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Recuerdos del Tren Longino:

entre la pampa y el desierto

Financia:

Consejo Nacional de la Cultura y las Artes


Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes
Región de Antofagasta
1 Convocatoria 2013
Equipo ejecutor
Entrevistas e investigación: Héctor Leonardo Fuentes, Enrique Gutiérrez Fonfach
y Claudia Rapanague Sepúlveda
Redacción y edición: Héctor Leonardo Fuentes
Fotografías y edición fotográfica: Darío Tapia Sepúlveda
Cartografía, trabajo de campo y fotografías panorámicas: Froilán Cubillos Alfaro y Diego Pinto Veas
Diseño, diagramación e impresión: Rodrigo Day Cáceres
Diseño web: Rodolfo Ramírez
Soporte audiovisual: Claudia Rapanague Sepúlveda
Idea original y colaboración especial: Jorge Fuentes Campos
Fotos históricas cortesía de: Asociación de Jubilados Ferroviarios de La Calera
Financia:
Contacto:
Fono: 8-7348771 / Mail: hlfuentes@gmail.com / jorgefuent@gmail.com

www.eltrenlongino.com

Agradecimientos a:
-Eduardo Muñoz
-Julio Ortega

Este trabajo de investigación fue realizado entre los meses de marzo y agosto del 2013
en la región de Antofagasta, Chile.

Este proyecto fue financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a través del Fondo
Nacional del desarrollo Cultural y las Artes; Ámbito regional de financiamiento, Región de Antofa-
gasta; Línea de Conservación y difusión del Patrimonio cultural; Modalidad Patrimonio Inmaterial;
Convocatoria 2013.
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes
Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes
“CONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES, FONDO NACIONAL DE
Región de Antofagasta
DESARROLLO CULTURAL Y LAS ARTES”
Convocatoria 2013

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1. El Tren, símbolo del viaje y del progreso

El ferrocarril nació a principios del siglo XIX, en las zonas mineras producción, abarató las mercaderías, intensificó el comercio y acercó
de Inglaterra. En pocos años solucionó el problema del transporte el mundo urbano al rural.
terrestre de grandes cargas: las materias primas a los centros in-
dustriales, los productos agrícolas desde el campo a las ciudades, En Chile el ferrocarril fue importante porque democratizó el viaje al
y las manufacturas de un lugar a otro. Los trenes, junto con los hacerlo accesible a una clientela masiva. Agregó la libertad de mo-
puertos, transformaron al mundo. El tren pasó a ser un símbolo vimiento, rompiendo viejas ataduras y servidumbres centenarias. Si
del progreso imparable, pero también, al diseminar los libros y los los hombres de la época anterior a la expansión del ferrocarril se
diarios, fue un símbolo del viaje de la información, las ideas y la movilizaban poco y solían morir en el mismo pueblo y hasta en la
cultura. misma casa en la que nacían, en la época de los trenes, “esas co-
rreas transportadoras de sueños”, los jóvenes de aquellos pueblos,
La aparición del ferrocarril constituyó el gran paso a la modernidad. por medio del tren, partían hacia una nueva tierra prometida, a las
Como medio de transporte trajo mayor impacto que cualquier otra in- ciudades, que representaban para ellos el riesgo vital y el mundo que
vención mecánica o industrial anterior, pues era la primera invención quedaba por conocer.
técnica que afectaba directamente a todos los habitantes de los países
del mundo. Los primeros trenes fueron el ruidoso y humeante mensa- En el norte de Chile, al igual que en el resto del país, se tendieron nume-
jero de una civilización destinada a ser crecientemente dominada por rosas líneas férreas, algunas de gran importancia histórica, que tuvieron
las innovaciones técnicas e industriales. la virtud de promover el desarrollo de las diversas localidades, tanto andi-
nas y centrales como costeras. Entre estos trenes destaca sobre todo el
En nuestro país el tendido ferroviario hacia el norte y el sur, y desde la Tren Longitudinal Norte o Tren Longino, el inolvidable ferrocarril de trocha
cordillera al mar, permitió unir al país. Conectó pueblos y ciudades y angosta que durante décadas permitió hacer el viaje La Calera-Iquique,
diseminó la prosperidad económica. Impulsó la industria, modernizó la comunicando el centro del país con el Norte Grande y Chico de Chile.

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2.- El Norte Grande, cuna de los ferrocarriles chilenos

La cuna de los ferrocarriles chilenos correspondió a las inhóspitas y Pese a este prometedor comienzo, los trenes tuvieron que hacer frente
desérticas zonas del Norte Grande. Los ricos yacimientos de salitre, a no pocas oposiciones. Muchos congresistas rechazaron los planes del
cobre, oro y plata, unido a la urgente necesidad de transportar volu- gobierno de Montt valiéndose de los más peregrinos motivos. Los más
minosas y pesadas cargas de estos minerales sobre distancias dema- extremistas aseguraban que el aire emponzoñado que dejaban tras de
siado largas, originaron las condiciones necesarias que justificarían el sí las locomotoras mataría a las aves y no dejaría crecer el pasto. Las
gran número de ferrocarriles industriales que se comenzaron a cons- chispas incendiarían las casas vecinas a la vía y las vacas, asustadas
truir a partir de 1851, con el tendido de una línea férrea entre Copiapó y con el paso de los monstruosos portentos mecánicos, darían menos
Caldera, que respondió a un imprevisto estallido económico provocado leche. Otros, en tanto, afirmaban que la vía férrea perjudicaría a la agri-
en esa zona por el descubrimiento y explotación de los minerales de cultura al cortar fundos e inutilizar muchos terrenos fértiles, mientras que
Chañarcillo y Tres Puntas. algunos esgrimían que la construcción del ferrocarril arruinaría a empre-
sarios de birlochos, diligencias, carretas y tropas de mulas.
La inauguración oficial del primer ferrocarril chileno se produjo en la
Navidad de 1851, gracias a los esfuerzos de Guillermo Wheelwright, Al finalizar el año 1890 ya estaba en explotación y bajo la dependen-
capitán de alta mar de nacionalidad estadounidense que residía en cia de la Dirección General de los Ferrocarriles del Estado un total de
Valparaíso desde 1824 y que ya había fundado la Pacific Steam Na- 1.106 kms. de vía férrea que conformaban las líneas entre Valparaíso
vigation Company. “La Copiapó”, la primera locomotora chilena, arribó y Talcahuano, Traiguén y Victoria. En 1893 el tren llegó hasta Temuco
el 21 de junio de 1851 al puerto de Caldera a bordo de la fragata es- y en mayo de 1902 se terminó el tramo Osorno-Antilhue. En 1913 se
tadounidense Switzerland. El 25 de diciembre de ese mismo año, día concluyó el tramo Osorno-Puerto Montt.
de Navidad, al son de campanas y silbatos, la máquina, construida en
1850 por la empresa Norris Brothers de Philadelphia, hizo su entrada Chile tuvo su primera locomotora eléctrica en 1907, siendo también la
triunfal a Copiapó, la capital de la plata. El primer convoy llevó dos primera de Sudamérica. El ferrocarril Arica-La Paz culminó en 1906,
coches, con 50 pasajeros cada uno, y dos carros cisterna. El tiempo siendo utilizado a partir de 1914. El Ferrocarril Trasandino se inauguró
de viaje empleado fue de 240 minutos, y la velocidad promedio fluctuó el año 1910, cuya iniciativa correspondió a los hermanos chilenos Juan
entre los 25 y 30 kilómetros por hora. y Mateo Clark.

Los ferrocarriles rodaron en Chile a principios de la década de 1850, En 1913 Chile poseía 7.658 Kms. de líneas férreas, de las cuales 4.122
pero corrieron en forma oficial durante el gobierno del presidente Ma- pertenecían al Estado y 3.536 a empresas particulares. Con los años
nuel Montt (1851-1856). Durante su gobierno, además del ferrocarril FF.CC. se fue modernizando. Así, en 1924, la empresa inició la elec-
de Caldera a Copiapó, con capitales estatales y privados se construyó trificación de la línea de Santiago a Valparaíso y que en 1967 llegó
el ferrocarril de Santiago a Valparaíso, mientras el ferrocarril al sur se también hasta Chillán.
extendía hasta el pueblo de Requínoa.

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Reseña Geográfica de la Región de Antofagasta
1) Ubicación
La región de Antofagasta se encuentra ubicada entre 20° 56’ y 26° 05’ 3) Entorno Natural
latitud sur y desde 67° 00’ de longitud oeste hasta el Océano Pacífico. Esta región de Chile está caracterizada por la prácticamente absoluta ari-
Limita al norte con la Región de Tarapacá, al sur con la Región de Ata- dez de sus suelos (a excepción de la zona costera), dado que es en esta zona
cama, al noreste con Bolivia, al sureste con Argentina y al oeste con el donde el Desierto de Atacama se expresa en su máxima plenitud. Este
Océano Pacífico. La ciudad y puerto de Antofagasta es su capital regio- desierto nace más al norte y se extiende por la III región, a la cual da su
nal y administrativamente se encuentra dividida en 3 provincias: Loa, nombre, y se encuentra ubicado en la depresión intermedia, que en esta
Antofagasta y Tocopilla. zona es amplia salvo hacía el sureste, donde se ve reducida en tamaño de-
bido a la aparición de la cordillera de Domeyko –la cordillera con menor
2)Datos Demográficos humedad del mundo–, la que alcanza su altura máxima de 4.114 metros
Con una superficie de 126.049 km2, acoge una población de 493.984 ha- en el Cerro Quimal.
bitantes (según censo 2002), de la cual el 97.6% corresponde a población
urbana y el 2.4% corresponde a población rural.

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Las planicies litorales alcanzan mayores dimensiones especialmente en la la costa producto de la acción del viento y el Anticiclón del Pacífico. En
península de Mejillones, avanzando hacia el sur, donde éstas se verán inte- algunos sectores se utilizan atrapanieblas para captar el agua que trae la Ca-
rrumpidas al sur de Antofagasta producto de las serranías de la cordillera manchaca y esto permite la irrigación en el desierto.
de la Costa, reapareciendo en el sector de El Cobre hacia la región de
Atacama. Con respecto a la hidrografía, la región se caracteriza por un fuerte
endorreísmo producto del clima desértico y la disposición del relieve.
La cordillera de la Costa se presenta bajo la forma de farellón costero hasta Los pocos ríos que hay provienen de las cumbres andinas y se escurren
la comuna de Taltal, donde toma forma de acantilado inactivo. Ésta se por las diferentes quebradas que están en la región, desembocando la
presenta alta y maciza, encontrándose en esta región las máximas alturas mayoría en napas subterráneas y en los salares, siendo la única gran
que sobrepasan los 2000 msnm (metros sobre el nivel del mar) como los excepción el Río Loa, el cual ostenta el título de ser el más largo de
cerros Vicuña Mackenna y Amazonas. Chile (440 km de longitud). Este nace en la cordillera de Antofagasta
y posee un régimen de alimentación de tipo nivopluvial, razón por la
La cordillera de los Andes alcanza en esta región su mayor altura promedio, cual experimenta dos crecidas al año. Su principal afluente es el río
con cumbres que sobrepasan los 5500 msnm, donde se presenta un volca- Salado. Sus aguas son intensamente aprovechadas en regadíos, minería
nismo activo. El altiplano tiene una altitud promedio de 4000 msnm en la y agua potable.
zona donde la alta actividad geotérmica permite la formación de los géisers
del Tatio. En el extremo oriental de la región se forma la Puna de Atacama, Además existen numerosas cuencas endorreicas en la región, siendo la más
otra zona de altiplano ubicada en el límite con Bolivia y Argentina. importante la del Salar de Atacama, donde desemboca el Río San Pedro y
da origen al oasis de San Pedro de Atacama.
Desde el punto de vista climático en la zona predomina el de tipo desér-
tico, con las variaciones de desértico costero, desértico normal y desértico La flora de la región está fuertemente determinada por el tipo de clima
marginal de altura. Esta zona presenta una marcada oscilación térmica, que en esta se presenta, abundando la vegetación xerófita adaptada a los
que va aumentando según la altitud. Además, en las quebradas interiores climas secos y la ausencia de agua. Destacan especies como la Llareta, Ta-
se presenta el clima desértico de altura templado, caracterizado por invier- marugo, Algarrobo, Pimiento, Chañar, Cactus, etc. concentrándose estas
nos fríos y veranos lluviosos, fenómeno conocido como “invierno bolivia- especies en las zonas costeras. La fauna, por su parte, habita las planicies
no”, con lluvias y tormentas eléctricas entre los meses de enero y marzo, altiplánicas y en el entorno cercano a los cuerpos de agua. Entre estas es-
producto de los aires húmedos provenientes de la Selva Amazónica. pecies se destacan la vicuña, el guanaco, el zorro chilla, el zorro cumpeo, la
vizcacha, el ñandú, la perdíz de la puna, el flamenco de James, el flamenco
En la costa el clima es bastante agradable, debido a la influencia de la Co- chileno, el flamenco andino, la gaviota andina, el pato juarjual y el aguilu-
rriente de Humboldt y, debido a la altura del farellón Costero, se produce cho, entre otros. También existen numerosas especies de reptiles e insectos
la Camanchaca, un tipo de neblina costera, muy densa, que se mueve hacia que habitan toda la región.

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3.- El nacimiento del Tren Longitudinal Norte o Tren Longino (1881-1913):

A comienzos del siglo XX la red ferroviaria de la zona norte de Chile un tercer riel dentado que se utiliza en zonas de gran pendiente) en
era un conjunto inconexo y desordenado de vías férreas que, en ma- ciertas partes y la construcción de alcantarillas especiales debido a las
nos de propietarios privados, se encontraban aisladas unas de otras, intensas y repentinas lluvias estacionales.
sin trochas ni administraciones comunes. Estos trenes, que cruzaban
la pampa y el desierto, habían surgido para atender los crecientes re- Hasta el día de hoy muchos se preguntan por qué la línea norte-sur no
querimientos de la extracción y acarreo de minerales desde los yaci- se tendió por la costa, donde las pendientes son menos abruptas que
mientos del interior hacia los puertos de embarque en la costa. las de la ruta interior. Pero lo cierto es que el recuerdo de la Guerra del
Pacífico estaba muy fresco y el Estado Chileno prefirió trazar la ruta
La consecuencia más inmediata del triunfo chileno en la Guerra del Pa- ferroviaria por el interior, debido a que la línea del tren quedaría fuera
cífico fue la anexión de los territorios de Antofagasta y Tarapacá. Ante del alcance de los cañones de los buques de guerra de otros países en
este escenario, el Estado Chileno se vio en la necesidad de integrar caso de un nuevo conflicto bélico. El escollo principal de esa opción fue
esos ricos, vastos y desérticos territorios al corazón político y admi- la topografía, que exigía la conquista de varias cumbres, por lo que años
nistrativo del país por medio de una línea ferroviaria central. Además, después se debió tender un complicado sistema de cremalleras para
con el recuerdo aún vivo de esta sangrienta conflagración, muchos arrastrar a las locomotoras en su subida a los cerros más altos, ya que
sostenían que algún día podría llegar a ser necesario transportar al no bastaba la sola adherencia de sus ruedas sobre los rieles lisos.
norte soldados y equipos por un medio más seguro y más rápido que
el marítimo.
José Manuel Balmaceda:
Durante el gobierno del presidente Domingo Santa María (1881-1886) El ímpetu ferroviario de
se debatió extensamente la iniciativa de construir una línea férrea lon- un presidente visionario
gitudinal hacia el norte, partiendo por la sección del ferrocarril de La
Calera a Ovalle. El proyecto original contemplaba casi 1.200 kilómetros La unión ferroviaria de todas las pro-
de vía férrea entre Santiago y Tarapacá y, debido a que en el Norte vincias del país fue a partir de enton-
Chico el perfil topográfico presenta fuertes diferencias de alturas por ces un sueño largamente acariciado
la existencia de los valles transversales separados por altas cadenas por el Estado chileno y fue el presi-
montañosas, el trazado debería contar con muchas curvas estrechas. dente José Manuel Balmaceda (1886-
Por ello, los trenes tendrían que adoptar una trocha (distancia o ancho, 1891) el primero en hacerlo realidad.
en líneas paralelas, de un riel a otro) angosta de un metro, en oposición Con una profunda fe en el ferrocarril y
a la trocha ancha de 1.676 metros de la Línea Longitudinal Sur, que iba sus virtudes de progreso, en 1890, con
de La Calera al sur. Estas mismas particularidades también obligarían motivo de la inauguración del viaducto
al uso de cremalleras (enganche mecánico con la vía por medio de del Malleco en el sur, verdadero por-
J.M Balmaceda

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tento de la ingeniería moderna chilena, el presidente Balmaceda ase- Pedro Montt y Ramón Barros Luco concretan
guraba que “todos los problemas del porvenir de Chile están ligados a el sueño de Balmaceda
la construcción de nuevas líneas férreas”.

En enero de 1888 el gobierno de Balmaceda dictó una ley para adquirir Durante la administración del presi-
el ferrocarril de Chañaral, el primer ferrocarril totalmente privado ope- dente Pedro Montt (1906-1912) se
rado por el Estado Chileno, cuya construcción databa de 1872 y que produjeron nuevos avances ferro-
había sido concebido para atender el acarreo de minerales de cobre y viarios. En 1907 el Gobierno encar-
plata. Tal como sucedió con el Ferrocarril de Coquimbo, a este ferroca- gó a dos compañías extranjeras los
rril se le modificó la trocha a un metro y se prolongó años más tarde su estudios y la ejecución de las obras
línea hasta Pueblo Hundido, punto de encuentro con el futuro trazado para completar los sectores faltan-
de la línea troncal de la futura Red Norte. tes del tramo ferroviario en el norte,
además de su explotación futura.
Durante la administración del presidente Balmaceda no sólo se creó el Los trabajos se dividieron en dos
término “ferrocarril longitudinal”, sino que también las obras ferroviarias tramos, Pueblo Hundido-Pintados,
comenzaron de inmediato a ejecutarse. En 1889 se inauguraron en el por el norte, y Pueblo Hundido-La
norte de Chile los ferrocarriles de La Calera a Cabildo, por el sector sur, Calera, por el sur. Pedro Montt
y de Ovalle a San Marcos, por el sector norte, ambos tramos de la línea
longitudinal central; y los ramales a la costa, desde Los Vilos a Illapel y En 1910 el gobierno licitó la construcción de los tramos faltantes de la
Salamanca y Huasco a Vallenar. ruta ferroviaria entre La Calera y Pueblo Hundido, pero esta vez por el
interior. Los tramos que se tendieron fueron: Cabildo-Limáhuida, Illapel-
El ímpetu ferroviario del gobierno del Presidente José Manuel Balma- San Marcos e islón (cerca de La Serena) a Toledo (lugar donde empal-
ceda, que parecía verdaderamente imparable, fue frustrado por la gue- maría con el trazado de Caldera a Copiapó).
rra civil de 1891. De ese modo, debieron pasar varios años para que
se retomaran las ganas de tender una gran línea en el norte del país. Dos nuevas leyes ferroviarias, promulgadas por el presidente Pedro
Los 72 kms. de líneas ferroviarias que correspondían al tramo de La Montt en 1908 y 1910 obligaron, finalmente, a los ferrocarriles privados
Calera a Cabildo fueron inaugurados recién en 1897. Y ese mismo año a integrarse al tren longitudinal. Así, el 23 de noviembre de 1913 Chile
el ferrocarril de Los Vilos al interior alcanzaba la boca norte del túnel continental se unió a través de una gigantesca red ferroviaria, desde
de Cavilolén. las provincias de Tarapacá por el norte hasta la de Llanquihue por el
sur. En esta fecha, el presidente Ramón Barros Luco inauguró en la
A principios del siglo XX se continuaron tendiendo líneas. Fue el caso estación de Yerbas Buenas el tren que por más de sesenta años, con
de la línea de Choapa a Illapel, de Las Ánimas a Los Pozos y de El el nombre de “Longi” o “Longino”, supo llevar progreso y alegría a los
Empalme a Inca de Oro; además estaba en reconstrucción la línea de valles transversales del norte chico y a las desoladas pampas y desier-
Elqui, mientras finalizaban los estudios técnicos para completar diver- tos del Norte Grande chileno. En el año 1914 la línea férrea, entre La
sas secciones ferroviarias en Coquimbo y Atacama. Calera y Pueblo Hundido, ya estaba completa.

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Un tren, una administración

Pero, para que comenzara a correr en propiedad el Tren Longino, primero se


debió solucionar una serie de problemas operativos y logísticos. De acuerdo a
lo dispuesto en una ley de 1908 y por diversos decretos de 1910, la Red Norte
era explotada por dos entidades diferentes: el Estado, y la Chilean Northern
Railway y The Howard Syndicate. Pese a tener una trocha común estas dos
administraciones no compartían ningún punto de contacto y por ese mismo
motivo el sinnúmero de transbordos a los cuales eran obligados los pasajeros
y la carga provocaron una creciente ola de protestas y quejas del público.

El tendido de La Serena al sur se entregó a mediados de 1913, pero


su operación no ayudó a la comodidad de los usuarios. Cada tramo
era operado por la empresa que lo construyó y sólo entre la Calera y
La Serena los pasajeros tenían que hacer un transbordo en Cabildo,
Limáhuida y San Marcos, los que los obligaba a alojar en las ciudades
de Illapel y Ovalle antes de proseguir su viaje al norte.

En 1915 el servicio ferroviario en la Red Norte continuaba siendo difícil,


sobretodo debido a la decisión gubernamental de tender la línea férrea
por las cuestas del interior y no por la costa. El peor inconveniente ocu-
rría en algunos tramos en los que se tenía que recurrir al sistema de
cremallera, lo que demoraba mucho los viajes pues el tren más rápido
solía viajar sobre estos sectores de la vía a una velocidad de unos 13
kms. por hora. Sólo entre Cabildo y Combarbalá había 55 kms. de ruta
a cremallera y, para operarlos, había que mantener, a un costo eco-
nómico demasiado alto, una flota de once locomotoras especializadas
para arrastrar los convoyes de pasajeros y de carga.

El 25 de enero de 1915 se creó la Red Norte de Ferrocarriles, que


abarcaba todas las líneas comprendidas entre las estaciones de La
Calera y Pueblo Hundido. Dos años más tarde fue incorporada dicha
red a los Ferrocarriles del Estado. Cinco ferrocarriles particulares que
había adquirido el Fisco previamente fueron anexados a La Red Norte, La Red Norte se caracterizaba por tener casi 1.900 kms. de extensión, y por
y otras dos líneas que el mismo Estado había construido. usar una trocha de un metro.

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De ese modo los ferrocarriles estatales quedaron unidos por una línea En 1917 el viaje en tren entre La Calera y La Serena tomaba un poco
continua de cerca de 3.000 kms. Esa línea iba desde Pintados, esta- más de un día. Y de La Calera a Pueblo Hundido el recorrido directo,
ción terminal sur de los antiguos ferrocarriles salitreros de Tarapacá, sin transbordos, demoraba dos días con seis horas. Además, el tren
hasta Puerto Montt, en la provincia de Llanquihue. comenzó a hacer recorridos por la noche, evitando que los pasajeros
tuvieran que pernoctar en albergues de dudosa calidad.
Esta red era complementada por otros 2.000 kms. adicionales de ra-
males transversales que unían el interior cordillerano con la costa, y El tendido longitudinal norte de ferrocarriles se completó en 1922,
cuatro importantes ferrocarriles internacionales que comunicaban al pero la construcción propiamente tal finalizó en 1936, cuando se rec-
país con sus vecinos del norte y del este, Perú, Bolivia y Argentina. tificó la ruta al conectar la estación de Longotoma con la estación de
Los Vilos, lo que permitió el abandono del primer y más largo tramo
“La Red Sur tenía la particularidad de que tenía una trocha ancha (1.676 a cremallera. El segundo tramo se suprimió al construir la variante
mts.) y se extendía desde Calera hasta Puerto Montt, con 1.200 kms. por la estación Alcaparrosa, dejando sin tráfico la sección cremallera
de extensión. La Red Norte, en cambio, partía de La Calera y llegaba que unía Matancilla con la boca sur del tunel El Espino. En la década
hasta Pintados, donde se enlazaba con los ferrocarriles salitreros que del 40’ se retiraron del servicio de la Red Norte todas las locomotoras
se ramificaban a Iquique y Pisagua. Su trocha era de un metro y tenía a cremalleras y en los años siguientes se levantarían casi todos los
1.889 kms. de extensión”, precisa don Eduardo Muñoz, ex maquinista, ramales secundarios que no eran usados para transportar volúmenes
inspector e instructor del Tren Longino. importantes de minerales.

Estación El Toco. Vista hacia el poniente.

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Caballito de agua utilizado para llenar el estanque
de las locomotoras a vapor en la Estación El Toco.
Esta curiosa estructura metálica, de armonioso
brazo horizontal respecto de su vertical, termi-
naba en una grácil curva, permitiendo extraer el
agua de un pozo o estanque para que las máquinas
llenasen su depósito con el vital elemento.

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4.- La época de oro del Tren Longino

La puesta en marcha de un sistema regular de trenes de pasajeros


de largo recorrido, en la zona norte del país, constituyó un verdadero
desafío para las autoridades de la época por una serie de razones.
En primer lugar, la Red Norte no partía desde Santiago sino desde La
Calera, hacia donde los pasajeros tenían que llegar, desde la capital o
Valparaíso, en otro tren de combinación.

“Si un pasajero viajaba del norte a Santiago, tenía que llegar primero
a la estación de La Calera. Allí uno se bajaba con todos sus bultos y
maletas a cuestas, caminaba a pie un tramo corto y después abordaba
otro tren, que era de trocha ancha y llegaba a la estación Mapocho. Y
lo mismo sucedía con las personas que viajaban de Santiago hacia el
norte. Bajarse en la estación de La Calera era obligatorio, lo que trans-
formó a esa estación en uno de los nudos ferroviarios más importantes
de Chile. A pesar de la incomodidad, era un transbordo incómodo pero
muy bonito”, recuerda el escritor y periodista Lincoyán Rojas, ex pasa-
jero del Tren Longino.

El profesor Ítalo Fuentes, pasajero habitual del Tren Santiago-Valparaí-


so, agrega que “si uno llegaba a la estación de La Calera desde la capi-
tal o el puerto, tenía la opción de bajarse y subirse al Tren Longino que
iba al norte. El tren de Valparaíso a Santiago tenía una trocha ancha y
el que salía de La Calera al norte tenía una trocha angosta. Sólo una
vez viajé en el Tren Longino, en una oportunidad en que lo hice hasta
La Serena. Era un viaje notable porque en ese tiempo duraba unas 17
horas y era toda una vida la que uno pasaba en el tren. Uno se subía
en la tarde, viajaba toda la noche y llegaba al otro día en la tarde. Era
un tren precioso porque daba una gran cantidad de vueltas y curvas
por la zona de la Ligua, Illapel, Salamanca y Combarbalá, pasando por
todos los hermosos valles del Norte Chico hasta llegar a La Serena”.

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Los otros problemas que dificultaron la operación del Tren Longino no
fueron menores. La trocha métrica o de un metro no permitía mantener
velocidades tan altas como la trocha ancha que usaban los ferrocarri-
les del sur, lo que unido a las pendientes y el trayecto muy sinuoso au-
mentaban notoriamente los tiempos de viaje. Además, hasta los años
40’ la ruta incluía tramos a cremallera, con las consiguientes molestias
para los pasajeros. Por si ello no bastara, la obligación social de de-
tener los trenes en pueblos chicos, sin acceso carretero, servía para
incrementar las demoras que afectaban a los pasajeros de largo reco-
rrido. Y, finalmente, para llegar a ciudades como Taltal o Antofagasta,
había que hacer combinación con trenes de otras empresas.

Desde los primeros años en que se inauguró una conexión ferroviaria


entre Santiago e Iquique (con transbordos en La Calera y Pintados),
viajar entre la capital del país y la capital del salitre constituyó una es-
pecie de turismo aventura para muchos pasajeros chilenos. Había un
tren por semana, con coches de primera y tercera clase, dormitorios
y un comedor. Entre La Calera y Pueblo Hundido el tren se detenía en
más de 70 estaciones intermedias, y en algunas de ellas la locomotora
debía almacenar agua o para cambiar locomotoras o acoplar una má-
quina remolcadora, pero en la gran mayoría el tren sólo paraba para
atender las necesidades del pequeño pueblo local.

Por entonces, recorrer los casi 1.900 kms. de ruta ferroviaria entre La
Calera e Iquique tomaba 95 horas con 50 minutos, siempre y cuando
no ocurriera ningún imprevisto durante el viaje.

Con el paso del tiempo el servicio ferroviario se fue optimizando, gra-


cias a ciertas mejoras como la puesta en servicio del Ferrocarril de
Iquique a Pintados y al abandono de los tramos a cremallera. Las lo-
comotoras más antiguas, además, fueron reemplazadas por otras más
modernas.

En la década del 50’ la frecuencia de los trenes directos entre La Calera


e Iquique duplicó la de los años 20’. Había un tren ordinario y otro direc- Interior de un coche de 3a Clase, remolcado eventualmente por el Tren Longino.

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to. La demora se redujo a 74 horas con 49 minutos, lo que significaba optaron a favor de estos medios de transporte más expeditos fueron
que los trenes alcanzaban una velocidad promedio de casi 27 km/h. los de mayores ingresos (los pasajeros que viajaban en primera clase
no dudaron en efectuar por avión, en un pocas horas, un viaje que
La época dorada de los trenes de pasajeros en la ruta principal del en tren habría demorado igual número de días). Por ello, los primeros
norte se vivió precisamente durante esta década. Las locomotoras die- trenes de pasajeros en suprimirse fueron los directos de primera clase
sel de línea empezaron a recorrer las vías férreas chilenas a partir de y dormitorios, quedando sólo los trenes ordinarios. En 1972, todavía
1951, aunque a mediados de ese decenio todavía dominaba la trac- circulaban dos trenes ordinarios por semana entre La Calera e Iquique
ción a vapor. Pero a partir de los años 60’, los automotores Schindler y y su equipo incluía coches de segunda clase, con un comedor.
las locomotoras diesel Dt-10000, Dt-12000 y Dt-13000 comenzaron a
operar los servicios de carga y de pasajeros. El profesor y cronista ferroviario Julio Ortega cuenta que por esa épo-
ca, en 1973, cuando sólo era un adolescente de 15 años, en un acto
En esa época el tren directo entre La Calera e Iquique, que llevaba de osadía juvenil abordó el Tren Longino para recorrer el trayecto La
coches de primera, dormitorios y un comedor, demoraba 67 horas con Calera-Iquique. Un viaje que, según él, cambiaría su vida para siempre
15 minutos. Los pasajeros que viajaban en tercera clase, en tanto, de- y que lo inspiró a publicar recientemente el libro “El Maravilloso Viaje
bían embarcarse en el tren ordinario, que incluía un buffet, pero no un del Longino”, una vívida y nostálgica crónica sobre cómo era viajar en
comedor. El tren ordinario era, en todo caso, un poco más rápido que el ese mítico ferrocarril.
tren directo -se demoraba una hora con 15 minutos menos-, pues este
último se tardaba un poco más por las maniobras necesarias al realizar “Era un tiempo diferente al actual. El ferrocarril en ese entonces se
una combinación a Antofagasta. había constituido en un indicador del progreso de Chile y numerosos
convoyes, tanto de pasajeros como de carga, lo cruzaban de norte a
Como la competencia de los buses y la aviación comercial, que ha- sur y de cordillera a mar. Yo ya había viajado varias veces desde San-
bía ampliado sus servicios a través de la Línea Aérea nacional (LAN), tiago al sur en tren, pero ese viaje al norte del país fue un periplo fan-
comenzó a afectar el servicio ferroviario, los primeros pasajeros que tástico, el viaje más maravilloso y hermoso de mi vida. Originalmente

14
tenía que viajar solo hasta Ovalle, con el permiso de mis padres, para
ir a visitar a unos tíos, pero cuando llegué a la estación de esa ciudad
decidí continuar el viaje al norte. Al principio no lo sabía, pero mi verda-
dero destino era Iquique. Fue un acto de infantil irresponsabilidad que
constituía en el fondo un sagrado acto de libertad”.

Don Julio agrega que “al abordar ese tren jamás pensé que esta-
ría viviendo la postrera existencia del Ferrocarril Longitudinal Norte,
también conocido con el apelativo de Longino. En 1973 ya no existía
el Directo La Calera-Iquique, compuesto por señoriales coches dor-
mitorios y elegantes vagones de primera clase. En su lugar existía
un modesto convoy formado por siete u ocho vagones de segun-
da clase fabricados en Chile y un coche comedor Linke-Hoffmann
de procedencia alemana, además de un furgón de servicio para el
personal del ferrocarril, remolcados por una bellísima locomotora
diesel, que recorría los 1.889 kilómetros que separan la céntrica
ciudad de La Calera con el nortino puerto de Iquique. Con dos viajes
semanales de ida y dos de vuelta, este tren cruzaba maravillosos
lugares que tuve la suerte de apreciar mirando por la ventana del
sencillo vagón, cuyo interminable traqueteo terminaba entronizado
con el alma de sus pasajeros”.

La inconfundible estampa de la locomotora diesel Dt-13000, que remolcaba


al Tren Longino, estacionada en el patio de la estación de La Calera.

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Base de una tornamesa en la estación El Toco. Esta estación comunicaba a la Red Norte con
el Ferrocarril de Tocopilla al Toco. En la actualidad sólo queda, además de los vestigios de la
tornamesa, los cimientos de los andenes y los restos de una pequeña casa de máquinas para
la revisión de la locomotora.

Riel indicador de kilometraje parcial entre las estaciones Los Vientos y Andén de la Estación El Toco, donde se combinaba para llegar a la estación Toco Anglo
Lacalle. y, desde allí, bajar hasta Tocopilla. Durante la década de los 60`existió un servicio con
coches de 2a Clase y buffet que partía desde La Calera los días martes a las 17:00 hrs, para
llegar a El Toco los días jueves a las 19:30 hrs.

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Una aventura sobre rieles: un viaje en un vagón estruendosas como cataratas que hacían levantarse en un amplio flujo y reflujo
de tercera clase en el Tren Longino sus abultados senos. Estas muchachas alternaban el vestido de corte agradable
y de colores delicados con los modestos y chillones, ciñendo curvas plenas de
vitalidad que se sentían prisioneras buscando la libertad de expansión.

Era un rico contraste que sólo puede ofrecer el coche de tercera. Eran
momentos de vida ocasional junto o vecino al coche de primera. El mismo
conductor y su asistente al pedir los boletos en el coche de primera clase,
donde el ambiente era de gente bien, y cada cual se esforzaba por parecer-
lo, lo hacían con una venia en señal de respeto y los vendedores bajaban la
voz para identificarse con el ambiente. En el de tercera clase, en cambio,
la voz salía áspera e imperiosa, y resonaba como una orden en los ángulos
grises y sencillos del coche, haciendo saltar de los bolsillos profundos del
huasito humilde el boleto que ayer fuera matiz loro y hoy de un desma-
tado color blanco. Después el ayudante se alejaba bailando un ridículo
tango por entre canastos, paquetes, cajas y bolsas, abandonando el coche
y despojándose de su aire marcial.

Los vendedores, con sus caras de buenos amigos, su blusa blanca y un paño
envolviendo la parte inferior del cuerpo como una momia egipcia, gritaban
El periodista y cronista ovallino Lincoyán Rojas viajó en varias oportuni- sus refrescos como si todos fueran viejos conocidos y grandes camaradas.
dades en un vagón de tercera clase en el Tren Longino. Una experiencia Era una emanación a borbotones de confianza y de amistad, pues hacían el
que, a diferencia de los actuales e impersonales viajes en bus o avión, sig- viaje juntos. Allí estaban el agua y la sal de nuestro pueblo, unidos al rico
nificaba ser obligatoriamente parte de una abigarrada y pintoresca comu- folklore que condimentaba las conversaciones y daba colorido a las confi-
nidad de personas, recorriendo un trayecto único que, más que un viaje dencias, y una tenue pincelada la ofrecía la voz clara y medida de una damita
convencional, se transformaba en una verdadera aventura. de medio pelo que se pintaba los labios y se miraba las uñas.

“No había algo más interesante y pintoresco que un coche de tercera clase. La Los pasajeros utilizaban su tiempo en leer, conversar de lo divino y de lo
mirada golosa de un observador pasaba horas y horas acechando tipos curio- humano. No faltaban los que llevaban una guitarra y se entretenían can-
sos, sorprendiendo gestos y contrastes. Allí se vaciaba el contenido de nuestra tando. En el intertanto transitaban por los pasillos, haciendo equilibrios,
raza sin tapujos ni consideraciones. Nada tenía de monótono. En un conjunto los vendedores de bebidas de fantasía, y que llevaban también maltas y
donde se alternaban las caras finas, delicadas, amplias, gordiflonas, de miradas pílseners. De regreso recogían los envases vacíos.
vivaces o morunas de los pasajeros. Se veían muchachas de modales que preten-
dían tener cierta distinción y campesinas parlanchinas y rollizas que conver- A lo largo del trayecto, entre estación y estación, el coche de tercera tomaba
saban a gritos, como quien lo hace de rancho a rancho, entre cascadas de risas un divertido aspecto culinario. Huevos duros, tortillas de rescoldo, frutas

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nas, reparados en las maestranzas de Ovalle, San Eugenio o San Bernardo,
y el público se empeñaba en ser dignos de tal iniciativa. Y de esta manera
se iba derecho a una convivencia social en plena paz y sin prédicas de idea-
les políticos, gracias a estos democráticos coches de tercera clase, donde
nadie marcaba los asientos con cortaplumas ni los dañaban.

La amistad en los trenes de antaño se desparramaba por doquier. Algunos


pasajeros incluso se sabían el nombre de los fogoneros, los palanqueros, la
gente que pasaba revisando los boletos, los jefes de estaciones. Porque eran
siempre las mismas caras, que los pasajeros habituales conocían muy bien.

Estos trenes, por espacio de 60 años, prestaron enormes servicios y, para


los pueblos interiores, era la única vía de comunicación y progreso. El
Tren Longino en concreto dejó profundas huellas que influyeron en va-
rias generaciones, junto con el correr de los años, porque junto a esos
Los asientos de los coches de 3a Clase se caracterizaban por ser de madera y trenes muchos crecieron, estudiaron y vivieron una bonita época. En los
tener un ángulo de respaldo que alcanzaba los 90º respecto a la sentadera. trayectos hicieron de buenas amistades que perduraron en el tiempo y
también se tejieron romances que llegaron al altar”.

diversas, queso, dulces, presas de pollo, fiambres rojos de ají, vino, o chacolí,
todo aliñado con una conversación, a veces gutural, ya que se hablaba con
la boca llena. La voz de un huaso timbrada, como el claro tintineo de las
rodajas de sus espuelas nuevas, desovillaba un chiste sabroso que chorreaba
malicia y pícara intención y que servía de salsa a la merienda.

Ya no se viajaba a hurtadillas en estos amables coches. No había temor de


que la familia de tal o cual los viera y los despellejara vivos a la hora del té
con el grupo de las fulanitas en un sarcástico comentario.

Nadie puede negar que el pueblo había ganado mucho. Comprobé que
eran amorosos con el jabón y el agua, la peineta y la navaja. En sus rostros
aseados, frescos, pelo en orden, había saludables hábitos de higiene, y todo
esto se lo debían a la empresa de ferrocarriles. Ésta empujaba este avance
social y entregaba coches limpios, acogedores, fabricados por manos chile-

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Pequeño soterramiento de la vía férrea de
la Red Norte, producido por un caudal esporádico.

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5.- El fin de una era ferroviaria: El ocaso del Tren Longino

A partir de los años 60’, tratando de equiparar la velocidad de los bu- Eduardo Muñoz, ex funcionario ferroviario del Tren Longino y actual
ses, que ya comenzaban a competir con los ferrocarriles por la prefe- presidente de la Asociación de Trabajadores Jubilados Ferroviarios de
rencia de los pasajeros, los viajes del Tren Longino fueron acelerados, La Calera.
ocupando solamente 56 horas y 40 minutos entre La Calera e Iquique.
Los trenes, además, para empeorar su situación, se enfrentaron con
A partir de esa misma década la Empresa de Ferrocarriles del Estado la subvención efectiva del gobierno a los camiones de mayor tonela-
inició un ambicioso plan de modernización. Y durante el gobierno del je, que gozaron de la condonación de deudas y una subimposición
presidente Salvador Allende se continuó adquiriendo equipos nuevos, por el uso de las carreteras. El transporte caminero, además, logró
especialmente para el servicio de pasajeros. Sin embargo, una parte una gran ventaja comparativa al reducir sus costos reales gracias a
importante del nuevo material encargado llegó a Chile cuando el régi- la pavimentación de caminos, el progreso tecnológico de la industria
men militar ya se había entronizado en el poder. Las nuevas autorida- automotriz y una tendencia a la baja en el precio real de los com-
des, que tenían una manera de pensar sobre el transporte ferroviario bustibles líquidos.
muy distinta a la de los gobiernos precedentes, no dudaron en suprimir
varios e históricos servicios ferroviarios porque no eran económica- Los cronistas ferroviarios concuerdan, entonces, en que el advenimien-
mente rentables. El Tren Longino fue el primero de ellos. to del gobierno militar marcó el fin de una era dorada para Ferrocarriles
del Estado de Chile. El nuevo gobierno, a poco de instalarse en el po-
El profesor Julio Ortega detalla que “luego de más de medio siglo de der, dejó de considerar a la empresa como una eficaz herramienta de
azarosa vida, el Tren Longino detuvo su andar un día de junio de 1975. la política social, por lo que desistió de solucionar los problemas finan-
Su trocha angosta y el sinuoso trazado que recorría, hizo que sus lar- cieros de los trenes estatales nacionales otorgándole subvenciones o
gas horas de viaje a una velocidad que no excedía los 30 kilómetros inyectándole recursos monetarios frescos.
por hora, lo transformase en un medio de transporte no acorde con los
requerimientos de presteza que los nuevos tiempos exigían”. Don Eduardo Muñoz recuerda que “años después del pronunciamiento
militar y con el toque de queda vigente, se preparó el terreno para des-
Las razones que provocaron el fin del Tren Longino fueron variadas. mantelar Ferrocarriles. Creo que no era la parte material la que estaba
La empresa de Ferrocarriles del Estado, de partida, nunca logró cubrir cuestionada, ya que en esa época los trenes funcionaban con una gran
sus gastos con sus ingresos, producto del modesto nivel de tarifas que eficiencia y Chile era líder en el transporte ferroviario. El gobierno es-
cobraba, tanto a nivel de pasajeros como de carga. “El Estado chileno taba empeñado en desarticular los gremios. Y así lo hizo. Cada 15 días
jamás quiso traspasar los costos de la operación de los trenes a los llegaban a las estaciones listas confeccionadas con los nombres del
pasajeros, porque tenía una responsabilidad social que cumplir, faci- personal que no podía continuar en la Empresa. En una de esas listas
litando el intercambio de personas y productos para, de esa manera, apareció mi nombre. En el momento de mi desvinculación, el 15 de julio
fomentar el desarrollo socioeconómico del país. Los trenes chilenos de 1978, yo era inspector-instructor de quinta categoría y ya llevaba 26
siempre buscaron el interés social por sobre el económico”, explica don años y ocho meses de servicio ferroviario”.

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El mismo funcionario, como colofón, añade que “en la Red Norte los Red Sur, siguió en plena operación hasta fines de los años 70’ mante-
trenes de pasajeros que partían de La Calera hacia el norte, y viceversa, niendo servicios esporádicos en los valles interiores del Norte Chico,
fueron los trenes más importantes por dos motivos: los tráficos de carga y el Automotor Salón Nocturno que unía La Calera con La Serena y
no fueron demasiado intensos y existía una clara voluntad social del viceversa cesó sus funciones a finales de la década.
Estado chileno de atender todos los pueblos aislados, por minúsculos
que éstos fueran. Por eso el Tren Longino se demoraba tanto, ya que se
detenía en prácticamente todas las estaciones. Estos servicios ferrovia- 13 de junio de 1975: El último viaje del Tren “Longino” desde
rios locales, que provocaron el auge y desarrollo social y económico de Iquique a La Calera
numerosos pueblos y localidades del norte chileno, sobrevivieron hasta
mediados de la década de los 70’. En 1975 dejó de correr el último tren Para muchos funcionarios, y no pocos pasajeros, el 13 de junio
de largo recorrido desde La Calera a Iquique y viceversa y, tres años de 1975 es una de las fechas más tristes en los anales de la his-
más tarde, ya partió por última vez el servicio ferroviario a La Serena”. toria ferroviaria chilena. Ese día el Tren Longino, el mismo tren
que durante largos años transportó a millones de pasajeros que
La histórica línea principal de la Red Norte, cuyos costos económicos deseaban viajar del centro de Chile al norte, y viceversa, hizo su
de operación llegaron a ser cuatro veces más grandes que los de la último viaje.

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Las crónicas periodísticas de Iquique cuentan que don Juan Carreño, Aparte de los mismos pasajeros, en la estación de Iquique se reunió
administrador del Ferrocarril de esa ciudad, ese día miró su reloj con también una pequeña y abigarrada muchedumbre, constituida por
sumo nerviosismo y una notoria desazón. En su fuero interno quizás cientos de iquiqueños y trabajadores jubilados ferroviarios que querían
deseaba de todo corazón que aquel momento, que parecía una mala ser testigos de la partida del último tren de pasajeros desde la antigua
pesadilla, pasara pronto, pues tenía la responsabilidad de autorizar la capital del salitre.
salida del último tren de pasajeros desde la estación de Iquique, ubica-
da en las calles Vivar con Sotomayor. A todos los presentes los embargaba la pena. El viaje en el Tren Lon-
gino no era, por cierto, un paradigma de comodidad y sus itinerarios
A su lado uno de sus colegas, el inspector Ricardo González, ultima- rara vez se cumplían con puntualidad. El viaje era cansino y lento y de-
ba los detalles pendientes para que el trayecto del Tren “Longino” no moraba varios días con sus respectivas noches para llegar a destino.
tuviera dificultades, y que los treinta pasajeros que viajaban ese día a Pero, en esas extensas y añoradas jornadas arriba de los vagones fe-
la zona central de nuestro país llegaran “sin novedad” a su destino, La rroviarios, los pasajeros iban formando espontáneos lazos de amistad,
Calera, para que hicieran el posterior y obligado transbordo a la ciudad compañerismo y solidaridad, algo inimaginable en los viajes actuales
de Santiago. en bus o en avión.

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La llegada de un tren estatal que cubriera tan largo trayecto entre el “Ferrocarril de Iquique a Pintados:
centro del país y las áridas regiones del norte demoró años y costó
ingentes esfuerzos. Pero, por el mismo motivo, ello originó un senti- Se pone en conocimiento del público que a contar del lunes 16 de
miento de orgullo y bienestar entre los habitantes de las ciudades y junio, en curso se ha suprimido, hasta nueva orden la carrera de trenes
pueblecitos del norte de Chile, que veían como al fin disponían de un de pasajeros N° 1 y 2, desde La Calera los lunes y desde Iquique, los
moderno medio de transporte para viajar en forma directa a la zona jueves respectivamente.
central y sur del país.
En consecuencia, a contar de la próxima semana no circulará ningún
En 1970 Ferrocarriles del Estado ofrecía dos servicios semanales de tren de pasajeros entre Iquique y La Calera.
Pasajeros para recorrer el trayecto La Calera Iquique y viceversa, los
que bajaron en 1974 a sólo uno semanal. Un tren llegaba el miérco- La Administración”.
les a Iquique y volvía a La Calera el jueves. Pero, en 1975, como ya
mencionamos, el Gobierno Militar decidió, ante las nuevas políticas Días después que partiera el último tren de pasajeros del Tren Longino
económicas aplicadas en el país, suspender los subsidios a Ferroca- desde Iquique hasta La Calera, los trabajadores y jubilados ferroviarios
rriles de Estado, lo que obligó a sus ejecutivos a mantener solamente de Iquique se reunieron con el general Hernán Fuenzalida, Intendente
los servicios supuestamente rentables, entre los cuales no figuraba el de la región, para solicitarle que levantara la suspensión de los trenes
Tren Longino. de pasajeros. El militar escuchó con deferencia y comprensión a los
trabajadores, para luego enviar una carta a la máxima autoridad de
La inapelable condena a muerte para el legendario tren nortino fue Ferrocarriles del Estado en Santiago planteándole la necesidad de es-
publicada en el diario “El Tarapacá”, a principios de junio de 1975. La tudiar la vuelta del servicio ferroviario suprimido. La respuesta jamás
escueta nota decía lo siguiente: llegó. El Tren Longino ya era historia.

Desde la estación de
Iquique, monumento
histórico cuya construc-
ción data de 1871, el Tren
Longino hizo su último
viaje hacia la zona central
del país en junio de 1975.

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Las locomotoras y vagones de la Red Norte
de Ferrocarriles
La flota inicial de locomotoras que corrieron por la Red Norte, a causa
de sus diversos orígenes, incluyó una gran diversidad de modelos y mar-
cas. A partir de la década de 1920 Ferrocarriles intentó homogeneizar su
parque de locomotoras, encargando 35 locomotoras del modelo 2-8-2 a
la empresa norteamericana Baldwin, que las produjo entre 1921 y 1923.
Estas locomotoras, clasificadas tipo W, fueron muy aptas para el arrastre
de trenes de carga y de pasajeros, por lo que a principios de los años 40’,
ya había 56 de ellas en operación.

La vía principal de la Red Norte, por ese entonces, acababa de ser reubi-
cada por la costa, entre Longotoma y Los Vilos. Ferrocarriles, entonces,
optó por adquirir más locomotoras del tipo W para operarlas.

Debido a la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial,


las últimas siete locomotoras a vapor que adquirió la Red Norte fueron
producidas en Chile a mediados de los años 40’, en la Maestranza Central
de San Bernardo.

A principios de los años 50’ (1951-1952) se inició la dieselización de la


línea principal con la entrega de cuatro máquinas por parte de la empresa
Antigua locomotora a vapor tipo W, reconvertida posteriormente para funcionar con
norteamericana General Electric, que se asignaron a los trenes de pasajeros
combustible diesel, estacionada en la estación de Baquedano.
de largo recorrido (recibieron los números Dt-10.001 al 4).

Dos años después llegó una flota de 25 locomotoras diesel eléctricas más mera clase, sin motores de tracción, su peso era de 33, 9 toneladas, con
pequeñas (tipo Dt-6000) para uso general en la Red Norte, fabricadas por una capacidad de 32 asientos para el coche salón y 40 asientos para la
la empresa General Electric, con una potencia de tracción de 600 HP, una primera clase.
velocidad máxima de 88 km/h y un peso adherente de 64 toneladas.
Los servicios ferroviarios mejoraron a principios de la década del 60’
A partir de 1956, los automotores diesel, de la empresa suiza Schindler con la llegada de cuatro locomotoras General Electric tipo Dt-12.000
Wagon AG, comenzaron a operar los servicios de menor distancia, como (con una potencia de tracción de 1250 HP, una velocidad máxima de 80
el de La Calera a La Serena, dejando de prestar servicios en 1978. Com- km/h y un peso adherente de 80 toneladas), 19 de la marca ALCO tipo
puestos por un cuerpo de tracción de Clase Salón y un acoplado de pri- Dt-12.000 y otras 19 de la marca General Motors, tipo Dt-13.000.

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Locomotora disesel Dt-13000, actualmente estacionada
en el patio de la estación de Vallenar.

El profesor Julio Ortega recuerda que, en 1973, antes de abordar por pri- ladas, era una bellísima máquina fabricada por la empresa General Motors
mera vez el Tren Longino en la estación de La Calera, admiró durante varios cuyo color rojo con cinco bandas amarillas en sus trompas y el logo “F del
minutos la estilizada locomotora Dt-13.000 estacionada en la línea andén E de Chile” pintado en el exterior de la cabina de mando le daban una apa-
Nº 3 y que comandaría el convoy de pasajeros rumbo al norte. “Esa loco- riencia aerodinámica. Muy parecida en su diseño exterior a la soberbia diesel
motora, puesta en servicio en 1962, con una potencia de tracción de 1300 “Alco” que remolcaba el tren que se dirigía a Puerto Montt, se diferenciaba
HP, una velocidad máxima de 100 km/h y un peso adherente de 87,5 tone- de aquella, aparte de su trocha y potencia de tracción, por una especie de

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Coches de 2a Clase Socumetal, fabricados en Chile y utilizados en la com- En 1973 el profesor Julio Ortega viajó por primera vez en el Tren Longino.
posición del tren Longino. 40 años después volvió a sentarse en uno de sus vetustos vagones.

radiadores laterales ubicados en la parte superior de su trompa corta y cuya coches de trocha ancha. De unos 18 metros de largo por unos tres de
frente, exhibiendo una notoria prominencia mayor con la correspondiente ancho, con paredes interiores color café claro y provisto de dos corridas de
“trompa larga”, servía para que sobresaliesen los potentes focos destinados a asientos, para 28 pasajeros en un lado del vagón y 14 del otro, separados
iluminar hacia delante y los costados de la vía férrea”. de un pasillo que dificultosamente excedía los 50 centímetros, más dos
asientos individuales en cada extremo, los cuales se encontraban adosados
El académico agrega que “el sinuoso trazado de la trocha angosta por el a la pared, todos tapizados en tevinil color verde y cuyo ángulo de respaldo
interior del Norte Chico obligaba a ejecutar curvas de reducido radio, alcanzaba los 90º respecto de la sentadera, auguraban un viaje no muy
impidiendo a este tipo de locomotoras viajar a velocidades mayores de confortable en largas distancias. Dispuestos uno frente al otro, para dos
30 kilómetros por hora en promedio. Sólo en muy contados sectores personas y –al otro lado del pasillo– sólo para una, lo encontré absoluta-
de rectas las máquinas alcanzaban velocidades cercanas a los 50 kms. mente estrecho y corto. En fin, ya me iba a dar cuenta que esta era sólo
por hora”. una de las tantas diferencias entre la Red Norte y la Red Sur”.

El mismo Don Julio Ortega, en su libro “El Maravilloso Viaje del Lon- El académico detalla que, a diferencia de la Red Sur, los vagones utilizados
gino”, relata que en aquella oportunidad el tren en el que viajó quedó en la Red Norte –salvo el coche comedor– carecían de fuelles en la unión
compuesto por la locomotora Dt-13.000, siete vagones de segunda clase, del uno con el otro, lo que permitía al tren describir cerradas curvas. “Si
un coche comedor y un coche furgón con literas en su interior para el des- una persona quería cambiarse de coche, había que ejecutar una arriesgada
canso de la dotación de funcionarios que debían prestar servicios durante maniobra consistente en tomarse de unas pequeñas manillas soldadas a las
el largo viaje. “Cuando ingresé al coche de segunda clase me embargó una paredes externas en los extremos de cada vagón y saltar sobre la muela de en-
leve sensación de claustrobofia al comparar su interior con los enormes ganche, la que dejaba al descubierto el frenético pasar de los durmientes”.

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6.-Las estaciones ferroviarias
Uno de los elementos más románticos y simbólicos que dejó el paso La estación ferroviaria de La Calera: punto de partida del
de los trenes en el inconsciente colectivo, tanto en el norte como en el Tren Longino
sur de Chile, fueron sin duda las estaciones ferroviarias.
Esta histórica estación se constituyó en el pasado siglo en un vital y
En los tiempos de los caminos polvorientos, de las diligencias y estratégico nudo en el sistema ferroviario chileno, ya que fue el punto
otros medios de transporte que usaban la tracción animal, era bas- de partida de la Red Norte de los Ferrocarriles del Estado, y punto de
tante difícil que alguien acudiera a contemplar la salida y llegada paso del Ferrocarril Santiago-Valparaíso.
de tales transportes, a no ser que fuera para recibir y despedir a un
familiar o amigo. Don Eduardo Muñoz, ex maquinista del Tren Longino, recuerda que
en sus enormes patios se estacionaban centenares de carros de car-
La llegada del tren a vapor (y posteriormente el tren diesel) y la cons- ga, contaba con una gran Maestranza, hoy completamente demolida
trucción de las estaciones, con sus andenes, sus salas de espera y, e, incluso, llegó a tener un tramo de vía métrica electrificado, que se
en ocasiones, sus cantinas, modificó el escenario drásticamente. utilizaba para maniobras ferroviarias que se desarrollaban más allá del
amplio portón de la estación.
La llegada o simplemente el paso del tren se transformó en todo un
acontecimiento social. La chimenea exhalando sus densas bocana- “En los días en que los pasajeros abordaban el Tren Longino para via-
das de humo, el sonido de los silbatos, el jefe de estación agitando jar al norte, atravesando desiertos y cuestas hasta recorrer más de
sus banderitas, el rostro de los pasajeros del tren oteando con curio- 1.880 kilómetros para llegar a la ciudad de Iquique, después de 3 días
sidad cada nuevo pueblito. Todo ello se constituyó en una diversión y 3 noches de viaje, en los andenes de la estación se veía diariamente
que sacudía a los lugareños y aldeanos de su natural amodorramien- una bullente actividad. Por otra parte, este recinto ferroviario tuvo para
to, especialmente si el tren pasaba en horas de la tarde. La Calera un rol equivalente al que cumplen las plazas públicas en
otras ciudades, porque allí se hacía la vida social de la ciudad”.
Era entonces la ocasión cuando las señoritas del pueblo o aldea se ves-
tían con sus mejores galas, se maquillaban con esmero y coquetería y El ex funcionario agrega que el recinto de la estación, las bodegas, el
salían de paseo, dirigiéndose como al azar hacia la estación, a ver “el patio de maniobras, la casa de máquinas, la conexión con la empre-
paso del tren”. Los muchachos, quizás deseosos de ver a alguna bella sa de cemento “El Melón” y la grúa pescante que levantaba los ca-
pasajera o anhelando partir, en un futuro cercano, por la línea férrea rros ferroviarios para hacer el cambio de ejes o boggies, necesario
hacia ciudades desconocidas, también se apersonaban en el recinto. por el cambio de trocha métrica a trocha ancha de 1,676 mts, para
Además, la llegada de algún forastero o afuerino siempre despertaba que las cargas prosiguieran sus viajes al sur del país, constituían una
una curiosidad colectiva. sola unidad. La misma unidad donde funcionaban todas las instancias
dependientes de los diferentes servicios ferroviarios: Tracción, Trans-
porte, Vía y Obras. “Todo estaba conectado con Santiago y Coquimbo

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La mayoría de los históricos rieles de la estación de La Calera han sido
levantados. Sólo sobrevive el andén curvo del ferrocarril Santiago-Valparaíso.

a través de radio, teléfono y selector. El nudo ferroviario de La Cale- a los jesuitas hasta el año 1767, y en 1842 fue adquirida por el ciu-
ra estaba conectado a través de sus líneas al Norte con Argentina y dadano boliviano Ildefonso Huici, quien empezó a industrializarla con
Bolivia, y por Los Andes con Argentina y Brasil. Trabajaban aquí más productos de la zona. El hijo de éste, José Huici, fue quien donó los
de 200 personas: operarios, ingenieros, inspectores de los diferentes terrenos para que empezara a construirse la estación de Ferrocarriles
estamentos, médicos, dentistas, asistentes sociales, funcionarios del del Estado y una franja de terreno para el arranque de la Red Longitu-
servicio ambulante de Correos, Carga, equipaje, trasbordo, boleterías dinal Norte, además de una escuela, una parroquia y un hospital.
e informaciones, Jefe de Estación, investigaciones, vigilantes, personal
de señales y portaequipajes. Desde aquí no sólo se movilizaban trenes El edificio primitivo de la estación fue inaugurado en 1863, 11 años más
hacia las regiones del norte, sino que también hacia el sur, Los Andes, tarde desde los inicios de los trabajos de construcción y tendido de las
Valparaíso y los llamados trenes excursionistas a la playa”. vías en 1852, y años después tendría la particularidad de tener una
doble trocha: una trocha angosta, que iba de La Calera al Norte, y una
Los antecedentes históricos de la estación de La Calera se relacionan trocha ancha, de La Calera al sur.
con los orígenes mismos de la ciudad (El nombre La Calera tiene su
origen en la producción de cal que se obtenía del procesamiento de la La estación de La Calera sirvió durante décadas como un crucial nexo
piedra caliza, extraída por los indígenas y españoles en los cerros del del sistema ferroviario chileno, uniendo la zona norte y sur del país. Mi-
límite sur de la comuna). La antigua hacienda de La Calera perteneció les de personas pasaban semanalmente por la estación para abordar el

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Tren Longino, mientras otros pisaron sus andenes al desplazarse entre “Recuerdo haber visto por la ventana un letrero de oscura madera que
Santiago y Valparaíso. La inauguración en 1931 de su estructura curva decía “Estación La Calera combinación Red Norte de los FFCC del E”.
de 400 metros de largo y 1.600 metros cuadrados construidos simbolizó La Calera vivía por entonces en torno a la estación de trenes, la cual
la llegada a Chile de la arquitectura industrializada, que utilizó el deno- se había transformado en un punto de convergencia para los pasajeros
minado cemento Portland, hecho a base de hormigón armado y con que viniendo desde el Norte continuaban hacia el Sur, y otro que pro-
junturas de dilatación adecuadas a la longitud extensa del edificio. viniendo de los campos sureños, abordaban el tren para viajar al Norte
con la promesa de un futuro mejor. Pero no sólo eso. También era el
El profesor Julio Ortega recuerda que en 1973, antes de abordar el lugar de reencuentro familiar con los que alguna vez habían partido y
Tren Longino que lo llevaría al Norte Grande de Chile, pisó los andenes ahora retornaban al hogar, además de un hermoso paseo para ver la
de la estación de La Calera después de bajarse del coche de 1ª Clase llegada y salida de los trenes con destino a Santiago y Valparaíso”.
que componía el Expreso de Santiago a Valparaíso, el cual era remol-
cado por la formidable locomotora eléctrica italiana Breda, pintada de El académico agrega que “el recinto ferroviario tenía una curiosa for-
color rubí con franjas amarillas –y a la que los trabajadores ferroviarios ma de triángulo equilátero cuyo segmento inferior, ocupado por la vía
bautizaron como “Sofía Loren”, por la ampulosa forma de sus trompas– que se dirigía al puerto de Valparaíso, trazaba una comba en dirección
y que hacía regularmente el recorrido Santiago-Valparaíso. suroeste. Su lado oriental pertenecía a los pasajeros que se dirigían
rumbo al norte mientras que en su lado poniente se hallaba el patio de
carga. El curvo andén, correspondiente a los trenes que realizaban el
viaje entre Santiago y Valparaíso, se componía de una larga construc-
ción de cemento”.

En la actualidad varias de las instalaciones de la estación de La Calera


han sido demolidas y la gran mayoría de los rieles han sido levantados,
con excepción de la vía que lleva hasta la cercana fábrica de Cemento
Melón, lugar hasta el cual llegaban convoyes con la materia prima ex-
traída desde la mina que se ubica cerca del pueblo del mismo nombre,
unos kilómetros al norte. De la Y griega que formaba el antiguo y monu-
mental edificio ya no existe el extremo norte, que era el punto de parti-
da de los Ferrocarriles del Estado hacia las regiones septentrionales.

Entre los proyectos que se han barajado para preservar esta impor-
tante construcción, parte importantísima del patrimonio ferroviario de
Chile, se cuenta la construcción de un museo ferroviario, un centro cul-
tural y hasta un sector comercial. Una iniciativa a todas luces necesaria
para preservar un importante legado ferroviario y revitalizar de paso el
casco histórico de la denominada capital del cemento.

30
La estación-Oasis de Quillagua

En la misma región de Antofagasta hay muchos que creen que Quilla-


gua es el nombre de una aduana camino a Iquique o, lisa y llanamente,
la confunden con Ollagûe, otro pueblo desamparado del norte de Chile.
Pero Quillagua tiene una rica historia detrás. La localidad, emplazada
en pleno desierto entre las ciudades de Calama e Iquique, no sólo es
uno de los lugares más secos de la tierra -según un reciente informe
emitido por la revista National Geographic- y uno de los que tiene la
población más longeva del país. Sino que también fue un famoso oasis
del norte chileno y de sus campos y valles, alimentados por las aguas
del río Loa, sembrados con alfalfa, choclos y hortalizas, se alimentaron
gran parte de los habitantes de las antiguas salitreras.

Paralela a su calle principal se encuentra todavía la vía férrea por don-


de pasaba el mítico Tren Longino. Y no eran pocos los lugareños que
acudían a la antigua estación de ferrocarriles a vender sus productos
frescos a los cansados viajeros que, abrumados por la larga travesía,
se bajaban a estirar sus huesos en el concurrido andén.

Los vecinos de Quillagua aún recuerdan con nostalgia el paso del Tren
Longino por el pueblo. Todavía pueden apreciarse las vías de acero del
tren, cuyo brillo reverbera de vez en cuando en medio de la cegadora
luminosidad del día. Y también perviven el antiguo puente metálico sin
barandas, de no más de 15 metros de largo, que le permitía al ferro-
carril sortear las aguas del río Loa; y la histórica estación de trenes,
una casona de madera de pino construida al lado de unos frondosos y
centenarios chañares.

“Recuerdo que diariamente pasaba un tren de carga y otro tren de


pasajeros. Con mi familia íbamos a la estación a vender botellitas de
té, sopaipillas y pan con queso y mortadela. Otros vecinos vendían con
sus canastos humitas, choclos, empanadas y alfajores, que se elabo-
raban exclusivamente en un taller de repostería del pueblo. El paso del
tren siempre fue muy importante para Quillagua. El agua que bebía-

31
Según la revista National Geographic Quillagua
es uno de los puntos más secos de la tierra.
En los últimos 40 años apenas registra
0,2 mm de agua caída en promedio.

mos por entonces la íbamos a comprar a los vagones del tren de carga, Quillagua bullía de actividad cuando el tren se detenía y todos nosotros
donde venía almacenada en grandes tambores”, recuerda la señora aprovechábamos de vender nuestros productos”.
Felicia Albornoz, encargada del museo del pueblo.
María Palape, uno de los 10 hijos que tiene doña Gladys y quien atien-
La octogenaria señora Gladys Suárez, quien llegó a vivir a Quillagua de en la actualidad un kiosco ubicado al frente de la Plaza de Armas
siendo muy joven, cuando se casó con un lugareño y en el pueblo to- del pueblo, recuerda que “gran parte de los productos que la gente
davía no había electricidad y las casas debían alumbrarse con velas, producía en sus casas y huertos, como el choclo, la humita, el pan
recuerda el paso del tren como un entrañable acontecimiento diario amasado, el queso, las sopaipillas y los camarones cocidos que se
que rompía la monotonía reinante. “En ese tiempo no había micros ni sacaban del río Loa, era vendido a los pasajeros del Tren Longino. Mis
buses, y el tren era el único medio de transporte, pero era un medio padres hacían alfajores y mi hermana era la encargada de venderlos
muy bonito para viajar. Si uno quería ir a la zona central era cosa de en la estación. Recuerdo que el tren pasaba cerca de las seis de la
tomar el tren que se dirigía al sur y si quería ir más al norte, podía llegar tarde y nosotros, siendo muy niños, corríamos a la esquina del pueblo
hasta la Estación Pintados y, desde ahí, tomar una liebre o góndola para ver cómo se alejaba. Cuando me internaron en Iquique, mis pa-
que iba hasta Arica. Era un viaje muy agradable, aunque a veces no dres también me fueron a dejar en tren. El Tren Longino traía mucha
había donde sentarse. Se conversaba mucho entre los pasajeros y las vida al pueblo y cuando dejó de pasar como que el pueblo también se
relaciones de amistad y solidaridad eran muy comunes. La estación de comenzó a morir”.

32
Don Juan Iglesias, ex apicultor que colecciona artículos antiguos
como fanales y linternas ferroviarias, corrobora lo anterior y sentencia
que “el último tren que pasó por el pueblo lo hizo en 1975. Ese hecho,
unido a la feroz contaminación del río Loa por las empresas mineras
que se produjo años más tarde, causó la decadencia irreversible de
nuestro pueblo”.

De aquella dorada época, cuando el Tren Longino pasaba por Quillagua


atestado de pasajeros, y los habitantes del pueblo subían a los carros
a vender los productos sacados de sus ubérrimos vergeles, destaca la
antigua estación de trenes, un bello y vetusto inmueble propiedad de
la empresa Ferronor y actualmente abandonado que ha sido presa de
un reiterado saqueo, pero que todavía se yergue desafiando el tórrido
clima del desierto. Los pocos y longevos habitantes del pueblo, autén-
ticos sobrevivientes en tierra inhóspita, también se aferran al pálpito
singular de su terruño y a la calidez de sus propios recuerdos, entre los
que se destaca sin duda el paso del Tren Longino.
Puente ferroviario de Quillagua sobre el río Loa.

Estación de Quillagua.
33
Entrada sur a la Estación Quillagua.
Palanca de cambio de vía hacia un triángulo de inversión.

34
Palanca de cambio de vía. Estación Quillagua. Palanca de cambio de vía de origen inglés. Sector superior de palanca de cambio de vía de
Estación Quillagua. origen inglés. Estación Quillagua.

35
Chañares en la Estación Quillagua.

36
Miraje: La estación de los espejismos El mismo Don Julio Ortega agrega que la importancia ferroviaria de
la Estación Miraje, en concreto, radicaba en que era una estación de
Dentro de las estaciones desperdigadas a lo largo de la Red Longitudinal control de desplazamientos de los trenes. “Cada cierta cantidad de ki-
Norte en la región de Antofagasta, destaca por mérito propio la peque- lómetros tenía que haber una estación que recabara la información del
ña estación de Miraje (expresión derivada del término francés “mirage”, paso diario de los trenes. Y la estación Miraje cumplía esta función.
que significa “ilusión óptica, imaginación” o “acción de mirar algo”), cuyo Desde allí se controlaba esta información y se enviaba a la estación
curioso nombre se debe a la recurrencia de un fenómeno atmosférico central de esta región, que era la estación Baquedano. La plana fun-
bastante frecuente en este sector del desierto chileno: los espejismos. cionaria de una estación como la estación Miraje consistía sólo en el
jefe de estación y su esposa, además de uno o dos hijos, quienes
“En esta zona del norte de Chile es muy común ver espejismos a ciertas utilizaban el tren para asistir a sus colegios ubicados posiblemente en
horas del día. Y los pasajeros que viajaban en el viejo Tren Longino, cuan- las localidades de Baquedano o María Elena. La función de este jefe
do miraban el desierto, solían ver desde sus ventanillas grandes zonas o de estación consistía básicamente en vender boletos y en llevar un
charcos que parecían llenos de agua, especialmente en los días despeja- detallado registro del paso de todos los trenes que pasaban. Más que
dos o cuando hacía mucho calor. Por supuesto, estos charcos o lagunas nada, era un funcionario de control del paso del tren”.
llenas de agua no eran tales, sino meras ilusiones ópticas producidas por
un fenómeno de refracción atmosférica de la luz del sol. Esta refracción se En la actualidad, de la antigua estación Miraje todavía sobreviven al-
origina, a su vez, por una desigual densidad del aire producida por las altas gunos vestigios. Es el caso de la pequeña casita que hacía las veces
temperaturas del desierto. Las capas de aire que están junto a la superficie de estación y residencia del funcionario ferroviario, y una cómoda ban-
de la tierra se vuelven más calientes y, por lo tanto, menos densas que las ca instalada en la sombra donde se sentaban los antiguos pasajeros.
capas más altas. Los rayos de luz junto al suelo, entonces, se curvan hacia Desde allí se tiene una privilegiada vista de los bellos espejismos pro-
arriba y el “agua” que se ve desde lejos es en realidad el cielo. Pero, para ducidos por la singular atmósfera local.
los pasajeros que viajaban en el Tren Longino, era un espectáculo muy sin-
gular. Cuando miraban desde sus ventanillas, los objetos lejanos aparecían
reflejados como si se estuviera contemplando una superficie líquida que,
en realidad, no existía”, explica el profesor Julio Ortega.

En su libro “El Maravilloso Viaje del Longino”, el académico describe


que “cuando llegamos a la estación Miraje, mi desbocada fantasía
percibió cómo el Longino experimentaba una sobrecogedora trans-
formación, convirtiéndose en un monstruoso batracio que avanzaba
sumergido en las imaginarias lagunas que refrescaban la vista. Una
vez que hubo recobrado su viril estampa, nos volvimos a encontrar
con la Carretera Panamericana la cual, atravesando los rieles, se ubi-
có a nuestro costado poniente”.

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Estación Miraje (chilenización del francés «Mirage»: Ilusión óptica, espejismo, imaginación).
En tiempos del Tren Longino tenía varias vías secundarias, pero aún mantiene el desvío a la
Oficina Salitrera Coya Sur.

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La estación y maestranza de Baquedano y particulares, en su mayoría chilenos, para la movilización de minera-
les en la entonces provincia de Cobija. En 1873 se empezó a construir
Ubicada a 72 kilómetros al noreste de la ciudad de Antofagasta, en la un trazado ferroviario desde Antofagasta hasta Salinas en 1879, año
actual comuna de Sierra Gorda, la estación ferroviaria de Baquedano en que comenzó la Guerra del Pacífico entre Chile, Perú y Bolivia. Una
revistió una importancia capital en la historia de los trenes chilenos que vez que Chile ganó esta guerra tomó posesión de estos territorios, au-
corrieron por la Red Norte, pues en sus instalaciones confluía el anti- torizando en 1884 la extensión de la vía férrea hasta Bolivia pasando
guo trazado de los Ferrocarriles del Estado, de norte a sur, por donde por la localidad de Ollagûe.
transitaba semanalmente el Tren Longino, con las líneas del Ferrocarril
de Antofagasta a Bolivia (FCAB), que corría de oeste a este. En 1889, un nuevo estudio del gobierno chileno reafirmó la necesi-
dad de establecer una estación-maestranza en el punto de confluencia
Baquedano, además de ser una estación de importancia estratégica, del trazado de la línea norte-sur (Calera- Iquique) y la línea férrea de
fue un conjunto ferroviario de excepción pues en sus instalaciones se Antofagasta a Bolivia. Así nació la estación ferroviaria-maestranza de
contaba una maestranza, una casa de máquinas, talleres, una casa Baquedano, que se empezó a construir en 1910.
de empleados y grandes patios de acopio de vagones y coches, en-
tre otras dependencias. Esta estación, custodiada en la actualidad por Baquedano, con el correr del tiempo, se transformaría en un importan-
Ferrocarriles del Norte S. A. (Ferronor), se encuentra en general en te nudo ferroviario en el norte chileno. La estación tuvo su mayor auge
buen estado de conservación, y fue declarada Monumento Histórico en la época del salitre, lo que hizo que se generara un bullante poblado
Nacional el 16 de diciembre de 1983. alrededor de la estación, donde muchos años más tarde pasaría el
trazado de la ruta 5 Panamericana Norte, reafirmando la característica
La estación fue fundada el año 1866 por el entonces gobierno boliviano de confluencia víal del histórico pueblo.

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El cruce por la estación de Baquedano se convirtió en el paso obligado
de todo el movimiento de carga y pasajeros que generaba la actividad
salitrera y minera de entonces. Baquedano viviría así en forma directa
el auge y posterior caída del salitre, además de los beneficios de la
extracción de plata y la explotación del cobre.

El pueblo de Baquedano, ubicado en el medio de la mítica pampa sa-


litrera, tiene entre sus actuales “tesoros” un extraordinario museo y pa-
trimonio ferroviario. Caminar por su Parque Histórico equivale a evocar
la imponente estampa de un pasado que se niega a morir. Estampa
que se manifiesta en forma de viejos galpones, fierros y bronces, lo-
comotoras, coches y maquinarias que trasladan al visitante a épocas
antiguas de glorias e historias todavía sin contar.

Las instalaciones y material ferroviario que aún permanecen en la es- Tornamesa y casa de máquinas de la Estación Baquedano.
tación de Baquedano tienen un valor patrimonial incalculable. Es el
caso, por ejemplo, de su maestranza, su casa de fuerza, su monu- numerosos vagones de transportes de pasajeros, coches-dormitorios,
mental tornamesa horizontal para 16 locomotoras, y algunas locomo- y las estaciones con sus respectivas boleterías.
toras de vapor de procedencia alemana y norteamericana, además de
La casa de máquinas de la Estación Baquedano, construida alrededor
de 1912, funcionó operacionalmente hasta fines de la década del 70´,
ya que la tracción de las máquinas a vapor dejó de ser prioridad. Cons-
truida con madera de pino oregón, con una capacidad de 16 piezas, se
mantiene en un buen grado de conservación y aún alberga algunas de
las locomotoras protegidas.

En los galpones (Nº 9 y Nº 12) de Baquedano también se puede admirar


la hermosa locomotora Nº 3511, tipo W, que llegó al país en 1923 y operó
en el Ferrocarril Trasandino de Chile por Juncal (FCTC), y que encabezó
el tren que trajo a Chile en 1952 al presidente argentino Juan Domingo
Perón, quien llegó acompañado del presidente chileno Carlos Ibáñez del
Campo, quien regresaba de una visita a la Argentina. Este tipo de máqui-
nas, construida por la empresa norteamericana The Baldwin Locomotive
Works, podía funcionar en radios de curvas mínimos de 80 metros. En un
Maestranza Baquedano. principio operaba con carbón, pero luego fue reconvertida para que fun-

40
cionara con petróleo. Operó por varios años para la Red Norte de Ferroca-
rriles del Estado y fue dada de baja oficialmente el 27 de enero de 1969.

También es digna de mención la locomotora Nº 3518, tipo W, que fue


usada durante largos años para la Red Norte de Ferrocarriles del Es-
tado, y en 1954 fue trasladada al Ferrocarril de Arica a La Paz. Aunque
no tuvo la importancia de la locomotora Nº 3501, tipo W, fue uno de los
modelos más exitosos que se usaron en la Red Norte (3501 a la 3563 y
3570 a la 3575). Construida por las empresas Baldwin, M.S.B. y Borsig,
llegaron a monopolizar el transporte ferroviario entre la Estación de
La Calera y Pueblo Hundido (hoy Diego de Almagro) en la década del
40´, y se usaron tanto para carga como para los trenes de pasajeros,
aunque esta situación comenzó a cambiar en la década de 1950 con la
llegada de las locomotoras diesel ALCO tipo 5.000 (7.000).
Interior de un coche de pasajeros de 2ª Clase marca Gregg, de origen
Otra valiosa e histórica máquina es una locomotora 3223, tipo Q, la úni- polaco, que remolcaba el Tren Longino.
ca locomotora que perteneció a la Chilean Northen Railway Company.
Habilitada para funcionar a petróleo, presentaba un diseño mucho más
europeo, ya que no poseía las puertas frontales de la cabina de con-
ducción y tampoco “la trompa” tradicional de las máquinas de EFE.

El material ferroviario almacenado en Baquedano también esconde


pequeñas sorpresas. Es el caso de un coche comedor Yt-23, coche
comedor de trocha métrica que tenía una capacidad de 8 mesas para
atender a 31 comensales. Sus puertas interiores eran de correderas
para aprovechar el espacio y todavía conserva algunos detalles, como
las persianas de madera. Muy cerca se encuentra un carro polvorero,
con capacidad para una carga de 25 toneladas; un coche salón usado
como oficina (originalmente fue un coche dormitorio de madera, el que
posteriormente fue instalado como oficina en la Casa de Máquinas,
interviniendo la parte central, en la cual se le hizo una puerta); un carro
medio cajón C5Bt-23, de fabricación belga; un carro calichero con cha-
sis metálico; un coche especial de servicio EST-23, fabricado en Ingla-
terra en 1911 y que se encontraba dividido en tres grandes secciones:
una cocina, dormitorios con baños completos y un salón.

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Anocheciendo en la estación Baquedano.

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7.-La increíble historia del “Empampado” Riquelme:
el pasajero que se bajó del Tren Longino y se perdió en el desierto

En enero de 1999, unos geólogos que se encontraban haciendo unas


prospecciones mineras encontraron el esqueleto asombrosamente
bien conservado de una persona, tendido de cara al sol, con uno de
sus pies sobre su sombrero, en medio del desierto de Atacama, solita-
rio y abandonado junto a sus pertenencias.

En un primer momento la policía y la prensa aventuró que podía tra-


tarse de un detenido desaparecido, pero al escudriñar entre sus perte-
nencias se encontraron una billetera de color café que contenía billetes
muy antiguos, un carnet de identidad, una credencial del Partido Radi-
cal y otra del Deportivo Progreso de Chillán. El nombre que figuraba en
todos los documentos no dejó lugar a dudas sobre la identidad del ca-
dáver: Julio Riquelme Ramírez. Además de la billetera, se encontraron
entre las ropas un reloj, una lapicera Parker, un anillo, una chequera,
llaves oxidadas, sujetadores laterales de anteojos, un par de cristales
ópticos, un destapador de botellas, un cortaplumas pequeño, fotogra-
En la tarde del jueves 2 de febrero de 1956, Julio Riquelme Ramírez, fías familiares, tarjetas de bautizo, un contrato de trabajo del Banco del
funcionario del Banco del Estado de Chillán, se subió al Longino en Estado y dos gomas de borrar.
La Calera con destino a Iquique. Iba al bautizo de uno de sus nietos,
así que llevaba una gran maleta y algo de comida para el camino, Una vez que se identificó el cuerpo se notificó del hallazgo a la familia
pues estaba al tanto que el viaje duraba tres días y tres noches. de Riquelme. Uno de sus hijos, Ernesto Riquelme, quien aún vivía por
Sin embargo, Riquelme jamás llegó al puerto nortino. Los familiares entonces en Iquique, viajó hasta Antofagasta a reconocer las perte-
que fueron a la estación lo esperaron en vano. Aunque encontraron nencias de su fallecido padre, a quien la prensa comenzó a llamar
posteriormente sus maletas, se imaginaron lo peor. Tras hacer las “empampado”. Ernesto relató en esa oportunidad que “nuestro padre
debidas averiguaciones, se enteraron que la última vez que alguien nunca llegó a destino. Sólo apareció una maleta con su ropa y algo de
lo había visto fue arriba de uno de los vagones, cerca de la estación comida, pero él no. Nunca supimos qué le pasó. Llevaba varios años
Los Vientos, ubicada a unos 100 kilómetros al sur de Antofagasta. A separado de mi madre y de sus hijos”.
partir de entonces nada más se supo de él.
Las teorías para explicar los motivos que llevaron a Julio Riquelme a
Tuvieron que pasar 43 años para que por fin se ubicara su paradero. bajarse del Tren Longino e internarse en medio del desierto fueron nu-

43
merosas. Algunos pasajeros que lo vieron en el tren aseguraron que el su afición a las mujeres, el litro y medio de vino que bebía todas las no-
hombre se emborrachó y cayó en el desierto. Otros, en tanto, afirmaron ches antes de dormir y la difícil relación que mantenía con sus vástagos.
que se bajó voluntariamente del Tren Longino y decidió irse caminando
a Bolivia, quizás intentando buscar una vida nueva. Mouat aventuró en su libro una teoría bastante particular para explicar
el motivo que empujó a Riquelme a bajarse del tren pues, para formu-
El profesor Julio Ortega tiene un recuerdo muy nítido de su paso por la larla, buscó la ayuda de una psíquica, Gina Nanetti. Ésta explicó que
estación Los Vientos cuando viajó en el Tren Longino en la década del “Riquelme se arrojó del tren y, al caer, parece que quedó inconsciente.
70. Un lugar, a su juicio, imposible de olvidar, por cuanto “su nombre se Pareciera que el hecho de tener que regresar y confrontar su situación
debe a las continuas ventoleras que lo azotan, tan fuertes que cuesta familiar fue algo muy fuerte para él. A medida que el tren iba avanzando
mantenerse de pie y el aire es tan achicharrante, que parecía como si hacia Iquique, él también iba recordando momentos de su historia con
hubieran abierto de par en par las puertas del infierno”. su antigua mujer, con su familia, sus hijos. Primero él sufrió un dolor en
el estómago y por eso empezó a ir al baño. Después empezó a surgirle
Respecto del caso del “Empampado” Riquelme, el académico aven- emocionalmente la crisis de pánico. Pánico de ver a su mujer, a sus
tura una hipótesis muy diferente para explicar su desaparición y pos- hijos, a su familia. Por un lado sentía culpa y, por otro lado, pánico. En-
terior hallazgo en el desierto, basada en su propia experiencia como tonces, en un momento de desesperación, Julio Riquelme se lanzó al
pasajero de este tren nortino. “Creo que Julio Riquelme se bajó del desierto desde el tren y ahí quedó inconsciente. Cuando despertó siguió
tren cuando era de noche, en una de las breves paradas de uno o dos sintiéndose mal y, en una especie de suicidio, se internó en la pampa”.
minutos que hacía el ferrocarril en las estaciones pequeñas, para ha-
cer sus necesidades fisiológicas en el desierto, ya que en esa época Lo curioso de esta historia, a primeras luces bastante descabellada, es
los baños del Tren Longino estaban siempre ocupados o, derecha- que fue corroborada por el testimonio de Jorge Herrera, otro pasajero
mente, se encontraban muy desaseados. Y mientras se encontraba
en esos menesteres partió el tren y se quedó solo en el desierto.
Posiblemente en la noche en que él se bajó no había luna, por lo que
la oscuridad era absoluta. Y este señor caminó y caminó, y se termi-
nó perdiendo en el desierto. Si hubiera habido luna quizás hubiera
podido ver las siluetas de los cerros o el brillo de las vías. Quizás
cuando amaneció caminó hacia el oeste, pero terminó falleciendo de
insolación o hipotermia. Y como no hay animales en el desierto, su
cuerpo quedó tendido intacto en el desierto y no se desintegró por
efecto del intenso calor”.

El periodista Francisco Mouat, autor del libro “El Empampado Riquelme”,


tuvo el mérito de desentrañar en este volumen ciertas costumbres y algu-
nos reveladores rasgos de la personalidad de Julio Riquelme. Así, leyendo Los restos de Julio Riquelme fueron finalmente encontrados en 1999, por unos
sus páginas, nos enteramos del carácter huraño y solitario del chillanejo, geólogos que hacían prospecciones mineras.

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Los Vientos, lugar donde falleció Julio Riquelme, se caracteriza por sus tórridas temperaturas
y los fuertes movimientos de masas de aire que le dan el nombre a la localidad.

del Tren Longino que iba en el mismo vagón de pasajeros en el que


viajó el desventurado Julio Riquelme: “Ya en el desierto, en plena pam-
pa, cuando comenzaron a aparecer las estaciones-paraderos, este
caballero empezó a sentirse mal. Se empezó a sentir raro. Empezó a
pararse, iba al baño, caminaba hasta el comienzo del carro y volvía. De
repente, en uno de estos viajes que hacía, parece que venía del baño,
se paró, abrió la maleta, sacó varias cosas que se fue metiendo en los
bolsillos, cerró la maleta, la dejó puesta arriba y salió a tranco largo
hacia adelante. A partir de ese momento nunca más nadie supo de él”.
Los restos del “Empampado” Riquelme permanecen actualmente se-
pultados en el Cementerio 3 de Iquique. Su misteriosa muerte quizás,
tal como aseguraron algunos testigos que lo vieron por última vez con
vida, sí fue provocada por un acto impensado, como epílogo para una
existencia de una persona que decidió bajarse de un tren y brindarle su
último hálito de vida al vasto y calcinante desierto.
Uno de los documentos que fueron encontrados en el desierto y que permitieron
identificar al “Empampado” Riquelme.

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8.-El Ferrocarril de Antofagasta a La Paz y la
combinación con el Tren Longino

El ferrocarril de Antofagasta a La Paz (FCAB), que debía atravesar uno de


los desiertos más secos del mundo, fue un importante enlace internacional
con más de mil kilómetros de extensión y una red propia de agua potable
de más de 330 kilómetros. Fue inaugurado el 9 de julio de 1928, fecha en
que salió de Antofagasta el primer convoy internacional directo a La Paz,
adornado con banderas chilenas, bolivianas y británicas.

A contar de esa década, dos veces al mes partía un coche dormitorio di-
recto desde la ciudad de La Paz hasta Santiago. El tren partía a las 16.00
hrs desde La Paz, al anochecer llegaba hasta Oruro, donde se bajaban
los pasajeros a estirar las piernas y comprar viandas y frutas frescas. A las
06.00 de la madrugada del día siguiente llegaba a la estación de Uyuni,
El tren semanal de pasajeros del FCAB pasaba a los pies del imponente volcán San
donde se podía tomar una combinación con el tren Internacional Rápido Pedro, rumbo a Ollagüe y Bolivia, a más de 3.200 metros sobre el nivel de mar.
de Buenos Aires. Los pasajeros también podían admirar diversos tipos de
locomotoras, pues allí se encontraba la maestranza de la FCAB.
pasaba el cajón del río Loa, uno de los pocos obstáculos naturales verda-
Tras una hora de detención el tren continuaba hacia la frontera chile- deramente grandes que debía sortear el FCAB, después de almuerzo se
na, que cruzaba en la estación de Ollagûe cerca de las 10 de la mañana. divisaba Chuquicamata.
A salir de allí, el tren llegaba a las alturas de Ascotán, donde un gran
letrero indicaba que era la parte más alta de la sección chilena. Los Cerca de las siete de la tarde el tren llegaba a la estación de Baquedano, en
pasajeros que podían sufrir de los efectos del mal de altura -la temida donde el coche dormitorio, que transportaba a los pasajeros que querían
“puna” o “soroche”- no necesitaban recibir atención médica, pues to- llegar a Santiago, era desenganchado y dejado en un desvío hasta la maña-
dos los carros de FCAB disponían de tanques de oxígeno en caso de na siguiente, cuando se unía al Tren Longino que se dirigía hacia la zona
cualquier emergencia. central de Chile. Los pasajeros que hacían este recorrido, que muchos
tomaban como una verdadera aventura, se demoraban más de 100 horas,
En las cercanías de Conchi el tren cruzaba el puente sobre el río Loa, contando la noche que pernoctaban en Baquedano, en recorrer los 2.625
que corre por un profundo cañón, con paredes cortadas a pique. El im- kilómetros que separaban a la ciudad de La Paz de Santiago.
presionante puente, diseñado por el ingeniero neozelandés Josiah Har-
ding, quien también hizo el trazado de la vía férrea hasta Bolivia, consistía Más tarde se suprimió el dormitorio directo, y los pasajeros que venían de Boli-
en una resistente viga de 244 metros de longitud que descansaba a 102 via y querían ir a Santiago, debían continuar hasta Antofagasta, para continuar
metros de altura sobre seis columnas de acero piramidales. Una vez que el día siguiente o subsiguiente a Santiago a bordo del mismo Tren Longino.

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En 1961 el FCAB adquirió sus primeras locomotoras diesel-eléctricas de
línea, aunque los expertos temían que los motores de estas máquinas acu-
saran una pérdida de potencia a grandes alturas, lo que se subsanó con la
instalación de compresores de aire.

La importancia del Ferrocarril de Antofagasta a La Paz no radicó sólo


en el hecho de ser un importante enlace internacional de comunicación
entre dos países vecinos. Como debía atravesar una zona desértica donde
no existía ni una gota de agua, los encargados del tren debieron ingeniár-
selas para solucionar el problema de abastecimiento de este vital líquido,
necesario para el consumo humano y sobre todo para alimentar las calde-
ras de las locomotoras a vapor. Después de pagar elevados precios por la
compra de agua a las compañías salitreras, la cual venía siempre con sales
minerales que dañaban las calderas de las locomotoras, el FCAB obtuvo
una concesión para usar las aguas del río Loa, transformándose en el ma-
yor proveedor de agua del desierto y de la propia ciudad de Antofagasta.
Más tarde, aprovechando depósitos de agua subterránea ubicados en la
cordillera de los Andes, la empresa construyó un acueducto y formó un
El FCAB debía atravesar el famoso puente Conchi sobre el río Loa, emplazado a
embalse a los pies del volcán San Pedro. Desde ese lugar, a través de más 3.300 metros sobre el nivel de mar. A principios del siglo XX era el segundo más
de 333 kilómetros y por una pequeña cañería de sólo 28 centímetros de alto del mundo, con 105 metros de altura.
diámetro, la empresa atendió sus propias necesidades, surtiendo de agua a
las estaciones, pudo regar los escasos pimientos que proporcionaban som- actividades de Codelco Chile y sus operaciones mineras como, asimismo,
bra a la casa de los guardavías, abasteció a algunas compañías salitreras y, para otras empresas mineras de la zona.
finalmente, proveyó de agua a los estanques, durante muchos años, de la
ciudad de Antofagasta. Por ello se afirma que el FCAB, por el sólo hecho Muchos cronistas e historiadores ferroviarios afirman que el FCAB merece
de hacerse cargo del suministro del agua en una zona totalmente desértica, un lugar más que destacado en la historia ferroviaria mundial, pues nació
fue mucho más que un simple tren. A fines del siglo XX y principios del como un mero ramal minero, y fue creciendo poco a poco hasta constituir
XXI, el FCAB se convirtió en una importante estructura de apoyo para las una verdadera red internacional.

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9.-El valioso legado del Tren Longino y el futuro del ferrocarril chileno en el siglo XXI

El ferrocarril, más que una invención prodigiosa, fue el resultado de un empresa privada. En el mundo sobran ejemplos de ferrocarriles estata-
esfuerzo continuo de creación colectiva, y se consolidó como un medio les que han sido capaces de lograr un servicio eficiente.
masivo de transporte gracias a que satisfizo las crecientes necesidades
de desplazamiento de personas y mercancías y dotó de accesibilidad al La actual investigación tecnológica y la inversión han logrado hacer ro-
territorio. En nuestro país, así como en el resto del mundo, contribuyó a dar ferrocarriles más veloces y económicos. Ya sea aumentando las to-
la unidad e integración del Estado chileno y sus regiones, así como a la neladas de transporte por eje o incrementando las velocidades de los
integración comunitaria. También favoreció la cohesión económica y so- trenes de pasajeros a unos 350 o 400 kilómetros por hora. Empleando
cial permitiendo configurar un territorio más equilibrado, permitiendo la vagones de carga de aluminio, usando plásticos en la producción de tra-
eficaz conexión de los sectores productivos entre sí y con los centros de viesas y carriles de mayor dureza y mejorando la calidad de las ruedas
consumo. Y, finalmente, actuó como un eficaz elemento de integración y el almacenamiento de la energía de frenado. Poniendo en marcha Mo-
social, ayudando a mejorar la calidad de vida de sus usuarios y constitu- tores diesel menos contaminantes del medio ambiente y empleando la
yéndose en un poderoso instrumento de estrategia y defensa nacional. tracción eléctrica como vía para disminuir la contaminación ambiental y
lograr menores consumos energéticos. Y, no por último menos importan-
Fiel a este predicamento, el Tren Longino cumplió a lo largo de sus seis te, mejorando notablemente el confort y comodidad de los pasajeros.
décadas de vida una función de integración entre todos los sectores
productivos, sociales y territoriales del norte de Chile, permitiendo el El recuerdo del tren aún perdura en el inconsciente colectivo, cuando el
desenvolvimiento de todas las actividades de esa zona del país, gra- trayecto era tan importante como el destino y el pasajero se dejaba llevar
cias a la llegada oportuna de personas, bienes y servicios a las ciuda- con deleite, haciendo suyos los paisajes que transcurrían por la venta-
des, pueblos y villorrios ubicados al costado de la línea férrea. nilla. Porque los ferrocarriles, otrora emblemas mecánicos del progreso
y de la fe ilimitada en un luminoso futuro, se han convertido ahora en un
A casi 40 años de la desaparición de este mítico tren chileno, los aman- símbolo del viaje y de la vida misma. Un itinerario que partía desde un
tes de los trenes en nuestro país todavía sueñan con el restablecimien- punto, pasaba por distintas estaciones y llegaba al anhelado destino.
to de la vieja línea férrea Longitudinal, que a través de más de 3 mil
kilómetros unía a Chile desde Iquique hasta Puerto Montt. Si la historia Ese mismo simbolismo es parte del valioso legado que dejó el inolvida-
ha enseñado que, tal como postulaba el presidente José Manuel Bal- ble Tren Longino, el infatigable tren de trocha angosta que atravesaba
maceda, los ferrocarriles constituyen infraestructuras cuya eficiencia las calcinantes regiones del norte de Chile y que le inspiró a varias
puede condicionar el desarrollo económico y social de un país, quizás generaciones de chilenos un sentimiento de progreso y confianza en
sea hora que el mismo Estado chileno se allane a la posibilidad de el futuro. El mismo sentimiento que podría empujar a que el Estado, tal
reponer en toda su gloria y majestad su viejo sistema ferroviario. La como lo hizo visionariamente en el siglo XIX, apueste en este nuevo
experiencia, por lo demás, ha demostrado que la buena operación y milenio por incrementar la inversión y mantenimiento de un moderno
administración de un sistema ferroviario no es patrimonio único de una sistema ferroviario de transporte, rápido, económico y seguro.

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Bibliografía:

-“Historia del Ferrocarril en Chile” (María Piedad Allende).


-“Historia del Ferrocarril en Chile” (Ian Thomson y Dietrich Angestein).
-”El Maravilloso Viaje del Longino” (Julio Ortega Ilabaca).

Financia:

Consejo Nacional de la Cultura y las Artes


Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes
Región de Antofagasta
Convocatoria 2013

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