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Una metáfora alertante, de un sistema que, si bien no visible, sigue latente y que
amenaza, ante cualquier descuido u olvido, con brotar como pústulas infectas de
una nueva peste. Metáfora y reflejo de un sistema de pensamiento de una
sociedad que cada vez que no trabaja para recuperar su identidad, está "borrando
un nombre".
PERSONAJES:
Dr. Expósito
Sr. Baldi
Galpón enorme, vacío y oscuro. En el centro, una lámpara cenital que cae
hasta dos metros del piso e ilumina la mesita blanca, de metal, donde trabaja el
Dr. Expósito. Se trata de un hombre muy alto y pesado, de unos 55 años,
completamente calvo. Está sentado en una sillita minúscula, leyendo -con los ojos
cerrados- un largo listado de nombres impresos en formulario continuo de
computadora. En el cenicero se quema un habano del que sale un humo blando y
voluptuoso, que crece hacia el haz de luz. El hombre viste un impecable traje de
lino blanco. El chaleco, la camisa, la corbata de seda, el sombrero y los zapatos
también son blancos Todos los objetos que lo rodean, del mismo color salvo el
marrón del habano y un lápiz de carpintero (mitad azul, mitad rojo) con el que va
señalando nombre por nombre. En algún momento se detiene en uno. La tensión
es enorme. Da vuelta el lápiz y con la parte roja lo marca con un círculo. Luego
toma una goma y lo borra minuciosamente.
Se relaja en la silla como si el esfuerzo de borrar un nombre hubiera sido
semejante a derribar un árbol con un hacha. Chupa con placer el habano, busca
en uno de sus bolsillos un pañuelo blanco y se limpia el sudor.
En su cuerpo siempre habrá mucho calor en contraste con el frío tremendo
que padece el Sr. Baldi. Durante toda la escena el Dr. Expósito permanecerá con
los párpados cerrados, en un gesto de placer beatífico. El público nunca verá sus
ojos abiertos.
Da dos o tres chupadas a su habano y presiona un botón blanco que hay
en la mesita. De inmediato suena un timbre y un instante después se abre una
escotilla en el techo por donde entra un chorro de luz fría. Aparece la cabecita del
Sr. Baldi, allá arriba, lejano.
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(Baldi lanza una escala de cuerdas y palos desde la claraboya hasta el piso
y baja como una animalito complaciente. Es delgado, pequeño, movedizo. Suele
asustarse de su propia sombra. Usa botas de goma, fuertes pantalones de franela,
un sobretodo viejísimo, bufanda, guantes y un sombrero negro. Dominan en él los
colores oscuros. Tendrá un frío tremendo todo el tiempo. Su edad es imprecisa,
entre treinta y cuarenta años.)
Dr. Expósito- La nómina está sobre la mesa. Dos en diez mil, Baldi. Dígale a
Mayorga que Strudel y Quiroga fueron borrados.
Baldi- Correcto. (Le da un grueso fajo de hojas.) La otra, doctor.
Dr. Expósito- ¿Otra? Estoy fatigado, Baldi.
Baldi- Mucho trabajo. Estamos atrasados.
Dr. Expósito- Así son las emergencias. ¿Cuántos?
Baldi- Uno en quince mil, Dr. Expósito.
Dr. Expósito- ¿Es la última?
Baldi- No creo, doctor. En la oficina de estrategias operativas siguen elaborando
nóminas.
Dr. Expósito- ¡Farsantes! El verdadero peso del trabajo se hace en este sótano.
Baldi- Sí, doctor.
Dr. Expósito- ¿Sabe cómo se desgasta uno al tener que tomar decisiones
constantemente? Borrar nombres no es tarea grata. Pero alguien tiene que
hacerlo, ¿no?
Baldi- Sí, doctor.
Dr. Expósito- Vaya, Baldi. Y dígale a Mayorga que me informe sobre el curso de
las operaciones y que éste es el último nombre que borro por hoy...
Baldi- Sí, doctor. (Empieza a subir por la escala.)
Dr. Expósito- Baldi.
Baldi- ¿Doctor?
Dr. Expósito- ¿Es de día o de noche?
Baldi- No sabría decirle.
Dr. Expósito- ¿Cómo: "No sabría decirle"? Baje. (Baldi baja, intimidado. El Dr.
Expósito pregunta con amabilidad, pero el peso de su poder está dado por su
quietud de párpados cerrados y eso aterra a Baldi.) ¿Noche o día, señor Baldi?
Baldi- No sabría decirle, doctor. (Pausa.) Yo estoy en el segundo subsuelo, y
desde la emergencia no he vuelto a la superficie.
Dr. Expósito- ¿No le pedí que contabilizara el tiempo, Baldi?
Baldi- Sí, doctor, pero... He tenido tanto trabajo... Creo que hace dos noches que
no duermo... O tres... No estoy seguro.
Dr. Expósito- (Pausa tensa.) Está bien. Vaya. Y averigue si es de día o de noche.
Baldi- Sí, doctor. (Empieza a subir por la escala.)
Dr. Expósito- Baldi.
Baldi- ¿Doctor?
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Dr. Expósito- Siento pesadumbre. (Su rostro seguirá beatífico, plácido, con los
párpados cerrados.)
Baldi- Es cansancio, señor.
Dr. Expósito- No. Es otra vez la sombra. (Pausa. Baldi congelado en mitad de la
escalera.) Entra por mis pies y me agobia el pecho.
Baldi- (Dándole ánimos.) Siempre que hay una emergencia...
Dr. Expósito- (Lo corta, autoritario.) Baje, Baldi.
Baldi- Sí, señor. (Baja. El Dr. Expósito permanece con los párpados cerrados,
pero dirigiéndoselos a Baldi. Este se siente intimidado. Se frota las manos por el
frío. Un silencio incómodo.)
Dr. Expósito- Cuando era chico sentía esta misma sombra, Baldi. Entraba como
ahora, por los pies. Yo quería gritar, pero mi padre me había prohibido tener
miedo.
Baldi- Sí, doctor.
Dr. Expósito- (Pausa.) Me duelen los pies.
Baldi- Con gusto, doctor. (Sin que se lo pida, Baldi le quita los zapatos y empieza
a masajearle los pies. Obsecuente.)
Dr. Expósito- (Evocativo.) Mi madre olía tan bien. (Pausa.) Si ella hubiera ido a
arroparme a mi dormitorio esa sombra no me hubiera entrado por los pies.
Baldi- Como usted diga, doctor.
Dr. Expósito- ¿Se acuerda del olor de mi madre, Baldi?
Baldi- (Pausa. Con terror.) Sí, doctor...
Dr. Expósito- (Frío.) Descríbalo.
Baldi- No sabría decirle, señor.
Dr. Expósito- Arriesgue, Baldi. Usted sabe que no me gusta la obsecuencia.
Baldi- Como usted diga, doctor. (Breve pausa.) El olor de su madre era... No sé...
Era como...Era tan... ¡Era el olor de su madre, doctor!
Dr. Expósito- Correcto. (Pausa.) ¿La recuerda, Baldi?
Baldi- (Eficiente.) Perfectamente, señor.
Dr. Expósito- Una vez ella transgredió el rigor de mi padre y vino a mi dormitorio...
(Se corta. En mal modo.) ¿Qué hace, Baldi?
Baldi- Masajes, doctor.
Dr. Expósito- ¡Saque sus manos de ahí, quiere!
Baldi- Como usted diga.
Dr. Expósito- (Lo amonesta.) ¿No tiene criterio? ¿No se da cuenta de que
estamos en emergencia, tapados de trabajo, y usted me hace perder el tiempo con
masajes? Suba, Baldi. Llévele, la nómina a Mayorga y dígale que Strudel y
Quiroga fueron borrados.
Baldi- De inmediato, señor. (Baldi deja los pies y empieza a subir por la escala. el
Dr. Expósito permanece con los párpados bajos.)
Dr. Expósito- Baldi.
Baldi- (Se paraliza.) ¿Doctor?
Dr. Expósito- Los zapatos.
Baldi- Sí, doctor. (Baja y le pone los zapatos.)
Dr. Expósito- (Evocativo, tierno.) Ella me cantó una canción de cuna, Baldi. ¿La
recuerda?
Baldi- Sí, doctor.
Dr. Expósito- Cante, Baldi.
Baldi- Con todo respeto, doctor...Yo...
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Nana, nanita
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duérmase nenita
de mi corazón.
Nana, nanita
quédese quietita
con esta canción
Nana, nenita
borro la velita
de su corazón
Nana, nanita
duérmase nenita
con esta canción.
Dr. Expósito- (Tierno, evocativo.) Qué voz tenía mi madre, Baldi. Qué olor se
desprendía de su carne. (De mal modo.) Suba de una vez. ¿Qué espera?
Baldi- Ya mismo, doctor. (Esta vez sube por la escala casi hasta desaparecer por
la claraboya.)
Dr. Expósito- Baldi.
Baldi- (Se paraliza.) ¿Doctor?
Dr. Expósito- Me arden los ojos.
Baldi- Mucho trabajo, doctor.
Dr. Expósito- Demasiado. No voy a poder leer la nómina.
Baldi- Va a tener que hacerlo señor.
Dr. Expósito- Son quince mil nombres, Baldi.
Baldi- Su tarea es irreemplazable, doctor. Nadie puede... (Se corta. Miedo.)
Dr. Expósito- Hable.
Baldi- Nadie tiene su autoridad como para borrar nombres, señor.
Dr. Expósito- Pero no puedo abrir los párpados. Me duelen, Baldi. Llevo meses
leyendo nóminas. Los nombres me persiguen. Tengo los ojos rojos.
Baldi- Como usted diga, doctor.
Dr. Expósito- ¿Sabe por qué se me han puesto rojos los ojos, Baldi? (Pausa.)
Cada vez que borro un nombres... (Pausa.) ¿Sabía que los nombres sangran,
Baldi?
Baldi- No señor.
Dr. Expósito- Sangran porque se resisten. No quieren desaparecer de la nómina.
Me salpican los ojos.
Baldi- Como usted diga, doctor.
Dr. Expósito- Como si supieran que uno los va a borrar. ¿Entiende?
Baldi- Ya mismo, doctor.
Dr. Expósito- A veces me parece que sufren. ¿Usted sufre, Baldi?
Baldi- Como usted ordene, doctor...
Dr. Expósito- Parecen seres humanos, los nombres. Miles, decenas de miles de
nombres que pasan por mis ojos. Tiemblan. (Pausa. Agobiado, muy humano.) No
doy más.
Baldi- Entiendo, señor.
Dr. Expósito- Baje, Baldi.
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Apagón suave
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