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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G.

Morelli

Fundamentos de
Doctrina Social
Cristiana
El hombre y la sociedad
Las ideologías sociales
La Doctrina Social de la Iglesia
La comunidad política
Derechos y deberes del hombre
El orden económico

Mariano G. Morelli
2008

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Antecedentes del autor


Mariano Gustavo Morelli
Abogado
Magíster en Asesoramiento Jurídico (Universidad Austral)
Magíster en Desarrollo Humano (Universidad Libre Internacional de las Américas)
Profesor universitario en abogacía (Universidad Católica Argentina)
Diplomado en Bioética (Universidad Católica de Chile)
Certificate Course in Bioethics (Curtin University, Australia)
Docente en la Universidad Nacional de Rosario, Universidad Católica Argentina y el Instituto
Universitario Aeronáutico.
Socio fundador de la Asociación Argentina de Bioética
Beneficiario de premios y becas otorgados por la Universidad Católica Argentina, la Suprema Corte de
Justicia de Santa Fe, la Universidad Austral y y el Colegio de Abogados de Rosario por sus méritos
académicos.
Autor de cinco libros, coautor de otros tres libros, y autor de varios artículos vinculados a temas de
ética, filosofía social y filosofía jurídica.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Presentación
Quiero darles una cálida bienvenida a este curso de Doctrina Social Cristiana. Es una alegría muy
grande poder dialogar con Ud., a través de estas páginas, sobre temas tan importantes como descuidados
en nuestros días. Porque muchos sabemos que estamos viviendo un momento de crisis, a nivel nacional
e internacional, pero no todos vemos con claridad las raíces de esta crisis ni los caminos para superarla.
Se han dejado de lado preguntas y respuestas fundamentales acerca del hombre y de la sociedad, lo que
ha provocado desorientación. Muchos se sienten perdidos, sin un horizonte claro. Tantos hombres se
afanan y desviven por buscar soluciones ilusorias para problemas secundarios, mientras que los temas
centrales y esenciales, los asuntos en los que de manera más profunda se compromete su bien y su
felicidad, se olvidan o se asumen con extrema superficialidad.
¿Por qué vivimos en sociedad? ¿Para qué vivimos en sociedad?, y consiguientemente, ¿cómo debe ser
la sociedad para que contribuya al verdadero bien del ser humano? ¿Cómo debe ser su organización
política, su configuración cultural, su posicionamiento internacional, su constitución familiar, su
sistema económico? Preguntas clave. Ineludibles. Muy diferentes de las que parecen captar la atención
de los dirigentes y de los medios formadores de opinión.
Por eso es importante que tomemos conciencia de la importancia que tienen los temas de los que vamos
a ocuparnos. Estaremos tratando de descubrir cómo es la sociedad que queremos. Y pocas cosas son
más relevantes en nuestros días que buscar la luz que guíe los pasos de tantas sociedades que ven que
cada día se incrementa la pobreza, la violencia, la inseguridad, la pérdida del sentido de la vida.
Y para encarar este camino contamos con un privilegio que muchos hombres nos hubiesen envidiado.
No tenemos que “inventar” nuestras reflexiones creándolas de la nada. Muchos pensadores, de los más
sabios e inteligentes, se han ocupado de ellas y nos han dejado ideas que facilitarán muchos de nuestros
análisis. Tenemos, en este sentido, parte del camino ya trazado. Ello, sin perjuicio de guardar siempre el
consejo que Santo Tomás de Aquino daba a su hermano Juan: “no mires quien lo dice, sino lo que dice
de bueno”. Las elaboraciones de tantos pensadores, muchos verdaderas autoridades en la materia,
servirán para ayudarnos a pensar los temas sociales pero nunca para suplantar la tarea, indispensable, de
pensar.
Y tenemos también otra ventaja. Contamos en nuestro apoyo con la experiencia milenaria de una
institución que ha sobrevivido a los más variados sistemas políticos y económicos, que ha sido tanto
perseguida como protegida, rechazada como aceptada, y que a lo largo de miles de años ha sido testigo
de los esfuerzos de la humanidad por construir, no siempre con éxito, un mundo digno del hombre.
Una aclaración es importante. No pretende ser éste un curso en el que se trate de informarlo sobre lo
que ha enseñado la Iglesia sobre el orden social a fin de que lo reciba dogmáticamente. No negamos que
los cristianos debemos recibir con obediencia filial tales enseñanzas. Pero el objetivo de este curso
intenta más bien que reflexionemos sobre los fundamentos y razones de tales enseñanzas, de modo que
podamos comprender el por qué de la doctrina social cristiana y reconocer la sensatez de sus postulados
con independencia de la institución de la que provienen. Por eso no encontrará en el texto largas citas
de documentos del Magisterio o de autoridades. Más bien hemos preferido, al terminar cada unidad,
acercarle algunos extractos que muestran cómo las razones que hemos ido analizando se encuentran
recogidas y enseñadas por los Papas y los grandes pensadores cristianos.
Por todo esto, en realidad, no me refiero a Ud. como un “lector”. No se espera de Ud. que sea sólo un
lector, como que no es este un texto de lectura. Aspiramos a entablar con Ud. un verdadero encuentro
académico, en el que los materiales de este texto puedan servir como disparadores para inspirar la
reflexión personal y el análisis crítico sobre temas tan importantes. Como en todas las cosas
importantes, a veces al finalizar el curso comprenderá con más claridad por qué su estudio es tan
urgente como necesario.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Programa de contenidos
1. El hombre y la sociedad
La persona: dimensiones. La natural socialidad del hombre: significación y consecuencias. El grupo
social. Elementos. Bien común y bien particular. Los principios de solidaridad y subsidiariedad. La
sociabilidad básica. Unidad y pluralidad. Los grupos sociales infrapolíticos. La familia: su dimensión
natural y sus enemigos. El problema del pluralismo. Apéndice: selección de textos del Magisterio de la
Iglesia.
2. Las ideologías sociales
El realismo como método y las ideologías: metodología para el estudio de la ética social. La revolución
francesa y las ideologías. El liberalismo individualista. El marxismo. El nacionalsocialismo. El
fascismo. La socialdemocracia. La doctrina social de la Iglesia frente a las ideologías. Las ideologías y
la historia argentina.
3. La Doctrina Social de la Iglesia
Concepto. Justificación. Fuentes. Objeto, autores y destinatarios. Tergiversaciones. Valor y obediencia
exigida por la enseñanza de la Iglesia. Tesis que pretenden desacreditar la enseñanza de la Iglesia. El
Concilio Vaticano II y la continuidad de la enseñanza de la Iglesia. Los tipos de Documentos en los que
se expresa el Magisterio. Principios fundamentales. Principales documentos del Magisterio de la Iglesia.
4. El estado, el régimen político y el ordenamiento constitucional
El estado: características. El bien común político. La autoridad política. Origen, fundamento, límites. El
régimen político: las formas de estado y de gobierno. Pueblo y masa, Participación política y
representación política. La distribución y el control del poder. Los grupos infrapolíticos y la comunidad
política. Patria, nación y estado. La soberanía frente a la globalización. El estado y la Iglesia. Apéndice:
selección de textos del Magisterio de la Iglesia
5. Derechos y deberes del hombre
Derecho y orden social. Derecho natural y derecho positivo. Los derechos humanos. Derechos
humanos, bien común y derecho natural. La Iglesia frente a los derechos humanos. El diagnóstico actual
sobre el respeto de los derechos humanos. Derechos y deberes. Derechos individuales y derechos de los
grupos sociales. Derechos y deberes de primera generación. Derechos y deberes de segunda generación.
Derechos y deberes de tercera generación. La tolerancia. Apéndice: selección de textos del Magisterio
de la Iglesia.
6. El orden económico
La economía, la política y la ética. Los sistemas económicos. l mercado y la intervención del estado. El
desarrollo humano integral. La propiedad. Riqueza y pobreza. El trabajo y la cuestión social. La
empresa. El sindicalismo. La seguridad social. La moneda y el crédito. Los derechos socio-económicos
y la justicia social. La economía internacional. Apéndice: selección de textos del Magisterio de la
Iglesia.
Anexo: Consideraciones didácticas
Consideraciones sobre la Didáctica de la doctrina social. ¿Cómo enseñar doctrina social cristiana?.

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Mapa conceptual

Visiones parciales o interesadas Ideologías


Hombre
Visión integral
Liberalismo
individualista
Sociedad Marxismo
Doctrina social Nacional socialismo
cristiana Fascismo
Comunidad
política
Derechos y
deberes
Solidaridad
Bien Común Orden
Justicia Social económico
Subsidiariedad
Dignidad de la persona
Objetivos del curso
∗ Comprender las razones que fundamentan los principios, análisis y aplicaciones de la Doctrina
Social Cristiana.
∗ Contribuir a la formación para un trabajo inteligente y fecundo en el campo social, político y
económico
∗ Advertir los peligros a los que se expone la sociedad cuando se constituye descuidando las
exigencias del orden natural
∗ Desarrollar la capacidad crítica frente a propuestas, políticas y modelos sociales y económicos.
∗ Conocer las enseñanzas sociales contenidas en la ley natural y en la Revelación y su expresión
auténtica en el Magisterio de la Iglesia.
∗ Capacitar a quienes desarrollan tareas de animación social o de educación, con especial referencia al
área de la Formación Ética y Ciudadana de la Educación General Básica y el Polimodal (escuela
primaria y secundaria).
Destinatarios del curso
El curso está orientado a todos aquéllos que deseen capacitarse para realizar una contribución en la
edificación de un orden social sano y capaz de plenificar al hombre. Puede tratarse de profesionales,
animadores sociales, docentes, o ciudadanos interesados por los asuntos políticos, sociales y
económicos. En particular, puede ser útil para aquéllos que se desempeñan en la docencia y que desean
dar a los contenidos de las ciencias sociales y la formación ética y ciudadana una fundamentación más
sólida y precisa que la que suele encontrarse en el material predominante. A ellos está especialmente
destinado el Apéndice con consideraciones didácticas.
Metodología de trabajo
¿Cómo trabajaremos? Tendrá presente que no se trata de un libro de lectura, sino de material didáctico
que servirá como instrumento para el aprendizaje. No se espera de Ud. que solo lea, sino que la lectura

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facilite las reflexiones, las preguntas, los cuestionamientos, el análisis. Este texto debe ser un punto de
partida, no un punto de llegada. Ha sido escrito con la intención de acompañarlo en la tarea de pensar el
orden social, tarea que solo Ud. puede realizar.
Por eso es importante que la lectura del texto sea acompañada por la reflexión personal, el trabajo con
las diversas actividades y la eventual profundización de los diversos temas directamente de las fuentes,
la bibliografía sugerida o cualquier otra que considere conveniente.
Como adelantamos, al terminar cada Unidad se encuentran extractos de documentos de la Iglesia y de
obras de pensadores cristianos en las que se recogen las ideas trabajadas en ella.
En relación a las actividades, encontrará en este texto tres tipos de ellas. Por un lado, a medida que se
explican los temas se presentan actividades de aprendizaje, orientadas a incentivar la reflexión. Al final
de cada Unidad se propone un listado de soluciones a fin de que pueda contrastar con las suyas.
Además, al terminar cada Unidad, se han elaborado actividades de autoevaluación, con las claves de
respuesta al final del texto, que le permitirán identificar si ha retenido los contenidos fundamentales. A
todo ello debemos agregar los dos trabajos prácticos, cuya resolución y presentación son necesarias para
quedar habilitado y poder rendir el examen presencial que permitirá la acreditación del curso y la
obtención del respectivo certificado.
Evaluación
Como dijimos, la acreditación del curso se obtiene con: a) primero, la aprobación de los dos trabajos
prácticos presentes en este texto, los que deben ser enviados para su corrección dentro de los plazos que
se fijen a este fin; b) segundo, la aprobación del examen final presencial, que versará sobre todos los
contenidos del texto. Por supuesto, no se pedirá una reproducción literal de lo estudiado, sino más bien
un aprendizaje comprensivo que implique haber retenido los conceptos más importantes y poder operar
con ellos para analizar las cuestiones sociales.
Consejos
A la hora de emprender el trabajo con este texto, es importante que tenga presente algunas
recomendaciones, propias de la educación a distancia.
• Administre su tiempo de modo de dedicarse al curso con regularidad. Elija las horas que considere
más convenientes de acuerdo con sus ocupaciones, pero con regularidad y puntualidad. Organice su
horario de trabajo con tiempo, pero cuando lo haya fijado, cúmplalo rigurosamente.
• No se apure en buscar las soluciones a las actividades antes de haberlas pensado y haber intentado
resolverlas por su cuenta. Su objetivo es que inciten el trabajo intelectual, no que memorice las
respuestas.
• Mantenga contacto con su tutor cada vez que se le presenten dudas o inquietudes, sea sobre el
contenido del curso, sobre las actividades, o aún sobre sus dificultades para organizarse o para
trabajar.
Cronograma
Podemos hacer la siguiente estimación de la proporción de tiempo que le demandará trabajar con este
curso:
Unidad 1 15 %
Unidad 2 20 %
Unidad 3 15 %
Trabajo práctico Nro. 1 5%
Unidad 4 13 %
Unidad 5 15 %

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Unidad 6 15 %
Trabajo Práctico 2 5%
Apéndice 2%
Bibliografía General
Se menciona aquí la bibliografía básica o fundamental del curso, en la que se encuentran tratados la
mayoría de los temas. En las diversas unidades se recomendará bibliografía específica sobre cada
cuestión. En caso de que desee comprar algún texto en particular, le recomiendo especialmente El
Orden Natural de Carlos Sacheri como planteo sistemático, y Doctrina Social de la Iglesia de Mario
Strubbia como recopilación de textos de documentos del Magisterio. Además, el Pontificio Consejo
Justicia y Paz elaboró en el año 2004 un Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, y resulta siempre
útil consultar el Catecismo de la Iglesia Católica, especialmente la IIIa. Parte., como también el clásico
El Magisterio de la Iglesia de Enrique Denzinger, que sistematiza muchos textos del magisterio desde
los primeros siglos.
Documentos del Magisterio de la Iglesia, en particular Rerum Novarum e Inmortale Dei de Leon XIII,
Quadragesimo Anno de Pio XI, La solemnita y Benignitas et Humanitas de Pio XII, Mater et Magistra
y Pacem in Terris de Juan XXIII, Populorum Progressio y Octoggesima Adveniens, de Pablo VI,
Centesimus Annus, Laborem Excersens, Christifideles Laici y Evangelium Vitae de Juan Pablo II.
AA.VV., Actualidad de la Doctrina Social de la Iglesia, editorial Abeledo Perrot, Bs. As., 1980.
Belloc, Hilaire, La crisis de nuestra civilización, editorial Sudamericana, Bs. As., 1966.
Bigo, Pierre, Doctrina social de la Iglesia, Barcelona, Herder, 1967.
Denzinger, Enrique, El Magisterio de la Iglesia, editorial Herder, Barcelona, varias ediciones1.
Fosbery, Anibal Fr., La cultura católica, editorial Tierra Media, Bs. As., 1999.
Gomez Perez,, Rafael, Introducción a la Etica social, Rialp, Madrid 1987.
Hoffner, Joseph, Manual de Doctrina Social Cristiana, editorial Rialp, Madrid, 1964 y reedición de
Editora de Revistas, México, 1990.
Ibañez Langlois, José Miguel, Doctrina social de la Iglesia, Eunsa, Pamplona 1987.
Lamas, Félix, Ensayo sobre el orden social, Instituto de Estudios Filosóficos Santo Tomás de Aquino,
Bs. As., 1990.
Messner, Johannes, Ética social, política y económica a la luz del Derecho Natural, editorial Rialp,
Madrid, 1967.
Ousset, Jean, Para que Él Reine, ediciones del Cruzamante, Bs. As., 1980.
Palumbo, Carmelo, Guía para un Estudio Sistemático de la Doctrina Social de la Iglesia, 3 tomos,
Educa, Bs. As., 1987.
Palumbo, Carmelo (Dir.), Doctrina Social de la Iglesia, volumen VI de los Cursos de Cultura Católica,
editorial Universidad Católica Argentina, Bs. As., 1989.
Pithod, Abelardo, Curso de Doctrina Social, editorial Cruz y Fierro, Bs. As., 1979.
Pontificio Consejo de Justicia y Paz, Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 2006.
Sacheri, Carlos, El orden natural, ediciones del Cruzamante, Bs. As., 1975.
Strubbia, Mario, Doctrina Social de la Iglesia, ediciones Paulinas, Bs. As., 1992, 2 tomos.
Tomás de Aquino, Suma Teológica, versión de la Opera Omnia en CD ROM.
Widow, Juan Antonio, El hombre: animal político, editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1988.

1
Esta obra reúne, numerados correlativamente, párrafos de documentos de la Iglesia desde el siglo I hasta nuestros días. Es tan
famosa que tiene una forma propia de citado: cuando se quiere remitir a un texto publicado en este compendio de Documentos de la
Iglesia, se coloca Dz. (abreviatura de Denzinger) y el número del párrafo. Dz. 2303, por ejemplo, remite al párrafo 2303 de la obra
en el que se encuentra un texto de Pio XII con enseñanzas sobre la fecundación artificial.
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Unidad 1 “El hombre y la sociedad”

Presentación
Si queremos comprender el orden social, ¿por donde comenzaremos? Podríamos iniciar el texto con una
serie de afirmaciones o tesis presentadas dogmáticamente, pero con ello poco habríamos avanzado.
Tratamos de “comprender” la sociedad. ¿Dónde comenzar entonces?
Solo hay una manera de estudiar un objeto, y es observándolo, tratando de percibir sus características y
peculiaridades, describirlas con rigor y reflexionar a partir de ellas. No podemos “inventar” lo que para
nosotros sería la sociedad, pues en tal caso ¿cómo conseguiremos elaborar una teoría social que se
ajuste a la realidad y no a nuestro mero parecer?
Por eso en esta Unidad intentaremos aproximarnos a la dimensión social de la persona. Partiremos del
hombre para intentar comprender la sociedad, su significado y su sentido.
Objetivos
∗ Comprender a la sociedad como una exigencia de la perfección humana.
∗ Identificar las causas del orden social y sus componentes, y en particular, la primacía del bien
común.
∗ Descubrir la necesaria vigencia de los principios de subsidiariedad y solidaridad en el orden social.
∗ Valorar el papel de los grupos intermedios en la conformación de la sociedad.
∗ Advertir la función insustituible de la familia, sus características, y sus enemigos.
Temario
1. La persona: dimensiones.
2. La natural socialidad del hombre: significación y consecuencias.
3. Las teorías del “contrato social”
4. El grupo social.
5. Tipos de grupos sociales
6. Elementos.
7. Bien común y bien particular.
8. Los principios de solidaridad y subsidiariedad.
9. Subsidiariedad y solidaridad en la realidad actual
10.Unidad y pluralidad.
11.La familia: su dimensión natural y sus enemigos.
12.Los grupos sociales infrapolíticos.
13.El problema del pluralismo.

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Mapa conceptual

BIEN COMÚN
“Contrato
social”

PERSONA Naturaleza social GRUPOS
HUMANA SOCIALES

FAMILIA
SOLIDARIDAD Y
SUBSIDIARIEDAD
OTROS GRUPOS
UNIDAD Y INFRAPOLÍTICOS
PLURALIDAD
COMUNIDAD
POLÍTICA

Bibliografía específica para esta Unidad


Además de la bibliografía general indicada al comienzo, puede consultarse:
Caponneto, Antonio, La misión educadora de la familia, 2ª. Ed., editorial Narnia, Bs. As., 2000.
Hernández, Héctor, Familia, Sociedad, Divorcio, editorial Gladius, Bs. As., 1986.
Hernández, Héctor, Valor y derecho, editorial Abeledo Perrot, Bs. As., 1998.
Juan Pablo II, Carta a las Familias, 12 de febrero de 1994.
Juan Pablo II, Carta Encíclica Familiaris Consortio, del 22 de noviembre de 1981.
Leclercq, Jaques, La familia según el derecho natural, Editorial Herder, Barcelona, 1979.
León XIII, Carta Encíclica Arcanum Divinae Sapientiae, 10 de febrero de 1880.
Meinvielle, Julio, Crítica de la concepción de Maritain sobre la persona humana, editorial Epheta,
Bs. As., 1993.
Montejano, Bernardino, Familia y Nación Histórica, ed. Cruzamante, Bs. As., 1986.
Pio XI, Carta Encíclica Quadragesimo Anno, 15 de mayo de 1931.
Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los derechos de la familia, 22/10/1983.
Pontificio Consejo para la Familia, Familia, matrimonio y uniones de hecho, 26 /6/2000.
Scala, Jorge (Dir.), Doce años de divorcio en la Argentina, EDUCA, Bs. As., 1999.
Soaje Ramos, Guido, El grupo social, mimeo, Instituto de Filosofía Práctica, Bs. As.
Soaje Ramos, Guido, Sobre la politicidad del derecho, separata del Boletín de Estudios Políticos,
Mendoza, 1958.

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Desarrollo temático
1. La persona: dimensiones.
Todos tenemos experiencia de lo que es un ser humano. Somos conscientes de sus increíbles
capacidades. Un ser capaz de comprender los misterios de la física atómica, de conquistar el espacio, de
organizarse en estructuras políticas de una complejidad impresionante. Un ser capaz de soñar grandes
proyectos, de edificar intrincados sistemas económicos. Capaz de grandes actos de amor y de grandeza,
y al mismo tiempo acechado por el egoísmo y el vicio.
Entre los atributos humanos encontramos dos que lo distinguen claramente del resto de los seres vivos:
la penetración de su inteligencia y cierta independencia de su voluntad. El hombre puede comprender
los objetos, la realidad, en su misma profundidad, puede ir más allá de lo que perciben sus sentidos y
elaborar conceptos, juicios, razonamientos, muchos de una abstracción que sólo los grandes
matemáticos pueden entender. Su capacidad intelectual no se refiere únicamente a los datos empíricos o
sensoriales, ni a las necesidades concretas de su situación vital. Por su parte, su voluntad no está sujeta a
las leyes necesarias de la naturaleza material: es capaz de elegir sin encontrarse determinada interior ni
exteriormente. Es decir, es libre.
Podemos encontrar en la forma de conocer y de obrar del hombre características que le permiten
trascender la materia: la inteligencia humana no se limita a los objetos materiales, y la voluntad humana
no está sujeta a las leyes necesarias del mundo material. Ahora bien, si el conocimiento humano no está
limitado por lo que puede percibir del mundo material, ni su voluntad determinada por las leyes del
mundo material, ello implica que debe haber algo más que su cuerpo material. Podemos encontrar así
en el ser humano un espíritu, un principio inmaterial capaz de subsistir con independencia de la materia.
Sin él, sería imposible explicar la inteligencia y la voluntad humanas. Esta condición del hombre, en
parte espiritual, lo habilita para conocer y obrar de formas incomparablemente más excelentes que lo
que cabe decir de otras criaturas del planeta. Por eso también, como diremos más adelante, su valor o
dignidad no puede ser comparada con la de estos.
Pero nuestro análisis no termina aquí. El hombre está enriquecido con facultades muy nobles, pero no
viene al mundo ya pleno. Se plenifica a lo largo de su vida, enriqueciendo su persona con la
consecución de bienes como el conocimiento, los hábitos rectos, la experiencia estética, la vida y todo
lo que contribuye a su conservación, la aspiración a la trascendencia e incluso el juego. Haciéndolo,
eleva esa dignidad esencial que tiene como ser humano, haciéndose merecedor de ella.
Contradiciéndolo, desperdicia sus capacidades, decae por debajo de su dignidad, y se degrada.
2. La natural socialidad del hombre: significación y consecuencias.
En el punto anterior vimos cómo el hombre está dotado de aptitudes excelentes, y cómo lo capacitan
para un enriquecimiento extraordinario. Pero no cuesta mucho advertir que él sólo, asilado, sería
incapaz de tal enriquecimiento. ¿Cómo sería posible que penetre los misterios del hombre y del
universo, que adquiera hábitos rectos, que despliegue las manifestaciones artísticas, si viviese aislado, si
no formase con sus semejantes grupos en los cuales buscase su bien en común?
Desde su mismo nacimiento, el hombre nace en un grupo, la familia. Cada miembro de la familia
pertenece además a un sinnúmero de otros grupos sociales. Y se une a estos de manera “natural”,
descubriendo en ellos el camino necesario hacia su plenitud. Los pocos casos de niños salvajes, crecidos
en la selva aislados de la civilización, nos muestran claramente como las facultades humanas quedan
poco cultivadas cuando el hombre no vive en sociedad2. De hecho, difícilmente podría al menos
sobrevivir. Porque mientras otras especies animales dotan a sus crías de condiciones que los hacen
aptos para crecer en un ambiente hostil aún ante la muerte de sus padres, pocos bebés abandonados por
sus familias podrían subsistir siquiera unos pocos días.

2
Sacheri, Carlos, El Orden Natural, ediciones del Cruzamante, Bs. As., 1987.

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Podemos decir entonces que el hombre está inclinado a la vida social, a formar grupos sociales, para
alcanzar los bienes que lo enriquecen. La vida social es algo requerido por su misma plenitud.
Aristóteles había dicho que el hombre es un animal político, y que un ser que no vive en sociedad será
una bestia o un dios, pero no un hombre. El hombre es entonces un ser naturalmente social. Es
habitual que los contenidos educativos mencionen la sociabilidad básica para indicar que la dimensión
social es un componente fundamental del desarrollo personal.
Que el hombre sea naturalmente social significa que3:
• El hombre descubre de manera espontánea que para él la vida social es un bien fundamental, y
se siente inclinado espontáneamente a ella;
• El hombre es capaz de comprender que solo unido en sociedad puede alcanzar de manera digna
los bienes capaces de plenificar sus nobles capacidades;
• Y dado que el hombre descubre de manera inmediata que debe hacer el bien y evitar el mal,
descubre también que debe buscar la vida social. Y como parte de su enriquecimiento integral,
está moralmente obligado a vivir en sociedad y a contribuir al bien de la sociedad4.
¿Qué gana el hombre con la vida social? El ser humano necesita de la sociedad por razón de indigencia
y de plenitud. De indigencia, por lo que al hombre le falta y sólo no puede obtener. De plenitud, por lo
que el hombre tiene y necesita compartir con otros. El alumno, sin la vida social no podría ser alumno
pues carecería de maestro -indigencia-. Pero también el que ha aprendido y es maestro requiere de la
vida social, pues de otro modo no podría realizarse como tal, pues, ¿a quien enseñaría? -plenitud-.
Muestran la naturaleza social del ser humano la ausencia de instintos innatos para la supervivencia
aislada -indigencia-, o la presencia de facultades que lo orientan a sus semejantes como el lenguaje o la
intuición del valor de la amistad –plenitud-.
Esta inclinación natural a la vida social hace que valoremos espontáneamente como bueno al solidario,
al que busca el bien común, y como malo al egoísta, que pretende alcanzar su “aparente” bien
perjudicando el común.
Lógicamente, la natural socialidad del hombre no implica que todos los hombres de hecho vivan en
sociedad ni contribuyan a su bien. La voluntad de las personas es libre, y no está forzada por ningún
bien concreto. Pero resulta indudable que la persona que rechaza la vida social y la búsqueda de su bien
común, será víctima del empobrecimiento humano que sigue a quien reniega de su plenificación
integral.
3. Las teorías del “contrato social”
Alguien podría preguntarse, ¿no es algo obvio que el hombre es naturalmente social? Como veremos en
la Unidad 2, a veces los hombres se empeñan en desconocer lo obvio. Han existido y existen posiciones
doctrinales que se oponen a la idea de la socialidad natural del hombre, negando que esté
constitutivamente inclinado y moralmente obligado a vivir en sociedad y a buscar el bien común
agrupado con sus semejantes.
Conciben en cambio que la vida social, las características de la sociedad y los fines que debe perseguir
son puro fruto de la voluntad humana: el hombre se asocia solo porque quiere y como quiere, la
sociedad, su constitución y sus fines son el puro producto de su voluntad. ¿Y para qué quiere unirse en
sociedad? No para alcanzar su plenitud en común, sino para conseguir la protección de su propiedad, su
libertad y su vida. Usa o se sirve de la sociedad para su conveniencia particular.
¿Y cómo se expresa esta voluntad de unirse en sociedad? Autores clásicos como Locke, Hobbes y
Rousseau, hablan de un “pacto” o “contrato social” que celebrarían los hombres y que sería el único
factor que daría legitimidad a la sociedad y la autoridad, y sería la única fuente de las obligaciones y los

3
Corresponde en justicia mi reconocimiento al Dr. Héctor H. Hernández, de cuyo magisterio dedicado e inteligente he podido
aprender las tesis fundamentales de este título.
4
Hernández, Héctor, Valor y Derecho, editorial Abeledo Perrot, Bs. As., 1998.

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derechos que surgen de ellos. Hablan incluso de un “estado de naturaleza” anterior al contrato o pacto
social, lo que implica que para ellos lo natural no es la vida social...
La idea del contrato social merece y ha merecido numerosas críticas. El error no está en concebir que la
sociedad se forma por la voluntad humana, lo cual en parte es cierto: muchos grupos son producto de la
voluntad humana, a veces expresada en acuerdos más o menos explicitados. El teólogo jesuita
Francisco Suarez hablaba también de un pacto. Pero el error está en concebir a estos acuerdos, o esta
voluntad, como el único o principal elemento que da legitimidad al grupo social y sus características. Al
unirse en grupos y buscar fines comunes, sea por acuerdo, por tradición, o por imposición (como en el
caso de los niños), las personas siguen determinadas exigencias de su propia plenificación, exigencias
que hacen necesaria la vida social, y no cualquier vida social, sino una vida social capaz de buscar en
común esos fines a los que le hombre está llamado y que no puede alcanzar solo. Puede haber acuerdo,
pero ese acuerdo solo no puede explicar la vida social ni las obligaciones relacionadas con ésta.
La teoría del contrato social supondría:
a) que los hombres, legítimamente, podrían resolver unirse en sociedad o rechazar la vida
social sin ningún reproche ni desmedro de su plenitud;
b) que al acordar unirse en sociedad, podrían hacerlo legítimamente de cualquier manera;
c) que no existen principios morales que permitan valorar la decisión de unirse o no en
sociedad, o de organizar o constituir la sociedad de una u otra manera; y
d) que quien resuelve desobedecer el pacto o acuerdo social no puede ser cuestionado ya que
no hay ninguna norma o principio anterior al pacto que lo obligue, ni siquiera a cumplir el pacto.
Por eso la teoría del contrato social, que concibe que son los acuerdos o el consentimiento de los
hombres y no su exigencia para la plenificación humana que legitiman la sociedad, es peligrosa (porque
se podría legitimar la búsqueda de fines sociales contrarios al bien humano), ficticia (porque estos
pactos o contratos en la realidad casi nunca existen) e insuficiente (porque no se explica qué me obliga
a cumplir el pacto).
Actividad 1: en la Encíclica Evangelium Vitae, el Papa Juan Pablo II indica que la protección de los
derechos de las personas no puede fundamentarse sólo en volubles mayorías de opinión, sino que deben
radicarse en la ley natural objetiva. ¿Qué relación puede establecer entre esta idea y lo expuesto sobre el
origen y fundamento del orden social?
4. El grupo social.
Al seguir la tendencia que lo inclina a vincularse con sus semejantes, los hombres forman grupos
sociales. Tomás de Aquino definía a la sociedad como la unión de varios para realizar algo uno en
común5. La sociedad es ese vínculo que se establece entre diversos sujetos que pese a ser diversos se
unen en una empresa común buscando un fin común. Ello nos permite pensar que el ser humano no se
une a “la” sociedad, sino a múltiples sociedades o grupos sociales. Si Ud. se detiene a reflexionar un
momento descubrirá que está integrado en numerosos grupos sociales: una familia, una empresa, un
barrio, una ciudad, una provincia, un país, diversas asociaciones o agrupaciones con fines deportivos,
culturales, sociales, económicos, de amistad; que persiguen fines muy valiosos y que no podría alcanzar
suficientemente en soledad.
Imaginemos uno de estos grupos. Imaginemos, por ejemplo, una escuela. Es un claro grupo social. ¿Y
ello qué significa? Alguien podría decir que son un conjunto de personas. Y es cierto, pero incompleto.
Podemos ir a un parque o a una plaza, y también encontraremos un conjunto de personas, pero nada
parecido a lo que vemos en una escuela. ¿Qué diferencias existen? Alguien podría decir que en la plaza
las personas que están allí no se conocen... Pero ocurre que tampoco todos los que integran una escuela
grande, con varios turnos, se conocen siempre... Otro podría pensar que la diferencia está en que en la

5
"Adunatio hominem ad aliquid unum communiter agendum", en Contra Impugnantes Dei cultum et religionem, Cap. III.

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plaza cada uno hace algo distinto (algunos leen, otros toman sol, otros juegan, otros duermen, otros
venden cosas...). Pero tampoco nos satisface el planteo. Puede ocurrir que en una plaza, a determinada
hora, encontremos a gran parte de las personas haciendo lo mismo -bronceándose, por ejemplo-. Por
otro lado, tampoco en la escuela todos están haciendo lo mismo: algunos leen, otros juegan, otros
venden cosas, y a veces no faltan quienes duermen o toman sol. ¿Qué es lo que hace tan diferente
entonces a la escuela de estos otros “conjuntos” de hombres? En la escuela, muchas personas, pese a no
conocerse y a realizar tareas distintas, buscan en común, organizada y coordinadamente, un fin común,
que es el desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje, proceso que enriquece, plenifica, de diversa
manera, tanto a los alumnos, como a los docentes, los directivos, y el personal no docente.
¿Qué elementos podemos identificar en estos grupos sociales? Por un lado, una unidad práctica real
que proviene del hecho de que hacen algo uno en común. Unidad práctica, porque lo que los une es un
obrar en pos del fin común. Real, porque no es producto de nuestra imaginación, sino que existe en el
mundo exterior. Esa unidad práctica real reclama cierta organización, aunque sea elemental, reflejada
en algunas normas, aunque sean verbales o costumbres. La organización y las normas serán más
manifiestas si el grupo tiene cierta estabilidad, perdura en el tiempo. Están presentes también
determinados objetivos sociales, que encarnan determinados valores o bienes sociales, considerados
valiosos por el grupo. Por último, encontramos también relaciones y procesos sociales entre el grupo y
entre sus miembros.
Estos razonamientos nos permiten encontrar la diferencia que existe entre un grupo social y un mero
agregado social. El grupo designa al conjunto de personas que buscan algo uno en común. El agregado,
en cambio, describe a un conjunto de personas que tienen en común una proximidad física, geográfica.
Podemos distinguirlos con un ejemplo simple: los miembros de una familia generalmente se vinculan
como un grupo social, los huéspedes de un hotel normalmente se relacionan solo como un mero
agregado social.
También se diferencia el grupo social de una “masa”. La masa es un conjunto de personas
indiferenciadas, que están organizadas desde afuera y son movidas también desde afuera de acuerdo con
los deseos de quien las manipula. En la masa los miembros del grupo no hacen algo común en común,
sino que se les hace hacer algo que solo tiene en común con lo que hacen los otros el responder a la
influencia de un tercero.
Claro que el enriquecimiento humano integral requiere que el hombre se una y forme con sus
semejantes grupos sociales, y no meros agregados sociales ni meras “masas” de seres humanos.
Volveremos sobre el tema en la Unidad 4 más adelante.
Es muy importante sí tener presente que el grupo social está integrado por diversos elementos, y no
debe ser confundido con alguno de ellos. Una ciudad es un grupo de personas que vive en un territorio
entablando relaciones de vecindad bajo un gobierno local para alcanzar un bien común local. Confundir
la ciudad con la municipalidad o la intendencia, o con el territorio urbano, es un reduccionismo. Una
escuela es un conjunto de personas (directivos, docentes, no docentes, alumnos) que buscan juntos el
bien de la educación con una infraestructura y autoridades propias. La escuela no es el “edificio”, ni la
directora, ni ninguno de sus elementos aislados.
5. Tipos de grupos sociales
Como se podrá advertir, muchos son los grupos sociales. Podemos utilizar diversos criterios para
clasificarlos:
a) De acuerdo con su relación con el bien del hombre, debemos distinguir grupos necesarios,
contingentes, y perjudiciales. Algunos son necesarios, sin los cuáles el hombre difícilmente pueda
alcanzar su plenitud. Contamos entre ellos a la familia, a la comunidad política, y en el orden
sobrenatural a la Iglesia. Como resultan necesarios teniendo en cuenta los bienes que el hombre busca
en virtud de su naturaleza, podemos llamar a los primeros grupos naturales. Otros grupos son
contingentes, es decir, contribuyen a la obtención de bienes, pero que podrían haberse conseguido de
otra manera. Pensemos por ejemplo en la Universidad. Es una agrupación muy útil para el cultivo de la

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ciencia, pero no es la única manera de desarrollar el saber. Pero no faltan grupos perjudiciales, que
buscan bienes parciales que sin embargo se vuelven contra el bien integral del ser humano. Pensemos,
por ejemplo, en una banda delictiva, en la Federación Internacional Paternidad Planificada (I.P.P.F.,
dedicada a promover el aborto), en el Fondo Monetario Internacional –tal como de hecho opera-, en la
organización racista llamada Ku Klux Klan, o la terrorista conocida como Al Qaeda. Son grupos
sociales, pero los fines que persiguen degradan al ser humano. Por eso podemos designarlos también
como grupos sociales antinaturales.
Si bien los grupos necesarios y los contingentes son naturales en el sentido de corresponderse con las
exigencias del bien del hombre, los primeros son naturales en sentido más profundo, pues son
indispensables para ese bien.
De lo dicho puede desprenderse con facilidad que la desaparición o el debilitamiento de los grupos
sociales necesarios (la familia, la comunidad política, la Iglesia) producen necesariamente un
empobrecimiento humano; mientras que la de algunos grupos contingentes puede no resultar dañina si
sus fines son obtenidos a través de otros grupos. En cambio, la inexistencia de grupos antinaturales no
solo no perjudicaría, sino que beneficiaría al hombre y a la sociedad.
No faltan ideologías, como las que estudiaremos en la Unidad 3, que desconocen el carácter natural
y necesario de algunos grupos humanos. Veamos, por ejemplo, este texto de Ernesto Che Guevara:
“Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado una
mente fría y tomar decisiones dolorosas son que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de
vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único,
indivisible. No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el
hombre común lo ejercita. Los dirigentes de la Revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos,
no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para
llevar la Revolución a su destino; el marco de los amigos responde estrictamente al marco de los
compañeros de Revolución. No hay vida fuera de ella”6. Los lazos naturales pretenden ser
reemplazados por los “lazos revolucionarios”.
b) Teniendo en cuenta la disposición de los medios necesarios para alcanzar sus fines, los grupos
pueden ser perfectos o autárquicos, o imperfectos. Los únicos grupos sociales perfectos, autárquicos o
autosuficientes, son la comunidad política y la Iglesia. Ambos están dotados de todos los medios que
necesitan para alcanzar sus fines en plenitud. Los otros grupos sociales, como la familia, la escuela, el
sindicato, la empresa, son imperfectos, pues carecen de todos los medios que necesitan para alcanzarlos
y deben recurrir al aporte de otros grupos.
c) De acuerdo con los elementos que toman en cuenta para la unión de personas, los grupos pueden
ser territoriales o no territoriales. Los territoriales aglutinan a personas y grupos que tienen asiento en
determinado marco territorial, y habitualmente buscan una pluralidad heterogénea de bienes. Pensemos,
por ejemplo, en un municipio, que reúne a los vecinos que viven dentro de su territorio, y buscan
mejorar la convivencia en cuanto a servicios públicos, seguridad, moralidad, ayuda social, etc. Por su
parte, los grupos no territoriales agrupan a sujetos sin importar el lugar donde se encuentran, y
generalmente persiguen alguno o algunos fines específicos. Por ejemplo, una escuela reúne a docentes y
alumnos con diversos domicilios –algunos incluso viajan para ir a dar o recibir clases-.
6. Elementos.
¿Cómo están constituidos los grupos sociales? A partir de Aristóteles se ha hecho común intentar
comprender los objetos penetrando en sus razones de ser, sus “causas”7.
La causa final, aquello para lo cual algo existe, nos remite en el caso del grupo social al fin común, un
bien, algo capaz de perfeccionar a los sujetos, pero no exclusivo de alguno de ellos sino capaz de
enriquecerlos a todos.

6
Ernesto Guevara, “El socialismo y el hombre en Cuba”, carta dirigida al semanario Marcha de Montevideo, marzo de 1965.
7
Seguimos en líneas generales a Soaje Ramos, Guido, El grupo social, Instituto de Filosofía Práctica, mimeo.

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Aquello de lo cual o con lo cual el grupo social es o se hace, la causa material, son los hombres, o más
precisamente, las conductas humanas. El grupo es, en última instancia, un conjunto de conductas
humanas, ordenadas y dirigidas hacia un fin común.
Pero no todas las conductas humanas dan lugar a grupos sociales. Para hacerlo, requieren de una forma,
un orden, organización y coordinación de las conductas, que constituye la causa formal del grupo. No
siempre se explicita, ni mucho menos se escribe. Pero siempre existe, aunque sea de manera primitiva.
Pero todavía no está explicado el grupo. ¿Cómo ha aparecido? ¿Cómo se han organizado tantas
personas y conductas en pos de objetivos comunes? Aparece aquí la causa eficiente. De manera
mediata, el grupo es producto de la misma naturaleza humana que inclina al hombre a la vida social.
Pero de modo inmediato, el grupo se forma y subsiste por la actividad de sus miembros y
particularmente de algunos de ellos, un conjunto de sujetos, muchos o pocos según el caso, que en
mayor o menor medida son capaces de influir sobre los otros para ordenar y coordinar los
comportamientos y que el grupo pueda alcanzar su bien común. Este grupo de sujetos es conocido como
el líder o el gobierno.
Como dijimos, las personas, y sus conductas, son la causa material del grupo social, aquello de lo cual
la sociedad está compuesta. Ello implica, obviamente, que las personas son parte de la sociedad. Pero
no son parte de la sociedad como el oxígeno es parte del agua, el cuerpo parte del ser humano o los
riñones parte del cuerpo humano. El oxígeno, al integrarse con el hidrógeno para formar el agua,
desaparece como tal, y pasa a formar una sustancia de la que es únicamente una porción. El cuerpo
desaparece (se descompone) cuando se lo separa del espíritu, y los riñones dejan de funcionar si se los
separa del cuerpo. El hombre y el agua son todos sustanciales, entes que existen en sí; en cambio, el
hidrógeno, los órganos, el cuerpo, que los componen, no existen en sí mismos sino en el agua o en el
hombre: su existencia y valor está dado por su pertenencia al todo sustancial que integran.
Para comprender la naturaleza del grupo social es útil recurrir a los conceptos aristotélicos de sustancia
y accidente. Sustancia es el ente, aquello que es en sí. Accidente es algo del ente, aquello que es en otro,
en la sustancia. Un animal, por ejemplo, es una sustancia. El color, en cambio, es un accidente.
Podemos comprender fácilmente que el grupo existe en el hombre, no el hombre en el grupo. Los
grupos sociales no son todos sustanciales, que existen en sí mismos, sino todos accidentales, que
existen en las personas. Cada ser humano es parte de los grupos sociales que integra, pero solo se
ordena a ellos con sus conductas y en cuanto lo exige el fin común.
Existiendo el grupo en sus miembros, si éstos se olvidan o desentienden de su pertenencia al grupo, y de
su finalidad, ¿qué pasa con él? Literalmente desaparece, se acaba. La familia existe en la medida que
sus miembros se conciben parte de la misma y buscan en común el bien común familiar. Y un país
desaparece si sus habitantes no se sienten compatriotas y abandonan la búsqueda de un proyecto común.
Por eso se insiste en la importancia de las fiestas patrias: ayudan a los nacionales a comprender que
forman parte de un mismo grupo y que trabajan en pos de un proyecto común heredado en la propia
historia.
Entender esta diferencia es esencial para evitar el riesgo del totalitarismo. Para el totalitarismo, no es la
sociedad algo de cada persona, sino la persona algo de la sociedad. La persona no es la sustancia en la
que vive la sociedad como un accidente, sino un accidente de la sociedad. La persona es el conjunto de
sus relaciones sociales, enseñaba Carlos Marx. Consecuentemente, así como el hombre se vale de cada
unos de sus órganos de acuerdo con su utilidad, extirpándolo incluso si perjudica al cuerpo humano;
también el estado, la comunidad política, podría valerse de las personas como instrumentos y
descartarlos cuando no contribuyen a su conveniencia.
También es posible el error contrario: olvidar que el grupo es algo real integrado por las diversas
personas. El individualismo liberal suele referir a la sociedad como algo que no existe, una ficción: lo
único que existirían son los individuos y sus intereses. Pero podemos ver con claridad que once
deportistas que coinciden accidentalmente en un lugar no equivalen a un equipo de fútbol: en ambos
casos tenemos once jugadores, pero en un caso hay realmente un equipo y en el otro no.

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Estas precisiones permiten entender correctamente la afirmación común de que el estado es para la
persona y no la persona para el estado. Ello no significa que sea lícito que cada individuo utilice al
grupo como un medio o instrumento para su conveniencia, legitimando el egoísmo y el individualismo.
En rigor, todos los miembros del grupo deben buscar el bien del conjunto, y no su exclusiva
conveniencia individual. Lo que la expresión significa es que el fin del estado debe ser el bien -común-
de las personas que lo integran, y no algo ajeno a su enriquecimiento y plenificación integral.
Vamos a detenernos aquí un momento para reflexionar sobre nuestro método. Hemos partido de la
contemplación y la descripción de la realidad, y sobre estos datos de la realidad hemos reflexionado. No
hemos expuesto meras opiniones, posiciones, o posturas que se nos han ocurrido o se les han ocurrido a
los Papas o los pensadores cristianos. Es gratificante ver como muchas de las ideas expuestas fueron
enseñadas por sabios de la humanidad, como Platón, Aristóteles o Cicerón, que no conocieron el
cristianismo y que vivieron varios siglos antes de la aparición de éste.
Actividad 2: A la luz de lo estudiado, explique brevemente estos dos textos enseñados por Santo Tomás
de Aquino: a) “El que busca el bien común de la multitud, también busca de un modo consiguiente el
bien particular suyo... porque el bien particular no puede subsistir sin el bien común de la familia, de
la ciudad o de la patria... porque siendo el hombre parte de una casa y de una ciudad, debe buscar todo
lo que es bueno para él por el prudente cuidado en torno al bien común de la multitud”8. b) “El hombre
no está ordenado a la comunidad política según todo su ser y todas las cosas que le pertenecen, y por
eso no es necesario que todos sus actos sean meritorios o no respecto de la sociedad” 9.
7. Bien común y bien particular.
Hemos estado mencionando el fin común, el bien común. Ahora nos toca profundizar un poco en estas
nociones.
Dijimos que el hombre forma e integra numerosos grupos sociales con fines diversos. No busca lo
mismo la familia, la escuela, el municipio, la empresa, el gremio, el estado nacional, la Iglesia, el grupo
musical. Pero todos estos fines participan de algunas características: son bienes humanos, y son
comunes.
Son bienes, en el sentido de que constituyen entes capaces de plenificar o enriquecer, en algún sentido,
al ser humano; capaces de satisfacer alguna de sus necesidades. Es bueno para el hombre el alimento, la
vivienda, el vestido, el conocimiento, el desarrollo de hábitos rectos, el juego, el cultivo de la
experiencia estética y religiosa, o simplemente de la amistad.
Pero son bienes comunes, es decir, capaces de enriquecer y plenificar a muchos. Son diversos los
sujetos que pueden “beneficiarse” participando de estos bienes. Ello los hace comunes, y permite que
puedan ser buscados en común unidos en grupos sociales. Bien común es aquél participable por muchos
en calidad de fin de la conducta de todos ellos.
Por eso no puede hablarse de una oposición entre el bien común y el bien de la persona: el bien común
es un bien de la persona, pero no de una sola persona sino de todas ellas. Por eso tampoco puede haber
oposición entre el verdadero bien común y el bien exclusivo -particular- de la persona. Tener que
guardar silencio durante una clase sin poder jugar en ese momento como uno desea no implica
sacrificar el bien particular para alcanzar el bien común, porque ninguna persona se plenifica si, además
de comportarse de manera egoísta, conspira contra el bien de este grupo, la clase, al que se ha unido
para poder aprender.
Por eso existe una manera legítima de buscar el bien común, como lo hace quien participa de él como
algo que es su bien pero no su bien exclusivo. Pero existe también una manera ilegítima, como lo hace
el egoísta, que solo busca su conveniencia y utiliza el bien común como un medio del que se vale solo
en la medida en que sirve a su interés.

8
Suma Teológica, II-II, q. 47, a. 10, ad. 2.
9
Suma Teológica, I-II, q. 24, a. 4.

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Podemos ver, de todos modos, que el bien común debe prevalecer sobre el mismo bien particular. Que
todos podamos comer es mejor que el poder comer yo solo… Y por eso, en las decisiones de la
comunidad, el bien común tiene primacía en relación con el bien particular respectivo. Lo cual no
significa descuidar el bien de la persona: el bien común es también bien de la persona, pero de todas las
personas.
Cada grupo social tiene un bien común que busca, bien que puede ser más o menos complejo según el
caso. ¿Cuál es el bien común que busca la universidad? Es más o menos simple: el cultivo de la ciencia
y el conocimiento en el más alto de sus niveles. ¿Cuál es el bien común que busca la familia? Aquí la
cosa es más compleja, porque su fin incluye alcanzar una suficiencia de bienes materiales e
inmateriales; de recursos primarios como el alimento, la vivienda o el vestido disponibles para todos, de
un clima de tranquilidad y amor que brinde contención afectiva, procreación, educación fundamental,
despliegue del impulso sexual, la ayuda mutua y el despliegue de la solidaridad, entre otros elementos.
Todos los miembros del grupo se realizan buscando ese fin, por eso es común, aunque no todos
participan de él del mismo modo o en la misma medida. Es diferente como se realiza y plenifica un
padre, en una familia, que como lo hace uno de los hijos.
Ahora bien, ¿cualquier fin que busque el grupo será un bien común? Por supuesto que no. No faltan
veces en las que el grupo es manipulado en pos de algo que no constituye su bien común, sino el interés
exclusivo de algunos de sus miembros o incluso de alguien ajeno al mismo. Se ha demostrado
judicialmente, por ejemplo, que al menos parte de la deuda externa argentina se gestó no como una
necesidad del bien común nacional sino en beneficio de los mismos prestamistas en complicidad con
nuestros gobernantes. Lo mismo podemos decir de los programas de control demográfico que están
detrás de las políticas de “salud reproductiva”10. También es posible que el grupo se forme para buscar
alguna forma de bien, como el dinero, pero contraviniendo el auténtico bien integral del ser humano.
Por algo existe el delito de “asociación ilícita”, cuando varios se unen buscando la ventaja que puedan
obtener cometiendo delitos.
El auténtico bien común se ve perjudicado cuando algunos impiden la participación razonable de los
otros en los beneficios sociales, cuando algunos buscan su interés individual descuidando o aún
contraviniendo el común (violación de la primacía del bien común respecto del interés individual),
cuando se postula y persigue como bien común algo que siendo beneficioso en cierto sentido perjudica
el enriquecimiento integral de la persona. Por eso son contrarios al bien común los sistemas económicos
excluyentes, la corrupción, la evasión de impuestos, la proliferación de graves errores a través de los
medios de comunicación, la indiferencia pública frente al consumo de drogas, el apoyo estatal a
comportamientos contrarios al orden moral, etc.
Actividad 3: algunos sostienen que el concepto de bien común es peligroso, o incluso totalitario,
porque algunos estados pueden aplastar los derechos de los individuos justificándolo en el bien común.
Los espartanos, por ejemplo, mataban a los niños débiles pues requerirían cuidado y no podrían servir
en el ejército. Algunos contemporáneos defienden la eutanasia de ancianos o enfermos terminales para
liberar a la familia y al sistema de salud de los gastos y atenciones que merecen. ¿Puede considerarse
entonces que el bien común no debe prevalecer sobre el particular?
Si entendemos que el bien común es un bien de la persona, deja de tener sentido la dicotomía a veces
planteada acerca de qué es más importante, si la persona o el bien común. Lo más importante es el bien
de la persona, pero no el bien de una persona aislada, sino el bien de todas ellas, su bien común.

10
Cfr. Kissinger, Henry, Memorandum de estudio de seguridad nacional 200, del 24 de abril de 1974, sobre Implicancias del
Crecimiento Poblacional Mundial para la Seguridad de Estados Unidos e Intereses de Ultramar, en la que muestra como el
crecimiento de la población en los países subdesarrollados contradice el interés geopolítico y económico de las grandes potencias, y
por ello éstas deben comprometerse en la difusión del aborto, la anticoncepción, y otras estrategias para reducir su población.

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8. Los principios de solidaridad y subsidiariedad.


Buscando bienes comunes los hombres forman infinidad de grupos sociales, de las mas variadas
características, gestados conforme con la historia y la cultura de cada pueblo. ¿Cómo se relacionan
entre sí?
Digamos, por un lado, que siendo el mismo hombre el que los integra, todos deben buscar el bien
humano, y no deben ser contradictorios entre sí. No tendría sentido que el hombre se una en la familia
buscando algunos fines comunes, y después forme el estado para contradecir esos fines.
Para intentar comprender la relación existente entre los diversos bienes comunes, podríamos
preguntarnos, ¿por qué razón el hombre forma otros grupos además de la familia? Y la respuesta será
obvia: porque la familia no alcanza para obtener todos los bienes capaces de llevar al hombre a su
plenitud, sino que necesita que las familias se reúnan en poblados. La reunión de familias en un poblado
permite cierta especialización de funciones, y mejorar la calidad de vida a través del intercambio de
productos y servicios. Algunos se dedicarán a la enseñanza escolar, otros a la producción de alimentos,
otros a diversos oficios. Y formarán grupos como las comunidades escolares, los gremios, los talleres,
las empresas. Y cuando el poblado no alcance para satisfacer el ansia de perfección del ser humano, las
personas formarán grupos todavía superiores, como las universidades, o la comunidad estatal, capaz de
integrar, coordinar, colaborar y potenciar la actividad de los diversos grupos que la componen, y
asegurar también un nivel mayor de protección frente a amenazas exteriores, de defensa, seguridad,
justicia.
Vemos así cómo los grupos superiores se originan en la dificultad que tienen los grupos más pequeños
para alcanzar, con sus propios medios, los bienes a los que el hombre aspira.
Por eso, un grupo social es, por lo general, una comunidad de comunidades. Contiene en su interior
diversos grupos sociales, menores a él, que dieron lugar a un fenómeno asociativo mayor porque ellos
no podían garantizar al hombre muchos de sus bienes comunes.
Resulta entonces razonable, por un lado, que estos grupos mayores no intenten destruir, reemplazar o
absorber a los grupos menores que contiene y a sus funciones específicas, sino protegerlos en la
obtención de sus fines propios, liderarlos, ordenarlos y coordinarlos con los demás grupos, cooperar
cuando requieran ayuda, y solo ocuparse directamente de las actividades que éstos no puedan o no
deban asumir. La escuela, por ejemplo, no debe reemplazar, absorber o asfixiar a la familia; ni el estado
a la empresa o al gremio; ni el estado nacional a los diversos municipios.
Este principio se encuentra implícito en Aristóteles, fue formulado explícitamente por la doctrina social
de la Iglesia, e incluso fue recogido -parcialmente- por el Tratado de Maastricht que fundó la Unión
Europea. Es conocido como principio de subsidiariedad, que en su formulación más clásica expresa
que “una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de
orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de
necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al
bien común”11.
Todos los grupos sociales se integran en un grupo mayor, y sus fines comunes parciales en fines
comunes más integrales. De allí que cada persona o cada grupo inferior debe buscar su fin en
coordinación con los otros de modo que contribuya y no obstaculice la obtención de los fines comunes
mayores que busca junto con los otros grupos. Así la comunidad política exige a la familia, por
ejemplo, que brinde educación general básica o que envíe los niños a la escuela para recibirla, pues se
la considera necesaria para la convivencia social. Este principio por el cual los individuos y los grupos
se conducen buscando también el bien común que integran junto con otros grupos es conocido como
principio de solidaridad.

11
Catecismo de la Iglesia Católica Nro. 1883.

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El principio de subsidiariedad garantiza que los grupos mayores respeten y colaboren con los que son de
menor entidad. El principio de solidaridad, por su parte, que los grupos inferiores contribuyan al fin
común de la comunidad mayor que integran.
¿Qué beneficios produce el principio de subsidiariedad? a) Se evita la masificación social y la
manipulación; b) las personas se sienten agentes activos, comprometidos y responsables en la tarea
común; c) las decisiones las toman quienes están más próximos a las necesidades y pueden satisfacerlas
de la mejor manera.
¿Qué beneficios produce el principio de solidaridad? a) Se coordinan las tareas de los integrantes del
grupo de acuerdo con las directivas de las autoridades comunes para buscar de modo eficiente el fin que
los agrupa; b) se favorece la ayuda y la colaboración dentro del grupo; c) se evita que la búsqueda del
fin específico de cada uno conspire contra el fin común de todos ellos.
Actividad 4: los problemas de inseguridad han llevado a que algunos propongan la creación de una
policía municipal. Teniendo en cuenta lo estudiado sobre los principios de subsidiariedad y solidaridad,
piense: a) ¿Qué valoración podríamos hacer de la propuesta teniendo en cuenta dichos principios?; b)
¿De qué podría / debería ocuparse una policía municipal?; c) ¿Debería suponer la desaparición de la
policía provincial y/o federal?
9. Subsidiariedad y solidaridad en la realidad actual
La correspondencia de los principios de subsidiariedad y solidaridad con los fundamentos mismos del
orden social y los beneficios que brindan, han hecho que reciban, muchas veces, algún grado de
reconocimiento en los ordenamientos jurídicos de los estados. A nivel internacional, por ejemplo, el
Tratado de Maastricht, que constituyó la Unión Europea, quiere asegurar las competencias de los
diversos estados miembros disponiendo que “en las áreas que no corresponden a su competencia
exclusiva, la Comunidad debe tomar intervención, de acuerdo con el principio de subsidiariedad,
únicamente y en la medida que los objetivos buscados no puedan ser suficientemente alcanzados por
los estados miembros” 12. Lo mismo hace nuestra Constitución Nacional, por ejemplo, cuando en el
artículo 121 establece que “cada provincia conserva para sí el poder no delegado por esta Constitución
al gobierno federal”, y cuando a través del artículo 14 bis. obliga al estado a la protección de la familia.
En el mismo sentido de respeto hacia los grupos infrapolíticos, se impide recurrir a los tribunales para
cuestionar decisiones de asociaciones, obras sociales, u organizaciones sindicales, sin haber agotado la
vía interna, es decir, sin haber hecho previamente el reclamo ante sus órganos de gobierno específicos.
Mencionemos también que la ley federal de educación identifica a la familia como agente primario de
la educación, y el Código Civil reconoce la patria potestad de los padres dando lugar a la intervención
del estado sólo cuando se producen graves incumplimientos a los deberes paternos.
También el principio de solidaridad está recogido en el ordenamiento. Las asociaciones civiles obtienen
reconocimiento del estado, personería jurídica, solo cuando se constata en ellas un fin de bien común13.
Las familias están obligadas a enviar a sus hijos a la escuela y deben cumplir con obligaciones respecto
de los mismos. Las empresas deben sujetarse a las regulaciones económicas y fiscales del estado. Las
provincias deben organizarse respetando los principios fundamentales de la Constitución Nacional.
Cada provincia contribuye al presupuesto nacional de acuerdo con su riqueza, pero no recibe en la
misma proporción, dado que la coparticipación asegura una colaboración especial, solidaria, con las
provincias más pobres.

12
Art. 3 b del Tratado de Roma de 1957, agregado por el Tratado de Maastricht de 1992. De todos modos, se ha cuestionado la
aplicación muy limitada que se hace de este principio en la práctica, desnaturalizándolo. Cfr. Ulíbarri, J. Las falsificaciones de los
cuerpos intermedios y del principio de subsidiariedad, en rev. Verbo Speiro, Madrid, 1997, nros. 359-360, p. 871 y ss.
13
Artículo 33 del Código Civil. Este artículo ha permitido a la justicia ratificar el rechazo del otorgamiento de personería jurídica a
asociaciones como la Comunidad Homosexual Argentina (Corte Suprema de Justicia de la Nación, 22/11/91), la Asociación
Argentina de Swingers (Cámara Nacional Civil, Sala A, 17/3/03), y la Asociación Lucha por la Identidad Travesti – Transexual
(Cámara Nacional Civil, Sala K, 19/4/04). Este último fallo, sin embargo, fue revocado en el año 2007 por una Corte Suprema de
Justicia de la Nación con una nueva integración, poco respetuosa de la vida y la familia.

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Sin embargo, es cierto también que en nuestros días muchas veces estos principios no son reconocidos
ni aplicados. A veces, los grupos infrapolíticos no tienen participación alguna en las decisiones.
Pensemos que en Argentina ni siquiera disponen de un canal de participación, como ocurre en otros
países, que cuentan con Consejos Económico-Sociales de carácter consultivo. No está difundida la
participación de las familias en las escuelas públicas, como en otros estados, en los que los consejos
escolares pueden incluso resolver el reemplazo del director de una escuela. Esta falta de un canal de
participación los lleva a tener que realizar presiones de manera irregular y desinstitucionalizada.
Otras veces, los grupos mayores pretenden reemplazar o asfixiar a los grupos inferiores. Se reclama a la
escuela que enseñe cosas que los niños deberían haber aprendido en la familia. Los municipios son
reducidos a oficinas administrativas porque sus fines comunes se asignan como funciones a los estados
provinciales y nacionales. Los organismos internacionales invaden los asuntos internos de los estados
negándoles toda capacidad de ser gestoras de sus fines comunes. ¿Cuál es la consecuencia de este
fenómeno? La sociedad pierde vitalidad, debilita sus vínculos y su potencialidad para alcanzar fines
comunes, se masifica, se arriesga a la manipulación. Las decisiones se alejan de los principales
interesados, y se presta a la ineficacia y la corrupción. La gente se mantiene ajena a las cosas comunes,
no se compromete, siente que se aprovechan de ella y se favorece la cultura de la desconfianza y el
egoísmo social. En gran medida, la realidad que vivimos de personas poco comprometidas en los
asuntos sociales, que aceptan pasivamente la decisión que les imponen desde arriba, es consecuencia de
una sociedad en la que cada vez se ha ido expropiando a los grupos sociales la competencia para buscar
sus propios bienes. Volveremos sobre la cuestión cuando hablemos del tema de la participación.
Por otro lado, paradójicamente, al mismo tiempo que se desconoce la subsidiariedad, asistimos a
fenómenos de desintegración, a una grave falta de conciencia en todo bien y proyecto común. Las
personas y los grupos inferiores se comportan muchas veces como si no integraran grupos mayores,
actúan de manera aislada, cerrada en sí misma. Tienen poca conciencia de solidaridad.
Actividad 5: analice estas tres situaciones, teniendo en cuenta el respeto de los principios de
subsidiariedad y solidaridad:
a) Hasta el año 1958 la ley solo autorizaba el funcionamiento de Universidades del Estado. No podían
existir en el país Universidades creadas por asociaciones, credos o grupos de la sociedad. La
situación cambió radicalmente en el año 1955, cuando el Decreto-Ley 6403 autorizó la creación de
Universidades de gestión privada, cumplidos los requisitos fijados por el Ministerio de Educación.
Al retornar la democracia, tal autorización debía ser ratificada por ley. En esa oportunidad, dos
posiciones sociales se enfrentaron: los partidarios de la “enseñanza laica” presionaban para que se
diera marcha atrás con el decreto y solo funcionaran las Universidades del estado; los partidarios de
la enseñanza libre exigían que se mantenga la autorización para los grupos sociales de fundar
universidades. Finalmente, los partidarios de la enseñanza libre obtuvieron la sanción de las leyes
14.467 y 14557 que brindaron protección legal a la enseñanza universitaria de gestión privada. Cabe
señalar que si bien los partidarios de la enseñanza laica se oponían a la ley porque deseaban privar a
la Iglesia de la posibilidad de brindar educación superior, de hecho, no fue la única institución que
creó universidades en el país.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

b) La siguiente puede ser una descripción de lo que ocurre en los países hoy día: “A pesar de las
pompas, exhibiciones, rituales, discursos y declaraciones, el poder de los gobiernos es un espejismo
de poder. Muchos siguen hablando como si los Estados fueran soberanos, independientes y
autárquicos. La realidad es otra. Las multinacionales controlan los Estados, la política y los
políticos. Los "verdaderos amos del mundo" (las multinacionales) ponen en solfa al Estado-nación
y tienen una asombrosa capacidad para conseguir una reproducción clónica de los políticos. No
importa que en la oposición se hayan caracterizado por declaraciones audaces, críticas a las
políticas neoliberales, al FMI, al BM... no importa que hayan declarado que no pagarán la deuda
externa cuando accedan al poder. Una vez en el gobierno, harán lo que manden quienes tienen de
verdad el poder, y permitirán que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial metan sus
narices en las cuentas nacionales"14.
c) La ley 23.849, al ratificar la Convención de los Derechos del Niño, dejó asentada una reserva al
artículo 28, estableciendo que “considerando que las cuestiones vinculadas con la planificación
familiar atañen a los padres de manera indelegable de acuerdo a principios éticos y morales, [la
República Argentina] interpreta que es obligación de los Estados, en el marco de este artículo,
adoptar las medidas apropiadas para la orientación a los padres y la educación para la paternidad
responsable”.
10. Unidad y pluralidad.
Lo que hemos visto en el punto anterior sobre la subsidiariedad y la solidaridad nos permite reconocer
que en la sociedad existe una doble y simultánea exigencia de unidad y de pluralidad.
Debe haber unidad porque los miembros del grupo buscan un fin común, y su consecución exige un
trabajo coordinado, cierta coincidencia en cuanto al fin y en cuanto a los medios que van a utilizarse
para gestarlo. En un equipo de fútbol debe haber unidad en cuanto al objetivo -meter el gol en el arco
contrario-, y en cuanto a la estrategia de juego y la posición y función que cada uno va a cumplir. En
orden a asegurar esta unidad es especialmente relevante el papel del gobierno, lugar que en el equipo de
fútbol desempeña el director técnico fuera de la chancha, y el capitán del equipo o el líder natural
dentro de ella.
Pero no todas las personas ni todos los grupos son totalmente iguales. Justamente, se complementan a
partir del aporte específico que hace cada uno. El grupo se empobrecería muchísimo si se impide a cada
uno de sus integrantes entregar sus cualidades personales al servicio del conjunto. Por eso la unidad no
debe ser uniformidad o igualación absoluta. Más allá de una unidad fundamental en cuanto al fin y a
ciertos criterios comunes para alcanzarlo, la pluralidad en cuanto a las diversas maneras de contribuir a
ese fin es indispensable. Si el director técnico pretendiera que un defensor juegue exactamente igual que
un delantero, lo que conseguirá es desaprovechar las condiciones de cada jugador y perjudicar al
equipo.
Unidad y pluralidad deben guardar un equilibrio no siempre fácil de alcanzar. Tan negativo sería que el
director técnico quisiera que todos los jugadores jueguen exactamente igual, sin ningún lugar a sus
capacidades propias y sus decisiones, como que los jugadores resolvieran hacer cada uno “la suya”. En
ambos cosas se perjudicaría el objetivo común de ganar el partido. Sin embargo, las circunstancias
históricas hacen que a veces resulte necesario acentuar la unidad o la pluralidad en el grupo.
Las sociedades contemporáneas suelen sufrir déficit en ambos sentidos. Carecen de unidad y muchas
veces sus integrantes no se sienten parte de un proyecto común. Se comportan de manera individualista,
buscando desplegar un proyecto propio desconectado del comunitario. En lugar de colaborar, luchan o
compiten entre sí, o en el mejor de los casos, se muestran indiferentes ante la suerte común. Así, por
ejemplo, resulta difícil que empresarios y empleados comprendan que no son clases antagónicas que
deben aprovecharse unos de otros, que el éxito de uno no excluye sino que presupone el mejoramiento
del otro. Simultáneamente, tampoco se asegura el respeto por la pluralidad. Los medios de

14 Ander Egg, Ezequiel, Reflexiones en torno al proceso de mundialización globalización, ed. Lumen, Bs. As., 1998, página 23.

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comunicación son masivos, la producción es en masa, la economía y la población están concentradas y


las decisiones centralizadas. Las costumbres y las culturas tienden a hacerse uniformes, a adoptar pautas
de comportamiento impuestas desde los centros de poder internacional, quedando poco espacio para la
pluralidad. El pensamiento único da poco lugar al sentido crítico personal.
11. La familia: su dimensión natural y sus enemigos.
El hombre nace en una sociedad, la familia. La necesidad que la persona tiene de la familia es diferente
de la necesidad que puede tener de otros grupos sociales. La familia es indispensable para un desarrollo
mínimamente humano. Por eso, teniendo en cuenta la clasificación de los grupos que hicimos más
arriba, podemos decir que la familia es una sociedad natural y necesaria. No podría dejar de existir sin
que su desaparición signifique un necesario empobrecimiento humano.
¿Cuáles son los fines que busca la familia y los bienes que satisface? Son muchos. Tomando
expresiones muy utilizadas, podemos decir que la familia es comunidad de vida, primera escuela, y
célula básica de la sociedad.
1) Cuando decimos que la familia es comunidad de vida, es mucho lo que queremos decir. Aristóteles la
llamaba “comunidad de todos los días” (Política, I, 2). Por eso se la conoce como “sociedad doméstica”,
derivada de domus, que significa hogar. La familia es fuente de contención afectiva, colaboración para
la satisfacción de las necesidades básicas (alimento, vestido, vivienda), ámbito para el desarrollo y
despliegue de relaciones de solidaridad, cooperación, amistad, incluso del juego y el entretenimiento.
Pero además, la familia es fuente de vida como agente principal para la procreación de las personas. A
través de las familias vienen al mundo los nuevos seres humanos.
2) La familia es también primera escuela. Los hábitos fundamentales, la conformación de la
personalidad, la conciencia moral, el sentido de la vida, la identidad personal, la importancia de respetar
y compartir con el otro, se despiertan y desarrollan en la familia desde la más temprana infancia. Si no
se aprenden ni despliegan adecuadamente en el momento adecuado, difícilmente se corregirá en el
futuro. Las actitudes de muchos delincuentes, drogadictos, o de tantos jóvenes desorientados, se
comprenden al menos parcialmente si conocemos cómo fue su familia y su vida de hogar. A veces la
falta de familia, porque no existe o porque aún existiendo no se comporta como tal, se mitiga con
algunos “sustitutos”, como los hogares de huérfanos, la escuela, los movimientos juveniles. Pero en la
mayoría de los casos no son suficientes para brindar aquéllas cosas que solo una familia puede dar. Pero
la educación en la familia no solo se reconoce por la que brindan los padres a los hijos. Los hijos
aprenden cosas en sus relaciones recíprocas, como la necesidad de compartir o el respeto hacia el otro.
E incluso los padres aprenden cosas muy valiosas en su relación con sus hijos, como el valor del
sacrificio y del trabajo desinteresado por el bien del otro.
3) Pero la familia es también la célula básica de la sociedad. Cicerón se refería a ella como “el principio
de la ciudad y como un semillero de la República”. La sociedad está formada, en última instancia, de
familias, y sólo familias sólidas son capaces de generar una sociedad fuerte, capaz de alcanzar el bien
común. Pero la familia es además eslabón de la sociedad, pues conserva y transmite la tradición que
aglutina a una nación. Atesora el pasado, lo resignifica, lo renueva y lo mantiene vivo para proyectar el
futuro. De ese modo, se transforma en vínculo de unión entre las generaciones.
Actividad 6: Enseñaba Santo Tomás, en su carta al Hermano Juan para antes del estudio: “No mires
quien lo dice, mas lo que diga de bueno encomiéndalo a tu memoria”. La siguiente expresión contiene
una parte importante de verdad. Luego de leerla, piense qué nos dice sobre la función y características
de la familia, y relaciónela con el principio de subsidiariedad ya estudiado. “Pisanelli (que aclara los
múltiples aspectos a analizar) se detiene en evaluar el “corrimiento de la figura paterna”. “La familia
como célula de la estructura social también está afectada porque la función paterna no funciona. La
función paterna es la de la legalidad, lo que se debe hacer y lo que no. En el psicoanálisis parte de la
ley del incesto pero esto se hace extensivo a todas las leyes de la humanidad: no matar, no robar, no

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

violar... Esa función fue delegada en el Estado, que en algún momento se hizo cargo de esto y después
empezó a tener corrupción interna y dejó de hacerse cargo.”15
Ahora bien, ¿cualquier forma de familia es igualmente capaz de contribuir al desarrollo humano?
Contestaremos claramente que no.
Es comprensible que de acuerdo con las características históricas y culturales, los pueblos desarrollen
diversas formas de familia. Antes de la industrialización, predominaba la familia agraria, familia
“grande”. Era habitual que abuelos, padres, hijos, nietos, con sus esposas, convivieran en la misma casa,
finca o terreno, y desarrollaran una actividad agrícola común. Los vínculos de parentesco eran muy
fuertes. Luego de la industrialización ha predominado socialmente la familia “nuclear”; integrada por
los padres y los hijos que viven bajo un mismo techo, debilitándose el vínculo con los otros parientes.
Tales formas de familia responden a las características de la época y son capaces, en mayor o menor
medida, de cumplir con sus finalidades.
Pero también podemos advertir que hay otras formas de organizar la familia que no son aptas para la
consecución de sus fines. La contención afectiva mutua y la educación de los hijos requieren de la
estabilidad de la familia. La formación sana de la identidad personal y sexual exige la presencia de
ambos progenitores, padre y madre. El respeto por la persona exige el resguardo de la igualdad esencial
y la complementación entre el varón y la mujer.
Por eso, si bien pueden existir diversas formas de familia que sin embargo respetan su necesidad
natural, también pueden organizarse “familias” incapaces de realizar plenamente sus fines, y que por
ello pueden considerarse incompletas o incluso antinaturales.
La familia exige, para el cumplimiento de sus fines, a) el matrimonio entendido como la unión estable
de un varón y una mujer que se prometen recíprocamente amor incondicional, y se atreven a hacer
público y oficial ese compromiso; b) la procreación generosa y responsable dentro de la familia; c) el
respeto, la fidelidad, y la ayuda mutua entre los esposos; d) la educación de los hijos en un clima de
afecto y razonable autoridad.
¿Quien puede dudar que ésta es la manera de constitución familiar más apta para el crecimiento y el
perfeccionamiento humano integral? Sin embargo, aparecen en la sociedad relaciones familiares que
distan de este modelo. A veces por hechos fortuitos y desgraciados, como ocurre con el fallecimiento
prematuro de uno de los progenitores. Otros, por la negligencia de los mismos hombres en honrar,
proteger y conservar el amor familiar. Como ocurre cuando uno de ellos, o los dos, se desentienden de
su compromiso matrimonial y rompen la unidad de la familia. Dan lugar así a hogares monoparentales,
concubinarias, ensambladas (por la unión entre esposos divorciados con sus respectivos hijos),
infecundas, homosexuales, etc. Algunos tan antinaturales que ni siquiera deberían ser llamados
“familia”.
Podemos identificar entonces ciertos enemigos de la familia. Ello no significa, por supuesto, que todos
los que los difunden o asumen sean conscientes del daño social que producen, ni que obren por malicia.
No faltan quienes instauran o promueven hogares incompletos o antinaturales por ignorancia, por
debilidad, por interés, o a veces por circunstancias fortuitas y desgraciadas. Pero claro, esto no elimina
el hecho de que se trata, justamente, de formas de familia incapaces de la realización humana integral y
que por ello no deben ser buscadas intencionalmente, ni promovidas ni protegidas por la sociedad.
¿Cuáles son los enemigos de la familia?
1) El divorcio vincular, en virtud del cual los esposos pueden desentenderse totalmente de su
compromiso matrimonial, base de la unidad familiar. La existencia legal del divorcio vincular, además
de producir severos daños y frustraciones en los hijos y en los esposos, desvaloriza el matrimonio y
favorece el fracaso matrimonial, pues las personas o ya no se sienten atraídas por el matrimonio, o

15
Reportaje en diario Página 12, Bs. As., 27 de enero del 2003

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contraen matrimonio con mayor irresponsabilidad y luego de casados se esfuerzan menos por
conservarlo.
2) El concubinato o “unión de hecho”, por el cual la pareja rechaza comprometerse públicamente al
amor estable e incondicional para formar una familia.
3) La convivencia prematrimonial, que desalienta y desvaloriza el compromiso matrimonial. De
hecho, la estadística muestra que los matrimonios de quienes han convivido tienen tres veces más
probabilidades de fracasar que los que no han tenido convivencia pre-matrimonial16. ¿Por qué? Porque
para estos últimos el matrimonio es algo importante, especial, para el que cada uno debe prepararse
bien y por el que vale la pena hacer sacrificios para conservarlo firme.
4) La sexualidad extra matrimonial. La sexualidad está íntimamente ligada a la procreación y al
encuentro profundo entre los sexos. Y el lugar más apto para desplegar la sexualidad realizando esta
compenetración profunda y la procreación, de manera sana, sin temor a embarazos irresponsables, a
enfermedades de transmisión sexual, a frustraciones e instrumentalizaciones del ser humano, es el
compromiso de amor recíproco que se llama matrimonio. El despliegue extra matrimonial de la
sexualidad favorece la desvalorización del matrimonio, los embarazos irresponsables, los hogares
monoparentales, el contagio de enfermedades, la utilización del otro como un objeto de placer. La
sexualidad se vulgariza o banaliza, dejando de ser esa facultad grandiosa que vale la pena descubrir con
el hombre o la mujer que se ha elegido para compartir la vida entera.
5) La procreación irresponsable, por la que las familias tienen hijos de manera imprudente, o dejan de
tenerlos por falta de generosidad. De hecho, las estadísticas muestran que los matrimonios que no han
tenido hijos durante los primeros dos años de casados tienen el doble de probabilidades de terminar en
divorcio que los que sí los han tenido.
6) Los desórdenes sexuales. La sexualidad es una potencia humana grandiosa y poderosa; pero, por eso
mismo, necesitada de un control por parte del ser humano. Cuando se desborda, es capaz de debilitarlo
y erosionar la familia. Es la falta de dominio sobre la facultad sexual lo que ha llevado a muchos
adulterios, divorcios, desviaciones sexuales, hogares monoparentales, filiación extramatrimonial, con
sus consecuencias en la pareja y en los hijos.
7) El adulterio, o peor aún, la dispensa de la fidelidad matrimonial, por la que los esposos aceptan
recíprocamente la infidelidad o incluso intercambiarse parejas con otros matrimonios (“swingers”).
8) El aborto, que lesiona profundamente el amor maternal y paternal. Los padres, de guardianes de la
vida se transforman en homicidas. Ello deja huellas profundas en ellos y en el resto de los miembros de
la familia.
9) Las uniones homosexuales, incapaces de realizar la complementación entre los sexos, la
procreación, y la conformación de una identidad sexual sana en los niños.
10) La falta de autoridad, fenómeno moderno en el que la familia no reconoce una clara conducción, o
para peor, quienes la conducen parecen ser los niños y no los padres.
En los países en los que estos fenómenos han crecido, el matrimonio se ha desvalorizado. Por eso, la
gente se casa menos, los que se casan se divorcian más, se tienen menos hijos o se los tiene fuera del
matrimonio, y en última instancia la familia y la felicidad humana se resienten. En última instancia, su
proliferación demuestra una falta muy grande de amor en las sociedades occidentales contemporáneas.

16
“La agencia de noticias AP ha hecho públicos los resultados de un estudio realizado por la Universidad de Rutgers en Estados
Unidos, según los cuales, las parejas que viven juntas antes del matrimonio tienen un porcentaje más alto de divorcios” (cable de
la Agencia Zenit, 7/2/99). “Según los analistas, las corrientes sociológicas modernas presentan a la convivencia, como una
"opción de preparación eficaz" al matrimonio y argumentan que, a diferencia del noviazgo tradicional, "permite un conocimiento
mutuo más profundo" y, por lo tanto, más firmeza y decisión para los que finalmente deciden contraer matrimonio. Sin embargo, lo
resultados desmienten estas hipótesis, confirmando matemáticamente que las "uniones de hecho" caen en el fracaso con más
frecuencia que los matrimonios sin prueba previa y que aquéllos que deciden casarse luego del concubinato, son más propensos a
divorciarse que los que no convivieron antes, por su renuente actitud al compromiso” (Noticia de la Agencia ACI, 25/9/99).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

La Argentina no ha sido ajena a este proceso, sobre todo desde la promulgación de la ley de divorcio en
1987.
Es verdad que a veces ciertas formas imperfectas o antinaturales de familia producen algunos beneficios
o consiguen determinados bienes humanos. Pero son incapaces de obtenerlos de manera plena e
integral. Ello lleva a la lógica conclusión de que si no siempre es posible evitar o eliminar estos
fenómenos, siempre es necesario que la comunidad los desaliente, en particular los más graves, y que
nunca los promueva, los favorezca o los proteja. Aunque los concubinatos, las uniones homosexuales,
los intercambios de parejas, o la procreación irresponsable se realicen de hecho y puedan ser tolerados,
constituye un error social grave que la autoridad las proteja o conciba como un derecho.
Actividad 7: a la luz de lo estudiado, ¿qué podría responderse a un texto como éste? “Es muy difícil
vincular el deseo, el amor y la procreación. Porque el deseo no perdura y los hombres y las mujeres no
están hechos para tener una sola pareja a lo largo de su vida. Eso obligaría a revisar las leyes sobre el
matrimonio, porque tener varias parejas a lo largo de la vida es contrario a la institución del
matrimonio” (María Moreno, Lo primero es la familia, en Página 12, Buenos Aires, 11 de setiembre del
2004).
12. Los grupos sociales infrapolíticos.
La familia no es el único grupo social. Como ya hemos indicado, la natural socialidad del hombre lo
lleva a unirse en muchos grupos sociales en busca de diversos bienes comunes. Vamos a repetir aquí
algo de lo dicho con ocasión de su clasificación.
Algunos grupos son capaces de alcanzar los diversos bienes comunes que busca el ser humano de
manera razonablemente suficiente, completa e integral. Por eso se dice que tales grupos sociales son
“perfectos” o “autárquicos”, y el bien común que buscan se designa como bien común político. La
familia, el gremio, la escuela, el barrio, por ejemplo, buscan fines comunes importantes pero
incompletos. Ninguno es suficiente para satisfacer las complejas y variadas necesidades humanas.
Existen sólo dos sociedades perfectas o autárquicas, que poseen los medios necesarios para alcanzar la
plenificación humana integral. En el orden temporal, el estado o la sociedad política. En el orden
sobrenatural, la Iglesia.
El resto de los grupos sociales son conocidos como “infra políticos”, porque buscan algunos aspectos
parciales del bien humano integral, y muchas veces carecen incluso de algunos de los medios necesarios
para alcanzarlos.
Algunos grupos sociales tienen base territorial. Sus miembros buscan fines comunes viviendo en
determinado marco territorial. Los más básicos o inferiores son la familia, el barrio, el municipio, la
provincia, la región.
Otros grupos sociales no son territoriales, agrupan a personas que viven en lugares diversos. Algunas
tienen finalidades -bienes comunes- principalmente económicos, como la empresa o el sindicato, otros
educativos -la escuela, la universidad, la biblioteca pública-, otros sociales -el club-, culturales -la
asociación folklórica, la colectividad extranjera, la fundación artística-, etc.
La presencia activa de estos grupos infrapolíticos es lo que da vida a la sociedad, facilita el control del
poder y la búsqueda de soluciones reales a los problemas de la gente, evita la masificación y asegura la
iniciativa, la responsabilidad, el sentido de pertenencia y el compromiso de todos en el fin común.
Consiguientemente, los grupos mayores y la comunidad política deberían alentar, proteger y reconocer
a estos grupos y darles intervención en los asuntos públicos. Deberían estar representados en órganos
con funciones de información, consulta y participación en el gobierno de los estados. En los hechos, sin
embargo, la obsesión por el poder suele llevar a que la clase política más bien los vea como
competidores y tienda a no reconocerles el lugar que les corresponde.
La destrucción de los grupos intermedios ha sido llevada adelante por los regímenes liberales y por los
totalitarios. Los primeros entendieron que los grupos eran enemigos de la libertad porque implicaban

- 26 -
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limitaciones al ser humano. La revolución francesa fue la responsable de la destrucción de los


numerosos grupos intermedios -corporaciones, gremios, asociaciones- que se habían gestado desde la
edad media. Las leyes francesas de Le Chapelier del 14/17 de agosto de 1791 establecieron que “los
ciudadanos de un mismo estado social o profesión, los obreros y compañeros de un arte cualquiera, no
podrán cuando se reúnan, designar presidente, secretario o síndico, llevar registros, tomar
resoluciones y sancionar reglamentaciones acerca de sus pretendidos intereses comunes”. Los
segundos, estados totalitarios, pretendieron controlarlos totalmente desde el estado, como en el
corporativismo fascista italiano. Ninguno de los dos entendieron que los grupos intermedios son fruto
de la naturaleza social del ser humano y deben ser protegidos por el estado, no destruidos ni dominados
por éste.
Actividad 8: en el ordenamiento constitucional de muchos estados como el nuestro los partidos
políticos tienen representación en los órganos de gobierno, pero ninguna los sindicatos, las empresas,
las universidades, las familias, las asociaciones civiles, etc. ¿Qué valoración podemos hacer de esta
situación?
13. El problema del pluralismo.
A la luz de lo que hemos expresado, se comprenderá claramente con qué alcances el pluralismo es
legítimo.
Es bueno y deseable que en la sociedad sus componentes, individuos y grupos, desplieguen sus propias
características especiales y diferentes, contribuyendo al bien común de acuerdo con las propias
capacidades e iniciativa, coordinados y organizados por la autoridad. Cada persona es, en parte,
diferente de las otras, y los grupos que forma también lo son. Y estas diferencias le dan riqueza al tejido
social, y no puede ser suprimida sin causar graves perjuicios, destruyendo la iniciativa a través de la
nivelación absoluta. Cada individuo y cada grupo se verá imposibilitado de poner sus capacidades en
beneficio del conjunto. Recordemos aquí lo que hemos dicho al referirnos a la unidad y la pluralidad.
Pero cuando la pluralidad no se refiere a diversas maneras de buscar, coordinadamente, el mismo bien
común, sino a graves diferencias sobre los contenidos mismos del fin común, se torna socialmente
perjudicial. Es bueno que en un equipo de fútbol algunos prefieran un juego basado en la fuerza y otros
en la velocidad, unos en la gambeta y otros en el juego aéreo. Pero todos coordinados para alcanzar el
gol. Es malo si en el equipo algunos evitan deliberadamente meter los goles... De la misma manera, es
bueno que existan empresas diversas con sus propios estilos de conducción y características, siempre
que todas comprendan que trabajan para el bien común. Si algunas, en cambio, están dispuestas a
sobreponer su interés económico al bienestar general, tal pluralismo es malo. Es bueno que cada
docente tenga su estilo de enseñanza, y los alumnos puedan alternar unos y otros. Pero es negativa la
pluralidad por la cual algunos docentes enseñan y otros no, o algunos enseñan errores graves. Porque la
finalidad común de la escuela es el proceso enseñanza-aprendizaje. De la misma manera, es bueno que
cada familia tenga sus tradiciones y sus costumbres propias, que pueden cambiar según las regiones del
país; pero es malo si tales costumbres o tradiciones olvidan el fin común que deben buscar, como el
caso de los diversos enemigos de la familia que hemos mencionado.
Por eso es necesario tener sentido crítico cuando se alega que algo es malo porque no es pluralista.
Habría que determinar si la pluralidad que se evita es una pluralidad buena o mala. Y el criterio
principal para distinguirla es el del bien común, el bien que el hombre debe buscar junto con sus
semejantes.
Actividad 9: en nombre del pluralismo se defiende el divorcio y el aborto. Hay distintas opiniones
sobre estos temas, se dice, y por tanto no puede imponerse a los otros la propia. Mientras a uno no lo
obliguen a divorciarse o a abortar, no puede pretender que nadie lo haga. De acuerdo con lo leído ¿qué
podemos pensar de este razonamiento?

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Poniendo de manifiesto algunos errores comunes...


A la luz de lo estudiado aquí, podemos advertir fácilmente el error de las posiciones que:
- Alientan la intromisión del estado, o de las comunidades mayores en áreas que competen o que
pueden desempeñar adecuadamente los grupos inferiores.
- Pretenden que no solo se permitan, sino que se brinde protección legal a uniones sexuales incapaces
de formar familias tal como el hombre y la sociedad las necesitan.
- Sostienen que cada persona es libre y puede elegir lo que quiera mientras no lesione a otros. ¿Cómo
vamos a alcanzar el bien común si cada uno elige como quiere?
- Ponen en primer lugar el interés particular propio frente al bien común de todos.
- Reducen a la persona a parte de la estructura social, sin ningún valor o dignidad por sí mismo y
sacrificable si es el interés de la mayoría.
- Desean explicar la sociedad y sus fundamentos, solo por el consentimiento y la voluntad de sus
miembros; como si tal consentimiento o voluntad legitimarían cualquier organización.
Síntesis
• El hombre está enriquecido con facultades muy nobles que debe plenificar con la consecución de
bienes como el conocimiento, los hábitos rectos, la experiencia estética, la conservación de la vida,
la religión y el juego.
• El hombre solo puede alcanzar plenamente los bienes capaces de enriquecerlo si los busca en común
con sus semejantes.
• Para la obtención de sus bienes más plenos, se une en grupos sociales.
• No debe confundirse el grupo social con un mero agregado social o una masa.
• El hombre es naturalmente social, en el sentido de que está naturalmente inclinado y moralmente
obligado, para obtener su plenitud, a unirse en grupos sociales con sus semejantes buscando los
bienes en común con los otros.
• Las teorías del “contrato social” intentan explicar el origen, la estructura, y la legitimidad de los
grupos sociales por la sola voluntad de sus miembros. Resultan ficticias, peligrosas e insuficientes.
• El grupo social está formado por un conjunto de personas conduciéndose (causa material) de manera
organizada (causa formal) hacia un fin común (causa final) impulsadas por la inclinación social y
conducidas por un gobierno (causa eficiente).
• La persona es parte de la sociedad, pero no se subordina a ella totalmente sino en cuanto lo exige
legítimamente el fin común. La sociedad es un accidente de la persona, y no a la inversa.
• El bien común es aquél capaz de plenificar a muchos como su fin. En tal carácter, es superior al bien
particular, pero no se opone al verdadero bien particular.
• El orden social exige el respeto del principio de subsidiariedad y de solidaridad. El principio de
subsidiariedad requiere que los grupos mayores no suplanten ni absorban la actividad de los grupos
inferiores en la búsqueda de sus fines, sino que colaboren con ellos. El principio de solidaridad
demanda que los grupos inferiores persigan sus fines propios integrados y respetando también el fin
del grupo mayor que integran.
• En la realidad actual se presentan numerosos atentados contra el principio de subsidiariedad por la
invasión de los grupos mayores que tienden a absorber a los inferiores; y contra el principio de
solidaridad en virtud de la tendencia al individualismo social.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• Un orden social sano requiere al mismo tiempo de la presencia de cierta unidad de todos hacia el
mismo fin, y cierta pluralidad en las maneras legítimas y ordenadas de buscarlo.
• La familia tiene una dimensión natural y una dimensión cultural. Cada cultura desarrolla una forma
de familia, pero no todas ellas son aptas para alcanzar sus fines específicos. Debido a su incapacidad
para llevar a sus miembros a la plenitud, las uniones incompletas o antinaturales no debieran ser
alentadas ni buscadas voluntariamente.
• Además de la familia, las sociedades complejas están integradas por numerosos grupos sociales, de
carácter territorial, socioeconómico, o cultural, que deben ser respetados y promovidos.
• Existe un pluralismo legítimo, cuando manifiesta las diversas maneras en que puede buscarse y
manifestarse el mismo bien común. Y también un pluralismo negativo, cuando refleja diferencias
profundas en relación con el mismo fin común que debe buscarse.
Textos de apoyo

“Toda ciudad se ofrece a nuestros ojos como una comunidad, y toda comunidad se constituye a su vez en vista de algún
bien (ya que todos hacen cuanto hacen en vista de lo que estiman ser un bien)... La mejor manera de ver las cosas en
esta materia al igual que en otras es verlas en su desarrollo natural y desde su principio. En primer lugar, pues, la
necesidad ha hecho aparearse a quienes no pueden existir el uno sin el otro, como son el varón y la mujer en orden a la
generación... De estas asociaciones surgieron los primeros hogares, por lo cual Hesíodo estuvo en lo justo al describir:
‘lo primero de todo es la casa y la mujer y el buey labrador’... La familia es así la comunidad establecida por la
naturaleza para la convivencia de todos los días... La primera comunidad a su vez, que resulta de muchas familias, y
cuyo fin es servir a la satisfacción de necesidades que no son meramente las de cada día, es el municipio. Con mucha
razón se podría llamar al municipio, si se atiende a su naturaleza, una colonia de la familia, constituido como está –a
dicho de algunos-, por quienes han mamado la misma leche, por sus hijos y por los hijos de sus hijos.. La asociación
última de muchos municipios es la ciudad. Es la comunidad que ha llegado al extremo de bastarse en todo virtualmente
a sí misma, y que si ha nacido de la necesidad de vivir, subsistir porque puede proveer a una vida plena. De ahí que la
ciudad exista por naturaleza, no de otro modo que las primeras comunidades, puesto que es ella el fin de las demás... De
lo anterior resulta manifiesto que la ciudad es una de las cosas que existen por naturaleza, y que el hombre es por
naturaleza un animal social, y resulta también que quien por naturaleza y no por causa de fortuna carece de sociedad,
está por debajo o por encima de lo que es el hombre. Es como aquél a quien Homero reprocha ser sin clan, sin ley, sin
hogar.”17.

“Todo hombre tiene naturalmente impresa la luz de la razón, por la cual dirige sus actos al fin. Y si al hombre
conviniese vivir solo, como a otros muchos animales, no necesitaría de nadie para dirigirse a su fin; cada uno sería rey
de sí mismo bajo el mandato supremo de Dios, en cuanto que se dirigiría en sus actos por la luz de la razón dada por
Dios. Pero es natural al hombre ser animal social y político, que vive en sociedad mucho más que todos los demás
animales, como lo exigen sus necesidades naturales. En efecto, a los demás animales la naturaleza los proveyó de
alimento, los vistió de pelos y los dotó de defensas, como los dientes, los cuernos y las uñas, o, al menos, les dio
velocidad para la huida. El hombre, por el contrario, viene de la naturaleza desprovisto de todo eso. Pero en lugar de
ello le ha sido dada la razón, mediante la cual y valiéndose de las manos puede proporcionarse todas esas cosas; si bien
para ello no se basta uno solo, porque así no podría llevar una vida con suficiencia de medios. Es, por tanto, natural al
hombre vivir en sociedad con muchos... El hombre no tiene conocimiento natural de las cosas que son necesarias para
su vida más que en común... Es necesario que el hombre viva en sociedad para que uno sea ayudado por otro, y sean
diversos los que se ocupen de las diversas invenciones; por ejemplo, uno de la medicina, otro se ocupe de esto, y otro de
aquello. Esto mismo se echa de ver claramente por el fenómeno de la palabra, que es propia del hombre, por medio de
la cual cada hombre puede comunicar totalmente su pensamiento a los demás”18.
“La natural sociabilidad del hombre hace descubrir también que el origen de la sociedad no se halla en un « contrato »
o « pacto » convencional, sino en la misma naturaleza humana. De ella deriva la posibilidad de realizar libremente
diversos pactos de asociación. No puede olvidarse que las ideologías del contrato social se sustentan sobre una
antropología falsa; consecuentemente, sus resultados no pueden ser —de hecho no lo han sido— ventajosos para la
sociedad y las personas. El Magisterio ha tachado tales opiniones como abiertamente absurdas y sumamente funestas.
cf. León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum: Acta Leonis XIII, 8 (1889) 226-227”19.

17
Aristóteles, La política, Cap. I.
18
Tomás de Aquino, Del Régimen de los Príncipes, nros. 4 y 5.
19
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nota 297.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

“La persona humana necesita la vida social. Esta no constituye para ella algo sobreañadido sino una exigencia de su
naturaleza. Por el intercambio con otros, la reciprocidad de servicios y el diálogo con sus hermanos, el hombre
desarrolla sus capacidades; así responde a su vocación (cf GS 25,1). Una sociedad es un conjunto de personas ligadas
de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. Asamblea a la vez visible y espiritual,
una sociedad perdura en el tiempo: recoge el pasado y prepara el porvenir. Mediante ella, cada hombre es constituido
"heredero", recibe "talentos" que enriquecen su identidad y a los que debe hacer fructificar (cf. Lc. 19,13.15). En
verdad, se debe afirmar que cada uno tiene deberes para con las comunidades de que forma parte y está obligado a
respetar a las autoridades encargadas del bien común de las mismas. Cada comunidad se define por su fin y obedece en
consecuencia a reglas específicas pero "el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la
persona humana" (GS 25,1). Ciertas sociedades, como la familia y la ciudad, corresponden más inmediatamente a la
naturaleza del hombre. Le son necesarias. Con el fin de favorecer la participación del mayor número de personas en la
vida social, es preciso impulsar alentar la creación de asociaciones e instituciones de libre iniciativa "para fines
económicos, sociales, culturales, recreativos, deportivos, profesionales y políticos, tanto dentro de cada una de las
naciones como en el plano mundial" (MM 60). Esta "socialización" expresa igualmente la tendencia natural que
impulsa a los seres humanos a asociarse con el fin de alcanzar objetivos que exceden las capacidades individuales.
Desarrolla las cualidades de la persona, en particular, su sentido de iniciativa y de responsabilidad. Ayuda a garantizar
sus derechos (cf GS 25,2; CA 12). La socialización presenta también peligros. Una intervención demasiado fuerte del
Estado puede amenazar la libertad y la iniciativa personales. La doctrina de la Iglesia ha elaborado el principio
llamado de subsidiaridad. Según éste, "una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de
un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de
necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común" (CA
48; Pío XI, enc. "Quadragesimo anno")20.
“De la concepción cristiana de la persona se sigue necesariamente una justa visión de la sociedad. Según la Rerum
novarum y la doctrina social de la Iglesia, la socialidad del hombre no se agota en el Estado, sino que se realiza en
diversos grupos intermedios, comenzando por la familia y siguiendo por los grupos económicos, sociales, políticos y
culturales, los cuales, como provienen de la misma naturaleza humana, tienen su propia autonomía, sin salirse del
ámbito del bien común”21.
“La familia está fundada sobre el matrimonio, esa unión íntima de vida, complemento entre un hombre y una mujer, que
está constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio, libremente contraído, públicamente afirmado, y que está
abierta a la transmisión de la vida. El matrimonio es la institución natural a la que está exclusivamente confiada la
misión de transmitir la vida. La familia, sociedad natural, existe antes que el Estado o cualquier otra comunidad, y
posee unos derechos propios que son inalienables. La familia constituye, más que una unidad jurídica, social y
económica, una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores
culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y
de la sociedad. La familia es el lugar donde se encuentran diferentes generaciones y donde se ayudan mutuamente a
crecer en sabiduría humana y a armonizar los derechos individuales con las demás exigencias de la vida social. La
familia y la sociedad, vinculadas mutuamente por lazos vitales y orgánicos, tienen una función complementaria en la
defensa y promoción del bien de la humanidad y de cada persona. La experiencia de diferentes culturas a través de la
historia ha mostrado la necesidad que tiene la sociedad de reconocer y defender la institución de la familia. La
sociedad, y de modo particular el Estado y las Organizaciones Internacionales, deben proteger la familia con medidas
de carácter político, económico, social y jurídico, que contribuyan a consolidar la unidad y la estabilidad de la familia
para que pueda cumplir su función específica. Los derechos, las necesidades fundamentales, el bienestar y los valores
de la familia, por más que se han ido salvaguardando progresivamente en muchos casos, con frecuencia son ignorados y
no raras veces minados por leyes, instituciones y programas socio-económicos”22.
“3. Cuando la Iglesia expone la verdad sobre el matrimonio y la familia, no lo hace sólo basándose en los datos de la
Revelación, sino también teniendo en cuenta los postulados del derecho natural, que representan el fundamento del
verdadero bien de la sociedad misma y de sus miembros. En efecto, es muy importante para los niños nacer y ser
educados en un hogar formado por padres unidos en una alianza fiel. Se pueden imaginar otras formas de relación y de
convivencia entre los sexos, pero ninguna de ellas constituye, a pesar del parecer contrario de algunos, una auténtica
alternativa jurídica al matrimonio, sino más bien una debilitación del mismo. En las así llamadas "uniones de hecho" se
da una carencia, más o menos grave, de compromiso recíproco, un paradójico deseo de mantener intacta la autonomía
de la propia voluntad dentro de un vínculo que, a pesar de todo, debería ser relacional. Lo que falta en las convivencias
no matrimoniales es, en definitiva, la apertura confiada a un futuro para vivir juntos, que corresponde al amor activar y
fundar, y que es tarea específica del derecho garantizar. En otras palabras, falta precisamente el derecho, no en su

20
Catecismo de la Iglesia Católica, 1879 a 1883.
21
Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, nro. 13.
22
Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los Derechos de la Familia, Preámbulo.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

dimensión extrínseca de mero conjunto de normas, sino en su dimensión antropológica, la más auténtica, de garantía de
la coexistencia humana y de su dignidad”23.
“La crisis de la familia se convierte a su vez en causa de la crisis de la sociedad. No pocos fenómenos patológicos -
desde la soledad a la violencia, a la droga- se explican porque los núcleos familiares han perdido su identidad y su
función”24.
Solución de las actividades de aprendizaje
Actividad 1: Como, al menos en alguna medida, la constitución y el fin que debe buscar la sociedad surge de las
exigencias de plenitud humanas, y no de la pura voluntad de las personas, no es legítimo que éstas al formar la sociedad
contradigan tales exigencias de plenitud, entre las cuales se encuentra, evidentemente, el respeto por los derechos
rectamente entendidos. Si se piensa que el origen y fundamento de la sociedad se agota en la voluntad de los hombres
expresada en un pacto o contrato social, entonces sería legítimo que éstos resolvieran organizar una sociedad en la que
no se respete al débil o indefenso.
Actividad 2: Por el primer texto se entiende que siendo el hombre parte de grupos sociales, solo obtiene su bien
buscando el bien común de tales grupos. Por el segundo que, sin embargo, el hombre no es solamente parte de los
grupos que integra ni agota en ellos su ser y condición, sino que se les subordina en la medida necesaria para alcanzar
los bienes comunes que buscan.
Actividad 3: Evidentemente, se trata de un falso concepto de bien común. El bien común es un bien del hombre,
integralmente considerado. Y no hace bueno al hombre ni al conjunto de hombres que se asesinen a niños, ancianos o
enfermos, en vez de acogerlos. El bien común no solo no se opone sino que presupone el respeto de los verdaderos
derechos.
Actividad 4: Si los municipios pueden ocuparse de algunos temas de seguridad, sería bueno que se les permita y apoye
para hacerlo (subsidiariedad), y un camino puede ser crear una policía municipal. Por supuesto, no reemplazaría la
policía provincial ni la federal, pues el municipio integra una provincia, y esta una nación, y existirán delitos cuya
persecución puede afectar o requerir la intervención del grupo mayor (solidaridad).
Actividad 5: a) La prohibición de universidades de gestión privada contradice el principio de subsidiariedad, pues si
diversas asociaciones pueden desarrollar el saber científico, el estado no debe absorber tales iniciativas, sino apoyarlas,
y solo obrar cuando éstas no resulten suficientes. La solidaridad exige, sin embargo, que tales universidades privadas se
ajusten a condiciones y requisitos que establezca la comunidad política para asegurar el bien común. b) Evidentemente,
la sustitución de los estados nacionales o sus atribuciones por grupos internacionales avasalla el principio de
subsidiariedad, aleja las decisiones de los interesados y favorece la manipulación. c) La reserva es coherente con el
principio de subsidiariedad, en cuanto a que el estado debe dejar que sea la familia la que brinde educación a los niños
en materia de planificación familiar y ayudarlas a hacerlo. Las llamadas “leyes de educación sexual” o de “salud
reproductiva”, en la medida en que pretenden reemplazar a los padres sin darles participación adecuada, vulneran esta
norma y la subsidiariedad.
Actividad 6: El texto refleja la importancia de la subsidiariedad: si no es la figura paterna la que ayuda a desarrollar en
la persona la distinción entre lo que debe o no hacerse, el estado será un mal sustituto suyo.
Actividad 7: Los fines de la familia, como la contención afectiva y la educación, revelan justamente que los hombres
necesitan, para su perfección, la estabilidad del matrimonio. Por eso es un contrasentido considerar que el hombre no
está hecho para tener una sola pareja a lo largo de su vida.
Actividad 8: El monopolio de la representación y participación política en los partidos niega a los grupos infrapolíticos
el rol que les cabe como gestores de la comunidad nacional, y favorece la manipulación y masificación.
Actividad 9: El pluralismo es valioso si defiende la legitimidad de diversas formas de buscar el mismo bien común,
pero no cuando pretende amparar conductas que contradicen la protección de la vida y la estabilidad de la familia.
Puede haber abortos y fracasos matrimoniales. Y quizás no se los pueda impedir totalmente. Pero ello no implica que no
sea socialmente dañoso. El argumento de que no se pueden imponer pautas en estas materias, no es válido pues no se
trata de comportamientos meramente privados que no afectan a nadie, sino que ponen en riesgo la búsqueda del bien
común y el bien de otros, por lo que no debería protegerse la libertad ni brindar apoyo social a tales conductas. Piense
Ud. que pasaría si alguien dijera que el estado debe admitir la esclavitud o la tenencia privada de armamento atómico,
porque no puede prohibírseles tenerlos a quienes lo quieran, mientras no obliguen a otros a hacerlo...

23
Palabras del Santo Padre a los participantes de la XIX Asamblea del Consejo Pontificio para la Familia, L'Osservatore Romano,
edic. en castellano, 11-6-99.
24
Juan Pablo II, Audiencia General, 2/12/99.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Actividades de Autoevaluación (marque la respuesta más acertada)


1. La natural socialidad del hombre implica:
a) Que el hombre siempre vive unido en sociedad.
b) Que el hombre no elige vivir o no en sociedad.
c) Que el hombre necesita, para su plenitud, de la vida social.
d) Que el hombre se une en sociedad necesariamente.
2. La teoría del contrato social es cuestionable porque
a) Los grupos sociales no son formados voluntariamente por los hombres que los constituyen.
b) El fundamento y la finalidad de los grupos sociales no se deriva exclusivamente a la voluntad de sus miembros.
c) Los hombres constituyen los grupos sociales porque los necesitan y les resultan convenientes.
d) La finalidad de los grupos sociales está preestablecida y de ningún modo depende de la decisión de quienes los
integran.
3. Cuando decimos que el hombre está inclinado a la vida social por indigencia y por plenitud, queremos significar que:
a) La vida social implica carencias pero también plenifica al ser humano.
b) La vida social es necesaria al ser humano tanto por sus carencias como por sus perfecciones.
c) Según como se constituya, la vida social puede plenificar pero también puede perjudicar al ser humano.
d) En la vida social el ser humano supera su indigencia y se acerca a la plenitud.
4. Puede considerarse como causa formal del grupo social
a) El bien común buscado por el grupo.
b) Las conductas humanas orientadas al fin común.
c) La actividad del gobierno o el grupo dirigente.
d) El orden o la organización vivida en el grupo.
5. La naturaleza del grupo social en relación con los hombres que la forman se expresa diciendo que:
a) El hombre es un accidente que se explica por su pertenencia a diversos grupos sociales.
b) El grupo es solo el nombre que ponemos a un conjunto de hombres, seres sustanciales.
c) El hombre es una sustancia y el grupo es un accidente que existe en los hombres.
d) Considerar al ser humano o al grupo que integra como sustancias es totalitarismo.
6. La relación entre el bien común y el bien particular supone:
a) Que el bien común debe prevalecer sobre el particular cuando se contradicen.
b) Que el auténtico y pleno bien particular no se opone sino que supone el bien común.
c) Que el bien común puede considerarse como el conjunto de los bienes particulares.
d) Que el bien particular es uno de los elementos del bien común.
7. La mejor aplicación del principio de subsidiariedad exigiría
a) Que las escuelas adopten estrategias recreativas para que los niños pasen más tiempo en ellas, fuera del horario
escolar, y desarrollen hábitos y valores.
b) Que las familias sean consultadas y tengan algún papel de decisión sobre la actividad escolar en los establecimientos
educativos a los que concurren sus hijos.
c) Que cada familia sea la responsable de decidir qué materias y/o temas va a aprender su hijo en la escuela.
d) Que en las escuelas se convoque a reuniones para informar a las familias sobre la normativa escolar.
8. Cuál de las siguientes sería expresión de un pluralismo socialmente negativo
a) Deben ser respetadas las tradiciones propias y especiales que tiene cada región del país.
b) Es legítimo que cada persona encarne los valores de acuerdo con un proyecto de vida coherente con la vocación de
cada uno.
c) No debe una disciplina social que ahogue la iniciativa y la creatividad.
d) Una sociedad es mejor y más democrática cuando existen partidos políticos liberales, comunistas, socialistas,
cristianos, que compiten por el poder.
9. La familia, como grupo social, es
a) Un grupo social análogo a los demás infrapolíticos.
b) Un grupo social natural pero contingente.
c) Un grupo social natural e indispensable.
d) Un grupo social natural, perfecto y autárquico.
10. Respecto a la manera de organizar y constituir la familia, podemos decir que
a) Todas deberían formarse y constituirse de la misma manera.
b) Todas las formas de familia son legítimas y deben ser respetadas como tales.
c) Hay diversas formas de familia legítimas, pero también otras que no lo son.

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d) Hay una única manera legítima de constituir la familia.

11. De los siguientes, ¿cuál no podría calificarse como grupo infrapolítico?


a) La familia.
b) El sindicato.
c) El estado.
d) La empresa.

12. ¿Qué distingue el verdadero del falso pluralismo?


a) El falso pluralismo pretende imponer el pluralismo como si fuera la verdad única.
b) El falso pluralismo defiende como legítimo solo un tipo de pensamiento o comportamiento.
c) El falso pluralismo pretende también la protección de ideas o comportamientos negativos.
d) El falso pluralismo defiende la pluralidad sobre los medios pero no sobre los fines.

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Unidad 2 “Las ideologías sociales”

Presentación
En la unidad anterior sentamos las bases para comprender le origen del orden social, su justificación, y
los principios que deben informarlo para que resulte capaz de enriquecer a la persona humana.
Sin embargo, a lo largo de la historia, se han planteado diversas “ideologías” que también pretenden dar
cuenta del fundamento y significado de la sociedad y que se alejan, en mayor o menor medida, de los
criterios expuestos en la Unidad anterior y de los que se expondrán en lo sucesivo.
Tales ideologías son numerosísimas, y como no podríamos tratarlas todas en sus más mínimos detalles,
nos limitaremos a un planteo general, agrupándolas en tres grandes grupos: el liberalismo individualista,
el colectivismo o totalitarismo (dentro del cuál incluiremos al marxismo, nacional socialismo y
fascismo) y la social democracia.
Tengamos presente, sin embargo, que la reducción de las múltiples posiciones ideológicas a estas pocas
categorías es una indudable simplificación, que existen muchos matices y posibilidad de “grados” de
adhesión a las mismas (“más o menos liberal”, por ejemplo), y que en la realidad no siempre los
hombres o los gobiernos que dicen inspirarse en alguna de ellas la implementan de manera coherente y
completa.
De todos modos, su estudio, aunque más no sea simplificado, contribuye a comprender los diversos
polos en tensión a partir de los cuales se puede pensar la relación del hombre con la sociedad. Se
comprenderá que tratándose de ideas “encarnadas” por hombres y sociedades históricas, no pueden
estudiarse desconectadas de los fenómenos históricos en que se desplegaron.
Objetivos
∗ Identificar las diferentes posiciones ideológicas respecto del orden social.
∗ Contrastar los postulados de una doctrina social cristiana con los que proponen las ideologías más
difundidas, y precisar la identidad específica de la primera.
∗ Analizar críticamente las propuestas ideológicas sobre los principales temas sociales.
∗ Comprender las razones por las que se desarrollan y proliferan las diversas ideologías.

Temario
1. El realismo como método y las ideologías: metodología para el estudio de la ética social.
2. Las ideologías y sus denominaciones.
3. La revolución francesa y las ideologías.
4. El liberalismo individualista.
5. Las ideologías totalitarias.
6. El marxismo.
7. El nacionalsocialismo.
8. El fascismo.
9. La Iglesia frente a las ideologías.
Apéndice: Las ideologías y la historia argentina.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Mapa conceptual

Doctrina Realismo

≠ Reduccionismo Condenas de la
Ideologías Saber Iglesia
interesado

Liberalismo Totalitarismos Socialdemocracia

Marxismo
Nacional Socialismo
Fascismo

Bibliografía específica para esta Unidad

Además de la bibliografía general indicada al comienzo de este libro, puede consultarse:


Arnaudo, Florencio, Liberalismo, Marxismo y Social Cristianismo: tres visiones del mundo, editorial
Pleamar, Bs. As., 1997.
Arnaudo, Florencio, Principales tesis marxistas, editorial Pleamar, Bs. As., 1984.
Billot, Louis, El error del liberalismo, editorial Cruz y Fierro, Bs. As.., 1978.
Calderón Bouchet, Rubén, Nacionalismo y Revolución, editorial Huemul, Bs. As., 1985.
Creuzet, Michael, Libertad, liberalismo y tolerancia, editorial Speiro. Madrid, 1980.
Diaz Araujo, Enrique, Maritain y la Cristiandad Liberal, editorial Universidad Nacional de Cuyo,
Mendoza, 1999.
Innocenti, Ennio, La conversión religiosa de Benito Mussolini, editorial Santiago Apostol, Bs. As.,
2006.
Meinvielle, Julio, El comunismo en la revolución anticristiana, editorial Cruz y Fierro, Bs. As., 1982.
Montejano, Bernardino, Ideología, Racionalismo y Realidad, editorial Abeledo Perrot, Bs. As., 1981.
Palumbo, Carmelo, Teología de la Liberación o el Marxismo enancado en el progresismo teológico, en
Palumbo, Cuestiones de Doctrina Social de la Iglesia, editorial Cruz y Fierro, Bs. As., 1982, pág. 187 y
ss.
Ramos, Fulvio, Respuesta liberal a la cuestión social del siglo XX, en Palumbo, Carmelo (Dir.),
Doctrina Social de la Iglesia, volumen VI de los Cursos de Cultura Católica, editorial Universidad
Católica Argentina, Bs. As., 1989, pág. 293 y ss.
Quintana, Eduardo M., El marxismo paradógico de Antonio Gramsci, editorial Huemul, Bs. As., 1990.
S. S. Pio XI, encíclicas Mit Brennender Sorge, Non Abbiamo Bisogno y Divini Redemptoris.
Saenz, Alfredo, Antonio Gramsci y la Revolución Cultural, editorial Gladius, Bs. As., 1997.
Sampay, Arturo, La crisis del Estado de Derecho Liberal-Burgués, Lozada, Bs. As., 1942.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Verdera, Hugo, Respuesta comunista a la cuestión social del siglo XX, en Palumbo, Carmelo (Dir.),
Doctrina Social de la Iglesia, volumen VI de los Cursos de Cultura Católica, editorial Universidad
Católica Argentina, Bs. As., 1989, pág. 313 y ss.
Además, para profundizar en las ideologías marxista y liberal, y conocer la vida y la obra de un
prestigioso profesor argentino, especialista en Doctrina Social, muerto asesinado víctima de la lucha
entre ideologías extremistas de la década del setenta, recomendamos Hernández, Héctor H., Sacheri.
Predicar y morir por la Argentina, editorial Vórtice, Buenos Aires, 2007.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Desarrollo temático
1. El realismo como método y las ideologías: metodología para el estudio de la ética social.
Cuando abordamos el estudio y la explicación del orden social, se plantea desde el inicio un problema
gnoseológico.
Las teorías para comprender, fundamentar y justificar la sociedad y sus instituciones son elaboradas por
seres humanos. Y por esa razón, arrastran la imperfección que tienen sus autores, imperfecciones
derivadas de las limitaciones de la inteligencia humana y de la posible influencia de componentes
afectivos y volitivos en las construcciones intelectuales.
La inteligencia humana es limitada, y la realidad social sumamente compleja y extraordinariamente
rica. No siempre la capacidad intelectual de las personas ha permitido comprenderla en toda su
integridad, y sobran ejemplos de teoría sociales que terminan simplificando o fraccionando
indebidamente por acentuar unilateralmente algún criterio o cuestión como si fuera el único o principal
y no uno de varios, solo por ser el que más impactó a sus gestores o el que predominó en el limitado
espacio geográfico y temporal en que le tocó vivir. Así, no faltan pretensiones de mirar a la sociedad
reduciéndola a relacionas de dominación (marxismo), o a expresión de puras autonomías individuales
(liberalismo individualista).
Pero también ocurre que nuestras pasiones (emociones o sentimientos) e intereses pueden influir en
nuestra adhesión a una u otra tesis. A veces de manera inconsciente. Amores y odios, esperanzas y
temores, están detrás de muchas posiciones ideológicas. Pensar la sociedad y sus principios
fundamentales prescindiendo del lugar que nos toca ocupar en ella, para ser “objetivo”, es difícil.
Teóricamente, debería ser posible alcanzar alguna certeza sobre la legitimidad de la huelga, sobre la
justicia del salario, o la función social de la propiedad. Concretamente, por nuestra historia personal
estamos a veces más identificados con los obreros o con los empleadores, y desde esa identificación
pensamos tales cuestiones. Nuestra objetividad e imparcialidad se desvanecen, y con ellas la posibilidad
de dar cuenta del orden social tal como es.
Más serio todavía es el caso de aquéllos que elaboran teorías o posiciones sociales con la conciencia de
que lo hacen sirviendo algún interés. El poder de las ideas sobre los seres humanos es enorme. Y por
eso quienes desean influir sobre los demás a fin de obtener que se comporten de una u otra manera no
descuidan la elaboración de teorías orientadas a preparar o fundamentar tesis favorables a sus deseos o
intereses.
Cuando se detecta que una teoría social no refleja de modo fiel y completo la realidad sobre el ser y el
deber ser de la sociedad, en virtud de las limitaciones de la inteligencia humana, o de la influencia de
pasiones o intereses, podemos llamarla “ideología”. La ideología sería entonces un saber parcializado o
interesado25, que fracciona la compleja realidad absolutizando o presentando de manera unilateral sólo
algunos de su aspectos. En este sentido utilizamos el término en este texto; aunque no desconocemos
que en un sentido más genérico y vulgar, se lo utiliza a veces para designar sencillamente el “conjunto
de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época”26.
La actitud gnoseológica realista, a diferencia de la ideológica, procura descubrir la realidad sobre el ser
y el deber ser del hombre y la sociedad, y elaborar una teoría capaz de describirla de manera completa e
integral. Supone la capacidad de sopesar de manera equilibrada sus diversos componentes, y de tomar
distancia respecto de las propias pasiones e intereses para ajustarnos a la realidad, en vez de pretender
ver una “realidad” porque nos conviene.

25
Ernesto Palacio caracteriza a la ideología no por su carácter parcializado o interesado, sino por su pretensión de implantar
modelos artificiales y utópicos (Cfr. Teoría del estado, editorial EUDEBA, Bs. As., 1979). Nosotros creemos que esa es una
consecuencia, justamente, de haber aportado una visión parcializada o fraccionada del orden social, mutilándole alguno de sus
aspectos fundamentales.
26
Diccionario de la Real Academia Española.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Esta penetración realista sobre la realidad humana nos permite descubrir en ella un orden. Las cosas no
ocurren de cualquier manera, ni deben ocurrir de cualquier manera. Existen reglas que descubrimos en
la realidad. A esas reglas podemos llamarlas “orden natural”. Natural no porque ocurra
necesariamente: el hombre puede conducirse respetando o contraviniendo ese orden. Claro que si
decide contravenirlo, no será sin consecuencias. Porque justamente es “natural” por corresponder con la
naturaleza del hombre, con su auténtico bien y plenitud. Las ideologías intentan torcer el orden natural,
y con ello, son incapaces de llevar al hombre y la sociedad a su perfección integral. Como enseña
Widow, “lo verdaderamente opuesto a una ideología no es otra ideología de signo contrario, sino el
orden propio de la existencia humana, determinado por las leyes de la naturaleza y de la Redención”27.
Actividad 1: Vamos a presentar ahora un texto de Carlos Sacheri y otro de Ernesto Che Guevara.
Identifique cuál de ellos afirma la existencia de un orden natural, y cuál pretende desconocerlo,
fundamentando su respuesta:
1) “La filosofía cristiana opone a estos errores una concepción muy distinta y conforme a la
experiencia. Más allá de todo cambio, hay realidades permanentes: la esencia o naturaleza de cada
cosa o ser. La evidencia del cambio no sólo no suprime esa naturaleza sino que la presupone
necesariamente. La experiencia cotidiana nos muestra que los perales dan siempre peras y no
manzanas ni nueces, y que los olmos no producen nunca peras. Por no sé qué deplorable «estabilidad»
las vacas siempre tienen terneros y no jirafas ni elefantes y, lo que es aún más escandaloso, los
terneros tienen siempre una cabeza, una sola y cuatro patas [...] Y cuando en alguna ocasión aparece
alguno con cinco patas o con dos cabezas, el buen sentido exclama espontáneamente: «¡Qué
barbaridad, pobre animal, qué defectuoso!»... [Esta] evidencia... es lo que nos permite distinguir lo
normal de lo patológico, al sano del enfermo, al loco del cuerdo, al motor que funciona bien del que
funciona mal, al buen padre del mal padre, a la ley justa de la ley injusta” [...]28.
2) “Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado
original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras,
pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado
original... En nuestra sociedad, juegan un papel la juventud y el Partido. Particularmente importante
es la primera, por ser la arcilla maleable con que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de
las taras anteriores”29.
Vamos a intentar ahora describir sintéticamente las principales ideologías sociales, identificando sus
aciertos y limitaciones, para aproximarnos así a la realidad del orden social.
2. Las ideologías y sus denominaciones
Es importante a la hora de identificar las posiciones ideológicos no perderse en la terminología, porque
no siempre ni en todo lugar se utiliza con el mismo sentido. En los países anglosajones, por ejemplo, es
común llamar como liberales (“liberals”) a posiciones cercanas a ideas más bien socialistas, y llamar
“conservadoras” a las posturas que aquí consignamos como liberales.
También es común identificar al liberalismo con las ideas “de derecha” y a los socialismos con
posiciones “de izquierda”. La clasificación de las ideologías en términos de “derecha” o “izquierda” es,
sin embargo, sumamente confusa. La distinción se aplicó, por primera vez a la política, en la Francia de
la Revolución. Los diputados de la Asamblea Constituyente de 1792 se hallaban divididos en dos
grupos enfrentados: el de los monárquicos, que se situó a la derecha del Presidente, y el de la Montaña,
que se situó a la izquierda. Los primeros, más moderados, deseaban reformas a la monarquía pero a
través de una evolución gradual, respetando la legalidad y la libertad; mientras que La Montaña
propugnaba un estado revolucionario que establezca un régimen social y político igualitarios de manera
radical y si era necesario a través de la violencia. Por eso a veces se asocia a la izquierda con programas

27
Widow, Juan Antonio, El hombre, animal político, editorial Universitaria, Valparaíso, 1988, pág. 179.
28
Sacheri, Carlos, El orden natural, cap. 7, “¿Existe acaso un orden natural?”, páginas 21 a 23
29
Ernesto Guevara, “El socialismo y el hombre en Cuba”, carta dirigida al semanario Marcha de Montevideo, marzo de 1965.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

revolucionarios y utópicos (cambios violentos y radicales), y a la derecha como otros moderados y


realistas (cambios graduales con respeto de la tradición). A la primera con la búsqueda de la igualdad, y
a la segunda con la libertad. A la derecha con la defensa del orden, la obediencia a la ley y la jerarquía (
por eso se los tilda de conservadores), frente a posiciones contestatarias y revolucionarias de la
izquierda.
Izquierda acentúa Derecha acentúa
Cambios violentos y radicales (revolución) Cambios graduales con respeto de la tradición
(evolución)
Programas utópicos Propuestas pragmáticas y realistas
Igualdad Libertad
Posiciones contestatarias frente a la autoridad Defensa del orden, la obediencia a la ley y la
y las reglas sociales jerarquía
Como vemos, se trata de acentos, y la principal objeción que cabe hacer a cada una no es tanto lo que
afirma sino lo que niega, porque ambas tienen parte de razón y el problema principal aparece cuando se
radicalizan las posiciones rechazando las tesis de la otra columna. Por eso escribió Ortega y Gasset que
“Ser de izquierda es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir
para ser imbécil: ambas, en efecto, son forma de la hemiplejia moral. Además, la persistencia de estos
calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la "realidad" del presente, ya falsa de por sí,
porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho
de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías.”30. Por eso no tiene
sentido preguntarse si la Doctrina Social Cristiana es de izquierda o de derecha: ni lo uno ni lo
otro, porque busca un bien común que incluye de manera armoniosa los diversos bienes humanos, sin
excluir unos cuando se incluyen los otros.
Hay otras diferencias derivadas, que no son tipificantes, pero a veces acompañan las ideologías. Las
posiciones de izquierda, al acentuar la igualdad, suelen ser cosmopolitas o internacionalistas; mientras
las posiciones de derecha, que valoran la tradición, albergan en mayor medida tesis nacionalistas. Sin
embargo, no es esencial la tesis, porque existen “izquierdas nacionales”. Por otro lado, la actitud
contestataria de la izquierda suele llevarla a rechazar la religión (que impone alguna forma de
subordinación a jerarquías eclesiásticas, a normas y dogmas), y la derecha suele nuclear a las personas
religiosas; aunque, nuevamente, nada impide una izquierda religiosa o una derecha atea.
Por otro lado, tengamos en cuenta también que a veces la derecha o la izquierda se combinan con otras
caracterizaciones. Una cosa es la derecha liberal, que defiende a ultranza la propiedad privada y el
liberalismo capitalista (como los movimientos “conservadores”), y otra muy diferente la derecha
solidarista, que asume postulados de la justicia social (como el peronismo) o incluso totalitaria (como el
fascismo o el nacional socialismo). Una cosa es la izquierda liberal, que admite ciertas reglas de la
democracia (como podría ser el socialismo o la social democracia); y otra la izquierda totalitaria (como
podría ser el comunismo).
Liberal
Derecha Solidarista
Totalitaria
Liberal
Izquierda Totalitaria
Tengamos presente además que tales tesis pueden sostenerse en diverso grado, dando lugar a posiciones
muy confusas (ultra izquierda, centro izquierda, centro derecha, ultra derecha).
Como vemos, son diversos los criterios que se toman en cuenta para distinguir la “izquierda” y la
“derecha”, y ello ha llevado a discusiones interminables sobre si determinada persona o corriente
política es de derecha o de izquierda. Lo cierto es que tales categorías además de ser imprecisas no

30
Ortega y Gasset, José, La rebelión de las masas, Prólogo, título IV.

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sirven para identificar adecuadamente las teorías sociales, que son muy variadas y con muchos matices.
Tampoco resultan útiles para valorarlas: cambiar por cambiar no tiene sentido, el cambio se justifica si
es para mejorar, y por ello calificar una posición como “conservadora y tradicionalista” o “progresista y
revolucionaria” no tiene significación si no se aclara qué se quiere conservar o cambiar, y de qué
manera. De otro modo no hay auténtico progreso. El “progresismo”, en cambio, parece postular que lo
pasado es malo por ser pasado, y lo nuevo bueno por ser nuevo. Lo que no tiene sentido31. Por todas
esas razones, sería preferible descartar el uso de terminología tan ambigua.
Es común a las ideologías, por su falta de fidelidad a la realidad, incurrir en utopías. Utopía es un
proyecto o propuesta totalmente irrealizable. En ello se diferencia de un “ideal”, que sí es realizable.
Las utopías causan perjuicios de tres órdenes: a) Generan insatisfacción y frustración, pues nunca se
consigue su vigencia; b) Violentan la realidad, pues suelen demandar mucha violencia para intentar su
implantación, incrementando los males; c) Desvían a las personas de los proyectos sociales realizables
por los que deberían trabajar. Pese a tales daños, a veces las utopías tienen de positivo que alientan el
cuestionamiento de injusticias en el orden vigente, y como siempre pasa, no dejan de poseer parte de
verdad.
“La apelación a la utopía es con frecuencia un cómodo
pretexto para quien desea rehuir las tareas concretas
refugiándose en un mundo imaginario. Vivir en un futuro
hipotético es una coartada fácil para deponer
responsabilidades inmediatas. Pero, sin embargo, hay que
reconocerlo, esta forma de crítica de la sociedad establecida
provoca con frecuencia la imaginación prospectiva para
percibir a la vez en el presente lo posiblemente ignorado que
se encuentra inscrito en él y para orientar hacia un futuro
mejor; sostiene además la dinámica social por la confianza
que da a las fuerzas inventivas del espíritu y del corazón
humano; y, finalmente, si se mantiene abierto a toda la
realidad, puede también encontrar nuevamente el
llamamiento cristiano”32.
3. La revolución francesa y las ideologías
La Revolución francesa constituye indudablemente un clásico en la historia general y la historia del
pensamiento filosófico, político y jurídico.
Se trata de un suceso sumamente complejo y con ribetes polémicos. Se ha tejido una leyenda que la
presenta como cuna de “libertad, igualdad y fraternidad” (lema de la Revolución), y su obra como una
contribución definitiva a la civilización. Es cierto que se le debe reconocer valor histórico como
difusión del propósito de destruir situaciones de grave injusticia social o de poner freno a la
arbitrariedad del gobierno, aunque la revolución no fuera en la realidad coherente con estos propósitos.
También es posible identificar aspectos positivos en algunas de sus obras, entre las que se cuentan la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aunque los hechos y la ideología que la
sostienen resultan más bien cuestionables.
Pero esta lectura culturalmente predominante, benigna, de la revolución, no se nos aparece como
ajustada a la realidad, cuando tomamos conocimiento de muchos de los hechos que tuvieron lugar
durante el proceso revolucionario, y de las convicciones en las que se inspiraron. Si fuese tan
irreprochable, no podríamos explicar como el Papa Juan Pablo II ha beatificado a 99 mártires
asesinados por los revolucionarios franceses por el solo hecho de su Fe en Cristo, o como la Revolución
francesa ejecutó en 18 meses 30 veces más personas que las entregadas para ser condenadas a muerte

31
"Mi actitud hacia el progreso ha pasado del antagonismo al aburrimiento. Hace mucho tiempo que he dejado de discutir con la
gente que prefiere el jueves al miércoles porque es el jueves." (Chesterton, Gilbert, New York Times Magazine, 2/11/23).
32
Pablo VI, Carta Apostólica Octogesima Adveniens, 14/5/1971, nro. 37.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

por la Inquisición española en 330 años33. El mismo símbolo de la Revolución la “Toma de la Bastilla”
del 14 de julio de 1789, parece más bien un fiasco: cuando los alborotadores invadieron esa cárcel real,
que era el monumento a la opresión monárquica, encontraron que solo había siete personas detenidas:
dos locos, y cinco ladrones de poca importancia.
Los hechos
El 5 de Mayo de 1789 el rey Luis XVI convoca a los Estados Generales en París a fin de obtener apoyo
para la imposición de impuestos que permitan salir de la crisis financiera reinante, sin suprimir la
exención tributaria que beneficiaba a la nobleza en un clima de pobreza debida a las malas cosechas.
Sin embargo, el 17 de Junio el Tercer Estado y el bajo clero se separan de los Estados Generales y
proclaman la Asamblea Nacional, que el 9 de Julio se transforma en Constituyente para dar una nueva
Constitución a Francia y así terminar con los privilegios y el absolutismo del monarca. En 1791,
sanciona la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, y una Constitución que somete al
rey al Parlamento. Al año siguiente, en 1792, tal Constitución es reemplazada por otra republicana, que
precede a la ejecución del rey en la guillotina. Los años siguientes conocieron varias constituciones,
más o menos democráticas, hasta que en 1804 Napoleón se auto corona Emperador. Su obra, si bien
disímil con los planteos de algunos revolucionarios, es legítimamente considerada la consolidación de
los principios de la Revolución. Derrotado, se restaura la monarquía, luego derrocada por la II
República, seguida del II Imperio de Napoleón III, y la III República en 1848.
La Revolución Francesa constituye el intento de desarrollar y construir la sociedad y el derecho que la
regula desconociendo todo vínculo o dependencia del hombre para con la religión (naturalismo
político), la tradición (revolución), las circunstancias concretas (racionalismo) y la comunidad
(individualismo) mediante la exaltación de la autonomía y la libertad personal (liberalismo).
Tales ideas habían sido difundidas por las logias u organizaciones masónicas, entendiendo por tales
sociedades secretas a las que se ingresaba a través de un juramento y que tenían su jerarquía, normas de
obediencia, e incluso un culto a un Dios “racional”. Se decían “humanistas” y combatían con odio a la
religión.
El racionalismo la llevó a pensar que sus soluciones, en gran medida arbitrarias, eran incluso
universalmente válidas para cualquier pueblo o nación, y por eso el intento por exportar su modelo
político, constitucional y civil. Llevó a dividir Francia en regiones matemáticamente perfectas (ochenta
y tres piezas regularmente cuadradas, de dieciocho leguas por dieciocho) pero con total desatención de
la realidad geográfica, histórica y social.
El carácter revolucionario a pretender reconstruir Francia desde cero (incluso cambiaron el calendario
para convertir el año de la revolución en año 1).
El individualismo a enunciar largas listas de derechos individuales como si el fin de la sociedad se
limitara a proteger la libertad, la propiedad, la seguridad; como si casi bastara con su conocimiento para
obtener su vigencia y para obtener el bien común (sin requerirse también el cumplimiento de las
responsabilidades y los deberes sociales), y como si hubiesen sido siempre desconocidos hasta ese
momento. Adelantemos, sin embargo, que el individualismo de la Revolución francesa estuvo matizado
por la presencia de elementos ideológicos más bien socializantes, presencia bastante incoherente,
distinguiéndose así del proceso constitucional anglosajón. El individualismo burgués se plasmó
también, desde el comienzo, en una aversión a los gremios y las corporaciones. En el Acta de la
Asamblea que aprobó la Constitución de 1791 se lee que “la Asamblea Nacional suprime todas las
instituciones contrarias a la libertad e igualdad de los hombres... No habrá gremios ni asociaciones de
artistas o artesanos”. La Ley de Le Chapelier, del mismo año, disolvía los gremios y prohibía su
actividad y las huelgas, considerando delito la actividad sindical. Tendrían que pasar más de 100 años
para que Francia reconozca la existencia de sindicatos.

33
Las fuentes históricas revelan que los ejecutados luego de juicio de la Inquisición en España fueron alrededor de 4000 durante los
330 que estuvo implantada. En cambio, en solo 18 meses los Revolucionarios mataron 120.000 opositores.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

El naturalismo está presente a lo largo de toda la obra de la Revolución, que la lleva a manifestarse
como anticristiana. Rousseau y Voltaire no ahorran denostaciones contra la religión católica. A poco de
producida la revolución, la Asamblea decreta, además de la confiscación de los bienes de la Iglesia, la
Constitución civil del clero de 1790, por la cual los sacerdotes pasaban a depender del estado, quien
elegía los obispos, regulaba su designación y educación. Napoleón supervisaba personalmente las listas
de personas que serían ordenados sacerdotes. También regulaba la formación en los seminarios. En
algunos períodos se proyectó incluso una nueva religión, que adoraría a la diosa razón, con su culto y
ceremonias.
Ahora bien, ninguna obra humana se lleva adelante sobre la base de principios incoherentes con la
realidad sobre el hombre, la sociedad y la política, sin consecuencias. ¿Qué efectos podemos identificar
en esta tentativa de refundar un estado desconociendo el papel de la religión, la historia, la tradición, los
vínculos comunitarios? Inestabilidad política, sufrimiento del tejido social, violencia desbordada,
incoherencia.
Inestabilidad política
En primer lugar, la inestabilidad política. ¿Cómo conseguir que un régimen impuesto artificialmente a
un grupo social sea capaz de durar en el tiempo? Basta recordar la sucesión de regímenes políticos que
se desarrollaron en la Francia pos-revolucionaria, en tan pocos años. Seis constituciones diferentes en
20 años: 1791 (monarquía constitucional), 1793 (democracia jacobina), 1795 (república burguesa),
1799 (Consulado), 1804 (Imperio), 1814 (monarquía constitucional).
Sufrimiento del tejido social
En última instancia son las sociedades las que pagan el precio de los intentos de ajustarla a cánones que
no resultan adecuados a su realidad. De hecho Francia, luego de la Revolución, relegó su papel de
primera potencia europea.
Violencia desbordada
La guillotina funcionaba a una velocidad asombrosa. Había barrios de París en los que no se podía
ingresar por el terrible olor a sangre que dejaban los cuerpos decapitados. Incluso se colocó el nombre
de Comité de Salud Pública al organismo encargado de exterminar a los opositores. “Para implantar
sólidamente la República, hay que reducir la población a la mitad”, aconsejará Jean Bon Saint André
en 1793, y Carrier, el verdugo de Nantes, dirá: “Haremos un cementerio de Francia, antes que no
regenerarla a nuestro modo”34. Muy parecidas fueron en nuestro país las palabras de Sarmiento, cuando
aconsejaba a Mitre no economizar sangre de gauchos que eran lo único que tenían de seres humanos y
un abono que había que hacer a nuestro suelo.
Ni los mismos revolucionarios se libraron de las ejecuciones. De los 361 diputados que votaron la
ejecución del rey (ejecución que triunfó por solo un voto), 74 murieron de forma violenta (muchos
degollados). El mismo Dr. Guillotin, inventor de la guillotina para proporcionar un instrumento capaz
de producir la muerte con rapidez y eficacia, murió guillotinado.
Las campañas para someter a grupos populares disidentes, como los campesinos de la Vendée, fieles a
la religión católica, no ahorraban ninguna gota de sangre. Uno de los generales franceses informaba a
París el resultado de sus operaciones: “Conforme vuestro mandato, he arrojado los niños a las patas de
los caballos. He mandado acuchillar a las mujeres que seguramente ahora no pondrán otros hijos en el
mundo. No se me puede echar en cara ningún prisionero: lo he aniquilado todo. Los caminos están
sembrados de cadáveres que, en algunos sitios, forman verdaderas pirámides. En Savenay se fusila
continuamente, pues a cada instante llegan ladrones que se rinden. No hacemos prisioneros, se les

34
Ousset, Jean, Para que Él Reine, ediciones del Cruzamante, Bs. As., 1984, página 119.
35
Carta de Sarmiento a Mitre, 20/8/1861: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil
al país. La sangre de esta chusma criolla, incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos”.

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habría de dar el pan de la libertad, y la compasión no es negocio de la Revolución”36. Como ya


mencionamos, la Revolución francesa mató en solo 10 años 10 veces más personas que los ejecutados
por la Inquisición Española en 330 años. Las pieles curtidas de los habitantes de la Vendée fue utilizada
para hacer botas para los oficiales; mientas que la piel de las mujeres, más suave, para hacer guantes; y
centenares de cadáveres fueron hervidos para extraer grasa y jabón37.
Incoherencia
Otra de las consecuencias comunes de desplegar acciones políticas de este tipo, artificiales, es la
incoherencia. Siendo utópicas e ideológicas, aparece claramente como imposible e indeseable llevarlas
adelante hasta sus últimas consecuencias. Incoherencias también previsibles si tomamos en cuenta las
ideas de los pensadores que suelen considerarse inspiradores de la Revolución, contradictorias entre sí:
Rousseau, Voltaire, Holbach, Condorcet, D’Alembert, Sieyes, Montesquieu, Hobbes, Locke.
La Revolución hablaba de igualdad, y resulta que prohibió el voto a las personas libres pero de color38
y a los asalariados (Constitución de 1795, art. 13 inc. 3). De hecho, suprimió la servidumbre pero
mantuvo vigente la esclavitud en territorios bajo dominio francés. La esclavitud fue suprimida (solo
nominalmente) recién 4 años más tarde, para ser restablecida en las leyes en 1802 y mantenida por
Napoleón. La supresión de la nobleza en rigor constituyó un reemplazo de la nobleza de la espada por la
nobleza del dinero. La desigualdad de nacimiento fue reemplazada por la desigualdad de la fortuna. Las
Constituciones de 1791 y de 1795 establecieron el sufragio censitario: solo votaban quienes pagaran
impuestos equivalentes a tres jornales, y con ello solo elegían a los electores. Napoleón acentuó esta
igualdad de los burgueses, colocando al asalariado en situación de inferioridad, pues lo sometía al
poder de policía de sus patrones.
La protección de la propiedad y prohibición de confiscación no impidió que muchos nobles se vieran
privados de sus propiedades, ni nacionalizados los bienes de la Iglesia, adquiridos por hombres de la
burguesía. Las garantías penales de legalidad, juicio previo, imparcialidad judicial, no obstaculizaron la
persecución política y religiosa con total arbitrariedad. Durante la Convención y el régimen del terror,
se suspende la Declaración de Derechos, se suprime la división de poderes y los jueces pueden
condenar a muerte sin prueba y en crímenes no previstos por la ley penal39. El 16 de abril de 1796, a
solo 7 años de la Revolución, se promulgó la ley contra los enemigos públicos, configurándose delito
simplemente por escribir o dar discursos contrarios a la obra de la Revolución.
El individualismo de la Revolución está manifiesto en la pretensión de hacer de los derechos
individuales el fin del estado, de la propiedad privada algo sagrado, del reconocimiento de la libertad
personal algo casi ilimitado, de prohibir la agremiación, de deteriorar los vínculos familiares
(imponiendo la división forzosa de la herencia entre los herederos, por ejemplo). Pero al mismo tiempo
la Revolución elevó la bandera (quizás solo la bandera) de la “fraternidad”, y no olvidó la existencia de
deberes sociales. La presencia de elementos más socializantes (y totalitarios) tuvo primacía
particularmente durante la Convención dominada por los Jacobinos.
Esta afirmación contradictoria de la igualdad (de nacimiento) y las desigualdades (de dinero), de la
libertad y el autoritarismo (de los órganos de gobierno revolucionarios), del individuo y la comunidad,
permiten que la Revolución francesa sea alabada y cuestionada al mismo tiempo por sectores de
derecha y de izquierda.
Conclusiones
¿Qué queda entonces del proceso revolucionario francés en orden a la constitución del orden social?

36
Informe del General Westerman a la Comisión de Bien Público, cit. por Calderon Bouchet, Rubén, La contrarrevolución en
Francia, Huemul, Bs. As., 1967, página 102.
37
Messori, Vittorio, Leyendas Negras de la Iglesia, Editorial Planeta, Barcelona, 1997, página 106.
38
Martin, Xavier, Libertad, Igualdad, Fraternidad, en revista Gladius, Bs. As., nro 44, año 1999, página 91.
39
Llerena Amadeo, Juan R. y Ventura, Eduardo, El Orden Político, A-Z Editora, Bs. As., 1991, página 354.

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Aunque como hemos anotado suficientemente, las idas y venidas de la Revolución han sido muchas e
importantes, podemos identificar algunos principios que caracterizarían un modelo social inspirado en
ella:
• Tendencia a pensar la organización política y jurídica del estado como el producto de la razón, de
validez universal, que sin atender a la tradición y las circunstancias históricas es capaz de ordenar
adecuadamente cualquier comunidad humana.
• Identificación de la finalidad principal del estado y la constitución con la protección de los derechos
individuales, la libertad, la igualdad, la seguridad, la propiedad privada “sagrada” (individualismo).
Pero al mismo tiempo, disposición a sacrificar cualquiera de tales derechos cuando lo exige la
instauración y sostenimiento del estado revolucionario y su ideología (totalitarismo), impuesta a
través de la violencia. La ideología iluminista de la Revolución francesa da lugar, por ello y aunque
parezca contradictorio, a una especie de “liberalismo autoritario e intolerante”.
• Hostilidad frente a la religión, e intento de regular legalmente el culto y la organización eclesiástica.
• Centralización burocrática y concentración del poder en el estado nacional.
• Sustitución de las desigualdades de nacimiento por desigualdades en función de la riqueza.
Participación política restringida, discriminación del asalariado y prohibición de la agremiación.
Como veremos más adelante, no extrañan los numerosos documentos que la Iglesia emitió,
contemporáneos a la obra revolucionaria, que la cuestionaron con dureza.
Actividad 2: El General Don José de San Martín, en su carta dirigida a Tomás Guido el 1/2/1834,
cuestiona algunas propuestas de su tiempo, diciendo: “Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años
de experiencias no han producido más que calamidades; los hombres no viven de ilusiones, sino de
hechos. ¿Qué me importa que me repitan hasta la saciedad que vivo en un País de libertad, si por el
contrario se me oprime? ¡Libertad! désela a un niño de dos años para que se entretenga por vía de
diversión con un estuche de navajas de afeitar, y V. me contará los resultados. ¡Libertad! para que un
hombre de honor sea atacado por una prensa licenciosa, sin que haya leyes que lo protejan, y si existen
se hagan ilusorias. ¡Libertad! para que si me dedico a cualquier género de industria venga una
revolución que me destruya el trabajo de muchos años y la esperanza de dejar un bocado de pan a mis
hijos. ¡Libertad! para que se me cargue de contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos
originados porque a cuatro ambiciosos se les antoje por vía de especulación hacer una revolución y
quedar impunes. ¡Libertad! par que sacrifique mis hijos en disensiones y guerras civiles. ¡Libertad!
para verme expatriado y sin forma de juicio y tal vez por una mera divergencia de opinión. ¡Libertad!
para que el dolo y la mala fe encuentren una completa impunidad como lo comprueba lo general de las
quiebras fraudulentas acaecidas en ella. Maldita sea tal libertad, no será el Hijo de mi Madre el que
vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona. Hasta que no vea establecido un gobierno que los
demagogos llaman tirano, me proteja contra los bienes que brinda la actual libertad”. En su carta se
cuestionan consecuencias de una ideología que guarda similitud con lo ocurrido con ocasión de la
Revolución francesa. Encuentre tales analogías.
4. El liberalismo individualismo.
Con la revolución francesa cobra relevancia política una de las ideologías sociales más difundidas que
se conoce como “liberalismo individualista” (también llamado individualismo liberal), de la que no fue,
sin embargo, manifestación totalmente fiel.
Si tuviésemos que definirlo en una breve expresión, lo que caracteriza al liberalismo es hacer de la
libertad de coacción exterior de cada individuo –la posibilidad de obrar sin trabas exteriores-, respecto
de cualquier otro ser humano, el valor social más importante. Lo que debe buscarse y sostenerse
principalmente en cada grupo social es evitar que un individuo pueda ser forzado por otro a hacer lo que
no desea. Al acentuar la libertad de cada uno, el peso se coloca en el individuo y sus bienes particulares,
y no en el bien de la comunidad que integra (“individualismo”). El estado, los grupos sociales, serían

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ficciones artificiales, creaciones de la libertad humana (teoría del contrato social), y su finalidad la
defensa de los derechos individuales y especialmente la libertad y la propiedad. Lo único real, existente,
serían los individuos.
En este marco, todo lo que supone límites a la libertad humana (la legislación, el gobierno, el estado,
los intereses comunitarios, los deberes sociales, la solidaridad) debe ser reducido al máximo, y en todo
caso visto como un mal quizás necesario en algunos casos. Los derechos de los individuos deben ser
fortalecidos, y los poderes de las autoridades divididos (“división de poderes”), limitados y controlados.
Nadie es mejor juez que uno mismo, y por tal razón, el estado no debe interferir en las decisiones
personales sino solo coordinar las libertades de unos para que no impongan a los demás cosas que no
desean. Reclamó también la indiferencia del gobierno en materia religiosa, y en algunos casos
directamente la total separación de la Iglesia y el estado.
En el ámbito económico el liberalismo alienta la instauración del capitalismo liberal40 (en adelante
llamamos liberalismo capitalista). La libertad exige la posibilidad de desarrollar libremente el comercio
y la industria, y de disponer discrecionalmente de la propiedad privada, sin trabas o imposiciones de la
autoridad (estado abstencionista o “gendarme”). La autoridad debe ser mínima, ocupada solo de un
número muy limitado de cuestiones. La economía prosperará y se desarrollará para el bien de todos por
la vigencia de la ley de la competencia –los agentes económicos tratarán de producir mejor y más barato
y de atender mejor a los consumidores para maximizar sus ganancias y triunfar sobre sus competidores-
y de la oferta y la demanda –los precios variarán según el deseo que tengan las personas de adquirirlos y
los productores de ofrecerlos-. Toda intervención del estado en este proceso es negativa, porque reduce
incentivos a la producción, creando desabastecimiento, desempleo, privilegios, rigidez, etc. Dejando
libertad se desarrollará la producción, crecerá la riqueza, y al final se beneficiarán todos por el efecto
“derrame” sin necesidad de establecer formas estatales de distribución con desaliento de aquélla41. La
asistencia social como transferencia de riqueza hacia los más necesitados debe limitarse pues desalienta
el esfuerzo por el éxito económico y espanta las inversiones. En sus formulaciones más radicales, la
igualdad social es considerada una meta utópica, peligrosa e injusta, y la justicia social un sentimiento
tribal y una fórmula sin sentido42.
Son exponentes clásicos del pensamiento liberal Manuel Kant (1724-1804) en el terreno filosófico,
John Locke (1632-1704) y John Stuart Mill (1806-1873) en el político, y Adam Smith (1723-1790) en
el económico. También pueden ser enrolados en el liberalismo pensadores más recientes como Ludwig
Von Mises, Friedrich Von Hayek, Robert Nozick, Karl Popper y Milton Friedman. Claro que como
todas las ideologías, son tipos intelectuales, y no siempre todas las personas que adhieren a ellas lo
hacen de manera uniforme o con el mismo alcance.
Podemos sintetizar de manera simplificada los postulados del liberalismo:
Liberalismo político: la sociedad y sus instituciones existen para proteger la propiedad, la vida
y la libertad de los ciudadanos. De modo que el derecho sólo puede intervenir cuando alguien daña la
propiedad, la vida y la libertad de otro. Salvo estos casos, debe permitirse a cada uno vivir como desee.
Suelen hablar de un pacto social que celebra el hombre al ingresar a la sociedad, porque le conviene
vivir en sociedad. El gobierno sólo es legítimo si surge de un acuerdo, si tiene el consentimiento de los
gobernados, y debe hacer lo que éstos quieren.
Individualismo: la sociedad, las necesidades sociales, las obligaciones para con la sociedad,
tienen valor secundario; lo que tiene valor es el individuo y su libertad; y solo muy excepcionalmente
puede ser restringida en interés de la comunidad.

40
Ver Smith, Adam, La riqueza de las naciones, 77 y ss., Mises, Ludvig, La acción humana (tratado de economía).
41
A este efecto derrame parece referirse Juan Pablo II al expresar que “¡Los pobres no pueden esperar! Los que nada tienen no
pueden aguardar un alivio que les llegue por una especie de rebalse de la prosperidad generalizada de la sociedad.” (Juan Pablo
II, Discurso a los Delegados de la Comisión Económica para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPALC),
Santiago de Chile, 3 de abril de 1987).
42
Hayeck, F. A., El atavismo de la justicia social, en Nueve estudios de filosofía, política, economía e historia de las ideas, página
51 y ss.

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Anarquismo de base: la autoridad es un mal necesario, es un mal porque limita la libertad, y


necesario, porque sin ella no podríamos vivir protegidos.
Libre mercado o liberal capitalismo: el estado no debe intervenir en la economía, debe dejar
su regulación al mercado y la competencia, protegiendo sí la propiedad privada. Por eso rechazan la
fijación de precios máximos, salarios mínimos, el cobro de impuestos progresivos a la renta y la
redistribución de riquezas (quitarles a quienes más tienen para darles a quienes menos tienen), la
actividad de los sindicatos, la existencia de empresas públicas, etc.
Indiferentismo moral y religioso: la religión es una cuestión privada de cada uno, el estado
debe mantenerse al margen, indiferente. No hay leyes ni valores morales a los que debamos someternos;
o en todo caso, si los hay, el estado y el derecho solo debe resguardar la libertad de cada cual de actuar
conforme con sus valores personales.
Libertad de expresión: cada uno tiene el más amplio derecho de decir, pensar o publicar lo que
desee. Sobre todo, hacen hincapié en la libertad de prensa y son enemigos acérrimos de toda censura o
control moral.
Actividad 3: Robert Nozick es considerado un claro exponente del pensamiento liberal. En su libro
“Anarquía, estado y utopía” encontramos el siguiente texto. “No existe ninguna entidad social con un
bien al que pueda someterse algún sacrificio por el propio bien. Solo existen personas individuales,
diferentes personas individuales, con sus propias vidas individuales. Utilizando una de estas personas
para beneficiar a las otras, la suma a ella y beneficia a las otras. Nada más" (la traducción es nuestra).
Responda: a) ¿Qué características del liberalismo se advierten en él?; b) ¿Cómo responder a su tesis
sobre la instrumentalización de las personas cuando se subordina su bien al bien común?
El liberalismo descansa sobre algunas afirmaciones verdaderas. El hombre es un ser dotado de libre
albedrío, y debe hacerse cargo de dirigir su vida y la de las instituciones que crea. El hombre necesita,
para desarrollarse, de un ámbito de libertad, de poder elegir sus conductas y la forma en que va a
encarnar los valores. La autoridad no debe extralimitarse conduciéndose de manera arbitraria u
opresiva. Los grupos sociales no deben anular la legítima libertad de las personas que la integran, ni
puede disponer de sus bienes desconociendo su dignidad. La economía crece mejor si se reconoce a las
personas la propiedad sobre los bienes que producen.
Pero también adolece de graves limitaciones. No comprende que el ser humano es por naturaleza un
ser social, y que como tal, debe buscar su bien como bien común, en cooperación con los otros. Por eso,
si bien la sociedad debe proteger los derechos de las personas, no se agota ahí su papel, sino debe
promover el bien común y asegurar que las personas cumplan con sus deberes. Y por ello el individuo
no debe reclamar una libertad que desconozca sus obligaciones sociales. Tampoco comprende que una
autoridad mínima deja a los individuos débiles a merced de los que son más poderosos
(económicamente, por ejemplo). Por eso se lo ha descripto con la fórmula “zorro libre en gallinero
libre”. Dejar absoluta libertad de prensa significa poner a los ciudadanos a merced de lo que las grandes
empresas de comunicación (radio, diario, televisión) deseen publicar o silenciar. No toda libertad de
expresión debe ser admitida, porque puede ser dañosa para la comunidad. A veces, además, se funda en
un concepto demasiado limitado de “libertad”. Que no nos “prohíban” trabajar, estudiar, desarrollar una
industria, no significa que en los hechos tengamos la libertad de hacerlo, pues nuestra situación
económica puede impedírselo, y por eso no es suficiente que el estado se abstenga de intervenir para
que se asegure una verdadera libertad. Por eso se ha dicho que el liberalismo exalta libertades abstractas
(de votar o publicar por la prensa...) y se olvida las libertades concretas (de tener mi casa, mi trabajo,
etc.). No faltan casos, también, en los que no se computa la “libertad” de todos: cuando algunos
liberales elevan la bandera del “aborto libre”, se olvidan de la imposición que se le realiza a la persona
por nacer, que no ha elegido su muerte.
En el fondo, no advierte que la libertad no debe ser defendida por sí misma, aislada de la manera como
se ejercita. Poder elegir es bueno si lo que se elige es el bien, y en el caso del ser humano, bien es
aquello capaz de enriquecer a la persona de manera integral y comunitaria.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

En cuanto a los análisis económicos del liberalismo capitalista, suelen estar repletos de indebidas
generalizaciones: es cierto que la ingerencia estatal en la economía a fin de lograr la justicia puede
causar perjuicios a su funcionamiento, pero en vez de proponer cuidado en tales intervenciones para
prevenir o morigerar tales perjuicios, directamente las descarta de manera absoluta.
En los hechos el liberalismo capitalista significó un gran desarrollo tecnológico y productivo, pero a
costa del incremento de las desigualdades sociales y de la exclusión económica de sujetos a los que no
alcanzó el pretendido “efecto derrame”. Cada vez resulta mayor la desigualdad entre los países ricos y
los países pobres; y dentro de los países, conviven sectores de opulencia al lado de grandísimos grupos
en la miseria. Algunos seres humanos, sobre todo los más débiles, terminan oprimidos no por los
gobiernos, sino por otros individuos más poderosos (multinacionales, instituciones financieras, medios
masivos de comunicación).
Implica también el incremento de actitudes sociales egoístas e individualistas, y un deterioro de la
vigencia de los valores morales en los individuos y los grupos sociales.
Dichas consecuencias, puestas de manifiesto a partir de la Revolución Industrial de fines del siglo
XVIII, generó importantes reacciones: a) desarrollo del sindicalismo y surgimiento del derecho laboral
para proteger a los trabajadores; b) difusión de posiciones antiliberales, y entre ellas ideologías
totalitarias como los socialismos internacionales (marxismo comunista) y nacionales (fascismo y
nacional socialismo alemán), la socialdemocracia, y además la sistematización de la doctrina social de
la Iglesia.
Es importante entonces no olvidar que los regímenes totalitarios que vamos a estudiar a continuación,
no son sino hijos del liberalismo, nacidos a raíz de sus consecuencias.
Actividad 4: Imagine que respuesta daría un liberalismo coherente a los siguientes temas: a)
Producción y distribución de pornografía; b) Percepción de impuestos con porcentajes más elevados a
medida que aumentan los ingresos de las personas; c) Implementación por ley de un salario mínimo
para los trabajadores.
5. Las ideologías totalitarias
El liberalismo individualista acentuaba la libertad y el interés de cada individuo. Las ideologías
totalitarias, en cambio, prefirieron erradicarlos totalmente.
Se las llama totalitarias, porque solo les interesa el “todo”, el grupo social, y las personas solo son
consideradas con valor como “partes” de ese todo. El individuo no tiene existencia “relevante”, carece
de valor o dignidad fuera de su condición de parte del estado o de los grupos sociales. La realidad
fundamental (sustancia) es el grupo, la persona es solo algo de o en el grupo (accidente). No tiene
propiamente “derechos”, sino funciones sociales que cumplir. No puede reclamar libertad si no es para
la realización de las demandas de la colectividad (por eso se lo conoce también como “colectivismo”),
en pos de las cuales los miembros son sacrificables. Por tales razones, los totalitarismos suelen ser
profundamente inhumanos, estando dispuestos a sacrificar de manera insensible a los individuos cuando
ello conviene a los intereses de la clase social, la raza, la nación o el estado.
Vamos a describir a continuación ideologías que encarnan propiamente el totalitarismo. Sin embargo,
no desconocemos que a veces existen elementos “totalitarios” en las sociedades que dicen inspirarse en
el liberalismo. Así ocurre, por ejemplo, cuando admiten valoraciones fundadas en el utilitarismo. El
utilitarismo es la doctrina que considera que las conductas son legítimas cuando la suma de beneficios
que traen supera la suma de los perjuicios que provocan. Ello lleva a legitimar violaciones de los
derechos de las personas cuando se considera beneficioso para la mayoría. Cuando Estados Unidos
resolvió arrojar las bombas atómicas sobre dos ciudades muy pobladas de Japón en 1945, razonó de
manera utilitarista: si se arroja la bomba se provocan algunas muertes y destrozos, pero se pone fin a la
guerra y así se evitan más muertes y destrozos… Claro, no importaron los derechos de los niños,
mujeres, ancianos, que habitaban pacíficamente Hiroshima y Nagasaki, cuya violación directa y
deliberada no podía justificarse pues no se trataba de “agresores”.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Tampoco debemos desconocer, al tratar de la inhumanidad del totalitarismo, que el liberalismo también
tiene ribetes inhumanos, al enseñar que la comunidad y sus autoridades deben permanecer indiferentes
frente al sufrimiento y las privaciones de parte de sus habitantes, o ante los abusos de los que puedan ser
víctimas los sectores más débiles frente a los poderosos.
Encontramos regímenes con rasgos totalitarios incluso en el mundo antiguo. Tomemos, por ejemplo, el
caso de Esparta. Había subyugado y sometido a muchos otros pueblos, y vivían con temor a
levantamientos, por lo que tuvieron que desarrollar un fuerte aparato estatal de seguridad, control y
disciplina, que algunos han asociado al totalitarismo43. Los niños eran propiedad del estado, no
pertenecían a sus padres, y eran preparados desde su nacimiento para las funciones estatales. Los que no
resultasen útiles (los bebés enfermos, por ejemplo) eran asesinados. La educación de la clase superior,
esparciata, era fundamentalmente de preparación militar, completada con la vida al aire libre y
flagelaciones crueles para endurecerlos. Entre los veinte y los sesenta años todo su tiempo estaba
dedicado al servicio obligatorio del estado, viviendo en cuarteles bajo vigilancia estricta. Lo ilotas, clase
inferior, eran considerados siervos.
Las ideologías totalitarias más conocidas del mundo contemporáneo son el marxismo, el fascismo y el
nacional socialismo (nazismo). El marxismo se gestó en nombre de la clase proletaria (los pobres nunca
se adhirieron en masa al marxismo, y en muchos estados tampoco los obreros); en cambio, el nazismo y
el fascismo constituyen más bien movimientos de reacción de la clase media (pequeña burguesía,
campesinado, artesanos, profesionales) reclamando la instauración del orden y la autoridad ante la
pasividad del liberalismo frente a la crisis y la desintegración traída por el marxismo. Pero como ya
dijimos, diversos gobiernos han inspirado sus políticas en sus postulados, no siempre del mismo modo
ni con total coherencia.
6. El marxismo.
Se conoce como marxismo a las ideas y doctrinas sostenidas por Carlos Marx (1818-1883). Gran parte
de ellas han sido escritas y elaboradas en colaboración con Friederich Engels (1820-1895). Como
ocurre con todas las ideologías, reconoce variantes y corrientes diversas. No es exactamente lo mismo
lo que enseñó Marx, que lo que desarrollaron, en base a sus ideas, Lenin o Stalin en Rusia, Mao en
China, o Fidel en Cuba. Por razones de espacio no podemos aquí entrar en tantos detalles, y pedimos
nos disculpen algunas imprecisiones.
Sostiene el marxismo que la realidad es solo material, y que se mueve por las contradicciones generadas
en ella en virtud de la lucha y oposición entre los contrarios. Estas contradicciones se explican a través
de una ley dialéctica: la tesis (afirmación) entra en contradicción y oposición con su antítesis
(contraria), y del conflicto entre tesis y antítesis surge la síntesis, que pone fin al conflicto suprimiendo
todo lo contenido en la tesis y la antítesis. Siendo real únicamente lo material, el ser humano carece de
una dimensión espiritual, e incluso de una entidad relevante en sí y por sí mismo: es sólo el conjunto de
sus relaciones sociales. Al actuar en el mundo y producir objetos, ocurre a veces que el hombre termina
sometido o esclavizado a los objetos que no son más que creaciones suyas. A esta subordinación o
sometimiento a sus propias creaciones como si fuesen extrañas llama Marx “alienación”. La alienación
tiene dimensiones económicas (el trabajador se ve privado de lo que produce y termina sometido al
capitalista dueño de la propiedad privada), religiosas (el ser humano crea una religión y después se
subordina al Dios que él mismo ha hecho), ideológicas (se inventa una ideología para justificar la
dominación económica y los hombres la adoptan como si fuese verdad), políticas (el estado es creado
para proteger solo los intereses de los opresores y el hombre se somete a él), etc.
Llevadas al plano social tales ideas condujeron al marxismo a sostener que toda sociedad está
constituida por dos grupos en permanente y necesario conflicto: un grupo opresor y un grupo oprimido
(clasismo o lucha de clases). La base de la opresión se explica por las relaciones de producción
(infraestructura económica), tiene sus privilegiados y sus marginados. La infraestructura da lugar a una
superestructura destinada a favorecer, justificar o consolidar la opresión, y que estaría integrada por la

43
Cfr. Massot, Vicente, Esparta. Un ensayo sobre el totalitarismo antiguo, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1990.

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cultura, la religión, el estado, el derecho, la idea de patria. Cultura, religión, estado, derecho, patria, no
serían más que creaciones sociales destinadas a legitimar las relaciones de producción y opresión
vigentes y sus principios. Estas clases sociales en pugna fueron los amos y esclavos en el mundo
antiguo, señores y siervos en el medieval, y burgueses y proletarios luego de la revolución industrial.
La historia de la sociedad es la lucha de una clase dominante que quiere oprimir económicamente a una
clase dominada; y para lograrlo y vencer las resistencias se sirve de la cultura (moral, religión,
organización familiar, derecho, instituciones políticas, educación, etc.). Para el marxismo, entonces,
todo el orden social es una elaboración de algunos para oprimir a otros; por eso llama a la economía la
infraestructura (porque está “debajo” de todo) y a la cultura superestructura (porque es un medio que
utiliza la clase opresora para ocultar una estructura de dominación económica que está debajo).
Por otro lado, entiende que como el único que trabaja es el obrero, él debería obtener toda la ganancia;
en cambio, el burgués (dueño de los medios de producción) paga un salario menor y se queda con las
ganancias (“plusvalía”); por eso considera que el sistema de salarios es de por sí injusto.
Por la lógica propia del sistema capitalista y de manera inevitable, la vigencia de la aparente libertad
económica lleva a una cada vez mayor concentración de la propiedad privada en manos de unos pocos,
acelerando la lucha de clases sociales antagónicas, la de los proletarios y los burgueses, hasta que
necesariamente se produzca la revolución violenta por la cual los primeros arrebatarán el poder a estos
últimos para instaurar una dictadura del proletariado que ponga en vigencia un estado socialista
(primera etapa). El orden social evoluciona a partir de la lucha entre clases dominadas y dominantes por
la opresión y desigualdad económica. La causa de esta desigualdad y lucha es la propiedad privada:
algunos tienen bienes y otros no. Entonces, para eliminar la lucha de clases, y obtener la igualdad, es
necesario que desaparezca la propiedad privada, que es la fuente de las desigualdades. El estado
socialista será el único dueño de los bienes de producción, planificará y dirigirá toda la actividad
económica, recibiendo de cada habitante el trabajo de acuerdo con su capacidad, y entregando a cada
uno beneficios según su necesidad. Debe eliminar todo resabio de la desigualdad opresora del mundo
burgués: la propiedad privada, el salario, la familia, la herencia, la religión. Los individuos trabajarán
para el estado en la tarea que éste les asigne, y el estado proveería a cada individuo de alimento,
vivienda, vestido, en la medida en que lo considera necesario. Toda oposición al régimen debe ser
perseguida y neutralizada. Así, por ejemplo, la Constitución soviética de 1936 tipificará el delito de ser
“enemigo del pueblo”. Gracias a la vigencia de la dictadura del proletariado y del estado socialista, con
el tiempo, se podrá arribar a una “sociedad comunista” (segunda etapa) en la que no será necesario el
estado porque los hombres dejarán de lado su individualismo. Dejará de requerirse un gobierno, que
será sustituido por una administración de las cosas. En el marxismo original, entonces, socialismo y
comunismo no son sino dos etapas de la misma revolución. Más tarde, en cambio, se podrá distinguir
un movimiento comunista (que adhiere a todo el postulado marxista), de otro socialista (más moderado
y menos violento, aunque sin abandonar las tesis marxistas más importantes).
De una manera muy simplificada, podemos sintetizar así los postulados del marxismo:
Materialismo economicista: El hombre es pura materia (sin espíritu), su vida es únicamente
terrena (no hay supervivencia después de la muerte); sus únicas necesidades reales son las económicas.
Es materia más evolucionada que la de los animales y vegetales (por eso no se puede hablar de dignidad
de ser humano). Análogamente, la última determinante de una sociedad es su estructura económica
siendo la cultura, la moral, la religión, la política, el derecho, únicamente un modo de justificar la
dominación económica. En virtud de ello, es necesario rebelarse contra autoridades, derecho, y ley
moral. De allí que condenaron como opresor hasta el mismo vínculo matrimonial.
Determinismo histórico progresista: el hombre no construye la historia, sino que esta es fruto
de la lucha de clases, que no puede ser detenida y que avanza sin cesar hacia el comunismo. Por eso,
todo lo que se haga para incentivar la lucha de clases y el advenimiento del comunismo es sensato, y lo
que intente dificultarlo es insensato (“el fin que justifica los medios”). Como podemos ver, hay un
determinismo porque el proceso hacia el socialismo y comunismo se producirá de manera inevitable,

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por la misma necesidad histórica, y solo cabe a los hombres advertirlo o intentar, infructuosamente,
oponerse a él.
Amoralismo: como vimos recién, el proceso que lleva a la implantación del comunismo no es
libre ni optativo, es necesario e imperioso. Es una ley histórica tan necesaria como la gravedad. Por eso,
el proceso revolucionario no puede ser juzgado moralmente como bueno o malo: es así,
inevitablemente. Y como para producirse necesita injusticias (opresión), cada vez mayores, resulta que
el marxismo se nutre y necesita las injusticias. Por eso su odio hacia aquellos que se empeñan en hacer
desaparecer las injusticias sin la revolución socialista, como tantas obras de caridad de instituciones
cristianas, porque le quitan su base de sustentación.
Ateísmo militante: la religión será o un invento de la clase dominante para hacer creer a los
dominados en otra vida y que de ese modo no se rebelen; o un invento de los oprimidos representando
su rebeldía; es siempre una creación del hombre. Por eso Engels la llamó “el opio de los pueblos” (deja
al pueblo drogado haciéndole creer en una felicidad posterior a esta vida) y el estado marxista persigue
toda religión. Sólo admite “la religión del hombre” (el culto del hombre), porque no lo aliena (no lo
hace depender de otro). “La base filosófica del marxismo es el materialismo dialéctico…, materialismo
indiscutiblemente ateo y resueltamente hostil a toda religión” (Lenin, Sobre la religión, capítulo II).
Después de 20 años de revolución comunista, por ejemplo, quedaban en la Unión soviética solo diez
sacerdotes católicos libres y solo once iglesias abiertas al culto.
Anarquismo de base: la autoridad es un mal, porque nos somete al poder de otro, y debe ser
eliminado en la comunidad comunista. El estado, el derecho, la patria, la familia y la moral “occidental”
son instrumentos de la clase dominante para oprimir económicamente a los dominados; generan
alienación. Luego de la dictadura del proletariado deben desaparecer. Pero para conseguir la sociedad
comunista, admite la instalación de una violenta dictadura socialista.
Clasismo: toda sociedad se explica y avanza por la lucha y el conflicto entre una clase opresora
y otra oprimida. “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas
de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en
una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida,
velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la
transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”.
(Manifiesto Comunista de Marx y Engels ,1848).
Internacionalismo: el único vínculo valioso entre las personas es la clase social: los oprimidos
de todo el mundo deberían unirse contra sus opresores, sin importar su nacionalidad (por eso se trata de
un “socialismo internacional”). “Proletarios de todos los países, uníos”, termina diciendo el Manifiesto
Comunista de Marx y Engels (1848), que ya había adelantado “a los comunistas se nos reprocha
también que queramos abolir la patria, la nacionalidad. Los trabajadores no tienen patria. Mal se les
puede quitar lo que no tienen”.
Igualitarismo: debe suprimirse todo lo que sea fuente de desigualdades. En los hechos, sin
embargo, se impuso una nueva desigualdad: entre los partidarios del comunismo y los disidentes. Según
las primeras constituciones soviéticas, por ejemplo, quienes descendían de familias burguesas eran
privados del derecho al voto.
Totalitarismo: la sociedad es lo único relevante, los individuos, las personas, no tienen valor
por sí, son solo parte de la sociedad sacrificable en beneficio de la lucha de clases. En realidad, “la
esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las
relaciones sociales” (Marx, Karl, Tesis sobre Feuerbach, nro. 6, 1845). El avance sobre al libertad y
privacidad del individuo es tan intenso que se propone incluso evitar que las familias eduquen a sus
hijos, y que en su lugar lo haga el estado. “¿Nos reprocháis acaso que aspiremos a abolir la explotación
de los hijos por sus padres? Sí, es cierto, a eso aspiramos… pretendemos destruir la intimidad de la
familia, suplantando la educación doméstica por la social” (Marx y Engels, Manifiesto Comunista,

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1848). En el mismo sentido, el marxismo denuncia que la mujer está sometida injustamente al varón
por su función de madre, y por eso propone liberarla a través del amor libre y del aborto.
Colectivismo económico y comunismo: la economía es la última determinante de todo el orden
social, basado sobre la explotación que realizan los dueños de los bienes de producción. Por eso, la
dictadura socialista debe eliminarse la propiedad privada de los bienes fundamentales, la propiedad
debe ser colectiva y el estado debe ser el único propietario de las tierras y los medios de producción
(nacionalizaciones coactivas), y dirigir toda la actividad económica (qué va a estudiar, comer, vestir,
vivir y dónde va a trabajar cada uno). Con el tiempo, se pasará al comunismo, en el que los bienes serán
“comunes”.
Utopismo: utopía es un falso ideal, porque es irreal, imposible. La idea del marxismo de que
aparecerá un “hombre nuevo” solidario, que no será necesario el estado, ni derecho, que cada uno
contribuirá de acuerdo a su capacidad y recibirá conforme con su necesidad, desconoce la debilidad y
fragilidad humana, y constituye una utopía que como tal impide el establecimiento de las soluciones
auténticas a los problemas reales.
Actividad 5: lea la siguiente expresión de Lenin, líder de la revolución marxista bolchevique en Rusia,
e identifique en ella algunas de las características del marxismo reseñadas precedentemente. “¿En qué
sentido negamos la moral y la ética? La negamos en el sentido en que la ha predicado la burguesía,
deduciéndola de los mandamientos de Dios. Claro está que nosotros decimos que no creemos en Dios,
y sabemos muy bien que el clero, los terratenientes y la burguesía hablaban en nombre de Dios para
defender sus intereses de explotadores. O bien, en lugar de tomar como punto de partida de la moral
los dictados de la ética, los mandamientos de Dios, partían de frases idealistas o semidealistas que, en
definitiva, se parecían extraordinariamente a los mandamientos de Dios. Nosotros negamos toda esta
moralidad tomada de concepciones al margen de la naturaleza humana, al margen de las clases.
Decimos que eso es engañar, embaucar a los obreros y campesinos y nublar sus cerebros, en provecho
de los terratenientes y capitalistas. Decimos que nuestra moral está enteramente subordinada a los
intereses de la lucha de clases del proletariado. Nuestra ática tiene por punto de partida tos intereses
de la lucha de clases del proletariado. Es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad
explotadora y para agrupar a todos los trabajadores alrededor del proletariado, creador de la nueva
sociedad comunista. La moral comunista es la que sirve para esta lucha, la que une a los trabajadores
contra toda explotación y contra toda pequeña propiedad, porque la pequeña propiedad entrega a un
individuo lo que ha sido creado por el trabajo de toda la sociedad”44
El marxismo tuvo desarrollos concretos en países como la Unión de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas (revolución bolchevique de 1917 en Rusia, consolidada por Lenin, Trotski y Stalin) y sus
satélites del este de Europa, además de China, Vietnam, Corea del Norte, Cuba (revolución de 1959,
que gradualmente se fue declarando marxista), etc. Intentó instalarse también en España en la década
del 30, pero fue derrotado por el Ejército Nacional liderado por el General Francisco Franco. Cada una
de sus realizaciones tuvo matices y diferencias. En los hechos significó una mayor igualdad económica,
pero a costa de la prisión y asesinato de millones de seres humanos opositores, la supresión de toda
libertad (inclusive la de irse del país o de manifestar alguna oposición), la prohibición o restricción de la
práctica religiosa (confiscando bienes de la Iglesia, expulsando, encarcelando y eliminando a sus
ministros, prohibiendo la enseñanza y difusión, etc.), la militarización de la sociedad, y de cierto
estancamiento económico: pretendió distribuir sin incentivar la producción. En la Unión Soviética, por
ejemplo, los primeros 30 años de comunismo marxista significaron más de diez millones de personas
recluidas en campos de concentración, y un millón, directamente ejecutados. “El régimen comunista
fundado por Lenin y consolidado por Stalin descansaba en tres pilares: partido único, abolición de la
propiedad privada de los medios de producción e incorporación forzosa de las nacionalidades no
rusas. El régimen se impuso mediante un verdadero terror. Se aniquiló la base cultural del
campesinado, la iglesia ortodoxa, y a toda la oposición dentro y fuera del comunismo. Millones de
44
V. I. Lenin, Tareas de las Juventudes Comunistas, Discurso en la I Sesión del III Congreso de Juventudes Comunistas de Rusia,
Moscú, 2 de octubre de 1920.

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personas murieron a causa de las ejecuciones, purgas, deportaciones, hambre, etc.”45. La Cheka,
policía secreta soviética, se ocupaba de asesinar a quienes se imputaba ser representantes del régimen
burgués.
Claro que existieron divergencias dentro del mismo marxismo soviético. Trotski, por ejemplo, alentaba
la difusión del comunismo en otros estados (“revolución permanente”). Stalin, triunfador en la disputa,
consolidar el comunismo en la Unión Soviética y sus países limítrofes y luego negociar
diplomáticamente con occidente.
Hay parte de verdad en el marxismo. Hay situaciones de verdadera injusticia por la pobreza y
explotación económica que sufren algunas personas; y muchos se aprovechan de las instituciones
sociales y jurídicas para generar o proteger injusticias económicas. Cambios sociales importantes han
ocurrido a veces cuando las víctimas deciden no soportar más y se levantan contra sus opresores.
Pero también hay limitaciones en el planteo marxista:
• Reduce el hombre a la materia, desconoce que tiene una dimensión espiritual y una
inclinación natural a la religión; y en lugar de alimentarla y favorecerla pretende suprimirla.
En el mismo sentido, reduce al individuo a ser una parte, producto o conjunto de relaciones
sociales, desconociendo así que constituye un ser que existe en sí y que las relaciones
sociales son un aspecto de su ser, y no al revés.
• Supone para todo una última determinante económica, restando relevancia a otros móviles
o motivos más determinantes en las personas; y reduce la explicación social a una cuestión
de poder, una lucha de dominación de unos contra otros, sin lugar para la cooperación y la
solidaridad.
• La idea de que todo sometimiento del hombre es indigno o una alienación, supone un
endiosamiento del hombre, que no reconoce su condición de ser finito y dependiente. Y por
eso también el odio marxista a todo postulado o principio absoluto fuera del hombre, sea
una moral natural, sea una religión.
• Considera que toda desigualdad y toda dependencia económica son injustas. Enseña que el
sistema de salarios es en si mismo injusto; y que todo el valor del trabajo corresponda al
empleado (olvidando el trabajo de organización, dirección, y el riesgo asumido por el
empresario).
• Sostiene postulados utópicos (imposibles en la realidad), como una vida sin gobierno para
la sociedad comunista, o que los hombres van a dejar de ser individualistas. Incurre así en
falsas generalizaciones, y por algunos abusos de poderosos o propietarios pretende eliminar
el uso en lugar de corregirlo...
• Olvida los beneficios de la propiedad privada: a) orden y paz social; b) mejor cuidado de
los bienes (porque cada uno cuida mejor lo propio); c) incentiva la producción y el
crecimiento económico; d) asegura un mínimo de libertad.
• Desconoce que las revoluciones violentas, muchas veces, producen daños irreparables aún
en aquellos casos en que sus motivaciones son justas; y que por ello es preferible el trabajo
lento y gradual de transformación y reforma.
• Oculta la responsabilidad personal por las acciones libres de hombres libres concretos,
como si se tratara de leyes sociales e históricas necesarias, y con ello, pretende desconocer
que todos los proyectos políticos y económicos pueden y deben ser valoradas moralmente,
en sus fines y en sus medios (las intenciones no justifican de por sí cualquier medio), antes
de comprometerse en su instauración.

45
ALFAYA, Agustín, voz “Unión Soviética” en Gran Enciclopedia Rialp, Madrid, 1991.

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• Como se nutre y necesita de la injusticia para que se implante su ansiada revolución, el


marxismo es intrínsecamente injusto e incapaz de valorar la justicia. No puede anhelar una
mejora en las condiciones de justicia, porque ello obstaculizaría la revolución. Por ello, por
ejemplo, los guerrilleros marxistas argentinos asesinaron sindicalistas que obtenían mejoras
graduales para la situación de los obreros.
Pero quizás el error más grande del marxismo esté en la “solución” que pretende dar al problema de la
injusticia económica: prohibir la propiedad privada, la legítima libertad, la familia, la práctica religiosa
etc. etc. Solucionar una injusticia con más injusticia. Y peor aún, creer que la solución no viene tratando
de evolucionar hacia situaciones más justas por medio de la cooperación, sino incentivando las disputas,
el resentimiento, el odio y la discordia entre las clases y estableciendo una revolución violenta y
opresora.
Por todo esto se ha calificado al marxismo de economicista (porque la última determinante de la
sociedad serían sus relaciones de producción), clasista (porque la sociedad es vista como un permanente
conflicto entre clases sociales), colectivista y comunista (porque la propiedad sería colectiva), totalitario
(porque el estado dirigiría todo y sería lo único importante, no dejando lugar para el desarrollo ni dando
valor a las personas), determinista (el hombre no es libre, sino producto de estructuras sociales que se
mueven por leyes históricas necesarias), amoral (todo lo que contribuye a la revolución es legítimo),
ateo (porque persigue la religión), y en el fondo anarquista (porque postula que todo sometimiento es
ilegítimo y que después de la etapa de la dictadura del proletariado no debe haber ya gobierno).
Actividad 6: Lea la siguiente enseñanza del Papa Pio XII, y fundamente brevemente su última oración.
“La doctrina católica es todo lo opuesto del «odio social». Supone una actitud integradora,
armonizadora de todos los sectores en sus legítimos intereses. Parte del respeto de la persona y sus
derechos esenciales, de la vitalidad de las familias, de la coordinación de los grupos intermedios y las
asociaciones profesionales. Y todo ello bajo la supervisión del Estado como procurador del bien común
y de la Iglesia siempre atenta al bien de las almas. La Iglesia no condena sólo al comunismo porque es
ateo. Lo condena además por ser una teoría y una praxis destructora de todo orden social y económico
de convivencia” (Pío XII, Alocución del 13 de mayo de 1960).
En los hechos, fue más opresor el marxismo mismo que las opresiones que decía combatir. El régimen
del marxismo comunista desapareció de Rusia, Alemania oriental, Polonia, Austria, Hungría y
Checoslovaquia a principios de los 90. Persiste en alguna medida en China y en Cuba. Ni allí, ni en
ningún lado, se logró pasar nunca de la etapa socialista (“dictadura del proletariado”) a la comunista46.
Estos fracasos hicieron que aparecieran corrientes revisionistas a partir del marxismo, que sin embargo
no abandonan sus postulados principales:
1) El eurocomunismo, inspirado en las ideas del marxista Antonio Gramsci, se propone invertir
las ideas de Marx: en lugar de realizar la revolución económica para modificar la cultura, realizar una
“revolución cultural” para modificar la estructura económica opresiva. Gramsci advirtió que a veces las
sociedades no están listas para aceptar la aplicación inmediata de las tesis marxistas, y para esas
sociedades propone un cambio de estrategia: en lugar de empezar con la revolución político-económica
(infraestructura) como enseñaba Marx, diseñar previamente una vasta actuación en los medios de
comunicación social, las escuelas, el arte, las universidades, las editoriales, es decir, en los medios de la
cultura (superestructura), a fin de erosionar las convicciones y los valores de la civilización occidental
cristiana y preparar la mentalidad de la población para aceptar el comunismo marxista. En esta obra
cultural los objetivos principales son suprimir toda idea espiritual o religiosa, atacar a las iglesias y
especialmente a la Iglesia católica para desprestigiarla, y así instalar una mentalidad materialista (como
opuesta a espiritual) e inmanente (como opuesta a trascendente) para crear las condiciones intelectuales
de la revolución socialista.

46
Más bien al contrario. En la década del cuarenta, por ejemplo, el gobierno de la Unión soviética dio por agotada la primera etapa
revolucionaria, orientada a destruir la cultura y educación burguesa, y emprende políticas más bien contrarrevolucionarias:
reaparecen los honores y las condecoraciones, renace el sentimiento de patriotismo nacional, se vuelve a penalizar el aborto, etc.

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2) El socialismo: si bien al comienzo socialismo y comunismo prácticamente se identificaron,


con el tiempo se fueron distinguiendo, reservándose el término socialismo para una ideología más
moderada, que toma el análisis socio económico marxista (dialéctica opresores y oprimidos), y postula
para su solución la dirección de la economía por el estado a los fines de lograr la igualdad, pero sin la
supresión completa de la propiedad privada y sin recurrir a la violencia. Promueve para ello soluciones
estatizantes en lo económico, social, cultural y educativo, desalentando o marginando la iniciativa
privada en dichos ámbitos, y con una visión materialista que pone en el bienestar material el fin del
hombre y la sociedad.
Vale la pena aclarar que a veces se designan como socialistas movimientos o corrientes de pensamiento
que no deberían tener tal calificativo y que se asemejan mucho a la enseñanza católica sobre la justicia
social. Por eso, para discernir es necesario atender a las ideas y las prácticas políticas más que al
nombre que se dan a sí mismos, que a veces puede confundir.
3) La socialdemocracia: es una especie de socialismo en materia económica, pero matizado con
cierto liberalismo en materia política, cultural y moral. El bien común parece identificarse con el goce
material y sensible en un marco de la mayor “libertad” y tranquilidad posibles. Postula además la
llegada al poder no por medio de una revolución violenta sino por medios democráticos. Tiene mucha
semejanza con los postulados de la Revolución Francesa.
Actividad 7: En la carta escrita por el Che Guevara para ser entregada a sus padres al momento de su
muerte, éste escribió: “Según recuerdo, me lamentaba de no ser mejor soldado y mejor médico; lo
segundo ya no me interesa, soldado no soy tan malo. Nada ha cambiado en esencia, salvo que soy
mucho más consiente, mi marxismo está enraizado y depurado. Creo en la lucha armada como única
solución para los pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me
dirán aventurero, y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar
sus verdades”. Cómo puede observarse, se reconoce marxista. A la luz de dicha ideología, explique las
siguientes expresiones suyas, relacionándolas con aquélla:
a) “El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las
limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar.
Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal...
Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla
total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y
aún dentro de los mismos: atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada
por cada lugar que transite. Entonces su moral irá decayendo... Será más bestial todavía, pero se
notarán los signos del decaimiento que asoma". (Ernesto "Che" Guevara, Mensaje a los pueblos del
mundo a través de la Tricontinental)
b) “PERIODISTA (El Bien Público, de Montevideo): -"Doctor Guevara: dentro del clima de libertad
auténtica que según usted impera en Cuba, ¿me puede decir por qué razón han sido cerradas y
ocupadas escuelas privadas, católicas concretamente? COMANDANTE GUEVARA: -¡No, eso es
absurdo! Han sido nacionalizadas las escuelas católicas. PERIODISTA: -Es decir que no hay escuelas
privadas en Cuba? COMANDANTE GUEVARA: -¡Ni una! Todas son del Estado, y puestas al servicio
total de la comunidad. PERIODISTA: -Pero, siguen siendo escuelas católicas? COMANDANTE
GUEVARA: -No, son escuelas (risas y aplausos)". (Rueda de prensa realizada en Montevideo, Uruguay,
el 9 de agosto de 1961)
Es interesante señalar que si bien marxismo y liberalismo se enfrentan en sus conclusiones, guardan
importantes vínculos. En primer lugar, históricamente, el marxismo es hijo del liberalismo porque crece
y se desarrolla por las injusticias y explotación a que este último da lugar. En segundo lugar, el
marxismo también es hijo del liberalismo porque, en última instancia, continua los postulados de la
exaltación desmedida de la libertad que lleva a cuestionar toda forma de dependencia y autoridad.
Mientras el marxismo comunista es una ideología internacionalista, igualitaria y clasista, el fascismo y
el nacional socialismo son ideologías totalitarias con fuertes acentos nacionalistas y jerárquicos. No

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extraña así que se enfrenten y hayan enfrentado en tantas oportunidades, tanto militarmente, como
política e intelectualmente.
Actividad 8: Durante el mes de mayo de 1968 tuvo lugar una revuelta estudiantil y obrera en Francia,
conocida como “mayo francés”. Las ideas de los jóvenes transgresores, inspiradas en muchos de los
intelectuales europeos del momento, fueron plasmadas en graffitis pintados en las paredes de
universidades y otros edificios de París, y tienen una presencia ideológica importante en nuestro medio,
en particular en el ambiente artístico, del espectáculo, y en la juventud. Los mismos muestran influencia
de las ideologías estudiadas. Le acercamos ahora algunos de dichos graffitis, solicitándole identifique su
afinidad ideológica.
a) El patrón te necesita, tú no necesitas al patrón.
b) Seamos realistas, pidamos lo imposible.
c) Olvídense de todo lo que han aprendido. Comiencen a soñar.
d) Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición.
e) La libertad es la conciencia de la necesidad.
f) Un policía duerme en cada uno de nosotros, es necesario matarlo.
g) Lo sagrado: ahí está el enemigo.

7. El nacionalsocialismo.
Una ideología totalitaria que se desarrolló enfrentando las tesis del liberalismo y las crisis a que dio
lugar es el nacional socialismo o “nazismo”. Se trató de una ideología de origen y despliegue
fundamentalmente en Alemania, aunque no faltaron ni faltan seguidores en otras naciones. Corresponde
al III Reich (Imperio) fundado por Adolf Hitler (1889-1945).
Sus orígenes se remontan a circunstancias históricas bien concretas. Alemania había sido derrotada en
la primera mundial (1914-1918), y las potencias triunfadoras (fundamentalmente Inglaterra y Francia)
buscaron aprovecharse de su triunfo bélico. A fin de debilitar a la derrotada Alemania de manera
permanente, la forzaron a reconocerse como la única culpable de la guerra, desmembraron su antiguo
territorio y el de su aliada la corona austriaca; le impusieron altísimas indemnizaciones de guerra que
debían pagar a las naciones vencedoras, no solo por daños civiles sino también por los gastos militares,
indemnizaciones que abonaría durante mucho tiempo con bienes y con el trabajo de sus pobladores. La
indemnización de guerra se cifró en cinco mil millones de dólares, que deberían pagarse durante treinta
años, y los vencedores podían incrementar la cifra en el futuro. Pero aparte de esta suma, Alemania
tendría que restituir, con sus barcos mercantes y la construcción de otros nuevos, todo el tonelaje de
buques aliados hundidos; había de reconstruir las vías férreas francesas y entregar o fabricar todo el
material rodante dañado; entregaría gratuitamente partidas de carbón y hierro, etc. Se la forzó a ceder
territorios económicamente muy valiosos a favor de Francia, Dinamarca, Holanda y Polonia (perdió
73.485 kilómetros cuadrados, habitados por 7.325.000 personas; cediendo gran parte de sus yacimientos
de zinc, hierro, potasio, carbón, etc.). También sufrieron desmembraciones y pérdidas territoriales el
Imperio Austriaco y el Imperio Otomano (Turquía). Además, se establecieron grandes restricciones a
los vencidos para que no recluten nuevos ejércitos ni los provean de armamento pesado. Los tratados de
Versalles (1919) al imponer estas limitaciones armamentísticas invocaron la necesidad de asegurar la
paz y encaminar a todos los países hacia un desarme que aleje el peligro de la guerra.
En los hechos, forzaron al pueblo alemán a graves humillaciones, privaciones económicas, crisis,
elevada inflación y pobreza. En 1919 hubo en Alemania 800.000 muertes por causa del hambre y de la
desnutrición. El abuso de los vencedores fue tan grave que el mismo Senado Norteamericano se negó a
ratificar el Tratado de Versalles, y el economista inglés John Maynard Keynes, lo calificó de criminal y
le dedicó su famoso libro “Las consecuencias económicas de la paz” (1919). Keynes era asesor

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financiero de la corona de Inglaterra y argumentó que las reparaciones que se imponían a Alemania
eran excesivas, que llevarían a la economía alemana a la ruina y resultarían en futuros conflictos para
Europa. Además, los vencedores comenzaron a armarse militarmente no cumpliendo con el
compromiso de desarme que surgía de los Tratados.
Tal situación llevó a un crecimiento de los votos que recibían los dos principales partidos totalitarios, el
Partido Comunista Alemán (KPD) y el Partido Nacional Socialista Alemán (NSDAP). Éste último tuvo
su origen en el Partido Obrero Alemán, pero reformulado por Hitler con un programa que acentuaba las
demandas nacionalistas, alentando devolver a Alemania su antigua grandeza, resistir las pretensiones de
los vencedores de la guerra, culpar al pueblo judío de la postración del país, y establecer un sistema
centralizado en el que todos los poderes quedarían en manos del Estado, en el marco de una
constitución jerárquica, que conduciría a la nueva grandeza.
Hitler aprovechó el hecho de que gran parte de la banca e instituciones financieras occidentales estaban
en manos de familias judías para responsabilizarlas de la pobreza y postración del pueblo alemán por
tener a su cargo la recaudación y administración de dinero proveniente de las indemnizaciones de
guerra. Aludió a que miembros de la comunidad judía apoyaban el Tratado de Versalles, dirigían los
partidos marxistas con sus perniciosos efectos sociales, y los acusó de priorizar su carácter judío antes
que su nacionalidad alemana, y así incentivó el odio hacia el pueblo hebreo.
Obtuvo un creciente apoyo popular. En las elecciones para diputados de 1925, un millón de personas
votaron al nacional socialismo (2,5%), votos que crecieron a 6,4 millones en 1930 (16%), 13,4 millones
(34%) en 1932. En 1933 Hitler es nombrado Canciller de un gobierno heterogéneo. El mismo año
obtiene 17,26 millones de votos (44%) en las elecciones parlamentarias, y el nuevo parlamento le
otorga “plenos poderes”. En julio de 1933 el nacionalsocialismo queda establecido como “partido
único”, y un mes más tarde anuncia Hitler el advenimiento del III Reich Alemán, apoyado en un
plebiscito popular por 40 millones de votos (94%). Muerto el presidente Hindenburg, Hitler reúne en
sus manos los cargos de presidente y canciller del Reich y asume el mando del ejército, que presta el
juramento de fidelidad a su persona. En 1935 las leyes de Nurenberg inician la persecución contra el
pueblo judío. En un referendum de 1936 el 98% de los votantes (más de 44 millones) apoyaron su
gestión como Führer.
Establecido en el poder, fue concentrándolo paulatinamente. Obtuvo una ley de plenos poderes que le
permitió convertir a Alemania en un estado unitario dirigido por sus lugartenientes, y la supresión de los
sindicatos y partidos políticos. La ideología nacionalsocialista determina la vida pública en Alemania y
se oprime brutalmente a todos los adversarios políticos. Invocando la postración económica y el
incumplimiento por parte de los países occidentales de “desarmarse” también, implementó políticas de
desarrollo económico, social y militar dirigidas por el gobierno. Planteó la necesidad de reconstruir un
gran Imperio Alemán (III Reich) recuperando los territorios de los que fue despojado y obteniendo otros
que necesitaba. Invadió Checoslovaquia y luego Polonia. Francia e Inglaterra reaccionaron y comenzó
la larga y sangrienta segunda guerra mundial, que enfrentó a Alemania-Austria e Italia (el “eje”) contra
Francia, Inglaterra, Rusia y Estados Unidos (los “aliados”). Estableció gradualmente normativas que
restringían los derechos económicos y políticos de los judíos residentes en Alemania, lo que fue seguido
por un boicot cultural, económico y financiero internacional contra productos y servicios de origen
alemán por parte de empresas, instituciones financieras y estados influidos por personas de origen judío.
En el orden interno el régimen nazi desarrolló una economía fuertemente centralizada e
intervencionista. El estado absorbió toda la producción y monopolizó el comercio exterior, y enfrentó la
crisis económica con la obra pública: construcción de viviendas, rutas, industria militar. Controló
además los medios de comunicación implementando una propaganda masiva del régimen y sus ideas
destacándose las reuniones multitudinarias a fin de inflamar el fervor popular, persiguió a las personas
de origen judío, de otros pueblos o grupos considerados “inferiores” (como los gitanos y
homosexuales), y a todo aquél que formulara oposición al régimen. Los recluyó en campos de
concentración en Europa del Este, donde varios millones perecieron por la falta de alimentos,
enfermedades, y ejecuciones.

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Si quisiéramos sintetizar las ideas del nazismo, podríamos indicar las siguientes:
• Estatismo: el estado conduce toda la vida social, económica y política de la nación.
• Nacionalismo radicalizado: la grandeza de la nación (alemana) merece el trabajo y el
sacrificio de sus habitantes. Ninguna división ideológica, religiosa o económica debe debilitar
el poder de la unidad de la nación, interés que legitima el sometimiento de todo lo que se le
opone en el orden interno y en el orden internacional, incluso a través de la violencia
(autoritarismo y belicismo). “Cuando se inicia y desencadena una guerra lo que importa no
es tener la razón sino conseguir la victoria”47. En este marco, erigió la doctrina del “espacio
vital”: cada nación necesita de un territorio de determinada extensión para el despliegue de su
actividad vital, y es legítimo que se avance sobre las otras naciones para obtener dicho
territorio, culminando en una posición imperialista.
• Racismo: existen razas superiores (la raza aria) que naturalmente debe prevalecer y proliferar,
frente a las razas inferiores (como la judía) que deben subordinarse y tender a desaparecer.
Famoso fue el médico Josef Mengele por el uso que hacía de estos seres humanos para sus
experimentos. Incluso debe purgarse a la comunidad nacional de sus sectores inferiores
(discapacitados, homosexuales), a través de la eugenesia (esterilizaciones, eutanasias,
ejecuciones). En particular Hitler atribuía al pueblo judío la responsabilidad por el
sometimiento económico y financiero de las naciones48.
• Autocracia: el poder en el estado debe concentrarse en una única persona, un líder o “Führer”,
que tiene la visión y el proyecto nacional al que deben subordinarse de manera total las
voluntades de la población. Los jóvenes secundarios estaban obligados a ingresar a la
“juventud hitleriana”, donde aprendían subordinación, disciplina militar, y la fidelidad hacia el
partido y su líder.
• Anticomunismo: el comunismo marxista es considerado enemigo del nacional socialismo por
varias razones: su internacionalismo destruye el amor a la nación; su clasismo separa a la
nación en lugar de unirla en pos de la grandeza nacional; su igualitarismo destruye las
jerarquías naturales de la sociedad; su ateísmo desintegra las bases morales de la nación. A
ello se suma la antigua rivalidad entre Alemania y Rusia, estados prácticamente vecinos, y el
hecho de que muchos intelectuales del marxismo eran de origen judío (Marx, Engels) y que se
atribuyó ascendencia judía a líderes del marxismo ruso (Lenin, Trotski). “Esta aniquilación de
naciones por parte de los judíos bolcheviques y sus colaboradores occidentales solo puede
enfrentarse de una manera: usando toda la fuerza, el extremo fanatismo y la firmeza
obstinada que la misericordia de Dios da a los hombres en los tiempos duros para que puedan
defender sus propias vidas” (Hitler, Adolf, 24/2/1945).
• Antiliberalismo capitalista: el liberalismo de los países capitalistas, con sus democracias y
derechos individuales, destruye al estado colocándolo como fácil presa de los intereses
financieros y económicos que se valen de ellas para su enriquecimiento personal. El régimen
democrático y liberal impiden también la construcción de la grandeza nacional, que se
pospone por mezquinos intereses particulares.
• Politización pragmática de la religión: el nacional socialismo no fue antirreligioso o ateo
como el marxismo. Decía inspirarse en el cristianismo, y comprendió su importancia para la
nación. “Estamos convencidos de que el pueblo necesita y requiere de su Fe. Por eso hemos

47
Hitler, Adolf, citado en Kershaw, Ian, Hitler 1936-1945, Barcelona, Círculo de Lectores, 2000, pág. 191.
48
“Pero no me queda duda del hecho de que si los pueblos de Europa son nuevamente tratados como un conjunto de acciones por
estos conspirados monetarios y financieros internacionales, entonces esa raza, de nuevo, que es la culpable de esta lucha asesina,
también tiene que ser responsabilizada: los judíos. Y luego tampoco me queda duda de que este tiempo no permitirá que millones
de niños arios europeos mueran de hambre, ni millones de adultos sufran la muerte, ni cientos de miles de mujeres sean
incendiadas y bombardeadas hasta morir en sus ciudades, sin que el verdadero culpable expíe su culpa” (Hitler, Adolf,
Testamento Político, Berlín, 29/4/1945).

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emprendido el combate contra el ateísmo” (Hitler, Adolf, Berlín, 24/10/1933). El mismo


Hitler se declaraba católico (Carta a Gerhard Engel, 1941). Sin embargo, pretendió, por un
lado, subordinar la religión a sus intereses políticos e ideológicos. Así, al principio, intentó
ganar el apoyo de las religiones cristianas (protestantes –que unió en una iglesia única- y
católica)49. Pero al advertir críticas de la Iglesia católica hacia sus políticas, llevó adelante una
dura persecución. En el campo de concentración de Dachau, por ejemplo, se encerraron 1856
sacerdotes polacos, 1106 no salieron con vida. Acusó al cristianismo de ser una religión
importada y antinatural para el pueblo alemán (palabras del 13/2/1945), un hijo del judaísmo
junto con el marxismo bolchevique, un instrumento del judaísmo para movilizar a las
poblaciones; de ser el fruto de cerebros débiles que predican un paraíso “insípido”
(19/10/1941) y una igualdad falsa (26/2/1942). Además, existieron tentativas de crear una
religión, pagana y gnóstica, propia para el nazismo, con sus propios ritos.
Como dijimos al hablar del marxismo, también el nazismo aprovecha elementos de verdad: rechaza las
desigualdades sociales a que da lugar el liberalismo capitalista, combate el sometimiento de pueblos y
naciones por parte de los poderes financieros internacionales, estimula la unión y la concordia de los
miembros de la nación, combate la disolución nacional a que da lugar la lucha de clases y la defensa de
una libertad individualista, estimula el patriotismo y el interés común por encima del particular,
fomenta la aspiración a la grandeza a nivel nacional y personal, condena el ateísmo que correo las bases
morales de la nación.
Pero tales elementos de verdad se ven empañados por graves errores: la negación de la unidad e
igualdad esencial de todo el género humano y de la dignidad de toda persona humana (racismo), las
excesivas generalizaciones para catalogar a los sujetos (judíos), la supresión de la libertad incluso en su
ejercicio razonable y legítimo, la intervención asfixiante del estado, la falta de reconocimiento del
derecho de las otras patrias y naciones, la persecución de la Iglesia, la subordinación de la religión (que
debe ser lo primordial en el hombre) a los intereses de la nación.
El nazismo cayó con la derrota de Alemania en la segunda guerra mundial. Hitler murió, aparentemente
por un suicidio. Los líderes del régimen fueron juzgados por los vencedores, muchos condenados a
muerte. Alemania estuvo ocupada (repartida) por los aliados durante décadas. Los partidos inspirados
en el nazismo, la propaganda o reivindicación del nazismo, o incluso la revisión histórica que ponga en
duda las acusaciones que se realizaron contra él, están prohibidos y considerados delito en varios
estados como Alemania, Austria, Francia o Israel50.
El reconocimiento de los graves crímenes cometidos por la Alemania Nazi ha permitido a los países
“aliados”, vencedores de la guerra mundial, “ocultar” los suyos. Terminada la guerra, se instituyeron
Tribunales de Guerra en Nuremberg y en Tokio para castigar los crímenes contra la paz y contra la
humanidad cometidos por militares alemanes y japoneses. Tales tribunales estaban constituidos por
jueces norteamericanos, ingleses, franceses, y rusos. Crímenes de igual magnitud cometidos por los
ejércitos de estos últimos países, lógicamente, no fueron juzgados. Quedaron así impunes y silenciados
el bombardeo masivo de ciudades pobladas (como Dresden en Alemania, destruida por las bombas
inglesas en 1945 que mataron cerca de 150.000 personas cuando la guerra ya estaba prácticamente

49
“El estado protege la religión, con la única condición de que la religión no se utilice para encubrir finalidades políticas. Hubo
un tiempo… en el que el Liberalismo era opuesto a la Iglesia, mientras el marxismo era antirreligioso. Pero ese tiempo es pasado.
El nacional socialismo no se opone a la Iglesia ni es antirreligioso, al contrario, se sostiene en las bases de un verdadero
cristianismo. Los intereses de la Iglesia no pueden dejar de coincidir con los nuestros como ser la lucha contra los síntomas de
degeneración del mundo de hoy, nuestra lucha contra la cultura bolchevique, contra el movimiento del ateísmo, contra la
criminalidad, y nuestra batalla por la conciencia de comunidad en nuestra vida nacional, para terminar con el odio y la desunión
entre las clases, contra la guerra civil y la discordia. Estos no son principios anticristianos sino cristianos” (Hitler, Adolf,
Discurso en Koblenz, 26/8/1934).
50
Es famosa la condena recibida por el historiador inglés David Irving, que luego de varios años de investigación publicó obras
sobre la segunda Guerra Mundial, enseñó que no había constancias de un propósito intencional de Hitler de asesinar judíos a través
de Cámaras de Gas en los campos de concentración (decía que en su mayoría los judíos recluidos habían muertos fruto del hambre y
la carestía en la que se encontraba Europa del este al final de la guerra, por la falta de suministros). Sus observaciones fueron
consideradas delito en varios estados, en los que fue detenido y tiene prohibido el ingreso.

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terminada y solo constituía un refugio para enfermos, heridos y refugiados y sin ninguna industria
bélica), de monumentos históricos (como la Abadía benedictina de Monteccasino, fundada por el
mismo San Benito en el año 529, destruida por Estados Unidos), grandes ciudades aniquiladas (como
Hiroshima y Nagasaki, bombardeadas con bombas atómicas norteamericanas), el asesinato en masa de
prisioneros (como los soldados polacos apresados por los comunistas soviéticos, o los franceses
anticomunistas perseguidos luego de la “liberación” de Francia), la reclusión en campos de
concentración y asesinato de millones de personas (como en la Unión Soviética), la violación
sistemática de miles de mujeres alemanas al final de la guerra, etc. Ni hace falta mencionar que los
“aliados” tuvieron gran parte de responsabilidad en el surgimiento del nazismo y el desencadenamiento
de la guerra mundial por el abuso del que hicieron víctima a Alemania a partir del tratado de Versalles.
El racismo, por otro lado, no fue monopolio exclusivo del nazismo: Inglaterra siempre despreció las
poblaciones de los países africanos y asiáticos, Francia discriminó injustamente a sus propios
combatientes oriundos de sus colonias en África, impidiéndoles relacionarse sentimentalmente con
mujeres francesas, y no pagándoles (hasta el día de hoy inclusive) sus pensiones de guerra como ex
combatientes51.
Como podemos ver, el nazismo es una ideología con algunas notas características, y debe evitarse el uso
de la expresión para designar otras diferentes, como ocurre a veces, indebidamente, con el peronismo o
con dictaduras militares latinoamericanas.
8. El fascismo.
El fascismo fue más un movimiento que una ideología completa. La ideología se fue construyendo con
el tiempo y la necesidad práctica. Fue autoritario, pero mucho más moderado en sus alcances y
postulados que el marxismo y el nacional socialismo.
Como ocurrió con el nacional socialismo, no se puede entender el fascismo desconectado de su
contexto histórico. A principios del siglo veinte Italia se encontraba en crisis. La unidad italiana, que
tanto había costado establecer, estaba en riesgo. Los movimientos inspirados en el socialismo marxista
alentaban a los obreros a huelgas, movilizaciones y actos de violencia para contribuir a la lucha de
clases; y el gobierno italiano se mostraba incapaz de controlar la ebullición social reinante.
En este contexto, cobra importancia la figura de Benito Mussolini (1883-1945). Profesor y periodista,
fue dirigente del socialismo italiano. Combatió para Italia en la primera guerra mundial. Preso político,
observó desde su confinamiento como los principales dirigentes de su partido socialista “negociaban”
con el poder y renunciaban a planteos radicales, y eso le produjo desencanto y desconfianza. Además,
comprobó que el socialismo levantaba la bandera de la participación popular pero en realidad era
antidemocrático, conducido de manera autoritaria por los dirigentes del Partido. Salido de prisión, se
hizo cargo del principal periódico del socialismo. Pero fue desarrollando un gradual sentido
nacionalista, lo que lo llevó a apoyar la participación de Italia en la guerra, por lo que fue expulsado del
periódico y del partido socialista.
A principios de la década de 1920 Italia vivía la crisis económica de la posguerra, cierto desaliento
nacional por considerar que sus aliados (Inglaterra y Francia) acaparaban los beneficios de la victoria
mundial, y continuas huelgas y desórdenes sociales provocados por dirigentes marxistas abogando por
la imposición del comunismo. Mussolini organizó entonces “fascios de combate”, grupos paramilitares
con los que consigue imponer el orden y asegurar la prestación de servicios públicos durante las
huelgas, venciendo las huelgas socialistas y obteniendo el apoyo del pueblo sencillo y de la clase
económicamente más poderosa. Frente a toda esta situación, construyó un movimiento contrario tanto
al liberalismo como al socialismo marxista, que rigió los destinos de Italia por más de dos décadas con
la pretensión de establecer un nuevo estado popular, jerárquico y disciplinado, y el partido fascista con
el lema “creer, obedecer, combatir”.

51
La película francesa “Indigenes”, estrenada en 2006, da cuenta de la discriminación e ingratitud de los franceses hacia los
soldados africanos y asiáticos de sus colonias que combatieron para liberarla de la ocupación nazi.

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Triunfó en las elecciones de 1924 por abrumadora mayoría, y en 1925 anunció a la Cámara la
instauración de una “dictadura totalitaria”. Las violencias (asaltos, golpes e incluso asesinatos) de
fascistas y antifascistas se sucedían. Su movimiento unía reivindicaciones de justicia social para los
trabajadores, con una insistencia en el orden y la disciplina de a sociedad que le granjeó el apoyo de los
industriales y propietarios agrícolas. En 1925 obtuvo la supresión de todos los partidos políticos, en
1926 la ley de prensa que suprimía los medios opositores, y la ley que le otorgaba plenos poderes. En
1927 la Carta del Lavoro que organizaba el régimen corporativo, consideraba al trabajo como un deber
social, instituía los contratos colectivos de trabajo, colocaba a la unidad moral, política y económica de
la nación por encima del interés de los individuos y las clases sociales y otorgaba al estado control sobre
la producción.
Su figura recibió numerosos elogios de sus contemporáneos: desde Inglaterra Churchill dijo que era el
estadista más importante de su época, Gandhi lo definió como un superhombre incomparable, Freud
como un héroe de la civilización, desde Estados Unidos Roosvelt lo citaba como modelo de conductor
político52. Tales elogios fueron disminuyendo cuando Italia se propuso incrementar sus colonias en
África ocupando Etiopía53, y más aún cuando tomó partido por Alemania, no porque Mussolini tuviese
simpatía con el nazismo (más bien lo despreciaba), sino porque Inglaterra y Francia, potencias
coloniales, le habían dado la espalda a sus pretensiones de expansión territorial. De hecho, Mussolini
intentó sin éxito convencer a Hitler de morigerar sus políticas contra la Iglesia y contra los judíos.
Italia intervino en la segunda guerra mundial como aliada de Alemania, confiando en el triunfo de ésta,
pero las sucesivas derrotas militares restaron apoyo popular al fascismo. Mussolini fue arrestado por
orden del rey en 1943, pero luego liberado por los alemanes que ocupan parte de Italia. Finalmente,
capturado por partisanos comunistas, es ejecutado en 1945.
Como hemos mencionado, el fascismo no es una ideología completa, sino un movimiento político cuyas
ideas fueron apareciendo con el devenir del tiempo. Entre sus principales rasgos ideológicos
encontramos:
• Autocracia: la nación requiere de la dirección del estado, y el estado de un conductor
personal, el “Duce”, capaz de nuclear y conducir las voluntades de todos hacia la unidad. El
fascismo es impensable sin la personalidad carismática de Mussolini, y poco sobrevivió a la
muerte de éste (personalismo). Mussolini consideraba a los gobiernos democráticos como
falsos por estar dominados, en realidad, por los poderes económicos.
• Autoritarismo: el gobierno debe recurrir a la violencia para disciplinar a los grupos sociales
y evitar la acción disolvente de quienes se oponen al desarrollo de la revolución fascista.
Solo era legítimo el partido fascista, y los jóvenes debían incorporarse a sus filas de forma
obligatoria. Frente a las democracias occidentales, débiles y plutocráticas, propone un estado
popular, jerárquico, disciplinado y autoritario.
• Jerarquía: los hombres no son todos iguales, y postular tal igualdad quimérica destruye las
responsabilidades, el orden y la disciplina social. Sin embargo, a diferencia del nacional
socialismo, el fascismo no es xenófobo ni racista (aunque su alianza con Alemania la llevó a
sancionar algunas leyes de mitigado racismo).
• Nacionalismo: la grandeza de la nación italiana merece el trabajo de todo el pueblo de Italia.
A diferencia del nacional socialismo, sin embargo, no supone destrucción o enemistad para
con las otras naciones. Sin embargo, también tuvo el fascismo rasgos imperialistas,
pretendiendo establecer un “Nuevo Imperio Romano” que reuniera colonias ocupadas en
África (Eritrea, Liberia, Etiopía –o Abisinia-) y Europa (Albania, Dodecaneso en Grecia,
etc.), lo que la llevó a buscar el apoyo de Alemania. Además, tuvo rasgos de militarismo,
alentando la organización de las juventudes en grupos sujetos a disciplina y simbología
52
Cfr. Rychlak, Ronald J., Hitler, the War and the Pope, Our Sunday Visitor Books, Indiana, 2000, pág 38.
53
Pese a que tanto Francia como Inglaterra tenían un imperio colonial mucho mayor que Italia, y a que Etiopía era considerado un
estado incivilizado y esclavista, razones por las cuales la misma Inglaterra se había opuesto a su ingreso a la Sociedad de Naciones.

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militar y, sin negar que lo deseable es la paz, postuló que la guerra es el estado habitual de
las naciones.
• Totalitarismo teórico: hay en el fascismo expresiones teóricas de clara orientación
totalitaria: “Todo del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado” (Mussolini,
Discurso a la Cámara de los Diputados del 9/12/28). “Ningún Estado es más totalitario y
autoritario que el Estado fascista, ningún Estado es más celoso de su soberanía y de su
prestigio” (Mussolini, Estado e Iglesia, en periódico Le Figaro, Paris, 1934). Sin embargo,
en los hechos, no significó una pretensión de control de la vida privada tan intensa como en
el marxismo soviético o en el nacional socialismo, con sus temibles policías secretas. Por eso
decimos totalitarismo “teórico”. Podemos hablar, sí, de una cierta “estatolatría” o culto del
estado.
• Corporativismo: la economía es dirigida por el estado pero no a través de su burocracia,
sino de corporaciones. Las corporaciones están presididas por un funcionario del gobierno,
pero las integran representantes de los empresarios y de los obreros, evitándose así la lucha
de clases, llamadas a colaborar en la construcción de la nación. El corporativismo acompañó
la reforma social y económica fascista, encarnada en la “Carta del Trabajo”, legislación
laboral instaurada con la finalidad de asegurar la justicia social y los intereses simultáneos de
empleadores y empleados en cuanto a remuneración mínima, jornada de trabajo, solución de
conflictos, etc.
• Anticomunismo: el fascismo rechaza la lucha de clases por enfrentar a los nacionales en
lugar de unirlos en el trabajo por la grandeza de la nación; rechaza el estatismo por
considerar que burocratiza el gobierno; rechaza la propiedad colectiva porque anula la
responsabilidad individual y propone en su lugar la propiedad privada pero con función
social; rechaza el materialismo porque desconoce las fuerzas y aspiraciones espirituales de
los individuos y de los pueblos; rechaza el igualitarismo que desconoce la necesaria jerarquía
y disciplina de los sectores sociales.
• Antiliberalismo: el fascismo rechaza la afirmación de derechos si no se la acompaña, antes,
por la proclamación y el cumplimiento de los deberes; rechaza la existencia de una propiedad
privada desprovista de una función social; rechaza la democracia que se basa en la
manipulación de las masas a través de un voto individual e igual. En el mismo sentido, se
ocupó de asegurar la moralidad pública y perseguir con la justicia a quienes atentaban contra
el respeto debido a la moral y la religión. Fue enemigo del liberalismo, y de la masonería que
lo difundía, prohibiendo legalmente su actuación en Italia.
• Pragmatismo religioso: el fascismo no fue ateo como el marxismo, ni anticatólico como el
nacional socialismo. En sus comienzos, no valoró la religión por si misma. Mussolini
provenía del socialismo ateo. Sin embargo, advirtió los riesgos de enfrentarse con la Iglesia,
que ha permanecido en pie a lo largo de la historia pese a los intentos de someterla54. Por
otro lado, el fascismo exaltó la nación, y comprendió que para muchas naciones su religión
es algo que hace a su grandeza y su ser nacional. Y por eso reconoció la práctica religiosa del
pueblo, y tratándose de la nación italiana, la religión católica, que la identifica y distingue.
Así, a tres meses de gobierno restituyó los crucifijos en las aulas y la enseñanza religiosa en
las escuelas. Con el tiempo, sin embargo, fue aumentando el aprecio por la Iglesia católica.
Después de años en que la Santa Sede era despojada de extensos territorios pontificios por
los dirigentes italianos, el régimen fascista firma con ella los “Acuerdos de Letrán” (1929),

54
“Un Estado sólo puede ser victorioso en la lucha contra otro Estado. Puede concretar entonces su victoria impulsando, por
ejemplo, un cambio de régimen, una cesión territorial, el pago de una indemnización, el desarme del ejército, un sistema
determinado de alianzas políticas o económicas. Cuando se lucha contra un Estado, se tiene enfrente una realidad material que
puede ser aferrada, golpeada, mutilada, transformada; pero cuando se lucha en contra de una religión, no se logra individuar un
blanco específico: la simple resistencia pasiva de los sacerdotes o de los creyentes es suficiente para desarmar el ataque del
Estado” (Mussolini, Estado e Iglesia, en periódico Le Figaro, Paris, 1934).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

por los que Italia reconoce el estado del Vaticano, lo indemniza por sus pérdidas territoriales,
declara la mutua independencia y colaboración de la Iglesia y el Estado, y hace de la religión
católica, prácticamente, la religión oficial del estado italiano. En virtud de ello la Iglesia
católica tuvo intervención fundamental en la educación (elección de docentes y selección de
textos) y en la regulación del matrimonio (reconocimiento civil del matrimonio religioso y
prohibición del divorcio), entre otras cosas. Con el tiempo la adhesión del fascismo al
catolicismo fue creciendo, y hay testimonios de que Mussolini, el antiguo socialista ateo, se
convirtió sinceramente a la Fe católica recurriendo con frecuencia a la confesión55.
Como vimos, una de las manifestaciones del fascismo fue el corporativismo. Apareció en Europa
como otra reacción frente al individualismo y la desigualdad generada por la vigencia del liberalismo
capitalista. Consistió, básicamente, en reconocer la necesidad de dirección o control de la economía,
pero en lugar de asignarla al estado se buscaba a través de la intervención de organismos infrapolíticos
(“cuerpos intermedios”), y en particular, de organizaciones económicas como los gremios y los grupos
empresarios. En los hechos, sin embargo, el corporativismo fascista fue fuertemente dirigido por el
estado y con connotaciones autoritarias.
Podemos ver, nuevamente, méritos en el fascismo. Rescata la idea del patriotismo, el equilibrio entre el
reclamo de derechos y la afirmación de los deberes, la sustitución de la lucha de clases por la
colaboración entre las clases (asociándolos en corporaciones o asociaciones mixtas), el acento en la
producción nacional56, la afirmación del orden en la sociedad, el respeto por los trabajadores y sus
derechos pero sin exageraciones igualitarias o utópicas, es decir, sin pretender una nivelación absoluta
ni renegar de las legítimas jerarquías ni alentar resentimientos; la oposición simultánea al liberalismo y
el marxismo; el reconocimiento de la religión; la exaltación del sacrificio, del heroísmo y de la nobleza
de las fuerzas espirituales que dan vida a los hombres y a los pueblos.
En los hechos, sin embargo, tales méritos se ven empañados por la violenta persecución de los
opositores y el abuso de la fuerza en los primeros años del régimen, la alianza con la Alemania Nazi (lo
que la llevó a introducir una forma mitigada de leyes racistas), el dirigismo político y económico de
parte del “Duce”, la falta de límites y control del gobierno, y la exaltación desmedida del estado.
Claro que no es fácil analizar al fascismo como conjunto, dado que dentro del fascismo existieron
fuerzas y sectores con diferentes postulados, y estuvo en el poder más de 20 años conociendo momentos
y políticas mejores y otros más cuestionables. Por otro lado, como escribe Lamas, “no puede ser el
mismo el juicio sobre la doctrina fascista, tal como ella se plasmara a través de los discursos y escritos
de su fundador y de sus principales ideólogos, que sobre las realizaciones del régimen”57. La doctrina
fascista es mucho más negativa que lo que fue su moderada implementación, a la que hay que reconocer
logros importantes, y entre ellos, salvar a Italia de caer en manos del comunismo marxista sin para ello
ceder al liberalismo capitalista.
Existieron también proyectos corporativos no fascistas, como el de Antonio de Oliveira Salazar (1889-
1970) en Portugal y de Francisco Franco (1892-1975) en España. A diferencia del totalitarismo, en estos
no existió la supresión de la propiedad privada ni la tentativa por parte del estado de dirigir toda la vida
económica y social, ni se inspiraron en ideas colectivistas sino en postulados cristianos; aunque tuvieron
en común una concentración del poder en el jefe de estado, escasa participación popular, y fuertes
restricciones para los opositores. Pese a ello, tuvieron el gran mérito de salvar a sus estados de caer en
poder de los totalitarismos (comunismo, nacionalsocialismo) y de colaborar con la obra evangelizadora
de la Iglesia. Se los suele conocer como “nacional catolicismo”.
A veces el término fascista se utiliza de manera impropia. Como hemos visto, se trató de una ideología
específica con características muy peculiares. Pero a veces, en el lenguaje común, se llama fascista a
55
Innocenti, Ennio, La conversión religiosa de Benito Mussolini, editorial Santiago Apostol, Bs. As., 2006, pág. 335. Quiero
agradecer al Dr. Fernando Romero Moreno algunos diálogos mantenidos sobre este y otros temas que me permitieron precisar
algunos párrafos del texto.
56
Antes de la Guerra Italia llegó a estar ubicada en el 7mo. lugar en el mundo como productora de manufacturas.
57
Lamas, Félix, Ensayo sobre el Orden Social, Instituto de Estudios Filosóficos Santo Tomás de Aquino, Bs. As., 1990, pág. 164.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

todo sujeto o régimen que ejerce la autoridad con particular fuerza, que restringe los derechos
individuales, o que se opone al comunismo. Se confunde así fascismo con autoritarismo, o
antiliberalismo, o anticomunismo.
No extraña la continúa y dura propaganda antifascista del marxismo, para el cuál el fascismo representa
una reacción que obstaculiza la revolución comunista, lo que le impide ver sus méritos y lo lleva
acusarlo de ser instrumento del capitalismo58.
Actividad 9: Entre sus muchas diferencias, una de las similitudes existentes entre fascismo y
nacionalsocialismo es su oposición al marxismo. Como gran estadista y visionario, el general Don José
de San Martín, libertador de 3 países, identificó los males que traerían al mundo algunas de las
ideologías. El siguiente es un párrafo de una de sus cartas, dirigida a Castilla el 15 de abril de 1849.
Luego de leerlo Ud. debe extraer cuáles serían los bienes humanos que peligran por dichas ideologías, y
fundamentar por qué peligran. “El inminente peligro que amenazaba a Francia en lo más vital de sus
intereses por los desorganizadores partidos de terroristas, comunistas, y socialistas, todos reunidos al
solo objeto de despreciar, no sólo el orden y civilización sino también la propiedad, religión y familia,
han contribuido muy eficazmente a causar una reacción formidable en favor del orden”.
9. Las ideologías y la “Revolución”
Fácilmente se advierte que si bien las ideologías son “construcciones intelectuales”, son ideas, las ideas
no se difunden ni imponen por su sola fuerza. Necesitan de hombres comprometidos en esa tarea.
De allí que ha sido común que pensadores católicos empezaran a hablar de “la Revolución”, haciendo
referencia no a una revolución concreta, sino a la pretensión de destruir los cimientos cristianos de la
sociedad para “reconstruirla” sobre los postulados de las ideologías. Si bien tales tentativas son
antiguas, desde la Revolución francesa se han visto operar con mayor virulencia.
Esta “Revolución” ha procedido gradualmente. Primero ha intentado alejar a los gobiernos de la Iglesia,
sin abandonar el cristianismo (Cristo sí, la Iglesia no). Ello ocurrió con la reforma protestante (luterana,
calvinista, anglicana). Luego, la sociedad política abandonó toda Revelación aunque sin negar la
existencia de un Dios racional (Dios sí, Cristo no), como lo manifestó la Ilustración, la Masonería y la
Revolución francesa. Seguidamente, el estado intentó construirse prescindiendo totalmente de Dios,
como si no existiese (El hombre sí, Dios no), como se advierte en el antropocentrismo contemporáneo,
la cultura consumista y materialista del capitalismo occidental y del comunismo marxista. Al final,
como no podía ser de otro manera, la sociedad se vuelve contra el mismo hombre (pensemos en el
aborto, la eutanasia, etc.).
"Hoy en día no es sólo la Ciudad Eterna e Italia las que están
amenazadas, sino todo el mundo. ¡Oh, no nos preguntéis quién es el
"enemigo" y bajo qué aspectos se presenta! Se encuentra en todo lugar y
en medio de todos: Sabe ser astuto y violento. En estos últimos siglos
intentó realizar la disgregación intelectual, moral, social de la unidad
en el misterioso organismo de Cristo. Quiso la naturaleza sin la gracia;
la razón sin la fe; la libertad sin autoridad; y a veces la autoridad sin la
libertad. Es un "enemigo" que se ha hecho cada vez más concreto, con
una ausencia de escrúpulos que sorprende: ¡Cristo sí, la Iglesia no!
Después: ¡Dios sí, Cristo no! Finalmente el grito impío: Dios está
muerto; e incluso, Dios nunca existió. Y he aquí ahora la tentativa de
edificar la estructura del mundo sobre bases que no dudamos en indicar
como principales responsables de la amenaza que pesa sobre la
humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política
sin Dios. El "enemigo" se ha esforzado para que Cristo resulte extraño
en las universidades, en la escuela, en la familia, en la administración

58
Diccionario soviético de filosofía, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1965, voz Fascismo.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

de justicia, en la actividad legislativa, en las asambleas de las naciones,


donde quiera que se decida la paz o la guerra. Al presente él corrompe
el mundo con una prensa y con unos espectáculos que matan el pudor en
los jóvenes y en las jóvenes y destruyen el amor entre los esposos; él
inculca un nacionalismo que conduce a la guerra”59.
Esta “Revolución” tiene, lógicamente, ejércitos. Claro que no llevan uniformes y sus armas no tienen
pólvora. La Revolución es cultural, y sus armas son las de la inteligencia: medios de comunicación,
espectáculos, centros educativos, etc. Avanza por la labor de sus “ejércitos regulares”. Se trata de
políticos, economistas, funcionarios, periodistas, hombres del ambiente artístico, académicos, con
muchísimos recursos disponibles para su tarea, aunque muchos no son conscientes de aquello con lo
que cooperan. Pero también avanza gracias a nuestros propios abandonos y complicidades, pues
como se atribuye generalmente a Edmund Burke, es suficiente para que el mal triunfe que los “buenos”
no hagan nada. Cuantos lugares de poder ocupados por personas poco competentes o mal formadas
simplemente porque las que han recibido de Dios los talentos necesarios prefieren “no meterse”. Y
tampoco falta lo que se ha llamado la “quinta columna”, es decir, personas infiltradas que trabajan
desde dentro de la Iglesia a favor de las ideologías. Ideas marxistas, liberales o incluso nazis penetran a
veces en miembros de la Iglesia confundiendo a los fieles y conspirando contra un trabajo fecundo en el
orden social.
"Cristianos que se consideran excelentes padres de familia, excelentes empleados,
excelentes feligreses; el mundo puede contar con ellos; salvo su ciudad; salvo su
patria... 'A otros más brillantes que nosotros -dicen ellos- corresponde el cuidado de
estas altas y graves cuestiones. Nuestro deber no tiene por qué rebasar el plan de la
vida doméstica. No se puede hacer todo. Existen muchas cuestiones que acaparan
nuestra atención'. Lo que parece sabia respuesta. Y que sin embargo no puede legitimar
el desprecio de un ineludible deber. La verdad es que hay que hacer todo lo que, por
nuestro estado, debemos hacer. ¿Qué marido osaría decir que rechaza cumplir sus
deberes de padre por atenerse a realizar sus obligaciones de esposo, bajo el pretexto de
que no se puede hacer todo? ¿Qué hijo, por la misma razón, osaría justificar el
abandono de su padre enfermo para consagrarse solamente al apostolado parroquial?
Es muy fácil elegir aquel de nuestros deberes de estado que nos agrada especialmente y
rechazar los demás. La ordenación de una vida virtuosa y santa no es otra que la
bienhechora solución consistente en la armoniosa coexistencia de múltiples e
irreductibles deberes de estado... Deberes de estado... respecto a Dios; puesto que
somos, por estado, sus criaturas. Deberes de estado... respecto a nuestros padres;
puesto que por estado somos sus hijos. Deberes de estado... respecto a nuestro
cónyuge; si por estado somos casados. Deberes de estado... respecto a nuestros hijos y
nuestras hijas; si por estado somos el padre o la madre. Deberes de estado... respecto a
la ciudad, a la Patria; ya que por estado somos miembros de esas comunidades.
Deberes de estado... profesionales. Deberes de estado respecto a los amigos. Deberes
de estado de buena vecindad... etc. Ningún deber de estado puede ser rechazado
mientras pertenezcamos al estado que precisamente nos lo impone. Cada uno es libre
de lamentar que nuestras modernas democracias aumenten cada vez más nuestras
cargas imponiendo a todos los ciudadanos una mayor participación en la vida pública.
Obligación tanto más imperiosa cuánto que en este terreno los bienes más sagrados
corren el riesgo de perderse por defección de los mejores ¡A la acción, pues! Es el gran
deber de la hora presente... Es posible que nunca la salud de la sociedad no haya
dependido tanto del esfuerzo de un pequeño número. Además, es preciso que este
pequeño número vele y sepa querer. Algunos sobresaltos, algunos movimientos de
cólera tardía, no harán nada. Guardémosnos de merecer que nos digan lo que la madre

59
Pio XII, Discurso a la Unión de los hombres de Acción Católica Italiana del 12 de octubre de 1952.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

del último rey moro de Granada pudo lanzar a su hijo cuando perdió la ciudad: 'Es
inútil llorar como mujeres lo que no se ha sabido defender como hombres'"60.
10. La Iglesia frente a las ideologías modernas.
La aparición y difusión de las ideologías descriptas, y otras diferentes de las que no podemos ocuparnos
aquí, llevó a la Iglesia a adoptar una doble actitud:
• Por un lado, una actitud constructiva. El despliegue de tales errores sobre el hombre y
la sociedad incentivó a los pensadores católicos y la jerarquía a precisar, desarrollar y
sistematizar enseñanzas propias tendientes a dar respuesta a los interrogantes y
necesidades que las ideologías pretendían responder. De este modo, enseñanzas
cristianas que remontan sus raíces al mismo Evangelio, fueron desplegadas y
organizadas sistemáticamente a fin de elaborar un cuerpo doctrinal más claro, completo,
y capaz de iluminar las realidades del mundo moderno. Lo estudiaremos en las unidades
siguientes.
• Por otro lado, una actitud crítica. Eran necesarias palabras esclarecedoras respecto a las
ideologías que se disputaban el gobierno de estados y sociedades, y los pensadores
católicos y los pastores no dejaron de reflexionar sobre ellas marcando sus aspectos
desviados. Vamos a ocuparnos aquí, brevemente, de estas llamadas de atención.
Sin embargo, para comprender la actitud de la Iglesia frente a las ideologías resultan imprescindibles
cuatro advertencias.
 La primera, que la Iglesia siempre ha tenido mucho cuidado en aclarar que no toma partido a
favor o en contra de una u otra forma de estado o de gobierno, o de un determinado partido o
movimiento político, que muchos son legítimos si contribuyen al bien común, que el laico tiene
una legítima libertad de opción, y que no compete a la Iglesia brindar fórmulas o soluciones
políticas, económicas o sociales concretas. Por eso, por ejemplo, se ha negado a juzgar
movimientos políticos según resulten más o menos democráticos, monárquicos, aristocráticos,
limitándose a considerar en qué medida las ideas que los sustentan y las políticas que proponen
resultan coherentes con la ley natural y la ley de Dios.
 La segunda, que una cosa es el juicio que puede merecer una ideología en abstracto, y otra el
que corresponde a un movimiento político o social que dice inspirarse en la ideología. Las
acciones que se emprenden no siempre son totalmente fieles o coherentes con las ideologías que
dicen seguir, y por eso las valoraciones pueden variar.
 La tercera, que una cosa es la enseñanza de la Iglesia respecto de las posiciones “teóricas” de
una u otra ideología, y otra diferente, la reacción diplomática concreta frente a los hombres o
gobiernos que implementan políticas inspiradas en aquéllas. Esta reacción diplomática está, y
debe estar, sujeta a consideraciones de prudencia que pueden recomendar mayor o menor
oposición, en aras de obtener el mejor bien dentro de las posibilidades reales. Veámoslo con un
ejemplo. La Iglesia siempre ha enseñado la igual dignidad del varón y la mujer, y en ese sentido,
criticado las posiciones que desvalorizan a la mujer. Ello no impide, lógicamente, que la Santa
sede haya actuado aliada con las naciones musulmanas (que desvalorizan a la mujer) para
combatir el aborto en Conferencias Internacionales. Otros ejemplos. El Papa Juan Pablo II ha
cuestionado permanentemente tanto al comunismo como al liberalismo capitalista; lo que no
obstaculizó su colaboración con las naciones capitalistas de occidente para obtener la caída del
comunismo en Europa del Este. Por su parte, el Papa Pablo VI intentó favorecer canales de
diálogo con los estados socialistas, bajo los cuales vivían millones de cristianos, y para ello
evitó condenar de raíz a todos los movimientos de tal inspiración61. El Papa Pío XII, advirtiendo

60
Ousset, Jean, Para que El Reine, ed. Del Cruzamante, Bs. As.,1980, pág. 368.
61
“Hoy día, los grupos cristianos se sienten atraídos por las corrientes socialistas y sus diversas evoluciones. Tratan de reconocer
en ellas un cierto número de aspiraciones que llevan dentro de sí mismos en nombre de su fe. Se sienten insertos en esta corriente

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

la política de represalia implementada por Hitler, prefirió protestar en silencio contra las
atrocidades del régimen nazi en lugar de realizar condenas públicas que solo agravarían la
situación de los cristianos sometidos a él. Tales actitudes político-diplomáticas concretas no
significan, de ningún modo, que Juan Pablo II fuese capitalista liberal62, ni Pablo VI socialista,
ni Pío XII nazi63. Innumerables textos muestran su clara oposición a dichas ideologías.
 La cuarta, que la actitud de la Iglesia al momento de aparecer cada una de las ideologías fue
predominantemente crítica, dirigida a poner de manifiesto los graves errores contenidos en ellas
y las graves consecuencias a las que llevarían. Claro, eran tiempos en los que, todavía, varios
estados y sociedades se inspiraban en muchas ideas cristianas, ideas que las ideologías venían a
subvertir; y en los que todavía existían jefes de estado preocupados en ser fieles a la doctrina de
la Iglesia. Sin embargo, con el paso del tiempo, las sociedades y los estados fueron alejándose
cada vez más de la Iglesia y su Magisterio, y en este nuevo contexto la actitud de esta última
busca más el diálogo que la condena, identificando puntos en común más que poniendo de
manifiesto las diferencias o discrepancias. Por eso encontramos diferencias de estilo, de acento,
y de enfoque entre los documentos de la Iglesia a medida que pasan las décadas. Los primeros
suelen ser más duros, contundentes y negativos. Los recientes, más matizados. Pero es esencial
tener claro que se trata de un cambio de actitud pastoral que no significa que exista un cambio
de fondo en la doctrina. Que no hay cambio en la doctrina sino en la forma se advierte con
claridad porque los documentos recientes, el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, o el
Catecismo de la Iglesia Católica, contienen numerosas notas en los que remiten a los
documentos anteriores. La enseñanza de la Iglesia sobre el liberalismo, nazismo, comunismo
marxista y fascismo, como ideologías, no ha cambiado ni podría cambiar.
“[El Concilio Vaticano II] establece entonces una metodología de
diálogo con el mundo moderno a partir de una visión conscientemente
optimista de la historia de la humanidad. Por este motivo, no se hacen
condenaciones y se trata más bien de respetar los valores del mundo,
sostener sus esfuerzos, bendecir sus aspiraciones. Todo esto inspirado
por el cumplimiento de la caridad y en actitud de servicio para con la
humanidad, tratando de hablar con el lenguaje del hombre de hoy.
Podemos decir, entonces, que el Concilio pone a la Iglesia en actitud de
diálogo frente a la modernidad. El secularismo no va a ser enfrentado
por medio de condenaciones. La Iglesia ya lo ha venido haciendo y éste
es un ciclo de su magisterio que se cierra con Pio XII; el cual, por otro
lado, facilitó con la amplitud de los temas propios de la sociedad
contemporánea, que a él le correspondió tratar, el tránsito hacia la
continuidad de una única enseñanza, desde la que se revela la
renovación y la fidelidad que siempre deben aparecer unidas en el
caminar de la Iglesia”64.
De más está aclarar que el rechazo a las ideologías no implica, desde ya, rechazo a las personas que las
sostienen. Justamente al contrario. Se rechazan las ideologías por el daño que causan, entre otros, a los
mismos que las sostienen, al no permitirles comprender la realidad tal como es y llevarlas a

histórica y quieren realizar dentro de ella una acción. Ahora bien, esta corriente histórica asume diversas formas bajo un mismo
vocablo, según los continentes y las culturas, aunque ha sido y sigue inspirada en muchos casos por ideologías incompatibles con
la fe… La vinculación concreta que, según las circunstancias, existe entre ellas, debe ser claramente señalada, y esta perspicacia
permitirá a los grupos cristianos considerar el grado de compromiso posible en estos caminos, quedando a salvo los valores, en
particular, de la libertad, la responsabilidad y la apertura a lo espiritual, que garantizan el desarrollo integral de hombres y
mujeres.” (Pablo VI, Carta Apostólica Octogesima Adveniens, 14/5/71, nro. 31).
62
Aunque nos lo quiera demostrar Neuhaus, Richard John P., El muy liberal Juan Pablo II, "National Review", agosto 11 de 1997,
pag. 32.
63
Ha sido muy difundida la idea de que el Papa Pio XII era simpatizante del nacional socialismo y por eso no hizo nada contra el
nazismo. Nada más alejado de la verdad histórica. Volveremos sobre el tema más adelante.
64
Fosbery, Aníbal E., La cultura católica, editorial Tierra Media, Bs. As., 1999, pág. 601.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

comportamientos indignos del hombre. Como enseñaba San Agustín, debemos odiar el error, pero
amar al que yerra. Justamente, es el mismo amor al que yerra el que nos lleva a tratar de liberarlo del
error y de liberar a todas las personas de las consecuencias de éste.
El tema de la actitud tomada por la Iglesia frente a las ideologías es materia sumamente delicada y,
generalmente, tergiversada intencionadamente por los medios de comunicación social. Es por ello que
nos vemos obligados a darle un tratamiento más extenso, abundando en citas y expresiones literales,
aún a costa de restarle dinamismo al texto y hacer un poco más tortuosa su lectura.
11. Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia frente a las ideologías
Como dijimos, las ideologías liberales y totalitarias contribuyeron a que el pensamiento cristiano aclare,
precise y sistematice sus tesis sobre el orden social, oponiéndolas a las de aquéllas. Tesis bien concretas
sobre el bien de la persona y el bien común, la propiedad, la economía, el estado, la libertad, la
igualdad, el orden moral y religioso, radicalmente diferente de las propuestas de las ideologías. Tal
síntesis y sistematización reconocen un hito importante en la encíclica Rerum Novarum del Papa León
XIII, publicada en el año 1891.
Sobre la base de tales postulados, cuestionó la Iglesia duramente las diversas ideologías, tanto las de
origen liberal como las de alcances totalitarios.
Sintetiza al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica (nro. 2425):
“La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en los tiempos
modernos al "comunismo" o "socialismo". Por otra parte, ha reprobado en la práctica del
"capitalismo" el individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el
trabajo humano (cf CA 10, 13.44). La regulación de la economía únicamente por la
planificación centralizada pervierte en la base los vínculos sociales; su regulación
únicamente por la ley de mercado quebranta la justicia social, porque "existen numerosas
necesidades humanas que no tienen salida en el mercado" (CA 34). Es preciso promover
una regulación razonable del mercado y de las iniciativas económicas, según una justa
jerarquía de valores y atendiendo al bien común.”
Pablo VI enseñó con claridad que:
“El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio,
tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos que se oponen
radicalmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su concepción del hombre: ni a la
ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como
ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo
toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva; ni a la ideología liberal,
que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con
la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales
como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como fin
y un criterio más elevado del valor de la organización social” (Octogesima Adveniens,
14/5/1971, nro. 26).
Juan Pablo II, que sufrió en carne propia el nazismo y el comunismo marxista, recordó “toda la tragedia
que ha afectado a Europa durante este siglo, marcado por los grandes males del fascismo, el nazismo y
el comunismo” (Audiencia del Miércoles 7 de octubre de 1998), y sin olvidar los males del liberalismo,
no dejó de repetir que:
 “Los indecibles sufrimientos de los pueblos y de las personas, entre ellas no pocos amigos y
conocidos míos, causados por los totalitarismos nazi y comunista, siempre me han interpelado
íntimamente y animado mi oración” (Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la
Paz, 1/1/2002).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

 “He podido conocer, por decirlo así, desde dentro, los dos sistemas totalitarios que han
marcado trágicamente nuestro siglo: el nazismo de una parte, con los horrores de la guerra y
de los campos de concentración, y el comunismo, de otra, con su régimen de opresión y de
terror” (Don y Misterio).
 “Preciso subrayar el peligro de las ideologías, desde el comunismo hasta el liberalismo, que
paralizan a las sociedades y hacen que aumenten las diferencias entre las personas y los
pueblos” (Mensaje a los Participantes de la LXXIV Semana Social de Francia, 17/11/1999)
 “Están a la vista los frutos de ideologías como el marxismo, el nazismo y el fascismo, así como
también los mitos de la superioridad racial, del nacionalismo y del particularismo étnico. No
menos perniciosos, aunque no siempre tan vistosos, son los efectos del consumismo
materialista, en el cual la exaltación del individuo y la satisfacción egocéntrica de las
aspiraciones personales se convierten en el objetivo último de la vida. En esta perspectiva, las
repercusiones negativas sobre los demás son consideradas del todo irrelevantes. Es preciso
reafirmar, sin embargo, que ninguna ofensa a la dignidad humana puede ser ignorada,
cualquiera que sea su origen, su modalidad o el lugar en que sucede” (Mensaje para la Jornada
Mundial de la Paz, 1/1/1999).
 “El comunismo y el fascismo han sido eliminados, pero a su lado vemos a veces nuevas formas
de materialismo, tal vez menos ideológicas y menos espectaculares en sus manifestaciones y
contenidos, pero a su manera igualmente destructivas. Ellas derivan de una visión deformada
de la persona humana, considerada casi exclusivamente desde el punto de vista del bienestar
económico” (Discurso al primer embajador de Georgia, 6/12/2001).
 “La afirmación de esta verdad era sólo una invocación de la justicia histórica para esta nación
(Polonia), que había afrontado tantos sacrificios en la liberación del continente europeo de la
nefasta ideología nazi, y que había sido vendida como esclava a otra ideología destructiva: el
comunismo soviético” (Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II con ocasión del 60° Aniversario
de la liberación de los prisioneros de Auschwitz, 15/1/2005).
12. La Iglesia frente al liberalismo y la Revolución francesa
Desde sus primeras manifestaciones en el siglo XVIII, la Iglesia se opuso a las tesis del liberalismo. Al
principio, sus referencias remiten a los postulados políticos y culturales liberales. Más avanzado el siglo
XIX, cuando se empezó a sentir la crisis social derivada de la revolución industrial, aparecen de modo
más insistente las críticas a sus postulados económicos. Ya consolidado y difundido el liberalismo en
muchos estados, la Iglesia abandona su posición predominantemente crítica para intentar rescatar lo que
hay de valedero en la defensa de la libertad, y ayudar a discernir su sentido legítimo.
Encontramos así en los documentos de la Iglesia, por un lado, críticas a los postulados político-
culturales del liberalismo; y por otro lado, un poco más adelante, a sus enseñanzas y consecuencias en
el ámbito socio-económico.
Respecto de los primeros (aspectos político-culturales), diversas alocuciones, cartas apostólicas y
encíclicas65 marcaron el error de promover:
• Una igualdad y libertad que desconocen los límites de la verdad y la justicia.
• Un derecho ilimitado de pensamiento, expresión o prensa, sin importar la verdad ni la
rectitud de su ejercicio.
• El principio de que un hombre solo puede ser obligado a obedecer las leyes si ha
adherido a ellas y por ello que su voluntad y libertad es el único fundamento de la
obediencia y el único criterio legítimo para valorar su ejercicio.

65
Pio VI, Alocución al Consistorio del 9/3/1789, Carta Quod Aliquantum del 10/3/1791, Encíclica Adeo Nota del 23/4/1791, Pío VII
Carta Apostólica Post tam diuturnas del 29/4/1814.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• El rechazo a la obediencia a las autoridades legítimas.


• La indiferencia del estado frente a la religión católica (“naturalismo”), mayoritaria en
Francia, y la pretensión de separarlo totalmente de la Iglesia.
Tales críticas realizadas en tiempos de la Revolución Francesa fueron sistematizadas y profundizadas en
un documento posterior, más amplio y completo, por el Papa Gregorio XVI. Nos referimos a la
Encíclica Mirari Vos (15/8/1832), en la que pasa revista sobre los males de su tiempo y sus remedios.
Entre tales males destaca el Papa los ataques contra la religión, el indiferentismo en virtud del cual se
afirma que todas las ideas tendrían el mismo valor, y con fundamento en él la defensa de un derecho
ilimitado de conciencia, de expresión y de prensa que no hace diferencia entre la verdad y lo que no lo
es, y la rebeldía contra las autoridades. El Papa atribuye a la acción subversiva de la masonería la
tentativa de alterar el orden público, derribar a las autoridades (los príncipes cristianos) y desconocer y
atacar las enseñanzas cristianas; peligro tan grave al que el Papa León XIII dedicó dos Encíclicas,
Humanus Genus (20/4/1884) y Ab Apostolici Solii (15/10/1890)66. Por su parte, el Papa Pío IX
(beatificado por Juan Pablo II) en su Encíclica Quanta Cura (8/12/1864) sobre los errores modernos,
denuncia el “naturalismo” que propone a los estados gobernar como si no existiese religión, o al menos
sin hacer ninguna diferencia entre las religiones, separando totalmente la Iglesia y el Estado. El mismo
Pontífice, en la Carta Per Tristissima (6/3/1873) denuncia la confusión, el peligro y el daño que
provocan los llamados “católico liberales” y los que intentan “conciliar” la doctrina cristiana con las de
las ideologías.
Sin embargo, fue el Papa León XIII el que dedicó enseñanzas más sistemáticas contra el liberalismo.
Por un lado, recuerda en la Encíclica Diuturnum Illud (29/6/1881) que todo poder tiene su origen último
en Dios (aunque Dios, lógicamente, no es el que elige al gobernante que va a usar de ese poder).
Además, publicó la Encíclica Inmortale Dei (1/11/1885) para recordar que el gobierno no puede dejar
de lado sus obligaciones para con Dios. En ambos documentos se cuestiona la idea de que el pueblo sea
soberano y origen del poder, doctrina que lo liberaría de obedecer a las legítimas autoridades y de
conformar las leyes civiles con la ley de Dios. Pero es la Encíclica Libertas Praestantissimum
(20/6/1888) la que se dedica principalmente al tema de la libertad y su deformación por el liberalismo,
acusado de defender una libertad (moral, de conciencia, de expresión, de prensa) sin distinguir su buen
o mal ejercicio.
En la Encíclica Vehementer Nos (11/2/1906) el Papa San Pío X vuelve a manifestar el error de
pretender separar totalmente la Iglesia del Estado, y en la Carta Nostre Charge Apostolique (25-8-1910)
cuestiona duramente al movimiento liberal francés Le Sillon, imputándole varios errores, y entre ellos:
afirmar una dignidad humana que exigiría total autonomía prescindiendo de todo maestro y no
obedeciéndose más que a sí mismo; considerar que el poder reside en el pueblo (y no en el gobernante)
y que obedecer a una autoridad es indigno del hombre; defender una igualdad que desconoce las
diferencias naturales; promover de manera exclusiva la democracia como única forma de gobierno
legítima. Para contrarrestar este olvido de Dios por parte de los estados el Papa Pio XI instituye por
medio de su encíclica Quas Primas (11/12/1925) la fiesta de Cristo Rey.
Las mismas críticas al liberalismo y la Revolución francesa se reiteran en otros pronunciamientos
posteriores67, y son recordados en el Catecismo de la Iglesia Católica (aprobado por el papa Juan Pablo
II, 11/10/1992, nros. 2104 a 2109). Es doctrina reiterada por los Papas el rechazo a concebir la libertad
como no sujeta a los límites de la verdad y la justicia, especialmente referida a la prensa y los medios de
comunicación, y el recuerdo del deber del estado de custodiar la verdad y justicia de lo que se expresa y

66
Si bien la pertenencia a la masonería deja de mencionarse expresamente como delito en el Código de Derecho Canónico de 1983,
la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el Cardenal Joseph Ratzinger (futuro Papa Benedicto XVI), hizo
pública la Declaración Quasitum est (26/11/83) aclarando que la falta de mención expresa se debe a un criterio de redacción pero
“se mantiene inmutable el juicio negativo de la Iglesia respecto a las asociaciones masónicas, ya que sus principios han sido
considerados siempre inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por ello la adscripción a las mismas permanece prohibida. Los
fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas están en estado de pecado grave y no pueden acceder a la Santa Comunión”.
67
Benedicto XV, Encíclica Ad Beatissimi del 1/11/1914 y Carta Anno iam exeunte del 7/3/1917.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

difunde68. Juan Pablo II, recientemente, recordó varias veces que la libertad debe estar asociada a la
verdad y no ser defendida desvinculada de ésta. “Hay que recordar en particular la encíclica Libertas
praestantissimum, en la que se ponía de relieve la relación intrínseca de la libertad humana con la
verdad, de manera que una libertad que rechazara vincularse con la verdad caería en el arbitrio y
acabaría por someterse a las pasiones más viles y destruirse a sí misma” (Juan Pablo II, Encíclica
Centesimus Annus, nro. 4). Sin embargo, “diversas fuerzas, guiadas a menudo por una falsa ideología
de libertad, tratan de apropiarse de este terreno… Ruidosa propaganda de liberalismo, de libertad sin
verdad y responsabilidad” (Juan Pablo II, Homilía en Cracovia, Domingo 18 de agosto de 2002).
Todo ello no impide que como ya hemos señalado, la actitud general de la Iglesia en los últimos años
busca más bien reconocer puentes de diálogo con las ideologías modernas que condenar sus
desviaciones. No extraña por eso que Juan Pablo II recuerde a los franceses que los ideales de libertad,
igualdad y fraternidad son herencia que recibieron del cristianismo69. Y destaque como la Revolución
francesa contribuyó a difundir esos legítimos ideales, aunque sin olvidar que lo fue a costa de la sangre
de muchísimas personas en la guillotina y de la violación permanente de muchos de esos mismos
principios70, como el caso de los noventa y ocho de mártires asesinados por los revolucionarios solo por
ser fieles a la Fe y que él mismo beatificó, recordando a “los numerosos mártires que... aceptaron la
muerte, porque como dijo Guillaume Repin, quisieron conservar su fe y su religión"71.
Hasta aquí los cuestionamientos a los postulados político-culturales del liberalismo. Pero numerosos
documentos posteriores acentúan la crítica a las posiciones económicas del liberalismo, sintetizadas en
considerar que:
• Un sistema económico basado en la libertad de mercado y de empresa, sin regulación o
intervención estatal, pretende hacer de la economía un ámbito ajeno a la valoración
moral, expone a los sujetos más débiles (trabajadores, niños, mujeres) a la explotación e
incrementa la brecha entre los ricos y los pobres.
Dichos cuestionamientos económicos al liberalismo aparecen desarrollados en la primer gran encíclica
social, la Rerum Novarum del Papa León XIII (15/5/1891). Allí lamenta la grave situación social en la
que se encuentran los obreros (“proletarios”), rechaza las “soluciones” revolucionarias y comunistas,
pero recuerda que el gobierno, custodio del bien común, debe intervenir en la economía para proteger
especialmente los derechos de los trabajadores a fin de que impere la justicia distributiva (los bienes de
la sociedad se distribuyan equitativamente), cuestionando las políticas establecidas que parecen
beneficiar sólo a las clases ricas y prósperas. Años más tarde, el Papa Pío XI, será todavía más crítico en
la Encíclica Quadragesimo Anno (15/5/1931), señalando que el funcionamiento de la economía no
puede dejarse a la “libre competencia”, principio que considera “fuente envenenada” de una economía
individualista que olvidando su carácter social pretende ponerla al margen de la intervención del estado,
destruyéndose a si misma y llevando al “imperialismo internacional del dinero”. Al hablar del
comunismo, el Papa recordará que éste consiguió apoyo de las masas obreras justamente porque
“estaban preparadas para ello por el miserable abandono religioso y moral a que las había reducido
en la teoría, y en la práctica, la economía liberal” (Encíclica Divini Redemptoris, nro. 16).
Las ideas expresadas por sus predecesores fueron repetidas por Pío XII en el Radiomensaje La
Solemnitá (1/6/1941), poniendo de manifiesto nuevamente “las fatales consecuencias de un liberalismo
económico, inconsciente muchas veces u olvidado o despreciador de los deberes sociales” (nro. 6),
continuadas por Juan XXIII en la Encíclica Mater et Magistra, recordando que “tanto la libre
competencia ilimitada que el liberalismo propugna como la lucha de clases que el marxismo predica
68
Pío XII, Alocución a editores, directores y escritores de grandes organismos de prensa de EE.UU. (11/7/1946), Discurso al
patriciado romano (8/1/1947), Encíclica Miranda Prosus (8/9/1957), Concilio Vaticano II, Decreto Inter mirifica sobre los medios
de comunicación social (4/12/1963), Paulo VI, Alocución a los participantes en el Seminario de la ONU sobre la libertad de
información (17/4/1964), Discurso al XV Congreso Internacional de la Prensa periódica (1/5/1965) y Discurso a la Jornada
Mundial de las comunicaciones sociales (2/5/1967).
69
Juan Pablo II, Alocución durante su primer viaje a Francia, 1 de junio de 1980.
70
Juan Pablo II, Memoria e Identidad, libro personal, editorial La Esfera de los Libros, febrero del 2005, pág. 37 .
71
Juan Pablo II, Homilía en la beatificación de mártires de la Revolución Francesa, 19 de febrero de 1984.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

son totalmente contrarias a la naturaleza humana y a la concepción cristiana de la vida” (nro. 23) y
abogando por un estado que “fomenta, estimula, ordena, suple y completa” la actividad de los
particulares sin absorberla ni suplantarla (nro. 53).
Pablo VI continúa tales enseñanzas, precisando en su encíclica Populorum Progressio (26/3/1967) que
“ha sido construido un sistema que considera el provecho como muestra esencial del progreso
económico, la concurrencia como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de
producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes,…
liberalismo sin freno, que conduce a la dictadura” (nro. 26).
El tema también fue abordado en varias oportunidades por Juan Pablo II. En Laborem Excercens
(14/9/1981) cuestiona al liberalismo como ideología del capitalismo por separar y enfrentar al trabajo y
el capital (nro. 13), considerar la propiedad privada como un derecho casi absoluto (nro. 14), asegurar la
iniciativa económica de los poseedores del capital sin preocuparse suficientemente de los derechos del
hombre del trabajo (nro. 8). En Centesimus Annus (1/5/1991) rechaza que el trabajo pueda ser
considerada una mera mercancía cuyo precio se determine exclusivamente en el mercado por la ley de
la oferta y la demanda, y que el libre mercado por sí mismo pueda ser considerado un instrumento
suficiente para atender las necesidades de todos. Cuestiona al liberalismo por hacer del trabajo un mero
instrumento de producción72. Más recientemente denuncia como “resurge en varios lugares una forma
de neoliberalismo capitalista que subordina la persona humana y condiciona el desarrollo de los
pueblos a las fuerzas ciegas del mercado… De este modo se asiste en el concierto de las naciones al
enriquecimiento exagerado de unos pocos a costa del empobrecimiento creciente de muchos, de forma
que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”73. Al año siguiente vuelve a
cargar sobre la ideología, señalando que “en el marco de un liberalismo sin controles adecuados, se
ahonda en el mundo la brecha entre países "emergentes" y países "perdedores"74. Y el mismo año,
exhorta a tener en cuenta que “cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema conocido
como neoliberalismo; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre,
considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la
dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una
justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que
causan la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas
de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas”75.
13. La Iglesia frente al comunismo marxista
También fue sumamente crítica, desde sus orígenes, la posición de la Iglesia sobre el comunismo
marxista. Su ateísmo expreso y militante le ganó las condenas más duras y la más firme oposición. No
solo la Iglesia lo declaró intrínsecamente perverso, sino que desalentó cualquier intento de colaborar
con él, e incluso contribuyó a su derrota y su caída en Europa del Este durante el Pontificado de Juan
Pablo II. No extraña que fuera tratado con más dureza que el nacional socialismo y el fascismo, pues de
las tres ideologías totalitarias fue la que manifestó más odio y persecución hacia la religión y el
catolicismo. Miles de mártires han sido canonizados por la Iglesia, asesinados por el comunismo por
causa de su Fe en países como Rusia, Europa del Este, España, Méjico, China, Vietnam. Por ejemplo, el
Papa Benedicto XVI beatificó el 27 de abril del 2007 nada menos que 498 mártires asesinados por las
hordas comunistas españolas entre 1934 y 1937, contra las cuales se levantara el General Francisco
Franco y su ejército, recordando “las “violencias inauditas” a las que el mundo, Europa y España se
vieron arrastradas por “ideologías totalitarias, que pretendían hacer realidad por la fuerza las utopías
terrenas”.
Las principales condenas contra las ideas erróneas del marxismo fueron realizadas por León XIII en la
Encíclica Quod Apostolici Muneris (1878) y por Pio XI en la Encíclica Divini Redemptoris (1937).
72
Juan Pablo II, Discurso a la Sesión Plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, 22 de marzo de 1996.
73
Juan Pablo II, Homilía en La Habana, 25/1/1998. Ideas similares en Juan Pablo II, Ángelus del Domingo 10 de marzo de 1991.
74
Juan Pablo II, Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante, 21/11/1999.
75
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America, 22/1/1999.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Notemos desde ya que al considerar esta ideología, la Iglesia no siempre ha utilizado un vocabulario
unívoco. A veces refiere al comunismo, otras al socialismo marxista, otras al socialismo, todas como
sinónimos. En otras oportunidades, en cambio, remite al comunismo como el marxismo más radical, y
al socialismo como una morigeración o moderación de los postulados marxistas.
Sabemos que el comunismo marxista se desplegó fundamentalmente a partir de la publicación de “El
Manifiesto Comunista” de Marx y Engels en 1848. Dos años antes ya el comunismo difundía sus
principales doctrinas, y el Papa Pio IX en la Encíclica Qui pluribus (9/11/1846) alertaba sobre sus
graves errores porque “echa por tierra los derechos de todos, la propiedad, la misma sociedad humana”
(nro. 9). Dos años más tarde, en la Encíclica Noscitis et nobiscum sobre los Estados Pontificios
(8/12/1849), alerta sobre los peligros del socialismo y el comunismo que abusan de los términos de
libertad e igualdad desnaturalizando su legítimo sentido, aprovechando para agitar a los obreros y los
pueblos, atacar cualquier autoridad superior y saquear los bienes de la Iglesia y de los particulares (nro.
9). Condenando diversos errores modernos, la Encíclica Quanta Cura (8/12/1864) y el Syllabus acusa a
socialismo y comunismo de atacar las bases de la familia negando su carácter natural y el derecho
natural de los padres a educar a sus hijos (nro. 6).
Años más tarde, cuando el movimiento ya generaba intensos conflictos en varios estados, el Papa León
XIII dedica al comunismo y el socialismo (términos que utiliza indistintamente) una Encíclica
completa, llamada Quod Apostolici Muneris (28/12/1878). Cuestiona su promoción de la
desobediencia a las autoridades y superiores, su incentivo a la conflictividad social, su prédica de una
igualdad absoluta entre las personas, y su falta de respeto por la propiedad privada y por el vínculo
matrimonial; y atribuye al alejamiento de Dios la causa de los males que trae consigo. En Arcanum
Divinae Sapientiae (10/2/1880) alerta sobre el rechazo comunista hacia el matrimonio y la familia. En
la Encíclica Diuturnum Illud (29/6/1881) considera al liberalismo como padre de tales errores (nro. 17),
y en Libertas Praestantissimum (20/6/1888) como el causante de los desórdenes sociales (nro. 12). En
Humanus Genus (20/4/1884) acusa a la masonería de favorecer los errores socialistas y comunistas (nro.
24), y en Ab Apostolici Solii (15/10/1890) denuncia el desorden social y la subversión traída por el
socialismo, grave peligro por su naturaleza, poder de organización y atrevimiento de sus propósitos. En
la gran Encíclica social Rerum Novarum (15/5/1891) rechaza con firmeza la pretensión socialista de
suprimir la propiedad privada (nro. 11). Y en la Encíclica Graves de Communi (18/1/1901) sobre la
Democracia Cristiana precisa la incompatibilidad del socialismo con el cristianismo, y
consiguientemente, la imposibilidad de un socialismo cristiano.
Tales conceptos expresados por León XIII en muchos de sus más variados documentos, incluso antes de
que la ideología consiguiera ocupar el poder en algún estado, fueron desarrollados y reiterados
insistentemente por sus sucesores. San Pio X en la Encíclica Il Fermo Proposito (11/6/1905) alienta a
los sacerdotes a una más intensa labor apostólica frente al predominio invasor del socialismo. Y
Benedicto XV, en la Encíclica Ad Beatissimi Apostolorum Princis Cathedram (1/11/1914), denuncia las
utopías socialistas de igualación de clases, predicando en lugar de ella el tratamiento justo e incluso
benigno hacia los más humildes (nro. 11).
En 1917 el marxismo se establece en Rusia, y avanza en otros estados, lo que lleva al papa Pio XI a
levantar la voz de alerta. Primero sobre la situación en Rusia, condenando los errores y métodos de la
revolución bolchevique en una alocución del 18/12/1924. Luego, elevó también su denuncia contra las
persecuciones comunistas desencadenadas en Rusia, Méjico y España, expresadas en las encíclicas
Miserentissimus Redemptor (8/5/1928), Caritate Christi (3/5/1932), Acerba animi (29/9/1932) y
Dilectissima Nobis (3/6/1933). En su Encíclica sobre el matrimonio cristiano, Casti Connubii
(31/12/1930), denuncia la decadencia de la familia en las regiones en las que domina el comunismo
(nro. 34). Un año antes en la Encíclica Divini Illius Magistri (31/12/1929) denunció las pretensiones
“socialistas extremas” de quitar la educación de los niños a las familias para entregarla a escuelas que
los formarán sin Dios, en la irreligiosidad y el odio (nro. 44).
Pero es en Quadragesimo Anno (15/5/1931) de Pio XI que encontramos un tratamiento más extenso del
socialismo y el comunismo. Ratifica Allí las enseñanzas de León XIII y alienta la represión de las

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

organizaciones socialistas y la promoción de la colaboración pacífica entre las clases (nro. 95).
Denuncia la división del socialismo en dos grupos, uno que adopta el nombre de “comunismo” y
persigue por todos los medios, incluso matanzas y destrucciones, “la encarnizada lucha de clases y la
total abolición de la propiedad privada” (nro. 112); y otro más moderado, que conserva el nombre de
“socialismo”, y que reniega del uso de la violencia e intenta mitigar la lucha de clases. Este último
“socialismo” moderado, dice el Papa, tiene elementos comunes con las aspiraciones cristianas, pero no
debe ser confundido con éstas, pues aunque de manera mitigada sigue cuestionando la propiedad
privada y afirmando la lucha de clases.
A este socialismo moderado le cuestiona:
• A) pretender que la sociedad humana ha sido instituida exclusivamente para el bienestar
terreno, desconociendo el destino sobrenatural del hombre (nro. 118);
• B) colocar la satisfacción de las necesidades económicas como las principales, a la que debe
sacrificarse todo otro bien humano, inclusive la libertad (nro. 119);
• C) la imposibilidad fáctica de construir una sociedad bajo los postulados socialistas sin recurrir
a una enorme violencia;
• D) buscar monopolizar la educación de niños y jóvenes para llevarlos al socialismo;
• E) la ausencia de cualquier principio de verdadera autoridad social.
Por eso, “si bien el socialismo, como todos los errores, tiene en sí algo de verdadero (cosa que jamás
han negado los Sumos Pontífices), se funda sobre una doctrina de la sociedad humana propia suya,
opuesta al verdadero cristianismo. Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos
contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista” (nro. 120). En Non
Abbiamo Bisogno (29/6/1931) luego de cuestionar varios postulados del fascismo italiano, reconoce sin
embargo al estado fascista el mérito el haber disuelto la acción del socialismo y la masonería en la
península (nro. 8).
Las apreciaciones críticas sobre el socialismo moderado se radicalizan todavía más respecto del
comunismo, al que Pio XI le dedica una Encíclica completa, Divini Redemptoris (19/3/1937). Advierte
sobre la revolución que se constataba en tales años, que ha llevado a una persecución de la Iglesia de
una amplitud y violencia desconocidas en el pasado. El objeto de la Encíclica es exponer sintéticamente
los principios del comunismo ateo tal como se manifiestan principalmente en el bolchevismo, mostrar
sus métodos de acción y contraponerles la enseñanza cristiana (nro. 7). Reconoce que se funda en parte
de verdad, como es la necesidad de proteger a los sectores obreros de la explotación, y denunciar los
abusos reales causados por la economía liberal y la urgencia de obtener una más justa distribución de
los bienes, y señala que esta parte de verdad hace al comunismo sumamente peligroso (nro. 15). Por
ello denuncia que ha sido el liberalismo el que ha preparado el camino para el comunismo (nro. 16), y
la complicidad de la prensa mundial con su silencio sospechoso respecto de los horrores comunistas que
tuvieron lugar en Rusia, Méjico y España (nro. 18).
Entre los principios comunistas condenados encontramos los siguientes (nros. 8 a 23):
• A) falso ideal que propone una especie de redención pseudo mística de justicia, igualdad y
fraternidad;
• B) materialismo histórico y dialéctico que reduce la realidad a la materia, incentiva los
conflictos sociales, no deja lugar a Dios, limita la finalidad del hombre y de la sociedad a
disfrutar de los bienes económicos y niega toda ley natural capaz de orientar la conducta
humana;
• C) ausencia de dignidad de la persona humana y de derechos naturales frente a la colectividad.
• D) absoluta igualdad rechazando toda jerarquía y autoridad (inclusive la de los padres respecto
de sus hijos) que no provenga de la colectividad;

- 74 -
Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• E) destrucción de la propiedad privada;


• F) negación del carácter natural del matrimonio y la familia, reducidos a instituciones civiles y
convencionales fruto de determinado sistema económico;
• G) implementación del terrorismo contra millones de hombres para instaurar y conservar el
régimen.
Advirtiendo la gravedad de tales errores y sus consecuencias, declaró con firmeza que “el comunismo es
intrínsecamente perverso; y no se puede admitir que colaboren con él, en ningún terreno, quienes
deseen salvar la civilización cristiana” (nro. 58).
Frente a los postulados comunistas recuerda las enseñanzas de la Iglesia: Dios como realidad suprema a
la que todo debe subordinarse; la existencia de derechos naturales en el hombre y de leyes naturales que
rigen a la persona, el matrimonio y la familia; la natural socialidad del hombre; el significado individual
y social de la propiedad; la dignidad del trabajo y el salario justo; y un sano corporativismo que permita
la colaboración entre las clases, entre otras.
Finalmente en Ingravescentibus Malis (29/9/1937), Encíclica dedicada al Rosario, el mismo Pontífice
recomienda esa devoción como manera de contrarrestar, entre otros males, el del comunismo (nro. VI).
Prácticamente, en estos documentos del Papa Pio XI se encuentra condensada toda la enseñanza de la
Iglesia sobre el socialismo y el comunismo. Los documentos posteriores y los de sus sucesores se
ocupan de desarrollar las enseñanzas ya establecidas y actualizarlas conforme el devenir de la historia76.
Así, encontramos enseñanzas sobre el comunismo en Pio XII, quien en la Encíclica Humani Generis
(12/8/1950) sobre el origen del hombre atribuye al comunismo adherir a un evolucionismo panteísta
para propagar su materialismo; y en Miranda Prorsus (8/9/1957) sobre el cine, la radio y la televisión,
denuncia que en algunas regiones los medios audiovisuales son dominados por el comunismo ateo el
que los utiliza para arrancar la religión de las almas (nro. 16). A su vez, a los atentados comunistas en
Rusia, Méjico y España denunciados por Pio XI, Pio XII agrega en su encíclica Ad Apostolorum
Principis Sepulcrum (29/6/1958) los padecidos en China luego de la revolución comunista (en este
documento refiere indistintamente a comunismo y socialismo). Además, en el Radiomensaje del
24/12/1942 sobre Los Fundamentos del Orden Interno de los Estados recuerda que si bien la Iglesia ha
condenado –“y lo condena también hoy”- siempre el socialismo marxista, ello no implica desconocer
las dificultades que encuentran los obreros para ver satisfechos sus reclamos de justicia (nro. 25).
En la Carta Apostólica Octogesima Adveniens (14/5/1971), Pablo VI constata que con el tiempo se
fueron dando diversas tendencias o escuelas dentro del marxismo o del socialismo, algunas no tan
radicales en sus postulados, y se pregunta si no serán legítimos ciertos acercamientos concretos de parte
de los cristianos. Respecto del socialismo, indica la necesidad de distinguir tres niveles de socialismo:
a) una aspiración generosa y una búsqueda de una sociedad más justa, b) los movimientos históricos
que tienen una organización y un fin político, c) una ideología que pretende dar una visión total y
autónoma del hombre. Precisa que el nivel posible de compromiso y acercamiento legítimo de un
cristiano con posiciones socialistas depende de la vinculación que exista en las situaciones concretas
entre tales niveles, porque no cabe “considerar tales niveles como completamente separados e
independientes” (nro. 31). ¿Qué quiere decir con ello? Pareciera que para analizar la posibilidad del
trabajo común debería juzgarse en qué medida en el caso concreto se trata solo de una posición que
levanta banderas de justicia, o encarna una visión integral del hombre incompatible con la fe. Su
respuesta es, en cambio, más radical en cuanto a la imposibilidad de acercamientos o compromiso no
con el socialismo sino con las tesis específicamente marxistas: “si a través del marxismo, tal como es
concretamente vivido, pueden distinguirse estos diversos aspectos y los interrogantes que ellos
plantean a los cristianos para la reflexión y para la acción, sería ilusorio y peligroso llegar a olvidar el
lazo íntimo que los une radicalmente, aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus

76
Por ejemplo, refieren a la condena del comunismo de Pio XI en Divini Redemptoris Cfr. Juan XXIII en Mater et Magistra
(15/5/1961), nro. 4, y Juan Pablo II en Fides et Ratio (14/9/1998).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

relaciones con la ideología, entrar a la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista


dejando de percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que conduce este proceso” (nro. 34).
Juan Pablo II, conocedor y víctima de “la funesta dictadura del comunismo”77, se ha referido al
comunismo en muchas oportunidades, algunas de las cuales ya hemos citado. En Laborem Exercens
(14/9/1981) recuerda que es el marxismo la ideología del comunismo, y recorre sus principales
postulados. En Dominum et Vivificantem (18/5/1986), Encíclica dedicada al Espíritu Santo, no dejó de
manifestarse contra el marxismo, y en particular, contra su materialismo que pretende suprimir la idea
de Dios del corazón humano.
En Centesimus Annus (1/5/1991) vuelve a referirse a la “dictadura comunista” (nro. 18) y al
“totalitarismo comunista” (nro. 19); pero al mismo tiempo llamó la atención sobre la pretensión de
algunos estados de construir un sistema de “seguridad nacional” que para luchar contra el comunismo
incrementan el poder del estado con riesgo de perjudicar los valores de la persona (nro. 19). Alerta
también que si bien “la solución marxista ha fracasado, permanecen en el mundo fenómenos de
marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación
humana, especialmente en los países más avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz
de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El
fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar
de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el
riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en
consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma
fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado” (nro. 42).
También abundan en Juan Pablo II y en Benedicto XVI consideraciones sobre la caída del comunismo
en Europa del Este, atribuyéndola a la propia inhumanidad del régimen, pero destacando que tal caída
no debía entenderse como un triunfo del liberalismo capitalista, también condenable en muchos
aspectos.
Actividad 10: Ernesto Villanueva fue militante montonero, cuadro guerrillero argentino inspirado en el
marxismo, y llegó a ser rector de la Universidad de Buenos Aires. Accedió a una entrevista sobre su
actividad guerrillera aclarando que no lo pondría en aprietos más que la pregunta de su hijo. “Total, no
me van a preguntar nada más terrible que lo que me preguntó mi hijo. –¿Qué te preguntó tu hijo? –A
los 9 años me preguntó: «¿Papi, vos mataste gente?» –¿Qué le contestaste a tu hijo? –Lo mismo que les
pienso contestar a ustedes. Que esas preguntas no las respondo, que hay veces que en la vida de las
personas se toman decisiones que son colectivas, producto de una época y un lugar, un contexto
determinado. Y que eso no se puede juzgar con la mentalidad de hoy. No eran responsabilidades ni
actos individuales”78. ¿Qué características del marxismo se pueden identificar en su respuesta?
14. Marxismo, cristianismo y “teología de la liberación”
Desde la década del sesenta algunos teólogos católicos sostuvieron la utilidad de utilizar la metodología
y análisis marxista para elaborar una teología concreta y encarnada en la situación que padecen los
sectores sociales marginales y las naciones más necesitadas. La fe cristiana es liberadora, decían, y por
ello se hace necesaria una “teología de la liberación”. Esa tendencia teológica se correspondió con la
actitud pastoral de sacerdotes que se llamaron “sacerdotes del tercer mundo” o “tercer mundistas”, y
que consideraron prioridad de todo cristiano combatir las estructuras que causaban pobreza e injusticia
social, apoyando muchos de ellos incluso a los movimientos revolucionarios vinculados a soluciones
socialistas y comunistas sin que vieran como obstáculos, muchas veces, su recurso a la violencia.
Juan Pablo II recordó el peligro de asumir acríticamente tesis y metodologías derivadas del marxismo
(Fides et Ratio (14/9/1998), nro. 54), peligro que durante su pontificado fue contrarrestado por la

77
Juan Pablo II, discurso al Señor Grygorii Fokovych Khoruzhy Nuevo Embajador de Ucrania ante la Santa Sede, 7/5/2004.
78
Gorbato, Viviana, Montoneros. Soldados de Menem. ¿Soldados de Duhalde?, Sudamericana, Buenos Aires, 1999, pág. 266 y
268.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe presidida por el Cardenal Josef Ratzinger (luego
Benedicto XVI), la que publicó la Instrucción Libertatis nuntius, sobre algunos aspectos de la "teología
de la liberación" (6/8/1984) sosteniendo la incompatibilidad de muchos postulados de la llamada
“teología de la liberación” con las enseñanzas cristianas. Respecto a estas tentativas de acercar el
cristianismo y el marxismo enseñó que “el deseo sincero de ponerse de parte de los oprimidos y de no
quedarse fuera del curso de la historia ha inducido a muchos creyentes a buscar por diversos caminos
un compromiso imposible entre marxismo y cristianismo”; sin perjuicio de lo cual manifiesta la
necesidad de “reafirmar la positividad de una auténtica teología de la liberación humana integral”
(Juan Pablo II, Centesimus Annus (1/5/1991), nro. 26) tal como la expuso la Sagrada Congregación para
la Doctrina de la Fe en la Instrucción sobre la libertad cristiana y la liberación Libertatis conscientia
(22/3/1986). Las enseñanzas de estos documentos han sido permanentemente reiteradas por otros
posteriores.
En estos dos documentos la Congregación la Iglesia señala las confusiones y desviaciones de la teología
de la liberación (Libertatis Nuntius), y el sentido de la auténtica liberación cristiana (Libertatis
Conscientia).
Claro que sería un error identificar a todo religioso comprometido con la lucha contra la pobreza como
adscripto a la teología de la liberación de inspiración marxista. Es posible, lógicamente, una auténtica
teología de la liberación cristiana no marxista. Sin embargo, la que tradicionalmente se calificó como
teología de la liberación es la que asumió la metodología de análisis marxista, y por eso conservamos la
denominación.
Entre los errores de la teología de la liberación de inspiración marxista destaca el documento Libertatis
Nuntius:
1. Posponer la evangelización, priorizando la promoción social y descuidando los aspectos
espirituales (oración, sacramentos, Gracia, etc.).
2. Reducir el Evangelio de la salvación a una redención terrenal, y la liberación del pecado
a la liberación de la opresión política o económica. Cristo no habría venido a liberarnos del
pecado personal que nos condena a perder la vida eterna, sino de la opresión socioeconómica
que nos condena a perder el bienestar en esta vida. Por ello, incurrir en un mesianismo
temporal (buscar un salvador sociopolítico) y una secularización (desacralización) de la noción
de Reino de Dios.
3. Adoptar la opción preferencial por los pobres como opción excluyente (no solo
preferencial), olvidando atender también a la opción preferencial por los jóvenes, asumida por
la Iglesia americana en la Conferencia de Puebla, y tomarla como opción dirigida a sacarlos de
su pobreza económica y más que a acercarles el mensaje del Evangelio.
4. Refugiarse en el análisis marxista de la lucha de clases, que no puede ser separado de la
ideología marxista misma (no puede tomarse el método de análisis marxista de la sociedad sin
los postulados marxistas sobre el hombre y la sociedad).
5. Buscar los principios de la teología en métodos de análisis sociológicos y económicos
tenidos como “científicos” (marxistas), y no en la luz de la Fe.
6. Considerar que solo se puede comprender la realidad si se combate en ella, pretendiendo
que no hay verdad sino en la praxis partidaria.
7. Presentar la lucha de clases como ley objetiva y necesaria de la historia, y por ello, la
necesidad de responder a la violencia de los ricos sobre los pobres con una contra-violencia
revolucionaria; alentando o favoreciendo el recurso sistemático y deliberado a la violencia
ciega.
8. Rechazar con desdén la doctrina social de la Iglesia como procedente de la ilusión de un
posible compromiso entre las clases, propio de las clases medias que no tienen sentido

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

histórico. En rigor, deberíamos decir, lo que ocurre es que desconocen o “malconocen” la


doctrina social de la Iglesia y por esos son incapaces de valorarla.
9. Restringir la noción del pecado a la estructura social (“pecado social”), y localizar el mal
principal y únicamente en las "estructuras" económicas, sociales o políticas malas, como si
todos los otros males se derivasen, como de su causa, de estas estructuras; olvidando que se
trata en realidad de consecuencias sociales de pecados personales y que el mal reside, en
última instancia, en el corazón de las personas libres y responsables, de las que las estructuras
son frutos o consecuencias.
10. Derivar de sus análisis sociológicos consecuencias para la teología dogmática, moral y
espiritual, dando lugar, en palabras de la Congregación (Libertatis Nuntius), a una “perversión
del mensaje cristiano”, conservando la letra del lenguaje y las fórmulas de la fe cristiana pero
atribuyéndoles una significación que niega la verdadera Fe, y así, por ejemplo, alterar “algunas
prácticas litúrgicas, como por ejemplo «la Eucaristía» transformada en celebración del
pueblo en lucha” (IX, 1), “identificar el Reino de Dios y su devenir con el movimiento de la
liberación humana” socioeconómica, hacer de la historia un “proceso de la autorredención del
hombre a través de la lucha de clases”, cayendo en una “politización radical de las
afirmaciones de la fe y de los juicios teológico” presentando “la entrada en la lucha de clases
como una exigencia de la caridad” (IX 6 y 7), y considerando “por Iglesia del pueblo una
Iglesia de clase, la Iglesia del pueblo oprimido que hay que "concientizar" en vista de la lucha
liberadora organizada”, y por ello “se denuncia la jerarquía y el Magisterio [de la Iglesia]
como representantes de objetivos de la clase dominante que es necesario combatir” (IX, 7 y
8), considerando al final que “el punto de vista de la clase oprimida y revolucionaria, que
sería la suya, constituye el único punto de vista de la verdad”.
Todo ello sin perjuicio de aclarar, obviamente, que “la llamada de atención contra las graves
desviaciones de ciertas "teologías de la liberación" de ninguna manera debe ser interpretada como una
aprobación, aun indirecta, dada a quienes contribuyen al mantenimiento de la miseria de los pueblos, a
quienes se aprovechan de ella, a quienes se resignan o a quienes deja indiferentes esta miseria. La
Iglesia, guiada por el Evangelio de la Misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por al
justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas” (XI, 1).
Actividad 11: lea el siguiente texto de la Encíclica Evangelii Nuntiandi del Papa Pablo VI, y extraiga
una similitud y una diferencia (esencial) entre el mensaje cristiano y las propuestas de la llamada
“teología de la liberación”: “No podemos ignorar el hecho de que muchos, incluso cristianos generosos
que son sensibles a las cuestiones dramáticas que envuelven el problema de la liberación, en su deseo
de dedicar a la Iglesia la lucha de la liberación, son con frecuencia tentados a reducir su misión a las
dimensiones de un simple proyecto temporal. Ellos querrían reducir sus aspiraciones finales centradas
en el hombre; la salvación de la cual ella es mensajera quedaría reducida el bienestar material. Su
actividad, completamente olvidada de toda preocupación religiosa y espiritual, se convertiría en
iniciativas de orden social y político. Pero si esto fuera así, la Iglesia perdería su significado
fundamental. Su mensaje de liberación carecería de toda originalidad y podría estar abierto fácilmente
a la monopolización y a la manipulación por parte de los sistemas ideológicos y de los partidos
políticos… La Iglesia, por lo tanto, cuando predica la liberación y la asociación, ella misma está con
aquellos que están trabajando y sufriendo por ello, ciertamente, no quiere restringir su misión,
solamente al campo espiritual y disociarse de los problemas temporales del hombre. No obstante, ella
afirma la supremacía de su vocación espiritual y rechaza sustituir la proclamación del Reino por la
proclamación de formas humanas de liberación: más aún, ella proclama que su contribución a la
liberación estaría incompleta si ella se negase a proclamar la salvación en Jesucristo (Evangelii
Nuntiandi, n. 32 y 34)

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

15. La Iglesia frente al nazismo


Como se habrá podido advertir al examinar sus postulados, muchas de las ideas que se encarnaron en el
régimen nacional socialista resultan manifiestamente incompatibles con las enseñanzas del catolicismo.
Por esa razón encontramos en las enseñanzas de la Iglesia permanentes cuestionamientos a las mismas.
Pero mientras el marxismo debe ser considerado, por sí mismo (“intrínsecamente”), incompatible con la
fe cristiana y como tal cuestionable en conjunto; en el nacional socialismo lo que son condenables (muy
condenables) son algunas de sus posiciones o expresiones, muchas de las cuales no aparecieron con
claridad sino a medida que transcurría la vigencia del régimen en Alemania.
En este punto, resulta importante retomar la distinción que hicimos al comienzo entre la valoración
teórica de los principios de una ideología, y la actitud diplomática de la Iglesia en relación con los
gobiernos que las implementan. Como Cristo, la Iglesia no trabaja en la salvación de los santos sino de
los pecadores, y en virtud de ello intenta mantener relaciones lo más cordiales posibles con gobiernos
liberales, comunistas, socialistas, etc.
La principal condena contra las ideas erróneas del nazismo fueron expuestas por Pio XI en la Encíclica
Mit brennender Sorge (1937) sobre la situación de la Iglesia en el Reich Alemán, que comienza
hablando de la “viva preocupación” provocada por la progresiva opresión sufrida por los fieles en el
país. Esta Encíclica fue revisada en su texto alemán por el Cardenal Eugenio Pacelli (futuro Pío XII),
quien recomendó al papa endurecer los términos con que condenaba al régimen nacionalsocialista79.
También estuvo dedicado al nazismo el Discurso del papa Pio XII al Colegio Cardenalicio del 2 de
junio de 194580. Tales fueron los pronunciamientos vaticanos más importantes, aunque hay también
referencias incidentales al nazismo en muchos otros documentos.
Tales condenas no obstaron a que la Iglesia: a) intente asegurar el respeto de algunos mínimos derechos
a través de un concordato con la Alemania de Hitler (concordato de 1933 que éste no respetó); b)
procurase siempre evitar que el rechazo al nazismo favorezca un avance del peligroso marxismo
soviético (al que el nazismo se enfrentaba); y c) pese al distanciamiento ideológico progresivo el Papa
Pío XII evitara insistir con las condenas públicas porque eran aprovechadas por Hitler para adoptar
represalias contra el pueblo cristiano.
Numerosos medios anticatólicos insisten en cuestionar la actitud del Papa Pio XII frente al nazismo81,
reprochándole no haber sido suficientemente duro con él, e incluso simpatizar con el régimen. Nada
más alejado de la realidad histórica. Recién mencionamos como influyó para que la condena del
régimen nazi en la encíclica Mit Brennender Sorge fuera todavía más dura82.
Su primera Encíclica, Summi Pontificatus (1939), sin mencionar el nazismo, denunciaba el
totalitarismo y el racismo; y por eso fue soltada masivamente por aviones ingleses sobre Alemania para
restar apoyo cristiano al nazismo. En secreto, Pio XII ordenó brindar alojamiento, alimentos y colaboró
con la fuga de muchos judíos perseguidos por el nazismo, lo que admiró tanto al Rabino de Roma Israel
Zoller que se convirtió al catolicismo y adoptó el nombre de Eugenio (Pio XII se llamaba Eugenio
Pacelli). De los 44 discursos que Pío XII pronunció en Alemania antes de ser Papa, entre 1917 y 1929,
cuarenta denuncian los peligros de la ideología nazi emergente. Y luego de ser elegido Papa, sin
nombrarla, hace permanentes referencias a sus peligros. “Sigamos a nuestro pacífico Rey, que nos
enseñó a amar no sólo a los que no provienen de la misma nación ni de la misma raza, sino aun a los
mismos enemigos”83. “Este voto la humanidad lo debe a los cientos de millares de personas que, sin

79
Cfr. Innocenti, Ennio, La conversión religiosa de Benito Mussolini, editorial Santiago Apostol, Bs. As., 2006, pág. 171.
80
AAS 37 (1945) 159-168.
81
Un cable de la Agencia ACI del 7/1/2007 da cuenta de una entrevista publicada en la revista National Review Online, en la que
Ion Mihai Pacepa, ex espía de la KGB comunista, confiesa que se le encomendó la tarea de destruir a la autoridad moral del
Vaticano en Europa Occidental entre otras formas presentando a Pío XII como simpatizante del régimen nazi.
82
Cfr. Innocenti, Ennio, La conversión religiosa de Benito Mussolini, editorial Santiago Apostol, Bs. As., 2006, pág. 171, quien
relata que pueden comprobarse las sugerencias de Pacelli con su propia letra en el borrador de la Encíclica.
83
Pio XII, Encíclica Mystici Corporis Christi, 29/6/1943, nro. 46.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

culpa propia alguna, a veces sólo por razones de nacionalidad o de raza, se ven destinados a la muerte
o a un progresivo aniquilamiento”84.
Durante su pontificado evitó insistir con condenas públicas contra Hitler85 prefiriendo protestar con el
silencio, pues sabía que el régimen nazi, cada vez que recibía una condena formal de la Iglesia,
incrementaba su dureza como rabiosa represalia. En Holanda, en 1942, se leyó una carta pastoral de los
obispos denunciando el racismo nazi y las deportaciones de diez mil judíos, y como respuesta, el
nazismo aceleró la deportación de otros treinta mil cristianos no arios, entre los que se encontraba la
famosa filósofa judía católica carmelita Edith Stein, luego asesinada por los nazis. Hablando a los
obispos alemanes, Pio XII lo reconoce expresamente: “En lo que atañe a lás declaraciones episcopales,
dejamos a los pastores en función sobre el terreno el cuidado de apreciar si, y en qué medida, el
peligro de represalias y de presiones, así como tal vez otras circunstancias debidas a la duración y la
psicología de la guerra, aconsejan la reserva - a pesar de los motivos que existieran para intervenir -, a
fin de evitar males mayores. Ese es uno de los motivos por los cuales Nos mismo Nos imponemos unos
límites en Nuestras declaraciones. La experiencia adquirida en 1942, al dejar reproducir libremente
para uso de los fieles unos documentos pontificios, justifica Nuestra actitud, en la medida en que
podemos apreciarlo”86.
De hecho, “Pío XII favoreció la salvación de al menos 700 mil judíos de manos de los nazis”, señala
David Dalin, rabino de Nueva York, recordando “el reconocimiento dado a Pío XII por sus
contemporáneos, entre los que se encuentra el Premio Nobel Albert Einstein, el rabino jefe de Israel
Isaac Herzog, los primeros ministros Golda Meir y Moshe Sharett, y en Italia personas como Raffaele
Cantoni, que en aquella época era presidente de la Unión de las comunidades judías italianas”, y
agrega que “su silencio fue una eficaz estrategia orientada a proteger al mayor número posible de
judíos de la deportación” pues “una denuncia explícita y dura contra los nazis por parte del Papa
hubiera sido una invitación a la represalia, y hubiera empeorado las disposiciones hacia los judíos en
toda Europa”. Al finalizar la guerra había muerto el 90% de los judíos de la capital de Holanda (donde
la estrategia fue la de hacer condenas públicas), en cambio se habían salvado el 80% de los judíos
italianos (donde la estrategia fue protestar con el silencio). El mismo Dalin propuso en 2001 que el Papa
Pío XII fuera proclamado «Justo entre las Naciones», el máximo reconocimiento que ofrece el Estado
de Israel a las personas que se han destacado por ayudar a judíos perseguidos. Incluso se ha demostrado
que Hitler consideraba a Pío XII un enemigo, y sabía por informes secretos que ayudaba a los países
invadidos y a los judíos a fugarse87.
Ya al final de la guerra, Pio XII reiteró la condena a las tesis erróneas del nazismo en el Discurso al
Colegio Cardenalicio del 2 de junio de 1945, titulado justamente “La Iglesia Católica y el
Nacionalsocialismo”. Allí el Papa recuerda que “continuando la obra de nuestro predecesor, Nos
mismo durante la guerra no hemos cesado, especialmente en nuestros mensajes, de contraponer a las
destructoras e inexorables aplicaciones de la doctrina nacionalsocialista, que llegaban hasta a valerse
de los más refinados métodos científicos para torturar y suprimir personas con frecuencia inocentes,
las exigencias y las normas indefectibles de la humanidad y de la fe cristiana. Era éste para Nos el más
oportuno y podríamos incluso decir el único camino eficaz para proclamar en presencia del mundo los
inmutables principios de la ley moral y para confirmar, en medio de tantos horrores y tantas violencias,
las mentes y los corazones de los católicos alemanes en los ideales superiores de la verdad y de la
justicia. Y tales solicitudes no quedaron sin fruto. Sabemos en efecto, que nuestros mensajes,
principalmente el de Navidad de 1942, a pesar de toda clase de prohibiciones y de obstáculos, fueron
objeto de estudio en las conferencias diocesanas del clero en Alemania y luego expuestos y explicados
al pueblo católico” (nro. 25).

84
Pio XII, Radiomensaje de Navidad, 24/12/1942, nro. 65.
85
Como también reconoce Pio XI haberlo hecho al principio, esperando mucho tiempo antes de pronunciar un juicio público (Mit
brennender Sorge nro. 5).
86
Pío XII, carta a Monseñor Preysing, arzobispo de Berlín, 30/4/1943.
87
“Revelan archivos que reivindican a Pío XII”, en diario La Nación, Buenos Aires, 30 de marzo del 2007.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Juan Pablo II hablando a los representantes de las organizaciones judías norteamericanas consideraba
“oportuno recordar los grandes, los claros esfuerzos de los Papas contra el antisemitismo y el nazismo
durante el momento culminante de la persecución a los judíos. En 1938, Pío XI declaraba que “el
antisemitismo no puede ser admitido” (6 de septiembre de 1938), y afirmaba también la completa
oposición entre el cristianismo y el nazismo, afirmando que la cruz nazista era “enemiga de la cruz de
Cristo” (Discurso de Navidad, 1938). Estoy persuadido de que la historia revelará aún con más
claridad y de un modo más convincente el profundo sufrimiento de Pío XII ante la tragedia del pueblo
judío, y lo que trabajó para asistirlo intensa y eficazmente durante la segunda guerra mundial”88.
Los principales cuestionamientos al nazismo alemán, conforme surge de los documentos que le han
dado un tratamiento sistemático, son los siguientes:
• Incumplimiento de los acuerdos y compromisos asumidos para el respeto de la libertad de la
Iglesia y de los cristianos en el Reich.
• Panteísmo y paganismo religioso, identificando a Dios con el mundo o retornando a un
germanismo neopagano que pone en lugar de un Dios personal un “hado” impersonal; o
utilizando el nombre de Dios como etiqueta vacía; o promoviendo un dios nacional o una
religión nacional; confundiendo la Fe y la Revelación divina con "sugestiones" que provendrían
de la sangre y de la raza, o la irradiación de la historia de un pueblo; confundiendo la
inmortalidad del alma personal con la continuidad del pueblo nacional único que perduraría;
ridiculizando la humildad cristiana en nombre de una religión “heroica” como si fuese una
degradación de sí mismo y una actitud cobarde; separando la religión de la moral excluyendo a
la primera de las escuelas y la vida pública.
• Rechazo del derecho natural y su superioridad sobre las leyes humanas, considerando que es
justo y derecho lo que es útil a la nación, lo que conduce en el orden internacional a un estado
de guerra contra las otras naciones y en el orden nacional a desconocer los derechos
absolutamente inviolables de las personas.
• Institución de la raza, el pueblo o el estado como norma suprema de todo, divinizándolos con
culto idolátrico.
• Restricción del derecho de los padres a la educación de sus hijos, según el espíritu y
prescripciones de la verdadera Fe, y consiguientemente, no tomar en cuenta su voluntad en la
educación escolar o usar de la coacción para imponer determinada educación; y organizar a la
juventud en asociación nacional obligatoria para todos con prescindencia de la religión o
incluso hostilidad hacia la Iglesia.
• Parcialidad para juzgar a la Iglesia, condenándola por ciertos defectos de algunos de sus
miembros con una mirada no ecuánime respecto de otras organizaciones o instituciones; y uso
de presiones, intimidaciones, ventajas económicas, profesionales, cívicas o de otro género, para
alentar a las personas a dejar la Iglesia.
Ello sin perjuicio de no condenar las aspiraciones de “realización de una verdadera unidad nacional y a
fomentar un noble amor por la libertad y una inquebrantable devoción a la patria” (Mit Brennender
Sorge nro. 34).
Actividad 12: El 22 de julio de 1933, dirigiéndose al Partido Nazi, Adolf Hitler escribió: "El hecho de
que el Vaticano esté concluyendo un tratado con la nueva Alemania significa un reconocimiento del
estado Nacionalsocialista por parte de la Iglesia Católica. Este tratado muestra a todo el mundo, clara
e inequívocamente, que la afirmación de que el Nacionalsocialismo es hostil a la religión es una
mentira." Algunos intentan tomarse de afirmaciones similares para concluir que la Iglesia católica
apoyó al régimen nazi. ¿Qué se podría responder a dicha afirmación?

88
Juan Pablo II, Discurso a los representantes de las organizaciones judías norteamericanas, Miami, 11 de septiembre de 1987.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

15. La iglesia frente al fascismo


Historiar la posición de la Iglesia frente al fascismo italiano resulta complejo. De todas las ideologías de
las que nos estamos ocupando, el fascismo fue la que tuvo frente al catolicismo y su jerarquía la actitud
más benigna, la que más intentó un acuerdo o acercamiento a sus enseñanzas fundamentales, en una
época en la que el comunismo marxista, la masonería liberal y el nazismo amenazaban su misma
existencia. Por otro lado, no debemos olvidar tampoco que el fascismo no presenta un cuerpo doctrinal
o de enseñanzas claro y sistemático, sino de un conjunto de ideas fuerza que orientó, no siempre con
toda coherencia ni de manera inmutable, la praxis de un movimiento político.
Como ya hemos señalado, el fascismo no constituyó un movimiento uniforme e inmutable a través del
tiempo. Dentro del fascismo hubo figuras diversas con ideas y posiciones propias, y adoptó políticas y
actitudes diferentes en distintas regiones y en distintos momentos. Por eso es muy díficil un juicio de
conjunto. Por ejemplo, la opresión dictatorial de los primeros años dio paso a la llamada “década del
consenso” entre 1928 y 1938 en la que se redujeron notoriamente las actitudes violentas.
En líneas generales podemos decir que el fascismo fue evolucionando desde un socialismo patriótico y
violento inicial a un paulatino acercamiento a las ideas católicas. Esta evolución también se nota en el
trato dado por la Iglesia al movimiento, marcando los errores doctrinales pero al mismo tiempo
reconociendo sus méritos en conseguir la paz en Italia, la concordia entre la Iglesia y el Estado, y la
protección de la religión frente a las amenazas de la masonería y el comunismo.
Como ya hemos explicado, el fascismo comprendió que para muchas naciones su religión es algo que
hace a su grandeza y su ser nacional. Y por eso valoró la práctica religiosa del pueblo.
Después de varios años en los que la Santa Sede fue despojada de extensos territorios pontificios por los
dirigentes italianos que buscaban la unificación del estado, el régimen fascista firma con ella los
“Acuerdos de Letrán” (1929), por los que Italia reconoce el estado del Vaticano, lo indemniza por sus
pérdidas territoriales, declara la mutua independencia y colaboración entre la Iglesia y el Estado, y hace
de la religión católica, prácticamente, la religión oficial del estado italiano. La Iglesia católica tuvo a
partir de ese momento intervención fundamental en la educación (elección de docentes y selección de
textos) y en la regulación del matrimonio (reconocimiento civil del matrimonio religioso y prohibición
del divorcio), entre otras cosas.
En muchos puntos las políticas del fascismo se fueron acercando a lo enseñado por la Iglesia:
• Oposición a ideologías anticristianas como la masonería, el liberalismo y el comunismo.
• Búsqueda de la justicia social y mejoramiento de la clase obrera por vías no revolucionarias.
Pretensión de colaboración y no de lucha de clases.
• Respeto por la propiedad privada con función social.
• Organización de la economía buscando distanciarse tanto del estatismo dirigista como del
liberalismo capitalista (régimen corporativo).
• Protección de la moralidad pública, el matrimonio y la familia.
• Orden y armonía entre la autoridad civil y la autoridad religiosa.
Pio XI atribuyó literalmente a la Providencia el haberse encontrado con un hombre con el que había
podido reconciliarse, luego de tanto tiempo, la Iglesia y el Estado89. Numerosos obispos y cardenales
tuvieron expresiones de reconocimiento a Mussolini y su movimiento. Mons. Angelo Roncalli (futuro
Papa Juan XXIII) reconocía el gran bien hecho por él para Italia. El cardenal Merry del Val, legado

89
Pio XI, Discurso a los representantes de la Universidad Católica de Milán, 13/2/1929. “A Pío XI se le atribuyó durante mucho
tiempo el elogio de Mussolini como “hombre de la Providencia”. Pero en realidad lo que dijo fue que la Providencia le había
hecho encontrarse con un hombre con el que había sido posible reconciliar a la Iglesia y el Estado. Antes del fascismo habían
fallado todos los intentos de conseguirlo” (Andreotti, Giulio, Recuerdo de don Primo, en revista “Treinta Días”, enero del 2007,
Editorial).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Pontificio, expresó durante las celebraciones franciscanas de Asís de 1927: “Vayan también mis
agradecimientos a quien tiene en las manos las riendas del gobierno de Italia, el que, con clara visión
de la realidad y de las cosas, ha querido y quiere que la religión sea respetada, honrada, practicada.
Visiblemente protegido por Dios, él ha realzado sabiamente los destinos de la Nación acrecentando su
prestigio en todo el mundo”. Cuando el régimen fascista proyectó la conquista de Abisinia (región de
Etiopía), se propuso civilizar y evangelizar país tan primitivo y el Papa Pio XI en persona bendijo las
tropas italianas antes de partir (1935).
Ello no significa, lógicamente, que la Iglesia apruebe todo lo hecho por el régimen ni que considera
aceptable toda su doctrina ni mucho menos que la identifique con sus propias enseñanzas. Como
veremos en el título siguiente, la Iglesia no propone modelos concretos en materia política o económica;
simplemente señala los principios rectores en el marco de los cuales son lícitos diversos modelos o
propuestas específicas de acuerdo con las circunstancias históricas de los pueblos. De allí que
constituiría un abuso decir que determinado régimen “es” la Doctrina Social de la Iglesia, pues solo
puede tratarse de una de las posibles aplicaciones de sus principios, entre otras también legítimas.
En relación con el fascismo, específicamente, la iglesia condenó su exaltación desmedida del estado
(“estatolatría pagana”) y sus derivaciones autoritarias y totalitarias; y tomó luego distancia también de
otros de sus postulados.
Lo primero tuvo lugar con la Carta Encíclica Non Abbiamo Bisogno del Papa Pio XI (29/6/1931).
Condena allí:
• La violencia y persecución sufrida por diversas organizaciones católicas, especialmente
juveniles, de parte de miembros del fascismo con condescendencia de las autoridades,
acusándolas de realizar política antifascista. Textualmente señala como “con indecible dolor
vemos cómo en Italia, y aun en esta nuestra Roma, se desencadena una verdadera y real
persecución contra lo que la Iglesia y su Jefe consideran como más precioso y más querido en
materia de su libertad y de sus derechos, libertad y derechos que son también los de las almas,
y más especialmente los de las almas de los jóvenes” (nro. 7). Al poco tiempo, estos atropellos
contra las organizaciones católicas se acabaron.
• La pretensión del estado de monopolizar la formación de los jóvenes excluyendo a la Iglesia,
imponiéndoles un adoctrinamiento fascista obligatorio y atentatorio de la libertad de conciencia
(nro. 13) y los derechos de los padres (nro. 15), obligándoles a la obediencia ciega del partido
fascista incluso a través de juramentos (nro. 16)90. Literalmente denuncia el Papa la “presencia
de todo un conjunto de auténticas afirmaciones y de hechos no menos auténticos, que ponen
fuera de toda duda el proyecto -ya en tan gran parte realizado- de monopolizar por completo la
juventud, desde la más primera niñez hasta la edad adulta, en favor absoluto y exclusivo de un
partido, de un régimen, sobre la base de una ideología que declaradamente se resuelve en una
verdadera y propia estatolatría pagana, en contradicción no menos con los derechos naturales
de la familia que con los derechos sobrenaturales de la Iglesia. Proponerse y promover
semejante monopolio, perseguir con tal pretexto, como se venía haciendo largo tiempo ha,
clara o encubiertamente, a la Acción Católica; atacar con tal finalidad, como últimamente se
ha hecho, a sus Asociaciones juveniles, equivale verdadera y propiamente a impedir que la
juventud vaya a Cristo, porque es impedir que vaya a la Iglesia, y donde está la Iglesia allí está
Cristo. Y se llegó a arrancar la juventud, por la violencia, del seno de la una y del Otros” (nro.
13).
Todo ello sin perjuicio de reconocer con “perenne gratitud y memoria por todo cuanto en Italia se ha
hecho en beneficio de la Religión, aunque también en beneficio, si no simultáneo al menos no menor, y
tal vez mayor, del partido y del régimen” (nro. 6). Precisando que “con todo cuanto hemos venido
diciendo hasta aquí, Nos no hemos querido condenar ni el partido ni el régimen como tal. Hemos
90
"Juro seguir sin discutir las ordenes del Duce y de defender con toda mi fuerza si es necesario con mi sangre la causa de la
Revolución fascista”.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

querido señalar y condenar todo lo que en el programa y acción de ellos hemos visto y comprobado
que era contrario a la doctrina y a la práctica católica y, por lo tanto, inconciliable con el nombre y
con la profesión de católicos” (nro. 17).
En la Encíclica Quadragesimo Anno (15/5/1931) el Papa Pio XI describe detalladamente el
corporativismo fascista como un ejemplo de organización sindical y corporativa, destacando los
beneficios de la misma, al favorecer la colaboración pacífica entre las diversas clases, la represión de
organizaciones socialistas, la supresión de desórdenes, y la creación de una magistratura especializada.
Sin embargo, anota también un cuestionamiento:
• Riesgo de burocratización, intervencionismo estatal y manipulación política de las
corporaciones. “No faltan quienes teman que el Estado, debiendo limitarse a prestar una ayuda
necesaria y suficiente, vengan a reemplazar la libre actividad, o que esa nueva organización
sindical y corporativa sea excesivamente burocrática y política o que sirva más bien a
particulares fines políticos que a la restauración y fomento de un mejor orden social” (nro. 37)
Aunque no dieron lugar a pronunciamientos magisteriales, también preocupó a la Iglesia la alianza (más
por oportunismo político que por identificación ideológica) de Italia con la Alemania Nazi, y las leyes
raciales (aunque basados más en una idea cultural más que biológica y más moderadas que las del
nazismo).
Pese entonces a la valoración positiva de muchos proyectos políticos del fascismo, la Iglesia objetó
varios de sus postulados y rechazó que se la identifique con ese u otro programa político concreto. Al
respecto, concluida la guerra y derrotado el fascismo, el Papa Pío XII tuvo que realizar aclaraciones
frente a la acusación de preconizar un corporativismo fascista. En efecto, en la Carta C’est un Geste a la
33ª. Semana Social de Francia (10/7/1946) propone “la institución de asociaciones o unidades
corporativas en todas las ramas de la economía”. Frente a las acusaciones de fascismo, prefiere en su
discurso Nous Avons Lu a la 24ª. Semana Social de Francia (18/7/1947) usar la denominación “unidades
o sociedades cooperativas”, advirtiendo que su posición sobre la organización profesional y corporativa
había sido tomada en sentido diverso en polémicas públicas, pues solo se refería al reconocimiento y
apoyo de los grupos intermedios de la sociedad como lo enseñara Pio XI en Quadragesimo Anno (nro.
2).
Posteriormente, los Papa volvieron a cuestionar del fascismo91, no específicamente sino como
expresiones de “totalitarismo”, es decir, una exaltación desmedida del estado que no respeta los
derechos y la dignidad del ser humano.
Actividad 13: Es común leer en medios anticatólicos que Pio XI era un papa “fascista”. Elabore tres
breves argumentos que contradigan dicha afirmación.

Apéndice: las ideologías y la historia argentina


Como hemos dicho, los hechos sociales suelen inspirarse en las diversas ideologías, aunque por lo
general de manera matizada y sin reflejarlas de forma plena o integral. No podemos hacer aquí un
desarrollo completo de como se han desarrollado a lo largo de la historia nacional. Es tema, además,
sumamente complejo. Pero podemos identificar algunos lineamientos ideológicos.
Ya desde la llamada “Revolución de Mayo” se advirtió claramente que un grupo de criollos, entre los
que contamos a Mariano Moreno y Juan José Castelli, se inspiraban en el liberalismo ilustrado,
revolucionario, autoritario y antireligioso, de la Revolución Francesa. A ellos se enfrentó el proyecto,
más moderado, tradicional, hispánico y católico, de otros criollos como Cornelio Saavedra. Unitarismo
y federalismo, representan la continuación de esas dos líneas de morenistas y saavedristas. El primero,
partidario de una economía de libre comercio con las potencias europeas, un gobierno centralizado
91
Juan Pablo II, Discurso del 6/12/2001con ocasión de la presentación de las credenciales del Embajador de Georgia; Juan Pablo
II, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz del 1/1/1999.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

oligárquico en manos de las minorías cultas de Buenos Aires, y una cultura y educación extranjerizante
y laicista. El segundo, promotor del proteccionismo de la industria nacional, de un gobierno
descentralizado en la provincias, y una cultura y educación inspirada en la propia historia, identidad
nacional y valores cristianos. El proyecto unitario fue continuado por los gobiernos triunfadores de
Caseros: Mitre, Sarmiento, y por la llamada Generación del 80.
El marxismo se introdujo más tardíamente. Las primeras organizaciones sindicales argentinas se
inspiraban en ideologías marxistas, socialistas y anarquistas. Sin embargo, fue el peronismo el que
canalizó las aspiraciones obreras apartándolas de las ideologías marxistas e inspirándolas en elementos
de la doctrina social cristiana con analogías, en algunos puntos, con el fascismo. Gracias a su influencia,
en 1950 la Confederación General del Trabajo (C.G.T., que reúne a los sindicatos y uniones sindicales)
eliminó de su estatuto toda referencia a la lucha de clases y expulsó a los elementos comunistas por sus
efectos disolventes. A partir de allí tales grupos ideológicos tuvieron muy poca aceptación popular.
Pero la revolución cubana y el apoyo de su gobierno motorizó la formación en el país de grupos
marxistas extremistas, que reclutaron y entrenaron jóvenes para combatir e imponer de manera violenta
un régimen comunista en el país. Comenzaron sus desmanes, robos, secuestros y enfrentamientos
armados durante la presidencia de Illia, y fueron incrementando sus actos delictivos durante la década
del 60 y del 70, frente a gobiernos democráticos y gobiernos militares indistintamente. Muchos fueron
juzgados y condenados a prisión por los tribunales, pero al asumir la presidencia Héctor Cámpora en
1973 los dejó en libertad mediante un indulto, sin siquiera reclamarles que devuelvan los armamentos
que tenían almacenados, recrudeciéndose la violencia y los asesinatos. En 1975 el gobierno
constitucional encargó a las fuerzas armadas aniquilar el accionar de estos grupos subversivos, entre los
que se destacaban el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y la organización Montoneros. En 1976,
el sector más liberal de las fuerzas armadas, a través de un golpe de estado, tomó el poder y generalizó
una represión ilegal a fin de identificar y asesinar a personas comprometidas con la subversión, mientras
implementaba planes económicos de cuño liberal que causaron hambre, pobreza y endeudamiento del
país, y que sería retomado en alguna medida por quienes acompañaron en el poder a Carlos Menem en
la década del noventa.
Síntesis
• La actitud realista implica situarse ante la realidad para comprenderla tal cual es, sin tergiversarla
interesadamente ni reducirla a alguno de sus aspectos. Las ideologías, en cambio, responden a
intereses o reduccionismos que no la describen como es y debe ser.
• El liberalismo individualista se caracteriza por una exaltación desmedida de la libertad de coacción
de cada individuo, equiparando la verdad con el error, desvalorizando los deberes de las personas y
los intereses de la comunidad. Su derivado, el liberalismo capitalista, ha llevado a graves
desigualdades y opresiones económicas. Rechazando la intervención de la autoridad en nombre de la
libertad, los débiles quedan a merced de los poderosos.
• Las ideologías totalitarias (marxismo comunista, nacional socialismo y en menor medida el
fascismo) exaltan los intereses del grupo separándolo del verdadero bien de sus miembros y
sometiendo a la persona como un mero instrumento sacrificable en interés colectivo.
• El marxismo concibe a la sociedad como una necesaria e irreconciliable lucha de clases fundada en
la opresión económica en el marco de una cosmovisión materialista; como tal, destruye las
aspiraciones espirituales del hombre y desemboca en actitudes y regímenes violentos que pisotean la
persona humana y su dignidad y postulan regímenes utópicos e igualitaristas.
• La socialdemocracia combina postulados socialistas afines al marxismo en economía, con la
exaltación de libertades desmedidas en lo moral, cultural y en lo político.
• El nacionalsocialismo, opuesto al comunismo y al liberalismo, postula una doctrina estatista, de
nacionalismo radicalizado y belicista, implementando políticas de persecución racial y religioso.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• El fascismo implementó también un régimen antiliberal y anticomunista, con rasgos autoritarios y


algunas pretensiones estatistas, pero no fue belicista ni racista como el nacional socialismo y
protegió la religión cristiana.
• La Iglesia ha condenado siempre los errores doctrinales de las ideologías liberales y totalitarias. Los
documentos más importantes en esta tarea son la Encíclica Libertas Praestantissimum de León XIII
(contra el liberalismo), Encíclicas Quod Apostolici Muneris de León XIII y Divini Redemptoris de
Pio XI (contra el marxismo comunista), Mit Brennender Sorge de Pio XI (sobre el nacional
socialismo) y Non Abbiamo Bisogno del Papa Pio XI (contra el fascismo italiano). Con el tiempo y la
difusión de muchas de esas ideologías, la Iglesia no ha modificado su enseñanza y doctrina pero sí su
actitud pastoral: ha dejado de insistir unilateralmente en poner de manifiesto los errores, buscando
también puntos de coincidencia y acercamiento. Políticamente, ha intentado siempre en lo posible
mantener un trato “cordial” con los diversos gobiernos prescindiendo de sus ideologías políticas.
Textos de apoyo
Dada la naturaleza del tema, se prefirió colocar las citas del Magisterio de la Iglesia a medida que se trataba cada una de
las ideologías.
“Aparecen en Europa dos de las formas más aberrantes de sociedades laicas, como son el nacional-socialismo y el
marxismo-leninismo. Ellos constituyen dos formas antagónicas de sociedades inspiradas en ideologías incompatibles,
cuando no abiertamente contrapuestas con las enseñanzas de la Iglesia, a la que se proponen sustituir o destruir. En
este sentido, también merece ser considerado el fascismo, pero, según la interpretación de Augusto del Noce, como una
forma de “totalitarismo incompleto”. Entre sí tienen mucho en común: el secularismo que las origina; el gnosticismo,
como forma residual del cristianismo, en que inspiran sus esjatologías; las formas políticas con que pretenden llevar
adelante sus pretensiones, tanto en el Tercer Reich como en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; y su odio y
persecución a la Iglesia Católica. La única diferencia va a provenir del modo distinto de interpretar y tratar de
encarnar sus esjatologías: el Tercer Reich aspira a instaurar el imperio del racismo ario; el marxismo-leninismo, el
imperio comunista. El nacionalismo germano se enseñará con los judíos, que representan, a su modo, también un ideal
d raza, con un fundamento religioso. El nazismo los ataca por un doble motivo: lo racial y lo religioso. No hay lugar
para ellos en el nuevo imperio que se pretende construir para la raza aria, no para la judía. El comunismo, por su parte,
enfrenta al mundo angloamericano, donde se funda el otro modelo de sociedad laica que se pretende construir y
exportar, y que se les hace incompatible. Busca instaurar una sociedad laica fundada en una nueva utopía, que pretende
convocar a los pobres, a los trabajadores, a los proletarios, para la lucha revolucionaria que ya se ha iniciado... Tres
modelos reconocemos, entonces, de sociedad laica, que tienen su origen en el secularismo y que quieren expresar, cada
uno a su manera, el sentido último de la modernidad como una forma de plenitud histórica inmanentista e
intramundana: el nacional-socialismo, con su intento de imperio racial; el marxismo-leninismo, con su intento de
imperio comunista; y el de la sociedad laica americana, con su intento de universalizar la democracia, la economía de
libre mercado y los derechos humanos. Allí el individuo, y no el Estado, cobra el máximo sentido de eticidad social,
detrás de la vigencia de una libertad política fundada en el principio religioso de la libertad de conciencia. La
democracia absoluta de valor universal y el liberalismo capitalista fundan el imperio plutocrático... Occidente se
identifica con el modelo de sociedad laica americana porque sólo los Estados Unidos cuentan con los tres poderes
necesarios para solventar un imperio: el poder político, el poder militar, y el poder económico”92.
Solución de las actividades de aprendizaje
Actividad 1: la idea de Sacheri supone que hay un orden natural que se debe seguir y respetar (y por eso, que el olmo
no da peras). La de Guevara lo contrario, que se puede sacar peras del olmo y que el hombre es una arcilla que se puede
moldear como se quiera.
Actividad 2: las analogías tienen que ver con que también durante la Revolución francesa se exaltaba una libertad
abstracta, y en su nombre se organizaron revoluciones que dieron lugar a graves desórdenes y actos criminales
descontrolados e impunes; y que la exaltación desproporcionada de la libertad permite deshonrar públicamente, privar
de bienes, y llevar adelante negocios fraudulentos.
Actividad 3: a) Se advierte el individualismo por el que solo se reconocen a los individuos desconciendo los grupos que
estos forman. b) Si existe un bien común que es bien de todos, cuando se exige a una persona que contribuya no se la
instrumentaliza en interés ajeno, sino en interés común, es decir, también en su propio beneficio.

92
Fosbery, Aníbal E., La cultura católica, cit., pág. 485 y 492.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Actividad 4: debería admitir la libre producción y distribución de pornografía (salvo que se exhiban en ella violaciones,
o abusos de menores), rechazar impuestos progresivos que “castigan” a los que más ganan, y condenar que el estado
intervenga en la economía fijando precios aunque sea de los salarios.
Actividad 5: se identifican en el texto con claridad el economicismo (la explotación económica explica la cultura, la
ética, la religión, etc.), el clasismo (la sociedad es vista como conflicto de clases), y el amoralismo (moral es lo que
conviene a la revolución comunista y la lucha contra el capitalismo).
Actividad 6: el marxismo niega la legitimidad de la obediencia a la ley y la autoridad, destruye la familia y el orden
moral. Por eso sostiene el Papa que el problema fundamental no es que sea ateo, sino que destruye el orden social
completo.
Actividad 7: a) como enseña el marxismo, la sociedad se explica por una lucha irreconciliable de clases antagónicas,
que solo se superará a través de una revolución violenta; b) durante la dictadura socialista el estado debe dirigir toda la
actividad económica, y debe suprimir los restos de la sociedad burguesa y entre ellos la religión que aliena a los seres
humanos.
Actividad 8: el movimiento se inspiró en los planteos neomarxistas, afines a la socialdemocracia, que combinan
liberalismo (ilustrado) en lo cultural con marxismo en lo económico. En los graffitis se advierte. a) el planteo marxista
de la lucha de clases y la necesaria rebelión del oprimido; b) y c) el planteo utópico común en las ideologías, como así
también el rechazo por la tradición; d) liberalismo cultural; e) afinidad con el determinismo del marxismo, pues la
libertad no puede escapar a la necesidad; g) antireligiosidad, propia del marxismo.
Actividad 9: los bienes que están en riesgo serían el orden, la propiedad, la religión y la familia. Ello en virtud de que el
marxismo alienta las rebeliones y revoluciones violentas contra el orden, la colectivización de la propiedad, el ateísmo,
y el rechazo de los derechos de los padres sobre sus hijos, en particular a educarlos.
Actividad 10: se advierte el desconocimiento de la responsabilidad individual de la persona, pues su conducta no le
sería imputable sino a las estructuras sociales; y el determinismo histórico, como si cada hecho fuera producto de un
momento y no pudiese ser juzgado éticamente en otro momento. En el fondo, se advierte el desprecio por la vida
humana, que no exigiría respeto incondicional.
Actividad 11: la similitud estaría en que ambas contemplan la preocupación por la liberación económica y social; la
diferencia en que el mensaje cristiano antepone a ella la vocación y salvación espiritual del ser humano.
Actividad 12: la Iglesia ha condenado de manera clara y precisa los errores del régimen nazi. El concordato apuntaba
solamente a intentar proteger algunos derechos de la Iglesia y los cristianos alemanes, cuyo posterior atropello se temía
ya con anterioridad.
Actividad 13: 1) la Iglesia no se identifica con ninguna política o gobierno concreto; 2) El Papa se limitó a reconocer el
favor y la ayuda recibida del régimen fascista luego de tantas persecuciones, y sus postulados coherentes con las
enseñanzas católicas; 3) El Papa no dejó de cuestionar los elementos negativos del régimen fascista.
Actividades de Autoevaluación (marque la respuesta más acertada)

1. Si analizamos la génesis (origen) de las ideologías sociales, podemos decir que:


a) El liberalismo nace como consecuencia de los abusos cometidos por el comunismo y nazismo.
b) El comunismo y fascismo nacen como consecuencia de los abusos cometidos por el nazismo y el liberalismo.
c) El comunismo, el nazismo y el fascismo nacen como reacciones frente a los abusos a que dio lugar el liberalismo.
d) El liberalismo, nazismo y fascismo nacen como reacciones contra los crímenes cometidos por el comunismo.

2. El ateísmo fue adoptado y sostenido por la/s ideología/s:


a) Marxista y nacionalsocialista.
b) Marxista y liberal.
c) Marxista.
d) Liberal.

3. Podemos encontrar tendencias nacionalistas en la/s ideología/s:


a) Nazi y marxista.
b) Nazi y fascista.
c) Liberal y Nazi.
d) Fascista y Liberal.

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4. En términos generales, la posición de la Iglesia frente al fascismo fue de:


a) Aprobación de sus postulados.
b) Condena de sus postulados.
c) Condena de la mayoría de sus postulados, pero con algunos reconocimientos.
d) Reconocimiento de sus aportes, con condena de algunos postulados.

5. A diferencia del Papa Pío XI, el Papa Pío XII:


a) Realizó la primera condena del régimen nazi.
b) Reiteró condenas al régimen nazi al comprobar su agravamiento.
c) Evitó condenar al régimen nazi para evitar represalias.
d) Llevó una política de acercamiento al régimen nazi.

6. El principal error atribuible a la llamada teología de la liberación consiste en:


a) Rechazar los dogmas de la Iglesia.
b) Concentrarse en una salvación socio-económica.
c) Afirmar la opción preferencial por los pobres.
d) Inspirarse en la ideología del liberalismo.

7. A diferencia del régimen nazi, el fascismo italiano:


a) Exaltaba ideas nacionalistas.
b) Tenía rasgos autoritarios.
c) Protegió a la Iglesia católica.
d) Se opuso al liberalismo y al comunismo.

8. La separación de la sociedad en clases antagónicas en perpetua lucha es doctrina del:


a) Liberalismo.
b) Fascismo.
c) Marxismo.
d) Nacional socialismo.

9. Cabe considerar ideologías colectivistas o totalitarias a:


a) Marxismo y nacional socialismo.
b) Marxismo y liberalismo.
c) Marxismo, liberalismo y nacional socialismo.
d) Liberalismo y nacional socialismo.

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Unidad 3 “La doctrina social de la Iglesia”


Presentación
Vamos a introducirnos ahora en la unidad 3. Como dijimos al comienzo no pretende ser este un texto
que exponga la Doctrina Social elaborada por la Iglesia, sino un tratamiento de los fundamentos del
orden social conforme con los postulados esenciales de la fe cristiana. Por ello el acento está en la
reflexión sobre los grandes principios que podemos identificar como los rectores del comportamiento
humano en sociedad, y no en la exposición y adhesión a las enseñanzas que la Iglesia ha expresado
sobre los mismos. El método que hemos utilizado en la Unidad 1 para el tratamiento de los temas,
buscando analizar las temáticas en términos de razonabilidad y con independencia de juicios de
autoridad, será reiterado en las Unidades siguientes.
Sin embargo, después de las consideraciones realizadas en la Unidad anterior, se hace necesario dedicar
un espacio a exponer por qué, para qué y de qué manera la Iglesia se pronuncia y se ha pronunciado
sobre diversos aspectos de la vida social del hombre.
Que este no sea un texto dedicado a describir las enseñanzas de la Iglesia católica sino a profundizar en
sus principales fundamentos, fundamentos válidos por su misma razonabilidad y con independencia de
las creencias religiosas de las personas, no puede significar que se desconozca la existencia de un
cuerpo doctrinal específico expuesto por la Iglesia. De ello nos ocuparemos aquí.
Objetivos
∗ Comprender las razones por las que la Iglesia se ha pronuncia respecto de diversos aspectos de la
vida social.
∗ Precisar en qué consiste la Doctrina social de la Iglesia y cuáles son sus características especiales.
∗ Recorrer las fuentes de las que se nutre la Doctrina Social de la Iglesia.
∗ Identificar el valor que tienen los diversos documentos de la Doctrina Social de la Iglesia y la
adhesión que merecen.
∗ Reconocer los principales pronunciamientos de la Iglesia en materia social, política y económica, a
lo largo de la historia.
Temario
1. Concepto.
2. Justificación.
3. Fuentes.
4. Objeto, autores y destinatarios.
5. Tergiversaciones.
6. Valor y obediencia exigida por la enseñanza social de la Iglesia.
7. Tesis que pretenden desacreditar la enseñanza de la Iglesia
8. El Concilio Vaticano II y la continuidad de la enseñanza de la Iglesia.
9. Los tipos de Documentos en los que se expresa el Magisterio.
10. Principios fundamentales.
11. Principales documentos del Magisterio de la Iglesia

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Mapa conceptual

Revelación Ley Natural


sobrenatural

Magisterio
de la Iglesia

• Dignidad de la
• Principios de persona
reflexión Doctrina • Primacía del bien
• Cuerpo coherente Social de común
y sistemático
la Iglesia • Justicia Social
• Constante y • Solidaridad
mutable • Subsidiariedad

Bibliografía específica para esta Unidad


De la bibliografía general recomendamos especialmente para esta Unidad:
Denzinger, Enrique, El Magisterio de la Iglesia, editorial Herder, Barcelona, varias ediciones
Pithod, Abelardo, Curso de Doctrina Social, editorial Cruz y Fierro, Bs. As., 1979
Pontificio Consejo de Justicia y Paz, Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 2006
Sacheri, Carlos, El orden natural, ediciones del Cruzamante, Bs. As., 1975
Además de la indicada, puede consultarse:
Bernal, José, Protección Penal de las Verdades propuestas por el Magisterio, en Anuario Fidelium Iura
de derechos y deberes fundamentales del fiel, Volumen 9, 1999,
http://www.unav.es/canonico/josebernal/SeparataBernal.pdf
Dumont, Jean, La Iglesia ante el reto de la historia, editorial Encuentro, Madrid, 1987
Juan Pablo II, Constitución Apostólica bajo la forma de motu proprio Ad tuendam fidem, 1998
Lio, Ermenegildo, Humanae Vitae e infalibilidad, Lib. Edit. Vaticana, Ciudad del Vaticano, 1986
Messori, Vittorio, Leyendas negras de la Iglesia, editorial Planeta, Colección Testimonio, 2000
Rodriguez, Victorino O.P., “Estudio histórico-doctrinal de la declaración sobre libertad religiosa del
Concilio Vaticano II”, publicado en el nº 295 de “La Ciencia Tomista”, Abril-Junio 1966.
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo,
Roma, 24/3/1990.
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, A propósito de la Notificación de la Congregación
para la Doctrina de la Fe sobre algunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C.Ss.R., Roma,
15/5/2001.
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal aclaratoria de la fórmula conclusiva de
la profesión de fe, Roma, 29/6/1998.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Desarrollo temático
1. Concepto.
¿Qué es la doctrina social de la Iglesia? Podemos decir que se trata del conjunto de enseñanzas de la
Iglesia sobre la manera en que debe desarrollarse la vida social, política y económica del hombre, para
conformarse con el plan de Dios y conducirlo a la felicidad presente y en la vida eterna.
Como podemos ver en la definición, se trata de una:
a) Doctrina, o sea, un conjunto de enseñanzas que como tal forma parte del Magisterio de la
Iglesia.
b) De la Iglesia, es decir, aprobada por quienes tienen en la misma la misión de enseñar con
autoridad. Esto la distingue de otras doctrinas o posiciones, muy válidas, profundas y
verdaderas, que provienen de sociólogos, filósofos, economistas, teólogos, muchos muy
inteligentes, que contienen muchas verdaderas pero que no son quienes tienen la autoridad de
definir las cuestiones de Fe y de moral. Por eso podemos distinguir la doctrina social cristiana,
cultivada y profundizada dentro de la Iglesia, de la doctrina social de la Iglesia en sentido
estricto, aprobada por sus autoridades.
c) Social, es decir, referida a la vida del hombre en su relación con los otros seres humanos y no a
aspectos dogmáticos, litúrgicos, de moral personal. Persigue conformar la conducta humana con
el plan de Dios, ordenando la felicidad de la vida presente a la obtención de la vida eterna a la
que el ser humano se encuentra destinado. La vida eterna se merece en esta vida, de algún modo
esta vida también la anticipa, y la forma dada a la sociedad puede contribuir a obtenerla u
obstaculizarla.
2. Justificación.
Ahora bien, ¿por qué la Iglesia se ocupa de brindar enseñanzas políticas, sociales y económicas? ¿No se
está entrometiendo en terrenos que no le competen? ¿No está invadiendo esferas ajenas a la religión?
A veces ocurre que las autoridades religiosas invaden los ámbitos que corresponden a la legítima
autonomía del orden temporal. La Iglesia ha sido instituida para continuar la obra salvadora de Cristo, y
no para ocuparse de matemática, física, biología, historia, economía, sociología. Es cierto. Si bien han
existido religiosos, sacerdotes, obispos e incluso Papas que han sido grandes científicos, o que han
asumido funciones políticas, tales quehaceres no constituían un ejercicio específico de su ministerio en
la Iglesia sino profesiones que también desarrollaron junto con éste. No ejercían con ello la misión
propia y específica de la Iglesia; y a veces incluso ha ocurrido que, equivocadamente, pospusieron ésta
por ocuparse de aquellas.
Pero entonces, ¿significa ello que la Iglesia no tiene por misión ninguna intervención en las cuestiones
políticas, sociales y económicas? Por supuesto que no.
Tomemos un ejemplo. A la Iglesia corresponde recordar al mundo los mandamientos de la Ley de
Cristo, que no ha abolido la Ley Antigua sino la ha llevado al máximo cumplimiento. Debe recordar al
mundo, por ejemplo, que no se debe robar. Inmediatamente se presentan algunas cuestiones. Porque no
todos los “robos” son tan evidentes como el de quien asalta a otra persona a mano armada. Hay
pensadores (el anarquista Proudhon en su libro ¿Qué es la propiedad?) que han dicho, por ejemplo, que
la propiedad privada es un robo porque en rigor los bienes son de todos... Otros (Carlos Marx) han
señalado que el salario era una especie de robo porque el empresario se quedaba con parte del trabajo
que realizaba el operario (la ganancia). Alguien podría preguntarse, por otro lado, si al instituirse un
sistema económico que lleva al posible enriquecimiento permanente de algunos (el sector financiero) a
costa de otros (el sector productivo) no constituye una especie de robo. Y cómo se puede pensar
entonces que la Iglesia predique de manera completa el mandamiento de no robar, sin decir nada del
régimen de propiedad, del sistema de salarios, o de la política económica? Y lo mismo podríamos decir
analizando el mandato divino de no mentir (y toda la problemática de la política, la propaganda y los

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

medios de comunicación), de “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (y toda la
cuestión del fundamento del poder y la autoridad), de no hacer acepción de personas (y la extensión y
naturaleza de la igualdad), etc.
La Doctrina Social de la Iglesia se presenta entonces como una parte de la teología moral, es decir, de
la reflexión sobre las verdades morales reveladas, en aquellas cuestiones relacionadas con la
convivencia humana social.
De modo que pretender que la Iglesia no se expida sobre materias sociales, políticas o económicas, sería
condenarla a una prédica estéril e inútil y hacerla traicionar de su misión. Claro que como veremos en la
unidad siguiente, el trabajo concreto en el campo social, político y económico, es competencia principal
de los laicos y no de los clérigos.
Actividad 1: a la luz de lo leído, ¿qué juicio cabe realizar de esta noticia periodística? “El viernes
pasado, la Conferencia del Episcopado Mexicano divulgó una carta del papa Benedicto XVI en la cual
apoya la campaña en México contra la despenalización del aborto en la capital nacional. La ciudad de
México es gobernada por el principal partido de izquierda en el país. El mensaje provocó polémica en
México. Dirigentes del Partido de la Revolución Democrática (PDR) pidieron al gobierno que emita
una ''nota de protesta'' por la ''injerencia'' del papa en la política nacional.” (Agencia AP, 25/4/2007).
3. Fuentes.
¿Y de dónde se extrae la doctrina social de la Iglesia? Evidentemente, no se trata de ocurrencias de
cualquier religioso.
Cuando hablamos de las fuentes de la Doctrina Social de la Iglesia, podemos distinguir:
a) Fuente inmediata: constituida por las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, por la palabra
de quienes tienen en la Iglesia la misión de enseñar, oficio que ejerce de manera suprema el
Papa, Sumo Pontífice y subordinados a él los demás obispos, sacerdotes y fieles. Más adelante
analizaremos las diversas formas o expresiones que puede adoptar este magisterio, y su valor u
obligatoriedad.
b) Fuentes mediatas: el Magisterio de la Iglesia para dar expresión a su doctrina social recurre a
dos fuentes: la revelación sobrenatural y la ley natural. La revelación sobrenatural es el
conjunto de verdades que Dios ha dado a conocer al hombre a través del pueblo judío desde sus
primeros tiempos y hasta la muerte de Cristo y sus apóstoles. Los seres humanos adherimos a
ella gracias a la Fe. Gran parte de la revelación se ha volcado por escrito en la Sagrada
Escritura. Otra parte se transmite oralmente desde los apóstoles por tradición no escrita. La ley
natural es el conjunto de principios sobre el obrar humano que el hombre puede descubrir como
razonables y correspondientes con los bienes que debe buscar para ser pleno.
Por supuesto que como veremos más adelante, en la gestación de la Doctrina Social han hecho aportes
numerosos fieles, e incluso científicos y estudiosos no creyentes.
Decimos que el Magisterio es la fuente inmediata, pues tanto la revelación como la ley natural
conforman la Doctrina Social con los alcances con que las interpreta y enseña la Iglesia, instituida por
Jesús como Maestra y depositaria de su doctrina de salvación.
4. Objeto, autores y destinatarios.
¿De qué se ocupa entonces la Doctrina Social de la Iglesia? De las enseñanzas cristianas y de la ley
natural vinculada con la convivencia social, política y económica de los pueblos, en orden a su
salvación.
¿Quiénes son los autores de la Doctrina Social de la Iglesia? En sentido amplio, todos los que integran
la Iglesia están llamados a reflexionar sobre el orden social y elaborar la doctrina. Ahora bien, sabemos
que Jesús organizó una Iglesia: de sus miles de discípulos escogió doce apóstoles, y de entre los doce
escogió a Pedro poniéndolo como cabeza de los otros, edificando la Iglesia sobre él (Mateo 16, 13),

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

encargándole apacentar sus corderos y ovejas (Juan 21, 17), garantizando que el infierno no podrá
contra ella y asegurándole la oración para que no desfallezca en la Fe que anuncia (Lucas 22, 32). En
virtud de ello, si bien dentro de la Iglesia existen laicos, religiosos, sacerdotes, obispos, etc.; y es
esencial la obra que todos puedan realizar para sistematizar, profundizar y elaborar una doctrina social
coherente con la ley natural y el mensaje cristiano, en última instancia para tratarse de la Doctrina
Social de la Iglesia debe recogerse e inspirarse en las enseñanzas de los Papas y de los Concilios
aprobados por ellos.
¿Quiénes son sus destinatarios? Hablando en general, y especialmente desde los últimos años, la
Doctrina Social de la Iglesia se dirige a “todos los hombres de buena voluntad”, sin importar si son o no
católicos, cristianos, o creyentes. Gran parte de sus reflexiones son extraídas de la misma ley natural
cognoscible por la razón del hombre, y por ello, de comprensión para cualquier persona sin importar su
credo religioso.
Actividad 2: al presentar el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Mons. Giampaolo Crepaldi,
secretario del Secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz, aclaró lo siguiente: “La doctrina social
de la Iglesia no es sólo para los católicos y mucho menos sólo para los sacerdotes”93. Intente
fundamentar esos dichos teniendo presente lo estudiado hasta aquí.
5. Tergiversaciones.
Existen y han existido tergiversaciones de la Doctrina Social de la Iglesia, interesadas o no, que no la
reflejan con sus alcances y naturaleza. Recorriendo estas tergiversaciones podremos comprenderla con
más claridad.
Los principales errores respecto de la Doctrina Social de la Iglesia radican en concebirla como:
a) El “plan económico” o el “proyecto político” de la Iglesia.
b) Una doctrina exclusivamente “social”, carente de aspectos políticos y/o económicos.
c) Una mera expresión de aspiraciones o deseos generales; fines y no medios.
d) Una doctrina gestada a partir del siglo XIX.
e) Una combinación entre teorías del liberalismo y del comunismo.
En cambio, podemos identificar como características de la Doctrina Social de la Iglesia:
a) Un conjunto de principios fundamentales sobre el orden social.
La Doctrina Social de la Iglesia no pretende ser un plan o programa político, social o económico
concreto. No reemplaza ni sustituye los proyectos nacionales, ni ningún proyecto nacional puede
considerarse a sí mismo como “la” realización de la Doctrina Social de la Iglesia. Ello implica que es
posible que existan propuestas diversas todas compatibles con sus principios fundamentales; en el
marco de las cuales hay libertad de opción. Ningún partido, movimiento, institución, o proyecto puede
presentarse como “él” (único posible) partido, movimiento, institución o proyecto católico. Por
desgracia, no siempre se lo entiende así, y la intolerancia frente a opciones legítimas pero diferentes ha
generado división dentro de los fieles.
Ello no quita, obviamente, que reúna suficientes principios y criterios como para abarcar de manera
integral los diversos aspectos de la realidad humana (familiares, sociales, políticos, económicos,
nacionales, internacionales); pero sin constituirse en un sistema cerrado, sino siempre abierto a una
mayor profundización, comprensión, ampliación, actualización. Se trata de un sistema abierto, poroso,
que incorpora graduales profundizaciones y desarrollos homogéneos, y que acepta diversas formas de
ser aplicado.

93
Cable de la agencia Zenit, ZS06020908, 09/02/2006.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

b) Una doctrina social, política y económica.


La llamada doctrina social de la Iglesia incluye consideraciones sobre cómo los seres humanos deben
convivir, cómo deben organizar su gobierno y régimen político, y cómo conducir su economía.
Pretender excluir alguna de estas dimensiones constituiría una indebida mutilación.
A veces esta mutilación es la que lleva a pensar que la Doctrina Social de la Iglesia aparece con la
Encíclica “Rerum Novarum” de 1891. Como hemos visto en la Unidad anterior, existieron antes otros
documentos referidos al ordenamiento social, aunque más vinculados con aspectos políticos que
económicos. La Encíclica Rerum Novarum es importante sí como primera exposición sistemática de la
Iglesia sobre las cuestiones socioeconómicas propias de la sociedad industrial.
c) Una doctrina práctica.
Con ello queremos afirmar un conjunto de verdades que tiene por finalidad orientar la acción de las
personas. Por eso no puede considerarse una mera expresión de deseos94.
Claro que la Doctrina Social no operará por sí misma. Para convertir en realidad sus postulados es
necesario que los laicos, responsables del trabajo en el orden social, se comprometan a:
- Conocer y comprender la Doctrina Social de la Iglesia.
- Contar con adecuada capacitación científico-técnica (económica, geopolítica, sociológica,
sanitaria, etc.).
- Conocer y comprender también la realidad concreta de la comunidad en la que se encuentran
(características históricas, políticas, económicas, geográficas, etc.).
- Elaborar proyectos concretos (puede haberlos diversos) inspirados en los principios anteriores y
que intenten contribuir al bien de dicha comunidad.
- Obtener poder y/o capacidad de influir sobre quienes tienen el poder como para llevar tales
proyectos a la práctica.
Es cierto que en determinados casos la Doctrina Social de la Iglesia expresa algunos instrumentos más o
menos concretos. A veces, se trata de simples ilustraciones, como cuando en la Encíclica Quadragesimo
Anno el Papa Pio XI describe el régimen corporativista italiano como una posible camino concreto para
evitar la lucha entre las clases. Otras veces los medios son sí presentados como vías o caminos para
alcanzar los fines preestablecidos, en cuyo caso, lógicamente, no deben ser considerados como
excluyentes de otros posibles. Así, nuevamente en Quadragesimo Anno, Pio XI propone moderar el
contrato de trabajo con elementos del contrato de sociedad para conseguir una mejor concordia entre
empleados y empleadores.
d) Una doctrina que se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia.
A veces se cree que la Doctrina Social de la Iglesia es una reacción frente a las crisis económicas de la
Revolución Industrial. Nada más alejado de la realidad. En las Cartas de los Apóstoles aparecen ya
claras enseñanzas en materia social, política y económica. Como cuando recuerdan que el gobernante
ejerce un poder que viene de Dios y por eso debe ser obedecido (Roma. 13, 1) siempre que gobierne
conforme con la ley de Dios (Hech. 5, 29). Y que el salario que no se paga al trabajador es una injusticia
que clama al cielo (Sant. 5, 3-6).
Los Padres de la Iglesia, santos sabios que vivieron entre el siglo I y el siglo V, desarrollaron muchos
conceptos fundamentales relacionados con las riquezas, la propiedad privada, la obediencia a las
autoridades, etc. Podemos encontrar enseñazas profundas al respecto en la obra de San Basilio, San
Gregorio Nacianzeno, San Justino, San Juan Crisóstomo, y por supuesto, San Agustín. Las mismas
fueron sistematizadas, aclaradas y ampliadas por Santo Tomás de Aquino, y continuadas por la
94
La idea de que la Doctrina social de la Iglesia sólo expondría fines, y no medios para alcanzarlos, es refutada en Hernández,
Héctor H., Liberalismo económico y doctrina social económica católica. Notas críticas sobre un intento conciliador, Gladius,
Buenos Aires 1991.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

escolástica española (“Escuela de Salamanca”) del siglo de Oro, con representantes ilustres como
Francisco de Vitoria, Luis de Molina, Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta, Tomás de Mercado y
Francisco Suarez. Desarrollaron muchas tesis tomistas relacionadas con el justo precio, el préstamo a
interés, la licitud del lucro comercial, el régimen político legítimo, y avanzaron incluso sobre cuestiones
como la organización internacional y las reglas de justicia entre las naciones. Tan importante fue su obra
que el reconocido economista Joseph Schumpeter los considera fundadores de la economía como
ciencia95.
En lo que hace a enseñanzas explícitas del Magisterio en sentido estricto, también datan de mucho
tiempo atrás. En el Denzinger podemos leer que el canon nro. 13 del Concilio de Letrán (año 1139)
denunciaba la “rapacidad insaciable de los prestamistas” (Dz. 365); o que el Concilio de Viena (1311-
1312) condenó la tesis de algunos herejes que sostenían que los hombres más perfectos no tenían
obligación de obedecer las leyes (Dz. 473).
Es cierto, sí, que las ideologías que fueron apareciendo desde el siglo XVIII llevaron a la Iglesia a
profundizar y sistematizar sus enseñanzas sociales, que sin embargo, como vimos, son mucho más
antiguas.
e) Una síntesis doctrinal coherente y original.
A veces se presenta a la doctrina social de la Iglesia como un conjunto de postulados que mezcla
aspectos de liberalismo y de comunismo buscando puntos intermedios. Así, por ejemplo, cuando el
liberalismo exalta una libertad desmedida y los totalitarismos la suprimen, la doctrina cristiana toma un
poco de cada uno y defiende una libertad razonable. Cuando el liberalismo acentúa la propiedad privada
y el comunismo la colectiviza, la doctrina cristiana hace lo mismo y propone la propiedad privada pero
con función social.
El método es equivocado. Los principios y enseñanzas de la doctrina de la Iglesia no constituyen una
transacción entre el liberalismo y el colectivismo o comunismo. No es un intento de buscar un punto
intermedio entre ambos. Es un extremo superador. Sus fundamentos, como lo hemos dicho, son mucho
más antiguos y no remiten a aquéllas sino a la ley natural y a la Revelación. Un gran escritor argentino,
Leopoldo Marechal, escribió que “de todo laberinto se sale por arriba”96. Tantos problemas enfrentan
los estados, y son incapaces de solucionarlos pues buscan sus respuestas dentro de las mismas ideologías
que provocan aquéllos. El Cardenal Pie (1815-1880), célebre obispo de Poitiers, repetía: “Se lo ha
ensayado todo. No será hora de intentar la verdad?”.
Si a veces se presenta como una postura moderada o equilibrada, es porque procura no transformarse en
ideología, es decir, no tomar un solo aspecto de la realidad y exagerarlo, sino considerarlo en sus límites
y medida razonable. Son las ideologías las que pierden el equilibrio y se desbarrancan. El célebre
escritor inglés Gilbert Chesteron enseñaba que el mundo moderno (las ideologías, diríamos nosotros)
toman ideas cristianas pero al sacarlas de contexto comienzan a girar como locas97, sea la idea cristiana
de igualdad, de libertad, de comunidad, etc.
Por eso nos parece también impreciso hablar de que la doctrina social de la Iglesia es una “tercera vía”
frente al liberalismo y el comunismo. No hay una única tercera vía, sino muchas vías concretas
diferentes de éstas, todas las cuales pueden inspirarse en los principios de dicha doctrina. Plantear una
visión tricotómica: o marxismo, o liberalismo, o doctrina social cristiana, es una indebida simplificación.

95
Schumpeter, Joseph, Historia del análisis económico, Editorial Ariel, Barcelona, 1995, pág. 128.
96
Marechal, Leopoldo, Laberinto de Amor, Sur, Buenos Aires, 1944.
97
“La gente de hoy no es perversa; en cierto sentido aun pudiera decirse que es demasiado buena: está llena de absurdas virtudes
supervivientes. Cuando alguna teoría religiosa es sacudida, como lo fue el Cristianismo en la Reforma, no sólo los vicios quedan
sueltos. Claro que los vicios quedan sueltos y vagan causando daños por todas partes; pero también quedan sueltas las virtudes, y
éstas vagan con mayor desorden y causan todavía mayores daños. Pudiéramos decir que el mundo moderno está poblado por las
viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. Y se han vuelto locas, de sentirse aisladas y de verse vagando a solas”
(Chesterton, Gilbert .K., Ortodoxia, Edit. F.C.E. México D.F., 1997, pág. 54).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

De allí que es importante tener presente que no se trata de elegir entre comunismo o liberalismo (como
si no hubiese otra alternativa), ni se trata de tomar “algo del comunismo” y “algo del liberalismo”, sino
de analizar la sociedad de manera realista para evitar las radicalizaciones y mutilaciones que sufre en
manos de dichas ideologías.
Actividad 3: A la luz de lo estudiado, explique la siguiente expresión del Papa Juan Pablo II. “La
Iglesia no tiene modelos para proponer. Los modelos reales y verdaderamente eficaces pueden nacer
solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de todos los responsables que
afronten los problemas concretos en todos sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales que
se relacionan entre sí. Para este objetivo la Iglesia ofrece, como orientación ideal e indispensable, la
propia doctrina social”98
6. Valor y obediencia exigida por la enseñanza social de la Iglesia.
Cabe preguntarse que valor tienen las enseñanzas de la Iglesia expresadas en sus documentos. Y
consiguientemente, en qué medida deben ser recogidas por los demás miembros de la Iglesia. ¿Es una
doctrina que merece ser estudiada por los especialistas, sean o no cristianos? ¿Estamos los cristianos
obligados a adherirnos a ella?
Pensemos, en primer lugar, que estamos hablando de un cuerpo doctrinal elaborado durante cientos de
años por una institución de experiencia milenaria, que asistió y sobrevivió a innumerables regímenes
políticos y económicos, y en cuya formulación intervinieron personas de lo más inteligentes y eruditas.
Este solo hecho indicaría que, al menos, su enseñanza debería ser atendida con respeto.
Los fieles cristianos, por su parte, le deben una mayor adhesión por el respaldo que el mismo Dios
reconoce a la enseñanza de su Iglesia. Como hemos señalado al referirnos a sus autores, el mismo Jesús
ha prometido oración para que la Fe de Pedro no desfallezca. Y si cuenta con la garantía del mismo
Dios, ello supone que en algunos casos especiales, dentro de determinados límites y bajo determinados
requisitos no podría equivocarse en lo que define, o lo que es lo mismo, resultará “infalible”. Fuera de
tales casos, podrían existir imprecisiones pues está formada por hombres, pero confiamos que Dios
protege y acompaña a su Iglesia para evitar que proclame errores graves.
Claro que ello no implica que cualquier cosa que enseñe cualquier dignatario de la Iglesia tendrá el
mismo valor, la misma garantía de certeza, ni la misma obligatoriedad. Ello dependerá, en otras cosas,
de cuestiones relacionadas con:
a) El autor de la enseñanza. La garantía de que no desfallecerá la Fe fue hecha por Jesús a
Pedro, es decir, al Papa. De allí que no será lo mismo su enseñanza que la que tiene su origen en otros
pastores de la Iglesia, en cuyo caso su valor dependerá de su vinculación y coherencia con las de aquél.
b) Los destinatarios de la enseñanza. Cuando lo que se enseña se dirige a la Iglesia universal
(Magisterio Universal), la enseñanza tiene un valor y obligatoriedad mayor que cuando se trata de
directivas dirigidas solo a personas determinadas.
c) La forma de la enseñanza. Cuando nos referimos a la forma de la enseñanza podemos aludir a
los términos con los que se expresa, y al tipo de documento en la que se formula:
c.1) Los términos. En algunas oportunidades la enseñanza se proclama de manera
solemne por parte del Papa o los Obispos reunidos con él, en su condición de tales, dejando
claro su carácter definitivo como verdad para ser creída por todos. Tales enseñanzas se conocen
como de Magisterio Extraordinario o “Ex cathedra”, al que corresponde infalibilidad. Otras
veces, la enseñanza se realiza sin tales solemnidades (Magisterio Ordinario), y su valor depende
de la reiteración de lo enseñado a lo largo del tiempo. En otras oportunidades, en cambio, se
trata solo de afirmaciones al pasar, meras descripciones, opiniones o valoraciones coyunturales,
que como tales no pretenden vincular a los fieles.

98
Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, nro. 43.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

c.2) El tipo de documento. La Iglesia utiliza para proclamar su doctrina un sinnúmero


de documentos diversos, y no todos tienen el mismo peso. Así, podemos encontrar las Bulas,
Cartas Encíclicas, Constituciones Apostólicas, Exhortaciones Apostólicas, Constituciones
Pastorales, Motu Proprio, Discursos, Alocuciones, Catequesis, etc.
d) La materia de la enseñanza. El Magisterio de la Iglesia ha sido instituido para guiar a los
cristianos en temas de fe (verdades que debemos creer) y costumbres (bienes que debemos obrar). Por
eso hemos dicho que la Doctrina Social de la Iglesia es parte de la Teología Moral. Sin embargo, en los
documentos y enseñanzas de la Iglesia a veces también encontramos juicios contingentes, valoraciones
coyunturales, afirmaciones históricas, geográficas, científicas, consejos, orientaciones para la acción,
reglas de rito, etc. Evidentemente, estas otras expresiones, que no constituyen la materia propia y
específica del Magisterio, son mucho más opinables.
A partir de tales consideraciones, podemos distinguir claramente:
 El Magisterio definitivo. Se presenta cuando a) el Papa o el conjunto de los obispos unidos a
él; b) emiten en ejercicio de su cargo y oficio; c) enseñanzas sobre temas de fe (en cuyo caso se
llaman “dogmas de fe”) o de moral; d) dirigidas a todos los cristianos (Magisterio universal); d)
proclamándolas de manera solemne como definitivas (Magisterio Extraordinario) o sin forma
solemne pero sí de manera reiterada e insistente a lo largo de la historia (Magisterio Ordinario
reiterado). Merecen el asentimiento de todos los fieles, que deben adherir a ellas como
verdaderas, con inteligencia y voluntad, y si se presentan como reveladas por Dios, con
asentimiento de Fe99. Además, las definiciones del Magisterio Extraordinario, en las
condiciones indicadas, son infalibles, conforme lo ha declarado como dogma de fe el Concilio
Vaticano I. La posible infalibilidad de algunas afirmaciones del magisterio ordinario es tema
aún no definido por la Iglesia100.
 El Magisterio ordinario no definitivo, también llamado “auténtico”. Se trata de enseñanzas
que no reúnen alguna de las condiciones indicadas precedentemente. Así, por ejemplo, las que
no son expresadas de manera solemne ni resultan lo suficientemente reiteradas como para que
las consideremos definitivas. Pese a tener su menor peso que las anteriores, los fieles deben
recibir estas enseñanzas con docilidad, sin enfrentarse contra ellas ni enseñar públicamente lo
contrario. No obligan a adherir con la inteligencia, pero si con la voluntad. ¿Qué significa ello?
No están obligados a considerarlas necesariamente acertadas, pero si a seguirlas con respeto y
humildad. Y que puede ser legítimo, sin embargo, que especialistas o investigadores analicen y
planteen a los organismos competentes sus dudas u observaciones críticas. Pero claro, es
necesario mucho estudio para estar en condiciones de hacerse algún planteo así (no como
generalmente pasa, que cualquiera se cree en condiciones de corregir o disentir con Papas,
cardenales y obispos). Este trabajo, llevado adelante por investigadores serios y fieles a la
Iglesia, supondrá en enriquecimiento que permite aclarar y precisar mejor el Magisterio para el
futuro, aunque genere algunas tensiones transitorias, siempre que no se traduzca en un disenso
abierto o en actitudes de rebeldía.

99
En su catequesis del 24 de marzo de 1993, el Papa Juan Pablo II distingue, dentro de las verdades propuestas por el
Magisterio como definitivas, algunas que pronuncia como reveladas por Dios, que deben ser aceptadas con asentimiento
de Fe, y otras no, pero que de todos modos son irreformables y se definen según aquella facultad dada por el mismo
Jesús de “atar y desatar” y que merecen también asentimiento por todos, aunque no de Fe.
100
Puede verse, por ejemplo, el artículo de José Bernal citado en la bibliografía, donde se distingue, siguiendo las enseñanzas del
Magisterio, entre las cosas que han de ser creídas (credenda) por estar contenidas en la Escritura o la tradición (como la divinidad de
Cristo) y como tales objeto de Fe, y las cosas que deben ser mantenidas (tenenda) por haber sido definidas como definitivas por toda
la Iglesia (como la imposibilidad de ordenar a mujeres como sacerdotes). Solo las primeras pueden ser objeto de fe, pero también las
segundas pueden llegar a considerarse “infalibles” y “definitivas”, como lo muestra este texto de la Carta Apostólica Ordinatio
Sacerdotalis de Juan Pablo II (1994) que dice: “en virtud de mi ministerio de confirmar a los hermanos (cfr. Lc 22, 32), declaro que
la Iglesia no tiene en absoluto la facultad de conferir a las mujeres la ordenación sacerdotal y que este dictamen debe ser tenido
como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. Dada la naturaleza de este texto, no nos detenemos a profundizar en tema tan
complejo. Agradezco las sugerencias del Dr. Pablo Jaraj que me permitieron dar mayor rigor a la exposición de esta compleja
cuestión.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

 Expresiones no magisteriales. Como hemos dicho, a veces encontramos en documentos de la


Iglesia juicios históricos, geográficos, sociológicos, científicos, valoraciones concretas de
personas o acontecimientos históricos, vaticinios o conjeturas sobre el futuro, o afirmaciones
directamente ligadas a ellos. Evidentemente, tales expresiones no forman parte propiamente del
Magisterio de la Iglesia, y si bien resultan de lo más respetables, no aparece como obligatorio
para los fieles compartirlas en todos sus alcances ni conducirse conforme con ellas, sino solo
respecto de los principios magisteriales en los que se fundan o de los que derivan. Lo mismo
cabe decir de opiniones que dan los pastores, a veces también el Papa, de manera informal en
reportajes, libros, etc.
 Reglas jurídicas o rituales. La Iglesia tiene una dimensión visible, jerárquica, y como tal
requiere de normas y reglas que regulan su funcionamiento y los ritos sacramentales. Tales
reglas y ritos cambian con el tiempo conforme las diversas necesidades, incluso se admite a
veces que los obispos las adapten a sus propias realidades. No resultan como tales verdades a las
que necesariamente debemos adherir, salvo, nuevamente, en lo que tienen de derivación de
verdades magisteriales.
 Práctica pastoral o diplomática. La Iglesia lleva adelante una obra importante en todo el
mundo, obra de educación, asistencia a enfermos, ancianos y pobres. Mantiene relaciones con
gobiernos, organizaciones, otras religiones. No debemos confundir el Magisterio de la Iglesia,
obligatorio, con estas prácticas, de cuya conveniencia u oportunidad es legítimo tener opiniones
diversas, salvo, nuevamente, en lo que tienen de derivación de verdades magisteriales, y siempre
con respeto, prudencia y humildad.
Como vemos, no todo lo que realiza la Iglesia tiene el mismo valor obligatorio para los fieles. Sin
perjuicio de ello, deben rechazarse como regla los enfrentamientos públicos o los cuestionamientos
sistemáticos, porque no contribuyen a la unidad en la caridad y traen confusión a muchos dentro y fuera
de la Iglesia. La actitud de docilidad y respeto, frente a quienes tienen la misión de enseñar y conducir la
Iglesia, debe prevalecer al menos como regla general. Los dogmas de fe son las verdades que debemos
creer con nuestra Fe para ser considerados católicos; pero sería un error considerar que solo ellas
reclaman la adhesión del cristiano.
La necesidad de aclarar muchas de estas cuestiones llevó a la promulgación, el 18 de mayo de 1998, de
la Carta Apostólica de Juan Pablo II en forma de motu proprio Ad tuendam fidem, por la que se
insertaron nuevas normas en el código de derecho canónico, estableciéndose expresamente que “deben
también acogerse y mantenerse firmemente todas y cada una de las cosas que de manera definitiva
proponga el Magisterio de la Iglesia respecto a la fe y a las costumbres, es decir, aquellas que se
requieren para custodiar santamente y exponer fielmente el mismo depósito de la fe; se opone pues a la
doctrina de la Iglesia católica quien rechace las mismas proposiciones que han de considerarse
definitivas” (canon 750), previéndose sanciones para “quien enseña una doctrina condenada por el
Romano Pontífice o por un Concilio Ecuménico o rechaza pertinazmente la doctrina descrita en el
canon 750 o 752, y, amonestado por la Sede Apostólica o por el Ordinario, no se retracta”.
7. Tesis que pretenden desacreditar la enseñanza de la Iglesia
Resulta obvio sostener que no todos los hombres adhieren al Magisterio de la Iglesia. A veces cuestionan
algunas de sus enseñanzas con argumentos específicos relacionados con ellas. Pero en otras
oportunidades el recurso utilizado es desacreditar el Magisterio en general, poniendo de manifiesto que
no es digno de fiar ni tiene valor especial. Para hacerlo, recurren a dos grandes tipos de argumentos. El
primero consiste en imputar a la Iglesia haber avalado y cometido crímenes gravísimos y haber incurrido
en graves incoherencias que la desacreditarían como para pretender ser Maestra de los hombres. El
segundo, en afirmar que sus enseñanzas han ido cambiando a lo largo de la historia, contradiciéndose y
acomodándose, lo que impide pretender reconocerles valor permanente: lo que hoy enseña quizás no sea
lo que enseñe mañana, ¿cómo puede entonces pretender adhesión?

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Vayamos al primer argumento, el de la falta de autoridad moral. Se citan en apoyo de la objeción


situaciones históricas como la institución del Tribunal de la Inquisición, el apoyo papal a las cruzadas, el
juicio a Galileo Galilei, la tolerancia de Pio XII hacia el holocausto judío, el “genocidio” de indígenas
americanos durante su evangelización, la incoherencia de vida de Papas y Obispos en diversos
momentos de la historia, la pedofilia y abusos sexuales de sacerdotes. ¿Qué decir de tales acusaciones?
En primer lugar, que aunque fuese cierto que a lo largo de la historia la Iglesia acumule más crímenes
que las otras instituciones humanas, ello nada resta al valor a su enseñanza. La Iglesia está constituida
por y para los pecadores, es una institución conformada por hombres. Y justamente, lo que revela la
presencia de Dios es que los defectos personales de muchos de sus miembros nunca contaminaron su
doctrina, siempre profunda, iluminadora, y coherente, aún en épocas en las que Papas y Obispos no
estaban a la altura de sus responsabilidades.
Pero sin perjuicio de ello, lo cierto es que muchas de las acusaciones contra la Iglesia son sumamente
injustas. Un ejemplo de esto nos lo trae un cable de la agencia AICA del 21/4/99, que nos cuenta cómo
se sorprendió el nuevo Director del Museo de Lima, al descubrir falsedades en la muestra sobre la
Inquisición:
“La reciente remodelación del famoso Museo de la Inquisición y del Congreso del Perú,
realizada por reconocidos historiadores peruanos, no sólo responde más objetivamente a la
verdad histórica sino que desmontó la "leyenda negra" sobre la Inquisición, que se había
apropiado del museo, con su evidente impacto en la educación peruana... Para sorpresa de
muchas autoridades burocráticas no familiarizadas con el trabajo histórico, se dio a conocer
entonces que el diseño del Museo estaba lleno de falsedades históricas. Según se reveló, la
escenografía montada tenía "datos totalmente falsos", "como el supuesto Cristo milagroso que -
según decían- los inquisidores utilizaban para declarar la inocencia o culpabilidad de los
acusados; el llamado castigo del fuego -instrumento jamás empleado por los inquisidores de
Lima-, etc... En realidad, eran distorsiones, como la afirmación de que todos los reos eran
torturados, cuando se sabe fehacientemente que el total de torturados apenas alcanzó un 6% de
los procesados; mientras los tribunales civiles de la época utilizaron iguales y peores torturas en
más del 90% de los casos... Lamentablemente su anterior Director al realizar el montaje del
museo, actuó en forma por demás arbitraria y subjetiva, trasladando todos sus prejuicios contra
la Iglesia Católica... ".
Ya tuvimos ocasión de señalar la inequidad de la alabanza a la Revolución Francesa que ejecutó en sólo
18 meses 30 veces más personas que las condenadas a muerte por la denostada Inquisición española en
330 años.
En algunas oportunidades, lo que se imputa a la Iglesia es falso y calumnioso. Recordemos lo que
decíamos en la Unidad anterior sobre la obra de Pio XII en relación con los judíos perseguidos.
En otras oportunidades, las inconductas y abusos son ciertos, pero exagerados, porque no se los valora en
el contexto. Por ejemplo, se muestra la barbarie de la tortura usada por la Inquisición, pero nada se dice
que la tortura era de uso general en los tribunales de la época mientras que en los de la Iglesia abundaba
la benignidad y humanidad que llevó, conforme los estudios históricos, a concluir que la tortura estaba
ausente en más del 95% de los procesos101. Por ejemplo también, se destacan los sacerdotes acusados

101
No podemos detenernos aquí a desarrollar la cuestión. Hagamos sí algunas aclaraciones históricas. La mayoría de los pueblos
tuvieron sus “Inquisiciones” para proteger la creencia común. Y como se trataba de atentados contra la religión, era habitual que
fueran castigados más severamente que los delitos comunes. Sócrates, fue víctima de la “inquisición” de los cultos atenienses. Jesús,
fue víctima de la “Inquisición” judía. En Irlanda los anglicanos ejecutaban a quien volviera al país ordenado sacerdote o habiendo
tenido contacto con sacerdotes y castigaban al que no asistiese al culto anglicano. Lutero alentaba a sus príncipes ”matad cuantos
campesinos podáis, hiera, peque, degüelle quien pueda, feliz si mueres en ello, mueres en obediencia a la palabra divina”. Más de
cien mil labriegos murieron. Miles de misioneros católicos murieron de manera atroz en oriente y occidente de manos de
“inquisiciones” de los diversos pueblos a los que iban pacíficamente a evangelizar. Y no se crea que es un riesgo exclusivo de las
prácticas religiosas, como pensaban algunos “ilustrados” que proponían como remedio la supresión de toda religión. Recordemos
que el comunismo tuvo su “inquisición” antirreligiosa, que la Ilustración se sirvió de la guillotina para imponer sus ideas tan
tolerantes, que los masones mejicanos persiguieron a sangre y fuego la fe del pueblo en defensa de las libertades modernas, que los

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

por abuso sexual de niños, pero se oculta que en comparación con el total de religiosos los abusadores
constituyen un ínfimo porcentaje. Se cuestiona a la Iglesia por el juicio a Galileo, sin tomar en cuenta
que enseñaba sus tesis astronómicas sobre el movimiento de la tierra alrededor del sol sin aportar
pruebas científicas de sus aseveraciones sino tergiversando la Sagrada Escritura para apoyarse en ellas,
tratando de perros a los sacerdotes que opinaban distinto que él, burlándose del Papa, y su condena se
limitó a rezar salmos en un convento como penitencia (no fue muerto por la Inquisición, falleció de
anciano). Sentencia benigna que no tomó en su contra que pese a su condición de clérigo había tenido
una concubina y dos hijas naturales, a las que hizo entrar por la fuerza y antes de la edad requerida a un
convento cuando abandonó a aquélla. Todo ello sin perjuicio de que la sentencia contra Galileo fue una
decisión de un organismo eclesiástico, no una enseñanza del Papa que comprometa su Magisterio; y que
en 1741, cuando recién se conoció una prueba científica de la tesis heliocéntrico, la Iglesia dejó sin
efecto la advertencia sobre sus obras102. Al mismo tiempo que la Iglesia católica juzgaba

“rojos” republicanos españoles antes y durante la guerra civil española asesinaban y torturaban a los cristianos en nombre de la
libertad... El Papa Juan Pablo II ha beatificado y canonizado mártires de la Revolución Francesa, la Guerra de los Cristeros (Méjico)
y la Guerra Civil Española... Por cierto que la Iglesia instituyó el Tribunal de la Inquisición como medida defensiva frente a los
ataques de las herejías y a medida en que avanzaba la institución, fue tratando de evitar los peores abusos. Así, por ejemplo, resolvió
designar como jueces a frailes dominicos y franciscanos, conocidos por su mansedumbre, su justicia y honestidad. Pensemos
también en el caso de Roberto Le Bruge, designado inquisidor. Lo llamaban “el cátaro”, porque había sido hereje engañado por los
cátaros albigenses, lo que hacía que conociera bien sus prácticas y les guardara mucho rencor. Tal era su odio que en un solo día
juzgó y quemó 180 personas acusadas de herejía en un poblado. Inmediatamente, el Papa lo destituyó y condenó a prisión perpetua
por su conducta. También está el caso de Conrado de Marburg quien se excedió como inquisidor, no dando facilidades para la
defensa ni perdonando al que confesaba: murió linchado. Muchos datos que circulan sobre la Inquisición son falsos, mal
interpretados o sacados de contexto. Veamos: a) quema de libros: la Inquisición española no realizó nunca quema de libros, que
además eran bienes muy apreciados; la inquisición no persiguió la cultura, de hecho, en España, se desarrolló durante el conocido
“siglo de Oro español”, esplendor de las artes; b) Penas de muerte: era la pena más común en la época, sin embargo, el tribunal de la
Inquisición era el que menos la aplicaba (en realidad no la aplicaba él, sino que cuando comprobaba una herejía y el acusado se
negaba a arrepentirse, se entregaba al gobernante para que aplique las leyes. Si se arrepentía se le imponían algunas penitencias y era
dejado en libertad). Tomemos en cuenta, por ejemplo, que de acuerdo a los estudios históricos la Inquisición Española entregó a las
autoridades alrededor de 4000 personas en 330 años (12 por año), mientras que la Revolución Francesa, tan alabada como cuna de la
libertad, asesinó para imponer su ideología a 120000 (3000 de ellos sacerdotes) en 10 años; c) se dice mucho que las ejecuciones se
hacían con fogatas con leña verde para que así tarde más en quemarse y sufra más... cuando es al revés: se disponía el uso de leña
verde porque desprende más humo y entonces la persona muere inconciente por la falta de oxígeno sin sufrir por las llamas; d) Penas
de prisión: las prisiones de la inquisición eran más espaciosas, limpias y con mejor alimentación que las del estado, si la persona era
casada podía estar acompañada de su mujer, y si tenía criado, podía ser atendido por éstos; eso hizo que incluso algunos delincuentes
se acusaran a sí mismos de herejes para ir a las prisiones de la inquisición; por otro lado, los permisos de salida eran frecuentes y
había además salidas obligatorias para ir a peregrinaciones; e) Tortura: al receptarse el derecho romano, se reintrodujo en los
tribunales de la época la tortura, incluso durante algunos períodos en los tribunales de la inquisición, introducción favorecida por el
hecho de que en ese momento se entendía que la confesión era esencial para poder aplicar a alguien una sanción sin temor a cometer
una injusticia (en los juicios no eran suficientes las pruebas de testigos), y porque no aparecía explícitamente condenado su uso en la
Sagrada Escritura. Aunque mucho más limitada y controlada que en los tribunales civiles (no podía usarse más de media hora, no
debía causar mutilación, ante un medico, previo antejuicio que estableciera probabilidad de culpabilidad, como ultimo recurso). De
hecho, los registros revelan que en la época más dura solo se utilizaba la tortura en un 1% o 2% de los casos; f) Se daban muchas
oportunidades al acusado para que se arrepienta y se libere del proceso, antes, durante y después de éste; g) Se rodeaba al proceso de
muchas garantías (derecho de defensa, abogado, derecho a indicar personas que tuviesen enemistad para cuestionar sus testimonios o
denuncias, etc.) Con todos estos datos podemos admitir que sin desconocer los pecados cometidos, la acción del Evangelio hizo que
estos tribunales fueran los más benignos de la época. Tengamos en cuenta también que las herejías que intentaba prevenir y reprimir
la inquisición no eran postulados exclusivamente religiosos, sino con importancias consecuencias sociales y políticas. Pensemos, por
ejemplo, en la herejía albigense. Consideraba que no había un único creador del mundo sino dos (maniqueísmo o dualismo), uno
bueno autor de lo espiritual, y otro malo autor de lo material. Por ello, el cuerpo humano es malvado, una cárcel para el alma; y la
procreación es inmoral al igual que el matrimonio. Es deseable dejar al cónyuge, dejar de comer carne, e incluso suicidarse. Negaban
la validez del juramento (que era la base de la sociedad medieval, por los juramentos de fidelidad de los súbditos con sus señores), de
la propiedad privada (comunismo) y los sacramentos, dando lugar a sacrilegios, levantamientos y saqueos.
102
El grado de desinformación que existe sobre el tema de Galileo espanta. Es cierto que su condena fue errónea en sus
alcances pues se le ordenó retractarse, por falsa y contraria a las Sagradas Escrituras, de una teoría que luego se
comprobó era verdadera en sus conclusiones. Hubo una indebida intromisión en cuestiones meramente científicas; como
lo habían advertido algunos prestigiosos prelados de la época (vgr. el Cardenal San Roberto Belarmino, quien
aconsejaba prudencia al respecto); y como lo reconoció Juan Pablo II en noviembre de 1992. Pero el principal problema
con Galileo no fue tanto su afirmación heliocéntrica. Ya había sostenido lo mismo Copérnico sin recibir sanción alguna
de la Iglesia; y lo compartían prelados de jerarquía e incluso el Papa. Pero Galileo la afirmaba no como hipótesis a
comprobar, sino como demostrado. Y como el heliocentrismo contradecía la letra de algunos textos de la Sagrada
Escritura, se le exigía que brinde pruebas científicas de su afirmación, para así dar una interpretación distinta de la

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

equivocadamente pero con tanta benignidad, las tesis heliocéntricas de Copérnico eran duramente
fustigadas por Lutero y sus seguidores; el protestante Kepler, que continuó el sistema copernicano, fue
expulsado por los protestantes, siendo en cambio invitado para enseñar en territorio pontificio; y el
médico Servet -que descubrió la circulación de la sangre-, fue condenado a la hoguera por el protestante
Calvino por "contradecir" a la Biblia con dicho descubrimiento.
Lo que una mirada desprejuiciada sobre la historia de la Iglesia revela es que muchas de las acusaciones
que se le hacen corresponden a hechos que no ocurrieron. Otras veces, a hechos que ocurrieron pero que
no son responsabilidad de la Iglesia sino de alguno de sus miembros en particular. Y, cuando cabe
imputar alguna responsabilidad más general, la asistencia divina se manifiesta en el hecho de que
resultan mucho menos graves y abundantes considerando el contexto en el que se desarrollaron. Y más
aún, la Iglesia es la única institución que ha pedido perdón por los pecados de sus hijos a lo largo de la
historia.
Vamos ahora al segundo de los argumentos. ¿Realmente es tan variable la enseñanza de la Iglesia como
para restarle respeto y valor? ¿Es cierto que lo que hoy enseña podría ser lo contrario de lo que enseñará
mañana? Se dan numerosos ejemplos de tales cambios: antes admitía la existencia del limbo para las
personas no bautizadas muertas sin pecados graves, ahora reniega de él; antes afirmaba que no había
salvación fuera de la Iglesia y ahora admite que pueden salvarse los que tienen religiones diferentes;
antes sostenía que el fin principal del matrimonio era la procreación y ahora coloca todos los fines al
mismo nivel; antes defendía la pena de muerte y ahora se opone a ella; antes enseñaba que la religión
católica debía ser la única religión del estado y ahora insiste con la libertad religiosa; antes celebraba la
misa en latín y ahora en lengua vernácula y de cara al pueblo; antes prohibía cremar a los muertos y
ahora lo permite; antes condenaba el préstamo a interés y ahora tiene dinero depositado en bancos; antes
decía que Dios creó al hombre y ahora admite el evolucionismo; antes condenó al capitalismo y ahora lo
bautiza y acepta; antes apoyaba gobiernos antidemocráticos y ahora habla de una preferencia por
sistemas democráticos; antes proponía el corporativismo y ahora expone el libre mercado; antes
afirmaba que la persona comenzaba con la animación y ahora defiende la vida desde la fecundación; etc.
Evidentemente, no podemos aquí extendernos sobre todos estos temas, muchos de los cuales no
pertenecen a la Doctrina Social sino a la teología dogmática o teología moral general. Vamos a anotar sí
algunos errores comunes que son los que llevan a afirmar que hay variaciones sustanciales en la
enseñanza de la iglesia. En efecto, dicha afirmación se sustenta en confusiones entre:
• Cambios en aplicaciones de los principios, con cambios en los mismos principios. Los
principios que constituyen la base de la enseñanza de la Iglesia son siempre los mismos. Ahora
bien, esos principios deben ser aplicados a las realidades de los hombres y las sociedades, no
siempre conocidas suficientemente en un momento y además sujetas a un permanente cambio, y
ello lleva a que a veces puede dar lugar a conclusiones diferentes. Por ejemplo, las guerras
modernas son mucho más destructoras y peligrosas que las antiguas, y ello explica que sean
condenadas con mayor firmeza. Algo similar ocurre con la cuestión de la pena de muerte: la
misma solo se justificaría si fuera necesaria para la defensa de la sociedad (volveremos sobre el
tema en la Unidad 5), cosa que en las sociedades contemporáneas parece cada vez menos
frecuente, y por eso la enseñanza se muestra cada vez más contraria a la práctica.
• Una evolución homogénea de la doctrina con modificaciones sustanciales. La Doctrina se va
desarrollando, profundizando, ampliando con el tiempo. Algunas profundizaciones llevan a

Biblia; lo que no hizo, sino que tergiversaba textos de la Escritura para ponerlos a su favor. De hecho, años más tarde se
demostró que en este punto la razón no estaba del lado de Galileo sino de sus jueces, pues Galileo pretendía probar el
movimiento de la tierra con las mareas, pero hoy se sabe que éstas se deben a la atracción de la luna, como sostenían
quienes lo juzgaban. El comportamiento incorrecto de Galileo también jugó en su contra, ya que envió engañosamente
al Vaticano, porque deseaba su aprobación (que no era necesaria), un prólogo de su libro, que decía absolutamente lo
contrario que todo el resto de la obra, y lo imprimió clandestinamente aprovechando una cuarentena de la ciudad de
Florencia. Proceder engañoso que se reiteró durante su proceso, donde mentía diciendo que el no sostenía el
heliocentrismo, que su libro había sido mal interpretado.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

destacar o resaltar elementos que antes no recibían tanta atención. Ello contribuye a precisar de
manera coherente enseñanzas anteriores iluminadas ahora con los nuevos desarrollos. Antes
mencionábamos la tesis sobre que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. La misma es sostenida
por la Iglesia desde hace siglos. Claro, no se negaba que personas que no conocieran la Iglesia y
que obraran de buena fe pudiesen también salvarse, pero el acento se colocaba en la necesidad
de la Iglesia. A medida que las sociedades fueron alejándose de la Iglesia, la cuestión de los
caminos de salvación recibió una atención mayor. Como consecuencia de ello, se precisó mejor
la doctrina indicada, pues se pudo comprender que si bien fuera de la Iglesia no hay salvación,
ello se aplica a quienes sabiendo que ha sido instituida por Cristo sin embargo no quisiesen
entrar o permanecer en ella. Pero que también puede recibir la Gracia que se derrama a través
de la Iglesia y obtener la salvación quien sin culpa suya no la ha conocido, pero busca a Dios
con sincero corazón e intenta en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios,
conocida a través de lo que le dice su conciencia (Catecismo de la Iglesia Católica nro. 847).
Lo mismo se debe decir del estado confesional y la libertad religiosa. Si leemos las encíclicas de
Pio IX, Pio X, León XIII y Pio XI, encontraremos la tesis de que el estado también debe dar
culto a Dios y proteger y colaborar con la Iglesia católica, que los otros cultos no pueden
colocarse en igualdad de condiciones con la religión por él creada, y que la persona no debe
elegir cualquier religión sino la instituida por Cristo, aunque el estado no debe forzar a nadie a
convertirse y puede tolerar la existencia de los cultos diferentes. Con el tiempo los estados se
fueron descristianizando, y la pluralidad de credos en su interior se fue incrementando. Al
mismo tiempo, la reflexión sobre la dignidad de la persona humana y sus derechos ocupó un
lugar más importante ante las pretensiones de manipularla o aplastarla. Este desarrollo de la
idea de la dignidad y libertad humana frente al poder llevó a acentuar la legítima libertad que
debe tener la persona para buscar la verdad religiosa sin ser forzado a obrar o no contra su
conciencia, dentro de los límites del bien común. Se profundiza así la doctrina sobre la libertad
religiosa, que en nada contradice la anterior (Catecismo de la Iglesia Católica, Nros. 2105 a
2109), sino que la complementa. Volveremos sobre el tema más adelante.
• Cambio en el modo de expresión con cambios en el contenido. La Iglesia espera ser entendida
por los destinatarios de su enseñanza. Por eso, es razonable que no sea idéntica en todo
momento y lugar la manera de decir las mismas verdades. No se modifica el contenido del
mensaje, se modifica la forma en que se lo da a conocer. Hasta hace unos años, por ejemplo, a
fin de aclarar la necesaria generosidad de los esposos en su vida íntima, la procreación se
expresaba como “fin esencial primario” del matrimonio, mientras que la unión mutua de los
esposos era llamada “fin esencial secundario”. Como vemos, ambos eran fines esenciales, es
decir, fundamentales, pero al calificarlos de primario o secundario podía hacer pensar
erróneamente que el segundo no era importante. Por eso, la reflexión sobre el matrimonio y la
familia como comunidad y encuentro entre personas llevó a dejar de llamar a los fines con tales
denominaciones, sin perjuicio de seguir señalando que el amor de los esposos se ordena a la
procreación y educación de los hijos103.
• El Magisterio universal, ordinario y reiterado con juicios particulares de teólogos o
pastores. En otras ocasiones, se coloca al mismo nivel el magisterio universal, ordinario y
reiterado, que como tal es definitivo, con expresiones concretas de este o aquel teólogo o pastor,
y de ese modo se ponen de manifiesto, erróneamente, modificaciones. Por ejemplo, la existencia
del limbo no constituye una enseñanza propia del Magisterio de la Iglesia sino una hipótesis de
teólogos respetables. Si la Iglesia ahora realiza definiciones sobre el punto no cambia su
doctrina, pues antes no se había expedido sobre la cuestión. Lo mismo cabe decir del comienzo
de la animación (infusión del alma en el hombre). Algunos teólogos medievales y modernos
muy respetables sostenían que el alma se infundía en el hombre no en el momento de la
fecundación sino varios días después cuando existiera ya un “cuerpo organizado”. La Iglesia no
103
“Por su índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la
educación de la prole” (Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, nro. 48).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

hizo suya tal posición, y por eso, no habría ningún cambio si ahora, con los conocimientos de la
ciencia contemporánea (que revelan que existe ya un genoma humano desde la fecundación),
sus enseñanzas se acercan más a afirmar la personalidad del embrión desde la fecundación.
• El Magisterio con prácticas pastorales, ritos o reglas de organización. Cuando se imputa a la
Iglesia cambiar su doctrina porque ahora se dirige de modo más “amistoso” hacia otras
religiones, o porque celebra la misa en lengua vernácula, se está confundiendo la doctrina de la
Iglesia con la manera en que realiza su labor evangelizadora a través de la práctica pastoral, o la
forma a través de la cual se administra un sacramento. La confusión no resiste el menor análisis.
Nada impide reconocer que hay en la Iglesia cambios en su enseñanza y por cambios entendemos
mayor profundización, explicación, desarrollo, aplicación de los principios a realidades novedosas,
actualización de la forma de expresión y las prácticas pastorales. Lo que no ha existido ni existe es
contradicción en el sentido de alteración de sus criterios fundamentales. No llama la atención que los
Papas, al llamar a una “Nueva Evangelización”, aclararan que lo que es nuevo es solo “su ardor, en sus
métodos y en su expresión” (Juan Pablo II, Tertio millennio adveniente, 17).
A partir de estas precisiones podemos enunciar algunas reglas importantes a tener en cuenta a la hora de
interpretar los documentos de la Iglesia104. Si los olvidamos corremos el riesgo de hacerle decir a la
Iglesia lo que realmente no dice...
 Establecer el texto auténtico del documento. Esto porque a veces circulan traducciones mal
hechas, o párrafos sacados del contexto.
 Analizar el documento relacionándolo con textos paralelos en el que el mismo tema ha sido
tratado por el mismo autor o sus predecesores. Recordemos la unidad y continuidad fundamental
que existe en el Magisterio. No contraponer como radicalmente contradictorias una enseñanza con
otra, apreciar sí los diversos matices o acentos.
 Identificar el carácter, valor y obligatoriedad que tiene la enseñanza, teniendo en cuenta el tipo
de documento, la solemnidad con que se enuncia, la reiteración de la enseñanza, etc.
 Considerar las circunstancias que han originado el documento y sus destinatarios. Es obvio que
los pontífices hacen hincapié en las cuestiones más urgentes según las necesidades del momento y
según el público al que se dirigen.
 No interpretar omisiones como negaciones. Que en un documento no se repita una enseñanza no
quiere decir que se ha cambiado, sino a que puede no ser el momento o el lugar para recordarla.
 Aclarar el texto a la luz de la teología, la filosofía y las ciencias sociales. Como hemos visto, el
Magisterio se nutre de la revelación y la ley natural, y entonces, el estudio de ellos contribuye a
comprenderlo mejor.

104
Nos inspiramos en Sacheri, Carlos, El Orden Natural, pág. 17 y ss.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Actividad 4: lea el siguiente texto del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia del Pontificio
Consejo Justicia y Paz, y extraiga, conforme con el mismo, que aspectos del Magisterio social son
constantes, y cuáles son mutables, y piense el por qué de tal diferencia: “Orientada por la luz perenne
del Evangelio y constantemente atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se
caracteriza por la continuidad y por la renovación. Esta doctrina manifiesta ante todo la continuidad
de una enseñanza que se fundamenta en los valores universales que derivan de la Revelación y de la
naturaleza humana. Por tal motivo, la doctrina social no depende de las diversas culturas, de las
diferentes ideologías, de las distintas opiniones: es una enseñanza constante, que «se mantiene idéntica
en su inspiración de fondo, en sus “principios de reflexión”, en sus fundamentales “directrices de
acción”, sobre todo, en su unión vital con el Evangelio del Señor». En este núcleo portante y
permanente, la doctrina social de la Iglesia recorre la historia sin sufrir sus condicionamientos, ni
correr el riesgo de la disolución. Por otra parte, en su constante atención a la historia, dejándose
interpelar por los eventos que en ella se producen, la doctrina social de la Iglesia manifiesta una
capacidad de renovación continua. La firmeza en los principios no la convierte en un sistema rígido de
enseñanzas, es, más bien, un Magisterio en condiciones de abrirse a las cosas nuevas, sin diluirse en
ellas: una enseñanza «sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación
de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la
vida de los hombres y de las sociedades»” (nro. 85)
8. El Concilio Vaticano II y la continuidad de la enseñanza de la Iglesia.
Es tradicional en la Iglesia, desde los primeros siglos, la reunión del Colegio Episcopal (todos los
obispos) en Concilios para, con la aprobación y presidencia del Papa, definir verdades de fe y de moral,
dar orientaciones pastorales, etc., etc.
El último Concilio, se reunió del año 1962 al 1965 bajo el nombre de “Concilio Vaticano II”. Había
sido convocado por S.S Juan XXIII para dar un nuevo impulso a la Iglesia y analizar las formas y
métodos de transmitir la doctrina cristiana al mundo contemporáneo. Sin embargo existían personas que
rechazaban la doctrina de la Iglesia en puntos fundamentales; y trabajaron durante el Concilio buscando
apoyo. Al fracasar, fundados en frases sacadas de contexto, difunden la idea de que el Concilio ha
querido “empezar todo de nuevo”, y que por ello queda sin valor todo lo que enseñó la Iglesia los 2000
años anteriores, separando las enseñanzas “pre-conciliares” (previas al Concilio Vaticano II), que
pertenecerían a una época oscura y retrógrada de la Iglesia y que ya no tienen ningún valor, de las post-
conciliares, que son las enseñadas a partir del Concilio. En lugar de ver al Concilio Vaticano II como
parte integrante de la Historia de la Iglesia, nos lo muestran, falsamente, como una ruptura con la
misma; para así poder rechazar libremente todo lo que ha enseñado la Iglesia a través de Papas y
Concilios y que no fue repetido textualmente por el último Concilio ¡Cómo si cada Concilio, o cada
Papa, pudiera o debiera repetir textualmente todo lo que la Iglesia enseñó en 2000 años para que ello
conserve validez! Desde luego que los Papas posteriores se han encargado de rechazar estas
interpretaciones “rupturistas” o “dialécticas” del Concilio Vaticano II; señalando que el mismo no ha
alterado la doctrina cristiana, sólo ha avanzado en algunos puntos, y dado orientaciones pastorales y
disciplinarias (ej. litúrgicas) para hacerla más comprensible al hombre de hoy.
Por eso estos “progresistas” se escandalizan cuando encuentran documentos “post-conciliares” que,
como no podría ser de otra manera, reafirman principios y verdades que la Iglesia ha enseñado durante
siglos, y a las que se oponen. Así lo hace continuamente el Catecismo de la Iglesia Católica, y las
encíclicas Veritatis Splendor y Evangelium Vitae, de Juan Pablo II; y como lo hiciera oportunamente el
Credo del Pueblo de Dios y la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI. Entonces les arrojan el
calificativo de “pre-conciliares” para con ello indicar que se trata de cosas “viejas” que ya no tendrían
valor y que deberíamos rechazar.
“Este Concilio Vaticano investiga a fondo la sagrada tradición y la doctrina de la Iglesia, de
las cuales saca a luz cosas nuevas, coherentes siempre con las antiguas” (Concilio Vaticano II,
declaración Dignitatis Humanae, nº 1)

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

“También se aplican a la doctrina moral las palabras pronunciadas por Juan XXIII con
ocasión de la inauguración del Concilio Vaticano II (11 de octubre de 1962): «Esta doctrina (la
doctrina cristiana en su integridad) es, sin duda, verdadera e inmutable, y el fiel debe prestarle
obediencia, pero hay que investigarla y exponerla según las exigencias de nuestro tiempo. Una
cosa, en efecto, es el depósito de la fe o las verdades que contiene nuestra venerable doctrina, y
otra distinta es el modo como se enuncian estas verdades, conservando, sin embargo, el mismo
sentido y significado»” (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor nº 53 nota 100).
“Se debe evitar inducir a los fieles a que piensen diferentemente, como si después del
Concilio ya estuvieran permitidos algunos comportamientos, que precedentemente la Iglesia
había declarado intrínsecamente malos. ¿Quién no ve que de ello se derivaría un deplorable
relativismo moral, que llevaría fácilmente a discutir todo el patrimonio de la doctrina de la
Iglesia? (Pablo VI, alocución a los miembros de la Congregación del Santísimo Redentor,
setiembre de 1967)” (Juan Pablo II, Veritatis Splendor, nº 80, nota 131)
“Las enseñanzas del Concilio no constituyen un sistema orgánico y completo de la doctrina
católica. Esta es más vasta..., y el Concilio no la ha puesto en duda ni la ha modificado
sustancialmente. Por lo contrario, la ha confirmado, ilustrado... No debemos separar las
enseñanzas del Concilio del patrimonio doctrinal de la Iglesia, sino más bien ver como se
insertan en él” (Pablo VI, Alocución del 12 de enero de 1966)
“[Es] falsa y abusiva [la] interpretación del Concilio que quisiera una ruptura con la
tradición, incluso doctrinal, llegando al repudio de la Iglesia pre-conciliar, y a la licencia de
concebir una Iglesia “nueva”, casi “reinventada” desde el interior, en la constitución, en el
dogma, en la costumbre, en el derecho” (Pablo VI, Discurso al Colegio Cardenalicio, 23/6/1972)
Actividad 5: El diario español el País recibió con este titular una Encíclica del Papa Benedicto XVI: “La
historia de la humanidad se torció desde la Revolución Francesa. La razón humana es insuficiente. Sin
Dios no existe justicia. Estos son tres de los ejes de Spe salvi (Salvados en la esperanza), la segunda
encíclica del papa Benedicto XVI, firmada y publicada ayer en el Vaticano. Se trata de un texto de 77
páginas destinado a crear polémica, porque algunos de sus conceptos recuperan el integrismo
preconciliar. El Papa recuerda a los cristianos que habrá juicio final y que existen el purgatorio y el
infierno”. ¿Qué observaciones caben al mismo a la luz de lo estudiado?
9. Los tipos de Documentos en los que se expresa el Magisterio.
Como tuvimos ocasión de señalar, los Papas utilizan documentos de diverso tipo para expresar sus
enseñanzas. La naturaleza del documento nos permite advertir el grado de firmeza y obligatoriedad que
se le pretende dar. Aunque su uso ha variado a lo largo del tiempo, y no siempre se ajusta a cánones
rígidos, entre los tipos de documentos más importantes podemos identificar los siguientes:
En cuanto a la forma de su presentación, encontramos:
 Bulas: son documentos papales muy importantes, generalmente solemnes, escritos en un
pergamino especial al que se coloca un sello de plomo llamado “bulla”. Podemos mencionar por
ejemplo la Bula “Inter Sanctos” por la que Juan Pablo II proclamó a San Francisco de Asís
patrono de la Ecología (1979).
 Breves: escritos también en pergamino, pero con sello de cera, que les da menos solemnidad e
importancia. No son de uso común en la actualidad.
 Decretos, rescriptos y cartas: escritos en papel ordinario, con un sello estampado en tinta.
Suelen contener decisiones y resoluciones, obligatorios para aquellos a quienes se dirigen.
También son escritos en papel ordinario las cartas papales (como las cartas encíclicas, cartas
apostólicas, etc.). Actualmente, es menos común el uso de sellos solemnes como las bulas y los
breves.
En cuanto a su contenido y autoridad, podemos identificar:

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• Constituciones apostólicas: tienen un contenido de gran solemnidad, y se dedican a asuntos


disciplinares o dogmáticos. A través de ellas el Papa ejerce su autoridad y promulga normas y
verdades vinculantes para los fieles. Por ejemplo, mencionemos la Constitución Apostólica
Munificentissimus Deus (1950), promulgada por el Papa Pío XII cuando definió el Dogma de la
Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos. O la Constitución Apostólica Fidei Depositum de
Juan Pablo II para la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica (1992).
• Cartas Encíclicas: son cartas formales del Magisterio Universal en que se presentan enseñanzas
de gran importancia. Originariamente se dirigían a los obispos, pero en nuestros días se destinan
generalmente a todos los fieles, o incluso a todos los hombres (como suele ocurrir con las que
abordan cuestiones sociales). Se iniciaron con la Ubi primum de Benedicto XIV en 1740. Se
titulan con las primeras palabras del texto en latín. La famosa Encíclica Rerum Novarum del
Papa se llama así pues comienza con esas dos palabras (que se traducen como “de las cosas
nuevas”). Las Encíclicas tratan normalmente de asuntos doctrinales, sociales y morales. Reciben
el nombre de epístolas encíclicas cuando se dirigen a un grupo restringido de obispos.
• Cartas Apostólicas: provienen del Papa o de alguna Congregación, y generalmente se utilizan
para alguna finalidad específica. Por ejemplo, tenemos la Carta Apostólica Dies Domini de Juan
Pablo II sobre la santificación del Domingo (1998), o, Mulieris Dignitatem sobre la dignidad y la
vocación de la mujer, con ocasión del año mariano, también de Juan Pablo II (1988).
• Exhortaciones Apostólicas: tienden a estimular alguna conducta o actividad específica dentro
de la Iglesia. Mencionemos, por ejemplo, la Exhortación Apostólica Christifideles Laici de Juan
Pablo II, sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (1988).
• Motu Proprio: son documentos papales que contienen las palabras "Motu proprio et certa
scientia". Significa que dichos documentos son escritos por la iniciativa personal del Santo Padre
y con su propia autoridad. Pueden ser de diverso tipo, combinándose con los anteriores. Por
ejemplo, podemos mencionar la Carta Apostólica en forma de Motu proprio "Misericordia Dei"
Sobre el sacramento de la reconciliación, motu propio de Juan Pablo II (2002).
• Alocuciones: son discursos orales de los papas, emitidos con ocasión de algún acontecimiento.
Son muchísimas.
• Instrucciones: a través de ellas se determinan los modos como debe ejecutarse o entenderse una
decisión o definición de la Iglesia; aunque en algunos casos también refieren a aspectos
meramente doctrinales (participando en tal caso del Magisterio Ordinario). Por ejemplo, la
Instrucción Donum vitae, sobre el Respeto a la vida humana naciente y la dignidad de la
procreación, de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1987).
• Directorios: síntesis de principios básicos de la enseñanza de la Iglesia para prestar ayuda a la
actividad pastoral en asuntos prácticos.
Los documentos más importantes se publican en latín (idioma oficial de la Iglesia) en las Acta
Apostolicae Sedis (AAS) y en el diario L'Osservatore Romano. Documentos de menos jerarquía pueden
encontrarse también en esta segunda publicación, además de versiones en diversos idiomas.
Claro que a veces la práctica eclesial se sirve de uno u otro documento sin respetar la finalidad
específica de cada tipo, por lo que será más relevante analizar el contenido que la forma de la enseñanza.
Actividad 6: teniendo en cuenta lo estudiado sobre el valor y obligatoriedad de la enseñanza de la
Iglesia, y los documentos en los que se expresa, lea el siguiente texto, y luego identifique: a) de qué tipo
de documento se trata; b) si se trata de un texto que integra o no el Magisterio de la Iglesia; c) Si debe
considerarse Magisterio: c1) universal o particular, c2) definitivo o no; c3) ordinario o extraordinario.
“Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los
Obispos -que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente,
aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina-, declaro que el

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto
eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la
Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio
ordinario y universal”105.
10. Principios fundamentales.
Toda la doctrina social de la Iglesia pueden sintetizarse en algunos criterios o valoraciones, que la
distinguen de los planteos de las diversas ideologías y que se sustentan con algunos principios
fundamentales más generales106.
Sintetizaremos ahora tales criterios, y más adelante los principios. Entre los criterios más importantes
debemos incluir:
1. El bien de la persona: las instituciones sociales deben buscar y promover el bien de la persona;
pero una persona que ha nacido para vivir en sociedad, y que tiene obligaciones sociales que
cumplir. La autoridad es un bien, porque necesitamos de ella para alcanzar el bien común.
2. El gobierno debe conducir a toda la sociedad hacia el bien común (bien integral participable
por todos los miembros de la comunidad); todas las formas de gobierno son aceptables
(monarquía, aristocracia, democracia) si se utilizan para buscar el bien común; aunque es
conveniente como regla general que la población participe en forma responsable y moderada del
gobierno.
3. La propiedad: es legítima la propiedad privada de los bienes, pero la propiedad tiene una
función social: las personas no pueden utilizarla de modo egoísta, sino que deben contribuir con
ella al bien común. Si no lo hacen, pueden ser coaccionados.
4. La economía: es bueno que sea desarrollada por personas privadas; pero se deben evitar
injusticias. Por eso el estado debe intervenir en la economía cuando los grupos inferiores o los
particulares no puedan o no deban actuar; pero no debe absorberlos ni eliminarlos; en lo
posible, debe ayudarlos y cooperar con ellos. Es injusto que haya personas en abundancia
mientras otros están en la miseria. Pero teniendo todos lo necesario para vivir (“justicia
social”), no es injusto que algunos tengan más que otros. El sistema de salarios es justo si su
monto es suficiente para satisfacer las necesidades y proporcionado al estado de la empresa y la
economía; pero es bueno que los empleados participen también de las ganancias y las grandes
decisiones de la empresa. El estado debe controlar la competencia y el mercado para que no de
lugar a injusticias.
5. El estado: es un bien, fruto de la natural socialidad del hombre. Pero debe orientar su acción en
la búsqueda del verdadero bien común, definido según el auténtico bien de todos sus miembros.
No puede, por ello, negar sistemáticamente legítimas libertades, ni pretender subordinar la
religión al interés estatal. Primero está y debe estar Dios, y luego las cuestiones políticas.
6. La libertad: es muy importante, si es bien ejercida. El estado debe proteger el buen ejercicio de
la libertad, y desalentar su mal ejercicio.
7. La igualdad: todos los seres humanos poseemos una igualdad “esencial” porque formamos
parte de la misma familia humana. Esa igualdad esencial supone el respeto por los derechos
fundamentales de todos. Pero ello no significa postular un igualitarismo que deja de lado
diferencias razonables entre las personas fruto del esfuerzo, los méritos, merecimientos y
circunstancias de cada uno.

105
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, nro. 62.
106
Debo agradecer las observaciones del Dr. Ricardo Von Buren que me permitieron expresar de manera más clara
algunas de estas cuestiones.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

8. La religión: la religión debe ser de elección libre, nadie debe ser forzado a creer o a no creer.
Pero el estado debe colaborar con la acción evangelizadora de la Iglesia (sin imponer la
religión) y debe dar culto a Dios.
9. La moral: existen leyes y principios morales que deben ser respetados por todos. El estado debe
crear un ambiente social que promueva una buena vida moral de los ciudadanos.
Podemos definir también los cinco principios fundamentales: dignidad de la persona humana, bien
común, la justicia social, la solidaridad y la subsidiariedad.
a. Dignidad de la persona humana, es decir, que todo ser humano tiene un valor no
reductible a alguno de sus roles o características, y que lo hace digno de respeto
imponiéndole deberes y reconociéndole derechos. Claro que como el hombre tiene
libertad, puede, según como se conduzca en la vida, crecer o decrecer en su dignidad.
b. El bien común, es decir, la finalidad de la comunidad política será la búsqueda de un
conjunto de bienes materiales e inmateriales capaces de enriquecer y plenificar
auténticamente a todos sus miembros.
c. La justicia social exige que toda persona tenga la posibilidad de acceder con su trabajo
a la satisfacción de sus necesidades fundamentales y a participar del crecimiento y
desarrollo de la comunidad; satisfechas estas dos exigencias, es admisible la existencia
de propiedad privada, libertad de mercado, régimen de salarios, y no es injusto que
algunos ganen o posean más que otros107.
d. La solidaridad significa que todos los habitantes se encolumnan hacia la búsqueda del
bien común haciendo su contribución para que todos puedan participar de él. No cabe
por tanto ni lucha de clases o de razas, ni actitudes individualistas, ni defensa de
libertades o derechos individuales desconectadas de los deberes sociales y la búsqueda
del bien de la comunidad.
e. La subsidiariedad exige que ni el estado ni los grupos mayores asuman funciones o se
ocupen de cuestiones que los individuos o los grupos inferiores puedan gestionar por sí
solos o con ayuda de aquéllos. El estado no es el responsable directo de la satisfacción
de las necesidades humanas ni de la búsqueda del bien de los individuos, sino las
mismas personas y los grupos infrapolíticos que forman, debiendo intervenir aquél sólo
cuando éstos no puedan hacerlo y cooperar para que lo consigan. No debe significar la
absorción por parte del estado de funciones que pueden asumir grupos infrapolíticos ni
mucho menos el asumir toda la actividad económica.
Actividad 7: Luego de leer detenidamente los principios que sintetizan los postulados de la doctrina
social de la Iglesia, identifique a cuá/les de ellos se opone principalmente cada una de las siguientes
ideologías estudiadas en la Unidad anterior, fundamentando su respuesta: a) el liberalismo; b) el
comunismo marxista; c) el nacional socialismo alemán.
11. Principales documentos del Magisterio de la Iglesia
Entre los diversos documentos del Magisterio de la Iglesia, algunos son habitualmente citados como los
que condensan de manera más precisa su enseñanza social y política. El Compendio de Doctrina Social
de la Iglesia nos da un recorrido histórico por los más importantes, que sintetizamos aquí:
a) La Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891). Como respuesta a la primera gran cuestión
obrera y social producida por la revolución industrial en el marco del liberalismo capitalista, León XIII
promulga la encíclica social «Rerum novarum», examinando la condición y miseria de los trabajadores
asalariados. Enumera los errores que provocan el mal social, excluye el socialismo como remedio y
expone, precisándola y actualizándola, la doctrina social sobre el trabajo, sobre el derecho de propiedad,
107
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia por su parte refiere al principio de “destino universal de los bienes”, que
nosotros entendemos comprendido en el de justicia social.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

sobre el principio de colaboración contrapuesto a la lucha de clases como medio fundamental para el
cambio social, sobre el derecho de los débiles, sobre la dignidad de los pobres y sobre las obligaciones
de los ricos, sobre el perfeccionamiento de la justicia por la caridad, sobre el derecho a tener
asociaciones profesionales. Gracias a esta encíclica la Iglesia tuvo una voz clara y precisa, aunque poco
escuchada, para recordar principios con los que afrontar cristianamente los problemas sociales. Fue tan
importante esta Encíclica que los Papas que sucedieron a León XIII escribieron grandes documentos
sociales para conmemorar sus aniversarios: en 1891 fue Rerum Novarum, en 1941 Quadragesimo Anno
de Pio XI, en 1951 el radiomensaje La Solemnita de Pio XI, en 1961, Mater et Magistra de Juan XXIII,
en 1971 Octogesima Adveniens de Pablo VI, en 1981 Laborem Exercens y en 1991 Centesimus Annus
de Juan Pablo II.

b) La Encíclica Quadragesimo Anno de Pio XI (1931). A comienzos de los años Treinta, a breve
distancia de la grave crisis económica de 1929, Pío XI publica la encíclica «Quadragesimo anno», para
conmemorar los cuarenta años de la «Rerum novarum». Allí denuncia que la cuestión social era ahora
más grave porque se había internacionalizado. A la industrialización se había unido la expansión del
poder de los grupos financieros, en el ámbito nacional e internacional. Era el período posbélico, en el
que estaban afirmándose en Europa los regímenes totalitarios, mientras se exasperaba la lucha de clases.
La Encíclica rechaza el liberalismo, denuncia que la libertad económica se había destruido a si misma, y
que se gestaba una dictadura internacional del dinero. Advierte sobre la falta de respeto a la libertad de
asociación sindical y confirma los principios de solidaridad y de colaboración para superar las
antinomias sociales. Las relaciones entre capital y trabajo deben estar bajo el signo de la cooperación,
para lo cual propone morigerar el contrato de trabajo con elementos del contrato de sociedad. Recuerda
que el Estado, en las relaciones con el sector privado, debe aplicar el principio de subsidiaridad y la
organización profesional de la economía en grupos intermedios.

c) El Radiomensaje La Solemnitá de Pio XII (1941). Durante la segunda guerra mundial y en el difícil
período de la reconstrucción, Pio XII aprovechó los Radiomensajes navideños para hacer conocer sus
enseñanzas, profundizando la reflexión magisterial sobre un nuevo orden social, gobernado por la moral
y el derecho, y centrado en la justicia y en la paz. Recordó la relación que debe existir entre moral y
derecho, e insistió en la noción de derecho natural, como alma del ordenamiento que debe instaurarse
en el plano nacional e internacional. Entre sus mensajes famosos se cuenta a La Solemnita (1941),
dedicado a la cuestión social, el trabajo, la familia y la propiedad. Se detiene allí en el tema del uso de
los bienes materiales, recordando el derecho de todo hombre a acceder a los mismos al que se encuentra
subordinada la institución, socialmente beneficiosa, de la propiedad privada y el libre comercio entre los
hombres. Además, mencionemos Benignitas et Humanitas (1944), en el que constata la tendencia a
reconstruir los estados bajo formas democráticas, y advierte que ello solo será beneficioso si se
construyen sobre un pueblo capacitado, consciente y activo, y no una masa manipulada desde afuera; y
con gobiernos ocupados por hombres selectos capaces de ejercer su autoridad y que se subordinen a los
valores morales evitando toda forma de totalitarismo.

d) La Encíclica Mater et Magistra de Juan XXIII (1961). A 70 años de Rerum Novarum, el Papa
recorre diversos acontecimientos propios de los años sesenta: la recuperación después de las
devastaciones de la guerra, el inicio de la descolonización, y los primeros acercamientos en las
relaciones entre los dos bloques, americano y soviético. En Mater et Magistra se reconoce que la
cuestión social se está universalizando y afecta a todos los países, ya que junto con la cuestión obrera y
la revolución industrial, se delinean los problemas de la agricultura, de las áreas en vías de desarrollo,
del incremento demográfico y los relacionados con la necesidad de una cooperación económica
mundial. Las desigualdades, advertidas precedentemente al interior de las Naciones, aparecen ahora en
el plano internacional y manifiestan cada vez con mayor claridad la situación dramática en que se
encuentra el Tercer Mundo. Frente a ellas el Papa recuerda la necesidad de combatir el individualismo
acentuando la comunidad y la socialización.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

e) La Encíclica Pacem in terris de Juan XXIII (1963). Se encuentra dedicada al tema de la paz, en una
época marcada por la proliferación nuclear. Contiene, además, la primera reflexión a fondo de la Iglesia
sobre los derechos humanos; es la encíclica de la paz y de la dignidad de las personas. Subraya la
importancia de la colaboración entre todos y por ello es la primera vez que un documento de la Iglesia
se dirige no solo a sus fieles sino también «a todos los hombres de buena voluntad», convocando a
establecer un nuevo sistema de relaciones en la sociedad humana, bajo el magisterio y la égida de la
verdad, la justicia, la caridad y la libertad.

f) La Constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II (1966). Constituye una
significativa respuesta de la Iglesia a las expectativas del mundo contemporáneo. Procura renovar la
exposición de la doctrina social, fiel a los principios de siempre, pero expresada de modo más
comprensible para el hombre contemporáneo, y centrando especialmente la reflexión sobre la dignidad
de la persona humana. Estudia orgánicamente los temas de la cultura, de la vida económico-social, del
matrimonio y de la familia, de la comunidad política, de la paz y de la comunidad de los pueblos, a la
luz de la visión antropológica cristiana y de la misión de la Iglesia. También del Concilio Vaticano II,
de gran relevancia en el «corpus» de la doctrina social de la Iglesia, es la declaración «Dignitatis
humanae», en el que se proclama el derecho a la libertad religiosa (1966).

g) La Encíclica Populorum Progressio de Pablo VI (1967). Está dedicada al problema del desarrollo,
recordando que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, que consiste en el paso de condiciones
menos humanas a condiciones más humanas de vida, y que requiere el desarrollo de todos los hombres y
de todo el hombre. Indica las coordenadas de un desarrollo integral del hombre y de un desarrollo
solidario de la humanidad. Este paso no está circunscrito a las dimensiones meramente económicas y
técnicas, sino que implica, para toda persona, la adquisición de la cultura, el respeto de la dignidad de
los demás, el reconocimiento de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. En
esta línea, Pablo VI instituye en 1967 la Pontificia Comisión «Iustitia et Pax» para estimular a la
comunidad católica a promover el desarrollo de los países pobres y la justicia social internacional.

h) La Carta Apostólica Octogesima adveniens de Pablo VI (1971). El Papa reflexiona sobre la sociedad
post-industrial con todos sus complejos problemas, poniendo de relieve la insuficiencia de las
ideologías para responder a estos desafíos: la urbanización, la condición juvenil, la situación de la
mujer, la desocupación, las discriminaciones, la emigración, el incremento demográfico, el influjo de
los medios de comunicación social, el medio ambiente.

i) La Encíclica Laborem exercens de Juan Pablo II (1981). Está dedicada al trabajo, como bien
fundamental para la persona, factor primario de la actividad económica y clave de toda la cuestión
social. El trabajo debe ser entendido no sólo en sentido objetivo y material; es necesario también tener
en cuenta su dimensión subjetiva, en cuanto actividad que es siempre expresión de la persona. Además
de ser un paradigma decisivo de la vida social, el trabajo tiene la dignidad propia de un ámbito en el que
debe realizarse la vocación natural y sobrenatural de la persona.

j) La Encíclica Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II (1988). Publicado para conmemorar el vigésimo
aniversario de la Populorum progressio, trata nuevamente el tema del desarrollo bajo un doble aspecto:
el primero, la situación dramática del mundo contemporáneo, bajo el perfil del desarrollo fallido del
Tercer Mundo, y el segundo, el sentido, las condiciones y las exigencias de un desarrollo digno del
hombre. La encíclica introduce la distinción entre progreso y desarrollo, afirmando que el verdadero
desarrollo no puede limitarse a la multiplicación de los bienes y servicios, esto es, a lo que se posee,
sino que debe contribuir a la plenitud del “ser” del hombre.

k) La Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II (1991). Conmemora los cien años de Rerum
novarum y muestra la continuidad doctrinal de cien años de Magisterio social de la Iglesia. Ante el gran
cambio de 1989 con la caída del sistema soviético, manifiesta la necesidad de construir una democracia

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

y una economía libre que no renieguen de la verdad y los valores fundamentales, en el marco de una
indispensable solidaridad.

Síntesis
• La Doctrina Social de la Iglesia es el conjunto de enseñanzas de la Iglesia sobre la manera en que
debe desarrollarse la vida social, política y económica del hombre, para conformarse con el plan de
Dios y conducirlo a la felicidad presente y la vida eterna
• Se justifica porque el bien pleno del hombre, su respuesta al llamado de Dios, interés de la Iglesia, se
juega también en su vida familiar, social, política y económica.
• De manera inmediata la Doctrina Social de la Iglesia está expresada en las enseñanzas del
Magisterio de la Iglesia, y en particular, del Papa. De manera mediata, remite a la Revelación y la
ley natural.
• El objeto de la Doctrina Social de la Iglesia son las enseñanzas cristianas y de ley natural en relación
con la convivencia social, política y económica, en orden a su salvación. Si bien en sentido amplio
todos los fieles pueden ser sus autores, la jerarquía es la encargada de enseñar con autoridad y definir
puntos controvertidos. Sus destinatarios son, primero, los fieles, pero también todos los hombres de
buena voluntad capaces de comprender la ley natural.
• La Doctrina Social de la Iglesia es una doctrina social, política y económica, que no puede ser
reducida a una sola dimensión de la convivencia; un conjunto de principios que no debe ser
confundido con una propuesta o programa técnico, económico o político concreto; una doctrina
práctica y no una mera expresión de deseos; que remonta a los primeros tiempos de la Iglesia aunque
ha sido expuesta sistemáticamente desde la cuestión social generada por la Revolución Industrial;
una síntesis doctrinal coherente y original y no una transacción entre las ideologías marxista y
capitalista liberal.
• Toda la enseñanza de la Iglesia merece respeto, pero no toda reclama el mismo grado de adhesión y
obediencia. Esto último depende del contenido de la enseñanza, su autor, la forma y reiteración en
que es expresada. Debe considerarse definitivo y demanda adhesión dócil de todos los fieles cuando
se vincula con verdades enseñadas a la Iglesia universal por los Papas o los obispos unidos a él, de
manera solemne (Magisterio extraordinario o ex cathedra) o reiterada (Magisterio ordinario
reiterado), sobre aspectos morales o de fe. En cambio, cabe un margen de debate teológico privado y
respetuoso cuando son tesis no definitivas, y una mayor libertad de adhesión frente a juicios
dependientes de elementos contingentes.
• Se ha intentado desacreditar la enseñanza de la Iglesia imputándole grandes crímenes históricos que
la desautorizarían, y juzgando su doctrina como cambiante y contradictoria. Lo primero suele
sustentarse en valoraciones históricas falsas o descontextualizadas, y que de todos modos no
desacreditan la enseñanza que ha permanecido profunda y constante incluso en los momentos más
oscuros. Lo segundo surge habitualmente de confundir la invariabilidad de los principios
fundamentales, con: a) su aplicación a cambiantes realidades, b) la evolución homogénea del dogma,
c) la expresión en estilo y lenguaje adaptado a cada momento, d) reglas o ritos específicos.
• El Concilio Vaticano II buscó la manera de renovar la enseñanza de la Fe conforme las
características del hombre contemporáneo, pero no quiso ni realizó modificaciones sustanciales en el
contenido de la enseñanza de la Iglesia.
• A diferencia de las ideologías, la Doctrina Social de la Iglesia tiene sus propios postulados sobre el
bien de la persona, la primacía del bien común, la legitimidad de la propiedad privada con función
social, la economía con iniciativa privada y justicia social, la bondad y necesidad del estado y la
autoridad, la defensa de una libertad bien ejercida y una igualdad que no desconozca las legítimas
diferencias, y la libre elección y protección pública de la religión y la moralidad.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• Los grandes postulados de la Doctrina Social de la Iglesia pueden sintetizarse en los principios de
dignidad de la persona humana, el bien común, la justicia social, la solidaridad y la subsidiariedad.
Textos de apoyo

“La Iglesia no se hace cargo de la vida en sociedad bajo todos sus aspectos, sino con su competencia propia, que es la
del anuncio de Cristo Redentor: «La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o
social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones,
luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina». Esto quiere
decir que la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas y no instituye ni propone sistemas o modelos
de organización social: ello no corresponde a la misión que Cristo le ha confiado. La Iglesia tiene la competencia que le
viene del Evangelio: del mensaje de liberación del hombre anunciado y testimoniado por el Hijo de Dios hecho
hombre.”108

“En la doctrina social de la Iglesia se pone en acto el Magisterio en todos sus componentes y expresiones. Se encuentra,
en primer lugar, el Magisterio universal del Papa y del Concilio: es este Magisterio el que determina la dirección y
señala el desarrollo de la doctrina social. Éste, a su vez, está integrado por el Magisterio episcopal, que específica,
traduce y actualiza la enseñanza en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas situaciones locales.
La enseñanza social de los Obispos ofrece contribuciones válidas y estímulos al magisterio del Romano Pontífice. De
este modo se actúa una circularidad, que expresa de hecho la colegialidad de los Pastores unidos al Papa en la
enseñanza social de la Iglesia. El conjunto doctrinal resultante abarca e integra la enseñanza universal de los Papas y
la particular de los Obispos. En cuanto parte de la enseñanza moral de la Iglesia, la doctrina social reviste la misma
dignidad y tiene la misma autoridad de tal enseñanza. Es Magisterio auténtico, que exige la aceptación y adhesión de
los fieles. El peso doctrinal de las diversas enseñanzas y el asenso que requieren depende de su naturaleza, de su grado
de independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocados.”109

“Está el hecho de que la Iglesia universal no puede incurrir en error, ya que está gobernada por el Espíritu Santo,
Espíritu de verdad. Así lo prometió el Señor a sus discípulos diciendo: Cuando venga El, el Espíritu de verdad, os
guiará hasta la verdad plena (Jn 16,13). Ahora bien, el Credo ha sido promulgado por la autoridad de la Iglesia
universal. Por lo tanto, no hay en él nada que sea inconveniente”110.
“Así, pues, Nos, siguiendo la tradición recogida fielmente desde el principio de la fe cristiana, para gloria de Dios
Salvador nuestro, para exaltación de la fe católica y salvación de los pueblos cristianos, con aprobación del sagrado
Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra
—esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad
apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal—, por la asistencia
divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor
divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto,
que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia”111

“Los Obispos, cuando enseñan en comunión por el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos
de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte tienen obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión
del espíritu al parecer de su Obispo en materias de fe y de costumbres cuando él la expone en nombre de Cristo. Esta
religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico del Romano
Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y
con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él según el deseo que haya manifestado él mismo, como puede
descubrirse ya sea por la índole del documento, ya sea por la insistencia con que repite una misma doctrina, ya sea
también por las fórmulas empleadas. Aunque cada uno de los prelados por sí no posea la prerrogativa de la
infalibilidad, sin embargo, si todos ellos, aun estando dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión
entre sí y con el Sucesor de Pedro, convienen en un mismo parecer como maestros auténticos que exponen como
definitiva una doctrina en las cosas de fe y de costumbres, en ese caso anuncian infaliblemente la doctrina de Cristo. la
Iglesia universal, y sus definiciones de fe deben aceptarse con sumisión. Esta infalibilidad que el Divino Redentor quiso
que tuviera su Iglesia cuando define la doctrina de fe y de costumbres, se extiende a todo cuanto abarca el depósito de
la divina Revelación entregado para la fiel custodia y exposición. Esta infalibilidad compete al Romano Pontífice,

108
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 68.
109
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 80.
110
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 1, a. 9, c.
111
Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática I sobre la Iglesia, 18 de julio de 1870.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Cabeza del Colegio Episcopal, en razón de su oficio, cuando proclama como definitiva la doctrina de fe o de costumbres
en su calidad de supremo pastor y maestro de todos los fieles a quienes ha de confirmarlos en la fe (cf. Lc., 22,32). Por
lo cual, con razón se dice que sus definiciones por sí y no por el consentimiento de la Iglesia son irreformables, puesto
que han sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo prometida a él en San Pedro, y así no necesitan de
ninguna aprobación de otros ni admiten tampoco la apelación a ningún otro tribunal. Porque en esos casos el Romano
Pontífice no da una sentencia como persona privada, sino que en calidad de maestro supremo de la Iglesia universal, en
quien singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de la fe
católica. La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los Obispos cuando ejercen el supremo
magisterio juntamente con el sucesor de Pedro. A estas definiciones nunca puede faltar el asenso de la Iglesia por la
acción del Espíritu Santo en virtud de la cual la grey toda de Cristo se conserva y progresa en la unidad de la fe.”112
“Los concilios afirman que la infalibilidad atribuida al Romano Pontífice es personal, en el sentido que le corresponde
personalmente por ser sucesor de Pedro en la Iglesia de Roma. En otras palabras, esto significa que el Romano
Pontífice no es el simple portador de una infalibilidad perteneciente, en realidad, a la Sede romana. Ejerce su
magisterio y, en general, el ministerio pastoral como vicarius Petri: así se le solía llamar durante el primer milenio
cristiano. Es decir, en él se realiza casi una personificación de la misión o la autoridad de Pedro, ejercidas en nombre
de aquel a quien Jesús mismo se las confirió. Con todo, es evidente que al Romano Pontífice no se le ha concedido la
infalibilidad en calidad de persona privada, sino por el hecho de que desempeña el cargo de pastor y maestro de todos
los cristianos. Además, no la ejerce como quien tiene autoridad en sí mismo o por sí mismo, sino «por su suprema
autoridad apostólica» y «por la asistencia del Espíritu Santo, prometida a él en la persona de san Pedro». Por último,
no la posee como si pudiera disponer de ella o contar con ella en cualquier circunstancia, sino sólo cuando habla ex
cathedra, y sólo en un campo doctrinal limitado a las verdades de fe y moral, y a las que están íntimamente vinculadas
con ellas. 2. Según los textos conciliares, el magisterio infalible se ejerce en la doctrina de fe y costumbres. Se trata del
campo de las verdades reveladas explícita o implícitamente, que exigen una adhesión de fe y cuyo depósito, confiado a
la Iglesia por Cristo y transmitido por los Apóstoles, ella custodia. Y no lo custodiaría de forma adecuada, si no
protegiese su pureza e integridad. Se trata de verdades que atañen a Dios en sí mismo y en su obra creadora y
redentora; al hombre y al mundo, en su condición de criaturas y en su destino según el designio de la Providencia; y a
la vida eterna y a la misma vida terrena en sus exigencias fundamentales con vistas a la verdad y al bien. Se trata, pues,
también de verdades para la vida y de su aplicación al comportamiento humano. El Maestro divino, en su mandato de
evangelización, ordenó a los Apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo
lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19-20). En el área de las verdades que el magisterio puede proponer de modo
definitivo entran aquellos principios de razón que, aunque no estén contenidos en las verdades de fe, se hallan
íntimamente vinculados con ellas. En la realidad efectiva, de ayer y de hoy, el magisterio de la Iglesia y, de manera
especial, el del Romano Pontífice es el que salva estos principios y los rescata continuamente de las deformaciones y
tergiversaciones que sufren bajo la presión de intereses y vicios consolidados en modelos y corrientes culturales. En
este sentido, el concilio Vaticano I decía que es objeto del magisterio infalible «la doctrina sobre la fe y costumbres que
debe ser sostenida por la Iglesia universal» (DS 3074). Y en la nueva fórmula de la profesión de fe, aprobada
recientemente (cf. AAS 81, 1989, pp. 105; 1169), se hace la distinción entre las verdades reveladas por Dios, a las que
es necesario prestar una adhesión de fe, y las verdades propuestas de modo definitivo, pero no como reveladas por Dios.
Estas últimas por ello, exigen un asenso definitivo, pero no es un asenso de fe. 3. En los textos conciliares se hallan
especificadas también las condiciones del ejercicio del magisterio infalible por parte del Romano Pontífice. Se pueden
sintetizar así: el Papa debe actuar como pastor y maestro de todos los cristianos, pronunciándose sobre verdades de fe y
costumbres, con términos que manifiesten claramente su intención de definir una determinada verdad y exigir la
adhesión definitiva a la misma por parte de todos los cristianos. Es lo que acaeció, por ejemplo, en la definición de la
Inmaculada Concepción de María, acerca de la cual Pío IX afirmó: «Es una doctrina revelada por Dios y debe ser, por
tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles« (DS 2803); o también en la definición de la Asunción de María
santísima, cuando Pío XII dijo: «Por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y
Pablo, y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado...» (DS 3903). Con esas
condiciones se puede hablar de magisterio papal extraordinario, cuyas definiciones son irreformables «por sí mismas y
no por el consentimiento de la Iglesia» (ex sese, non autem ex consensu Ecclesiae). Eso significa que esas definiciones,
para ser válidas, no tienen necesidad del consentimiento de los obispos: ni de un consentimiento precedente, ni de un
consentimiento consecuente, «por haber sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo, prometida a él (al
Romano Pontífice) en la persona de san Pedro, y no necesitar de ninguna aprobación de otros ni admitir tampoco
apelación a otro tribunal» (Lumen gentium, 25). 4. Los Sumos Pontífices pueden ejercer esta forma de magisterio. Y de
hecho así ha sucedido. Pero muchos Papas no la han ejercido. Ahora bien, es preciso observar que en los textos
conciliares que estamos explicando se distingue entre el magisterio ordinario y el extraordinario, subrayando la
importancia del primero, que es de carácter permanente y continuado, mientras que el que se expresa en las
definiciones se puede llamar excepcional. Junto a esta infalibilidad de las definiciones ex cathedra, existe el carisma de

112
Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, nro. 25.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

asistencia del Espíritu Santo, concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y
moral, y para que, por el contrario, iluminen bien al pueblo cristiano. Este carisma no se limita a los casos
excepcionales, sino que abarca en medida diferente todo el ejercicio del magisterio”113.
“Se debe admitir que los representantes de la Iglesia percibieron sólo lentamente que el problema de la estructura justa
de la sociedad se planteaba de un modo nuevo. No faltaron pioneros: uno de ellos, por ejemplo, fue el Obispo Ketteler
de Maguncia († 1877). Para hacer frente a las necesidades concretas surgieron también círculos, asociaciones, uniones,
federaciones y, sobre todo, nuevas Congregaciones religiosas, que en el siglo XIX se dedicaron a combatir la pobreza,
las enfermedades y las situaciones de carencia en el campo educativo. En 1891, se interesó también el magisterio
pontificio con la Encíclica Rerum novarum de León XIII. Siguió con la Encíclica de Pío XI Quadragesimo anno, en
1931. En 1961, el beato Papa Juan XXIII publicó la Encíclica Mater et Magistra, mientras que Pablo VI, en la Encíclica
Populorum progressio (1967) y en la Carta apostólica Octogesima adveniens (1971), afrontó con insistencia la
problemática social que, entre tanto, se había agudizado sobre todo en Latinoamérica. Mi gran predecesor Juan Pablo
II nos ha dejado una trilogía de Encíclicas sociales: Laborem exercens (1981), Sollicitudo rei socialis (1987) y
Centesimus annus (1991). Así pues, cotejando situaciones y problemas nuevos cada vez, se ha ido desarrollando una
doctrina social católica, que en 2004 ha sido presentada de modo orgánico en el Compendio de la doctrina social de la
Iglesia, redactado por el Consejo Pontificio Iustitia et Pax”114.
Solución de las actividades de aprendizaje
Actividad 1: La Iglesia no hace política ni incurre en ingerencia política indebida cuando valora, a la luz de la
revelación y la ley natural, conductas o proyectos sociales, para determinar si son coherentes con el bien y la doctrina de
salvación. Justamente, es la Misión que Dios le ha encomendado. De otro modo debería hablar solamente de cuestiones
ajenas a las conductas humanas.
Actividad 2: en cuanto a sus fuentes, la Doctrina Social de la Iglesia tiene uno de sus fundamentos en la ley natural, que
puede ser reconocida aún por quienes no tienen fe. En cuanto a sus destinatarios, procura acercar a todos los hombres a
la salvación, y no solo a quienes ya se han incorporado a ella. Y específicamente, como diremos en la unidad siguiente,
a quienes corresponde trabajar en el campo social, político y económico, inspirándose en sus principios, es a los laicos y
no a los sacerdotes.
Actividad 3: La Doctrina Social de la Iglesia incluye principios de reflexión, basados en la revelación y la ley natural.
No pretende aportar recetas políticas o económicas válidas para todo tiempo o lugar. Son justamente los especialistas
(en economía, política, sociología, cultura, etc.) los que deben, orientados por los principios de la doctrina social,
elaborar las propuestas concretas para solucionar los problemas específicos de un momento o de un lugar.
Actividad 4: la continuidad se manifiesta en la inspiración de fondo y las directrices de acción derivadas de los valores
universales de la Revelación y la ley natural. La mutabilidad en las conclusiones que se derivan de la aplicación de los
mismos principios a realidades históricas cambiantes y complejas.
Actividad 5: el texto supone que existiría una ruptura en la historia de la Iglesia entre lo anterior y lo posterior al
Concilio, y por eso cuestiona como preconciliar que Benedicto XVI recuerde verdades católicas permanentes. En rigor,
“El País”, como diario socialista, lo que busca es que la Iglesia cambie su doctrina (entre otras cosas contraria a los
postulados socialistas) y por eso le molesta tanto que el Papa reitere lo que ha enseñado siempre el catolicismo.
Actividad 6: a) se trata de una Carta Encíclica; b) integra el Magisterio de la Iglesia, no es una opinión privada ni una
regla de rito; c1) universal, dirigida a todos los fieles; c2) definitiva; c3) si bien se hace referencia al Magisterio
ordinario –reiterado-, la solemnidad con que se proclama la cuestión “con la autoridad que Cristo confirió a Pedro...
declaro...” parece acercarse al Magisterio Extraordinario.
Actividad 7: el liberalismo desconoce la justicia social pues rechaza la intervención del estado para beneficiar a los más
pobres, la solidaridad porque hace prevalecer la libertad individual sobre el bien común, y la subsidiariedad en la parte
en que exige colaborar con los grupos inferiores para que puedan cumplir con sus fines. El comunismo marxista
desconoce la solidaridad al enfrentar a las personas en clases, y la subsidiariedad al postular el intervencionismo
totalitario del estado. El nacional socialismo, de manera similar, reniega de la solidaridad al dividir a los seres humanos
según su raza, y la subsidiariedad al invadir el estado la actividad de los grupos inferiores y los individuos.
Actividades de Autoevaluación (marque la respuesta más acertada)
1. La Doctrina Social de la Iglesia se denomina así porque:
a) No proviene de la Revelación sino que es creada por la Iglesia.
b) Es de la Iglesia oficial, pero no es la misma que sostienen sus miembros.

113
Juan Pablo II, Audiencia General, miércoles 24 de marzo de 1993
114
Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, 25/1/2006, nro. 27.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

c) Se encuentra aprobada por quienes tienen en la Iglesia autoridad.


d) Se encuentra creada por los Papas.
2. Se justifica que la Iglesia tenga una doctrina social porque:
a) La Iglesia tiene por misión liberar al hombre de la opresión social y económica.
b) En la vida social, política y económica también se pone en juego el destino del hombre.
c) La Iglesia con su experiencia conoce mucho sobre el posible éxito de sistemas políticos o económicos.
d) La revelación contiene enseñanzas sobre el mejor sistema político, social o económico deseable.
3. La ley natural debe considerarse:
a) Una fuente inmediata de la Doctrina Social de la Iglesia.
b) Una fuente mediata de la Doctrina Social de la Iglesia.
c) Una fuente de la Doctrina Social de la Iglesia, mediata e inmediata a la vez.
d) Una contribución, pero no una fuente de la Doctrina Social de la Iglesia.
4. La Doctrina Social de la Iglesia aparece:
a) Con la Iglesia misma.
b) Con la reflexión de los Padres de la Iglesia.
c) Con la Revolución Industrial.
d) Con la Encíclica Rerum Novarum de León XIII.
5. Lo que tipifica al llamado Magisterio Ordinario es:
a) Que no resulta obligatorio.
b) Que no resulta definitivo.
c) Que no utiliza formas solemnes de definición.
d) Que no refiere a cuestiones de Fe.
6. La enseñanza social de la Iglesia:
a) No contiene elementos de adhesión obligatoria para los fieles.
b) Es toda ella obligatoria para los fieles.
c) Contiene elementos obligatorios y otros más opinables.
d) Es solo una invitación a la reflexión.
7. Si analizamos la posible modificación de la Doctrina de la Iglesia, encontramos:
a) Que ni la enseñanza ni los ritos deben cambiar.
b) Que la enseñanza no debe cambiar, pero sí los ritos y disciplinas.
c) Que los principios fundamentales no cambian, pero si sus aplicaciones como también los ritos.
d) Que tanto los principios de la enseñanza como los ritos han cambiado a lo largo de la historia.
8. Respecto de la propiedad, la Doctrina Social de la Iglesia:
a) Admite que sea privada, pero prefiere que sea colectiva.
b) Prefiere que sea privada, pero que cumpla con función social.
c) Prefiere que sea privada, pero no con función social para no caer en el socialismo.
d) No admite que sea privada porque da lugar a pobreza y desigualdad.
9. El principio por el cual el estado no debe absorber las funciones propias de la familia, sino contribuir para que ella
pueda cumplirlas mejor, se llama:
a) Principio de subsidiariedad.
b) Principio de solidaridad.
c) Principio de justicia social.
d) Principio de primacía del bien común.
10. El principio por el cual, sin que se pretenda una igualación absoluta, todos tienen que poder acceder a satisfacer sus
necesidades mínimas, y tener oportunidades para participar del crecimiento del conjunto, se llama:
a) Principio de subsidiariedad.
b) Principio de solidaridad.
c) Principio de justicia social.
d) Principio de primacía del bien común.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Trabajo práctico nro. 1


Consideraciones generales:
A continuación encontrará las consignas del primer trabajo práctico de este curso.
Su objeto será que pueda servirse de los elementos estudiados para comprender mejor una Encíclica
concreta, de su elección.
Tenga en cuenta que se esperan respuestas breves y concretas. Por ello, sus respuestas deben
condensarse, en total, en un documento que abarque entre 800 (mínimo) y 1400 (máximo) palabras.
Se evaluará especialmente:
1) La comprensión de los temas estudiados.
2) La aptitud para utilizar los contenidos asimilados para el análisis de documentos
magisteriales.
3) La capacidad de síntesis.
4) La precisión y claridad en la expresión.

Las consignas son las siguientes:


1. Busque una Encíclica que aborde cuestiones sociales, políticas o económicas. Cualquiera que
prefiera.
2. Realice una lectura comprensiva de la misma.
3. Relacione su contenido con lo estudiado sobre la natural socialidad del hombre y la primacía del bien
común frente a las tesis del contrato social.
4. Sintetice tres enseñanzas de la misma que reflejen algunos de los principios fundamentales de la
doctrina social de la Iglesia: primacía de la persona, bien común, solidaridad, justicia social y
subsidiariedad.
5. Compare brevemente algunas enseñanzas de la Encíclica elegida con las propias de las diversas
ideologías sociales (liberalismo, comunismo, socialismo, nazismo, fascismo).
6. Identifique el grado de adhesión y obligatoriedad que le parece merecen las enseñanzas utilizadas en
los ejercicios 4 y 5 anteriores, fundamentando su identificación.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Unidad 4 “El estado, el régimen político y el ordenamiento constitucional”

Presentación
Ahora que ya sabemos cómo debemos acceder al conocimiento de la dimensión social del ser humano,
recorrido sus principios fundamentales, identificado las ideologías que han pretendido exponerla de
manera incompleta, fraccionada o interesada, y reconocido la contribución que ha hecho la Iglesia para
mejor comprenderla, estamos en condiciones de iniciar nuestro análisis de las diversas temáticas y
dimensiones de la vida social.
Y comenzaremos con la dimensión específicamente política. Hoy día, después de tantas desilusiones, la
palabra política está a veces socialmente desprestigiada. Pero ello porque concebimos la política no
como lo que es, sino como la hacen quienes la aprovechan para obtener ventajas personales. La política,
en cambio, es una actividad humana muy noble, la de unirnos con otros hombres y organizarnos para
buscar el bien común. Aristóteles definió al ser humano, justamente, como un animal “político”. Por
eso decir “no me interesa la política” denota, o una confusión de términos, o una actitud de grave
egoísmo: muchas personas parecen concebir que su única responsabilidad es con su familia, o al menos,
con sus amigos. Pero no nos perfeccionamos solos, ni únicamente en nuestras familias, o con nuestros
allegados. Muchas familias se quejan de lo difícil que es educar hoy a los adolescentes cuando las
condiciones sociales no ayudan, sin advertir que esas condiciones sociales son las que entran en juego
cuando se dice “no me interesa la política”.
Nuestros deberes de estado no se agotan con los familiares. También somos ciudadanos y deberemos
rendir cuentas de cómo invertimos el tiempo y los talentos también en la influencia que nos cabe en la
organización de la comunidad común. De eso nos ocupamos en esta unidad.
Cuando se habla de doctrina social cristiana, generalmente se alude a las cuestiones socioecónomicas.
No se advierte que antes de éstas están las estrictamente políticas. Porque, por un lado, la actividad
económica es parte de la tarea que el hombre realiza en comunidad. Pero además, porque si en una
comunidad política no hay clara conciencia del bien común y sus exigencias, la autoridad no cumple su
rol, no se organiza de modo de garantizar que lleguen al gobierno los más capaces, y que una vez en el
gobierno, lo desempeñen de modo controlado y adecuado, sin ingerencias indebida de intereses
personales, corporativos o extranjeros, entonces la economía no va a beneficiar al conjunto. Por eso,
aún para hacer posible una economía justa, hace falta una política sana.
Objetivos
∗ Comprender qué es el estado, sus características e importancia.
∗ Identificar al bien común político como la noción más importante para comprender y valorar las
cuestiones que hacen a la vida comunitaria.
∗ Reconocer la importancia de la autoridad en la comunidad, identificando su fundamento y límites.
∗ Descubrir los criterios fundamentales para valorar los regímenes políticos, y en particular, la forma
democrática.
∗ Distinguir el pueblo de la masa, y la verdadera participación de la participación y representación
engañosas.
∗ Reconocer la importancia de la relativa soberanía de los estados, y al mismo tiempo, su necesaria
inserción en la comunidad internacional de acuerdo con criterios de justicia.
∗ Advertir el mutuo compromiso que debe asumir la Iglesia y el Estado en pos del bien integral del ser
humano, evitando, al mismo tiempo, las invasiones indebidas como la mutua indiferencia,
incomprensión o enemistad.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Temario
1. El estado: concepto y características.
2. El bien común político.
3. La autoridad política.
4. Origen, fundamento, límites de la autoridad política.
5. El régimen político: las formas de estado y de gobierno.
6. Pueblo y masa, participación y representación.
7. La distribución y el control del poder.
8. Los grupos infrapolíticos y la comunidad política.
9. Patria, nación y estado.
10.La soberanía y la globalización.
11.El estado y la Iglesia.

Mapa conceptual

Comunidad
internacional
Iglesia

COMUNIDAD
POLÍTICA

AUTORIDAD Bien Común


Político
Grupos infrapolíticos

Forma de gobierno RÉGIMEN POLÍTICO


Forma de estado

Bibliografía específica para esta Unidad

Además de la bibliografía general indicada al comienzo, puede consultarse:


Aristóteles, La política.
Boullion, Víctor, La política de Santo Tomás, editorial Nuevo Orden, Bs. As., 1965.
Castaño, Sergio, El estado como realidad permanente, editorial La Ley, Bs. As., 2002.
Fosbery, Anibal Fr., Reflexiones sobre el quehacer político en la Argentina de hoy, editorial FASTA,
Bs. As., 2001.
Fosbery, Anibal Fr., Laicismo y Laicidad, Universidad Fasta, Mar del Plata, 2006.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Lamas, Félix, La concordia política, editorial Abeledo Perrot, Bs. As., 1975.
Meinvielle, Julio, Concepción católica de la política, ediciones Dictio, Bs. As., 1974.
Montejano, Bernardino, Proyecto Nacional y Política, en AA.VV., Actualidad de la Doctrina Social de
la Iglesia, editorial Abeledo Perrot, Bs. As., 1980, pág. 113 y ss.
Morelli, Mariano, Santo Tomás, Rousseau y el origen y fundamento de la autoridad, en El Derecho,
Número Especial de Filosofía del Derecho, julio del 2004.
Palacio, Ernesto, Teoría del Estado, Eudeba, Bs. As., 1979.
Ramos, Fulvio, La Iglesia y la Democracia, ediciones Cruz y Fierro, Bs. As., 1984.
Rommen, Heinrich A., El Estado en el pensamiento católico, Instituto de Estudios Políticos, Madrid,
1991.
Sanchez Agesta, Luis, Principios cristianos del orden político, editorial Temática, Bs. As., 1986.
Sampay, Arturo, Introducción a la Teoría del Estado, editorial Bibliográfica Omeba, Bs.As., 1964.
Tomás de Aquino, Del régimen de los príncipes, traducción de Victorino Rodríguez con el título El
régimen político de Santo Tomás de Aquino, editorial Fuerza Nueva, Madrid, 1978.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Desarrollo temático
1. El estado: concepto y características.
¿Qué entendemos por estado? La palabra, como tal, es de origen moderno. Aparece durante el
renacimiento, utilizada por el famoso Nicolás Maquiavelo. Pero aquí no nos interesa tanto la historia de
la “palabra”, como la “cosa” que se designa con ella.
En la Unidad 1 referimos a la natural socialidad del hombre. Cómo la persona se une en grupos con sus
semejantes buscando fines comunes. Notábamos como existía una pluralidad de tales grupos, porque
cada uno no podía alcanzar el bien completo exigido por las personas. Se une en familias, las familias
en villas, las villas en ciudades... Cada grupo superior venía a posibilitar la consecución de bienes que
los grupos inferiores, solos, no podían lograr. Pero ocurre que en determinado momento se alcanza la
formación de un grupo capaz de poner a disposición de todos un número razonablemente
suficientemente de bienes, materiales e inmateriales, de los que todos pueden participar para alcanzar su
perfeccionamiento. Ese conjunto de bienes, comunes, siendo suficientemente integral y completo, se
llama “bien común político”. Y ese grupo o asociación recibe el nombre de “comunidad política”, que
comúnmente se llama también “estado”.
Hemos dicho que en el estado se alcanza el bien común de manera “suficiente” o “razonablemente”
completa e integral, porque en rigor, los estados son generalmente incapaces de hacerlo de manera
absolutamente completa, y por eso, incluso se asocian con otros estados. Pero para que estemos frente a
una comunidad política y no un grupo infrapolítico debe poder alcanzar los bienes humanos necesarios
para una vida plena en un grado suficiente.
Podemos llamar estado o comunidad política a un grupo de personas, que asentadas en un territorio,
buscan el bien común político, bajo un gobierno. Población, territorio, bien común y gobierno son así
sus elementos fundamentales. Lógicamente, las dimensiones del estado y sus características específicas
varían a lo largo de la historia y la geografía del planeta. En la antigua Grecia tenía las dimensiones de
una ciudad, y por eso se habla de la ciudad estado o “polis” griega. Hoy los estados suelen ocupar
territorios bastante más extensos que los de una ciudad.
El territorio es importantísimo porque es la base material de la convivencia. Los grandes países han
sacrificado muchos recursos para preservar su territorio y defender la tierra entregada por sus
antepasados, para dejarla próspera y libre a las generaciones futuras. Desde 1816, el territorio argentino
ha sufrido continuas y graves pérdidas, favorecidas fundamentalmente por la falta de sentido nacional
de nuestros gobernantes y diplomáticos, que preferían un estado pequeño para poder gobernarlo desde
una oligarquía capitalina y asemejarlo a las naciones europeas.
La población también es esencial. Las grandes potencias de la historia han contado con una población
numerosa y activa. En Argentina la población es reducida (lo que es una desventaja económica, por
escasa mano de obra y reducido mercado interno que consuma para poder producir) y está mal
distribuída (existen zonas, sobre todo fronterizas, donde la falta de población es un riesgo ante el avance
de los países limítrofes). Esta es otra razón por la que resultan contrarias al interés nacional las
campañas de antinatalidad, aborto, promiscuidad sexual. Los países del "primer mundo", como
consecuencia de su hedonismo (buscar el placer como fin) y consumismo, egoísmo y permisividad
sexual, se están despoblando (fallece más gente que la que nace); lo que los lleva a promover el control
poblacional de los países en vías de desarrollo, con argumentos como el interés "ecológico", los
"derechos sexuales", la "educación sexual", buscando que éstos no crezcan demográficamente temiendo
que su crecimiento pueda ser contrario a sus intereses. Para lograr una distribución demográfica más
conveniente, debería recurrirse a políticas fiscales de promoción y ayuda social; sistemas que muchas
veces no han sido efectivos por los "negociados" y por la conveniencia electoral de tener grandes
conglomerados pobres alrededor de las grandes ciudades.
Al mismo tiempo que lugares vacíos, existe sobrepoblación en las zonas urbanas, impidiendo de ese
modo una convivencia al modo humano. Las personas se concentran en macro ciudades donde es

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

imposible conocer a sus semejantes, mantener con ellos relaciones humanas. Son anónimos en medio de
miles de anónimos. Y con ello, además de empobrecerse la convivencia, dificultarse el control del
gobierno y debilitarse la conciencia de constituir un grupo buscando un bien común, se alienta el delito
y la transgresión. Es urgente la implementación de políticas tendientes a desconcentrar la población de
modo que en lugar de reunirse en gigantescos centros urbanos forme poblados a escala y medida
humana.
A veces se utiliza el término “estado” para referir al gobierno o la administración. Y ello nos hace
perder conciencia de que como comunidad política el estado somos todos nosotros. Debemos ser
cuidadosos para no confundir al gobierno con la comunidad política. El gobierno es solo uno de los
elementos de ésta. Cuando algo pone en peligro al estado, o compromete al estado, o debe ser pagado
por el estado, significa que nos pone en peligro a todos, que nos compromete a todos, o que debe ser
pagado por todos... El mismo error lleva también a creer que la solución a una crisis nacional es
cambiar el gobierno y listo... Que se puede mejorar un estado por decreto. El estado es la comunidad
misma, organizada en sus naturales instituciones. El solo cambio de gobierno no garantiza la mejora de
la sociedad. Al revés: los malos gobernantes suelen acceder y mantenerse en el poder aprovechando que
los individuos y los grupos sociales abandonan sus roles y responsabilidades en la búsqueda del bien
común. Como ha enseñado Sacheri, el principio de subsidiariedad “exige que todo el orden social y
económico se edifique desde abajo hacia arriba, como todas las realidades vivientes. Solo así podrá
respetarse en los hechos la iniciativa, la creación y la responsabilidad de las personas y los grupos.
Proceder a la inversa sería caer en los errores comprobados del estatismo comunista o, al menos, en
uno de tipo fascista. La vida social no puede ser “fabricada” a golpes de decretos más o menos
arbitrarios, ni siquiera para “forzar” la pronta instauración de un orden más sano”115.
2. El bien común político.
En la primera unidad habíamos tenido ocasión de referirnos al bien común, advirtiendo que se trataba
de una noción esencial para entender el orden social. Los hombres se unen porque hay bienes comunes
que alcanzar, se unen para alcanzarlos, y se organicen de modo que sea mejor alcanzarlos. Pero a veces
reputan como bienes comunes lo que no lo son en sentido pleno o integral, como cuando un grupo de
bandidos se asocia para delinquir de manera más eficiente. Bienes comunes en sentido estricto o
completo son solo los capaces de enriquecer y plenificar a la persona humana de manera integral.
También hemos visto como los seres humanos forman innumerables grupos y asociaciones para
conseguir variados bienes comunes, pero que esta pluralidad y riqueza asociativa se ve en cierto sentido
completada y coronada cuando logran establecer una comunidad política, un estado, que como tal
cuenta con los medios necesarios para asegurarlos todos de manera relativamente suficiente.
El bien común político es entonces el bien común completo o integral. ¿Qué incluye? Un conjunto de
bienes, participables por todos, capaces de enriquecer las diversas inclinaciones y necesidades de la
persona. Es decir, que el bien común político incluye en la posibilidad de todos de acceder al alimento,
la vivienda, el vestido, el cuidado de la vida y la salud, la riqueza en general, bienes culturales,
educativos, artísticos, intelectuales, la seguridad en el goce los bienes, un ambiente de convivencia que
promueva la virtud y el comportamiento recto (moral pública), etc. Por eso se ha podido decir que
“según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende «el conjunto de condiciones de la
vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y
más fácil de la propia perfección»”116. Lógicamente, al decir que contiene un conjunto de condiciones
no significa que sea solo una condición y no un fin: es el fin de la comunidad política. Ni significa que
los hombres lo busquen de una manera egoísta o individualista: deben perseguirlo como común, capaz
de enriquecer a todos.

115
Sacheri, Carlos, El Orden Natural, pág. 102.
116
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 164, quien cita al Concilio Vaticano II, Const.
past. Gaudium et spes, 26: AAS 58 (1966) 1046; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1905-1912; Juan XXIII, Carta enc. Mater et
magistra: AAS 53 (1961) 417-421; Id., Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 272-273; Pablo VI, Carta Ap. Octogesima
adveniens, 46: AAS 63 (1971) 433-435.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Respecto del bien común, cada miembro de la sociedad política debe comprometerse a:
1. Trabajar con los otros miembros para alcanzarlo, enriquecerlo y conservarlo cumpliendo las
responsabilidades que le competen según su estado y situación. No solo perjudica al bien común
quien lo ataca, sino también quien omite poner sus capacidades para contribuir a promoverlo.
2. Evitar decisiones y comportamientos capaces de obstaculizar o perjudicar su consecución por
parte de las otras personas.
En esta tarea es necesaria la vigencia de una razonable unidad complementada por una suficiente
pluralidad, como explicamos en la primera unidad.
De todos modos, debemos estar prevenidos frente a visiones distorsionadas del bien común político:
 La del totalitarismo o colectivismo, que separa el bien común del bien de la persona,
legitimando el atentado contra los derechos de ésta (que en rigor son parte del bien común) para
obtener algún beneficio de la comunidad; y persiguen cualquier forma de disidencia como un grave
atentado contra el estado.
 La del individualismo liberal, que concibe a la comunidad como un medio del que cada
individuo se sirve para sus fines individuales, que reduce el bien común a la sola defensa de la
seguridad y derechos individuales, o a la suma de los bienes particulares, y sólo considera dañado
el bien común cuando las personas causan daños directos y manifiestos contra quienes no los
aceptan libremente.
Actividad 1: es habitual escuchar este argumento: el consumo de drogas que una persona realiza
privadamente, es un acto personal que no perjudica al bien común. Igual la decisión de conducir sin
utilizar un casco protector o un cinturón de seguridad. Por eso, es ilegítimo que el derecho lo prohíba. Si
lo hace se está conduciendo de manera autoritaria y violando los derechos individuales. Intente
responder brevemente al argumento teniendo en cuenta lo estudiado sobre el contenido del bien común,
lo que exige de los miembros del grupo, y los errores más comunes en la materia.
3. La autoridad política.
El hombre necesita de la vida comunitaria para perfeccionarse porque sólo, aislado, es incapaz de
desarrollar al máximo sus plenitudes. Esa vida comunitaria se hace razonablemente completa e integral
en la comunidad política. Gracias a la vida en común los hombres alcanzan, también en común, bienes
muy superiores a los que podrían acceder de manera individual y aislada.
Pero ese conjunto suficiente de bienes que se pueden alcanzar y participar en común (bien común
político) requiere de algunos seres humanos que asuman la tarea de:
• Seleccionarlos prudentemente (cuáles bienes alcanzar).
• Secuenciarlos (cuales perseguir ahora y cuáles luego).
• Fijar los medios o instrumentos más adecuados para conseguirlos.
• Supervisar, estimular y motivar a los miembros del grupo en esa dirección. Esta
responsabilidad incluye la de aplicar sanciones penales, proporcionadas al delito cometido,
luego de un juicio en el que razonablemente se haya demostrado la culpabilidad.
• Coordinar la acción de todos para que no entorpezcan su obtención sino que contribuyan a
ella.
Si cada miembro del grupo privilegiara los bienes que mejor le parece, los organizara como mejor le
parece, utilizara los medios que sean de su mejor preferencia, y se condujese como desease en ese
camino, reinaría el desorden, sería imposible alcanzar el bien común político. Sería como si en un
equipo de fútbol cada jugador diseñara en cada partido su propia estrategia, sus objetivos individuales,
entrenara por su cuenta, etc. No habría triunfo seguramente.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

La manera de realizar las tareas indicadas puede asumir una u otra forma o metodología, y por eso
tenemos diferentes regímenes políticos y formas de gobierno, como veremos seguidamente. Cuando se
trata de grupos pequeños, es más sencilla la participación de un mayor número en tales decisiones. A
medida que los grupos humanos se amplían y complejizan, es más común que se destaquen algunos
seres humanos que por vocación, idoneidad, o preferencia, se vuelquen a ellas de una manera especial,
y así nace lo que se ha dado en llamar “clase dirigente” y que en un estado constituye la clase política.
Y que reunidas las condiciones vigentes en cada comunidad, se constituyen en “gobierno”·y asumen la
“autoridad”, es decir, el derecho de reclamar obediencia para sus decisiones. ¿Por qué?
La consecución del bien común requiere no solo que tengan lugar las tareas de dirección mencionadas,
sino también que una vez realizadas los miembros del grupo se sujeten a ellas. Que esa selección,
secuenciación, implementación de instrumentos y coordinación sea seguida por todos. Sean todos,
muchos, pocos los que hayan intervenido en las decisiones, según las características de cada comunidad
política, no pueden estar sujetas luego a la libre voluntad de cada miembro. Requieren, entonces, de
obediencia. Obediencia que no tienen nada que ver con un seguimiento ciego e irracional. Obediencia
como virtud de comprender que lo razonable para el bien de todos es conducirse conforme con criterios
que han sido fijados aunque podría desde alguna perspectiva no convenirnos, o hubiésemos preferido
uno diferente.
Actividad 2: Tomás de Aquino se plantea en sus obras la cuestión acerca de si el gobierno hubiese
existido si el hombre no hubiese cometido el pecado original117. O lo que es lo mismo, si sería necesario
el gobierno en una sociedad de santos. De acuerdo con lo expresado, ¿cuál le parece habría sido la
respuesta de Santo Tomás a la cuestión?
Por eso, también, es común que la comunidad organice instituciones a fin de dotar a quienes ejercen la
autoridad política de poder, es decir, de una capacidad de influir en otros para que se comporten
conforme con sus decisiones. No debemos confundir la autoridad con el poder. El poder es un hecho,
un elemento sociológico; quien consigue que otros realicen lo que desea tiene poder. La autoridad es un
derecho, un elemento axiológico; quien debe legítimamente esperar de los otros obediencia, tiene
autoridad. Un gran financista puede tener mucho poder en un país, pero no tiene autoridad. Se impone,
pero no tiene derecho a imponerse. Un gobernante legítimo tiene autoridad, pero puede ocurrir que de
manera circunstancial o transitoria vea debilitado el poder por fuerzas que intentan disputárselo. Fíjese
bien que decimos transitoriamente, porque si el gobernante pierde totalmente el poder, ello es signo de
que ya no es la persona idónea para seguir conduciendo a la comunidad hacia el bien común, y por ello
ya difícilmente pueda reclamar autoridad.
4. Origen, fundamento, límites de la autoridad política.
Podemos sintetizar las tesis analizadas en un razonamiento completo del siguiente tenor:
 La plenitud del hombre requiere de la vida comunitaria.
 La vida comunitaria persigue el bien común político.
 Vida comunitaria y bien común político requieren de una autoridad.
 La existencia de una autoridad supone la relación de mando y obediencia.
 Por ello, autoridad, mando y obediencia, son buenos y necesarios.
Podemos añadir ahora otra viñeta, y llegaremos a una conclusión importante:
 Dios ha creado al hombre como ser social y comunitario.
Y consiguientemente,
 La autoridad proviene de Dios.

117
Tomás de Aquino, Suma Teológica, Parte I, q. 97, a. 1.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Ello quiere decir, entiéndaselo bien, que Dios ha creado al hombre de tal manera que necesita para ser
pleno de vida social con autoridad, y por ello, desea que haya autoridad, y consiguientemente, quiere
que se obedezca a las autoridades. Podemos entender entonces la enseñanza revelada: “Sométanse todos
a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por
Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden
divino” (Carta de San Pablo a los Romanos, 13, 1-2). También podemos entender cómo Cristo pudo
decir a Poncio Pilatos “No tendrías ningún poder sobre mí, si no se te hubiera dado de lo Alto”
(Evangelio según San Juan, 19, 11).
Claro que eso no significa que:
 Dios sea el que elija a los gobernantes o que los gobernantes puedan considerarse
designados por Dios.
 El régimen político no pueda disponer de sistemas de designación o incluso de remoción de
sus gobernantes.
 Cualquier orden, mandato o decisión de la autoridad merezca obediencia.
Más bien todo lo contrario. Dios quiere que haya autoridad, y que se obedezca a los legítimos
gobernantes. Pero que se los obedezca en lo que tengan de legítimos y en la medida en que conservan su
legitimidad. De hecho, a renglón seguido, San Pablo advierte que los magistrados deben ser servidores
de Dios para el bien y en tal carácter solo debería temerle el que obra mal (Carta de San Pablo a los
Romanos, 13, 3-4)
Es común distinguir entre una legitimidad de origen (si quien gobierna es quien tiene derecho a
gobernar) de una legitimidad de ejercicio (si tiene derecho a tomar ésta o aquélla medida de gobierno).
Claro que son cuestiones interdependientes. Quien es capaz de gobernar adecuadamente (de tener
legitimidad de ejercicio) es capaz de adquirir derecho a gobernar (legitimidad de origen). Quien lleva
adelante el gobierno de manera injusta (ilegitimidad de ejercicio), puede perder la autoridad
(ilegitimidad de origen).
¿Y cuál es el criterio para saber si es legítimo desobedecer, o incluso, remover al gobernante? A veces
las reglas instituidas en una comunidad (el derecho positivo) fijan algunos cánones en la materia al
establecer, por ejemplo, principios constitucionales que deben ser respetados por los gobernantes, o
causales por las que pueden ser removidos. Pero incluso aunque éstas no existan o resulten insuficientes
o incluso equivocadas, identificamos un criterio más profundo. Es el mismo que hemos señalado como
el que fundamenta y da sentido a la vida comunitaria: el bien común político. Es la necesidad de la vida
comunitaria para la plenitud humana lo que justifica que exista autoridad y que se la obedezca. Los
gobernantes que toman decisiones contrarias al bien común político no pueden pretender obediencia, y
si reinciden, no pueden pretender permanecer como gobernantes. Pero con razón alguien podría pensar,
si cada uno va a valorar si debe obedecer o no a las decisiones, o incluso, sostener o procurar la
remoción de un gobernante, sería un caos. Y tiene razón. Porque las decisiones de un gobernante
pueden ser perjudiciales para el bien común, pero también puede ser perjudicial para el bien común
desobedecerlo, o intentar removerlo. Ello puede traer peores consecuencias, desde la guerra civil hasta
la anarquía, el debilitamiento del sentido de obediencia, la generalización de actitudes rebeldes y
contestatarias, la inestabilidad política. Por eso, como se ve, la cuestión no es sencilla y requiere de
mucha prudencia. Podemos comprender así que resulte legítima la desobediencia a las decisiones o
normas establecidas por la autoridad, siempre luego de haber agotado los recursos normativos
razonablemente disponibles para cuestionarlas (recursos de amparo, planteos de inconstitucionalidad,
etc.), sólo cuando:
1. Nos imponen la obligación de realizar conductas inaceptables. Se trata del supuesto
conocido como “objeción de conciencia”, en este caso obligatoria, que tiene lugar
cuando desobedecemos una disposición normativa porque nos llevaría a realizar actos
que sabemos son moralmente inaceptables. Es lo que ocurre, por ejemplo, con médicos
de hospitales a quienes se orden realizar alguna forma de aborto. “Hay que obedecer a

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Dios antes que a los hombres” respondieron los apósteles al Tribunal que pretendía que
dejasen de predicar (Hechos de los Apóstoles, 5, 29). Alguien podría plantear: pero si no
obedecemos podríamos ser sancionados. Es verdad, pero no es lícito “hacer el mal para
que venga el bien” (Carta de San Pablo a los Romanos 3, 8). Si somos sancionados,
seremos injustamente sancionados, y si bien es legítimo rebelarnos ante esta injusticia,
no es legítimo que nosotros cometamos una injusticia (obedeciendo la directiva) para
evitarnos una injusticia (sufrir la pena).
2. Nos imponen individualmente o como miembros de la comunidad un perjuicio, más
grave y serio que el perjuicio que ocasionaríamos con nuestra desobediencia. Aquí la
decisión no es tan sencilla como la anterior. Si la disposición normativa nos llevaba a
hacer algo malo, debíamos desobedecerla. Pero si la decisión nos causa un perjuicio
individual o común, debemos evaluar, con mucha prudencia, si es conveniente
desobedecer, porque desobedeciendo también causamos perjuicios. Pensemos, por
ejemplo, en la imposición de impuestos injustos, por su excesivo peso, por su injusta
distribución según la riqueza, o por su cuestionable destino. La autoridad no tiene
derecho a imponer tributos así, es cierto. Pero desobedecer las normas sobre impuestos
además de traernos problemas personales, resta fondos al estado para realizar obras en
beneficio de todos, y puede dar mal ejemplo a los otros. De modo que la desobediencia
deberá ser, más bien, excepcional, y luego de un análisis suficientemente equilibrado.
Cuando resulta razonable no cumplir la decisión, nos encontramos ante casos que dan
lugar a la que se conoce como “desobediencia civil”.
Análisis similares debemos tomar en cuenta respecto de la posibilidad de destituir al gobernante, a
través de los recursos previstos en el régimen para la remoción (juicio político), o incluso a través de la
fuerza (resistencia armada o resistencia a la opresión). Debe ser una decisión que requiere de mucha
cautela y que precisa:
1. Actos reiterados del gobernante gravemente perjudiciales para el bien común.
2. Ausencia de otros mecanismos o recursos disponibles para evitarlos.
3. Que los perjuicios que se seguirán del levantamiento se estimen de menor gravedad que los que
causa la permanencia del gobernante.
4. Que existan suficientes probabilidades de éxito.
Siempre debemos tener claro que las revoluciones violentas solo pueden justificarse en situaciones
extremas, porque producen graves heridas al tejido social. En ese sentido, los cambios graduales,
pacíficos y a paso firme (evolución sostenida) suelen ser mucho más efectivos, profundos y duraderos
que las “revoluciones”. Claro que ello requiere de algunas virtudes como la prudencia, la paciencia y la
humildad, virtudes de las que suelen carecer muchos “revolucionarios” al modelo francés.
“Ya se sabe: la insurrección revolucionaria - salvo en caso
de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a
los derechos fundamentales de la persona y dañase
peligrosamente el bien común del país engendra nuevas
injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca
nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio
de un mal mayor”.118
Actividad 3: Entre 1926 y 1929 tuvo lugar en Méjico un enfrentamiento armado conocido como
“guerra cristera”. En 1917 el gobierno mejicano había promulgado una constitución profundamente anti
religiosa. Prohibía el juramente, el culto público, confiscaba todas las propiedades de la Iglesia
(inclusive los templos), prohibía a sacerdotes dirigir escuelas, etc. Sin embargo, estas disposiciones no

118
Pablo VI, Encíclica Populorum Progressio, nro. 31.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

fueron aplicadas hasta que asumió la presidencia el General revolucionario Plutarco Elías Calles. A
partir de 1926, entre otras cosas, impuso la obligación a los sacerdotes de casarse, prohibió la existencia
de comunidades religiosas, la posibilidad de que la Iglesia tuviese obras de caridad para con los
necesitados, permitió que l os gobiernos locales fijaran límites a la cantidad de sacerdotes que podía
haber en cada estado o ciudad (en algunas se fijó en uno solo), y creó nuevos delitos, como el que los
sacerdotes anduviesen por la calle con alguna vestimenta de su culto, o que criticasen las leyes, o que
los padres catequizasen a sus hijos. Frente a esa actitud persecutoria, los católicos se organizaron
pacíficamente, imprimieron folletos, y reunieron dos millones de firmas solicitando se reformara la
constitución, pero el gobernante no accedió. Intentó entonces presionar al gobierno haciendo un boicot
no pagando impuestos, minimizando el consumo de combustible y de productos comercializados por el
gobierno; y si bien ocasionaron un grave perjuicio a la economía nacional, el gobierno continuó con la
persecución religiosa. Se fue organizando entonces un movimiento que reivindicaba los derechos a la
práctica religiosa, y que en 1927 empezó a acopiar armas, a organizar pequeños batallones de
campesinos, y a reclutar cada vez más miembros bajo el llamado “Viva Cristo Rey”. Pese a que no
practicaban la leva forzosa como la mayoría de los movimientos revolucionarios, sino que la adhesión
era voluntaria, y a que el mercado de armas norteamericano se negó a venderles armamentos, el ejército
cristero se hizo cada vez más poderoso. La mayoría de los obispos tomaron distancia del movimiento
armado, prefiriendo negociar con el gobierno. Los laicos cristeros, sin embargo, continuaron su
levantamiento. El gobierno fracasó en su intento de ponerle un fin inmediato, pese a la dura represión,
que incluyó la ejecución de prisioneros, la matanza de civiles, el saqueo, la violación, el incendio de los
pueblos y cosechas, y la práctica de colgar de árboles y postes a cualquier persona sospechada de estar
vinculada al movimiento cristero. En 1929 el ejército cristero contaba con casi 50000 miembros, y el
gobierno comprendió que no podía batirlo, y aceptó dar marcha atrás con su política. Las leyes anti
religiosas, sin ser derogadas, no fueron aplicadas con todo su rigor. Decenas de miles habían muerto
durante el conflicto, y cientos fueron asesinados de manera revanchista luego del cese de las
hostilidades, cazados al regresar a sus hogares. Algunos de los que murieron en esta guerra fueron
canonizados por Juan Pablo II el Domingo 21 de Mayo del 2000. La libertad religiosa en Méjico, pese a
la profunda religiosidad del pueblo, sólo tuvo cabida desde la reforma constitucional de 1992. Nos
hemos extendido en nuestro relato para pedirle ahora que analice y valore lo acontecido a la luz de lo
expuesto sobre la autoridad, su fundamento, legitimidad, y el deber de obediencia a las mismas.
Redacte un breve párrafo haciendo dicho análisis y valoración.
Respecto de la autoridad es necesario advertir varias tesis equivocadas:
 Consensualismo: estima que el origen de la autoridad está en el consenso o acuerdo de la
población, se legitima si obtiene ese consenso, y se pierde en la medida en que éste
desaparece. Desconoce así que la autoridad es exigida por el mismo bien del hombre, y que no
cualquier gobierno ni cualquier ejercicio de gobierno es aceptable sólo porque un grupo,
mayoritario o minoritario, le brinde su acuerdo. Por otro lado, si el consenso legitima la
autoridad, ¿cómo se podría obligar a alguien a obedecer si no es su voluntad hacerlo? Es el
bien común, y no la voluntad de las personas, la última instancia de legitimidad para juzgar un
régimen político o un gobierno. Claro que sin adhesión suficiente ningún gobierno se sostiene
ni por ello puede pretenderse capaz de alcanzar el bien común.
 Absolutismo: propone que el gobernante no está sometido a ninguna ley ni a ningún límite, ni
jurídico, ni ético, ni religioso. Consiguientemente, que se le debe obediencia incondicional.
 Derecho divino: considera que es Dios quien ha elegido al gobernante. Tesis sostenida por
algunos monarcas de la edad moderna, y por algunos regímenes de carácter teocrático. Como
hemos señalado, la autoridad viene de Dios, pero no es Dios sino cada comunidad política, a
través de su régimen político, la que lo adjudica a este o aquél. En la Edad Moderna la tesis del
absolutismo se combinó con la del derecho divino, entendiendo que el rey debía sujetarse a la
ley moral y religiosa, pero no a las leyes humanas y civiles, y por ello, no rendía cuentas ni era
responsable frente a la población, sino solo frente a Dios.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

 Anarquismo: entiende que la obediencia es algo negativo o indigno del hombre, que ningún
hombre debería someterse a otro. El estado y el gobierno es un mal que debe ser suprimido.
A veces, para sostener el anarquismo, se adoptan tesis ficticias sobre la soberanía popular
(como todos gobernamos nos obedecemos a nosotros mismos). O plantean organizaciones
políticas utópicas donde no existiría el gobierno (como postula el marxismo para la última
etapa de la sociedad comunista). El error está en no advertir que siendo la comunidad
necesaria para la plenitud humana, y el gobierno necesario para la comunidad, la necesidad de
la obediencia es algo exigido por el mismo bien del hombre.
 Liberalismo: como la libertad frente a toda coacción exterior es el máximo valor a preservar,
la autoridad, que necesariamente limita la libertad, es pensada como un mal necesario, que
como tal no puede ni debe ser suprimido, pero sí limitado y reducido al máximo,
encomendándosele únicamente unos pocos objetivos y finalidades: proteger la seguridad, la
libertad, los derechos individuales.
 Soberanía popular: considera que la autoridad reside en el pueblo. En la versión radical (Juan
Jacobo Rousseau y su teoría del contrato social), tiene en el pueblo su último origen. En su
versión moderada, proviene de Dios, pero Dios la entrega al pueblo y éste la transfiere al
gobernante (Francisco Suárez S.J. y teoría de la transmisión). La versión radical es
cuestionable pues desconoce el origen divino del poder y además los límites a los que
naturalmente se encuentra sujeto: todo dependería de la sola voluntad popular. Pero tampoco
parece del todo aceptable la tesis moderada, porque en comunidades complejas el pueblo no
puede desempeñar el rol de autoridad, y no siempre interviene toda la población de modo
voluntario en la designación del gobernante o el régimen político119. En los hechos, en
cualquier sociedad, no todas las personas participan de igual manera en el poder y capacidad
de influencia: es un hecho obvio que siempre algunas personas “tienen más poder” que otras.
Por eso la tesis moderada si bien es compatible con la religión cristiana y seguida por muchos
pensadores cristianos durante el siglo XVII y XVIII, no parece coherente con la realidad de las
cosas.
5. El régimen político: las formas de estado y de gobierno.
Hay diversas maneras posibles a través de las cuáles se puede determinar quiénes van a tener a su cargo
el ejercicio de la autoridad, y cómo deben hacerlo. Tenemos aquí las dos grandes cuestiones propias de
un régimen político: la forma de gobierno (la manera establecida para que un gobernante acceda al
gobierno) y la forma de estado (la forma establecida para que desempeñe su función de gobierno).
Ambas cuestiones, por supuesto, deben respetar tanto las reglas de la justicia en sí (derecho natural)
como las establecidas en la comunidad (derecho positivo). En materia de derecho natural, el criterio
determinante es el bien común político: respeta la justicia un gobernante que accede al gobierno y lo
desempeña de modo concorde con el bien común político. No sería legítimo un gobernante que ha
accedido al poder sólo por detentar el dominio económico de la población. Tampoco una forma de

119
Pese a ello, la recoge el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, sin remitir a documentos donde tal tesis haya sido
enseñada por la Iglesia. Notemos, en cambio, textos como el siguiente: “Le Sillón coloca primordialmente la autoridad pública en el
pueblo, del cual deriva inmediatamente a los gobernantes, de tal manera, sin embargo, que continúa residiendo en el pueblo.
Ahora bien, León XIII ha condenado formalmente esta doctrina en su encíclica Diuturnum illud sobre el poder político, donde
dice: "Muchos de nuestros contemporáneos..., afirman que toda autoridad viene del pueblo; por lo cual, los que ejercen el poder
no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del pueblo, y de tal manera que tiene rango de ley la afirmación
de que la misma voluntad que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica,
que pone en Dios, como en principio natural y necesario, el origen de la autoridad política". Sin duda "Le Sillon" hace derivar de
Dios esta autoridad que coloca primeramente en el pueblo, pero de tal suerte que la "autoridad sube de abajo hacia arriba,
mientras que, en la organización de la Iglesia, el poder desciende de arriba hacia abajo". Pero, además de que es anormal que la
delegación ascienda, puesto que por su misma naturaleza desciende, León XIII.. .prosigue: "Es importante advertir en este punto
que los que han de gobernar el Estado, pueden ser elegidos en determinados casos por la voluntad y el juicio di la multitud, sin
que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se le confieren
los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer" [5].” (Pio
X, Encíclica Notre Charge Apostolique, nro. 19).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

estado que legitimara que los gobernantes desempeñaran sus cargos para su propio beneficio y no para
el bien común.
Pero además de las reglas de lo justo en sí, cada comunidad establece normas que fijan órganos de
gobierno, formas en que acceden a sus cargos, facultades, competencias y atribuciones; normas de
derecho positivo. Varias formas pueden ser legítimas, siempre que sean adecuadas a la historia120,
necesidades y peculiaridades de cada sociedad. Hay estados que han alcanzado un alto grado de
crecimiento bajo regímenes más monárquicos, más republicanos, más aristocráticos. Algunos cargos los
asigna de manera temporaria, otros de manera vitalicia; algunos acceden por elección, otros por
descendencia familiar (monarquías hereditarias). Algunos tienen una mayor o menor cantidad de
funciones y atribuciones.
¿Y cómo define cada comunidad su forma de estado y de gobierno? Una mirada superficial llevaría a
pensar ficticiamente que la población se reúne y luego de conocer adecuadamente todas las opciones
elige libremente la que resulta más conveniente. Pero ello se encuentra de lo más alejado de la realidad.
Los estados se organizan en virtud de hechos históricos de los más variados, en los que generalmente un
grupo reducido de personas (la clase dirigente) obtiene los recursos humanos, económicos y políticos
necesarios como para implementar cierto orden y no recibe oposición suficiente de los demás, y así
logra establecerse y establecer el régimen político. A veces ello se consigue a través de revoluciones,
golpes armados, evolución gradual, voto de una parte de la población, etc.
A partir de la segunda guerra mundial se fue consolidando en occidente la preferencia por una forma de
gobierno y estado denominada como “democracia”. Lo que la caracterizaría sería: a) Los cargos
políticos más relevantes se asignan a través del voto periódico de una parte importante de la población;
b) Las decisiones importantes se toman por mayoría según el voto de personas que han sido elegidas
como representativas de las diversas ideas existentes en la sociedad; c) Se espera que las personas
elegidas respondan al deseo de aquéllos que los votaron.
Es una forma en si misma legítima, obviamente, en la medida en que conduzca al bien común de cada
comunidad. Responde al criterio espontáneo de cualquier grupo de comprobar la voluntad de cada uno
si se espera que todos acepten las decisiones. Tiene la ventaja de permitir reemplazar periódicamente a
los gobernantes de una manera pacífica y periódica. También la de dar una oportunidad legítima a los
diversos posibles proyectos sociales, evitando la tentación de recurrir a la violencia para imponerlos.
Contribuye a asegurar que quien gobierna disponga de suficiente apoyo social, sin el cual es imposible
conducir rectamente a la comunidad. La de crear conciencia de la responsabilidad que todos tienen de
preocuparse de los asuntos comunes y tomar decisiones en relación con ello. En última instancia,
corresponde a la idea de que cada uno debe hacerse responsable de su destino, sea personal, sea
comunitario.
Pero también tiene riesgos. La manipulación política, a través de la cual algunas personas consiguen ser
elegidas en base a campañas de propaganda y opinión pública, y luego diluyen su responsabilidad
atribuyendo sus decisiones a la voluntad de la población. La difusión de la idea de que el hecho de
contar con apoyo popular legitimaría cualquier decisión. Hombres grandes de la historia, como Sócrates
y el mismo Jesús, murieron condenados por el voto de una mayoría; hombres muy cuestionados, como
Adolfo Hitler, obtuvieron el poder merced a mecanismos “democráticos”. Y el peligro de que quienes
tomen las decisiones u ocupen los cargos no resulten realmente los más adecuados para que sean las
más conformes con el bien común.
Obviamente, la decisión a través de votos y mayorías tiene mayor aplicación cuando se trata de grupos
pequeños y de cuestiones que son fácilmente comprensibles por todos. Se tiende a deformar en grandes
sociedades y respecto de temas complejos.

120
"Tradición quiere decir dar votos a la más obscura de todas las clases, nuestros ancestros. Es la democracia de los muertos. La
tradición rechaza rendirse a aquella oligarquía arrogante quien simplemente resulta estar caminando alrededor." (Chesterton,
Gilbert, Ortodoxia, 1908).

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En esta materia debemos estar prevenidos frente a algunos errores comunes:


a) Reduccionismo en la legitimidad de las formas de gobierno: consiste en pretender que sólo
una única forma de régimen político es aceptable. En la edad moderna, por ejemplo, era común
considerar a la monarquía como la manera legítima de organizarse, y desvalorizar la democracia. En
nuestros días, se difunde la idea de que solo la democracia es lícita y otras formas de organización
política serían, de suyo, ilegítimas. Generalmente, esto se debe a una doble confusión: a) considerar que
es la voluntad o el consentimiento de las personas lo que legitima, y no el auténtico bien común; b)
desconocer que en la realidad de los gobiernos llamados democráticos se manipula la opinión pública y,
además, que no se siempre se responde, realmente, a lo que desearía la población.
b) Democracia como sustituto de la justicia: hemos visto que el régimen democrático es
admisible como manera de designar autoridades y tomar las decisiones. Ahora bien, ello no significa
que por haber tenido origen democrático una elección o una decisión sea buena, justa, aceptable, o
digna de ser seguida u obedecida. Hemos hablado más arriba de la objeción de conciencia y la
resistencia civil, que serían viables en las condiciones expresadas también ante decisiones
“democráticas”. A veces, erróneamente, se quiere presentar a la democracia como un sustituto de la
valoración ética: el mecanismo democrático garantizaría que la elección sea justa y deba ser aceptada.
Infinitos ejemplos de la historia muestran que no es así.
c) Democracia como gobierno del pueblo: que en regímenes democráticos haya posibilidad de
elección no implica, obviamente, que sea el pueblo el que gobierna o el titular de la autoridad. El
pueblo elige al gobierno, dentro de determinados requisitos y condiciones que lo limitan bastante. A
veces no elige a quien realmente quiere, sino que vota a quien considera el mal menor. De ninguna
manera puede pensarse que es la población la que está gobernando. Esta idea ficticia transfiere
indebidamente la responsabilidad del gobernante a la población (“la culpa no es de él, es nuestra porque
lo votamos”...). La palabra democracia proviene del griego demos-kratos (pueblo-gobierno): en la
antigua Atenas parte de la población resolvía, a través del voto, gran parte de los asuntos públicos. En
rigor, tampoco era un gobierno del pueblo pues solo participaban los varones (no las mujeres), griegos
(no los extranjeros), libres (no los esclavos), con ingresos (no los pobres): cerca del 10% de la
población.
La Iglesia ha recogido el deseo contemporáneo de expresar preferencias por la forma democrática de
régimen político, pero le ha marcado condiciones para que pueda considerarse legítima:
• Debe reconocerse como una de las posibles formas de gobierno legítimas, y no como la única.
• Debe asegurar la vigencia del bien común, garantizando a través de la autoridad la necesaria
igualdad, y respetando y protegiendo la pluralidad de organizaciones sociales con derecho a ser
reconocidas en su dimensión pública y privada.
• Debe descansar en una comunidad con una población que constituya un verdadero pueblo, y no
haya sido convertido en una mera masa de individuos.
• Debe asegurar una verdadera participación, y no estar sujeta a manipulaciones de la opinión
pública.
• Debe respetar las exigencias de la justicia, y no pretender que cualquier decisión se legitimaría
por el solo hecho de haber seguido un mecanismo democrático.
• Debe permitir que se forme una clase dirigente sana, honesta e idónea, con posibilidades reales de
llegar a ocupar los cargos públicos. Muchas veces ocurre que en las normas rige una democracia,
pero en los hechos, el gobierno se lo reparten las personas que cuentan con dominio económico
(como para invertir en campañas políticas, por ejemplo), o que celebran acuerdos corruptos con los
poderosos.
Claro que si utilizamos otras definiciones de democracia, entendiéndola como el gobierno para el bien
del pueblo, o el reconocimiento de una legítima participación de la población en los asuntos públicos, o

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el respeto por los derechos fundamentales del hombre, entonces ya la democracia no sería una de las
legítimas formas de gobierno, sino condiciones obligatorias que debe respetar cualquier forma de
gobierno para ser legítima, al menos en situaciones de normalidad política.
Aristóteles había clasificado las formas de gobierno puras (que buscan el bien común) en monarquía,
cuando gobierna uno; aristocracia, cuando gobiernan los mejores o virtuosos; y politeia cuando
gobiernan muchos. Y las mismas se deformaban cuando en lugar del bien común buscan el bien del
gobernante aprovechándose del resto: tiranía, oligarquía, y democracia (así llamaba Aristóteles a la
forma popular cuando la mayoría, aprovechando su gran número, atropellaba y oprimía a los otros
sectores sociales).
Es importante cuando tratamos estos temas no dejarnos engañar por las normas promulgadas, sino
atender a la realidad. Muchas veces las normas parecen indicar una cosa, pero el régimen político, en
realidad, es muy diferente de ello.
Una mirada realista nos lleva a advertir que en los hechos, todo gobierno exitoso está constituido por un
grupo reducido de personas que concentran gran parte del poder, seguidos por un grupo más o menos
numeroso de sujetos que los acompañan fervorosamente, ante un apoyo más bien pasivo de la gran
mayoría, y con la oposición de una minoría. En los hechos, nunca el poder puede residir en uno solo, o
en algunos; y tampoco es posible que lo tengan todos o la gran mayoría en el mismo grado. Hay sí
comunidades en las que está más distribuido que en otras. Santo Tomás proponía por ello un régimen
mixto, que tuviera elementos del sistema monárquico (la unidad, necesaria en un gobierno),
aristocrático (que gobiernen los mejores), y democrático (cierta intervención de la multitud).
Actividad 4: el Papa Juan Pablo II fue durante su juventud víctima de la opresión nazi y comunista. Sin
embargo, tampoco ignoraba los peligros que encierra el sistema democrático y por eso la necesidad de
concebirlo correctamente. Luego de leer el siguiente texto, de una de sus enseñanzas sobre la materia,
identifique: a) A cuál de los errores explicados más arriba refiere principalmente; b) Los
cuestionamientos que cabría realizar a quien postulase que la mayoría de votos es el criterio definitorio
que debería seguirse en decisiones políticas. “La democracia no puede mitificarse convirtiéndola en un
sustituto de la moralidad o en una panacea de la inmoralidad. Fundamentalmente, es un
«ordenamiento» y, como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter «moral» no es automático, sino
que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento
humano, debe someterse; esto es, depende de la moralidad de los fines y de los medios de que se sirve...
El valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna y promueve: fundamentales e
imprescindibles son ciertamente la dignidad de cada persona humana, el respeto de sus derechos
inviolables e inalienables, así como considerar el «bien común» como fin y criterio regulador de la
vida política. En la base de estos valores no pueden estar provisionales y volubles «mayorías» de
opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto «ley natural» inscrita en
el corazón del hombre, es punto de referencia normativa de la misma ley civil. Si por una trágica
ofuscación de la conciencia colectiva, el escepticismo llegara a poner en duda hasta los principios
fundamentales de la ley moral, el mismo ordenamiento democrático se tambalearía en sus
fundamentos, reduciéndose a un puro mecanismo de regulación empírica de intereses diversos y
contrapuestos”121.
6. Pueblo y masa, participación y representación.
Hemos señalado que una de las condiciones para un sistema de democracia legítimo es que se desarrolle
en un verdadero pueblo, y no en una mera masa. Se trata, en rigor, de una condición para el éxito de
todo gobierno cualquiera que fuese el régimen político. Pero en el caso de la democracia, que pretende
una mayor participación popular, se hace todavía más relevante.
Tres son las diferencias básicas que podemos trazar entre un pueblo y una masa de individuos: El
pueblo está organizado en grupos que persiguen intereses comunes. La masa, en cambio, está

121
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae, nro. 70.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

atomizada y sus individuos desorganizados. El pueblo se dirige al bien común con propia iniciativa y
conociendo hacia dónde se dirige. La masa es movida desde fuera según finalidades y estrategias que
desconoce. Como consecuencia de lo anterior, el pueblo tiene fisonomía, valores, criterios de decisión y
de conducta propios y determinados. La masa, en cambio, es informe, puede adoptar cualquier forma
según la ocasión. Si no nos encontramos ante un verdadero pueblo, cuestiones como la participación
política, la representación política, o el control de gobierno, carecen del menor sentido.
La renovación de la vida social requiere realizar una tarea “terapéutica”, no “ortopédica”. No
reemplazar al pueblo y sus instituciones naturales por otras artificiales, como una muleta o un
marcapasos. Sino sanar los tejidos sociales para que la sociedad se revitalice y asuma las
responsabilidades que le competen.
El hombre es un ser político, necesita de la vida social para ser pleno. La construcción de la vida social
es, lógicamente, compromiso de todos. Pero como en todas las cosas, no todos tienen las mismas
responsabilidades en dicha tarea. Los antiguos atenienses veían la participación política directa en los
asuntos públicos como un deber del ciudadano, y a tan noble tarea dedicaban gran parte del día...
gracias a que esclavizaban a otros hombres que se ocupaban de garantizar la subsistencia y las
necesidades vitales. En la realidad, no todos podemos ni queremos ocuparnos de todo en la misma
medida. Ello nos permite asegurar que:
 Toda persona debe tener participación en las cuestiones que hacen a la comunidad política.
 El alcance y los mecanismos que adquiere dicha participación deben adecuarse a las
necesidades del bien común en cada comunidad concreta y en cada momento concreto.
Básicamente, existen tres niveles de participación.
 Participación en la información: consiste en tomar parte conociendo lo que se está haciendo y
lo que se prevé hacer. Es la base de toda posterior participación, a veces demasiado descuidada.
Se hace hincapié en planificar acciones tendientes a asegurar niveles de participación más
comprometidos, cuando ni siquiera se ha garantizado este nivel. La participación en la
información debe ser amplia y se extenderá a todos los interesados. Puede tener lugar a través
de discursos, boletines, notas, reuniones, conferencias de prensa, etc. Muchos inconvenientes se
dan por la falta de una debida información, cuando no ocurre que desde el gobierno se difunde
intencionalmente información falsa.
 Participación en la consulta: aquí se le pide opinión sobre los asuntos a decidir. Lógicamente,
la consulta, además del interés, supone cierta capacidad o idoneidad del consultado para
responder a lo que se le requiere.
 Participación en la decisión: tomar parte en la decisión es ya una cuestión más relevante.
Supone que quien participa, además de estar interesado, de tener conocimiento del tema, sea el
responsable de las resoluciones que se adopten y que se encuentren dentro de los límites de su
competencia. En el período hispánico, participaban de los cabildos quienes tuviesen casa
poblada en su radio de competencia: se entendía que quien se había asentado con su familia en
el territorio tenía una mayor responsabilidad porque sobre ellos recaerían las consecuencias de
las decisiones que se tomaran.
Lógicamente, hay más posibilidades de participación real en comunidades pequeñas y en asuntos
cotidianos (por ejemplo, en un municipio en decisiones relacionadas con el tránsito), y menos en
sociedades y asuntos complejos (en un estado nacional en decisiones relacionadas con la política
económica).
Vemos, en la materia, una gran distorsión:
 Se pretende reconocer participación en la decisión, cuando no se ha informado adecuadamente.
Basta recorrer cualquier campaña política para advertir que nadie dice realmente lo que pretende
hacer ni cómo lo pretende hacer.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

 Se reduce la participación a ir a votar una vez por año o cada dos años, entre un conjunto de
candidatos a quienes poco se conoce. No hay participación real de la mayoría en los asuntos
públicos.
 Se da muy poca participación en la consulta en niveles, ámbitos y cuestiones que las personas
realmente conocen y están interesadas.
Se ha dicho, creemos que con mucho de cierto, que muchas democracias aparentes obligan a las
personas a tener que decidir sobre muchas cosas que no saben ni entienden, y no les dejan decidir sobre
aquéllas que realmente conocen. Todo ello da lugar a una falsa participación que después termina
legitimando gobiernos que se escudan en el apoyo popular para contravenir el bien común. Como
escribió con ironía Castellani, “sabemos que los gobiernos llamados democráticos lo que hicieron fue
fingir que hacían opinar a la masa acerca de finanzas o política internacional o todo lo que no
entendía, para no dejarla opinar acerca del precio de las papas y acerca del aumento del salario, que
es lo que entendía; y en definitiva hacer su antojo del modo más desaconsejable” 122.
El problema se agrava cuando abordamos el tema de la “representación política”. Muchas veces
debemos ocuparnos de una cuestión, pero no pudiéndolo hacerlo personalmente, designamos un
representante. Este representante responde a nuestro mandato, sigue nuestras instrucciones, percibe la
remuneración y gasta los fondos que hemos acordado, es supervisado y controlado por nosotros, y
podemos cambiarlo cuando deja de responder a nuestra voluntad. Lógicamente, lo que el representante
gestiona, el trámite que realiza con nuestro poder, nos obliga a nosotros. Esto es un representante de
verdad.
Sin embargo, la confusión reinante en torno de la democracia ha llevado a una deformación riesgosa del
concepto de representación. Para garantizar que el que “gobierna sea el pueblo”, cosa, dijimos,
imposible, se inventa que los gobernantes lo hacen “en representación del pueblo”. Pero en los hechos
lo único que queda de la representación es que resultamos obligados por sus decisiones. Pero ninguna
de las otras condiciones de la representación en general aparecen en la llamada “representación
política” o “representación libre”. Tomemos el ejemplo de la deuda externa. Como dijimos, cada vez
que el gobierno endeuda al país, nos endeudamos todos sus habitantes y adquirimos la obligación de
pagarla. En eso se verifica la representación. Pero en ningún momento nos solicitan instrucciones sobre
el tema, ni se obligan a seguirlas, ni podemos fijarles sus sueldos ni sus gastos, ni podemos controlarlos
o supervisarlos realmente, ni sustituirlos si no responden a nuestra voluntad. Claro, probablemente
hubiese sido difícil poder hacer todo esto, aunque alguna participación mayor podría haber existido:
pero no es esa la cuestión, sino la de comprender que el gobierno popular a través de representantes es
una ficción, porque tal como está organizado el sistema político los representantes no son
representativos.
La representación real supone que sea vinculante, es decir, obligada a seguir instrucciones; orgánica,
es decir, que se represente a alguien en concreto; y específica, que se represente para algo en particular.
Supongamos que en una asamblea universitaria se va a debatir la reforma del estatuto. Cada Facultad
designa un representante. Ese representante va con instrucciones de la Facultad, representa a esa
Facultad, y para ese debate. En los regímenes llamados democráticos, en cambio, los diputados,
“representantes del pueblo”, son libres, no sujetos a instrucciones que deben seguir –por eso muchos
incluso se cambian de partido después de ser electos-; masificada, porque representan al pueblo en
general y por ello no hay a quien pedir instrucciones ni a quien exigir que las siga; y genérica,
representa para cualquier cosa. Si a eso le agregamos que los mismos “representantes” se fijan sus
propios sueldos (dietas) y aprueban su presupuesto de gastos, vemos lo confuso que resulta hablar de
representación.
Debe también distinguirse la representación por el poder, en el poder, y ante el poder. La
representación por el poder tiene lugar porque los gobernantes toman decisiones en nombre de su

122
Castellani, Leonardo, Doll y la libertad de imprenta, 7/11/1943, reproducido en Castellani por Castellani, ediciones Jauja, Bs.
As., 1999, pág. 303.

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población, es decir, obligándola a ésta con ellas. Por eso, justamente, es tan importante que sean
personas idóneas y rectas, porque no sufrirán personalmente las consecuencias de sus decisiones, que
recaerán sobre sus gobernados. Cada vez que el gobierno endeuda al país, nos endeudamos todos sus
habitantes y adquirimos la obligación de pagarla. Diferente es la representación en el poder, que tiene
lugar cuando hay gobernantes que son elegidos para gobernar conforme con los intereses del grupo que
lo ha elegido. En los órganos legislativos, por ejemplo, suele haber senadores que representan los
intereses de las provincias, regiones, departamentos. Es problemático, porque el gobierno debería
atender al bien del conjunto, y no estar constituido por sujetos que solo atienden intereses de algunos
sectores. Por eso resulta sí necesario la representación ante el poder, es decir, que las personas y
grupos cuenten con órganos capaces de presentar sus propios intereses, parciales, al gobierno, para que
este pueda satisfacerlos en la medida de lo razonable armonizándolos con los del conjunto. Volveremos
sobre el tema infra. al ocuparnos de los grupos infrapolíticos.
En las democracias indirectas o representativas, se suele considerar indebidamente como “participación
suficiente” la que se realiza a través de los órganos de gobierno, no existiendo otros canales que
permitan una participación verdadera y real del pueblo en las decisiones más importantes. El recurso a
plebiscitos o referendums, en este sentido, es un cierto avance, pero muy limitado y excepcional. Peor
aún cuando el art. 40 de la Constitución Nacional argentina, que permite a los ciudadanos juntando
cientos de miles de firmas presentar proyectos de ley para que sean debatidos por el Congreso, solo si
no tienen que ver ni con los impuestos y el presupuesto, ni con los delitos y las penas, ni con la
organización constitucional. Como si la clase política dijese, democracia sí, pero no nos toquen el
dinero, ni el castigo, ni nuestros privilegios.
Actividad 5: a partir de lo explicado más arriba sobre la diferencia entre el pueblo y la masa, redacte un
breve párrafo en el que se advierta como las confusiones existentes en materia de participación y
representación pueden contribuir a la masificación de la población impidiendo la constitución de un
verdadero pueblo.
En relación con la participación política, y con la conducta política general, se plantea el problema
habitualmente llamado del mal menor. Es frecuente que en terrenos políticos, aunque también en la
acción social general, no sea posible realizar el mejor bien que deseamos. Un legislador quizás desearía
la sanción de determinada ley, pero no contaría con suficiente apoyo de los otros. Un militante social
desearía el triunfo de determinado programa de gobierno, pero si lo plantea no obtendría adhesiones
necesarias. En este marco muchas veces se ven forzados a renunciar a realizar el máximo bien, para
conformarse con trabajar por el bien posible. Es el mismo problema que se plantea al elector a la hora
de decidir a quien votar, cuando ningún candidato lo colma totalmente, o quienes lo colman carecen de
posibilidades de éxito y el votante se define entre los posibles triunfadores buscando el menos malo.
Y surge entonces la pregunta, ¿puede ser lícito formar parte de asociaciones, grupos, partidos,
movimientos, que tienen elementos positivos pero además llevan adelante ideas reprobables (elementos
de liberalismo o de colectivismo, por ejemplo)? ¿Puede ser lícito votarlos porque son el mal menor?
¿Puede ser legítimo que un legislador vote o influya para que se apruebe una norma que no es
plenamente justa, pero que es mejor que otra que de otro modo podría triunfar? Supongamos que
tenemos que elegir entre dos candidatos, uno que defiende el aborto libre, el otro el aborto por
violación. ¿Votamos en blanco, o votamos al segundo para que, al menos, no gane el primero?
A veces se dice que no se puede estar en política sin embarrarse. De boca de un sabio filósofo residente
en Argentina, Emilio Komar, pude aprender que se debe trabajar “con los pies en la tierra, no en el
barro; y con los ojos en el cielo, no en las nubes”. Ni pretender utopías idealistas de espíritus
angelicales en un mundo tan complejo como el de la política, ni aceptar para tener éxito la complicidad
con el crimen o el vicio.
Para resolver la cuestión, es esencial comprender con claridad algunos de los principios relacionados
con el llamado mal menor:

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 No es lícito hacer algo que está mal, argumentando que hacer otra cosa es peor. Lo que es
moralmente malo no debe hacerse, y que haya cosas peores no justifica la conducta. Un político no
puede aceptar robar, porque de otro modo lo excluirían de una lista sus compañeros de partido y de
ese modo perdería ocasión de hacer un bien.
 Sí es lícito tolerar o no impedir algo que está mal, si de otro modo se corre el riesgo de que se
produzca un mal todavía mayor. Los dirigentes de un partido pueden tolerar que en su seno
convivan líneas internas que tengan algunos aspectos cuestionables, si excluirlos podría significar
una pérdida de poder que implicaría realizar menos bien que el posible con ellas.
 No es lícito colaborar de manera inmediata para que se realice algo malo; pero es lícito realizar
actos que puedan significar alguna colaboración indirecta si hay razones serias y proporcionadas
para hacerlo.
 Sí es lícito cooperar para reducir el mal que otros planean realizar. En este caso, es fundamental
que se deje sentado que uno se opone a lo que va a realizarse, pero que colabora sólo para reducir
su negatividad.
Juan Pablo II aborda la cuestión en la Encíclica Evangelium Vitae, en estos términos: “En el caso pues
de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito
someterse a ella, "ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el
sufragio del propio voto". Un problema concreto de conciencia podría darse en los casos en que un
voto parlamentario resultase determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a
restringir el número de abortos autorizados, como alternativa a otra ley más permisiva ya en vigor o en
fase de votación. No son raros semejantes casos. En efecto, se constata el dato de que mientras en
algunas partes del mundo continúan las campañas para la introducción de leyes a favor del aborto,
apoyadas no pocas veces por poderosos organismos internacionales, en otras Naciones -
particularmente aquéllas que han tenido ya la experiencia amarga de tales legislaciones permisivas-
van apareciendo señales de revisión. En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar
completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea
clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los
daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad
pública. En efecto, obrando de este modo no se presta una colaboración ilícita a una ley injusta; antes
bien se realiza un intento legítimo y obligado de limitar sus aspectos inicuos”.
En lo que hace a las alianzas políticas y la colaboración con agrupaciones sociales, el Papa Benedicto
XVI ha precisado cuatro principios o puntos innegociables, que no pueden cederse en el trabajo socio-
político, que no pueden posponerse o dejarse de lado por razones de conveniencia o eficacia, y que
deben ser determinantes a la hora de definir plataformas políticas, proyectos sociales, o decidir qué
candidato apoyar con nuestro voto, y que se sintetizan en123:
 La protección de la vida en todas sus etapas, desde el primer momento de la concepción hasta la
muerte natural;
 El reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, -como unión entre un
hombre y una mujer basados en el matrimonio- y su defensa frente a los intentos de hacerla
jurídicamente equivalente a formas de unión radicalmente diferentes, que en realidad la dañan y
contribuyen a su desestabilización, obscureciendo su carácter particular y su rol social
irremplazable;
 La protección del derecho y libertad de los padres a educar a sus hijos.
 La promoción del bien común en todas sus formas.

123
Combinamos diversas formulaciones similares, que constan en la Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis, 22/2/2007,
nro. 83; el Discurso a los miembros del Partido Popular Europeo con ocasión de los días de estudio en Europa, Sala de
Bendiciones, 30/3/2006, y la Encíclica Deus caritas est, 25/12/2005, nro. 83.

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Claro que estas consideraciones nos llevan a plantear el límite: hasta dónde es lícito ceder. Pero lo que
debe buscarse, de base, es realizar el bien mejor. El mal menor debe ser el criterio residual, cuando nos
es realmente imposible, luego de un cálculo prudente, conseguir que triunfe el mejor bien.
7. La distribución y el control del poder
Como hemos señalado en varias oportunidades, en una comunidad política el poder se encuentra más o
menos disperso entre sus habitantes. Han sido estudiados los diversos factores que pueden atribuir
poder: los medios económicos, las armas, la capacidad de persuasión, la simpatía, el reconocimiento de
autoridad intelectual o religiosa. Reunir alguna de tales cualidades hacen que se incremente la
capacidad de conseguir que otros sigan las propias decisiones.
La forma como el poder se encuentra distribuido ha variado a lo largo de la historia. En los imperios
antiguos (Egipto, época de apogeo del Imperio Romano, etc.) la familia real solía disponer de gran dosis
de poder merced a la acumulación de un gran poderío militar y de plantearse como dotada de carácter
divino. La situación se modificó con la caída de Roma (año 476), lo que dio inicio a la Edad Media. Los
diversos estados se fueron reconstruyendo sobre la base de las antiguas provincias del Imperio Romano,
sin una autoridad central, ni ejércitos permanentes, y desconociéndose carácter divino al gobernante
merced a la inspiración cristiana de la organización política que demandaba “dar al César lo que es del
César, y a Dios lo que es de Dios”. De este modo se fue construyendo lo que se conoce como la
Cristiandad, Civilización cristiana, Ciudad Católica o el Reinado Social de Nuestro Señor
Jesucristo, es decir, el intento de construir la vida social y política respetando los principios del
cristianismo. Durante su vigencia, el poder político estuvo disperso y de ese modo controlado. ¿Cómo?
La forma de gobierno vigente es conocida como “monarquía moderada” o “monarquía relativa”. En
cada reino había un rey. Pero ese rey no podía gobernar a su antojo. Estaba limitado, hacia arriba, por el
sometimiento que como fiel cristiano debía a la Iglesia. El pueblo era creyente, y si el gobernante
ejercía su poder de manera contraria a la fe cristiana podía ser excluido de la iglesia (excomulgado) y
con ello su pueblo ya no reconocía deber de obediencia y podía levantarse contra él. Por otro lado,
también por arriba, se encontraba el Emperador, no ya de Roma, sino del Sacro Imperio Romano
Germánico, también custodio de los grandes principios del derecho internacional. También por debajo
el rey se encontraba limitado. Por un lado, porque no tenía ejércitos propios y permanentes (costaban
mucho dinero) y por eso debía recurrir, para la defensa, a sus nobles y sus vasallos. También debía
recurrir, pero ahora a las asambleas populares (Cortes en España, Parlamento en Inglaterra, Estados
Generales en Francia, Dietas en Alemania) para conseguir adhesión y especialmente para autorizar
nuevos impuestos. En esas asambleas estaban representados las diversas regiones y grupos sociales del
reino (representación ante el poder). Además, la sociedad estaba organizada en corporaciones, que
reunía a quienes desempeñaban profesiones y oficios comunes. A su vez, era común que las diversas
regiones o ciudades tuviesen privilegios o facultades (como los fueros españoles) que les reconocían
autonomías que defendían con mucho celo. Esta situación de distribución de poder hacía que la
monarquía medieval estuviese, en los hechos, limitada y condicionada. Ello no impedía, evidentemente,
que se dieran atropellos o arbitrariedades concretas en algunos casos o momentos, como existen
también en nuestros días.

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Podemos graficar así el esquema de poder en la monarquía moderada medieval:

Emperador
Iglesia

Rey

Nobleza

Asambleas
Corporaciones populares Fueros

“En la cultura católica, lo religioso como expresión de la interioridad


del hombre, hace posible el encuentro de la gracia con la naturaleza: la
gracia supone y perfecciona la naturaleza, dirá Santo Tomás. De esta
manera, lo religioso viene a armonizar y a equilibrar desde la
Revelación, y desde el ordo naturae, las actividades del espíritu. El
resultado fue una cultura que iluminó y recreó una civilización: la
Cristiandad. Lo sagrado y lo profano podían integrarse respetando las
legítimas autonomías de sus propias especificidades. El fin trascendente
de lo esjatológico superaba todo intento de inmanentismo y afirmaba al
mundo como signo de la voluntad creadora de Dios y su providencia
salvífica. Así, la ciencia, el arte, la economía, la política, eran medios
para que el hombre alcanzara el “buen vivir”, pero de ninguna manera
tenían razón de fin absoluto. Podemos afirmar, entonces, que en la
cultura católica estas realidades que configuraban la actividad propia
del espíritu humano, cobraban su legítima autonomía sin ser
avasalladas por lo divino, como lo fueron en algunas teofanías
autoritarias del orientalismo, o en el Islam. La Reforma, en cambio,
optó por separar antinómicamente estos dos ámbitos: Dios o el mundo,
fe o saber... La ideología desplaza a la metafísica. La utopía del
progreso indefinido a la religión. La moral queda vaciada de contenido
ontológico y de referente sobrenatural...”124
Con el advenimiento de la Edad Moderna esta situación se transformó, dando origen a lo que se conoce
como “monarquía absoluta”. Los reyes, gradualmente, se aliaron con los comerciantes (burguesía), se
enfrentaron con los nobles y los sometieron. Desconocieron la autoridad del Emperador y de la Iglesia,
fundando iglesias propias sujetas directamente al dominio del rey (Reforma Anglicana en Inglaterra,
Luterana en Alemania), o pretendiendo someter a la jerarquía católica a los designios reales (regalismo
político francés). Formaron ejércitos permanentes a sueldo garantizando así la obediencia. Fijaron con
124
Fosbery, Aníbal E., La cultura católica, cit., pág. 433.

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claridad los territorios. Organizaron un sistema administrativo y burocrático que les permitía tomar
decisiones que regirían en los lugares más recónditos del reino y se organizaron financieramente para
poder atender a tan cuantiosos gastos. Sometieron por la fuerza a la población, dejaron de atender a las
asambleas populares125 y desconocieron los privilegios locales. Como podemos ver, se trató de un
proceso de extraordinaria concentración del poder. El rey, ahora, podía concebirse como un gobernante
absoluto, capaz de manejar a su gusto los hilos del estado. El gran Luis XIV de Francia, el rey sol, es
identificado con la expresión “El Estado soy yo”126.
De esa manera se fue configurando el estado moderno, sobre la base del estado absoluto de la
monarquía de la edad moderna. Se acuñó el concepto de soberanía, en lo que contribuyó el pensamiento
de Jean Bodin. Soberanía significa supremacía en lo interno, es decir, el no sometimiento a poderes
provenientes del interior del estado; e independencia en lo externo, sin subordinación a ningún poder
exterior. Es una cualidad o característica que tiene el poder político, del que dispone la comunidad
política, y que la hace suprema e independiente. A medida que se va reconociendo soberanía al estado
nacional, se le va confiriendo también un cierto monopolio del uso de la fuerza armada.
Pero en los hechos el absolutismo implicó el riesgo de una cada vez mayor arbitrariedad. Quién más la
cuestionaba era la burguesía, la clase comerciante y financiera, que financiaba los altísimos gastos de la
monarquía absoluta. Por eso llevó adelante revoluciones y reformas a fin de privar al rey del poder
absoluto, sometiéndolo a un órgano de gobierno legislativo, en poder de la burguesía. Ello tuvo lugar,
por ejemplo, en 1688 con la “Gloriosa Revolución” de Inglaterra y en 1789 con la “Revolución
Francesa”. La monarquía absoluta se convirtió en monarquía constitucional, en cuanto sometida a una
norma fundamental (Constitución) y a las decisiones de un organismo electivo, el parlamento dominado
por los burgueses, por lo que también se la conoce como monarquía parlamentaria.
Para terminar con el absolutismo político, en lugar de recuperar sanas instituciones de la cristiandad
medieval, se recurrió a ideologías gestadas por teóricos como Locke, Rousseau, y Montesquieu. Del
primero tomaron la noción de que el gobernante tiene por misión proteger los derechos individuales, y
sobre todo la propiedad y la libertad, y que si no lo hace puede ser despojado del poder. Del segundo, la
tesis de la soberanía popular: el poder del estado lo ejerce la población misma. Y para evitar el abuso
del poder, del tercero la división de poderes: las funciones de legislación, administración y justicia se
asignan a funcionarios diferentes no sometidos los unos a los otros. Sin embargo, se mantiene la tesis de
que el estado concentra el poder soberano, sin someterse ni subordinarse ni distribuir su poder.
Esta forma de controlar el poder del gobierno, sin embargo, reconoce grandes limitaciones:
• La división de poderes, cuando es real, entorpece la gestión, pues introduce la división y el
enfrentamiento justamente en el gobierno, que debe preservar la unidad. Pero más común es que
resulte irreal, pues los poderes no suelen controlarse sino responder a pactos políticos. Y más irreal
cuando aparecen los partidos políticos, que intervienen en los tres poderes. Y entonces, por
ejemplo, ¿como se va a esperar que la Cámara de Diputados pueda controlar al Presidente, si
responde a su mismo partido?
• El sistema implementado termina colocando el control del gobierno dentro del gobierno mismo:
los gobernantes controlan a los gobernantes. No existen mecanismos adecuados de control por parte
de la población y sus diversos grupos intermedios y asociaciones. No hay representatividad de los
sectores naturales de la sociedad.
• Los estados siguen concentrando gran parte de actividades que podría desarrollar la sociedad civil
a través de sus propios grupos y asociaciones. De ese modo se concentra el poder, se dificulta el
control, se desalienta la participación, y se vulnera el principio de subsidiariedad.

125
En 1789 el rey Luis XVI de Francia reúne a los Estados Generales que terminarían produciendo la revolución; pero hacía más de
150 años que no se los convocaba.
126
Aunque nunca dijo literalmente eso, es representativo de sus ideas dominantes.

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Bajo dominio español, se había instaurado una institución de control muy efectiva: el juicio de
residencia. Eran permanentemente pedidos y defendidos por el pueblo. Cuando un funcionario dejaba el
cargo, era automáticamente sometido a un juicio sobre su actuación, sobre todo en la esfera económica,
y durante su duración cualquier habitante podía querellarlo por cualquier abuso de su poder. El
funcionario no podía abandonar el lugar donde había ejercido el cargo, ni asumir otro hasta que
concluyese este procedimiento. Se intentaba conocer tanto lo malo como lo bueno de la gestión, ya que
no sólo se buscaba hacer efectiva la responsabilidad del agente sino también premiar al buen
gobernante.127 Era común además que al asumir el cargo tuviese que ofrecer fiadores corresponsables
con él para indemnizar a los perjudicados por su mala gestión. Que diferencia con la situación actual,
donde la población es ajena a todo enjuiciamiento de los funcionarios, que encima suelen conseguir
nuevos cargos legislativos o ejecutivos para seguir con inmunidad que les garantice impunidad. Por
desgracia, es poco común que se haga pagar con dinero de su bolsillo a los auténticamente responsables
de los manejos corruptos de dinero, quienes con lo acumulado generalmente logran comprar impunidad.
8. Los grupos infrapolíticos y la comunidad política
Un poder solo puede ser limitado por otro poder. Por eso, más que formalismos de control, resulta
importante defender la aplicación del principio de subsidiariedad, lo que supondría reconocer a
grupos inferiores como la familia, asociaciones civiles, instituciones del mundo de la cultura, la
economía, municipios, etc. dos competencias fundamentales:
 En primer lugar, la de gestionar sus propios intereses comunes con razonable
independencia, sin que los mismos sean absorbidos por los grupos superiores ni mucho
menos por el estado, recibiendo la colaboración y asistencia que pudiesen necesitar para
ello. Cada grupo tendría que poder cubrir las necesidades que están a su alcance, aunque sea
con ayuda, y solo cuando ello no fuere posible o deseable procederse a la intervención
superior. Podríamos imaginar cientos de cosas que podrían realizar las familias, las juntas
vecinales, las asociaciones civiles, los barrios, los municipios, los sindicatos, las
agrupaciones económicas, las instituciones educativas, y que sin embargo les han sido
arrebatadas por el estado. Pensemos que los vecinos de un barrio ni siquiera son consultados
a la hora de nombrar al comisario, designar la directora de la escuela, o cambiar las
lamparitas de la calle del barrio.
 En segundo lugar, es necesario que se establezcan órganos y mecanismos a fin de
permitir a tales grupos participar en la información, en la consulta, y en alguna medida, en
las decisiones políticas que se llevan adelante a través del estado. Los grupos infrapolíticos
deben ser reconocidos no solo como asociaciones privadas, sino incluso como entes con
alcances públicos e intervención en las funciones públicas. Representan los diversos
sectores de la sociedad y deben tener participación política. En algunos estados se ha
previsto la organización de Consejos económico-sociales, con funciones de asesoramiento y
quizás de veto en algunas decisiones importantes, en los que están representados los grupos
infrapolíticos. Estos órganos no necesariamente deben reemplazar a los cuerpos legislativos
elegidos por voto. Tienen una función diferente. El gobierno representa la unidad; estos
sectores representan la pluralidad.
¿Significa ello abogar por un régimen “corporativo”? Si por régimen corporativo se entiende que el
estado o la autoridad organiza, dirige y manipula de manera autoritaria a las diversas asociaciones
civiles para que respondan a sus deseos, ello es contrario al principio de subsidiariedad. En cambio, si
tales asociaciones son reconocidas con su autonomía y responsabilidad, y se les da participación en las
grandes decisiones políticas, entonces se trata del debido respeto por la pluralidad de la vida social.

127
La gobernadora de Tierra del Fuego Fabiana Ríos propuso sin éxito reinstalar el juicio de residencia en su provincia (Cfr. diario
Tiempo Fueguino del 19/2/2007). El art. 194 de la Carta Orgánica Municipal de Puerto Madryn prevé que “los funcionarios que
ocupen cargos electivos, así como los secretarios, subsecretarios y demás cargos políticos, no podrán abandonar el ejido
municipal hasta después de cuatro meses de terminadas sus funciones, salvo expresa autorización del Concejo Deliberante por
estar sometidos a Juicio de Residencia”.

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En cambio, es criterio común de los totalitarismos y del individualismo liberal desconocer las legítimas
competencias de los cuerpos intermedios. El primero, porque los somete totalmente al estado. El
segundo, porque solo reconoce individuos y niegan responsabilidades y participación en las funciones
públicas a los grupos que éstos forman.
No se nos escapa, por supuesto, que reconocer tales potestades a otros organismos sociales supone
resignar poder, y que quitarle cuotas de poder a los grupos que actualmente lo detentan es una tarea
difícil.
Dentro de los grupos infrapolíticos debemos distinguir aquéllos que tienen base:
 Territorial: reúnen grupos y sujetos dentro de un radio territorial. Así contamos con los barrios,
los municipios, las provincias, las regiones, etc.
 Funcional: reúnen grupos y personas que comparten un interés común concreto, sin importar
donde se encuentra localizado cada uno. Entre ellos podemos identificar los gremios, las
instituciones educativas, las empresas, etc.
En general, en las sociedades modernas, la única representación que se admite es la representación en el
poder de los partidos políticos que obtienen cargos en las elecciones (monopolio de la representación).
Se habla incluso de que la democracia ha sido reemplazada por una “partidocracia”. Los diversos
grupos que la sociedad forma son marginados de los órganos de decisión. Con ello se pierde
representatividad de los intereses reales de las personas y se manipula más fácilmente a la población,
tratada como una masa.
El federalismo y el municipalismo son, en este sentido, aplicaciones del principio de subsidiariedad
necesarias para devolver al estado nacional sus funciones propias evitando que ahogue la iniciativa
comunitaria.
9. Patria, nación y estado.
Como ya hemos señalado, llamamos estado a la población organizada políticamente en miras a su bien
común político, en un territorio, y bajo un gobierno. Pero no debemos confundirlo con otras nociones
similares.
La patria es la herencia que recibe un pueblo de sus antepasados y que tiene la misión de conservar,
custodiar, acrecentar y transmitir críticamente a las generaciones futuras. Integran esta herencia la
tierra, el idioma, la religión, las costumbres, la historia. De la patria somos deudores desde que
nacemos: a ella debemos casi todo lo que tenemos y sabemos, el idioma en que hablamos, las
costumbres que hemos adquirido. Transmitirla críticamente, significa saber distinguir los valores y los
disvalores, para conservar los primeros y dejar de lado los segundos. El patriotismo es un sentimiento y
una virtud. Un sentimiento porque brota natural y espontáneamente del corazón humano, que siente
cariño por el hogar que lo vio nacer y lo acogió durante su crecimiento, de gratitud a los antepasados
que la forjaron, al pasado común que los entrelaza. Y también un deber de respeto, adhesión y
cumplimiento de cuanto sea preciso, no sólo para la existencia de la patria, sino también para su
prosperidad y defensa. Por eso el artículo 21 de la Constitución Nacional Argentina prescribe que “todo
ciudadano está obligado a armarse en defensa de la patria”. Claro que la defensa militar es solo una
manera, y muy extrema, de defender la patria; y se dirige sobre todo a defenderla en su territorio y
proyecto independiente. Sin embargo, la patria también es la cultura, y protegerla significa rechazar
transplantes culturales ajenos. Y la patria es la historia. Por eso la falsificación de la historia ha sido
siempre un arma para destruir el sentido nacional de los pueblos. Se ha podido decir con razón que: “La
historia es la Patria. Si nos falsifican la historia es porque quieren robarnos la Patria”128.
La nación es el conjunto de los herederos que reciben una patria (ej. los argentinos). Las naciones
tratan de disponer de un territorio para constituir un estado y realizar de ese modo su proyecto nacional,
para hacer fructificar su herencia y transmitirla a sus sucesores. Pero no siempre las naciones pudieron

128
Genta, Jordán Bruno, Guerra contrarrevolucionaria, Dictio, Buenos Aires 1976, pág. 456.

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disponer de un territorio. Los gitanos, por ejemplo, son una nación sin estado. Los judíos también, hasta
1948, cuando lograron instalarse en los territorios Palestinos. Por eso, cuando logran conformar un
estado, las naciones deben ser muy cuidadosas en conservar su territorio, su población y su patria.
Respecto de la patria hay dos errores que evitar:
• El primero es el cosmopolitismo, que postula que no existen obligaciones del hombre para
con su patria natal. En rigor, no reconoce otra patria que la que le guste: hoy será Argentina,
mañana Francia, pasado Alemania, según lo que le resulte más cómodo. A veces postula
incluso que la idea de patria lleva a odiar a los otros hombres, que es un obstáculo para amar a
las personas.
• El segundo es el nacionalismo extremo (“chauvinismo”), que postula que la propia patria es
superior a las otras, y eso da derecho a odiar al extranjero (xenofobia) y destruir sus patrias.
Ambos son errores contra el patriotismo. El patriotismo lleva a amar la propia patria y serle fiel, siendo
agradecidos por lo recibido; pero sin odiar las patrias de nuestros hermanos. Ocurre lo mismo que con
cualquier otro vínculo: el amor a la propia familia no significa que debamos odiar a las otras, siempre
que no agredan la nuestra. La familia, al igual que la patria, no es un obstáculo para el amor a los
demás, sino al revés: es el primer paso, necesario, para ello (hay un dicho que dice: "la caridad empieza
por casa").
Tengamos en cuenta que el patriotismo es un vínculo natural del hombre, y por eso, cultivarlo
constituye una virtud (piedad patriótica); pero no es el vínculo supremo: los seres humanos se
encuentran unidos más allá de la patria, como miembros de la especie humana e hijos de Dios Padre, y
por eso existe una hermandad que supera las diferencias nacionales. Ello legitima, por ejemplo, que
algunas personas dejen su patria para emigrar y trabajar en proyectos con miembros de otras patrias
para bien de toda la humanidad. Así ocurre, por ejemplo, con los religiosos misioneros.
En la unidad siguiente volveremos sobre el tema al tratar la cuestión de los derechos de las naciones.
10.La soberanía y la globalización.
Luego de profundizar en la idea del estado o comunidad política “hacia adentro”, vamos ahora a
ocuparnos de su actividad hacia fuera, es decir, en relación con los otros estados, y en relación con la
comunidad religiosa o Iglesia.
Respecto de lo primero, hemos advertido ya la importancia del principio de subsidiariedad. El hombre
es naturalmente social y siguiendo el impulso de su naturaleza se agrupa en asociaciones cada vez más
grandes y más complejas. Las mismas no reconocen como límites las fronteras de los estados. Por un
lado, diversas personas y grupos se vinculan también con otras de estados diversos. Por otro, estados
diferentes también se asocian en defensa de intereses comunes, dango lugar a veces incluso a
organizaciones permanentes como la Unión Europea.
Ahora bien, para analizar y valorar suficientemente este desarrollo de la socialidad, no debemos perder
de vista el principio de subsidiariedad y el bien común. En virtud del primero resulta necesario
reconocer a cada estado la potestad para gestionar sus propios intereses con relativa independencia y
responsabilidad, debiendo los grupos supraestatales colaborar con ellos en esa tarea. Tengamos en
cuenta que, como dijimos, cuando llegamos al estado nos encontramos ya con un nivel asociativo
capaz, en líneas generales, de alcanzar el bien común completo. Por eso la intervención trasnacional o
internacional no debe resultar invasiva o absorbente de competencias y decisiones que cada estado debe
y puede ejercer por sí mismo.
En virtud del segundo, la intervención superior debe justificarse por razones de auténtico bien común, y
no para beneficiar los intereses económicos, geopolíticos, demográficos o ideológicos de los poderosos.
Por ello no sería absolutamente ilegítima la intervención de un estado o de la comunidad internacional
en los asuntos internos de otro estado. Como dijimos, el bien común político de cada estado
compromete, en alguna medida, el bien común internacional. En algunos casos, por ser susceptibles de

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

generar repercusiones en otros estados, como ocurre con el tráfico de drogas o el terrorismo. Francisco
de Vitoria, lúcido teólogo dominico español, considerado uno de los fundadores del derecho
internacional, al analizar la legitimidad de la conquista de América, notaba que si bien los indígenas
americanos eran señores naturales y legítimos de sus tierras y gobernantes de sus pueblos, y España
debía respetarlos; sin embargo, era lícito intervenir militarmente si resultaban agresores, si impedían el
tránsito, la predicación del evangelio, o cometían graves injusticias contra pobladores inocentes (como
sacrificios humanos) que no pudiesen evitarse de otro modo. En sentido análogo contemporáneamente
se admite la intervención humanitaria cuando el gobernante de un estado lesiona gravemente los
derechos humanos de sus súbditos. Estas intervenciones, sin embargo, deben ser un recurso extremo y
extraordinario, una vez adecuadamente ponderados sus riesgos y costos en materia económica y
humana.
Todo lo que hemos dicho resulta razonable en abstracto o en general. En nuestros días, sin embargo,
vivimos el atropello de un fenómeno llamado globalización que mina la independencia y potestades de
los estados, sobre todo de los más débiles, imponiéndoles políticas contrarias a su bien común y
favorables a los intereses de los centros de poder internacional.

Es cierto que los estados siempre tuvieron grandes condicionamientos internacionales. Que no es un
fenómeno tan reciente. Pero de todos modos, parece difícil negar el efecto "globalizador" de las
transformaciones sufridas en las últimas décadas. Sin duda ha sido posibilitado por el desarrollo
tecnológico en las comunicaciones y el transporte. Basta mencionar a internet o la televisión satelital. A
ello debemos sumar el crecimiento y desarrollo del capitalismo mercantil y financiero, la concentración
del capital en grandes empresas multinacionales que distribuyen negocios diversos a lo largo del globo,
la generación de mercados más amplios para ubicar una producción masiva. La pérdida del sentido de
pertenencia nacional consecuencia de todo ello. El desarrollo de problemas que afectan directamente a
una multitud de regiones y que no reconocen fronteras nacionales, como la contaminación ambiental o
el narcotráfico, que plantean la necesidad de soluciones que trasciendan los ámbitos nacionales. Todo
ello va consolidando un fenómeno que ha sido llamado de "globalización" y que se manifiesta en
materia económica, cultural, y consiguientemente política y jurídica129. Fenómeno que se acentúa con la
desaparición del mundo bipolar de la guerra fría, que se derrumbó junto con el muro de Berlín
(9/11/1989).

Coronando este movimiento, cabe recordar las tentativas de conducir la mundialización emprendidas
por poderes económicos internacionales, consolidados con el desarrollo de la empresa multinacional y
transnacional, y que a través de organismos como lo fue la Comisión Trilateral, procuran el control del
orden internacional bajo un gobierno mundial afín a sus intereses lucrativos. Desde el Informe del Club
de Roma de 1965, los poderes internacionales advirtieron los límites del desarrollo y el posible
agotamiento de recursos e invirtieron la política de ayuda al desarrollo de la Alianza para el progreso,
transformándola en políticas de achicamiento, desindustrialización y control demográfico y en aras de
estos objetivos, la eliminación de las soberanías nacionales y el control de zonas de reserva a nivel
mundial, distinguiendo zonas centrales y zonas periféricas con perspectivas de desarrollo inversas. Se
configura de este modo el nuevo polo de enfrentamiento internacional, Norte-Sur, dado que en este
último hemisferio se asienta el 75% de la población mundial, la mayoría de los recursos, y el petróleo.
Y como el mundo desarrollado del Norte necesita de las materias primas se vale del sistema de crédito
internacional (condicionamientos a políticas específicas, monitorización financiera, capitalización de
deuda externa, etc.), el financiamiento de elecciones, las conferencias internacionales, la deuda externa,
y en última instancia el recurso militar, como medios para llevar adelante sus políticas.

Esta comunidad internacional así proyectada y en avance en occidente, tendría una organización
mundialista (aunque todavía no sabemos si este lugar sería ocupado por la O.N.U.), un sistema
económico (el liberalismo capitalista), un sistema político (la democracia más representativa que real y
129
Como introducción al tema es muy esclarecedor el libro de Alfredo Saenz El nuevo orden mundial en el pensamiento de
Fukuyama, varias ediciones, Bs. As.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

participativa), una ética (la de los derechos humanos entendidos en clave liberal) y quizás también una
cultura (cultura light del pensamiento débil y el confort de la postmodernidad); y reconocería entre sus
principales enemigos a los nacionalismos, los fundamentalismos, y las religiones "duras".
En este marco la Iglesia ha recordado la importancia del respeto al principio de subsidiariedad, la
justicia en las relaciones internacionales, y la necesidad de globalizar no el poder sino el desarrollo y la
solidaridad de modo que se ayude a las naciones y sectores sociales más postergados.

Porque es importante que notemos, en primer lugar, que el proceso globalizador no es simétrico sino
asimétrico: “unos globalizan, marcando las orientaciones y ritmos del mercado y de la inversión, no
por imposición imperialista, sino como consecuencia del poderío de las multinacionales y de los grupos
financieros"; y "otros son globalizados o, mejor dicho, quedan atrapados en la marea globalizadora,
con notables efectos en amplios sectores de la población"130.

En segundo lugar, la globalización tampoco es incluyente o totalizadora, sino que se complementa con
un efecto de marginación: algunos no son globalizados, y al no serlo, quedan fuera del sistema, no
interesan. La desigualdad económica entre sectores del planeta, países del mismo sector, y poblaciones
dentro de los mismos países es también uno de sus rasgos fundamentales.

Y en tercer lugar, muchas veces la globalización como tal está más presente en el discurso que en la
realidad. Las naciones poderosas siguen apostando a defender su territorio, su identidad nacional, su
economía local, sostienen sus fuerzas armadas, y suelen promover la idea de la globalización hacia
fuera para legitimar el dominio sobre las naciones más débiles.
La creciente interdependencia entre las naciones no debe significar la creación de un estado mundial en
manos de los poderosos que sea capaz de subyugar a las naciones más débiles. Bernardino Montejano,
en su clásico Curso de Derecho Natural, nos previene que “en las circunstancias actuales los medios
más idóneos para ir en busca del bien común internacional se encuentran en el incremento de las
relaciones y de la solidaridad entre los países de raigambre cultural común; en el ejercicio equitativo y
descentralizado de la autoridad universal a través de las autoridades de las naciones que sepan
defender la identidad de sus países e impedir que éstos se sumerjan en un mundialismo anónimo, en el
respeto de la justicia que asegure la reciprocidad en los cambios en la esfera internacional y
finalmente, en el espíritu cristiano que encarna en nuestra más rica tradición, que reconoce la
paternidad divina común como fuente de hermandad entre todos los hombres”131.
Actividad 6: en un discurso de Juan Pablo II, encontramos el siguiente texto: “las unidades sociales
más pequeñas -naciones, comunidades, grupos religiosos o étnicos, familias o personas- no deben ser
absorbidos anónimamente por una comunidad mayor, de modo que pierdan su identidad y se usurpen
sus prerrogativas. Por el contrario, hay que defender y apoyar la autonomía propia de cada clase y
organización social, cada una en su esfera propia. Esto no es más que el principio de xxxx”132. En el
lugar de las cruces estaba el nombre de un principio de la Doctrina Social de la Iglesia, esencial para
entender la relación que debe regir entre los estados y la comunidad internacional. ¿A qué principio
hará referencia?
11.El estado y la Iglesia
¿Cabe al estado algún rol respecto de la religión? ¿Debe mantenerse independiente e indiferente frente a
la misma? ¿Cómo debería posicionarse frente a la Iglesia?
En primer lugar debemos recordar que el bien común político incluye, como tal, todas las dimensiones
del bien humano. En este marco, lo natural sería que la comunidad política se ocupara también del

130 Ander Egg, Ezequiel, Reflexiones en torno al proceso de mundialización globalización, ed. Lumen, Bs. As., 1998, página 11.
131
Montejano, Bernardino, Curso de Derecho Natural, editorial Abeledo-Perrot, Bs. As,. varias ediciones, pág. 311.
132
Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la Sexta Sesión Plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales,
Vaticano, 23 de febrero del 2000, nro. 4.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

cultivo de la dimensión religiosa del hombre. Así lo hicieron los estados paganos. En Roma, por
ejemplo, existían funcionarios y magistrados (pontifices y augures), que se ocupaban del culto religioso
del estado.
Pero cuando Cristo se hizo hombre innovó en la cuestión. Instituyó una Iglesia, a la que encomendó la
continuación de su obra de salvación religiosa. Al hacerlo, lógicamente, sustrajo esta tarea de las
competencias del estado. De allí su famosa respuesta “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que
es de Dios” (Mt. 22, 21).
A partir de allí es posible distinguir una comunidad política, con su autoridad, competencia, autonomía,
encargada de perseguir el bien común temporal, y una comunidad religiosa, la Iglesia, que también
tiene sus autoridades, autonomía y competencias, a quien le corresponde la búsqueda del bien común
sobrenatural. Tan desubicado estaría que la Iglesia se pusiese a dirigir el tránsito en una avenida como
si el estado fuese con sus patrulleros a buscar a la gente para forzarla a ir a Misa.
Ahora bien, esta sustracción de la competencia religiosa del estado no implica que pueda o deba
desentenderse totalmente de la materia. Porque son idénticas las personas que integran la comunidad
política y la comunidad religiosa, y el bienestar presente debe contribuir y no obstaculizar la obtención
del destino eterno, para el cuál el hombre ha sido creado. De allí que ambas deban actuar coordinadas,
sin invadir competencias de la otra, pero colaborando recíprocamente y reconociendo la autoridad que
cada una tiene en su esfera. También el estado debe dar a Dios lo que es de Dios.
“El bien común, fin de la sociedad política (mundo) y el Bien Salvífico,
de la sociedad religiosa (Iglesia) son distintos pero deben integrarse
porque el «bonum vivere» de la ciudad no se clausura en los bienes
temporales sino que se plenifica y alcanza su definitiva significación de
Bien, en el Bien de la Gracia. Cuando en la modernidad se quebrante
este principio integrativo, la Iglesia irá cada vez más transitando
caminos de dificultad e interferencia: a la distinción adecuada y
específica del orden natural y el sobrenatural seguirá la separación”133.
“Por tanto, es legítima una sana laicidad del Estado, en virtud de la cual
las realidades temporales se rigen según sus propias normas, sin excluir,
sin embargo, esas referencias éticas que encuentran su último
fundamento en la religión. La autonomía de la esfera temporal no
excluye una íntima armonía con una visión integral del hombre y de su
eterno destino”134.
La Iglesia colabora con la consecución del bien común temporal, entre otras maneras:
• Preparando a los fieles para el pleno cumplimiento de sus deberes cívicos y sus responsabilidades
como ciudadanos.
• Obedeciendo y predicando la obediencia a las legítimas autoridades y normas establecidas en la
comunidad.
• Sirviendo a la comunidad a través de sus instituciones educativas y de atención de los
necesitados. Pensemos en tantas escuelas, hospitales, orfanatos, comedores, en manos de la Iglesia.
• Rogando a Dios por el pan nuestro de cada día.
• Iluminando con su enseñanza social, política y económica, los distintos aspectos del quehacer del
hombre.

133
Fosbery, Anibal Fr., Laicismo y Laicidad, Universidad Fasta, Mar del Plata, 2006, pág. 8.
134
Benedicto XVI, 24/6/2005, visita al Quirinal, Italia.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• Limitando las aspiraciones desmedidas de los estados a fin de evitar se transformen en


absolutistas135 y trasvasen los límites de su competencia desconociendo derechos y libertades la de
los grupos intermedios y las personas.
Por su parte, el estado contribuye a la consecución del bien común sobrenatural:
• Contribuyendo a satisfacer las diversas necesidades naturales del hombre, como el alimento, la
vivienda, el conocimiento y la ciencia, los hábitos y las virtudes humanas. Sobre esta base de bienes
naturales la Iglesia puede trabajar para acercar al hombre a los bienes sobrenaturales (lo
sobrenatural no niega lo natural, lo presupone y lo eleva).
• Cooperando con la Iglesia, poniendo a su servicio recursos humanos y materiales que pueda
necesitar para su función como evangelizadora y educadora.
• Favoreciendo un clima de moralidad pública que aliente el comportamiento recto de los
ciudadanos.
• Garantizando una legítima libertad religiosa de todos los habitantes y protegiendo a la Iglesia
frente a ataques de los que pueda ser víctima.
• Inspirando su legislación y conducta política en la enseñanza social de la Iglesia para hacerla
coherente con el plan de Dios.
• Brindando a Dios y a su Iglesia un reconocimiento y culto público. Pensemos, por ejemplo, en las
imágenes religiosas en edificios públicos, en las Misas o celebraciones litúrgicas en los actos
patrios, en la enseñanza religiosa (optativa) en las escuelas oficiales, en el asueto y no laborabilidad
del Domingo para asegurar un clima de respeto por el día del Señor136, etc.
¿Cómo llamar al estado que cumple adecuadamente con tales responsabilidades? Algunos lo llaman
estado confesional, o ciudad católica, o cristiandad. Otros prefieren no utilizar tal terminología, por
temor a que se piense que el estado debe imponer la religión católica o restringir excesivamente la
libertad religiosa para practicar otros cultos. Los estados musulmanes, donde no se admite la práctica
cristiana, suelen ser conocidos como estados “confesionales”137. Un verdadero estado que se inspire en
la doctrina católica debe respetar una legítima y razonable libertad religiosa y no entrometerse en la
autonomía de la Iglesia. Ello sin perjuicio de advertir, como hemos visto en la Unidad 3 y volveremos
en la Unidad 5, que la doctrina sobre la libertad religiosa ha sido desarrollada en tiempos recientes de
modo que no debe extrañarnos que en el pasado abunden casos de gobernantes sinceramente cristianos
que no dieron atención suficiente a la libertad religiosa de sus súbditos.
La forma y medida con las que el estado debe cumplir con tales responsabilidades es variable según los
diversos pueblos, tiempos y lugares.
Es cierto que muchas veces la Iglesia se conforma con que el estado asegure su libertad para
evangelizar; en particular, luego de experiencias negativas en las que algunos gobiernos han
instrumentalizado la religión como medio para adquirir o conservar el poder. Son soluciones
coyunturales para situaciones excepcionales. También es cierto que no faltan textos que reconocen
algunos aspectos positivos, como cierto respeto por la libertad religiosa, en regímenes políticos
cuestionables por su laicismo138. Pero nada de esto supone que los deberes del estado en la materia se

135
“Una vez abolido Dios, el gobierno se transforma en Dios” (Chesterton, Gilbert, Christendom in Dublin, 1933, la traducción nos
pertenece).
136
Juan Pablo II dedicó al tema la Carta Apostólica Dies Domini sobre la santificación del Domingo, 31/5/1998.
137
“Por su parte, la no confesionalidad del Estado, que es una no intromisión del poder civil en la vida de la Iglesia y de las
diferentes religiones, así como en la esfera de lo espiritual, permite que todos los componentes de la sociedad trabajen juntos al
servicio de todos y de la comunidad nacional" (Mensaje de Juan Pablo II a la Conferencia episcopal francesa en el centenario de la
ley de separación de la Iglesia y el Estado, de 11 de febrero de 2005).
138
“Turquía, que desde siempre se encuentra en una situación de puente entre Oriente y Occidente, entre el continente asiático y
el europeo, de encrucijada de culturas y religiones, se dotó en el siglo pasado de medios para convertirse en un gran país
moderno, especialmente optando por un régimen de laicidad, distinguiendo claramente la sociedad civil y la religión, a fin de
permitir que cada una sea autónoma en su ámbito propio, respetando siempre la esfera de la otra. El hecho de que la mayoría de

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

limiten a los de una mera abstención o indiferencia. Desde siglos ha enseñado la Iglesia que tanto el
hombre individual como unido en sociedad (el estado) deben dar a Dios su culto debido y obedecer sus
mandatos, y esta enseñanza no ha cambiado nunca139.
Ahora bien, podríamos preguntarnos si tal colaboración entre Estado e Iglesia es necesaria, o solo
conveniente. El estado podría alcanzar algunos elementos del bien común sin ayuda de la Iglesia; pero
sólo algunos elementos, pues el hombre después del pecado original ha decaído y ya no puede vivir el
bien de manera plena y permanente, cumpliendo la ley moral natural, sin la Gracia divina que vivifica
su Iglesia140. Para alcanzar el bien común temporal en sentido completo, el estado necesita de la Iglesia.
Y por eso no extraña que a medida que los hombres se separan de la Iglesia crece la inseguridad, la falta
de respeto a las leyes, etc. Como escribió Chesterton, “quitad lo sobrenatural, y sólo quedará lo que no
es natural”.
“En el estado de naturaleza caída no puede el hombre
cumplir todos los mandamientos sin la gracia sanante”141
A diferencia de lo que hemos señalado respecto del estado, la Iglesia sí podría cumplir su finalidad sin
colaboración del estado. De hecho, muchas veces ha llevado a seres humanos a la salvación y la
santidad en medio de persecuciones de los gobiernos. Sin embargo, en tal contexto, solo es capaz de
llegar a un grupo muy reducido de personas. La evangelización de América, por ejemplo, no podría
haber tenido lugar sin colaboración del estado. Tengamos presente, además, que lo sobrenatural no
niega lo natural sino que lo eleva, y por ello, si un pueblo no vive conforme con el orden natural, mal
podrá la gracia elevarlo por encima de tal nivel. Por eso enseña con claridad Julio Menvielle que “en un
mundo hostil sólo lograría sostenerse en algunas almas privilegiadas, que, viviendo aisladas o
comunitariamente, se entregarían a su divino Esposo. Así como hubo la Iglesia de Pentecostés, y luego
la Iglesia de los mártires, en las que sólo unas pocas almas respondía a Cristo en un mundo totalmente
rebelde, así también puede existir una Iglesia de gran desolación en la que sólo unos pocos fieles
continúen viviendo de la Fe”142.
A lo dicho agreguemos que, muchas veces, la cooperación económica que brindan a la Iglesia algunos
estados no se debe a que valoren el hecho religioso como tal, sino a la necesidad de compensar despojos
históricos, pues en la mayoría de los países gobiernos masónicos o liberales saquearon a la Iglesia
confiscando con gran parte de sus riquezas y propiedades y ahora, a través de subsidios o aportes,
procuran compensarlos.

la población de este país sea musulmana constituye un elemento significativo en la vida de la sociedad, que el Estado no puede
menos de tener en cuenta, pero la Constitución turca reconoce a cada ciudadano los derechos a la libertad de culto y a la libertad
de conciencia. En todo país democrático corresponde a las autoridades civiles garantizar la libertad efectiva de todos los
creyentes y permitirles organizar libremente la vida de su propia comunidad religiosa” (Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo
Diplomático radicado en Ankara, 28/11/2006). Vale la pena aclarar que si bien en el estado “laico” turco el Islam no se impone, la
religión está fuertemente sometida al estado que restringe muchísimo la práctica de otros cultos.
139
Es común el error de pensar que habiéndose insistido en la libertad religiosa, ahora el estado debe ser ajeno a la
religión. Nada más alejado de la realidad. El estado debe cumplir la ley de Dios y acoger a la Iglesia, pero sin forzar a
nadie a ingresar en ella: esto es justamente lo que la misma Iglesia manda al estado. Sobre el tema es muy recomendable
OCARIZ, Fernando; Sulla Liberta Religiosa. Continuita del Vaticano Ii con Il Magisterio Precedente; Annales
theologici 3 (1989) 71-97.
140
Así lo ha definido la Iglesia contra la herejía pelagiana, según la cuál el hombre, con sus solas fuerzas naturales y sin la ayuda de
la Gracia, podría obrar todo el bien mandado por la ley natural. “Quienquiera dijere que la gracia de la justificación se nos da a fin
de que podamos cumplir más fácilmente lo que se nos manda hacer, como si, aun sin dársenos la gracia, pudiéramos, no
ciertamente con facilidad, pero pudiéramos al menos cumplir los divinos mandamientos, sea anatema. De los frutos de los
mandamientos hablaba, en efecto, el Señor, cuando no dijo: “Sin mí, más dificilmente podéis obrar”, sino que dijo: Sin mí, nada
podéis hacer [Ioh. 15, 5]”. (II Concilio Milevi, 416 y XVI Concilio de Cartago, 418).
141
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-II, q. 109, a 4.
142
Meinvielle, Julio, El comunismo en la revolución anticristiana, ediciones Cruz y Fierro, Bs. As., 1982, pág. 44.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Han sido comunes en la historia las violaciones de los principios que deben guiar las relaciones entre la
Iglesia y el estado, dando lugar a situaciones conocidas como:
 Ateísmo militante: el estado persigue y desalienta toda práctica religiosa.
 Totalitarismo: el estado asume directamente la conducción y dirección de la religión,
sometiendo a la Iglesia bajo sus dictámenes. El cesaropapismo, propio de la iglesia
bizantina en el siglo IX, fue una forma moderada de totalitarismo religioso.
 Regalismo: el estado se inmiscuye en decisiones que competen exclusivamente a la
Iglesia. Durante la Edad Media, sin embargo, la Iglesia concedió algunas potestades
conocidas como “patronato” a los reyes cristianos en reconocimiento por su labor en la
difusión de la fe. Por ejemplo, podían intervenir en la decisión de quienes serían designados
obispos. Eran concesiones de la misma Iglesia, no muestras de regalismo, aunque luego
muchos estados se atribuyeron unilateralmente poderes similares incurriendo sí en
regalismo. Hasta el año 1904, en que fue suprimido por el Papa San Pio X, se había
concedido al emperador de Austria poder de veto, ¡respecto de nada menos que la elección
de los papas! Fue ejercitado por última vez en 1903 por el Emperador Francisco José, quien
con su veto se opuse a la designación del Cardenal Mariano Rampolla, quien triunfaba en
las votaciones del Cónclave, siendo al final elegido Papa el Cardenal Giuseppe Melchiorre
Sarto, que asumiría con el nombre de Pio X. El 20 de enero de 1904 ese último promulgó la
constitución apostólica Commissum Nobis prohibiendo los vetos a la elección papal por
parte de los estados que disponían de él como privilegio histórico.
 Politización de dignatarios eclesiásticos: los clérigos y miembros de la jerarquía
asumen de manera ordinaria y frecuente roles políticos y de gobierno respecto de la
sociedad temporal.
 Laicismo o naturalismo: el estado desconoce la Revelación y el orden sobrenatural, y
por ello se comporta como si Cristo, su Iglesia y su religión no existiesen. El laicismo
extremo o radical tolera la práctica religiosa sólo en privado, dentro del templo o del
hogar, pero cuestionando o incluso prohibiendo todas o alguna de sus manifestaciones en la
vida pública (imágenes, símbolos o vestimentas religiosas en edificios públicos, escuelas e
incluso en la vía pública; evangelización a través de los medios de comunicación;
capellanías en fuerzas armadas y de seguridad; enseñanza religiosa en escuelas oficiales,
etc.). Manifestación de ello es la pretensión de excluir del debate sobre asuntos económicos,
éticos, sociales, políticos, científicos, toda referencia religiosa o de personas con
convicciones religiosas, como si su condición religiosa los inhabilitara para hacer un aporte
en la vida temporal y como si la palabra de Dios no tuviese nada que aportar al respecto.
Aparece también cuando se quiere separar indebidamente la condición religiosa de las
funciones sociales. Se dice así que un diputado cristiano debe comportarse como diputado
en el Congreso y como cristiano en el Templo... Como si la esquizofrenia fuese el ideal de
conducta, y no la unidad de vida entre la fe y las obras, entre la Fe y la cultura143. Otras
veces el estado asume un laicismo moderado, que tolera cualquier práctica religiosa
privada o pública, pero sin apoyarla o protegerla, o al menos, sin dar ningún lugar especial a
Cristo y su Iglesia, como si se tratase de una más entre varias.
 Teocracia: el gobernante se considera además líder supremo religioso. Era común antes
del cristianismo, y actualmente existe en oriente y en estados europeos víctimas de la
Reforma protestante (en Inglaterra el rey es cabeza del reino y de la Iglesia anglicana).

143
Contra tal tesis, nos enseña el eminente filósofo tomista Etienne Gilson, “comprometidos como hombres y como ciudadanos en
la obra de asegurar el bien común de sus ciudades temporales, los cristianos, como tales, se encuentran cargados de una
responsabilidad todavía más alta: la de mantener y extender la información de lo temporal por el cristianismo en todas partes
donde se encuentren y en todos los terrenos donde les sea dado actuar” (Las metamorfosis de la Ciudad de Dios, ediciones Rialp,
Madrid, 1965, pág. 339.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

 Clericalismo: los clérigos pretenden someter a su dirección e iniciativa la acción


temporal de los laicos. Nos extendemos seguidamente sobre este error.
La necesaria relación entre el estado y la Iglesia, y la existencia de responsabilidades del gobierno
también respecto de la religión, no deben implicar una confusión de tareas y roles de clérigos y laicos
dentro de la Iglesia. Detengámonos en este punto.
En la Iglesia conviven clérigos y laicos. Los primeros son los que reciben el sacramento del orden que
los constituye en sacerdotes. Los segundos, el resto de los bautizados que no somos sacerdotes ni hemos
realizado votos de vida religiosa. Es a los laicos a quienes compete el ordenar los asuntos temporales,
políticos, sociales y económicos, para que se edifiquen según el plan de Dios. Es su responsabilidad y
gozan para ello de una legítima iniciativa y autonomía. A ellos corresponde la construcción de la
cristiandad, la civilización del amor, la ciudad cristiana. Y no a los clérigos, sacerdotes, monjes,
obispos. Se llama clericalismo a una deformación consistente en negar a los laicos su legítima
autonomía en el orden temporal pretendiendo que actúen bajo las órdenes de los sacerdotes, como si
fueran solo meros ejecutores. La asistencia religiosa, la práctica sacramental, la orientación espiritual y
doctrinal, corresponde sí a los clérigos; pero no la supervisión directa ni mucho menos la conducción de
las obras que los laicos realizan dentro de su competencia específica.
Por eso no debe confundirse el laicismo, la pretensión de excluir a la religión de la política, negando
cualquier deber religioso por parte de los gobernantes y desvinculando al estado de la Iglesia; de la sana
laicidad, que se configura cuando se reúnen estas dos condiciones: a) reconocimiento de que las
realidades temporales tienen una legítima autonomía respecto de la esfera eclesiástica (es decir, lo
contrario del clericalismo y la teocracia), y b) se diferencia a la Iglesia, integrada solo por los
bautizados que adhieren a su Fe, de la sociedad política, compuesta por sujetos que buscan a Dios por
diversos caminos y que deben gozar de una razonable libertad religiosa durante su marcha. A veces las
palabras se utilizan de manera confusa llamándose laico a lo que es en realidad laicista. Si bien el
laicismo moderado es menos dañino que el radical, y mucho menos que el ateísmo militante o
totalitarismo, ambas formas de laicismo suponen incumplimiento del estado de parte de sus
responsabilidades. El laicismo moderado es uno de los errores más comunes en los estados occidentales
de hoy.
Los errores en el planteo del tema de la laicidad, que llevan a suprimir toda intervención de la religión
en la vida pública, a los que no escaparon pensadores cristianos como Jacques Maritain o Johannes
Metz, suelen tener su origen en: a) una errada interpretación de la distinción entre el orden natural y el
sobrenatural, como si la diferencia supusiese separación o independencia; b) una reacción desmedida,
que cae en el error contrario, frente a formas de indebido clericalismo; c) falta de comprensión teologal
de la realidad y del valor cristiano que tienen las realidades temporales (como si fuesen pura materia).
En nuestros días la cuestión adquiere un matiz especial. La Iglesia católica ha recibido, desde antiguo,
numerosos ataques. Pero durante siglos, los mismos se vincularon con lo que se conoce como
“herejías”. La herejía es el rechazo conciente de una verdad de fe. Aparecían religiosos que negaban
alguna verdad de la Fe, y confundían y encolumnaban tras sí a muchos fieles, estimulándolos a
abandonar la Iglesia, a enfrentarse a las autoridades, y a desobedecer muchas normas sociales. Por
ejemplo, el arrianismo negaba que Jesús sea Dios, y el nestorianismo, derivado de aquél, que María
fuese entonces “Madre de Dios”. Como las herejías tenían como núcleo el ataque a una verdad de Fe,
los principales comprometidos en trabajar para reducir su daño fueron los clérigos y los teólogos. Pero a
partir del siglo XIX, los ataques contra la Iglesia ya no se dirigen exclusivamente a rechazar ésta o
aquélla verdad de fe, sino a construir una convivencia social en la que sea muy difícil vivir
cristianamente porque se conduce como si Dios no existiese. Este peligro fue el que motivó al Papa Pio
XI a establecer la fiesta de Cristo Rey, que se celebra cada año, a través de la Encíclica Quas Primas
(11/12/1925), para combatir así la que llama “peste del laicismo”. En este nuevo escenario, son los
laicos los principales convocados para trabajar en la constitución de un orden social capaz de favorecer
el bien integral del ser humano y su salvación. Por eso, la Iglesia, en las últimas décadas, ha insistido en
la necesidad de que los laicos cumplan con urgencia su insustituible papel en la sociedad, la política, las

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

instituciones. El Papa Juan Pablo II les dedicó toda una Exhortación Apostólica, Christifideles Laici
(30/12/1988).
No se trata, por supuesto, de volver a la Edad Media. La Iglesia nunca ha pretendido eso. Porque la
historia no retrocede, y además, porque sería una tontería desconocer los avances técnicos y científicos,
y cierta comprensión de algunas cuestiones vinculadas con el ser humano y su dignidad logrados en los
siglos posteriores. Se trata, sí, de recuperar el espíritu que animó a los hombres del medioevo de
construir la sociedad sin olvidar a Dios y su enseñanza.
“Con frecuencia se tiende a identificar Edad Media y
Ciudad Católica. La asimilación no es perfectamente exacta.
La vida de un pueblo, de una nación, se mueve en un terreno
muy variado, que va más allá de la sola actividad religiosa.
Cuando en toda la extensión de este vasto terreno, una
sociedad es respetuosa de los derechos de Dios y evita
traspasar los límites de la doctrina y de la moral de la
Iglesia, puede legítimamente decirse cristiana y católica.
Pero ninguna cultura puede identificarse en bloque como
específicamente tal; ni siquiera la cultura medieval... Hecha
tal reserva, es justo reconocer al Medioevo y a su
mentalidad una nota de auténtica catolicidad: la certeza
indiscutible de que la religión y la vida formaban una
unidad, totalmente indisoluble.”144
En lo que hace a la labor de los laicos, no debemos confundir la ortodoxia en la doctrina con el
monolitismo en la acción. Ortodoxia significa pensamiento recto. Los laicos deben ser ortodoxos, en
sentido de no contradecir sino inspirarse en el Magisterio auténtico de la Iglesia. Pero claro, diversas
metodologías, estrategias, proyectos concretos son posibles en coherencia con tal magisterio. En este
plano, debe reinar la máxima libertad y tolerancia. No es lícito erigir un método o un proyecto o un
movimiento o una institución como el único legítimo al que todos deben adherir o incorporarse. La
unidad, firmeza e intransigencia en la doctrina debe ser complementada con pluralismo, flexibilidad y
amplitud en la acción, de modo de alentar la iniciativa y la creatividad de las personas para atender a
vocaciones, capacidades y necesidades diversas. Aunque sí resulta deseable que esta acción diversa
reciba alguna forma de coordinación para hacerla más efectiva.
Actividad 7: Regresemos al relato sobre la guerra cristera que consignamos en una actividad anterior.
Las autoridades mejicanas argumentaban que no prohibían la práctica religiosa privada; pero que la
Iglesia no debía entorpecer la actividad del estado, y por ello, se prohibía el culto público, la
manifestación pública de fe y la educación cristiana. ¿Qué posición vinculada con la relación entre la
Iglesia y el estado cabe considerar existente en ese caso? ¿Cómo respondería a lo argumentado?
12. Ideologías comparadas
Vamos ahora a esquematizar, de manera muy simplificada, una comparación entre las principales
ideologías y sus posiciones respecto de los temas abordados en esta unidad.

Individualismo liberal Totalitarismo marxista Doctrina social


cristiana
Bien común Reducido a la libertad Identificado con el interés Conjunto integral de
individual y derechos colectivo bienes participable por
individuales todos
Valor de la Mal necesario, mínima, Mal innecesario destinada a Bien relativo, controlada
Autoridad muy limitada. En los desaparecer (anarquismo); y limitada por el

144
Pio XII, Discurso a los peregrinos suizos venidos a Roma para la canonización de San Nicolao della Flüe, del 16-5-1947.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

hechos: concentración de durante la dictadura del auténtico bien común


funciones proletariado debe ser
absoluta al servicio de la
revolución
Fundamento de la El consenso La opresión Dios como creador de la
autoridad naturaleza humana
Formas de Democracia “formal” y Luego de la revolución una Todas son válidas si
gobierno representativa145 dictadura146, hasta la buscan el bien común
sociedad comunista en la que
no habría gobierno
Participación Formal, solo de los Ausente Real, de individuos y
individuos, masiva, en la grupos, de acuerdo con
decisión. Monopolio las capacidades y
partidocrático responsabilidades
Población Masa dividida en Masa dividida en clases en Pueblo organizado en
individuos conflicto hasta la sociedad grupos intermedios
sin clases comunista
Grupos Libres pero sin Prohibidos si no están Respetados en sus
intermedios reconocimiento ni dirigidos por el estado competencias y con
participación pública participación pública
Relación con la Laicismo, indiferencia, o Persecución Reconocimiento, respeto
Iglesia y la restricción a la esfera y colaboración
religión privada recíprocas
Patria No existe, solo los La patria es la clase social a Realidad natural que
individuos y el mundo. la que se pertenece; merece respeto sin
Su patria es donde se compatriotas son los que desconocer las otras
sientan bien. luchan por la revolución patrias hermanas

13. Criterios para la acción concreta


De los desarrollos que hemos realizado, podemos condensar algunos criterios fundamentales para tener
en cuenta y orientar la acción social y política inspirados en la doctrina social cristiana:
 Alentar la debida obediencia a la autoridad asegurando su adecuado control y limitación.
 Reconocer responsabilidad y capacidad de gestión y decisión a los grupos inferiores, sin
invadirlos ni conducirlos extrínsecamente. También debe reconocérseles participación en la
decisión e implementación de las políticas que comprometen a la comunidad mayor.
 Mantener la primacía del bien común, como auténtico bien de todos, respecto de los intereses
exclusivos de algunos de los miembros del grupo.
 Establecer canales reales para una adecuada y verdadera participación en la información,
consulta y/o decisión, según corresponda.
 Introducir mecanismos que aseguren una auténtica representación que conserve los vínculos
entre representantes y representados.

145
Aunque en los hechos, muchas veces, movimientos liberales han apoyado dictaduras y gobiernos oligárquicos con tal que
favorecieran el liberalismo capitalista. Podemos pensar en el caso de Rivadavia, Lavalle, Mitre, Aramburu, Videla, gobernantes
golpistas que contaron con apoyo de sectores “liberales” de la sociedad.
146
Lo que no les impide, en regímenes democráticos, pasar por defensores de la democracia y los derechos humanos para aprovechar
los beneficios de la libertad hasta poder imponer la dictadura comunista. “Mientras la revolución no salió de los límites del sistema
burgués estuvimos a favor de la democracia, pero apenas asomaron los primeros signos del socialismo en el camino de la
revolución, nos pusimos decidida y firmemente a favor de la dictadura del proletariado” (Lenin, 25 de enero de 1918, Obras
Completas, Akel, Madrid, tomo 28, pág. 152).

- 149 -
Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

 Garantizar una adecuada relación de respeto recíproco, coordinación y colaboración entre la


esfera temporal y la espiritual, y entre sus responsables laicos y los eclesiásticos, a fin de contribuir
todos al bien integral del hombre.
Síntesis
• Llamamos estado a la comunidad política, integrada por personas, familias y grupos intermedios
asentados en un territorio, bajo un gobierno, para obtener el bien común político.
• El bien común político es el fin del estado. Se llama político por ser completo o integral, es decir,
incluir un conjunto de bienes, participables por todos, capaces de enriquecer las diversas
inclinaciones y necesidades de la persona.
• El totalitarismo equivoca el concepto de bien común político pues lo hace ajeno al bien de cada
persona. El individualismo liberal también, pues lo concibe reducido a la libertad y seguridad de los
derechos individuales, o a la suma de los bienes individuales.
• La autoridad política, como derecho a conducir y recibir obediencia de los miembros de la
comunidad, es necesaria para el bien común y por ello algo bueno. Tiene su origen en la naturaleza
humana, y consiguientemente, en Dios que la ha creado de esa manera. Es el bien común el que
fundamenta la necesidad de la autoridad y el criterio que la hace legítima en su origen y en su
ejercicio.
• Pero no es Dios quien establece quienes detentan la autoridad ni como deben ejercerla. Cada
comunidad política, de modos diversos, establece estos puntos, constituyendo un “régimen político”
determinado, que debe ser acorde con sus propias características y peculiaridades.
• Cuando el gobierno toma decisiones manifiestamente contrarias al bien común, las mismas no son
absolutamente obligatorias. Si llevan a cometer actos inaceptables, deben dar lugar a la objeción de
conciencia de los ciudadanos. Si lesionan gravemente el bien común y no hay otra forma de
remediarlo, pueden legitimar la resistencia civil, pasiva, y en circunstancias excepcionales, armada.
• Es un error radicar la autoridad en el consenso, o pretender que la autoridad puede ejercerse sin
límites. También, negar la bondad del gobierno considerándolo un mal a eliminar (anarquismo,
marxismo) o un mal necesario (liberalismo). Lo mismo cabe decir de entender que la autoridad
reside en el pueblo, el que sí puede, de acuerdo con el régimen político, intervenir en la designación
de quien va a tener autoridad.
• Cada comunidad define, de entre varios posibles y legítimos, el régimen político más adecuado para
conducir a su población hacia el bien común147. A partir del siglo XX se manifiesta una preferencia
por los regímenes democráticos en los que se eligen periódicamente autoridades. Debe evitarse, sin
embargo concebir a la elección democrática como el único criterio legítimo; o concebir al
mecanismo democrático como fuente de decisiones necesariamente rectas y que deben ser
obedecidas sin importar su contenido. También, el pensar que por elegir gobernantes es el pueblo el
que está realmente gobernando.
• La legitimidad del régimen democrático depende de que se lo tome solo como un posible
instrumento para las decisiones políticas, que se asegure la vigencia del bien común, se constituya
sobre un pueblo no masificado, se respeten las exigencias de la justicia, se canalice una participación
verdadera y se forme una clase dirigente honesta e idónea capaz de ocupar los cargos públicos.

147
Al revés, Juan Bautista Alberdi sostenía que no había que adecuar la forma de gobierno a cada pueblo, sino la población para que
se ajuste a una forma de gobierno elegida. Es el colmo de la ideología. “No son las leyes lo que debemos cambiar, son los hombres,
las cosas. Necesitamos cambiar nuestras gentes, incapaces de libertad, por otras gentes hábiles para ella…Si hemos de componer
nuestra población para el sistema de gobierno; si ha de sernos más posible hacer la población para el sistema proclamado que el
sistema para la población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona” (Alberdi, Juan Bautista, Bases y
puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Capítulo XXX).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• A diferencia del pueblo, la masa es inconciente, no está organizada, es movida y manipulada desde
fuera conforme los intereses y criterios de terceros. No permite la construcción de un verdadero
estado, especialmente cuando el régimen pretende una mayor participación popular. La participación
verdadera se da en diversos grados según las circunstancias, puede ser en la información, la consulta
o la decisión.
• A fin de que no se transforme en opresivo y que contribuya al bien común, es bueno que el poder se
encuentre distribuido y controlado. La concentración del poder estatal, que se vive desde la Edad
Moderna, vulnera el principio de subsidiariedad y el auténtico bien del hombre.
• Patria, nación y estado son realidades diferentes y necesarias para la plenitud humana. La patria es la
herencia que una nación recibe de sus generaciones pasadas y que debe conservar y transmitir
críticamente a las sucesivas. Tanto el cosmopolitismo como el nacionalismo radicalizado son
enemigos del auténtico patriotismo.
• La soberanía, como supremacía e independencia del estado, no es absoluta o ilimitada, pues debe
subordinarse al bien común nacional y al bien común internacional. Sin embargo, actualmente se
vive un proceso de globalización económica, cultural y política, que arrastra a las naciones menos
poderosas y genera dominación, marginación y exclusión social. Se hace necesario el respeto por las
autonomías de los estados y una globalización de la solidaridad y de los beneficios del desarrollo.
• Cristo ha creado una comunidad religiosa, la Iglesia, sustrayendo competencia religiosa a los estados
que deben actuar de modo respetuoso y coordinado con ella. Por esa razón, son errores la invasión de
dominios recíprocos, el ateísmo estatal, y el laicismo por el que el estado se desvincula de sus
obligaciones para con Dios y con la Iglesia.
Textos de apoyo
“Siendo, pues, natural que el hombre viva en sociedad, los hombres necesitan que alguien rija la multitud. Porque
siendo muchos los hombres, y preocupándose cada uno de lo que le es conveniente, la multitud se desintegraría si no
hubiese alguno que se preocupase del bien de todos, lo mismo que se desintegraría el cuerpo del hombre o de cualquier
animal si no hubiese una fuerza regidora común en el cuerpo que tendiese al bien común de todos los miembros. Por eso
dice Salomón, en Proverbios 11, 14: “Donde no hay gobierno va el pueblo a la ruina”. Lo cual ocurre razonablemente,
porque no es lo mismo lo propio que lo común. Lo primero, divide; lo segundo, une. Causas diversas producen efectos
diversos. Por consiguiente, es necesario que, además de lo que mueve al bien propio de cada uno, haya algo que mueva
al bien común de muchos. De ahí que en todas las cosas que se ordenan a un fin se encuentre algo que rige a lo demás.
Y así en el universo de los cuerpos, todos son regidos por un primer cuerpo —el celeste— según un cierto orden de la
divina providencia; y todos ellos, por la criatura racional. También en el mismo hombre el alma rige al cuerpo, y entre
las partes del alma el apetito irascible y el concupiscible son regidos por la razón. Y entre los miembros del cuerpo hay
uno principal, como el corazón o la cabeza, que mueve a los demás. Es necesario, por tanto, que en toda multitud haya
un principio de gobierno”148.
“Para la buena constitución del poder supremo en una ciudad o nación es preciso mirar a dos cosas: la primera, que
todos tengan alguna parte en el ejercicio del poder, pues por ahí se logra mejor la paz del pueblo, y que todos amen esa
constitución y la guarden, como se dice en II Polit. La segunda mira a la especie de régimen y a la forma constitucional
del poder supremo. De la cual enumera el Filósofo, en III Polit., varias especies; pero las principales son la monarquía,
en la cual es uno el depositario del poder, y la aristocracia, en la que son algunos pocos. La mejor constitución en una
ciudad o nación es aquella en que uno es el depositario del poder y tiene la presidencia sobre todos, de tal suerte que
algunos participen de ese poder y, sin embargo, ese poder sea de todos, en cuanto que todos pueden ser elegidos y todos
toman parte en la elección. Tal es la buena constitución política, en la que se juntan la monarquía —por cuanto es uno
el que preside a toda la nación—, la aristocracia —porque son muchos los que participan en el ejercicio del poder-y la
democracia, que es el poder del pueblo, por cuanto estos que ejercen el poder pueden ser elegidos del pueblo y es el
pueblo quien los elige. Tal fue la constitución establecida por la ley divina, pues Moisés y sus sucesores gobernaban al
pueblo, gozando de un poder singular, lo que equivalía a una especie de monarquía. Después eran elegidos setenta y
dos ancianos para ejercer el poder, pues se dice en el Dt 1,15: Tomé de vuestras tribus varones sabios y nobles y los
constituí por príncipes; y esto era una aristocracia. Y a la democracia pertenecía el que eran elegidos de entre todo el
pueblo, pues se dice en Ex 18,21: Escoge de toda la multitud varones sabios, etc., y eran elegidos por el pueblo, según

148
Tomás de Aquino, Del Régimen de los Príncipes o De Regno, Libro I, Cap. I, nro. 7.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Dt 1,13: Dadme de entre vosotros varones sabios, etc. De manera que era la mejor constitución política establecida por
la ley”149.
“No es pues el último fin de una muchedumbre de hombres congregada el vivir conforme a virtud, sino alcanzar la unión
amorosa de Dios por medio de la vida virtuosa; y si a este fin se pudiese llegar por medio de la naturaleza humana,
seria necesario que perteneciese al oficio del Rey el encaminar los hombres a este fin. Pero el hombre no puede
alcanzar el fin de la unión amorosa con Dios por su sola virtud humana, sino por la gracia de Dios, conforme lo dijo el
Apóstol cap. 6, a los Romanos: “La gracia de Dios es la vida eterna”, y entonces el guiar a este fin no será del gobierno
humano sino del divino. Por tanto compete a aquel Rey que no solamente es hombre sino Dios y hombre, esto es a
nuestro Señor Jesucristo, que haciendo los hombres hijos de Dios los introdujo en la gloria celestial... El ministerio de
este Reino, para que las cosas terrenas fuesen distintas de las espirituales, se sometió no a los Reyes de la tierra sino a
los Sacerdotes, y principalmente al Sumo Sacerdote, sucesor de S. Pedro, Vicario de Cristo, que es el Pontífice Romano,
al cual todos los Reyes Cristianos deben estar sujetos como al mismo Señor Jesucristo; porque así deben serlo los que
tienen a su cargo el cuidado de los fines medios al que lo tiene del fin ultimo, y guiarse por su gobierno”150.
“El hombre realiza los fines inscriptos en su naturaleza a través de una pluralidad de grupos sociales, desde la familia,
en la base de la sociedad, hasta el Estado en la cúspide. Los grupos intermedios, situados entre uno y otro, se
especifican en la búsqueda, la defensa, el acrecentamiento y el logro de algún tipo de aspiración, interés o necesidad
social. Surgen, de esta manera, los grupos culturales, educativos, religiosos, laborales, profesionales, empresariales...
Desde esta perspectiva, la Nación se configura por un conjunto articulado y jerárquico de grupos sociales intermedios
que contribuyen a la realización de alguno de los fines existenciales del hombre... El orden social que resulta del operar
de los ciudadanos con sus instituciones familiares, civiles, religiosas, culturales, empresariales, gremiales, etc., deberá
siempre conciliar el interés particular con el bien común, sin contradecir los dictados del orden natural y su derecho
emergente, como manifestación ineluctable de la voluntad de Dios en cuanto creador”151.
“Toda comunidad humana necesita una autoridad que la rija (cf León XIII, enc. "Inmortale Dei"; enc. "Diuturnum
illud"). Esta tiene su fundamento en la naturaleza humana. Es necesaria para la unidad de la sociedad. Su misión
consiste en asegurar en cuanto sea posible el bien común de la sociedad. La autoridad exigida por el orden moral
emana de Dios: "Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las
que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden
divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación" (Rm 13,1-2; cf 1 P 2,13-17). El deber de obediencia
impone a todos la obligación de dar a la autoridad los honores que le son debidos, y de rodear de respeto y, según su
mérito, de gratitud y de benevolencia a las personas que la ejercen... La diversidad de los regímenes políticos es
moralmente admisible con tal que promuevan el bien legítimo de la comunidad que los adopta. Los regímenes cuya
naturaleza es contraria a la ley natural, al orden público y a los derechos fundamentales de las personas, no pueden
realizar el bien común de las naciones a las que se han impuesto. La autoridad no saca de sí misma su legitimidad
moral. No debe comportarse de manera despótica, sino actuar para el bien común como una "fuerza moral, que se basa
en la libertad y en la conciencia de la tarea y obligaciones que ha recibido" (GS 74,2). La autoridad sólo se ejerce
legítimamente si busca el bien común del grupo considerado y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si
los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden
obligar en conciencia. "En semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una
iniquidad espantosa" (PT 51)”152.
“De todas maneras, la hora presente exige de los creyentes que, con todas sus energías, hagan rendir a la doctrina
social de la Iglesia su maximum de eficacia y su maximum de realizaciones. Es hacerse ilusiones creer, como algunos,
que se podría desarmar el anticlericalismo y la pasión anticatólica restringiendo los principios del catolicismo al
dominio de la vida privada. Esta actitud minimista, por el contrario, no haría más que proporcionar a los adversarios
de la Iglesia nuevos pretextos. Los católicos mantendrán y mejorarán sus posiciones según la medida del valor que ellos
pongan en transformar en actos sus convicciones íntimas en el campo completo de la vida, lo mismo pública que
privada”153
“La Iglesia se ha confrontado con diversas concepciones de la autoridad, teniendo siempre cuidado de defender y
proponer un modelo fundado en la naturaleza social de las personas: « En efecto, como Dios ha creado a los hombres
sociales por naturaleza y ninguna sociedad puede conservarse sin un jefe supremo que mueva a todos y a cada uno con
un mismo impulso eficaz, encaminado al bien común, resulta necesaria en toda sociedad humana una autoridad que la

149
Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-II, q. 105, a. 1, c.
150
Tomás de Aquino, Del Régimen de los Príncipes o De Regno, Libro I, Cap. XIV.
151
Fosbery, Aníbal Fr., Reflexiones sobre el quehacer político de la Argentina de hoy, pág. 8.
152
Catecismo de la Iglesia Católica nros. 1897 a 1903.
153
Pío XII, Carta a las semanas sociales, 18/7/1947.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

dirija; una autoridad que, como la misma sociedad, surge y deriva de la naturaleza, y, por tanto, del mismo Dios, que es
su autor»”154.
“Reconocer que el derecho natural funda y limita el derecho positivo significa admitir que es legítimo resistir a la
autoridad en caso de que ésta viole grave y repetidamente los principios del derecho natural. Santo Tomás de Aquino
escribe que « se está obligado a obedecer ... por cuanto lo exige el orden de la justicia ». El fundamento del derecho de
resistencia es, pues, el derecho de naturaleza. Las expresiones concretas que la realización de este derecho puede
adoptar son diversas. También pueden ser diversos los fines perseguidos. La resistencia a la autoridad se propone
confirmar la validez de una visión diferente de las cosas, ya sea cuando se busca obtener un cambio parcial, por
ejemplo, modificando algunas leyes, ya sea cuando se lucha por un cambio radical de la situación. La doctrina social
indica los criterios para el ejercicio del derecho de resistencia: « La resistencia a la opresión de quienes gobiernan no
podrá recurrir legítimamente a las armas sino cuando se reúnan las condiciones siguientes: 1) en caso de violaciones
ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 2) después de haber agotado todos los otros recursos; 3)
sin provocar desórdenes peores; 4) que haya esperanza fundada de éxito; 5) si es imposible prever razonablemente
soluciones mejores ». La lucha armada debe considerarse un remedio extremo para poner fin a una « tiranía evidente y
prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien
común del país ». La gravedad de los peligros que el recurso a la violencia comporta hoy evidencia que es siempre
preferible el camino de la resistencia pasiva, « más conforme con los principios morales y no menos prometedor del
éxito»”155.

“Quien desee que la estrella de la paz aparezca y se detenga sobre la sociedad, contribuya por su parte a devolver a la
persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el principio; opóngase a la excesiva aglomeración de los
hombres, casi a manera de masas sin alma; a su inconsistencia económica, social, política, intelectual y moral; a su
falta de sólidos principios y de fuertes convicciones; a su sobreabundancia de fuertes excitaciones instintivas y sensibles
y a su volubilidad; favorezca con todos los medios lícitos, en todos los campos de la vida, formas sociales que posibiliten
y garanticen una plena responsabilidad personal, tanto en el orden terreno como en el eterno; apoye el respeto y la
práctica realización de los derechos fundamentales de la persona humana”156
“En los mismos regímenes participativos la regulación de los intereses se produce con frecuencia en beneficio de los
más fuertes, que tienen mayor capacidad para maniobrar no sólo las palancas del poder, sino incluso la formación del
consenso”157.
“La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las
opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la
de sustituirlos oportunamente de manera pacífica”158.
“Entendida así, la democracia puede reconocerse en todo régimen que no es totalitario. Supone un equilibrio, que
puede ser muy variable, entre la representación nacional y la iniciativa de los gobernantes; implica cuerpos intermedios
libremente constituidos, reconocidos y protegidos por la ley, normalmente consultados en cuestiones de su competencia;
un cuerpo electoral informado lealmente, apto para juzgar la política de sus mandatarios y los programas de sus
candidatos; supone derechos y deberes netamente definidos, cuyo ejercicio está eficazmente protegido; jueces cuya
independencia está bien garantizada para que cumplan imparcialmente su deber a la luz y bajo la responsabilidad de su
conciencia; por último, leyes fundamentales respetadas por todos, que aseguren la continuidad de la vida nacional...
¿Cuáles son, os preguntábais en Rennes, las relaciones entre la crisis de poder por parte de la autoridad y la crisis del
civismo por parte de los ciudadanos? Esta doble crisis, ¿no tendría, quizás, como causa profunda el conflicto entre la
economía y la política? De una parte, el ciudadano se desinteresa de la marcha de las instituciones, porque la libertad -
mucho más formal que real- que le confiere su papeleta de voto no le asegura los derecho que con razón reivindica en el
terreno económico y social: un trabajo asegurado, una participación efectiva en alguna propiedad, un régimen de
seguros y de seguridad social que le permita mantener y educar una familia.”159
“Una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la
aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona
humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del « bien común » como fin y criterio regulador de la vida
política. Si no existe un consenso general sobre estos valores, se pierde el significado de la democracia y se compromete
su estabilidad. La doctrina social individualiza uno de los mayores riesgos para las democracias actuales en el

154
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 393.
155
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nros. 400 y 401.
156
Pío XII, Radiomensaje Com sempre sobre los fundamentos del orden interno de los estados, del 24/12/1942.
157
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, nº 70.
158
Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, nro. 46.
159
Pablo VI, Carta a las Semanas Sociales de Francia, 2/7/1963.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

relativismo ético, que induce a considerar inexistente un criterio objetivo y universal para establecer el fundamento y la
correcta jerarquía de valores”160.
“El estado no contiene en sí mismo y no reúne mecánicamente, en un territorio determinado, una masa informe de
individuos. En la práctica, es y debiera ser la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo. El pueblo y una
multitud informe (o “masa” como suele llamarse) son conceptos, entre sí, distintos. El pueblo vive y actúa según su
propia energía vital; las masas son inertes en sí mismas y solamente se mueven desde el exterior. El pueblo vive por la
plenitud de vida de los hombres que lo integran; cada uno de ellos – en el lugar que le corresponde y a su modo- es
persona consciente de sus propias responsabilidades y de sus propias opiniones. Al contrario, las masas esperan el
impulso externo; son fácil juguete en manos de quien quiera explote sus instintos e impresiones, prontas a seguir
alternativamente una bandera hoy y otra mañana... Los únicos sobrevivientes son, por una parte, las víctimas engañadas
por el espejismo de una democracia, ingenuamente aceptada como el verdadero espíritu de la democracia, con su
libertad e igualdad; y por la otra, el número más o menos grande de explotadores, que supieron aprovecharse de la
fuerza del dinero y de la organización, para conquistar, frente a los demás, una posición de privilegio, adueñándose del
poder”161.
"Es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia que lo mantengan en su
justo límite. Es este el principio del `Estado de derecho' en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los
hombres" (CA 44).162
“La participación es el compromiso voluntario y generoso de la persona en las tareas sociales. Es necesario que todos
participen, cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el bien común. Este deber es
inherente a la dignidad de la persona humana. La participación se realiza primero en la dedicación a campos cuya
responsabilidad personal se asume: por la atención prestada a la educación de su familia, por la conciencia en su
trabajo, el hombre participa en el bien de los otros y de la sociedad (cf CA 43). Los ciudadanos deben cuanto sea
posible tomar parte activa en la vida pública. Las modalidades de esta participación pueden variar de un país a otro o
de una cultura a otra. "Es de alabar la conducta de las naciones en las que la mayor parte posible de los ciudadanos
participa con verdadera libertad en la vida pública" (GS 31,3)163.
“La información se encuentra entre los principales instrumentos de participación democrática. Es impensable la
participación sin el conocimiento de los problemas de la comunidad política, de los datos de hecho y de las varias
propuestas de solución. Es necesario asegurar un pluralismo real en este delicado ámbito de la vida social,
garantizando una multiplicidad de formas e instrumentos en el campo de la información y de la comunicación, y
facilitando condiciones de igualdad en la posesión y uso de estos instrumentos mediante leyes apropiadas. Entre los
obstáculos que se interponen a la plena realización del derecho a la objetividad en la información,847 merece particular
atención el fenómeno de las concentraciones editoriales y televisivas, con peligrosos efectos sobre todo el sistema
democrático cuando a este fenómeno corresponden vínculos cada vez más estrechos entre la actividad gubernativa, los
poderes financieros y la información.”164

“El Magisterio reconoce la importancia de la soberanía nacional, concebida ante todo como expresión de la libertad
que debe regular las relaciones entre los Estados. La soberanía representa la subjetividad de una Nación en su perfil
político, económico, social y cultural. La dimensión cultural adquiere un valor decisivo como punto de apoyo para resistir
los actos de agresión o las formas de dominio que condicionan la libertad de un país: la cultura constituye la garantía para
conservar la identidad de un pueblo, expresa y promueve su soberanía espiritual. La soberanía nacional no es, sin
embargo, un absoluto. Las Naciones pueden renunciar libremente al ejercicio de algunos de sus derechos, en orden a
lograr un objetivo común, con la conciencia de formar una « familia », donde deben reinar la confianza recíproca, el
apoyo y respeto mutuos. En esta perspectiva, merece una atenta consideración la ausencia de un acuerdo internacional
que vele adecuadamente por « los derechos de las Naciones », cuya preparación podría resolver de manera oportuna las
cuestiones relacionadas con la justicia y la libertad en el mundo contemporáneo.”165

“La Iglesia favorece el camino hacia una auténtica « comunidad » internacional, que ha asumido una dirección precisa
mediante la institución de la Organización de las Naciones Unidas en 1945. Esta organización « ha contribuido a
promover notablemente el respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del desarrollo,
preparando el terreno cultural e institucional sobre el cual construir la paz». La doctrina social, en general, considera
positivo el papel de las Organizaciones intergubernamentales, en particular de las que actúan en sectores específicos, si

160
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia nro. 407.
161
Pío XII, Radiomensaje de Navidad Benignitas et Humanitas del 24/12/1944.
162
Catecismo de la Iglesia Católica nro. 1904.
163
Catecismo de la Iglesia Católica nro. 1913 a 1915.
164
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 414.
165
Compendio de Doctrina Social de la iglesia, nro., 435.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

bien ha expresado reservas cuando afrontan los problemas de forma incorrecta. Una autoridad política ejercida en el
marco de la Comunidad Internacional debe estar regulada por el derecho, ordenada al bien común y ser respetuosa del
principio de subsidiaridad: « No corresponde a esta autoridad mundial limitar la esfera de acción o invadir la
competencia propia de la autoridad pública de cada Estado. Por el contrario, la autoridad mundial debe procurar que
en todo el mundo se cree un ambiente dentro del cual no sólo los poderes públicos de cada Nación, sino también los
individuos y los grupos intermedios, puedan con mayor seguridad realizar sus funciones, cumplir sus deberes y defender
sus derechos »”.166

“El deber de dar a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente. Esa es "la doctrina
tradicional católica sobre el deber moral de los hombres y de las sociedades respecto a la religión verdadera y a la
única Iglesia de Cristo" (DH 1). Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia trabaja para que puedan "informar
con el espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno
vive" (AA 13). Deber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada hombre el amor de la verdad y del bien. Les
exige dar a conocer el culto de la única verdadera religión, que subsiste en la Iglesia católica y apostólica (cf DH 1).
Los cristianos son llamados a ser la luz del mundo (cf AA 13). La Iglesia manifiesta así la realeza de Cristo sobre toda
la creación y, en particular, sobre las sociedades humanas (cf León XIII, enc. "Inmortale Dei"; Pío XI "Quas primas").
El derecho a la libertad religiosa no es ni la permisión moral de adherirse al error (cf León XIII, enc. "Libertas
praestantissimum"), ni un derecho supuesto al error (cf Pío XII, discurso 6 Diciembre 1953), sino un derecho natural de
la persona humana a la libertad civil, es decir, a la inmunidad de coacción exterior, en los justos límites, en materia
religiosa por parte del poder político. Este derecho natural debe ser reconocido en el orden jurídico de la sociedad de
manera que constituya un derecho civil (cf DH 2). El derecho a la libertad religiosa no puede ser de suyo ni ilimitado
(cf Pío VI, breve "Quod aliquantum"), ni limitado solamente por un "orden público" concebido de manera positivista o
naturalista (cf Pío IX, enc. "Quanta cura"). Los "justos límites" que le son inherentes deben ser determinados para cada
situación social por la prudencia política, según las exigencias del bien común, y ratificados por la autoridad civil según
"normas jurídicas, conforme con el orden objetivo moral" (DH 7).”167.
“Para comprender el significado auténtico de la laicidad y explicar sus acepciones actuales, es preciso tener en cuenta
el desarrollo histórico que ha tenido el concepto. La laicidad, nacida como indicación de la condición del simple fiel
cristiano, no perteneciente ni al clero ni al estado religioso, durante la Edad Media revistió el significado de oposición
entre los poderes civiles y las jerarquías eclesiásticas, y en los tiempos modernos ha asumido el de exclusión de la
religión y de sus símbolos de la vida pública mediante su confinamiento al ámbito privado y a la conciencia individual.
Así, ha sucedido que al término "laicidad" se le ha atribuido una acepción ideológica opuesta a la que tenía en su
origen. En realidad, hoy la laicidad se entiende por lo común como exclusión de la religión de los diversos ámbitos de
la sociedad y como su confín en el ámbito de la conciencia individual. La laicidad se manifestaría en la total separación
entre el Estado y la Iglesia, no teniendo esta última título alguno para intervenir sobre temas relativos a la vida y al
comportamiento de los ciudadanos; la laicidad comportaría incluso la exclusión de los símbolos religiosos de los
lugares públicos destinados al desempeño de las funciones propias de la comunidad política: oficinas, escuelas,
tribunales, hospitales, cárceles, etc. Basándose en estas múltiples maneras de concebir la laicidad, se habla hoy de
pensamiento laico, de moral laica, de ciencia laica, de política laica. En efecto, en la base de esta concepción hay una
visión a-religiosa de la vida, del pensamiento y de la moral, es decir, una visión en la que no hay lugar para Dios, para
un Misterio que trascienda la pura razón, para una ley moral de valor absoluto, vigente en todo tiempo y en toda
situación. Solamente dándose cuenta de esto se puede medir el peso de los problemas que entraña un término como
laicidad, que parece haberse convertido en el emblema fundamental de la posmodernidad, en especial de la democracia
moderna. Por tanto, todos los creyentes, y de modo especial los creyentes en Cristo, tienen el deber de contribuir a
elaborar un concepto de laicidad que, por una parte, reconozca a Dios y a su ley moral, a Cristo y a su Iglesia, el lugar
que les corresponde en la vida humana, individual y social, y que, por otra, afirme y respete "la legítima autonomía de
las realidades terrenas", entendiendo con esta expresión –como afirma el concilio Vaticano II– que "las cosas creadas y
las sociedades mismas gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aplicar y ordenar
paulatinamente" (Gaudium et spes, 36). Esta autonomía es una "exigencia legítima, que no sólo reclaman los hombres
de nuestro tiempo, sino que está también de acuerdo con la voluntad del Creador, pues, por la condición misma de la
creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden y leyes propias, que el
hombre debe respetar reconociendo los métodos propios de cada ciencia o arte" (ib.). Por el contrario, si con la
expresión "autonomía de las realidades terrenas" se quisiera entender que "las cosas creadas no dependen de Dios y
que el hombre puede utilizarlas sin referirlas al Creador", entonces la falsedad de esta opinión sería evidente para
quien cree en Dios y en su presencia trascendente en el mundo creado (cf. ib.). Esta afirmación conciliar constituye la
base doctrinal de la "sana laicidad", la cual implica que las realidades terrenas ciertamente gozan de una autonomía
efectiva de la esfera eclesiástica, pero no del orden moral. Por tanto, a la Iglesia no compete indicar cuál ordenamiento

166
Compendio de Doctrina Social de la iglesia, nro., 440.
167
Catecismo de la Iglesia Católica, nros. 2105 y 2106.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

político y social se debe preferir, sino que es el pueblo quien debe decidir libremente los modos mejores y más
adecuados de organizar la vida política. Toda intervención directa de la Iglesia en este campo sería una injerencia
indebida. Por otra parte, la "sana laicidad" implica que el Estado no considere la religión como un simple sentimiento
individual, que se podría confinar al ámbito privado. Al contrario, la religión, al estar organizada también en
estructuras visibles, como sucede con la Iglesia, se ha de reconocer como presencia comunitaria pública. Esto supone,
además, que a cada confesión religiosa (con tal de que no esté en contraste con el orden moral y no sea peligrosa para
el orden público) se le garantice el libre ejercicio de las actividades de culto –espirituales, culturales, educativas y
caritativas– de la comunidad de los creyentes. A la luz de estas consideraciones, ciertamente no es expresión de
laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia política y cultural de la
religión; en particular, contra la presencia de todo símbolo religioso en las instituciones públicas. Tampoco es signo de
sana laicidad negar a la comunidad cristiana, y a quienes la representan legítimamente, el derecho de pronunciarse
sobre los problemas morales que hoy interpelan la conciencia de todos los seres humanos, en particular de los
legisladores y de los juristas. En efecto, no se trata de injerencia indebida de la Iglesia en la actividad legislativa,
propia y exclusiva del Estado, sino de la afirmación y de la defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de
la persona y salvaguardan su dignidad. Estos valores, antes de ser cristianos, son humanos; por eso ante ellos no puede
quedar indiferente y silenciosa la Iglesia, que tiene el deber de proclamar con firmeza la verdad sobre el hombre y
sobre su destino”168.

Solución de las actividades de aprendizaje


Actividad 1: se trata de un reduccionismo propio del individualismo liberal. Solo se afectaría al bien
común cuando se daña de manera directa un bien de un tercero. Sin embargo, las lesiones que pueden
ser fruto de la droga o de conducir sin medidas de seguridad, dañan a la persona, afecta sus relaciones
humanas (su familia, comunidad de amigos), y dificulta una mejor contribución al bien común de su
parte. El bien común no es algo hecho que no hay que romper, es algo que lograr y conseguir, y con la
droga se dificulta esta consecución. La sociedad contribuye mucho en la educación y crecimiento de sus
habitantes y espera de ellos una legítima contribución al bien colectivo.
Actividad 2: responde el Aquinate que aún en el estado de “naturaleza”, sin pecado original, hubiese
sido necesario que algunos obedezcan a otros que gobiernen, “porque el hombre es por naturaleza
animal social, y en el estado de inocencia vivieron en sociedad. Ahora bien, la vida social entre muchos
no se da si no hay al frente alguien que los oriente al bien común, pues la multitud de por sí tiende a
muchas cosas; y uno sólo a una” y “porque si un hombre tuviera mayor ciencia y justicia, surgiría el
problema si no lo pusiera al servicio de los demás”, aunque sin pecado original el sometimiento al
gobernante no habría sido por la fuerza sino solo el propio de hombres libres.
Actividad 3: parecen reunidas las condiciones que hacen legítima la resistencia armada a la opresión,
luego de que se habían agotado otros recursos pacíficos y se encontraban frente a graves y sistemáticas
violaciones de derechos fundamentales.
Actividad 4: a) Refiere al error de considerar a la democracia como sustituto de la justicia. b)
Cuestiona el criterio por atribuir a las mayorías carácter voluble o inestable, es decir, cambian de
criterio con frecuencia, y además, desconocer que se trata solo de un instrumento y no de un fin valioso
por sí mismo.
Actividad 5: La respuesta no es unívoca. Cabe pensar que al otorgarse información insuficiente, no
consultarse a las personas mejor capacitadas, obligar a todos a participar en decisiones que muchas
veces no comprenden, privándolos de resolver los asuntos a su alcance, y restando toda participación
política que no tenga lugar a través de representantes que en realidad hacen lo que quieren y como
quieren, se facilita el desinterés popular por la cosa pública y la manipulación de las mayorías para dar
una falsa idea de legitimidad.
Actividad 6: resulta obvio que refiere al principio de subsidiariedad.
Actividad 7: el estado mejicano había asumido un criterio que combinaba aspectos de regalismo
(imponiendo a los sacerdotes casarse e intentando invadir la autonomía de la Iglesia), el laicismo

168
Benedicto XVI, Discurso al 56 Congreso Nacional de la Unión de Juristas Católicos Italianos, 9 de diciembre del 2006.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

radical (persiguiendo la expresión pública de la religión) y el totalitarismo (pretendiendo someter el


hecho religioso a su entera potestad). Cabe responder al argumento que el estado debe colaborar con la
Iglesia en aras del fin del hombre, natural y sobrenatural. Y que lo mínimo a exigir es libertad religiosa
y autonomía para cumplir su misión; aunque en rigor el estado mismo debería cooperar activamente
siempre sin invadir las competencias de la Iglesia.
Actividades de Autoevaluación (marque la respuesta más acertada)
1. La principal diferencia entre la comunidad política y otros grupos sociales radica en que
a) Posee una autoridad que la conduce al bien común.
b) Adopta formas y características variables a lo largo de la historia.
c) Alcanza un bien común razonablemente completo e integral.
d) Posee un territorio extenso y una población significativa.
2. Lo característico de la noción liberal individualista del bien común político consiste en:
a) Incluir como parte del bien común la protección de la libertad.
b) Reducir el bien común a la defensa de los derechos individuales.
c) Entender el bien común como algo ajeno a cada individuo.
d) Sacrificar los bienes individuales en interés de la comunidad.
3. Vincule las columnas relacionadas, cuando corresponda:
Doctrina o ideología Idea del Estado y la autoridad
a) Liberalismo 1) es necesario para evitar el caos, y se le debe
obediencia incondicional
b) Anarquismo 2) es un mal que debe ser eliminado
c) Marxismo 3) es un mal que desaparecerá en algún momento
d) Doctrina social cristiana 4) es un mal necesario, pero debe ser mínimo
e) Absolutismo 5) es un bien, debe contribuir al bien común
4. Cuando la autoridad dispone que se realice una conducta que llevaría a cometer una injusticia,
corresponde que la persona, luego de fracasar en sus intentos por que se deje sin efecto:
a) Analice si obedecerla constituye un mal menor o mayor.
b) Desobedezca planteando objeción de conciencia.
c) Se resista a la orden ejerciendo la resistencia civil.
d) Recurra a la resistencia contra la opresión.
5. La doctrina revelada sobre el origen divino de la autoridad significa:
a) Que cada gobernante es designado por Dios para su cargo.
b) Que solo los gobernantes rectos son los designados por Dios para su cargo.
c) Que Dios ha creado al hombre un ser social que necesita de una autoridad.
d) Que Dios ha dado al hombre inteligencia como para constituir una autoridad si lo desea.
6. Por democracia, en sentido legítimo, debemos entender un mecanismo:
a) De elección y toma de decisiones dentro del respeto por la justicia.
b) De decisión de lo que va a ser justo o injusto en una sociedad.
c) De conseguir que sea el pueblo el que gobierno.
d) De evitar que las personas se sometan a sujetos a quienes deban obedecer.
7. La participación en su nivel más amplio y de mayor extensión es la que debería reconocerse respecto
de:
a) La información.
b) La consulta.
c) La decisión.
d) La revocación.
8. El estado moderno se ha construido sobre la base de:
a) una permanente descentralización del poder.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

b) una permanente limitación del poder.


c) una gradual concentración del poder que luego intenta infructuosamente limitarse.
d) una gradual concentración del poder que luego intenta infructuosamente descentralizarse.
9. El patriotismo, como virtud:
a) Es propio de las ideologías y ajeno al pensamiento cristiano.
b) Demanda un amor exclusivo y excluyente hacia la propia patria.
c) Exige un amor preferente a la patria, sin odio hacia las extranjeras.
d) Constituye una contradicción con el carácter universal de la religión cristiana.
10. El respeto por la soberanía, como cualidad del poder político, debe ser considerada:
a) Un derecho incondicionado de la comunidad política.
b) Un derecho de la comunidad política, sujeto a determinados límites y condiciones.
c) Un obstáculo para una legítima inserción en la comunidad internacional.
d) Un recurso que permite intervenir en asuntos de otros estados.
11. La misión del estado respecto de la práctica religiosa:
a) Es totalmente ajena a sus competencias y atribuciones.
b) Está sujeta a su libre decisión y discreción.
c) Supone una intervención indirecta, colaborando con la obra de la Iglesia.
d) Debe reducirse a asegurar la libertad de los ciudadanos sin otra intervención.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Unidad 5 “Derechos y deberes del hombre”

Presentación
Vamos a abordar uno de los temas más tratados al enfocar los problemas sociales: el de los derechos del
hombre. Advertimos, sin embargo, que el tratamiento que generalmente se le da está viciado de
parcialidades e inexactitudes, que no permiten comprenderlo de manera adecuada. No se puede hablar
de derechos, sin mencionar los deberes correlativos, las normas en los que ambos se fundan, el bien del
hombre que los fundamenta y lo justo que exigen. Toda teoría sobre los derechos humanos descansa así
en una idea sobre el derecho, sobre el bien del hombre, y sobre la justicia. Y ya hemos visto como las
distintas ideologías tienen posiciones específicas y diferentes sobre estos temas, teniéndola también,
consiguientemente, sobre la cuestión de los derechos del hombre.
No nos extraña así que podamos encontrar movimientos que en nombre de los derechos humanos
promueven el aborto, enfrentados a otros que en su mismo nombre se oponen a él. Agrupaciones que
levantan estandartes de derechos humanos y defienden a terroristas; y sectores que en nombre de la
seguridad del respeto por los derechos humanos aceptan su represión ilegal. Pareciera así que los
derechos humanos constituyen solo un nombre con fuerza retórica, un envoltorio agradable que permite
recubrir ideas y pretensiones de lo más variadas.
Por eso nos proponemos aquí abordar la problemática haciéndola descansar en los postulados de una
filosofía realista, atenta a la realidad en sentido integral, evitando los fraccionamientos y parcialidades
que producen las ideologías. Ello nos llevará a brindar un tratamiento general sobre el tema, y luego
consideraciones específicas sobre los diversos derechos y deberes en particular.
Objetivos
∗ Identificar la relación existente entre los derechos y deberes del hombre, las normas y el bien común,
integrados en una visión solidarista del ser humano.
∗ Reconocer las deformaciones que sufre la temática merced a los postulados de las diversas
ideologías.
∗ Precisar las exigencias y alcances de los distintos derechos y deberes en particular.

Temario
1. Derecho y orden social.
2. Derecho natural y derecho positivo.
3. Los derechos humanos.
4. Derechos humanos, bien común y derecho natural.
5. La Iglesia frente a los derechos humanos.
6. El diagnóstico actual sobre el respeto de los derechos humanos.
7. Derechos y deberes.
8. Derechos individuales y derechos de los grupos sociales.
9. Derechos y deberes de primera generación.
10.Derechos y deberes de segunda generación.
11.Derechos y deberes de tercera generación.
12.La tolerancia.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Mapa conceptual

Contradice el Objeción de conciencia


derecho natural Desobediencia civil
≠ Resistencia civil
(legal o de fuerza)
Conclusión Derecho
Derecho
Natural Positivo
Determinación

Fundamentados en Dios y la ley natural


Precisos y limitados
Derechos y Objetivos
Dirigidos a un hombre naturalmente social
deberes humanos Respetuosos del bien común
Equilibrados con deberes correlativos

Individualismo, liberalismo, consensualismo

Reconocimiento
legal

Primera, segunda y tercera generación

Bibliografía específica para esta Unidad


Además de la bibliografía general indicada al comienzo, puede consultarse:
Fernández de la Mora, Gonzalo, La envidia igualitaria, editorial Sudamericana-Planeta, Bs. As., 1984.
Hernández, Héctor, Derecho Subjetivo. Derechos Humanos., editorial Abeledo Perrot, Bs. As., 2000.
Hernández, Héctor, Derechos humanos y tomismo. Nota sobre el modo de entender la Doctrina Social
de la Iglesia, Opúsculo, Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1989.
Leclercq, Jacques, Derechos y deberes del hombre, Editorial Herder, Barcelona, 1965.
Maritain, Jacques, Ley Natural y Derechos Humanos, editorial Dedalo, Bs. As. 1961.
Massini Correas, Carlos, Filosofía del derecho. El derecho y los derechos humanos, Buenos Aires,
Abeledo-Perrot, 1994.
Palumbo, Carmelo, Los derechos humanos, en Cuestiones de Doctrina Social de la Iglesia, editorial
Cruz y Fierro, Bs. As., 1982, pág. 25 y ss.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Desarrollo temático

1. Derecho y orden social


Para hablar de los derechos y deberes del hombre, debemos referirnos antes al “derecho”. ¿A qué nos
referimos cuando hablamos de “derecho”? ¿Qué es el “derecho”?
Su estudio no carece de dificultades. A nuestras limitaciones intelectuales se suman nuestros intereses.
El derecho es un área del saber en el que se juega nuestro modo de vivir, nuestros bienes más
fundamentales. Nos compromete, nos exige. De allí que la tentación ideológica, de mirar la realidad no
como es sino como nos convendría que fuera, está siempre presente. A veces se adoptan posiciones
jurídicas interesadas. Por ejemplo, la de negar a la vida naciente la protección debida a cualquier
persona no porque se pueda asegurar que no lo sea, sino con la intención oculta de permitir fabricar,
descartar o experimentar con embriones humanos.
Pero, ¿qué es el derecho?
La palabra derecho es “multívoca”; es decir, se utiliza para designar realidades diversas, análogas en
nuestro caso. El sentido físico de la palabra derecho, probablemente el más primitivo, nos remite a una
línea sucesiva de puntos alineados. Como cuando una persona necesita guía y le decimos “siga
derecho”. En latín remite a las palabras di-rectus, rectus, recto, lo opuesto a torcido. Jurídicamente
hablando, la palabra derecho apunta a lo recto pero en sentido de justicia, y tiene tres significados
principales: derecho en sentido objetivo, en sentido normativo y en sentido subjetivo.
1) Derecho en sentido objetivo
Por un lado, se ha designado y se designa con el término derecho a lo justo, lo que es debido a alguien,
la justa asignación de beneficios y cargas. Es el sentido más original y más propio de la palabra. Lo
justo es que cada uno reciba lo que corresponde, no que todos reciban lo mismo. Las diferencias que se
fundan en razones justificadas de acuerdo con el bien común, no son discriminaciones injustas sino
legítimas.
2) Derecho en sentido normativo
También se denomina derecho a la regla o la norma que prescribe qué es lo justo. La ley natural –en sus
dimensiones de justicia-, la Constitución, un tratado internacional, una ley, un decreto, un contrato, una
sentencia, son derecho en este sentido normativo.
3) Derecho en sentido subjetivo
En el siglo XX se ha generalizado otra acepción de la palabra derecho: el poder o la facultad que tiene
un sujeto para realizar o exigir algo justo. El derecho a la vida, a la igualdad, a la propiedad, en lo que
tienen de justos, son derechos en este sentido. Se advierte fácilmente que si las normas prescriben lo
que es justo, y el derecho subjetivo es un poder de realizar o exigir lo justo, entonces el derecho
subjetivo se fundamenta en las normas, y debemos buscar en éstas y su aplicación al caso concreto las
exigencias, alcances y límites de aquél. Cuidado: no confundamos el derecho subjetivo con el
subjetivismo, para el cual los derechos dependen de lo que piense o considere cada sujeto. No es así,
tanto el derecho en sentido objetivo, normativo como el subjetivo, dependen de la realidad sobre lo
justo y no de lo que cada sujeto piense.
Sin derecho no hay justicia. Si no hay justicia, no hay paz, ni consecución del bien común. El respeto
por el derecho, por el auténtico derecho, es parte esencial e irrenunciable del bien común.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

2. Derecho natural y derecho positivo


Ahora bien, ¿en qué sentido algo es justo o debido? ¿de dónde surge? ¿quién lo determina?
Los hombres han tenido experiencia de que es necesario establecer reglas para convivir mejor. Y así lo
hacen y lo hicieron. Son normas de conducta “puestas” por los seres humanos, y que por eso reciben y
recibieron el nombre de derecho positivo. Este derecho positivo, puede y debe cambiar según el tiempo
y el lugar, para adaptarse a las diversas situaciones sociales. Ahora bien, ¿es éste, el derecho creado por
los hombres, el único que existe?
Retrocedamos un poco en el tiempo. Viajemos a Estados Unidos, 1862. Un esclavo, Dred Scott, fue
llevado por su amo a un estado no esclavista, para después retornar a su estado de origen. Dred Scott se
presentó a los tribunales, demandando se le reconozca la libertad pues, sostenía, la había obtenido al ser
llevado a un territorio donde no se admitían esclavos. Ahora bien, ¿no sabía Dred Scott, como dijo la
Suprema Corte Federal, que los negros no eran personas para la Constitución de los Estados Unidos? Y
entonces, ¿cómo se atrevía a interponer su demanda? Si consideramos que Scott reclamaba su libertad
con todo derecho. Si puede ser justo el reclamo de quienes son víctimas de arbitrariedades de parte de
los gobiernos o las sociedades, entonces además del derecho colocado por los hombres, existe otro
derecho.
Ya los antiguos habían advertido la existencia de un orden natural que prescribe lo justo y lo injusto,
con independencia de la determinación humana. Aristóteles encontró exigencias que eran justas sólo en
algunas polis -ciudades-, y las llamó justo positivo, mientras que otras tenían valor en todas las polis y
no dependían de nuestra aprobación o desaprobación, y las llamó justo natural. El derecho es en parte
natural y en parte positivo, constató. El jurista romano Cicerón recogió la tradición de la escuela
estoica, reflexionando que si las leyes fueran solo las disposiciones del gobernante, entonces sería ley el
robo, el asesinato, y tantos otros crímenes por el solo hecho de que un tirano los proclame como ley.
San Agustín y Santo Tomás, sobre tales bases, hablaron de una ley eterna, plan de la divina sabiduría
que gobierno el mundo; una ley natural, participación de la ley eterna en la criatura racional, y una ley
humana, creada por los hombres para organizar la convivencia respetando siempre la ley natural. La
parte de la ley natural referida a las relaciones de justicia es lo que se conoce como “derecho natural”.
A partir de estas consideraciones, podemos distinguir:
• El derecho natural, integrado por las exigencias de lo que es en sí mismo justo por ley natural, lo
que se corresponde con lo que exigen los bienes humanos según su naturaleza. El hombre no crea el
derecho natural, lo descubre en la realidad al percibir los bienes humanos fundamentales y la forma
racional de buscarlos. Debe ser reconocido, no creado por los estados. Este derecho le manda
respetar la vida y los bienes del prójimo, unirse con personas del otro sexo para ayudarse, procrear
y educar a los hijos, contribuir al bien común, entre otras cosas. Podemos hablar entonces de
normas de derecho natural, y de derechos subjetivos naturales. Tales normas son universales e
inmutables (aunque sus aplicaciones pueden modificarse si cambia la realidad que debe regir).
• El derecho positivo, integrado por las exigencias de justicia creadas por los hombres en
determinado momento y lugar, para regular la convivencia. Es variable e histórico. Podemos hablar
entonces también de normas de derecho positivo, y de derechos subjetivos positivos. Una vez
legítimamente establecido, es tan obligatorio como el derecho natural, porque el mismo derecho
natural manda obedecer al derecho positivo. Por eso se dice que el derecho positivo, justo, se
fundamenta en el derecho natural.
“El ethos del orden político hay que buscarlo
primariamente en el orden natural. La ley humana tiene, por
lo tanto, racionalidad e intrínseca moralidad, porque no
resulta del capricho del legislador, y las formas constitutivas
de lo político son relativas, ya que lo que importa es la
eficiencia con que sirven al bien de la ciudad y el

- 162 -
Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

procedimiento legal de su actuación. La cultura católica


recogerá este patrimonio del pensamiento político clásico y
con él iluminará la doctrina social, constituyendo una teoría
o praxis política esencialmente ética y humanista que apunta
a la perfección social del hombre, respetando el desarrollo
autónomo del orden temporal”169.
El derecho positivo debe derivar del derecho natural, sea por conclusión, sea por determinación. Por eso
el derecho natural nos manda obedecerlo, fundamentándolo. Deriva por conclusión cuando desarrolla
las exigencias del derecho natural extrayendo sus conclusiones necesarias, afirmándolas y dotándolas de
coacción. El derecho natural prescribe la injusticia del homicidio, el derecho positivo lo tipifica como
delito. Deriva por determinación cuándo es necesario prescribir como justas o injustas conductas que
el derecho natural deja sin determinar. Por ejemplo, el derecho natural exige que se evite el homicidio,
pero no prescribe una pena concreta; el derecho positivo argentino precisa prescribiendo prisión de 8 a
25 años, aunque también podría haber previsto legítimamente penas diferentes.
Ahora bien, que el derecho positivo debe derivar del natural no significa que debe reproducirlo en todos
los casos: existen actos que pueden ser contrarios al derecho natural pero que el derecho positivo tolera
porque no es razonablemente posible evitarlo sin causar mayores daños o inconvenientes sociales. Por
eso enseña Santo Tomás que la ley humana no debe mandar todo lo que mandan las virtudes, ni prohibir
todos los vicios, sino únicamente lo conveniente en la sociedad, llevando a los hombres gradualmente al
bien. Tener hijos fuera del matrimonio, por ejemplo, podría ser considerado una injusticia contra el
derecho natural porque priva al descendiente de una familia estable donde crecer. Pero el derecho
positivo no sanciona a tales padres, tolera esa injusticia, porque se duda de la eficacia de una
disposición prohibitiva, y además, porque puede favorecer el aborto o infanticidio de esos niños para
evadirse de las penas.
Actividad 1: identifique si las siguientes conductas son prescriptas como justas solo por el derecho
natural, solo por el derecho positivo, o por ambos: a) la conducta de no robar dinero ajeno, en un país
en el que el robo es delito; b) la conducta de no matar a ningún ser humano inocente, en un estado en el
que el aborto es legal; c) la conducta de pagar el impuesto al valor agregado (I.V.A.) en un estado en el
que ha sido establecido como tributo.
¿Cómo podemos conocer el derecho natural? Por dos vías. Por vía natural, a través de nuestra
inteligencia, mediante la experiencia y la reflexión sobre lo justo, teniendo en cuenta las inclinaciones
humanas fundamentales, sus aspiraciones más profundas, y el auténtico bien de la comunidad. Pero
como no siempre es fácil esta tarea, Dios ha querido revelarnos parte de la ley natural y del derecho
natural, poniendo a nuestra disposición una vía sobrenatural para conocerlo: la Revelación y su
presentación auténtica por parte del Magisterio de la Iglesia. Esto no significa que se trate de normas
religiosas, que obligan solo a los creyentes. Dios nos revela contenidos de la misma ley natural,
universal, evitando que nuestras limitaciones y nuestros intereses la oscurezcan.
No faltan posiciones, conocidas bajo el nombre común de positivismo jurídico, que niegan que exista
el derecho natural, o que sea derecho. Lo que se nombra como derecho natural no serían más que
convicciones morales subjetivas, relativas, meras opiniones de cada uno sin valor jurídico. Por eso va de
la mano del relativismo.
Podríamos preguntarnos: si el derecho natural puede ser conocido naturalmente por la inteligencia
humana, como se explica tanto desconocimiento de sus exigencias, tantas discusiones, tantos
comportamientos contrarios, y tantos actos ilícitos. Lo responde Carlos Sacheri: “Diversas razones
existen para explicar tales conductas. Las principales son las siguientes: 1) Que un individuo sepa
cómo debe actuar moralmente según el orden natural, no garantiza en absoluto que cada uno de sus
actos sean rectos. 2) Hay situaciones muy complejas en las cuáles no resulta fácil discernir cuál es el

169
Fosbery, Aníbal E., La cultura católica, cit., pág. 427.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

comportamiento ético más adecuado. En tales casos son frecuentes los errores. 3) Los pueblos
primitivos no alcanzaron un conocimiento suficientemente claro de algunos principios naturales, por la
hostilidad del medio o un desarrollo intelectual muy rudimentario. Por ejemplo, los onas no contaban
sino hasta dos, ¿cómo podrían descubrir ciertas normas? 4) La fuerza de las costumbres, las
tradiciones ficticias, la difusión de doctrinas erróneas hacen peligrar la rectitud de mucha gente. El
erotismo actual pone a prueba al hombre contemporáneo en materia de aborto, de divorcio, de
relaciones prematrimoniales, etc., con el consiguiente peligro de oscurecer su conciencia moral aún en
aspectos básicos”170.
3. Los derechos humanos
Desde el siglo XX se ha hecho común la referencia a un tipo especial de derechos subjetivos, los
llamados “derechos humanos”. Son derechos que se relacionan de manera muy directa o íntima con
la condición de ser humano. Es suficiente título para reclamarlos y ejercerlos el tratarse de un ser
humano. Por eso son universales (los tienen todos los seres humanos), irrenunciables (se tienen
mientras se es un ser humano, es decir, mientras se vive) e inalienables (nadie puede desprenderse de
ellos).

Lógicamente, si se los concibe como derechos naturales, los derechos humanos reúnen las
características de éstos, que determinan su contenido, ejercicio, y sus límites:

1. Fundamento último: Están fundados, en última instancia, en Dios mismo -el orden con que
Dios gobierna el universo recibe el nombre de “ley eterna”, del que la ley natural es una
participación o derivación-.

2. Precisión y limitación: Remiten a lo justo concreto, por lo que no significan el reconocimiento


de una libertad para realizar cualquier cosa, en cualquier momento o de cualquier manera.

3. Fundamento sólido: Se fundan en la ley natural, la norma -de derecho natural-, que es fuente
equilibrada de derechos y deberes de cada uno.

4. Objetividad: Son objetivos, es decir, no dependen de la subjetividad de quien es su titular o


está obligado por ellos. Como tales no están sujetos a los estados de ánimo, las opiniones o la
voluntad de nadie, ni el consenso, ni siquiera de la mayoría.

5. Socialidad: Siendo el hombre naturalmente social, existen derechos naturales de la persona en


cuanto individuo, pero también en tanto miembro de diversos grupos sociales naturales
(derechos naturales de la familia, de las asociaciones, de las naciones, etc.). Por la misma
razón, los derechos se ordenan al bien común y están constitutivamente limitados.

Actividad 2: identifique cuáles de las características que deben reunir los derechos humanos
fundamentados en la ley natural son negados en las siguientes afirmaciones: a) Las personas tienen una
libertad absoluta de expresar y publicar sus ideas, valores y expresiones artísticas; b) Los derechos
humanos surgen del acuerdo de la comunidad internacional reflejado en declaraciones y tratados
internacionales.

Sin embargo, la cosmovisión cristiana sobre el derecho, que lo fundamentó en la ley natural, fue
paulatinamente sustituyéndose con la modernidad. El acento se colocó no ya en el objeto, en el mundo
real, sino en el sujeto. Se exaltó la libertad de toda dependencia y subordinación, sea de la historia, sea
de la comunidad, sea de la autoridad. La cultura se apartó de la Iglesia, luego de Cristo, y finalmente de
Dios.

170
Sacheri, Carlos, El orden natural, pág. 29.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Se fue gestando de ese modo un sentido diferente del derecho y de los derechos. En este marco los
derechos subjetivos, calificados de “humanos” o “del hombre”, adquirieron notas contrapuestas a las
anteriores:

1. Centralidad: Se transformaron en la noción más importante de derecho, en sustitución de lo


justo.

2. Ateísmo: Se afirmaron con independencia de Dios, o incluso contra Dios.

3. Fundamento precario: Se sometieron a la voluntad popular expresada en un contrato social o


en el voto de la mayoría (consenso), no derivándolos de la ley natural objetiva rectamente
entendida. No se tienen porque se es hombre y así lo manda un derecho superior al que
establece el hombre. Se tienen, solamente, porque estamos de acuerdo en que se tengan
(“consenso”). Torturar, matar, violar, no sería injusto por sí mismo sino porque nuestra cultura
o nuestra sociedad lo reprueba. Entonces, claro, ¿deja de ser injusto si dejamos de estar de
acuerdo en ello?

4. Individualismo: Solo se reconocieron derechos a la persona en cuanto individuo, y no en


cuanto integrante de los diversos grupos sociales (la familia, los gremios, la comunidad local,
la patria).

5. Liberalismo: Se exaltaron como derechos individuales a la más amplia libertad sin distinguir
su legítimo o ilegítimo ejercicio ni ordenarlos al bien común; no se precisaron adecuadamente
sus límites y los deberes que le son correlativos171. Incluso se negó la natural socialidad del
hombre remitiendo tales derechos a estados pre-sociales, derechos que vendrían a chocar unos
con otros y limitarse recíprocamente cuando el hombre se une en sociedad.

6. Progresismo: Así concebidos, se plantearon como una adquisición del siglo XVIII que marcó
una radical superación del oscurantismo medieval y auguraron una nueva era de justicia,
felicidad y prosperidad.
De allí que las ideologías que se difunden sobre los derechos humanos resultan ambiguas e imprecisas.
Tienen de positivo, desde luego, el reconocimiento de que existe un derecho superior al que fijan los
gobiernos y que todo estado, todo gobernante y todo hombre deben respetar. Como tal, reconoce la
falsedad del positivismo jurídico. Pero es necesario evitar el error común de acentuar unilateralmente
los derechos, “inflándolos” demasiado, olvidando los deberes correlativos e ignorando los límites
constitutivos que todo derecho tiene y su relación con el bien humano y comunitario. Además de privar
a los derechos humanos de una base sólida sobre la que fundamentarse: terminarían descansando en la
opinión o el consenso voluble y transitorio de una sociedad. Como extrañarnos entonces de que se los
respete tan poco.
Todo ello ha llevado a confusiones y conflictos en cuanto al contenido y alcances de tales derechos
humanos, por desconocer que:
a. Los derechos individuales no son ilimitados y por eso los verdaderos derechos de unos no
chocan ni son incompatibles con los de los otros. Cuando dos personas dicen tener
derechos contradictorios, en realidad, uno de ellos está reclamando algo que puede ser un
deseo o un interés pero a lo que no tiene, propiamente “derecho”. Así, en el aborto el
derecho de la madre sobre su cuerpo no entra en conflicto con el derecho a la vida del
bebé, simplemente, porque éste no es parte del cuerpo de la madre, y porque el derecho de
171
Esto da lugar a que se plantee la existencia de conflictos de derecho que terminan justificando la vulneración de algunos de ellos,
como hemos manifestado en nuestra comunicación a las II Jornadas Nacionales de Derecho Natural, San Luis, setiembre del 2003, y
publicado como Los llamados conflictos de derechos. El cálculo de bienes utilitarista y la crítica de John Finnis, en Revista
Telemática de Filosofía del Derecho, edición electrónica, www.filosofiayderecho.com/rtfd/-numero7.htm, número 7, febrero del
2004.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

una persona sobre su cuerpo no incluye el de causar la muerte a otros seres humanos
inocentes. Por no delimitar adecuadamente los derechos, precisando qué faculta realizar o
reclamar en cada caso concreto, se reclaman como derechos lo que solo son intereses o
incluso pretensiones ilegítimas.
b. Los derechos no protegen una libertad indeterminada, sino lo justo conforme con el
auténtico bien humano, y como tales deben ser respetados incondicionalmente. No existen
derechos para reclamar o realizar algo injusto, por perjudicar a otras personas de manera
individual o comunitaria. No debemos confundir lo que es un derecho, a reclamar lo justo,
con lo que sólo sería un deseo (legítimo o ilegítimo).
c. Además de derechos, las personas tienen deberes respectivos y correlativos. Derechos y
deberes se fundamentan en las normas que los equilibran y armonizan adecuadamente.
d. El hombre convive en sociedad y debe ordenar su interés particular a la consecución del
bien común. Por eso, la persona no tiene derechos solo en cuanto individuo sino también
como miembros de grupos (derechos de las familias, de los gremios, de las naciones, etc.).
Y además, nadie puede pretender tener derechos individuales que desconozcan el derecho
que tienen todos, como miembros de una comunidad, a la consecución del bien común.
El derecho occidental, gestado sobre el derecho romano y el derecho canónico, trataba de ajustarse al
derecho natural protegiendo la vida y la familia. Pero desde la modernidad muchos movimientos
revolucionarios intentaron una ruptura con la cultura occidental tradicional y los principios que la
habían gestado, ruptura que se manifiesta en tres características que son el crecimiento del relativismo,
el individualismo y la globalización.
El relativismo conspira contra la vigencia del derecho. Si se dice que la verdad, lo justo y lo injusto
depende de cada uno, ¿cómo puede hacerse realidad el derecho? Esta idea de que lo justo depende de
cada uno nos condenaría a no poder juzgar, estrictamente, ninguna conducta por más criminal que sea.
Quien considera lo justo como algo meramente relativo, que depende de la opinión de cada sujeto, no
podría condenar la injusticia de la esclavitud o del régimen nazi o stalinista más que considerándolas
como respetables “opiniones diferentes”. Lo justo y lo injusto cambiaría a medida que cambian las
opiniones de las personas sobre ello. Es verdad que no siempre es fácil identificar acertadamente lo
justo y lo injusto en asuntos complejos, pero no es legítimo concluir de ello que lo justo y lo injusto no
existan o dependan de cada uno. Tan contrario al sentido común es el relativismo que los mismos
grupos que lo difunden suelen también luchar por imponer sus propias visiones sobre lo justo y lo
injusto y combatir duramente a quienes sostienen las exigencias del derecho natural. No en vano la
humanidad, universalmente, ha considerado injusto atacar a otra persona en su vida o sus bienes por
mero capricho. El relativismo lleva a que las legislaciones pierdan la certeza de lo justo orientándose
hacia soluciones contrarias al derecho natural, o hacia regulaciones permisivas que desprotegen a los
débiles y a la sociedad.
El individualismo, por su parte, también corroe las bases sociales, pues impide al derecho alcanzar el
bien común cuándo es necesario posponer la voluntad o el interés de los particulares y su libertad de
conducirse como lo desean. Este individualismo se traduce, por un lado, en la exaltación de la libertad
hasta el punto de autorizar o aún proteger como derechos los atentados contra la vida - aborto-, la
integridad física -esterilización-, o la familia -homosexualidad-; y desconocer las exigencias del bien
común en muchas materias –libertad de prensa, consumo de droga, etc.
La globalización tiende a erosionar las soberanías de los estados, exponiéndolos al avasallamiento de
sus potestades para gestionar el bien común, sometiéndolos a los dictados de estados poderosos u
organismos internacionales que responden a objetivos supranacionales al servicio de intereses
económicos, geopolíticos y culturales de grandes potencias o grupos financieros globales. Cuestiones
como la deuda externa o la imposición del control demográfico en países escasamente poblados
constituyen demostraciones de ello. Lleva al reconocimiento de normas y tribunales internacionales que
no sin parcialidad intervienen en los estados.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

4. Derechos humanos, bien común y derecho natural


Como hemos dicho, los derechos humanos son derechos que se tienen por la sola condición de ser
personas. Se trata, en su núcleo fundamental, de derechos naturales, es decir, derechos fundados en la
ley natural y no en la legislación de ningún estado. Sin embargo, es necesario que los estados a través de
su derecho positivo los regulen, precisen, garanticen. Por eso, cuando hablamos de derechos humanos
debemos distinguir con claridad:
 Derechos humanos naturales o fundamentales: se trata de exigencias de derecho natural.
Adecuadamente precisados y delimitados, exigen un respeto incondicional, y las leyes de los
estados no pueden desconocerlos. Son universales. Pensemos, por ejemplo, en el derecho de las
personas a que se respete su vida, a formar una familia, a acceder a los bienes necesarios para
subsistir.
 Derechos humanos positivos o complementarios: se trata de construcciones jurídicas
establecidas por la comunidad para proteger mejor los derechos naturales. Dependen de cada
comunidad, que los establece con alcances y peculiaridades diversas según las necesidades.
Pueden cambiar con el tiempo, y adecuarse a las circunstancias particulares. Pensemos, por
ejemplo, en el derecho a que solo se autoricen registros domiciliarios con orden judicial. Es una
forma de preservar el derecho a la intimidad del hogar, pero solo una de las maneras posibles y
que puede sufrir excepciones y ser garantizado con mayor o menor amplitud según los tiempos,
lugares y necesidades. También son derechos complementarios el de publicar ideas sin censura,
votar en elecciones, no ser detenido sin orden judicial, etc.
Al respecto, es esencial evitar dos errores comunes:
• El primero consiste en confundir los derechos positivos, complementarios, con los derechos
naturales, fundamentales. Y ello puede producir dos consecuencias diferentes. Por un lado,
plantear algunos derechos positivos como si fueran fundamentales, absolutos, sagrados,
incondicionales y no deban adecuarse a las necesidades sociales, y entonces, por ejemplo,
condenar duramente un régimen político porque los reconoce solo limitadamente (pensemos en la
Revolución Francesa que hacía de la llamada “división de poderes” un requisito esencial de un
estado legítimo). Por otro lado, postular que los derechos naturales son siempre variables y
condicionados como sí lo son los positivos (pensemos en quienes favorecen que “en algunos
casos” el estado realice, en sus hospitales, abortos).
• El segundo refiere a los derechos humanos fundamentales o naturales, y consiste en olvidar
que deben ser precisados en cada caso o situación. Que alguien tenga derecho a la libertad de
expresión, no significa que tenga derecho a expresar cualquier cosa, de cualquier manera, en
cualquier lugar o en cualquier momento. Ahora bien, una vez concretado el derecho en la
circunstancia particular, resulta absolutamente inviolable y no puede ser desconocido. Si, en
circunstancias ordinarias, alguien va a ser condenado a un castigo, tiene derecho a expresarse en
su defensa, y este derecho no puede ser desconocido.
Precisemos mejor lo dicho sobre el segundo de los errores. La “inflación” de derechos subjetivos a la
que aludimos unos párrafos más arriba lleva a postular como derechos prácticamente ilimitados y que
entran en contradicción con otros, lo que son, a veces, facultades limitadas, y otras, pretensiones que no
son derechos o incluso que son actos ilegítimos. Por eso tenemos que tener en cuenta que siendo el fin
de la comunidad el bien común, nadie puede pretender derechos contra el bien común. Entonces,
cuando alguien dice: yo tengo derecho a realizar una huelga, a manifestarme de esta manera, a que se
proteja mi propiedad así, a publicar esto o aquello, debemos preguntarnos en qué medida ello
contribuye o perjudica la consecución del bien común. Pero cuidado. Eso no significa que resulte
legítimo desconocer derechos de las personas por la conveniencia de la mayoría. Ese es el error más
común del utilitarismo (presente muchas veces en sociedades “liberales”) y del colectivismo, en los que
el fin (interés de la mayoría, de la raza, del estado, de la clase) justificaría cualquier medio. Se trata de
personas diferentes, y el interés de uno o algunos no justifica privar a otro o a otros de lo que les

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corresponde. El bien común incluye y requiere, entre otras cosas, del respeto de los derechos
fundamentales de todas las personas. Lógicamente, de los derechos adecuadamente definidos,
precisados y razonablemente concretados en el caso concreto. En este marco debemos recordar que
existen algunos actos que son injustos por su mismo objeto, con independencia de las circunstancias o
consecuencias, como el atentado directo contra la vida o la integridad física de las personas (homicidio,
tortura, aborto, eutanasia, eugenesia, etc.). En tales casos, estamos ante derechos incondicionales o
absolutos, cuya negación ninguna circunstancia o consecuencia pueden justificar, porque en sí misma
contradice el bien común.
Actividad 3: ¿Cómo respondería a la argumentación que sigue? Los sectores sociales más bajos tienen
demasiados hijos. Está bien que los hospitales practiquen esterilizaciones para las mujeres de escasos
recursos, porque su procreación irresponsable perjudica al bien de todos.
Aunque el derecho positivo debe ser coherente con el derecho natural, puede ocurrir lo contrario. No
faltan casos en los que el derecho establecido por el hombre contradice las exigencias del derecho
natural, de la justicia. Así ocurría, pensamos, en el caso de los judíos presos en Auschwitz, y de los
esclavos negros. Ocurre también con muchos estados que no castigan el aborto, o incluso lo financian; o
que protegen y promueven las uniones homosexuales, la esterilización, la eutanasia.
Cuando el derecho positivo contradice el derecho natural, tal derecho positivo:
a) Es incapaz de conducir a la comunidad hacia el bien común, y lleva a un empobrecimiento
de quienes lo crean y aplican, y puede generar insatisfacción, resistencias, y fracaso;
b) Pierde obligatoriedad -en rigor no debería llamarse “derecho” a algo “torcido”- pues
contradice al derecho natural que lo fundamenta. Por eso es legítimo, y a veces obligatorio, que
sea desobedecido e incluso resistido. Tenemos así el caso de la objeción de conciencia (quien
se niega a obedecer una norma que le manda hacer algo injusto), de la desobediencia civil
(quien se niega a obedecer una norma que lo lleva a sufrir una injusticia), o la resistencia civil
(procurar la supresión de la norma que considera injusta o incluso la destitución de la autoridad
en que se ha originado), de manera legal (a través de manifestaciones públicas, juicio político,
etc.) o incluso por la fuerza (revolución, golpe de estado). Tales casos de conflicto no dejan de
ser trágicos, pues quienes se rebelan contra las normas injustas pueden sufrir castigos –injustos-
por su resistencia, y además, porque su misma desobediencia también puede perjudicar al bien
común trayendo desorden y falta de respeto a la autoridad. Por eso la necesidad de adoptar
actitudes prudentes y pacientes, reduciendo el uso de la fuerza a situaciones extremas en las que
no queda ninguna otra alternativa para evitar que persistan injusticias muy graves.
El legislador debe obrar dentro de su competencia, y ésta le veda el disponer cosas injustas. Si lo hace,
no puede pretender obediencia. Entonces, frente a una norma injusta, ¿qué hacer? Primer paso, agotar
los recursos intrasistémicos contra la norma: reclamar su modificación a través de peticiones,
procedimientos internos, presión gremial, recursos judiciales, etc.; o al menos que no se nos haga
participar de ella -objeción de conciencia. ¿Y si no dan resultado? Si la norma nos lleva a sufrir una
injusticia, deberíamos buscar el mal menor, considerando las consecuencias negativas que sufriríamos
nosotros y los demás si la desobedecemos. En cambio, si la norma nos lleva a cometer una injusticia,
debemos abstenernos de seguirla, porque no es legítimo hacer lo injusto para no sufrir una injusticia,
haciéndonos responsables de la misma y haciendo recaer sobre otros inocentes sus consecuencias.
Actividad 4. Un enfermero de un hospital es requerido para que colabore en prácticas de abortos
“legales”. El enfermero por un lado se niega a colaborar, y por otro, convoca a grupos de personas que
se reúnen frente al establecimiento para manifestarse en contra de que el hospital practique los abortos.
Analice el caso teniendo en cuenta la relación entre el derecho natural y el derecho positivo,
identificando el tipo de desobediencia y/o resistencia que se presenta.

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5. La Iglesia frente a los derechos humanos

Es de la esencia del mensaje cristiano el reconocimiento de la dignidad y los derechos fundamentales de


las personas. Por ello fue determinante en la mejora de las condiciones sociales de millones de
personas, la abolición de la esclavitud, la limitación del poder de los padres sobre los hijos, el
reconocimiento de la mujer como sujeto de derechos, la represión del abuso financiero de los
prestamistas, etc. No debemos confundir entonces los derechos humanos en sí mismos (que siempre han
existido), con la palabra derechos humanos (que aparece en el siglo XX), con el respeto por los
derechos humanos (que no es uniforme a lo largo del planeta y de la historia). Si bien es reciente el uso
del término “derechos humanos” y la costumbre de enumerarlos en leyes o constituciones, ello no
significa que antes no existieran o que no fueran también reconocidos de hecho, parcialmente, como
ahora.

Mucho se ha escrito sobre las imprecisiones contenidas en esta doctrina moderna de los derechos
humanos172 que, con matices y diferencias según los autores, se ha gestado en el contexto del
jusnaturalismo subjetivista protestante o del iusnaturalismo liberal e individualista del siglo XVIII y
XIX, se consagró con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la
Revolución Francesa en 1789, y perdura hasta nuestros días.

En este marco y con las características señaladas no extraña que la posición de la Iglesia frente a estos
“derechos del hombre y del ciudadano” haya sido firmemente negativa. En su alocución al consistorio
del 9 de marzo de 1789, S.S. Pio VI rechazó los decretos dictados por los Estados Generales de la
nación francesa y los escritos que defendían las “libertades modernas”. El 10 de marzo de 1791, con
ocasión de la primera constitución revolucionaria, en su Carta Quod Aliquantum, calificó a la doctrina
difundida como el “fantasma de una libertad indefinida” que desconoce las exigencias de la ley natural
y la ley de Dios. Finalmente, en la Encíclica Adeo Nota del 23 de abril de 1791 considera que tales
derechos, tal como eran promovidos, resultaban “contrarios a la religión y a la sociedad”. Esta condena
a la doctrina moderna sobre los derechos humanos fue ratificada por los Papas posteriores173,
calificándola duramente. La civilización occidental, anteriormente cristiana y confesional, avanzaba
hacia el laicismo y se alejaba cada vez más de la Iglesia y de Dios; la cultura católica era
paulatinamente sustituida por una cultura laicista.

Pero vino el siglo XX, y las gravísimas violaciones a los derechos humanos por los regímenes
totalitarios comunista y nazi. Entonces la Iglesia, que había estado alertando sobre el peligro de su
exaltación desmedida por el individualismo liberal, tuvo que convertirse ahora en defensora de la parte
de verdad que encierran. Pio XII recuerda en sus mensajes la vigencia del derecho natural, y sus
exigencias respecto del ser humano. Su sucesor, Juan XXIII, dedica a los deberes y derechos del
hombre extensos párrafos en su Encíclica Pacem in Terris, como veremos seguidamente.

Fue en este contexto que este último inauguró el 11 de octubre de 1962 el Concilio Vaticano II.
Recordó en su discurso de apertura la continuidad del Magisterio eclesiástico y la necesidad de
presentarlo a los hombres de nuestro tiempo teniendo en cuenta las desviaciones, exigencias y
posibilidades de estos momentos. Y como ha escrito Fr. Aníbal Fosbery O.P., se produce así un cambio
de actitud de la Iglesia frente al mundo moderno: no se trata ya de repetir condenaciones, sino de
colocar a la Iglesia en situación de diálogo frente al mundo actual174, fiel a las enseñanzas de siempre
pero renovada en su estilo y presentación. Y este diálogo no puede sino comenzar por el reconocimiento
172
Puede verse, por ejemplo, Hernández, Héctor, Tomismo y Derechos Humanos, edición de los Cursos de Cultura Católica, Bs.
As., 1989, y Massini, Carlos Ignacio, Los derechos humanos en debate, en El derecho, los derechos humanos y el valor del
derecho, editorial Abeledo-Perrot, Bs. As., 1987.
173
Pio VII, Carta Apostólica Post tam diuturnas, 29 de abril de 1814; Gregorio XVI, Encíclica Mirari Vos, 15 de agosto de 1832;
Pio IX, Encíclica Quanta Cura, 8 de diciembre de 1864; Leon XIII, Encíclica Diuturnum Illud, del 29 de junio de 1881, Inmortale
Dei, del 1 de noviembre de 1885 y Libertas, del 20 de junio de 1888; Benedicto XV, Encíclica Ad Beatissimi, del 1 de noviembre de
1914 y Carta Anno iam exeunte del 7 de marzo de 1917; etc.
174
Fosbery, Aníbal E., La cultura católica, cit., página 575.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

de un punto positivo a rescatar en la cultura contemporánea, herencia de los siglos de cultura católica,
“el máximo valor de la dignidad de la persona humana y de su perfeccionamiento y del compromiso
que eso significa”.

La coherencia con esta actitud exigía no reincidir en condenas globales a la doctrina de los derechos
humanos, sino reconocer las semillas de verdad que recogen y dialogar y construir, con optimismo
esperanzado, a partir de ellas.

Como ha señalado Giorgio Filibeck, del Consejo Pontificio «Justicia y Paz», “mientras la reflexión
sobre la dignidad humana ha sido desarrollada desde los albores de la Iglesia, sólo en la época
reciente ha sido afrontado por el Magisterio pontificio el tema de los derechos del hombre. En el clima
conflictivo de la Revolución francesa, estos derechos fueron vistos, a veces con sus buenas razones,
como un instrumento contra la Iglesia; pero, una vez superada la contingencia histórica, se ha
percibido más claramente su nexo con la dignidad de la persona y, de este modo, los derechos se han
convertido en uno de los capítulos más importantes de la enseñanza social de la Iglesia”175.

Al año siguiente al de la apertura del Concilio, el 11 de abril de 1963, el Papa Juan XXIII publica la
Encíclica Pacem in Terris, proponiendo una enumeración equilibrada de los derechos y deberes del
hombre conforme con el derecho natural y cristiano. “En toda convivencia humana bien ordenada y
provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona, esto es,
naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo
derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos
derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún
concepto”176. Pero también recuerda que “los derechos naturales... están unidos en el hombre que los
posee con otros tantos deberes, y unos y otros tienen en la ley natural, que los confiere o los impone, su
origen, mantenimiento y vigor indestructible... Es asimismo consecuencia de lo dicho que, en la
sociedad humana, a un determinado derecho natural de cada hombre corresponda en los demás el
deber de reconocerlo y respetarlo. Porque cualquier derecho fundamental del hombre deriva su fuerza
moral obligatoria de la ley natural, que lo confiere e impone el correlativo deber. Por tanto, quienes, al
reivindicar sus derechos, olvidan por completo sus deberes o no les dan la importancia debida, se
asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra construyen”177.

El 4 de octubre de 1965 su sucesor, S.S. Pablo VI, pronuncia un discurso ante la Asamblea General de
la Organización de Naciones Unidas reconociendo su importancia y valor moral como factor de unión,
progreso y entendimiento entre los pueblos, y su compromiso en el respeto por los derechos humanos.
Pero también bregó por el universal reconocimiento de la libertad religiosa y el incondicional respeto de
toda vida, instándola a actuar “de tal manera que el pan sea lo suficientemente abundante en la mesa de
la humanidad, y no el favorecer un control artificial de los nacimientos que sería irracional, con vistas
a disminuir el número de comensales en el banquete de la vida”178, advirtiendo incluso que el edificio
que estaban construyendo “no se cimenta sobre bases puramente materiales y terrenas”179.

Juan Pablo II continuará la misma orientación. “Este panorama, predominantemente negativo, sobre la
situación real del desarrollo en el mundo contemporáneo, no sería completo si no señalara la
existencia de aspectos positivos. El primero es la plena conciencia, en muchísimos hombres y mujeres,
de su propia dignidad y de la de cada ser humano. Esta conciencia se expresa, por ejemplo, en una
viva preocupación por el respeto de los derechos humanos y en el más decidido rechazo a sus
violaciones. De esto es un signo revelador el número de asociaciones privadas, algunas de alcance
mundial, de reciente creación, y casi todas comprometidas en seguir con extremo cuidado y loable
175
http://www.archimadrid.es/alfayome/menu/pasados/revistas/98/dic98/num143/suma.htm.
176
Juan XXIII, Encíclica Pacem in Terris, 11 de abril de 1963, nro. 9.
177
Idem., nro. 29 al 31.
178
Pablo VI, Discurso pronunciado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, 4 de octubre de 1965, nro. 27.
179
Idem., nro. 32.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

objetividad los acontecimientos internacionales en un campo tan delicado. En este sentido hay que
reconocer la influencia ejercida por la Declaración de Derechos Humanos, promulgada hace casi
cuarenta años por la Organización de las Naciones Unidas. Su misma existencia y su aceptación
progresiva por la comunidad internacional son ya testimonio de una mayor conciencia que se está
imponiendo”180.

La nueva actitud es muy clara: “toca a la Iglesia en todo tiempo el deber de escrutar los signos de los
tiempos y de interpretarlos a la luz del Evangelio de manera que, adaptándolos a cada generación,
pueda responder a las perennes interrogaciones de los hombres”181.

Prevalece así una actitud de diálogo frente a la doctrina contemporánea de los derechos humanos, que
permita corregir sus imprecisiones y errores, pero tendiendo puentes respecto de la parte de verdad que
encierra.
6. El diagnóstico actual sobre el respeto de los derechos humanos
Propio de una mentalidad progresista es considerar que la humanidad y la civilización avanzan en un
progreso constante. Ello lleva a pensar que, en materia de derechos humanos, somos los
contemporáneos los más evolucionados, los más respetuosos. Pero basta un recorrido por el contexto
nacional o internacional para comprender que la realidad es lo contrario.

Aunque señala la dificultad de hacer comparaciones entre diferentes épocas de la historia, Juan Pablo II
anota como el siglo XX "ha sido un siglo de grandes calamidades para el hombre, de grandes
devastaciones no sólo materiales, sino también morales, más aún, quizá sobre todo morales"182. No
deja de “constatar el abismo que existe entre la letra, reconocida en el ámbito internacional en
numerosos documentos, y el espíritu, actualmente muy lejos de ser respetado, ya que nuestro siglo está
marcado todavía por graves violaciones de los derechos fundamentales"183.

En relación con los derechos sociales y económicos, ha recordado el papa la dimensión mundial que ha
adquirido la cuestión social, “las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin
cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor”184. Y no deja de pasar revista a tales
atentados: “¿Cómo no pensar en la violencia contra la vida de millones de seres humanos,
especialmente de niños, forzados a la miseria, la desnutrición, y al hambre, a causa de una inicua
distribución de las riquezas entre los pueblos y las clases sociales? ¿O en la violencia derivada, incluso
antes que de las guerras, de un comercio escandaloso de armas, que favorece el espiral de tantos
conflictos armados que ensangrientan el mundo? ¿O en la siembra de muerte que se realiza con el
temerario desajuste de los equilibrios ecológicos, con la criminal difusión de la droga, o con el fomento
de modelos de práctica de la sexualidad que además de ser moralmente inaceptables, son también
portadores de graves riesgos para la vida? Es imposible enumerar completamente la vasta gama de
amenazas contra la vida humana, ¡son tantas sus formas, manifiestas o encubiertas, en nuestro
tiempo!”185. A 50 años de la Declaración Universal, llama la atención sobre el pesado lastre de la deuda
externa, las graves desigualdades dentro de las naciones, el aumento de la violencia contra las mujeres,
las niñas y los niños186.

Pero es con relación al derecho a la vida que Juan Pablo II traza el diagnóstico más alarmante sobre la
distancia que existe entre la proclamación de los derechos del hombre y su respeto efectivo. “Por
desgracia, este alarmante panorama, en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas

180
Juan Pablo II, Encíclica Solicitudo Rei Socialis, 30 de diciembre de 1987, nro. 26.
181
Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 7 de diciembre de 1965, nro. 4.
182
Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 4 de marzo de 1979, nro. 17.
183
Juan Pablo II en el El aniversario de la Declaración de los derechos del hombre, 4 de julio de 1998.
184
Juan Pablo II, Encíclica Solicitudo Rei Socialis, 30 de diciembre de 1987, nro. 42.
185
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, sobre el valor inviolable de la vida humana, 25 de marzo de 1995, nro. 11.
186
Juan Pablo II, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 Enero 1998.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra
la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural,
que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y podría decirse aún más inicuo... Hoy
una multitud de seres humanos débiles e indefensos, como son, concretamente, los niños aún no
nacidos, está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida. Si la Iglesia, al final del siglo
pasado, no podía callar ante los abusos entonces existentes, menos aún puede callar hoy, cuando a las
injusticias sociales del pasado, tristemente no superadas todavía, se añaden en tantas partes del mundo
injusticias y opresiones incluso más graves, consideradas tal vez como elementos de progreso de cara a
la organización de un nuevo orden mundial”187. No solo se vulneran los derechos fundamentales, sino
que su violación es incluso considerada un derecho. Ello ha llevado a la gestación de una “verdadera y
auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura... que en muchos casos se
configura como verdadera «cultura de muerte». Esta cultura está promovida por fuertes corrientes
culturales, económicas y políticas, portadoras de una concepción de la sociedad basada en la
eficiencia. Mirando las cosas desde este punto de vista, se puede hablar, en cierto sentido, de una
guerra de los poderosos contra los débiles... Se desencadena así una especie de conjura contra la
vida”. Y sintetiza el diagnóstico con estas palabras: “la humanidad de hoy nos ofrece un espectáculo
verdaderamente alarmante, si consideramos no sólo los diversos ámbitos en los que se producen los
atentados contra la vida, sino también si singular proporción numérica, junto con el múltiple y
poderoso apoyo que reciben de una vasta opinión pública, de un frecuente reconocimiento legal y de la
implicación de una parte del personal sanitario. Con el tiempo, las amenazas contra la vida no
disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones enormes. No se trata sólo de amenazas procedentes
del exterior, de las fuerzas de la naturaleza o de los Caínes que asesinan a los Abeles; no, se trata de
amenazas programadas de manera científica y sistemática. El siglo XX será considerado una época de
ataques masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destrucción permanente de
vidas humanas inocentes”188.

Y relaciona esta situación con el tema que nos ocupa en este trabajo. “Después de descubrir la idea de
los derechos humanos, incurre hoy en una sorprendente contradicción: justo en una época en la que se
proclaman solemnemente los derechos inviolables de la persona y se afirma públicamente el valor de la
vida, el derecho mismo a la vida queda prácticamente negado y conculcado, en particular en los
momentos más emblemáticos de la existencia, como son el nacimiento y la muerte... A estas nobles
declaraciones se contrapone lamentablemente en la realidad su trágica negación... ¿Cómo no pensar
que la afirmación misma de los derechos de las personas y de los pueblos se reduce a un ejercicio de
retórica estéril, como sucede en las altas reuniones internacionales, si no se desenmascara el egoísmo
de los países ricos que cierran el acceso al desarrollo de los países pobres, o lo condicionan a
absurdas prohibiciones de procreación, oponiendo el desarrollo al hombre?”189.

Varias veces ha insistido la Iglesia que esta falta de respeto está directamente vinculada con el
fundamento precario que se otorga a los derechos. En última instancia, si no se los hace descansar en
Dios, no hay cimiento sólido sobre el que edificarlos. “Es necesario llegar al centro del drama vivido
por el hombre contemporáneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre, característico del contexto
social y cultural dominado por el secularismo, que con sus tentáculos penetrantes no deja de poner a
prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas. Quien se deja contagiar por esta atmósfera,
entra fácilmente en el torbellino de un terrible círculo vicioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a
perder también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida”190.

187
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae, 25 de marzo de 1995, nro. 4.
188
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, nro. 17.
189
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, nro. 18.
190
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, nro. 22.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

El sentido de Dios y el sentido del hombre están íntimamente vinculados. Y también lo están las
nociones de derechos del hombre y de derechos de Dios191. Por eso ha enseñado Juan Pablo II, por un
lado, que “«el hombre es criatura de Dios, y por esto los derechos humanos tienen su origen en Él, se
basan en el designio de la creación y se enmarcan en el plan de la Redención. Podría decirse, con
expresión atrevida, que los derechos del hombre son también derechos de Dios» (Discurso 7.4.1998,
3)”192. Por otro lado, también ha enseñado la necesidad de reconocer los “«derechos de Dios», vistos no
solo como fuente de precisos deberes, sino también como fundamento y garantía de los mismos
derechos del hombre”193. Y en una cita sin desperdicio, que nos permitimos extensa, aclara: “¿Cómo
permanecer callados frente a al triste espectáculo del abuso y la inaudita crueldad que arrojan a
individuos y pueblos al borde del abismo? ¿Cómo puede ser que en nuestro siglo de la ciencia y de la
técnica, capaz de penetrar el misterio del espacio, seamos testigos impotentes de espeluznantes
violaciones de la dignidad humana? ¿No dependerá en gran medida del hecho de que la cultura
contemporánea persigue el espejismo de un humanismo sin Dios, y pretende afirmar los derechos del
hombre olvidando, o a veces conculcando, los derechos de Dios? ¡Es hora de volver a Dios! Sí,
queridísimos hermanos y hermanas, el mundo tiene necesidad de Dios... Él es la esperanza del hombre
y el fundamento de su auténtica dignidad... Es justo y necesario afirmar y defender los derechos del
hombre, pero primero es necesario reconocer y respetar los derechos de Dios. Descuidando los
derechos de Dios se corre el riesgo, ante todo, de anular los del hombre... Permitidme gritar fuerte, ¡Es
hora de volver a Dios!”194. E insiste. "Los derechos humanos en realidad sólo tienen fuerza allí donde
son respetados los derechos imprescriptibles de Dios, y el compromiso relativo a los primeros es
ilusorio, ineficaz y poco duradero si se realiza al margen o con desprecio de los segundos"195.

Actividad 5: Algunos pensadores plantean que la creencia en Dios lleva a la violencia y a la negación
de los derechos de las personas en nombre de la religión. ¿Qué cabe decir de tal afirmación a la luz de
lo leído?
7. Derechos y deberes
Fácilmente podemos advertir el equilibrio y correlación necesaria entre los derechos y los deberes. La
visión individualista y asocial tiende a enfrentar en lugar de armonizar los derechos.

Hemos visto ya como el Papa Juan XXIII en la encíclica Pacem in Terris enunciaba de manera
equilibrada los derechos y los deberes de las personas. El tema fue tratado de manera insistente y
explícita por Juan Pablo II. “Una política para la persona y para la sociedad encuentra su rumbo
constante de camino en la defensa y promoción de la justicia entendida como "virtud" a la que todos
deben ser educados, y como "fuerza" moral que sostiene el empeño por favorecer los derechos y
deberes de todos y cada uno, sobre la base de la dignidad personal del ser humano”196. “El ser humano
es totalmente libre sólo cuando es él mismo, en la plenitud de sus derechos y deberes; y lo mismo cabe
decir de toda la sociedad”197. Y ello tanto en el plano individual como nacional. “El ejercicio de los
derechos de las naciones, equilibrado por la afirmación y la práctica de los deberes, promueve un
fecundo "intercambio de dones", que refuerza la unidad entre todos los hombres”198. “Se trata de
definir y garantizar sus derechos. Pero es necesario, como sucede en una familia, matizarlos,
recordando la importancia de los deberes correlativos”199.

191
Sobre la noción “derechos de Dios”, recomendamos Hernández, Héctor, ¿Derechos de Dios?, en Tres Nuevas Cuestiones sobre
el Derecho Subjetivo, ediciones de los Cursos de Cultura Católica, Bs. As., 1993.
192
Juan Pablo II, Carta Apostólica para la proclamación de Santo Tomás Moro como patrono de los gobernantes y de los políticos,
31 de octubre de 2000.
193
Juan Pablo II, Angelus del 21 de marzo de 1993.
194
Juan Pablo II, Angelus del 3 de marzo de 1993.
195
Juan Pablo II, Carta a los obispos de Brasil, 10 de diciembre de 1980.
196
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christifideles Laici, 30 de diciembre de 1988, nro. 42.
197
Juan Pablo II, Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, nro. 46.
198
Juan Pablo II, Discurso a la Quincuagésima Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York, 5 de octubre de 1995 .
199
Juan Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, sábado 13 de enero de 1996.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Al cumplirse 50 Años de la Declaración Universal de Derechos Humanos, Juan Pablo II insistió sobre
la importancia de concebir rectamente tales derechos para lo cual es necesario no desconectarlo de los
respectivos deberes. “La persona está dotada por naturaleza de derechos universales, inviolables e
inalienables. Éstos, sin embargo, no subsisten por sí solos. A este respecto, mi venerado Predecesor, el
Papa Juan XXIII, enseñaba que la persona «tiene por sí misma derechos y deberes, que dimanan
inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza». El auténtico baluarte de la paz se apoya
sobre el correcto fundamento antropológico de tales derechos y deberes, y sobre su intrínseca
correlación”200. Y al año siguiente, en la misma fecha, precisó: “Por eso, allí donde los derechos y
deberes se corresponden y refuerzan mutuamente, la promoción del bien del individuo se armoniza con
el servicio al bien común. La historia contemporánea ha puesto de relieve de manera trágica el peligro
que comporta el olvido de la verdad sobre la persona humana. Están a la vista los frutos de ideologías
como el marxismo, el nazismo y el fascismo, así como también los mitos de la superioridad racial, del
nacionalismo y del particularismo étnico. No menos perniciosos, aunque no siempre tan vistosos, son
los efectos del consumismo materialista, en el cual la exaltación del individuo y la satisfacción
egocéntrica de las aspiraciones personales se convierten en el objetivo último de la vida. En esta
perspectiva, las repercusiones negativas sobre los demás son consideradas del todo irrelevantes”201.

Actividad 6. Tomando en cuenta lo expuesto sobre la correlación y equilibrio entre derechos y deberes,
¿qué deberes podría enunciar relacionados con el derecho a la libertad de prensa?
A modo meramente enunciativo, podemos identificar los principales derechos y deberes humanos:
 Derecho a la conservación de la vida, la salud y la integridad física; y deber de custodiar
dichos bienes y no atentar directamente contra ellos, ni en nosotros ni en las otras personas.
 Derecho a dar culto a Dios conforme con los dictados de la recta conciencia; y
consiguientemente, deber de buscar a Dios y su religión, y una vez encontrados, de adherir a
ella; y deber también de no obstaculizar el camino de las otras personas hacia su encuentro
o práctica.
 Derecho a la integridad moral, es decir, a la fama y el honor; y deber de mantener una
conducta que haga merecedor de ella y de respetarla en el prójimo.
 Derecho a la verdad, lo que comprende derecho a una sana y adecuada educación,
formación e información; y deber de custodiar y anunciar la verdad, no difundiendo errores
o falsedades capaces de causar un daño social.
 Derecho a participar políticamente, según la propia condición y el régimen político; y
deber de informarse y formarse para cumplir tal rol conforme con las exigencias del bien
común, y de obedecer razonablemente a las legítimas autoridades.
 Derecho a la libertad para buscar la verdad y practicar el bien, y a una razonable
autonomía y libertad de coacción en el camino hacia ello; y deber de contribuir con la
conducta a que otros también la busquen con éxito y lo practiquen con facilidad.
 Derecho al acceso a bienes que permitan un nivel decoroso de vida, en cuando a
alimentación, vestido y vivienda; y deber de contribuir con el propio esfuerzo para
obtenerlos para nosotros y para las otras personas.
 Derecho a trabajar y a hacerlo en condiciones dignas y con un salario justo; y deber de
trabajar con honestidad y laboriosidad, y de brindar trabajo si se tiene la disponibilidad de
bienes de producción.

200
Juan Pablo II, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 Enero 1998.
201
Juan Pablo II, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 Enero de 1999.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

 Derecho a la propiedad de lo adquirido legítimamente y a poder convertirnos en


propietarios con nuestro trabajo; y deber de colocar nuestra propiedad al servicio de la
utilidad común y respetando la propiedad ajena.
 Derecho a contraer matrimonio y formar una familia para la ayuda mutua, la procreación
y educación de los hijos, y deber de cumplir con las promesas realizadas al contraer
matrimonio y con los deberes de esposos y padres, evitando comportamientos que debiliten
la institución familiar en sus propiedades y fines fundamentales.
 Derecho a acceder a los bienes de la cultura (lengua, arte, etc.), y deber de cultivar la
propia persona para el bien personal y comunitario.
8. Derechos individuales y derechos de los grupos sociales
En un contexto de filosofía realista, distanciado de las ideologías, se advierte con claridad que el ser
humano se vincula en numerosos grupos sociales a fin de alcanzar su plenitud en común. La pertenencia
a tales grupos sociales supone que podremos identificar derechos del hombre en cuanto individuo
(derechos individuales), derechos del hombre en cuanto miembro de una familia (derechos de la
familia), de un gremio (derechos sindicales), de una nación (derechos de los pueblos y las naciones),
etc. No solo encontramos derechos de los individuos, sino también de los grupos sociales. Cuando se
plantean temas como el de la drogadicción, por ejemplo, es común que se la considere solo desde la
perspectiva del individuo (libertad, privacidad), olvidando los derechos de la comunidad a combatir el
flagelo. Tanto el individualismo liberal como el colectivismo niegan estos derechos de los grupos
sociales; el primero por exaltar demasiado al individuo rechazando lo que pudiese significar vínculo o
límite a la libertad; el segundo, por exaltar al estado negando lo que pudiese competir con su poder.
De manera sintética, podemos decir que los grupos sociales tienen derechos respecto de sus miembros,
respecto de los otros grupos y respecto de la agrupación mayor que integran:
o Respecto de sus miembros, los grupos sociales tienen derecho a su contribución razonable al
bien común para el que se asocian. Ello exige aporte de trabajo, acciones y omisiones, y recursos
necesarios para el sostenimiento común. Lógicamente, el aporte requerido a cada uno debe
guardar reglas de equidad, que si bien no supone una absoluta igualdad, si un equilibrio
razonable.
o Respecto de los otros, cada grupo social tiene derecho a verse libre de entorpecimientos en la
consecución de su bien común, y a la contribución y coordinación de todos en la búsqueda del
bien común mayor que los integra. El sindicato debe buscar el bien común sin entorpecer el bien
común de la empresa (verdadero bien común, no interés exclusivo de los accionistas), y
coordinado con éste para el bien de la economía en su conjunto.
o Respecto del grupo mayor, el grupo inferior tiene derecho a ser reconocido en sus funciones
propias y específicas, a no ser invadido ni suplantado, a participar de las decisiones vinculadas
con la gestión del bien común general, y a recibir la ayuda y colaboración que necesite para
alcanzar el suyo.

Ha sido permanente la insistencia de la Iglesia sobre los derechos de los grupos sociales.

Entre los pronunciamientos más recientes, debemos recordar la “Carta de los Derechos de la Familia”
expuesta por Juan Pablo II el 22 de octubre de 1983. “Los derechos de la persona -dice-, aunque
expresados como derechos del individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que halla su
expresión innata y vital en la familia” (Preámbulo). Reconoce a la familia como una comunidad de
amor, pero también una unidad jurídica, social y económica, que tiene derecho a que el estado “adopte
medidas que contribuyan a consolidar la unidad y la estabilidad de la familia para que pueda cumplir
su función específica” (Id). Recuerda derechos vinculados con la libertad de contraer matrimonio, de
procrear y educar a los hijos, de vivienda y seguridad social. Pero destaca también que los esposos
tienen el “derecho de esperar de la sociedad las condiciones morales, educativas, sociales y

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

económicas que les permitan ejercer su derecho a contraer matrimonio con toda madurez y
responsabilidad” por lo que “la situación de las parejas no casadas no debe ponerse al mismo nivel que
el matrimonio debidamente contraído” (art. 1). Además, que “la familia tiene el derecho de esperar que
los medios de comunicación social sean instrumentos positivos para la construcción de la sociedad y
que fortalezcan los valores fundamentales de la familia” (art. 5). Incluso, agrega que “la familia tiene el
derecho de existir y progresar como familia” y “las autoridades públicas deben respetar y promover la
dignidad, justa independencia, intimidad, integridad y estabilidad de cada familia” considerando que
“el divorcio atenta contra la institución misma del matrimonio y de la familia” (art. 6). Y todavía más:
“la familia tiene el derecho de ejercer su función social y política en la construcción de la sociedad”
(art. 8).

En relación con este tema de los derechos de la familia, debemos estar atentos a una tendencia creciente
fruto del individualismo liberal. Como vimos, al desconocer la natural socialidad del hombre y el recto
sentido del bien común, se enfrentan derechos de unos contra los de los otros. Ello también ocurre en el
campo de la familia. Ya no se habla de derechos de la familia, sino de derechos de la mujer, o de
derechos de los niños. Claro que la mujer tiene derechos, y el niño también los tiene. También los tiene
el varón, los adultos, los ancianos, etc. ¿Qué sentido tiene enumerar los de cada uno? El bien de la
persona tiene que ver con su pertenencia a una familia y se disponen en el marco del bien común
familiar. A veces se exalta un derecho del niño a la “privacidad” o la “libertad” que impide el deber de
los padres de criar a sus hijos y supervisarlos razonablemente. Otras, se habla de los “derechos
reproductivos” de la mujer, olvidando que nadie reproduce solo, que en todo caso los derechos
vinculados con la sexualidad y la procreación son derechos de la pareja en el marco de una familia.
Olvidando esta integración, por ejemplo, leyes de muchos países autorizan el aborto o la esterilización
sin siquiera notificar al cónyuge; o a una mujer sola inseminarse para tener un hijo que va a “carecer”
de padre. Peor aún cuando en la materia interfiere la llamada “teoría del género”, para la cual el
comportamiento sexual no guarda ninguna vinculación con el sexo que se tiene, sino que es una
construcción que cada uno realiza con total libertad: transexualismo, homosexualidad, travestismo,
bisexualidad, serían así opciones de vida tan válidas como la heterosexualidad y fundamentan iguales
derechos que ésta. Claro, perdiendo de vista su vinculación con la familia toda la cuestión sexual pierde
sus estribos.

Con relación a los derechos de la familia, se encuentran los hoy denominados “derechos de la mujer”.
Ahora bien, ¿por qué hablar de derechos de la mujer y no de derechos de la persona, o de derechos de la
familia, en general? Digamos, por un lado, que en gran medida el movimiento por los derechos de las
mujeres suele basarse en la ideología del género y del feminismo radical, que en lugar de ver al varón y
la mujer como dos manifestaciones diferentes de la misma naturaleza humana, destinados a cooperar y
complementarse, los enfrenta en permanente lucha y tensión. Por eso, muchos de los derechos que
enuncian como de las mujeres, en realidad, son derechos de toda persona, que por supuesto, también
poseen las mujeres; pero al levantarlos como “derechos de la mujer” consiguen enfrentarla con el varón,
en la lógica conflictiva que hemos descripto. Ello sin perjuicio de que podemos identificar algunos
derechos propios y específicos de la mujer, que se relacionan con sus condiciones o características
especiales. Como, por ejemplo, el derecho a la maternidad. Porque si bien varón y mujer son iguales en
naturaleza y dignidad esencial, se tienen diferencias orgánicas, psíquicas y espirituales, que los inclinan
a funciones, tareas e intereses propios. Es común en la mujer, por ejemplo, una mayor sensibilidad
emocional y preocupación por lo concreto; y en el hombre una tendencia más racional y abstracta. De
allí que la presencia y riqueza de ambos enriquece los grupos sociales. Históricamente, cuando los
trabajos requerían de mucho esfuerzo físico y las familias eran numerosas, era común que la mujer
concentrara su actividad en el hogar y el varón fuera del mismo. Esta división natural del trabajo
permitió a la mujer brindar a los niños una esmerada educación. Con el paso del tiempo, sin embargo,
tal distribución natural se hizo demasiado rígida, y la mujer, en general, permaneció al margen de la
vida social, política, y económica de las sociedades. Ello la hizo a veces muy vulnerable, expuesta a los
abusos del varón. Pero más allá de ello, fue la sociedad la que perdió, pues se vio privada del aporte

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

específicamente femenino en cuestiones de gran relevancia para el bien común. Problemas


contemporáneos como la pobreza, la guerra, o la contaminación, podrían haber recibido una solución
mucho más humanizada si la mujer, y su sensibilidad por el hombre concreto, hubiesen tenido una
mayor participación en la vida pública. Por eso tal aporte femenino en los diversos campos de las
relaciones humanas es fundamental. Pero cuidado, para que sea enriquecedor es necesario que la mujer
conserve y cultive su femineidad sin intentar competir ni asimilarse al varón. Y también, que por
atender responsabilidades públicas no deje de lado las del hogar, en la que su presencia intensa es
insustituible. Por desgracia, muchos movimientos que dicen luchar por los derechos de la mujer
contradicen tales exigencias, pues plantean una emancipación de la mujer enfrentándola y compitiendo
con el varón, y destruyendo algunas de las vocaciones e inclinaciones más propias de ella, como la
maternidad. De otro modo, no podemos entender como tales movimientos levantan la bandera del
aborto, o de la esterilización, o el lesbianismo. Sobre la dignidad y vocación de la mujer, resulta de
mucha utilidad la lectura de la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II (1988).

Pero además de la familia el hombre se une en comunidades políticas, que como tales también son
titulares de derechos. “Las comunidades políticas tienen derecho a la existencia, al propio desarrollo, a
obtener todos los medios necesarios para su aprovechamiento, a ser los protagonistas de esta tarea y a
defender su buena reputación y los honores que les son debidos”202.

También tienen derechos las naciones, esas comunidades de hombres herederos de una patria. En
efecto, “sobre la base de esta relación fundamental con los propios «orígenes» —a nivel familiar, pero
también territorial, social y cultural— es donde se desarrolla en las personas el sentido de la «patria»,
y la cultura tiende a asumir, unas veces más y otras menos, una configuración «nacional». El mismo
Hijo de Dios, haciéndose hombre, recibió, con una familia humana, también una «patria». Él es para
siempre Jesús de Nazaret, el Nazareno (cf. Mc 10,47; Lc 18,37; Jn 1,45; 19,19). Se trata de un proceso
natural en el cual las instancias sociológicas y psicológicas actúan entre sí, con efectos normalmente
positivos y constructivos”203. Por tal razón “es un hecho significativo y confirmado repetidas veces por
las experiencias de la historia, cómo la violación de los derechos del hombre va acompañada de la
violación de los derechos de la nación, con la que el hombre está unido por vínculos orgánicos como a
una familia más grande”204. Incluso se ha afirmado que las naciones gozan de una soberanía mucho
más importante que la soberanía política sobre un territorio, cual es la soberanía cultural.

Por eso ha observado el Papa que si bien “la Declaración Universal de los Derechos del Hombre,
adoptada en 1948, ha tratado de manera elocuente de los derechos de las personas, todavía no hay un
análogo acuerdo internacional que afronte de modo adecuado los derechos de las naciones. Se trata de
una situación que debe ser considerada atentamente, por las urgentes cuestiones que conlleva acerca
de la justicia y la libertad en el mundo contemporáneo. En realidad el problema del pleno
reconocimiento de los derechos de los pueblos y de las naciones se ha presentado repetidamente a la
conciencia de la humanidad, suscitando también una notable reflexión ético-jurídica. Pienso en el
debate desarrollado durante el Concilio de Constanza en el siglo XV, cuando los representantes de la
Academia de Cracovia, encabezados por Pawel Wlodkowic, defendieron con tesón el derecho a la
existencia y a la autonomía de ciertas poblaciones europeas. Muy conocida es también la reflexión
llevada a cabo, en aquella misma época, por la Universidad de Salamanca en relación con los pueblos
del Nuevo Mundo. En nuestro siglo, además, ¿cómo no recordar la palabra profética de mi predecesor
Benedicto XV, que en el trascurso de la Primera Guerra mundial recordaba a todos que "las naciones
no mueren", e invitaba a "ponderar con conciencia serena los derechos y las justas aspiraciones de los
pueblos"? (A los pueblos beligerantes y a sus jefes, 28 de julio de 1915)... Sobre este fundamento
antropológico se apoyan también los "derechos de las naciones", que no son sino los "derechos

202
Juan XXIII, Pacem in terris, nro. 92.
203
Juan Pablo II, Mensaje para la XXXIV Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2001.
204
Juan Pablo II, Redemptor Hominis, nro. 17.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

humanos" considerados a este específico nivel de la vida comunitaria”205. Y pasa revista a algunos de
estos derechos de las naciones: “Presupuesto de los demás derechos de una nación es ciertamente su
derecho a la existencia... El derecho a la existencia implica naturalmente para cada nación, también el
derecho a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve lo que
llamaría su originaria "soberanía" espiritual... es precisamente su misma cultura lo que permite a una
nación sobrevivir a la pérdida de la propia independencia política y económica. Toda nación tiene
también consiguientemente derecho a modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo,
naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales y, en particular, la opresión de
las minorías. Cada nación tiene el derecho de construir el propio futuro proporcionando a las
generaciones más jóvenes una educación adecuada”206.

En el mismo sentido ha destacado que “en el ámbito de la comunidad internacional, las naciones y los
pueblos tienen derecho a participar en las decisiones que con frecuencia modifican profundamente su
modo de vivir... La búsqueda del bien común nacional e internacional exige poner en práctica, también
en el campo económico, el derecho de todos a participar en las decisiones que les conciernen”207.

Y por eso ha afirmado que “el pueblo judío ha comenzado un nuevo periodo de su historia. Ellos tienen
derecho a una patria, así como lo tiene toda nación civil, según el derecho internacional”, pero
también que lo “afirmado sobre el derecho a una patria se aplica también al pueblo palestino, muchos
de los miembros de este pueblo se encuentran sin casa y están refugiados”208.

En última instancia, “las unidades sociales más pequeñas -naciones, comunidades, grupos religiosos o
étnicos, familias o personas- no deben ser absorbidos anónimamente por una comunidad mayor, de
modo que pierdan su identidad y se usurpen sus prerrogativas. Por el contrario, hay que defender y
apoyar la autonomía propia de cada clase y organización social, cada una en su esfera propia. Esto no
es más que el principio de subsidiariedad”209.

Actividad 7: dado que debemos reconocer derechos no solo a las personas sino también a los grupos
sociales, intente enunciar cuáles podrían ser derechos de las instituciones educativas.
9. Derechos y deberes de primera generación
Es habitual encontrar en la bibliografía sobre la materia una diferenciación de tres generaciones de
derechos humanos, teniendo en cuenta las fechas en que fueron incorporados y recogidos por las
constituciones escritas. Si bien seguimos dicha terminología, es importante que no confundamos el
momento en que son recogidos en ellas, con su misma existencia y/o su respeto (o falta de respeto).
Se suelen conocer como derechos de primera generación a los primeros que se recogieron en las
constituciones escritas aparecidas desde el siglo XIX. Surgidas en un clima de creciente liberalismo,
tales constituciones suelen contener largas enumeraciones de derechos individuales dejando en la
penumbra los derechos sociales y los deberes sociales de las personas. La Constitución Argentina, de
1853, abunda en enumeraciones de derechos y prácticamente omite la mención de deberes.
Entre estos derechos de primera generación encontramos el derecho a la vida, el derecho a la libertad, el
derecho a la igualdad formal y el derecho a la propiedad, y los derechos políticos (a participar del
gobierno y de la designación de gobernantes). Cada uno supone también deberes correlativos.
El derecho a la vida incluye: a) de no sufrir atentados dirigidos a suprimir o perjudicar la subsistencia
vital, la salud o la integridad física; b) de recibir ayudas razonables tendientes a poder conservar y
205
Juan Pablo II, Discurso a la Quincuagésima Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York, 5 de octubre de 1995, nro.
7.
206
Idem., nro. 8.
207
Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1º de enero de 1999, nro. 6.
208
Juan Pablo II, Discurso a los Representantes de las Organizaciones Judías Norteamericanas, Miami, 11 de septiembre de 1987.
209
Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la Sexta Sesión Plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales,
Vaticano, 23 de febrero del 2000, nro. 4.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

fortalecer la vida y la salud. De allí que, por ejemplo, sea delito matar a alguien, pero también ayudar a
suicidarse, e incluso, dejar de auxiliarlo si nos necesita para evitar un grave peligro (delito de abandono
de persona y de omisión de auxilio).

El derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte, debe defenderse como un derecho
inviolable210 que, aunque no es supremo -pues hay bienes más valiosos que la vida211- es sí “primero y
fundamental, como la raíz y la fuente de todos los demás derechos”212, el fundamento de todos los
demás derechos. Contravienen el derecho a la vida, la salud y la integridad física el homicidio (simple,
agravado, eutanasia, aborto), la mutilación no terapéutica (es decir, cuando no existe una razón médica),
el contagio de enfermedades, la esterilización.
¿Significa que el derecho a la vida es incondicionado? El derecho a no sufrir atentados directos contra
la vida sí lo es.
Pero no ocurre lo mismo con la muerte, no directamente querida pero si provocada, de un injusto
agresor. Se trata de la que se conoce como legítima defensa. El agresor no tiene derecho a que el
agredido se deje agredir y no se defienda razonablemente, ni siquiera cuando la defensa produzca,
lamentablemente, la muerte del agresor. El que se defiende de una agresión no busca directamente la
muerte del agresor sino evitar la agresión: la muerte debe ser un efecto no directamente buscado de su
defensa, y por eso no es un atentado contra el derecho a la vida. De allí que la defensa que termina en la
muerte del agresor es legítima, si resulta necesaria y es la única manera razonable de defenderse. En
este marco podemos advertir la licitud de la muerte provocada en legítima defensa, sea defensa de la
propia persona, de otra persona agredida, o de la sociedad. Esto último tiene lugar cuando estamos
frente a una guerra justa (en defensa de los derechos de la patria) o la pena de muerte. Por eso la
doctrina tradicional suele reconocer la legítima defensa individual, la guerra justa y la pena de muerte
como supuestos en que dar muerte a una persona puede ser legítimo. Claro que una lesión tan grande a
un bien de un tercero (del agresor) sólo se justifica cuando se trata del único recurso disponible para
evitar o repeler la agresión. En el caso de los países más desarrollados, en situaciones ordinarias, por lo
general existen medios para evitar el riesgo de la delincuencia que hacen innecesaria y por ello ilegítima
la pena de muerte, como lo ha recordado el Papa Juan Pablo II.

Otro de los derechos de primera generación es el derecho a la libertad. Se manifiesta en diversos


ámbitos: libertad de circular (locomoción), de expresarse, de manifestarse, de contraer matrimonio, de
buscar y practicar la fe religiosa, entre otros. El más importante, por comprometer el destino eterno del
hombre y sus convicciones más profundas, es la libertad religiosa.

Sobre el tema de la libertad en general, es esencial distinguir a qué nos referimos con el término. Por un
lado, podemos aludir a la libertad como un hecho, y tenemos entonces la libertad interior o
psicológica (posibilidad de deliberar y elegir sin estar determinado a buscar ningún bien concreto) y la
libertad exterior o física (posibilidad de comportarnos exteriormente sin obstáculos). En sentido
diverso podemos referirnos a la libertad como un derecho, y tenemos así el derecho a la llamada
“libertad de coacción” o derecho a no ser coaccionados (a través de presiones, amenazas o de la
fuerza) para elegir u obrar de determinada manera. También se ha hablado de la “libertad moral” como
la capacidad que tiene la persona virtuosa de conducirse al bien con facilidad, sin obstáculos, porque
está habituado a hacerlo.

La naturaleza impone límites infranqueables a la libertad. Podemos elegir ser abogados o médicos,
solteros o casados. Pero no podemos elegir ser hombres o perros, varones o mujeres. Podemos elegir
saltar un pozo, pero no volar por sobre él. La libertad humana es finita, como el ser humano lo es.

210
Juan Pablo II, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 enero de 1999.
211
Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor, nro. 94.
212
Juan Pablo II, Discurso A L’Issue a la XXXV Asamblea General de la Asociación Médica Mundial, 29 de octubre de 1983, AAS
76 (1984) 389-395.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

La libertad interior es una nota característica del ser racional. A diferencia de los seres irracionales, las
personas pueden reconocer los bienes que las plenifican de alguna manera, y como ninguno es capaz de
hacerlo de manera completa, deliberar y dirigirse hacia alguno o hacia otro según su voluntad. Claro
que en el hombre esa libertad no es absoluta o incondicionada, pues se encuentra influido por factores
internos (pasiones, costumbres, etc.) y externos (ambiente social) que restringen la facultad de
deliberación y elección. Sin perjuicio de ello, salvo casos patológicos, tales factores condicionan pero
no anulan la libertad interior. Contradiciendo lo señalado, existen teorías conocidas como deterministas
que niegan la existencia de tal libertad interior, y con ello, de la responsabilidad individual, el mérito o
demérito personal. El marxismo es un ejemplo de determinismo social: la persona obra determinado por
su lugar en la estructura social y el desarrollo de la lucha de clases. El protestantismo luterano de
determinismo teológico: el pecado original ha destruido la naturaleza humana determinando al hombre
al pecado, por lo que ninguna de sus obras puede merecer la salvación (sino solo su Fe). Algunos cultos
esotéricos plantean un determinismo astrológico: la conducta humana estaría predeterminada por los
astros o por fuerzas “superiores”. También existen posiciones psicológicas que pretenden explicar el
comportamiento humano como si fuese efecto necesario de instintos, impulsos, estructuras psíquicas,
etc. Aunque las causas e influencias son diversas, todos estos determinismos tienen en común negar
espacio a la libertad personal y por eso explicar la conducta, exclusivamente, por razones diferentes de
la propia decisión voluntaria.

La libertad exterior y de coacción no es exclusiva del ser racional, la tiene simplemente aquél que no
encuentra trabas exteriores a su conducta. Siempre es relativa y condicionada. Aún quien se encuentra
con un chaleco de fuerza tiene alguna libertad exterior para mover su cabeza. Nadie tiene libertad
exterior para moverse absolutamente como desearía: las mismas leyes físicas y biológicas le imponen
límites. Por otro lado, como las personas no existen aisladas sino vinculadas en grupos sociales, la
libertad de cada uno debe orientarse en la búsqueda del bien común que las reúne. Por eso, el derecho a
la libertad debe ser reconocido y protegido en la medida en que contribuye al bien común.
El hecho de que un acto sea elegido sin determinaciones interiores y realizado sin obstáculos exteriores,
es decir, que haya sido libremente elegido y libremente realizado, no garantiza que sea bueno, digno de
ser elegido y realizado. La libertad es un medio, su valor depende de como se la utiliza, de los valores
que encarna. Esto es lo que comúnmente no acepta el liberalismo. Por eso defiende la libertad de
prensa, de expresión, de proyecto de vida, de empresa y mercado, con la única preocupación de que sea
libre y sin importar si es justa, buena y valiosa. La libertad, con ser parte del bien común, no agota el
bien común, y su valor y protección depende de cómo se la ejerce. Rechazar el control de la comunidad
sobre tales libertades significa dejarla a merced de los poderosos.
“Hay que recordar en particular la encíclica Libertas praestantissimum,
en la que se ponía de relieve la relación intrínseca de la libertad
humana con la verdad, de manera que una libertad que rechazara
vincularse con la verdad caería en el arbitrio y acabaría por someterse
a las pasiones más viles y destruirse a sí misma”. “Diversas fuerzas,
guiadas a menudo por una falsa ideología de libertad, tratan de
apropiarse de este terreno… Ruidosa propaganda de liberalismo, de
libertad sin verdad y responsabilidad”213.
Es necesario que la distorsión de la libertad de expresión no implique dejar a las naciones inermes en
manos de impunes empresas de prensa. La producción cultural debe corresponder a las necesidades del
bien común, y como tal no puede ser decidida exclusivamente por instituciones que persiguen su interés
económico o ideológico, sino que debe ser controlada por el estado y las instituciones naturales de la
sociedad. Si no decide la comunidad en aras del bien común, decidirán las multinacionales, las
productoras de televisión, los dueños de los periódicos, no según el bien común sino conforme su
interés económico o ideológico exclusivo. El padre Leonardo Castellani, célebre escritor y pensador

213
Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, nro. 4; Homilía en Cracovia, Domingo 18 de agosto de 2002.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

jesuita argentino, lo señala con claridad: “El problema de la libertad de prensa consiste ahora en ‘quien
nos libertará de la prensa’... Dijimos que la excusa siguiente: ‘Nosotros no hacemos sino vehiculizar
información” es una falsía y una patente mentira. La información no está sólo vehiculizada, sino
dirigida, amañada, y si es preciso, fraguada. Se eligen las agencias, se hinchan y decoran (o mutilan)
los telegramas, se les adoba el tono, se dispone el lugar de ellos, se los resume en tendenciosos
titulares, se los condensa en editoriales y por último se invita a teorizadoras a escribir estudios
filosóficos o literarios que respondan al sentido del diario y hagan de marco teórico a su información.
Se monta y arma un grande y completo aparato de hacer opinar a la gente en este sentido y no estotro
¡y a eso se llama libertad de opinión! Este aparato responde a un pilotaje invisible y está fuera de
control nacional, político o no político. Máquina de rellenar mates, la han llamado los franceses, y es
máquina digna de consideración atenta. Esta guerra con su desaforada propaganda ha hecho a los que
piensan el servicio de ponerles ante los ojos patente esta máquina odiosa. Pero los que piensan no son
todos”214. Consideraciones similares trae respecto del derecho de libre opinión. No significa que exista
derecho a opinar cualquier cosa o que cualquier opinión deba ser protegida por el estado. Continúa
Castellani: “La libertad de expresar sus opiniones en el sentido sacro que el liberal dio a esta fórmula
no existe; lo que existe es la obligación, para todos los capaces de pensar, de coadyuvar al hallazgo de
lo verdadero y lo conveniente (primero); la obligación de todo buen gobierno de servirse de ellos, so
pena de errores dañosos y después de fatal anemia y neurosis de la cuál el régimen liberal perece
(segundo); la obligación de todo poder humano de respetar en el hombre la pensadora [refiere a la
facultad de pensar], que es lo mejor que tiene (tercero); y en fin la obligación de ser tolerante un tanto
con las charlas del hombre, que es charlero por esencia, mientras no vayan a lo intolerable. Eso es
todo. La fórmula libertad de opinar, cuando se pasa de esta raya, es un solemne engañabobos”.

El derecho a la libertad religiosa es concebido por la enseñanza cristiana como uno de los bienes más
altos y de los deberes más graves de todos los pueblos215, “corazón mismo de los derechos humanos”
216
. Sin embargo, ha sido muchas veces mal comprendido, hasta el punto de dar lugar a uno de los
cismas más lamentables en la Iglesia, el que ha separado al llamado lefebvrismo. Detengámonos
brevemente en la materia. Como hemos comentado, en el año 1965 tuvo su cierre el Concilio Vaticano
II, encargado de diseñar el trabajo pastoral de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Algunos sectores,
sin embargo, condenaron el Concilio entendiendo que se había apartado de enseñanzas católicas
fundamentales. Se negaron a seguir muchas de sus enseñanzas. Un grupo, liderados por el Arzobispo
Marcel Lefebvre (1905-1991), llegó al punto de ordenar obispos sin acuerdo del Papa, lo que les trajo la
pena de excomunión y con ella la exclusión de la Iglesia. Entre los puntos que cuestionan al Concilio
está su afirmación en el documento “Dignitatis Humanae” de que existe un derecho a la libertad
religiosa para practicar cualquier culto desconociendo -decían- la enseñanza de los Papas anteriores,
expuesta en la Encíclica Inmortale Dei de León XIII, sobre el deber del estado de asumir y proteger
solamente la religión católica217. La interpretación se basa en un error: es cierto que el Concilio, situado
en una sociedad en la que ya casi no existen príncipes o gobiernos cristianos, se ha preocupado de
pensar y desarrollar el derecho a la libertad religiosa, cosa que no había hecho suficientemente la Iglesia

214
Castellani, Leonardo, Doll y la libertad de imprenta, 7/11/1943, reproducido en Castellani por Castellani, ediciones Jauja, Bs.
As., 1999, pág. 303.
215
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christifideles Laici, nro. 39.
216
Juan Pablo II, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 enero de 1999, nro. 5.
217
Uno de los libros de Mons. Lefebvre se titula “Le destronaron. Del liberalismo a la apostasía, la tragedia conciliar” (1987), y
su tesis principal la de que el Concilio Vaticano II destronó a Jesús desconociendo su derecho de ser Rey del universo y de los
estados, para colocar en su lugar al liberalismo. Pero la misma Iglesia ha aclarado que el derecho a la libertad religiosa, como
inmunidad de coacción en el camino hacia la verdad religiosa, no implica desconocer que “todos los hombres están obligados a
buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y una vez conocida, a abrazarla y practicarla” (Concilio
Vaticano II, Dignitatis Humanae, nro. 1 y Catecismo de la Iglesia Católica nro. 2104), ni impide el reconocimiento civil especial a
una determinada religión (id. nro. 2107), ni debe ser entendido como “la permisión moral de adherirse al error, ni un supuesto
derecho al error”, ni como un derecho “de suyo ilimitado, ni limitado solamente por un orden público concebido de manera
positivista. Los justos límites que le son inherentes deben ser determinados para cada situación social por la prudencia política,
según las exigencias del bien común, y ratificados por la autoridad civil según normas jurídicas conforme con el orden moral
objetivo” (id. nro. 2108 y 2109).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

con anterioridad. Pero con ello no contradice, sino profundiza y precisa, la doctrina tradicional. Lo que
el Concilio y la Iglesia enseñan es que las personas, solas o asociadas, tienen derecho a una razonable
libertad de coacción en su búsqueda y práctica religiosa (es decir, a que no se lo coaccione o sancione
por ello), en la medida en que no perjudiquen el orden público, pero afirma también: a) que las personas
tienen el deber moral de buscar la verdadera religión y adherirse a ella una vez encontrada; b) que los
estados tienen el deber de favorecer la vida religiosa de su pueblo, colaborar con la Iglesia, y de dar
culto auténtico a Dios; y c) deben tomarse medidas para evitar abusos de la libertad religiosa que
perjudiquen el bien común. En suma, la libertad religiosa no significa negación del deber de
colaboración del estado con la Iglesia ni afirmación de la igualdad de todas las religiones.
Otro tema que ha dado lugar a numerosas confusiones es el de la igualdad. El tango “Cambalache” es
una muestra de como la igualdad puede ser irracional o incluso injusta. Enseñaba Aristóteles que es
injusto dar diferente a quienes corresponde igual, pero también dar lo mismo a quienes corresponde
diferente. Porque la igualdad exigida por la justicia no es entre los sujetos, sino entre lo que uno merece
y lo que recibe.
Podemos advertir que los seres humanos somos en parte iguales y en parte diferentes. Somos seres
humanos, compartimos la naturaleza humana. Pero somos únicos e irrepetibles: tenemos un sexo, una
nacionalidad, una edad, una historia, unas capacidades, unos méritos y deméritos diferentes de los otros.
Ello lleva, lógicamente, a que tengamos algunos derechos comunes, pero otros diferentes. La mujer
tiene derecho a casarse desde los 16 años, el varón desde los 18 años. El ciudadano tiene derecho a
votar para presidente, el extranjero no. El habitante tiene derecho a circular por la calle, no el
condenado a prisión. La igualdad no reclama una igualación absoluta, sino que no se establezcan
diferencias arbitrarias, sin justificación razonable, en lo que corresponde a cada uno. Cuando ello tiene
lugar estamos ante una discriminación injusta. Esto es importante precisarlo, porque a veces en nombre
de la igualdad se encubren pretensiones ilegítimas. No toda diferencia entre las personas es injusta, sino
sólo aquélla que no se justifica razonablemente. Cuando algunas personas pretenden, por ejemplo,
denunciar como discriminatorio que el estado no ampare como matrimonio su unión con alguien de su
mismo sexo, se equivoca, pues no es una diferencia irrazonable sino vinculada con el bien común dado
que solo la unión heterosexual puede cumplir las funciones de procreación, educación de la prole y
complementación, en un marco de estabilidad y salud orgánica, psíquica y espiritual.
La igualdad que sostuvo la sociedad liberal del siglo XIX es la que se conoce como igualdad formal o
igualdad ante la ley: que la autoridad no establezca diferencias entre los ciudadanos. Con el tiempo se
advirtió, sin embargo, que no es suficiente. Porque si se trata a todos por igual, los menos favorecidos
no podrán recibir la protección especial que necesitan. A los fines de permitir a todos acceder a un
mínimo de bienes, y participar en el crecimiento de la comunidad, se hizo y hace necesario que se
colabore de manera especial con los sectores más necesitados. Aparece entonces lo que se conoce como
igualdad sustancial o igualdad de oportunidades, que a veces ha fundamentado incluso lo que se nombra
como discriminación inversa: discriminar a favor del más desplazado (por ejemplo, en muchas
instituciones públicas la ley prevé un mínimo de empleados a ser cubiertos por personas con
discapacidad), pero estamos hablando ya de derechos de segunda generación.
También se incluyen entre los derechos de primera generación el derecho de propiedad privada, a
utilizarla y disponer de ella. Nos ocupamos de la misma en la Unidad siguiente.
Lógicamente, los derechos a la vida e integridad física, a la libertad, igualdad y propiedad privada se
relacionan con deberes respectivos. Deberes que serán jurídicos y susceptibles de coacción cuando
afecten la consecución del bien común. Por ejemplo, el deber de cuidar la vida y la salud (pensemos,
entre otras cosas, en el uso del cinturón de seguridad), de ejercer la libertad con responsabilidad y
contribuyendo al bien común, de no realizar diferencias arbitrarias privando a otros de sus derechos, de
proteger la propiedad ajena y disponer de la propia conforme su función social.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Actividad 8: algunos defienden la legalización del aborto diciendo que cuando está penalizado existe
una discriminación para con las mujeres pobres, porque las ricas van a clínicas donde se practican
abortos seguros, y las pobres deben recurrir a aborteros que terminan por llevarlas a la muerte porque
siendo ilegal no pueden abortar en hospitales. ¿Qué puede responder a este planteo sobre la
discriminación?
10.Derechos y deberes de segunda generación
Los derechos de primera generación protegen a la persona en el goce de los bienes que posee. Son
coherentes con la ideología capitalista liberal para la cual el estado solo debe cuidar que algunos no
dañen directamente a otros. Pero ¿cómo conseguir que todos accedan a lo necesario para vivir si las
grupos sociales y las autoridades no intervienen para equilibrar la balanza y evitar que los poderosos se
aprovechen de su poder para acaparar para sí la riqueza y las oportunidades?
Los derechos humanos del individualismo liberal (de primera generación) protegen en sus bienes al que
los tiene, pero dejan sin nada a quien no ha accedido a ellos. Cuestión tan evidente, que ya se
encontraba en el Evangelio, y que la Iglesia enseña desde hace siglos, la humanidad alejada de Dios
vino a redescubrir recién a fines del siglo XIX.
El individualismo liberal, dominante en el ámbito político y económico durante el siglo XVIII y XIX,
trajo consigo desigualdad, pobreza, desorden. Diversos movimientos se conformaron a fin de hacerle
frente: el comunismo, el socialismo, el sindicalismo, el anarquismo, la doctrina social cristiana. Sus
planteos obtuvieron algún éxito que se reflejó en modificaciones constitucionales que suelen dar un
papel mayor a los deberes de solidaridad, originando nuevas formas de constitucionalismo. Algunos han
recogido los postulados del colectivismo y el totalitarismo, como el constitucionalismo marxista o el
constitucionalismo nacionalsocialista. Otros, acentuaron la participación de los grupos sociales en la
gestión del gobierno, dando lugar al constitucionalismo corporativo que se desarrolló en Italia durante
el gobierno de Mussolini, Portugal bajo el régimen de Salazar, y la España de Franco. Sin embargo,
tales manifestaciones constitucionales no han resultado perdurables. El movimiento constitucional que
ha surgido de esta reacción contra el individualismo liberal y que ha llegado con relativa presencia hasta
nuestras días constituye lo que habitualmente se conoce como constitucionalismo social.
Es común concebir al constitucionalismo social como una tendencia que, sin renunciar a los
postulados fundamentales del movimiento constitucional liberal gestado en el siglo XVIII, procura dar
mayor reconocimiento a los intereses de la sociedad, principalmente en sus aspectos socioeconómicos.
Suelen considerarse como sus primeras manifestaciones, la Constitución de Méjico de 1917 y la
Constitución de la República de Weimar de 1919. Ha significado una incorporación a los textos
constitucionales de disposiciones que recogen exigencias de solidaridad, particularmente dirigidas a
reconocer:
• Derechos de acceso a los bienes: a la propiedad, al trabajo, a la vivienda, a la salud. El
constitucionalismo individualista liberal protegía la inviolabilidad de la propiedad de quien ya
disponía de ella, la libertad de trabajar o no, la privacidad de quien tiene un domicilio, la
integridad física o psíquica de quien goza de salud. El constitucionalismo social, en cambio, se
preocupa por que puedan acceder a tales bienes quienes aún no disponen de propiedades, del
trabajo de los desocupados, de la vivienda para los sin techo, de la salud para quienes se
encuentran enfermos y no pueden atender a sus necesidades sanitarias. No protege únicamente
los derechos del que tiene, sino los derechos a “tener”. Se recoge así el derecho a la seguridad
social, contracara ideológica del derecho de propiedad.
• La función social de la propiedad: quienes disponen de bienes, no pueden usarlos de modo
que perjudiquen al bien común o dejen de contribuir al crecimiento y desarrollo de la sociedad.
En este sentido, por ejemplo, se persigue el latifundio.
• La igualdad real y de oportunidades. El constitucionalismo individualista liberal consagraba
exclusivamente la igualdad formal, ante la ley: que el estado no trate diferente a sus ciudadanos

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

por razones de nacimiento, raza, religión. Pero no atendía de manera privilegiada a aquéllos que
se encontraban en condiciones socialmente desfavorables. El constitucionalismo social buscará
promover una igualdad real que permita a todos acceder, al menos, a las mismas condiciones
mínimas de vida digna, aunque para ello deba consagrar algunos beneficios especiales a algunos
sujetos.
• Intervención del estado en la economía: en el constitucionalismo individualista liberal la
función del estado en la economía era más bien prescindente: proteger la propiedad y la libertad
de empresa y comercio. Ahora se admite que el estado desarrolle actividad económica y oriente
e incluso dirija la economía para ponerla al servicio de la nación.
• Derechos de los grupos sociales: el constitucionalismo individualista liberal solo reconocía los
derechos del individuo, del ciudadano. El constitucionalismo social agregará derechos de la
familia y los gremios, y de la persona en cuanto partícipe de alguna situación especial, como el
niño o el anciano.
Como se puede advertir, muchos de tales postulados son muy importantes, son compatibles con
la doctrina social cristiana y se contraponen radicalmente con el constitucionalismo individualista-
racionalista. Es valioso como manifestación de los efectos a los que conduce el constitucionalismo
individualista-liberal. Algunos deben ser precisados mejor, como la igualdad real de oportunidades, que
no puede plantearse como exigencia absoluta, pues existen diferencias que no pueden evitarse sin daño
para la sociedad. Como diremos en la unidad siguiente, la justicia social exige que todos puedan
acceder a los bienes necesarios para subsistir y participar del crecimiento comunitario, pero no que
tengan lo mismo ni que accedan a lo mismo. El comunismo pretendió establecer una igualdad absoluta
y para eliminar “desigualdades” causó graves daños suprimiendo la propiedad privada, la herencia, y la
educación en el seno de la propia familia.
Sin embargo, el alcance del constitucionalismo social es limitado por reducirse a las
consecuencias y no revisar las bases ideológicas del constitucionalismo liberal. En particular por su:
• Escasa consagración de los deberes sociales de los habitantes. El acento previo en los
derechos individuales sigue siendo una característica del ordenamiento constitucional. Si bien se
habla de deberes, se lo hace de una manera marginal y general, sin colocar en ellos el mismo
acento y desarrollo que el que reciben los derechos.
• Confuso reconocimiento de los límites de los derechos individuales. Aunque a veces se
enumera algún límite, es genérico y difuso, no permitiendo una adecuada delimitación útil para
situaciones de aparente conflicto.
• Escasa atención a la historia y la tradición política del estado. Reincidencia en la utopía
racionalista. En esto se identifica con el constitucionalismo anterior. Sus soluciones se plantean
como universales y de efectos prácticos “automáticos”.
• Cuestionamiento limitado del régimen de gobierno y sistema de “representación” del
constitucionalismo individualista liberal. El constitucionalismo social a veces innova,
solamente, en la introducción de Consejos Asesores de naturaleza socio-económica, y más
contemporáneamente, de formas de “democracia semi-directa” (plebiscito, referéndum,
iniciativa popular, etc.). Pocos cambios se introducen para modificar la base individual de
representación y la falta de participación y representatividad real en la gestión del estado. Los
partidos políticos siguen teniendo el monopolio de la representación, y los grupos sociales y los
habitantes carecen de participación real en la gestión, peor aún cuando se omiten mecanismos
de control de los verdaderos factores de poder (grupos económicos, medios de comunicación).
• Insistencia en pensar al régimen político como sistema de protección frente al gobierno.
Esta es una de las mayores limitaciones, pues las situaciones a las que el constitucionalismo
social pretende responder requieren de un estado presente y no prescindente, cosa difícil cuando

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

la teoría constitucional sigue presentando al estado como un mal peligroso y a la constitución


como un límite para el estado más que como un programa de gobierno.
• Tendencia a limitar el reconocimiento de la solidaridad y los intereses sociales a la esfera
socioeconómica. En temas de cultura, moral pública, expresión, garantías procesales y penales,
el postulado fundamental sigue siendo el del liberalismo. Exaltar la libertad individual aún a
costa de perjudicar la consecución del bien común. Se asemeja a la ideología socialdemócrata
que mencionamos en la Unidad 2.
• A ello cabe agregar que el constitucionalismo social se manifestó en sus orígenes como
indiferente en materia de religión, o peor aún, como anticlerical. Así se advierte en los
precedentes mexicano y alemán. Claro que ello no es esencial al constitucionalismo social, y
existen muestras de constitucionalismo social cristiano.
A las cuestiones económicas dedicamos la unidad siguiente, por lo que no haremos referencia aquí a los
derechos y deberes relacionados con esa materia.
Actividad 9: tome el texto de la Constitución Argentina (puede consultarlo en www.infoleg.gov.ar), lea
el art. 14 bis. y extraiga 5 derechos de segunda generación.
11. Derechos y deberes de tercera generación
Más recientemente han sido incorporados a las constituciones y declaraciones otros derechos humanos
conocidos como derechos “de tercera generación”. A diferencia de los anteriores, no tienen como
sujeto a los individuos sino a los pueblos y estados.
Entre ellos se suelen mencionar:
• El derecho a la paz.
• El derecho al medioambiente sano y a la diversidad biológica.
• El derecho a la autodeterminación de las naciones y a la soberanía sobre sus recursos.
• El derecho al desarrollo.
• El derecho a la preservación de la identidad genética de la especie frente a la manipulación.
• El derecho de las minorías éticas a la existencia y al reconocimiento de su cultura.
Desde ya que son pretensiones que en si mismas son del todo legítimas. Sin embargo, para evitar que
terminen amparando no pretensiones legítimas sino injusticias, se hace necesario tener presente tres
advertencias:
Cuando hablamos del equilibrio ecológico debemos, en primer lugar, recordar la centralidad y
superioridad de la persona humana respecto de las otras especies. Esto lo advertimos porque a veces se
desarrollan teorías que pretenden equiparar al ser humano con otras especies animales y vegetales,
como si fuese una especie viva más, cuyos individuos también deberían ser “sacrificados” (aborto,
eugenesia) para lograr evitar la “superpoblación”. O que se preocupan más por pingüinos y ballenas que
por los niños descalzos en la calle. El eticista Peter Singer, profesor de Princeton, ha escrito ya varios
libros para conseguir que se reconozcan derechos a los monos y se les nieguen a los embriones
humanos. La ecología debe ser personalista, es decir, estar al servicio del ser humano, que es Señor (no
tirano) de la creación y por ello puede servirse razonablemente de las demás especies para atender sus
necesidades. En segundo lugar, debemos advertir sobre la necesidad de que los sacrificios requeridos
para reconstruir el ecosistema tan dañado por las naciones industrializadas, no conspiren contra las
posibilidades de crecimiento de los países hoy en vías de desarrollo. Cada occidental consume y, en
consecuencia ensucia, cuatro veces más que cada habitante del Tercer Mundo. Sin embargo, muchos
acuerdos internacionales como el Protocolo de Kioto pretenden fijar alícuotas de contaminación
diferenciada para los países desarrollados autorizándolos a proporciones de contaminación mayores que
las de los países más pobres.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Cuando nos referimos al derecho de los estados a la autodeterminación y la soberanía,


debemos tener presente lo estudiado en la Unidad 4 con referencia al orden internacional. Es injusto que
algunos estados o centros de poder se aprovechen de sus recursos militares o financieros para manipular
en su provecho a los países menos poderosos. Pero también es injusto que los países se amparen en una
pretendida soberanía para perjudicar el bien común internacional (protegiendo terroristas, por ejemplo).
La soberanía no puede suponer inmunidad para perjudicar a la comunidad humana.
Y en referencia al derecho de las minorías al desarrollo de su propia cultura, es importante
entender con precisión de qué hablamos cuando decimos cultura para evitar caer en el llamado
“relativismo cultural”. La cultura es el cultivo que el ser humano hace de su persona, en su relación
consigo mismo, con los demás, con las cosas y con Dios. Cada pueblo, conforme con su historia, sus
preferencias, sus peculiaridades, tiene una manera peculiar de cultivar tales relaciones, y esa diversidad
es mutuamente enriquecedora. Los valores (belleza, verdad, bien, lo sagrado, etc.) son objetivos, pero
reconocen innumerables maneras de ser encarnados. Podemos identificar entonces varios movimientos
artísticos diferentes que expresan en sus obras la belleza, instituciones y organizaciones que practican el
bien con su propio estilo y carisma, distintos métodos para descubrir y presentar la verdad. Es de
lamentar como la globalización uniformiza la cultura según la conveniencia del mercado de consumo
masivo y los medios masivos de comunicación.
A veces algunos estados, generalmente prósperos y poderosos, caen en el error de considerar que su
forma de expresar los valores es la universalmente válida, y desprecian las otras como bárbaras o
primitivas. Este error, que pretende elevar una cultura particular en norma para valorar las culturas, se
denomina “etnocentrismo”. Pero también debemos cuidarnos del error contrario: negar la objetividad
de los valores y con ello que las culturas puedan ser juzgadas, no según se parezcan o no a nuestra
cultura, sino analizando en qué medida realizan o no los valores humanos. Porque a veces, con o sin
consciencia, los pueblos desarrollan costumbres o prácticas que no los “cultivan” ni ennoblecen sino
que los perjudican. La costumbre espartana de arrojar al peñasco, para que mueran, o los niños con
alguna debilidad o discapacidad, no es muestra de cultura sino, en ese aspecto, de incultura. En las ideas
y las prácticas de los pueblos es común que junto con valores convivan desvalores. Los primeros
merecen admiración, respeto, acogida. Los últimos no, porque, justamente, empobrecen al ser humano.
El “relativismo cultural” propone que todas las manifestaciones de un pueblo son válidas y deben ser
respetadas, sin que puedan ser valoradas ni preferidas unas a las otras. Ello llevaría a considerar que lo
que hacían los espartanos con los niños es tan válido como lo contrario. Un postulado así es inadmisible
si se lo piensa mínimamente: si lo que un hombre hace puede ser calificado de bueno o malo, o incluso
preferible o no a lo que realiza otro, también lo que hace un pueblo; y depende de tal valoración la
aprobación y respeto que merezca.
Hay posiciones que plantean la existencia de derechos humanos de cuarta y de quinta generación. Como
los relacionados con el consumo, o los “derechos reproductivos” de las minorías sexuales. En muchos
casos lo que se pretende reconocer con ellos no son realmente derechos sino pretensiones o intereses
contrarios al bien común, porque incluyen la destrucción de vidas humanas (no nacidas) o prácticas que
difunden comportamientos sexuales cuestionables y socialmente dañosos.
Actividad 10: durante la presidencia de Néstor Kirchner se elaboró un anteproyecto de Código Penal
que preveía considerar delito diversos actos capaces de dañar una especie animal, y al mismo tiempo
despenalizaba el aborto durante los primeros meses de gestación. Analice la propuesta a la luz de lo
estudiado sobre los derechos.
12.La tolerancia
En las sociedades occidentales se difunde mucho la idea de la “tolerancia”. La tolerancia sería un valor
social esencial. ¿Es así?
Empecemos por tratar de precisar qué es tolerar. Tolerar es soportar, no impedir, algo que se considera
negativo en algún sentido. Siempre lo que se tolera es algo malo. ¿Está bien tolerarlo? Depende. A
veces ocurre que tolerando algo malo conseguimos un bien mejor o evitamos un mal mayor. En tales

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

casos, la tolerancia es una exigencia del bien común. En cambio, otras veces ocurre lo contrario y en
tales situaciones no debe tolerarse el mal sino tratar de impedirlo. En toda comunidad hay elementos
valiosos que deben ser promovidos y protegidos, otros negativos que deben ser impedidos, y algunos
también negativos pero que es mejor tolerarlos.
Claro que nunca puede ser la tolerancia el ideal del orden social. Lo ideal es que los aspectos negativos
se vayan superando y la necesidad de tolerarlos sea cada vez menor. Y que las relaciones entre las
personas no sean de tolerancia sino de concordia: los seres humanos no deben limitarse a “soportarse”
unos a otros, sino apoyarse y colaborar juntos para alcanzar el bien común. Que predomine la tolerancia
es signo de que el bien común solo se alcanza en grado muy limitado.
Actividad 11: A veces se utiliza la expresión “intolerante” para referir a una persona, una autoridad o
un régimen. ¿En qué sentido podría ser razonable tal forma de calificación?
13.Ideologías comparadas
Como también lo hicimos en la unidad anterior, vamos ahora a esquematizar, de manera muy
simplificada, una comparación entre las principales ideologías y sus posiciones respecto de los temas
abordados en esta unidad.

Individualismo liberal Totalitarismo marxista Doctrina social


cristiana
Dignidad humana Fundada en la libertad de El ser humano carece de Posee una dignidad
poder elegir lo que se dignidad, solo es parte de esencial, pero que
quiere clases sociales depende de como utilice
su libertad
Derechos Son derechos Como tales no existen, Son derechos de
humanos individuales, en sí aunque son útiles como individuos y grupos,
ilimitados, que a veces armas en el camino hacia la limitados y precisos en el
entran en conflicto revolución socialista bien común
Fundamento de El consenso La utilidad colectiva Dios y la ley natural
los derechos
humanos
Derechos y Acento en los derechos Afirmación unilateral de las Equilibrio y armonía
deberes sociales individuales funciones sociales entre los derechos y
deberes sociales
Igualdad Hay dos posiciones. Se busca la igualación Igualdad de naturaleza
Unos tienden a absoluta en la sociedad de todos los hombres,
reconocer derechos comunista; mientras se pero desigualdad
igualitarios sin distinguir establece, separa a los que existencial porque cada
méritos o deméritos en el están por o contra la persona es única. La
ejercicio de la libertad en revolución socialista justicia requiere dar a
orden al bien común. cada uno lo suyo, no a
Otros rechazan acciones todos lo mismo; pero
de gobierno tendientes a también que todos
proteger a las clases puedan satisfacer sus
menos favorecidas necesidades.
Libertad Reconocimiento con La libertad interior no existe Su valor depende de
independencia del (determinismo), y la exterior cómo se la utilice
carácter valioso o no de puede restringirse durante la
su ejercicio dictadura del proletariado
para liberar al hombre de
toda dependencia

Síntesis

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• Llamamos derecho a lo justo, lo que a alguien corresponde (sentido objetivo), también a la norma
que prescribe lo justo (sentido normativo) y a la facultad o poder de realizar o exigir lo justo
(sentido subjetivo). La vigencia y el respeto del derecho es esencial para la consecución del bien
común.
• El derecho es en parte positivo, establecido por el hombre en un lugar y momento determinado; y
en parte natural, descubierto por el hombre como exigencias de justicia derivadas de la realidad
misma. El derecho positivo no debe contradecir el derecho natural, pues carecería de obligatoriedad
y llevaría a legitimar la objeción de conciencia, la desobediencia civil y en situaciones extremas la
resistencia activa.
• El derecho positivo debe derivar del derecho natural sea por conclusión o determinación; pero no
debe reproducirlo exactamente, pues la medida en que prescribe o prohíbe conductas debe ser la
conveniencia del bien común según las características de cada comunidad.
• Los derechos humanos deben ser concebidos como exigencias de derecho natural y como tales
fundamentados en Dios y la ley natural, precisos y limitados, equilibrados con los deberes
correlativos, objetivos y dirigidos a un hombre naturalmente social respetuoso del bien común.
• La doctrina contemporánea sobre los derechos humanos tiene de positivo el reconocer la
existencia de derechos que los hombres no crean; pero está cubierta de confusiones por negar su
fundamento en Dios y la ley natural reemplazándolo por el consenso, contaminada de
individualismo, liberalismo y progresismo que la lleva a desconocer los deberes correlativos, sus
límites, y a plantear como derechos lo que no lo son.
• La actitud de la Iglesia frente a la doctrina moderna sobre los derechos humanos ha variado a lo
largo de la historia. Al comienzo su preocupación principal fue advertir los errores y confusiones
que presentaba. Más adelante, en una actitud de diálogo y ante el riesgo que significaban los
totalitarismos, prefirió acentuar sus aspectos positivos para luego recordar sus imprecisiones y
ambigüedades.
• Es fácil advertir la creciente falta de respeto hacia los derechos fundamentales del hombre, en la
esfera individual, social, política y económica, y con ello la desubicación de los planteos
progresistas como si la historia del respeto por los derechos fuese un continuo progreso.
• Deben evitarse planteos que acentúan desmedidamente los derechos desconociendo el equilibrio
y correlación necesarios entre los derechos y los deberes.
• La naturaleza social del hombre lleva a la necesidad de reconocer derechos de la persona en
cuanto individuo, pero también en tanto integrante de grupos sociales (derechos de la familia, de las
asociaciones profesionales o sindicales, de la empresa, de los pueblos y naciones, etc.). Los grupos
sociales tienen derechos respecto de sus miembros, respecto de otros grupos, y respecto de las
comunidades mayores.
• Entre los primeros derechos reconocidos en textos constitucionales están el derecho a la vida e
integridad física, a la libertad, a la igualdad y la propiedad. Se inspiran en el individualismo liberal
y por eso protegen los bienes de quienes han podido acceder a ellos. El derecho a la vida supone el
de no ser privado directamente de ella, desde la concepción hasta la muerte natural; pero no impide
que una persona o sociedad agredida se defienda aunque ello cause la muerte del agresor. El
derecho a la libertad exige que exista una razonable libertad de coacción para decidir y obrar,
dentro del marco del bien común. El derecho a la igualdad presupone la ausencia de diferencias
arbitrarias, que no tengan justificación suficiente, en el respeto por los derechos de las personas.
• El constitucionalismo social supuso el reconocimiento del derecho a acceder a los bienes, y con
ello, derechos de contenido socioeconómico, como el derecho al trabajo, a la vivienda, a la
seguridad social, la igualdad real y de oportunidades; la función social de la propiedad; la
intervención del estado y los derechos de los grupos sociales. Sin embargo, a veces recoge

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

pretensiones confusas de igualación, y conserva defectos del constitucionalismo liberal: escasa


consagración de los deberes sociales, confuso reconocimiento de los límites de los derechos,
ausencia de atención a la historia y tradición política, cuestionamiento limitado al régimen de
gobierno liberal, restricción del reconocimiento de los intereses sociales a la esfera
socioeconómica.
• Recientemente se recogen derechos llamados de “tercera generación” que incluyen derechos de
los pueblos y naciones a la paz, medioambiente sano y a la diversidad biológica, autodeterminación
y soberanía sobre sus recursos, al desarrollo, a la preservación de la identidad genética de la especie
frente a la manipulación, de las minorías étnicas a la existencia y al reconocimiento de su cultura.
Es necesario ser cuidadoso para que la ecología no pretenda desconocer la dignidad esencial y
superior del ser humano sobre el resto de las creaturas; ni la autodeterminación y soberanía
perjudique el bien común internacional, o la preservación de la cultura y el rechazo del
etnocentrismo desconozca la objetividad de los valores (relativismo cultural).
• La tolerancia supone no impedir un mal porque hacerlo produciría un mal mayor o impediría un
bien. A veces es necesaria para el bien común. Pero no constituye el principio que debe regir el
orden social sino la justicia, que exige tolerar algunos males e intervenir frente a otros.
Textos de apoyo
Además de los textos que hemos citado a medida que exponíamos los diversos temas, conviene tener presente los
siguientes:
“El movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del hombre es uno de los esfuerzos más
relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana. La Iglesia ve en estos
derechos la extraordinaria ocasión que nuestro tiempo ofrece para que, mediante su consolidación, la dignidad humana
sea reconocida más eficazmente y promovida universalmente como característica impresa por Dios Creador en su
criatura. El Magisterio de la Iglesia no ha dejado de evaluar positivamente la Declaración Universal de los Derechos
del Hombre, proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, que Juan Pablo II ha definido « una
piedra miliar en el camino del progreso moral de la humanidad ». La raíz de los derechos del hombre se debe buscar en
la dignidad que pertenece a todo ser humano. Esta dignidad, connatural a la vida humana e igual en toda persona, se
descubre y se comprende, ante todo, con la razón. El fundamento natural de los derechos aparece aún más sólido si, a la
luz de la fe, se considera que la dignidad humana, después de haber sido otorgada por Dios y herida profundamente por
el pecado, fue asumida y redimida por Jesucristo mediante su encarnación, muerte y resurrección. La fuente última de
los derechos humanos no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los
poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador. Estos derechos son « universales e inviolables y no
pueden renunciarse por ningún concepto ».308 Universales, porque están presentes en todos los seres humanos, sin
excepción alguna de tiempo, de lugar o de sujeto. Inviolables, en cuanto « inherentes a la persona humana y a su
dignidad » y porque « sería vano proclamar los derechos, si al mismo tiempo no se realizase todo esfuerzo para que sea
debidamente asegurado su respeto por parte de todos, en todas partes y con referencia a quien sea ». Inalienables,
porque « nadie puede privar legítimamente de estos derechos a uno sólo de sus semejantes, sea quien sea, porque sería
ir contra su propia naturaleza ». Los derechos del hombre exigen ser tutelados no sólo singularmente, sino en su
conjunto: una protección parcial de ellos equivaldría a una especie de falta de reconocimiento. Estos derechos
corresponden a las exigencias de la dignidad humana y comportan, en primer lugar, la satisfacción de las necesidades
esenciales —materiales y espirituales— de la persona: « Tales derechos se refieren a todas las fases de la vida y en
cualquier contexto político, social, económico o cultural. Son un conjunto unitario, orientado decididamente a la
promoción de cada uno de los aspectos del bien de la persona y de la sociedad... La promoción integral de todas las
categorías de los derechos humanos es la verdadera garantía del pleno respeto por cada uno de los derechos ».
Universalidad e indivisibilidad son las líneas distintivas de los derechos humanos: « Son dos principios guía que exigen
siempre la necesidad de arraigar los derechos humanos en las diversas culturas, así como de profundizar en su
dimensión jurídica con el fin de asegurar su pleno respeto »”218.
“La legítima defensa de las personas y las sociedades no es una excepción a la prohibición de la muerte del inocente
que constituye el homicidio voluntario. "La acción de defenderse puede entrañar un doble efecto: el uno es la
conservación de la propia vida; el otro, la muerte del agresor...solamente es querido el uno; el otro, no" (S. Tomás de
Aquino, s.th. 2-2, 64,7). El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo
hacer respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve

218
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nros. 152 a 154.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

obligado a asestar a su agresor un golpe mortal: Si para defenderse se ejerce una violencia mayor que la necesaria, se
trataría de una acción ilícita. Pero si se rechaza la violencia de forma mesurada, la acción sería lícita...y no es
necesario para la salvación que se omita este acto de protección mesurada para evitar matar al otro, pues es mayor la
obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la de otro (S. Tomás de Aquino, s.th. 2-2, 64,7). La legítima
defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro. La
defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar perjuicio. Por este motivo, los que
tienen autoridad legítima tienen también el derecho de rechazar, incluso con el uso de las armas, a los agresores de la
sociedad civil confiada a su responsabilidad. A la exigencia de tutela del bien común corresponde el esfuerzo del Estado
para contener la difusión de comportamientos lesivos de los derechos humanos y de las normas fundamentales de la
convivencia civil. La legítima autoridad pública tiene el derecho y el deber de aplicar penas proporcionadas a la
gravedad del delito. La pena tiene, ante todo, la finalidad de reparar el desorden introducido por la culpa. Cuando la
pena es aceptada voluntariamente por el culpable, adquiere un valor de expiación. La pena finalmente, además de la
defensa del orden público y la tutela de la seguridad de las personas, tiene una finalidad medicinal: en la medida de lo
posible debe contribuir a la enmienda del culpable (cf Lc 23, 40-43). La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye,
supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si
ésta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas. Pero si los medios
incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos
medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la
dignidad de la persona humana. Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para
reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la
posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo "suceden muy rara vez, si es
que ya en realidad se dan algunos" (Evangelium vitae, 56)”219.
Solución de las actividades de aprendizaje
Actividad 1. a) Prescripta por el derecho natural (respeto de la propiedad) y el derecho positivo (delito de robo). b)
Prescripta solo por el derecho natural (derecho a la vida) pero no por el derecho positivo (el aborto es legal). c)
Prescripta por el derecho positivo, pero no por el derecho natural (que manda contribuir a los gastos de la comunidad,
pero no establece impuestos concretos, que surgen de la determinación del derecho positivo).
Actividad 2. a) Contraviene la limitación y socialidad, porque se plantean como ilimitados y sin tomar en cuenta el daño
social que puede producirse al bien común. b) Contradicen el fundamento sólido, porque no surgen de lo justo (derecho
natural) sino de la aprobación que le den los hombres en un lugar y momento determinado.
Actividad 3. El bien común exige el respeto por los razonables derechos de las personas, y entre ellos, el de todo ser
humano a la integridad física, derecho que se viola al esterilizarla, pues la esterilización es un acto intrínsecamente
injusto que como tal no puede estar legitimado por las circunstancias ni integrar el bien común.
Actividad 4. Es un caso en el que el derecho positivo contradice el derecho natural, restándole obligatoriedad. Al
negarse a participar, el enfermero opone su objeción de conciencia; al organizar la manifestación, estamos ante un caso
de resistencia civil legal.
Actividad 5. En realidad, si no se reconoce a Dios y sus derechos, fácilmente se desconocerán los del hombre, imagen
suya. La defensa de la violencia o negación de derechos humanos en nombre de Dios no se debe a la creencia en Dios,
sino a una errónea creencia en Dios. De hecho, las sociedades cristianas han sido más pacíficas y humanitarias que las
no cristianas de su mismo tiempo.
Actividad 6. Quien pretende libertad para publicar, debería cumplir el deber de hacerlo con responsabilidad y con
veracidad, no guiado por intereses económicos o ideológicos.
Actividad 7. podríamos decir que tienen derecho a que sus miembros (familia, docentes, alumnos) cumplan con sus
responsabilidades, a que las otras organizaciones de la sociedad (clubes, medios de comunicación, parroquias, etc.)
cooperen con la tarea educativa, y a que la comunidad política sostenga y respalde la educación escolar.
Actividad 8. no puede plantearse como discriminación injusta, porque no se la priva arbitrariamente de un “derecho”.
Que alguien aborte no es justificación para reclamar poder abortar.
Actividad 9. Derecho a remuneración justa, condiciones dignas de labor, descanso y vacaciones pagas, compensación
económica familiar, vivienda digna, etc.
Actividad 10. Denota un error sobre la ecología, pues se protege más a especies animales que a la persona humana en
sus primeros meses de vida.

219
Catecismo de la Iglesia Católica, nros. 2263 y ss.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Actividad 11. Como hemos visto, no está bien tolerar todo ni es acertado no tolerar nada. Una tolerancia indiscriminada
es perjudicial para el bien común. Intolerante, en sentido negativo, sería sólo aquél que no tolera lo que, por exigencias
del bien común, debería tolerar.
Actividades de Autoevaluación (marque la respuesta más acertada)
1. Cuando hablamos de los “derechos humanos” estamos utilizando la palabra derecho en su sentido:
a) Normativo.
b) Objetivo.
c) Normativo y subjetivo.
d) Subjetivo.
2. El valor de salario mínimo que debe pagarse a un trabajador gastronómico surge de:
a) El derecho natural y el derecho positivo.
b) El derecho positivo.
c) El derecho natural.
d) Las exigencias de la justicia.
3. El desconocimiento de los intereses de la sociedad que a veces se encubre argumentando con los derechos humanos a
la libertad es consecuencia inmediata de caracterizarlos de manera:
a) Atea.
b) Individualista.
c) Progresista.
d) Consensualista.
4. Conocemos como relativismo a la tesis según la cual la justicia y los derechos:
a) Dependen de lo que se piense.
b) Dependen de las exigencias de la justicia.
c) Dependen de la ley eterna.
d) Dependen de la ley natural.
5. Cuando nos enfrentamos con una norma de derecho positivo injusta porque nos impone realizar conductas injustas,
corresponde que nosotros:
a) La obedezcamos siempre.
b) La obedezcamos luego de analizar las posibles consecuencias.
c) La desobedezcamos siempre.
d) La desobedezcamos solo si con ello no causamos un mal mayor.
6. Una visión socialmente realista y atenta a la natural socialidad del ser humano exige:
a) Acentuar los derechos antes que los deberes, porque la persona posee dignidad.
b) Acentuar los deberes y no los derechos, porque primero está el respeto al bien común.
c) Armonizar y equilibrar adecuadamente derechos y deberes en el marco del bien común.
d) Dejar de lado los derechos y los deberes, y en su lugar hablar de la caridad.
7. Debemos reconocer que tiene derechos:
a) La persona solo en cuanto individuo.
b) La persona solo como miembro de grupos sociales.
c) La persona y los grupos sociales como entidades ajenas a la persona.
d) La persona como individuo y como miembro de grupos sociales.
8. En líneas generales, los llamados “derechos humanos de primera generación”...
a) Protegen el goce de bienes y el acceso equitativo a ellos.
b) Presentan con equilibrio los derechos individuales y los deberes sociales.
c) Están imbuidos del individualismo liberal.
d) Son expresión del llamado constitucionalismo social.
9. En relación con el derecho a la vida, debemos señalar que:
a) Nunca es aceptable ningún acto que produzca la muerte de un ser humano.
b) Sólo es aceptable buscar la muerte de un ser humano cuando ello es conveniente al bien común.
c) Es un derecho relativo, porque tiene excepciones según las circunstancias.
d) Es absoluto en cuanto al derecho de la persona no agresora de no sufrir atentados directos.
10. El derecho de los pueblos a una razonable autonomía en la gestión de sus intereses ha sido reconocido entre los
derechos humanos:
a) De primera generación.

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b) De segunda generación.
c) De tercera generación.
d) De cuarta generación.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Unidad 6 “El orden económico”

Presentación
Estamos llegando al final de este texto, y vamos ahora a referirnos a la parte de la Doctrina Social que
suele recibir mayor atención: sus consideraciones socioeconómicas. En estos temas se le suele
reconocer autoridad y equilibrio de juicio incluso desde diversas posiciones políticas.
Sin embargo, vamos a advertir con facilidad que no resultaba posible comprender los aportes de la
Iglesia para la consideración de las relaciones económicas, si no abordábamos antes los temas que
hemos recorrido en las unidades que precedieron. La actividad económica es una de las que el hombre
realiza unido en sociedad. Luego de haber estudiado al hombre, sus relaciones sociales, la comunidad
política y la autoridad, las exigencias del derecho, podemos entrar a esta dimensión particular como es
la económica, para valorarla en justicia.
Vamos a recordar, desde ya, que el propósito de esta obra es brindar fundamentos de doctrina social
cristiana. Como tal, le compete la valoración de las realidades humanas más que su explicación técnica.
Por eso, el objetivo principal de esta unidad no es el propio de la ciencia económica, es decir, la
explicación de las leyes o principios que están presentes en la actividad económica, sino preguntarnos
cómo debe organizarse y llevarse adelante la economía para ser coherente con el fin del hombre. Como
resultará evidente, esto último no podrá hacerse sin alguna referencia a la ciencia económica.
Objetivos
• Comprender la actividad económica en relación directa con el bien integral del ser humano.
• Identificar las principales instituciones de la economía y las deformaciones que sufren de manos
de las diversas ideologías.
• Reconocer la identidad de la doctrina social cristiana frente a las ideologías y adquirir las
herramientas fundamentales para poder valorar la realidad económica y los proyectos económicos
en cuanto a su conformidad o disconformidad con aquélla.
Temario
1. La economía, la política y la ética.
2. Los sistemas económicos.
3. El mercado y la intervención del estado.
4. El desarrollo humano integral.
5. La propiedad.
6. Riqueza y pobreza.
7. El trabajo y la cuestión social.
8. La empresa.
9. El sindicalismo.
10. La seguridad social.
11. La moneda y el crédito.
12. Los derechos socio-económicos y la justicia social.
13. La economía internacional.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Mapa conceptual

MORAL POLÍTICA
Bienes escasos

Rectamente jerarquizadas
ECONOMIA Necesidades
para todos los hombres

Destino universal de los bienes Propiedad privada con función social

Desarrollo de todo el hombre y todos los hombres


Intervención en la economía
De los grupos intermedios
Colectivismo ≠ Oferta y demanda
Del estado
Salario justo
Liberalismo ≠ Reciprocidad en los cambios
Condena de la usura
Condena injusticias comercio
Subordinación al bien integral internacional y deuda externa

Bibliografía específica para esta Unidad


Además de la bibliografía general indicada al comienzo, puede consultarse:
AA.VV., El rol del estado en la economía, editorial CIES, Bs. As., 1997.
Arnaudo, Florencio, La cuestión social en el siglo XIX, en Palumbo, Carmelo (Dir.), Doctrina Social de
la Iglesia, volumen VI de los Cursos de Cultura Católica, editorial Universidad Católica Argentina, Bs.
As., 1989, pág. 249 y ss.
Belloc, Hilaire, La restauración de la propiedad, editorial Poblet, Bs. As., 1949.
Diaz Araujo, Enrique, Proyecto nacional y economia, en AA.VV., Actualidad de la Doctrina Social de
la Iglesia, editorial Abeledo Perrot, Bs. As., 1980.
Hernández, Héctor, Ensayo sobre el liberalismo económico, Centro de Formación San Roberto
Belarmino, Bs. As., 1994.
Lascano, Marcelo, Economía Internacional Actual, editorial Fundación G. y Darío Ramos, Bs. As.,
1991.
Meinvielle, Julio, Conceptos fundamentales de Economía, Eudeba, Bs. As., 1973.
Palumbo, Carmelo, La economía de mercado, en Cuestiones de Doctrina Social de la Iglesia, editorial
Cruz y Fierro, Bs. As., 1982, pág. 59 y ss.
Palumbo, Carmelo, El orden económico y La empresa, en Palumbo, Carmelo (Dir.), Doctrina Social de
la Iglesia, volumen VI de los Cursos de Cultura Católica, editorial Universidad Católica Argentina, Bs.
As., 1989, pág. 15 y ss. y pág. 59 y ss. respectivamente.
Palumbo, Carmelo, La propiedad privada, en Cuestiones de Doctrina Social de la Iglesia, editorial
Cruz y Fierro, Bs. As., 1982, pág. 59 y ss.
Palumbo, Carmelo, Los Santos Padres y la función social de la propiedad, en Cuestiones de Doctrina
Social de la Iglesia, editorial Cruz y Fierro, Bs. As., 1982, pág. 83 y ss.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Pincemín, Roberto, Antimodelo, editorial Forum, Bs. As., 1982.


Pincemín, Roberto, La Capitalizacion Popular. Ideas nuevas en economía política, editorial Forum, Bs.
As., 1982.
Podetti, Humberto, El sindicato, en Palumbo, Carmelo (Dir.), Doctrina Social de la Iglesia, volumen VI
de los Cursos de Cultura Católica, editorial Universidad Católica Argentina, Bs. As., 1989, pág. 113 y
ss.
Ramos, Fulvio, El Estado y la distribución económica, en Palumbo, Carmelo (Dir.), Doctrina Social de
la Iglesia, volumen VI de los Cursos de Cultura Católica, editorial Universidad Católica Argentina, Bs.
As., 1989.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Desarrollo temático
1. La economía, la política y la ética.
¿De qué estamos hablando cuando nos referimos a la economía? La actividad económica es un tipo de
actividad humana, que se relaciona con el uso y disposición de bienes que son escasos. Como se trata de
una actividad humana, no cualquier manera de relacionarse con esos bienes será aceptable, sino que
puede y debe ser valorada moralmente, según si contribuye o no al enriquecimiento humano integral.
Además, como el hombre es naturalmente social, y los bienes económicos no son de disponibilidad
ilimitada sin escasos, también puede ser valorada jurídicamente, teniendo en cuenta si respeta lo que a
cada uno corresponde, y políticamente, si tiende a la consecución del bien común.
Hablando en general, economizar es aprovechar de la mejor manera los recursos y los bienes
disponibles, bienes materiales, bienes inmateriales. Quien invierte en una tarea más energía que la
necesaria, y consiguientemente, se priva de canalizar esa energía de manera más útil, no ha
“economizado” su esfuerzo. Quien dispone de solo una hora de tiempo, y la invierte realizando una obra
virtuosa, probablemente le ha sacado el mayor provecho. Planteado de esta manera, la economía es un
criterio regulador general de la conducta humana, haciéndola razonable; sin que se limite a la riqueza
material. Sin embargo, es habitual reducir la economía a la relación con bienes materiales y bienes
útiles, con la riqueza en general. Por tal razón se ha podido decir que el “objeto de la economía es la
formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino
cualitativos”220. Este sentido restringido es el que vamos a utilizar en nuestro texto.
Vemos entonces cómo la actividad económica del hombre puede ser analizada de acuerdo con su
eficiencia para obtener riqueza; pero no debe ser analizada solamente desde tal perspectiva, sino que es
necesario juzgar si contribuye al bien humano pleno (moral), a dar a cada uno lo suyo (jurídica) y a
lograr el bien común (política).
¿Y que relación debe existir entre el juicio económico, el juicio moral y el político respecto de una
conducta? La moral (o ética) analiza si los actos humanos son dignos o no de ser realizados,
calificándolos de buenos o malos en sentido integral. Todos los actos son susceptibles de tal valoración.
Y como el hombre es naturalmente social, en ella debe integrarse el análisis de si contribuye o no al
bien común. Análogamente, la economía, entonces, que se orienta a una eficaz consecución de bienes
económicos, debe subordinarse a la ética, que analiza el bien humano integral, y a la política, que
persigue el bien común221. La economía debe subordinarse al bien moral y al bien común político. La
persona al obrar debe buscar el bienestar económico, pero integrado y subordinado a un conjunto de
bienes más integral, sea personal (la felicidad) sea comunitario (el bien común). En el mundo que
vivimos, por desgracia, ocurre muchas veces lo contrario. Tanto la felicidad personal como el bien
común parecen subordinarse a la economía. Tener bienes parece ser el objetivo de la vida de muchos, e
incrementar la riqueza y el bienestar económico el objetivo primordial de pueblos y gobiernos. Los
gobernantes son ensalzados o condenados según como resulta su plan económico. Su ideología, su
política cultural, educativa, familiar, incluso su honestidad, no parecen ser relevantes frente al éxito de
su plan económico, el que realmente se toma en cuenta a la hora de votar. El Ministerio de Economía se
transforma en un superministerio que da la palabra determinante sobre las decisiones de gobierno. En
lugar de subordinarse la economía a la política, la economía invade, absorbe y somete a la política
toda...
Con ello no solo se impide la consecución de la felicidad personal y del bien común, sino incluso que la
economía cumpla su misma y propia finalidad. ¿Y cuál será esta finalidad propia de la economía?

220
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 334.
221
Existe debate sobre si la economía es diferente de la ética pero debe subordinarse a ésta; o si en cambio la misma economía tiene
un núcleo ético. Nosotros nos volcamos por la primera respuesta. Sobre la cuestión puede verse, aunque defendiendo la tesis
contraria a la nuestra, Hernández, Héctor, Ensayo sobre el liberalismo económico, Centro de Formación San Roberto Belarmino,
Bs. As., 1994, pág. 113 y ss.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

El fin de la economía222
Si sabemos que el hombre viene al mundo con grandes aspiraciones y potencialidades pero en su mayor
parte insatisfechas; si sabemos que las satisface alcanzando determinados bienes, no todos de la misma
urgencia ni de la misma jerarquía, que no dispone de tales bienes de manera ilimitada, y que convive
con otros hombres en la obtención de los mismos, podremos concluir con facilidad que el fin de la
actividad económica debe ser:
o la satisfacción de las verdaderas necesidades del hombre
o respetando su urgencia y jerarquía
o de modo que no impida sino que contribuya a su enriquecimiento integral
o no solo de algunos hombres, sino de todos los que integran la comunidad.
No cumple con su finalidad una economía en la que solo algunos se benefician y otros son excluidos;
que alienta a través de la publicidad el consumismo materialista y la inversión de esfuerzos y energías
en cosas que poco se necesitan en realidad; que concentra en el lucro y la acumulación de bienes la
finalidad de la vida; que termina forzando a algunas personas a tener que desvivirse por el sustento
diario sin tiempo disponible para el cultivo de otras dimensiones de su persona (vida de familia,
crecimiento intelectual, estético, lúdico, descanso).
Para que la economía pueda alcanzar su finalidad, es necesario que se atienda a tres reglas
fundamentales:
 A la ley de la oferta y la demanda de bienes, para que la producción y el consumo puedan
realizarse de manera ordenada y eficiente.
 A la reciprocidad en los intercambios, para que los intercambios económicos no den lugar a
exclusiones y desigualdades injustas y la economía no se desequilibre llevando a concentración de
riqueza y crisis periódicas.
 A la subordinación de los bienes económicos al bien común completo y al crecimiento humano
integral, para lo cual será necesario su gobierno inteligente en la dimensión personal y en la
dimensión socio-política.
Nos ocuparemos de estas reglas en varias oportunidades. Las ideologías suelen tener una mirada parcial
de la realidad económica, mirando solo alguna de ellas y desconociendo las otras. La economía solo
servirá al hombre si tienen vigencia las tres.
Actividad 1: imagine defectos de alguna economía nacional que contradigan cada una de las cuatro
caracterizaciones del fin de la economía, indicando de cuál de ellas se trata en cada caso.
2. Los sistemas económicos.
Si tal es la finalidad que debe perseguir la actividad económica del hombre viviendo en sociedad, ¿cuál
será la mejor manera de organizarla para que cumpla dicho papel?
Innumerables son las formas que puede asumir la organización económica, llamadas “sistemas
económicos”. Los mismos deben fijar en qué medida se acogerá la propiedad privada, la libertad de
comercio, la intervención del estado y los grupos intermedios, la dirección y gobierno de la economía,
la relación entre los mercados interiores y exteriores, el régimen del trabajo, el sistema financiero y de
crédito, etc. Innumerables son las combinaciones posibles, y por ello no existen dos sistemas
económicos idénticos. Paradigmáticas son sí las propuestas económicas planteadas por las ideologías
del individualismo liberal y del colectivismo marxista, que describimos a continuación, aclarando que
no podemos evitar caer en alguna forma de simplificación al hacerlo.

222
Completo tratamiento del tema en Hernández, Héctor, Ensayo sobre el liberalismo económico, cit., pág. 99 y ss.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

El individualismo liberal propone organizar la economía sobre la base de lo que se ha llamado el


liberalismo capitalista. No debemos confundir el capitalismo a secas con el liberalismo capitalista. El
sistema capitalista se originó luego de la Revolución industrial diferenciando al que aporta el capital
(dueño de la empresa, que la organiza y percibe la ganancia) del que aporta el trabajo asalariado
(percibiendo una remuneración fija). En cambio, el liberalismo capitalista se caracteriza además por
reconocer al lucro individual como el motor de la economía que no debe recibir regulación legal, del
mercado el mejor medio de asignar recursos, de la propiedad privada y la libertad de comercio sus
principios fundamentales, y del estado solo un custodio del orden y la seguridad en las relaciones
jurídicas entre particulares. Si bien el capitalismo tiene riesgos (por eso el Papa Pio XI proponía
morigerarlo con elementos del contrato de sociedad), el que resulta realmente condenable es el
liberalismo capitalista, como veremos seguidamente.
Según el liberalismo capitalista, debe permitirse a los hombres y empresas libertad para contratar, para
negociar, para invertir, para trabajar, para enriquecerse buscando su mayor rédito y evitando
intervenciones de la autoridad que distorsionan el funcionamiento de la economía y suprimen incentivos
al trabajo y la inversión. La economía, dicen, tiene sus propias leyes o reglas que no se deben
desconocer en aras de intervenciones que con buenos deseos terminan causando peores daños. Entre
esas leyes o reglas ocupa un lugar preponderante la ley de oferta y demanda. Según esta ley, el precio de
un bien se sitúa en la intersección de las curvas de oferta y demanda: es el precio en el que coinciden
los que quieren vender y los que deseen comprar, porque cuando el precio es mayor son más los que
desean ofrecer (ley de la oferta) pero menos los que demandan (ley de la demanda), y al revés.
Veámoslo con un ejemplo. En una localidad hay pocos inmuebles en alquiler, y muchos que necesitan
alquilar. Ello hace que el precio del alquiler sea de determinado valor. Ese precio elevado brinda la
información de que la gente tiene un elevado interés en alquilar. Si los propietarios quisiesen cobrar un
precio mayor al que están dispuestos a pagar los inquilinos, entonces muchos quedarían con sus
propiedades vacías. A su vez, si los propietarios aceptasen cobrar un precio menor, entonces serían más
los inquilinos interesados y muchos verían frustrado su deseo de alquilar por falta de inmuebles. El
alquiler que surge del mercado, consecuencia de la ley de la oferta y la demanda, lleva al equilibrio
fijando un precio acorde con el interés de oferentes, demandantes, y con la cantidad de bienes en oferta.
Es más, al estar alto el alquiler, ello refleja que abundan consumidores interesados en alquilar, y otras
personas verán como buen negocio tener inmuebles a ese fin, invertirán en construcción, y al cabo de un
tiempo aumentará la cantidad de inmuebles disponibles, y con ello, además de incrementarse la oferta,
se reduciría el precio: habría más casas para alquilar y por un precio menor. De este modo, buscando
cada uno (inquilinos, propietarios, empresas constructoras, inversores) su interés exclusivo, gracias al
mercado y su ley de oferta y demanda, sin que nadie los gobierne ni les de ninguna directiva, las
personas saben que deben invertir en lo que otras necesitan, aumentando la producción y disponibilidad
de esos bienes, haciéndolos más accesibles para los consumidores. Como si se hiciera un plebiscito o
una votación donde la gente expresara los bienes que desea y los inversores se guiaran por su resultado.
Esa función cumple el mercado si se lo deja operar en libertad. A través del precio de mercado los
consumidores expresan sus preferencias por unos u otros productos, orientando la economía toda.
¿Qué pasaría si estimando que los alquileres son altos, la autoridad resolviese fijar obligatoriamente
alquileres de menor valor (precios máximos)? Según el liberalismo capitalista, los resultados serían
funestos. Inmediatamente, lo que pasaría es que muchas personas que tienen casas disponibles para
alquilar, las retirarían del mercado, viendo la escasa ganancia que les reporta. Al mismo tiempo,
muchos inquilinos que no estaban dispuestos a alquilar con los precios anteriores, ahora querrían
alquilar, pero no conseguirían viviendas para hacerlo (desabastecimiento), llenándose de frustración.
Para peor, los inversores verán poco rentable el negocio inmobiliario, y con ello en lugar de invertir en
construir nuevas viviendas lo harán en otra cosa, por lo que el problema de la falta de éstas se irá
agravando con el tiempo y llevará, necesariamente, a incrementos todavía mayores en los precios. En el
fondo, interviniendo sobre el precio del alquiler se impide al mercado comunicar a los inversores, a
través de los precios, que la gente quiere que se invierta en inmuebles para alquilar. Por eso, toda
supresión de la libertad en la economía resulta sumamente negativa.

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En el extremo contrario tenemos al colectivismo marxista. Desde la revolución socialista hasta la


sociedad comunista, es decir, durante la dictadura del proletariado, se hace necesaria una economía
socialista con intervención, planificación y dirección total del estado, para asegurar la equidad en la
distribución y evitar el enriquecimiento de algunos a costa de los otros (ley de reciprocidad en los
cambios). Las autoridades, teniendo en cuenta las necesidades de la población, deciden así qué
producir, dónde, cómo, cuándo, de qué manera, y para entregar a quienes. No habrá entonces mercado,
ni propiedad privada de bienes de producción, ni comercio libre, ni contratación de trabajadores, ni
libre empresa, ni nada por el estilo. ¿Hacen falta viviendas? Las construye el estado empleando a sus
ciudadanos, de la forma y en el momento que lo considere mejor, y para asignarlas a aquellos que aquél
fije. ¿Deben comer los trabajadores? Los alimentará el estado, según raciones de comida que distribuye
en momentos y de la manera que determine. De este modo se evitará la concentración de riqueza y el
abuso de los poderosos que tiene lugar, dicen, en la economía liberal. Suprimiendo la propiedad privada
se suprime el lucro, y con él, el egoísmo y el individualismo que lleva a la opresión de algunas personas
por parte de otras.
Ya nos extendimos sobre las consecuencias de intentar aplicar dichos sistemas. Nunca lo han sido de
forma pura o ciento por ciento coherente. Pero en la medida en que se ha intentado su vigencia,
constatamos en el liberalismo capitalista un incremento de la producción de bienes, pero una brecha
cada vez más grande entre quienes pueden acceder a ellos y quienes se ven marginados del sistema, una
concentración de la riqueza en pocas manos223, un desequilibrio entre el sector laboral y el empresarial,
y entre el sector empresarial y el financiero, un deseo ilimitado de consumir y acumular riquezas, y una
reducción de las preocupaciones humanas a las relacionadas con ellas. Además, es común en las
economías del liberalismo capitalista la existencia de crisis periódicas, estructurales, propias del
proceso de concentración excesivo y reacomodamiento violento del mercado, con años de abundancia
seguidos por otros de grandes carencias e inestabilidad, para volver a períodos de abundancia, y así
sucesivamente, con el sufrimiento humano y social que acarrean. Al no respetarse la reciprocidad en los
cambios en algún momento uno de los sectores ya no puede intercambiar adecuadamente con el otro... y
viene la crisis. Si el sector financiero se quedó con gran parte de las ganancias del sector productivo,
este no puede pagar buenos salarios, los trabajadores no pueden comprar, el sector productivo no puede
vender, y entonces no puede pagar al sector financiero los créditos... y viene la crisis, una otras otra...
En el colectivismo marxista, por su parte, encontramos una distribución más igualitaria de los bienes
junto con un gran estancamiento económico y empobrecimiento general, dada la ausencia de estímulo
al trabajo y la iniciativa.
El problema de cada uno está en olvidar lo que el otro exagera: el liberalismo capitalista atiende a la
oferta y la demanda desatendiendo la reciprocidad en los intercambios; el colectivismo hace lo
contrario. En realidad, la organización de la economía debe atender a ambos simultáneamente.
Actividad 2: Lea el siguiente texto, que corresponde a uno de los grandes teóricos de una de las
ideologías reseñadas aquí, e identifique si se asemeja a algunos de los sistemas económicos indicados,
fundamentando su respuesta. "Cada individuo está siempre esforzándose para encontrar la inversión
más beneficiosa para cualquier capital que tenga [...] Al orientar esa actividad de modo que produzca
un valor máximo, él busca sólo su propio beneficio, pero en este caso como en otros una mano invisible
lo conduce a promover un objetivo que no entraba en su propósitos [...] Al perseguir su propio interés
frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase
fomentarlo."224
¿Son estos los dos únicos sistemas económicos posibles? Por supuesto que no. Ya hemos dicho que ni
siquiera ellos han sido llevados a la práctica de manera completa y coherente. Hay un sinnúmero de
sistemas posibles. Por eso debemos evitar visiones dicotómicas que solo contemplen estas dos
alternativas y entonces proponen, para mejorarlos, un “capitalismo liberal humanizado” o un

223
“Mucho capitalismo no significa muchos capitalistas sino pocos capitalistas” (Chesterton, Gilbert, The Uses of Diversity, 1921).
224
Smith, Adam, La riqueza de las naciones, libro V.

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“socialismo cristiano”. No se trata de bautizar el liberalismo capitalista ni el socialismo, sino de forjar


sistemas económicos respetuosos de la realidad a fin de que la economía alcance su finalidad propia.
¿No existe entonces un sistema económico cristiano? De nuevo, por supuesto que no. La doctrina social
cristiana, decíamos en la unidad 3, no es un plan económico o un proyecto político concreto. Es posible
pensar cientos de sistemas económicos, todos posibles, todos diferentes del liberalismo capitalista y del
colectivismo, y todos inspirados en los principios de la realidad social. ¿Cuáles serían estos principios
fundamentales?
• Advertir la necesaria atención por la ley de la oferta y la ley de la demanda; pero garantizando
al mismo tiempo una razonable reciprocidad en los intercambios que evite que algunos de los
contratantes o sectores de la economía se enriquezca irrazonablemente a costa de los otros.
• Reconocer a la propiedad privada, pero limitada, asegurando que contribuya a cumplir su función
social.
• Admitir la legitimidad del régimen de trabajo asalariado, pero asegurando la justicia del salario
conforme la situación de la empresa y la economía nacional.
• Asegurar el control por parte de los grupos intermedios y de la autoridad de reglas de
reciprocidad y equilibrio entre los sectores de la economía y en las relaciones económicas; y de
subordinación al bien integral de la persona y la comunidad.
• Estimular a través del crédito público los emprendimientos tendientes a satisfacer necesidades
prioritarias.
• Implementar mecanismos voluntarios y obligatorios tendientes a asegurar la redistribución de la
riqueza sin caer en asistencialismos que desalientan la responsabilidad individual.
• Limitar la concentración de riqueza garantizando el acceso popular a la propiedad y el ahorro.
Vamos a detenernos especialmente en algunos de estos principios en los títulos que siguen.
Los instrumentos para obtener tales resultados son variados y la mayoría ya se utilizan: la política fiscal
(a través de los impuestos se puede redistribuir riqueza, alentar o desalentar emprendimientos, favorecer
la función social social de los bienes), el crédito público (otorgar préstamos blandos a pequeños
propietarios o pequeños inversores), el asesoramiento y ayuda a pequeños emprendimientos, la
persecución del latifundio, la fijación y supervisión de mínimos laborales, etc.
Actividad 3: El escritor católico inglés Gilbert Chesterton, en una de sus obras, trae el siguiente
diálogo: “-Un socialista es un hombre que desea que todas las chimeneas sean deshollinadas, y todos
los deshollinadores recompensados por su trabajo. -Pero, completó el sacerdote en voz baja, que no le
consiente a uno ser dueño siquiera de su propio hollín”225. ¿Qué postulados del colectivismo marxista
sobre la propiedad y que cuestionamientos al mismo se advierten implícitos en la expresión?
Es importante que recordemos que no es lo mismo el capitalismo que el liberalismo capitalista.
Capitalismo significa reconocer en la economía el aporte en capital de algunos sujetos, distintos de los
que contribuyen con su trabajo. Como tal, no es legítimo. Lo condenable es el liberalismo capitalista,
que pretende dar absoluta libertad al capitalista para lucrar incluso explotando al trabajador.
Escuchemos a Pithod: “Es muy importante volver a insistir en que el capitalismo puede ser liberal pero
puede no serlo. En cuanto liberal, está francamente en contra de la doctrina social de la Iglesia.
Hacemos esta aclaración porque son justamente ciertos cristianos que comenzaron siendo liberales los
que hoy han pasado al progresismo o ‘entendimiento’ con el marxismo, y son éstos mismos los que
pretenden hoy condenar al capitalismo en nombre de la Iglesia cuando ésta sólo lo rechazó en su forma
liberal. El capitalismo en cuanto a que el capital tenga derechos es algo perfectamente aceptable,
siempre que ese capital esté en función social”226.
225
Chesterton, Gilbert K., El candor del Padre Brown, pág. 100.
226
Pithod, Abelardo, Curso de Doctrina Social, pág. 222.

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3. El mercado y la intervención del estado.


Como hemos visto, una de las cuestiones más debatidas en relación con el sistema económico es la
intervención que le cabe al estado en la organización de la economía. Sin embargo, en rigor, la cuestión
a definir es doble. Primero, en que medida debe existir libertad o pueden existir decisiones impuestas
coactivamente a los agentes económicos. En segundo lugar, si tales decisiones deben provenir del
estado o pueden tener su origen en otros grupos sociales.
Desde ya que plantear estado sí o estado no constituye una doble simplificación. Primero, porque nadie
niega la necesidad de intervención gubernamental, el tema debatido es cuánta intervención, de qué
manera y para qué. El liberalismo capitalista no se opone a intervenciones tendientes a evitar delitos
contra la libertad o la propiedad (defraudaciones, extorsiones, etc.), sino a las que buscan incidir sobre
los resultados de la libertad de mercado. Segundo, porque no es la autoridad estatal la única a la que
puede encargarse cierta planificación y regulación de la economía. Diversos grupos intermedios de
carácter socioeconómico (consejos económico-sociales, sindicatos, asociaciones empresarias, etc.)
podrían y deberían intervenir en tales tareas. Se conformaría así una “organización profesional” de la
economía, en la cual las diversas agrupaciones económicas (asociaciones empresarias, sindicatos,
organizaciones de defensa de consumidores, etc.) que se despliegan en la misma rama de producción,
podrían reunirse junto con el estado para trazar estrategias económicas equilibradas para el sector, y a
su vez reunirse con otros sectores en organismos de asesoramiento económico general. La forma
concreta y atribuciones concretas pueden variar según las conveniencias del bien común. El estado
tendría así el rol de coordinador de los diversos intereses particulares para armonizarlos en bien del
conjunto.
Respondamos a las tesis del liberalismo capitalista planteadas más arriba. Como hemos descripto, este
considera que dejando libertad a los agentes económicos se obtienen los mejores resultados; y que toda
intervención coactiva en la materia es perjudicial. ¿Es así? El planteo liberal tiene varios
inconvenientes:
 Aunque a largo plazo pueden darse los resultados que describe, no brinda solución a corto
plazo. Con alquileres altos es posible que en el futuro se construyan más viviendas y los
alquileres bajen... ¿pero qué pasa con los que necesitan alquilar hoy? El liberalismo capitalista
diría que hay que sacrificar este interés por el interés general futuro de que haya más inmuebles.
Con ello, desconoce que el bien común debe ser bien de todos, y que no es legítimo desatender
los bienes ciertos y actuales de muchas personas, por bienes eventuales y potenciales -y por ello
incierto- de otras futuras; una política prudente buscaría armonizarlos y equilibrarlos;
 Muchas veces, como ocurre con el trabajo o los artículos de primera necesidad, los demandantes
tienen más necesidad de comprar que los oferentes de vender, y es posible que éstos se
aprovechen de esa situación de necesidad para obtener ventajas desproporcionadas en el
mercado (por eso las legislaciones instituyen el vicio de lesión, que permite anular un contrato
cuando existió tal aprovechamiento);
 Por lo general, oferentes y demandantes buscan su interés exclusivo, y de corto plazo. No miran
por el interés general, ni están en condiciones de trazar una estrategia común de largo plazo, que
posponga el suyo personal cortoplacista.
 Es habitual que la ley de oferta y demanda se vea obstaculizada por acuerdos entre los oferentes
más poderosos, que constituyen monopolios, oligopolios, o cartels, a fin de no competir y de ese
modo obtener ganancias a costa de los consumidores.
 El mercado se rige por lo que de hecho se quiere comprar o se quiere vender; no toma en cuenta
lo que se debería comprar y lo que se debería vender conforme con el auténtico bien del
hombre. Para la ley de la oferta y la demanda es lo mismo la leche, que el salario, que una
Biblia, que cigarrillos o la droga. Por eso el Estado debe alterar el mercado subsidiando las
Biblias para que así resulten más baratas y más demandadas, y cobrar elevados impuestos al
cigarrillo para reducir su demanda tan perjudicial para la salud pública.

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Actividad 4: con gran vehemencia, en las primeras décadas del siglo XX, el Papa Pío XI denunció las
consecuencias del liberalismo capitalista. Traemos aquí un texto paradigmático. Luego de leerlo, Ud.
deberá enumerar brevemente cinco de sus principales consecuencias. “Salta a los ojos de todos, en
primer lugar, que en nuestros tiempos no sólo se acumulan riquezas, sino que también se acumula una
descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no
son dueños, sino sólo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que ellos manejan a su
voluntad y arbitrio. Dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus
manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el
crédito, y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus
manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad.
Esta acumulación de poder y de recursos, nota casi característica de la economía contemporánea, es el
fruto natural de la limitada libertad de los competidores, de la que han sobrevivido sólo los más
poderosos, lo que con frecuencia es tanto como decir los más violentos y los más desprovistos de
conciencia. Tal acumulación de riquezas y de poder origina, a su vez, tres tipos de lucha: se lucha en
primer lugar por la hegemonía económica; es entable luego el rudo combate para adueñarse del poder
público, para poder abusar de su influencia y autoridad en los conflictos económicos; finalmente,
pugnan entre sí los diferentes Estados, ya porque las naciones emplean su fuerza y su política para
promover cada cual los intereses económicos de sus súbditos, ya porque tratan de dirimir las
controversias políticas surgidas entre las naciones, recurriendo a su poderío y recursos económicos.
Ultimas consecuencias del espíritu individualista en economía, venerables hermanos y amados hijos,
son esas que vosotros mismos no sólo estáis viendo, sino también padeciendo: la libre concurrencia se
ha destruido a sí misma; la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente,
al deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía toda se ha hecho
horrendamente dura, cruel, atroz. A esto se añaden los daños gravísimos que han surgido de la
deplorable mezcla y confusión entre las atribuciones y cargas del Estado y las de la economía, entre
los cuales daños, uno de los más graves, se halla una cierta caída del prestigio del Estado, que, libre de
todo interés de partes y atento exclusivamente al bien común a la justicia debería ocupar el elevado
puesto de rector y supremo árbitro de las cosas; se hace, por el contrario, esclavo, entregado y vendido
a la pasión y a las ambiciones humanas. Por lo que atañe a las naciones en sus relaciones mutuas, de
una misma fuente manan dos ríos diversos: por un lado, el "nacionalismo" o también el "imperialismo
económico"; del otro, el no menos funesto y execrable "internacionalismo" o "imperialismo"
internacional del dinero, para el cual, donde me vaya bien, allí la patria.”
Las consideraciones indicadas, además de muchas otras, revelan que no puede dejarse al mercado la
regulación de la economía, que es necesaria la intervención prudente de inteligencias humanas capaces
de supervisarlo a fin de permitir atender a las necesidades urgentes, de manera equilibrada, teniendo en
cuenta el interés general y el largo plazo, y respetando su jerarquía y su relación con el auténtico bien
del hombre.
Claro que tal intervención del estado debe ser con suma prudencia, sabiendo que no se puede modificar
la realidad económica mediante leyes ni cambiar el comportamiento de las personas de un momento
para el otro. Si se advierte que en una economía un precio de un producto irrazonablemente demasiado
elevado, las medidas tendientes a hacerlo más accesible a la población no deberían olvidar que
suprimiendo estímulos a la oferta se corre el riesgo de llevar al desabastecimiento y de orientar la
inversión hacia otros sectores.
Para que la intervención del estado sea útil al bien común es necesario:
 Que se apoye en un profundo conocimiento de las leyes que rigen la economía a fin de evitar
distorsiones perjudiciales. Un desconocimiento de las mismas puede llevar a producir daños
todavía mayores.
 Que se evalúen adecuadamente los efectos de corto, mediano, y largo plazo, de las políticas
económicas. Si la carne tiene un precio elevado, por ejemplo, la solución de imponer precios

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máximos puede llevar a que el sector agropecuario abandone la ganadería y en poco tiempo habrá
menos vacas y todavía más caras.
 Que se de una adecuada y suficiente participación, en la información, consulta, y quizás en la
decisión, a los grupos intermedios y a los diversos actores sociales que pudiesen estar involucrados.
Se trata de lo que se conoce como “el orden profesional de la economía”, fruto del principio de
subsidiariedad. Por eso, más que abogar por la intervención del estado, lo necesario es una
intervención directiva o coordinadora en la economía, que no debe ser monopolizada por el estado
aunque sí coordinada y equilibrada por él.
 Que se inspire en necesidades auténticas del bien común y no en la conveniencia de otorgar
privilegios a determinados sectores económicos, como contraprestación por apoyo político o dinero
para las campañas electorales; ni en expresiones o manifestaciones demagógicas buscando rédito
político.
 Que se respete de manera integral el principio de subsidiariedad, reconociendo que la economía
es una actividad esencialmente privada, y que los grupos superiores, y entre ellos el estado, solo
deben asumir la actividad económica cuándo los inferiores no puedan o no deban, por razones de
bien común, tener a su cargo la actividad.
La defensa de una razonable intervención de la autoridad en el mercado para evitar sus injusticias,
denunciando como la ley de oferta y demanda se destruye a sí misma y conduce a la dictadura
internacional del dinero, pero evitando al mismo tiempo todo estatismo y colectivismo asfixiante, es
permanente en la doctrina de la Iglesia, y resalta especialmente en la Encíclica Quadragesimo Anno de
Pio XI, Mater et Magistra de Juan XXIII y Centesimus Annus de Juan Pablo II. Además, la necesidad
de asegurar una organización profesional de la economía con intervención de los grupos intermedios
también es permanente en su enseñanza, aunque luego de la segunda guerra mundial no se habla
explícitamente de “corporaciones” sino de la participación de grupos y asociaciones conforme el
principio de subsidiariedad, para evitar se identifique su enseñanza con lo proyectado por el fascismo.
4. El desarrollo humano integral.
Desde la década del sesenta cobró relevancia mundial el problema del desarrollo. El avance tecnológico
resulta extraordinario, y también el crecimiento de la posibilidad de obtener riquezas. Sin embargo, ese
crecimiento no se produjo de manera uniforme en todos los países ni en todos los sectores sociales al
interior de cada país. Al lado de naciones y grupos humanos prósperos, conviven cada vez más otras y
otros totalmente marginados de toda posibilidad de crecer. Al mismo tiempo, aún reduciendo el análisis
a los más beneficiados, el crecimiento se ha dado en la esfera de los bienes útiles, es decir, de
instrumentos tecnológicos y de dinero. Pero al mismo tiempo se nota un grave empobrecimiento en lo
que hace a relaciones humanas: familias destruidas, matrimonios inestables, pérdida del sentido de la
existencia, abuso de la droga y el alcohol, suicidios...
En el mismo interior de las naciones desarrolladas se perciben desigualdades escandalosas. En Australia
y Gran Bretaña, los ingresos del 20% de la población más rica es 10 veces superior al del 20% de la más
pobre. En Estados Unidos y Suiza, los más pudientes -de nuevo el 20% de la población- se embolsan
nueve veces más ingresos que el promedio de los más indigentes.
Por eso resulta necesario tener en cuenta algunas tesis en lo que hace al desarrollo.
Primero, que el desarrollo debe ser de todos los hombres y de todo el hombre. No puede pretenderse,
lógicamente, que todos los pueblos y todas las personas crezcan de manera homogénea. Pero tampoco
debe admitirse que algunos accedan a los bienes del desarrollo mientras otros queden marginados de
manera permanente y grave en su participación en el mismo. Por otro lado, el desarrollo humano debe
contemplar las potencialidades humanas de manera integral. No es desarrollo el crecimiento de riqueza
seguido de insatisfacción personal, pérdida de los vínculos familiares, abandono del cultivo del bien, la
verdad y la belleza. No es desarrollo el que tiene lugar en las sociedades en las que las presiones

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económicas fuerzan a las personas a agotar sus energías a fin de consumir cada vez más... dejando de
lado el crecimiento de las capacidades humanas superiores.
En segundo lugar, y teniendo en cuenta lo señalado, para medir el desarrollo de un pueblo no debemos
tomar en cuenta, exclusivamente, su producto bruto. Tenemos que ver, por un lado, cómo se encuentra
distribuída la riqueza. Y en este marco una medida útil es la del salario promedio: cuánto ganan la
mayoría de los asalariados, y si es suficiente para poder satisfacer sus necesidades, las de su familia,
constituir un pequeño ahorro y dedicarse a cultivar otras aspiraciones humanas. Porque además
debemos analizar en qué medida esa abundancia de riqueza contribuye o entorpece otros bienes
indispensables para la plenitud humana.
En la Doctrina de la Iglesia, el tema del desarrollo está especialmente tratado en las Encíclicas
Populorum Progressio (1967) de Pablo VI y Sollicitudo Rei Socialis (1987) de Juan Pablo II y es
referencia permanente en todos los documentos sociales. También resulta importante el documento El
hambre en el mundo. Un reto para todos: el desarrollo solidario, del Pontificio Consejo “Cor Unum”, 4
de octubre de 1996.
5. La propiedad.
¿Qué es el derecho de propiedad? Consiste en el derecho de tomar decisiones respecto de una cosa o
bien que nos pertenece, pudiendo excluir a otros de su uso, disposición o aprovechamiento.
Podríamos hacernos varias preguntas en relación con la propiedad.
Por un lado la pregunta clásica, histórica, fundamental. ¿Es legítimo que alguno se apropie de algún
bien? O lo que es lo mismo, si los bienes deben ser de propiedad privada o de propiedad común. En
occidente estamos habituados a la existencia, amplia, de propiedad de titularidad privada (pertenecen a
particulares) y uso particular (solo pueden ser utilizadas por sus dueños). Nadie discute la legitimidad
de nuestro derecho como dueños de nuestro automóvil, nuestra casa, nuestro almacén, nuestros libros,
nuestras computadoras. Aunque vemos también que tales derechos no son ilimitados: si tenemos un
terreno, no podemos construir de cualquier manera, pues hay normas de edificación urbana para
garantizar la seguridad y asegurar, incluso, ciertos cánones estéticos del vecindario. También existen
bienes que son colectivos o públicos (pertenecen a la comunidad) de uso común (pueden ser utilizados
por cualquiera), como las plazas o las calles, o de uso reservado (oficinas de un Ministerio, por
ejemplo). Por otro lado, hay bienes que destinamos al consumo o satisfacción de nuestras necesidades
(bienes de uso), y otros que utilizamos como instrumentos para trabajar (bienes de producción, también
llamados capital).
¿Sería legítimo prohibir toda propiedad privada, o al menos, la de bienes económicamente importantes?
No lo parece. Es justo que aquellos que se esfuerzan y trabajan obtengan bienes, de los que se vean
privados aquellos que no desean hacerlo. Es justo también que las personas puedan volcar sus
características personales también en la disposición y uso que dan a las cosas, administrando y
disponiendo de ellas de acuerdo con su propio juicio y responsabilidad, expresando en tales tareas su
propia y única personalidad, sus deseos, anhelos, proyectos. Sin propiedad privada no hay auténtica
libertad, y sin libertad no son posibles las grandes obras.
¿Sería conveniente para la comunidad que no existiese propiedad privada, o al menos, que no existiese
respecto de los bienes de producción (capital)? En general, la respuesta es negativa. Cuando los bienes
tienen titulares privados, suelen ser mejor cuidados, más ordenadamente administrados, y se suele
obtener un mejor provecho de ellos. Además, se garantiza mejor la libertad y la iniciativa, propias de la
persona, como ser inteligente y libre y cuya dignidad resiste la manipulación. La falta de propiedad
privada, la falta de posibilidad de crecer económicamente, de reunir un capital que aprovechar en la
vejez y dejar a la descendencia, de utilizar el ingenio para producir más y mejor, ha llevado al
estancamiento económico en los sistemas colectivistas y a un empobrecimiento de la persona incapaz
de volcar también en la economía sus dones y virtudes. En ellos las empresas, instituciones educativas,
fábricas, comercios, e incluso muchas veces las viviendas, pertenecen al estado. Por eso debemos
descartar tanto el comunismo total de bienes, como la posición socialista más moderada que admite

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propiedad privada de bienes de consumo (autos, viviendas, ropas) pero tiende a desalentarla en cuanto a
bienes de producción (empresas), que deberían ser primordialmente del estado. Ello, por un lado,
porque si el estado es dueño de la producción también lo será del consumo (se consume lo producido);
y además, porque nuevamente no permite a las personas desplegar su libertad e iniciativa en el campo
económico.
Se nos presenta ahora una pregunta diferente. Dicho todo lo anterior, ¿será legítimo que algunos tengan
la posibilidad de acceder a acumular bienes mientras otros se ven imposibilitados de acceder a los
bienes que necesitan, o de convertirse y crecer como propietarios a través de su trabajo? Fácilmente
podemos ver lo irrazonable de un sistema económico que produce ese resultado. Irrazonable por injusto,
por desatender el bien común que debe ser de todos. Pero además, irrazonable por peligroso, porque
alienta el resentimiento, el conflicto entre las clases sociales, el recurso a la violencia o al delito para
crecer económicamente. La protección de una acumulación ilimitada e inequitativa de la propiedad
privada ha llevado a las graves injusticias y la violencia social presente en los sistemas del liberalismo
capitalista. Los bienes están para el aprovechamiento de todos (destino universal de los bienes).
Por eso, separándonos del colectivismo y del liberalismo capitalista, se hace necesario que el sistema
económico:
 Atienda al derecho de conservar la propiedad de los que tienen, pero garantizando al mismo
tiempo el derecho de acceder a la propiedad de los que la necesitan y están dispuestos a trabajar
para ello.
 Reconozca el derecho de propiedad privada de los bienes, tanto de consumo como de
producción, sin perjuicio de controlar que aunque su titularidad sea privada, su uso y disposición
contribuya al bien común (función social) y no al exclusivo de su propietario, estableciendo límites
y restricciones en tal sentido.
 Reserve la propiedad colectiva para supuestos en los que, de manera transitoria o permanente,
puede no resultar conveniente que se encuentre en manos de particulares. Pensemos, por ejemplo,
en una fábrica de armas, o un parque nacional. La medida de esta propiedad colectiva será fijada
por el principio de subsidiariedad, del que tanto nos hemos ocupado. Estemos prevenidos pues es
común que el estado nacionalice empresas por necesidades transitorias, y después las conserve
cuando ya ha cesado la razón que lo justificaba, y esto contradice la subsidiariedad.

Deben evitarse así reduccionismos. Ni privatización de todo con cualquier finalidad, ni nacionalización
de cualquier cosa. Atender al bien común conforme la recta vigencia del principio de subsidiariedad.
Alguien podría preguntarse, ¿y con qué derecho podría limitarse o privarse a alguien de su propiedad
para beneficiar a otros o a la comunidad? ¿No es acaso él dueño de sus cosas, no se la ha ganado
legítimamente? Se trata del típico argumento del liberalismo capitalista para rechazar la ingerencia
social en la titularidad o disposición de los bienes privados. Si es mío, hago con él lo que quiero, y junto
todos los que quiero... se oye decir. Cuando más adelante hagamos referencia a la seguridad social,
veremos los argumentos que legitiman y justifican la imposición de deberes de solidaridad que limitan
constitutivamente cualquier derecho de propiedad.
Retomando lo dicho hasta el momento, podemos identificar como contrarios al legítimo derecho de
propiedad tanto la concentración de la riqueza o bienes en manos de algunas personas excluyendo
totalmente a otras, en particular, a quienes las trabajan (pensemos en el latifundio, por ejemplo), el uso
egoísta de los bienes económicos sin atender a los requerimientos del bien común, como también la
absorción en manos del estado, a través de impuestos agobiantes o de nacionalizaciones, de bienes o
riqueza que podrían ser administrados adecuadamente por los particulares o grupos de la sociedad civil.
Por desgracia, no deja de ser común que los gobiernos acumulen propiedad colectiva o incrementen sus
recursos, pero no por razones de bien común sino para enriquecerse ilícitamente con las mismas o
colocar como funcionarios a cargo de ellas a sus seguidores políticos o beneficiar a quienes los

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

apoyan... lo que se conoce vulgarmente como “clientelismo político”. En lugar de fomentar el empleo,
se implementan “planes sociales” para tener así cautivo el voto de los sectores más necesitados.
La regla primera es entonces la del destino universal de los bienes: los bienes están hechos para que
todos puedan satisfacer sus necesidades. Por eso se dice que constituye un derecho natural primario. La
propiedad privada, en cambio, se justifica como un instrumento útil para asegurar el buen orden la
economía y la expresión de la libertad personal. Por eso se manifiesta como un derecho natural
secundario. Secundario, porque está subordinado o condicionado a que se respete el derecho natural
primario. Ello implica que el derecho a la propiedad privada debe subordinarse al interés común, tiene
una función social, debe permitir y no entorpecer el crecimiento y desarrollo de todos. La regla,
lógicamente, es que la autoridad política sea la encargada de implementar políticas que aseguren ese
interés común y esa función social. Sin embargo, en situaciones de extrema necesidad, nadie puede
oponer la propiedad privada para evitar que otro pueda servirse de un bien que necesita con urgencia.
¿Qué significa? Significa que quien dispone de alimento de sobra no tiene derecho a conservarlo frente
a alguien que muere de hambre y no puede procurárselo de otra manera. O que quien tiene un medio de
transporte no puede guardarlo cuando alguien necesita un traslado urgente por razones de salud y no
dispone de otra manera de trasladarse. En ese sentido decía Tomás de Aquino, “si la necesidad es tan
evidente y urgente que sea manifiesta e inminente la precisión de socorrerla, entonces puede
cualquiera lícitamente socorrer su necesidad con las cosas ajenas, quitándolas ya manifiesta ya
ocultamente” 227. Santo Tomás distingue la titularidad de los bienes que puede ser privada, del uso de
los mismos, que debe ser común, es decir, atendiendo a la utilidad común. ¿Esto legitima el robo?
Cuidado. Estamos ante casos de evidente, urgente, y manifiesta necesidad, que no puede satisfacerse
recurriendo a las autoridades o por otros medios. Si tal es el caso, quien se sirve de la cosa no comete
un robo, porque dispone de algo que, en principio, existe para el bien de todos, y que se asigna a
algunas personas solo para facilitar su administración.

La tesis de Tomás, común en la moral católica que nunca ha condenado el hurto famélico (el que toma
alimentos para no morir de hambre), reconoce su fuente en el Evangelio y en la doctrina de los Santos
Padres de la Iglesia. “Tu eres un verdadero ladrón”, decía San Basilio al cristiano, pues “el pan que no
necesitas le pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado. El dinero
que gastas en lo que no es necesario es un robo que le estás haciendo al que no tiene con qué comprar
lo que necesita”228. “¿Acaso es tuyo lo que tienes?”, se preguntaba San Juan Crisóstomo, “se te han
encomendado los bienes de los pobres, aun cuando esos bienes los hayas adquirido por herencia
paterna, aun cuando provengan de tu legítimo trabajo. Porque ¿acaso no podía Dios quitártelos? Si no
lo ha hecho es porque quiere que puedas mostrarte generoso con los necesitados... No porque Dios te
haya mandado como si dieras de lo tuyo pienses que es efectivamente tuyo. Te lo prestó para que con
ello alcances gloria. No pienses, pues, que es tuyo, cuando le das lo suyo.”229 Y San Ambrosio, “No es
tu bien el que distribuyes al pobre. Le devuelves parte de lo que le pertenece, porque usurpas para ti
sólo lo que fue dado a todos, para el uso de todos. La tierra a todos pertenece, no sólo a los ricos”230.
Recordaron así permanentemente que lo superfluo del rico pertenece al pobre231, en justicia. ¿Significa
ello defender la igualdad completa en la economía? No. Más adelante nos detendremos en el problema
de la justicia social. No es injusto que algunos tengan más que otros, lo injusto es que algunos puedan
acumular cosas superfluas mientras otros no tienen ni lo indispensable. Tampoco significa que, salvo
casos de extrema necesidad, puedan los pobres tomar sistemáticamente y por su cuenta lo que sobra a
los ricos. Como diremos más adelante, la necesidad de asegurar el orden en la sociedad supone que la
redistribución de las riquezas se realice según pautas prudentemente establecidas y no merced a
arrebatos individuales.

227
Suma Teológica, II-II, q. 66, a. 7, c. .
228
San Basilio, Homilía contra la riqueza.
229
San Juan Crisóstomo, Homilia LXXVII, sobre San Mateo.
230
San Ambrosio, Comentario sobre la Historia de Naboth.
231
Cfr. Diccionario social de los Padres de la Iglesia, editorial Edibesa, Madrid, 1997; Palumbo, Carmelo, Cuestiones de doctrina
social de la Iglesia, editorial Cruz y Fierro, Buenos Aires, 1982, Cap. III, Los santos padres y la función social de la propiedad.

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La Iglesia se ha ocupado de manera permanente del tema de la propiedad, resaltando la legitimidad de


la propiedad privada, la importancia de su justa distribución y del reconocimiento de su función social.
Se destacan, en tal sentido, las consideraciones del Papa Juan XXIII en la Encíclica Mater et Magistra,
y de Juan Pablo II en Sollicitudo Rei Socialis y Centesimus Annus. Ha enseñado siempre que el derecho
a la propiedad privada es fundamental para que el hombre pueda desplegar su dignidad y su libertad,
pero que sobre ella pesa una “hipoteca social”232, y su misma legitimidad está condicionada a que su
uso se subordine a la utilidad común de los bienes233. Ha defendido la propiedad privada de los bienes,
pero asegurándose su función social. En los últimos años se ha insistido especialmente en la necesidad
de una mejor distribución de la tierra y en combatir el latifundio234. También ha recordado la
importancia del capital en la economía, pero al servicio del ser humano, de todo el ser humano,
aclarando la prioridad del trabajo sobre el capital, es decir, que este último solo es un instrumento para
el trabajador, causa eficiente de la producción235.

Actividad 5: El art. 544 del Código Civil francés de Napoleón definía la propiedad como “el derecho
de gozar y disponer de las cosas de la manera más absoluta, siempre que no se haga de ellas un uso
prohibido por las leyes y reglamentos”. El art. 2513 del Código Civil Argentino redactado por Velez
Sarfield, preveía que “Es inherente a la propiedad, el derecho de poseer la cosa, de disponer o de
servirse de ella, de usarla y gozarla según la voluntad del propietario. Él puede desnaturalizarla,
degradarla o destruirla...”, aclarando en la nota respectiva que “es preciso reconocer que siendo la
propiedad absoluta, confiere el derecho de destruir la cosa. Toda restricción preventiva tendría más
peligros que ventajas. Si el Gobierno se constituyere en juez del abuso, ha dicho un filósofo, no
tardaría en constituirse en juez del uso, y toda verdadera idea de propiedad y libertad sería perdida".
Con posterioridad a la reforma de la ley 17711 de 1968, el último quedó redactado así: “Art. 2513. Es
inherente a la propiedad el derecho de poseer la cosa, disponer o servirse de ella, usarla y gozarla
conforme a un ejercicio regular. Art. 2514. El ejercicio de estas facultades no puede ser restringido en
tanto no fuere abusivo, aunque privare a terceros de ventajas o comodidades”. ¿Cuál de las tres
formulaciones consideraría más aceptable, y por qué?

Desde sectores socialistas se ha afirmado a veces que Jesús y sus enseñanzas abonan la comunidad de
bienes y rechazan por ello la propiedad privada. Citan, por ejemplo, la organización de la primera
iglesia en la que, según refieren los Hechos de los Apóstoles, “todos los creyentes se mantenían unidos
y ponían sus bienes en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos,
según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el
pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2, 44). “La multitud de
los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino
que todo era común entre ellos. Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección
del Señor Jesús y gozaban de gran estima. Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían
tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a
cada uno según sus necesidades. Y así José, llamado por los Apóstoles Bernabé —que quiere decir hijo
del consuelo— un levita nacido en Chipre que poseía un campo, lo vendió, y puso el dinero a
disposición de los Apóstoles” (Hechos 4, 32). Y más aún, el terrible episodio con Ananías y Zafira: “Un
hombre llamado Ananías, junto con su mujer, Safira, vendió una propiedad, y de acuerdo con ella, se
guardó parte del dinero y puso el resto a disposición de los Apóstoles. Pedro le dijo: "Ananías, ¿por
qué dejaste que Satanás se apoderara de ti hasta el punto de engañar al Espíritu Santo, guardándote
una parte del dinero del campo? ¿Acaso no eras dueño de quedarte con él? Y después de venderlo, ¿no

232
Esta metáfora, sumamente fecunda, fue repetida por el Papa en su Discurso inaugural a la Conferencia de Puebla, en el Discurso
a los Obispos de Polonia en Visita Ad Limina Apostolorum el 17 de diciembre de 1987, y recogida en la Encíclica Sollicitudo Rei
Socialis nro. 42.
233
Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, nro. 30.
234
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Para una mejor distribución de la tierra. El reto de la reforma agraria, Roma, 23 de
noviembre 1997.
235
Cfr., por ejemplo, Juan Pablo II, Encíclica Laborem Excercens, nro. 12.

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podías guardarte el dinero? ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? No mentiste a los hombres sino a Dios".
Al oír estas palabras, Ananías cayó muerto. Un gran temor se apoderó de todos los que se enteraron de
lo sucedido. Vinieron unos jóvenes, envolvieron su cuerpo y lo llevaron a enterrar. Unas tres horas más
tarde, llegó su mujer, completamente ajena a lo ocurrido. Pedro le preguntó: "¿Es verdad que han
vendido el campo en tal suma?" Ella respondió: "Sí, en esa suma". Pedro le dijo: "¿Por qué se han
puesto de acuerdo para tentar así al Espíritu del Señor? Mira junto a la puerta las pisadas de los que
acaban de enterrar a tu marido; ellos también te van a llevar a ti" (Hechos 5, 1).

¿Significa esto que el cristianismo es enemigo de la propiedad privada? Claro que no. Por un lado,
vemos en el último relato que lo que se condena es la mentira o el engaño de Ananías y Zafira, no que
deseen tener bienes para ellos. Justamente, el mismo Pedro le dice que era dueño de quedarse con sus
cosas e incluso con el dinero después de venderlas. ¿Cómo entender entonces estos textos? Lo que
vienen a significar es que la vigencia de la caridad entre las personas las lleva a compartir los bienes, y
en caso de grupos reducidos, puede llevar incluso a que deseen ponerlos voluntariamente en común sin
conservar nada para sí. Es lo que han hecho a lo largo de toda la historia las congregaciones religiosas
cuyos miembros realizan, justamente, voto de pobreza, comprometiéndose voluntariamente a no tener
posesiones personales.

Actividad 6: dos célebres pensadores católicos ingleses, Gilbert Chesterton e Hilaire Belloc, abogaban
por una gran distribución de la propiedad productiva, tal como ocurría en la edad media cristiana, que
permitiera a cada persona disponer de los bienes indispensables para vivir y producir y de ese modo no
deban ser forzados a trabajar servilmente para otros, esclavos o proletarios) según el momento de la
historia. El sistema fue denominado “distribucionismo” o “distributismo”, y se sintetizaba en la frase
“dos acres y un buey”236. Belloc describe así el funcionamiento de las economías en las que rige el
liberalismo capitalista: “Tenemos propiedad privada; pero la propiedad privada no está distribuída en
muchas manos y no es algo familiar en la sociedad en su conjunto. Nuevamente, tenemos a la gran
mayoría como desposeídos de propiedad de bienes de producción pero al mismo tiempo ciudadanos,
esto es, hombres políticamente libres para obrar, pero económicamente impotentes; nuevamente, y
consecuentemente va a existir bajo el capitalismo una consciente, directa y planificada explotación de
la mayoría, los ciudadanos libres que no son propietarios, por parte de la minoría propietaria”237.
¿Qué similitudes y qué diferencias puede encontrar entre la tesis de Belloc y las del liberalismo
capitalista y el colectivismo sobre la propiedad privada?
6. Riqueza y pobreza.

Conforme con la finalidad de la economía y el concepto de desarrollo, podemos entender que la pobreza
es un mal y la riqueza un bien. Entendiendo por pobreza el carecer de los bienes necesarios para vivir, y
la riqueza en tenerlos en medida más que suficiente. La finalidad de la economía es permitir el
enriquecimiento de todos. Pero, como vimos, un enriquecimiento completo o integral, que no se limite a
la satisfacción de las necesidades biológicas o materiales.

¿La pobreza es siempre injusta? No siempre. Es injusta cuando a una persona se la ha privado del
acceso a los bienes necesarios y a la posibilidad de crecer económicamente. En cambio, cuando es fruto
de la desidia o de la falta de empeño de la misma persona, que no está dispuesta a mínimos sacrificios
para procurarse el sustento, no puede reputarse injusta. Muchas veces la razón por la cuál algunos viven
en la abundancia y otros carecen incluso de lo necesario se debe a una abismalmente injusta
distribución de los bienes y las oportunidades de crecimiento. Pero no faltan casos en los que existe
también una desidia o negligencia de algunas personas por realizar los esfuerzos necesarios para crecer.
“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” dice el Génesis. Debemos estar prevenidos, en este sentido,
de la deformación que suponen tanto el liberalismo capitalista como el colectivismo marxista. Ambos

236
Una introducción al tema puede encontrarse en Belloc, Hilaire, La restauración de la propiedad, ediciones Dictio, Bs. As., 1979.
237
Belloc, Hilaire, The Servile State, sec. 5 (la traducción es nuestra).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

coinciden en no advertir los elementos de injusticia que pueden existir tras la pobreza. El primero,
porque suele caer en falsas generalizaciones por las cuáles atribuye la culpa de la pobreza a los mismos
pobres: no toma en cuenta las carencias que han tenido las personas menos favorecidas y pretende
convertirlas en las únicas responsables de su propia situación para de ese modo escamotear el deber de
solidaridad de cooperar y compartir con ellas. El marxismo, por su parte, desconoce la fuente moral que
puede existir tras la pobreza, el egoísmo y la avaricia de quienes poseen bienes, o la desidia (a veces) de
quienes no acceden a los mismos. Y suele caer en la generalización contraria: todo rico o burgués es un
opresor. Por eso la revolución comunista rusa negó el voto a todo miembro de familia pudiente.

En sentido análogo, podríamos preguntarnos si toda persona rica es injusta por el solo hecho de serlo.
Nuevamente, se impone la respuesta negativa. La riqueza puede tener origen legítimo, y el contraste con
la pobreza de otros puede no ser atribuible a su titular. Pero cuidado, la persona que cuenta con bienes
en abundancia sí es responsable del destino que da a esos bienes. Como hemos visto, los bienes están
destinados a todos, y el propietario es sólo un administrador de los mismos. No se es responsable de
injusticia por poseer grandes riquezas, si no se ha incurrido en injusticia al adquirirlas; pero sí por no
compartirlas con los más necesitados o no darles un destino de utilidad social; o por abogar o sostener
sistemas económicos que los benefician personalmente pero a costa de mantener en la pobreza al resto
de las personas. No en vano el liberalismo capitalista es la ideología común en sectores económicos
más privilegiados. Se trata de uno de los rasgos comunes en las ideologías, de constituirse como una
doctrina o saber “interesado”, tal como lo hemos descripto en la unidad 2.

La división marxista entre clases opresora y oprimida en continua lucha, como una constante necesaria
en la historia hacia el progreso, es una falsa generalización. En primer lugar, las sociedades son muy
complejas como para poder dividirlas en solo dos grupos. En segundo lugar, hay pueblos en los que
difícilmente puedan identificarse esas clases en lucha (pensemos en los bárbaros germánicos, o en los
imperios orientales). Por último, esa lucha no ha traído ningún progreso, sino mayor violencia.
“La solidaridad como actitud de fondo implica, en las
decisiones económicas, sentir la pobreza ajena como propia,
hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a
la vista de ello, actuar con rigurosa coherencia”238

Pero si decimos que la pobreza es un mal y la riqueza es un bien. ¿Cómo se explican tantos textos de la
escritura que consideran felices y bienaventurados a los pobres, y en cambio, son tan duros con los
ricos? Entendámoslo así: la economía debe estar al servicio del enriquecimiento integral del ser
humano, de su plenitud. Es común que aquéllas personas que han tenido éxito económico y disponen de
bienes en abundancia se conviertan en codiciosas, egoístas, avaras, que no den a sus bienes utilidad
social y no los compartan suficientemente con sus hermanos. Es común que adquieran sentido de
omnipotencia, soberbia y engreimiento. Por eso constituye un peligro moral. La pobreza, en cambio,
suele hacer a las personas más humildes, laboriosas, generosas, confiadas en las otras personas y en
Dios. También tiene su peligro, como el de la envidia y el resentimiento, vicios muy explotados por las
ideologías comunistas para incentivar el odio de clases. Pero el peligro moral de la abundancia de
bienes es mayor. Por eso es que son dichosos los pobres, porque es más fácil que no caigan en el apego
a las riquezas que aquellos que los tienen en abundancia; lo valioso es el “espíritu de pobreza”, que
pueden tenerlo también estos últimos, aunque no sin dificultad.

Como vemos entonces, mirado del lado de quienes tienen bienes de sobra, o mirado de quienes carecen
de ellos, la última raíz de los problemas económicos es moral. Sea la injusticia, la codicia y el egoísmo
de los primeros. Sea la pereza, la indisciplina o la mediocridad de los segundos. Y esto que decimos de
las personas es trasladable también a los pueblos. De allí el error marxista, que pretende explicar la
moral como determinada por la economía, cuando en realidad es la economía la que depende de la
238
Juan Pablo II, Discurso a los Delegados de la Comisión Económica para la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPALC), Santiago de Chile, 3 de abril de 1987.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

adquisición de virtudes morales. “Las causas morales de la prosperidad son bien conocidas a lo largo
de la historia. Ellas residen en una constelación de virtudes: laboriosidad, competencia, orden,
honestidad, iniciativa, frugalidad, ahorro, espíritu de servicio; cumplimiento de la palabra empeñada,
audacia; en suma, amor al trabajo bien hecho. Ningún sistema o estructura social puede resolver,
como por arte de magia, el problema de la pobreza al margen de estas virtudes; a la larga, tanto el
diseño como el funcionamiento de las instituciones reflejan estos hábitos de los sujetos humanos, que se
adquieren esencialmente en el proceso educativo y conforman una auténtica cultura laboral.”239

Actividad 7: A la luz de lo estudiado, analice brevemente el siguiente extracto del discurso de Domingo
Faustino Sarmiento como legislador porteño: "Si los pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos
y de las casas de huérfanos se han de morir, que se mueran: porque el Estado no tiene caridad, no tiene
alma. El mendigo es un insecto, como la hormiga. Recoge los desperdicios. De manera que es útil sin
necesidad de que se le dé dinero. ¿Qué importa que el Estado deje morir al que no puede vivir por sus
defectos?. ¿Los huérfanos son los últimos seres de la sociedad, hijos de padres viciosos, no se les debe
dar más que de comer"240.

Es esencial que en el tema tengamos presente, sin embargo, una advertencia, que reiteraremos al
referirnos a la justicia social. Una cosa es que se constate injusticia en la distribución de la riqueza, y
otra diferente es determinar la mejor manera de lograr una redistribución más equitativa. ¿Qué
queremos decir con ello? Que quitarles coactivamente riqueza a los que más tienen y entregarlas
directamente a quienes menos poseen puede no ser la mejor solución para la economía de un estado,
dado que medidas como esta pueden crear inseguridad jurídica, prestarse a abusos y privilegios, restar
incentivos a la producción y al ahorro -para que producir o ahorrar si me lo van a quitar-, y no aseguran
que quienes reciben los bienes sean capaces de conservarlos y aprovecharlos de manera sostenida en el
tiempo. Por eso, no siempre la mejor solución es la de quitar a unos para dar a otros. Los dirigentes
deben en este sentido obrar con suma prudencia a fin de servirse de los instrumentos de la política
económica para conseguir reducir la pobreza, atendiendo de manera más drástica a las necesidades más
urgentes (evitar la desnutrición infantil, por ejemplo), pero con mesura y cautela cuando las mismas han
sido satisfechas y se trata de reducir las brechas que todavía quedan en las oportunidades de
crecimiento.
7. El trabajo y la cuestión social

Desde su origen el hombre ha debido trabajar. En muchos Imperios antiguos, el trabajo solía ser
desarrollado por esclavos, mientras sus amos se dedicaban al "ocio", la política, el arte y la filosofía. El
trabajo, sobre todo el trabajo manual, era visto como algo indigno del hombre libre.

El cristianismo fue desmoronando las bases de esta situación social. Por un lado, enseñó que el trabajo
es condición esencial del hombre: el Génesis recoge el mandato de Dios, aún antes del pecado original:
"henchid y dominad la tierra"; y relata como Adán y Eva colocaban nombres a los animales, se
procuraban el alimento de los frutos de la tierra, etc. Con el pecado original no surge la necesidad de
trabajar, que ya existía, sino el cansancio y fatiga del trabajo: a partir de allí "ganarás el pan con el
sudor de tu frente". Además, el cristianismo mostró el ejemplo de Jesús: si Dios trabajó de carpintero,
el trabajo manual no podía ser algo indigno. Así, nacieron en la Iglesia órdenes religiosas, como la de
San Benito, cuyo lema "ora et labora" la llevó a cultivar los campos, secar pantanos, fertilizar la tierra,
dando origen a numerosos poblados que nacían alrededor de sus monasterios y abadías.

Todo trabajo es, entonces, digno. Y hay trabajos para los cuáles algunos están mejores preparados, por
razones naturales o culturales, que otros. Pero tenían parte de razón los antiguos en cuanto que hay
trabajos que son más propios de la persona humana, porque allí el hombre vuelca de modo más

239
Juan Pablo II, Idem.
240
Discurso de Domingo Faustino Sarmiento en el Senado de Buenos Aires, 13 de Septiembre de 1859.

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profundo su característica de ser racional y libre. Sería de desear que en una sociedad, animales y
máquinas sustituyan al hombre en los trabajos donde prima el esfuerzo físico, para que los hombres
puedan dedicarse a trabajos superiores donde puedan desplegar sus capacidades espirituales. Siempre
qué, lógicamente, se asegure que todos reciban lo que necesitan para su sustento.

Hasta el siglo XVIII, el trabajo se prestaba en talleres, donde sus distintos integrantes (maestros,
ayudantes, aprendices) participaban de sus frutos en común, y tenían posibilidad de ascender con el
tiempo para ocupar el lugar de sus superiores. La Revolución Industrial alteró profundamente la
situación. Con la aparición del maquinismo, que hizo necesario mucho capital para desarrollar la
producción, surge el régimen capitalista, en donde se distinguen, en la relación de producción, dos
partes: una, llamada empresaria, que aporta el capital y que dirige la actividad, corriendo con los riesgos
de la misma y percibiendo las ganancias de las empresa; y otra, llamada trabajadora, que aporta
únicamente su trabajo y recibe a cambio una retribución en dinero, generalmente fija. Como a veces los
intereses de ambos se presentan enfrentados, pues para el capitalista el salario es costo y reduce la
ganancia, se generaron conflictos en el seno de las empresas y de la economía entre empleados y
empleadores, que llegaron a traducirse en violentas huelgas y represiones.

Como dijimos, este desarrollo industrial se desplegó en el marco del liberalismo económico, con un
estado que rechazaba intervenir en la economía, dando lugar al aprovechamiento de los poseedores de
capital sobre la clase trabajadora. Ello dio origen a lo que se llamó la "cuestión social", situación de
pobreza en que se encontró esta última por la miseria y explotación a que se veía sometida. Surgieron
entonces distintos movimientos para oponerse a la crisis ocasionada por el liberalismo económico: el
movimiento sindicalista, los partidos comunistas y socialistas (socialismos internacionales), el fascismo
y el nazismo (socialismos nacionales), y la doctrina social de la Iglesia. Ya nos hemos referido varias
veces a sus postulados fundamentales, pero la importancia de la cuestión amerita que reiteremos
conceptos ya esbozados.

El movimiento sindicalista procuró reunir a los trabajadores en gremios, para que así, unidos, fueran
más fuertes ante los empresarios. El comunismo, fundado en las tesis de Carlos Marx, entendía que el
régimen del salario era injusto ya que sólo al trabajador correspondía toda la ganancia de la empresa
(plusvalía); instaba entonces a la revolución violenta, a quitar a las personas los medios de producción y
a estatizar todas las fábricas: a partir de allí, como ocurrió en Rusia y ocurre en Cuba, las personas no
pueden ser dueñas de empresas, todas son del estado, quien determina como se va a trabajar, cuánto,
donde, etc. El socialismo se proponía lograr la igualdad económica y para ello que el estado asuma las
empresas más importantes, dirija la economía y redistribuya las ganancias. El nazismo (nacional
socialismo alemán, de mediados de siglo) y el fascismo (de la Italia de Mussolini, de principios de
siglo) se organizarán políticamente sobre la base de las corporaciones sindicales y llevarán adelante
programas de gobierno fuertemente estatistas.

Ante esta situación la Doctrina Social de la Iglesia enunció numerosos principios fundamentales, y entre
ellos los siguientes:

1) La economía debe servir para la satisfacción de las necesidades de todos los hombres;
por ello, debe existir justicia en las relaciones laborales, de modo que el salario debe ser
suficiente para que el trabajador satisfaga sus necesidades personales, las de su familia y
para que pueda realizar un mínimo ahorro;

2) En esas condiciones, el régimen de salario no es injusto, y el empresario tiene derecho a


percibir la ganancia de la empresa;

3) Una vez satisfecha la justicia y las necesidades fundamentales de todos, no es injusto que
algunos tengan más que otros;

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

4) Los bienes deben estar, en principio, en manos de los particulares, para que estos puedan
ejercer su libertad e iniciativa en materia económica, y de este modo se asegura una
mayor producción y eficiencia (pues las empresas serán mejor cuidadas y administradas
que si lo hace el estado), sin que el estado pueda absorber o aplastar a los grupos
inferiores o a las personas en la gestión de los bienes;

5) Sin embargo, el estado no puede desentenderse de la economía, debe velar por la


producción de riqueza, el imperio de la justicia y la protección de los más débiles;
colaborar con los particulares e incluso asumir determinadas empresas o actividades
cuando lo exija el bien común;

6) Las reformas a los sistemas socio-económicos deben hacerse gradualmente sin apelar a
la violencia que trae más males que bienes. En tal sentido, apoyó siempre el movimiento
sindical; y condenó reiteradamente al liberalismo, al socialismo, y al comunismo.
Sin embargo, estos principios distan muchísimo de la realidad económica actual. Vivimos todavía las
consecuencias de la llamada “cuestión social”, es decir, la gravísima desigualdad económica entre
sectores privilegiados y otros marginados. Esta cuestión social se ha desarrollado en diversas
dimensiones:
 Fue en su origen la cuestión obrera. Los primeros explotados o marginados, en la sociedad de la
Revolución industrial, fueron los trabajadores asalariados. A tal problema respondió la
Encíclica Rerum Novarum de León XIII.
 Con el tiempo, la injusticia económica trascendió las fronteras de los obreros, haciendo víctimas
de graves desigualdades también a pequeños comerciantes, artesanos, pequeños productores
rurales, personas de clase media.
 Y a partir de la segunda guerra mundial, la cuestión social adquiere dimensiones
internacionales. No solo se verifica dentro de cada estado, sino que a nivel planetario pueden
identificarse naciones que crecen merced a la explotación y aprovechamiento de materia prima
y mano de obra barata de otros estados, marginados de toda posibilidad real de crecimiento y
desarrollo.
La profundización de tal cuestión social a lo largo del tiempo nos ha llevado a situaciones totalmente
intolerables. Al lado de un mundo rico y desarrollado, que vuela en avión y duerme con aire
acondicionado, descorcha champagne y come caviar, más del 20% de la humanidad vive con menos de
un dólar por día. El 12% por ciento más rico del planeta consume más del 80% de sus riquezas. A nivel
planetario, sobran alimentos y vestidos. Al tiempo que millones de niños mueren de hambre y de frío.
De acuerdo con los números, y dada la dimensión de la injusticia, quienes tenemos la suerte de tener un
techo, estar alimentados, tener algo de dinero en el bolsillo y hemos completado la educación básica
somos un sector privilegiado que no supera el 20% de la humanidad.

Volvamos al tema del trabajo en sí mismo. En sentido amplio, trabajo es toda actividad humana
transformadora de la realidad. Trabaja el obrero, también el maestro, la madre que cuida sus hijos, el
sacerdote que confiesa. Sin embargo, es común reducir erróneamente el trabajo al que se hace con
ánimo de lucro, para obtener una ganancia material. El trabajo gratuito (sin esperar contraprestación) es
tanto o más importante que el oneroso (por una contraprestación).

Además de distinguir el trabajo gratuito del oneroso, debemos diferenciar el independiente del
subordinado. El primero lo realiza la persona por su cuenta y riesgo, como el caso de los profesionales
autónomos o los comerciantes. El segundo, en cambio, se realiza para otra persona, facultada para
dirigirla, percibiendo de ella un salario. El sistema del trabajo asalariado se generalizó en la economía a
partir de la revolución industrial, cuando al aparecer las fábricas se hicieron necesarias grandes
cantidades de capital para poder llevar adelante un emprendimiento económico y se diferenciaron los

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

propietarios de los medios de producción (capitalistas) de quienes aportaban el trabajo (asalariados). Es


una de las características del capitalismo.

¿Para qué el trabajo? Por un lado, el trabajo es una de las dimensiones de la realización personal. A
través del trabajo el sujeto vuelca sus capacidades y potencialidades en el mundo exterior, lo conforma
de acuerdo con sus propias características personales, contribuye al crecimiento personal y comunitario.
El trabajo actualiza potencialidades en mismo el trabajador, lo desarrolla y plenifica. Por eso existe el
deber de trabajar, como concreción del deber general de buscar nuestra plenitud y crecimiento. Esta es
la dimensión subjetiva del trabajo. Pero además, vuelca esas condiciones personales en los objetos
exteriores, su obrar y su hacer, transformando la realidad exterior. Tenemos aquí la dimensión objetiva
del trabajo.

Por otro lado, el trabajo suele cumplir además otra función diferente del enriquecimiento personal y
comunitario: es una manera de redistribuir la riqueza económica. Gracias al trabajo las personas
obtienen lo necesario para vivir. No es la única manera, por supuesto. En una familia, por ejemplo,
muchas veces ocurre que alguno de sus miembros, por diversas razones, está impedido de ganarse el
sustento con su trabajo, y no por ello se lo deja en la calle, sin comida, sin vestido, sin educación. Pero
es más común que quienes no acceden al trabajo remunerado se ven privados de la posibilidad de
obtener lo necesario para subsistir dignamente. Por eso la importancia particular que cobra el trabajo
oneroso o remunerado, el drama que significa el “desempleo” y la necesidad de garantizar el pleno
empleo.

El liberalismo capitalista sostiene que el precio de las cosas depende de la oferta y la demanda, y en el
caso del trabajo, del que surge del mercado laboral teniendo en cuenta cuantos buscan trabajo (oferta) y
cuantos necesitan trabajadores (demanda). El trabajo es tratado como una mercancía más. El salario
sería el punto de equilibrio entre lo que están dispuestos a pagar los empleadores, y lo que están
dispuestos a aceptar los trabajadores. Ya hemos anticipado las dificultades y riesgos que esto encierra,
porque es común que los primeros se aprovechen de su superioridad económica y/o cultural para
explotar económicamente a los segundos. Esta situación ha llevado a que ideologías comunistas y
socialistas condenaran el sistema de salarios como injusto. Marx enseñaba que el hombre se creaba a sí
mismo a través del trabajo, y que todo el valor de una cosa dependía del trabajo que se había volcado en
ella. Por eso, juzgaba que la ganancia que obtiene el dueño de la empresa es un saqueo de parte del
salario del trabajador (plusvalía), a quien se priva de parte del fruto de su trabajo.

La comunista se trata, sin duda, de una falsa generalización. Que algunos empleadores se aprovechen de
sus empleados no significa que el sistema de salarios sea en sí mismo injusto. No debe olvidarse que el
capital es trabajo acumulado, y que el empresario también realiza “trabajo”, y trabajo complejo, de
analizar riesgos, organizar la empresa, etc. Decir que solo la ganancia del asalariado es legítima
constituye un reduccionismo. Mucho más sostener que el hombre se crea incesantemente a través del
trabajo: cada hombre “ya está hecho” esencialmente, aunque el trabajo puede modificarlo
accidentalmente (hombre ya es, aunque puede ser hombre más o menos laborioso, más o menos
capacitado, más o menos realizado, más o menos fatigado, etc.)

Pero también es un reduccionismo el del liberalismo capitalista. La superioridad económica y cultural


del sector empresarial lo coloca en situación de mayor poder en la negociación laboral, con facilidad
para imponerse y obtener beneficios que priven a los trabajadores de ingresos necesarios para subsistir,
mantener la familia y acceder al ahorro y la propiedad, tres determinantes del salario justo. La actividad
organizada de los trabajadores en conjunto (actividad gremial o sindical, convenios colectivos, huelgas)
en parte morigera su debilidad, pero solo de manera parcial. Pretender dejar en manos de la oferta y la
demanda la regulación de las condiciones del trabajo, incluyendo el salario, legitimaría graves
explotaciones. La intervención de los grupos intermedios y de la autoridad debe evitar abusos de este
tipo, como lo hace en tantos estados en los que la legislación laboral reconoce beneficios mínimos y

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

salarios mínimos a los trabajadores, complementados con otros obtenidos a través de la negociación de
los sindicatos.

¿Qué criterios se pueden tomar en cuenta para analizar la justicia del salario? Evidentemente, no se
trata de una cuestión matemática que nos permita llegar a una cifra concreta. El trabajador es parte de
una empresa y parte de una comunidad, y consiguientemente debe participar a través del salario de
modo razonable de la ganancia de su empresa y del producto bruto nacional. Podemos identificar
algunos criterios a tener en cuenta para acercarnos a él, pues todo salario justo debe ser:

 Suficiente para cubrir las necesidades del trabajador y de su familia; para aportar a la seguridad
social para prevenir contingencias (jubilación, obra social, etc.); y además poder constituir algún
ahorro que le permita crecer. Notemos que el empresario con su ganancia consigue mantenerse a sí
mismo, a su familia, pagar sus aportes a la seguridad social, y ahorrar para invertir, amortizar o
consumir luego. El trabajador, como integrante de la empresa, debería poder hacer lo mismo en su
medida proporcionada.

 Correspondiente con la contribución que el trabajador realiza a la empresa, según la


responsabilidad y capacitación para su tarea, y el valor de lo que produce.

 Proporcionado a la situación económica particular de la empresa y general de la comunidad.

 Equilibrado en relación con las ganancias que obtienen otras personas vinculadas a la empresa
(proveedores, contratistas, asesores, directivos, titulares).

Podemos preguntarnos si comete injusticia el empleador de una pequeña empresa, que trabaja con
escasos márgenes, y que abona el salario mínimo legal a sus trabajadores, aún sabiendo que no alcanza
para sus necesidades, las de su familia, y el ahorro. Si el salario justo es este último, ¿no comete
injusticia pagando menos de lo debido? Aquí corresponde que distingamos la responsabilidad
individual de los agentes económicos. Si la causa por la cual no paga un salario mayor no es su afán de
maximizar su ganancia, ni su negligencia para hacer prosperar la empresa, sino que se debe a razones de
la economía nacional o internacional, entonces el culpable de la injusticia del salario no será el
empleador sino aquellos que tienen poder para conformar estas últimas. El empleador, en tal caso, es
víctima de los poderes económicos tanto como el empleado, porque le impiden remunerar como es
debido. Pero cuidado: es común que los empresarios incrementen notablemente sus ganancias en
tiempos económicamente muy buenos (los ciclos prósperos de la economía capitalista liberal), sin que
tal prosperidad se extienda proporcionadamente a los salarios, pero luego no asumen los costos de los
períodos económicamente malos, que exigirían operar a pérdida durante un tiempo razonable, sino que
los hacen recaer sobre los asalariados. De este modo, trasladan injustamente a los trabajadores el riesgo
económico de su emprendimiento.

Sería muy deseable, de todos modos, intentar morigerar el enfrentamiento entre el sector capitalista y el
sector asalariado, integrándolos a ambos en pos del bien integral de la empresa y de la economía.
Reconocerles algunas formas de participación en las ganancias y de control de la producción, y alguna
intervención en las decisiones empresariales, contribuye a unirlos en objetivos comunes, evitando que
cada uno piense que su mejor beneficio se consigue sólo costa de reducir el del otro. En algunas
empresas, por ejemplo, se pagan bonos cuando se excede determinado nivel de producción; o se
entregan anualmente acciones a los empleados, de modo que ellos también participen (mínimamente)
en la propiedad de la empresa y reciban dividendos por las ganancias que produce, además de ser una
fuente de inversión y autofinanciamiento empresario.

Actividad 8: uno de estos textos corresponde a un autor liberal, el otro a un pensador inspirado en la
doctrina social cristiana Identifique de cuál se trataría en cada caso, fundamentando su elección. a) “En
el mercado el trabajador vende sus servicios como las otras personas venden sus mercaderías. El

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empleador no es el dueño de su empleado. Es simplemente el comprador de servicios que debe adquirir


a su precio de mercado"241. b) “La determinación del salario del trabajador que de este modo es parte
de una empresa, es objeto de la justicia distributiva, bajo dos aspectos. En primer lugar, por la
proporción que le cabe en la producción de la obra total, de cuyo valor participa en esa medida. Hay
que observar que, por cierto, dentro de los que participan de este valor por su trabajo están los que
cumplen funciones directivas, y que también tienen participación quienes aportan el capital”242

Cinco son las grandes cuestiones urgentes a resolver en materia laboral:

• En primer lugar, el retraso de las escalas salariales. Debe asegurarse que el salario alcance para
llevar adelante una vida acorde con el crecimiento económico general, y no que las ganancias se
concentren en pocas manos y sin llegar a los trabajadores.

• En segundo lugar, la desproporción entre algunas remuneraciones. Porque la injusticia no se


advierte solo entre los sueldos y las ganancias empresarias o del sector financiero, sino entre los
sueldos de unos y los de otros. Existen a veces en la sociedad sectores inequitativamente
privilegiados que son remunerados mensualmente con montos que superan los 10, o incluso los 100
o 1000 salarios promedio. Pensemos, por ejemplo, en algunos cargos políticos o judiciales; o en lo
que perciben personas del ambiente artístico (actrices, modelos) o deportivo (futbolistas, tenistas,
etc.).

• En tercer lugar, el desempleo, que deja a millones de seres humanos sin la posibilidad de sostener
su vida y su hogar. Un porcentaje del 4% o 5% de desempleo es normal pues atiende a la situación
de trabajadores que están desempleados momentáneamente, mientras se recapacitan o consiguen
nuevos trabajos. Porcentajes superiores, en cambio, son signo de marginación y exclusión de
trabajadores.
“Los estudios sobre la “psicología del desempleado”
confirman vigorosamente esta prioridad. El hombre sin
trabajo está herido en su dignidad humana. Al convertirse
otra vez en trabajador activo no sólo recupera un salario,
sino también aquella dimensión esencial de la condición
humana que es el trabajo, y que en el orden de la gracia es,
para el cristiano, su camino ordinario hacia la perfección.
Vuestros cuadros más recientes del desempleo en la región
son estremecedores. ¡No descansemos hasta no haber hecho
posible, a cada habitante de la región, el acceso a ese
auténtico derecho fundamental que es, para la persona
humana, el derecho —correlativo al deber— de trabajar! El
trabajo estable y justamente remunerado posee, más que
ningún otro subsidio, la posibilidad intrínseca de revertir
aquel proceso circular que habéis llamado “repetición de la
pobreza y de la marginalidad”243.

• En cuarto lugar, la inestabilidad laboral, que trae frustración, ansiedad y stress, pues los
trabajadores que tienen trabajo están permanentemente temerosos de perderlo, y ello les impide
proyectar a futuro. Es otra de las consecuencias del desempleo: el trabajador teme perder el trabajo
que tiene dada la dificultad de conseguir otro, y ese temor lo lleva a aceptar con facilidad
situaciones de explotación. De todos modos, la estabilidad laboral no debe exagerarse como ocurre
241
Mises, Ludwig von, Human Action, 4a. ed., Foundation for Economic Education, Irvington, 1996, pág. 433.
242
Widow, Juan Antonio, El hombre, animal político, Chile, 1988, pág. 156.
243
Juan Pablo II, Discurso a los Delegados de la Comisión Económica para la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPALC), Santiago de Chile, 3 de abril de 1987.

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a veces en el empleo público o en la docencia, donde la seguridad de que se va a conservar el


puesto desalienta la capacitación y la laboriosidad.

• En quinto lugar, la inserción laboral de la mujer. El mercado de trabajo está preparado para los
hombres, y generalmente margina a la mujer que además de trabajar desea realizarse como esposa y
como madre, pues salvo excepciones no prevé mecanismos capaces de compatibilizar todas estas
funciones. Nos detendremos un poco más en este tema.
Uno de los grandes desafíos que debe resolver la sociedad postindustrial tiene que ver con el trabajo de
la mujer, y es el de hacer compatibles el trabajo remunerado con la atención de las necesidades del
hogar. ¿Por qué? Por un lado, por el interés individual de aquello/as que se sienten llamados, inclinados
o necesitados tanto del trabajo oneroso como de destinar tiempo a la edificación de una familia con su
vida matrimonial, procreación y educación de los hijos. Pero, por otro lado, también por su gran
significación comunitaria. El tejido social se resiente cuando la regla es la ausencia de los padres del
hogar, se trate de una ausencia física o afectiva. La comunidad toda necesita de familias, familias que
tengan hijos, se brinden contención afectiva, sean germen de las primeras y más fundamentales pautas
educativas.
Cuando una sociedad pone a las personas ante la disyuntiva de tener que elegir de manera excluyente
entre la atención de la familia y la actividad laboral para terceros, tenderá naturalmente a producir ,
conjunta o alternativamente, hogares desatendidos, necesidades básicas insatisfechas, frustración
personal, envejecimiento demográfico. Porque existen mujeres que optan de manera exclusiva por el
trabajo en el hogar; pero muchísimas tienen también interés en desplegar sus condiciones y habilidades
en el trabajo fuera de él.
Por supuesto que no se trata la nuestra de una cuestión que afecta exclusivamente a la mujer. También
el esposo y padre de familia debe poder hacer compatible el sostenimiento económico del hogar con su
insustituible presencia física y afectiva al lado de su esposa y de sus hijos. Pero el problema es más
acuciante en relación con la mujer. La tradición, las costumbres, la inclinación psico-biológica, dan a su
rol hogareño una relevancia particular que le exige una presencia especial, sobre todo cuando los hijos
son de edad escasa.
Se hace entonces necesario pensar en alternativas incluyentes, que faciliten la compatibilidad entre las
expectativas de esposa y madre y las exigencias del mundo del trabajo. Y al mismo tiempo, que brinden
la necesaria protección a la mujer que por libre decisión personal opta por dedicarse exclusivamente,
por un tiempo limitado o indeterminado, al cuidado de la familia.
¿Qué necesita una mujer que quiere hacer compatibles estas aspiraciones? Necesita flexibilidad de
horarios; un amplio régimen de licencias; una adecuada cobertura de Obra Social y previsional no
ligada únicamente a sus aportes personales; igualdad en la selección, promoción y remuneración; una
compensación económica por su labor en el hogar; estabilidad en su empleo, y al mismo tiempo,
libertad para salir y reingresar al mercado laboral, o incrementar y decrecer su dedicación, sin perder
definitivamente beneficios o condiciones laborales. En muchos países desarrollados algunas empresas
prevén la posibilidad, por ejemplo, de que la mujer trabaje más horas durante el ciclo lectivo de sus
hijos, y menos horas cuando éstos están de vacaciones. O un reintegro gradual al trabajo luego del
parto, de modo de ir incrementando paulatinamente las horas de trabajo para permitir una adecuada
adaptación. No faltan tampoco empresas que tienen guarderías o convenios con jardines de infantes
para permitir una coordinación de horarios y tareas con sus empleadas.

Volviendo ahora al tema del trabajo en general, la Iglesia ha reconocido siempre la legitimidad del
régimen del salario, pero al mismo tiempo ha considerado el derecho a trabajar y recibir un salario justo
como el signo más definitivo que permite valorar la justicia en una economía, ya que “una sociedad en
la que este derecho se niegue sistemáticamente y las medidas de política económica no permitan a los
trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni

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la justa paz social”244. Ello sin desconocer que los derechos socio-económicos se ordenan a otros
superiores, por lo que debe reconocerse al trabajador, por ejemplo, el derecho al descanso en el día del
Señor245. Sobre el trabajo resulta esencial la lectura de la Encíclica Laborem Excercens de Juan Pablo
II, dedicada íntegramente a la temática.
8. La empresa.
Unidad esencial del orden económico es la empresa. La empresa es una comunidad de personas que se
vinculan con la finalidad de trabajar para producir bienes y/o servicios. Muchas persiguen también fines
de lucro, es decir, una ganancia para sus propietarios. Otras, en cambio, carecen de fines de lucro,
agotándose su finalidad en el servicio que prestan. A veces se trata de empresas de fábrica, que
transforman la materia prima para dar lugar a nuevos productos. Pensemos, por ejemplo, en un tambo.
En otros casos, en cambio, tenemos empresas de servicios, cuyos productos son intangibles pues no
producen una obra exterior. Podemos pensar así en un almacén o un estudio contable. Hay empresas
grandes, medianas y pequeñas. Empresas en las que sus miembros residen en el país, otras extranjeras, e
incluso multinacionales con asiento en diversos estados. Las hay unipersonales, en las que el empresario
es una persona física, o pluripersonales, propiedad de una sociedad.
A fin de que la economía pueda cumplir adecuadamente con su finalidad, resulta necesario tener
presentes algunos principios o criterios:
• La empresa es, antes que nada, una comunidad de personas. Como tales merecen respeto y
ninguna debe ser instrumentalizadas como si constituyeran solo un medio para obtener ganancia o
provecho. Podemos decir que se la está instrumentalizando cuando su bien no se toma en cuenta
como parte de la finalidad de la empresa. Cada miembro de la empresa realiza y debe realizar una
contribución al bien común, lógicamente, pero este bien común debe ser concebido como realmente
común, es decir, incluyendo la plenificación de todos sus miembros.
• Dado que está integrada por personas, es necesario que todos los miembros sean valorados más
allá de su rendimiento económico, y que se les de oportunidad de poner en juego en su actividad
sus capacidades específicamente humanas, es decir, su libertad, creatividad, compromiso,
responsabilidad, en la medida de lo razonable. Debe evitarse dar a algunos miembros de la empresa
un trato discriminatorio o asignarles exclusivamente funciones de ejecutar directivas sin lugar para
un mínimo de decisión.
• Todos los integrantes de la empresa deben tener participación en la actividad de la misma, sea en
la información, sea en la consulta, sea en la decisión; aunque no de todos en todo con el mismo
alcance. De ese modo se evitará que formen grupos con intereses contradictorios o enfrentados,
incrementando la conflictividad.
• Es deseable para la economía la difusión de empresas pequeñas y medianas. En las mismas es
posible un trato humano porque sus miembros se conocen, un mejor control interno, y se ocupa más
personal dando mayor oportunidad de trabajo. Su proliferación contribuye a una mejor distribución
de la propiedad productiva, evitando su concentración con los riesgos que ello supone para la
soberanía del estado. Es cierto que a veces empresas grandes pueden producir de modo más
eficiente, pero a costa de resignar otros bienes humanos prioritarios: la regla suele ser el anonimato
entre los miembros de la empresa, y con ello la despersonalización e instrumentalización de sus
integrantes, concebidos sólo como un número o un legajo. Claro que es necesario, al mismo tiempo,
desarrollar profesionalismo de modo de evitar cierta informalidad y transgresión a reglas legales
presente a veces en pequeñas empresas; y coordinar su accionar para permitir la fabricación de
productos de gran complejidad.
• No debe reducirse la finalidad de la empresa a la atención del interés de sus titulares
(shareholders), sino de todos los interesados (stakeholders): comunidad en general, clientes,

244
Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, nro. 43.
245
Juan Pablo II, Carta Apostólica Dies Domini sobre la Santificación del Domingo, 30 de mayo de 1998.

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proveedores, trabajadores, accionistas. Ninguno puede ser instrumentalizado en interés exclusivo de


los otros. Actualmente se ha puesto de moda hablar incluso de una “responsabilidad social
empresaria”, atendiendo que la empresa se aprovecha de muchos recursos de la sociedad general,
y por eso, tiene una “deuda” para con ella. Temas como la contaminación, la explotación de mano
de obra barata, o el financiamiento de sectores políticos que adhieren al liberalismo capitalista, son
muestras de grave incumplimiento de tal responsabilidad.
• Deben desalentarse las formas de organización empresaria en las que los titulares de la empresa
no son responsables ni se comprometen con la finalidad de la misma. Ello tiene lugar, por ejemplo,
cuando se estructura sobre la base de sociedades anónimas en las que a los accionistas solo les
preocupa la cotización en bolsa de sus acciones, con gran desconocimiento y despreocupación por
la contribución realizada a la economía, los consumidores, los trabajadores, etc.
La concepción de la empresa como comunidad de personas ilumina algunas cuestiones relacionadas con
el salario de los trabajadores. Si estos son también parte de la empresa, lo que reciben como
remuneración es una participación de lo producido en común. No se trata, entonces, de una mera
relación bilateral o de intercambio entre patrón y empleado. Ambos se integran, aunque con roles y
responsabilidades diferentes, en una actividad común, y tienen derecho a participar del producido de
ésta. El pago de salarios no es entonces un puro acto de justicia conmutativa (compro esto y pago por lo
que compro), sino que posee una dimensión de justicia distributiva (asigno a cada miembro de la
empresa el beneficio que le corresponde en la ganancia común).
En las sociedades capitalistas liberales es común la debilidad de las pequeñas empresas para competir
en las grandes multinacionales, y de las empresas de fábrica o agropecuarias ante las empresas
financieras, que a través del sistema de crédito suelen esquilmar los bienes de aquéllas. La vigencia de
la ley de reciprocidad en los cambios permite, dentro de cada empresa, equilibrar a sus diversos
sectores; y en la economía, armonizar los intereses del sector productivo y del sector financiero, para
evitar desequilibrios y abusos.
En el liberalismo capitalista, las empresas son consideradas exclusivamente como unidades para
obtener lucro para sus titulares, y su regla de conducta debería ser la maximización de las ganancias de
éstos; deberían gozar de amplísima libertad económica para organizarse y perseguir sus objetivos
lucrativos pues el mercado se ocupará de regularlas adecuadamente. En el colectivismo marxista, la
empresa privada es vista como una agrupación egoísta e individualista que alimenta la lucha de clases, y
por eso debe desaparecer en la dictadura socialista. Si las empresas son concebidas como lo hace el
liberalismo capitalista, el colectivismo marxista tiene razón. Pero constituye una falsa generalización,
pues existe y es posible que exista un sistema de libre empresa donde ésta reconozca su responsabilidad
social y se constituya como comunidad de personas y que no margine de sus objetivos el bien integral
de la sociedad, de sus clientes, proveedores y trabajadores. Si es una comunidad de personas, que se
relaciona con otras personas, ninguna debe ser mediatizada o instrumentalizada con la exclusiva
finalidad de obtener ganancias para los propietarios.
El lucro es legítimo como recompensa por el servicio brindado a la sociedad, siempre que resulte
razonable en relación con éste, y no se busque como finalidad principal o exclusiva, sino como justa
retribución por aquél.
Recordemos también como en la empresa se encuentran quienes aportan el trabajo y quienes
contribuyen con el capital, y que debe asegurarse, según enseña Sacheri, “la preeminencia efectiva del
trabajo sobre el capital”, lo que “exige evitar los siguientes peligros: 1) su distribución injusta; 2) el
anonimato de su gestión; 3) la pretensiones de dominio sobre el poder político; 4) las inversiones
improductivas o contrarias al interés nacional y 5) la no solidaridad del capital en los riesgos que los
sectores productivos deban asumir”246. Sobre este último punto, por desgracia, es común la existencia
de empresas pobres con empresarios ricos, y de quiebras de empresas en las que sus titulares no se
hacen responsables de las pérdidas pues se han aprovechado de la limitación de la responsabilidad en
246
Sacheri, Carlos, El orden natural, pág. 99.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

las sociedades comerciales, o de testaferros que conservan su patrimonio fuera del alcance de los
pequeños acreedores.
9. El sindicalismo.
Uno de los sectores más débiles de la economía es el de los trabajadores asalariados. No suelen contar
con capital importante, y necesitan del salario para vivir. Ello los hace fácilmente víctimas de abusos.
Sin embargo, su situación se fortalece si obran de manera mancomunada, en conjunto. Y surgen así los
fenómenos de asociación colectiva, como los gremios o sindicatos.
Los antecedentes del fenómeno asociativo entre los trabajadores reconocen origen remoto. Dado que la
inclinación social está radicada en la misma naturaleza humana, los hombres se agrupan para alcanzar
intereses comunes prácticamente desde que aparecieron sobre la tierra. Las agrupaciones con
finalidades económicas, desde grupos primitivos para la caza o el trabajo agrícola, existen desde que
existe el ser humano.
La palabra corporación nos remonta al antiguo Derecho Romano, y el término gremio a la intensa y
creativa Europa medieval. La palabra corporación es un “neologismo (siglo XIX) tomado de la palabra
inglesa corporation que está documentada desde el siglo XIV, y fue tomada del latín eclesiástico
corporatio, sinónimo de collegium, y derivado del latín corporis, cuerpo, y también corporación,
reunión de los miembros”247. Si bien las acepciones romana y medieval tienen una naturaleza
esencialmente distinta a la de las asociaciones sindicales modernas, vale la pena hacer una referencia a
ellas.
Los romanos designaban como “corpus” a determinadas asociaciones de oficios, consideradas por el
ordenamiento jurídico como sujetos capaces de contraer obligaciones y adquirir derechos248. Pero fue
en la Edad Media que surgieron múltiples y variadas asociaciones integradas por los trabajadores de los
talleres. En el taller, el maestro, los ayudantes-oficiales y los aprendices compartían la labor, y
generalmente se repartían las ganancias entre los dos primeros. Como dijimos, no había separación de
capital y trabajo, dado que el principal capital era el conocimiento artesanal y todos laboraban en
comunión de fines. Los trabajadores se asociaban en diversos grupos profesionales formando cofradías,
fraternidades, hansas, oficios, colegios, universidades, escuelas, cuerpos de oficio, maestranzas,
jurandas, gremios, etc. Más tarde fueron conocidos como “corporaciones”. Tenían por función
controlar que las tareas, los productos, los servicios y los precios se mantuviesen en un marco de
calidad, decoro, honestidad, justicia y religiosidad, y actuaban como centros de ayuda mutua para sus
miembros. Una de sus preocupaciones especiales tenía que ver con la calidad del producto, obtenido de
manera artesanal y con mucho cuidado249. Algunas corporaciones eran formadas espontáneamente por
sus miembros, y otras eran impuestas por los municipios, que autorizaban la producción sólo a los
maestros que pertenecían a la corporación. Todos los que ejercían la profesión estaban sometidos a la
reglamentación de la corporación en cuanto a calidad de la producción y precios de venta. Las primeras
corporaciones surgieron en el siglo XI, probablemente entre albañiles, pero a partir del siglo XIII se
extienden a la gran mayoría de los oficios. Las más numerosas y poderosas fueron las textiles. En
muchas ocasiones las corporaciones permitieron un ejercicio de los oficios en un clima de colaboración
y de servicio al público sometiendo a sus miembros a reglas y controles por parte de sus mismos
actores. Así sintetiza San Alberto Hurtado su funcionamiento “El grado de perfección técnica a que
llegaron los operarios dentro de este régimen puede observarse aun ahora al contemplar las obras
maravillosas de arquitectura, pintura, bordado, tejido, orfebrería, muchas de ellas jamás igualadas a
pesar de la perfección técnica contemporánea. Los gremios medioevales estaban inspirados por una
mística que elevaba y dignificaba el trabajo de las manos, valorando la significación espiritual del
esfuerzo humano y creando entre los trabajadores una fraternidad inspirada por el amor cristiano. Los
grandes postulados del catolicismo social, que lucha por una economía humana, habían sido
comprendidos por los gremios medioevales. En ellos, la producción estaba subordinada al consumo,
247
Couture, Eduardo J., Vocabulario Jurídico, ediciones Depalma, Bs. As., 1976, página 181.
248
Di Pietro, Alfredo y Lapieza Elli, Ángel Enrique, Manual de Derecho Romano, editorial Depalma, Bs. As., 1985, página 126.
249
Saenz, Alfredo, La cristiandad y su cosmovisión, editorial Gladius, Bs. As., página 189.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

impidiéndose así la usura y la especulación, tan comunes en la economía actual. Esto valía tanto para
la producción de artículos terminados, como también para las materias primas. El lucro estaba
subordinado a la moral y no la moral al interés como en la economía liberal. En suma, se propendía a
poner la economía al servicio del hombre y no al hombre al servicio de los intereses económicos”250.
Siglos más tarde empezaron a aparecer abusos de las corporaciones, a través del aprovechamiento de
los privilegios que tenían, la búsqueda codiciosa del lucro, o la explotación de los ayudantes por parte
de los maestros251. “A partir de ese momento, y bajo el impulso de la burguesía, comenzaron a
acapararla los patrones, que hicieron del maestrazgo una suerte de privilegio hereditario, tendencia
que se acentuó hasta el punto de que en los siglos subsiguientes los maestros constituían una verdadera
casta, cuyo acceso era difícil, cuando no imposible, para los obreros menos afortunados”252. “Al llegar
el Renacimiento, los gremios olvidaron más y más el espíritu de fraternidad cristiana y, en vez de
considerarse servidores del bien común, buscaron de preferencia los bienes individuales. En muchos
gremios se impidió al obrero su ascenso a maestro, se difirió durante mucho tiempo el examen de
promoción y hasta llegó a reservarse el título de maestro sólo a los hijos de los maestros. Poco a poco
fue perdiéndose el primitivo espíritu democrático y se formó una oligarquía profesional cuidadosa de
sus propios beneficios. Los obreros se vieron forzados a unirse en defensa de sus derechos contra los
maestros y se inició una lucha social tan enconada como la de nuestros días”253.
Estas asociaciones gremiales, elemento fundamental del orden económico medieval, sufrieron la
prohibición y persecución del gobierno a fines de la edad moderna. Cuatro factores influyeron en tal
sentido: a) los abusos que habían cometido algunas corporaciones aprovechando los privilegios de los
que estaban investidas; b) la incompatibilidad de sus reglamentaciones y monopolios con las constantes
transformaciones económicas fruto de la Revolución Industrial; c) la difusión de ideas liberales y
fisiócratas, que combatían cualquier regulación de la economía como enemiga de la “libertad”; d) la
persecución por parte de los gobiernos de toda agrupación que pudiese significar una competencia con
su poder.
En Francia, las famosas leyes de Le Chapelier del 4 y 17 de agosto de 1791 establecieron que “los
ciudadanos de un mismo estado social o profesión, los obreros y compañeros de un arte cualquiera, no
podrán cuando se reúnan, designar presidente, secretario o síndico, llevar registros, tomar
resoluciones y sancionar reglamentaciones acerca de sus pretendidos intereses comunes”. Esta Ley era
complementaria del Edicto Turgot, por el que se habían prohibido las corporaciones. Con la excusa de
asegurar la más amplia libertad de trabajo, ello significó prohibir a los trabajadores uno de sus derechos
más importantes, el de asociación, y dejar la reglamentación del trabajo en manos de los propios
empleadores. Las injusticias laborales y el abuso contra los trabajadores, serán a partir de allí la moneda
corriente de la Revolución Industrial. “Uno de los monumentos más notables que haya levantado una
tiranía cubriéndose con la máscara de la libertad”254.
Claro que solo pueden reconocerse parcialmente las agrupaciones pre-industriales como antecedentes
del movimiento sindical moderno, pues éste es inconcebible sin la impronta del capitalismo aparecido
luego de la Revolución Industrial. Hasta ese momento, capital y trabajo no eran vistos como opuestos
sino contribuyendo a una finalidad común. Desde la Revolución industrial, el sindicato o gremio dejará
de constituirse en un instrumento de cooperación y regulación de los actores económicos, para nuclear
exclusivamente a trabajadores asalariados en su lucha por obtener mejoras frente a sus empleadores.
Los obreros se sintieron en soledad, impotentes frente a los empleadores, que apoyados en el sistema
económico capitalista y en el liberalismo estatal, reprimían las coaliciones y las huelgas. Ello dio lugar
al surgimiento de agrupaciones permanentes de trabajadores como medio de autodefensa. Las mismas
fueron primero clandestinas para huir así de la persecución estatal. Estas sociedades de resistencia se

250
Hurtado, Alberto, Moral Social, libro inédito, versión electrónica, pág. 166
251
Calderón Bouchet, Rubén, Apogeo de la ciudad cristiana, editorial Dictio, Bs. As., 1978, página 263.
252
Pernoud, Regine, A la luz de la Edad Media, editorial Granica, Barcelona, 1983, página 61.
253
Hurtado, Alberto, Hurtado, Alberto, Moral Social, libro inédito, versión electrónica, pág. 168
254
Cit. por Marc, Jorge Enrique, Derecho colectivo del trabajo, editorial Zeus, Santa Fe, 1972, página 75.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

transformaron paulatinamente en sociedades de lucha, nucleando a miembros que participaban de ideas


tan diversas como las anarquistas, socialistas, comunistas reformistas y cristianas.
Luego de una primer etapa de prohibición y represión, los sindicatos fueron paulatinamente tolerados,
hasta recibir en el siglo XX la aprobación y protección del estado.
La labor de los sindicatos debe ser alentada y protegida. Son un importante instrumento en la sociedad
capitalista para obtener equilibrio y reciprocidad. Por desgracia, la situación de enfrentamiento propia
del capitalismo los lleva a veces a constituirse en organismos de exclusiva reivindicación del sector.
Sería importante que pudiesen trascender la visión de la utilidad exclusiva del sector obrero para
comprender que éste depende necesariamente del bienestar económico general, objetivo al que todos
los sectores deben ordenarse.
Los reclamos del sector obrero se dirigieron al principio principalmente a reclamar la limitación de la
jornada de trabajo. Luego, a obtener mejoras en las remuneraciones, o incluso en los beneficios de la
seguridad social. Sin embargo, generalmente desatienden una de las herramientas más importantes para
la mejora de la situación del trabajador: la capacitación laboral. Obtener una mejora en la calificación
profesional debería ser objetivo permanente del sector pues es la que asegurará una mayor
productividad y consiguientemente una mejor posición para reclamar mayores retribuciones; al mismo
tiempo que evitará el desempleo cuando la incorporación de tecnología suponga la exclusión de
trabajadores no calificados. También sería de desear, repetimos, que se comprenda que la situación del
sector trabajador está directamente relacionada con la de la empresa y con la de la economía general, y
entonces los sindicatos pudiesen trabajar en común con empleadores para mejorar la situación
empresaria, y con los otros grupos sociales para influir en medidas que permitan el crecimiento de
todos. En vez de enfrentamiento de sectores buscando cada uno su interés parcial, entendimiento de los
mismos en aras del mejor bienestar general.
También es necesario que el sector trabajador comprenda que tampoco debe abusar en sus reclamos y
exigencias, sobre todo en lo que hace a remuneraciones; pues si sus pretensiones son excesivas y
desproporcionados con la situación de la empresa o la economía, podrían poner en riesgo las fuentes de
trabajo, traer desempleo, desalentar la inversión y la contratación de nuevos trabajadores.
Entre los instrumentos de los que dispone la acción sindical encontramos la negociación colectiva y las
medidas de acción directa, de las que la huelga es la expresión paradigmática. Evidentemente, la
primera es harto preferible. A través de la negociación colectiva los trabajadores acuerdan con los
empresarios, de manera agrupada y no atomizada, sus condiciones de trabajo y salariales. Tales
convenios deben ser favorecidos, protegidos y privilegiados por las autoridades; aunque sin abusar de su
generalidad para que sus previsiones no constituyan obstáculos insuperables para las pequeñas empresas
o para emprendimientos de regiones alejadas de la metrópoli.
Sin embargo, no faltan casos en los que no es posible obtener acuerdos, y en tales situaciones, como
medida extrema, es lícito recurrir a la suspensión colectiva de la prestación laboral; es decir, a la
huelga. La huelga es un instrumento de presión legítimo, por el cual los empleados dejan de trabajar
poniendo en riesgo la ganancia del empleador para obtener que acepte una mejora de su situación
laboral. El empleador también tiene un elemento de presión, como lo es el no pago de la remuneración
por los días de huelga. Como vemos, es un instrumento que puede traer solución pero también agravar
los conflictos. Por eso, la decisión de realizar una huelga debe ser excepcional y prudente, dado el daño
que se ocasiona a personas totalmente ajenas al conflicto, a la economía general y a los consumidores
en particular. A veces la huelga se desnaturaliza, pues se realiza no para obtener algo del empleador
sino con motivos políticos (a veces del todo legítimos, pero que no justifican dejar de ir a trabajar) o de
solidaridad con otros trabajadores, o se perjudica la situación de personas ajenas al conflicto (cortes de
caminos, ocupaciones de espacios públicos, etc.).
Las ideologías tienen visiones contrapuestas sobre el sindicalismo y la actividad gremial. Para el
liberalismo capitalista, al limitar la libertad económica de los agentes, resultan negativos y perjudiciales
para la economía. Por eso al comienzo los prohibió (recordemos lo estudiado con relación a la

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

regulación francesa) penalizando la actividad gremial, y luego simplemente los tolera, sin reconocerles
ningún papel especial en la gestión de la economía. El colectivismo marxista, por su parte, intenta
manipular la actividad sindical para incentivar la lucha de clases y la revolución socialista. La huelga se
utiliza no como instrumento de mejoras laborales de los trabajadores sino de contestación permanente
al sistema a fin de crear situaciones de desorden y violencia que favorezcan la revolución. Por eso el
marxismo es enemigo del auténtico sindicalismo, que con sus mejoras sociales previene la lucha de
clases. Recordemos, por ejemplo, que los movimientos guerrilleros marxistas argentinos de la década
del setenta asesinaron por ello a varios dirigentes sindicales.
Actividad 9: El siguiente texto corresponde a la obra Socialism de Ludwig Von Mises. Luego de leerlo,
responda: a) ¿A qué ideología social pertenecerá el autor? Fundamente. b) ¿Qué cuestionamientos
caben realizar a su aserción? "El arma de los sindicatos es la huelga. Debe advertir nuestra inteligencia
que toda huelga es un acto de coerción, una forma de extorsión, una medida de violencia dirigida
contra todo aquél que desee obrar en oposición a las intenciones de los huelguistas. Huelgas,
sabotajes, acciones violentas y terrorismo de cualquier tipo no tienen sentido económico. Tienen
sentido destructivo, instaurados para interrumpir el movimiento de la vida económica" (la traducción
es nuestra).
10.La seguridad social.
Las personas no solo deseamos poseer bienes, sino además, tener la seguridad de que vamos a
conservarlos. A veces, pasamos por momentos de la vida que nos significan algunas cargas particulares,
como la enfermedad, el nacimiento de hijos, la vejez, la muerte del sostén de la familia. Tales
situaciones implican para la gran mayoría de las personas gastos especiales a los que es difícil atender
con los ingresos corrientes. Por eso se implementan sistemas de seguridad social, en los que a través del
principio de solidaridad, entre todos se contribuye a crear fondos para atender a las contingencias que
pudiesen ocurrir a cualquiera.
Las formas mediante las cuales los seres humanos han buscado protección frente a las contingencias de
la vida cambian a lo largo del tiempo y del espacio.
En el antiguo Imperio Romano, estructurado básicamente sobre la idea de la propiedad privada y la
libertad de contratación, el régimen económico tenía un fuerte acento individualista. Sin embargo, la
falta de tutela estatal en materia social favoreció el surgimiento de instituciones privadas de cobertura
de las contingencias sociales. Por ejemplo, las personas que practicaban un mismo oficio se nucleaban
en “colegios” que brindaban a sus miembros cobertura frente a situaciones como la enfermedad o la
muerte.
Pero probablemente fue el advenimiento del cristianismo el que modificó sustancialmente la
cosmovisión antigua, introduciendo el mandamiento del amor mutuo, la revalorización del trabajo
manual, mandando la ayuda al necesitado, y considerando a cada ser humano como hermano de sus
semejantes y corresponsable de su destino. La aparición del cristianismo significó una revolución
profunda en una sociedad romana violenta, aburguesada y esclavista, que intentó combatirlo mediante
las persecuciones, las crucifixiones y enviando a los cristianos a morir con los leones. Pero el
cristianismo sobrevivió, se transmitió con fuerza por el Imperio para, poco tiempo después de haberse
erigido como religión oficial, asistir a su caída en manos de las tribus bárbaras.
Encontrándose Europa en manos de visigodos, ostrogodos, lombardos, vándalos y francos luego de la
caída de Roma, el cristianismo emprende la tarea de conservación y reconstrucción del continente. A
medida que se iban organizando los reinos que serían los antecedentes de los modernos estados
nacionales, las ideas cristianas contribuían a la organización social medieval. La fraternidad propia de la
cultura cristiana y el comunitarismo propio de la cultura germana contribuyeron a la edificación de
múltiples asociaciones y cuerpos sociales que canalizaban ansias de autoprotección y solidaridad, como
gremios, cofradías, hermandades de socorros, montepíos. Por otro lado, la vigencia del mayorazgo
impuso la obligación de la cabeza de familia de atender a las necesidades de todos sus miembros,
antecedente de lo que hoy conocemos como la obligación de “alimentos”.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Ya llegados a la Edad Moderna, empezó a ser común que los reyes otorgaran pensiones vitalicias de
carácter graciable a sus servidores que llegaban a la vejez sin recursos propios. Pero la discrecionalidad
en su otorgamiento y la desnaturalización de la nobleza, que de nobleza de servicios se transformó en
nobleza de privilegios, llevó al otorgamiento de pensiones a sujetos que no tenían edad ni antecedente
alguno, con grave perjuicio para el presupuesto de los estados. Cuando los revolucionarios franceses
decidieron dar a conocer al pueblo la lista de los beneficiarios de tales pensiones, fueron necesarios
cuatro tomos para hacerlo. Simultáneamente, su concepción ideológica individualista sobre la igualdad
y la libertad llevó a disolver y prohibir las corporaciones y gremios, a través del edicto del Ministro
Turgot en 1776 y la posterior Ley de Le Chapelier de 1791. En Inglaterra no faltaron incluso leyes de
pobres, que perseguían la mendicidad pero otorgaban al indigente ayuda social a condición de que fuera
vecino y cumpla un trabajo semi-forzoso. Mientras tanto, la Revolución Industrial generaba una gran
injusticia social, acumulando las riquezas en pocos sectores, empobreciendo a la clase trabajadora.
Como en otras áreas del derecho social, el moderno régimen de la seguridad social se remonta a las
consecuencias de la Revolución Industrial del siglo XIX. El desarrollo del maquinismo, del trabajo
fabril y del capitalismo incrementó el número de trabajadores asalariados, obligó a la conglomeración
de grandes masas de proletarios en los centros urbanos, deterioró las condiciones laborales, acentuó la
concentración de la riqueza e incrementó la desprotección popular frente a las contingencias sociales,
económicas y biológicas. El estado, vigente la ideología liberal que lo obligaba a abstenerse de
intervenir en la economía, permanecía al margen del conflicto. El aumento de los accidentes laborales
con las nuevas herramientas trajo el desarrollo del concepto de riesgo social, para fundamentar la
legislación protectora de accidentes de trabajo en Alemania difundiéndose por el centro y Norte de
Europa, mientras que en el resto se mantuvo la responsabilidad individual del empleador con
posibilidad de contratar seguros optativos.
Las primeras experiencias en materia de seguridad social utilizaron las técnicas propias de un ahorro
obligatorio a nivel individual: cada trabajador realizaba un aporte, que se integraba con la contribución
del empleador para formar un fondo con el que, en el futuro, se abonarían sus prestaciones. Este sistema
de ahorro individual obligatorio fue sustituido con el tiempo por sistemas de seguridad social en los que
los beneficios no guardan equivalencia exacta con los aportes realizados. Es la vigencia del principio de
solidaridad.
Se organizan así subsistemas diversos de seguridad social, como el previsional (jubilaciones y
pensiones), de salud (obras sociales y seguro de salud), asignaciones familiares, riesgos del trabajo.
Veamos como funciona el sistema con un ejemplo. Cada mes el trabajador cobra dinero en concepto de
salario. Pero de ese dinero se le descuenta un porcentaje que se destina, junto con otra suma abonada
por el empleador, para la obra social. No importa si es soltero o casado, si tiene muchos o pocos hijos,
buena o mala salud. Se le descuenta lo mismo. Y con ese dinero, junto con el de los otros trabajadores,
se atienden los gastos de salud de quienes lo necesitan. Aquí está la solidaridad. Un trabajador joven
soltero sin hijos de buena salud, entrega a la obra social el porcentaje de su sueldo que se utilizará,
probablemente, para atender la salud de hijos de sus compañeros de trabajo, y que se vería gravemente
perjudicado si tuviese que hacerse cargo con su solo ingreso.
Sin embargo, avanza en las últimas décadas en algunos países una tendencia de opinión conocida como
“privatización de la seguridad social”, que constituye un retroceso en la obligación común de ocuparse
de la atención de las contingencias sociales, porque verifica una vuelta a sistemas similares a los
seguros individuales donde cada persona aporta para tener cobertura proporcionada a su aporte, con
escasa redistribución para el resto de la población; y delegándose prestaciones y administración del
sistema a instituciones privadas con intereses lucrativos que operan dentro de un marco de competencia
en el mercado.
El individualismo predominante tiende a considerar que cada uno es propietario exclusivo y absoluto de
lo que obtiene, y que solo posee obligaciones positivas frente a las otras personas si así se ha
comprometido voluntariamente –contractualismo-. En este marco ideológico será difícil justificar un
sistema de seguridad social basado en la idea de solidaridad. Los antecedentes de esta actitud son

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

antiguos. El libro bíblico del génesis nos habla de Caín, quien luego de asesinar a su hermano fue
interrogado por Dios: “¿Dónde está Abel, tu hermano?”, a lo que Caín respondió: “No se, ¿acaso soy
yo el guardián de mi hermano?” (Génesis, 4, 9). La pregunta, traducida al presente, sería, ¿qué tengo
que ver yo con la enfermedad, el embarazo, la vejez, el desempleo del otro? Por eso el individualismo
liberal alienta sistemas de seguridad social en los que las necesidades de cada persona se atiendan
exclusivamente con sus propios aportes, dejando en situación difícil, lógicamente, a quienes tienen
bajos ingresos.
Sin embargo, desde antiguo se han ensayado argumentos que justifican la corresponsabilidad en el
destino de los seres humanos y la distribución de la riqueza no ya en función del aporte de cada uno
sino de sus necesidades, asignando a unos parte de lo que han producido los otros. Entre estos
argumentos encontramos los siguientes:
La natural socialidad del hombre: el hombre está naturalmente inclinado a vivir en sociedad
con sus semejantes y por ello, para su perfección, está obligado a contribuir al bien común de la
sociedad de la que forma parte. Ese bien común permitirá el aprovechamiento de determinados bienes a
los que no podría acceder en soledad, pero exigirá también la contribución para hacer posible que sean
participados por todos. La felicidad es más plena si es común y es compartida. La seguridad social,
como pocos otros institutos jurídicos, asocia a toda la comunidad en una empresa común de atención a
determinados riesgos y contingencias.
El aprovechamiento de recursos “ajenos”: los hombres no crean cosas de la nada, producen a
partir de materiales y conocimientos que han contribuido a gestar muchos seres humanos. Se
aprovechan permanentemente de inventos y descubrimientos, próximos y remotos. Por eso no pueden
considerarse totalmente dueños de lo que producen, y la comunidad tiene potestad para exigirles que los
compartan con sus conciudadanos.
El desigual punto de partida: no todos llegan al mundo en igualdad de condiciones y
oportunidades. Provienen de distintas familias, de distintos lugares, han tenido diversas oportunidades y
dificultades. Por eso, no sería equitativo cubrir la necesidad social de cada persona exclusivamente a
sus ingresos.
El destino universal de los bienes: los bienes sobre la tierra existen, en principio, para que
puedan acceder a ellos todos los seres humanos; aunque razones de orden y crecimiento aconsejen la
apropiación privada de bienes. Sin embargo, esta apropiación privada no puede traer como
consecuencia el excluir a algunos absolutamente de lo mínimo necesario para vivir dignamente.
Las injusticias sociales en el origen de los ingresos: aunque algunos ingresos puedan parecer
legítimos, muchos se relacionan con injusticias estructurales, pasadas o presentes, con sistemas de
división de la propiedad, de asignación de rentabilidad o de remuneración, nacionales e internacionales,
totalmente inequitativos cuando no directamente delictivos, que hacen que imperceptiblemente algunos
se enriquezcan o hayan enriquecido a costa de otros. Estos mecanismos no siempre pueden detectarse o
individualizarse. Dada esta injusticia de origen, no sería legítimo rechazar una razonable contribución al
bienestar de los otros.
Las causas sociales ocultas de los perjuicios: aunque es imposible determinarlo con precisión,
muchos de los problemas que sufren los seres humanos son consecuencia de la misma acción de los
seres humanos: ¿cuántos inconvenientes causa la tecnología de la que todos nos aprovechamos, la
contaminación de los productos que todos consumimos, la estructura económico-laboral, la
urbanización, la red de transporte, etc., que nos permiten tener un nivel de vida muy superior al que
tuvo la humanidad hasta ahora? Se habla del “riesgo del desarrollo”: el desarrollo humano tiene sus
beneficiarios, pero también sus perjudicados. Si tales “adelantos” son concausas de problemas socio-
económicos y sanitarios, si en alguna medida la comunidad ha contribuido a su producción y se
beneficia con ellos, es razonable que coopere para paliar sus repercusiones sobre los más necesitados.
Pero claro, al evaluarse la contribución al bien común que se exige a cada ciudadano, no deben
olvidarse tampoco otros principios a tener en cuenta. Porque no es poco común que los beneficiarios no

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comprendan el verdadero significado de la solidaridad y la contribución al bien común, y se sirvan de


manera egoísta de la comunidad subordinándola al interés particular.
Por eso el sistema de seguridad debe organizarse de modo de evitar algunos peligros, especialmente:
Amparar el parasitismo social: el sistema de seguridad social debe atender a aquellos que han
puesto de su parte lo posible para obtener lo necesario para vivir, aunque se hayan visto imposibilitados
de hacerlo. Pero no debe amparar la desidia, la negligencia o el parasitismo social de quienes buscan
aprovecharse de la comunidad sin brindar su contribución al bien común. La Sagrada Escritura, pese a
encomiar la ayuda al pobre y al necesitado, deja sentado que “el que no quiera trabajar que no coma”
(2 Tesalonicenses, 3, 10). Es esencial tomar conciencia de que aunque el beneficiario no pague las
prestaciones que recibe, las mismas no son “gratis” en sentido absoluto, sino que han sido y son pagadas
por otros trabajadores y por tal razón deben ser gestionadas con total racionalidad y justicia. Por eso
deben utilizarse y aprovecharse sus recursos con cautela, no abusando de las prestaciones cuando no son
realmente necesarias y pueden ser razonablemente cubiertas por el sistema.
Desalentar la responsabilidad individual: una de las razones por las cuales la propiedad
privada es preferible a la colectiva radica en que las personas suelen cuidar más y mejor lo privado que
lo común. Y como el sistema de seguridad social es una forma de hacer comunes los riesgos, debe
evitarse que tal socialización se traduzca en una reducción del cuidado y la responsabilidad personal.
Quien tiene seguro contra robo debería cuidar su automóvil igual que si no lo tuviera, tratando de
evitarle a la comunidad el gasto que procuraría evitarse a sí mismo. Lo mismo cabe pensar en la órbita
de la seguridad social. El hecho de que la comunidad asuma la protección frente a determinados riesgos
no debe llevar a un estado de masificación o despersonalización que olvide que, en última instancia,
debe reconocerse a la persona el carácter de protagonista de la historia.
Favorecer los fraudes: la falta de conciencia sobre el bien común y el olvido de que el estado
somos, en el fondo, todos nosotros, ha llevado a que muchas personas desarrollen diversos tipos de
fraudes a través de los cuales consiguen que la comunidad pague coberturas que no corresponden.
Muchas veces ni siquiera advierten realmente la injusticia que están cometiendo. Desde hacerse atender
con la obra social de otra persona, hasta encubrir una renuncia como un despido simulado para percibir
así la prestación por desempleo.
Eliminar incentivos a la producción: otra de las razones que aconsejan la apropiación privada
de bienes se funda en el hecho de que las personas suelen ser más productivas si sobre ellas recaen los
beneficios y las cargas de lo que realizan. Por ello el fracaso rotundo que han tenido los sistemas
económicos comunistas, que al no permitir a la persona ser dueña del fruto de su trabajo, desalentaron
el trabajo productivo. Nuevamente, el sistema de seguridad social al solidarizar el riesgo corre el peligro
de eliminar incentivos. Cuando se pide a quien más gana que contribuya a atender la situación de
quienes menos ganan, debe evitarse que esa contribución sea de tal entidad que lo lleve a preferir en
cambio un ingreso menor, libre de tantas contribuciones. Téngase en cuenta que la seguridad social es
muy costosa, y por eso su financiamiento solo es posible en marcos de desarrollo económico. Se da así
una paradoja: en situaciones de prosperidad económica, la seguridad social es menos necesaria, pero
más disponible; en situaciones de crisis económica, la seguridad social es más necesaria, pero menos
disponible. Este altísimo costo de la seguridad social exige, además de un empleo racional de recursos,
una planificación de ingresos que no termine ahogando la economía y el desarrollo o produciendo
desempleo y reduciendo así el financiamiento del sistema. Por esta razón el sistema de seguridad social
no puede ser el producto de un laboratorio, sino que debe corresponderse con la situación económica de
cada país y de cada momento.
Contribuir al estatismo: a través del sistema de seguridad social se transfiere un sinnúmero de
recursos económicos. Manejar tales recursos puede ser una tentación difícil de resistir. Por eso es
importante que se reconozca a los grupos sociales intermedios la intervención en la gestión de los
mismos, a fin de evitar la concentración y facilitar el control. Es deseable, antes que un sistema de

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

seguridad social único en manos del estado, pluralidad de subsistemas administrados con intervención
de sus interesados.
Por todo lo dicho debemos distanciarnos de los planteos de seguridad social de base individualista,
donde cada uno debe hacerse cargo de la cobertura de sus riesgos con sus propios ingresos, sin lugar a
la solidaridad; como también los planteos socialistas, en los que el estado asume de manera directa e
invasiva la cobertura de riesgos sociales, sin intervención real de los interesados y de los grupos
intermedios, fomentando en los beneficiarios una mentalidad pasiva de aguardar la dádiva del gobierno.
No han faltado propuestas novedosas para atender a la seguridad social255, y especialmente a uno de sus
más graves problemas actuales: la crisis demográfica de financiamiento. Las familias tienen menos
hijos, con ello aumenta la cantidad de ancianos (demandantes de seguridad social) mientras se reducen
la cantidad de trabajadores (que financian el sistema).
El sistema jubilatorio actual, sea el de un régimen previsional público, de reparto, como el privado, de
capitalización, tiene una base contributiva individual: cada trabajador recibirá beneficios en función de
los propios aportes y contribuciones realizados durante su actividad laboral. Aunque en el primero los
beneficios se abonan con lo ingresado por los trabajadores que están en actividad durante la vigencia
del beneficio, y en el segundo con lo acumulado en la cuenta personal, ello en nada modifica la base del
cálculo: la propia contribución durante el tiempo del trabajo.
Pero resulta que el trabajo en el hogar no se encuentra remunerado, y consiguientemente, no realiza
aportes ni contribuciones ni se computa a los fines previsionales. Ello implica que la mujer que ha
decidido tener hijos, debiendo por ello tomar cierta distancia del mercado laboral, gozará de beneficios
previsionales muy inferiores a los de aquélla que ha dedicado todas sus energías al trabajo fuera del
hogar.
Pero la injusticia se acentúa si tenemos en cuenta el modo en que se financian los beneficios
previsionales. En gran medida, se financian con los aportes de los trabajadores y sus empleadores.
Entonces resulta que la mujer que ha dejado el trabajo fuera del hogar para tener y criar a sus hijos se ve
privada de beneficios previsionales, que si va a disfrutar la que no ha tenido hijos y ha desarrollado
trabajo remunerado, pero esos beneficios le van a ser pagados, al menos en parte, con los ingresos
provenientes del trabajo de los hijos de la primera. La mujer que resigna ingresos económicos
destinando sus energías y ahorros para tener y criar hijos no recibe beneficios, pero el trabajo de sus
hijos pagará los beneficios a la mujer que no los ha tenido. “Actualmente en los sistemas previsionales
de reparto, “de base individual”, una pareja sin hijos, tiene dos salarios y por consiguiente tendrá dos
jubilaciones cuando ingrese en la población pasiva. Una familia con tres hijos en cambio, requiere por
lo general que la madre se quede en la casa, y en consecuencia tendrá solamente el salario del padre y
luego una sola jubilación. En un sistema de reparto y de trasferencias intergeneracionales, las dos
jubilaciones de las parejas sin hijos, surgirán de las retenciones que se realicen sobre los salarios de
los hijos de las familias prolíferas. Esto constituye una gran injusticia social, desalienta la familia con
hijos y por lo tanto socava las bases de sustentación de todo el sistema previsional. Si se quiere pensar
en un sistema previsional sustentable en el tiempo, es forzoso que el mismo esté ligado a la familia y al
número de hijos que cada una de ellas aporta al mercado laboral. En la sociedad preindustrial y pre-
salarial, los hijos eran un seguro para la vejez. En el Estado Benefactor, generado por la sociedad
industrial y salarial, parecería que las jubilaciones se vinculan negativamente con la cantidad de hijos
de cada familia”256.
Para solucionar este desajuste, que además de injusto tiende a desalentar la procreación, llevando el
envejecimiento demográfico y a la desfinanciación del sistema previsional, el autor proponer
reemplazar la jubilación de base individual por otra de base familiar. ¿Cómo funcionaría el sistema?
“Una jubilación con base familiar tendería a corregir los desequilibrios que venimos señalando. La
misma debería establecer una jubilación mínima universal para todos los que ingresen en el sistema, y

255
Garda Ortiz, Ignacio, Gobernar para las familias, Fundación Civilidad, Buenos Aires, 2002.
256
Idem. página 75.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

luego cuotas adicionales sucesivas, por cada hijo que ingresa a la vida laboral y que por lo tanto
contribuye al financiamiento de los jubilados”257. Es decir que al menos parte de los ingresos de los
trabajadores se destinarán a financiar los beneficios previsionales no de cualquier trabajador sino de sus
propios padres. Ello alienta la procreación y la educación de los hijos, en un marco de responsabilidad,
porque se trata de tener hijos que puedan ser agentes productivos el día de mañana.
El sistema tiene también la ventaja de fortalecer el tejido social y la solidaridad intergeneracional.
“Todos hemos sido financiados por nuestros padres hasta que fuimos capaces de valernos por nosotros
mismos (transferencia descendente). Ese crédito lo devolveremos a la sociedad cuando criemos y
eduquemos a nuestros propios hijos. Esa continuidad intergeneracional descendente, es parte de la
justicia social, y fuente de obligaciones y derechos para los ciudadanos”258.
Actividad 10: luego de leer el texto que sigue, fundamente a qué ideología social cabe adscribir a su
autor y por qué. “Debilitando o destruyendo completamente la voluntad de estar mejor y la habilidad
para el trabajo, la seguridad social crea enfermos e incapaces para trabajar; produce el hábito del
reclamo... es una institución que tiende a favorecer la enfermedad, ni que decir los accidentes, y a
intensificar considerablemente los resultados físicos y psíquicos de los accidentes y enfermedades.
Como institución social hace a las personas enfermas física y mentalmente, o al menos ayuda a
multiplicar, alargar e intensificar los padecimientos"259.
11.La moneda y el crédito.
Desde hace ya muchos siglos los intercambios económicos no se realizan producto por producto, sino
utilizando la moneda como instrumento de intercambio. El zapatero no cambia zapatos por pan. Cambia
zapatos por dinero, con el que a su vez puede comprar pan.
Esto da a la moneda una utilidad muy grande, como instrumento representativo de riqueza, apto para
medirla, compararla, y acumularla. Claro que también otorga a quienes trabajan con ella una
herramienta de control económico y concentración de riqueza desconocido en otras épocas, de allí que
es importante la supervisión de la comunidad en relación con la misma.
La moneda ha dado impulso muy grande a instituciones que no son nuevas en el mundo: las financieras.
Cumplen en la economía una función muy importante, pues además de custodiar valores, pueden poner
a disposición la riqueza que algunos no aprovechan para que otros pueda fructificarla. Imaginemos que
una persona tiene más ingresos que los necesarios, y con el tiempo obtiene un ahorro. Y para
conservarlo decide comprar un taxi, que guarda en su estacionamiento. Tiene allí riqueza acumulada,
que en el futuro podrá vender para comprar otra cosa que necesite, es cierto. Pero esa riqueza, que es
trabajo acumulado, y que es capaz de cubrir variadas necesidades, queda improductiva. Es un
desperdicio de riqueza, que en tal situación impide a los usuarios contar con mayor cantidad de medios
de transporte, a eventuales choferes más fuentes de trabajo, a talleres mecánicos más clientes, a la
comunidad la percepción de impuestos, y a su mismo propietario la obtención de una ganancia extra.
Dejarlo en el garage significa retirarlo de la economía e impedir que satisfaga múltiples necesidades. Lo
mismo pasa cuando una persona trabaja todo el mes, y ahorra una cantidad de dinero y lo coloca en una
lata, o en un cajón, o en una caja de seguridad. Ese dinero no lo aprovecha nadie. Es trabajo
concentrado que se retira de la economía.
Claro, puede pasar que su titular, que no lo necesita para el consumo, no esté en condiciones de
invertirlo en la economía. Que carezca del tiempo, de los conocimientos, o de la capacidad de utilizarlo
para producir bienes o servicios. Seguramente existirán otras personas que sí lo destinarían al consumo
o a la producción. ¿Pero cómo buscarlos, cómo asegurarnos que el dinero será devuelto? Aparece aquí
el sistema financiero. A través de los depósitos, toma dinero de algunos, que tienen un excedente
ahorrado, y lo prestan a otros, a fin de que puedan satisfacer necesidades imperiosas o invertirlo en

257
Idem. página 76.
258
Idem. página 76.
259
Mises, Ludwig von, Socialism, pág. 432, la traducción es nuestra.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

alguna actividad productiva. Constituyen así un nexo importante en la economía, pues favorecen que la
riqueza no quede improductiva.
Es razonable que la institución perciba alguna suma en recompensa por su servicio financiero, de valor
razonable y proporcionada con éste. Y que consiguientemente, el que recibe el crédito deba abonar, al
final, una suma mayor que la recibida, además de la que corresponda por el deterioro del valor de la
moneda si existe inflación.
Pero, ¿es razonable que el que presta el dinero exija se le devuelva una suma mayor, no como
remuneración por un servicio, sino solo por haberlo prestado y no poder disponer de él durante algún
tiempo? O dicho con otras palabras, ¿es legítimo exigir un interés compensatorio por el dinero
prestado?
El liberalismo capitalista postula que la moneda, como cualquier mercancía, está regida por la ley de
oferta y la demanda. Cuando se trata de productos, ella determina el precio. Cuando se trata de trabajo,
ella determina el salario. Y cuando hablamos de moneda, ella fija el interés. Si hay mucha gente que
desea prestar dinero y poca que lo demanda, entonces el precio por disponer de ese dinero (interés) será
menor. En cambio, cuando mucha gente demanda crédito y hay pocos dispuestos a prestar, el interés
será mayor. Así, es razonable que a un deudor de dudosa reputación se le cobren intereses muy altos,
porque pocos querrán prestarle (pensemos, por ejemplo, en el riesgo país y como incide en los intereses
que se reclaman por deuda externa).
El colectivismo marxista, por su parte, ha advertido que el sistema financiero es un instrumento de
concentración de riqueza y de explotación contra los productores y trabajadores, y por eso lo suprime de
raíz: no debe existir crédito, ni deudas, ni bancos. El estado reclama a cada uno el trabajo según su
capacidad, y le asigna productos conforme con sus necesidades (juzgadas por él...).
Ambas soluciones son inaceptables. Como ya hemos dicho, una economía digna del hombre reclama la
simultánea vigencia de la oferta y la demanda y de la reciprocidad en los cambios. Si hay y es bueno
que exista propiedad privada, es razonable que algunos tengan más que otros, y que ahorren, y es muy
útil que se implementen sistemas que permitan que sus ahorros puedan ser aprovechados por todos.
Pero volvamos a la pregunta, ¿es legítimo cobrar dinero solo por prestar dinero, más allá de los costos
que el servicio pudiese tener? Es algo tan común hoy día, que muchos pensarán que es obvio que sí...
Sin embargo, podremos advertir fácilmente que la respuesta no es tan sencilla. Porque si bien es cierto
que puede haber acuerdo entre acreedor y deudor, también es cierto que no todo acuerdo es justo solo
porque haya sido libremente contraído. A veces, el que solicita el crédito puede estar urgido por algún
tipo de necesidad, o influenciado por la propaganda consumista, que hace que su consentimiento haya
sido otorgado, más bien, bajo una no despreciable presión. Pero de todos modos, y aunque lo anterior
no suceda, podría ser injusto que el prestamista pida una retribución por el préstamo. ¿Y por qué? Por la
sencilla razón de que no hace nada para ganarla. Y que los intercambios deben guardar cierta
reciprocidad para ser justos. Y en este caso, la persona estaría entregando mil, y recibiendo mil cien, sin
justificación alguna. No produce riqueza y se quedará con riqueza. Y no debe suponerse que es un
regalo o donación del que toma el crédito, porque no lo paga por su puro albedrío sino como exigencia
para recibir el préstamo.
Ese fue el razonamiento común realizado por los moralistas medievales, condenando el préstamo a
interés bajo el calificativo de “usura”. En todo intercambio, sostenían, debía existir equilibrio entre lo
que se da y lo que se recibe. En el caso de la usura, se rompe ese equilibrio. Por eso su condena
generalizada, e incluso la prohibición legal en algunos casos. Tal tesis fue enseñada por el Papa
Benedicto XIV en la Encíclica Vix Pervenit, sobre la usura y otras ganancias deshonestas, del
1/11/1745260.

260
Es posible que tal documento no pertenezca al Magisterio universal pues fue dirigido a los obispos italianos, y su tesis radical,
rechazando todo préstamo a interés, no fue reiterada en el Magisterio posterior.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Hoy día, sin embargo, sólo se considera como “usura”, condenable éticamente e incluso prevista como
delito en los códigos penales, al otorgamiento de créditos por canales ilegales o percibiendo intereses
excesivos. En cambio, los préstamos entregados por entidades financieras controladas por la autoridad,
sin coacción, y con intereses razonables, son generalmente admitidos.
¿Ha cambiado entonces la doctrina cristiana respecto del préstamo a interés? Se ha aclarado,
profundizado y actualizado, porque el desarrollo de la economía moderna permite percibir nuevos
aspectos en la cuestión. Es común admitir por la privación de un bien no solo el daño emergente
(pérdida patrimonial) sino también el lucro cesante (ingresos que no se van a tener). Cuando se presta
dinero, la persona también puede verse privada de posibilidades de consumo, inversión y ganancia. En
economías dinámicas, con tantas oportunidades productivas como las actuales, en las que la situación
varía tanto en tan poco tiempo, no tener la disponibilidad del dinero durante el lapso del préstamo
supone haber resignado otras ganancias, o consumos o inversiones que no siempre podrán repetirse más
adelante. En la economía medieval, las variables económicas no fluctuaban tanto como en nuestros
días, no existían tantas posibilidades de inversión ni pérdidas de lucro cesante por estar un tiempo
privados de usar el dinero. Lo común era que los descendientes solo continuasen el oficio de sus
ancestros, introduciendo cambios muy elementales, y ahorrasen escondiendo el dinero.
La resignación de ganancias ciertas que realiza quien presta dinero, y la posible pérdida que hoy
constatamos de oportunidades de consumo o inversión, configuran un “lucro cesante”, que hace
legítimo un interés moderado, proporcionado con tales resignaciones y riesgos. La usura existirá, en
cambio, cuando se sobrepasa este interés razonable (o se utilizan procedimientos ilegales para el
otorgamiento o cobro del crédito).
En los hechos, sin embargo, la usura (“legal” e ilegal) es muy común, aunque no se la califica así y casi
nadie va preso por ella. Grandes millonarios que no saben ya en que gastar el dinero que les sobra
merced a una muy injusta distribución de la riqueza, lo depositan en instituciones financieras que
otorgan créditos a particulares y a pequeñas y medianas empresas, luego de requerirles infinitos
requisitos y garantías para asegurarse su devolución, y les cobran un interés que en nada se corresponde
con lo que se resigna ni con el riesgo de incobrabilidad, y que muchas veces termina forzándolos a la
quiebra o a graves sacrificios para poder pagar. Se produce de esta manera una grave distorsión
económica por la cual el sector consumidor, obrero y productivo terminan sometidos al sector
financiero.
Actividad 11: el pensador y economista inglés Jeremy Bentham escribió un trabajo sobre la usura. Lo
que sigue es un extracto del mismo. Allí se exponen, entre otros, dos argumentos contra toda pretensión
de la autoridad de controlar la tasa de interés de los préstamos. Ud. debe identificarlos, y responderlos
brevemente. "Mis vecinos, siendo libres, tienen la intención de concurrir a negociar a determinada tasa
de interés. Yo, que tengo dinero para prestar, y Titius, que quiere pedirme prestado, estaremos
contentos, el uno de aceptarlo, el otro de entregarlo, a un interés algo superior al de aquéllos: por qué
permitirá la libertad de ellos privar a Titius y a mí de la nuestra?... [Por otro lado,] no puede ser
impuesta con uniformidad la regla el interés que surge de la costumbre, que varía tanto, de una época
a la otra en el mismo país, en la misma época entre un país y otro, variando la tasa legal junto con
ella"261.
Capítulo aparte merece el problema de la inflación. El deterioro del valor de la moneda es un mal que
padecen los países, generalmente por un exceso en la emisión de moneda debido al descontrol de los
gastos del estado. Una inflación excesiva desalienta el ahorro y carcome los ingresos de los
trabajadores, cuyos salarios no se “actualizan” automáticamente cuando los precios aumentan. Termina
beneficiando a quienes invierten en capital o en moneda extranjera.

261
Bentham, Jeremy, Defence of Usury: Showing the Impolicy of the Present Legal Restraints on Pecuniary Bargains in a Series of
Letters to a Friend, London, Payne and Foss, 1818, Letter II (la traducción es nuestra).

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

12.Los derechos socio-económicos y la justicia social.


En materia de economía es común el reclamo por la justicia. Reclamo por la justicia que no se limita a
pretender que nadie sea privado de los suyo a través de la violencia (robo calificado por el uso de
armas), o engañado para aprovecharse económicamente de él (estafas y defraudaciones). Se considera
que siendo todos miembros de una comunidad política, debemos tener alguna posibilidad de acceder a
determinados bienes relevantes, y no que los mismos estén disponibles solo para alguna parte de la
población. Se configura de este modo la idea de justicia social.
Para comprender mejor qué es la justicia social, detengámonos un poco en la noción de justicia. La
justicia es el hábito o virtud de dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde. De Aristóteles proviene
una antigua clasificación que identifica la justicia general (da lo justo al todo), por la cual cada uno de
los miembros de una comunidad le da a esta lo que le corresponde; la justicia particular (da lo justo a la
parte), que puede ser distributiva cuando la comunidad mayor asigna cargas o beneficios a sus
miembros, o conmutativa en virtud de la cual grupos o personas se dan lo que les corresponde
recíprocamente y al mismo nivel. Cuando los ciudadanos y sus agrupaciones pagan al estado sus
impuestos se verifica un acto de justicia general; cuando el estado nacional asigna a cada provincia
partidas presupuestarias para obras públicas se cumple con la justicia distributiva; cuando compramos,
pagamos y recibimos la cosa vendida, existe justicia conmutativa.
La cuestión de la justicia conmutativa llevó a los moralistas cristianos a desarrollar su teoría del justo
precio. Santo Tomás, por ejemplo, se planteaba que si la compraventa existe en interés del vendedor y
el comprador al mismo tiempo, aquél no puede pretender perjudicar a este último cobrándole por ella
un precio mayor que el que la cosa vale. Es decir, existe un “justo precio” de la cosa, del que no es
legítimo apartarse. El principio de reciprocidad en los cambios descansa en la misma noción,
desarrollada ampliamente por los teólogos de la famosa escuela de Salamanca, Francisco de Vitoria,
Luis de Molina, Domingo de Soto, entre otros. El liberalismo capitalista ha cuestionado siempre esta
noción de justo precio como una exigencia de justicia: “¿quién puede decir que es justo que se pague
diez, y no nueve ni once?”, objeta. En última instancia, tenemos un precio de mercado que surge de los
acuerdos particulares y que ni siquiera como tal es obligatorio para cada contratante particular. Sin
embargo, que no se pueda fijar con exactitud el justo precio no significa que no exista, más aún cuando
nos damos perfecta cuenta de que sí sería injusto por una cosa valorada en nueve, diez u once, querer
pagar solo uno, o pretender cobrar cien. El justo precio surge de una cierta estimación común en la
comunidad, en la que el mercado juega un papel importante aunque no exclusivo, y aunque no sea
sencillo determinarlo con precisión, si podemos saber si nos alejamos excesivamente de él. Claro que,
como aclararemos infra., la manera de asegurar la vigencia de justos precios en la economía no es
sencilla y requiere de medidas muy prudentes, porque las intervenciones del estado pueden causar
todavía daños mayores. No se trata de imponerlos siempre por ley, sino de orientar y coordinar los
factores económicos de modo de alcanzar los objetivos lo mejor posible.
De todos modos, y aunque el precio es una cuestión de justicia conmutativa, las diversas formas de
justicia deben darse juntas, y no podemos olvidar que a través del sistema económico se distribuye
riqueza... de modo que también en los intercambios pueden intervenir exigencias de justicia distributiva
(vgr. que quienes hoy son zapateros puedan participar razonablemente de la producción de la
comunidad como para cubrir sus necesidades; o que no se de un crecimiento económico desmedido de
un sector a costa de otro). En este sentido, el precio de bienes y servicios es también una manera
indirecta de remunerar el trabajo, y por ello, la economía debe organizarse de modo de permitir a todos
acceder a los bienes necesarios para vivir. Aunque lógicamente, si el producto que vende no cubre una
necesidad importante ni es suficientemente demandado, el mercado, que debe tener un lugar en el
sistema económico, debería orientarlo gradualmente a cambiar de rubro pues no se trata de producir
cualquier cosa ni de cualquier manera.
Con la reflexión sobre la justicia en el campo de la economía se introduce así una nueva categoría,
llamada “justicia social”, que combina exigencias de la justicia general, justicia distributiva y justicia
conmutativa.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

La justicia social exige que todos los miembros de la comunidad tengan la posibilidad de:
• Acceder a una mínima cantidad de bienes necesarios para subsistir.
• Participar del crecimiento general de la comunidad, incrementando sus posibilidades económicas
en proporción acorde con él.
Como vemos, la exigencia de la justicia social no se identifica con el igualitarismo que pregona el
comunismo y el socialismo. No es injusto que algunos tengan más que otros, mientras todos puedan
satisfacer sus necesidades fundamentales y crecer junto con la comunidad.
El liberalismo capitalista, por su parte, tampoco recoge la justicia social. Sea porque niega su
existencia, sea porque rechaza cualquier política tendiente a garantizar su vigencia, dejándola a la libre
voluntad de los agentes económicos como si se tratara de una mera obra de caridad. Tengamos presente
que la caridad es la virtud por la cual damos a otro lo nuestro (en cierto sentido nos posponemos por el
bien del otro); mientras que por la justicia damos al otro no de lo nuestro sino lo que le corresponde. Y
la justicia social es justicia, no es caridad. Cuando una comunidad se organiza de modo que uno o
varios de sus miembros no podrán satisfacer necesidades fundamentales y participar del desarrollo
común, se está cometiendo una injusticia, se los está privando de algo a lo que tienen derecho.
Ahora bien, ¿cómo lograr la vigencia de la justicia social? Lo ideal sería que se diese voluntariamente.
Que los miembros de la comunidad comprendieran su exigencia y se dispusiesen a satisfacerla sin
necesidad de la coacción. Sin embargo, suponerlo sería utópico. Es necesario que la autoridad y los
grupos sociales intervengan de manera efectiva para que la justicia social sea una realidad.
Comprendiendo que las instituciones sociales y las estructuras injustas no se cambian de un día para el
otro ni con la sola fuerza, que es necesaria la prudencia y la paciencia para instaurar una lenta y
profunda evolución; rechazando los arrebatos momentáneos o individuales y desconfiando de las
revoluciones, que solo se justifican en situaciones extraordinarias y suelen traer el riesgo de mayores
injusticias que las que pretende contrarrestar. Esa intervención supone un adecuado conocimiento de las
leyes de la economía y del funcionamiento del mercado, para evitar que por lograr justos precios
traigamos desabastecimiento o mercado negro, por perseguir justos salarios obtengamos reducciones
irrazonables en la inversión o excesivo desempleo, por reducir desigualdades desalentemos la
producción y el ahorro, entre otras consecuencias no queridas. La prudencia supondrá ponderar los
efectos de corto plazo, mediano plazo, largo plazo, los intereses actuales y los futuros; los de algunos
grupos y los de la comunidad entera; atender de manera prioritaria e irrenunciable a las necesidades
urgentes y vitales (vgr. riesgos para la vida por hambre, frío, condiciones de higiene), y con más cautela
exigencias más complementarias (posibilidad de vivienda propia, formación de un patrimonio familiar,
etc.).
Pero tales cautelas no deben hacernos caer en el error de los análisis económicos del liberalismo
capitalista, que suelen estar repletos de indebidas generalizaciones: es cierto que la ingerencia estatal en
la economía a fin de lograr la justicia puede causar perjuicios a su funcionamiento, pero en vez de
proponer cuidado en tales intervenciones para prevenir o morigerar tales perjuicios, directamente las
descarta de manera absoluta.
Sin perjuicio de lo señalado, tengamos en cuenta que la consideración de las relaciones entre las
personas solo en términos de justicia es sumamente empobrecedora. Los hombres estamos llamados al
amor. No solo a dar a otro lo suyo, sino además a darles de lo nuestro. Muchas situaciones difíciles de
otros seres humanos serán de solución lenta y dolorosa si no los recibimos y tratamos como hermanos,
si nos limitamos a plantear respecto de ellos relaciones de derechos y obligaciones. Por eso la
insistencia de la Iglesia en que la justicia social, indispensable, sea complementada con disposición a la
caridad social. Amar hasta que nos duela nos pedía la Madre Teresa de Calcuta.
Actividad 12: El texto que traemos a continuación proviene de un sacerdote norteamericano que
discrepa con las enseñanzas cristianas sobre estos temas. Luego de leerlo, a) identifique a qué ideología
adscribe; b) responda brevemente a su tesis sobre la incompatibilidad existente entre la justicia social y

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

la libertad y responsabilidad en economía. “La "justicia social" tendría su fin natural en una economía
dirigida. En efecto, en ésta se le dice a los individuos qué hacer. La "justicia social" presupone: (1) que
la gente está guiada por directivas externas específicas en vez de por reglas de conducta interiorizadas
sobre lo que es justo. Y (2), que ningún individuo debe ser considerado responsable por su posición en
la sociedad. Afirmar que es responsable sería "echarle la culpa a la víctima". En realidad, la función
del concepto de justicia social es echarle la culpa a otro, echarle la culpa "al sistema", echarle la
culpa a los que (míticamente) a "lo controlan".262
13.La economía internacional.
Como ya hemos dicho, la cuestión social, gravísima injusticia en la distribución de la riqueza y las
posibilidades del crecimiento económico, asume en nuestros días dimensiones internacionales.
El Instituto Mundial de Investigaciones Económicas para el Desarrollo, de Naciones Unidas, mapea
anualmente la distribución de riqueza en todos los países. Resulta que el 1% más rico de los adultos del
mundo posee el 40% de la riqueza del planeta. Quienes están en los servicios financieros y en el sector
de Internet predominan entre los súper ricos. Europa, Estados Unidos y algunas naciones del
Asia/Pacífico albergan a la mayoría de los extremadamente ricos. América del Norte, con apenas un 5
por ciento de la población mundial, posee el 35 por ciento de la riqueza. Europa, con su 15 por ciento
de habitantes, concentra alrededor del 30 de los activos mundiales.
El 20% más rico de los adultos concentra el 85% del total mundial de activos y consume el 82% de la
riqueza, produciendo al mismo tiempo el 80% de la contaminación mundial. La mitad de la población
adulta del mundo apenas posee el 1% de la riqueza global. Cientos de millones de personas en los
países más pobres se acuestan con hambre cada día, y cerca del 30% del total mundial no cubre los
nutrientes indispensables para una vida saludable. Del total de personas desnutridas, el 1% vive incluso
en países desarrollados, el 3% en países en transición, y el 96% en países pobres, en los que la
esperanza de vida promedio no supera los 40 años de edad. Todo ello pese a que como informa la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (F.A.O.), se produce en el
mundo el doble de comida necesaria para alimentar a toda la humanidad. Destinando al tercer mundo
sólo el 10% del consumo de alimentos de los países ricos se acabaría con el problema de desnutrición.
Un solo niño norteamericano consume anualmente lo que 422 etíopes. Los países desarrollados gastan
anualmente en mascotas el triple y en cosméticos el doble del dinero necesario para terminar con la
desnutrición mundial.
Es cierto que cada día los países pobres aumentan su producción, pero crecen a un ritmo mucho más
lento que los países desarrollados, y con ello se acrecienta cada año la brecha entre los primeros y los
últimos, y consiguientemente, la vulnerabilidad y sometimiento.
También a este nivel internacional debe existir justicia social y aún caridad social. Globalización de la
solidaridad, en palabras de Juan Pablo II. Por lo pronto, el respeto por el principio de reciprocidad en
los cambios evitando que el comercio internacional suponga un aprovechamiento inequitativo de parte
de los países industrializados. Grandes empresas occidentales trasladan sus fábricas al tercer mundo
donde pueden producir pagando salarios de hambre para vender los productos en occidente a precios
totalmente desproporcionados. Explotan recursos naturales de países pobres pagando por ellos sumas
totalmente irrazonables de acuerdo con el rendimiento que van a obtener de ellos. Todo con la común
complicidad de gobiernos locales débiles, corruptos, digitados; o con la pasividad de quienes no están
en condiciones de resistir al poder que se encuentra frente a ellos. Además del principio de reciprocidad
en los cambios, debe regir la justicia social por la cual todos los pueblos deben poder acceder a un nivel
mínimo de vida y participar del crecimiento y el desarrollo planetario. Y no debe faltar tampoco la
caridad social, internacional.
Hasta la caída del muro de Berlín, el mundo estaba geopolíticamente dividido por el conflicto este-
oeste. Occidente, capitalista y democrático, frente a Oriente, colectivista y comunista. Después de la

262
Novak, Michael, Definiendo la justicia social, http://www.neoliberalismo.com/justicia_social.htm.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

caída del comunismo, cobra relevancia otro eje, el Norte - Sur. El hemisferio Norte, desarrollado,
industrial, con una población en proceso de envejecimiento, frente al hemisferio Sur, subdesarrollado,
con población en crecimiento. Claro, el problema se acrecienta porque en este último abundan los
recursos naturales que necesitan en el Norte. De allí las continuas políticas contra los países del tercer
mundo, no colaborando o incluso entorpeciendo su desarrollo económico y demográfico, esto último a
través de planes o programas de anticoncepción, aborto y educación sexual, todos orientados a frenar el
crecimiento de sus poblaciones, como resulta algo ya imposible de esconder desde el famoso
Memorandum 200263 encargado por el gobierno norteamericano a su asesor Henry Kissinger. Con el
mismo se encomendó a Kissinger el estudio de las consecuencias que podría traer para las naciones
poderosas el crecimiento de la población en el tercer mundo. Su conclusión fue contundente: siendo que
la población de las primeras está estancada o decrece, mientras en el segundo aumenta, y dado que será
difícil conseguir cambiar los hábitos demográficos de las naciones ricas, que sin embargo necesitan de
los recursos naturales del tercer mundo, es necesario influir directamente o a través de organismos
multilaterales (O.N.U., F.M.I., etc.) para forzar a los países en desarrollo a que implementen políticas
de reducción de su población. No en vano se ha hablado del aborto como modo de explotación
capitalista.
En esta situación de grave injusticia económica internacional tiene un papel clave la deuda externa o
deuda internacional. La desigual distribución de riqueza lleva a que varias personas acumulen capital
que no necesitan y sin un claro destino que darle. Lo introducen en el mercado financiero. Pero claro,
las instituciones financieras necesitan prestarlo y pagar intereses a los depositantes. Alguien tiene que
tomar los préstamos, y pagar por ellos elevadas tasas de interés para poder enriquecer más al sistema
financiero y a los dueños del capital prestado.
A veces tales créditos responden a necesidades reales de los estados. Otras veces, en cambio, se obra
con la complicidad de gobiernos locales corruptos que los aceptan en exclusivo interés de los
acreedores. En todos los casos, sin embargo, son créditos de muy difícil devolución dado el desarrollo
de las economías nacionales, y con ello, los países menos poderosos terminan siendo deudores
perpetuos... lo que ha permitido a los acreedores ejercer un control muy grande de sus economías.
Como no pueden pagar, tienen que contraer nueva deuda para pagar los intereses de la anterior, y con
ello se endeudan más, aumenta el capital, aumentan los intereses, aumenta el control. Un círculo vicioso
y perverso del que ya no se puede salir.
Aprovechando su condición de acreedores, los centros de poder económico internacional, valiéndose de
instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, presionan a los
países deudores con políticas centradas en:
• congelamiento general de los salarios;
• retirar subsidios a productos de primera necesidad;
• reducir drásticamente el gasto público, principalmente los gastos sociales (no así los militares,
pues muchos prestamistas están comprometidos en la industria del armamento), con objeto de
lograr el equilibrio presupuestario, reduciendo el déficit;
• incrementar los tipos de interés con el propósito de atraer capital extranjero, pero con el
consiguiente encarecimiento del crédito a nivel interno, lo cual frena el crecimiento económico;
• abrir totalmente los mercados nacionales y locales al mercado mundial o global mediante la
supresión de barreras aduaneras, lo cual suele acarrear un debilitamiento de la industria nacional y
grandes negocios para las extranjeras;

263
Memorándum 200 (o Informe Kissinger) acerca de un estudio sobre la seguridad nacional o NSSM 200 (National Security Study
Memorandum 200).

- 233 -
Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

• privatizar las empresas públicas previo "saneamiento" con fondos públicos, de modo que se
socializan las pérdidas, se privatizan las ganancias y se impide que el Estado controle sectores clave
del sistema productivo
Todo ello, por supuesto, para que se puedan pagar elevados intereses de una deuda impagable y
beneficiar a los prestamistas y sus empresas.
Actividad 13: en su trabajo sobre la usura, Chesterton se lamenta del “patético dilema del hombre rico,
que debe mantener al pobre lo suficientemente alimentado como para que pueda trabajar para él, y lo
suficientemente flaco como para que se vea obligado a hacerlo”264. ¿Qué analogías podríamos trazar
entre la expresión y el mecanismo instaurado a partir de la deuda externa?
¿Cuáles son entonces los principios que deberían regir una solución justa respecto de la deuda externa?
Tenemos que evitar respuestas simplistas. Pensemos en una deuda personal. Es cierto que las deudas
deben ser pagadas; pero también que debe tratarse de una deuda legítimamente contraída, no abusiva, y
además que el deudor no se transforma en esclavo o siervo del acreedor solo por deberle ni éste puede
privar a aquél de los bienes necesarios para vivir y trabajar. Aún en el campo del derecho privado, son
inembargables la ropa, el salario mínimo, la jubilación, la vivienda constituida como bien de familia, y
los instrumentos de trabajo de una persona. Criterios análogos debemos utilizar cuando hablamos de la
deuda externa o internacional de los países. Existe obligación de pagarla, en la medida que:
• Se trate de una deuda legítimamente contraída, y no de una operación de común acuerdo entre los
acreedores y gobernantes corruptos o ilegales para el enriquecimiento exclusivo de ellos y no para
satisfacer necesidades reales de la nación.
• Las sumas prestadas hayan ingresado realmente al país y los intereses otorgados resulten
razonables y no constituyan usura (reciprocidad en los cambios).
• Los pagos no superen montos que los pueblos puedan asumir sin comprometer sus bienes
fundamentales y sus posibilidades de crecimiento.
• No exista derecho a compensación porque los acreedores se aprovecharon de su poder para influir
sobre los deudores con políticas contrarias al interés de éstos.
Una vez aplicados tales principios, podrá determinarse en qué medida la deuda de un estado es legítima,
y en qué medida, montos y plazos está obligado en justicia a satisfacerla. Más allá de tales límites, toda
pretensión de cobro de los acreedores y toda presión sobre los deudores debería constituir un crimen
internacional, como lo es la labor de los usureros que intentan cobrar sus injustas acreencias a través de
amenazas o coacciones. Claro, no desconocemos que en los hechos y dada la situación actual, será
difícil conseguir que los poderosos limiten su codicia a lo que es realmente justo, y muchas veces los
deudores deberán moverse políticamente con mucha diplomacia y cautela, pagando incluso lo que no
corresponde, como mal menor ante el riesgo de sufrir injusticias mayores. Por otro lado, una vez
identificados los culpables del endeudamiento ilegítimo (gobiernos, directores de bancos, funcionarios
de instituciones públicas o privadas), la justicia exige que reparen con dinero de su patrimonio personal
el perjuicio causado a naciones deudoras o a acreedores inocentes (ej. adquirentes de bonos). Por
desgracia, como dijimos, es poco común que se haga pagar a los auténticamente responsables de los
manejos corruptos de dinero, quienes con el dinero acumulado generalmente logran comprar
impunidad.
El liberalismo capitalista postula para la economía internacional el librecambio y la división
internacional del trabajo. En virtud del primero, el comercio debería ser libre a nivel internacional, sin
barreras aduaneras, control de exportaciones o exportaciones, ingerencia en el valor de las monedas
extranjeras y en el tipo de cambio. En virtud del segundo, los estados deberían especializarse en
producir algunos bienes o servicios, e intercambiarlos con los de los otros estados. Evidentemente, no
toma en cuenta el riesgo de que tal situación signifique un aprovechamiento por parte de los más

264
Chesterton, Gilbert, Utopia of Usurers, 1917.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

poderosos. Si no se asegura la vigencia del principio de reciprocidad en los intercambios, entonces estos
últimos se aprovecharán incesantemente de los más débiles. Así, ha sido común se reserve a los países
pobres el rol de meros proveedores de materias primas, que compra el mundo desarrollado a precios
reducidos para luego venderles productos a valores muy superiores. Por algo las multinacionales tienen
sus fábricas en Centroamérica y Asia, donde pueden pagar sumas irrisorias por la producción de bienes
que venderán a mil veces su costo en occidente. Por otro lado, la propuesta suele debilitar muchísimo
las economías nacionales, pues su consumo y su producción queda a merced de factores que
difícilmente pueda controlar, y sufrirá de manera directa e intensa las repercusiones de la situación
financiera internacional. Tampoco advierte que hay intereses políticos, relacionados con la legítima
soberanía e independencia de los estados, que exigen cierto control sobre la economía e impiden una
división del trabajo que implique una permanente dependencia de otros estados para satisfacer sus
necesidades fundamentales.
En el colectivismo marxista, al contrario, la economía internacional es siempre vista como un
instrumento de opresión imperialista. Reputa como imposible una auténtica cooperación y solidaridad
internacional; y por eso pretende destruir el libre comercio entre países. Así como la economía interna,
durante la dictadura del proletariado, sería planificada y dirigida por el estado; también lo sería la
relación comercial con otros estados, orientada por la estrategia de expandir la revolución comunista a
otros países. No en vano la Unión soviética colaboró económicamente con estados más pequeños
cuando en éstos se implantaron dictaduras socialistas.
Una comprensión realista del fenómeno económico internacional nos lleva a sostener las siguientes
tesis:
• El mercado interno, el consumo de los bienes y servicios dentro del propio estado, es el sustento
principal de la economía nacional. Como regla general, no debe darse atención principal al
mercado extranjero, porque la mayor cantidad de bienes y servicios se consumen internamente. Por
eso es importante tener una economía interna sólida y en expansión. Además, el mercado interno es
el más controlable, el más estable, y el que mejor asegura la independencia y la soberanía
internacional. Para ello cada estado puede tener que proteger de la competencia de los productos
extranjeros algunos sectores de su industria, al menos durante un tiempo, a fin de fortalecerse como
productor industrial. Debe evitarse, de todos modos, que esta protección suponga privilegios que no
incentiven la inversión ante la seguridad de tener el mercado interno cautivo por estar cerrado a
productos importados.
• En virtud de lo anterior, aunque puede ser razonable que los estados se califiquen especialmente
en la producción de determinados bienes o servicios, ello no debe significar una excesiva
especialización o división que los prive de poder lograr algún grado mínimo de autoabastecimiento,
en la medida posible y razonable, en los que resultan más relevantes para asegurar una razonable
independencia.
• Es deseable además que los países y sus empresas intercambien con otros sus bienes y servicios,
aunque con plena vigencia del principio de reciprocidad en los intercambios, en actividad
controlada por el estado para evitar inestabilidad y debilidad de la economía.
• No siempre la desigualdad internacional puede atribuirse exclusivamente a la opresión de los
poderosos. También existe a veces responsabilidad de los estados más pobres; en particular, cuando
no desarrollan las virtudes morales necesarias para el crecimiento económico: laboriosidad,
honestidad, respeto por la palabra empeñada, magnanimidad, etc. O cuando aprueban o consienten
la corrupción o los conflictos bélicos.
• Es necesaria la cooperación y solidaridad entre los estados, a fin de asegurar un acceso equitativo
a las posibilidades de desarrollo, y de ese modo asegurar la justicia internacional. Y evitar los
conflictos bélicos entre los países que causan tanto daño, y la migración de poblaciones de un país a
otro, con efectos tan negativos por destruir el arraigo, vínculos humanos, y exponer al emigrante a
mayores explotaciones.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Es necesario también que se tomen medidas para evitar que recursos humanos capacitados de los países
en desarrollo se vean forzados a emigrar buscando mejores perspectivas de mejorar su condición
económica en el extranjero. El traslado internacional forzoso de poblaciones suele exponer al emigrante
a diversas explotaciones y debilitar su arraigo y vínculo familiar; y además suele causar problemas de
adaptación en los países que los reciben. De todos modos, es necesario recordar el destino universal de
los bienes que no solo se aplica a nivel personal sino nacional: ningún país puede pretender reservar sus
riquezas para sus nacionales impidiendo que población de zonas menos favorecidas puedan participar
también, de manera ordenada y razonable, de ellas. Excluir inmigrantes solo por reservar la prosperidad
para la población interna constituye una grave injusticia. Si es legítimo establecer alguna forma de
planificación u organización de la inmigración (asignando zonas, estableciendo plazos, controlando
antecedentes) para atenuar sus efectos negativos hacia el mismo inmigrante o la población a la que se
incorpora.
Capítulo aparte merece el problema de la llamada “fuga de cerebros”. En particular, es necesario
contribuir a la toma de conciencia sobre la responsabilidad de los profesionales para con su patria,
especialmente cuando han recibido educación pública gratuita. Se da a veces el contrasentido de países
que invierten elevadas sumas de dinero para dar educación universitaria a nacionales que luego
emigran, no por padecer desempleo sino concentrados exclusivamente en obtener una mayor ganancia,
privando a su propia población de aprovechar la preparación profesional que contribuyó a solventar.
Si nos referimos a la palabra de la Iglesia sobre estas cuestiones, encontraremos que en las últimas
décadas han sido permanentes sus referencias al problema de la deuda internacional y el llamamiento de
los Papas a los países acreedores para que aligeren la situación financiera de los países pobres a través
de condonaciones y renuncias que puedan invertir sus presupuestos en desarrollo y no transferir los
fondos para que los disfrute el mundo desarrollado. Juan Pablo II acostumbraba hacer referencia al
problema de la deuda externa en la mayoría de sus mensajes para la Jornada mundial de la Paz, del 1 de
enero de cada año265. En su carta apostólica Tertio millennio adveniente, escrita para la preparación del
jubileo del año 2000, postuló la necesidad de “una notable reducción, si no en una total condonación,
de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones” (n. 51). Hubo
condonaciones, pero ninguna de suficiente importancia como para constituir una solución al problema.
La gravedad de la cuestión exigió un documento especial de la Iglesia sobre la temática de la deuda
internacional. Así lo hizo la Pontificia Comisión Justicia y Paz, con el documento titulado “Al servicio
de la comunidad humana. Una consideración ética de la deuda internacional” (27 de diciembre de
1986). En él alude a principio éticos como la necesidad de crear nuevas solidaridades, de reconocer la
corresponsabilidad -de acreedores y deudores- en el problema de la deuda, de establecer relaciones de
confianza, saber compartir esfuerzos y sacrificios, suscitar participación de todos, articular medidas de
urgencia y otras de largo plazo para evitar el retorno a situaciones de crisis. En particular, pasa revista a
los diversos responsables de la injusticia a que la deuda internacional ha dado lugar: responsabilidad de
los países industrializados, de los países en desarrollo, de los acreedores, y de las organizaciones
financieras multilaterales.
También es común, desde hace años, que los Pontífices hagan llegar su mensaje para la Jornada
Mundial del Emigrante y el Refugiado, recordando el riesgo que corren los emigrantes, refugiados,
prófugos y las víctimas del tráfico de seres humanos, y alentando a las comunidades nacionales a
acogerlos con solidaridad y no excluirlos. Tal necesidad llevó a la creación de un Pontificio Consejo
para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, con asambleas plenarias desde 1986.
14.Ideologías comparadas.
Intentaremos ahora en un breve cuadro, muy simplificado, presentar las ideas fuerza de los temas
explicados comparando las tesis de las ideologías con la doctrina social cristiana.

265
Cfr., por ejemplo, mensajes del 1 de enero de 1998 (en el que utiliza su conocida expresión “el desafío consiste en asegurar una
globalización en la solidaridad, una globalización sin dejar a nadie al margen”), del 1 de enero del 2005.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Liberalismo capitalista Colectivismo marxista Doctrina social cristiana


Regla fundamental Ley de oferta y demanda Dirección estatal para Oferta y demanda con
asegurar la igualdad reciprocidad en los
intercambios
Intervención del estado Mínima, para defender la Máxima: planificación y Necesaria intervención para
libertad y la propiedad dirección de toda la asegurar la reciprocidad en los
actividad económica intercambios, regida por el
principio de subsidiariedad, no
reducida al estado sino con
participación de grupos
intermedios
Propiedad Privada con facultades Colectiva durante la Privada con función social,
amplias conforme interés dictadura socialista, excepcionalmente pública
individual del propietario común en la sociedad cuando lo exija el principio de
comunista subsidiariedad
Régimen de Trabajo Libertad de contratación, Sólo empleo público Libertad de contratación pero
de acuerdo con la ley de con límites y controles para
oferta y demanda como asegurar la justicia de la
cualquier mercancía relación. Trabajo no asimilable
a mercancía
Sistema de trabajo Legítimo, con salario Injusto por privar al Legítimo si se corresponde con
asalariado determinado por la ley de trabajador de la plusvalía las necesidades del trabajador,
la oferta y la demanda su familia, la situación
como cualquier mercancía económica general y de la
empresa (salario justo).
Empresa Libre empresa con lucro Solo empresas públicas Libre empresa como
como motor de la comunidad de personas con
economía responsabilidad social y
control
Actividad sindical En general rechazada o Utilizada para incentivar Importante para garantizar el
tolerada con desdén la lucha de clases antes de equilibrio en la economía, pero
la revolución; innecesaria desplegada con prudencia
luego de la revolución
Moneda y crédito Sistema de crédito regido Prohibición de todo Licitud de sistemas de crédito
por la oferta y la sistema financiero o de público y privado, con control
demanda. Cualquier crédito privado. Riqueza a fin de evitar crecimiento
interés es legítimo si fue producida, acumulada e desmedido del sector, la usura
libremente pactado invertida solo por el y sometimiento económico
estado.
Seguridad social Sistema basado en el A cargo del estado, Basado en el trabajo y la
ahorro y aporte individual absolutamente igualitario contribución. pero con
criterios de solidaridad a fin de
cooperar con los menos
favorecidos
Justicia social Negada o reducida a Reemplazada por Verdadera justicia, que
caridad voluntaria exigencias de igualdad reclama acceso a bienes
impuestas coactivamente mínimos y participación en
crecimiento comunitario

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Síntesis
• La economía es la actividad por la cuál el hombre se relaciona con bienes escasos susceptibles de
cubrir sus necesidades, y tiene por finalidad satisfacerlas en común con las de otros hombres, según
su recta jerarquía y sin entorpecer su desarrollo integral.
• La economía, como toda actividad humana, puede ser juzgada éticamente; y tratándose de un ser
naturalmente social, debe subordinarse a los intereses del bien común completo, es decir, de la
política. La política debe regir la economía, y no al revés.
• Para que la economía pueda cumplir su finalidad debe atenderse a la ley de oferta y demanda,
equilibrada por la reciprocidad en los cambios, y con subordinación de los bienes económicos al bien
integral del ser humano.
• Tanto el liberalismo capitalista, que pretende una economía sin ninguna intervención directora,
como el colectivismo, que postula una planificación y dirección completa de la economía por parte
del estado, obstaculizan la obtención del bien común y del bien integral de la persona.
• Es necesaria una intervención promotora y coordinadora de la economía que no desconozca,
reemplace ni anule el mercado, pero tampoco permita graves abusos o crecimientos
desproporcionados. Esta intervención directora debe regirse por el principio de subsidiariedad,
dando participación a los grupos intermedios, reservando para el estado el rol de supremo
coordinador.
• El desarrollo para ser realmente humano debe ser de todos los hombres y de todo el hombre; no de
algunos, y solo en la dimensión técnica o económica.
• Es deseable la propiedad de titularidad privada en bienes de consumo y bienes de producción,
reservando la propiedad colectiva para supuestos excepcionales, conforme el principio de
subsidiariedad. De esa manera se garantiza mejor la producción, el orden, la conservación, la
libertad, la responsabilidad y la iniciativa de las personas. Pero que la titularidad sea privada no
implica que también lo sea el aprovechamiento, ya que el destino universal de los bienes es un
principio anterior y toda propiedad privada tiene una función social y debe contribuir al bien común.
• Debe evitarse la concentración de la propiedad en pocas manos a la que lleva naturalmente el
liberalismo capitalista; como también la concentración en manos del estado a que conduce el
colectivismo. En su lugar, una distribución amplia de la propiedad, sobre todo la propiedad
productiva, garantiza la libertad y la justicia.
• El trabajo no es una mercancía porque compromete al mismo ser humano y su dignidad. El sistema
capitalista, por el que se distingue quien aporta el trabajo y quien contribuye con capital, es legítimo.
Pero en el sistema capitalista el trabajador es fácilmente víctima de abusos, y por eso es deseable que
se modere con elementos del contrato de sociedad, participando el trabajador de los beneficios de la
empresa, y recibiendo asistencia y protección de sus asociaciones gremiales y del estado. Por eso es
ilegítimo el liberalismo capitalista que lo deja expuesto a explotación sin protección alguna.
• El sistema de salarios es legítimo, en la medida que su monto sea justo, proporcionado con la
contribución del trabajador, la situación de la empresa y de la economía permitiéndole satisfacer sus
necesidades, las de su familia, la seguridad social y el ahorro. Yerra el liberalismo al sostener que es
legítimo cualquier salario que sea producto del mercado; pero también el marxismo que reputa
ilegítimo todo salario por existir parte de la ganancia que percibe el empresario (plusvalía).
• La empresa debe considerarse como una comunidad de personas (titulares, directivos, empleados)
que se relaciona con otras personas (proveedores, clientes, comunidad en general). No como un mero
instrumento de sus dueños para obtener el mayor lucro posible. Como comunidad de personas, debe
contribuir al enriquecimiento de todos sus miembros, quienes tienen el legítimo derecho de
participar de sus ganancias, en su medida razonable. Es deseable que su tamaño y organización

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

permitan la responsabilidad personal y la formación de verdaderas comunidades. En ella debe


siempre tener preeminencia el trabajo por sobre el capital.
• El sistema de seguridad social debe permitir a todas las personas estar aseguradas frente a diversas
contingencias que puedan atravesar y que les signifique necesidades económicas especiales. Deben
suponer el trabajo, para evitar que aliente el parasitismo; pero complementado con criterios de
solidaridad.
• Las obligaciones de solidaridad en la distribución y el uso de la riqueza se justifica pues su dueño no
puede reconocerse como absoluto merecedor de ella, si tomamos en cuenta que el hombre es
naturalmente social y busca su bien en común, que toda actividad productiva se sirve de bienes y
recursos comunes cuando no de origen ilegítimo, y que existen puntos de partida diferente en las
personas adjudicables a causas diversas de los méritos de cada uno.
• La moneda tiene como finalidad favorecer y facilitar los intercambios. El sistema financiero cumple
una función productiva importante vinculando el ahorro con la inversión. Pero debe evitarse un
crecimiento desmedido del sector financiero respecto del productivo. Es legítimo prestar dinero
solicitando a cambio un interés razonable; pero cuando este interés supone cargas irrazonables para
el deudor constituye usura y es ilegítima.
• En la economía internacional debe tener plena vigencia el principio de reciprocidad en los cambios
para regir las relaciones comerciales entre estados, evitando una creciente brecha entre los países
ricos y los menos desarrollados. Cuando un estado se endeuda internacionalmente, está obligado a
pagar pero solo en la medida en que es legítimo su monto y razonables sus intereses, y que con los
pagos no comprometa sus bienes esenciales.
Textos de apoyo
A lo largo de la explicación de los temas se ha hecho referencia a documentos del Magisterio especialmente importantes
para cada uno de ellos, y a los que puede recurrir para profundizar la cuestión. Traemos aquí algunos extractos del
Catecismo de la Iglesia y el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, que sintetizan las tesis de muchos de ellos.
“El desarrollo de las actividades económicas y el crecimiento de la producción están destinados a remediar las
necesidades de los seres humanos. La vida económica no tiende solamente a multiplicar los bienes producidos y a
aumentar el lucro o el poder; está ante todo ordenada al servicio de las personas, del hombre entero y de toda la
comunidad humana. La actividad económica dirigida según sus propios métodos, debe moverse dentro de los límites del
orden moral, según la justicia social, a fin de responder al plan de Dios sobre el hombre (cf Gaudium et Spes 64)”266.
“Mediante el trabajo, el hombre, usando su inteligencia, logra dominar la tierra y hacerla su digna morada: « De este
modo se apropia una parte de la tierra, la que se ha conquistado con su trabajo: he ahí el origen de la propiedad
individual ». La propiedad privada y las otras formas de dominio privado de los bienes « aseguran a cada cual una zona
absolutamente necesaria para la autonomía personal y familiar y deben ser considerados como ampliación de la
libertad humana (...) al estimular el ejercicio de la tarea y de la responsabilidad, constituyen una de las condiciones de
las libertades civiles ». La propiedad privada es un elemento esencial de una política económica auténticamente social y
democrática y es garantía de un recto orden social. La doctrina social postula que la propiedad de los bienes sea
accesible a todos por igual, de manera que todos se conviertan, al menos en cierta medida, en propietarios, y excluye el
recurso a formas de « posesión indivisa para todos ». La tradición cristiana nunca ha aceptado el derecho a la
propiedad privada como absoluto e intocable: « Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del
derecho común de todos a usar los bienes de la creación entera: el derecho a la propiedad privada como subordinada al
derecho al uso común, al destino universal de los bienes ». El principio del destino universal de los bienes afirma, tanto
el pleno y perenne señorío de Dios sobre toda realidad, como la exigencia de que los bienes de la creación permanezcan
finalizados y destinados al desarrollo de todo el hombre y de la humanidad entera. Este principio no se opone al
derecho de propiedad, sino que indica la necesidad de reglamentarlo. La propiedad privada, en efecto, cualquiera que
sean las formas concretas de los regímenes y de las normas jurídicas a ella relativas, es, en su esencia, sólo un
instrumento para el respeto del principio del destino universal de los bienes, y por tanto, en último análisis, un medio y
no un fin.”267

266
Catecismo de la Iglesia Católica nro. 2426.
267
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 176 y ss.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

“La subjetividad confiere al trabajo su peculiar dignidad, que impide considerarlo como una simple mercancía o un
elemento impersonal de la organización productiva. El trabajo, independientemente de su mayor o menor valor objetivo,
es expresión esencial de la persona, es « actus personae ». Cualquier forma de materialismo y de economicismo que
intentase reducir el trabajador a un mero instrumento de producción, a simple fuerza-trabajo, a valor exclusivamente
material, acabaría por desnaturalizar irremediablemente la esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más noble y
profundamente humana. La persona es la medida de la dignidad del trabajo: « En efecto, no hay duda de que el trabajo
humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es
una persona ». La dimensión subjetiva del trabajo debe tener preeminencia sobre la objetiva, porque es la del hombre
mismo que realiza el trabajo, aquella que determina su calidad y su más alto valor. Si falta esta conciencia o no se
quiere reconocer esta verdad, el trabajo pierde su significado más verdadero y profundo: en este caso, por desgracia
frecuente y difundido, la actividad laboral y las mismas técnicas utilizadas se consideran más importantes que el hombre
mismo y, de aliadas, se convierten en enemigas de su dignidad”268.
“La actividad económica, en particular la economía de mercado, no puede desenvolverse en medio de un vacío
institucional, jurídico y político. Por el contrario supone una seguridad que garantiza la libertad individual y la
propiedad, además de un sistema monetario estable y servicios públicos eficientes. La primera incumbencia del Estado
es, pues, la de garantizar esa seguridad, de manera que quien trabaja y produce pueda gozar de los frutos de su trabajo
y, por tanto, se sienta estimulado a realizarlo eficiente y honestamente...Otra incumbencia del Estado es la de vigilar y
encauzar el ejercicio de los derechos humanos en el sector económico; pero en este campo la primera responsabilidad
no es del Estado, sino de cada persona y de los diversos grupos y asociaciones en que se articula la sociedad"
(Centesimus Annus 48). Los responsables de las empresas ostentan ante la sociedad la responsabilidad económica y
ecológica de sus operaciones (Centesimus Annus 37). Están obligados a considerar el bien de las personas y no
solamente el aumento de las ganancias. Sin embargo, estas son necesarias; permiten realizar las inversiones que
aseguran el porvenir de las empresas, y garantizan los puestos de trabajo. El salario justo es el fruto legítimo del
trabajo. Negarlo o retenerlo puede constituir una grave injusticia (cf Lv 19,13; Dt 24,14-15; St 5,4). Para determinar la
remuneración justa se han de tener en cuenta a la vez las necesidades y las contribuciones de cada uno. "El trabajo
debe ser remunerado de tal modo que se den al hombre posibilidades de que él y los suyos vivan dignamente su vida
material, social, cultural y espiritual, teniendo en cuenta la tarea y la productividad de cada uno, así como las
condiciones de la empresa y el bien común" (Gaudium et Spes 67,2). El acuerdo de las partes no basta para justificar
moralmente el importe del salario.”269
“La relación entre trabajo y capital se realiza también mediante la participación de los trabajadores en la propiedad, en
su gestión y en sus frutos. Esta es una exigencia frecuentemente olvidada, que es necesario, por tanto, valorar mejor:
debe procurarse que « toda persona, basándose en su propio trabajo, tenga pleno título a considerarse, al mismo
tiempo, “copropietario” de esa especie de gran taller de trabajo en el que se compromete con todos. Un camino para
conseguir esa meta podría ser la de asociar, en cuanto sea posible, el trabajo a la propiedad del capital y dar vida a una
rica gama de cuerpos intermedios con finalidades económicas, sociales, culturales: cuerpos que gocen de una
autonomía efectiva respecto a los poderes públicos, que persigan sus objetivos específicos manteniendo relaciones de
colaboración leal y mutua, con subordinación a las exigencias del bien común, y que ofrezcan forma y naturaleza de
comunidades vivas, es decir, que los miembros respectivos sean considerados y tratados como personas y sean
estimulados a tomar parte activa en la vida de dichas comunidades ». La nueva organización del trabajo, en la que el
saber cuenta más que la sola propiedad de los medios de producción, confirma de forma concreta que el trabajo, por su
carácter subjetivo, es título de participación: es indispensable aceptar firmemente esta realidad para valorar la justa
posición del trabajo en el proceso productivo y para encontrar modalidades de participación conformes a la
subjetividad del trabajo en la peculiaridad de las diversas situaciones concretas.”270
“La doctrina social « no considera de ninguna manera que los sindicatos constituyan únicamente el reflejo de la
estructura “de clase”, de la sociedad ni que sean el exponente de la lucha de clases que gobierna inevitablemente la
vida social ». Los sindicatos son propiamente los promotores de la lucha por la justicia social, por los derechos de los
hombres del trabajo, en sus profesiones específicas: « Esta “lucha” debe ser vista como una acción de defensa normal
“en favor” del justo bien; [...] no es una lucha “contra” los demás ». El sindicato, siendo ante todo un medio para la
solidaridad y la justicia, no puede abusar de los instrumentos de lucha; en razón de su vocación, debe vencer las
tentaciones del corporativismo, saberse autorregular y ponderar las consecuencias de sus opciones en relación al bien
común. Al sindicato, además de la función de defensa y de reivindicación, le competen las de representación, dirigida a
« la recta ordenación de la vida económica », y de educación de la conciencia social de los trabajadores, de manera que
se sientan parte activa, según las capacidades y aptitudes de cada uno, en toda la obra del desarrollo económico y
social, y en la construcción del bien común universal. El sindicato y las demás formas de asociación de los trabajadores

268
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 271 y ss.
269
Catecismo de la Iglesia Católica, Nro. 2431 y ss.
270
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 281 y ss.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

deben asumir una función de colaboración con el resto de los sujetos sociales e interesarse en la gestión de la cosa
pública. Las organizaciones sindicales tienen el deber de influir en el poder público, en orden a sensibilizarlo
debidamente sobre los problemas laborales y a comprometerlo a favorecer la realización de los derechos de los
trabajadores”271.
“En el plano internacional la desigualdad de los recursos y de los medios económicos es tal que crea entre las naciones
un verdadero "abismo" (Sollicitudo Rei Socialis, 14). Por un lado están los que poseen y desarrollan los medios de
crecimiento, y por otro, los que acumulan deudas. Diversas causas, de naturaleza religiosa, política, económica y
financiera, confieren hoy a la cuestión social "una dimensión mundial" (Sollicitudo Rei Socialis, 9). La solidaridad es
necesaria entre las naciones cuyas políticas son ya interdependientes. Es todavía más indispensable cuando se trata de
acabar con los "mecanismos perversos" que obstaculizan el desarrolla de los países menos avanzados (cf Sollicitudo Rei
Socialis, 17; 45). Es preciso sustituir los sistemas financieros abusivos, si no usureros (cf Centesimus Annus 35), las
relaciones comerciales inicuas entre las naciones, la carrera de armamentos, por un esfuerzo común para movilizar los
recursos hacia objetivos de desarrollo moral, cultural y económico "fijando de nuevo las prioridades y las escalas de
valores" (Centesimus Annus 28). Las naciones ricas tienen una responsabilidad moral grave respecto a las que no
pueden por sí mismas asegurar los medios de su desarrollo, o han sido impedidas de realizarlo por trágicos
acontecimientos históricos. Es un deber de solidaridad y de caridad; es también una obligación de justicia si el
bienestar de las naciones ricas procede de recursos que no han sido pagados justamente. La ayuda directa constituye
una respuesta apropiada a necesidades inmediatas, extraordinarias, causadas por ejemplo por catástrofes naturales,
epidemias, etc. Pero no basta para reparar los graves daños que resultan de situaciones de indigencia ni para remediar
de forma duradera las necesidades. Es preciso también reformar las instituciones económicas y financieras
internacionales para que promuevan mejor relaciones equitativas con los países menos desarrollados (cf Sollicitudo Rei
Socialis, 16). Es preciso sostener el esfuerzo de los países pobres que trabajan por su crecimiento y su liberación (cf
Centesimus Annus 26). Esta doctrina exige ser aplicada de manera muy particular en el ámbito del trabajo agrícola.
Los campesinos, sobre todo en el Tercer Mundo, forman la masa preponderante de los pobres.”272
“Si en la actividad económica y financiera la búsqueda de un justo beneficio es aceptable, el recurso a la usura está
moralmente condenado: « Los traficantes cuyas prácticas usurarias y mercantiles provocan el hambre y la muerte de
sus hermanos los hombres, cometen indirectamente un homicidio. Este les es imputable ». Esta condena se extiende
también a las relaciones económicas internacionales, especialmente en lo que se refiere a la situación de los países
menos desarrollados, a los que no se pueden aplicar « sistemas financieros abusivos, si no usurarios ». El Magisterio
reciente ha usado palabras fuertes y claras a propósito de esta práctica todavía dramáticamente difundida: « La usura,
delito que también en nuestros días es una infame realidad, capaz de estrangular la vida de muchas personas »... El
derecho al desarrollo debe tenerse en cuenta en las cuestiones vinculadas a la crisis deudora de muchos países pobres.
Esta crisis tiene en su origen causas complejas de naturaleza diversa, tanto de carácter internacional —fluctuación de
los cambios, especulación financiera, neocolonialismo económico— como internas a los países endeudados —
corrupción, mala gestión del dinero público, utilización distorsionada de los préstamos recibidos—. Los mayores
sufrimientos, atribuibles a cuestiones estructurales pero también a comportamientos personales, recaen sobre la
población de los países endeudados y pobres, que no tiene culpa alguna. La comunidad internacional no puede
desentenderse de semejante situación: incluso reafirmando el principio de que la deuda adquirida debe ser saldada, es
necesario encontrar los caminos para no comprometer el « derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al
progreso ».”273
Solución de las actividades de aprendizaje
Actividad 1. Por ejemplo, si las personas invierten esfuerzos en cuestiones ajenas a sus verdaderas necesidades
(cambiando artefactos por presión de la propaganda o exigencia de status), o se enriquecen pero no se cultivan
integralmente, o por trabajar descuidan sus obligaciones familiares o ciudadanas, o existe una brecha insalvable entre la
clase alta y la clase baja.
Actividad 2. Responde al liberalismo capitalista, para el cuál no se debe intervenir en el mercado pues él solo se ocupa
de coordinar adecuadamente a los agentes económicos que buscan su interés privado.
Actividad 3. Se advierte claramente como rechazada la propiedad privada, y entonces con el argumento de asegurar la
igualdad de todos, los priva a todos de sus bienes.
Actividad 4. Acumulación desmedida de riqueza, acumulación desmedida de poder, sometimiento de los gobiernos al
interés económico, conflictos entre los estados, desprestigio del estado.

271
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 306 y ss.
272
Catecismo de la Iglesia Católica, nro. 2437 y ss.
273
Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nro. 341 y 450.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Actividad 5. La más aceptable es la última, pues reconoce la propiedad privada pero no como absoluta sino conforme
un ejercicio regular y no abusivo.
Actividad 6. Se asemeja al liberalismo capitalista en que se admite propiedad privada, pero a diferencia de éste, no se
reconoce una desmedida acumulación sino que se busca su amplia distribución a fin de evitar la explotación. En esto
último se acerca a la pretensión colectivista de evitar la opresión, pero sin caer en el error de suprimir toda propiedad
para evitar que solo la tengan algunos.
Actividad 7. Se advierte en el texto la inspiración del liberalismo capitalista. El estado no debe intervenir en la
economía para hacerla más justa. La seguridad social corre por cuenta de cada uno. No hay obligaciones de justicia
social con los menos favorecidos, se trata exclusivamente de una cuestión de caridad que está sujeta a la libre voluntad
de los particulares y que no incumbe a la autoridad.
Actividad 8. El primero responde al liberalismo capitalista, porque concibe el salario como cualquier mercancía, que se
compra en el mercado al precio de mercado. El segundo, en cambio, entiende al trabajador como un miembro de la
empresa al que también deben distribuírsele sus beneficios; sin excluir los que también corresponden al empresario.
Actividad 9. Mises es un claro exponente del liberalismo capitalista. Como vemos, fustiga al sindicato y a la huelga
como enemigos de la libertad (coerción) que debería reinar en el mercado. Es un error asimilar la huelga a las acciones
violentas, pues en ella simplemente hay -o debe haber- abstención de trabajar. No constituye un atentado contra la
libertad sino una garantía de libertad de los más débiles.
Actividad 10. El texto postula que la seguridad social termina haciendo a las personas irresponsables, pues saben que
están cubiertas. Es una clara muestra del liberalismo capitalista que reniega de la solidaridad y hace descansar la
situación económica de cada uno exclusivamente en su rendimiento individual. Sin embargo, no deja de ser razonable
que los sistemas de seguridad social se organicen intentando evitar los abusos que llevarían a desalentar el trabajo y el
ahorro y a intentar “vivir de los otros”.
Actividad 11. El primer argumento es que si se quiere pactar un interés nadie tiene libertad de impedir esa libertad. El
segundo, que cuando se admite que el interés lícito debe tener un tope, resulta que este tope varía tanto con el tiempo y
los países que no puede ser considerado válido. Al primer argumento deberíamos responder que salvo que el deudor
haya querido regalar bienes al acreedor, lo que generalmente no ocurre, acepta el interés elevado como exigencia para
obtener el crédito (no es una donación voluntaria) o incluso a veces por una situación de necesidad que vicia su libertad
y da lugar, justamente, al aprovechamiento. Respecto del segundo, digamos que a veces es difícil determinar con
precisión lo que exige la reciprocidad en los cambios, pero si podemos identificar algunos máximos y mínimos entre los
cuales es legítimo debatir dónde está lo justo.
Actividad 12. El texto plantea que la justicia social lleva de suyo a una economía dirigida, contraria a la libertad y
responsabilidad en economía; y como tal responde al liberalismo capitalista. Es cuestionable pues la justicia social no
implica que la planificación y dirección de toda la economía sea realizada por la autoridad, sino solo el control y la
coordinación para asegurar un mínimo acceso de todos a los bienes fundamentales y una reciprocidad que impida
crecimiento desmedido de algún sector en perjuicio de otros.
Actividad 13. El dilema de Chesterton se puede presentar también respecto del endeudamiento externo. A los
acreedores de deuda externa les conviene que los estados no mueran, para que puedan seguir pagando, y por eso
periódicamente les otorgan refinanciaciones o alguna forma de alivio; pero también les conviene que no se desarrollen,
para que continúen siendo deudores y dependientes, respondiendo a los intereses económicos de aquéllos.
Actividades de Autoevaluación (marque la respuesta más acertada)
1. Debe considerarse a la economía:
a) Diferente pero subordinada a la ética.
b) Diferente e independiente de la ética.
c) Diferente pero identificada con la ética.
d) Asimilada parcialmente a la ética.
2. Pertenece al recto fin de la economía:
a) Satisfacer las demandas de las personas.
b) Satisfacer las necesidades de las personas.
c) Producir mayor cantidad de bienes.
d) Incrementar las ganancias y las riquezas.
3. El liberalismo capitalista:
a) Atiende a la ley de oferta y demanda pero no la reciprocidad en los cambios.
b) Atiende a la reciprocidad en los cambios pero no a la oferta y la demanda.
c) Desatiende tanto la reciprocidad en los cambios como la oferta y la demanda.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

d) Atiende tanto la reciprocidad en los cambios como la oferta y la demanda.


4. Respecto de la propiedad privada, el colectivismo marxista postula intentar:
a) Reducirla al máximo.
b) Que cumpla una función social.
c) Que se difunda a la mayor cantidad de personas posible.
d) Hacerla desaparecer.
5. En un recto orden económico, la dirección y planificación estatal de la economía:
a) Debería ser predominante.
b) Debería no existir.
c) Debería ser limitada conforme con el principio de subsidiariedad.
d) Debería referirse solamente a servicios públicos.
6. Conforme los principios del orden natural en economía, el trabajo asalariado:
a) Es legítimo pero a condición de que se respete el justo salario.
b) Es ilegítimo pues el empleador se queda con parte del producto del trabajador.
c) Es legítimo siempre que se pague el precio que surge del mercado.
d) Es ilegítimo porque da lugar a abusos y explotaciones.
7. Para el liberalismo capitalista, los sindicatos deben ser:
a) Reconocidos como un elemento esencial para asegurar la justicia económica.
b) Vistos con malos ojos por restringir la libertad económica.
c) Promovidos para fortalecer la posición del sector obrero.
d) Utilizados como instrumentos para el acuerdo entre obreros y empresarios.
8. La justicia social exige:
a) Que todos los habitantes puedan acceder y disfrutar de un mismo nivel y calidad de vida.
b) Que todos los habitantes puedan satisfacer sus necesidades mínimas.
c) Que todos los habitantes puedan participar del crecimiento de la comunidad y satisfacer sus necesidades
fundamentales.
d) Que no existan clases sociales diferencias según los ingresos de las diversas personas.
9. La justicia en las relaciones crediticias exige evitar la usura, o sea:
a) Que no se cobre por un préstamo ningún interés.
b) Que no se cobre por un préstamo más que el interés del mercado.
c) Que no se cobre por un préstamo más que un interés razonable según las circunstancias.
d) Que no se cobre por un préstamo más que un interés acordado entre acreedor y deudor.
10. En las relaciones entre los países, el principio de reciprocidad en los cambios:
a) No tiene vigencia, porque son estados independientes.
b) Exige evitar el enriquecimiento de un país a costa de otro.
c) Exige pagar por los productos el precio que surge del mercado internacional.
d) Exige el proteccionismo industrial.
11. Los países deudores de “deuda externa”:
a) Están obligados a pagarla porque existe obligación de pagar las deudas.
b) No están obligados a pagarla porque es fruto de la explotación y la opresión imperialista.
c) Están obligados a pagarla en lo que tiene de legítima y sin comprometer bienes esenciales.
d) No están obligados a pagarla porque lesiona la reciprocidad en los cambios.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Trabajo Práctico Nro. 2

Consideraciones generales:
A continuación encontrará las consignas del segundo trabajo práctico de este curso.
El objeto del mismo es que pueda utilizar los elementos estudiados para analizar críticamente y
comprender mejor posibles proyectos de intervención social.
Tenga en cuenta que se esperan respuestas breves y concretas. Por ello, sus respuestas deben
condensarse en un documento que abarque entre 800 (mínimo) y 1400 (máximo) palabras.
Se evaluará especialmente:
5) La comprensión de los temas estudiados.
6) La aptitud para utilizar los contenidos asimilados para el análisis de proyectos de
intervención social.
7) La capacidad de síntesis.
8) La precisión y claridad en la expresión.

Las consignas son las siguientes:


1. En una localidad están discutiendo su propia Carta Orgánica Municipal. Un proyecto prevé que entre
toda la población de la ciudad elijan 15 legisladores locales o concejales, de modo que todos busquen el
interés de todos. El otro, dividir la ciudad en sus 12 barrios y que cada barrio elija un concejal, y a la
hora de dictar ordenanzas cada uno lo hará pensando en el interés de su propio barrio. 1) Identifique
ventajas e inconvenientes de cada una de las propuestas. 2) Elabore una propuesta superadora, teniendo
en cuenta lo estudiado sobre representación y participación política.
2. Un católico se siente con vocación política, y no sabe si debe recurrir a su obispo para solicitar
autorización e indicaciones para su labor en esa área, ni en que medida debe influir su condición de
católico en sus proyectos. Sintetice la respuesta que Ud. le daría, teniendo en cuenta lo estudiado sobre
la relación entre la Iglesia y el Estado.
3. Busque el texto de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y el de la
Declaración Universal de Derechos Humanos (puede consultarlos en el apéndice de una Constitución
Nacional, o en www.infoleg.gov.ar). Lea sus preámbulos y sus articulados, y responda, fundamentando
su respuesta: a) ¿Cuál de ambas le parece más acertada?. b) Identifique 3 elementos positivos y 3
elementos negativos en cada una de ellas.
4. A veces se ha propuesto formar un socialismo cristiano, es decir, un sistema económico que deje de
lado el ateísmo y la violencia del socialismo, pero que asuma sus sanos y justos postulados en respecto
de la pobreza, la propiedad, el sector asalariado. Redacte un breve texto respondiendo a esta tentativa.
5. Teniendo en cuenta lo estudiado sobre el recto fin de la economía, la propiedad, el desarrollo y el
trabajo, lea los arts. 14, 14 bis. y 17 de la Constitución Nacional argentina (puede consultar su texto en
www.infoleg.gov.ar) y proponga reformas que mejoren su formulación.

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Fundamentos de Doctrina Social Cristiana – Mariano G. Morelli

Anexo “Consideraciones didácticas”

¿Cómo enseñar Doctrina Social cristiana? De eso tratan estas breves líneas.
Vamos a comenzar nuestra reflexión de un modo muy particular, planteando cómo no debe enseñarse la
doctrina social. O lo que es lo mismo, describiendo errores comunes en la cuestión.
A la hora de enseñarse doctrina social cristiana, deben evitarse los planteos:
a. Predominantemente dogmáticos. Consisten en exponer la enseñanza social cristiana apoyados
antes en la autoridad de la Iglesia o de los grandes pensadores cristianos que en la razonabilidad de
su contenido. Es importantísimo ayudar a comprender al alumno que tal doctrina es la que mejor se
ajusta a la realidad del hombre y la sociedad, en lugar de partir del postulado de su obligatoriedad
para que sea recibida de modo irracional. Puede ser válido con alumnos que tienen ya un
compromiso intenso con la Fe católica. Pero constituye un error trágico cuando se trata del joven
medio, que rechazan planteos de este tipo dada su natural rebelión frente a cualquier cosa impuesta.
b. Exclusivamente clericales. Suelen ser una consecuencia del error anterior. Multiplicar las citas de
Papas, de santos, cardenales, obispos. La doctrina social se impone por su misma verdad, y es una
doctrina social dirigida fundamentalmente a los laicos, encargados de edificar la sociedad según el
designio divino. Muchos laicos han trabajado intelectualmente y políticamente con tal motivación, y
sus postulados están presentes en numerosos proyectos y obras y deben tener cabida relevante en los
contenidos enseñados.
c. Predominantemente teorizantes. La doctrina social cristiana se elabora, desarrolla y expone como
solución para las necesidades y los problemas sociales del ser humano. Es una doctrina práctica. Su
enseñanza debe apuntar entonces permanentemente a la práctica, a evaluar organizaciones sociales,
políticas, económicas, grandes o pequeñas, proyectadas o realizadas, para conformarlos mejor con
el designio de Dios.
d. Predominantemente “documentales”. Llamamos así a la exposición de la doctrina social cristiana
centrada en la lectura pormenorizada de los documentos de la Iglesia. Cuando no se trata de
especialistas en el tema, tal estrategia didáctica debe ser desaconsejada. Los documentos se han
escrito en diversos momentos de la historia, su lenguaje no siempre es actual, suelen ser extensos, e
intercalar enseñanzas de valor permanente con juicios y exhortaciones coyunturales. Cuando se trata
de introducir a los alumnos en la doctrina social, en particular si son jóvenes, la lectura directa de
los documentos puede causar hastío, e incluso sonar anticuado, llevando a rechazar el valor de la
enseñanza.
e. Relativizantes. Exponer la enseñanza social cristiana solo como una opinión entre varias, la
desvaloriza. Si el mismo docente no está convencido de la fecundidad de la doctrina social cristiana
para comprender mejor al hombre y la sociedad y llevarlos a la plenitud, entonces es mejor que ceda
el lugar a otra persona mejor preparada y no que tiña con un manto de duda los únicos principios
capaces de plenificarlo.
f. Asistemáticos. Con el aprendizaje de la doctrina el alumno debe tener claros y grabados los
principios fundamentales sobre el orden social, político y económico, que le permitirán
comprenderlo de manera profunda e identificar los errores en los que incurren las ideologías. Por
eso, una mera sucesión de contenidos planteados de manera inorgánica, y sin contrastarlos con los
planteos ideológicos, resultará en todavía mayor confusión.
Haciendo lo contrario de lo que hemos cuestionado, podemos identificar las características que debería
asumir la enseñanza de estos temas:
1) Esfuerzo por comprender la razonabilidad de los planteos y su adecuación como
explicación más ajustada, profunda y completa del hombre y la vida social.

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2) Reconocimiento del carácter laico de la labor social, política y económica, que supone
una adecuada relación con la jerarquía clerical pero no una servil subordinación.
3) Permanente referencia a la actividad social, política y económica, sus necesidades,
proyectos y realizaciones.
4) Utilización de lenguaje actual y persuasivo, con permanente ilustración de ejemplos
de la realidad actual. Siendo una doctrina razonable, encontraremos en pensadores
cristianos o no, pasados y presentes, y en proyectos sociales actuales y presentes,
muchos de sus elementos.
5) Insistencia en fijar los principios fundamentales y contrastarlos con los postulados de
las ideologías.
Para ello las estrategias y recursos didácticos son muchísimos. En particular, resultará útil:
•El análisis de obras y textos de pensadores económicos, sociales y políticos, sea de posición
social cristiana para extraer su enseñanza fundamental en forma de síntesis, sea de planteos
divergentes para contrastarlos adecuadamente con aquélla.
•La elaboración de cuadros comparativos sobre posiciones existentes en torno a alguna
cuestión, y su contraste con la enseñanza social cristiana.
•La profundización en el estudio de proyectos sociales, políticos o económicos que han
intentado inspirarse en la doctrina social cristiana (por ejemplo, realizaciones en el campo
político, social, económico y cultural de la cristiandad medieval, o planteos, proyectados y/o
realizados, de gobernantes o legisladores católicos que han procurado, en su función, ser fieles
a la enseñanza social cristiana al desempeñar sus cargos).
•El conocimiento sobre hechos de la realidad actual, extraídos del conocimiento popular o de
los medios de comunicación, y su juicio a la luz de la doctrina social cristiana.
•El diseño de proyectos concretos para solucionar alguna necesidad social de los mismos
alumnos, o de su comunidad local o nacional, y el posterior debate sobre ellos valorándolos a
la luz de la doctrina social.
•La elaboración de plataformas políticas, sociales o económicas, condensando los postulados de
la doctrina social.
Si luego del proceso enseñanza aprendizaje el alumno no está en condiciones de realizar de manera
mínimamente satisfactoria tales cosas, habríamos perdido el tiempo enseñando doctrina social.

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Claves de Respuesta
Encontrará aquí la respuesta esperada para cada una de las actividades de autoevaluación.
Unidad 1: 1) c 2) b 3) b 4) d 5) c 6) b 7) b 8) d 9) c 10) c 11) c 12) c
Unidad 2: 1) c 2) c 3) b 4) d 5) c 6) b 7) c 8) c 9) a
Unidad 3: 1) c 2) b 3) b 4) a 5) c 6) c 7) c 8) b 9) a 10) a
Unidad 4: 1) c 2) b 3) a4, b2, c3, d5 4) b 5) c 6) a 7) a 8) c 9) c 10) b 11) c
Unidad 5: 1) d 2) b 3) b 4) a 5) c 6) c 7) d 8) c 9) d 10) c
Unidad 6: 1) a 2) b 3) a 4) d 5) c 6) a 7) b 8) c 9) c 10) b 11) c

Orientaciones para el examen final


El examen final tendrá carácter integrador. No se exigirá, evidentemente, la transcripción memorística
de documentos de la Iglesia, aunque sí tener claros y bien comprendidos los principios fundamentales
del orden social.
La metodología del examen combinará consignas similares a las que Ud. ha recorrido en este texto
como actividades, sea las de aprendizaje que encontró a lo largo del estudio de cada unidad, sea las
actividades de autoevaluación al final de las mismas, o los dos trabajos prácticos.
En una materia como esta, resulta de especial importancia en su examen:
a) La permanente referencia a la realidad humana y social como determinante de la veracidad de las
tesis sostenidas.
b) La precisión y equilibrio en las expresiones a fin de evitar confusiones con los postulados de las
ideologías.
c) La exposición comprensiva y persuasiva antes que la repetición dogmática o memorística de
contenidos.

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