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Transcripciones musicales: Traducciones de un idioma antiguo.

Por Eduardo José Vázquez Ortíz

Transcribir música antigua ha sido, desde el emergente interés por la interpretación de dichas obras,
una tarea no sólo complicada, sino también llena del peligro de posibles falsedades y malentendidos
en la notación.
Tal es el caso de la música renacentista de la cual existen escritos originales del compositor, como los
de Tomás Luis de Victoria, quien compuso usando la notación mensural blanca, método de escritura
que en la actualidad no se ocupa y que incluso es desconocido para la vasta cantidad de intérpretes.
El texto de Javier Castro Villamor: “El reto de la transcripción”, dice:
“Esto plantea un problema fundamental con una doble vertiente: por una parte, los intérpretes no
pueden leer la partitura tal y como fue escrita por el compositor, y, por otra parte, los editores que
quieren sacar a la luz una partitura para el uso común tienen que transcribirla y adaptarla al sistema
de notación actual.”
Un trabajo de transcripción poco meticuloso puede muy fácilmente dar lugar a una serie de trastornos
interpretativos, y, citando a Aurelio Tello en su artículo “Músicos ruiseñores, vicisitudes de un villancico
de supuesta autoría, fallida transcripción y arbitraria interpretación”:
“La responsabilidad de los musicólogos cuando realizan las transcripciones de obras de la época
colonial es muy grande, […] Notas equivocadas, textos incompletos o mal leídos, armonías erradas,
[…] pueden dar ideas equívocas no sólo a los intérpretes, sino también a los escuchas.”
Es así evidente que el trabajo de un musicólogo conlleva una ardua labor de aprendizaje y
contextualización sobre la obra que transcribe y su creador, para poder otorgarle al mundo actual una
audición lo más cercana posible a como pudo haber sido la pieza originalmente, esto es, dejando de
lado la igualmente importante participación de los intérpretes.
Por su puesto, debido a la escasez de información y la ambigüedad de la misma, la tarea de realizar
una transcripción “perfecta” se vuelve técnicamente imposible.
Javier Castro, en el artículo antes citado, expresa: “[…] el proceso de transcribir una partitura del
renacimiento se asemeja al de traducir un texto a otro idioma: es u proceso incompleto e imperfecto
por naturaleza, donde necesariamente se perderán información y matices del original, y donde el
transcriptor, al igual que el traductor, tendrá que tomar difíciles decisiones sacrificando unas veces la
fidelidad del texto primigenio y otras veces la facilidad de comprensión dentro del nuevo lenguaje. […]
Los editores y los intérpretes han de compartir su actitud de admiración y de servicio hacia la obra que
están estudiando, no olvidando nunca que su verdadera función es desentrañar todos los detalles de
la partitura original para hacer escuchar al público un resultado sonoro que sea lo más parecido a lo
que el compositor concibió.”

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