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Posición del Estado frente a la cuestión social (1900-1916)

El Estado Nacional comienza a tener en cuenta la llamada cuestión social a principios


del siglo XX, adoptando frente a ella una política dual, aunque con un fuerte predominio
del elemento represivo.
Se trata de excluir a aquellos grupos que significan una amenaza para el orden
institucional y que pregonan métodos violentos como forma de lucha contra el sistema y
de incluir a aquellos que representan una oposición moderada. En tal sentido, las
políticas represivas están dirigidas principalmente a los anarquistas y las consensuales e
integristas tienen como destinatarios a los socialistas.
Como principales medidas represivas, hay que mencionar la creación del cuerpo
especial antidisturbios de la policía, encabezado por Ramón Falcón, en 1901; la
sanción de la Ley de Residencia en 1902 y la sanción de la Ley de Defensa Social en
1910.
El cuerpo especial de la policía fue establecido para reprimir las acciones de los
anarquistas, instaurando la tortura como método de disuasión. La Ley de Residencia –
basada en el proyecto de ley presentado por Miguel Cané en 1898, al cual se le elimina
el artículo que hacía referencia al anarquismo- establece la expulsión del país o la no
admisión de todos aquellos extranjeros que vengan con antecedentes políticos y/o que
traten de establecer ideologías y metodologías de acción contrarias a la tradición
argentina y que pongan en peligro el orden institucional; esta ley se sanciona ante la
huelga general convocada por la FORA (en realidad, todavía se llamaba FOA, aunque
ya se habían separado los socialistas de la misma) en dicho año. Ante el fracaso de estas
medidas, el crecimiento del predominio anarquista en los sectores populares y
trabajadores, y la nueva huelga general convocada contra los festejos del centenario en
1910 (además del asesinato de Ramón Falcón el año anterior), se sanciona la Ley de
Defensa Social. Esta ley sí es explícitamente antianarquista, prohibiéndose toda
manifestación de este tipo, así como todo tipo de emblema, publicación y/o consigna
anarquista; altamente represiva y estableciendo la ley marcial (“carta blanca” a las
fuerzas de seguridad para disparar a matar a los elementos insurgentes), mata, reprime,
expulsa y confina en prisión a los elementos anarquistas, tanto extranjeros como nativos
(el penal de Tierra de Fuego –la cárcel del “fin del mundo”- va a ser el lugar de
confinamiento de los anarquistas argentinos, principalmente). Con esta acción del
Estado, y el fracaso de la huelga de 1910, comienza el declinio del anarquismo, sumado
a los cambios que se van a producir en la organización sindical (tratados en parte por el
texto de Garguin de la unidad 2) llevan a que su lugar sea ocupado por el sindicalismo
revolucionario.
Como principales políticas consensuales llevadas a cabo por el Estado, hay que
referirse al frustrado proyecto de Código de Trabajo (Código González) de 1904 y a la
creación del Departamento Nacional de Trabajo en 1907; también puede mencionarse
dentro de esta política, la sanción de la ley electoral de 1902.
Esta última propone el sistema electoral por circunscripción uninominal, a los efectos de
incorporar al socialismo al sistema y haciéndose eco de la estrategia socialista de
imponer la acción política por encima de la acción gremial. Acompañando a ésta, hubo
proyectos, tanto de socialistas como de conservadores, de nacionalización de los
extranjeros (por ejemplo, el proyecto de Ayarragaray, en 1908, de naturalización
automática de extranjeros). Esta ley fracasa en su intento de incorporar al juego político
a los opositores considerados moderados, ya que la UCR continúa con su
abstencionismo y responde con una nueva revolución de carácter nacional en 1905; más
allá que en 1904, el socialismo logra su primer diputado no sólo en Argentina, sino en

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América Latina, con el triunfo de Alfredo Palacios por el barrio de la Boca en la ciudad
de Buenos Aires.
Dentro de esta estrategia de acercamiento entre los reformistas oligárquicos y los
socialistas, se acuerda el proyecto de Código de Trabajo, presentado por el ministro del
interior Joaquín V. González. Este código establece todas las reivindicaciones laborales,
constituyéndose en uno de los más avanzados y modernos de la época, aunque no de los
más progresistas, ya que no contempla los derechos gremiales. Se reglamenta el trabajo
de los menores y de la mujer, se establece la jornada limitada de trabajo, el descanso
dominical, vacaciones pagas, etc.; pero se prohíbe la agremiación y el derecho a huelga,
entre otras cosas, además de propiciar la represión. El código fracasa –mejor dicho, no
se sanciona- por la negativa de anarquistas y el poco o nulo apoyo que tuvo en los
sectores empresariales; además, provoca la división en el Partido Socialista,
separándose de éste la rama más combativa y contraria a la acción política: el
sindicalismo revolucionario, de tendencia anarco-sindicalista.
Por último, el Departamento Nacional de Trabajo fue creado a los propósitos de contar
el Estado Nacional con un organismo que velara y regulara las relaciones laborales,
aunque nunca se supo a ciencia cierta cuál fue su función. Recién en 1911, bajo la
presidencia de Roque Sáenz Peña, y con Indalecio Gómez como ministro del interior,
viéndose representado en él la Iglesia Católica –comenzando el proceso de
acercamiento de la Iglesia con el Estado-, se nombra como jefe del departamento a
Marco Avellaneda y, con éste, comienza a cumplir ciertas funciones de relevamientos de
datos y de principios de mediación.
En líneas generales, esto es lo que puede resaltarse de la acción y el posicionamiento
estatal frente a la cuestión social y frente a los trabajadores, destacando en particular el
informe Bialett-Massé presentado en 1902/1903 en la Cámara de Diputados, en el cual
se realiza un estudio sobre la situación social en todo el país, siendo quizás aun hoy, el
informe más completo a nivel nacional llevado a cabo por el Congreso sobre dicha
situación.
Por consiguiente, y como sostiene Del Campo, es por demás pertinente señalar que
frente a un movimiento obrero dominado por el anarquismo se da la lógica que la
postura del Estado sea fuertemente represiva; como así mismo, frente a un Estado de
oligárquico/represivo, se enfrentara un movimiento obrero que propiciara la acción
directa y la huelga general insurreccional como camino hacia la revolución social y, por
lo tanto, la abolición del Estado.

Algunas características del MAE

El MAE se desarrolla a partir de la riqueza del suelo de la región litoral-pampeana,


comenzando su período de expansión a partir de la década de 1870 y produciendo su
enorme crecimiento en los años ochenta a partir del boom agrícola y a finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX. Destacamos el inicio del modelo a partir del desarrollo
de la ganadería ovina, siendo paulatinamente desplazada por la bovina, en un segundo
momento, aparece la agricultura y, con ella, el gran crecimiento de la economía
argentina en ese período.
Entre sus principales características, podemos mencionar el tipo de explotación de la
tierra, que era de carácter extensivo, no previéndose un tipo combinado de explotación
intensivo-extensivo, generando una noción de “riqueza fácil” que tendría sus límites
cuando se acabaran las fronteras de producción, cosa que ocurre en la década de 1920.
El tipo de estancia predominante era la “estancia mixta”, caracterizada por ser de
propiedad absentista (el 90 % de los estancieros vivía en Buenos Aires o en Europa) y

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administrada por las llamadas compañías de colonización; parte de la tierra se destinaba
al engorde de los animales y parte a la producción agrícola. Cabe aclarar, la alta
concentración de la propiedad de la tierra, constituyendo verdaderos latifundios (para
tener una idea, las tierras de la provincia de Buenos Aires se repartían entre unos mil
propietarios solamente).
Se utilizó el sistema de arrendamiento, cuyo contrato podía extenderse entre uno y tres
años sin posibilidad de prórroga o de renovación, con serios perjuicios para el colono
(arrendatario) que no podía afincarse en un lugar, lo que derivaba en desmedro de su
calidad de vida. El colono, verdadero productor, se hacía cargo de todos los costos de
producción y la posproducción (embolsado, transporte, comercialización, etc.),
entregando como arriendo un porcentaje de lo producido (por lo general, del 10 %) y no
de las ganancias. Esto conllevaba varias desventajas para el colono, quedando sujeto a
la compañía de colonización, ya que el arriendo se lo pagaba a ella; todos los insumos,
herramientas, maquinarias, semillas, etc., se los debía comprar a las almacenes
propiedad de las compañías, lo mismo que las bolsas y todo lo atinente al embolsado de
la producción; la producción, además, se la terminaba vendiendo a la compañía, ya que
era ella la que tenía los enlaces para la comercialización de la misma, a un valor menor
al del mercado. La compañía le pagaba en bonos, lo que llevaba también al productor a
comprar todos los bienes y alimentos necesarios para su subsistencia a las grandes
tiendas y almacenes de la misma compañía, a precios más altos que en las almacenes de
ramos generales o tiendas menores. Todo esto, llevaba a situaciones de extremo
endeudamiento de los colonos, ya que debían pedir créditos bancarios para poder
invertir en la producción, a altas tasas de interés, y para poder solventarlos necesitaban
dinero de curso legal que, al recibir bonos por parte de las compañías, debían canjear los
mismos a menos de su valor nominal (a las propias compañías), lo que llevaba muchas
veces a pedir nuevos créditos para saldar los compromisos contraídos. A esto, hay que
sumarle que, al finalizar el contrato de arriendo, el colono debía dejar alfalfado el
terreno para el engorde de los animales (se utilizaba el sistema rotativo de explotación
de la tierra, esto es, se cultivaba la parte del terreno que había sido destinado al engorde
y viceversa, por eso la cláusula de no renovar el arriendo más allá de los tres años,
tiempo de utilidad del alfalfado y necesario para no desgastar la tierra).
Por otra parte, podemos, a grandes rasgos, indicar la estratificación rural de la región
litoral-pampeana (pudiéndose trasladar la misma a las demás regiones, con sus propios
matices):
a) Clase alta: conformada por los estancieros, a quienes podemos agrupar en tres
sectores. Los invernadores, que poseían las mejores tierras, propietarios de las
estancias mixtas y que, principalmente, constituían los sectores oligárquicos
(conforman la élite que tenía el poder). Los criadores, con tierras de menor
calidad, se dedicaban principalmente al engorde de animales, constituyendo
muchos de ellos parte de la elite excluida del juego político. Los cabañeros,
alejados formalmente del circuito económico, constituían una verdadera
aristocracia del campo, dedicándose a la importación y crianza de animales de
raza.
b) Clase media: compuesta por los chacareros, los verdaderos productores y
artífices del crecimiento de la agricultura. Principalmente constituida por los
colonos (arrendatarios) y por una minoría propietaria de pequeñas parcelas de
tierra, principalmente, en el sur de la provincia de Santa Fe. Una pequeña
porción de este grupo tenía buen pasar (indistintamente colono o pequeño
propietario, y esto era debido, básicamente, al capital social y capital económico
con los que contaban al momento de arrendar o adquirir la pequeña parcela de

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tierra), mientras que la inmensa mayoría se encontraba en muy malas
condiciones de vida.
c) Clase baja: podemos distinguir a los peones de estancia (capataces, personal
doméstico, encargados del engorde de los animales, etc.) que constituían una
minoría y tenían mejores condiciones de vida incluso que la mayoría de la clase
media rural y a los trabajadores golondrinas, los braceros, los peones rurales
que vivían prácticamente en condiciones infrahumanas.

Por último, podemos hacer una breve referencia a la llamada cuestión regional, la cual
consistía, básicamente, en ver cómo aquellas regiones que no pertenecían al litoral-
pampeano se insertaban en el modelo de acumulación, en el MAE. La manera en que se
van a insertar es a partir de la producción de cultivos de tipo semitropical que la región
central consumía pero no producía, primero para satisfacer la demanda interna y luego
para su exportación, como ser, algodón, vino, yerba mate, azúcar, tabaco, cítricos. Los
casos más exitosos de inserción en el MAE lo constituyeron Mendoza con la producción
vitivinícola y Tucumán con el azúcar.

Evolución del movimiento obrero argentino 1900-1943

Esta evolución se basa en los intentos de organización y/o unificación de las luchas
obreras, teniendo en cuenta las estrategias de las diferentes corrientes representativas de
los trabajadores (llamadas por Ricardo Falcón como las “izquierdas”), a partir de la
conformación de centrales obreras. La información está extraída del esquema realizado
por Hiroschi Matsushita en Movimiento Obrero Argentino 1930 / 1945. Sus
proyecciones en los orígenes del peronismo, Siglo Veinte, Bs.As., 1983; pág. 32 (primer
trabajo académico sobre el movimiento obrero argentino).

1901: FOA (Federación Obrera Argentina), intento de unión entre anarquistas y


socialistas.

1903: UGT (Unión General de Trabajadores), conformada por los socialistas luego
del fracaso de la FOA.

1904: FORA (Federación Obrera Regional Argentina), anarquista.

1909: CORA (Confederación Obrera Regional Argentina), constituida por el


sindicalismo revolucionario. En 1914 se incorporan a la FORA.

1915: se divide la FORA en FORA del V congreso, de extracción anarquista, y FORA


del IX congreso, sindicalista.

1922: La FORA del V congreso se pasa a llamar nuevamente FORA y la del IX


congreso pasa a llamarse USA (Unión Sindical Argentina). Ambas centrales plantean
el antipoliticismo (no a la participación política del movimiento obrero).

1926: se constituye la COA (Confederación Obrera Argentina), sucediendo a la UGT


de extracción socialista. Plantea la participación del movimiento obrero en la vida
política, a partir del accionar del Partido Socialista.

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1929: a comienzos de la década aparece en escena el comunismo, el cual va a constituir
el CUSC (Comité de Unidad Sindical Clasista). Plantea la participación política del
movimiento obrero como base para la revolución social, cuya vanguardia es el Partido
Comunista.

1930: meses antes del golpe del 6 de septiembre se unen la USA y la COA (ambas
centrales “conciliadoras”) y constituyen la CGT (Confederación General del
Trabajo), la cual, luego de la intervención del gobierno militar de Uriburu, vuelve a
funcionar en 1931.

1935: ante el cambio de estrategia del comunismo y su propuesta de conformación de


“frentes populares”, se disuelve la CUSC y el comunismo se integra a la CGT, esto
provoca una división en la misma. CGT Catamarca (por la dirección de la sede,
Catamarca 577, en la ciudad de Buenos Aires) y CGT Independencia (Independencia
2880, CABA). La primera plantea la apoliticidad y está controlada por sindicalistas y
algunos socialistas, y la segunda plantea la participación política, dominada por los
comunistas y por la mayoría de los socialistas.

1937: el gobierno de Agustín Pedro Justo oficializa a la CGT Independencia, pasando a


constituirse como CGT y la Catamarca se transforma nuevamente en USA.

1943: Los sindicalistas vuelven a sumarse el año anterior a la CGT y en marzo de este
año -luego de las elecciones para renovación de autoridades donde se presentan la Lista
1 conducida por Domenech que reivindica la apoliticidad y la Lista 2 de Perez Leirós,
de extracción comunista, que reivindica la politización del movimiento obrero-, al no
reconocer ninguna de las dos listas el triunfo de la otra, la CGT se divide en CGT 1 y
CGT 2. Ésta es la situación del movimiento obrero argentino en el momento del golpe
de junio de 1943 y cuando Perón asume como Secretario de Trabajo y Previsión Social
de la Nación, en septiembre de ese año.

Ejes centrales de los textos de Lvovich y de de Privitello (unidad 1)

1) Lvovich, Daniel: El nacionalismo de derecha, desde sus orígenes a Tacuara.


Capítulo: “Los antecedentes”

Destaca las manifestaciones xenófobas, ya que la tendencia a la no nacionalización de


los extranjeros hacía que éstos fuesen vistos como “enclaves de otras nacionalidades”
atentatorios de la “unidad cultural argentina” (ejemplo de la “República de la Boca” y el
intento “independentista” de parte de la colectividad genovesa). El autor señala ciertas
tendencias que se dan en las décadas de 1880 y 1890 en relación a las políticas llevadas
a cabo respecto a la “argentinidad”: en los 80, políticas que apuntan a la construcción de
la nacionalidad argentina (argentinización de los hijos de extranjeros), mientras que en
los 90 se rompe con la concepción liberal y cosmopolita plasmada en la constitución de
1853, consolidando una concepción esencialista de la nación (nacionalidad ya
“prefijada” desde los comienzos de la historia patria). Esta tendencia es la que va a
constituir la base del “repertorio” nacionalista de la década de 1920 (uno de sus ejes o
tópicos será la “mirada xenófoba” sobre el conflicto social -fundamental para entender
los sucesos de Semana trágica y de la Patagonia-). Lvovich resalta la propuesta de
Ricardo Rojas, quien apunta a formar una comunidad política democrática a partir de la

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homogeneidad poblacional, la cual se logra a través de la educación (emparentamiento
con Sarmiento y J.B.Justo en una matriz laica y democrática). También destaca a
Manuel Gálvez, más influyente sobre el nacionalismo de los años 20, con una
cosmovisión hispanista, católica, aristocratizante y antidemocrática, aunque reconoce a
Mitre, Sarmiento y Roca.
El nacionalismo que comienza a forjarse en la década de 1910 y consolidarse en los
años 20, tiene una mirada negativista en relación a Yrigoyen: tanto nacionalistas como
conservadores ven al radicalismo como “cómplice” del peligro “rojo” materializado
ahora sí como algo “que puede pasar” a partir de la revolución rusa; se lo acusa de
“pasivo” frente al conflicto social y de “incapacidad para gobernar” (la Liga Patriótica,
creada por Manuel Carlés, puede ser vista como un intento de los sectores dominantes
por construir un “brazo armado” propio para intervenir en el conflicto social: su
objetivo fundamental es la “acción represiva de todo movimiento anarquista”). En esos
años comienza a destacarse la figura de Leopoldo Lugones, quien se vuelca hacia el
fascismo como “modelo palpable de un régimen concreto y alternativo a la democracia
liberal”, depositando en las FFAA el rol de “reestablecer el orden” (en 1924 tiene lugar
su famoso discurso sobre “ha llegado la hora de la espada”, igualmente, su postura
termina siendo aislada).
El movimiento nacionalista que confluirá en el golpe de 1930 tiene sus inicios tras el
rotundo triunfo de Yrigoyen en 1928. En el texto puede verse ya las posturas de
conservadores y nacionalistas frente al gobierno “populista”: La Nación lo asocia a
Mussolini o a Primo de Rivera mientras La Fronda ataca directamente a la democracia.
Comienza a tener cierta impronta en ambos sectores el papel del Ejército. Surge La
Nueva República, primer periódico estrictamente nacionalista, influenciado por Marraus
y la Acción Francesa, pregonando un fuerte catolicismo e hispanismo e impugnando a la
democracia liberal y al yrigoyenismo. Entre sus principales figuras, se destacan los
hermanos Irazusta, Ernesto Palacio, Juan Carulla y César Pico.
Destaca el llamado de Palacio a iniciar la “contrarrevolución cultural” en el aspecto
intelectual: la democracia y el liberalismo conducían naturalmente al socialismo, al caos
o a la dominación extranjera, existiendo una decadencia espiritual de la juventud debido
a la propaganda anticatólica subvencionada por el extranjero. Junto a estos enemigos
universales, existían los locales: la UCR y la izquierda (entre las críticas a Yrigoyen, se
destacan su ascenso por el voto popular, su demagogia y su avasallamiento a las
autonomías provinciales, considerándose a la UCR como una fuerza izquierdista y
revolucionaria; Lvovich destaca que Galvez disentía en esto, y elogiaba el obrerismo
yrigoyenista, ya que era “un dique de contención” de revoluciones).
Destaca el nacimiento de la Liga Republicana (Rodolfo Irazusta, Carulla, Laferrere) …
pasaje del republicanismo elitista y jerárquico al corporativismo (Nueva República,
luego del golpe de 1930).
En la Revista Criterio (la más influyente de las expresiones periodísticas católicas),
fundada por jóvenes intelectuales partícipes de los Cursos de Cultura Católica,
publicaban hombres de distintas posturas como Borges, Galvez o neorrepublicanos
como Pico o Palacio. Las críticas a Yrigoyen eran más livianas que las de la Nueva
República, acercándose a las posturas conservadoras: inacción, debilidad, permisividad
con la izquierda, demagogia.
Por último, hace referencia a los cambios en Criterio y su alejamiento de las posturas
nacionalistas, ya que la teología debía estar por encima de la política. Destaca el
pensamiento de Julio Meinvielle (catolicismo integrista), quien condena al nacionalismo
en nombre de la trascendencia religiosa, como también condena al socialismo de la
Encíclica Rerum Novarum (1931; en realidad, sería la Encíclica del Quadragesimo

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Anho, verdadera artífice de la Doctrina Social de la Iglesia, ya que la Rerum Novarum
lo que hace, básicamente, es reconocer la existencia de la cuestión social; el texto de
Zanata menciona esto). Promueve el Estado feudal y sostiene que el nacionalismo es
parte del liberalismo.

2) AAVV: La construcción de la Nación Argentina. El rol de las FFAA

Capítulo: “El ejército entre el cambio de siglo y 1930: burocratización y nuevo estilo
político” por Luciano de Privitello

Para comprender la relación entre Ejército y política hay que prestar atención al fuerte
proceso de conversión del primero en una sólida burocracia estatal y profesional, junto a
la relación que el mismo entabla con las características de la vida política luego de la
Ley Sáenz Peña y la victoria radical. El ejército que surge del proceso reformista
contrasta con los dos modelos anteriores: el de milicias (guardias nacionales) y el
ejército de línea; fundamental en este proceso es el impacto de la crisis ideológica de
entreguerras y el renovado rol de la Iglesia católica dentro del Ejército.
El autor señala que entre 1880 y 1955, si bien hubo muchos jefes de trascendental
importancia dentro del Ejército, como lo son Richieri, Uriburu, Mosconi, Dellepiane o
Ramírez, sólo hubo tres caudillos, que marcaron a fuego el desarrollo y evolución del
ejército argentino: Julio Argentino Roca, Agustín Pedro Justo y Juan Domingo Perón.
El período analizado por de Privitello coincide con la existencia biográfica de Justo:
Director del Colegio Militar entre 1915 y 1922, ministro de guerra durante la
presidencia de Alvear (además de presidente de la nación entre 1932 y 1938 y, si bien
murió en 1943, había avances para postularlo nuevamente como presidente en 1944).
Asimismo, el autor revisa algunas perspectivas de análisis: a) la historia institucional de
la fuerza, la cual no se parece en nada a la que participó en las guerras independentistas;
b) subsumisión del ejército en la política (golpes de Estado), careciendo de una
verdadera tradición democrática; c) una visión que convierte a la fuerza en un actor
homogéneo, coherente y aislado de la sociedad.
De Privitello pretende analizar el período 1900 – 1930 sin “pensar” en el futuro, esto es,
analizar el contexto como algo presente.
Antes de 1880, puede hablarse de un enfrentamiento entre dos modelos de ejercicio del
monopolio de la violencia: el ejército de línea del Estado nacional y las milicias
provinciales; con el triunfo de Roca comienza a resolverse la cuestión. Aunque “todo
estaba por hacer”. La carrera militar no era profesional. Roca no era militar de carrera
como Perón, mientras que, en épocas de Justo, la carrera militar no era socialmente bien
vista (Justo, además, fue ingeniero).
A comienzos del siglo XX, surge un nuevo modelo de ejército signado por una triple
condición: una rígida pero eficaz organización jerárquica y burocrática; una sólida base
técnica; una misión civilizatoria que trasciende el rol de una organización destinada
exclusivamente a las tareas militares de defensa. Ejemplo del Instituto Geográfico
Militar y el relevamiento y confección de la cartografía del Estado Nacional.
Pasos de la evolución del ejército: por ejemplo, endurecimiento de las condiciones para
acceder al Estado Mayor de la fuerza (ser egresado del Colegio Militar y haber pasado
por la Escuela Superior de Guerra); el servicio militar obligatorio (batería de reformas
con la ley electoral de 1902 y el código de trabajo de 1904). Hacia 1910, un nuevo

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modelo militar basado en la presencia de un grupo de oficiales profesionales y
disciplinados (en 1908 se crea la Escuela de Suboficiales y se eliminan los ascensos
políticos y de batalla). En 1912, Sáenz Peña le otorga al ejército un rol trascendental en
el proceso electoral: padrón militar, control de las votaciones y urnas; al ser una fuerza
basada en el profesionalismo y los saberes técnicos, no habría riesgos de comprometerla
con el proceso electoral, ya que era una institución ajena a los avatares de la política y
garantía de la imparcialidad.
Sin embargo, de Privitello sostiene que hasta 1930 la tendencia a la profesionalización
estará siempre en tensión con la presencia en la fuerza del faccionalismo político; ese
ejército tiene lazos profundos con el “mundo civil”.
El golpe de 1930 fue mucho más un movimiento civil encarado por la oposición a
Yrigoyen y una escasa fracción de oficiales que un golpe institucional del ejército
(fracaso en el plano militar del golpe, el ejército era mayoritariamente yrigoyenista).
Menciona los cambios que comienzan a darse durante el gobierno de Alvear,
principalmente con el vicariato castrense (Copello ofrece a los jóvenes militares una
visión del mundo a tono con la Iglesia preconciliar refractaria al mundo liberal y
democrático: integrista, corporativa, furiosamente nacionalista, antisemita, autoritaria,
antidemocrática y antiparlamentaria).

Características centrales del golpe de Estado de 1930

Podemos decir que el golpe de 1930 es producto de una suerte de “mentalidad


defensiva” formada entre 1916 y 1930 por los sectores que se vieron desplazados del
poder político con el triunfo de la UCR y que ven amenazados su estatus y privilegios,
principalmente, luego de la crisis internacional de 1929.
Básicamente, podemos señalar a los sectores de la “derecha” argentina como los
responsables de la realización del golpe: las llamadas “vieja” y “nueva” derecha.
La vieja derecha está constituida principalmente por los conservadores, quienes
pretenden retornar a una situación previa a la de 1916, manteniendo una continuidad
institucional. Para los radicales, este sector constituye lo que ellos llaman el
“contubernio”, nacido en el inicio de las sesiones ordinarias del Congreso en 1929 bajo
el nombre de Concordancia Parlamentaria, conformada por los partidos conservadores,
el Partido Socialista Independiente (PSI, separado del PS en 1927) y la UCR
antipersonalista (enfrentada al yrigoyenismo, abriéndose del partido en 1924). Tenían el
apoyo de los principales actores socioeconómicos (Sociedad Rural, Unión Industrial y la
Bolsa de Comercio de Buenos Aires) y del sector liberal del ejército (línea Justo-Sarobe,
aproximadamente entre un 15 y 20% de la fuerza). Pregonan el mantenimiento de una
república democrática de carácter elitista (“restauración conservadora”) y tienen
excelentes vínculos con Gran Bretaña, siendo, finalmente, los que se impongan en el
transcurso de la década de 1930.
La nueva derecha está constituida por el sector nacionalista que se va consolidando en
los años 20. Los nacionalistas pretenden la ruptura del viejo orden y establecer uno
“nuevo” de índole corporativo, aunque existen dos tendencias marcadas entre la teoría
de Marraus y la Acción Francesa y el Fascismo de Mussolini. El ala “dura” responde a
Leopoldo Lugones y Rodolfo Irazusta, junto a Nueva República y a la Legión Cívica
Argentina (brigadas de “choque”), vinculado con la iglesia católica a través de la revista
Criterio. Antidemocrático y antiliberal furioso, este sector puede ser sintetizado con un
par de frases/eslóganes esgrimidos por Roberto de Laferrere: “milicia voluntaria”,

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“balas sí, votos no”. Por su parte, el ala “moderada” está conformada por Uriburu,
Carlos Ibarguren y Sánchez Sorondo. Como puede verse, sólo tiene el apoyo de un
grupo de intelectuales, de la Iglesia católica y de un ínfimo sector del ejército (línea
Uriburu) que constituye no más del 10% de la fuerza. El nacionalismo uriburista (ala
que se impone), se presenta tanto como una doctrina negativa como positiva (respecto a
lo que ataca y a lo que propone): en el primer caso, representa una crítica de la
democracia y del liberalismo, abonando la tesis de “la conspiración universal”, es
profundamente antisemita; como doctrina positiva, rescata los valores de la nación, la
tradición y el catolicismo, proponiendo un Estado corporativo, una economía nacional
fuerte y un Estado elitista y militarista. Si bien Uriburu era un admirador confeso de
Mussolini, su nacionalismo se presentaba “como un fenómeno específicamente
argentino y como la expresión nacional de una nueva época de la historia mundial”.
Los conservadores nucleados en la Concordancia tratan de llevar adelante una
negociación con la UCR, planteando la renuncia de Yrigoyen y la asunción de su
vicepresidente, Martínez, constituyendo un gobierno de coalición (cuatro ministros
radicales, preferentemente del sector de Alvear, y cuatro ministros de la concordancia).
El sector uriburista planteaba lisa y llanamente la interrupción del gobierno a través de
un golpe de Estado. Triunfa esta tesitura, al actuar Uriburu sorpresivamente, y a pesar
de lo minoritario del apoyo del ejército (es llamado el golpe de los “cadetes” ya que
prácticamente toda la oficialidad se oponía al mismo), quien mayoritariamente
respondía a Yrigoyen, pero que se mantuvo pasivo ante el movimiento armado.
Más allá de lo sorpresivo del accionar de Uriburu, al contar con poco apoyo político y
económico, y ante las divergencias al interior del nacionalismo entre sus alas, el
proyecto corporativista fracasa, imponiéndose el sector conservador de la mano de
Justo, quien asume la presidencia de la nación mediante elecciones fraudulentas en
1932.
Las características del golpe y los resultados mediatos del mismo, dan una muestra clara
de lo que señala de Privitello: el golpe fue un fracaso militar y un triunfo de la oposición
civil a Yrigoyen. Por último, cabe destacar que ambas derechas, conservadores y
nacionalistas, sólo estaban unidos por su antiyrigoyenismo, siendo totalmente
antagónicos sus postulados y posicionamientos políticos.

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