL ESTADO


DE TRABAJO 173
1. Consideraciones prelim inares 174
3. Enfoques alternativos a la reform a del Estado de bienestar
3 . La especificidad del Estado de bienestar en el fordism o
atlántico i 83
4. Hacia el Estado de trabajo 188
5. Consumo colectivo y Estado competitivo 300
6. Conclusiones 307

CAPÍTULO 5. LA POLÍTICA ECONÓMICA DEL REESCALADO ESTATAL 213


1. El Estado nacional 314
2. Crisis en el carácter nacional del EN BK 216
3. La política económica de escala 319
4. Escalas de com petencia ^3 i
5. Tendencias en el Estado a 38
6. Contratendencias dentro del Estado 348
7. Reescalado y ENBK: el caso de Europa 252
8. ¿Sigue habiendo un papel para el Estado nacional? 359
9. Observaciones finales 363
CAPÍTULO 6. DE LA ECONOMÍA MIXTA A LA METAGOBERNANZA 265
i. Las bases m ateriales de los m ecanism os de gobernanza 267
2:. Fallos del mercado y fallos del Estado 375
3. La gobernanza del fordism o atlántico y m ás allá ^83
4. ¿Fallos de la gobernanza? 289
5. Metagobernanza 293
6. Fallos en la metagobernanza 2;97
7. Conclusiones finales 3 oo

CAPÍTULO 7. ¿HACIA REGÍMENES POSNACIONALES DE TRABAJO


SCHUMPETERIANOS? 303
1. Tendencias y aclaraciones 304
z. El tipo ideal de RPTS 307
3. Sobre el uso de los tipos ideales 3 is
4,. Estrategias alternativas dentro del RPTS 3.17
5. Posfordism o y el RPTS 3 s;6
6. La solución a la paradoja de Offe: capitalism o
y Estado de bienestar 334

ÍNDICE DE CUADROS 339

ÍNDICE DE TABLAS Y GRÁFICOS 341

BIBLIOGRAFÍA 343

ÍNDICE TEMÁTICO 359


¡n t r o d u c c j ó n

EL ESTADO MODERNO COMO RELACIÓN SOCIAL:


LA RECUPERACIÓN DE UN CONCEPTO POLITOLÓGICO DEL ESTADO

JUAN CARLOS MONEDERO

1. LA Q U IEBRA DE L A H EG EM O N ÍA N E O LIB E R A L
(O fA L A FU ERZA AH O RCAN ’)

Una de las escasas ventajas de las crisis económ icas es que clarifican la discu­
sión sobre la sociedad. En verdad, esto, que se constata desde los años treinta
del siglo pasado, valdría para toda la ciencia social, perm itiéndonos afirm ar
que el verdadero saber social avanza no tanto "a hom bros de gigantes” como "a
lomos de crisis” . Más en concreto, estos m om entos de "peligro” y "oportuni­
dad” (como rezan los dos ideogramas con que la caligrafía china se refiere a
este concepto), tienen la virtud de que los actores, con demasiada frecuencia
ocultos en la teoría y la práctica, em erjan con toda su fuerza para aumentar su
influencia social y política. Em presarios, grupos de presión, periodistas cor­
porativos, banqueros con sus nom bres y apellidos, patronales, foros transna­
cionales y políticos de todo signo expresan sus opiniones, aprem ian reuniones
y pretenden forzar la aceptación estatal de sus opciones. También el "gran
público” , si bien de m anera desagregada, deja caer sus opiniones, al igual que lo
hacen los sindicatos —en su pluralidad—-y diferentes francotiradores mediáticos
que raramente responden sólo a sus análisis. Curiosamente, esta reemergencia
de los actores que debilita las explicaciones estructurales o que pone en cuestión
el automatismo de las instituciones (especialmente del mercado) tenía como

XIII
JU AN CARLO S MONEDERO

objetivo central 'llam ar a la prudencia” con el fin de lograr una intervención


pública que evitara pérdidas a los muy concretos capitales privados.
Son momentos —y de ahí la luz que desprenden— en que se da la vuelta a
mucho de lo dicho y defendido anteriorm ente, con el objetivo de lograr trenzar
la comunión entre los intereses particulares y los intereses generales, de
recordar lo "inconveniente” de "confundir” las necesidades "objetivas” del
sistema con "dem agógicas” exigencias que pretendan cobrar al sector fin an ­
ciero o inm obiliario sus excesos o sus aventuras. Momentos de socializar las
pérdidas al tiempo que se olvida que las ganancias se privatizaron. En ese d is­
curso, cargar al erario público los errores o la rapiña del capital financiero
durante los últimos veinte años se explica con razones "científicas” , recurrién-
dose a una profunda lógica económica —con frecuencia incom prensible, quizás
por esa profundidad—, mientras que denunciar ese quehacer como una form a
sutil de robo cae dentro de la demagogia propia de teorías conspirativas poco
elegantes y arcaizantes. Llegado el caso, la protesta de los responsables del caos
financiero bien podría articular una nueva "revolución de colores” , mientras
que las m anifestaciones de los trabajadores que vieran perder pensiones o
ahorros no pasaría de ser un "problem a de gobernabilidad” . Con una celeridad
pasmosa, los m ism os argumentadores que acusaban al Estado de dirigista, ten-
tacular, hipertrofiado, impotente, parasitario, asfixiante, estrangulador de la
iniciativa privada, aniquilador de la competencia, responsable del subdesarro-
11o, corrupto e ineficiente, pasaron a reclam arle —esto es, al erario p ú b lic o -
salidas intervencionistas. Curiosamente no eran neomarxistas los que gritaban
Bringing the State Back In , sino que este grito de guerra venía de "Wall Street y de
antiguos teóricos neoliberales. La retórica de la intransigencia que acusaba al
Estado de fútil —inútil en com paración con la em presa privada—, arriesgado
—agravador de problemas— y perverso —generador de nuevos d esp erfecto s-
dejaba paso a un armonioso discurso de salvataje1 .
La crisis económica norteam ericana que estalló en septiembre de 2008
marcó un punto de inflexión en la hegemonía de las recetas neoliberales.
Desde la crisis del arreglo keynesiano en los años setenta, la frase de Lincoln
que afirmaba que "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes
engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo
todo el tiem po” , parecía un pío deseo vista la generalización del fraude y el
selecto y reducido grupo que había visto m ultiplicar su fortuna a niveles in sos­
pechados en cualquier otro momento de la humanidad2. El Consenso de
. Washington (consenso por su aceptación acrítica por los gobiernos del grueso
del orbe), el thatcheriano pensam iento TIN A (There is No Altemative), el fin de

XIV
INTRODUCCIÓN

las ideologías, el auge de conceptos que cantaban el fin del conflicto social (glo -
balización, gobernabilidad, gobernanza, transparencia) o la aceptación del
liberalismo económico por parte de la socialdem ocracia y cerrando así el cír­
culo abierto con su asunción del liberalism o político (la llamada tercera vía)
eran otros tantos hitos en ese paseo triunfal de lo que Susan Strange llamó capi­
talismo de casino3.
Una de las victorias del neoliberalism o fue p roscribir el pensam iento crí­
tico bajo la acusación de arcaísmo, carecer de fundamento o ser reo de teorías
conspirativas de la historia. De ahí que no es extraño que el recurso al nobel de
economía y vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, se convirtiera
en una salida socorrida en el debate mediático. Stiglitz afirmaba en medio del
torrente de la crisis inm obiliaria norteam ericana y poco antes de que arrastra­
ra también al sector financiero:
El mundo no ha sido amable con el neoliberalismo, esa caja de sor-
■ presas de las ideas que se basa en la noción fundamentalista de que los
mercados se corrigen a sí mismos, asignan los recursos con eficiencia y sir­
ven bien al interés público. Este fundamentalismo del mercado estuvo
detrás del thatcherismo, la reaganomía y el denominado "consenso de
Washington", todos ellos a favor de la privatización, de la liberalización y
de los bancos centrales independientes y preocupados exclusivamente por
la inflación [...] El fundamentalismo de mercado neoliberal siempre ha
sido una doctrina política que sirve a determinados intereses. Nunca ha
estado respaldado por la teoría económica. Y, como debería haber quedado
claro, tampoco está respaldado por la experiencia histórica. Aprender esta
lección tal vez sea un rayo de luz en medio de la nube que ahora se cierne
sobre la economía mundial4.

El neoliberalism o pretendió un nuevo arreglo económico allí donde el


acuerdo keynesíano había dado sólidas señales de debilidad a mediados de los
setenta. Es importante entender que por lo común, prim ero vienen los pasos
reales de la economía, y luego el acomodo social a la nueva realidad creada (por
ejemplo, fue la economía real la que fue internacionalizando su actividad;
luego, como un hecho consumado, los Estados debieron buscar un nuevo modo
de regulación para esa nueva circunstancia). La debilidad de la clase obrera (en
parte vinculada al propio éxito de sus demandas durante el siglo XXI y al mayor
nivel de vida alcanzado), la falta de respuesta política de los partidos de la
izquierda y la propia impotencia de los Estados nacionales ante una economía
que se estaba globalizando dejó el camino abierto para la implantación del

XV
JUAN CARLOS MONEDERO

nuevo modelo. Pero al Igual que ocurrió con la crisis de los años treinta, una
pregunta quedaba abierta con los aprietos teóricos y prácticos del keynesianis-
mo: ¿se trataba de una crisis en el modelo o una crisis del modelo? El neolibe­
ralismo siempre obró como si se tratara de una crisis dentro de un modelo que
aún era válido. En otra dirección, Robert Jessop explica en El futuro del Estado
capitalista que el hecbo de que las soluciones dentro del capitalismo cada vez
estrechen más su abanico, perm ite suponer que las contradicciones internas
propias del sistema invitan a considerar el segundo escenario.
No se trata de la enésim a anunciación de la crisis definitiva del capitalis­
mo, sino de la consideración, con rigor científico, de la im posibilidad del capi­
talism o de desarrollar su lógica sin agotar a las sociedades que lo sostienen.
A la carrera de obstáculos que marcó la crisis asiática de 1997 y 1998, siguió la
bancarrota rusa, el llamado efecto tequila en México, el ajuste en Europa previo
a la entrada en vigor del euro, el hundimiento del importante fondo Long Terra
Capital Management, el default argentino, el hundimiento de las empresas
punto.com, los diferentes rescates bancaríos, la quiebra de Enron y Arthur
Andersen, las quiebras de Lehmans Brothers, de M erril Lynch, de A JG , el res­
cate urgente de bancos, la inyección ingente de capitales a grandes empresas
automovilísticas, inm obiliarias, etc. A este accidentado viaje hay que sum ar el
agotamiento de los tres grandes recursos tradicionalm ente usados dentro del
acuerdo capitalista para salir de la crisis: el endeudamiento público, el endure­
cimiento de los procesos de obtención de beneficios del Sur y el uso intensivo
de la naturaleza.
El neoliberalism o articuló un modo de regulación —un acuerdo de garan­
tía del orden social— y un régim en de acumulación —un sistema de garantía de
la reproducción económica. En térm inos gramscianos, logró articular: (1) un
bloque histórico que garantizó la cohesión de los grupos dominantes y la con­
fianza social ~~el ámbito de las ideas y de la conciencia; (2) el poder del Estado
y de las instituciones; (3) la acumulación económica. Devolviendo el marco teóri­
co a la práctica, se vio cómo fue en Am érica Latina donde el esquema neolibe­
ral empezó a hacer agua. El académico y Vicepresidente boliviano Alvaro García
Linera, afirm aría que el neoliberalism o perdió en la frontera del cambio de
siglo sus tres principales herram ientas para construir la hegemonía; el Estado,
la calle y la batalla de las ideas5. Se había roto con la rutinízación del neolibe­
ralismo, ese consenso que lo había vuelto intocable durante tres décadas. Al
igual que ocurrió en 191.7, la acción colectiva no suele esperar a los teóricos. Si,
como escribió Gram sci, en Rusia se hizo una revolución "contra el capital”
(cuestionando la teoría marxista de la revolución), en Am érica Latina se hizo

XVI
INTRODUCCIÓN

una revuelta contra el neoliberalism o pese a que todos los marcos teóricos
hablaban de la im posibilidad de tal transform ación. La ciudadanía dejó de
aceptar como correctas las ideas*, se batió en la calle hasta convertirla en su
territorio y, finalm ente, alcanzó el poder del Estado a través de la vía electoral.
Estados Unidos, enredado en la guerra de Irak y dirigido por la doctrina neocon
(más preocupada por las relaciones con Israel y el mundo árabe que por el
mundo latino) perdió su patio trasero y abrió una nueva senda hacia un mundo
pluripolar. Gomo dem ostrarían las quejas europeas o chinas contra los EE UU
al calor de la crisis de 3008, cuando se pierde capacidad económica, los argu­
mentos pierden tam bién cuando no contundencia, al menos sí parte de su gla­
mour.
El colapso del neoliberalism o a finales de 3008 fue general: financiero,
alimentario, monetario, inm obiliario, energético y laboral. Una sociedad que
había hecho de un caníbal un símbolo amable (el Hannibal Lecter del Silencio
de los corderos), parecía ahora devorarse a sí misma. Esto no permite afirm ar el
fin del capitalismo, pero sí augurar muchas dificultades a la economía de casi­
no, en el momento más bajo de su popularidad en la opinión pública (esto es,
con una pérdida de legitimidad que abre perspectivas de desafección). De cual­
quier forma y como agenda de investigación, siguen quedando abiertas varias
preguntas: ¿es posible construir un acuerdo social y económico que garantice
la reproducción social en los marcos capitalistas heredados? ¿cuáles son sus
condiciones? ¿cuáles sus herram ientas? Ese marco de estudio es el que p re­
senta Robert Jessop en El futuro del Estado capitalista.

3. EL ESTADO Y SU TEO RÍA: COM PORTAM IENTOS R ECU R R EN TES6

Si en 1985 el Estado se reivindicaba como objeto de estudio con el bien cono­


cido libro de Peter Evans, Dietrich Rueschemeyer y Theda Skocpol, Bringing the
State Back In7, no es menos cierto que, al tiempo, toda una tradición politológica
basada en el marxismo se dejaba de lado con una intencionalidad que hoy pode­
mos definir como alevosa. Esa "amnesia teórica” , como la definió Zizeck, dejaba
fuera del análisis los trabajos sobre el Estado de autores de gran relevancia como
Poulantzas, Miliband, Offe, Block o Therbom. Las omisiones de determinados
autores —una constante en el quehacer académico que termina por forzar una
homogeneización del pensamiento— sirvieron para ir vaciando de cuerpo real a
ese concepto, de manera que, finalmente, al calor de los cambios imputados a la
globalización, terminaría siendo caracterizado como una "categoría zom bi"8.

XVII
JU AN CARLO S MONEDERO

Sin embargo, no deja de ser cierto que usar el concepto de Estado sin refe­
rencias de tiempo y espacio es igualmente una manera de forzar el análisis.
Guando Maquiavelo tuvo que definir la organización política emergente, nece­
sitó recurrir a una nueva palabra, sfcaío, porque las viejas como regnum, res
publica o polis, no le servían. Nuevas realidades reclam an nuevos conceptos. De
ahí que Jessop, saliéndose de estériles discusiones sobre la ortodoxia, haya
enfrentado esa tarea concretando el ámbito de estudio —el Estado capitalista—
y asentando su análisis sobre nuevas bases m etodológicas. "Lo que pretendo
•—afirm a en este libro— es elaborar los conceptos básicos de un nuevo progra­
ma de investigación sobre el capitalismo y el Estado capitalista” . Para ello,
sienta los cim ientos sobre cuatro perspectivas: (i) la teoría de la regulación (que
insiste en la condición social de las relaciones económicas); (2) la economía p olí­
tica del Estado y de la política de G ram sciy Poulantzas (que ya entienden al Estado
como un relación social); (3 ) el análisis crítico del discurso y de las teorías que
insisten en la condición discursiva de las relaciones económ icasy políticas, epis­
temologías todas realistas; (4,) los sistemas autopoiéticos (desarrollados por
Luhmann, pero que también fueron referidos por Marx cuando analizó la autova­
loración del capital al reinvertír los beneficios anteriores) y los problemas de
gobernanza que genera la pluralidad de sistemas aut oorgani zativo s .
La discusión durante el último tercio del siglo XX no zanjó, ni mucho
menos, la comprensión del Estado. Y no deja de ser curioso que a ese debate le
siguiera de nuevo un gran vacío teórico, como sí el interés al respecto hubiera
decaído de nuevo. Entre otras interpretaciones de aquellos años, tenemos las
siguientes: el Estado como un reñejo de la correlación de clases (cayéndose en
diferentes grados de determinismo económico que supeditaban el Estado al
mero interés de clase); como una organización que poseía cierta autonomía rela­
tiva respecto de la sociedad (el Estado poseería la capacidad de ir más allá del
corto plazo propio de las exigencias de algunos grupos, pudiendo así garantizar el
orden social); el Estado visto como un ente con vida e intereses propios al m ar­
gen de cualquier presión social o función de preservación del orden-, también
como una desnuda máquina de poder al servicio de quien se hiciera con el con­
trol de sus instrumentos ideológicos y del uso de la violencia; otras interpretacio­
nes arrastraban la herencia decimonónica que seguía viendo al Estado bajo un
prisma normativo e. institucional heredero de la lectura hegelíana del Estado
como la máxima eticidad; etcétera. Acompañando todas estas escuelas, había un
séquito de reinterpretaciones que zanjaban las diferencias añadiendo un prefijo
al viejo paradigma, construyendo un abanico de neoparadigmas (neomarxismo,
neoestatismo, neoinstitucionalismo, neocorporativismo, neopluralísm o...).

XVIII
INTRODUCCIÓN

Seguramente, todas estas teorías aportaban parte de verdad, pero también


resultaban insuficientes para dar cuenta de una realidad tan proteica como el
Estado, aun más cuando empezaba el proceso de globali?,ación que cuestionaba
la validez de las categorías cerradas del espacio propias del Estado nacional.
Quizá por culpa de esa herencia institucionalista y las limitaciones del corpO”
rativísmo académico, la teoría del Estado no estuvo dispuesta a entender que
buena parte de estos problem as se zanjaban con una defin ición de sociedad
que incorporara esa complejidad. No pocos de los problemas desaparecen
cuando se term ina con el aislamiento estatal respecto de la sociedad o deja de
buscarse una explicación externa al hecho social en el que se genera o se ejerce
la estatalidad. Esto no significa desconocer que lo nacido en una sociedad
puede emanciparse durante un tiempo de la misma (algo que no podríamos
explicar con un m ero funcionalismo que necesita fijar de una vez para siempre
esas relaciones basadas en la función). Pero incluso para afirm ar la em ancipa­
ción temporal del Estado respecto de la sociedad en que nació, se necesita
mantener la relación entre el Estado y la sociedad, no condenar al Estado a un
frío laboratorio filosófico, una mesa de disección analítica o un conjunto de
reglamentos administrativos que quizá ni se cumplan.
Guando la teoría del Estado insistía en que el Estado no era sino un refle­
jo de la sociedad, es cierto que infravaloraba la im portancia de lo institucional
y la capacidad de las instituciones de convertirse en estatuas con vida propia
que flotan con cierta irrealidad en la sociedad que las contempla9. De la misma
manera, cuando se prim a lo institucional por encima de lo que ocurra en la
sociedad, se está cosíficando al Estado, colgándolo de una nube y despojándo­
le de parte de su encarnación social. Otrosí ocurre cuando se desprecia el papel
de los funcionarios, pues obrando así se está perdiendo de vista su capacidad
para tomar decisiones que afectan profundamente a toda la sociedad presente
e, incluso, futura (m eter a un país en una guerra, apretar el botón nuclear,
apostar por un grupo económico —por ejemplo, el sector financiero de la eco­
n om ía-perjudicando los intereses conjuntos del aparato productivo; etc.). Es
cierto que en el largo plazo, todos estos elementos tienen que equilibrarse,
pues de lo contrario la desestabilización pondría en cuestión el orden social.
Por eso es importante incorporar en el análisis de la sociedad y del Estado la
variable tiempo. De ahí que una definición relacional de la sociedad —en con­
sonancia con la definición relacional del Estado con la que trabaja Jessop—-
permita un gran avance. La definición relacional de la sociedad entiende a ésta
como un conjunto de interacciones económicas, políticas, normativas y cultu­
rales, que responden a su propia lógica pero tam bién a las relaciones entre

XIX
JU AN CARLO S MONEDERO

ellos, y que igualmente están sujetos a la tensión entre los individuos y el


grupo, a la tensión entre la herencia del pasado y las reform ulaciones del p re­
sente y a la tensión entre el propio grupo y otros grupos (el ámbito internacio­
nal). Una interpretación del Estado acompasada a esta definición de sociedad
hubiera permitido una conceptualizacíón más cercana al hecho complejo de lo
social en el siglo XX y el siglo XXI10.
De esta manera, ni el Estado se convierte en una variable independiente
(como en el trabajo de Skocpol, Evans y Rueschmeyer), ni, como apuntan las
teorías pluralistas, el Estado puede ser visto simplemente como un peón de
cierta im portancia (como sostenía Robert Dahl en Who Govems?). Igualmente,
la absolutización de lo económico heredera del marxismo habría olvidado que
no hay economía sin sociedad (como insistió Polanyi en La gran transforma-
ción). La teoría relacional huye de interpretaciones sim plistas. Lo económico,
va a plantear Jessop, es dominante sólo en "una compleja situación coevoluti-
va” . Esto es, no hay última instancia en las relaciones de dominio, sino que se
trata de algo histórico y diferencial, relacional y contingente (hay altas proba­
bilidades de que determinados procesos se den, pero no está escrito que ter­
m inen dándose). Con contundencia, Jessop afirm a que no hay "últim a
instancia” en las relaciones sociales, pues lo social es un hecho contingente.
Ahora bien, el capitalismo tiene rasgos para tener "dom inio ecológico” (dom i­
nio dentro de un ecosistema), gracias a su condición compleja, flexible, d es­
centralizada y anárquica (como el mercado), donde la dualidad de los precios
(que actúan como estímulo al aprendizaje y mecanismo flexible para asignar
capital a las actividades económicas) ha logrado convertirse en el gran supervi­
viente en una carrera adaptativa donde lo hegemóníco no ha term inado coinci­
diendo con los valores de la emancipación.
Cierto es que el capitalismo ha mostrado un gran genio a la hora de tran s­
form arse, de cobrar nuevós contornos, de disfrazarse con ropajes que lo hacen
casi irreconocible. Aún más, como señala Giovanni Arrighi, el capitalismo sólo
sobrevive si se transforma. Pero ¿no es gracias a que lo central perm anece que
podemos seguir hablando de capitalismo? ¿No hay un elemento común en el
colonialismo y el im perialism o, en las form as de Welfare y en el desarrollism o,
en el m ilitarism o y el neoim perialism o? ¿Por qué varían las form as pero p er­
manece el modo de producción?
El trabajo de Robert Jessop sobre el Estado en los últimos treinta años, que
desemboca en este libro cuya versión en castellano ahora presentam os, ha ido
a contracorriente. En un momento en el que la caída del Muro de Berlín sepul­
tó bajo sus cascotes la interpretación económica —no economicista— de lo

XX
INTRODUCCIÓN

social, Jessop abrazó el marco disciplinar de la economía política internacio­


nal, complej izándolo y ayudando a una teorización sobre la relación entre el
Estado y el capital desde finales de la Segunda Guerra Mundial. La relevancia
que aquí se entrega a lo económ ico —que en m odo alguno se convierte, como
decíamos, en una sim plificación como las que promovió el marxismo "le n in is­
mo o la secuela althusseriana— no hace sino entender la vinculación de lo eco­
nómico en lo social. Gomo insiste Jessop, se trata de entender la im bricación o
empotramiento —embeddedness— de lo económico en lo social (en la expresión
de Polanyí) y el peso de lo m aterial en la configuración de cualquier orden p o lí­
tico. Esa relación va a condicionar (a veces de m anera muy fuerte) la forma
política, pues el Estado capitalista tiene la obligación funcional de garantizar en
última instancia el sistema capitalista De ahí la expresión de Moore que recoge
jessop en la introducción a la edición española: "cuando la explotación adopta la
forma de intercarjnbio —es decir, es pacífica y aparece como una relación libre y
voluntaria—, la dictadura tiende a tomar la forma de democracia” (en otras pala­
bras, la explotación se oculta enmascarada en la democracia electoral).
La discusión sobre el Estado ha ido deshaciéndose en pedazos, ocupando
el grueso del trabajo académico la discusión acerca de las políticas públicas y la
conceptualizaeión de lo que llegue a ser la gobernanza, con frecuencia explica­
das al m argen de una correcta conceptualización del Estado que pueda dar
cuanta real de cómo y por qué se está operando sobre la realidad social o cómo
se explica que la sociedad civil hegeliana (las em presas y el ámbito del interés
privado) se sientan en la m ism a m esa y en igualdad de condiciones con el que
hasta entonces era la máxima representación de la suprem a eticidad, esto es, el
Estado. Si M artin Shaw afirmó que teorizar sobre la globalización sin el Estado
era como representar a Hamlet sin el príncipe, podríamos igualmente afirm ar
que teorizar sobre la gobernanza o sobre las políticas públicas sin el Estado es
como explicar a Robinson Crusoe sin la isla, a Fausto sin el diablo o al Buscón
sin el hambre acumulada desde su infan cia1 1 .
En la academia, Leo Panitch sostenía que la popularidad y el declive de la
teoría del Estado, relegada en esa "venganza de la economía” al rincón de los
viejos conceptos, estaba relacionada directam ente con las vicisitudes de la
lucha de clases y de las condiciones políticas. La hegemonía en el neoliberalis­
mo había pasado, por la derrota del pensam iento y la práctica críticos, al m er­
cado12. Poco ha ayudado a la reconstrucción de la teoría del Estado la biografía
sentimental de buena parte de la izquierda académica occidental, enredada en
su madurez en una suerte de autojustifícación conservadora de sus excesos de
juventud. Este peso biográfico —muy alimentado en un discurso mítico con

XXI
JU A N CARLO S MONEDERO

epicentro en un Mayo del 68 hipostasiado o, con algún retraso en el caso de


España, con una interpretación igualmente mitica de la transición— les ha lle ­
vado a un conservadurismo no asumido, donde se niega sucesivamente la
importancia de algunos aspectos que, precisam ente, form an parte de los nue­
vos elementos incorporados en el análisis estatal de Jessop. A saber, el papel de
la cobertura cultural en los regímenes de acumulación —basado en Gramsci—y la
estabilización otorgada por los discursos del pensamiento uníficador —algo
muy relevante en una sociedad basada en la economía del conocimiento— con
el papel esencial de los medios de comunicación y el reclamo de un mejor
conocimiento de la política a través del análisis semiótico; la relevancia del
desastre ecológico, a menudo leído desde esa izquierda como una resurrección
del comunismo polpotiano que pretendía repetir comportamientos autorita­
rios, ahora con la excusa ecológica, al tiempo que supuestamente ignoraba que
sería el capitalismo el que se encargaría de solventar los problem as que él
mismo crea abriendo una nueva gran oportunidad de negocio; la violencia del
neoim perialísm o, ahora definitivam ente acompañado de contornos bélicos
(comprado por esa izquierda como "guerras humanitarias o preventivas", al
tiempo que aplaudía intervenciones im periales desde la buena conciencia que
identifica la maldad de unos sátrapas señalados repetidamente como tales; o
las formas de fascism o social —vía econom icism o que supedita el mundo de la
vida a la tasa de beneficio— que pueblan las form alm ente democráticas socie­
dades occidentales y que eran descalificadas con cinismo o con acusaciones de
exageración por la radícalidad del vocablo.
En este contexto no es extraño que la teoría del Estado haya desaparecido
de muchos planes de estudio de ciencias políticas y economía, que los libros
sobre el tema sean comparativamente inexistentes —con la salvedad de aque­
llos que anunciaban contundentemente el fin del Estado ajusticiado por una
inclemente y bienvenida globalización—y que el interés sobre el Levíatán haya
declinado con el declinar de los grandes relatos. Del Estado o de la estatalidad.
De cualquier manera, una sensación de sospecha ante esa elim inación carica­
turesca no ha dejado de acompañarnos. El exceso de sinceridad por parte del
poder en la etapa neoliberal, esa desvergüenza ostentosa —multiplicada por mil
con la invasión de Iraq por parte de em presarios que no han tenido reparos en
hacer ahí su negocio del siglo— ha dejado la sensación de que también había un
hurto en la discusión intelectual13. Sí en la configuración de lo que Said llamó
orientalismo los textos de los académicos ayudaron a configurar la manera de
entender los países colonizados, ahora, en una suerte de repetición grotesca,
parece que son las interpretaciones mediáticas de buenos y malos las que marcan

XXII
INTRODUCCIÓN

las opiniones de los académicos, siendo los excesos de Ruanda, Bosnia o Iraq,
así como los documentales del National Geographic sobre la violencia de la vida
natural la coartada de la nueva interpretación. Son precisam ente los académ i­
cos los que han comprado la burda m anipulación que lleva a presentar las p ro­
testas de clase media como revoluciones de colores y las protestas populares como
problemas degobem abilidadl4:. Rasgos, por otro lado, de un Estado que de m ane­
ra creciente renuncia a su lógica como Estado capitalista y se mueve, como
plantea Jessop, más por criterios de excepcionalidad.
La concepción del Estado como relación social, núcleo duro de la concep­
ción de Jessop, rompe con la idea de que el Estado es la variable independiente
del resto del entramado social. No le supone una realidad aparte como si fuera
un ente con vida propia y autónoma, pero tampoco lo supedita a la economía,
como si lo económico estuviera "colgado del cielo” y no necesitara para existir del
resto de articulaciones sociales. Esta mirada integradora ahonda en la idea de que
resulta prácticamente imposible entender el Estado al margen de los otros dos
grandes procesos en los que se ha desplegado el mundo occidental: el desarrollo
del capitalismo y el desarrollo de la modernidad. Tanto la implantación del siste­
ma de Estados nación, como la extensión del capitalismo y del pensamiento
moderno que sustituyó a la teocracia medieval, nacen a finales del siglo XV,
siguen caminos paralelos aunque diferenciados y, sólo por razones históricas
—¡no por ningún tipo de determinismo!— term inan por converger en los dos
últimos siglos. El capitalismo triunfará a la hora de trasladar su lógica a casi todos
los rincones de la vida social, haciendo del trabajo una mercancía más y convir­
tiendo al mercado no en un lugar de intercambio sino en el espacio consagrado al
beneficio. El Estado le ayudará, y en su pelea histórica contra el Imperio papal, las
ciudades libres y otras formas de organización política, encontrarán sinergias,
simbiosis, cuya expresión más obvia quizá sean los procesos de saqueo a otros
territorios o países. Igualmente el pensamiento moderno, articulado en torno a
la ciencia occidental y abanderado por la Ilustración, prestará sus ideas a ambos
desarrollos, transformando la ciencia en una mercancía, haciendo del Estado el
garante de su idea de Progreso y legitimando la colonización de otros pueblos. Al
tiempo, el capitalismo financiará la concepción occidental de la ciencia y el
Estado legalizará o ilegalízará un tipo u otro de pensamiento científico. Todos
estos complejos procesos sirven para entender que no caben explicaciones sim ­
plistas a los procesos sociales. Una vez más repetímos con Lippman que para los
problemas complejos siempre hay una explicación simple, pero equivocada.
Una mirada atenta a los principales cambios políticos, en especial a la glo-
balización (y a las formas de integración regional con que se pretende conjurar),

XXIII
JU A N CARLO S MONEDERO

se logra a través de una m irada atenta al Estado entendido como el ámbito


donde coinciden todos los siguientes elementos: un conjunto de instituciones
y personas-, un lugar con pretensiones de centralidad; una demarcación te rri­
torial —a la que se defiende m ilitarm ente pero se está viendo superada en los
lím ites sim ples de las fronteras—, convertida en identidad cultural y jurídica y
que tiene el propósito de representación del conjunto; un ámbito con preten­
siones de autoridad y de obediencia, acompañado de la prom oción del interés
público y del mantenimiento de la cohesión social; en suma, una condensación
política de las relaciones sociales nacionales y tam bién internacionales15 . En la
teoría relacional del Estado, el holograma social se recompone y cualquier p ro­
ceso reconduce a la explicación integral.

3 . D EL ESTADO SO CIAL A L ESTADO DE TRABAJO : LA M EM O RIA


DE LOS PU EBLO S CONTRA LA M EM O RIA D EL ESTADO

LOS HOMBRES HACEN SU PROPIA HISTORIA, PERO NO XA HACEN A SU


UBRE ARBITRIO, BAJO CIRCUNSTANCIAS ELEGIDOS POR ELLOS MISMOS,
SINO BAJO AQUELLAS CIRCUNSTANCIAS CON QUE SE ENCUENTRAN
DIRECTAMENTE, QUE EXISTEN Y LES HAN SIDO LEGADAS POR EL PASA­
DO. LA TRADICIÓN DE TODAS LAS GENERACIONES MUERTAS OPRIME
COMO UNA PESADILLA EL CEREBRO DE LOS VTVOS. Y CUANDO ÉSTOS
APARENTAN DEDICARSE PRECISAMENTE A TRANSFORMARSE Y A TRANS­
FORMAR LAS COSAS, A CREAR ALGO NUNCA VISTO, EN ESTAS ÉPOCAS DE
CRISIS REVOLUCIONARIA ES PRECISAMENTE CUANDO CONJURAN TEME­
ROSOS EN SU AUXILIO LOS ESPÍRITUS DEL PASADO, TOMAN PRESTADOS
SUS NOMBRES, SUS CONSIGNAS DE GUERRA, SU ROPAJE, PARA, CON ESTE
DISFRAZ DE VEJEZ VENERABLE Y ESTE LENGUAJE PRESTADO, REPRESEN­
TAR LA NUEVA ESCENA DE LA HISTORIA UNIVERSAL. ASÍ, LUTERO SE DIS­
FRAZÓ d e a p ó s t o l P a b lo , l a r e v o l u c i ó n d e m 9 - i a i 4 s e v i s t i ó
ALTERNATIVAMENTE CON EL ROPAJE DE LA REPÚBLICA ROMANA Y DEL
Im p erio R o m an o , y l a r e v o l u c i ó n d e i u b n o sup o h a c e r n a d a
MEJOR QUE PARODIAR AQUÍ AL 1789 Y ALLÁ LA TRADICIÓN REVOLUCIO­
NARIA DE [409] 1793 A 1795. Es COMO EL PRINCIPIANTE QUE AL APREN­
DER UN IDIOMA NUEVO LO TRADUCE MENTALMENTE A SU IDIOMA
NATIVO, PERO SÓLO SE ASIMILA. EL ESPÍRITU DEL NUEVO IDIOMA Y SÓLO
ES CAPAZ DE EXPRESARSE LIBREMENTE EN ÉL CUANDO SE MUEVE DEN­
TRO DE ÉL SIN REMINISCENCIAS Y OLVIDA EN ÉL SU LENGUA NATAL

Karl Marx, >8 de Bruma rio de Napoleón Bonaparte

Ha sido un lugar común en la reflexión sobre el Estado contemporáneo hablar


de crisis orgánica o estructural del Estado, como si éste fuera un cuerpo capaz de
enferm ar por sí mismo o un edificio cuyos cim ientos se carcomieran por una

XXIV
INTRODUCCIÓN

termita hambrienta. Este modo de razonar, como veíam os, por lo general deja
fuera de foco dos asuntos de enorme relevancia: por un lado, el hecho de que el
Estado, lejos de ser una cosa, es una relación social y que, por tanto, no hace
sino reflejar el resultado de los conflictos sociales (o de su ausencia). En s e ­
gundo lugar, al atribuir una excesiva capacidad de causa a una explicación sim ­
plificada de lo económico, ni explícalas im plicaciones reales de las exigencias
de reproducción económica n i acierta a entender en su complejidad el entra­
mado social. Hay que entender que no existe "la econom ía” , igual que no exis­
te "la política” o 'la cultura” fuera de su relación social.
Aún con más frecuencia se cae en el error de atribuir las dificultades de
coordinación social de los Estados al proceso de globalización, cuando lo cier­
to es que los cambios en el tiempo y en el espacio, con su gran importancia, sólo
vinieron a añadirse al agotamiento histórico de los modernos Estados naciona­
les capitalistas p^ra dar respuesta a cambios que tenían lugar en todos los
ámbitos de lo social. Es el Estado el que perm ite la globalización que luego
debilita a los Estados. Es el paso, estudiado aquí por Jessop, del Estado de b ien ­
estar (welfare) al Estado de trabajo (workfare), donde el aparato organizador,
legitimador y coercitivo estatal se pone al servicio ya no de la inclusión social y
del aumento de calidad de vida de los ciudadanos sino de la competitividad de
las empresas en la arena internacional. Estos desenfoques del análisis no han
permitido ver con claridad que lo que se entiende por crisis del Estado a m enu­
do no es sino la crisis del Estado social y democrático de. derecho, una form a de
organización que, partiendo de la reorganización del capitalismo al final de la
Segunda Guerra Mundial -—la fase del fordism o—, había entrado en un callejón
sin salida a mediados de los años setenta, buscando entonces superar sus lím i­
tes hollando otros caminos menos exigentes con el conjunto de la ciudadanía,
con el medio ambiente y con otros pueblos, momento en el que nos encontra­
mos. Los enemigos políticos del Estado nacional keynesiano empezaron a cons­
truir un discurso que pretendía ocultar el Estado m ientras silenciaban que la
estatalídad (las funciones que antaño desarrollaba el Estado) iban a re elabo­
rarse o a trasladarse a otros lugares, por ejem plo el ámbito internacional (FMI,
OMC, BM, etc.) Gomo afirm a Jessop, lejos de desaparecer, el Estado está sien ­
do "reimaginado, rediseñado y reorientado” .
Esta crisis, que afectaría a la unidad y eficiencia del Estado territorial, se
traduciría en incapacidad en tres grandes ámbitos. Por un lado, en incapacidad
para conseguir obediencia, esto es, en una crisis de legitimidad. Esta está vincu­
lada a la desorientación del bloque histórico de poder -—con sus élites fragm en­
tadas al rearticularse el capitalismo favoreciendo a unos sectores y perjudicando

XXV
JU A N CARLO S MONEDERO

a otros— y a la crisis de representación popular, alejada la ciudadanía de los


partidos políticos y con una creciente desconfianza hacia la política institucio­
nal. En incapacidad, en segundo lugar, para generar relaciones sociales de
reciprocidad. Esto es, una crisis de confianza, con el debilitamiento de los lazos
sociales y un creciente individualism o que mina la reproducción de los ám bi­
tos colectivos que forman lo social. Por último, la incapacidad de generar rela­
ciones de producción estables y suficientes para la reproducción económica
del sistema, tanto en lo que se refiere al capital privado como a la fuerza de tra­
bajo. Es lo que se conoce como crisis de acumulación (y que pretende cubrir el
esfuerzo estatal como Estado de trabajo y que ha ido minando las bases fiscales
del Estado social).
En el tortuoso viaje del siglo XX, el Estado habría perdido la capacidad de
coerción centralizada que le había caracterizado desde sus comienzos, de m a­
nera que sus posibilidades de garantizar la seguridad —la paz interna y exter­
na— habría descendido enorm em ente. Guando pretende recu perar esa
capacidad es exponiendo a los ciudadanos al riesgo de perder su libertad en
forma de orwellianos Estados vigilantes. Gomo en una relación hidráulica, la
mayor seguridad sólo se entendía como una m enor capacidad de los individuos
para autodeterminar sus destinos. Yo te protejo, tú obedeces. La protección esta­
tal, como en los inicíales momentos de la construcción estatal, se convertía en
una suerte de reproducción m afiosa donde las garantías de paz y tranquilidad
estaban vinculadas a la pérdida individual de autonomía, libertad y tranquili­
dad respecto de quien ofrece la protección (profundamente agravada en las lla ­
madas zonas marrones, donde la presencia del Estado se hace al m argen del
Estado de derecho, afectando a sectores m arginales, desempleados, inm igran­
tes no regularizados, etc.)16.
Por un lado, el Estado habría alcanzado metas audaces im pensables cien
años antes —por ejemplo', quitar los hijos a los padres para obligarlos a ir a la
escuela o hacerse cargo de una porción de la riqueza de cada país que va entre
el 2,0 y el 5 0 % del total, principalm ente recaudando cantidades que van mucho
más allá del diezmo medieval. Pero, al m ism o tiempo, perdía capacidades que lo
habían señalado, en el análisis de Max Web er, como el único con capacidad de
reclamar con éxito la violencia física legítim a, y lo hacían responsable de la
gestión de lo público bajo el paraguas del interés colectivo.
Pero ese Estado, reflejo de posiciones sociales, no es inocente, porque no
lo son las personas e intereses que lo han llevado a ese lugar. Es. un error atri­
buir a la globalización la crisis del Estado nacional de bienestar. El modelo de
Estado nación, que había ganado el adjetivo de bienestar durante las décadas

XXVI
INTRODUCCIÓN

posteriores a la Segunda Guerra Mundial, estaba haciendo aguas por diferentes


razones. Por un lado, los Estados nacionales estaban enfrentando la desnacio­
nalización de la estatalidad (es decir, las funciones que venia desarrollando el
Estado, como explica Jessop en el capítulo 3 , ya no se ejercían en exclusiva en
los entornos nacionales). Esto era así ya que resultaban demasiado grandes
para solventar algunos asuntos —con un aprem io fuerte desde abajo hacia la
descentralización regional y m unicipal—y demasiado pequeños para solventar
otros relacionados con el proceso de estrechamiento del tiempo y el espacio
que hay detrás de la globalización y sus requisitos de competitividad, presiona­
dos en este caso desde arriba hacía form as de integración supranacional o la
mera supeditación a esas "fuerzas superiores” .
El éxito que había tenido desde la década de los cincuenta para solventar
los fallos del mercado ahora se tornaba en fracaso. Nuevas redes de ciudades o
de regiones saltaban fronteras y aduanas con mayor flexibilidad que los paqui­
dermos estatales. La nueva economía del conocimiento y la multiplicación y
particularízación de la oferta de bienes (frente a la homogeneidad del prim er
momento del consumo de m asas17) rom pían el crecimiento de la productivi­
dad, al tiempo que las presiones sindicales empujaban al alza a los salarios. Los
mercados de bienes duraderos estaban saturados, con la consiguiente caída de
la tasa de beneficios, además de que la gestión económica, concebida para eco­
nomías nacionales, mostraba debilidades con la apertura comercial y financiera.
Las políticas de bienestar reclamaban crecientes partidas del gasto público,
tanto por la propia presión de los afectados por la crisis como de la ciudadanía
en general que asumía el suministro de bienestar como un derecho, sin olvidar
la retroalim entación que generaban los m ism os servicios públicos —depar­
tamentos, oficinas, m inisterios, etc.— que reclam aban un crecim iento con s­
tante. En no m enor grado, estaban las dificultades recaudatorias del Estado,
reo de cambios demográficos —envejecim iento de la población—, operaciones
de contabilidad engañosas por parte de las grandes empresas, de la existencia de
paraísos fiscales y del control que ejercen sobre la administración pública los
entramados corporativos transnacionales (baste recordar las quiebras de
EnronyArthur A ndersony sus vinculaciones a la campaña de George W. Bush).
Estos problemas de ingreso de las haciendas nacionales sobrevenían en forma
de crisis fiscales que vaciaban tendencialm ente al Estado de su condición
redistribuidora. El modelo económico keynesiano no sabía solventar los pro­
blemas crecientes de estanflacíón, al tiempo que tenía dificultades para con­
servar los empleos en sectores en declive. Gomo apunta Robert Jessop, "la
globalización, incluso en sus propios térm inos, no es más que un vector entre

XXVII
JU AN CARLO S MONEDERO

otros, a través del cual se expresan en la actualidad las contradicciones y dilemas


inherentes al capital como relación” , es decir, al capital en su inserción social.
Sin embargo, el Estado, como arena en donde convive una lógica estatal
propia entrelazada en una relación profunda y compleja con la sociedad sobre
la cual ejerce su dominación, lejos de desaparecer mutaba su forma para adap­
tarla a las nuevas exigencias, en este caso internacionales. La arena en donde se
están dilucidando buena parte de los conflictos sociales de acumulación eco­
nómica. En definitiva, "lo seriam ente amenazado no parece ser, pues, el
Estado soberano, sino el Estado de derecho como complejo de instituciones
orientadas a garantizar que los ciudadanos puedan gozar de los derechos fun ­
damentales” 18. Después de medio siglo en donde el Manifiesto comunista p are­
cía haber envejecido mal debido a las políticas del fordism o, la apuesta del
Estado por disciplinar al mundo del trabajo a favor del mundo em presarial y
financiero, esto es, la recuperación de una condición más evidente de clase por
parte del Estado en el proceso de globalización neoliberal, devolvía a la discu­
sión la pertinencia de entender la organización estatal como "la junta que
representa los intereses comunes del conjuntos de la burguesía” . Pero pese a la
dureza de la época —que amerita, como veíam os, atrever categorías como la de
fascismo social— conviene tener cuidado, pues esa afirm ación daría por p erd i­
das batallas que ni siquiera se han dado. Margaret Thatcher, paradigma n eoli­
beral, fue más radical en el discurso que en la práctica a la hora de desmantelar
la red social inglesa. Si hubiera podido, quizá habría llegado tan lejos como con
frecuencia se le imputa. Pero lo cierto es que no lo hizo porque la presión social
también hizo su parte en la dirección contraria19.
La discusión acerca del carácter de clase del Estado ocupó buena parte de
la discusión en la ciencia política durante décadas. Visto con distancia, ese
debate no siem pre estuvo entrado en razón, ocupado tanto por la influencia del
pensamiento marxista —en un área donde Marx dejó demasiados cabos suel­
tos— como por la contaminación de la guerra fría y los intentos constantes de
desmantelar cualquier pensamiento que debilitase el American, way oflife y su
correlato político de democracias parlam entarias. La variable generacional
señalada terminó de contaminar el discurso. La conclusión, por lo general, era
algún tipo de reduccionismo que no perm itía entender esta forma de organiza­
ción política, dotada de una extraordinaria capacidad para cambiar, de disfra­
zarse en virtud de las relaciones sociales. En otros térm inos, el análisis del
Estado caía en una suerte de ideología, en una interpretación subjetiva que satis­
facía análisis académicos parciales o intereses concretos de grupos o clases
sociales. Esto es com prensible, pues según fuera una u otra la explicación de lo

XXVIII
INTRODUCCIÓN

que fuera el Estado, así sería la posición política a la que invitaría cada respec­
tivo análisis. No se trata igual a un héroe que a un villano; no recibe el mismo
respeto un santo que un canalla; no genera las m ism as sim patías Robin Hood
que el sheriff de Sherwood.
Hoy podemos afirm ar que si bien es cierto que todos los Estados deben
poder compartir algunas características comunes —por eso caen todos bajo esa
denominación— el Estado real es un producto histórico, fruto de la relación
dialéctica entre la organización que pretende concentrar la violencia física y la
sociedad civil a la que reclama obediencia. Son las ventajas de entenderlo como
una relación social. Por tanto, lejos de poderse solventar con categorías u n i­
versales válidas urbi et orbi, exige explicaciones bajadas a cada espacio y tiempo
concretos. Siendo más claros: como no es posible solventar esa relación social
condensada en el Estado de m anera abstracta, corresponde a la hegemonía que
exista en cada sociedad el decidir en qué lugar del continuum "intereses p arti­
culares-intereses universales" se decide la organización social. Y es bastante
probable que ese resultado, concreto e histórico, se presente discursivam ente no
como algo contingente, sino como universal y absoluto. Ya Marx diferenció las
categorías para pensar la realidad de la realidad misma, dejando claro que una
no podía ahogar a la otra: "Las categorías [...] son formas del intelecto que tie­
nen una verdad objetiva, en cuanto reflejan relaciones sociales reales; pero
tales relaciones no pertenecen sino a una época histórica determinada” 20.
El escenario de investigación del Estado puede ordenarse junto a las otras
dos grandes autopistas que han conducido a la actualidad. Resulta muy c larifi­
cador analizar el Estado nacional o Estado moderno, en el largo viaje en el que
ha estado acompañado, como veíamos, del desarrollo paralelo del capitalismo
y del pensamiento moderno. Estas tres grandes autopistas que nos acercan a
una interpretación de nuestras sociedades contemporáneas, están hoy sujetas
también a profundas transformaciones: el capitalismo, enredado en su actual
fase de globalización neoliberal con nuevas lim itaciones radicales como es el
agotamiento ecológico y las dificultades para garantizar al tiempo la tasa de
acumulación y la legitimidad; los Estados nacionales, buscando su inserción en
un mundo crecientemente global, por lo común a través de vinculaciones regio­
nales que superan las fronteras nacionales, abandonando al tiempo su condición
de welfare y abrazando la de w orkfarela modernidad, viendo cómo sus grandes
discursos de linealidad, progreso, colonialismo, productivismo y machismo se
ven desbordados por algo que, a falta de m ejor nombre, se conoce comoposmo-
demidad y que, por la contaminación conservadora de este concepto, quizá haya
que definir como poscolonialismo^.

XXIX
JU AN CARLO S MONEDERO

A lo largo de ese periplo, el aparato de dominación, acompañado de la


expansión del capitalismo y del pensamiento racionalista moderno, ha con­
centrado más fuerza y se ha especializado más que en ningún otro momento de
la historia. Igual que el capitalismo ha incrementado el número de bienes que
han sido sujetos a la ley del valor (y, por tanto, que han sido convertidos en
mercancías); igual que el pensam iento moderno ha convertido al pensamiento
racional, expresado en la ciencia occidental, en la medida de lo que es científico
y lo que no lo es, el Estado se ha ido apropiando de los ámbitos autónomos de la
sociedad civil hasta llegar a controlar cada rincón de la vida. Dependiendo de
cómo sea la relación con la sociedad civil, ese poder enorme será utilizado para la
emancipación social o para la regulación. Pero la fuerza de lo económico sigue
siendo profundamente condicionante en cualquier sociedad donde las reglas de
la supervivencia sigan estando marcadas por algún principio de escasez.
En la segunda mitad del siglo XX, el capitalismo ha podido desarrollar
dentro de la sociedad civil un poder amplio con la capacidad de m odelar al
Estado según sus necesidades, de convertir el pensamiento en la principal de
las mercancías y reducir al resto de la sociedad a m eros acompañantes castiga­
dos por su vertiginoso ascenso. Es el cumplimiento de lo que Karl Polanyi esta-
bleció ya en 194,4, como el destino necesario del capitalismo que pretendía
regularse a sí mismo: la transform ación que operaba la economía de mercado
creando una sociedad de mercado22.
En térm inos históricos, la capacidad del Estado nunca ha sido, como p lan ­
teamos, tan elevada. No nos referim os a la capacidad de obrar con total auto­
nomía de la sociedad, de manera despótica y sin escuchar a nadie —usando la
metáfora de Michael Mann, como si fuera la reina de corazones de A licia en el
país de las maravillas, encaprichada en cortar tantas cabezas como le apetezca™,
sino que queremos in sistir en la capacidad de extender su poder de manera
infraestructural (¿dónde puede hoy esconderse nadie del Estado?)23. Esta
capacidad se multiplica en aquellos países que han concentrado mayores
recursos m ilitares, económicos e ideológicos. A llí donde anteriormente el
Estado no podía desarrollar su poder despótico sino en función del acceso,
siempre limitado, a los recursos que perm itieran el sum inistro a sus ejércitos,
hoy vemos que una organización estatal —pensem os en los Estados Unidos de
Am érica— lleva la guerra a cualquier lugar del planeta —y hasta del espacio—
con resultados devastadores.
Además de controlar los recursos m ilitares, ese Estado poderoso controla
también los recursos ideológicos, alimentados por unos medios de comunica­
ción integrados en la misma lógica o por una regulación de la enseñanza que

XXX
INTRODUCCIÓN

orienta o adoctrina a la ciudadanía. Y no m enos ocurre con los recursos econó­


micos obtenidos bajo prem isas capitalistas, convertidos en la razón principal
de su comportamiento bajo los presupuestos del Estado trabajista. Sin em bar­
go, este Estado caracterizado por su capacidad de concentrar territorialm ente
su poder, se ha visto sacudido por el proceso neoliberal, donde algunos secto­
res han visto reforzada su posición social dominante, m ientras otros han visto
perder los avances en la redistribución de la renta experimentados durante las
décadas anteriores. Algunas preguntas se hacen pertinentes en este galimatías
conceptual: ¿es cierto que el Estado ha perdido poder con la globalización neo­
liberal? ¿Se trata del Estado o de un tipo concreto de Estado cuando se habla del
vaciado de contenidos? ¿Afectan por igual los cambios al Estado que organiza
la invasión de un país que al que garantizaba sociedades de pleno empleo, san i­
dad y educación públicas o procesos de industrialización crecientes? ¿Pode­
mos afirmar que cpn la globalización neoliberal ha alcanzado el capitalismo su
utopía de un mercado mundial autorregulado? La teorización de Robert Jessop
pretende otorgar una carta de navegación para responder a estas preguntas sin
naufragar en aguas tan profundas y encrespadas.
La economía política, que fue durante dos siglos nacional, hoy no se
entiende sino como global. Nunca menos que hoy la autarquía es una salida
nacional posible. Gomo en el grabado clásico del Leviatán de Hobbes, cada país
está integrado hoy dentro de ese cuerpo global, sea como cabeza, brazo o la ú lti­
ma extremidad. Pretender salirse sin más es repetir la aventura del Barón de
Münchhausen de salir del pantano con su caballo tirando hacia arriba de los
propios cabellos. Pero las instituciones de esa arena global se han construido a
imageny semejanza de las de los países del Norte, especialmente de los Estados
Unidos. Cuando estos países entregaban estatalidad al ámbito supranacional,
en realidad lo que estaban haciendo era reconstruir en el ámbito global un
espacio institucional a su im ageny semejanza o, cuando menos, funcional para
su lógica de acumulación (como en cada ocasión, defendida por un ejército
capaz de llegar a donde sus intereses se dirim ían). Vemos cómo las corporacio­
nes económicas, los poderes mediáticos ó las fuerzas m ilitares con capacidad
de expansión, la Iglesia o las instancias financieras, pretenden usar el Estado
nacional para hacer valer su posición de poder. Pero si fracasan en ese intento,
recurrirán a la arena global, un ámbito construido por quienes dominaban los
ámbitos estatales para la reproducción de su lógica24.
Frente a los reduccionism os señalados, podemos afirm ar que tanto el
Estado como la sociedad se transform an y constituyen mutuamente25. Esto no
implica que no sea cierto que el Estado, aún de m anera más clara en el Estado

XXXI
JU A N CARLO S MONEDERO

moderno, se ha configurado como una estructura funcional a la dominación de


clase de la burguesía. No necesariamente tuvo que ser así —como demuestra el
diferente desarrollo de China y de Europa desde el siglo XII—, pero em pírica­
mente así ha sido, El Estado es una estructura centralizada, dotada de normas que
permiten certidumbre y previsibilidad, y que se especializa de manera creciente.
En conclusión, en un marco de competencia —como ha sido el desarrollo de la
humanidad— es funcionalmente superior a otras formas de organización que no
se doten de estos rasgos. Es por eso que, en un contexto histórico marcado por la
violencia, las formas estatales lograron hacerse hegemónicas. Ahora bien, en
cada momento histórico, esa estructura heredada siempre tendrá que acompasar
la memoria que porta —y que descansa en sus leyes, constituciones, reglamentos,
universidades, burócratas, legados intelectuales, edificios, tradiciones, mitos,
organizaciones militares, etc.—, con los requerimientos sociales. Es cierto que el
aparato estatal tendrá muchas posibilidades, como tal aparato de coerción y cons-
trucción ideológica de obediencia, de acallar los nuevos requerimientos y adaptar
las demandas a su estructura. Pero no es menos cierto que el Estado ha venido
adaptándose a esas presiones sociales, de manera tal que cuando han tenido la
fuerza suficiente han sido capaces incluso de cambiar la faz del aparato estatal.
La memoria del Estado, en esos casos, se enfrenta a la memoria de los p ue­
blos, aunque tam bién a la memoria de los grupos sociales con capacidad de
ejercer poder sobre el resto de la sociedad y sobre el m ismo Estado (el control
judío de Hollywood hace más por la sim patía hacia los intereses de Israel que
todas sus embajadas en Europa). Del resultado de ese conflicto resultará una
organización política que trabaje para la em ancipación o que mantenga las
diferencias entre los grupos sociales. Los escenarios son inciertos. Por un lado,
un aparato estatal rearticulado para dar respuesta a las presiones sociales, tanto
de las nuevas élites económicas como de los damnificados por los nuevos p ro­
cesos de beneficio económico. Por otro, grupos de poder económico e ideoló­
gico que pretenden deshacerse de la estatalidad nacional y buscan la garantía
jurídica a sus intereses en la arena internacional. Más acá, sectores populares,
más o menos organizados, que reclaman, desde el aparato del Estado o desde la
sociedad, nuevas form as de relación social y económica. Más allá, otros Estados
o instancias internacionales con capacidad de influir en las agendas de Estados que
sólo form alm ente son soberanos...
En cualquiera de los casos, el Estado está en disposición de regresar como
una categoría central de la reflexión política. Bien lejos de los cantos de sirena
de sus sepultureros teóricos, el Estado se presenta de nuevo como un actor de
enorme relevancia que quiere hacer valer de nuevo las fronteras —que ya no

XXXII
INTRODUCCIÓN

tienen por qué ser las fronteras geográficas» pero que tienen que entenderse como
límites de la jurisdicción que le corresponde—, que le permiten hacer su parte en
el reordenamiento social. Y decimos su parte porque no es menos real que el
Estado ya no agota lo político. Hay un creciente sector público no estatal que quie­
re hacer la suya, en relación con un Estado que debe comportarse como mater­
nal —supervisor— pero no paternal —castrador. La complejidad apunta a que el
gobierno de lo público va a ser una tarea compartida. Toda la reflexión de Jessop
sobre la gobernanza, entendida como una respuesta funcional a todas estas trans­
formaciones sociales y a las necesidades de acumulación del capital, pretenden dar
base teórica para entender este papel del Estado comoprimus interpares26.

4. LA PLURALIDAD D E IN TERLO CUTO RES D EL ESTADO

El Estado como relación social m antiene un diálogo permanente con la socie­


dad sobre la que ejerce su jurisdicción. No es posible que la estabilidad que el
Estado moderno reclam a pueda lograrse sim plem ente con el recurso a la vio ­
lencia. Hace falta un diálogo tan plural como lo sean las voces que se dejen oír
en una sociedad. Como su nombre indica, el Estado es algo que está, que tiene
lógica de permanencia. No se trata de una organización política fugaz sino que,
al contrario, ha establecido o busca establecer protocolos con pretensión de
validez en el tiempo (la raíz "st” de Estado es la misma que la de estar, institu­
ción, estabilidad, estatua o estructura). Para ello, y como requisito para su exis­
tencia tiene que garantizar la paz interna y externa, poniendo fin a la guerra
civil y defendiendo las fronteras. A l tiempo —garantía de esa paz interna— debe
construir un orden de dominación que cumpla los requisitos económicos,
políticos, normativos y culturales que espera esa colectividad, es decir, que
sean el decantado asentado de las siem pre conflictivas relaciones sociales.
Estas no son eternas y ahistóricas, sino que term inarán variando según se vea
afectado ese decantado y se sustituya por otro, movido por los desajustes socia­
les permanentes y el impulso de em ulación que caracteriza a los seres hum a­
nos. Ese decantado, sujeto a la perseverancia de lo que ya existe, toma cuerpo
en las instituciones, que ejercen una fuerte im pronta en el corto plazo. El E s­
tado es movimiento histórico congelado en estructuras.
Esa m ultiplicidad de estructuras, lógicas, institucionesy objetivos que lla­
mamos Estado está constantemente escuchando para tom ar decisiones. Para no
caer en m ecanicism os que paralizan o confunden, conviene hacer un fugaz
repaso, sin orden de importancia y con m últiples variaciones y relaciones entre

XXXIII
JU A N CARLO S MONEDERO

sí, a las siguientes lógicas y actores que influyen en las decisiones que afectan
al Estado. No hay que olvidar que es al Gobierno a quien le corresponde dirigir
en cada lapso de tiempo la capacidad coactiva del Estado, del mismo modo que
el Estado con frecuencia no deja espacio para que el Gobierno tome determ i­
nadas decisiones (al contrario, encadena al Gobierno). El Gobierno de Hitler
fue capaz de cambiar al Estado alemán, de la misma manera, aunque en otra
dirección, que el Gobierno laborista de Lloyd George cambió al Estado británico.
Pero también vemos que cualquier Estado actual obliga al Gobierno correspon­
diente a pagar la nómina de los funcionarios públicos, principal partida presu­
puestaria que consume buena parte de la capacidad de gasto. Al mismo tiempo
que un Gobierno puede aprobar el rescate bancario con dinero público y endure­
cer los requisitos para acceder a una pensión, otro puede cambiar las leyes para
aumentar las ayudas públicas en vivienda o educación. A l igual que un Gobierno
puede cambiar una Constitución para elim inar la autorización judicial de las
escuchas telefónicas, endurecer los requisitos para obtener la nacionalidad y e li­
minar derechos sociales, otro puede impulsar políticas públicas redistríbutivas
participadas popularmente, vincular al Estado a unas formas u otras de integra­
ción regional o renacionalizar servicios públicos antaño privatizados también por
un Gobierno. Separar al Estado de la sociedad, autonomizándolo, sólo sirve para
someterse con impotencia a los mandatos de quienes deciden sus movimientos;
ignorar que el Estado tiene su selección estratégica, su memoria vinculada a su
trayectoria, sus intereses propios, sólo sirve para caer en la confusión de pensar
que basta alcanzar el Gobierno para controlar el poder.
Vistas estas complejidades, veamos a quién escucha el Estado (insistiendo
en su compleja condición de relación social).-

i . A los que tienen la capacidad de declarar, en expresión de Cari Schmitt,


el Estado de excepción, es decir, a los poderes fácticos que tienen capacidad
de emplear de manera generalizada la violencia física no necesaria­
mente legítima (gobiernos extranjeros; ejército nacional o extranjero,
banqueros y sector financiero, patronal, líderes carismáticos con ca­
pacidad de movilización, entramados m ediáticos...).
A la Constitución y las leyes vigentes; a las leyes internacionales.
3 . A las estructuras administrativas con sus reglamentos, prácticas habitua­
les, instancias, etc. (que tienen la fuerza añadida de la costumbre y la tra­
dición y que, incluso después de una revolución, siguen estando ah í).
4. A los intereses particulares organizados o con capacidad de ejercer
presión, con especial relevancia a la fusión de intereses económicos y

XXXIV
INTRODUCCIÓN

mediáticos, que unen a su propia capacidad la de influir en la ciudada­


nía (no se trata de su capacidad de forzar una situación sino de im pe­
dir que se organicen intereses contrarios).
5. A la s presiones regionales o locales.
6. A la ciudadanía organizada que reclam a cuestiones de interés general
(donde las voces cobran fuerza si se repiten como un eco multiplicado).
7. A la opinión pública, expresada bien a través de formas directas (huel­
gas, m anifestaciones, formas propias de comunicación) o indirectas
(encuestas, medios de comunicación).
8. A referentes m orales asentados y reconodicos (iglesias, asociaciones,
personalidades de prestigio, intelectuales), a los paradigmas cien tífi­
cos y a los discursos hegemónicos que pretenden reconciliar el Estado
con el bienestar colectivo (esto es, que presuponen al Estado un papel
de conciliación ética de la sociedad).
9. A la propia subsistencia del aparato estatal, esto es, de las personas que
lo integran y que tienen en la administración su modus vivendi —lo que no
implica una reificación/cosificación del Estado como si éste fuera un ente
abstracto con existencia por sí mismo y al que está adscrito sim bólica­
mente el interés general. Este aparato estatal funciona con una lógica
sistémica referenciada teóricamente con la imparcialidad y el interés
colectivo, pues necesariamente tiene que pensar, para permanecer, en
garantizar el orden sostenido en el sistema de dominación. Esto hace que
el Estado tendencialmente juegue siempre más allá del corto plazo (la no
inmediatez de la administración de justicia es ejemplo claro de esto) y le
preocupe asegurar la legitimidad del orden (obviamente con variaciones
en cada país según sea la construcción histórica del Estado).
10. A los partidos, especialmente a los que sostienen el Gobierno.
ix. A los sindicatos cuando tienen capacidad de huelga.
13. A las presiones internacionales, bien de otros gobiernos que tengan
ascendiente, bien de las instancias supranacionales (separándolo aquí
de la amenaza m ilitar exterior).
1 3 . A la s necesidades inmediatas de financiación y, de ahí, a los mercados
internacionales, tanto de bienes y servicios como de capitales.
14. A las peculíariedades de las élites que lo dirigen en sus diferentes
ámbitos (que pueden estar formadas fuertem ente en alguna ideología,
tener firm es convicciones religiosas o pueden tomar decisiones con­
sultando a astrólogos, videntes o quíromantes, como ocurre con fr e ­
cuencia).

XXXV
JU A N CARLO S MONEDERO

En definitiva, y como concluye Jessop, en el centro de toda la reflexión


aparece la política, esto es, la definición y articulación —por uno, varios o
todos—, de los comportamientos colectivos de obligado cumplimiento en una
comunidad. No es sólo una economía que se desconecta del resto de asuntos
sociales—y que, por supuesto, es de radical relevancia—, ni los valores—que están
detrás también de muchos comportamientos—, ni los presupuestos jurídicos —-
igualmente esenciales al configurar la garantía de la reciprocidad social” . Se trata
de la política, como arte de la polis, a quien le corresponde la obligación de inte­
grar todos los elementos a la búsqueda de una síntesis funcional para la marcha
de la sociedad. Política que será necesariamente conflictualy que será la que defi­
ne los contornos que finalmente tenga cada Estado en concreto. Es en esta heren­
cia de la importancia de lo político a la hora de configurar la organización social y
la forma de Estado en donde el profesor de Lancaster ubica uno de los principa­
les rasgos de su referencia al marxismo de la cual no sólo no se aleja sino que con­
sidera esencial para entender la complejidad estatal actual.
El Estado, como insiste Jessop, siempre es reflejo de un proceso histórico.
Gomo realidad em pírica, concreta, su funcionam iento responderá a los in tere­
ses de los que hayan ganado en el conflicto social, a los que m ejor se hayan
situado en ese momento (sean unos pocos o sea el conjunto de la sociedad) y a
la memoria que porte y la influencia que ejerza esa mem oria sobre el com por­
tamiento estatal. Eso perm ite pensar, al m enos en el corto plazo, en la p osib i­
lidad de enfrentar en el ámbito occidental con Estados capitalistas, Estados
despóticos y también, potencialmente, con Estados socialistas.
Es importante entender que el Estado real, el concreto de cada país, es
selectivo en sus políticas, tiene predisposición a inclinarse, por esa herencia
anclada en sus estructuras, a defender lo que ya existe, a escuchar más a unos
intereses que otros, a reproducir más una lógica que otra (Jessop se refiere a
este hecho, a menudo confundido con alguna suerte de determ ínism o, como
"selectividad estratégica” ; Claus Offe habla, en una dirección sim ilar, de selec­
tividad estructural). La representación de intereses tiene complejas determ i­
naciones que hacen que las necesidades de las mayorías no sean cubiertas ni
siquiera donde existe la posibilidad de elegir en procesos electorales a los d iri­
gentes. Gomo demostró Norbert Lechner, una m inoría consistente tiene la
capacidad de presentar los intereses particulares como intereses generales27.
Pero no está escrito que eso no pueda variar. Lo que haga el Estado dependerá
siem pre del resultado de los conflictos sociales y su capacidad de hacer del in s­
trumento estatal una herram ienta para la organización social. Si bien es verdad
como venim os insistiendo que hay predisposición en el Estado, no hay por el

XXXVI
INTRODUCCIÓN

contrario ninguna predeterm inación "necesaria” para que se comporte en una


dirección u otra (la insistencia de Jessop al respecto no deja muchas dudas de
su posición). El Estado no es un ente de voluntad que puede operar al margen
de su contexto y de sus posibilidades. Tiene la autonomía que le marcan las
luchas sociales. La autonomía de trabajar para aquellos que consigan hacerse
hegemónicos en una sociedad. Guando la sociedad pierde tensión en la acción
colectiva y se refugia en el interés privado (H irschm ann), la estructura estatal,
como cualquier estructura, puede dedicar más tiempo y recursos a su propia
reproducción. Pero eso sólo será señal de esa relajación social. No es posible,
como plantea el liberalism o, que sean los representantes los que se encarguen
déla cosa pública sin que se vean lesionados, tarde o temprano, los intereses de
la mayoría. Votar cada cuatro o cinco años no es suficiente. Un Estado in d e­
pendizado del control de la sociedad term ina teniendo comportamientos p ri­
vados. Algo que se» agrava cuando el Estado, como ocurre en la globalización
neoliberal, atiende a aspectos cuya com plejidad y oscuridad -—muchas veces
intencionada— reclam an un conocimiento que no es de fácil acceso28. Al final,
funciona el aserto "vota y no te metas en política” , de manera que en el repar­
to de papeles los políticos se encargan de la cosa pública y la ciudadanía se
dedica al consumo y al entretenim iento29.
La concepción relacional del Estado que plantea Jessop abre no solam en­
te un amplio abanico para la investigación, sino que también permite superar
esa parálisis conceptual que colaboraba con la parálisis política de las últimas
tres décadas. Si es cierto que la ciencia política debe beber de las fuentes de la
realidad social, hoy vem os que las alternativas, como plantea Boaventura de
Sousa Santos, vien en del Sur (un ámbito que desgraciadam ente queda fuera
de la referencia em pírica de Jessop, más centrado en el modelo típico ideal de
Estado capitalista occidental). Lo que era im posible, parece que ha revertido su
tendencia. Y la teoría del Estado debe disponerse a otorgar elementos para ayu­
dar a interpretar lo que está ocurriendo en estas zonas del planeta.
No se trata solamente de la crisis con la que abríamos estas reflexiones,
sino de otro tipo de cambios, que afectan a la política mundial, y que marcan
escenarios para repensar el conflicto. El 11 de septiembre de 2008, jugando
con simbologías caras a Am érica Latina, los Gobiernos de Bolivia y de V e­
nezuela expulsaban a los embajadores de los Estados Unidos por, según denun­
ciaban, la colaboración norteamericana en el intento de golpe de Estado contra
el Gobierno de Evo Morales (y que dejó una treintena de cam pesinos asesina­
dos por mercenarios). Un par de días después se reunía en Santiago de Chile la
UNASUR, declarando en su comunicado final su firm e decisión de no perm itir

XXXVTI
JU A N CARLO S MONEDERO

ningún golpe de Estado ni fragmentación territorial en Sudamérica. 35 años


después del derrocamiento de Salvador Allende, y allí donde entonces el con­
tinente se quedó callado y cruzado de brazos, ahora demostraba su firmeza para
no consentir esos comportamientos. Pero las dificultades estadounidenses en
modo alguno se quedaban en el comportamiento irreverente de países a los que
siem pre había considerado su patio trasero. Vahem os visto que la crisis econó­
mica norteamericana, iniciada con las em presas punto.com, y seguida con las
hipotecas subprime que hundió el mercado inm obiliario, anticipaban un esce­
nario de recesión. El modelo entero se resentía y pese a que los mecanismos de
compensación estaban más desarrollados que en 19 29, las alertas empezaron a
sonar con fuerza. La aventura de Iraq, la gesta más evidente que siguió al cada
día más confuso atentado de dos aviones contra las Torres Gemelas —cuestio­
nado no por oscuras tramas, sino por el m ism o Jefe de Bomberos de Nueva
York—, embarcaba al Gobierno norteamericano en un pozo económico sin
fondo que, además, le distrajo de sus intereses más cercanos. Coincidiendo
con los intentos de desestabilización de Bolivia, el Presidente Chávez invitaba
a aviones rusos de guerra a maniobras en territorio venezolano. Por prim era
vez en el último medio siglo, no solamente la XVa Flota operaba como fuerza
m ilitar extranjera en aguas de ese hem isferio. La aventura de Georgia sobre
Osetia del Sur, alentada por los Estados Unidos, fracasaba igualmente ante la
contundencia de la respuesta rusa (en ambos casos zanjadas con centenares de
muertos civiles). Mientras, China e India ocupan posiciones más relevantes
que dejan abiertos dem asiados escenarios para saber qué ocurrirá en el
mundo en los inm ediatos años, sin olvidar que el com portam iento crecien ­
tem ente catastrófico de la naturaleza perm ite considerar escenarios de ago­
tamiento que no pueden esperar al año 25050 (como acordaron en 3008 los
países del G8 para reducir eficazm ente las em isiones de CO3). Sólo Europa
parece observar paralizada estos cam bios, incapaz de asum ir un papel activo
alternativo que rompa con el statu quo global convertido en una amenaza de
contornos trágicos.
Todos estos cambios, acelerados, no im plican que la gravedad de los p ro­
blemas invite a fáciles optimismos. La crisis del capitalismo en los años trein ­
ta trajo el fascism o y un socialism o empujado a posiciones extremas. Por otro
lado, como demostró John Kenneth Galbraith, la m em oria de la última aventu­
ra especulativa apenas dura 15 años, la m em oria de una generación. La conclu­
sión, desde la academia, pasa por poner en marcha programas de teorización
de asuntos en marcha claramente subteorizados. Las bases que sienta Robert
Jessop son un buen marco de trabajo. El Estado como relación social, la crisis

XXXVIII
INTRODUCCIÓN

ecológica, la construcción cultural de la economía política, las potencialidades y


límites de la economía política internacional, el militarismo y el neoimperialismo,
el dominio ecológico del capital sobre la sociedad, las formas de la autopoiesis, la
participación popular en una gobernanza democrática, son todas herramientas
conceptuales que abren un vasto escenario de trabajo para una teoría del Estado
renovada que, además, puede perderla melancolía del peso del pasado. Pero para
ello hace falta también una ciencia política que regrese a sus fuentes a redescubrir
su objeto de estudio y las razones por las cuales la sociedad dedica tiempo y recur­
sos a pensar lo polítológico. Sí en los años treinta el fascismo obligó a la reflexión
honesta a cambiar su rumbo y enfrentar esa amenaza, el incumplimiento de los
mandatos de la Ilustración aún en el iniciado siglo XXI reclama una toma de posi­
ción nada amable con el estado actual de cosas.

NOTAS

i. Véase Albert O. Hírschmann, iíetcSrieas de la intransigencia. México, FCE, 1991.


Z- Son las conclusiones de Branco Milanovic, La era de las desigualdades. Dimensiones de la desigualdad
internacional y global, Madrid, Sistema, 3006.
3 . Susan Strange, Casino Capitalism, Oxford: Basil Blackwell, 1986.
4,, Jo se p h Síigliíz, "El fin del neoliberalismo” , en El país, 20 de julio de 2008.
g. Jessop insiste en la misma idea al afirmar que el Estado es «na relación—no un sujeto—, que posee
instrumentos que serán usados de una manera u otra en virtud de la correlación social de fuerzas que
opera en esos tres ámbitos: (x) en la sociedad (que se hace calle, esto es, acción colectiva, en momen­
tos de activación del conflicto); (2) en los aparatos del Estado; (3) en las ideas (la hegemonía, un
liderazgo que asegura la reproducción). Guando estos elementos actúan coordinadamente, el bloque
histórico está funcionando. Véase igualmente Alvaro García Linera, "Empate catastrófico y punto de
bifurcación", en Crítica y Emancipación. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Año I, no. 1.
6. Parte de estas reflexiones las he podido desarrollar, siguiendo la estela de Jessop, en Juan Carlos
Monedero, Disfraces del Leviatán. El Estado en la globalización neoliberal, Caracas, Monteávila/Centro
Internacional Miranda, 3008
7. Peter Evans, Dietrich Rueschemeyer y Hieda Skocpol (eds.). Bringing the State Back In, Nueva York:
Cambridge University Press, 1985. Puede consultarse la introducción en: Theda Skocpol, "El Estado
regresa al primer plano. Estrategias de análisis en la investigación, actual.” Zona Abierta, ¡o , enero -
marzo 1989.
8. Ulrich Becky Elisabeth Beck-Gemsheím, Individualization, Londres. Sage, 2003.
9. Boaventura de Sousa Santos, Crítica de larazón indolente. Contra el desperdicio de la experiencia, Bilbao-.
Desclée de Brower, ?o o 3.
10. Pier Paolo Donati ha desarrollado una teoría relaciona! de la sociedad sobre las bases del funciona­
lismo parsoniano pero yendo mucho más allá. Como él mismo afirma, el funcionalismo lleva nece­
sariamente —por sus insuficiencias— al no funcionalismo, pero éste no puede explicarse con aquél.
El sentido de la vida, la justicia, la utopía no pueden explicarse funcionalmente, a no ser que las dife­
rentes funciones sociales se miren desde otra óptica más rica. No se niega lo funcional, sino que se
incorpora al conjunto de las relaciones sociales. No cuestiona, por ejemplo, la importancia de la
reproducción económica, pero la entiende en el conjunto de la reproducción social, asumiendo que
los medios de intercambio económico pueden ser más que los que contemplaba el funcionalismo
clásico (una meta puede ser buscada por muchos medios diferentes). De esta manera, el análisis
relacional rompe con una de las trabas principales del funcionalismo: el determinismo estructural.
Con la mirada relacional se sale de perezosas explicaciones que niegan la importancia del pen­
samiento parsoniano —a menudo sin leerlo y más por el prurito de pertenecer a una cofradía depuros
que heredan viejas pugnas-—y, al tiempo, demuestra sus insuficiencias enriqueciéndolo. Algo similar

XXXIX
JU A N CARLO S MONEDERO

desarrolla Jessop con la teoría del Estado al incorporar también el análisis de Luhmann a sus expli­
caciones. Véase Pier Paoio Donati, /¡epmsar la sociedad, Madrid, Ediciones Internacionales
Universitarias, 2006. Por mi parte, la utilidad de este esquema rae sirvió en el desarrollo de mí tesis
doctoral El fracaso de la República Democrática Alemana: ía quiebra de la legitimidad, 1949-1989,
Madrid, TJCM, 1996.
11. Martín Shaw, Theory of the Global State: Globality as Unfinished Revolution, Cambridge. Cambridge
University Press, 3000.
12. Leo Panitch, "The Impoverishment of State Theoiy” , en Stanley Aronowitz y Meter Bratsis (eds.),
Paradígm Lost. State Theory Recomídered, Mi nneapo lis/Londres, University of Minnesota Press, 2002,
pp.89-104.
1 3. Es el caso emblemático de Díck Chermey, Vicepresidente con Bush y antiguo director de
Halliburton, la empresa más beneficiada con la invasión de Irak.
14. Para estas referencias en el caso latinoamericano, véase César Rodríguez Garavíto, Daniel Chave?,,
Patrick Garret (eds.). La nueva izquierda en América Latina, Madrid, Catarata, 2008.
15. Jessop va a coincidir en este abordaje del Estado con autores como Michael Mann, Las fuentes del
,
poder social I y l l , Madrid, Alianza, 1991 y 1997; y Charles Tilly, Coerción capitaly los estados europeos
Í910-1990, Madrid, Alianza Editorial, 199a.
16. Los Estados suelen realizar una selección estratégica a la hora de recortar el bienestar. La derecha y
la izquierda no compartieron inicialmente los sectores perjudicados, atendiendo a sus graneros
electorales (recordemos los conflictos con los mineros del primer gobierno de Margaret Thatcher).
Pero poco a poco fueron acompasando esa selección al compartir en las estructuras bipartidistas los
electores. Incluso, como ocurrió en España, fue la socialdemocracía la encargada de poner en mar­
cha ese recorte, al resultarle más sencillo frenar las protestas obreras. En la actualidad, tanto la
socialdemocracia como la derecha (denomínese liberal, democristiana o centrista) coincidan en car­
gar el peso sobre inmigrantes, obreros poco cualificados, mujeres y jóvenes.
17. De alguna manera puede ejemplificarse con la frase, aunque anterior a este periodo, de Hemy Ford:
"Todo el mundo puede tener un Ford T del color que desee, síem prey cuando sea negro” .
18. Pier Paolo Portinaro, Estado, Buenos Aires, Nueva Visión, so o 3, p.11.
19. Paul Pierson, Dismantling the Welfare State? Reagan, Thatcher and the Politics o f Retrenchment, ■
Cambridge; Cambridge University Press, 1994
20. Citado por Ludovico Silva, "Sobre el método en Marx” , enAntimanualpara uso de marxistas, mar¡só-
logos y marcianos, Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 3006.
21. Es la apuesta de Boaventura de Sousa Santos, A gramatíca do tempo, Porto, Afrontamento, 2006.
Karl Polanyi, La gran transformación, Madrid, La Piqueta, 1989.
23. La diferencia entre poder despótico (mera fuerza) y poder infraestructural (normativo y reglado) la
desarrolla Michael Mann en su obra ya clásica citada Las fuentes del poder social I, Madrid, Alianza
Editorial, 1991.
«4. Para los intentos de construcción de un Estado transnacional, véase William I. Robinson, A Theory of
Global Capitalism: Production, Class, and State in a Transnational World, Baltimore, Johns Hopkins
University Press, 2004.
25. Ese es el título del libro de Joei S. Migdal, State in Society. Studying How States and Societies Transform
and Constitute OneAnother, Cambridge, Cambridge University Press, ?o oi.
26. La gobernanza es un concepto en lucha que caerá del lado de la emancipación como "gobernanza
democrática” , es decir, como Estado experimental que erapodera al pueblo, o del lado de la regula­
ción, como gobernanza creadora de gobernabilidad, que zanja la retirada del Estado como actor des -
mercantílizador. Véase Juan Carlos Monedero, El gobierno de l as palabras. Crítica y reconstrucción de la
política, México, FCE (en prensa).
27. Norbert Lechner, "Podery orden. La estrategia de la minoría consistente", en l a conflictiva y nunca
alcanzada construcción del orden deseado, Madrid, CIS/Sigío XXI, 1986.
28. En las crisis financieras de 2008, uno de los elementos señalados como responsable era la enorme
"creatividad" de los instrumentos financieros, cuyo conocimiento incluso quedaba fuera de la
experticia del Presidente de la Reserva Federal norteamericana.
29. En conclusión, siguiendo la senda de Weber, incorporando una perspectiva relacional, y situando el
conflicto social apuntado por Marx como el elemento esencial, podemos definir al Estado como una
forma de organización política, dotada de un orden jurídico y administrativo estable, propio de una co­
munidad identificada con un territorio determinado, que se caracteriza por la reclamación con éxito
por parte del cuerpo administrativo —a través de premios y castigos materiales o simbólicos—, de la
obediencia ciudadana, en tanto en cuanto satisfaga su compromiso con lo que los conflictos y con­
sensos sociales han establecido que son los intereses comunes.

XL
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

Durante los últimos treinta años he dedicado mi trabajo a la crítica de la eco­


nomía política y a su aplicación a las form aciones del capitalismo avanzado.
Esto ha supuesto la realización de diferentes estudios acerca del acoplamiento
económico, político y, por encima de todo, estructural de lo económico y lo
político, e, igualmente, acerca de su coordinación estratégica. Además de algu­
nos trabajos sueltos, ya han aparecido en castellano dos volúmenes de ensayos:
Crisis del Estado de bienestar (1999) y Capitalismo (s): Discurso y materialidad en
las formaciones sociales capitalistas contemporáneas (2007a). En este libro se
desarrollan éstos y otros ensayos, y se recoge m i exposición más detallada hasta
la fecha del Estado capitalista y su futuro. Esto supone un verdadero desafío,
puesto que im plica salvar, en la medida de lo posible, los numerosos obstácu­
los que impiden una adecuada descripción del Estado, presentes en la obra de
otros investigadores. Pero, sin duda, tam bién es un desafío gratificante, ya que
ha impulsado algunos importantes avances en m i propio desarrollo teórico y
me ha servido para reforzar cinco nuevas áreas sustantivas de interés dentro
del proyecto intelectual que he seguido desarrollando de m anera más o menos
amplia desde la publicación de este libro.
Uno de estos temas sigue a la espera de una plena integración en mi traba­
jo: la crítica radical de la ecología política como base de una crítica más adecuada
de la economía política. Mucho y muy importante es el trabajo ya realizado en

XLI
PRÓLOGO

esta área, relacionado, en parte, con una tan fundamental como ansiada reeva­
luación de las contribuciones del propio Marx a la ecología política (véanse,
especialmente, Burkett 1999 y Foster 200 0 ); y, en parte, con el reconocim ien­
to tanto público como científico del carácter aparentemente irreversible de los
cambios globales provocados en el medio natural por el rodillo de la dinámica
de crecimiento del capitalismo industrial y de la inform ación (Postone 1998;
Brennan 2000). La propia falta de reñexión en m is anteriores trabajos acerca
de este tema de vital importancia es, en realidad, reflejo de lo que perm anen­
temente han mostrado por él capitalistas y gestores estatales: ejem plos clási­
cos, respectivamente, de fallos del mercado y del Estado. La crisis del fordismo
en los años setenta sacó a la luz por prim era vez el problema del desarrollo sos-
tenible tras la Segunda Guerra Mundial, habiéndose convertido, en la actuali­
dad, en un problema global como consecuencia de la integración del "Tercer
Mundo” en el mercado mundial. De hecho, como he señalado en las conclusio­
nes de El futuro del Estado capitalista, situar a la ecología política en el centro del
escenario resulta crucial para completar la crítica de la economía política, y
constituye un paso esencial a la hora de lim itar y revertir la degradación
ambiental y social.
Un segundo tema novedoso relacionado con otros trabajos míos del
mismo período que El futuro del Estado capitalista (veáse, Jessop 2002; Jessop
2oo3; Brenner et al. s o o 3) es el de la economía política del territorio, el lugar,
la escala y las redes. Esto se trasluce en m i preocupación por la desterritoriali-
zación y la reterritorialización del poder político y por la "relativización de las
escalas” , así como en mí interés científico más general por los aspectos espa-
ciotemporales de la acumulación capitalista, del Estado y de la vida cotidiana
(véanse A lien 2oo3-, Brenner 20 0 4 ; H erody Wright 2002; Seppard y M cMaster
5>oo3; Gough 2004). Tres fueron las cuestiones que me llevaron a repensar m í
trabajo anterior: en prim er lugar, la significación del lugar en la competencia
interurbana y en las cambiantes form as de gobernanza local; en segundo lugar,
la importancia de la escala para aspectos como la crisis del fordism o, el su r­
gimiento del posfordism o, el reescalado de economías y Estados, y la relativi-
zación de escalas; y, en tercer lugar, la relevancia de la com presión y distensión
espaciotemporal para los nuevos y los viejos arreglos espaciotemporales, al
igual que para los imaginarios espaciales. Estos im aginarios espaciales im p li­
can nuevas interpretaciones de la economía, de lo extraeconómico, del alcance
y formas de lo político, y de la naturaleza del lugar, del espacio y de la escala, y
desempeñan un papel crucial, entre otras cosas, en las estrategias com petiti­
vas, en la reestructuración del Estado, y en la resistencia a la globalización.

XLIÍ
PRÓLOGO

Todo ello puede apreciarse en la emergencia de una "econom ía basada en el


conocimiento” como campo de acumulación y objeto de gobernanza económ i­
ca, y en el consiguiente desarrollo del Estado posnacional (véanse capítulos 3 y
c¡, infra). Mis reflexiones sobre estos temas han dado paso a una reconceptua-
lización más general de las complejas interrelaciones entre espacio y tiempo
desde una perspectiva estratégico-relacional (véanse Jessop 2 0 0 1, 2002,
2005), así como aúna nueva serie de observaciones sobre el territorio, el lugar,
la escala y las redes, y sobre los lím ites de las diferentes configuraciones espa-
ciotemporales en el contexto del mercado mundial (Jessop et al. 2008; Jones y
Jessop 2009).
Esta integración de lugar, espacio y escala ha supuesto la mayor ruptura
con mi trabajo anterior, que tomaba inconscientem ente como prem isa el p e­
ríodo del fordismo atlántico con su coherencia estructural organizada en torno
a la primacía de la escala nacional en los terrenos económico, político y socio-
cultural (véase capítulo 5). Aunque privilegiar la escala nacional resulta habi­
tual en las ciencias sociales, esta actitud está siendo im pugnada cada vez más
(y con justa razón) por parte de fem inistas y por estudiosos poscoloníales, así
como por parte de geógrafos radicales, investigadores de geopolítica crítica,
teóricos institucionales y muchas otras corrientes. Este nacionalismo metodo­
lógico que nunca estuvo teóricamente justificado, se ha vuelto incluso más p ro­
blemático en un contexto de globalización como consecuencia de lo que
Gollinge (1996) llama la "relativización de escalas” . A sí, al redactar El futuro del
Estado capitalista, tuve que hacer frente a las com plejidades de la escala, a su
construcción discursiva y material, a su ínstitucionalizacíón, a la economía
política de la articulación interescalar, y a la capacidad de ciertos actores de
reordenar las jerarquías escalares o de "saltar de escala” para defender o ju sti­
ficar sus intereses.
A su vez, ello me ha llevado a darme cuenta de la importancia de los arre­
glos espaciotemporales a la hora de gestionar, desplazar y diferir las contradic­
ciones de la acumulación y otras form as de conflicto económico, político y
sociocultural. El concepto de arreglo espaciotemporal parte —y va más allá—del
trabajo del geógrafo m aterialista histórico David Harvey (198 2, 2 0 0 1). Dado
que no existe una form a óptima de regular la acum ulación como consecuen­
cia de las num erosas contradicciones y antagonism os de las sociedades capi­
talistas, aparecen diferentes soluciones subóptim as en form a de variados
regímenes de acumulación y modos de regulación, institucionalizándose los
compromisos asociados a ellos. De este modo se compensa parcialmente la
imposibilidad de una acumulación puram ente mediada por el mercado, y se le

XLIII
PRÓLOGO

im prim e una dinámica más o menos distintiva en cada caso mediante las con­
cretas form as de articulación de esos elem entos económicos y extrae cono m i­
cos en los diferentes contextos. Pero ello sólo puede ocurrir dentro de los
márgenes de un arreglo espaciotemporal que establezca unos determinados
límites espaciales y temporales dentro de los cuales sea posible garantizar un
patrón más o menos duradero de "coherencia estructural” , desplazando ciertos
costes de dicha coherencia más allá de los límites espaciales fijados o difiriéndo­
los hacia el futuro. No resulta sorprendente que los Estados desempeñen un
papel esencial en la búsqueda de la coherencia estructural entre las diferentes
divisiones espaciales y escalares del trabajo, y a la hora de intentar gobernar las
dinámicas de distanciamiento y compresión espaciotemporales entre diferentes
esferas de actividad (para un tratamiento más amplío, véanse capítulos i, 2, 5 y 7).
El tercero de estos nuevos temas ha supuesto un giro cultural ontológico y
temático que se refleja en un nuevo entendim iento de mi proyecto teórico
como una economía política cultural posdiciplinar1 del capitalismo (cf. Jessop y Sum
20 0 1; Jessop y Sum 2006). Este giro cultural se nutre, en mi caso, de mi tradi­
cional interés en los análisis gram scianos sobre la hegemonía, de mí propio
trabajo sobre el papel de las estrategias de acumulación en el direccionam ien-
to del desarrollo capitalista y, adicionalmente, de mi preocupación sobre la
form a en que los proyectos estatales y las visiones hegemónicas dotan al Estado
de un m ínimo de unidad en sus aparatos y de una apariencia de finalidad en sus
estrategias y políticas. La economía política cultural combina conceptos y
herram ientas de los análisis semióticos críticos (término genérico que englo­
ba a los análisis críticos del discurso y de otros sistemas de signos) y de la eco­
nomía política crítica para construir un enfoque propio de las form aciones
sociales capitalistas. Se distingue de otros enfoques culturales, en parte, por su
preocupación por los m ecanism os clave que determ inan la coevolución de los
aspectos semióticos y extrasemióticos de la economía política. Estos m ecanis­
mos aparecen mediados por los rasgos generales de la sem iosis y configurados
por las form as y dinámicas institucionales particulares del capitalismo (véase
Jessop 2007).
Desde el punto de vista sustantivo, la economía política cultural distingue
entre la economía como la suma caótica de todas las actividades económicas
sustantivas2 y la "econom ía” (o, m ejor, ''econom ías” en plural) como un sub-
conjunto más o menos coherente de dichas actividades imaginativamente
narrado. Es decir, por un lado, el funcionamiento del imaginario económico
presupone un sustrato de relaciones económicas como elementos del mismo;
de otro, cuando este imaginario se institucionaliza y se hace operativo con

X Lrv
PRÓLOGO

éxito, transforma y naturaliza dichos elementos en momentos de una determ i­


nada economía, puesto que los im aginarios económicos identifican, privile-
giany tratan de estabilizar ciertas actividades económicas de la totalidad de las
relaciones económicas, y de transform arlas en objetos de observación, cálculo
y gobernanza. Y, al hacerlo, im ponen a la economía lím ites, condiciones de
existencia, agentes económicos típicos, tendencias y contratendencias especí­
ficos, y una dinámica general propia. Estas economías imaginadas pueden ser
discursivamente constituidas y m aterialm ente reproducidas en diferentes
lugares, a diferentes escalas y con diferentes horizontes temporales. Por otro
lado, se dan siem pre en y mediante luchas realizadas por agentes concretos, y
suelen implicar una manipulación asimétrica del poder y del conocimiento. Por
último, están sometidas a impugnación y resistencia. En este sentido, la "econo­
mía” considerada como un objeto de observación o gobernanza se mantiene siem ­
pre sólo parcialmente constituida y existen siempre elementos intersticiales,
residuales, marginales, irrelevantes, recalcitrantes o directamente contradicto­
rios que escapan a todo intento de identificar, gobernar y estabilizar un determi­
nado "arreglo económico” o un "orden económico” mayor. A sí se explica la
recurrencia de fallos en la gobernanza económica, tanto si trata de lograrse
mediante el mercado, las jerarquías o las redes, como con alguna combinación
de ellos.
Adoptar este tipo de enfoque abre paso a dos líneas de investigación. En
prim er lugar, dada la infinidad de comunicaciones significativas posibles y de
(mal)entendidos habilitados por la sem iosis, ¿cómo afectan los factores extra-
semióticos y sem ióticos a la variación, selección y retención de la sem iosis y de
sus prácticas concomitantes, a la hora de reproducir y transform ar las form a­
ciones sociales capitalistas? Por ejemplo, ¿qué rasgos semióticos facilitan la
selección de la economía basada en el conocimiento de entre otras muchas
imágenes alternativas como discurso hegemónico de la economía posfordista?,
¿y cómo ha quedado dicha imagen incrustada en una amplia gama de institucio­
nes, formas organizativas y prácticas sociales, de forma que emerja algo parecido a
un régimen de acumulación y un modo de regulación posfordistas coherentes? En
segundo lugar, dadas las contradicciones, dilemas, indeterminación e improbabi­
lidad general de la reproducción capitalista, especialmente durante sus crisis
recurrentes, ¿qué papel desempeña la semiosis en la construcción material y lin ­
güística, y en la estabilización temporal de las formaciones sociales capitalistas?
Por ejemplo, ¿cómo han dotado de sentido de dirección estratégica los diferentes
discursos asociados a la economía basada en el conocimiento a los intentos de
resolver la crisis del fordismo, contribuyendo de este modo a construir (y no sólo

XLV
PRÓLOGO

lingüísticamente) el régim en de acumulación posfordista y su modo de regula­


ción? Al emprender estas dos líneas de investigación, el enfoque de la economía
política cultural trata de evitar las tentaciones simétricas de la sociología econó­
mica blanca y de la economía política dura. Mientras que la primera subsume el
análisis económico en las categorías generales del análisis sociocultural, la
segunda reifica lo económico y lo considera al margen de los contextos sociocul-
turales más amplios en los que las actividades e instituciones económicas apare­
cen incrustadas (véase Jessop 2004, 2007).
Una cuarta cuestión que se ha revelado crucial para la reinterpretación de
la añeja versión del materialismo histórico acerca de la determ inación econó­
mica en última instancia, es el concepto proveniente de la teoría sistém ica de
dominación ecológica. Con él se hace referencia a la capacidad de la lógica de un
determinado principio de organización social (en este caso, la lógica del capi­
tal como orden basado en la acumulación m ediada por el mercado y con ánimo
de lucro en el que la forma mercancía se ha generalizado a la fuerza de trabajo)
para provocar mayores problemas en otros órdenes institucionales y en el
"mundo de la vida” de los que aquéllos son capaces de causarle a él. En el p re ­
sente libro he sostenido que en las form aciones sociales capitalistas es la lógi­
ca de la acumulación la que normalmente resulta ecológicamente dominante
(obsérvese que esto nada tiene que ver con la ecología política en la form a en
que se utilizó antes, sino que se refiere al dominio relativo de un determinado
principio de organización social en una ecología de órdenes institucionales
autoorganizados). Cuando escribí el libro todavía no estaba claro en qué m edi­
da la administración Bush trataría de sustituir la acumulación de capital por un
principio diferente ~-la guerra contra el terror—en la organización de la socie­
dad norteamericana, y en su pretensión de reordenar la sociedad mundial. En
los años que han trascurrido desde entonces, hemos asistido a un choque cada
vez más violento entre estos dos principios, y a las crisis provocadas por cada
uno de ellos en sus propios térm inos (extralimitación m ilitar y retroceso) y la
masiva crisis provocada por un énfasis unilateral en la lógica del valor de cam ­
bio en la variante neoliberal del capitalismo contemporáneo. He comenzado a
estudiar con mayor detalle este asunto, pero se trata, sin duda, de algo que
requiere un trabajo mucho más intenso (véase Jessop 2007b).
Un quinto tema ha adquirido una enorme importancia desde la publica­
ción de El futuro del Estado capitalista. Me refiero a la relación entre la geoeco-
nomía y la geopolítica, y a la preocupación por el resurgim iento del m ilitarism o
y del imperialismo. El libro se centra en la form a "norm al” de los Estados del
capitalismo avanzado y en sus interrelaciones, y analiza fundamentalmente las

XLVI
PRÓLOGO

dimensiones económicas de las form aciones estatales. No se ocupa, pues, de


los Estados de excepción, es decir, de aquellos en los que se ha suspendido el
principio de representación electoral como base de la legitimidad, ni incluye
en su análisis a los Estados capitalistas dependientes. Y ello porque, al exam i­
nar la cambiante naturaleza del tipo capitalista de Estado, trataba de determinar
su adecuación formal a los también cambiantes regímenes de acumulación y
modos de regulación del capitalismo avanzado. Seguía en esto a Marx al conside­
rar la adecuación formal en términos de correspondencia entre las diferentes
formas de la relación de capital, de modo tal que en un determinado conjunto
de formas puede ser juzgado el mejor marco para la realización completa de la
dinámica general de acumulación de capital. En este sentido, Marx consideró
la producción fabril (maquinofactura) como la forma adecuada para el proceso de
trabajo capitalista, por oposición a la cooperación simple o compleja en la manu­
factura; estudiq al dinero como forma adecuada del valor por oposición al true­
que, y como forma adecuada del capital frente a los activos concretos que tienen que
ser valorizados siguiendo temporalidades específicas en lugares concretos; e in ­
terpretó la democracia burguesa como la forma adecuada de organización políti­
ca en las formaciones sociales capitalistas consolidadas. Un aspecto de esta
"adecuación formal” es que, en todos los casos, la forma en cuestión facilita tanto
la acumulación de capital y/o la dominación política de clase, como sirve para
ocultar este hecho disfrazando esta explotación económica y/o este ejercicio del
poder de clase. El aforismo de Moore sobre la teoría marxista del Estado capita­
lista reñeja estas ideas: "cuando la explotación adopta la forma de intercambio, la
dictadura tiende a tomar la forma de democracia” (Moore 1957: 85).
En este espíritu, he analizado la adecuación form al del cambiante tipo
capitalista de Estado y he propuesto que un régim en posnacional de trabajo
schumpeteríano estaría reemplazando tendencialm ente al Estado nacional de
bienestar keynesiano como la forma más adecuada de Estado. El futuro del
Estado capitalista nunca pretendió, como he señalado reiteradamente, ocupar­
se de los rasgos genéricos del tipo de Estado capitalista (tales como su m ono­
polio constitucional de la fiscalídad o de la coacción organizada) ni, lo que
resulta incluso más evidente, referirse a cada tipo de Estado en una sociedad
capitalista, sean éstos formalmente adecuados o no. Ello ha provocado una d es­
atención sistemática a las perm anentes tendencias hacia el excepcionalismo en
el tipo capitalista de Estado y hacia la permanente tentación de complementar
(o, incluso, reemplazar) la competencia mediada por el mercado con la coer­
ción extraeconómica en las relaciones exteriores entre Estados. Con todo, ya
Poulantzas (1978) había destacado la intensificación de las tendencias de crisis

XLVII
PRÓLOGO

genéricas del capitalismo durante la crisis del capitalismo de posguerra y el consi­


guiente incremento de los rasgos de excepcionalidad del Estado capitalista. Dicha
tendencia resulta hoy, quizá paradójicamente dado su estatus de superpotencia
única, especialmente clara en la economía y en el Estado norteamericanos. De
hecho, dado su déficit democrático y su invocación de la "guerra contra el terror” ,
el Estado norteamericano actúa cada vez menos como uno de tipo capitalistay pro­
gresivamente cada vez más como un Estado en una sociedad capitalista que ha sido
secuestrado por intereses parciales. Lo cual se refuerza en términos geoeconómi-
cos por la lucha por el control sobre las mercancías estratégicas (como el petróleo)
situadas en los así llamados Estados débiles, fallidos o delincuentes y, en términos
geopolíticos, por el desafío aúna debilitada hegemonía (por oposición a domina-
ción) norteamericana por parte de las potencias económicas y militares emergen­
tes. La crisis en la ecología política antes señalada, resulta, en este sentido, un
factor agravante adicional por las variadas formas en las que emerge e impacta
sobre las dinámicas del capitalismo y la forma de vida norteamericanos. Tengo
planeado desarrollar un proyecto de investigación durante los próximos cinco
años para estudiar a Estados Unidos desde el punto de vista de una cada vez más
intensa crisis en el tipo de Estado capitalista y el correspondiente giro hacia una
nueva forma de excepcionalismo dentro y fuera de sus fronteras.

PO SD ISC IPLIN A RIED A D

Considerando la amplia gama de influencias teóricas que se combinan en el


presente libro y la exposición de sus nuevas preocupaciones sustantivas, no
debería resultar sorprendente que lo considere un análisis posdiciplinar. Marx
pudo perm itirse el lujo de trabajar en una era predisciplinaria en la que las
principales ciencias sociales no habían sido institucionalizadas en Europa y
Norteamérica. Hoy, en cambio, debemos aspirar a superarlas barreras intelec­
tuales que se derivan de las disciplinas dominantes con sus anticuadas catego­
rías, sus preocupaciones epistém icas y sus desviaciones ideológicas. Hay
estudiosos y escuelas que tratan de hacerlo mediante un enfoque pluri o inter-
disciplinar que com bina las categorías de dos o más disciplinas para crear una
reflexión más com pleja y no aditiva de un cierto problem a teórico. Un buen
ejemplo de este tipo de solución lo encontramos en el enfoque reguladonista,
aunque a menudo resulte limitado y unilateral al privilegiar teóricamente cier­
tas categorías económicas relativamente sofisticadas frente a consideraciones
más débiles del momento político y, peor aún, del semiótíco de las relaciones

XLVIII
PRÓLOGO

capitalistas. En términos más generales, aunque la pluri o la interdisciplinariedad


constituyen un punto de arranque útil para el estudio de problemas complejos,
resulta preferible adoptar un enfoque trans y/o posdiscipinar. En ellos se toma
autoconciencia de las limitaciones tanto epistémicas como ontológicas de las dis­
ciplinas heredadas, además de estar explícitamente orientadas a los problemas en
lugar de quedar confinadas por las anteojeras disciplinarias. En este sentido, estos
enfoques reconocen la naturaleza convencional y las limitaciones inherentes a
cada disciplina y a la disciplinariedad en su conjunto, y están abiertos a nuevas
ideas que pueden resultar inconsistentes o inconmensurables para cualquiera de
las disciplinas establecidas. Lo que distingue la post de la transdísciplinariedad
dentro de este enfoque, por lo demás compartido, es su rechazo de principio a la
legitimidad de los límites disciplinares establecidos. La posdisciplinariedad
comienza por identificar problemas concretos independientemente de cómo
resultarían, en su* caso, clasificados por las diferentes disciplinas; y procede, a
continuación, a movilizar, desarrollar e integrar los conceptos, metodologías y
saberes adecuados para hacer frente a tales problemas sin tomar en consideración
los límites disciplinares. Esto, sin embargo, no equivale a una licencia para
embarcarse en una reyerta conceptual antidisciplinaria en la que "todo vale” , que
conducirla normalmente al eclecticismo o la incoherencia. Por el contrario, se
trata de un desafío para acercarse lo más posible a la reproducción de lo real con­
creto como concreto en el pensamiento. Gomo tal, la posdisciplinariedad es un
camino de perfección y, consecuentemente, un horizonte último para el trabajo
teórico que se aleja continuamente cuando nos acercamos a él. Pero es, con todo,
la inspiración de El futuro del Estado capitalista y, dado el carácter necesariamente
incompleto de toda investigación posdiciplinar, también de mi trabajo actual. De
hecho, he abierto esta introducción señalando que el trabajo posterior de crítica
de la economía política deberá incluir también una contribución a la crítica de la
ecología política. E incluso la integración con éxito de este momento fundamental
del capital como relación social, seguiría dejando abiertas ulteriores cuestiones
que deberán integrarse en la siguiente ronda de problematización, investigación
teórica y análisis empírico.

CONCLUSIONES

En esta introducción he tratado de situar El futuro del Estado capitalista en los


términos de m i propio desarrollo teórico y de identificar algunas nuevas preo­
cupaciones teóricas que aparecen im plícita o explícitamente reflejadas en el

XLIX
PRÓLOGO

texto, señalando las líneas emergentes de investigación que requieren de


mayor elaboración. Como indicó en cierta ocasión Nicos Poulantzas, nadie que
haga teoría está nunca totalmente al día de su propia evolución teórica. Esto es
sin duda cierto en mi caso, con un desarrollo irregular, residuos teóricos, avan­
ces incompletos, persistentes indeterm inaciones y áreas de desatención. De
ahí que resulte incluso más importante abrirse y abrir el propio trabajo al p ro­
ceso de crítica teórica e ideológica en el mundo político y académico, al igual
que la permanente autocrítica que se genera al reflexionar sobre las disconti­
nuidades entre teoría y práctica. Esto no garantiza que una futura ronda de teo­
rización conducirá nuestro trabajo a su perfecta conclusión, pero sí apunta a
que la naturaleza y expresión del desarrollo desigual del proyecto intelectual
propio se modificará. Es por esta expectativa por la que quedo especialmente
agradecido a Antonio de Cabo, Aniza García y Juan Garlos Monedero por el cui­
dado con el que han emprendido la versión en castellano del presente trabajo,
con la esperanza de que servirá para abrir nuevos debates. Y no sólo para lograr
una m ejor com prensión de las contradicciones y dilemas de la relación de
capital, sino para contribuir a forjar una base más sólida para las prácticas poli"
ticas futuras para cambiar un mundo dominado por el rodillo de la acumula­
ción de capital mediada por el mercado y con ánimo de lucro.

ROBERT JESSO P
Lancas ter
jo de septiembre de 3008

NOTAS

*• Sobre la posdiciplinariedad, véase Jessop y Sum ?ooi.


Sigo aquí a Polanyi (198?.) al distinguir entre actividades económicas sustantivas relativas al "apro­
visionamiento" material y actividades económicas formales con ánimo de lucro, mediadas por el
mercado y calculadas en términos formal-racionales.

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LI
a g r a d e c im ie n t o s

Además de los tres gigantes, Gramsci, Poulantzas y Luhmann, sobre cuyos hom ­
bros intelectuales he tratado de alzarme para desarrollar mis argumentos y cuya
contribución se explica en la Introducción, he contraído también muchas otras
deudas personales al escribir este libro que me gustaría reconocer ahora. Se lo
debo a los investigadores y a los amigos con los que he compartido o, al menos,
debatido estas ideas durante muchos años. Señalar cuáles han sido de mayor
influencia resultaría odioso, además de que, por otra parte, ellos ya saben de
quiénes se trata. Por tanto, me limitaré a señalar a los que merecen especial m en­
ción, por diferentes razones, grandes y pequeñas: Elmar Altvater, Ash Am in,
Bjorn Terje Asheim , H enrik Bang, Jen s Bartelson, Mats Benner, W erner
Bonefeld, Robert Boyer, Neil Brenner, Terrell Carver, Hee-yeon Cho, Myung-
Rae Cho, Simón Clarke, Chris Collínge, Ryan Conlon, Robert Delorme, Alex
Demirovic, Frank Deppe, Bülent Diken, Gérard Duménil, Josef Esser, Norman
Fairclough, Steve Fleetwood, Ann Haila, Colín Hay, Jer2y Hausner, Joachim
Hirsch, John Holloway, Garsten Jensen, Jane Jenson, Joo Hyoung Ji, Martin
Jones, Tetsuro Kato, Eleonore Kofman, Ernesto Laclau, Patrick Le Galés, Alain
Lipietz, Gordon MacLeod, Rianne Mahon, Birgit Mahñkopf, James Martin,
Margít Mayer, Marguerite Mendell, Tímothy Mitchell, Lars Mjoset, Ghantal
Mouffe, Yoshikazu Nakatani, Klaus Nielsen, Claus Offe, Joe Painter, Leo Panitch,
Ove Kai Pedersen, Markus Perkmann, Sue Penna, Jam ie Peck, Sol Picciotto,

LUI
AGRADECIMIENTOS

Moishe Postone, Martin Rhodes, John Roberts, Ralf Rogowski, Andrew Sayer,
Takeshi Shinoda, George Steinmetz, Gerry Stoker, Gunther Tetibner, Adara
Tickell, Bruno Théret, Adam Tickell, Chao-Ming Tseng, Constantine Tsoukalas,
John Urry, Jenn-hwan Wang, Helmut Willke y David Wolfe. Ninguno de ellos
posee responsabilidad alguna por los errores que hay en el libro; de hecho, sólo
dos de ellos han llegado a leer uno solo de sus muchos borradores en su integri­
dad, y pocos son los que han seguido su tortuoso desarrollo de principio a fin,
aunque, pese a todo, sí hayan contribuido a mejorarlo con su influencia en las
diferentes fases de su gestación, Del mismo modo, he disfrutado inmensamente
del estímulo, las críticas y, en ocasiones, la más absoluta incomprensión, por
parte de innumerables investigadores y estudiantes durante todos estos años.
También quisiera agradecer el apoyo institucional en diferentes m om en­
tos al Zentrum für Interdiszíplináre Forschung en la Universidad de Bielefeld
por su beca de un año como parte de un proyecto de investigación conjunto
sobre Staatsaufgaben (19 8 8 -9 ); a la U niversidad de M anchester por su
Hallsworth Sénior Research Fellowship (19 9 6 -7 ); a la Sociedad Japonesa para
la Promoción de la Ciencia por una productiva visita de dos meses a la
Universidad Hitotsubashi, Tokio (1997); al Consejo de Investigaciones Sociales
Danés por una Cátedra de Investigador visitante en la Universidad de Rosküde
(19 9 7-8 ); y al Centro para la Organización y la Gestión de la Escuela de
Negocios de Copenhague, por su ayuda en toda una serie de visitas académicas.
Muchas de las ideas que se exponen aquí tom aron form a durante un proyecto
de investigación de tres años sobre desarrollo económico y gobernanza local
financiado por el Consejo de Investigaciones Económicas y Sociales (Reino
Unido) con la beca L3ns>53o32-
Quisiera agradecer a David Held su interés y compromiso desde el m o­
mento en que comencé este libro. Expresar mi gratitud a Lynn Dunlop y Rachel
Kerr por su estímulo permanente y sus educadas respuestas a m is cada vez
menos creíbles excusas para no term inarlo. Y agradecer a Sarah Dancy por su
sensata tarea de edición.
Por último, la.influencia más importante en m í vida durante estos últimos
doce años ha sido N gai-Ling Sum. Además de mi constante compañera in te­
lectual durante los mismos, ha demostrado ser tam bién mi m ejor amiga y una
abnegada compañera. A ella va dedicado este libro con el más cálido afecto y el
más profundo aprecio por tantas cosas.

ROBERT JESSOP
Lancaster

L IV
a b r e v ia t u r a s

BsB Transacciones entre em presas


BsC Relaciones entre empresas y consumidores
CAEM Consejo para la Asistencia Económica Mutua
CE Comisión Europea
G2B Transacciones entre las adm inistraciones y las empresas
GATT Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio
EBC Economía Basada en el Conocimiento
ENBK Estado Nacional de Bienestar Keynesiano
FMI Fondo Monetario Internacional
I+D Investigación y Desarrollo
OCDE Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
OIT Organización Internacional del Trabajo
OMC Organización Mundial del Comercio
ONG Organización No Gubernamental
OPEP Organización de Países Exportadores de Petróleo
RPTS Régimen Posnacional de Trabajo Schumpeteríano
TIC Tecnologías de la Inform ación y de la Comunicación
TLCAN Tratado de Libre Comercio de Am érica del Norte
UE Unión Europea
UME Unión Monetaria Europea
INTRODUCCIÓN

Este libro es el producto de muchos años de reflexión intermitente sobre el E s­


tado capitalista y su papel en el capitalismo de posguerra. Supone un intento
sistemático de ir más allá de las críticas constructivas a otras corrientes teó ­
ricas con el fin de presentar m i propio análisis del Estado capitalista realm en­
te existente. Su principal objetivo es el de establecer el fundamento teórico
para un programa de investigación del Estado de tipo capitalista en el capitalis­
mo contemporáneo, y no el de presentar un repaso detallado de los regím enes
políticos particulares. Con tal fin, se fija un programa de investigación y se
muestran algunas conclusiones p relim inares sobre las formas, funciones y e fi­
cacia-tod as cambiantes— de la política económica y social en los Estados capi­
talistas occidentales avanzados durante los últim os 50 años. Es más, aun
reconociendo que éste es un tema que sigue abierto, este libro también se
refiere a su posible desarrollo futuro.
El análisis que se ofrece en este libro está inspirado en la crítica de Marx a
la economía política previa a la existencia de la m ism a como disciplina, pero
recurre también a una amplia gama de investigaciones y estudios realizados por
los científicos sociales después de la existencia de la misma. Partiendo de las
características básicas del capitalismo como modo de producción y objeto de
regulación, subráyalas escasas probabilidades de estabilidad que tiene la acu­
mulación de capital cuando se basa exclusivamente en las fuerzas de mercado.
INTRODUCCIÓN

A continuación, se analizan las principales contribuciones del Estado de tipo


capitalista y de otros m ecanism os diferentes al mercado a la hora de asegurar
las condiciones previas esenciales para la acumulación. Las características
básicas del capitalismo como modo de producción y objeto de regulación asu­
men distintos patrones en las distintas variedades y etapas del capitalismo. El
aparato y el poder del Estado son factores cruciales para m odelar la dinámica
de acumulación, pero a su vez son modelados por esa dinámica. Para ilustrar
estos argumentos, me centraré, prim ero, en la forma de Estado que se desarro­
lló después de la Segunda Guerra Mundial en las economías capitalistas avan­
zadas integradas en el fordism o atlántico; después reflexionaré sobre su
desarrollo reciente, especulando sobre las perspectivas que le aguardan tras la
crisis en el fordism o y del fordism o a partir de la década de 1970.
Analizo, pues, la forma general del Estado de posguerra, sus variables
específicas y sus contribuciones a la reproducción económ ica y social.
Interpreto esta forma de Estado como un régim en político dotado de esp ecifi­
cidad histórica, que se corresponde (en form as complejas que serán exam ina­
das en capítulos sucesivos) con una concreta etapa histórica de la acumulación
de capital, en un espacio económico y político particular dentro de la economía
mundial. Con el fin de resaltar su especificidad histórica, caracterizo esta
forma de Estado recurriendo a tipos ideales (o estilizados), tales como el
Estado nacional de bienestar keynesiano (en lo sucesivo EN BK). Cada uno de los
cuatro térm inos empleados para definir este tipo ideal está unido a una dim en­
sión básica de la reproducción económica y social. A continuación, estudio las
tendencias a la crisis del ENBK en estas cuatro dim ensiones y formulo algunos
comentarios sobre los intentos de resolverlas o trascenderlas a través del
método ensayo-error. El capítulo final recoge todos los argumentos anteriores
para tratar de identificar una forma plausible —aunque todavía emergente— del
tipo de Estado capitalista que, de forma desigual y a velocidades distintas, está
sustituyendo al ENBK.
Desde hace ya tiempo se considera que, por suerte o por desgracia, los
ENBK que se desarrollaron en muchas sociedades capitalistas avanzadas
durante el auge de posguerra sufren algún tipo de crisis, si es que no están ya
en estado terminal. Sobre lo que, en cambio, no existe tal acuerdo, es en lo
referente a la naturaleza y causas exactas de esta crisis o sobre lo que podría o
debiera sustituir a esta forma particular de Estado y a su modo de regulación. Si
la crisis del ENBK es, esencialm ente, una crisis en ese régim en y en, su papel en
la reproducción del régimen, de acumulación al cual está unido, entonces dicho
papel podría ser restaurado mediante reform as graduales en uno o en ambos
INTRODUCCIÓN

sin modificar su form a básica de organización. Pero, si se trata de una crisis del
ENBK, acaso sería necesario un nuevo régim en de reproducción social y eco­
nómica. Uno de los argumentos más provocativos en este sentido ha sido fo r­
mulado por Claus Offe quien, al escrib ir sobre cómo han obligado las crisis,
su gestión y resolución a ajustar las agendas políticas, ha señalado que "sí
bien el capitalism o no puede coexistir con el Estado de bienestar social, tam ­
poco puede existir sin él” (1984: 15 3; cursivas del autor). En el último capí­
tulo vuelvo sobre este argumento para sugerir una solución a la "paradoja de
Offe” .
Al relacionar m i análisis del Estado de bienestar keynesiano con el capita­
lismo, no pretendo dar a entender que las form as y funciones del Estado estén
de alguna forma determinadas en última instancia —y mucho menos en p rim e­
ra—por algún tipo de lógica totalmente autónoma inscrita en el capitalismo. En
realidad, lo que m i análisis pretende es apartarse de una interpretación econó­
mica simplista del Estado. Y lo hace principalm ente de tres maneras. En p r i­
mer lugar, adopta una interpretación de lo económico mucho más amplia de lo
que es habitual en el análisis económico convencional-, en segundo lugar, sos­
tiene que la economía, tanto si se toma en sentido amplio como en sentido
estricto, está constituida también por lo que convencionalmente se consideran
factores extraeconómicos; y, en tercer lugar, identifica importantes límites
estratégicos y estructurales a la determ inación económica. Estos dependen de
lo relativamente irreductible de otros órdenes institucionales, al igual que de la
resistencia que ofrece una amplia gama de fuerzas sociales dentro y fuera del
sistema económico. En particular, además de m ostrar cómo la dinámica de las
formas y funciones del Estado está modelada por los cambios en la acumula­
ción del capital, señalo también que el proceso de acumulación está también
constituido, a su vez, por muchos otros procesos, incluyendo la dinámica de las
formas y funciones del Estado. Por ello, me concentro en el acoplamiento
estructural y en la coevolución de los regím enes de acumulación y de los regí­
menes políticos, y en cómo se ven influidos por las pretensiones de distintas
fuerzas sociales de dirigir su desarrollo individual o conjunto.
A la vista de m is anteriores trabajos, me parece oportuno realizar tres
advertencias a los lectores para que sepan qué deben (o no deben) esperar de
este estudio. En prim er lugar, no es un manual de economía política marxista
ni de teoría m arxista sobre el Estado. Aunque me baso en gran medida en la
crítica de Marx a las categorías económicas de la economía política y en su aná­
lisis del modo de producción capitalista (lamentablemente incompleto), no
estamos ante el último de los muchos intentos de reconstruir el materialismo

3
INTRODUCCIÓN

histórico. Por consiguiente, no tiene ninguna pretensión ontológica,. episte­


mológica o metodológica de carácter general. Tampoco he intentado desarro­
llar un an álisis sistem ático del capitalism o, que com ience p or sus
determinaciones más abstractas y sencillas y continúe con un recuento dialéc­
tico y gradual del mercado capitalista mundial actual en todos sus concretos y
complejos detalles. Por el contrarío, introduzco sólo aquellas categorías eco­
nómicas necesarias para mi propósito marcado, ignorando muchas de las que
serían necesarias para un análisis principalm ente económico del capitalismo
contemporáneo. Asim ism o, aunque me he inspirado en la rica tradición de la
teorización marxista del Estado, este trabajo no tiene por objeto comentar
detalladamente dichas teorías, sino que —dando por sentadas las críticas que
he formulado en otros estudios-—desarrolla solamente aquellos conceptos ana­
líticos y enseñanzas teóricas que son esenciales para la limitada tarea que me
he impuesto. También empleo, cuando me parecen relevantes y compatibles
con mi enfoque general, teorías procedentes de otras tradiciones, especial­
mente de los estudios institucionalístas sobre el Estado. Por otro lado, dado
que esta obra se centra en la política económica y social, deja de lado im por­
tantes aspectos del Estado capitalista. Los más notables son los aparatos m ili­
tares y policiales, sus cambiantes form as y funciones, la naturaleza de la guerra
moderna y las relaciones de todos ellos con el sistem a estatal en general.
En segundo lugar, este libro no es un manual sobre el Estado de bienestar.
Lo que convencionalmente se incluye bajo dicha rúbrica se refiere solamente a
una de las cuatro dim ensiones de las form as y funciones del Estado que son de
interés para este estudio. Es más, incluso en lo que se refiere a esa única
dim ensión—-la política social— se enfoca principalm ente en térm inos del papel
del Estado en la reproducción social de la fuerza de trabajo, ignorando muchos
otros aspectos importantes del bienestar. Así, aunque menciono el género, el
origen étnico y la "raza” como aspectos clave de las selectividades estratégicas
de los modos de regulación, de la división social del bienestar y de la matriz
institucional del Estado, no son éstos los temas centrales de estudio de este tra­
bajo. Esto se debe a que su objeto principal es desarrollar un análisis de la forma
Estado y de su intervención, y no ofrecer análisis institucionales concretos de
regím enes de bienestar específicos ni repasos detallados de los resultados
concretos de los mismos. En este contexto más limitado es donde realizo mi
examen de la política social. Así, pues, mi punto de partida son las form as
sociales específicas, la medida en la que están —o podrían llegar a estar— rela­
tivamente unificadas en una formación social dada (que es el térm ino analítico
formal que prefiero en vez de la categoría convencional de "sociedad” , cargada

4
INTRODUCCIÓN

de ideología y sometida a debate teórico), y los modos en. los que la forma pro -
blematiza la función en lugar de garantizarla (sobre este último aspecto, véase
Jessop 1983). Lo que presenta mayor interés son los efectos de la dominación
(siempre tendencial, siem pre socialmente reproducida) de form as sociales
partículai’es (especialmente, las vinculadas al capital como relación social)
sobre la im probable reproducción de la acumulación de capital (incluyendo la
reproducción de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia) y la tendencia a
la aparición de una naturaleza burguesa en las form aciones sociales contem po­
ráneas. Este objetivo particular no significa que no haya otras cosas que valdría
la pena decir acerca de las relaciones sociales desde un punto de vista teórico,
empírico o normativo, sino que dejo dicha tarea para los demás (o, quizá, para
mí mismo pero en otra ocasión).
En tercer lugar, este libro no quiere contribuir de manera directa al cre­
ciente volumen de investigación comparada que, de manera empírica y con
base teórica, estudia los capitalismos y los regím enes de bienestar u otras ten ­
dencias del nuevo programa de investigación institucionalista. De cualquier
forma, he aprendido mucho de dicha literatura, y espero que m is reflexiones
críticas sobre la economía política de los regím enes de acumulación y sobre el
papel de los Estados capitalistas en su reproducción influyan, a su vez, en dicho
programa de investigación. Ahora bien, mi objetivo en esta obra, fundam ental­
mente analítico-form al, sigue siendo relativamente abstracto y debe, por con­
siguiente, dejar abiertos muchos aspectos comparativos concretos. En este
sentido, lo que pretendo es elaborarlos conceptos básicos de un nuevo progra­
ma de investigación sobre el capitalismo y el Estado capitalista. Espero poder
refinar este análisis en un futuro inform e de investigación colectivo en el que
se comparen Gran Bretaña, Dinamarca, Alem ania y Suecia, y que podría servir
para demostrar en qué forma puede aplicarse el enfoque actual a estudios de
caso específicos.
Al analizar el Estado capitalista y su futuro en este y en otros textos, me he
inspirado librem ente en tres perspectivas teóricas complementarias que se
relacionan con los aspectos discursivos y extradiscursivos del fenómeno eco­
nómico, del fenóm eno político y de otros fenóm enos sociales: (1) la economía
institucional y evolutiva, especialmente el enfoque de la teoría de la regulación
dentro de la economía política de la economía capitalista; (2) un enfoque, in s­
pirado principalm ente en Gramsci y Poulantzas, de la política y de la economía
política del Estado; y ( 3) el análisis crítico del discurso y otros enfoques análo­
gos de la constitución discursiva de las relaciones económicas y políticas (así
como de otras relaciones sociales). Una de las principales razones por las que

5
INTRODUCCIÓN

estas perspectivas pueden considerarse complementarias, es porque todas


ellas se fundamentan en una ontología, una epistemología y una metodología
críticas realistas. Además, al explorar la evolución conjunta de los aspectos
políticos y económicos de los ENBK y su posible sustitución, me baso también
en (4) ciertos análisis recientes de los sistem as de autoorganización (o auto
poíéticos) y de los problem as de gobernanza planteados por la interdependen­
cia de una pluralidad de sistem as auto organizativos. Aunque generalmente se
considera que las teorías autopoiéticas tienen «na base teórica constructivista,
creo que es posible apropiarse de ellas e integrarlas en un análisis realista c rí­
tico. A. continuación presentaré un esbozo de la relevancia de estos cuatro
modos de investigación.
En prim er lugar, en lo que concierne al capitalismo, el enfoque de la regu­
lación sugiere que las fuerzas del mercado son sólo uno de los factores que con­
tribuyen a la expansión capitalista. Los partidarios del enfoque regulacionista
rechazan el supuesto clave de la economía clásica, según el cual existe una e sfe­
ra de relaciones económicas claramente delimitada que está socialmente desin­
crustada y tiende al equilibrio general. Por el contrario, subrayan que la
racionalidad y la dinámica económica no pueden analizarse de form a adecuada
—ni siquiera como una prim era aproxim ación—, exclusivamente en térm inos
de relaciones de intercambio dentro de mercados perfectos. También niegan
que el intercambio sea impulsado únicamente por una conducta economicista
dirigida a la maximización que aplicarían individuos inherentem ente raciona­
les, con preferencias estables y previamente dadas, y orientados tan sólo por el
mecanismo de precios y sus im plicaciones para las ganancias y pérdidas in d i­
viduales. A los regulacionistas, en cambio, les interesa la naturaleza social -
mente incrustada y socíalmente regulada de las econom ías capitalistas, y no los
fenóm enos autorregulados del mercado puro; y lo mismo ocurre con las n or­
mas económicas y los modos de cálculo cambiantes, frente al egoísmo trans-
hístórico de un Homo economicus que sería, supuestamente, el sujeto activo de
, todas las economías, tanto precapitalistas como capitalistas. El enfoque de la
regulación analiza el capitalismo de form a muy amplia, examinando su anato­
mía como "econom ía integral” o "econom ía en sentido inclusivo” . Vistas en
térm inos integrales o inclusivos, las form as específicas de capitalismo pueden
interpretarse como "régim en de acumulación + modo social de regulación” ,
f Comprende un conjunto socialm ente incrustado, socialm ente regulado y
estratégicamente seleccionado de instituciones, de organizaciones, de fuerzas
sociales y de acciones, organizado alrededor de la reproducción ampliada del
capital como relación social (o al menos involucrado en ella). Por lo general,

6
INTRODUCCIÓN

este conjunto adquiere su coherencia —en la medida en que llega a disponer de


ella—, dentro de los límites de un acuerdo social que varía históricamente en
sus dimensiones espaciales y tem porales. Este arreglo espaciotemporal contri­
buye a asegurar el equilibro siem pre parcial, provisional e inestable del com ­
promiso aparentemente necesario para consolidar un régim en de acumulación
y su forma de regulación. Es en estos térm inos en los que sitúo el papel de los
ENBK en la reproducción económica y social ampliada del capitalismo (para el
enfoque regulacionista, véanse especialmente Boyer 1990; Boyer y Saillard
2002; Jessop 1997).
En segundo lugar, considero al Estado una relación social. Aquí sigo a
Antonio Gramsci, comunista italiano anterior a la Segunda Guerra Mundial, y
a Nicos Poulantzas, teórico marxista griego posterior a la misma. El primero
propuso una definición inclusiva de Estado en su sentido integral, entendién­
dolo como "sociedad política + sociedad civil” (Gramsci 19 7 1); el segundo ana­
lizó el poder del Estado como una condensación cuya form a está determinada
por el equilibrio de las fuerzas políticas que operan dentro y más allá del Estado
(Poulantzas 1978). Combinando sus ideas, el Estado puede definirse como un
conjunto de instituciones, organizaciones, fuerzas sociales y actividades,
incrustadas y reguladas socialmente, seleccionadas de m anera estratégica y
organizadas alrededor de la toma de decisiones que son vinculantes colectiva­
mente para una comunidad política im aginaria (o que, al menos, están involu­
cradas activamente en esa toma de decisiones). A su vez, el poder del Estado
puede entenderse como una relación de poder que es mediada por y a través de
este conjunto institucional. El poder no es ejercido por el Estado como tal: el
Estado no es un sujeto. Tampoco se origina enteramente en el Estado mismo o
en el personal del Estado, sino que depende del equilibrio de fuerzas tanto
dentro de la sociedad entendida en sentido amplio, como dentro de los propios
aparatos del Estado. Otros asuntos importantes que pueden extraerse de la
obra de Gramsci son la hegemonía, el bloque histórico y el papel de los intelec­
tuales. Gramsci define la hegemonía como el ejercicio de un liderazgo político,
intelectual y moral dentro y sobre un espacio político dado, de m anera tal que
se logre que las fuerzas e instituciones sociales se ajusten a los requisitos de la
reproducción capitalistá en un periodo determinado. Guando la hegemonía se
ejerce con éxito, se refleja en lo que Gramsci denomina bloque histórico. A
estos efectos, un bloque histórico puede definirse como una correspondencia
contingente e históricam ente específica entre las dim ensiones económica,
jurídico-política y ética de una form ación social dada. Apoyándome en la p io ­
nera obra de Gramsci, sostendré que en el ejercicio de la hegemonía y en la

7
INTRODUCCIÓN

construcción de un bloque histórico, desem peñan un papel clave los intelec­


tuales que desarrollan estrategias económicas, proyectos de Estado y visiones
hegemónicas alternativas, y que por ello pueden ayudar a consolidar el equili­
brio inestable del compromiso entre distintas fuerzas sociales alrededor de un
orden económico, político y social dado. También me inspiro en estas ideas
cuando estudio las bases sociales de los distintos regímenes de bienestar y su
papel en la consolidación de regím enes específicos de acumulación y de sus
correspondientes modos de regulación (en lo referente a la teoría del Estado,
véanse Jessop 19 8?, 1 9 8 5 ,19 90b y 2001a).
En tercer lugar, inspirado por el análisis crítico del discurso y por algunas
obras recientes acerca de los rasgos narrativos del mundo social, subrayo la
contribución del discurso a la construcción de la economía capitalista como
objeto de regulación, al igual que del Estado nacional como conjunto institu­
cional imaginario. También insisto en la incrustación cultural y social de las
instituciones económicas y políticas y de las relaciones de poder. A sí, la econo-
mía, como objeto de regulación, es considerada como un sistem a narrado im a­
ginariam ente al cual se otorgan lím ites específicos, condiciones de existencia,
agentes económicos típicos, tendencias y contratendencias, así como una
dinámica general característica. El sistema estatal es tratado como una entidad
política im aginaria con sus propios lím ites específicos, con sus condiciones de
existencia, sujetos políticos, tendencias de desarrollo, fuentes de legitimidad y
proyectos de Estado. Naturalmente, tam bién resulta muy relevante el análisis
del discurso para el análisis de la hegemonía. Cuando subrayo los momentos
discursivos de la economía y del Estado, no pretendo afirm ar que, en cierto
sentido, son "m eram ente” discursivos y que no tienen materialidad institucio­
nal alguna. Por el contrario, lo que me propongo es resaltar dos aspectos. En
prim er lugar, que las relaciones económicas y políticas son tan complejas que
cualquier acción orientada hacia ellas necesita un cierto grado de sim plifica­
ción discursiva (y por ello un im aginario económico o político) que constituya
ciertos subconjuntos específicos de relaciones sociales que actúen como su
horizonte de acción social, m aterial y espacíotemporal. En este sentido, en la
sociedad contemporánea existen muchos im aginarios económicos y políticos
que compiten por la hegemonía o, al m enos, por una posición dominante.
Dichas sim plificaciones discursivas desem peñan un papel clave, a su vez, en la
siem pre tendencial constitución y consolidación de los sistem as económicos,
políticos y de otros sistem as, modelando las form as de su separación institu­
cional y su posterior articulación. A sí, aunque la dinámica de la economía capi­
talista se ha desarrollado desde hace mucho tiempo dentro del marco de un
INTRODUCCIÓN

mercado mundial más o menos amplio y cambiante, con frecuencia sigue con­
cibiéndose como una serie de economías nacionales o regionales demarcadas
de manera más o menos clara. Los recientes discursos acerca de la globaliza­
ción suponen un cambio en las interpretaciones económicas o políticas, y se
reflejan tanto en la reestructuración de las relaciones económicas y políticas
como en la reoríentación de sus estrategias. De este modo, contribuyen a
modificar la materialidad institucional y el sesgo estratégico de los regím enes
de acumulación y de los marcos políticos relacionados con ellos. A fin de
demostrar la contribución clave de los discursos a la rem odelación global de las
estructuras y estrategias económicas y políticas en diferentes contextos y
coyunturas, emplearé argumentos sim ilares en otros ámbitos del análisis eco­
nómico y político (respecto al análisis crítico del discurso, véanse especial-
mente Fairclough 1992 y 2000).
Cuarto, al explorar las interconexiones institucionales y sociales entre lo
económico y lo político, me baso en las teorías de la autoorganización. Mi fuen ­
te inicial de inspiración fue el análisis de Marx sobre la auto valorización del
capital, es decir, la capacidad del capital para reproducirse a través de la re in ­
versión rentable de beneficios anteriores, según se desplaza repetidamente a
través de lo que Marx denominó el circuito del capital. No obstante, sí bien
Marx limitó su análisis de la autoorganización principalm ente al modo de p ro­
ducción capitalista, vale la pena considerar algunos otros sistemas potencial­
mente auto organizativos (o autopoiéticos) de im portante significación para
él orden social en las sociedades modernas. Entre estos sistem as se cuentan el
sistema jurídico, el sistem a político, la ciencia, el sistem a educativo, la religión
y el arte. Cada uno de ellos tiene su propio código de funcionam iento, sus p ro ­
pios principios de organización, sus propias dinámicas institucionales, racio­
nalidades instrum entales y lógicas de adecuación. En conjunto, forman una
ecología autoorganizativa de sistem as instituidos que se desarrollan a través de
la interacción entre sus respectivas autonomías operativas y sus interdepen­
dencias materiales. Este enfoque posee im portantes im plicaciones para los
estudios del acoplamiento estructural y de la coevolución de lo económico y lo
político con respecto tanto a la acumulación del capital como al ejercicio del
poder del Estado. Junto a la esfera del sistem a tam bién existe un mundo de la
vida rico y complejo (algunas veces incorrectam ente descrito como "sociedad
civil”) que no puede reducirse a dichos sistem as y sus lógicas. Ese mundo de la
vida presenta muchos puntos de resistencia a esa lógica, y por derecho propio
constituye una esfera importante de conflictos y luchas, así como de reconoci­
mientos mutuos y de solidaridades (acerca del enfoque de Luhmann sobre la

9
INTRODUCCIÓN

autopoiesis, véanse Jessop 1990b, Lange y Schim ank 2000, Rasch 2000,
Thornhill 200 0 , Willke 1997)-
A partir de este breve repaso a mis fuentes teóricas principales y a mis
preocupaciones fundamentales, habrá quedado claro que los argumentos que
desarrolla este libro tienen deudas con muchos estudiosos. Tres de ellos, todos
ya desaparecidos, m erecen especial atención. La mayor influencia es, sin duda,
la de Nicos Poulantzas. Apenas tuve la oportunidad de conocerlo, pero desde
hace mucho tiempo su teoría del Estado y sus análisis más generales han sido
para mí una fuente de inspiración. La obra de Antonio Gramscí también me ha
influido, especialmente en lo relativo a las conexiones orgánicas entre lo eco­
nómico y lo político, al desarrollo contingente de los bloques históricos y a la
naturaleza relacional del poder. Quizá constituya una sorpresa para muchos
lectores, pero también he aprendido mucho de Niklas Luhmann sobre el papel
de la teoría de los sistem as en el análisis social. Luhmann hubiese estado en
total desacuerdo con el uso que he dado a sus ideas, especialmente con mi
intento de hacer una síntesis entre su teoría de los sistem as autopoiéticos y el
marxismo que, según él, era una teoría prem oderna totalmente inadecuada
para analizar las sociedades contemporáneas. Uno de los objetivos de esta obra
es refutar esa afirm ación de Luhmann.
El resto del libro aparece organizado en siete capítulos. El capítulo 1 p re­
senta los principales conceptos teóricos que utilizo en el análisis de la forma
del Estado de posguerra dentro de los circuitos del fordism o atlántico, así como
en mis especulaciones sobre su futuro.
El capítulo 2 esboza la naturaleza de cuatro ámbitos: el fordism o atlántico;
el Estado nacional de bienestar keynesiano, que desempeñó un papel prim or­
dial en la regulación del fordism o atlántico; el acuerdo espaciotemporal más
general, que contribuyó a estabilizar el régim en de acumulación fordista atlán­
tico; y la crisis que emergió en el fordism o desde mediados de la década de
1960.
El capítulo 3 explora la naturaleza del posfordism o y sugiere que, tras la
incertidumbre inicial acerca de las características fundamentales de un régimen
de acumulación posfordista factible, éste está asumiendo gradualmente la forma
de una economía del conocimiento globalizadora. La medida en que esto pueda
llegar a ocurrir no quedará asegurada por una lógica puramente económica, sino
que dependerá de que esté constituida también por fuerzas extraeconómicas que
contribuyan a su estabilización y su gobernanza. Es en esos térm inos en los
que este capítulo esboza las características principales del posfordismo, las con­
tradicciones y los dilemas estructurales inherentes a la acumulación de capital,

10
INTRODUCCIÓN

y en los que explora las complejidades de la globalización y de las nuevas formas


de competencia en la emergente economía del conocimiento. Y concluye con un
examen de las funciones que caracterizan al Estado competitivo schumpeteria-
no que ha venido reemplazando gradualmente al Estado de pleno empleo key­
nesiano; igualmente se evaluará si esta forma de Estado emergente resulta
adecuada para el posfordismo.
El capítulo 4 continúa está línea de análisis examinando el rediseño del
Estado de bienestar, su papel cambiante en la reproducción social, y la también
cambiante articulación entre la política económica y la política social. En p ri­
mer lugar, estudia con m ayor detalle la especificidad del Estado de bienestar y
critica algunos de los principales enfoques alternativos para su reestructura­
ción, recalibracióny reorientación en respuesta a la crisis económica y a la glo­
balización. A continuación se examinan tres de los principales cambios en el
Estado de bienestar: la creciente subordinación de la política social a la p olíti­
ca económica, la presión a la baja sobre el salario social considerado como un
coste de producción, y la reestructuración del consumo colectivo. También
subrayo los lím ites al recorte del bienestar derivados del papel del Estado en la
reproducción de la fuerza de trabajo y en las condiciones extraeconómicas para
la acumulación, así como de la naturaleza de la política en las democracias capi­
talistas.
El capítulo 5 se centra en los intentos de reescalar el tipo de Estado capi­
talista como respuesta a la crisis del fordism o atlántico. Tam bién se analizan
las nuevas form as de competencia y el surgim iento de una economía globali­
zadora guiada por el conocimiento. Se identifican igualmente tres tendencias
principales en la reestructuración del Estado nacional, junto a sus correspon­
dientes contratendencias. A continuación, paso a estudiar si el Estado nacio­
nal tiene todavía un papel importante en la reproducción general de la
acumulación de capital y en el m antenim iento de la cohesión social. Concluyo
que, a pesar del cuestionamíento de la prim acía del Estado nacional, todavía
desempeña un papel importante en la organización de la economía global, del
sistema de gobierno global y de la em ergente sociedad civil global. En otras
palabras, en lugar de desaparecer, el Estado nacional está siendo reim agína-
do, rediseñado y reorientado en respuesta a estos cuestionamientos.
El capítulo 6 explora las bases materiales para la supervivencia y la coexis­
tencia de las fuerzas del mercado, de la concertación corporativista y de la
coordinación coactiva a lo largo de la historia del capitalismo, abordando des­
pués algunas tendencias básicas hacia los fallos del mercado, las redes y el
Estado. A continuación, examino la crisis del paradigma de la gobernanza de la
INTRODUCCIÓN

economía mixta que caracterizó al Estado nacional de bienestar keynesiano y la


creciente tendencia de la economía globalízada del conocimiento a confiar en
formas de gobernanza en red. El capítulo finaliza con algunas observaciones
sobre el fallo de la gobernanza, sobre la metagobernanza y sobre el fallo de la
metagobernanza como posibles fuentes de futuras tendencias a la crisis en las
formaciones sociales capitalistas.
El último capítulo recoge las principales líneas de los argumentos p resen ­
tados en los capítulos anteriores. Sostengo que lo que está reemplazando ten-
dencialm ente al Estado nacional de bienestar keynesiano es el régim en
posnacional de trabajo schum peteríano5 y señalo que esta nueva forma de
Estado podría contribuir a la coherencia estructural de un nuevo arreglo espa­
cio temporal que sirva para la acumulación de capital. Á continuación, estudio
posibles variantes de esta nueva forma de Estado, señalando el modo en que
dichas varian tes se enlazan con las d istin tas varied ad es de capitalism o
que dependen de sus trayectorias anteriores. Por último, al determ inarla cam ­
biante articulación entre la acumulación de capital y el Estado, propongo una
solución a la paradoja de Offe.

NOTAS

i. Schumpeterian Workfare Postnational Regime. No hay hasta la fecha una traducción que recoja el con­
junto de determinaciones de la palabra inglesa. Es muy probable que no sea posible hacerlo, de ahí
que se opte por dejar el original Workfare. Éste se construye por analogía sobre welfare. Welfare. a su
vez, es la versión reducida de la oración desiderativa "Weli fare you! ” , originalmente, "¡Que tengas un
buen viaje!” y, luego, más genéricamente." ¡Que te vaya bien!” . Ya como palabra individual, su senti­
do se desplazó hacia "bienestar" (a su vez, con una estructura semejante en castellano). La expresión
workfare se construye con el final de la palabra ■welfare (fare), quitándole significado y usándolo como
derivado. El calco en castellano sería, por tanto, "trabajoestar” lo que conservaría el paralelismo con
"bienestar” pero resultaría en exceso extraño e incomprensible. Optamos por la expresión "de traba­
jo ” como paralela a "de bienestar” (y "trabajista’' para workfarist). El mismo Jessop afirma que "puede
describirse (sin duda no muy felizmente y con riesgo de malentendidos) como un régimen de traba­
jo (workfare), en la medida en que subordina su política social a las demandas de la política económi­
ca”. Para terminar de complicar la cuestión, el orden de los adjetivos en inglés no es el mismo que en
castellano, por lo que la traducción completa de Schumpeterian 'Workfare Postnational Regime exige
modificar el orden de palabras, lo que provoca que no haya una correspondencia perfecta con las
tablas ni con el orden de exposición en el texto original. [N. de lo sT T J
CAPÍTULO 1
CAPITALISMO Y TIPO DE ESTADO CAPITALISTA

En este capitulo se exponen tres tem as fundam entales que serán elaborados
posteriorm ente en el resto del libro. El p rim er tem a se refiere a que ni el
capitalism o como un todo ni la relación cap ital-trab ajo, de la cual depende
su dinám ica contradictoria y conflictiva, pueden reproducirse exclusiva­
mente a través de las relaciones de m ercado. Am bos req uieren de modos
com plem entarios de reproducción, regulación y gobernanza, que incluyen
aquellos que se derivan en parte de la actuación del Estado. El segundo tem a
—ya más específicam ente—, expresa que, dado que la fuerza de trabajo es
una m ercancía esencialm ente ficticia, no puede reproducirse únicam ente a
través del salario y el m ercado de trabajo. Por ello, diferen tes tipos de
mecanism os ajenos al m ercado desem peñan aquí un papel clave. El tercer
tema recuerda que, a m edida que la acum ulación de capital se expande en
una escala cada vez más global, su dinám ica se vuelve más dom inante en la
configuración de la evolución general de los sistem as sociales y del mundo
de la v id a1 .
Al desarrollar estos tres tem as no pretendo sosten er que la dinám ica de
la acum ulación de capital explique todo cuanto pueda resultar significativo
en relación con la arquitectura y funcionam iento de los Estados y del
moderno sistem a estatal. Y mucho m enos en relación con cada uno de los
detalles de su desarrollo. Por el contrario, precisam ente porque el capita­

i3
ROBERT JE S S O P

lism o no puede garantizar todas las condiciones necesarias para su propia


reproducción sólo a través de las fuerzas del m ercado, no puede ejercer n in ­
gún tipo de determ inación económ ica en últim a instancia sobre el resto de
la form ación social. Esto nos obliga a p restar atención a la constitución de la
acum ulación de capital a través de la interacción tanto de relaciones so cia­
les intervenidas por el m ercado como de otras ajenas al m ism o. Igualm ente
debe considerar la naturaleza com pleja y sobredeterm inada de su im pacto
sobre el desarrollo general de las relaciones sociales. De aquí se desprende
que este capítulo no puede lim itarse a p resentar una serie de conceptos eco ­
nóm icos para el an álisis del capitalism o como modo de producción y como
objeto de regulación. Más allá, debe tam bién in troducir otros conceptos que
sirvan para analizar la política y el Estado, el mundo de la vida y la sociedad
civil, al igual que las conexiones de éstos con las categorías económ icas y
entre unos y otros. El desarrollo de este instrum ental conceptual más com ­
plejo tam bién allanará el terreno para u n an álisis en cuatro dim ensiones de
los cam bios recien tes en el papel del Estado en la reproducción del capital y
en su m ediacióm institucional, social y discursiva.

i. EL CAPITAL COMO RELACIÓN SO CIAL

Por lo que se refiere a su apariencia superficial, el capitalismo puede definirse


inicialm ente como un sistem a económ ico en el cual una gran cantidad de
em presas independientes producen bien es y servicios para la venta (con la
intención de obtener una ganancia), usando bien es de capital privado y tra ­
bajo asalariado (Bo'wles y Edwards 19 8 5: 39 4 ). Probablem ente, muchos
observadores estarían de acuerdo con esta definición. Pero esto podría
deberse a su vaguedad respecto a aspectos tan im portantes como la n atura­
leza de la fuerza laboral, el proceso del trabajo, los poderes del capital y la
dinám ica de acum ulación. Profundizar en estos cuatro aspectos dará origen
a controversias teóricas y políticas, pero esto no puede evitarse si p reten d e­
mos establecer la especificidad h istórica del capitalism o como modo de
producción, y sus im plicaciones para la política económ ica y la política
social. En consecuencia, exam inaré en p rim er lugar algunas de las p reco n ­
diciones más abstractas y elem entales para la organización de la p roducción
de m ercancías en térm inos capitalistas, y am pliaré y profundizaré luego esta
defin ición in icial a través de d iferen tes pasos como en una escalera de cara­
col, especificando algunas de las características más concretas y com plejas

14
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

del capitalism o. Este ejercicio esencialm ente teórico debería generar un


grupo de categorías más rico con el que in iciar el an álisis de las form as de
política económ ica y política social y de sus cam biantes papeles en la rep ro ­
ducción y expansión generales del capitalism o. Paradójicam ente, tam bién
contribuirá a revelar los lím ites de un enfoque teórico único basado en la
clase o en el capital, frente & las enorm es com plejidades de los Estados
actualmente existentes, al tiem po que establece la im portancia de com b i­
narlo con otros enfoques teóricos que partan de otros grupos de relaciones
sociales.

EL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA

Lo que más distingue al capitalism o de otras form as de producir bienes y


servicios para la venta es la generalización de la form a m ercancía a lá fuerza
de trabajo. Ello conlleva el desarrollo histórico —y p osterior reproducción y
expansión— de un mercado de trabajo en el que los trabajadores ponen a la
venta su fuerza de trabajo a los capitalistas en una transacción com ercial
form alm ente libre e igual. En térm inos abstractos, la relación cap ital-tra­
bajo funciona del siguiente modo. Los trabajadores intercam bian su capaci­
dad de trabajo por un salario y aceptan el derecho del capitalista a (tratar de)
controlar su fuerza de trabajo en el proceso de producción y a apropiarse de
los beneficios (o absorber las pérdidas) derivadas de su esfuerzo por p rod u ­
cir bienes o servicios para la venta. Los trabajadores gastan su salario en
medios de consumo siguiendo las norm as sociales de consumo prevalentes
y, con ello, reproducen su fuerza de trabajo para poder venderla de nuevo2.
De esta form a, el salario actúa como coste de producción para todos los
capitales, como m edio de autorreproducción para el trabajo y como fuente
de demanda (en prim era instancia, para los capitales que producen bienes
de consumo e, indirectam ente, para los que producen bien es de capital).
Aunque .el capital se apropia de los recursos de la naturaleza transform án-
dolos, y em plea tam bién las propias fuerzas productivas de la naturaleza, de
m anera que estos recursos y fuerzas contribuyen a la producción de valores
de uso y a cualquier subsiguiente aum ento de riqueza, la fuerza de trabajo
socialm ente necesaria que se consum e en la producción de m ercancías es la
única fuente de valor agregado real —y, p o r tanto, de b eneficios— para el
capital tomado conjuntam ente. Este razonam iento es válido en general,
independientem ente de la form a en que el superávit resultante se divida
después entre capitales particulares. Más aún, lejo s de excluir la posibilidad

*5
ROBERT JE S S O P

de que se deriven beneficios extraordin arios de la innovación, de otras v e n ­


tajas tem porales o de las p osicion es m onopolistas, a expensas de otros cap i­
tales que obtien en beneficios por debajo de la m edia, sirve para subrayar
cómo la com petencia por generar estos ben eficio s extraordinarios es una
fuente im portante de la dinám ica general del capital.
La generalización de la form a m ercancía a la fuerza de trabajo no s ig n ifi­
ca que ésta se convierta en realidad en una m ercancía, sino que se co n v ier­
te en una mercancía ficticia. Es d ecir, en algo que tiene form a de m ercancía
(en otras palabras, que puede ser com prado y ven dido), pero que no ha
sido creado en un proceso de trabajo que tenga, por objeto obtener b e n e fi­
cios, n i tam poco se halla sujeto a las típicas p resion es com petitivas de las
fuerzas del m ercado para racionalizar su producción y red u cir el plazo de
rotación del capital invertido. E xisten cuatro categorías de m ercancías f ic ­
ticias: la tierra (o la naturaleza), el din ero, el conocim iento y la fuerza de
trabajo. Con frecuencia, cada una de ellas es tratada como un sim ple factor
de producción, oscureciendo las con diciones en las cuales entra en la eco ­
nom ía de m ercado, experim enta su tran sfo rm ación , y contribuye así a la
p roducción de b ien es y servicios para la venta. A h ora bien , esta tendencia
a naturalizar m ercancías ficticia s como factores de producción ob jetiva­
m ente dados, conduce a la falsa creen cia, criticada enérgicam ente por
M arx, de que el valor económ ico surge de las cualidades in m anentes y e te r­
nas de las cosas, y no de relacion es sociales contingentes y dotadas de
esp ecificid ad histórica.
La "tierra” incluye todas las riquezas naturales, se encuentren en la su ­
p erficie terrestre o por encim a o debajo de ella, e igualm ente incorpora sus
capacidades productivas en contextos esp ecíficos. N orm alm ente, la form a
actual de dichas riquezas naturales refle ja tanto la transform ación social
pasada y presente de la naturaleza, como el desarrollo natural que se p rodu­
ce sin in tervención humana. Las em presas capitalistas no producen la tierra
virgen y los recursos sim ilares como m ercancías, sino que se apropian de
ellos como dones de la naturaleza y, a continuación, los tran sform an para
obtener ben eficio s, con frecuencia sin ten er en cuenta sus ciclos esp e c ífi­
cos de reproducción, su capacidad general de renovación o, en el caso de la
tierra, el agua y el aire, su capacidad de absorber los residuos y la con tam i­
nación.
El dinero es una unidad contable, reserva de valor, m edio de pago (por
ejem plo, de im puestos, diezm os y m ultas), así como un m edio de in tercam ­
bio económ ico. Independientem ente de que tenga form a natural (como las

16
ÉL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

conchas de cauri), form a de m ercancía (como los m etales preciosos) o


form a fid u ciaria (como el papel m oneda o el d in ero electrón ico), el sis te ­
ma m onetario en el cual circula dicho dinero no es ni podría ser un fe n ó ­
meno sim p lem en te económ ico que se g e n e ra y se hace fu n cio n a r
solam ente para obten er b en eficio s, pues la capacidad del dinero para cum ­
p lir sus funciones económ icas depende de m anera crucial de ciertas in sti­
tuciones y sanciones extraeconó m icas, al igual que de la confianza p ersonal
e im personal. Siem pre que el dinero circula como m oneda nacional, el
Estado posee un papel clave a la hora de asegurar un sistem a m onetario
form alm ente racional y, viceversa, su creciente circulación como dinero
sin Estado plantea graves problem as en. cuanto a la re-regu lación de las
relaciones m onetarias.
El conocimiento es un recurso común producido colectivamente y basado
en el aprendizaje individual, organizacional y colectivo en distintos horizontes
temporales y en diferentes contextos, com erciales y no comerciales. Gomo el
conocimiento no es intrínsicam ente escaso (en térm inos económicos ortodo­
xos, es un bien no rival), sólo obtiene form a de mercancía cuando se convierte
en un medio artificialm ente escaso cuyo acceso depende de un pago (derechos
de autor, licencias, etc.). Por tanto, es necesaria una profunda reorganización
social para transform ar el conocimiento en algo que pueda ser vendido
(Schiller 1988: 3 3).
Por último, la capacidad de trabajar es una capacidad humana genérica,
que adquiere forma de m ercancía solamente en la medida en que los trabaja­
dores pueden ser inducidos o forzados a entrar en los mercados de trabajo
como asalariados. Es más, incluso después de haber adquirido forma de m er­
cancía, la fuerza de trabajo se reproduce a través de instituciones tanto de m er­
cado como ajenas al mercado, y de relaciones sociales.
En capítulos p osteriores se analizan algunas de las contradicciones
estructurales 3 y dilem as estratégicos 4 que se derivan de extender la form a
m ercancía a la tierra, el d inero y el conocim iento. En éste me ocuparé, b re ­
vemente y apelando al sentido com ún, de la fuerza de trabajo como cap aci­
dad humana genérica. La reproducción hum ana no está organizada de
forma capitalista o, al m enos, no todavía. Es m uy raros que se traigan niños
al mundo como si se tratase de m ercancías (a p esar de las p osibilid ad es
com erciales de la m aternidad de alq u iler y de las nuevas técnicas re p ro ­
ductivas) y, por lo general, los n iñ os se crían con sus fam ilias —o con fa m i­
lias de acogida— que no obtienen d inero a cam bio. La educación m asiva
todavía es im partida p or organism os públicos o privados sin fin es de lucro
ROBERT JE S S O P

(a pesar de la moda neoliberal de las listas com parativas y los Índices). Los
trabajadores no orientan sus vidas de form a sistem ática a la obtención de
m ayores in gresos (a pesar de que cada vez son m ayores las p resio n es para
que nos convirtam os en sujetos em p rendedores y aceptem os la conversión
de toda nuestra vida en m ercancía), en detrim ento de otras relacion es
sociales. En sín tesis, aunque la m ayoría de las personas debe ven der su
fuerza de trabajo para poder v iv ir y p articip ar plenam ente en la sociedad,
en realidad, no estam os en presen cia de m ercancías, aunque son tratadas
como si lo fuesen.
La autovalorizacíón del capital a través del mercado solamente es posible
cuando la fuerza de trabajo adquiere form a de m ercancía. La autovaloriza-
ción es el proceso por medio del cual el capital se expande m ediante la r e in ­
versión rentable de sus beneficios an teriores, lo cual ocurre a través de la
autotransform ación repetida del capital a m edida que se mueve reiterad a­
mente dentro del circuito del capital. Comienza con la etapa del capital -
dinero, cuando el dinero como capital se usa para com prar m aterias prim as,
m edios de p roducción y fuerza de trabajo, que se com binan luego en un p ro ­
ceso de producción a través del cual se agrega valor (la etapa del capital p ro ­
ductivo). La producción capitalista com prende no sólo la transform ación
m aterial de la naturaleza para agregarle valor de uso, sino tam bién la v a lo ri­
zación del capital a través de la apropiación con éxito de cualquier valor de
cambio agregado por el tiem po de trabajo socialm ente necesario invertido
en el proceso de producción. Ahora bien, el valor de cambio creado de esta
form a sólo puede hacerse efectivo si estas m ercancías se venden p or dinero
y se obtienen beneficios (la etapa del capital com ercial). Estas ventas no
están garantizadas. El circuito se com pleta y renueva con la re in v e rsió n —en
la m ism a o en otras áreas de producción— del capital in icial, aumentado con
una parte o la totalidad de estos b en eficio s. A m edida que el circuito del
capital se desarrolla y diferen cia m ás, es p osible que surjan distintas fra c ­
ciones de capital en torno a funciones esp ecíficas del circuito. A sí, en t é r ­
m inos elem en ta le s, puede d istin g u irse en tre c a p ita l-d in e ro , capital
productivo y capital com ercial, al m ism o tiem po que se reconoce que cual­
quier capital individual, incluso sí está especializado en una determ inada
fase del circuito, debe ocuparse tam bién de las dem ás (B iyan 19 95: 94 -5)-
En un nivel de an álisis más concreto y com plejo, podrían ser necesarios o
convenientes conjuntos más ricos de distin ciones.
Al convertir la fuerza de trabajo en m ercancía ficticia, la apropiación de la
plusvalía del trabajo adquiere su característica mediación capitalista en y a través
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

de las fuerzas del mercado. En síntesis, ía explotación5 adquiere la forma de


intercambio. La subordinación form al de la fuerza de trabajo "m ercantiliza-
da” al capital a través del sxirgimiento del m ercado de trabajo asalariado,
quedó reforzada históricam ente cuando el ejercicio de la fuerza de trabajo
en la producción pasó a estar directam ente bajo el control capitalista a tra ­
vés del ritmo im puesto por las m áquinas en el sistem a fa b ril6. Esta m ercan-
tilización convierte tanto el mercado de trabajo como el proceso laboral en
escenarios de la lucha de clases entre el capital y los trabajadores7. Las
modalidades económ icas básicas de esta lucha dependen de la form a sala-
rio, de la división técnica y social del trabajo, y de la organización de la p ro ­
ducción capitalista como una econom ía del tiem po. Ahora bien, la dinám ica
de la lucha de clases económ ica tiene otras m uchas determ inaciones econó­
micas y extraeconóm icas, y se extiende adem ás, por lo general, más allá de
la economía en sentido estricto hasta otras áreas de la organización social.
La naturaleza de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia tam bién mode -
la la com petencia entre capitales para asegurar sü valorización más eficaz y
la apropiación de la plusvalía resultante. La com petencia y la lucha de clases
son algunas de las p rincipales fuentes de la dinám ica abierta del cap italis­
mo como modo de producción. Por últim o, cuando la acum ulación de cap i­
tal se convierte en el principio de organización dom inante dentro de la
economía en sentido estricto, tam bién adquiere una influencia sig n ificati­
va en la naturaleza general de las sociedades y, en ciertas circunstancias,
puede convertirse en el principio dominante de la organización social (véanse
pp. 26 -35).
La ley general más importante del capitalismo es la ley del valor. Con ella
se describe la tendencia de los capitalistas a invertir recursos en distintos cam­
pos de producción de acuerdo con las expectativas de obtener beneficios (véase
el cuadro 1.1). Aunque esta ley aparece mediada por las fuerzas del mercado y
por el mecanismo de precios, cuya actuación puede validar socialmente o no
estas decisiones privadas, se fundamenta en última instancia en la esfera de la
producción, pues es sólo aquí donde se crea nuevo valor a través de la aplica­
ción del tiempo de trabajo socialmente necesario y donde, por lo tanto, vuelve
a estar disponible para cualquier ulterior validación, redistribución o, incluso,
destrucción8. Marx también describió otras leyes y tendencias de las economías
capitalistas, pero no vamos a ocuparnos de ellas por el momento9. Debemos
notar, sin embargo, que Marx no consideró la ley del valor u otras tendencias
como necesidades inexorables, sino que subrayó su mediación por parte de la com­
petencia capitalista y de la lucha de clases.
R O B E R T JE S S O P

CUADRO 1.1

LA 'LEY DEL VALOR' EN EL CAPITALISMO

En términos generales. ta ley del valor indica que se invertirá más tiempo en la producción de mer­

cancías cuyo precio de m ercado esté por encim a de su precio de producción medido por el tiempo

de trabajo socialmente necesario invertido er> su producción! mientras que se invertirá menos tiem ­

po en la producción de mercancías cuyo precio de mercado sea menor que su precio de producción.

En ías economías capitalistas este mecanismo se complica, ya que la competencia tiende a igualar

las tasas de beneficio aunque los capitales individuales puedan utilizar diferentes proporciones de

capital físico y de trabajo asalariado, siendo este último ta única fuente de “valor agregado". En con­

secuencia, son las fluctuaciones en tos beneficios (precio de mercado menos precio de costes) ías

que median la ley del valor en et capitalismo. En respuesta a estas fluctuaciones y anticipándose a

la forma en que podrían desarrollarse en el futuro, los capitales individuales deciden cómo distri­

buir no sólo la fuerza de trabajo, sino también el capital físico entre La producción, la distribución y

la circulación. Que llegue a comprobarse que estos cálculos son correctos o no. y et hecho de que

puedan vender las mercancías resultantes obteniendo una ganancia, depende de ta posterior inter­

vención de las fuerzas del mercado y es. por tanto, algo intrínsecamente incierto. La producción

total en las economías capitalistas depende de las decisiones no coordinadas de capitales que com­

piten en busca de oportunidades para obtener beneficios con distintos patrones de inversión y pro­

ducción. Las ganancias dependen no sólo de la demanda de tas distintas mercancías {que refleja su

valor de uso predominante), sino también de la tasa de explotación económica en ¡as distintas

ramas de la producción. Y se relacionan, por tanto, de manera crucial con el curso y et resultado de

las luchas entre capital y trabajo en muchos puntos distintos del circuito del capital y de la forma­

ción social en sentido amplio.

M arx identificó la existencia de una contradicción esencial entre valor de


cambio y valor de uso de las m ercancías (M arx 1967/1867). El valor de cambio
se refiere al valor m onetario mediado por el mercado que una mercancía tiene
para el vendedor; el valor de uso se refiere a su utilidad material o simbólica para
el comprador. Sin valor de cambio no se producirían bienes para la venta? sin
valor de uso esos bienes no serían com prados10. Esta fue la base a partir de la
cual Marx fue desvelando la compleja dinámica del modo capitalista de p ro­
ducción, incluyendo la necesidad de crisis periódicas y su papel en la rein te­
gración del circuito del capital como base para su expansión renovada. A partir
de esta argumentación, querría señalar que todas las form as de relación del
capital incorporan versiones distintas pero inte reo nectadas de esta contradic­
ción básica, con un impacto diferencial sobre el capital —o diferentes fraccio­
nes del mismo-— y sobre el trabajo —o diferentes estratos laborales— en

20
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

distintos momentos y lugares. En la sección siguiente analizo distintas formas


de esta contradicción.
Estas contradicciones tam bién afectan a la form ación social —en ten d i­
da en sentido am plio— y se reproducen necesariam ente al tiem po que se
reproduce el propio capitalism o. Sin em bargo, su peso o significado relati­
vo para la acum ulación o la regulación no tiene por qué ser el m ism o. En
realidad, como verem os más adelante, d iferen cias de este tipo p rop orcio­
nan un m ecanism o para distin guir entre diversas etapas y variedades de
capitalism o. Debem os añadir aquí que "la reproducción de estas con tradic­
ciones, con sus efectos contradictorios y su im pacto en la tendencia h istó ri­
ca del desarrollo capitalista, depende de la lucha de clases” (Poulantzas 1975:
4 0 - 1 ; cursivas del autor). Más adelante analizo hasta qué punto resulta
adecuado d escrib ir en térm inos de luchas de clases el impacto que tienen
las distintas form as de luchas sociales en la acum ulación del capital (véanse
pp. 3 7 -3 9 ). Por ahora, bastará con decir que distintas luchas sociales con
relevancia de clase m odulan las form as en las que las distintas contradiccio­
nes y dilem as de la relación de capital se expresan en coyunturas esp ecífi­
cas, que afectan tam bién a la m anera y a la m edida en la que se establecen,
bloquean o anulan las posibles bases para una expansión renovada. Esto
explica por qué la acum ulación im plica un equilibro cam biante entre ciclos
repetidos de autovalorización, autotransform ación continuada, brotes de
reestructuración inducidos por las crisis y otras m odalidades de cambio.
Estos ciclos generalm ente se enlazan con nuevos patrones de com presión y
distanciamiento espacio-tiem po (véase p. 18 7 -138), así como con ciertos cam ­
bios en los horizontes espaciotem porales dom inantes y en los principales
lugares y espacios de acum ulación. La com plejidad de estos aspectos vicia
cualquier recuento lineal de las etapas del capitalism o, puesto que perm ite
diferentes trayectorias en d iferen tes circunstancias. Por la m ism a razón,
im pide cualquier intento de in terpretar la acum ulación en térm inos de
algún tipo de teoría del equilibro.

EL CAPITAL COMO OBJETO DE REGULACIÓN

En conjunto, estas contradicciones y dilem as significan que la relación de


capital no puede ser totalmente reproducida a través del intercambio en el
mercado y que, por tanto, tiende a lo que con frecuencia se expresa, en térm i­
nos ideológicos, como "fallo de m ercado” . Esto significa que la improbable
autovalorización del capital no puede explicarse en térm inos de ninguna

21
ROBERT JE S S O P

supuesta lógica que se corrige y expande por sí misma, lo que nos lleva a consi­
derar los mecanismos a través de los cuales, a pesar de las contradicciones del
capital, la acumulación puede regularse y reproducirse. Dichos mecanismos
van mucho más allá de la economía capitalista en sentido estricto (la produc­
ción concebida en función de los beneficios, el intercambio mediado por el
mercado), e incluyen otros directa e indirectam ente extraeconómicos. Es más,
en la medida en que estos m ecanism os extraeconómicos tam bién reproducen
las contradicciones y dilemas inherentes a los mecanismos económicos de la
relación de capital, aumenta todavía más la posibilidad de que las actuaciones,
estrategias y tácticas modelen el curso de la acumulación y la forma en que estas
contradicciones y dilem as se expresan. Esto, a su vez, requiere que todo análi­
sis de la naturaleza improbable de la acumulación del capital tome muy en serio
dichas actuaciones.
La m ejor manera de com prender esta cuestión es preguntarnos por qué el
capitalismo debe ser regulado. La respuesta estriba en la naturaleza indeterm i­
nada pero antagónica de la relación de capital y de su dinámica. Tres son sus
aspectos claves:

■ Lo incompleto del capital como relación puramente económica (o


mediada por el mercado), lo que conlleva que su reproducción conti­
nuada dependa, en forma inestable y contradictoria, de condiciones
extraeconómicas cambiantes.
• Las distintas contradicciones estructurales y dilemas estratégicos inhe -
rentes a la relación de capital y a su cambiante articulación estructural y
formas de aparición en los distintos regím enes de acumulación, modos
de regulación y coyunturas.
* Los conflictos sobre la regulación y/o gobernanza de estas contradiccio­
nes y dilem as, tal como se expresan tanto en el circuito del capital como
en la form ación social en sentido amplio.

El p rim er aspecto hace referencia a la incapacidad intrínseca al capita­


lism o de lograr en térm inos económ icos un cierre sobre sí m ismo o, en otras
palabras, su incapacidad de reproducirse totalmente a través de la form a
valor en una lógica de m ercantilización que se expanda a sí m ism a. Esto se
relaciona con la naturaleza ficticia de la tierra, del dinero, del conocim iento
y, sobre todo, de la fuerza de trabajo como m ercancías e, igualm ente, con la
dependencia de la acum ulación no sólo de estas m ercancías ficticias, sino
tam bién de diferentes form as de relaciones sociales no m ercantilizadas. Este

22
E L FUTURO DEL ESTAOO CAPITALISTA

carácter incom pleto es, pues, una característica constitutiva —o definitoria—


del capitalism o y posee im plicaciones im portantes en su dinámica global.
Incluso en el nivel más abstracto de análisis, y todavía más en las form as en
que realm ente existe, la reproducción del capitalism o depende de que se
log're un equilibro intrínsecam ente inestable entre sus respaldos económ i­
cos m ediados por el mercado y otros respaldos extraeconóm icos cuya efica­
cia depende de su ubicación más allá de los m ecanism os del mercado. Esto
excluye que todo pueda llegar a ser m ercantilizado y, con mayor razón, d es­
carta una econom ía capitalista pura. La inestabilidad resultante explica la
existencia de oleadas irregulares de m ercantilización, desm ercantílización y
rem ercantilización, conform e la lucba por extender los momentos de valor
de cambio de la relación de capital se encuentra con lím ites estructurales
reales o con una resistencia creciente y, tam bién, a m edida que se buscan
nuevas form as de vencer estos lím ites y resistencias (Offe 1984,). Asim ism o,
se relaciona con las oleadas irregulares de territorializacíón, desterrítoriali-
zacióny reterrítorialización (Brenner 19 99a, b) y con la búsqueda de nuevas
form as de arreglos espaciotem porales a m edida que los arreglos predom i­
nantes comienzan a descom ponerse (Jessop 1999a, 3 0 0 0 , 2 0 0 1b ; y capítulo
4 de este libro). Dichos lím ites y contradicciones estructurales (y sus con si­
guientes "fallos de m ercado”) abren posibilidades para el cambio de d irec­
ción, en la m edida en que el capitalism o se orienta de form a constante hacia
nuevas oportunidades de obtener beneficios debido a la presión de la com ­
petencia. Esta dinám ica abierta excluye la existencia de un destino final hacia
el cual la lógica de la acumulación del capital y /o la lucha de clases deban con­
ducir inexorablem ente (para más detalles, véase Postone 19 9 3). En síntesis,
desde un punto de vista sustantivo, el capitalism o carece de una trayectoria
establecida previam ente.
Segundo, la acumulación en la totalidad de la economía capitalista, esen­
cialmente, de la explotación del trabajo asalariado dentro de un proceso labo­
ral concebido en función de la ganancia y mediado por el mercado. Esto es así
porque, si bien los mercados actúan como mediadores en la búsqueda de valor
agregado y m odifican su distribución dentro de las clases y entre ellas, no pue­
den producirlo. Más aún, el proceso mismo de m ercantilización asociado a la
propagación del mecanismo de mercado genera contradicciones estructurales
que no pueden ser resueltas por ese mismo mecanismo. Muchas de estas con­
tradicciones, y los dilem as estratégicos relacionados con ellas, son expresiones
diferentes de la contradicción básica entre valor de cambio y valor de uso de la
mercancía (véase la tabla 1.1).

a3
ROBERTJESSOP

TABLA 1.1

FUENTES DE TENSIÓN EN LAS FORMAS BÁSICAS DE LA RELACIÓN DE CAPITAL

FORMA ______ MOMENTO DEL VALOR DE CAMBIO MOMENTO DEL VALOR DE USO

Mercancía Valor de cambio Valor de uso

Pu erca de trabajo (a) trabajo abstracto como factor (a) habilidades genéricas y concretas,
de producción sustituí ble distintas formas de conocimiento
(b> única fuente de plusvalía (b) fuente de orgullo profesional para
el trabajador

Salario (a) coste monetario de producción (a) fuente de demanda efectiva


(b) medio para asegurar suministro de (b) medio para satisfacer deseos en una
mano de obra útil por un tiempo dado sociedad basada en el dinero

Dinero {a) capital que devenga intereses, (3) m edida de valor, re s e rv a de valor,
crédito privado m edio de cam bio
(b) moneda internacional (b) moneda nacional, moneda de curso legal
(c) expresión última det capital (c) forma general de poder en general en la
sociedad en sentido amplio

Capital Productivo (3) valor abstracto en movimiento (a) existencias de activos específicos
{0 capital-dinero) disponible para ser valorizados en
para alguna forma de inversión momento y lugar específicos
en momento y lugar Futuros en condiciones específicas
<b) fuente de beneficios de empresa (b) habilidades empresariales
y gerencia les concretas

Tierra (a) "don gratuito de la naturaleza” (a) recursos libremente disponibles


que es [actualmente] inalienable y baldíos
(b) propiedades alienadas y alienables, (b) recursos naturales transformados
fuentes de rentas

Conocimiento (a) propiedad intelectual (a) dominio público intelectual


(b) rie sg o m onetizado (b> incertidumbre

Estado Capitalista colectivo ideal Factor de cohesión social

A sí, pues, el capital productivo es tanto un valor abstracto en movimiento


(especialmente en la forma de beneficios ya realizados que están disponibles
para su reinversión), como una reserva concreta de activos que fueron inverti­
dos en un tiempo y lugar específicos, y que está en proceso de ser valorizada. El
trabajador es tanto una unidad abstracta de fuerza de trabajo que puede susti­
tuirse por otra unidad sim ilar (o, en realidad, por otros factores de produc­
ción), como también una persona concreta (o, en verdad, un miem bro de una
fuerza de trabajo colectiva concreta), con habilidades, conocim ientosy creati­
vidad específicos1 1 . El salario es tanto un costo de producción como una fuen ­
te de demanda. El dinero funciona como una divisa internacional que puede
cambiarse por otras divisas (idealmente en un espacio sin Estado), y como una
moneda nacional que circula dentro de las sociedades nacionales y está sujeta a
algún grado de control estatal12. La tierra funciona tanto como una form a de
propiedad (basada en la apropiación privada de la naturaleza), que se muestra

«4
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

en términos de ingresos esperados en form a de renta, como un recurso natural


(modificado por acciones pasadas) que es más o menos renovable y reciclable.
El conocimiento es tanto la base de los derechos de propiedad intelectual como
un recurso colectivo (el dominio público intelectual). Del mismo modo, el
Estado no sólo es el responsable de asegurar ciertas condiciones clave para la
valorización del capital y la reproducción de la fuerza de trabajo como m ercan­
cía ficticia, sino que tiene tam bién la responsabilidad política general de m an­
tener la cohesión social en una form ación social pluralista y socialmente
dividida. A su vez, la tributación es tanto una deducción no productiva de
ingresos privados (beneficios de em presas, salarios, intereses, rentas), como
un medio para finan ciarla inversión y el consumo colectivos con el fin de com ­
pensar los "fallos de m ercado” . Y así sucesivamente.
Estas contradicciones estructurales son inherentes a la relación de capital,
y las tensiones y dilemas que generan proporcionan un importante punto de
partida para el análisis general de la acumulación de capital. No obstante, tam ­
bién es importante reconocer que pueden asum ir distintas form as y distintos
pesos en distintos contextos. Igualmente, pueden resultar más o menos m ane­
jables dependiendo de los arreglos espaciotem porales específicos y de los
compromisos de clase institucionalizados con los que se relacionan en cada
momento. Estas diferencias, a su vez, proporcionan un importante punto de
partida para analizar las diferentes etapas o variedades del capitalismo. Es en
este contexto en el que sostendré que el ENBK es sólo uno de los muchos m eca­
nismos a través de los cuales se organiza la reproducción económica y social del
capitalismo. Esta reproducción siem pre es problem ática y coexiste con otros
mecanismo análogos para producir un régim en específico de reproducción
dentro de la regulación general del capitalismo y lograr su incrustación en la
sociedad entendida en sentido amplio (véanse los capítulos 2 y 4).
Tercero, los modos de regulación y los patrones de gobernanza varían con­
siderablemente. Existen, con el fin de asegurarla acumulación continua, d ife­
rentes formas de intentar cerrar el circuito del capital o de compensar su falta
de cierre. El predom inio de uno u otro de estos patrones dependerá de las
específicas m atrices sociales y espaciotem porales en las que se produzcan
dichos intentos. Ciertamente, a pesar de la tendencia inherente en la acumula­
ción de capital de continuar expandiéndose hasta crear un mercado mundial
único, existen importantes contratendencias y otros lím ites a la realización
total de la globalización, especialm ente, aunque no de manera exclusiva, en su
forma neoliberal (véanse los capítulos 3 y g; tam bién, Altvater y Mahnkopf
1999; Polanyi 1944,). Así, los específicos regím enes de acumulación y sus

*5
ROBERT JE S S O P

modos de regulación suelen construirse dentro de espacios sociales y arreglos


espaciotemporales igualmente específicos. Tomados en conjunto, estos tres
grupos de factores suponen que no existe una solución única y que a la vez sea
m ejor que las demás para la regulación de la acumulación de capital. Al contra­
rio, serán varios los regímenes de acumulación y los modos de regulación aso­
ciados a las formas distintivas de aparición de las contradicciones básicas,
dilemas y conflictos antes señalados. A su vez, el curso general de la acum ula­
ción dependerá de la form a en que estas distintas soluciones se complementen
entre sí o se impongan compitiendo entre ellas dentro del mercado mundial.

2- LA ACUM ULACIÓN COMO PRIN CIPIO DE SOCIALIZACIÓN

La autovalorización del capital puede darse en diferentes lugares-, allí donde la


mayor parte de los insumos clave para la producción capitalista adopta la forma
de mercancías (reales o ficticias); donde hay control efectivo de la fuerza de
trabajo dentro del proceso laboral; donde el ambiente es suficientemente esta­
ble para perm itir que los capitales orienten sus actividades de manera sistem á­
tica hacia las oportunidades de obtener beneficios; y donde es posible obtener’
e invertir dichos beneficios. Ninguno de estos aspectos requiere que todas las
relaciones sociales hayan quedado subsum ídas bajo la forma m ercancía ni
estén totalmente subordinadas a las fuerzas del mercado. En realidad, si así
fuese el capitalismo sería im posible. Por el contrario, varía considerablem en­
te el grado en el que las fuerzas capitalistas del mercado (y la lógica de la b ú s­
queda de beneficios asociada a ellas) llegan a dom inar la organización general
y la dinámica de las form aciones sociales. Esto nos obliga a preguntarnos acer­
ca de las condiciones en las cuales la acumulación puede convertirse en el p rin ­
cipio dominante de la organización social (o socialización), ya que siem pre
existen elementos intersticiales, residuales, m arginales, írrelevantes, recalci­
trantes y, sencillam ente, contradictorios, que no se subordinan a ningún p rin ­
cipio establecido de socialización sino que, efectivam ente, actúan como
depósitos de flexibilidad e innovácíón y como fuentes reales o potenciales de
desorganización. Ello implica, a su vez, que existe un amplio m argen para el
conflicto tanto entre proyectos sociales que p rivilegian principios organiza­
tivos radicalmente distintos, como entre proyectos rivales basados en un
mismo principio. Así, las formaciones sociales pueden quedar relativamente
un ificadas bajo el. dom inio de la religión (teocracias), bajo con sideracion es
de carácter policial-m ilitar (Estado de seguridad nacional), bajo procesos de

z6
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

construcción nacional (nuevas naciones), bajo dem arcaciones "raciales”


socialmente construidas (apartheid), bajo la acumulación de capital (socieda­
des burguesas), etc. (sobre la socialización, véase Jessop 1990b: 4 -6 ).
En este sentido, la socialización burguesa im plica mucho más que una
acumulación continua, pues ésta tam bién puede darse en las teocracias, en los
Estados de seguridad nacional, en las nuevas naciones, en las situaciones revo­
lucionarias o en las sociedades de los Estados socialistas. Lo que la socializa­
ción burguesa implica realmente es la subordinación relativa de todo un orden
social a la lógica y requisitos de reproducción de la acumulación de capital. Esto
podría describirse como la "incrustación de la economía de mercado en una
sociedad de mercado” (Polanyi 19 4 4 )13; también como el desarrollo de un "blo­
que histórico” entre la base económica, la superestructura jurídico-política y
las formas de conciencia (Gramsci 19 7 1), ó como el surgimiento de una "civ ili­
zación burguesa” . Existen cuatro m ecanism os distintos que pueden contribuir
a esa situación: la determ inación económica, el dominio ecológico, la dom ina­
ción económica y la hegemonía burguesa. El prim ero de estos principios desig­
na una característica sistémica del funcionam iento de la economía-, el segundo
se refiere a las relaciones sistémicas entre la economía y otros sistem as; el ter­
cero alude a las dim ensiones institucionales y organizativas del poder estruc­
tural en la economía y a la relación entre agentes económicos y fuerzas
extraeconómicas; el cuarto mecanismo opera principalm ente en el plano de las
ideas o del discurso (aunque, cuando tiene éxito al implantar su hegemonía,
también tiende a incrustarse institucionalmente y a poseer la disposición a
incorporarse).

DETERMINACIÓN ECONÓMICA

Muchos marxistas ortodoxos han defendido la idea de que, en última instancia,


lo extraeconómico queda determinado por lo económico. Esto viene a ser lo
mismo que decir que, en última instancia, las relaciones sociales de produc­
ción determ inan la form a y las funciones de las instituciones jurídico -políticas
y de la denominada superestructura ideológica. Este argumento no tiene
mucho mérito y, en realidad, incluso resulta incoherente aun cuando se consi­
dera superficialm ente. Esto es así porque las relaciones sociales de producción
solamente podrían desem peñar este papel determinante con dos condiciones:
(1) si se contuviesen y reprodujesen totalmente a sí mismas, y (?) si existiese
una correspondencia necesaria entre la economía, otras instituciones y el
mundo de la vida. Ahora bien, una vez que admitim os la interdependencia de

2?
RO BERT JE S S O P

lo económico y lo extrae cono mico, lo económico nunca podría resultar deter­


minante por sí mismo ni en prim era ni en última instancia--tam poco en n in ­
guna instancia intermedia—, pues lo económico no tiene la capacidad de
cerrarse sobre sí mismo para determ inar lo extraeconómico y no estar, a su vez,
recíprocamente determinado por ello. El mismo argumento se aplica todavía
con más contundencia a las afirm aciones acerca del determinism o tecnológi­
co, que proclaman el papel en última instancia determinante de las fuerzas de
producción. A continuación, se propone una form a alternativa de m anejar esta
cuestión en térm inos de dominio ecológico.
Rechazar el papel determinante en última instancia de las fuerzas de p ro­
ducción o de las relaciones técnicas y sociales de producción para toda una
sociedad no supone, sin embargo, negar su importancia dentro de la economía.
Aquí, el principio de determinación económica puede expresarse en térm inos
de primacía de la producción en el circuito global del capital. Y, por extensión,
esto im plica la prim acía del capital productivo (que no debe igualarse sola­
mente con el capital industrial) sobre el capital-dinero o el capital comercial.
Lo que significa nada más (y nada menos) que prim ero hay que producir la
riqueza antes de poder distribuirla o, en térm inos m arxistas, que prim ero hay
que producir el valor antes de poder realizarlo. El reciente auge y caída de la
denominada nueva economía basada en la burbuja de las empresas "punto -com ”
sirve muy bien para ilustrar esta cuestión, ya que la tasa a la que estas com pa­
ñías consum ían el capital in icial era in sosten ib le, y su colapso destruyó el
valor creado en otros lugares. Del m ism o modo, la am pliación del crédito esta­
tal para estimular la demanda sin un aumento equivalente de la producción
puede provocar inflación (para la inflación en el fordismo atlántico, véase el
capítulo %)>
Lo anterior significa, a su vez, que el curso de la acumulación de capital
está moldeado principalm ente por la organización de la economía capitalista,
bajo el dominio de la forma valor y de su m ediación dinámica ejercida a través
de la ley capitalista del valor. Dado que la producción se encuentra en el cora­
zón del circuito del capital, el rendim iento del capital productivo resulta vital
para el proceso general de acumulación. Esto im plica que las tasas reales de
ganancia del capital-dinero (incluyendo créditos), del capital comercial y del
capital-tierra dependen a largo plazo de la valorización continua del capital
productivo. A su vez, ésta depende de que el capital pueda controlar de manera
continuada los térm inos, condiciones y rendim iento del trabajo asalariado y,
dado que el valor agregado solamente puede realizarse a través de la venta de
mercancías en cantidades y precios adecuados, tam bién depende de que

38
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

garantice que sus productos puedan com ercializarse. Sin embargo, debido a la
multiplicidad de centros de producción autónomos y distintos, y a los bienes y
servicios que se producen en forma de m ercancías, la coordinación de la eco­
nomía capitalista es esencialmente anárquica y está mediada por las fuerzas del
mercado y la competencia. Las fuerzas del mercado actúan expost y no ex ante,
lo que siem pre constituye un problem a para la posible validación de las deci­
siones y la producción del capital (para un análisis más amplio de los fallos de
mercado, véase el capítulo 6). Y esto es así, aunque las em presas confíen más
en la organización vertical y en la construcción de redes internas que en los
mercados internos, aunque también puedan cooperar con otros agentes eco­
nómicos en proyectos conjuntos, ya que la competitividad subyacente y las
estrategias reales de competencia de dichas compañías y sus alianzas seguirán
estando expuestas a la auditoría de la mano invisible del mercado. Esta com ­
prensión de la determinación económica, con su énfasis en la producción,
posee importantes im plicaciones a la hora de analizar las contradicciones y
dilemas del denominado capitalismo posindustrial o del capitalismo del cono­
cimiento (véase el capítulo 3 ).

DOMINIO ECOLÓGICO

Inicialmente, este concepto fue desarrollado por las ciencias biológicas. En


este sentido, el dominio ecológico se refiere al hecho de que una especie ejer­
za una influencia preponderante sobre las demás en una comunidad ecológica
dada.
Está idea puede ampliarse a los sistem as sociales. Para ello, es necesario
tomar en cuenta sus especificidades como sistem as mediados comunicacional
o discursivamente, así como la capacidad de las fuerzas sociales para reflexio­
nar y aprender de su propia evolución, para tratar (con o sin éxito) de guiarla,
e incluso para m odificar las formas en las cuales se desarrolla la evolución
(Willke 1997: 4 8 -51). Entendido así, el dominio ecológico se refiere a la capa­
cidad estructural y estratégica que posee u n determinado sistema en una eco­
logía autoorganizativa de sistemas para im prim ir su lógica de desarrollo al
funcionamiento de otros sistemas, capacidad mucho mayor que la que poseen
dichos sistem as para imponerle a él sus respectivas lógicas14. Esta capacidad
siempre está mediada por y a través de la lógica operativa de otros sistemas y de
las racionalidades comunicativas del mundo de la vida. Por ejem plo, el dom i­
nio ecológico del capitalismo sobre los Estados modernos está mediado en
parte por los cálculos de los gestores de los Estados acerca del impacto previsible
R O B E R T JE S S O P

de sus decisiones en las alteraciones de los mercados del dinero y del sistem a
tributario-financiero de los cuales dependen los ingresos de los Estados. A la
inversa, las actividades y el rendim iento de los Estados tienden a generar un
impacto sobre la economía a través de los cálculos de los actores del mercado
acerca de su efecto en las oportunidades de obtener beneficios (u otras formas
de ingreso). Así, mientras que el papel im perialista de Gran Bretaña y EE UU se
ha vinculado con sus poderosos complejos m ilitar-industriales, en los regím e­
nes socíaldemócratas de bienestar lo que encontramos es un complejo "social -
industrial” bien desarrollado (O’Gonnor 1978). Otro ejemplo del acoplamiento
estructural y de la coevolución de los regím enes económicos y políticos (aco­
plamiento y coevolución relativamente dependientes de la trayectoria de cada
país —path~dependence~~), puede encontrarse en las formas de flexibilidad
laboral fomentadas por los distintos regím enes de bienestar. Así, los regím e­
nes de bienestar liberales con mercados de trabajo en donde hay contratación
y despido flexibles, alientan a los patronos a ejercer su derecho de mando, no
estimulan a los trabajadores a invertir en conocimientos específicamente rela­
cionados con la em presa y prom ueven el crecim iento de servicios de bajos
salarios en el sector privado. En contraste, los regím enes de bienestar social-
demócratas y democratacristíanos (o corporativistas-conservadores), se aso­
cian con unos derechos económicos y sociales que producen mercados de
trabajo relativamente inflexibles y con elevados salarios, lo que estimula a los
trabajadores a adquirir conocimientos específicamente relacionados con su
empresa -—o su ramo em presarial—, provoca que las empresas se b eneficien de
una fuerza de trabajo calificada, desarrolla procesos y productos de alta tecno­
logía y alta productividad para recuperar sus elevados costos salariales, y no
estimula la cx-eación de sectores de servicios de baja productividady bajos sala­
rios (Estevez-Abe et álii 20 0 1; Scharpf 1997). En lo que respecta al mundo de
la vida, el dominio ecológico del capitalismo depende de la medida en que los
cálculos monetizados de beneficios y pérdidas penetren el mundo de la vida a
expensas de otros modos de cálculo y de otra subjetividad. A su vez, identida­
des, valores y modos de cálculo diferentes pueden afectar a la economía capi­
talista en la medida en que modelen las oportunidades para obtener beneficios
(u otras formas de ingresos) actuando, por ejemplo, como fuentes de segm en­
tación del mercado de trabajo, como amenazas a los diferenciales salariales o
como oportunidades de desarrollar nuevos mercados. En la siguiente sección
abordo sus im plicaciones para la resistencia al capitalismo.
El dominio ecológico es siem pre diferencial, relacional y contingente.
Así, un sistem a dado puede ser más o menos dominante ecológicamente.

3o
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

Igualmente, su dominio variará en distintos sistem as y en diferentes esferas o


aspectos del mundo de la vida. Por último, dependerá del desarrollo de la tota­
lidad del ecosistema social. Esto no significa que el sistema ecológicamente
dominante no se vea afectado por el funcionam iento de otros sistemas ni que
ciertas fuerzas sociales no traten de revertir, frenar o guiar ese dominio. Más
bien, como su propio nombre implica, el dominio ecológico supone una rela­
ción ecológica en la que un sistema se convierte en dominante en una compleja
situación coevolutiva. No supone, pues, una relación de dominación unilateral
en la que un sistema impone unilateralmente su voluntad a los demás (véase
M orin 1980: 44,). No hay "últim a instancia” en las relaciones de dominio eco­
lógico (siempre son contingentes). Deberemos, por tanto, estudiar las condi­
ciones históricamente específicas bajo las cuales la acumulación tiende a
convertirse en un proceso ecológicamente dominante en la formación social en
sentido amplio.
La relevancia del dominio ecológico para nuestros propósitos se hará más
evidente si recordamos que el capitalismo no puede reproducirse solamente a tra­
vés de la forma valor, sino que depende de otros sistemas y del mundo de la vida
para que le ayuden a cerrar el circuito del capital y a compensar los fallos de m er­
cado. Salvo en una economía capitalista pura totalmente imaginaria, el capitalis­
mo aparece estructuralmente ligado a otros sistemas y al mundo de la vida. Es
decir, el desarrollo de la economía (de mercado) capitalista está fuertemente
unido a factores no económicos: no sigue nunca una lógica puramente económica.
En vista de que otros sistemas y el mundo de la vida aparecen estructural -
mente acoplados a la economía (el igual que unos con otros), deberíamos p re­
guntarnos cuál de ellos podría, en su caso, convertirse en ecológicamente
dominante. Existen al menos cinco aspectos diferenciados analíticamente —aun­
que están empíricamente relacionados— que afectan al potencial de un siste­
ma, en este caso en el mundo social (por oposición al biológico):

• La medida de su complejidad estructural y operacional interna y los


grados resultantes de libertad que esto le otorga para asegurar un resul­
tado dado.
■ Su capacidad de continuar actuando en una amplía gama de circunstan­
cias y ante perturbaciones más o menos graves, si fuese necesario
mediante su propia reorganización espontánea para adaptarse.
• Su capacidad de distanciar y com prim ir sus operaciones en el tiempo y
el espacio a fin de explotar la más am plia gama de oportunidades para la
autorreproducción.
R O B E R T JE S S O P

• Su capacidad de resolver o m anejar sus contradicciones internas, para­


dojas y dilemas para desplazarlos dentro de su medio o diferirlos hacia
el futuro.
• Su capacidad para lograr que los actores de otros sistem as y del mundo
de la vida identifiquen sus propias actuaciones como fundamentales
para la reproducción del sistem a en sentido amplío (del cual es siem pre
y necesariam ente tan sólo una parte). Y con ello, para que orienten su
actuación de form a más o menos voluntaria hacia lo que entiendan
como sus necesidades particulares de reproducción.

En térm inos generales, la economía capitalista, con su característica lógi­


ca de autovalorización, tiende justamente a disponer de aquellas propiedades
que favorecen el dominio ecológico. Es internam ente compleja y flexible d ebi­
do a la naturaleza descentralizada y anárquica de las fuerzas del mercado y al
papel dual de los m ecanism os de precios como estímulo al aprendizaje y como
mecanismo flexible para asignar capital a distintas actividades económicas.
Más aún, a medida que el capitalismo se desarrolla, tienden a surgir distintas
organizaciones, instituciones y aparatos para expresar los distintos momentos
de sus contradicciones, dilemas y paradojas, los cuales pueden después ínter -
actuar para compensar los fallos de mercado dentro del marco de arreglos
espaciotem porales específicos. El capital tam bién desarrolla su capacidad para
ampliar sus operaciones en el tiempo y el espacio (distanciamiento espacio-
temporal) y para com prim irlos (com presión espaciotemporal), haciendo que
les sea más fácil seguir su propia lógica de autoexpansión en respuesta a las
perturbaciones. A través de estos y otros m ecanism os, desarrolla su capacidad
de escapar de las lim itaciones estructurales particulares de otros sistemas y de
sus intentos de ejercer el control, aunque no pueda escapar de su dependencia
general de las contribuciones de estos sistem as a su propio funcionamiento ni,
por supuesto, de las tendencias de crisis relacionadas con sus propias contra­
dicciones y dilemas internos. Los intentos de escapar a ciertas lim itaciones y a
ciertas pretensiones de control pueden producirse a través de sus propias ope­
raciones internas en el tiempo (descuentos, seguros, gestión de riesgos, futuros,
derivados, etc.) o en el espacio (fuga, reubicación o extraterritorialidad de
capitales, etc.), m ediante la subversión de la lógica de otros sistem as a través
de su colonización mediante la form a mercancía, o por la sim ple corrupción
personal. En ciertas condiciones, tam bién puede lograr apoyo para la prim acía
de la acumulación sobre otros principios de socialización de la perm anente
lucha por el liderazgo político, intelectual y moral.

32
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

No obstante, el dominio ecológico, en la medida en que existe, es siempre


contingente e históricam ente variable. Depende de las propiedades concretas
de los regím enes de acumulación y de los modos de regulación, de la naturale­
za de otros sistem as de su medio y de ciertas características coyunturales. Los
otros sistem as y sus actores pueden resultar más o menos capaces de lim itar o
resistir la mercantilización, así como de dirigir las actividades económicas
imponiendo a la economía sus propias prioridades sistém icas y modalidades
de cálculo. A título ilustrativo, baste considerar el impacto de un Estado te rri­
torial comprometido con un principio alternativo de socialización y dispuesto
a aceptar los costos políticos de desacoplarse del mercado m undial15 . A la
inversa, el auge o el resurgim iento de la globalización, especialmente en su
forma neoliberal, contribuye a m ejorar el dominio ecológico del capital al
ampliar las posibilidades de que la acumulación escape de esas limitaciones
(Jessop 3000: 3 2 8 -3 3 ; capítulos 3 y 5). Si bien, también ampliará las p osib ili­
dades de que las contradicciones y dilem as de un capitalismo relativamente
desvinculado (o desincrustado) moldeen el funcionamiento de otros sistemas
y puedan con ello socavar ciertas condiciones extraeconómicas cruciales para
la acumulación.
Aún más, incluso cuando las condiciones favorecen a largo plazo el dom i­
nio ecológico de la economía capitalista, otros sistemas pueden obtenerla p ri­
macía a corto plazo en respuesta a crisis ocurridas en otros puntos, ya que
ningún sistema individual representa, o puede sustituir al todo. Cada sistema
autopoíético es operacionalmente autónomo y sustantivamente ínterdepen-
diente de otros sistem as. Incluso un sistem a ecológicamente dominante
depende del rendim iento socialmente adecuado de otros sistemas, y un siste­
ma normalmente subordinado puede convertirse en dominante en circunstan­
cias excepcionales. Podría ocurrir, por ejem plo, cua.ndo la resolución de una
crisis no económica se convierta en el problem a más apremiante para la repro­
ducción con éxito de todos los sistem as, incluyendo la economía capitalista.
Así, durante las grandes guerras o en su preparación, los Estados pueden tratar
de planificar o guiar la economía a la luz de lo que perciben como sus n ecesida­
des político-m ilitares. Lo mismo puede apreciarse en los Estados de seguridad
nacional de la guerra fría (como Taiwán o Corea del Sur). Sin embargo, una vez
que esos estados de emergencia han finalizado, es muy probable que se vuelva
a hacer valer la prim acía de la acumulación. Esto no excluye que en el sistema
normalmente dominante queden huellas de esas condiciones excepcionales
como consecuencia de su trayectoria anterior (así, algunos rasgos característi­
cos de las economías de guerra en tiem pos de paz, o el legado de la guerra total

33
ROBERT JE S S O P

en la trayectoria de las economías de posguerra). Pero, incluso con esa depen­


dencia de su trayectoria anterior, el "metacódigo cuasitrascendental’'16 del s is ­
tema ecológicamente dominante seguirá teniendo un mayor impacto en el
desarrollo de los demás sistemas en el proceso multilateral de coevolución y
acoplamiento estructural que el que tendrán los otros sistem as sobre él.

DOMINACIÓN ECONÓMICA

La dominación económica posee dos dim ensiones. La prim era es interna a la


economía y se refiere a la capacidad de una u otra fracción del capital (o sen ci­
llamente de un cartel o, incluso, de una sola empresa) para im poner sus in te­
reses inmediatos sobre otras fracciones, independientem ente de los deseos de
éstas y/o a expensas de ellas. Dicha dom inación puede derivarse directamente
de la posición de la fracción de que se trate (cartel, empresa) en el circuito
general del capital en una coyuntura económica específica, o indirectamente
del uso de alguna forma de coerción extraeconómica (incluyendo el ejercicio del
poder estatal). R esulta llam ativo que m uchos m anuales d,e estrategia
em presarial ofrezcan consejos sobre la m ejor forma de construir y defender
estas posiciones dominantes en el mercado, para evitar la exposición a los cor­
tantes vientos de la competencia perfecta. Existe una amplía gama de varieda­
des en cuanto a la incidencia y el ejercicio de la dominación económica,
siempre con el requisito de que dicha dom inación debe resultar, en-última in s­
tancia, compatible con la valorización continua del capital productivo. Si esto
no ocurre en la escala adecuada (incluyendo hasta la m undial), la masa de p lus­
valía disponible para su distribución entre todos los capitales comenzará a
declinar. Esto, por su parte, provocará una crisis en el régim en de acumulación
o un declive a largo plazo que sólo podrá resolverse, en forma capitalista,
mediante el desarrollo de una nueva estrategia efectiva de acumulación y su
institucionalización. La form a en que aparece esta tensión entre la dominación
económica y la valorización del capital productivo es uno de los factores dife-
renciadores de las variedades de capitalismo y de los regímenes específicos de
acumulación, con sus modos característicos de regulación y gobernanza (para
un análisis inicial de la dominación económica en este sentido, aunque en tér­
minos distintos, véanse Veblen 1958, 1967; y para una interpretación reciente
de Veblen en térm inos sim ilares, véase Nitzan 1998).
La segunda dimensión de la dominación económica comprende la articula­
ción de lo económico y lo extraeconómico. Me refiero, en este caso, a la capaci­
dad del capital en general, de una fracción dada del capital o de los capitales

34,
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

particulares, de dirigir la evolución de otros órdenes institucionales de acuerdo


con las necesidades de la acumulación de capital, ya sea a través del puro poder
estructural o de ciertas capacidades estratégicas. Dicha dominación, que se basa
en la naturaleza del capitalismo, puede expresarse de distintas maneras y, en
ciertas circunstancias, puede convertirse en un elemento principal en el dominio
ecológico más general del capitalismo. En prim er lugar, y en su forma más cruda,
el capital puede usar sus poderes de "huelga” , "sabotaje” y "fuga” para asegurar­
se de que otros sistemas (como los Estados) satisfagan sus necesidades específi­
cas de reproducción. Alargo plazo, esta capacidad se fundamenta en el tendencia!
dominio ecológico de la economía capitalista^ a corto plazo, depende de ciertas
formas de interdependencia material entre lo económico y lo no económico. En
segundo lugar, a medida que el capital busca nuevas fuentes de valorización, las
relaciones mercantilizadas pueden extenderse a esferas que hasta ese momento
no estaban sujetas a la lógica de la acumulación. Este proceso se manifiesta en la
mercantilización de la actividad política, educativa, sanitaria, científica y de
muchas otras, que vienen a quedar, de este modo, principal y directamente
orientadas a la búsqueda de oportunidades para obtener beneficios. En tercer
lugar, el capital puede tratar de imponer a otros sistemas una lógica economicis-
ta y de búsqueda de beneficios, aun cuando la mayor parte de sus actividades
sigan siendo no comerciales. Esta realidad se torna evidente cuando la opción por
alguna de estas actividades no comerciales se hace depender del cálculo acerca de
la rentabilidad económica que resulta de aplicar el correspondiente código p ri­
mario de una forma u otra. Por ejemplo, las "reform as” neoliberales en la educa­
ción, la salud, la ciencia y en otras áreas tienen por objeto inducir a quienes
toman las decisiones en estos sistemas a actuar de forma más empresarial. Se les
incita a formular juicios en asuntos educativos, médicos o científicos no sólo en
términos de sus respectivos códigos prim arios, sino también en términos de sus
implicaciones financieras. Esto se refleja en el interés por hacer carrera, en la
influencia de los indicadores de mercado en las organizaciones no comerciales y
en la subordinación de diversas instituciones a lo que se percibe o supone que
son los imperativos de una economía fuerte y saludable que, a su vez, sea compe­
titiva ínternacíonalmente.

HEGEMONÍA ECONÓMICA

Las estrategias de acum ulación tratan de resolver los conflictos entre las
necesidades del capital en general y de los capitales particulares a través de
la construcción de un "in terés económ ico general” im aginado, que siem pre

35
RO BERT JE S S O P

y necesariamente margina ciertos intereses capitalistas. Existe hegemonía


económica cuando una determinada estrategia de acumulación es la base de un
compromiso institucionalizado entre fuerzas sociales opuestas para coordinar,
regir o guiar sus actividades e n y entre distintos órdenes institucionales, en pos
de una trayectoria económica particular17. Los intereses no son sólo relacióna­
les sino también relativos, de form a tal que los intereses de un determinado
actor existen sólo en relación con otros actores, e igualmente son relativos a los
distintos horizontes espaciales y tem porales. El interés general imaginado
limita las identidades y relaciones con respecto a las cuales se calculan los in te­
reses, así como define los horizontes espaciales y temporales dentro de los
cuales se produce. Implica ciertas nociones específicas acerca de tres aspectos:
las identidades e intereses que pueden sintetizarse dentro de un interés gene­
ral; la articulación de los distintos horizontes tem porales (de corto, medio y
largo plazo, los ciclos políticos o em presariales, las ondas largas, etc.); y los
horizontes espacíales (local, regional, nacional, supranacional, etc.). Así, cada
concepción del interés económico general privilegia ciertas identidades, inte­
reses y horizontes espaciotemporales y margina o sanciona otros. Y tam bién
hace referencia a lo que se considera necesario para asegurar un compromiso
de clase institucionalizado adecuado para cada estrategia de acumulación y para
hacer frente a los problemas más amplios de cohesión social. En todos estos
aspectos, se relaciona estrecham ente con los arreglos espaciotem porales
(véase infra).
Con frecuencia, las con diciones para la acum ulación y la regulación
sólo pueden quedar id en tificadas a través del método en sayo -erro r, que
suele sacarlas a la luz más p or sus rep etidos fallo s que por sus éxitos so ste­
nidos. Más aún, no hay nada en la lógica de la acum ulación que im p liq ue
que ésta inevitablem ente sub ord in ará a otros órdenes in stitucion ales o que
colonizará el mundo de la vida. En la m edida en que esto ocurra, d ep en d e­
rá del resultado de las luchas p olíticas e ideológicas en torno a proyectos
políticos y visio n es hegem ónicas, así como del dom inio ecológico del c ir ­
cuito del capital (para un an álisis adicion al, véase Jesso p 19 9 0 b : 19 6 - 3 19 ,
307- 37).

SOCIALIZACIÓN CAPITALISTA Y RESISTENCIAS

Enfocar la socialización capitalista en estos términos nos permite identificar las


fuentes de resistencia al dominio, a la dominación y a la hegemonía capitalistas.
En prim er lugar, allí donde domina la valorización, aparece la lucha de clases.

36
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Esto sucede no solamente en la economía capitalista considerada restringida-


mente —el campo principal de la lucha de clases económica entre capital y traba­
jo— sino también en diferentes contextos extraeconómicos enlazados a la
explotación capitalista. Es más, si la mercantilización se lleva más allá de ciertos
límites, los "fallos de mercado” amenazarán a la totalidad de la acumulación capi­
talista. En segundo lugar, allí donde el código de otro sistema o las identidades no
de clase sean primarios, la im posición de la rentabilidad como código secunda­
rio puede encontrar resistencias. Esto es así porque los órdenes institucionaliza­
dos y las relaciones sociales ajenos a la lógica de valorización inmediata suelen
tener sus propios valores y normas, sus bases de inclusión o exclusión social y sus
propias formas de conflicto estructurado, etc. Esta tendencia también está
estructuralmente limitada por los fallos de mercado de diferente tipo. En tercer
lugar, la pretensión de establecer la hegemonía capitalista suele provocar como
reacción luchas que tratan de resistir la exigencia de que la acumulación sea la
condición previa esencial para el logro de otras metas sociales. Esto nos lleva
mucho más allá de las acciones para m odificar o desafiar la lógica del sistema, con
el fin de incluir el mundo de la vida que, en su amplía gama de identidades, valo­
res e intereses, puede ser una fuente importante de resistencia a la hegemonía
burguesa, al igual que un lugar de luchas para establecerla.

SOBRE IA LUCHA DE CLASES

Sólo a través de un uso muy elástico e im preciso del concepto, pueden todas
estas form as de resistencia ser reducidas totalmente a la lucha de clases.
Prefiero restringir este térm ino a las luchas por establecer, mantener o restau­
rar las condiciones de autovalorización dentro de la economía capitalista
entendida en sentido inclusivo. Esto, ciertamente, va mucho más allá de las
luchas por el salario y las condiciones de trabajo, ya que incluye también algu­
nos aspectos de los modos de regulación económica como la forma dinero, los
modos de com petencia, los regím enes económ icos y de políticas sociales, o
los regímenes económicos internacionales. Ahora bien, incluso en este contexto
amplio (pero que está lejos de abarcar la totalidad) vale la pena distinguir la
explícita "conciencia de clase” del impacto real de las distintas luchas. Esta d is­
tinción es importante por dos razones principales: en prim er lugar, la procla­
mada identidad de clase de una fuerza social o de una forma de lucha dada podría
ser tergiversada deliberadamente, del mismo modo que podría estar sim ple­
mente equivocada o ser totalmente im aginaría; en segundo lugar, la polivalen­
cia de todas las luchas sociales implica que, con frecuencia, sus resultados

3?
R O B E R T JE S S O P

provisionales pueden ser recuperados o subvertidos posteriormente. La rele­


vancia de clase de cada lucba particular nunca es algo dado ni definitivo, sino
que se realiza y se extingue en el tiempo y el espacio. No existe una correspon -
denciaunxvoca entre la pertenencia declarada a una clase (es decir, la ubicación,
afiliación o condición de miembro) y el impacto de clase efectivo de m ovim ien­
tos sociales o formas de lucha particulares. Y, como es igualmente obvio, tampo­
co los intereses de clase o su impacto pueden derivarse de sus posiciones
abstractas en la relación de capital. Cualquier cálculo sobre dichos intereses
exige que los participantes u observadores emprendan un análisis estratégico-
relacional de coyunturas específicas; incluyendo hasta qué punto la acumula­
ción es el principio dominante de socialización (véase Jessop 1 9 8 3 4 1 -7).
Los restantes lugares y focos de resistencia al capitalismo se ajustan aún
m enos a un sim ple análisis de clase (véase la tabla 1.2;). Con frecuencia, se
relacionan con conflictos respecto al propio principio de acumulación y no a
los intereses de clase dentro del capitalismo. Se trata tanto de la extensión de
la lógica del capital a otras esferas como de los intentos de establecer la h ege­
monía burguesa sobre el conjunto de la sociedad. Este tipo de conflictos suele
m ovilizar a los movimientos populares en torno a la exclusión y la m argina-
ción social, asi como a los m ovim ientos sociales elitistas preocupados por
realin ear diversos órdenes in stitucion ales, identidades e in tereses. La
"sociedad civil” puede convertirse en el campo disputado en muchos de estos
conflictos, ya que acoge tanto las luchas colonizadoras para integrar a la socie­
dad civil de m anera más eficaz al servicio de algún orden institucional con­
creto (por ejem plo, a través de la m ercantilización, la juridificación, la
cientifización, el surgimiento de la sociedad del aprendizaje, la politización,
la m ilitarización, etc.), como las luchas para resistir y revertir esos intentos de
colonización en defensa de identidades e intereses que quedan fuera o se
entrecruzan con ellos (por ejem plo, la clase, el género, la orientación sexual,
la "raza” , la nación, la etapa de la vida, la discapacidad, la ciudadanía, los de­
rechos humanos o el am biente). En este sentido, los m ovimientos populares
o los movimientos elitistas organizados en torno a órdenes extraeconómicos,
con sus propios modos de dom inación y exclusión y sus propias políticas de
identidad y diferencia, no necesariam ente poseen una adscripción de clase
(Laclau 1977), aunque sigan teniendo una relevancia de clase determinada
coyunturalmente que es, por tanto, provisional y difícil de calcular. El proble­
ma opuesto se da cuando m ovim ientos que no son de clase (como el fem in is­
mo o los movimientos antírracistas) tratan de calcular el valor táctico o
estratégico de sus posibles alianzas con movim ientos de clase o que tienen

38
E L FUTURO DEL ESTADO CAPiTAUSTA

relevancia de clase. Todas esas luchas conllevan importantes dilemas estraté­


gicos, entre los que se encuentran el peso relativo que se debe otorgar a las d is­
tintas bases de movilización en las coaliciones amplias, y los riesgos de
fragmentación política cuando no se trata de construir coaliciones duraderas y
existe un gran número de tales bases (Poulantzas 1978). La lucha por establecer
la acumulación como principio de socialización dominante y begemóníco suele
ir mucho más allá de la lucha de clases, aun en su sentido más amplio.

TABLA 1.2

BASES DE SOCIAUZACiÓN CAPiTAUSTA Y DE SUS RESISTENCIAS

BASES DE SOCIAUZACIÓN MODO DE RESISTENCIA ACTORES TÍPICOS QUE SE MOVILIZAN


BURGUESA _________ __ ________ ________ ___________ EN FAVOR 0 EN CONTRA DE ESTA BASE

Desarrollo del mercado Lucha de clases en sentido (a) Personas 0 colectivos con identidad de
Mercantilización "ficticia" estricto, incluyendo las luchas clase
e imposición de la forma valor en contra las condiciones (b) Otras fuerzas sociales cuyas luchas
las relaciones económicas extraeconómicas necesarias son relevantes para la consolidación
para la dominación de las de esta base
formas valor

Imposición de ía lógica Luchas por la primacía de otros Diferentes categorías sociales que se
"economicista” en áreas que no modos de cálculo identifican 0 apoyan otros valores
pertenecen a la economía y modos de cálculo
Dominio ecológico de la economía Luchas para privilegiar la lógica Defensores de otras lógicas (por ejemplo,
capitalista operativa de algún otro sistema legalidad, seguridad militar, salud,
0 sistemas religión)

Hegemonía económica de una Luchas para consolidar un proyecto Fuerzas basadas en et "mundo de ta
estrategia de acumulación dada contrahegemónico que priorice vida" aliadas con categorías sociales
valores distintos de la lógica de ¡a provenientes de los sistemas no
expansión capitalista permanente económicos y con clases sociales
subordinadas
Estas luchas pueden convertirse en la
base de un nuevo bloque hegemónico.
es decir, una alianza duradera basada en
un proyecto hegemónico alternativo

ALGUNAS CONCLUSIONES PRELIMINARES Y ADVERTENCIAS ACERCA


DEL CAPITALISMO

Hasta aquí he presentado el grupo inicial de conceptos que emplearé para el


análisis de la acumulación de capital y de sus im plicaciones para el futuro del
Estado capitalista. Si m i interés principal recayese en otros aspectos del capi­
talismo o de las form aciones sociales, precisaría de otros grupos distintos de
conceptos. Ahora bien, como m i enfoque sobre estos temas se basa en la teoría
marxista pero se aparta de muchas de sus interpretaciones ortodoxas, valdrá la
pena mencionar algunas de las innovaciones conceptuales que distinguen

39
R O B E R T JE S S O P

entre esta lectura analítico-form al y estratégico-relacional del marxismo que


propongo, y algunas de las interpretaciones más ortodoxas que se han desarro­
llado durante su larga y complicada historia. Muchas de estas innovaciones ya
han sido esbozadas o desarrolladas de m anera más completa en otros lugares.
Por ejemplo, en el enfoque regulacíonista, en la reciente teoría marxista del
Estado y en el análisis crítico del discurso. Mi otra fuente de inspiración es la
teoría de los sistem as autoorganizativos, con sus conceptos de acoplamiento
estructural y coevolución. La tabla x.3 recoge algunas de las principales innova­
ciones que este enfoque introduce en el programa de investigación. Sí bien
aquí se incluyen las innovaciones que serán empleadas más adelante en este
mismo capítulo, la prueba inicial de su capacidad explicativa y heurística debe­
rá esperar hasta el análisis más detallado en el resto del trabajo.
También es necesario hacer cinco advertencias antes de considerar la
forma y funciones del tipo capitalista de Estado. En prim er lugar, aunque son
muchas las instituciones que se relacionan con algunas categorías fundam en­
tales de la relación de capital (como la mercancía, la fuerza de trabajo, el din e­
ro, el capital o el precio), las distintas form as que adoptan no pueden reducirse
a estas categorías básicas. Las instituciones tam bién im portan, tal como
demuestra la gran cantidad de trabajos existente sobre las sucesivas etapas del
desarrollo capitalista o sobre las variedades del capitalism o18. Dichas obras
examinan cómo es posible estabilizar las distintas configuraciones que adop­
tan las form as estructurales, lo que provocará que se otorgue un peso variable a
las diferentes contradicciones y dilem as, sus distintos aspectos, sus diferentes
patrones de conflicto y compromiso, y a sus diferentes perspectivas de despla­
zamiento o aplazamiento de problem as y tendencias de crisis. Ese examen
puede llevarse todavía más lejos si se tom an en consideración las complemen-
tariedades y conflictos en las diferentes escalas y horizontes temporales, no
sólo en el capitalismo, sino tam bién entre las distintas variedades de capitalis­
mo. En segundo lugar, las form as institucionales y estructurales concretas se
constituyen siem pre en la acción y a través de la acción, de la misma manera
que son siem pre tendenciáles y siem pre necesitan estabilización. En particu­
lar, cualquier tendencia asociada a un régim en de acumulación o a un modo de
regulación concreto, y más aún con el propio capitalismo, siem pre es precisa­
mente tendencia! Esta naturaleza doblemente tendencial que muestran las ten­
dencias im plica que su propia presencia asociada a un régim en de acumulación
o a un modo de regulación dado —independientem ente de que las tendencias
se realicen o no en circunstancias específicas—, depende del grado en que se
reproduzcan las p rop ias form as sociales que las generan. Esto supone que

40
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

la realización incompleta o la subsiguiente descomposición de una determinada


forma social atenuarán lo que de otra form a se considerarían sus necesarias
tendencias naturales. En tercer lugar, las form as estructurales y las institucio­
nes nunca pueden restringir totalmente las acciones. A nuestros efectos, esto
significa que las luchas tenderán a desbordar las form as estructurales que fue­
ron instituidas para contenerlas o que fueron el resultado de compromisos
institucionales. Es éste uno de los temas clave del enfoque estratégico reía cío-
nal, donde se resalta la contingencia y relatividad de las restricciones estructu­
rales (Jessop 1982, 1985, 1990b, 20 0 1a , c, y pp. 4 6 -4 7). En cuarto lugar, las
estrategias no pueden explicarse sim plem ente como producto de las contra­
dicciones, aun cuando las contradicciones y los dilem as relacionados con ellas
abran espacios para la elección estratégica. Las estrategias se elaboran siempre
en los discursos y a través de los discursos, y su puesta en práctica depende de
las capacidades de organización y aprendizaje. En quinto y último lugar, las
estrategias se ponen en práctica en un terreno estratégicamente selectivo, lo
que provoca que unas estrategias resulten más factibles que otras. Por muy
amplia que sea la definición que se dé de economía, este terreno no es sola-
mente económico, sino el producto siem pre de la interacción entre los siste­
mas económicos y extraeconómicos y las relaciones sociales.

TABU 1.3

ALGUNOS CONCEPTOS NUEVOS EN EL ENFOQUE ESTRATÉGICO-RELACIONAL

ALGUNOS ARGUMENTOS MARXISTAS ORTODOXOS LAS ALTERNATIVAS ESTRATÉGICO-RELACIONALES

Determ inación económica en última instancia de (a) Primacía tendencial necesaria del capital productivo
ta formación saciat global y de su desarrollo. dentro del circuito del capital
Se produce a través del desarrollo de las fuerzas (b) Dominio ecológico contingente de la acumulación efe
productivas y del desarrollo de las relaciones capital en la saciedad en sentido amplia
sociales de producción__________________________

Autonomía relativa del Estado capitalista como (a) Sistemas políticos operacionalmente autónomos
"capitalista colectivo ideal", con el grado exacto e institucionalmente separados de manera que
de autonomía necesario para asegurar las complejas esta separación dificulta ta actuación del Estado
condiciones económicas, políticas e ideológicas en nombre y representación del capital
para la a c u m u l a c i ó n _____________
Bien sea (a) Acoplamiento estructural recíproco de sistemas
Papel determinante unilateral de la base económica operacionalmente autónomos bajo el "dominio ecológico"
sobre la superestructura jurídico-poiltica de 1a acumulación {más fuerte cuando el mercado
y las principales formas de conciencia social mundial está completamente desarrollado)
O bien (b) Un "arreglo espaciotemporal" puede ayudar a desplazar
Los enlaces funcionales recíprocos entre la base o posponer las contradicciones, dilemas, etc., siempre de
económica, la superestructura jurídico-política forma limitada y provisional, y no necesariamente
y tas ideologías sirven para reproducir la economía coincidente con las fronteras estatales
capitalista (c) Del acoplamiento estructural y de la coevotución de
diferentes órdenes institucionales en una formación
social puede surgir un "bloque histórico"
ROBERT JESSOP

TABLA 1.3

ALGUNOS CONCEPTOS NUEVOS EN EL ENFOQUE ESTRATÉGICO-RELACIONAL (CONT.)

ALGUNOS ARGUMENTOS MARXiSTAS ORTODOXOS LAS ALTERNATIVAS ESTRATÉGICO-RELACIONALES

La sociedad civil es una esfera distinta, más aííá El "mundo de (a vida" es un reino de identidades, valores,
det Estado y el mercado, en la que las personas modos de cáículo y relaciones sociales que no está
persiguen sus propios intereses egoístas_______ anclado a ningún sistema específico ni a sus lógicas_____

La lucha de clases se desarrolla en la medida en que (a) Distingue tas "identidades de cíase" de (a "relevancia de
clases objetivamente determinadas de antemano cíase" de tas fuerzas y luchas sociales
(definidas por su lugar en las relaciones de producción) (b) El discurso desempeña un papel clave en la definición
se convierten en clases "para sí", más activas y con de todas tas identidades (tanto de tas que son de
conciencia de clase, creando también tas organizaciones “cíase" como de las que no)
económicas y políticas adecuadas para defender (c) Los intereses objetivos vinculados a cualquier
sus intereses identidad subjetiva dada son relativos, y sólo pueden
Estos últimos también están objetivamente calcularse para campos de lucha y coyunturas
determinados de antemano por tos lugares que ocupan específicos y no de manera permanente y total
tas respectivas clases en la producción, en ta formación
social en sentido amplio y en la lógica general det
desarrollo capitalista

3 . E L CAPITAL, EL ESTADO Y LOS R E G ÍM E N E S DE POLÍTIGAS


OPOLICY R E G IM E S’)

En esta sección se presentan algunas categorías básicas necesarias para an a­


lizar el Estado de tipo capitalista, relacionándolas con los regím enes de p o lí­
ticas económ icas y sociales. Su p rem isa h istó rica y punto de partida
conceptual es la separación institucional en el capitalism o de lo económico y
lo extraeconóm ico. Esta separación surge del hecho de que la m ercantiliza-
ción de la fuerza de trabajo se ha generalizado de tal m anera que es posible
excluir la coacción del funcionam iento de los m ercados de trabajo; por otro
lado, resulta igualm ente necesaria para m an ejar el equilibrio inestable entre
la tendencia inherente al capitalism o hacia una m ercantilización cada vez
mayor, y su dependencia de form as no m ercantilizadas de relaciones socia­
les. Esta separación no im plica una fron tera única, fija e inmutable, sino
fronteras plurales, im pugnables y m utables. Estas fronteras tampoco son
idénticas a la siem pre com pleja separación institucional entre economía y
Estado, sino que com prenden un am plío rango de distinciones, a m enudo
heterogéneas cuando no irreconciliables, entre lo económico y lo extraeco­
nóm ico, que suele experim entar grandes cam bios cuando los regím enes de
acum ulación y los m odos de acum ulación se m odifican. Por ejem plo, las fo r­
mas cam biantes de com petitividad relacionadas con las econom ías globali-
zadas del conocim iento, como se sostiene en capítulos posteriores, conllevan
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

una im portante rearticulación de lo económ ico y lo extraeconóm ico. Y, en


térm inos más generales, se asocia con las form as cam biantes de in terven ­
ción estatal que afectan a la definición, regulación y funcionam iento de las
fuerzas del m ercado concebidas en sentido estricto. Igualm ente se asocia
con la más am plia reestructuración, reescalado y retem poralización de las
relaciones m ercado-Estado-sociedad civil. Este trío conceptual tiene el
mérito de poner de relieve que lo "extraecon óm ico” incluye no sólo al
Estado o al sistem a ju ríd ico -p olítico , sino tam bién a la fam ilia, al hogar y a
ciertas form as de asociación cívica. Y resulta útil para dem ostrar cómo el
"retroceso” neoliberal del Estado tiende a desplazar el coste de los ajustes
de los fallos del m ercado a la fam ilia (en realidad, a la m ujer en la mayoría
de los casos) o a otras instituciones, redes y solidaridades de la sociedad
civil. Ahora bien, estos tres térm inos no son más que una abreviatura con ­
veniente para referirse a una serie de relacion es sociales mucho más com ­
plejas y variables.

EL TIPO DE ESTADO CAPITALISTA

Con frecuencia, el Estado m oderno se caracteriza por los siguientes rasgos:


su reclam ación del m onopolio legítim o (o constitucional) de la coerción
organizada que se ejerce sobre una determ inada área territorial; por sus
otras características estatales distintivas (por ejem plo, la capacidad de
recaudar im puestos o de tom ar decisiones vinculantes para las personas y
las colectividades presentes en su territo rio soberano)-, por su lógica p o líti­
ca, su racionalidad o gubernam entalidad d istintivas (por ejem plo, el m an­
tenim iento de su integridad territo rial, su resp on sabilidad form al de
prom over un "in terés p úblico" socialm ente construido en contraposición al
egoísmo privado, o su papel clave en el m antenim iento de la cohesión
social). No obstante, si bien estos argum entos pueden ayudar a establecer
los rasgos distintivos del Estado y de la política, es necesario com plem en­
tarlos desde la com prensión de las precon dicion es históricas del Estado
moderno y de las com plejidades de su subsiguiente articulación e in terp e­
netración con otros órdenes institucionales y con la sociedad civil, pues, de
lo contrario, se corre el riesgo de naturalizar y fetichízar la separación in s ­
titucional entre lo económ ico y lo p olítico, la distin ción ju ríd ica entre lo
público y lo privado, la d ivisión fun cion al entre la política in terio r y la
exterior, etc. El riesgo es aún m ayor en los enfoques centrados en el Estado
que pretendían "reín tro d u cir al E stado” como una variable independiente

43
RO BERT JE S S O P

clave en el an álisis cien tífico -so cial (p ara la referen cia clásica, Evans et álii
19 85). Por el contrario, y como m uchos otros teóricos críticos del Estado,
considero que esas fronteras están constituidas discursivam ente, se m ate­
rializan institucíonalm ente, están acopladas estructuralm ente a otras fro n ­
teras in stitu cio n a les, y son tanto esen cialm en te im p ugnables como
susceptibles de cambio (sobre el papel crítico de la frontera im aginaría
Estado-sociedad, véase especialm ente M itchell 19 9 1).
Es im portante reconocer, no obstante, que el tipo capitalista de Estado
posee ciertas características que lo distinguen tanto de los Estados de las
form aciones p recapítalistas o no capitalistas, como de algunas form as atípi-
cas de regím enes políticos (por ejem plo, las dictaduras m ilitares dep reda­
doras) en sociedades en las que, con todo, alguna form a de capitalism o es
uno de los rasgos característicos de la organización económ ica19. Esto es así
porque el tipo capitalista de Estado posee una selectividad estratégica d ife ­
renciada, determ inada por su form a, con im portantes im plicacion es para la
organización y la eficien cia de la in tervención estatal (véanse esp ecialm en ­
te G ram sci 19 7 1; Krátke 19 84 ; O’ Connor 1978; Offe 19 7 ?; Pashukanis 19 78;
Poulantzas 19 73, 1978; Théret 19 9 2). En la tabla 1.4, recojo algunas de estas
características an alítico-form ales básicas, dándolas en adelante por sen ta­
das para resaltar, en cam bio, otras características in stitucion ales más esp e­
cíficas de este tipo de Estado en la form a en que se dio en los circuitos del
fordism o atlántico. Quizá valga la pena señalar, sin em bargo, que las carac­
terísticas genéricas recogidas en la tabla no incluyen a las in stituciones
dem ocráticas, aunque en la actualidad la form a "n o rm al” del tipo de Estado
capitalista im plique una dem ocracia representativa basada en el sufragio
un iversal para los ciudadanos m ayores de edad de un Estado territo rial, y
una autoridad ejecutiva y un poder legislativo form alm ente responsables
ante sus ciudadanos. Este rasgo no es contem poráneo del Estado de tipo
capitalista, sino que se trata de un desarrollo m ás reciente e irregular en las
sociedades capitalistas avanzadas durante el siglo XX, si b ien a m ediados de
la década de los setenta todavía no existía en las tres econom ías capitalistas
fordistas p eriféricas del Sur de Europa. La dem ocracia representativa, sin
em bargo, tiene im portantes im plicaciones para las form as de lucha política,
especialm ente para la influencia cada vez m ayor de la p olítica de m asas d en ­
tro o en la p eriferia del Estado, así como para el sign ificado de la orien ta­
ción del interés "n acion al-p o p u lar” en los intentos de d efin ir el Estado y los
proyectos h egem ón icos (véan se G ra m sci 19 7 1; Je sso p 19 8 2 , 19 9 0 b ;
Poulantzas 1973, 19 78).

44
E L FUTURO D EL ESTAOO CAPITALISTA

TABLA 1.4

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS CLAVE DEL TiPO DE ESTADO CAPíTALfSTA

ARTICULACIÓN DE ECONOMÍA IMPLICACIONES PARA LA ECONOMÍA ¡MPLiCACiONES PARA EL ESTAOO


Y ESTADO EN EL CAPITALISMO Y LAS RELACIONES DE CLASE Y LA POLÍTICA
Separación institucional entre La economía está organizada bajo Raison d e f a t (racionalidad política
economía de mercado. Estado et dominio de la ley capitalista del autónoma) distinta de la lógica de
soberano y una esfera pública valor mediada por la competencia mercado centrada en la ganancia
(sociedad civil) situada más entre capitales y la lucha de clases y la pérdida, y de principios religiosos,
allá del mercado y et Estado. económica. morales o éticos.
Reclamación constitucional La coacción está excluida de la Los órganos policial-militares
del monopolio, dentro del organización inmediata del proceso especializados están sujetos a control
territorio determinado laboral. Así. la forma valor y las constitucional La fuerza tiene funciones
por el Estado, de la coacción fuerzas de mercado, y no la coacción tanto ideológicas como represivas.
organizada. La legalidad directa, modelan la acumulación Con sometimiento a la ley. el Estado
desempeña un papel en la del capital. No obstante. ía coacción puede intervenir para compensar los
legitimación del Estado desempeña un papel clave a la hora fallos de mercado en interés "nacional"
y sus actividades. de garantizar las condiciones o “público".
externas de existencia del
funcionamiento de la economía
capitalista.
El Estado es un Estado fiscal Los impuestos deducidos de las Quienes están sujetos a ta autoridad
Sus ingresos provienen en gran rentas privadas pueden utilizarse del Estado en su territorio tienen ta
parte de tos-impuestas sobre para producir "bienes públicos". obligación general de pagar impuestas,
bienes, actores y actividades Así, puede existir una tensión entre aprueben o no las actividades concretas
económicos, y de préstamos aspectos det valor de cambio del Estado.
obtenidos de actores del mercado. y det valor de uso de ta actividad La moneda nacional emitida por el
La capacidad de establecer tributaría. Estado es también el medio de pago
impuestos depende de ia autoridad Si la producción de propiedad de los impuestos.
legal + ia coerción. estatal y gestionada por éste La capacidad tributaria actúa como
La forma tributaria burguesa ideal resulta rentable, se reduce la garantía de la deuda pública.
es un aporte continuo y general dependencia del Estado de tas Los impuestos y su aplicación son uno
a los ingresos det Estado, que fuerzas de la economía privada de tos primeros focos de las luchas
éste puede dedicar libremente y/o se debilita la separación políticas y de clase.
3 actividades legítimas, mas no institucionat. Las actividades que
ta recaudación ad hoc para no san rentables pueden socializar
actividades específicas. tas pérdidas, redistribuirlas,
o bien destruir riqueza y valor.
Personal administrativo especializado, Et Estado ocupa un lugar específico El discurso oficial desempeña un papel
con canales propios de reclutamiento en la división general entre el clave en el ejercicio det poder del
y esprít de corps. trabajo manual y el intelectual. Estado. Los intelectuales públicos
Este personal está sometido Los funcionarios y la clase y privados formulan proyectos de
a la autoridad del ejecutivo político. política tienden a especializarse Estado y hegemónicos que definen el
Forma una categoría social (no una en et trabajo intelectual, con interés nacional y/o "nacional-papular".
ciase) dividida internamente según estrechas relaciones entre El Estado debe su legitimidad al hecho
su status y su posición en su conocimiento especializado de que refleja et interés nacional
el mercado. y su poder. El conocimiento se y/o “nacional-popular".
convierte en una de las bases
principales de las capacidades
estatales.
Rechtsstaat: el Estado se basa en Formalmente, los sujetas Los súbditos formales det Estado
el gobierno de la ley. no de tos económicos son propietarios libres son individuos con derechos
individuos. Existe una división entre e ¡guales de las mercancías, de ciudadanía, no estamentos'
el derecho privado, el derecho incluyendo la fuerza de trabajo. feudales ni clases económicas colectivas.
administrativo y el derecho público. El derecho privado se desarrolla Las luchas para ampliar estos derechos
El derecho internacional rige las con base en los derechos de desempeñan un papel clave en la
relaciones entre los Estados. No propiedad y el derecho de contratos. ampliación de las actividades del Estado.
existe un monopolio formal del El Estado desempeña un papel El derecho público se organiza
poder político en manos de !a clase/ clave para garantizar las de acuerdo con tas distinciones entre
clases dominantes, sino una condiciones externas para individuo-Estado, público-privado
"igualdad ante ta ley" formal para et intercambio económico. y nacional-internacional.
todos (os ciudadanos.

45
ROBERT JE S S O P

TABLA 1A
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS CLAVE DEL TIPO DE ESTADO CAPITALISTA (CONT.)

ARTICULACIÓN DE ECONOMÍA IMPLICACIONES PARA LA ECONOMÍA IMPLICACIONES PARA EL ESTADO


V ESTADO EN EL CAPITALISMO Y LAS RELACIONES DE CLASE Y LA POLITICA__________________
Estado formalmente soberano con Existe un conflicto entre ía economía Idealmente, los Estados son reconocidos
un dominio territorial exclusivo como un "espacio de flujos" abstracto por otros Estados como soberanos
y definido, en el cual es libre de apolítico en et mercado mundial, y dentro de sus propios territorios, aunque
actuar sin interferencia de y como la suma de actividades también pueden tener que defender su
la autoridad directa de otros Estados localizadas, con un carácter integridad territorial por la fuerza.
o actores. inevitablemente sobre determina do La rivalidad política y militar depende en
Sustantivamente, los Estados están en forma política. parte de la fuerza de la economía
limitados en el ejercicio de Los capitales particulares pueden nacional. Es necesario equilibrar la
su soberanía por el equilibrio escapar al control del Estado búsqueda de metas geoeconómicas
de las fuerzas internacionales, o buscar et apoyo de sus y geopolíticas, y la cohesión social.
así como por el equilibrio interno. respectivos Estados para
competir internadonalmenig.______

El enfoque general analítico-form al y estratégico-relaciona! que se adop­


ta a continuación considera al Estado como una relación social (Poulantzas
1978). Esto implica que el ejercicio del poder estatal (o, m ejor aún, de los
poderes del Estado en plural), supone una condensación determinada por la
forma del cambiante equilibrio de fuerzas. En otras palabras, el poder del
Estado refleja el equilibrio de fuerzas predominante, mediado por el aparato
estatal con su selectividad estratégica inscrita estructuralmente. Al adoptar e s­
te enfoque, el Estado puede definirse como un conjunto relativamente un ifica­
do de instituciones, organizaciones, fuerzas sociales y actividades socialmente
incrustadas, socialmente reguladas y selectivas estratégicamente, que se orga­
niza entorno a la toma de decisiones (o que al menos se involucra en ella) que
son vinculantes colectivamente para una comunidad política imaginada. Por
selectividad estratégica entiendo la form a en la que el Estado, considerado
como un conjunto social, posee un impacto específico y diferenciado sobre la
capacidad de las distintas fuerzas políticas para perseguir sus intereses y estra­
tegias particulares en contextos espaciotemporales específicos. Para ello u tili­
za el acceso o el control sobre ciertas capacidades estatales (capacidades que,
para ser eficaces, dependen siem pre de sus vínculos con fuerzas y poderes que
existen y operan más allá de las fronteras form ales del Estado20). De aquí se
desprende que afirm ar que los gestores del Estado —o peor aún, el Estado
mismo— ejercen poder es, en el mejor de los casos, crear una ficción conve­
niente que enmascara un juego de relaciones sociales notablemente más com ­
plejo y que se extiende mucho más allá del aparato del Estado y de sus
capacidades distintivas. Es interesante destacar que esto se refleja en las prác­
ticas y discursos de los propios gerentes estatales, que si bien muchas veces se
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

adjudican orguílósamente el mérito de haber iniciado y ejecutado una determ i­


nada línea estratégica general o una política específica, en otros momentos,
durante la lucha continua por el poder, intentan tranquilamente descargar la
responsabilidad de los actos y de los resultados del Estado sobre otras fuerzas
sociales (o sobre causas de fuerza mayor). Si bien la existencia de Cons­
tituciones y la centralización del Estado perm iten que las responsabilidades
sean formalmente atribuidas a funcionarios y organismos determinados, esto
no debería llevarnos a fetichizar la imputación de la responsabilidad política en
lugares o personajes concretos. Deberemos siem pre tratar de seguirle la pista
a la circulación del poder a través de juegos de relaciones sociales más amplios
y más complejos, tanto dentro del Estado como más allá del mismo. Esto resul­
ta especialmente importante allí donde la creciente complejidad y la mediati-
zacíón del ejercicio del poder del Estado por parte de los m edios de
comunicación de masas llevan a la búsqueda de figuras carismáticas que pue­
dan sim plificar las realidades políticas y prom etan resolverlas. Como dem ues­
tra Grande (2000), el carisma sirve para ocultar prácticas complejas, si no
caóticas, que ocurren fuera de escena y que serían difíciles de explicar o de
defender en público.
Este enfoque es incompatible con cualquier pretensión de tratar al Estado
como un sim ple instrumento o como un m ecanismo funcional para reproducir
las relaciones capitalistas de producción. En realidad, lo que indica es que la
forma típica del Estado capitalista problematiza actualmente su funcionalidad
general para la acumulación de capital y la dominación política de clase. La
separación institucional del Estado y la economía de mercado, una separación
que es una característica necesaria y determinante de las sociedades capitalis­
tas, da como resultado el dominio de lógicas institucionales y modos de cálcu­
lo diferentes (y posiblem ente contradictorios) en el Estado y la economía (por
ejemplo, Hirsch 1976; Offe 1984; Poulantzas 1978; Reuten y Williams 1989;
Wood 19 8 1). No existe garantía de que los resultados políticos sirvan a las nece­
sidades del capital, aun suponiendo que dichas necesidades pudieran ser obje­
tivamente identificadas con la anticipación y el detalle suficientes como para
servir de base a un plan racional —desde un punto de vista capitalista— de
acciones e inacciones estatales. La autonomía operativa del Estado es otro fac­
tor que complica enormemente la situación. En realidad, le permite al Estado
dedicarse a los intereses del capital en general a expensas de los capitales p ar­
ticulares, tanto como le permite perjudicar los intereses del capital en general.
En consecuencia, es necesario prestar mucha atención a la selectividad estra­
tégica, estructuralmente inscrita, de las formas estatales y regím enes políticos

47
R O B E R T JE S S O P

específicos, y alejarse de una teorización abstracta y con frecuencia esencialis-


ta en favor de versiones más detalladas de la compleja interacción de las in sti­
tuciones y las luchas sociales. Un elemento clave en dichas investigaciones
tiene que ver con los cambiantes Estados y proyectos hegemónicos que definen
la naturaleza y los objetos de las acciones (e inacciones) estatales tanto en
periodos, etapas y fases particulares del desarrollo social, como en las diferen ­
tes variedades de capitalismo (con las configuraciones institucionales que las
caracterizan). También es necesario prestar atención a la capacidad política (al
arte de gobernar) como un repertorio de prácticas expertas y discursivas que,
de m anera reflexiva, controlan los hechos y actividades tanto dentro como
fuera del Estado, afectando así los proyectos estatales y los intentos de ejercer
el poder estatal.
En este sentido, el Estado puede estudiarse en térm inos de seis dim ensio­
nes interrelacionadas. Tres de ellas se refieren principalm ente a aspectos in s­
titucionales form ales del Estado considerado como una relación social: (i) los
modos de representación política y su articulación, (z) la articulación interna
del aparato del Estado y ( 3) los modos de intervención y su articulación. Cada
uno de estos aspectos posee sus propias selectividades estratégicas inscritas
estructuralmente y, si bien son distintos desde una posición analítica, se
superponen p or lo com ún desde un punto de vista em pírico. Para ilustrar con
un ejemplo claro esa superposición, podemos decir que el corporativismo im pli­
ca: representación, toma de decisiones e intervención en la base funcional de
la división del trabajo. Estos aspectos pueden estudiarse con distintos grados
de abstracción y complejidad, que van desde las form as de Estado más básicas
hasta las descripciones notablemente concretas y complejas de regím enes
específicos. Las otras tres dim ensiones se refieren principalm ente a aspectos
sustantivos y estratégicos del Estado considerado como relación social. Aquí
tenem os (4) los proyectos políticos articulados por distintas fuerzas sociales
representadas dentro del sistem a estatal, que buscan esa representación o que
impugnan sus form as, funciones y actividades actuales; (5) el proyecto de
Estado predominante, con su raison d ’état —o racionalidad gubernamental— y
su arte de gobernar, que trata de im poner una unidad siem pre relativa a las
diversas actividades de las distintas ramas, departamentos y escalas del siste­
ma estatal, y que tam bién define las fronteras entre el Estado y su medio como
una condición previa a los intentos de construir tan improbable unidad in ter­
na; y (6) los proyectos hegem ónicos que pretenden reconciliar lo particular y lo
universal enlazando la naturaleza y los objetivos del Estado con una visión p olí­
tica, intelectual y moral más amplia —pero siem pre selectiva— del interés
EL FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

público, de la buena sociedad, del bienestar público o algún otro principio aná­
logo de socialización. Estos proyectos dotan de contenido a los rasgos más fo r­
males del Estado. Le corresponde a la contienda entre las diferentes fuerzas
sociales respecto a los proyectos que compiten entre sí actuar como m ediado­
ra de los cambios estructurales y estratégicos en cada coyuntura.

EL CAPITAL YEL ESTADO

A pesar de las afirm aciones de algunos economistas clásicos y de ideólogos


neoliberales, incluso una economía capitalista pura sería propensa a presentar
fallos de mercado. Los capitales individuales compiten por los beneficios,
actúan en su propio interés y tratan de evitar las limitaciones a su libertad de
acción. La competencia hace que los capitales individuales no se anim en a
emprender actividades necesarias para la reproducción social y económica que
no son rentables desde su punto de vista individual, y puede tam bién llevarlos
a em prender acciones que socaven las condiciones generales para la reproduc­
ción económica y social. En lo que respecta a la reproducción económica, por
ejemplo, no existe garantía alguna de que sea posible obtener las condiciones
externas generales para la producción (como la ley, la propiedad y el dinero)
mediante las fuerzas del m ercado, ni de que se oferten ciertas condiciones eco­
nómicas generales de producción ("bienes públicos”) al precio y cantidades
adecuados. Esto indica que hacen falta instituciones extraeconómicas para
compensar los fallos totales o parciales de mercado en la creación de ciertas
condiciones importantes para la acumulación de capital. Dichas instituciones
incluyen un sistema monetario y un sistem a legal formalmente racionales, así
como la reproducción de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia. Ahora
bien, como señalé anteriorm ente y explicaré más adelante, existen muchas
otras condiciones. En este sentido, la intervención del Estado no es sólo una
actividad secundaria que tiene por objeto m odificar los efectos de un mercado
autosuficiente, sino que es esencial para la producción capitalista y las relacio­
nes del mercado. En efecto, es necesario producir la m ercancía antes de poder
distribuirla a través del mercado o la acción política. Así, dada la separación
institucional entre lo económico y lo político, el Estado debe asegurar que la
acumulación de capital ocurra antes de que pueda comenzar sus actividades de
redistribución (Müller y Neusüss 1975-. 4 3 “ 4,6 -, Offe 1972,).
Existen muchas form as en las cuales el Estado puede intervenir e intervie­
ne efectivamente en estos aspectos. En térm inos abstractos, el Estado puede
proporcionar apoyo para la valorización del capital y la reproducción social a

49
ROBERT JE S S O P

través de la fuerza, la ley y el orden, el dinero, los bienes y servicios, el conoci­


miento o la "persuasión m oral” , y en la forma de políticas en niveles meta,
macro, meso o micro. El peso relativo y la idoneidad de dichos medios de
intervención, como veremos, varían significativamente a través del tiempo y en
relación con regím enes específicos de acumulación. Las políticas económicas
y sociales pueden orientarse, a su vez, hacia las condiciones de la oferta y la
demanda de mercancías (ficticias) o de bienes y servicios no comercializables.
Las metapolíticas contemplan una amplia variedad de factores extraeconóm i­
cos q\ie afectan a la competitividad sistém ica basada en los patrones de organi­
zación de la sociedad en su conjunto (M essner 1998), y cuyo carácter cambiará
junto con las nociones de competitividad (véase el capítulo 3 ). Las macropolí-
ticas se concentran en las condiciones externas de producción (por ejemplo, el
sistema monetario y el sistema legal formalmente racionales) y en la creación
de condiciones generales de producción (por ejemplo, las infraestructuras y el
suministro de fuerza de trabajo) dentro del horizonte espaciotemporal de una
economía constituida de manera discursiva e institucional. En la era del im pe­
rialism o, por ejemplo, se trataba de una economía plurinacional organizada en
térm inos de relaciones centro-periferia. En el caso del fordism o atlántico, el
nivel macro era naturalizado como una econom ía nacional adm inistrada por
el Estado nacional de bienestar keynesiano. Más recientemente, el Espacio
Económico Europeo está siendo imaginado e instituido como el marco macro-
económico adecuado para la intervención de la Unión Europea (UE), En los
tres casos, por supuesto, los Estados también desarrollaron políticas relativas a
la inserción de la correspondiente economía del nivel m acro en conjuntos más
amplios de relaciones económicas hasta llegar al mercado m undial. Las m eso-
políticas se refieren a ramas, sectores y a espacios y lugares específicos dentro
de este sistema económico más amplio. Por último, las micropolíticas afectan
a unidades económicas "individuales” (tales como hogares, trabajadores o
empresas individuales).
Las mencionadas distinciones se relacionan siem pre con escalas particu­
lares de análisis. Esto puede apreciarse en el redím ensionam iento parcial del
nivel macro realizado por los Estados m iem bros de la UE hasta llegar a Europa,
así como en el cambiante alcance de los metaniveles y m esoniveles en la actual
era de la globalización. A su vez, la distinción entre las políticas de oferta y de
demanda se relaciona igualmente con mercados y cadenas de mercancías espe­
cíficos, etc. Aún m ás, a medida que el significado aceptado de estas distincio­
nes comenzó a descomponerse como resultado de la crisis de la economía
mixta nacional de posguerra, se ha abierto un espacio para el debate acerca de

50
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

qué debiera ser lo que reemplace al conjunto de metas políticas convenciona­


les del Estado nacional de bienestar keynesiano.
En el cuadro 1.2, figura una lista resum ida e incompleta de las funciones
generales que los Estados pueden desem peñar con respecto a la economía
capitalista. Estas funciones generales adquieren form as institucionalmente
determinadas en etapas y variedades concretas del capitalismo, y están ligadas
a funciones más específicas relacionadas con esas etapas y variedades particu­
lares y con sus regímenes de acumulación y modos de regulación. No puede
haber garantías (ni mucho menos que estén inscritas en la naturaleza general
del tipo de Estado capitalista) de que estas complejas e interrelacionadas fun ­
ciones sean realizadas de manera adecuada desde el punto de vista de la acu­
m ulación. Gomo he señalado an teriorm en te, la relación de capital es
inevitablemente incompleta y contradictoria, de manera tal que, incluso en un
nivel exclusivamente técnico-económ ico, es inevitable que el ejercicio de estas
funciones tenga efectos contradictorios. Adem ás, como puede verse incluso en
esta incompleta lista, la intervención del Estado en estos asuntos implica b as­
tante más que m eros aspectos técnico-económ icos. Sus efectos van siempre
más allá de las fuerzas de producción, la rentabilidad del capital o el comporta­
miento económico general, y se produce siem pre en un contexto político más
amplio relacionado con la legitimidad del Estado y el gobierno, así como con la
cohesión social y la exclusión. En este sentido, la selección de las políticas eco­
nómicas y sociales suele estar relacionada con las estrategias de acumulación,
los proyectos de Estado, los proyectos hegemónicos y las visiones filosóficas y
normativas más generales de la buena sociedad predominantes. Un área en la
que el carácter inevitablemente político de la intervención económica y social
aparece de forma especialmente clara es la de la reproducción de la fuerza de
trabajo como mercancía ficticia, pues en el tipo de Estado capitalista ésta se
relaciona tam bién con el derecho de los ciudadanos a la subsistencia (véase
Reuten y W illiams 1989).

cuadro 1.2
ALGUNAS FUNCIONES DEL TIPO DE ESTADO CAPITALISTA

1. Asegurar las condiciones generales externas para ta acumulación de capital como, por ejemplo, un

orden legat formalmente racional y {a protección efe los derechos de propiedad.

2. Asegurar ta mercantilización ficticia de ta tierra, et dinero, ta fuerza de trabajo y el conocimiento, y

modular su subsiguiente desmercantilización y remercantitízación a la luz tanto de tas cambiantes

formas de aparición de las contradicciones estructurales y dilemas estratégicos det capitat. como del
R O B E R T JE S S O P

cambiante equilibrio de las fuerzas que impugnan el grado y consecuencias de dicha mercantilización

ficticia. En lo que respecta a la fuerza de trabajo, esto supone gestionar (a oferta de mano de obra, tos

mercados laborales y las condiciones de trabajo dentro del proceso laboral

3. Asegurar los derechos y capacidades del capital de controlar la fuerza de trabajo en el proceso pro­

ductivo. y de regular los términos y condiciones de la relación cap ital-trabajo en el mercado de traba­

jo y en.et proceso laboral.

h. Definir los límites entre lo económico y lo extra económico, y modificar los vínculos entre las precon­

diciones económicas y extraeconómicas de la acumulación de capital. Esto debe hacerse a la luz de

las formas cambiantes de la competencia — que se constituyen de manera material y discursiva— , y

a la luz de la resistencia a la colonización de lo extra económico por parte de la lógica del capital

5. Promover la creación de las condiciones generales de producción, especialmente aquellas infraes­

tructuras intensivas en capital que precisan un largo periodo para su reposición, y que son adecua­

das para una etapa o variedad determinadas de capitalismo.

6. Gestionar la contradicción fundamental entre la naturaleza crecientemente social de tas fuerzas pro­

ductivas y la continuada naturaleza privada y competitiva de las relaciones sociales de producción y

de la apropiación de la plusvalía del trabajo.

7. Articular los procesos entrelazados de desterntoríalización y reterritorialización y dé des témpora liza-

ción y retemporalización relacionados con la reconfiguración de nuevos arreglos espaciotemporales

necesarios para periodos de acumulación relativamente estables.

8. Hacer frente al conjunto de repercusiones sociales y políticas producidas por los cambios de forma

en que se muestran las contradicciones y dilemas capitalistas, mediadas por y a través de

formas específicas de organización política y movilización social.

FUERZA DE TRABAJO Y REPRODUCCIÓN SOCIAL

Ya me he referido brevem ente a la posición central que ocupa la relación capi-


tal-trabajo en la valorización del capital y al papel que desempeña el Estado a la
hora de asegurar la relación salarial y el derecho del capital a controlar el p ro­
ceso laboral. Consideraré ahora el papel del Estado en la reproducción social.
Es decir, la reproducción diaria, durante el curso de la vida e intergeneracional
de los sujetos sociales, de acuerdo con principios específicos de socialización.
En las form aciones sociales capitalistas, la reproducción social se organiza
principalmente a través o en torno a la (cambiante) relación salarial y a su
inserción en una economía en la que domina la acumulación por la acumula­
ción. La relación salarial capitalista posee tres características que actúan en
contra de una solución armoniosa de la reproducción social mediada por el
mercado, especialm ente cuando esta reproducción social va más allá de la

53
EL FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

supervivencia diaria como miem bro activo de la fuerza de trabajo e incluye el


mantenimiento de la reproducción durante el curso de la vida e intergenera-
cionalmente.
En p rim er lugar, los trabajadores y quienes dependen de ellos (si es que
existen) son libres de gastar su salario sin tomar en cuenta las necesidades del
capital, y podrían ser objetivamente incapaces de hacerlo incluso aunque q ui­
sieran. Así, es posible que los trabajadores no reproduzcan su fuerza de traba­
jo (incluyendo habilid ades, conocim ientos y com prom isos esp ecíficos,
además de la genérica capacidad de trabajo) satisfaciendo las necesidades
materiales del capital, y puede que no accedan al mercado de trabajo (o perm a­
nezcan en él) en térm inos favorables para su valorización continuada. Más aún,
en la medida en que las normas de consumo están tam bién constituidas por
capitales particulares que ofrecen m ercancías concretas, los trabajadores pue­
den adoptar patrones de consumo dañinos para ellos mismos y para el capital
en general (aunque sean rentables para algunos capitales particulares). Incluso
cuando la fuerza de trabajo se reproduce de manera apropiada, es posible que
no haya empleos con la rem uneración adecuada o, simplem ente, que no haya
empleo.
En segundo lugar, una vez que el trabajo asalariado está sujeto al control
capitalista en el proceso laboral, puede ser destruido o debilitado por la sobre-
explotación (número de horas o intensidad de trabajo excesivas) o por daños
"colaterales” (como, por ejemplo, los accidentes o enferm edades profesiona­
les). Esto es así porque el capital tiende a priorizar su autovalorización por
encima de la reproducción y el bienestar de la fuerza de trabajo. Ciertamente,
los capitales particulares no están obligados a invertir en la m ejora de su "cap i­
tal humano” ni a compensarlo por su depreciación, a menos que resulte renta­
ble hacerlo, y se reconoce ampliamente que existe una tendencia general del
capital a invertir m enos de lo necesario en educación y capacitación. Este p ro ­
blema se une a la contradicción que existe entre la fuerza de trabajo, entendida
como un factor de producción sustituible por otros factores; e igualmente se
suma la contradicción entre el salario como coste de producción y como fuen ­
te de demanda. Con todo, algunos tipos de regím enes de producción y de
modos de regulaciónlogran institucionalizar ciertas soluciones parciales.
En tercer lugar, en lo que concierne tanto a su consumo privado como a su
explotación en el proceso laboral, a los trabajadores les resulta difícil defender
su interés común en reproducir su fuerza de trabajo, especialmente cuando
existe una gran cantidad de trabajadores sin empleo que podrían pasar a ocu­
par uno.

53
ROBERT JE S S O P

Estos problemas relativos a una reproducción de la fuerza de trabajo exclusi­


vamente mediada por el mercado abren espacios para una o varias instituciones
extraeconómicas (en este caso, que no son de mercado), que pueden contribuir a
reproducir la fuerza de trabajo en la m edida en que el mercado no pueda hacer­
lo. El papel del trabajo doméstico realizado fuera del nexo del dinero es obvia­
mente importante aquí, y es ésta la razón por la que las formas de fam ilia o de
hogar (y, por tanto, también las relaciones de género e intergeneracionales)
siem pre son objetos fundamentales de la gobernanza y espacios de lucha. Sin
embargo, el presente trabajo se refiere fundamentalmente a los papeles clave
que el Estado desempeña en estos asuntos. El Estado opera en una o varias esca­
las desde lo local a lo supranacional, a fin de contribuir directa o indirectamente
a la reproducción de la fuerza de trabajo en el ciclo de la vida. Para ello incide
sobre la reproducción diaria durante el curso de la vida e intergeneracionalmente.
Su doble tarea consiste en, si es posible, asegurar un suministro continuo y adecua­
do de fuerza de trabajo debidamente cualificada para las cambiantes (y frecuen­
temente impredecibles) demandas del mercado de trabajo, y, al tiempo, compensar
los efectos de la mercantilización en la reproducción social y la cohesión social
(Aumeeruddy et álii 1978; de Brunhoff 1978; Offe 1985b; Reuten y Williams 1989).
La relación salarial es, por consiguiente, el punto de partida de una amplia
gama de políticas dirigidas a la "cuestión social” , que im plica algo más que
políticas sociales, pues, como señala Kaufmann:
Lo que generalmente denominamos Estado de bienestar se refiere no
solamente al Estado, sino también, como los científicos sociales alemanes
formularon con precisión a mediados del siglo XIX, a la sociedad civil. La
"mediación " entre la esfera privada de la economía de mercado y la esfera
pública de gobierno sometido a la ley fue denominada, alrededor de í% o 7
Sozialpoiitilc (Pankoke J970). La Sozialpolitikpuede traducirse al inglés
como social policy o social politics [''políticas sociales” o flpolítica
social ”]. En el contexto alemán, el principal aspecto considerado por las
políticas sociales era la integración social y política de las clases trabaja­
doras emergentes en el recién constituido Reich alemán. En la tradición
británica y escandinava no hubo, durante mucho tiempo, un concepto glo­
bal para las políticas emergentes de protección laboral, seguridad social y
servicios sociales. El término "Estado de bienestar” fue aceptado en
Escandinavia en la década de i$ 3o, pero su uso sólo comenzó a difundirse
en Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial. Aquí el "Estado
de bienestar” está menos interesado en la política social [social politics]
que en las políticas sociales [social policies] [30 0 1: 17],

54-
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

La referencia de Kaufmann a las tradiciones nacionales ilustra una vez más


el papel del discurso en la constitución de la política estatal. Kaufmann tam ­
bién señala las significativas variaciones que se producen en cada Estado
nacional a través del tiempo, a medida que la política social y la política econó­
m ica se reproblem atizan en distintas form as y conform e se proponen, in s ­
tituyen y ponen en práctica nuevas soluciones gubernamentales que sean
adecuadas.
El hecho de que ni los trabajadores ni los capitalistas individuales puedan
resolver estos dilemas sin ayuda no significa que el Estado pueda (o deba) resol­
verlos. En realidad, al igual que sucede con las demás funciones estatales ana­
lizadas anteriorm ente, es poco probable que el Estado pueda llegar alguna
vez a saber de antemano cómo resolverlos, ni siquiera allí donde tales solucio­
nes totales fueran posibles. Esas funciones económicas y sociales exigen una
gestión activa de las cambiantes coyunturas de un sistema que es intrínseca­
mente contradictorio, y no la búsqueda de políticas sociales y económicas
autónomas y predeterminadas. Igualmente, están siem pre mediadas por y a
través de las luchas políticas en sentido amplío, y no determinadas en térm inos
estrictamente técnicos y económicos. Adem ás, se ven afectadas por los propios
fallos y tendencias de crisis característicos del Estado, derivados de la peculiar
naturaleza de la política en las sociedades capitalistas. Aunque estos dilemas se
gestionen en diferentes niveles económicos, empezando por la empresa, así
como en varios lugares no económicos, el Estado no sólo ha sido uno de los
principales destinatarios de las demandas en estas áreas, sino que tam bién se
ha ganado un importante papel en su gestión directa o indirecta a través de sus
políticas sociales y del mercado laboral.

4. SO BRE LOS ARREG LO S ESPACIO TEM PO RALES

Ya he indicado antes que la reproducción y regulación del capital como relación


social implica un arreglo social (modo de regulación) que compense el carácter
incompleto de la relación de capital en los contextos específicos, y le otorgue una
dinámica específica a través de la articulación de sus elementos económicos y
extraeconómicos. Este arreglo social contribuye a otorgarle una coherencia
estructural relativamente duradera en la gestión de las contradicciones y d ile­
mas inherentes a la relación de capital, de forma tal que las distintas formas,
instituciones y prácticas tiendan a reforzarse recíprocamente. Aquí se incluye la

55
ROBERT JE S S O P

imposición de un arreglo espaciotemporal a estos elementos económicos y


extraeconómicos. Aunque este concepto será elaborado en capítulos posterio­
res, es conveniente incluir aquí algunos breves comentarios.
Desde el punto de vista estructural, estos arreglos em ergen cuando un
régim en de acumulación y su modo de regulación evolucionan conjuntamente
y producen cierta coherencia estructural dentro de un marco espaciotemporal
dado, pero no fuera de él. Normalmente, se asocia con una jerarquía específi­
ca de formas estructurales que afecta a las interacciones dentro del conjunto de
la arquitectura institucional y, de este modo, modela la lógica general del arre­
glo espaciotemporal. Esta jerarquía supone darle mayor prioridad a la regula­
riz a ro n de algunas formas estructurales que a otras (y, quizá, darle mayor
prioridad a uno u otro aspecto de las contradicciones y dilemas relacionados
con ellas). Estas prioridades variarán con los regím enes de acumulación, con
los modos de crecim iento y con las capacidades de gobernanza (véase Petit
1999). En el fordism o atlántico, por ejemplo, las form as salario y dinero eran
las principales form as estructurales del modo de regulación, m ientras que en
el posfordism o otras form as distintas han adquirido mayor importancia (véan­
se los capítulos 2, y 3 ). Asim ism o, como dijim os anteriorm ente, mientras que
las economías de mercado liberales pueden dar mayor peso a la fuerza de tra­
bajo como factor de producción sustituible y al salario como coste de produc­
ción, otras economías capitalistas más coordinadas pueden priorízar la fuerza
de trabajo en su, así llamada, forma de capital humano y al salario como una
fuente de la demanda. Desde un punto de vista estratégico, dado que las con­
tradicciones y dilem as del capitalismo son insolubles en abstracto, deben
resolverse —parcial y provisionalm ente, con suerte— a través de la form ula­
ción-realización de estrategias específicas de acumulación a varias escalas eco­
nómicas y políticas en contextos espaciotem porales específicos. Nuevamente,
envista del significado que tienen las estrategias de acumulación (y los proyec­
tos de Estado y, en su caso, las visiones hegem ónicas relacionadas con ellas),
observamos la importancia de la agencia y el discurso en la acumulación del
capital. Estos arreglos espaciotemporales delim itan las principales fronteras
espaciales y tem porales dentro de las cuales se asegura la coherencia estructu­
ral, y sirven para externali2ar algunos de los costes de asegurar esta coherencia
más allá de dichas fronteras. Incluso dentro de ellas, algunas clases, fracciones
de clase, categorías sociales y otras fuerzas sociales son marginadas, excluidas
u oprimidas. De este modo, los arreglos espaciotem porales sirven también
para facilitar los compromisos institucionalizados de ios que dependen los
regím enes y modos de acumulación, para posteriorm ente incorporarlos. Y

56
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

pueden im plicar la superexplotación de los espacios internos o externos ajenos


al compromiso, la superexplotación de la naturaleza o de los recursos sociales
heredados, la posposición de los problem as a un futuro indefinido y, por
supuesto, la explotación y opresión de clases, estratos u otras categorías socia­
les específicas. En el próximo capítulo analizaré los arreglos espaciotemporales
del fordism o atlántico y su colapso.
Ahora bien, en la m edida en que dichos com prom isos marginan a ciertas
fuerzas que actúan como portadoras de funciones u operaciones esenciales
para la acumulación a largo plazo, la proliferación de importantes desequili­
brios, desproporcionalidades o desuniones en el circuito del capital tenderá a
reforzar el alcance de dichas fuerzas, perm itiéndoles in terferir en los com pro­
m isos institucionalizados implicados en un régim en de acumulación, modo de
regulación, forma de Estado y arreglo espacíotemporal particulares (véase
Clarke 1977). Estas crisis suelen actuar como mecanismo de orientación para el
reequilibrio de la acumulación de capital —siem pre provisional, parcial e in es­
table—, en la medida en que sirven para im pulsar nuevos intentos de guiar la
reím posición forzosa de la unidad del circuito del capital mediante nuevas
estrategias de acumulación y nuevos m odos de regulación (véanse Hirsch 1976,
1977; Lindner 1978; Wirth 1977).
Las escalas prim arias y los horizontes temporales en torno a los cuales se
construyen esos arreglos, así como su grado de coherencia, varían considerable­
mente con el transcurso del tiempo. Ello se refleja en la coincidencia variable de
distintos linderos, fronteras o límites de acción, al igual que en la cambiante
primacía de las diferentes escalas. Las fronteras políticas, por ejemplo, han sido
caracterizadas por el polimorfism o medieval, la exclusividad westfaliana y la
complejidad poswestfaliana. Del mismo modo, la consolidación del capitalismo
presenció el eclipse nacional de la escala urbana a medida que las ciudades eran
integradas en sistemas económicos nacionales, y se subordinaban al poder polí­
tico de los Estados territoriales nacionales. Desde entonces, la escala nacional se
ha visto desafiada por el surgimiento de las redes de ciudades globales más
orientadas hacia otras ciudades globales que hacia las regiones nacionales
(véanse Braudel 1984; Brenner 1999a, b; Taylor 1994). En el capítulo 5 me refie­
ro a algunas de las im plicaciones de este reescalado.
Estas ideas tienen importantes im plicaciones para (1) las estrategias de
acumulación, (2) los proyectos de Estado y (3 ) los proyectos hegemónicos a
distintas escalas de acción y en distintos horizontes temporales. Esto es así
porque cada uno de ellos supone un intento de coordinar actividades de m ane­
ra estratégica a lo largo de distintos sistem as y del mundo de la vida, con el fin

57
RO BERT JE S S O P

de alcanzar una coherencia estructural limitada y localizada en, respectiva­


mente, la acumulación, las actividades estatales y las form aciones sociales.
Existe un amplio campo para la competencia entre las fuerzas sociales respec­
to a las estrategias de acumulación, los proyectos del Estado y las visiones hege-
mónicas, así como para las posibles alternativas entre las estrategias que
surgen de dicha competencia para dom inar sus respectivas esferas imaginadas.
En este contexto, un papel clave lo desem peñan las rivalidades y las luchas de
las fuerzas intelectuales, tanto individuales como colectivas, libres u organiza­
das, que tratan de articular estrategias, proyectos y visiones que pretenden
reconciliar contradicciones y conflictos, así como resolver dilemas en varios
lugares y escalas de acción (véanse Gramsci 19 71; Jessop 1990b-, Portelli 1973).
Las principales fuerzas involucradas en estas rivalidades y luchas son los in te­
reses organizados, los partidos políticos y los movimientos sociales, mientras
que son los medios de comunicación, y no la esfera pública, los que ocupan
actualmente la posición central en la m ediación de la lucha por la hegemonía
en estos asuntos. En capítulos posteriores verem os muchos ejemplos de ello.
Gomo parte de un determinado arreglo espaciotemporal, diferentes institu­
ciones, aparatos u organismos pueden especializarse prioritariamente en una u
otra alternativa de cada dilema, manejarla en diferentes horizontes temporales o
afrontar aspectos distintos en diferentes momentos. El Estado también puede
alterar el equilibrio entre instituciones, aparatos y organismos reasignándoles
responsabilidades y recursos, permitiéndoles competir por el apoyo político y la
legitimidad a medida que las circunstancias cambian, etc. Dichas estrategias pue­
den desarrollarse por entero dentro del Estado o extenderse a la división entre
modos de gobernanza estatales y no estatales. Otra forma de hacer frente a los pro -
blemas que pueden surgir de las limitaciones de los distintos modos de hacer polí­
tica o de gestionar las crisis es a través de políticas de intensidad variable en
distintas escalas de acción y horizontes temporales. Por ejemplo, en el fordismo
atlántico el Estado nacional establecía el marco macroeconómico, el Estado local
actuaba como relé en lo relativo a numerosas políticas determinadas nacional­
mente, y la cooperación intergubernamental mantenía dentro de diferentes
regímenes internacionales las condiciones para el crecimiento económico. Del
mismo modo, en los regímenes neoliberales contemporáneos de acumulación, un
relativo descuido de las condiciones sustantivas —en oposición a las formales— de
la oferta, tanto a escala nacional como internacional, y el apoyo a los flujos del
capital en y a través del espacio, se ve parcialmente compensado con unas políticas
más intervencionistas en la escala regional, urbana y local, donde se localizan
muchas interdependencias sustanciales entre capitales productivos específicos

58
EL FUTURO DEL ESTAOO CAPITALISTA

(Goughy Eisenschitz 1996). Esto ayuda a explicar por qué se están reorganizando
los Estados locales a medida que nuevas formas de asociación locales o regionales
surgen para guiary promover el desarrollo de recursos también locales o regiona­
les (véase el capítulo 5).
Otro ejemplo de las divisiones espacioescalares del trabajo es la distinción
entre relaciones exteriores y relaciones interiores inherente al sistema estatal
moderno, que provoca que unas partes del aparato del Estado se especialicen en
las primeras y otras en las segundas. No obstante, con el creciente impacto de la
globalización y las nuevas formas de competencia, las divisiones del trabajo
estatal heredadas están cambiando. Así, no sólo la distinción entre política exte­
rior y política interior se hace cada vez más borrosa, sino que los gobiernos sub-
nacionales se están ocupando de la política exterior (en el ámbito económico)
mediante la cooperación transfronteriza, la localización internacional, y así
sucesivamente, al mismo tiempo que organismos supranacíonales se involucran
en el rediseño y reorientación de políticas sub nacionales.
También puede existir una división tem poral del trabajo en la que dife­
rentes instituciones, aparatos u organismos respondan a contradicciones,
dilemas y paradojas en distintos horizontes temporales. Lo que se refleja, por
ejemplo, en la distinción convencional entre planificación y ejecución dentro
de las organizaciones, y en la prim acía de distintos horizontes temporales en
las diferentes organizaciones (por ejemplo, entre bancos centrales y otros b an ­
cos o entre fondos de arbitraje programados por ordenador y fondos de capital
riesgo a largo plazo). Del mismo modo, en numerosas ocasiones se han p ro­
puesto soluciones corporativistas para resolver cuestiones económicas y socia­
les a largo plazo que suponen una interdependencia compleja y recíproca que
exige cooperación tam bién a largo plazo, situando así estas áreas de las políti­
cas fuera de los horizontes a corto plazo de los ciclos electorales y las luchas
parlamentarías. En ambos casos se abren oportunidades para que las activida­
des puedan reequilíbrar las relaciones entre estas instituciones, aparatos u
organismos mediante la asignación diferencial de recursos, perm itiéndoles
competir por la legitimidad en circunstancias cambiantes.

5. GOBERNANZA Y M ETAGOBERNANZA

El carácter constitutivamente incompleto de la relación de capital, las contra­


dicciones y dilemas de la acumulación y las limitaciones de los arreglos espa­
ciotemporales que se desarrollan para contener, desplazar o posponer estos

59
ROBERT JE S S O P

problemas crean espacios para realizar intentos de aplicar formas de gestión


continuada, soluciones "para salir del paso” (muddllíngthrough) o encararla ges­
tión de la crisis. La gobernanza y la metagobernanza son conceptos útiles para
analizar esos aspectos y sus implicaciones en la intervención económica y social.
En nuestro caso, la gobernanza se refiere a cualquier forma de coordinación
de relaciones sociales interdependientes, desde las simples interacciones diádi-
cas basta las complejas divisiones sociales del trabajo. Generalmente se distin­
guen tres formas principales: la anarquía del intercambio (por ejemplo, las
fuerzas del mercado), la jerarquía de mando (por ejemplo, la coordinación coac­
tiva del Estado) y la heterarquía de la autoorganización (por ejemplo, las redes
horizontales). En ocasiones, también me refiero a esta tercera forma como
gobernanza, pero del contexto se desprenderá si empleo el término en sentido
amplío o en sentido estricto. Como las otras dos formas son, probablemente, más
familiares, nos concentraremos en la heterarquía. La heterarquía se refiere a la
autoorganización reflexiva de actores independientes involucrados en relaciones
complejas de interdependencia recíproca. Dicha autoorganización se basa en el
diálogo continuo y en el uso compartido de los recursos para desarrollar proyec­
tos conjuntos recíprocamente beneficiosos y para manejar las contradicciones y
dilemas que, inevitablemente, forman parte de esas situaciones (para un análisis
más amplio de los tres tipos, véase el capítulo 6). La gobernanza organizada sobre
esta base no tiene por qué conducir a una simetría completa en.las relaciones de
poder ni a la igualdad absoluta en la distribución de beneficios; de hecho, es muy
poco probable que ello ocurra independientemente del objeto de la gobernanza o
de los "concernidos” (Stakeholders) que efectivamente participen en el proceso de
gobernanza. Lo principal en esta definición prelim inar es el desafío que tienen
los que participan en la autoorganización reflexiva en lo que respecta a su com­
pleja interdependencia recíproca. Además de la relevancia general que puedan
tener, estas tres formas de coordinación también se corresponden de forma más
general con diferentes aspectos de la relación de capital y de la socialización capi­
talista (capítulo 6). En este sentido, las tres tienden a reproducirse en la medida
en que la acumulación del capital también se reproduce, si bien con diferentes
pesos y en distintos momentos,
Los mecanismos y prácticas de gobernanza desempeñan papeles clave en la
modulación de las divisiones escalares y espaciales del trabajo y en la asignación
de tareas específicas en las distintas escalas y periodos de tiempo. No obstante, al
igual que sucede en un sentido más general con los modos de regulación, también
aquéllos pueden verse desestabilizados en el transcurso de la acumulación del
capital, pues ésta tiende siempre a evadir las formas instituidas para regularla y/o

6 o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

gobernarla; por consiguiente, puede modificar o incluso romper el inestable equi­


librio de compromisos en tomo al cual ese mismo proceso de acumulación estaba
anteriormente organizado. El descuido de alguna condición clave para la acumula­
ción genera tensiones crecientes para hacerle frente (bien sea a través del surgi­
miento de una crisis o de la movilización de fuerzas sociales críticas con la
acumulación continuada, y que son afectadas de manera adversa por dicho descui­
do). En la economía esto se refleja en movimientos de precios y en conflictos eco­
nómicos; en el sistema político, se ve en cambios en la opinión de las élites y en la
opinión pública, así como en protestas políticas, etc. En este punto, cuando las
fuerzas sociales intentan colibrar (modificar el equilibro relativo entre) varios
mecanismos de gobernanza y ^Iterar su importancia relativa, aparece la metadirec-
ción (en ocasiones denominada metagobernanza). Según Dunsire (1996), la coli­
bración (collibration) se refiere a la total organización y equilibrio de las distintas
formas de coordinación de interdependencias complejas y recíprocas. Además de
las prácticas de metadirección dentro de cada uno de los campos más o menos sepa­
rados del intercambio anárquico del mercado, de las organizaciones jerárquicas y
de la autoorganización heterárquica, hay también un amplio espacio para otras
prácticas más generales de dirección de las relaciones que se desarrollan entre estos
distintos modos de coordinación. La necesidad de tales prácticas es especialmente
aguda debido a la enorme dispersión de los mecanismos de gobernanza en una
sociedad mundial emergente. Igualmente es debido a la consiguiente necesidad de
construir capacidades macroorganizativas e intersistémicas para hacer frente a
estos incrementos de largo alcance en la complejidad de las interdependencias.

6 . O BSERVACIONES FIN A LE S

En este capítulo he presentado algunas características básicas del capitalismo


como modo de producción y como objeto de regulación, resaltando en particu­
lar el papel de los arreglos espaciotemporales en la garantía de su estabilidad
relativa, con el fin de contextualizar el estudio de la reproducción económica y
social. He introducido algunas ideas básicas acerca del tipo de Estado capitalis­
ta, los modos de intervención del Estado y las funciones de la política econó­
mica y social estatales, así como sobre su relevancia en los regím enes de
bienestar. También he incluido ciertos temas y conceptos generales relativos a
su conexión con aspectos de gobernanza y metagobernanza y sus dinámicas
específicas. Estas ideas son elaboradas, complementadas y matizadas en los
capítulos posteriores.

61
R O B E R T JE S S O P

Estos argumentos han servido de base para un análisis cuatridimensional


de las form as y fu n cion es estatales (en constante cam bio) en relación con
la acumulación de capital, la reproducción social, la escala y la gobernanza. La
prim era dim ensión se refiere a los papeles distintivos del Estado para asegurar
las condiciones para la improbable perpetuación de los negocios privados ren ­
tables, desde el punto de vista de los capitales particulares y del capital en
general. Éste es el campo de la política económica. Es importante porque las
fuerzas del mercado solas no pueden asegurar estas condiciones y deben ser
complementadas con m ecanism os que no son del mercado. La segunda dim en­
sión se refiere a cómo se garantizan las condiciones para la problemática
reproducción de la fuerza de trabajo tanto diariamente como durante el curso
de la vida e intergeneracionalmente, desde los puntos de vista de los capitales
particulares, del capital en general y de los trabajadores (considerados como
trabajadores y como ciudadanos). Este es el campo de la política social tal
como se define en este libro. Tiene importancia porque la fuerza de trabajo es
una mercancía ficticia, pues, aunque se compra y se vende en los mercados de
trabajo y puede agregar valor a la producción, no es producida ni reproducida
directamente ni en las empresas capitalistas ni a través de ellas, con m iras a
obtener beneficios privados. La fuerza de trabajo entra en la economía de m er­
cado desde fuera. Esto plantea problem as económicos respecto a su idoneidad
individual y colectiva para las necesidades del capital y para su propia supervi­
vencia en ausencia de un ingreso seguro u otros activos. También crea p roble­
mas sociales respecto a la inclusión y la cohesión social, importantes, a su vez,
para atraer inversiones. Igualmente, produce problem as políticos relativos a la
legitimidad de la intervención del Estado en esta área.
La tercera dim ensión se refiere a la forma en que se introduce cierta cohe­
rencia estructurada en la organización escalar de estos dos grupos de activida­
des a través de arreglos espaciotemporales en los cuales, norm alm ente, una de
estas escalas es prim aria. A sí, el aspecto central en este caso es la escala prim a­
ria (si es que existe) en la que se deciden las políticas económicas y.sociales,
incluso si se apoyan o ponen en práctica en otras (véase especialmente Collinge
1999). Esto es importante porque las políticas económicas y sociales son
mediadas políticamente, y las escalas prim arias de la organización política
pueden no coincidir con las de la vida económ icay social. La cuarta dim ensión
se refiere al principal mecanismo (si es que hay uno) para complementar las
fuerzas de mercado, facilitando la rentabilidad capitalista y la reproducción de
la fuerza de trabajo. De m anera más general, se refiere también a cómo se m an­
tiene el peso relativo de estos modos de regulación o gobernanza de forma

62
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

coherente. Esto tiene importancia porque el Estado es sólo uno entre varios
mecanismos a través de los cuales se realizan intentos de superar los fallos e
insuficiencias del mercado. La dinámica general del capitalismo y la naturale­
za de la sociedad en sentido amplio dependen de su particular mezcla de m eca­
nismos. Desplegando estas cuatro dim ensiones, presentaré a continuación las
características clave del Estado nacional de bienestar keynesiano, explicaré sus
tendencias de crisis y señalaré que está siendo tendencialmente reemplazado
por una nueva forma de régimen de bienestar.

NOTAS

i. La distinción entre sistema y mundo de la vida fue propuesta por Habermas (1975. 1987 y 1996). Yo
amplío la idea de sistemas mucho más allá de la pareja economía/sistema jurídico-político, inclu­
yendo cualquier sistema aut ©organizativo (o autopoiético) con su propia racionalidad instrumental,
su propia matriz institucional y sus propios agentes sociales que de manera deliberada orientan sus
acciones siguiendo el código de dicho sistema. Mi interpretación del mundo de la vida también es
más amplia que la inicialmente empleada por Habermas. La empleo aquí para referirme a todas las
identidades, intereses, valores y convenciones que no están directamente anclados a la lógica dé
ningún sistema en particular y que sirven de sustrato y trasfondo a la interacción social en la vida
diaria, incluyendo tanto a la enemistad y el antagonismo como a la intimidad y la solidaridad.
Con el desarrollo continuo de la productividad y, consecuentemente, de la "producción de riqueza” ,
las normas sociales de consumo en las economías capitalistas avanzadas (tal como se reflejan en la
cantidad y calidad de los bienes y servicios de consumo) tenderán a situarse muy por encima de cual­
quier mínimo de subsistencia. El que dicho incremento y la transformación en estos valores de uso
supongan también una participación mayor en el valor añadido total de la producción, es un asunto
completamente diferente que depende del resultado de luchas políticas y económicas muy variadas
dentro y más allá de las formaciones sociales capitalistas avanzadas (sobre la distinción entre rique­
za y valor, véase Postone 1993). Más aún, incluso reconociendo la tendencia hacia una mayor riqueza en
las sociedades capitalistas avanzadas, no deberíamos olvidar que ello depende de una cada vez mayor
división global del trabajo marcada por condiciones de trabajo, salarios y condiciones de vida enor­
memente desiguales,
3. Las contradicciones estructurales suelen aparecer en, al menos, tres tipos de condiciones diferentes. En
primer lugar, cuando la lógica global de un conjunto institucional genera tendencias de desarrollo
opuestas (por ejemplo, la creciente socialización de las fuerzas productivas frente al permanente control
privado de Jas relaciones de producción y de la apropiación del excedente); en segundo lugar, cuando
existe algún conflicto o tensión entre las exigencias de la reproducción del sistema y la lógica de la acción
individual (por ejemplo, con el capital en general frente a los capitales particulares); y, en tercer lugar,
cuando una relación social aparece constituida de forma tal que tiende a provocar conflictos socialmen­
te estructurados entre intereses inherentemente antagónicos (por ejemplo, capital frente a trabajo).
4. Estamos en presencia de un dilema estratégico cuando los agentes se enfrentan a una elección tal
que, dados los parámetros y horizontes de acción, cualquier decisión que adopten (incluyendo la
inactividad) socavará alguna o algunas condiciones clave para su subsistencia y/o su capacidad para
hacer efectivos un conjunto más amplio de intereses. Los dilemas pueden quedar definidos en dife­
rentes niveles de acción individual y colectiva. Pueden tener soluciones parciales si se modifican las
condiciones o los horizontes paramétricos de la acción. Por ejemplo, alternando entre los dos lados
del dilema, o mediante ei aprendizaje estratégico basado en la iteración, o difiriendo o desplazando
las consecuencias adversas de un determinado curso de acción, etc.
5. El término "explotación” se emplea aquí de forma moralmente neutra.
6. Esta "subsunción real" (por emplear la terminología de Marx) se ha extendido después al trabajo no
manual mediante el uso de máquinas de oficina inteligentes que controlan y regulan el trabajo
no manual. Sin embargo, no es suficiente por sí misma para asegurar la obediencia de la fuerza de
trabajo, por lo que aparece normalmente complementada por otras formas de disciplina y control,

63
R O B E R T JE S S O P

que incluyen la coacción, la burocracia, los sueldos asociados al rendimiento y los intentos de m ol­
dear la subjetividad de los trabajadores (véase Marsden 1999).
7. Las relaciones de clase no aparecen nunca definidas exclusivamente en el nivel de las relaciones
económicas, sino que están sobrede terminadas por la intervención de estructuras jurídico-políticas
e ideológicas y por la articulación de las clases al resto de categorías sociales. Es más, desde el punto
de vista estratégico y/o táctico, los trabajadores, los capitalistas y otras fuerzas sociales pueden tra­
tar de organizar los mercados y procesos laborales en términos de intereses o categorías diferentes,
lo que lleva a la segmentación del mercado laboral y a la división asimétrica del trabajo.
8. Las innovaciones que permiten a una determinada empresa producir mercancías por debajo del
tiempo de trabajo socialmente necesario habitual para ellas y/o mantener los costes de producción
por debajo de la medía, se transformarán en beneficios extraordinarios hasta que se generalicen
redefiniendo asi lo que se considera socialmente necesario. En este sentido, la competición capita­
lista se realiza en torno a la tasa media de beneficios,
9. Estas leyes y tendencias incluyen: (1) la creciente acumulación de capital, es decir, la acumulación de
activos capitalistas por parte de empresas individuales mediante la reinversión de los beneficios ante­
riores; (a) la creciente importancia de las mejoras en la productividad ("plusvalía relativa") por oposi­
ción al aumento de la jornada o esfuerzo laborales ("plusvalía absoluta") en la creación del excedente;
(3) la creciente necesidad de superar los obstáculos a ta expansión capitalista que implica la baja ten-
dencial de la tasa de ganancia, tendencia general que emerge del hecho de que todas las empresas tra­
tan de obtener una ventaja competitiva sustituyendo el trabajo asalariado por maquinaria, a pesar de
que el trabajo asalariado es. según Marx, la única fuente de beneficios del total de capital invertido para
adquirir no sólo bienes de capital y materias primas, sino también fuerza de trabajo; (4) la creciente
centralización del capital, es decir, la gestión áe los activos propiedad de diferentes personas o empre­
sas, porparte de una sola compañía (por ejemplo, a través de sociedades anónimas o bancos); (5) la cre­
ciente separación de propiedad legal y control efectivo de los medios de producción mediante el
desarrollo de sociedades anónimas y otras formas análogas de organización de los negocios; (6) la cre­
ciente importancia del crédito para el funcionamiento del sistema capitalista, etc.
10. La fuerza de trabajo como mercancía ficticia es inusual a este respecto ya que no se produce como valor
de cambio; y, además, su valor de uso en el capitalismo es su capacidad de producir valor de cambio.
ít. Véase Cleaver sobre la forma salario: "Es precisamente porque los trabajadores tienen necesidades
y carecen de los medios para producir lo que necesitan por lo que el capital puede vender los valores
de uso y producir los que quiera. Es precisamente porque la fuerza de trabajo es un valor de uso para
el capital por lo que es un valor de cambio para el trabajo” (1979: 92).
12. Este mismo principio se aplica cuando el dinero circula dentro de espacios plurinacionales tales
como los imperios formales o informales dominados por un Estado.
1 3. El concepto embed presenta algunas dificultades. Nacido en la geología, su campo semántico, como
en tantos otros, se ha desplazado hacia la informática. En ella, entre otras cosas, por ser ia termino­
logía propia de una gran empresa de software, se traduce por "incrustado” (y, a veces, por "empotra­
do”). En un sentido más neutro, se podría traducir por adscribir, integrar o agregar. Ahora bien, en
estas traducciones se pierde la dimensión física que la etimología inglesa otorga al término. El con­
cepto fue incorporado por Polanyi en La gran transformación (1944) para señalar cómo las acciones y
las estructuras económicas estaban siempre y necesariamente integradas, em,í>eí>¿cías. incluidas,
soportadas, empotradas o incrustadas socialmente, de manera que separarlas era un ejercicio válido
sólo con fines analíticos. Por ello y por su relativa difusión, hemos utilizado aquí "incrustado” (y sus
derivados). [N. delosTT.]
14. Este razonamiento acerca del dominio ecológico resultarla igualmente aplicable a otros tipos de
fuerzas sociales en otros tipos de ecología social, tales como organizaciones y redes. Las organiza­
ciones y las redes pueden ser también más o menos dominantes en sus respectivos mundos sociales.
15. Para evitar malentendidos, aclararé que esta afirmación no implica que el Estado y el capital sean
entidades completamente autónomas y que, por tanto, el Estado sea capaz de intervenir desde una
posición totalmente exterior a un circuito de capital exclusivamente económico para suspender la
realización completa de sus leyes de movimiento puramente económicas. Pretendo, simplemente,
subrayar que la reproducción del capitalismo depende siempre de unas condiciones extraeconómi-
cas adecuadas, y que sus tendencias sólo se realizan por completo en la medida en que la "acumula­
ción por la acumulación” se convierte en principio dominante de socialización.
16. Esta ingeniosa expresión procede del comentario de Blühdorn a Luhmann, pese a no reconocer la
propia contribución de Luhmann al análisis del dominio ecológico (aooo; 351).
17. Las estrategias de acumulación se formulan en escalas muy diferentes de la actividad económi­
ca, desde las diversas unidades de una empresa, pasando por el sector o región, hasta el bloque

64
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

nacional o supranacional. En cada caso, son distintos los tipos de actores que desempeñan un
papel protagonista. Para un análisis de las dimensiones de las estrategias de acumulación en el nivel
empresarial, véase Williams et álii 19 8 3 y, en el nivel sectorial, Rmgroky vanTulder 1995.
18. Para una crítica estratégico-relacional y tina reinterpretación de las instituciones y del significado
del institucionalismo, véase Jessop 3001c.
19. Max Weber distinguió diferentes formas de capitalismo (por ejemplo, capitalismo de presa, capita­
lismo político) que, sin duda, podrían existir, y hasta prosperar, en ausencia de lo que denomino
aquí tipo capitalista de Estado (véase Weber 1978; y, para una buena discusión, Swedberg 1998).
30. Sobre el concepto inicial de selectividad estructural, véanse Offe 1972 y Poulantzas 1978-, para un
concepto más reciente de selectividad estratégica, desarrollado a partir del trabajo de Poulantzas,
véanse Jessop 1985 y 1990b.

65
CAPÍTULO 2
EL ESTADO NACIONAL DE BIENESTAR KEYNESÍANO

En este capítulo se construye un modelo estilizado del Estado de posguerra en


las economías del fordism o atlántico, esto es, los Estados Unidos y Canadá,
Europa Noroccidental, Australia y Nueva Zelanda. Caracterizo a estas econo­
mías como fordistas atlánticas por dos razones. La prim era, porque a pesar de
su crecimiento dinámico m ayoritariamente autocéntrico (o basado en lo in ter­
no), la disem inación del régim en de acum ulación fordista se produjo a tra ­
vés de la d ifu sión del paradigm a in dustrial estadounidense a Europa
Noroccidental; la segunda, porque estuvo apoyado por varios regímenes in ter­
nacionales transatlánticos (véanse van der Pijl 1984; Rupert 1994). Incluyo a
Australia y Nueva Zelanda porque durante este periodo fueron integradas en un
bloque económico y político organizado bajo la hegemonía británica y fueron
incluidas en las alianzas m ilitares estadounidenses. El fordismo atlántico
puede definirse de form a resumida como un régim en de acumulación basado
en un círculo virtuoso autocéntrico de producción y consumo masivos, garan­
tizado a través de un modo de regulación característico que se materializó de
manera discursiva, institucional y práctica en el Estado nacional de bienestar
keynesiano (o ENBK). Más adelante definiré el fordism o atlántico con mayor
detalle y desarrollaré las cuatro características clave de este tipo ideal de
Estado, aunque tam bién señalaré cómo las distintas econom ías, sociedades
y Estados nacionales se desviaron del tipo ideal para producir distintos modos

67
R O B E R T JE S S O P

de crecimiento económico, distintos regímenes de bienestar y distintas formas de


gobernanza dentro de esta amplía matriz ideal-típica. Además, trataré de m os­
trar por qué los ENBK desem peñaron un papel clave a la hora de garantizar el
arreglo espacíotemporal del fordism o atlántico. El capítulo finaliza con las ten ­
dencias de crisis en los ENBK típicos.

i. EL FORDISM O ATLÁNTICO

No es éste el lugar para criticar la literatura sobre el fordism o y el posfordism o


(véanse Am in 1994; Boyer y Durand 1997; Jessop 1992a), pero sí para hacer un
breve repaso del prim ero de ellos (sobre el posfordism o, véase el capítulo 3 ). El
fordismo puede ser analizado desde cinco ángulos: (1) desde el proceso labo­
ral, se ve como una configuración particular de la división técnica y social del
trabajo-, (3) como régim en de acumulación, comprende un régim en macroeco-
nómico que sostiene un patrón estinucturalmente coherente de crecim iento de
la producción y el consumo capitalistas; ( 3) como modo de regulación, es defi­
nido como un conjunto de norm as, instituciones, form as organizativas, redes
sociales y patrones de conducta que soporta y "guía1’ un régim en de acumula­
ción dado; (4) como modo de socialización, es un patrón de integración in sti­
tucional y cohesión social que com plem enta al régim en de acumulación
dominante y a su modo de regulación económica, asegurando así las condicio­
nes de su dominio en la sociedad en sentido amplio; y (5) como formación
social, se caracteriza por una correspondencia contingente entre los cuatro
referentes anteriores. En esta sección, se analiza el fordism o desde estos pun­
tos de vista; adicionalmente, en la sección 4, se investiga su arreglo espacio-
temporal, una sexta perspectiva que atraviesa transversalm ente a estas cinco
dim ensiones y pone de relieve algunas de las lim itaciones del fordism o atlán­
tico como régimen de acumulación y como modo de regulación.
Como Upo de proceso laboral característico, el fordism o puede considerarse,
inicialmente, como un proceso de producción específico independíente de cua­
lesquiera otras vinculaciones más amplias. En este sentido, comprende la p ro­
ducción masiva basada en la técnica de la cadena de montaje móvil operada con
mano de obra masiva semieualificada. Esto no significa que una empresa en la
que predomine la producción masiva no pueda también emplear otros procesos
laborales y tipos de trabajadores o vincularse con ellos en una determinada
rama, región o espacio económico más amplio. El punto clave en tales casos es
que la producción masiva sea la principal fuente de dinamismo económico.

68
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Como modo de crecimiento macroeconómico estable, el tipo ideal fordista


comprende un circulo virtuoso de crecimiento basado en la producción m asi­
va, el aumento de la productividad fondado en las economías de escala, el
aumento de los ingresos unido a la productividad, el aumento de la demanda de
masas debido al aumento del salario, el aumento de las ganancias basado en la
utilización plena de la capacidad instalada y el aumento de la inversión en equi­
pos y técnicas mejorados de producción masiva. No es necesario que todas las
ramas de la economía estén dominadas por las técnicas fordistas de producción
para que se dé este modo de crecimiento-, es suficiente con que los sectores
líderes sean fordistas. En efecto, si el crecim iento de la producción masiva for­
dista quiere encontrar un mercado de masas, deberá darse igualmente un cre­
cimiento en la producción de bienes (como petróleo, acero, electricidad,
carreteras y vivienda) y servicios (como publicidad, crédito al consumo, servi­
cios a bienes de consumo duraderos), ambos com plem entarios entre sí y que
requieren un amplio rango de procesos laborales que van mucho más allá de la
definición de fordismo precedente.
Como modo de regulación económica, el fordismo puede considerarse en
términos de cinco formas estructurales de regulación: (i) las formas y m odali­
dades de competencia empresarial, (21) la relación salarial, (3 ) la naturaleza de la
emisión monetaria y las relaciones de crédito, (4) la forma y funciones del
Estado y (5) el modo de inserción en los regím enes internacionales (Boyer
1990). La forma típica de la empresa fordista implica la separación de la propie­
dad y el control en grandes corporaciones, con una característica organización
descentralizada y múltiples divisiones, sometidas a un control central; una bús­
queda del crecimiento basada en las economías de escala y en las cuotas de m er­
cado, incluyendo las fusiones y adquisiciones y la expansión interna, y
estrategias de fijación de precios de coste más margen. La relación salarial for-
dxsta se basa en que tanto la gran empresa como el Estado reconozcan la legiti­
midad del sindicalismo responsable y de la negociación colectiva, y en que los
sindicatos responsables (o, al menos, los líderes sindicales) reconozcan el dere­
cho de los administradores a administrar. En este contexto, los salarios apare­
cen indexados al crecimiento de la productividad y a la inflación marcada por los
precios del sector minorista. Las políticas de em isión de dinero y de crédito
están orientadas a garantizar una demanda agregada eficaz en las economías
nacionales y a socializar las pérdidas y deudas en un ambiente expansionista
aunque ligeramente inflacionario. En este contexto, los principales acuerdos
salariales se alcanzan en las empresas de producción masiva; posteriormente,
las tarifas acordadas se extienden a los demás trabajadores a través de peticiones

69
RO BERT JE S S O P

de homologación, y a los no económicamente activos medíante la indexación de


las prestaciones del bienestar financiadas a través de impuestos progresivos.
Cualquier tendencia al subconsumo como consecuencia de una demanda insu­
ficiente o de una reducción en los beneficios inducida por los salarios quedará
compensada siem pre que los salarios y la productividad en el sector de los b ien ­
es de consumo se muevan en un rango sim ilar1 . En su forma de ENBK, el Estado
ayuda a mantener este delicado equilibrio contribuyendo a integrarlos circuitos
de las industrias de bienes de capital y de consumo, y gestionando los conflictos
entre capital y trabajo en lo relativo tanto al salario individual como al social, a
fin de que pueda mantenerse el círculo virtuoso del crecimiento fordista. El cre­
cimiento del empleo en el sector público, al igual que el aumento del consumo
colectivo, también desempeñaron su papel aquí (véase infra y el capítulo 4). Este
patrón no requiere la desaparición de los mercados laborales duales ni de las
empresas o sectores no sindicalízados, siem pre que el nivel general de la
demanda masiva crezca al mismo ritmo que la productividad. En la medida en
que están adaptados a las condiciones del espacio económico y político del fo r­
dismo atlántico, los sistemas monetario, comercial, de inversión, energético y
de seguridad internacionales sirven principalm ente para sostener el creci­
miento fordista en las economías nacionales bajo la hegemonía de EE UU, así
como para promover una expansión ordenada del comercio y de la inversión
internacionales en el mercado mundial capitalista.
Como patrón general de organización social (socialización), el fordismo tiene
varias implicaciones. Por un lado, la dependencia de los trabajadores de un sala-
rio individual o social para satisfacer sus necesidades desde la cuna hasta la
tumba. Por otro, el crecimiento del consumo de mercancías masivas y estanda­
rizadas en los hogares fam iliares nucleares, así como el suministro de bienes y
servicios estandarizados y colectivos por el Estado burocrático. También está el
papel fundamental de este último en la gestión de los conflictos entre capital y
trabajo, de las tensiones sociales que resultan del dominio del fordismo, del
burocratismo, del consumo colectivo, y así sucesivamente. Por último, la desta­
cada función de la ciudad y los barrios residenciales como sedes del'estilo de
vida o de los patrones de consumo fordistas. Se trata, en resumen, de una socie­
dad de masas urbano-industrial, asalariada, de clase media.
En térm inos amplios, la dinám ica de la expansión global después de 194.5
se basaba en la disem inación continua del fordism o como proceso laboral
desde los Estados Unidos (donde ya estaba en camino de obtener el predom i­
nio en el periodo de entreguerras) hacíalas otras economías fordistas atlánticas y,
paralelamente, en la consolidación de su dinám ica de producción y consumo

70
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

masivos en este espacio ampliado. A sí ocurrió principalm ente en las grandes


economías de Gran Bretaña, Francia y Alem ania2. Sus economías nacionales
adquirieron una dinámica principalm ente fordista cuyo crecim iento dependía
en gran parte de sus crecientes m ercados locales. Las econom ías abiertas
y pequeñas (como las de Austria, Dinamarca, Nueva Zelanda, Suecia, Canadá y
Australia3) tam biénpodían avanzar hacia una sociedad de consumo masivo con
un ENBK, porque ocupaban nichos clave en una división internacional del tra­
bajo cuya dinámica transatlántica fue modelada en forma decisiva por los p rin ­
cipales sectores fordistas de las principales economías. Esto les permitió
financiar estándares cada vez más altos de consumo m asivoy un consumo colec­
tivo en expansión, basados en una demanda para la exportación y en unas
ganancias crecientes en sectores no fordistas (bienes de capital en pequeños
lotes, bienes de lujo, productos agrícolas, materias primas), así como la expan­
sión de los sectores fordistas de los que disponían. Estas pequeñas economías
abiertas también establecieron una lógica política y económica adecuada a sus
variantes específicas de ENBK (véase infra). En síntesis, cuando una economía
que estaba incluida en el fordismo atlántico no tenía una estructura y una lógica
predominantemente fordistas, necesitaba un modo de crecimiento que com­
plementase la lógica fordista dominante, si es que deseaba participar y no ser
excluida de la dinámica general de crecimiento de esta última. De esta forma, la
coevolución y el acoplamiento estructural de los regímenes de producción y de
los modos de regulación (incluyendo los ENBK) establecieron una coherencia
estructural dependiente de la trayectoria anterior de cada país —pero no deter­
minista—, que modeló las formas de las crisis y las perspectivas para su gestión.

3. LOS ENBK

La forma y funciones del tipo de Estado capitalista en el fordism o atlántico


pueden describirse de forma adecuada en térm inos de Estado nacional de
bienestar keynesiano. Cada uno de los cuatro térm inos de esta expresión
subraya las características distintivas de los ENBK, ignorando todas las propie­
dades y funciones genéricas que pueden com partir con otros tipos capitalistas
de Estado. En el capítulo i se expusieron algunas de estas propiedades genéri­
cas, así como las bases de este cuádruple esquem a para la evaluación de los ras­
gos distintivos relevantes. Podemos, por tanto, pasar ahora a presentar
directamente los tipos de ENBK en estas cuatro dim ensiones, antes de consi­
derar cómo distinguir sus posibles variantes (véase la tabla 2.1).

71
ROBERT JE S S O P

TABLA 2.1
EL ESTADO NACIONAL DE BIENESTAR KEYNESIANO

MEDIOS PRIMARIOS ESCALA PRÍMARIA CONJUNTO DE CONJUNTO DE POL(T!CAS


PARA COMPENSAR (SI EXISTE) POLÍTICAS SOCIALES ECONÓMICAS DISTINTIVAS
LOS FALLOS DE MERCADO ____ DISTINTIVAS _____ ___________________
El mercado y el Estado Primacía relativa de La contratación colectiva Pleno empleo, gestión de la
forman una "economía la escala nacional en la y la ayuda estatal demanda, creación de
mixta". Se espera que formulación de políticas generalizan las normas infraestructuras para sostener
el Estado compense los económicas y sociales, del consumo masivo. la producción y el consumo
fallos del mercado. con ejecución local Expansión de los derechos masivos.
y central. de bienestar.
Estado nacional de bienestar keynesiano

En prim er lugar, al promover las condiciones para la rentabilidad del


capital privado ayudando a crear las condiciones internas y externas para la
acumulación de capital, el ENBK era keynesiano en la medida en que tenía por
objeto asegurar el pleno empleo en lo que se trataba como una economía nacio­
nal relativamente cerrada, y lo hacía principalm ente a través de la gestión del
lado de la demanda. El ENBK intentó ajustar la demanda efectiva a las n ecesi­
dades en el lado de la oferta, dependientes de las economías de escala y de la
utilización plena de m edios de producción relativam ente in flex ib les.
Asim ism o, al reproducir la fuerza de trabajo como una m ercancía ficticia y al
contribuir a garantizar las condiciones para la reproducción social, el EN BK
estaba orientado al bienestar. Esto era así en la m edida en que trató de regular
la negociación colectiva dentro de lím ites compatibles con niveles de creci­
miento de pleno empleo. También al generalizar norm as de consumo masivo
que fuera más allá de los trabajadores varones que devengaban el salario fam i­
liar en sectores fordistas, de m anera que todos los ciudadanos nacionales y, en
su caso, quienes dependían de ellos, pudieran com partir los frutos del creci­
m iento económ ico (y con tribuir así a una dem anda in tern a efectiva).
Igualm ente, al pro m over form as de consum o colectivo favorables al modo
fordista de crecimiento. Todo esto se reflejaba en indicadores tales como las
crecientes tasas de las prestaciones por desempleo, enferm edad y pensiones,
durante la m ejor época del ENBK (Huber y Stephens 20 0 1: 207-8; M arglin y
Schor 19 9 0 ). El econom ista sueco Bertil Ohlin predijo esta característica
general del fordismo al sostener que el m odelo sueco nacionalizó el consumo,
no los medios de producción (1938: 5). De m anera más general, las políticas
económicas y sociales del ENBK estaban muy estrecham ente ligadas a una d e fi­
nición expansiva y a una progresiva institucionalización de los derechos eco­
nómicos y sociales vinculados directa o indirectam ente a la ciudadanía de un

72
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

Estado territorial nacional, con independencia de que dicha ciudadanía se


basase en el origen fam iliar, la asim ilación cultural, la naturalización, el exa­
m en político o en algún otro criterio (sobre los distintos tipos de Estado nacio­
nal, por oposición al Estado nación, véase infra y el capítulo 5).
El ENBK era nacional en la medida en que el Estado territorial nacional asu­
mía la responsabilidad primaria de desarrollar y guiar las políticas keynesianas
de bienestar en las diferentes escalas. Se refleja aquí la importancia más general de
las economías y de los Estados nacionales durante los "treinta años gloriosos”
de crecimiento de la posguerra, ya que lo nacional no sólo dominaba los circuitos del
fordism o atlántico, sino tam bién los denom inados regím enes m ercantilistas
o naciones comerciantes de Asia Oriental, y las estrategias de acumulación
mediante sustitución de importaciones de muchas economías latinoamericanas.
Los principales objetivos de los distintos regím enes internacionales de posgue­
rra ligados al fordismo atlántico eran rescatar los Estados nacionales europeos,
restaurar la estabilidad de las economías nacionales, crearlas condiciones para el
crecimiento económico local, promover la cooperación internacional para apo­
yar el funcionamiento fluido de las economías nacionales y, cuando fuese posi­
ble, asegurar y reforzar sus complementariedades en lugar de abolirías o
integrarlas en algún sistema superimperialista. Del mismo modo, los Estados
locales y regionales tendían a actuar principalmente como relés de las políticas
formuladas nacionalmente, modificándolas de acuerdo con las condiciones y el
equilibrio de fuerzas locales, pero sin iniciar políticas radicalmente diferentes.
En particular, las políticas económicas y sociales a escala urbana y regional eran
orquestadas de arriba hacia abajo por el Estado nacional y tenían por objeto p rin ­
cipal igualar las condiciones económicas y sociales dentro de cada una de estas
economías nacionales. Esta "naturalización” institucional y discursiva de la eco­
nomía y el Estado nacionales estaba ligada (dentro del fordismo atlántico) al cie­
rre relativo de las economías de posguerra, que estaban siendo reconstruidas con
base en la producción y el consumo masivos. Este periodo marca el estadio más
elevado de la forma Estado nacional en Europa como contenedor de poder eco­
nómico, político y social, con un máximo a finales de la década de los sesenta, tras
el éxito del Plan Marshall y el desarrollo de la Comunidad Europea entre 19 45-68
(Milward et álii 1993). Aunque no podían describirse como fordistas, en varias
economías de Asia Oriental se logró el mismo efecto con los discursos sobre
"seguridad nacional” , que vinculaban la seguridad interna y externa de la nación
con un estrecho control de la economía nacional.
Y, en cuarto lugar, el ENBK era estatista, en la medida en que las institu­
ciones del Estado (en los distintos niveles) eran el principal complemento a las
ROBERT JE S S O P

fuerzas del mercado en el régim en de acumulación fordista, y dado que tam ­


bién desempeñaba un papel dominante en las instituciones de la sociedad
civil. Así, fue la "econom ía m ixta” la que proporcionó el centro de gravedad
para la regulación económica, social y política. Guando los mercados no p ro ­
porcionaban los valores esperados de crecim iento económico, desarrollo
regional equilibrado dentro de las fronteras nacionales, pleno empleo, baja
inñación, bal ama comercial sostenible y distribución socialmente justa de la
riqueza y el ingreso, se invocaba al Estado para que compensase estos fallos y
generalizase la prosperidad entre todos sus ciudadanos,

VARIANTES DEL ENBK

Envista de que cada una de sus cuatro características distintivas puede lograrse de
distintas maneras, no se esperaría encontrar una forma pura de ENBK. Pero esto
no excluye que sea desde el modelo estilizado básico desde donde existan varian­
tes más o menos diferenciadas. De hecho, los economistas institucionalistas, los
especialistas en políticas sociales y los científicos sociales comparatistas han mos­
trado un gran celo taxonómico en sus esfuerzos por identificar tipos y subtipos
empíricamente verificables e históricamente significativos de capitalismo, de
Estado de bienestar y de régimen político en el periodo de posguerra. Algunas de las
investigaciones más extensas en este sentido han recaído sobre los regímenes de
bienestar. Aunque este concepto es menos inclusivo que el de ENBK, el esfuerzo
dedicado a crear estas tipologías ilustra algunos de los problemas generales que
presentan este tipo de empresas. Si bien algunos autores emplean sencillamente
el término genérico "modelo social europeo” para describir las características dis­
tintivas de los regímenes de bienestar en Europa (por ejemplo, Grahl y Teague
1 997 ; Palier y Sykes ?ooo), otros han invertido muchos esfuerzos teóricos y empí­
ricos en identificar diferentes regímenes de bienestar en Europa y en el resto del
mundo. La más influyente de las tipologías resultantes fue desarrollada por
Esping-Andersen (19 8 5,19 9 0 ), quien hizo derivar su clasificación inicial de cier­
tos criterios cuantitativos sencillos, relacionados con la desmercantilización de la
fuerza de trabajo en dieciocho países miembros de la OGDE en el periodo de pos­
guerra, y luego, sobre la base de sus resultados agregados, se limitó a dividir a estos
dieciocho países en tres grupos de seis. A continuación, estudió la historia econó­
mica, social y política de estos tres grupos y encontró que sus genealogías eran
lo suficientem ente distintas como para justificar la afirm ación de que existían
tres grupos diferentes de regím enes de bienestar, que coincidían con los que ya
habían sido previam ente identificados por él. Desde entonces, se ha agregado

74
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

un modelo del Sur de Europa, y se ha sugerido que el caso japonés es un híbrido


de regímenes de bienestar liberales y conservadores (sobre Japón, véase Esping-
Andersen 1997; para los cuatro tipos principales, véase el cuadro 3.1).

CUADRO 2.1

TIPOLOGÍA DE LAS CUATRO CATEGORÍAS DE REGÍMENES DE BIENESTAR DE ESPING-ANDERSEN

El tipo liberal tiene et grado más bajo de desmercantilizacion de {a Fuerza de trabajo. Se basa en tres pila­

res fundamentales: papel mínimo det Estado {incluyendo un papel residual en la prestación del bienestar

social), énfasis en la individualización y no en ta socialización de los riesgos relacionados con la partici­

pación en et mercado de trabajo, y preferencia por las soluciones de mercado para los problemas socia­

les y económicos. Estos tres pitares se reflejan en características más específicas: asistencia sólo tras la

comprobación de recursos, transferencias universales modestas o planes de seguridad social basados en

el mercado-, beneficios para personas de bajos ingresos, generalmente de clase trabajadora, dependien­

tes del Estado; normas para optar a la protección social estrictas y estigmatizadoras: y estímulos esta­

tales al desarrollo de mercados en su gestión de la reproducción social y económica.

El tipo conservador tiene un nivel intermedio de desmerca ntitización (por definición) y se dice que posee

tres rasgos principales; el papel clave atribuido a la familia y al corporativismo para compensar los fallos

de meneado, el compromiso de mantener una diferenciación de status y los riesgos compartidos dentro de

grupos ocupacionates o estratos sociales particulares, y no en forma universal entre todos los ciudada­

nos nacionales. El derecho a ta protección social privilegia a la familia tradicional, se atribuye a ta clase

y al status y no a la ciudadanía nacional, y tiene un impacto redistributivo (imitado porque en lugar de

reducir las desigualdades de clase y status existentes tas refleja- Los regímenes de bienestar conser­

vadores también asignan un papel clave al voluntariado.

El régimen de bienestar socíaldemócrata presenta el mayor grado de desmercantítizadón en (as varia­

bles elegidas por Esping-Andersen. Está más desarrollado en las economías nórdicas, aparece ligado a

un sólido movimiento social y se muestra muy comprometido con la redistribución social. Acepta que el

Estado desempeñe un amplio papel en Ut compensación de tos fallos de mercado, socializa una amplía

gama de riesgos y es generoso en la oferta de prestaciones universales y en ta redistribución. Así. ofre­

ce beneficios universales basándose en la noción de "sociedad de trabajo" {ArbeitsgeseUschaft. société

salaríale o sociedad asalariada). También está comprometido a otorgar beneficios elevados y crecientes

cort base en la premisa del pleno empleo y vinculados al crecimiento económico global; extiende las

medidas de desmercantflízación a la clase media, asegurándose de este modo su apoyo al Estado: y per­

mite a lodos los ciudadanos integrarse al mercado de trabajo.

Et régimen de bienestar fam iliar o det Sur de Europa es un Estado de bienestar residual. Confía en la

familia ampliada — sustentada por un varón— . para la reproducción económica y social frente a las con­

tingencias del mercado. Proporcionando, de este modo, una forma distinta de desmercantítizadón inter­

media.

75
ROBERT JE S S O P

La tipología de Esping-Andersen se basaba principalm ente en una sola de


las cuatro dim ensiones fundamentales de la definición de ENBK y, de hecho,
en un solo aspecto de esa dim ensión, a saber: el papel del Estado en la desm er-
cantilización del trabajo asalariado de los varones. Así, ni siquiera en lo refe­
rente al papel del Estado en la reproducción de la fuerza de trabajo como
m ercancía ficticia Esping-A ndersen toma en cuenta el papel igualmente
importante del Estado en relación con el trabajo asalariado y no asalariado de
la m ujer. Tampoco examina otras dim ensiones de la participación del Estado
en la reproducción social, como la educación, la salud o la vivienda, aunque en
su trabajo más reciente sí se ha extendido a estas áreas. En camJbio, sí atribuyó
un papel secundario a un aspecto relacionado con la cuarta dim ensión, a saber,
los m ecanismos de gobernanza empleados en la reproducción social de la fu er­
za de trabajo. En particular, además de a las fuerzas liberales del mercado, se
refirió a los sistem as de seguros corporatívistas, a la redistribución racional y
formal por parte del Estado y, en trabajos más recientes, al clientelísm o y la
familia. Por último, su tipología fue en principio desarrollada para investigar
cómo los equilibrios entre las fuerzas sociales nacionales particulares en las
etapas iniciales de los regím enes de bienestar conducían a tipos diferentes de
regím enes de bienestar, y cómo, posteriorm ente, seguían teniendo efectos
derivados de su trayectoria anterior en su ulterior desarrollo.
La mayor parte de las taxonomías posteriores basadas en el influyente e
innovador trabajo de Esping-Andersen com prenden entre cuatro y seis tipos
de regím enes de bienestar. Estos tipos son el liberal de mercado (algunas veces
subdividido en sus variantes de Atlántico Norte y de las antípodas), el socialde-
mócrata, el conservador-corporativista (o dem ócrata-cristiano), el m editerrá­
neo (o del Sur de Europa o de la m argen latina) y, para algunos pero no todos,
el régim en confucionista (o de A sia O riental)4. Esta tipología am pliada ha
sido utilizada para muchos fin e s distintos de aquellos para los que se desa­
rrolló originalm ente, pero sigue estando m arcada por la cuestión in icial que
se propuso investigar E spin g-A n dersen . Esto provoca que resulte m enos útil
para dem ostrar cómo los distintos regím enes de bienestar se han integrado
en modos de regulación económica más am plios o en "bloques históricos”
característicos (es decir, en conjuntos de relaciones económicas, políticas y
socioculturales implicadas recíprocam ente, acopladas estructuralmente, que
coevolucionan de m anera histórica, y cuya construcción depende de las acti­
vidades de los intelectuales orgánicos y de los proyectos colectivos, así como
de la coadaptación gradual y em ergente de instituciones y conductas).
También puede poseer una m enor utilidad para analizar las recientes políticas
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

de recorte (por oposición a la expansión) que han surgido en respuesta a las c ri­
sis de los regím enes de bienestar (Pierson 1995; pero véase también H u bery
Stephens 200 1).
Lo anterior parece indicar que cualquier nueva tipología no sólo debería
incluir los casos que quedaron fuera del original estudio de Esping-Andersen,
sino que debería reflejar también las críticas más incisivas a sus fundamentos
teóricos y em píricos e integrar las dem ás'dim ensiones de los ENBK5. También
debería prestarse especial atención a los modos de intervención económica,
previamente ignorados, y a los modos de gobernanza, tratados antes de m ane­
ra bastante superficial. Se lograría así un análisis más refinado de cómo se aco­
plan estmcturalmente —siem pre dependiendo de la trayectorias de cada p a ís -
ios modos de crecimiento económico, los modos de regulación y la naturaleza
de los regím enes de bienestar (véase la subseccíón siguiente). En térm inos de
formas de intervención económica y social, cabría distinguir entre: (1) regím e­
nes socioliberales de mercado; (2) regím enes socialdemócratas tripartitos; (3)
regím enes corporativistas-conservadores en los que el bienestar se organiza
parcialmente sobre la base del tipo de empleo o del status y que, por lo tanto,
tienden a conservar, en lugar de a debilitar, las desigualdades económicas y
sociales*, (4) regím enes dirigistas con Estados fuertes y una fuerza de trabajo
relativamente fragmentada; (5) Estados regulacionistas que protegen la fuerza
de trabajo respaldando la negociación colectiva obligatoria y la legislación
laboral, y no a través de un Estado de bienestar universal ampliado; y (6) modos
más clientelares de intervención social y económica. Se corresponderían, re s­
pectivamente, con los regím enes de bienestar fordista del Atlántico Norte,
nórdico, corporativista-conservador, francés, de las antípodas, y del Sur de
Europa. Para los casos que no caen dentro de los circuitos del fordismo atlán­
tico, como por ejemplo las sociedades de Asia Oriental o de Am érica Latina, se
necesitarían otros modelos.
Del mismo modo, en térm inos de gobernanza cabría distinguir entre: un
modelo de economía mixta liberal que privilegia las fuerzas del mercado, con
un papel compensatorio residual para el Estado; un modelo de economía nego­
ciada que se apoya en la concertacíón entre los actores sociales con el oportu­
no respaldo del Estado; un modelo estatista en el cual el Estado define y regula
las obligaciones de los trabajadores y de los patronos, así como las actividades
de las organizaciones del mercado sin ánimo de lucro y de las organizaciones
civiles benéficas-, y el modelo fam iliar, en el cual la fam ilia ampliada y las orga­
nizaciones paternalistas o "fam iliaristas” desem peñan papeles clave en la
redistribución. Estos diferentes tipos se corresponden con cuatro form as de

77
5
R O B E R T JE SO P

gobernarla división del trabajo en las form aciones capitalistas (véase el capí­
tulo 6). El liberalism o se corresponde con el principio del libre intercambio
entre propietarios de mercancías, sin que, en principio, quepa distinción algu­
na entre los propietarios de la fuerza de trabajo y los propietarios del resto de
los denominados factores de producción. El modelo de economía negociada se
relaciona con el concepto ricardíano de las relaciones de clase en el capitalis­
mo, que se centra en el regreso a los "factores de producción” dentro de una
cooperación potencialmente de suma positiva y que atiende a los aspectos de la
distribución, y no con la versión marxista centrada en unas relaciones de clase
intrínsecamente antagónicas y que considera la producción como un proceso
de valorización. Los modelos conservador-corporativistas, a su vez, se apoyan
en un enfoque funcionalista de la división del trabajo, que considéralas d istin­
tas funciones o papeles en térm inos estatalistas, corporativistasu organicistas,
asumiendo el Estado la responsabilidad general de organizar las condiciones
de autoorganización, y de asegurar la cohesión social general. El modelo fam i­
liar se relaciona con un enfoque subsídiarista de las responsabilidades sociales
colectivas dentro de una visión ternaria ("m ercado-Estado-sociedad civil”) de
las sociedades modernas.
La economía política de escala guarda menos relación con la tipología de
Esping-Andersen ya que, durante el lapso cubierto por su investigación, todos
sus casos estaban marcados por la prim acía de la escala nacional. Pero incluso
aquí, la dinámica de las políticas y las posibilidades de em prender reform as
radicales difieren de acuerdo con la form a y funcionam iento unitarios, federa­
les o subsidiaristas del Estado nacional. Adem ás, tam bién vale la pena in cor­
porar el tema de la escala para facilitar com paraciones con los periodos
anteriores y posteriores. Por una parte, el periodo anterior m erece atención
porque resulta especialmente relevante para los orígenes y el desarrollo de los
regímenes de bienestar. Las capacidades de los Estados locales y las form as de
las políticas nacionales afectaron de m anera significativa al equilibrio de las
fuerzas económicas y políticas durante el periodo formativo de los regím enes
de bienestar. Así, por ejemplo, los regím enes conservador-corporativistas y
los del Sur de Europa tienden a verse asociados con fuertes tendencias localis­
tas o regionalistas, mientras que los regím enes socialdemócratas más un iver­
salistas suelen relacionarse con gobiernos nacionales más centralizados. Por
otra parte, el periodo posterior tam bién resulta significativo porque la conti­
nua diversidad de los regím enes de bienestar contemporáneos a escala nacio­
nal se refleja en la prosecución de proyectos y estrategias diferentes para
promover la integración económica y construir una Europa social. De igual

78
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

forma, el TLCAN tam bién ha creado problem as para Canadá y México; aunque
más por la dominación económica de ciertos capitales norteam ericanos clave y
por el apabullante dominio ecológico, en forma general, de la economía de EE
UU, que por las actividades de un régim en político supranacional emergente.
En el capítulo 5 se examinan algunas cuestiones planteadas por las políticas
económicas y sociales de la UE.
Un análisis más concreto y complejo debería considerar variaciones
secundarias de lo que, desde la perspectiva teórica de la regulación y el Estado
que hemos adoptado, son las cuatro características clave de los ENBK. Dentro
de ellas cabría incluir su articulación interna, sus bases sociales, su m odula­
ción de género, su carácter "sexualizado” y "racializado” , su grado de simpatía
por la fam ilia, sus preferencias generacionales (por ejemplo, respecto a los
niños, a los adultos trabajadores o a los pensionistas6), o sus proyectos p olíti­
cos y sus proyectos hegemónicos característicos asociados7. Por poner un
ejemplo, existe en la actualidad una muy rica literatura respecto a las dim en­
siones de género —cuando no a la naturaleza inherentemente patriarcal de los
regím enes de b ien estar—, que ha revelado un im portante contraste entre
los tipos del varón sustentador de la familia y el asalariado individual. El primero
asume una división de género del trabajo, prioriza las oportunidades de
empleo y el status del hombre como varón sustentador, trata a la fam ilia como
unidad de transferencias de ingresos y prestaciones sociales, adopta la tributa­
ción conjunta de los cónyuges, y otorga distintos derechos a la m ujer y al m ari­
do. El segundo tiende a ser neutral en lo que respecta a la división de género
del trabajo o, incluso, promueve la igualdad de oportunidades; considera el
empleo como base de las prestaciones sociales en una "sociedad de trabajo” ;
otorga derechos uniform es dependientes de los antecedentes laborales, ciuda­
danía o residencia» en lugar de discrim inar basándose en el género o el estado
civil, e impone impuestos a las personas y no a los hogares (véanse, por ejem ­
plo, Bussem aker y van Kersbergen 19 94; Jenson 1997; Lewis 1992;; Sainsbuiy
1996; Süm 2000).
Resulta conveniente desarrollar distintas tipologías para distintos objeti­
vos. Muchas investigaciones empíricas han confirmado la importancia de los
tres regímenes básicos distinguidos originalmente por Esping-Andersen y el
mayor poder descriptivo y heurístico de otras tipologías más complejas (véase
especialmente Pitruzello 1999)- No obstante, aunque su tipología inicial fue
defendida a partir tanto de sus raíces históricas como de los rasgos contempo­
ráneos de los tres grupos, el propio Esping-Andersen ha señalado también
que:

79
ROBERT JE S S O P

el período decisivo en el que se instauraron los componentes básicos de


los regímenes de bienestar de posguerra, el momento en el que, por así decir,
se institucionalizó el capitalismo de bienestar, no fueron las décadas de
posguerra sino las de los años sesenta y setenta. Fue en estos periodos
cuando se dio una fuerte protección al trabajador y se reguló el mercado de
trabajo, cuando se reafirmó totalmente la ciudadanía social. Fue entonces
cuando cristalizaron las características fundamentales de los Estados de
bienestar. También fu e en estos años cuando se afirmaron las diferencias
esenciales entre los Estados de bienestar nórdico, socialdemócrata, euro­
peo continental y anglosajón liberal [1999: 4].

También fue éste, por supuesto, el período durante el cual se consolidaron


los regím enes de acumulación y los modos más generales de regulación con los
que se relacionan estos regím enes de bienestar. Y esto ocurrió, a su vez, en el
contexto de una división del trabajo en desarrollo en el fordism o atlántico y
dentro de la economía internacional en sentido amplio. Esta división del tra­
bajo también se relaciona estrechamente con distintos patrones de ventajas
competitivas dinámicas (Porter 1990). Y estos últimos tam bién con las formas
en las que los distintos modos de crecim iento se integran en conjuntos más
am plios de relaciones sociales (véanse A sh ton y Green 1996; Grouch 1998; Hall
y Soskice 2 0 0 1b ; H ollingsworthy Boyer 1997a; H ubery Stephens 20 0 1; Streeck
1993-, Streecky Grouch 1997). Esping-A ndersen parece concluir de sus obser­
vaciones que durante este periodo se consolidaron cuatro regímenes de bienestar
diferenciados y dependientes de su trayectoria anterior. Una conclusión alter­
nativa sería que durante este periodo diferentes regím enes de bienestar
dependientes de su trayectoria anterior continuaron coevolucionando con sus
respectivos modos de crecim iento, pero que tam bién se m odificaron en re s­
puesta a otros cambios acaecidos en las form aciones sociales en las que queda­
ron integrados.
Merece la pena recordar aquí un comentario de Scharpf y Schmidt en su
breve reseña de la triple tipología original de los regím enes de bienestar de
Esping-Andersen:
A pesar de estas diferencias estructuralesfundamentales, los tres mode­
lospodrían considerarse soluciones funcíonalmente equivalentes a los proble­
mas de seguridad en los ingresos en elfinal de la edad dorada. En condiciones
de garantía del pleno empleo, los complementos privados a las prestaciones
fijas podían resultar tan satisfactorios como las prestaciones públicas que
dependían de los ingresos. A medida que los segmentados sistemas de seguros

80
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

por contingencias ampliaron su cobertura, podían aproximarse al universa­


lismo de los sistemas anglosajón y escandinavo, y dentro de los límites de las
economías nacionales, la tributación general y las contribuciones a la seguri­
dad social basadas en el salario no diferían en su viabilidad económica. No
obstante, al aparecer nuevos retos internacionales, se perdió esta equivalencia
funcional. A medida que aumentó el desempleo, los Estados de bienestar
anglosajones perdieron su capacidad de asegurar el mantenimiento del nivel
de ingresos, mientras que los Estados de bienestar continentales y escandina­
vos tenían que soportar las cargas fiscales de sus promesas institucionaliza­
das. Finalmente, con la integración de los mercados de bienes y de capitales,
también aumentó la importancia de las diferencias entre los Estados de
bienestarfinanciados con impuestos y losfinanciados mediante contribuciones
feooob-. 9].

Esta importante observación apoya mi propia argumentación de que exis­


tió una amplia congruencia estructural entre las diferentes form as de regím e­
nes de bienestar durante los "treinta años dorados" de crecimiento económico
de posguerra. A sí, pese al interés intrínseco y la significación metodológica de
los intentos de refínar, reclasíficar, ampliar, distinguir y criticar las taxonomías
disponibles para una investigación concreta y compleja, una preocupación
exagerada por las distintas formas de regím enes de bienestar podría dificultar
el reconocimiento de su congruencia básica en niveles más abstractos y sim ­
ples de análisis. Sin duda, no pretendo decir que haya que rechazar dichos
intentos taxonómicos ni sus resultados em píricos. Lo único que desearía
subrayar es que, dado el relativo dominio ecológico de la dinámica de creci­
miento del fordism o atlántico y su impacto en el acoplamiento estructural y en
la coevolución de la economía de mercado y de los Estados capitalistas durante
este periodo, existían diferentes sendas dependientes de la trayectoria anterior
para llegar aproximadamente al m ism o resultado funcional. Bonoli, George y
Taylor-Gooby señalan algo sim ilar para el periodo de recorte del Estado de
bienestar en Europa, cuando proponen que "lo s Estados de bienestar euro­
peos, confrontados con retos sim ilares, desarrollan soluciones distintas que
dependen de las instituciones de bienestar social y de las configuraciones p olí­
ticas de cada país, para lograr resultados sim ilares” (3000: 46). A la inversa,
cuando la atención se concentra en aspectos mucho más concretos y com ple­
jos, como los típicamente estudiados por los entusiastas de la investigación
comparativa del bienestar, las especificidades dependientes de la trayectoria
anterior de los regím enes de bienestar nacionales adquieren un papel clave
ROBERT JE S S O P

como variables independientes o dependientes según los concretos problemas que


se pretenda estudiar. Me referiré a esas especificidades en capítulos posteriores.

MUNDOS DE BIENESTAR Y CAPITALISMO DE BIENESTAR

Además de su papel en la organización de las transferencias sociales, los regí­


menes de bienestar estructuran el sector productivo de la economía capitalista
en diferentes formas (Goodin et álii 1999: 5; véanse también Ebbinghaus y
Manow 30 0 1b , Hall y Soskice 20 0 1b ). Adoptando la tipología de Esping-
Andersen, señalan Goodin y sus coautores que el régim en de bienestar liberal
se basa en una política liberal, una economía capitalista y unas políticas socia­
les residuales-, el socialdem ócrata en una política de clase, una economía
socialista y unas políticas sociales de redistribución; y el régim en conservador
en una política de grupos, una economía comunitarista y unas políticas socia­
les mutualistas (1999: 4,0-54). Mi propio enfoque subraya que los regímenes
de bienestar aparecen estructuralmente acoplados con modos de crecimiento
económico (incluyendo su inserción en la división internacional del trabajo) y
con modos de regulación más amplios. En este sentido, pueden distinguirse
cuatro patrones en Europa y Am érica del Norte:

• Los regím enes de bienestar liberales aparecen asociados con regím e­


nes capitalistas de base financiera regulados por el mercado, en los que
tiende a dominar el capital-dinero.
• Los regím enes de bienestar socialdemócratas aparecen asociados con
pequeñas economías abiertas con poderosas ramas fordistas orientadas
a la exportación o con sectores exportadores flexibles y especializados
en ciertos nichos del mercado, de alta cualifícación, alta productividad
y altos salarios.
• Los regím enes de bienestar corporativistas más conservadores se rela­
cionan con economías de mayor tamaño, abiertas o cerradas, con una
estrecha coordinación entre industria y finanzas, así como entre gran­
des complejos industriales y pequeñas y medianas em presas, con el
énfasis en la producción artesanal y en la organización gremial, así
como con una gran burguesía tradicional y una nueva pequeña burgue­
sía, y en las que tiende a predom inar el concepto productivo de capital.
• El modelo de bienestar del Sur de Europa, que se asocia con economías
fordistas periféricas de desarrollo tardío, con grandes sectores agra­
rios, estructuras sociales tradicionales y capitalismo fam iliar.

83
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Naturalmente, estas correlaciones tienen que explicarse y no, sim ple­


mente, proponerse. Por suerte, existe un volum en creciente de análisis insti-
tucionalistas que se ocupa de ello (por ejem plo, Ebbinghaus y Manow 5001b,
Hall y Soskice 2 0 0 1b , H ubery Stephens 20 0 1). En este sentido, en un enfoque
regulacionista se examinarían, al menos, tres variables. Primera, ¿cómo se
conectan los diferentes patrones de las relaciones "finanzas-industria” con el
concepto de proceso económico que poseen la o las fracciones dirigentes del
capital en térm inos relativamente dominantes de "capital-dinero” o de "capi­
tal productivo” ? El concepto de capital-dinero es más liberal (y, con frecuen­
cia, intemacionalista) en su preocupación por la circulación y el intercambio
formalmente libres; el concepto de capital productivo se armoniza m ejor con la
interdependencia (o socialización) sustantiva de las fuerzas productivas y es
más intervencionista (y, quizá, proteccionista) en su preocupación por asegu­
rar las condiciones sustantivas para la producción de plusvalía (Overbeek
1990.- 25-9 , van der Pijl 1984: 8-34). Esto posee im plicaciones no sólo para la
política económica —incluyendo los modos de intervención, la capacidad del
Estado para la planificación o la dirección de la economía, los niveles e in ci­
dencia de los impuestos y las políticas de educación y capacitación—, sino tam ­
bién para el peso relativo del mercado y el Estado en la política social (véanse
Boyer 1997; Hall y Soskice 200 1b ; Huber et álii 1999; Huber y Stephens 2001;
Polanyi 1944; Soskice 1999).
Un segundo factor de importancia tiene que ver con tres rasgos: la pauta
temporal de surgimiento de mercados laborales formalmente libres en rela­
ción con el inicio y desarrollo de la industrialización; con el momento en que
se interrumpe la supervisión del trabajo urbano por parte de los gremios; y con
la abolición de las prestaciones laborales feudales (Biernackí 1995; Crouch
1993) pues, como ha demostrado Bíernacki, esto afecta a las concepciones cul­
turales predominantes acerca de la fuerza de trabajo, especialmente en lo que
se refiere a si es considerada principalm ente como un factor de producción
sustituible o como un conjunto de capacidades creativas diferenciadas, que
conlleva derechos y obligaciones. Estas percepciones culturales afectan no
solamente a la organización de la producción, a las instituciones del mercado
de trabajo, a las relaciones industriales y a la mayor o menor propensión a la
cooperación corporativista, sino también a las demandas políticas y económ i­
cas más generales de los movimientos laborales (Biernacki 19 9 5)8- Este aco­
plamiento entre regím enes de bienestar y organización del mercado de trabajo
también ha sido estudiado por V isser (2000) en lo que se refiere a las políticas
de desempleo, mientras que el acoplamiento entre los regím enes de bienestar

83
RO BERT JE S S O P

y los regímenes de producción ha sido investigado por Estevez-Abe et álii


(20 0 1), Huber et álii (1999), Huber y Stephens (2001) yT h elen (2001).
En tercer lugar, deberíamos exam inar en qué form a los diferentes modos
de competición o cooperación interem presarial condujeron al dominio relati­
vo del intercambio en el mercado form al o a los distintos tipos de redes que
buscan garantizar las condiciones de valorización, innovación, etc.9. Estos
conjuntos de factores actúan inicialm ente en el nivel de las ram as o sectores
(por ejemplo, la organización del proceso de trabajo, la estructura de los m er­
cados laborales, los regím enes de form ación o el desarrollo distintivo del
paternalismo y del bienestar ocupacional); pero, dependiendo del dom inio
estructural relativo y de las capacidades hegem ónicas de cada sector económ i­
co y fracciones de capital específicos, sus efectos concretos pueden llegar a ser
más generales (o incluso universales) dentro de cada form ación regional o
nacional. Este dominio aparece típicam ente mediado por la selectividad estra­
tégica de las formas estatales, que determ ina que resulte más o menos fácil
prom over el bienestar universal, y por los cam biantes equilibrios entre las
fuerzas políticas. El peso de los diferentes factores tam bién varía en las distin ­
tas fases del capitalismo. Así, por considerar uno de los ejem plos m ás típicos,
el concepto de capital-dinero tuvo una escasa significación durante el periodo
del fordism o atlántico si lo comparamos con la fase actual de la globalización
neoliberal (Duménil y Lévy 300 1a, b-, van Apeldoorn 1998; van der P ijl 1984).
Una explicación en términos de selectividad estratégica estatal y de su papel
en la mediación de las luchas políticas (papel determinado por la forma) debería
concentrarse en los factores institucionales y estratégicos básicos del Estado,
señalados en el capítulo 1 (pp. 43-49). Entre ellos se incluyen los modos de repre­
sentación, la articulación de los aparatos estatales entre las diferentes ramas,
dominios funcionales, escalas territoriales y modos de intervención; y, para el sis­
tema político en general, la forma en que los sistemas de partidos y los patrones de
las relaciones industriales se han visto configurados por los factores tanto extraeco­
nómicos como económicos (véanse, por ejemplo, Crouch 1993; Martin 1995;
Rokkan 1999). La selectividad estratégica del sistema estatal en las diferentes
escalas, especialmente en el nivel nacional, genera un patrón más o menos siste­
mático de limitaciones y oportunidades para las estrategias empresariales (del
mismo modo que lo hace para otro tipo de estrategias de otras clases de actores).
Esto afecta no sólo a su situación inmediata en el mercado y a sus expectativas en
lo relativo a las oportunidades de beneficio (o riesgo de pérdidas), sino también a
su capacidad para responder a estas oportunidades y amenazas tanto económica
como políticamente. Más aún, a través de los mecanismos del acoplamiento
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

estructural y de. la coevolución, también establece el grado de correspondencia o


separación entre aspectos mucho más generales de los regímenes de producción y
bienestar en las diferentes economías (algunos análisis recientes de estas confi­
guraciones y de sus implicaciones para la complementariedad institucional, en las
contribuciones a Hall y Soskice 2001b; sobre el vínculo entre las tradiciones esta­
tales, el sindicalismo y las relaciones industriales, véase Crouch 1993).
Estas variantes revisten la mayor im portancia a la hora de tratar las d ife ­
rentes crisis en, y del ENBK, y sus im plicaciones para su transición hacia nuevas
formas de intervención económica y social. Esto es así pues, del mismo modo
que no existe el ENBK puro, tampoco existe una crisis pura del ENBK, sino c ri­
sis concretas dependientes de la trayectoria anterior y variables en cada
nación, a menudo con m anifestaciones regionales específicas. En algunos
casos aparece una mayor continuidad, asociada a la percepción dominante de
que existía una crisis en el Estado de bienestar para la que podía bastar una
serie de ajustes graduales (por ejemplo, Dinamarca, Suecia, Alemania). Otros
casos apuntaban a una mayor discontinuidad -—aunque suela admitirse que más
marcada en los cambios en las políticas propuestas que en los verdaderos
resultados de las mism as— asociada a una construcción discursiva de la crisis
del Estado del bienestar (por ejemplo, Nueva Zelanda, Gran Bretaña). Es en
estos últimos casos en los que se produjeron los m ayores cambios institucio­
nales (por lo común, asociados al cambio hacia un régim en neoliberal) y en los
que se dio la más radical polarización de los ingresos como consecuencia de los
ajustes.

3 . RASGO S DISTINTIVO S D EL E N B K COMO ESTADO NACIONAL

Tras haber considerado los rasgos generales del fordism o atlántico y del ENBK,
y las posibles taxonomías de los regím enes de bienestar, señalaré ahora los
rasgos distintivos del ENBK como Estado nacional. Podemos resum irlos del
siguiente modo:

1. Entre las diferentes escalas espaciales de la organización política fo r­


mal, el nivel del Estado soberano era considerado como prim ario. Los
niveles locales y regionales del Estado actuaban fundamentalmente
como correas de transm isión de las políticas económicas y sociales
nacionales. Entre las instituciones supranacionales clave aparecían
diferentes agencias internacionales e intergubernam entales —por lo

85
ROBERT JE S S O P

común, organizadas bajo la hegem onía de los EE UU— diseñadas para


favorecer la cooperación entre los Estados nacionales y contribuir así a
garantizarla regeneración económica y política en la Europa de posgue­
rra, al igual que el crecimiento económico en Norteamérica. Entre las
preocupaciones fundamentales del Estado nacional se encuentran la
población, la reproducción, la ciudadanía, la m igración y la defensa
territorial. Cada una de las cuales posee aspectos de género, étnicos y
"raciales” . De este modo, al reproducir la prim acía del sistem a de
Estados nacionales e internacional, el ENBK tam bién reproduce indi-
rectamente form as de dom inación patriarcal, étnica y "racial” .
2. Las estrategias económicas y la regulación económica estatales se b asa­
ban en la existencia de economías nacionales relativamente cerradas.
El complejo y multiescalar campo de relaciones económicas era tratado
como si apareciese dividido en una serie de economías nacionales rela­
tivamente cerradas. La propia regulación económica por parte del
ENBK contribuyó también a la constitución m aterial y discursiva de las
economías nacionales como objetos de regulación. La economía in ter­
nacional era contemplada principalm ente en térm inos de flujos fin an ­
cieros y de comercio entre economías nacionales separadas. Solía
considerarse que el objeto de la gestión económica nacional e interna­
cional era la economía del mercado form al que operaba sobre la base de
la lógica capitalista del "hom bre económ ico” ; o, como mucho, en el
contexto nacional, como la "econom ía mixta” formada por la articula­
ción del mercado y el Estado (véase supra). Apenas existía la noción, ni
mucho menos una política consciente, de superación de los rasgos
capitalistas y/o patriarcalistas de este objeto de gestión económica.
3 . Entre las diferentes escalas espaciales de la organización económica, se
concedía prioridad para la acción estatal a la economía nacional, d efi­
nida y valorada en térm inos de agregados nacionales, y gestionada fun ­
damentalmente en térm inos de las variaciones fijadas como objetivos
para dichos agregados (Bam es y Ledubur 19 9 1, 1998; Biyan 1995;
Radice 1984). Las economías locales o regionales eran tratadas como
subunidades de la economía nacional, y las diferencias interregionales
eran consideradas relativamente poco importantes.
4. Se entendía que el objeto prim ario de las políticas de bienestar y de
reproducción social era la población residente nacional y los hogares y
ciudadanos individuales de los que se compone. Muchas de estas p o lí­
ticas daban por hecho el predominio de las familias estables biparentales

86
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

en las que el hombre recibía el "salario fam iliar” y podía esperar estar
empleado durante toda la vida, aunque no necesariamente tener un
mismo trabajo para toda la vida. La principal excepción eran los regí­
menes de bienestar para el "asalariado individual” . Es más, el Estado de
bienestar keynesiano no sólo asumía la estabilidad de la forma patriar­
cal de familia, sino que tam bién marginaba otras form as de hogares,
fam ilias y sexualidades alternativas (Carabine 1996).
5. Las unidades prim arias de la base social de los Estados eran los sujetos
políticos individuales; como ciudadanos del Estado nacional, estaban
dotados de diferentes derechos civiles, políticos y sociales, y se organi­
zaban como miembros de corporaciones económicas (sindicatos y aso­
ciaciones em presariales) y/o como simpatizantes de partidos políticos
responsables. Existían diferentes tipos de ciudadanía compatibles con
este modelo básico (Boris 1995? Fraser 1987, 1997; Jenson 1986, 1997;
Williams 1995), aunque la mayoría poseían una forma patriarcal y, con
frecuencia, existían lim itaciones tanto informales como formales al
acceso a los derechos de ciudadanía (véase la sección 4 infra sobre el
arreglo espaciotemporal del fordism o atlántico).
6. El eje de las luchas por la hegem onía política nacional era el "nacional-
popular". Se plasmaba en la expansión y protección de los derechos
ciudadanos en el seno de un proceso político preocupado principal­
mente por la redistribución económ ica y social, dentro de una econo­
mía cuyos rasgos capitalistas esenciales se daban por supuestos.

En resumen, existía un vínculo estrecho y mutuamente reforzado entre la


forma de Estado nacional y el bienestar keynesiano. De hecho, es probable que
el ENBK llevara a su máxima expresión las posibilidades organizativas y de
socialización del Estado nacional en economías grandes. Surgió en un m om en­
to en el que los im perios plurínacionales form ales estaban siendo desmantela­
dos bajo la presión de los EE UU y de los m ovimientos de liberación, y antes de
que se realizaran intentos serios de consolidar bloques supranacíonales entre
las economías capitalistas avanzadas. La prim acía de la escala nacional no se
produjo por una suerte de desenvolvimiento teleológico de su potencial, sino
por las específicas condiciones económicas y políticas asociadas con la organi­
zación del fordismo atlántico bajo la hegemonía de los EE UU. De este modo,
por argumentar contrafáóticamente, si la Alem ania nazi hubiera logrado ase­
gurar mediante el im perialismo económico y m ilitar las condiciones de su p ro­
yecto de "Nuevo O rden” , se habría establecido en Europa un modo de

87
ROBERT JE S S O P

regulación económica mucho más intensamente plurinacional y mucho más


polarizado. .Ahora bien, dado que los Aliados derrotaron a las potencias del Eje,
se crearon las condiciones esenciales para la generalización del New Deal esta­
dounidense en Europa. Esto ocurrió “ de form a aparentemente paradójica—
mediante la reafirm ación del principio organizativo del Estado nacional. Fue a
través de este último que la economía nacional se vio regulada como un espacio
económico "im aginado” separado, y que se realizaron esfuerzos para asegurar
una expansión complementaría de la producción y el consumo nacionales,
como base de una "política de prosperidad” que superara el extrem ism o de
derecha y de izquierda (Hall 1989; M aier 1978; Milward et álii 1993-, Siegel
1988; van der Pijl 1984).

4. E L E N B K Y E L ARREGLO ESPACIO TEM PO BAL D EL FO RDISM O


ATLÁNTICO

Ninguna estrategia de acumulación en ninguna escala puede resultar total­


mente coherente o completamente institucionalizada. Ya he señalado las tres
razones básicas, e inherentes a la propia naturaleza del capitalism o (véanse
pp. 31-35)- Aquí querría destacar cuatro consecuencias de los intentos de re ­
gular la acumulación mediante estrategias de acumulación organizadas en to r­
no a un arreglo espacíotemporal concreto. En prim er lugar, dada la naturaleza
incom pleta, contradictoria y dilem ática de la relación de capital, las co n cre­
tas condiciones necesarias para la acumulación tienden a m ostrarse opacas,
indeterm inadas y sujetas a. variación. Esto explica, en parte, la naturaleza de
ensayo - error de los intentos de regular y gobernar la acumulación dentro de un
horizonte espacíotemporal dado. En segundo lugar, dada la ausencia hasta el
momento (y la inherente im probabilidad) de un arreglo espacíotemporal fija ­
do en el nivel del mercado mundial, existirán siem pre factores y procesos
necesarios para el éxito del régim en de acumulación prevalente, que quedarán
fuera del alcance de sus respectivos modos de regulación. Es ésta la otra cara de
la capacidad de los arreglos espaciotem porales de desplazar o d iferir las con­
tradicciones y tendencias de crisis. En tercer lugar, la consolidación de un
arreglo espacíotemporal exige lograr apoyos dentro y entre muchos campos
conflictivos y disputados por parte de las correspondientes estrategias de acu­
mulación, sus proyectos estatales asociados y, en su caso, las visiones hege­
mónicas. Con todo, una vez que alguna estrategia llega a ser dominante o
hegemónica y queda institucionalizada dentro de un determinado arreglo
EL FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

espaciotemporal contribuye a consolidar un régim en de acumulación en su


correspondiente espacio económico. Y, en cuarto lugar, dado que las contra­
dicciones y dilemas subyacentes siguen existiendo, todos estos regímenes
resultan parciales, provisionales e inestables. El circuito del capital sigue
pudiendo quebrarse en muchos puntos dentro y más allá del arreglo espacio -
temporal. En ese momento, las crisis provocarán la reestructuración mediante
el funcionamiento normal de las fuerzas del mercado y a través de intentos más
deliberados de restaurar las condiciones para la acumulación. Si dichos inten­
tos resultan compatibles con el régimen de acumulación prevalente, se renova­
rá el crecimiento dentro de sus parámetros. Si no, se generará una crisis del —y
no sólo en el— régim en de acumulación, provocando la búsqueda de nuevas
estrategias, nuevos compromisos institucionalizados y nuevos arreglos espa-
ciotemporales (para esta distinción, véanse Boyer 19 9 0 ; Lipietz 1988).
El que la búsqueda de soluciones a la crisis económica logre restaurar el
régim en de acumulación prevalente y su modo de articulación, no depende sólo
de los rasgos objetivos de la crisis ni de si es en principio objetivamente viable
resolverla dentro de este marco. Depende también de las capacidades institu­
cionales, organizativas y de aprendizaje de las fuerzas sociales que tratan de
resolver la crisis, y del resultado de la lucha por definir la naturaleza de la
misma, por explicar sus diferentes causas objetivas, por fijar la responsabilidad
de su surgimiento y por identificar las soluciones más adecuadas. De este modo,
aunque hubo crisis económicas objetivamente sim ilares que afectaron a las eco -
nomías del fordismo atlántico durante los años setenta y ochenta, no todas se
resolvieron del mismo modo. En algunos casos, se les hizo frente, esencialm en­
te, como crisis en el fordismo atlántico, m ientras que en otros fueron conside­
radas crisis del fordism o atlántico. Es en este contexto en el que los análisis más
concreto-complejos de la articulación entre regím enes de acumulación y modos
de regulación (o regímenes de producción y de bienestar) y las capacidades más
generales del Estado deben hacer su aparición. Estudios aún más detallados
deberán abordar los cambiantes equilibrios de fuerzas movilizadas en torno a
las diferentes interpretaciones y posibles soluciones de la crisis. Podemos
comenzar a ejem plificar las razones de las anteriores afirmaciones a partir de la
coherencia estructural de la acumulación y de la regulación en el fordismo atlán­
tico, y de los factores que condujeron a su ruptura.
Sin embargo, antes de abordar directamente este tema, conviene pregun­
tarse cómo deberíam os juzgar la afirm ación de que el ENBK es el tipo ideal de
"Estado fordista” (y que, por tanto, posee rasgos específicamente fordistas que
se corresponden y coevolucionan con el fordism o), en lugar de ser la expresión
RO BERT JE S S O P

de una entre otras formas posibles del Estado moderno en una sociedad de
masas fordista. Podemos abordar esta pregunta de cuatro modos, que se
corresponden con los diversos referentes del fordismo. Este ha sido conside­
rado en térm inos de: (i) la naturaleza del proceso laboral dentro del propio
sector estatal (por ejemplo, Hoggett 1987); (2) el papel económico directo del sector
estatal en el régim en de acumulación fordista (por ejemplo, Overbeek 1990:
114,-19 ); (3 ) el papel más amplío del Estado en el modo social de regulación
económica asociado a dicho régim en (por ejemplo, Moulaert et álii 1988;
Painter 19 9 1); o (4,) su papel para garantizar la integración institucional y la
cohesión social de una form ación social dentro de la cual el fordism o en una o
varias de sus formas resulta dominante (H irsch y Roth 1986). Los tres últimos
criterios también tienen importantes repercusiones, como verem os, para el
arreglo espaciotemporal del fordism o atlántico.
Aunque podría resultar interesante investigar en qué medida el proceso
laboral es de carácter fordista (o cuasifordista) dentro del Estado, esto condu­
ciría, en ausencia de otros criterios, a reducir al Estado a uno más entre los
diferentes espacios de actividad económica. De este modo se perdería lo que lo
distingue como Estado. Si nos concentramos en el papel económico directo del
Estado o del sector público, tam bién podríam os pasar por alto los rasgos d is­
tintivos del Estado como un todo. Por el contrario, si nos fijam os en el papel del
Estado en la garantía de la socialización fordista, puede que nos resulte difícil
distinguir un Estado fordista propiamente dicho de un Estado que mantenga la
cohesión social en una sociedad que resulte ser fordista. Esto parece indicar
que el enfoque más prom etedor acerca de la naturaleza "fordista” del ENBK es
la específica contribución de su form a y funciones como Estado a la garantía de
un régim en de acumulación y de un modo de regulación característicamente
fordistas. Esto no debería interpretarse en el sentido de que el EN BK surgió
para realizar dichas funciones, n i entenderse que el régim en de acumulación
fue previo al desarrollo de su modo de regulación. Por el contrario, constituye
una invitación a explorar el acoplamiento estructural y la coevolución del régi­
men de acumulación y de su modo de regulación, y la medida en que fueron
capaces de lograr un grado de coherencia estructurada (o integración estructu­
ral) que contribuyó a asegurar la improbable reproducción de la acumulación
de capital durante un periodo significativo de tiempo (sobre el rechazo del fu n ­
cionalismo en el enfoque reguladonista, véanse Lipietz 1988; Jessop 1990a, b).
Enfocado en estos térm inos, la contribución característica del EN BK a la
regulación del fordism o atlántico fue su capacidad de gestionar, desplazar o
diferir, al menos durante un tiem po , las contradicciones en las diferentes

90
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

formas de la relación del capital y los dilem as estratégicos tal como se expresa­
ron en los regím enes de acumulación fordistas. Éstos disfrutaron de una matriz
espacíotemporal basada en la congruencia entre la economía nacional, el
Estado nacional, la ciudadanía nacional que incluía derechos sociales además
de los civiles y políticos, y la sociedad nacional; y de unas instituciones relati­
vamente bien adaptadas a la combinación de las tareas relativas al asegura­
miento del pleno empleo y el crecimiento económico, así como a la gestión de
los ciclos electorales nacionales. Este arreglo espacíotemporal, en ocasiones
denominado liberalism o incrustado (Ruggíe 19 8?), perm itió una resolución
concreta pero todavía parcial y provisional de las contradicciones de la acumu­
lación de capital tal como se expresaron en el fordism o atlántico. Las principa­
les form as estructurales (con sus contradicciones y dilemas correspondientes)
alrededor de las cuales se organizó esta solución concreta en y mediante el
ENBK fueron las form as salario y la form a dinero. A continuación, trataré de
justificar esta afirm ación elaborando el modelo estilizado presentado en la
sección 3 supra.
En prim er lugar, el aspecto más importante de la form a salario en el fo r­
dismo atlántico por lo que se refiere al ENBK fue su papel como fuente de
dem anda in tern a más que como coste de producción in tern acio n al10.
Consiguientemente, el Estado concentró sus esfuerzos en garantizar niveles de
demanda de pleno empleo dentro de la economía nacional, y organizó sus
intervenciones y políticas en las demás áreas para contribuir, en la medida de
lo posible, a este objetivo. De hecho, aunque el logro del pleno empleo duran­
te este periodo se atribuye con frecuencia al éxito del ajuste fino keynesiano1 1 ,
en realidad este resultado dependía en mayor medida de la dinámica básica de
la expansión fordista, que el ENBK contribuyó a garantizar mediante su p ro ­
moción de la producción y consumo de masas. El papel de los salarios como
coste de producción internacional tenía una importancia secundaria para el
ENBK. De hecho, el Estado estaba dispuesto a vivir económica y políticamente
con una pequeña inflación y a realizar pequeñas devaluaciones si lo considera­
ba necesario para proteger los niveles de demanda de pleno empleo, que servían
a los intereses del capital industrial así como a la fuerza de trabajo fordistas
(véanse también los argumentos sobre el dinero y la inflación infra). Esto no
quiere decir que los costes salariales carecieran de interés para el Estado. Ya
que, además de su interés global en el crecimiento económico continuado, el
Estado era también un gran comprador de bienes y servicios del sector priva­
do, y-un empleador cada vez más importante. Ahora bien, los salarios solían ser
contemplados con benigna displicencia por parte del Estado, siempre que se

91
ROBERT JE S S O P

increm entaran al mismo ritmo que la productividad y los precios, contribu­


yendo de este modo al círculo virtuoso de la acumulación fordista. Esto resultó
relativamente fácil de conseguir mediante la actuación de las fuerzas del m er­
cado durante la fase de expansión del fordism o atlántico en los años cincuenta
y a comienzos de los sesenta, como consecuencia del permanente crecimiento
de las empresas y sectores fordistas con sus economías de escala, junto a la
negociación colectiva indexada a la productividad y los precios. Las presiones
del mercado laboral se vieron igualmente aliviadas durante ese periodo por
procesos tales como la transferencia de trabajadores desde la agricultura de
baja productividad, la m ovilización de las m ujeres dentro de la fuerza de traba­
jo y, más tarde, mediante el reclutamiento de trabajadores inm igrantes.
Podemos poner estos argumentos en relación con el papel más general del
ENBK a la hora de garantizar las condiciones para la acumulación fordista. En
prim er lugar, dado el papel clave de las economías de escala en el proceso labo­
ral fordista y la naturaleza depen dien te de la oferta de la producción ("por si
acaso” ), el Estado desem peñó un im portante papel a la hora de com pensar
la escasa flexibilidad microeconómica en la producción fordista, al minimizar la
necesidad de que la industria realizara grandes ajustes en su producción. Más
específicam ente, al gestionar la relación salarial y las políticas del mercado
laboral, y al guiarla demanda agregada, contribuyó a equilibrar el balance entre
oferta y demanda sin las características fluctuaciones cíclicas de los mercados
competitivos. Es más, al mantener la prom esa de suavizar las fluctuaciones
económicas y de asegurar un crecimiento estable y previsible, también p erm i­
tió a las em presas fordistas garantizarse un ingreso creciente para subir de
escala, del m ismo modo que estimuló su inversión. Dado el carácter dom inan­
te de las em presas fordistas en la dinám ica de crecimiento fordista, tam bién
facilitó oportunidades de beneficio a otras em presas cuyas actividades com ple­
mentaban a las de los sectores líderes. A sí pues, en este y otros aspectos, una
estrategia relativamente consistente de acumulación contribuyó a seleccionar,
consolidar e im partir una dinámica fordista al conjunto de la economía n acio­
nal, mediante las lógicas entrelazadas de la competencia de mercadb y la com-
plementariedad económica. En segundo lugar, dado el círculo potencialmente
virtuoso de expansión basado en el alza de la productividad, el alza de los sala­
rios, el alza de la demanda, el alza de los beneficios y el alza de las inversiones,
el Estado adquirió un papel clave en la integración de las industrias de bienes
de capital y de consumo y en la gestión de la relación salarial orientadas a tal
fin. Sus actividades incluirían aquí la prom oción de las condiciones de in fraes­
tructura generales para una difusión nacional del consumo de masas (por

93
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

ejemplo, las redes eléctricas, los transportes integrados, las viviendas m oder­
nas) , la prom oción de las economías de escala mediante la nacionalización o las
políticas de estímulo a la fusión, la gestión de la demanda contracíclica, la legi­
timación de la negociación colectiva responsable, y la generalización de n o r­
mas de consumo de masas mediante el empleo en el sector público y el gasto en
bienestar. Las políticas urbanas y regionales orientadas a reducir el desarrollo
desigual contribuyeron a asegurar las condiciones para la producción, la d istri­
bución y el consumo masivos, y a reducir las presiones inflacionarias provoca­
das por los sobrecalentamientos locales en una economía esencialm ente
autocéntrica. Por último, además de su papel general en la creación de las con­
diciones para la producción y consumo de masas, y de dar satisfacción a las
nociones ampliadas de derechos sociales de la ciudadanía, el consumo colecti­
vo por parte del Estado sirvió para socializar y reducir los costes sociales de
reproducción de la fuerza de trabajo.
Muchas de estas actividades asociadas a la relación salarial estaban estre­
chamente vinculadas con el modo de regulación y con los procesos laborales y
el régimen de acumulación fordistas. Particularmente importante resultó aquí el
apoyo estatal a un sin d icalism o resp o n sab le, a la negociación colectiva, a
la modernización industrial, a la consolidación de los grandes negocios y a las
formas de corporativismo bí o tripartito. Aunque existían diferentes modelos
de organización sindical que podrían haber servido para estos propósitos
durante el periodo de expansión fordista, la llegada de la crisis introdujo mayo -
res exigencias en el sistem a de relaciones industriales. Así, durante el periodo
de estanflación, la concertación bi o tripartita desem peñó, en comparación con
otros sistem as no corporativistas, un papel fundamental como moderador, y
contribuyó a un resultado económico comparativamente bueno en los tres c r i­
terios macro económicos clave de las economías fordistas: el empleo, la in fla­
ción y el crecim iento (Garrett 1998-, Katzenstein 1985; Keman et álii 1987;
Notermans 30 00; Scharpf 1991-, Western 1997; W índolf 1990). Al mismo tiem ­
po, la dominación del modo de crecim iento fordista en estas economías relati­
vamente cerradas perm itió al ENBK vincular los intereses del capital interno y
del trabajo organizados (especialm ente, los trabajadores varones cualificados)
en programas de pleno empleo y bienestar social, siem pre que el salario in d i­
vidual y social pudiera servir como fuente de demanda para una industria
orientada al mercado interior. Esta concertación corporativísta, en ocasiones,
implicaba la concesión de m ejores pensiones como parte del salario social a
cambio de la contención salarial. Sin embargo, en la medida en que estas p re s­
taciones no estaban completamente dotadas presupuestariam ente, sí es que lo

93
R O B E R T JE S S O P

estaban, esta forma de salario diferido servía para posponer más que para
resolver los problemas económicos (véase el capítulo 5).
El aspecto principal de la forma dinero en el fordism o atlántico, en lo que
se refiere al ENBK,.es su carácter de dinero como crédito nacional. El desarro­
llo de un sistema estadístico macroeeonómico nacional adecuado y la sosten i­
da expansión del presupuesto estatal en tiem pos de paz proporcionaron al
ENBK una mayor fuerza en térm inos fiscales y monetarios para guiar la econo -
mía que aquella de la que dispuso en el periodo del capitalismo competitivo.
Aunque ciertamente es posible que se haya exagerado el éxito del ajuste fino
(especialmente porque aparecía con frecuencia sobredetermínado por los cál­
culos electorales allí donde los bancos centrales carecían de autonomía real), el
aumento general del gasto público sí realizó una contribución esencial a la c re­
ación de las condiciones para la expansión continuada. Además del papel del
gasto y endeudamiento públicos, la deuda privada también desempeñó un
papel importante en el boom de posguerra. El endeudamiento se convirtió en
un elemento cada vez más importante para la financiación del capital fijo y c ir­
culante de los negocios, y sobre el crédito al consumo recaía un papel crucial
para lograr el crecimiento del consumo masivo. A su vez, el crecimiento, lu b ri­
cado por el crédito público y privado, contribuyó a legitim ar las políticas de
bienestar keynesianas y a generar los ingresos fiscales necesarios para el con­
sumo colectivo, la redistribución social y los derechos del bienestar, y para la
realización de infraestructuras. También ayudó a consolidar la base social del
régim en de acumulación fordista basado en un compromiso de clase entre el
capitalismo industrial y el trabajo organizado.
Todo esto quiere decir que, al menos durante la fase de expansión del fo r­
dismo atlántico, el papel del dinero como divisa internacional era secundario.
Este aspecto se gestionaba mediante la combinación del régim en monetario de
Bretton Woods y el régim en de com ercio del GATT. De hecho, la mayor parte
de las economías nacionales estaban en realidad más cerradas en sus cuentas de
capital que en las com erciales, im poniendo los Estados un control efectivo
del capital, unos tipos de cambio fijos pero ajustables, además de contar con la
posibilidad de poner en práctica, en su caso, controles significativos y legíti­
mos del comercio. Esto les permitió gestionar la economía nacional con re fe ­
rencia a lo que un economista keynesiano, Hícks (1959), denominó un patrón
de trabajo nacional (el com prom iso con el pleno em pleo) más que a un
patrón monetario (el compromiso con un tipo fijo de cambio), de forma tal que
los ajustes e intervenciones de política económica estaban prioritariam ente
dirigidos al crecimiento económ ico y al pleno empleo antes que a la defensa de

94
EL FUTURO DEL ESTAOO CAPITALISTA

un cierto tipo de cambio. Este compromiso con un patrón nacional de empleo y Ja


capacidad de sostenerlo se vieron, sin embargo, gradualmente minados con­
forme los gobiernos nacionales, ante los crecientes flujos de dinero y activos
realizables no estatales, decidieron, en ocasiones contra su voluntad, abando­
nar los controles de capital y adoptar un sistem a de tipo de cambio flotante. Los
EE UU son una excepción, parcial naturalmente, ya que su moneda nacional era
también la divisa internacional hegemónica. Así, durante la fase de expansión
del fordism o atlántico, los EE UU reciclaron sus excedentes comerciales hacia
Europa mediante el Plan Marshall, hacia el gasto m ilitar y en inversión extran­
jera directa e inversiones de cartera. En las fases posteriores, sin embargo, el
papel inicialm ente beneficioso del dólar estadounidense se convirtió en una
nueva fuente de inestabilidad y crisis para el fordism o atlántico.
El aparente éxito del ENBK tam bién se basaba en la naturaleza del boom de
posguerra y en los ingresos fiscales que generó. Es más, mientras resultó p o si­
ble lograr el pleno empleo en un mercado laboral relativamente más unificado
que segmentado, tam bién se redujo el nivel de pobreza prim aria entre las
fam ilias trabajadoras. Esto, a su vez, creó las oportunidades para programas de
mantenimiento del ingreso más generosos para otros grupos (subsidiando y
generalizando así el consumo de masas) y la expansión del bienestar a otras
áreas (con frecuencia asociadas a las cambiantes exigencias de reproducción
social del fordism o). En resumen, si el ENBK contribuyó a asegurar las condi­
ciones para la expansión económica fordista, la expansión económica fordista
contribuyó a asegurar las condiciones de expansión del ENBK.
Los derechos de bienestar basados en la ciudadanía nacional ayudaron a
generalizar las normas de consumo de masas y, con ello, contribuyeron a los
niveles de demanda de pleno empleo que, a su vez, se apoyaban en un com pro­
miso institucionalizado entre sindicatos y em presas fordistas. En algunos
casos (sobre todo, en los EE UU) la negociación colectiva en el nivel em presa­
rial y sectorial resultó fundamental para asegurar el bienestar ocupacional y,
consecuentemente, para fija r un punto de referencia para la posterior genera­
lización de un bienestar —-con frecuencia dualista— proporcionado por el
Estado. Así, la garantía del crecimiento económico con pleno empleo y la
extensión de los derechos de bienestar actuaban como ejes básicos de la com ­
petición política entre partidos en todas las sociedades del fordism o atlántico.
Por último, deberíamos señalar que algunos de los costes del compromiso fo r­
dista y del ENBK recayeron sobre las propias sociedades fordistas en forma de
declive relativo en varios ámbitos: la agricultura, la pequeña burguesía tradi­
cional, las em presas pequeñas y m edianas, asi como las ciudades, regiones

95
RO BERT Jg S S O P

y sectores que no pudieron encontrar su papel competitivo en los circuitos del


fordismo atlántico; los trabajadores empleados en las áreas desfavorecidas de
los mercados laborales; y, especialm ente, en los regím enes de bienestar lib e ­
rales, las m ujeres sujetas a la doble carga del trabajo remunerado y del trabajo
doméstico. También el trabajador inm igrante desempeñó un considerable
papel en este arreglo espaciotemporal ya que, como señala K lein-Beekm an,
"las relaciones Estado-sociedad fordistas fueron en parte posibles por este
desplazamiento de la articulación espacial. La m igración internacional apare­
ce indisolublem ente unida a los intentos de establecer un orden político-eco­
nómico excluyente, centrado en torno al Estado de bienestar y basado en un
criterio universal de inclusión para sus ciudadanos” (1996: 4.40; véase tam bién
Soysal 1994,).
Uno de los m ecanism os para diferir las contradicciones del fordism o
atlántico y del ENBK, y para desplazar (o redistribuir) sus costes, era la in fla­
ción. Basándose en la capacidad de los bancos del Estado para la expansión del
crédito, la inflación servía para (pseudo)validar una producción que, de otro
modo, no resultaría rentable, y para m antener altos los niveles de utilización de
la capacidad instaladay de empleo (Lipietz 1985). Siem pre que todas las eco­
nomías relevantes mantuvieran tasas moderadas de inflación parecidas^ y que
las economías con inflación alta pudieran realizar pequeñas devaluaciones,
ello no suponía un problem a en térm inos de integración del circuito del fo r­
dismo atlántico (Aglietta 1982). Aunque lo hacía a coste de provocar m ayores
problem as económicos en el futuro, lo que se refleja en el problem a típico del
fordismo atlántico de la estanfiación (una com binación de estancamiento e
inflación poco probable en el capitalismo competitivo liberal, pero más que
posible bajo el modo de regulación fordista). También poseía importantes
efectos redistributivos de clase, sectoriales y regionales. A sí, la inflación, entre
otros efectos, tendió a redistribuir los beneficios y la cuota de mercado en favor
del gran capital a costa de las pequeñas y m edianas em presas (Galbraith 19 67;
Nitzan 1998, 20 0 1). Otros costes recaían fuera de las sociedades fordistas sobre
otros espacios económicos y políticos integrados en regím enes internaciona­
les (como los del petróleo o el trabajo m igrante baratos), necesarios para el
crecimiento continuo del fordism o atlántico, pero no incluidos como tales en
el compromiso fordista. El fordism o atlántico se mantenía mediante un arre­
glo temporal con dos caras. Por un lado, dependía de una superexplotación
acelerada (e insostenible) déla naturaleza (especialm ente, de las m aterias p r i­
mas y de los recursos no renovables acumulados durante m ilenios, tales como
los combustibles fósiles). Y, por otro lado, producía contaminación ambiental

96
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

y problem as sociales que no abordaba dentro de sus propios horizontes tempo­


rales, funcionando como si siguiera el principio de aprés moi, la déluge. Lo cual
implicaba diferir los costes am bientales del momento (tanto respecto de la
renovación de los recursos como de la función de "cloaca” del medio am bien­
te) a un futuro indefinido (véanse, por ejemplo, Altvater 1998: 247-78;
Brennan 1995; Stahel 1999). Pero, al m ism o tiempo, los ritmos temporales del
ENBK se orientaban a gestionar los ciclos electorales y de negocios, más que a
los problemas asociados a horizontes con plazos mucho más cortos o mucho
más largos (como el comercio financiero las 24 horas del día o los de las ondas
largas de acumulación). Fueron las crecientes dificultades para mantener este
arreglo espacíotemporal del fordism o atlántico las que desencadenaron los
intentos de transform ar el ENBK.

5. C R ISIS

El ENBK experimentó una crisis en los años setenta y en los años ochenta. Esto
fue debido a varias causas generales de tipo económico, político y sociocultu-
ral. También tuvo que ver con factores más concretos y eoyunturales que afec­
taron su ritmo, form as e incidencia en cada caso particular. En las crisis del
fordism o y dentro del fordism o, esto tuvo una incidencia inevitable y sobrede-
terminada. La m anifestación típica de la crisis económica en el fordism o fue la
creciente tendencia estanflacionista—qué era reflejo de la dependencia, típica
de este modo de regulación, de las form as salario y dinero— y una tendencia a
la caída en la tasa y el volum en del beneficio conforme se iba agotando la diná­
mica de crecimiento fordista. La estanflacíón vuelve problemática la capacidad
del Estado de em prender una gestión contracíclica de la demanda y, frente a la
creciente internacionalizacíón, conduce a otros problem as adicionales. Entre
ellos se incluye el riesgo de que el increm ento de la demanda se satisfaga con
producción extranjera en lugar de nacional-, la creciente incapacidad del Estado
para controlar los tipos de interés y de cambio; y, con cada ronda sucesiva de
estanflacíón, un mayor endeudamiento público en un momento en el que la
internacíonalización estaba asociada con tipos de interés en ascenso. Ahora
bien, esta tendencia a la crisis pudo ser habitualmente superada mediante una
combinación de reestructuración económica inducida por la crisis y cambios
institucionales inórementales. Sin embargo, a medida que dichos problemas
aumentaron, la crisis del fordism o comenzó a m anifestarse de form a estructu­
ral en la ruptura de sus m ecanismos de gestión de crisis típicos o, en expresión

97
ROBERT JE S S O P

de Offe, en una crisis de la gestión de la crisis (Offe 1.984); y, desde el punto de


vista estratégico, en el intento de realinear las fuerzas sociales entorno a estra­
tegias de acumulación, proyectos estatales y visiones hegemónicas alternativos.
Todo lo cual se vio reforzado por las crisis en otros aspectos del modo de regu­
lación, del modo de socialización y del arreglo espaciotemporal global a los que
el fordismo atlántico aparece asociado.

CRISIS ECONÓMICA

Desde el punto de vista económico, el crecimiento continuado del ENBK soca­


vó algunas de las condiciones que habían sostenido la acumulación fordista, lo
que nos sirve para ejem plificar cómo la form a puede problematizar la función
(Jessop 1982). Tras un arranque único inicial de la productividad, como conse­
cuencia de la transición a la producción masiva en cada sector, los increm en­
tos siguientes resultaron más difíciles de lograr tanto desde el punto de vista
técnico como social. El intento de conseguir nuevas economías de escala y de
compensar la relativa saturación del mercado en los mercados nacionales
im pulsó a las em presas fordistas a expandirse ai m ercando extranjero.
Igualmente, comenzaron a recurrir al crédito exterior para reducir los costes
por intereses, a los precios de transferencia y a los paraísos fiscales extranjeros
para reducir sus facturas fiscales. También esto contribuyó a m inar el relativo
cierre de la economía nacional como objeto de la gestión económica. Además,
tam bién había lím ites a las posibilidades de expansión del fordism o a todas las
ramas de la producción, incluyendo los servicios. Un uso intensivo del capital
en la producción y la dependencia que tenían las economías de escala de la uti­
lización de toda la capacidad instalada cada vez mayores increm entaron el
poder de huelga del trabajo organizado; m ientras, la permanente búsqueda de
aumentos en la productividad medíante la intensificación del trabajo condujo
a una cada vez mayor alienación en los lugares de trabajo.
La expansión económica en térm inos generales, asi como la consolidación
gradual de las prestaciones por desempleo y otras form as de seguridad social,
alteraron tam bién el subyacente equilibro (estructural) de las fuerzas de clase
en favor del trabajo organizado en la esfera económica, un cambio que se tra­
dujo en una mayor militancia a mediados y finales de los años sesenta. Esto
llegó a ser una cuestión crítica cuando emergió la crisis en y del fordismo
(expresada, entre otras cosas, por la caída de los beneficios), y el capital trata­
ba de reestructurar el proceso laboral para reducir los costes laborales. La
expansión económica también alteró el subyacente equilibrio (estructural) de
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

fuerzas en favor de los productores de petróleo, dado que el dinamismo del


régimen de acumulación del fordismo atlántico dependía no sólo de un creci­
miento continuo de la productividad, sino tam bién, y de forma crítica, de un
creciente sum inistro de petróleo a precios cada vez m enores en térm inos rea­
les. Las dos conmociones petroleras de los años setenta, asociadas con la fo r­
mación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), no son
sino su reflejo. Además, la expansión del bienestar institucionalizó también un
salario social cuya rigidez a la baja (si es que no su impulso al alza) podía actuar
como freno a los beneficios y a la acumulación de capital. Estos cambios am e­
nazaban el régim en de crecimiento fordista por su impacto negativo en los dos
lados de la relación capital-trabajo, al afectar a los incentivos monetarios a
invertir y trabajar.
Más allá de estas tendencias y m ecanism os de crisis generados en cada
país, la efectividad reguladora del ENBK en la economía y la política se vio adi­
cionalm ente debilitada por una mezcla variable de extraversión (flujos de
salida de bienes, servicios y capital), penetración (flujos de entrada) e interio­
rización (definida como ia integración en una división de trabajo regional,
internacional o mundial que vuelve borrosa la antigua distinción entre capital
nacional y extranjero). Ciertas empresas multinacionales y ciertos bancos
transnacíonales lograron, además, colocar parte de sus actividades en el
extranjero para escapar a los controles nacionales —o para amenazar de forma
creíble con hacerlo--™, y para buscar concesiones de los gobiernos locales,
regionales o nacionales (acerca de hasta qué punto la dependencia del lugar
sigue siendo importante, véase el capítulo 5). Muchos instrumentos de políti­
ca macro económica asociados con el ENBK resultaron menos efectivos, lo que
condujo a los gestores estatales a tratar de sustituirlos o reforzarlos con otras
medidas, en la confianza de que seguirían siendo capaces de mantener los
objetivos de política económica típicos del ENBK: pleno empleo, crecimiento
económico, precios estables y una "sólida” balanza de pagos. Al mismo tiempo,
conforme la internacionalización de los fluj os monetarios y reales se aceleraba
e implicaba cada vez a un mayor número de em presas, mercados y países, los
Estados ya no pudieron seguir actuando como si las economías nacionales
estuvieran más o menos cerradas y como si su crecimiento económico fuera
autocéntrico. Es más, junto al impacto de la internacionalización sobre la polí­
tica económica nacional, las economías regionales y locales también se encon­
traron cada vez más ante sus propios problem as específicos. Problemas que no
era posible resolver mediante las políticas macroeconómicas habituales ni
mediante las políticas industriales o regionales estandarizadas, formuladas

99
RO BERT JE S S O P

desde el centro. En conjunto, ya no parecía tan evidente que el espacio econó­


mico nacional fuera el mejor punto de partida para las políticas económicas de
prom oción del crecimiento, la innovación o la competitividad.
Se desvió, así, el interés hacia las intervenciones en el lado de la oferta y
hacia las políticas que fueran capaces de insertar los espacios económicos loca­
les, regionales o nacionales de form a más eficaz en la economía mundial, con
la esperanza de asegurarse algún beneficio neto de la ínternacionalizaeión.
Naturalmente, las economías pequeñas y abiertas ya habían afrontado este
problema durante el boom de posguerra; pero ahora, incluso las economías
mayores y relativamente cerradas se veían absorbidas por estos circuitos más
am plios del capital. En térm inos más generales, la em ergente crisis en las
form as y en la viabilidad a largo plazo de la hegem onía de los EE UU quedó
reflejada en las luchas, tanto por configurar los nuevos regím enes internacio­
nales, como por determ inar la medida en que éstos y los anteriores regím enes
internacionales de posguerra debían servir a los intereses particulares esta­
dounidenses más que al capital en general12.
El impacto de estos cambios provocó un desplazamiento en los aspectos
prim arios de las dos principales contradicciones de la acumulación en el ENBK,
y sirvió para dar un renovado impulso a otras expresiones habituales de las con­
tradicciones subyacentes al capitalismo que, sin embargo, tenían un papel
secundario en el tipo de arreglo espacíotemporal del fordismo atlántico. El sala­
rio (individual y social) pasó a ser considerado cada vez más, con razón o sin ella,
como un coste internacional de producción, en lugar de como una fuente de
demanda interna; y el dinero circulaba cada vez más como divisas internaciona­
les y capital-dinero deslocalizado, minando de este modo la gestión keynesiana
de la demanda en el nivel nacional y llegando a forzar a los Estados a abandonar
sus pretensiones de m antener tipos de cambio fijos. Este cambio en el aspecto
prim ario de la contradicción en la forma dinero se relaciona con dos tendencias:
la tendencia a que la dinámica del capital industrial se subordine a la lógica
hipermóvil del capital financiero, y con la tendencia a que los rendimientos del
capital-dinero superen a los del capital productivo. Ahora bien, este desplaza­
miento en la dominación económica dentro de los circuitos de capital sigue,
naturalmente, estando sometido al principio de determinación económica por
parte del rendimiento a largo plazo del capital productivo (véase el capítulo i).
Otro factor de alteración fue el cambio de paradigma desde un modelo de
crecimiento fordista con su correspondiente estrategia de acumulación, basa­
da en la producción en masa, las economías de escala y el consumo de masas, a
otro orientado hacia la producción flexible, la innovación, las economías de

1.0 0
et FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

alcance, las rentas de innovación y hacia patrones de consumo diferenciados y


con un mayor ritmo de cambio. Este cambio de paradigma, dependiente de los
cambios perm anentes en la producción y de la búsqueda de alternativas al fo r­
dismo, a menudo se vio impulsado y magnificado como parte de un intento más
general de reestructurar y reorientar la acumulación, la regulación e incluso la
socialización. Este desplazamiento ha tenido importantes consecuencias para
las estrategias em presariales, sectoriales y espaciales -—incluso allí donde el
propio fordism o no dominaba ciertos sectores o economías nacionales—y sirve
de marco general para entender la crisis actual y para ofrecer alguna coheren­
cia a la búsqueda de caminos para salir de la crisis. Además, las fuerzas econó­
micas y políticas clave consideraron que el intento de ir más allá de las
limitaciones del proceso laboral fordista y del régim en de acumulación del fo r­
dismo atlántico exigía no sólo un considerable reequilibrio de las relaciones
capital-trabajo, sino tam biénuna serie de m odificaciones organizativas e in s­
titucionales para facilitar la adopción de las nuevas tecnologías y productos,
esenciales como motivación y fuerza de arrastre de la expansión económica.
Esto dio lugar al problem a para las em presas y los Estados de cómo gestionar
m ejor la transición hacia la nueva onda larga de expansión económica lo que, a
su vez, normalmente exigió cambios en los horizontes espaciotemporales, en
las capacidades y en las actividades (véase el capítulo 5).
Entre otros factores económicos que debilitaron al ENBK pueden señalar­
se los siguientes; el desafío de las economías de Asia Oriental, con bajos sala­
rios pero con cada vez más alta tecnología-, el paso de formas de producción
impulsadas más por la oferta a otras im pulsadas más por la demanda (lo que se
suele resum ir paradigmáticamente —pero sin que, como veremos en el capítu­
lo 3 , constituya una descripción adecuada— como el paso del fordismo al p os­
fordismo)-, la fem inización de la fuerza de trabajo (con su impacto en la forma
fam ilia y en el salario fam iliar que habían desempeñado papeles esenciales en
el ENBK); y el creciente reconocimiento de los lím ites ambientales del modo
de crecimiento fordista, a medida que se intensificaba entre sus pioneros y se
extendía a otras economías, reconocim iento que afectó no sólo a los m ovi­
mientos ambientalistas sino tam bién a las fuerzas dirigentes del fordismo.

CRISIS FINANCIERO-FISCAL

Como una de las formas del tipo de Estado capitalista, el ENBK debe ser consi­
derado tam bién un Estado fiscal (véase la tabla 1.4 en el capítulo 1). Cuando
el ENBK se expandió, tam bién lo hizo su recaudación tributaria. Es más, como

10 1
ROBERT JE S S O P

el empleo y el gasto en el sector público se expandieron en relación con el sec­


tor privado, el nivel de ingresos que pasó a ser objeto de la tributación descen­
dió con el fin de incluir a una parte mayor de la clase trabajadora. La crisis del
fordism o ejerció un efecto "tije ra ” sobre las finanzas del ENBK. Por el lado
del ingreso, redujo la base fiscal de los pagos a la seguridad social, en la medida en
que éstos aparecían ligados al perceptor de rentas o a los impuestos en nóm i­
na, en un momento en el que el desempleo comenzó a aumentar. La contribu­
ción del capital a los ingresos del Estado tam bién se redujo como consecuencia
de la caída de los beneficios brutos y de la redistribución de las cargas fiscales
para proteger los niveles de beneficio después de impuestos. Esto se vio refo r­
zado por el carácter móvil del capital y su consiguiente capacidad para escapar
a los impuestos nacionales o, ya fuera con o sin la connivencia de los gestores
estatales, por la posibilidad de amenazar de form a creíble con hacerlo. Al
mismo tiempo, la crisis aumentó las necesidades de gasto para m antener los
ingresos (por ejemplo, mediante prestaciones por desempleo, jubilación an ti­
cipada o prestaciones fam iliares) y, como consecuencia de las repercusiones
sociales del desempleo y la recesión, en otras políticas del bienestar (tales
como vivienda, salud y políticas fam iliares). En la mayor parte de los países de
la OGDE esto se reflejó durante los años setenta y ochenta en u n aumento del
gasto estatal más rápido que el de los ingresos fiscales. Es m ás, en la m edida en
que el Estado aumentó sus gastos reales y fiscales en innovación tecnológica y
reestructuración económica, y redujo la tributación sobre el capital en general,
esto provocó una nueva lim itación de los recursos disponibles para el gasto
social13. La consiguiente crisis fiscal general del Estado se vio asociada a con­
flictos no sólo en relación con el nivel e incidencia de los gastos sociales, sino
tam bién acerca de la reestructuración de los sistem as de impuestos y de créd i­
tos (sobre la crisis fiscal, véase especialm ente O’ Connor 1973). Esto, a su vez,
se reflejó en una creciente hostilidad hacia los costes fiscales del Estado de
b ien estar y hacia las con secu en cias in flacio n ístas de fin a n cia r los gastos
del bienestar a través del endeudamiento estatal. Esto fue uno de los factores
fundamentales en el cambio de régim en neoliberal en las economías fordistas
de habla inglesa, al igual que de las políticas neoliberales de ajuste en otras
economías fordistas. Ahora bien, las posibilidades de recorte en el gasto en
bienestar social (especialmente en la cuenta de capital) sin deterioro de las
prestaciones eran (y son) limitadas. Como mucho, puede operarse una re d is­
tribución de su prestación entre los sectores público, privado y "tercero s” sec­
tores, junto con intentos más o m enos m arginales de rebajar costes. Lo cual,
naturalmente, llegó a ser uno de los elementos clave en el proyecto neoliberal

102
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

de reestructuración del Estado de bienestar. Al mismo tiempo, se produjo una


hostilidad cada vez mayor hacia las repercusiones sociales y económicas del
recorte en el bienestar (especialmente en salud, educación y pensiones) una
vez que los recortes se extendieron más allá de las actividades marginales del
Estado o amenazaron con afectar a los intereses económicos y políticos nuclea­
res en lugar de a los grupos sociales m arginales.
En este sentido, las funciones económ icas y sociales objetivas del ENBK
—que son expresión particular de las funciones más generales del tipo de Estado
capitalista en relación con las contradicciones, dilemas, asimetrías y antago­
nismos de la relación de capital— han supuesto lím ites a las posibilidades del
Estado de renunciar a su compromiso. Con todo, como veremos en los capítu­
los 5 y 6, hay un mayor margen para el cambio en las dim ensiones económicas
que en las dim ensiones sociales de la intervención estatal. Las herencias in sti­
tucionales y políticas ligadas a las trayectorias anteriores del compromiso in s­
titucionalizado asociado al ENBK tam bién actuaron para reforzar dichos
lím ites a corto y medio plazo. Sin embargo, esos límites básicos no excluyen (de
hecho, pueden estim ular a falta de algo mejor) ajustes m arginales en los p ro­
gramas, reescalar las actividades o una significativa reorientación estratégica de
unos presupuestos estatales más o menos constantes. Esta es una de las áreas
en las que las diferencias entre los regím enes de bienestar y las formas de
Estado antes expuestas han tenido un mayor impacto a la hora de realizar un
cambio neoliberal de régim en en la política social. Conviene destacar igual­
mente la selectividad estratégica de los Estados y la naturaleza partidista de los
gobiernos (véase, por ejemplo, el contraste entre el cambio de régim en neoli­
beral radical en la unicameral Nueva Zelanda, frente al cambio menos drástico
de la federal Australia).
Si nos limitáram os a considerar sólo los aspectos fiscales y presupuesta­
rios del Estado de bienestar, nos pasarían inadvertidos dos rasgos básicos de su
crisis económica. En prim er lugar, es importante destacar que la crisis no era
puramente financiera. El hecho de que la crisis financiera del Estado se in ter­
pretara en aquel momento en térm inos de la excesiva carga del gasto social era
prueba de un desplazamiento en el equilibrio de fuerzas económicas y políticas
en la dinámica más general del fordism o. Fue la aparición de nuevas alianzas
con intereses en otro tipo de políticas, la que supuso que la renovación de la
expansión capitalista no produjera un sim ple regreso a la situación existente
antes de la crisis. Y, en segundo lugar, las causas esti'ucturales subyacentes a la
crisis no desaparecieron con la nueva expansión. La crisis económica del
Estado de bienestar dependía de la creciente discrepancia entre su actividad y

io 3
RO BERT JE S S O P

las necesidades de la acumulación de capital (necesidades construidas discur­


sivamente aunque, frecuentemente, con una base real). Ciertas tareas que
habían beneficiado al capital durante el ascenso fordista adquirieron su propia
inercia institucional y sus propios intereses creados. Esto, pese a que las nece­
sidades del capital habían cambiado (o se suponía que lo habían hecho en la
medida en que se impugnaban las estrategias dominantes de acumulación fo r­
dista) y a que muchas de las políticas heredadas del periodo de expansión
fordista estaban fracasando o demostrando, incluso, ser contraproducentes.
En este sentido, la solución a la crisis económica exigía la reorganización del
régim en de acumulación, de sus modos de regulación y de su modo de sociali­
zación, así como un recorte económico público y privado.
Los dilem as fiscales, financieros y presupuestarios del Estado de b ien es­
tar deben considerarse en relación con la estructura y finanzas globales del
gasto estatal y con el papel del. Estado para garantizar las condiciones extraeco-
nómicas que renueven la acumulación de capital. De este modo, la tendencia al
surgimiento del posfordism o en form a de proceso laboral, estrategia de acu­
mulación y paradigma social supuso tam bién una nueva fuente de problem as
para las finanzas del Estado de bienestar. Incluso suponiendo, como ejemplo,
que pudiera restablecerse algo parecido al "pleno empleo” , el peso de los s is­
temas de trabajo a tiempo parcial, tem poral y discontinuo seguiría siendo
mucho m ayor que en el fordism o. Esto indicaba la necesidad de nuevos patro­
nes de tributación y de asignación del bienestar, casi con independencia de la
concreta variante de ENBK que existiera en cada país. Igualmente, con la cre­
ciente movilidad internacional del capital (en especial, en el sector servicios) y
la competencia cada vez más aguda entre los Estados por atraer inversiones en
los sectores de rápido crecim iento, la contribución de los impuestos sobre el
capital convergió a la baja. Es muy probable que esta situación continúe así en
ausencia de una política transnacional concertada para aumentar los im pues­
tos a las empresas. Problemas sem ejantes se plantean en la actualidad con
fenóm enos tales como el comercio electrónico internacional, que socavan aún
más los regím enes tributarios nacionales. Estos cambios se reflejan tam bién
en el equilibrio de fuerzas políticas y en el tipo de demandas que se form ularon
al Estado de bienestar. Desde un punto de vista más general, como verem os
más abajo, la presunta necesidad de nuevas form as de flexibilidad en la orga­
nización del proceso laboral y del mercado laboral ha tenido im plicaciones
fundamentales en las funciones y organización del Estado de bienestar. La c ri­
sis del fordism o y la transición al posfordism o han afectado no sólo a los n ive­
les y métodos de financiación del gasto en bienestar, sino tam bién al modo en

10 4
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

el que el Estado de bienestar posfordista trata de realizar sus funciones en la


valorización del capital, la reproducción social y la cohesión social.

CRISIS POLÍTICAS

Desde el punto de vista político, el EN BK resultó vulnerable a la creciente


resistencia política a los impuestos y a la estanflación, a la crisis dentro de los
compromisos de posguerra entre el capital industrial y él trabajo organizado, y
a las nuevas condiciones económicas y sociales y sus correspondientes p roble­
mas que no podían ser resueltos con rapidez —sí es que acaso tenían solución—,
confiando todavía en la planificación vertical del Estado o en las meras fuerzas
del mercado. Surgieron, además, nuevos conflictos y form as de lucha que ya no
era posible integrar fácilm ente dentro del compromiso de posguerra. Dos
ejemplos fundamentales son la crisis del corporativismo y el auge de los nuevos
movimientos sociales. Este último ha resultado especialm ente importante, en
la medida en que se desarrolló en ciudades proclives a la crisis, y con frecuen­
cia se orientó hacia lo mundial o lo local antes que hacia los asuntos naciona­
les. Por último, surgieron nuevos problem as —como la contaminación— y
nuevas categorías de riesgo, que resultaron ser menos m anejables, regulariza-
bles o gobernables dentro de los viejos esquemas.
También parece claro que el Estado de bienestar provocó algunos de sus
propios problemas. La forma racional-legal de las prestaciones del bienestar
está asociada a la burocratización, la juridificación de las relaciones sociales, la
tendencia a la expansión política de la autoridad, la centralización, el cliente -
lism o y la intensificación de la dependencia personal. Es más, las form as p ro ­
fesionalizadas y burocratizadas de ayuda y subsidio agravaron los problemas
sociales e incrementaron la dependencia. Además, en los regímenes del bienestar
liberales, la com binación de impuestos, seguro nacional y sistem as de presta­
ciones sometidas a verificación de recursos crearon (y siguen creando) dos
problemas-, la trampa de la pobreza que amenaza a los trabajadores de bajo
salario (para quienes unas mayores ganancias en sus trabajos suponen una
reducción en las prestaciones) y la tram pa del desempleo (que hace referencia
al aumento real neto en el ingreso cuando un desempleado acepta un trabajo).
Los regím enes del bienestar socialdemócratas y algunos conservadores-cor-
porativistas supieron evitar estas dos tram pas. A l m ism o tiempo, las form as en
que se adm inistraron las políticas del bienestar agravaron los conflictos d istri­
butivos y de status, tanto entre las clases m edias como en las clases trabajado­
ras. Con frecuencia son las clases m edías las que hacen un uso mayor de las

105
ROBERT JE S S O P

prestaciones del bienestary, especialm ente, de las prestaciones más caras (por
ejemplo, la educación, la vivienda y la salud), tanto si se ofrecen medíante un
sistema de bienestar público o bien a través del llamado "Estado fiscal de bienes -
tar” , basado en la reducción de impuestos para ciertos tipos de gasto por parte
del consumidor. De hecho, las relaciones entre la provisión pública, fiscal o
laboral sirven no sólo para ocultar el grado en que el Estado sostiene la rep ro ­
ducción social de las clases medias, sino tam bién para crear nuevos focos de
conflicto distributivo y de status.
Hay también algo de verdad en la crítica que afirma que el Estado de bienes­
tar posee una dinámica inherentemente expansionísta, en la medida en que la
definición de las necesidades de bienestar depende con frecuencia de quienes
poseen un interés en su expansión14. Esto es cierto no sólo respecto de los p olí­
ticos (espoleados por la competencia electoral) y los administradores y profe­
sionales del bienestar (para los que la expansión del bienestar supone empleos,
desarrollo profesional y expansión de su autoridad), sino también para los gru­
pos de clientes y los lobbies políticos que articulan sus intereses. Y posee también
importantes implicaciones estructurales y de recursos para el fordism o, inclu­
yendo el creciente presupuesto de bienestar social en el boom de posguerra y en
los años posteriores, y la consiguiente necesidad de reestructurar los sistemas
de impuestos y crédito para generar los ingresos necesarios para financiar dicho
gasto. Este problema se agudizó conforme los costes sociales y ambientales de la
expansión fordista y la dinámica de la adopción de las políticas de bienestar
crearon nuevos temas y nuevos intereses entorno a los cuales podían organizar­
se los movimientos sociales. Entre dichos temas podemos destacarla creciente
descomposición de la forma "fam ilia nuclear” , que desempeñó un papel clave
en la socialización fordista como lugar de consumo privado y como sede de la
integración social y emocional en una sociedad atomizada (H irschy Roth 1986).
Además de que la proporción de hogares que se compadecían con este patrón de
fam ilia nuclear tam bién comenzó a descender. Lo que continúa traduciéndose
en una mayor necesidad de apoyo estatal (para, la educación, los enfermos, las
fam ilias m onoparentales, los ancianos, etc.) y en los intentos de estim ular a
las fam ilias para que carguen con el coste de la juventud sin empleo, la enfer­
medad y el cuidado de los ancianos. Del mismo modo, el declinar de los barrios
céntricos concentró los problemas sociales y económicos en áreas con una base
fiscal en declive y con crecientes necesidades de gasto y programas de bienestar.
Es aquí, sobre todo, donde aparecen los problemas sociales de educación,
vivienda, salud, hogares de un solo miembro y fam ilias monoparentales, aisla­
miento social, enfermedad mental y desequilibrio demográfico.

10 6
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Nuevas fuerzas comenzaron a presionar en busca de ayuda estatal: desde


los carteles capital-trabajo de las industrias y regiones en declive, hasta las
minorías étnicas, las fam ilias monoparentales o los movimientos culturales o
sociales alternativos. La expansión de los "gastos fiscales” para sufragar la p ro ­
visión privada de bienes y servicios de reproducción social (desde las pensio­
nes, pasando por la vivienda y el seguro médico, hasta la educación), también
creó un nuevo conjunto de intereses en lo relativo a la recepción de estas p olí­
ticas por parte de los contribuyentes, además de forjar nuevos intereses crea­
dos entre los negocios capitalistas que los ofrecen (por ejemplo, los fondos de
pensiones). En los años del boom existían pocos controles financieros o electo­
rales para estos procesos de crecim iento, especialm ente si consideramos que
los años de la expansión del bienestar coincidieron con los de la reducción de los
gastos militares, el ascenso de la productividad y el pleno empleo. Estos con­
troles se hicieron más estrictos durante los años setenta y ochenta. En este
sentido, la crisis del fordism o aparece ligada a la crisis fiscal del Estado y a una
creciente resistencia electoral al pago de impuestos para sufragar las necesida­
des del bienestar. En algunos casos, la reacción electoral fue temporal; en otros
sentó las bases para un cambio de régim en neoliberal.
Otro aspecto de la cuestión Se refiere al hecho de que las form as m oneta­
ria y legal de la política social resultaban menos adecuadas para los problemas
que el Estado social se veía obligado a gestionar. Al comienzo, se ocupaba tan
sólo de elementales contingencias económicas (como la mala salud, el desem ­
pleo cíclico, el embarazo, etc.) que interrum pían la cadena de ingresos de los
individuos y las fam ilias; después, se expandió desde un Estado de seguridad
social a un Estado de bienestar a través de unas mayores intervenciones en el
campo del consumo colectivo, ofreciendo una amplia gama de servicios de
bienestar básicos tales como educación, vivien day salud, que aparecían asocia­
dos a las nociones de igualdad, social democracia y redistribución social; más
adelante, por último, llegó a involucrarse incluso en los servicios sociales p er­
sonales y en la gestión de los problem as psicosociales ("atención a las perso­
nas" y "gobierno de las alm as”), lo que condujo a algunos a hablar del
surgimiento del "Estado terapéutico". También se prestó una mayor atención a
las raíces estructurales más profundas de las contingencias económicas indivi­
duales (tales como el funcionamiento del mercado laboral o la seguridad e
higiene en el trabajo) y, salvo en el caso de los regím enes de bienestar libera­
les, se produjo una coordinación más estrecha entre las políticas económicas
y sociales en estas áreas. Finalm ente, el Estado abrió nuevos campos de políti­
ca social (tales como la crisis de los b arrios céntricos, las relaciones raciales

10 7
RO BERT JE S S O P

y las desigualdades de género) que poseen complejas raíces en el modo de


socialización general más que en el funcionamiento de la economía capitalista
entendida en sentido restringido.

CRISIS SOCIAL

El ENBK también se vio socavado por dos conjuntos de tendencias emergentes


en el mundo de la vida. El primero fue la permanente tendencia a la "desnacio­
nalización” de la sociedad civil. Esto se vio reflejado en el desarrollo del cos­
mopolitismo y del "tribalismo” (o el redescubrimíento o invención de las
identidades afectivas primordiales, en perjuicio tanto del individualismo libe­
ral como de la lealtad cívica a una "imaginada” comunidad nacional), y en una
expansión de los diferentes movimientos sociales que actuaban, ahora, por
encima de las fronteras nacionales. Esto se asociaba (y aún se asocia) con una
crisis en el Estado nacional, que adopta diferentes formas dependiendo de la
naturaleza de la comunidad nacional imaginada en la que se base (véase eicapí-
tulo 5). En su conjunto, estos fenómenos debilitaron el sentido de identidad
nacional15 que dio forma al ENBK en su periodo formatívo, debilitando consi­
guientemente la coalición de fuerzas que lo sustentaba. El segundo conjunto de
tendencias sociales se refiere avalores más concretos, alas identidades socia­
les y a los intereses asociados con el Estado de bienestar y al surgimiento de
movimientos sociales opuestos a uno o varios de los aspectos del ENBK. Esto se
vio reflejado en varios ámbitos: en el rechazo normativo del compromiso
socialdemócratay del fordismo atlántico, con su igualitarismo basado en clases
y su correspondiente política redistributiva; en unas políticas de identidad
pluralista y unas "políticas de la diferencia” en las que se hace un mayor énfa­
sis en el respeto mutuo, la autenticidad y la autonomía; en el paso de la ciuda­
danía nacional a "un modelo más universal de pertenencia [en un Estado],
basado en nociones desterritorializadas de los derechos de las personas”
(Soysal 1994: S); en una mayor preocupación por el empoderamiento personal
en lugar de por la administración burocrática de los derechos legales, las pres­
taciones monetarizadas y los servicios públicos uniformes-, y en la expansión
del llamado "tercer” sector que, supuestamente, opera con flexibilidad fuera del
marco del puro mercado y del Estado burocrático (aunque, con frecuencia, en
estrecha unión con ellos, como un mercado y un Estado "en la sombra”).
Las dinámicas de acumulación ínterrelacionadas con la generación de cri­
sis, los cambios en las relaciones sociales explicables en términos de dinámica
de las sociedades fordistas, así como el Estado de bienestar, se vieron reforzados

10 8
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

por importantes factores exógenos16. El pxlncipal de ellos fue el cambio dem o­


gráfico, que afectó tanto a la amplitud como a las finanzas del Estado de bienestar.
En concreto, la ratio entre contribuyentes y beneficiarios se ha modificado
drásticamente en los últimos 85 años, en la medida en que el número de ju b i­
lados se ha incrementado (especialmente en las generaciones de más edad, con
sus mayores necesidades de atención m édica a largo plazo) y el número de los
económicamente activos se ha reducido (en parte como consecuencia del
recurso en los años ochenta y noventa a la jubilación anticipada forzosa o
voluntaria, como mecanismo de reducción de la mano de obra activa). La in m i­
gración como solución parcial a este último problem a ha generado sus propios
problemas sociales y políticos. Los costes del Estado social también tienden a
increm entarse desproporcionadamente: la educación dura más, el progreso
médico ha hecho subir los costes, las fam ilias m onoparentales exigen más ayu­
das y las técnicas de aumento de la productividad resultan menos aplicables a
las actividades de bienestar (con todo, véase el capítulo 3 sobre la naturaleza
contingente de esta trampa de precios y productividad diferencial, y también
las alternativas existentes). Esto ha provocado una mayor restricción fiscal en las
políticas de bienestar y ha hecho más urgente la necesidad de buscar solu­
ciones.

RESPUESTAS INICIALES A LA CRISIS EN Y DEL FORDISMO YEL ENBK

El desarrollo del ENBK estuvo marcado por un reform ism o moderado y opti­
mista en los años sesenta. La respuesta inicial a la crisis del fordism o no p ro ­
vocó la exigencia de una transform ación radical ni de la economía ni del
Estado. Por el contrarío, intensificó los rasgos del ENBK, complementándolos
y reforzándolos con otras medidas. Lo que se produjo fue una transformación
coyuntural del ENBK provocada por sus intentos de gestionar la crisis del fo r­
dismo y de lim itar las repercusiones de dicha crisis dentro de su propia orga­
nización y unidad internas. En este sentido ¡
Al comienzo, los gobiernos respondieron a las dificultades económicas
con fórmulas tradicionales que implicaban el mantenimiento o el aumen­
to de las prestaciones y los gastos en su intento de combatir la recesión y el
desempleo, así como de mitigar sus consecuencias sociales. Después de una
década de "tanteos a ciegas ”, gobierno tras gobierno, con independencia
de su color político, se embarcaron en nuevas políticas que con frecuencia
suponían poner freno al incremento de los gastos y el aumento los ingresos
[Huber y Stephens 20 0 1: 207].

10 9
R O B E R T JE S S O P

Durante el periodo inicial de los "tanteos a ciegas", los actores políticos se


enfrentaron al falso dilema de, o bien organizar un ataque unilateral a los sala­
rios como coste de producción, o bien ofrecer un subsidio un ilateral a los
salarios como fuente de la demanda económica nacional. Otro dilema sim ilar
se refería al abandono de la gestión de la demanda en favor del m onetarismo
(nacional o internacional), frente al recurso igualmente unilateral al "keyne-
sianismo en un solo p aís” y subsidiar las industrias afectadas por la crisis. Lo
que, a su vez, se relacionaba con la opción entre liberalización unilateral de las
economías (en especial, de los mercados financieros), que reforzaría in icial­
mente la disociación del capital financiero e industrial, subordinando este
último al prim ero, y la prosecución unilateral de estrategias neomercantilxstas
o proteccionistas que pixdieran estimular o im poner una mayor cooperación
entre estas dos fracciones rivales de capital. Un dilema parecido para los ges­
tores políticos del ENBK afectaba al recorte del Estado de bienestar atacando al
salario social como coste de producción internacional frente a la defensa del
empleo, de los servicios públicos y de las transferencias del bienestar al m ar­
gen de su impacto en la competitividad internacional. Lo que unificaba estas
soluciones a la crisis del fordism o atlántico y del ENBK, opuestas pero igual­
mente falsas, era su énfasis unilateral en hacer frente a uno u otro de los
momentos de las principales contradicciones del régim en de acumulación
prevalente, y de su modo de regulación. D iferían a la hora de optar por reforzar
unilateralmente la escala económica nacional y la organización política en
dichos aspectos, o bien por apoyar incondicionalm ente (o rendirse a) la iló gi­
ca de un capital abstracto en movimiento en un ámbito global potencialmente
irrestricto.
Una vez que estas oscilaciones fracasaron en su intento de restaurar las
condiciones para la acumulación fordista, el debate sobre las políticas superó
el marco nacional-internacional asociado con las fases tem pranas de la crisis
fordista. Se produjo una cada vez más intensa búsqueda de otras escalas en las
que las contradicciones estructurales y dilem as estratégicos del capital pudie­
ran quedar de nuevo reconciliadas durante un periodo extenso a través de ade­
cuados arreglos espaciotemporales y compromisos institucionalizados. Este
proceso de búsqueda adoptó diferentes form as en las distintas form aciones
sociales, otorgándose además una dim ensión internacional cada vez más
importante a la reestructuración de los regím enes de las políticas y a la reo­
rientación de las estrategias, lo que tam bién implicaba la búsqueda de una
nueva forma de Estado. Pese a las muy variadas críticas y soluciones, es probable,

n o
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

sin embargo, que sólo una restringida gama de opciones resulte compatible
con una transición con éxito hacia alguna forma de posfordismo. La forma en
que se combinen y cuál predom ine en una determinada sociedad dependerá
del resultado de las luchas políticas y económicas sobre el terreno de los d ife­
rentes regím enes nacionales de acumulación y regímenes políticos. Estas
cuestiones se abordarán en capítulos posteriores.

6. LA MEDIACIÓN DISCURSEA DE LA CRISIS

Una crisis no es nunca un fenómeno puramente objetivo que produzca auto­


máticamente una respuesta o resultado particulares. Por el contrario, la crisis
surge cuando ciertos patrones establecidos para hacer frente a las contradic­
ciones estructurales, a sus tendencias de crisis y a sus dilemas dejan de funcio­
nar en la forma prevista y pueden, incluso, contribuir a em peorar la situación.
Las crisis resultan más agudas cuando las tendencias de crisis y las tensiones se
acumulan en diversos momentos interrelacionados de la estructura o sistema
en cuestión, restringiendo el espacio de m aniobra para cada problema especí­
fico. Los cambios en el equilibro de fuerzas movilizadas tras y entre los d ife­
rentes tipos de lucha (véase el capítulo i) tam bién desem peñan un papel clave
a la hora de intensificar las tendencias de crisis y de debilitar o resistirse a los
modos establecidos de gestión de crisis (Offe 1984= 35 -6 4 ). Esto crea una
situación más o menos aguda de crisis, un momento potencial de transform a­
ciones decisivas y una oportunidad para una intervención crucial. En este sen ­
tido, en una situación de crisis se produce un desequilibrio, pues está
objetivam ente sobredeterm inada pero subjetivam ente infradeterm inada
(Debray 1978: n 3 ). A sí se crea el espacio para determinadas intervenciones
estratégicas que redírigen significativamente el curso de los acontecimientos.
También para los intentos de "apañárselas” en la —a veces injustificada— espe­
ranza de que el problema se resolverá por sí m ismo con el tiempo. Se trata,
pues, de momentos potencialmente determ inantes de la trayectoria (sobre la
dialéctica "dependencia de la trayectoria/form ación de la trayectoria” (path-
dependency/path-shapíng), véase Hausner et álii 1995).
Es posible detectar la aparición de una situación así en relación con la cri­
sis en y del ENBK. Cuál de los resultados alternativos será el que se dé fin al­
mente se verá mediado, en parte, por las luchas discursivas en torno a la
naturaleza y significado de la crisis y de lo que puede derivarse de ella. En
periodos de reestructuración social importante, se produce una intersección
RO BERT JE S S O P

de diferentes relatos económicos, políticos y socioculturales que tratan de dar


sentido a los problem as de cada momento, construyéndolos en térm inos de sus
fracasos pasados y de sus posibilidades futuras. Las diferentes fuerzas sociales
en el terreno público y en el terreno privado proponen nuevas visiones, p ro ­
yectos, programas y políticas públicas. Por ejemplo, los problem as a los que se
vio enfrentado el ENBK hicieron surgir relatos alternativos acerca de sí estaba
o no en crisis, sobre la profundidad de la m ism a, su desarrollo, si era probable
que term inara y cómo podía resolverse. De hecho, como se ha dicho cínica­
mente aunque con razón, el Estado de bienestar parece haber estado "en crisis”
desde el momento mismo de su concepción. Pero lo que parece haber estado en
discusión es tan sólo la naturaleza de la crisis, habiendo dominado diferentes
lecturas de la m isma en cada momento (véase la tabla 2 2 ; véase también
Esping-Andersen 1999: 2-4 ). Sin embargo, conforme se acumulan los sínto­
m as de crisis, la lucha por la hegemonía (o, al menos, la dominación) com ien­
za a establecer nuevas estrategias de acumulación, nuevos proyectos estatales o
hegemónicos. Estos conflictos económicos y políticos se refieren no sólo a la
distribución de los costes de la gestión de la crisis, sino también a las políticas
adecuadas para escapar de ella.

t a b la 2.2
PRINCIPALES SÍNTOMAS EN LA PERMANENTE CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR

AÑOS CINCUENTA Aft05 SESENTA AftOS SETENTA


Y OCHENTA AÑOS NOVENTA

Es inflacionario No logra la igualdad. Estancación. Globalización.


y perjudica al crecimiento. Demasiado burocrático. Desempleo. Desempleo.
Posmaterialismo. Desigualdades.
Sobrecarga estatal. Exclusión social,
inestabilidad familiar.
Crítica derechista. Crítica izquierdista. (OCDE 1981) Menos vinculada a partidos.
(OCDE 1997)
FXJENT& BASADA EN gSf>ING-AND£RSEN <1997; 2).

La plausibilidad de cada relato y de sus correspondientes estrategias y


proyectos depende de la resonancia (y, consecuentem ente, de su capacidad
para reinterpretar y movilizar) que tenga con los relatos personales —incluidos
los compartidos— de las clases, estratos, categorías o grupos sociales sign ifica­
tivos que se han visto afectados por el desarrollo del orden político y económ i­
co de posguerra. Es más, dado que hay siem pre varios relatos plausibles, deben
considerarse las capacidades diferenciales de los narradores para hacer circu­
lar sus m ensajes y asegurarse el respaldo para la lección que enseñan. Eso

113
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

dependerá en gran m edida de la organización y funcionamiento de los medios


de comunicación de masas y del papel de los intelectuales en la vida pública. La
plausibilidad de los relatos en competencia tam bién queda configurada por las
desviaciones estructurales y el funcionam iento estratégicamente selectivo de
los diferentes aparatos públicos y privados de la dominación económica, p olí­
tica e ideológica. Los relatos no compiten por la influencia en un terreno de
juego igualitario, sino que se ven som etidos a las selectividades discursivas y
estructurales17 y a la necesidad de establecer algún tipo de resonancia con los
relatos personales. Estas consideraciones nos conducen, naturalmente, mucho
más allá de la preocupación por lo narrativo, para llevarnos hasta las num ero­
sas condiciones extradiscursivas que hacen atractivo a un relato. Por último, la
plausibilidad de un relato concreto depende de una red más amplia de in terlo­
cución (Som ers 1994,: 614) que incluye las m etanarrativas que revelan los
vínculos entre una amplia gama de interacciones, organizaciones e institucio­
nes y contribuyen a dar sentido a épocas enteras. El hecho de que estos meta-
rrelatos institucionales cuenten con una poderosa resonancia no quiere decir
que tengamos que creerlos sin más. Todos los relatos son selectivos, se apro­
pian de ciertos argumentos y los com binan en formas concretas. En este sen ti­
do, pues, hay que tomar en cuenta lo que no se ha dicho y lo que se oculta, lo que
se reprim e o se suprime en el discurso oficial.
Las interpretaciones de la crisis en y del ENBK fueron (y son) múltiples.
Ahí se incluye, junto a otras muchas, el rechazo romántico del Estado de bien ­
estar (evidente en el trabajo de críticos como Ivan Illich 1979, 19 81); las p ro ­
puestas de un Estado de bienestar com unitarista alternativo o de un Estado que
hiciera frente a los problem as de la dom inación no sólo de clase sino también
patriarcal; los argumentos socíaldemócratas en favor de la reorganización y
repliegue del ENBK de manera temporal durante un periodo de austeridad
económica, antes de su resurrección en una form a más o menos idéntica a la
anterior-, las exigencias neoconservadoras de privatización de los servicios del
bienestar y de introducción de criterios com erciales en el Estado de bienestar.
Como verem os, el cambio hacía un régim en neoliberal radical está lejos de ser
su único resultado.
Estas interpretaciones se relacionan con los debates y reflexiones sobre el
Estado. En principio, se afirmaba que el Estado nacional ya no funcionaba
como lo hacía en los años del boom. Se decía que, como consecuencia del exce­
so de demandas, de la escasez de los recursos para hacerles frente, del déficit
en la capacidad del Estado para lograr sus objetivos, de la pérdida de cohesión

ii3
ROBERT JE S S O P

política, de la menor confianza en la legitimidad del gobierno o por simple


sobrecarga (overload) , el Estado estaba en crisis. Estas afirm aciones tuvieron
una resonancia política concreta y, aunque eran políticamente controvertidas,
sirvieron para orientar las acciones de una amplia gama de fuerzas políticas.
Más específicamente, se incorporaron a las propuestas de gestión o resolución
de la crisis que fueron típicas de la segunda fase del debate. Una sugerencia
común era que las funciones del Estado debían pasar a compartirse con orga­
nismos no estatales con el fin de reducir la sobrecarga de un aparato estatal
excesivamente desarrollado. Otra sugerencia era que debía volverse al Estado
liberal como guardián nocturno, para que pudiera concentrarse en una ejecu­
ción más efectiva de las funciones m ínim as que conservara. Más tarde, se pasó
sencillamente a reconocer que los cambios en el Estado nacional no podían
limitarse a una simple redistribución o reducción de unas funciones que, por
lo demás, permanecían inmutables, por lo que la atención se puso en tratar de
desarrollar un tipo de Estado y de políticas históricam ente nuevo. A sí pues, lo
que vendría a sustituir al ENBK dependió del cambiante equilibrio de las fuer-
zas movilizadas en favor y en contra de las interpretaciones en competencia de
la crisis en y del modo de crecimiento de posguerra, de su modo de regulación
y de las soluciones adecuadas a los problemas identificados en dichos relatos.

NOTAS

1. Véase Lipietz 1982. Este autor señala igualmente que el círculo virtuoso del fordismo requiere tam­
bién que el incremento en la productividad en el sector de los bienes de capital compense la cre­
ciente composición técnica del capital (o la intensidad de la parte del capital en la producción) si no
queremos que aumente la relación capital/producción, haciendo caerlos beneficios.
2. Naturalmente, todas las economías poseen sus características propias, pero es importante destacar
aquí que Alemania resulta un caso peculiar por la importancia, dentro de su dinámica de crecimien­
to global de sus industrias de bienes de capital para exportación. Con todo, el rendimiento general
de la economía alemana y su capacidad para desarrollar el consumo masivo en el interior dependie­
ron de la demanda de bienes de capital generada, en buena parte, por la dinámica global del fordis­
mo atlántico.
3. Se considera a Australia y Canadá como economías pequeñas ya que, pese a sus enormes territorios,
su población y su producción son relativamente reducidas,
4. Pitruzello (1999) sometió la tipología de Esping-Andersen a un análisis de conglomerados y, sobre
dicha base, elaboró un nuevo esquema de cinco partes. En él se repite la distinción hoy ya habitual
entre regímenes liberales de mercado angloamericano y de las antípodas, y reclasifica los otros casos
en tres grupos: universalista (Bélgica, Dinamarca, Noruega y Suecia), bismarekiano (Alemania,
Suiza y Países Bajos) y un nuevo conjunto dentro del régimen conservador-corporativista (Austria,
Finlandia. Francia, Italia y Japón).
5. Pitruzello (1999) nos ofrece un buen repaso de las críticas más difundidas; véanse también
Abrahamson 1999 y, para las críticas fem inistas, Bussemaker y van Kersbergen 1994 y Daly
1994.
6. Los datos de la OCDE indican que el gasto público en los Estados de bienestar del Sur de Europa, de
Japón y de EE UU está particularmente sesgado en favor de los ancianos, y en los regímenes de bienestar
de las antípodas y socialdemócratas. hacia los niños y los trabajadores adultos (OCDE 1996).
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

7. Estos rasgos son secundarios desde eí punto de vista de la teoría regulacionísta del Estado adoptada
como punto de partida del presente análisis. Si, por el contrarío, se adoptara, por ejemplo, el
género como foco primario de análisis, serían otros los rasgos considerados secundarios.
8. Véase, en este sentido, sobre Alemania, Gran Bretaña, Francia y el norte de Italia, Biernacki 1995.
9. Para Soskice (1999: 102), un régimen de producción incluye las relaciones financieras e industria­
les, la educación y la formación, y los sistemas interempresariales.
10. La terminología "contradicciones principal y secundarias", y los aspectos primario y secundarios de
las mismas, deriva de Mao Tse Ttmg (1967) y fue revivida por Louis Althusser (1977) en un contexto
diferente. Mis propias veleidades con estas expresiones tienen un sentido heurístico. Véase también
el capítulo 4,.
u . De hecho, diversos estudios señalan que este ajuste fino tenía más probabilidades de provocar efec­
tos pro cíclicos <jue contracíclicos.
1?,. Por el contrario, los nuevos regímenes internacionales de posguerra establecidos bajo la hegemonía
norteamericana servían a los intereses más generales de la acumulación de capital.
13. Esta reducción se vio agravada por el hecho de que la segunda guerra fría, que no era sólo un reflejo
de la crisis del fordismo sino que estaba ligada a la invasión soviética de Afganistán y al auge del neo -
liberalismo, condujo a un aumento del gasto militar.
14. El capitalismo, además, introduce nuevos productos, nuevas necesidades y, consecuentemente,
genera nuevos intereses creados. Es más, el consumismo privado puede llegar a amenazar la valori­
zación mediante reclamaciones salariales y una expansión excesiva del crédito al consumo, tanto
como lo hace el consumo colectivo mediante los impuestos y el endeudamiento público.
15. Otros ¡Tactores relevantes aquí son las migraciones internacionales, la tendencia al muíticulturalis-
mo y ei surgimiento de importantes diásporas. Todo ello ha contribuido a minar las identidades
nacionales basadas, respectivamente, en la Volksnation, la Kidtwn.ation y la Staatsnation. Sobre
transnacionalismo, véase Smith 2000.
16. Considerados en términos de la dinámica fordista global, resulta tentador afirmar que incluso fac­
tores tales como el cambio demográfico constituyen, en realidad, elementos integrales o consecuen­
cias inevitables de una estructura social fordista.
17. Sobre la selectividad discursiva, véase Hay 1996; sobre la selectividad estructural, véase Jessop
1990b.

115
CAPÍTULO 3
EL ESTADO COMPETITIVO SCHUMPETERIANO

Este capítulo se ocupa esencialm ente de las funciones económicas cambiantes


del Estado dentro de las sociedades capitalistas avanzadas después de la crisis
"en y del” fordism o atlántico. Los cam bios en la forma institucional y en la e fi­
cacia del Estado se abordan principalm ente en los capítulos 5 y 6, tras el análi­
sis de sus cambiantes funciones sociales en el próximo capítulo. Asociaré este
inconstante patrón de intervención económ ica a las tendencias de crisis eco­
nómica en el fordism o atlántico-, tam bién con las características emergentes
del posfordism o, así como con las tendencias de crisis política en el ENBK y
con los problem as propios de la sociedad de masas fordista en térm inos más
generales. A medida que las distintas fuerzas económicas, políticas y sociales
han ido reaccionado a estas tendencias de crisis, se ha hecho posible discernir
el comienzo de la cristalización de una form a distintiva de Estado destinada a
promover las condiciones económicas y extraeconómicas consideradas nece­
sarias para el nuevo régim en de acumulación posfordista. Este nuevo tipo de
Estado puede ser eficazmente descrito como un Estado competitivo schumpe-
teriano (Schumpeterian Competition State), por lo que procederé a exponer su
forma y funciones y a justificar dicha descripción en este y en ios capítulos
siguientes. Esta form a y estas funciones distintivas aparecen evidentemente
vinculadas a la nueva configuración de las contradicciones y dilemas que han
emergido con el surgimiento de la crisis del fordism o, y tam bién a los nuevos
RO BERT JE S S O P

paradigmas tecno-económ icos asociados con una nueva onda larga de creci­
miento económico. Ahora bien, este vinculo dista mucho de ser automático y
mecánico. Surge de una búsqueda m ediante ensayo-error que trata de encon­
trar sentido a las tendencias de crisis del fordism o atlántico y de su modo de
regulación, al tiempo que quiere desarrollar algunas directrices estratégicas y
orientaciones en respuesta a los fallos iniciales al intentar superar la crisis
estructural y m oderar el conflicto social a través de los procedim ientos norm a­
les de gestión de crisis. En efecto, en ciertos aspectos significativos la nueva
forma de Estado (considerada como una condensación estratégicamente selec­
tiva que está determ inada por la form a del cambiante equilibrio de las fuerzas
políticas) está desempeñando un papel esencial en la constitución material y
discursiva de la economía globalizadora, en red y basada en el conocimiento,
que intenta gobernar con sus actividades.
La expresión "Estado com petitivo” se em plea aquí para caracterizar a un
Estado que trata de garantizar el crecim iento económico dentro de sus fro n ­
teras y de asegurar ciertas ventajas competitivas para los capitales estableci­
dos dentro de las m ism as, aunque operen en el extranjero, promoviendo las
condiciones económ icas y extraeconóm ícas actualmente consideradas esen ­
ciales para triunfar en competencia con actores y espacios económicos lo cali­
zados en otros Estados. Paradójicam ente, las econom ías deslocalizadas
(offshore) pueden ser un elemento en esta lucha al ser financiadas (o tolera­
das) por los Estados localizados (onshore) para asegurarse ventajas com petiti­
vas para los capitales nacionales o internacionales establecidos en su propio
territorio (Hudson 200 0; Palan 19 98). En térm inos más generales, como se
verá más tarde, un aspecto im portante de las actividades de los Estados com ­
petitivos se refiere a sus esfuerzos, ya sea en solitario o conjuntamente con
otras fuerzas (incluyendo otros Estados), por proyectar su poder más allá de
sus fronteras políticas con el fin de configurar los espacios económicos t r a s ­
fronterizos o exteriores relevantes para la acumulación-de, capital„y la re_p.ro”
duccipn. social? Aunque las estrategias de los Estados competitivos pueden
fijarse sobre lugares específicos, espacios y escalas concretos, y dirigirse con­
tra com petidores específicos, éstas aparecen siem pre m ediadas por el funcio­
namiento del conjunto del mercado mundial, especialm ente en la medida en
que se realizan esfuerzos por am pliar y profundizar este mercado mediante
estrategias de globalización neoliberal. El Estado competitivo como tal otorga
prioridad a la búsqueda de estrategias destinadas a crear, reestructurar o
reforzar —siem pre que resulte económ ica y políticamente viable— las ventajas
com petitivas de su territo rio, población, medio am biente, instituciones
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

sociales / agentes económicos.1..,Asi como existen diferentes formas de com ­


petencia, hay también diferentes form as de Estado competitivo. En lo relati­
vo al papel que desem peña en la política económica, el tipo dominante que
está emergiendo en la actualidad puede caracterizarse como Estado com peti­
tivo schum petejiano por su preocupación por el cambio tecnológico, la inno-
vacióny la empresa, y por su pretensión de desarrollar para tales fines nuevas
técnicas de gobierno y gobernanza. Aunque las políticas sociales y económicas
m uestran un ácoipiamiento más estrecho en el Estado competitivo que en el
ENBK, me referiré a las form as y naturaleza del mismo en el capítulo 4 en
lugar de hacerlo a continuación.

x. EL POSFORDISM O Y LA ECO NO M ÍA BA SAD A EN EL CONOCIMIENTO

Contamos ya con una am plia y, en ocasiones, acalorada discusión académica


"-últimamente, algo más apaciguada— acerca de si el concepto de posfordismo
constituye el punto de partida más adecuado para el estudio tanto de los recien ­
tes cam bios en la acum ulación de cap ital como de sus im p licacio n es para
la política social y económica. Es importante destacar aquí tres aspectos: (1) la
idoneidad teórica general del concepto de posfordism o; (3) la pregunta de
hasta qué punto resulta adecuado este concepto para describir toda la gama
de cambios que han tenido lugar desde mediados de los años setenta; y (3 ) el
papel del posfordism o y de las nociones que se asocian a él en los discursos
económicos y políticos empleados para justificar algunos cambios recientes en
las políticas económ ícasy sociales. Trataré estas cuestiones de forma sucesiva.
En prim er lugar, para ciertos propósitos, quizá resultara más convenien­
te caracterizar el em ergente régim en de acumulación mediante un concepto
sustantivo análogo al de fordism o, como toyotismo, sonysmo, gatesismo o
wintelism o. Conceptos que se refieren a nuevos paradigmas tecnoeconómicos
en sectores industriales ya establecidos o emergentes y a nuevas form as de
em presa y de competencia consideradas superiores a las típicam ente ford is-
tas. Aunque estos paradigm as carecen de la om nicom prensiva resonancia de
la que disfrutó el paradigm a fordísta una vez que quedó consolidado el régi­
m en acumulativo fordista, resultan ciertam ente más fructíferos que el con­
cepto más form al de posfordism o, que se apoya en un mero prefijo tem poral
para distinguirse del fordism o. Este m ism o problem a afecta al paradigma de
la "nueva econom ía” , con su sim plista y exagerado contraste entre lo viejo y lo
nuevo. Consiguientem ente, me referiré en su lugar a la "econom ía basada en

119
ROBERT JE S S O P

el conocim iento” (EBC). Este paradigm a, que se ha vuelto gradualmente


Kegemónico como fundamento y directriz estratégica para la reestructuración
económica, política y social, ha logrado una am plia resonancia en muchos s is ­
temas diferentes y en el mundo de la vida, y refleja la im portancia general
atribuida, con razón o sin ella, al conocim iento como "factor de producción”
en el proceso, laboral, en el régim en de acumulación y en el modo de regula­
ción posfordistas (véanse pp. 1 5 Con todo, sigue siendo posible aplicar
la noción de posfordism o siem pre que se preste la debida atención a las con­
tinuidades y discontinuidades. Sin continuidades, el nuevo proceso laboral, el
nuevo régimen de acumulación o el nuevo modo de regulación no serían p o s­
fordistas, sino sencillamente no fordistas; por el contrario, sin discontinuidades
no serían posfordistas, sino m eram ente otra fase del fordism o: altofordism o,
tardofordism o, neofordism o o como quiera denom inarse. Por ello, en este y
en los capítulos siguientes se estudiará tam bién la im portancia de los efectos
de conservación-disolución im plicados en el régim en de acum ulación em er­
gente y su dialéctica entre la dependencia de la trayectoria y la form ación de la
trayectoria.
En segundo lugar y aclarado lo anterior, es evidente que muchos aspectos
clave del proceso laboral, del régim en de acumulación y del modo de regula­
ción contemporáneos poco tienen que ver con la edad dorada del fordism o, por
lo que deben ser considerados por sí m ism os y en térm inos de la posición que
ocupan en el régim en emergente y en su modo de regulación. En tercer lugar,
tanto si la noción de posfordism o tiene o no actualmente justificación teórica
como concepto analítico, los discursos que hacían referencias más o menos
explícitas al posfordism o o a la especialización flexible no dejaron de tener
importancia en la mediación inicial del cambio económico, político y social
durante la crisis en y del fordism o atlántico. Los principales rasgos sustantivos
de un emergente régim en de acumulación viable y de su modo de regulación se
han ido perfilando e integrando desde entonces en form a de estrategias de
acumulación, proyectos estatales y visiones hegem ónicas. En particular, bajó la
rúbrica de la economía basada en el conocimiento, están guiando y reforzando
las actividades destinadas a consolidar la emergente econom ía posfordista.
Una adecuada consideración del emergente régim en posfordista basado
en el conocimiento debería otorgarle el m ism o tratamiento que al fordism o; es
decir, discutir sus diferentes lugares y niveles, tomando también en conside­
ración el tipo de arreglo (o arreglos) espaciotemporal susceptible de garantizar
cierto grado de coherencia estructural entre todos ellos. Siguiendo, pues, esta
lógica, puede decirse que el posfordism o, como un tipo característico de proceso

12,0
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALIST*

laboral, supone una form a de producción flexible basada en el uso de m áqui­


nas y sistem as flexibles com binados para garantizar ^.cononaías de alcance
y/o de redes. Las econom ías de alcance (Economies o f Scope) surgen como
consecuencia de la diversidad de productos que es posible elaborar a partir
de una determinada organización social y técnica de la producción, más que de
la reducción de los costes u n itario s de la p ro d u cció n de gran d es rem esas
de mercancías estandarizadas que producen las típicas economías de escala de
la producción en masa. Las econom ías de redes (Economies of networks) su r­
gen fundam entalm ente como consecuencia de las externalidades positivas
de producción y consumo asociadas a las redes de infraestructuras (como,
por ejem plo, las redes de transporte, de servicios o de com unicaciones) y/o
al funcionam iento conjunto de activos com plem entarios y compatibles con­
trolados por diferentes organizaciones (Econom ídes 19 9 6 ; Shy 2 0 0 1). Las
nuevas tecnologías de la inform ación y de la com unicación (en lo sucesivo,
TIC) contribuyen significativam ente a am bos tipos de redes económ icas en
todas las fases del circuito del capital, tanto en el lado de la producción como
en el lado del consumo. A sí, por ejem plo, las nuevas redes de TIC suponen
con frecuencia aumentos prácticam ente exponenciales de la rentabilidad en
relación con el tamaño de las redes, en la m edida en que "cada m iem bro
(consum idor) adicional aumenta el valor de la red, lo que a su vez atrae a
nuevos m iem bros, provocando una esp iral de b en eficio s” (Kelly 19 98 : 25).
De form a sim ilar, las TIC p erm itieron diferentes form as cooperativas de
em presas en red, de desintegración vertical, de alianzas estratégicas y de ter-
eerización, etc., que, particularm ente cuando actúan en tiem po real, generan
tam bién externalidades positivas. El proceso laboral posfordista tam bién
exige una correspondiente fuerza de trabajo flexible que con frecuencia
com bina igualm ente de form a flexible trabajadores m ulticualificados con
trabajadores no cualificados, en contraste con el papel dom inante del traba­
jo relativam ente inflexible y sem icualífícado en la producción en masa fo r­
dista. Sin embargo, no todas las form as de flexibilidad resultan positivas
para los trabajadores, puesto que van desde los trabajos con flexibilidad sala­
rial y tem poral, con despido libre y tercerizacíón, pasando por el autoempleo
o la subcontratación del trabajo cualificado, hasta la m ulticualificación de los
trabajadores clave, con rotación en los em pleos, enriquecim iento del traba­
jo y trabajo en equipo. Igualm ente, la flexibílización puede adoptar muchas
form as, unas más ligeras y adm isibles que otras. A sí, pues, existen d iferen ­
cias im portantes en las estrategias y en las consecuencias de los intentos de
flexibilizar el proceso laboral.
ROBERT JE S S O P

El hardware esencial para el proceso laboral posfordista —y el que justifica


su descripción, al menos cronológicamente, como posfordista— son las TIC
basadas en la microelectrónica. Entre ellas. Internet desem peña un papel cada
vez más importante, especialmente en las transacciones intraem presariales,
entre las em presas (B?B, bussines to bussines) y entre las adm inistraciones y las
empresas (G^B, gobemment to bussines)2. El proceso laboral posfordista depen­
de igualmente cada vez más del software inteligente basado tanto en los códi­
gos de funcionam iento y en el conocimiento codificado como en el " wetware”
experto (mano de obra intelectual que posee un conocimiento tácito o todavía
no codificado)3. De hecho, otra de.las descripciones del posfordism o —como
inform acionalism o— enfatiza precisam ente la aplicación reflexiva del conoci­
miento a la producción del conocimiento (Castells 1996, 2000b). La produc­
ción flexible, basada en máquinas flexibles o en sistem as manejados por mano
de obra flexible, no se lim ita a las áreas anteriormente dominadas por la p ro ­
ducción masiva en las que da como resultado la producción flexible m asiva en
grandes fábricas y/o el control concentrado sobre redes descentralizadas de
producción. También puede aplicarse a la pequeña producción por lotes, fle x i­
ble y especializada, a cargo de redes extendidas de productores y a la de peque­
ñas o m edianas em presas. De igual m anera, algunos de esos procesos
innovadores pueden servir para increm entar la productividad en aquellos
casos de producción donde la calidad esté diversificada. Inclusive, más allá del
campo industrial, también puede aplicarse a la producción de muchos tipos de
servicios en los sectores privado, público y en el llamado "tercer” sector. Esto
resulta importante por dos razones. La prim era es la tendencia hacia la desin ­
dustrialización en las economías fordístas atlánticas, como resultado del in cre­
mento de la productividad en la industria doméstica, de la reubicación de tales
industrias en el extranjero y de la competencia por parte de productores
extranjeros de mayor eficacia. La segunda, es la oportunidad que la flexibiliza-
ción ofrece para resolver los supuestos problem as asociados a los intentos de
hacer crecer la productividad en ios servicios en relación con la industria, pro -
blemas a los que suele hacerse referencia como el efecto Baumol (es decir, el
constante increm ento en los precios de producción de los servicios en com pa­
ración con los bienes manufacturados). A menudo se recurre a dicho efecto
para explicar la crisis fiscal del Estado de bienestar, aunque resulte más ade­
cuado considerarlo una tendencia social tecnológicamente condicionada, más
que como una ley de hierro de la provisión de servicios. De donde se deduce que
las posibilidades de las tecnologías y procesos de trabajo posfordistas de influir
sobre la dinám ica de cualquier sistem a económico emergente son mucho

izz
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

mayores que las de los procesos de trabajo fordista en relación con el fordismo
atlántico. En este sentido, la "econom ía basada en el conocim iento" parece
contar con posibilidades reales de em prender una nueva onda larga de expan­
sión económica.
Como modo de crecimiento macroeconómico estable, el posfordism o se carac­
terizaría por su flexibilidad y su innovación permanente. En térm inos de tipo
ideal, y al contrario de lo que sucede con el fordism o, su círculo virtuoso se
basaría en los siguientes aspectos: la producción flexible y en red; el creci­
miento de la productividad basado en alguna com binación de economías de
alcance, economías de redes e innovaciones en los procesos; salarios altos para
los trabajadores cualificados y para los trabajadores intelectuales (a menudo,
reclasificados conjuntamente como "trabajadores del conocim iento”); una
mayor demanda de mercancías diferenciadas y de servicios no exportables (y,
consiguientemente, no importables) favorecida por el componente cada vez
más discrecional de los salarios? mayores beneficios basados en las rentas tec­
nológicas y otras rentas de innovación, y la utilización total de la capacidad fle ­
xible; reinversión en equipos y técnicas de producción más flexibles o en
nuevos tipos de productos; u n nuevo im pulso a la productividad como resulta­
do de una nueva ronda de innovación destructiva y creativa, de economías de
alcance y de economías de redes. Aunque resulta fácil proponer un círculo v ir ­
tuoso de este tipo, dada la combinación en algunas economías nacionales de
una creciente apertura y una decreciente estructura de coherencia, es algo más
difícil identificar la escala en la que podría darse un patrón estable y coheren­
te de produccióny consumo. Se trata de uno de los aspectos de la actual relati-
vización de escala, con su correspondiente lucha por establecer a alguna de las
escalas alternativas como nueva escala prim aria para un arreglo espaciotempo­
ral adecuado al posfordism o (pp. 3 2 1 2 2 4 ) - Es más, dado que la dinámica de
crecimiento posfordista no, im plica necesariam ente generalizar las subidas
salariales de los trabajadores clave para incluir a los trabajadores periféricos o
a los económicamente inactivos, el régim en de acumulación posfordista podría
conducir a una polarizacióny a una exclusión social mayores que las del fordis­
mo atlántico (véase el capítulo 4). Esto resulta particularmente evidente en los
regím enes neoliberales.
Como modo de regulación económica, el posfordism o im plica que las p rin ci­
pales form as estructurales de regulación se dedican a la innovacióny la flexibi­
lidad desde el lado de la oferta. Se produce así un desplazamiento desde el
predom ino de las form as burocráticas en la estructura corporativa, hacia fo r­
mas de organización más planas, delgadas, descentralizadas y flexibles que
ROBERT JE S S O P

enfatizan la gestión estratégica de las interdependencias en tom o a las com pe­


tencias esenciales. También hacia form as de organización en red basadas en
una mayor integración mediante Internet y otras formas de comunicación
electrónicas, una mayor coordinación, control e inteligencia; o hacia las
"em presas virtuales” que externalizan la mayor parte de las actividades n ece­
sarias para la entrega de sus productos o, más comúnmente, de sus servicios, y
que en algunos casos extremos sólo existen en la Red. Esto trae consigo la
extensión y profundización de las redes digitales para m ejorar la organización
de las relaciones B^B (entre empresas) y entre em presas y consumidores
(B^C). También puede aparecer asociado con economías de redes y con las
ventajas del prim er jugador (first-mover adventage). Las nuevas form as predo­
m inantes de competencia se basan en la m ejora de la calidad y de las prestacio­
nes de cada producto, así como en la capacidad de gestionar sistem as flexibles
de producción (o de diseñar sistem as flexibles de provisión de servicios) y de
acelerar la innovación en los procesos y en los productos a partir del conoci­
miento aplicado a la producción del conocimiento. En este contexto, la in n o­
vación en la ingeniería y la mejora de la productividad en el establecimiento de
sistem as de fabricación resultan más esenciales para la industria que la p ro­
ductividad en la propia producción dentro de cualquier sistema. En este sen ti­
do, destaca la utilización de las TIC, y en especial de Internet, para el comercio
Bs>B. La innovación de sistemas es tam bién vital en los sectores financieros y
comerciales. Lo cual se refleja en el hecho de que en la actualidad la com peten­
cia depende de manera considerable de la búsqueda de rentas tecnológicas
basadas en la innovación permanente, en los monopolios de facto sobre las
tecnologías avanzadas o en los derechos de propiedad intelectual; y tam bién de
las economías de alcance, la aglomeración y/o las redes, más que en las típicas
economías de escala del fordism o. En resum en, la em presa posfordista está
menos preocupada por la competencia a través de economías de escala en la
producción de bienes y servicios estandarizados que emplean sistem as de p ro ­
ducción concretos, que por la competencia m ediante economías de alcance,
economías de red y procesos y productos con un uso intensivo del conocim ien­
to basados en una flexibilidad cada vez mayor en todas las fases de producción
y distribución, siem pre que ello resulte compatible con la continuidad de la
valorización.
La relación salarial se m odificó para reflejar las cambiantes condiciones
del mercado (bien flexisalaríos, bien despido lib re y/o responsabilidad salarial
y recualifícación periódica), otorgando un papel esencial en la m ejora de la
flexibilidad al salario social y al consumo colectivo (véase el capítulo 4). Las
£ L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

relaciones industriales se concentraron en la integración de los trabajadores


clave en la empresa, mediante nuevos sistem as salariales, nuevas formas de
im plicación, nuevas estrategias de recursos hum anos, etc. Y, en la búsqueda
de una mayor flexibilidad, se tendió a descentralizar la negociación colectiva
desde el nivel nacional a los niveles sectorial y regional o, incluso, a los niveles de
em presa o lugar de trabajo. Con esto tam bién se lim itó, en la generalización
de los aumentos salariales como fuente de la demanda, el papel de la negocia­
ción colectiva por conexión o imitativa (conneetive y pattem bargaining). La
forma dinero se vio dominada por el crédito privado de bancos no radicados
que circula internacionalm ente, y por la proliferación de productos fin an cie­
ros, derivados y oti'as formas de activos líquidos; mientras, la expansión del
crédito estatal quedó limitada por la lógica de los mercados de divisas in terna­
cionales y los nuevos indicadores o acuerdos internacionales. El capital com er­
cial se reorganizó para crear y servir a nuevos m ercados cada vez más
segmentados y, especialmente en los regím enes neoliberales, para ofrecer
bienes de consumo masivo baratos a los excluidos y a los nuevos pobres. Por
último, la intervención estatal y los regím enes internacionales se reorganiza­
ron en la form a en que estudiaremos en este capítulo y en los siguientes.
Por el momento, no existe un modo de socialización posfordista obviam en­
te dominante, análogo a la sociedad de m asas industrial y urbana que aspiraba
al sueño americano en el fordism o atlántico. En parte, esto es reflejo de las
múltiples incertidum bres de los años ochenta y noventa acerca de qué sería lo
que vendría a sustituir al proceso laboral fordista como fuerza motriz de la
expansión económ ica. Igualm ente, acerca de cómo asegurar (y si se lograría)
la coherencia estructurada de un régim en de acumulación posfordista. De
hecho, se produjeron acalorados debates sobre la superioridad relativa de los
modelos de producción, consumo y socialización nacionales, regionales y
urbanos en competencia. Por ejemplo, EE UU, Japón y Alem ania demostraron
ser los mayores contendientes dentro de los modelos nacionales; Silicon
Valley, la Tercera Italia y Badén-W ürttemb erg se contaban entre los muchos
modelos regionales alternativos; y tam bién se suscitaron debates acerca de si el
futuro de las ciudades se encontraba en las ciudades globales, em presariales o
posmodernas. De hecho, las diferentes fuerzas en los distintos países, así como
un número cada vez mayor de organism os internacionales o supranacionales,
compitieron por definir las estrategias de acumulación, los proyectos estatales
y las visiones hegemónicas para rehacer la vida social de acuerdo con d iferen ­
tes imágenes. Estas incertidum bres se reforzaron por los problemas cada vez
mayores que enfrentó cada alternativa principal en su propio terreno de origen
R O B E R T JE S S O P

durante los ochenta (en los años noventa en los casos de Alem ania y Japón). Por
supuesto, todavía está vivo el interés acerca de las variantes del capitalismo y
sus respectivas fortalezas y debilidades, con un reconocimiento cada vez mayor
de las complementariedades y rivalidades mutuas e, incluso, de los posibles
beneficios evolutivos y adaptativos de m antener la diversidad institucional.
Gon todo, la hegemonía estadounidense se ha afirmado con mayor o m enor
'éxito en forma de proyecto neoliberal global como consecuencia de los avances
de los EE UU en sectores cruciales d éla economía del conocimiento, del dom i­
nio estadounidense sobre los regím enes internacionales asociados a la globa­
lización económica, y por la renovada supremacía m ilitar norteamericana
basada en el informacionalísmo y en nuevas form as de guerra "inteligente” en
red. En térm inos globales, Japón ha quedado eficazmente marginado a este
respecto, aun cuando conserve su papel como principal hegemonía local, con
China como único sustituto potencialmente serio; y, pese a que la reciente con­
solidación de "Eurolandia” ofrece modos de regulacióny socialización alterna­
tivos, todavía no supone una amenaza para la dominación estadounidense
dentro de la economía mundial global. En térm inos más generales, los patro­
nes de socialización aparecen marcados por el auge de form as más complejas e
híbridas de organización social, y por las crisis de identidad nacional y de
cohesión social. Más específicam ente, podem os señ alar cómo —-aun a riesgo
de concentrarse unilateralmente en las clases y estratos privilegiados del
norte— el estilo de vida y de consumo se ha convertido en la base más im por­
tante para la estratificación de las economías avanzadas. Se han increm entan­
do las políticas identitarias y ha aumentado el significado de los nuevos
movimientos sociales en las políticas posmodernas. Esto puede vincularse al
argumento de que vivim os en una sociedad posmoderna, siem pre que no se
; utilice el posible desarrollo de modos de socialización posm odernos para jus-
J tifiear la posmodernidad como enfoque teórico propio.
El contraste entre fordism o y posfordism o ha servido (y todavía sirve)
para contextualizar las respuestas a la crisis del ENBK, en especial en el nivel
discursivo o paradigmático. Ahora bien, este contraste elemental oculta la v e r­
dadera complejidad de los cambios subsumidos (y, de hecho, mistificados) en
lo que con demasiada frecuencia ha sido tratado en térm inos de ruptura rad i­
cal. Es más, como vienen señalando los regulacionistas desde hace más de
veinte años, la transición desde el fordism o a un posfordism o estable no está
garantizada. Más en concreto, depende de com plejos procesos de búsqueda
mediante ensayo-error, del desarrollo de nuevas estrategias de acumulación,
de nuevos proyectos estatales y visiones hegem ónicas, de trascendentales

126
E L FUTURO D EL ESTADO CAPiTALISTA

innovaciones institucionales, y de la consolidación de nuevos arreglos espacio-


temporales. Lo cual introduce muchas dificultades al intentar encontrar algo
parecido a una solución completa y transferible a la pregunta de cuál es la m ejor
manera de gestionar dicha transición.

2. V IE JA S Y NUEVAS CONTRADICCIONES EN E L POSFORDISMO

En el capítulo 3 he señalado algunas tendencias de crisis en el fordism o


atlántico que contribuyeron a su crisis y a la del ENBK. En el presente cap í­
tulo abordaré los rasgos em ergentes de la econom ía posfordista "basada en el
con ocim iento” y sus im p licacion es para la p olítica económ ica en los n u e­
vos regím enes de acumulación, los nuevos modos de regulación y los nuevos
arreglos espaciotem porales. En capítulos posteriores consideraré sus im p li­
caciones para las otras dim ensiones del tipo capitalista de Estado. Es oportu­
no realizar ahora tres advertencias. La prim era es que al tratar estas
cuestiones no se quiere decir con ello que los Estados puedan desarrollar
siem pre (ni mucho m enos que ya posean) la capacidad para reorganizarse y
ejercer con éxito nuevas funciones. En segundo lugar, no se quiere decir que
sea posible introducir un régim en de acum ulación posfordista, con su modo
de regulación social apropiado, sin resistencias y conflictos, o que vaya a
quedar libre de problem as una vez consolidado. Muy al contrario, la argu­
m entación que sigue trata de resaltar la envergadura de la tarea que deben
afrontar los Estados en estas nuevas condiciones, m ientras llevan a cabo su
búsqueda de en sayo-error para resolver los viejos y nuevos problem as de sus
actividades de política económ ica y social. Y, en tercer lugar, como ya he
dicho, no se trata de que la econom ía p osfordista surja p rim ero como resu l­
tado del funcionam iento espontáneo de las fuerzas de mercado y, posterior- i
mente, se vea regulada desde fuera por los d iferentes m ecanism os y agentes!
del correspondiente modo de regulación. Sino que las luchas por defin ir la 1
econom ía como un .ob.j.eto imaginado de regulación y por form ular las estra­
tegias de acum ulación y modos de regulación adecuados son, en sí mismas,
fuerzas que participan en la constitución del eventual surgim iento del pos-
fordism o. Esto nos exige prestar una especial atención a los cambiantes
paradigm as tecnoeconóm icos, a las teorías y discursos económ icos y a las
técnicas de gobernanza, así como a la adecuación de las capacidades estraté­
gicas del Estado como mecanismo extraeconóm íco p rim ario de la regulariza -
ció n y la gobernanza económicas.

12 7
RO BERT JE S S O P

Y es que, pese a toda la propaganda y la irracional exh.ubera.ncia de las


explicaciones actuales de la "nueva econom ía” flexible, globalizadora y basada
en el conocimiento, el posfordism o no suspende las condiciones, los dilem as
ni los conflictos del capitalismo. De hecho, la expansión de la lógica económ i­
ca del capitalismo y de la competitividad económica para abarcar factores ante­
riorm ente considerados "extraeconóm icos” tiende, en realidad, a am pliar el
radio de estas contradicciones, dilem as y conflictos, insertándolos de manera
más completa en las relaciones sociales en general. Tenemos aquí otro aspecto
de la creciente dom inación ecológica de la acumulación capitalista a escala
mundial como principio de socialización, ya que el problem a de re-regular la
acumulación tras la crisis for dista supone algo más que encontrar nuevas fo r­
mas de gestionar el viejo patrón de contradicciones y que hacerlo en el mismo
arreglo espacíotemporal. No sólo por la inversión entre los aspectos prim arios
y secundarios de las dos form as estructurales principales del modo de regula­
ción del fordismo atlántico, es decir, la form a relación salarial y la form a d in e­
ro. Sino que surge tam bién porque otras contradicciones y sus dilem as
asociados han adquirido una im portancia mayor, y también porque los contex­
tos espaciotemporales en los que dichas contradicciones se expresan se han
vuelto más complejos. Por esto, resulta más difícil relocalizar el arreglo espa-
ciotemporal del fordism o en alguna otra escala —ya sea superior o in ferior a la
nacional— incluso si las estructuras estatales y el resto de form as regularizado-
ras relevantes pudieran ser fácilm ente relocalizadas en dicha escala. Todo
indica la necesidad de uno nuevo arreglo espacíotemporal además de nuevos
modos de regulación y gobernanza.
Existen cinco contradicciones significativas asociadas a la crisis del fo r­
dismo y a la transición al posfordism o. Las dos prim eras suponen m eras in ver­
siones de los aspectos prim ario y secundario de las contradicciones principales
del modo de regulación fordista y una reducción de la importancia global de
estas dos contradicciones en el modo de regulación posfordista (al m enos en la
escala nacional). Las otras tres implican que ciertas contradicciones que poseían
un significado secundario para el ENBK no sólo han visto redim ensionados sus
diferentes aspectos, sino que han adquirido ahora una mayor im portancia.
En prim er lugar, se ha producido una transposición de los aspectos p ri­
marios y secundarios de la forma salario considerada como un coste de p ro­
ducción y como fuente de la demanda. En segundo lugar, se ha producido una
transposición de los aspectos prim arios y secundarios de la forma dinero con­
siderada como dinero nacional y como divisa internacional (dinero desestata-
lizado). En tercer lugar, la contradicción entre los momentos de valor de

is>8
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA

cambio y de valor de uso del capital productivo ha aumentado su importancia


con relación a lo que sucedía en el apogeo del fordism o atlántico, debido a la
creciente disociación entre los flujos abstractos en el espacio y la valorización
concreta in sítu. Esto aparece especialmente asociado a la hiperm ovilidad de
algunas fracciones del capital finan ciero, pero afecta tam bién a otros actores
y procesos relativam ente m óviles del circu ito del capital. En cuarto lugar,
la articulación entre las condiciones económ icas y extraeconóm icas para la
acum ulación de capital (es decir, entre sus precondiciones mercantilizadas,
ficticiamente mercantilizadas y no mercantilizadas) se ha vuelto más proble­
mática. En especial, el creciente cortoplacismo en el cálculo económico, vin cu­
lado con la dominación del concepto de capital como dinero, está entrando en
serio conflicto con la creciente dependencia de la valorización de un cada vez
mayor rango de factores extraeconómicos que requieren un amplio periodo de
tiempo para su producción. En quinto lugar, la contradicción básica entre la
creciente socialización de las fuerzas de producción y la conservación del con­
trol privado de las relaciones de producción y apropiación del excedente
adquiere una nueva forma y significado en la economía en red. En sexto lugar,
y como añadido, aunque no se trata en sí de una contradicción estructural, han
surgido importantes conflictos acerca de cuáles son los horizontes de acción
adecuados para el arreglo espaciotemporal, si es que existen, dentro de los cua­
les sea posible gestionar las principales (pero ya no tan importantes) contra­
dicciones del fordism o atlántico y las ahora más importantes contradicciones
de este periodo.
En prim er lugar, en el fordism o atlántico y en el ENBK el salario era trata­
do fundamentalmente como una fuente de la demanda. De esta forma, el cre­
cimiento de los salarios servía a los intereses del capital productivo para lograr
la utilización completa de su capacidad dentro de una economía relativamente
cerrada, dominada por la producción en masa y los intereses del capital com er­
cial en la difusión del consumo masivo. La creciente internacionalización del
capital, que acompañó a las fases finales del fordism o, vino a transform ar dicha
situación: los salarios pasaron a ser vistos prioritariam ente como un coste de
producción y sólo secundariamente como una fuente de la demanda interna4,
tanto en lo que se refiere a los salarios individuales como al salario social
(sobre este último, véase el capítulo 4). Con ello se amenazaba el compromiso
de clase nacional institucionalizado entre el trabajo organizado y el capital
industrial nacional y, junto a la inversión de los aspectos prim arios y secunda­
rios de la forma dinero, contribuyó a desplazar el equilibrio de fuerzas de dicho
compromiso desde el trabajo organizado hasta el capital productivo. También

13 9
R O B E R T JE S S O P

sirvió para fortalecer al capital m onetario frente al capital productivo, lo cual


pudo estimular al capital de ciertos sectores —o incluso a la mayor parte de los
capitales activos en el espacio de una determinada economía nacional— a
intentar anular dicho compromiso. A sí ocurrió en las economías liberales que
experimentaron un cambio de régim en neoliberal facilitado por la naturaleza
relativamente des coordinada de las relaciones "industria-finanzas-trabajo” y
por la capacidad de los Estados centrales de poner en práctica programas rad i­
cales sin necesidad de mayores consultas o concertaciones. En los demás casos,
sin embargo, esta inversión pudo conducir simplemente a una renegociación
de los térm inos del compromiso y, acaso, a una restricción de las partes del
mismo. Esto resulta más probable allí donde el capital o el Estado consideran
que la cooperación de los trabajadores y de los sindicatos es esencial para hacer
frente con éxito a otras contradicciones estructurales en la emergente econo­
mía posfordista. Lo que, a su vez, depende del grado en que el capital o el
Estado consideran a la fuerza de trabajo como el lugar de la cualificación, la
creatividad y el conocimiento, más que como un factor sustituible de la p ro­
ducción entre otros muchos. Dependerá, asimismo, de algunos rasgos más
generales del Estado (véase el capítulo i) y de la situación política existente.
En resumen, el nivel de radicalídad posible de la ruptura con el com pro­
miso de posguerra depende de los concretos rasgos de la relación salarial y de
qué fracciones del capital (si es que hay alguna) estén efectivamente interesa­
das en rom per dicho compromiso, aun cuando el equilibrio estructural de
fuerzas subyacente al mismo se haya desplazado en perjuicio del trabajo. Esto
se reñeja en las diferentes soluciones nacionales para resolver los nuevos p ro­
blemas. A sí, allí donde la mano de obra es considerada como un coste fijo (por
ejemplo, los trabajadores clave en Japón o en Alem ania), o bien los sindicatos
están bien establecidos organizativa y legalmente en el nivel local (por ejem ­
plo, en Bélgica, Alem ania o Suecia), se ha recurrido a la innovacióny a la recua -
lificación para mantener una estrategia de acumulación de altos salarios, alta
tecnología y alto crecimiento. En casos tales como los de Alemania, Suecia y
Bélgica, esto se refleja en pactos de productividad a veces respaldados por el
Estado. Por el contrario, allí donde la fuerza de trabajo es vista como un coste
variable (como en los casos británico y estadounidense, aunque diferentem en­
te organizados) o donde los sindicatos locales son débiles, el capital puede ata­
car a los sindicatos en todos los niveles y adoptar un enfoque de despido libre
con la esperanza de que la flexibilidad neoliberal refuerce la competitividad
(Hancké 1996). También en el Sur de Europa se desarrollaron pactos sociales,
aunque por razones algo diferentes (véase ínfra y el capítulo 4,).

i 3o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

En segundo lugar, dado que el dinero funcionó en el ENBK básicamente


como divisa nacional, y su circulación en la economía nacional estaba contro­
lada por el Estado, el subsiguiente colapso del régimen del dinero como crédi­
to regulado de posguerra abrió la caja de Pandora. Podemos comprobarlo en el
desarrollo de la desregulación financiera en las economías nacionales y entre
las economías nacionales, así como en la expansión del capital financiero
"deslocalizado”. El desplazamiento hacía la determinación en el mercado
internacional de los términos de los créditos y de los precios de las divisas, en
ocasiones, por supuesto, con la connivencia de los propios Estados nacionales,
sobre todo de los EE UU, ha debilitado al ENBK como una forma específica de
Estado. Los crecientes flujos transfronterizos del capital financiero (incluyen­
do el tráfico de derivados) han tenido un impacto negativo sobre el control
monetario por parte de los Estados nacionales. Así, tal como señala Alan
Hudson:
[el] desarrollo de las divisas desestatalizadas reordenó el paisaje
regulatorio, socavando la geografía (una organización espacial del poder y
de las relaciones sociales) de los Estados territoriales fijos y mutuamente
excluyentes hooo: 277].

Podemos encontrar una muestra de este desplazamiento de la primacía en


la expansión de los mercados financieros internacionales a partir de los años
setenta. Entre 1963 y 1995, el monto total de los fondos en los mercados inter­
nacionales creció a una tasa anual media del 24,3 por ciento frente al 5,5 por
ciento del crecimiento anual del comercio mundial y el 3,2 por ciento de creci­
miento en la producción mundial. Los flujos financieros a corto plazo resultan
incluso más significativos. Alrededor de 1,5 billones de dólares norteamerica­
nos (o su equivalente en cualquiera otra divisa) se intercambia diariamente en
los mercados de divisas internacionales, de los cuales sólo un cinco por ciento
está directamente relacionado con los pagos del intercambio de bienes y servi­
cios. Estos flujos de divisas desestatalizadas resultan esencialmente desterri-
torializados y poseen una lógica y una dinámica en contradicción con el orden
nacional-céntrico del régimen financiero internacional de posguerra
(Leyshon y Tickell 1994). La crisis del dinero nacional contribuyó significati­
vamente a la crisis del ENBK, y la búsqueda de una respuesta adecuada a la
amenaza de masivos y volátiles movimientos de divisas resultará crucial para
cualquier modo de regulación emergente en los niveles nacional, regional e
internacional. Todo lo cual tiene repercusiones sobre el redíreccionamiento de
la política económica y de su arquitectura institucional. Más concretamente, si

i3 i
ROBERTJESSOP

la fuerza relativa de la divisa nacional en los mercados internacionales de divi­


sas depende cada vez más de la fuerza competitiva de la economía nacional (o
de sus em presas, ciudades y regiones más competitivas), se producirá una cre­
ciente presión sobre el Estado para que centre su intervención en el lado de la
oferta. Del mismo modo, sí se pretende reducir el impacto de la volatilidad, se
harán necesarias nuevas medidas con el fin de gestionar la demanda y la oferta
de crédito bancario, especialm ente en las llamadas economías de mercado
em ergentes; también para m ejorar las capacidades de absorción de las econo­
mías que reciben inversión exterior y para lim itar los riesgos de contagio
regional o mundial de crisis financieras particulares.
La im portancia cada vez mayor del dinero como divisa internacional y/o
como dinero desestatalizado ha modificado tam bién las prioridades de in ver­
sión y alterado las relaciones entre el capital productivo y financiero (Guttman
3002). Es más, asociado al cambio de papeles de las form as dinero y salario en
el posfordism o, cambian tam bién las inquietudes, pasándose de la preocupa­
ción por la gestión de la inflación en los precios de los bienes para el consum i­
dor y en los salarios (asociados a los ciclos de negocios), a la preocupación por
los ciclos de crecimiento y recesión de los activos financieros. Los mercados de
acciones e inm obiliarios resultan especialmente importantes en este sentido,
sobre todo cuando se vinculan con otros cambios tales como la privatización de
las industrias de propiedad estatal, los m ovimientos desde sistem as de pen sio­
nes de "p ago -a-la-salid a” (pay-as-you-go) hacia fondos de pensiones y la
externalización del consumo colectivo (véase el capítulo 4). Esto requiere n ue­
vas respuestas por parte de los bancos centrales, así como la cooperación entre
los bancos centrales dentro del contexto más amplio de la reconfiguración de la
arquitectura financiera internacional. La burbuja de Internet y de las "punto-
com" puede servirnos de ejem plo, como tam bién los riesgos asociados al lla­
mado contagio financiero.
En tercer lugar, la contradicción entre los momentos de valor de cambio y
de valor de uso en el capital productivo se ha vuelto m ás significativa como con­
secuencia de una creciente disociación entre los flujos abstractos en el espacio
y la valoz’ización concreta in situ, en comparación con el momento de auge del
fordism o atlántico. Esto aparece estrecham ente relacionado con dos grupos
de cambios en la organización de la acumulación de capital: el resurgimiento de
las transacciones tra sfro n te riz a s (a menudo, denominado internacionaliza -
ción o globalización, aunque generalmente restringido a regiones relativa­
mente integradas en tres bloques más que de alcance mundial) y al auge de la
economía virtual. Las transacciones finan cieras internacionales a corto plazo

i3 i>
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

y el crecim iento de una cartera de inversiones móvil en un mercado mundial


cada vez más integrado tienden a disociar los flujos monetarios de las necesi­
dades de los capitales financieros directamente involucrados en la valorización
de activos concretos en lugares y momentos específicos5. Esto se ha visto
reforzado por el desarrollo del ciberespacio como esfera para las transacciones
económicas. Como señala Kelly-, "la nueva economía opera en un 'espacio’ más
que en un lugar, y según pase el tiempo serán más y m ás las transacciones eco­
nómicas que migrarán hacia ese nuevo espacio” (1998: 94,). El ciberespacio
económico es un espacio no “ contiguo, m ultidim ensional con complejas d in á­
micas que se derivan de las posibilidades que ofrece el ciberespacio para la
colocación simultánea de infinidad de entidades y relaciones. Im plica nuevas
formas de desincrustación de las actividades económicas y supone nuevos p ro­
blem as para su reincrustación, regulación y gobernanza. Más que un tercer
espacio neutral entre capital y trabajo, mercado y Estado, público y privado, el
ciberespacio es un nuevo terreno en el que se disputan los conflictos entre
estas fuerzas, estas instituciones y estos dominios.
En conjunto, estos desarrollos intensifican el conflicto potencial entre
espacio y lugar. Las formas más comúnmente citadas en relación con este p ro­
blem a son la separación de un capital financiero híperm óvil de su capital
industrial; el prim ero desplazándose en un espacio abstracto de flujos, m ien­
tras que el segundo necesita valorizarse in situ. Incluso los autores más escép­
ticos respecto a la importancia de las form as contemporáneas de globalización
admiten que algo ha cambiado en relación con los flujos financieros (por ejem ­
plo, Hirst y Thompson 1999). Es más, a la luz de la Crisis Asiática, si es que no
ya antes, los reguladores financieros nacionales han reconocido los problem as
que plantea. Ahora bien, conflictos sim ilares se dan también en los circuitos
del capital financiero, industrial y com ercial, considerados tanto por separado
como en sus interconexiones. Ya que, por mucho que sea el capital que migre al
ciberespacio, seguirá necesitando algunas raíces territoriales. En el caso del
capital financiero mundial estas raíces, naturalmente, se encuentran en la
matriz de ciudades globales (Sassen 19 94). El comercio electrónico también
precisa una infraestructura. Esto resulta particularm ente obvio en el caso de la
producción y distribución físicas de bienes m ateriales y servicios asociados a
las transacciones B2B o B^C en Internet. Ahora bien, también las transaccio­
nes virtuales exigen alguna forma de infraestructura, incluso sí no se trata más
que de una "gram ola celestial” que envía música digitalizada bajo demanda y de
un sistema electrónico de pagos. En el caso del capital industrial, las raíces se
hallan en los entornos de innovación, en los distritos industriales, en las

i33
R O B E R T JE S S O P

regiones de aprendizaje, etc., además de en las infraestructuras físicas (Harvey


1982; Scott 1998; Storper 1997). De este modo, la economía globalizadora
basada en el conocimiento no ha trascendido las barreras espaciales, sino que
efectúa "nuevas y más complejas articulaciones de las dinámicas de movilidad
y fijeza” (R obínsy Gillespie 1992: M o ­
lin a cuarta fuente de problem as para la re-regulación del capitalismo tras
el fordism o se halla en la paradoja de que la competitividad económica de las
economías más avanzadas depende cada vez más de factores extraeconó micos.
Esto ocurre como consecuencia de 1a. creciente importancia atribuida a la com-
petitivídad estructural o sístémíca, y al cultivo de una base de conocimiento
como fuente clave de ventajas competitivas dinámicas. Los discursos y estrate­
gias de la competitividad estructural o sistém ica enfatizan no sólo los factores
del nivel em presarial o sectorial, sino tam bién el papel de una amplia gama de
contextos institucionales extraeconómicos y de condiciones so ció culturales en
los que los actores puedan competir6. Y tam bién se relacionan con la rápida
expansión de prácticas y servicios de acreditación (¡com petitivos!) dedicados a
construir tablas clasificatorias y a ofrecer recom endaciones sobre cómo m ejo-
rar dicha competitividad. De esta form a, se extiende la competencia económ i­
ca a una virtual competencia entre form aciones sociales enteras, mediadas por
la auditoría del mercado m undial y las crecientes presiones para valorizar una
amplia gama de instituciones y sus relaciones extraeconómicas (o generar la
capacidad para ello). Esto reforzado, además, por la creciente im portancia que
se concede a la base del conocimiento en el posfordism o y, consecuentemente,
a la producción de conocimiento y a su transferencia a través de toda la form a­
ción social. Estos discursos y estrategias modificados im plican, a su vez, que los
cálculos económicos duros se apoyan cada vez-más en la movilización de recu r­
sos sociales blandos que son irreductibles a lo económico y resistentes a tales
cálculos (Veltz 1996: 11 - 1 2 ) . Por ejemplo, se afirm a ahora que la com petitivi­
dad de ciudades o regiones no depende sólo de las estrechas determ inaciones
económ icas, sino tam bién de ciertas interdependencias localizadas y no
mediadas por el comercio, de activos de conocimiento, de capacidades regio­
nales, del espesor institucional, del capital social, de la confianza y la capacidad
para el aprendizaje colectivo, así como de una cultura y distracciones locales
atractivas y particulares (Amin y Thrift 1995; M askell et álii 1998-, Storper
1997). Del mismo modo, cada vez es mayor el énfasis en la m ejora de la ínter-
faz entre los negocios, las universidades y el Estado para prom over la "econ o­
mía basada en el conocimiento" (Etzkowitz y Leydesdorff 1997). En conjunto,
supone volver a trazar los límites entre lo económico y lo extraeconómico de

13 4 .
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

modo tal que una mayor parte de esto último se incorpore directamente al p ro ­
ceso de valorización del capital. Podemos expresarlo en térm inos de una dom i­
nación creciente de la acumulación como principio de socialización, y verlo
reflejado en la colonización de los sistem as extraeconómicos y del mundo de la
vida por la lógica de la acumulación de capital (véase el capítulo i). Es éste uno
de los aspectos de la creciente dominación ecológica del capitalismo.
El desarrollo de esta paradoja aparece asociado con nuevas y fundam enta­
les contradicciones y potenciales lugares de conflicto en el capitalismo con­
temporáneo, que afectan tanto a su organización espacial como temporal. En
térm inos temporales, existe un conflicto cada vez mayor entre el cálculo eco­
nómico a corto plazo (especialmente en los fhijos financieros) y la dinámica a
largo plazo de la competencia real dependiente de ciertos recursos (conoci­
mientos, confianza, aprendizaje colectivo de técnicas, economías de aglom era­
ción y tamaño) que tardan años en creai'se, estabilizarse y reproducirse. El
creciente énfasis en la reflexividad y en el aprendizaje en la economía basada
en el conocimiento refuerza esta contradicción. Ya que, precisamente porque
se tarda cierto tiempo en crear las capacidades de aprendizaje colectivo y una
vigorosa cultura em presarial, "[las] em presas, sectores, regiones y naciones
capaces de aprender m ejor o más deprisa (con mayor calidad o más barato para
una calidad dada) se convierten en más competitivos por la escasez del conoci­
miento y porque no pueden ser imitados de forma inmediata por parte de nue­
vos participantes, ni trasferidos por canales form ales y codificados a las
naciones, regiones o empresas com petidoras” (Storper 1-997-. 250). Del mismo
modo, en términos espacíales el capitalismo siem pre implica una potencial
contradicción entre la economía form al de mercado, considerada como un
puro espacio de flujos, y la economía instituida sustantivamente, considerada
como un sistema territorial —o soeialmente incrustado— de recursos y com pe­
tencias extraeconómicas y económicas. Esta contradicción se ha visto recien­
temente reforzada por tres cambios: (1) el surgimiento de nuevas tecnologías
basadas en sistemas más complejos de innovación transnacional, nacional y
regional; (3) el paso del paradigma fordista, con su énfasis en el crecimiento de
la productividad y anclado en las economías de escala, al paradigma p osfordis­
ta, con su énfasis en las economías de aglom eración y de red, y en la moviliza­
ción de fuentes de flexib ilid ad y em pren dim ien to sociales adem ás de
económicas; y (3) los intentos más generales de p enetrarlas relaciones micro -
sociales en interés de la valorización. La intensificación de estas contradiccio­
nes se refleja, a su vez, en el mayor énfasis que recibe el capital social, la
confianza y las comunidades de aprendizaje, y en la im portancia de m ejorar

x35
R O B E R T JE S S O P

la competitividad basada en las ciudades em presariales, ias regiones de ap ren ­


dizaje, la cultura y los sujetos emprendedores. Esta última re orientación estra­
tégica se vincula con muchos conceptos que surgen para describir la economía
basada en el conocimiento que es, a su vez, una construcción asociada al nuevo
paradigma tecnoeconómico. Entre estos conceptos se incluyen los sistem as de
innovación locales, regionales y nacionales, los entornos de innovación, la
competitividad sistém ica o estructural, las regiones de aprendizaje, el capital
social, la confianza, el aprendizaje a través de la acción, la competencia basada
en la velocidad, etc. Lo cual plantea nuevos dilem as para los actores que tratan
de estabilizar la relación de capital sobre un rango de escalas en expansión y
sobre unos horizontes de acción a un tiempo com primidos y expandidos.
En quinto lugar, en la acumulación posfordista (o al menos posindustrial)
la contradicción inherente al capitalismo entre la socialización de las fuerzas
de producción y la apropiación privada de los beneficios adquiere una nueva
expresión en la tensión entre el conocimiento como bien común y el conoci­
miento como propiedad intelectual. Esto no es sorprendente, ya que esta con­
tradicción básica posee diferentes form as según los diferentes momentos y
lugares, que generan problem as fundam entales de acción colectiva, así como
dilemas más o menos agudos para los actores económicos o políticos in divi­
duales. En su forma más general, puede expresarse en térm inos de las conflic­
tivas im p licacion es para el desarrollo de p riorizar la econom ía de la
inform ación o la sociedad de la inform ación (véase Bell 1973 sobre el conflicto
entre las lógicas economicista y sociologista en la sociedad posindustríal). La
forma básica de esa contradicción se refiere a la apropiación privada del cono­
cimiento en forma de derechos de propiedad intelectual, de forma que puedan
convertirse en la base para rentas m onopolistas y la competitividad nacional
(quedando, consiguientemente, som etidos a muchas de las tendencias a los
fallos de mercado, como se reconoce desde hace mucho tiempo en la subdísci-
plina de la economía de la inform ación), y al ensanchamiento del acceso públi­
co al conocimiento como fuente de empoderamiento personal y de expansión
de la esfera pública. Ahora bien, esta contradicción tam bién se reproduce d en ­
tro de la propia economía de la inform ación en form a de derechos de p rop ie­
dad intelectual frente a acceso a los bienes comunes intelectuales-, desde el
punto de vista de la sociedad de la inform ación, bien en la form a de derecho a
la intimidad, bien como exigencias de secreto oficial frente al ensancham ien­
to y profundización del conocimiento público.
Estas contradicciones y dilemas poseen, naturalmente, una larga y deba­
tida historia. Pero han adquirido un mayor significado material y discursivo

i 36
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

como consecuencia del desarrollo de las nuevas TIC, y por la creciente im por­
tancia de la creación de conocimiento como fuerza motriz de la expansión eco­
nómica, tanto en sus dim ensiones de valor de cambio como de valor de uso. De
hecho, la importancia de las economías de aglomeración y de red en las econo­
mías basadas en el conocimiento subraya la contradicción desde ambos lados.
A sí, en el lado de las fuerzas productivas, la creciente socialización de la p ro­
ducción del conocimiento en las econom ías en red hace más difícil distinguir
legalmente entre la propiedad intelectual de las diferentes em presas como
base para distribuir los réditos de la innovación (Kundnani 19 9 8 -9 : 56). Esto
resulta incluso más obvio en las contribuciones de los "trabajadores del cono­
cim iento” individuales al sistem a global de innovación. Lo que a su vez condu­
ce a la búsqueda de nuevas form as de em presa capaces de capturar las rentas de
estas economías de red sin destruir otras redes dedicadas a su producción. Las
empresas "virtuales” , las em presas en red y las alianzas estratégicas son algu­
nas de las form as en que esto se produce (Gastells 19 9 6 :15 1 - 2,00) ■,la otra forma
es más territorial e im plícalos entornos de innovación, las regiones de apren­
dizaje, etc., en los que las economías en red pueden quedar capturadas en
forma de bienes públicos impuros o bienes club (ejemplo clásico es Silicon
Valley). Igualmente, estimula los intentos de proteger a los vulnerables mono­
polios del conocimiento o de la información incrustándolos en estándares tecno­
lógicos generados por el m ercado, en el conocimiento tácito, o en derechos de
propiedad intelectual legalmente atribuidos. Estas soluciones, sin embargo,
contribuyen a intensificar las contradicciones en el lado de las relaciones
sociales de producción, a m enos que las redes resultantes abarquen a todos los
involucrados en la producción de economías de red. Ya que, m ientras que cada
capital desea un líbre acceso a la inform ación, al conocimiento y a las destre­
zas, desea igualmente cobrar por la inform ación, conocimiento y destrezas que
puede ofrecer. Esta tensión genera asim etrías sistemáticas de intereses dentro
de la economía de la inform ación, dependiendo de las diferentes posiciones de
los actores en la producción, circulación o consumo del conocimiento. El régi­
men de derechos de propiedad intelectual resulta en la actualidad, por supues­
to, enormemente beneficioso para la economía de los EE UU.
Un sexto ámbito problemático se refiere a los horizontes de acción ade­
cuados para el arreglo espaciotemporal -—si es que existen— dentro de los cua­
les resulten m anejables las anteriores contradicciones del fordism o atlántico y
las nuevas e importantes contradicciones del actual periodo. Esto se relaciona
estrechamente con una nueva complejidad del espacio-tiem po en el capitalis­
mo de la inform ación, consecuencia de la interacción de nuevas form as de

l3 7
ROBERT JE S S O P

distanciamiento y com presión espaciotemporales. Ei distanciamiento en el


espacio y en el tiempo estira las relaciones sociales, de forma que no resulta
posible controlarlas o coordinarlas en estos mayores plazos de tiempo (inclu-
yendo el futuro más lejano) y a mayores distancias, en áreas más grandes o en
más escalas de actividad. En este sentido, pues, la globalización implica un
mayor distanciamiento espacial que se refleja en el mayor alcance de las d ivi­
siones de trabajo en los diferentes campos, posible por las nuevas tecnologías
materiales o sociales de transporte, comunicación, mando, control e inteligen­
cia. Por el contrario, la com presión espacio tem poral supone la in ten sifica­
ción de los acontecimientos "discretos” en tiempo real7 y una mayor velocidad
en los flujos m ateriales e inm ateriales para una distancia dada8. Esto se rela­
ciona con el cambio en las tecnologías m ateriales y sociales que perm iten un
control más preciso de periodos cada vez más cortos de acción, así como con "la
conquista del espacio por parte del tiem po” . Las capacidades diferenciales para
expandir y/o com prim ir el tiempo y el espacio contribuyen a configurar el
poder y la resistencia en el orden mundial emergente. De este modo, el poder
de las form as hiperm óviles de capital financiero depende de su capacidad
única para com prim ir su propio tiempo de toma de decisiones (llevado a su
extremo, por ejem plo, mediante el comercio computerizado en fracciones de
segundo), m ientras logra seguir extendiendo y consolidando su alcance m un­
dial. Es esta característica combinación de distanciamiento y com presión en el
espacio y el tiempo facilitada por las nuevas TIC y entusiastamente recibida por
algunas fracciones de capital (y algunos Estados), la que ha contribuido a la
erosión del arreglo espaciotemporal del fordism o atlántico.
Al menos si lo comparamos con los años del boom del fordism o atlántico,
puede ser útil describir este fenómeno en térm inos de relativización de escala
(Collinge 1996, 19 99; capítulo 5). El periodo actual im plica los siguientes
aspectos-, una proliferación de escalas espaciales (terrestres, territoriales o
telemáticas; véase Luke 1994), su relativa disociación en complejas e intrinca­
das jerarquías (más que una sim ple inclusión de unas en otras), y una mezcla
cada vez más enrevesada de estrategias de escala en la m edida en que las fu er­
zas económicas y políticas buscan las condiciones más favorables para su
inserción en un orden internacional cambiante. La escala nacional ha perdido
el carácter obvio que poseía en la organización económica y política del fordis­
mo atlántico; pero ello no significa que ninguna otra escala de organización
económica y política (ya sea mundial o local, urbana o triádica) haya adquirido
una prim acía comparable. De hecho, existe una importante competencia ente
los diferentes espacios económicos y políticos por convertirse en la clave de

*38
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

bóveda de la acumulación de capital. Hasta el momento, esta nueva política de


escala no ha sido resuelta, aunque supongo que los tres bloques llegarán a su s­
tituir en algún momento al Estado nación como escala prim aria para gestionar,
desplazar y diferir las contradicciones y dilem as de una economía globalizado­
ra basada en el conocimiento (para una discusión más amplia de la economía
de escala, véase el capítulo 5). La relativización de escala es un factor adicional
que contribuye a la creciente heterogeneidad y desarticulación de los bloques
de poder nacionales y, con mayor razón, a la aparente pérdida de poder por
parte de los Estados nacionales.

3 . E L IMPACTO DE LA GLOBALIZACIÓN

Esta rearticulación de algunas de las contradicciones básicas de las form acio­


nes sociales capitalistas está anclada en la competencia, entendida como fu er­
za motriz subyacente a la acumulación de capital. Eso crea presiones no sólo en
favor de la innovación tecnológica, sino tam bién en favor de la innovación en
muchas otras áreas que se relacionan directa o indirectam ente con la tasa de
beneficio. Esto es así ya que la competencia mediada por el mercado aumenta
las presiones sobre las empresas, las regiones o los sistem as de producción con
el fin de mantenerse por delante de sus com petidores, de forma que las rentas
tecnológicas —permanentemente renovadas— y una mayor cuota de mercado
puedan aliviarla tendencia normal de los beneficios extraordinarios a desapa­
recer debido a la com petencia. Las escalas, con form as cam biantes de a rti­
cu lación y nuevas estrategias, constituyen aspectos im portantes de tal
competencia. A sn vez, afectan a las form as en que aparecen las contradiccio­
nes estructurales y los dilemas estratégicos, y a la viabilidad de los arreglos
espaciotem porales que en cada momento puedan institucionalizarse como
medio de estabilización de la acumulación en ciertos espacios sociales, a costa
de desplazar y diferir los problemas a otro lado. Es en este contexto en el que
me propongo analizar la compleja cuestión de la globalización, su naturaleza y
su presunto impacto sobre los regím enes de acumulación, los modos de regu­
lación y sobre el Estado.
La globalización es un término polivalente, ambiguo y controvertido que con
frecuencia oculta más de lo que revela acerca de los recientes cambios económi­
cos, políticos, sociales y culturales. Es preferible emplearla para denotar una
serie enormemente compleja de procesos multicéntricos, multiescalares, multi-
tem porales, m ultiform es y multicausales. La globalización es multi-céntrica

13 9
ROBERT JE S S O P

porque surge de las actividades realizadas en muchos lugares y no en un solo


centro, aunque algunos centros sean más importantes que otros como motores
de la transformación. Es multi-escalar, prim ero porque nace de las acciones en
muchas escalas (que ya no pueden considerarse, como muñecas rusas, incluidas
unas en otras en una clara jerarquía, sino en coexistencia e ínterpenetradas de
forma intricada y confusa); en segundo lugar, porque desarrolla y profundiza la
división no sólo espacial sino también escalar del trabajo. Así, lo que desde cier­
to punto de vista podríamos llamar globalización, podría también ser descrito
(quizá más fructíferamente) en otros térm inos desde otros puntos de vista esca­
lares: por ejemplo, como internacionalización, triadización, formación de b lo­
ques regionales, creación de redes de ciudades globales, formación de regiones
transfronterizas, localización internacional, globalización, glurbanización o
transnacionalización (véanse pp. 324.-235 y 233-284.)9. Es multi-temporal p or­
que implica una reestructuración y una reartículacíón cada vez más compleja de
las temporalidades y horizontes temporales. Este aspecto aparece en las nocio­
nes de distanciamiento y compresión espaciotemporal tal como se definieron
más arriba (véase p. i 38 ). La globalización es claramente multi-causal porque
resulta de la interacción contingente y compleja de muchos procesos causales
diferentes. Y es también multiforme porque asume diferentes formas en los d ife­
rentes contextos y puede ponerse en práctica siguiendo diferentes estrategias,
siendo la neoliberal sólo una de ellas (Ruigroky van Tulder 1995).
Tomados en conjunto, estos rasgos im plican que la globalización, lejos de
ser un mecanismo causal unitario, debería ser entendido como un producto
complejo, resultado de muchas fuerzas distintas que actúan en muchas escalas.
De hecho, en cierto modo la globalización es poco más que una "red enorme­
mente extendida de diferentes niveles de lo locar' (Gzarniawska y Sevón 19 9 6 : 33;
cursivas del autor). Por ello, no es posible explicar nada en función de la poten­
cia causal de la globalización, y mucho m enos en térm inos de poderes causales
inevitables e irreversibles que se desarrollan en algún tipo de escenario intan­
gible a nuestras espaldas o en algún plano igualmente intangible sobre nuestras
cabezas. Por el contrario, son las propias globalizaciones las que necesitan de
explicación en su múltiple complejidad espaciotemporal, y es sólo una vez que
sus diferentes aspectos quedan desenm arañados, y que sus correspondientes
tendencias y contratendencias han sido identificadas, cuando es posible
comenzar a valorar las im plicaciones de la globalización para las relaciones
económicas, políticas y sociales.
Vista de este modo, la globalización posee un momento estructural y un
momento estratégico. Esfcructuralmente, se refiere a los procesos mediante los

14 °
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

cuales se crea una interdependencia global cada vez mayor entre las acciones,
organizaciones e instituciones en los diferentes subsistemas funcionales, tales
como la economía, el derecho, la política, la educación, la ciencia, el deporte,
etc. (pero no entre ellos), y en las diferentes esferas del mundo de la vida. Estos
procesos se dan en diferentes escalas espaciales, actúan de form a diferente en
cada sistem a funcional, suponen jerarquías complejas e intrincadas —más que
un movimiento sim ple, unilineal ascendente o descendente— y, con frecuen­
cia, presentan un "anidam iento” de las diferentes escalas de organización
social no concéntricas. Aunque es obvio que la globalización se desarrolla de
forma desigual tanto en el espacio como en el tiempo, podemos afirm ar que
aumenta en la medida en que la covariación de las correspondientes activida­
des resulta más extensa espacialmente o se da más rápidamente. De hecho, un
elemento fundamental que dota de novedad a las recientes tendencias de glo­
balización es la celeridad con la que se produce tal covariación, así como su
cada vez más amplío alcance espacial. Las m ayores capacidades del capital para
el distanciamiento y la com presión espaciotem poral son un factor fundam en­
tal en la creciente dominación ecológica de la acumulación en la escala global.
La globalización tam bién supone problem as considerables para la gobernanza
global, en la medida en que debe realizarse en m edio de una serie de horizon­
tes temporales y espaciales potencialmente contradictorios. Esto nos lleva a la
dim ensión estratégica de la globalización.
Desde el punto de vista estratégico, la globalización se refiere a los d ife­
rentes intentos de los actores de coordinar globalmente sus actividades en
(pero no necesariamente entre) los diferentes subsistem as funcionales y el
mundo de la vida. Esto no exige, naturalm ente, que los actores involucrados se
encuentren físicam ente presentes en todos los puntos del globo; tan sólo
requiere que traten de coordinar sus actividades unos con otros para producir
efectos globales. Estos últimos pueden ir desde el meta-pilotaje (diseño consti­
tucional o institucional) para un orden global m ás o menos completo, a la bús­
queda dfe intereses económ ico-em presariales concretos dentro de un marco de
este tipo. Entre los proyectos globales más am biciosos podríamos incluir los
proyectos de gobierno mundial, de gobernanza global o de un Nuevo Orden
Mundial. De cualquier forma, es evidente que existe un amplio margen de
variación en los proyectos, como nos m uestra la globalización neoliberal
liderada por el mercado (proyecto favorecido por el Banco Mundial), la gober­
nanza global horizontal que prefieren quienes proponen regím enes interna­
cio n a le s—especialm ente, las organizaciones no gubernam entales (ONG)—,
y los planes para un gobierno ín terestatal m ás vertical. Proyectos m enos
RO BERT JE S S O P

am biciosos, pero todavía globales, son los que van del intento de establecer
regímenes internacionales para gobernar ciertos campos de acción en la esca­
la global mediante alianzas estratégicas orquestadas por las empresas transna­
cionales —alianzas que pueden incluir una o varias empresas de base regional, así
como organizaciones sin ánim o de lucro—, a la cooperación entre las ciudades
globales para consolidar su dominio en esa jerarquía, pasando por el esfuerzo
por parte de empresas individuales por consolidar una posición dominante o
incluso su nicho dentro de la división internacional del trabajo o la circulación
de bienes y servicios.
Vista de este modo, lo que actualmente se denomina globalización econó­
mica, en muy raras ocasiones (si es que alguna vez), supone una completa inte­
gración estructural y una plena coordinación estratégica a través de todo el
mundo. Los procesos que actualmente se incluyen bajo esta rúbrica abarcan:
(1) la internacionalízación de los espacios económicos nacionales mediante la
creciente penetración (flujos hacía dentro) y extraversión (flujos hacía fuera) -t
(2) la formación de bloques económicos regionales que abarcan diferentes
economías nacionales incluyendo, especialm ente, la form ación de varios blo­
ques formalmente organizados en las regiones triádicas de Am érica del Norte,
Europa y Asia del Este, y el desarrollo de vínculos form ales entre dichos b lo ­
ques, especialm ente m ediante el Foro de Cooperación Económ ica A sia-
Pacífico, la Nueva Agenda Trasatlántica y los Encuentros A sia-Europa; (3) el
crecimiento de la "internacionalízación local" o de las "regiones virtuales”
mediante el desarrollo de vínculos económicos entre autoridades locales y
regionales, contiguas o no contiguas, dentro de diferentes economías naciona­
les (vínculos que con frecuencia puentean el nivel del Estado nacional pero que
también pueden ser promovidos por este últim o); (4,) la exten sión y la profun ­
dización de la multinacionalizacíón, entendida como el hecho de que com pa­
ñías multinacionales, bancos transnacionales y em presas de servicios para
productores internacionales pasan de realizar ciertas actividades económicas
en el extranjero a desarrollar estrategias completas en todo el mundo, en oca­
siones hasta la "localización global” , m ediante la cual las em presas montan su
estrategia global sobre la base de explotar o ajustar las diferencias locales; (5)
ampliación y profundización de los regím enes internacionales relativos a cier­
tos asuntos económicos o de relevancia económica-, y (6) el surgim iento de la
globalización propiamente dicha m ediante la introducción y aceptación de
normas y estándares globales, la adopción de los indicadores globales, el desa­
rrollo de mercados integrados globalmente junto con estrategias orientadas
también globalmente, y las em presas "erradicadas” que carecen de una base

14 2
E L FUTURO DEL ESTAOO CAPITALISTA

operativa nacional evidente. En cada uno de estos casos podría decirse que
estos procesos contribuyen, aunque de form a mediada e indirecta, a la integra­
ción estructural y a la coordinación estratégica de la economía capitalista en la
escala global. De esta forma, estos procesos tam bién contribuyen en su inter­
conexión a la form ación de un mercado m undial integrado como espacio en el
que opera la ley del valor. Lo que, a su vez, se relaciona con la creciente dom i­
nación ecológica de la economía capitalista y de su dinámica contradictoria.
Ahora bien, estos procesos se producen de form a dispersa, fragmentada y p ar­
cial, y están muy lejos de haber creado una economía mundial homogénea
donde esté ausente un desarrollo espaciotemporal desigual.
En resumen, lo que la globalización im plica tanto estructural como estra­
tégicamente es la creación o la reestructuración de ía escala como relación
social y como lugar donde se dan las relaciones sociales. Esto resulta evidente
en diferentes ámbitos: en la perm anente, aunque a menudo transformada,
importancia de las escalas m enores, en especial, la urbana, la transnacional, la
nacional y la macrorregional, entendidas como lugares sustantivos de las acti­
vidades de la economía real-, en las estrategias económicas orientadas a la arti­
culación de las demás escalas con la global; y en los nuevos movimientos
sociales basados en el localism o, y los diferentes tribalism os o renacidos
nacionalismos que se oponen en diferentes formas a la globalización. Lo cual
implica, por su parte, que una estrategia global debería ser sensible a escalas
diferentes de la "puram ente” global, especialm ente si consideramos que esta
última sólo posee significado social en relación con las escalas menores. De
hecho, lo global actúa con frecuencia como horizonte último de la acción, más
que como verdadero lugar para la misma. O, en otras palabras, lo global, como
horizonte último de acción, sirve para orientar las acciones en las escalas in fe­
riores. No se trata de un papel in sign ifican te, ya que el no tom ar en con si­
deración estratégicam ente lo global puede conducir a una pérdida de
competitividad más o menos rápida, incluso si las acciones quedan confiadas a
las otras escalas.
La globalización es parte de una proliferación de escalas en forma de obje­
tos discursivos e institucionalizados de acción, de regularización y de gober­
nanza. El número de escalas de acción separadas que es posible distinguir es
potencialmente infinito, pero son muchas menos las que se han instituciona­
lizado como objetos explícitos de regularización y gobernanza. Esto es debido a
que depende de la disponibilidad de tecnologías de poder específicas —mate­
riales, sociales y espaciotemporales—- que trasform en estas escalas potenciales
de acción en verdaderos lugares de acción. Además de prestar atención a los

143
RO BERT JE S S O P

medios logísticos (distanciamiento, com presión, comunicación virtual), hay


que hacerlo igualmente con los modos de gobernanza, las tecnologías organi­
zativas y las arquitecturas institucionales. En este contexto, creo que las escalas
de acción institucionalizadas económica y políticamente relevantes han p roli-
ferado como resultado del desarrollo de nuevas tecnologías, de organizaciones
y de instituciones con nuevos horizontes espaciotem porales de acción. Es
m ás, a medida que surgen nuevas escalas o las escalas existentes ganan espacio
institucional, existe una tendencia al surgimiento de nuevos m ecanism os para
coordinarlas o vincularlas. Esto, a su vez, estimula los esfuerzos de coordina­
ción entre esos nuevos mecanismos. De este modo, en la medida en que las
regiones de la tríada han comenzado a adquirir forma institucional e identidad
regional, se han desarrollado nuevos foros para coordinar las relaciones entre
ellos.
Un proceso sim ilar actúa en lo relativo a los horizontes temporales. Las
nuevas tecnologías de la inform ación, de la comunicación y las logísticas y
organizativas han mejorado las capacidades de ciertos actores para la com pre­
sión espaciotemporal, lo que ha contribuido a transform ar las relaciones de
poder entre y a través de los diferentes sistem as y el mundo de la vida. La com ­
presión del espacio y del tiempo contribuye a la globalización al hacer crecer las
capacidades para el distanciamiento-en el espacio y el tiempo. También refu er­
za la dominación ecológica de la economía de mercado al m ejorar las oportuni­
dades de algunos agentes económicos para intensificar el momento de valor de
cambio en la relación de capital, a expensas de su momento como valor de uso,
y las de otros de responder estableciendo la producción justo-a-tiempo y de se r­
vicio rápido en sus mercados (Sum 1999). Las tendencias hacia la com presión
espacio-tem poral van acompañadas de un creciente reconocimiento de los
horizontes temporales a más largo plazo, hasta incluir la longue durée del daño
ambiental, a pesar de que la globalización está tam bién relacionada con su ace­
leración. Estos desarrollos plantean problem as de cálculo y de comparación y
coordinación intertem porales, y requieren form as más completas de organiza­
ción y coordinación que, de este modo, increm entan la complejidad del siste­
ma en su conjunto.
A sí, en lugar de producir un espacio económ ico global homogéneo, los
procesos que están implicados en la globalización, diferentes y muy variados,
suponen, en realidad, la reordenación—en una amplia gama de espacios eco­
nómicos y en diferentes escalas espaciales— de diferencias y com plem entarie-
dades que sirven de base para las ventajas competitivas dinámicas. Esto trae
consigo ciertos aspectos estructurales vinculados con el acoplamiento estructural

144,
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

y la coevolución de los diferentes espacios dentro de la emergente división glo­


bal del trabajo y de sus sub escalas (agrupadas pero fuera del centro). Y también
implica aspectos estratégicos, donde los diferentes actores tratan de hallar los
medios idóneos para insertarse en las divisiones espacial, escalar y temporal
del trabajo. No todos los actores son (ni podrían aspirar a ser) jugadores globa­
les fundamentales en el mercado mundial. Pero cada vez son m ás los que tie ­
nen que prestar atención a lo global como horizonte de acción, al igual que a
las im plicaciones de las cam biantes divisiones escalares y ai impacto d ife ­
rencial del distanciam iento y de la com presión espacíotem poral sobre las
identidades, los intereses y las estrategias. Estas dim ensiones estructurales y
estratégicas de la globalización y su papel en el refuerzo del funcionam iento
de la ley del valor capitalista (véase el capítulo i) ponen de relieve la im p or­
tancia de producir, apropiarse, organizar, reestructurar y controlar el espa­
cio social como parte de las estrategias de acum ulación y de su regulación
(Lefebvre 19 9 1), así como su capacidad de transform ar y controlar las m últi­
ples tem poralidades de la acción económica, política y social, y su interacción
con el lugar, el espacio y la escala.
Estas contradicciones y conflictos resultan especialmente claros en la
form a neoliberal de globalización actualmente dominante. Las presentes ten ­
dencias neoliberales en la globalización refuerzan los momentos abstracto -
form ales del valor de cambio y las diferentes form as estructurales de la
relación de capital, en perjuicio de los momentos sustantivo-m ateriales del
valor de uso (véase la tabla 1.1 en el capítulo x). Esto es así debido a que es el
capital en esos momentos abstractos el que resulta más fácil de desincrustar de
lugares concretos, y de liberarlo de ese modo para que "fluya” librem ente por
el tiempo y el espacio10. Sin embargo, en cada uno de sus momentos más con­
cretos, el capital posee sus propias exigencias productivas y reproductivas que,
con frecuencia, sólo es posible materializar en tipos específicos de localización
espaciotemporal. Lo cual conduce a una tensión general entre las exigencias
neoliberales de acelerar el flujo del capital (dinero) abstracto a través de un
espacio cada vez más desincrustado, y la necesidad de las formas más concre­
tas de capital de "fija rse ” en el tiempo y en el espacio, así como de incrustarse
en relaciones sociales específicas como condición para su valorización. Esto se
aplica no sólo a la relación entre las diferentes fracciones de capital, sino tam ­
bién a la cuestión de cómo debe considerarse la fuerza de trabajo y su salario
individual y social. En este sentido, el enfoque neoliberal del capital finan cie­
ro tiende a considerar la mano de obra como un factor, entre otros muchos,
abstracto y sustituíble de la producción, que debe buscarse por todo el mundo

HS
ROBERT JE S S O P

allí donde pueda adquirirse más barato; por el contrario, el enfoque más pro-
ductivista del capital industrial suele considerar que la mano de obra encarna
determinadas cualificaciones y conocim ientos que pueden aplicarse en lugares
y condiciones de producción específicos. Existen diferentes variedades de
capitalism o y de estrategias escalares asociadas con las d iferen tes form as
de hacer frente a esta tensión, y de d iferir y desplazar sus consecuencias. En el
capítulo i ya se abordaron las posibilidades de los diferentes enfoques de esta
tensión en las diferentes escalas (véase tam bién G oughy Eisenschhitz 1996),
siendo los Estados en cada una de ellas los que desem peñarán un papel crucial
en la gestión de esta tensión dentro de cada arreglo espaciotemporal concreto
(véase infra apartado 6).

4. POLÍTICAS SC H U M PETEM A N A S Y CO M PETITIVID AD

Las cambiantes formas de articulación de lo económico y lo extraeconómico, la


relativización de escala que acompaña a la globalización (tal como se definió
antes) y la creciente complejidad del distanciam íento y com presión del espa­
cio y el tiempo han contribuido a los cambios en las form as de com petencia y
en las bases de la competitividad, al tiempo que tam bién se han visto afectados
por ellos. Existen muchos tipos de ventajas comparativas, muchas modalidades
de competencia, y muchos lugares y bases diferentes para cada un a1 1 . Sin
embargo, los discursos prim arios sobre la competitividad, las m egaestrategias
para m ejorar las capacidades competitivas, y las estrategias y tácticas de com ­
petencia han cambiado significativam ente desde el momento de apogeo del
fordism o atlántico. Una distinción que puede resultar útil aquí es la que sepa­
ra las ventajas comparativas estáticas de las ventajas competitivas dinám icas.
Mientras que las prim eras se refieren a una posición superior en el control de
los llamados factores naturales12 frente a los potenciales socios o com petido­
res comerciales, las últimas resultan en algún sentido una creación social más
inmediata que puede ser socialmente transform ada y convertirse en objeto de
intervención estratégica13. Si se entiende la com petitividad puramente en tér­
minos de ventajas comparativas, lo que im porta es la eficacia global de la asig­
nación de recursos especialmente en la producción de bienes y servicios
comercializados. Suele decirse que este enfoque es más adecuado para las
naciones, regiones o ciudades que producen productos prim arios y m ercancías
manufacturadas estandarizadas. Ahora bien, las ventajas basadas en algún fa c­
tor suelen ser difíciles de conservar, especialm ente como consecuencia de la

14 6
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

estandarización de muchas tecnologías y bienes de capital (que permiten su


adopción de forma relativamente rápida y fácil si se dispone de la financiación
y cualificación necesarias), la creciente disponibilidad (o "ubicuidad”) de ios
actores favorables a la competencia, la creciente m ovilidad del capital interna­
cional (que se refleja en el acceso al capital financiero móvil, así como en la
búsqueda del capital productivo de costes de producción más bajos) y el cam ­
bio en las ventajas comparativas en el ciclo del producto (que otorga una
importancia creciente a los costes de producción conforme los mercados van
madurando) (Porter 1990-, Warr 1994,). Esto sugiere que sería m ejor basar la
competitividad a largo plazo en el desarrollo y conservación de las ventajas
competitivas dinámicas. Lo cual se aplica no sólo a las em presas, sino también
a los distritos de negocios industriales o centrales, a las ciudades, regiones,
naciones y a otros muchos espacios capaces de crear ventajas competitivas
especializadas. Cuanto más ampliamente se entiendan estas últimas, con
mayor razón podrá hablarse de competitividad estructural o sistém ica (sobre la
competitividad estructural, véase Chesnais 1986; sobre la competitividad s is ­
témica, véanse Esser et álii 1996; M essner 1998; y sobre otros indicadores de
amplio alcance, véanse IMD 3001-, Porter et álii 2000).
La base de las estrategias competitivas es siem pre y necesariamente una
economía "im aginada” . Ya que la economía real es tan desestructurada y com­
pleja en su funcionamiento que no puede ser objeto de gestión, gobernanza o
guía. En su lugar, la gestión, la gobernanza o la guía económicas están siempre
dirigidas a subconjuntos específicos de relaciones económicas que han queda­
do fijados discursiva e institucionalmente como objeto de tales intervenciones.
Su construcción es, en todos los casos, selectiva y habitualmente excluye ele­
mentos que son esenciales para el rendim iento general del subconjunto de
relaciones económicas (y extraeconómicas) que ha quedado identificado. En
este punto debería ser evidente su relación con los arreglos espaciotemporales.
Ya que la constitución de una economía supone su construcción discursiva
como unidad "natural” (de sentido común, obvia) de análisis, gestión, regula­
ción, gobernanza, conquista u otras prácticas, con fronteras definidas, con ­
diciones de existencia económicas y extraeconómicas, agentes económicos y
actores extraeconómicos típicos, y una dinámica espaciotemporal global. Las
luchas para construir ciertas economías como sujetos, lugares y desafíos de la
competencia normalmente im plican la manipulación del poder y del conoci­
miento para lograr el reconocimiento de sus lím ites, geometrías y tem porali­
dades. Lo que, a su vez, supone el desarrollo de nuevas formas institucionales
que contribuyan a institucionalizar dichos límites, geometrías y temporalidades

14 7
RO BERT JE S S O P

en un determinado arreglo espaeiotemporal y, consecuentemente, a desplazar


o diferir algunas de las contradicciones y tendencias de crisis con las que la
gestión del capital como relación social aparece.inevitablemente asociada.
Una vez que tomamos en cuenta la creación social de las ventajas com pe­
titivas, adquieren relevancia las obras de List y Schumpeter (para una breve
discusión de la com prensión ricardíana, Iistíana, schumpeteriana y keynesia-
na de la competitividad, véase el cuadro 3 .i ) 14. Schumpeter ostenta un papel
protagonista como pensador emblemático a la hora de configurar, directa o
indirectamente, la nueva com prensión de la competitividad y de ligarla a las
ondas largas de la innovación tecnológica y de la acumulación de capital. Es
más, conforme se extienden los m ecanism os de m ercantilización y de m erca­
do a nuevas esferas de la actividad social, y a medida que la competitividad
estructural y sistém ica va ganando importancia, se extiende igualmente el
campo para el em prendim iento económico. La función característica del
em presario es la innovación más que la invención técnica (por muy original que
ésta sea), la gestión rutinaria de las actividades capitalistas o la asunción de
riesgos. El emprendimiento en su sentido estricto, fuerte o schumpeteriano,
implica la ideación y realización de nuevas form as de hacerlas cosas para gene­
rar beneficios extraordinarios (esto es, "ren tas” o, en term inología marxtsta
aplicada a la producción, plusvalía y beneficios extraordinarios relativos) de la
competencia capitalista. El em prendim iento puede ejercerse en cualquier
momento de la circulación del capital y en la articulación de dichos momentos.
Más aún, aunque lo habitual es igualar al em presario con la dinamo del nego­
cio individual, las funciones del em prendim iento pueden ser realizadas por
diferentes tipos de agentes. De hecho, sus form as variarán con la naturaleza de
las com binaciones, las form as de la competencia y los objetos de la gobernan­
za em presarial. Schumpeter enumeró diferentes form as en las que puede darse
la innovación empresarial:

i . La introducción de un nuevo bien, es decir, de uno que todavía no resul­


te fam iliar para los consumidores, o de una nueva calidad para un bien.
3. La introducción de un nuevo método de producción, es decir, de uno
todavía no comprobado por la experiencia en la rama de la industria de
que se trate, que no precisa en absoluto estar basado en un nuevo des­
cubrimiento científico y que puede consistir tam bién en una nueva
forma de gestionar comercialmente una mercancía.
3 . La apertura de un nuevo m ercado, es decir, de un m ercado en el que
la concreta ram a de la industria del país en cuestión no hubiera

14.8
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

penetrado anteriorm ente, ya sea que dicho m ercado existiera an te­


riorm ente o que no.
4,. La conquista de una nueva fuente de sum inistro de materias prim as o de
bienes semimanufacturados, de nuevo con independencia de que dicha
fuente ya existiera o de si prim ero hubo de ser creada.
5. La puesta en práctica de una nueva organización de una industria, como
la creación de una posición de monopolio (por ejemplo, mediante la
creación de un trust) o la ruptura de una posición de monopolio (Lim
1990: 315, resumiendo Schumpeter 1934,: 1259-135).

Aunque la terminología de la lista de Schumpeter de "nuevas com binacio­


nes" lleva la marca del capitalismo comercial e industrial, no tiene por qué
lim itarse a dichos campos. Sin duda, puede aplicarse a la innovación en otros
campos, como las nuevas form as financieras, y abarca tam bién las dim ensio­
nes específicamente espaciales y temporales de la actividad comercial, indus­
trial, financiera o de otras formas de actividad económica. M erece la pena
destacar el alcance potencial del análisis schumpeteriano por la creciente sig­
nificación adquirida por los servicios, por la progresiva importancia del espa­
cio y el tiempo en las ventajas competitivas dinám icas y por la redefinición más
general de la "esfera económ ica” .

CUADRO 3.1

FORMAS DE COMPETITIVIDAD

La idea de competitividad es conceptual mente ambigua y políticamente controvertida. Existen muchas

formas de definirla o de medida, y tos debates actuales acerca de su gestión indican que son varias las

cuestiones políticas implicadas. Todos estos puntos están relacionados entre sf. ya que la competitividad

es una noción discursivamente construida con implicaciones estratégicas evidentes tanto en términos

políticos como económicos. Sus diferentes conceptos implican distintas formas de acción política con

efectos desiguat.es en el posídonamiento competitivo de empresas, sectores, regiones y naciones, así

como en el equilibrio de fuerzas dentro y más allá de los Estados.

La versión rícardiana. que toma su nombre de David Ricardo, uno de los primeros economistas políticos

ingleses, destaca ía importancia de las ventajas competitivas estáticas y de los precios relativos. Así. ta

competitividad depende de la capacidad de explotar los factores de producción más abundantes o más

baratos en una determinada economía (por ejemplo, la tierra, tas materias primas, ta mano de obra, el

capital, las empresas) y de intercambiar ios productos que incorporan estos factores por productos de

otros espacios dotados de factores diferentes. La competitividad rícardiana depende de la eficacia estáti­

ca en la asignación de recursos para minimizar los costes de producción en una determinada división

14 9
ROBERT JE S S O P

técnica del trabajo y bajo la presunción de que las condiciones económicas actuales persistirán en el

futuro.

La versión listiana. que toma su nombre de Friedrich Lisl. un economista político alemán deí siglo XIX.

sugiere que et Estado nacional puede desarrollar industrias o servicios jóvenes que no se basen en ta

abundancia o bajo precio de los factores de producción, siempre que rechace el libre comercio en favor

del proteccionismo, la ayuda estatal y la dirección estatal de la economía. Lo cual supone que la compe­

titividad internacional dependerá de la eficacia en la asignación de recursos entre los procesos y productos

ya existentes en términos del previsible impacto de su (re)asignadón sobre el crecimiento económico,

y de la capacidad de protegerá las industrias jóvenes de la competencia prematura por parte de empre­

sas o economías más avanzadas.

La versión schumpeteríana. que toma su nombre de Joseph Schumpeter, un economista político austría­

co del siglo XX. sugiere que la competitividad depende del desarrollo de tas capacidades individuales y

colectivas para la innovación permanente, ya sea en el abastecimiento, las tecnologías, los productos, la

organización o la comercialización. Estas capacidades se extienden más allá de to estrictamente econó­

mico hasta abarcar una amplia gama de factores extraeconómicos. En este sentido, la competitividad

schumpeteriana depende de la eficiencia dinámica en la asignación de recursos para promover las inno­

vaciones que alterarán el ritmo y la dirección del crecimiento económico, permitiendo a la economía com­

petir de manera más eficaz.

La versión keynesiana no se refiere tanto a la competitividad internacional, ya que parte de una economía

nacional relativamente cerrada. Supone que la plena utilización de los recursos (incluyendo la mano de

obra) contribuirá a la eficiencia al reducir los costes unitarios de producción, al facilitar las economías

de escala y al reducirlos costes de tas prestaciones de bienestar derivadas de una mano de obra subem-

pleada. E incluso si esta plena utilización provocara inflación, sus efectos podrían controlarse mediante ta

devaluación.

Las actividades em presariales poseen una dinámica económ ica típica.


Gomo elemento integral de la competencia, resulta inseparable de sus corres­
pondientes riesgos e incertidum bres. Aunque una innovación que tenga éxito
generará inicíalm ente unos beneficios extraordinarios (o "rentas” ), éstos ten ­
derán a caer y, con el tiempo, a desaparecer una vez que dicha innovación sea
adoptada (o superada) como "m ejor práctica” por parte de otros com petidores,
o una vez que los competidores m enos eficientes abandonen (forzadamente) el
mercado. A menos que pueda establecer una posición monopolistaca efectiva
(práctica o real), los beneficios tenderán a volver a sus niveles norm ales15 . Es
más, una vez que la innovación se generaliza, el coste de producción y la b ú s­
queda de nuevos mercados comienzan a ser importantes, modificando el equi­
librio de ventajas competitivas dentro del ciclo del producto. Aunque este
énfasis en los costes conduce a anular mediante la competencia las ventajas

* 5°
E l. FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

iniciales, también prepaz'a el terreno para la siguiente ola de innovación y


emprendimiento por parte de los pioneros o de los recién llegados que pueden
explotar su posición competitiva en una fase posterior del ciclo del producto
para construir una base de recursos para las subsiguientes innovaciones. Este
problema se acentúa con la acumulación reflexiva. Ya que "las condiciones que
una empresa, región o sistema de producción debe satisfacer en la actualidad
para alcanzar la victoria son fabricadas y refabricadas de manera más profunda
y veloz que nunca, creando una diana móvil para el éxito y un campo minado de
riesgo de fracaso que se desplaza” (Storper 1997: 34 9 -350).

5. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO COM PETITIVO COMO RESPU ESTA

Revisaré ahora las principales formas de respuesta política a los d e sa fío s/opor­
tunidades planteados por la actual descomposición del fordism o atlántico y por
el surgimiento de las tendencias económicas y extraeconómicas antes descri­
tas. Algunas de las repuestas económicas en el nivel de las empresas y grupos
de em presas ya han sido apuntadas en m i resum en estilizado de los rasgos d is­
tintivos del posfordism o como economía globalizadora basada en el conoci­
miento, y en la medida en la que tam bién existían de form a fraccionada en el
momento de apogeo del fordismo, puede considerarse que han contribuido a
su crisis como régim en de acumulación. Las acciones de algunos Estados tam ­
bién han apoyado, como veremos enseguida, estos cambios en la dinámica del
fordism o atlántico y del ENBK. De forma general podemos resum ir brevem en­
te la principal respuesta política como un intento por parte de los gestores
estatales, los funcionarios, las fuerzas económicas y no económicas, de tran s­
form ar el Estado de pleno empleo keynesiano en un Estado competitivo
schumpeteriano, de reescalar y rearticular sus actividades, y de desarrollar
nuevas formas de gobierno y gobernanza para hacer frente a los emergentes
problem as derivados de los fallos del Estado y del mercado. Describir la rees­
tructuración y reorientación estratégica del EN BK en estos térm inos no supo­
ne que las diferentes fuerzas sociales im plicadas en la prom oción de la
resistencia frente a estas transform aciones actúen todas ellas de forma cons­
ciente con un proyecto explícito de construcción de un Estado competitivo. Se
trata, tan sólo, de una etiqueta de conveniencia para caracterizar las tendencias
actuales. Debemos insistir igualmente en que no hay nada de automático o
mecánico en esta transformación. Muy al contrarío, se trata de un proceso de
e n sa y o -e rro r, de luchas para m ovilizar el apoyo d etrás de las estrategias

*5 *
ROBERT JE S S O P

de acumulación, proyectos estatales y visiones hegemónicas alternativos, con


una buena dosis de vigilancia de los desarrollos en el resto de los lugares y de
intentos más o menos coordinados de transferencia política cuando se consi­
dera oportuno. En este sentido, aparece mediado de m anera crítica por los d is­
cursos sobre la nueva situación económica y, consecuentemente, por los
resultados de las luchas por definir la naturaleza de la crisis en y del Estado
keynesiano? y, por las m ism as razones, depende también crucialmente de fo r­
mas estatales específicas y dependientes de la trayectoria anterior, que se aso­
cian con los diferentes regím enes de acumulación y con sus selectividades
estratégicas en lo relativo a la representación política, a la adopción de políti­
cas y a la intervención.
La tendencia al surgim iento del Estado competitivo schum peteriano
puede detectarse en muchas escalas distintas, desde el surgimiento de las loca­
lidades, ciudades o regiones em presariales, pasando por los Estados com peti­
tivos nacionales, hasta los crecientes esfuerzos en los tres polos tríádicos de
crecimiento por prom over su competitividad sístém ica o estructural sobre
bases internacionales, regionales o supranacionales. El rasgo característico de
los diferentes Estados competitivos es su autoimagen de promotores proacti­
vos de la competitividad en sus respectivos espacios económicos frente a la
cada vez más intensa competencia internacional (y también, regional, entre
ciudades, interregional e intrarregional). Se trata no sólo de la economía en el
sentido estricto, sino del rediseño institucional global del régim en de acumu­
lación, de su modo de regulación y de sus im plicaciones para la socialización.
Abordaré estas cuestiones en cinco escalones que se van alejando de las form as
autoevidentes de economía "dura” hacia form as aparentemente "m ás blandas1’
de relaciones sociales que, sin embargo, poseen im portantísim as im plicacio­
nes para la reorganización de la economía entendida en su sentido integral. De
esta forma, me referiré sucesivamente a: (i) las form as salario y dinero, (2) la
internacionalización de la gestión, ( 3 ) las nuevas form as de com petencia, (4)
la movilización del conocimiento como bien común y como propiedad intelec­
tual para prom over el desarrollo de una economía basada en el conocimiento,
y (5) la subordinación de los sistem as extraeconó micos y del mundo de la vida
a las necesidades discursivam ente construidas de la competitividad en el actual
periodo de desarrollo capitalista. Este análisis no puede agotar todos los ob je­
tos posibles de intervención ni sus correspondientes medidas económicas,
políticas y socioculturales. Se trata tan sólo de ilustrar algunos de los rasgos
básicos de las funciones estatales emergentes y algunas de sus im plicaciones
para los cambios en la form a de Estado y, por las m ism as razones, pasa por alto
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

tanto las funciones económicas genéricas del tipo de Estado capitalista como la
medida en la que las funciones económicas características del ENBK se han
visto m odificadas por su integración en los nuevos modos de funcionamiento
del Estado competitivo schumpeteríano. El capítulo 5 vuelve sobre las dim en­
siones escalares de estas nuevas formas de intervención.

LA FORMA SALAKIO Y LA FORMA DINERO

Poner el énfasis en el salario como coste internacional de producción no


im plica sacar el pleno empleo de la agenda política, sí bien este último deja de
considerarse como un objetivo inmediato de la intervención del Estado nacio­
nal. Ahora se piensa que la creación de empleo depende básicamente de la ges­
tión activa del lado de la oferta y de la capacidad de empleo y la flexibilidad de
la mano de obra, y no que aquélla surge de forma casi automática de una gestión
efectiva de la demanda nacional. Por supuesto que, en ciertos aspectos, las
pequeñas economías abiertas ya habían afrontado este problema en el período
del fordism o atlántico, y podemos encontrar en su funcionamiento algunos
aspectos préfigurativos del régim en posnaeíonal de trabajo schumpeteríano
(RPTS), tales como las políticas activas del mercado laboral. Pero incluso estas
pequeñas economías abiertas se han visto forzadas a ajustarse a las nuevas con­
diciones de la competencia internacional y, además, se considera ahora que
una gama mucho más amplia y profunda de factores influye en la competitivi-
dad internacional. Otra respuesta al nuevo significado de la form a salario apa­
rece en las propuestas de un keynesíanism o internacional o, al menos, europeo
(véase el capítulo 5). Otros aspectos de la relación salario posfordista se abor­
dan en el próximo capítulo.
Existen, además, intentos de generar nuevas form as de regular la contra­
dicción entre el dinero como dinero nacional y como divisa internacional.
Entre otras medidas relevantes adoptadas por los Estados nacionales, encon­
tramos el salto al carro neoliberal de las divisas flotantes, los intentos de des­
arrollar sistemas de divisas regionales (sobre todo el euro en Europa y el
bloque del yen en el noreste asiático) y la adopción de referencias al dólar o de
la dolarización directa de la economía local, ya sea para las transacciones exte­
riores o para todas las transacciones externas e internas importantes. Se han
producido también intentos cada vez más frecuentes de establecer una nueva
arquitectura financiera, especialm ente al comienzo de la llamada Crisis
Asiática y de las subsiguientes rondas de crisis y contagio financiero. Dichas
medidas no resuelven la contradicción, pero desplazan y difieren sus efectos

15 3
ROBERT JE S S O P

porque m ejoran en gran medida la capacidad de maniobra del Estado nortea­


mericano y de los bancos transnacionales y las compañías multinacionales
estadounidenses en el mercado m undial, incrementando la vulnerabilidad de
otras economías frente a los cambios en la política de los EE UU, política que se
reorientó ya hace tiempo desde el bienestar económico colectivo del mercado
mundial capitalista hacía una más o menos unilateral pretensión de dominio
norteamericano. Y aunque ello perm ite al capital en sus momentos abstracto-
formales desincrustarse de sus lazos con lugares y temporalidades específicos,
en cada uno de sus m om entos más concretos el capital sigue teniendo sus p ro ­
pias exigencias productivas y reproductivas. Estas necesidades tienen que ser
atendidas, con frecuencia, en escalas nuevas.

LA APERTURA RELATIVA DE LAS ECONOMÍAS NACIONALES

Al perder los Estados el control sobre la economía nacional como objeto de ges­
tión económica keynesiana —o al abandonarlo voluntariamente—, se ven involu­
crados en la dirección del proceso de internacionalización y tratan de derivar de
ello ventajas económicas, políticas o sociales. Esto acarrea el efecto paradójico
de socavar aún más la autonomía económica nacional y de complicar enorm e­
mente el proceso de gobernanza económica. No sólo implica defenderlos intere­
ses de las multinacionales cuya casa matriz está en su territorio, sino también
crear las condiciones favorables para atraer la inversión. En ambos casos, debe
prestarse atención al impacto global sobre la competitividad tecnológica y econó­
mica nacional y a las posibles repercusiones sobre la cohesión social. Además, los
Estados se involucran en la redefinición del marco internacional dentro del cual
se producen dichos procesos económicos. Lo que está enjuego hoy en la compe­
tencia internacional es la capacidad de cambiar rápida y fácilmente de procesos y
de productos innovadores, de modo que cada nuevo producto ofrezca mejores
cualidades funcionales y una mayor eficiencia en su producción-, cambios sim ila­
res pueden observarse en relación con las industrias de la cultura y otros sectores
que hacen, un uso intensivo del conocimiento. Es en este contexto en el que la
transición al paradigma tecnoeconómico posfordista basado en el conocimiento
comenzó a reclamar una reorientación de las principales funciones económicas
del Estado. Esto era debido a que la combinación de la tendencia del fordismo
tardío hacia la internacionalización y la globalización, así como la insistencia
posfordista en la producción flexible y basada de manera creciente en el conoci­
miento, impulsa a los gestores políticos a concentrarse en los aspectos de la ofer­
ta de la competitividad internacional y a tratar de subordinar la política social a
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

las necesidades de flexibilidad, emprendimienf:o e innovación dentro de una


economía basada en el conocimiento. Entre los muchos objetivos de política eco­
nómica relevantes se encuentran: el establecimiento de nuevas formas legales de
cooperación transnacional y de nuevas alianzas estratégicas, la regulación de los
sistemas de divisas y créditos internacionales, la promoción de la transferencia
de tecnología, la gestión de los litigios comerciales, la definición del nuevo régi­
men de propiedad intelectual internacional y el desarrollo de nuevas formas de
regulación para la migración de trabajadores. La economía política de escala se
expone más ampliamente en el capítulo 5.

INNOVACIÓN Y EMPRENDÍMIENTO

La transición del fordismo atlántico al posfordism o aparece asociada con un


cambio de paradigma teenoeconómico que supone no sólo cambios en el pro­
ceso laboral, sino también en los modos de crecim iento, regulación y sociali­
zación, De este modo, la necesidad de innovación se extiende mucho más allá
de las cuestiones de tecnología y de transferencia de tecnología para incluir a
los sistemas sociales de innovación en diferentes escalas —a menudo interco-
nectadas—, el cultivo y prom oción de una cultura de em presa y de sujetos
emprendedores, y una amplia gama de innovaciones organizativas e institucio­
nales que tienen que ver con las cambiantes form as de la competitividad. En lo
que se refiere a la cuestión de la innovación tecnológica y la transferencia de
tecnología, los Estados tienen un papel clave en la prom oción de las capacida­
des de innovación, de la cualificación técnica y de la transferencia de tecnolo­
gía para que el mayor número posible de em presas y sectores se beneficie de las
nuevas oportunidades surgidas de las actividades de I+D realizadas en áreas
específicas de la economía (Archibugi et álii 19 99; Chesnais 1986; Dunning
20 0 0; Petit y Soete 19 9 9 ; Sigurdson 19 9 0 ). De hecho, incluso en las econo­
m ías relativamente neoliberales se reconoce que muchos sectores de alto ere-
cimiento hacen un uso tan intensivo del conocimiento y el capital que su
desarrollo exige una amplia colaboración (en especial en las fases precom peti-
tivas) entre los diferentes intereses (empresas, educación superior, laborato­
rios de investigación públicos y privados, capital riesgo, fianzas públicas, etc.).
Esta necesidad se ve reforzada por el alcance cada vez mayor y la velocidad cada
vez más acusada de la competencia, y somete a las economías del capitalismo
avanzado a presiones para que, si pretenden conservar su nivel de empleo y su
crecimiento, asciendan en la jerarquía tecnológica y se especialicen en las nue­
vas tecnologías clave. Ya que, dadas las crecientes presiones competitivas de los

*55
RO BERT JE S S O P

países recientem ente industrializados sobre la producción de bajo coste y baja


tecnología, y especialmente sobre los productos sencillos de alta tecnología, el
crecimiento y el empleo continuados de las economías avanzadas depende de
su permanente movimiento de ascenso en la jerarquía tecnológica. Las econo­
mías más recientemente industrializadas, por su parte, tam bién se ven som e­
tidas a presiones para ascender, en la m edida en que aparecen nuevos países de
reciente industrialización que los desafían. Esto se refleja en una in tensifica­
ción de las presiones competitivas generales en una escala global y, como se
indicó en el capítulo i, en una mayor dom inación ecológica de la lógica de la
acumulación de capital frente a otros sistem as y al mundo de la vida.
La im portancia de la innovación y del em prendim iento en el posfordís-
mo se refleja tam bién en las nuevas estrategias estatales. El Estado com petiti­
vo se encarga de la recolección de la inteligencia de alta tecnología, contribuye
a crear capacidad tecnológica independiente y promueve las capacidades
innovadoras, el saber tecnológico y las transferencias de tecnología para que
el mayor número posible de em presas se b en eficien de las oportunidades tec­
nológicas creadas por las actividades de I+D desarrolladas en campos e sp e c í­
ficos de la economía. Desarrolla, en p rim er lugar, instituciones y estructuras
que apoyan directamente a los em presarios existentes o potenciales, y en
segundo lugar, impulsa instituciones y estructuras que sustentan el clima
em presarial. Entre estas m edidas se incluye la provisión de capital riesgo, los
subsidios, los parques tecnológicos, los m ecanism os de transferencia de tec­
nología y de asistencia técnica, las inversiones en producción de conocim ien-
to mediante I+D pública o consorcios de 1+D de orientación local, centros de
servicios a la industria, fondos de desarrollo locales y regionales, y políticas
públicas de gestión de aprovisionam iento. Tam bién son im portantes las p o lí­
ticas que tratan de increm entar la oferta global de em presarios, desarrollar los
conocim ientos/habilidades de las em presas en los sectores subrepresentados
(tales como las m inorías étnicas o las m ujeres), o de prom over nuevas form as
de em presa (como las cooperativas o los program as de capital riesgo com uni­
tarios). Además de participar en áreas especificas de intervención o guía para
im p ulsarla innovación, el Estado tam bién colabora en la prom oción de siste­
mas eficaces de innovación en ám bitos supranacionales, nacionales, regiona­
les o locales.
Esto supone con frecuencia desplazar el foco de las estrategias económicas
hacia los rasgos de ciertos espacios económicos y su papel en la lucha por m an­
ten er la competitividad internacional o por defenderlos empleos, el crecim ien­
to y el bienestar frente a las presiones competitivas interiores y exteriores. En
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

este contexto, las fuerzas políticas se ven obligadas a movilizar no sólo sus apa­
ratos ideológicos y políticos, sino tam bién form as de inteligencia organizativa
y m ecanism os de aprendizaje colectivo (Storp er 19 97; W illke 19 9 ? , *997) ■
El desarrollo de estas capacidades internas depende, más que del capital, de la
oferta de conocimiento e inteligencia organizativa adecuados; más que del
otorgamiento de subsidios, del rediseño del contexto institucional para que las
empresas puedan funcionar; más que de un espacio abstracto de flujos, de la
organización de ventajas específicas de cada lugar; por último, más que de su
emancipación de las limitaciones espacíales y tem porales, de la (re)territoria-
lización de las actividades. De esta forma puede lograrse que las ventajas com ­
petitivas dinámicas se conviertan en el objetivo, en lugar de las ventajas
comparativas estáticas, lo que entrañaba el correspondiente riesgo de carrera
de igualación a la baja.
Por último, los Estados nacionales, dadas las presiones presupuestarias y
fiscales que recaen sobre ellos conforme las economías nacionales se van
haciendo más abiertas, tienden a desplazar su apoyo industrial de los vanos
esfuerzos por m antener los sectores en declive sin trasform ar hacía la prom o­
ción de sectores "jóvenes” o "de rápido crecim iento” (sunñse) o a reestructurar
los sectores maduros —aparentemente "de lento crecim iento" (sunset) — para
que puedan aplicar los nuevos procesos, actualizar sus productos existentes
y lanzar otros nuevos. En todos los casos, la cuestión crucial es que se necesita
la acción estatal para guiar el desarrollo de las nuevas tecnologías clave como
fuerzas de motivación y arrastre16 de la expansión económica, y para am pliar su
aplicación para prom over la competitividad. Estas tecnologías están creando
nuevos sectores industriales enteros y, m ediante su propia fertilización cruza­
da o su incorporación a los sectores tradicionales, están contribuyendo a
ampliar las gamas de productos. Su control es cx-ucial para un crecimiento y una
competitividad estructural continuados.

XA ECONOMÍA BASADA EN EL CONOCIMIENTO

Una vez que la economía ha quedado definida y naturalizada como basada en el


conocimiento o movida por él (un logro actual que im plica un amplio y activo
trabajo discursivo), los Estados se están viendo cada vez más envueltos en la
promoción de la producción y difusión del mismo. El conocimiento es un
recurso generado colectivamente e, incluso allí donde se establecen formas y
tipos específicos de propiedad intelectual adecuados para el beneficio capita­
lista, éste sigue dependiendo de un bien común intelectual mucho más amplio.

*57
RO BERT JE S S O P

El Estado cumple ciertos papeles en ambos aspectos. Debe proveer la m ercan-


tilización del conocimiento mediante su conversión form al de recurso colecti­
vo (bien común intelectual) en propiedad intelectual (por ejemplo, en forma
de patentes, copyright o licencias), base para la generación de ingresos; pero,
por otro lado, tam bién debe proteger el bien común intelectual como base para
las ventajas competitivas de la economía en su conjunto. Participa, además, en
la promoción de la subsunción form al de la producción de conocimiento bajo
relaciones de clase explotadoras que separan el trabajo intelectual del trabajo
manual, y transform an el trabajo intelectual en trabajo asalariado productor de
conocimiento para el mercado. La transform ación de universidades, institutos
de investigación, etc., a través de su privatización y su vinculación al mercado
desempeña aquí un importante papel (sobre la prim era de las cuestiones véan­
se, por ejemplo, Aoki 1998 y Dawson 1998; sobre la segunda, véanse Schiller
1988: 33 y Sohn-Rethel 1978; sobre la tercera, véanse Kelly 1998: 77 y Menzies
1998: 9 2 ~ 3y 16 6-8).
En p rim er lugar, los Estados en todos sus niveles contribuyen a gestio­
nar las contradicciones ancladas en la naturaleza del conocim iento como
m ercancía ficticia. Por un lado, porque "el bien común intelectual es fu n d a­
m ental para la producción de conocim iento” (Dawson 1998: 28 1); por otro,
debido a que la propiedad intelectual es una base clave para la acum ulación
en el capitalism o in form acion al1? . Esta contradicción ya fue reconocida por
Bell en su tem prana afirm ación de que, dado que la lib re circulación de
conocim iento no ofrece ningún incentivo para su producción a las em p re­
sas, debe ser creado por alguna "un id ad social, ya sea la universidad o el
gobiern o” (19 7 9 : 17 4 ). V ista retrospectivam en te, la propuesta de Bell
depende claram ente de la lógica de la econom ía m ixta fordista más que de la
lógica em ergente de la econom ía en red. Sin em bargo, podem os aceptar, en
térm inos generales, la conclusión de que los Estados deben producir "una
política socialm ente óptima de in versión en conocim iento" (ibíd.: 175).
Naturalm ente, a este respecto los diferen tes Estados ocupan diferentes
posiciones. En p rim er lugar, tien d en a agruparse en torno a los intereses
proteccionistas o el cercado de los bien es com unes (por ejem plo, norte-
sur); en segundo lugar, alrededor de las form as y regím enes de propiedad
intelectual más apropiados en las d iferen tes escalas desde lo global a lo
local. De este modo, algunos Estados son. más activos que otros en la p ro ­
m oción de la acum ulación p rim itiva de propiedad intelectual, en la p rivati­
zación del conocim iento público y en la m ercantilización de todas las
form as de conocim iento; otros, en cam bio, se preocupan más por proteger

158
EL RJTU RO DEL ESTADO CAPITALISTA

los bienes intelectuales comunes, por prom over la sociedad de la innovación


o por desarrollar el capital social. Como consecuencia de su ventaja com pa­
rativa en los productos de las TIC y en la revolución del conocim iento, el
Estado norteam ericano ha tenido una especial im portancia en la prom oción
de la form a neoliberal de la revolución del conocim iento a escala mundial.
Esto resulta especialm ente claro en su papel en la prom oción del "Acuerdo
sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con
el Comercio” como elemento clave en la Organización Mundial de Comercio
(OMC) y en el uso de los acuerdos com erciales bilaterales y m ultilaterales, de
las condicionalidades y de otras p resiones para lograr hacer valer sus in tere­
ses en lo relativo a los derechos de propiedad intelectual.
Con independencia de su posición sobre estos asuntos, todos los Estados
deben tratar de resolver diferentes contradicciones y dilemas en la producción
del conocimiento pero alejándose tam bién de cualquier forma de control
directo o jerárquico sobre el mismo. Por ejemplo, "deben equilibrarla necesi­
dad de proteger y m antener los bienes comunes intelectuales con la necesidad
de estimular una actividad inventiva” (Dawson 1998: 278). Del mismo modo,
en este último contexto deben equilibrar la protección de la propiedad intelec­
tual individualy su correspondiente flujo de ingresos con los beneficios colec­
tivos que se derivan de la difusión general de su aplicación "creando sistemas
abiertos, colocando ciertas propiedades intelectuales clave en el dominio
público, y revelando democráticamente los códigos fuente” (Kelly 1998: 28).
Esta última tarea se realiza con frecuencia m ediante la promoción estatal de los
sistem as de innovación y difusión (incluyendo el capital social), de formas
amplias de "previsión tecnológica", involucrándose o guiando de manera
negociada la producción de conocimiento, y desarrollando estructuras de
metagobernanza adecuadas (M essner 1998; Willke 1997). De esta forma, los
Estados patrocinan las infraestructuras y los sistemas de innovación social en
diferentes escalas; desarrollan los regím enes de propiedad intelectual y las
nuevas formas de gobernanza o regulación de las actividades en el ciberespa­
cio; promueven la m igración de las estructuras nacionales de servicios con
deber de prestación universal hacia estructuras multiescalares, diferenciales y
más flexibles adecuadas a una era posfordista; por último, intervienen en la
reestructuración de la investigación en las universidades para alinearlas más
estrechamente con las necesidades de los negocios, estimulando la gestión y
explotación de la propiedad intelectual mediante empresas de base tecnológi­
ca (spin-offs), licencias, participaciones, parques científicos y tecnológicos,
parques industriales, etc.

*59
ROBERT JE S S O P

Más concretamente, algunos Estados se están involucrando intensamente


en la prom oción de la acumulación primitiva de capital (en su forma de propie­
dad intelectual) mediante la expropiación privada del conocimiento producido
colectivamente por las generaciones pasadas. Este cerco al conocimiento
admite diferentes formas, entre las que estarían las siguientes: (i) la apropia­
ción por parte de em presas com erciales de la "cultura” indígena, tribal o cam ­
pesina expresada en forma de conocimiento colectivo informal y no documentado,
de habilidades y otros recursos intelectuales, así como su transform ación sin
compensación en conocimiento mercantilizado (documentado, formal, priva­
do) (Goombe 1998; Frow 1996: 96 -7). La biopíratería constituye su más claro
ejemplo; (2) la separación del trabajo intelectual de los medios de producción
—incorporándolo en máquinas inteligentes y sistemas expertos— y, conse­
cuentem ente, la apropiación del conocim iento del trabajador colectivo
(Robins y Webster 1987); y ( 3 ) una gradual extensión de la naturaleza limitada
del copyright hacia formas más am plias de propiedad intelectual con la conse­
cuente erosión de cualquier interés público residual (Frow 1996: 104 ). Los
Estados desem peñan aquí un papel fundamental en la m odificación de las leyes
sobre derechos de propiedad intelectual y en la protección de la apropiación
por parte de em presas nacionales de los bienes comunes intelectuales en el
interior y fuera de sus fronteras.
Los Estados tam bién prom ueven la m ercantilización del conocim iento y
la integración del conocim iento y del trabajo intelectual dentro de la produc­
ción. Esto se refleja en un interés cada vez m ayor en la form ación de los tra­
bajadores del conocim iento y en el aprendizaje de por vida, incluyendo la
enseñanza a distancia (véase el capítulo 4), en la introducción de las TIC
dentro de sus propias esferas de actividad y en el proselitism o general de la
econom ía basada en el conocim iento y la sociedad de la inform ación.
También promueve estas estrategias en la esfera privada y en el tercer sector.
Existe un creciente énfasis en la flexibilidad en la industria y los servicios
(incluyendo el sector público) basado en las nuevas tecnologías (especial­
mente, la m icroelectrónica) y en las form as más flexibles de organización de
la producción. De ahí sus intentos de introducir prácticas laborales p osfor-
distas en el propio sector público y en el nuevo sector de orientación p ú b li­
co-privado. Entre las nuevas tecnologías prom ovidas activam ente p or el
Estado se encuentran: las tecnologías de la inform ación y la com unicación, la
tecnología de fabricación, la nanotecnología, la biotecnología, la electrónica
óptica, la ingeniería genética, las ciencias y tecnologías del m ar, los nuevos
m ateriales y los biofárm acos.

160
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

El Estado también promueve intensamente las dinámicas de las rentas tec­


nológicas para los espacios generadas por el nuevo conocimiento como parte de
una prom oción más general de la innovación. Lo cual sirve para intensificar el
carácter contraproducente de la revolución inform ática desde el punto de vista
del capital, en la m edida en que cada nueva ronda de innovación está abocada a
una más rápida desvalorización. Aunque, eso sí, obtiene una ventaja temporal
y rentas tecnologías para los espacios económicos que controla por lo que,
mientras existan ventajas sosteníbles para el que realíce el prim er m ovim ien­
to, puede llegar a consolidar ventajas a largo plazo para una región, nación o
tríada. Esta estrategia constituye un elemento importante y bastante explícito
de la reafirm ación de la hegemonía de los EE UU desde los años del pesimismo
acerca del creciente peligro de las economías japonesa y sudasiáticas, y nos
ayuda a explicar la decisión de los EE UU de consolidar un poderoso régimen
de derechos de propiedad intelectual (véanse Lehman 1996; Schiller 1999).
Más aún, si las em presas de la economía de la inform ación aspiran a mantener
tasas de beneficio por encima de la media, pese a la tendencia de las rentas tec­
nológicas a quedar anuladas por la competencia, los sectores menos avanzados
tecnológicamente deberán recibir beñeficios por debajo de la media. Es ésta
otra de las fuerzas m otrices de la globalización, en la medida en que las em pre­
sas menos rentables se ven forzadas a relocalizarse o a externalizarse en luga­
res con m enores costes de producción, lo que refuerza las tendencias hacia el
intercambio y el desarrollo desiguales asociadas con la globalización. Los
Estados también participan, con frecuencia de form a contradictoria, en la p ro­
moción y ralentización de la movilidad del capital productivo.

LO EXTRAECONÓMICO

La creciente importancia de la competitividad estructural y sistém ica ha con­


ducido a una redefinición esencial de la "esfera económ ica” , dado que muchos
fenómenos anteriorm ente considerados como "extraeconóm icos" son ahora
vistos como directamente económicos o como económicamente relevantes. En
el auge del fordism o atlántico, el discurso prim ario sobre la competitividad
internacional giraba en torno a los costes relativos de la unidad de trabajo y a la
necesidad de desarrollar amplios m ercados y economías de escala. Esto se
reflejaba en el relativo cierre de las economías nacionales, en la primacía de las
formas salario y dinero en la gestión económica, y en el papel de la producción
en masa para la generación de crecimiento en la productividad. Más reciente­
mente, se ha considerado, en cambio, que la productividad im plica una gama

161
ROBERT JE S S O P

más amplia de fenóm enos, muchos de los cuales habrían sido considerados
como extraeconómicos en el auge del fordismo. Adicionalmente, el desarrollo
de normas mundiales que miden la competitividad internacional en un amplio
campo de factores económicos y extraeconómicos ha servido para generalizar
las normas neoliberales de competitividad entre los gestores, los gobiernos,
los medios de comunicación y la academia.
Todo ello está impulsando una orientación schumpeteriana generalizada-,
es decir, una preocupación por la innovación, la competitividad y el em prendi-
miento, asociada a las ondas largas de crecimiento y a las más recientes p resio­
nes en favor de la innovación permanente. El Estado intenta conseguir rentas
tecnológicas en interés del capital. Lo que lleva, a su vez, a la subordinación de
la totalidad de los campos económicos al proceso de acumulación, de forma que las
funciones económicas pasan a ocupar el lugar dominante dentro del Estado.
Con ello, nuevas funciones adquieren significación económica directa para el
crecimiento económico y la competitividad, y esto tiende a politizar estos
terrenos que eran -—o aún los son form alm ente— extraeconómicos y que ahora
constituyen objeto directo de la intervención estatal. En este contexto, los
Estados participan en la gestión de los conflictos entre los horizontes tem po-
rales asociados con el distanciamiento y la com presión espaciótemporales, en
especial en lo que se refiere a la protección del capital social incrustado en las
comunidades, en la prom oción de las orientaciones económicas a largo plazo y
en el diseño de las instituciones que sustentan la innovación. Ahora bien, este
campo ampliado de intervención supone que el Estado tendrá más dificultades
para reconciliar las respuestas que da a unos im perativos económicos cada vez
más acuciantes con las demandas más generales de legitimidad política gene­
ral y de cohesión social (Poulantzas 1978).

6 . DISCURSO Y CAM BIO DISCURSIVO

El auge del Estado competitivo se refleja y se refuerza con los cambios en el d is­
curso económico, en las form as de cálculo y en los conceptos estratégicos.
Dichos cambios constituyen im portantes m ediaciones entre los cam bios
estructurales en la economía global y la transform ación del Estado nacional, ya
que los discursos sirven de marco interpretativo para entender estos cambios
estructurales, las crisis que con frecuencia los acom pañany las respuestas ade­
cuadas a las mismas. Un cambio discursivo-estratégico fundamental a este re s­
pecto es la degradación de la "productividad” y la "planificación” en favor de la

16 3
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

"flexibilidad” y el "em prendim iento” . Otro es el paso del discurso sobre el


derecho a un trabajo de por vida, a otro sobre las obligaciones de participar en
un aprendizaje de por vida para garantizar que a los trabajadores se les pueda
emplear y sean flexibles. Un tercer cambio importante es el surgimiento desde
mediados y finales de los años ochenta del discurso de la globalización, enten­
dida, con razón o sin ella, como un cambio fundamental en la dinámica de la
acumulación del capital —e, incluso, en el modo de socialización— en com pa­
ración con los cuarenta años anteriores. Un cuarto cambio, también cada vez
más importante en los últimos años, es el énfasis en el crecimiento basado en
el conocimiento dentro de la nueva economía. Esto se relaciona estrecham en­
te con la importancia de las regiones de aprendizaje, el aprendizaje de por vida,
etc. Un quinto desplazamiento se hace evidente en el destronamiento del
monetarismo como teoría económica, en favor de la "nueva teoría del creci­
miento” que enfatiza las virtudes de la intervención estatal para la creación de
condiciones favorables para el crecimiento económico, consideradas anterior­
mente como exógenas al funcionamiento de la economía (sobre la nueva teoría
del crecimiento, véanse Gortright 3 0 0 1; Nelson y Romer 1996). Estos cinco
cambios se reflejan en los nuevos discursos sobre la competitividad. La articu­
lación de estos cambios y de las correspondientes variaciones discursivas y
estratégicas en las nuevas estrategias de acumulación, en nuevos proyectos
estatales y nuevos proyectos hegemónicos, así como su capacidad para conse­
guir apoyos, están configurando la reestructuración y reorientación del Estado
contemporáneo y contribuyendo a producir nuevos regím enes regulatorios. Y
es precisamente la necesidad de dicha mediación (así como, por ejemplo, la
variación en las capacidades estatales) la que garantiza que la consolidación
con éxito de un Estado competitivo está lejos de ser algo automático.

7. SU CO RRESPO NDENCIA CON E L POSFORDISM O

La consistencia general de estos cambios en una amplia gama de regímenes


económicos y políticos parece señalar que nos encontramos ante algo más que
el mero azar o ante condiciones económicas y políticas puramente locales. Nos
indica que dichos cambios están estrechamente relacionados e incardinados
en las respuestas a la crisis del fordism o atlántico y a los rasgos discursivam en­
te constituidos de una economía posfordista imaginada. El paradigma inicial
del "posfordism o” contribuyó sin duda a contextualizar y a delinear las res-
puestas a la crisis del ENBK. Pero tam bién ha obscurecido la complejidad real

i63
ROBERT JE S S O P

de los cambios agrupados bajo la rúbrica del posfordism o, así como la de los
problemas que es preciso afrontar para encontrar algo parecido a una solución
integral a las tendencias de crisis tanto del régim en de acumulación anterior
como de su modo de regulación. Esto se hace evidente en las sucesivas y contra­
dictorias reinterpretaciones de la naturaleza general del posfordismo y de los
escenarios posfordistas alternativos; desde la especialización flexible, pasando
por la producción ajustada, hasta la economía globalizadora basada en el cono­
cimiento o, acaso, más allá. Por ello debemos prestar especial atención a todo el
conjunto de cambios generales y específicos que afectan a cada economía for-
dista y a las form as en las que las contradicciones y las herencias dependientes
de la trayectoria anterior configuran la transición al posfordismo.
Con todo, el efecto global de este cambio en las funciones es una tran sfor­
m ación en el papel económico del Estado. En el fordism o atlántico, esto supo­
ne un paso de las versiones nacionales específicas del ENBK a formas regionales,
nacional y supranacionalmente específicas del Estado competitivo, especial­
mente en su forma schumpeteriana. En Asia Oriental supone un cambio desde
form as de Estado nacional contributivo listían o18 a otras versiones de Estado
competitivo. De hecho, fue la aparente superioridad de las economías de Asia
Oriental en su persecución de Occidente y, especialm ente, el récord de in n o­
vación en ciertas industrias basadas en el conocimiento de Japón, lo que
impulsó la reorientación de las economías del fordism o atlántico en una d irec­
ción sim ilar.
Durante la crisis del fordism o, la unidad del ENBK tendió a desintegrarse
(véase capítulo 2) y hubo un periodo de transición en el que se produjo una
búsqueda mediante ensayo-error para encontrar nuevas form as y funciones
estatales que pudieran contribuir al descubrim iento y consolidación de un
nuevo régim en de acumulación y de un nuevo modo de regulación. No se trata,
en modo alguno, de un proceso automático, sobre todo si consideram os que los
modos de regulación emergentes desem peñan ellos mismos un papel clave a la
hora de constituirse sus eventuales objetos de regulación. El periodo de tran ­
sición puede resultar particularmente confuso y desorientador, especialm ente
si implica un intento de cambio radical de régim en en lugar de surgir de una
serie de cambios increm entales. Ya que aparece asociado con una com pleja
gama de tareas además de las típicas de cualquier tipo de Estado capitalista,
situación que se refleja en un conjunto aparentemente contradictorio de acti­
vidades políticas.
Estas tareas derivan de su ubicación en la intersección entre un fordism o
consolidado que está en declive y un putativo posfordism o en ascenso. En este

16 4
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

sentido, el régim en de transición tiene dos rostros, y debe realizar interven­


ciones creativamente destructivas. Debe tanto "replegar las fronteras” de la
intervención del Estado fordista como "am pliar” las de la intervención p osfor­
dista. De este modo, de un lado, tratará de replegar las form as y funciones esta­
tales excepcionales inducidas por las crisis asociadas con el fordism o en
declive, así como de debilitar las form as de intervención rutinarias normales
asociadas al Estado nacional de bienestar keynesiano en su conjunto. Y, por
otro lado, un régimen de transición debe em prender medidas excepcionales
para establecer las condiciones para el "despegue” posfordista, además de
comenzar a consolidar las formas y funciones estatales "norm ales” asociadas
con el posfordísmo. Ni la prim era ni la segunda serie de tareas aparecen nunca
como estructuralmente inscritas o estratégicamente prescritas. Por el contra­
rio, implican descubrim ientos casuales, procesos de búsqueda, transferencia
de políticas y luchas sociales. Todo esto supone la necesidad de un análisis ex
post sobre cómo emergen los Estados posfordistas, más que de relatos ex ante
(y, consiguientemente, ideológicos) de la necesaria transición al posfordismo.
Sin embargo, dado que todavía no resulta evidente que hayan emergido
Estados posfordistas consolidados, debemos correr el riesgo de la teleología.
En este sentido, señalaré a continuación ciertos criterios para la identificación
del tipo ideal de Estado posfordista consolidado. Podría dar la. im presión de
que estamos poniendo el carro posfordista delante de los caballos de tran si­
ción, pero ello posee un cierto valor heurístico para evaluar si las crisis en y del
fordismo atlántico están siendo resueltas o si se están perpetuando. Con todo,
sólo el tiempo dirá si he acertado al juzgar cuál será el siguiente paso y el Estado
que postulo para él. Para determ inar sí el emergente Estado competitivo
schumpeteríano es adecuado o no para el posfordism o, deberemos seguir tres
pasos. El prim ero es detallar los rasgos clave del fordism o y sus tendencias de
crisis. El segundo es identificar los rasgos clave de un régimen de acumulación
posfordista. Y el tercero, determ inar qué form as estructurales y qué capacida­
des estratégicas del Estado y del sistem a político podrían corresponderse con
dicho régimen.
Podría argumentarse que es demasiado pronto como para especificar esta
forma de Estado, pero creo que es posible distinguir algunas pistas inicíales
en las tendencias aparentemente fundam entales de la reestructuración actual,
así como en sus im plicaciones para las form as y funciones estatales. Es más,
dado que estos argumentos fueron expuestos por prim era vez a comienzos de
los años noventa, y expresados en térm inos de una tendencia al surgimiento
de un Estado de trabajo schum peteríano (Jessop 19 9 3c, 19 9 3, 1994.a, b), ha

165
RO BERT JE S S O P

transcurrido un razonable periodo de tiempo como para juzgar si las tenden­


cias que im plica dicho enfoque se están cumpliendo o no. Existen al menos
tres posibles pruebas a este respeto:

• D em ostrar que los regím enes del E N B K estaban estructuralm ente


acoplados en aspectos fundam entales a la dinám ica de crecim iento
del fordism o atlántico y que la tran sición al Régim en Posnacional de
Trabajo Schum peteriano (RPTS) contribuye directa o in directam en ­
te a resolver (o se espera que lo haga) las p rin cip ales tendencias de
crisis del fordism o atlántico y de sus regím en es de EN B K asociados,
de form a que resulte posible una nueva ola de acum ulación, basada
en un nuevo círculo virtu oso y en un nuevo arreglo espacio tem p o ­
ral.
• D em ostrar que los aspectos distin tivos del RPCS em ergente se
corresponden en sus rasgos clave con la em ergente dinám ica de ere-
cim iento de la nueva econom ía global y que contribuyen de form a
sign ificativa al diseño y consolidación de dicha dinám ica con sid era­
da desde un punto de vista in tegral, con lo que estim ularía la ren ova­
ción y re-regu lación del capitalism o tras su período fordista.
• D em ostrar que los espacios económ icos más com petitivos en este
orden em ergente (incluso si no eran en s í m ism os fordistas sino
islas no fordistas en un m ar de fordism o) fueron pioneros en esta
form a de Estado y han logrado con ello un status paradigm ático,
ejem plar para los esfuerzos de reestructuración y re-regu lación en
los otros lugares.

La evaluación completa de dichas pruebas deberá esperar hasta que haya­


mos considerado las otras tres dim ensiones del RPTS. Con todo, la versión
schumpeteriana del Estado competitivo parece satisfacer en cierta medida los
tres criterios potenciales. No pretendo decir que este tipo de Estado nunca será
por sí mismo capaz de resolver todas las tendencias de crisis del fordism o, de
presidir por sí solo el auge y consolidación del posfordism o o de excluir por
completo a todos los otros paradigm as estratégicos. De hecho, el propio con­
cepto de modo de regulación im plica que tendrán que realizarse cambios tam ­
bién en la form a salario, en la organización de las em presas, en las form as de
competición, en el sistema de innovación, etc., para resolver las crisis funda­
mentales de los regím enes de acumulación. De igual modo, en lo que se refie­
re al momento estratégico de la re-regulación y la reestructuración, son pocos

16 6
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

los límites a 3.a actuación del imaginario económico y político. Ahora bien, los
intentos de reestructurar y reorientar el sistema estatal poseen un papel clave
en el diseño de la transición del fordism o al posfordism o tanto directamente
como a través de sus repercusiones en los cambios en los otros campos regula -
torios.
Antes de considerar las posibles bases para la descripción del Estado
competitivo como posfordista, conviene rep asarlas principales tendencias de
crisis en el fordism o atlántico. Los siguientes aspectos deben incluirse en el
análisis: el agotamiento gradual (y siem pre relativo) del potencial de creci­
miento que se deriva de la extensión de la producción en masa a nuevas ramas-,
la relativa saturación de los mercados de bienes duraderos de consumo m asi­
vo; la caída de los beneficios; la alteración del círculo virtuoso de acumulación
fordista mediante la internacionalización; la creciente incoherencia e in e fi­
cacia de la gestión económica nacional conform e las econom ías nacionales se
hacen más abiertas-, el impacto estanflacionario del ENBK sobre la dinámica
de crisis fordista (especialm ente allí donde la intervención económica estatal
está excesivamente preocupada por la conservación del empleo en los secto­
res en declive)-, una creciente crisis fiscal debida al aumento con efecto trin ­
quete (ratchet-like) de los gastos en consumo social; y una emergente crisis de
la seguridad social como consecuencia de la expansión de los trabajos a tiem ­
po parcial, tem porales y discontinuos en detrim ento de la norma fordista del
tiempo completo.
Podría decirse que un régim en de acum ulación p osfordista responde a
dichas tendencias de crisis de diferen tes form as: transform ando la produc­
ción en m asa y trascendiéndola; segm entando los viejos m ercados y ab rien ­
do otros nuevos; ofreciendo oportunidades para restablecer la tasa de
beneficio m ostrando una m enor dependencia de las condiciones de la
dem anda nacional; e introduciendo nuevas exigencias en los sistem as
regionales y nacionales de innovación, sustituyendo la p lanificación macro -
económ ica en econom ías autocéntrieas por políticas de oferta que prom ue­
ven la in n ovación ; la fle x ib ilid a d y la com p etitivid ad estructural en
respuesta a las enorm es ram ificacion es de las nuevas tecnologías. Del
m ism o modo, su preocupación por la com petitividad estructural o sistém i-
ca da cuenta de los nuevos térm inos y condiciones de la com petencia inter-
n acion aly de su m ayor sign ificación . O frece nuevas form as de regeneración
para las industrias anticuadas adem ás de sustituirlas, prom ete nuevas fo r ­
mas de organizar el consum o social que reduzcan los costes y lo hagan más
funcional para las em presas, y es capaz de aum entar la explotación de la

167
R O B E R T JE S S O P

fragm entación y polarización de la fuerza de trabajo como consecuencia de


la crisis en el fordism o. Va más allá del m ero recorte del bien estar social
para reestructurarlo y subordinarlo a las fuerzas del mercado. Su reestru c­
turación y reorientación de la reproducción social hacia la flexib ilid ad y el
recorte im plica su conciencia acerca del cambio de paradigm a posfordista
así como del im pacto de la ín ternacíonalización sobre las funciones p rim a­
rias del dinero y los salarios. Igualm ente, reescala estas form as de in terven ­
ción en la reproducción económ ica y social para que se correspondan con
las form as más com plejas y m ultiescalares de acum ulación en una econom ía
globalizada, lo que se refleja en una com pleja dialéctica entre globalización
y regionalización. E introduce nuevas form as de coordinación y guía e stra­
tégica para superar los lím ites de la intervención vertical del Estado en la
econom ía mixta. El Estado com petitivo schum peteríano podría ten er un
papel protagonista en varias de estas áreas (véase el cuadro 3 -2 ) • Un enfoque
de este tipo debe confiar en gran m edida su capacidad persuasiva a su m era
enunciación, al m enos hasta que la eficacia de los regím enes RPTS con cre­
tos (y sus m odos alternativos de regulación social del orden global em er­
gente) haya sido adecuadam ente exam inada y se haya valorado su viabilidad
en cada coyuntura específica.
Sin embargo, para los fines actuales resulta más prom etedor adoptar un
enfoque diferente, en la medida en que su fuerza persuasiva depende más de
sus resultados anteriores que de los p osibles futuros p osfordistas. Se trata
de demostrar que aquellas economías que han crecido más rápidamente durante
la crisis global en y del fordism o y que se han convertido en modelos para las
que se encuentran en crisis, han avanzado de form a especial en el desarrollo de
un Estado competitivo schumpeteríano. Entre sus ejemplos más destacables
estarían hoy los EE UU, Alem ania, Finlandia y la Tercera Italia, así como algu­
nas de las economías regionales de mayor éxito dentro de economías proclives,
por lo demás, a la crisis. Japón y la prim era oleada de dragones de la economía
de Asia Oriental fueron en su momento otros de los ejemplos, pero la estanfla-
ción en Japón y la Crisis Asiática han sembrado dudas sobre su relevancia pasa­
da y presente (para una visión alternativa de Asia Oriental, véase Weiss 1998; y
sobre Japón, véase Boyer y Yamada 20 00 ). Incluso si no fuera correcto consi­
derar a todas estas economías nacionales o regionales como literalm ente p os­
fordistas (ya que nunca fueron verdaderam ente fordistas), su papel cada vez
mayor como ejemplos de una trayectoria alternativa (y aparentemente exitosa)
para los regím enes fordistas en crisis im plica que poseen un status paradigm á­
ticamente posfordista.

168
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

CUADRO 3.2

EL ESTADO COMPETITIVO SCHUMPETERÍANO Y LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL

1. Modificación de los marcos regulatorios para facilitar ta flexibilidad y movilidad laborales «(entro del

espacio económico nacional.

2. Liberalización y desregutación de los moví mi en los de divisas y rediseño de la arquitectura financiera

internacional que provoca una internacionalización y aceleración de los flujos financieros.

3. Modificación de los marcos institucionales det comercio internacional y de la inversión extranjera

directa.

— Participación en las diferentes luchas en competencia por definir las reglas de la armonización o

estandarización tecnológica, económica, jurídico-política. sccioculturaí o medioambiental para

hacer frente a la multiformidad de ta globalización económica.

— Promoción, en este contexto, de un espacio de flujos mediante la organización de las condiciones

favorables para la movilidad internacional de las tecnologías, del capital industrial y comercial, de

la propiedad y. 3 l menos, de algunos tipos de mano de obra.

4 Planificación y subsidio de arreglos espaciales que respalden las actividades del capital financiero,

industrial y comercial dentro y a través de las fronteras.

5. Promoción de su propio capitalismo nacional o regional y de las condiciones idóneas para su expan­

sión mundial.

6. Participación en formas complementarias de Slandortpolitik (política adecuada al lugar) y en otras

formas de competencia basadas igualmente en el lugar, en un intento por fijar el capital móvil dentro

de los espacios económicos propios del Estado y de mejorar ta competitividad interurbana, interre­

gional o internacional de sus propios capitales ligados al territorio.

7. Gestión de las tensiones entre: (a) los intereses del capital potencialmente móvil en (a reducción de

su dependencia territorial o en liberarse de tas restricciones temporales y (b) el propio interés del

Estado en fijar capitales (presuntamente beneficiosos) en su propio territorio y de lograr que los hori­

zontes temporales y ritmos det capital resulten compatibles con sus propias rutinas políticas, sus

temporalidades y tendencias de crisis,

8. Promoción de nuevos horizontes temporales de acción y de nuevas formas de flexibilidad temporal:

— Haciendo frente a la cada vez mayor importancia de las múltiples zonas horarias (en el comercio,

la diplomacia, la seguridad, etc.).

— Recalíbrando y gestionando la intersección de temporalidades (por ejemplo, regulando et comer­

cio programado por ordenador, promoviendo la "ciudad abierta 24 horas" como centro de consu­

mo, gestionando los riesgos ambientales).

9. La socialización de las condiciones a largo plazo de producción como cálculos a corto plazo adquiere

preponderancia en las actividades económicas mercantilizadas.

10. Articulación de los procesos int erre lacio nados de desterritorialización y reterritoriatización, así como

de destemporalización y retemporaiización con las nuevas formas de distanciamiento y compresión

16 9
R O B E R T JE S S O P

espaciotemporales. al objeto de crear un nuevo arreglo en el espacio y el tiempo para la gestión de

las contradicciones estructurales inherentes a ta relación de capital.

Notar la presente Usta es incompleta y sus actividades se solapan parcialmente. Las tablas de los otros

capítulos servirán para identificar nuevas actividades. Cada una de ellas puede aparecer asociada a dife­

rentes estrategias de acumulación y a diferentes proyectos estatales (véase especialmente et capítulo 7).

3 . OBSERVACIONES FIN A LES

Si se quiere evitar un tipo de análisis teleológico del Estado competitivo que lo


entienda como el complemento funcionalm ente necesario de un proceso labo­
ral, de un régim en de acumulación o de un modo de regulación posfordistas,
los argumentos anteriormente expuestos deben matizarse con una serie de
análisis más complejos de los modos de crecimiento fordista, e, igualmente, es
necesario con un trabajo más completo sobre los m ecanism os de crisis del
ENBK considerado como una forma de Estado y un régim en político esp ecífi­
cos (véase el capítulo 5). Un análisis más detallado del Estado competitivo
necesitaría mostrar el acoplamiento estructural que se da entre cada tipo de
fordismo y el carácter del Estado nacional y los problem as que esto crea.
También se ocuparía de las com plejidades de la relación de capital en cada tipo
de régim en y sus im plicaciones para las form as de lucha económica y política
en la resolución de la crisis. Igualmente de la dependencia de la trayectoria
anterior en la salida de la crisis que resulta de esas luchas y que se configura a
través de ellas; y, consecuentemente, m ostraría los problem as que surgen
cuando el Estado carece de la capacidad para gestionar dicha transición.

NOTAS

1. El concepto de Estado competitivo fue utilizado por primera vez por Cerny (1986) y, como n a tio n a -
ler Wettbewerbstaat (Estado nacional competitivo) por Hirsch (1995). Mi enfoque difiere del de
ambos, pero está ciertamente nitás próximo al de Hirsch.
2. Según algunos cálculos, el uso de Internet en todos los sectores de la economía de Estados Unidos
aumentaría la productividad en un cinco por ciento durante el periodo 20 0 0 -20 10 (Grookes y
Wahhaj 2000),
3. Para la distinción entre hardware, software y wetivare, véase N elsony Romer 1996.
4,. Cuestión distinta es si, dada la importancia del comercio intraeuropeo, los salarios podrían servir
como fuente de la demanda en un keynesianismo en la nueva escala europea.
5. Alargo plazo, los beneficios de las carteras de inversión están ligados a la valorización del capital en
el proceso productivo; a corto plazo, en cambio, ello no es así. Éste es el origen del debate acerca del
cortoplacismo del capital financiero.

17 0
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

6. La OCDE acuñó en 1986 el concepto de competitividad estructural que continúa siendo un factor
clave de organización de sus políticas de competitividad. Hace referencia a "la eficacia mundial de la
economía nacional, a una estructura industrial competente y flexible, a la tasa y patrón de inversio­
nes de capital, a su infraestructura técnicayalos demás factores que determinan las 'externalidades’ ” ;
es decir, a los marcos y fenómenos económicos, sociales e institucionales susceptibles de estimular
o retrasar de forma sustancial el empuje productivo y competitivo de las empresas nacionales
(Chesnais 1986; 86-7). La competitividad sistéraica resulta igualmente amplia. Messner la define en
términos del "resultado de un complejo patrón de interacción dinámica entre los Estados, las
empresas, las instituciones intermediariasy la capacidad organizativa de una sociedad dada" (1998:
xo).
7. Lo que puede llegar a darse tanto porque se reduzca el tiempo necesario para que se produzca un
determinado "acontecimiento" dentro de un determinado marco espacial de acción, como porque
aumente la capacidad para distinguir un mayor número de pasos dentro de un "acontecimiento” , lo
que permite aumentar las posibilidades de alterar su curso o su resultado interviniendo sobre el
acontecimiento mientras se produce.
8. La compresión espacíotemporal hace referencia aquí a procesos reales más que a cierto sentido de
desorientación generado por los cambios en el espacio y el tiempo asociados a la globalización.
9. Sobre la glocalización, véanse Brenner 1998, aooo y Swyngedown 1997? sobre la glurbanización,
véase Jessop y Sum 3 0 0 0 ; sobre la transnacionalízaeión. véase Smith 7,000.
ío . La dimensión temporal de su flujo se recoge con las metáforas de la "liquidez” o "rigidez” .
11. Con frecuencia, las diferentes teorías sobre la competitividad internacional aparecen asociadas a
distintas tipologías y desacuerdos acerca de las bases de las ventajas competitivas. Una revisión
reciente de once usos distintos déla competitividad en Blochy Kenyon ?,ooi. En la práctica, en cam­
bio, los diferentes tipos de ventaja pueden resultar complementarios.
1?,. El correspondiente discurso rieardiano tiende a considerar "naturales" muchos factores de produc­
ción que, en realidad, dependen de forma considerable de las condiciones sociales en su conjunto.
La abundancia de mano de obra barata constituye un ejemplo evidente de ello.
i 3. Como señala Warn "[la] teoría clásica de las ventajas comparativas descansaba en ciertas sim plifica­
ciones injustificadas: que los precios del mercado internacional eran conocidos y estables; que no
había incertidumbre acerca de los precios que alcanzarían los productos para la exportación o los de
los bienes importados; que no existía el aprendizaje mediante la acción; que la tecnología era cono­
cida; que se mantenían beneficios constantes en cualquier escala; que se empleaba toda la capacidad
instalada; y que las características de las mercancías eran estables y conocidas por todos” (1994.: 4).
14,, Al nombrar sólo a estos cuatro teóricos de la economía, no pretendo decir que se trata de las únicas
figuras relevantes o que sus acercamientos a la competitividad sean los únicos adecuados. En el con­
texto actual, se tratan tan sólo como figuras emblemáticas.
*5. De hecho, si la imitación especulativa llega demasiado lejos, el exceso de oferta puede llegar a redu­
cir los beneficios por debajo de los niveles normales.
16. Tal como se emplea en el enfoque neoschumpeteriano de la innovación y las ondas largas, una fuer­
za motivadora (motive forcé) hace referencia a la adopción de una innovación importante en un sec­
tor dinámico con potenciales repercusiones en toda la economía (por ejemplo, la introducción del
mícrochip), y una fuerza de arrastre (canterforcé) es un vector para la difusión de dichos efectos (por
ejemplo, la adopción de la tecnología del naicrochip en la fabricación de vehículos). Para una mayor
elaboración, véase Freeman y Pérez 1988.
17. Es interesante destacar que Castells, que introdujo el concepto de capitalismo mformacional, des­
cuida el significado de la propiedad intelectual en su dinámica, concentrándose en cambio en el
conocimiento como factor de producción.
18. La principal excepción entre las mayores economías de. Asia Oriental era el régimen colonial contri­
butivo rieardiano en Hong Kong (Sum 1998).

17 1
CAPÍTULO 4
LA REPRODUCCIÓN SOCIAL Y EL ESTADO DE TRABAJO

Lo que convencionalmente se denomina Estado de bienestar está lejos de


constituir una realidad universal. No se da en todas las sociedades industriales,
ni siquiera en todas las sociedades del capitalismo avanzado, n i —por supues­
to— se trata de un logro evolutivo irreversible. Muy al contrario, durante varios
años se han producido notables cambios en las políticas económicas y sociales,
en su formalización discursiva y en su legitim ación, en la celeridad y escala en
las que la conformación y la reform a de dichas políticas tiene lugar en dichas
áreas, en los mecanismos institucionales y en las redes mediante las cuales se
ponen en práctica, así como en sus bases económ icas, políticas y sociales. Estos
cambios, como vim os, están relacionados con cuatro grupos de factores: (i) la
reorganización del proceso laboral, del régim en de acumulación y de los modos
de regulación en respuesta a las tendencias básicas hacía ía crisis del fordismo
atlántico y a la aparición de nuevas contradicciones prim arias en el seno del
capitalismo; (s¡) la em ergencia de apuros fiscales y financieros en el ENBK, la
crisis del sistema de partidos "aírap alo todo” (cath-all) al que se encontraba
unido, el compromiso institucional en el que se basaba y el desarrollo de nue­
vas fuerzas sociales; (3 ) la reem ergencia o el resurgim iento del liberalism o en
forma de neolíberalism o, como alternativa al corporativismo y al estatismo en
cuanto formas de gobernanza económica y proyectos de Estado, y su promoción
activa por parte de los EE UU (como Estado hegemónico del fordismo atlántico)

17 3
R O B E R T JE S 50P

y de Gran Bretaña (como su socio m enor); y (4) el auge de nuevos problemas


económicos y sociales y de nuevos movimientos sociales que han impugnado el
modo de regulación prevalente y exigido nuevas formas de hacer frente tanto a
los viejos como a los nuevos problemas. Las respuestas a estos desafíos poseen
implicaciones determinantes para las políticas del Estado de bienestar, para su
atrincheramiento y reestructuración, y para los intentos de ir más allá del
Estado de bienestar sin perder en form a decisiva el apoyo tanto electoral como
político general, o socavar la legitim idad del Estado nación.
En el presente capítulo se examina la reestructuración y reorientación
estratégica del ENBK desde mediados de los años setenta, en lo relativo a la
reproducción social de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia. Esto nos
exigirá tomar en consideración los cambios en las form as y funciones del con­
sumo colectivo, así como en las transferencias de renta basadas en el principio
del seguro contributivo, los derechos de ciudadanía o, quizá, los privilegios de
residencia; también requerirá prestar atención a la construcción discursiva y
material de las nuevas form as y bases de la reproducción social, adecuadas para
la transición hacia una economía globalízadora y basada en el conocimiento,
así como el subsiguiente funcionamiento. Por ello, junto a los cambios en la
redistribución social y las transferencias de renta, también tomo en conside­
ración las políticas del mercado de trabajo y la reestructuración de la educa­
ción. Aunque en momentos y ritmos distintos, al igual que con grados diversos
de discontinuidad, estos cambios se han producido no sólo con gobiernos neo­
liberales sino también con gobiernos más tradicionales de tipo socialdem ócra-
ta, democratacrístiano y con regím enes de centroizquierda.

1. CO NSIDERACIO NES PR E LIM IN A R ES

Con el desarrollo de los mercados de trabajo formalmente libres, las fuerzas del
mercado se convirtieron en el principal mecanismo de coordinación de todas
las actividades económicas del capitalismo. Ahora bien, la mano invisible, con
sus im perativos de m axim ización m onetaria form al, su funcionam iento
im personal (trabajando, en palabras de Marx, a espaldas de los productores),
su racionalidad procedimental y actuación post hoc, se ha visto siem pre com ­
plementada con otros modos de cooi'dinación que introducen objetivos su s­
tantivos, elementos de deliberación interpersonal o interorganizacionales, una
orientación hacia fines colectivos, así como de concertación ex ante. Es aquí
donde los regím enes de bienestar pueden ayudar a asegurar algunas de las

*74
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

condiciones clave para la acumulación de capital. Esto lo haría al instituciona ­


lizar tanto criterios sustantivos para la evaluación y corrección de los resulta ­
dos del mercado, como procedim ientos políticos y burocráticos para guiar el
funcionam iento de las fuerzas del m ercado y hacer frente a sus fallos.
Igualmente, desempeñan un papel esencial a la hora de establecer las estrate­
gias de acumulación y de relacionarlas con los proyectos estatales y las visiones
hegemónicas, asegurando precondiciones cruciales para el funcionamiento de
las fuerzas del mercado. En este sentido, constituyen una importante interfaz
entre las condiciones económicas y extraeconómicas para la acumulación de
capital. Esto tiene repercusiones en el acoplamiento estructural y la coevolu­
ción de los sistemas funcionales económico, político, legal, educativo y sanita­
rio entre otros, y en las relaciones entre dichos sistem as y el mundo de la vida.
En este último aspecto, los regím enes de bienestar aparecen fuertemente
implicados en gobernar, en toda la form ación social, la división del trabajo en
sus aspectos económicos, de género, étnicos, intergeneracional y de otros
muchos tipos. De hecho, también contribuyen a la "tarea de división” mediante
el tratam iento diferenciado de las identidades sociales existentes o m e ­
diante la creación de otras identidades sociales (Munro 1997). De esta forma,
contribuyen a la clasificación y normalización de los individuos, de los grupos
y de otras fuerzas sociales como base para su tratamiento diferenciado en la
división del trabajo y para la inclusión-exclusión social en el contexto de unos
específicos límites espaciotemporales (véanse también los capítulos 1 y 3).
El carácter amplio y generalizado de los cambios implicados en la em er­
gencia tendencial del RPTS sugiere que las causas principales de esta tran si­
ción deberían buscarse en rasgos igualmente am plios y generalizados de la
economía política de posguerra desde los años setenta y ochenta. En esa
dirección, no es probable que se encuentren en factores que son específicos
de algún o de algunos casos. Por ello, es importante defin ir el explanandum
con un nivel de abstracción y sim plicidad suficiente como para establecer las
tendencias básicas, reconociendo al tiem po que estas últimas quedarán
sobredeterm inadas en niveles más concretos y complejos de análisis. Lo que
nos perm itirá buscar una m acroexplicación adecuada y evitar las explicacio­
nes m icrocau sales red u n d an tes (G a rfin k e l 19 8 1: 55, 59; Jesso p 19 8 3:
%8 3 -3 9 0 ; M anners 1998). Pese a lo cual, la enorme vaziación en el ritmo y tra­
yectoria de las transiciones, en sus discursos y legitim ación, en sus bases y
resultados sociales, exigirá igualmente una cuidadosa atención a sus causas
materiales próxim as, al marco discursivo de cualquier crisis percibida en el
Estado de bienestar (o de él m ism o), a sus vínculos con relaciones de fuerza

l 75
R O B £ R T JE S S O P

históricam ente específicas de ciertas coyunturas, a las m ediaciones institucio­


nales y las selectividades estratégicas, y a las cuestiones de periodización.
Igualmente, los resultados concretos de los intentos de reestructurar y reo­
rientar estratégicamente la reproducción social se pondrán en relación con los
diferentes modos de inserción en el mercado mundial y en el sistema político
internacional. De esta forma, nuestra explicación macro deberá ser compatible
con otros análisis de nivel micro que expliquen la especificidad histórica de las
continuidades y discontinuidades en los diferentes regím enes del bienestar.
En los dos capítulos anteriores ya he expuesto parte de la macroexplica-
cíón de los cambios en la dim ensión de bienestar del ENBK. Sin embargo, aun­
que la crisis del fordism o atlántico impidió la continuidad del ENBK en su
antigua form a, no supuso que se intentara desm antelar o destruir el Estado de
bienestar en lugar de reformarlo. De hecho, considerando m is argumentos
acerca de la necesidad de factores extraeconómicos en la reproducción de la
fuerza de trabajo como m ercancía ficticia, resulta improbable que pudiera lle ­
gar a consolidarse un repliegue general y duradero. Mucho más probable es que
se den intentos de rediseñar las instituciones o de reorientar su papel en la
reproducción social. En este sentido, los diferentes intentos de llevar a cabo
una transform ación neoliberal general en Estados Unidos, Reino Unido, Nueva
Zelanda y, en m enor medida, en Australia y Canadá constituyen excepciones
más que la norm a en la reestructuración del bienestar. Más aún, dada la natu­
raleza liberal de estos regím enes antes del giro neoliberal, incluso los intentos
de prom over una transformación neoliberal general resultaron m enos radica­
les de lo que habrían sido en otros regím enes de bienestar. Con todo, tam bién
en este caso deberemos considerar sus contradicciones y lim itaciones en sus
propios térm inos y como modelos para otros espacios económicos y políticos.

a. ENFOQUES ALTERNATIVO S A LA REFO R M A D EL ESTADO


DE B IEN EST A R

Aun siendo bien importantes, una buena parte de la literatura acerca de las
recientes reform as del bienestar aborda cuestiones tan sólo tangenciales para
el presente capítulo. Un prim er problem a para nuestros fines actuales es que
algunos estudios se muestran demasiado preocupados con la austeridad y el
repliegue como respuesta a la crisis inicial en y del Estado de bienestar, o se
concentran excesivamente en lo que con frecuencia resultan ser variaciones
fiscales o financieras cuantitativamente m arginales. Sin duda, sabemos más

17 6
HL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

ahora de los cambios en las cestas fiscales (fuentes de ingresos basadas en la


contribución relativa de los impuestos a agentes económicos móviles e inm ó­
viles), en las cestas de ingresos (la relación cambiante entre tributación y
endeudamiento) y en las cestas presupuestarias (los objetivos cambiantes del
gasto). Desgraciadamente, existen num erosos y complejos factores que ín ter-
actúan y afectan a las cantidades absolutas, a las tendenciasy a las ratios, por lo
que los análisis de la sim ple variación cuantitativa resultan difíciles de in ter­
pretar en los análisis comparativos. Adem ás, aun en los regím enes de bienes­
tar más neoliberales, el gasto en bienestar permanece en niveles altos, incluso
dos décadas después de las prim eras e insistentes llamadas serias a los recor­
tes (véanse pp. 18 5 -18 7 ). Todo ello suscita interesantes cuestiones acerca de los
efectos conservación-disolución en el cambio social, así como de los posibles
cambios cualitativos en el papel del Estado de bienestar.
Además, estos estudios de amplio espectro temporal suelen ignorar el uso
deliberado o casual de las fluctuaciones de corto y mediano plazo en el gasto,
para proporcionar al Estado una base para la reestructuración y reorientación
del consumo colectivo (por ejemplo, en educación, salud y vivienda) o para
recomponer la fuerza de trabajo y m odificar los incentivos y actitudes del sec­
tor público. Entre otras tácticas, los periodos de subfinanciación pueden verse
seguidos por la liberación selectiva de cantidades adicionales condicionadas al
cumplimiento de nuevos modos de trabajo, renovación de personas en áreas
estratégicas, nuevos objetivos, indexación, etc. Igualmente, el acceso a fondos
extra puede hacerse depender de retos ad hoc, de la competencia generalizada
o de la exigencia de que la financiación pública esté acompañada de la m ovili­
zación de fondos privados. Además, una reducción a largo plazo en el empleo o
los salarios del sector público puede im ponerse ante una mayor o menor re sis­
tencia a los intentos de liberar rentas para otros fines, incluso a costa de la
motivación, la moral o el reclutamiento posteriores. Los recortes en los gastos
de capital pueden igualmente deberse a la pretensión de subvencionar los
niveles de gasto corriente más sensibles electoralmente, efecto que no queda­
ría reflejado en los estudios que se centran exclusivamente en las transferen­
cias de ingresos o en el gasto corriente de form a general. El deterioro generado
en la calidad del consumo colectivo podría ser lo suficientemente significativo
como para exigir o legitim ar la subsecuente transferencia de la responsabilidad
de su provisión a socios público-privados o em presas privadas. Todo ello
resulta aún más evidente en las respuestas neoliberales. En todos los casos,
esta estrategia podría abrir al Estado algunas posibilidades de liberar fondos
con variados usos: para diferentes finalidades alternativas como consecuencia

17 7
R O B E R T JE S S O P

de la reducción de los gastos de capital en estas áreas concretas; para generar


ingresos de los procesos de privatización, que podrían utilizarse para financiar
los recortes en los ingresos o para diferentes gastos estatales; para perm itir una
mayor flexibilidad en el funcionamiento y provisión de los (hasta entonces)
servicios públicos o en los salarios y condiciones laborales de dichos sectores;
para crear oportunidades para la pequeña y mediana em presa, así como para
las grandes empresas de servicios, o para prom over la internacionalización de
los servicios; y para promover la im plicación de la comunidad y la participación
ciudadana en la reproducción social. Por último, volviendo al asunto del gasto
corriente, hay que hacer notar que la focalización, la prueba de recursos y la
recuperación por vía fiscal pueden tener efectos significativos con indepen­
dencia de que el gasto corriente suba, baje o permanezca estable.
Todo esto nos muestra que la preocupación por la variación cuantitativa y
los niveles agregados de gasto pueden distraer nuestra atención de lo que
podrían resultar ser desplazamientos mucho más importantes en las formas
cualitativas y en las funciones de la política social y del bienestar social, dentro
del contexto de una rearticulación y redim ensionamiento más amplio del tipo
de Estado capitalista y de las form as de gobernanza. Una de las funciones de
nuestro cuádruple acercamiento a los regím enes de bienestar es precisam ente
la de facilitar el análisis de estas cuestiones cualitativas.
Un segundo problema es que buena parte de la literatura asume que los
Estados de bienestar en los circuitos del fordism o atlántico (si es que no tam ­
bién fuera de ellos) existen en un m ismo tiempo, es decir, que tienen la misma
genealogía, ciclos, etc. y que, por tanto, un año natural o una década tienen el
mismo significado para cualquiera de todos estos Estados de bienestar. Esto se
refleja en la desatención a cuatro problem as interrelacionados. En prim er
lugar, "los Estados de bienestar siem pre están obsoletos" como resultado del
desarrollo social y demográfico y de la emergencia de nuevas necesidades y
riesgos. Esto resulta particularmente importante en los "períodos históricos
en que los propios modos de integración que soportan los Estados de bienestar
se ven desafiados" (Daly 1998: i 3 o; véase Pierson 3 0 0 1a sobre la necesidad de
"recalíbrar” los regím enes de bienestar a la luz de los nuevos riesgos, proble­
mas y desafíos). En segundo lugar, los desarrollos económicos, políticos,
sociales y culturales parecen a menudo "desfasados", especialmente cuando se
consideran de forma transnacional. Así, mientras algunos ENBK comenzaron
a surgir en el periodo de entreguerras y se consolidaron en los años cincuenta
y sesenta, otros em ergieron en los años cincuenta y sesenta y no habían alcan­
zado su madurez antes del comienzo de la crisis en y del fordism o atlántico. Es

178
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

el caso, especialmente, de las economías fordistas periféricas del sur europeo


(España, Portugal, Grecia). Estos países comenzaron su expansión económica
de posguerra más tarde, iniciaron el desarrollo de un ENBK principalm ente
tras el colapso de sus respectivas dictaduras, tuvieron como media tasas de cre­
cimiento económico más altas que los Estados Unidos en los años ochenta y
noventa (aunque también con tasas de desempleo mayores), y están todavía
intentado alcanzar a sus vecinos del norte en la consolidación del Estado de
bienestar, al tiempo que desarrollan políticas de ajuste neoliberal. De forma
semejante, las economías recientemente industrializadas de Asia Oriental de la
primera oleada se enfrentan ahora al problema de construir un Estado de bienes­
tar para sustituir a sus regímenes contributivos de tipo ricardiano o fam iliar,
especialmente en respuesta a la volatilidad económica y a la inseguridad cre­
ciente, que afecta incluso a los trabajadores más especializados. En tercer
lugar, contemplados desde una escala temporal menor, y desde el punto de
vista de la lucha de clases y de otras luchas sociales, los regím enes de bienestar
aparecen como "fuera de ciclo” unos en relación con los otros, complicando
aún más cualquier comparación. Puesto que, como adelantó Kalecki (194,8) y
los subsiguientes analistas han podido comprobar, la expansión económica de
posguerra implicaba un ciclo político de los negocios. Así, después de que el
pleno empleo inducido por las políticas keynesianas robusteciera la capacidad
negociadora de los trabajadores organizados, se encargarían los em presarios y
el Estado de provocar una recesión para reducir las presiones salariales; pero,
según se acercaran las elecciones generales, el gobierno im pulsaría la reflación
(reflation) para obtener votos con la recuperación económica. Asim ism o, como
han demostrado P iven y Cloward (1971, 19 93), existe también un ciclo político
en los regímenes del bienestar, conforme los gestores estatales y sus aliados
tratan alternativamente de acallar la protesta social y de restaurar los incenti­
vos al trabajo. Y, en cuarto lugar, dadas las diferencias temporales y de secuen­
cia de las reformas económicas y sociales, tam bién es posible que el tiempo
esté "desquiciado” . De este modo, el acoplamiento estructural y la coevolución
dé los regím enes del bienestar, y de sus sistem as políticos y económicos nació -
nales y plurinacíonales más amplios en los que aparecen insertos, quedan
marcados por patrones específicos de irregularidad y dislocación.
Una tercera fuente de problemas es la com prensible tendencia a la feti-
chización de las tipologías de Esping-Andersen (o de sus derivados) en los tra­
bajos sobre cambios en los regím enes de bienestar. De esta forma, una gran
parte de la investigación reciente se ha centrado en la cuestión de la conver­
gencia o divergencia dentro de este patrón de regím enes de bienestar. Resulta

179
ROBERT JE S S O P

interesante que en la actualidad sea el régim en liberal el que con frecuencia


sirva como banco de pruebas em pírico respecto del cual m edir los cambios,
incluso si se conserva la socialdemoci'acia como ideal normativo. Esto puede
llevarnos a descuidar otro tipo de cambios dentro de estos tres (o cuatro o
cinco) regím enes, y lo que es más importante, o dejar fuera de análisis las vías
alternativas ajenas a todos estos regím enes (incluyendo el modelo liberal), tal
como existieron en la época dorada del fordism o atlántico. Esto resulta espe­
cialmente problemático en la medida en que los modelos de Esping- Andersen
captan sólo una parte del papel del Estado en la reproducción social (véase
el capítulo 2) y, consecuentemente, distraen nuestra atención de otros cambios
en la reproducción social actual.
En cuarto lugar, algunos estudios se han mostrado demasiado preocupa­
dos por identificar y evaluar críticamente el significado de la globalización
como posible causa de las m odificaciones en los regím enes del bienestar. Este
importante interés es reflejo del papel discursivo de la "globalización” como
coartada para cambios que han sido realizados por razones diferentes, y que
culmina afirmando que la creciente competencia internacional exige recortes
en los impuestos y en el salario individual y social, así como en otros aspectos
de las políticas económicas y sociales. También se relaciona con la habitual
afirm ación -—que igualmente puede servir de coartada para los políticos— de
que el electorado, la opinión pública y otras significativas fuerzas sociales se
oponen por lo general a los impuestos y al gasto público, incluso cuando grupos
específicos de electores y grupos de presión demanden un mayor gasto (véan­
se Kitschelt 1994, 1997; Taylor-Gooby 1997, 20 01a). Y se corresponde con el
impacto más general del proyecto neoliberal global, que promueve la privatiza­
ción, la mercantilización y la indexación en el sector público, así como una
reducción y redistribución de la carga fiscal. Sin embargo, aunque de este
modo resulte inteligible el impacto de las políticas sociales de la globalización,
también explica por qué a menudo es teóricam ente infundada y tiende a entur­
biar la cuestión de la causalidad. Específicam ente, este tipo de investigación no
percibe la naturaleza m ultiescalar, multieéntrica y multiternporal de la globali­
zación (véase el capítulo 3). También deja fuera la medida en que los Estados en
diferentes escalas (especialmente ciertos Estados nacionales) han estado acti­
vamente implicados en la prom oción de la globalización, y tampoco reconoce
que incluso aquellos Estados que "padecen más que incurren en el pecado” de
la globalización, aún tienen opciones políticas en respuesta a la globalización y
a los discursos asociados a ella. Igualmente, tiende a ignorar el hecho de que la
globalización, incluso en sus propios térm inos, no es más que un vector entre

180
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

otros, a través de los cuales se expresan en la actualidad las contradicciones y


los dilemas inherentes al capital como relación. En este sentido, también los
debates acerca de si las presiones sobre el Estado nacional son principalm ente
m undiales o domésticas en cuanto a su origen pierden de vista la cambiante
dinámica de la acumulación de capital (véanse, por ejemplo, Iversen 30 0 1;
Pierson 3001b-, Swank 3 0 0 1, 30 03).
Adicionalmente, el impacto de la globalización conlleva a menudo un
enfoque demasiado unilateral centrado en pocos aspectos: la hipermovilidad
del capital financiero; las posibilidades de reubicación transfronteriza del
capital productivo-, el papel del salario individual y social como coste de p ro­
ducción, y de la fuerza de trabajo como uno de los factores de producción sus-
tituibles. Su impacto en estas áreas es sin duda importante. Pero no es posible
entenderlo adecuadamente sin tomar en cuenta la capacidad del Estado para
reorganizar los presupuestos y gastos estatales, la im portancia de las condicio­
nes extraeconómieas ligadas a las ubicaciones de las actividades productivas, el
papel del salario individual y social como fuente de la demanda, y el sign ifica­
do de la fuerza de trabajo como fuente creativa y experta de valor añadido que
exige un cultivo extraeconómico. En resum en, muchos estudios ignoran la
medida en que las múltiples presiones de la globalización como proceso mul-
ticéntrico, multiescalar, multitemporal, multiforme y, naturalmente, multi-
causal se expresan de forma diversa en los diferentes procesos laborales, ramas
de la producción, regiones, partes del circuito global del capital, regím enes de
acumulación, modos de regulación, etc. Más abajo me extenderé sobre las con­
tradictorias implicaciones de la (í)lógica de la globalización (véase tam bién
Jessop 1999c) y explicaré su significado para la reestructuración, reescalado y
reorientación del Estado de bienestar. Tam bién me referiré a algunos trabajos
más recientes que han comenzado a abordar estas cuestiones con enfoques que
poseen importantes innovaciones metodológicas.
En quinto lugar, con demasiada frecuencia se ha considerado la política
social separada de la política económica. Para bien o para mal, esta conexión
fue una de las principales preocupaciones del inicial trabajo marxista sobre las
funciones del Estado en el capitalismo (por ejem plo, Gough 1979; O’Connor
1978; Offe 1984; y para una crítica de estos tres autores, Klein 1993). Fue igual­
mente objeto de discusión de m anera explícita en los discursos que justifica­
ban el desarrollo del ENBK y de los proyectos en y a través de los cuales se
construyó inicialmente. Esping-A ndersen tam bién hace frente a esta cuestión
de manera unilateral en la m edida en que enfatiza el papel del Estado de b ien ­
estar en la desmercantilización sin observar que, en virtud de la contradictoria
ROBERT JESSOP

naturaleza de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia, este tipo de in ter­


vención podría reforzar, tanto como debilitar, la lógica de la acumulación de
capital. Bien podríamos relacionar este aspecto con su énfasis en un enfoque
desde la teoría de clases, a expensas de un análisis desde la teoría del capital. Y
se corresponde igualmente con su descuido de las contradictorias im plicacio­
nes del Estado de bienestar en relación con la doble carga que supone para las
mujeres realizar trabajo pagado junto a trabajo doméstico, en la medida en que
la expansión de los derechos de bienestar, la provisión de cuidado infantil, las
ayudas a las fam ilias monoparentales y otras medidas sim ilares pueden servir
para facilitar la remercantilización de la fuerza de trabajo fem enino y su ulte­
rior integración en la fuerza de trabajo.
Dentro del creciente grupo de estudios que está reexaminando estas cues­
tiones, existen tres importantes excepciones al descuido de las im plicaciones
mutuas de las políticas sociales y económicas: el estudio de Huber y Stephens
(2001), sofisticado en el uso de las estadísticas y muy detallado en lo institu­
cional, y los proyectos colectivos que aparecen en Hall y Soskice feo o i) y
Ebbinghausy Manow (2 0 0 1a ). Los autores citados en último lugar afirm an que
es importante:
tomar en consideración la protección social que ofrecen los sistemas
de seguridad social, las prácticas de negociación colectiva y los regímenes de
contratación. Nuestro conocimiento de los modernos Estados de bienestar7
y especialmente de las fuentes de sus actuales crisis, seguirá siendo lim ita­
do hasta que reconsideremos los fundamentos económicos en los que se
asientan, Más aún, la función productiva de la protección social ha sido
con frecuencia pasada por alto como consecuencia del énfasis en la redis­
tribución como principal objeto de las políticas del Estado social. Por tanto,
creemos que para una mejor comprensión del capitalismo moderno debería­
mos tomar en cuenta el importante impacto del Estado de bienestar
sobre el empleo, la capacitación, la fijación de salarios y la inversión
[Ebbinghaus y Manow 3 0 0 ib: 3].

Sin embargo, incluso los m ejores de estos recientes trabajos en este y


otros aspectos de la reform a del bienestar han dejado sin considerar las rela­
ciones cuádruples entre los cambios en las políticas económicas y sociales, el
reescalado del Estado capitalista y las cambiantes form as de gobernanza.
Suscitar la pregunta acerca de estas relaciones (sin afirm ar haberla resuelto
por completo) es el principal objetivo del presente estudio. Por tanto, aunque
este capítulo pueda y deba ser parasitario del m ejor trabajo reciente en lo reía-

183
EL FUTURO DEL ESTAOO CAPITALISTA

tivo a sus consideraciones analíticas y detalles em píricos, su principal objetivo


no es ni repetir ni criticar ese trabajo, sino contextualizar los cambios que allí
se identifican. Daré, por tanto, un mayor peso a los imperativos estructurales y
a los cambios en el equilibrio de las fuerzas económicas y sociales, y a los
correspondientes desplazamientos cualitativos en las prioridades económicas
y sociales del Estado de bienestar asociados a la transición al posfordismo. Es
justamente este conjunto de desplazamientos cualitativos lo que pretendo atra­
par con mi concepto de RPTS.

3 . L A ESPEC IFICID A D D EL ESTADO D E B IEN EST A R


EN E L FORDISMO ATLÁNTICO

Los Estados de bienestar producen bienestar a través de una compleja mezcla


de mecanismos. Entre ellos se cuentan una mezcla de cambiantes prestaciones
laborales, la redistribución financiera directa por parte del Estado, medidas
fiscales, consumo colectivo financiado o provisto por el Estado, redistribución
fam iliar, solidaridad intra e intergeneracional dentro de las fam ilias extendi­
das, y actividades benéficas. Junto a esta reproducción social de la fuerza de
trabajo, existe un "bienestar para el capital” que igualmente implica una com ­
pleja mezcla de mecanismos (bienestar fiscal, subsidios estatales directos,
provisiónde infraestructuras, asociaciones público-privadas asimétricas, etc.)
que dirigen rentas estatales en beneficio de capitales particulares o del capital
en general o renuncian a dichas rentas a través del gasto fiscal (moratorias f is ­
cales) para estos m ism os fines. Estos regím enes del bienestar tienen conse­
cuencias distributivas muy diferentes en térm inos de clase, género, etnia o
espacio, dependiendo de la concreta mezcla entre sector público, sector priva­
do y "tercer” sector. Esta misma selectividad hace de la lucha sobre las cestas
del bienestar una cuestión clave en los debates sobre la reestructuración del
Estado de bienestar. En este contexto, las ideas sobre participación social,
implicación de los actores, el papel de las redes inform ales y la gobernanza,
etc., ofrecen nuevos e interesantes espacios p a ra la controversia.
Existen tres form as fundamentales de prestación del bienestar: (i) el
seguro social colectivamente organizado que conduce a determinadas presta­
ciones financieras en caso de contingencias tales como el desempleo, la en fer­
medad, el embarazo o la jubilación; (3) la redistribución a través del sistema
fiscal y financiero, incluyendo no sólo las transferencias de pago sino también
el bienestar fiscal y el bienestar laboral subsidiado estatalmente y la provisión

i83
RO BERT JE S S O P

privada —pero subsidiada estatalmente— de bienes tales como la vivienda, así


como otro tipo de desgravaciones fiscales; y (3 ) el consumo colectivo en el sen ­
tido de financiación pública de bienes y servicios públicos. Estas form as de
provisión del bienestar, diferentes pero interconectadas, tienen distintas
im plicaciones para la (re)distribución de clase, género, "raza” , étnica o regio­
nal, y para las formas específicas en las que se m anifiesta la crisis en y del
ENBK. La política que configura esta cesta de mecanism os del bienestar es
igualmente compleja y depende no sólo de factores económicos, sino tam bién
de la naturaleza del Estado y de su articulación con la sociedad civil. Sin p erju i­
cio de estas complejidades, resulta útil considerar su papel a la hora de asegu­
rar las condiciones para la autovalorización del capital y para la reproducción
de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia.
El concepto de consumo colectivo surgió durante los años cincuenta y
sesenta1 conforme se fue consolidando gradualmente el ENBK en el espacio
económico dominado por el fordism o atlántico. Tenía una significación tanto
general como particular. De un lado, servía para destacar la creciente im por­
tancia del gasto estatal para lubricar e integrar el circuito del capital (poniendo
de esta forma de relieve las lim itaciones de la idea del consumo final en el
hogar); y, por otro, identificaba las form as y funciones específicas de este gasto
en el fordism o atlántico. De este modo, así como los m ercados liberales y la
competencia oligopolista fueron desplazados en favor de una economía mixta y
de una planificación indicativa basada en una negociación bipartita o triparti­
ta, las fuerzas del mercado liberal y los hogares particulares (o, como mucho, el
paternalismo privado en el nivel em presarial y la filantropía cívicas) pasaron a
d esem peñar un papel m enor en la rep rodu cción de la fuerza del trabajo, en
la medida en que el Estado se fue involucrando más en la socialización de la
reproducción y el consumo. La im plicación nacional y local del Estado se
incrementó, poniendo el énfasis en las m edidas globales de carácter redistri-
butivo un iversal—o casi universal— que socializaban los riesgos individuales a
lo largo de la vida en lo que llegó a ser una sociedad de masas receptora de un
salario. Esto se combinó con la provisión de consumo, abastecido y financiado
colectivamente, en campos tales como la vivienda, la educación, la salud y, p o s­
teriorm ente, los servicios sociales personales.
La naturaleza colectiva del consumo tenía su raíz en una específica articu­
lación de tres divisiones constituidas tanto discursiva como m aterialmente
dentro del capitalismo contemporáneo: (i) "público-privado” , (2) "mercado -
Estado” y (3 ) espacio "nacional” y entorno exterior. Lo que hacía que el consu­
mo fuera "colectivo” era su organización pública medíante una concreta form a
€ L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

de Estado nacional, en un espacio económico que se construía discursivamente


y se instituía materialmente para coincidir en térm inos generales con los lím i­
tes territoriales del Estado. Más tarde, sin embargo, hemos visto: (i) el redes­
cubrimiento y la prom oción activa de un tercer sector intermedio entre lo
público y lo privado; (2) el reconocim iento creciente del papel de las redes y de
la auto-organización como form as alternativas de gobernanza presuntamente
capaces de compensar el fracaso del Estado y del mercado; y ( 3 ) complejos pro­
cesos de desterritorialización y reterritorialización de espacios económicos y
sociales, y una dialéctica de globalización-regio nalización. Esto ha hecho que
resulte difícil proseguir con el consumo colectivo en su form a de ENBK, situa­
ción que se ha visto empeorada por las presiones neoliberales para privatízar
las actividades estatales tanto como sea posible.
En algunos aspectos importantes el EN B K ya había "alcanzado sus lím ites”
en el fordismo atlántico a comienzos de los años ochenta (Flora 1986-87).
Aunque la transición de un Estado de seguro social o de seguridad social
(Sozialstaat) a regím enes más am plios de bienestar había comenzado ya en el
periodo de entreguerras, fue durante los años de expansión económica de la
posguerra cuando los Estados de bienestar alcanzaron su madurez (véase el
capítulo 2). Como ya se ha mencionado, es obvio que algunos Estados de bienestar
de desarrollo tardío todavía tenían posibilidades de crecimiento. Pero en tér­
m inos generales, es cierto que el EN BK se había completado, y estaba basado
prioritariam ente en la participación pasada, presente o futura en el mercado de
trabajo o en la nacionalidad (m arginando, por tanto, a los inm igrantes o traba­
jadores no nacionales y dándoles, como mucho, un trato de ciudadanos de
segunda clase). Del mismo modo, el EN BK cubría, por lo general, la mayor
parte de los campos de la reproducción social de cada día, durante toda la vida
y de forma íntergeneracional. Ofrecía para ello la provisión universal —o casi
universal— con altas tasas de reemplazo de los ingresos para ios asegurados y
para los ciudadanos, a través de sus program as de transferencia de ingresos,
ofrecía también un sistem a de educación nacional universal y una socialización
más o menos extensa de la atención m édica prim aria. Además, se sostenía
generalmente mediante niveles de im puestos altos en comparación con la era
del Estado liberal.
Con todo, al tiempo que había lím ites económicos y políticos a una ulte­
rior am pliación de este tipo de Estado de bienestar en una sociedad capitalista,
especialmente en tanto que instrum ento de redistribución económica y social,
existen también otros tres importantes lím ites a los recortes en el bienestar.
En prim er lugar, resulta esencial para la acumulación de capital alguna forma

18S
R 08E R T JE S S O P

de reproducción extrae cono mica de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia,


tanto de manera individual como agregada, (véase el capítulo x). Más aún, tanto
si el tipo capitalista de Estado participa en su provisión en prim er término
como si no, se espera que sirva, como último recurso, como reproductor social
de la fuerza de trabajo2. De este modo, aunque pueden cambiar las respectivas
responsabilidades y lím ites del Estado, el mercado y la sociedad civil, sigue
existiendo un importante papel de tim onel para el prim ero. Un interesante y
reciente ejemplo de ello se halla en la competencia entre los Estados naciona­
les por reclutar trabajadores cualificados del extranjero para ayudar a sus
estrategias de acumulación basadas en el conocimiento. Del mismo modo,
anteriormente, durante el boom del fordism o, habían tratado de reclutar traba­
jadores no cualificados del extranjero para ejecutar el trabajo que resultaba
demasiado exigente en térm inos físicos, sucio, realizado bajo condiciones
opresivas, mal pagado, sometido a horarios asocíales o que, por cualquier otra
razón, resultaba económica o socialmente inaceptable para sus propios ciuda­
danos. En segundo lugar, existen importantes lím ites institucionales a la
reducción del bienestar, derivados de la herencia de las políticas públicas, de la
inercia de los programas y de la arquitectura general del Estado. Estos lím ites
aparecen reforzados por las consecuencias potencialmente desgarradoras que
generarían sobre la economía en su conjunto los recortes drásticos y acelera-
dos del bienestar, debidos al acoplamiento estructural y la interdependencia
material entre los Estados de bienestar y las economías de mercado. El desa­
rrollo previo del Estado de bienestar produce una específica estructura de
organización económica, reñejo de su impacto diferencial sobre las oportuni­
dades de negocio. El discurso neoliberal pone el énfasis en los supuestos efec­
tos negativos de "expulsión” (crowding out) que genera el gasto publico —pese a
lo cual es financiado—, así como en la naturaleza improductiva de la tributación
y el endeudamiento público. Sin embargo, un gasto público sostenido y cohe­
rente también induce ciertos carabios estructurales en la oferta y la demanda
(por ejemplo, complejos socioindustriales asociados a patrones específicos de
gasto público en bienestar en proyectos de capital, de consumo y servicios),
que se verían más o menos severamente quebrantados por un recorte radical
en el caso de que las em presas o sectores afectados no pudieran reform ar, re e s­
tructurar o redireccionar la producción en un horizonte de tiempo adecuado.
En tercer lugar, existen lím ites políticos al recorte en el bienestar, que
provienen de diferentes ámbitos: la política representativa (en especial, de las
dinámicas electorales y del activismo de los m ovim ientos sociales); la organi­
zación interna del aparato estatal (intereses creados de los M inisterios y los

18 6
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

departam entos, la naturaleza m ultinivel de la provisión del bienestar, la


presencia de profesionales del bienestar, los derechos de los empleados públi -
eos, etc.); y las políticas de intervención (derechos de ciudadanía legalmente
protegidos, dinámicas de partenariado social, el poder residual de los "d esti­
natarios de las políticas” , etc.). Todo ello se verá inevitablemente reflejado en
el balance de fuerzas en cada momento y coyuntura particular, y apunta a la
necesidad de estrategias a medio plazo para transform ar estas constricciones
estructurales, y también para m ovilizar nuevas alianzas políticas que contra­
rresten la inercia institucional y los intereses creados que favorecen la conser­
vación del statu quo. En resumen, en los regím enes de producción y de
bienestar existe una selectividad estratégica frente al recorte del bienestar, que
interactúa con las contradicciones más generales asociadas con el carácter de
mercancía ficticia de la fuerza de trabajo:
Las amplias coaliciones sociales que dan soporte al statu quo del
Estado de bienestar impiden que los partidos centristas y aun de derechas
lleven a cabo, o incluso propongan, recortes significativos en los derechos.
De este modo, en la medida en que las dificultades económicas suponen que
la agenda en la mayor parte de los países no es de eoepansión sino de retrac­
ción, cabría esperar menores diferencias entre los partidos que en el pasado.
Esta aproximación en las posturas es el resultado de constricciones tanto en
la derecha como en la izquierda [Huber y Stephens 3 0 0 1 : 167].

Así pues, aunque hay cierto m argen para el rediseño de la provisión del
bienestar y para la reubicación de las cargas del bienestar social, estos tres
conjuntos de factores (entre otros) lim itan el m argen económico y político
para un recorte masivo en su provisión pública, a m enos que se introduzcan
otros cambios de carácter com pensatorio. La reproducción social, ya sea que
se realice en el sector privado, en el público o en el tercer sector, im plica cos­
tes. Más aún, es necesario prestar atención a la calidad y al coste de garantizar
tal reproducción de un modo u otro. En los EE UU, el caso de la atención
médica privatizada resulta particularm ente destacable, si no es que triste­
mente célebre, ya que ofrece una cobertura muy desigual o inexistente y resu l­
ta, por lo general, más cara que los sistem as europeos de salud pública. Con
todo, existe un margen muy amplío para volver a hacer funcional el gasto en
bienestar en los niveles que existen en los regím enes particulares (o en n ive­
les sim ilares), para dar respuesta a ios cam bios en los regím enes de acumula­
ción, en los modos de regulación y en sus correspondientes com promisos
institucionalizados.

18 7
ROBERT JE S S O P

4. H A C IA E L E S T A D O D E T R A B A J O

En los tres ámbitos del bienestar del E N B K se han producido cambios: en el del
seguro, en el de la redistribución finan ciero-fiscal y en el del consumo colec­
tivo. En las tres áreas hemos asistido a una creciente subordinación de la p o lí­
tica social a la política económica, aunque naturalmente esté lejos de ser total.
En este capítulo se señalan tres dim ensiones interrelacionadas del rediseño,
reestructuración y reorientación del bienestar. En prim er lugar, se han produ­
cido cambios cualitativos en las políticas sociales y en su articulación con la
política económica, habiéndose concedido la prim acía a esta última. En segun­
do lugar, existe una creciente presión a la baja sobre el salario social, conside­
rado como un coste de producción (internacional) o como una responsabilidad
electoral frente a la resistencia fiscal. Esto se refleja en m edidas de reducción
—o al menos de contención— de costes y en el rediseño de las transferencias
sociales para hacerlas más productivas. En tercer lugar, se han producido cam ­
bios en las formas y funciones del consumo colectivo. Muestra de este hecho
son: los cambios en las políticas públicas para los trabajadores desempleados;
el rediseño de las políticas de pensiones para reducir los costes a largo plazo de
su provisión y para prom over el sector de servicios financieros; y la reestructu­
ración del sistema educativo en un intento de realinearlo con las presuntas
necesidades de una sociedad globalizadora basada en el conocimiento. Esas
opciones están ligadas a diferentes aspectos: al significado político y económ i­
co del desempleo; al hecho de que las pensiones constituyen el rubro civil
mayor en los presupuestos de los Estados capitalistas más avanzados (norm al­
mente, con la sanidad como segundo capítulo más abultado del presupuesto); y
al papel clave de la educación en el desarrollo económico y en la construcción
de las naciones. Un tratamiento más extenso de la reestructuración del Estado de
bienestar en otros campos de la política social, en especial en lo relativo a la
sanidad, resultaría de gran utilidad en un trabajo más amplio, pero las áreas
elegidas son lo suficientem ente significativas como para perm itirnos iden tifi­
car las principales tendencias.

LA CRECIENTE SUBORDINACIÓN DE LA POLÍTICA SOCIAL ALA POLÍTICA


ECONÓMICA

La globalización, tal como se define en el capítulo 3 (y, por tanto, con un sign i­
ficado de mayor amplitud que el adoptado en la mayor parte de los m ás recien ­
tes estudios sobre globalización y políticas sociales), posee dos rasgos clave que

188
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

afectan al ENBK. En prim er lugar, está ligada a una noción de competitividad


que se ha expandido económicamente y que se ha enriquecido sociológica­
mente, incluso cuando algunos proyectos de globalización neoliberal en oca­
siones no realizan un completo reconocim iento público de este hecho. En
segundo lugar, m ejora las oportunidades de desplazarse a través de las fronte­
ras, al menos para algunos capitales, especialm ente para el capital financiero
que ofrece productos transparentes. Al com binarse con la creciente com peten­
cia interurbana e interregional dentro de las economías nacionales, se refuer­
zan de este modo las oportunidades de salida de los capitales. En conjunto,
estos rasgos tienden a transformar las prioridades en las políticas sociales, en
especial en relación con su impacto sobre la competitividad. Sin embargo,
dado que, tal como se ha destacado en el capítulo 3 , existen diferentes formas
de com prender la competitividad, es posible configurar las prioridades de
forma diversa. Una noción ricardiana de competitividad, por ejemplo, podría
apuntar a la necesidad de recortar los gastos sociales en economías cada vez
más abiertas, ya que entendería que este gasto es un costo de producción que
está asociado más a demandas populistas y a la ingeniería social que a la activi­
dad económica. El gasto social es, en este caso, además de una fuente de rig i­
deces para el sector productivo, una deducción improductiva de las rentas que
podría ser invertida más adecuadamente en el mercado por los agentes econó­
micos de forma individual. Otros modos de entender la competitividad podrían
apuntar en la dirección contraria. Así, un enfoque orientado a la competítivi-
dad sistémica o estructural podría otorgar m enor im portancia a los costes
absolutos o relativos de los factores de producción, y más a su contribución
relativa a la producción económica; m enos a las dim ensiones económicas y
más a las dimensiones extraeconómicas de la competitividad-, menos a los cos­
tes tributarios inmediatos del gasto público y más a su contribución a largo
plazo a la producción-, y menos a la naturaleza inmediatam ente improductiva
del gasto social y más a su papel como compensación a los trabajadores (y a
otras fuerzas sociales perjudicadas) frente a los riesgos y alteraciones que
supone el comercio internacional. Al poner la atención en estos aspectos del
gasto social, es menos probable que se generaran demandas de una reducción
absoluta del bienestar por oposición a su rediseño y reorientación. Entre otras
cosas, este enfoque sugiere que además de servir de asistencia a los ciudadanos
individuales y a quienes dependen de ellos, el bienestar social podría estar
desarrollando un papel clave en la socialización de los costes de ajuste en las
economías abiertas, en la medida en que afectan a las compañías, ciudades,
regiones y economías nacionales. En ambos casos, con todo, la creciente
ROBERT JE S S O P

internacionalización, contemplada bien en térm inos ricardianos o de compe­


titividad estructural, se relaciona con la subordinación de la política social alas
supuestas exigencias de la competitividad económica. Se trata de una im por­
tante m odificación cualitativa que es independiente de la cuantifícación de los
cambios, y que im plica una alteración significativa en la naturaleza del Estado
de bienestar y en su papel en la reproducción social.
La resultante reordenación de la relación entre política económica y social
ha atravesado por tres fases principales. En la crisis inicial en y del fordismo
atlántico durante los años setenta, la actividad y el gasto estatal en bienestar
aumentó. En parte, como resultado de los estabilizadores automáticos in cor­
porados al ENBK, de forma que el creciente desempleo disparó el gasto en
bienestar, al tiempo que hizo dism inuir los ingresos fiscales; y en parte m oti­
vado por la esperanza de recuperar las condiciones de expansión de la econo­
mía fordista. Guando pareció que se había fracasado en la superación de la
estanflación, el Estado de bienestar fue señalado por la derecha como fuente de
rigideces en el mercado de trabajo y como un increm ento a los costes de p ro­
ducción. Esto llevó a la demanda de cambios en el Estado de bienestar para
mejorar la flexibilidad del mercado laboral y para reducir los costes. Todo ello
se refleja desde los años ochenta en adelante en el endurecim iento de los cri­
terios para acceder a los beneficios por desempleo y en los lím ites tem porales
a los mismos. El segundo periodo se solapa con el comienzo de una tercera fase
que puede detectarse más claramente en los años noventa. Aparece aquí un
mayor énfasis en las políticas activas sobre el mercado de trabajo y en una
mayor coordinación de las prestaciones por desem pleo y de las prestaciones
"en el em pleo” , para demostrar que "m erece la pena trabajar” 3.
La segunda y tercera fases difieren del tipo ideal de ENBK, especialmente
en su form a liberal, que se caracteriza por un enfoque más pasivo fren te al
desempleo. Pese a que la política macroeconómica estaba dirigida al pleno
empleo, los trabajadores desempleados recibían una ayuda pasiva hasta que
volvía a haber disponibilidad de em pleos (véase M ishra 1985). Esta ayuda
adoptaba dos formas. Para quienes contaban con suficiente experiencia en el
mercado laboral, se abonaban las prestaciones por desempleo y otros ben efi­
cios relacionadas con el seguro social; por el contrario, para quienes no tenían
derecho a tales beneficios, se ofrecía asistencia social. En contraste, el RPTS
adopta un enfoque más activo hacia las políticas del mercado laboral, m edian­
te una combinación de medidas para crear las condiciones de pleno empleo en
el mercado laboral y la preparación activa de todos o algunos de los desem plea­
dos para ayudarles a volver al trabajo. De este modo, uno de los principales

190
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

rasgos en la reproducción social es el despliegue de nuevos regím enes, retóri­


cas y rutinas de regulación "trabajista” (workfanst) para sustituir a los marcos
nacionales, bien de un Estado de bienestar supuestamente proclive a las crisis,
bien de un régim en de bienestar (welfarist) (véase Peck 2,001). Un rasgo funda­
mental de este nuevo enfoque es su papel a la hora de estimular y obligar al tra­
bajo mediante formas activas de política social y de empleo, al igual que
desarrollando mercados de trabajo transicionales destinados a suavizar el
camino (o la transición) desde el bienestar al trabajo. Este enfoque ha sido
defendido en todos los niveles de form ulación y ejecución de políticas públi­
cas, desde la OCDE en su estudio sobre el empleo (OCDE 1994) a los EE UU
(por ejemplo en el Libro Blanco de 19 93, Crecimiento, competitividad y empleo),
o la Unión Europea (su informe de 1995, La protección social en Europa), así
como en una serie de cumbres económicas, pasando por los Estados hasta lle ­
gar a los niveles regional y local (para un repaso general de este cambio de p olí­
ticas pasivas del mercado de trabajo a políticas activas, véanse Kalish et álii
1998; P eck 30 0 1; Schmíd 1996).
Este enfoque activo es más o menos universal en el espacio económico del
fordism o atlántico, si bien puede adoptar diferentes formas. En prim er lugar,
en los regímenes de bienestar liberal el énfasis ha recaído en la flexibilidad
salarial; en las reducciones de las prestaciones por desempleo, tanto las basa­
das en la seguridad social como las de los receptores de la asistencia social; y en
la abolición o reducción de los salarios m ínim os. Los regímenes nórdicos y los
regím enes liberales de las antípodas, en parte como consecuencia de sus
estructuras estatales y en parte porque sus derechos de bienestar están menos
protegidos, han sido capaces de im poner estos cambios desde arriba sin mayo­
res consultas. Sin embargo, por las razones antes indicadas, ésta puede no ser
la solución económica óptima a medio o largo plazo, y podría resultar electo­
ralmente perjudicial al exponer a los responsables de los gobiernos liberales a
la posibilidad de que volvieran a em erger fallos de mercado (Taylor-Gooby
¡>ooib: i o - i i ) . En segundo lugar, los regím enes de bienestar socialdemócratas
han mostrado una tendencia a intensificar sus anteriores compromisos con la
demanda de políticas activas y de gestión del mercado de trabajo, introducien­
do en ellas un giro trabajista, aunque conservando un nivel relativamente alto
de gasto público en bienestar (véanse pp. 19 3, 196). Un tercer modelo aparece
en los regímenes conservadores-corporativos o cristíanodemócratas. Estos se
apoyan fundamentalmente en los impuestos a las rentas del trabajo más que en
la tributación general para financiar el bienestar social, y sus bien organizados
agentes sociales suelen creer que cuentan con derechos de propiedad en el
R O B E R T JE S S O P

régimen del bienestar. Estos regím enes, por tanto, enfrentan un "dilem a con­
tinental” (Sharpf 1997) ocasionado por el "efecto tijera” . Una hoja de las tije ­
ras tiene que v er con las crecientes tasas de inactividad provocadas
principalm ente por los cada vez mayores niveles de desempleo y de jubilación
(con frecuencia, anticipada); la otra, im plica un creciente gasto público como
consecuencia de las expectativas dependientes de los sistem as de seguro,
garantizadas y mediadas corporativamente. Esto ha conducido a una negocia­
ción entre los diferentes gobiernos y los estamentos corporativos laborales,
con el objetivo de buscar mecanismos de reducción del coste del salario social
para las em presas y su transferencia a la tributación general, sin disparar
demandas salariales, que perm itan a los empleados m antener su ingreso d is­
ponible real una vez descontada la inflación y los impuestos (véase también
Taylor-Gooby 30 0 1b ).
Incluso allí donde las políticas de activación ya eran una parte importante
del sistema del ENBK (por ejemplo, en las economías nórdicas), las obligacio­
nes de trabajar se han hecho más explícitas, estrictas y coactivas que en los años
noventa. Ya no se trata de si el desempleado debe participar o no en un progra­
ma, sino de cuál es el program a al que debe incorporarse voluntaria o involun­
tariamente. Se ha hecho más difícil negarse a participar y las autoridades han
obtenido la capacidad de sancionarla no participación. Adem ás, el discurso ha
pasado de los derechos a las obligaciones, especialm ente en lo que se refiere al
desempleo juvenil. Todo esto, aunado a una reestructuración de los servicios
sociales enfocada al desempleo, a la exclusión social y a la reducción de los cos­
tes asistenciales, supone un movimiento general de alejamiento de la tradición
socialdemócrata (Johansson 20 0 1: 70-4,).
Para los fines actuales, debemos destacar cuatro aspectos fundamentales
de las políticas de activación: (1) se dirigen a aumentar la flexibilidad de los
mercados laborales; (2) tratan de m ejorar la capacidad de obtener un empleo
de los trabajadores y de transform arlos en sujetos em prendedores en un
mundo posfordista donde los trabajos de por vida n i están garantizados ni ya
cabe esperarlos; (3 ) más que funcionar a través de políticas y medidas naciona­
les estandarizadas, confían en las agencias locales para el diseño y gestión de
las políticas de form a experimental, en la creencia de que así se producirán
soluciones adaptadas a las necesidades locales que perm itirán movilizar capi­
tales, competencias y recursos locales; y (4.) se orientan de manera creciente a
una economía basada en el conocimiento, en la recualificación y el aprendiza­
je a lo largo de toda la vida. A sí, los beneficios por desempleo aparecen asocia­
dos al trabajo, al adiestramiento o a otros program as diseñados para ayudar a

192;
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

los desempleados a volver al trabajo. Las políticas de activación se extienden


también a la educación y a la cualificación, y no sólo al seguro por desempleo y
la seguridad social4. Los métodos adoptados para activar a los trabajadores
pueden ser más o menos coactivos o concederles un mayor o m enor empode-
ram iento (Peck 2 0 0 1); sus destinatarios tam bién varían en los diferen tes
regím enes y momentos, incluyendo al paro registrado, a las fam ilias monopa-
reñíales o a los discapacitados (Robinson 1998; 87); y el coste y duración de los
programas puede ir desde los más rápidos y baratos hasta amplios programas
de recualificación. Todo ello se hace evidente si comparamos las tácticas neo­
liberales enfocadas a la búsqueda de empleo y al paso del bienestar al trabajo
mediante extensos programas de recualificación y form ación, con el aún más
amplio enfoque de la "flexiseguridad” holandesa o los sistem as daneses de
rotación y bajas laborales (H em erijcky Manow 20 0 1; Jorgensen 3003; Torfing
1999; Wüthagen 1998). En algunos casos, los programas rápidos y baratos se
combinan con subsidios estatales a los hogares trabajadores, especialmente a
los que tienen hijos, de forma que sus ingresos netos en el empleo asciendan
por encima del nivel de la pobreza y se reduzca la trampa fiscal de la pobreza.
De este modo, se tiende a subsidiar a los empleadores que pagan sueldos bajos
y a provocar una redistribución fiscal en favor de los pobres bajo nuevos ropa­
jes (véase Robinson 30 0 0 ). Sin embargo, por lo común, el efecto global de los
programas de activación es el de una reducción explícita o implícita de los de­
rechos: en el prim er caso, mediante recortes directos-, en el segundo, m edian­
te cambios en los patrones de trabajo cuando las prestaciones permanecen
ligadas a ciclos estándar de vida laboral (Rhodes y Mény 1998: 11).
En un nivel más general, las políticas de activación pueden situarse en un
contínuum que va de la flexiexplotación a la flexiseguridad. La flexiexplotación
hace referencia a los "aspectos contra los trabajadores que im plica la fle x ib i­
lid ad ” (Gray 19 9 8 : 3 ), especialm ente a la com binación de una creciente
coacción sobre el des empleado para que encuentre trabajo, y una mayor in se ­
guridad para los que ya tienen un empleo. La flexiexplotación está particular­
mente asociada con las m edidas trabajistas neoliberales y suele increm entar la
exclusión social (Gook et álii 20 0 1; Glyny'W ood 2 0 0 1; Haughton et álii 2000;
Hyde et álii 19 9 9 ; Jones y Gray 2 0 0 1; Peck y The o dore 3 0 0 0 ). Por el contrario,
la flexiseguridad, aunque es en origen un térm ino inglés, fue acuñado en
Holanda en 19 95 y hace referencia a un nuevo tipo de políticas que pretendían
h acerlo s m ercados laborales más flexibles, al tiempo que ofrecían una mayor
seguridad social y laboral tanto para quienes tenían trabajo como para q uie­
nes carecían de él. Igualmente apostaba por la m ejora de la inclusión social

193
ROBERTJESSOP

para todos los participantes en el mercado laboral (véase Wílthagen 1998: 21).
Lafleziseguridad holandesa trata de ofrecer la seguridad de un trabajo (pero no
la seguridad en un trabajo) para los trabajadores clave, así como para los tra­
bajadores contingentes, atípicos o flexibles. Esta com binación se sufraga
mediante el correspondiente sistem a flexible de políticas de seguridad social
y de activación. Además, muestra una particular preocupación por ofrecer
buenos mercados de trabajo de transición, para suavizar así el paso del d es­
empleo al trabajo. De esta form a, se m uestra com prom etida con el "em pode-
ramiento de los trabajadores, la cooperación organizacional (en redes y en
cooperación público-privada), y la eficiencia dinám ica que conduzcan a una
efectiva prom oción del empleo y a un empleo sustentable (en lugar de a 'tra ­
bajos en v ía m uerta’) ” (Wilthagen 1998: 1). En un plano más general, la. fle x i­
seguridad suele asociarse con las n ego ciacion es y pactos sociales
neocorporativistas en diferentes escalas (para una revisión general de las
políticas de tipo flexiseguridad en los m ercados laborales en Europa, véase
Schmid 1996).

PRESIONES A LA BAJA SOBRE EL SALARIO SOCIAL

A pesar de la crisis que comenzó a despuntar a finales de los años setenta, los
presupuestos estatales siguieron siendo altos en los años ochenta y continua­
ron aumentando en los noventa (Garrett 1998, ? o o i; Garrett y Mitchell 3 0 0 1;
Huber y Stephens 200 1). Las peticiones de recortar el gasto público, sobre la
base de que bloqueaba el crecimiento económico, comenzaron a atraer aten­
ción a mediados de los años setenta, y la OCDE se sumó pronto, en 19 8 1, al coro
de los que reclamaban estos recortes (OCDE 19 8 1). Con esto se refleja la op i­
nión de que el salario social que representa el gasto en bienestar es un coste de
producción igual que el salario individual, y que la tributación es siem pre un
desincentivo al esfuerzo, al ahorro y a la inversión. Esto se asocia, a su vez, con
un modelo dél bienestar como carga pública, definido por 'Wilding como "la
percepción de que la mayor parte del gasto en bienestar tradicional es una
carga improductiva sobre el lado productivo de la economía y que, por tanto,
debería revisarse y reducirse” (1997: 417)- Podemos contrastar esta opinión
con la percepción alternativa de los impuestos como un precio de adm isión a la
sociedad civilizada (Hutton 3002). A pesar de estas demandas, la crisis condu­
jo a un mayor y no a un m enor nivel de gasto. De hecho, los años ochenta a sis­
tieron a un incremento medio anual engasto público en todos los regím enes de
bienestar, más acusado que durante los años setenta, periodo en el que el

194,
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

ENBK alcanzó su cima y comenzó a m ostrar síntom as de crisis (Huber y


Stephens 30 0 1: 307). Este continuado increm ento llevó a la OCDE a com ien­
zos de los años ochenta a preguntarse con bastante lógica si esta tendencia
reflejaba los costes tem porales de la gestión de la transición, o si implicaba
que el presupuesto del Estado social se m antendría siem pre en dichos niveles.
Sus funcionarios se mostraban entonces lo suficientem ente optimistas como
para afirm ar que "debería ser posible m antener las ganancias en seguridad y
servicios alcanzadas en los años sesenta y setenta, y m ejorarlas siguiendo el
ritmo del crecim iento económico, pero no más deprisa” (OCDE 1985).
Pronto, sin embargo, se mostró menos confiada y, junto con el FMI, reco­
mendó el rediseño de las políticas sociales en torno a tres objetivos: (1) una
mayor eficiencia en la prestación de bienes y servicios por parte del gobierno
y en la eficacia de los programas, (a) la revisión de las prioridades del gasto y
de los objetivos de los programas y ( 3 ) la devolución de ciertas respon sabili­
dades públicas al sector privado (Oxley y Martin 19 9 1). Aún más reciente­
mente, aunque conservando esta m ism a línea y la exigencia de una presión a
la baja permanente sobre los com prom isos de gasto (por ejemplo, en el área
de pensiones, véase infra), tam bién ha comenzado a destacar la necesidad,
para el residual Estado de bienestar, de un enfoque basado en el capital hum a­
no (OGDE 1994, 1999)-
Estas tendencias en el gasto público resultan más fáciles de interpretar
conjuntam ente con los ingresos estatales. A sí, aunque el gasto público se
increm entó más rápidam ente que los ingresos en los años setenta, los in gre­
sos crecieron más que los gastos en los ochenta, lo que indica un intento de
reducir los déficits incluso en un contexto de gasto creciente. Este patrón
continuó hasta los años noventa, en la m edida en que los gobiernos trataban
de increm entar sus ingresos y de fren ar sus gastos (Huber y Stephens 2 0 0 1:
207). Existen pruebas, adem ás, de que los Estados de bienestar con mayor
gasto se han acercado más a la línea de gasto "esp erab le” que los que tenían
un m enor gasto dentro de su tipo de régim en (A lber y Standing 2000). Una
indicación adicional de los esfuerzos por reducir el gasto es la m enor sig n i­
ficación del control y la mayor im plicación partidista en los gastos guberna­
m entales desde los años setenta a los noventa, lo que sugiere que las
constricciones internas están reduciendo el m argen de m aniobra (Huber et
álii 19 9 9 : 19 0 -2 ).
Es más, si contemplamos el bosque en lugar de los árboles, nos daremos
cuenta de que "los programas de reducción de prestaciones y de recortes están
presentes en la agenda por todas partes; y las diferencias son sólo de grado y en

195
ROBERTJESSOP

lo relativo a la intensidad con la que dichas políticas se llevan a cabo” (Taylor-


Gooby 1996: 214). 0 , tal como afirm an Bonoli et álii (?ooo: x) respecto de los
regím enes de bienestar europeos:
En la actualidad existe un acuerdo generalizado sobre el hecho de que
el grueso de la legislación social aprobada en los últimos años ha reducido el
papel del Estado en el bienestar, Las políticas que caminan en dirección
opuesta sólo desempeñan un papel marginal (...] Este cuerpo de legislación
social restrictiva consta de diferentes elementos que se superponen. Ciertas
políticas nuevas han reducido el nivel de las prestaciones en efectivo, han
restringido los derechos o reducido el período en el que se abonan dichas
prestaciones. Una parte de la legislación ha aumentado los pagos de los
usuarios de la salud, educación y servicios de atención social. Otra parte
de la misma ha otorgado a los empleadores o a otros organismos la respon­
sabilidad de la provisión o administración de ciertas prestaciones en efec­
tivo, o ha introducido principios de mercado en la gestión de los servicios.
Por último, esta legislación ha privatizado parte de los servicios sociales o
algunos servicios públicos en su integridad [Bonoli et álii 20 0 1 =i] •

Esta presión a la baja se m anifiesta de muchas formas. Ya he mencionado


antes el papel de los recortes en las prestaciones por desempleo y su articula­
ción con políticas de activacióny estrategias de "m erece la pena trabajar” . Se ha
producido, además, una extensión generalizada de la comprobación de recu r­
sos para los trabajadores m arginales, los desempleados y las fam ilias monopa-
reñíales, lo cual es particularmente frecuente en los regím enes liberales.
Existe, asim ismo, una tendencia’a tran sfe rirlo s riesgos e incertídum bres a los
individuos, mediante un énfasis creciente en la provisión privada y en la socie­
dad civil antes que en las garantías estatales (por ejemplo, medíante la v aria­
ción en los resultados de los fondos de pensiones y de las tasas de anualidades
en la jubilación). El resultado global es una mayor dependencia del mercado
para obtener un ingreso adecuado que p erm ítalo s niveles socialmente acepta­
dos de consumo o, en otras palabras, una creciente remercantilización adm i­
nistrativa de la fuerza de trabajo (Bonoli et álii 2000; Offe 1984,; Pierson
300 1a). Y, sin duda, allí donde las políticas neoliberales han reforzado los m er­
cados laborales segmentados y dualistas, la fleziexplotación resultante conduci­
rá, además, a una creciente pobreza y a una mayor exclusión social.
En térm inos más generales, el seguro ha quedado parcialm ente p rivati­
zado o situado en el tercer sector. Este enfoque se asocia en ocasiones con la
prom oción del "capitalism o popular” , una dem ocracia de propietarios y una

196
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

posesión más extendida de las acciones; en otras, con una mayor participación
de la comunidad, una sociedad de accionistas partícipes (stakeholding society) y
la asociación público-privado con participación de las ONG. Ya existían prece­
dentes de ello en los viejos regím en es de bien estar corporativo y en los r e ­
gím enes tripartitos de las socialdem ocracias, en los que los sindicatos
desempeñaban un papel clave en el seguro. La redistribución financiero-fiscal
tiende a hacerse más selectiva y se convierte en un mecanismo de contención
de costes. Y, en el contexto de las políticas schumpeterianas de competitividad, la
redistribución financiero-fiscal se asocia también a la promoción y no a la m o­
deración de las desigualdades. Todo ello se refleja en la tendencia a la expan­
sión del "bienestar para el capital" al tiempo que el "bienestar para el trabajo”
se contrae. Igualmente puede verse en form as más generales de reestructura­
ción y recorte del bienestar. También se relaciona con la tendencia neoliberal
schumpeteriana a promover un desarrollo regional desigual antes que a com­
pensarlo.

PENSIONES

Un caso cuyo estudio resulta interesante a este respecto es el del desarrollo de


las pensiones. Se trata de un importante campo de gasto público, en la medida
en que las pensiones se convirtieron en el rubro individual más costoso de los
presupuestos sociales en los años noventa, constituyéndose, por tanto, en el
objetivo fundamental de los recortes, sobre todo considerando el rápido enve­
jecim iento de la población (incluyendo la población necesitada de intensos
cuidados médicos de 75 o más años)5. De hecho, la OCDE ya lo señaló como un
problema fundamental para los Estados sociales en los años noventa; y el Banco
Mundial ha estado impulsando recientem ente un sistem a de pensiones d efin i­
das mediante contribuciones individuales, con el fin de reducir su carga sobre
los presupuestos estatales. La reform a de las pensiones es igualmente in tere­
sante porque contrasta con el caso de las prestaciones por desempleo, que
representan una pequeña proporción de los presupuestos estatales, incluso
cuando son relativamente altos. M ientras que las prestaciones por desempleo
han sido recortadas como parte de un paquete de reintegración activa de los
desempleados en el mercado laboral, las pensiones se han visto sometidas a
una mayor presión a la baja.
Estas presiones demográficas son comunes a todos los países industriali­
zados, lo cual se refleja en el hecho de que casi todos los Estados han actuado
para reducir el gasto estatal en pensiones de jubilación o, al menos, para reducir

197
ROBERT JESSOP

su tasa de crecimiento y para financiarlas en diferentes formas. Así, tal como


señalan Bonoli et álii: "En los años ochenta y aún más en los noventa, la d irec­
ción del cambio en las políticas de pensiones se ha invertido desde una expan­
sión general hasta su recorte. Gomo resultado, en la actualidad la expresión
"reforma de las pensiones’ se utiliza cada vez más como sinónimo de recortes
en las pensiones de la tercera edad” (2000: 3 o). Esta afirm ación se ve con fir­
mada por los datos de dieciocho países de la OGDE que aparecen en Huber y
Stephens que demuestran, además, que los regím enes de bienestar liberales
son los más proclives a los recortes y los regím enes socialdemócratas los más
renuentes (2001: 20 8 -9 ). Con todo, son los regím enes conservadores-corpo-
rativistas cristianodemócratas los más vulnerables a estas presiones dem ográ­
ficas, en virtud del mayor incremento en la ratio de dependencia de los
pensionistas respecto a la población trabajadora, y por la naturaleza de sus s is ­
temas de pensiones.
En térm inos generales, todos los gobiernos han preferido las reform as de
baja visibilidad, lo que puede considerarse parte de una "estrategia de ofusca­
m iento” para ocultar la amplitud e impacto de las medidas a lo largo del tiem ­
po (Pierson 1995: 19 -2 3 ). Entre las medidas empleadas para disfrazar la
amplitud de los recortes se encuentran:

♦ El paso de la indexación de las pensiones a los precios en lugar de a los


salarios. Esto contrasta con la posición del fordism o atlántico en el que
las pensiones se asociaban a los salarios, y estos últimos a la producti­
vidad y la inflación. Conjuntamente con la extensión de los años de
cotización y la reducción de los incentivos para la jubilación anticipada,
ello provocará una permanente reducción en el nivel de las pensiones
individuales en comparación con los salarios medios percibidos.
♦ El paso de los sistem as de pensiones de pago-a-la-salida (es decir, una
redistribución colectiva intergeneracíonal por parte de la fuerza de tra­
bajo activa hacia los jubilados, financiada con los impuestos generales)
a sistem as prefinanciados (es decir, una forma de redistribuir el ingre­
so en el ciclo vital intensificando el ahorro). Esto plantea problem as de
transición, en la medida en que quienes se encuentran en la actualidad
dentro de la fuerza de trabajo deben pagar los impuestos generales para
financiar las pensiones de los actualmente jubilados, al tiempo que se
ven obligados (o incentivados) a contribuir a su propias pensiones
futuras. No es sorprendente que este enfoque haya provocado una sig­
nificativa resistencia a la reform a de las pensiones.
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

• El cambio de un sistema de prestaciones predeterm inadas a un sistema


de contribuciones prefijadas en la provisión pública de pensiones, que
incluye diferentes sistemas estadísticos de ajuste en relación con el
incremento en la expectativa de vida, el crecim iento de los salarios, los
réditos de capital, etc. El efecto neto buscado con estos ajustes es la
reducción del coste de las pensiones.
■ Un impulso para pasar de un sistem a de prestaciones definidas públi­
camente a un sistema de contribuciones definidas privadamente. De
esta forma, no sólo se prívatizan los riesgos en comparación con el s is ­
tema estatal, sino que también se redistribuye el riesgo que pasa de los
empleadores, gobiernos y fondos de pensiones a los futuros pensionis­
tas. Aunque ha sido enérgicam ente im pulsado por organizaciones
internacionales como el Banco Mundial y por los Estados nacionales,
existen dudas acerca de si los sistem as privados son en realidad capaces
de igualar la diversificación de riesgos y el perfil de los sistemas públi­
cos (Froud et álii 2 0 0 1-, Orszagy Stiglitz 20 0 1). También resulta preocu­
pante el elevado coste de los sistem as privados de pen sion es
(incluyendo los costes de com ercialización, los gastos de gestión, los
costes necesarios para dar cumplimiento a las normas y los efectos de
las decisiones equivocadas), y en qué medida la privatización de las
pensiones actúa como un subsidio estatal indirecto al sector de los ser­
vicios financieros a costa de los asegurados y de los ciudadanos.
• La promoción de un sistema multinivel en el que una pensión pública
mínim a aparece complementada con la asistencia, previa comproba­
ción de recursos, y las pensiones ocupacionales o pensiones portadas
individualmente se asocian a los resultados del mercado de acciones.
• Las medidas que tratan de hacer que las pensiones sean más "porta­
bles” , para que se correspondan m ás adecuadamente con los mercados
de trabajo más móviles y flexibles.

También en este caso existen diferencias entre los regím enes de bien es­
tar. Los regím enes liberales aparecen asociados en mayor medida con una p re­
sión a la baja continuada sobre las pensiones, con una gran confianza en la
desindexaeión de las pensiones respecto de los increm entos salariales para
asociarlas tan sólo a la inflación, y con un fuerte estímulo al ahorro privado que
posee el beneficio adicional --en una economía de mercados coordinados y
dominada por el dinero-- de im pulsar la demanda de servicios financieros. En
los regímenes socialdemócratas encontramos m edidas destinadas ap reven irla

199
ROBERTJESSOP

jubilación anticipada (previamente empleada para hacer frente a la desindus­


trialización, para encubrir el desempleo y para p erm itir un más ajustado d ise­
ño de las medidas frente al desempleo para los jóvenes y la recualificación de
los parados de m ediana edad) o a ofrecer poderosos incentivos para retrasar la
jubilación de form a que las pensiones resulten más elevadas. Los regímenes
socialdemócratas tam bién han tomado medidas para suprim ir privilegios de
los empleados del sector público y para recuperar o som eter a la comprobación
de ausencia de recursos las pen siones nacionales en los casos en los que los
jubilados poseen además pensiones ocupacionales. Se ha producido, asim is­
mo, un aumento de los requisitos de residencia y de otras m edidas relativas al
acceso a las pensiones. En los sistem as conservadores corporativos, encontra­
mos la exigencia de amplios periodos de cotización asociados a un giro en favor
de las fam ilias, en la medida en que los años de cuidado de los niños se conta­
bilizan ahora como años de actividad (Taylor-Gooby 3 0 0 1b ; 7).

5. CONSUMO COLECTIVO Y ESTADO COM PETITIVO

Igualmente, se ha producido una retirada del consumo colectivo ofrecido por el


Estado en la economía mixta hacia soluciones más enfocadas al mercado y al
tercer sector en la socialización del consumo. Lo cual se refleja en cinco grupos
de cambios en la forma y funciones del consumo colectivo. En prim er lugar,
m ientras que el consumo colectivo en el ENBK suponía su provisión y fin an ­
ciación públicas, esta relación se ha visto tanto desarticulada como rearticula-
da para producir una más compleja "econom ía mixta del bienestar” . En un
extremo encontramos la privatización total de ciertos sectores (que supone
pago y provisión privadas); después vendrían diferentes tipos de provisión
privada y del tercer sector combinadas con la continuidad de pagos públicos;
menos radical aún es la introducción de índices en lo que queda de provisión
pública financiada por el Estado; y, en el otro extremo, nos encontramos m edi­
das como modestos cambios en los usuarios, comprobación de ausencia de
recursos, copago por parte del Estado y de las aseguradoras privadas (por ejem ­
plo, en el tratamiento médico de las víctim as de accidentes de tráfico), etc. En
segundo lugar, el consumo colectivo se ha visto reescalado como parte de una
más general desnacionalización del Estado (véase el capítulo 5). Con la descen­
tralización y desconcentración de los servicios estatales, existe ahora un m ar­
gen mayor para las variaciones locales y regionales y para la experim entación,
en comparación con lo que sucedía durante el apogeo del ENBK. En tercer

200
EL. FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

lugar, se ha producido un cambio en la gobernanza del consumo colectivo, con


una mayor confianza en las asociaciones público-privadas, en la cooperación
multiagencías y en la participación del tercer sector. En cuarto lugar, el proce­
so productivo y las relaciones salariales se han visto reorganizadas de acuerdo
con las actuales normas posfordistas. Así, es posible contemplar unos m erca­
dos de trabajo y unas condiciones laborales más flexibles, productos y servicios
más diferenciados, una mayor abundancia de objetivos de resultado, más inde-
xación, etc. Y, en quinto lugar, existe una tendencia a la utilización del consu­
mo colectivo para promover la transición hacia una economía globalizadora
basada en el conocimiento. Esto puede verse en las m odificaciones de las polí­
ticas públicas de adquisiciones, en el uso de la TIC —incluyendo Internet—para
fines propagandísticos y de eficiencia, en la prom oción de la excelencia, etc. De
esta forma, el consumo colectivo se em plea explícitam ente para promover la
competitividad sistémica y estructural.
A continuación ilustraré estos cambios a partir del sistema educativo.
Aunque la educación, como es obvio y necesario, desempeñó un papel econó­
mico clave en la reproducción de la fuei'za de trabajo en el periodo del fordis­
mo atlántico y el ENBK, también desem peñaba roles igualmente importantes
en el desarrollo y expansión de un sistem a de bienestar de masas basado en la
nacionalidad. En térm inos estilizados nunca totalmente equivalentes a la rea­
lidad, podríamos decir que se esperaba de la educación que sirviera para p ro­
mover la igualdad de acceso y de oportunidades, para crear las bases de una
"m éritocracia” justa y con talento que socavara las estructuras de clase y status
heredadas, para crear, codificar y difundir una identidad nacional compartida
y una cultura adecuada para un Estado de bienestar universal y solidario, y para
desarrollar ciudadanos críticos e inform ados capaces y deseosos de participar
en una esfera pública ampliada y en la democracia plebiscitaria de masas. Todo
ello se reflejaba en el incremento del tiempo que los niños y jóvenes dedicaban
a la educación obligatoria y en el desarrollo (acelerado en los años sesenta y
setenta) de un sistema de educación secundaria y superior impulsado y fin an ­
ciado por el Estado. Aunque el crecimiento de la educación superior de masas
estaba claramente relacionado con la tarea de cualificar las fuerzas de trabajo
técnicas y profesionales consideradas adecuadas para una economía fordista, el
ENBK y la sociedad de masas también se justificaba en térm inos del derecho a
continuar la propia educación en los ámbitos elegidos por cada persona, hasta
el más alto nivel posible. La educación de los adultos en este período estuvo
igualmente asociada antes a un proyecto democrático más vasto de promoción
de la ciudadanía y la solidaridad que al desarrollo del capital humano. La

?o i
ROBERT JESSOP

expansión de la educación masiva tam bién debía compensar las desigualdades


económicas, sociales y regionales, y desem peñar, por tanto, una función de
redistribución social. En resumen, la educación tenia un papel fundamental en
el compromiso institucionalizado que sostenía el fordism o atlántico. Es más,
allí donde el desarrollo y funcionam iento efectivos de la educación no satisfa­
cían por completo este modelo, su fracaso fue intensamente criticado en tér­
minos de los valores hegem ónicos del ENBK de crecimiento económico,
igualdad de oportunidades e integración nacional.
La crisis económica, política y social en y del fordism o atlántico (véase el
capítulo 3) también tuvo su reflejo en el sistem a educativo. Por un lado, se pro-
dujo una creciente inquietud en los círculos estatales y de negocios acerca del
fracaso escolar de alumnos, profesores y escuelas, acerca del creciente "desa-
jtiste” entre los resultados de la educación y las cambiantes necesidades de la
industria y la economía en general, los fracasos de la "gran ciencia” , los inade­
cuados réditos de la inversión pública en educación, y el aumento del desem ­
pleo de licenciados conforme se increm entaba el desempleo en general6. De
otro lado, el personal docente universitario comenzó a moverse desde una ética
profesional a una mentalidad de tipo sindical, m ientras los movimientos estu­
diantiles protestaban contra la "factoría educativa” em presarial, así como con­
tra algunos rasgos más generales de la sociedad de masas fordista. La crisis de
la educación fue temporalmente resuelta en térm inos discursivos mediante la
creciente hegemonía de los relatos que situaban la reform a de la educación en
térm inos de imperativos económicos tales como la necesidad de una educación
más técnica y vocacional, de mayores capacidades, de creatividad, flexibilidad
y capacidad emprendedora en lo que respecta a los estudiantes, y de una mayor
atención a las nuevas exigencias de la competencia internacional y de la econo­
mía basada en el conocimiento por parte de los gestores, profesores e investi­
gadores universitarios. La contribución de la educación al bienestar social y a
la idea de ciudadanía nacional se vio progresivam ente subordinada a las
supuestas funciones de la educación como preparadora de sujetos que form a­
ran parte del capital humano y fueran capaces de participar tanto en una socie­
dad del aprendizaje de por vida como en un renovado capital intelectual (o del
conocimiento base) para la economía basada en el conocimiento. La función
democrática de la educación en el ENBK se ha visto igualmente transformada
pasando a ser la de reducir la exclusión social y m ejorar la capacidad de encon­
trar trabajo movilizando cualificaeiones escasas. Los dos aspectos de esta rees­
tructuración de las fun cion es de la educación in sisten en los réditos
económicos de las inversiones públicas en este sector ("desarrollo de los

203
EL FUTURO DEL ESTADO CAPiTALISTA

recursos hum anos” ) y en la necesidad de eficien cia, relación v alo r-p recio
y responsabilidad pública. En palabras del Departamento de Educación y
Empleo británico (después rebautizado como Departamento para la Educación
y la Cualificación), r'el aprendizaje es la clave de la prosperidad” (DfEE 1988).
Green realiza un buen resum en de estos cam bios al señalar dos tenden­
cias:
En primer lugar, cada vez era más frecuente identificar la educación
con el interés nacional, lo que se ha venido repitiendo en las retóricas de
todos los gobiernos occidentales en los años ochenta y noventa, pero no en
términos de ciudadanía o cohesión social, sino en términos de economía
nacional y competitividad económica. En segundo lugar, en algunos de los
Estados-nación, más antiguos, se tenía la sensación de que la educación
ya no formaba parte de modo tan explícito del proceso cultural de cons­
trucción nacional [.. J En la medida en que los países occidentales, en oca­
siones a su pesar, comenzaron a reconocer la creciente diversidad y
pluralismo cultural de sus poblaciones, mostraron dudas acerca del signi­
ficado de supropia nacionalidad y sobre qué tipo de ciudadanos había que
producir en las escuelas [1997: 14.2, i 4<3 ; véase M arginson 1999: 37].

Podemos introducir una periodizacíón en estos cambios. La crisis inicial


en y del fordismo provocó la crítica de la educación por su incapacidad de satis­
facer las necesidades de una economía en transformación, y del redefinido
mercado laboral. Esto se asociaba con un mayor énfasis en inculcar la flexibi-
lidady la adaptabilidad como respuesta a corto plazo al movimiento errático del
ciclo de los negocios y la mayor volatilidad de los mercados laborales (Robins y
Webster 1989). La flexibilidad y el aprendizaje flexible tam bién se pondrían en
relación con el cambio organizativo, especialm ente con la aparición de los s is ­
temas de enseñanza abiertos y a distancia gracias a las TIC y a los nuevos m éto­
dos de enseñanza y aprendizaje situados en un contexto y orientados a
problemas. Más tarde, se produjo un interés general en el papel de la educación
en la promoción de la economía globalizada y basada en el conocimiento, a tra­
vés del desarrollo del capital humano. Esto se relaciona con la mayor im por­
tancia otorgada a la certificación de destrezas transferibles y específicas en las
escuelas, con la educación no obligatoria y con la form ación en el trabajo.
La form acióny el aprendizaje de por vida son ahora un componente central de la
política económica y social en todas las economías capitalistas avanzadas, y se
asocian al creciente consenso según el cual el éxito de la competencia depende
de que se consiga el conocimiento y el capital humano.

?,o3
ROBERTJESSOP

Estas tendencias son evidentes en todos los niveles de la educación, desde


las escuelas, pasando por la educación secundaria y superior, hasta la form a­
ción en el trabajo y el aprendizaje profesional de por vida, y de éstos a las "u n i­
versidades para la tercera edad” destinadas a los mayores. Una investigación
nacional sobre los discursos y propuestas generales en torno a la reform a edu­
cativa ha identificado una nueva ortodoxia basada en:
0 ) la mejora de las economías nacionales mediante una más estre­
cha conexión entre la escuela, el empleo, la productividad y el comercio; (2)
la mejora de los resultados de los estudiantes en las destrezas y habilida­
des asociadas a los empleos; (3) lograr un control más directo del conteni­
do y la evaluación del currículum; (4) reducir los costes de la educación
para el Estado; (5) incrementar la aportación de la comunidad a la edu­
cación mediante su implicación directa en las decisiones escolares y a tra­
vés de las presiones derivadas de la racionalidad de mercado [Cárter y
O’ Neill 1995, resumido en Ball 19 9 8 :12,2,].

En la actualidad se espera de las escuelas que perm itan a los niños conver­
tirse en sujetos emprendedores y que desarrollen sus habilidades personales y
su capacidad para el trabajo en equipo. Se espera, igualmente, que ofrezcan una
base para la transición al trabajo y para forjar estrechos vínculos con sus futu­
ros em pleadores. Lo cual se refleja en la proliferación de program as destinados
a integrar la educación y el trabajo m ediante un adiestramiento más vocacio-
nal, formas de partenariado, experiencias laborales, créditos de form ación,
etc. También se relaciona con ello la extensión de una nueva cultura de gestión
y auditoría en las escuelas (y en las universidades) que se concentra en los cua-
sim ercados, los centros de costes internos, la eficacia, los objetivos, la certifi­
cación, la evaluación del personal, etc. (Clarke y Newman 1997; Power 1997).
Esta más estrecha conexión entre escuela, em pleo, productividad y
comercio se refleja en la reorientación nacional de la noción de cualificación,
con un mayor énfasis en la cualificación clave, el aprendizaje de por vida y la
capacidad de obtener empleo, en la medida en que se considera que la tecno­
logía, la reestructuración em presarial y los m ercados volátiles han acabado con
la ilusión fordista de los trabajos para toda la vida (Lauder et álii 3 0 0 1). La edu­
cación ha quedado integrada en el proyecto trabajista que desbanca el com pro­
miso del Estado keynesiano con el pleno empleo y se concentra, en cambio, en
su contribución a la creación de las condiciones para una completa em pleabi-
lidad. De este modo, la responsabilidad de poder acceder a un empleo se
devuelve a los m iem bros individuales de la fuerza de trabajo, que deberán

20 4
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

adquirir las cualificaciones, destrezas, flexibilidades, adaptabilidades y dispo­


siciones personales que los capaciten para competir por los empleos en los
mercados laborales nacional y mundial. Su responsabilidad en este sentido
puede ser la de individuos em prendedores que invierten en su propio capital
humano, o la de ciudadanos iguales con derecho a asistencia por parte del
Estado y de los agentes sociales para m ejorar su cualificación. En cualquiera de
los casos, existe una creciente cooperación entre las facultades y las u n iversi­
dades, junto a otros proveedores de form ación, y el mundo del trabajo. De este
modo, los empleadores y los profesionales participan en el desarrollo curricu-
lar, se incorporan gestores a la dirección de la educación y a la form ación de su
agenda, se estim úlala movilidad entre el mundo académ icoy no académico, de
igual modo que las facultades y universidades ofrecen aprendizaje de por vida
mediante programas profesionales avanzados, desarrollo profesional conti­
nuo, enseñanza a tiempo parcial, nocturna o a distancia, y cursos de recupera­
ción y segunda oportunidad, etc. (Teichler 1999= 85).
A pesar de esta convergencia discursiva en cuanto a las políticas por e n ci­
ma de las fronteras, existen todavía importantes diferencias en su arranque y
puesta en marcha. Lauder et álii (2 0 0 1), por ejemplo, afirm an que en los casos
en los que las economías parecen dominadas por la creencia de que el futuro
está en una economía de servicios posindustriales, se produce una polarización
entre educación y form ación para unas élites supercualificadas y un sector se r­
vicios flexible y de baja cualificación. Este último sector habría recibido una
baja inversión y generado rendim ientos, más como consecuencia de sus largas
horas de trabajo que como resultado de una m ejora en la productividad. Por el
contrario, allí donde se concede todavía un papel determinante al tejido indus­
trial en las estrategias de acumulación, el Estado se concentra en la cualifica­
ción intermedia y en la necesidad de que la educación y la form ación aparezcan
ligadas a la industria y los servicios. Esto se combinó con importantes in ver­
siones de capital para encauzar la cualificación hacia una economía de alta p ro­
ductividad. Los EE UU y Gran Bretaña ejem plifican el prim er modelo, el
segundo se corresponde con Alem ania7.
Sí observamos más directamente la educación secundaria y superior,
verem os que se ha producido un gran im pulso al desplazamiento de la investi­
gación y enseñanza universitaria de su aislamiento intelectual en su torre de
marfil, hacia un contacto continuo con la economía, el Estado y la comunidad
como coproductores y consum idores vitales de conocimiento útil. Esto resulta
particularmente evidente en la tecnología, la ciencia y la medicina, aunque
también ha penetrado en las ciencias sociales, de forma que se supone que no

30 5
ROBERT JESSOP

sólo ios licenciados sino los propios docentes universitarios deben form ar
amplios vínculos con los usuarios de las industrias, los negocios, los profesio­
nales, el Estado y las comunidades locales. Se da una mayor insistencia en la
obtención de financiación externa, en las patentes, las transferencias tecnoló­
gicas, los parques de investigación, las em presas de base tecnológica, los p ar­
ques científicos y tecnológicos, las incubadoras de em presas y los servicios de
consultoría, lo que da como resultado la em ergencia de un verdadero "capita­
lismo académico” en las economías liberales, que estimula a las universidades
emprendedoras y convierte a los docentes universitarios en em prendedores
portadores de capital intelectual (Slaughtery Leslie 1997). Esta transform ación
se vio impulsada en los EE UU (principal anim ador de la econom ía basada en el
conocimiento) por las correspondientes m odificaciones en la financiación
federal a la investigación —que perm itió a las universidades conservar la p ro ­
piedad intelectual de sus descubrim ientos—, y a través de una extensión más
general del alcance y duración de los derechos de propiedad intelectual.
Igualmente, se estimuló a las universidades para que comercializaran dichas
investigaciones. De esta forma, se pretendía estimular el carácter em prende­
dor de la academia, subsidiar el I+D de las em presas y facilitar el desarrollo
económico regional. Es posible encontrar patrones sim ilares en otros sistemas
universitarios.
En resumen, en palabras de Etzkowitz, uno de los principales investigado­
res de la interfaz de "triple hélice” entre la universidad, las em presas y el
Estado:
Puede decirse que todos los países que cuentan con una universidad,
ya sea que fuera fundada por razones educativas o de prestigio, están tra­
tando de organizar el desarrollo económico basado en el conocimiento [...]
En la medida en que las universidades se vuelven más dependientes de la
industria y el gobierno, también la industria y el gobierno pasan a depen­
der de la universidad. En el curso de la "segunda revolución académica " se
ha adoptado un nuevo contrato social entre la universidad y la sociedad en
su conjunto, en el que la financiación pública de la universidad se hace
depender de una más directa contribución a la economía [Etzkowitz
19 9 4 : 14 9 , 1 5 1 }.

En este campo se están empleando, pues, dos estrategias com plem enta­
rias aunque aparentemente contradictorias. De un lado, el Estado afirm a la
importancia de la educación en la realización del interés económico nacional;
y, por otro, concede una mayor autonomía a las instituciones educativas en

206
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

cuanto a la forma de servir a dichos intereses (M argínson 1999). Ahora bien,


esta autonomía se ejerce en el contexto de la hegemonía de la estrategia de acu­
mulación basada en el conocimiento, de una mayor participación de los porta­
dores de esta estrategia en la conform ación de las afirm aciones acerca de la
m isión de la educación, y de una creciente dependencia financiera de la edu­
cación secundaria y superior respecto de los ingresos de terceros distintos del
Estado y de los estudiantes. La prim era estrategia "im plica una reafirm ación de
las funciones estatales de la educación como 'bien público’, m ientras que la
segunda somete a la educación a la disciplina del mercado y a los métodos y
valores de los negocios, redefiniéndola como un bien privado competitivo”
(Margínson 1999= 122). En conjunto, ambas estrategias sirven para reforzar el
dominio ecológico de la acumulación sobre el sistem a educativo.
También aquí existen diferentes rutas hacia esta reconfiguracíón. En los
EE UU desde hace mucho tiempo se ha estimulado a las universidades para que
funcionen como empresas m ercantiles y para que sean emprendedoras. Las
presiones en esta dirección, con todo, se han reforzado a partir de los años
ochenta, con el resultado de que numerosas universidades han reorientado sus
actividades desde la enseñanza hacia la investigación para generar patentes y
derechos de autor. Es más, dado que tienen que seguir enseñando, ello les
obliga a reducir costes y a increm entar la eficiencia mediante la estandariza-
cíó n y la mercantilización de la educación, flexibilizando y haciendo más in fo r­
mal el trabajo académico, y comercializando cursos en línea. En Europa, la
Mesa Redonda Europea se ocupó de prom over una agenda neoliberal que con­
sideraba a la educación y a la form ación como "una inversión estratégica vital
para el éxito futuro de la industria” y propuso una serie de medidas para forta­
lecer la influencia relativamente débil de los negocios en los programas de las
universidades y para adaptarlos a las necesidades de la industria mediante el
desarrollo de colaboraciones privado-públicas (Levidow 30 0 1). La propia UE
impulsa esta idea en la esperanza de m ejorar la cuota de mercado internacional
de la educación de la UE (European Union 1999).

6. CONCLUSIONES

Quisiera destacar seis amplias conclusiones provisionales acerca de la rees­


tructuración de la política económica del bienestar, conclusiones que necesa­
riamente deberán ser revisadas una vez que se hayan tomado en consideración
el reescalado de la política económica y social, y los cambios en su gobernanza.

207
ROBERT JESSOP

En prim er lugar, la intervención estatal en lo relativo a la reproducción social


muestra dos cambios principales en com paración con el periodo del ENBK:

1. El uso de la política social para m ejorar la flexibilidad de los mercados


de trabajo, y para crear trabajadores flexibles y em prendedores educa­
dos para una economía globalizadora y basada en el conocimiento.
2. El rediseño y reorganización de la política social para presionar a la baja
sobre el salario social, que pasa a considerarse antes un coste de la p ro­
ducción internacional que una fuente de la demanda interna.

El seguimiento de la prim era tendencia ha sido bastante sistemático,


especialmente allí donde el salario social es considerado como una inversión
en el trabajador colectivo —es decir, en un grupo de trabajadores cualificados,
creativos y con el conocimiento adecuado, que pueden contribuir de form a
conjunta a los bienes comunes intelectuales— más que como una inversión en
capital humano individual, en el que pertenece al propio interés racional de
cada individuo invertir en educación y form ación para maximizar sus rentas
futuras. La segunda tendencia se ha visto restringida por los lím ites materiales
institucionales y políticos a los recortes y, salvo en el caso de la privatización
total, exclusiva de aquellas sociedades en las que se ha producido el paso a un
régim en neoliberal, el énfasis ha recaído más en la contención de costes que en
los recortes radicales.
En segundo lugar, existe una considerable variación en la mezcla resultan­
te de bienestar (welfare) y trabajo (workfare), y en las form as en que se provee
en cada caso. Esto refleja, en parte, las diferencias reales derivadas de las
diversas trayectorias dependientes de la tradición política y de las estructuras
institucionales, que afectan a los regím enes del bienestar y a los consiguientes
retos que ahora enfrentan. En parte, tam bién, es reflejo de los resultados de la
experim entación mediante ensayo-error, así como de la voluntad de los gesto­
res estatales de im portar m odelos de políticas públicas bien desde otros n ive­
les de un sistema político cuyo carácter es cada vez más m últidimensíonal, bien
del extranjero. Y tam bién refleja, por supuesto, los diferentes equilibrios de
fuerzas. Sin em bargo, m erece la pena in ten tar id en tificar grandes grupos
de políticas asociados a los diferentes regím enes de acumulación, y tratar de
especificar la cesta de políticas correspondiente a cada Estado concreto.
En tercer lugar, sería prematuro considerar la autoridad y la prevalencia
del neoliberalism o a comienzos de los años noventa como prueba de la capaci­
dad de reproducción del trabajismo neoliberal. Ya que este ascendiente era el

308
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

reflejo de una concreta coyuntura en la que tres diferentes tipos de cambio —-la
trasform ación en sistem as neoliberales de las sociedades postsocialistas, el
cambio en los regím enes liberales de las democracias anglófonas y los ajustes
de política neoliberal en la "m odernización” de los regím enes corporativistas y
estatistas—- se combinaron para dar algo de credibilidad a las enloquecidamen-
te triunfalistas fantasías neoliberales (véase la tabla 4.x). Esta coyuntura ha
comenzado a decaer como resultado de la desilusión con las experiencias post­
socialistas y del carácter cortoplacista de los ajustes en las políticas de los
demás regímenes. Más aún, incluso durante el punto culminante de la fase
neoliberal, existió una ruptura mayor en la retórica que en la práctica. Las con­
tradicciones de la política neoliberal comienzan ahora a aparecer en la medida
en que han perdido la protectora y m istificadora penumbra de las otras formas
de neoliberalism o. Lo cual se refleja en el rechazo de algunos elementos del
neoliberalism o, incluso en los regím enes neoliberales, si bien esto no elimina
el legado de las sendas emprendidas como consecuencia de los errores neoli­
berales. Además, la ausencia de una oposición concertada frente a las formas
más radicales del Estado de trabajo neoliberal no constituye una garantía de su
funcionalidad global para la economía capitalista, aunque sí haya demostrado
su eficacia en la desestabilización de la oposición política al proyecto neolibe­
ral global. Todo ello se relaciona con la exigencia de analizar las contradictorias
funciones del Estado de bienestar, ya que la necesidad de equilibrar las d ife­
rentes funciones dentro de unos concretos lím ites espaciotemporales limita
las variaciones posibles a largo plazo. Esto es así ya que las necesidades del
capital en general se reafirm an medíante las contradicciones y oscilaciones de
las políticas sociales y económicas, así como a través del ajuste de las estrate­
gias em presariales.

TABLA 4.1

FORMAS DE NEOLIBERALISMO

Ajustes de política neoliberal Modulación de las políticas para mejorar el rendimiento del régimen
de acumulación y del modo de regulación.

Cambio de régimen neoliberal Cambio de paradigma en la acumulación y la regulación, con la introducción


de nuevos principios económicos y políticos.

Neoliberalismo como transformación El neoliberalismo como estrategia para pasar del socialismo de Estado
radical del sistema a una formación social capitalista.

En cuarto lugar, entre las precondiciones para la reproducción de un régi­


men del bienestar/de trabajo se encuentra un determinado arreglo institucional

20 9
ROBERT JESSOP

que resuelva, dentro de un cierto marco espacio temporal, las contradicciones


y dilemas estratégicos que implica la regularizad, ón del capital como relación
social, y la gestión de sus siempre problemáticas conexiones con el Estado y el
sistema político en su conjunto. Mientras que la escala principal de regulación
en el ENBK era el Estado nacional, en los RPTS emergentes, especialmente en
su forma neoliberal, se ha producido una reactivación de las escalas. De hecho,
resulta tan problemático, que es poco probable que un régim en de trabajo
(workfare) puramente neoliberal fuera capaz de llegar a ser "estable” . Al menos
dos cuestiones están en juego aquí. En prim er lugar, existen dudas acerca de la
capacidad de un régimen de este tipo de institucionalizar una "selectividad de
escala” en la que la resistencia a las medidas trabajistas se m argine de los ám bi­
tos principales de decisión y se vuelva tan fragmentada y dispersa que resulte
en su mayor parte ineficaz. Ni siquiera esta ausencia de resistencia garantiza
por sí m isma el éxito. El régim en de trabajo supone algo más que hacer que los
pobres trabajen; tam bién se trata de conseguir que los mercados laborales fle ­
xibles funcionen. Esta última tarea exige una acción coordinada en diferentes
escalas mediante toda una serie de medidas dentro y fuera del mercado. En
segundo lugar, pese a sus contradicciones, el régim en de trabajo neoliberal
amenaza al resto de enfoques posibles. Por ello, además de la resistencia local
en las sociedades más comprometidas con el proyecto neoliberal, existe una
resistencia nacional y supranacional al liberalism o por parte de aquellos
Estados comprometidos con otros modelos, en la medida en que tratan de evi­
tar la carrera por la desregulacióh total asociada al proyecto neoliberal.
En quinto lugar, el enfoque neoliberal del régim en de trabajo prioriza
sólo uno de los momentos de las contradicciones y dilem as asociados con el
capital como relación social (véase el capítulo i). Considera los salarios p rio ­
ritariam ente como coste de producción, y descuídala cuestión de la demanda.
Considera la fuerza de trabajo prioritariam ente como uno de los factores sus-
tituibles de la producción y descuida su papel crítico como fuente de valor
añadido y de creatividad. Considera el dinero prioritariam ente desde el punto
de vísta de los flujos internacionales de divisas y descuida las contribuciones
perm anentes que el control sobre los flujos de capital puede desem peñar en
la gestión de la economía. Considera el capital prioritariam ente en térm inos
de inversiones de capital móviles en un espacio de flujos, más que como un
conjunto de capitales concretos que han sido invertidos y que deben sérvalo -
rizados en lugares tam bién concretos. Adopta un modo de cálculo económico
a corto plazo en detrim ento de aspectos de la econom ía a largo plazo entendi­
da en sentido integral. Mientas que el ENBK logró durante un cierto tiempo

2 10
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

equilibrar estos distintos m ovim ientos m ediante un concreto pacto de coor­


dinación de escalas basado en la economía y el Estado nacionales, resulta
difícil para el régim en de trabajo n eoliberal reconciliar estos diferentes
m om entos en escala alguna. Esta es otra m uestra de la naturaleza contrapro­
ducente del neoliberalism o en sus pretensiones de destruir la incrustación
institucional y los arreglos espacio-institucionales del ENBK, y de su opti­
m ista creencia en las capacidades regenerativas espontáneas de las fuerzas
de mercado descontextualizadas, libres para operar en una escala mundial.
Especialm ente, al desm antelar los apoyos organizativos e institucionales
clave de los ENBK, este enfoque priva a sus p rincipales defensores del acce­
so a ciertas m edidas colaterales y com plem entarias que podrían servir para
estabilizar un régim en neoliberal. En la com pleja dialéctica de los "efectos
conservación-disolución” , el neoliberalism o desaprovecha la posibilidad de
trasform ar las funciones de las organizaciones conservadas y de las institu­
ciones, dentro de la nueva lógica regida por el mercado. No resulta sorp ren ­
dente, por tanto, que al margen de las form aciones sociales caracterizadas
por el cambio hacia regím enes neoliberales exista un énfasis mucho mayor
en el rediseño de las formas de partenariado social, en la conservación del
papel del Estado en la gestión de los nuevos problem as de acción colectiva
im plicados en la prom oción de la acum ulación de capital y en su reconcilia­
ción con las demandas de legitim ación política, y una mucho mayor preocu­
pación por recalibrar las instituciones existentes para que hagan frente a los
nuevos problem as, en lugar de seguir en la creencia de que el mercado podrá
resolverlos.
En sexto y último lugar, en su búsqueda de un nuevo marco espacio-insti­
tucional, los neoliberales corren el riesgo de privarse a si mismos del punto de
apoyo desde el que coordinar las diferentes escalas de las acciones económicas,
sociales y políticas, y desde el que desarrollar m edidas compensatorias y cola­
terales en otras escalas como respuesta a los desafíos surgidos en otros niveles.
Todo ello se ve complicado por la relativízación de las escalas que provoca que
las contradicciones y dilemas del capitalismo posterior fordista sean más d ifí­
ciles de m anejar, al mostrarse con una mayor dispersión en el tiempo y en el
espacio. En otras econom ías, sin em bargo, existe un mayor com prom iso con
el papel clave del Estado nacional en estos aspectos. También ello se ve refleja­
do en la limitada difusión del modelo neoliberal más allá de las economías de
mercado no coordinadas y de la importancia que conservan, a unque sometidas
a los efectos conservación-disolución, el antiguo régim en de bienestar y sus
patrones de producción.

a n
ROBERT JESSOP

NOTAS

1. Su práctica, en cambio, es mucho más antigua; véase, por ejemplo, de Swann 1988.
2. Esta expectativa es tanto económica como política. Se supone, cognitiva y normativamente, que el
Estado debe compensar los fallos del mercado. La fuerza del trabajo, por su parte, posee una pre­
sencia específica tanto dentro del Estado como lejos de él.
3. La distinción entre lo activo y lo pasivo a menudo resulta borrosa en la práctica: "La administración
de las prestaciones ligadas al desempleo supone siempre algún tipo de control sobre la idoneidad del
beneficiario, incluyendo el hecho de que haya buscado un empleo y de que se muestre razonable
sobre el tipo de trabajo que estaría dispuesto a aceptar. Este tipo de actividad se mezcla fácilmente
con los programas destinados a facilitar la búsqueda de un empleo o a aumentar el rango de
empleos aceptables, lo que a su vez conduce a otro tipo áe programas destinados a facilitar la con­
servación del empleo [...] [De este modo,] podemos afirmar que las políticas activas de empleo se
funden con el "trabajismo” (workfare) una vez que su obligatoriedad pasa a ser un factor absoluta­
mente determinante del sistema” (Robinson 3000: 87).
4. Este cambio se evidenció en Gran Bretaña en el cambio áe denominación y fusión de los correspon­
dientes Ministerios. Comenzó en el periodo de posguerra cuando el Ministerio de Trabajo, la Junta
de Comercio y el Departamento de Educación se fusionaron y rebautizaron como Departamento de
Empleo y Educación (y, posteriormente, como Departamento parala Educación y la Cualificación).
5. De ello no se deduce, sin embargo, que los Estados de bienestar sean Estados para la tercera edad.
Existen importantes variaciones en los beneficiarios intergene racional es de las transferencias (con
Italia como ejemplo máximo del Estado de bienestar para pensionistas, mientras que los EE UU
anteponen a los niños); al tiempo que otras prestaciones pueden beneficiar de forma igualmente
desproporcionada a generaciones más jóvenes (por ejemplo, la vivienda) antes que a los ancianos
(por ejemplo, la asistencia médica).
6. Paradójicamente, una parte de la respuesta fue seguir ampliando la educación superior como uno de
los medios para ocultar el desempleo juvenil.
7. Lauder et álii estudian otros dos modelos de Asia Oriental: Japón, que se apoyó en una cualificación
muy extendida, en una inversión mediana de capital en relación con las cualíficacionesy en una gran
intensidad de trabajo para generar niveles altos de productividad; y Síngapury Corea deí Sur, que lo
hicieron en una estrategia de alta cualificación basada en la difusión de la misma y en la inversión de
capital en relación con la utilización de las cualificaciones en el contexto de una cualificación rápida
pero desigual con una alta intensidad del trabajo para generar productividad.
CAPÍTULO 5

LA POLÍTICA ECONÓMICA DEL REESCALADO ESTATAL

La reestructuración permanente del Estado de tipo capitalista puede ponerse


en relación también con la prim acía general de la escala nacional en el fordis­
mo atlántico y con la actual relativización de las escalas asociada con el periodo
posterior ^fordism o1 . La ausencia de una escala prim aria en la que puede
garantizarse la coherencia estructural de la acumulación de capital y la rep ro­
ducción social explica las perm anentes tendencias hacia la crisis de las socie­
dades capitalistas en las que aparece inserto el Estado de bienestar. Lo cual
aparece igualmente reflejado en las luchas y controversias acerca de la organi­
zación económica, política y social, y en los intentos de establecer formas ade­
cuadas de gobernanza para estos niveles, en toda su interconexa complejidad.
En este capítulo se sostiene que está surgiendo un orden posnacional que es
más explícitamente m ultíescalar, multícéntrico y m ultitemporal que el régi­
m en del fordism o atlántico de posguerra. Además, se presta una particular
atención al resurgim iento de las ciudades y regiones empresariales y al des­
arrollo de regím enes supranacionales triádicos, al crecimiento de las regiones
transfronterizas, al intento de desarrollar una gobernanza multinivel y a la
afirm ación de que estaría surgiendo un Estado mundial (o, al menos, occiden­
tal). Al examinar la form a predom inantem ente neoliberal de este orden pos-
nacional en la escala m undial, tam bién abordaré la ilógica de la globalízación
en su forma neoliberal, relacionándola con la búsqueda permanente de una
ROBERT JESSOP

nueva escala en la que el orden posnacional pueda ser re-regulado así como
resueltos los nuevos problem as económicos y sociales. Mí conclusión es que el
Estado nacional conserva un papel político central, señalando, además, en qué
se diferencia del Estado propio del período del fordism o atlántico.

TABLA 5.1
TIPOLOGÍA DE LAS COMUNIDADES POLÍTICAS IMAGINADAS EN RELACIÓN CON LOS ESTADOS NACIÓN

TIPO DE NACIÓN COMUNIDAD BASES DE MÚLTIPLES FORMAS FORMA QUE ADOPTA


NACIONAL SIMPLE PERTENENCIA A LA DE COMUNIDAD LA NACIÓN AL
COMUNIDAD DESCOMPONERSE

Volksnation Etnia. Vínculos de sangre Multiétnica. Sociedad "crisol".


0 nacionalización.
Kulturnation Cultura compartida. Asimilación. Multicultural. Juego posmoderno
aculturación. de identidades.
Staatsnation Patriotismo Test de lealtad Lealtades políticas "Estado dual" en un
constitucional. política. concéntricas a un determinado
gobierno multinível. territorio o diáspora
trasnacionat.

1. E L ESTADO NACIONAL

Debemos distinguir entre Estado nación y Estado nacional para evitar las con­
fusiones que provienen de las referencias al Estado nación en los trabajos
generales sobre el futuro del Estado. En prim er lugar, "la delim itación territo­
rial fue previa a la política de form ación nacional, y esta última, como p rin ci­
pio om nicomprensivo, todavía no ha sido totalmente realizada, mientras que el
principio de estatalidad territorial ya ha sido establecido en todo el mundo”
(Brock y Albert 19 96: 6). En segundo lugar, como ha sostenido Benedict
Anderson (1991), la nación es una "com unidad imaginada” . Surge como con­
secuencia del reconocimiento mutuo de un gran número de personas descono­
cidas entre sí, sobre la base de unos supuestos atributos compartidos que los
cualifican como miembros de la-misma nación'y que, debemos añadir, los d is­
tinguen de las personas que por las m ism as razones son excluidas de tal perte­
nencia. Estos atributos compartidos pueden dar lugar a la identidad imaginada
de una Volksnation en un Estado etno-nacional (por ejemplo, en Alem ania),
existiendo muy variadas rutas hasta dicha nacionalidad y autodeterminación
étnicas (Balibar 1990; Brubaker J.992; Gellner 1998; MacLaughlin 20 0 1).
Ahora bien, existen tam bién Estados territoriales estables (e inestables) con
dos o más naciones étnicas (los llamados Estados plurinacionales).

3 14
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Además de la nacionalidad étnica, existen al menos otros dos tipos de


nacionalidad asociados a la formación de Estados que han demostrado ser
com patibles con la existencia de más de u n grupo o nación étnicos dentro
del Estado nacional (véase la tabla 5 .1). Se trata de la nación cultural
(Kultumation), basada en una cultura compartida que bien puede haber sido
definida y promovida activamente por el Estado (por ejemplo, Francia), y de la
nación cívica (Staatsnation), basada en el com promiso patriótico con la consti­
tución y en la creencia en la legitimidad del gobierno representativo (por ejem ­
plo, los EE UU). Estas tres form as de nacionalidad pueden reforzarse
recíprocamente (por ejemplo, Dinamarca), combinarse para procurar formas
híbridas de Estado nacional relativamente estables (por ejemplo, Gran Bretaña)
o dar lugar al surgimiento de conflictos sobre las bases adecuadas para el Estado
nación (por ejemplo, Canadá y Nueva Zelanda). También pueden existir presio­
nes para que se otorgue una autonomía significativa a las minorías regionales
de base nacional dentro de los límites territoriales de un Estado nacional (por
ejemplo, España y Gran Bretaña) o para que se establezcan formas de gobierno
" consociaqionales” en las que se garantice a cada nación una representación
adecuada (o incluso proporcional) en el ejercicio del poder estatal (por ejem ­
plo, Bélgicay Nueva Zelanda). Sin embargo, incluso en los casos estables, la n a­
cionalidad sirve de base para el desplazamiento de las contradicciones y la
institucionalización de la exclusión social dentro de las fronteras de un arreglo
espaciotemporal organizado en torno al Estado territorial, así como más allá de
sus fronteras territoriales (véase Toiólyan 19 9 1)2. Resultan aquí particular­
mente importantes los distintos patrones de género y raza empleados para
expresar las diferencias nacionales.
Con independencia de la forma de nacionalidad que les corresponda y de
la medida en que hayan resultado estables o conflictivos, todos los Estados que
interesan para el presente estudio pueden ser definidos como Estados nacio­
nales, es decir, como Estados territoriales form alm ente soberanos que gobier-
nanterritorios "nació nales” . Más aún, en la m edida en que quedaron incluidos
en los circuitos prim arios del fordism o atlántico, pueden igualmente ser carac­
terizados como Estados nacionales de bienestar keynesianos. En este sentido,
todos han sufrido presiones sim ilares para introducir cambios como resultado
de la emergente dinámica de globalización y regionalización en los diferentes
dominios funcionales. Por ello, sí nos concentramos exclusivamente en el
futuro de los Estados nación de base étnica (independientem ente de cuándo se
hayan generado) o, por el contrario, si tratamos a todos los Estados nacionales
como si fueran Estados nación de base étnica, nos apartaremos de la cuestión

^5
ROBERTJESSOP

más importante del futuro de los Estados nacionales de posguerra, etnonacio-


nales o no, que es justamente lo que nos interesa aquí. Las formas de nacionali­
dad pueden introducirse, pues, posteriormente como una variable secundaria, al
volver nuestra atención a los análisis más detallados de los legados institucio­
nales y de las posibilidades que se derivan de cada trayectoria en cada esp ecífi­
co régimen de producción o bienestar.

a;. C R ISIS EN EL CARÁCTER N ACIONAL D E L E N B K

Aclararé aquí cómo los rasgos característicos del ENBK, en la forma en que
quedaron señalados en el capítulo 2, pasaron a finales de los años sesenta y
setenta a ser (considerados como) proclives a la crisis. Dado que con frecuen­
cia estos rasgos distintivos del ENBK como tipo particular de Estado no fueron
advertidos, estas crisis y tendencias a la crisis se atribuyeron muchas veces a un
tipo genérico de Estado moderno o capitalista. Una vez identificadas las ten­
dencias a las crisis asociadas a cada uno de sus rasgos, señalaré cómo en cier­
tas ocasiones éstas quedaron condensadas en una crisis orgánica más global
que afectó a la totalidad del ENBK.

1. La propia centralidad del Estado soberano fue puesta en cuestión con el


supuesto desarrollo de un "gran gobierno” excesivamente recargado,
que condujo a una crisis de legitim ación —en la m edida en que el Estado
no parecía ya ser capaz de garantizar el pleno empleo y el desarrollo
económico—y a una crisis finan ciero-fiscal que amenazaba con socavar
el Estado de bienestar. Estas tendencias de crisis se vieron agravadas
por los crecientes conflictos entre los gobiernos locales y el gobierno
central, y por la crisis en los regím enes internacionales organizados
bajo la hegemonía norteam ericana, como consecuencia de la cual p er­
dieron parte de su capacidad de asegurar las condiciones para una
acción económica y política eficaz por parte de los Estados nacionales.
En térm inos más generales, las diferentes form as de Estado nacional
sufrieron el desafío de una mayor inm igración, especialmente en los
Estados centrales del fordism o atlántico. Ello afectó a las tres form as de
nacionalidad. En prim er lugar, contribuyó a una m enor homogeneidad
étnica en la medida en que la inmigración desde otras comunidades étni­
cas dio lugar a sociedades multiétnicas o de "criso l” o en cuanto que la
emigración originó diásporas transnacionales duraderas. En segundo

216
et FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

lugar, la homogeneidad cultural ha decaído como consecuencia del cre­


ciente número de grupos étnicos y culturales que han llevado a formas
inform ales o incluso oficiales de multiculturalidad (especialmente en
las grandes ciudades) y al surgimiento de espacios y lugares para el desa­
rrollo posmoderno de las identidades sociales. Y, en tercer lugar, el
comprom iso cívico con el Estado nacional puede reducirse, ya sea por
el desarrollo de lealtades políticas múltiples en relación con unidades
por encima o por debajo del Estado nacional, o como consecuencia de la
identificación con movimientos sociales trasnacíonales.
3. La legitimidad del Estado nacional tam bién se ha reducido en la m edi­
da en que parecía no estar a la altura de las expectativas económicas y
sociales generadas por el fordismo atlántico y el ENBK. Más aún, tam ­
bién había sido incapaz de movilizar apoyos en favor de estrategias de
acumulación, proyectos de Estado o visones hegemónicas alternativas.
Además, se hizo cada vez más difícil lograr objetivos económicos nacio­
nales oficiales, tales como el pleno empleo, la estabilidad de precios, el
crecimiento económico o una balanza de pagos manejable. Todo ello
contribuyó a que la economía nacional perdiera su condición de objeti­
vo prim ario "obvio” de la gestión económica. En ocasiones, esto se vio
acompañado de un resurgimiento del proteccionism o para defender la
economía nacional (o, al menos, los llamados sectores "en declive” y
sus correspondientes fuentes de trabajo), o con los intentos de estable­
cer un espacio económico más amplio dentro del cual fuera posible
renovar la reproducción ampliada de la acumulación. Esto último podía
lograrse mediante mecanismos políticos form ales (como la Comunidad
Europea y la Unión Europea) o con fronteras económicas más abiertas.
3 . Progresivamente se reconoció que las economías regionales y locales
tenían problem as específicos que no era posible resolver mediante
políticas macroeconómicas nacionales o mediante políticas mesoeco-
nómicas o mícroeconómicas impuestas uniformemente. Ello hizo sur­
gir la demanda de políticas diseñadas y dirigidas específicam ente a las
ciudades y a las regiones, y gestionadas desde abajo.
4. Se produjo una creciente contradicción en el campo de la reproducción
social al acompañarse el estímulo a la em igración por razones económ i­
cas, con una mayor preocupación política por los límites de la ciudada­
nía nacional y los derechos de bienestar asociados a ella. Mientras que
los Estados europeos clave del fordismo atlántico habían sido conside­
rados hasta entonces principalmente como países de em igración—-o, al

217
ROBERT JESSOP

comienzo de la descolonización de posguerra, de retorno de los nacio­


nales a sus países de origen-—, en los años setenta se presentó la in m i­
gración como una amenaza a la cohesión nacional, al pleno empleo y al
Estado de bienestar (Bieling 1998; véanse Kofman 1995-, Leitner 1995;
Soysal 1994; véase tam bién Joppke 1998). De hecho, "las m igraciones
muestran tanto el carácter lógicamente cerrado de los Estados de bienes­
tar como las dificultades para m antener dicho cierre” (Freem an 1986:
63 ; véase Kearney 19 9 1). Otros factores demográficos adicionales de
desestabilización fueron la reducción de las fam ilias biparentales esta­
bles, la fem inización de la fuerza de trabajo asalariado y el desempleo de
larga duración.
5. Se produjo una crisis en las form as de representación política basadas
en los "partidos de gobierno” , "el sindicalism o de los negocios” y las
asociaciones capitalistas. Ello se hizo evidente en una mayor volatilidad
electoral, en el desapego respecto de los principales partidos y, en algu­
nos casos, en un rechazo m ilitante de los térm inos del compromiso
capital-trabajo de posguerra. Los nuevos movimientos sociales desafia­
ron igualmente la lógica industrial del fordism o atlántico y la lógica
estatista del bienestar keynesiano en favor de form as alternativas de
organización política y económica, y de una sociedad antíburocrática,
autónoma y politizada (véanse Offe 1985b; H irsch y Roth 1986).
6. La dim ensión "popular-nacional” de las luchas hegemónicas pasó de la
expansión de la prosperidad y los derechos sociales, a un discurso más
nacionalista, populista y autoritario y a una demanda cosmopolita y
neoliberal de "más mercado, menos Estado” , dentro de una economía
m ás abierta. Aunque estas dos ten den cias siguen vivas, la hegem o­
nía del bienestar keynesiano ha sido reemplazada por las luchas hege­
m ónicas acerca de cómo m ejorar la competitividad como ruta a la
prosperidad.

El efecto global de estos cam bios fue la ero sió n del E N B K y, en el


peor de los casos, una crisis orgánica del m ism o (sobre el concepto, véanse
Gram scí 19 7 1; Poulantzas 1974a). Existen diferen tes síntom as de crisis
orgánica, que incluyen una progresiva p érdida de unidad estatal, una m enor
eficacia, una crisis de represen tación y una crisis de legitim idad. La p é rd i­
da de unidad estatal se vio reflejada en la m enor coherencia estructural y
operativa de las diferen tes ram as, aparatos y escalones del gobierno a la
hora de asegurar las actividades estatales asociadas a concretas estrategias

318
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

de acumulación, proyectos estatales y proyectos hegem ónicos. En otras


palabras, se produjo una desarticulación interna (crisis institucional) de los
aparatos estatales, tanto en su coherencia vertical en los diferen tes niveles
organizativos, como en su capacidad de coordinar horizontalmente los d ife ­
rentes campos de actividad. A ello se sumó una menor eficacia a la hora de
lograr los objetivos estatales propuestos en relación con los proyectos econó­
m icos, políticos y hegem ónicos prevalentes. Una última consecuencia de la
crisis orgánica fue la desorganización y desorientación estratégica del bloque
de poder (o establishment) y de sus correspondientes gestores estatales, y la
descom posición de las bases sociales de apoyo al Estado y a sus proyectos.
Ello condujo en ocasiones a una crisis de representación del Estado tanto en su
base social "nacion al-popu lar” —reflejada en la volatilidad o incluso falta
absoluta de apoyo a los partidos políticos de gobierno y otras organizaciones
de masas dom inantes—, como en la creciente inestabilidad o incluso d esin ­
tegración de los com prom isos institucionalizados dentro del establishment.
Otra de sus m anifestaciones fue la crisis de legitimación del Estado, es decir,
la pérdida de confianza en la presunción de legitim idad de este particular
tipo de Estado, incluyendo especialm ente su capacidad de ofrecer creci­
m iento económ ico y prosperidad generalizada (para una com paración entre
la crisis orgánica del Estado británico que condujo al thatcherism o y la más
lim itada crisis p olítica y económ ica en A lem ania Occidental en los años
setenta y ochenta, y la igualm ente más lim itada Wende (o giro) alem ana,
véase jessop 1989).

3. LA POLÍTIGA ECONÓMICA DE ESCALA

Los efectos de esta crisis en el Estado nacional, en lo relativo a los cambios en


las form as y funciones de la política económ ica y social, han sido abordados
en los dos últimos capítulos. En éste nos ocuparemos del reescalado del Estado
nacional de posguerra y de su contribución a la reestructuración y reorienta­
ción estratégica de la intervención estatal. El análisis de la política económica
de escala se refiere a la selectividad estratégica de la división interescalar del
trabajo y a los intentos de conform ar dicha selectividad en determinadas fo r­
mas, con importantes im plicaciones sobre el modo y el grado en que es posible
desplazar y diferir los dilemas y contradicciones dentro de cada coyuntura
espaciotemporal. Swyngedouw ha propuesto un acercamiento interesante a
este asunto, al afirm ar que la escala es-.

2 19
ROBERT JESSOP

el campo de batalla y el momento en el que tanto desde el punto de


vista discursivo como material se impugnan las relaciones socioespaciales
de poder, donde se alcanzan los compromisos y donde éstos se negocian y
regulan. La escala, por tanto, es el resultado y el producto de la lucha social
por el poder y el control [...] [Consecuentemente] la prioridad teórica y
política [...] nunca reside en una específica escala geográfica, sino en el
proceso en virtud del cual ciertas escalas son (re)constituidas C1997:14.1-
i; redonda nuestra].

En los "treinta años gloriosos” de crecimiento económico de posguerra en


el fordismo atlántico, la escala dominante era la nacional. Fue principalm ente
en dicha escala en la que se im pugnaron las relaciones de poder socioespacial,
y en la que se negociaron y regularon sus compromisos. Eso ocurrió en el seno
de regím enes internacionales que reforzaban a los Estados nacionales, m ien­
tras que los Estados locales actuaban como relés o m ecanism os de ajuste
micronivel para las políticas fijadas en el nivel nacional. Las economías nacio­
nales constituían en aquel momento el objeto obvio de la gestión económica en
el fordism o atlántico, al tiempo que las naciones com erciales de A sia Oriental
y las economías latinoamericanas seguían estrategias de sustitución de im por­
taciones. Su carácter "obvio” dependía en realidad de ciertos fundamentos
materiales e ideológicos específicos que no resultaban obvios por sí m ism os.
La naturalización de la congruencia estructural (coincidencia espaciotem po­
ral) de las economías nacionales, de los Estados nacionales y de las sociedades
nacionales se basaba en la reconstrucción de posguerra en Europa, en el Estado
de seguridad nacional en Asia Oriental y en las críticas a la dependencia en
Am érica Latina. En cada caso, este marco nacional recibía el apoyo de diferen ­
tes (y típicamente asimétricos) regím enes y alianzas internacionales, que era
necesario m antener en pie. La reproducción de estas form as de com plementa -
riedad estructural dependía, a su vez, del hallazgo mediante ensayo-error de
formas de gestión económica, regularización y gobernanza, capaces de ofrecer
un arreglo espaciotemporal dentro del cual fuera posible resolver, al m enos
parcialmente, la reproducción y los dilem as del capitalismo.
Pese a todo, en la medida en que la dinám ica contradictoria de la acum u­
lación y los consiguientes conflictos y luchas tienden a evadir los intentos de
atraparlos dentro de cualquier marco institucional anclado espaciótem poral­
mente, toda solución resulta necesariam ente inestable y provisional. Ello se
hace especialmente evidente en el caso de la escala nacional que predom inaba
en la organización de la expansión económica de posguerra, en la medida en

2,2.0
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

que, desde entonces, se ha visto socavada en muy diferentes formas, incluyen­


do los diversos procesos multiescalares y m ultitemporales que contribuyen a la
globalización.

LA RELATMZACÍÓN DE LA ESCALA

La reducción de la coherencia estructural entre economía nacional. Estado


nacional y sociedad nacional que caracterizó el momento cumbre del boom de
posguerra ha provocado la relativi2ación de escala. Esto es así pues, pese a
que la escala nacional ha perdido su "o b via” prim acía en los regím enes de
fordism o atlántico de posguerra, ninguna otra escala de organización econó­
m ica y política (ya sea m undial o local, urbana o triádica) ha conseguido hasta
el momento una prim acía sim ilar en la fase actual del periodo posfordista.
No existe en la actualidad una escala p rivilegiada en torno a la cual se organi­
cen el resto de los niveles, que garantice una coherencia estructural de y
entre las escalas. En su lugar, existen luchas perm anentes para determ inar
qué escala espacial debería adquirir la prim acía y cómo deberían articularse
las escalas, lo que se refleja en una m ás com pleja inclusión y entrecruza-
miento de las diferentes escalas conform e van siendo rearticuladas (Amin y
Eobins 19 9 0 ; B o ye ry Hollingsworth 19 9 7; Collinge 19 9 6 , 19 9 9 ). De hecho,
las opiniones sobre lo que es "natu ral” parecen h aber pasado de la economía
nacional, a la economía m undial, las econom ías triádicas o los diferentes
tipos de economías subnacionales y trans nació nal es, sin que la dim ensión
nacional haya desaparecido p or completo. Esto puede advertirse en el redes-
cubrim iento de las economías locales, urbanas y regionales "que siempre-
estuvieron allí” como lugares y objetivos de la intervención económica y
política, así como en el desarrollo de nuevos discursos sobre la im portancia
adquirida por la dim ensión m undial como escala natural de la organización
política y económica. Los argum entos relativos a la tríada se presentan, en
ocasiones, como si fueran la extensión del desarrollo natural de la escala
regional o el producto de una fusión natural entre naciones económ icam en­
te interdependientes. Los ulteriores desarrollos m ateriales y sociales han
complicado esta posición, especialm ente con la aparición del ciberespacio,
un teatro virtual de actuaciones que parece estar en todas y en ninguna
parte3. El ciberespacio ofrece tanto un m ecanism o para escapar de las con s­
tricciones y fricciones de las fronteras territoriales hacía un espacio fun cio­
nal, como un m edio para conectar territo rio y localidades de form as
novedosas (véase el capítulo 3 ).
ROBERT JESSOP

La nueva política económica de escala no presupone un conjunto dado de


lugares, espacios o escalas que deban ser meramente reordenadas. Por el con­
trario, asistimos a la aparición de nuevos lugares, a la creación de nuevos espa­
cios, al desarrollo de nuevas escalas de organizacióny a la fabulacíón de nuevos
horizontes de acción, dependientes todos ellos de nuevas form as de (entender)
la com petencia y la com petitividad. En particular, lo global de lo que tanto
se habla en la actualidad, no es más que una de las muchas escalas en las que se
idean y ejecutan intentos de reestabilízar el capitalismo. De hecho, la globali­
zación, ya sea que se contemple desde un punto de vísta estructural o estratégi­
co, aparece con frecuencia asociada estrechamente y de form a compleja a
ciertos procesos en otras escalas espacíales. Es preferible considerarla como
parte de la proliferación de escalas y tem poralidades, así como de objetos de
acción institucionalizada, regularízacíóny gobernanza. La cantidad de escalas y
temporalidades de acción que es posible distinguir es enorme, aunque son
muchas menos las que llegan a ser explícitamente institucionalizadas^. El
grado en que esto sucede depende de las tecnologías de poder —material, social
y espaciotemporal— existentes, que perm iten la identificación e instituciona-
lizacíón de algunas escalas de acción y tem poralidades concretas. Es el desa­
rrollo de nuevos mecanismos logísticos (de distanciamiento, com presión o
comunicación), de tecnologías organizativas, de instituciones con nuevos
horizontes de acción espacxotemporales, de arquitecturas institucionales más
amplias, de nuevos estándares m undiales (incluyendo la hora mundial) y de
modos de gobernanza, lo que contribuye a explicar esta proliferación de esca­
las y temporalidades institucionales económica y políticamente significativas.
Es más, en la medida en que las nuevas escalas emergen o las ya existentes
adquieren fuste institucional, las fuerzas sociales tam bién tienden a desarro­
llar m ecanism os para asociarlas o coordinarlas. Ello crea una mayor com pleji­
dad conforme las diferentes escalas de acción se van asociando en diferentes
combinaciones híbridas verticales, horizontales, diagonales, centrípetas, cen­
trífugas o espirales. No es posible capturar esta complejidad en térm inos de
contradicciones sim ples del tipo global-nacional o global-local, o conceptos
híbridos m ultícom prensivos como globalización o transversalidad. Por el
contrario, existe una proliferación de escalas espacíales (terrestres, territo ­
riales o telemáticas) constituidas discursivamente, institucionalmente materia­
lizadas y espacialm ente incardinadas, que se relacion an —en lugar de alojarse
unas dentro de otras— en jerarquías interconectadas cada vez más com plejas,
no sólo con diferentes espacialidades sino tam bién con diferentes tem porali­
dades.

333
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALiSTA

Ello implica, entre otras cosas, que existe una mayor excentricidad de las
relaciones espaciales en comparación con los años iniciales y los de auge del
fordism o atlántico^. Las unidades territoriales mayores han pasado a incluir
una proporción m enor de las relaciones económicas, políticas y sociales que se
dan entre las unidades m enores comprendidas dentro de sus fronteras, en
comparación con la proporción que poseían en la plenitud del fordism o atlán­
tico. Ello quiere decir que las unidades m enores ya no pueden ser tan fácil­
mente consideradas como muñecas rusas encajadas unas dentro de otras, lo
cual se hace particularmente evidente en el surgimiento de la red de ciudades
globales que, como red, no aparece contenida dentro de ningún espacio terri­
torial regulado por un Estado; al contrario de lo que sucedía en el siglo XIX,
cuando las ciudades del mundo funcionaban básicamente como capitales de los
imperios y de los bloques de comercio plurinacional organizados por los E s­
tados (Hall 1998; ICnoxy Taylor 1995). Otro ejemplo de la excentricidad de los
nuevos espacios es el crecimiento de regiones transfronterizas, un buen
número de las cuales son expresam ente promovidas por sus respectivos
Estados o, en el caso de la Unión Europea, por un organismo político suprana­
cional (para una discusión más completa de las regiones transfronterizas desde
esta perspectiva, véase Jessop soo^d). Existen además procesos de desfronteri-
zación (debordering), es decir, "cam bios que provocan el surgimiento de nuevos
espacios políticos que trascienden los espacios definidos territorialm ente sin
conducir a nuevas demarcaciones territoriales (esto es, a un sim ple cambio en
las fronteras)” (B ro ck y Albert 1995: 171)- En resumen, los antiguos arreglos
escalares y los antiguos arreglos espaciales se están descomponiendo bajo la
presión económica y política, y se están viendo reconstruidos mediante una
amplia gama de estrategias escalares, a menudo conflictivas entre sí.
La actual relativízación de las escalas implica, sin duda, oportunidades y
amenazas para las fuerzas económicas, políticas y sociales, muy diferentes de
las propias del periodo en el que la escala nacional se construía y se tenía como
obvia. Así, aparece asociada a reacciones tanto de aprovechamiento como de
resistencia a los procesos que producen la globalización. Aunque el mercado
mundial y las tríadas se han convertido en los espacios de competencia más des­
tacados, los espacios de competitividad más importantes son, con frecuencia,
nacionales, regionales o locales (Brenner 2 000: 3 í;i)- En otras palabras, m ien­
tras que la ley capitalista del valor actúa cada vez más en una escala global,
sometiendo a todas las actividades económicas o económicamente relevantes a
la auditoría del mercado mundial, la búsqueda de ventajas competitivas asocia­
das a las ubicaciones por parte de las compañías, Estados y otros actores sigue

2^3
ROBERT JESSOP

inserta en las especificidades locales, regionales o nacionales. Esto modela las


form as de la competencia y las estrategias para lograr la competitividad (véase
el capítulo 3 y pp. 2;3i-238). y configura tam bién tanto las formas en que las
fuerzas económicas, políticas y sociales tratan con carácter más general de p ro ­
tegerse de la competencia m undial, como las estrategias más viables para tal
fin. Los siguientes párrafos comentan brevem ente las diferentes escalas infe­
riores al nivel global en las que se produce la búsqueda de nuevos arreglos espa­
ciotemporales para la acumulación y la regulación. Abordaré más tarde el nivel
global como efecto de las diferentes estrategias escalares y como objeto per se
de gobernanza.

PODER TRIÁD1C0

Conforme la jerarquía económica mundial se va redefiniendo, aparece un


énfasis cada vez mayor en ciertos polos supranacionales de crecimiento que
excluyen im portantes áreas del globo. Se basan, respectivamente, en las hege­
monías regionales o, al menos, en la dom inación de los EE UU, Alem ania y
Japón, y se han visto reflejados en la creación del Tratado de Libre Comercio de
Am érica del Norte (y, más recientem ente, en los intentos de ampliarlo a
Latinoamérica sobre una base hem isférica), en los proyectos de am pliar y p ro ­
fundizar un "Espacio Económico Europeo” , que se extienda más allá de las
actuales fronteras de la Unión Europea, y los recientes esfuerzos por d esarro­
llar un sistema regional no sólo de producción sino tam bién financiero en A sia
Oriental. Cada uno de estos polos de crecim iento supranacionales o triádicos
posee sus propias divisiones del trabajo espaciales y escalares, y sus corres­
pondientes jerarquías interrelacionadas de tiempo y espacio. Naturalmente,
existe ya una base material para estos desarrollos triádicos, con un cada vez más
intenso comercio íntrabloque (más marcado en la Unión Europea, pero tam ­
bién en alza en las otras dos tríadas), una profundización de la división interregio­
nal del trabajo en cada bloque, y la pretensión de generar form as apropiadas de
gobernanza. Su desarrollo podría llegar a producir un nuevo arreglo espacio -
temporal que limite el impacto negativo de las form as neoliberales de globali­
zación. A corto y medio plazo, es más probable que ello ocurra en la Unión
Europea. Ahora bien, para que estas tríadas se convirtieran de forma más gene­
ral en puntos nodales complementarios para la re-regulación del perm anente
desorden global-local, sería necesario revertir, por un lado, el dominio del
neoliberalism o en dos de las tres tríadas (Estados Unidos y, en m enor medida,
Europa) y por otro, la parálisis política del Estado japonés.

234
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Los elogios que han recibido últimam ente las tríadas no deberían ocultar­
nos otras tres importantes tendencias: (i) la creciente interpenetración entre
las propias tríadas, en la medida en que se está tratando de desarrollar y p ro -
fundizar su complementariedad global, y en cuanto que las multinacionales
con base en una de las tríadas form an alianzas estratégicas con socios de las
otras; (2) las m odificaciones en las jerarquías espaciales dentro de cada tríada
como consecuencia del desarrollo desigual, que se refleja no sólo en los des­
plazamientos entre las "econom ías nacionales” , sino tam bién en el auge y caída
de las regiones, en las nuevas form as de división "n o rte-su r” , etc.; y (3) el
resurgimiento de economías regionales y locales dentro de las economías
nacionales o, en algunos casos, por encima de sus fronteras, ya sea que tal
resurgimiento forme parte del proceso general de globalización o que se desa­
rrolle como reacción al mismo. Cada uno de estos cambios tiene sus propias
bases materiales y estratégicas y, por tanto, contribuye a la compleja rearticu­
lación permanente de las economías m undial-regional-nacional-local.

BLOQUES REGIONALES Y REGIONES TRASFRONTERIZAS

Además de las macrorregiones triádicas, dos de las cuales emergen dentro del
espacio económico anteriormente dominado por el fordismo atlántico, se han
propuesto otro tipo de bloques o sistem as regionales que fragmentan, tras­
cienden o atraviesan los espacios nacionales. Algunos teóricos explican estas
propuestas alternativas como dependientes de los "territorios económicos
naturales” , que habrían podido reem erger o desarrollarse con el declinar de
los Estados nacionales como contenedores no sólo políticos sino también eco­
nómicos. Ciertamente, conviene destacar cómo los antiguos bloques y relacio­
nes de comercio transfronterizo han resurgido tras la caída del Telón de Acero
en 19 89 -9 0 . Ahora bien, estos "territorios económicos naturales” han sido
discursivamente naturalizados, además de construidos económica y política­
mente. El que un determinado territorio sea considerado natural o no, depen­
de, por ejemplo, de las diferentes perspectivas acerca de los modos de
competencia económica dominantes y de los variados factores económicos y
extraeconómicos que pueden prom over un sistem a de competitividad sistém i-
ca o estructural. De este modo, como vim os en el capítulo 3 , una interpretación
ricardiana (basada en el crecimiento dependiente de los factores económicos
en una econom ía ab ierta) con d u ciría a id e n tific a r "te rrito rio s eco n ó m i­
cos naturales” y estrategias económicas diferentes a los que aparecerían con­
siderados en una interpretación listiana (basada en las dinámicas de inversión

1*5
ROBERT JESSOP

proteccionistas para la puesta al día, prom ovidas por un Estado nacional preo­
cupado por su seguridad económica y político-m ilitar). Del mismo modo, una
lectura keynesiana (basada en la garantía de las condiciones interdependientes
de las economías de escala de producción masiva y de consumo masivo) supon­
dría unos "territorios económicos naturales” y unas estrategias económicas
diferentes de las que se derivarían de una visión schum peteriana (basada en la
garantía de las condiciones para la competitividad sistém ica y la innovación
permanente).
El debilitamiento del cierre relativo del fordism o atlántico, el final de la
guerra fría, la descom posición del Bloque Soviético y la "apertura” de China al
capital extranjero han reforzado la relativízación de las escalas y creado espa­
cios para nuevas estrategias económ icas y políticas por parte, tanto de las
em presas, como de los Estados. Estos cambios quedan reflejados en la p ro li­
feración de escalas desde las que, en la actualidad, se pretenden reestructurar
las relaciones económicas, políticas y sociales, y que van desde la globaliza­
ción económica, la gobernanza m undial y la cultura global, a la prom oción de
las economías locales, la democracia vecinal y las identidades "tribales” . En
un extremo nos encontramos la adopción entusiasta del libre mercado y de la
integración incondicional de espacios económ icos en la economía mundial
con la mayor rapidez posible. Desde el punto de vista histórico, la defensa del
libre mercado aparece asociada a los poderes económ icam ente dominantes,
es decir, a los poderes que lideran las nuevas tecnologías, que poseen un papel
predom inante en la producción y el consumo, y que controlan una divisa
hegem ónica o básica Y, por el contrario, no suele ser adoptada voluntaria­
mente por las economías débiles, en las que el libre mercado generará, con
toda probabilidad, una menor coherencia económica o su desintegración y
subordinación a las influencias exteriores, ya sea como consecuencia de una
mayor dependencia tecnológica, de la penetración de las im portaciones a
expensas de las em presas locales (con pocas posibilidades de ajuste estructu­
ral), m ediante la depreciación de la divisa y la inflación allí donde existen
divisas flotantes, o por la recesión en los casos en los que la divisa nacional
está referenciada a otra más fuerte (como el dólar norteam ericano). Con todo,
algunos elem entos de esta estrategia neoliberal fueron igualmente defendidos
en ciertas econom ías postsocialistas (reforzadas, naturalmente, por agencias
internacionales de tendencia neoliberal, por los EE XJU y por la Gran Bretaña
thatcherista); se incluyen igualmente en las condicíonalidades asociadas a los
program as de ajuste estructural propuestos por el Banco Mundial para las
economías africanas y latinoam ericanas en crisis; y han sido recomendados
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

para diferentes economías poscrisis de A sia Oriental (de nuevo, estimuladas


por los sospechosos habituales internacionales). En una escala más local, el
neoliberalism o se hace tam bién evidente en la expansión masiva de las zonas
económicas libres, en los enclaves de m ercado franco, en las zonas de libre
comercio, etc.
En segundo lugar, en el extremo opuesto del espectro, la crisis de las eco­
nomías nacionales aparece asociada a diferentes planes proteccionistas, inclu­
so de autarquía. Dichos planes suponen una retirada selectiva o completa de la
economía mundial, con el fin de conseguir una base económica fuerte antes de
exponerla a la competencia internacional. Este enfoque se relaciona en ocasio­
nes con argumentos del tipo "joven industria” o se remite a la fase de sustitu­
ción de importaciones propia de algunas trayectorias de crecimiento de los
"nuevos países industrializados” de A sia Oriental, antes de pasar al desarrollo
dependiente de las exportaciones. En ocasiones se vincula, además, a conside­
raciones geoestratégicas y de seguridad (dé nuevo, como en los casos de Corea
del Sur o Taiwán). Ahora bien, una estrategia autárquica plena resulta difícil de
adoptar allí donde las economías dependen de la im portación de materias p ri­
mas, poseen deuda externa o han quedado ya integradas en las división in ter­
nacional del trabajo.
En tercer lugar, en los procesos de form ación triádicos aparecen intentos
por parte de otras economías de extender y profundizar sus vínculos con sus
bloques triádicos vecinos. Por ejemplo, la integración en la UE o en la
Asociación Europea de Líbre Comercio fue la opción inicialm ente más popular
para diferentes economías del este y del centro de Europa, sobre todo conside­
rando el colapso del CAEM de la era soviética a partir de 1989 (Bakos 1993).
Con las debidas cautelas acerca de sus costes financieros y de su impacto eco­
nómico en los sectores sensibles, esta estrategia de ampliación también ha sido
promovida por las principales economías de la UE por diferentes razones eco­
nómicas y geoeconómicas. Todo ello tiene su reflejo en una serie de programas
destinados a prom over los vínculos transfronterizos y la cooperación entre
regiones, ciudades o localidades no contiguas. Esta m ism a estrategia general se
da en A sia Oriental y ha sido articulada de form a particularmente clara en la
llamada "estrategia de la bandada de gansos” en Japón; es decir, la integración
de los nuevos países industrializados de prim er, segundo y tercer grado en una
división regional del trabajo con hegem onía japonesa. Esta estrategia supone
no sólo una nueva división del trabajo, sino tam bién la pretensión japonesa
de exportar su peculiar sistema de relaciones laborales (Woodiwiss 1998) y de
promover las correspondientes formas de régim en de bienestar ricardiano

327
ROBERT JESSOP

(Esping-A ndersen 1997; Jones 1998; Kwon 1997). La creciente complejidad de


las formas de integración regional y transfronteriza en el hem isferio am erica­
no, particularmente en las diferentes jerarquías concéntricas o excéntricas en
las economías regionales y locales en Latinoam érica, constituye igualmente un
rico campo de estudio (G rugely Hout 1999; Hettne et álii ?o o o ; Schulz et álii
20 0 1; Vellinga 2000).
En cuarto lugar, y en sentido contrario, existen propuestas de establecer
bloques comerciales neomercantilistas. Una buena ilustración de las mism as
aparece en la idea de resucitar el CAEM como organización macroeconómica
multilateral en form a de Unión Fronteriza con una regulación común de las
fronteras exteriores, y de una Unión de Pagos Gentroeuropea que liquidaría los
balances comerciales de forma bi o multilateral (Andreff y A n dreff 1995;
Smyslov 1992) • En una escala más baja, pero todavía supranacional, han apare­
cido propuestas de integración de las economías locales entre diferentes sub-
grupos de las antiguas economías postsocialistas. El caso más conocido (y
respaldado inicialm ente por las fuerzas capitalistas occidentales) trató de esta­
blecer una Asociación de Libre Comercio Centroeuropea entre Hungría,
Polonia y Checoslovaquia, propuesta oscurecida por sus candidaturas de in cor­
poración a la Unión Europea. Proposiciones sim ilares se refieren a un bloque
de comercio en yenes en Asia Oriental, como base de profundización de la d ivi­
sión regional del trabajo, de reducción de la superdependencia del mercado
norteamericano (y también del dólar), de obtención de un espacio en el que
consolidar los valores del capitalismo confuciano y asiático frente a la ofensiva
neoliberal, y como medio para reducir la futura oposición a las volátiles fuerzas
mundiales (Frahkel 19 94; Cong 1999; Sum 20 0 1; Vellinga 2000).
En quinto lugar, se han presentado diferentes propuestas internacionales
de cooperación entre las economías capitalistas y postsocialistas para crear
nuevas form aciones económicas. Entre ellas: (1) un Proyecto de Cooperación
Económica del Mar Negro; (2) la Organización de Cooperación Económica para
el A sia Central; (3) la cooperación en el M ar Báltico; (4) la resurrección de la
Confederación del Danubio; y (5) la Zona Económica Ribereña del "M ar del
Japón” . Estas propuestas tratan de aprovechar los históricos intercam bios
regionales, las crecientes vinculaciones económicas y las capacidades com ple­
m entarias de los diferentes socios, y poseen además una gran variedad de bases
geopolíticas, étnicas, religiosas, culturales y de otro tipo, que cambian caso por
caso. El papel cada vez mayor de los EE UU desde los ataques al World Trade
Center y al Pentágono, en las repúblicas túrquicas m eridionales de la antigua
Unión Soviética, puede servir como ejem plo adicional de esta opción.

338
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

En sexto lugar, se han propuesto diferentes pactos regionales transfronte­


rizos para asociar a más de dos economías .subnacionales en nuevas entidades
regionales con la esperanza de que puedan profundizar sus actuales comple-
mentariedades. Entre ellas se incluyen las propuestas de relación dentro de la
Europa postsocialista y entre economías de la UE y de fuera de ella (tales como
la INTERREG Grecia, INTERREG Viadrina, IN TERREG Italia-Eslovenia y otras
muchas) (véanse Comunidades Europeas 1994., 2-001-, Perkmann 30 0 0 ); y,
nuevamente, fuera de la esfera europea, en el delta del Mutankiang, entre
Liberia y las repúblicas del extremo oriente de la CES, las provincias del noreste
chino y Corea del Norte, con el apoyo de Japón (véase Comunidades Europeas,
1993). Existen también regiones virtuales que com prenden redes económicas
de conexión entre ciudades y regiones no adyacentes. La más famosa de éstas
es la Región de los Cuatro Motores en Europa que une cuatro regiones no adya­
centes de alto crecim iento, a saber, Baden-W ürttem berg, Rhóne-Alpes,
Lom bardíay Cataluña; sí bien existen otras regiones de este tipo y redes de ciu­
dades europeas formalizadas o no (Camhis y Fox 19 93; Interreg 20 0 1; Scott
30 0 1; Vellinga í o o o ) .

CIUDADES

Existe otra escala de acción que tam bién está haciendo su aparición (o más
correctamente, reapareciendo en diferentes form as) por encima de las jerar­
quías geoeconómicas y geopolíticas convencionales: la escala urbana. En este
campo se han producido tres importantes cambios; (1) la enorme expansión
del tamaño y escala de las principales ciudades dentro de las jerarquías urba­
nas, hasta el punto de que se han convertido en enorm es entidades m etropoli­
tanas o regionales con varios centros (sobre las regiones metropolitanas
extendidas y los corredores urbanos en el Pacífico asiático, véase Forbes 1997);
(3) una creciente integración estructural y orientación estratégica de las activi-
dadés de las ciudades más allá del espacio nacional, orientación que puede
crear potenciales conflictos con los Estados nacionales en la medida en que
ciertas ciudades se convierten en potenciales "Estados regionales” , menos
orientados a sus respectivas territorios interiores que a sus relaciones con las
ciudades y espacios económicos extranjeros (lo que se m anifiesta en el cada vez
más extendido uso de las metáforas de la "puerta” , el "eje” y la "re d ”); y, para­
dójicamente, (3 ) un mayor uso de ciertas ciudades principales (en lugar de,
como se hacía antes, de ciertas empresas o sectores) como campeones patroci­
nados y protegidos por el Estado frente a la intensa competencia internacional.

229
ROBERT JESSOP

Harding ha definido el contenido de estas políticas em presariales a partir


de su creciente preocupación por:
el estado de la economía local; la suerte de los negocios de base local;
la capacidad de atraer nuevas empresas j/ o la promoción del crecimiento
entre las empresas locales; la promoción de la creación de empleos y de
medidas formativas en respuesta al acelerado desempleo urbano; la
modernización de las infraestructuras y activos de las regiones urbanas
(comunicaciones, instituciones culturales, fortalezas y capacidades de la
educación superior) para atraer visitantes e inversión y sostener las activi­
dades económicas existentes; y la necesidad de hacer cesar la huida hacía
los barrios pudientes de las afueras y de conservar la población (en espe­
cial, a las fam ilias de ingresos medios y altos) y los puestos de trabajo para
crear ciudades cohesionadas y agradables para vivir [1995: 27].

El análisis de Storper sobre la ciudad reflexiva afirm a que el riesgo y la


incertidumbre se están m odificando en un periodo en el que las fuerzas del
mercado y el entorno extraeconómico de los agentes económicos resultan cada
vez más turbulentos, más dependientes de los cálculos estratégicos de los
demás actores y más abiertos a la influencia de una amplia gama de escalas
espaciales. Ahora bien, no todas las ciudades em presariales escogen la misma
forma de competitividad. En algunos casos, las innovaciones en sus políticas
suponen poco más que los intentos de garantizar sus ventajas comparativas
básicamente estáticas, atrayendo inversiones del capital móvil a expensas de
otras zonas, mediante medidas tales como los recortes tributarios, los su b si­
dios y la desregulación, o mediante la creación de imagen a través de la propa­
ganda cívica. En otros casos, las ciudades introducen inn ovacion es
económicas, políticas y sociales para m ejorar la productividad y el resto de
condiciones que afectan a la competitividad estructural y sistém íca, tanto del
capital local como del móvil. Lo que se ve reforzado cuando existe un espacio
socialmente compacto e institucionalmente denso para la reflexibilidad eco­
nómica, y para mancomunar los riesgos e incertidum bres en un entorno nació -
nal, regional y mundial cada vez más agitado (véanse Storper 1997; Veltz 1996).

ALIANZAS ESTRATÉGICAS

Toda esta complejidad apunta a la posibilidad de estrategias de alianza entre


Estados situados en sim ilares o diferentes escalas regionales (por ejem plo, la
UE, ya sea como organización intergubernam ental de Estados-nación o como

23o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

''Europa de las reglones” ), para garantizar las bases de la supervivencia econó­


mica y política una vez 'que se dejan sentir los imperativos de competitividad
estructural en la escala global. Se han propuesto u organizado tam bién otras
formas de proteccionismo en diferentes escalas, conforme los diferentes
modelos de crecimiento local o regional se han visto alterados (y que van desde
la "Europa Fortaleza” a los "nuevos localism os” , del Foro de Sáo Paulo al Plan
del Pueblo para el Siglo XXI (PP21), o a la autoorganización económica in fo r­
mal de los poblados chabolistas). Gon todo, tal como señala Mittelman, "no
deberíamos considerar al regionalism o de los noventa como un movimiento
hacia la autarquía de base territorial, como lo fue en los años treinta. Por el
contrario, supone una concentración de poder político y económico en compe -
tencia dentro de la economía global, con múltiples flujos ínter e intrarregiona-
les (1996: 190; véase tam bién Keating 1998).

4. ESCALAS DE CO M PETEN CIA

El análisis anteriormente realizado nos indica que la competencia se produce


no sólo entre actores económicos (por ejemplo, entre empresas, alianzas
estratégicas o redes), sino también entre entidades políticas que representan
espacios y lugares (como las ciudades, las regiones, las naciones o las tríadas).
Por ello, resulta justificado tratar a las ciudades, las regiones y las naciones
como "unidades” o "sujetos” de la competencia, además de como condiciones,
capacidades y cualidades económicas. Lo cual im plica que la competencia apa­
rece mediada por algo más que las sim ples fuerzas del mercado, y suscita la
cuestión de si las condiciones de éxito para la competencia en una ciudad,
región o nación son las mismas que para una em presa individual. ¿Son las ciu­
dades, las regiones o las naciones capaces de lograr la competitividad de forma
sim ilar a como lo hacen las empresas? Y, si no lo son, ¿persiguen al menos la
competitividad económica en la misma form a unas que otras? La respuesta,
como es obvio, depende de la amplitud con la que consideremos la competen­
cia, la competitividad y las capacidades de acción (sobre las naciones, véanse
IMD 30 0 1; Porter 1990; Porter et álii 2 0 0 0 ; Warr 1994; sobre las ciudades y las
regiones urbanas, véanse Brenner 2000; Ohmae 19 9 1,19 9 5 ; Porter 1995; Scott
1998, 30 0 1; Storper 1997). La competencia aparece mediada por la mano in vi­
sible del mercado y, en esta medida, se produciría con independencia de que
los actores orientaran o no sus actividades económicas a la m ejora de su com-
petítividad. En este sentido, las fuerzas del mercado sitúan ciertas actividades

^ 3i
ROBERT JESSOP

en determinados espacios y lugares con independencia de que se realicen


esfuerzos para atraer (o repeler) ciertas actividades económicas en niveles
superiores a los agentes individuales del mercado. Las ciudades, regiones y
naciones, por otra parte, pueden tam bién com petir en un nivel más explícito,
estratégico y reflexivo, poniendo en práctica planes y proyectos para atraer la
inversión y el empleo y para m ejorar sus resultados en competencia con otros
espacios y lugares. Si estas estrategias competitivas se hacen explícitas y son
susceptibles de ser realizadas, entonces se hace evidente que las ciudades,
regiones y naciones son realmente —y no sólo se definen como— actores
"em prendedores” . A continuación trataré de defender que un importante
rasgo distintivo del posfbrdism o en comparación con el fordism o es la cre­
ciente importancia de las estrategias em presariales reflexivas por parte de
actores no económicos.
Partiendo del análisis de Schumpeter del em prendim iento (véase el capí­
tulo 3), podemos decir que existen cinco campos de innovación susceptibles de
ser impulsados por los actores escalares en representación de las localidades,
ciudades, regiones, naciones o bloques triádicos6-.

i. La introducción de nuevos tipos de espacios y lugares para vivir, traba­


jar, producir, consumir, prestar servicios, etc. Entre los ejem plos, se
encontrarían las ciudades multiculturales, las ciudades organizadas en
torno a sistem as integrados de transporte y desarrollo sustentable, y los
centros de distribución y puertas regionales transfronterizos.
2;. Nuevos métodos de producción de espacios o ubicaciones para crear
ventajas específicas, asociadas a la ubicación, para la producción de
bienes y servicios y para otras actividades urbanas. Entre los ejem plos
se incluirían las nuevas infraestructuras físicas, sociales y cibernéticas,
la promoción de las economías de aglomeración, los polos tecnológicos, la
desregulación y la recualificación.
3 . La apertura de nuevos mercados, ya sea m ediante la com ercialización de
localidades, ciudades o regiones específicas en nuevas áreas, o m edian­
te la m odificación de la división espacial del consumo m ejorando la
calidad de vida de los residentes, de quienes están de paso, o de quienes
las visitan (por ejemplo, con cultura, entretenim iento, espectáculos,
nuevos paisajes urbanos, barrios gay, gentrificación).
4. La búsqueda de nuevas fuentes de oferta para m ejorar las ventajas com ­
petitivas. Entre los ejem plos se incluirían las nuevas fuentes o patrones
de inm igración, la codificación de la cesta cultural de las ciudades, la

s3s>
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

búsqueda de nuevas fuentes de financiación por parte del Estado cen­


tral (o, en la UE, de los fondos europeos) o la recualificación de la mano
de obra.
5. La reconfiguración o redefinición de las jerarquías locales, urbanas o
regionales y la alteración del lugar correspondiente a un espacio econó­
mico concreto dentro de ellas. Entre los ejem plos se incluirían el logro
de una posición como ciudad mundial o global, las puertas regionales,
las regiones transfronterizas y las "regiones virtuales” basadas en la
cooperación interregional entre espacios no adyacentes.

Existe un riesgo evidente de trivialización de las actividades em presaria­


les, al reducirlas a las actividades rutinarias que resultan directamente econó­
m icas o económicam ente relevantes; y tam bién al considerar la imagen
em presarial o el m arketing como pruebas del carácter emprendedor schum pe­
teriano. Algunas localidades podrían estar sim plem ente administrando o ges­
tionando de forma eficaz un clima favorable a los negocios, más que estar
dedicándose de forma activa a la innovación. Que ello pueda bastar para con­
servar ciertas condiciones extraeconómicas para la acumulación de capital, no
quiere decir que dicho lugar sea em prendedor. Lo que resulta verdaderamente
esencial desde un punto de vista estructural, es si dicha localidad "em prende­
dora” posee rasgos institucionales y organizativos que puedan dar soporte a un
flujo de innovaciones. De lo que se trata aquí es de un complejo especializado
de instituciones, normas, convenciones, redes, organizaciones, procedim ien-
to sy modos de cálculo económico y social, que estim ulen el emprendimiento.
Considerada estratégicamente, una localidad "em prendedora” es la que ha
desarrollado la capacidad de actuar em presarialm ente. Ya sea que se involucre
de form a más directa en alguno o algunos de los cinco campos de innovación
citados como em presario económico propiam ente dicho, o si promueve condi­
ciones institucionales y organizativas favorables al emprendim iento económ i­
co por parte de otras fuerzas. Dichas fuerzas pueden incluir todo tipo de actores
locales, localmente dependientes o exteriores que den apoyo a un determ ina­
do proyecto emprendedor.
Como consecuencia del cada vez mayor interés en las ventajas de la com ­
petitividad dinám icay en las bases de la competitividad estructural o sistém i-
ca, los rasgos extraeconóm icos de los lugares y ubicaciones resultan
progresivamente más significativos para el diseño y ejecución de estrategias
em presariales. De este modo, la dotación en los así llam ados factores econó­
micos naturales es cada vez menos importante (pese a los aspectos dependientes

233
ROBERT JESSOP

de su trayectoria que están vinculados a la posición que tienen los diferentes


lugares dentro de las jerarquías urbanas); mientras los factores socíalmente
construidos, regulados e incrustados se hacen cada vez más importantes para la
competitividad. Las ciudades (ó localidades) em prendedoras, por tanto, no
sólo deben ubicarse económicamente sino tam bién dentro de las esferas
extraeconómicas que, en la actualidad, son fundam entales para una eficaz
competencia estructural o sistémica. Podemos referirnos aquí a la "glurbani-
zación” como una tendencia análoga a la "glocalización” (véase la tabla 5.3).
Mientras que este último térm ino hace referencia a las estrategias de las
empresas para crear ventajas competitivas mundiales explotando las d iferen ­
cias locales, el prim ero alude a las estrategias locales, regionales o nacionales
destinadas a construir ventajas m undiales reestructurando los espacios u rb a­
nos con el fin de mejorar su competitividad internacional. Ello puede conducir
a la reproducción de diferencias locales y/o ubicuidades que pei-mitan a las
empresas multinacionales poner en marcha sus propias estrategias de "gloca­
lización” . Podemos encontrar estrategias análogas en escalas diferentes, regio­
nales o transfronterizas.

TABLA 5.2

GLURBANIZACIÓN FRENTE A GLOCALIZACIÓN

GLURBANiZACiÓN GLOCALIZACIÓN

Actores estratégicos Ciudades (puede que como Empresas (puede que en alianzas
campeones nacionales). estratégicas).

Estrategias Estrategias basadas en el lugar Estrategias basadas en la empresa


y en et espacio. 0 en el sector.
Nuevas escalas de actividades Crea diferencias locales para Desarrolla nuevas formas de división
y temporalidades capturar flujos e incrustar escatar y/o espacial del trabajo.
et capital móvil.

Gobernanza cronotópica Rearticula el tiempo y et espacio Rearticula lo global y lo local para lograr
para lograr ventajas competitivas ventajas competitivas dinámicas.
sistémicas o estructurales.
FUSNTEr JSSSOP Y SUM 2000.

Existen modalidades fuertes y débiles dentro de las estrategias de glnrba-


nización. Mientras que las prim eras son típicas de las ciudades o regiones que
lideran las jerarquías urbanas o regionales, las últimas son propias de las ciu ­
dades y regiones "corrientes” (A m iny Graham 1997). Estas estrategias difieren
al menos en tres aspectos: sus respectivos discursos y conceptos de com petiti­
vidad, los horizontes espaciales sobre los que pretenden actuar, y su asociación
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

con los diversos contextos y posiciones locales dentro de las jerarquías escala­
res predominantes. Lo que comparten es el papel clave de las autoridades p olí­
ticas en su diseño y promulgación globales. Podemos distinguir siete opciones
fundamentales en el nivel de las ciudades y regiones7:

1 . La prim era opción es la de am pliar o profundizar la división del trabajo


dentro de un conjunto integrado y verticalmente concéntrico de esca­
las. Ello im plica la búsqueda de alguna forma de "complementariedad
estructurada” mediante la creación de lazos favorables con la economía
en general, en un conjunto cada vez mayor de escalas más amplias de
acción económica y política. Dichas estrategias pueden haber sido p ro ­
movidas desde arriba o surgir desde abajo. En el plano discursivo, ello
se refleja en los intentos de "posicionar a los lugares de forma central
en los 'escenarios’ de las diferentes escalas espaciales: regional, nacio­
nal, internacional, m undial” (Hall y Hubbard 1996: 16 3-4)- En la prác­
tica, suele im plicar la prom oción del desarrollo económico dentro de
una escala dada, explotando las dinám icas de crecimiento en escalas
espaciales progresivamente ascendentes desde lo local a lo supranacio­
nal, pasando por lo regional y lo nacional.
2 . La segunda opción es construir lazos horizontales en la m ism a esca­
la dentro de un conjunto integrado y verticalm ente concéntrico de
escalas. Existe una am plia gama de este tipo de estrategias, que van
desde la escala local a la triádica. Num erosas regiones tran sfro n teri­
zas sirven para identificarla, como tam bién lo hacen las alianzas
translocales y las regiones virtuales. Estas últim as surgen para un ir
espacios no adyacentes con intereses com partidos o com plem enta­
rios, como la cooperación dentro de la llam ada Región Europea de los
Cuatro M otores, que incluye Badén-W Urttemberg, Rhónes-Alpes,
Lom bardía y Cataluña, cada una de las cuales es una ciudad-región
dinám ica asociada a una ciudad im portante no capital. Por lo general,
esta estrategia parte de los intereses e identidades territoriales comu-
n e sy trata de explotarlos recursos y capacidades conjuntos o com ple­
m entarios. Su objetivo es el desarrollo de una masa crítica m ediante
la sim ple aglom eración de econom ías, o bien lograr una división del
trabajo dentro de la misma escala en lugar de hacerlo entre escalas
diferentes. Esta estrategia horizontal puede surgir localmente desde
abajo o ser prom ovida por los órganos situados en los niveles o escalas
inferiores y superiores. La prom oción de las regiones transfronterizas

^5
ROBERT JESSOP

europeas corresponde tanto a los ayuntam ientos locales como a la


Unión Europea.
3 . La tercera opción supone la construcción de lo que podrían denom inar­
se vínculos "transversales” ; es decir, puentear una o más escalas in m e­
diatamente contiguas para buscar una integración más estrecha con los
procesos de otras escalas. Lo cual resulta particularmente significativo
allí donde aparece la inversión extranjera directa (IED) y la producción
para la exportación, casos en los que los vínculos con el resto de su
territorio nacional inmediato o incluso con la economía nacional, pue­
den resultar mucho m enos im portantes que las conexiones entre las
escalas locales y supranacíonales. Algunas regiones transfronterizas de
Asia constituyen buenos ejem plos de esta estrategia, en concreto, los
triángulos y polígonos de crecim iento (Parsonage 1992!; Sm ith 1997;
Thant et álii 1998). Ejem plos adicionales serían las zonas de p rocesa­
miento para la exportación, los puertos francos y las puertas regionales,
si bien estos últimos tienden a estar localizados dentro de un territorio
nacional y a orientarse hacia el exterior (véase Chen 19 95 sobre la evo­
lución de las zonas de crecim iento transnacionales; Ohmae 19 95 sobre
los Estados región contemporáneos).
4,. Otra estrategia de desarrollo habitual entre las localidades débiles o
m arginales, tales como las ciudades interiores, las regiones industria­
les o costeras en declive, etc., es el acopio de recursos. Se trata de una
respuesta com prensible, por ejem plo, en el caso de las ciudades in te­
riores que padecen la decadencia urbana, la falta de vivienda, una débil
base fiscal y la ausencia de terrenos para los planes de desarrollo u rba­
no, así como la fragmentación política e institucional. Las autoridades
locales en Europa pueden dirigirse a la Unión Europea para solicitar
fondos (entre otros, los diferentes fondos estructurales), y en los
Estados federales m ultinivel pueden dirigirse a las autoridades federa­
les además de a los Estados. Sin embargo, lo normal es que el éxito en
las estrategias de acopio de recursos se vea acompañado de ciertas
im posiciones. Ello lim ita la gama de iniciativas económicas posibles y
amenaza la coherencia del plan de desarrollo económico global (Hay
1994).
4. Las localidades pueden igualmente tratar de prom over el marketing de
su propio espacio m ediante la desregulación, los "concursos de belleza”
internacionales para atraer inversiones y los "concursos de patito feo”
en busca de los fondos estructurales y otros fondos de reestructuración

*36
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

o compensación para regiones en declive. Los destinatarios evidentes


de dichas actividades son el capital móvil y las agencias de financiación;
aunque, con frecuencia, los Estados centrales ofrecen ayuda y estim u­
lan a las autoridades locales y regionales para que intenten atraer in ver­
siones y fondos de reestructuración. La desregulación, sin embargo, es
una estrategia contraproducente, ya que genera empleos en áreas en
declive económico y puede estim ular una carrera a la baja en la desre­
gulación. Desde este punto de vista, las estrategias competitivas fuertes
suelen ser mucho m ejores, aunque tam bién las ventajas competitivas
resultantes pueden ser m ejoradas por otros competidores (véase el
capítulo 3 ).
6. Una sexta opción es tratar de escapar de las restricciones ligadas a la
escala o a la ubicación, situando las actividades en un espacio de flujos
sin fronteras o pasando al ciberespacio. Aunque ello no evita la n ecesi­
dad de algún tipo de coyuntura espacial (islas offshore, paraísos fiscales,
etc.) (véanse H udsonaooo; Leyshon y Thrift 1999; Palan 1998).
7. Una séptima opción es un desacoplamiento parcial o total de una deter­
minada escala respecto de la división del trabajo y del mercado m un­
dial, opción que suele asociarse a proyectos políticos, económicos y de
socialización anticapitalistas (véase el capítulo 1).

Un aspecto importante de la mayoría de estas diferentes estrategias espa­


ciales es su preocupación por lim itar la competencia dentro de la propia región
(coherencia estructurada) mediante la cooperación orientada al mercado,
como base de tina competencia más eficaz y más allá de la correspondiente
escala espacial. La escala espacial en la que se alcanzan estos compromisos
depende en parte de la naturaleza de las cadenas de mercancías y de los grupos
económicos, de las correspondientes externalidades espaciales (incluyendo
aspectos sobre división administrativa, proximidad y sinergia de las economías de
aglomeración) y de las formas existentes de incrustación social de las relacio­
nes económicas y de los procesos de aprendizaje (Gamagni 1995; M essner
1998; véanse Porter 19 9 0 ; Smith 1988).
La existencia de este tipo de proyectos em prendedores no garantiza, natu­
ralmente, que los espacios económicos reales dotados de "coherencia estruc­
turada” y ventajas competitivas sostenibles lleguen a consolidarse. Existe un
buen número de dificultades a la hora de lanzar y consolidar estas estrategias
em presariales, no sólo como consecuencia de la incertidumbre inherente a la
competencia como proceso continuo, sino tam bién por las dificultades de

237
ROBERTJESSOP

coordinación económicas y extraeconó micas dentro de los espacios económi­


cos identificados como objeto de las estrategias em presariales. Tampoco hay
razón alguna para suponer que todos los factores necesarios para una estrate­
gia local o regional de éxito aparezcan dentro de los lím ites del espacio econó­
mico que le sirva de localización prim aria.

5. TEN D EN CIA S EN E L ESTADO

Los cambios en el papel del Estado en la acumulación de capital y en la rep ro­


ducción social suponen cambios en la articulación form al y en la autonomía
operativa de los Estados nacionales. En ocasiones, se hace referencia a este
hecho en térm inos de declive del Estado nacional frente a la globalización. Pero
ello resulta considerablemente engañoso. Y es que no estamos asistiendo al
surgimiento de una sola economía globalizadora basada en flujos que actúa en
una relación de suma cero con una pluralidad de Estados nacionales territoriales
tradicionales. Adoptar una perspectiva de este tipo, supondrían tratar la crisis
del Estado territorial nacional parcialmente inducida por la globalización —ya
sea en su form a de fordism o atlántico de posguerra, de Estado desarrollista, de
Estado de seguridad nacional u otras— como si im plicara la im posibilidad pre~
sente y futura de cualesquiera otras form as de territorialización del poder poli-
tico. Por el contrario» el enfoque aquí empleado indica que se producirán
intentos de reconstituir el Estado territorial nacional en respuesta a la globali­
zación, o de establecer nuevas escalas territoriales como puntos dominantes o
nodales en la institucíonalización del poder político. Esta expectativa se ve
reforzada si tenemos en cuenta que el Estado westfaliano nunca fue tan rígido
o completo como la "fetichización del espacio al servicio del Estado [nacional]”
podría hacernos creer (Lefebvre 1978; véase 19 9 1: 28 0 ~3; véase Osiander
20 0 1). Más aún, una vez que se acepte que la delim itación del Estado como
conjunto institucional es a la vez interna al sistem a político y contingente,
podremos valorar si las formas no territorializadas de gobierno-gobernanza podrán
adquirir una mayor significación en el ejercicio del poder político. Estas
observaciones adquieren mayor plausibilidad si recordam os la incompletud
constitutiva de la economía capitalista y su dependencia de factores extraeco-
nómicos. Todo esto sugiere que la globalización económica exigirá importantes
cambios en las form as institucionales, en las actividades principales y en las
escalas prim arias, en y a través de las cuales se garantizan dichos apoyos extrae-
conómicos.

^38
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Para valorar el margen de des y reterritorialización de las formas de poder


estatal o su sustitución por formas no territoriales de poder político, debemos
reco n sid e rar el supuesto desafío que p ara los E stados n acion ales im p lica
la globalización. Las posibilidades de un mayor dominio ecológico de la economía
globalizadora dependen de la capacidad de las principales fuerzas económicas
de distanciarse o com prim ir el espacio-tiem po, de forma que quede fuera del
alcance de las capacidades de control de la mayor parte de las fuerzas de base y
orientación estatales. Puesto que existen muy pocos, sí es que existe alguno,
que posea individualmente el alcance y la capacidad globales efectivos, como
para com prim ir sus rutinas adaptándolas al espacio-tiem po del acelerado
capital hipermóvil. Ello crea una separación cada vez mayor entre los horizon­
tes y rutinas espaciotemporales de este último y los de la mayoría de los Estados
contemporáneos y, como consecuencia de su impacto sobre la dinámica global
de la economía capitalista, una creciente separación entre un espacio de flujos
potencialmente mundial y la limitación fronteriza de un sistema político terri­
torialmente segmentado. Desde el punto de vista temporal, ello limita la capa­
cidad de un Estado típico para reaccionar siguiendo sus propias rutinas y
formas de cálculo, razón por la cual muchos gestores estatales experimentan la
presión de la globalización y creen que han perdido su autonomía operativa.
Igualmente, desde el punto de vista espacial, dada la porosidad de las fronteras
a muchos tipos distintos de flujos y la cada vez mayor movilidad del capital en
toda una gama de escalas transnacionales, a los Estados les resulta progresiva­
mente más difícil, en el caso de que lo deseen, contener los procesos económ i­
cos, políticos y sociales dentro de sus propias fronteras, o controlar los flujos
que las atraviesan. Estos cambios se relacionan a su vez con una progresiva
fragmentación del sistema de Estados de Westfalia hasta el punto de que, de
hecho, algunos estudiosos han propuesto que está siendo reemplazado por un
sistem a neomedxeval (por ejemplo, Anderson 19 9 6 ; Gerny 30 0 0 ; Ruggie
1993). Sin embargo, aunque existen tendencias detectables hacia la fragm en­
tación en algunos campos específicos, ello no impugna necesariamente el
papel más general del Estado nacional como punto nodal clave dentro de la
articulación interescalar (véanse pp. 2 4 8 -34 9 ).
Con todo, parece evidente que los cambios asociados a la economía globa-
lízadora basada en el conocimiento poseen importantes repercusiones en
todas las formas de representación, intervención, jerarquías internas, bases
sociales y proyectos estatales en todos los niveles de la organización del Estado.
En parte, ello supone cambios fundamentales en las relaciones dentro del
m ism o n ivel organizativo. Por ejem plo, adem ás de los desplazam ientos en

^39
ROBERT JESSOP

el poder relativo del ejecutivo, legislativo y judicial, hay también desplaza­


mientos en el peso relativo de los órganos financieros, educativos, tecnológi­
cos, ambientales, de seguridad social, etc. Ahora bien, esta reorganización se
extiende también a la reordenación de las relaciones entre los diferentes n ive­
les políticos, a la articulación de gobierno y gobernanza y a la re configuración
de las fron teras de los sistem as p olíticos. Estos aspectos de la reorgan iza­
ción pueden resum irse en térm inos de tres conjuntos de cambios o tendencias
generales en la organización del Estado y la política. Cada una de estas amplias
tendencias aparece asociada, además, a una contratendencia que m odifica y
transforma su significado para la dom inación política de clase y la acumula­
ción, y más específicam ente, para la form a del Estado y de sus políticas econó­
micas y sociales. Estas contratendencías pueden interpretarse, en prim era
instancia, como reacciones específicas frente a estas nuevas tendencias, más
que como supervivencias de los patrones anteriores. Ello explica por qué es
preferible considerarlas contratendencias de las citadas tendencias, y no al
revés. Por tanto, presentaré en prim er lugar las tendencias y discutiré después
sus respectivas contratendencias.
Sin embargo, antes de pasar a la exposición de estas tendencias y contra­
tendencias, es necesario tomar precauciones frente a la consideración de los
Estados como unidades verticales idénticas. Esto se debe a que la soberanía
formal otorgada a los Estados territoriales nacionales en el sistema de Westfalia
no implica una identidad sustantiva o la igualdad entre ellos, en lo relativo a su
capacidad de ejercer el poder interna o internacionalmente. A cada uno se le
presentan diferentes problem as por parte de los procesos m ultiescalares, m ui-
titemporales y pluricéntricos que generan globalización; y cada uno tiene una
capacidad diferente para hacer frente a estos problem as y para reorganizarse
en respuesta a los m ism os. Adem ás, m ientras que la condensación de fuerzas
—determinada por la forma— ha llevado en ciertos países a los gestores estatales
a resistirse a la globalización, otros Estados aparecen claramente com prom eti­
dos con su prom oción en una u otra forma. Ya me he referido antes a las d ife­
rentes estrategias escalares relativas a este punto, por lo que no las repetiré
aquí. Bastará con decir que los Estados líderes aparecen asociados a diferentes
proyectos de globalización, m ientras que los Estados menos poderosos suelen
tratar de colocar sus espacios y actores económicos de la form a más favorable
dentro de nichos locales, regionales o funcionales específicos, en la em ergen­
te división mundial del trabajo. Al hacerlo, algunos Estados reforzarán su
hegemonía o dominación dentro del sistem a interestatal, m ientras que otros
descenderán en esta jerarquía. Más concretamente, desde que se hicieron

24 0
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

públicas las preocupaciones entorno al declive de su hegemonía en el m om en­


to de aparición de la crisis del fordism o atlántico, los EE UU han venido cier­
tamente incrementando su influencia m undial en los últimos años, gracias a su
identificación con la promoción de una globalización hecha a su imagen y
semejanza.

IA DESNACIONALIZACIÓN DEL ESTADO

La prim era de estas tendencias es la desnacionalización del Estado (o, mejor


dicho, de la estatalidad). Ello se refleja em píricam ente en el "vaciam iento” del
aparato del Estado nacional, en la m edida en que las nuevas y las viejas capaci­
dades estatales están siendo reorganizadas territorial y funcionalmente en los
niveles supranacional, nacional, subnacional y translocal, como consecuencia
de los esfuerzos de los gestores estatales, en las diferentes escalas territoriales,
por m ejorar sus respectivas autonomías operativas y capacidades estratégicas.
De esta forma, algunas de las funciones técnico-económ icas más estrictam en­
te políticas e ideológicas se han visto resituadas en los Estados o en los organismos
intergubemamentales escalados panregional, plurinacional o intemacionalmen-
te; otras han sido devueltas a los niveles regional o local en el interior del Estado
nacional-, por último, otras han sido asumidas por las emergentes redes h o ri­
zontales de poder —regionales o locales— que puentean a los Estados centrales
y unen regiones o localidades de diferentes sociedades, dando lugar al desa­
rrollo de los regím enes de implementación de políticas llamados frecuente­
mente "in term éstico s” (o interlocales pero tran snacion alizados)8. Este,
desplazamiento lateral conllévala creación de alianzas trasnacionales relativa­
mente autónomas entre Estados locales con intereses complementarios, y apa­
rece especialmente asociada a la europeización de los gobiernos locales y sus
correspon dientes form as de colaboración (A ndersen y E liassen 2 0 0 1;
Benington 1995; Benington y Harvey 1994,; Jónsson et álii 3000; Keil 1998;
Tómmel 19 9 2 ,19 9 4 ,19 9 8 ).
En prim er lugar, el papel de ios sistem as estatales supranacionales está
creciendo. Estos cuerpos internacionales, transnacionales y panregionales no
son, por sí mismos, nuevos, sino que poseen una larga historia. Lo que resulta
significativo en la actualidad, es el im presionante aumento en su número, el
ensanchamiento de su ámJbito territorial y la adquisición de nuevas e importantes
funciones. Ello se refleja en la emergencia sostenida de una sociedad mundial
enraizada en un núm ero cada vez m ayor de sistem as funcionales m undiales
(económicos, científicos, legales, políticos, m ilitares, etc.) y en un mayor

34a
ROBERTJESSOP

reconocimiento del alcance mundial de los viejos y los nuevos riesgos. Una de
las principales áreas para esta expansión funcional es la preocupación de los
organismos supranacionales por la competitividad estructural o sistém ica
dentro de los territorios que tratan de gobernar. Preocupación que va mucho
más allá de la gestión de las relaciones m onetarias internacionales, de la in ver­
sión o el comercio exterior, para abarcar una amplia gama de factores en el lado
de la oferta, de naturaleza tanto económica como supraeconómica.
Este desplazamiento hacia arriba aparece especialm ente ligado a la dele­
gación de poderes a los organismos supranacionales, y al resurgim iento de un
revitalizado y relativamente no impugnado "Superestado” norteamericano,
con sus renovadas capacidades de proyección de su poder en la escala global
(Shaw 2000). Como veremos más adelante, ello crea una tensión entre unidad
y particularismo en los organismos supranacionales, con los EE UU p rincipal­
mente oscilando entre sus intentos de unificar dichos organismos bajo su
hegemonía, y su pretensión de utilizarlos para im poner su percepción actual de
sus propios intereses inmediatos. Este mismo desplazamiento hacía arriba, en
una escala m enor y con dinámicas diferentes, aparece tam bién en la UE.
Hooghe y Marks, actualizando los cálculos de Schm itter, demuestran que exis­
te un incremento en la cesión de poderes hacia el nivel de la UE en 28 áreas
políticas, entre 19 50 y 2000. En particular, en el campo de la política económ i­
ca, de las relaciones internacionales y de la política económica y de seguridad
exterior. Y menos marcadamente, en la política social e industrial con un nivel
también relativamente bajo en lo relativo a las políticas legal-constitucionales
(Hooghe y Marks 20 0 1: 47-8 ; véase W essels 30 0 0 ; véase tam bién infra la sec­
ción 8).
Sin embargo, estos movimientos no equivalen al surgimiento de un
"Estado global” —al menos, si pretendem os que el concepto de Estado conser­
ve su significado mínimo de territorialización de una autoridad política centra­
lizada—, en el sentido de un Estado global equivalente a un solo "Estado
mundial” . Habitualmente con lo que nos encontramos, como indica Poulantzas
(1974b, 1975), es con una delegación parcial y condicionada de dichas funcio­
nes con el fin de m ejorar la coordinación de la política económica entre los
diferentes Estados, como parte integral de las nuevas responsabilidades de
cada Estado nacional de gestionar el proceso de la internacionalización. Más
aún, incluso si se estableciera un Estado mundial, se vería inevitablem ente
sometido a una tensión entre su pretensión jurídico-política de unidad (la
soberanía) y la tozuda realidad de la pluralidad (competencia particularista
entre Estados en otras escalas por la capacidad de in flu ir en sus planes y por la

*42
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

ímple mentación deliberadamente selectiva de sus decisiones). Esta tensión


entre unidad y pluralidad es justamente lo que encontramos en el caso euro­
peo, complicada además por su carácter multinivel. Es por esta razón por la que
las políticas interestatales en la escala global aparecen con frecuencia m arca­
das por la hegemonía internacional de un Estado nacional que trata de desa­
rrollar una estrategia política hegemónica en el sistem a mundial, hegemonía
blindada naturalmente mediante diferentes form as de sanción y apoyada en
una compleja articulación de poderes gubernamentales con otras formas de
gobernanza. Ello se hizo evidente en el periodo de posguerra en las cambiantes
formas de la continuada hegemonía de los EE UU dentro del bloque capitalis­
ta, especialmente tras el final de la guerra fría cuando los EE UU se Convirtie­
ron en la única superpotenciay comenzaron a extender su influencia al antiguo
bloque soviético y a su esfera de intervención. Ahora bien, incluso dentro de
este periodo, debemos aclarar hasta qué punto los designios norteamericanos
configuran los diferentes campos de las políticas (distinguiendo, por ejemplo,
la militar de la social). En términos más generales, la tensión entre unidad y
pluralismo es igualmente evidente en las crecientes disputas entre unilatera-
lism o y multilateralismo norteamericano, en una amplia gama de regímenes
internacionales.
En segundo lugar, en tándem con el aumento de los aparatos estatales
internacionales, se detecta un papel mayor de los Estados regionales y locales.
Durante la era fordista, los Estados locales actuaron como extensiones del
ENBK, y la política regional se orientaba fundamentalmente a la (re)ubicación
de la industria con vistas al pleno empleo y a la reducción de las presiones
inflacionarias provocadas por el recalentam iento local. Estos Estados o fre­
cían infraestructura local a la producción en masa fordista, promovían el con­
sumo colectivo y las políticas estatales de bienestar local y, en algunos casos
(especialmente al hacer su aparición la crisis del fordism o), concedían subsi­
dios competitivos para atraer nuevos em pleos o para evitar la pérdida de los
existentes. Al comienzo de la crisis fordista, sin embargo, las actividades eco­
nómicas locales se concentraron en la regeneración económica y en la compe­
titividad. Su preocupación principal ha pasado a ser cómo lograr que las
instituciones estatales m ejoren la competitividad de las economías regionales
o locales en la emergente economía mundial. Existe un interés cada vez mayor
en las políticas regionales del mercado laboral, en la educación y la formación,
la transferencia tecnológica, el capital riesgo local, los centros de innova­
ción, los parques científicos, etc. (véase el capítulo 3 ). La decreciente eficacia
y legitimidad del Estado nacional frente a la crisis fordista había conducido a
6
ROBERTJ SSOP

finales de los años setenta a la am pliación del papel de los Estados regionales y
locales, conforme se adoptaban nuevas actividades tanto para compensar la
crisis como para buscar nuevas salidas (Moulaert et álii 1988-, van Hoogstraten
1983). Ello resulta todavía más claro en la actualidad. De hecho, mientras los
Estados nacionales e internacionales se retiran de algunas funciones económ i­
cas clave, encontramos políticas más intervencionistas en los niveles regiona­
les, urbano y local (Brenner 1 9 9 8 ,1999b, 2,000-, G oughy Eisenschítz 1996), al
tiempo que el propio capital recurre cada vez con más frecuencia a las redes y
otras form as de colaboración para satisfacer dichas exigencias. Esta tran sfe­
rencia de poderes hacia abajo no se lim ita a la intervención económica, sino
que afecta a una amplia gama de políticas. Por ejem plo, Hooghe y Marks (2001)
inform an de que ningún Estado miembro de la UE se ha vuelto más centraliza­
do después de 1980, mientras que muchos han descentralizado competencias
hacia el escalón regional de gobierno.
En tercer lugar, y estrechamente relacionado con los dos cambios anterio­
res, cada vez existen mayores vínculos entre los Estados locales. Esta tendencia
se ve reforzada por la incapacidad del Estado central de desarrollar programas
lo suficientem ente diferenciados y sensibles como para hacer frente a los p ro­
blemas concretos de cada localidad. Razón por la cual devuelve tales tareas a los
Estados locales y les ofrece recursos y un apoyo general. De hecho, "uno de los
desarrollos políticos más interesantes desde los años setenta ha sido el despla­
zamiento errático pero gradual de un número creciente de autoridades locales,
de una concepción de su papel en térm inos puram ente locales hacia un nove­
doso interés en las relaciones transnacionales" (Dyson 1989: 1). En Europa,
ello im plica tanto vínculos verticales con las instituciones de la UE, especial­
mente con la Comisión Europea, como vínculos directos entre las autoridades
locales y regionales de los Estados m iem bros. Esta búsqueda de apoyo trans-
fronterizo se ve reforzada en la medida en que el Estado central emprende una
estrategia más neoliberal, pero puede encontrarse también en otros países
(Jónsson et álii ?o o o ; P erkm an n y Sum 2 0 0 3). Tendencias sim ilares se dan
en Asia Oriental (en especial, en los vínculos entre Hong Kong, Macao y
Guangdong, y en el llamado triángulo de crecim iento formado por Singapur,
Johore y Riau). Esta tercera tendencia tam bién se desarrolla en Am érica del
Norte con importantes ejemplos de la expansión de la cooperación transfron-
teriza entre ciudades vinculadas a lo largo de la frontera de EE U U y México, con
la prom oción de Cascadla como región transfronte riza m ultiestataly m ultipro-
vincial que abarca un pasillo en la costa de Am érica Noroceidental que se
extiende desde Vancouver hasta Seattle y Portland, y con una integración más

*44
EL FUTURO D £L ESTADO CAPITALISTA

am plia de las ciudades y regiones en la frontera de EE UU y Canadá (Blatter


^ o o i; Sparkes 2,002,). Este fenóm eno general ha llevado a Duchacek (1990) a
hablar de la difusión de la "soberanía perforada” en la m edida en que las
naciones se abren a unos mayores contactos transob'eranos en el nivel local y
regional.

LA DESESTATALIZACIÓN DEL SISTEMA POLÍTICO

Existe tam bién una tendencia a la desestatalización del sistema político.


Mientras que la desnacionalización se refiere a la dispersión territorial de las
actividades del Estado nacional (es decir, a la desterritorializacióny reterrito-
rialización), la desestatalización supone la redefinición de la división público -
privado, reasignando las tareas y rearticulando la relación entre organizaciones
y tareas a lo largo de esta división en cualquiera de las escalas en las que actúe
el Estado en cuestión. En otras palabras, algunas de las funciones particulares
técnico "económicas, fuertemente políticas e ideológicas, anteriores o recien ­
temente desarrolladas por los Estados (en cualquiera de sus niveles), se han
visto o bien enteramente transferidas o compartidas a otros actores (es decir,
actores paraestatales, no gubernamentales, privados o m ercantiles), a arreglos
institucionales y a regímenes. De lo que se trata aquí es de la creciente im por­
tancia de las muy variadas formas (y niveles) de cooperación entre organiza­
ciones oficiales, paraestatales y ONG en la gestión de las relaciones económicas
y sociales, en las que el Estado con frecuencia no es más que el prim ero entre
sus iguales. Ello ha conducido a una difum inación de la división entre lo p úbli­
co y lo privado, al desarrollo deliberado del principio de subsidiariedad, a un
mayor papel del sector inform al y de la em presa privada (especialmente en la
provisión del bienestar y en el consumo colectivo) y a una creciente confianza
en mecanismos tales como la "autorregulación regulada” y el "gobierno de los
intereses privados” aprobado oficialm ente (Streecky Schmitter 1985). Se rela­
ciona, además, con la im plicación cada vez mayor del Estado en las estrategias
descentradas de orientación social, más que en el ejercicio de sus poderes
soberanos de coordinación coactiva centralizada (Matzner X994,; Willke 199?).
En este sentido, supone un creciente reconocim iento de la interdependencia,
de la división del conocimiento y la necesidad de aprendizaje mutuo, de la
reñexividad y de la coordinación negociada. Esta tendencia se da en diferentes
escalas territoriales y en distintos dom inios funcionales, habiendo sido des­
crita con frecuencia como el paso del gobierno a la gobernanza (véase el capí­
tulo 6).

245
ROBERTJESSOP

Los gobiernos siempre han confiado en la ayuda de otros agentes para la


realización de los objetivos estatales o para la proyección del poder estatal más
allá de su aparato formal. No existe novedad alguna en la existencia de redes
paralelas de poder que atraviesan y unifican el aparato estatal, conectándolo
con otras fuerzas sociales. Ahora bien, esta confianza ha aumentado y se ha
reorganizado. El peso relativo de la gobernanza ha aumentado en todos los
niveles, incluyendo no sólo el nivel supranacional, local y regional, sino tam ­
bién los ámbitos transterritoriales e interlocales. Esto, sin embargo, no im p li­
ca necesariamente una pérdida de poder por parte del gobierno, como si el
poder fuera un recurso de sum a cero más que una relación social. A sí, pues,
el recurso a la gobernanza podría increm entar la capacidad del Estado de p ro ­
yectar su influencia y de asegurar sus objetivos, movilizando recursos de poder
y conocimientos correspondientes a socios o actores no gubernamentales. Más
aún, a la luz de los desplazamientos en el equilibrio de fuerzas de clase, el giro
hacia la gobernanza podría ser parte tam bién de una lucha de poder más com ­
pleja destinada a proteger las decisiones clave frente al control popular-dem o­
crático (véase Poulantzas 1978) y para socializar los riesgos en favor del capital
privado.
Esta reorientación estratégica del gobierno a la gobernanza es especial­
mente obvia en el caso de la UE y se refleja en un concepto habitual que in clu­
ye tanto ésta como la anterior tendencia: la gobernanza m ultinivel. Tanto las
dificultades en la construcción del Estado europeo como los cam bios en la
economía europea han im pulsado esta reorientación. Por ello, el actual desa­
rrollo de la gobernanza europea supranacional supone mucho más que la
emergencia de un aparato federal, confederal o intergubornam ental. Supone
tam bién la constitución activa .de otros socios económicos y sociales —fun cio­
nales o territoriales— supranacionalm ente organizados u orientados, y su
integración en redes de acoplamiento débil e im plem entación flexible de
políticas, mediante canales específicos de com unicación, n egociacióny adop­
ción dé decisiones (véase Tóm m el 19 9 4 :14 )- De hecho, "la Com isión Europea
otorga un énfasis prim ario a la form ación de redes como m ecanism o para
estim ular el difícil objetivo de la integración y cohesión europeas”
(Cooke y Morgan 1998= 554). Resulta especialm ente interesante en este caso
la preferencia por las redes m ultinivel que agrupan actores tanto territoriales
como funcionales.
Esta misma tendencia hacia la gobernanza aparece en otros niveles
nacionales, regional-locales y translocales (o "interm ésticos”). Ahora bien,
una vez enunciado el caso general y habiéndolo ihistrado en el nivel europeo,

346
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

me limitaré a hacer referencia a la am plia bibliografía sobre la gobernanza


regional y local, y sobre su papel en la prom oción de la ''producción conjunta”
del desarrollo económico endógeno basado en una m ejor competitividad
estructural (véanse tam bién pp. 233 - 2;34 sobre las ciudades). El fortaleci­
miento de la gobernanza local y regional está relacionado con la reorganización del
Estado local conforme van apareciendo nuevas formas de colaboración tam bién
local para guiar y prom over el desarrollo de sus recursos. En este sentido, los
sindicatos, las cámaras de comercio, el capital riesgo, los organism os educa­
tivos, los centros de investigación y los Estados locales pueden ponerse de
acuerdo para regenerar la economía en este nivel.

LA INTEBNA.CIONALIZACIÓN DE LOS REGÍMENES DE POLITICAS PÚBLICAS

Una tercera y com pleja tendencia en la organización del Estado y sus p o líti­
cas es la que tiende a la internacionalización de los regím enes de políticas.
El contexto internacional de la acción in terio r de los Estados (nacionales,
regionales o locales) se ha expandido hasta in cluir una am plia gama de fac­
tores y procesos extraterritoriales o transnacionales; al tiem po, se ha vuelto
más significativa desde un punto de vista estratégico para las políticas in ter­
nas. Los actores clave en los regím enes de políticas tam bién se han expandi­
do para in cluir a diferentes agentes e instituciones extranjeros como fuente
de ideas, diseño e im plem entación de políticas (véanse Gourevitch 1978;
Doren et álii 19 96). Esta tendencia se refleja en las políticas económ icas y
sociales en la m edida en que el Estado m an ifiesta una m ayor preocupación
por la com petitividad internacional en su sentido más am plio. Tam bién
afecta a los Estados locales y regionales por debajo del nivel nacional, así
como al desarrollo de form aciones estatales supranacionales y al desarrollo
de los regím enes internacionales. Resulta igualm ente evidente en el d es­
arrollo de vínculos interregionales y tran sfronterizos entre autoridades
locales y regionales, y regím enes de gobernanza en diferen tes form aciones
nacionales. Por últim o, esta tendencia s é refleja en un nuevo campo dé
investigación que
abarca no sólo el asesoramiento ofrecido a los gobiernos nacionales
por las agencias supranacionales, sino la capacidad de dichas agencias
para regular la actividad económica en la búsqueda de la protección
social; para redistribuir los recursos de un país a otro para lograr objetivos
de bienestar, y en ciertos casos, para subvenir a las necesidades sociales en
el nivel supranacional [D eacony Hulse *997; 44] ■

347
ROBERTJESSOP

Aunque Deacon y Hulse se refieren sólo al campo de la política social, el


mismo razonamiento podría aplicarse a muchos otros ámbitos de las políticas
públicas.

6 . CONTRATENDENCIAS DENTRO D EL ESTADO

Las anteriores tendencias han sido deliberadam ente presentadas de forma


unilateral y no dialéctica. Lo que aquí está en juego es algo más que la mera
referencia a lo que Poulantzas llamaba el complejo de efectos " conservación-
disolución” asociado a las sucesivas fases del desarrollo del capitalismo.
Dichos efectos, sin duda, existen en la m edida en que las anteriores form as y
funciones del Estado se conservan o disuelven conforme el Estado se va tran s­
formando. Por ejemplo, la tendencia a la aparición del Régim en Posnacional
de Trabajo Schumpeteriano va asociada con diferentes efectos "conservación-
disolución” sobre el ENBK en las diferentes esferas de intervención estatal y
en las diferentes sociedades nacionales (véanse pp. 3 i2 ~ 3i6 ). Ya hemos d es­
tacado algunos de estos efectos en los capítulos anteriores. Me gustaría ahora,
en cambio, presentar brevemente las citadas contratendencias (véase el cua­
dro 5.1).

CUADRO 5.1

TENDENCIAS Y CONTRATENDENCIAS EN LA REESTRUCTURACIÓN ESTATAL

Tendencias

- desnacionalización del Estado:

- desestatalización de las políticas;

- internacionaüzación de los regímenes de políticas públicas.

Contratendencias

~ mayor capacidad del Estado para la articulación ¡nterescaian

~ mayor papel del Estado en la metagobernanza;

- impugnación de las formas e imple mentación de ios regímenes internacionales.

Frente a la desnacionalización de la estatalidad, aparecen los intentos de


los Estados nacionales de conservar el control sobre la articulación de las d ife­
rentes escalas espaciales. Aunque podría pensarse que nos encontramos ante
una mera continuación de estas funciones, me gustaría sostener que se ha
introducido una importante solución de continuidad como consecuencia de la

34 8
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

actual i’elativización de escala. Pese a todo, en ausencia de un Estado suprana­


cional con poderes equivalentes a los del Estado nacional, la desnacionaliza­
ción de la estatalidad se relaciona tam bién con los intentos por parte de los
Estados nacionales de reclamar el poder, gestionando las relaciones entre las
diferentes escalas de organización económica y política. La pérdida de autono­
mía genera tanto la necesidad de coordinación supranacional como la posibili­
dad de un resurgimiento subnacíonal, pero también aumenta las posibilidades
del Estado nacional de mediar entre este mayor número de escalas de acción
significativas de carácter supra y súbnacional. En este contexto, haciendo uso de
una distinción elaborada por Collinge (1999) entre escalas de organización
dominantes y nodales, podríamos decir que mientras que las instituciones
supranacíonales pueden haberse vuelto más comprensivas e inclusivas en
cuanto a la gama de actividades que em prenden o tratan de influir, y mientras
que un mayor número de actividades estatales pueden haber sido delegadas
hacia abajo o hacía los lados, ninguna de estas tendencias hacia una mayor
dominación del nivel supranacional tiene por qué reducir el papel nodal del
Estado nacional en la creciente telaraña de poderes estatales. En resumen,
mientras que el Estado puede haber perdido parte de su soberanía formal,
podría haber conservado un papel clave en la articulación interescalar.
Frente a la tendencia hacia la gobernanza está el papel cada vez mayor del
Estado en la metagobernanza. Ello resulta especialmente evidente en el fu n ­
cionamiento de la U E y en sus intentos de superar la trampa de la decisión con­
junta y el bloqueo institucional ocasionados por el desacuerdo entre sus
Estados miembros. Ello demuestra en qué medida la gobernanza actúa a la
sombra del gobierno. El gobierno (en sus diferentes escalas) se muestra cada
vez más activo en la organización de la autoorganización de los socios, redes y
regímenes de gobernanza (o metagobernanza, véase el capítulo 6). Lo cual no
debería confundirse con la supervivencia de la soberanía estatal como instan­
cia más alta del gobierno, ni con el surgimiento de algunas formas de "m ega-
partenariado” a las que se subordinarían en cierto sentido todos los demás
actores. Por el contrario, hace referencia a un desplazamiento desde las orga­
nizaciones políticas verticalmente jerarquizadas típicas de los Estados sobera­
nos, hacia el guiado de múltiples agencias, instituciones y sistemas que operan
tanto con autonomía operativa, como con acoplamiento estructural mediante
diferentes formas de interdependencia recíproca. Corresponde al Estado faci­
litar el aprendizaje colectivo acerca de los vínculos funcionales y las interde­
pendencias materiales entre los diferentes lugares y esferas de acción. Y
corresponde a los políticos -—locales y nacionales— participar en el desarrollo de

349
05
R E ERTJESSOP

las visiones compartidas capaces de vincular estas formas complementarias de


gobernanza y de maximízar su eficacia. El Estado realiza dichas tareas no sólo
como contribución a funciones estatales concretas, sino por su implicación
para la dominación política de clase y la cohesión social.
Este tendencial desplazamiento desde el gobierno a la gobernanza no
tiene por qué debilitar el aparato estatal en su conjunto, ni m inar su capaci­
dad de llevar adelante proyectos estatales concretos. Dependerá de la form a
en que estos nuevos m ecanism os de gobernanza se relacionen con el logro de
los nuevos objetivos estatales en los nuevos contextos, y de la capacidad del
Estado de proyectar su poder sobre la sociedad en su conjunto. Ello se re fle ­
ja desde el punto de vista ideológico en la afirm ación neoliberal de que un
Estado sobreampliado es un Estado débil, lo que supone que sólo restrin ­
giendo sus actividades a aquellas que el aparato estatal puede (y debe) e je r­
cer, podrá garantizarse la realización de form a efectiva al menos de éstas. En
ambos aspectos, es importante resistirse a la im presión idealista y errónea
de que la expansión de regímenes no-gubernam entales implica que el Estado
haya dejado de ser necesario. De hecho, el Estado sigue teniendo un im por­
tante papel precisamente como consecuencia del desarrollo de tales regím e­
nes, pues no sólo es un actor importante en muchos m ecanism os individuales
de gobernanza, sino que conserva la responsabilidad de su supervisión a la
luz del equilibrio general de fuerzas de clase y con el fin de con servarla cohe­
sión social.
La creciente im portancia de los Estados nacionales en las luchas por
definir el desarrollo de los regím enes de políticas públicas y las form as en las
que actúan en interés de sus capitales y electorados nacionales posee una
ambigua influencia que contrarresta y al tiempo refuerza la internacionaliza­
ción de los regím enes de políticas. Es preciso realizar este reconocimiento
como consecuencia de la amplitud con la que los Estados nacionales gestio­
naban anteriorm ente la inserción del espacio económ ico nacional en la eco­
nom ía en su conjunto. S in em bargo, no d eb eríam os m in im izar las
discontinuidades reales con las actuales preocupaciones del Estado en torno
a la competitividad estructural de los capitales de base nacional en el interior
y en el exterior, consecuencia de las nuevas form as de regionalización-glo­
balización. De hecho, las economías pequeñas y abiertas dentro de este s is ­
tema plurinacional ya trataban de m antener la coherencia estructurada de
sus economías nacionales pese a su dependencia de las exportaciones. Y
parecían haber logrado gestionar sus economías nacionales, asegurando la
unidad del bloque de poder y de la población, pese a contar con unos niveles

350
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

de internacionalizaeión que en la actualidad serían considerados como p ér­


dida de soberanía. Lo cual sugiere que el poder de los Estados nacionales
frente a la internaeionalizacíón depende esencialm ente de la cohesión del
establishment político o bloque de poder. Dicho lo cual, también el poder
estatal quedará naturalmente configurado a este respecto por las dinámicas
de hegemonía económica y por la dominación económ ica y ecológica señala­
da en el capítulo i.
Esta exposición resum ida de las tres tendencias y contratendencias no
ha tomado en consideración sus concretas com binaciones individuales en
cada caso. Por tanto, m is com entarios sobre la desnacionalización han
pasado por alto im portantes diferencias entre los Estados federales, con
poderes constitucionales claramente asignados a los niveles nacional y
regional de la organización estatal, y los Estados unitarios como Gran
Bretaña en los que el Estado local ejerce tan sólo aquellas com petencias
im puestas o toleradas por el Estado central en cada momento. Del mismo
modo, al hablar del desplazamiento del gobierno a la gobernanza, he pasado
por alto en qué m edida ciertos regím enes de EN BK poseen una gobernanza
m acroeconóm ica tripartita basada en el Estado, las em presas y los sin d ica­
tos, o han adoptado form as de autorregulación regulada para la provisión
del bienestar. Pese a todo, creo que tam bién aquí el papel de la gobernanza
se ha fortalecido en la m edida en que la lista de actores ha cambiado (véase
el capítulo 6). Tampoco he tomado en consideración la im portancia d ife ­
rencial de los m ecanism os de gobernanza (por ejem plo, la diferencia entre el
fortalecimiento de la "econom ía negociada” neocorporativista en Dinamarca
y el auge de la organización paraestatal neoliberal en Gran Bretaña). Por últi­
mo, al referirm e a la internadonalización, he ignorado las diferencias entre
los distintos Regímenes Posnacionales de Trabajo Schumpeteriano, en qué
.medida pueden ser descritos como "posnacionales” , su combinación en casos
concretos, y en qué m edida los diferentes Estados son más o menos hege-
m ónicos o dom inantes a la hora de d efin ir sus regím enes de políticas in ter­
nacionales. Es evidente que un estudio más detallado de la reestructuración
y reorientación de los Estados nacionales debería considerar cada una de
estas tendencias en térm inos más concretos y tam bién más complejos.
A sim ism o, debería resultar evidente que, si cada una de estas tendencias
puede variar, la form a y el grado de su interacción deben resultar todavía
más variables. En este sentido, es im portante analizar las tres tendencias en
su interacción en lugar de concentrarse sólo en una o considerar cada ten ­
dencia por separado.
ROBERTJESSOP

7. REESGA 1 ADO Y ENBK: EL CASO DE EUROPA

Cada una de estas tendencias se refleja en la reestructuración de los ENBK. Así,


las políticas económicas y sociales se definen y ejecutan en la actualidad en
diferentes niveles, en lugar de quedar configuradas de m anera prim ordial por
el Estado nacional (baste considerar la dim ensión social, además de económi­
ca, de la UE, la importancia de las políticas regionales y la cooperación trans­
nacional); existe un énfasis creciente en la colaboración público-privada, el
cuidado dentro de la comunidad, la autoayuda, la cooperación, etc., y una lucha
internacional cada vez más intensa por diseñar los regímenes de bienestar
(véanse las actividades de la OCDE, UE, Banco Mundial, FMI, OMC, etc., así
como las de las fundaciones internacionales y las organizaciones filantrópi­
cas). Podemos ejem plificar esta idea con la UE, como la form a actualmente más
avanzada de form ación de un Estado y/o gobernanza multinivel.
En prim er lugar, parece evidente que la política económica global de la UE
se ha visto reorientada hacia una estrategia de competencia schumpeteriana en
comparación con el periodo anterior más enfocado al fordism o atlántico. Los
orígenes de la integración europea pueden situarse en la reconstrucción de
posguerra que preparó el terreno para el fordism o atlántico en Europa (para
conocer los detalles, véase van der Pijl 1984). De este modo, las comunidades
europeas, además de su papel inicial de posguerra en la reestructuración del
hierro, el acero y el carbón, también se concentraron en la creación de un m er­
cado integrado en el que las empresas pudieran realizar óptimas economías de
escala. Lo cual implicaba un Ordnungspolitik esencialmente liberal para la crea­
ción de un mercado único que actuaba como complemento fundamental en la
realización de las políticas nacionales keynesianas, particularmente desde que
el Tratado de Roma hizo perm anecer la responsabilidad oficial sobre las p olíti­
cas de desempleo en el nivel nacional. Efectivamente, como señala Sbragia, la
estructura constitucional básica de la UE favorece estructuralmente las estra­
tegias económicas liberales: "la norma de liberalización económica, insertada
en el Tratado de Roma, se vio reforzada y reelaborada en el Acta Unica Europea
y en el Tratado de M aastricht” (2000: 224). De esta forma, incluso cuando la UE
comenzó bajo la presidencia de Delors (1985-95) a desarrollar una política de
empleo más activa y un plan para una Europa Social e intentó institucionalizar
estas responsabilidades gemelas por prim era vez en el Tratado de Mastrícht
(1991), ello se produjo en un contexto institucional que estaba de antemano
inclinado en favor del liberalism o y en un clima ideológico dominado por el
neoliberalismo (véanse pp. 30 7-30 8 ).

152
EL FUTURO D£L ESTAOO CAPITALISTA

Conviene destacar que ios seis m iem bros iniciales de la entonces denom i­
nada CEE, poseían modos de crecimiento y de regulación que pertenecían a
alguna de las variantes reguladas o coordinadas de capitalismo, y que o bien
poseían alguna forma de régimen de bienestar conservador corporativista o, en
el caso de Italia, poseían un régimen de bienestar clientelista mediterráneo
(véanse Hantrais ?ooo¡ Ruigrok y van Tulder 1996). Esto sugiere que el com­
promiso institucionalizado con el liberalism o económico podría haber servido
de base inicial para la integración y consolidación de un capitalismo regulado
en una escala más amplia, más que como medio para impulsar un programa
liberal de largo alcance. Sin embargo, la situación se fue modificando confor­
me nuevos miembros con diferentes modos de crecimiento, regulación y regí­
menes de bienestar se incorporaban a la Comunidad Europea. De esta forma,
se introdujo una mayor heterogeneidad económica y social en la economía
europea, lo que facilitó el desplazamiento del equilibro de fuerzas en dirección
neoliberal. Consecuentemente, se ha hecho más difícil establecer las condicio­
nes para el reescalado de la planificación estatal del nivel nacional al nivel
europeo, o para establecer el eurocorporativismo (sobre eurocorporativismo,
véanse Falkner 1998 y Vobruba 1995; sobre sus límites, Streeck 1995). Del
mismo modo, la política social dentro de la Unión adopta la forma de regula­
ción social más que la de reescalado ascendente del Estado de bienestar hasta
la UE. Ya que, como señala Majone:
Las medidas propuestas por la Comisión en el campo social deben
resultar compatibles con la "constitución económica" de la Comunidad, es
decir, con el principio de un orden económico liberal. Este requisito crea un
clima ideológico bastante distinto del que permitió el desarrollo de los
Estados de bienestar en los Estados miembros [...] El liberalismo económi­
co que destilan el Tratado Fundacional y sus ulteriores revisiones otorga
prioridad a la asignación de las políticas públicas por encima de los obje­
tivos de redistribución. Por ello, la mejor justificación para las iniciativas
sociales en el nivel comunitario es la que enfatiza los aspectos de mejora de
la eficiencia de las medidas propuestas [19 9 8 :15 6 ].

Estas dificultades se han visto reforzadas por la forma en la que se ha in s­


titucionalizado la Unión Monetaria Europea (UME). Los criterios de conver­
gencia establecidos en el Tratado de Maastricht han hecho que resulte mucho
más difícil que los Estados miembros se salgan de este marco neoliberal, al
tiempo que el limitado presupuesto de la UE le impide financiar una expansión
importante del régimen de bienestar europeo. De hecho, en ciertos aspectos, la

3S3
ROBERTJESSOP

UME actúa como un nuevo "patrón oro” , que impone la conformidad con n or­
mas de conducta económica y política relativamente rígidas y favorables a una
concepción liberal (monetaria) de la estabilidad y el crecimiento económicos.
Más concretamente, el cumplimiento de los criterios de Maastricht ha exigido
recortes o restricciones en el gasto público, reform as a la seguridad social y al
bienestar, privatizaciones más o menos significativas de empresas de propie­
dad estatal y la comercialización de los servicios públicos. Sin embargo, inclu­
so en este contexto, es posible detectar una preocupación cada vez mayor por la
implicación activa en la promoción de la competítívidad, la innovación y el
espíritu emprendedor, en línea con las perspectivas schumpeterianas. Aunque
la idea fundamental de este compromiso concuerda bien con la estrategia neo­
liberal, aparece sin embargo flanqueada por estrategias neoestatístas y neocor-
porativistas ejemplificadas, respectivamente, por los rasgos fundamentales de
las políticas tecnológicas de la U E y por su política social (véanse pp. 3 1 9 - 3^z).
Una de las evoluciones más interesantes en esta área es, por supuesto, el resur­
gimiento del corporativismo bajo una nueva apariencia: como pactos sociales
orientados a la moderación salarial, a la reforma de la seguridad social, a la
competitividad del lado de la oferta y a una conformidad general con la lógica
del nuevo sistema monetario (véanse Deppe et álii 3000; Regini 2000; Grote y
Schmitter 1999; Rhodes 1998; véase también el capítulo 6).
En segundo lugar, la política social y de bienestar siguió siendo una com ­
petencia nacional en los tratados fundacionales de la GE, por lo que las políti­
cas en estos campos en el nivel europeo han ido sistemáticamente a la zaga de
las políticas macroeeonómicas, industriales y tecnológicas. Así, como señala
Kuhnle, "a día de hoy no existe todavía un derecho social europeo a partir del
cual los ciudadanos particulares puedan reclam ar prestaciones de Bruselas;
ningún impuesto directo o contribución social a la UE que pueda financiar el
bienestar social, y apenas sí existe una burocracia del bienestar en la U E”
(Kuhnle 1999= 6). Pese a todo, cada vez hay más indicios de una compleja y
enrevesada reorientación de las políticas de bienestar en el nivel europeo, en la
que aparecen implicadas dos tendencias aparentemente contradictorias. De un
lado, algunas políticas del bienestar (como la igualdad salarial, la igualdad de
oportunidades, la portabilidad de las prestaciones de bienestar, los estándares
mínim os de seguridad e higiene en el trabajo, o las normas sobre la jornada
laboral) se han ido reescalando gradualmente hasta el nivel de la UE para com­
plementar las medidas de bienestar tradicionales a escala nacional; y ciertas
políticas estructurales también han ascendido a un nivel europeo para facilitar
la reconversión industrial, para compensar el desarrollo regional desigual,

254
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

para apoyar la agricultura o para ayudar a regenerar las comunidades en decli­


ve. Por otro lado, la emergencia de políticas sociales en el nivel europeo suele
asumir una orientación trabajista más que de bienestar. De este modo, "el
punto de referencia político [de tales iniciativas económicas y políticas] no es
tanto la integración social como la instrumentalización de la política como
recurso para un cambio estructural orientado hacia la competencia” (Deppe et
álií 3000: 30). En resumen, se está produciendo una mezcla creciente de estra­
tegias trabajistas y de bienestar en el nivel europeo, que se ven unificadas por la
preocupación por crear las condiciones para u n mercado único eficaz en con­
diciones posfordistas más que fordistas.
Uno de los prim eros síntomas de esta reorientación aparece en el Libro
Blanco de la Comisión Europea Crecimiento, Competitividad, Empleo (1993). En
él se pasa revista a un gran número de factores que afectan a la competitividad
de la economía europea y a su capacidad de generar buenos empleos y un cre­
cimiento económico sostenido; también recomendaba una gama igualmente
amplia de iniciativas transeuropeas macroeconómicas, ambientales, infraes-
tructurales, tecnológicas, educativas, profesionales y de política social que
pudieran hacer frente -—al menos retóricamente— a los desafíos del siguiente
siglo. En el campo de la política del mercado laboral, por ejemplo, la Comisión
abogaba por una amplia "ofensiva de formación avanzada” y por otras medidas
para mejorar la flexibilidad del mercado de trabajo. Esta reoríentación fue lle­
vada un paso adelante en la cumbre de la UE de 1994. en Essen, en la que final­
mente se reconoció que ya no era posible gestionar políticas de empleo eficaces
exclusivamente en el nivel nacional, bajo las condiciones de globalización e
integración europea (H offm any Hoffman 1997; 33 )- El Tratado de Amsterdam
incluyó, por último, un compromiso con el pleno empleo como "m ateria de
preocupación común” para la UE, lo que se tradujo en el objetivo de lograr
un "alto nivel de ocupación” sin m inar la competitividad, y en la creación de un
Comité de Empleo para discutir la política más adecuada en esta área y para
verificar sus progresos. En línea con esta inclinación de la UE hacia la metago­
bernanza más que hacia la intervención vertical, la responsabilidad de la Unión
se complementaría, sin embargo, con las actividades de los Estados miembros
para desarrollar una "estrategia coordinada” , para form ar directrices comu­
nes, para establecer las certificaciones y "buenas prácticas” , y para vigilar los
planes nacionales de acciónpara el empleo.
Si examinamos las prácticas que han ido surgiendo en esta área desde
1999 hasta el momento de escribir estas líneas, podremos comprobar tanto el
grado en el que esta reorientación trabajista de la política social ha penetrado

255
ROBERT JESSOP

en el nivel de la UE, como hasta qué punto está relacionada con la expansión del
campo de lo "económ ico” a otras áreas consideradas anteriormente como no
económicas. Uno de sus aspectos, como señala Deppe et álii (3000: 15 -16 ) es
que, por primera vez, la envergadura de las directrices sobre el mercado labo­
ral de la UE ha obligado a los m inistros de Economía, Cultura, Hacienda,
Bienestar y Trabajo a presentar un plan conjunto para relacionar cada una de
estas políticas independientes con las demás. Ello puede interpretarse como la
extensión de la lógica de la mercancía, o cuando menos del cálculo económico,
a la sociedad en su conjunto. Dichas presiones, además, van en aumento,
ascendiendo de forma irreversible con cada ciclo sucesivo de pactos naciona­
les de empleo.
En tercer lugar, casi por definición, la política económica y social europea
ilustra la naturaleza posnacional de los regím enes de bienestar emergentes.
Sin embargo, antes de considerar el papel de la UE, debemos constatar que no
es sino parte de una más compleja internacionalización de la política económi­
ca y social. Efectivamente, sus políticas se mueven dentro de un marco más
general de implicación creciente de las instituciones internacionales, aparatos
supranacionales, organizaciones y foros internacionales, think-tanks trasna-
cionales, grupos de interés y movimientos sociales trasnacionales, en la fija ­
ción de las agendas y en la realización de políticas (véase Deacon 1996; sobre la
transferencia de políticas, véanse Dolowitz y Marsh 1996; Peck y Theodore
20 0 1; Stella 2000), Es importante reconocer con Deacon (1996: 45-58) que
existen algunos desacuerdos reales entre estos diferentes organismos públicos
en lo relativo a sus recomendaciones sobre cada política; pero ello no debe exa­
gerarse, ya que los organismos alineados con el "Consenso de 'Washington”
suelen ser los más influyentes en la internacionalización de la política econó­
mica y social. Así, Deacon y Hulse (1997; 47) han destacado algunas conver­
gencias entre las políticas de la UE y la OCDE, en la medida en que la UE ha
descubierto el impacto negativo sobre la competitividad de las políticas socia­
les del EN B K y la Dirección de Educación, Empleo, Trabajo y Asuntos Sociales
de la OCDE ha venido a reconocerlos beneficios económicos de los programas
más amplios de complemento a los ingresos. Su desarrollo, mediado por una
cada vez más densa telaraña de redes de poder paralelas, es reflejo de la cre­
ciente formación de una clase capitalista trasnacional preocupada por asegurar
las condiciones de la acumulación de capital en la escala mundial. Todo lo cual
aparece asociado con un "nuevo constitucionalism o” (Gilí 1995, 20 0 1); es
decir, con la pretensión de establecer una nueva articulación entre lo econó­
mico y lo político en una escala mundial, antes que en la mera escala nacional.

2 56
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Aunque también se asocia, como ya se ha dicho, con los intentos de rearticular


la relación entre las condiciones económicas y extraeconómicas de la acumula­
ción de capital, en una economía globalizadora posfordista basada en el cono­
cimiento.
La UE desempeña un papel vital en este nuevo arreglo constitucional. No
sorprende, por tanto, que su carácter aún emergente como actor de la arena
política se vea sometido a presiones desde mucho más allá de sus fronteras (en
especial, por parte de los EE UU), ni que aparezca cada vez más involucrada en fo ­
ros internacionales de diferentes escalas para reestabilizar las condiciones de
crecimiento y estabilidad económicos en el comienzo de la crisis de primacía
de la escala nacional, en el marco del acuerdo internacional de posguerra
"incrustadamente liberal” . A l mismo tiem po, esta europeización tendencial de
la política económica y social está estrechamente relacionada, siguiendo el
principio de subsídiariedad, con el papel cada vez mayor de las agencias sub-
nacionales y transnacionales de forma territorial y/o funcional, y con su for­
mulación y puesta en marcha. A este respecto, existe una interesante división
escalar del trabajo entre la UE, los Estados m iem bros y los escalones subnacio-
nales de gobierno. Mientras que los Estados nacionales conservan importantes
competencias en las esferas tradicionales del Estado soberano (militar, p oli­
cial) y en la política de bienestar (para la que el limitado presupuesto de la UE
le impide desempeñar un papel principal en la redistribución social general,
incluso si hubiera adquirido tal competencia), la UE posee una influencia cada
vez mayor sobre la política económica.
En cuarto lugar, aunque la UE nunca ha llegado a poseer las características
de un Estado soberano supranacional, n i siquiera de una confederación de
Estados, y por tanto no puede afirm arse que haya sufrido un desplazamiento
de gobierno supranacional a gobernanza supranacional, sí ha desarrollado una
batería cada vez más amplia y poderosa de capacidades de gobernanza y meta­
gobernanza que le permiten influir en la política social y económica en la
mayoría de las áreas y escalas. Cuatro rasgos específicos de la Unión Europea
tienen aquí una especial influencia: el papel de los jueces y la litigiosidad (que
permite a la UE pasar por encima de las leyes nacionales y "constitucionalizar”
los tratados); su ubicación en el corazón de los flujos de inform ación (que le
permite un monopolio relativo de la inteligencia organizativa); su pobreza fis ­
cal (que limita su vulnerabilidad ante las reclamaciones de gasto público y,
consecuentemente, restringe su agenda política; véase Sbragia 2¡ooo); y la cre­
ciente adopción de proyectos y directrices europeas que perm iten a la UE con­
trolar las actividades y partenariado estatales nacionales y regionales en un

*57
ROBERT JE S S O P

cada vez más interconexo conjunto de áreas de la política, obteniendo de este


modo un mecanismo para pilotar la política nacional y dotarla de mayor cohe ­
rencia (Deppe et áliiao o o ; Majone 1993; Wallace 3000). La forma distintiva de
la metagobernanza en la UE, que invalida cualquier intento de valorarla en tér­
minos de los criterios tradicionales asociados con el Estado nacional soberano,
aparece adecuadamente descrita por Sbragia del siguiente modo:
La Unión Europea gobierna en el sentido de "dirigir”, ya que está
estructuralmente diseñada para [mantener] ciertos asuntos fuera de la
mesa, al tiempo en que insiste en conservar otros sobre la misma. El uso de
los tratados en lugar de una constitución, la institucionalización de la
norma de liberalización económica en los mismos, la creación de un pode­
roso tribunal, su inusual acceso a la información y la falta de fondos
públicos son todo,s contribuciones para que la Unión dirija [2,000: 236].

Del mismo modo, Tómmel -"tras destacar el papel fundamental de las


autoridades locales y regionales y de las diferentes asociaciones público-priva"
das en el ejercicio de las funciones gubernamentales en una compleja telaraña
de redes cooperativas organizadas en jerarquías intercruzadas (o, lo que es aún
más paradójico, desjerarquizadas)— señala que la Europa de las regiones se
está convirtiendo
en un elemento indispensable de un nuevo sistema emergente y flex i­
ble en el que la CE —o la Unión en su conjunto-—estimulará el comporta­
miento competitivo y cooperativo y el rendimiento de los agentes e
instituciones —públicos y privados— mediante mecanismos de pilotaje
orientados al mercado y mediante la institucionalización de procedimien­
tos más complejos de adopción de decisiones y construcción del consenso
[Tómmel 1998: 75].

En resumen, la metadirección es una de las áreas más significativas en las


que la UE participa en la reestructuración, reorientación y reescalado del bienes­
tar. El propio hecho de que estas actividades no se correspondan con la
noción tradicional de ejercicio del poder estatal ha dificultado la comprensión
de su significación para la dinámica global de formación del Estado en el nivel
europeo. Aunque, sin embargo, hayan desempeñado un papel clave en el
aumento gradual de un programa de bienestar en la UE para promover el pleno
empleo mediante la mejora de la flexibilidad y la capacidad de empleo de los
trabajadores en aras de una mayor competitividad y emprendimiento en la
transición al posfordismo. Lo cual sigue dejando espacio para las diferentes

258
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

interpretaciones nacionales o regionales de la flexibilidad y la capacidad de


empleo, y que van desde el modelo neoliberal defendido por el thatcherismo y
preservado por el Nuevo Laborismo (New Labor), pasando por el modelo neo-
estatista francés, a los patrones más neocorporativistas asociados con las eco­
nomías escandinavas y del Rin. La Estrategia Europea de Empleo es un ejemplo
particularmente adecuado de ello y, como señalan Leibfried y Pierson, se ha
convertido en un elemento clave del emergente sistem a multinivel europeo en
política social (3000: 388).

8 . ¿SIG U E HABIENDO UN PAPEL PABA E L ESTADO NACIONAL?

¿Implican las tendencias y contratendencias antes estudiadas la erosión del


Estado nacional? Mi respuesta resumida, basada tanto en consideraciones teó­
ricas como en el análisis de la Unión Europea, es "no” . La rearticulación del
Estado no implica ni un desvanecimiento gradual del Estado nacional ni un
simple desplazamiento hacia "más mercado, menos Estado” . Por el contrario,
es el ENBK el que se ha visto erosionado. Ahora bien, no deberíamos confun­
dir la erosión de una forma de Estado nacional con su retirada general. Muy al
contrarío, mientras que las fronteras del ENBK (especialmente las que se
ampliaron durante la gestión de la crisis) están retrocediendo, los límites del
Estado nacional se están expandiendo en otros aspectos y otras formas de polí­
tica que se han vuelto más significativas.
Así, pese a las tres tendencias generales antes indicadas (desnacionaliza­
ción, desestatalización e internacionalización), el Estado nacional sigue con­
servando un papel clave. Esta idea puede clarificarse acudiendo a la distinción
entre funciones estatales particulares y la función genérica (o "global”) del
Estado. Poulantzas (1973) distingue tres grupos particulares de actividades:
fu n cion es tecnoeconóm icas relativas a las fuerzas y relacion es de p ro ­
ducción; funciones políticas (por ejemplo, los impuestos, la policía, la defen­
sa, la legislación o la auditoria oficial) relativas al mantenimiento de las
actividades medulares del Estado (defensa, policía y administración); y funciones
ideológicas (por ejemplo, la educación, los rituales patrióticos y nacionales, la
comunicación de masas). No es necesario aceptar esta clasificación de las fun­
ciones particulares para estar de acuerdo con la idea general. Poulantzas tam ­
bién define la función genérica (o "global”) del tipo capitalista de Estado como
"asegurar la cohesión social de una sociedad dividida en clases” . Deberíamos
añadir una cláusula adicional a esta definición de la función genérica, a saber,

259
ROBERTJESSOP

"y atravesada por otras fracturas sociales, divisiones y conflictos” (véase el


capítulo i). En estos términos, a lo que estamos asistiendo es a la erosión de
funciones clave "particulares" asociadas al proyecto estatal del ENBK, y su sus­
titución por funciones clave "particulares” asociadas al Estado competitivo
posnacional emergente, que ejerce funciones trabajistas schumpeterianas. Esta
reorganización no supone el fin del papel clave del Estado en el ejercicio de su
función política genérica. Ya que el Estado nacional sigue siendo el ámbito prim a­
rio de esta función genérica crucial, y no hay duda de que los gestores estatales
nacionales siguen defendiendo celosamente este papel mientras ceden sus
otras funciones más específicas. En este sentido, la "desnacionalización”
debería considerarse como un proceso parcial e irregular que nos deja un
"Estado nacional” rearticulado que sigue ejerciendo la función genérica del
tipo capitalista de Estado. Esto, ciertamente, no significa que ya haya surgido
un Estado "supranacional” plenamente desarrollado para m antener la integra­
ción institucional y la cohesión social en una formación social supranacional
ampliada, dividida en clases.
De este modo, el Estado nacional sigue siendo el principal lugar de lucha
entre las fuerzas globales, triádicas, supranacionales, nacionales, regionales y
locales en competencia. Esta es la realidad que subyace a la metáfora del vacia­
miento, que remite deliberadamente a las "em presas vacías” (hollow Corpora­
tion), es decir, a las que mantienen sus oficinas centrales en un país aunque
operan fundamentalmente fuera de él. La empresa vacía conserva, sin em bar­
go, sus funciones centrales de dirección, control, comunicación e inteligencia
dentro de la economía local, aunque transfiriera sus diferentes actividades
productivas al extranjero. Análogamente, la metáfora del "Estado vacío” seña­
la dos tendencias: la prim era, que el Estado nacional conserva muchas de sus
funciones de "oficina central” (o funciones políticas cruciales), incluyendo los
atributos exteriores de la autoridad ejecutiva central y de la soberanía nacional,
así como los discursos que los mantienen, y la responsabilidad global de m an­
tener la cohesión social; y, segunda, que sus capacidades para traducir esta
soberanía y esta autoridad en control efectivo se están viendo limitadas por un
complejo desplazamiento de poderes hacia arriba, hacia abajo y hacia fuera.
Ello no quiere decir que el Estado nacional pierda toda su importancia, ni
mucho menos. De hecho, sigue siendo fundamental como espacio institucional
y marco discursivo para las luchas políticas, y conserva una buena parte de su
soberanía aunque básicam ente como una ficción ju ríd ica reproducida
mediante el reconocimiento mutuo en la comunidad política internacional.
Ahora bien, con todo, subsiste una cierta pérdida de soberanía legal formal en

«6o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

los Estados nacionales, en la medida en que las competencias normativas y/o


de decisión se transfieren hacia arriba a organismos supranacionales, y en la
medida en que las correspondientes normas y decisiones pasan a ser vinculan­
tes para los Estados nacionales. Conserva, en cambio, su papel en la gestión de
los vínculos políticos entre las diferentes escalas territoriales, y su legitimidad
depende precisamente de su capacidad de hacerlo conforme a lo que es perci­
bido como su propio interés por parte de su base social (Kazancigil 1993: 128).
Más aún, del mismo modo que las funciones de dirección, control, comunica­
ción e inteligencia de las empresas multinacionales se ven continuamente
transformadas por el desarrollo de nuevas tecnologías de inform ación y comu­
nicación, y de nuevas formas de cultivo de las relaciones, de transacción y
negociación, así también cuando emergen nuevas posibilidades, se producen
cambios en la forma en que los Estados "vacíos” ejercen y proyectan su poder.
Ziebura (199a) señala la im portancia perm anente de esta función gené­
rica del Estado nacional. Sostiene que las tendencias a la globalización y a la
regionalización transnacional provocan una contratendencia popular de
búsqueda de la transparencia, de responsabilidad democrática y de p roxim i­
dad. Añade que el deseo de identidad local, regional o (como mucho) nacio­
nal es refle jo de poderosas corrien tes, especialm en te en los Estados
nacionales pequeños, que pretenden contrarrestar las amenazas de los pode­
rosos Estados vecinos y el auge de las instituciones supranacionales que
carecen de toda responsabilidad dem ocrática real. Por lo general, los Estados
nacionales siguen estando m ejor situados que sus respectivos Estados subna-
cionales para hacer frente a los conflictos sociales. Adem ás, m ientras que los
organism os supranacionales parecen preocuparse por la internacionaliza -
ción del capital y la prom oción de la com petitividad estructural de las m acro-
rregiones y de las econom ías regionales y nacionales que las integran, no se
interesan del mismo modo por los conflictos sociales y las políticas redistri-
butívas, Este tipo de preocupaciones sigue confinado a los m arcos naciona­
les, y son los Estados nacionales los que disponen de una base fiscal
potencial para realizar m odificaciones significativas en estos ámbitos. De
hecho, sin el apoyo de los gobiernos centrales, resulta difícil para la mayoría
de los gobiernos locales o regionales conseguir gran cosa en estas materias.
Ello explica el dilema del Estado nacional que (a) debe participar activam en­
te en la gestión del proceso de in ternacionalizacíóny (b) es la única in stan ­
cia política con alguna posibilidad de detener la creciente divergencia entre
las dinám icas del mercado mundial y las condiciones de integración institu­
cional y cohesión social.
ROBERT JESSOP

En resumen, sigue existiendo un papel político central para el Estado


nacional. Ahora bien, este papel ha quedado redefinido como consecuencia de
la articulación más general de los niveles local, regional, nacional y suprana--
cional de organización política y económica. A menos que, o hasta en tanto la
organización política supranacional adquiera no sólo los poderes guberna­
mentales sino algún grado dé legitimidad popular-democrática, el Estado
nacional seguirá siendo un factor político clave como instancia máxima de re s­
ponsabilidad política democrática formal. Dado que la globalización, la triadi-
zación, la regionalización y el resurgimiento de la gobernanza local avanzan
aceleradamente, el grado en el que el Estado logre cumplir su papel no depen­
derá sólo de su cambiante matriz institucional ni de los desplazamientos en el
equilibrio de fuerzas.

9. OBSERVACIONES FIN ALES

Incluso adoptando un punto de vista económico que prestase la debida aten­


ción al carácter socialmente incrustado y a la regulación social de la acumulación
de capital, constituiría un error explicar estas tendencias generales en térm i­
nos de cambio económico. Esto se debe a que resulta necesario que sean p re­
viamente traducidas en problemas políticos para la acción estatal mediante las
correspondientes luchas, por lo que su solución aparecerá mediada por la
naturaleza específica, estructuralmente inscrita y estratégicamente selectiva
del Estado. Del mismo modo, desde un punto de vísta más estatocéntrico sería
erróneo sugerir que estos cambios son sólo atribuibles a cambios económicos
(políticamente mediatizados). Es posible que existan tam bién razones políticas
sui géneris que impulsen a los actores estatales y al resto de fuerzas políticas a
emprender el rediseño institucional y la reorientación estratégica (véase
Jessop 1994b).
Podemos extraer dos conclusiones principales de este análisis. En prim er
lugar, en lo relativo al reescalado de la acumulación, la regulación y el Estado,
estamos asistiendo a una reconfiguración de la jerarquía de las regiones en
todas las escalas espaciales desde las regiones mundiales (tríadas), las regiones
internacionales y los Estados nación, hasta las regiones transfronterizas o v ir­
tuales y las regiones y localidades intraestatales (Taylor 19 9 1 =185). Las em pre­
sas y bancos transnacionales desem peñan papeles fundamentales en este
proceso de reconfiguración pero, como ya se ha dicho, a menudo reciben ayuda
y estímulo a este respecto por parte de los Estados nacionales. Sin embargo, al

262,
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

mismo tiempo que se desenvuelven estos complejos y contradictorios proce­


sos, los Estados tienen también que hacer frente a las numerosas repercusio­
nes internas de la reestructuración mundial (para un resumen del cambio en
las actividades estatales en relación con el reescalado, véase el cuadro 5.2). Ello
exige el reposicionamiento de los Estados dentro de la jerarquía de escalas (es
decir, el reescalado del Estado, las políticas y la política) así como la reestruc­
turación y reorientación estratégica de las agencias estatales en cada escala
particular. Lo cual también está asociado a las alianzas estratégicas entre
Estados, en diferentes escalas, para sentarlas bases de su supervivencia econó­
mica y política, conforme se dejan sentir los imperativos de la competitividad
estructural. Lá naturaleza de estas alianzas irá cambiando con la correspondiente
posición de cada economía en la jerarquía internacional.

CUADRO 5.2
REESCALADO E INTERVENCIÓN ESTATAL

1. Establecimiento de nuevas escalas de actividad (y desmantelamiento de otras), reescalando y rearti-

culancio así diferentes poderes, formas institucionales y capacidades regulatorias del Estado, y hacien­

do posible que otros actores "salten de escala".

2. Realización de formas complementarias de StandartpoHlik y otras variantes de competitividad basada

en la ubicación para fijar el capital móvil dentro de sus propios espacios económicos o para mejorar la

competitividad interurbana, interregional o internacional de los capitales con base en su propio terri­

torio.

3. Promoción del desarrollo desigual mediante políticas de competencia interurbana, interregional e

internacional, y búsqueda de mecanismos de compensación.

U. Cooperación en la redelimiíacián y reescalado de las funciones estatales, incluyendo la descentraliza­

ción y ¡a formación de regiones transfronterizas y de bloques regionales, y la participación en foros de

negociación íntertriádica.

En segundo lugar, en lo relativo a la continuidad de la prim acía del Estado


nacional, la reproducción extendida del capitalismo y las clases sociales en lo
que antes fuera el espacio económico del fordism o atlántico ya no está vincula­
da al ENBK con sus relés locales, su tendencia corporativistay sus apoyos inter­
nacionales. Sino que se ha resituado en un Régimen Posnacional de Trabajo
Schumpeteriano más internacionalizado y localizado. Las funciones políticas
de este último han quedado dispersas entre diferentes niveles institucionales de
organización territorial, y son compartidas con una amplía gama de actores
funcionalmente relevantes (y política e ideológicamente definidos). Ahora

í 63
ROBERT JESSOP

bien, la función política genérica de la conservación de la cohesión sigue sien ­


do ejercida en el nivel del Estado nacional dentro de este sistema político rees­
tructurado y reorientado. Consecuentemente, los rasgos y funciones genéricas
típicos del Estado nacional son notablemente diferentes de los característicos
del ENBK, y el contexto estratégico en el que actúa se ha visto también consi­
derablemente transformado.

NOTAS

1. Empleo el término posfordismo (post-Fordism) para referirme al tipo ideal de régimen "posterior-
fordista” (After-Fordist) que se caracteriza por la coherencia estructural; y empleo el término "poste-
rior-fordismo" (After-Fordism) para los regímenes posterior-fordistas realmente existentes donde,
al no haberse establecido aún un nuevo régimen de acumulación y un nuevo modo de regulación,
aparecen marcados por una permanente incoherencia relativa.
2. En (el Estado nación] las diferencias quedan asimiladas, destruidas o atribuidas a guetos, a enclaves
delimitados por fronteras tan claras que permiten a la nación reconocer estas diferencias aparente­
mente singulares y claramente cercadas dentro de sí misma, reafirmando simultáneamente la
homogeneidad privilegiada del resto, así como la diferencia entre ella m ism ayio que yace más allá de
sus fronteras” (Tolcilyan 1991: 6).
3. El ciberespacio, en realidad, está lejos de presentar una distribución o acceso homogéneos para
todos, y posee raíces en lugares concretos.
4. "Whitehead, citado por Harvey, afirma que "existe un número indefinido de series temporales dis­
cordantes y un número igualmente indefinido de espacios distintos” . Por ello, es importante evaluar
cómo "los múltiples procesos fluyen conjuntamente para construir un único, aunque multifacético,
sistema espaciotemporal consistente y coherente” (Harvey 1996: 2,60).
5. Esta precisión resulta importante porque el fordismo atlántico supuso un paso atrás frente a los
niveles anteriores de intemacíonalización o globalización.
6. La siguiente enumeración se inspira en Harvey (1989: 9-10).
7. El presente análisis parte de un proyecto del ESCR realizado junto con Colin Hay, que participó acti­
vamente en la creación de la inicial tipología cuádruple a partir de la cual se ha desarrollado la séx-
tuple que ahora se presenta (Beca ESCR L3n:?53o3s¡).
8. Interméstico (Intermestic) es un concepto acuñado por Duchacek para referirse al área expandida de
conexión internacional entre autoridades locales. Véase Duchacek et álii 1988.
CAPÍTULO 6
DE LA ECONOMÍA MIXTA A LA METAGOBERNANZA

El presente capítulo, sobre la base de los argumentos anteriores acerca de la


desestatalización, explora las respuestas a la crisis de la econom ía mixta,
cuyo papel en el modo de regulación del fordism o atlántico fue clave.
También parte de las anteriores elaboraciones sobre intercam bio, jerarquía
y redes como form as de gobernanza, y sugiere que se ha producido un cam ­
bio en dos aspectos distintos de su peso relativo dentro de las form aciones
sociales capitalistas. En prim er lugar, aunque las formas de organización
jerárquica han perdido peso dentro de la econom ía capitalista —entendida en
térm inos restringidos—, las organizaciones en form a de red se han vuelto
más significativas en com paración con el momento de auge del fordism o
atlántico. Por supuesto, esto no quiere decir que no hubiera redes o que no
fueran im portantes en el fordism o, ni que no hayan podido desem peñar
considerables roles en el periodo anterior al m ism o. En segundo lugar, en lo
relativo a las condiciones para la acumulación de capital en su sentido in te­
gral o inclusivo, las redes tam bién han adquirido un papel de mayor im p or­
tancia a la hora de garantizar el conjunto creciente de con d iciones
extraeconóm icas esenciales para la acum ulación de capital y, especialm ente,
para la corrección de los fallos de mercado.
Este doble desplazam iento afecta de form a evidente al tam bién doble
papel del Estado, tanto a la hora de garantizar las condiciones para una

«65
ROBERT JE S S O P

acum ulación rentable de capital privado, como para la reproducción de la


fuerza de trabajo como m ercancía ficticia. Lo cual se refleja en la reartícu--
lación del papel del Estado en el gobierno de la acum ulación de capital, y
en su papel más general de garantía de las con diciones de la cohesión s o ­
cial dentro de la form ación social en su conjunto. Podem os d escrib ir esta
rearticulación en térm inos de tendencia y contratendencia (véase el cap í­
tulo 5).
La prim era se asocia a la creciente incapacidad del ENBK de in terve­
n ir con éxito desde arriba o en unión con sus contrapartes sociales, para
corregir los fallos del mercado conform e se fue in tensificando la crisis en
y del fordism o atlántico. Se prestó, así, credib ilidad a la petición n eo lib e­
ral de "m ás m ercado, menos Estado” y a la creencia más general de que el
rediseño de las instituciones de m ercado constituía una m ejor respuesta a
los fallos del mercado que una mayor intervención estatal. Sin embargo, los
encargados de regir los ajustes de la política n eoliberal y los cam bios del
régim en n eoliberal descubrirían antes o después, no sólo que algunas fo r­
mas conocidas de fallos del m ercado com enzaba a reaparecer, sino que
tam bién se hacían evidentes otras form as, correspon dientes a la p rim acía
de otras contradicciones diferentes en el em ergente régim en de acum ula­
ción posfordista. Eso llevó a una am plia gama de fuerzas sociales a buscar
nuevas alternativas, tanto al m ercado como al Estado, para la coordinación
de sociedades cada vez más com plejas.
Este proceso de búsqueda condujo a un am plio giro hacia viejas y n ue­
vas form as de gobernanza sin gobierno, giro que suele resu m irse en la a fir ­
m ación habitual en nuestros días de que se ha producido un desplazamiento
generalizado del gobierno a la gobernanza en las dos últimas décadas. Sin
em bargo, como señalé en el capítulo anterior, esta tendencia general se ha
visto contrarrestada por otra que tam bién la com plem enta. Se trata del muy
destacado papel del Estado en la organización de las condiciones de auto-
organización que perm itan com pensar los fallos tanto de la p lanificación
como del m ercado, en una sociedad cada vez más conectada en redes. O,
por reform ularlo en relación con el desplazam iento tendencial del go b ier­
no a la gobernanza» se ha producido un desplazam iento tendencial del
gobierno a la metagobernanza. El presente capítulo se ocupa fun dam ental­
m ente de la exposición de este desarrollo aparentem ente paradójico, y lo
ejem plifica con la evolución del ENBK. Axmque antes nos ocuparem os de
d esarrollar las categorías para el estudio de la gobernanza que se p ro p u sie­
ron en el capítulo 1.

266
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

i. LAS BA SES MATERIA!.,ES DE LOS M ECAN ISM O S DE GOBERNANZA

Ya hemos visto en capítulos anteriores que mercados, jerarquías (en especial


las empresas organizadas burocráticamente y la coordinación vertical coactiva
por parte del Estado) y redes (tantoformal.es como informales) son los tres ejes
principales en torno a los cuales se organiza la gobernanza económica, política
y social en las formaciones sociales marcadas por unos niveles altos de com­
plejidad económica, política y social. Esto no excluye un papel secundario para
la comunidad (o las solidaridades de las "comunidades imaginadas”) a la hora
de complementar estas formas de gobernanza o de organizar las relaciones
sociales en el mundo de la vida. De hecho, mientras que mercados, jerarquías
y redes se ven con frecuencia minados por la supervivencia de estas solidarida­
des, también pueden lograr un impulso o beneficio adicional al realizar una
coordinación compleja por estar incrustados en tales relaciones sociales. Por el
momento, sin embargo, dejo de lado todo lo relativo a las relaciones interper­
sonales y a la incrustación social para concentrarme en el significado de m er­
cados, jerarquías y redes en la economía política del capitalismo.
Gon seguridad, no es meramente casual el que las referencias a m erca­
dos, jerarquías y redes sean tan sistem áticas en las discusiones sobre las
sociedades capitalistas modernas. Esto se hace evidente, por ejemplo, en los
recurrentes intentos de distinguir d iferen tes variantes de capitalism o
mediante conceptos tales como capitalismo liberal de mercado no coordina­
do; capitalismo del Estado desarrollista y liderado por el Estado, dirigista o
gobernado; y capitalismo corporativista, capitalismo coordinado o de econo­
mía negociada. Del mismo modo, tal como vim os en el capítulo 2, numerosos
estudiosos de los regím enes de bienestar distinguen entre regím enes lib era­
les, socialdem ócratas y conservadores-corporativistas. Los teóricos de la
ad m in istración y las p olíticas p ú b licas, por su parte, suelen d iferen ciar
las formas de adopción de políticas de mercado, burocráticas y participativas. La
recurrencia de estas figuras podría sencillam ente interpretarse como un
residuo intelectual del triplete conceptual proveniente de la Ilustración
"mercado, Estado y sociedad civil” , y sin duda resulta interesante hasta qué
punto ha viajado este trío de conceptos incluso para organizar la investiga­
ción sobre las sociedades asiáticas para las que su relevancia no es desde
luego evidente1 . Ahora bien, tam bién podría explicarse su repetición en té r­
m inos de ciertos rasgos de la organización de las form aciones sociales cap i­
talistas. Si este fuera el caso, deberíam os preguntar igualmente por qué varía
su peso relativo en los diferentes tipos de capitalism o y a lo largo del tiempo.

267
ROBERTJESSOP

¿Ofrece la matriz general del modo de producción capitalista una respuesta


parcial a ambos problem as?

INTERCAMBIO DE MERCADO Y LIBERALISMO

El liberalismo enfatiza el papel del intercambio de mercado como mecanismo


de coordinación. Desde el punto de vista económico, el liberalismo apoya la
extensión de la economía de mercado mediante la generalización de la forma
mercancía a todos los factores de producción (incluyendo la fuerza de trabajo y
el conocimiento), así como la difusión del intercambio monetarizadoy form al­
mente libre al mayor número posible de esferas de las relaciones sociales.
Desde el punto de vista político, supone que la toma de decisiones colectivas
debería implicar: (i) un Estado constitucional con una limitación de los pode­
res sustantivos de intervención económica y social; (2) el compromiso de
maximizar la libertad formal de las partes contrayentes en la economía y la
libertad sustantiva de los sujetos legalmente reconocidos en la esfera pública.
Esta última se basa, a su vez, en la libertad espontánea de asociación de los
individuos para realizar cualquier actividad social no prohibida por una ley
constitucionalmente válida. Ideológicamente, el liberalism o afirm a que las
relaciones económicas, políticas y sociales resultarán óptimamente organiza­
das mediante las opciones formalmente libres de actores formalmente libres y
racionales que tratan de conseguir su interés material o ideal en un marco in s­
titucional que, accidentalmente o como consecuencia de su diseño, maximiza
la gama de opciones formalmente libres2. Estos tres principios pueden entrar
en conflicto en lo relativo al alcance de las relaciones anárquicas de mercado, a
la toma de decisiones colectivas y a la autoorganización espontánea, así como
acerca de las libertades form ales y sustantivas disponibles para los sujetos eco­
nómicos, jurídicos o civiles. Sin embargo, como señaló Marx "entre derechos
iguales, decide la fuerza” (1996: 243) ■En otras palabras, dentro de la matriz de
principios liberales, el equilibrio relativo de liberalism o económico, político y
civil depende del cambiante equilibrio de fuerzas dentro de un compromiso
institucionalizado (pero m utable).
La reaparición del liberalism o en form a de neoliberalism o suele atri­
buirse al éxito de un proyecto hegemónico que presta su voz a los intereses del
capital financiero y/o transnacional. Su reciente hegem onía .dentro de los
regímenes neoliberales depende sin duda de su éxito en el ejercicio del lid e­
razgo político, intelectual y m oral a la hora de elaborar una respuesta a la c r i­
sis del fordismo atlántico. Y aparece tam bién claramente relacionado con la

268
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

creciente importancia del concepto monetario del capital (véanse los capítu­
los a y 3). Ahora bien, su resonancia está tam bién enraizada más profunda­
mente en la naturaleza general de las form aciones capitalistas. De ahí que
liberalism o puede ser considerado una filosofía más o menos "espontánea”
dentro de las sociedades capitalistas, en la m edida en que ofrece un im agina­
rio económico, político y social casi autoevidente y convincentemente natu­
ral, que se corresponde con los rasgos generales de la sociedad burguesa. Más
precisamente, es consistente con cuatro de estos rasgos.
El prim ero de ellos es la institución de la propiedad privada, es decir, la
ficción jurídica del control y la pertenencia privada autónomos de los facto­
res de producción. De esta forma, se estim ula a los dueños de esta propiedad
individual y a quienes disponen de m ercancías ficticias como la fuerza de
trabajo, los recursos naturales y, en especial en las aproximadamente dos
últimas décadas, la propiedad intelectual, a considerarse con derecho a
em plear o enajenar su propiedad en la form a en que consideren convenien­
te, sin tomar en consideración la interdependencia sustantiva de sus activi­
dades en una econom ía y en una sociedad de mercado. En este reino, "rein a
la Libertad, la Igualdad, la Propiedad y Bentham, ya que tanto el comprador
como el vendedor de una m ercancía, digam os de la fuerza de trabajo, sólo
aparecen constreñidos por su propio libre albedrío” (Marx 1996: 186). En
segundo lugar, y relacionado con lo anterior, hace su aparición la "libre elec­
ción” en el consumo, ya que quienes disponen del suficiente dinero pueden
decidir qué quieren com prar y cómo gastarlo. En tercer lugar, la separación
institucional y la autonomía operativa de la econom ía y del Estado hacen que
la intervención de este último parezca una introm isión exterior en las activi­
dades de unos agentes, de otro modo, económ icam ente libres. En principio,
puede tratarse de una condición extraeconóm ica mal recibida pero necesaria
para un mercado libre ordenado. Sin embargo, sí se lleva más allá de la d efi­
nición socialm ente prevalente acerca de su papel aceptable como guardián
nocturno m ínim o, aparecerá como un obstáculo al libre mercado o como
opresión política directa. Lo cual, obviam ente, sucederá incluso en mayor
grado cuando la intervención estatal, aunque no traspase este mínimo
socialmente aceptado, afecte intereses particulares inm ediatos. Y, en cuarto
lugar, debemos considerar la estrecham ente relacionada separación institu­
cional entre sociedad civil y Estado. Con ella se estimula la creencia de que la
intervención estatal es una introm isión en las opciones form alm ente libres
de m iem bros particulares de la sociedad civil, una vez que se han establecido
las condiciones para el orden social.

269
ROBERTJESSOP

Con todo, la oposición al liberalismo también puede surgir de manera


"espontánea” sobre la base de otros cuatro rasgos de las relaciones sociales
capitalistas. En prim er lugar, la creciente socialización de las fuerzas de pro­
ducción, pese a la continuidad de la propiedad privada de los medios de
producción, sugiere la necesidad de una colaboración ex ante entre los grupos
de productores para lim itar la anarquía del mercado, ya sea mediante planifi­
cación vertical y diferentes formas de autoorganización. En segundo lugar, nos
encontramos con los dilemas estratégicos que producen los intereses compar­
tidos de los productores (incluyendo a los perceptores de salarios) para la
maximizacíón de los ingresos totales medíante la cooperación, y sus intereses
divididos y potencialmente conflictivos sobre la forma de distribución de estos
ingresos. Diversos mecanismos de gobernanza distintos del mercado pueden
contribuir a equilibrar cooperación y conflicto. En tercer lugar, aparecen las con ­
tradicciones y conflictos asociados a la dependencia mutua de los sistemas eco­
nómico y político institucionalmente separados. Esto conduce a diferentes
lógicas de acción económica y política y, al mismo tiem po, genera la necesidad
de consultas sobre el impacto económico de las políticas estatales y la repercu­
sión política de la toma de decisiones privadas de carácter económico. Y cuar­
to, los problemas generados por la naturaleza de la sociedad civil o del mundo
de la vida como esfera del interés particular, por oposición a la supuesta incor­
poración por parte del Estado de los intereses universales. Esto apunta a la
necesidad de algún mecanismo institucional de mediación entre lo particular y
lo universal, y dado que resulta imposible lograrlo en térm inos abstractos, a
alguna definición hegemónica del "interés general" (sobre la naturaleza siem ­
pre imperfecta y estratégicamente selectiva de tales reconciliaciones, véase
Jessop 1990b).
Esto sugiere que si el liberalism o puede ser interpretado como una filo ­
sofía más o m enos "espontánea” , enraizada en las relaciones sociales capita­
listas, habría que reconocer tam bién que es proclive a la "com bustión
espontánea” , consecuencia de las tensiones inherentes a estas mismas rela­
ciones. Esto ya fue puesto de m anifiesto en la crítica de Polanyi (1944) al lib e­
ralismo de finales del siglo XIX, en la que se afirmaba que, en respuesta a las
tendencias a la crisis del capitalismo del laissez-faire, muchas fuerzas sociales
lucharon por reincrustar y volver a regular el mercado. La eventual solución
de compromiso fue una economía de mercado incrustada e n y sostenida poruña
sociedad de mercado. La misma argumentación se aplica al capitalismo neoli­
beral- Así, tras los esfuerzos del "repliegue neoliberal” por liberar la econo­
mía de mercado neoliberal de sus diferentes im pedim entos corporatívistas y

27°
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

estatistas, en la actualidad asistimos a los intentos de garantizar su viabilidad


a medio plazo, mediante su incrustación en una. sociedad de mercado n eo li­
beral (véase P eck y Tickell 2 0 0 2 ; ) . Lo cual conlleva medidas para desplazar o
diferir las contradicciones y conflictos más allá de los horizontes espaciotem ­
porales de un régimen concreto, así como una serie de medidas com plemen­
tarias para flanquear, apoyar y sostener la continuidad de la dominación del
proyecto neoliberal dentro de dichos horizontes (Jessop 2002c).

LA DMSIÓN DEL TRABAJO Y EL CORPORATIVISMO

Esta línea argumental no se refiere sólo al liberalism o y al neoliberalismo.


También los otros dos modos de gobernanza típicos de las formaciones socia­
les modernas aparecen profundamente enraizados en la organización econó­
mica, política y social del capitalismo, y están igualmente atravesados por
tensiones y contradicciones. A continuación, analizaremos brevemente el cor­
porativismo como una expresión económica y política dentro del capitalismo
referida a un patrón más general de gobernanza heterárquica (véase p. 60 e
infra). El corporativismo es una forma de representación funcional que presupo­
ne un sistema interconectado de representación, adopción e implementación
de políticas basado en la presunta función (socialmente definida) de las dife­
rentes fuerzas en la división del trabajo. Esta definición establece los rasgos
genéricos del corporativismo, pero omite la especificidad de las instancias con­
cretas que se derivan de los rasgos secundarios del mismo en cada circunstan­
cia. Entre estos rasgos se incluyen su justificación ideológica, su legitimación
política, su base funcional y sus concretas formas organizativas de representa­
ción, los diferentes niveles en los que se organizan las estructuras corporativas,
el verdadero alcance, objetivos y modos de adopción de las políticas, sus for­
mas específicas de implementación y el puesto (si es que lo tiene) del corpora-
tívismo en la confíguracióngeneral de los órdenes económico, político y social.
El corporativismo surgió en Europa por primera vez como crítica político-
ideológica reaccionaria y utópica, con fuertes acentos organicistas, del capita­
lism o liberal. Su segunda versión m ás im portante se relaciona con el
"capitalismo organizado” de finales del siglo X IX y comienzos del XX. Esta ver­
sión no se oponía al capitalismo como tal (que ya se había consolidado y
comenzaba a desarrollar sus tendencias monopolísticas e imperialistas), sino
que estaba más bien preocupada por la amenaza revolucionaria que suponía el
trabajo organizado. Estas dos versiones desempeñaron un papel fundamental
en el surgimiento de los regímenes de bienestar conservadores-corporativistas

271
ROBERTJESSOP

(véase el capítulo 2). Una tercera fase del corporativism o asistió a la aparición
del tripartism o en el contexto del fordism o atlántico de posguerra, y se asocia
con los ENBK. Surgido durante la reconstrucción de la Europa de posguerra
como alternativa al fascism o y al capitalismo liberal, fue defendido por los
democratacristianos y los conservadores ingleses de "Una Nación” , así como
por los socialdemócratas. Y reapareció de nuevo en algunas economías del
fordismo atlántico en los años sesenta y setenta, con la esperanza de moderar
las incipientes tendencias estanflacionistas (véase el capítulo 2). La cuarta
variante del corporativismo adquirió importancia en los años ochenta y noven­
ta, y es probable que siga expandiéndose en la próxima década. Aunque es
menos frecuente discutirla en térm inos corporativistas (en parte, como conse­
cuencia de su negativa asociación a las crisis de los años setentay a los sin d i­
catos), en la actualidad existe un reconocim iento cada vez más general de la
existencia de pactos sociales corporativistas en los regím enes de bienestar
europeos en diferentes escalas. A ello se hace referencia en térm inos de
redes, partenariado público-privado, alianzas estratégicas, colaboración
interorganizativa, autorregulación regulada, accionariado social, solidarida­
des productivas, coaliciones productivas, regiones de aprendizaje, economía
social y democracia asociacional.
Esta reaparición del corporativismo, aunque en distintas presentaciones, se
debe, como la reaparición del liberalism o, a ciertos rasgos materiales de las
formaciones capitalistas. Se trata de los m ism os rasgos que tienden a generar
límites a una forma de organización capitalista basada únicamente en el m er­
cado, y que ya se especificaron antes. De form a resumida y para evitar repeti­
ciones innecesarias, se trata de: (1) la creciente socialización de las fuerzas de
producción, a pesar de la continuidad de la propiedad privada de los m edios
de producción; (3) los dilemas que plantea el interés compartido de las clases
y grupos de productores en la maximización de los ingresos totales y el conflic­
to sobre su distribución; (3 ) la necesidad de consultas entre fuerzas operativa y
organizativamente separadas pero funcionalmente interdependientes, acerca
del impacto económico de las políticas estatales y de la repercusión política de
la toma privada de decisiones económicas-, y (4.) los problemas generados por la
naturaleza de la sociedad civil como esfera de los intereses particulares. Cada
una de estas cuatro bases resulta inherentem ente contradictoria y provoca
inestabilidades en las propias tendencias corporativistas que ayudó a generar.
Encontramos aquí una parte importante de la explicación de los ciclos recu­
rrentes de auge del corporativismo, caída y regreso bajo una forma diferente.
Este patrón puede detectase en los ciclos de políticas corporativistas dentro de

272
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

un estadio concreto del capitalismo, así como en el surgimiento de nuevas for­


mas de corporativismo asociadas a diferentes fases del capitalismo.

SEPARACIÓN INSTITUCIONAL Y ESTATISMO

La coordinación coactiva es el tercer modelo de gobernanza que analizaremos a


continuación. Posee un importante papel en la gobernanza de la economía
entendida en sentido restringido, a través del desarrollo de la empresa y de
otras formas jerárquicas. Ahora bien, su papel resulta incluso más evidente en
las actividades de esa organización jerárquica inclusiva que no está, a su vez,
sujeta a control por parte de ninguna otra organización supraordenada-, es
decir, la forma Estado soberano típica de las form aciones sociales capitalistas.
Esto se refleja en la clásica definición de Weber del Estado moderno en térm i­
nos de sus medios característicos de control político, y en el postulado de la
teoría realista de las relaciones internacionales según el cual las relaciones
entre Estados soberanos es de pura anarquía. Weber analizaba el Estado como
una asociación coactiva que ha logrado monopolizar con éxito el uso legítimo de
la fuerza como forma de dominación dentro de un determinado territorio. Sus
rasgos deñnitorios eran la existencia de un personal administrativo, los
medios de la coacción organizada, una reclam ación efectiva del ejercicio legí­
timo de la coacción, un territorio específico en el que se ejercía dicha coacción
y los sujetos sobre los que se volcaba (Weber 1948). Esta definición es cohe­
rente con la idea de que el Estado es un aparato que toma decisiones que son
colectivamente obligatorias para los m iem bros de una determinada sociedad y
que se justifican en nombre del interés público o del bien común (véase el
capítulo 1), aunque también podría conducir a un excesivo énfasis en el papel
de la fuerza en las actuaciones rutinarias del Estado, en perjuicio de otros
modos de intervención estatal. Como se señaló en el capítulo i, el tipo capita­
lista de Estado puede intervenir no sólo mediante el ejercicio de la coacción
legítima organizada y de la legislación aprobada conforme al debido proceso,
sino también a través de su control de los recursos fiscales y monetarios (aso­
ciados a su monopolio de la fiscalidad organizada basada en su monopolio de la
coacción y en su control de la divisa legal y el banco central), mediante un rela­
tivo monopolio de la inteligencia y mediante sus poderes de persuasión moral
enraizados en la articulación de estrategias hegemónicas de acumulación, pro -
yectos estatales y visiones hegemónicas. El alcance de estos poderes estatales es
especialmente problemático para muchas de las políticas claramente económi­
cas y sociales que realiza el tipo ideal de ENBK y el Régimen Posnacional de
ROBERT JESSOP

Trabajo Schumpeteriano, por oposición a las funciones genéricas del Estado


moderno (o tipo de Estado capitalista) en las sociedades capitalistas.
Desde un punto de vista más general, resulta evidente queW eberse esfor­
zó por enfatizar que existe una considerable variación en el peso de la coordi­
nación coactiva dentro del patrón general de la intervención estatal. Por
ejemplo, en lo relativo a las condiciones para la acumulación de capital, lo que
en modo alguno constituye la totalidad de la actividad estatal, el papel de la
coordinación coactiva suele ser más significativo a la hora de establecer las
condiciones iniciales de la misma (la prim era ronda de acumulación prim iti­
va) y para la reproducción de sus condiciones externas generales3. La confian­
za en la coordinación coactiva (o intervención estatal vertical) tiende además a
incrementarse cuando las form as de propiedad privada bloquean el crecim ien­
to de la socialización de las fuerzas de producción, cuando el conflicto de clases
y/o el conflicto entre poseedores de diferentes derechos alas rentas amenazan
la acumulación, cuando la lógica de la acción económica entx'a en conflicto con
importantes objetivos políticos, o cuando los intereses particulares amenazan
la realización de ciertas estrategias de acumulación, de proyectos estatales y
proyectos hegemónicos particulares con los que el Estado pueda haberse aso­
ciado en cada momento. Y, por supuesto, el recurso a la coerción organizada
más que en el derecho, tiene su mayor importancia en las fases iniciales de los
periodos excepcionales en los que el Estado soberano declara el estado de
emergencia y suspende los principios de democracia formal en los que se basa
la forma democrática normal del Estado constitucional burgués. Dichas situa­
ciones no tienen una importancia tan determinante en los países objeto de
atención en este trabajo, pero han despeñado un papel clave en Estados y
regiones mas allá de las fronteras asociadas al arreglo espaciotemporal del fo r­
dismo atlántico (por ejemplo, en las dictaduras m ilitares de los países produc­
tores de petróleo de los que tan profundamente dependen las economías del
fordismo atlántico).

1A PARADOJA DE LA GOBERNANZA

Existen curiosas com plem entariedades en la oscilación y recurrencia de los


diferentes modos de gobernar la relación de capital. Por ejem plo, m ientras
que el liberalism o tiende a regenerarse "espontáneam ente” sobre la base de
algunos rasgos clave de las sociedades capitalistas, dicha regeneración
encuentra obstáculos tam bién en algunos otros de estos m ism os rasgos clave.
Y, mientras que estos últim os sirven de base para el resurgim iento de otros

274
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

discursos, estrategias y paradigmas organizativos, tales como el corporativis­


mo o el estatismo, su realización suele verse im pedida, a su vez, justamente
por los rasgos que genera el liberalism o. En térm inos generales, estas ten-
dencias y contratendencias mutuamente relacionadas, producen oscilacio­
nes en el peso relativo de los diferentes tipos de coordinación y en los modos
de adopción de decisiones. Dicho lo cual, ciertos principios de gobernanza
parecen más o menos adecuados a los diferentes estadios del capitalismo y a
sus variantes contemporáneas. Así, el liberalism o estaba probablemente
m ejor adaptado para dirigir las form as de capitalismo competitivo que otras
posteriores —aunque Polanyi y otros han señalado que poseía importantes
lim itaciones incluso para el capitalismo competitivo—, y m ejor adaptado a las
economías de mercado no coordinadas que a las coordinadas, para las que
resultan m ejores el estatismo y el corporativism o (véanse Coates 2000; Hall
y Soskice 30 0 1b ; Hollingsworth y Boyer 1997b; Huber y Stephens 30 0 1). De
este modo, es posible que las diferen tes fases y form as del capitalism o
posean atractores (o centros de gravedad) institucionales característicos, en
tom o a los cuales se produce la oscilación. Igualmente, es probable que las
diferentes variantes de estas form as y fases posean diferentes patrones de
gobernanza estructural mente acoplados a sus patrones específicos de espe-
cialización y a sus dinám icas de crecim iento. Se trata de un rico campo de
investigación que ya ha sido intensamente explorado y que no deberla dete­
nernos.

%. FALLOS DEL MERCADO T FALLOS D EL ESTADO

En la sección anterior he tomado en consideración tres tipos básicos de gober­


nanza y he indicado en térm inos abstractos y sim plificados de qué modo se
enlazan con los rasgos generales de las formaciones sociales capitalistas, y en
qué forma dichos rasgos tienden tam bién a socavarlos. De esta manera, obte­
nemos una explicación general de los posibles ciclos en los que el peso relativo
de los diferentes modos de gobernanza ascienden y caen para ascender de
nuevo. En esta sección, me referiré a las fuentes de fracaso interno de cada uno
de estos mecanismos, que refuerzan estas tendencias generales y nos ayudan a
explicar algunos de los aspectos más concretos y complejos de la variación en
los patrones de la gobernanza. Nuevamente, comenzaré con el mecanismo de
coordinación dominante en las relaciones sociales capitalistas, es decir, el
mecanismo de mercado.

*75
ROBERT JESSOP

FALLOS DEL MERCADO

Muchos econom istas ortodoxos suelen pensar que la "racionalidad procedí-


m ental” de los m ercados perfectos garantiza el éxito del mercado. El fracaso
se produce cuando los intercam bios económ icos no producen lo que un m er­
cado perfecto (y, por tanto, imaginario) podría ofrecer. Dado que la raciona­
lidad de mercado depende del intercam bio libre e igual más que de los fines
de las transacciones económicas, el éxito o el fracaso del mercado no puede
ser, por lo general, evaluado mediante criterios subjetivos tales como el
impacto desigual de las fuerzas del m ercado en la riqueza, el ingreso, las
posibilidades de vida o el desequilibrio regional. Siem pre que estas d esi­
gualdades se deriven de (o sean consistentes con) el funcionam iento de los
m ercados perfectos, deben considerarse racionales y justas. Como mucho,
estos problem as podrían considerarse como "inadecuaciones” más que
como verdaderos fallos del mercado. Ahora bien, desde luego no faltan las
reclam aciones por estas inadecuaciones, ni acerca de la necesidad de rem e­
diarlas junto con los fallos del mercado, m ediante acciones sociales y p o líti­
cas de diversos tipos.
En un marco de mercado racional, el Estado y el m ercado aparecen
netam ente dem arcados. El Estado debería m antenerse a ú n a prudente d is ­
tancia de las fuerzas del m ercado, lim itándose a establecer y defen der los
m arcos para sus in stitu cio n es. De esta form a, este últim o podrá asig n ar
los bienes y servicios en la form a más eficiente. El m ercado funciona ad e­
más como un m ecanism o de aprendizaje. A sí, Hayelc sostiene que el fallo
del mercado es esencialm ente un m ecanism o de aprendizaje m ediante
"en sa y o -e rro r” , en virtud del cual los m ercados estim ulan a los agentes
económ icos a que aprendan e innoven. Según este punto de vista, el m erca­
do ofrece a largo plazo el m ecanism o más flexible y m enos desastroso de
coordinación y adaptación frente a entornos turbulentos y con com plejas
interdependencias. Más aún, tanto para los teóricos neoclásicos como para
los austríacos, la respuesta inicial al fallo del m ercado es "m ás m ercado, no
m enos” , incluso si a menudo ello exige a corto plazo una nueva in terven ­
ción estatal; aun cuando sea discutible, por decir lo m enos, que ni siquiera
los m ercados perfectos pudieran elim inar todas las form as de fallo del
mercado. Incluso los econom istas neoclásicos reconocen hasta qué punto
los m ercados pueden no "capturar adecuadam ente todos íos beneficios
sociales o recaudar los costes sociales totales de la actividad del m ercado”
CWolf 1979: i 38 ).

276
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Este tipo de enfoque es claramente incompatible con el defendido aquí.


Como he señalado en el capítulo i, no son los mercados como tales lo distinti­
vo del capitalismo, sino su extensión a la mano de obra como mercancía ficti­
cia. No es la eficacia inherente a los m ercados la que conduce a la "creación
de riqueza” o al "crecimiento económico” . Por el contrario, su logro depende déla
explotación mediada por el mercado del trabajo asalariado y de la búsqueda
competitiva (y creativamente destructiva) de beneficios por encima de la
media. Estos dos procesos, a su vez, suponen luchas por acumular poder
estructural para configurar el funcionamiento de las fuerzas del mercado y
controlar las condiciones de valorización y realización del capital. Es más,
como ya se dijo en el capítulo i, la relación de capital considerada como una
relación puramente económica (o mediada por el mercado) resulta constituti­
vamente incompleta. Su reproducción continuada depende de forma inestable
y contradictoria de las cambiantes condiciones extraeconómicas. Mientras que
los mercados puedan m ediar la búsqueda de valor añadido, no pueden produ­
cirlo. Además, en la medida en que la mercantilización y la mercantilización
ficticia ensanchan y profundizan su penetración de las relaciones sociales,
generan contradicciones que no pueden resolverse por completo mediante el
mecanismo de mercado, pudiendo sólo ser diferidas y desplazadas (capítulos
1-5 ). En este sentido, gran parte de lo que pasan por ser fallos o inadecuacio­
nes del mercado son en realidad expresión de las contradicciones subyacentes
del capitalism o. De este modo, m ientras que los m ercados pueden m ediar
las contradicciones y m odificar sus form as de aparición, no pueden trascen­
derlas. Igualmente, aunque el Estado puede intervenir en repuesta a los fallos
del mercado, por lo general sólo m odifica las formas o lugares de dichas con­
tradicciones —introduciendo las luchas de clase dentro del Estado y también
generando tendencias hacia la crisis fiscal, de legitimidad, de racionalidad,
etc.—, o bien las desplaza o difiere más allá de las fronteras espaciotemporales
asociadas a ese concreto Estado.

FALLOS DEL ESTADO

La racionalidad de la actividad estatal no es procedimental (como la del m erca­


do) sino sustantiva. Esta racionalidad se expresa mediante la coordinación
coactiva (o jerárquica) más que con la anarquía de las fuerzas del mercado. En
su form a pura, la racionalidad aparece en la definición y obligatoriedad de las
decisiones colectivamente vinculantes, realizadas en nombre del interés
público o la voluntad general. Pero tam bién puede detectarse en la definición

377
R08ERTJESSOP

de proyectos colectivos que se ejecutan mediante planificación y coordinación


verticales. Los fallos del Estado, por consiguiente, se valoran siguiendo esta
racionalidad sustantiva: se refieren al fracaso en la realización de los propios
proyectos políticos del Estado, en los términos de sus propias reglas y procedi­
mientos de actuación. En los regím enes dem ocráticos, estas reglas y p ro ce­
dimientos incluyen el respeto a la legalidad y la renovación periódica de los
mandatos populares. Así, el criterio fundamental para identificar los fallos del
Estado no es su eficacia en la asignación (tal como se define en términos de
racionalidad procedimental del mercado). Por el contrarío, es la efectividad
(tan pronto simbólica como material) con la que se realiza cada concreto p ro ­
yecto estatal. Sin duda es posible incluir a la eficacia entre los criterios de éxito
de algunos proyectos concretos. Así, "la relación calidad-precio” constituye
uno de los objetivos del proyecto estatal neoliberal.
Es más, del mismo modo que resulta posible relacionar los fallos del m er­
cado con factores sustantivos que bloquean la realización de su racionalidad
procedimental, los fallos del Estado pueden vincularse con factores procedí-
mentales concretos que bloquean una eficaz form ulación e implementación de
las políticas. Por ello, diferentes autores han sugerido que la planificación, la
burocracia, la participación, la confianza en el conocimiento técnico, etc., pue­
den presentar fallos diferentes a la hora dé generar políticas adecuadas y para
asegurar su realización efectiva. Las tendencias resultantes hacía las crisis fis ­
cales o de implementación pueden conducir, a su vez, a problem as de legitim i­
dad si se difunde la percepción de que no se están logrando los objetivos
públicos del Estado. Una posible respuesta a este problem a dentro del Estado
es una circulación constante entre los diferentes modos de adopción e im ple-
mentación de políticas, en un intento de compensar sus respectivas tendencias
al fallo (Offe 1975).
Del mismo modo que los economistas neoclásicos form ulan suposiciones
poco realistas sobre el mercado, los economistas del bienestar sostienen a fir­
maciones improbables sobre los Estados. Asum en no sólo que los Estados
poseen toda la inform ación necesaria para m aximizar el bienestar social, sino
que disponen tam bién tanto de las capacidades organizativas internas como
de los poderes de intervención externa necesarios para lograr los objetivos
públicos. Lejos de esto, los siguientes aspectos están ampliamente reconoci­
dos: (1) los gestores estatales (en especial los de elección política) tienen un
horizonte temporal cortoplacista y son vulnerables a los grupos de presión.;
(2) los Estados están sometidos a una racionalidad limitada (información
limitada, incertidumbre y presión temporal) en su actividad; (3) con frecuencia

278
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

persiguen múltiples objetivos contrarios y hasta contradictorios, muchos de


los cuales son, además, intrínsecamente irrealizables-, (4) las capacidades del
Estado se encuentran limitadas tanto por "internalidades” (cálculo de costes
y beneficios privados diferentes de los objetivos públicos), como por resis­
tencias externas; (5) los resultados ajenos ai mercado suelen ser por principio
difíciles de definir, a menudo están mal definidos en la práctica y resultan
complicados de medir; y (6) la intervención estatal puede provocar un com ­
portamiento de búsqueda de renta entre los receptores de las políticas, que
provoque una redistribución en lugar de una creación de recursos (Offe 1975;
Wolf 1979).
Existen diferentes respuestas ante los fallos del Estado. Los críticos libe­
rales consideran las fuerzas del mercado como un mecanismo de aprendizaje y
autocorrección, y al Estado como inherentemente incorregible e ineducable.
No se cuestionan si sería posible corregir los fallos del Estado de forma análo­
ga a como se corrigen los fallos del mercado, sino que tratan de sustituir el uno
por el otro. En cambio, otros críticos admiten los ciclos de políticas autoco-
rrectoras y el rediseño institucional en el Estado. Entre las medidas relevantes
en este último aspecto para mejorar la coordinación e implementación de las
políticas, podríamos incluir la redeñnición de la división del trabajo en el
Estado y en el sistema político en general, la mayor autonomía estatal para
hacerlo menos vulnerable a los grupos de presión particularistas, la mejora de
la reflexividad (incluyendo las auditorías completas y la cultura contractual)
y la reorientación de los horizontes temporales en favor de una adopción y
recepción de políticas a largo plazo.

IA HETERARQUÍA GOMO RESPUESTA A LOS FALLOS DEL MERCADO Y DEL ESTADO

Los análisis del mercado y los fallos del Estado parecen con frecuencia d es­
cansar en posiciones teóricas y político-ideológicas diam etralm ente opues­
tas. Sin embargo, asumen ciertas presunciones de base. Am bas suponen una
distinción dícotómíca público-privado y una concepción de suma cero de las
correspondientes esferas del mercado y el Estado. De este modo, los críticos
de los fallos del Estado consideran, de un lado, a la economía como el lugar de
los intercam bios voluntarios y mutuamente ventajosos entre agentes econó­
m icos autónomos, iguales y form alm ente lib res; por otro, ven al Estado
como dependiente de una coacción organizada que invade las libertades
privadas de los ciudadanos (especialmente en su condición de agentes econó­
m icos). Por el contrario, los críticos de los fallos del mercado consideran al

379
ROBERTJESSOP

Estado como una autoridad soberana autorizada para perseguir el interés


público frente a los intereses a corto plazo, egoístas y particularistas de los
ciudadanos (en especial los de los propietarios). En ambos casos, cuanto más
Estado haya, m enos mercado habrá-, lo que varía es la evaluación positiva o
negativa de dicha relación. Del m ism o modo, m ientras que los que creen en
la bondad de las fuerzas del mercado consideran los fallos estatales como
norm ales y los del mercado como excepcionales, quienes confían en la racio ­
nalidad del Estado, y en que incorpora el interés público, suelen considerar
los fallos del mercado como inevitables y los del Estado como algo que, si no
excepcional, es al m enos coyunturaly puede, consecuentem ente, ser supera­
do mediante una m ejora en el diseño institucional, el conocim iento o las
prácticas políticas.
Una tercera vía entre la anarquía del mercado y la jerarquía de la coordi­
nación colectiva es la "heterarquía” , que supone auto organización horizontal
entre actores mutuamente interdependientes. Entre sus formas encontramos
las redes interpersonales, la negociación interorganizacional y la conducción
contextual intersistém ica y descentralizada (dezentríerte Konteztsteuemng). Las
dos prim eras formas de gobernanza deberían resultar fam iliares para los lec­
tores, la tercera merece algunos comentarios. En ella se incluyenlos esfuerzos
por conducir (guiar) el desarrollo de sistem as diferentes teniendo en cuenta
sus respectivas racionalidades y códigos operativos, y sus diferentes interde­
pendencias sustantivas, sociales y espaciotemporales. Esto se facilita m edian­
te una comunicación orientada a la "reducción de ruido” intersistém ica, a la
negociación, a la coordinación negativa y a la cooperación en proyectos com ­
partidos. Y se refleja en el uso de medios de comunicación simbólicos tales
como el dinero, el derecho o el conocimiento para m odificar los contextos
estructurales y estratégicos en los que funcionarían los diferentes sistemas, de
manera que la realización de los proyectos compartidos se derive de sus p ro­
pios códigos operativos, más que de la coordinación coactiva (véanse Glasgow
y Willke 1987; Willke 1993, 1997).
La racionalidad de la gobernanza no es ni procedimental ni sustantiva,
sino que es preferible definirla como "reflexiva” . Mientras que la racionalidad
procedimental de los mercados capitalistas es de naturaleza esencialmente
formal y prioriza una interminable persecución "econom icista” de la maxim i-
zación de los beneficios, la racionalidad sustantiva del gobierno está orientada
a metas y prioriza el logro "efectivo” de las diferentes metas de las políticas
públicas. La gobernanza heterárquica coloca la negociación acerca de un p ro­
yecto consensuado a largo plazo, como base para la coordinación negativa y

280
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

positiva entre actores interdependient.es. La clave de su éxito tiene tres aspectos:


el compromiso permanente con el diálogo para generar e intercambiar una
mayor información (restringiendo de este modo, aunque sin llegar nunca a e li­
minarlo, el problema de la racionalidad limitada); la reducción del oportunis­
mo, al apresar a los participantes en una gama de decisiones interdependientes
en horizontes de corto, medio y largo plazo; y aprovechar las interdependen­
cias y riesgos asociados a la "especificidad de los activos” , estimulando la soli­
daridad entre los socios. La racionalidad de la gobernanza es dialógica antes
que monológica, pluralista antes que monolítica, heterárquica antes que jerár­
quica o anárquica. Además, todo ello sugiere que no existe un único m ecanis­
mo óptimo de gobernanza.
En las últimas dos décadas se ha recurrido cada vez más a la heterarquía en
numerosos sistemas y esferas del mundo de la vida. Esto se hace particular­
mente evidente en la explosión de las alusiones a las redes (por ejemplo, la
empresa red, el Estado red, la sociedad red, la guerra basada en redes) y en el
creciente interés en la negociación, la cooperación multiagencia, el partena­
riado, el accionariado social, etc. Se trata de una respuesta secular a una dra­
mática intensificación de la complejidad social. Varias son sus fuentes: (i) una
más amplia diferenciación funcional combinada con una mayor interdepen­
dencia; (3) la mayor vaguedad de algunos lím ites institucionales, por ejemplo,
en lo relativo a qué se considera "económ ico” en una era de creciente compe-
titividad sistémica o estructural; (3) la multiplicación y reescalado de los hori­
zontes espaciales; (4,) la mayor complejidad de los horizontes temporales de
acción; (5) la multiplicación de las identidades, y (6) la creciente importancia
del conocimiento y del aprendizaje organizado. Esta complejidad se refleja en
las preocupaciones acerca de la gobernabilidad de la vida económica, política y
social frente a la globalización y el conflicto de identidades. Implica también,
que han surgido nuevos problemas que no es posible gestionar o resolver rápi­
damente, sí es que acaso esto fuera posible, mediante la planificación vertical
del Estado o la anarquía del mercado. Todo ello ha provocado un desplaza­
miento en el centro de gravedad institucional (o atractor institucional) en
tom o al cual, quienes realizan las políticas escogen entre diferentes modos de
coordinación.
Las condiciones de éxito de la racionalidad reflexiva son tan complicadas
como las de los mercados bien ordenados o las de la planificación estatal. Las
redes interpersonales, la negociación interorganízacionaly el pilotaje intersis-
témico plantean problemas diferentes, y también los objetivos concretos de la
gobernanza pueden afectar sus probabilidades de éxito. Por ejemplo, el

281
ROBERT JESSOP

gobierno de la economía mundial, de los regímenes de derechos humanos, del


crimen transnacional o de los movimientos sociales transnacionales implica,
sin duda, problemas muy diversos. También son distintos los problemas que
plantean para la gobernanza tanto los entornos turbulentos como los relativa­
mente estables, especialmente si consideramos que hace falta tiempo para que
la autoorganizacíón llegue a actuar consensualmente. Los mecanismos de
gobernanza deben lograr un marco en el que los correspondientes actores pue­
den alcanzar acuerdos sobre los horizontes tem porales y espaciales de acción
(aunque posiblemente diferentes) en relación con su entorno. También deben
estabilizar las expectativas cognitivas y normativas de estos actores, diseñando
y promoviendo una "visión del mundo" común, e ideando soluciones adecua­
das a los problemas secuenciales. De esta forma, será posible producir un
orden predecible de las diferentes acciones, políticas y progresos, especial­
mente allí donde posean diferentes lógicas temporales. De lo que aquí se trata
es de establecer unas bases seguras de coordinación con su propia selectividad
estratégica estructuralmente incrustada. Ciertamente, no puede haber una
garantía de éxito en la persecución de los objetivos colectivos mediante la auto -
organización, como tampoco la hay en la confianza en la mano invisible del
mercado o en el puño de hierro (acaso con guante de terciopelo) de la coordi­
nación coactiva. Sin embargo, frente a la evidencia de los continuos fallos del
mercado y el Estado, las redes y la autoorganización pueden resultar una alter­
nativa atractiva (para un resumen de los tres modos de coordinación, véase
tabla 6.x).

TABLA 6.1

MODALIDADES DE LA GOBERNANZA

INTERCAMBIO MANDO DIÁLOGO

Racionalidad Formal y procedimental. Sustantiva y orientada Reflexiva y procedimental.


a los objetivos.

Criterio de éxito Asignación eficiente. Consecución eficaz Consentimiento negociado.


de los objetivos.

Ejemplo típico El mercado. El Estado. La red.

Modo estilizado de cálculo Homo economicus. Homo hierarchicus. Homo políticas.

Horizontes Mercado mundial, Territorio nacional, Reescalado y fijación de sendas.


espaciotemporates tiempo reversible. horizontes de planificación.

Criterio primario de fatlo inefidencia económica. Falta de eficacia. ''Ruido”, "tertulia".

Criterio secundario de fatlo inadecuaciones Burocratismo, papeleo.


del mercado.
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

3 . LA GOBERNANZA D EL FORDISMO ATLÁNTICO Y M ÁS A LLÁ

A partir de estas observaciones prelim inares, estudiaré ahora las cambiantes


form as de coordinación económ ica y p olítica desde los años ochenta.
Deberemos abordar tres asuntos interrelacionados: las m odificaciones en los
objetos de la gobernanza económ ica y social, las diferen tes instituciones y
los distintos mecanismos de gobernanza encargados de su provisión, y las
prácticas con las cuales y en cuyo entorno se realizan las políticas económicas
y sociales. Todas estas cuestiones están estrecham ente relacionadas, pues las
prácticas de la gobernanza (mediadas por las instituciones) tratan de delim i­
tar, unificar, estabilizar y reproducir sus objetos de gobernanza como precon-
dición y como efecto de su gobierno sobre ellos. Es más, las prácticas de la
gobernanza suelen también estar dirigidas a crear y reproducir los sujetos
necesarios para que la gobernanza actúe eficazmente (Barry et álii 1996; Hunt
yW ickham 1994). Así, al tiempo que cambian los objetos y modos de la gober-
nanza, también se modifican los m ecanism os institucionales y las prácticas
concretas, y consecuentemente tam bién las formas típicas de fallo de la
gobernanza. En este sentido, deberíamos considerar los regímenes de las
políticas económicas y sociales como constitutivos de sus propios objetos de
gobernanza, y no sólo como respuestas a problem as económicos y sociales
preexistentes. De hecho, ésta es una de las razones por las que el Estado de
bienestar solía recibir críticas: que genera los propios problemas que afronta.
Lo cual sugiere que habría de estar en perm anente autoexpansión -—al encon­
trar nuevos problemas para resolver—y, en último term ino, quedaría autode-
rrotado al volverse cada vez más com plejo, sobrecargarse de tareas y,
finalmente, provocar una crisis de ingobernabilidad (por ejemplo, Crozier et
álii 1975; Luhmann 1990).
Tanto si se comparten estas críticas como si no, fue el presunto fracaso del
ENBK como modo de gobernanza económica y política lo que provocó la bús­
queda de nuevas formas de gobernanza. Su presunta crisis afectó no sólo a los
modos de "gobernanza-gobierno-gobernación” (governance-govemment-gover~
ning) en el ENBK, sino también a los objetos y sujetos de su gobernanza social
y económica. El ENBK comenzó a fallar como modo de gobernanza cuando su
coherencia como conjunto institucional se volvió inconsistente con los objeti­
vos que gobernaba, las prácticas que desplegaba para gobernarlos, y con las
identidades e intereses de los agentes activos y/o de los sujetos "pasivos” del
régimen del ENBK. Por tanto, tomando como guía estas cuatro dimensiones,
podemos identificar las siguientes tendencias hacia la crisis.

283
ROBERT JESSOP

En prim er lugar, el objeto primario de la gobernanza económica del ENBK


era la economía nacional. El nacimiento y consolidación de las prácticas key-
nesianas habían contribuido a delimitar y reproducir esta economía nacional
(Tomlinson 1985). Facilitaron los medios para m edir el rendimiento económ i­
co nacional, para controlar los flujos económicos en las fronteras nacionales,
para fijar los agregados macro económicos como la inflación, el empleo y el
crecimiento como objetivos de la gestión económica, y para crear la infraes­
tructura para el desarrollo económico nacional. Sin embargo, la gestión econó­
mica keynesiana se fue haciendo cada vez m ás problem ática y generó
tendencias estanflacionistas que alimentaron la incipiente crisis de las econo­
mías del fordismo atlántico, que, precisamente, la intervención estatal keyne­
siana (tal como se definió en térm inos generales en el capítulo 2) se suponía
que debía gestionar. La internacionalización económica vino a exacerbar los
problemas. Socavó la idea de economía nacional como objeto de gestión eco­
nómica y condujo a unas concepciones notablemente diferentes de la econo­
mía y, con mayor razón, de sus mecanismos de gobernanza económica y social.
Como vimos en el capítulo 3 , la economía nacional se ha visto sustituida, como
objetivo primario de la gobernanza económica, por la economía basada en el
conocimiento en la era de la globalización. Del mismo modo que la economía
nacional fue imaginada discursivamente y constituida materialmente como
objeto de la gobernanza económica, a partir de un conjunto de relaciones eco­
nómicas mucho más complejo e inherentem ente inm anejable, la economía
basada en el conocimiento tuvo que ser prim ero imaginada como objeto de la
gobernanza económica, antes de que pudiera alcanzar una forma material e
institucional lo suficientemente sólida como para ser potencialmente gober­
nable a través de las tecnologías políticas del emergente Régimen Posnacional
de Trabajo Schumpeteriano. Ya he señalado los vastos esfuerzos realizados por
parte de muchas fuerzas sociales diferentes, en numerosos campos y en muy
diversas escalas, para establecer a la economía globalizadora y basada en el
conocimiento como el punto focal más o menos obvio de las estrategias de acu­
mulación, de los proyectos estatales y de las visiones hegemónicas. Que a largo
plazo llegue o no a ser algo más manejable que la economía nacional en el fo r­
dismo atlántico, es una cuestión completamente distinta (véase el capítulo 1).
Pese a todo, en la actualidad se supone que la dinámica de crecimiento de la
economía basada en el conocimiento dependerá del grado de efectividad con el
que sea capaz de insertar (o mejor, combinar en red) el espacio económico al que
perm anece anclado —no necesariam ente una econom ía nacional— en la
cambiante división m undial del trabajo, y de sobrevivir a la auditoría del

384,
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

mercado mundial. Esto ha provocado una preocupación cada vez mayor por la
competitividad económica internacional (al menos mediante la certificación
para establecer las m ejores prácticas) y por la intervención en el lado de la
oferta, esta últim a inicialm ente para com plem entar la gestión nacional de
la demanda, y posteriormente como objetivo y medio primario de la interven­
ción económica. Es más, dada la relativización de escalas señalada en los capí­
tulos 3 y 5, los intentos de estabilizar la economía basada en el conocimiento
y de beneficiarse de dicha estabilización, se realizan en un número mucho m a­
yor de escalas.
También han crecido el alcance e inclusividad imaginarios de la economía
que es preciso gobernar. Esto ya no se interpreta en sentido restringido sino que
se ha ampliado para incluir en el régimen del ENBK muchos factores adiciona­
les considerados "no económicos” , pero que afectan al rendimiento económ i­
co. Esta expansión se m uestra en conceptos tales como competitividad
estructural o sistémica, conceptos que señalan el impacto combinado de dife­
rentes factores sociales sobre la competitividad. Por ello, los gestores estatales
intervienen en una cada vez más amplia gama de prácticas, instituciones, s is­
temas funcionales y dominios del mundo de la vida, económicamente relevan­
tes para mejorar la competitividad. Esto posee dos interesantes y paradójicos
efectos sobre el Estado. En prim er lugar, aunque aumente el ámbito potencial
de intervención del Estado con fines económicos, la consecuente complejidad
hace que la típica intervención vertical del ENBK de posguerra resulte menos
eficaz, lo que exige que el Estado se retire de algunas áreas de intervención y se
reinvente como condición para su intervención efectiva en otras (Messner
1998). Y, en segundo lugar, aunque aumenta el número de actores cuya coope­
ración se requiere para el éxito de la intervención estatal, también aumentan
las presiones dentro del Estado para crear nuevos sujetos que actúen como
socios. De este modo, los Estados tratan en la actualidad de transformar las
identidades, intereses, capacidades, derechos y responsabilidades de las fuer­
zas económicas y sociales, para que se conviertan en agentes más flexibles,
capaces y fiables de las nuevas estrategias económicas del Estado, ya sea en
colaboración con el Estado y/o entre sí, o como sujetos emprendedores autó­
nomos en la nueva economía basada en el conocimiento (Barry et álii 1996;
Deakin y Edwards 1998; Finer 1997)-
Esto también se refleja en la transferencia de paradigmas tecnoeconómi-
cos desde las empresas a campos más amplios de la gobernama. La transferen­
cia se produce al menos de dos maneras: mediante la simple extensión de los
paradigmas tecnoeconómicos del sector privado a las organizaciones del sector
ROBERT JESSOP

público o del tercer sector, y mediante la reespeciñcación de los mejores arre­


glos institucionales y de las tareas más adecuadas para el Estado (véanse
Hoggett 1987; Goodwiny Paínter 1996). En términos organizativos, el periodo
fordista fue el de las estructuras jerárquicas a gran escala, que actuaban de
forma vertical y burocrática. Este modelo fue presuntamente extendido a los
Estados locales y a sus roles económicos y sobre el bienestar (véase Hoggett
1987; véase también infra). El posfordismo, en cambio, se asocia con la em pre­
sa en red y con un nuevo "paradigma de red” (Capello 1996; Gooke y Morgan
1993). Este último ha sido descrito del siguiente modo:
Los modelos tradicionales de gran empresa verticalmente integi'ada
de los años sesenta, y de pequeña empresa autónoma y de compañía
monofase de los años setenta y parte de los ochenta, se han visto reempla­
zados por un nuevo tipo de gran empresa en red con funciones estratégicas
intensamente centralizadas y que se extienden en múltiples direcciones, y
por un nuevo tipo de pequeña empresa integrada en una red local mul~
tiempresarial. A lo largo de la red, un sistema de relaciones de poder en
constante evolución rige tanto las dinámicas de innovación como la apro­
piación de los rendimientos por parte de los socios. La empresa en red se ve
atraída hacia la producción en masa diversificada, y el factor competitivo
de la empresa individual es el control de los activos complementarios en
manos de sus potenciales socios [Capello 1996: 490].

El auge de este paradigma en red se refleja tanto en el rediseño ínstitucio-


nal de la gobernanza del sector público, como en las "nuevas políticas territo­
riales” (o nuevas políticas urbanas) con las que estas novedosas formas de
gobernanza aparecen asociadas (véanse Cox 19 93; Goughy Eisenschítz 1996),
y en la creciente importancia concedida al partenariado público-privado de
diferentes tipos. Asi, Parkison y Harding han descrito la ciudad empresarial
como "aquella en la que los grupos de interés clave en los sectores público, p ri­
vado y del voluntariado se comprometen con una visión consensual en sentido
amplio del desarrollo urbano, diseñan estructuras adecuadas para im plem en-
tar esta visión, y movilizan recursos locales y no locales para alcanzarla” (1995:
66-7).
En segundo lugar, el objetivo genérico de la gobernanza social en el ENBK
(como en otras formas de Estado nacional) era la población nacional dividida,
en prim er lugar, en ciudadanos del Estado nacional y extranjeros residentes.
Ahora bien, esta población aparecía categorizada y regida en formas concretas
adecuadas al fordismo atlántico y su modo de regulación. En prim er lugar, la

386
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

política social tenía como premisa el pleno (o casi pleno) empleo, el trabajo
durante toda la vida (aunque no necesariamente con el mismo empleador) con
un salario fam iliar para los trabajadores varones, y la fam ilia nuclear patriarcal
como unidad básica de la sociedad civil (Esping-Andersen 1994). El ENBK se
basaba también, en un compromiso de clase entre el trabajo organizado y las
organizaciones empresariales, con el que el sindicalismo responsable y la
negociación colectiva permitían a los gestores gestionar, y a los trabajadores
beneficiarse del aumento en la productividad en su condición de perceptores
de salarios y bienestar. Existían, sin embargo, ciertos grupos marginados o
sobrecargados? en especial, las mujeres como amas de casa, madres y partici­
pantes secundarias en la fuerza de trabajo, y tam bién los inmigrantes y otros
trabajadores (y sus familias) de segmentos desfavorecidos del mercado laboral
(Lewis 1998). Este patrón se vio minado tanto económica como politicamente.
La crisis del fordismo atlántico socavó la idea del pleno empleo, el salario fam i­
liar y la división sexual del trabajo; igualmente, condujo a los gestores estatales
a considerar el salario social de forma creciente como un coste de la produc­
ción internacional, más que como una fuente de demanda interna. El ENBK
también se vio afectado por el debilitamiento de la identidad y la solidaridad
nacionales que le dieron forma en su periodo inicial y que contribuyeron a sos­
tener la coalición que lo defendía. Esto se reflejó en cambios en los valores,
identidades e intereses sociales asociados con el Estado de bienestar (véase el
capítulo 2). Estos desplazamientos han fragm entado la coalición de fuerzas
del ENBK, han provocado la demanda de formas más flexibles y diferenciadas de
políticas económicas y sociales, y han hecho surgir la preocupación por los
problemas de exclusión social y por la garantía del acceso durante toda la vida a
las prestaciones de un régimen de bienestar reestructurado (por ejemplo, for­
mación de por vida).
En tercer lugar, la primacía de la escala nacional en la gobernanza econó­
mica y social depende de la coincidencia de economía nacional, Estado nacio­
nal y sociedad nacional, y de la supervivencia del Estado nacional como órgano
soberano. Esta coherencia estructural se ha visto debilitada. La economía
nacional se ha visto socavada por la internacíonalización, el crecimiento de
redes múltiples de ciudades mundiales, la formación de tríadas económicas
(como la UE), y el resurgimiento de las economías regionales y locales dentro
de los Estados nacionales (véanse los capítulos 3 y 5). Esta compleja articula­
ción de las economías global-regional-nacional-local se relaciona con el
"vaciamiento” del Estado nacional, en la medida en que delega sus poderes
hacia arriba a los organismos suprarregionales o internacionales, hacia abajo a

287
ROBERT JESSOP

los Estados regionales o locales, y hacia fuera a las alianzas transnacionales


relativamente autónomas entre Estados regionales o metropolitanos locales
con intereses complementarios. Se asiste, además, a intentos de una mayor
internacionalización (o, al menos en Europa, de una europeización) de la p olí­
tica social. La unidad del Estado nación tam bién se ha visto debilitada por el
(sin duda, desigual) surgimiento de sociedades multiétnicas y multiculturales
y de lealtades divididas (con la reaparición del regionalismo y el nacionalismo y
de las identidades europeas, las regiones de la diáspora, el patriotismo cosm o­
polita, etc.). De ese modo, presenciam os una proliferación d élas escalas en las
que se realizan las políticas económicas y sociales, así como de los proyectos en
competencia para reunificar la articulación interescalar alrededor de un nuevo
nivel prim ario, ya sea del distrito industrial, la región de ciudades, las regiones
subnacionales ampliadas, las regiones transfronterizas, las tríadas o del nivel
global.
Por último, el modelo de economía mixta del ENBK surgió como respues­
ta a los fallos del mercado y puso el énfasis del papel estatal en su corrección.
Con todo, este papel estatal también reflejaba el paradigma organizativo del
fordismo. Las estructuras a gran escala, vertícalmente jerarquizadas, basadas
en la idea de economía de escala, se difundieron con facilidad a los papeles
económico y de bienestar del Estado, como m ecanismos prim arios de correc­
ción de los fallos del mercado. Se trataba de la era de las grandes empresas, los
grandes sindicatos, los grandes gobiernos y del "capitalismo organizado”
incluso en las formas más liberales de fordism o atlántico. Este modelo se vio
minado por varios factores. Entre ellos pueden señalarse los siguientes: la cre­
ciente resistencia política a los impuestos y los emergentes estancamiento e
inflación-, la crisis en los compromisos de posguerra entre el capital industrial
y el trabajo organizado; las nuevas condiciones económicas y sociales y sus
correspondientes problemas que no resultaba posible controlar fácilmente —si
es que esto era posible—, mediante la aplicación reiterada de la planificación
estatal vertical y/o las meras fuerzas del mercado; el resentimiento cada vez
mayor contra la burocratización, la inflexibilidad y el coste del Estado social,
con su expansión durante los años sesenta y setenta; y el surgimiento de nue­
vos movimientos sociales que no encajaban fácilmente en el compromiso de
posguerra (véase el capítulo a). Estos problem as del modelo de economía mixta
indican que la planificación y otras formas de intervención vertical del Estado
de bienestar keynesiano poseían sus propias tendencias de crisis y parecían ser
cada vez más proclives al fallo. Una vez que los intentos de reforzar al Estado
mediante una mayor intervención en diferentes escalas, acompañados en

388
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

ocasiones de ia pretensión de extender la participación en la toma de decisio­


nes, parecieron haber fracasado en los años setenta, se alzaron voces liberales
y neoliberales reclamando insistentemente "más mercado, menos Estado” . Sin
embargo, transcuriidos unos pocos años de experimentación con el neolibera­
lismo, las fuerzas del mercado parecían estar por debajo de la perfección en
diferentes áreas. En particular, aunque las formas de intervención sobre el
bienestar keynesiano parecían haberse reducido, la privatización, la desregu­
lación y la liberalización parecían exigir también nuevas o mejoradas formas de
regulación, re-regulación y políticas compensatorias. Todo ello ha contribuido
de forma más general a difundir la confianza en la autoorganización. Así, a
pesar de la supervivencia de la retórica de los regímenes neoliberales, la ten ­
dencia más significativa en ellos, como en los regím enes posfordistas en los
que predominan otras formas de gobernanza, es hacia las redes, la gobernan­
za, la colaboración y otras formas de autoorganización como medio principal
para corregir los fallos del mercado. Esto se refleja, como hemos visto, en un
nuevo "paradigma en red" que pone el énfasis en el partenariado, la regulación
autorregulada, el sector informal, una más fácil autoorganización y la conduc­
ción eontextual descentralizada. De este modo, es posible observar una ten ­
dencia al desplazamiento desde la coordinación coactiva por parte del Estado
soberano, al énfasis en la interdependencia, las divisiones del conocimiento,
la negociación reflexiva y el aprendizaje mutuo.

4. ¿FALLOS DE LA GOBERNANZA?

Este reconocimiento de los principales desplazamientos en los modos de gober­


nanza en relación con la era del fordismo atlántico caracterizada por la econo­
mía mixta no debería hacernos pasar por alto la posibilidad de fallos en la
gobernanza. La autoorganización mediante redes no tiene por qué ser más efi­
ciente desde el punto de vista procedimental, que los mercados y los Estados
como mecanismos de coordinación económica o política; ni existe garantía
alguna de que produzca mejores resultados. Sin embargo, el criterio para juzgar
dichos fallos habrá de ser diferente del que se emplea para el mercado o el
Estado. No existe ninguna variable formal previa que deba maximízarse, ni n in ­
gún punto de referencia desde el que juzgar el éxito de la gobernanza, como son
el beneficio monetario en la economía o el logro del (imaginario) mercado p er­
fecto. Ni existe tampoco ningún criterio sustantivo contingente —la realización
de algún objetivo político específico relacionado con el (imaginado) interés

289
ROBERT JESSOP

público— tal como sucede en la coordinación coactiva por parte del Estado. El
punto principal de la gobernanza es que los objetivos se irán modificando
mediante la negociación y reflexión continuas. Lo cual sugiere que dentro de los
fallos de la gobernanza podemos incluir la incapacidad para redefinir los obje­
tivos, ante el descuerdo continuado acerca de si aquéllos siguen siendo válidos
para los diferentes participantes.
Pero también es posible aplicar criterios procedimentales y sustantivos a
la heterarquía y valorar si producen resultados más eficientes a largo plazo que la
distribución de mercado, así como resultados más eficaces en la realización de
los objetivos colectivos en comparación con la coordinación coactiva de los
Estados. Esto exige una evaluación comparativa de los tres modos de coordina­
ción en tomo a sus tres formas respectivas de racionalidad. Castells, el teórico
del capitalismo de la información y de la sociedad en red, ha defendido la supe-
rioridad de las redes en términos muy generales. Afirm a que la debilidad tra­
dicional de las redes sociales estriba en que "tien en una considerable
dificultad a la hora de coordinar las funciones, de concentrar los recursos en
objetivos concretos y de gestionar la complejidad de una determinada tarea,
más allá de un cierto tamaño en la red” (3000a: 15). Esta es la razón, sostiene,
por la que podían verse superadas por organizaciones que confiaban en la
coordinación coactiva para la movilización de recursos, en torno a objetivos
definidos centralmente y perseguidos mediante cadenas verticales racionali­
zadas de mando y control. Esta desventaja habría quedado definitivamente
superada en la actualidad, como consecuencia de la fusión de las nuevas TIC.
Estas permiten que las redes compriman el tiempo y el espacio para negociar y
ajustar sus objetivos en tiempo real y para descentralizar la responsabilidad de
su ejecución, lo que a su vez permite a las redes compartir la toma de decisio­
nes y descentralizar la responsabilidad de su ejecución (Castells 3000a: 15).
Podría cuestionarse el elogio del milagro de las redes globales que perm iten las
TIC, considerando la importancia que siguen teniendo las divisiones verticales
del poder y la autoridad económica, así como las divisiones horizontales del
trabajo en las redes económicas y en el Estado en red. Pero no cabe duda de que
esta admiración ante los rendim ientos de la auto organización es compartida
por muchos, como puede comprobarse en el creciente interés en la heterarquía
(en todas sus formas) como mecanismo para reducirlos costes de transición de
la economía en casos de racionalidad limitada, interdependencia compleja y
especificidad de activos. También se refleja en un mayor interés del Estado en
el potencial de la heterarquía para mejorar la capacidad de garantizar los ob je­
tivos políticos, compartiendo el poder con fuerzas exteriores a él y delegando la

290
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

responsabilidad de objetivos específicos a sus socios (u otras formas de hete-


rarquía). Al mismo tiempo, sin embargo, no podemos ignorar los permanen ­
tes avances del mercado y del mando vertical como formas de coordinación. No
en vano, las redes económicas operan dentro del mercado mundial y siguen
confiando en él en todos los aspectos de sus actividades económicas. Además,
estas redes económicas suelen estar formadas por organizaciones autoorgani-
zadas más que por individuos aislados. Así, a pesar de las fantasías anarcocapi--
talistas de Nozick, todavía no hemos visto al Estado disolverse en una serie de
redes en ñotación libre, auto organizadas sin coordinación general, y sin la
conservación del derecho a recentralizar el control de las operaciones y/o de
los resultados si las redes no satisfacen las expectativas de los gestores estata­
les, de los intereses afectados o de la opinión pública.

FUENTES POTENCIALES DE FALLOS EN LA GOBERNANZA

Existen muchas y buenas razones por las que las redes no conseguirán despla­
zar totalmente a los mercados y las jerarquías como modos de coordinación de
la interdependencia compleja. Considerando que el presente libro se ocupa del
futuro del Estado capitalista, me concentraré ahora en tres grupos principales
de factores que pueden limitar el éxito del paso del gobierno a la gobernanza,
en lo relativo a la política económica y social. El prim er grupo afecta a todas las
formas de coordinación económica y social, y está inscrito en la naturaleza
misma del capitalismo. El último ha dependido siem pre del equilibrio contra­
dictorio entre formas organizativas de mercado y no de mercado. Aunque esta
idea solía entenderse anteriormente en térm inos de equilibrio entre mercado
y Estado (una distinción basada en la separación institucional y en la autono­
mía operativa de economía y política), la gobernanza no introduce un tercer
término neutral, sino que añade un nuevo lugar en el que es posible disputar
dicho equilibrio (por ejemplo, en térm inos de liderazgo en el partenariado
público-privado). Uno de sus aspectos es la medida en que las nuevas formas
de gobernanza ofrecen un nuevo lugar de encuentro para las lógicas de acumu ­
lación en conflicto y para la movilización política. Es ésta una de las razones por
las que la promesa de aparente sim etría en la autoorganización reflexiva apenas
llega a completarse cuando está en juego la gobernanza de la acumulación de
capital. Esto es asi ya que existen importantes asimetrías estructurales en la
relación capital-trabajo y en las formas de interdependencia entre las condi­
ciones económ icasy extraeconómicas para la acumulación de capital. Es p re ­
ciso añadir dos cuestiones más. Deberíamos recordar que la lógica de la

291
ROBERTJESSOP

acumulación de capital es inherentemente contradictoria y dilemática, y que el


recurso a la gobernanza para compensar los fallos del mercado, ni suspende ni
resuelve estas contradicciones o dilemas sin desplazar o al m enos diferir algu­
nos de los costes de su resolución provisional. Adicionalmente, deberíamos
tener en cuenta que también el Estado y las políticas están atravesados por
dilemas y conflictos, lo que complica el alcance y significado de la legitimación.
El segundo conjunto se refiere a la inserción contingente de los sistemas
de gobernanza en el sistema más general del Estado que, a su vez, es un aspec­
to integral de las asimetrías estructurales ya mencionadas, y que también posee
sus propias tendencias estructurales específicas. En este caso, resulta de parti­
cular importancia para perseguir los objetivos de gobernanza decididos refle­
xivamente tanto la prim acía relativa de los diferentes modos de coordinación y
de acceso al apoyo institucional como los recursos materiales. Entrelos aspec­
tos cruciales se encuentran las medidas de flanqueo y apoyo adoptadas por el
Estado, la provisión de ayuda material y simbólica, y el grado en que otros
mecanismos de coordinación provocan una duplicación o una contratenden­
cia. Los mecanismos de gobernanza son parte de un conjunto mucho mayor de
mecanismos existentes en el Estado en su sentido integral, entendido en este
contexto como "gobernanza + gobierno” .
Podemos distinguir tres dimensiones: (i) la escala territorial, (3) las tem ­
poralidades y ( 3) la división técnica del trabajo y su relación con el papel políti­
co general del Estado. En prim er lugar, y dado que tanto los mecanismos de
gobernanza como los de gobierno existen en diferentes escalas (de hecho, una
de sus funciones es servir de puente entre ellas), el éxito en una de las escalas
bien puede depender de lo que ocurra en otras. En segundo lugar, los m ecanis­
mos de coordinación poseen igualmente diferentes horizontes temporales. Una
de las funciones de la gobernanza (como antes lo era de los Quang'os4 y de los
acuerdos corporativistas) es perm itir que la toma de decisiones con implicacio­
nes a largo plazo se divorcie de los cálculos políticos a corto plazo (en especial de
los electorales). El corporativismo solía desempeñar este papel, pero la relativi-
zación de las escalas ha contribuido a la desnacionalización y desincorporación
de los grupos de productores, así como a aumentar el número de "actores” cuya
participación puede resultar relevante. Ahora bien, también es posible que sur­
jan desencuentros entre las temporalidades de diferentes mecanismos de
gobernanza y gobierno, lo que supone un desafío a la capacidad del Estado para
hacer frente a los problemas intertemporales y a su coordinación, sobre todo en
la medida en que estos problemas aparecen tanto dentro del propio Estado como
en otras esferas. En tercer lugar, aunque diferentes mecanismos de gobernanza

292

1
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

pueden adquirir funciones tecnoeconómicas, políticas e ideológicas especifi­


cas, por lo general, el Estado controla sus efectos a partir de su propia capacidad
de asegurar la cohesión social en sociedades divididas. En este sentido, el
Estado trata de retener el control sobre la asignación de estas diversas funcio­
nes, desde el punto de vista de su papel general y de la conservación de la p ri­
macía de las políticas. Se reserva así el derecho a abrir, cerrar, manipular o
rearticular la gobernanza desde el punto de vista, no sólo de sus funciones téc­
nicas, sino de las ventajas políticas partidistas y generales.
El tercer grupo de restricciones depende de la naturaleza de la gobernanza
como autoorganización. En primer lugar, una de las causas de los fallos de la
gobernanza es la simplificación excesiva de las condiciones de acción y un cono­
cimiento deficiente de las conexiones causales que afectan al objeto de la gober­
nanza. Esto resulta especialmente problemático cuando dicho objeto es un
sistema inherentemente estructurado pero complejo, como lo es la inserción de
lo local en la economía mundial. De hecho, esto nos lleva al problema más gene­
ral de la "gobernabilidad” ; es decir, a la cuestión de si en realidad el objeto de la
gobernanza puede llegar a ser gestionado, incluso con un nivel de conocimiento
adecuado (Mayntz 1998; M alpasy Wickham 1995). En segundo lugar, a menudo
surgen problemas de coordinación en uno o varios de los niveles interpersonal,
ínterorganizacional o intersistémico. Estos tres niveles suelen relacionarse de
una forma compleja. Así, la negociación Ínterorganizacional a menudo depende
de la confianza interpersonal, y la conducción intersistémica descentrada, suele
implicar la representación de las lógicas de cada sistema mediante la comunica­
ción ínterorganizacional y/o interpersonal. En tercer lugar, asociada a lo ante­
rior, aparece la problemática relación entre quienes se dedican a la comunicación
(formación de redes, negociación, etc.) y las fuerzas sociales cuyos intereses e
identidades aparecen representados. Es inevitable que entre estos grupos surjan
brechas que conduzcan a una crisis de representación y legitimidad o a ciertos
problemas a la hora de asegurar la ejecución. Y, en cuarto lugar, cuando existen
varios socios y otros arreglos de gobernanza implicados en temas de interdepen­
dencia, surgen problemas de coordinación entre ellos.

5. M ETAGOBERNANZA

Dada la complejidad del mundo social, las contradicciones estructurales, los


dilemas estratégicos y los múltiples o al menos ambivalentes objetivos, los inten­
tos de coordinación de las relaciones interorganizacionales mediante la anarquía

393
ROBERTJESSOP

de las fuerzas del mercado, la jerarquía del control estatal o la heterarquía de la


autoorganización provocan inevitablemente fallos. Debemos insistir, a pesar de
Castells, que las redesy las formas de asociación de la gobernanza no siempre son
procedimentalmente más eficientes que los mercados o los Estados a la hora de
resolver los problemas de coordinación económica o política, ni hay siempre más
probabilidades de que produzcan resultados aceptables en términos de valores
sustantivos. Con carácter más general, es evidente que existe una paradoja en lo
relativo al fracaso de los mercados, los Estados y la gobernanza como soluciones
para la reducción y control de la complejidad: su propio fracaso conduce a una
mayor complejidad que provoca nuevos intentos de controlar y manejar sus con­
secuencias.
Si tanto los mercados como los Estados y la gobernanza son proclives a los
fallos, ¿cómo es que resulta en absoluto posible la coordinación económica y
política del desarrollo económico y social, y por qué con frecuencia se conside­
ra que se ha realizado con éxito? En parte, puede explicarse por la m ultiplici­
dad de criterios de satisfacción y la amplitud de los intereses potenciales, de
manera que al menos algunos de sus objetivos se ven cumplidos en una m edi­
da socialmente aceptable, al menos para algunos de los afectados. Otra explica­
ción puede partir de la observación de que "la gobernación y la gobernanza
deberían ser en sí mismas dinámicas, complejas y variadas” (Kooiman 1998b:
36 ). Esto pone de relieve el papel de las "m etaestructuras” de coordinación
interorganizacional (Alexander 1995: 52) o, en térm inos más generales, de la
metagobernanza o, quizá mejor, de la colibración: la gobernanza de la gober­
nanza.
La metagobernanza se refiere a la organización de las condiciones para la
gobernanza en su sentido más amplio. Así, podemos distinguir cuatro modos
de metagobernanza correspondientes a las tres formas básicas de gobernanza
antes indicadas, más uno tipo paraguas.
(1) En prim er lugar, el metaintercambío. Supone el rediseño reflexivo de
los mercados individuales (por ejemplo, inm obiliario, de .trabajo, de dinero,
de mercancías, de conocimiento, o sus correspondientes subdivisiones) y la
reordenación reflexiva de las relaciones entre mercados mediante la m odifica­
ción de su funcionamiento y articulación. Los agentes del mercado recurren
con frecuencia al rediseño del mercado en respuesta a sus fallos o contraíanlos
servicios de quienes afirman tener algún tipo de conocimiento en este campo.
Entre estos últimos se cuentan los gurús de la gestión, las consultorías, los
expertos en relaciones humanas, los abogados de em presa y los contables. En
térm inos más generales, desde hace ya tiem po se ha m anifestado el interés

394
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

en los asuntos del rediseño institucional del mecanismo del mercado, su incrus­
tación en mecanismos ajenos al mismo y las condiciones de máxima racionali­
dad de las fuerzas del mercado. También podemos encontrar mercados dentro
del mercado, lo que puede conducir a la creación de "regím enes de convenien­
cia” , aúna "carrera a la baja” competitiva y liberalizad ora o, bajo ciertas condi­
ciones, a una "carrera al alza” para crear las condiciones más favorables para
una intensa competencia (véase el capítulo 3 ). Más aún, dado que el mercado
funciona a la sombra de la jerarquía y/o la heterarquía, se han intentado m odi­
ficar los mercados, sus apoyos institucionales y sus agentes, para mejorar su
eficiencia y para compensar sus fallos o inadecuaciones.
(^) En segundo lugar aparece la metaorganización. Se trata del rediseño
reflexivo de las organizaciones, de la creación de organizaciones de interm e­
diación, de la reordenación de las relaciones interorganizacionales y de la ges­
tión de las ecologías organizacionales (en otras palabras, la organización de las
condiciones de evolución organizacionales en los casos de coexistencia, com­
petencia, cooperación o coevolución de muchas organizaciones). Los gestores
organizacionales reflexivos pueden cumplir funciones metaorganizacionales
por sí mismos (por ejemplo, mediante la "m acrogestión” y la innovación orga-
nizacíonal) o dirigirse a supuestos expertos tales como abogados constitucio-
nalistas, economistas de la elección pública, teóricos de la administración
pública, think-tanks, defensores de la planificación reflexiva, especialistas en
evaluación política, etc. Esto se refleja a su vez en el rediseño, reescalado y
adaptación permanentes, en ocasiones de ruptura y en ocasiones más conti-
nuista, en el aparato del Estado y en la forma en que se inserta dentro del sis­
tema político en su conjunto.
(3 ) En tercer lugar, la metaheterarquía. Se refiere a la organización de las
condiciones de la autoorganización, mediante la redefinición del marco para la
heterarquía o la autoorganización reflexiva. En ocasiones (incluyendo, hay que
admitirlo, en mis propios trabajos), se ha llamado también a la metaheterar­
quía " metagobernanza ” , término que resultaría preferible reservar para lo que
Dunsire (1996) llama colibración y que puede entenderse como un concepto
paraguas para el rediseño de las relaciones entre los diferentes modos de
gobernanza. Incluye desde la creación de oportunidades para la sociabilidad
espontánea (Fukuyama 1995; véase tam bién Putnam 3000) a la introducción
de innovacionesparam ejorar la "densidad institucional” (A m inyThrift 1995).
(4) En cuarto y último lugar, aparece la metagobernanza. Se trata de la
rearticulación y colibración de los diferentes modos de gobernanza. Los aspec­
tos clave para quienes contribuyen a la metagobernanza son: "(a) cómo hacer

*95
ROBERT JESSOP

frente a la autorreferencíalidad de los demás actores; y (b) cómo hacer frente a


su propia autorreferencíalidad” (Dunsire 1996: S so). La metagobernanza
supone la gestión de la complejidad, la pluralidad y las jerarquías enmarañadas
que aparecen en las formas prevalentes de coordinación. Es la organización de
las condiciones de la gobernanza, y supone una juiciosa mezcla de mercado,
jerarquía y redes para conseguir los m ejores resultados posibles desde el punto
de vista de quienes se dedican a la metagobernanza. En este sentido, también
implica la organización de las condiciones de la gobernanza en térm inos de su
selectividad estratégica ínsita estructuralmente; es decir, en térm inos del
apoyo asimétrico a ciertos resultados por encima de otros. Por desgracia, dado
que cualquier tipo de actividad es proclive al fracaso, también lo son la meta-
gobernanza y la calibración, lo cual im plica que no tenemos un punto de apoyo
desde el que sea posible garantizar el éxito ni de una ni de otra.
No debería confundirse la metagobernanza con un nivel de gobierno
supraordinado que controle todos los dispositivos de gobernanza, ni con la
imposición de un modo único y general de gobernanza. Por el contrario, supo-
ne un proceso amplio de "salir del paso” . Supone la definición de nuevos pape­
les y funciones que desbordan sus lím ites, la creación de dispositivos de unión,
el patrocinio de nuevas organizaciones, la identificación de las organizaciones
adecuadas para liderar la coordinación con otros socios, el diseño de institu­
ciones y la generalización de visiones que faciliten la autoorganización en d ife­
rentes campos. Tam bién supone la p rovisión de m ecanism os para la
retroalimentación y el aprendizaje colectivo acerca de las vinculaciones fun ­
cionales y las interdependencias materiales entre los diferentes lugares y esfe­
ras de acción, así como el estímulo a la fijación de una coherencia relativa entre
los diferentes objetivos, horizontes espaciales y temporales, acciones y resul­
tados de las form as de gobernanza. Im plica el diseño del contexto en el que sea
posible forjar estas formas, más que el desarrollo de estrategias e iniciativas
específicas en su favor.
El Estado desempeña un papel fundamental y cada vez mayor en la meta­
gobernanza: proporciona las reglas básicas de la gobernanza y el orden regula­
tivo en el cual y mediante el cual los socios de la gobernanza pueden perseguir
sus propios objetivos; garantiza la compatibilidad y coherencia de los diferen ­
tes mecanismos y regímenes de gobernanza; actúa como organizador principal
del diálogo entre las comunidades de políticas públicas; despliega un m onopo­
lio relativo de la información e inteligencia organizado nal con el que dar forma
a las expectativas cognitivas; sirve como "tribunal de apelación” para las d ife­
rencias surgidas dentro y acerca de la gobernanza; intenta reequilibrar los

396
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

diferenciales de poder, fortaleciendo a las fuerzas o sistemas más débiles en


interés de la integración del sistema y/o de la cohesión social; trata de m odifi­
car la autocomprensión de las identidades, las capacidades estratégicas, los
intereses de los actores individuales y colectivos en los diferentes contextos
estratégicos y, consecuentemente, de alterar sus implicaciones para las estra­
tegias y tácticas elegidas; y asume tam bién la responsabilidad política en el caso
de un fallo de la gobernanza. El surgimiento de este papel implica que la crea­
ción de redes, la negociación, la reducción del m ido y la coordinación tanto
negativa como positiva, se producen "a la sombra de la jerarquía” (Scharpf
1 9 9 4 : 4 °)- También parece indicar la necesidad de una innovación institucio­
nal y organizacional permanente para m antener la posibilidad (por remota que
sea) de un crecimiento económico sostenido.
Por tanto, la metagobernanza no suprime los otros modos de coordina­
ción. Los mercados, las jerarquías y las heterarquías siguen existiendo, pero
operan en un contexto de "toma de decisiones negociada” . De modo que, por
un lado, la competencia en el mercado se ve compensada por la cooperación, y
la mano invisible se combina con el visible apretón de manos. Por otro, el
Estado ya no posee la autoridad soberana. No es más que uno de los participan­
tes dentro de un sistema de guiado pluralista y contribuye con sus recursos
característicos al proceso de negociación. A medida que se expanden las redes,
el partenariado y otras formas de gobernanza económica y política, los apara­
tos estatales permanecen, en el m ejor de los casos, como prímus interpares.
Aunque el dinero público y el derecho siguen siendo importantes para sostener
su funcionamiento, también otros recursos (como el dinero privado, el cono­
cimiento o la cualificacíón) resultan esenciales para su éxito. La participación
del Estado se hará menos jerárquica, menos centralizada y menos dirigista. El
intercambio de inform ación y la persuasión moral se convertirán en las fuen­
tes clave de legitim ación, pasando a depender la influencia del Estado tanto
de su papel como fuente primaria y mediador de la inteligencia colectiva, como de
su control sobre los recursos económicos o la coacción legítima (Willke 1992).

6. FALLOS EN LA M ETAGOBERNANZA

Reconocer las posibles contribuciones de la metagobernanza reflexiva a la coordi­


nación económica y social en modo alguno supone garantizar su éxito.
Ciertamente, no se trata de una cuestión técnica que pueda ser resuelta por los
expertos en diseño organizacional o administración pública. Todas las actividades

297
ROBERT JESSOP

y funciones específicas del Estado se realizan bajo la primacía de lo político como


consecuencia de su responsabilidad última del mantenimiento de la cohesión
social. Esta restricción impugna la consigna liberal de una relación distante entre
el mercado y el Estado como guardián nocturno, ya que los Estados no suelen ser
capaces de resistir la presión para interferir cuando es posible predecir una ven­
taja política, o si resulta necesario para responder a la inquietud social. De forma
más general, es posible asumir sin riesgo que sí todas las formas de gobernanza
fallan, ¡también lo hará la metagobernanza! Lo que resulta particularmente proba­
ble cuando los objetos de la gobernanza y la metagobernanza son complejos e
intereonectados5.
En conjunto, este análisis arroja tres conclusiones,- intelectual, práctica y
filosófica, respectivamente. Una vez que se acepta que el carácter incompleto
de los intentos de coordinación (ya sea a través del mercado, el Estado o la
heterarquía) resulta inevitable, también resulta necesario adoptar un enfoque
satisfactorio que posea al menos tres dim ensiones clave.
En prim er lugar, hace falta una orientación reflexiva acerca de qué consi­
deraríamos un resultado aceptable en el caso de un éxito incompleto, en com ­
paración con los efectos de fallo/inadecuación del mercado, el gobierno y la
gobernanza, y la reevaluación periódica del grado en el que las acciones actua­
les provocan los resultados deseados. Esto implica un compromiso no sólo con
el aprendizaje sino con el aprendizaje sobre cómo aprender reflexivamente.
En segundo lugar, exige un cultivo deliberado de un repertorio necesaria­
mente flexible (la variedad como requisito) de respuestas para conservar la
capacidad de alterar con flexibilidad las estrategias y seleccionar las que resul­
ten más exitosas. Si todos los modos de coordinación económica y política son
proclives al fallo, el éxito relativo de la coordinación a lo largo del tiempo
depende de la capacidad de cambiar de modos de coordinación conforme se
vayan haciendo evidentes los lím ites de cualquiera de ellos. Esto puede parecer
ineficiente desde un punto de vista economicista porque introduce descuido o
despilfarro, pero tam bién ofrece una enorme fuente de flexibilidad ante los
fallos (véase Grabher 1994). Es más, si consideramos que los diferentes p erio­
dos y coyunturas exigirán diferentes tipos de cestas de políticas, el equilibrio
en su repertorio necesariamente tendrá que ser variado. De esta forma habrá
una base para desplazar o posponer los fallos y las crisis.
También parece indicar que la destrucción por motivos ideológicos de las
form as alternativas de coordinación podría resultar contraproducente, pues
puede ser necesario reinventarlas en esa o en otra forma. Este dilema se hace
evidente en la experiencia de los gobiernos de Thatcher (1979-90) y Major
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

(19 9 0 -7). La hostilidad neoliberal hacia el Estado intervencionista, los sin d i­


catos y el corporativismo, el socialismo municipal y hacia otros rasgos del
acuerdo de posguerra se reflejó en los perm anentes esfuerzos por destruirlos,
debilitarlos o m arginarlos. Ahora bien, aunque quizá fuera necesario para
cambiar las actitudes en el intento de modernización de la economía, el
Estado y la sociedad británicos, también provocó la disipación de una expe­
riencia y un conocimiento que todavía podrían resultar útiles. Y, aunque
suprim ió ciertos obstáculos institucionales y organizativos al proyecto neoli­
beral, igualmente privó al Estado central en el corto plazo de una gama ade­
cuada de modos de coordinación con la que hacer frente a los problemas
complejos, en un entorno que se había vuelto más turbulento como conse­
cuencia de los efectos pretendidos y no pretendidos de sus propias políticas
radicales. Por ello, los gobiernos de Thatcher y M ajor llegaron a sentir la
necesidad de reaprender la lección sobre los límites de los mecanismos de
mercado y de reinventar modos alternativos de coordinación para suplem en-
tar, complementar o completar las acciones de las fuerzas del mercado. Este
redescubrimiento fue habitualmente disfrazado con nuevos nombres, discur­
sos innovadores, multiplicación de políticas (policy chuming) y un recambio
institucional. Sin embargo, el habitual ciclo de mercado, gobernanzay Estado
se repitió en las políticas del gobierno central para la regeneración urbana y
en otros muchos campos.
En tercer lugar, exige una "ironía” autorreflexiva en el sentido de que las
fuerzas sociales correspondientes deben admitir la probabilidad del fallo, pero
actuar como si el éxito fuera posible. La ironía máxima en este contexto consis­
te en la necesidad de que la ironía se refiera no sólo a los intentos individuales
de gobernanza mediante mecanismos individuales de gobernanza, sino tam­
bién a la práctica de la metagobernanza mediante los correspondientes meca­
nismos de metagobernanza. En cambio, lo más corriente es encontrarse con el
cinism oy el fatalismo. Los cínicos prevén el fallo pero tratan de lograr sus pro­
pios intereses en el caso y en el momento en que el fallo se produzca (el com­
portamiento de los directivos en el momento del colapso de Enron no es más
que el ejemplo reciente más glorioso de tal comportamiento). Los fatalistas
prevén el fallo y, consecuentemente, no hacen nada o siguen adelante sin pres­
tar atención (para una exposición más detallada de la reflexividad, variedad e
ironía requeridas, véase Jessop aoo^b). Estas tres formas de hacer frente a la
perspectiva de fallos en la m etagobernanza, ponen de relieve, una vez más,
la importancia de la agencia para el curso del desarrollo económico, político y
social.

*99
ROBERT JESSOP

7. CONCLUSIONES FIN A LES

La exposición del presente capítulo comenzaba con una serie de reflexiones


generales sobre el resurgimiento del liberalismo, el corporativismo y el estatis­
mo como medios para gobernar las complejas interdependencias materiales,
sociales y temporales que caracterizan la siem pre problemática acumulación
del capital. Después, complementé esta afirm ación con algunas reflexiones
generales sobre la recurrencia de los fallos en el mercado, en la concertacióny
en la planificación, como m ecanismos de control de esas mismas interdepen­
dencias A partir de ahí, describí la constitución recíproca de los objetivos,
sujetos y modalidades de la gobernanza del fordismo atlántico en las cuatro
dimensiones del ENBK, y mostré sus tendencias de crisis y sus emergentes fra ­
casos. También señalé la creciente importancia tanto en el discurso como en la
práctica de las diferen tes form as de auto organización en la gobernanza de
la economía globalizadora basada en el conocim iento. Sin embargo, en lugar
de incorporarme a la actual celebración de la gobernanza como una forma supe­
rior de coordinación de los mercados y el Estado, he desarrollado una visión no
convencional de las tendencias generales de la gobernanza al fracaso. He trata­
do de reforzar esta visión, haciendo ver una vez más las contradicciones y dile­
mas inherentes a la relación del capital y las limitaciones a la intervención
estatal efectiva, como consecuencia de la prim acía de lo político en el ejercicio
del poder estatal. Sin embargo, al contrario de lo que he hecho en capítulos
anteriores, no he proseguido este análisis general hasta llegar a un trabajo más
detallado sobre las formas específicas de gobernanza y de fallos en la gober­
nanza. La principal razón para ello es que no puede existir una teoría general de
la gobernanza porque no hay un objeto general de la gobernanza. Esto contras­
ta con las posibilidades de construir una teoría general de la acumulación sobre
la base de las especificidades de la relación de capital (para una discusión más
completa sobre este punto, véase Jessop 1995). Pese a todo, el análisis realiza­
do en los capítulos anteriores debería ser suficiente para apoyar el argumento
general.
Para concluir, incluso reconociendo la inevitabilidad del fracaso, debería­
mos señalar igualmente que muchas cosas siguen siendo contingentes. Entre
ellas las modalidades, lugares, formas, temporalidades, especialidades y efec­
tos de los fallos; e igualmente, las capacidades de recuperación o respuesta
frente al fallo. En los últimos años se ha producido un creciente interés en la
autoorganización como respuesta a las experiencias de fracaso en el mercado y
en el Estado, y como salida frente a la creciente complejidad del mundo social.

3oo
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Pero, como también he mostrado, la autoorganización autorreñexiva también


es proclive a los fallos. Hay diferentes formas de hacer frente a la inevitabilidad
del fallo, que van desde los ajustes increm entales a pequeña escala basados en
el aprendizaje mediante ensayo-error, hasta los intentos de rediseño constitu­
cional e institucional completos. De hecho, sin aprender j sin olvidar, el orden
social como tal resultaría im posible. Por último, al tratar las cuatro formas
principales de la metagobernanza (relativas respectivamente a la organización
reflexiva de los mercados, las jerarquías y las redes, y a la colibración de estos
diferentes modos de gobernanza), he tratado de destacar tres principios gene­
rales de la gobernanza ante la complejidad. Se trata de los principios de refle-
xividad requerida, de variedad requerida y de ironía requerida. En qué forma
se aplican, si es que lo hacen, en la regulación.y la gobernanza de la acumula­
ción de capital, es algo que todavía precisa de una investigación adecuada.

NOTAS

i . Existen tres acercamientos principales a la explicación de los milagros económicos de Asia Oriental:
una interpretación liberal que pone el acento en la emancipación de las fuerzas del mercado, una
interpretación estatista que destaca el papel del Estado desarrollista y una versión cultural que se
concentra en las especificidades del capitalismo confuciano. Sin embargo, y pese a sus diferencias
interpretativas, los tres enfoques adoptan el paradigma merca do - Es tado - s ocié dad civil. En ellos se
ignora basta qué punto falta en las sociedades asiáticas esa clara separación institucional entre mer­
cado y Estado que se proclama típica de las sociedades occidentales; basta qué punto carecen de un
claro Estado soberano jerárquicamente organizado, y en qué medida está ausente una sociedad civil
burguesa con un individualismo intensamente desarrollado. Todo esto implica que estas interpreta­
ciones ignoran también las redes de fuerzas económicas y políticas que atraviesan las fronteras
público-privado y que despliegan recursos económicos y políticos para lograr objetivos políticos y
económicos concretos; y pasan por alto hasta qué punto son las identidades colectivas antes que las
individuales las que configuran sus orientaciones en el mundo de la vida.
Z. El concepto de "libertad formal" se emplea aquí con el fin de realizar una comparación implícita con
la falta de una libertad sustantiva completa como consecuencia de las múltiples restricciones que
limitan la libertad de elección. Con todo, la institucionalización de la libertad formal constituye un
importante logro político y un elemento central de la ciudadanía liberal, además de una precondi-
ción para las economías de mercado.
3. La acumulación primitiva no es un acontecimiento único que termina una vez que han quedado esta­
blecidas las condiciones de autovalor iza ción del capital, sino que sigue teniendo un papel perma­
nente en la posterior acumulación de capital (véase deAngelis 1999). Contodo, su importancia varía
como lo demuestra su reciente auge en la mercantilización de los bienes comunes intelectuales.
4,. Quasi Autonomous Non Governmentaí Organisation, QUAsi Non-Governmental Organisation
(Organismo Gubernamental Cuasi Autónomo u Organismo Cuasi No Gubernamental) como, por
ejemplo, las Comisiones Nacionales de Valores o Jas Comisiones Nacionales de Energía Atómica o,
en el modelo neoliberal, incluso los Bancos Centrales. [N. de los TI'.]
5. "Dado que todo proyecto forma parte siempre de un conjunto mayor, aparece siempre entremezcla­
do con la actividades de otros, por lo que no es posible garantizar que tales proyectos, pese a estar
conectados, resulten completamente consistentes unos con otros” (Malpasy Wickham 1995; 46).

3 oi
CAPÍTULO 7

¿HACIA REGÍMENES POSNACiONALES DE TRABAJO SCHUMPETERIANOS?

En el presente capítulo se dibujan juntas las principales líneas arguméntales


distribuidas en los cinco anteriores. Se apunta que lo que está reemplazando
tendencialmente el Estado nacional de bienestar keynesiano es un régim en
posnacional de trabajo schumpeteriano. En prim er lugar realizaré el análisis
de su tipo ideal para, a continuación y como hice con el ENBK, proponer sus
d iferen tes variantes. No pretendo o frecer una alternativa al Régim en
Posnacional de Trabajo Schumpeteriano (RPTS) en la forma en que aquí se
esboza, como elemento clave en el modo de regulación del capitalismo con­
temporáneo; mucho menos proponer un borrador detallado de una alternati­
va al capitalismo como modo de producción. Existen tres razones para
m anifestar estas reticencias. En prim er lugar, este estudio pretende ofrecer la
base teórica para un reexamen radical de la dinám ica del fordismo atlántico y
para la indagación sobre las formas probables de política económica y social
en el periodo posfordista. Un estudio con estas lim itaciones no pueden servir
de base para proponer una alternativa que, necesariam ente, debería abarcar
todo el mercado y el mundo de la vida en todo el planeta y que, por tanto,
debería m irar mucho más allá de los confines de las matrices espaciotempo-
rales del presente trabajo. En segundo lugar, aunque he insinuado ciertas
contradicciones ecológicas del capitalismo, no las he abordado de forma
directa ni siquiera para los espacios económ icos del fordismo atlántico, ni

3o 3
ROBERT JESSOP

mucho m enos para el mundo en su conjunto. Toda alternativa deberla in te­


grar la política económ ica del capitalism o en una crítica más am plia de su
ecología política. Lo m ism o podría decirse en relación con las dim ensiones
m ilitares del poder estatal y su relación con la geopolítica y la geoeconomía.
Y, en tercer lugar, dadas las observaciones que he realizado sobre los fallos
de la gobernanza y la im portancia de la reflexívidad colectiva y la ironía
rom ántica, cualquier alternativa a la econom ía globalizada basada en el
conocim iento del RPTS, por no hablar de todo el capitalism o, habrá de ser
desarrollada y elaborada colectiva y dem ocráticam ente, y no decretada ex
cáthedra por un inveterado teórico. Confío, sin embargo, en que las m odes­
tas observaciones que se incluyen en este trabajo contribuyan a la búsqueda
de tales alternativas.

i . TEN D EN CIAS Y ACLARACIO NES

En el capítulo 3 ofrecí una exposición estilizada de la forma de Estado que se


desarrolló en el espacio del fordismo atlántico. En los cuatro capítulos siguien­
tes reflexioné sobre diferentes tendencias surgidas en el capitalismo avanzado
y su forma de Estado, relativas a una u otra de las dimensiones del ENBK. Más
concretamente, se señaló;

• un desplazamiento tendencial desde el pleno empleo keynesiano hacia


la intervención económica schumpeteriana, que resumí en térm inos
del surgimiento de una versión específicam ente schumpeteriana del
Estado competitivo;
• un desplazamiento tendencial desde una forma de reproducción social
del bienestar a otra trabajúta, definida en térm inos de una creciente
subordinación de la política social y el consumo colectivo a las n ecesi­
dades de la economía discursivamente construidas;
• un desplazamiento tendencial desde la prim acía de la escala nacional en
la determinación de las funciones económicas y sociales de lo extraeco-
nómico hasta una relativización posnacional de las escalas; y
• un desplazamiento tendencial desde la prim acía de la intervención
estatal para compensar los fallos del mercado en una economía mixta,
hasta un impulso al partenariado público-privado y otros mecanismos
de gobernanza auto organizada para compensar los fallos tanto del m er­
cado como del Estado en una economía en red.

3°4
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

Hasta aquí he considerado estas tendencias principalmente de forma


separada. He adoptado esta forma de presentación para sim plificar lo que, de
otro modo, hubiera aparecido como un análisis inmanejable en el que todo se
relaciona con todo y, lo que es más, al mismo tiempo. También me ha perm iti­
do elaborar algunos de los conceptos y argumentos teóricos más novedosos en
el lugar más adecuado dentro del desarrollo global del libro, en lugar de hacer­
lo en Sil prim era mención en otro contexto. Es más, incluso dejando de lado las
cuestiones expositivas, merece la pena dedicar un tratamiento separado a las
cuatro tendencias porque cada una de ellas posee su propia dinámica causal y
se ha desarrollado, además, de formas notablemente distintas en las diferentes
formaciones sociales del fordismo atlántico. Sólo una vez considerado el desa­
rrollo desigual de las cuatro tendencias, podemos aspirar a explorar cómo se
combinan, si es que lo hacen, para crear una tendencia global en favor de un
RPTS en una formación social dada. Ello resulta particularmente importante
porque la actual relativización de escalas tam bién afecta a la articulación esca­
lar de la política económica y social en diferentes formas, y plantea graves pro­
blemas para su gobernanta.
Por último, ya sea que los consideremos individual o colectivamente, no
cabe duda de que estos cambios están estrechamente ligados con la búsqueda
de soluciones a las tendencias objetivas de crisis y a las crisis realmente p erci­
bidas en el fordism o atlántico. De este modo, la transición en las economías del
capitalismo avanzado —en el contexto de la división mundial global del trabajo
y del mercado mundial— desde el fordism o al posfordismo es una parte im por­
tante del contexto general del paso desde alguna versión del ENBK a alguna otra
versión del RPTS. Pese a que las razones para dicho cambio dependen de las
respuestas a problemas económicos y sociales concretos, dichas respuestas
siem pre aparecen mediadas políticamente. Las variaciones nacionales en el
ritmo, dirección y nuevos patrones del RPTS dependen con frecuencia de sus
puntos de partida iniciales, de las diferencias en su modo de crecimiento y en
su inserción en la economía mundial, al igual que de las especificidades in sti­
tucionales y su característico equilibrio de fuerzas. Ello quiere decir que,
incluso si fuera posible identificar ciertas tendencias generales y anclarlas en
la lógica del capitalismo contemporáneo, no se justificaría una versión "de talla
única” de la reestructuración del tipo capitalista de Estado. En su lugar, lo que
necesitamos son los correspondientes análisis comparativos que aprehendan y
expliquen las variaciones y similitudes existentes entre las economías del capi­
talismo avanzado. Dichos estudios no se han realizado dentro del contexto de
este libro porque se trataba de identificarlas tendencias más abstractas asociadas
ROBERTJESSOP

a la dominación, ecológica de la relación de capital en un mercado mundial cada


vez más integrado. El enfoque adoptado en esta obra acerca de la determ ina­
ción económica excluye por completo cualquier pretensión de que la lógica de
la acumulación del capital determine todos los aspectos de las formaciones
sociales. Por el contrario, esta dominación ecológica quiere decir que el propio
curso de la acumulación de capital crea, para otros órdenes institucionales y
para el mundo de la vida, más problemas que los que éstos pueden causarle a
ella. No es posible determinar en este nivel de análisis la forma en que los
órdenes institucionales y el mundo de la vida se adaptan a estos problemas.
Hacerlo exigiría un análisis más detallado que debiera atender, por un lado, al
correspondiente carácter que se deriva tanto de su trayectoria anterior como
de la estrategia selectiva propia de estos órdenes institucionales; por otro, el
análisis del cambiante equilibro de fuerzas organizado en tom o a las diferen ­
tes respuestas a la lógica de la acumulación de capital.
Las amplias tendencias empíricas descritas en los capítulos anteriores po­
seen una extensa gama de causas, y cada una de ellas deberla ser considerada
como una "síntesis compleja de múltiples determinaciones” (Marx 1978: 100).
Sin duda, sería erróneo considerar cualquiera de estas tendencias como un
mecanismo causal individual y pasar por alto su naturaleza esencialmente des­
criptiva, sintética y generalizada1 . Por idénticas razones he tomado en considera­
ción posibles contratendencias empíricas —contratendencias que son resultado
ellas mismas de específicas tendencias y contratendencias abstractas— que
podrían modular o limitar la realización completa de estas tendencias. La forma
en que éstas se expresan también varía notablemente a lo largo del tiempo y del
espacio. Por último, también he señalado cómo los cuatro desplazamientos que
supone la transición ENBK-RPTS aparecen ligados principal, pero no exclusiva­
mente, a la búsqueda de respuestas a la crisis del fordismo atlántico. Sin duda, es
difícil distinguir causas y efectos en este complejo conjunto de interrelaciones,
dado que muchos de los rasgos considerados antes obvios en el panorama econó­
mico, político, socialy cultural se están modificando a un mismo tiempo. Por ello
es importante, en este nivel de abstracción, considerarlos en térm inos del aco­
plamiento estructural de las transformaciones económicas y políticas, sin tratar
de juzgar el peso causal relativo de cada uno de los factores económicos y sociales de
forma independiente. Es aquí donde resulta especialmente útil el concepto de do­
minación ecológica tanto analítica como heurísticamente. Este concepto pone de
relieve la interacción entre lo económico y lo político bajo el dominio de la lógi­
ca de la acumulación del capital, que depende de un estrecho vínculo entre lo eco­
nómico y lo extraeconómico.

3o 6
EL FUTUR O DEL ESTADO CAPITALISTA

EL TIPO IDEAL DE RPTS

El tipo ideal de RPTS puede describirse, a riesgo de cierta repetición, de la


forma siguiente (véase también la tabla 7. x). En prim er lugar, se trata de carac­
terizar el RPTS en lo que respecta a su papel concreto como garante de las con ­
diciones para la continuación —im probable— de los negocios privados
rentables desde el punto de vista de los capitales particulares y del capital en
general. Desde este ámbito, el RPTS es scbumpeteriano, ya que trata de proveer
de innovación y de flexibilidad permanentes a economías relativamente abier­
tas, interviniendo en el lado de la oferta y fortaleciendo cuanto sea posible la
competitividad estructural y sistemática de los correspondientes espacios eco­
nómicos. El concepto primario de organización para el desarrollo de las estra­
tegias de acumulación, de los proyectos estatales y de las visiones hegemónicas
en este contexto es el de economía basada en el conocimiento. Este amplio
concepto tiene aquí ía ventaja de que, pese a ser relativamente indefinido,
resuena sin embargo en una amplia gama de cambios ínterconectados y de gran
visibilidad en las formaciones capitalistas contemporáneas. Gomo tal, puede
servir de punto nodal en una extensa serie de discursos económicos, políticos,
sociales y culturales, y tiene implicaciones para la reestructuración de las fo r­
maciones sociales en su integridad (sobre la construcción narrativa de la crisis
y la reorientación discursiva de las estrategias de acumulación, de los proyec­
tos estatales y de las visiones hegemónicas, véase el capítulo 2). Gomo comple­
mento a estas nuevas preocupaciones estratégicas en política económica, se ha
producido el rechazo, destrucción o rearticulación de otros objetivos de políti­
cas anteriores.
En segundo lugar, por lo que se refiere a su papel concreto de garantizar
las condiciones para la problemática reproducción de la fuerza de trabajo como
una mercancía ficticia, el RPTS puede describirse (sin duda no muy felizm en­
te y con riesgo de malentendidos) como un régim en de trabajo (%vorkfare), en la
medida en que subordina su política social ala s demandas de la política econó­
mica. Dentro de esta última rúbrica estarían incluidos la promoción de la fle ­
xibilidad del mercado de trabajo y de la capacidad para encontrar empleo, el
desarrollo de una nueva economía globalizadora basada en el conocimiento, y
el cultivo de la competitividad estructural y sistémica. Merece la pena repetir
aquí que el alcance de la política económica se ha visto enormemente am plia­
do y profundizado, como consecuencia de la creciente importancia para la acu­
mulación del capital de lo que antes se consideraba "extraeconómico". Así,
mientras que el ENBICtrató de ampliar los derechos sociales de sus ciudadanos,

307
ROBERT JESSOP

el RPTS está más preocupado por favorecer servicios de bienestar que b en efi­
cien a los negocios, degradando por tanto las necesidades individuales a un
segundo plano. La subordinación trabajista (workfare) de la política social a la
economía es más probable cuando dichas políticas afectan a la población tra­
bajadora actual o futura. Esta es la razón de que las políticas del mercado de
trabajo, educativas y de formación desem peñen un papel tan importante en la
estrategia trabajista. Desde luego, la preocupación por la formación y el funcio­
namiento del mercado laboral ha sido desde antiguo un rasgo de la participa­
ción del Estado en la reproducción social de la fuerza de trabajo, pero el RPTS
concede mayor importancia a la flexibilidad y le otorga un nuevo sentido
(Ainley 1997), además de redefinir la naturaleza de las habilidades y com pe­
tencias que la educación y la formación deben aportar. Por ello, el Estado trata
igualmente de (re)constituir los agentes que se espera que sirvan como socios
en la economía innovadora, guiada por el conocimiento, emprendedora y fle ­
xible, y en su correspondiente régimen de trabajo, auto suficiente, autónomo y
empoderado (para un ejemplo reciente, véase Blair y Schróder 1999).
El trabajismo se asocia también con la presión a la baja sobre el gasto publi­
co que se refleja en la reducción absoluta o relativa del mismo o, en su defecto,
en vigorosas medidas de reducción de costes. Esto sucederá con mayor probabi­
lidad cuando el gasto social se refiera a quienes no son miembros (potencial­
mente) activos de la fuerza de trabajo o la han abandonado. Ello resulta
particularmente evidente en el reciente tratamiento de las pensiones (el capítu­
lo individual más abultado en los presupuestos del bienestar), y conlleva un
asalto sistemático y creciente a los derechos de pensión tanto en el sector públi­
co como en el privado. También puede apreciarse en el servicio de saluda Los
recortes en gasto social son más probables cuando el salario social es considera­
do como un coste de producción relacionado más con las demandas populistas y
la ingeniería social que con el resultado económico. Igualmente cuando se ve
como una deducción improductiva de los ingresos que podrían ser invertidos
más adecuadamente por los agentes económicos individuales en el mercado,
además de entenderse como una fuente de rigidez en el sector productivo. Por el
contrario, es menos probable que se den esos recortes cuando se pone menos
énfasis en los costes absolutos o relativos de los factores de producción, y más en
su contribución relativa al resultado económico; cuando se insiste menos en la
dimensión económica y más en la extraeconómica de la competitivídad; cuando
se enfatiza menos el coste fiscal inmediato del gasto social y más su contribución
a largo plazo a la producción; e, igualmente, cuando se insiste m enos en la
naturaleza inm ediatam ente im productiva del gasto social y más en su papel

3o 8
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

de compensación para los trabajadores (y otras fuerzas sociales afectadas nega­


tivamente) ante los riegos e interferencias que conlleva el comercio internacio­
nal. Sin embargo, ambas perspectivas consideran el gasto social en términos
económicos, y ambas tratan de presionar a la baja sobre el gasto social y de reo­
rientarlo en función de sus propias ideas sobre la competitividad.

TABLA 7.1

EL RÉGIMEN POSNACIONAL DE TRABAJO SCHUMPETERlANO

MEDIOS PRIMARIOS ESCALA PRIMARIA CONJUNTO CONJUNTO


DE COMPENSACIÓN DE (DE HABERLA) CARACTERÍSTICO DE CARACTERISTICO
LOS FALLOS POLÍTICAS SOCIALES DE POLÍTICAS
DE MERCADO ECONÓMICAS

Mayor papel de ía Reiativízación de escalas Subordina la política social Se concentra en


gobernarla auíoorganizada a expensas de ía escata a una noción ampliada la innovación y ta
para corregir tanto los fallos nacional. Competencia de política económica: competitividad en
del mercado como tos deí para establecer una nueva presiona a ta baja sobre economías abiertas, con
Estado. Si biert el Estado escala primaria pero el “salario social" y ataca un énfasis cada vez mayor
adquiere protagonismo preservando el papel de a los derechos sociales. en el lado de la oferta
en el ejercicio de ía tos Estados nacionales. para promover ta economía
metagobemanza._________ basada en el conocimiento.

Régimen ________________ Posnacional de Trabajo Schumpeteriano

En tercer lugar, en comparación con la primacía previa de la escala nacio­


nal en la gestión económica y en la provisión de la política del bienestar, el
RPTS es posnacional. Esta tendencia se deriva de la creciente significación de
otras escalas espaciales y de otros horizontes de acción, que hacen que la eco­
nomía nacional sea menos adecuada para una gestión macroeconómíca efecti­
va y que el territorio nacional resulte menos importante como contenedor del
poder2. Esto no supone el final de la política económica nacional relativa a la
promoción de la competitividad internacional, ni tampoco el final del Estado
nacional. Pero sí supone la relativización de la escala en política económica y
social en comparación con el periodo del fordismo atlántico. A su vez se rela­
ciona con la transferencia de funciones de adopción de políticas económicas y
sociales hacia arriba, hacia abajo o hacia los lados. En el ámbito global, esto se
manifiesta en la creciente dedicación de un tam bién creciente núm ero de
agencias internacionales (tales como el FMI, el Banco Mundial, la OGDE y la
OIT) y de foros íntergubernamentales (como el G8) al diseño de las actuales
agendas políticas y económicas. En parte, la UE actúa como un relé para estos
esfuerzos de diseño de agenda y, en parte, ha desempeñado por sí misma un
papel activo en el desarrollo de su propia agenda para ciertos países fuera de
sus fronteras. En el caso de las economías postsocialístas, especialmente las

309
R08ERTJESSOP

que ocupan los prim eros lugares en las filas de candidatos a nuevos Estados
miembros, resulta particularmente evidente-, pero también puede apreciarse
en su interés en las políticas sociales y económicas de los Estados miembros
asociados y de Africa del Norte (véanse Deacon 1995, 1996, 2 0 0 1; de Swaan
1992; Leibfried 1993-, Wilding 1997)- En el nivel de laU E se están imponiendo,
además, nuevas y más duras restricciones sobre las economías nacionales y la
gobernanza social, en especial mediante las norm as del Mercado Unico
Europeo, los criterios de convergencia económica de Maastricht y los requisi­
tos de la Unión Monetaria Europea. Reflejo de ello es la tendencia a la europei­
zación de las políticas del mercado laboral, la transformación de los acuerdos y
convenios corporativistas nacionales y el desarrollo de pactos sociales. Lo que
emerge en este contexto es una serie multínivel de regímenes de gobierno y de
gobernanza, orientados a la rearticulación ínterescalar de lo económico y lo
político, siendo la UE tan sólo uno de estos regímenes emergentes (Poulantzas
1978; Jessop 2000). Al mismo tiempo, se produce una tendencia a devolver la
adopción de ciertas políticas económicas y sociales a los niveles regional, urba­
no y local, sobre la base de que las políticas dirigidas a influir sobre el lado
microeconómico de la oferta y sobre la regeneración social reciben un mejor
diseño en las proximidades de sus lugares de ímplementación. En algunas oca­
siones, esto supone la cooperación transfronteriza entre espacios regionales,
urbanos o locales. En estos tres aspectos, los regím enes de regulación se han
hecho, por tanto, más posnacionales. Sin embargo y paradójicamente, puede
llevar a un mayor protagonismo de los Estados en el control de la transferencia
interescalar de dichos poderes, lo que sugiere un desplazamiento desde la
soberanía al rol deprimus interpares en las relaciones íntergubernamentales.
El momento posnacional de la reestructuración de la política y la econo­
mía, se ve complicado como consecuencia de la proliferación de escalas y de la
relativización de las mismas con la que se asocia. Existen importantes diferen ­
cias entre las tríadas a este respecto. El TLC es fundamentalmente un sistema
continental de comercio basado en la dominación de Estados Unidos como
economía cuasicontinental (que incluye dentro de sí diferentes economías
regionales con diferentes niveles económicos), con Ganadáy México progresi­
vamente obligados a internalizar las normas de producción y consumo de
Estados Unidos, así como a buscar como m ejor puedan un lugar en la em er­
gente división continental del trabajo. La tríada de Asia Oriental ha desarrollado
una división regional del trabajo de creciente importancia, organizada p riori­
tariamente sobre la hegemonía regional japonesa pero que carece de m ecanis­
mos institucionales coherentes para garantizar su coordinación efectiva, al

di o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

tiempo que se ve debilitada por la permanente incapacidad de Japón de romper


con su impasse político y por el considerable resentimiento residual existente
entre importantes fuerzas sociales de los países ocupados por Japón en los años
treintay cuarenta. La UE nos ofrece el único ejemplo de las tríadas, de un com ­
promiso claro con la integración económica, política y social y, con mayores
ambivalencias, con el desarrollo de estructuras estatales supranacíonales. Pese
a todo, las tres regiones/tríadas están vinculadas a la internacionalización de
los regímenes de sus políticas no sólo económicas, sino también jurídicas,
políticas y sociales. Esto excluye la sim plificadora generalización del caso de la
UE a las otras dos tríadas, o viceversa. A su vez, esto es un indicador de que no
debería llevarse demasiado lejos la capacidad explicatoria de la globalización
como marco general de los cambios recientes.
Finalmente, en lo que se refiere al modo en que se suministran las políti­
cas económicas y sociales, el RPTS es cada vez más un régimen si lo compara­
mos con el estatismo del ENBK. Esto se refleja en la creciente importancia de
los mecanismos no estatales de compensación de los fallos e inadecuaciones
del mercado en prestaciones propias de las políticas económicas y sociales
patrocinadas por el Estado. Se trata de un segundo e importante aspecto del
aparente (pero engañoso) "vaciamiento” délos Estados nacionales; es decir, de
la mayor im portancia de las redes privado-públicas para las actividades estata­
les en todos los niveles, desde las asociaciones locales hasta los acuerdos
supranacíonales neocorporativistas (por ejemplo, Glarkey Gaile 1998, Falkner
1998). El tantas veces señalado desplazamiento del gobierno a la gobernanza
(de la coordinación coactiva a la formación de redes y otras formas de autoor-
ganización) implica que las formas tradicionales de intervención desempeñan
en la actualidad un papel menor en la política económica y social. Esto no quie­
re decir, por supuesto, que hayan desaparecido el derecho y el dinero; sino que
la conducción activa de lo económico y lo social suele discurrir más bien por las
vías de la regulación blanda y el soft-law, la adicionalidad y el partenariado p ri­
vado-público, la inteligencia organizacional y la inform ación compartida, etc.
Un papel vital que igualmente desempeña la metagobernanza es el de la orga­
nización del marco institucional y de las reglas para las formas individuales de
gobernanza y para el reequilibrio de sus diferentes modos (véanse Dunsire
1996-, Jessop 1998, 2002b) • Ello puede apreciarse en el nivel europeo, en el que
las instituciones de la UE operan normalmente menos al modo de un aparato
estatal soberano supranacional a mayor escala, y más como punto nodal en una
amplía red de operaciones de metagobernanza. De este modo, desempeña un
papel central en la orquestación de la política económica y social dentro y por
R08ERTJESSOP

encima de muchas escalas diferentes de acción, que implican a un gran núm e­


ro de in tereses oficiales, cuasioficiales, de econom ía privada y civiles
(Ekengreen 1997; Sbragia 2000; Tommel 19 9 4 ,19 9 8 ; Willke 19 9 2,19 9 7)-

3 . SOBRE EL USO DE LOS TIPOS ID EALES

Como todos los tipos ideales, el ENBK y el RPTS se han elaborado mediante la
acentuación unilateral de ciertos rasgos empíricamente observables (en este
caso, los de las formaciones sociales del fordism o atlántico) para construir un
fenómeno social lógicamente viable. Con esto no se quiere decir que se parta de
una observación ingenua, teoréticamente inocente, de las apariencias superfi­
ciales, sino que por el contrario se parte de una reconstrucción reflexiva, teo­
réticamente informada de las tendencias y contratendencias básicas, y de un
intento de anclarlas en los mecanismos causales subyacentes3. Acentúan cier­
tos rasgos distintivos de un fenómeno para identificar aquello que le brinda su
coherencia estructural (incluyendo, quizá, un patrón de incoherencias deriva­
do de las contradicciones estructurales, de los dilemas estratégicos y de las
paradojas discursivas dotadas de especificidad histórica) y señalan sus tenden­
cias distintivas de desarrollo. En este sentido, pretenden servir más como
puntos de referencia —teoréticamente inform ados— para los análisis em píri­
cos, que como sustitutivos de dichos análisis, y perm itirnos así establecer rela­
ciones entre estos análisis y un análisis realista crítico de la economía política
del capitalismo. Estos tipos ideales unilaterales nunca se hacen reales por
completo. De este modo, ni el tipo ideal de ENBK ni sus diferentes subtipos se
dieron nunca en su forma pura en el fordism o atlántico. Del mismo modo,
construir un tipo ideal de RPTS no presupone que existan realmente ejemplos
de RPTS en su forma pura, ni im plica que los posibles desplazamientos a lo
largo de sus diferentes dim ensiones se produzcan de manera regular y a un
mismo ritmo. De hecho, existe una importante diferencia en la búsqueda de
soluciones a los problemas del fordism o atlántico y del ENBK. No se trata de un
movimiento unidireccional ni de una convergencia multilateral entre todos los
regímenes nacionales. Lo que existen son mezclas de estos tipos dependientes
de su trayectoria anterior (fundidos con algunos rasgos incidentales o acciden­
tales) que deben ser objeto de consideración en toda su complejidad, más que
unilateralmente. Aunque los rasgos característicos del RPTS aparecen más cla­
ramente en esta comparación más bien eurocéntrica con el ENBK, existen
importantes ejemplos en Asia Oriental de su desarrollo, en ausencia de forma

3x3
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

alguna de ENBK con mayor o menor tendencia a la crisis. De hecho, estos últi­
mos ejemplos se utilizaron durante un tiempo —antes de la llamada Crisis
Asiática— como modelos para resolver las tendencias a las crisis occidentales.
Conviene formular cuatro comentarios sobre este tipo ideal de RPTS. En
prim er lugar, la elección del término para la forma estatal emergente pretende
m arcar el contraste con el ENBK en la forma más clara posible. Por tanto, el
tipo ideal de RPTS establece una clara ruptura con el ENBK en la medida en que
(i) el pleno empleo nacional pierde su prioridad en favor de la competitividad
internacional; (2) los derechos de bienestar redistributivo ocupan un segundo
lugar tras la reordenación productivista de las políticas sociales? (3 ) la prim a­
cía del Estado nación cede ante ciertas actividades del Estado en otras escalas-,
y (4) la gobernam a tiene más relieve en una sociedad negociada y en red que la
que posee el gobierno en la economía mixta. Naturalmente, en la práctica esta
oposición resultará menos marcada. Esta contraposición puede justificarse en
términos cx'íticosy en térm inos heurísticos, frente a una persistente tendencia
entre algunos estudiosos a indicar que el keynesianismo internacional podría
restaurarlas condiciones de expansión mundial o que el Estado de bienestar es
un logro histórico irreversible al cual no habría afectado mayormente la globa-
lización4. Mi intención al desarrollar este concepto alternativo es mostrar que
aunque el tipo capitalista de Estado se ve necesariamente implicado en el ase­
guramiento de las condiciones para la reproducción económica y social, no
tiene por qué hacerse en forma de ENBK. De hecho, la actual reestructuración
parece exigir para el capital la ruptura con aquél. El hecho de que algunos
Estados sean incapaces de efectuar los cambios necesarios, sólo impugnaría
este argumento si fueran capaces de seguir compitiendo con éxito en la nueva
economía global, manteniendo al m ismo tiempo su forma anterior.
En segundo lugar, los dos tipos ideales presentan los rasgos distintivos del
EN BKy del RPTS, respectivamente, por oposición a todos sus rasgos histórica­
mente existentes, dominantes en la actualidad o de posible existencia futura.
Por ejemplo, al designar al Estado de posguerra como "keynesiano” y enfatizar
consiguientemente su papel en el lado de la demanda, no quiere decirse que el
ENBK no tuviera políticas sobre la oferta. Como se indicó en el capítulo 3, tam ­
bién promovió una infraestructura nacional uniform e como base para la gene­
ralización de las normas fordístas de producción y consumo, al igual que para
reducir el desarrollo nacional desigual. También contribuyó a la innovación
tecnológica mediante un mayor apoyo a la ciencia, una expansión masiva de la
educación superior sobre líneas fordistas y, en ocasiones, mediante el apoyo
militar al I+D. Ahora bien, existen importantes diferencias en la relación entre

3i 3
ROBERT JESSOP

las políticas de demanda y de oferta en el ENBK y en el RPTS. Mientras que las


políticas de oferta del ENBK se adaptaban al paradigma fordista con su in sis­
tencia en las economías de escala, la gran ciencia y el crecimiento de la p ro­
ductividad, las políticas de oferta del RPTS se orientan hacia la innovación
permanente, las economías de alcance, de aglomeraciones y de redes, y hacíala
promoción de la economía basada en el conocimiento y la competitividad
estructural y sistémica. Ponen un mayor peso que lo que se hacía en el típico
ENBK fordista en: la gestión explícítay estratégicamente auto consciente de los
sistemas de innovación y la política de competencia; una interpretación amplia
de los factores asociados al éxito en la innovacióny a la competitividad en eco­
nomías abiertas-, y en las capacidades de aprendizaje institucional. Por el con­
trario, mientras que las políticas macroeconómicas del ENBK trataban de crear
las condiciones de pleno empleo para satisfacer las demandas del capital p ro­
ductivo interno, las políticas macro económicas del RPTS se preocupan de la
inflación (incluyendo la inflación de activos) y la prudencia presupuestaria
para satisfacer las demandas del capital financiero. Del mismo modo, volvien­
do a la política social, mientras que la preocupación por la formación y el fun ­
cionamiento del mercado laboral ha sido un rasgo de la intervención estatal en
la reproducción social de la fuerza de trabajo durante un largo periodo, la tran­
sición desde el fordismo con sus expectativas de trabajo para toda la vida (y
hasta de un trabajo de por vida), al posfordism o con su insistencia en la ínse-
guridad económica y el camhio constante, ha llevado a una forma diferente de
form acióny educación. Podríamos continuar este análisis, pero esperemos que
baste con lo dicho hasta ahora para destacar la importancia de las discontinui­
dades en actividades aparentemente sim ilares, así como la relevancia de las
nuevas actividades. Desde un punto de vista más general, el RPTS expresará
también, como es obvio, otras preocupaciones y realizará otras muchas funcío-
nes típicas de los Estados capitalistas; pero son los cuatro rasgos antes señala­
dos, junto con sus im plicaciones para la dinám ica del capitalismo y el
funcionamiento general de los Estados, lo que lo diferencia de otros regímenes
capitalistas. En conjunto, forman una parte esencial de su estrategia de acumu­
lación, y se reflejan igualmente en los proyectos hegemónicos con los que ésta
se asocia.
En tercer lugar, es preciso realizar cuatro aclaraciones para evitar m alen­
tendidos sobre el sentido del tipo ideal de RPTS.

i. Al hacer referencia al schumpeterianismo en la caracterización del


nuevo papel del Estado en la reproducción económica, no pretendo

B14
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

decir que el propio Schumpeter defendiera el RPTS en toda su comple­


jidad y diversidad. Ni, por supuesto, que Keynes diseñara el plan de
todos los ulteriores desarrollos institucionales y políticos asociados en
cualquier país al ENBK. Ni Keynes ni Schumpeter pueden ser conside­
rados los legítimos padres fundadores de los regímenes con los que se
los identifica. Sin embargo, al referirm e a estos economistas, he iden­
tificado a dos pensadores emblemáticos con cuyas ideas ha venido a
quedar asociado (con razón o sin ella) el papel del Estado en la prom o­
ción de la acumulación de capital en periodos y regímenes económicos
concretos5. Gon frecuencia se citaba a Keynes para justificar una mayor
preocupación del Estado en torno a la garantía del pleno empleo; y
Schumpeter ha sido redescubierto como el teórico de la innovación
como fuerza motriz de las ondas largas de expansión económica.
Naturalmente, había equivalentes de Keynes en otras economías, como
Wicksell en Suecia; pero Keynes se ha convertido en la figura em blem á­
tica de la gestión macroeconómica orientada a la demanda. Del mismo
modo, otros economistas han examinado la dinámica de la competen­
cia, la innovación, el emprendimiento y las ondas largas de crecim ien­
to económico, pero ninguno lo ha hecho de forma tan vivida y completa
como Schumpeter. Además, Keynes y el keynesianismo, con su in sis­
tencia en la política económica, ofrecieron un contexto dentro del cual
pudo desarrollarse el Estado de bienestar. Gomo consecutivamente he
señalado, sin pleno empleo sería difícil mantener un Estado de b ienes­
tar universalista. El papel de la "comunidad epistémica keynesiana”
(Ikenberry 1993) a la hora dep on erlos cimientos para el pacto interna­
cional de posguerra asociado al fordism o atlántico es especialmente
importante, incluso sí hubo diferentes rutas —y diferentes velocida­
des— hacia las políticas de pleno empleo (véanse sobre este particular
las contribuciones en Hall 1989).
2. La diferencia entre estos dos economistas es mucho más específica de
lo que parece implicar el mero contraste entre la preocupación por la
demanda o por la oferta, pues el interés de Schumpeter en esta última
difiere radicalmente del de economistas como Hayek, Friedman o
Laffer. Así, Hayek estaba preocupado de las condiciones económicas y
constitucionales parala libertad, Milton Friedman de la oferta moneta-
ria y Laffer (¿quién se acuerda hoy del ridículo pero políticamente con­
veniente Laffer?) del impacto sobre la oferta de los diferentes grados de
tributación. Era la oferta de innovación lo que constituía el centro del

3*5
ROBERTJESSOP

análisis de la dinám ica de crecim iento capitalista que realizó


Schumpeter, y no las implicaciones para la demanda de la libertad, el
dinero o los impuestos. Y es justainente la competitividad estructural
liderada por la innovación la que está ocupando un papel central para el
éxito de las funciones económicas del Estado capitalista contemporáneo.
3 . Al adoptar la expresión "de trabajo” para identificar la dim ensión de
políticas sociales del RPTS, rio pretendo afirm ar que una precondicíón
para las prestaciones del bienestar para la población activa sea el traba­
jo, la recualificación o la prueba de la disponibilidad para hacerlo. Sino
que pretendo indicar una reorientación general de la política social
desde la visión redistributiva basada en la extensión de los derechos
sociales en un Estado nacional hacia un tipo de enfoque más producti-
vista y dirigido al ahorro de costes en una economía abierta. El uso más
habitual de "trabo/isía” no es más que un ejemplo neoliberal especial de
una tendencia más general en la reorganización del papel del Estado en
la promoción de la reproducción social.
4. Al llam ar "régim en” al modo de gobernam a, no pretendo decir que el
Estado se haya desvanecido, sino que busco señalar la creciente im por­
tancia de las diferentes formas de autoorganización para com pensarlos
fallos del mercado. Esto se reñeja, en realidad, en un doble desplaza­
miento desde el gobierno a la gobernanzay desde el gobierno a la meta-
gobernanza, que acompaña a los otros cambios ya señalados en el tipo
de Estado capitalista.

Por último, al identificar que hay un movimiento tendencial de uno a otro,


no pretendo decir que se haya producido una ruptura radical que haya trans­
formado todo. Siem pre hay efectos "conservación-disolución" variables,
dependientes de la trayectoria recorrida (Poulantzas 1975)- El cambio, pues,
servirá para reform ar y refuncionalizar antiguas relaciones sociales, institu­
ciones o discursos, conservándolas en el nuevo modelo; o, por el contrario,
puede disolverlas en elementos selectivamente articulados en las nuevas rela­
ciones, instituciones o discursos que pierden, consiguientemente, su integri­
dad previa. Estos efectos están asociados a la polivalencia de todos los
fenómenos sociales, lo que quiere decir que pueden ser articulados en diferen ­
tes órdenes y discursos institucionales y que podrán modificar su significado
con esta articulación. Pasar por alto estos efectos puede conducir fácilmente a
una mala interpretación de la continuidad o discontinuidad relativa entre d ife­
rentes periodos.

3 i6
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

4,. ESTRATEGIAS ALTERNATIVAS DENTRO D EL RPTS

Dado que m is análisis se han realizado básicamente en términos de oposición


global entre el ENBK y el RPTS, podría alegarse que tratan de incluir dem asia­
do en un conjunto excesivamente dualista de conceptos. No es ésa mi inten­
ción. Ya me he referido a las variantes del ENBK y presentaré ahora las del
RPTS. Las diversas tendencias políticas y económ icas antes señaladas p u e­
den quedar (y a menudo lo están) integradas y expresadas en discursos muy
diferentes, asociándose con direcciones estratégicas contrarias por la p re ­
tensión de las diferentes fuerzas sociales de buscar un sentido a las tenden­
cias y contratendencias en conflicto en la nueva economía mundial. Existe
una considerable dosis de im provisación y de método ensayo-error en los
cambios actuales, sin que haya emergido un patrón claramente dominante. Por
razones heurísticas, sin embargo, podemos postular cuatro tipos ideales: neo­
liberal, neocorporativista, neoestatista y neocomunitarista (véase el cuadro
7.1). Al emplear el prefijo "neo" para identificarlos, quiero poner de relieve
que los tres prim eros incorporan importantes discontinuidades con los reg í­
menes liberal, corporativista y estatista asociados al fordismo, del mismo modo
que el neocomunitarismo posee también importantes rupturas con los ante­
riores esfuerzos por institucionalizar el comunitarismo en las formaciones
sociales capitalistas. Las combinaciones estratégicas concretas que pueden en ­
contrarse en los casos individuales dependen de su legado institucional, del
equilibro de fuerzas y de las cambiantes coyunturas políticas y económicas en
las que se persigue cada estrategia.

NE0 L1BEHALISM0

Podríamos considerarla como la estrategia hegemónica de la globalización eco­


nómica debido al apoyo que recibe de los principales organismos económicos
internacionales (tales como la OGDE, el FM I o el Banco Mundial), por su p ri­
macía en los Estados Uñidos (el indiscutido hegemonista actual del capitalis­
mo) y en otros países anglófonos (sobre todo, Inglaterra, Australia, Nueva
Zelanda y Canadá), y su anterior status paradigmático en la reestructuración de
las economías postsocialistas y en su integración en la economía mundial.
Resulta también evidente, aunque no hegemónico, en las políticas neoliberales
de ajuste (incluso donde no se da un cambio más radical de régimen neolibe­
ral) en la mayor parte de las economías avanzadas del capitalismo. Incluso allí
donde las fuerzas económicas y políticas dominantes no acogen plenamente

3i ?
R08ERT JESSOP

esta estrategia en otros espacios económicos y políticos, los efectos del proyec­
to neoliberal global siguen actuando mediante su contribución a la creciente
dominación ecológica de la acumulación de capital y la dominación económica
de las fracciones de capital que se benefician de este proyecto.
El neoliberalismo trata de promover una transición regida por el mercado
hacia un nuevo régimen económico y social. Para el sector público, esto im pli­
ca la privatización, la liberalizacióny la im posición de criterios comerciales en
un sector estatal residual; para el sector privado, supone la desregulación y un
nuevo marco legal y político que sirva de soporte pasivo a las soluciones de
mercado. A su vez se refleja en la promoción estatal de los mercados laborales
de despido libre y de horarios y salarios flexibles; en el crecimiento de los gas­
tos fiscales guiados por iniciativas privadas basadas en los subsidios fiscales
para las actividades económicas privilegiadas; en las medidas destinadas a
transformar el Estado de bienestar en un mecanismo de apoyo y subsidio a los
salarios bajos, y a reorganizar la fuerza disciplinaria de las medidas y progra­
mas de seguridad social-, y en una reorientación más general de la política eco­
nómica y social hacia lo que se perciben como necesidades del sector privado.
Asociadas a estas medidas aparece el repudio de la participación social en favor
de las prerrogativas de los gestores, las fuerzas del mercado y un Estado fuerte.
El neoliberalismo también supone un enfoque cosmopolita que da la bienveni­
da a la internacionalización del espacio económico interior en forma de inver­
siones interiores y exteriores, y que aboga por la liberalización del comercio y
las inversiones internacionales dentro de los bloques regionales o de forma
más general. Se supone que la liberación del espíritu animal de los em prende­
dores producirá innovación de forma espontánea, según vayan disfrutando de
las ventajas de los incentivos del nuevo clima guiado por el mercado y de una
promoción estatal más general de una cultura de empresa. A su vez, la com pe-
títividad nacional es entendida como el efecto agregado de la competitívidad
macroeconómica de las empresas individuales. De esta forma, apenas se apre­
cia una preocupación estatal por m antener una serie profunda y coherente de
competencias económicas centrales en la economía nacional, y/o sistemas
adecuados de innovación nacional o regional que sirvan de base para la compe-
titividad estructural. En este contexto, se espera que los aparatos estatales loca­
les e internacionales actúen como relés para el enfoque guiado por el mercado
hacia la innovación y el trabajismo. Aunque a veces se afirm a que el neolibera-
lismo supone un regreso al libre mercado y al Estado liberal, ninguna de estas
dos cosas es realmente factible en las condiciones actuales. Por el contrario,
suele implicar la subordinación de las empresas pequeñas y medianas a nuevas

3i 8
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITAUSTA

formas de competencia monopolística a escala mundial. Igualmente, incluso si


los Estados nacionales o locales adoptan un enfoque laissez-faire en la esperan ­
za de regenerar la cultura empresarial, precisarán seguir demostrando que son
lo suficientemente fuertes como para desmantelar y sustituir los antiguos
modos de regulación social, y como para resistir las correspondientes presio­
nes políticas en favor de todo tipo de intervenciones ad hoc para lograr venta­
jas económicas o políticas a corto plazo. No se trata de tareas sencillas.

NEOCORPORATIVISMO

Esta estrategia se basa en la institucionalízación de un enfoque de negociación


y concertación permanentes de las estrategias, decisiones y conductas en la
economía por parte de los agentes económicos. Partiendo de un entendim ien­
to autorrefiexivo de los vínculos entre los intereses económicos privados y la
importancia de los acuerdos colectivos para la estabilidad de una economía
incrustada en la sociedad y socialmente regulada, las fuerzas económicas del
neocorporativismo se esfuerzan por equilibrar competencia y cooperación. Este
sistema se aleja del corporativismo fordista basado en el predominio de la pro­
ducción masiva y los grandes sindicatos, y en la primacía del pleno empleo y la
estanflación como preocupaciones económicas. En este sentido, el alcance de
los acuerdos neocorporativistas refleja la diversidad de las comunidades políti­
cas y de las redes implicadas en un modo de crecimiento guiado por la innova­
ción, así como la creciente heterogeneidad de la fuerza y los mercados de
trabajo. Los acuerdos neocorporativistas en el emergente RPTS aparecen tam ­
bién más directa y explícitamente orientados a la importancia crucial de la
innovación, la expansión de la economía basada en el conocimiento, la compe -
titividad estructural y la activación (en lugar del apoyo pasivo) en lo relativo a
los mercados laborales. El neocorporativismo se extiende más allá de las asocia­
ciones em presariales y los sindicatos, para incluir a comunidades de políticas
públicas que representan diferentes sistem as funcionales (por ejemplo, la
ciencia, la salud, la educación, el derecho); y busca una implementación más
flexible de las políticas mediante la extensión de la "regulación autorregulada”
y el gobierno del interés privado, de forma que haya una implicación menos
directa del Estado en la gestión de la "oferta” y un mayor énfasis en las políti­
cas industriales privadas. Los acuerdos corporativistas heredados pueden tam ­
bién volverse más selectivos (por ejemplo, excluyendo algunos intereses
industriales anteriormente blindados y a trabajadores periféricos o m argina­
les, integrando sectores de alto crecimiento y otorgando un mayor peso a los

319
ROBERTJESSOP

trabajadores clave); y como reflejo de la mayor flexibilidad y descentralización


de algunos rasgos esenciales de la economía posfordista, los centros de grave­
dad neocorporatívistas tienden a desplazarse más hacia el micronivel de las
empresas y localidades, en perjuicio de la concertación macro económica cen ­
tralizada. Esto no resulta ciertamente incompatible con vínculos "de abajo a
arriba” neocorporatívistas entre empresas y/o localidades en diferentes espacios
económicos nacionales, que puenteen al gobierno central. Sea en el nivel local,
nacional o supranacional, el Estado se ve tan implicado en estas estrategias
neocorporatívistas como lo está en los enfoques neoliberalesy neoestatistas. Sin
embargo, sus recursos y sus acciones se emplean para apoyar o respaldar las
decisiones obtenidas mediante la negociación corporativísta, más que para pro­
mover el desentendimiento neoliberal o las iniciativas neoestatistas proactívas
autónomas. Lo que, a su vez, implica que la adecuación a las políticas estatales
es voluntaria o dependiente de las acciones adoptadas por las organizaciones
corporativistas autorreguladas dotadas de status público.

CUADRO 7.1

ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN 0 AJUSTE DEL NEOLIBERALISMO GLOBAL

Neotiberatismo

1. Liberalización — promueve la Ubre competencia.

2. Desregulación ■— reduce el papel del derecho y el Estado.

3. Privatización — liquida el sector público.

4. indexación de un sector público residual.

5. ¡ntemacionalización — libera los flujos de entrada y salida.

6. Reducción de ios impuestos directos — aumenta las opciones del consumidor.

Neocorporativismo

1. Reequilibra competición y cooperación.

2. "Autorregulación regulada” descentralizada.

3. Aumenta la gama de "actores' privados, públicos o de otra naturaleza.

4 Mayor protagonismo del parte na ría do público-privado.

5. Protege los sectores económicos clave en una economía abierta.

6. Impuestos altos para la financiación de la inversión social.

Neoestatismo

1. Del control estatal a la competencia regulada.

2. Guia la estrategia nacional más que planificarla verticalmente.


EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

3. Somete a auditoría el rendimiento de los sectores público y privado.

4. Partenariado público-privado bajo guía estatal.

5. Protección neom erea nti lista del núcleo económico.

6. Mayor protagonismo de nuevos recursos colectivos.

Neocomunitarismo

1. Desliberalizado n — ¡imita la libre competencia.

2. Empoderamiento — mejora el papel det tercer sector.

3. Socialización expande ta economía social.

4. Enfatiza el valor de uso y la cohesión sociales.

5. Comercio justo, no libre comercio; piensa globalmente, actúa (ocalmente.

6. Redirige los impuestos — renta de ciudadanía, ayudas a los cuidadores.

NEOESTATÍSMO

Se trata de un enfoque —conforme con el mercado pero patrocinado por el


Estado™ de reorganización económica en el que el Estado interviene guiando
el desarrollo de las fuerzas del mercado. Y lo hace mediante sus propios pode­
res de coordinación coactiva, sus propios recursos y actividades económicos, y
sus propios conocimientos e inteligencia organizativa. Sin embargo, al desple­
gar estos recursos en ayuda de la estrategia de acumulación urbana, regional,
interméstica, nacional o supranacional, el Estado es muy consciente de la cam­
biante naturaleza y los cambiantes discursos de la competencia internacional,
y se im plica de forma activa, de hecho, en la promoción de estos discursos y de
las correspondientes políticas económ icasy sociales. En este contexto, el neo-
estatismo supone una mezcla de desmercantilización, de flexibilidad patroci­
nada estatalmente y de otras actividades estatales destinadas a garantizar la
eficacia dinámica de un núcleo de actividades económicas estructuralmente
coherente e institucionalmente dotado de densidad institucional. Esto se
refleja en una política estructural activa en la que el Estado fija objetivos estra­
tégicos en relación con las nuevas tecnologías, la transferencia de tecnología,
los sistemas de innovación, las infraestructuras y otros factores que afectan a la
competitividad estructural general de la emergente economía basada en el
conocimiento; y en una estrategia territorial activa en la que se tratan de p ro­
m overlas interdependencias no comerciales que sustentan el éxito de un guión
de aprendizaje, de un medio de innovación, de un cluster industrial, de una ciu­
dad emprendedora, etc. Favorece una política activa del mercado laboral para

321
ROBERT JESSOP

recualificar la fuerza de trabajo y para estimular un mercado laboral flexible en


cualificaciones antes que en salarios; interviene directa y abiertamente con sus
recursos políticos y económicos para reestructurar las industrias en declive y
para promover los sectores en rápido crecimiento; e interviene en una serie de
estrategias de guía social basadas en su propia inteligencia estratégica y en sus
propios recursos económicos para promover objetivos específicos mediante la
acción concertada con diferentes comunidades de políticas que incluyen inte­
reses públicos, mixtos y privados. Estas actividades tratan de elevar la econo-
mía nacional (o el espacio económico de que se trate) en la jerarquía
tecnológica, mediante la creación y mantenimiento de una base productiva
coherente y competitiva y medíante una estrategia de especíalízación flexible
en sectores específicos de alta tecnología. Aunque el Estado central conserva
un papel estratégico central en dichas áreas, también favorece las actividades
paralelas y complementarias en los niveles regional y local. En los términos
empleados en el capítulo 6, el neoestatismo supone un fuerte papel estatal en
la conducción contextual descentrada. A p esar de lo cual, el deseo del Estado de
proteger las capacidades tecnológicas y económicas esenciales de su base p ro­
ductiva y su sistema de innovación, puede aparecer asociado al mercantilismo
en el nivel supranacional.

NEOCOMIJNITARISMO

Esta variante promueve la economía social6 como un desafío a la lógica de la


acumulación de capital en la economía, a su extensión a otras esferas de la vida
social y la lucha por establecer la hegemonía burguesa sobre la sociedad en su
conjunto. Contra dicha lógica, especialmente en sus aspectos más abstractos
derivados del dominio del valor de cambio, la economía social prioriza el valor
de uso social, y trata de reinsertar la organización de la economía en contextos
espaciotemporales concretos orientados por los ritmos de la reproducción
social, más que por la frenética circulación del capital financiero digitalizado.
El neocomunitarismo también se opone a la extensión de la lógica capitalista a
otras esferas de la vida como la educación, la salud, la vivienda, la política, la
cultura, el deporte, etc., y a que éstas queden directamente mercantilízadas o,
al menos, sometidas aúnas fuerzas cuasimercantiles. Efectivamente, la expan­
sión de la economía social ofrece una base de resistencia frente a la hegemonía
cada vez mayor del capital sobre la sociedad en su conjunto, toda vez que
demuestra la posibilidad de organizar la vida económica y social en unos tér­
minos que impugnan el "sentido común” capitalista.

3zz
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

COMBINACIÓN DE ESTRATEGIAS

Estas cuatro estrategias han sido formuladas como tipos ideales basados en
observaciones em píricas teoréticamente informadas y, como tales, no se dan
en ningún lugar en su forma pura. Por el contrario, los elementos de esas dife­
rentes estrategias para la transición hacia una economía globalizadora basada
en el conocimiento suelen aparecer combinados en los casos reales. Esto puede
apreciarse en todos los niveles de la intervención política. Por ejemplo, m ien­
tras que las principales organizaciones internacionales y supranacíonales sue­
len obedecer a una estrategia neoliberal en el rediseño de la economía
mundial, siguen existiendo diferencias entre ellas, así como cierto grado de
fluctuación en el peso que se otorga a los diferentes elementos de estas cuatro
estrategias. Por ejemplo, Deacon, que ha trabajado especialmente la globaliza-
ción de la política social, ha señalado que:
sigue habiendo interesantes desplazamientos en La posición de cada
jugador individual en el debate. El FM l se ha tomado más en serio la
dimensión social de la globalización, tratando de establecer si un cierto
grado de igualdad resultaría beneficioso para el crecimiento económico. El
Banco Mundial ha presentado más claramente su enfoque de gestión del
riesgo para la protección social en el contexto de la globalización. La OCDE
advierte ahora de que la globalización puede conducir a la necesidad de
más y no de menos gasto social. La OITha comenzado a dar signos de estar
realizando concesiones a la visión del Banco Mundial sobre la seguridad
social. Más recientemente, el papel de la Organización Mundial del
Comercio y sus creencias acerca de la conveniencia de forjar un mercado
global de provisión de servicios sociales j de salud está adquiriendo una
preeminencia de la que carecía en el pasado h o o i: 6o~i].

Del mismo modo, en la UE la estrategia del mercado único se basa en un


enfoque neoliberal de la competitividad —la creación de un mercado en toda la
UE medíante la liberalización, la desregulación y la internacionalización— y
pretende blindar un marco de política económica y social neoliberal que lim i­
te el margen de m aniobra de los Estados miembros. Dentro de este marco neo­
liberal, existe tam bién una estrategia neoestatista con la que la UE coordina las
redes que vinculan los diferentes niveles de gobierno en los diferentes
Estados, así como las agencias semipúblicas y privadas que van desde las in sti­
tuciones educativas, los institutos de investigación, hasta las empresas y ios
bancos para promocionar las nuevas tecnologías, la transferencia de tecnología,

3^3
R 0 8E R TJ8S 50P

etc., al igual que para crear un espacio de innovación europeo. Se trata del
momento más obviamente schumpeteriano de la estrategia económica de la
UE. También dentro del marco neoliberal, encontramos una emergente estra­
tegia neocorporativista orientada hacia una Carta Social que impida el "dumping
social" y que apuntale los intentos de recualificación y readiestramiento de los
trabajadores a la búsqueda de un trabajo más flexible y fiable (Falkner 1998;
G rahly Teague 19 9 1; Perrin 1988). Se trata de una importante medida de flan ­
queo para la estrategia de formación del mercado neoliberal y, aunque todavía
no se encuentra muy institucionalizada, podría servir de base para im pedir
ulteriores pasos en la pendiente neoliberal. Y, por último, nos encontramos
con que la UE está activamente comprometida con la promoción de la econo­
mía social en áreas más reducidas para combatir la exclusión social.
Este tipo de combinación de enfoques no necesariamente es síntoma de
eclecticismo o incoherencia. De hecho, la CE llegó a sostener hace diez años
(no sin insinuar una especial súplica y elusión política) que los elementos neo­
liberales de su estrategia podían considerarse como el catalizador de la com pe­
titividad estructural, m ientras los elem entos neoestatístas serían sus
aceleradores. También insinuaba que algunos aspectos del proyecto neocorpo­
rativista podían ser vistos como requisitos del ajuste estructural y de una mejora
en la competitividad, en la medida en que promueven la cohesión económica y
social (Comunidades Europeas 19 91: s;3 )7. No es preciso tomarse estas afirm a­
ciones en sus propios términos. Algo menos caritativamente, podríamos v e r­
los como poco más que un signo de confusión y de estar intentando salir del
paso. Más plausiblemente podríamos considerarlas como una expresión de los
compromisos inevitables en cualquier estrategia de acumulación o en cual­
quier proyecto estatal. Aunque también podría existir una coherencia estruc­
tural más profunda en esta estrategia, cuando se la examina desde el punto de
vísta de los intentos de construir un nuevo arreglo espaciotemporal alrededor
de la prim acía del espacio económico europeo. En este contexto, el Mercado
Unico Europeo es un mecanismo neoliberal que pretende institucionalizar el
espacio económico europeo y blindar el concepto monetario de capital como
el eje primario sobre el que podrían definirse y tratar de alcanzarse las estrategias
de acumulación futuras. Con ello se integra la triada europea en el emergente
mercado mundial neoliberal activamente promovido desde los EE UU y las
organizaciones internacionales en las que es hegemónico. En este sentido, el
proyecto neoliberal es el que sirve para vincular la economía mundial, el espa­
cio económico europeo y la cada vez más intrincada red de espacios económ i­
cos por debajo del nivel europeo. Sin embargo, dado que el mecanismo de

3^4
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

mercado es proclive a los fallos, el neoliberalism o necesita complementos y


apoyos. La estrategia neoestatista es importante a la hora de construir la com-
petitividad estructural de la economía europea, especialmente si consideramos
las numerosas barreras económicas y extraeconó micas a la construcción de una
cooperación a lo largo de toda Europa, capaz de contrarrestar la creciente
penetración de la economía europea por el capital americano y el de Asia Oriental,
así como la consiguiente fragmentación y balcanización entre las alianzas
estratégicas y los in tereses nacionales y tran snacion ales en com petencia.
La estrategia neocorporativista, por el contrario, es más importante en el campo
de la política social. Aunque la UE carece de competencias formales en esta
área, siem pre puede intentar desarrollar una política social para Europa
mediante la cooperación con los agentes sociales (véase Falkner 1998). De este
modo, resulta esencial el establecimiento de nuevos arreglos institucionales y
la asignación de diferentes papeles y competencias complementarias entre las
distintas escalas espaciales y tipos de actores, para garantizar con ello que la
línea estratégica dominante se convierta en acción efectiva.
También podemos encontrar diferentes estrategias dentro de cada Estado
nacional europeo. Aunque las políticas, por ejemplo, del thatcherismo y, más
recientemente, del Nuevo Laborismo, im plican el dominio de una estrategia
neoliberal, no se han rechazado por completo las demás. Así, en el caso del
thatcherism o, los program as del gobierno central (aunque se reconoce
comúnmente que en pequeña escala) se orientaban a la transferencia tecnoló -
gica y la investigación dentro de las tecnologías genéricas; y pese a la abierta
hostilidad hacia el corporativismo tripartito y a los pactos con los agentes sociales
en el nivel nacional, también promovió un corporativismo de empresa y un
"nuevo realism o” en los lugares de trabajo. Es más, aunque el gobierno central
estaba en retirada, proliferaron las iniciativas de desarrollo económico local
siguiendo las líneas del RPTS. Guando las autoridades eran laboristas, a menu­
do se trataba de iniciativas de tipo neocorporativista o neoestatista; por el con­
trario, con autoridades locales conservadoras, había una mayor inclinación
hacia el neoliberalism o o hacia el partenariado privado-público sin contar con
los trabajadores organizados. El Nuevo Laborismo acogió con Blair la mayor
parte del legado neoliberal del thatcherismo extendiéndolo a nuevas áreas.
También emprendió los prim eros pasos hacia una rutinización del neolibera­
lismo. En este sentido, se puso un mayor énfasis en garantizar el funciona­
miento del emergente régimen neoliberal mediante las políticas normales, en
el desarrollo de las políticas de flanqueo en una amplía gama de campos, y en la
institucíonalización de mecanismos complementarios para compensar sus

3^5
ROBERTJESSOP

negativas consecuencias económicas, políticas y sociales. Todas estas medidas


se ejecutan, por supuesto, en un contexto marcado por la continuidad de las
preocupaciones políticas sobre la unidad del Estado y la unidad territorial, la
legitimación política y la reelección, así como por las preocupaciones más
generales acerca del futuro de la cohesión social.
En resumen, aunque existen fuerzas económicas, políticas e intelectuales
estrechamente identificadas con alguno de los modos de gobernanza, los sub­
tipos del RPTS se corresponden más con polos alrededor de los cuales se han
desarrollado (o se están desarrollando) diferentes soluciones en las diversas
escalas durante periodos más o menos extendidos de conflicto y experimenta­
ción. En la actualidad, la forma neoliberal del RPTS es hegemónica en el nivel
internacional, aunque existen importantes contracorrientes en ciertos contex­
tos macrorregionales, nacionales, subregionales y en regiones transnaciona­
les. La concreta cesta en cada caso depende de las herencias institucionales, del
equilibrio de fuerzas y de las cambiantes coyunturas económicas y políticas en
las que se desarrolla cada estrategia. También aparecen sobredeterminadas por
factores que van más allá de los incluidos en este enfoque concreto sobre la
economía política del bienestar. Ciertamente, no hay razones para esperar una
convergencia multilateral de los modos de regulación en tom o a un solo subti­
po de RPTS, y mucho menos una convergencia rápida. De hecho, sí considera­
mos que existe un notable acoplamiento dependiente de las trayectorias
previas entre los diversos regím enes de acumulación, los modos de regulación
y los modos de socialización, es mucho más probable que se mantengan las
actuales divergencias ancladas en la pervivencia de la correlación institucional
entre diferentes regímenes de producción y diferentes estrategias.

5. POSFORDISMO Y EL RPTS

El ENBK actuó como soporte estructural clave durante todo el largo boom de
posguerra, y entró en crisis al tiempo que el régim en de acumulación del fo r­
dismo atlántico con el que se asocia. De hecho, esas crisis están relacionadas
y se alimentan recíprocamente. Así, conforme se desplegaba la crisis del
ENBK y fracasaban los esfuerzos por restaurar las condiciones del crecim ien­
to de posguerra mediante la austeridad económica y el recorte social, en un
intento de controlar la inflación y reducir el gasto público, el énfasis se d es­
plazó para tratar de reestructurar y reorientar el Estado a la luz de la nueva
percepción sobre las condiciones de la expansión económica. En la medida en

3^6
EL FUTURO DEL ESTACO CAPITALISTA

que esta reestructuración y reoríentación tuvo éxito, contribuyó a producir


alguna variante del RPTS. No se trata, en modo alguno, de una transición
mecánica y automática, sino que se ve m ediada por los cambios en el discurso
económico, por los modos de cálculo, por las nuevas teorías económicas y por
los conceptos estratégicos. Se trata de vínculos de la mayor importancia entre los
cambios estructurales de la economía m undial y la transform ación estatal,
ya que ofrecen un marco en el que dotar de sentido a esos cambios, a las crisis
que con frecuencia los acompañan y a las respuestas que puedan resultar ade­
cuadas para las mismas. Es la articulación de los cambios discursivo-estraté­
gicos hacia nuevas estrategias de acumulación, nuevos proyectos estatales y
hegemónicos, y su capacidad de recaudar apoyos y de ofrecer políticas estata­
les efectivas, lo que ayuda a configurar la reestructuracióny reorientación del
Estado contemporáneo, y a producir fuertes regím enes regulatorios. Por
tanto, la eventual puesta en marcha y consolidación de una economía globali­
zadora basada en el conocimiento y con el RPTS como elemento clave de su
regulación, si es que llega a producirse, dependerá del resultado de una
amplia gama de luchas. Entre las que se encuentran las luchas de clase p ro­
piamente dichas; las luchas por extender o resistir la colonización por parte
del cálculo económico de pérdidas y ganancias de otros sistemas y del mundo
de la vida; las luchas para lim itar la dominación ecológica creciente de las
luchas políticas; y las disputas para recaudar apoyos para los proyectos contra -
hegemónicos que se proponen como alternativa a la economía globalizadora
basada en el conocimiento como principio dominante de socialización (véase
el capitulo x).
Con todo, y en la idea de proseguir con el experimento mental que ha
motivado los razonamientos anteriores, podríamos resumirlos en úna única y
atrevida afirmación en el sentido de que un régimen posnacional de trabajo
schumpeteriano es —pese a su im perfeccióny provisionalidad— el mejor arre­
glo espaciotemporal para una economía posfordista globalizadora basada en el
conocimiento. Esta tesis puede justificarse de dos maneras. O bien el RPTS es
una forma contingente adoptada por el Estado moderno, configurada por la
dominación ecológica de una economía globalizadora basada en el conoci­
miento; o bien es la forma naturalmente necesaria del tipo de Estado capitalis­
ta en una economía globalizada basada en el conocimiento8. En el prim er caso,
el Estado sería considerado (como mucho) contingentemente posfordista, como
consecuencia del predominio del capitalismo globalizador de la información
en las relaciones económicas y sociales, cuyo resultado es que el Estado tiende
a adquirir los rasgos del RPTS por su incrustación social en la formación social

327
ROBERT JESSOP

más general. El mecanismo clave en este caso sería el acoplamiento estructural


y la coevolución bajo la dominación ecológica de la economía capitalista de
mercado. En este sentido, si el Estado se viera situado dentro de un sistema
económico o social con rasgos diferentes adquiriría propiedades secundarias
distintas y realizaría funciones m argínalmente diversas. En el segundo caso,
sin embargo, el sistema estatal sería inherentem ente posfordísta. Poseería
rasgos estructurales básicos congruentes con la economía globalizadora basada
en el conocimiento que he señalado antes como la forma sustantiva del em er­
gente régimen de acumulación posfordista, y serviría, consecuentemente, para
sostener al posfordismo como régimen de acumulación, modo de regulación y
modo de socialización9. El mecanismo clave, en este caso, sería el papel crítico
del Estado en la garantía de las condiciones extraeconómicas para la acumula­
ción de capital y, por tanto, en la disposición y conducción de la formas que
puede adoptar la acumulación de capital. Ésta es la interpretación que he ofre­
cido en los capítulos anteriores.
En este contexto podemos distinguir analíticamente dos formas diferen­
tes de Estado posfordista: el régimen de transición y el del Estado normal ya
consolidado. Un régimen de transición realiza funciones específicas en la
transición pero posee una forma infradeterm inada que dependerá, en cada
caso, de las herencias institucionales de la era fordistay del ENBK, así como de
las específicas formas de crisis y de lucha asociadas con la transición desde el
fordismo atlántico hasta la economía globalizadora basada en el conocim ien­
to10. El paso del fordismo al posfordism o parece ciertamente suponer para
cualquier régimen de transición su participación en una compleja gama de
tareas adicionales a las de cualquier tipo de Estado capitalista. Estas tareas se
derivan de su situación en la intersección entre un fordismo consolidado en
declive y un presunto posfordismo en ascenso. En este sentido, el régim en de
transición tiene una doble faz y debe entregarse a intervenciones creativamen­
te destructivas. Debe "hacer retroceder las fronteras” de la intervención esta­
tal del fordismo atlántico y "adelantar” las de la intervención posfordista. El
prim er conjunto de actividades im plica no sólo poner fin a las form as y funcio­
nes del Estado —excepcionales e inducidas por las crisis del fordism o atlántico
en declive—, sino también debilitar las form as normales y rutinarias de in ter­
vención asociadas con el ENBK de forma más general. El segundo conjunto es
igualmente complejo, aunque por diferentes razones. Un régim en de tran si­
ción debe tomar medidas excepcionales para establecer las condiciones del
"despegue” posfordista, así como com enzara consolidar las formas y funciones
estatales "norm ales” asociadas con el posfordism o (véase la gráfica 7.1). Ni el

3^8
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

prim er ni el segundo conjunto de tareas aparecen nunca estructuralmente in s­


critos o estratégicamente prescritos. Ambos suponen descubrimientos casua­
les, procesos de búsqueda y luchas sociales. Por la misma razón, ello implica
que pueden existir diferentes rutas hasta el Estado posfordista. Ya vimos este
mismo tipo de contingencia en el desarrollo del ENBK al exponer las tipologías
de los regím enes de bienestar en el capítulo 3, así como la eventual consolida­
ción de algún tipo de equivalencia funcional entre las diferentes formas del
régimen de bienestar y el fordismo atlántico. Ello nos obliga a realizar análisis
expostfacto de cómo surgen los Estados posfordistas mediante el acoplam ien­
to estructural y sus intentos de coordinación estratégica, más que exposiciones
ex ante (y consecuentemente teleológicas) de la necesaria transición al posfor-'
dism o1 1 . Es obvio que m erecería la pena descubrir si los regímenes de transi­
ción existentes están debidamente preparados para preservar los frutos de la
transición, una vez que ésta ocurra. Ya he indicado algunas razones para creer
que la forma neoliberal de transición es inestable y difícil de mantener sin
importantes medidas de flanqueo y acompañamiento.

GRÁFICA 7.1

REPRESENTACfÓN ESQUEMÁTICA DE LAS DIFERENTES FORMAS DE


INTERVENCIÓN ESTATAL CONFORME A LA PER10DIZAC1ÓN
DE LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL

fntervencián estatal

Formas y niveles de intervención estatal


A = Nivel y forma normales de intervención asociados a la fase actual.
B = Niveles y formas de intervención estatales excepcionales provocados
por la crisis y destinados a reproducir la fase actual ante una crisis.
C = Nivel y formas de intervención estatal excepcionales de transición
para replegar las intervenciones norm ales e inducidas por la crisis de

3^9
ROBERTJESSOP

la fase anterior y para desplegar las form as normales de intervención


asociadas con la siguiente fase.
D = Formas normales de intervención asociadas con la fase emergente.

Fases
I, III, V » Fase final del régim en de acumulación vigente y de su modo de
regulación. Los altos niveles de intervención estatal se derivan de la
com binación de las m edidas inducidas por la crisis para m antener
la dinámica de la fase actual, de las medidas para desarrollar tanto las
fases normal como inducida por la crisis del estadio actual, y del sur­
gimiento por ensayo-error de las form as normales de intervención
asociadas con la siguiente fase.
II, IV = Formas normales de intervención estatal asociadas con la nueva
fase tras su consolidación y antes de que se acumulen sus tendencias
de crisis.

Dado que estos cambios suponen macho más que un simple ajuste técnico, es
fácil comprender por qué la transición del ENBK al RPTS aparece siempre políti­
camente mediada y a menudo resulta difícil. En este sentido, aunque mi punto de
arranque para el análisis de la transición está inspirado en la crítica marxista de la
economía política, resulta igualmente necesaria una crítica de la política, que ser­
viría no sólo para interpretar las mediaciones políticas de la transición (así como
sus posibles efectos "conservación-disolución"), sino también el papel constitu­
tivo de la política en, por un lado, la definición de los problemas para los que la
transición es una respuestay, por otro, en la redefinición tanto de los objetos como
de los sujetos de la gobernanza. Ello, a su vez, ayudaría a explicar por qué pese a la
tendencia a la desnacionalización del Estado y al desplazamiento del gobierno
a la gobernanza, los Estados nacionales siguen desempeñando papeles funda­
mentales en la definición de la forma en que se alcanzan los requisitos económi­
cos y sociales de la reproducción del capital. Son ellos los que tratan de determinar
qué funciones ascienden, descienden o se desplazan, y las condiciones para su
mantenimiento; e igualmente, los que tratan tanto de diseñar los mecanismos de
gobernanza, como de organizar la autoorganización.
Sin embargo, con esta nueva configuración de las contradicciones y la rela-
tivización de las escalas, no podemos estar seguros todavía de que se haya estabi­
lizado una forma normal de Estado posfordista. Gomo mucho, habremos podido
indicar los rasgos más probables de esta forma del tipo de Estado capitalista en la
medida en que contribuya a garantizar las condiciones para la reproducción de

33 o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

la acumulación del capital (véase el cuadro 7.?). Ahora bien, no puede pretender­
se que eso constituya un análisis exhaustivo del tipo capitalista de Estado con­
temporáneo, ni siquiera en el espacio económico y político del antiguo fordismo
atlántico. Se trataría de una tarea mucho mayor de la que sería posible acomodar
en un trabajo como el actual. Pese a todo, ya hemos desarrollado lo suficiente
nuestros argumentos como para ofrecer una solución a la paradoja de Offe.

CUADRO 7.2

SINOPSIS: EL RPTS V LA REPRODUCCIÓN DEL CAPITAL

í . Garantiza las condiciones generales externas para la acumulación de capital, tales como un orden

legal formalmente racional y la protección de tos derechos de propiedad. Un orden legal más reflexi­

vo y discrecional y una mayor implicación en los derechos de propiedad.

2. Garantiza la mercantilización ficticia de fa (ierra, el dinero, la fuerza del trabajo y el conocimiento, y

modula sus subsiguientes desmertantilizaciones y remercantilizacrones a la luz de las cambiantes

formas de aparición de las contradicciones estructurales y de tos dilemas estratégicos del capital, y

de los cambios en el equilibrio de fuerzas de quienes se oponen a la ampliación y a las consecuen­

cias de tal mercantilización ficticia.

— Garantizando la mercantilización ficticia del espectro electromagnético, del ciberespacio. del patri­

monio genético y del cuerpo.

— Modulando una mercanlilizaclón ampliada impulsada por el mercado del dinero no estala!.

— Estratificando, regulando y sometiendo a gobernanza la mano de obra global, y modificando tas

relaciones entre trabajadores manuales y trabajadores intelectuales.

— Promoviendo la acumulación primitiva del capital intelectual y ampliando y profundizando los

derechos de propiedad intelectual.

3. Garantiza ios derechos y capacidades del capital para controlar la mano de obra en el proceso pro­

ductivo y para regular ios términos y condiciones de la relación capital-trabajo en el mercado laboral

y en el proceso laboral.

—■ Modificando los marcos regulatorios para facilitar tas diferentes formas de flexibilidad y movilidad

en el mercado laboral dentro de y entre espacios económicos (posnacíonales).

— Subordinando la política social (Sozíatpolitik) a la polítíca económica mediante su rediseño, reca­

libración o reorientación en línea con las presuntas necesidades de una economía flexible, com­

petitiva y basada en el conocimiento, o mediante la reducción o el recorte en el salario social y en

el consumo colectivo considerados como costes de producción (internacional).

33 i
ROBERT JESSOP

4. Traza los límites entre lo económico y lo extra económico y modifica (os vínculos entre ías condiciones

económicas y extraeconómicas de ta acumulación de capital a la luz de los cambios en las formas

material y discursivamente constituidas de competencia, siguiendo las resistencias a la colonización

por (a lógica del capital de lo extraeconómico.

— Promoviendo la noción de competitividad sisíémica y estructural, e impulsando así una mayor

subordinación de la formación social entera a las presuntas necesidades de la acumulación de

capital, y generalizando esta noción mediante la adopción de una amplia gama de indicadores

internacionales de competitividad.

— Promoviendo la economía basada en el conocimiento como objeto primario de la gobernanza eco­

nómica.

— Enfrentándose a la resistencia de los sistemas extra económicos y dei mundo de la vida a ta colo­

nización por parte de la lógica de ta acumulación a escala mundial,

5. Promueve la provisión de las condiciones generales de producción, especialmente las infraestructu­

ras de capital intensivo con un plazo de recuperación muy amplio, adecuadas para la fase y variedad

correspondientes de capitalismo.

— Socializando las condiciones a largo plazo de la producción a medida que ios cálculos a corto plazo

se vuelven cada vez más dominantes en tas actividades económicas de mercado.

— Promoviendo las infraestructuras globales, nacionales y regionales da información,

— Promoviendo los sistemas sociales de innovación.

— Planificando y subsidiando tos arreglos espaciales que benefician a las actividades del capital

financiero, industrial y comercial dentro y más allá de sus fronteras,

— Emprendiendo formas complementarias de políticas adecuadas al tugar (Standortpotitik) y otras

formas de competencia basada en la ubicación, en un intento de fijar ei capital móvil dentro de tos

propios espacios económicos del Estado y de mejorar ta competitividad de los capitales interur­

banos. interregionates o internacionales ligados a su espacio.

. 6. Gestiona la contradicción fundamental entre la naturaleza cada vez más social de las fuerzas produc­

tivas y la persistencia de (a naturaleza privada de las relaciones sociales de producción y de apropia­

ción del trabajo excedente.

— Liberalizando y desregulando los movimientos de divisas y rediseñando la arquitectura

financiera internacional, lo que provoca una internacionalización y aceleración de los

flujos de capital.

— Modificando los marcos institucionales del comercio internacional y de la inversión extranjera

directa.

33 :?
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

— Promoviendo, en este contexto, el espacio de flujos organizando condiciones favorables para la

movilidad internacional de las tecnologías, del capital industrial y comercial, de la propiedad inte­

lectual y, al menos, de ciertas clases de mano de obra.

— Afrontando el carácter multiforme de la giobaUzación económica, participando en una lucha com­

petitiva y conflictiva para definir las reglas de la armonización y estandarización tecnológica, jurí-
dico-politica. sociocuttural y medioambiental.

— Afrontando las contradicciones ecológicas de la acumulación de capital, generadas por la disocia­

ción entre la transformación y apropiación reales de 1a naturaleza y su expresión monetizada


incompleta y parcial,

— Gestionando la contradicción fundamental entre socialización de.las fuerzas de producción y rela­

ciones de producción, lal como se expresa en la tensión general entre sociedad de la información

y economía de la información.

Articula los procesos interrelacionados de desterritorialización y reterrilorialización y de destempo-

ralización y retemporalización asociados con la reformulación de los arreglos espaciatemporales

necesarios para periodos relativamente estables de acumulación,

— Cooperando en la definición y establecimiento de nuevas escalas de actividad (y desmantelando

otras), reescalando y rearticulando así diferentes poderes estatales, formas institucionales y com­

petencias regúlate rías y posibilitando que tanto estos como otros actores "salten de escala". Se

incluye aquí la descentralización y la formación de regiones trasfronterizas, de bloques regiona­

les y la participación en foros de negociación intertriádica.

— Desterritoriatizando ciertas funciones estatales al transferirlas a formas o autoridades funciona­

les privadas (incluyendo los regímenes internacionales) y las cambiantes fuerzas del mercado.

— Intentado, en sentido inverso, hacer encajar ciertos problemas no territoriales en estructuras espacia­

les (por ejemplo, haciendo que los Estados nacionales asuman la responsabilidad del cumplimiento

de los acuerdos internacionales sobre calentamiento global por parte de otros Estados nacionales).

— Tratando de gestionar la tensión entre (a) los intereses del capital potencialmente móvil de redu­

cir su dependencia de la ubicación y de liberarse de tas constricciones temporales y (b) el propio

interés del Estado en fijar capitales (presuntamente beneficiosos) en su propio territorio y de

lograr que los ritmos y horizontes temporales del capitat resulten compatibles con sus propias

rutinas políticas, temporalidades y tendencias de crisis.

— Promoviendo nuevos horizontes temporales de acción y nuevas formas de flexibilidad temporal.

— Haciéndose cargo de ta creciente importancia de múltiples zonas temporales {en el comercio, la

diplomacia, la seguridad, etc.}.

— Recalibrando y gestionando la intersección de temporalidades (por ejemplo, regulando el comer­

cio programado por ordenador, promoviendo 1a ciudad de 24 horas como centro de consumo, ges­

tionando los riesgos ambientales),


ROBERTJESSOP

— Impulsando un desarrollo desigual mediante políticas de competencia interurbana, interregional

e internacional; y tratando de compensarlo.

8, Hace frente a tas repercusiones políticas y sociales más generales de tos cambios en las formas de

aparición de las contradicciones y dilemas del capitalismo, según van apareciendo mediadas por for­

mas específicas de organización y movilización políticas.

— Desnacionalizando et Estado e incrementando el papel de) Estado en la articulación interescaíar.

— Deseslalalizando las actuales funciones del Estado al transferirlas ai partenariado priva do-públi­

co o a las fuerzas del mercado asociadas al emplazamiento, y vinculándolas consecuentemente a

las temporalidades de orientación mercantil y tratando de organizar dicho proceso a través de la

gobernanza.

— Configurando regímenes de políticas públicas internacionales y modulando su imptementadón.

Nota: la presente lista está incompleta y sus actividades se solapan parcialmente. Cada una de ellas

puede vincularse con diferentes estrategias de acumulación y con diferentes proyectos estatales.

6. XA SOLUCIÓN A LA PARADOJA DE OFFE*. CAPITALISM O T ESTADO


DE BIEN ESTAR

Como ya señalé en la Introducción, Claus Offe indicó en cierta ocasión que


"mientras que el capitalismo no puede coexistir con el Estado de bienestar,
tampoco puede existir sin él” (1984,: 153; cursivas del autor). Algunos podrían
pensar que se trata de un mero artificio retórico sin significación teorética o
aplicación empírica. Lo cierto es que Offe trató de basar su argumentación en
la naturaleza del capitalismo e indicó algunas de sus im plicaciones prácticas.
De hecho, su análisis resulta por lo general convincente y sigue mereciendo
una atenta lectura. Sus principales problemas radican en otro lugar. Como
buena parte de la teorización sobre la crisis del Estado de bienestar en los años
setenta y ochenta, estaba marcado por los horizontes políticos del momento12.
Offe desarrolló su análisis en el contexto del ENBK en Europa, Am érica del
Norte y Australia, sin abordar las dificultades de tipo más general relativas a la
acumulación de capital. Por el contrario, en la medida en que el sistema del
fordismo atlántico ha continuado su declive, hemos adquirido un m ejor enten­
dimiento de su naturaleza y sus limitaciones. Y también resulta más fácil d is­
tinguir entre sus rasgos particulares y los que caracterizan al capitalismo en su
conjunto.

334
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA

De este modo, podemos ahora proponer una solución a la "paradoja de


Offe” . Por un lado, el capitalismo (al menos en su forma de fordismo atlántico)
coexistió con el Estado de bienestar (en su forma de ENBK) durante un largo
periodo de tiempo. Esto no evitó la desaparición o el debilitamiento de las
empresas o sectores incapaces de competir en el nuevo marco fordista del
ENBK. En un momento dado, el régimen de acumulación fordista y su modo de
regulación a través del ENBK llegaron a ser mutuamente incompatibles. Esto
provocó un nuevo movimiento de huida del fordismo atlántico en busca de
nuevas bases económicas y sociales para la acumulación de capital, lo que ha
supuesto un desmantelamiento parcial (reconociendo debidamente los com ­
plejos efectos "conservación-disolución”) del ENBK. En este sentido, el régi­
men de acumulación posfordista emergente no puede coexistir con el ENBK.
Pero, para complicar y también aclarar las cosas, la búsqueda continua de nue­
vas bases económicas y sociales para la acumulación de capital también im pli­
ca la búsqueda de nuevas formas de intervención estatal que puedan ayudar a
asegurar la valorización del capital y la reproducción social de la fuerza de tra­
bajo. Quizá podríamos denominarlo la búsqueda de un nuevo tipo de Estado
que ayude a gestionar un nuevo tipo de arreglo espaciotemporal o, para seguir
la paradoja de Offe, la búsqueda de un nuevo tipo de Estado de bienestar. Ahora
bien, esta insistencia en la continuidad de la implicación estatal en la repro­
ducción económica y social es a un tiempo insincera y engañosa, pues, como
antes se dijo, el núcleo de principios organizativos del ENBK está siendo susti­
tuido por el del RPTS como condición para la renovada coexistencia del capita­
lismo y el Estado de bienestar.
Con todo, hay una verdad más profunda en la afirm ación de Offe. Existen
ciertamente contradicciones estructurales básicas y dilemas estratégicos en la
relación de capital, que garantizan que la relación entre mercado, sociedad civil
y Estado sea siempre problemática. El crecimiento capitalista depende esen­
cialmente de la explotación mediada por el mercado del trabajo asalariado, y no
de la eficiencia inherente a los mercados sin constricciones. Los mercados
median la búsqueda del valor añadido, pero no pueden producirlo por sí m is­
mos; y el propio proceso de mercantilización engendrado por la difusión del
mecanismo de mercado engendra contradicciones que el propio mecanismo
no puede resolver. Esto resulta evidente en las contradicciones inscritas en las
formas más básicas de la sociedad capitalista de mercado. Fue en la gestión, al
m enos durante un tiem po , de estas co n trad iccio n e s y d ilem as dentro de
la matriz espaciotemporal de la economía y del Estado nacionales, en la que la
"cesta de bienestar” asociada con el ENBK realizó su propia contribución al

335
ROBERT JE S S O P

régimen del fordism o atlántico. Sin embargo, mucho de lo que pasa por ser
"fallo del mercado” (es decir, de lo que fue construido discursivamente como
tal), y para lo que se pensó que el RPTS constituiría una respuesta adecuada, era
en realidad expresión de contradicciones más profundas del capitalismo. Así,
la intervención del ENBK con frecuencia sólo modifica las formas o los lugares
de estas contradicciones, introduciendo la lucha de clases dentro del Estado o
generando tendencias hacia crisis fiscales, de legitimación, de racionalidad,
etc. Y, en la medida en que la relación de capital se desarrolló de form a que
socavaba la economía nacional como objeto de la gestión estatal, las contradic­
ciones subyacentes reemergieron. Si el Estado ha fracasado en la com pensa­
ción de los fallos del mercado dentro del ENBK y ha generado, además, sus
propios fallos, de ahí no se deduce que una vuelta al mercado pueda arreglar las
cosas. El RPTS es el último intento de cuadrar este círculo de acumulación de
capital y (reproducción del) bienestar social. Como el ENBK, puede que se
consolide durante un tiempo; pero como el RPTS, es poco probable que llegue
a ser permanente.

NOTAS

i . En este sentido, no es posible explicar nada en términos de una tendencia al paso del ENBK al RPTS,
del "vaciamiento” del Estado o del cambio del gobierno a la gobernanza. Son Justamente estos cam­
bios los que precisan explicación.
5. También hay otro sentido importante de la expresión "posnacional” . Se trata del paso del Estado
nación (ya sea como Volksnatíon, comoKu-hurnation o como Staamatíon.) aúna sociedad multiétnica,
multicultural y de "diáspora” dentro de unas determinadas fronteras territoriales nacionales.
3. El uso de tipos ideales es frecuentemente rechazado de forma inadecuada por empiricista y, conse­
cuentemente, por incompatible con el tipo de realismo crítico adoptado aquí. No se hace justicia así
ni al uso del propio Weber de los tipos ideales en sus análisis históricos, ni a la naturaleza de ía crea­
ción de conceptos en el marxismo. Sobre ios tipos ideales en Weber, véase Ringer 1997; y sobre la
formación de conceptos en la escuela regulacionista y en la teoría del Estado, Jessop 19 8 2 ,1990b y
2001b.
4.. Por ejemplo, Therborn y Roebroek estudian diferentes variedades del Estado de bienestar para, a
continuación, declarar su irreversibiiidad (en condiciones democráticas). Su argumentación se basa
en la simple ecuación entre grandes programas de gasto público y la presencia de un Estado de bienes­
tar. Véase Therborn y Roebroek (1986); sobre el keynesianismo internacional, véase también Piore
y Sabel 1985.
5. Del mismo modo, he analizado en otra ocasión el tipo ideal de Estado nacional de trabajo lístiano y
el tipo ideal de régimen colonial de trabajo ricardiano en los países recientemente industrializados
de Asia Oriental, en términos de sus objetivos primarios de acumulación (véanse Jessop 1999c; Sum
1998). Podría construirse una tipología diferente basándose en cómo las diferentes formas de inter­
vención económica y social contribuyen a ciertos proyectos estatales. Asi. podríamos oponer un
Sozialstaat imperialista y social bismarcldano a un Estado de bienestar democrático y social beverid-
geano (véase también capítulo 2) ■
6. Las presentes reflexiones derivan de Carpí (1997), si bien han sido reformuladas para que encajen
con el enfoque general adoptado en las secciones anteriores de este capítulo.
7. Las etiquetas que coloco a cada elemento son de mi autoría. El Boletín de la CE citado, se limita a
enumerar una serie de políticas y a describir sus respectivos papeles.

336
EL FUTURO OEL ESTAOO CAPITAUSTA

8. Esta cuestión no es más que una versión específica del problema general de la teoría del Estado mar-
xista (Jessop 1990b): ¿en las sociedades capitalistas hay Estado o Estado capitalista?
9. La mejor forma de entender la congruencia en este contexto es en términos de "selectividad estra­
tégica” de las estructuras estatales; es decir, del grado en que formas y actuaciones estructurales
específicas privilegian ia realización de políticas favorables al fordismo.
10. Constituiría un error postular dos tipos distintos de Estado posfordista que se suceden el uno al otro:
el de transición y el consolidado. Hacerlo sería una reminiscencia de la torpe falacia estructuralista
que postula un modo de producción de transición entre cada modo normal de producción, quedan­
do el primero definido en términos de su función estructural mente inscrita de garantizar la transi­
ción de un modo de producción normal al siguiente (véase Cutíer et áíii 1977)- Es por eü.o por lo que
hago referencia al régimen de transición con una forma indefinida y al Estado normal con-una defi­
nida. Incluso con relación a este último, habría que especificar sus diferentes variantes.
11. Para un estudio más detallado délos análisis ezpostfacto y de cómo es posible desarrollarlos median­
te la observación de la coconstitución de los modos y objetos de regulación, véanse jessop 1990a,
1990b y %001b.
12. Lo mismo cabe decir del trabajo de Poulantzas sobre eí futuro del Estado de mediados de los años
setenta, igualmente limitado por ios horizontes del fordismo atlántico (véase Jessop 3002a).

33?
ÍNDICE DE CUADROS

Cuadro 1.1. La "ley del valor" en el capitalismo 20


Cuadro 1.2, Algunas funciones del tipo de Estado capitalista 51-52
Cuadro 2.1. Tipología de las cuatro categorías de regímenes de bienestar
de Esping-Andersen 75
Cuadro 3.1. Formas de competitividad 149
Cuadro 3.2. El Estado competitivo schumpeteriano y la acumulación
de capital 169
Cuadro 5.1. Tendencias y contratendencias en la reestructuración
estatal 248
Cuadro 5.2. Reescalado e intervención estatal 263
Cuadro 7.1. Estrategias de promoción o ajuste del neoliberaüsmo
global 320-321
Cuadro 7.2. Sinopsis: el RPTS y la reproducción del capital 331-334
ÍNDICE DE TABLAS Y GRÁFICOS

Tabla 1.1. Fuentes de tensión en las formas básicas de la relación


de capital 24
Tabla 1.2. Bases de socialización capitalista y de sus resistencias 39
Tabla 1.3. Algunos conceptos nuevos en el enfoque
estratégíco-relacional 41 -42
Tabla 1.4. Algunas características clave del tipo de Estado capitalista 45-46
Tabla 2.1. El Estado nacional de bienestar keynesiano 72
Tabla 2.2. Principales síntomas en la permanente crisis del Estado
de bienestar 112
Tabla 4.1. Formas de neo liberalismo 209
Tabla 5.1. Tipología de las comunidades políticas imaginadas en relación
con los Estados nación 214
Tabla 5.2. Glurbanización frente a glocaüzación 234
Tabla 6.1. Modalidades de la gobernanza 282
Tabla 7.1. El régimen posnacional de trabajo schumpeteriano 309
Gráfica 7.1 Representación esquemática de las diferentes formas
de intervención estatal conforme a la periodización
de la acumulación de capital 329
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358
ÍNDICE TEMÁTICO acumulación, estrategia de 7, 34, 3 6 . 51, 88. 87,
lis , 131, 12 6 .15 3, i 63, 5.73, 275. 307. 322. 3?6
economía basada en el conocimiento como 208
y arreglos espacio-temporales 57 y s.
y hegemonía económica 37
acumulación primitiva 158 y s., 55,74., ^3o -3i
acumulación, régimen de 3, 4, 5 y s., 26, 87, 39,
40, g o ys., 68. 89, 9 6 ,173, 183, 208, 266
adquisición de recursos 236-7
África 226, 3io
Alemania 54, 71, 85,14 5 y s.. i3o, 168, 214. 219
nazi 87
Althusser, Louis «39
América Latina 73,77, 336
análisis concreto, véase también abstracción
análisis critico del discurso 6, 7-9, 40
análisis de las formas 1-4, 4,3-4
anarco-capitalismo 291
antagonismo 102
aprendizaje 16-7, 29-80, 32-3, 42-3, 8 9 -9 0 ,135 -
6, 204-5. 9.36-7, 245, 250, 289
a lo largo de toda la vida 202 y s.
en la práctica 171
estratégico 63
institucional 89
organizacional 4,2-3, 89-90
véase también refíexividad
Nota: el índice combina, nombres y ¿fimos. Los núme - apropiación, lógica de la 9
tos de página en cursiva se refieren a una discusión arreglos espaciotemporales 6 -8 ,12 . 23, 24-5 y s.,
más detenida sobre un terna determinado. Los 32, 36,4 2 , 49~5°- 51-21. 6 1- 2 ,88-95.97-
números de página específicos (por ejemplo, 3 ¡- 3) 8110, 12 0 -1, 123, 127 y s., 137-8, 145-6. 147,
indican que la discusión continúa en esas páginas; 175 -6 ,18 9 , 209, 215, 220, 2 2 4 ys., 324 ,33 4 -5
cuando no se específica número final de página arte (como sistema funcional) 9
implica que aparecen diversas referencias en una (3 i articulación interescalar 53, 57 y ss., 73, 85-6,
y s.) o varias páginas (3 1 y ss.). El Índice es temáti­ 100, i38yss-, 14 4 ,14 5 -6 ,2 10 y ss., 221, 285-6,
co, de manera que las entradas a veces se refieren a 239-40, 243. 247-9, 960-1, 287-8, 3jo, 328 y
un, tema de interés más que al uso concreto de una ss., 33i~4
palabra, concepto o frase. Los autores aparecen en el el papel del Estado en !a 2.39-40,250 y s., 260-
índice sólo cuando se citan directamente ose exami­ 3. 33i -4
nan afondo. véase también desnacionalización del Estado,
escala nodal, relativización de la escala, escala
Asia Oriental 73. 76-7, 101. 142, 164, 168, 179,
abstracción (como metodología) 3 y s., 14, 17, 22, 2 3 0 , 224, 228, 229, 2 4 4 ,3io. 3l2
4 7 y s- 78- 8o- 89.175, 374.- 5 ,305-6 Asía-Europa, encuentro 141
acopiamiento estructural 3-4,, 3i, 27-8, 40 y ss., Asia-Pacífico, cooperación económica 141
70-1, 77-8, 82, 84-5, 9 0 -1,14 4 , 165-6, 174-5. asociación de negocios 87. 218, 246, 287,319
179, 274 -5,30 6 -7,327 y ss. atractor institucional 274-5,281
acreditación 134, 290 austeridad
acumulación (como principio dominante de la véase también contención de costes, recortes
socialización) 36-37,3a, 38 y s. 176
véase también capital, capitalismo Australia 67, 7 1,10 3,17 6 , 317
acumulación de capital 3, ío y s., 22 Austria 71
improbabilidad de la 1-2. 5 y s., 11. ?,3, 6 1-2, autonomía operacional 47, 289 y s., 250, 291
90-91, 307 autonomía relativa 4,1,239
véase también régimen de acumulación, acumu­ autoorganización 6. 60,184, 282, 289, 296-8, 3io
lación estratégica, valorización véase también autopoíesís

359
In d i c e t e m á t i c o

autopoiesis 6, 9, 33, 40 calibración 61 y s., 295-6, 3o o -i


auto-valorización 8-jo, i 8, 23, 2 6 ,37 ,53,18 4 , Canadá 6 7 ,7 1 ,7 9 ,2 1 5 ,3xo, 317
capacidad política (Statecraft) 49
B2B 122,134,, i33 capital
B 2C 124, i 33 como bienes invertidos 210
Baden-Württemberg 12 5,2 2 9 ,2 3$ como objetos de regulación ai, 25
balance de fuerzas 7,46 y s., 7 8 ,83,9 7 y s., io 3yss. como relación social 5-7, i3y ss., 2 0 ,2 5,5 5 y s.,
Banco Mundial 14,1, 197, 199, 226, 252, 309, 317, 14 8 ,2 10
323 capital co m e r c ia l, 18 , 2 8 - 9 , 1 2 3 - 4 , i 2 9 ~ 3 o , 14,9 y
Banco Trasnaeional 9 9 ,15 4 ,14 3 ss.
base social de los regímenes de bienestar 86-7, ca p ita l e n g en e ra l 1 2 - 3 , 3 4 y s ., 4 7 . 5 3 , 1 8 4 , 2 0 9
94., 10 8 -9 ,17 3 -4 ,17 5 -6 , 24.0-1 capital fin a n c ie r o 1 0 0 , 1 2 3 - 4 ,, 1 2 9 . i 3i y s ., 1 4 5 ,
Bélgica 215 1 4 9 ,1 4 5 - 6 ,1 8 9 ,2 7 0
Bell, Daniel 110 ,15 8 véase también ca p ital m o n eta rio
bienes intelectuales comunes 24 y s., z36y s., 152, capital h ip e r m ó v il 1 0 0 , 1 2 8 - 9 , i 33-*4 , 1 1 2 , 1 8 0 - 1 ,
158 y s., 208 239
bienestar cap ita l h u m a n o g 3 , 5 6 , 1 9 5 , 2 0 1 y ss.
economía del 279 capital in d u stria l 1 0 0 , 1 2 9
ciclos del 179 véase también capital productivo
combinado del 18 3,2 0 0 .2 0 8 .2 5 4 capital productivo 18,32-5", 2 8,34, 4 1- 2 ,10 0 ,12 8
derechos de 72, 8 7 ,18 1- 2 ,19 1- 2 , 217-8, 3i2-3, y ss., 14,6-7, 16 0 -1, 180-1
3i 6 como un valor abstracto en movimiento 32-5
bienestar, régimen de 74-7, 82-6 como un stock de activos 24-5
anglo-sajón 80 y s. primacía en los circuitos del capital xfyss.
antípodas del 7 6 y s. y fuente de ganancias 24
Atlántico Norte 7 6 y S. y su concepto de capital 8 3 -4 ,14 5 -6
confuciano 76 y s, capital riesgo 244,246
conservador-corporativista 77, 8o, 87. *91, capital social 13 4 y s., 15 9 -6 0 ,16 2
198,253 capital-trabajo, relacionesi3- 6, 78, 37-41, So y s.,
de trabajo schumpeteriano 197 59, 9 3 ,10 0 , 29 1-3, 33o
democristiano 3o, 19 1,19 8 y s. capital-visión teórica 14 -5 ,18 2
escandinavo 77, 80, 82 capitales, particulares 15-6, 3 4 y s,, 62, i 83
fiscal 107 capitalismo i 3, 14, 21, 8 8 ,10 9 -110
generador de sus propios problemas 283 académico 205
liberal 3o, 8 2 ,10 5 ,10 7 ,18 0 ,19 0 ,19 8 como economía de tiempo 18,
mediterráneo 7 6 y ss, competitivo 275
oeupacional 106 coordinado 49, 8 2 ,19 9 ,2 5 2 -3 , 269,375
para el capital 18 2 -3 ,19 7 ,3 0 8 competitivo 276
ricardiano 179 confuciano 3o i
sociaidemócrata 3o, '¡’y y s s., 2 0 5 ,19 1,19 7 ,19 9 descoordinado 2*3, 217-8,276
idéase también. ENBK, RPTS informacional i38. 158
Biernacki, Richard 83 leyes y tendencias del 63 - 6$
bismarckianos, Estados del bienestar 114 organizado 271-2,289
Blair, Tony 325 popular 196
bloque de poder 219, 251, 255 regulado 2 52 -3,2 6 2 -3
véase bloque hegemónico véase también ley del valor
bloque hegemónico 7 ,9 ,3 9 capitalista, modo de producción 1, 3-4, 1 1 ,1 4 y s,
bloque histórico 7 ,2 7 ,4 1 -2,76 carisma 4,7
bloque regional 141-2 ,334 -7 ,2 28 -9 Cascadla 244
bloque soviético 226, 243 Castells, Manuel 290, 240
Bonoli, Giuliano 8 1,19 6 ,19 8 categorías económicas 3 -4 ,15 , 40
Bowles, Samuel 14 categorías sociales 3 9 ,5 6 -7 ,112 -3
Boyer, Robert 7, 69 centralización del capital 64
burocratismo 7 0 ,10 5 Cerny, Philip G. 170
Checoslovaquia 228
cálculo, modelos de 6, 21, 29"3o, 32, 3 4 -5 ,4 0 ,4 7 , China 226,229
13 4 - 5 ,14 5 ,16 1- 2 ,17 0 , 239, 278-9,326 China, apertura en 102, 226

36 o
ÍNDICE TEMÁTICO

ciberespacio i33~4, 159, 2 2 1- 2 ,23?, 331. código operacional 34,-5, ^7- 4 ° > ^7°- 228
ciclo de negocio 36, 92, 97 y s., 146 y s., 152 ,17 9 , coerción, véase coerción extra-económica
2o3 coevolución 6, 3i, 33-4, 4 o J ss-> 55~6- 70-1, 76,
político 36,179 84-5, 9 0 -1, 144,, 165, 174-5, 179 ' So, 306-7,
ciclos de productos i 32>14,6-7,152 327-8
ciclos electorales 59, 91, 97 coherencia estructural 7 y s., 12, 55 y ss., 62, 81,
ciencia 9, 35,14.1, 241 87, 89 y s., $c¡-joo, 10 1, 2 10 -1, 220, 227. 23?,
cinismo 299-300 251, 288-9, 3 i 3 -32 )
circuito dei capital 1 1 . 1 8. 21-2, 26, 27 y s., 32,3 4 , Collinge, Chris 6 2,221
42y s .,5 8 ,89,100, i2i, 128 y s., i33, 148, j 8i -3 colonización de sistemas y del mundo de ia vida
y primacía del capital productivo >8 y s. por el capital 32-3, 36 y s., 38, 184-5, 141-2-
véase también fracciones del capital 14 4 ,15 2 ,2 0 1-2 ,2 0 6 -7 ,2 5 7 ,2 7 7 -8 ,2 8 5 -6 ,32 6 -
círculo virtuoso del fordismo 69,70, 9 2 .3,16 6 -7 7 , 33i y ss.
ciudad 57-8 ,14 6 véase también mercantilinación, dominio eco­
crisis en/de la 105 y s. lógico, mundo de la vida
empresarial 127, 2i3, 23i. 233 Comecom 227
interior 106 y s., 236-7 comercio exterior 86, 94, 225
mundo vs. global 222-3 comercio justo 32i
red global 57-8, 127, 14 0 -1, 222-3, 229~3o, compañías multinacionales 99, 142*3, 153 y ss.,
288 261, 263
reflexiva 229"3o, 232 ; '"rt competencia 11,14 .- 5 ,2 3 ,3 7
yéase también políticas urbanas dinámica t>s. estática 14 8 -9 ,3 2 1-2
ciudad mundial 223 económica2 0 -1,2 3 ,4 8 -9 , 6 8ys., 189, i4 6 y s.,
(?¿ase también ciudad global 16 8,26 0
ciudadanía 46, 59 y s., 79, 86 y s, 9 5 ,18 5 ,19 9 s s., estatal 1 0 - 1 1 , 118, 153, 164, 247
217-8, 281, 23$ internacional 201-2
deberes de la 4,6 oÜgopólíca 184,
derechos de la 51, 87, 91, 9 3,17 4 ,18 5 y s. keynesiana «26
participación de la 178 listiana 148-9, 226 y s.
regímenes de la 87,95 local 246-7
véase también derechos humanos, derechos del nacional i 36~7
bienestar neoliberal i 63
ciudadano, salario del 821 política de 289
ciudades internas 106 y 8., 236 ricardiana *49-50, 226
ciudad-región 229-80, 2 3g -6 ,2 8 9 ,3o8 schumpeteriana 119, >46-5#, 164 y s., 236-7,
clase 2 5 9 -6 0 ,3 o 4 y s.
capitalista transnacional 257 ventajas de la 7 9 -8 0 ,118 -9 ,12*3~4, i 33, 146-7, z3 i
conciencia de 39 -9 ,4 1 ys.
discurso de 4 2 ,10 5 y partidos políticos 9 5 ,10 6
dominación política de 289 competitividad 2 8 -9 ,4 2 -3 ,4 9 -5 0 ,5 9 ,10 0 , i8 9 y
importancia de la 21. 37y s,, 42-3 s., 2o3, 219, 2 2 1.229-3o, 3io
interés de 37 7 s., 42 extra-económica 127, i 32. 16 1-2
medía 105 desde el punto de vísta de la oferta 253-4
obrera 105 espacios de 14 4 ,14 6 -7 ,16 6 -7 , 223-4
pertenencia de 38-9 estructural y/o sistémica i 33, 185-6, 147-8,
visión teórica de la 14 ,18 1-2 152, 158, 168, 189, 2^6, 23o -3i, 233, 241 y s.,
clases 48-9 214, 2 8 5 -6 ,3o 8, 3io, 3i3-4 , 319-20,324.
análisis de 38 internacional 110 ,2 4 8 -9 ,2 6 3 ,2 5 4 -5
sociedad dividida en 25. 260.61, 292-3 ricardiana ig3
clases, lucha de i8 y s.. 21 y s. 25,36,3 7 -4 1,42, 99. complejidad 8-9, 3-4, 3i, 47, 6 1-2, 2i3, 223-4,
106 y s., 108-9, 27?y s., 326-7, 335-6 26 6-7,281. 285-6, 292 y ss.
y formas estructurales 18, 40, 42 y s. y carisma 47-8
Cleaver, Harry 64 metodológica 14.-5,48-9
clientelísmo 105, 253 complejo industrial militar 29“3o, 314
Cloward, Richard 179 complejo social-industrial 3o. 186-7
co-constitución 3, 10, 13-4,127, 164, 283, 299- complementariedad estructurada 284 y s,
3oo, 267-8 composición técnica del capital 114

36 i
In d i c e t e m á t i c o

comprobación de recursos 75, 105, 178, 192, 196, contradicciones fundamentales como sociali­
199 y s. zación de la producción os. contra la propiedad
compromiso 7-8, 35. 37. 42-2, 4.8-9, 10 5 ,12 9 -30 privada y la apropiación 52-4,
véase también compromiso institucionalizado contradicciones
compromiso institucionalizado 25, 35-6, 42, 56, aspectos primarios i>s. secundarios 55-6. 90 y
89, 94, y ss.,96,102-3, 105 y s.. n o , 129-30, s., 94, 97-8, 10 0 ,12 8 -9
173-4.. 187-8, 201-2, 286-7 principales vs. secundarias 40, 55-6, 90-4,
comunidad imaginada 10 6 ,10 8 , 214-5. 267-8 10 0 ,110 ,12 8 y s., 139,16 1-2 ,17 3-4 .2 6 6 -7 ,19 y ss.
comunidad, participación en la 17 8 ,19 6 y s,, 204- y reproducción a través de la lucha 16 y s.
5 contratendencias 9 -10 , 26. 32-3, 14 0 -1, 274-5.
comunidad política 7 30 5 -6 .3 17
comunítarismo control popular democrático 246
véase también, neocomunitarismo 82, 317 cooperación público-privado 200 -1, 207-8, 272-
concentración de capital 64. 3, 286, 33i~4
concepto dinerario del capital 83 y s., 128. 145, cooperación social 186-7, 2°4 " 2 11.2 6 5
3^4 coordinación imperativa 11, 6 0 2 8 9 , 3n
coneertación 11,174.-5. 265-6, 370. 321-2 coordinación negativa 279 y ss. 297
véase también corporativismo Corea del Sur 33, 227
condensación del balance de las fuerzas 7 corporativismo 10, 4.9-9. 6 8 ,79 -8 0 ,8 3-4 , 87. 94,
véase también determinación de la forma, i29~3o, 197-8, 209, 253-4, 267-8, 271-3, 275,
materialidad institucional, estrategia selectiva 2 9 2 -3 .2 9 9 -3 0 0 .3io, 317
condición constitutiva incompleta del capital crisis del 104 -105, 271-2, 235
relación de la 22-4, 27-8, 3i, 42-3, 4.9 y ss,,55- períodización del 272-4
6, 59, 88, 238, 278-9 véase también concertación, economía negocia­
condiciones generales de producción 49-50, 52, da, neo corporativismo, pacto social, tripartí-
condiciones generales externas de producción 4.8 dismo
y ss., 51-2, 274. 33o~4 costos, reduccción de 10 ,10 2 .3,19 5 -7 .2 0 9 ,3 0 7 -8
conducción contextual véase también recortes
véase también, guía social descentralizada coyuntura 21 y ss.. 3s y s., 38-9, 4 1-3 ,5 4 y s-, 97-
conducción social descentralizada 60-1, 245-6, 8 ,14 1- 2 .2 0 8 ,3 17
279-80,289-90, 292-3, 321-2 dirección de la 54
confianza i36 crecimiento dependiente de los factores econó­
conflicto de status 105 y s. micos, 235
conocimiento 14 -5 ,17 . 24, 45-6, J57, 206, 267-8, crecimiento, triangulo de 236
279-80 crédito 28-9, 69-70, 94, 96-7. 124-5, *^3 y s ‘-
como factor de la producción 97, i29~3o, 205 *54 "5
como mercancía ficticia 17, 2 2 .2 5 ,15 7 crisis 10 ,33 y ss., 56-7, 6 o -i, 7 0 -1,9 6 -10 9 ,111
reflexivo 12 2 ,15 0 -1 africana 226
véase también bienes intelectuales comunes, como mecanismo de dirección 56-7,60, 89 y
propiedad intelectual, wetware ss.. 100
Consenso de Washington 256 de Asía Oriental i 33, 15 3 ,16 8 .2 2 6 .3 i2 "3
consociacionalismo 215 de dinero nacional i3o~i
construcción 69-70, 76, 102-3, 106 y s., 176-7, de Japón 234-5
i8 2 y ss., 2 35-6 ,32 2 -3 de la hegemonía de los EE UU too, 2 16 -7.34 0 -1
consumismo z3 z de legitimidad 113 -4 , 316 -7, 218 -9 . 277-8,
consumo 16-7, 5 3 ,10 0 ,12 6 ,14 8 - 9 ,2 3 2 ,3 6 9 2 9 3 -4 ,10 5 -6
normas de 6 ,15 -6 , 5 3 .19 6 -7 ,3 19 de racionalidad 277-7
privado 106-7 de representación 217 y ss., 293-4
véase también consumo colectivo, consumo del ENBK 8 5 . 1 9 5 , 283-5
masivo del Estado nacional, %i6-8, 2,38,216-7
consumo colectivo. 26-7, 57 y ss., 94 y s., 107-8, del fordismo 3-4 , 89-90,100-9, 128-9,
124-5, y ss > *76 y ss., i 83, t8$y ss., 165 y ss., 194.-5.2 4 4 .3 7 0 .2 8 3 -5 ,3 0 5 -8 ,326-7
188 del sistema de partidos 173-4 ,2 17 -8
contingencia 7 y s s ., 4.1-8 económica 51, 88 y s., 97-102. 265-6
contradicción 1 0 - 1,1 7 ,1 9 - 2 0 ,2 1 y ss., 26, 32 y s., en América Latina 226
40, 53, 89-90. io?.-3, 110 y s., 737-135, 18 0 -1, en/de 2-3, 84-5, 89, 97-9, 110 y s.. 113-4.119.
209 y s., 266-7, 270, 272-1 152 ,16 8 , 175 y ss., 189, 201 y ss., 265-6

3 6%
In d i c e t e m á t i c o

fiscal io 2 -3y $.. 10 6 -7 ,12 2 ,16 6 -7 , 215-6, 216- desplazamiento de las contradicciones 3i, 40, 6a-
7, 277-8 3, 8 8 ,14 ,5 -6 ,119 -2 0 , 270
institucional 218-9 y corporativismo 271 y s,
medioambiental io2-3, 106,14,4. véase también arreglos espaciotemporales
orgánica 216-7, 218-9 desregulación i3o -i, 170, 229 y ss.. 289-90, 24.1,
política j o £-7 32o -i, 323
y discurso sobre la 9 0 -1,111- 5 ,15 2 destemporalizaeión 51-2
crisis, gestión de las 3i. ss., 57-8 ,10 0 , ii2 -3 , desterritorialización 22-4, 52-3, 108-9, i3o -i,
117 -8 ,16 5 , 359-60, 33o -i 18 4 -6 .2 3 8 y s., 24,0y s., 245-6, 334-5
crisis (de la gestión de la crisis) 111 determinación de formas 7-8, 43-4, 8 4 .117 , 240
crisis, tendencias de las 2-3, 32. 4,0, 88-9, 111-2 . determinación
117-8 ,12 7 ,14 ,7-8 ,16 5 738 ., 17^-5, 213-4, 216-7, económica 2-3, i3 - 4 ,%yy ss., 4,1-2,100, 305-6
283-5, 288, 30 5 -6 ,334 -5 en última instancia 3 - 4 , 13-4, 27-28, 3 1,4 1-0
cualificación 2 4 .3 0 ,5 3 ,8 2 ,12 1.118 ,18 1-2 ,18 5 - 6 , tecnológica 2 7 -8 ,4 1-2
2 0 5 -6 ,3o8, 321-2 féase también, dominio ecológico, sobredeter-
multicualificación 12 0 -1 mínación
cultura empresarial 184., 155 y ss., 3o8, 3i 8 deuda 4.5-6, 97-8
currículum, diseño del 204-5, 206-7 devaluación 96-7, 226
curso vital 3 8 ,5 3 ,19 2 ,2 3 4 -5 diáspora 215-6,217-8, 288
Deacon, Bob 247-8, 256, 264, dictadura 4 4 -7 ,17 9 -8 0 , 273-4
decisión, trampa de la 250 diferencia, políticas de la 108-9
deliberación 221-2 diferir en las contradicciones 3i, 40, 59, 88-9,
Delors, Jaques 252 94.14,5 y ss., 270, 277-8, 291
demanda, gestión de la 69-70, 7 1-2 , 86-7, 91 y véase también arreglos espaciotemporales
ss,, 9 8 -9 ,10 0 ,17 9 ,19 0 -1, 251-2, 283-5, 255-6, dilema 10 - 11,16 - 7 , 21-2, 24.-5, ^2 y s., 38-9, 51-
3*3-4 2, 54-5. 88,102-3, n o y s., 135 y s-, 180-1, 209
democracia 45-6, 201-2, 226, 260 y ss., 278-4, y s ., 291-2
277-8 dilema continental 154-5
asociativa 26 Dinamarca 71, 85, 251
capitalista 11 dinero 15-7, 2 4 y s .,3 7 .4 9 ,5 1-2 ,5 6 ,9 1,9 5 7 3 .,9 7 -
y educación 301 y ss. 8. roo, j o 7 -8,210, 273-4,280, 294., 3 i 3 ~ 4
demografía 108-9, *97 como capital en general 25
véase también edad y bienestar, generaciones, como dinero nacional 16, 24, y s.
pensiones como divisa 24,y s., 9 4 y s ., 100, 210
densidad institucional 134-5, 14*4>222-3, 23o -i, como medio simbólico de comunicación 280
295, 321 como mercancía ficticia 18, 22-4.
dependencia de la trayectoria 29"3o, 33-/),, 70-1, como poder social 24
76 y s,, 79 y ss., 8 4 -5 ,10 2 y s, m , 119 -2 0 ,16 4 , en el fordismo 55-6
170 ,18 6 -7, 207 y ss., 228-9, 233,286-7, 291-2 en el posfordismo 56
304, y s., 3ziy s,, 3i 6, 325-7 funciones del 16, 24
derechos humanos 38 ,28 1 dinero capital 18, 2 8 ,12 9 -3 0 ,14 5 , 82 y s., 128-9,
desarrollo desigual 161, 225, 253, 263,178 14 5,32 4
desempleo 102. 179. i 83, 189, 190 y ss., 202. dinero vs. concepto de capital productivo 82 y s.
218 dirigísmo 78-9, 267,297-8
beneficios del 73,75, 81, 9 7 ,10 2 ,19 0 ,19 2 ,19 7 discontinuidad 312-5, ^17
trampa del 105 idéase también efectos de conservación-disolu­
desestatización 19 5 -6 ,Z45-7, 259-60 ción
véase también gobierno y gobernanza discurso 8, 27-8, 54-5. 74-5. i 3 i~3 , 174-5. l 83.
des fronte m acíón 23,5 221, 298-300, 257-8, 326-7
des incrustación i33~4„ 14,5-6,153-4 de fallos de mercado 21.2. 37,335-6
véase también incrustación de naturalización 16, 43, 4 9 -5 0 ,7 3.2 2 4 -6
desindustrialización 122 de seguridad nacional 73 y s.
desmereantilinación 76 y s., 181.2. 321-2 e identidad de clase ,4 1- 2
desnacionalización de la sociedad civil 107753. enmarcado 5 4 .17 3 y ss.
desnacionalización del Estado 201, 24.0-5, 2$i~2, y competítivídad 37, 53, 103-4, i 33y s.,
260 y ss., 309, 321-2 152, i 63, 189, 203, 2847 ss,, 2 6 2 -3 ,3 3 i-4
véase también articulación interescalar y crisis 9 0 -1, ni - 3 , 153, 158-4

363
ÍNDICE TEMÁTICO

y economía 8-9, 52-53, 86-7, xo3 y ss., 137, nacional 8-9, 4 9 -5 0 ,18 4 , 216-7, 283-5, 287-8
14,7-8,14,8-9,161-2, «05-6 negociada 7 8 ,25 1,26 7
y economía basada en el conocimiento 154-5, ortodoxa 5 y s., 276
18 5 -6 ,3a6~7 piurinacionai 4 9 -50 ,222-3
y el interés general 270 regional 8-9, 87, 99 y ss., 217-8, 221, 224-5,
y estrategias 42-3 2 2 7 -8 ,2 8 7 -8 ,3io
y fronteras estatales 4,3,47-8 social 273-4 ,320 -2
y globalización 8 - 9 ,1 4 4 y s „ i 6a -3, 18 0 -1,2 2 1 social de mercado 77
y lo extradiscursivo 8-9 urbana 225
y papel en el dominio ecológico i3-4„ 29 virtual i 3a
yposfordismo 12 0 -2 ,12 6 véase también capitalismo, economía in te­
discurso oficial 44-6 gral, economía mixta, economía estrecha,
diseño institucional 14 1,15 7 ,17 5 -6 , 2 6 3,2 7 8 y s., escala
2 8 6 ,2 9 6 ,3oi economía basada en el conocimiento 10, 28-9,
divisa principal y/o hegemónica 226 4 2 - 3 ,118 y s s ,i2 3 ,126 y s., i 33 y ss., 1 3 5 y ss.,
y¿ase también dinero i5 o y ss..155-6 5,17 4 ,15 0 -1, i8 8 ,2 o o y ss., 205-
división del conocimiento 245 6 ,2 0 8 ,2 3 9 ,2 5 7 ,2 8 5 -6 ,8 0 6 -7 ,3 i3 ~ 4 ,319-20 ,
división del trabajo 18 ,78 ,17 5,2 7 1-3 ,29 0 -1,34 8 -9 323-5» 3a6 y s., 33i~4
escalar 59 y ss., 85 y s., 144, 220, 223-4, 284.6, y Estado i5 7 y s .,3 3 i~ 4
257,292-3 economía coordinada de mercado 58, 82, 198,
espacial 6 0 ,14 4 ,2 2 3 -4 252-3, 267-8,274-5
global 144,, 194,-5, 3o 6 véase también corporativismo
internacional 71, 80 ,14 2 economía mixta 11 y s., 50-52, 72, 74. 77-8, 86,
regional 223 y s. 157-8168, 200, 288, 248-9 crisis de la 5 0 -1,
social y técnica 18 ,5 5 -6 ,2 9 2 -3 265-6
temporal 59 y ss., 144 de bienestar 201-2. 208
y género 79 y s. economías
véase también mercado mundial de aglomeración 101, i34 y s, 223, 335 y s, 3i 3
doméstico, trabajo 54, 9 6 ,14 7 ,28 7 de alcance 100,12? y s., 124, 3 í4
dominación económica 27 -8 , 33 - 6 , 7 8 -9 ,10 0 de escala 6 8 y s.,7 2 , 98 ,10 0 , i» i, 124-5, i 35~6,
véase también fracciones del capital, hege­ 16 1,2 2 6 , 252-3, 288,3i3~4
monía de red 730-1,122 y ss., 1 3 7 ,3i3~4
dominación política de clase 240 economicismo 2 - 3 , i 3- 4
Dot.com, burbuja 28, i 32 idéase también determinación económica
Dunsire, Andrew 61 edad y bienestar 10 8 ,19 3 ,19 6 ,19 7 ,2 0 4
idéase también generación, pensiones
Ebbinghaus, Burkhard 8 2 -3,18 2 educación 9 ,17 ,3 5 ,5 3 ,7 6 , 83, 1 0 7 y s., 14 1-2 ,17 5 ,
ecología 304 177,179 ,184,7 s., 188,19 6 ,201-# , 241 y ss., 247.
de sistemas instituidos 9 -10 255, 259, 3o 8, 3i3, 319 ,322
ecológica, relación 3o -1 crisis de la 202
ecológico, dominio i 3-4„ 27-8,39*34,34 y ss., 39, en el fordismo atlántico 2i3
41-2 , 78-9, 8 1,12 8 ,14 ,1,14 4 ,15 6 , 206-7, 239- y construcción nacional 18 8 ,16 2 y ss.
40 ,24 9 y s., 3i 8, 327-8 Edwards, Richard 14
y discurso 13-4, 29"3o EE UU 3 0 ,6 7 ,7 0 ,7 9 ,8 6 y s., 9 5,125, i 3i, 137,16 8,
y globalización 13,4 176, 2 0 5 -6 ,215 , 224,226, 24.4-5,3io
economía 9 - 1 0 ,1 4 0 - 1, 241-2 atención médica 187
continental 3io hegemonía 12 5 ,15 3 ,16 1, 317
de la información i 36 NewDeal 88
deslocalizada 10 0 - 1,118 , i 3i efecto Baumol en los servicios 122
de mercado 270 efecto conservación-disolución 119 -2 0 ,15 2 -4 .,
de mercado descoordinado 211, 267-8,274-5 176 -7, 2 10 y s., 247-9, 30 7 -9 , 3i 6, 33o,
estrecha 3 -4 ,14 9 -5 0 ,15 2 , 265-6 334-5
evolutiva 5 véase también periodización
institucional 5, i 63, 326-7 efecto expulsión 186-7,
instituida 13 5 ,14 1-2 electorado 46, 106, 174, 177-8, 18 0 -1, 186 y ss.,
integral 2-4, 6, 165-7, 265-6, 272-3 191, 217-8
local 87, 98y ss., 217-8. 221, 225y ss., 288 empleabilidad i 63, 19 0 ,19 3 . i 63y ss., 258-9

364
In d i c e t e m á t i c o

empleo compresión espaciotemporal, alargamiento


véase también, flexibilidad, pleno empleo, mer­ espaciotemporal
cado de trabajo, empleo a tiempo parcial, polí­ espacio de flujos 45"^' 5&> 1IO>*29. i 3i y ss., 135.
ticas públicas, salarios i38, 14 ,5,157,16 9-70 , 2to, 238 y s., 331-4
empleo a tiempo parcial 104,, 167 espacio-tiempo
emprendimiento 24, 147-8,14,8-9, 232-4,, 314,-5 alargamiento del 2t~2. 3i y s., 138 , 14,0-1,14,4.y
empresa, forma de la 69, 12 1, i 23~5, 365 y s., s,, 16 1-2 ,17 0 , 222-3, 239-40
«85-6 compresión del 21-2, 3iy s., 185.6, ¡38 , 140 -1,
empresa red 121 143.4, 149.51, 155-6, 16 1-2. 222-3- 239-40,
empresa virtual 124.. 137 290-1, 320-1
empresarial España 179 ,2 15
ciudad *35, 2 i3 ,2 2 9 -30 .233-4 , 286,32* especíalización flexible 8 2 ,119 -2 0 ,12 3 ,16 4 ,2 6 2 -
región 313 3
sujeto i6 y ss., 193,200-1,204., 2 0 8 ,2 8 5 -6 ,3o8 especificidad histórica 2, i5 y s s .,8 6 - 9 , i 83, 3is¡~
universidad 165-6 3
empresarial, Estado 155 y ss. Esping-Andersen, Gesta 74-7, 8 2 ,112 .17 9 -8 1
véase también estado competitivo Estado 7-S, i 3, 117-8
empresariales, estrategias 13 5 -6 ,15 6 , i 63, 287-9, aparato del 2 . 7-45'<>
empresas vacías 260 capacidades del 43-4, 46, 78-9, 83-4, 89, 97-
ENBK 2 ,6 - 7 ,1 0 - 2 ,25,70-á.?, 94 y s., 126 y s., i 3i, 8,127, i63, 181. 257-9, ^63, 278, 284, 2 9 0 ,3i 3
151, 166 y ss., 176, 181, 185, 189 y ss., 2ioy s., como comunidad política imaginada 7-8
216 y s., 218, 243, 251, 259, 2¿3 y s., 283-90, como un conjunto institucional 238
3o í ¡ ,- 6 , 334, -6 competitivo schumpeteríano 119,747-63, i6 4 y
en contraste con e! RPTS 3i2~3 s., 23?, 259-60, 304
variedades del 67-8 de excepción 274
y consumo colectivo 9 2,20 0 -1 de seguridad nacional 27, 34-5, 73 y s., 22a,
y desarrollo desigual 178 238
y educación 200 -1 de tipo capitalista 2 -3 .4 2 -9 ,10 2 -3 ,15 2 ,18 5 -6 ,
y el Estado nacional 86-9 259-61, 273-4, 3 i 3 - 4 ,328
como un proyecto de Estado 259 desarrollista 288,268-9
y el papel de los regímenes internacionales 70, dimensiones del^S, 8 4 ,19 3 -4
85-6 dual 214
enfoque estratégico relaciona! 40 -3 el proceso del trabajo en 89-90
Enron 299 Estado capitalista vs Estado en el capitalismo
ensamblaje institucional 7 sociedad 4
escala 4,0, 6 2 -3 ,78 -9 ,14 ,6 ,22 1-2 Estado fordista ys. estado en la sociedad fordis­
anidada i4,oys., 144, 2 2 iy s . ta 89-90
de competición 23o -3 fallos del 277-9, 288-9 0,304 -5
dominante 249 fiscal 4 5 -6 .10 2
excentricidad de 222,225,228 formas del 3,45-6, 248-9
global i 38 funciones económicas del 51 -2
local t38 funciones generales del 117-8, 241-2. 245-6,
nodal 9 0 -3 ,2 2 4 .-5 ,226, 239-40, 24,9.3 i2 -3 24 8 -9 ,259 -6 0 .26 4
primacía de la escala nacional u , 71 y ss., 85 y integral 7, 292-3
ss., i 38, 209, 213-4 , 220, 238, 259 y s,, 264, local 73. 244, 24.8
2 8 6 -7 ,3 0 4 ,3i2-3 moderno 273
selectividad de 2 10 -1 multinacional 214-5
urbana 57,73,188 nacional de trabajo listiano 164,
véase también re-escalado normal 4 6 ,16 5 -6 9 , 328-3o
Escandinavia 54,, 75, 8 0 ,19 1, 210 Occidental 242
esfera pública 45-6 ,58 ,138 poder del 1-2 ,7.4 6 , 245
véase también sociedad civil posfordista 327-8
espacialidad í ^ y s s ., 14,0, 289 posnacional 251,2 56 ,2 6 0
espacio i33 y s., 118, i 83 regional 73, 2 2 9 '3 o ,235-6, 244-5,348-9
nacional 184 sup rana cío nal 241-2
véase también ciberespacio. espacio de flujos, terapéutico 108
espacialidad, arreglos espacio-temporales, territorial 239, 273-4

365
iNDIce TEMÁTICO

transicional 2 0 0 -1,32 8 exportaciones, 71. 82


unidad deí 4,8, 7,4.5-6, 326-7 extra-discursivo, fenómeno 5 ,8 -9
unitario vs, federal 78, 108-4. extra-económica, coerción 33, 42 y ss., 272-4
vacio 260 extra-económico como complemento de la eco­
vigilante 114 ,2 6 9 ,2 9 8 ,3 18 nomía 10 ,13 -4 ,16 -7 ,2 7 -4 , 28-9, 3 3-4 ,4 0 , 4.1-
westphaliano 11, 238 2. 5 1-2 y ss., 5 5 -6 ,10 3 -4 , l l 7' iz 7 y s-’ i 33 y s .,
y ENBK 7 2-3,8 5-6 14.6-7,151,161-2. 174 y s ., 1 8 0 - 1,18 5 - 6 ,19 0 - 1,
y la cohesión social 4,3,293,298 226, 233, 239,257, 265-6, 269, 277-8, 250-1,
y la metagobernanza 249 -51,29 6 -8 3s>4
y sociedad 4 véase también condición constitutiva incomple­
y toma de decisiones colectivas vinculantes 7- ta del capital, separación institucional de la eco­
8,46 -7, 273 nomía y la política
véase también. Estado nacional, soberanía, extraterritorialidad 32
territorialízación, territorio
"Estado mundial" 24,Z factores de la producción 77, 149-50, 218
Estado, intervención del 42.3, 48-9, 70, 76 y s., y ventajas comparativas 119 -20 , 229-30, ?,33,
8 3 -4 , 9 0 - 3 , 10 8 ,117 - 8 ,10 0 - 1,12 5 -6 , iÓ4yss., Fairclough, Norman 9
265-6, 269, 223, 285-6, 3oo, 304.-5, 3*5' ^*8, fallos del mercado 2 3 ,2 5 .3 2 ,36.5 1, i3ó, 175,275-
321,327-36 8, 2 8 8 ,3 0 4 ,3i 6
véase también planificación indicativa, articu­ familia 75 y ss., 7 9 ,17, 4 2 y ss., 5 4 ,72 .7 5. 8 6 ,10 1,
lación interescalar, políticas 218,287
Estado nacional 8 -9 .11,13 -4 .5 5 .5 8 .7 3 ,£ 5 -9 . i3i, crisis en los modelos de familia 106
18 0 -1,18 5 , 214-7, 240-6,259-62. 3i2-3 capitalista 82
véase también desnacionalización, ENBK, políticas de 102
Estado de seguridad nacional familiar, salario 8 7 ,10 1, 287
estándares laborales 94-6 fatalismo 299
estanflación 95, 98, i36, 19 0 -1, 284-5, 288 feminización de la fuerza de trabajo 218
estatalidad 241 financieras-industriales, relaciones 83 y s., 100,
estatismo 173-4, 209, 218, 275, 3n , 317 110 ,12 9 -3 0
véase también, economía mixta, neoestatis- véase también capitalismo
mo Finlandia 114
estrategia de desarrollo económico 205-6, 285-5, fiscal-financiero, sistema 102 y ss., 177, *83,19 3 ,
246-7 197, 273 crisis del 1 0 2 - 4 ,107’ 314.-5,
estrategias de alianza 227.z3 o, 235-238, 263 216, 277
estrategias para "salir del paso” 111, 296, 325 fiscalidad 25» 4,3, 83-4, 95, 97-8 ,10 2, io 3~4, 176-
etapas del capitalismo i - 3, 20, 21, 25. 40. 50-2 7, s8o~i, i 83, 185-6189 y ss., 19 4 ,19 8 y s., 259-
véase también periodización 60, 278
étnica, identidad 86,175, i83ys. y recortes 182-3
véase también Volsknation y de agravaciones fiscales 182-3
étnicas, minorías 156 y resistencia 3 5 - 6 ,io 2 ~ 3 ,188, 2 10 -1,2 8 8
etnicidad 6 flanquear, medidas y estrategias para 254, 270, 29?
Etzkowitz, Hemy 206 flexibilidad 92, 100, i 23y s . , 126, 135, 155, 159,
euroeorporativismo 254 16 4 ,19 1, 207, 2 9 9 .3 0 7 ,3i 8, 321
Europa 8 6 ,126 ,142, 323-6 del mercado de trabajo 3o, 9 1- 2 .10 0 ,10 6 ,19 0
Asociación de Libre Comercio de 237 y ss., 2 0 0 y s., 2 0 4 ,2 0 8 ,2io, 255, 2 5 9 ,3 0 7 ,3i 8
de las regiones 231, 258 y s., 3 3 i-2
social 7 4 ,7 8 -9 ,2 5 2 -3 ,32 4 -6 en el sector público 144
europea en forma de salario 191
integración 252 "flexiexplotaeión” 19 3,19 6
política social 74 "flexiseguridad” 193 y s.
tabla redonda 207 flujo entre fronteras 1 1 8 - 9 ,10 5 y 8S-’ 15 4 '6 ,
véase también Europa social flujo entre las regiones fronterizas 59, 14 0 -1,
europeización 257.28 8 ,310 2*3-4, 221, 2 2 3 -4 ,224- 9. 232 y ss., 263. 321-2
exclusión social 37 y s., 57, 62-3, 95-6, 128-4- FMÍ 195, 252, 309, 317, 323
17 5 ,19 1-2 .19 3 .2 0 3 , 236-7, 287 fordismo atlántico 2, 9, 11, 28, 46, 50, 67-71. 81,
explotación 14-6, 18, 20, 23, 53,158 , 276, 86, 88- 89, 10 0 -10 1, 117, 119, 122, 128, i 38.
poder de la 82 118 -119 . i4 9 y i5 3 y s ., i63, 170 ,144 y s., i84.ys..

366
In d i c e t e m á t i c o

190, 215 J S.. 220, 222, 226, 24.3, 2$ 2, 265, 2#3" gatesismo 119
6, 3o6, 3ig, 3?8 generación 52 y ss., 62, 7 9 ,108, 198
crisis del 2,66, 7,68, 284, 287 género 4,, 38. 4.8, 54.. 79, 108, 175, i 83y s,, 215, 287
gobernanza en el 283-2,89, 3oo y Estado de bienestar 182
proceso de trabajo en el 68, 69 George.Vic 8i
modo de crecimiento del 68 global
modo de regulación del 286 ciudad 5 9 ,12 5 .14 0 , 223, 229~3o,233~4
modo de socialización 70 cultura 226
pensiones en el 197-200 Estado « i3 ,2 4 >-3
fordismo periférico 44.-7, 82, 179 localización 142
fordismo. transición al postfordismo 10 1-2 , 154- globalización 10, 26, 33-3, 42-3, 50-2, 59. 126,
5 . l ó ^ y s . , 30 5 , 337-30 i 3i y s.,139-46, 151, 154, 165-6, 180 y s., 188,
véase también fordismo atlántico 2 0 0 -1, 2o3, 208, 215, 222 y ss., 226, 239, 240,
forma dinero 12 4 - 5 ,12^, l 3a. 15 ^ 7 S’ 250, 26 0-1, 281, 284, 3oo, 323, 327
forma mercancía, forma, generalización a la fuer­ y neoliberalismo 2 6 ,33.8 4 ,-5,110 ,118 -9 ,14 ,0 -
za detrabajo ¡if-16, 42 1,14 5 , 15 8 ,18 0 -1, 189, 224-5, 24o " 1
véase también capital, mercantiiización, mer­ y regionalización 185-6, 250. 2 6 0 -1,18 0
cancía ficticia, conocimiento, fuerza de traba­ y el Estado de bienestar
jo, tierra, dinero, valor y forma de salario véase también mercado mundial
forma salario i3, 9 0 -1 y ss.. 97-8, 128-9, i3a, 15a glocalización 140,233-5
y ss. glurbanización 140, 14.4,165-6, 284
forma valor, dominio de la 28, 32i -3 gobernabilidad 293
formación de la trayectoria 1 1 1, 119 -2 0 , 215. bases materiales de la 266-75
282 ciclos de la 272, 275, 299-300
formación social 4,-6, i3~4, 21, 25, 68-9, 89-^90 en la sombra de la jerarefuía 249, 295, 297-8
fracciones del capital 18 y s., 33 y s., 48-9, 83 y s., global 116, 225-6
138 y s., i 38, 145,30 7 gobernanza 6, i2 -i3 , 22,59-3, 76,77,137. ¡33,14 7 ,
véase también circuito del capital, concepto del 182 y s., 238, 245-6, 266-7
capital cronotópica 284-5
Francia 7 1,7 7 objetos de 9 7 -8 ,14 8 ,283-8
Friedman, Mílton 3*5 y educación 205
fuerza de trabajo 5, )3 -$. 17-9, 25 y ss., 1.45, 174-5, véase también corporativismo, régimen inter­
181, 267-8 nacional metagobernanza, economía mixta,
como un valor abstracto 25 y s. red, sociedad, estatismo
como creación 25 y s., 53, 83, 129-30, 180-1, gobernanza multinivel 2i3, 24.3, 24,6-7, 252-3,
20 8 ,2 10 -1 , ,
257 310 324-5
como un factor de la producción 24 y s., 53, 55. gobernanza, fallos de la 283.2^9-94, 296-7
83-4,, 14 5 -6 ,18 0 -1, 210 véase también fallos de la metagobernanza
como una mercancía ficticia 4-5, i3 -zir z%-3 , gobierno del interés privado 245
49 y ss.,53, 6 1-3. 73, 141-2, 18 5y s., 266, 276, gobierno hacia gobernanza 245y s., 250, 257y ss.,
307-1 266-7
como costefijo vs. coste variable i 3o -i ps. gobernanza 288-240
fuerzas de arrastre en las ondas largas 10 1,15 6 -7 véase también desestatización
función problematizadora de formas 4.41-2,47-9# gobierno hacía metagobernanza 249-51, 266,
funciones del Estado 2 - 3 ,5 o y ss., 16 2 ,2 4 0 -1,2 6 5 296, 3 0 9 - 1 1 .3 i2 -3 , 3i 6
primacía de las funciones económicas en el Goodin, Robert 82
RPTS 16 1 -3 Gramsci, Antonio 5, 7, 10, 27, 44, 58
Gran Bretaña 3o, 54, 71, 85, i3o. 176, 205, 215,
ganancias 6, 8-9, 15 y 19-20, 24. 35, 36-7, 48- 22 6 ,2 19 . 2 5 1,2 5 9 ,2 9 9 ,3 17
9. 68 y s., 96-7, 99 y ss., 14 9 -5 1,16 6 -7 , 176-7, Grande, Edgar 47
279-80 Grecia 179
de las empresas 24,-5 guerra 33
igualación de 21 guerra fría 226,
yplusvalía 14 9 -5 1,16 1 guerrerísmo, negación del 4,, 304
y tasa descendente de beneficio 98
gasto estatal *76-8, 18 6 -7 ,19 4 -7 ,30 8 Habermas, jftirgen 63
véase también salario social, fiscalidad habilitación continua 199-200, 2o3, 232, 324

367
ÍNDICE TEMÁTICO

Hall. Peter A. 83. 182 precios fs. activos i33-3, 3i3~4


Hay, Colin 364 véase también estanñación
Hayek, Frederichvon 376, 315 infor¡nacionalismo 13 3 -3 ,13 6 ,15 8 , 390
hegemonía 7-8, 33, 36, 40, 84, 8 8 , 1 1 3 , 318, 2170 infraestructura de redes 1 3 1 y ss.
americana 70, 85 y ss,, 95, 316-7, 24 1,34 3. 369 ingresos 3 4 y s., 370, 373-3
burguesa 3 7 ,3 7 .3 3 1-3 inmigración g g y s .. 1 0 9 ,3 1 8 ,33s
y discurso 8 ,111 y ss,, 307 innovación jo i, 118 -9 , i3 3 y ss., i3o, 135 y ss., 139,
política internacional 67,197 147-9,1 5 5 '6 ,15 9 ,336, 397-8306-7,315
neoliberal 368 y competencia 1 5 1 ,1 5 4 y s., 161
regional 3 3 3 y s., 337-8, 3io vs. gestión, invención 147-8
hegemonía económica 3$ - 6 , 3g innovación, entornos de i33, 136-7,
véase también estrategia de acumulación innovación, política de 10 0 -¡t, 1 0 3 - 8 , 118-9 , l 55 y
hegemonía, dimensiones éticas de la 7 ss., 3 14 ,3 3 1-3 , 334, 33i~4
herencia política 185-6 innovación, rentas de 10 1,13 4 y s.
heterarquía 6 0 ,37 9 -8 1,39 0 -9 1 innovación, sistemas de 110-1,159 , i67ys..3i3-4,3i8
Hicks, John 94-6 institucionaiismo 3 yss,
Hirsch, Joachim 171 instituciones 8 - 9 ,4 0 - 1,17 3 ,3 3 3
Hong Kong 171 y competencia 333-4
Hooghe, Liesbet 343, 344 y lucha 39 -4 3,4 8
horizonte de acción 6 y s., 8-9, 36,5 6 y ss., 96-7, intelectuales 7 ,4 5 -6 ,5 8 , u s y s.
101 y s., 16 3,16 9 , 334-5378-90, 381-3, 333-4 orgánicos 8,76
espacial 36,4 0 , 49-50, i 3g y ss., i 4 i y ss., 169, intercambio 6 ,14 -6 , 60, 97-8, 365
339 véase también mercado, fuerzas del mercado,
temporal 16-7. 36, 40, 49-50, 134-5. 16 1-3, mecanismos de precios
16 9 -7 0 ,339 -4 0 ,37 8 -9 , 3 8 0 -3 ,333-4 intercambio desigual 161
Huber, Evelyne 73,77, 83,10 9 ,18 3 ,18 7 ,19 8 interés, como fuente de ingreso 34-5, 97-8
Hulse, Michelle 347-8 "interés general” 3 5 ,4 3 , 370,380
Hungría 338 interés material 3 5 ,13 7
interiorización (clase) 99
I+ D 1 5 5 ,3i 3 internacionalización 97 y ss., 140, 141 y ss,, 351,
identidad 3o, 3 5 y ss., 4 1-3 ,10 8 ,17 5 , 3 1 4 , 381 384,389,318,333
de clase 37, ¿9 del capital 13 9 ,15 4 -5 ,3 6 1-5
no de clase 36, 41-2 de la política económica 356
política de 136, 316-7 del régimen de políticas 10 9 -13 ,19 5 -6 ,3 4 7 -9 ,
regional 144 255- 359~6o
identidad nacional 10 7 -10 , 136, 3 0 0 - 1 , 3o3. 3 1 3 , véase también globalización, relativización de
36 0-1, 386, 387 las escalas
crisis de la 136 internacionalización local 140
ideología 3 1 , 37, 36, 41.3, 45. 33o, 351. 353 y ss., internet 134, i3 3 y s .
359,368, 371, 375 y productividad 133
y clase 64 Interreg 339
imaginario 8-9 ,88 intervención
económico 8 - 9 , 4,4, 8 8 , 14 6 y ss., 166-7, í í í " véase también intervención del Estado
3, 3 6 9 , 3 8 4 - 5 invención
interés general 35, 4 3-4 ,370 , 380 yéose íajn bién. innovación 147-8
político 8 ,4 3 -4 , 4 6 ,16 6 -7 , 369 inversión 18, 93, 95
imperialismo 3o, 50, 87, 371 inversión extranjera directa 336
inadecuación del mercado 376-8, 38 3» 3 8 9 ,3n ironía 399 -30 1
inclusión social 37, 63-3, 9 5 -6 ,17 5 -6 ,19 4 Italia 13 5 ,16 8 , 353
incrustación 6 y ss., 3 4 -5 . 37-8. 79-80, i 33, 135,
145, 334, 337, 3 6 3 , 3 6 7 , 395, 3o8, 319 ,3 3 7 Japón 75» 10 1 y s., 168, 3 3 4 , 3 3 7 y s., 3n
industrialización sustitutiva de importaciones 7 3, 3 3 1 jerarquía 60, 365-6
inercia de los programas 185-6 véase también gobernanza
inercia política 10 3,18 5 jurídico-político 7 -8 ,37 , 4 3 -3,10 5
infantil, cuidado 17,14 7 , 3 0 1
inflación 34-5. 93, 95, 103, i 33, 179, 19 1-3, 199, Kalecki, Míhaly 179
17 5 -6 ,3 3 6 ,19 5 -6 ,3 8 4 ,3 19 ,3 3 6 -7 Kaufman, Franz Xavier 55

368
(NOiCE TEMÁTICO

Keynes, John Maynard 14 ,8 ,150 ,315 sociedad de 9 0 ,117 -8 ,15,5, 301


keynesianismo 91, 97-8,,179-80, 19 0 -1, 352-3, materialidad institucional 9
283-5 véase también selectividad estratégica
europeo 153 materialismo histórico 3-4
en un país 110 mecanismo de precios 6, 21 y s., 32, 61, 69
internacional 153, 3i a -3 mediación 14 ,18 y s., 23, 28y s., 54,, 58, i38, 23o y
véase también gestión de la demanda, pleno ss,, 270, 305
empleo medio ambiente 9 7 ,10 1,10 6 , 144
Kuhnle.Stein 254, féase también naturaleza
’ Kultu, mation 215 mercadeo asociado al lugar 169-70, 229 y ss.,
2:36-7, 203
Laffer, Arthur 315 véase también políticas de localización
legitimidad 8-9,4,3,271,273-4, mercado 2, u , 148-50
estatal 4,3.4, 4,9, 59, 54-5, » 3, i6a¡. 173, an . posición dominante en el 33 y s.
260-1 fuerzas de 11, 18 y s., 23, 29, 32, 42, 89, i 38,
legitimidad popular democrática, 262 175, x3i y s., 289,335-6 libera! 184
ley 9- 45-46- 4 9 ,5 3 ,10 7 .14 0 - 1. 241-2 mercado de trabajo i3, 14,-16 ,3 o ,5 3 y s ., 199,203,
ley del valor 79-31, 28-9, 4 5 -6 ,14 ,3,14 5 294
liberalismo 56 ,7 8 ,2 52 ,2 58 dualismo 196-7
características del 7,68 segmentación del 29-3o, 95-6, 166-7, l 9^.
liberalismo incrustado 257 286-7
liberalización 16 9 -7 0 ,2 8 9 ,27 1-4 transitorio 194
libertad, formal os. sustantiva 267-9 mercado laboral de transición 194-5
libre comercio 227 y ss., 285-6, 241, 320-1 mercado mundial 9, 2 5 ,3i, 4 1,5 0 ,7 0 ,8 8 ,118 , i 33,
límites institucionales a las reformas del Estado 134,, 14,3,14 5 ,15 4 , 223, 23?, 282, 284, 2 9 1,3o3.
de bienestar i o 2 - 3 ,185,208 305.324
Lipietz, Alain 114 desacoplamiento desde el 3 3 , 287
List, Fredrích 148 véase también globaiización
lucha 1 1 , 36,5 4 , ó o -i, 8 4 - 5 ,10 5 y s., 1 1 1,1 5 2 , 221 mercado próximo 3 4 - 6 ,18 0 ,19 5, 200-1
de clases i8 ys., 2 iy s s., 2 4 ,36, 30-43,41 -3, 45- Mercado Único Europeo 3 i o ,3 2 4
6 y s., 9 9 ,10 5 y s., 277-8, ¿27, 335-6 mercancía ficticia 6, i 3, 16, 2 0 -1, 22, 26 y s., 40,
modelos de desbordamiento 40-2 4 9 ,5 3 ,12 8 -9 , i74 y ss., 18 2 ,18 6 , 269, 277
polivalencias 37 véase también forma mercancía, conocimiento,
lugar 24, i 32y s ., 14 5 ,16 9 -7 0 , 23í, fuerza de trabajo, tierra, dinero, naturaleza
lugar sin fronteras 24, i 33, i36, 153-5, 169-70, mercantilismo 74
180-1, 2 2 3-4 ,19 4 , 203 mercantilización 19 ,2 3 ,33y ss., 38y s., 5 3,5 4 y s.,
Luhmann, Níklas 9 138 y s., 14 7 -8 ,18 0 -1,2 5 7 , 267-8
del conocimiento 53,147-8, i58ys., 16 0 -16 1,33i
Macropolíticas 50 de la educación 206-7
Majone, Giandomenico 253 véase también colonización
Manow, Philip 82,182 meso-políticas 49-52, 218
Mao, TseTung 115 Messner, Dírk 5 0 ,14 7 , 285
marcar objetivos 178 ,19 2 metaconducción
Marks, Gaiy 54,2, 244 véase metagobernanza
Marx, Karl 3, 9, i3, 15,17 4 metagobernanza 11, 58, 6 0- 3, 14 1-2 , 159, 24.9-51,
sobre el circuito del capital 9 257-9, 2 6 6 - 7 ,2 9 1- 3 ,296-3, 3n
sobre la libertad 268-9 fallos de la 12
sobre el método 3o6 meta-intercambio 29573.
sobre la auto-valorización 9 -10 metajerarquías 295
marxismo 3,10 . 27. 40, 33o metanarrativas n 3
masa, producción en 68 y s., 72 y s., 9 3 ,10 0 ,12 1 y metaorganizaciones 34.1
s., 12 9 ,15 9 .16 1,2 4 3 ,3 19 metapolíticas 50,
masas método de ensayo y error 1-2, 35-6. 88, 127-8,
consumo de 67, 71, 73, 92 y ss., 10 0 ,12 9 . 159. 152, 208, sai, 3oo-i
226 México 79
educación de 17,30 1 migración 105, 9a, 5516 y s.
medios de comunicación de 4 7 ,5 8 ,113 trabajo 18 5 ,2 17 -8 ,2 32 ,2 8 6 -7
ÍNDICE TEMÁTICO

militar 3-4., 126. 24,2, 3q3-4,. 3i 3- 4, 244.250 y s .. 2 5 4 ,25 9 .2 7 8 -9 ,2 8 9 ,2 9 9 ,3 16 -9 ,


militarización 38 3 2 5 ,328-3o
modelo renano 259 formas de 208-10 . 266-7, 269
véase también economía de mercado coordi­ y educación 35, 206
nada y globalización 2 5,3 3-4 , uo’ 14*°' *45'
modelos asistenciales de sustento familiar 76 y s. 158, 180, 189, 225, 5,4.0-1
78 y ss. y el mercado laboral 193
modo de crecimiento 69 y s., 123, 253, , políticas de ajustes del 102 y ss.
modo de gobernanza 25, cambio de régimen del 84-6, 102 y ss., 107,
modo de regulación 5 ,8 ,2 5 y s., 4,0 ,51.53, 68, 89, i2 9 - 3 o ,16 4 ,17 5 -6 , 207-8
9 6 ,17 3,18 2 , 253 retroceso del 4,2-3,164 y s., 270, 289, 33i~4
arreglo espaciotemporal 58 sistema de transformaciones del 208-10
modo de socialización 6 8 -9 ,6 9 -7 1,10 6 cambio del 177 ,19 6 -7 , 209
monetarismo 110 neo medie valismo 227
monopolio 14 ,9 -50 ,27 1-2 ,319 neo mercantilismo 110 ,2 2 8 ,3 2 1-2
motivos de fuerza para las ondas largas 10 1-2 , New Deal 88
i 36~7, 156-7 Noruega 114,
movilidad del capita] 34, 289, 3i3-4 , 33i~4 Nozick, Richard 295
movimientos sociales 37 -8 ,5 8 ,18 6 -7 Nueva Agenda Transatlántica 142
nuevos 10 5 y s., 10 8 - 9 ,x4-3. í?3- 4-» 317-8 nueva economía 2 8 -9 ,119
transnacionales 216-7 Nueva Zelanda 6 7 ,7 1,8 5 , io 3, 176 ,215, 317
mujeres, la doble carga de las 95, 182 nuevo constitucionalismo 256
véase también trabajo doméstico, feminización nuevo laborismo 259,825
de la fuerza de trabajo, género nuevos movimientos sociales 105 y s.,109, 144,
multiculturalisxno 204, 214-5, 217, 232. 288. 173, 217-8
multilateralismo 243
multiplicación de políticas 3oo OCDE 7 4 ,1 0 2 ,11 2 .1 7 1 ,1 9 1 , i9 4 y s s., 353,35675.,
mundo de la vida 9 ,14 , 29 y ss., 36 y s,, 39, 41-2, 309,317,323
57, 135, 141 y s., 144,, 152, 175, 267, 270, 281, oferta, lado de la i3a, 168
285-6, 3o3, 3o 6, 327 Offe, Claus 23, 44., 4.7, 98, 111, 181, 278
véase también sociedad civil, colonización Offe, paradoja de 3, 1 3 , 884-5
Ohlin, Bertil 72
nación 38, 2o3, 214-6 OIT 3 0 9 ,3^3
véase también Kultumation, Estado nacional, ondas largas 3 7 ,1 0 1,1 1 8
Staatnation, Volksnation ONG 141
nación, construcción de la 26 OPEP 99
nación cultural 24, 94-5. 126, i32 y ss., 153-4, oportunismo 299
160,226 Ordungspoiitik 252
véase también Kultumation organización de la inteligencia 273, 296 7 s., 3u ,
nación Estado 214.-7, «38 320 75.
véase también Estado nacional Organización Mundial del Comercio 15 9 ,323,35 3
nacionalismo 14,4. orientación sexual 38 ,7 9 ,8 7
nacional-popular 45-6 y s„ 87, 218
narrativas 8 y s., m y s., 2 2 2 -3 ,3o6~7 pacto social 19 4 , 2 5 4 7 S S . , 2 7 1 - 3 , 3 io
véase también discurso Países Bajos 193
naturaleza 15-7, 2 4 ,9 6 ,2 6 9 ,33i*4 países comerciantes 7 3.330
y transformación material 15 ,18 , 24 países recientemente industrializados 1 5 6 , 1 7 9
naturalización 15.6 ,73 paradigma (tecno-económico). cambio de 67,
negociación colectiva 70 y ss., giy ss., 95-6, 126, i i 8 ~ 9 , 127, i 3g - 6 , 1 5 4 7 S S . , i 6 3 , 16 8
179,286-7 paradigma de redes 2 8 6 - 7 , 2 8 9 , 2 9 0 - 1
negociación colectiva por conexión 134.-5 paradoja 3 3 ,3 6 6 -7
véase también negociación colectiva de Offe 3 . 1 2 , 3 3 4 - 5
neocomunitarismo n 3, 3 17 ,32i parque científico y tecnológico 159, 2 4 3
neocoiporativismo 194, 253-4 ,321 parternariado 177, i 8 3 . 204,, 2 4 5 y s,, 285
neoestatismo 2 5 3-4 ,52 1-2 .32 3,32 5 véase también corporativismo, cooperación pu­
neoliberalismo 17, 36, 58, 84, 110, 118, 129 y ss., blica-privada, pacto social, cooperación social
156-7, l7^' l77' l ^o, 317-8. 224. y ss., 229-30, partidos políticos 58, 84, 187, 195-6, 318

3? °
fNDÍCE TEMÁTICO

patriarcado 7 9 , 86 y s.. 387, 314,, 7 3, 94,, i o 2 -3 , políticas activas del mercado laboral 153. 191,792-
1 0 7 ,1 0 9 . i 3 2 , 188, 19Ó-200, 3 o 8 3, 197, 319
patriotismo constitucional 7,14. políticas de localización 169-70
pensiones 7 3 , 9 3, 10 2, 1 0 7 ,1 0 9 , i 3 2 , 188,79 6 -20 0 , políticas sociales 4-5 y s., n , 37, 4,9 -50,181 -2 y s..
3o8 188, 243, 253-4., 286-7, 3i 8, 325
pequeña burguesía 85,95 Polonia 228
pequeña economía abierta 7 1, 8 2 ,10 0 , 15 3 , 3 51, populismo autoritario 219
36 0 -2 Portugal 179
pequeñas y medianas empresas 82, 95, 122, 179, posfordismo 55-6, >19-28, 150 -1, 164-5, *93. ^ 2 ,
2 8 5 -6 ,3i 8 257y s., 285-6 ,327-8
periodízación 2 ,11,7 8 y ss., 83, n o y s., 113 -4 ,17 8 vs. posterior fordismo 264
y s., 18 9 y s., 2o 3y s., 328-3i continuidad/discontinuidad en 119-20 y ss.
véase también ondas largas, secuencias, tempo­ contradicciones 727-37
ralidad discursos sobre 119 -2 0 ,12 6
Pitruzello, Salvatore 114. empresarial 124-5
Piven, France Fox 179 proceso laboral en 121
planificación indicativa 184 despegue 165-6, 328-3o
pleno empleo u , 7 0,72.74, 9 17 ss., 99,104,, 179, véase también flexibilidad, economía basada en
20 4 ,2 16 y ss., 24.3, 287,3i3, 315,8 19 el conocimiento
en la Unión Europea 257, 359-60 posterior-fordismo 211
véase también desempleo (política de) véase también el posfordismo
pluralidad vs. unicidad en el sistema estatal 242 posmodernismo 214-5
plusvalía 2 0 -1,3 4 -5 , 83- 4, 124w5. *36-? posnacional 2i3, 251, 256, 259, 804, 3 o$ - 73
absoluta 64 Poulantzas, Nicos 5, 7 ,10 , 21, 39, 44,, 4 6 ,16 2 , 242.
relativa 64 246 y s., 259
plusvalía, beneficio 149-51 primacía de la escala nacional 10 -11, 71 y ss., 85 y
pobreza, trampa de 105 ss., i38, 209-10, 213-4, 220, 238, 259 y ss.,
poder 263-4,, 286-7, 304-5, 3*2-3
político 238 privado-público 43-44, i3 3 ~ 4 ,18 5 ,3 11
como relación social 9 -10 ,14 7 , 245-6 privatización 158, 177 ,18 0 ,18 5 , 195 y s., 199-200,
estatal 33, 245 2 0 8 ,2 5 3 -4 ,2 8 9 ,3i 8, 3ao-i
tecnología del 144, 22a proceso de trabajo 15 -6 ,5 1-3, 121, 173-4, 181-2,
territorialízación del 238, 240 y s. 33i -4
Polanyi, Karl 27 y fordismo 6 8-9 ,10 1-2
véase también incrustación y posfordismo 131 y $,, 3 3 i-4
polarización del ingreso i 23yss., 168 en el Estado 89 y ss., 285-6
política véase también producción
comercial 241-2 producción
como un sistema funcional 9 -10 ,2 4 1 primacía en los circuitos del capital 27-9
de infraestructuras 4 9 -5 0 , 7 1-2 , 92 y s., normas de 6 ,2 0 1-2 , 3 i3 -4
229-3o, 232, 5S43. 354"5. 5,84-5, 3i3"4, 321, véase también, procesos de trabajo
331-4 producción de calidad diversificada 122
económica 11, 37, 49-50, 98 y ss,, i32, 155-7, producción en masa flexible 123
182-3,18 8 ,239 -30 ,24 1-2.254 -5.28 6 -7.318 -9 producción en red 123
educativa 18 5 -6 ,2 5 5,313 productividad 3o, 68-9, 82, 91 y ss., 98 y s., 122-
industrial 99, 241 y $. 3,2 0 4 y s.
política de empleo 190 e internet 170-171
véase también keynesianismo y los Estados de bienestar 108-9
regional 9 2 -3 ,10 0 ,15 5 -6 , 217, 221, 242-3 productivísimo 14 6 ,3i 6
social 55-6 productos intensivos en conocimiento 124, 154
tecnológica 102-3,118-9 , lS5 ~^' 253 y s., 33i-4 profesiones de bienestar 10 5,18 7. 201
urbana 9 3,2 18 ,2 2 1 propiedad 78, 269-71. 273-4, 280
véase política de competencia. Ordnungpolitik véase también capital, propiedad intelectual,
política del mercado de trabajo 4,9, 169-70, 374- propiedad
5, 210, 24.3, 255, 307-8. 3 i3 “ 4 propiedad 24-5
activa 153, 191-3. 19 6 ,319 derechos de 2 4 -5 .2 6 9 -7 1.2 7 3-4
pasiva 190 relaciones de 269

371
ÍNDICE TEMÁTICO

véasa también, propiedad intelectual, propieta­ régimen petrolero 96 ,9 9 ,275


rios régimen político 3 ,4 4
propiedad intelectual 2 4 y s., 135 y ss., >57-6!, 169, región de los Cuatro Motores 229, 235
206,369 región virtual 14 2 ,2 2 9 ,2 34 ,2 3 5 -6
proteccionismo 83~4„.iio , 174,-5, 326 y s., 23o-x, regionalismo 23o -1
324-6 regionalización 215-6
proyecto de Estado 7 -8 ,4 8 ,5 0 -2 ,5 6 -7 ,8 8 -9 ,13 1, regulación auto-regulada 245, 2 5 1-1. 3i 8 y s.
173-4, 216-7,273, 278, 326-7 regulación, enfoque de 6 - 8 , 4 0 -1, 78-9, 82 y s.,
proyecto hegemónico 126
véase visión hegemónica regulación, objeto de la 1, 8 -9 ,13 - 4 , 2 1-2 , 85-6,
pseudo-validación 96-7 12 7 -8 ,14 4 .16 4 -5 , $83-8
público-privado 133-4, 245, 253, 258,279-80 véase también modo de regulación, enfoque
relaeional
racionalidad comunicativa 29~3o Reino Unido, véase también Gran Bretaña
instrumental 9-10 relación salarial 5 3.12 4
racionalidad limitada 278,281 relaciones transversales 235-6
raisond'état 45-6, 47-9 relaciones industriales 8 4 -5,12 5
"raza” 4-5, 27,88-9,78-9, 86 -7,10 7-8,184, 215-6 relaciones interinésticas 2 4 1,2 4 6 ,3 2 0 -1
realismo critico 6 ,17 5 -6 ,3 12 -3 relativización de la escalas n o , 12 8 -4 ,12 8 -9 , i3 ?-
y tipos ideales 3 i 2 - 3 ,40 40, 146-47, 2 0 9 -11, 2 i3 ~ 4 ,221-4, 248-9, 284-
y tendencias y contratendencias 40 5 ,2 9 3 -3 , ¿ 0 4 -5 ,3 0 9 ,33o -i
Rechtsstaat 45, 268, 273-4 religión 9, 26
recorte salarial 18 0 ,19 7 -8 ,2 0 4 remercantüización 18 1-2 ,19 6 -7
recortes 76, 8 1,10 2 -3 ,16 7 -8 , 173-4 ,176 -7 , 1957 renta, monopolio 137
ss., 209 ,326-7 tecnológica 100, 124-5, H®* 1 5 o '1 - 160 y s.
red 11-2 , 28-9, 6 0 ,18 5,246 -7, 250, 265-6, 272- 3, repliegue 16 5 -6 ,17 5 -6 , 2 7 0 ,2 8 9 ,328~3o
red de poder paralelo 246, 258 representación 48-9
redistribución 19 - 2 1,7 4 y s., 78, 82, 87, 94, 96-7, funcional 48-9, 271-2
108 y s., 181 y ss., 18 5 -6 ,18 8 ,19 6 - 7 ,2 6 2 ,312-3 política 4 8 -9 ,18 6 -7 , 317-8
intergeneracíonal 198 reproducción 7 - 8 ,1 1 ,3 5 ,1 8 5 - 6
ley reflexiva 3n económica 2 - 3 ,1 0 - 1 ,1 3 - 4 , 25, 6 1-2, 3i 3~4
reducción de ruido 380, 297 y fuerza de trabajo 184
reescalado 51, 59 y s., 12 8 -9 ,15 0 -1, 33i~4 social 2-5, 11, 25,53. 6 1-2, 93, 185-6, 265-6,
y Estado 2 38 ,25 2 ,325 -6 i - ,334,-5
2 3 4
y Estado del bienestar 181, 208, 254-5 y relación salarial 58
reflexiva 149-51 requisito de variedad 298-300
regional i32, 134 -5 ,152 ,18 9 , 263 resistencia 2 - 4 ,1 0 , 33,10 5 ,12 7 , i 38, 177,209 y s.,
escalas de 231 y s. 2 7 0 ,2 7 8 -9 ,3a3 s .r 33x~4
schumpeteriano 1x9, 252, 304 espontánea 270
espacios de 224-5, 338 y s. responsabilidad política 46-8
fuerte vs. débil 134-6, 284, 287, 296 responsabilidad salarial 124-5
sujetos de 23o y ss. retemporalización 5 1-2 , 23-4, 5 1-3 . 157, 185-6,
urbano 1 3 4 - 5 ,15:?’ 16 9 -7 0 ,19 0 -1 238 y s., 241 y s., 246-7, 3 3 i-4
reflexividad 6 o -i, 184-5, 15o " 1 - 345-6, 278-9, reterritorialización 23, 5 1-2 , 156-7, 184-6, 238 y
28 0 -1,28 9 -9 0 , 295. 297y s., 3n s., 2 4 0 -ys., 2 4 5 -6 ,33i~4
ygobernanza 279-82 reticulación 260-1
régimen ricardianos us. marxianos 63~4
idéase también, régimen internacional, régimen Ricardo, David 148,149
político, régimen de producción, régimen de riesgo 2 4 ,3 2 ,17 3 -4 .17 8 ,18 9 ,19 6 -7 ,19 9 -10 0
bienestar Robinson, Peter 212
régimen colonial de trabajo ricardiano 171, 336 rotación lab oi'al 193
régimen de compras 294-5 RPTS 12.153, x66y ss., 17 5 ,19 0 ,2 10 ,3 o 6 -i2 , 3 ^ - 3 6
régimen de producción 53, 8 5 ,18 1-2 .18 6 -7 , 215- contraste con ENBK 3i2-3
6 .32 6 -7 variedades 11-2,377-33
régimen de transición 2 0 0 - 1,32 7 '3o
régimen internacional 59. 67, 73, 95, 126, 141 y Saillard, Yves 7
ss., i5 4 y s., 168 y ss., 230, 197, 251-2, 3 3 i-4 salario 15, 9 7 ,10 0 , 191

373
In d i c e t e m á t i c o

como costo 15-6, 24, 53, 55,6, 100, 110 , 129- sociedad civil 7, 9 y 10, 14, 38, 4 2 y ss., 74,1847 s,
3o, 18 0 -1,18 8 ,19 4 ,, 2io, 287, 3o8 218-8
como demanda 15, ?4y s'., 53,57,91-2,129*30,181 sociedad de accionistas 19 3 ,19 6 -7
yfordismo 55-6 ,6 9-70 global 1 1 ,1 4 3
y post-fordismo 55-6 véase también mundo de la vida, esfera públi­
en el sector público 176-7 ca
y la reproducción social 53 "sociedad de trabajo” 75,79
véase también salario familiar, salario de res­ Software 170
ponsabilidad, salario social solidaridad 9, 43-4, 200-2. 266-7, 272-3, 281,
salario mínimo 191 286-7
salario social 11,9 2 , n o , 188, 204, 2 0 8 ,2 8 7 ,3o8 sony sino 119
salto de escalas 263,33i~4 Soskice, David 82,182
salud, política de 254, Sozíalpolitik 54
salud, sistema de 3 5 ,7 6 ,10 9 ,17 7 ,18 4 ,18 7 ,19 5 -6 , Síaatsnaíiort 214
2 0 6 -7 ,3o8, 319 ,32 2 Standorcpolítik 169-70, 262 - 3 , 332-4
americano 187 Stephens, John D. 7 2 .7 7 ,18 2 ,18 7 ,19 8
europeo 187, 254 Storper, Michael 23o
global 3s 2 subordinación de lo social a la política económica
Sbragia, Al berta 252 líéüse también de trabajo (Workfare) 188-308,
Scharpf, Frita 80, 297 304-5, 3o 9 y s., 3i 6, 3i 8,3 3 i- 4
Schiller, Dan 17 subsidiariedad 78-9, 245, 257
Schmidt, Vivi en A. 80 subsunción
s e cu enci amiento 8 3 -4 ,10 0 ,17 9 -8 0 formal, de conocimiento 157-9
seguro social 75 y ss., 8 1 , 1 7 4 - 5 . 1 8 8 , 1 9 0 - 1 real 18, 158
selectividad discursiva n 2 - 3 Suecia 85, i 3o, 315
separación institucional de la economía y la polí­ superestado 24a
tica 41-3,4,5-6,4,7,49-50,2Ó9ys., 272-4,291-2 superganancias 15-16
servicios 69-70 superimperialismo 73
servicios financieros 12 3-4 ,19 9 -2 0 0 Swyngedouw, ErikA. 219
servicios sociales personales 10 7 ,18 4 ,19 6
Schumpeter, foseph A. 148 -50 ,16 2 Taiwán 33, 227
Silicon Valley 137 Taylor-Gooby, Peter 8i
sindicatos 82* 87, 9 9 ,10 5, j 3i, 218,287 tecnología 226
Singapur 2,10, del poder 284-5
sistemas funcionales u , 1 4 1,17 4 - 5 .2 4 1,2 8 0 ,285, véase también tecnologías de la información y la
319-20 comunicación
soberanía 43-4, 45-6, 216-7, 240-1, 343 y ss., tecnologías de la información y la comunicación
249,257-9. 2 6 0 - 1,2?3, 297-8 120 y ss., i36 y s., 144, 158, 160, 2o3, 2 11-2 ,
soberanía perforada 245 290
véase también desnacionalización teleología 87, 165-6, 328-3o
sobredeterminación 14, 111, 175-6, 94, 805-6, temporalidad 9 6 -7 .13 4 y ss., 14 0 -1, 145-6, 153-
326-7 4 ,2 2 2 -3 , 234-5, 2 39 -4 0 ,2 9 2 -3
idéase también determinación véase también tiempo
socialización 19, 26-7, 3a, 38-9, 48-9, 96, 101, tendencias 19 -2 1, 2 4 -5 ,3 9 -4 1, 5 5 -6 ,317
124-5 y s ’>134"5. i 63, 323, 3í 6-8 naturaleza doblemente tendencial de las 39-41
capitalista %~í>i 6 0-1, 90-1 véase también contra-tendencias
del consumo 184 tendencias y contra-tendencias 289-41, 258-60,
de la producción 51-128-9 y s., 184, 33i -4 2 6 5 -6 ,30 5 -7
de las fuerzas productivas 53, 83- 4, 128-9, 135 teoría del Estado 3-4
y s., 270, 2 72 -3ys. Tercera Italia 12 5.16 8
del riesgo 184, territorialización 2 2 -4 ,3 3 1-5
sociedad del poder político 288.9, 241 y ss.
crisol 214, 216 territorio 214-5. 231, 222-4. 238, 282, 292-3
de mercado 271 identidad 285-6
del aprendizaje 38 extra-territorialidad 33
mundial 62, 241 territorio económico natural 225-6
red 3i2-3, 281 thatcherismo 219, 226, 259, 298-99, 335

373
ÍNDICE TEMÁTICO

tiempo 19,?,}, 178 Unión Monetaria Europea 253-4, 3io. 324


capitalismo como economía de tiempo 19, 21 universidades 13 4 ,15 8 .2 0 2 .2 0 6 -8
horizontes de 17, 36 autonomía 206
véase también coyuntura, ondas largas, periodiza- utilidades universales 159
ción, arreglos espaciotemporales, temporalidad,
compresión espaciotemporal, alargamiento vaciamiento 28 7,311
espaciotemporal. véase también desestatiza ció n
tiempo de trabajo socialmente necesario 15, s8 y s. validación de las decisiones 28-9
tierra 16-7, 22 y ss., 33o -i véase también pseudo-validación
renovación 16-25 valor 15-6. 28
véase también naturaleza Ley del 2), 28-9, 4 5 -6 .14 3, 145
tipo ideal 2, 67-9» 89, 16 5 ,19 0 -1, 307,372-7 véase también valor de cambio, plusvalía, valor
tipología del Estado de bienestar 179, 267-8 de uso
véase también tipo ideal valor añadido 15,18, 210
TLCAN 7 9 ,1 8 1 ,3io véase también valorización
Tómmel, Ingeborg 258 valor de cambio 18,79-21, 2 5 .4 5 ,12 8 -9 , i32. i36-
toyotisrno 119 7 ,14 4 ,75 ., 321-2
trabajadores centrales vs. periféricos 123, i3o véase también forma mercancía, mercado, valor
trabajadores del conocimiento 122, 187, 14,9-50, de uso, valor
158 y ss., 226 valor de uso 18,27, 23 y s., 128. i 32. 18 7 .14 4 7 5 .
wfose también trabajo intelectual valor por dinero 278-9
trabajadores masa 68 valorización 19 .3 4 -5 ,12 8 -9 , i3$ ys , ,
trabajo colectivo, 159-60, 208 variedades de capitalismo i - 3, 4 -5 ,2 1,2 5 ,4 0 ,4 ,7 -
trabajo intelectual 45-6, 122. 157 y ss., 206-7, 8, 6 7 - 8 ,8 4 -5 ,12 6 ,i 3o-i , 145-6 ,26 7-8
33o -j visiónhegemónica 4,5-6, 4.8-9, 51, 57, 88, 9 8 ,112 ,
trabajo mental 121. 216, 219, 273, 327
véase también trabajo intelectual visión neoschump éter ¡ana 171
transferencia de tecnología 154-5 y s., 327-2,323- Volksnation 214
6,331-4,
tríadas i 32-3, i i2 y s., 14,0-1 y s., 14 3 -5 ,15 3 , 2i3- Warr, Peter 171
4, 221-2, 227260-1, 2 i 3 " 4 , 3 i o - 2 Weber, Max 273
triángulo de crecimiento 24,4 Vende (Alemania) 219
tribalismo 10 8 ,116 ,2 2 6 Wctware 123
tripartismo 77, 272, 288 Wbitehead, Alfred North 264
triple hélice 206 Wickksell, Knut 315
Wintelismo 119
ubicuidad 146, 234 Workfare 16 5 -6 ,19 0 -1,2 0 8 ,2 10 -11, 253-4,358-9,
unicidad vs. pluralismo en el sistema estatal 243 304-5, 3° 6~7, 3i 6
unilateralismo 243 europeo 356
Unión. Europea 50, 217, 223, 224-7. ^3° y ss,, 286
y ss., 197,246, 249. 2 5 2 ,3 0 9 -11, 323-6 Ziebuera, Georg 361
como régimen de gobernanza 25775. zona de libre empresa 285-6

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