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FRAGA

Su labor al frente del Ministerio de Informacion y Turismo fue frenetica, activa y fundamental
para el sostenimiento de la dictadura mediante un maquinaria propagandística muy bien
engrasada, rehuyendo episodios cercanos, como la silenciada guerra en Ifni y Sáhara, las
represalias por el Contubernio de Munich (IV Congreso del Movimiento Europeo, celebrado
en la capital bávara entre el 5 y el 8 de junio de 1962, en el que participaron 118 políticos
españoles de todas las tendencias opositoras al régimen franquista), las ejecuciones, la
creación del Tribunal de Orden Público el 2 de diciembre de 1963 para la represión de la
disidencia política, las huelgas y su violenta represión; tampoco aparecía la cuestión más
denunciada desde el extranjero: la permanencia aún en el exilio de miles de españoles.
Fraga desplegó una extenuante actividad para convencer a españoles y extranjeros de la
bondad de la dictadura, de sus muchos logros económicos, culturales y sociales, mientras
continuaba la represión informativa y política.

El extasis propagandístico del Ministro de Informacion se produjo con ocasión del


vigesimoquinto aniversario del final de la Guerra Civil. Fraga dirigió personalmente una
campaña de propaganda bajo el lema 25 años de Paz. Se construyeron con ese nombre
hospitales (el de la Paz, en Madrid), carreteras (la circunvalación de Madrid, denominada
Avenida de la Paz, hoy M-30). Se ordeno a todos los Ayuntamientos la organización de actos y
conmemoraciones del evento e incluso se rodó un documental de exaltación de la figura de
Franco dirigido por Saenz de Heredia, “Franco, ese Hombre”, aunque en realidad una comisión
interministerial presidida por D. Manuel dio forma al guion.

La voracidad propagandística de Fraga, en favor del Regimen de Franco, queda patente en lo


que se llamó el “incidente” de Palomares.

El 17 de enero de 1966 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos perdió un avión cisterna, un
bombardero estratégico y las armas nucleares que transportaba este último, al chocar los dos
aparatos precipitándose en la zona almeriense de Palomares.

Fraga , junto con el embajador estadounidense, se bañó en sus playas ante las cámaras de los
medios informativos para evitar rumores sobre la peligrosidad de la zona, ocultando la
gravedad del incidente para que el turismo no se viera seriamente afectado. Incluso se
persiguió a quienes pretendían airear la noticia de la bomba. Es el caso de la Duquesa de
Medina-Sidonia que fue condenada a un año de cárcel y 10.000 pts. de multa por organizar
una manifestación de 200 vecinos para pedir una indemnización por los daños causados.

A finales de los años 80, la contaminación residual era de 2500 a 3000 veces superior a la de
las pruebas atómicas y en 1986, aproximadamente el 29% de la población de Palomares
presentaba presencia de plutonio radiactivo en su organismo.

Eso sí, Fraga puso de moda el traje de baño tipo Meyba y las imágenes filmadas han convertido
al baño de Palomares en el más famoso (y ridículo) de la Historia.

Uno de los avales democráticos de Fraga, que ha utilizado para hacernos creer que él era poco
menos que un demócrata disfrazado en el gobierno franquista y que hizo lo que pudo para
cambiar el Regimen desde dentro, fue la promulgación de la Ley de Prensa de 1966. Fraga
procuró rodear a esta ley de una leyenda, fabricada por él, según la cual supuso una ruptura
en el control de la prensa por la dictadura franquista y el advenimiento de la libertad de
expresión a nuestro país.

(Sobre este tema ver: La complicada evolución de la libertad de prensa en España durante el siglo XX. Apuntes para
su estudio. Rafael Yanes Mesa. Espéculo. Revista de estudios literarios. Nº 30, 2005. Universidad Complutense de
Madrid y tambien Prensa y propaganda bajo el franquismo, José Miguel Delgado Idarreta, en Centros y periferias :
prensa, impresos y territorios en el mundo hispánico contemporáneo : homenaje a Jacqueline Covo-Maurice, 2004-
pags. 219-231).

Durante los cuarenta años de dictadura, la propaganda fue vital para el asentamiento y
mantenimiento del Nuevo Estado. La propaganda se convertirá en un componente esencial de
lo que se ha denominado como cultura de la represión con implicación en todos los aspectos
de la vida.

El instrumento jurídico utilizado para este fin fue la Ley de Prensa promulgada en 1938, en
plena Guerra Civil y que estuvo vigente (nada menos que durante 28 años) hasta 1966.

Esta ley sancionaba la censura total y el control absoluto de los medios. En su preámbulo se
afirma que el periodista es un “apóstol del pensamiento y de la fe de la Nación”. De esta forma,
todas las empresas informativas se convierten en una “institución nacional” con la misión
política de propagar las ideas del Nuevo Estado. Su artículo primero dice: “Corresponde al
Estado la organización, vigilancia y control de la Institución nacional de la prensa periódica”.
Con ello se establece que la prensa es un servicio público en exclusiva, pues aunque las
empresas privadas editan periódicos, siempre sus fines deben estar unidos a los del Estado y
su misión es influir directamente en la opinion publica.

A propuesta de la empresa, el nombramiento de director de un periodico corresponde al


ministro de la Gobernacion quien puede destituirlo si considera que su actividad es nociva para
el Estado.

Ante este panorama, es evidente que la Ley de Fraga de 1966 produjo una cierta apertura. Sin
embargo, una vez más, el entorno en el que se movia el ministro hacia parecer a este un
personaje moderado.

La nueva Ley de Prensa e Imprenta de 1966 tiene un preámbulo en el que ya se habla de la


libertad de expresión, de empresa y de designación del director. No obstante, veamos en el
articulo 2 lo que para D. Manuel Fraga suponia el termino libertad de expresión:

La libertad de expresión y el derecho a la difusión de informaciones, reconocidas en el


artículo primero, no tendrán más limitaciones que las impuestas por las leyes. Son limitaciones:
el respeto a la verdad y a la moral; el acatamiento a la Ley de Principios del Movimiento
Nacional y demás Leyes Fundamentales; las exigencias de la defensa Nacional, de la seguridad
del Estado y del mantenimiento del orden público interior y la paz exterior; el debido respeto a
la Instituciones y a las personas en la crítica de la acción política y administrativa; la
independencia de los Tribunales, y la salvaguardia de la intimidad y del honor personal y
familiar.
Se permite la creación de empresas periodísticas, aunque el Estado puede denegar la
inscripción de la que considere oportuna, y además puede inspeccionar su contabilidad y su
accionariado. Esta potestad fue utilizada para la supresión del diario Madrid, caracterizado por
la expresión de ideas propias con frecuencia muy críticas con el régimen. El 25 de noviembre
de 1971, con la excusa de supuestas irregularidades en la financiación de la empresa editora, el
Gobierno procede a la cancelación del periódico y prohíbe su publicación. Pese a las batallas
judiciales que se sucedieron, el diario se vio obligado a vender su patrimonio para hacer frente
a las deudas contraídas. Finalmente, el 24 de abril de 1972 se procedió a volar la sede del
rotativo (un edificio de tan sólo 25 años de antigüedad), en un acto simbólico que suponía dar
por zanjada una de las primeras incursiones en el terreno de los principios democráticos
durante los años de la dictadura.

La nueva ley posibilita igualmente el secuestro de una publicación para luego denunciarla a los
tribunales de Justicia, un mecanismo muy utilizado. Desde su puesta en vigor y hasta 1975, se
incoaron 1.270 expedientes sancionadores contra periódicos y revistas.

Sobre esto me permitiré un apunte autobiográfico. Mi padre trabajaba en las rotativas de la


empresa Hauser y Menet, dedicada a la impresión de un gran numero de revistas de
actualidad de la epoca. Recuerdo como en numerosísimas ocasiones traia a casa ejemplares o
pliegos aun sin encuadernar de las revistas secuestradas, que los trabajadores escondían bajo
la ropa cuando entraba la policía en los talleres para impedir su distribución. Esos artículos
prohibidos eran leidos con avidez y distribuidos en nuestro entorno familar y de amistades.

En aplicación del articulo 49 de la ley, toda la información internacional recibida desde el


extranjero pasa obligatoriamente por la gubernamental Agencia Efe, lo que supone un control
absoluto sobre estas noticias, aunque para aparentar una falsa diversidad a veces utiliza otros
nombres, como Alfil y Cifra.

Esta legislación llega en un momento en el que se inicia un cierto desarrollo basado en el


turismo y la emigración española a países europeos, por lo que la apertura del régimen es
inaplazable. Es decir, el objetivo era adecuar la legislación a los nuevos tiempos para dar una
imagen distinta en el interior y, sobre todo, en el exterior. Así el preámbulo afirma “ la
necesidad de adecuar aquellas normas jurídicas a las actuales aspiraciones de la comunidad
española y a la situación de los tiempos presentes. Justifican tal necesidad el profundo y
sustancial cambio que ha experimentado, en todos sus aspectos, la vida nacional, como
consecuencia de un cuarto de siglo de paz fecunda; las grandes transformaciones de todo tipo
que se han ido produciendo en el ámbito internacional...”

Algunos autores piensan que la ley tenia una apariencia externa de libertad, pero continúa con
el control del Estado si no se hace “buen uso” de esa libertad. Miguel Delibes lo expresa de
esta forma: “Antes te obligaban a escribir lo que no sentías, ahora se conforman con prohibirte
que escribas lo que sientes, algo hemos ganado”. Por su parte Eduardo de Guzmán afirma que
el régimen de Franco estudió muy bien las posibles consecuencias de esta ley y llegó a la
conclusión de que no había ningún motivo para la intranquilidad, pues todo quedaba
exactamente igual. De esto da fe el citado preámbulo al decir que “Al poner en vigor la
presente Ley no se ha hecho otra cosa –y es justo proclamarlo así– que cumplir los postulados y
las directrices del Movimiento Nacional (...)y, además, tratar de dar un nuevo paso en la labor
constante y cotidiana de acometer la edificación del orden que reclama la progresiva y
perdurable convivencia de los españoles dentro de un marco de sentido universal y cristiano,
tradicional en la historia patria”.
Para controlar aun más los posibles efectos nocivos de tan “liberal” norma, en 1967 se
reforma el Código Penal con la inclusión del artículo 165 bis, que tipificaba como delito el
incumplimiento de las obligaciones del artículo 2 de la Ley de Prensa e Imprenta y al año
siguiente se aprueba la Ley de Secretos Oficiales, por medio de la cual el gobierno podía
declarar secreto un asunto y la aplicación del articulo 13, derogado con la llegada de la
democracia (... no podrán ser comunicadas, difundidas, ni publicadas, ni utilizado su contenido,
fuera de los límites establecidos por esta Ley. El incumplimiento de esta limitación será sancionado
conforme a las leyes penales, si procediere; por vía disciplinaria, en su caso, y mediante aplicación
de las sanciones administrativas que corresponda. En los dos últimos casos la infracción será
considerada como falta muy grave.) suponia directamente la prohibición de informar sobre él.

No parece que ser el responsable del proyecto, promulgación y aplicación la ley de Prensa de
1966 sea un merito para el curriculum democrático de D. Manuel. Sin embargo su habilidad
para disfrazar la realidad, que como estamos viendo era inconmensurable, ha insertado en la
memoria popular la creencia de que la Ley de Prensa de 1966 supuso un hito singularmente
tolerante (por supuesto gracias a él) en el escenario de la ferrea dictadura franquista.

Pero asimismo se establecían métodos de control suficientes para evitar posibles abusos. "No
seamos demasiado buenas personas... – cuenta Fraga que le comentó Franco –. Utilicemos,
como todos, los medios indirectos de control" [4] .

Manuel Fraga Iribarne, Memoria breve de una vida pública, Planeta, Barcelona, 1980, p. 159.

Junto a estos medios legales coexistieron otros que consagró la práctica cotidiana: llamadas
desde el Ministerio, consultas telefónicas o personales, conversaciones, ruegos, amenazas,
presiones vía director o vía empresa, etc

BARRERA, C.., "Libertad de prensa y sistemas autoritarios: el caso del diario Madrid entre 1966 y
1971" en: Comunicación y Sociedad, vol. III, n. 1 y 2, 1990, pp.227-245.

Artículo trece.

Las actividades reservadas por declaración de Ley y las «materias clasificadas» no podrán ser
comunicadas, difundidas, ni publicadas, ni utilizado su contenido, fuera de los límites establecidos
por esta Ley. El incumplimiento de esta limitación será sancionado conforme a las leyes penales, si
procediere; por vía disciplinaria, en su caso, y mediante aplicación de las sanciones administrativas
que corresponda. En los dos últimos casos la infracción será considerada como falta muy grave.

Contra las resoluciones sancionadoras que pongan fin a la vía administrativa podrá recurrirse
ante la jurisdicción contencioso-administrativa
Alianza Popular

Pero Fraga hizo algo más: engañar y mentir a las entonces llamadas “fuerzas nacionales”. El
corre-ve-y-dile de la operación fue el exministro de educación franquista, Cruz Martínez
Esteruelas, a través del cual Fraga hizo creer a Blas Piñar que Alianza Popular (el precedente
del actual PP) estaría dispuesta a una coalición con falangistas y fuerzanuevistas en las
elecciones de 1979. La ficción fue mantenida por el diario El Alcázar y, por supuesto, resultó
ser completamente falsa. Pocas horas antes de cerrarse el plazo de admisión de candidaturas,
Martínez Esteruelas comunicó que Fraga no había aceptado el pacto. Se trataba solamente de
un señuelo para distraer a las “fuerzas nacionales

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