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DIRECTOR
José Ignacio Chapela Castañares
SECRETARIA GENERAL
Landis Córdova de la Cruz
Densidad,
Diversidad
y Policentrismo:
¿planeando ciudades
más sustentables?
Jorge Alberto Montejano Escamilla
Camilo Alberto Caudillo Cos
Coordinadores
Densidad, Diversidad y Policentrismo: ¿planeando ciudades más sustentables? / Jorge Alberto Montejano
Escamilla y Camilo Alberto Caudillo Cos, Coordinadores. – México : Centro de Investigación en Geografía
y Geomática “Ing. Jorge L. Tamayo”, A.C., 2017.
Primera Edición
272 páginas : il.
ISBN 978-607-97653-5-4
1. Desarrollo sustentable. — 2. Ciudades. — 3. Modelaje espacial. —4. Sistemas de Soporte a la Planeación.
—5. Planeación Urbana. I. Montejano, Jorge, autor. II. Anzaldo, Carlos, autor. III. Mendiola, Norma,
autor. IV. Caudillo, Camilo, autor. V. Ortiz, Claudia, autor. VI. Guzmán, Ulises, autor. VII. Monkkonen,
Paavo, autor. VIII. Guerra, Erick, autor. IX. López, Patricia, autor. X. Giottonini, Paloma, autor.
Dewey 307.70c
Imagen de portada: Jorge Montejano; Camilo Caudillo. Zona Metropolitana del Valle de México, 2010.
Reproducción autorizada.
Autor y coordinador: Jorge Alberto Montejano Escamilla; Camilo Alberto Caudillo Cos.
Diseño y formación editorial: Enrique Hernández Nava.
Corrección de estilo: Javier Delgado Solís.
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, archivada o trans-
mitida en cualquier sistema —electrónico, mecánico, de fotorreproducción, de almacenamiento en
memoria o cualquier otro—, sin hacerse acreedor a las sanciones establecidas en las leyes, salvo con
el permiso expreso del titular del copyright. Las características tipográficas, de composición, diseño,
formato, corrección son propiedad del editor.
Hecho en México
Prólogo .................................................................................................................... 9
Introducción ........................................................................................................... 17
PARTE I: LA TEORÍA
Expansión urbana y sustentabilidad de las ciudades ........................................ 39
El principio de la densificación como argumento central de la sustentabilidad
urbana: una revisión crítica .................................................................................... 57
El concepto de la diversidad urbana ................................................................. 85
Policentrismo ................................................................................................. 107
políticas de suelo sea asegurar que los costos y beneficios de la urbanización sean
distribuidos equitativamente.
Densidad, Diversidad y Policentrismo
Por ser un urbanista que trabaja en un Instituto que promueve el uso de políticas
de suelo y la planificación urbana para enfrentar temas tan transcendentales como
la pobreza urbana, salud fiscal de gobiernos locales, y cambio climático, me apena
tener que calificar la existencia de la planificación y políticas de suelo como “teóri-
ca”, sin embargo, no las califico de teóricas pensando que son meras abstracciones.
No, la planificación urbana y políticas de suelo son prácticas y herramientas reales.
Existen, las creamos, las usamos y a veces funcionan y tratamos de mejorarlas. En
América Latina tenemos ejemplos concretos de buenas e innovadoras aplicaciones
de planeación urbana y políticas de suelo. Basta con visitar Sao Paulo, Brasil, para
ver cómo se aplican cargas de edificabilidad y operaciones urbanas (planos maes-
tros) para financiar grandes proyectos de infraestructura. En Bogotá, Colombia, se
está experimentando con la herramienta llamada ajuste de tierras para mejorar
las condiciones de asentamientos informales o precarios.
Sin perjuicio de la importancia de los casos brasileños y colombianos, uso la
palabra “teórica” para llamar la atención sobre el hecho de que muchas veces,
a lo largo de América Latina, desde México hasta el Cono Sur, los objetivos de la
planificación urbana y políticas de suelo no se cumplen. Peor aún, ambas pueden
ser parte de la causa de desastres humanos. Es decir, la planificación urbana es
“teórica” porque por cada ejemplo de su éxito, parece haber otro ejemplo de una
frustración, por no decir fracaso.
Cuesta pensar en un país de la región donde no hay un debate público sobre
los peligros (actualizados o inminentes) vinculado a políticas de suelo y gestión
urbana que permite o incentiva la expansión de la ciudad en zonas ambientalmente
precarias y/o sin suelo servido. Pensemos en el crecimiento de la mancha urbana
de Lima, Perú, o Cochabamba, Bolivia, hacia zonas donde no hay agua, sabiendo
que será difícil y costoso hacer que llegue el vital líquido en un futuro próximo.
No se trata tampoco del peligro de la expansión urbana bajo ciertas condiciones.
También existen debates fuertes sobre ciertas formas de densificación urbana como
los llamados “guetos verticales” en Santiago de Chile, conjuntos de edificios en
altura, en sectores céntricos de la ciudad, con infraestructura apta solamente para
asentamientos de baja densidad.
Aunque es difícil determinar cuándo pasará un desastre o crisis, es quizás un
poco más fácil identificar dónde y por qué habría un desastre en muchas de nues-
tras ciudades. Aquí vuelvo al tema de la distribución equitativa de los costos y
beneficios de la urbanización y los objetivos que deberían cumplir la planificación
y políticas de suelo. Con respecto a desastres, hay que preguntarse ¿qué está detrás
del hecho de que algunas áreas de la ciudad y sectores socio-económicos sufren
más aguda y desproporcionalmente que otras áreas y sectores sociales de la misma
ciudad cuando hay un desastre?
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Sería problemático, aunque fácil y tentador, concluir que las condiciones y debates
arriba mencionados son síntomas de malas prácticas de planificación urbana y po-
Prólogo
líticas de suelo mal concebidas. Sería problemático porque lo que habría que hacer
es “simplemente” adoptar “buenas prácticas” que supuestamente nos llevarían a
ciudades sustentables, resilientes y dinámicas en términos económicos y sociales.
Por cierto, muchas instituciones, como a la que pertenezco, ayudan a identificar y
entender los principios y prácticas que intentan, y a veces logran, acercarnos un
poco más a la idea de la ciudad sustentable.
El problema no es la identificación de conceptos y prácticas que ayudan a resol-
ver dificultades urbanas en algunos lugares. El problema es reconocer que no es
fácil llegar a un consenso o entendimiento básico sobre tres cosas muy importan-
tes. Primero, cuando hablamos de problemas urbanos, ¿estamos hablando del mismo
problema? Segundo, si logramos identificar conjuntamente el problema, ¿estamos
de acuerdo con la manera en que hay que enfrentarlo? Tercero, y último, ¿la ciudad
sustentable es un hecho? ¿Es algo que se ha logrado o se puede lograr? O, ¿es la
ciudad sustentable nada más que una idea, una aspiración?
Los investigadores detrás de los proyectos de investigación y capítulos que com-
ponen este gran libro muestran una extraña, pero refrescante, sensatez y valentía
con respecto al tema del desarrollo urbano, la ciudad sustentable y la “ciencia” de las
ciudades. No es una exageración decir que Montejano y colegas cuestionan casi todo
lo que hay detrás del paradigma progresista de la ciudad sustentable y sus principios
ancla de densidad, diversidad y policentrismo. En cada capítulo aconsejan apretar
el botón de “pausa” antes de adoptar cualquier concepto o tipo de intervención que
supuestamente aboga por la ciudad compacta y sustentable. Pero, como se verá en su
aportación a este libro, no cuestionan el paradigma de la ciudad sustentable porque
no creen en él necesariamente. Lo cuestionan porque rescatan y creen en una lección
simple e importantísima que nos hace recordar a uno de los artículos clásicos sobre
la planificación urbana, Dilemas de una teoría general sobre la planificación.1
Rittel y Weber, los autores del artículo Dilemas de una teoría, plantean la idea
que todos los problemas urbanos y por ende de planificación urbana, son, en inglés,
wicked, palabra que en español se podría traducir imperfectamente en “malvados”
o “frustrantes”. La maldad nace del hecho de que las ciudades son productos del
ser humano y por ende son sistemas abiertos, sumamente complejos, sin reglas
fijas y siempre evolucionando. Algunos dirían que son sistemas imperfectos en los
cuales no existe nunca un estado de equilibrio. La frustración nace del hecho que,
en este tipo de sistema, es difícil diagnosticar un problema y que cualquier solución
o intervención para “mejorar” el problema tiende a generar otros más (casi siempre
imprevistos). Bajo este concepto de la ciudad, por ejemplo, la idea de un orden te-
rritorial o el mismo “ordenamiento territorial” (otra manera de decir planeamiento)
1 Rittel, H.W.J. & Webber, M.M. Policy Sci (1973) 4: 155. https://doi.org/10.1007/BF01405730
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Prólogo
base atender otro desafío, nutrir los debates académicos y públicos con los mejores
y más rigurosos datos posibles. La apuesta es que estas condiciones aún no existen,
pero pueden existir si se utilizan avances tecnológicos actuales, y, más que nada
existe voluntad política para abrir el debate sobre desarrollo urbano y políticas de
suelo a múltiples perspectivas y opiniones desde un principio.
Hoy en día, es difícil deshacerse de imágenes de ciudades colapsadas o inun-
dadas y la manera en que esas imágenes, esa realidad, nos obligan a pensar crí-
ticamente en cómo hacemos la ciudad. Bajo este contexto, este libro, Densidad,
Diversidad y Policentrismo: ¿planeando ciudades más sustentables?, no puede ser
más oportuno y útil, ya que en su esencia explica no solamente la manera en que
crecen las ciudades contemporáneas, sino también resalta los actores e institucio-
nes con mayor incidencia en la forma en que prosperan y la necesidad de mejorar
la calidad del debate público sobre desarrollo urbano en el Siglo XXI.
Estimados lectores, disfruten y aprovechen las valiosas contribuciones de este libro.
Enrique R. Silva
Fellow y Director Asociado
Programa para América Latina y el Caribe
Instituto Lincoln de Políticas de Suelo
(Lincoln Institute of Land Policy)
Cambridge, Massachusetts
Septiembre de 2017
Introducción
Jorge Montejano
Introducción
Existen al menos tres principios medianamente consensuados en la academia,
tanto en el ámbito internacional como en el nacional, que parecen fundamentales
para alcanzar un mayor grado de sustentabilidad en las áreas urbanas: 1) mayor
densidad e intensidad edilicia (CIUDAD COMPACTA) ; 2) mayor mezcla de usos del
suelo (CIUDAD DIVERSA); y 3) una estructura tendiente al policentrismo (CIUDAD
POLICÉNTRICA). En conjunto, todos ellos apuntan a una reducción general de costos
(energético y emisión de gases de efecto invernadero) generados principalmente
por la necesidad de la movilidad obligada (residencia-trabajo) y a un aumento en
la calidad de vida. Se parte del supuesto de que una mayor densidad e intensidad
edilicia reduciría el gasto que los gobiernos tienen que realizar para cubrir la de-
manda de servicios básicos y restaría presión sobre zonas medioambientalmente
estratégicas; que una mayor mezcla de usos del suelo abriría la posibilidad de
reducir distancias entre orígenes y destinos principalmente sobre la movilidad
no laboral; y que una ciudad/región policéntrica, desarrollada bajo principios de
especialización económica y cooperación, permitiría aumentar el grado de autocon-
tención (i.e. reducir la movilidad cotidiana en y entre las distintas centralidades)
así como elevar el nivel de competitividad.
En este contexto, las ciudades mexicanas —las cuales según SEDESOL (2011) se
han expandido siete veces desde 1980, mientras que su población solamente se ha
duplicado—,1 han comportado un crecimiento urbano en 3D, es decir, distante, dis-
perso y desconectado. Ello ha sido resaltado en sendos estudios de corte académico,
en reportes de organizaciones no gubernamentales (i.e. los reportes del Instituto
Mexicano de la Competitividad IMCO, del Centro de Transporte Sustentable CTS-EM-
BARQ, del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo ITDP, etc.), y más
1 Tomamos con reservas estas aseveraciones emanadas de un estudio de la SEDESOL (2011) sobre
el crecimiento de las ciudades mexicanas entre 1980 y 2010. Para mayor detalle, ver Mokkonen y
Comandon, 2016.
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Figura 1. Esquema conceptual que muestra dos de los tres principios de sustentabi-
lidad urbana a estudiar: compacidad y mayor mezcla del uso del suelo
Densidad, Diversidad y Policentrismo
Vivienda Trabajo
Vivienda Trabajo
Ocio
Distancia que
Ocio La distancia obliga
permite ir andando
o en bicicleta.
a desplazarse en
automóvil.
La zonificación por actividades conduce a Los nodos compactos reducen los desplazamientos y
una mayor dependencia del automóvil privado. permiten ir a los sitios andando o en bicicleta.
Introducción
generar oferta de bienes y servicios cercanos a la vivienda; y finalmente promueve
el crecimiento policéntrico en zonas con potencial económico.
A nivel local, por ejemplo, podemos encontrar estos tres principios plasmados
en las propuestas Zonas de Desarrollo Económico y Social (ZODES) de la Ciudad de
México, las cuales buscan potenciar y generar inversión e infraestructura social
para recuperar, urbanizar, redensificar sustentable y cualitativamente determina-
das zonas de la ciudad con el objetivo de ampliar la oferta laboral local y reducir
las distancias entre empleo, vivienda y servicios, mediante la generación de nuevas
centralidades urbanas. Las ZODES son una estrategia urbano-económica que busca
elevar el grado de autocontención de los barrios o zonas específicas mediante un
aumento en la densidad e intensidad edilicia, la especialización económica, y su
conectividad con otros nodos. Cabe señalar que esta estrategia está contenida tanto
en el Programa General de Desarrollo del Distrito Federal 2013-2018 como en el
recientemente aprobado Programa General de Desarrollo Urbano de la Ciudad de
México 2016 (GCDMX, 2016, 2013), el cual busca el desarrollo de una ciudad diná-
mica, compacta, policéntrica, competitiva y sustentable.
A pesar de que estos principios aparentemente sustentables han sido amplia-
mente adoptados en el SNPD, los postulados teóricos no han sido suficientemente
justificados como generadores de sustentabilidad dentro de los documentos oficia-
les. Incluso, en el ámbito académico existen autores que aseguran que los bene-
ficios, por ejemplo, de un modelo policéntrico frente a uno monocéntrico, no han
sido comprehensivamente demostrados (Parr, 2004); que el hecho de imponer
límites a la densidad —por debajo de los límites de mercado— provoca una mayor
expansión urbana principalmente por la elevación artificial de los precios en áreas
centrales (Mills, 2005); y que una excesiva mezcla del uso del suelo es un factor
determinante para la formación de comunidades segregadas (vía la gentrificación)
y auto-segregadas (vía la creación de conjuntos urbanos cerrados) (Boarnet, 2011).
Esto es, aún existen muchas dudas en términos de ciencia sobre los supuestos bene-
ficios en materia de sustentabilidad derivados de la aplicación de estos principios
urbanos, vigentes al menos desde los años setenta del siglo pasado y que ahora han
cobrado mayor fuerza tanto en instancias de gestión del territorio internacionales
(i.e. ONU-Hábitat) así como en los sistemas de planeación locales. Más crítico aún
es el hecho de que no existe actualmente un criterio científico /consenso sobre los
límites o umbrales en que estos principios sustentables deben de ser aplicados y
no terminen por generar los efectos contrarios a los deseados (mayor mezcla de uso
del suelo/gentrificación, mayor densidad e intensidad/congestión, policentrismo/
hiper-especialización espacial, segregación).
Y la razón fundamental por la que probablemente no existan estos límites o
consensos científicos radica en que, al parecer, las dinámicas que se suceden den-
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tro de la ciudad caen dentro de los denominados sistemas complejos (Batty and
Marshall, 2012; Hall, 1992). Como señala Nowotny, (2005, p. 15), la complejidad
Densidad, Diversidad y Policentrismo
[…] de ser incapaces de procesar toda la información relevante, para observar y cono-
cer lo que sucede […] la complejidad apunta a algo que está más allá de nuestra habili-
dad para entender y controlar, aunque intuyamos que está […] ordenada y estructurada
de un modo en el que fallamos en comprenderla.
Siguiendo a Nowotny, existe una lucha interna en los modos actuales de hacer
ciencia en la que por un lado, se asume con más frecuencia que muchos de los
eventos que suceden en la naturaleza y en el comportamiento social no responden
a relaciones lineales, es decir, son fenómenos que no pueden ser determinados con
exactitud sino solamente estimados mediante probabilidades (Toledo et al., 2014);
y por otro, que esta creciente complejidad busca ser reducida para poder
[…] comprender, describir y aprender a entender los efectos de sistemas que nosotros
construimos, esto es, los efectos indeseables y no intencionados que pueda tener (la com-
plejidad) […] parece que estamos abocados en describir e interpretar complejidades
con el deseo de entender e involucrarnos tanto en construir niveles más altos de com-
plejidades —porque ellos son más eficientes haciendo cosas— y en reducir la compleji-
dad con el objetivo de minimizar los efectos indeseables y poder lidiar con los niveles
incrementales de complejidad que nos rodean. (Nowotny, 2005, p.19).
Introducción
muertes que podría causar su eliminación, nos enfrentamos a un dilema de que
cualquier acción que se realice en el territorio tendrá un impacto directo en otros
agentes del sistema.
En este sentido, Nowotny culmina su texto señalando que todas las sociedades
humanas han inventado medios para lidiar con la incertidumbre y modos de reducir
la complejidad. Dado que el acto de planear es intrínsecamente complejo por la incer-
tidumbre asociada al escenario futuro deseable, pero también por los mecanismos
para alcanzar los objetivos (Christensen, 1985), y que es en el entorno de planeación
donde se concentran la toma de decisiones y por ende la incertidumbre (Abbott, 2005;
Güell, 2006), la reducción de la complejidad mediante el uso intensivo de tecnolo-
gías promete reducir —en parte— la incertidumbre asociada a lo que es imposible
abarcar —en términos de información y procesamiento— para el ser humano como
individuo. Si la ciudad es vista como un sistema, y éste se define como un “complejo
de objetos en constante interacción” (Laurini, 2002, p. 2), parece que la utilización de
sistemas informáticos en planeación urbana —enarbolados principalmente por los
denominados Sistemas de Apoyo a la Toma de Decisión (Decision Support Systems)
o los Sistemas de Apoyo a la Planeación (Planning Support Systems)— puede reducir
parcialmente la incertidumbre, al menos en lo referente al procesamiento de la in-
formación necesaria para alimentar la toma de decisiones.
Ahora bien, con la recientemente aprobada Nueva Ley General de Asentamientos
Humanos ((LGAH) (DOF, 2016)), la planeación urbana en México enfrenta enormes
retos en materia de generación de estándares y normas oficiales, derivados principal-
mente de los cambios en las disposiciones legales en materia de regulaciones de la pro-
piedad en los Centros de Población. En el Capítulo Quinto, artículo 59, se determina que:
I. En las Zonas de Conservación se regulará la mezcla de Usos del suelo y sus activida-
des, y
II. En las zonas que no se determinen de Conservación:
las políticas y programas para la movilidad serán parte del proceso de planeación de
los asentamientos humanos […] las políticas y programas de movilidad deberán […]
promover los usos de suelo mixtos, la distribución jerárquica de equipamientos, favo-
recer una mayor flexibilidad en las alturas y densidades de las edificaciones y evitar la
imposición de cajones de estacionamiento.
Una lectura transversal de la ley permite inferir que se está abriendo la puerta a
la generación de nuevos indicadores y herramientas de evaluación, mediante la
utilización continua de sistemas informáticos de apoyo a la planeación urbana y
territorial. Ello podría traducirse en la introducción de un “poco” más de ciencia
para reducir las incertidumbres generadas por la complejidad intrínseca a la acción
de planear el territorio.
Introducción
territorio—, sí supone una herramienta adicional en lo referente a los elementos con-
ceptuales y tecnológicos que debieran estar presentes al momento de la planeación
y ordenación territorial. La importancia que tiene esta investigación, más allá de la
intrínseca a todo proceso científico, es la de poner de relieve la necesidad de transi-
tar a una planeación que incorpore en sus actuales procesos —de manera paulatina
pero constante—, modelos basados en procesos científicos que mejoren el entendi-
miento de los principios que subyacen al acto de determinar las directrices sobre
cómo ocupar y aprovechar el territorio urbano. Frente a la creciente urbanización
mundial, a la actual importancia de las ciudades en el contexto nacional —cerca de
80% de la población en México reside actualmente en ciudades y aproximadamente
un 88% de la Producción Bruta Total del país fue generada por el conjunto de 93
ciudades con una población mayor a 100 mil habitantes hacia 2009 (ONU-Hábitat
y SEDESOL, 2011)—, y a los problemas que enfrenta el Estado para atender el man-
dato constitucional de planear el crecimiento ordenado de las urbes debido a su
fragilidad institucional actual, es indispensable repensar nuevas formas de reducir
el gasto generado por malas decisiones territoriales; la corrupción inherente a los
actuales procesos de planeación, y sobre todo, la incertidumbre acerca de lo que se
está planeando. La propuesta que se vierte aquí es, precisamente, la incorporación
de modelos informáticos territoriales, basados en preceptos teóricos sólidos, que
tiendan a mejorar la planeación en los tres aspectos anteriormente mencionados.
Motivación
Parece lógico que, frente a dinámicas de población creciente y de localización dis-
persa en las periferias metropolitanas —especialmente en las latinoamericanas—,
estos principios sustentables (mayor densidad, mayor mezcla de usos del suelo,
mayor policentrismo) vayan ganando terreno en las políticas de ordenación y re-
ordenación territorial, principalmente debido a la falta de recursos humanos y
económicos que necesitan los municipios para gestionar los asentamientos ur-
banos una vez que ven transformados sus otrora espacios rurales en ciudades de
500 mil habitantes, en un lapso muy breve.2 Lo que en un principio parecía una
buena política pública en materia de desarrollo (recibir recursos a través de las
plusvalías generadas por el cambio del uso del suelo), rápidamente se convierte
en un problema de proporciones descomunales para los municipios donde suceden
este tipo de transformaciones, provocado en gran medida por la falta de capacidad
recaudatoria, técnica y de gestión; por la insuficiencia material para la dotación de
2 A manera de ejemplo, en entrevista radiofónica del jueves 14 de Agosto del 2014 (1110 AM), José
Manzur, el entonces Secretario General del Gobierno Mexiquense, afirmó que la población del Esta-
do de México aumenta aproximadamente de 300 a 400 mil habitantes por año, lo que significa la
formación de una ciudad intermedia en el mismo periodo.
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servicios básicos; por la falta de capacidad para atraer empresas y crear empleos
de calidad, o por la generación de una enorme deuda pública, entre otras razones.
Densidad, Diversidad y Policentrismo
Entonces, tomando como premisa base que estos tres principios de sustenta-
bilidad urbana (entre muchos otros) juegan un papel preponderante no solo para
el cuidado del medioambiente sino en términos de un uso más eficiente y racional
del territorio, la pregunta central que originó esta investigación fue ¿cómo verificar
la posibilidad de encontrar/aproximar un rango o límite hasta donde la aplicación
de los tres principios de sustentabilidad urbana abonaran positivamente al entorno
urbano y no comenzaran a generar externalidades negativas?
Esta pregunta es crucial en tanto que la mayoría de estos preceptos teóricos,
traducidos en planes de uso del suelo, no parecen estar suficientemente justificados
(i.e. la determinación de densidad tanto poblacional como edilicia es función no solo
de la capacidad de dotación de servicios, sino de múltiples factores que parecen no
estar presentes en los planes de desarrollo urbanos actuales). Por ejemplo, existen
diferencias específicas en cuanto al significado de alta, mediana o baja densidad
para distintos países, entidades federativas y municipios del país (i.e. para Campeche,
por ejemplo, alta densidad está determinada por una relación superior de 40 viv/ha,
mientras que para Hong Kong sería una de las categorías más bajas).
Debe aclararse que son un gran número de variables y actores los que influyen
en la gestión del territorio, generándose con ello un problema muy complejo. Esto
implica que encontrar “la relación exacta” puede ser una tarea que raye en la utopía
o en la formulación de una pregunta sin sentido, y que, incluso encontrándola,
sea inútil porque se requiere de actores políticos dispuestos a aplicar los hallazgos
derivados de la ciencia. Sin embargo, y a raíz de la incertidumbre que prevalece
sobre los impactos territoriales del efecto combinado de estos tres principios, esta
investigación estuvo basada en la creencia de que es factible encontrar algunos
“patrones” derivados de estudios empíricos y modelos (geográficos y matemáticos)
que permitan apoyar la toma de decisiones de política pública territorial.
Sin escapar al debate en cuanto a si la compacidad, la diversidad y el policentrismo
son la panacea en materia de paradigma urbano, se estableció como tarea central
en esta investigación relacionar estos principios con una mayor calidad de vida,
aun cuando ellos per se contribuyan solo con una medida específica.
El espíritu que dio lugar a esta investigación —reitero— era y es “introducir
ciencia” en modelos teóricos urbanos que han emanado de las ciencias sociales
(arquitectura/urbanismo) y donde su desarrollo no ha incorporado o revisado, de
manera sistemática, modelos matemáticos.3 Paralelamente, se busca comprender
Introducción
modelos de ocupación del territorio.
Objetivos
La investigación que da origen a esta publicación, partió del objetivo central de
explorar teórica y empíricamente los límites o umbrales en los que la aplicación de los
tres principios básicos de sustentabilidad urbana mencionados (compacidad, di-
versidad y policentrismo) genera efectos positivos en el entorno urbano y no en
externalidades negativas. En un inicio, se planteó determinar el “punto de quiebre”
(puntual o difuso) en el que estos principios dejan de aportar beneficios. Se presu-
puso que este estudio coadyuvaría a la generación de nuevos modelos (geográficos
y matemáticos) o al reforzamiento de un marco teórico a incluir en los Términos de
Referencia para la Planeación Urbana dentro del Sistema Nacional de Planeación
Democrática (SNPD), orientados a mejorar la calidad de vida mediante una ocupa-
ción más racional del territorio. A pesar de que la conclusión de la investigación es
contraria a la motivación inicial (encontrar rangos o límites definidos), suponemos
humildemente que los hallazgos reportados aquí, sobre una vía alterna para tran-
sitar a ciudades más “sustentables” basados en mayor tecnología en los proceso de
planeación —y que se pueden leer entre líneas a lo largo del libro—, cumplen con
los objetivos particulares de: a) dotar a los funcionarios públicos de instituciones
de planeación y ordenación del territorio a nivel nacional de un marco teórico más
robusto que les permita soportar (argumentar y defender) la toma de decisiones te-
rritoriales relacionadas principalmente con la zonificación secundaria de los planes
de desarrollo urbano de diferentes niveles de gobierno, y que también les permita
orientar las políticas en materia de planeación metropolitana y regional; introducir
en el SNPD y sus términos de referencia, nuevos modelos4 para determinar —de
manera más objetiva y basados en ciencia— la carga que un territorio puede so-
portar en lo que se refiere al concepto del aumento/reducción de la densidad; y c)
abonar a la discusión teórica sobre los tres principios de sustentabilidad urbana
enunciados, dejando preguntas abiertas para la reflexión.
Introducción
Great American Cities, una enorme cantidad de investigadores —pero sobre todo
activistas—, han retomado en décadas recientes los preceptos teóricos derivados
de la observación directa que Jacobs plasmó en su libro sobre los efectos positivos de
la diversidad en algunos barrios en Nueva York. Principalmente, destacaba que la
mezcla de usos del suelo permitía la activación de las calles a diferentes horas del
día, con lo que se abría la posibilidad de un barrio más autovigilado, y por ello,
más seguro. La diversidad no solo se verificaría en el tipo de actividad, sino en la
tipología edilicia, argumentando que la mezcla de edificios viejos y nuevos permitía
reducir la segregación socioespacial. Aunque elogiada, pero también severamente
criticada por Marshall Berman (1988) por argumentar que su visión era de tipo
burguesa y tradicionalista al buscar el regreso de los valores familiares anteriores
a la degradación urbana (donde los “negros” eran los que se habían quedado en la
ciudad interior), lo cierto es que la visión de Jacobs está más presente que nunca en
el discurso que propugna por una ciudad compacta, principalmente con el argumen-
to de la reducción de la movilidad no obligada, realizada en medios no automotores
y causada por una mayor cercanía entre orígenes y destinos. En este sentido, el
artículo rastrea autores que proponen diversos caminos para alcanzar la sustenta-
bilidad urbana con base en la mixtura de usos del suelo, de los cuales destaca la
que propugna por medir la diversidad con base en umbrales ambientales, concepto que
parece que ha sido retomado recientemente por la nueva LGAH. Adicionalmente,
muestra algunos indicadores que prometen ser útiles para determinar la cantidad
o nivel de mixtura de usos, como su relación con la energía consumida por dicha
mezcla, o la propuesta española de evaluar la mixtura de usos con base en un índice
de complejidad. Ciertamente, no son recetas y todas y cada una de las propuestas
tienen limitaciones y su propio campo de desarrollo. Por ejemplo, para el caso de
los índices numéricos, siempre existirá el problema de la clasificación, es decir,
la determinación de los límites en un índice para establecer valores aceptables o
no aceptables (bueno, regular, malo). Aún con este viejo problema planteado por
Johnston (1968), donde argumenta que todo método de clasificación es básicamente
un proceso subjetivo sin importar el método objetivo empleado para llegar a éste, la
aportación del capítulo radica en mapear actores preocupados por los impactos de
la diversidad en la sustentabilidad urbana, los cuales proponen diversos caminos
para “dosificar” la diversidad con miras a impactar positivamente en los urbanitas.
El tercer trabajo de esta primera sección revisa uno de los cimientos menos
estudiados de la sustentabilidad urbana: la posibilidad del tránsito hacia estructuras
urbanas tendientes al policentrismo. El artículo busca poner de relieve la complejidad
que tiene el propio concepto de policentrismo con respecto a la densificación y a la
diversidad ya que, además de que éste involucra las dos dimensiones anteriores,
alberga un vector que hasta el momento ha sido muy difícil de encontrar: la escala
28
Introducción
limitar el crecimiento descontrolado de las ciudades. Indagando mayormente en
si estas políticas abonan a una mayor sustentabilidad, los autores señalan que
en determinadas ocasiones, las políticas que restringen el crecimiento urbano
están motivadas más por razones equivocadas que por un efectivo problema de
sustentabilidad, pudiendo ser abordado el problema de la congestión vehicular (por
ejemplo) con una mejor planeación del transporte. El planteamiento que subyace
al estudio que se realiza sobre la aplicación de los Polígonos de Contención Urbana
(PCU) en México —desarrollados por la Comisión Nacional de Vivienda (CONAVI)
como herramienta para ubicar los paquetes de vivienda social— es el siguiente:
la expansión urbana per se, caracterizada generalmente como una expansión
en baja densidad (para el caso mexicano se argumenta que ha acontecido una
dispersión en media y alta densidad), no es enteramente negativa en términos de
productividad. Recientes estudios han mostrado que entre más descentralizadas y
expansivas son las ciudades en México, más productivas en términos de algunos
indicadores de crecimiento económico. Si uno de los pilares de la sustentabilidad
es la economía, entonces los controles que se imponen al crecimiento de las
ciudades son contraproducentes. Incluso, se demuestra que la suburbanización
(efecto también de la deslocalización industrial) y la tenencia vehicular no se
correlacionan en México, siendo las personas que habitan las zonas más centrales
de las ciudades las personas que más manejan. Así, el texto hace énfasis en que el
crecimiento expansivo de las ciudades compromete la sustentabilidad solo si éste
afecta la integridad de los recursos naturales. Además, se muestra, con base en
trabajos empíricos de otras latitudes, que la contención urbana ha generado incluso
efectos de expansión de las urbes contrarios al espíritu de compactación para los
cuales fueron creados. Finalmente, se realizan una serie de recomendaciones de
política pública para reducir el crecimiento expansivo en baja densidad, con base
en recomendaciones de organismos internacionales como la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que no necesariamente implican una
restricción al crecimiento exterior, sino a una promoción del crecimiento al interior
de las ciudades. Vuelve a emerger entonces la pregunta central de esta investigación:
si la recomendación es el crecimiento hacia el interior, ¿Qué modelos para evaluar los
niveles de redensificación pueden ser usados para este efecto, que al mismo tiempo
vislumbren e integren los impactos asociados a la movilidad y al precio del suelo?
El segundo texto de esta segunda sección es quizá el que más indaga sobre límites
y umbrales asociados a la estructura urbana y la movilidad. Como se menciona
en el capítulo que investiga sobre el concepto de la densidad, es la movilidad
uno de los indicadores más inmediatos sobre los límites que puede aceptar una
zona sometida a una política de redensificación. De allí la alta relevancia de este
escrito, porque muestra las contradicciones básicas existentes en el conjunto de
30
5 Desde que Jane Jacobs describiera la planeación urbana de su época como una “pseudo-ciencia”,
y que propugnara por una ciencia de la planeación urbana que permitiera validar sus postulados
teóricos encaminados a generar comunidades vibrantes, una corriente neopositivista denominada
“urbanismo tecno-científico” (Brenner y Schmid, 2015) ha resurgido de las ideas de la Geografía
Cuantitativa, la cual busca movilizar las herramientas de las ciencias naturales, las matemáticas, y
el análisis del big data, para analizar y predecir arreglos intra e interurbanos.
31
—herramienta urbanística por excelencia utilizada indiscriminadamente por más de
un siglo con el propósito explícito de evitar usos incompatibles (aunque con velados
Introducción
intereses)—, el cual argumentan los autores fue aplicado debido a la ausencia de
información y elementos técnicos para definir tanto usos como cantidades óptimas.
Los autores claman por una “alfabetización científica” de la planeación urbana,
apoyados fuertemente por los preceptos teóricos desarrollados por Michael Batty
(2013) y colegas, redactados en su más reciente libro The New Science of Cities,
donde tanto nuevos como viejos modelos matemáticos y geográficos, anidados
en nuevos desarrollos computacionales, de telecomunicaciones y de Sistemas de
Información Geográfica, se configuran como un método en constante construcción
para mejorar la manera de intervenir, entender, evaluar y anticipar las ciudades.
Con ello se reitera que los fenómenos urbanos son tan complejos que no es racional
buscar límites perfectos o un número de oro que indique la cantidad en que los
distintos “ingredientes” de la urbanidad deban de ser mezclados. Ergo, es necesario
—ante nuestras limitaciones intuitivas—, allegarnos de recursos tecnológicos —
desarrollados por nosotros mismos para superar nuestras propias limitaciones— y
usarlos de forma recurrente en el ejercicio de la planeación urbana.
A lo largo del tiempo que duró esta investigación, se fue desvaneciendo —
conforme se iba leyendo y avanzando en el conocimiento— la idea central sobre
encontrar una relación o umbral que pudiera ser relativamente estático en términos
cuantitativos sobre la aplicación de los principios sustentables ya mencionados. La
razón principal: la complejidad urbana, y sobre todo, la disponibilidad de datos.
Así, fuimos averiguando sobre diferentes sistemas integrados de modelaje para la
planeación urbana disponibles en el mercado que pudieran ser de utilidad para
probar hipótesis diferenciadas con base en la generación de escenarios alternos,
y donde pudiéramos apreciar que pasaría si se modificaban determinados valores y
otros permanecían sin cambios. Se buscaba un sistema que nos permitiera prever
si políticas de densificación, mayor mezcla de usos del suelo, o la generación de nuevos
polos de actividades (policentrismo), abonarían a una mayor sustentabilidad, tal y
como se ha planteado en la literatura basada en estudios empíricos.
Los PSS o Planning Suppport Systems —por sus siglas en inglés— “consisten
en software y hardware computacional, bases de datos, y personal calificado para
facilitar la planeación colectiva comunitaria y el diseño” (Berke y Kaiser, 2006).
Estos sistemas generan inteligencia para la planeación con base en datos espaciales
georreferenciados, estudios, análisis modelos y visualizaciones. Su propósito es generar
conocimiento útil para la toma de decisiones en materia de planeación espacial y
tienen como característica general la incorporación de bagaje teórico que soporta
y sustenta su accionar.
Wegener (2004) plantea que el desarrollo espacial o del uso del suelo genera
necesidades de interacción espacial y transporte; a su vez, por la accesibilidad que
provee, el propio sistema de transporte determina también el desarrollo espacial.
32
Argumenta que es muy complicado evaluar los impactos del uno sobre el otro y
viceversa (por la cantidad de variables que intervienen en la ecuación), por lo que
Densidad, Diversidad y Policentrismo
Introducción
sea más atractivo a las clases más favorecidas a dejar su automóvil en casa, y lo
suficiente para que las personas desplazadas a anillos metropolitanos más lejanos
por causa de un aumento en el precio de suelo en zonas centrales puedan acceder
asequiblemente a los espacios de mayor concentración de empleos. Si volvemos
a preguntar ¿Cuánto?, tendríamos que especificar que esa pregunta sí podría
responderse de manera puntual, siempre y cuando se esté hablando de un caso de
estudio específico, y anticipando que no existe una única “dosis” para provocar los
mismos efectos positivos; puede haber n combinaciones de diversas variables que
arrojarían resultados similares.
De esta investigación, puede concluirse que las políticas públicas territoriales
consideradas en este texto como base para una mayor sostenibilidad, no pueden
ser aplicadas como dogma de fe y de manera indistinta a todos los asentamientos
urbanos por igual. Cada estructura urbana, por sencilla que sea, alberga rasgos únicos y
distintivos (traza urbana, cantidad de empleos, densidad previa a la aplicación de una
política pública, distancia entre subcentros urbanos, etc.) que la hacen responder de
manera diferenciada a una misma política territorial. En este sentido, la integración
de sistemas de modelaje a los procesos de planeación formal, y el modelaje previo
a la aplicación de estrategias específicas, parece ser un camino muy razonable para
minimizar los inevitables costos de la inevitable urbanización.
34
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Densidad, Diversidad y Policentrismo
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Parte I
La teoría
Expansión urbana
y sustentabilidad
de las ciudades
Carlos Anzaldo
Las zonas urbanas son el principal escenario de los cambios económicos, demo-
gráficos, sociales y ambientales a escala global y en las próximas décadas la forma
en que transcurra la urbanización del planeta será fundamental para alcanzar
un crecimiento económico sostenido, una reducción significativa de la pobreza, la
estabilización de la población del mundo y la sustentabilidad del medioambiente.
De ahí que desde el Informe 1996 del Estado de la Población Mundial, el Fondo de
Población de Naciones Unidas afirme que “en la primera mitad del siglo XXI, el
crecimiento de las ciudades será el factor más influyente en el desarrollo (de la
humanidad)” (UNFPA, 2007, p. 6).
La gran expansión urbana que está teniendo lugar en los países en desarrollo
es una preocupación mayor para la comunidad internacional, las autoridades cen-
trales y locales, las organizaciones de la sociedad civil, los centros de investigación
y los profesionales en materia de planificación territorial. Esta situación se torna
más preocupante ante desafíos globales de mayor envergadura como el desarrollo
sustentable y el cambio climático. Sin embargo, no existe un consenso acerca de
cuáles son las mejores formas urbanas de enfrentar dicho crecimiento.
En las últimas décadas, la investigación urbana en los países desarrollados se
ha preocupado por generar un mayor entendimiento de la relación entre la forma
urbana de una ciudad y su sustentabilidad. Las tendencias en los patrones de urba-
nización de estos países como la zonificación extrema del uso del suelo, el aumento
desproporcionado de la movilidad y el uso del automóvil, la expansión urbana y
la pérdida de áreas verdes están implicando el consumo de una cantidad de re-
cursos y la generación de un volumen de contaminantes desproporcionadamente
mayor a la participación de sus zonas urbanas en el concierto mundial. A pesar
de ello, no se ha llegado a un acuerdo acerca de la naturaleza de la relación entre
la sustentabilidad de las ciudades y elementos clave de la forma urbana, como el
tamaño, la densidad, la configuración espacial y los usos del suelo (Hildebrand,
1999; Jabareen, 2006; Williams, Burton y Jenks, 2000).
40
los principales desafíos que las ciudades enfrentan, en el marco del paradigma del
desarrollo sustentable.
• revitalizar el crecimiento;
• cambiar la calidad del crecimiento;
• satisfacer las necesidades esenciales de trabajo, alimentos, energía, agua y
saneamiento;
• asegurar un nivel de población sostenible;
• conservar y acrecentar la base de recursos;
• reorientar la tecnología y gestionar el riesgo, y
• vincular el medioambiente y la economía en la toma de decisiones.
6. Asuntos ambientales
4. Asuntos socio-económicos
Desarrollo disperso
la restricción del crecimiento fuera del perímetro urbano, la reducción de los via-
jes, el estímulo de la vida urbana y el ahorro de infraestructura —entre otros—, ha
sido cuestionado por varias investigaciones que señalan importantes limitaciones
y costos de este modelo, asociados principalmente con su calidad ambiental y su
aceptabilidad, y que hacen evidente la necesidad de evaluar la sustentabilidad de
una variedad mayor de formas urbanas (Jenks, Burton y Williams, 1996).
De acuerdo con Williams et al. (2000, p. 4), es posible definir la forma urbana sus-
tentable a través de ciertas características básicas que esta debe poseer: “Una forma
se considera sustentable si permite a la ciudad funcionar dentro de sus capacidades
de carga natural y artificial; es de “uso amigable” para sus ocupantes; promueve la
equidad social; y es resultado de un proceso inclusivo de toma de decisiones”.
En el debate actual sobre forma urbana y sustentabilidad, Zumelzu-Scheel (2016)
identifica seis elementos que son la base para influenciar la sustentabilidad y el
comportamiento humano en la ciudad. Estos elementos se refieren tanto a carac-
terísticas físicas del espacio urbano como a aspectos intangibles que se relacionan
con la configuración del medioambiente y la interacción al interior de las ciudades,
a saber: la escala, la accesibilidad, la conectividad, la densidad, la diversidad y la
nodalidad. La escala alude a los diferentes niveles de complejidad de los compo-
nentes de una totalidad, que interactúan y producen efectos en distintos ámbitos.
En este sentido, el análisis de la escala tiene como objetivo el reconocimiento de
patrones en los diferentes niveles de construcción de la ciudad que determinan o
cualifican la sustentabilidad de una comunidad. La accesibilidad es un elemento
asociado a patrones de asentamiento que promueven el acceso equitativo entre
residentes, lugares de trabajo y servicios; donde el acceso peatonal a los equipa-
mientos y servicios básicos es un aspecto fundamental de la sustentabilidad ur-
bana. La conectividad se refiere al grado en el cual los entornos favorecen puntos
de conexión y de contacto entre personas y recursos, en diferentes escalas y para
múltiples propósitos, donde la maximización de las oportunidades de interacción
entre distintas actividades es considerada como una característica deseable de la
forma urbana. La densidad generalmente es vista como un factor que posibilita
el acceso peatonal a los equipamientos y servicios básicos y que al mismo tiempo
limita el número y distancia de los viajes; sin embargo, como se pone de manifiesto
en el capítulo siguiente, su análisis es controversial y no existe un consenso res-
pecto a su contribución en la sustentabilidad de las ciudades. La diversidad, por
su parte, atañe a dos aspectos. El primero se refiere al equilibrio entre los usos del
suelo residencial y no residencial que reporta una serie de beneficios como la vita-
lidad económica, la interacción social y la provisión de equipamiento y servicios. El
segundo, a la diversidad social, donde la combinación de ingresos, razas y grupos
étnicos es vista como parte esencial de una “auténtica” comunidad sostenible. Fi-
47
nalmente, la nodalidad se asocia a la idea de que el desarrollo urbano sustentable
debe organizarse en torno a nodos de diferentes niveles y tamaños, desde nodos
densidad. Existen estudios que demuestran que la densidad juega un papel me-
nor en el consumo de energía, cuando el precio del combustible y otros costos de viajar
en automóvil, relativos al ingreso, se incluyen en el análisis. De esta forma, el costo
del transporte es el que determina las diferencias en la densidad, más que la den-
sidad sea la causa de las diferencias en el consumo de combustible. Los análisis de
estos autores para tres ciudades-región del Reino Unido, muestran que las estrate-
gias de planeación de uso de suelo y de transporte —fundamentadas en la ciudad
compacta de desarrollo denso— prácticamente no tienen impacto sobre el consumo
de recursos y energía a largo plazo, y en cambio tienden a incrementar los costos y a
reducir la competitividad económica de las ciudades, como resultado de una fuerte
restricción en la oferta de suelo, mayores niveles de hacinamiento y congestión.
Simmonds y Coombe (2000), por su parte, utilizan un modelo de transporte de la
ciudad de Bristol para evaluar varios escenarios de forma urbana y estrategias de
transporte, y encuentran que ninguna de las combinaciones de escenario-estrategia
probadas elimina el crecimiento de la distancia de viaje en conjunto; mientras que
Van y Senior (2000) miden el efecto de la mezcla de uso sobre el comportamiento
de los viajes en tres vecindarios de Cardiff y aprecian que, si bien la mezcla de usos
alienta los desplazamientos a pie y en bicicleta e inhibe el uso del auto para viajes
de compras ligeras, existe poca evidencia de que ésta afecte la tenencia de autos o
el modo de elección de transporte para compras en mayores cantidades, así como
los viajes diarios al trabajo. Estos hallazgos apuntan a un efecto limitado de los
patrones de uso del suelo sobre la demanda total de viajes y el uso del auto, debi-
do principalmente al hecho de que la proximidad tiene solo una influencia débil
en las elecciones de viaje, lo que refuerza el escepticismo creciente acerca de los
impactos de la planeación del uso del suelo sobre el comportamiento de los viajes,
observado principalmente por investigadores de Estados Unidos y el Reino Unido.
Asimismo, existen propuestas que en lugar de suponer una relación simple de
causa-efecto entre el uso del suelo y los patrones de viaje, examinan la evidencia de una
relación de tres vías entre los patrones de viaje, el uso del suelo y las características
socioeconómicas de la población; como el perfil socioeconómico y ocupacional de las
áreas, los niveles de tenencia de automóvil y el ingreso, los cuales típicamente ex-
plican una proporción significativamente mayor de la variación en los patrones de viaje,
que el uso del suelo, del orden de la mitad y la tercera parte, respectivamente (Stead,
Williams y Titheridge, 2000). Esto sugiere que el efecto sobre los viajes, en términos
de menores distancias recorridas y el cambio hacia modos diferentes al auto, puede
ser resultado tanto de las características socioeconómicas de los habitantes como de
la forma y el uso del suelo de las ciudades mismas.
Particularmente en el Reino Unido, la intensificación urbana ha sido promovida
por numerosas políticas de planeación del uso del suelo, como un medio para alcan-
49
zar mayores densidades y un uso sostenible de la tierra, con beneficios potenciales
también para la calidad de vida urbana, como la posibilidad de contar con áreas
Bibliografía
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
Introducción
La idea de una “ciudad densa” no fue bien aceptada del todo durante el siglo xix
(Rogers, Gumuchdjian, y Maragall, 2000, p. 2). Por un lado, la “ciudad medieval”
derribó sus murallas para aliviar el grave hacinamiento que provocaba un sinfín de
enfermedades contagiosas (p.e. fiebre amarilla en Barcelona en 1821 o la devasta-
dora cólera en Londres en 1854); para reducir problemas sociales de insalubridad
derivados de la ciudad industrial (exposición a humos tóxicos, apiñamiento y po-
breza), y para reducir los altos precios del suelo.1 Por otro, surgieron movimientos
reivindicadores de una mayor calidad de vida asociada al contacto directo con la
naturaleza y a entornos mucho menos densos, como la “ciudad jardín” o el movi-
miento de los new towns (Abercrombie, 1945; Howard y Osborn, 1965). A pesar de
que hacia 1920 la “ciudad dispersa” en los EEUU era ya una realidad en ciudades
como Chicago o Nueva York, el proceso de metropolización del territorio en “baja
densidad” se convirtió en una constante después de la Segunda Guerra Mundial,
con el regreso de las tropas norteamericanas a su país y la necesidad de dar vi-
vienda a más de 15 millones de soldados hacia 1947 (Greene, 2004). Del otro lado
del Atlántico, la densidad también había declinado drásticamente en Inglaterra,
pasando de 250 viv/ha en 1900 a un promedio nacional de 25 viv/ha hacia 1999
(Rogers y Power, 2000).
Así, el término “ciudad compacta”, esto es, “una ciudad densa y socialmente
diversa donde las actividades sociales y económicas se solapen y donde las comuni-
dades puedan integrarse a su vecindario” (Rogers et al., 2000, p. 33), se popularizó
1 La mayoría de las ciudades europeas han visto derribar sus murallas en varias ocasiones y en épo-
cas distintas. Sin embargo, el masivo derribo del s. XIX obedeció, más allá de razones sanitarias, de
crecimiento demográfico, y de la inutilidad de las murallas como elemento de defensa ante posibles
invasiones, a la necesidad de los empresarios por más suelo industrial y por el encarecimiento del
suelo urbano (Monlau, 1841). Para una descripción detallada de las inhumanas condiciones de la
vida en la Inglaterra industrial, léase en Hall (1988) el capítulo The City of Dreadful Night.
58
2 Como el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO); el Instituto para el Desarrollo Susten-
table (ITDP); el Centro de Transporte Sustentable (CTS-Embarq); la Fundación Centro de Investiga-
ciones de la Casa (CIDOC); el Centro Mario Molina (CMM); el Banco Mundial; la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID),
ONU-Hábitat, entre muchos otros.
59
30 años mientras que otros más recientes muestran lo contrario (Kim y Bontje,
2016; Monkkonen y Comandon, 2016), éste sentó un precedente muy importante
El principio de la densificación
al resaltar la importancia de reordenar el territorio —de manera más congruente y
menos caótica—, en aras de elevar la productividad de las ciudades mexicanas y la
calidad de vida de sus habitantes.
El principal argumento para la implementación del modelo de “ciudad compac-
ta” como política pública territorial, es que el crecimiento reciente de las ciudades
mexicanas en 3D —esto es, dispersas, distantes y desconectadas— ha minado la
productividad debido a un aumento significativo en los tiempos de traslado obliga-
dos residencia–trabajo; ha impactado negativamente en las finanzas municipales
debido a la necesidad de introducir servicios públicos en municipios donde no los
había; y ha elevado substancialmente la generación de gases de efecto invernadero
por un incremento en la tasa de motorización (CIDOC, 2012; CTS-Embarq, IMCO, y
Centro Mario Molina, 2013; ITDP, 2012).
En este sentido, uno de los documentos más comprehensivos que se han redac-
tado recientemente en nuestro país relacionado con la implementación de dicho
modelo, ha sido México Compacto: Las condiciones para la densificación urbana
inteligente en México (2014). Aun cuando es un estudio orientado a tomadores de
decisión, se hace un balance muy equilibrado sobre los beneficios y ventajas de esta
política territorial, al tiempo que contiene una exhaustiva revisión del estado del
arte en la materia. Aunque al final del capítulo se vaya a retomar este trabajo, vale
la pena resaltar aquí algunas de sus conclusiones, de las que emanan preguntas
cruciales para la redacción del presente apartado.
Grosso modo, se argumenta que el tipo de crecimiento horizontal experimentado
recientemente por las ciudades mexicanas, ha significado un gran costo para la
integración y prestación de los servicios públicos, para la salvaguarda del medioam-
biente, y para el desarrollo económico del país, derivado principalmente de la
vorágine edilicia exurbana detonada a partir del año 2000, donde se privilegió el
desarrollo de vivienda social —que representa cerca del 57% del parque de vivienda
edificado total (Monkkonen, 2011)— en zonas muy alejadas de las concentraciones
de empleo y educación, en lugar de buscar crecer “no solo de manera vertical,
sino reciclando y redesarrollando los espacios intraurbanos abandonados o su-
butilizados para su mayor y mejor uso” (Senado de la República, Fundación Idea,
y Simo Consulting, 2014). Ello implica que, mientras más lejanas se encuentren
las viviendas de los destinos diarios de los habitantes, mayores serán los costos
ambientales, de movilidad, y de servicios infraestructurales (Eibenschutz y Goya,
2010; Mellado, 2013; Ziccardi y González, 2013).
El principal supuesto es que, tanto una mayor mezcla de usos del suelo como una
mayor densidad, permitirán lograr una ciudad menos homogénea, que minimice
las necesidades de desplazamientos no obligados, e induzca una mayor cohesión
social. Adicionalmente, el texto refiere que estos procesos de densificación pueden
60
El principio de la densificación
sobre distintas esferas de la vida urbana. Tan solo Boyko y Cooper (2011) encon-
traron al menos 250 referencias sobre el concepto de densidad relacionado con
la planeación, el diseño urbano, la psicología, etc. Sin embargo, a pesar de que
los tomadores de decisión apuntan a aumentar la densidad en las ciudades como
modelo non plus ultra para alcanzar la sustentabilidad, diversos investigadores
han advertido que existe poca evidencia empírica para asegurar que los procesos
de densificación afecten a todos por igual (Churchman, 1999) y han sugerido que
—como lo veremos a continuación— las conclusiones de los diversos estudios resultan
ser altamente contradictorias y, por ende, no concluyentes en términos generales.
Siguiendo a estos y otros autores, en este apartado se hacen explícitas algunas ven-
tajas y desventajas de la aplicación de la densidad como política pública territorial,
clasificadas por ámbito de fenómeno urbano.
Densidad y Movilidad
Probablemente, el ámbito de la movilidad sea uno de los más estudiados para
evaluar el impacto de políticas de densificación. La razón de ello radica en que los
impactos de la densificación sobre la movilidad son más fácilmente cuantificables y
verificables que, por ejemplo, la percepción personal sobre la densidad. Un aumento
súbito en la densidad de una zona específica, podría potencialmente impactar de
manera inmediata las redes de movilidad, tanto en los niveles de congestión como
en el cambio en la elección modal.
En éste ámbito, se argumenta como “ventajas” de mayores densidades urbanas:
la reducción de emisión de gases de efecto invernadero (GEI) debido a una mayor
cercanía entre orígenes y destinos,3 a una mayor eficiencia en la movilización de
grandes cantidades de personas y a un menor consumo energético (Boyko y Coo-
per, 2011; Churchman, 1999; Ewing, Pendall, y Chen, 2003; Giuliano y Narayan,
2003; Grosvenor y O”Neill, 2014; Hanson y Schwab, 1987; Newman y Kenworthy,
1989); que las altas densidades tienden a mejorar la rentabilidad de los sistemas de
transporte público aun cuando el costo total del sistema se eleve (Guerra y Cervero,
2011); que los modelos de alta densidad están correlacionados positivamente con
un mayor uso del transporte público, con una reducción del uso del automóvil,
con menos kilómetros viajados, con una disminución en la tasa de tenencia de
automóviles, y con un aumento en la movilidad tanto peatonal como ciclista (Cer-
vero, 1989; Churchman, 1999; Frank y Pivo, 1994; Hanson y Schwab, 1987; van
de Coevering y Schwanen, 2006); y que la propia densidad propicia un tránsito
más eficiente al reducir la congestión por el uso continuo y masivo de transporte
3 Actualmente, se estima que 70% de las emisiones de GEI se producen dentro de las áreas urbanas
(Fragkias, Lobo, Strumsky, Seto, y Convertino, 2013).
62
y Tomalty, 2002; Burton, 2002; Cervero, 1996; Churchman, 1999; Dunphy y Fisher,
1996; Jabareen, 2006).
Sin embargo, entre las “desventajas”, hay quienes resaltan que deben existir
límites a la densidad debido a su directo potencial generador de congestión (Boyko
y Cooper, 2011; Guerra y Cervero, 2011; Jenks, Burton, y Williams, 1996; Levinson
y Kumar, 1997; Rydin, 1992), no solo de tránsito rodado o de transporte público,
sino también de tránsito peatonal4 (Churchman, 1999).
Un elemento central para entender los impactos de la densificación sobre los
procesos de movilidad, es que un alto grado de compacidad —entendido éste como
el grado en que los recursos de una ciudad están espacialmente distribuidos (entre
más cerca estén entre ellos, más compacta y densa será la ciudad)— implica un
aumento en la probabilidad de la realización de menos viajes en automóvil y más
viajes en transporte público (siempre que exista un sistema)5 o a través de medios
de transporte no motorizados. Sin embargo, un alto grado de compacidad, pue-
de verificarse tanto en ciudades grandes como en ciudades pequeñas, siendo las
grandes urbes el territorio donde el efecto de la compacidad se diluye por el efecto
del tamaño.6 Así, una ciudad de gran tamaño y alta densidad, aunque “compacta”,
tendrá naturalmente una tendencia a mayor congestión. La congestión puede verse
entonces como “una consecuencia desafortunada de la prosperidad y un lastre para
altos niveles de accesibilidad, no una causa de deterioro económico o deterioro
urbano” (Taylor, 2002, p. 10). De hecho, la literatura sobre comportamiento de
viaje ha demostrado que, a mayor tamaño en las ciudades, mayor congestión y
mayor cantidad de viajes más largos (Levinson, 2012). También existe abundante
literatura que demuestra que, entre más grandes las ciudades, más prosperidad y
productividad en términos de PIB (Ahrend, Farchy, Kaplanis, y Lembcke, 2014; An-
gel y Blei, 2016; Bettencourt, Lobo, Helbing, Kühnert, y West, 2007), no implicando
4 En la calle de Madero en la Ciudad de México, se calcula que cerca de 200 mil personas transitan dia-
riamente por esa vía peatonal, provocando congestión e incluso, riesgo de accidentes peatón-vehículo.
5 En una investigación reciente realizada entre CentroGeo, UCLA y la Pennsylvania University, que
indaga sobre los efectos de la movilidad en las 100 ciudades más grandes de México, se encontró
que las ciudades más grandes y más densas (la población total está altamente correlacionada tanto
con el tamaño físico de las ciudades así como con su densidad) tienen proporciones más altas de
ciudadanos que viajan al trabajo mediante transporte público, y menores proporciones de viajes en
medios motorizados, implicando que si se duplicara el tamaño de la ciudad, se podría verificar un
aumento de 4.4% en la proporción de viajes en transporte público (Montejano, Monkkonen, Guerra,
Caudillo, 2017).
6 En un ejercicio de correlación bivariada también para las 100 ciudades más grandes de México,
entre el tamaño físico de las ciudades y el número de personas que tarda en su viaje al trabajo entre
1 y dos horas, se encontró una fuerte correlación positiva (Pearson = .93) y estadísticamente sig-
nificativa, lo que confirmaría el planteamiento de los efectos del tamaño de las ciudades sobre la
congestión.
63
ello una mejor distribución de la riqueza. Aparece entonces la paradoja sobre que
la alta productividad de las grandes ciudades es creada a expensas de una mayor
El principio de la densificación
proporción de emisiones de GEI en comparación con ciudades más pequeñas (Oli-
veira, Andrade, y Makse, 2014).
La pérdida de competitividad y productividad de las ciudades —aun siendo al-
tamente productivas— así como la generación de problemas asociados a la salud,
pueden considerarse como los efectos más nocivos de la congestión. Estudios nor-
teamericanos han demostrado que los costos de un automóvil en condiciones de
congestión es 4 veces mayor que uno sin congestión (Delucchi, 1997), mientras que otros
en México han estimado que las pérdidas causadas por la congestión vial se elevan
aproximadamente a 200 mil millones de pesos anuales. En materia de salud, se ha
estimado que más de 30 millones de personas se encuentran expuestas a la alta
contaminación producida por los vehículos automotores (ITDP, 2012), generando
cerca de 5,000 muertes al año (IMCO, 2013). Sin embargo y para matizar los datos
en materia de salud, hemos encontrado recientemente que una mayor densidad en
las ciudades mexicanas, está relacionada fuertemente con una menor tasa de mor-
tandad por atropellamiento (Montejano et al., 2017).
Adicionalmente a las desventajas, existe una gran cantidad de estudios que
han puesto en duda la robustez con la que algunas investigaciones muestran los
aparentes beneficios de una mayor densidad sobre la movilidad (Boarnet y Crane,
2001). Por ejemplo, Mindali et al. (2004) no encontraron una correlación signifi-
cativa entre densidad urbana y consumo de combustible (Karathodorou, Graham,
y Noland, 2010, pp. 9, 86), mientras que otros no han encontrado correlaciones
fuertes entre tenencia vehicular y densidad (Alexander y Tomalty, 2002). Para otros
investigadores del fenómeno transporte–uso del suelo–forma urbana, el debate
está cuasi agotado en lo referente al beneficio que supone una mayor densidad —
generalmente sin tomar en cuenta la congestión inherente a ella—. Entre más gente
esté concentrada en una región geográfica, es más probable que las autoridades
de transporte incrementen las rutas, la frecuencia y calidad del trasporte público.
Entonces, las áreas urbanas se benefician de la propia densidad porque permi-
ten la existencia de transporte público (el costo pasajero-km se reduce a mayores
densidades), y porque existe una masa crítica para soportar el costo del sistema
(Guerra y Cervero, 2011).
Dado que el transporte público se verá beneficiado por una mayor densidad,
ya desde hace tiempo diferentes movimientos urbanos como el Transit Oriented
Development (TOD, por sus siglas en inglés) o Desarrollo Orientado al Transporte
Público, han recomendado el incremento de la densidad de manera diferenciada,
concentrando los mayores niveles en torno a los centros de transferencia modal al
menos en un radio de 400 metros (Calthorpe, 1993; Dittmar y Ohland, 2008) y en
torno a los Distritos Centrales de Negocios o Central Bussiness Districts (CBD, por sus
siglas en Inglés). A pesar de existir variantes propositivas sobre cómo redensificar
64
Densidad y Medioambiente
Con referencia al ámbito medioambiental, el debate es quizás más agudo. De ma-
nera insistente, se advierten como ventajas potenciales que la alta densidad puede
proteger el suelo agrícola de la urbanización; que puede existir un menor agota-
miento de los recursos naturales; que ello promueve la protección de biodiversidad
en torno a las áreas urbanas; que existe una menor demanda energética; una menor
generación de contaminación vehicular; un menor consumo de gasolina y un uso
más racional del suelo. Entre las desventajas mencionadas resaltan la potencial
pérdida de espacios abiertos intraurbanos; la reducción del área permeable; ma-
yor consumo energético por edificación en mayor densidad; reducción del uso de
energía pasiva (ventilación e iluminación natural); la probable incapacidad para
lidiar con la gran cantidad de residuos; o la generación de efectos de “islas de ca-
lor”, entre otros (Boyko y Cooper, 2011; Churchman, 1999; OECD, 2011; Shi, Yang, y
Gao, 2016). A pesar de que existen estudios que argumentan que una forma urbana
más dispersa contribuye mayormente a la formación de islas de calor regionales
que a estructuras urbanas en alta densidad (Stone, Hess, y Frumkin, 2010; Stone y
Norman, 2006), otras sugieren que ambas tipologías de estructuras urbanas (alta
y baja densidad) parecen aportar de igual modo a la elevación de las temperatu-
ras, y que el elemento esencial para la elevación de las temperaturas es el grado
de contigüidad del tejido, sea de una ciudad dispersa o de una ciudad compacta
(Debbage y Shepherd, 2015).8
Con lo anterior, es evidente que quedan muchas dudas con respecto a qué tipo de
diseño de ciudades tiene menor impacto medioambiental. Por un lado, se argumen-
ta que un modelo disperso tiene un impacto de intensidad menor, pero diseminado
en un área mayor; por otro, que la ciudad compacta tiene un intenso impacto, pero
concentrado en un área menor. Por ejemplo, respecto a la contaminación atmos-
férica, un reciente modelo teórico sobre compacidad urbana y exposición a conta-
minantes demostró que las políticas de compactación incrementan la exposición
7 Por ejemplo: Center for Applied Transect Studies, 2016; Tachieva, 2010.
8 A este respecto, un artículo reciente de Bloomberg —citando a un estudio de la NASA sobre el
calentamiento global entre 1880 y 2015—, señala incluso que la deforestación ha tenido un ligero
efecto de enfriamiento sobre el planeta debido a su potencial para reflejar la luz solar, y que bási-
camente el efecto del calentamiento global se ha dado por la emisión de partículas GEI (Roston y
Migliozzi, 2016).
65
de los residentes a los contaminantes (Schindler y Caruso, 2014). Sin embargo,
los resultados de otra investigación realizada sobre 249 áreas urbanas europeas,
El principio de la densificación
sugiere que políticas que favorezcan áreas urbanas continuas podrían mejorar el
medioambiente, ya que las áreas urbanas fragmentadas y de menor densidad juegan
un papel importante en la concentración de los contaminantes relacionados con el
transporte (Cárdenas, Dupont-Courtade, y Oueslati, 2016).
Relativo a la biodiversidad, una investigación australiana demostró empíri-
camente que un aumento hipotético de vivienda en ambos tipos de estructuras
urbanas tenían un impacto negativo significativo sobre la distribución de aves en
Brisbane; sin embargo, el aumento de viviendas en el desarrollo de tipo compac-
to ralentizaba las distribuciones en escala de la ciudad, principalmente porque
este tipo de desarrollo dejaba intactas grandes áreas verdes (Sushinsky, Rhodes,
Possingham, Gill, y Fuller, 2013). Otra investigación similar en Tokio, demostró
que en zonas altamente urbanizadas y bajo un esquema de desarrollo urbano más
compacto y menos fragmentado en términos de áreas verdes, la población estudia-
da de mariposas y escarabajos era más alta que en áreas urbanas fragmentadas y
dispersas. Sin embargo, para zonas de bajo nivel de urbanización, los escarabajos
eran más numerosos bajo el esquema de ciudad compacta, mientras que las mari-
posas lograban su máxima población en zonas más fragmentadas y dispersas (Soga,
Yamaura, Koike, y Gaston, 2014). En este sentido, parece ser que no es concluyente
que el tipo de estructura urbana afecte por igual a la biodiversidad, y sobre todo, que
el grado de urbanización o tamaño tiene también una enorme influencia.9
9 Los autores utilizan los términos land sparing y land sharing para hacer referencia a estructuras
urbanas más densas con menos contigüidad de áreas verdes y a estructuras urbanas dispersas me-
nos fragmentadas en sus áreas verdes. Así, parece ser que la contigüidad (reducción de la fragmen-
tación) de las áreas verdes es esencial para la protección de la biodiversidad, más allá del esquema
general urbano.
66
consumo energético (Gaigné, Riou, y Thisse, 2012), del mismo modo que lo hace
el crecimiento de la ciudad.
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
El principio de la densificación
consumo de gasolina, estudios más amplios como el de Holden y Norland (2005) en
la región metropolitana del Gran Oslo, Noruega, sugieren que esquemas policéntri-
cos podrían reducir aún más los costos energéticos en los hogares que estructuras
urbanas monocéntricas. Esto podría estar relacionado con los hallazgos de Fragkias
et al. (2013). En un estudio para 942 áreas urbanas norteamericanas, este equipo
encontró que las emisiones de CO2 se escalan proporcionalmente con el tamaño de
la población urbana, indicando que las ciudades más grandes no son más eficientes
en términos de emisiones que las menores. Ello implica de manera indirecta que,
si se busca la concentración de más personas en un espacio geográfico determinado,
se estaría abonando a una mayor generación de GEI.
favorecido más a personas que optan por ese estilo de vida en particular, más que
a grupos específicos como los adultos mayores y los niños. Argumentan que en
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
muchos de los casos, aunque se presten los servicios, importa mucho más la calidad de
los mismos y no solo la cantidad. Además, observaron que la sustentabilidad social
no siempre se expresa claramente bajo los principios de la ciudad compacta, pues
pueden subir los precios residenciales por albergar un centro educativo de calidad,
y con todo, no estar situados en las áreas centrales. Bajo este esquema de mayor
densidad, observaron que las personas que respondieron a una encuesta especí-
fica para evaluar su forma de vida bajo condiciones “más compactas”, resaltaron
como efectos negativos la baja provisión de espacios abiertos o verdes y una baja
propensión al uso de los mismos; menor puntaje sobre la calidad de estos espacios
abiertos en contraparte con los localizados fuera de los núcleos urbanos, y una
sensación de inseguridad al caminar de noche por los barrios.
A pesar de que este es un ejercicio local, pareciera ser que una mayor sustentabili-
dad social no estaría forzosamente condicionada por una mayor densidad.
Aunado a las ventajas anteriormente mencionadas, Boyko y Cooper (2011) y
Churchman (1999) agregan que, en un entorno más denso, es posible que el Estado
atienda a mayores grupos de población con intereses y estilos de vida distintos,
además de facilitar una mayor diversidad de personas. Sin embargo, ambos estudios
resaltan al mismo tiempo un gran número de externalidades negativas, entre las
que destacan más estrés psicológico derivado de una sensación de la violación del
espacio personal; que existen efectos negativos en la salud como manifestaciones
de ansiedad, retracción social, pérdida de control y molestias por el incremento del
ruido; y que este aumento en la densidad puede inducir sentimientos de restricción
del libre albedrío y sensaciones de privacidad reducida. A esta esfera de efectos nega-
tivos de una mayor densidad asociados con el individuo, podemos sumar los primeros
estudios norteamericanos de este tipo recopilados en Choldin (1978), donde se
consignaba hacia los años setenta que la vida social podría ser destruida por el
hacinamiento, y que la vida urbana en alta densidad podría provocar efectos nega-
tivos como enfermedades somáticas, agresión, crimen, etc. Choldin resalta para el
caso de una afección psicológica, que los estudios entre enfermedades mentales y
densidad aparentemente sí tienen una correlación positiva; sin embargo, todos los
demás estudios —mayormente orientados a entender el efecto de la densidad sobre la
vida social— no encontraban correlaciones significativas por ejemplo, entre densidad y
mortandad, densidad y delincuencia juvenil, y tasa de criminalidad y densidad. Lo
que al parecer sí afecta en términos sociales no es propiamente la densidad medida
en escala de barrio, sino el hacinamiento o cantidad de personas por vivienda. En
este sentido, se encontraron indicios débiles de que las tasas de patologías eran
más elevadas en áreas de edificios de departamentos. Concluye que la densidad
de la población per se, no podría considerarse como un elemento negativo para la
vida en comunidad.
69
Regresando con Boyko y Cooper (2011) y con Churchman (1999), como desventa-
jas potenciales en términos sociales dadas por un aumento en la densidad, destacan la
El principio de la densificación
posibilidad de una mayor competencia entre grupos por el espacio (esto es, conflictos
territoriales); un menor sentimiento de comunidad; la constatación de que los edi-
ficios altos pueden provocar una segregación social, y que elevadas densidades
pueden estar asociadas con poco espacio público abierto (bajo el paradigma del
movimiento moderno, donde el automóvil ocupa gran parte del espacio urbano);
un aumento potencial del crimen, y un incremento relativo al precio de la vivienda,
bienes, servicios y suelo, lo que a su vez implicaría procesos de expulsión de clases
sociales de menores recursos y un aumento de la segregación socio-espacial.
El principio de la densificación
sobre Habitabilidad para la Vivienda o HUD Minimum Property Standards, e incor-
poraban ratios de diferentes espacios, como la cantidad máxima de área residencial
permisible (Floor Area Ratio o FUR), el Ratio de Espacio Abierto, el Ratio de Espacio
Vivible, el Ratio de Espacio Recreativo y el Ratio de Automóviles (Alexander et al.,
1988; Bair, 1976). A pesar de haber sido utilizados profusamente e importados en
otros planes para diferentes latitudes (como la mexicana, ver Bazant, 2003), se
critica que el uso de este tipo de cocientes están sesgados por la rigidez con la que
se determinan los estándares en los que las relaciones están basadas.
Aun con la sobresimplificación, el uso de este tipo de cocientes convencionales
sigue siendo norma en la planeación actual con la que se determinan las densidades
e intensidades de construcción. Parten de dos supuestos fundamentales: 1) de los
espacios mínimos requeridos para la habitabilidad del ser humano, y 2) de la capa-
cidad de carga del territorio para proveer la infraestructura adecuada. De acuerdo
con Caminos y Goethert (1978), siempre se puede determinar un rango de límites de
densidad que sean compatibles con los servicios e infraestructura adecuada, pero es
prácticamente imposible el pronosticar las implicaciones sociales o comportamientos
de la población a determinadas densidades. El rango físico al que se refieren Cami-
nos y Gothert, está directamente relacionado con la teoría y modelo sobre Umbrales,
desarrollado originalmente hacia 1962 por el polaco Malisz, y retomado en 1977 por
Kozlowski a petición de las Naciones Unidas. Este método permitía la identificación
de los límites al desarrollo urbano, umbrales y cálculo de los costos, con el objetivo
de sobrepasar las limitantes (p. 2). La teoría de umbrales de B. Malisz buscaba definir
las limitaciones físicas asociadas con la expansión urbana. Las limitantes y los costos
requeridos para sortearlas fueron llamados respectivamente umbrales de desarrollo
y umbrales de costo (p. 7). Estas limitantes a su vez podían ser medioambientales
o generadas por el hombre. Se desarrolla a partir de la idea en que cuando un asen-
tamiento urbano crece, encuentra limitantes tanto físicas (i.e. el borde de una isla)
como provocadas por el hombre, por ejemplo, cuando el crecimiento sobrepasa las
capacidades del sistema (de transporte, agua, caminos) y se necesitan tomar accio-
nes o medidas para sobrepasar esos límites (suelo, infraestructura). “Todas estas
limitaciones tienen en común el hecho de que no son absolutas. Cada una de ellas
puede sobrepasarse” (Malisz, 1972, p. 169).
El concepto de capacidad de carga puede ser entendido como los límites impues-
tos al crecimiento que determinadas áreas pueden soportar sin que ello implique
serios daños al medioambiente o a la salud pública. Aplicado a la planeación ur-
bana, se entiende como “la habilidad de un sistema natural o artificial para absorber
crecimiento de la población o desarrollo físico sin una degradación o ruptura signi-
ficativa” (Schneider, Godschalk, y Axler, 1978, p. 1).
72
A pesar de que la capacidad de carga de un territorio no es fija, sino que puede ser
modificada por el humano con un costo de inversión, es un acto que implica un
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
1 piso independiente
Casa de 1 piso Rango óptimo de uso
2 pisos independientes 24
8.0 Co Casa de 2 pisos 12 pisos
7.0 cie 6 pisos
nt Departameto de 2 pisos
ed 3 pisos
Co
6.0 ee
ci
sp
en
5.0 ac
te
io
de
ad
4.0 es S CUS es el máximo de superficie que debería destinarse a la
e
cu
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3.0 to
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Coci
ble
0.9
0.8
0.7
0.6
CAT CAT es el minimo de cajones de estacionamiento requerido
0.5
por unidad de vivienda
0.4 elo COA
su
de
COA es el mínimo de cajones de estacionamiento sin límites
u so de tiempo-estacionamiento por unidad de vivienda
0.3
de CED
CED es el mínimo de superficie de espacio abierto requerido
n te
cie
por cada superficie desarrollable
Co
0.2 C oc CEH
ient CEH es la superficie mínima de espacio exterior no vehicular
e de por superficie desarrollable
esp
acio
recr
eati
vo
0.1
0.09
0.08
0.07
0.06
0.05 CER CER es la superficie mínima para espacio recreativo por
3 4 5 6 7 8 superficie de área desarrollable
10 viviendas por 40 viviendas por 160 viviendas por
hectárea hectárea hectárea
20 viviendas por 80 viviendas por 320 viviendas por
hectárea hectárea hectárea
60
50
30
20
ial
erc
c i al
m
Co
den
10
e si
1
20 25 30 35 40 45 50 55
El principio de la densificación
se aplicara ese estándar único de densidad contendría las mismas densidades, pero
distribuidas espacialmente en formas distintas.
La práctica actual de la planeación urbana es resultado de la herencia de estas
ideas que podríamos llamar racionalistas, en el sentido de una búsqueda de es-
tándares y formas óptimas de ocupar el territorio. Sin embargo, salvo en contados
casos, el concepto de la capacidad de carga no ha sido aplicado de forma integral,
y generalmente el proceso de edificación individual se legitima cuando, de manera
aislada y sectorial, diferentes departamentos encargados de la dotación de diferen-
tes infraestructuras (agua, luz, drenaje, etc.) dan su visto bueno para el permiso,
aun cuando no se hagan explícitos los estudios que respalden determinada carga
al suelo. Tampoco se hacen explícitos los documentos que delimitan un rango de
densidad tanto humana como edilicia para la planeación en nivel barrial o distrital.
La idea utópica de una “densidad estandar” para todo el territorio puede parecer
un concepto completamente discordante con la realidad territorial actual. Sin em-
bargo, debe de reconocerse que tiene mucho sentido si pensamos que esta densidad
máxima estaría siendo directamente resultante de la capacidad de carga del territorio
y que, una vez alcanzado el límite de densidad en determinada zona, se procedería a
desarrollar otra parte de la ciudad, con lógicas de contigüidad espacial y en franco
alineamiento con los límites de lo que puede ser cargado al suelo.
Sin embargo, diversos investigadores están en contra de los controles urbanos a
la densidad, argumentando la emergencia de efectos negativos sobre el precio de la
vivienda. La crítica principal recae en el hecho de que al existir controles impuestos
a la densidad que podría alcanzar el mercado, el precio de la vivienda se distorsiona
y se recorre a la periferia (Glaeser, 2011; Mills, 2005), generando mayor dispersión
urbana, además de un encarecimiento “artificial” del precio del suelo y las vivien-
das. Esta noción de densificar el territorio antes de ocupar nuevas extensiones
está ligada también a las políticas urbanas denominadas Urban Growth Boundaries
(UGB) o Polígonos de Contensión Urbana, de los cuales nos hablan más adelante
Paavo Monkkonen y Paloma Giottonini. En esencia, se impone una restricción al
crecimiento urbano fuera de determinado límite arbitrario, esperando con ello una
mayor redensificación en zonas centrales y la protección de los espacios abiertos.
Empero, esta política restrictiva no es bien vista por investigadores de corte liberal
(i.e. Angel, Parent, Civco, y Blei, 2011), quienes argumentan que estas prácticas
aumentan el precio del suelo y reducen la asequibilidad de la vivienda; ignoran las
preferencias del consumidor de vivir en densidades bajas y en zonas suburbanas;
porque protege el valor del suelo urbano en detrimento de los terratenientes rura-
les, y porque desplaza el desarrollo urbano a pueblos satélites fuera de la zona de
contención, agravando el problema de los desplazamientos obligados, y por ende,
aumentando los costos energéticos y las emisiones de GEI.
76
Siguiendo a Angel y colegas, los que apoyan las políticas de la ciudad compacta y
densificada dudan de los argumentos de los detractores en términos del precio del
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
suelo mediante la propuesta de ir agregando cada vez más reservas territoriales para
ajustarse a la demanda; agregan que este tipo de desarrollo contenido tiene beneficios
para la salud (reducción de obesidad) y que tiende a reducir la segregación social; y
que los efectos contrarios pueden mitigarse mediante la inclusión de regulaciones que
faciliten la creación de vivienda asequible. Los partidarios de esta política de conten-
ción, señalan que es el antídoto ante la dispersión. Argumentan que puede limitar el
crecimiento; aumentar la densidad en ciudades; reducir la fragmentación de la huella
urbana; minimizar la dependencia del automóvil particular, entre otros beneficios.
El principio de la densificación
las necesidades de drenaje y alcantarillado, las capacidades de las subestaciones exis-
tentes para la dotación de energía eléctrica, estudios que determinen la capacidad de
servicio de la red vial, y la capacidad de atención y número de equipamientos urbanos,
entendidos como los edificios que dan servicio público a los ciudadanos.
Antes de la entrada en vigor de la nueva Ley General de Asentamientos Humanos
2016, prácticamente no eran utilizadas ninguna de las normas oficiales existentes
en materia de capacidad de carga para determinar la densidad física. Con esta
nueva enmienda legal, ahora se establece en el Art. 59 que “se deberá permitir la
densificación en la edificaciones, siempre y cuando no se rebase la capacidad de
los servicios de agua, drenaje, y electricidad o la Movilidad”, además de borrar la
separación que existía anteriormente entre los usos de suelo residenciales, comer-
ciales y centros de trabajo, “siempre y cuando éstos no amenacen la seguridad,
salud e integridad de las personas, o se rebasen la capacidad de los servicios de
agua, drenaje, y electricidad o la Movilidad” (DOF 2016, 106).
Esta nueva situación abre un campo de acción enorme a los modelos de simu-
lación y sistemas de apoyo a la planeación (Planning Support Systems o PSS) que
se han venido desarrollando y mejorando desde la época de emergencia de la geo-
grafía cuantitativa a mediados del siglo pasado, ya que la integración de modelos
geográficos y matemáticos embebidos en sistemas informáticos promete aliviar
substancialmente la carga de complejidad que implica modelar la interacción de
una gran cantidad de agentes en el territorio.
Probablemente la pregunta sobre cuál debería de ser la densidad física óptima
para que el “sistema-ciudad” no comience a generar efectos negativos ha estado
mal enfocada, y el problema territorial no sea uno relacionado con modelos de op-
timización. Por ello, en un acápite de esta investigación hemos optado por orientar
los esfuerzos en probar las potencialidades del Sistema de Simulación Integrado
de Localización de Actividades, Uso de Suelo y Transporte (TRANUS), para analizar
diferentes escenarios donde la densidad, los usos del suelo, y el grado de policen-
trismo, se convierten en los vectores clave para entender territorialmente el impacto
que diferentes configuraciones de estas variables tienen sobre la movilidad y de-
manda de transporte. Suponemos que, al ser la congestión la principal externalidad
negativa asociada con una mayor densidad, esta puede ser anticipada mediante
el uso de estos modelos de simulación que reduzcan la incertidumbre derivada de
aplicar una política territorial específica, como lo es una redensificación acrítica.
Con lo anterior, estaríamos abonando al debate sobre una “desnsificación inteli-
gente”, que contemple a los PSS como herramientas esenciales para determinar
capacidades de carga, al menos, en el ámbito de la movilidad.
78
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El concepto de la
diversidad urbana
Norma Mendiola
Introducción
Hasta hace unas décadas, el urbanismo y la planeación urbana habían orientado
sus esfuerzos hacia la zonificación del territorio bajo las premisas de seguridad y
funcionalidad. Sin embargo, es posible poner hoy sobre la mesa las externalidades
negativas de esta manera de ordenar el territorio y observar algunas de las conse-
cuencias negativas de esta práctica, como pueden ser la conformación de núcleos
urbanos monofuncionales, la segregación socio-espacial, la dispersión urbana, la
desconexión, entre otras. En respuesta a las desventajas de la práctica de zonifica-
ción, surge una nueva corriente en la forma de ocupar el entorno urbano —respal-
dado por un importante número de trabajos— en los cuales se recurre al argumento
de la diversidad cuando se habla de alcanzar la sustentabilidad en áreas urbanas.
El presente capítulo, parte de lo anteriormente planteado y profundiza sobre el
concepto de la diversidad urbana considerando sus dos componentes: la mezcla
de usos de suelo (ocupación) y la multiplicidad de sus habitantes-usuarios (ocu-
pantes). Lo anterior en el contexto del discurso del Desarrollo Urbano Sustentable
y la noción de las ciudades como sistemas complejos.
En el entendido de que lo social, lo ecológico, lo económico y el espacio físico
(urbano) conforman los subsistemas generales del sistema ciudad, vale la pena
profundizar sobre el hecho de que el conjunto de tareas a llevarse a cabo —defini-
ción de interacciones, soluciones, acciones, políticas públicas y demás cambios de
fondo—, deben responder a una concepción de desarrollo sustentable que va más
allá de la sola consideración de la vertiente ambiental; implica la inclusión de las
dimensiones sociales, económicas y culturales, pues estas son los motores de los
núcleos urbanos. Se busca así, ampliar el debate sobre lo que se considera necesario
abordar respecto a la robustez del término “entorno urbano sustentable”.
Se presenta también una revisión acerca de las prácticas de planeación urbana
que guiaron el crecimiento de las ciudades mexicanas; se revisa la estructura del
86
No obstante, existe una creciente preocupación por adoptar enfoques que permitan reo-
rientar los procesos de crecimiento y desarrollo de las ciudades, con el objetivo de encon-
trar el equilibrio entre una adecuada calidad de vida y el menor impacto de las actividades
humanas en el medio ambiente. Aparece así el enfoque del desarrollo urbano sustentable
que tiene la premisa de construir ciudades concebidas como sitios habitables, seguros,
justos, de socialización, que preserven sus características culturales y ambientales y per-
mitan el desarrollo del ser humano, sin comprometer el medioambiente de las genera-
ciones futuras. Éstas deben proveer elementos para efectuar un acceso más equitativo,
igualitario y democrático a la riqueza natural o socialmente generada, así como concebir
por la vía institucional, educativa y moral, una mentalidad y una sensibilidad social para
pensar a la naturaleza como un valor en sí mismo (Lezama y Domínguez, 2006, p. 163).
La Figura 1 ilustra los aspectos generales del enfoque del Desarrollo Urbano Susten-
table. En el centro del modelo conceptual se ubica la diversidad urbana, la cual se
aborda desde sus dos pilares: la mezcla de usos de suelo (ocupación) y la multiplici-
dad de sus habitantes-usuarios (ocupantes). Se intenta representar también que las
ciudades funcionan como un sistema que incluye cuatro aspectos (subsistemas): lo
social, lo ecológico, lo económico y el espacio físico (urbano). La complejidad aumenta
y queda de manifiesto cuando se observa que las relaciones entre los componentes
de un núcleo urbano se extienden hacia otros, formando sistemas de ciudades (i.e.
zonas metropolitanas y conurbaciones). En el caso de las ciudades mexicanas y otras
de países en desarrollo, se agrega también, que se deben resolver simultáneamente
los problemas del presente (pobreza urbana, inseguridad, contaminación, etc.), y
de preservación ecológica para el futuro, tarea que se vuelve compleja por la falta de
recursos para cubrir tantos problemas urbanos a la vez.1
1 López (2004), en su trabajo titulado “La sustentabilidad urbana”, profundiza sobre el concepto de
desarrollo sustentable y la viabilidad de orientar la ciudad hacia un modelo de sustentabilidad ur-
bana, planteando que el marco teórico y metodológico se encuentra en desarrollo y que es necesario
profundizar en su estudio.
88
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
Sustentabilidad
Ciudad Compacta
Ciudad Densa
Ciudad Diversa
Social Natural
Equidad Suelo
Sostenibilidad Agua
de la comunidad Ocupación Ocupantes Aire
Desarrollo
Económico
Humano
Preservación y cuidado
del medio ambiente
Mezcla de usos del suelo
Ocupación del
entorno urbano
Ocupantes del
entorno urbano
Hiper-diversidad
Justicia, equidad, armonía,
desarrollo humano,
crecimiento económico, etc.
mezcla de funciones primarias y secundarias, de tal suerte que siempre hubiese una
masa crítica capaz de hacer factible económicamente la mezcla de usos del suelo.
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
Por su parte, Sobrino et al. (2015) y Rueda (1997), retoman y coinciden con Jacobs
en dos aspectos relativos a la diversidad urbana: por un lado, que la forma urbana
influye en la generación o inhibición de interacciones sociales a través de la den-
sidad de población, mezcla de usos de suelo o provisión de espacios comunes que
no sean lugares de paso sino lugares de encuentro (especialmente áreas verdes e
infraestructuras para niños y jóvenes, o templos y centros comunitarios); por otro,
en que una adecuada distribución de usos del suelo, el mantenimiento en buen
estado del entorno, las instalaciones y el equipamiento, la construcción de espa-
cios agradables, la posibilidad de caminar por la ciudad, las actividades colectivas
en espacios abiertos o la apropiación social de la calle, tienen efectos positivos en
la seguridad y en la percepción de la seguridad, lo que permitirá avanzar hacia
ciudades habitables. Para estos autores, la diversidad urbana va de la mano con el
diseño, la densidad, la accesibilidad al destino y la distancia a los diferentes espa-
cios. Reconocen en sus planteamientos la importancia de las relaciones humanas
ya sean sociales, económicas, laborales o con su entorno.
Sin embargo, y a pesar de que la diversidad urbana se coloca como uno de los
pilares del urbanismo actual, los beneficios de la mezcla de usos del suelo tam-
bién han sido sujetos a discusión y en general, son pocos los trabajos que han
sido rigurosamente investigados respecto a la relación entre la forma urbana y la
sostenibilidad social (Bramley y Power, 2009; Burton, 2002). Pocos son también
los trabajos que abordan cuestiones como la relación y/o el impacto de la mezcla de
usos del suelo y las variables asociadas a la diversidad social, así como aquellos que
elaboren planteamientos integrales conceptuales y/o empíricos sobre el crecimiento
de las ciudades, como un proceso de planeación el cual, basado en el enfoque del
Desarrollo Urbano Sustentable, derive en políticas públicas de usos del suelo que
contribuyan a solucionar los problemas actuales de los núcleos urbanos.
El Comité de Investigación 21 (RC21, 1970),2 se interesa y busca integrar trabajos
que contribuyan al debate y conocimiento de los aspectos que involucra la diversi-
dad, su planteamiento general es:
2 RC21 – Research Committee on Urban and Regional Development of Urban and Regional Develop-
ment of the International Sociological Association. Se estableció en 1970 para promover la teoría y la
investigación en la sociología del desarrollo urbano y regional y crear una comunidad internacional
de académicos. Url: http://www.rc21.org/en/ consultado en Mayo 21, 2017.
93
público, racismo e incluso conflictos abiertos en las calles. Si la diversidad tiene efectos
positivos o negativos depende en parte de políticas e iniciativas locales que estimulen
Lo anterior plantea un panorama muy complejo sobre los aspectos sociales de la di-
versidad urbana, que se complejiza aún más cuando diversos autores sugieren la
necesidad de conciliar las componentes sociales con la componente ambiental en
el contexto de la sustentabilidad urbana. Ejemplo de ello es el trabajo de Bramley
y Power (2009), quienes puntualizan sobre las características que deberían ser
cubiertas para considerar a un núcleo urbano como un entorno social, económica y
ambientalmente sustentable. Éste debería ser: 1) activo, inclusivo y seguro; 2) bien
servido; 3) bien diseñado y construido; 4) eficiente; 5) ambientalmente sensible;
6) bien conectado; 7) próspero, y 8) justo para todos.
De acuerdo con los autores, el primer punto incluye la identidad y pertenencia,
la tolerancia de la diferencia, las comunidades y cooperativas, las oportunidades de
ocio y culturales, la conducta criminal / antisocial y una buena calidad de vida. Esto
plantea la diversidad urbana en términos de la multiplicidad de formas que pueden
manifestarse a partir de los perfiles sociales, culturales y económicos de la pobla-
ción. Se puede incluir aquí la postura de Tasan-Kok et al. (2014), la cual plantea
el término de “hiper-diversidad” de las ciudades, refiriéndose a la diversificación
de la población no sólo en términos socioeconómicos y étnicos, sino también incluye
las diferencias con respecto a estilos de vida, preferencias, actitudes y actividades.
El término da paso a escenarios complejos derivados de la cantidad de variables
que pueden manifestarse y de las posibles interacciones entre ellas. El segundo
punto se refiere a la dotación de servicios accesibles, incluyendo salud, educación
y atención social. El tercero reitera cuestiones relacionadas con el sentido del lugar,
la amistad, la salubridad y la seguridad de los espacios, así como la accesibilidad
por el transporte no motorizado y la cuestión de la vivienda asequible.
De manera opuesta a las ideas sobre la diversidad urbana como pieza clave
de la sustentabilidad urbana, se encuentra el trabajo de Vormann (2015), quien
argumenta que las prácticas de planeación guiadas bajo este concepto producen
mayores desigualdades espaciales y que las lógicas culturales y económicas de la
diversidad no se refuerzan mutuamente, por el contrario, a menudo se contradicen.
una cifra del mercado, cambiando todas las cosas políticas por una fuerza abstracta de au-
to-diversificación. Como tal, el concepto de diversidad puede incluso trabajar para reforzar
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
las desigualdades. El término opera a un nivel discursivo que excluye el cambio político al
implicar la conveniencia del statu quo. El concepto de “diversidad urbana” se ha convertido
en parte de una estrategia de legitimación para el dominio del mercado. En lugar de crear
espacios públicos de interacción democrática, el aumento de la comercialización ha llevado
a patrones de urbanización segregados y acceso desigual a los bienes públicos (p. 9).
Por su parte, Spears et al. (2014); Bordoloi et al. (2013); y Cervero y Kockelman
(1997), han utilizado una serie de medidas para cuantificar la mezcla de uso del
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
Retomando la parte empírica del trabajo de Burton, (2002), la autora propone una
serie de indicadores para medir la mezcla de usos:
Diseñar e imple- Controlar y sancionar LGAH, Ley de Sistema Nor- Programa de apoyo
mentar instrumen- procesos de ocupación Vivienda mativo de a los avecindados
tos normativos, irregular, apoyar la Equipamiento en condiciones de
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
Impulsar una polí- Impulsar la adop- LGAH, Ley Sistema Nor- Programa de Apoyo
tica de movilidad ción del modelo del de Caminos, mativo de Federal al Transporte
sustentable que Desarrollo Orientado Puentes y Au- Equipamiento Masivo.
garantice la calidad, al Transporte como totransporte Urbano.
disponibilidad, modelo urbano para Federal. Programa Sectorial
conectividad y ac- la planeación de las de Comunicaciones
cesibilidad de los ciudades mexicanas. y Transportes 2013–
viajes urbanos. Incentivar proyectos de 2018.
recuperación, amplia-
ción y mantenimiento
de infraestructura
peatonal y ciclista para
incrementar viajes
sustentables. Fomentar
la recuperación de
los centros históricos
promoviendo la movi-
lidad no motorizada y
mayores restricciones
al uso del automóvil.
Implementar el uso de
tecnologías de la infor-
mación en sistemas de
movilidad urbana para
mejorar la eficiencia de
traslados. Priorizar al
peatón en las políticas
de movilidad urbana.
101
La Ley General de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo
Urbano se presenta como uno de los principales instrumentos para ordenar el uso
Consideraciones finales
Se plantea a priori que el concepto de Desarrollo Urbano Sustentable es el “camino”
a seguir para mejorar la calidad de vida; sin embargo, es cierto que aún no existe
un modelo de ciudad sustentable. Este término sigue siendo presentado como un
“ideal” que no ha podido ser construido, por lo tanto, tampoco se cuenta aún con
un referente claro sobre si el “camino” que se está siguiendo es el mejor.
No obstante, se debe seguir actuando y avanzando en el intento por orientar el
crecimiento de las ciudades hacia la sustentabilidad. Lo anterior, por complejo que
parezca, exige: i) comprender las formas de funcionamiento e interacción entre los
elementos y actores urbanos; ii) cambios profundos en la forma de pensamiento
individual y colectivo, y iii) participación y voluntad de los sectores involucrados
(académico, privado, gobierno y sociedad).
Respecto al concepto de diversidad urbana, está claro que juega un papel im-
portante en el diseño urbano en la medida en que determina la localización de los
distintos tipos de uso de suelo, y por lo tanto, la movilidad y accesibilidad. Asimis-
mo, cuando se busca avanzar hacia ciudades compactas (densidad), la diversidad
urbana favorecerá este principio siempre y cuando se establezca una adecuada
mezcla de usos de suelo que permita la proximidad y accesibilidad a los centros de
trabajo, lugares de abasto, centros de recreación, deporte y ocio, y otros servicios
complementarios necesarios para la vida urbana y pensados en sus habitantes.
102
4 Rueda (2008), en su artículo La ciudad compacta y diversa frente a la conurbación difusa, aborda
a la ciudad como un sistema complejo cuyas principales funciones son las de establecer “contacto”,
“regulación”, “intercambio” y “comunicación”. Discute sobre los problemas que enfrentan las ciu-
dades difusas y monofuncionales y los beneficios que se pueden alcanzar y observar en las ciudades
compactas y diversas. Desarrolla sobre la esencia de la ciudad y coloca a los habitantes y a sus nece-
sidades como los elementos centrales que dan vida a los núcleos urbanos.
5 Bramley y Power (2009), en su trabajo Urban form and social sustainability: the role of density and
housing type, realizan un análisis de la complejidad del concepto de sustentabilidad y de la fuerza
en los discursos ambientales y políticos. Identifican la necesidad de conciliar los diferentes objetivos
y encontrar un equilibrio.
103
3. Con base en lo anterior, la mezcla de usos deberá plantearse en términos de la es-
cala, los diferentes contextos geográficos y los tejidos urbanos.
6 Senado de la República, Fundación Idea, y Simo Consulting. 2014. “México Compacto: Las condi-
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mx/comisiones/vivienda/docs/mexico_compacto.pdf.
104
Se puede iniciar con un diagnóstico integral del sistema de ciudad que incluya la
identificación de actores, variables y componentes del sistema (sociales y ambien-
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
tales). Se deberán definir las relaciones entre todos los elementos y a todos niveles,
deberán incluirse perfiles e interpretaciones que respondan a valoración ambiental,
así como a la hiper-diversidad urbana. Con base en esta información se esperaría
que puedan definirse en primer lugar los problemas prioritarios y las metas, por
lo que es conveniente tener claridad sobre la viabilidad, los grupos sociales bene-
ficiarios y los elementos naturales que serán favorecidos. Se plantea que si existe
un consenso sobre las acciones y la implementación de políticas públicas, podrían
evitarse problemas como equipamientos, infraestructura o espacios ociosos, que
al final representaran inversiones innecesarias.
105
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Policentrismo
Jorge Montejano
Introducción
En los apartados anteriores hemos observado como algunos de los elementos teóri-
cos que reiteradamente se presentan como base del desarrollo urbano sustentable
—la densificación y la diversidad—, no son fáciles de definir y pueden ser ambi-
guos en su medición. Sin embargo, su comprensión y aplicación es relativamente
sencilla (más densidad y más diversidad supondría a priori la reducción de viajes
no obligados), aun cuando su impacto en términos sustentables siga poniéndose
en duda, principalmente porque estos principios no actúan solos, sino que forman
parte de un sistema.
A pesar de que el policentrismo o policentralidad—concepto que se desarrolla
en este apartado como modelo alternativo al modelo urbano estándar o modelo
monocéntrico— no escapa tampoco a estos problemas, es quizás —de entre los
principios anteriormente mencionados— el más sencillo de explicar en términos
de sus supuestos beneficios con relación al crecimiento de las ciudades y su orde-
namiento “sustentable” (ciudades relativamente pequeñas pero interconectadas
podrían reducir eventualmente las presiones negativas inherentes al crecimiento
de las ciudades). Pero paradójicamente, es uno de los más difíciles de medir, cuan-
tificar, y por ende, aplicar.
Por un lado, la densificación se puede conceptualizar como la acción de concen-
trar más cosas en el territorio, con el objetivo de optimizar el uso de los recursos en
el espacio geográfico y en el tiempo. Por cosas entendemos personas, actividades o
infraestructuras, mientras que por territorio entendemos unidades administrativas
básicas que utilizamos para gobernar nuestras ciudades, pudiendo tener diferen-
tes escalas (municipios, distritos, manzanas, edificios) y diferentes problemas de
medición asociados a esta condición escalar. En este caso, y más allá del problema
espacial trasversal a los tres principios estudiados en este libro y asociados al MAUP
108
de dividir cosas entre territorio (área). Si bien es cierto que existe una dificultad
intrínseca a este concepto derivada de la subjetividad (estándares que considerarían
de manera diferente la densidad percibida según el lugar geográfico), sigue siendo
una herramienta de planeación por excelencia, muy usada también en cualquier
estudio estadístico espacial urbano.
Por otro lado, la diversidad —que puede teorizarse como una acción tendiente
a la promoción de una mayor heterogeneidad espacial de cosas en el territorio—
comparte esencialmente los mismos problemas MAUP que la densidad, aunque su
manera de medirla difiere sensiblemente. Gran parte de los estudios actuales que
buscan cuantificar el grado de mezcla de usos del suelo basan sus métricas en el
Índice de Entropía en la Información de Shannon, el cual —trasladado al ámbito
de la ecología urbana— estaría midiendo que tan “organizada” o “desorganizada”
se encuentra la información en un entorno urbano (Echavarria y Roca, 2014).2 La
diversidad como indicador, es útil para probar diversas hipótesis sobre dinámicas
urbanas. Por ejemplo, Echavarria y Roca generaron un modelo de precios hedó-
nicos para predecir el costo de suelo residencial en Barcelona. En ese estudio se
comprueba que una mayor heterogeneidad en el uso de suelo está asociado con un
mayor valor inmobiliario, implicando indirectamente que una política tendiente
a esta heterogeneidad estaría paradójicamente promoviendo la segregación resi-
dencial de estratos económicos más bajos en zonas con menos mezclas de usos del
suelo, generalmente las periféricas, y con ello la dispersión urbana. En otro trabajo
(Montejano, López, y Caudillo, 2013), se utilizó una métrica similar para probar
si mayor mezcla del uso del suelo en la Zona Metropolitana del Valle de México
(ZMVM) se correlacionaba con menores tiempos de viajes en automóvil, lo cual re-
sultó ser cierto pero con una magnitud reducida. En este sentido, las métricas que
miden esta condición territorial —aún con resultados diversos— parecen reforzar
1 El MAUP o Modifiable aereal unit problem (Problema de la unidad de área modificable) es un con-
cepto desarrollado por Stan Openshaw (1983) el cual señala que en diversos estudios espaciales y
geográficos, los datos que se utilizan como insumo de éstos no cumplen reglas básicas de agrega-
ción, esto es, que existen diferentes objetos espaciales que pueden ser agregados de muy distintas
maneras para formar grupos de características específicas. Así, mientras que diversos datos censa-
les son recabados para entidades esencialmente no modificables (gente, hogares), estos datos son
reportados para unidades o áreas modificables y arbitrarias (distritos, distrito electoral, etc.) (p.4).
Al cambiar la unidad de área de agregación de los datos, surge la pregunta sobre si estos seguirán
significando lo mismo en diferentes escalas, y también sobre si es lícito inferir en una escala deter-
minada (i.e. individuo) que lo que se observa en otra escala (i.e. barrio) afecta a la unidad geográfica
de la misma manera, dando lugar a conclusiones erróneas o lo que Stan Openshaw denominó la
Falacia Ecológica.
2 Para ahondar en métricas asociadas a la diversidad, ver por ejemplo Amindarbari y Sevtsuk, 2015;
Cervero y Kockelman, 1997; De Nadai et al., 2016; Montejano, López, y Caudillo, 2013.
109
la idea sobre que el grado de diversidad juega un papel importante en términos de
sustentabilidad urbana.
Policentrismo
Sin embargo, el caso del policentrismo es sensiblemente diferente. Mientras que
los dos primeros conceptos parecen estar claramente definidos, el que se desarrolla
a continuación tiene aristas multidimensionales y multiescalares que hacen de
este concepto uno más difícil de definir con solo pocas variables. El policentrismo
como concepto incluye a los dos anteriormente descritos, pero le sobreviene —entre
otras dificultades— una adicional y crucial: que no existe consenso alguno sobre
cómo medirlo y cuantificarlo. Y justamente, esta dificultad —que ha permanecido
a lo largo de más de 30 años de estudios cuantitativos sobre el fenómeno—, recien-
temente ha impulsado a algunos autores a señalar que debe dejarse de lado este
concepto y concentrarse en los estudios de las relaciones casa-trabajo como una
aproximación a estas estructuras policéntricas que, fácilmente podemos imaginar
y describir con analogías, pero difícilmente podemos determinar con exactitud el
instante en que una estructura urbana es o no es policéntrica.
Este apartado se divide en cuatro bloques. El primero versa sobre la acepción del
término; su génesis y evolución como modelo urbano, y sus diferentes característi-
cas. El segundo apartado desarrolla sobre la relación del policentrismo con respecto
a la sustentabilidad urbana y sobre los trabajos empíricos más relevantes acerca
del tema. El tercero, lidia principalmente con las formas de medir el fenómeno y
sus principales limitantes. Finalmente, en la última sección se discute la viabilidad
sobre la continuidad de su estudio con relación a la sustentabilidad urbana y su
aplicación como política pública territorial.
El concepto de policentrismo
¿Qué es policentrismo?
Hacia principios del s. XIX, J. H. von Thünen desarrolló un modelo muy sencillo
para explicar la localización de las actividades agrícolas, bajo los supuestos de
una llanura isotrópica,3 un sistema único de transporte, costos proporcionales a la
distancia, un único centro en la ciudad y un hinterland agrícola. Planteó que para
cada tipo de producción (tomates, trigo, ganado, etc.) —con diferente rentabilidad
por unidad espacial— existía una curva diferente de renta-localización. Su princi-
pal aporte (ver fig. 1) fue proponer que la renta varía con la distancia al mercado
central, lo que explicaba por qué el suelo tenía diferentes usos y una estructura
específica (R. Camagni, 2005; Dicken y Lloyd, 1990).
Más tarde, Richard Hurd (1924) desarrolló un tratado sobre valores del suelo ur-
bano basado en von Thünen, donde señalaba que “Puesto que el valor depende de
la renta económica y la renta de la localización, y la localización de la comodidad
de acceso, y ésta de la proximidad, bien podemos eliminar los pasos intermedios
y decir que el valor del suelo depende de la proximidad” (cit. en Carter, 1974, p.
263). Su conclusión y principal aporte fue que en las ciudades, la renta del suelo
determina la superioridad de la localización, confirmando los hallazgos de von
Thünen (entre más lejos del centro, más barato).
En los años sesenta del siglo pasado, Alonso (1964) creó una teoría general de
la renta del suelo y su localización, partiendo de los trabajos de von Thünen en
el sentido monocéntrico de su modelo (un solo mercado central). Sus principales
aportaciones fueron incorporar al análisis del suelo urbano la cantidad de tierra
que cada usuario deseaba adquirir y el ingreso disponible para ese fin, además de
formalizar y hacer explícito el problema de la localización de la vivienda, entendido
éste como la maximización de la utilidad sujeta a un presupuesto (Graizbord, 2008,
p. 67). Además, desarrolló un modelo que le permitió encontrar diferentes curvas
de renta para cuatro tipos de usos del suelo, concluyendo que las curvas de mayor
pendiente eran las que se localizaban en las zonas más céntricas.
111
Este modelo, retomado posteriormente por Muth (1969) y Mills (1972), se convirtió
en el modelo “estándar”, y sirvió durante varios años para explicar y predecir el
Policentrismo
precio del suelo urbano así como su estructura. A pesar de ser un modelo económico
que simplifica mucho la realidad, este facilita el análisis y permite capturar los
elementos esenciales de las ciudades. La primera conclusión es que todos los em-
pleos en una ciudad se encuentran en el centro, denominado CBD (Central Business
District) o DCN (Distrito Central de Negocios); la segunda es que la ciudad tiene
una densa red de caminos radiales, que le permite a los residentes moverse de la
casa al trabajo en una dirección radial; la tercera es que la ciudad alberga hogares
idénticos, esto es, que cada familia tiene las mismas preferencias en el consumo;
y la cuarta consideración general es que los residentes de la ciudad consumen solo
dos bienes: vivienda y cualquier otra cosa que no es la vivienda (Brueckner, 2011).
Aun con esta simplificación, el modelo estándar sigue logrando explicar —de ma-
nera razonable—, el comportamiento esperado para ciudades mononucleares con
crecimiento radioconcéntrico.
Entre los diferentes principios económicos que explicarían la conformación y
consolidación de este tipo de estructura urbana mononuclear —y en general, la
existencia de las propias ciudades—, se encuentra el concepto de sinergia o prin-
cipio de aglomeración, el cual es resultado de una búsqueda de la maximización
de beneficios relacionados con la disminución de los costos de producción y el
aumento de la renta mediante un modo homogéneo de producción a gran escala
(economías de escala) que permiten, por su tamaño y productividad, disminuir
el costo por unidad producida. Pero este límite a la aglomeración, es decir, a los
beneficios derivados de una producción (y consumo) concentrados en un punto geo-
gráfico, está dado básicamente por el costo del transporte, y en segunda instancia,
por los costos crecientes derivados de la misma aglomeración (Camagni, 2005).
Teóricamente, si no existieran beneficios asociados a las economías de escala, la
producción tendría lugar de manera perfectamente difusa, en proximidad a cada
consumidor (Camagni, 2005). Y dado que los beneficios asociados a las econo-
mías de aglomeración principalmente provienen de la cercanía entre los centros
de producción y los consumidores —reduciendo los costos de transporte—, surge
la pregunta de ¿por qué si los costos de transporte se han reducido drásticamente
los últimos años (actualmente representan entre 3 y 8% del precio del producto
final de los productos industriales) las ciudades actuales siguen presentando altos
patrones de aglomeración?4 Glaeser (2010) señala que probablemente ello se deba
a que si bien es cierta la reducción en los costos para la movilidad de bienes, los
costos para la movilidad de las personas sigue siendo alto.
4 Burger, de Goei, Van der Laan, y Huisman (2011) analizan el empleo y los patrones de movilidad
obligada para dos regiones en el Reino Unido, encontrando que no todas las regiones están experi-
mentando una transición hacia regiones policéntricas; de hecho, presentan un reforzamiento de la
estructura monocéntrica.
112
Contrario a esto, Agarwal, Giuliano, y Redfearn (2012) señalan que existen tres
procesos fundamentales que podrían estar frenando actualmente la concentración
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
5 Para ahondar sobre el impacto de las tecnologías en la dispersión urbana ver Montejano (2013).
113
formación de nuevas centralidades más lejanas de las originales (Camagni, 2005;
Fujita, Krugman, y Venables, 2001; Fujita y Mori, 1997; Glaeser, 2011; Montejano,
Policentrismo
Caudillo, y Silván, 2016; Muñiz, Galindo, y García, 2005; White, 1999).
Esta situación es explicada de manera muy didáctica por Muñiz et al. (2005, p.
8), quienes argumentan que:
Hay que recordar que esta visión sobre la formación de los subcentros es una visión
economicista, y que los subcentros o nuevas centralidades según esta perspectiva
se determinan con base en la concentración de empleos en un espacio geográfico
determinado, concentración a la cual le sobrevendrá una co-localización de residen-
cias cercanas a sus sitios de trabajo (Brueckner, 2011, p. 1). En este sentido, Muñíz
y colegas aceptan que esta génesis de estructuras policéntricas puede tener dos
orígenes diferentes: por un lado, puede ser que la ciudad central o jerárquicamente
más importante se haya ido expandiendo en el tiempo hasta engullir otros núcleos
secundarios periféricos de menor jerarquía inicial (como en el caso del Valle de
México, donde la ciudad fue creciendo, devorando literalmente otras centralidades
114
urbanas preexistentes como Coyoacán, Xochimilco, etc.); por otro, puede ser que
la nueva estructura policéntrica esté determinada por una deslocalización (princi-
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
6 Se recomienda revisar a Parr (2004) quien, acuñando el concepto de PUR o Policentric Urban
Region, hace un esfuerzo por enumerar las características que deberían tener este tipo de asenta-
mientos para ser considerados estructuras policéntricas, dentro de las cuales destacan un tamaño
específico, una separación entre núcleos, el nivel de interacción con otros centros, y el grado de
especialización económica de los mismos.
115
claramente estas dimensiones. Por ejemplo, una estructura urbana puede ser mor-
fológicamente policéntrica, pero conservar una jerarquía con un centro más potente
Policentrismo
que haga de ella una funcionalmente monocéntrica; o puede ser una estructura
morfológicamente monocéntrica, es decir, con una ciudad con mayor tamaño y
dimensiones, pero que funcionalmente actúe con relaciones multidireccionales.
Otros autores sugieren la dimensión temporal del policentrismo como una evolu-
ción natural de un estado mono a uno policéntrico. Ya Anas, Arnott, y Small (1998)
habían apuntado que en años recientes, las ciudades habían pasado por un proceso
de descentralización derivando en una forma más policéntrica. La nueva estructura
urbana se asume como un proceso dinámico resultado de una mayor mundializa-
ción y un mayor crecimiento urbano (Jenks et al., 2013), siendo las estructuras
policéntricas el tipo de estructuras emergentes características del siglo XXI (Hall
y Pain, 2006). Esta visión dinámica es claramente representada en la siguiente
116
figura (ver Fig. 4), donde se pasa de un estado inicial de mayor a menor jerarquía,
transformando estas relaciones verticales o arbóreas en unas más horizontales,
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
más relajadas y tendientes a una estructura reticular (Ascher, 1995; Corboz, 2001;
Dematteis, 1994; Dupuy, 1998; Indovina, 1990; Sassen, 1999, 2007; Soja, 2000).
Centro principal
Centro principal Centros secundarios
Localidades dependientes Localidades dependientes
Nuevas relaciones
Centros en vías de
maduración
D. Multijerárquico semireticular
E. Polinuclear reticular
Centro principal
Ejes radiales Centros intermedios
Ejes intercentrales Otros centros
Circunvalaciones
Policentrismo
y donde los “centros” o nodos generalmente estaban representados por espacios
comerciales y de consumo (Jenks et al., 2013, p. 75).
Ello resuelve parcialmente el tema sobre la temporalidad de la génesis de las
nuevas estructuras policéntricas, gestadas bajo un modelo de producción post-for-
dista,7 pero no el tema relativo a la escala. Hall y Pain argumentan que el fenómeno
del policentrismo es uno que depende de la escala, esto es, pueden existir estructuras
policéntricas o polinucleares a nivel mundial, nacional, regional y local. Para sol-
ventar esta discusión, podríamos ayudarnos de Anas et al. (1998, p. 1431), quienes
argumentan que existen dos tipos de concentraciones espaciales: “a nivel ciudad,
la actividad puede estar relativamente centralizada o descentralizada […] mientras
que a nivel local, las actividades pueden estar agrupadas en un patrón policéntrico
o dispersas en un patrón más regular”. Sin embargo, como reconocen los mismos
autores, la definición de dichos clústeres no es una tarea fácil, ya que se convierte en
un elemento completamente arbitrario el hecho de determinar un umbral de concentra-
ción de empleo para definir lo que es un subcentro. Así, los sistemas de subcentros
observados dependen de la escala de observación del fenómeno.
En una visión de escala mundial, reticular, inmersa en las TIC y en las dinámi-
cas de la mundialización de la economía, una estructura policéntrica —de acuerdo
con Sassen (1988)—8 estaría dada por una tendencia generalizada a la dispersión
espacial de determinadas actividades económicas (i.e. las gerenciales y financieras)
en nivel metropolitano, nacional y global, y la reconcentración de ellas en deter-
minados territorios altamente integrados telemáticamente y donde las funciones
de gestión y control de alto nivel se realizan en sedes centralizadas y altamente
tecnificadas. Y aunque ello impacte directamente en la escala metropolitana, las
ligas o relaciones entre los diferentes nodos no implican necesariamente movilidad
cotidiana de personas, tema central en el debate de la sustentabilidad imputado a
este modelo policéntrico. Ello no significa que el policentrismo en sus diferentes
escalas no pueda ser abordado bajo una sola óptica: la de “redes y flujos”. De hecho,
Batty (2013) argumenta que la manera en que tradicionalmente hemos articulado
y entendido los sistemas urbanos mediante la localización, los lugares y espacios,
debe transitar a una ciencia de las ciudades en donde para entender el lugar—de-
finido como nodo donde se generan interacciones—, debemos primero entender los
flujos, y para entender los flujos, debemos entender las redes. La idea principal
7 Para mayor discusión sobre el cambio de paradigma económico mundial y sus efectos sobre el
territorio con tendencia a la formación de sistemas policéntricos ver por ejemplo Font (2004) o
Harvey (1990).
8 Estos conceptos son en parte compartidos por Hall y Pain (2006), Castells, (1997), y Jenks, Kozak,
y Takkanon (2013). Estos últimos autores aseveran que “ambos términos, policentrismo y redes
urbanas, son inseparables de las discusiones sobre globalización” (p. 73).
118
radica en que son principalmente las relaciones entre lugares y espacios, y no sus
atributos, las que condicionan el entendimiento del sistema urbano.
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
Definición de centralidad
Si hablamos de policentrismo, entonces tenemos que definir primero lo que sig-
nifica una “centralidad”, ya que el policentrismo alude a un cúmulo de centros
organizados en una estructura jerárquica y territorial específica.
Como hemos señalado, desde una perspectiva economicista, un centro o centra-
lidad generalmente está definido como una concentración de empleo en un área
geográfica específica. Sin embargo, sabemos ya que no es la única cualidad que po-
seen las centralidades. El concepto de centralidad urbana alberga intrínsecamente
dimensiones históricas, culturales y simbólicas.9
Mientras que para Agarwal et al. (2012, p. 441) un subcentro definido en tér-
minos económicos se refiere a clústeres de actividad “de suficiente magnitud para
influenciar los precios del suelo y con ello la forma urbana”, para McMillen (2001)
son clústeres de actividad con una densidad considerable de empleos más grande
que sus vecinos con un significativo efecto sobre el total de empleos. Anterior-
mente, Christaller (1933) había desarrollado su Teoría de Lugares Centrales, en la
que las centralidades eran los lugares donde un umbral mínimo de población era
requerido para generar la oferta de un bien, limitado por un rango en el que los
consumidores estaban dispuestos a acudir para satisfacer su demanda (Carter, 1974).
Mientras que estas definiciones están limitadas tanto a empleos como a espacios
de consumo, existen otras dimensiones que complejizan esta visión. Para Castells
(1974, p. 262), las centralidades pueden ser concebidas como “la organización
espacial de los puntos clave en que se desarrollan las diferentes fases del proceso
del intercambio entre los procesos de producción y consumo”, mientras que para
Terrazas (2010, p. 9):
El concepto de centro […] se refiere al lugar en el territorio urbano donde se realizan las
actividades sociales más intensas como son el comercio, los servicios, las manifestacio-
nes culturales y políticas y, en general, el intercambio social más significativo.
Policentrismo
Lo común a estas definiciones es que en estas centralidades existe una fuerza
“centrípeta” que atrae flujos (actividades, personas e infraestructura) que interac-
túan de manera intensa. Sin embargo, para mantener esta fuerza aglutinadora en
el espacio central, existen —según Jacobs (1961)— otros elementos adicionales a
la concentración de empleos para reducir las fuerzas “centrífugas” que provocan
justamente lo explicado por el modelo estándar: una colmatación de estos espacios
de día y un vaciamiento de ellos por la noche, cuando las personas regresan a sus
residencias en zonas alejadas al CBD. El más importante de ellos es la promoción de
diversidad de usos en el espacio, de tal forma que permita la coexistencia de más
de un uso primario (en vez de uno uso meramente laboral, propone que cohabiten
en un mismo espacio usos laborales, comerciales y residenciales). El planteamien-
to de Jacobs, formulado para barrios y centralidades intraurbanas (ver capítulo
anterior), puede ser perfectamente extrapolado en una escala metropolitana. Si
el objetivo de implementar el modelo policéntrico en el territorio como forma ur-
bana sustentable se asienta en el principio de una mayor autocontención de la
población y por consiguiente, en una reducción de la movilidad no necesaria entre
los distintos polos de una estructura policéntrica, las centralidades o nodos de la
red deberían de ser espacios donde exista una masa crítica de personas, activida-
des, flujos, equipamiento e infraestructura, que permitan los más significativos
intercambios económicos, políticos, culturales y sociales, dentro de un entramado
urbano relativamente compacto con alta mezcla de usos del suelo, que amplíen
las posibilidades de reducir los viajes motorizados. En este sentido, los espacios
definidos como “centrales” deberían de ser capaces no sólo de atraer viajes, sino
de retenerlos (vía una mayor heterogeneidad del uso del suelo).
La antítesis de los espacios centrales aquí definidos son los que Mitchell (2001)
denominaba “ciudades dormitorio”: nodos residenciales desligados de nodos de
actividades y que en cierta medida, ejemplifican la imagen heredada del proceso
de suburbanización norteamericana. Los espacios centrales de los que hablamos
no deben de ser concebidos solamente como subcentros de empleo, sino como
“espacios donde las actividades más intensas de los urbanitas ocurren” (Florida,
2003; Glaeser, 2011).
funcionales (ESPON, 2016). Por ello, este modelo ha sido recetado como antídoto
contra la dispersión urbana o sprawl (Knaap, Ding, Niu, y Mishra, 2016).
Al parecer, existe un consenso sobre lo deseable que sería tener estructuras
urbanas policéntricas, organizadas en torno a centros compactos, pequeños y me-
dianos, bien conectados mediante una red eficiente de transporte público (Camag-
ni, 2002). Ello podría deberse a que las ciudades intermedias o de menor tamaño
parecen tener la capacidad endógena de mantener los costos sociales, económicos
y ambientales bajo control (Capello y Camagni, 2000).
En el plano teórico, el policentrismo estaría abonando a una mayor sustenta-
bilidad: 1) por la posibilidad de la generación de efectos positivos en lo referente
a la movilidad, partiendo de una mejor co-localización residencia-trabajo, la cual
supondría una reducción de la distancia viajada (Cervero y Wu, 1997; Gordon y
Wong, 1985; Handy, 1996; Levinson y Kumar, 1994); 2) porque un mayor grado
de policentrismo promoverá el desarrollo de transporte masivo en detrimento de
la movilidad individual motorizada (Veneri, 2010, p. 405); y 3) porque reduciría
hipotéticamente los tiempos de viaje, debido principalmente a la reducción de ex-
ternalidades negativas asociadas a las economías de escala generadas en esquemas
monocéntricos (Parr, 2004, pp. 235–236). El supuesto base es que estas deseco-
nomías pueden reducirse al distribuir eficientemente en diferentes subcentros,
tanto gente como empleos, lo que equivaldría a decir que se estarían repartiendo
en varios subcentros las externalidades negativas asociadas a la aglomeración.
Con relación a esto, Meijers y Burger (2010, p. 8) argumentan que dado que la red
de ciudades substituye a la aglomeración de una sola ciudad, el policentrismo se
convierte en un activo muy valioso para las zonas metropolitanas. Sin embargo,
advierten, existen también desventajas de este modelo frente al monocéntrico,
como la reducción de la concentración espacial de activos e infraestructura para
el desarrollo. En un estudio para Holanda, encontraron significativamente menos
amenidades deportivas, culturales y recreativas que en regiones donde la población
se concentra en una sola ciudad, hecho ya preconizado por Lewis Mumford (1961)
desde mediados del siglo xx.
En términos llanos, podemos pensar que un modelo policéntrico se origina cuan-
do el modelo monocéntrico se agota y comienza a generar externalidades negativas.
Esto es, las ventajas que originalmente se observaron por vivir en una ciudad son
paulatinamente sustituidas o sobrepasadas por los problemas que el tráfico, la con-
taminación, la inseguridad, o la elevación del precio del suelo en zonas centrales
generan derivados del crecimiento. Podemos imaginar hipotéticamente un reci-
piente para hacer cubos de hielo, donde en algunos de los hoyos ya se encontraba
agua vertida. Al ir aumentando la cantidad de agua en los huecos que ya contienen
agua, éstos rebasarán en algún momento la altura del hueco, provocando así el
121
desbordamiento del agua. Si no estuvieran conectados estos huecos con otros, el
agua se desbordaría. Por suerte, en este ejemplo existe conexión entre ellos, y de
Policentrismo
manera “natural” se da un trasvase de hueco a hueco, emulando lo que en términos
urbanos sería el límite de una ciudad o tamaño óptimo antes de generar externalida-
des negativas (o que el agua se saliera). Una manera de evitar estas externalidades
negativas podría ser mediante la creación de nuevos centros, es decir, nuevos cubos
de hielo. Haciendo un paralelismo con los sistemas urbanos nacionales, en la vida
real las “charolas para hacer cubos de hielo” no se encuentran perfectamente ali-
neadas al horizonte; tienen diferentes ángulos que provocan que algunos agujeros
no se llenen del todo, otros rebasen constantemente su capacidad, y otros nunca se
llenen. Adicionalmente, los cubos de la charola tienen diferentes dimensiones, por
lo que habrá algunos que puedan contener más agua que otros, y otros con mayor
capacidad que nunca se lleguen a llenar, por lo que el “sistema” aquí imaginado
no estará balanceado.10
Recientemente, Wegener (2013) ha teorizado sobre ventajas y desventajas de un
modelo monocéntrico frente a un modelo disperso. Argumenta que en términos de
“eficiencia”, los centros predominantes y de gran tamaño pueden explotar las eco-
nomías de escala y los efectos de la aglomeración, pero padecen la problemática de la
congestión como un efecto de la sobreaglomeración. Por su parte, los asentamientos
dispersos disfrutan del entorno natural, pero son muy pequeños para soportar in-
fraestructura que facilite la producción y por ende, su crecimiento (carecen de masa
crítica, por ejemplo, la introducción de un sistema de transporte masivo eficiente).
Con relación a la “equidad”, señala que mientras que una estructura moncéntrica
tiende a polarizar socialmente a la población debido a la competencia por el espacio
(y su consecuente costo), estructuras donde la gente viviera de manera dispersa se-
rían más igualitarias en términos de la distribución, pero negaría a sus ciudadanos
la oportunidad de la movilidad social. Con respecto a la “sostenibilidad”, dice que
las aglomeraciones más grandes usan menos energía per cápita para la movilidad,
pero más para edificar en alta densidad (i.e. elevadores, disposición de residuos,
etc.). Los asentamientos dispersos pueden hacer uso de recursos renovables, pero
son un desperdicio en términos de energía para la transportación y del espacio
abierto. Entonces, coincide con Capello y Camagni (2002) sentenciando que “es
obvio que el óptimo se encuentra entre lo monocéntrico y lo disperso, i.e. en una
mezcla balanceada de ciudades grandes, medianas y pequeñas ordenadas en un
patrón favorable para el intercambio y la cooperación” (p.2).
10 Nel·lo (2002) observa para Catalunya un proceso de desigual distribución de la población, des-
igual crecimiento de las ciudades, y desigual asentamiento del capital en el territorio, generando en
lugar de una “policefalia”, una “macrocefalia”, lo que sería equivalente a una región de ciudades con
fuertes desbalances entre sí, constituyendo un riesgo inherente al esquema policéntrico sin control.
122
Hallazgos empíricos
Tanto Kloosterman y Musterd (2001) como Parr (2004), han señalado la necesidad
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte I
de contar con más casos empíricos para verificar los supuestos beneficios imputa-
bles a las estructuras policéntricas. En este sentido —y con resultados altamente
contradictorios como en los casos de la densidad y la diversidad analizados en
capítulos anteriores—, se desprenden conclusiones de algunos estudios aplicados
en varias regiones del mundo con resultados disímiles.
Una de las investigaciones más citadas es el trabajo de Aguilera y Mignot (2004).
Este estudio compara las distancias de desplazamiento entre residencia y centros
de trabajo entre siete áreas urbanas francesas. Uno de sus principales hallazgos
fue que la distancia de desplazamiento residencia-trabajo promedio para traba-
jadores viviendo en los subcentros era menor que para aquellos que vivían en el
resto de área urbana.11 Argumentan que ello puede ser explicado por el número de
personas viviendo y trabajando en el mismo subcentro, y el hecho de que la gen-
te viviendo en centros suburbanos se encuentran muy cerca de sus trabajos. Sin
embargo, advierten que ello no representa un hallazgo sobre un mejor desempeño
de estructuras policéntricas, pues sus descubrimientos refuerzan la idea de las
jerarquías de lugares centrales, pero en otra escala. Adicionalmente, se observó
que estas distancias viajadas dentro de los subcentros han aumentado desde su
consolidación (es decir, se podría estar observando el efecto de las deseconomías
en estas centralidades periféricas).
Por su parte, Veneri (2010) realizó un trabajo de investigación que indaga prin-
cipalmente si un mayor grado de policentrismo tiene influencia positiva en los
viajes obligados. Para ello, observó la relación entre el grado de policentrismo —
medido mediante la detección de subcentros con base en relaciones derivadas de
redes sociales—, con la movilidad registrada para 82 áreas metropolitanas en Italia.
Para este caso, se concluye que un mayor grado de policentrismo efectivamente se
correlaciona virtuosamente con costos privados y externos, es decir, reduciendo el
gasto individual de movilidad y las emisiones de CO2.
Con respecto al desempeño económico, Meijers y Burguer (2010) encontraron
que el policentrismo se correlaciona positivamente con una mayor productividad
laboral (del mismo modo que Veneri y Burgalassi (2012)). Concluyen que al duplicar
el grado de policentrismo, se incrementa la productividad laboral metropolitana
5.5%. Sus conclusiones son altamente relevantes para el discurso en favor de las
estructuras policéntricas: argumentan que esta mayor productividad observada
para diferentes zonas metropolitanas norteamericanas puede deberse a que múlti-
ples centros o ciudades, esto es, múltiples fuentes de economías de aglomeración,
Policentrismo
parecen ser limitadas en estructuras policéntricas, mientras que los beneficios
derivados de la aglomeración son compartidos por las ciudades que conforman
el sistema. A parecer, la “red de ciudades” generada por una estructura policén-
trica sustituye las economías de aglomeración de una estructura monocéntrica.
Sin embargo, también descubrieron que tienen un desempeño económico menor en
su conjunto (con relación al PIB) que una sola gran ciudad, y que las estructuras
policéntricas parecen ser más eficientes en áreas metropolitanas más pequeñas en
términos poblacionales.
Las ventajas económicas argumentadas en estructuras policéntricas también
han sido recientemente reportadas para China. Zhang, Sun y Li (2017), conclu-
yen que la policentralidad beneficia el desempeño económico medido en términos
de productividad laboral. Este estudio muestra además, que la disponibilidad de
internet como elemento de flujo de conocimiento, puede mejorar los efectos del
policentrismo en el desempeño económico.
Pero no todos los trabajos encuentran asociaciones virtuosas. En 2014, Mar-
molejo y Tornés (2014) exploraron para las más grandes zonas metropolitanas
españolas, si el crecimiento policéntrico efectivamente reduce el consumo del suelo
y la movilidad obligada, esto es, protegiendo las zonas agrícolas periurbanas y al
mismo tiempo reduciendo el consumo energético y contaminación producidos por
los automóviles. Sus resultados sugieren que el policentrismo español tiene muy
poco efecto tanto en la reducción de consumo del suelo como en la generación de
viajes obligados. Ello podría deberse a una situación particular de esa geografía.
Aun con ello, encuentran que otras variables sí influyen significativamente con los
patrones de suelo y movilidad, como la fragmentación de las fábricas y la co-loca-
lización casa-trabajo, variable clave de un esquema policéntrico.
Otros estudios ya han apuntado en dirección contraria a la supuesta sustentabi-
lidad derivada del policentrismo. Cervero y Wu (1997) encontraron que subcentros
de baja densidad —en un estudio para la Bahía de San Francisco— favorecen al
incremento del uso del vehículo en la movilidad cotidiana, aun cuando el tiempo
de traslado a los centros de trabajo sea menor que el de sus contrapartes que viven
en situaciones intraurbanas. Adicionalmente, encontraron un menor uso en el
transporte masivo. Como se ha mencionado, Veneri y Burgalassi (2012) investiga-
ron el policentrismo con relación a variables clave como competitividad, cohesión
social y sustentabilidad ambiental. En su estudio observaron una correlación po-
sitiva entre desigualdad en el ingreso y policentrismo; para el caso de la relación
entre policentrismo y sustentabilidad ambiental (medido en términos de emisión
de gases de efecto invernadero y consumo del suelo) no encontraron relaciones
estables. En un estudio para evaluar el impacto de la forma urbana en viajes obli-
gados para 30 ciudades chinas, Engelfriet y Koomen (2017) no encontraron nin-
124
Sevtsuk (2015). Sin embargo, encontraron que tanto distancia como tiempo sí se
correlacionan fuertemente con el tamaño de la ciudad, además de encontrar que
a mayor concentración espacial de determinadas actividades (mediante métricas
I de Moran locales) el tiempo de viaje intraurbano se reduce. Lo anterior sugiere
por un lado, que las externalidades negativas asociadas al tamaño de una ciudad
podrían efectivamente ser matizados mediante otro tipo de estructuras urbanas
más pequeñas; y que la concentración espacial de actividades (pudiendo ser ello
una forma de policentrismo sin que ellos lo hagan explícito en su aproximación
teórica) tiende a reducir los tiempos.
Ello es reforzado por Veneri (2010), quien argumenta que esto en parte es resultado
de la poca consistencia para medir y cuantificar una estructura policéntrica (re-
cordemos a Anas, Arnott, y Small (1998) en el debate sobre las diferentes escalas,
a Burger y Meijers (2012) sobre las diferentes maneras de conceptualizar el poli-
centrismo, o a Tsai (2005), quien estudia diferentes tipos de estructuras urbanas
mediante índices de autocorrelación espacial).
Adicionalmente a las diferentes escalas (mundial a manzana), a las desiguales
conceptualizaciones (morfológica o funcional), o al tipo de objeto aglomerado en el
territorio que se convierte en el objeto de análisis espacial del fenómeno de estudio
(empleos, personas, infraestructura), le sobrevienen la dimensión temporal (las
centralidades no son las mismas en la noche que en el día) y los métodos utilizados
para medir el grado de policentrismo, que a su vez dependen de la granularidad
de la fuente de información (involucran desde métodos de agrupamiento hasta
técnicas de medición de flujos sobre las redes).
125
Tradicionalmente, el policentrismo se ha medido definiendo a los subcentros del
sistema como espacios con una densidad sobresaliente de empleos con respecto
Policentrismo
al sistema medido (Bogart y Ferry, 2011; Giuliano y Small, 1991; McDonald, 1987;
McMillen, 2001; McMillen y Smith, 2003; Muñiz et al., 2005). El problema principal
común de estos métodos aquí llamados “estáticos” es que la determinación de los
umbrales para determinar si una concentración de algo en el espacio constituye
un clúster es arbitraria. Adicionalmente, la mayoría de estas aproximaciones deja
completamente fuera de la ecuación aspectos relevantes a la centralidad como la
diversidad de uso del suelo o el contexto social de las centralidades detectadas.
Estos métodos “estáticos” asumen de antemano que la gente será atraída a un
espacio geográfico por la presencia de clústeres económicos.
Otros métodos para la identificación de subcentros se basan en indicadores “di-
námicos”, construidos con base en datos de flujos, como los viajes pendulares re-
sidencia-trabajo que emanan de diarios de viaje y encuestas origen-destino. Como
ejemplos locales podemos citar los trabajos de González-Arellano (2010) o Graizbord
y Acuña (2005) para la ZMVM, los cuales tampoco escapan a la subjetividad del um-
bral para determinar lo que es una centralidad y lo que no. Sin embargo, al utilizar
datos más desagregados, es mucho más fácil detectar visualmente las centralidades.
Adicionalmente, cada estudio adopta métodos de muy diversa índole. La crea-
ción de índices de centralidad varía enormemente. Algunos usan datos vectoriales;
otros, datos raster provenientes de técnicas de percepción remota. Como ejemplo,
hay los que usan Estimadores de Densidad de Kernel (i.e. Thurstain-Goodwin y
Unwin, 2000); los que usan simulación basada en agentes i.e. (Batty, 2001); los
que detectan centralidades con base en distancias entre puntos situados en una red
(Okabe, Okunuki, y Shiode, 2006; Porta et al., 2012; Sevtsuk y Mekonnen, 2001);
los que estudian las relaciones jerárquicas funcionales entre los nodos con base en
la teoría de redes y flujos (Veneri, 2010); o los que detectan policentrismo con base
en sensores satelitales (Taubenböck, Standfuß, Wurm, Krehl, y Siedentop, 2017).
Lo anterior provoca una pléyade de estudios que son difícilmente comparables
entre sí, tanto por sus conclusiones contradictorias como por los resultados ob-
tenidos. En un esfuerzo por atacar este asunto, hacia 2007 la ESPON (European
Spatial Planning Observation Network) desarrolló un único índice “estándar” de
policentrismo para ser utilizado por todos los miembros de la Unión Europea, el
cual involucraba en su medición nociones de tamaño, localización y conectividad
de los nodos y que englobaba tanto aspectos morfológicos como aspectos relacio-
nales. Sin embargo, fue criticado severamente porque sobre enfatizaba aspectos
morfológicos y quitaba peso a los aspectos funcionales (Wegener, 2013).
Se ha argumentado que existen pocos estudios empíricos que busquen relacionar
el concepto del policentrismo con la sustentabilidad urbana. En realidad, se han
realizado muchos al respecto, pero dada las diferencias en conceptualización, en la
escala de observación, y en los objetos medidos, el conjunto de investigaciones no
126
Policentrismo
Figura 5. Centralidades y escalas
nos más allá de sus límites administrativos originales. Actualmente, los procesos
de metropolización presentan diferencias con respecto a los de principios del s.
xx, tanto en escala de ocupación del territorio como en la distancia de los nuevos
enclaves urbanos con respecto al centro, pero que no dejan de formar parte del
sistema urbano por sus relaciones funcionales (Montejano, 2013). Si pensamos que
estas nuevas centralidades “post-fordistas”, asentadas más lejos del centro que sus
crecimientos previos por contigüidad espacial a la mancha urbana (caracterizados
como ensanches y generalmente desarrollados hasta antes del gran cambio del pa-
radigma en el modelo de producción fordista de principios de los años 70 del siglo
pasado), en algún momento del futuro terminarán “colmatándose” e integrándose
físicamente a una gran mancha urbana. Con base en lo anterior, podemos entonces
teorizar que el policentrismo morfológico es en realidad un estado o etapa en el
proceso de metropolización del territorio y un cambio de escala.
Se presenta aquí como ejemplo el caso del Camp de Tarragona, España, en el cual se
puede apreciar, mediante un estudio morfogenético (ver Fig. 6a y 6b), la evolución de
este territorio catalán. En los primeros momentos se observa un sistema con núcleos
(pueblos) separados entre sí y relacionados jerárquicamente (con Tarragona como nodo
principal). Con el paso del tiempo, las jerarquías se van relajando y cada nodo comienza a
tener una dinámica propia de crecimiento, superpuesto con una nueva lógica de asentar-
se en el territorio, de tal suerte que se configura claramente un sistema reticular policén-
trico con asentamientos dispersos. Sin embargo, al observar la planeación metropolitana
(ver Fig. 7), puede observarse que eventualmente (de concretarse los planes), Tarragona
pasará a ser una mancha urbana consolidada de una escala mayor. Ciertamente, las cua-
lidades funcionales de cada nodo del sistema policéntrico no se perderán, pero sí las
cualidades morfológicas que en un momento le confirieron un grado de policentralidad.
Con lo anterior no se pretende desdeñar el trabajo científico realizado desde hace
varias décadas para definir estos sistemas, compararlos con el modelo monocéntri-
co, y plantear su viabilidad como asentamiento alternativo por sus argumentados
beneficios sustentables. Por el contrario. Deben de aumentarse sustancialmente las in-
vestigaciones que permitan determinar la escala adecuada en que estos sistemas deben
ser definidos, lo que permitirá a su vez derivar investigaciones que orienten las políticas
públicas territoriales dependiendo de los hallazgos obtenidos en diferentes escalas (por
ejemplo, puede ser adecuado el promover una política de policentralidad a nivel
regional, pero posiblemente esas ventajas se diluyan a nivel estatal).
Una pista de ello la provee Botequilha-Leitão (2012) quien, aceptando de facto
que un camino para alcanzar la sustentabilidad regional es la adopción de redes
ciudades intermedias, propone incluir en la visión sistémica policéntrica otros
vectores como la producción, la recreación y la ecología de una manera más balan-
ceada que la simple localización de empleos.
129
Figura 6a. Transformaciones espaciales del ámbito central
del Camp de Tarragona 1925-1970
Policentrismo
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Parte II
La práxis
Repensar la contención urbana en México:
Del control del crecimiento a la promoción
del crecimiento de calidad
Paavo Monkkonen
Paloma Giottonini
Introducción
El crecimiento urbano es fundamental para el desarrollo económico en el siglo xxi.
La urbanización ocurre simultáneamente con el aumento de la actividad económica
y la productividad de los individuos. Una larga tradición académica describe cómo
funciona el dinamismo de las ciudades, desde el trabajo de Jane Jacobs (1970) hasta
el de Edward Glaeser (2011), y gran parte de esto se refleja en la idea de las economías
de aglomeración. Las economías de aglomeración, las cuales son las formas en
que la concentración de personas en el espacio las hace más productivas a través
de la agregación y selección del mercado laboral, las economías de escala en la
producción y el consumo, la reducción de los costos de transacción, la reducción
de los costos de infraestructura y el derrame o propagación de conocimiento que
conducen a las innovaciones tecnológicas. Aunque sabemos mucho sobre cómo
la aglomeración se traduce en productividad, aún existen muchas preguntas sin
responder sobre las relaciones entre forma urbana, la calidad de la infraestructura
urbana y la actividad económica.
Usualmente, el crecimiento urbano se caracteriza por la expansión horizontal
de la ciudad, y esta expansión generalmente ocurre inicialmente en baja densidad.
Las compensaciones entre el costo del suelo y las construcciones significan que
cuando el suelo es relativamente barato, como en la periferia urbana, más suelo es
consumido para una cantidad determinada de edificaciones. La dispersión urbana
es una forma particular de expansión urbana de baja densidad, considerada por
muchos como indeseable por razones medioambientales y sociales (Hogan y Ojima,
2008). Sin embargo, otros sostienen que la dispersión urbana satisface las preferen-
cias de algunas personas por más espacio habitable, menos vecinos y el desplazamiento
en un automóvil privado (Bruegmann, 2005). A medida que los países se enriquecen,
sus densidades urbanas tienden a disminuir. Aunque la dispersión urbana se ca-
racteriza por el desarrollo suburbano en la periferia de las zonas urbanas y por la
144
clara al comparar ciudades de diferentes países. Esta diferencia se vuelve aún más
evidente en el análisis de las ciudades mexicanas, en las que faltan algunos de los
requisitos generalmente aceptados para la dispersión —como la baja densidad—.
Al promulgar políticas para frenar la dispersión y “contener” la expansión ur-
bana, los tomadores de decisión a menudo no consideran los impactos negativos
potenciales de reducir el proceso de urbanización. Esto es especialmente cierto
en países como México, donde también hay una oposición general a la expansión
urbana entre los generadores de política pública. Las políticas que restringen el cre-
cimiento urbano a menudo se promulgan con el objetivo de combatir el crecimiento
urbano “caótico” o “descontrolado”. Sin embargo, esta es una respuesta errónea
a los problemas visibles de las ciudades como la congestión o la vivienda de baja
calidad, los cuales podrían ser abordados de mejor manera aumentando la inversión
en infraestructura de transporte público, mediante programas de mejoramiento ur-
bano y subsidios para mejorar la vivienda. Además, hallazgos recientes que indican
que las ciudades mexicanas más descentralizadas y dispersas son económicamente
más productivas, significan que limitar la expansión urbana también podría afectar
negativamente el crecimiento económico (Kim y Zangerling, 2016).
Este capítulo examina la política federal de México para limitar la expansión
urbana —los Perímetros de Contención Urbana (PCU) de la CONAVI—. Cuestiona-
mos la motivación y la eficacia de esta política pública territorial; planteamos
la posibilidad de la generación de efectos negativos por su implementación en
ciudades mexicanas, y ofrecemos enfoques alternativos para lograr los objetivos
estatales de entornos urbanos compactos. Los Perímetros de Contención Urbana
de México no son límites estrictos de crecimiento urbano, por lo que no necesaria-
mente conducirán a los problemas comunes de los controles de crecimiento urbano
coercitivos. Sin embargo, los PCU no parecen ser muy eficaces para alcanzar sus
metas y, potencialmente, subsidian a los hogares de mayores ingresos sobre aque-
llos que necesitan más apoyo. Adicionalmente, otras políticas serían más eficaces
para alentar el aumento de las densidades urbanas en México y tendrían beneficios
extras para los urbanitas. En términos más generales, argumentamos que las po-
líticas urbanas deben impulsar el crecimiento urbano y no la política de vivienda
que ha impulsado la expansión urbana de México durante casi tres décadas. Es
necesaria una reforma del INFONAVIT —una de las principales fuerzas impulsoras
de la actual forma de crecimiento urbano (Monkkonen, 2011; 2014)— para que
el instituto deje de financiar la construcción de viviendas que la gente no quiere.
Los recursos federales y el apoyo de políticas para mejorar la infraestructura de la
1 Nota del Editor: El autor hace referencia a los paquetes de vivienda sembrados de manera discon-
tinua en el territorio exurbano, generalmente denominados “leapfrog developments”.
145
ciudad central —especialmente la infraestructura de transporte público— serían
más eficaces que los pequeños subsidios para las casas construidas en las partes
ya que los espacios intersticiales se llenan con usos del suelo que podrían faltar,
como usos comerciales o espacios para el empleo.
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte II
A partir de este análisis, queda claro que los problemas de la dispersión urbana
(sprawl) y la búsqueda de sustentabilidad urbana están estrechamente relacio-
nados. Ambos pueden ser determinados por la forma en que se planea y gestiona
el crecimiento urbano. Aun así, el caso mexicano difiere en muchos aspectos de
la definición estándar de dispersión urbana. Monkkonen (2011) argumenta que
mientras que los nuevos conjuntos de vivienda en México visualmente pueden
asemejarse a los suburbios estadounidenses dispersos, difieren de ellos en varias
formas importantes. Los conjuntos de vivienda mexicanos dispersos tienen mayores
densidades de unidades de vivienda; son en su mayoría de bajos ingresos, y dependen
menos de los automóviles. Este último punto es apoyado por la investigación de
Guerra (2015), que muestra que la tenencia del automóvil y la suburbanización no
se mueven de manera correlacionada y, al menos en la Ciudad de México, los ho-
gares que se ubican “más cerca” del centro de la ciudad son más propensos a poseer
un automóvil.
Además, los conjuntos de vivienda en México pasan por un proceso de transfor-
mación gradual a través del tiempo, donde debido a la falta de regulaciones del uso
de suelo o de la aplicación de las mismas, los habitantes transforman sus casas en
pequeños negocios. No es raro encontrar partes de estas casas completamente trans-
formadas para uso comercial tras pocos años de haberlas habitado. Este proceso
permite una mayor diversidad del uso de suelo dentro del conjunto habitacional.
Los servicios básicos como misceláneas, servicios domésticos y talleres de repara-
ción ubicados en el vecindario, hacen que sea factible para sus habitantes llevar a
cabo actividades diarias sin necesidad de transporte motorizado.
Sin embargo, esta importante diferenciación no significa que la dispersión urba-
na mexicana no tenga efectos negativos. Una mejor comparación de estos recientes
patrones de rápida expansión urbana en ciudades mexicanas se puede encontrar
al cotejar esta política con los anteriores procesos tradicionales de desarrollo de
viviendas incrementales (progresivas), que eran la norma previo a la transforma-
ción del sistema de financiamiento de vivienda (Monkkonen, 2011).2 Mientras que
los nuevos desarrollos proporcionan viviendas de mejor calidad, en términos de
2 Nota del Editor: Previo a la transformación de las atribuciones del INFONAVIT, gran parte de los
programas de apoyo a la vivienda social se concentraban en la autoconstrucción de la vivienda: el
gobierno proveía “pies de casa”, que iban aumentando su volumen edificado de forma incremental
en el tiempo, conforme el trabajador iba teniendo recursos para destinarlo a su vivienda.
148
todavía presentan problemas. Los más relevantes pueden ser su ubicación periféri-
ca, junto con la falta de acceso a un transporte público eficaz. El análisis de Libertun
(2017) muestra la carga en términos de costos de transporte que supone el habitar
este tipo vivienda social en la periferia urbana de Puebla, México, concluyendo que
los residentes dedican una gran parte de sus ingresos para ese efecto.
En términos de diversidad social, estos nuevos desarrollos de vivienda repre-
sentan una forma de segregación socioeconómica que ha sido exacerbada por el
relativamente reciente, pero dramáticamente creciente sistema de financiación
de vivienda (Monkkonen, 2012). Las implicaciones de estos nuevos barrios, más
socialmente homogéneos, siguen siendo desconocidas, pero considerando las ex-
periencias mundiales en esta área, es de esperarse que generen problemas.
3 El coeficiente de utilización del suelo es el equivalente mexicano al índice de área de suelo (FAR
por sus siglas en inglés) en los Estados Unidos. El coeficiente representa el área máxima construida
permitida en un lote específico. Se calcula dividiendo el área cubierta total en todo el suelo de todas
las construcciones de un lote específico, por la superficie total del lote.
151
en otras ciudades para atraer el desarrollo en zonas centrales o deterioradas de la
ciudad (OCDE, p. 172).
4 Nota del Editor: El tema del estacionamiento mínimo ha sido ya subsanado en la Nueva Ley Gen-
eral de Asentamientos Humanos 2016, estableciendo requisitos de estacionamientos máximos en
lugar de mínimos. Sin embargo, no hay estudios serios al respecto sobre el futuro comportamiento
del mercado de la vivienda.
152
manera, mientras que los municipios definen y modifican los límites de las áreas
urbanas de todas las localidades dentro de su jurisdicción, deben presentarlos a
la Legislatura Estatal a través de la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras
Públicas para su aprobación.
Los límites de crecimiento urbano se establecen generalmente para contener la
expansión urbana y dirigir el crecimiento urbano lejos de áreas que son susceptibles
a desastres naturales o no viables para la vivienda humana. También sirven, en
teoría, para orientar nuevas inversiones en infraestructura. Los municipios sólo
garantizan el acceso a los servicios públicos (agua, alcantarillado y recolección de
basura) a las parcelas ubicadas dentro de los límites. Sin embargo, debido a que
los límites son flexibles, su verdadero impacto es cuestionable. En general, su mo-
dificación se produce durante las actualizaciones del Plan de Desarrollo Urbano,
lo que puede ocurrir con cada nueva administración municipal.5
Los Perímetros de Contención Urbana (PCU) se han convertido en uno de los
principales instrumentos para regular el crecimiento urbano en México. Antes del
año 2013, se utilizaron para asignar subsidios a la vivienda a través del Programa
anteriormente conocido como “Esta es tu Casa” (oficialmente titulado Esquemas
de Financiamiento y Subsidio Federal para Vivienda, Esta es tu Casa), que ha sido
parte de un esfuerzo para apoyar la construcción y compra de vivienda asequible
en México desde 2007. El cambio en la administración federal en 2012 llevó a varias
transformaciones en el área de planificación urbana mexicana. La exSecretaría de la
Reforma Agraria se convierte en la nueva Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial
y Urbano (SEDATU) que ahora supervisa la planificación urbana a nivel nacional.
SEDATU se encarga de la creación de políticas y programas para orientar el de-
sarrollo de cada centro de población en el país, y desde su fundación ha creado o cam-
biado varios instrumentos de política para gestionar el crecimiento urbano. Uno de
estos cambios fue la actualización del Programa de Esquemas de Financiamiento
y Subsidio Federal para Vivienda. El Programa se enumera ahora como uno de los
principales instrumentos para abordar uno de los objetivos de la Política Nacional
de Desarrollo Urbano y Vivienda del año 2013, concretamente para “controlar la
expansión desordenada de las zonas urbanas”. Este cambio parece ser un esfuerzo
por crear instrumentos de política para manejar el crecimiento urbano, motivado por
los costos sociales, ambientales y económicos que el modelo previo de crecimiento
descontrolado generó para las ciudades mexicanas en las últimas décadas. Como
tal, el Programa actualizado solidificó los PCU como los instrumentos que guiarán
los subsidios a la vivienda y al crecimiento urbano.
U3. Segundo perímetro. Estas son áreas localizadas dentro de una zona de amortigua-
miento adyacente a los límites de U1 y U2. El tamaño del margen depende de la pobla-
ción de la ciudad, pasando de 500 metros para ciudades con 50,000 habitantes o me-
nos, a 900 metros para ciudades con más de 1 millón de habitantes. La Tabla 1 muestra
los detalles del perímetro U3 para diferentes tamaños de área urbana.
6 AGEB - Áreas Geoestadísticas Básicas son equivalentes a los Tramos Censales en los Estados Unidos.
156
Por lo tanto, los PCU también funcionan como un primer intento de identificar
geográficamente el nivel de consolidación urbana de una ciudad (DOF-29 diciem-
bre 2014). Los tres niveles de consolidación definidos por los tres perímetros U1,
U2 y U3 ayudan a dirigir subsidios para vivienda asequible mediante un sistema
escalonado. Las viviendas ubicadas dentro del perímetro U1 reciben un subsidio
más alto que aquellas en U2, y aquellas en U2 reciben más que en U3. Dado que el
Programa se destina principalmente a ampliar el acceso a la financiación para la
población de menores ingresos, los subsidios solo se otorgan a los empleados que
ganan hasta 2.6 veces el Salario Mínimo General Vigente para la Ciudad de México
(SMGVM) para los titulares de derechos del INFONAVIT y FOVISSSTE (63% de la
población mexicana en el primer semestre de 2016); y hasta 5 SMGVM para los no
titulares (75% de la población en el primer semestre de 2016). De esta manera, los
PCU buscan tanto incentivar la vivienda en la parte central de una ciudad como
proporcionar vivienda asequible a la población de menores ingresos.
Hasta la fecha, se han creado PCU para las 384 ciudades que componen el Sis-
tema Urbano Nacional (SUN), que incluye todas las ciudades con 15,000 o más
habitantes.7 En 2010, estas 384 ciudades albergaban un 72.3% de la población
mexicana (SEDESOL-SEGOB-CONAPO, 2012).
Los PCU se generan a nivel federal y sin la participación de los gobiernos es-
tatales o municipales. Sin embargo, las decisiones para asignar los subsidios se
hacen a nivel local. Los PCU se superponen al plan de desarrollo urbano local, para
7 El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) define las áreas urbanas como
aquellas localidades con una población de 2,500 habitantes, o aquellas localidades que son la sede
municipal, incluso cuando tienen menos de 2,500 habitantes (SEDESOL-SEGOB-CONAPO, 2012).
157
corroborar que los subsidios se asignen a unidades de vivienda que cumplan con
los requisitos locales de zonificación y uso del suelo.
Tabla 2. Proporción de préstamos para vivienda nueva por ubicación a nivel nacional, 2014-2016
8 Nota del Editor: A diferencia de los UGB, los PCU no tienen un carácter vinculante en términos de
planeación. Estos últimos no sustituyen en ningún momento los programas y planes de desarrollo
urbano locales, quedando meramente como una herramienta de apoyo al subsidio.
9 Sistema Nacional de Información e Indicadores de Vivienda creado y administrado por CONAVI. El último
reporte corresponde a marzo 2016. [http://sniiv.conavi.gob.mx/Reports/Inv_Viv_Vig/Oferta_Vivienda.aspx]
160
viviendas registradas en RUV; por lo que el hecho de que en 2015 hubieran aumen-
tado 20 puntos porcentuales (casi 37%) fue percibido como un éxito. Sin embargo,
la mayoría de las casas todavía se están construyendo en el borde urbano o más allá.
La baja cantidad de construcción en el perímetro U1 es preocupante, ya que éste
debería ser el área más deseable para la ubicación de viviendas de bajos ingresos.
También es importante considerar que la incorporación continua de nuevas áreas
en los tres perímetros, que ha ocurrido con cada actualización de la base de datos
geográfica como se muestra anteriormente en la Figura 2, también puede haber
sesgado estos porcentajes. Así, vemos que los PCU no contienen expansión urbana
ni reducen la dispersión.
Otra suposición del Programa es la generalización de que este nuevo modelo
de suministro de vivienda a través del sistema de incentivos mejorará la calidad
de las unidades de vivienda (DOF 01-07-2013). Si bien el Programa y los PCU pueden asu-
mir que los entornos urbanos son mejores en lugares más centrales, no existen es-
trategias o mecanismos para mejorar la calidad del producto final. Sin cambios en
los reglamentos y requisitos de construcción, los desarrolladores privados todavía
están construyendo casas lo más económicas posibles, que en muchos casos no
satisfacen las necesidades de los compradores.
Debido a que los derechohabientes del INFONAVIT sólo pueden utilizar sus présta-
mos para comprar casas aprobadas por el instituto, los requisitos mínimos estipulados
por los reglamentos de construcción, como el tamaño mínimo y el número de habi-
taciones, se convierten en el estándar. El hecho de que la deficiencia de materiales
o mobiliario representara la tercera causa para el abandono de nuevas viviendas
debería ser una señal de advertencia para los funcionarios públicos. La vivienda fi-
nanciada por el sector público debe ser entregada lista para habitar, y no debe exigir
que los compradores de vivienda realicen inversiones adicionales para completar
áreas de uso inmediato, como la cocina. Además, dado el contexto mexicano, estas
viviendas deben incluir mobiliario para garantizar un nivel mínimo de seguridad
del nuevo hogar, tales como rejas y barrotes de seguridad para ventanas.
Otra consideración importante es que las políticas de vivienda en los tres niveles
de gobierno (federal, estatal y municipal) se han centrado principalmente en el
fortalecimiento de la capacidad para garantizar el acceso a una vivienda formal sólo
para los empleados en el sector formal. Continúan excluyendo a quienes trabajan
en el sector informal, aproximadamente la mitad de la población activa (INEGI,
2016). La incertidumbre sobre el ingreso y los niveles generalmente bajos de in-
gresos asociados con el trabajo informal limitan las oportunidades de este sector
de la población de tener acceso a cuentas bancarias, préstamos e hipotecas y, en
consecuencia, limitan su acceso a la vivienda formal. Esta situación puede agravar
el problema de la vivienda informal o irregular, o invasiones, que es posiblemente
161
la única opción para este sector de la población. Dado que las invasiones ocurren
principalmente en la periferia de la ciudad, representan otra fuerza importante
inversión en los barrios. Idealmente, estos esfuerzos estarían dirigidos por personas
capacitadas en planeación urbana, regional o de la ciudad. Hasta ahora, este tipo
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte II
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Introducción
Este capítulo se enfoca en la relación entre forma urbana, transporte y sustentabili-
dad. El propósito es ofrecer (1) una revisión teórica de cómo la forma urbana puede
influir sobre la sustentabilidad ambiental, social y económica a través del sector
de transporte; (2) un breve resumen de la variación en la forma urbana y el compor-
tamiento de viajes en las ciudades mexicanas; y (3) un esbozo del rango de oportu-
nidades de incidencia para influir en la sustentabilidad por medio de políticas de
uso del suelo y de transporte. La relación entre forma urbana y comportamiento
de viajes y la relación entre estos últimos y los resultados sustentables puede ser
difusa y lineal. El mismo concepto de sustentabilidad no siempre está bien definido,
particularmente en términos de uso del suelo y transporte. Aún más, hay límites
en cómo la forma urbana afecta el comportamiento de viajes y la sustentabilidad.
En entornos de alta o muy alta densidad, los cambios realizados en la densidad
generarán cambios pequeños sobre el comportamiento de viajes o mejorías en la
sustentabilidad. Sin embargo, argumentamos que existen oportunidades para que
las ciudades mexicanas sean más sustentables a través de intervenciones en el
entorno construido. Para aquellos barrios que cuentan con suficiente densidad y
un buen uso múltiple del suelo, enfatizamos la importancia del diseño local, par-
ticularmente alrededor de la infraestructura de transporte regional.
de los hogares a poseer y utilizar automóviles (Bento et al., 2005; Boarnet, 2011;
Brownstone, 2008; Ewing y Cervero, 2010; Transportation Research Board, 2009;
Frank et al., 2008; Zhang, 2006). Esta disminución se compensa no solo a través
de viajes más cortos en automóvil, sino en una mayor propensión a caminar, uti-
lizar bicicleta o el transporte público. Segundo: otras métricas de forma urbana,
tales como la mezcla de usos de suelo y la calidad del entorno para los peatones,
también influyen el comportamiento de viajes (Ewing y Cervero, 2010; Bento et
al., 2005). Tercero: medidas de accesibilidad regional, tales como la distancia al
distrito central de negocios (Central Business District, CBD por sus siglas en inglés)
o métricas de accesibilidad al trabajo, tienen una relación aún más fuerte con el
comportamiento de viajes que las medidas locales como la densidad de un barrio
o la mezcla de usos de suelo (Ewing y Cervero, 2010).
En un artículo sobre el entorno construido, Cervero y Kockleman (1997) descompu-
sieron el entorno construido local en tres elementos fundamentales que comienzan
con la letra D: Densidad, Diseño y Diversidad de usos de suelo. Desde entonces, los
investigadores han poblado la lista de métricas sobre el entorno construido, como
la distancia al transporte público y accesibilidad por destinos (Ewing y Cervero,
2010). Reconociendo que hay gran variedad de formas de analizar y medir el entor-
no construido, escogimos enfocarnos en tres medidas locales y dos regionales que
son particularmente importantes en el contexto mexicano: densidad de población
local, diseño local, mezcla de usos de suelo, accesibilidad al trabajo y accesibilidad
al transporte público. La densidad del empleo es considerada dentro del contexto
de la accesibilidad y mezcla de usos de suelo. La infraestructura peatonal y el ac-
ceso local a las instalaciones de transporte público figuran consistentemente en la
discusión sobre el diseño local.
Revisión teórica
En teoría, el entorno construido influye el uso del automóvil y la elección modal de
transporte en los hogares mediante su efecto en el costo relativo y disponibilidad de di-
ferentes alternativas de viaje para cumplir con las actividades cotidianas como trabajo,
compras y recreación (Boarnet y Crane, 2001; Chatman, 2008; Crane, 2000; Handy,
1996a; 1996b). Al encarar distancias de viaje más cortas, mayor congestión, primas de
seguro más altas, menos estacionamientos, precios altos de gasolina, mejor transporte
público, y un entorno más placentero para caminar, la población tiende a conducir
menos en ciudades densas y compactas respecto a ciudades planas y dispersas.
Sin embargo, la influencia que el entorno ejerce sobre el comportamiento de
viajes también depende de la relativa atracción de otras opciones de viaje, indepen-
dientemente del entorno. Si, por ejemplo, para un trabajador resulta prácticamente
lo mismo usar automóvil o tomar un autobús para ir a trabajar, entonces un cambio
169
pequeño en el costo de la comodidad de cualquier medio de transporte modificará
probablemente su elección modal. En dicha situación, un cambio pequeño en la
realizados en los Estados Unidos. Por contraste, Zhang (2004) encuentra una co-
rrelación más fuerte entre densidad de población y comportamiento de viajes en
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte II
Boston en comparación con la de Hong Kong. La densidad del empleo guarda una
relación similar en ambas ciudades.
Sustentabilidad social
Las opciones de viaje no solamente influyen en el medioambiente, sino también en la
sustentabilidad social. En general, ciudades con uso de suelo denso y un buen diseño
ofrecen mejor accesibilidad para los residentes más pobres a quienes les sería difícil
adquirir un auto. A pesar de que las personas de sectores pobres en México podrían
economizar su presupuesto trabajando relativamente más cerca de su residencia en
el empleo informal (Suárez, Murata, y Campos, 2015), también gastan más en trans-
porte público y a menudo se enfrentan a viajes más largos y más caros. Una mejor
mezcla de usos de suelo y un mejor acceso al transporte público podrían ayudar a los
hogares de menores ingresos y en consecuencia incrementar la sustentabilidad social.
Finalmente, el entorno construido influye en las lesiones y decesos (Dumbaugh y Rae,
2009; Ukkusuri et al., 2012), los cuales a menudo afectan desproporcionadamente a
los usuarios de las calles más vulnerables como los peatones.
Sustentabilidad económica
La relación entre el entorno construido, comportamiento de viajes, y sustentabili-
dad económica es menos directa que la relación con la sustentabilidad ambiental
y social. Una economía más sustentable es aquella donde los individuos pueden
acceder al empleo y a otras oportunidades fácilmente. Mientras que el uso del auto a
menudo facilita el acceso, también consume una cantidad sustancial de espacio
urbano—sobre la superficie de las calles y estacionamiento—. Manteniendo todo
constante, una ciudad económicamente más sustentable utiliza de forma más ra-
cional y al mismo tiempo ofrece buenos niveles de accesibilidad para diversos
modos de transporte, incluyendo el automóvil. Mientras que en muchos países el
transporte público facilita concentraciones densas de trabajos de oficina, en Mé-
xico esta situación es menos clara. Una proporción alta de la población se emplea
en la manufactura, que generalmente prevalece en lugares menos densos y más
periféricos. Además, los trabajadores de oficina en México, dependen menos del
transporte público respecto a sus similares en ciudades como Nueva York o París.
172
En la Ciudad de México, la zona de Santa Fe, de notable difícil acceso por transporte
público, es una de las concentraciones de torres de oficinas más densa y productiva.
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte II
Tabla 1. División modal de los viajes al trabajo de las 100 ciudades más grandes1
1 Las cifras de elección modal se agregaron a partir de los seis modos reportados en la encuesta intercen-
sal 2015. De interés particular, el transporte público incluye: autobuses, microbuses, minibuses, mini-
vans, transporte de personal del trabajo, y todos los tipos de taxis (compartidos o no) adicionalmente al
tren y metrobús (BRT). El porcentaje del uso de automóvil incluye camiones de bajo peso y motocicletas.
173
La densidad bruta de población también tiende a ser alta. Con 49 personas por
hectárea, la densidad promedio está por encima del umbral en el que la densidad
60
Muertes por cada 100,000 habitantes
Región
Capital
40
Centro
Frontera
Norte
Sur
20
0
20 40 60
Porcentaje de usuarios de automóvil
Fuente: Construcción propia con la Encuesta Intercensal 2015 (INEGI, 2016).
176
tabilidad ambiental y social. Sin embargo, hay claramente una oportunidad para
mejorar la productividad y la sustentabilidad económica. Además de los tiempos
de viaje, los costos de traslado y la seguridad de tránsito —que afectan la susten-
tabilidad económica— un mejor acceso a empleos, recreación y consumo también
podría mejorar la productividad. Este acceso, no obstante, tiende a variar de acuerdo
con los sectores de la economía. Por ejemplo, muchas ciudades mexicanas depen-
den considerablemente de la industria manufacturera, que comúnmente consume
gran cantidad de espacio y realiza un gran aporte a la contaminación. En algunos
casos, un patrón de crecimiento urbano disperso podría entonces promover mayor
sustentabilidad económica.
Forma metropolitana
La forma metropolitana es probablemente el cambio más lento y difícil. Es parti-
cularmente desafiante influir en ciudades de lento crecimiento donde las redes de
calles, y la distribución de la población, el empleo y los edificios están consolida-
dos. En promedio, la población de las 100 ciudades más grandes de México creció a
una tasa anual de 2.1% entre los años 2000 y 2010. Con este nivel de crecimiento,
si cada residente nuevo viviera en vecindarios nuevos que tuvieran el doble de la
densidad metropolitana promedio, tomaría medio siglo para que las densidades
metropolitanas promedio se incrementen 50%. Sin embargo, aun con cambios pe-
queños en la forma urbana a lo largo del tiempo, particularmente cuando son acom-
pañados de inversiones en transporte y con el diseño de barrios con usos mixtos y
entornos amigables al peatón, se pueden generar impactos en la sustentabilidad
177
metropolitana. También existen algunos instrumentos de políticas disponibles que
podrían influenciar la forma metropolitana en México.
Políticas de inversión
Desde una perspectiva de las políticas públicas, las inversiones en infraestructura de
transporte como calles y el metro tienen las mayores oportunidades de influencia
sobre la sustentabilidad.
Si bien el panorama de la inversión pública es un tema complejo, existe evi-
dencia a escala de las 59 zonas metropolitanas del país de que hay una creciente
preocupación y espacio en la agenda pública enfocados en la movilidad. La figura
2 muestra la tendencia decreciente de la inversión en infraestructura vial y cómo
otros rubros relacionados a la movilidad sustentable ganan terreno lentamente,
en particular la infraestructura peatonal y el espacio público. No obstante, la infraes-
tructura vial continúa concentrando más de la mitad de lo invertido, es decir, que la
planificación continúa orientándose principalmente hacia el uso del automóvil. La
mayor parte de la población en México es usuaria del transporte público, sin embargo,
la proporción de la inversión en este rubro no llega siquiera a 7%.
Si comparamos la proporción de la inversión realizada durante 2013 en infraestruc-
tura vial con los demás rubros asociados a la Movilidad Urbana Sustentable, encon-
tramos un panorama muy diverso: mientras que ciudades en las que en años previos
se destinó toda la inversión en la infraestructura vial y que en 2013 la inversión
178
100%
90%
80%
0%
2011 2012 2013
Fuente: Construcción propia con la base de datos integrada por el Instituto de Políticas para el Trans-
porte y el Desarrollo-México (ITDP, 2014a).
Fuente: Construcción propia con la base de datos integrada por el ITDP (2014a).
180
tema centralizado que provee un servicio limitado hacia los suburbios. Mejorar el
servicio de transporte público en el Estado de México —que es populoso, denso y
dependiente del transporte público—, continúa siendo uno de los grandes pendien-
tes para que la Zona Metropolitana de la Ciudad de México sea más sustentable.
La línea B del metro, que abrió en 1999 y que contiene 8 de las 11 estaciones del
sistema localizadas en el Estado de México, mejoró la accesibilidad al transporte
público substancialmente, aunque solo localmente (Guerra 2014a). En torno a las
estaciones suburbanas, la densidad de población aumentó, el tiempo de traslado
se redujo, y el uso del metro aumentó. Sin embargo, la mayor parte del incremento
proviene de los “micros” y las “combis” (más que de los autos particulares).
Políticas de vivienda
Adicionalmente a la reducción del crecimiento en la periferia, las políticas de
promoción del desarrollo en áreas cercanas al transporte público y peatonal —en
ocasiones referido como DOT, Desarrollo Orientado al Transporte público (Transit
Oriented Development o TOD por sus siglas en inglés)— tenderán a mejorar la sus-
tentabilidad. En la Ciudad de México podemos encontrar ejemplos de buenas prác-
ticas en los proyectos de vivienda social del pasado —el Multifamiliar Presidente
Alemán, Tlatelolco, la Unidad Habitacional Integración Panamericana por citar
algunos ejemplos— que claramente fueron concebidas en espacios relativamente
centrales en zonas con altos niveles de accesibilidad al transporte público. En la
actualidad, el Desarrollo Orientado al Transporte se está promoviendo en zonas que
cumplan con tres características: 1) donde el potencial de construcción aún no se
encuentre desarrollado, 2) donde el gobierno posea los derechos sobre el suelo y 3)
donde haya posibilidad de vinculación con el transporte público. Estas condiciones
fueron la precursoras de los actuales Centros de Transferencia Modal (CETRAM).
La intención principal del DOT es integrar el entorno urbano aprovechando estos
espacios subutilizados, mejorando la accesibilidad y la movilidad y promoviendo
además la densificación y la mezcla de usos de suelo, buscando un balance entre
vivienda, comercio, parques, espacios abiertos y servicios.
Promover mayor crecimiento en áreas con buena conectividad al transporte
público, sin embargo, conlleva dificultades. Construir un Desarrollo Orientado al
Transporte público es a menudo costoso y requiere subsidios adicionales u otros
incentivos para suscitar su construcción (Porter 1998). En México, existe una com-
plicación adicional. Las áreas con mejor accesibilidad al transporte público también
tienen la mejor accesibilidad para el automóvil (Guerra 2014b). Mientras los hoga-
res que más dependen del automóvil tienden a ser los más ricos, es más probable
que las preferencias de quienes poseen auto influyan en el mercado de tierra pri-
vado y los patrones de desarrollo en los barrios más atractivos. Como resultado, el
181
desarrollo orientado al automóvil y el bajo uso de transporte público es común en
algunas de las zonas más centrales y amigables al transporte público. Esto también
Políticas industriales
La promoción del crecimiento del empleo policéntrico para mejorar el balance re-
gional de empleo y vivienda, ofrece una oportunidad para reducir los viajes en auto
y disminuir el tiempo y costo. Suárez et al. (2015) encuentran que los trabajadores
pobres en la Zona Metropolitana del Valle de México a menudo reducen los tiempos
de viaje trabajando en empleos informales en barrios cercanos. Una cantidad im-
portante de literatura también sugiere que una buena mezcla de vivienda y empleo
también disminuye en general los viajes, al tiempo que aumenta la propensión de
los residentes por caminar o utilizar el transporte público (Cervero, 1989; Cervero
y Duncan, 2006).
En México, la evolución de las ciudades ha sido impulsada a través de las po-
líticas de desarrollo económico —particularmente el fomento de la industria ma-
nufacturera, como un aspecto central del modelo de sustitución de importaciones
hasta la década de 1980, y después, con la implementación del modelo neoliberal,
fomentando la producción industrial en corredores urbano-maquileros en la fran-
ja fronteriza y otras regiones—. Sin embargo, no hay explícitamente una política
que promueva el policentrismo. En la experiencia mexicana, la tendencia histó-
rica a la concentración de la actividad económica y administrativa en la capital marcó
la dinámica urbana del país hasta la década de 1980. Los cinco instrumentos de la
desconcentración industrial de 1940 a 1970 fueron: 1) Leyes de exención fiscal
estatal para la industria; 2) Ley de industrias nuevas; 3) Crédito a la pequeña
y mediana industria; 4) Programa Nacional Fronterizo y 5) Creación de parques y
ciudades industriales (Unikel, 1978, p. 311). Las consecuencias de estas políticas
fueron diversas. En una primera instancia, se aceleró el proceso de metropoliza-
ción de la Ciudad de México. En la medida en que las políticas de industrialización
fueron extendiéndose por el país, la producción industrial se comenzó a equilibrar
impulsando el crecimiento de las demás zonas metropolitanas. Para 1940, 60%
182
Conclusiones
La relación entre forma urbana y viajes descrita por la comunidad científica y la
práctica de planeación presenta algunos puntos de concordancia: 1) la densidad
muestra un potencial de pequeña magnitud en la reducción de utilización y tenen-
cia de automóviles, provocando viajes en auto más cortos y una mayor propensión
a utilizar otros medios de transporte (no motorizados y transporte público). 2) La
mezcla de usos de suelo y la calidad del entorno peatonal también influyen en el
comportamiento de viajes. 3) Otras medidas regionales, como la distancia al centro
o accesibilidad laboral, guardan una relación más fuerte en el comportamiento de
viajes que las mencionadas previamente.
En términos teóricos, existen mediaciones importantes en la elección modal.
Entre las principales se encuentran el costo relativo y la disponibilidad de alternati-
vas de viaje, aunque sobre este último elemento también hay otro factor relevante:
la atracción relativa que puede definir la elección modal independientemente del
entorno construido. Relacionada con la atracción relativa, la elección del lugar de
residencia puede influir fuertemente en el comportamiento de viajes. En algunos
casos se han identificado umbrales críticos en la influencia entre entorno y com-
portamiento de viajes. Por ejemplo, la densidad poblacional es relevante única-
mente sobre algunos valores —15 personas por hectárea— aunque no hay razón
para suponer que esta sea una ley universal independiente del tiempo, lugar y
población. Si una ciudad es extremadamente densa o uniforme en la distribución
regional de la densidad, entonces dejaría de ser relevante como factor explicativo
del comportamiento de viajes.
186
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Parte III
Hacia la planeación
científica de las ciudades
La ciudad y su planeación como
un proceso científico
Claudia Ortiz
Ulises Guzmán
Introducción
El presente capítulo explora la aproximación a la planeación urbana, a partir de
la aparición del zoning, el instrumento de control económico y social cuyo uso ha
predominado desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, además de los avances
recientes en desarrollo tecnológico y la proliferación de nuevas herramientas que
permiten hacer más objetiva la toma de decisiones de carácter urbano. Mediante una
revisión no exhaustiva de principios e implementaciones desde las ciencias de la
complejidad, se muestra cómo los llamados de manera general Sistemas de Soporte a
la Planeación o Planning Support Systems (PSS) pueden contribuir de manera signifi-
cativa a mejorar los procesos de planeación urbana, así como diversos obstáculos que
enfrenta para su incorporación a la toma de decisiones de política pública urbana.
Asimismo, el artículo 74 sobre la regulación del espacio público, fracción IV, indica,
entre otras cosas, que los planes o programas municipales de desarrollo urbano se
encargarán de:
Pero, ¿en qué punto del desarrollo se considera que se llegará al límite de capacidad
de los servicios o las vías? ¿Cuándo la presencia de determinado uso de suelo en
una localidad podrá ser dañina para la integridad de sus habitantes? ¿Cómo saber
200
a priori si una ubicación es mejor, más eficiente y será mejor aprovechada que otra
para dotar de cierto equipamiento a la ciudad?
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte III
1 El concepto matemático de redes tiene sus humildes raíces en el ahora famoso “problema de los puentes”
de Königsberg. Königsberg, Prusia del Este, hoy Kaliningrado, Rusia, tiene una geografía particular.
Ocupa dos islas que en 1730 estaban conectadas por siete puentes. Los habitantes solían pasar su
tiempo tratando de resolver un popular acertijo que preguntaba lo siguiente: “¿Existe una ruta que
atraviese los siete puentes cruzándolos exactamente una vez?” Después de fallar numerosas ocasio-
nes, los habitantes se convencieron de que el problema era imposible de resolver. No fue sino hasta
que Leonhard Euler públicó su artículo icónico Solutio problematis ad geometriam situs pertinentis
que se demostró matemáticamente que lo anterior era cierto (Biggs, Lloyd, y Wilson, 1976; Harary,
1994; Newman, Barabási, y Watts, 2006). Euler estudió el problema mediante la simplificación del
mapa de la ciudad a través de un diagrama de relaciones, un grafo. Esta elegante racionalización
ilustró todas las rutas posibles probando que ninguna de ellas satisfacía las condiciones impuestas
por el acertijo, en otras palabras, una ruta que conecta todo el sistema pasando a través de cada
puente una sola vez. A este tipo especial de ruta se le conoce como Eulerian path en su honor (Biggs
et al., 1976).
203
tomados del lenguaje (2009). “Estos conceptos enfatizan jerarquías claras, geometrías
regulares y la separación del todo en partes” (p. 1). La primera crítica al respecto la
5. Ley de Tobler: “Todo está relacionado con todo lo demás, pero las cosas cercanas
están más relacionadas que las cosas que se encuentran alejadas”.
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte III
6. Ley de Bussiere: “Cuando las ciudades crecen, sus núcleos centrales declinan en
densidad de población y sus perfiles de densidad se aplanan”.
7. Ley de Brand: “Las ciudades se vuelven más “verdes” (más sustentables) a medida
que crecen”.
Leyes como estas dan indicios de lo que podría convertirse en la columna verte-
bral de modelos o mecanismos que informen políticas urbanas para ciudades más
sustentables en un futuro próximo. De esta forma, los tomadores de decisiones,
entendidos aquí como todos los que decidan participar en el proceso de planeación
urbana, estarían en una posición más ventajosa al fundamentar sus opiniones en lo
mejor que la ciencia puede ofrecer en determinado momento, llámense decisiones
acerca de densidades, concentraciones, presencia o ausencia de determinados usos,
equipamientos o amenidades, etc.
2 PostGIS es una extensión que expande las capacidades de la base de datos de acceso libre Post-
greSQL al agregar el tipo de dato geometría en adición de los que normalmente se encuentran en bas-
es de datos tradicionales (VAR CHAR, INT , TEXT, etcétera). Esto permite interrogar a la base de datos
utilizando parámetros espaciales. (“PostGIS — Spatial and Geographic Objects for PostgreSQL,” n.d.)
3 GeoServer es un software de acceso libre, desarrollado en Java, que permite compartir “capas”
geográficas en internet. Sus capacidades son comparables a las ofrecidas por el software ArcGIS for
Server de ESRI. (“About — GeoServer,” n.d.)
4 Leaflet es una ligera biblioteca de JavaScript (33KB) que facilita la creación de mapas interacti-
vos. (“Leaflet — an open-source JavaScript library for interactive maps,” n.d.) Un mapa puede ser
fácilmente instanciado con apenas unas cuantas líneas de código, lo cual podría explicar el por qué
empresas como Facebook la utilizan en sus aplicaciones.
5 El término Big data se refiere a enormes conjuntos de datos (Sagiroglu y Sinanc, 2013) general-
mente relacionados con información en múltiples dimensiones (matrices multidimensionales) que
se actualiza constantemente.
6 Cloud computing alude a la idea de distribuir, conforme a demanda, recursos de infraestructura
205
la creciente capacidad de los navegadores web apuntan a que hoy más que nunca la
posibilidad de su implementación a gran escala es posible.
Dadas estas funciones, un PSS debe integrar teoría, datos, información, conoci-
miento, métodos e instrumentos dentro de un mismo marco de operación al que se
acceda a través de una interfaz gráfica común (Geertman y Stillwell 2003, 2009).
Un ejemplo interesante de implementación de PSS es The Planner's TOOLBOX
(Mikkonen, Ristimäki, Oinonen, y Hansen, 2003) puesto que requirió la cooperación
de organismos ubicados en varios países: Finnish Environment Institute, the Danish
Forest and Landscape Research Institute, the Technical University of Hamburg-Har-
burg, entre otros. La meta principal de este proyecto fue fomentar la colabora-
ción internacional en temas relacionados a planeación y Sistemas de Información
Geográfica. Este PSS funcionaba como un repositorio de técnicas SIG relevantes a
la planeación, el usuario tenía la habilidad de crear búsquedas avanzadas sobre
temas específicos. Así, los organismos involucrados podían adoptar prácticas de
planeación urbana que habían demostrado ser exitosas en otros contextos. Más
allá de los detalles tecnológicos, puede argumentarse que las principales aportaciones
de este proyecto son las ideas de cooperación y transparencia internacional que
facilitaron su realización.
UrbanSim (Waddell et al., 2003) es, sin duda, uno de los PSS más innovadores.
En sus orígenes fue desarrollado como una herramienta de modelación de transporte
y uso de suelo que requería instalarse en una computadora personal y cuyas capaci-
dades gráficas dependían en gran medida de una instalación SIG completamente
funcional. Actualmente, UrbanSim ha evolucionado y se considera una plataforma
de simulación y análisis de acceso libre que puede ejecutarse desde un navegador.
UrbanSim tiene la capacidad de “simular el mercado inmobiliario regional al nivel de
computacional a través de internet (Foster, Zhao, Raicu y Lu, 2008). Las empresas tienen la opción
de rentar servidores virtuales para ejecutar sus procesos en lugar de mantener servidores tradicio-
nales. Esto provee gran escalabilidad y flexibilidad a muy bajos costos. Amazon Web Services (“What
is Cloud Computing?,” n.d.) y Microsoft Azure (“What is Azure—the Best Cloud Service from Microsoft
| Microsoft Azure,” n.d.) son ejemplos de esta tecnología.
206
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Introducción
En capítulos anteriores se han planteado los tres principios del desarrollo urbano
sustentable: (1) mayor densidad (Ciudad Compacta); (2) mayor mezcla de usos de suelo
(Ciudad Diversa) y (3) estructura urbana con varios centros de fuerte actividad
económica (Ciudad Policéntrica). En el presente capítulo se formulan tres hipótesis
asociadas a estos tres principios que justifican la condición de sustentabilidad y se
investiga si es posible utilizar una herramienta tecnológica para anticipar las con-
secuencias de aplicar una política pública territorial específica. Las hipótesis son:
Para investigar la veracidad de esas tres hipótesis, se intenta responder las siguientes
preguntas:
• ¿Qué impacto tienen estos tres principios sobre los servicios de la ciudad, en parti-
cular, sobre el servicio de transporte-movilidad urbana?
• ¿Qué tan fácil es llevar estos principios a la práctica? ¿basta con implantar siste-
mas de transporte sustentables en la ciudad?
216
• Por último, ¿existen riesgos de que en la aplicación de estos principios emerjan ex-
ternalidades que pongan en peligro la generación de ciudades sustentables? ¿Cuál
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte III
• VISSUM de PTV
• TRANSCAD de CALIPER
• EMME
• TMODEL2
• CUBE (con su reciente adquisición de MUSSA para usos de suelo)
Dado que los modelos anteriores tienen altos costos y restricciones en lo que respec-
ta a su capacidad de análisis a nivel de desarrollo urbano integrado al transporte,
218
Conceptos básicos
TRANUS es un modelo integrado de localización/intercambio de actividades y de
transporte. La estructura general del modelo se presenta en la Figura 1 con sus
dos módulos principales: actividades y transporte. El módulo de actividades (pro-
ducción) estima la localización de las actividades por sector en cada zona en que
se ha dividido el área de estudio, resultando en un conjunto de matrices origen/
destino de flujos por zona. Entre los módulos de actividades y transporte existe una
interfaz, la cual realiza determinadas transformaciones a las matrices de flujos para
adecuarlas al modelo de transporte.
Activitdades-transporte
Localización/ Asignación
interfase
Intercambio multimodal de
de Producción transporte
Costos y Costos y
desutilidades desutilidades
por sector por categoría
económico de transporte
la demanda estén localizadas. Para los sectores con demanda, el modelo determi-
na la producción inducida de sectores a través de “funciones de demanda”, y la
localiza espacialmente mediante funciones de selección discreta que incluyen el
precio del sector demandado y el costo generalizado1 de transporte. Se genera así
una cadena de producción y de localización de actividades. Un ejemplo simplifi-
cado: en la dinámica urbana, en cada zona de análisis hay sectores con empleos
(en manufactura, servicios, etc.) que demandan insumos en la forma de personas
para que allí trabajen. En este simple ejemplo, los sectores de producción son los
sectores de población, localizados donde las personas viven. La producción indu-
cida de trabajadores de estos sectores de población la determinan “funciones de
demanda”, y la distribución-localización de esta producción en los sectores que deman-
dan insumos se realiza mediante probabilidades de selección discreta (logit) con
base en el costo generalizado de transporte y al costo de producción.
De estas relaciones se derivan intercambios económicos espaciales, flujos de per-
sonas y de bienes o servicios de los cuales se deriva la demanda de transporte. En
algunas transacciones intervienen bienes “no transportables”, como el consumo de
suelo o de edificaciones, que no tienen costos de transporte, pero si costos de pro-
ducción (como precios inmobiliarios, por ejemplo).
1 El costo generalizado de transporte incluye costos monetarios (como la tarifa que paga el usuario,
ya sea en transporte público, en cuotas o consumo de combustible), costos de tiempo (percepciones
de tiempo de espera y de viaje) y costos no monetarios como preferencias del usuario (comodidad,
aspecto del modo, etc.).
220
Zona producción j =2
Costo producción
+ valor agregado
Zona consumo i =1
Costo producción
+ valor agregado Zona producción j =3
Costo producción
Costo de transporte + valor agregado
Zona producción j =1
Zona producción j =4
Costo producción
+ valor agregado Dinero
Flujo de bienes y servicios
Definición de la aplicación
El ejercicio se sitúa en la ciudad de León, Guanajuato, ciudad mexicana cabecera del
municipio homónimo y ubicada en el estado de Guanajuato. Tiene una población de
1,436,733 habitantes (Censo 2010, INEGI) lo que la convierte en la ciudad más poblada
del estado. Se encuentra a 384 km de la Ciudad de México. La economía de la ciudad se
basa principalmente en la industria del calzado y sus derivados, además de los servi-
cios y la industria automotriz. El área del territorio municipal corresponde a 118,320
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte III
Zonificación
Para el ejercicio se seleccionó un área de la ciudad de León que comprende a 7,000
hectáreas del área urbana al sur oriente de la ciudad, comprendida entre las vialida-
des Boulevard Aeropuerto, Boulevard de La Luz, Boulevard María Morelos y Comanjilla.
El área de estudio se divide en zonas, tomando como base a las AGEB (Area Geoestadística
Básica) de las zonas urbanas del Instituto Nacional de Estadística Geográfica e Informática
(INEGI). En la Figura 4 que sigue se puede ver gráficamente la zonificación mencionada.
223
Se agregaron zonas nuevas para representar las áreas que no están catalogadas como
AGEB urbanos, cuyos contornos los hemos delimitado de acuerdo a la red vial que
Para efectos de análisis, actualmente las zonas más urbanizadas y de mayor activi-
dad socioeconómica de la zona de estudio son aquellas ubicadas al poniente, y se
identifican por ser polígonos mucho más pequeños.
224
A efectos del análisis, se han catalogado 11 zonas nuevas, que por no contar con población
urbana aún no están catalogadas como AGEBs urbanos para INEGI, pero en el estudio
cumplirán un papel importante y es preciso identificarlas en la Figura 5.
Categorías y modos
Se definen cinco grandes categorías de viajes:
Tipos de vías
• Primaria
• Calle secundaria
• Colectora
• Boulevard
• Autopista
• Carriles preferenciales de transporte masivo
Simbología
s 1 Primaria
s 2 Boulebard
s 3 Colectora
s 4 Calle
s 5 Conector
El tipo de vía está codificado de acuerdo a la red vial del INEGI. En la Figura 6 se
muestra un ejemplo de la red vial correspondiente a las zonas ubicadas al norte del
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte III
El modelo de producción
Una vez codificado el modelo de transporte, se inicia la codificación del modelo
de producción. Como se mencionó al principio, el modelo TRANUS se basa en la
interacción entre la producción y el consumo, por lo que para ello primero deben
definirse las actividades económicas. Para este estudio se definen 13 sectores bá-
sicos de la economía que se listan a continuación.
Modelación de escenarios
Figura 9: Distribución de los usos de suelo del área de estudio del 2016
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte III
17.2%
Mixto
Escenario P: Implantación de sistema de transporte masivo (BRT Bus Transit Rapid o Auto-
buses de Tránsito Rápido) con una política de desarrollo de centros de empleo y una política
de vivienda urbana tendencial: en este escenario, la vía de acceso controlado del escenario
anterior se sustituye por un sistema de transporte masivo (BRT) que sirve de eje para la ac-
cesibilidad de la zona en crecimiento. En lo referente a desarrollo urbano, se continúa con la
política de laissez faire para desarrollo de viviendas del escenario anterior. La comparación
de este escenario con el anterior permitirá analizar si se cumple una de las hipótesis de este
documento, en donde se afirma que un sistema de transporte masivo/sustentable promueve
por si solo la localización de actividades que generan la ciudad densa y compacta.
Proyecciones de la demanda
Proyecciones de la Población
Como se anticipó en la definición de los Escenarios, existe una relación intersecto-
rial entre los sectores económicos del modelo TRANUS, que permite el crecimiento
de los sectores inducidos en función del sector básico. Para los años de crecimiento
y de acuerdo a los escenarios, estos parámetros permiten el incremento de la po-
blación y el empleo que siguen.
233
Escenario N y P
En lo que respecta a población en estos dos escenarios, el modelo parte de la es-
Escenario U
Este es un escenario donde el crecimiento demográfico no sigue una tendencia
como los escenarios anteriores. Aquí se propone un crecimiento de la población
mayor que en los escenarios anteriores para el área de estudio. Por lo tanto, a par-
tir del año 2026, el crecimiento anual de la población será de 5%, con el objetivo
de analizar lo que ocurre en el modelo cuando se densifica el área de estudio de
manera planeada (i.e. densificación).
que sigue se indican los porcentajes de crecimiento anual en los periodos analizados.
Empleo Público
2016 2021 2026 2031 2036
21.0% 1.6% 1.6% 1.6%
175 453 490 530 573
Empleo Industrial
2016 2021 2026 2031 2036
21.5% 1.8% 1.8% 1.8%
252 667 727 792 863
La figura que sigue muestra la localización total de empleos en el año 2036, de acuer-
do a una política de localización de empleos en las nuevas zonas, que resulta con
concentraciones de empleo similares en todos los escenarios. Se forma una nueva
centralidad de empleos importante en la zona 5, que compite con la zona poniente
235
del área de estudio, representando la hipótesis de analizar la estructura urbana con
más de un centro de fuerte actividad económica (Ciudad Policéntrica).
B.
Ju
an
A lon Pro
so l. B
ras
d lvd
. La
rille
.
ote Luz
e
XI
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XI oX
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C. a
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B. S B. V B. M
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Simbología
óm
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G
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yo
Red vial por escenario Na
As
B.
rr o
B.
A
te
2021 B.
ar
Du
2026
vd
Bl
Bl
2031 vd
.A
er a Eje
op jill Me
2036 ue an tropo
litano
rto
Com
.
vd
Bl
Resultados de la modelación
En resumen, se tienen tres escenarios, todos con la misma política de localización
de empleo en la zona de desarrollo, pero diferencias en políticas de transporte y den-
sificación de la población.
El modelo TRANUS puede dar respuesta a la implantación que las políticas anterio-
res tienen sobre (1) la localización de la población, (2) la movilidad, (3) la densidad
de usos de suelo y (4) los precios inmobiliarios. Estos impactos se discuten en los
siguientes acápites.
Impacto en la movilidad
Los impactos de las políticas de desarrollo urbano sobre la movilidad se visualizan
a través de cinco indicadores clave:
La gráfica que sigue muestra la cantidad total de viajes generados en cada esce-
nario. Los viajes generados en el escenario U son significativamente mayores que
los otros dos escenarios en cada uno de los horizontes. Los viajes generados en el
escenario P son levemente mayores que los del escenario N en todos los horizontes.
Viajes Totales
250000
200000
150000
100000
50000
0
26N 26P 26U 31N 31P 31U 36N 36P 36U
Privado Público
En todos los escenarios hay una predominancia del uso del coche privado. La pro-
porción de viajes en transporte público aumenta del escenario N al escenario P, con
la implantación del sistema BRT integrado. Sin embargo, la migración de vehícu-
lo privado al transporte público se da sólo en los estratos bajos de la población,
mientras que para los estratos medios y altos de la población, la distribución modal
permanece casi la misma en ambos escenarios. Ver figuras que siguen.
En el escenario U, con una mayor densidad y usos de suelo mezclados, la pro-
porción de viajes en vehículo privado llega a un máximo y se observan migraciones
al transporte público inclusive en los estratos altos (23% público y 77% privado).
Las gráficas que siguen muestran las distancias promedio, el tiempo promedio
y el costo generalizado de los viajes para cada escenario y horizonte.
En lo que se refiere a distancias de viaje, se muestra cómo un desarrollo denso y
mezclado puede reducir las distancias y costos generalizados de viaje en promedio.
Sin embargo, al producirse mayor congestión, los tiempos de viaje son mayores.
Al mismo tiempo, en el desarrollo mixto y denso (escenario U), al haber mayor
demanda (que crea congestión), la cantidad de vehículos - kilómetros recorridos
es muy superior.
Es interesante destacar que en los escenarios N y P, las distancias de viaje de los
estratos altos son 54% y 59% más altas que el promedio respectivamente, mientras
242
Estrato
Bajo Medio Alto
14% 11%
50%
36U
50%
86% 89%
14% 13%
Escenario
50%
36P
50%
86% 87%
25% 23%
57%
36N
43%
75% 77%
Privado Público
que los tiempos de viaje son 35% y 27% más bajos que el promedio respectivamen-
te. Esta situación cambia significativamente en el escenario U, donde los viajes de
los estratos altos son solo 30% más largos que el promedio y en lo que respecta a
tiempos, solo 20% más bajos.
Por último, se presenta una comparación de los escenarios 36P y 36U en lo que
respecta a abordajes al operador peatón y las distancias recorridas a pie. Como era
de esperarse, hay más abordajes al operador peatón en el escenario con un sistema
integrado de transporte. Sin embargo, las distancias a pie son mayores en el esce-
nario que prioriza al transporte privado. Esto se explica por la mayor congestión
en ese escenario: son varios los tramos de la red vial con velocidades menores a
los 5 kilómetros por hora, por lo que el usuario prefiere caminar en esos tramos.
243
Figura 19. Distancias, tiempos y costos generalizados promedio por escenario
Costo promedio
12
10
0
26N 26P 26U 31N 31P 31U 36N 36P 36U
Tiempo promedio
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0.0
26N 26P 26U 31N 31P 31U 36N 36P 36U
800000
700000
600000
500000
400000
300000
200000
100000
0
26N 26P 26U
80000 150000
70000
120000
60000
50000 90000
40000
60000
30000
20000
30000
10000
0 0
36N 36P 36N 36P
Con respecto al consumo del suelo para el comercio y los servicios, el modelo
predice que los mayores consumos se dan en las áreas que ya se encuentran urba-
nizadas para ese uso desde el año 2016. Esta situación se debe principalmente a
que el comercio y el servicio están vinculados a la proximidad con la zona poniente
del área de estudio, ya con alta densidad de comercio. El modelo sigue por tanto
las tendencias, ya que no se ha inferido con una política que haga atractiva la modi-
247
ficación de esa condición. Hay que destacar que en la figura que sigue, solamente
se representa el suelo que es de exclusividad para el comercio y los servicios. Los
tes se predice, gracias al modelo, que en el año 2036 la participación en ese uso
de suelo subirá al 32% del total del área de estudio en los escenarios N y P que no
tienen una política de densificación.
La política que permite el acceso de la población al uso habitacional y mixto en
las nuevas zonas se muestra en el escenario U. En ese escenario para el año 2036
el mismo modelo nos propone que el porcentaje de participación de los suelos re-
sidenciales y mixtos será un poco más del doble con respecto a los escenarios N y
P, alcanzando el 70% del área total del estudio. Lo anterior tiene un fuerte impacto
no solo en la concentración de la demanda, distancias y tiempos de viajes, como se
vio anteriormente, sino también en los precios inmobiliarios.
Las Figuras 27 a la 31 muestran la comparación en precios inmobiliarios de cada
escenario en el año 2036. Se observa como los precios inmobiliarios del escenario de
desarrollo urbano denso y mixto es muy superior al precio de los otros dos escenarios.
249
Figura 26: Consumo del suelo residencial (ha) para los escenarios N, P y U
5000
4000
3000
2000
1000
0
36N 36P 36U
Se observa también como los precios inmobiliarios del escenario N son levemente
más altos que los del escenario P en algunas zonas.
Con respecto al comportamiento de los precios de los suelos habitacionales, se
visualizan a continuación los valores para las nuevas zonas de desarrollo en los 3
escenarios posibles.
250
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte III
donde el sistema de transporte público con prioridad sea más extenso, la hipótesis
se cumpla, pero en este esfuerzo ese escenario no fue simulado.
Por otro lado, están los precios inmobiliarios: a mayor densidad de ocupación y
usos, mayor es el precio del suelo. En el escenario virtual simulado de alta densidad
y mezcla de usos, se construye vivienda para todos los estratos en suelo de alto
costo. Como consecuencia, las distancias de viaje disminuyen considerablemente.
Sin embargo, en un escenario real sin la intervención de gobierno para la localiza-
ción de la vivienda y en donde las leyes de mercado rijan totalmente el desarrollo
inmobiliario, los estratos bajos y medios no podrían adquirir viviendas en las zonas
densas y mixtas, siendo expulsados donde el suelo sea más económico, general-
mente alejados de los centros de empleo. Esto tendría un impacto muy diferente
sobre la movilidad, aumentando las distancias y costos de viajes, desconcentrando
las demandas de transporte en las vías periféricas, pero congestionando al sistema
de transporte en las cercanías de los centros de empleo.
Se concluye por lo tanto que para que el desarrollo denso y mixto ocurra y sea
sustentable, dos acciones deben ocurrir:
• Acciones exógenas (fuera del mercado, emprendidas por el gobierno) para favore-
cer la localización de vivienda de todos los estratos sociales en suelo de alto costo.
• Una priorización total de modos sustentables, transporte público y otros.
Simmonds, D., and B. Still. (1999) DELTA/START: Adding land use analysis to integrated transport
models. In World Transport Research: Selected Proceedings of the 8th World Conference on Transport
Densidad, Diversidad y Policentrismo | Parte III
Enfoque participativo
Resalta en primer lugar la promoción de un enfoque participativo en la toma de
decisiones. El paradigma de un enfoque vertical y jerárquico parece agotado y se
promueve profusamente la participación de todos los sectores y en distintos niveles
en la planeación del territorio. Esta visión deberá no solo llevarse a cabo en las pri-
meras fases del proceso de planeación, sino especialmente en las fases de revisión
del plan. Como amenaza sobre este principio aparece el deslinde del Estado en la
ordenación del territorio, además de posibles resultados negativos en el territorio al
ponerse mayor énfasis en el medio (el proceso) que en el fin (la propia ordenación).
Protección al medioambiente
Indirectamente, las políticas de contención urbana están enfocadas en la protección
de los recursos que posibilitan la vida en ciudades. Sin embargo, existen políticas
explícitas desde el lado del medio no construido que constituyen pilares de la sus-
tentabilidad, pero que aún con normas y leyes (México es de los países con mayores
áreas naturales protegidas en el mundo), no parecen ser suficientes en aras de la
protección de la biodiversidad. La explotación racional de los recursos naturales y
su protección para generaciones futuras no solo debe pasar por reglamentos, sino
por intenciones de planeación que hagan más difícil sortear las normas y regla-
mentos vigentes para su adecuado manejo y uso.
Consideraciones finales
urbanas que muestran mayores efectos de deseconomías de aglomeración que los
beneficios derivados de este principio.
Si miramos con atención cada uno de los puntos mencionados, parecen lógicos y sen-
satos. Sin embargo, no dan pista sobre cómo abordarlos puntualmente y dejan de lado
Densidad, Diversidad y Policentrismo
Y ello nos devuelve a dos preguntas que inicialmente dieron origen a esta investi-
gación. Primero, ¿estos principios son los que en realidad soportan científicamente
una mayor sustentabilidad ambiental?, y en segundo término, ¿cuál es el “nivel
adecuado de compacidad, y densidad, policentrismo y usos mixtos” que garantice
alcanzar los objetivos de mejorar la calidad de vida?
A lo largo de nuestra investigación, se fue descartando la idea de encontrar un
número mágico que nos dijera las proporciones exactas en que estos principios
deben mezclarse. Optamos por simular los distintos principios en una plataforma
digital (PSS) orientada a la planeación de uso del suelo-transporte como proxy
para entender mejor cómo operan estos principios en el territorio. Y esta manera
de concluir nuestro trabajo se asemeja a la conclusión a la que se llegó para la
formulación de la Nueva Agenda Urbana:
Consideraciones finales
la capacidad de los sistemas computacionales para mostrar patrones que, dada la
complejidad de relaciones en el territorio, es materialmente imposible para nosotros
vislumbrar a primera vista. En pocas palabras: sistemas de apoyo a la planeación
territorial basados en tecnología pueden coadyuvar a tomar decisiones. Ello no
quiere decir que ellos vayan a tomar las decisiones, pues estamos aún muy lejos
de confiar a las máquinas la intuición y sentido común que solo es imputable al
ser humano, sino que al presentar diversas opciones y escenarios, somos nosotros
los que, de manera consensada, optamos por tal o cual camino.
De los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) asociados a la Agenda 2030
para el Desarrollo Sostenible (ONU, 2016b) y relacionados directamente con el
ámbito urbano, destaca el objetivo 11, el cual busca “Lograr que las ciudades y
los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”.
Dentro de sus metas principales, resaltan el compromiso al 2030 de “aumentar la
urbanización inclusiva y sostenible y la capacidad para la planificación y la gestión
participativas, integradas y sostenibles de los asentamientos humanos en todos
los países” (p. 29) y el compromiso de “reducir el impacto ambiental negativo per
cápita de las ciudades, incluso prestando especial atención a la calidad del aire y
la gestión de los desechos municipales y de otro tipo” (p. 30).
Al presentar en este libro una discusión crítica sobre algunos de los llamados
principios de sustentabilidad urbana, hemos querido contribuir —de manera mo-
desta— a una agenda común que no vea estos fundamentos como inamovibles, inalie-
nables e incuestionables de la sustentabilidad, sino que por el contrario, aliente a
la comunidad científica a proponer métodos para reducir la incertidumbre sobre su
aplicación dentro de asentamientos urbanos. La idea de estandarizar recetas de
un buen desarrollo urbano sin reconocer tanto las grandes diferencias territoriales
entre los asentamientos humanos como las diversas funciones que juegan estos
asentamientos en todo el sistema urbano, puede minar su potencial de desarrollo
al no identificar a nivel local sus particularidades. Falta mucho para entender a
cabalidad cómo se interrelacionan estos “nodos” dentro de una “red” de ciudades,
y sobre todo, cuál es la mejor manera para ordenarlos con base en los principios de
sustentabilidad. Creemos que la visión científica y sistémica de las ciudades, apo-
yada con herramientas informáticas adecuadas al nivel de información disponible,
puede solventar algunos problemas derivados de la naturaleza compleja de la toma
de decisiones, reduciendo con ello conflictos territoriales y abonando a un futuro
menos incierto. Si la finalidad última de la práctica urbanística es, como dijera el
portugués Nuno Portas, darle “sentido” al territorio, qué mejor que darle sentido y
coherencia reduciendo las incertidumbres mediante una verdadera alfabetización
científica en la ordenación y planeación territorial.
266
Bibliografía
Densidad, Diversidad y Policentrismo
ONU, (2016a). Nueva Agenda Urbana: Declaración de Quito sobre Ciudades y Asentamientos Humanos
Sostenibles para Todos. Organización de las Naciones Unidas. Recuperado a partir de http://ha-
bitat3.org/wp-content/uploads/New-Urban-Agenda-GA-Adopted-68th-Plenary-N1646660-S.pdf
ONU, (2016b). Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Una oportunidad para América
Latina y el Caribe. Santiago. Organización de las Naciones Unidas.
267
Introducción
Acerca de
los autores
268
Los autores
vivienda y remesas financieras en el África Subsahariana; Transporte informal en
ciudades medias indonesias; Planeación en la zona fronteriza en Irlanda. Erick
Guerra es doctor en Planeación Urbana y Regional por la Universidad de California,
en Berkeley, es maestro en Planeación Urbana por la Universidad de Harvard, y es
licenciado en Bellas Artes y Francés por la Universidad de Pensylvannia.
Claudia Ortiz Chao es Profesor Asociado nivel “C” de Tiempo Completo adscrita a
la Facultad de Arquitectura de la UNAM donde imparte diversos cursos, sobre todo
en el Área Urbano Ambiental y el Posgrado en Ciencias de la Sostenibilidad. Su
trabajo académico y publicaciones se enfocan en la aplicación de herramientas y
métodos espaciales a problemas urbanos, mientras que en consultoría ha trabajado
principalmente en proyectos de planificación urbana y ordenamiento del territorio.
Es miembro del Instituto Mexicano de Urbanismo A. C. y miembro fundador de la
Red de Estudios de la Forma Urbana (REFU). Su formación es como Arquitecta por
la misma Facultad, así como Maestra en Ciencias y candidata a Doctor en Medio
Construido por la Bartlett School of Graduate Studies, University College London.
270
Los autores
para los más importantes proyectos de la empresa a nivel internacional en países
como Argentina, Chile, México, Venezuela y Bolivia. Es Ingeniera Industrial, gradua-
da de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay;
cuenta con una Maestría en Ciencias con especialidad en Calidad y Productividad
del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey en México y es aspi-
rante al Doctorado en Ciencias de lo Urbano en la Universidad Central de Venezuela.