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Safari - 26 - 09 - 2017 18:46 PDF
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Miguel Carbonell.
IIJ-UNAM.
Es probable que nunca antes en la historia de México haya sido tan interesante
ejercer la profesión de abogado. Estamos ante un momento de grandes
transformaciones jurídicas que exigen a los juristas profundos cambios en la manera
de estudiar, interpretar, argumentar y resolver problemas legales.
Veo al menos cinco áreas de oportunidad que suponen retos relevantes para los
profesionales del derecho y que se tienen que encarar en el corto plazo:
1. El desafío de la actualización.
Por otra parte, también los sectores más tradicionales del ordenamiento jurídico
siguen teniendo reformas. La Constitución es el mejor ejemplo; incluso para quienes
son especialistas en derecho constitucional, es difícil seguir el paso de tantas
modificaciones a nuestra Carta Magna, muchas de ellas de gran complejidad
(complejidad que, por cierto, abarca también a los cada vez más prolijos artículos
transitorios, como fue el caso de la reforma en materia energética).
Los abogados deben estar al día no solamente por lo que respecta a la Constitución y
las normas de rango legal, sino también en materia jurisprudencial. Cada viernes la
Suprema Corte de Justicia de la Nación añade al sistema IUS decenas de tesis
jurisprudenciales dictadas por el Poder Judicial de la Federación que tocan un
amplio abanico de temas que deben ser del conocimiento de los juristas. Por si eso
fuera poco, junto a nuestra jurisprudencia interna hay que estar al tanto de lo que
periódicamente va resolviendo la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
cuyos criterios jurisprudenciales –todos ellos- son obligatorios para las autoridades
mexicanas en los distintos niveles de gobierno, de acuerdo a lo resuelto por nuestra
Suprema Corte en el expediente de Contradicción de Tesis 293/2011.
En consonancia con lo que se acaba de decir, hay que recordar que hoy en día ya no
basta con conocer nuestro ordenamiento jurídico interno, sino que debemos
asomarnos también a lo que va sucediendo más allá de nuestras fronteras. Cada vez
se citan con mayor frecuencia las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y cada vez resulta más determinante conocer la forma en que se debe
llevar a cabo el control de convencionalidad en muchas materias del derecho
mexicano.
Los abogados que solamente conozcan sus normas jurídicas de origen nacional van a
estar en franca desventaja respecto a aquellos que ejercen la profesión con el apoyo
de la normativa internacional. Casos resueltos por la Corte Interamericana como el
de “Rosendo Radilla” o el del “Campo Algodonero” ya forman parte de la cultura
jurídica de miles de estudiantes de derecho de nuestro país.
Hasta hace muy poco los abogados entendían que la forma de resolver un problema
era llevándolo ante un tribunal y litigándolo con todas las herramientas que permite
la ley, sin importar que la solución se hallara a varios años de distancia. Hoy en día
se imponen cada vez con mayor fuerza los modelos de gestión de problemas
jurídicos orientados a encontrar soluciones rápidas y de bajo costo, en beneficio de
los clientes.
4. El impacto de la oralidad.
Los juicios orales también han venido a cambiar el rol de los abogados. Actualmente
se requieren habilidades expresivas muy distintas a las que se exigían a los abogados
en el pasado. La capacidad de expresión verbal y de una construcción argumentativa
muy sólida es más relevante que nunca. El principio de oralidad se va abriendo paso
cada vez en más ámbito del mundo jurídico; ya existe en materia penal, pero
también en asuntos mercantiles en todo el país, y en temas familiares en varias
entidades federativas.
Los abogados, en las audiencias orales, deben aprender a formular la llamada “teoría
del caso”, a introducir las pruebas, a interrogar y contrainterrogar a testigos y
peritos, a formular alegatos de apertura y de cierre, etcétera. No es una tarea sencilla
pero se ha vuelto indispensable para la práctica jurídica.
Ayudaría mucho al buen desarrollo de los juicios orales que en la formación jurídica
de los futuros abogados se contemplara algún curso de oratoria, combinada con
técnicas de destrezas de litigación y (obviamente) con cursos muy prácticos de
argumentación jurídica.
Un reto adicional para los profesionales del derecho consiste en saber desempeñarse
correctamente en las nuevas áreas del derecho, que suelen estar reguladas por una
normatividad extremadamente compleja. Hace unos años los abogados podían
dedicarse en exclusiva a la asesoría y los litigios en materias muy tradicionales,
como derecho penal, civil, laboral o administrativo. En la actualidad los asuntos más
interesantes se encuentran en áreas como competencia económica,
telecomunicaciones, medio ambiente, derecho de la energía, prácticas comerciales
internacionales, etcétera. Los abogados que no conozcan y dominen estas nuevas
materias se verán muy relegados en la práctica.
A modo de conclusión.
Todo lo que acabo de decir supone un enorme conjunto de desafío para las nuevas
generaciones de abogados. Ojalá que en su formación encuentren profesores que les
expliquen con claridad los retos que deberán enfrentar en su práctica profesional y
que los preparen para ser cada día mejores. Y ojalá que los abogados que ya están en
la práctica profesional lo tomen en cuenta, a efecto de elevar la calidad de los
servicios jurídicos que prestan. Un mejoramiento del trabajo de los abogados sería
una excelente noticia para el país en su conjunto, pues abonaría de manera decisiva
al esfuerzo de construcción del Estado de derecho que con tanta urgencia requiere
México.
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