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Guía de Estudio EL ESPÍRITU SANTO Y LA

de la Biblia
(Lecciones de la Escuela Sabática)
ESPIRITUALIDAD
Edición para Adultos
Enero – Marzo 2017 Contenido
Autor Introducción ........................................................................ 2
Frank Hasel 1. El Espíritu y la Palabra.................................................... 5
Dirección general 2. El Espíritu Santo: Obrando tras bambalinas................... 12
Clifford Goldstein 3. La divinidad del Espíritu Santo...................................... 19
Dirección 4. La personalidad del Espíritu Santo................................ 26
Marcos G. Blanco 5. El bautismo y derramamiento del Espíritu Santo............ 33
Traducción y redacción 6. El Espíritu Santo y una vida santa................................. 40
Walter Steger 7. El Espíritu Santo y el fruto del Espíritu............................47
Diseño 8. El Espíritu Santo y los dones del Espíritu....................... 54
Ivonne Leichner 9. El Espíritu Santo y la iglesia.......................................... 61
Ilustraciones 10. El Espíritu Santo, la Palabra y la oración........................ 68
Lars Justinen 11. Entristecer y resistir al Espíritu...................................... 75
12. La obra del Espíritu Santo............................................. 82

La oficina de las Guías de Estudio de la Biblia para Adultos de la Asociación General de los Adventistas del
Séptimo Día prepara estas Guías de Estudio de la Biblia. La preparación de las guías ocurre bajo la dirección
general de la Comisión de Publicaciones de la Escuela Sabática, una subcomisión de la Junta Directiva de la
Asociación General (ADCOM), que publica las Guías de Estudio de la Biblia. La guía publicada refleja la contri-
bución de una comisión mundial de evaluación y la aprobación de la Comisión de Publicaciones de la Escuela
Sabática, y por ello no representa necesariamente la intención del autor.
© 2017 Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día®. Todos los derechos reservados. Ninguna por-
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Colección Guía de Estudio de la Biblia


GUÍA DE ESTUDIO DE LA BIBLIA PARA LA ESCUELA SABÁTICA EDICIÓN PARA ADULTOS (Sabbath School Lessons),
(USPS 308-600). Spanish-language periodical for first quarter, 2017. Volume 122, No. 1 Published quarterly by the Pacific
Press® Publishing Association, 1350 North Kings Road, Nampa, ID 83687-3193, U.S.A. Subscription price, $10.72; single
copies, $3.99. Periodicals postage paid at Nampa, ID. POSTMASTER: Send address changes to GUÍA DE ESTUDIO DE
LA BIBLIA PARA LA ESCUELA SABÁTICA EDICIÓN PARA ADULTOS, P.O. Box 5353, Nampa, ID 83653-5353. Printed in the
United States of America.

TEXTO Y DIAGRAMACIÓN: CASA EDITORA SUDAMERICANA.


IMPRESIÓN Y DISTRIBUCIÓN: PACIFIC PRESS® PUBLISHING ASSOCIATION.

SE PROHÍBE LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL DE ESTE FOLLETO SIN EL PERMISO DE LOS EDITORES
INTRODUCCIÓN

EL ESPÍRITU SANTO Y LA
ESPIRITUALIDAD
Muchos de nosotros hemos escuchado las palabras “Te bautizo en el nombre
del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y, si somos bautizados, seguramente las
escuchamos justo antes de que el ministro nos sumergiera en el agua (ver Mat. 28:19).
Bautizados “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Sí, el Espíritu
Santo es mencionado allí mismo, junto con el Padre y el Hijo.
Y no es de extrañar. La creencia fundamental número cinco de la Iglesia Adven-
tista del Séptimo Día, “El Espíritu Santo”, dice: “Dios el Espíritu eterno desempeñó
una parte activa, con el Padre y el Hijo, en la Creación, en la Encarnación y en
la Redención. Es una persona, de la misma manera que lo son el Padre y el Hijo.
Inspiró a los autores de las Escrituras. Infundió poder a la vida de Cristo. Atrae y
convence a los seres humanos, y renueva a los que responden y los transforma a
la imagen de Dios. Enviado por el Padre y por el Hijo para estar siempre con sus
hijos, concede dones espirituales a la iglesia, la capacita para dar testimonio en
favor de Cristo y, en armonía con las Escrituras, la guía a toda la verdad”.
Sin embargo, cuando leemos la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento,
vemos la actividad y la obra directa de Dios el Padre. Sus acciones se encuentran
por doquier. En el Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios, leemos vez
tras vez acerca de la obra y la actividad de Jesús, el Hijo. Jesús (su vida, muerte y
ministerio en el cielo) domina el Nuevo Testamento.
En contraste con la actividad tanto del Padre como del Hijo, la obra del Espíritu
Santo no está plasmada tan abiertamente en ninguno de los dos Testamentos.
Pero, hay una razón para este contraste: el Espíritu Santo no busca ser el
centro de atención. Su papel se encuentra más bien tras bambalinas. El Padre y
el Hijo son revelados de forma más directa en la Palabra. Y eso se debe a que el
Espíritu Santo está allí para señalarnos, no hacia él mismo, sino hacia Jesús y lo
que él ha hecho por nosotros.
Al estudiar la obra del Espíritu, veremos cuán central es para nuestra expe-
riencia cristiana. El Espíritu Santo, siendo Dios él mismo, conoce a la Deidad

2
como ninguna persona puede hacerlo, de modo que puede revelarnos a Dios
de una manera confiable y fidedigna. El Espíritu Santo inspiró, primeramente, a
los escritores de la Biblia; y hoy nos guía en nuestro estudio de lo que él inspiró
para que estos escritores comunicaran. El Espíritu Santo nos da la seguridad de
nuestra salvación por medio de Jesucristo (Rom. 8:16), y nos presenta evidencias
de la obra de Dios en nosotros (1 Juan 3:24). El Espíritu Santo también nos limpia
de pecado y nos santifica: “Ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya
habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro
Dios” (1 Cor. 6:11). El Espíritu genera en nosotros un crecimiento en la gracia a lo
largo de toda la vida, produciendo en nosotros el fruto del Espíritu: “amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gál. 5:22, 23).
“El Espíritu iba a ser dado como agente regenerador, y sin esto el sacrificio de
Cristo habría sido inútil. El poder del mal se había estado fortaleciendo durante
siglos, y la sumisión de los hombres a este cautiverio satánico era asombrosa. El
pecado podía ser resistido y vencido únicamente por la poderosa intervención de
la tercera Persona de la Deidad, que iba a venir no con energía modificada, sino
en la plenitud del poder divino. El Espíritu es el que hace eficaz lo que ha sido
realizado por el Redentor del mundo” (DTG 625; énfasis añadido).
Debido a su papel crucial en la vida de los creyentes, el estudio de este trimestre
nos ayudará a comprender mejor el inmenso don que tenemos en el Espíritu Santo.

Frank M. Hasel, Ph.D., es decano del Departamento de Teología en el Seminario


Bogenhofen, en Austria, Europa, donde también sirve como director del Centro
de Estudios de Elena G. de White. Su esposa falleció de cáncer en 2009; y desde
entonces ha aprendido a confiar en la bondad de Dios de nuevas maneras cada
día, y experimenta el consuelo, la paz y el poder transformador del Espíritu Santo
en su vida.

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CLAVE DE ABREVIATURAS
BA La Biblia de las Américas
CBA Comentario bíblico adventista, 7 tomos
CC El camino a Cristo
COES Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática
CS El conflicto de los siglos
DTG El Deseado de todas las gentes
Ed La educación
ELC En los lugares celestiales
Ev El evangelismo
FV La fe por la cual vivo
HAp Los hechos de los apóstoles
LLM Loma Linda Messages
MS Mensajes selectos, 3 tomos
NEV Nuestra elevada vocación
NVI La Biblia, Nueva Versión Internacional
PVGM Palabras de vida del gran Maestro
RH Review and Herald [Revista Adventista, en inglés])
RP Recibiréis poder
RVA La Santa Biblia, versión Reina-Valera Actualizada
(1989, Junta Bautista)
RVR La Santa Biblia, versión Reina-Valera (revisión 1960)
TI Testimonios para la iglesia, 9 tomos

DATOS BIBLIOGRÁFICOS
Chadwick, S., en Arthur Walkington Pink. The Holy Spirit. Bellingham, Wash.: Logos
Bible Software.
Cole, Graham A. He Who Gives Life: The Doctrine of the Holy Spirit. Wheaton, Ill.:
Crossways Books, 2007.
Froom, LeRoy Edwin. La venida del Consolador. Buenos Aires: ACES, 1990.
Packer, J. I. Keep in Step With the Spirit: Finding Fullness in Our Walk with God. Grand
Rapids: Baker Books, 2005.

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Lección 1: Para el 7 de enero de 2017

EL ESPÍRITU Y LA PALABRA

Sábado 31 de diciembre

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Pedro 1:19-21; 1 Corintios


2:9-13; Salmo 119:160; Juan 17:17.

PARA MEMORIZAR:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16, 17).

LA BIBLIA DICE LO SIGUIENTE acerca de sí misma: “Toda la Escritura es ins-


pirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para
toda buena obra” (2 Tim. 3:16, 17). La Escritura cumple este papel porque es la
Palabra de Dios, revelada a la humanidad por medio de la obra del Espíritu Santo.
En la Biblia, el Espíritu Santo manifiesta cuál es la voluntad de Dios para nosotros
y nos muestra de qué modo vivir una vida que lo complazca.
Sin embargo, la actividad del Espíritu Santo no se circunscribe al pasado
remoto, en el origen de la Biblia. Él está involucrado con la Palabra de Dios de
muchas otras maneras significativas, aún hoy. Y quizá la más importante sea
nuestra lectura de la Palabra y nuestro deseo de entenderla correctamente. Aquí
es donde necesitamos al Espíritu Santo. Este mismo Espíritu divino despierta en
nosotros el deseo de hacer nuestra la Palabra de Dios y de aplicar sus enseñanzas
en nuestra vida. De ese modo, el Espíritu obra con la Palabra escrita y a través de
ella, para transformarnos en nuevas criaturas en Cristo.
Esta semana, rastrearemos la obra del Espíritu Santo en relación con las
Escrituras.
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Lección 1 // Domingo 1° de enero

EL ESPÍRITU SANTO Y LA REVELACIÓN


¿De qué manera se asegura Dios de que su voluntad sea transmitida fielmente
a los seres humanos caídos? Lo hace por medio de dos actividades importantes
del Espíritu Santo, relacionadas entre sí: la revelación y la inspiración.
En el proceso de revelación, los seres humanos dependemos de la ayuda de
Alguien fuera de nosotros mismos para que comprendamos cosas que, como seres
creados, no podemos conocer por cuenta propia. Es decir, el Espíritu Santo nos
enseña verdades que debemos escuchar de otro (ver, por ejemplo, Dan. 2:19-23);
verdades que, de otra forma, nunca podríamos llegar a saber por medios naturales.
La revelación es un proceso en el que Dios se da a conocer al ser humano,
junto con su divina voluntad. La idea básica asociada con la palabra revelación
es la de desvelar (quitar el velo), o descubrir; un desvelamiento de algo que, de
otro modo, permanecería oculto. Necesitamos una revelación como esa porque,
como seres humanos caídos y finitos –separados de Dios por causa del pecado–,
estamos grandemente limitados en lo que podemos aprender por nuestra cuenta.
Dependemos de Dios para conocer su voluntad. Por lo tanto, dependemos de la
revelación de Dios pues no somos Dios y tenemos solo un conocimiento natural
muy limitado de él.

Lee 2 Pedro 1:19 al 21. ¿Qué nos dice esto acerca del origen del mensaje
bíblico profético? ¿Y acerca del origen divino del mensaje bíblico sobre la
autoridad de la Biblia?

Según el apóstol Pedro, el mensaje profético del Antiguo Testamento no es de


origen humano. Los profetas fueron movidos por el Espíritu Santo de tal manera
que el contenido de su mensaje provino de Dios. Estos hombres no crearon el
mensaje por cuenta propia. Fueron meramente recipientes del mensaje, no sus
originadores. Pedro fue muy intencional al enfatizar la inspiración del Espíritu
como fuente de las profecías: aunque escritas por hombres, “nunca la profecía
fue traída por voluntad humana” (2 Ped. 1:21). Y es este origen divino el que da a
la Biblia su autoridad última sobre nuestra vida.

Dios utilizó a seres humanos para proclamar su Palabra al mundo. ¿De qué ma-
nera podemos nosotros ser utilizados por el Espíritu Santo para hacer algo similar
hoy; no para escribir las Escrituras, sino en la proclamación de lo que ya ha sido
escrito?

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Lunes 2 de enero // Lección 1

EL ESPÍRITU SANTO Y LA INSPIRACIÓN


Inspiración es el término utilizado para describir la influencia de Dios por medio
de la obra del Espíritu Santo al transmitir su mensaje a través de instrumentos
humanos. La obra del Espíritu Santo en el proceso de inspiración es la razón por
la que encontramos una unidad fundamental en toda la Escritura en relación con
la verdad. Como Espíritu de verdad (Juan 14:17; 15:26; 16:13), el Espíritu Santo nos
guiará a toda la verdad.

Lee 2 Pedro 1:21; Deuteronomio 18:18; Miqueas 3:8; y 1 Corintios 2:9 al


13. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de los escritores bíblicos y del
involucramiento de Dios en el origen de la Biblia?

Ser “impulsados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:21, NVI) es una afirmación
fuerte de la obra del Espíritu Santo en la inspiración. En 1 Corintios 2:9 al 13, el
apóstol Pablo atribuye la revelación y la inspiración al Espíritu Santo. A nosotros
los apóstoles, dice Pablo, Dios reveló las cosas ocultas que ningún ojo ha visto, y
que menciona en el versículo 9. Dios las reveló por medio del Espíritu (1 Cor. 2:10).
Los apóstoles han recibido este “Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos
lo que Dios nos ha concedido” (vers. 12). Luego, en el versículo 13, pasa a referirse
a la obra de la inspiración, donde habla “no con palabras enseñadas por sabiduría
humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espiri-
tuales con palabras espirituales” (BA). Pablo no tenía duda en cuanto a la fuente
y la autoridad de lo que estaba proclamando.
Aunque muchas partes de la Biblia son un resultado de la revelación sobre-
natural directa de Dios, no todo en la Biblia fue revelado de esa manera. A veces,
Dios usó a los escritores bíblicos y su investigación cuidadosa personal de las
cosas o su uso de los documentos existentes (Jos. 10:13; Luc. 1:1-3), a fin de revelar
y comunicar el mensaje divino. De manera que todas las partes de la Biblia son
reveladas o inspiradas (2 Tim. 3:16). Esta es la razón por la cual Pablo afirma que
“todo” lo que fue escrito lo fue para nuestra enseñanza, para que por medio del
“consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Rom. 15:4, BA). El Dios que habla
y que creó el lenguaje humano capacita a personas escogidas para comunicar en
palabras humanas los pensamientos inspirados, de un modo fidedigno y confiable.
“Dios se ha dignado comunicar la verdad al mundo por medio de instrumentos
humanos, y él mismo, por su Santo Espíritu, habilitó a hombres y los hizo capaces
de realizar esta obra. Guió la inteligencia de ellos en la elección de lo que debían
decir y escribir. El tesoro fue confiado a vasos de barro, pero no por eso deja de
ser del Cielo” (CS 10).

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Lección 1 // Martes 3 de enero

EL ESPÍRITU SANTO Y LA VERACIDAD DE LAS ESCRITURAS


Mientras que la revelación es el acto sobrenatural por medio del cual Dios re-
vela la verdad a seres humanos escogidos, la inspiración es la actividad del Espíritu
Santo que salvaguarda la veracidad de lo que escribieron los autores humanos,
a fin de que sus palabras tengan la plena aprobación de Dios. Dios aborrece el
falso testimonio (Éxo. 20:16) y no puede mentir (Heb. 6:18); y es llamado el Dios
de verdad (Sal. 31:5; Isa. 65:16). De manera similar, el Espíritu Santo es llamado “el
Espíritu de verdad” (Juan 14:17).

Lee Salmo 119:160. ¿Qué nos enseña esto acerca de todo lo que Dios nos
revela?

Lee Juan 17:17. ¿Qué nos indica Jesús aquí acerca de la Palabra de Dios?

La Palabra de Dios es fidedigna y merece plena aceptación. No es tarea nuestra


sentarnos a juzgar la Escritura; más bien, la Escritura tiene el derecho y la autoridad
para juzgarnos a nosotros. “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y
más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo
del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y
las intenciones del corazón” (Heb. 4:12, NVI).
Aunque, por supuesto, la Biblia fue escrita por aquellos que vivían en mo-
mentos, lugares y culturas específicos (no podría haber sido de otro modo), no
deberíamos usar ese hecho para diluir o descartar el mensaje de la Biblia para
nosotros. Una vez que se abre esa puerta, la Biblia es sujeta a la determinación
humana de lo que es la verdad. El resultado es que muchas personas, aunque
aseveran creer en la Biblia, rechazan cosas tales como una creación en seis días,
un diluvio universal, un nacimiento virginal, la resurrección corpórea de Jesús y
la segunda venida literal; y estas son solo unas pocas de las verdades bíblicas que
han sido desechadas por personas falibles que se sentaron a juzgar las Escrituras.
Ninguno de nosotros debería tomar ese camino jamás.

¿Por qué es tan crucial que sometamos nuestro propio juicio a la Palabra de Dios,
y no viceversa?

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Miércoles 4 de enero // Lección 1

EL ESPÍRITU SANTO COMO DOCENTE


El Espíritu Santo es importante no solo a la hora de revelar la Palabra escrita de
Dios, sino también al ayudarnos a entenderla correctamente. Los seres humanos
están limitados en su comprensión de la verdad; por naturaleza, están alienados
de Dios (Efe. 4:18). Por eso, el mismo Espíritu que reveló e inspiró la Palabra de
Dios es el que nos habilita para entenderla. El problema no es que la Biblia sea
un libro oscuro, sino nuestra actitud manchada de pecado hacia Dios, quien se
revela en la Biblia.
El Espíritu Santo es un maestro que desea guiarnos a una comprensión más
profunda de la Escritura y a una apreciación gozosa de la Biblia. Él trae la verdad
de la Palabra de Dios a nuestra atención y nos da vislumbres frescas de esas
verdades, a fin de que nuestra vida pueda estar caracterizada por una fidelidad
y una obediencia amantes a la voluntad de Dios. Sin embargo, esto solamente
puede suceder si nos acercamos a la Biblia con un corazón humilde y dispuesto
a ser enseñado.

Lee 1 Corintios 2:13 y 14. ¿Qué enseña el apóstol Pablo acerca de nuestra
necesidad de interpretar espiritualmente las cosas espirituales?

En nuestra comprensión de la Biblia, dependemos del Espíritu Santo. Sin el


Espíritu Santo, no se discierne el sentido espiritual de las palabras bíblicas, sino
solo su significado lingüístico. Más aún, como seres humanos pecadores, a me-
nudo estamos en oposición a la verdad de Dios, no porque no la entendamos sino
porque preferimos no seguirla. Sin el Espíritu Santo, no hay afecto por el mensaje
de Dios. No hay esperanza ni confianza, y no hay respuesta de amor. Lo que el
Espíritu trae a la vida está en armonía con la verdad ya proclamada en la Biblia.

“Las muchas opiniones contradictorias con respecto a lo que enseña la Biblia no


surgen de ninguna oscuridad del libro mismo, sino de la ceguera y el prejuicio
de parte de los intérpretes. Los hombres ignoran las sencillas declaraciones de
la Biblia para seguir su propio raciocinio pervertido” (COES 25). ¿De qué manera
tu orgullo ha sido una piedra de tropiezo que te ha impedido implementar la ver-
dad de las Escrituras en tu vida? ¿En qué áreas de tu vida tus propios deseos te
impiden aceptar la verdad de Dios para ti? ¿Cómo puedes aprender a entregarlo
todo a Dios?

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Lección 1 // Jueves 5 de enero

EL ESPÍRITU SANTO Y LA PALABRA


El Espíritu Santo, que ha revelado e inspirado el contenido de la Biblia a los
seres humanos, no nos guiará contrariamente a la Palabra de Dios en ningún
aspecto.

Lee Juan 5:39, 46 y 47; y Juan 7:38. ¿A qué autoridad se refiere Jesús
en estos textos? ¿De qué manera confirma la Biblia que Jesús es el Mesías?

Algunas personas afirman tener “revelaciones” e instrucciones especiales


del Espíritu Santo que son contrarias al claro mensaje de la Biblia. Para ellos, el
Espíritu Santo ha alcanzado un nivel de autoridad mayor que la Palabra de Dios.
Cuandoquiera que la Palabra inspirada y escrita de Dios sea anulada, y se evada
su claro mensaje, estaremos caminando por terreno peligroso y no estaremos
siguiendo al Espíritu de Dios. Únicamente la Biblia es nuestra salvaguardia espiri-
tual. Solamente la Biblia es una norma confiable para todo asunto de fe y práctica.
“Por medio de las Escrituras, el Espíritu Santo habla a la mente y graba la
verdad en el corazón. Así expone el error y lo expulsa del alma. Por el Espíritu de
verdad, obrando por la Palabra de Dios, es como Cristo subyuga a sí mismo a sus
escogidos” (DTG 624).
Elena de White ha dejado muy en claro que “el Espíritu no fue dado –ni puede
jamás ser otorgado– para invalidar la Biblia; pues las Escrituras declaran explí-
citamente que la Palabra de Dios es la regla por la cual toda enseñanza y toda
manifestación religiosa debe ser probada” (CS 11).
El Espíritu Santo nunca es dado en reemplazo de la Palabra de Dios. Más bien,
trabaja en armonía con la Biblia, y a través de ella, para atraernos a Cristo y hacer
así de las Escrituras la única norma de espiritualidad bíblica auténtica. Podemos
estar seguros de que, cuando aparece alguien haciendo afirmaciones que contra-
dicen la Palabra de Dios, esa persona no está hablando la verdad. No podemos
juzgar los corazones ni los motivos. No obstante, sí podemos juzgar la teología; y
la única norma que tenemos para hacerlo es la Palabra de Dios.

¿Cuáles son algunas de las enseñanzas claramente contrarias a la Palabra de


Dios que ciertas personas están intentando promover en la iglesia? ¿Cuál debería
ser nuestra respuesta a (1) las personas que promueven estos errores y (2) los
errores mismos?

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Viernes 6 de enero // Lección 1

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Nuestra única salvaguardia”, El


conflicto de los siglos, pp. 579-588; y “No se turbe vuestro corazón”, El Deseado
de todas las gentes, pp. 617-635.

Piensa en toda la verdad que conocemos solamente porque nos ha sido reve-
lada en la Biblia. Piensa, por ejemplo, en la Creación. Qué contraste entre lo que
la Palabra de Dios enseña acerca de cómo fuimos creados y lo que la humanidad
afirma al respecto (es decir, que llegamos a existir por medio del proceso que ahora
se llama “la síntesis neodarwiniana”). ¡Observa cuán equivocados están los seres
humanos! Piensa, además, en la segunda venida de Jesús y la resurrección de los
muertos al fin del tiempo. Estas son verdades que nunca podríamos aprender por
nuestra cuenta. Deben sernos reveladas; y lo son, en la Palabra de Dios, que fue
inspirada por el Espíritu Santo. De hecho, la verdad más importante de todas, que
Jesucristo murió por nuestros pecados, y que somos salvos por fe en él y sus obras
por nosotros, es una verdad que nunca habríamos podido dilucidar por nuestra
cuenta. Lo sabemos únicamente porque nos fue revelado. Piensa en otras verdades
que sabemos solamente porque nos han sido dichas por medio de la Palabra de
Dios. El hecho de que tales verdades cruciales se encuentren únicamente en la
Biblia ¿qué nos debería decir acerca de cuán central debe ser la Palabra de Dios
en nuestra vida?

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. ¿Por qué, respecto de las cuestiones espirituales, la Biblia es una guía más
segura que las impresiones subjetivas? ¿Cuáles son las consecuencias cuando no
aceptamos la Biblia como la norma según la cual probamos toda enseñanza e
incluso nuestras experiencias espirituales?
2. A menudo escuchamos la palabra “verdad” utilizada en una variedad de
contextos. En la clase, hablen sobre el concepto de “verdad”: lo que es verdadero
o no, y qué significa que digamos que algo es “verdadero”. Reflexionen: ¿Qué
significa que algo sea verdadero?
3. ¿De qué manera debería reaccionar tu iglesia si alguien afirma tener “nueva luz”?
4. Analiza la diferencia radical entre lo que la Biblia enseña sobre el modo
en que fuimos creados y lo que propone la sabiduría humana. Lo que afirma la
sabiduría humana, es decir, la última comprensión sobre la Teoría de la Evolución,
es completamente contrario al mensaje de la Biblia. ¿Qué nos debería decir eso
acerca de por qué tenemos que confiar en la Biblia por sobre todo lo demás?

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Lección 2: Para el 14 de enero de 2017

EL ESPÍRITU SANTO:
OBRANDO TRAS BAMBALINAS

Sábado 7 de enero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Ezequiel 37:5, 9; Génesis 1:2;


Job 26:13; Éxodo 31:1-5; Juan 16:13, 14; Gálatas 5:16-23.

PARA MEMORIZAR:
“Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).

EL ESPÍRITU SANTO NO RECIBE en las Escrituras la misma atención promi-


nente que el Padre y el Hijo. No obstante, la Biblia nos dice que el Espíritu Santo
estuvo presente en momentos significativos a lo largo de la historia sagrada. En el
principio, cuando Dios creó el mundo, el Espíritu estaba allí, pero en un segundo
plano. Estuvo activo en la inspiración de los profetas de Dios, jugando así un
papel clave en la escritura de la Palabra de Dios. También estuvo involucrado en
la concepción de Jesucristo en el seno de María.
Sin embargo, el Espíritu Santo no está en el centro del registro bíblico y sa-
bemos asombrosamente poco acerca de él. Permanece en segundo plano, y eso
se debe a que su papel es adelantar la obra de Alguien más en la Deidad (Jesús, el
Hijo de Dios) y darle gloria a Dios el Padre. Todo esto para que los seres humanos
caídos podamos ser salvos de la muerte eterna que, de otro modo, el pecado
traería sobre nosotros.
Por el testimonio de las Escrituras, sabemos que el Espíritu Santo acepta, vo-
luntaria y gustosamente, un papel de apoyo, ayuda, sustento y equipamiento tras
bambalinas. No importa si es en la Creación, la Redención o la misión, el Espíritu
no busca ser el centro de atención más allá del papel crucial que juega.

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Domingo 8 de enero // Lección 2

EL CARÁCTER MISTERIOSO DEL ESPÍRITU SANTO


Lee Juan 3:3 al 8; y Ezequiel 37:5 y 9. ¿Por qué el viento es una ilustración
adecuada de la obra misteriosa del Espíritu Santo?

Al comparar las acciones del Espíritu Santo con el viento, Jesús describe el
carácter misterioso del Espíritu. Los movimientos del viento tienen algo misterioso.
Es difícil predecir con exactitud de dónde viene el viento y a dónde va. ¿Quién no
ha sido sorprendido por momentos por la aparición repentina de viento, aparen-
temente de la nada? Sin embargo, podemos aprender a familiarizarnos un poco
con sus movimientos y patrones.
De un modo similar, el Espíritu Santo obra donde le place. Nadie puede contro-
larlo. Pero, podemos saber dónde está activo y trabajando. Al igual que el viento, el
Espíritu Santo es invisible pero puede ser muy poderoso. Nosotros, por supuesto,
podemos sentir la presencia del viento y, a menudo, podemos ver su efecto, aun
cuando no podamos ver el viento mismo. Desde una brisa suave hasta un vendaval
arrasador, el viento puede ser una fuerza muy potente. Cuando se describe al Es-
píritu Santo como viento, su actividad es conectada con la idea de traer vida a los
muertos. Esto implica un poder del más elevado nivel, que solamente Dios tiene.
El modo en que esto se logra sigue siendo un misterio. Dios y su actividad
por medio del Espíritu Santo son más grandes de lo que podríamos llegar a com-
prender, al igual que muchas otras cosas seculares y sagradas.
Esto no significa que no podamos ver lo que el Espíritu Santo logra, pero
debemos reconocer que, al lidiar con los misterios divinos, la virtud apropiada es
la humildad. La humildad aprecia la grandeza de Dios, reconoce nuestras limita-
ciones como criaturas y acepta nuestra necesidad de revelación divina.
Elena de White lo explicó muy bien: “Los misterios de la Biblia, lejos de ser
un argumento contra ella, se encuentran entre las más fuertes pruebas de su
inspiración divina. Si su descripción de Dios consistiera solo en lo que nosotros
pudiéramos comprender, si su grandeza y su majestad pudieran ser abarcadas
por mentes finitas, la Biblia no llevaría, como lleva, evidencias inconfundibles de
la divinidad” (Ed 154).

¿Cuáles son algunas de las fuerzas invisibles de la naturaleza que pueden impac-
tar nuestra vida? ¿Qué debería enseñarnos esto acerca de la realidad de influen-
cias invisibles pero poderosas en nuestro mundo?

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Lección 2 // Lunes 9 de enero

EL ESPÍRITU SANTO EN LA CREACIÓN


La primera obra importante de Dios sobre el planeta fue su creación. La Biblia
claramente menciona a Dios (Gén. 1:1) y a Jesucristo (Col. 1:16, 17) como los crea-
dores del cielo y de la Tierra, y de todo lo que, de hecho, fue creado.

Lee Génesis 1:2; Job 26:13 y 33:4; y Salmo 33:6 y 104:29 y 30. ¿Cuál fue
el papel del Espíritu Santo en la Creación? ¿De qué manera se relaciona el
Espíritu de Dios con la creación de la vida?

Génesis 1:2 menciona la presencia del Espíritu de Dios en la Creación. Job


26:13 y 33:4, y Salmo 104:29 y 30, y 33:6 apoyan el rol activo del Espíritu Santo en
la creación sobrenatural de la Tierra. Mientras la Biblia claramente menciona a
Dios el Padre y a su Hijo divino, Jesucristo, como activos en la creación del mundo
(ver Isa. 64:8; Col. 1:16, 17), el Espíritu Santo también estuvo presente, aunque de
un modo más sutil.
No aparece como el actor principal en el relato de la Creación. Más bien, se
está “moviendo” sobre el abismo y, por medio de su movimiento, está presente en
el génesis de la vida sobre esta Tierra. La palabra hebrea para “se movía sobre”
(merahepeth) la faz de la Tierra, que se usa en Génesis 1:2, es la misma palabra
utilizada en Deuteronomio 32:11, donde Dios es comparado con un águila que
“revolotea” sobre su nido de polluelos. El Espíritu Santo está íntimamente invo-
lucrado en la creación de la vida sobre esta Tierra y cuida de los recién creados
seres vivos como un águila cuida de sus polluelos. Salmo 104:30 sugiere que el
acto de la Creación fue posible solamente por medio de la obra del Espíritu Santo
y que este jugó un papel activo durante ese proceso.

El Espíritu Santo no solamente estuvo presente en la creación de este mundo;


también está activo en el proceso de nuestra recreación, en el que nos da un
nuevo corazón y una nueva mente. ¿De qué modo se relacionan estas dos acti-
vidades? ¿Qué nos dice el sábado acerca de esta obra de creación y recreación?

14
Martes 10 de enero // Lección 2

EL ESPÍRITU SANTO Y EL SANTUARIO


“Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos” (Éxo.
25:8).

Después del acto de la Creación, el plan de salvación de Dios es de importancia


primordial en la Biblia. En un mundo caído, ¿de qué serviría la Creación sin un
plan de redención? Como pecadores, necesitamos no solamente un Creador sino
también un Redentor. Cuán agradecidos deberíamos estar de que tenemos ese
Redentor, Jesucristo. Sin él, no tendríamos esperanza en un mundo que, en sí
mismo y por sí mismo, no ofrece ninguna.
En el Antiguo Testamento fueron el Santuario y su servicio los que ilustraron
el perdón de Dios hacia el pecador y prefiguraron la obra de Jesús, nuestro Re-
dentor. Allí, el plan de salvación fue revelado a los antiguos israelitas (ver Heb.
4:2). Mientras gran parte del servicio del Santuario señalaba a Jesús y su muerte
por el perdón del pecado, el Espíritu Santo estaba activamente involucrado en la
capacitación de personas específicas para que construyeran el Santuario según
el modelo que Dios había revelado a Moisés.

Lee Éxodo 31:1 al 5. ¿De qué manera el Espíritu Santo estuvo involucrado
en la construcción del Santuario? ¿Cómo ayudó el Espíritu Santo a aquellos
que construyeron el lugar donde Dios habitaría?

La Biblia nos dice que el Espíritu Santo también estuvo presente en la construc-
ción del Santuario, el lugar central donde se llevaba a cabo la reconciliación entre
Dios y los seres humanos, y donde un Dios santo venía al encuentro del pecador.
Fue Dios quien comunicó a Moisés su plan de construir el Santuario terrenal, según
el celestial original (Éxo. 25:9, 40).
El Santuario fue el modelo de Dios para ilustrar su plan de salvación. Dios
habría de morar en medio de su pueblo de una manera especial, y lo haría en el
Santuario que dijo que debían construir. Y fue tarea del Espíritu Santo capacitar a
diferentes seres humanos a fin de que llevaran a cabo con destreza artística y con
hermosura lo que Dios les había pedido. Sin esa ayuda, Israel no habría podido
realizar esta obra de arte.

Si consideramos el poder del Espíritu Santo, ciertamente él no necesitaba la ayu-


da humana para construir el Santuario. Pero, aun así, capacitó a seres humanos
para hacerlo con habilidad y hermosura. ¿Donde y de qué manera puedes animar
y ayudar a otras personas a usar sus talentos a fin de hacer avanzar el Reino de
Dios para su gloria?

15
Lección 2 // Miércoles 11 de enero

EL ESPÍRITU SANTO GLORIFICA A JESUCRISTO


El Espíritu Santo estuvo activo durante los tiempos del Antiguo Testamento,
aunque no parezca que su tarea fuera tan extensa como en la era del Nuevo
Testamento. Con la primera venida de Jesús, el Mesías prometido, el ministerio
del Espíritu Santo se vio intensificado, y ahora él provee sus dones a todos los
creyentes. Si bien el Nuevo Testamento nos dice que el Espíritu Santo está activo
de muchas maneras diferentes en nuestra vida espiritual y en la vida de la iglesia,
quizá su obra más importante sea glorificar a Jesucristo.

Lee Juan 16:13 y 14; y 15:26. Según dijo Jesús, ¿cuál es la tarea del Espíritu
Santo? ¿De qué manera se relaciona esta tarea central con todo lo demás
que hace el Espíritu Santo?

Jesús nos dice que el Espíritu Santo habla no de sí mismo, sino de Jesús. Su tarea
consiste en elevar la obra redentora de Cristo. El Espíritu se mantiene a sí mismo
tras bambalinas y apunta el reflector de lleno a Jesús. Se ha dicho acertadamente
que “el mensaje del Espíritu para nosotros nunca es: ‘Mírame a mí; escúchame a
mí; ven a mí; conóceme a mí’, sino siempre: ‘Míralo a él y ve su gloria; escúchalo a
él y escucha su palabra; ve a él, y tendrás vida; conócelo a él, y prueba su don de
gozo y paz’. El Espíritu, podríamos decir, es el celestino, el casamentero celestial,
cuyo papel es unirnos con Cristo y asegurarse de que permanezcamos juntos”.–J. I.
Packer, Keep in Step With the Spirit: Finding Fullness in Our Walk with God, pp. 57, 58.
Esto es altamente significativo. Cualquier énfasis en la obra del Espíritu Santo
que reste importancia a la persona y la obra de Jesucristo no proviene del Espí-
ritu Santo. Por importante que sea el papel del Espíritu Santo para nuestra vida
espiritual, nunca debería ocupar, en nuestro pensamiento y para nuestra salva-
ción, el lugar que pertenece solamente a Jesucristo. Dondequiera que Jesús sea
exaltado, el Espíritu Santo está obrando. Por eso somos llamados cristianos, es
decir, seguidores de Cristo (ver Hech. 11:26), en vez de “pneumianos”, es decir,
seguidores del Espíritu (ver Graham A. Cole, He Who Gives Life: The Doctrine of
the Holy Spirit, p. 284).

¿Por qué es tan importante para nosotros ensalzar al Cristo resucitado en todo lo
que hacemos? Después de todo, piensa en lo que Jesús ha hecho por nosotros.
Le debemos todo a él. ¿De qué manera podemos mostrarle nuestra gratitud?
(Ver, por ejemplo, 2 Tes. 1:11, 12.)

16
Jueves 12 de enero // Lección 2

EL ESPÍRITU SANTO Y CRISTO


El Espíritu Santo efectuó la encarnación de Jesús (Luc. 1:34, 35). También
ungió a Jesús para su misión (Luc. 3:21, 22). El ungimiento dotó a Jesús de poder
para cumplir su misión mesiánica y lo calificó para otorgar el Espíritu Santo a sus
discípulos. El Espíritu también guio y sustentó a Jesús en sus tentaciones (Mar.
1:12; Mat. 4:1; Luc. 4:1, 2, 14), por lo que Jesús “es poderoso para socorrer a los que
son tentados” (Heb. 2:18; comparar con 4:15, 16). El Espíritu Santo le dio poder a
Jesús para esta obra redentora (Heb. 9:14) e hizo posible su resurrección (1 Ped.
3:18). En todo esto, el Espíritu permaneció tras bambalinas y ayudó a llevar a
Jesucristo a la prominencia.

Lee Lucas 24:44 al 49; Gálatas 5:16 al 23; y Efesios 4:23 y 24. ¿Qué apren-
demos acerca de la obra del Espíritu Santo en estos pasajes? ¿De qué manera
el Espíritu glorifica a Jesús?

El Espíritu Santo glorifica a Jesús, por lo menos, de las siguientes maneras:


1. Al enseñar acerca de él en las Santas Escrituras de una manera fidedigna y
confiable. Nada de lo que sea necesario que sepamos acerca de Cristo y su salva-
ción está faltando o es engañoso. Está todo allí en la Palabra de Dios, si tan solo
la leemos con fe y sumisión.
2. Al atraer a hombres y a mujeres a una relación salvífica con Jesucristo. El
Espíritu Santo obra suavemente en los corazones y las mentes de las personas.
Les da entendimiento para que puedan comprender las cosas espirituales, y para
que estén dispuestas a poner su confianza en Jesucristo, y aceptarlo como su
Líder y Redentor.
3. Al reproducir el carácter de Cristo en nosotros. Así, genera virtudes semejantes
a las de Cristo en nuestra vida (Gál. 5:22, 23). Por medio de la sangre de Jesús,
recibimos la victoria sobre el pecado (ver Apoc. 12:11); y el Espíritu Santo nos
capacita para caminar en fidelidad a los mandamientos de Dios.
4. Al capacitarnos para vivir una vida semejante a Cristo, altruista y de servicio
amante hacia los demás. Él llama a hombres y a mujeres a ramas específicas de la
obra de Dios, y los capacita para alcanzar a otros con el espíritu agradable de Cristo.

¿De qué manera la obra de reproducir el carácter de Cristo en nuestra vida glo-
rifica al Padre?

17
Lección 2 // Viernes 13 de enero

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: No cabe duda, la obra del Espíritu Santo


es crucial para nuestro caminar con el Señor. Puede ser que no lo veamos tra-
bajar, pero podemos ver los efectos de su obra en nuestra vida y en la de otros.
Si tu vida ha sido cambiada por la fe en Jesús, ha sido cambiada por medio de la
obra del Espíritu Santo. “Aunque el viento mismo es invisible, produce efectos
que se ven y sienten. Así también la obra del Espíritu en el alma se revelará en
toda acción de quien haya sentido su poder salvador. Cuando el Espíritu de
Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecami-
nosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la
humildad y la paz reemplazan la ira, la envidia y las contenciones. La alegría
reemplaza la tristeza y el rostro refleja la luz del cielo” (DTG 144). Estas son
promesas maravillosas, y un número incontable de vidas ha demostrado cuán
reales son.
Sin embargo, la obra del Espíritu Santo no es instantánea. No nos convertimos
automáticamente en la clase de persona que deberíamos ser. Una vida de fe y
sumisión al Señor es una vida de lucha, de entrega, y de arrepentimiento cuando
fallamos. El Espíritu Santo es el Agente divino que trabaja en nuestra vida para
hacernos nuevas criaturas en Cristo. Esto, sin embargo, es una tarea de toda la vida.
Aunque nuestras faltas y debilidades tendrían que motivarnos a una entrega mayor
a nuestro Señor, no debemos permitir que el diablo las use para desanimarnos en
nuestra vida cristiana (algo que siempre está ansioso de hacer). Cuando somos
burlados por nuestros pecados, debemos siempre recordar la muerte de Jesús por
los pecadores. Es precisamente debido a que somos lo que somos, pecadores con
necesidad de gracia, que Jesús murió por nosotros y nos da esa gracia.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. ¿Qué te puede enseñar el ejemplo del Espíritu Santo acerca de ministrar
tras bambalinas? Es decir, hacer la obra del Señor de una manera tal que muchas
personas no lo sepan ni lo vean, o ni siquiera lo aprecien.
2. ¿De qué modo el Espíritu Santo eleva a Jesús y lo pone en foco? ¿De qué
forma puedes exaltar a Jesús sin ponerte a ti mismo en el centro de atención? ¿Por
qué a veces eso puede resultar tan difícil de hacer? ¿Cómo podemos luchar contra
la tendencia natural a la autoexaltación?

18
Lección 3: Para el 21 de enero de 2017

LA DIVINIDAD DEL ESPÍRITU


SANTO

Sábado 14 de enero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hechos 5:1-4; 1 Corintios 2:10,


11; Isaías 63:10-14; Tito 3:4-6; Romanos 8:11; 1 Pedro 1:2.

PARA MEMORIZAR:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo
sean con todos vosotros. Amén” (2 Cor. 13:14).

A LO LARGO DE LA BIBLIA, la divinidad de Dios el Padre es dada por sentado.


Encontramos esta verdad expresada tanto en el Antiguo Testamento como en el
Nuevo Testamento. Es una de las verdades más cruciales y fundacionales de las mu-
chas que encontramos en la Palabra de Dios. La divinidad de Jesús también es afir-
mada en muchos lugares en las Escrituras, especialmente en el Nuevo Testamento.
Sin embargo, la divinidad del Espíritu Santo es enseñada en términos más
sutiles. Puede ser inferida a partir de varias declaraciones bíblicas indirectas. Aquí
debemos comparar versículo con versículo a fin de estudiar cuidadosamente lo que
Dios ha revelado en su Palabra acerca del Espíritu Santo. Al hacerlo, no deberíamos
afirmar menos que lo que afirma la Escritura y tampoco deberíamos “pensar
más de lo que está escrito” (1 Cor. 4:6). Este tema requiere una actitud humilde
dispuesta a aprender; no deberíamos hacer de nuestro razonamiento humano
acerca de Dios el estándar según el cual el Espíritu Santo debe ser entendido. Más
bien, deberíamos aceptar y testificar lo que las Escrituras afirman, sin importar
cuán difíciles de comprender plenamente puedan ser algunos de los conceptos.
19
Lección 3 // Domingo 15 de enero

EL ESPÍRITU SANTO Y DIOS


La Biblia no presenta una descripción sistemática de la divinidad del Espíritu
Santo. Más bien, encontramos pistas interesantes que indican que los escritores
bíblicos consideraban al Espíritu Santo como igual a Dios. Hay varios pasajes
bíblicos en los que la misma actividad es atribuida a Dios y, luego, también al
Espíritu Santo.

Lee Hechos 5:1 al 4. ¿Qué podemos concluir acerca de Dios y del Espíritu
Santo a partir de las palabras de Pedro a Ananías?

Si el Espíritu Santo no fuera Dios, entonces Pedro habría estado hablando aquí
de una manera muy descuidada y engañosa. El aspecto interesante acerca de la
naturaleza del Espíritu Santo, sin embargo, es el hecho de que el apóstol Pedro
coloca a Dios y al Espíritu Santo en el mismo nivel. En el versículo 3, le pregunta a
Ananías por qué le ha mentido al Espíritu Santo, y continúa al final del versículo 4:
“No has mentido a los hombres, sino a Dios”. Pedro, claramente, iguala al Espíritu
Santo con Dios. Su argumento es que Ananías no solamente estaba mintiéndole
a los apóstoles, sino a Dios mismo. Mentirle al Espíritu Santo es mentirle a Dios.
El Espíritu Santo es Dios. Pedro lo expresa aquí muy claramente.
¿Por qué el castigo por lo que hicieron estas dos personas fue tan duro?
Debemos recordar que los creyentes de la iglesia primitiva, en Hechos, eran “de
un corazón y un alma” (Hech. 4:32). Esta unidad era producto del Espíritu Santo,
y esta es la razón por la cual compartían libre y voluntariamente lo que poseían.
Mentir con respecto a lo que compartían era negar la unidad de la comunidad y
negar al Espíritu, que sustentaba esa unidad y la hacía posible.
Por esta razón, la mentira de Ananías y su esposa falsificó la obra divina y la
presencia del Espíritu Santo en la comunidad de la iglesia temprana. Una desho-
nestidad tan grande hacia Dios es destructiva e impide que el Espíritu de Dios
pueda trabajar de manera efectiva en la vida de los creyentes. Dios desea que
lo sirvamos indivisamente. Debido a que la naciente comunidad de fe estaba en
un momento crucial de su existencia, Dios utilizó consecuencias drásticas para
asegurarse de que la nueva iglesia trabajara al unísono y con fidelidad del uno
hacia el otro, y estuviera dispuesta a dejarse guiar por su Espíritu.

Piensa cuán fácilmente Ananías y Safira podrían haber justificado su pecado:


“Después de todo, ¿acaso no hemos vendido nuestra propia propiedad y hemos
dado un poco a la iglesia? ¿Cuál es el problema si nos guardamos un poco?”
¿Qué debería decirnos esta historia acerca de cuán cuidadosos debemos ser en
cuanto a cómo justificamos nuestras acciones?

20
Lunes 16 de enero // Lección 3

LOS ATRIBUTOS DIVINOS DEL ESPÍRITU SANTO


En varios pasajes bíblicos se describe al Espíritu Santo con atributos divinos.

¿Qué actividades y características del Espíritu Santo son mencionadas


en los siguientes pasajes bíblicos, y que pueden ser atribuidas solamente
a Dios?

1 Corintios 2:10, 11; compara con Isaías 40:13, 14.

Salmo 139:7.

Hebreos 9:14; compara con 1 Timoteo 6:16.

Lucas 1:35 y Romanos 15:19; compara con Salmo 104:30.

En su examen de la sabiduría de Dios, Pablo argumenta que es el Espíritu Santo


el que nos da a conocer esta sabiduría. Los “iguales se conocen” es el razonamiento
que Pablo utiliza aquí en su argumento. Solamente uno que es igual a Dios puede
saber las cosas profundas de Dios (1 Cor. 2:10, 11). Nadie puede conocer a Dios
como lo hace el Espíritu, pues este conoce a Dios desde adentro, de una manera
que alguien de afuera no puede. El Espíritu Santo, de hecho, es omnisciente.
La presencia del Espíritu es la presencia de Dios. Si no puedo huir a un lugar
donde no esté el Espíritu de Dios, entonces es omnipresente (compara con Sal. 139:7).
El Espíritu Santo es considerado eterno (Heb. 9:14). Según la Biblia, ¿cuántos
seres eternos hay? Solamente Dios es eterno (1 Tim. 6:16). Si el Espíritu es llamado
eterno, entonces debe ser Dios.
El Espíritu Santo también es todopoderoso. En Lucas 1:35, las frases “el Espíritu
Santo” y “el poder del Altísimo” son construcciones sinónimas. Aquí se refieren
a un milagro de primera magnitud, la concepción virginal. En Romanos 15:19, el
apóstol Pablo reconoce que este ministerio se realizó “con potencia de señales y
prodigios, en el poder del Espíritu de Dios”. Por supuesto, el Espíritu Santo puede
realizar milagros divinos.
Jesús también dice que la blasfemia contra el Espíritu es imperdonable (Mat.
12:31, 32; Mar. 3:28, 29). Esto es incomprensible a menos que el Espíritu sea divino.
Pero, quizá la obra más asombrosa del Espíritu Santo sea su habilidad de
cambiar las mentes y los corazones humanos. Es el Espíritu Santo el que obra un
nuevo nacimiento espiritual (Juan 3:5-8). Él tiene el poder para lograr algo que
solamente Dios puede hacer.

21
Lección 3 // Martes 17 de enero

PISTAS BÍBLICAS
En la Biblia, existen varias referencias al Espíritu Santo que son intercambiables
con referencias a Dios.

Lee Isaías 63:10 al 14, y compáralo con Números 14:11 y Deuteronomio


32:12. ¿A quién se estaba refiriendo el escritor en estos pasajes, y qué nos
dice esto acerca de la divinidad del Espíritu Santo?

En Isaías 63:10, las personas se rebelaron y contristaron al Espíritu Santo. Sin


embargo, el registro paralelo encontrado en Números 14:11 afirma que “Jehová dijo
a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo?” Y en Deuteronomio 32:12, se
nos dice que “Jehová solo le guió, y con él no hubo dios extraño”. Evidentemente,
los escritores bíblicos veían a Dios y al Espíritu Santo a la par en esto.
En 2 Samuel 23:2, leemos: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí”; mientras
que la declaración paralela del versículo 3 dice: “El Dios de Israel [...] me habló”.
Una vez más, la conclusión de este paralelismo bíblico es que el Espíritu Santo es
considerado como igual a Dios.

Compara 1 Corintios 3:16 y 17 con 6:19 y 20; y 1 Corintios 12:11 con


12:28. ¿De qué manera las referencias al Espíritu Santo y a Dios son uti-
lizadas indistintamente en estos pasajes? ¿Qué se atribuye a Dios y al
Espíritu Santo de igual forma?

En 1 Corintios 3:16 y 17, Pablo utiliza un lenguaje similar a 1 Corintios 6:19 y 20.
Para el apóstol Pablo, que el Espíritu Santo habite en una persona es equiparado
a que Dios more en ella. Al igualar la expresión “templo de Dios” con “templo del
Espíritu Santo”, Pablo señala que el Espíritu Santo es Dios.
En 1 Corintios 12:11, Pablo escribe que es el Espíritu Santo el que distribuye los
dones espirituales a cada creyente. Unos pocos versículos después, en 1 Corintios
12:28, se nos dice que es Dios quien lo hace. El mensaje básico es claro: el Espíritu
Santo realiza la misma acción que Dios está haciendo, evidencia poderosa de que
el Espíritu Santo es igual a Dios.

Lee una vez más Números 14:11. ¿De qué formas se puede aplicar esto a noso-
tros hoy? Piensa en las maneras milagrosas en que Dios ha obrado en nuestra
iglesia. Piensa en todas las evidencias que nos ha dado para creer. ¿Cómo pode-
mos asegurarnos de no estar haciendo hoy lo mismo que hizo el pueblo de Dios
hace miles de años?

22
Miércoles 18 de enero // Lección 3

LA OBRA DIVINA DEL ESPÍRITU SANTO


El Espíritu Santo lleva a cabo ciertas tareas que la Biblia atribuye únicamente
a Dios. Es activo en la obra divina de la creación, y es igualmente activo en la obra
que Dios realiza de recrear a los pecadores.

Lee Tito 3:4 al 6. ¿De qué manera Pablo describe el involucramiento del
Espíritu Santo en el proceso de recreación?

El Espíritu Santo es mencionado junto con “Dios nuestro Salvador” (Tito 3:4) en
el contexto del lavamiento de la regeneración (bautismo) y de nuestra renovación
espiritual (3:5). Es el agente de nuestro nuevo nacimiento. El Espíritu renueva
nuestro corazón; despierta nuestro deseo de seguir a Cristo. Es el Espíritu de vida
(Rom. 8:2). Es el que santifica a los pecadores y transforma su carácter. Nos ayuda
a ser obedientes a Jesucristo, quien nos salvó. Solamente un ser divino es capaz
de llevar a cabo cosas tan maravillosas.

Compara Isaías 6:8 al 10 con Hechos 28:25 al 27. ¿A quién atribuyen


los escritores bíblicos la comunicación divina?

Por otro lado, hay varios pasajes bíblicos en los que se dice que Dios es el que
habla y otros en los que escritores bíblicos declaran que el Espíritu Santo es el
que habla. Es el Espíritu el que nos impartió sobrenaturalmente las Escrituras (2
Ped. 1:21), algo que en otros pasajes es atribuido a la inspiración de Dios (2 Tim.
3:16). Impartir las Escrituras es otra tarea divina del Espíritu.

¿Qué enseña Romanos 8:11 sobre la divinidad del Espíritu Santo?

La Biblia declara que el Espíritu Santo resucitó a Jesús de entre los muertos y
que el mismo Espíritu también nos resucitará a nosotros. Solamente Dios tiene el
poder para resucitar personas de los muertos. Por lo tanto, el Espíritu Santo es Dios.

¿Qué cambios puedes realizar que te ayudarán a estar más abierto a la dirección
del Espíritu Santo? Es decir, ¿qué prácticas pueden estar impidiendo que discier-
nas claramente la dirección del Espíritu en tu vida?

23
Lección 3 // Jueves 19 de enero

LA IMPORTANCIA DE SU DIVINIDAD
¿Qué se perdería si el Espíritu Santo no fuera Dios? Lo que significaría para
la salvación y la adoración si el Espíritu Santo no fuera plenamente Dios es serio.
La Biblia nos dice que el Espíritu es responsable por la regeneración de los cre-
yentes. Habita en nosotros y nos llena. Renueva nuestro pensar y cambia nuestro
carácter. Tiene el poder para resucitar y hace a los seguidores de Cristo como es
Dios: santo. Si el Espíritu Santo no es Dios, ¿cómo podemos estar seguros de que
no solo puede hacer cualquiera de estas cosas, sino también que puede hacerlas
de tal manera que sean aceptables ante Dios?

Lee 1 Pedro 1:2; 2 Corintios 13:14; y Mateo 28:18 y 19. El hecho de que
el Espíritu Santo sea mencionado junto con Dios el Padre y con Jesucristo,
su Hijo, en el bautismo y en bendiciones, ¿qué nos dice acerca del lugar del
Espíritu Santo en la adoración a Dios?

La divinidad del Espíritu Santo nos ayuda a relacionarnos con él de maneras


apropiadas que lo reconocen por quien realmente es. Su divinidad es la presuposi-
ción para una espiritualidad centrada en Dios. La iglesia del Nuevo Testamento, sin
dudar, menciona al Espíritu Santo al lado de los otros dos miembros de la Deidad.
El Espíritu Santo ocupa el mismo nivel y posición que el Padre y el Hijo en el acto
del bautismo. Este tiene una importancia espiritual intensa y es una ordenanza
de adoración profunda. Lo que es cierto en el acto del bautismo es igualmente
verdadero en la bendición apostólica. Es una invocación de adoración en la que
el Espíritu Santo es alabado al igual que el Padre y el Hijo. Las tres Personas de la
Deidad son mencionadas lado a lado y son ratificados de igual manera.
El Espíritu Santo es confirmado como objeto propio de adoración en el Nuevo
Testamento, no solamente en la bendición y en el bautismo apostólicos, sino tam-
bién en el requerimiento constante de que dependamos de él para toda bendición
espiritual y de que debemos serle obedientes como nuestro Maestro y Santificador
divino. ¿Es importante que el Espíritu Santo sea Dios? Sí, muy importante. Si sa-
bemos quién es él verdaderamente, y reconocemos y aceptamos su divinidad,
honraremos su trabajo y dependeremos de él para nuestro propio crecimiento
personal y nuestra santificación.

Piensa en lo que significa que el Espíritu Santo, Dios mismo, esté trabajando en
tu vida. ¿Qué grandes promesas encontramos aquí para nosotros al saber que es
Dios quien está obrando a fin de transformarnos en lo que podemos ser para él?
¿Por qué esta es una verdad elevadora y reafirmadora?

24
Viernes 20 de enero // Lección 3

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Falsedades concernientes a la divi-


nidad”, El evangelismo, pp. 445-448.

Tal como hemos visto esta semana, la evidencia bíblica de la divinidad del
Espíritu Santo es muy convincente. El Espíritu Santo es Dios. Pero, recuerda: al
reflexionar sobre el Espíritu, estamos abordando un misterio divino. Reiteramos
este punto: de la misma manera en que no podemos explicar plenamente a Dios
y su naturaleza, debemos resistir la tentación de hacer de nuestra comprensión
humana la norma según la cual pensamos cómo debería ser Dios. La verdad va
mucho más allá del entendimiento humano, especialmente cuando esa verdad
trata sobre la naturaleza de Dios mismo.
Al mismo tiempo, la fe en la divinidad del Espíritu Santo significa más que
solamente aceptar la enseñanza básica de la Trinidad. Incluye la dependencia y
la confianza en la obra salvífica de Dios, tal como es comisionada por el Padre y
llevada a cabo por medio del Hijo en el poder del Espíritu. “No es esencial para
nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo [...]. La natu-
raleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque
el Señor no se la ha revelado. Los hombres de conceptos fantásticos pueden reunir
pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de
esos conceptos no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado
profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro” (HAp 42, 43).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. El filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein, cierta vez, escribió: “Las cosas de
las cuales no podemos decir nada deben ser pasadas por alto en silencio”. Aunque
el contexto en el que lo dijo era bastante diferente de lo que escribió Elena de White
en la cita transcrita más arriba, el principio es el mismo. Piensa: ¿Por qué es mejor
guardar silencio sobre ciertos aspectos de Dios, y de las verdades espirituales en
general, que no han sido revelados por la Inspiración?
2. A veces, es útil reflexionar sobre una posición teológica determinada, plan-
teando la siguiente pregunta: “¿Qué se perdería si esa propuesta no fuera cierta?”
Por ejemplo: “¿Qué se perdería si Cristo no fuese divino?” Con respecto al Espíritu
Santo, reflexiona sobre la siguiente pregunta: “¿Qué se perdería si el Espíritu Santo
no fuera plenamente Dios?”
3. ¿Qué nos dice la siguiente cita en un nivel práctico? “El Espíritu Santo, quien
debe colmarnos de su poder, no es una influencia vaga ni una fuerza mística. Es
una Persona divina, a quien debe recibirse con profunda humildad, veneración y
obediencia. Por lo tanto, no es una cuestión de que nosotros obtengamos más de él,
sino de que él ha de tener más de nosotros; sí, ha de poseernos totalmente”.–LeRoy
Edwin Froom, La venida del Consolador, p. 153.

25
Lección 4: Para el 28 de enero de 2017

LA PERSONALIDAD
DEL ESPÍRITU SANTO

Sábado 21 de enero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Juan 16:13; Romanos 8:14-16;


15:13; Juan 14:6; 17:17; Romanos 5:5.

PARA MEMORIZAR:
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él
os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan
14:26).

DEBIDO A QUE, A VECES, el Espíritu Santo es presentado en la Biblia en términos


impersonales, tales como “viento” o “fuego”, algunos han concluido que es imper-
sonal, una especie de poder divino. Según este punto de vista, el Espíritu Santo se
asemeja más a una corriente eléctrica que nos da poder en vez de existir como un
Ser personal. Sin embargo, la pregunta no es si se pueden esgrimir ciertos pasajes
que denotan operaciones o influencias más impersonales del Espíritu Santo. La
cuestión es si las Escrituras establecen positivamente su entidad como persona.
Sí, hay textos que lo hacen, y debemos tomarlos en consideración a fin de
obtener una cuadro más completo de quién es el Espíritu Santo.
Esta semana aprenderemos más acerca de la personalidad del Espíritu Santo
tal como se la describe en las Escrituras. Esta verdad nos ayudará a entender
mejor el papel del Espíritu de Dios en nuestra vida. Y nos ayudará a obtener una
comprensión más profunda de la importancia de la creencia en la personalidad
del Espíritu Santo para nuestra vida espiritual. Solamente así podremos rendirle
el amor, la reverencia, la confianza y la sumisión que él merece.
26
Domingo 22 de enero // Lección 4

LA DESCRIPCIÓN DE JESÚS DEL ESPÍRITU SANTO


Lee Juan 16:13 y 14; 15:26 y 27; y 14:17 y 26. ¿Qué características suma-
mente personales atribuye Jesús al Espíritu Santo en estos pasajes? ¿Qué
significa para ti que Jesús describa al Espíritu Santo como un ayudador o
consolador (parakletos)?

Según Jesús, el Espíritu Santo guía, habla, oye, hace saber y glorifica (Juan 16:13,
14). El Espíritu Santo también enseña y nos ayuda a recordar (14:26). Habita en
nosotros (14:17), testifica (15:24, 26) y convence (16:8). Estos atributos suenan más
a acciones de una personalidad soberana que a una fuerza impersonal.

Lee Juan 14:16 al 18. ¿De qué manera se cumpliría la promesa de Jesús?
¿En qué sentido no serían dejados solos los discípulos?

Jesús se preocupa por sus seguidores. No los dejará huérfanos. Él promete en-
viar al Espíritu Santo. Jesús aquí dice específicamente que enviará “otro ayudador”,
o “consolador”. Las palabras que Jesús utiliza aquí son importantes. Él promete
enviar otro ayudador. No un ayudador diferente. La palabra griega para “otro” es
allos. En el idioma griego del Nuevo Testamento, allos indica que Cristo enviará a
otro consolador que es numéricamente distinto pero del mismo carácter, es decir,
Uno igual a él, Uno que tomará su lugar, Uno que continuará realizando su obra
en nosotros y que es su representante.
Esta obra del Espíritu Santo es la de un ayudador o consolador. La Biblia aquí
utiliza la palabra griega parakletos (Juan 14:16) para describir a alguien que es
llamado para apoyar y ayudar, alguien que es llamado para prestar asistencia. Así
como Jesús es una persona, el Espíritu Santo también lo es. Esta idea es sustentada
por el hecho de que, a menudo, se asignan atributos personales al Espíritu Santo
(ver Juan 14:26; 15:26; Hech. 15:28; Rom. 8:26; 1 Cor. 12:11; 1 Tim. 4:1).

¿Por qué es mucho más consolador saber que el Espíritu Santo es una persona
en vez de una mera fuerza?

27
Lección 4 // Lunes 23 de enero

ASPECTOS PERSONALES DEL ESPÍRITU SANTO – I


Al leer los siguientes textos, pregúntate si da la impresión de que están
hablando de una fuerza impersonal o de una Persona divina. Rom. 8:14-16,
27; 15:30; 1 Cor. 2:10; Hech. 8:29; 10:19, 20; 28:25.

¿Puede una fuerza impersonal interceder en nuestro favor? Un poder o un


espíritu impersonal ¿tiene la habilidad de revelarnos cosas acerca de Dios? La
habilidad de hablar ¿tiene una influencia espiritual? Que el Espíritu Santo sea un
ser personal, en contraposición con alguna fuerza impersonal, es lo que hace que
todas esas declaraciones bíblicas tengan mucho más sentido.

Lee los siguientes textos. ¿Qué características se atribuyen al Espíritu


Santo en estos pasajes? Efe. 4:30; Hech. 5:3, 9; 1 Cor. 12:11; Rom. 15:30.

Las características distintivas de una persona son: conocimiento (o entendi-


miento), sentimiento y voluntad. Solamente un ser personal puede ser contristado.
Solo se puede mentir o engañar a un ser personal. Únicamente un ser personal
tiene la habilidad de elegir como le plazca y tiene su propia voluntad. La voluntad
es quizás uno de los elementos más distintivos y característicos en cualquier
personalidad. Y solamente un ser personal tiene la capacidad para amar. El amor
verdadero es inconcebible de una manera abstracta e impersonal. El amor con-
lleva un toque muy personal. Estos enunciados de la personalidad indican que
el Espíritu Santo es un ser con conciencia propia, conocimiento propio, voluntad
propia y determinación propia; capaz de amar. No es una influencia imprecisa o
una esencia impersonal. El Espíritu Santo es presentado en estos términos perso-
nales porque Dios mismo es un Dios personal.
“El Espíritu Santo tiene una personalidad; de lo contrario no podría dar testi-
monio a nuestros espíritus y con nuestros espíritus de que somos hijos de Dios.
Debe ser una persona divina, además, porque en caso contrario no podría escu-
driñar los secretos que están ocultos en la mente de Dios” (Ev 447).

¿De qué manera la perspectiva bíblica de que el Espíritu Santo tiene característi-
cas de persona impacta en nuestra relación con él? ¿Qué cambiaría si el Espíritu
Santo solamente fuera un poder impersonal, en vez de Dios mismo?

28
Martes 24 de enero // Lección 4

ASPECTOS PERSONALES DEL ESPÍRITU SANTO – II


Un desafío que enfrentamos al intentar comprender al Espíritu Santo es que,
por un lado, podemos imaginar a Dios como un Padre de un modo más tangible.
Muchos también tienen una imagen concreta de Jesús, tal como se lo describe en
los evangelios. Él tomó nuestra naturaleza y apareció en forma humana.
El Espíritu Santo, sin embargo, es presentado de un modo muy diferente. Pa-
reciera ser impalpable, mucho más difícil de comprender que el Padre y el Hijo.
Por ello, algunos llegan a la conclusión de que el Espíritu Santo es solamente
un poder impersonal. Como hemos visto anteriormente, esa idea en verdad no
hace justicia a la naturaleza del Espíritu Santo. De hecho, hay declaraciones en la
Biblia que no tendrían sentido si el Espíritu Santo fuera solo una fuerza impersonal
o un poder (divino).

Lee detenidamente los siguientes dos pasajes; reemplaza la referencia


al Espíritu Santo con la palabra impersonal “poder”. ¿Por qué estos textos
tienen sentido únicamente si el Espíritu Santo es, de verdad, una persona?

Romanos 15:13

1 Corintios 2:4

La declaración de los apóstoles de que “ha parecido bien al Espíritu Santo,


y a nosotros” (Hech. 15:28) sería absurda si el Espíritu Santo fuera solamente un
poder o una influencia impersonal. En vez de eso, la declaración indica a otro ser
personal, del mismo modo en que el Padre y el Hijo son seres personales.
Además, ¿cómo podrían ser bautizados los creyentes “en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19), si los primeros dos que son mencionados
son personas, pero el tercero no? Eso no tiene mucho sentido. Más bien, los tres
son mencionados como parte del único nombre en quien somos bautizados. Así, el
Espíritu Santo es revelado aquí en el mismo nivel que Dios el Padre y Dios el Hijo.
Elena de White ha declarado con perspicacia que “hay tres personas vivientes
en el trío celestial [...] el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo” (Ev 446). Ella, también,
es muy clara en cuanto a la personalidad existente del Espíritu Santo.

29
Lección 4 // Miércoles 25 de enero

EL ESPÍRITU DE VERDAD
Lee Juan 14:6 y 17:17. ¿Cuál es el significado de la verdad en estos pasajes?

En el Evangelio de Juan, la palabra verdad es un término clave. Nuestra com-


prensión contemporánea de verdad a menudo es muy abstracta y teórica. En el
mundo occidental, ha sido modelada por la filosofía griega. Sin embargo, en la
Biblia, y particularmente en el Evangelio de Juan, la palabra verdad conlleva un
significado más bien personal y específico: Jesús es la Verdad (Juan 14:6). Aunque
la Palabra escrita de Dios es verdadera (compara con Juan 17:17; Sal. 119:142), la
verdad de Dios es revelada de una manera suprema en la persona de Jesucristo.
Un conocimiento verdadero de Dios nos es dado en Jesús, de quien hablan las
Escrituras, porque Dios se ha revelado por medio de él.

Lee Juan 15:26 y 16:13. ¿Qué función tiene el Espíritu Santo como Espí-
ritu de verdad?

En Juan 16:13 se nos dice que el Espíritu de verdad nos guiará a toda la verdad.
Esto lo hace al señalar a Jesucristo, y al ayudarnos a recordar lo que Jesús dijo
(Juan 15:26) y lo que ha hecho por nosotros. La verdad a la cual nos guía el Espíritu
Santo es muy personal: él exalta a Jesús, y nos lleva a una relación viva y fiel con
él. Cuando Jesús habló con la mujer de Samaria, dijo que Dios debe ser adorado en
espíritu y en verdad (Juan 4:24). Cuando pedimos la dirección del Espíritu Santo,
él nos guía a Jesús, quien es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6).
La verdad en la Biblia no es una teoría ni algo abstracto, como a menudo pare-
ciera ser la filosofía. La verdad incluye una relación profundamente personal y fiel
con nuestro Creador y Redentor, que es llamado “Dios de verdad” (ver Deut. 32:4;
Sal. 31:5). Así, el Espíritu Santo es apropiadamente llamado el “Espíritu de verdad”
(Juan 14:17; 16:13), que es enviado a nosotros, procedente de Dios el Padre (Juan
15:26), lo cual indica no solamente su carácter personal sino también su divinidad.

Tendemos a pensar en la verdad en términos de proposiciones, tal como el con-


cepto lógico conocido como modus ponens: “Si A implica B, y A es verdad,
entonces B también es verdad”. Por eso, no sorprende que mucho de lo que
entendemos como verdad lo entendamos en forma de proposiciones lógicas. Sin
embargo, ¿de qué modo comprendemos la idea de verdad como persona? Lleva
tu respuesta a la clase el sábado.

30
Jueves 26 de enero // Lección 4

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE?


La cuestión de la personalidad del Espíritu Santo es muy importante y tiene
implicaciones sumamente prácticas. “Si el Espíritu es una persona divina, pero lo
consideramos como una influencia impersonal, estamos robando a esta persona
divina la deferencia, el honor y el amor que le debemos”.–LeRoy Edwin Froom,
La venida del Consolador, p. 36.
Si consideráramos al Espíritu Santo únicamente como un poder divino miste-
rioso, nuestros pensamientos serían: ¿Cómo puedo tener más del Espíritu Santo?
Pero, si vemos al Espíritu Santo como una persona divina, nos preguntaremos:
¿Cómo puede el Espíritu Santo tener más de mí? El punto decisivo es: ¿Deseas poseer
al Espíritu Santo o deseas que el Espíritu Santo te posea a ti? ¿Resistes su influencia
o estás dispuesto a seguirlo en obediencia gozosa? (Ver Rom. 8:12-14; Gál. 5:18-24.)
¿Deseas usar al Espíritu Santo según tus propios planes? ¿O quieres depender de
él para que te capacite, a fin de que seas más semejante a Cristo Jesús y hagas
lo que él tiene en mente para ti? ¿Tomas seriamente el hecho que tu “cuerpo es
templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios” (1 Cor.
6:19)? ¿Estás dispuesto a glorificar a Dios con tu estilo de vida?

Lee Romanos 5:5; y Efesios 2:18 y 19. ¿De qué manera están conectados
el Espíritu Santo y el amor de Dios? ¿Qué impacto tiene eso para ti perso-
nalmente y para la iglesia?

Que una persona elija conscientemente cooperar con otra es algo que puede
hacer solo ella misma. Somos invitados a trabajar junto con el Espíritu Santo de
manera corporativa, mientras él nos guía y transforma, personalmente y como
iglesia de Dios. Si no aceptamos al Espíritu Santo como una persona de la Deidad
triuna, será más fácil para nosotros ignorarlo, hacer oídos sordos a su invitación y
endurecer nuestro corazón contra su influencia, que busca cambiar nuestra vida.
Y, debido a que somos seres caídos, dañados por el pecado y en necesidad de
la gracia transformadora de Dios, lo último que precisamos hacer es ignorar las
impresiones del Espíritu Santo en nosotros. Al contrario, necesitamos entregar más
de nosotros a él. Así, al reconocer que el Espíritu Santo es una Persona divina que
desea utilizarnos, Dios es colocado en el centro de nuestra experiencia cristiana.

“No podemos usar al Espíritu Santo. El Espíritu ha de usarnos a nosotros” (DTG


626). ¿Qué piensas que quiso decir Elena de White aquí? ¿De qué manera puede
utilizarnos el Espíritu Santo? (Ver Fil. 2:13.)

31
Lección 4 // Viernes 27 de enero

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee El Deseado de todas las gentes, pp.


622-626, donde habla sobre el Espíritu Santo. También, lee El evangelismo, pp.
445-448.

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo


y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo” (Mat. 28:18-20). Nota que, cuando Jesús dio a sus discípulos
su llamado y su obra, dijo que bautizaran a las personas en el “nombre”, en singular,
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. No dijo: “en los nombres” del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, sino solamente “nombre” (en griego onoma). Aquí encontramos
más evidencia poderosa de la naturaleza triuna de nuestro único Dios (“Oye, Israel:
Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” [Deut. 6:4]). Como ya ha sido señalado en la
lección de esta semana, nadie cuestiona la personalidad del Padre y del Hijo; por
lo tanto, ¿por qué alguien haría eso con la personalidad del Espíritu Santo? Según
la Biblia, tenemos la presencia amorosa, cariñosa y consoladora de Dios mismo
obrando en nosotros y por medio de nosotros. Eso es lo que el Espíritu Santo es y
hace. Y cuánto más lindo es saber que esta presencia constante es una Persona,
tanto como lo son el Padre y Jesús. Sí, es difícil de entender en forma completa.
Pero ¿qué importa? Si no podemos entender plenamente la naturaleza de algo tan
básico como la luz o el viento, ¿cuánto más nos costará entender plenamente la
naturaleza del Espíritu Santo mismo?

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. En clase, repasen las respuestas a la pregunta del miércoles acerca de cómo
la verdad puede ser una persona, Jesucristo. ¿Qué significa eso? ¿Por qué Jesús
sería la Verdad? ¿De qué forma entendemos la “verdad” así, en vez de meramente
por preceptos o proposiciones?
2. Elena de White escribió: “Necesitamos comprender que el Espíritu Santo,
que es una persona así como Dios es persona, anda en estos terrenos” (Ev 447).
¿Qué nos dice esto acerca de la realidad y la presencia del Espíritu Santo?
3. Repasa algunos de los atributos y las características del Espíritu Santo,
que hemos visto esta semana. ¿Cuáles te resultan especialmente reconfortantes?
¿Cuál es más significativo para ti? Comparte en clase por qué elegiste ese atributo
o característica.
4. ¿Con qué te sientes más identificado: con una fuerza impersonal o con una
persona? ¿Cuáles son las implicaciones de tu respuesta?

32
Lección 5: Para el 4 de febrero de 2017

EL BAUTISMO Y DERRAMA-
MIENTO DEL ESPÍRITU SANTO

Sábado 28 de enero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 1:8; Efesios 5:18; He-
chos 13:52; Lucas 11:8-10; Hechos 5:32; Gálatas 5:16-26.

PARA MEMORIZAR:
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

COMO CRISTIANOS, DEBEMOS SER LLENOS del Espíritu Santo. Sin él, nuestro
testimonio carecerá de poder y nuestra vida cristiana no será más que una carga.
Puede ser que tengamos conocimiento, talento y elocuencia; pero, sin el Espíritu,
no podemos experimentar la vida como Dios desea que lo hagamos. No tendremos
la seguridad de la salvación y no conoceremos el gozo que viene de servir a nuestro
Señor. Seremos cristianos de nombre únicamente, y un cristiano solo de nombre
no es un verdadero cristiano.
Jesús, sin embargo, desea que vivamos la vida en plenitud. Desea darnos vida
como debe ser, una vida que es satisfactoria y significativa porque está enraizada en
la Fuente de toda vida: Jesucristo. Él es el Creador de toda vida y el único camino
a la vida eterna. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí” (Juan 14:6). Esta plenitud es posible únicamente al estar unidos a él; y esto
puede suceder solamente por medio de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida.
Esta semana estudiaremos lo que la Biblia dice acerca del bautismo del Espíritu
y lo que significa estar llenos de él. También veremos cuáles son algunas de las
evidencias que testifican que estamos verdaderamente llenos del Espíritu.
33
Lección 5 // Domingo 29 de enero

EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO


Lee Marcos 1:8 (compara con Mat. 3:11; Luc. 3:16; Juan 1:33); y Hechos
1:5 y 11:16. ¿Qué otro rito de iniciación acompaña el bautismo del Espíritu?

En el Nuevo Testamento, hay solamente siete pasajes que hablan acerca de


ser bautizados con el Espíritu Santo. Cuatro de esos pasajes presentan a Juan el
Bautista señalando el futuro Pentecostés, cuando el Espíritu Santo sería dado para
marcar el inicio del tiempo de los “últimos días” de la historia de la salvación.
Juan, sin embargo, en contraste con los otros evangelios, no usa el tiempo
verbal futuro cuando habla del bautismo del Espíritu. Más bien, utiliza el tiempo
presente, indicando que esto es algo que tiene validez permanente, continua en el
tiempo (Juan 1:33). El mismo tiempo verbal es utilizado por Juan solamente unos
pocos versículos antes, en Juan 1:29, cuando habla acerca de otra obra importante
de Jesús: quitar el pecado del mundo. El ministerio de Jesús consiste en quitar
nuestros pecados y darnos al Espíritu Santo. Esta experiencia doble también es
mencionada en Hechos 2:38. Después de que sus ojos fueron abiertos a Cristo,
los discípulos recibieron ambos: el perdón de los pecados y la unción del Espíritu
Santo. La misma experiencia aparece con respecto a los creyentes en la casa de
Cornelio, en Hechos 10:43 y 44; y más tarde, en Hechos 11:16. El bautismo por
agua es conocido como el bautismo de arrepentimiento (Hech. 19:4). Cuando
nos arrepentimos del pecado y somos bautizados en el nombre de Jesús, también
recibimos al Espíritu Santo (Hech. 2:28, 29).
En el Nuevo Testamento, recibir al Espíritu Santo y ser bautizado van de la
mano. Señalan nuestro nuevo nacimiento. En el bautismo somos identificados
con Cristo, y Jesús nos da al Espíritu Santo para que podamos vivir en su poder
y proclamar las buenas nuevas. El bautismo del Espíritu no es en absoluto una
segunda obra de gracia en un momento más tardío de la vida que algunos asocian
con dones milagrosos.
En 1 Corintios 12:13, Pablo no tiene en mente la experiencia única del Pente-
costés, sino más bien la experiencia de todos los creyentes. Pablo declara que por
un Espíritu son todos bautizados en un solo cuerpo y todos beben de un Espíritu.
Pablo enfatiza la unidad. La palabra “todos” es crucial. Pablo conecta la iniciación
de todos los creyentes en el cuerpo de Cristo con el bautismo del Espíritu.

¿Cuál ha sido tu propia experiencia con el bautismo del Espíritu Santo? ¿Qué im-
portancia ha tenido en tu vida? ¿Cómo serías si el Espíritu no obrara en ti?

34
Lunes 30 de enero // Lección 5

SER LLENO DEL ESPÍRITU SANTO


Lee Efesios 5:18; Hechos 13:52; y Romanos 8:9. ¿Qué significa estar lleno
del Espíritu Santo? ¿De qué manera nuestra vida puede ser llena del Espíritu?

Una vez que hemos sido bautizados y pertenecemos a Cristo, deberíamos vivir
en el poder del Espíritu. Para que esto ocurra, debemos ser llenos del Espíritu. Hay
numerosas referencias en el Nuevo Testamento en las que las personas son llenas
del Espíritu (Luc. 1:41, 67; Hech. 2:4; 4:8, 31; 9:17; 13:9). El apóstol Pablo utiliza la
palabra lleno para decir que una persona se ha sometido completamente a Dios,
y está abierta a la influencia y la dirección del Espíritu Santo para que la obra de
Dios pueda cumplirse en la vida de ella.
Si cedemos a la influencia del alcohol, nuestro caminar, nuestras palabras
y nuestros pensamientos se verán afectados negativamente. Cuando estamos
llenos del Espíritu Santo, cedemos cada parte de nuestra vida a su influencia
transformadora, y el resultado es que nuestro caminar, nuestras palabras y nuestros
pensamientos reflejarán a Jesús.
Mientras que el Espíritu es dado por el oír con fe (Gál. 3:2) y es recibido por fe
(3:14) en el momento de nuestro bautismo (Tito 3:5, 6), debemos buscar ser llenos
del Espíritu Santo cada día. No podemos vivir de una experiencia poderosa que
tuvimos el año pasado, o el mes pasado, o incluso ayer. Necesitamos el derrama-
miento del Espíritu de Dios cada día, pues cada día trae consigo nuevos desafíos.
En Hechos 13:52, el término griego para llenos del Espíritu está en tiempo
imperfecto, lo cual implica una acción continua. Literalmente, significa: “siendo
llenos (continuamente)”. Ser llenos del Espíritu Santo no es un evento de una sola
vez. Es algo que deberíamos buscar y recibir cada día. Este bautismo del Espíritu
debe ser repetido a fin de que cada aspecto de nuestra vida esté lleno de su pre-
sencia, y así tengamos poder para vivir debidamente.
Estar llenos del Espíritu Santo no significa tanto que poseamos más de él, sino
que él posea más de nosotros. El Espíritu puede usarnos para la gloria de Dios
solamente cuando, cada día, entregamos todos los aspectos de nuestra vida a él.
“Quisiera impresionarlos con esta realidad. Los que tienen a Cristo por fe en
el corazón en verdad poseen al Espíritu Santo. Cada persona que recibe a Jesús
como su Salvador personal, con certeza, acoge también al Espíritu Santo, que para
el creyente es consejero, santificador, guía y testigo” (RP 120).

35
Lección 5 // Martes 31 de enero

CONDICIONES – I
La Palabra de Dios señala ciertas condiciones necesarias para que el Espíritu
Santo habite en nosotros. Veremos algunas de las más importantes entre la lección
de hoy y la de mañana.

¿Cuál es la primera condición para recibir al Espíritu? Hech. 2:37, 38.

Una condición para recibir el don del Espíritu Santo es el arrepentimiento.


Escuchar la Palabra de Dios despierta nuestra conciencia, y puede llevarnos a
una comprensión de nuestra verdadera pecaminosidad y perdición. El verdadero
arrepentimiento es más que simplemente estar triste por las consecuencias nefastas
de nuestro pecado. Es un cambio completo del corazón y de la mente a fin de
que veamos el pecado por lo que realmente es: un mal terrible y rebelión contra
Dios. La única manera en que podemos experimentar verdadero arrepentimiento
es ser tocados por el amor de Dios (Rom. 2:4).

Lee Gálatas 3:14; y Santiago 1:6 al 8. ¿Por qué no podemos recibir al


Espíritu Santo sin confiar en la Palabra de Dios?

Jesús ha prometido enviar al Espíritu como su representante. Por fe recibimos


al Don prometido. Pero, si dudamos de la promesa de Dios y no confiamos en su
Palabra, somos como personas de doble ánimo, y no podemos esperar recibir
nada de Dios. La fe es más que una aceptación intelectual. Es poner nuestra vida
al límite, confiando en que Dios mantendrá su Palabra y no nos defraudará.

¿Por qué la intercesión persistente marca la diferencia? Luc. 11:8-10, 13.

Dios no es renuente a darnos al Espíritu. Dios es bueno y benevolente, más de


lo que podemos serlo nosotros, aun con nuestros propios hijos. Nuestra interce-
sión persistente no hace cambiar de opinión a Dios. Nuestra oración nos cambia
a nosotros y nos lleva a la presencia de Dios. La oración no baja a Dios a nuestro
nivel, sino que nos eleva hacia él. Nuestras oraciones simplemente revelan nuestra
determinación y nos preparan para recibir la bendición.

¿De qué manera podemos aprender a ser más fervientes, diligentes y


abnegados en nuestra propia vida de oración? ¿Por qué es importante que
aprendamos estas cosas?
36
Miércoles 1º de febrero // Lección 5

CONDICIONES – II
Lee Hechos 5:32. ¿Por qué la obediencia a la Palabra de Dios es una
condición tan importante para recibir al Espíritu Santo?

En aquel entonces, al igual que ahora, el Espíritu Santo era otorgado a todo el
que obedecía a Dios. En la Biblia, el amor y la obediencia van de la mano, y la fe
verdadera se expresa por la obediencia. Si confiamos en Dios de todo corazón,
entonces obedeceremos sus Mandamientos. Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra
guardará” (Juan 14:23). La obediencia es una decisión que lleva a una vida que
sigue la voluntad de Dios expresada en su Ley. Debemos continuar en obediencia
si deseamos reconocer a Jesús como nuestro Señor (Luc. 6:46). En 1 Juan 2:4 y
5 se nos dice que “el que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el
tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste
verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado”. Esas son palabras fuertes.
Por Juan, también sabemos que “el que guarda sus mandamientos, permanece
en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el
Espíritu que nos ha dado” (3:24). Cuando hacemos lo que Dios ha mandado,
tenemos paz mental.

Lee Judas 18 al 21. ¿Por qué debemos evitar toda impureza si deseamos
estar llenos del Espíritu?

El fuego del Espíritu Santo no puede continuar ardiendo en nuestra vida cuando
nuestra mente está enfocada en las cosas del mundo. El Espíritu Santo reacciona
muy sensiblemente a la existencia de todo pecado y mundanalidad en nuestra
vida. Por lo tanto, debemos mantenernos en el amor de Dios y permanecer co-
nectados a Dios por medio de la oración, a fin de que cerremos la puerta contra
toda impureza, y despleguemos un espíritu de poder, amor y disciplina (2 Tim. 1:6,
7). Únicamente por medio de una batalla cercana y feroz contra el yo podremos
ser el tipo de persona que deberíamos ser. Por supuesto, no podemos hacerlo por
cuenta propia; la batalla viene a la hora de elegir entre dejar de lado nuestra propia
voluntad ante las invitaciones del Espíritu Santo o permitir que la carne domine.
La decisión es nuestra.

“No tiene límite la utilidad de aquel que, poniendo el yo a un lado, deja obrar
al Espíritu Santo en su corazón, y vive una vida completamente consagrada a
Dios” (DTG 216). ¿De qué modo puedes aplicar estas palabras a tu propia vida
espiritual?

37
Lección 5 // Jueves 2 de febrero

VIDA CENTRADA EN EL YO VERSUS VIDA CENTRADA EN CRISTO


Lee Gálatas 5:16 al 26; y Efesios 5:1 al 9, y 17 al 20. Compara las diferen-
cias entre una vida centrada en el yo y una vida llena del Espíritu.

PERSONA CENTRADA EN EL YO PERSONA CONTROLADA POR EL ESPÍRITU

Desea lo que es pecaminoso y Desea lo que es espiritual y que agrada a


que desagrada a Dios. Dios.

Es controlada por pasiones Es controlada por el Espíritu.


pecaminosas.

Utiliza mal su libertad y termina Es librada de la esclavitud del pecado y es


siendo esclava del pecado. llamada a ser libre en Cristo.

Es desobediente a la voluntad Es obediente a la voluntad de Dios.


de Dios.

Busca la complacencia propia. Es abnegada.

Evidencia el fruto del pecado. Evidencia el fruto del Espíritu.

No reconoce la necesidad del Reconoce la necesidad del perdón y alaba


perdón y es arrogante. a Jesús por lo que él ha hecho.

La vida de una persona que está llena del Espíritu de Dios se caracteriza por
una obediencia amante a la Ley de Dios y un espíritu amable de compasión hacia
los demás (ver 2 Cor. 5:14). Habiendo sido renovados en nuestra mente y nuestros
pensamientos, y habiendo recibido un nuevo corazón y una nueva perspectiva de
la vida, nuestros valores y nuestro comportamiento cambiarán. Ya no desearemos
vivir la vida por nuestras propias fuerzas, sino en sumisión al Espíritu (Gál. 3:3).
No podemos transformarnos a nosotros mismos. No poseemos ningún poder
real para cambiarnos a nosotros mismos, pues el pecado está demasiado arraigado
en nosotros. La energía renovada debe provenir de Dios. El cambio desde adentro
solamente puede tener éxito por medio de la obra transformadora del Espíritu
Santo. Ningún cambio meramente externo, como corregir este o aquel mal hábito,
nos hace cristianos. El cambio debe venir de un corazón renovado por el Espíritu
Santo. Es una obra de toda la vida, que Dios promete hacer en nosotros (Fil. 1:6).

¿En cuáles áreas de tu vida ves sobresalir tu parte egoísta y centrada en el yo, y
en cuáles ves una vida que refleja la obra del Espíritu Santo en ti? ¿Qué te dice tu
respuesta acerca de ti mismo y de las decisiones que debes tomar?

38
Viernes 3 de febrero // Lección 5

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Es natural que cualquier persona desee


controlar su propia vida. Normalmente dependemos de nuestros propios es-
fuerzos para lograr todo lo que podamos. Mientras que muchas personas de-
dican sus vidas a buscar ese control, otros tienen un temor enfermizo de perder
el control. Este dilema humano encuentra una respuesta solamente en Dios. Él
desea que le des a él, tu Creador y Redentor, el control total. Él te conoce y te
ama como ningún otro puede; y esto abre la puerta para que obre en tu vida.
Al elegir someter tu voluntad a la dirección del Espíritu Santo de Dios, tendrás
su paz sobrenatural e incontables oportunidades de ser una bendición para los
demás. Sin embargo, necesitamos el deseo de este poder en nuestra vida. Dios
no fuerza a nadie; para ser seres morales, necesitamos ser seres libres. Y, a fin
de ser verdaderamente libres en Cristo, necesitamos un sentido de abandono
(el de desear abandonar nuestros antiguos caminos pecaminosos y caídos) y
un sentido de permanencia (el de permanecer en el poder del Espíritu Santo). A
fin de ser verdaderamente libres, debemos estar completamente entregados al
control del Espíritu Santo. Y aquí no hay contradicción; nuestra libertad se halla
en la liberación de la condenación y del poder del pecado, que siempre nos
esclaviza y nos lleva a la muerte. Más bien, al entregarnos al Señor y al abrirle
paso a la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, no solamente estaremos
sin condenación (ver Rom. 8:1), sino también viviremos una vida no “conforme
a la carne, sino conforme al Espíritu”. Siendo seres pecadores y caídos, esa es
la única libertad verdadera a la que podemos acceder.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. Algunas personas piensan que la libertad consiste en poder hacer lo que uno
quiera, cuando quiera y de la manera que lo quiera. ¿Cuál es el problema con ese
concepto, desde una perspectiva cristiana? ¿Cuál es la idea bíblica de la verdadera
libertad? (Ver Sal. 119:45; Luc. 4:18; Juan 8:34-36; 2 Cor. 3:17; Gál. 5:1.)
2. ¿Por qué es importante poner el yo de lado y consagrar nuestra vida entera-
mente a Dios antes de que el Espíritu Santo pueda obrar poderosamente a través
de nosotros? Si colocas tu yo de lado y abres tu corazón a la obra del Espíritu
Santo, ¿qué podría hacer Dios en ti que haría que fueras una bendición mayor
para los demás?
3. “La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino
una transformación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y
una vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la
obra eficaz del Espíritu Santo” (DTG 143). Comenta en la clase las implicaciones
de estas palabras.
4. Compara la evidencia de una vida centrada en el yo con una vida llena
del Espíritu (ver el cuadro del jueves). Comenta con los miembros de tu clase de
Escuela Sabática cuál podría ser para nosotros la mayor bendición de una vida
llena del Espíritu.

39
Lección 6: Para el 11 de febrero de 2017

EL ESPÍRITU SANTO Y UNA


VIDA SANTA

Sábado 4 de febrero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Pedro 1:14-16; Isaías 6:3;


Hebreos 12:14; 1 Corintios 6:11; 1 Timoteo 1:8; Salmo 15:1, 2.

PARA MEMORIZAR:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Je-
sucristo” (1 Tes. 5:23).

ES FÁCIL VOLVERSE INSENSIBLE a la santidad de Dios y no pensar demasiado


en el odio revelado de Dios hacia el pecado y el mal. La santidad, sin embargo,
es un tema crucial en la Biblia. La búsqueda de la santidad –llegar a ser amable y
puro como Jesús– debería ser una prioridad para todo cristiano. Nos horrorizamos,
y con razón, ante la actitud de “soy más santo que tú”. Pero, al mismo tiempo,
podemos olvidarnos fácilmente lo que significa vivir una vida pura y santificada.
El amor de Dios y su santidad van inseparablemente juntos. Sin la santidad
de Dios, su amor estaría en peligro de volverse sentimentalismo; sin su amor, la
santidad de Dios sería severa e inaccesible. Ambos atributos, su amor y su santidad,
son fundamentales a su naturaleza.
El Espíritu Santo está estrechamente conectado con nuestra búsqueda de la
santidad. Después de todo, su nombre es Espíritu Santo y es llamado el “Espíritu
de santidad” (Rom. 1:4). Su nombre nos recuerda que Dios es santo y que el mayor
deseo de Dios es transformar a los pecadores a la imagen de su propia santidad.
Esta semana veremos más de cerca qué significa ser santo y vivir una vida santa.
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Domingo 5 de febrero // Lección 6

LA SANTIDAD DE DIOS
Lee 1 Pedro 1:14 al 16. ¿Por qué la máxima motivación para alcanzar la
santidad es, simplemente, la realidad de Dios mismo? ¿Qué te motiva a vivir
una vida santa? ¿Qué significa que Dios sea santo?

Es popular enfatizar el amor de Dios y, al mismo tiempo, ignorar su santidad.


Aunque Dios es amor, la idea de la santidad en la Biblia se conecta más a menudo
con el nombre de Dios que cualquier otro atributo (Sal. 89:18; Isa. 40:25; Jer. 51:5;
Eze. 39:7; Apoc. 4:8). La santidad describe la pureza y la perfección moral de su
naturaleza. La santidad de Dios significa que es perfectamente bueno y comple-
tamente libre de mal. La santidad de Dios es la perfección de todos sus demás
atributos.
Si Dios fuera solamente omnipotente (poder infinito), omnisciente (conoci-
miento perfecto y completo) y omnipresente (presente en todas partes), pero no
tuviera santidad perfecta, sería un poder de quien estaríamos aterrorizados, y con
razón. Sin embargo, él es un Dios a quien deberíamos amar.
Su poder es poder santo; su misericordia es misericordia santa; su sabiduría es
sabiduría santa; y su amor es amor santo. En este sentido, la santidad es la palabra
más íntimamente divina de todas, porque tiene que ver con la misma naturaleza
de Dios. Negar la pureza del Dios santo es, quizá, peor que negar su existencia. Lo
último lo hace inexistente; lo primero, un dios repugnante y detestable.
La santidad de Dios significa que está separado del pecado y enteramente de-
dicado a buscar el bien que representa en sí mismo. En otras palabras, la santidad
denota una cualidad relacional al igual que una cualidad moral. Incluye separación
del pecado y devoción completa a la gloria de Dios.
En Isaías 6:3 y Apocalipsis 4:8, se describe a Dios como “santo, santo, santo”.
Cuando los escritores bíblicos deseaban enfatizar algo que era importante, repe-
tían la palabra a fin de llamar la atención a lo que se decía. Jesús llama nuestra
atención a declaraciones importantes al repetir las palabras “de cierto, de cierto”
(Juan 5:24; 6:47; etc.), o “Jerusalén, Jerusalén” (Mat. 23:37), o al llamar a alguien
por nombre: “Marta, Marta” (Luc. 10:41). De todos sus atributos, solo la santidad de
Dios es mencionada tres veces seguidas. Esto indica algo de suma importancia.
La naturaleza de Dios es, verdaderamente, santa. Él es puro y bueno.

¿Cuán aterrado estarías, y con justa razón, si nuestro Dios y Creador todopo-
deroso no fuera santo y amante? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de por qué
deberíamos estar tan agradecidos de que Dios sea como es?

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Lección 6 // Lunes 6 de febrero

LA NATURALEZA DE LA SANTIDAD
“Cuanto más cerca estéis de Jesús, más imperfectos os reconoceréis; porque
veréis tanto más claramente vuestros defectos a la luz del contraste de su perfecta
naturaleza. Esta es una señal cierta de que los engaños de Satanás han perdido su
poder, y de que el Espíritu de Dios os está despertando” (CC 64, 65).

Lee Efesios 1:4, y 5:25 al 27; y Hebreos 12:14. ¿Cuál es el propósito de


Dios para todos sus hijos y para la iglesia?

La santidad es un don de Dios y, a la vez, un mandato divino. Por eso debe-


ríamos orar pidiendo santidad y esforzarnos por manifestarla a diario. La santidad
es el fruto del Espíritu desplegado en nuestra vida al caminar, cada día, con Cristo
por el Espíritu (Gál. 5:16, 22, 25). La santidad, en pocas palabras, es ser semejante a
Cristo. Significa pertenecer a Jesús y vivir como sus hijos, en obediencia y entrega
por amor, siendo cada vez más semejantes a él. El significado básico asociado
con el concepto de santidad implica un estado de ser separado, ser puesto aparte
para un servicio especial a Dios. Por otro lado, la santidad también implica una
cualidad moral y espiritual intrínseca; es decir, ser justo y puro ante Dios. Ambos
aspectos deben mantenerse juntos.
En el Nuevo Testamento, los creyentes son llamados santos por causa de su
relación única con Jesús, que los separa para un propósito especial. Ser santo no los
hace éticamente perfectos y sin pecado, sino que los cambia a fin de que puedan
comenzar a vivir una vida pura y santa. (Compara con 1 Cor. 1:2, donde Pablo
llama a los corintios “santos”, aun cuando no estaban libres de pecado ni eran
perfectos.) Los creyentes son llamados a buscar la santidad, sin la cual nadie verá
al Señor (Heb. 12:14). La aceptación de Dios de cada creyente es perfecta desde el
inicio, pero nuestro crecimiento en la santificación es un proceso de toda la vida,
y necesita seguir extendiéndose cada vez más para que seamos transformados
más y más a la imagen inmaculada de aquel que nos salvó.

Hay una tensión entre ser santo y, aun así, tener que buscar la santidad. ¿De
qué manera nuestra búsqueda de la santidad será diferente si sabemos que ya
pertenecemos a Dios y que somos aceptos en él por causa del sacrificio de Jesús
por nosotros?

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Martes 7 de febrero // Lección 6

EL AGENTE DE SANTIFICACIÓN
¿Qué nos dicen 1 Corintios 6:11; Tito 3:5; y Hebreos 13:12 acerca de la
santificación?

Nuestra santificación se logra por fe (Heb. 11:6) y gracias al poder del Espíritu
Santo (2 Tes. 2:13; 1 Ped. 1:2). El apóstol Pablo escribe: “Mas ya habéis sido lavados,
ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor
Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 6:11). Jesús produce en nosotros
un crecimiento de toda la vida en santidad, produciendo el fruto del Espíritu en
nosotros (2 Cor. 3:18).

Lee Gálatas 5:16 y 17. ¿Qué nos enseña Pablo en estos versículos?

Hay una batalla que se libra en todo creyente. La tensión que todos enfrentamos
se produce por el hecho de que el pecado mora en nosotros (Rom. 7:20). El apóstol
Pablo sabía de esta batalla cuando declaró, hacia el final de su vida: “Yo mismo
no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente
lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13, 14).

¿Cuál es la lucha de fe que debemos librar contra el pecado? Heb. 12:1, 2.

La batalla que somos llamados a pelear es fijar “los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe” (Heb. 12:2). Demasiado a menudo nuestra religión se centra
en nosotros mismos. Nos enfocamos demasiado en nuestras victorias y en nuestras
derrotas en vez de en Dios, el único que puede darnos victoria sobre el pecado.
Cuando el Espíritu Santo nos ayude a ver a Jesús, no tendremos deseo alguno
por el pecado y todo lo que tan fácilmente nos enreda es puesto a un lado (Heb.
12:1). Pero, cuando nos enfocamos en nuestros pecados y defectos, nos miramos
a nosotros mismos en vez de a Jesús. Esto nos lleva a una derrota fácil porque,
al mirar nuestros fracasos, podemos desanimarnos con mucha facilidad. Sin em-
bargo, al contemplar a Jesús, encontraremos fortaleza para vivir victoriosamente.

Si alguien te preguntara: “¿Cómo puedo obtener la victoria sobre el pecado que


se promete en la Biblia?”, ¿qué responderías, y por qué? Lleva tu respuesta a la
clase el sábado.

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Lección 6 // Miércoles 8 de febrero

LA NORMA DE LA SANTIDAD ES LA LEY DE DIOS


Sabemos que Dios nos llama a guardar su Ley. Sin embargo, nos puede surgir
la pregunta: ¿Por qué debemos guardar su Ley si no podemos ser salvos por ello?
La respuesta se halla en la idea de la santidad.

Lee Romanos 7:12 y 1 Timoteo 1:8. ¿Qué atributos utiliza Pablo para
describir la Ley? ¿De qué manera la Ley refleja el carácter de Dios?

La Ley es santa, justa y buena. Estos tres atributos designan, de forma apro-
piada, únicamente a Dios mismo. Por ende, la Ley es una expresión del carácter
de Dios.
Vivir una vida llena del Espíritu significa vivir según la Ley de Dios. La Ley
es la norma constante de su santidad. El estándar que fija la Ley no cambia, así
como Dios mismo no cambia. Jesús afirmó que la Ley no fue abolida, sino que ha
de cumplirse cada aspecto de ella (Mat. 5:17-19). Guardar la Ley no es legalismo;
es fidelidad. La Ley no nos salva; nunca podría hacerlo. La Ley nunca es nuestro
camino a la salvación. Más bien, es el camino de los salvos. La Ley, por así decirlo,
es el calzado en el que nuestro amor camina y se expresa. Por eso Jesús pudo decir,
de una manera asombrosa, que “debido al aumento de la iniquidad [transgresión
de la Ley], el amor de muchos se enfriará” (Mat. 24:12). El amor disminuye cuando
se desecha la Ley.

Lee Romanos 13:10 y Mateo 22:37 al 40. ¿Por qué el amor es el cumpli-
miento de la Ley?

Mientras la regla y la norma de la santidad es la Ley de Dios, el corazón de


su santidad es el amor. El amor es la respuesta a los actos salvíficos de Dios y se
manifiesta en fidelidad. No puedes ser un buen discípulo de Jesús sin ser, por
amor, un guardador consciente de la Ley. Aunque es posible guardar la letra de
la Ley sin amor, no es posible exhibir verdadero amor sin guardar la Ley. El amor
verdadero desea ser fiel. El amor no abole la Ley, la cumple.

¿Por qué la Ley es una expresión del amor de Dios hacia nosotros? ¿De qué ma-
nera están relacionados el amor y la obediencia?

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Jueves 9 de febrero // Lección 6

EN BÚSQUEDA DE LA SANTIDAD
Lee Salmo 15:1 y 2; Efesios 4:22 al 24; y 2 Timoteo 2:21. ¿Qué nos enseñan
estos versículos acerca de la santidad?

La santidad es la precondición para disfrutar de la felicidad del compañerismo


con Dios. Es la precondición de nuestra utilidad para Dios. Conocemos la veracidad
del dicho: “Siembra una acción, y cosecharás un hábito; siembra un hábito, y co-
secharás un carácter”. Y, podríamos agregar, “el carácter es el destino”. Lo único
que llevaremos al cielo con nosotros será el carácter.
No obstante, desarrollar nuevos hábitos y un nuevo carácter no se logra por
medio de la autosantificación ni por un esfuerzo propio. La formación de hábitos
es el modo normal en que el Espíritu nos guía hacia la santidad. Los hábitos son
importantes en nuestro caminar cristiano, especialmente aquellos que crecen en
conexión con virtudes bíblicas tales como paciencia, amor, fidelidad, bondad,
benignidad, amabilidad y dominio propio.
Cuando el Espíritu Santo ha llenado nuestro corazón, sin duda prestaremos un
servicio activo para Dios. Pero, demasiado a menudo, nos olvidamos que es Dios
quien nos santifica y quien terminará en nosotros la buena obra que él comenzó
(Fil. 1:6). A veces, estamos tan ocupados haciendo toda clase de cosas para Dios
que nos olvidamos de disfrutar nuestro tiempo con él en oración. Cuando estamos
demasiado ocupados para orar, en realidad estamos demasiado ocupados para
ser cristianos.
Quizá nuestros conocimiento y éxito nos han llevado a depender tanto de
nosotros mismos y confiar tanto en nosotros que damos por sentado nuestras
habilidades y planes; y de esa manera nos olvidamos que sin Cristo y sin el Espíritu
Santo no podemos lograr nada.
El activismo no es santidad. Habrá personas que pensarán que han hecho
grandes cosas para el Señor y, sin embargo, en realidad no lo estaban siguiendo
a él en absoluto. “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos
en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros?” (Mat. 7:22, 23). Hay una enorme diferencia entre ser llamados
por Dios y, simplemente, actuar por cuenta propia. Si no hemos tomado primera-
mente el tiempo a solas para escuchar el llamado de Dios, corremos el riesgo de
actuar por cuenta propia, sea lo que fuere que hagamos. Pero no habrá fuerza, ni
poder, ni paz, y no habrá una bendición duradera asociada con nuestros esfuerzos,
si estos no surgen a raíz de un llamado divino. Nuestra mayor necesidad en el
ámbito de la santidad es pasar tiempo de calidad con Dios cuando escuchamos
su voz y recibir nuevas fuerzas de su Palabra al ser guiados por el Espíritu Santo.
Esto otorgará credibilidad única y poder convincente a la tarea que emprendamos.

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Lección 6 // Viernes 10 de febrero

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Un poder que transforma y eleva”,


Palabras de vida del gran Maestro, pp. 68-74.

Siendo que nuestra propia naturaleza es caída y corrupta, y la de Dios es invaria-


blemente santa, ¿de qué modo podemos comenzar siquiera a entender su santidad?
La santidad de Dios lo define como singular y separado del mundo de pecado y de
muerte que experimentamos los seres humanos. Sin embargo, lo más asombroso
es que Dios nos ofrece la oportunidad de participar de su santidad. Eso es parte
de lo que implica una relación de pacto con él: “Habla a toda la congregación de
los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios”
(Lev. 19:2). O, como lo expresa el libro de Hebreos: “He aquí vienen días, dice el
Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto
[...]. Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos
días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las
escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo” (Heb. 8:8, 10).
En estos textos, podemos ver la conexión entre santidad, pacto y Ley. No podemos
ser santos si no obedecemos la Ley de Dios, y obedecemos su Ley solamente a
medida que él mismo, el Espíritu Santo, escribe su Ley en nuestros corazones y
mentes. Qué sagrado privilegio tenemos, “que participemos de su santidad” (12:10),
lo cual expresamos al obedecer su Ley en amor.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. En clase, repasa tu respuesta a la pregunta final de la lección del martes
acerca de lo que dirías a alguien que te preguntara sobre cómo obtener el cumpli-
miento de las promesas de victoria sobre el pecado en su propia vida.
2. ¿Qué significa que la Ley de Dios esté escrita en nuestro corazón y nuestra
mente? ¿Por qué esto es tan diferente de que solamente esté escrita en tablas de
piedra?
3. Cuando piensas en la santidad de Dios, ¿qué viene a tu mente? Con la parti-
cipación de toda la clase, hablen acerca de cómo se imaginan que es la santidad
de Dios. ¿Qué nos revela Jesús sobre ella?
4. ¿Cuál es el fundamento para nuestra santidad? ¿De qué manera se logra la
santidad?
5. En la lección del miércoles, se afirma lo siguiente: “La Ley no nos salva;
nunca podría hacerlo. La Ley nunca es nuestro camino a la salvación. Más bien,
es el camino de los salvos”. ¿De qué modo esta declaración nos ayuda a entender
cuál debería ser el papel de la Ley para los cristianos santificados, en quienes está
obrando el Espíritu Santo?

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Lección 7: Para el 18 de febrero de 2017

EL ESPÍRITU SANTO Y EL
FRUTO DEL ESPÍRITU

Sábado 11 de febrero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Juan 15:1-11; Gálatas 5:22; 1


Corintios 13; Romanos 14:17; Efesios 5:9; Mateo 5:5.

PARA MEMORIZAR:
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gál. 5:22, 23).

EL FRUTO DEL ESPÍRITU es la verdadera esencia de la vida cristiana. Aunque


el apóstol Pablo presenta una lista de nueve diferentes aspectos de este fruto,
sin embargo es un fruto y debe ser visto de manera integral. El fruto del Espíritu
no nos dice lo que una persona puede ser capaz de hacer para Dios por medio
de dones espirituales y talentos. Más bien, nos muestra de qué modo la persona
vive para Dios. Nos dice quién es la persona. Todas las virtudes introducidas en
Gálatas 5:22 y 23 están presentes en Jesucristo. Por ende, el fruto del Espíritu es la
vida de Jesucristo en nosotros, hecha posible gracias al poder del Espíritu Santo.
El fruto del Espíritu no es algo que logramos meramente por esfuerzos hu-
manos. Es posible producir y mostrar algunas de estas mismas virtudes por medio
del ejercicio de nuestra fuerza de voluntad, pero esto no es lo mismo que lo que
el Espíritu Santo hace en nosotros. Lo que producimos por nosotros mismos es
como un fruto de plástico comparado con uno real. Este no es manufacturado;
crece a raíz de una relación. Cuando el Espíritu nos conecta con Jesús, por medio
de su Palabra escrita, sus características comienzan a ser reveladas en nuestra
propia vida.

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Lección 7 // Domingo 12 de febrero

LA CONDICIÓN FRUCTÍFERA
Lee Juan 15:1 al 11. ¿Por qué el fruto solo puede surgir de una relación
viva con Jesús, la Vid? ¿Por qué es tan importante permanecer en Jesús?
¿De qué manera permanecemos en él?

El primer secreto del cristiano para dar fruto es permanecer en Cristo. Sin Cristo,
no podemos producir fruto espiritual genuino. El fruto del Espíritu no se nos es
impuesto desde afuera, sino que es el resultado de la vida de Cristo en nuestro
interior. En Juan 15:1 al 11, Jesús nos dice que el hecho de dar fruto es el resultado
de la vida de Cristo, la Vid, que fluye por las ramas, es decir, los creyentes. El
crecimiento del fruto es la obra de Dios por medio de Jesucristo.
La responsabilidad del creyente es permanecer en Cristo. Cuando Cristo ha-
bita en nuestros pensamientos, se volverá visible en nuestras acciones. Jesús vive
su vida en nosotros. La vida que Cristo vivió será reproducida en nosotros, en el
sentido de que reflejaremos su carácter.
El fruto del Espíritu es el carácter de Jesús, producido por el Espíritu Santo en
los seguidores de Cristo. Cuando Cristo habita en nosotros, andamos “en el Espíritu,
y así jamás satisfaréis los malos deseos de la carne” (Gál. 5:16; RVA).
En las palabras de Jesús: “Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol
malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo
dar frutos buenos” (Mat. 7:17, 18). El fruto bueno es el resultado de nuestra relación
de permanencia con Jesús, por medio del Espíritu Santo. Cuando cooperamos con
las impresiones internas del Espíritu en nuestro corazón, el fruto del Espíritu se
hace evidente en nuestra vida. Nuestro carácter es transformado para reflejar el
carácter de Jesucristo en lo que decimos y hacemos, e incluso en lo que pensamos.
El Espíritu Santo nos da poder para vivir victoriosamente y para desarrollar las
virtudes que son características de aquellos que son hijos de Dios.

En 2 Timoteo 3:5, el apóstol Pablo describe a personas “que tendrán apariencia


de piedad, pero negarán la eficacia de ella”. ¿Cuál es la diferencia entre una
piedad aparente y una vida que está llena del Espíritu Santo? ¿De qué manera
podemos saber qué clase de vida estamos viviendo nosotros mismos?

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Lunes 13 de febrero // Lección 7

EL FRUTO DEL AMOR


Lee Gálatas 5:22 y 1 Corintios 13. ¿Por qué el amor es el primer y más
importante aspecto del fruto del Espíritu? ¿De qué manera el amor afecta
todos los demás aspectos de este fruto?

El amor es, apropiadamente, la más importante característica del fruto del


Espíritu y permea el resto. En cierto sentido, todas las demás cualidades mencio-
nadas pueden ser vistas como aspectos del amor. Debido a que Dios es amor (1
Juan 4:8), la virtud cristiana más importante es el amor (1 Cor. 13:13). El amor de
Dios es el fundamento y la fuente de toda otra virtud; y es derramado en nuestro
corazón por medio del Espíritu Santo (Rom. 5:5). El amor es la evidencia de que
somos hijos de Dios.
Este amor es mucho más que mero afecto humano. No puede ser producido
por esfuerzo humano, sino que llega como resultado de permanecer en Cristo.
Un amor así es generoso e inmerecido. Únicamente ese amor tiene el poder para
transformar. En su naturaleza dócil pero fuerte, el amor divino guía al pecador
al arrepentimiento y despierta el deseo de algo mejor. El amor tiene poder para
unir, incluso a aquellos que antes eran enemigos (Luc. 6:27, 28; Rom. 5:8). Por lo
tanto, por nuestro amor mutuo, el mundo conocerá que los cristianos somos de
verdad seguidores de Jesucristo (Juan 13:35). Este fruto de amor también llevará
a los cristianos a manifestar comprensión y sensibilidad hacia los demás.
Es interesante que la descripción maestra del amor en 1 Corintios 13 esté, jus-
tamente, entre los capítulos 12 y 14. Esos dos capítulos tratan sobre los dones del
Espíritu. El 13, sin embargo, habla del amor: el fruto del Espíritu. Incluso los dones
superiores no son nada sin amor. Los dones del Espíritu sin el fruto del Espíritu no
tienen poder y no producen la bendición que Dios desea. El amor, sin embargo, es
el pegamento que une todas las otras virtudes del fruto del Espíritu en una unidad
completa y da autenticidad a todo lo que hacemos.

¿Qué aspectos de tu vida carecen de la cualidad del amor? Pídele al Espíritu San-
to que te llene de amor hacia aquellas personas con quienes debes relacionarte
a diario. Recuerda que Dios también nos ama por medio de otras personas. ¿De
qué forma puedes mostrar amor hacia otros? ¿De qué modo el amor afecta esas
otras virtudes mencionadas en el fruto del Espíritu?

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Lección 7 // Martes 14 de febrero

GOZO, PAZ Y PACIENCIA


Romanos 14:17 dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino
justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Es decir, el gozo es la reacción del amor
a la bendición de Dios y su gran misericordia y perdón.
Ahora bien, el gozo humano a menudo se enfoca en cosas terrenales y se
ve afectado por las condiciones que nos rodean. El gozo que está basado en el
fruto del Espíritu se enfoca en Dios y en lo que él ha hecho por nosotros, y no
está motivado por las condiciones circundantes. Como pueblo de Dios, debemos
estar gozosos. Esto no significa que debemos sonreír todo el tiempo, aun cuando
una sonrisa amable expresa mucho. Pero, nuestra confianza en Dios nos dará
razones abundantes para regocijarnos con gozo indecible por lo que él ha hecho
por nosotros y en nosotros. El gozo espiritual es el resultado de una fe activa.

Lee Juan 14:27 junto con Romanos 14:17. ¿De qué manera se relaciona
la paz con la obra del Espíritu Santo?

La paz es más duradera que el gozo, y llega como resultado de ser justificados
por la fe en nuestro Señor Jesucristo (Rom. 5:1). Cuando estamos en paz con Dios,
el Espíritu Santo nos guía a ser pacíficos y pacientes con los demás. Debido a
que el Dios de paz estará con nosotros (Fil. 4:9) por medio del Espíritu Santo, no
seremos buscapleitos ni vengativos con los demás. Más bien, buscaremos vivir tan
pacíficamente como sea posible con todos (Rom. 12:18).

Lee 2 Pedro 3:9. ¿De qué modo la paciencia refleja el carácter de Dios?

La paciencia nos es una característica común en los seres humanos. Significa


aguantar a otros o soportar ciertas características, aun cuando no sean fáciles.
Sin embargo, incluso en medio de las dificultades, no estamos solos. Dios nos
sostiene por medio de su Santo Espíritu y construye en nosotros paciencia, una
característica que es distintiva de los creyentes en el tiempo del fin (Apoc. 14:12).
Solamente aquellos que apuntan a un blanco digno pueden ser pacientes.

Gozo, paz y paciencia. ¿Cuánto de este fruto experimentas en tu vida? ¿En cuáles
de estas áreas necesitas que el Espíritu trabaje más?

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Miércoles 15 de febrero // Lección 7

BENIGNIDAD, BONDAD Y FIDELIDAD


Lee 1 Corintios 13:4. ¿Por qué la benignidad genuina tiene un atractivo
tan positivo para los demás? ¿Dónde ves la benignidad de Dios en su trato
con la humanidad?

“Benignidad” es una palabra que se utiliza con frecuencia para describir la


manera en que Dios se relaciona con su pueblo. Benignidad también describe la
forma en la que deberíamos tratar a otros cuando fracasan. Dios podría ser muy
duro al tratar con nuestras fallas. Sin embargo, él actúa del mismo modo en que
un padre amante lo haría con un hijo que está aprendiendo (Ose. 11:1-4). Quizá
nada desacredita más, ni con tanta frecuencia, nuestro testimonio y nuestro mi-
nisterio cristianos como la antipatía. No cuesta nada ser benigno, y puede abrir la
puerta del corazón de la otra persona. No importa cuán firmes debamos ser en la
reprobación, no debemos volvernos hostiles en nuestro trato con los demás, más
allá de sus faltas y problemas.

Lee Efesios 5:9. ¿Qué acompaña a la benignidad, según este pasaje?

La bondad es amor en acción. La bondad que crece como fruto del Espíritu
también incluye obras y actos de bondad. Se demuestra en obras prácticas reali-
zadas con amor para los demás. Cuando estamos llenos del Espíritu Santo, hay un
desborde positivo de bondad hacia las personas con las que entramos en contacto.

Lee Gálatas 5:22. ¿Por qué es importante ser confiable y fidedigno en


nuestro caminar cristiano con Dios?

Lo que vemos aquí es la fidelidad de carácter y conducta que se produce por


medio del Espíritu Santo. “Fidelidad” (“fe”, en la RVR) significa “confiabilidad” o
“ser digno de confianza”. Quienes son fieles cumplen lo que prometen. Fidelidad
también es una de las características de Jesucristo, quien es llamado “el testigo fiel”
(Apoc. 1:5); y de Dios el Padre, que guarda sus promesas y es fiel en lo que hace (1
Cor. 1:9; 10:13; 1 Tes. 5:24; 2 Tes. 3:3). En nuestra fidelidad, reflejamos la imagen de
Dios en nuestra vida. “No son los grandes resultados que podamos obtener, sino
los motivos que nos impulsan a actuar los que tienen valor para Dios. Él aprecia
la bondad y la fidelidad más que la grandeza de la obra realizada” (TI 2:453).
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Lección 7 // Jueves 16 de febrero

MANSEDUMBRE Y DOMINIO PROPIO


Lee Gálatas 5:23 y Mateo 5:5. ¿Por qué la mansedumbre es importante
para tener un liderazgo semejante al de Cristo?

Mansedumbre no significa debilidad. No es cobardía ni falta de liderazgo. Al


contrario, Moisés fue llamado el hombre más manso de la Tierra (Núm. 12:3) y,
no obstante, fue un líder poderoso del pueblo de Dios. Las personas mansas no
son alborotadoras, ni buscapleitos ni egoístamente agresivas. Más bien, sirven
con un espíritu dócil. La mansedumbre puede ser la expresión exterior de la fe
y la confianza interior, no en uno mismo, por supuesto, sino en el poder de Dios,
quien trabaja en nosotros. A menudo, aquellos que son bulliciosos, alborotadores
y enérgicos están tapando inseguridades y temores.

Lee Gálatas 5:23 y Proverbios 16:32. ¿Qué miseria nos sobreviene cuando
no ejercemos el dominio propio? ¿Qué bendiciones obtenemos si tenemos
dominio propio y somos temperantes en nuestra vida?

El último aspecto del fruto del Espíritu es la temperancia, o dominio propio


(templanza). En este aspecto, todos debemos ser cuidadosos, porque ¿quién no
tiene, en alguna área u otra, luchas con el dominio propio? Antes de poder go-
bernar una ciudad, una comunidad o una iglesia, uno debe ser capaz de gobernar
su propio espíritu. La verdadera temperancia es poder controlar no solamente el
apetito o la bebida sino también toda otra área de la vida.
Todos los aspectos mencionados arriba forman parte de un solo fruto del
Espíritu. Cuando la Biblia describe la obra de Dios en nuestra vida, los aspectos
éticos de santidad tienen prioridad sobre los dones carismáticos. La semejanza a
Cristo en todo aspecto es lo que realmente importa en la vida del creyente. Debido
a que el fruto del Espíritu es la marca distintiva común de todos los creyentes por
doquier, produce una unidad visible en su iglesia.

Piensa en áreas de tu vida en las que deberías ejercer más dominio propio.
Quizá lo estés logrando en algún aspecto, pero no tanto en otro. ¿Por qué es
importante, gracias al poder de Dios, tener control sobre todas las áreas? Lleva tu
respuesta a la clase el sábado.

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Viernes 17 de febrero // Lección 7

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “En lenguaje moderno, el pasaje de


Gálatas 5:22 y 23 debería decir algo parecido a lo siguiente: ‘El fruto del Es-
píritu es tener una disposición cariñosa y amante; un espíritu radiante y un
temperamento alegre; una mente calma y una actitud sosegada; paciencia tole-
rante ante circunstancias provocadoras y personas difíciles; perspicacia com-
prensiva y una actitud servicial discreta; justicia generosa y profunda caridad;
lealtad y confiabilidad bajo toda circunstancia; humildad que se olvida del yo
ante el gozo de los demás; y, en todas las cosas, dominio propio y autocontrol,
que es la nota final de perfeccionamiento. Este es el tipo de carácter que repre-
senta el fruto del Espíritu. Todo se halla en la palabra “fruto”. No es por esfuerzo
propio ni por permanencia; no es por preocupación, sino por confianza; no
es por obras, sino por fe’ ”.–S. Chadwick, en Arthur Walkington Pink, The Holy
Spirit, capítulo 30.
“Si usted tiene el amor de Dios en su corazón y ama la verdad, con la fe más
santa deseará contribuir al desarrollo de su hermano. Si oye algún comentario
que perjudica a un amigo o hermano, no lo fomente; es obra del enemigo. Al que
lo exprese, bondadosamente recuérdele que la Palabra de Dios prohíbe esa clase
de conversación” (RP 78).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. En clase, habla sobre la pregunta final del jueves con respecto a la necesidad
de dominio propio. Si somos salvos por gracia, ¿por qué es tan importante la victoria
sobre el pecado? Después de todo, ¿acaso el evangelio no se trata del perdón de
los pecados? Al mismo tiempo, piensa en el carácter de Judas y en lo que le hizo
el pecado de la codicia. ¿Qué podemos aprender de este ejemplo en respuesta a
la pregunta sobre la necesidad de lograr victorias? Por otro lado, ¿de qué manera
lo que dice Elena de White en el siguiente párrafo arroja luz sobre la pregunta de
nuestra necesidad de victoria? “Un solo rasgo malo en el carácter, un solo deseo
pecaminoso, persistentemente albergado, neutraliza con el tiempo todo el poder
del evangelio” (CC 34).
2. ¿Por qué el fruto del Espíritu es más importante que cualquier don del
Espíritu?
3. Lee en voz alta 1 Corintios 13 en clase y habla sobre lo que significa. ¿Por
qué Pablo hace tanto énfasis en la necesidad de amor? ¿De qué forma podemos
aprender a amar de la manera en que describe Pablo? ¿Por qué es tan crucial la
muerte al yo y la permanencia en Cristo, especialmente a la hora de amar a aquellos
a quienes realmente no queremos?

53
Lección 8: Para el 25 de febrero de 2017

EL ESPÍRITU SANTO Y LOS


DONES DEL ESPÍRITU

Sábado 18 de febrero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Corintios 12:4-7, 11; Efesios


4:7; 1 Corintios 12:14-31; Romanos 12:3-8; 1 Juan 4:1-3.

PARA MEMORIZAR:
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diver-
sidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones,
pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Cor. 12:4-6).

CUANDO JESÚS DEJÓ A SUS DISCÍPULOS y ascendió al cielo, con su Padre,


les encargó una tarea específica: predicar las buenas nuevas del evangelio al
mundo. Y no los dejó desprovistos: les dio los medios necesarios para llevar a
cabo lo que les mandó hacer en su nombre, y por medio del poder y la ayuda del
Espíritu Santo. En 1 Corintios 1:4 al 7, Pablo agradece “por la gracia de Dios que
os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él,
[...] de tal manera que nada os falta en ningún don”. Los dones espirituales son
otorgados por medio del Espíritu Santo en Cristo para edificación de su iglesia.
Esta semana estudiaremos al Espíritu Santo como el Dador soberano de los
increíbles dones de Dios, y veremos la diferencia entre el fruto del Espíritu y los
dones del Espíritu.

54
Domingo 19 de febrero // Lección 8

EL FRUTO DEL ESPÍRITU Y LOS DONES DEL ESPÍRITU


El fruto del Espíritu y los dones del Espíritu tienen el mismo Autor. Sin embargo,
no son lo mismo. A nadie se le requiere manifestar un don del Espíritu, pero todos
deberían manifestar el fruto del Espíritu. Los dones espirituales no necesariamente
testifican de nuestra espiritualidad; pero el fruto del Espíritu, sí. Mientras que hay
un solo fruto del Espíritu, hay muchos dones y algunos son mayores que otros.

Lee 1 Corintios 12:4 al 7, y 11. ¿Cuál es la esencia de lo que Pablo está


enseñando aquí?

Aunque todos los aspectos del fruto del Espíritu han sido diseñados por Dios
para que sean visibles en la vida de sus seguidores, no todos los creyentes tienen
el mismo don o los mismos dones. No hay ningún mandato que indique que todos
deban tener un don en particular, tal como hablar en lenguas. Más bien Dios, en
su soberanía, dota a sus creyentes de diferentes dones como él ve conveniente.
Los dones del Espíritu son dados a fin de que podamos servir a otros y edificar
el cuerpo de Cristo, su iglesia. Estos dones no son otorgados para nuestro propio
placer ni gloria. Son dados para el avance de la causa de Dios.
Por lo tanto, los dones espirituales carecen de valor sin el fruto del Espíritu. Es
interesante que, dentro del contexto de los dones espirituales, a menudo se hace
referencia al amor. Inmediatamente después de 1 Corintios 12, viene la descripción
suprema del amor, en el capítulo 13. Efesios 4:11 al 13 es seguido, en los versículos
15 y 16, por una referencia al amor. Los versículos siguientes a Romanos 12:3 al 8,
donde se mencionan los dones del Espíritu, hablan acerca del amor (vers. 9, 10).
Después de todo, los dones son dones de gracia; es decir, son dones de amor.
Son otorgados por amor y sirven al amor de Dios a fin de alcanzar a otras per-
sonas. Al amar a otros, estamos revelando el amor de Dios por ellos. Un Dios de
amor omnisciente provee los medios para llevar a cabo lo que ha comisionado
a su pueblo. Quizá por eso el amor es el don más grande de todos (1 Cor. 13:13).

¿Por qué el amor es tan central en todo lo que hacemos como cristianos? ¿De qué
manera el amor, en cierto sentido, nos da “poder” para testificar?

55
Lección 8 // Lunes 20 de febrero

DIOS, EL SOBERANO DADOR DE LOS DONES ESPIRITUALES


No somos nosotros los que decidimos qué dones tener. La palabra griega para
los dones del Espíritu es charismata; son dones de gracia, distribuidos y dados
por Dios mismo. No los obtenemos por nuestro estatus, nuestra posición, nuestro
honor, nuestra educación o nuestro desempeño espiritual. Son dones dados libre-
mente por amor, a fin de que podamos cumplir la tarea que Dios nos ha asignado.

Lee Efesios 4:7. A menudo pensamos que el Espíritu Santo es el que otor-
ga los dones espirituales. Sin embargo, el apóstol Pablo también conecta a
Jesucristo con su distribución. ¿De qué manera está involucrado Jesús a la
hora de otorgar dones?

Pablo dice que la gracia de Cristo se aseguró el derecho de entregarnos dones.


Pero es el Espíritu Santo el que los distribuye a los miembros de la iglesia. Aquellos
que han aceptado a Jesucristo como su Salvador personal y creen en él serán
equipados por el Espíritu Santo con dones espirituales “como él quiere” (1 Cor.
12:11). La distribución de los dones es decisión soberana de Dios.
Una habilidad innata, por sí sola, no es un don espiritual. Los dones espirituales
no son lo mismo que los talentos naturales que una persona puede haber desa-
rrollado por medio de educación intensa. Muchos no cristianos son bendecidos
con talentos providenciales. Aunque toda cosa buena y todo don perfecto, básica-
mente, provienen de Dios (Sant. 1:17), él ha decidido equipar a sus creyentes con
dones especiales a fin de bendecir la vida de otros cristianos y de edificar a su
iglesia. Dios también puede utilizar un talento natural con ese propósito cuando
la persona reconoce que aun ese talento, en última instancia, proviene de Dios, y
luego, con oración y sumisión, dedica ese talento a la obra de Dios.

¿Qué dice Pablo a sus lectores, en 1 Corintios 12:14 al 31, acerca de la


distribución de los dones? ¿Por qué esta perspectiva es tan importante para
entender el modo en que funcionan los dones espirituales en la iglesia?

El Espíritu Santo es el que distribuye los dones según su sabiduría y voluntad.


Debido a que nos ama y sabe mejor que nadie cómo podemos servirlo eficien-
temente, no necesitamos ser envidiosos de otros y de sus dones. Envidiar dones
ajenos es una señal de ingratitud hacia Dios y de que dudamos de su sabiduría al
distribuir sus dones.

¿Qué dones ha otorgado Dios a los miembros de tu iglesia? ¿Qué mensaje puedes
obtener del hecho de que diferentes personas tienen distintos dones?

56
Martes 21 de febrero // Lección 8

EL PROPÓSITO DE LOS DONES ESPIRITUALES


Lee Romanos 12:3 al 8; y Efesios 4:8 al 12. ¿Cuál es el propósito de los
dones espirituales que Dios nos da?

Los dones espirituales fueron dados claramente para el servicio, y no para


nuestra santificación. No son trucos milagrosos que satisfacen nuestra curiosidad,
ni tampoco son otorgados como antídoto para el aburrimiento. A menudo pen-
samos en los dones del Espíritu Santo en términos de suplir nuestras necesidades
espirituales, o con el fin de darnos poder en nuestro caminar con Dios. El resultado
es una visión de los dones del Espíritu Santo que está centrada más en el cristiano
que en Cristo. Está más enfocada en nosotros que en Dios. Cuando intentamos
recuperar la perspectiva centrada en Dios de los dones espirituales, nos damos
cuenta de que los dones que Dios da cumplen múltiples propósitos divinos: son
otorgados para la edificación de la iglesia y fomentar su unidad (Efe. 4:12-16). Son
dados para continuar el ministerio de la iglesia encomendado por Dios (vers. 11,
12). Y, en última instancia, son dados para glorificar a Dios (1 Ped. 4:10, 11).
Esta es la razón por la cual los dones nunca son otorgados para complacernos
a nosotros mismos. Son para edificación de los demás (1 Ped. 4:10; 1 Cor. 14:12,
26). Son dados para proporcionar ganancia espiritual y edificación para la iglesia
entera. Es una tragedia cuando los dones de Dios, que se supone deberían fomentar
la unidad en la iglesia, son mal utilizados y solo algunos individuos se ven benefi-
ciados. Cuando esto ocurre, algunas personas reciben prominencia indebida; lo
que, a su vez, fomenta la desunión y da lugar a divisiones.
Demasiado a menudo pensamos en los dones espirituales únicamente en tér-
minos de habilidad y de talentos. Mientras estos están involucrados en los dones
espirituales, deberíamos recordar que, al otorgar un don espiritual, el Espíritu Santo
siempre da una tarea o un ministerio específicos que lo acompañan (1 Ped. 4:10).
De modo que se podría decir que los dones espirituales son ciertas capacidades
dadas sobrenaturalmente por Dios, por medio del Espíritu Santo. Estos dones
capacitan a la persona para un tipo especial de servicio que edificará a la iglesia
y son necesarios a fin de alcanzar ese objetivo.

¿Por qué piensas que un propósito primario de los dones es la unidad de la


iglesia? ¿De qué manera los creyentes con diferentes dones pueden apuntar a la
unidad de la iglesia? ¿Qué debe ocurrir para que los diferentes dones sean una
bendición en vez de una fuente de división?

57
Lección 8 // Miércoles 22 de febrero

EL DON, ANTES Y AHORA


Lee 1 Corintios 14:1. Compara las diferentes listas en 1 Corintios 12:7
al 11, y 27 al 31; Romanos 12:3 al 8; y Efesios 4:11 y 12. Esos dones ¿fueron
dados únicamente a los creyentes del Nuevo Testamento? ¿Por qué también
hoy están disponibles?

Hay algunos cristianos que piensan que los dones espirituales mencionados
en el Nuevo Testamento estaban restringidos a la época de Jesús y los apóstoles.
Argumentan que, con la muerte del primer apóstol, los dones espirituales espe-
ciales también han desaparecido de la iglesia. Para sustentar esa posición, citan
1 Corintios 13:10, donde el apóstol Pablo afirma que “cuando venga lo perfecto,
entonces lo que es en parte se acabará”. Sí, vendrá el tiempo en el que los dones
cesarán. Pero cesarán únicamente cuando lo perfecto haya llegado; es decir,
cuando ya no veamos como por un vidrio oscuro, sino cara a cara, cuando Jesús
regrese. La Biblia nos dice que los dones espirituales son dados para edificación de
la iglesia (1 Cor. 12:28). Pablo amonesta a los creyentes: “Desead ardientemente los
dones espirituales” (1 Cor. 14:1; BA). Son necesarios para el bienestar del cuerpo.
En ausencia de cualquier evidencia bíblica de que Dios los haya abolido, debemos
entender que el propósito de Dios es que permanezcan hasta que la iglesia haya
culminado su misión y Cristo haya regresado a la Tierra.
La obra de Dios será completada al fin del tiempo con poder y fortaleza mucho
mayores que los inicios. Mientras la iglesia sea llamada a preparar al mundo para
la segunda venida de Cristo, Dios no dejará que los miembros de la iglesia queden
sin ayuda para cumplir su misión. No obstante, estos dones nunca sustituirán la
Biblia, ni ocuparán el mismo lugar que ella. Más bien, son un cumplimiento de la
promesa bíblica de capacitar a los creyentes a fin de que puedan edificar el cuerpo
de Cristo y preparar al mundo para el pronto regreso de Jesús.

Lee Efesios 4:11 al 13, especialmente el versículo 13, que dice: “Hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. ¿Qué nos dice esto
acerca de la necesidad presente de los dones en la iglesia?

58
Jueves 23 de febrero // Lección 8

EL ESPÍRITU SANTO Y EL DON DEL DISCERNIMIENTO


Lee 1 Corintios 12:10 y 14:29; y 1 Juan 4:1 al 3. ¿Por qué es importante
el don del discernimiento?

Aunque hay dones espirituales genuinos en la iglesia, la Biblia también nos


advierte en cuanto a no creer a todo espíritu, sino más bien probar a los espíritus
por su conformidad con las Escrituras y su congruencia, y si exaltan a Jesús como
el Señor. Es necesario el “discernimiento de espíritus” (1 Cor. 12:10), porque no
todo lo que pretende ser de Dios proviene realmente de él. Se nos advierte que
hay poderes demoníacos buscando engañar a la iglesia, y que hay imitaciones
diabólicas de los dones genuinos del Espíritu, tales como falsas enseñanzas,
falsas profecías, visiones mentirosas, dones de lenguas falsos, poderes de sanidad
ocultos, maravillas y señales engañosas, etc.
Algunos que aceptan la validez de los dones espirituales aún hoy, sin embargo,
les han dado un énfasis especial en algunos dones espirituales, y han otorgado
prominencia injustificada a la presencia de señales y maravillas especiales. Es in-
teresante que Pablo mencione el don del discernimiento inmediatamente después
de referirse al don de “hacer milagros” y el don de “profecía”, y antes de mencionar
el don de lenguas (1 Cor. 12:10).
A fin de preservar a la iglesia en la verdad y la unidad, y para salvaguardar a los
miembros de seguir a falsos profetas y ser engañados por falsas señales y milagros,
Dios da a la iglesia el don del discernimiento. La madurez bíblica, el conocimiento
y la fidelidad a la Palabra de Dios, en fe y práctica, son necesarios para hacer eva-
luaciones apropiadas. La base para todo discernimiento, sin embargo, debe ser
la Palabra de Dios. Únicamente al probar todo según la Palabra, podemos estar
seguros de si lo que estamos escuchando o viendo es verdaderamente del Señor
o si proviene, más bien, de otra fuente.
“Quien haga de la operación de milagros la prueba de su fe encontrará que
Satanás puede, mediante una variedad de engaños, realizar maravillas que pasarán
por milagros genuinos. [...] No dejéis que transcurran los días ni que se pierdan
las preciosas oportunidades de buscar al Señor de todo corazón, y con toda la
mente y el alma. Si no aceptamos la verdad con amor, podemos encontrarnos
entre aquellos que verán realizarse milagros por el poder de Satanás en estos
últimos días, y que creerán en ellos. Muchas cosas extrañas pasarán por milagros
maravillosos, pero deberían considerarse como engaños inventados por el padre
de la mentira. [...] Habrá personas que, sometidas a la influencia de los espíritus
malignos, realizarán milagros” (MS 2:60, 61).

59
Lección 8 // Viernes 24 de febrero

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee El conflicto de los siglos, pp. 501-506,


579-587.

Algunos se preguntan: “¿Por qué no vemos hoy los mismos tipos de milagros
que se veían en los tiempos bíblicos, tales como curaciones milagrosas?” En primer
lugar, sí escuchamos historias de milagros. Y, ciertamente, algunas personas los
han visto con sus propios ojos. En segundo lugar, cuando leemos la Biblia, nos da
la impresión de que los milagros ocurrían de forma constante. Pero nos parece así
solamente porque el Espíritu Santo inspiró a los autores bíblicos a escribir acerca
de eventos que eran cruciales en el establecimiento de la iglesia primitiva, y estos
eventos a menudo incluían milagros. Podríamos imaginarnos que, en la mayoría
de los casos y la mayor parte del tiempo, las cosas en aquel entonces eran igual
que ahora: las personas aprendían de la Palabra de Dios y, luego, respondían al
Espíritu Santo. Por último, Elena de White escribió: “La forma en que Cristo obró
consistió en predicar la Palabra y en aliviar los sufrimientos mediante obras mila-
grosas de curación. Pero se me ha dicho que hoy no podemos obrar en la misma
forma, porque Satanás ejercerá su poder realizando milagros. Los siervos de Dios
de hoy no podrían obrar mediante milagros, porque se realizarán obras espurias de
curación que se harán pasar por divinas. Por esta razón, el Señor ha designado un
método mediante el cual su pueblo debe llevar a cabo la obra del sanamiento físico,
combinándolo con la enseñanza de la Palabra. Deben establecerse sanatorios y,
con estas instituciones, deben relacionarse obreros capaces de llevar a cabo una
obra médica misionera genuina. Así se rodeará con una influencia protectora a
aquellos que acudan a los sanatorios en busca de tratamiento” (MS 2:62).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. ¿Cuál es la diferencia entre el fruto del Espíritu y los dones del Espíritu?
2. ¿De qué manera la comprensión de que los dones son otorgados por un Dios
amante y sabio puede ayudarnos a apreciar los diversos dones en nuestra iglesia?
3. ¿Por qué las señales y las sanaciones milagrosas no son en sí mismas una
guía segura para determinar su verdad? ¿Qué necesitamos junto con ellas?
4. “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros,
que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí
con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Rom. 12:3).
¿Qué amonestación crucial se nos da aquí? ¿Cuán “alto” debería ser el concepto
que tenemos de nosotros mismos?

60
Lección 9: Para el 4 de marzo de 2017

EL ESPÍRITU SANTO Y LA
IGLESIA

Sábado 25 de febrero

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Efesios 1:22, 23; 1 Corintios


12:13; Romanos 6:3-7; Hechos 17:11; Efesios 4:5, 6; Hechos 2:4-11.

PARA MEMORIZAR:
“Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y
un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra
vocación; un Señor, una fe, un bautismo” (Efe. 4:3-5).

A VECES PENSAMOS EN EL ESPÍRITU SANTO obrando únicamente en el


ámbito individual y en la vida de cada creyente de forma personal. Pero esta obra
individual es el fundamento de la comunidad espiritual. El Espíritu Santo es el
responsable final de la existencia de la iglesia de Cristo.
A menudo nos vemos tentados a pensar que la iglesia existe y crece gracias a
nuestras diversas actividades evangelizadoras y misioneras. Sí, Dios desea lograr
sus planes gloriosos para la iglesia, y hacerlo con nuestra ayuda. Pero la verdadera
razón de ser de la iglesia no yace en lo que hacemos; tampoco es el resultado de
nuestra organización eficiente y administración eficaz, por más importantes que
sean. La iglesia existe gracias a lo que Dios ya ha hecho y continúa haciendo por
nosotros por medio del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo el que crea una comu-
nidad espiritual y de compañerismo que tiene la Palabra escrita de Dios, inspirada
por el mismo Espíritu, como su autoridad de fe y práctica. La Biblia inspirada por
el Espíritu es el fundamento para la unidad teológica de la iglesia. Sin la obra del
Espíritu, la iglesia no existiría y no podría continuar cumpliendo su misión unida.
61
Lección 9 // Domingo 26 de febrero

EL ESPÍRITU SANTO NOS UNE CON CRISTO


El Espíritu Santo nos une de muchas maneras. No existiríamos como iglesia si
el Espíritu Santo no nos uniera primeramente con Cristo. Cristo es la cabeza de la
iglesia (ver Efe. 1:22, 23; 5:23). Por medio del Espíritu Santo, podemos ser unidos
de manera efectiva con Cristo mismo. Estar unidos a Cristo es el fundamento de
todas las bendiciones de salvación, porque todo lo que tenemos en el Señor pro-
viene de él. Nuestra adopción como hijos e hijas de Cristo, nuestra justificación al
igual que nuestra santificación, nuestra vida victoriosa sobre el pecado y nuestra
glorificación; todo es recibido gracias a nuestra unión con Cristo. Por ello, él debe
ser el fundamento de nuestra experiencia cristiana entera.

Lee Efesios 2:18, y 20 al 22; y 1 Pedro 2:6 y 7. ¿Qué nos dicen estos versícu-
los acerca del papel de Cristo y del Espíritu Santo en la creación de la iglesia?

Por medio del Espíritu, tenemos acceso a Dios el Padre. Jesús es la Roca, el
fundamento de nuestra salvación, y aquel sobre quien todas las otras partes del
edificio son erigidas.
Luego, la obra del Espíritu en el nivel individual lleva a una comunidad espe-
cífica de fe: la iglesia. Cuando hemos experimentado la salvación por fe en Cristo
Jesús solamente, y habiendo sido tocados por el amor de Dios, hay una dulce
“comunión del Espíritu Santo” (2 Cor. 13:14) en la iglesia. Los creyentes individuales
están siendo edificados en una nueva morada espiritual de Dios “en el Espíritu”
(Efe. 2:22). Como seguidores de Cristo, deberíamos estar deseosos de “guardar
la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (4:3). De toda manera posible, sin
comprometer lo que no puede ser comprometido, debemos buscar unidad en la
comunidad de creyentes.

Lee Colosenses 3:12 al 14. ¿De qué manera puedes ejemplificar esos
atributos y contribuir a la unidad de la iglesia? ¿Por qué estos atributos son
tan importantes para la unidad de la iglesia?

62
Lunes 27 de febrero // Lección 9

EL ESPÍRITU SANTO NOS UNE POR MEDIO DEL BAUTISMO


Lee 1 Corintios 12:13. ¿De qué manera el bautismo nos une con Cristo
y con el Espíritu?

Es el Espíritu Santo el que nos une en un solo cuerpo de creyentes. La entrada


pública al reino espiritual de Cristo es por medio del bautismo. Somos bautizados
en un cuerpo eclesiástico específico. Por lo tanto, el bautismo tiene una dimen-
sión de comunión distintiva e importantes implicaciones de comunidad. Como
seguidores de Cristo, no podemos vivir por nuestra cuenta. Todos necesitamos
el apoyo, el ánimo y la ayuda de los demás. Y ciertamente no podemos cumplir
solos la misión divina. Por eso Dios creó la iglesia. Seguir a Cristo significa se-
guirlo en comunión con otros creyentes. Por ello, el bautismo y la iglesia tienen
un componente visible.

Lee Romanos 6:3 al 7. ¿Qué simboliza el bautismo bíblico?

El acto de ser enterrados con Jesucristo en la muerte de la tumba de agua, por


medio del bautismo, y ser resucitados a una nueva vida de comunión con Jesús,
nuestro Señor y Salvador, simboliza la crucifixión de la antigua vida y la confesión
pública de aceptar a Cristo como nuestro Salvador.
“El bautismo es una solemne renuncia al mundo. Por esta profesión, el yo muere
a la vida de pecado. Las aguas cubren al candidato, y en presencia del universo
entero se sella la promesa mutua. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo, el hombre es sepultado con Cristo en el bautismo y se levanta del agua para
vivir una nueva vida de lealtad a Dios” (FV 146).
El bautismo es un paso positivo que deben cumplir todos los que desean
reconocerse bajo la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En otras
palabras, el bautismo marca el verdadero arrepentimiento y la crucifixión de la vida
antigua, y señala al nuevo nacimiento, o conversión. También abarca obligaciones
pactuales mutuas. El creyente promete ser fiel a Dios y a sus mandamientos, y Dios
garantiza que podemos depender de su ayuda cuando sea que la necesitemos.

¿Ya has tomado la decisión del bautismo del creyente? Si no, ¿qué te detiene de
seguir a Cristo a través del bautismo? Si ya has sido bautizado por inmersión, ¿de
qué manera ha impactado tu pacto bautismal en tu caminar espiritual con Jesús?

63
Lección 9 // Martes 28 de febrero

EL ESPÍRITU SANTO UNE A LA IGLESIA POR LA PALABRA DE


DIOS
Lee Hechos 17:11; y Juan 5:39, 46 y 47; y 8:31 y 32. ¿Cuál es una de las mar-
cas distintivas de un verdadero discípulo de Cristo? ¿Por qué la Biblia es tan
indispensable en señalarnos a Cristo y en ayudarnos a seguirlo fielmente?

El medio principal por el cual el Espíritu Santo nos une con Cristo es la Palabra
de Dios. La Biblia es una fuente confiable para conocer a Jesús y la voluntad de
Dios. Por eso es tan importante leer las Escrituras y memorizar su contenido. La
Biblia es la fuente autoritativa para discernir la verdad espiritual y el error. Pablo
felicitó a los bereanos por su nobleza (Hech. 17:11), porque estudiaron diligente-
mente y escudriñaron las Escrituras a fin de comprobar si lo que oían era verdad.
Toda reforma y reavivamiento espiritual, no importa si nos afecta individual-
mente o como iglesia en forma corporativa, debe basarse en las Escrituras. La
Biblia es el fundamento sobre el cual nuestra fe se construye; al mismo tiempo, el
amor de Jesús y a su Palabra es el vínculo que nos mantiene unidos.

Lee Juan 17:17 al 21. Aquí Jesús habla acerca de la unidad como una
marca distintiva de discipulado cristiano. Según Juan 17:17, ¿cuál es la base
para esta unidad?

La Palabra de Dios es verdad (Juan 17:17; Sal. 119:160). La unidad de la iglesia es


la obra del Espíritu con y por medio de la Palabra escrita de Dios. El Espíritu Santo
nunca nos guiará a dudar, criticar, añadir o reducir la enseñanza de la Biblia. Más
bien, el Espíritu nos hace apreciar la autoridad divina de las Escrituras. El Espíritu
Santo nunca nos aleja de la Palabra escrita, como tampoco lo haría de la Palabra
(el Verbo) viviente. Más bien, nos mantiene en sumisión constante, consciente
y voluntaria a ambas. La Biblia es la fuente fundacional para cualquier unidad
teológica global. Si fuéramos a minimizar o debilitar nuestra creencia implícita en
la Biblia como la Palabra de verdad de Dios para nosotros, la unidad de la iglesia
sería destruida.

¿Cuánto tiempo dedicas a la Palabra? Más importante aún, ¿de qué manera pue-
des aprender a someterte a sus enseñanzas?

64
Miércoles 1º de marzo // Lección 9

EL ESPÍRITU SANTO UNE A LA IGLESIA EN FE Y DOCTRINA


“Un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es
sobre todos, y por todos, y en todos” (Efe. 4:5, 6). ¿Qué nos está enseñando
aquí Pablo acerca de la unidad y de dónde viene?

La unidad en fe y doctrina se logra únicamente en fidelidad a la Palabra de


Dios. El Señor, que es el mismo ayer, hoy y para siempre, forma un vínculo espiritual
con cada creyente. El mismo nuevo nacimiento, generado por el Espíritu Santo, la
misma obediencia a la Palabra de Dios, hecha posible por el Espíritu Santo, llevan
a una unidad de fe y práctica que trasciende toda diferencia humana y cultural.
Aunque somos llamados a someternos a la Palabra de Dios y hacer todo lo
que podamos para mantener la paz con todos (Rom. 12:18), en última instancia no
podemos por nosotros mismos lograr la unidad teológica o la unidad de propósito
como cuerpo de la iglesia. Pues la unidad no es tanto algo que tengamos que lograr
nosotros sino más bien es un don del Espíritu Santo, que obra en cada creyente
de manera individual y en la iglesia de forma corporativa.
El fundamento teológico de esta unidad es la Palabra de Dios. Cualquier apela-
ción al Espíritu sin la Palabra escrita puede llevar a doctrinas y prácticas dudosas.
Al mismo tiempo, cualquier apelación a la Palabra de Dios sin el Espíritu Santo
seca la Palabra y la vuelve estéril. Dado que hay un solo Señor, hay una sola fe
que lleva a un solo bautismo. Solamente en fidelidad gozosa a la Palabra de Dios
podremos ver la unidad en nuestra iglesia. Y si no hay unidad en fe y doctrina, no
habrá unidad en misión.
“Tenemos un Señor, una fe, un bautismo. El evangelio de Cristo debe alcanzar
a todas las clases, todas las naciones, todas las lenguas y pueblos. La influencia
del evangelio debe unir en una gran hermandad. Tenemos un solo Modelo que
debemos imitar en la edificación del carácter, y entonces todos tendremos el
molde de Cristo; estaremos en armonía perfecta; las nacionalidades se unirán en
Jesucristo, poseyendo la misma mente, y el mismo juicio, hablando de las mismas
cosas, y glorificando a Dios con una sola boca” (NEV 173).

Observa la declaración de Elena de White. Sin pensar en los demás, o en lo que


hacen los demás, sino solamente en ti mismo, pregúntate: ¿Qué puedo hacer
para ayudar a alcanzar este maravilloso objetivo de la unidad?

65
Lección 9 // Jueves 2 de marzo

EL ESPÍRITU SANTO UNE A LA IGLESIA EN MISIÓN Y SERVICIO


Lee Hechos 2:4 al 11, y 16 al 21. ¿Cuál fue el resultado del derramamiento
del Espíritu Santo en los creyentes del Nuevo Testamento?

El Espíritu Santo fue responsable del esfuerzo misionero más poderoso que la
historia había presenciado hasta ese momento. Dios puede hacer más por medio de
un grupo pequeño que está unido en su devoción a él que lo que puede hacer por
medio de un grupo grande pero dividido. Dios puede hacer cosas mucho mayores
cuando todos dedicamos nuestra vida y energía, nuestros talentos y recursos, a él.
La iglesia del Nuevo Testamento creció a partir de la unidad en la vida y la
misión de los creyentes. Un pequeño y tímido grupo de creyentes fue transfor-
mado hasta conformar una tropa poderosa que se convirtió en una herramienta
efectiva que alcanzó a personas de diferentes culturas e idiomas. Se unieron al
proclamar “las maravillas de Dios” (Hech. 2:11). El mismo Dios que estuvo activo
en los tiempos del Nuevo Testamento estará activo al fin del tiempo, cuando la
obra deba ser finalizada antes de que Jesús regrese por segunda vez.

Lee Hechos 2:42 al 47. ¿En qué otros aspectos estaban unidos los creyen-
tes del Nuevo Testamento?

El emprendimiento misionero de Pentecostés estuvo acompañado por otros


factores en los cuales la iglesia temprana permaneció unida. Estaban unidos en
el estudio de la Biblia y perseveraban en las enseñanzas de los apóstoles (Hech.
2:42). Estaban unidos en comunión y el partimiento del pan, posiblemente una
referencia a la unidad en adoración (vers. 42). Estaban unidos en oración (vers.
42) y en alabanzas a Dios (vers. 47). Estaban unidos en servir a las personas ne-
cesitadas al compartir sus posesiones y tenían todas las cosas en común (vers. 44,
45). El estudio de la Biblia en unidad y la confraternización darán como resultado
el deseo de compartir las buenas nuevas con otras personas y ayudar a otros de
maneras muy prácticas. El Espíritu Santo abrirá nuestros ojos a las necesidades
de quienes nos rodean.

¿Qué actividades en tu iglesia local ayudan a revelar la unidad de tu iglesia? ¿Qué


más se podría hacer?

66
Viernes 3 de marzo // Lección 9

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “Esta es la obra en que también nosotros


hemos de ocuparnos. En vez de vivir a la expectativa de alguna oportunidad
especial de excitación, hemos de aprovechar sabiamente las oportunidades
presentes haciendo lo que debe hacerse a fin de que sean salvas las almas. En
vez de consumir las facultades de nuestra mente en especulaciones acerca de
los tiempos y las sazones que el Señor ha dejado en su sola potestad y ha rete-
nido de los hombres, hemos de entregarnos al control del Espíritu Santo, a la
ejecución de los deberes actuales, a dar el pan de vida, sin mezcla de opiniones
humanas, a las almas que están pereciendo por la verdad” (MS 1:218).
“Todo individuo está luchando para llegar a ser un centro de influencia, y hasta
que Dios no trabaje por su pueblo no verán que la subordinación a él es la única
seguridad para toda alma. Su gracia transformadora en los corazones humanos
conducirá a la unidad, una unidad que todavía no ha sido lograda, pues todos los
que son asimilados por Cristo estarán en armonía los unos con los otros. El Espíritu
Santo creará unidad” (MS 3:21, 22).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. ¿Qué quiere decir Elena de White cuando señala que “todo individuo está
luchando para llegar a ser un centro de influencia”? ¿Por qué es esa una tendencia
tan natural en todos nosotros, y qué podemos hacer para luchar contra esta ten-
dencia en nuestra propia vida? (Ver también Fil. 2:3, 4.)
2. Algunos argumentan que lo que realmente nos dará unidad es el servicio, no
la doctrina. De hecho, argumentan que la doctrina tiende a dividir a las personas;
por ende, no debería dársele prominencia. Pero ¿por qué no puede haber unidad
en misión y servicio si hay división en doctrina? ¿Por qué una fe compartida es un
factor poderoso para la misión unida y efectiva?
3. Al mismo tiempo, ¿cuánto lugar hay para las diferencias teológicas? Pocas
personas entenderán la verdad exactamente de la misma manera. ¿De qué forma
podemos estar unidos como iglesia mientras, al mismo tiempo, permitimos las
diferencias menores que surgirán? ¿De qué manera las personas en tu iglesia local
pueden lidiar con las diferencias de entendimiento y aun así mantener la unidad?
4. ¿De qué modo la Biblia puede ser un instrumento que traerá unidad? ¿Qué
actitud es necesaria en nuestro estudio de la Palabra de Dios para que podamos
estar unidos en misión y fe como iglesia?

67
Lección 10: Para el 11 de marzo de 2017

EL ESPÍRITU SANTO, LA
PALABRA Y LA ORACIÓN

Sábado 4 de marzo

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Juan 15:7; Mateo 7:7; Salmo
6:18; Santiago 1:6-8; 1 Juan 5:14, 15; Hechos 2:38.

PARA MEMORIZAR:
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos
de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál
es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por
los santos” (Rom. 8:26, 27).

LA ESPIRITUALIDAD Y LA ORACIÓN VAN JUNTAS. No hay vida espiritual ver-


dadera sin oración vigorosa. Después de la necesidad de arrepentimiento, quizás
una de las más urgentes y mayores necesidades sea la de un reavivamiento de
nuestra vida de oración. Las buenas nuevas son que incluso en nuestras oraciones
no somos dejados sin la ayuda del Espíritu Santo. La oración nos acerca a Dios. La
oración de fe nos capacita para vivir en respuesta a la abundancia de las promesas
de Dios. La verdadera oración y la espiritualidad auténtica siempre tienen a Dios
en el centro de nuestra atención, y ambas están fundamentadas en su Palabra.
No deberíamos estar basando nuestra vida espiritual en nuestra experiencia
inestable y en sentimientos subjetivos, ni enfocando nuestras oraciones en prác-
ticas contemplativas y de meditación dudosas. Más bien, nuestra espiritualidad
debe ser guiada por la Biblia, y seguir la voluntad de Dios tal como es revelada en
su Palabra. Es el Espíritu Santo el que despierta en nosotros un deseo de buscar
la presencia de Dios y orar los unos por los otros.
68
Domingo 5 de marzo // Lección 10

LA ORACIÓN QUE PLACE A DIOS


Aunque cubiertas por un manto de piedad, muchas oraciones son guiadas por
motivaciones cuestionables. Quizás oremos pidiendo que se salve la vida de una
persona únicamente porque no nos gusta vivir solos. O podríamos orar pidiendo
éxito en la obra de Dios porque jugamos un papel importante en ella. También
puede ser que oremos por la conversión de una persona porque, entonces, nuestra
vida será más fácil. A menudo, nuestras oraciones se centran más en lo que noso-
tros queremos en vez de en lo que Dios desea. La oración que place a Dios tiene
un enfoque diferente.

Lee Juan 15:7. ¿Por qué es importante para nuestras oraciones que per-
manezcamos en Jesús y que sus palabras permanezcan en nosotros? ¿Qué
enfoque diferente tendrán nuestras oraciones si no permanecemos en Jesús?

Buscar primeramente a Dios y disfrutar de su compañía es más importante que


cualquier otra cosa que él nos pueda dar. Si Dios está en primer lugar en nuestra
vida, deseamos hacer lo que él desea; sus pensamientos moldean nuestros deseos.
Cuando Dios es el centro de la oración, comenzamos a orar desde su perspectiva.
Empezamos a ver nuestra vida entera a través de los ojos de Dios. Esta perspectiva
ennoblece la oración.
Dios está profundamente interesado en nosotros. Él anhela ser parte de todos
los aspectos de nuestra vida: nuestros temores, preocupaciones, deseos, espe-
ranzas, anhelos, éxitos, alegrías, fracasos; todo. Podemos hablar acerca de estas
cosas con él como lo haríamos con un buen amigo. Y lo vemos todo a través de
los ojos de él.
La oración no cambia a Dios; nos cambia a nosotros, porque somos llevados
ante la presencia de Dios, que transforma vidas.
“Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se
necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para reci-
birlo. La oración no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a él” (CC 93).
¡Qué cita poderosa! ¡Explica tan bien la realidad de lo que la oración hace
en nosotros y por nosotros! Solamente la oración nos convierte en receptáculos
abiertos, listos para recibir la gracia, el poder y la presencia de Dios en nuestra
vida. ¿Quién no ha experimentado en algún punto la realidad de cómo la oración
puede acercarnos a Dios?

Piensa en tu propia vida de oración; es decir: qué cosas pides en oración, cuándo
oras, por qué oras, etc. ¿Qué te dice esto acerca de tu propio estado espiritual y
tu relación con Dios? ¿Qué cambios necesitas hacer?

69
Lección 10 // Lunes 6 de marzo

EL FUNDAMENTO DE LA ORACIÓN BÍBLICA: PEDIR A DIOS


Lee Mateo 7:7. Antes de poder recibir algo de Dios, debemos pedirlo.
¿Por qué es tan importante que pidamos, si Dios ya conoce todas las cosas?

Pedir en oración revela nuestros deseos y expresa nuestra confianza en Dios.


Por medio de la oración, nos acercamos a él, en quien buscamos apoyo y ayuda.
Cuando pedimos algo a Dios, también le damos permiso públicamente para estar
activo en nuestro favor. Dios desea que le pidamos. Desea que llevemos a él nues-
tros pedidos de oración. Si no le pedimos a él, no recibiremos las bendiciones que
ha prometido. Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os
abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama,
se le abrirá” (Luc. 11:9, 10).

Lee Marcos 11:24; 1 Juan 5:14 y 15; y Salmo 66:18. ¿Por qué no hay pedido
de oración demasiado grande para Dios? ¿Por qué es bueno saber que Dios
es generoso y le gusta dar de su abundancia? ¿Cuál es el requisito para que
Dios responda nuestras oraciones?

Verdaderamente, podemos pedir cualquier cosa a Dios. Ningún pedido es


demasiado pequeño o poco importante para él. Ningún pedido es tan grande
que Dios no pueda manejarlo. Él es omnipotente. Por fe, podemos reclamar toda
promesa de la Biblia y recibir el don prometido de sus manos según su voluntad
(2 Cor. 1:20).
Sin embargo, hay algunas condiciones que debemos cumplir a fin de recibir
lo que estamos pidiendo. Si no estamos dispuestos a someternos completamente
a Dios, y si nuestros pedidos reflejan solamente nuestros deseos egoístas y peca-
minosos, Dios no responderá nuestras oraciones (ver Isa. 59:1, 2). Una condición
importante para el cumplimiento de nuestras oraciones es que estemos dispuestos
a seguir la voluntad de Dios y ser obedientes. “Todos sus dones son prometidos a
condición de la obediencia” (PVGM 111). Sabiendo que Dios es generoso, podemos
acercarnos confiadamente a él. “El Señor no es glorificado con una súplica débil
que muestra que no se espera nada. Él desea que todo creyente se acerque al
trono de gracia con fervor y certeza” (RP 286).

70
Martes 7 de marzo // Lección 10

EL FUNDAMENTO DE LA ORACIÓN BÍBLICA: CREER


Lee Marcos 11:24. Además de pedir, ¿qué otro aspecto menciona Jesús
en conexión con la oración?

No es suficiente con solamente pedir. Hay un segundo aspecto importante que


debe estar presente en nuestras oraciones: la fe. El libro de Hebreos nos dice que
“sin fe es imposible agradar a Dios” (11:6). Cuando nos arrodillamos ante Dios y
abrimos la Biblia en cualquiera de sus más de tres mil promesas, y luego pedimos
a Dios, con la simplicidad de un pequeño niño, que cumpla su promesa en nuestro
favor, debemos creer que él hará, a su tiempo, lo que es mejor para nosotros.

Lee Santiago 1:6 al 8. ¿De qué forma describe el texto a la persona que
tiene falta de fe? ¿Por qué es la fe un requisito para recibir los dones pro-
metidos?

Si venimos a Dios, debemos creer que él existe y que recompensará a todo


aquel que lo busca. La oración efectiva debe estar acompañada por fe, no sola-
mente en que Dios puede responder, sino también en que lo hará, según su divina
voluntad.
En la Biblia, la fe está relacionada con la confianza. Podemos confiar en alguien
solamente cuando sabemos que la otra persona es confiable. Cuando tenemos
dudas de que Dios cumplirá sus promesas, vacilamos y no podemos esperar re-
cibir algo de él. Pero, creer significa fiarnos de la promesa de Dios. Significa que
dependemos de Dios y de sus promesas, aun cuando nuestros sentimientos nos
dicen lo contrario. Pues “la fe [es] la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve” (Heb. 11:1). La fe se aferra de las promesas de Dios porque
confiamos en lo que él ha dicho (11:11). La fe sabe que “es imposible que Dios
mienta” (6:18). Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos (13:8). La fe sabe que,
para Dios, nada es imposible (Luc. 1:37).
La fe abre la puerta a la casa del tesoro divino. Por medio del Espíritu Santo,
Dios mueve los corazones de hombres y mujeres para que confíen en la Palabra
de Dios y que, por fe, las oraciones puedan mover el brazo de la Omnipotencia.

¿Qué te ayuda a crecer más fuerte en la fe? ¿Qué aspecto de Jesús te ayuda a
tener confianza en su disposición y habilidad para auxiliarte en tus momentos
de necesidad?

71
Lección 10 // Miércoles 8 de marzo

EL FUNDAMENTO DE LA ORACIÓN BÍBLICA: RECLAMAR LAS


PROMESAS DE DIOS
Toda fe es inútil si no reclamamos las cosas por las cuales hemos orado.

Lee 1 Juan 5:14 y 15. ¿Cuál es la razón por la que podemos tener confianza
en que Dios nos oye y que recibiremos lo que le hemos pedido?

El tercer aspecto de la oración bíblica es la recepción. Después de pedir a Dios


y creer en sus promesas, debemos reclamar lo que él ha prometido. Reclamamos
las promesas de Dios cuando le agradecemos por lo recibido. De ese modo, las
promesas son aplicadas a nuestro corazón. Elena de White dice que “podemos
pedir [...] cualquier don que él haya prometido; luego tenemos que creer para
recibir y dar gracias a Dios por lo que hemos recibido” (Ed 233).
En Lucas 8:11, Jesús compara la Palabra de Dios con una semilla. Del mismo
modo en que el manzano entero está contenido en una semilla de manzana, el
don de Dios está contenido en sus promesas. Cuando reclamamos una promesa
y agradecemos a Dios por recibirla, ya poseemos el don que él ha prometido.
Recibimos el don prometido por fe aun antes de poder sentirlo ni verlo.
El ejemplo de la resurrección de Lázaro en Juan 11 ilustra que Jesús oró de
esta manera. Jesús sabía exactamente cuál era la voluntad de Dios en esta situa-
ción. Juan 11:11 nos dice que estaba dispuesto a hacer la voluntad de Dios y que
fue obediente. En Juan 11:39 al 41, leemos que, por adelantado, Jesús agradeció
al Padre por la resurrección de Lázaro, aun cuando Lázaro todavía estaba en la
tumba. Cuando Jesús hubo agradecido a Dios, recibió el cumplimiento de su
pedido. Como hijos de Dios, debemos vivir basados en las promesas de Dios, no
en sus explicaciones. Aun cuando no podamos explicarlo todo, podemos confiar
en sus promesas.
“El Señor dice: ‘Invócame en el día de la angustia’ (Sal. 50:15). Él nos invita a
presentarle lo que nos tiene perplejos y lo que hemos menester, y nuestra necesidad
de la ayuda divina. Nos aconseja ser constantes en la oración. Tan pronto como
las dificultades surgen, debemos dirigirle nuestras sinceras y fervientes peticiones.
Nuestras oraciones importunas evidencian nuestra vigorosa confianza en Dios. El
sentimiento de nuestra necesidad nos induce a orar con fervor, y nuestro Padre
celestial es movido por nuestras súplicas” (PVGM 136).

¿Por qué es tan importante, siempre, llevar todo a Dios en oración?

72
Jueves 9 de marzo // Lección 10

ORAR POR EL ESPÍRITU SANTO


Lee Efesios 3:16 y Hechos 2:38. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de
recibir al Espíritu Santo en nuestra vida?

Hay muchas cosas por las cuales podemos orar, pero hay una gran necesidad
en estos tiempos peligrosos en los que vivimos: es el don del Espíritu Santo. Este
es el mayor don que Jesús podría dar. Al otorgar al Espíritu Santo, Dios no podría
haber dado más a su pueblo. No hay nada que pueda añadirse a este don. (Después
de todo, ¿qué se puede añadir a la Deidad misma?) Por medio del Espíritu Santo y
de su obra en nuestra vida, todas nuestras necesidades son suplidas. La bendición
del Espíritu Santo traerá consigo todas las otras bendiciones.
Hay, sin embargo, un obstáculo importante: nosotros mismos. A menudo, no
estamos preparados para recibir al Espíritu Santo.
Como en los días de la iglesia del Nuevo Testamento, debemos percatarnos
de que, primero, necesitamos arrepentirnos y entregar nuestra vida por completo
a Jesús. Y sí, es solamente la influencia del Espíritu Santo lo que siquiera nos
permite hacerlo.
Sin embargo, cuando respondemos a sus impresiones, arrepentirnos de nuestro
pecado es la primicia de la obra del Espíritu en nuestra vida. En humildad y fe,
tenemos que confesar nuestros pecados para que él pueda limpiarnos de toda
injusticia. Debemos entender cuán caídos estamos, y cuánto necesitamos a Dios
y su gracia en nuestra vida. Sin él, estamos perdidos, muertos en nuestros pecados
y condenados a la perdición eterna.
Por ello, en oración ferviente, cumpliremos las condiciones sobre las cuales
Dios ha prometido darnos su Espíritu Santo. Entonces, todo lo que tenemos que
hacer es pedir a Dios, y él gustosamente nos dará su Espíritu. “El Padre celestial
está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres
terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos” (RP 286).
Al igual que otras cosas espirituales, el don del Espíritu Santo nunca es un fin
en sí mismo. El Espíritu es otorgado para elevar a Jesús, reproducir el carácter de
Cristo en nuestra vida y habilitarnos para servir a otros en la edificación del cuerpo
de Cristo, la iglesia. Por ello, cualquier práctica de adoración, pública o privada,
que eleve al Espíritu por sobre Jesucristo está errada. Pues es por medio de Jesús
que “tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efe. 2:18).

73
Lección 10 // Viernes 10 de marzo

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Cómo aumentar la fe y la con-


fianza”, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 105-115.

Sin oración, no tendríamos poder espiritual en nuestra vida, porque la oración


nos conecta con la Fuente de ese poder. Sin oración, no tendríamos conexión vital
con Dios. Nos convertiríamos en vasos vacíos, que podrían tener “apariencia de
piedad”, pero negarían la eficacia del poder y la promesa de dones de lo Alto. Y,
tal como lo hemos visto toda esta semana, sin duda, hemos recibido maravillosas
promesas que nos hablan de cómo responde Dios nuestras oraciones. Pero ¿qué
sucede con los momentos en que no recibimos lo que pedimos, aun cuando hemos
hecho todo de nuestra parte para cumplir con los requerimientos divinos? “No os
desaniméis si parece que vuestras oraciones no obtienen una respuesta inmediata.
El Señor ve que la oración está mezclada a menudo con mundanalidad. Los hom-
bres oran por aquello que satisfará sus deseos egoístas, y el Señor no cumple sus
pedidos en la manera en que ellos esperan. Los pone a prueba, los lleva a través
de humillaciones hasta que vean más claramente cuáles son sus necesidades.
No da a los hombres aquellas cosas que complacerán un apetito pervertido y que
resultarán en perjuicio del agente humano, llevándolo a deshonrar a Dios. No
da a los hombres aquello que complacerá su ambición y obrará simplemente la
autoexaltación. Cuando acudimos a Dios, debemos estar dispuestos a someternos
y a estar contritos de corazón, subordinándolo todo a su santa voluntad” (ELC 91).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. ¿De qué modos la oración impacta en nuestra existencia espiritual entera? Es
decir, ¿qué efecto tiene la oración en tu vida cuando oras? ¿En qué aspectos eres
diferente después de haber orado, en relación con cómo te sentías antes de hacerlo?
2. ¿Qué dirías a alguien que ha orado mucho por algo, y no ha ocurrido lo
que la persona esperaba y por lo cual oraba (por ejemplo, la sanación de un hijo
enfermo o algo similar)? ¿De qué manera podemos aprender a confiar en Dios
aun en situaciones como esta?
3. En clase, hablen de sus propias experiencias con la oración y sobre lo que
significa para ti. ¿Qué has aprendido acerca de la oración que serviría de ayuda
a otros que pueden estar luchando con comprender el propósito de la oración?
4. ¿Por qué es importante orar, incluso cuando no entendemos plenamente de
qué forma funciona todo esto?

74
Lección 11: Para el 18 de marzo de 2017

ENTRISTECER Y RESISTIR
AL ESPÍRITU

Sábado 11 de marzo

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hechos 7:51; Hebreos 10:24,


25; Efesios 4:25-5:2; 1 Tesalonicenses 5:19-21; Marcos 3:28, 29.

PARA MEMORIZAR:
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el
día de la redención” (Efe. 4:30).

EL ESPÍRITU SANTO TIENE LA HABILIDAD única de guiar a los pecadores a


darse cuenta de su verdadero estado de pecaminosidad. También despierta en
nosotros un deseo de aceptar a Jesús y su perdón de nuestros pecados. El Espíritu
Santo posee un poder sin igual para hacernos victoriosos y para capacitarnos a
fin de reflejar el hermoso carácter de Jesús.
Al mismo tiempo, este fuerte y poderoso Espíritu Santo puede ser resistido por
los débiles pecadores. Él no nos fuerza a aceptarlo.
El pecado es muy atrayente, muy seductor. Sin embargo, es altamente engañoso
y lleva a la muerte. Es diametralmente opuesto a Dios, y su santidad y bondad puras.
Reflejando esta santidad divina, el Espíritu Santo se opone al pecado en todas sus
formas, y es contristado cuando pecamos y no estamos dispuestos a abandonar el
pecado. Aunque es todopoderoso, el impacto positivo del Espíritu Santo puede ser
apagado, y podemos resistirlo cuando continuamos en nuestra vida pecaminosa.
Los evangelios incluso nos dicen que hay un pecado que no puede ser perdonado:
la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mat. 12:31, 32).
Esta semana estudiaremos textos bíblicos que tratan sobre el modo en que
las personas entristecen, apagan y resisten al Espíritu Santo, y acerca del pecado
que no será perdonado.
75
Lección 11 // Domingo 12 de marzo

RESISTIR AL ESPÍRITU SANTO


Lee Hech. 7:51. ¿Qué advertencia fue dada aquí, y de qué manera se
aplica a nosotros hoy también?

Hay varios pecados mencionados específicamente en las Escrituras como


pecados contra el Espíritu Santo. Muchos de esos pecados están en el ámbito
individual. Sin embargo, también hay dimensiones corporativas involucradas,
como podemos concluir de Hechos 7:51. Esteban señala que sus acusadores son
obstinados, como lo fueron los israelitas rebeldes cuando adoraron el becerro de
oro (Éxo. 33:3). Resistieron al Espíritu Santo porque rehusaron escuchar las impre-
siones del Espíritu Santo a sus corazones, realizadas por medio de los profetas de
Dios. Este patrón de oposición contra Dios y su plan finalmente llevó a algunos a
rechazar las aseveraciones del Señor Jesucristo. En vez de seguir a Jesús, hicieron
del culto externo un sustituto para la obediencia a la Palabra viviente de Dios.
Es un pensamiento increíble que seres humanos frágiles, creados por Dios y
dependientes de él, sean capaces de ofrecer resistencia a la obra del Espíritu Santo
y, en última instancia, a la gracia de Dios. Por más poderoso que sea Dios, él no
fuerza nuestra libertad de elección. Respeta nuestras decisiones.
Después de todo, si Dios deseara forzarnos a serle obedientes, ¿por qué no
lo hizo en el Edén, con Adán y Eva, y así le evitaba al mundo entero la crisis del
pecado? Dios nos ha hecho seres libres, con el poder de tomar decisiones mo-
rales, ya sea para vida o para muerte, para bien o para mal. ¡Qué don sagrado (y
costoso) hemos recibido!
Aunque todos son responsables por sus propias decisiones, también tenemos
una responsabilidad corporativa: deberíamos animarnos el uno al otro para ser
fieles, para obedecer la Palabra de Dios y mantenernos cerca de Jesús (Heb. 10:24,
25). Hoy, también resistimos al Espíritu Santo cuando resistimos la Palabra de Dios
y cuando hacemos caso omiso al mensaje de sus profetas.
Es tan fácil mirar hacia atrás al antiguo Israel, y juzgar y criticarlos por todos
sus errores. Pero ¿qué sucede con nuestras propias malas decisiones? ¿Cómo te
sentirías si fueran hechas públicas como lo fueron los errores del antiguo Israel?

¿De qué maneras podemos estimular a otros “al amor y a las buenas obras”
(Heb. 10:24)? ¿Cuál es tu responsabilidad a fin de fomentar en los demás “amor
y buenas obras”?

76
Lunes 13 de marzo // Lección 11

CONTRISTAR AL ESPÍRITU SANTO – I


Lee Efesios 4:30. Aquí Pablo utiliza un imperativo y nos amonesta a no
contristar al Espíritu Santo. ¿Qué significa contristar al Espíritu Santo?

El Espíritu Santo es un ser personal, no solamente una fuerza divina. Por eso
puede ser contristado. Pero ¿de qué formas contristamos al Espíritu Santo? Quizá
deberíamos recordar que una de las tareas del Espíritu Santo es abrir nuestros ojos
al pecado (Juan 16:8). Él nos guía a Jesús, quien perdona nuestros pecados y nos
santifica. Después de todo, el Espíritu de Dios es llamado “santo”. Esto significa que
él odia el pecado. Pero se regocija cuando somos obedientes a Dios en todas las
cosas, y pensamos y hablamos lo que es puro y santo. Por otro lado, esto también
significa que es contristado cuando atesoramos cualquier cosa que no sea digna
de su llamado divino. Cualquier determinación de nuestra parte para aferrarnos
del pecado o restarle importancia a la seriedad del pecado lo entristece. Contristar
al Espíritu Santo es algo muy serio.
El contexto de la declaración de Pablo en Efesios 4:30 acerca de contristar al
Espíritu Santo trata sobre el estilo de vida que vivíamos antes de ser convertidos
por Cristo, y lo que vino después de esa conversión. Como nuevas criaturas en
Cristo, deberíamos ser pacientes y amables el uno con el otro, soportándonos
en amor, y siendo diligentes para preservar la unidad del Espíritu en el vínculo
de la paz (Efe. 4:2, 3). Al haber sido renovados por el Espíritu (vers. 23), estamos
ahora siguiendo a Cristo, nuestra nueva cabeza (vers. 15), y así no caminamos en
la vanidad de nuestra mente, como lo hacen los gentiles (vers. 17). En vez de eso,
vivimos una vida que es agradable a Dios (vers. 24-31).
Cuando permitimos que encuentren cabida en nuestro corazón cualquiera de
las cosas negativas mencionadas en estos versículos del capítulo 4, y cuando se
manifiestan en nuestras palabras y actos, entonces el Espíritu queda triste y con-
tristado. Contristar al Espíritu Santo significa desdeñar su presencia santificadora
y su poder transformador porque continuamos pecando voluntariamente.

El Espíritu Santo no es indiferente a nuestro modo de vivir. Lee Efesios 4:25 al 31,
y haz una lista de comportamientos morales específicos que contristan al Espíri-
tu Santo. ¿Por qué el Espíritu Santo es contristado por estas cosas?

77
Lección 11 // Martes 14 de marzo

CONTRISTAR AL ESPÍRITU SANTO – II


El hecho que el Espíritu Santo pueda ser contristado nos dice que Dios no es
indiferente hacia nosotros, y hacia lo que decidimos y hacemos.

Lee Efesios 4:25 al 5:2. ¿Qué se nos indica aquí que hagamos, y cuán
diferente sería nuestra vida si siguiéramos estos mandatos bíblicos?

En términos positivos: deleitamos al Espíritu Santo cuando hablamos la verdad


en amor; cuando nos enojamos contra el pecado, pero no pecamos en nuestro
enojo; cuando trabajamos con nuestras manos y utilizamos el producto de nuestra
labor para hacer el bien a los necesitados; cuando hablamos de un modo edifi-
cante e impartimos gracia a quienes nos oyen; y cuando somos amables, tiernos
de corazón y perdonadores.
Si afirmamos ser cristianos, pero vivimos como si Cristo nunca hubiese venido,
y nuestra vida no es afectada por su dirección y su amor, entonces contristamos
al Espíritu Santo. Cuando confesamos que creemos en la Verdad, pero el modo
en que actuamos y nos comportamos contradice esa confesión, contristamos al
Espíritu. Nuestros esfuerzos misioneros no deben estar divorciados de nuestro
comportamiento ético. Si vivimos de tal manera que los demás se dan cuenta de
que verdaderamente somos hijos de Dios y reflejamos a Jesús, traemos gozo al
corazón de Dios.

Lee Efesios 4:3, 4, 15, 16 y 32. ¿Qué revelan estos textos acerca de los
aspectos de la vida en comunión con otros cuando vivimos en el Espíritu?
¿De qué manera una vida llena del Espíritu se ve reflejada en la comunión
con otros creyentes?

Es interesante que en Efesios 4 también haya aspectos de comunidad dis-


tintivos. La idea de unidad es mencionada varias veces. Pablo está preocupado
porque mantengamos la unidad del Espíritu debido a que vivimos la vida de Dios
en el contexto de “unos con otros” (vers. 32). La manera en la que nos relacionamos
los unos con los otros en la iglesia, “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en
el vínculo de la paz” (vers. 3), es una parte crucial de no contristar al Espíritu. El
modo en que nos tratamos unos a otros en la iglesia, que es el templo del Espíritu
Santo (1 Cor. 3:16, 17; 2 Cor. 6:16), es de importancia vital para el Espíritu de Dios.

Es bueno conocer la verdad y el mensaje de los tres ángeles (Apoc. 14:6-12);


pero, pregúntate lo siguiente: ¿Cómo tratas a los demás, especialmente a aque-
llos que están bajo tu autoridad o aquellos que no pueden hacer nada por ti?
Es decir, aquellos que no tienen nada para ofrecerte a cambio de tu buen trato.

78
Miércoles 15 de marzo // Lección 11

APAGAR AL ESPÍRITU SANTO


Lee 1 Tesalonicenses 5:19 al 21. ¿De qué manera podemos apagar al
Espíritu Santo?

La palabra “apagar” sugiere la idea de un fuego. La misma raíz griega de la


palabra utilizada en 1 Tesalonicenses 5:19 aparece también en Efesios 6:16. Esto
sugiere que hay algo acerca del Espíritu Santo que es como un fuego que podemos
apagar. Deberíamos recordar que el Espíritu Santo hace dos cosas importantes por
nosotros: nos da conciencia del pecado y nos da poder para vencer el pecado.
Ambos están relacionados con la santificación.
Por medio de la Palabra de Dios, el Espíritu nos dice lo que necesitamos saber a
fin de vivir una vida santa, y mediante su poder que mora en nosotros nos capacita
para cambiar nuestra vida según este conocimiento. Una de las maneras por las que
podemos evitar apagar al Espíritu es no menospreciar las profecías (1 Tes. 5:20).
Pablo instruyó a los creyentes de Tesalónica para que no despreciaran los dichos
proféticos, pero también pidió que tuvieran discernimiento (vers. 21). Aunque
debemos ser abiertos al Espíritu en nuestra vida congregacional y no deberíamos
apagar la obra del Espíritu Santo, también necesitamos discernimiento, porque las
falsas enseñanzas y los falsos profetas continuarán asediando a la iglesia.
No todos los espíritus son benignos. Sin embargo, la Palabra de Dios, inspi-
rada por el Espíritu, es una lámpara a nuestros pies y una luz en nuestro camino
(Sal. 119:105). Por medio de la Biblia, tenemos una norma según la cual medir
toda proclamación profética nueva. En los tiempos bíblicos, una lámpara de esas
características contenía una mecha encendida que arrojaba luz ante los pies de
quienes caminaban en la noche. La Biblia nos dice cómo “[andar] en el Espíritu”
(Gál. 5:25). Esto lo hacemos al rendirnos a las enseñanzas de la Palabra de Dios
y al obedecer las impresiones del Espíritu Santo mientras nos señala el camino
por el cual debemos andar.
Muchos que profesan creer que la Biblia es la Palabra de Dios la interpretan
de maneras que prácticamente despojan a las Escrituras de autoridad real, im-
pidiéndoles tener ningún poder real en su vida. Además, cuando despreciamos
la Palabra de Dios y la tratamos irrespetuosamente, o cuando no aplicamos sus
enseñanzas en nuestra vida, estamos apagando esta lámpara que es dada para
guiarnos en nuestro camino y despertar nuestra conciencia a las buenas obras.

Lee 1 Tesalonicenses 4:7 y 8. ¿Qué significa ser llamados “a santificación”? ¿En


qué áreas de tu vida necesitas preguntarte si realmente estás actuando en san-
tidad?

79
Lección 11 // Jueves 16 de marzo

LA BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO


Lee Marcos 3:28 y 29; Lucas 12:10; y Mateo 12:31 y 32. Si todos los peca-
dos y las blasfemias pueden ser perdonados, ¿qué es lo que no puede ser
perdonado?

Quizá ningún otro pecado ha causado tanta incertidumbre y angustia entre


los cristianos, y ha sido más malentendido, que la blasfemia contra el Espíritu
Santo. Algunos piensan que Jesús tiene en mente algunos pecados específicos
que son particularmente graves. Haríamos bien en recordar, sin embargo, que
todos los pecados son infames ante Dios, aun cuando algunos pecados puedan
tener consecuencias más drásticas que otros. Pero ¿qué quiso decir Jesús cuando
habló acerca del pecado imperdonable?
En realidad, ninguno de estos textos dice que este pecado no puede ser per-
donado; simplemente que no será perdonado. Recordemos: la obra del Espíritu
Santo es llevar a los pecadores a una concientización de su pecado y despertar
en ellos el deseo de aceptar a Jesús, el único que puede perdonar pecados. La
blasfemia contra el Espíritu Santo, por lo tanto, debe ser entendida como un repudio
deliberado y persistente a la obra salvífica de Jesús. Ocurre cuando un individuo
voluntariamente y obstinadamente resiste el testimonio del Espíritu sobre Cristo,
y su salvación y gracia.
Jesús no está hablando acerca de proferir palabras soeces y difamatorias. La
blasfemia contra el Espíritu Santo es cometida únicamente en el contexto de una
actitud de persistente incredulidad y abierta hostilidad hacia Jesús. Blasfemar
contra el Espíritu Santo no es un episodio o una acción específicos; es un modo
de vida determinado.
“En lugar de recibir la evidencia presentada delante de ellos, en lugar de reco-
nocer en las obras de Cristo el ungimiento del Cielo, se aferraron obstinadamente
a sus propósitos malvados y dijeron: ‘Él llevó a cabo esta maravillosa obra por
medio del diablo’. Este fue el pecado contra el Espíritu Santo” (LLM 156).
Cuando el corazón humano está fijado en oposición obstinada hacia Dios y,
por ende, rehúsa conscientemente darle a Jesús el lugar que merece, el corazón se
endurece y no reconoce la verdad del testimonio del Espíritu Santo del sacrificio
salvador de Jesucristo. Este pecado está más allá de las posibilidades de perdón,
no porque Dios no tenga el poder o la voluntad para perdonarlo, sino porque la
persona es incapaz de reconocer su pecado. Por lo tanto, esa persona no acepta
el perdón en Jesús. Esta actitud, por supuesto, tiene consecuencias eternas.

¿De qué forma podemos estar seguros de que, más allá de lo que profesamos
acerca de nosotros mismos, no estamos viviendo en oposición a Dios y resistien-
do el Espíritu Santo? (Ver, por ejemplo, 1 Juan 5:3; Rom. 8:14.)

80
Viernes 17 de marzo // Lección 11

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: El mero hecho de que las personas pre-


gunten ansiosamente si han cometido el pecado imperdonable revela que, con
toda certeza, no lo han hecho. Si lo hubieran cometido, ciertamente no estarían
preocupándose por ello. Su preocupación es toda la evidencia que necesitan
de que, verdaderamente, todavía están abiertas a las impresiones del Espíritu.
Lo que la persona debería hacer es reclamar la justicia de Jesús y, aferrándose a
los méritos de Jesús, avanzar en fe y obediencia. Solamente bajo el manto de la
justicia de Cristo, que es la “justicia de Dios” mismo (Rom. 10:3), pueden tener
la paz y la seguridad que sienten que aún les falta.
En realidad, hay una sola persona a la que Dios no puede perdonar, y esa
persona es la que rehúsa persistentemente venir a Jesús con arrepentimiento. “El
pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo no radica en cualquier palabra
o hecho súbito, sino en la firme y determinada resistencia contra la verdad y la
evidencia. [...] No se debe considerar el pecado contra el Espíritu Santo como algo
misterioso o indefinible; consiste en la negación persistente a aceptar la invitación
al arrepentimiento” (“Comentarios de Elena de White”, CBA 5:1.068).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. Si alguien se acercara a ti con temor de haber cometido el pecado imperdo-
nable, ¿qué le dirías y qué textos bíblicos utilizarías para ayudarlo? ¿Por qué una
comprensión de la salvación únicamente por la fe es tan crucial para ayudar a
alguien que siente que está perdido y sin esperanza?
2. Apagamos al Espíritu Santo cuando nos rehusamos a actuar o hablar según
su dirección en nuestra vida. ¿En qué aspectos estamos en peligro de apagar al
Espíritu? Es decir, ¿en qué áreas de nuestra vida (si las hay) nos estamos resistiendo
a la dirección de Dios, y cómo podemos aprender a entregarnos por completo?
3. A veces, Dios permite que aparezcan en nuestra vida ciertas circunstancias
que nos enojan o no entendemos. Ese fue el caso, por ejemplo, con Job. ¿Por qué
una actitud de resentimiento puede entorpecer la obra del Espíritu Santo en nuestra
vida? ¿De qué manera podemos confiar más plenamente en Dios y someternos
completamente a él, incluso en los momentos más difíciles?
4. Temerosos de ser “contaminados” por lo que consideran influencias co-
rruptas en la iglesia, algunos se alejan por completo del cuerpo y prosiguen la
marcha solos. ¿Cuál es el problema con esa idea y por qué no es el modelo bíblico
que debe seguir un cristiano?

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Lección 12: Para el 25 de marzo de 2017

LA OBRA DEL ESPÍRITU


SANTO

Sábado 18 de marzo

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Juan 16:8-11; Romanos 5:10;


Hebreos 4:15, 16; 1 Pedro 5:8, 9; 1 Juan 5:12, 13; Salmo 31:24.

PARA MEMORIZAR:
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis
en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Rom. 15:13).

AL LLEGAR AL CIERRE DE NUESTRO ESTUDIO de este trimestre, sobre el


Espíritu Santo y la espiritualidad, nos enfocaremos en una más de las obras deci-
sivas del Espíritu, que aún no ha recibido nuestra atención.
Cuando Jesús anunció a los discípulos que iría al Padre, prometió enviarles
al Espíritu Santo. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará
en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os
he dicho” (Juan 14:26).
Según Jesús, el Espíritu Santo es un parakletos; es decir, un “ayudador”, o
“consolador”, o un “abogado” que intercede por nosotros. Al mismo tiempo, Jesús
también anunció la obra que este abogado llevaría a cabo: Él “convencerá” al
mundo con respecto al pecado, la justicia y el juicio (Juan 16:8).
Durante esta última semana, estudiaremos con más detalle esta obra específica
del Espíritu Santo, y cómo está relacionada con otros dos aspectos importantes
de su ministerio en nuestro favor: nuestra seguridad de la salvación y la gloriosa
esperanza que impulsa nuestra vida como discípulos de Jesucristo.
82
Domingo 19 de marzo // Lección 12

CONVENCER DE PECADO
Lee Juan 16:8 y 9. ¿Qué obra crucial hace por nosotros el Espíritu Santo,
y por qué es tan importante?

Jesús llama parakletos al Espíritu Santo, una palabra rica en significado, y que
transmite la idea de ayudador, abogado y consolador. El Espíritu Santo no se lanza
a esta obra importante de convencimiento como el acusador de los hermanos o
como fiscal. Él no es enviado por Jesús para condenarnos sino, más bien, para
ayudarnos a ver nuestra necesidad de la gracia de Dios.
Solamente un consolador será recibido como un ayudador. Es una gran tra-
gedia que los cristianos, por más bien intencionados que sean, a menudo se acer-
quen a los pecadores con un espíritu acusador en vez de ayudador. Si andamos
por allí señalando el pecado en la vida de las demás personas, estamos haciendo,
entonces, algo que Jesús no nos ha llamado a hacer. Después de todo, ¿quiénes
somos nosotros para señalar el pecado en los demás cuando nosotros mismos
no estamos libres de pecado?

Lee Romanos 2:1 y Mateo 7:3. ¿Qué mensaje debemos extraer de estos
versículos?

Somos testigos de Dios, no acusadores de parte de Dios. Somos llamados a ser


testigos del poder redentor de Dios, no a condenar a otros por sus equivocaciones.
Al intentar convencer a los demás de sus pecados, asumimos un papel que no nos
pertenece; esa es obra del Espíritu Santo.
Es el Consolador, no nosotros, el que “convencerá” (Juan 16:8) al mundo de
lo que el pecado realmente es. En general, las personas que no han entregado su
vida a Jesús no tienen una comprensión real de lo que el pecado verdaderamente
es y de cuán destructivo puede llegar a ser.
La idea aquí no es que el Espíritu Santo hará una lista de actos erróneos. Más
bien, el Espíritu va al pecado subyacente: incredulidad en Cristo Jesús (Juan 16:9).
Nuestra mayor miseria y alienación no consiste en nuestra imperfección moral,
sino en nuestro alejamiento de Dios y en rehusar aceptar a aquel a quien Dios
envió con el propósito de rescatarnos de esa condición.
El problema fundamental de todo pecado es que no creemos en Jesús y, por
ende, rechazamos al único que puede salvarnos de nuestro pecado y culpabilidad.
Este es el pecado que coloca al yo en el centro de las cosas y rehúsa creer en la
Palabra de Dios. Solamente el Espíritu Santo puede abrir nuestro corazón y nuestra
mente a la gran necesidad que tenemos de arrepentimiento y de la redención que
nos es ofrecida por medio de la muerte de Cristo por nosotros.
83
Lección 12 // Lunes 20 de marzo

LA NECESIDAD DE JUSTICIA
Juan 16:8 dice que el Espíritu Santo convencerá al mundo no solamente de
pecado, sino también de justicia. En otras palabras, el mundo, que no sabe lo que
realmente es el pecado, tampoco sabe lo que realmente es la justicia.
Las personas no convertidas piensan que la moralidad externa es suficiente. No
desean la justicia de Dios, sino la suya propia. Desean una justicia que provenga
de sus propios actos externos, tales como la obediencia a la Ley de Dios. No obs-
tante, nuestros actos de obediencia a la Ley nunca pueden justificarnos ante Dios.
En Isaías 64:6, el profeta describe los actos de justicia propia, del pueblo de
su época, como “trapos de inmundicia”. Aun nuestra mejor justicia autopercibida
con motivos religiosos es, de hecho, lo opuesto: injusticia.
Sin embargo, la justicia de Jesús es suficiente para nosotros. Cumple con todos
los requisitos de la Ley de Dios. Es acepta para Dios el Padre y podemos reclamarla
para nosotros por fe solo en Jesucristo.

Lee Romanos 5:10; y Hebreos 4:15 y 16. ¿De qué manera se relaciona
nuestra justicia con el ministerio viviente de Cristo en la presencia del
Padre en el cielo?

La justicia que demanda la Ley se cumple en la vida perfecta de Jesús. Él


murió por nosotros. Aunque fue rechazado por aquellos que le dieron muerte
aquí en la Tierra, fue recibido por el Padre en el cielo. Mediante la resurrección,
Dios el Padre colocó el sello de aprobación sobre la vida y la obra redentora de
Jesús. Ahora, Jesús vive para interceder por nosotros (Heb. 4:15, 16) y deposita
en nuestro favor los méritos de su muerte, porque nosotros no tenemos la justicia
necesaria para la salvación.
De ese modo, podemos vivir porque él vive en nosotros. “Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora
vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a
sí mismo por mí” (Gál. 2:20). Cuando Jesús vive en nosotros, caminamos por el
Espíritu (Rom. 8:4) y recibimos una nueva vida espiritual por el poder del Espíritu
(comparar con Gál. 3:2-5; 5:16, 18).
La exaltación de Jesús hacia el Padre vindica su presencia entre nosotros por
medio del Espíritu. Fortalecidos por su Espíritu Santo, sus discípulos viven en
conformidad creciente con Cristo.

¿Has experimentado la veracidad de lo “inmundos” que son, en realidad, tus


propios intentos de justicia? ¿Qué te enseña esto acerca de tu necesidad de la
justicia de Cristo?

84
Martes 21 de marzo // Lección 12

CONVENCIMIENTO DE JUICIO
Lee Juan 16:8 y 11. ¿A qué juicio se está refiriendo Jesús? ¿Por qué este
juicio es una buena noticia?

Resta una última convicción importante que forma parte de la obra del Espíritu:
convicción acerca del juicio. Aquí es donde mucho de la predicación sobre este
pasaje parece ir en la dirección equivocada. Generalmente, un debate sobre el
pecado y la justicia parecen llevar a muchos profesos cristianos a pronunciar, sobre
aquellos que rechazan a Cristo, una advertencia acerca del Juicio. Al hacerlo, su
intención es advertir a los pecadores, a menudo con un matiz de temor, sobre el
Juicio futuro que les espera.
Y, aunque ese Juicio es una realidad, Jesús no se está refiriendo a eso en Juan
16:11. El lenguaje indica que el Señor no está hablando del Juicio venidero, como
lo hizo en Juan 12:48. Más bien, el aspecto del juicio al que se refiere aquí Jesús es
la buena nueva de que Satanás ya ha sido juzgado en el Calvario. El diablo, el gran
enemigo de la verdad, ahora está viviendo con tiempo prestado. El Juicio vendrá,
pero el foco aquí está puesto en la certeza de que el príncipe de este mundo ya
ha sido condenado (Juan 12:31).

Lee 1 Pedro 5:8 y 9. ¿Cómo describe Pedro a Satanás? ¿De qué manera
podemos resistirlo?

El diablo, aun sabiendo que su tiempo es corto y que ha sido derrotado fa-
talmente en el Calvario, todavía está vivo. Y está furioso, intentando devorar al
mayor número posible de personas. Sin embargo, es un enemigo vencido. Jesús
ha obtenido la victoria. La sangre de Jesús nos hace libres.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la invasión exitosa de Francia por parte
de los aliados fue un golpe decisivo para las tropas nazis. Ese 6 de junio de 1944,
estaba claro que Hitler había sido derrotado. No obstante, los once meses entre el
Día D (cuando se inició el ataque) y el Día VE (8 de mayo de 1945, cuando finalizó
la guerra en Europa) fueron los más sangrientos de todos. De manera similar, Sa-
tanás sabe que fue derrotado contundentemente en la Cruz, pero sigue peleando
testarudamente e intenta devorar a todos los que pueda. En estos tiempos difíciles,
somos llamados a ser sobrios y velar, y a echar todas nuestras ansiedades sobre
Jesús, porque él tiene cuidado de nosotros (1 Ped. 5:7, 8).

¿Por qué el Juicio implica buenas nuevas? ¿Quién es nuestra seguridad en el


Juicio? ¿Cómo podemos predicar acerca del Juicio de tal manera que inspiremos
esperanza en vez de temor?

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Lección 12 // Miércoles 22 de marzo

SEGURIDAD DE SALVACIÓN
Lee 1 Juan 5:12 y 13; Romanos 8:15 al 17; y 2 Corintios 5:5. Una vez que
hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador, ¿por qué podemos tener la
seguridad de la vida eterna? ¿Cuál es la base de esta seguridad?

El Espíritu Santo es el que guía a los pecadores a Jesús. La muerte sustitutiva


de Jesús nos ha reconciliado con Dios. El perdón de Jesús nos libera para vivir
una nueva vida como hijos adoptivos de Dios. Ya no somos enemigos de Dios
(Rom. 5:10), sino que caminamos según el Espíritu (8:4) y ponemos nuestros pen-
samientos en las cosas del Espíritu (vers. 5). Si no tuviéramos al Espíritu de Cristo,
no seríamos sus hijos y no perteneceríamos a él (vers. 9). Pero, ahora tenemos el
testimonio interno del Espíritu Santo, que mora en nosotros. Él nos testifica que
pertenecemos a Jesús, y que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo
(vers. 17). La misma vida poderosa que levantó a Jesús de entre los muertos está
ahora activa en nosotros y, aunque antes estábamos muertos espiritualmente, nos
da vida (vers. 10). Más aún, el Espíritu Santo también sella en nuestro corazón la
seguridad de que, verdaderamente, pertenecemos a Dios. Habiendo oído y creído
el evangelio de nuestra salvación, fuimos sellados en Jesús con el Espíritu Santo,
que es otorgado como “garantía de nuestra herencia” (Efe. 1:13, 14; BA). Cada
creyente puede tener esta seguridad (1 Juan 5:12, 13).

Lee Efesios 1:13 y 14. ¿Qué significa estar sellados con el Espíritu?

Aquellos que aceptan a Cristo son nacidos de nuevo; es decir, nacidos “del
Espíritu” (Juan 3:3, 5). El Espíritu Santo sella este hecho en nuestro corazón para
que podamos tener la seguridad de que estamos salvos y experimentar así el
gozo que proviene de ser un hijo de Dios. El Espíritu Santo nos identifica como
pertenecientes a Cristo. “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Rom.
8:9). Ahora tenemos un entendimiento de que Dios es nuestro Padre amante y que
nosotros somos sus queridos hijos. El Espíritu Santo es el adelanto, el depósito o
la garantía del don final de la vida eterna y la inmortalidad que nos será dada en
la segunda venida de Jesús (1 Cor. 15:51-54). Esta es la marca distintiva de la fe
auténtica. Es difícil que encontremos a un cristiano que pueda testificar con poder
convincente sin tener esta seguridad.
“Hablemos de la fe, de la esperanza, del valor, y difundiremos luz por todas
partes. Sigamos pensando en la puerta abierta que Cristo ha colocado ante nosotros
y que ningún hombre puede cerrar. Dios cerrará la puerta a todo mal, si le damos
la oportunidad. Cuando el enemigo llega como inundación, el Espíritu del Señor
levantará para nosotros un baluarte contra él” (RH, 16 de abril de 1889).
86
Jueves 23 de marzo // Lección 12

EL ESPÍRITU SANTO Y LA ESPERANZA


Lee Romanos 5:4 y 5, y 15:13; y 1 Corintios 13:13. ¿De qué forma están
relacionados el amor y la esperanza? ¿En qué sentido es fundamental el
Espíritu Santo para darnos amor y esperanza?

El Espíritu Santo es el que ha derramado el amor de Dios en nuestro corazón.


El amor incólume e inmutable de Dios es la razón y el fundamento de nuestra
esperanza. Sin amor, no habría esperanza. Solamente el amor genera esperanza.
Debido a que el amor de Dios está combinado con su fidelidad, tenemos la espe-
ranza maravillosa de que él vendrá otra vez y nos llevará a su Morada celestial.

Lee Salmo 31:24. ¿Qué efectos tiene la esperanza en nosotros?

La esperanza inspira. La esperanza da nuevas fuerzas, y nos permite cantar


y estar gozosos. La esperanza es esencial para la vida. Sin esperanza, ¿cuál es el
propósito de la vida?
Tener esperanza, sin embargo, no es lo mismo que ser optimistas. El opti-
mista piensa que todo mejorará: el clima, la economía, las notas en la escuela,
las finanzas, etc. La esperanza, en contraste, no es un optimismo ciego. Más bien,
está fundamentada en la fidelidad de Dios y en las promesas que él ha hecho. La
esperanza cree que Dios cumplirá lo que ha dicho, porque es fiel y verdadero. Dios
ha probado ser digno de confianza, y no cambia. Su inmutabilidad y su verdad
son el fundamento de nuestra esperanza.
Sin duda, también, el fundamento de nuestra esperanza se encuentra en Jesús
y en la Cruz. No es posible ver la realidad del amor de Dios por nosotros de un
modo más poderoso que cuando miramos a la Cruz. Esta, que significa la muerte
de Jesús por nuestros pecados, nos da a nosotros y al universo una revelación sin
igual de cómo es verdaderamente nuestro Dios. Por lo tanto, siendo seres caídos
y temporales en un vasto e inmenso cosmos, podemos encontrar esperanza, no
en nosotros o en cualquier cosa “grandiosa” que podamos lograr, sino en nuestro
Dios, un Dios que se ha revelado a nosotros en la Cruz.

¿De qué manera la esperanza del advenimiento está fundamentada en las


promesas fieles de Dios? ¿De qué forma la esperanza influye en nuestra vida?
¿Cómo podemos desarrollar un estilo de vida que refleje esperanza en vez de
desesperanza?

87
Lección 12 // Viernes 24 de marzo

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee algunas porciones de Recibiréis


poder, especialmente la sección de octubre: “Preparados por el Espíritu”.

Podemos resumir la actividad del Espíritu Santo al decir que obra armonio-
samente junto con Dios el Padre y Dios el Hijo, para lograr nuestra salvación. El
Espíritu Santo nos despierta de nuestra muerte espiritual. Nos lleva a una com-
prensión de nuestra pecaminosidad y abre nuestros ojos al hecho de que estamos
perdidos, en nosotros y por nosotros mismos. El Espíritu enciende en nuestro
interior el deseo de cambiar y nos lleva a Jesucristo, el único que puede suplir
las necesidades de nuestro fuero más íntimo. Nos da la seguridad de la salvación
porque siempre nos señala a Jesús y a lo que Jesús ha hecho por nosotros. Nos
hace más semejantes a Jesús. Nos mantiene fieles en nuestro caminar con Dios.
Nos capacita para cumplir con la voluntad de Dios e involucrarnos eficazmente
en la misión. Genera la Palabra escrita de Dios como nuestra guía y norma segura,
para nuestra vida y doctrina cristianas. ¿Dónde estaríamos sin el Espíritu Santo?
Seríamos miserables y estaríamos perdidos, y no podríamos hacer nada que diera
gloria y honor a Dios. Gracias a Jesús por haber prometido y enviado al Espíritu
Santo. “El Consolador era el más excelso de los dones que podría solicitar al Padre
con el propósito de exaltar a su pueblo” (RP 15).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:


1. Medita un poco más en la pregunta sobre qué es el pecado y qué es la
justicia. Dado que somos cristianos que creemos en la Biblia como la Palabra de
Dios, ¿por qué nuestra comprensión de lo que es el pecado y la justicia debería ser
distinta de la de quienes no creen en la Biblia? ¿Cuáles son esas diferencias? ¿Qué
nos enseña la Biblia acerca del pecado y de la justicia que otras fuentes no dicen?
2. Comparte con los miembros de tu clase de Escuela Sabática qué aspecto de
la obra del Espíritu Santo ha sido más valioso para ti. ¿Por qué es tan importante
y de qué manera ha impactado en tu vida?
3. En clase, hablen sobre la esperanza que tenemos en Jesús. ¿Cuáles son las
razones de esa esperanza? Es decir, si alguien te preguntara por la “razón de la
esperanza que hay en vosotros” (1 Ped. 3:15), ¿qué respuesta podrías dar y por
qué? ¿Cuán convincente podría ser tu argumento?
4. La lección de esta semana habló acerca de la seguridad de la salvación.
¿Qué es la seguridad de la salvación? Y si la tenemos, ¿por qué la tenemos? ¿Sobre
qué debe estar basada? ¿De qué manera difiere de la presunción?

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¿Por qué estoy aquí?
¿Qué me depara el futuro?
¿Cómo puedo vivir para siempre?
¿Qué significan las profecías del Apocalipsis?
¿Si Dios es tan bueno, ¿por qué hay tanto sufrimiento
en el mundo?
Con esta guía de estudios, podrá entender mejor lo que la Biblia dice. Permita que la Palabra de
Dios responda sus preguntas más profundas y hable a los anhelos más profundos de su corazón.

Tapa dura, 526 páginas


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10 Días en el
Mark A. Finley APOSENTO ALTO
El Pentecostés marcó una diferencia dramática
en la vida de los primeros discípulos, y también
puede producir un cambio radical en la nuestra.
Llenos del poder del
Espíritu Santo, los hijos
de Dios cambiarán el
mundo.
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