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Los saberes dominantes se derrumban. No como las “twins Towers2” se derrumbaron dejando
tras ellas una nube de polvo que alimenta la mitología-guerra sino, más bien, como se
desdibuja una forma sobre la superficie de una pantalla de Tetris o, mejor, como se desmaya
un cuerpo que se deja besar hasta la mordedura de una amante vampira.
¿Pueden los anormales devenir expertos? ¿Pueden los subalternos hablar? (Spivak, 1988).
¿Qué tipo de objetividad puede producir un estudio de los anormales, de los trans, de los
intermittents3, de los discapacitados o de los drogadictos? ¿Cuál puede ser el saber adecuado
1
Este texto fue publicado por primera vez como “Savoirs_Vampires@War” en la revista francesa
Multitudes, n. 5, 2006.
*
Agradecemos a Carlos Zavala Hyde, Luis Guerra y Daniel Lesme por la revisión de la traducción.
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En ingles en el texto original.
3
“Intermittent”, expresión francesa para nombrar los trabajadores temporales en la esfera del espectáculo y del
Showbiz. Alternan periodos de trabajo con periodos de paro. Si el “intermittent” trabaja 507 horas como mínimo al
para un tiempo post-orgánico?
El conocimiento situado emerge como una respuesta a la difícil elección con la que se
confronta la epistemología feminista a finales de los años ’80 en su definición de la
objetividad: por una parte, entre el modelo del “constructivismo social radical” (que Haraway
atribuye fundamentalmente a Bruno Latour), y el “empirismo feminista” sostenido por
Sandra Harding; y por otra parte, entre el “saber subyugado” y las éticas del consentimiento
informado5. He ahí los límites del debate epistemológico. Para Haraway, por un lado, el
constructivismo considera toda forma de objetividad científica como el resultado de un
ejercicio retórico, el efecto de tensiones entre diferentes actores sociales en un campo de
fuerzas. Aquí, la ciencia es pensada como texto y campo de poderes. Por otro lado, el
empirismo feminista de Harding, más allá de la radical contingencia histórica de los modos
de producción de saber, afirma la posibilidad de una forma de objetividad feminista. El
primer modelo conduce, según Haraway, a una hermenéutica totalitaria: objeto y sujeto de
la ciencia son reducidos a instancias retóricas produciendo posiciones políticas cínicas y no
comprometidas. Pero, en la era de la dominación informática, el feminismo no puede
permitirse ese lujo romántico y modernista (Haraway, 1988, 576-8). Pero Haraway se
distancia también del modelo de Harding: heredero de un cierto humanismo marxista, el
empirismo feminista sigue dependiendo de las epistemologías trascendentes que aspiran a
un saber puro, y presuponen un sujeto del saber neutral e independiente (Haraway, 1988,
580-2). Frente a la autoridad científica universal y a los relativismos culturales, Haraway
sostiene la posibilidad de un conocimiento situado como práctica de la objetividad
subalterna. No se trata de ir más allá de los dos modelos precedentes o de sobrepasarlos a
través de una Aufhebung6 dialéctica, sino más bien, de atravesarlos para pervertirlos. Tanto el
constructivismo radical como el empirismo feminista se dejan contaminar por un
Saber_Vampiro.
1. Desde las teorías y los movimientos anticoloniales hacia una crítica decolonial
año, tiene derecho a cobrar ayudas por parte del estado francés. Hay que tener en cuenta que las empresas
contabilizan 8h de trabajo diario mientras que los empleados a veces pueden trabajar 16h cuando se necesita,
entonces la mitad no esta pagada o declarada (los empresarios solo cuentan las horas trabajadas en la escena, no
cuentan los ensayos y el montaje). En 2003, los “intermittents” empezaron una huelga contra el gobierno de J. Chirac,
lo cual quisiera cambiar el modelo de acceso a la indemnización del paro, aumentando las horas de trabajo anual.
4
En ingles en el texto original.
5
Consentimiento informado o consentimiento libre esclarecido.
6
En Alemán en la versión original. Aufhebung, palabra utilizada por Hegel para explicar lo que sucede cuando una
tesis y una antitesis interactúan sobre todo a través del termino “Sublimar”.
Asistimos a un deslizamiento de las filosofías del tiempo hacia las filosofías del espacio. La
diferencia (que ya no es ontológica sino, más bien, epistemo-política) no está ya
determinada por una cualidad esencial (anatómica, lingüística, simbólica, económica...), sino
por una irreducible pluralidad de lugares. El saber no es ni abstracto ni deslocalizado. No
existe fuera de una geografía precisa. Walter Mignolo llama “geopolítica del conocimiento” a
este doble proceso de “espacialización del saber” y de “politización del lugar”: “La
consecuencia más importante de la geopolítica del saber es comprender que el saber
funciona como los súper flujos de la economía globalizada” (Mignolo, 2003). La guerra de
saberes vampiros es una lucha por el descentramiento geopolítico de los loci de enunciación
científica.
Mientras que en los años ’80 Spivak había diagnosticado con cierto pesimismo
epistemológico el borrado sistemático de la voz del subalterno en el texto imperialista,
algunos años más tarde Bhabha, Mohanty, Alexander... y la propia Spivak afirmaron la
existencia de lenguajes subalternos en las fracturas entre varios discursos hegemónicos.
Lejos de una no-traducibilidad radical de la condición de subalternidad, la crítica post-
colonial reclama el estatuto fronterizo de todo lenguaje: no hay lenguaje que no sea
producto de la traducción, de la contaminación, del tráfico. Si el saber dominante se
caracteriza por una tendencia al monolinguismo, los saberes situados son las heteroglosias
(Derrida, 1996). El saber_vampiro es una tecnología de traducción entre y a través de una
multiplicidad de lenguas que se levantan contra la sobrecodificación de todas las lenguas en
un lenguaje único.
Durante los años ’80, nuevos discursos “glocales” emergen en otra zona de rozamiento entre
los Estados Unidos y América central y del Sur; pero también entre el pensamiento
universitario dominante y los lenguajes del feminismo negro, chicano, lesbiano, trans, crip. El
Feminismo emancipacionista va a ser denunciado por sus márgenes como un saber
hegemónico. El término “postfeminismo” registra este desplazamiento del lugar de
enunciación de un sujeto universal, “mujer”, hacia una multiplicidad de los sujetos situados.
De Lauretis habla de una “ruptura constitutiva del sujeto del feminismo” que deriva de “la no
coincidencia del sujeto del feminismo con las mujeres” (De Lauretis, 1994, 7). Este sujeto
excéntrico y desnaturalizado del feminismo es el cyborg de Haraway. La cybergología opera
un desplazamiento conceptual desde los debates alrededor de igualdad/diferencia,
justicia/reconocimiento, pero también esencialismo/constructivismo, hacia los debates
alrededor de la producción transversal de diferencias y antagonismos. El transfeminismo es
la forma que toma el feminismo cuando corre el riesgo de una situación en multiplicidad.
He aquí algunas figuras liminares que operan como índices de situacionalidad: la “frontera” y
la “piel” de Gloria Anzaldúa, la “bastarda” y la “malinche8” de Cherri Moraga, el “cyborg”, el
“coyote”, el “virus”, el “Modest_Witness”9, el “OncoMouse”10, el hombre femenino”, el “perro” y
las “especies compañeras” de Donna Haraway, “el sujeto nómada” de Rosi Braidotti, “el
intelectual orgánico” de Aurora Lewis, la “mímesis desviada” de Hommi Bhabha, el “drag” y la
“cita subversiva” de Judith Butler, el “Gender blending”11 de Kate Bornstein, la
“hermaphrodyke” de Del Lagrace Volcano, la “trans-formación” de Terre Thaemlitz...
Todas estas nociones deslegitiman la pureza, la teleología y la unidimensionalidad de los
7
En inglés en la versión original del texto.
8
En los estudios chicanos, se presenta la figura de la Malinche, como personaje conceptual alternativo de identidad.
9
En inglés en la versión original del texto
10
En inglés en la versión original del texto, Ratón de Harvard, Oncoratón, un ratón de laboratorio que ha sido
genéticamente modificado por Phillip Leder y Thimoty Stewart en la Universidad de Harvard para ser portador de un
gen de predisposición al cáncer.
11
En inglés en la versión original del texto
saberes producidos por las representaciones de la modernidad sexo-colonial.
Para Donna Haraway, el conocimiento situado se opone a la figura del “testigo modesto”
(garante viril y colonial de la objetividad científica moderna), pero también al saber
subyugado y a las éticas del consentimiento informado. D. Haraway cortocircuita a Foucault,
Marx y al tecnoliberalismo para producir un scratching12. El bucle dice: saberes =
comunidades en red de producción colectiva = poderes. El saber subyugado no es de por sí
un saber situado. La subordinación no es una plataforma inocente productora de
objetividad. “La subordinación, dice Haraway, no constituye un terreno para una ontología”.
Frente a la evolución de las políticas identitarias en los últimos 30 años, Haraway critica la
facilidad con la que los saberes subyugados pueden convertirse en fuerzas de normalización
y de naturalización: institucionalización de las políticas de género, de políticas gays y
lesbianas asimilacionistas, esencializaciones nacionalistas de proyectos anticoloniales... O
peor, los saberes subyugados tienden a la elaboración de estudios-víctima, a la
naturalización de la opresión, a la construcción de un sujeto político fundador (la mujer, el
proletario, el homosexual, el desempleado, el artista, etc.) y a la producción de exteriores
constitutivos (las putas, los “Working poor”13, los trans, los intermittents, los trabajadores del
sexo, etc.) como condición para la acción política. “Las posiciones de los subyugados, dice
Haraway, no están exentas de revisiones críticas, de decodificaciones, de deconstrucciones y
de interpretaciones... La identidad no produce ciencia; la posición crítica, sí” (Haraway, 1988,
586-7). El conocimiento situado no puede, tampoco, ser confundido con las éticas de
consentimiento informado: variantes ultra liberales del supercapitalismo global que
promueven el acceso al saber (del usuario, del enfermo, del trabajador), como condición de
posibilidad de las elecciones informadas en un mundo de individuos supuestamente libres e
iguales ante la ley.
Las epistemologías contra-hegemónicas se debaten entre dos sujetos imposibles: por una
parte, un “sujeto esférico”14 de la historia oposicional15 (ya sean las “mujeres del Tercer
Mundo”, ya sea el sujeto “homosexual”, ya sean los parias de la tierra...), un sujeto
revolucionario que opera como motor de la historia y que, paradójicamente, puede hablar
en nombre de todos; por otra parte, un sujeto explotado resultado de la acumulación
estadística de las diferencias multiculturales con sus saberes bien informados. El sujeto
esférico de la historia oposicional se desliza progresivamente hacia una suerte de
internacionalismo cosmopolita paria-sexual. El sujeto multicultural no parece haber
necesidad de alianzas políticas sino, más bien, de estrategias de comunicación, de
mecanismos de defensa de los derechos de las minorías (derechos de las mujeres, de los
gays, de los enfermos...) en tanto que ellos son también consumidores siempre fieles en
busca de mayor representación y visibilidad. A riesgo de caer de nuevo en un universalismo
de las meta-opresiones, no se puede continuar utilizando hoy en día la palabra “queer” para
hablar de un saber menor o local. Recientemente en Europa, y después de algunos años en
Estados Unidos, la palabra “queer” se ha visto sobrecodificada, recolonizada por el discurso
dominante: el conocido productor de la televisión francesa Thierry Ardisson ya había
12
Scratching, del ingles “to scratch”, rascar, rascarse. Técnica de música para producir sonidos a través del
movimiento del disco vinilo, hacia delante y hacia atrás.
13
En inglés en la versión original del texto, “precarios”, trabajadores precarios.
14
Peter Sloterdijk: Esferas I, Burbujas. Microsferología. 1998. Esferas II, Globos. Macrosferología. 1999
15
Historia oposicional ver: Beatriz Preciado, Terror Anal, Melusina, Barcelona, 2011.
registrado la palabra “Queer” en 1998 en la INPI16, pero habrá que esperar hasta el 2004 para
ver aparecer toda una serie de discursos normativos, tanto mediáticos (comercialización de
la homosexualidad por el mercado sexual y cultural rosa) como académicos que se apropien
de sus efectos de saber-poder. El actual contexto de reapropiación exige un desplazamiento
aún más vertiginoso. Mi propia formulación “multitudes queer” es hoy, un posicionamiento
políticamente casi obsoleto. Queer no puede constituir un terreno liso para sostener el
conjunto de los saberes menores de los géneros, de los sexos y de las sexualidades. Estamos
frente a una imposibilidad constitutiva de totalizar la crítica. No hay expertos de los expertos
locales. Es necesario mantener la fragmentación de la enunciación por hacer:
agenciamientos transmaricafeministapostmusulmanobollerastullidos... Esto no implica la
imposibilidad de una alianza local de las multiplicidades; más bien por el contrario, una
alianza menor no existe más que en la multiplicidad de la enunciación, como corte
transversal de las diferencias.
Haraway comienza por deconstruir la figura del “Modest Witness” de Robert Boyle que
dominaría los lenguajes de objetividad de la ciencia moderna a partir del siglo XVIII. El
productor de la verdad científica pretende posicionarse en el lugar inocente y
descorporalizado, alejado de las pasiones subjetivas de la feminidad y de los afectos. Este
testigo modesto, nos enseña Haraway, sirvió a la ciencia para excluir a las mujeres y a los
sujetos colonizados de las posiciones de producción de saber científico.
Pero no se trata para Harway de elegir entre un saber hegemónico del testigo modesto y un
conjunto de saberes colectivos inocentes y no conmensurables. No hay resolución para una
tal dialéctica, porque la dialéctica y su resolución son, ellas mismas, figuras del saber único.
No hay una forma privilegiada de oposición sino una multitud de fugas. Haraway sugiere que
el conocimiento situado se parece a “cat’s cradle”, ese juego en el que se hacen figuras con
hilos que se cruzan entre las manos (Haraway, 2000, 156): no se da en tanto que oposición ni
en tanto resolución dialéctica, sino en tanto que conexión rizomática. La objetividad situada
no viene ni de una subjetividad individual ni de una identidad esencial. Por decirlo con
Deleuze, la objetividad situada es conexión sintética de series heterogéneas. Saberes =
Cooperaciones = Poderes. El conocimiento situado no es jamás el saber de un lugar privado
o individual (mis genes, mi género, mi trabajo, yo, mi elección) (Haraway, 2000, 152), sino
una disposición colectiva producto de una relación transversal de las diferencias en el
interior y a través de las comunidades. El conocimiento situado es la noche de bodas
colectiva, el Sabbat de las brujas digitales.
El sujeto del saber situado es un vampiro. Es necesario morder o ser mordido para saber.
Experimentar es ser testigo de su propia mutación. Correr el riesgo de la alquimia. El terreno
de la epistemología se resquebraja para abrir una brecha ética y política: “ser testigo”, para
Haraway, depende de la relación constitutiva entre “probar” y “atestiguar” (Haraway, 2000,
161). “Ser testigo” es ver, atestiguar, volverse públicamente responsable de, y físicamente
vulnerable a, sus propias visiones y representaciones” (Haraway, 2000, 155). Ver siempre con
el otro pero jamás en su lugar. El vampiro más que un sujeto en el sentido político o
metafísico del término es una jauría, una manada, una banda, una multiplicidad, un proceso
de mutación: “el vampiro contamina las descendencias durante la noche de bodas... efectúa
las transformaciones de las categorías a través de un pasaje ilegítimo de las sustancias...
infecta el cosmos, la comunidad orgánica cerrada. El vampiro es trans. De ahí este extraño
imperativo: o bien renunciar la política o bien hacer la política como un vampiro.
16
INPI (institut nacional de la propriété
intelectuelle)
Instituto
nacional
de
la
propiedad
intelectual.
4. Desde las políticas del cuerpo hacia las cyborgologías desnaturalizadas
En el “conocimiento situado”, “la localización es, ella misma, tanto una construcción
compleja como una herencia” (Haraway, 1988). Estas “nuevas tecnologías de
posicionamiento” (Haraway, 1988) son los lugares donde los subalternos se reapropian de
“un saber de la anomalía, con todas las técnicas que le están ligadas” (Foucault, 1976, 161). Es
una política desnaturalizada, estructurada en torno a lazos sintéticos de afinidad, una política
que conecta las diferencias, que establece las alianzas rizomáticas en la discontinuidad, y no
en el consenso, una política hecha de “redes de posicionamiento diferenciales” (Chela
Sandoval, 2000). Comienza aquí una transvaloración de la relación tradicional entre estética y
política: se hablará de políticas de bio-afectos o de estéticas celulares. Esta misma ecuación
se reproduce en un quiasma donde se entrecruzan la teatralización del espacio político
(políticas performativas) y la experimentación virtuosa en el dominio de la subjetividad
(estética cyborgológica). Se trata de un espinozismo de micro-pasiones políticas: un
laboratorio en el que un nuevo tipo de expertos anormales ensayan colectivamente otras
formas de vida.
Bibliografía:
Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera : The New Mestiza, Spinster/Aunt Lutte, San
Francisco, 1987.
Michel Foucault, " Cours du 7 janvier, 1976 ", Dits et écrits II, Gallimard, Paris, 1977, pp. 160-
174.
Donna Haraway, " A Manifesto for Cyborgs : Science, Technology and Scoailist-Feminism in the
1980s", Socialist Review, no.80, 1985.
Donna Haraway, “Situated Knowledges. The Science Question in Feminism as a Site of Discourse
on the Privilege of Partial Perspective.” La primera versión del texto ha sido presentado en la
Philosophical Association, San Francisco, Marzo 1987, publicado por Feminist Studies 14,
no.3, 1988, pp.575-600. ; y al final incluido en : Donna Haraway, Simians, Cyborgs, and
Women : The Reinvention of Nature, Routledge, New York, 1991, pp.183-201.
Donna Haraway, " The Promises of Monsters : A Regenerative Politics for Inappropriate/Others ",
En, Lawrence Grossberg, Cary Nelson, Paula A. Treichler, eds., Cultural Studies, Routledge,
New York,1992, pp. 295-337.
Donna Haraway, How a Leaf, An Interview With Thyrza Nichols Goodeve, Routledge, New
York, 2000.
Sandra Harding, The Science Question in Feminism, Cornell University Press, Ithaca,1986. bell
hooks, Feminist Theory : From Margin to Center, South End Press, Boston, 2000.
Kimberle Crenshaw, Neil Gotanda, Garry Peller et Kendall Thomas, Eds. Critical Race Theory :
The Key Writings that Formed the Movement, New Press, New York,1996.
Walter Mignolo, Historias locales/diseños globales : Ensayos sobre los legados coloniales,
los conocimientos subalternos y el pensamiento de frontera, Akal, Madrid, 2003.
Spivak, Gayatri Chakravorty. "Can the Subaltern Speak?" In Marxism & The Interpretation of
Culture. Cary Nelson and Lawrence Grossberg, Eds., Macmillan, London,1988. pp. 271-313.
Trad. Norberto Gómez