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Amanece 2014

Estandarte a media asta

Quietud en el Baucan

Documentos polvorientos cobran vida

Historia que ha de juzgar

La misma que nos cautiva

Pasión por los documentos

Ilusión por encontrar

La brisa acaricia el Baucan

Leve el movimiento

Intenso ondear

Espadas en alto…

…”va por tí Julián”

Equitum
5

Queridos amigos y amigas:

Iniciamos con este número una nueva etapa, una nueva etapa con
nuevo formato, nuevos contenidos y nuevos colaboradores, una etapa
que comenzamos con muchas ganas y fuerzas renovadas, pero también
una nueva etapa que comienza con dolor y pena, con tristeza y con
amargura, una nueva etapa que comienza con un número que nunca
hubiésemos querido publicar.

Este número, íntegramente, va dedicado a nuestro amigo y


compañero Julián Martos Rodríguez, quien desgraciadamente, falleció
el pasado 28 de noviembre.

Este número querido Julián, va por ti.

Y que mejor manera de homenajearte y recordarte querido amigo,


que recopilando en este primer número del 2014, todos los textos e
investigaciones que has publicado en Abacus, esa revista que vimos
nacer y crecer juntos, con mucho esfuerzo, mucho trabajo, y sobre todo,
mucha ilusión.

Julián Martos, sevillano de nacimiento, valenciano de corazón, y


parisino de adopción, nació en San Juan de Aznalfarache en el año 1956,
desde donde pronto se traslado a su querida Valencia, fijando su
residencia definitiva en París en el año 1996.

Largo y extenso sería el contar toda su andadura por los senderos


y caminos de la Historia, su huella dejada en los estudios de la
documentación templaria, sus trabajos en obras como Codex Templi o
La Gran Guía de la España Templaria, obras editadas por Templespaña
y publicadas por Aguilar, obras en las que tuve el honor y el placer de
compartir páginas y pluma, al igual que hicimos en Abacus…
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Allá donde estés querido amigo, queremos que sepas que tu llama
seguirá brillando en nuestros corazones, tus ganas de vivir nos seguirán
contagiando, y tu pasión y dedicación al estudio de la Orden del
Temple, nos dará la fuerza y coraje para seguir adelante en esta
andadura.

Santiago Soler Seguí.


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Es necesario comenzar con una


advertencia a los lectores: las diferentes
y variadas leyendas nacidas en torno a
la Orden del Temple aparecieron tras su
desaparición y no tienen relación con la
verdadera historia de los templarios,
sino con la historia de los mitos. La
confusión de los dos plantea un
problema.

Como dice el historiador Alain


Demurger:
“La bibliografía del Temple es
superabundante, pero científicamente
dudosa. El Temple alimenta, con los
cátaros y Juana de Arco, uno de los
filones inagotables de la pseudo-
historia, la que tiene por objetivo ofrecer
a los lectores ávidos su ración de
misterios y de secretos.”

No olvidemos que los templarios están


muertos y que es fácil hoy atribuirles
todo y no importa qué. La moda del
esoterismo, que tiende a fundar
hipótesis más que dudosas históricamente, produce un inmenso perjuicio
cultural a los templarios y crea confusiones en la cultura popular. También
es necesario abordar el conocimiento profundo de la Orden del Temple
con rigor y haciendo una estricta selección de obras y cualquier soporte
documental.

Así, con todo conocimiento de causa, conviene remitirse únicamente a los


trabajos de investigadores que tienen una deontología histórica. En
consecuencia, los autores de todos los artículos han realizado una
cuidadosa selección digna de interés y se han basado en trabajos
realizados por investigadores reputados, al igual que nosotros también
somos investigadores estrictos y serios. También hay que advertir que
existen una gran parte de páginas en la web dedicadas al tema de la Orden
del Temple que son poco fiables.

Julián Martos Rodríguez.


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PROVINS

La ciudad de Provins está situada a unos 90 kilómetros al sudeste


de París y a unos 60 kilómetros al noroeste de Troyes. En la Edad Media
era la tercera ciudad de Francia (bien entendido que en la Edad Media,
Francia no ocupaba todo el territorio que hoy día conocemos) y ciudad de
primer plano por la importancia de su industria textil lanera y de sus
ferias. Esta ciudad estaba bajo la autoridad de los condes de Champagne y
era la segunda residencia favorita de éstos, la primera era Troyes.

PEQUEÑA HISTORIA DE PROVINS

Provins posee un Val (valle) y un Châtel (castillo). La ocupación de


la ciudad alta es mucho más antigua que la de la ciudad baja. En efecto, la
primera fué ocupada desde los tiempos más remotos, mientras que la
segunda no era más que una marisma arbolada hasta el final del siglo X.

La ocupación de la ciudad alta remonta, tal vez, a la época


prehistórica. Algunas piedras talladas han sido encontradas en este lugar.
Muy pronto el hombre se instaló en razón de la fácil defensa gracias a un
espolón rocoso rodeado por las marismas por tres partes. Un sólo lado, el
del oeste, al mismo nivel que la llanura, llamada “meseta briard”, era el
único punto vulnerable del castillo. Efectivamente, en diferentes épocas,
fué desde este lado de donde se temía los ataques. De otra parte, la
estrategia no concebía el atravesar las marismas, donde se corría el riesgo
de hundirse en el lodazal y luego el escalar el muro rocoso.
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En el siglo IX se acuñaba la moneda, una pieza del año 850 está


conservada en los Archivos Nacionales de Francia, esto significa que era
una ciudad bastante importante ya que poseía su propia moneda.

Provins fué gobernada por un linaje de condes, llamados los


“Vermandois” y luego por los condes de Champagne, que contribuyeron
bastante a la prosperidad de la ciudad entre los siglos XII y XIII, creando
las ferias de Champagne y construyendo murallas para obtener una mayor
seguridad de la ciudad.

A final del siglo XIII, comenzó el declive de Provins. La última


condesa de Champagne, Juana de Navarra, contrajo matrimonio con el
futuro rey francés Felipe IV “el Hermoso”. A partir de ese momento, el
condado de Champagne, pierde su independencia y forma parte del reino
de Francia.

La ciudad baja tiene un origen religioso. En 996, las reliquias de un


monje mártir, llamado Saint-Ayoul, fueron descubiertas en las marismas,
cerca de una capilla dedicada a Saint-Médard. Un nuevo lugar de
peregrinaje había surgido. Poco a poco se empieza el desecado de las
marismas y la ocupación del bosque. Comenzando una deforestación cada
vez más extensa, permitiendo con ello la construcción de casas, albergues,
etc. para recibir a los fieles. De esta forma nace la ciudad baja.

Esta ciudad baja fué incorporada y amurallada junto con la ciudad


alta a principios del siglo XIII.

LA ORDEN DEL TEMPLE EN PROVINS

Hugues de Payns era de Champagne, como el conde Hugues de


Champagne, que ingresó en la Orden del Temple en 1125.
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Las donaciones atribuidas a la Orden, antes incluso del Concilio de


Troyes, donde se aprobaría la regla, provocaron en seguida una gran
emulación debido a la razón de ser de la Orden, que era la protección de
los lugares Santos y de los peregrinos.

Esta extensión de propiedades de la Orden en Champagne se


produjo al principio en la Castellanía de Sézanne por la donación que hizo
Thibaut conde de Blois y de Champagne de su dominio de Barbonne el 31
de octubre de 1127 [cartulario, charte (carta) XCIII: “De possessionibus apud
Barbonam. In nomine sancte et individue Trinitatis, Patris, et Filii et Spiritus
Sancti. Notum sit omnibus sancte ecclesie Dei fidelibus tam presentibus quam
futuris quatinus ego, Blezencis comes, nomine Theobaldus, Deo militibusque
Templi Salomonis, jure hereditario, domun, videlicet granchiam et pratum, quod
habeo ad Barbunnam, inter Sezenam et Cantemerlum, atque terram uni[us]
caruce karitative co[n]cedo. Deinde vero quod barones mei supradictis militibus
ceterique homines mei dederint de feodo meo, unde servitium meum non amitam,
pro salute anime mee omniumque parentum meorum eis concedo. Hoc autem dedi
atque concessi anno octavo ab i[n]stitutione prenominatorum commilitonum
Christi, in vigilia Omnium Sanctorum, ad Pruvinum »].

En 1164, Henri “el Liberal”, cede sus derechos de peaje (impuestos


sobre las mercancías transportadas en la Edad Media), sobre la lana, los
hilos y otras mercancías vendidas en Provins, contra el pago de una renta
de 10 marcos y medio de plata (cartulaire, chartes LXXXII y XCI).

La fecha exacta de la instalación de la Orden en Provins no se


puede precisar, pero está establecido que al final del siglo XII, la Milicia
poseía dos casas de hermanos: la Encomienda de Val en la parte baja de la
ciudad y la Magdalena en la ciudad alta.

La casa más importante, situada en las afueras de la ciudad baja, era


la Encomienda de Val (valle), al pie de la colina de la Fuente Riante (que
ríe), lugar llamado así en razón de la abundancia de sus aguas vivas. Este
establecimiento disponía de edificios importantes, entre los cuales algunos
almacenes y una capilla contigua al cementerio erigida bajo la invocación
de San Juan. Existen algunos restos, entre ellos “la Fuente de los
Templarios”.
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La “Fuente que Ríe”

El segundo establecimiento, la Madeleine (Magdalena), era una casa


fortificada y situada en la parte norte de la ciudad alta, que debió formar
parte del conjunto de las fortificaciones. En la que todavía existen dos salas
abovedadas de estilo ogival y una torre de ángulo, de los siglos XII o XIII,
llamada “le Tournillon”. (Hoy es una propiedad privada ¿de un japonés?
[según la oficina de Turismo], en pleno trabajo de reconstrucción.
Prohibida la entrada al público, pero por casualidad y despiste de los
obreros, pude entrar y realizar algunas fotos.)

Los animales, al igual que la lana, se vendía cerca de allí, en el


mercado del ganado. En la Magadelena, los Templarios establecieron el
peso de la lana en la ciudad Alta.
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“La encomienda de la Magdalena”


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La casa del Temple, delante de “Sainte-Croix” (Santa Cruz), será


propiedad de la Orden más tarde. Esta casa fué dada por caridad al
Temple por Henri Britaud, vizconde de Provins, con el consentimiento de
su madre Heluis, que la separa de un conjunto designado bajo el nombre
de “Vizcondado de Provins”.

Charte de la condesa María de 1193, en Historia eclesiástica de M.


YTHIER, tomo VII p. 214, 1193 Instalación de los Templarios en Provins. Henri
Bristand y su madre Héloise, dama de Nangis y vizcondesa de Provins, dan a los
Templarios:” la casa del difunto Maestro Etienne, y las plazas que estaban
alrededor, la casa del difunto Hugues de Flandes, siete casas de la gran plaza que
están contiguas, un granero y dos plazas cerca de Santa Cruz, sus prados a cada
lado de la calle de los Prados, tocando a Santa Cruz y al curso de agua.”

Los hermanos del Temple dan a H. Bristand, en compensación de esta


concesión, 300 libras sobre la casa del Temple. Esta casa, llamada “La casa de los
Bristands”, cerca de Santa Cruz, fué cabeza de partido de una encomienda, y una
especie de hospital construido y dotado por la vizcondesa Héloise, donde recibían a
los peregrinos que se dirigían a Jerusalén o que volvían de allí.
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Iglesia de la Santa Cruz


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Estas tres Casas o posesiones, establecieron sólidamente la Orden


en Provins.

Hasta 1225 las donaciones afluyeron, luego se ralentizaron.

Los Pobres Caballeros de Cristo se convirtió en una Orden poderosa


y estimada, pero rica y envidiada. El conde Thibault “le Chansonnier” (el
Cancionista), impugna la legitimidad de algunas de sus posesiones en
Champagne y en Brie. En 1228, este conde hace incautar los bienes en
causa. Los Templarios resistieron sometiendo el asunto a la Santa Sede,
que arbitra en provecho de Thibault: los Caballeros deberán obtener su
consetimiento para validar cada nueva adquisición. Este acuerdo no fué
seguido de ningún efecto, la reina regenta clausurará este asunto en 1255.

El patrimonio de los Templarios de Provins era muy diverso:


tierras, casas, bosques, siervos, diezmos, molinos, rentas, derechos y
franquicias.

Las posesiones útiles de las encomiendas se componían de tierras


en pleno rendimiento, situadas al norte y al sur de Provins, muy pocas al
este.

Al norte, sobre la parroquia de Savigny, los caballeros poseían


veintiocho “arpents” (medida agraria francesa que corresponde entre 42 y
51 áreas), en varias parcelas, y muy cerca, en Gimbrois, y yendo hacia la
casa del Val, en Plessis-poil-de-chien (Plessis pelo de perro), en Saint-
Martin-des-Champs (San Martín de los Campos), en Rouilly campos de
cultivo y de viñas. Buenos viñedos avecinaban sus recintos, en Fleigny, en
Saint-Brice, en Clos-Platel. En Provins, una parte de los terrenos cedidos
por los Britaud eran prados. Entre todos los terrenos, se podría cubrir una
superficie aproximada de cincuenta “arpens”.

Al sur, las propiedades del Temple estaban menos diseminadas. Un


arrendamiento de 1644, relativo a la granja de la Magdalena, le reconoce
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treinta “arpens” de tierras laborables, exentas de diezmos. La mayoría de


estas tierras estaban situadas en Poigny. De este lado, puede ser, hace falta
localizar varias parcelas de tierra. Nombrosas son las plantas de viñas que
las actas del siglo XIII sitúan en el monte Hennepont en territorio de
Poigny.

Hacia el este y sureste, el Temple tenía pocas tierras laborables, un


jardín en Sourdun, algunos “arpents” en Lechelle, un cultivo en Villegruis,
tres porciones en Melz-sur-Seine, y una media jornada de tierra en
Freparoy, comuna de la Motte-Tilly.

El cartulario menciona grandes espacios de arbolado, de donde los


Templarios tenían madera suficiente para las chimeneas y para la
construcción: el tercio del bosque Hunand, cerca de Jouy-le-Châtel,
sesenta y cinco “arpents” en el bosque de Soudun, todo ello exento de
impuestos.

En Provins, la Orden tenía propiedades: calle Courloison (1220),


calle Jouy (1220 y 1234), mercado de caballos (1228), calle Santa Cruz
(1230), cerca del palacio de los condes (1232), en la Fuente que Ríe (1232),
calle Marais (1233), cerca de la puerta de la calzada de la Santa Cruz (1232,
1294), delante de los Carniceros (1234), Buat (1236), la Galeterie (1240),
calle de Changy (1257), gran calle de Provins (1263, 1269), calle de
Buzançois (1294) y calle de la Bretonnerie (1300).

Durante los últimos años de la Orden, el “Censier” (censatario), el


censo de la Encomienda menciona más de setenta posesiones (“Censier du
Temple” cota S 5164 B, legajo 35, nº 2 – Archivos Nacionales de Francia).

Es impropiamente que yo califico bajo el nombre de “Censier del


Temple” el documento conservado bajo la cota en los Archivos Nacionales:
en efecto, el censier, datado de 1385-1386 es evidentemente asociado al
Hospital de San Juan de Jerusalén, la Orden del Temple, en esa fecha,
estaba disuelta hace tiempo. Si el “Cartulario de los Templarios” ha sido
publicado en 1919 por Victor Carrière, los archivos de la antigua
encomienda de Provins, incorporada a la encomienda de la Cruz en Brie
más tarde, quedan hasta aquí poco explotadas. Dos rollos distintos, uno
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para las rentas, fechado en 1385, el otro para el censo, fechado en 1386,
forman el Censier del Hospital; acumulando las posesiones directas del
Temple y del Hospital, es bastante interesante, proporcionan en particular
indicaciones topográficas sobre todo el sector de la Chaussée (calzada)
Santa Cruz, particularmente investida por el Temple desde la donación de
Henri Bristaud en 1193 (citada más arriba).

Su carácter relativamente tardío rinde, por el contrario, su uso


bastante difícil ojeando sus orígenes, en particular del Cartulario.

EXPLOTACION DE LO TEMPORAL

El gobierno temporal de la Encomienda pertenecía al “maître”,


comendador, éste estaba asistido por algunos hermanos, tres o cuatro, no
más. Uno de éstos se encargaba de recibir el “tonlieu” [equivalente al de
“emenda y cuchara”(I Curso de Formación Templaria, Templespaña, vol. 2
-Apogeo y Disolución- pag. 10)], otro se dedicaba a la venta del vino, un
tercero era designado como ecónomo y tenía la custodia de las llaves de la
Encomienda y posiblemente también el control del personal doméstico.
Estos diferentes empleos caracterizan la ramificación de las actividades
particulares de los religiosos afectados a la explotación.

Tenemos que resaltar que en ningún texto habla de un hermano que


se ocupe de los trabajos de la tierra. Los Templarios, propiamente dicho,
nunca fueron agricultores. El trabajo de los campos era incompatible con la
misión de noble caballero, destinado por vocación a combatir al infiel.
Podríamos decir que realizaban un trabajo de dirección y de vigilancia. El
trabajo de la tierra era repartido entre legos y servidores a sueldo. Con su
ayuda, los Templarios, emprendieron la explotación directa de gran parte
de sus dominios.

El Cartulario designa nada menos que veinte hombres o mujeres


trabajadores. La mayoría ocupaban una parcela aislada que ellos mismos
cultivaban. Otros pertenecían, tal vez, al servicio doméstico del
establecimiento. Aquellos que ejercían un trabajo necesario para la
25

alimentación y la indumentaria, zapateros, tejedores, no parecen tener


ninguna tierra.

El siervo no era libre, su señor podía darlo, venderlo o


intercambiarlo. Muchas veces la donación comprende toda la familia del
siervo, sus hijos nacidos o por nacer. En el siglo XIII, la condición de siervo
mejoró e incluso se le reconoce algunos derechos. Por ejemplo, en 1222 el
conde de Champagne se obliga con la gente que cede al Temple y bajo la
garantía del Preceptor de Provins, a no ejercer sobre ellos ningún derecho,
menos el de justicia.

Propietarios de viñedos, los Templarios vendían ellos mismo su


vino. Cuando la cosecha era insificiente, se abastecían de sus vecinos. Este
comercio estaba exento de tonlieu, transporte, entrada y obertura de los
toneles (existía un impuesto por cada tonel que se abría). A pesar de ello,
como la cantidad de vino que ellos producían y comercializaban cada año
era mayor, el conde Thibaud hizo justicia ante las reclamaciones de los
canónigos de Saint-Quiriace, limitando por ello a los Templarios la
franquicia de una cantidad de cuarenta toneles. El derecho de transporte
debía ser cobrado por toda cantidad suplementaria (1268) (Cartulario,
charte CXLVII).

CURIOSIDAD

La Colegiata de Saint-Quiriace, fue edificada en el siglo XII por


voluntad del conde Henri “el Liberal”, sin estar completamente terminada
por las dificultades financieras del reino de Francia bajo Felipe “el
Hermoso”.

Aunque no se conozca ningún texto que haga referencia a la


relación de los Templarios con esta Colegiata, sino todo lo contrario, los
canónigos y los hermanos del Temple estaban constantemente
disputándose uno u otro derecho, por ejemplo como ya he mencionado
arriba con el vino. Podemos observar algo muy curioso nada más entrar y
26

si nos fijamos en el triforio de la parte izquierda en su lado derecho, existe


la escultura de una cabeza ¿Baphomet?
27

Colegiata de Saint-Quiriace, triforio del lado izquierdo, y a la


derecha del triforio, la cabeza.
28

Si en Provins encontramos una buena y rica documentación, y un


insignificante número de edificios, no ocurre lo mismo en Coulommiers:
una buena y rica documentación y una magnífica encomienda con todos
sus edificios al completo.

Vista aérea de la encomienda.

Varios autores han escrito sobre la encomienda, pero no ha habido


nunca un estudio verdaderamente profundo de investigación.
29

Ejemplo: Eugène Mannier, en su libro Les commanderies du Grand


prieuré de France, París 1872, dedica solamente tres páginas a la
encomienda de Coulommiers, referenciándose en los Archivos Nacionales
de Francia, interesándose esencialmente en la Orden del Hospital. Anatole
DAUVERGNE, en su Bulletin du Comité de la langue, de l’histoire et des arts de
France (tomo II, París 1853-1855, páginas 470 a 477), describe la
encomienda, pero no hace referencia a sus fuentes de información. El
Cartulario general de la orden del Temple 1119-1150, publicado en París en
1913 por el marqués de Albo, y completado por una inmensa obra de 71
volúmenes conservados en la Biblioteca Nacional de Francia bajo el título
Cartulario manuscrito de la orden del Temple 1150-1318, es una fuente muy
rica de información, dado que figuran numerosas retranscripciones de
manuscritos cuyos originales han desaparecido de los Archivos Nacionales
de Francia. También podemos citar a Laurent DAILLIEZ, Bibliographie du
Temple (París, 1972), es una fabulosa lista de más de dos mil publicaciones
sobre los templarios, pero no hace referencia a ningún manuscrito.

RESURRECCION DE LA ENCOMIENDA
GRACIAS A UN PUÑADO DE VOLUNTARIOS

La encomienda de Coulommiers fue adquirida por la


municipalidad en 1961, estando condenada a su desaparición por el
proyecto que tenía el ayuntamiento, que era la construcción de viviendas,
un hospital y los institutos, y cuya pretensión era su demolición y la
realización de una carretera para dar acceso directo al nuevo conjunto
urbano.

Hasta 1966, era una explotación agrícola donde los edificios, todos
ellos mutilados, formaban “la granja del Hospital”, bajo este nombre se
inscribe todavía en el catastro.

Gracias a la movilización que hicieron, frente a este salvaje


proyecto, los “Amigos del museo del papel”, proponiendo el alquiler de la
encomienda a la ciudad, propietaria de dicho lugar, llegando con ello a la
firma de un arrendamiento enfitéutico de noventa y nueve años. De esta
30

forma dio comienzo una serie de trabajos, por voluntarios, destrucción de


muros separatorios construidos en el interior de la capilla principalmente
y otras construcciones parásitas adosadas o en el interior de los edificios,
de limpieza, desescombrado y restauración. Después han confiado la
responsabilidad a la asociación “ATAGRIF” Ateliers de Techniques
Anciennes du Groupement Ile de France (Taller de Técnicas Ancianas de la
Agrupación de la Isla de Francia) (La Isla de Francia es el conjunto
formado por la ciudad de París y los departamentos que existen a su
alrededor), la cual se ha instalado de forma definitiva, en la encomienda,
desde el año 1990 y se auto subvenciona gracias a las visitas, a las
exposiciones que realizan, a los talleres escuela de talla de piedra, y a los
talleres escuela que realiza durante los veranos para estudiantes llegados
de todos los países y a las pequeñas ventas de algunos productos. Dado
que no perciben ninguna subvención estatal o departamental. Sólo el
ayuntamiento les ofrece su ayuda con materiales sobrantes de algunas
obras y con medios de transportes para trasladar algunos materiales.
Gracias a estos talleres escuelas y al voluntariado en período vacacional, se
puede observar como, poco a poco, renace y ve de nuevo la luz esta
espléndida encomienda, hoy declarada como Monumento Histórico, a
pesar de que todavía queda mucho, muchísimo trabajo por realizar.

Quiero agradecer aquí la magnífica y grata colaboración de la señora


Sofía LEBLANC, miembro activo de la asociación ATAGRIF, que no sólo
me hizo visitar hasta, casi, los más recónditos lugares de esta fabulosa
Encomienda y que duró unas tres horas, también por su disposición a
facilitarme detalles y documentación.

Patio interior de la Encomienda. Postal de 1900.


31

Derribo de los muros postizos y desescombrado de la capilla. Año 1968.


32

Parte posterior de la capilla y del alojamiento principal de los hermanos


y del comendador. Fotografía del año 1968 y estado actual.
33

Interior de la capilla en la actualidad.


34

Patio interior de la encomienda en la actualidad.

HISTORIA DE LA ENCOMIENDA

La historia de la encomienda de Coulommiers se parece a la


mayoría de las implantadas en Europa. Los Templarios se instalaron en el
siglo XII y construyeron sus encomiendas, es decir, un conjunto de
construcciones a la vez monasterio y hacienda con unos rendimientos, y
destinados a procurarse los fondos para sostener sus acciones en Tierra
Santa. Contrariamente a las encomiendas en contacto con los “infieles” en
Medio-Oriente, España o Portugal, no tienen aquí, por tanto, nada de
actividades militares, excepto la simple noción de seguridad contra los
saqueadores o ladrones. Después de la supresión del Temple en 1312,
todas sus posesiones fueron transmitidas por bula papal a la Orden del
Hospital de San Juan de Jerusalén. En 1789, la revolución francesa dio el
último golpe a una realidad arquitectural, confiscando los bienes y las
posesiones a las órdenes religiosas y al clero, este conjunto ha llegado con
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ello a superar muchas peripecias. A pesar de los dramas pasados, la


encomienda presenta un número impresionante de edificios, incluso la
capilla.

Los historiadores hacen mención a unas novecientas encomiendas,


aproximadamente, del Temple en suelo francés, en el territorio que hoy
conocemos.

Quiero citar aquí las encomiendas que se encuentran en el


departamento de Seine-et-Marne (este departamento, o región, se
encuentra al este de París):

Provins, encomienda mayor de Brie


Baudelu (término de Arbonne-la-Forêt)
Beauvais-en-Gâtinais (término de Grez-sur-Loing)
Bibartault (término de Jouarre)
Chauffour (término de Jouy-le-Châtel)
Choisy (término de Charny)
Dormelles
Fourches-en-Gâtinais (término de La Chapelle-la-Reines)
Savigny-le-Temple
Chevru
Saint-Martin-des-Champs
Coulommiers

De todas estas encomiendas, sólo las tres últimas han conservado


importantes elementos arquitecturales que datan de los Templarios. Las de
Chevru y San Martín han conservado sus capillas. En cuanto a la de
Coulommiers es la más completa de todas, en parte transformada por los
hospitalarios. Laurent DAILLIEZ escribe, en su obra Règles et statuts de
l’ordre du Temple (p. 392): « esta encomienda, que puede ser una de las más
importantes construidas en el norte de Francia, en la que todavía constan
todos los cuerpos de los edificios de este tipo de conjunto arquitectónico”.

Se desconoce la fecha exacta de la instalación de los Templarios en


Coulommiers. Un acta datada de 1147 (sea entre el 12 de junio 1147 y el 10
de abril de 1148) (recordemos aquí que en la Edad Media los años se
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contaban de Pascua a Pascua), menciona una transacción (compositio) entre


el abad Baudouin de Châtillon-sur-Seine y Hubert, prior de “Colomario”.
En esta transacción se encontraba como testigo un Templario “Odo de
Furnis, miles de Templo”. Ernest Petit, el primer editor del acta (Histoire des
ducs de Bourgogne de la race capétienne. París, 1887, tomo II, p. 239-240),
identifica “Colomario” con Colombey-les-Deux-Eglises, mientras que el
marqués de Albon se inclina por Coulommiers (Cartulaire général de l’ordre
du Temple 1119-1150. París, 1913, p. 283, nº CCCLIV). Si creemos en este
último, ésta sería la prueba, puede ser, de la presencia de los Templarios
en estas fechas en Coulommiers, pero de todas formas nada atesta de que
el templario al que se hace mención, estuviera ya instalado en una casa de
la Orden en este lugar.

La primera mención segura de la encomienda de Coulommiers data


de 1173-1174, en el momento que Henri el Liberal, conde palatino de
Troyes, confirma diversas donaciones hechas a la casa del Temple de
Coulommiers por Evrard el Chambrier (oficial mayor de la casa real) y
Ferry de París. Evrard el Chambrier había hecho don de su molino de
Coulommiers con el molinero y un censo de 20 sous (moneda de la época)
de oro por año. Ferry de París, había hecho don, igualmente, de un molino
con dos ruedas (muelas) y una mujer con sus dos hijos. Todos esos bienes
habían formado parte de la viudedad de la condesa (María de Francia, hija
del rey Luis VII, que había recibido, en el momento de su matrimonio con
el conde en 1164, Coulommiers y Jouy en viudedad. En otro, el conde hace
don a los Templarios de Meaux de un hombre de su pertenencia, llamado
Pierre y habitante de Château-Landon. La carta lleva fecha de 1173 [“anno
incarnati verbi millesimo centesimo LXXº IIIº]. El texto literal en latín
comporta la mención “domui de templo apud columberium constitute”, es
decir la “casa del Temple establecida cerca de Coulommiers”. Lo que la
casa del Temple de Coulommiers existe en 1173. El original de este acta
está en los Archivos Nacionales de Francia (K 25, nº 5.12), con copia en el
cartulario de los Templarios de Provins (página 39, col. 1, nº 1: Arch. Nac.
S 5162, nº 25), y ha sido publicada por Jules Tardif (Inventaire et documents
publiés par ordre de l’empereur sous la direction de monsieur le marquis de
Laborde. París, 1866).

Si la casa del Temple, es decir, la encomienda, existe en 1173, es


bastante sorprendente constatar que los Templarios no figuren en el
registro de los feudos del conde de Champagne hacia 1172, en cuanto que
Coulommiers contaba con 68 caballeros (Auguste Longnon, Documents
relatifs au comté de Champagne et de Brie 1172-1361. París, 1901 v. 1)
La encomienda pues, probablemente, haya sido fundada alrededor de
1172-1173.
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En su guía La France des Templiers, Laurent Daillez escribe a


propósito de la encomienda: “La encomienda se establece alrededor de
1160. La capilla fue edificada a principios de la fundación, como lo señala
una bula de Alejandro III del mes de julio de 1173. En 1196 un incendio
destroza completamente la capilla, que fue reconstruida alrededor de
1205-1210, ligeramente en ángulo de la antigua fundación”. Estos datos
pueden parecer valiosos, pero Daillez no aporta ninguna referencia al
respecto. En una visita de este escritor a la encomienda, demuestra que la
fecha de la fundación, seguramente, es falsa y que las demás fechas y
detalles son poco fiables. Como la mención del incendio de la capilla en
1196 que habría sido encontrada, según Daillez, en un texto original
conservado en la biblioteca municipal de Provins. Documento que, una
vez averiguado, no existe. Estoy un poco decepcionado, es una lástima que
este gran escritor sobre el Temple, cometa estos fallos, por lo que me
permito tener algunas reservas sobre las fechas y detalles que él pueda
proporcionar

En el folleto “La commanderie des templiers sur Coulommiers”,


publicado en Coulommiers en 1968, Jean Schelstraete escribe : « En
Coulommiers pues, habían Templarios desde muy pronto, desde 1128 ».
Posteriormente, él ha reconocido tomar a la ligera una frase de Anatole
Dauvergne en su obra “Bulletin du Comité de la langue, de l’histoire et des arts
de France, publicada en 1855, donde precisa tres bienes donados por
Thibaut II de Champagne al Temple, pero no hace referencia a sus fuentes
ni a las fechas de las donaciones, algo que para nosotros es un gran vacío,
dado que en la actualidad no hay ningún texto conocido que haga
mención a dichas donaciones. Pero hay que decir que, Anatole Dauvergne,
era pintor y no un historiador y que ha sido copiado con sus errores por
aquellos que han publicado algo sobre Coulommiers (Ernest Dessaint en
1900 y 1925, Christian Granger en 1957, Jean Schelstraete en 1968, Gérard
Fleury en 1992, etc.), al igual que él copió y resumió lo que había escrito
Martial Cordier poco antes en 1789: “Essai historique et topographique sur la
ville de Coulommiers-en-Brie (Manuscrito comenzado en 1770, compuesto en
1789 y revisado en 1815. Original depositado en la Biblioteca Municipal de
Coulommiers [p. 60 y siguientes]. El pasaje concerniente a la encomienda,
precisa que “es propietaria todavía la Orden de Malta”, lo cual quiere
decir que su redacción es anterior a 1789).

Sólo un historiador, Eugène MANNIER en su obra “Les


commanderies du Grand Prieuré de France” se preocupa al respecto, después
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de haber estudiado los archivos de la encomienda de Coulommiers, que


están depositados en los Archivos Nacionales, cita el documento de 1173
como el más viejo y él deduce: “Los templarios estaban ya establecidos
cuando Henri, conde palatino de Troyes, por sus cartas de 1173, confirma
la donación...”. Es, por tanto, la sola conclusión a la que podemos llegar,
por la ausencia de textos originales anteriores, que la fundación de la
encomienda sería poco antes de esta fecha ¿1172?, dado que, como he
dicho más arriba, los Templarios están ausentes en el registro de los feudos
del conde.

Una vez más me remito a que nos basamos en las actas que existen,
aunque muchas son copias, lo cual no descarta la posibilidad de que otras
actas anteriores hayan desaparecido, como ya ha sucedido en otras
muchas ocasiones, y por desgracia nos encontramos con unas inmensas
lagunas históricas

LA ENCOMIENDA DEL TEMPLE 1173-1307

En 1173, la “casa del Temple de Coulommiers” ha recibido ya en


donación dos molinos. A partir de esta fecha, las donaciones afluyen, en
particular a partir de 1200.

Por acta de 1194 (10 de avril 1194 o 1 de avril 1195) (Original


perdido; copia del siglo XIII: Arch. Nat., S 5162, nº 25; otra copia del siglo
XIV en los Cartularios de Provins, p. 39; copia moderna Bibl. Nat., nuevas
adquisiciones latinas 43, fol. 78), María de Troyes, condesa de Champagne,
confirma la donación, por Pierre Tosquino, de un molino situado en
Coulommiers, a la entrada del castillo, a los hermanos del Temple
(“fratribus templi”). Estos últimos tienen que pagar cada año a Pierre y a
sus descendientes, sobre una cosecha de doce modios y ocho sentarios de
trigo, una vigésima parte, cuyo resultado en la época es de veintiocho
sentarios de avena y el resto de trigo candeal, pagaderos en Navidad.

En 1198 (29 de marzo 1198 o 17 de abril de 1199), sobre un


pergamino pequeño y con el sello lacrado, más o menos en buen estado,
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ecuestre de Thibaut III conde de Champagne, de cera blanca sobre doble


trincha de pergamino (original Arch. Nac. S 5176 nº 2; publicado por G.
RETHORE), Thibaut, conde palatino de Troyes, confirma las donaciones
que Robert de Milly había hecho a los Templarios: el campo de Orgeval
con sus tierras situadas delante de la puerta de Coulommiers, los prados,
los campos de cultivo y las rozas que habían pertenecido a Robert el Gras
(Graso, Gordo), y la tierra situada más arriba del viñedo de los Templarios
(“super vineam fratrum militie templi”). Estos últimos están sometidos a
pagar cada año diez modios de trigo, cinco de trigo candeal y cinco de
avena disponibles en la casa de los Templarios cerca de Coulommiers (“in
domo templariorum juxta columbarios solvendorum”) después de las mieses.
Por lo que, en 1194, los Templarios poseen una granja en la encomienda,
digamos aquí que el nombre granja designa, normalmente, una
explotación agrícola completa.

Por acta de agosto de 1200 (Arch. Nac. S 5176, legajo 18), Thibaut de
Champagne hace saber que Raoul, hijo de Pierre de Aulnoy, confirma la
donación hecha por Robert de Aulnoy, su abuelo, que había dado en pura
y perpetua limosna a los dichos hermanos caballeros el usufructo de su
molino y de todos sus accesorios y utensilios, de Aulnoy (pueblo situado a
dos kilómetros al norte de Coulommiers). La donación, hecha por su
abuelo y mantenida por su padre, quiere decir que, seguramente, es
bastante anterior a 1200.

En octubre 1201 (original, Arch. Nac., S 5176, nº 5, copia moderna


Bibl. Nac.), Robert de Milly confirma la donación hecha a los Templarios
por su hermano Pierre de cuatro modios de trigo, mitad de avena y mitad
de trigo de candeal, del molino de la puerta del castillo de Coulommiers.

En noviembre 1202 (original, Arch. Nac. S 5176 nº 8), Anseau,


obispo de Meaux, confirma la donación por Gilbert de Signy, caballero,
como limosna, por la salud de su alma y la de su hijo Philippe, de su
campo de Arcis y de todo el bosque que el posee alrededor del campo de
Arcis, a los Templarios de Coulommiers (“domui et fratribus templi de
columbario”).

En marzo 1203 (original, Arch. Nac. S 5176, nº 7; copia moderna e


incompleta Bibl. Nac.), en un pergamino pequeño alargado y con el sello
lacrado en cera verde del conde Thibaut III de Champagne, Robert de
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Milly libera a los hermanos del Temple de Coulommiers de los cinco


modios de trigo de candeal y de los cinco modios de avena que ellos le
debían, en razón de la concesión que se les hizo en 1198 (donación citada
más arriba).

En septiembre 1206 (copia del siglo XV, Arch. Nac. S 5865; edición
fragmentada por G. Réthore), Gilbert de Signy hace donación de todas sus
tierras, diezmos y casas que él tenía en Couroy (cerca del pueblo de Signy,
a dos kilómetros al norte de Coulommiers) y también los arbolados que él
poseía a los Templarios de Coulommiers, en perpetua limosna, y es en
presencia de la condesa Blanca de Troyes.

En 1211 (original, Arch. Nac. S 5178, nº 15), venerable hermano


André de Cobor, Gran prior de la caballería del Temple en Francia, hace
saber que Gui de la Grange-Viétin da tres “arpents” (medida agraria entre
42 y 51 áreas) de arbolado cerca de Beaufort, con un censo anual de cuatro
soles seis denarios a percibir sobre una tierra cerca del vivero piscícola de
Chevru.

En 1224 (original, Arch. Nac. S 5178, nº 19), Pierre Duclos cede a los
Templarios de Coulommiers todos sus derechos sobre los bienes de su
sobrino difunto Raoul de Citre (Es decir: renuncia a la herencia de su
sobrino cediéndola a los Templarios).

En 1228, por una copia en latín de un acta (original perdido; copia,


Arch. Nac. S 5863, legajo 34, fol. 200, nº 1), nos da a conocer que Gervais de
Chantauvigny aprueba, consiente y ratifica la donación de seis posadas,
albergues o alojamientos con sus pertenencias, situados en Noisement, que
Gervais de Chantauvigny, su sobrino, ha dado a los hermanos caballeros
del Temple de Coulommiers. Esta propiedad será una de las más
importantes de la encomienda.

El 28 de octubre de 1229 (copia, Arch. Nac. S 5863), Thibaut de


Champagne vende a los Templarios de Coulommiers los privilegios de los
arbolados que ellos poseían en sus dominios por la suma de diez mil libras
de Provins. Ellos eran ya los propietarios, pero esta venta los liberaba de
los impuestos anuales que todavía tenían que pagar.
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En junio 1232, los Templarios reciben una donación muy


importante: “Thibaut, conde palatino de Champagne y de Brie, hace saber
que para quedar libre con los Templarios de Coulommiers de una suma de
94 libras de renta que él les debía todos los años por donación y otras
causas, él les da la cantidad de 400 arpents de tierra que se encuentra en el
bosque de Mahant que le pertenecían. De esta forma se ve liberado para
siempre de la renta que él debía a los hermanos caballeros”. En diciembre
del mismo año completa su donación. “En compensación y por
intercambio cede a perpetuidad 400 arpents de tierra que les asigna a
coger, a saber: 232 arpents y medio en el lugar llamado les Assiettes (los
Platos), entre los arbolados del Temple y las rozas de Robert de Milly,
reconociendo haberles vendido los arbolados que se encuentran también
en esas tierras a los dichos hermanos caballeros, y de los que les libera de
las rentas; más 130 arpents en el bosque de Mahant, entre la tierra de
Bibartault pertenecientes al Temple y los arbolados de Robert de Milly y
los de Saint-Denis (San Dionisio); y en fin 37 arpents y medio del lugar
llamado La Coarde en el camino de Aulnoy a Sarcousses, sin reservarse
ningún derecho sobre los susodichos bienes cedidos”. Estas donaciones,
por tanto, representan un dominio considerable de casi doscientas
hectáreas que el conde de Champagne, Thibaut IV, da a los Templarios de
Coulommiers.

Llegado a este punto, quiero decir que respecto a estas dos últimas
actas, copias, tengo algo de dudas, pues Thibaut IV en 1228 hizo una
reclamación haciendo incautar las posesiones del Temple, como ya
mencioné también en “El Temple en Provins”.

Las donaciones continúan y los Templarios reciben, también, en


resumen:

En mayo 1233, varios modios de grano (trigo de invierno y avena) a


descontar de los diezmos de Doue, que dama Philippe de Paravant y su
hijo Guillaume, caballero, confirman la donación realizada por Lambert de
Sas, padre de dicha Philippe, por la salud de su alma y las de su padre y
de su madre, a Dios y a los caballeros del Temple (Arch. Nac. S 5178, legajo
25).
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Abril 1250, el deán de Coulommiers, Guillaume, atesta que Hugues


de Trois-Maisons (Tres Casas), ha dado a los hermanos Templarios de
Coulommiers (“fratribus militie templi de columbario”) todo aquello que él
poseía en Trois-Maisons. Los Templarios deben, en cambio, pagarle todos
los años mientras viva: tres sentarios de trigo de candeal por la festividad
de Saint Rémy, un sentario por Saint Martin de invierno y un sentario en la
Natividad del Señor (Arch. Nac. S 5176m, legajo 1, pieza 29).

En mayo 1266, Drogon de Saint-Souplet, caballero de la diócesis de


Meaux, y dama Emeline, su mujer, dan y ceden una limosna a perpetuidad
al maestre y a lo hermanos Templarios de Coulommiers de cuatro libras,
trece “sous” y cuatro denarios torneses de renta anual prelevados de los
peajes de Coulommiers, y pagaderos cada año en el octavo de la
Candelaria (Arch. Nac. S 5176, legajo 1, pieza 10).

En febrero 1268, Etienne Tutard, de Coulommiers, da como limosna


a los Templarios, una parcela de prado situada por encima del caserío de
Triangle (Triángulo), cerca de Coulommiers, con todos sus derechos (Arch.
Nac. S 5176, legajo 1, pieza 11).

En marzo 1269, el mismo Tutard da a los Templarios todos sus


bienes muebles e inmuebles en posesión definitiva, en reconocimiento de
las buenas relaciones y de los beneficios recibidos, por él, de los
Templarios (Arch. Nac. S 5176, legajo 1, pieza 14).

En mayo 1272, cesión por intercambio de un diezmo que Jean de


Patras, burgués de Coulommiers, y Marie su mujer, ceden al hermano
Humbert de Peraut, Gran prior y Maestre de las casas del Templo en
Francia, que ellos tenían en la parroquia de Saint-Remy-de-la-Vanne y en
otras partes, y tenían en el feudo de la casa del Temple, en intercambio los
Templarios ceden los bienes a ellos dado por Etienne Tutard, más una
parcela de prado y una cuarta parte de viña, exceptuando una plaza en
Coulommiers, entre la granja de Bertaud Le Clerc (El Clérigo) y el jardín
de Robert Tutard (Arch. Nac. S 5176, legajo 1, pieza 21; copia S 5863, fol.
15-16).
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En junio 1276, cesión por tres hermanos, Chambellan, Félix y Jean, y


su hermana Isabeau, mujer de Landry, de Coulommiers, a los Templarios
de todos los derechos que ellos podían tener y aspirar sobre los bienes
muebles e inmuebles de Etienne Tutard, con promesa de no inquietarlos
nunca. El acta está lacrada en cera verde, con el sello de Guillaume,
preboste de Coulommiers (Arch. Nac. S 5176, legajo 1, pieza 16; copia S
5863, fol. 12).

En enero 1277, todos los bienes y derechos de Jacques, hijo del


difunto Hugues de Mont-Mogier en la ciudad y parroquia de Saint-Rémy-
de-la-Vanne, tierras y lugares convecinos, bien en tierras laborables, hayas,
terrazgos, diezmos, tributos, lotes, rentas y justicia. Este don está hecho a
los Templarios de Coulommiers y de Chevru, pues, a dos encomiendas al
mismo tiempo, Saint-Remy-de-la-Vanne situada a once kilómetros al este
de Coulommiers y ocho al noreste de Chevru (Arch. Nac. S 5176, legajo 1,
pieza 17; copia S 5863, fol. 12-13).

En abril 1281, todos los derechos, nombre, razón, acción y


propiedad que tenían y podían tener sobre los diezmos, trigo candeal,
cebada y centeno, impuestos sobre la gavilla, tierras sujetas al censo anual,
y otras rentas en la parroquia de Saint-Siméon y de Saint-Denis, dos
hermanos, Henry y Jean Jondres de la parroquia de Saint-Rémy-de-Rebais.
La donación está hecha en pura y perpetúa limosna al maestre y a los
hermanos caballeros del Temple en Francia para su casa de Coulommiers,
los donadores se reservan el prado y la casa con sus terrenos alrededor de
ésta (Arch. Nac. S 5863, fol. 159).

En noviembre 1294, Felipe IV el Hermoso (en esa época generoso


con el Temple), y su mujer Juana, reina de Francia y de Navarra, condesa
de Champagne, acuerdan a los Templarios de Brie el derecho de poseer,
con amortización y franquicia de otros débitos, varios bienes
perteneciéndoles por adquisición (Arch. Nac. S 5176, legajo 1, pieza 20;
copia S 5863, fol 14-15).

En 1301, Señora Lore de la Grange-Justain hace fe y ofrenda de tres


“arpens” de arbolado llamados le Buisson de la Grange, situado entre los
caminos de Essette y esta ofrenda es recibida en Coulommiers por el
44

hermano Raoul de Giry, comendador de la bailía de Brie (Arch. Nac. S


5177, legajo 20, pieza 1; copia S 6863, fol. 123).

En octubre 1306, Marguerite, viuda de Jean Brisecolet, dona, deja y


renuncia para siempre a los hermanos de la caballería del Temple en
Coulommiers y a sus sucesores la mitad de una casa que ella tenía, situada
cerca del molino de Osche, dependiendo los censos de los caballeros (Arch.
Nac. S 5176, legajo 18, pieza 26).

También hay que decir que muchas de las donaciones recibidas por
los Templarios eran modestas, realizadas por campesinos, artesanos o
pequeños propietarios en calidad de limosnas por la salvación de sus
almas.

Así es que los bienes acumulados por los Templarios de


Coulommiers, hasta su arresto en 1307, eran considerables e importantes.
Los dominios se extendían en una zona comprendida entre diez y quince
kilómetros alrededor de la Encomienda.

Los Templarios habían organizado su Orden en nueve provincias,


estas mismas en bailías. De cada bailía dependía un cierto número de
casas, llamadas más tarde encomiendas. En el seno de la provincia de
Francia, la encomienda de Coulommiers dependía del Val de Provins,
encomienda de la bailía de Brie, del mismo modo, ésta estaba subordinada
a la Encomienda del Temple de París, Cabeza de partido de la provincia de
Francia, antes de convertirse en la “jefatura” de Francia tras la caída y la
pérdida de Jerusalén y más tarde de San Juan de Acres.

Los archivos igualmente hacen mención muy frecuente de procesos


o de disputas entre los Templarios de Coulommiers y sus vecinos, los
donantes o los herederos, las abadías celosas de sus derechos, etc. Es así
que, en 1237, el Temple de Coulommiers es reconocido culpable de los
daños causados en las tierras de Gérard de Noisemont por la inundación
de las aguas del estanque de Bibertau (Bibartault). Acuerdan como
indemnización un modio de trigo y 30 libras, pero: “Dichos hermanos
podrán hacer enmendar el malecón de su estanque del molino de Bibertau
y tirar, a voluntad, piedras y agua y que los hermanos podrán hacer un
45

muro de separación en el arroyo de Rognon para la conservación de sus


peces.”

En una carta donde están anotadas las propiedades de los


Templarios de Coulommiers, podemos remarcar la presencia de
numerosos estanques, particularmente a lo largo del arroyo del Rognon.
En esas épocas un tanto turbias, la presencia de estanques aportaban una
alimentación mínima pero permanente, mientras que las cosechas estaban
sometidas a la suerte de las guerras o del clima. Recordemos que la Regla
del Temple en sus diferentes versiones y completada por los “retrais” ,
limita el consumo de la carne: “Debería bastaros con comer carne tres
veces a la semana, ... Pues de todos es sabido que la costumbre de comer
carne corrompe el cuerpo” y “Los días que no comen carne deberían tener
dos platos cocinados; pero si se les da queso o pescado...” (J.M. Upton-
Ward, El Código Templario, pag. 40 y 85 (Barcelona, 2000). Es por eso, sin
duda alguna, que encontramos, casi siempre, estanques en las
proximidades de las instalaciones Templarias.

En un documento fechado en octubre de 1252 (Arch. Nac. S 5178,


legajo 25, pieza 1. Resumido S 5863, fol. 157-158), menciona que “los deán
y capítulo de Meaux hacen saber que el conflicto entre los maestres y
hermanos caballeros del Temple de Coulommiers y el prior de Sainte-Foy
(Santa Fe) de dicho lugar, de una parte, y los párrocos y los parroquianos
de la parroquia de Doue, de otra parte, respecto al nuevo diezmo, de dicho
lugar de Doue disputado por una y otra parte, ha sido arreglado a lo
amistoso por los árbitros, que han decidido que tanto los nuevos diezmos
presentes como los siguientes a venir, se repartirán por igual, que los
dichos hermanos del Temple y el prior de Sainte-Foy tendrán la mitad y
los párrocos y parroquianos de Doue tendrán la otra mitad”.

Los documentos conservados en los Archivos Nacionales de


Francia, parcialmente citados anteriormente demuestran que los
Templarios recibían muchos bienes. Ellos cambiaban o compraban otros
bienes con sus rentas, pero ningún texto hace referencia a ninguna venta.
La Regla del Temple prohibía enajenar directa o indirectamente la más
mínima parcela de propiedad. Hacia mediados del siglo XIII, ciertos
comendadores, un poco por toda Francia, dieron un giro a la ley, creando
unos arrendamientos, donde ellos alquilaban tierras incultivables,
teniendo los arrendatarios el cargo de roturar y cultivar la tierra,
haciéndolas productivas y darles un valor, y pagar por ello una renta.
Para poner fin a esta práctica, el gran Maestre obtiene en 1266 del papa
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Clemente IV una bula prohibiendo todo arrendamiento, y declara nulos


todos aquellos realizados anteriormente por los Templarios, dado que es
contrario a la Regla de la Orden.

En lo que concierne Coulommiers, paradójicamente, en las líneas


que le dedica Laurent DAILLIEZ en su obra La France des templiers (París,
Guide Marabout, 1974) (vuelvo a decir aquí que tengo mis reservas y que
hay que poner atención y cuidado al leerlo), él sólo cita un texto sin dar
referencias, ¡claro!: “en marzo 1239, el comendador de Coulommiers con el
consentimiento de su capítulo, realiza un acuerdo con Jacques Fellain,
habitante de Cambrai, para venderle en rentas perpetuas las dos casas
situadas en la ciudad, y todo ello por la suma de doscientas libras
anuales”. Si este texto existe realmente, sería la prueba de que el
comendador de Coulommiers, por lo menos una vez, ha llevado a cabo la
práctica descrita de darle una vuelta a la Regla vendiendo un bien en
rentas.

Entre todos los textos y documentos de los archivos enumerados,


prácticamente ninguno hace referencia a los edificios de la propia
encomienda. Sólo las minutas del proceso nos proporcionan algunos
detalles. Ya que las solas precisiones que conocemos conciernen
esencialmente a las donaciones y por las que podemos constatar que las
propiedades de los Templarios de Coulommiers eran muy importantes, y
por supuesto, en parte, fue la riqueza del patrimonio de todas las
encomiendas de Francia que excitó la codicia de Felipe el Hermoso y de
Guillermo de Nogaret.

Mientras que en Coulommiers los comendadores administran la


vida cotidiana, en Medio Oriente se juega la frágil suerte del reino
cristiano. La muerte de san Luis, en 1270, dando final a la última cruzada,
desde entonces la defensa de Tierra Santa sólo está asegurada por las
órdenes militares: Templarios, Hospitalarios y Teutónicos. Jerusalén de
nuevo fue tomada desde hace tiempo por Saladino, Trípoli cae en manos
de los Sarracenos en 1289 y, a pesar del heroísmo de los Templarios y de
su Maestre, muerto durante el sitio, la caída de Acre marca el final del
reino franco. Tierra Santa perdida, la principal razón de ser de la Orden
del Temple desaparece y los fondos recogidos por las encomiendas de
Occidente no sirven ya para mantener los efectivos y las fortalezas de
Medio Oriente. La inmensa riqueza de la Orden se torna, en parte, inútil a
estos efectos, siendo envidiada por muchos, en particular por el impecune
rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, que había ya confiscado los bienes de
47

los lombardos en 1292, después los bienes de los judíos en 1306. Desde
hace algunos años, el rey propaga discretamente, en particular en torno al
papa (el débil Clemente V, que le debía su elección), diversas difamaciones
concernientes a los Templarios.

DESCRIPCION DE LA ENCOMIENDA

Esta encomienda estaba rodeada por un muro, el cual fue demolido


por el ayuntamiento al realizar las obras de “mejora” de la nueva
urbanización. Muro que fue descubierto por la asociación al comenzar los
trabajos del jardín medieval y que, poco a poco, están levantando de
nuevo.

Entrando en la encomienda a la izquierda, tenemos un gran y


alargado edificio, de donde se deduce que eran las caballerizas, las cuadras
y los establos (habilitado por el ayuntamiento como trastero, almacén, sala
de actos y de fiesta, etc.; por lo que no respetaron en su día nada de la
estructura original del interior al realizar los trabajos de
acondicionamientos a esos fines, y antes de que se reconociera como
monumento histórico).

El edificio a la derecha de la entrada es lo que podía haber sido el


granero, pajar y que posiblemente también servía para realizar algún tipo
de comercio (granero de los diezmos).
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Establos, granero de los diezmos y herrería.

El edificio frente a la entrada, es bien lo que podía haber sido el taller


de forja, herrería y carpintería. Donde se realiza hoy los cursos de talla de
piedra.

El edificio pegado al taller de forja, más bien parece haber estado


habilitado como almacén, granero, etc.

A continuación, un edificio probablemente habitado por la


servidumbre. Perpendicular a éste existe otro, del que dicen podría haber
sido una pocilga.

Seguidamente, un edificio dividido en dos, en medio de la fachada


una torre, un palomar, esta división no se sabe si es posterior, aunque
existen restos del muro de que pudiera ser original, a continuación la sala
capitular y seguidamente en la pared de la izquierda, la puerta que da
directamente acceso a la capilla.

La capilla está dedicada a Santa Ana. Una vez realizado los trabajos
de limpieza del enjalbegado, en la cabecera y en la bovedilla oriental, se
50

han descubierto unos frescos originales de su reluciente época templaria,


datados, aproximadamente, de 1210.
51

Frescos del interior de la capilla.


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El edificio principal o alojamientos, que los miembros de “Atagrif”


denominan como los aposentos del comendador “logis du commandeur”,
el cual me parece demasiado grande y espacioso como para alojar una sola
persona, incluso si tenía algún invitado. Es el único edificio donde, en
todas sus dependencias o habitaciones, hay chimeneas. Una sala espaciosa
en la planta baja donde se puede observar los restos de la existencia de una
gran chimenea, por lo que se deduce que era la cocina; en otro ángulo y en
un receptáculo más pequeño existe la boca de lo que bien podía haber sido
el horno, esta boca está tapada con ladrillos. Este edificio fue reformado
por los hospitalarios hacia el siglo XV, incorporando en ello el ladrillo.
Respetaron en un principio los muros existentes, que todavía se puede ver
desde el interior y adosaron a la entrada un nuevo edificio cuadrado hasta
media altura continuando luego en forma octogonal.
53

Edificio de la servidumbre, en perpendicular la pocilga. Sala


capitular y palomar,
y finalmente los aposentos del comendador.
54

En la encomienda existían dos torres más, una de ellas se encuentra


(todavía, aunque truncada) en el ángulo sur-este del edificio de los
alojamientos y desde esta torre se podía acceder directamente a la capilla,
evitando con ello salir al exterior, al patio, y tener que entrar por la sala
capitular. Hay un detalle que me llamó mucho la atención y es que, en lo
que pudiera ser la base de esta torre (tapado con tablas, para que los niños
no se caigan, ya que donde se encuentra, está medio acondicionado para
ser un taller de artes plásticas para los más pequeños y de modelaje y
escultura para los mayores), hay un orificio, y desde el que se puede ver,
podría ser, da a un túnel o subterráneo.

Entre el edificio de la servidumbre y la pocilga, hay vestigios de lo


que se deduce era una torre, a pesar de ser algo estrecha. Bajando unos
escalones (en el muro a la derecha y en el centro, existe un nicho pequeño,
el que podía acoger una imagen u objeto y en el que unos expertos
realizaron trabajos en busca de algún posible tesoro), accedemos a una sala
cuadrada y posteriormente a otra sala abovedada con una columna
central, que a la vez daba acceso a unos subterráneos. Estos subterráneos
fueron hundidos y enterrados, bien para impedir que los pequeños de la
granja se perdieran por los túneles (cuando la encomienda estaba ocupada
por los granjeros), bien por ser enterrados en ellos el ganado muerto a
consecuencia de la peste. Estos subterráneos no han sido objeto de estudio,
y, según lo que me dijeron, no hay muchas intenciones de realizar ningún
tipo de trabajos, por el momento. Lo que es una verdadera lástima. Hay
ancianos quienes dicen que este túnel llega hasta lo que era la ciudad,
otros lo niegan.
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Antesala y sala abovedada de los subterráneos.


Al fondo podemos ver unos listones y puntales, impidiendo que el
techo del subterráneo se hunda; a partir de ahí, todo es una
incógnita de lo que puede haber más allá.
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57

Pendón Templario, de la “Chronica majorum” de Matthieu Paris, en


1245.
Piedra tumbal de Raimbaud, caballero, comendador del Temple de
Coulommiers en el siglo XIII (Museo departamental de Seine-Maritime,
inventario 1025)
58
59

Capilla y « logis » desde el sur-este, sala Capitular y una parte del jardín
medieval.

Bibliografía.

ALBON, marquis d’. Cartulaire général de l’ordre du Temple, 1119-1150. Paris, 1913.
ALBON, marquis d’. Cartulaire manuscrit de l’ordre du Temple, 1150-1318. (Material
recogido por el marqués d’Albon y formando la continuación de la obra precedente, 71
vol.).

BAPTISTE, Hervé. La comanderie des Templiers de Coulommiers, Vie et Résurrection.


Editions LEFEVRE, 2000.

CARRIERE, Victor. Histoire et cartulaires des templiers de Provins. Paris, 1919.

CORDIER, Michel-Martial. Essai historique et topographique sur la ville de Coulommiers-en-


Brie. (Manuscrito comenzado en 1770, compusto en 1789 y revisado en 1815).

CURZON, Henri de. La Règle du Temple. Paris 1886.

DAILLIEZ, Laurent. Bibliographie du Temple. Paris, C.E.P., 1972.


DAILLIEZ, Laurent. La France des templiers. Paris, Guides Marabout, 1974.
DAILLIEZ, Laurent. Règle et statuts de l’ordre du Temple. 2ª ed., Paris, Dervy, 1996.
60

DAUVERGNE, Anatole. Notice su la chapelle de l’ancienne commanderie de l’Hôpital-sur-


Coulommiers (Seine-et-Marne), ordres du Temple et de Malte, XIIIe siècle. Paris, Bulletin du
comité de la langue, de l’histoire et des arts de France, 1853-1855.

DESSAINT, Ernest. Coulommiers, causeries historiques. Coulommiers, Paul Brodard, 1900

DESSAINT, Ernest. Histoire de Coulommiers. Coulommiers, 1925.

FLEURY, Gérard. La commanderie templière de Coulommiers. Mémoire dactylographié pour


l’Ecole d’architecture Paris-Villemin, 1992. Copia en la biblioteca de A.T.A.G.R.I.F.

GRANGER, Christiane. Les commanderies des templiers en Seine-et-Marne. Diplôme


d’etudes supérieures, 1957.

LONGNON, Auguste. Documents relatifs au comté de Champagne et de Brie (1172-1361).


Paris, 1901-1914.

MANNIER, Eugène. L’ordre de Malte. Les commanderies du Grand prieuré de France d’apres
les documents conservés aux Archives Nationales à Paris. Paris, 1872.

PETIT, Ernest. Histoire des ducs de Bourgogne de la race capétienne. Paris, 1887.

RETHORE, G. La commanderie de Bibartaut et ses dépendences. Meaux, L. Joly, 1887.

UPTON, J. M. El Código Templario. Barcelona, 2000.

SCHELSTRAETE, Jean. La commanderie des templiers de Coulommiers. Coulommiers, Amis


du musée du papier, 1968.

FOTOGRAFIAS .-

La Commanderie des Templiers de Coulommiers, Vie et Résurrection. (Baptiste, Hervé) y Julian


MARTOS.
61

En primer lugar, y a pesar de todo, dar gracias al señor Olivier


DEFORGES, presidente del C.R.E.P.S. “Cercle de Recherche et d´Etudes de
Provins Souterrain” (Círculo de Investigación y de Estudios de Provins
Subterránea), por su colaboración, aunque, en parte, algo pasiva.

Mi interés estaba basado, y aún lo es, en realizar una visita a los


subterráneos algo más profunda y detallada, dado que éstos datan de
tiempos de la Edad Media e incluso anterior. En dichos subterráneos
existen grabados realizados en sus paredes (en una ocasión leí que había
una cruz templaria), de ahí mi curiosidad e interés.

En efecto, el pasado día 25 de febrero tuve un encuentro con el


señor Deforges en los locales del Círculo, su acogida fue agradable y
comenzó a contar la historia de la ciudad de Provins y la supuesta, o mejor
dicho su supuesta, historia de los subterráneos. En la que afirmó que los
Templarios no tenían ninguna relación con los susodichos. Afirmación ésta
que fue negada por un antiguo miembro de este Círculo y compañero del
padre del actual presidente y también gracias a la lectura de un boletín del
Círculo publicado en 1989.

Según el representante del Círculo, los subterráneos no tienen nada


que ver con una red de galerías que se comunican unas con otras, ni de
casas que se comunican entre sí (aunque posteriormente comentó que
existían casas comunicadas y que en algunos casos el tramo a recorrer,
aunque desde el exterior es de escasos metros entre una casa y otra, dura
unos veinte minutos en el subsuelo. Dato algo positivo si se quiere
conseguir despistar a un posible atacante o invasor dentro de ese
laberinto), y que sería una forma tonta de intentar comunicarse o
relacionarse entre los ocupantes de las casas al tener que recorrer tan largo
trecho. Para él tan sólo son canteras de tierra y de piedras, que luego
62

sirvieron como depósitos de mercancías durante las ferias de Provins, y


que los dibujos existentes datan de los siglos XVI y XVIII.

Hay que decir que, incluso hoy, algunos habitantes originarios de


Provins y propietarios de casas o edificios antiguos, al intentar realizar
trabajos de restauración, se encuentran con que existe algún tipo de pozo,
cueva, galería o sala abovedada en el subsuelo. Lo que quiere decir que no
está descubierto ni está a la luz todo lo que puede haber bajo esa ciudad.
63

Dos casas en restauración donde se han encontrado salas


abovedadas y en una de ellas un pozo en forma de embudo inverso.
64

En los locales del “CREPS” hay un plano del conjunto de lo que era
la ciudad alta y la ciudad baja, lo que a veces denominan algunos antiguos
escritores y sobre todo en algunas cartas del “Cartulario del Temple”,
Provins o “Chatel” y el Val (Provins o “Chatel” por la ciudad alta y Val
por la ciudad baja). Y en el que está detallado todos los tramos de
subterraneos diseminados por toda la zona hasta hoy existentes o
descubiertos, unos estudiados y otros muchos por estudiar; al que quería
hacer una foto, contestándome el señor Deforges que estaba prohibido,
dado que es propiedad privada del Círculo y también por el respeto de los
propietarios de las casas donde existen algunos hallazgos.

Lo que sí me permitió fue el realizar una foto a parte del conjunto


de galerías que están abiertas al público; un tramo de esas galerías se
puede visitar acompañados de un guía, cuyo recorrido es de unos 250
metros.
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De estos subterráneos existen muy pocos documentos, los cuales no


aclaran la razón de ser de éstos, por lo que muchas preguntas quedan sin
respuesta, y todo son hipótesis.

La teoría que se baraja y se repite sin cesar, es de que éstos fueron


explotados como canteras, para extraer una tierra de una calidad
particular (tierra de batán) que se necesitaba para el tratado y
desengrasado de la lana. Recordemos aquí que Provins era una de las
ciudades más importantes de producción y comercio de la lana y sus
derivados. Estos son los de la ciudad del “Val”.

Los de la ciudad de Provins o “Chatel”, la teoría es de que eran


canteras para la extracción de piedras para la construcción.

Una de las hipótesis es de que estas excavaciones existían ya antes


de las construcciones de los edificios o casas ¿...? y fueron acondicionadas
por los antepasados temerosos por las invasiones bárbaras y normandas.
Se pueden observar en algunas paredes dibujos antiguos de cultos
paganos de la época franca. Además, parece también que el miedo del año
mil haya favorecido estas excavaciones para servir de refugio. En la red,
hay indicios de esta hipótesis (Boletín del CREPS, Provins 1989).

Este tipo de subterráneo se revela muy útil para servir de refugio y


muy complejo para otra actividad, algunas de las galerías se entrecruzan o
se superponen, existen entradas secretas, ciertos accesos por los pozos de
ventilación están disimulados (observaciones éstas que contradice el señor
Deforges).

Ya, en la Edad Media, la Iglesia prohibía ciertos cultos heréticos.


Numerosos grafitis (dibujos), encontrados en las paredes parecen de estas
creencias paganas. También encontramos dibujos de grupos perseguidos,
tales como los Templarios durante su persecución bajo Felipe “el
Hermoso”. Otros grabados son el fruto de sociedades secretas o grupos
esotéricos, entre ellos, podemos resaltar símbolos francmasónicos.
Actualmente estos dibujos y grabados son estudiados por expertos en
66

simbología, estudio éste que puede durar algunos años (Boletín del
CREPS, Provins 1989) (Datos éstos a los que se opone también el señor
Deforges, salvo lo referente a la francmasonería).
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Si las fotografías fueran de mejor calidad, podríamos ver una cabeza


con barba (¿baphomet?), una cruz con un sol, un sol y un escudo con
cruz.

Algunos subterráneos, como podemos ver más arriba, se componían


de un pasillo principal y salas o pequeños espacios a los lados, y si nos
fijamos en estos espacios, algunos están en disposición decalados (quiero
decir que no están unos frente a otros). También he podido observar que
en muchos de ellos la superficie y el espacio era muy reducido, puedo
decir que entre 4 o 5 metros cuadrados, ello me lleva a la conclusión que
bien podría tratarse de celdas y que algunos de estos subterráneos han
servido de prisión (para el señor Deforges estos espacios eran como
bodegas, trasteros, para guardar mercancías o como escombrero; dado que
si fuesen celdas, los presos podían arañar las paredes y desajustar las rejas,
en razón de las paredes que son calcáreas ¿...?), hay vestigios donde han
habido vigas y puertas, incluso hoy día hay una reja entre dos galerías
superpuestas y otra reja cortando un pequeño pasadizo.
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A pesar de la prohibición, en un principio, de realizar fotos, no


pude resistir la tentación de disparar el flash de vez en cuando.
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Si alguna vez nos paseamos por Provins, a parte de los hermosos


edificios y de las casas de la Edad Media y del Renacimiento, debemos de
dejar de mirar hacia arriba y pensar en mirar hacia abajo de vez en cuando
(soy muy curioso y observador), podemos deleitar nuestros ojos con
hermosas imágenes de bodegas o de salas abovedadas a través de los
respiraderos o de los tragaluces en las bases de las paredes. Las imágenes
siguientes están tomadas desde la calle y la cámara pasada a través de los
barrotes.
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¿Quiénes eran entonces los Templarios? ¿Eran herejes?

Esta extraordinaria colección de graffitis (inscripciones) que hemos


presentado en la revista Archéologie nº 32 (páginas 24-27), es capaz de
esclarecer un poco a esos enigmáticos Templarios.

¿Qué clase de hombres eran? ¿Merecían verdaderamente la


acusación de la que fueron objeto? Parece que esos grafitis nos hagan
entrar de lleno en su intimidad, y nos permitan conocerlos mejor. Los
inquisidores del proceso nos aseguran que los Templarios tenían ritos
extraños en sus recepciones.

El crucifijo era ridiculizado, pisoteado, cubierto de escupitajos, no


siendo el crucificado el Hijo de Dios muerto por los hombres, sino un
hombre como los otros e incluso un criminal.

Sin embargo, ¿qué es lo que vemos en Domme? Esos archivos


secretos, que han permanecido guardados durante 650 años nos revelan,
de repente, en los Templarios un ardiente amor por el Crucifijo. Esos
hombres lo ponían en honor por todas partes de su prisión. Cruces,
crucifijos, escenas de la Crucifixión, abundan y forman como el fondo
mismo de la meditación de los prisioneros. Si han sido amorosamente
grabadas o esculpidas esas imágenes, es con el fin de orar mejor ante ellas.
No escatimaban al crucifijo los honores divinos. No cargaban su frente con
la corona de espinas, sino con la corona gloriosa. Es la corona real o el
nimbo radiante, o el nimbo cruciforme tradicionalmente reservado a Cristo
solamente. La cruz misma está rodeada de honores y de sus brazos salen
78

rayos gloriosos. ¿Es el acto de hombres que, un día solemne, habrían


escupido sobre esta misma cruz, sobre ese mismo crucifijo?.
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Los inquisidores acusaban a los capellanes Templarios de omitir, en


la misa, las palabras de la consagración, lo que equivale a negar la
presencia real de Cristo en la Eucaristía. Parece que baste mirar ese gran
grabado donde Cristo presenta el Pan y el Vino y leer debajo ese magnífico
acto de fe. Mi alimento es Dios, Dios es mi alimento. En verdad lo ha
dicho. Yo creo. Y más abajo en el banco del centinela, la misma y tierna
alusión a la Eucaristía: ¡oh! Dios es mi alimento. O más lejos esa hermosa
hostia al pie de un crucifijo, o también el Grial, la copa de la Preciosa
Sangre que recoge José de Arimatea. ¿Es eso el hecho de despreciar la
Eucaristía?

Los inquisidores acusaban a los Templarios, en el momento de su


recepción en la Orden, de renegar no solamente al Crucifijo, sino también a
la Virgen y a los Santos. ¿Qué nos muestran esos muros? Vírgenes
torpemente esculpidas sin duda, por escultores improvisados, no teniendo
más que, probablemente, un clavo a guisa de cincel y una piedra a guisa
de mazo. ¿Pero esas pobres esculturas, no son más conmovedoras en su
precioso marco? ¿Podríamos no estar emocionados de esta discreta
súplica: Madre de Dios, ruegue por nosotros?. ¿Y no encontramos a San
Miguel y a San Juan los santos patronos de la Orden, y los ángeles en el
Paraíso?

Todo eso no ha sido realizado por las necesidades de la causa; todo


eso es demasiado verdadero y no puede engañar. Los muros nos cuenta la
vida espiritual de los hombres que eran incontestablemente amantes de la
Cruz y de la Eucaristía y de servidores devotos de la Virgen y de los
Santos.

Heréticos

Se les acusaba también de herejía. Acusación capital y temible.


Pero no se ha precisado nunca de qué herejía se trataba.
80

Se ha hablado de monofisismo, de maniqueísmo, de gnosticismo,


de infiltraciones cátaras, de esoterismo por fin. Todo eso hace pensar en el
conocido refrán: “El que quiere ahogar a su perro, le acusa de tener rabia”.

De hecho, nunca se ha probado ni encontrado nada parecido. ¿Y


verdaderamente, no respira aquí toda la fe más ortodoxa, la piedad más
sencilla e incluso la más tierna en esos religiosos que no eran menos
soldados? Lo que adoran, lo que veneran, lo que aman, lo que rezan, es lo
que la Iglesia siempre ha adorado, venerado, amado, rezado y todo lo que
hoy seguimos adorando, venerando, amando, rezando. Ni el menor desvío
en su fe o en su piedad. De ellas se puede decir “Sicut erat in principio”:
Iguales como al principio, iguales ahora, iguales siempre.

Sé bien que algunos querrán, a pesar de todo, encontrar fallos en


esta fe y en esta piedad. Pienso ahora en los que quieren encontrar
esoterismo en todas partes y a toda costa, a base de una comparación falaz,
de comparaciones forzosas, vinculadas por múltiples “tal vez”, formando
el conjunto un andamiaje oscilante en cuya cumbre se instala un =
entonces tiene pluses categóricos, pero que hace pensar en el sorite de los
sofistas. Sin duda ésos no dejarán de encontrar en este conjunto de
graffitis, tal o cual detalle que les parezca sospechoso.

Notarán por ejemplo con satisfacción la presencia del Grial y


octogonal por añadidura. El Grial, nos aseguran, hubiera sido
indudablemente, para algunos por lo menos, un símbolo alquimista.
“Luego” no vacilan en concluir que los Templarios practicaban la
alquimia. Este “luego” es de esos que desafían la lógica cuando parecen
someterse a ella. Que se nos permita una comparación. Digamos por
ejemplo “Los naipes sirven para predecir el futuro; ahora bien, los
jugadores de mus usan naipes, luego buscan predecir el futuro”. La
falsedad del razonamiento salta a la vista. La verdad mucho más sencilla
es que la “búsqueda del Grial” no era a través de las apariencias de la
novela de aventuras – diríamos hoy de capa y espada – incluidas las del
“amor cortés” – más que las manifestaciones del culto que los caballeros
de entonces profesaban a la Sangre Preciosa, y que no hay ninguna razón
de creer que los Templarios hubieran visto en él otra cosa, y se hubieran
preocupado por ensoñaciones metafísicas.
81

¿Alquimistas?

Esta leyenda del Grial, como la recuerda oportunamente M.


Ollivier, encuentra su origen en el reparto del botín después de la toma de
Cesárea, entonces más de un siglo antes de que Chrétien de Troyes lo coja
y lo explote.

Era, se aseguraba, la copa de la Cena, la misma que le sirvió a José


de Arimatea para recoger la sangre de Cristo en la cruz. Si, más tarde, al
principio del siglo XIII Eschenbach hizo de él una piedra misteriosa
(filosofal) dando a su posesor vigor y juventud, vemos en efecto la leyenda
derivar hacia la alquimia. Pero esa misma alquimia ¿no era sólo un
símbolo? ¿Esa piedra no era sólo un “coágulo” de la sangre de Cristo? ¿Y
no son precisamente el cuerpo y la sangre de Cristo lo que pueden
devolver al hombre vigor y juventud?

Si los Templarios “en las horas de descanso con bonitas palabras y


cortesías” que les concedía la Regla (lo que sólo podía ser la lectura de
novelas de caballería), hubieran leído a Eschenbach, sin duda no lo
hubieran entendido de otra forma, ellos que escriben claramente, no lejos
de la imagen del Grial: “Dios es mi alimento”. Para ellos, el Grial, no es
otro que la copa de la sangre de Cristo, que recoge piadosamente José de
Arimatea.

Las figuras simbólicas

Pero otras figuras alertarán también a nuestros hermetistas.

En el gran cuadro de la Eucaristía vemos, con el Sol y la Luna, tres


estrellas. ¿Nada más natural? ¿Pero qué ocurre si una de esas estrellas
tiene ocho radios? He aquí una prueba de esoterismo, diremos pues que la
estrella de ocho radios es la estrella perfecta, la figura de la piedra filosofal,
la estrella hermética, la que da la llave al desciframiento del encasillado
criptográfico... Pero si nuestras estrellas tuvieran la forma heráldica de
82

cinco puntas, nos dirían entonces que se trata del “sello de Salomón”, y
pretenderían sacar otras conclusiones. De todas formas estamos liándonos.
Tanto más que, al mirar bien, una sola de las estrellas tiene ocho radios; las
otras dos tienen nueve ¿Entonces qué concluir? Simplemente que una
estrella ha de tener radios o puntas, si no, no sería una estrella.

Ahora bien, hace falta tomarlas en su contexto, son aquí las


compañeras del Sol y de la Luna, luego sencillamente estrellas. Querer
encontrar a toda costa otra cosa nos parece absolutamente arbitrario. En
cambio, será el contexto el que nos hará reconocer y admitir sin dificultad
que la estrella de ocho radios nos parece en efecto cargada de un sentido
simbólico.

Lo mismo admitiremos que, si algunas de las manos que


encontramos pueden haber sido nada más que un pasatiempos de
soldados, otras como la que figura en la misma saetera, cerca de la espada
y de la estrella, o esa otra que se ve (como anulada del resto por dos trazos
en cruz) al lado de la Bestia-Clemente V, son visiblemente simbólicos.
Simbólico también tal vez, el pequeño cuadrado que se nota en esa misma
figura.

Seríamos menos afirmativos con respecto a la pequeña rayuela


encontrada en el banco de una saetera. Tantos soldados en los cuerpos de
guardia, e incluso monaguillos en las iglesias, han grabado ese dibujo
popular, por lo que podemos poner en duda su origen templario.

Reconozcamos también como figuras simbólicas el recinto que


encierra una cruz, y en otra parte antes de la espada, el doble recinto
encerrando igualmente una cruz. ¿Qué se puede concluir? Simplemente
que los Templarios han usado, como otros muchos, grafismos simbólicos y
un lenguaje de convención. Es un procedimiento que denota a veces
entretenimiento y fantasía, a veces también una prudencia necesaria.

Pero de todas formas, no hay que perder de vista que simbolismo y


lenguaje secreto no son en absoluto sinónimos de esoterismo, es decir de
una iniciación a alguna doctrina escondida y de un lenguaje hermético;
pero podemos emplear por tal o cual motivo un lenguaje hermético sin ser
por lo tanto esotérico.

¿No es el caso de un buen número de prisioneros? Aquí también,


hace falta volver a ponerse en el contexto, y preguntarse, si tal iniciación
puede ser compatible con la fe auténtica y vibrante de la cual esos muros
testigos exponen las pruebas ante nuestros ojos.
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84

En definitiva, los grafitis de Domme nos muestran en los


Templarios a “buenos católicos” como pretenden serlo, como se lo dicen al
Papa, como quieren ser siempre. Buenos católicos, con la fe muy segura,
sin el menor desvío, con la piedad fuerte y tierna de su Orden. No es
exactamente la imagen que la Historia ha querido dejarnos de ellos.

Ni mejores... Ni peores...

Bien está, dirán algunos. Pero nada prueba que todos los
Templarios se hayan parecido a esos de Domme, que hayan tenido la
misma ortodoxia, la misma piedad, la misma sobrenaturalidad, la misma
virtud... Domme no es un caso excepcional, según el cual ¿sería
imprudente juzgar a los Templarios en general? A nuestro turno,
preguntaremos ¿quién puede autorizarnos a ver en el grupo de prisioneros
de Domme una selección de sujetos superiores a la media, más religiosos o
más fervientes?

En efecto podemos juzgar a los Templarios sólo por esos que


conocemos. Ahora bien, conocemos a esos de Domme. ¿No estamos en el
derecho de decir con el poeta: “Ni mejores que unos, ni peores que otros”?
Pues, arrestados todos juntos en la misma redada, no hay razón para
pensar que se haya hecho alguna elección entre ellos. ¿Y según qué normas
se hubiera hecho?. Constatamos por el contrario que los prisioneros de
Domme permanecieron al menos hasta 1318, tanto decir que
probablemente hasta su muerte. Eran por tanto, no inculpados en prisión
preventiva, sino condenados a prisión perpetua, habiendo hecho sus
confesiones. Sabemos qué valor tenían esas confesiones bajo la tortura. No
importa, habían confesado. Se encontraban por tanto en el caso más
común de los Templarios y pueden estar considerados como bien
representativos de la mentalidad media de sus hermanos de religión.

Pero por dicha, conocemos bastante bien otro grupo de prisioneros,


por la hermosa oración que compusieron en su prisión de Sainte-
Geneviève en París. Tenemos pues un punto de comparación. En primer
lugar es a Cristo Crucificado a quien se dirige esta oración “Esos que por
85

tu Pasión y tu humildad enlazas a la madera de la Cruz, redimiéndolos


por tu misericordia, consérvalos, consérvanos...” A continuación la Virgen
“ en honor de quien tu Orden la Orden del Temple ha sido fundada...”
Después es a San Juan también protector del Temple, él “a quien Cristo
tanto ama...” y en su oración, toman a Dios como testigo de la inocencia de
la Orden “a pesar de las calumnias, sabéis bien que nos ha sido echadas en
cara... Tú sabes que somos inocentes de los crímenes que nos imputan...”
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En París como en Domme

Veamos ahora los muros de las torres de Domme. Es el mismo


Crucificado, la misma Virgen, el mismo San Juan que encontramos y la
misma afirmación de inocencia que se manifiesta en la indignación contra
Clemente V. Diríamos que los graffitis en Domme han sido calcados de la
oración de los prisioneros de París. Son, si lo preferimos, su ilustración en
imágenes.

La fe y la piedad de unos y de otros vibraban al unísono, hablaban


el mismo lenguaje, rendían el mismo acento. Ciertamente no es por
casualidad. Hace falta ver el resultado de una misma formación religiosa,
que ha dejado sobre todo, en París como en Domme, la misma huella.

Entonces podemos pensar, parece ser, que tales eran los Templarios
de Domme y de París, tales eran esos de otros lugares y de todas partes.

En cambio, acordamos naturalmente que de los casi tres mil


Templarios que hemos contado en Francia, con otros tantos sargentos y
otros tantos seguidores, bien podría encontrarse algunas ovejas infectas.
Lo contrario sería incluso sorprendente.

Precisamente sabemos que el Gran Maestre velaba con severidad, y


que fue esta justa severidad con respecto a algunos culpables que atrajo
sobre la Orden las denuncias venenosas dictadas por el rencor, y que
Felipe el Hermoso fue demasiado feliz al explotarlas. Eso mismo, prueba
que la Orden hacía su propia vigilancia y mantenía su integridad moral.
Los indignos verdaderamente no debían ser numerosos. Eran ellos la
excepción. De todas formas, lo vemos, no es en Perigord (región donde se
encuentra Domme) donde había que ir a buscarlos.
87

Un extraño proceso

Estamos bien lejos de los soldadotes corrompidos sin fe ni ley que


cierta Historia ha querido mostrarnos. Eso da que pensar, y estamos
obligados a preguntar, una vez más, cómo han podido arrastrar a tales
hombres delante de la Inquisición, por medio de qué maquinación tal
proceso ha podido ser “montado”. Confieso no estar entre esos que creen
en la pureza de los motivos que han guiado a Felipe el Hermoso, ese
príncipe piadoso, nos dicen, que habría actuado por la defensa de la fe. Es
olvidar demasiado fácilmente Anagni y la excomunión de la que el rey fue
entonces afectado. ¿Ejercía sus deberes de cristiano?

Eso no prueba gran cosa, y le hubiera sido bien difícil, si no


imposible, en esta época hacer de otro modo. Las bonitas fórmulas y
declaraciones de propósito no son más que literatura. Y si el rey había
tenido verdaderamente en vista la defensa de la Iglesia, era al Papa a quien
debía haber dejado lo suyo. En realidad, profundamente imbuido de
principios reales, como sus familiares, los Flotte, los Dubois, los Marigny,
los de Plessis y el excomulgado Nogaret, era ya el arquetipo de lo que
llamaríamos hoy el católico anticlerical. El quería que el Papa fuera a su
mano y marchara a su antojo. Y podía disponer ahora, después de
Bonifacio VIII y Benito XI, de un papa francés.

Garantizamos que el proceso de los Templarios no hubiera tenido


lugar si Bonifacio VIII o Benito XI hubiesen vivido. Garantizamos también
que ese proceso no hubiera tenido lugar si Molay, menos celoso con la
independencia del Temple hubiera aceptado la fusión de su Orden con la
del Hospital. Garantizamos que no hubiera habido tampoco lugar si
Molay, más flexible y menos celoso de la independencia del Temple
hubiera aceptado abdicar su rango de Gran Maestre en favor de uno de los
hijos del rey. ¡Nadie duda entonces que el Temple no hubiera sido
engalanado de todas las virtudes!

Además, a los ojos de Felipe el Hermoso, el Temple tenía dos


grandes errores. En un día de motín contra el rey monedero falso, el
Temple donde se había refugiado lo protegió eficazmente, donde había
demostrado su fuerza: y a continuación sacó a flote el tesoro real: haciendo
88

entonces alarde de su riqueza. Fueron dos grandes imprudencias. Fueron


también esos servicios que en política no se perdonan.

Infamia y herejía

Ahora bien, era bien difícil hacer al Temple un proceso político:


precisamente había rendido demasiados servicios al rey. Pero había mejor.
Para derribar a un adversario molesto, en esos tiempos, nada mejor que un
buen proceso religioso. En ese terreno la partida estaba ganada de
antemano.

Entonces hicieron un proceso religioso. Ante una acusación de


infamia y principalmente de herejía, todo acusado estaba perdido. El
código de la jurisprudencia eclesiástica despiadadamente retorcida, se
encargó, por la tortura, de arrancar al acusado todas las confesiones que
querían, ¡“incluso de haber matado a Dios”! decía un Templario con una
negra ironía. Entonces era, por lo menos, la prisión perpetua. Pero si, por
desgracia, el acusado, volviendo sobre sus pasos tenía la audacia de
retractarse, entonces era declarado reincidente, relapso como decían, y era
automáticamente la hoguera. Fue el caso de Jacques de Molay y de otros.

Ciento quince años más tarde, Juana de Arco sufriría la misma


suerte después de un procedimiento indéntico.

Jurídicamente hablando, el proceso de los Templarios fue entonces,


si podemos decirlo, conducido de la forma más correcta. Hoy día
podríamos indignarnos. Pero en esos tiempos, nadie podía asombrarse.

Como corderos al matadero

Sin embargo, lo que es sorprendente, en esta triste historia, es el


silencio de los Templarios. Hace pensar en esa pequeña frase del Evangelio
89

“Y Jesús se calló...” “ para gran sorpresa de Pilatos” además, añade el


narrador sagrado. Para nosotros también, el silencio de los Templarios
parecía sorprendente. Digamos más, nos escandalizaba un poco, como si
contuviese una media confesión, una confesión vergonzosa.

Es una impresión que he sentido por mi parte, durante mucho


tiempo, hasta el día en que, en Domme, los Templarios me hablaron. Sí
ellos se callaron. Pero los graffitis van a hacernos comprender por qué.

Desde el principio del asunto, vemos que los Templarios no


buscaron el esconderse. Molay mismo deseaba una investigación que
lavara al Temple de las calumnias expandidas. Nada hubiera sido más
fácil, para él, mientras que, prácticamente, estaba advertido de lo que se
tramaba, que de poner tierra por medio. Todo lo contrario, la misma
víspera de la arrestación, acompañaba protocolariamente al rey a la iglesia
de los Jacobinos, para el funeral de Catherine de Courtenay, cuñada del
rey, mujer de su hermano menor, Carlos, conde de Valois. Pero Molay no
podía sospechar el giro que tomaría la “investigación”.

Por lo mismo está fuera de dudas que los Templarios, si hubieran


querido, estaban a la altura de resistir. Pero hubiera hecho falta tirar de la
espada. Sin embargo, un Templario no sacaba la espada contra un
cristiano: así lo quería la Regla. Otra regla que no era la del Temple, pero
que regía toda la caballería, estipulaba en el cuarteto conocido:

A Dios mi alma

Mi cuerpo al rey

Mi corazón a mi Señora

Mi honor a mí

Sus cuerpos eran al rey. Eso no se discutía. Y luego, intentemos un


poco, para comprender, meternos al menos un poco en el lugar de esos
prisioneros. De tal manera tenían consciencia de su inocencia, que no
resentían ningún temor; la acción perpetrada contra ellos debió parecerles
90

como el resultado de un error inverosímil, que se aclararía pronto o el


resultado de una maldad, que sólo podría acabar con el
desenmascaramiento de sus autores.

Se podría decir que la gran culpa de los Templarios (“una culpa


más grave que un crimen”, habría dicho Talleyrand), fue creer que bastaba
con ser inocentes para no tener nada que temer de la Justicia. Se
encargarían pronto de desengañarles.

El Soberano Pontífice les hizo llegar, por lo demás, inmediatamente


(en un plazo de tres días), las mejores promesas de un desenlace feliz de
ese asunto; pidiéndoles que no se desanimaran, que no pensaran siquiera
en huir. A pesar de todo el tiempo transcurría, los interrogatorios ¡y qué
interrogatorios! comenzaban. Sólo fue poco a poco, después de que pasara
el primer momento de estupor, que la realidad se mostró y que los
prisioneros comprendieron que “era serio”.

La vía del Calvario

Entonces esos hombres piadosos se resignaron, considerando su


penosa situación como una prueba. Acostumbrados a volver siempre sus
miradas hacia Jerusalén que añoraban, orientaron muy naturalmente su
meditación hacia el Calvario. El Maestro les llamaba para sufrirlo con El.
No esquivaron su llamada. Es lo que nos dicen las cruces, los crucifijos,
esas crucifixiones, esos grupos de tres cruces del Gólgota, que
encontramos en todas partes y hasta esa evocación del Viernes Santo que
nos ha parecido en primer lugar enigmática. Esos hombres rudos y
orgullosos, pero profundamente moldeados por la ascesis del Templo, se
entregan de todo corazón en la vía del Sacrificio, la vía del Calvario, la vía
de la Cruz.

He aquí lo que nos han hecho comprender todas esas imágenes; y


sólo eso puede explicarlas. Aquí también, como si se hubieran puesto de
acuerdo, traducen en imágenes los pensamientos y los rezos de sus
hermanos prisioneros como ellos en Sainte-Geneviève: “Oh nuestro
Redentor y Defensor, a los que por tu Pasión y tu Humildad encadenas a
91

la madera de la Cruz, redimiéndoles por Tu misericordia, consérvales,


consérvanos”. Ahora comprendemos su estado de espíritu, su estado de
ánimo.

Nos lo dicen estos muros con todas esas cruces, todos esos crucifijos
que graban pacientemente, que graban todavía donde hay algún sitio libre,
los prisioneros, un poco más cada día, se dejan encadenar por el Maestro a
la madera de la Cruz.

Y como el Maestro ante Pilatos y en la Cruz, callan. El silencio es


una forma de obediencia. “Paratus in on nibus obedire”, dice todavía la
Regla. Obedecen callándose. Se dejan llevar “como corderos al matadero”
según la expresión de uno de ellos, como el Maestro, siempre, “sicut ovis
ad occisionem dentus est” (Is. LIII, 7; He. VIII, 32), es decir sin quejarse. Se
dejan humillar, torturar moral y físicamente, sufriéndolo todo con la
intención de obedecer a la Insondable Voluntad Divina. Es muy notable
que ninguno de ellos exhale una queja personal. Una oración solamente,
desgarradora por lo demás: Madre de Dios, ruega por mí.

Fue ante estos muros cubiertos de esos innumerables crucifijos


cuando comprendí el silencio de los Templarios.
92

Una santa cólera

Pero el día en el cual, dejando de atacar sólo a las personas, se llega


a atacar directamente a la Orden, entonces todo cambia.

Esos hombres enérgicos que hasta allí habían logrado controlar su


cólera, mientras sólo estuvieron en tela de juicio su honor personal y su
vida, se consideran libres de toda obligación el día en que se toca el honor
y la vida de la Orden.

Ante la abolición de esta última por Clemente V, esos hombres,


hasta entonces mudos y dóciles, dan rienda suelta a su cólera de repente.
Los corderos se vuelven rabiosos. Porque eso es para ellos el escándalo de
los escándalos, “la abominación de la desolación en el Templo” vaticinada
por el profeta Daniel (IX, 27). ¡Tocar a la Orden! ¡A la Orden de Nuestra
Señora! ¡A la Orden de San Bernardo! ¡A la Orden, gloria y pilar de la
Cristiandad! ¡A la Orden, su única razón de vivir y su único orgullo!
¡Quitarles “el Manto” con el cual ni siquiera tendrían el consuelo de ser
amortajados un día!

Fue entonces un concierto de indignaciones, de cólera, de rabia y de


desesperación. Hasta entonces habían oprimido su corazón. Ahora que
está abolida la Orden, ahora que por eso mismo se encuentran libres de
todos sus votos y de la Obediencia y del Silencio, ahora que la libertad de
maldecir, a falta de otra, se les ha devuelto, entonces no dejan de usarla
para maldecir a los perseguidores de la Orden. Los puños se crispan ante
la atroz caricatura de Clemente V mientras un violento clamor de
imprecaciones estalla bajo las bóvedas de esta prisión: ¿“Quis tantus
plagor ad auras”? ¿Qué inmenso clamor sube entonces hasta los cielos?
Pero este clamor no sube más arriba de las bóvedas, no va más allá de los
muros. Estos por lo menos lo graban y como una banda sonora nos la
restituyen fielmente hoy.
93

El Papa y el Rey

Podemos pensar que es en 1312 cuando se inscriben en ellos la


caricatura de Clemente V y la hidra de dos cabezas de Clemente V y de
Felipe IV el Hermoso, cuando se comunicó a los prisioneros la Bula de la
abolición de la Orden; tal vez también en 1314 cuando murió Clemente V,
un mes después del suplicio de Jacques de Molay.

La muerte de la Bestia, bajo los golpes de San Miguel, patrón de la


Orden, tendría entonces un acento de revancha. Los prisioneros,
comprendámoslo, atravesaron un terrible drama de consciencia, que por lo
demás no parece haber mermado su fe en nada. Pero pensaron que por
haber perpretado tal crimen, Clemente V, el destructor del Temple no
podría ser sino el satélite de Satán, la “Bestia” del Apocalipsis, peor
todavía, el Anticristo en persona.

No sabemos como pudo transcurrir en el otro mundo, el encuentro


de Clemente V y de Felipe el Hermoso, con Jacques de Molay y los
Templarios. Debió de ser tumultuoso y necesitar la colocación de un
94

servicio de orden importante de legiones de ángeles. Por supuesto no


sabemos cual pudo ser la sentencia divina. Pero si los clamores de los
Templarios del cielo contestaron a los que hacían subir sus hermanos
todavía prisioneros en la tierra, ¡debió de ser, a pesar de la majestad del
protocolo celeste, un gran alboroto en el Paraíso!

Es bueno, es saludable, oír por fin a los Templarios clamar su


revuelta y su asco, exhalar su rencor, poner en la picota a Clemente V y a
Felipe el Hermoso. ¡Pues no se confesaban culpables, y exigían venganza
al Cielo! Esta cólera alivia y es buena, aún si es injusta. Hace falta
perdonarles este exceso de cólera. Sólo el amor de la Orden ha podido
incitarlos.

Su confianza en la Orden se mantenía intacta. Es sobre todo lo que


hay que recordar de su actitud. Si hubieran tenido la menor duda en
cuanto a la pureza de la Orden, hubieran agachado la cabeza
sencillamente, y llorado.

Por otra parte, en la oscuridad de su prisión, podían hacerse una


idea de las dificultades más o menos inextricables en las cuales se debatía
Clemente V poco a poco aprisionado en las redes de Felipe el Hermoso,
quien siendo a la iniciativa de un asunto que le hubiera tenido que
incumbir nada más que al Papa, y habiéndolo llevado a su manera,
acorralaba ahora al Papa, y le ponía en una situación difícil ante el mundo
cristiano.

El problema, cuyo objetivo eran los Templarios, era complejo. ¿Se


ha reflexionado sobre las consecuencias que hubiera acarreado la
absolución de los Templarios? ¿No hubiera sido por ese hecho la condena
del Rey y a los ojos del mundo entero la ostentación de su vergüenza? Las
hogueras de sus víctimas hubieran reclamado venganza. ¿Cómo, bajo ese
golpe, hubiera reaccionado Felipe el Hermoso? Lo podemos imaginar.

Era entonces la excomunión, el entredicho sobre el reino, las


consciencias perturbadas, el Papado prisionero en Francia, los peores
extremos tal vez. Un Bonifacio VIII hubiera hecho frente. Clemente V se
95

doblegó. Pero se doblegó “como un gascón” (de Gasconia) como hubiera


dicho el Cardenal Mathieu Rosso de los Orsini.

Por lo que tomó en cuenta el interés general, abolió la Orden, pero


autoritariamente, sin juicio, entonces sin condena. Con eso pensaba evitar
lo peor, sin conceder al Rey la condena que este último creía tener. Fue sin
duda muy astuto.

¿Pero los prisioneros de Domme podían entender tantas


sutilidades? Sólo podían ver una cosa, que la Orden era sacrificada
injustamente. Se podía contestar que no se había absuelto, y que quedaba
bajo el peso de las acusaciones más infamantes.

El “Destructor”

Los Templarios vieron en Clemente V al Anticristo.

Dante, este gran panfletario, en la misma época, se había limitado a


asignarle un lugar en el infierno de los simoníacos. “Vendrá del poniente
un Pastor sin ley... el cual será flexible al rey que rige Francia.”

Aludía a la leyenda, según la cual Bertrand de Goth hubiera


aceptado algunas condiciones en premio al apoyo del rey en la elección del
nuevo Papa. Este pacto simoníaco hubiera sido concluido sin testigos,
entonces, ¿qué se sabe de él? en un bosque de los alrededores de St. Jean
de Angély. Se trataba del Priorato de la Fayolle, en medio del bosque de
Essouvert. Esta leyenda, ya muy sospechosa y llena de inverosimilitudes,
resultó desmentida cuando se encontró el cuaderno de viajes de Bertrand
de Goth. El futuro Papa no se encontraba en Saintonge en la fecha
señalada, sino en Lusignan en Poitou, y no fue a St. Jean de Angély.
96

Los historiadores no han dejado de divulgar esa leyenda que ya


circulaba en vida de Clemente V. Es posible que haya llegado a oídos de
los Templarios, Clemente V, al final, era por lo menos sospechoso de
complacencia exclusiva hacia Felipe el Hermoso, y su prestigio ya estaba
mermado.

Los Templarios que habían creído en sus promesas de solicitud, al


principio del asunto, habían perdido toda confianza en él. Cuando llegó
bruscamente la abolición de la Orden, su desafecto se volvió en odio y
Clemente V, para ellos, no fue más que el Anticristo.

¿Cuál fue la suerte final de los Templarios en Domme? Es probable


que murieran sin ruido, uno detrás de otro en su cárcel. La última fecha
que hemos notado es la de 1320. Y sin duda no eran muy jóvenes en el
momento de su arresto en 1307. Y se envejece rápido en prisión.

Se fueron, rezando con toda su alma a Cristo y a la buena Virgen, y


a San Juan y a San Miguel..., llevándose a la tumba una fidelidad feroz a la
Orden del Temple y un odio no menos sólido hacia el que era su
“Destructor”.

Una botella al mar...

Cuando la Providencia que ayuda a veces a los investigadores, me


puso entre las manos este extaordinario tesoro de graffitis, a medida que
entendía mejor su sentido, que descubría más claramente el drama que se
había desarrollado en esta cárcel, estuve, lo confieso, profundamente
emocionado, tanto como lo estuve, hace unos diez años, ante gritos de
angustia y de fidelidad, de otros prisioneros, Protestantes detenidos en la
vieja forja de Brouage.
97

Pero también entendí que allí había más que un recuerdo, por muy
emocionante, por muy patético que fuera, pero un documento, un
documento vivo, dándonos un reflejo exacto del alma de los Templarios y
haciéndonos conocer mejor su comportamiento, que todos los libracos
tendenciosos, que los interrogatorios falaces, que las confesiones dictadas
bajo la tortura. Este documento es un testimonio a favor para echarlo como
“un hecho nuevo” al dossier de ese desafortunado juicio. Entendí por fin,
que este documento era también un mensaje, un viejo mensaje de 650 años.
En estas torres de bóvedas derrumbadas y abiertas, los muros intactos han
conservado este mensaje y nos lo restituyen hoy.

Han grabado día tras día, como en una sucesión de instantáneas, el


pensamiento, la vida, la larga resignación y la revuelta por fin de los
desdichados seguros de su inocencia que esperaban allí el cumplimiento
de su destino. Es todo eso lo que resurge ante nosotros como después de
una larga hibernación.

Como unos náufragos en perdición que arrojan una botella al mar,


por si acaso, sin saber ni donde ni cuando abordará, ni por quien será
recuperada, aún si no llegase nunca, así, esos prisioneros que sabían que
no volverían nunca a ver la luz de la libertad, confiaron su mensaje a los
muros de su prisión, únicos testigos de su Calvario y de su agonía.

Cruces repetidas en todas partes...

Es el mensaje de hombres de una fe robusta y pura, de un


sobrenatural notable, que no ha podido resistir sin embargo a la iniquidad
que venía precisamente de ese en el cual reposaban su confianza y sus
esperanzas, de hombres que habían aceptado ser golpeados por las
Potencias de la Tierra, pero que no han podido comprender, en la sencillez
de su lógica, que el golpe pudiera ser atestado por el representante de
Cristo, del Jefe a quien servían. Sublevados entonces, han llamado del
Papa a Dios.
98

Semejante drama se ha repetido desde entonces en la historia.

Este mensaje del cual iba a ser el depositario, ¿podría hundirlo de


nuevo en las mazmorras del Pasado? ¿Podía esconder esta luz? ¿Podía
negarme a entregar estos documentos a los archivos de la Historia? ¿Acaso
los Templarios de allí arriba me lo hubieran perdonado alguna vez?

Pienso que nadie, en adelante, debería sentirse con el derecho de


escribir sobre los Templarios sin haber hecho, antes, el peregrinaje a
Domme.
99

En cuanto los templarios, en posesión de numerosos dominios en


Europa occidental, decidieron instalar, a imagen de Oriente, su
“Convento” o “Casa Madre”, no dudaron mucho sobre la elección del
lugar.

España, tierra desolada y poco segura a causa de la Reconquista, no


era buena elección. Tomar, en la Extremadura portuguesa, tenía un acceso
bastante difícil. Italia se encontraba inmersa en constantes conflictos entre
las diferentes casas nobiliarias, tan graves que el Papa Eugenio III se vio
obligado a entregar Roma al famoso Arnaud de Brescia y a refugiarse en
Tusculum, donde recibió a Luis VII y a su esposa Alienor, que regresaban
de las cruzadas, en 1149. Inglaterra –Londres–, que por una parte era una
isla y por otra quizás un poco septentrional, tampoco podía ser una buena
elección: después de la muerte de Enrique I “Beauclerc”1, el pequeño de
los hijos de Guillermo “El Conquistador” y de Matilde de Flandes, último
rey normando de Albión –muerto en 1135 a consecuencia de una
indigestión de lamprea–, Inglaterra se encontraba dividida en dos
facciones: los partidarios de Esteban de Blois, nieto por parte de su madre
Adela del vencedor de la batalla de Hastings y que incumplió su
juramento de fidelidad haciéndose coronar rey por Guillermo, arzobispo
de Canterbury, el 26 de diciembre; y los partidarios de Matilde “La
Emperatriz”, hija de Beauclerc y esposa en segundas nupcias de Geoffroy
Plantagenet, conde de Anjou y de Maine, que estaba apoyado por su
hermanastro natural Roberto, Conde de Gloucester. Esta oposición y
guerra de poder estaba mal vista por la Orden del Temple.

De cualquier modo, al fin y al cabo, el origen de los caballeros


fundadores de la Orden del Temple y sus primeros sucesores ¿no era

1
Beaucler: el hermoso clérigo o sabio; aunque en ocasiones se traduzca de manera incorrecta al
español como el buen padre o cura. En francés “Beau” significa hermoso, guapo, sabio. La
palabra francesa “Bon” se define como bueno.
100

francés? Por lo dicho en las anteriores líneas, entre las capitales de los
reinos europeos solamente quedaba París, donde además los reyes
capetianos –o Capetos– sostenían y apoyaban a la Orden, para crear e
instituir su “Convento” o “Casa Madre”.

Es a Luis VII a quien podemos atribuir la primera donación de


importantes terrenos no cultivados –incultos– extramuros de la ciudad, en
el transcurso de la década de 1140 a 1150, a la Orden del Temple. El 27 de
abril de 1147 se celebró capítulo con la presencia del monarca y del Papa.
Luis se disponía por aquel entonces a ir a las Cruzadas, concretamente el
12 de Mayo de 1147. Con posterioridad, en 1152, una carta real calificaría a
los caballeros templarios como “defensores de la Iglesia en Oriente”.

Pero, ¿qué es lo que poseían en aquellos años? Una capilla, sin duda
alguna, y tal vez un edificio para alojar a los hermanos; nada más.

Grabado de la casa del Temple de París.


101

Entre 1160 y 1165 se genera cierta diferencia entre el rey y la Orden;


Enrique “el Joven”, hijo de Alienor de Aquitania y de Enrique II
Plantagenet, nombrado soberano de Inglaterra en 1154, estaba
comprometido, por mediación de Tomás Becker, con Margarita de Francia,
hija de Luis VII y de su segunda esposa Constancia de Castilla. El Vexin
normando, y por ende de Gisors, constituía la dote de la princesa y su
custodia fue confiada a los templarios.

Enrique II había precipitado el matrimonio de los dos infantes.


Bertrand de Blanquefort, que había recibido de Luis el privilegio,
transmisible a sus sucesores, de llevar el título de “Gran Maestre por la
Gracia de Dios” entregó en seguida el Vexin al rey de Inglaterra.
Posteriormente, el nacimiento de Felipe II “Augusto” destruía el sueño
angevino de ver un día a un miembro de la dinastía Plantagenet subir al
trono de Francia… a menos que el heredero real no sobreviviera. Luis VII
se sintió traicionado y expulsó a los templarios de su Casa de París.
Después de algunas disputas, con respecto a las fronteras de los dos
Vexins, acabó por resignarse y los templarios pudieron instalarse de nuevo
en la Villeneuve –ciudad nueva o nueva ciudad–.

El 20 de septiembre de 1187, Saladino toma Jerusalén. Hizo derribar


la gran cruz dorada que los cruzados habían colocado sobre la mezquita
de Omar, pero mostrando en todo momento una actitud caballeresca y
humanitaria que causan asombro entre los cronistas cristianos. Había,
entre otros, doscientos francos que conocieron a Godefroy de Bouillon;
conmovido Saladino, ordena que sus días terminaran en paz en la Ciudad
Santa y que fueran provistos de cuanto necesitaran. Hizo buscar a los
desaparecidos y entregó los supervivientes a sus mujeres e hijos sin
reclamar rescate alguno. Pero la pérdida de Jerusalén fue un duro golpe
para Occidente e incluso el Papa Urbano III murió, según cuentan las
crónicas, de tristeza.
102

Detalle de una de las torres del Temple de París.

Con un sentido pragmático, la Orden del Temple no consideró


Chipre como un refugio seguro y definitivo: la actitud de sus habitantes un
siglo antes, cuando la compraron y luego restituyeron a Ricardo Corazón
de León, era poco prometedora. Esta decisión les llevó a hacer de la
Villeneuve una verdadera fortaleza. En 1205 Eudes, obispo de París, –el
arzobispado del que dependía la capital estaba en Sens– habla por primera
vez de la Casa del Temple. Desde el año 1211 el preceptor Holdoin alquila
algunas casas en el recinto. La torre cuadrada, llamada del César, habría
sido edificada a finales del siglo XII y la “gran torre” a principios del XIII,
bajo la supervisión del hermano Hubert, muerto en 1222 2 . Las “torres
pequeñas” que la flanqueaba era posterior.

2
Felibien. Historia de París.
103

Un acontecimiento nos demuestra que desde 1194 los edificios y


fortificaciones eran ya bastante importantes: el 3 de julio, entre Fréteval y
Blois, no lejos de Vendome –según Rigord– el ejército de Felipe II fue
asaltado y desecho por el de Ricardo Corazón de León. Al igual que sus
antecesores, Felipe II, cuando estaba en campaña, llevaba con él seis
carretas conteniendo los archivos y los tesoros del reino. Pero en esta
ocasión éstas cayeron en manos del rey Plantagenet. La rabia y la
desolación del capeto fueron extremas, quien continuamente repetía:
“Mejor prefiero dar diez de mis mejores ciudades antes que perder este
gran tesoro.” Pero el oficial mayor de la casa real, Gauthier de Villeleón,
devuelve la calma al rey. Cierto: las piedras preciosas y las joyas se
perdieron; sin embargo, desde hacía años había hecho copiar en secreto
todos los documentos bajo su custodia a los monjes, documentos que
podían revestir cierta importancia histórica y sobre los que garantizó haber
efectuado él mismo un férreo control para evitar todo error o falsificación.
El rey, aliviado, decidió desde entonces que ningún documento quedase
sin copia. A semejanza de los romanos, Villeleón repartió las copias en
diferentes lugares: los tratados de paz en la capellanía San Benito, las actas
de matrimonio en la cripta de Saint-Denis (San Dionisio), los capitularios
en Cluny, los libros de finanzas en Saint-Germain-des-Champs... Bajo el
consejo de su gran oficial mayor, Felipe decide reagrupar todas esas actas
y confiarlas al Padre Garín, religioso del Temple y que posteriormente
sería obispo de Senlis y Canciller. El clérigo Esteban de Gault ayudaba en
este trabajo. Los primeros archivos fueron depositados en el Temple poco
después del desastre de Fréteval.

Todo ello se convirtió en el “Tesoro de Archivos” que fue


transferido a la Santa Capilla por orden de Luis IX (San Luis) hasta la
revolución francesa –de cualquier modo, una parte del tesoro privado y
algunos archivos fueron guardados en el Louvre desde el siglo XIV–.

La Villeneuve quedó fuera de los muros del recinto edificado por


Felipe Augusto; posteriormente será incorporada bajo el reinado de Carlos
V. Delimitada por las calles llamadas hoy Charlot, del Temple, de
Vendome, de la Corderie, en ese barrio fangoso al que todavía se llama
Marisma. Era una ciudad cerrada y rodeada de altos muros almenados,
flanqueados por torres redondas.
104

El Temple recibió por parte de Felipe II nuevos privilegios como el


derecho de la alta3, media4 y baja5 justicia. Los caballeros y los habitantes
estaban exentos además “de toda exención de bastante importancia:
expedición militar, cabalgadas, de peaje –impuesto sobre las mercancías
transportadas– y otras muchas”. La censiva –tierras sometidas al impuesto
anual del censo, bien en especie o en metálico– se extendía hasta el sur de
Ménilmontant y de Charonne.

La Gran Torre estaba construida sobre un plano cuadrado con


torrecillas redondas en los ángulos. Tenía cuatro plantas y una altura de
alrededor de cincuenta metros. Los armazones de los tejados fueron
añadidos con posterioridad. Tres de las torres estaban compuestas por
gabinetes o despachos mientras que la cuarta contenía una escalera en
espiral que comunicaba con las otras tres y sus diferentes plantas. El
claustro estaba compuesto por una gran sala de reunión –sala capitular– y
una capilla circular que databa del siglo XII, adosada a un campanario de
dos plantas y terminado en flecha piramidal. Estaba rodeada por un
deambulatorio anular de seis metros de ancho. Seis pilares y seis pilastras
sostenían la cúpula. En el siglo XIII se añadió un coro rectangular sin nave
que terminaba en un muro gótico. El soportal era una copia del de la Santa
Capilla y databa, al igual que el ábside, de la época de Felipe III “el Hardi”.
Más tarde, entre los siglos XVI y XVII, fue cuando los hospitalarios
construyeron las capillas laterales.

A todo lo anteriormente descrito podemos añadir numerosas


construcciones: casas, tenderetes, salas, jardines, huertos, viñas, tierras de
cultivo…

3
Alta justicia: el señor –o, para ser más precisos, el juez señorial– podía juzgar todos los asuntos y
pronunciar las penas, incluso la pena capital; aunque ésta no podía ser ejecutada sin la
confirmación del juez real. La alta justicia gozaba de plenitud de jurisdicción, tanto a nivel civil
como penal.
4
Media justicia: el señor podía juzgar las reyertas, injurias y robos. Los delitos no podían ser
castigados con la muerte. En la práctica, la media justicia jugaba un importante papel en lo civil,
sobre todo en lo concerniente a sucesiones, herencias y protección jurídica de los intereses de los
menores.
5
Baja justicia: el señor podía juzgar los asuntos relativos a los derechos que se debían al mismo:
censos, rentas, contratos y heredades en sus dominios, etc. Se ocupaba también de los delitos y de
las multas de poco valor –daños a los animales, injurias, multas inferiores de 7 soles o de 6
denarios…– Había de tener un sargento y una prisión con el fin de poder encerrar a todo
delincuente que fuera sometido o destinado a la alta justicia.
105

En 1182 los templarios abrieron una carnicería, lo que derivó en un


proceso con la corporación parisina. El tribunal de Chatelet dio la razón a
la Orden, pero limitando a dos el número de puestos.

Añadamos también el osario, la prisión, las cocinas, el abrevadero,


etc. Es importante el número de salas y alojamientos instalados para los
“pobres soldados de Cristo”. Todo esto incita a Henri III de Inglaterra para
elegir el recinto como lugar de residencia cuando llegó a París para rendir
homenaje a Luis IX (San Luis) por sus tierras de Guyena –
considerablemente reducida con respecto al plano territorial, Aquitania se
convirtió en la Aguyenne y después en la Guyena–.

Enrique y Luis eran primos. El primero era hijo de Juan sin Tierra y
de Isabel de Anguleme, el segundo de Blanca, Plantagenet por parte de su
madre Alienor de Inglaterra, esposa del rey Alfonso VIII de Castilla (el rey
chico).

Los templarios albergaban a los peregrinos que se dirigían a


Santiago de Compostela y a Tierra Santa, y reconfortaban a los que
regresaban de su peregrinaje y hacían etapa en París.

Bajo el reinado de Felipe III “el Hardi” surgieron varios altercados


con respecto a los derechos reales opuestos a los del Temple. Se trataba de
casas y tierras pertenecientes a la Orden, pero situadas a las afuera de la
Villeneuve (Ciudad Nueva). Felipe solo quería dejarle a la Orden la justicia
tributaria relativa a las haciendas o territorios que ella poseía. El 12 de
agosto de 1270 tuvo lugar una transacción que resarció al Temple
acordándole nuevos privilegios sobre algunas calles menos céntricas.

Apoyándose en los derechos arancelarios y exenciones de los que


gozaban la Orden se negó a participar, en 1296, en la donación de cien mil
libras que la ciudad de París tenía que hacer a Felipe IV “el Hermoso”. El
procurador de la Villeneuve y el preboste de París se enfrentaron y
después, al cabo de dos años, el Parlamento dio la razón a la Orden.
106

En 1306, amenazado por los disturbios de la Courtille-Barbette,


Felipe el Hermoso se refugió en el Temple donde el Maestre Jacques de
Molay, padrino del hijo del rey –Roberto, fallecido poco después–, lo
recibió con magnificencia. Algunos pretenden que al ver las riquezas
acumuladas en doscientos años, pues de Molay había traído desde Chipre
el tesoro amasado en Tierra Santa, le surgió la idea al rey de destruir la
Orden para apoderarse de sus riquezas y bienes. Sin duda debió guardarle
también rencor por no querer cargar y enfrentarse contra los amotinados.
Pero sin duda existieron otros motivos más profundos que le indujeron a
actuar contra la Orden.

El recinto del Temple después de la caída de la Orden

La Orden del Temple era rica al igual que otras órdenes de su


tiempo, como por ejemplo la Orden del Hospital que tras la supresión del
Temple heredó sus bienes. Felipe el Hermoso no actuó solamente por
codicia. Existían además otro tipo de motivaciones menos claras que se
han llegado a negar: los caballeros formaban un estado dentro del Estado y
una sociedad “supranacional” poderosamente estructurada que disponía
de fondos importantes en todos los lugares de la geografía europea.

Tal fue el poder y el arraigo de la Milicia templaria que los


hospitalarios fueron ordinariamente designados bajo el nombre de sus
predecesores y la Ciudad Nueva conserva el nombre del Temple. El
recinto, durante los dos siglos posteriores, no sufrió ninguna modificación
esencial. Solamente las transformaciones y ampliaciones aportadas a la
capilla de Santa María de los Templarios, que constituyó la Gran Iglesia.
En su origen, allá por el siglo XII, no era más que una pequeña copia de la
capilla de San Juan edificada por los templarios cerca del Santo Sepulcro
en Jerusalén.

Los fosos fueron cubiertos poco a poco y el puente levadizo fue


remplazado por un puente de piedra. Las antiguas salas fueron derruidas
y sustituidas, en el siglo XV, por un modesto edificio llamado del Capítulo
y un palacio del Gran Prior que debió ser reconstruido en 1667 por Jacques
de Souvré. Pocas cosas sabemos con respecto a las numerosas
107

construcciones que fueron derribadas en el siglo XVII, el Temple no era


más que la sede provincial de la Orden y la residencia del Gran Prior de
Francia.

En 1650 no quedaban más que las torres, la iglesia, una capilla, el


osario, el hospital y la gran puerta. Muchos de los edificios demolidos no
fueron reedificados. Los cultivos, divididos en parcelas, comprendían
desde la iglesia de Saint Gervais hasta Poitronville (Belleville). Estas
estaban llenas de pequeños huertos o jardines y de casetas donde
habitaban los caballeros cuando no estaban alquiladas a parisinos
endeudados o deseosos de beneficiarse de las franquicias que no habían
sido suprimidas. Solamente las torres y las celdas, algunas de ellas
subterráneas, recordaban el antiguo rigor de la justicia templaria y la caída
en desgracia de la Orden causada por Felipe el Hermoso. La gran torre y la
pequeña estaban rodeadas por fosos sin agua; sus respectivos puentes
levadizos fueron remplazados por una pasarela en madera. El osario, que
databa del siglo XIV, era de estilo gótico pero nunca llegó a ser terminado.

El sucesor de Felipe el Hermoso, Luis X “el Hutin” hizo encerrar en


la gran torre a Enguerrand de Marigny antes de enviarlo al patíbulo de
Montfaucon, después de pasar por Vincennes para su proceso en 1316. A
pesar de que pertenecían a la Orden de Malta, esas dos torres sirvieron en
muchas ocasiones de prisión del Estado.

Cada vez que surgía una revuelta en París, el preboste tomaba las
precauciones precisas para proteger el recinto, el cual podía convertirse en
una terrible plaza-fuerte si caía en manos de los insurrectos. Las torres
sirvieron primero de polvorines, después de guarnición para las tropas
suizas, y más tarde para las alemanas en 1586. Invadido durante la
“jornada de las barricadas”, el Temple albergaría también a los
destacamentos valones y españoles durante el asedio a París llevado a
cabo por Enrique IV.
108

Plano de la casa del temple de París.

También en el Temple fue donde se confinó a la familia real, Luis


XVI y María Antonieta, durante la revolución francesa. Napoleón y Fouché
–intendente de Napoleón– no quisieron conservar este testimonio del
drama revolucionario: el Temple fue puesto a la venta en 1805 y comprado
por un monárquico… Los peregrinajes al lugar comenzaron, a lo cual puso
final Fouché prohibiendo la entrada a toda aquella persona que no fueran
los obreros encargados de la demolición del lugar. El palacio del gran prior
fue restaurado y convertido en el Ministerio de los Cultos. Las murallas
fueron derruidas y la mayor parte del recinto fue vendida.

En el lugar de la torre del César fue plantado un sauce llorón.

En cuanto al palacio del Ministerio de los Cultos, junto con una


capilla de 1823, se convirtió en la sede de una congregación religiosa
fundada por Luisa de Condé: las “Benedictinas de la Adoración perpetua
109

del Santo Sacramento”. Pero el gobierno provisional de la II República


recuperó los edificios por un decreto del 24 de marzo de 1848. Napoleón
III hizo demoler los últimos vestigios que quedaban del Temple. El
ayuntamiento del tercer distrito, el jardín y la calle del Temple se
encuentran todavía en su lugar.

A pesar de todo, aunque haya desaparecido por completo todo


vestigio arquitectónico, el Temple permanece todavía en la memoria de los
parisinos.
110

Por primera vez, hemos intentado agrupar de forma sistemática los


cuños y sellos de la Orden del Temple, lo que nunca se ha llegado a
realizar. De vez en cuando se ha llegado a reproducir algunos de los sellos,
bien sea el de los dos caballeros montados sobre un mismo caballo y al que
llamaremos «sello común», o bien el del Gran Maestre. Pero el sello secreto
del Temple nunca ha sido reconocido por el simple hecho de que nadie se
ha interesado en buscar o ir más allá, es decir, buscar e investigar donde
los sellos se encuentran: los Archivos Nacionales de Francia (París).

La mayoría de autores se copian los unos a los otros, repiten y


cometen los mismos errores, bien sea los historiadores de turno o los
extravagantes de la magia seudo-histórica, la gran fantasía reina con
respecto a los diferentes sellos o cuños. Ello se debe al hecho de que la
mayoría de personas tienen una gran ignorancia en heráldica e ignoran
absolutamente la diferencia que existe entre una cruz patada, una cruz
potenzada o una cruz trebolada. De ahí que surjan ciertos errores,
voluntarios o involuntarios, sobre la supuesta cruz del Temple o respecto
al sello o cuño común de los templarios.

Nadie ha observado o estudiado las formas peculiares y diferentes


de algunos de estos sellos y, sin embargo, algunas organizaciones
pretenden, bien ser descendientes de la «Orden del Temple» misma, o bien
ser de una «filiación espiritual», «mágica» o «inspirada», etc. De forma
particular, haremos referencia a los templarios del almirante alemán Von
Luckner, cuya revista «Beaucéant» está decorada con una magnifica cruz
roja… ¡de Malta! Sucede lo mismo con la supuesta Orden del Temple de la
que se trata en el número 124 de julio de 1961 de la revista
«L’intermédiarie des chercheurs et curieux» (El intermediario de los
investigadores y curiosos), páginas 687-688, cuya cruz es, también,
bastante fantasiosa. ¡Y qué decir, desgraciadamente, de los artículos
111

supuestamente serios de las revistas históricas e incluso de algunos libros


de enseñanza¡

Para evitar errores parecidos, voluntarios o involuntarios,


aconsejamos a toda aquella persona interesada por la historia del Temple
de compulsar la comparación de los sellos realizada en la época de
Napoleón III, Archivos del Imperio, Inventarios y Documentos (Colección
de sellos, Imprenta imperial, París 1863, 3 volúmenes).

De todo corazón nos gustaría que el trabajo que hemos emprendido


pueda ayudar a las personas sinceramente interesadas en conocer la Orden
del Temple con espíritu y profundidad, en el conocimiento de sus sellos,
marcas, escudos, emblemas y símbolos. Pues si los templarios eligieron,
por una razón específica, tal o cual sello, y la cruz patada de gules, fue por
una razón bastante definida e importante.

Intentemos, por tanto, poner un poco de orden en este magma


confuso de geometría neo-templaria de los supuestos herederos de los
caballeros del Temple, caballeros Rosa-Cruces o del Pelícano, por lo que
sería ocioso y monótono recordar aquí la existencia efímera, algunas veces
acortada por las frecuentes estancias en prisión o asilos psiquiátricos de
sus seudos-Grandes Maestres y Grandes Comendadores. Y por fin
deseemos que nuestro trabajo no ayude a todos estos farsantes a
perfeccionar sus elucubraciones.

EL SELLO DEL GRAN MAESTRE (Nº 1)

Ha habido varios con el mismo


dibujo, pero con diferentes inscripciones.
En el que está diseñado un templo
circular, bien con una arcada exterior,
bien con arcos románicos o góticos,
coronado por una cúpula bizantina en
forma de bulbo y rematada por una cruz
templaria.
112

En uno de ellos (6) está escrito en el exergo: MIL. TEMPLI. SAL., es


decir, Milites Templi Salomonis. Hay que señalar que, en este sello, la letra
T está diseñada de tal manera que forma también la letra E (que figuraba
en el frontón del templo de Delfos).

En otro sello (1) leemos alrededor de la cúpula sostenida por una


arcada de cuatro arcos: S’TVBE TEMPLI XRI, por SIGILLUM TUMBE
TEMPLI CHRISTO, es decir, Sello de la Tumba del Templo de Cristo. En
esta inscripción, el nombre de Cristo ha sido abreviado según las leyes y
cánones de la iconografía bizantina. Otro sello lleva la inscripción: DE
TEMPLO CRISTI, del Templo de Cristo.

Veremos que en este sello del Gran Maestre, hay cuatro arcos. El
cuatro es el emblema del mundo, del reino terrestre; es el infinito en el
mundo, es decir, el infinito erigido en el mundo de la manifestación; es
también la imagen del cuadrado. En otros términos, el Templo contiene, en
el interior de su rotonda, la Piedra Angular tallada en la materia informe.
Tenemos aquí el paso del cuadrado al círculo pasando por el octógono.
Esto está representado en el cuadro de Rafael titulado «La boda de la
Virgen», que se encuentra en Milán, en el que vemos el pavimento de
acceso, sobre el que debemos saber caminar, que conduce a los escalones
poligonales, luego a la rotonda y finalmente a la puerta de entrada al
Templo. Una representación idéntica del Templo de Jerusalén se encuentra
en un grabado cabalístico del siglo XVI, en el que el simbolismo es mucho
más acentuado, digamos de forma más tradicional: el Templo tiene tres
bases poligonales y, en el medio, una escalera con siete peldaños, etc.

Fijémonos que la inscripción y la cruz que figura en los sellos que


reproducimos están separados por tres puntos, lo que da el número de
seis. En otros sellos aparece tres veces tres o cuatro veces tres puntos, lo
que nos da nueve o doce. Los cuatro arcos representan el Espíritu, la
Fuerza (que es dual) y la Materia, o la Sal, el Mercurio (dual), y el Azufre.
En cuanto al arco es , arcada, el comienzo; es por lo que, en algunos
sellos, la puerta del medio está abierta o cerrada. De ahí que el título del
famoso tratado alquímico se explique así: Introitus apertus ad occlusum
Regis palatum, «la entrada abierta del palacio cerrado del rey».
113

EL SELLO COMUN DE LA ORDEN DEL TEMPLE (Nº 2)

Es el famoso sello en el que se


representa a dos templarios
montados sobre un mismo caballo,
lanza en ristre y galopando de
izquierda a derecha. En algunos
sellos se representa con dos lanzas,
en otros con una sola lanza para los
dos caballeros. Aquí representamos
el sello con la referencia de los
Archivos Nacionales A.D.N. 9861.

Los dos templarios están sobre un único caballo, simbolizando la


fraternidad. El caballo que va a galope constituye el soporte; da al hombre
su nobleza y permite el regreso «al principio». Gracias al caballo, los dos
templarios «llegan» y alcanzan la fuente divina, descubierta por el caballo
escarbando la tierra con sus cascos. El caballo simboliza el paso entre los
mundos, el paso a otro plano; viene del cielo – Faetón – y constituye el
soporte de la epopeya cuya meta es la redención, el mantenimiento del
mundo, concebido a la imagen del prototipo divino. El caballo, mensajero
de lo divino, es por tanto transcendente y permite el regreso hacia lo
divino. El caballo divino sólo responde a las preguntas relativas a la
«Búsqueda del Santo Grial». El caballo marino es el conductor de los
muertos hacia la isla bienaventurada de la inmortalidad: permite el acceso
al Paraíso.

Los dos caballeros representan a Géminis, los Dioscuros; vemos, si


miramos el zodiaco, que frente al símbolo de Géminis se encuentra el de
Sagitario, del latín sagitta, flecha. Géminis simboliza el conocimiento en la
encarnación. Sagitario coge la lanza-flecha de los géminis-caballeros que
su caballo conduce hacia «el otro mundo». Es la flecha del conocimiento
que Sagitario envía al cielo: simboliza el espíritu templario, la aspiración
hacia lo divino.
114

Si se coloca la cruz patada de la Orden del Temple sobre el zodiaco,


tenemos, en el brazo horizontal a Géminis y a Sagitario, en el brazo vertical
a Piscis y a Virgo. Virgo es la Janua Coeli, la puerta de los cielos que
conduce a la sede de la sabiduría, Sedes sapientiae, al interior del Templo
divino, Domus aurea, por la encarnación de Cristo en Piscis. Estos
representan el mismo simbolismo que Géminis-Dioscuros. Los dos
caballeros son la Estrella de la mañana y la Estrella de la noche, el conjunto
de estas expresiones sirven para designar a la Virgen-Madre.

Esos dos caballeros igualmente son, desde otro ángulo o plano, los
hermanos enemigos: el cuerpo y lo mental. El caballo es el cuerpo físico,
los dos caballeros representan el alma y el espíritu que cuidan de la
orientación del cuerpo. Constituyen el símbolo de los combatientes (el
alma y el espíritu) del mundo espiritual donde se desarrollan los
verdaderos combates; el caballo, de su parte, representa el cuerpo físico del
hombre, sus apetitos, sus pasiones inferiores. Además el caballo simboliza
la naturaleza visible que soporta la totalidad de las energías espirituales.
Es el cuerpo de un mundo, conductor de una fuerza cósmica determinada.

El caballo, cuando es de color blanco, simboliza la pureza del ideal


que su caballero o sus caballeros persiguen y de los motivos que les
inducen. Igualmente es el símbolo de la energía; galopa en el «Camino»
que enlaza la consciencia interior del hombre con la divina esencia de
todas las cosas.

Los dos caballeros en realidad son uno, ya que el tercer principio ha


unido en ellos la atracción y la repulsión, el blanco y el negro, el cuerpo y
el alma, el Espíritu y la materia. Son la representación del binario unido
por el tercer principio. Constituyen la hermafrodita (Hermes-Afrodita,
unión del amor y del conocimiento). Es el Rebis alquímico cuyos tres
colores están claramente indicados por la túnica y la capa blanca, la cruz
roja y el caballo negro; lo que también está claramente representado en el
beauceant (gonfalón o gonfanón), mitad sable y mitad plata, con la cruz
patada en gules, enmarcando un todo.

La distinción realizada por Paul le Cour es fundamental entre las


oposiciones negro y blanco, amor y conocimiento, día y noche, tesis y
115

antitesis, apariencia y realidad, que son el hecho de las sectas llamadas


«espiritualistas» que, desgraciadamente, nos prueban que el Espíritu Santo
no puede descender más que en los cuerpos ya provistos de espíritu. No
hay existencia autónoma de dos principios opuestos, sino existencia de dos
principios complementarios. Esta distinción tiene una gran importancia,
dado que el hermetismo «es» la resorción de las contradicciones.

El sello que llamamos «común», pues es el que más se ha utilizado


en los documentos y escritos de los templarios, guarda celosamente su
secreto. Cuando lo vemos, no libera más que poco a poco su misterio. A
cada uno, según sus esfuerzos y sus investigaciones, le toca integrar ese
símbolo en él mismo y seguir a los Templarios en sus caminos hacia el
santo Templo eternal.

ABRAXAS, SELLO SECRETO DEL TEMPLE (Nº 3)

Un abraxas: Secretum Templi,


la cruz en el exergo (Archivos
Nacionales, D. 9860 bis).

El abraxas es un símbolo
gnóstico e incluso el de la gnosis. Se
compone de un personaje cuyo cuerpo
está cubierto por una armadura, el
busto acabado con vestido corto del
que salen, en lugar de las dos piernas, dos serpientes, cada una con dos
cabezas. En general, el personaje sujeta con la mano izquierda un escudo
redondo u ovalado, en el que están escritas las tres letras sagradas I A O, A
I O, o I A y con la otra mano un látigo, que es el del dios egipcio
Amón-Ra, símbolo de la firmeza, del gobierno, del poder, de la Ley, del
imperio sobre los seres y las cosas, el látigo-cetro Amsu. Ese personaje
tiene una cabeza de gallo.

Este abraxas sirve de sello secreto para algunos dignatarios del


Temple. En el exergo leemos SECRETUM TEMPLI, la cruz situada encima
del personaje. Este sello secreto figura con otro sello del Gran Maestre en
116

una carta de octubre de 1214, firmada por Frey André de Coloors,


preceptor de las casas del Temple en Francia (Preceptor Domorum Templi
in Francia).

¿Y si el abraxas era el famoso ídolo por el que los templarios fueron


acusados de adorar? La «Cabeza roja», es decir, el abraxas esculpido y
colocado sobre un pedestal como una estatua, ¿o simplemente la cabeza
del gallo? ¡Puesto que, por excelencia, es la representación de la gnosis!

La adquisición de la fuerza del abraxas permite llegar a la


perfección sin contar con la intervención del temor o de la esperanza. El
abraxas conlleva la vigilancia, el poder, la sabiduría; el personaje con la
cabeza de gallo es el símbolo de la «persona despierta », del que vela.
También es el símbolo del guardián del «centro» sagrado. La elección de
este abraxas debe ser considerado aquí como la elección intencionada del
égrégore – guardián del Templo. (Me ha sido imposible encontrar la
traducción al español de esta palabra, sin embargo he encontrado una
pequeña definición en francés: En esoterismo, un Egrégore es una fuerza
mental poderosa, creada y mantenida en actividad por la forma de pensar
de muchos individuos unidos con un mismo fin en común. Egrégore [del
griego “egregorein/egregoros” que significa: velar/guardián]).

Este nombre fue dado por extensión a todas las piedras talladas y
gemas gnósticas que hemos encontrado. Era de uso normal, en la alta Edad
Media, que los señores y las personalidades tanto civiles como religiosas
sellaran sus cartas o documentos personales con un sello o un abraxas.

Es curioso comparar el abraxas, formado con una cabeza de gallo y


piernas en forma de serpientes bífidas, con el famoso Bafomet. ¿Se hubiera
tomado para la representación del chivo satánico del bafomet, una
representación del abraxas, pintado o esculpido?

Sabemos que los reyes de Francia usaban un sello secreto, sin


embargo es curioso constatar que el que nos interesa plantea el problema
de la existencia de la jerarquía secreta en la Orden del Temple.
Voluntariamente ya no diremos nada más aquí, porque ya hemos dado
algunas indicaciones que permiten realizar algunas investigaciones en ese
117

sentido. Para Hammer-Purgstal, los Templarios eran gnósticos, y el


bafomet, el «Bafometismo», es el bautizo de la Sabiduría, y el bafomet
pertenecería a la simbólica gnóstica, como la Sofía de los Ofitas.
Constataremos, una vez más, la extraordinaria intuición de Paul Le Cour
sobre este tema. Para él, bafomet: Bios – Phos – Métis, significaba la Vida,
la Luz y la Sabiduría, y era también una representación del hermafrodita,
Hermes-Afrodita, el Conocimiento y el Amor.

SELLO Nº 4 (Archivos Nacionales, D. 9863)

Este sello figura en un


documento de intercambio de
diezmos entre los templarios y la
abadía de San Víctor de París, marzo
1259. Arriba figura la cruz, con la
inscripción en el exergo: SIGILUM
MILITUM XPISTI, Sello de la Milicia
de Cristo.

Dos caballeros montados


sobre un mismo caballo, la cota de malla les cubre la cabeza, cada uno
lleva dos lanzas y su escudo. Galopan hacia la derecha del sello. Cada
escudo tiene una cruz de San Andrés sobre ésta una cruz griega (N.d.T.
que, como ya he comentado en otras ocasiones y en otros escritos, en
heráldica es un jironado de ocho), formando una figura que se encuentra
en la bandera inglesa (N.d.T. incluso podemos ver ese jironado en el
escudo de Navarra).

Ese mismo símbolo se encuentra en una estatua funeraria de un


templario en la encomienda de Roche-en-Cloué (departamento de la
Vienne); en una piedra esculpida en la encomienda del Temple de
Mauléon (Deux-Sèvres); o en la torre de Coudray en el castillo de Chinón,
donde fueron encerrados los templarios en el momento de su proceso.
118

Ahora bien, las armas de la abadía de San Víctor de París son de


«azur y en medio una especie de piedra preciosa cuyos ocho brazos,
terminados en flor de lis, es en oro». Esta piedra preciosa es tan luminosa,
por sí misma, que es fuente de luz. La llamamos lapides vive, la piedra
viva (por excelencia). Es la letra griega Khi, X, con la cruz, el «Crismón».
Simboliza las diferentes direcciones y comportamientos, los ocho rincones
del cielo, la rosa de los vientos. Las armas de la abadía de San Víctor se
modificaron con el nacimiento de la Orden del Temple, la piedra se abre y
se desgrana y cada brazo termina en flor de lis, símbolo del nacimiento y
de la acción del Verbo divino. Y siempre las inscripciones y la cruz están
separadas por tres veces tres puntos agrupados uno encima del otro.

Precisemos también que Géminis es la unidad desdoblada en vía de


engendrar una nueva unidad espiritual. Es el símbolo de la vida encarnada
por la fusión de la Esencia y de la Materia. Es el emblema de la vida que
surge de la acción de los contrarios, que aquí, son complementarios, las
dos fuerzas que engendran el Orden del Universo. El planeta que rige a
Géminis es Mercurio. Entre los alquimistas, en su lenguaje y simbología, a
eso le llaman «unir al hermano con la hermana», contenidos en el
«lapislázuli» o piedra preciosa donde nace el árbol de la vida. Géminis es
también el símbolo del Adam Kadmon de la Cábala, los gemelos de la
Biblia Jacob y Esaú, y recordemos que Roma fue fundada por Rómulo y
Remo.

En la catedral de Chartres, en el dovelaje del portal suroeste, las


figuras de Géminis sostienen un mismo escudo que lleva los radios de la
piedra ya citada, en jironado, tal como lo vemos en el sello. La posición de
las manos y de los pies, en la figura de Géminis, forman el signo del
decimoctavo grado de San Andrés de Escocia de la Francmasonería
escocesa, el signo del Buen Pastor, es decir, los brazos cruzados sobre el
pecho, las manos extendidas, los ojos mirando al cielo (ver molde en el
Palacio de Chaillot, museo de esculturas comparadas).
119

SELLO Nº 5 (Archivos Imperiales, nº 43, D. 9865)

Los dos templarios están


montados en el mismo caballo y
tienen cada uno una lanza. La lanza
se puede comparar a la espina y al
huso que en los mitos y en los
cuentos causan el sueño mágico, y
permiten de esta forma «despertar».
La lanza, como la aguja en su sentido
simbólico, son instrumentos
punzantes y portadores del Hilo de
la Vida. Esto se asemeja a la cuerda
templaria que es el Hilo de la Vida. En el Zohar, los hilos de la vida son la
representación simbólica de la cabellera del Ser supremo u Hombre
celeste; es el mismo símbolo que existe en India con Prajapati.

En este sello, vemos que el caballo tiene la cabeza bajada; los


templarios llevan un casco en forma de «celada». Cada uno lleva un
escudo en el brazo izquierdo. En el escudo de la derecha figura una cruz
simple que decora todo el campo del escudo; en el de la izquierda una cruz
templaria decorada, en el centro, por un círculo o besante, que por cierto se
ve muy mal, ya que el sello está muy rozado en esta parte. En el campo del
sello hay una cruz patada del Temple al lado del caballero de la derecha.
La cuerda templaria sirve de borde interno: aquí se trata de una cadena de
protección; es la cuerda que se le imponia al postulante templario en el
transcurso de su recepción.

La inscripción exterior del sello, aunque en parte destruida, se


puede leer: SIGILLUM MILITUM XPISTI, y constatamos, ahí también, que
la palabra Cristo está escrita con las letras griegas Khi (X) y Rho (P), lo que
otorga todo su simbolismo a Cristo y confirma el significado que sugiere
Paul Le Cour. En la carta-documento donde se encuentra este sello, y
encima de éste, se puede ver el nombre de «Frey Hugues de Pérault,
Visitador general de las Casas de la Caballería del Temple y parte de las
que se encuentran más allá del Mar».
120

Explicamos de forma esotérica el simbolismo de los dos caballeros


sobre el mismo caballo como siendo la representación de la pobreza y de la
humildad: «Dos orgullosos no cabalgan en la misma silla». ¡Digamos que,
esotéricamente, nadie puede entrar al Paraíso con sus vicios… o sus
virtudes!

La cruz del Temple en los sellos de la Orden es el símbolo del


Conocimiento bajo su doble aspecto; uno horizontal, las tradiciones
transmitidas de “boca en boca”; la otra vertical, el Conocimiento que Dios
da por iluminación: el espíritu templario, es el mantenimiento del
encuentro de esas dos corrientes. Pues Dios es el que une los contrarios
positivos (según el sentido gnóstico de los contrarios). Ello está
simbolizado en la Orden del Temple por el beauceant (gonfalón o
gonfanón), del cual Paul Le Cour ha dado la única explicación esotérica
válida: beauceant, DIEU (el Dios que es la belleza absoluta), CEANS, aquí
presente. Esto aclara la arquitectura templaria bajo un nuevo ángulo; era
un intento de realización de la belleza divina, de lo hermoso en la
arquitectura. Y el compañerismo, protegido por los templarios, perseguía
la misma meta a través del trabajo «bien hecho», el Bene Facere que es la
encarnación de la belleza divina en las formas, por el uso de los números y
del Número de oro, emanaciones del Verbo divino.

El eje vertical de la cruz es la influencia de la voluntad divina; la


barra horizontal, la voluntad humana con tendencia hacia lo divino, y el
encuentro de esas dos voluntades forma el símbolo de la cruz. La cruz
patada es también el símbolo de los cuatro elementos, de los cuatro
evangelistas, de las cuatro principales virtudes, de las cuatro estaciones.
Igualmente es el esquema de la rueda solar, así como las cuatro letras del
Gran nombre inefable Iod, He, Vau, He.

La cruz ha sido hecha del Arbol de la Ciencia, y la ciencia ha sido


para el Occidente el instrumento de su caída. Por la muerte de Cristo en la
cruz en el Gólgota, en el sitio donde fue enterrado Adán (es por lo que
figura un cráneo a los pies de la cruz, representando al de Adán), la cruz
realizada con la madera del Arbol de Ciencia es el símbolo del
restablecimiento del orden primordial; el Arbol de la Ciencia se asemeja al
Arbol de la Vida, que vuelve a ser de nuevo accesible a la humanidad por
la Redención.
121

SELLO DEL GRAN MAESTRE (Nº 6)

Está realizado en un círculo


y tiene cuatro aberturas, de las
cuales dos son puertas. Es un
símbolo gnóstico de la unión de los
dos principios complementarios,
como los dos brazos de la I griega.
Esas dos puertas están rematadas
por tres arcos o líneas mitrales, las
que están coronadas por la cruz
patada de la Orden del Temple. En
diferencia del sello del Gran Maestre, éste no tiene la rotonda de la cúpula.
Incluso la inscripción es diferente. Leemos en efecto: MIL. TEMP. XPSTI,
Milicia del Templo de Cristo.

En la I griega, el brazo vertical une los dos principios


complementarios, aquí es la cruz, que además, está encima de las tres
líneas en forma de triángulo o de triple recinto. Es la afirmación de la
Trinidad y de la Unidad divina. Este sello del Gran Maestre secreto
significa que solamente Dios es el verdadero Maestro de la Tierra.

EL AGNUS DEI O CORDERO DE DIOS (Nº 7)

El Agnus-Dei a menudo figura en


las armas de las casas, encomiendas y
fortalezas del Temple. Particularmente
constituye el sello y las armas de la
encomienda del Temple de Londres.
(Las armas del Temple en la encomienda
de Londres es el caballo alado Pegaso
«en plata con las alas en oro sobre fondo
de gules».)
122

El Agnus-Dei de Londres es en «plata, el Agnus-Dei al natural con


el nimbo en oro, con el bastón y la cruz patada de gules». Figura también
en los escudos de las claves de bóvedas del castillo de Tortosa en Tierra
Santa.

Ese fue un estudio que apareció en el número 216 de la revista


Atlantis en la que, por primera vez, intentamos estudiar los sellos de la
Orden del Temple de forma sistemática. Jacques d’Arès y yo mismo nos
hemos sorprendido de… como calificar esa manera de actuar… encontrar
mis dibujos en otras revistas o estudios sin que «quienes los utilizan»
hayan tenido la amabilidad de solicitar nuestra autorización e incluso sin
mencionar la referencia de donde procedían.

Sin embargo… la Orden del Temple es eternal y su espíritu perdura


afortunadamente resguardado de todos los charlatanes de las
innumerables y falsas órdenes del Temple que existen hoy en día, bien
podríamos contabilizar una centena. Y todo esto por una razón demasiado
sencilla para esos charlatanes, de los cuales, algunos están hechizados o
engañados por supuestas revelaciones, mensajes incontrolables
paranormales, o cualquier otra expresión del orgullo satánico.

Una cita a la que podemos hacer referencia es:

«Sabed que no importa de donde vengamos, no hay más que una


puerta para entrar en el Templo, y la frente más orgullosa debe encorvarse
hasta lo más bajo posible, como el más humilde, para franquearla…»

Así como lo conmemora la inscripción de la puerta (muy estrecha)


de entrada de la sala capitular en un castillo de la Orden de los Caballeros
de San Juan de Jerusalén:
123

Ten Abundancia, ten Sabiduría

Ten Belleza, pero guárdate

del orgullo que empaña

todo lo que toca.

SI – TIBI – COPIA – SIT – SAPIENCIA –

FORMAQUE – DETUR –

INQUINAT – OMNIA – SO…A –

SUPERBIA

Y ahora partamos para unirnos con los hermanos templarios de más


allá del mar, los Freires de la Milicia de Cristo (Fratres militiae Templi).

SELLO Nº 8

Hemos encontrado un
sorprendente sello en los
Archivos Nacionales en París.
¿Es un sello antiguo reutilizado?
¡Cuántas preguntas plantea
dicho sello! En efecto, es el
«reverso del sello» del…
¡Priorato secreto de la Orden del
Temple! Figura en un
documento fechado en 1235.
124

Pero una especie de fatalidad cierne esta Orden: el centro de este


sello es ilegible. En su nomenclatura de los sello de Drouet de Arcq, está
descrito como un pájaro posado sobre ¿…? Por tanto su lectura resulta casi
imposible. Solamente podemos leer en el exergo: «… ECRETU PRIORI»
por SECRETUM PRIORI.

Por supuesto, existen otros sellos secretos, por ejemplo los de los
reyes de Francia, o el reverso del sello del Capítulo de Arras (D. 7107) cuya
inscripción es SECRETUM CAPITULI, mientras que la de la Catedral de
Metz (D. 7620) es SECRETUM MEUM. Y que se sepa, nunca se ha llegado
a realizar investigaciones de orden hermético sobre estos capítulos.
¡Desgraciadamente!

Sin embargo, nuestro descubrimiento puede llevar a realizar


investigaciones en los Archivos respecto a una Jerarquía secreta de la
Orden del Temple. ¿O por el contrario es solamente una forma
comprensible de mantener en secreto las decisiones y proyectos del
Priorato del Temple de una manera discreta?

Ese sello figura en los inventarios de los Sellos realizados por


Drouet de Arcq, serie D, en los Archivos Nacionales de París. Está descrito
bajo la nomenclatura: «Sello del Gran Priorato de Francia (que estaba en el
Temple de París)» - D. 9890bis.

SELLO Nº 9

Este sello del Preceptor de la


Encomienda de la Lengua de
Provenza data de 1269. Representa lo
que llamamos en heráldica «Agnus
Dei». Generalmente es un cordero
que lleva un estandarte con una cruz
y el asta coronada con una cruz.
125

En este caso no figura el estandarte habitual, y el cordero lleva la


cruz patada de la Orden del Temple. Podemos leer alrededor: «+ S.
PRECEPTORIS PROVINCIE», es decir, Sello del Preceptor de Provence (S.
por Sigillum). En la época era el Frei Roncelin, Maestre de la Casa de la
Milicia del Temple en Provence, «Frater roncelino de fos magistro
domorum milicie Templi in Provincia». Se trata aquí de Frei Roncelin de
Fos y no del famoso «Maestre Roncelin», supuesto autor de los pseudos-
estatutos, que es una falsedad histórica «encontrados» en 1780 (Falsos que
tratan de los supuestos secretos templarios y llamado «el falso de
Hamburgo».

La mayoría de las Encomiendas del Temple tenían el Agnus Dei


como armas, Londres, Praga, etc. El cordero es el símbolo de San Juan
Bautista, el precursor de Cristo. Nos encontramos aquí en pleno Juanismo.
(Sello n-D. 9870 – A.N.)

SELLO Nº 10

Este sello es el de la Encomienda


de Montdoubleau (reverso). En un
Magen-David o estrella de seis puntas,
vemos en el centro un escudo con la
cruz patada del Temple, acompañada
por el emblema de los peregrinos, las
tres conchas de Santiago, dos en jefe y
otra en la punta del escudo. Alrededor:
«contra-Sigillon».

Algo curioso que vemos:


después de la desaparición de la Orden del Temple, la Encomienda pasó a
manos de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, llamada también de
Malta u Hospitalarios, y éstos conservaron en el contra-sello de 1406 la
cruz de la Orden del Temple (sello nº D. 9877 bis – A.N.).
126

SELLO Nº11

En este sello, que es el del


templario Foulques de Saint Michel
(San Miguel), Comendador del
Temple en Aquitania (1251), leemos
abreviadamente: MILITIUM TEMPLI,
Milicia del Temple. En el centro un
escudo con la cruz de la Orden del
Temple y el brazo vertical, en su parte
baja, terminado de forma puntiaguda;
esta particular representación se
encuentra, a menudo, en las armas de
las Encomiendas, por ejemplo en la de Couvertoirade. Esta cruz figura en
las armas elegidas para personificar el tercer distrito de París, cuya parte
central, el corazón, es el antiguo Temple de París (sello nº D. 9867 – A.N.).
127

En este nuevo número de la revista Abacus, vamos a dedicarnos al


tema del trabajo, de los diferentes oficios básicos que eran necesarios como
fuente de recursos y subsistencia en las encomiendas para su buen
funcionamiento, desarrollo, sostenimiento, alimentación, o medios
necesarios para el sustento de la vida de los hermanos, del convento y
también para el equipamiento de nuestros monjes-soldados. Podríamos
decir que el trabajo era un medio necesario para obtener y conseguir su
propia independencia y autosubsistencia. “Cuando el Maestre cabalgue de
una tierra a otra, buscará y mirará las casas y castillos, si él quiere, hará
que una casa ayude a otra en caso necesario.”6 En esta frase extraída de los
retraits, bien podemos observar y apreciar ese detalle de que cada casa o
convento debería tener su independencia propia, y en caso de que alguna
de ellas se viera en necesidad de algo, otra casa podía ayudarla.

Debemos recordar que aunque en un principio se llamaran “Pobres


Caballeros de Cristo”, en ningún momento querían decir que fueran
hermanos pordioseros o mendigos; todo lo contrario, su objetivo no era
otro que el intentar vivir de su trabajo y esfuerzo, tanto en la lucha y en la
batalla empuñando la espada contra los infieles, como sirviendo la tierra
empuñando una azada en servicio de los hermanos; en un todo era un
servicio y un servir al Señor, y con ello se convertían en siervos
entregados. Por eso que los templarios, con sus oraciones y trabajos
realizaban un culto agradable a Dios. Por otro lado, como podemos leer en
su reglamentación y en ciertos cartularios, como el de la Orden del
Temple de Provins, (Victor Carrière), con el fruto de sus trabajos poder
ayudar a las viudas, huérfanos, pobres o necesitados. Pongamos algunos
ejemplos de ello. El capítulo 29 de la regla dice que Tous tens après
mangier et après souper, tuit li frère doivent rendre graices a Dieu o
silence… Le reliés dou pain brisié soit doné as povres, Ja soit ce que le

6
Retraits 90. Quant li Maistres chevauche d'une terre a autre, il cerchera et regardera les
chastiaus et les maisons; se il veaut, il fera l'une maison aidier a l'autre se mestiers est.
128

guerredon des povres, lequel est le règne dou ciel, sans doutanc soit doné
as povres,…7

Por su parte el capítulo 62 dice lo siguiente: Encores prions nos et


comandons par l'autorité pastoral, que un povre soit repeu de tel viande et
de tel vin jusques a XL jorz por le frère mort, si corne seroit le frère vif.8

El Retraits 94 dice así: Tous les jors que li Maistres est en la mason
dou Temple, v povres doivent mangier por lui en la maison autel viande
corne li frère mangeront9.

Veamos otro ejemplo más. En el retraits 98 se dice que Le jeusdi


asolu, la ou li Maistres est, il doit laver les pies a XIII povres, et doit
doner a chascun des povres chemises et braies et II pains et II diniers et
uns soliers.10

Sería algo extenso el enumerar todos y cada uno de los capítulos


que la reglamentación hace referencia con respecto a los pobres, cosa que
por otra parte tampoco es lo que se pretende en esta artículo; sin embargo,
no quiero dejar de lado el capítulo correspondiente en el que se habla de la
muerte del maestre, Retraits 199: Et c povres doivent estre repeus por
l'arme de lui au disner et au soper. (Y cien pobres, por el alma del
maestre, deberán ser alimentados tanto al mediodía como la cena de
noche.) En otro de los retraits, dice de vestir a cien pobres y darles lo
necesario para su subsistencia durante cien días.

El trabajo es una tarea importante y esencial para un monje, pues es


considerado como un medio de vivir la obediencia, la caridad y la

7
Después de cada comida y cada cena todos los hermanos siempre deberían dar gracias a Dios en
silencio…Que los restos del pan partido sean dados a los pobres, aunque la recompensa de los
pobres , que es el reino de los cielos, sin titubeos debe ser dada a los pobres.
8
También os rogamos y ordenamos que por la autoridad pastoral que se alimente con carne y vino
a un pobre durante 40 días en memoria del hermano muerto, igual que si estuviese vivo.
9
Cada día que pse el Maestre en la casa del Temple deberían comer en la casa 5 pobres por su
presencia, comiendo de lo mismo que comen los hermanos.
10
Donde quiera se encuentre el Maestre el Jueves Santo, debería lavar los pies a 13 pobres, y
debería dar a cada uno de los pobres una camisa y calzones, dos hogazas de pan, dos dineros y un
par de zapatos.
129

humildad como una penitencia; forma parte de la vida espiritual y es una


forma de entrega, de servicio, de guardar el contacto con Dios y vivir en
comunión con los demás hermanos, aparte de la oración, como ejemplo de
Jesucristo que era hijo de un carpintero. Vengo a recordar aquí, como
hemos dicho en algunas ocasiones, que los templarios eran monjes al cien
por cien y soldados al cien por cien. Aparte, los hermanos no podían estar
sin hacer nada para no dar lugar a la ociosidad, “la ociosidad es enemiga del
alma”, dice San Benito. Siempre tenían que estar ocupados en alguna labor
o algún trabajo; incluso después de una campaña o batalla tenían que
ocuparse de la reparación de sus útiles y de sus vestimentas. Recordemos
aquí algunas palabras o frases que San Bernardo dedicó a la Orden en su
“Loa a la Nueva Milicia”: “Así, diríamos que todos no tienen más que un
corazón y un alma, tanto se cuidan no sólo de no seguir en nada su propia
voluntad, sino de someterse en todo a la de su jefe. Nunca se les ven
ociosos o irse por ahí llamados por la curiosidad; pero cuando no van a la
guerra, lo que es raro, como no quieren comer su pan sin hacer nada,
dedican sus momentos de ocio a arreglar, remendar y reparar sus armas y
sus ropas que el tiempo y el uso han dañado o despedazado o
desordenado; hacen lo que les manda su superior, y lo que le pide el bien de
la comunidad.” ¿Qué mejor pan comer que el que se gana con el sudor del
trabajo y el sudor de las armas? El trabajo debía ser compatible con la vida
conventual y la vida comunitaria para poder satisfacer sus propias
necesidades. Pero también, el estar ocupado en un trabajo, no quería decir
que lo tomasen como un entretenimiento, algunos hermanos lo ejercían
como penitencia.

Y al igual que en la vida monacal, y siguiendo la influencia de la


vida monástica cisterciense, los hermanos templarios que se veían
integrados y, en cierto sentido, obligados a llevar una vida interna y
entregada o dedicada a una encomienda o convento, se veían sometidos a
la observancia de la oración y del trabajo, al “ora et labora”, al igual que sus
hermanos que se debían a la oración y al combate, los “oratorum –
bellatorum”. Estos hermanos, que llevaban una vida conventual y
realizaban o se encargaban de los trabajos conventuales, en muchas
ocasiones, eran aquellos que estaban incapacitados o bien mutilados a
causa de las heridas sufridas en batalla, o que se encontraban ya en una
edad avanzada que ya no les permitía entrar en combate, pero que podían
continuar ejerciendo una actividad de trabajo manual, de supervisión, de
control, de administración, y todo aquello que un hermano podía realizar.
Además, los hermanos no elegían el género de ocupación, sino la que les
era prescrita y jamás debían quejarse del trabajo que se les había impuesto.
Se ponían a su trabajo a la primera señal y lo dejaban al toque de campana
aunque no lo hubieran terminado, salvo el herrero y el hornero o
panadero. Ninguna función u oficio les debía parecer repelente o
repulsivo. Nada de lo que pudieran producir les pertenecía y no tenían
130

derecho a disfrute alguno, los hermanos no podían tener nada en


propiedad.

En cuanto a la organización de la jornada, concerniente a la oración


y al trabajo, se asemejaba (por no decir que es igual) a la regla benedictina
en la que se basaba y se basa la orden del cister en sus oficios religiosos. Y
que variaba según la época del año y según el tiempo litúrgico, Cuaresma
o Pascua; también variaba según el país donde se encontraba la
encomienda o convento, en Oriente u Occidente. Era una repartición
equilibrada entre el tiempo de oración y el tiempo de trabajo.

De importancia primordial para el buen desarrollo y


funcionamiento del convento o encomienda, es la distribución y reparto de
los trabajos u oficios comunes que deben realizarse de forma cotidiana y
diariamente, y como ya hemos dicho eran imprescindibles para satisfacer
las necesidades tanto del propio convento como las necesidades de los
hermanos que se encontraban en combate o en campaña; por lo que la
Regla y los Retraits, no dejan nada al azar para la organización interna de
la Orden, y establecen una jerárquica militar, un código de conducta en
batalla, un código de conducta y forma de vida conventual, de los servicios
religiosos, un código penal para las faltas, etc. Y sobre el punto que
tratamos aquí, nos ofrece también una pequeña jerarquía en la distribución
de los trabajos u oficios, una categoría superior y otra categoría inferior.

La primera categoría de oficios estaba regida por sargentos


superiores, en ella podemos ver que se encuentran el cocinero del
convento, o gran cocinero; el herrero del convento, o gran herrero; los
enfermeros y auxiliares de enfermería y el encargado de las casas de los
domésticos, esclavos y de la granja en general.
En el retrait 102 encontramos una primera alusión a estos sargentos,
denominándolos “sargentos artesanos”, quienes además eran los
responsables de recibir las armas turcas compradas por los comandantes.

La segunda categoría de oficios eran los sargentos inferiores los que


estaban encargados de ello. Dentro de esta categoría podemos ver que se
encuentra el de almacenero o tendero; el de cocineros; el de pañero o
sastre; el de forjador; el de herrero; el encargado de la herrería para el
equipamiento de guerra; el de pastor del aprisco, redil o majada; el de
carnicero; el de bodeguero o encargado del vino; el hornero o panadero; el
131

encargado del ropero; el encargado del establo de los caballos; el de las


mulas; el de la boyera o establo de los bueyes; el del establo de los
camellos; el de pastor de cabras y ovejas; el de zapatero; el de encargado
del gallinero; el de encargado del granero (trigo, cebada, etc.); el de
encargado del grano para los animales y de la paja; el de encargado de la
huerta o huertas; el de albañil; el de segador y encargado de la cosecha; el
de molinero; el encargado de la pocilga; el encargado de las viñas; el
encargado del palomar; y puede que alguno más que se me halla escapado
y pido disculpas por ello. Y muchos de estos trabajos estaban considerados
como viles. De hecho, así se dice en el retrait 662: Et s'il est frère sergent et
il veuille estre frère de covent, l'en li puet dire qu'en le metra sur un des
plus vis mestiers que nos avons, par aventure au four, ou au molin, ou a la
cuisine, ou sur les chameaus, ou sur la porcherie ou sur pluisors autres
offices que nos avons11.

11
Y si es un hermano sargento y desea ser un hermano del convento, se le puede decir que haga
una de las tareas más viles que tenemos, tal vez en el horno, o en el molino, o en la cocina, o con
los camellos, o en la pocilga o varias otras obligaciones que tenemos.
132

El comendador de la tierra y del reino de Jerusalén, era el gran


tesorero y estaba encargado de repartir a los hermanos entre las diferentes
casas. También estaba encargado de proveer la pañería de todas las cosas
que necesitase. El carnicero y los encargados del ganado menor se
encontraban bajo las órdenes del comendador de la carne. La caballería, la
forja, la herrería y todo lo referente al aparato militar, al mariscal. Todos
los otros oficios inferiores estaban a cargo del comendador de cada
encomienda.

Todos los hermanos artesanos debían responder de su trabajo ante


el mariscal, o ante el que estuviera en su lugar, además este debía de
proporcionarles todo lo necesario para que pudieran realizar su trabajo y
asegurarse que no les faltara de nada. 12

Por otra parte, los escuderos, podían ser “prestados” a los hermanos
artesanos para que le ayudaran en sus tareas, tal y como podemos ver en el
retait 176. 13

El retrait 320, prohibía a los hermanos artesanos entrar en cualquier


ciudad, granja o huerto, a menos que estuviera bajo su mando. Por otra
parte, ningún hermano que vaya a cualquiera de los talleres en desempeño
de su trabajo, debe de entrar sin el permiso del hermano que ostenta ese
cargo o el de un superior.14

Este mismo retrait nos dice que cuando cualquier hermano del
convento pedía algo a los hermanos artesanos debían pedirlo sin levantar
la voz, y estos debían dárselo sin protestar y amablemente. En el caso de
no tener los que les pedían, debían decirlo amablemente y sin levantar la
voz. Por supuesto el incumplimiento de estos mandatos era duramente
castigado.

12
Tous les frères des mestiers de la marchaucie sont en son comandement, et a lui doivent
respondre de lor labor, ou s celui qui sera en son leu, et il lor doit porchacier et faire avoir tutes les
choses qui a lor affiert. Retrait 175.
13
Et trestous les escuiers que l’en a prestes a frères de mestiers…
14
Retrait 321.
133

Tampoco un hermano artesano podía golpear a un esclavo sin


motivo, pero si podía hacerlo sin permiso y con una tira de cuero si por
algún motivo es merecedor de dicho castigo. Eso si, debía de hacerlo
teniendo cuidado de no dejarlo lisiado.15

Gracias a otro curioso retrait, el 325 sabemos que solo estaban


autorizados a llevar guantes de cuero los hermanos capellanes, a quienes
se les permitía llevarlos en honor del cuerpo de Nuestro Señor, y los
hermanos albañiles, por el gran sufrimiento que soportan y para que no se
hagan daño en las manos16.

En cuanto al hermano enfermero, el comandante de la Casa debía


proporcionarle todo lo que fuera necesario para la mesa de la enfermería y
para la propia enfermería donde están acostados los hermanos enfermos.
El comandante de la Casa era también el responsable directo del sótano, la
cocina, el horno, la pocilga, el gallinero y el huerto17.

Todos los hermanos estaban obligados a acudir a la capilla al toque


de campana, excepto los enfermos, el hermano artesano encargado de la
cocina si tiene metida las manos en la comida, el hermano encargado de la
fragua si tiene el fuego ardiendo para forjar hierro, o el herrero si está
preparando las patas de los caballos para herrarlas, aunque si es cierto que
una vez acabado su trabajo deberían acudir rapidamente a la capilla18.

El retrait 300, vuelve a repetir las mismas condiciones para estos


tres oficios: ...excepto el hermano encargado del horno, si tiene las manos
metidas en la masa, el hermano de la fragua si tiene hierro ardiendo en el

15
Retrait 336.
16
Nus frères ne doit porter gans de cuir, fors li frere chapelain aqui l'en les souffre de porter por
l'ennor dou cors nostre Seignor, lequel il tient sovent entre ses mains; et le frere masson les portent
aucunes fois, et l'en le sueffre por le grant travail que il souffrent et por ce que il ne se blessent si
legierement en lor mains.
17
Le Comandeor de la maison doi trover au frère enfermier ce que mestier li sera a la table de
l'enfermerie, et a l'enfermerie la ou li frères gisent malades ; et doi mètre a son comandement la
bouteillerie, et la grant cuisine, et le four, et la porcherie, et la galinerie, et le jardin. Et se le
Gomandeor ne veaut ce faire, il doit doner au frère enfermier tant de monoie que il puisse en
l'enfermerie faire avoir ce que mestier y sera.
18
Retrait 146.
134

fuego, y el hermano herrero, si está preparando la herradura de un caballo.


Esto nos da a entender la importancia que algunos de los oficios tenían
dentro de la vida cotidiana de la orden.

Ante tantos oficios que podemos ver existían en una encomienda, la


podemos considerar como una pequeña ciudad en la que todo o casi todo
se podría encontrar, desde el grano de trigo hasta el ajuar completo del
monje-guerrero. Esta era la extraordinaria estructura de la Orden, que
cada encomienda fuese independiente en sus necesidades; y en caso de
que alguna de ellas se viera carente de algo, poder recurrir a la ayuda de
otras y sin tener que pasar por terceros.

Esta reglamentación no fue establecida solamente para las


encomiendas de Oriente sino también para todas las encomiendas de la
Orden en Occidente. Sabemos y tenemos conocimiento a través de
documentos de las donaciones realizadas a la Orden, desde tierras,
campos, dominios completos, casas, molinos e incluso algunas
propiedades que incluían junto a ellas las familias que las trabajaban; y
que los hermanos templarios explotaban directamente todas esas
propiedades. Revista Abacus nº 0: ”El siervo no era libre, su señor podía darlo,
venderlo o intercambiarlo. Muchas veces la donación comprende toda la familia del
siervo, sus hijos nacidos o por nacer. En el siglo XIII, la condición de siervo mejoró
e incluso se le reconoce algunos derechos. Por ejemplo, en 1222 el conde de
Champagne se obliga con la gente que cede al Temple y bajo la garantía del
Preceptor de Provins, a no ejercer sobre ellos ningún derecho, menos el de
justicia.”

El comercio dentro de las actividades de la Orden.

La producción obtenida en la encomienda o convento era para el


consumo de los hermanos, como venimos diciendo, pero no todo aquello
que se producía servía solamente para el mantenimiento de la propia
encomienda, sino que lo que se producía en demasía servía para el
comercio. Como bien sabemos, la Orden estaba exenta de peajes e
impuestos que gravaban las mercancías, privilegio que les permitía hacer
concurrencia frente al mercado privado; como por ejemplo en el caso de
Provins que comercializaban con la lana y el vino, y gracias a estar exentos
de franquicias, les permitía a los hermanos vender los productos a precios
más bajo que los otros negociantes; y con la venta de esos productos
buscar y obtener unos recursos económicos para comprar las materias
135

primas necesarias, como por ejemplo los tejidos, el hierro o el acero, para el
equipamiento imprescindible de los hermanos, la fabricación de las
vestimentas o utensilios que no eran producidos directamente en la propia
encomienda, armas, accesorios para los caballos, y al mismo tiempo servia
también para financiar las campañas, las batallas y pagar al personal
doméstico y a aquellas personas externas a la orden que trabajaban por un
sueldo, etc. No todos los oficios lo ejercían los hermanos directamente;
como ya hemos dicho, algunos de ellos eran controlados o supervisados
por los hermanos encargados de ellos, en cuyos casos quienes ejercían las
labores eran los esclavos, los domésticos al servicio de la Orden y el
personal externo que trabajaban por un sueldo.

Estos beneficios económicos eran derivados y proporcionados por


la venta y comercio de algunos productos. Como ejemplo de ello podemos
exponer casos en los que he estudiado y de los que podemos hablar;
tenemos la famosa creación o establecimiento del “peso de la lana” o “feria
de la lana”, y que posteriormente se convirtió en lo que podríamos llamar la
“feria del ganado” en Provins; feria ésta que fue creada y fundada por los
caballeros templarios, y que hoy en día continúa siendo de gran interés a
nivel nacional por su industria textil y lanera y otros productos agrícolas.
Otro ejemplo es el de la creación e implantación de los puestos para la
venta de carne en París (revista Abacus nº 4, “En 1182 los templarios abrieron
una carnicería, lo que derivó en un proceso con la corporación parisina. El
tribunal de Chatelet dio la razón a la Orden, pero limitando a dos el número de
puestos.”) En otras encomiendas, por no decir en casi todas, existían
piscifactorías para el consumo de pescado para los propios hermanos de la
encomienda o convento; pero otras, que eran más propicias y estaban
mejor implantadas a causa de su instalación cerca de ríos piscícolas, los
hermanos hacían comercio con el pescado.

Uno de los productos o materia prima de la que disponía la Orden,


era la madera. Gracias a las donaciones y a la obtención de numerosos
bosques, los hermanos disponían de gran cantidad de madera, bien para
uso doméstico como la chimenea y la cocina, la construcción de edificios,
para la confección de armas y la propia comercialización como materia
prima, es decir como madera en sí. La madera era una materia primordial
en la época, y de ella sacaban buenos beneficios económicos. (El cartulario,
de Victor Carrière, menciona grandes espacios de arbolado, de donde los
Templarios tenían madera suficiente para las chimeneas y para la construcción: el
tercio del bosque Hunand, cerca de Jouy-le-Châtel, sesenta y cinco “arpents” en el
bosque de Soudun, todo ello exento de impuestos.Abacus nº 0)
136

Otros de los productos de los que se servían para el comercio, según


el establecimiento de la encomienda, era el vino, la cerveza u otros licores,
quesos, miel, aceite, etc. (revista Abacus nº 0: Propietarios de viñedos, los
Templarios vendían ellos mismo su vino. Cuando la cosecha era insuficiente, se
abastecían de sus vecinos. Este comercio estaba exento de tonlieu, transporte,
entrada y obertura de los toneles (existía un impuesto por cada tonel que se abría).
A pesar de ello, como la cantidad de vino que ellos producían y comercializaban
cada año era mayor, el conde Thibaud hizo justicia ante las reclamaciones de los
canónigos de Saint-Quiriace, limitando por ello a los Templarios la franquicia de
una cantidad de cuarenta toneles. El derecho de transporte debía ser cobrado por
toda cantidad suplementaria (1268), (Cartulario, charte CXLVII).

Por lo que el oficio o el trabajo era uno de los pilares más


importantes dentro de la Orden para llevar a buen término su no ya doble
lucha, sino su triple lucha, ORAR, LUCHAR y TRABAJAR. Los dos
caballeros, símbolo de la oración y de la lucha; el caballo, como noble
animal, símbolo de la lucha y del trabajo.
137

En el presente capítulo de “Un día en la encomienda” trataremos,


de la forma más clara que nos sea posible, sobre los capellanes en la
estructura de la Orden del Temple dentro de su monasterio, a nivel
espiritual, como correspondía a su ‘status’ de orden religiosa.

Antes de comenzar, daremos unas breves nociones sobre la


definición de la palabra “capellán”, para posteriormente poder
comprender mejor su sentido y alcance. Según la Enciclopedia Universal
Espasa-Calpe, se señalan varias etimologías para esta palabra. La opinión
más aceptada es la de Du Cange (Dictionnaire raisonné de l’architecture
française du XIe et XVIe siècle), ya definida por los antiguos escritores desde
el siglo VII, según la cual el origen estaría en la capa o capella (pequeña
capa) de San Martín de Tours: la célebre media capa de este santo. La
tradición indica que los reyes de Francia guardaban esta pieza como una
reliquia e incluso que cuando iban a la guerra la llevaban consigo,
guardándola en el campamento en una tienda de campaña. Con el tiempo
esta tienda habría asumido el propio nombre de capella, por asociación del
continente con el contenido, y los guardianes o soldados que la
custodiaban el de capellanes.

Otros autores lo hacen derivar de capella, cabra pequeña dado que


antiguamente se cubrían, de forma parecida a una tienda, con pieles de
cabra, los lugares religiosos reducidos en los que los reyes de Francia
hacían cumplir a los soldados los deberes de la religión y a los que se
llamaban por lo mismo capellae, y capellán al sacerdote rector de los
mismos. (Enciclopedia Espasa-Calpe)
138

Hay quien pretende que el nombre se deriva de capsa o capsella, con


significado de caja o cofre donde se guardaban las reliquias de los
mártires: de donde el nombre de capella, capilla para el lugar de estos
relicarios y de capellán para el eclesiástico encargado de su custodia.
(Enciclopedia Espasa-Calpe)

En la Edad Media, el «clérigo» (del latín clericus, significaba «que


era instruido») era una persona que había realizado estudios.
Perteneciente a la elite de las personas que sabían leer y escribir. No
procedía obligatoriamente del clero y no había sido, necesariamente,
ordenado sacerdote, pero el hecho es que muchos clérigos fueron llamados
a ejercer el sacerdocio en el seno de la Iglesia.

Se le da el nombre de capellán a los sacerdotes que ejercen


diferentes ministerios subalternos: suplencia de canónigos o de curas,
sacerdotes de hospitales, de cofradías o de hermandades, y sobre todo a
los que servían en fundaciones denominadas capellanías. Esas
instituciones, aparecidas en los siglos XII y XIII, tenían por finalidad
asegurar las misas y las oraciones por los difuntos. Constituían beneficios
cuyos titulares eran elegidos con la aprobación de la jerarquía diocesana.
El capellán tenía que respetar el privilegio de la iglesia parroquial y a veces
de comunidades de capellanes, verdaderas cofradías o hermandades
sacerdotales.

En lo expuesto más arriba podremos ver, posteriormente, una


diferencia bastante importante: los capellanes en su forma general eran
nombrados por la jerarquía diocesana, mientras que los capellanes de la
Orden eran nombrados directamente por el Papa. Como podemos
deducirlo por la bula “Omne Datum Optimum”, por la que la Orden del
Temple se ve emancipada de toda autoridad eclesiástica. Y por los Retraits,
capítulo 271: “Et se il y a Frere chapelain qui soit de mauvaise vie, ou qui met
discorde entre les freres, ou qu’il mete escandre, on se puet de lui delivrer plus
ligerement et a mains de conseil que de un autre Frere; que ensinc nos comanda
l’apostoile quant il nos dona les freres chapelains… (“Si hay un hermano
capellán de mala vida o que incita la discordia entre otros hermanos o que
provoca algún escándalo, debemos someterlo ante el consejo, como
cualquier otro hermano, como nos lo pide el Papa cuando nos da a los
hermanos capellanes…”)
139

Otras definiciones obtenidas sobre capellán es la del sacerdote que


se encargaba de una capilla privada, el cual designaba antiguamente el
beneficiario titular de dicha capilla. Igualmente se decía, en la monarquía,
del sacerdote oficial del rey, cuya función era la de decir la misa al rey, a la
reina, etc. El capellán del castillo enseñaba a los jóvenes a escribir, leer los
libros religiosos redactados en latín, a cantar y decir las oraciones.

El término capellán, tanto en la Regla como en los Retraits, se utiliza


de forma genérica por lo que puede designar o hacer alusión a los
sacerdotes, eclesiásticos, clérigos, presbíteros, curas (estos dos términos
podemos verlo en el proceso de los templarios al que haremos alusión más
tarde), etc.

Tan paradójico que nos pueda parecer, podríamos decir que


conocemos a los templarios, o al menos pretendemos conocerlos, sin que
ningún estudio se haya realizado con respecto a sus prácticas religiosas.

El estudio de la espiritualidad templaría es un desafío para todo


historiador, dado el vacío documental y la ausencia de testimonios fiables.
Sin embargo tenemos dos guías fieles y veraces: la Regla y los Retraits19
que no han sido, por lo que podemos ver en gran parte de las obras
publicadas sobre la Orden, bien estudiados dado que tanto de la Regla
como de los Retraits obtenemos una rica, aunque algo limitada,
información de la vida cotidiana de los templarios. Gracias a estas dos
herramientas que poseemos, nuestra intención no es otra que la de
desvelar el pasado de estos monjes-soldados u orden religioso-militar a
pesar de que, como se ha dicho antes, es un gran desafío para nosotros. Y
por esta razón definir la espiritualidad no es cosa fácil habiéndose notado
la numerosa multiplicidad de sentidos que reviste este tema. Habría que
comprender el movimiento de vida que resulta de la aceptación de la
Orden para comprender la fe y el pensamiento que de ella emana. Los
ritos son, en parte, la expresión de esta fe; el combate, otro. La confesión
del pecado es una forma de ellas. La temporalidad nos permite delimitar la
evolución de esta espiritualidad en el tiempo material e inmaterial.

19
En algunas ocasiones, habremos podido leer con asombro la traducción errónea al español de
retraits, como “retractaciones”. A este respecto hemos de decir que los retraits, dentro de la Orden
del Temple, son obligaciones y formas de conducta en el seno de un código o reglamentación y no
retractaciones por lo que, a pesar de tratarse de un término sin una traducción literal válida,
podríamos entenderlo como un libro de “usos y costumbres”.
140

No olvidemos que la religión está inscrita en la sociedad medieval y


que responde a una búsqueda de sentido; las prácticas representan un
sentido dado a la vida terrenal de las personas. En tanto que humano, el
templario representa un componente más de la Iglesia. Este componente
responde a múltiples necesidades; defender los Santos Lugares, la tumba
de Cristo, y procurarse los medios necesarios para llevar a término tal
acción. Es en el contexto de la Cruzada donde nace la Orden del Temple y
desarrolla desde sus orígenes las preceptorías necesarias para obtener los
medios financieros y humanos para su expansión.

La Iglesia, canalizando este nuevo movimiento destinado a la


defensa por las armas dentro de la sociedad feudal, rápidamente se
encuentra superada desde su base. Ratifica este nuevo movimiento en ordo
(orden) con una regla. Ahora bien, la situación en la que se encuentra la
Iglesia es nueva y excepcional: una nueva orden, religiosa-espiritual y al
mismo tiempo militar, o la alianza de la espada y de la oración, como lo
expresa bastante bien Damien CARRA (Le procès des templiers in
L’Histoire nº 323, 2007): “La fusión del guerrero y del religioso representó una
novedad radical en el seno de la espiritualidad cristiana. Sin embargo, los
templarios fueron el producto de la evolución de la sociedad y de la espiritualidad
de su tiempo.”

La influencia de la Iglesia cristiana es fundamental en esta época. Es


una fuerza espiritual que define la fe y la moral de cada individuo. Pero al
mismo tiempo es una fuerza intelectual y cultural, puesto que establece los
fundamentos de la filosofía, de la representación del mundo y de la
historia por medio de la interpretación de la Biblia.

¿Cómo se vive la espiritualidad de estos caballeros de Cristo


nacidos de una voluntad espontánea? Ni mucho menos pretendemos
realizar un cuadro exhaustivo de esta espiritualidad, sino de intentar
comprender la práctica litúrgica y/o colectiva (como se viene realizando
en números anteriores de ABACUS). De ahí la necesidad imperiosa de
investigar en las estructuras sobre las que reposan estos monjes-soldados.
Este estudio es el resultado de una interpretación de las lecturas
compuestas de manuscritos latinos y franceses originales, a veces
olvidados o nunca examinados en su totalidad. A continuación de esta
búsqueda tan fecunda podemos trabajar sobre el estatuto de la Orden
141

revelando de esa forma el mantillo fértil sobre el que la práctica litúrgica


reposa. Mucho se ha escrito, y se sigue escribiendo, sobre la condición
militar y pocas obras, o casi ninguna, habla o trata profundamente sobre la
condición religiosa de los templarios.

Dentro de la vida monástica, no todos los hermanos o monjes


pertenecientes a una orden, dentro de una abadía o monasterio han sido
ordenados como sacerdotes o capellanes para oficiar la misa y los actos
litúrgicos. Por lo que podemos comprender y deducir que en los primeros
años de la Orden del Temple, como “laicos”, no estaban autorizados para
ser ordenados capellanes o sacerdotes hasta el momento en que
obtuvieron su aprobación. Y por tanto quedaban sometidos a la
intervención de capellanes externos o capellanes que servían en la Orden
por algún tiempo.

De una manera general, en todas las órdenes monásticas o


canónicas, el ejercicio de la práctica litúrgica está sometido a prerrogativas.
En efecto, no pueden ser realizadas más que por una categoría de personas
diligentes para los actos religiosos. Este tipo de personas son llamadas
“hermanos capellanes” en la Regla templaria. Estos hermanos son miembros
de la Orden, por consecuencia templarios.

Sea cual sea la naturaleza de la orden, legalmente hay una edad a la


que se autoriza el servicio del culto y que varía según el Código de
Derecho Canónico en vigor. En el orden gradual de la clericatura, en la
actualidad, es necesario tener 18 años para ser subdiácono, 22 para ser
diácono y 26 para ser sacerdote. La formación se realiza en la diócesis de
origen en el seno de la escuela-catedral o en las receptorías cuando éstas
están suficientemente provistas de personal y una biblioteca adecuada.
Pero con respecto al período templario no podemos precisar nada en
concreto a este aspecto. A este respecto podemos tener nuestras reservas,
pero si vemos y estudiamos a fondo el proceso de los templarios, podemos
observar que hay testimonios y declaraciones de hermanos templarios que
fueron recibidos a la edad de 15, 16 o 17 años; por lo que la edad de la
clericatura de la época sería, con seguridad, menor de la actual.

La estructura de la Orden, tanto religiosa como militar, estaban


bastante bien definidas. Su prólogo podríamos decir que es la esencia de
toda la Regla, es el todo. «Nos parlons premièrement a tous ceaus qui
142

mesprisent segre lor propres volontés e désirent o pur coraige servir de chavalerie
au soverain roy et o estudiose cure désirent aemplir et aemplissent parmaignant la
très noble armeure de obédience.» (“En primer lugar nos dirigimos a todos
esos que menosprecian secretamente su propia voluntad y que desean
servir con coraje en la caballería del soberano Rey y a esos que quieren
cumplir y que cumplen, con asiduidad, la muy noble virtud de la
obediencia.”) Y, «Devant toutes choses quiquionques seit chevalier de Crist,
eslisant tant sainte conversation, toi entor ta profession, covient ajoustier pure
diligence e ferme persévérance, qui est si digne et si sainte, et si haute est coneue a
estre, que se ele est gardée purement et pardurablement, tu desserviras a tenir
compaignie entre les martirs qui donerent por Jhesu Crist lor armes.» (“Ante
todo, quienes quiera que seáis, caballeros de Cristo, que elegís una santa
conversión en vuestra profesión, a la que conviene añadir una gran
diligencia y una perseverancia firme, digna, santa y espiritual, pues es
reconocido que si es guardada con pureza y durabilidad, podéis merecer
tener un lugar entre los mártires que dieron su alma por Jesucristo.”) Este
es el comienzo de la Regla de la Orden en su prólogo apartados 1 y 2.

Como orden religiosa, los hermanos templarios, entregados con una


firme voluntad absoluta al servicio de Dios, debían seguir el rigor de una
regla monástica, el rigor de una entrega y obediencia absoluta a Dios. Por
ello, como toda orden religiosa, estaba sometida a una serie de preceptos y
horarios litúrgicos, canónicos o monásticos, «Vos abrenuntiant vos propres
volentés, et autres servant au soveran roy o chevaus et o armes, por le salu de vos
armes, a termes, estudiez universelment, o pur désirer d'oïr matines et trestout le
service entérinement selonc l'establissement canonical et l'usance des réguliers
maistres de la sainte cité de Jherusalem.» (“Vosotros, que renunciáis a vuestras
propias voluntades para ser los servidores del soberano Rey, con vuestros
caballos y vuestras armas, por la salvación de vuestras almas por siempre,
todos los días debéis, con un puro deseo, escuchar los maitines y el oficio
divino entero, según las observancias canónicas y las costumbres de los
religiosos regulares de la Santa Ciudad de Jerusalén.” Capítulo 9 de la
Regla.) «Mais se aucuns frères est mandés por la besoigne de la maison et de la
crestienté d'Orient, — laquel chose nos créons que sovent avendra, — et nen
porra oyr le servise Dieu, il doit dire por matines XIII pater nostres ; por chascune
ore VII, et por vespres IX.» (“Pero si, por necesidad de la casa y por los de la
cristiandad de Oriente, cosa que creemos sucederá a menudo, un hermano
es enviado fuera de la casa y no pueda escuchar el servicio de Dios, debe
decir por maitines XIII Padrenuestros; por cada una de las horas, VII, y por
vísperas, IX.” Capítulo 10) Recordemos aquí las horas canónicas o
monásticas: Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y
Completas.
143

Por lo que podemos ver en los textos anteriores, estaba


reglamentado que todos los hermanos asistieran a maitines y escucharan el
oficio divino por completo; así como las horas u oficios correspondientes a
la vida monástica y también los días festivos que tenían que celebrar con o
sin ayuno. En caso contrario, de encontrarse en el campo de batalla, debían
recitar un cierto número de Padrenuestros.

Tanto a la hora de comer como a la hora de cenar, se tenía que leer


las Santas Escrituras: «Tous tens, a disner et au soper dou covent, soit leue la
sainte lesson, se estre puet. Se nos amons Dieu et toutes les soes saintes paroles e
les siens sains comandamens, devons ententivement désirer et oyr ; le lizeor qui lit
la leçon vos enseigne a tenir silence ainz qu'il comence a lire.» (“En todo tiempo,
a la hora de comer y a la hora de cenar en el convento, que sea leída la
santa lección si es posible. Si amamos a Dios y todas sus santas palabras y
sus santos mandamientos, debemos desearlo y escucharlas atentamente. El
lector que lee la lección os enseña a guardar el silencio desde el momento
que él comienza a leer.” Capítulo 24 de la Regla).

Cuando un hermano fallecía, se debía decir una misa por la


salvación de su alma: «Quant aucun frère trespasse de vie a mort, la quele n'est
pardonée a nuilui, nos comandons ou pur coraige chanter la messe pour l'arme de
lui, e faire le servise Dieu par les prestres qui servent au soveran prestre et a vos
sont a termine a la charité, et a tous les frères qui sont présent la ou li cors est et
sont a termine en charité, jusques a VII jors, a dire C pater nostres.» (“Cuando
un hermano pasa de la vida a la muerte, cosa que todos tenemos que
soportar, pedimos con un puro coraje cantar la misa por su alma, y hacer el
servicio de Dios por los sacerdotes que sirven al Soberano Padre y a
vosotros a término [por un tiempo] y por caridad, y a todos los hermanos
que son presentes donde el cuerpo se encuentre y son por un tiempo por
caridad, decir cien Padrenuestros durante siete días.” Capítulo 62 de la
Regla).

Para que todos estos servicios y otros actos se llevasen a efecto, la


Orden debía, en sus comienzos, contar con la presencia en su seno de un
cuerpo de sacerdotes o de un clero. ¿Pero quién o quienes ejercían esa
labor sacerdotal y eclesiástica dentro de su monasterio? Es algo difícil de
explicar y de precisar; como venimos diciendo, hay un gran vacío
documental. Según las crónicas, y como se dice en el capítulo 9 de la Regla,
en un principio la Orden estaba asociada a los canónicos del Santo
144

Sepulcro; podríamos pensar que esa asociación o relación continuó


existiendo de una forma muy estrecha entre ellos, y que algunos de estos
canónicos sirvieran dentro de la Orden por un tiempo limitado y otros por
caridad; hasta el momento en que la Orden obtuvo su independencia y
poder contar con sus propios capellanes gracias a las Bulas obtenidas por
los diferentes Papas.

El papa Inocencio II, por la bula “Omne Datum Optimum” del 29 de


marzo de 1139, la Orden recibe una de las más grandes influencias. Robert
de Craon, sucesor de Hugues fallecido el 24 de mayo de 1136, obtiene la
creación de un cuerpo de hermanos-capellanes o de clérigos y hermanos-
sargentos; por lo que exonera a la Orden de la autoridad eclesiástica
diocesana habitual; lo que significa que a partir de ese momento, los
templarios dependían directa y solamente de la autoridad del papa.
Privilegio excepcional, entre otros, era la absoluta autonomía de la Orden
en materia espiritual, por el derecho acordado de tener en su seno sus
propios capellanes y poder contar con sus propios lugares de culto;
dejando al Maestre y a su capítulo una libertad casi total.

“Nos os exhortamos a combatir con ardor los enemigos de la cruz, y en


señal de recompensa, Nos os permitimos guardar para vosotros el botín que
habréis obtenido de los sarracenos sin que nadie tenga derecho de reclamaros una
parte. Y Nos declaramos vuestra casa, con todas sus posesiones adquiridas por la
liberalidad de los príncipes, que queda bajo la protección y la tutela de la Santa
Sede.” (Guillaume de Nangis, Chronique latine de Guillaume de Nangis, de
1113 à 1300 avec les continuations de cette chronique de 1300 à 1368, vol. 1,
Paris 1843).

El 9 de Enero de 1144, por la bula “Milites Templi”, de Celestino II,


se permite a los capellanes del Temple pronunciar el oficio una vez al año
en las regiones o ciudades prohibidas “por el honor y la reverencia de su
caballería”, sin que ello autorice la presencia de personas excomulgadas
dentro de la iglesia.

El 7 de abril de 1145, por la bula “Militia Dei”, Eugenio III confirma


la independencia de los caballeros del Temple con respecto al clero secular,
dándoles el derecho de deducir las dimas así como de construir sus
propias capillas y de enterrar a sus difuntos en sus propios cementerios.
145

De esta forma aseguraban el servicio divino en sus capillas,


participaban en la recepción de nuevos hermanos y eran los guías
espirituales de los mismos. Llevaban un manto de “bure” sayal y estaban
tonsurados. Los hermanos debían confesarse a ellos, excluyendo de esa
forma a otros sacerdotes. “Les frères chapelains doivent oyr les confessions des
frères ; ne nul frère ne se doit confesser a autre part fors que a lui, par que il puisse
avoir le frère chapelain sans congié. Car il en ont greignor pooir de l'apostoile
d'eaus assoudre que un arcevesque.” (“Los hermanos capellanes deben oír las
confesiones de los hermanos; y ningún hermano debe confesarse con
ningún otro sacerdote, salvo a éstos, y pueden ir a ver a los hermanos
capellanes cuando quieran sin permiso. Pues ellos tienen más poder dados
por el Papa de absolverlos que el de un arzobispo.” Retraits 269) Y
también: “Après, se le frère chapelain est présent, il doit dire : « Biaus seignors
frères, dites vos confessions après moi. » Et il doivent dire ensi corne le frère
chapelain lor enseignera ; et quant tuit auront dit lor confession, le frère chapelain
doit dire l'asolution et assoudre tous les frères ensi come li semblera que bon soit et
ensi come il est acostumé a nostre maison. Quar sachiés que li frère chapelain a
grant pooir de par nostre père le pape de assoudre les frères toutes fois selon la
qualité et la quantité de la faute. Mais se le frère chapelain n'i estoit, chascun frère
doit dire après la prière une pater nostre, et le salu de nostre Dame une fois.”
(“Después, si el hermano capellán está presente, debe decir: “Buen señor, di
vuestras confesiones conmigo”. Y ellos deben decirla de la forma que el
hermano capellán les haya enseñado; y cuando todos hayan dicho sus
confesiones, el hermano capellán debe dar la absolución y absolver a todos
los hermanos como él crea oportuno y según la costumbre de la casa. Pues
sepáis que el hermano capellán tiene una gran autoridad por parte de
nuestro padre el Papa de absolver a los hermanos todas las veces según la
calidad y la cantidad de la falta. Pero si el hermano capellán no estuviera,
cada hermano debe decir, después de la oración, un Padrenuestro y una
vez la Salve.” Retraits 542)

De estos dos Retraits podemos concluir, de nuevo, en que los


hermanos capellanes eran nombrados directamente por el Papa. Y también
de que todo nuevo hermano promovido en la Orden podría ser elevado a
la dignidad de capellán.

Referente al tema que nos ocupa, podemos hacer alusión al


documento de 1172 (Archivos Nacionales de París, K25 nº5 original), en el
que se nombra a cinco hermanos además de Eustachius y Bernardus.
Sobresaltar la mención de “frater Gillgertus capellanes Templi”; es la primera
mención de un hermano templario capellán. Este documento trata de una
146

donación realizada por Constance, hermana de Luis VII, a los templarios


de una casa situada en Champeaux de la cual gozarán después de su
muerte.

Probablemente habría una jerarquía entre los capellanes de la


Orden, como el del convento que podría ejercer un tipo de autoridad
episcopal; pero desgraciadamente, la Regla es poco explícita sobre este
punto. Solamente sabemos que los hermanos capellanes del Temple
podían ser elevados a la dignidad de obispo o de arzobispo.

Este capítulo de los Retraits, 434, habla sobre la pena impuesta por
una falta (tema éste que trataremos en su día) a los hermanos de la Orden.
“Mais se il estoient prestres ou que il eussent ordres sacrés, ce est que il fussent
diacres ou sosdiacres, il ne seroient pas mis en fers, ne ne li feroit hom autre honte
fors que l'on li osteroit l'abit, et après l'on le rendroit au patriarche ou a l'evesque.
Et a celui frère ne doivent soufrir que il demore en abit de chevalier, car nostre
règle desfent que frère ne porte mantiau blanc se il n'estoit chevaliers; ni onques
ne fu usés ne veu que frère chapelain portast mantel blanc en la maison dou
Temple, se il ne fust apelés au regimen d'aucune eveschié ni d'arceveschié. Mais
quant il avient que aucun frère chapelain est esleu arcevesque ou evesque
d'aucune yglise, il puet porter mantel blanc ; mais avant que il le porte il le doit
requerre mult humblement et dévotement et au Maistre et au couvent, que il li
otroient l'abit de frère chevalier, et il li doivent otroier debonairement et volentiers
por amor de la dignité a que il est venus, et por ce que il est grant honor de la
religion.” (“Pero si fueran sacerdotes o hubieran recibido alguna
ordenación sagrada, que sean diáconos o subdiáconos, no se les meterá en
prisión, ni se les someterán a ninguna otra vejación, salvo la de retirarles el
hábito y posteriormente ponerlos en manos del patriarca o del obispo. Y
los demás hermanos deberán sufrir la pena de no continuar con el hábito
de caballero, pues nuestra Regla prohíbe que un hermano lleve el hábito
blanco si no es caballero; tampoco que sea costumbre de que un hermano
capellán lleve el hábito blanco –recordemos que estamos hablando en el
caso de que se cometa alguna falta- en la casa del Temple si no ha sido
llamado a dirigir un obispado o un arzobispado. Pero si se da el caso que
un hermano capellán es elegido obispo o arzobispo de una iglesia, puede
llevar el manto blanco; pero antes de llevarlo, debe pedir humildemente y
devotamente al Maestre y al Convento que le otorgue el hábito de
caballero, y éstos deben concedérselo de buen grado y buenamente por
amor a la dignidad que ha alcanzado, puesto que es un gran honor para la
Orden.”
147

También en los Retraits, capítulo 448: “Nul frère dou Temple por quant
que il soitgentils hons, se il n'est chevaliers devant que li habit li soit doné de
Temple, puis que il ait receu l'abit, ne puet jamais estre chevaliers ne porter
mantel blanc si ne fust tel qui fust evesques ou de qui en sus, ensi come il a esté
retrait dessus.” (“Ningún hermano del Temple, a pesar de que sea un
gentilhombre, si no es caballero antes de que el hábito del Temple le haya
sido dado, desde que ha recibido el hábito, jamás puede ser caballero ni
llevar el manto blanco, a no ser que haya sido nombrado obispo o más,
como expuesto más arriba.”)

En la obra de Jules MICHELET, Le procès des Templiers, Collection de


Documents inédits sur l’Histoire de France 1841-1851 (2 volúmenes);
podemos ver entre los diferentes hermanos de la Orden que son acusados,
interrogados, o bien en sus deposiciones o confesiones, la condición de
presbítero de muchos de ellos, curatus (cura) o vicarius y no la de capellán;
el enumerarlos sería algo extenso; sin embargo vamos a nombrar a algunos
que en este punto nos interesa: Frater Petrus de BONONIA, presbítero
procurador general en la curia Romana. Frater Johannes de NANTOLIO,
presbíter episcopus. Trecensis. Frater Reginaldus de PRUINO, presbíter defensor
Ordinis. STEPHANUS, titulis Saint Ciriaci in Termis, presbiter cardinal. Frater
Raynaldus de TREMBLAY, vel TEMPLAIO, presbíter, curatus ecclesie Templi
Parisiensis. Frater Michael de VILLARIIS, presbíter archiepicopus Lugannensis.

Esencialmente, el ejercicio del culto tiene lugar en la capilla con un


ceremonial bien preciso, y que puede celebrarse en otro lugar que no sea
en las encomiendas y casas de la Orden, como puede ser en la naturaleza,
en el campo de batalla o en otra capilla dada la condición de guerreros. No
nos sorprende en absoluto que la Capilla fuese el centro, el corazón de la
Orden; no era ante la logia del Maestre, ni en la sala Capitular, o en el
patio de armas (como hoy en día solemos llamar). Era en la Capilla donde
todos los hermanos debían encontrarse a alguna llamada, sea la que sea y
también fuese donde fuese, bien para oír o decir las horas monásticas, o
bien para la llamada de estar preparados y tomar las armas.

Los altos cargos de la Orden tenían entre su séquito a capellanes o


clérigos de alguna dignidad de segundo grado como pueden ser los
diáconos. Esto nos lleva a que nadie, fuese quien fuese, se encontraba
exento de asistir a los oficios estuvieren donde estuvieren.
148

Entre el personal asignado al Maestre, se haya un capellán y un


clérigo. “Li Maistre doit avoir un bestes, et I frère chapelain, et I clerc a trois
bestes” (“El Maestre debe tener una bestia, un hermano capellán y un
clérigo con tres bestias” Capítulo 77 de los Retraits).

El Senescal tiene que tener un diácono escribano. “Li Senechaus doit


avoir… et I diacre escriban por dire ses ores…” (“El Senescal tiene que tener…
y un diácono escribano para decir sus horas…” Capítulo 99 de los
Retraits). Al igual que el Comendador del Reino de Jerusalén, el
Comendador de la Tierra de Tripoli y el de la Tierra de Antioquía tienen
que tener un diácono escribano. “Li Comandeor dou Royaume de Jerusalem
doit avoir… et un diacre qui sache escrire…” (“El Comendador del Reino de
Jerusalén tiene que tener… y un diácono que sepa escribir.” Retraits 110).
“Li Comandeor de la terre de Triple et celui de la terre d’Antyoche, doit avoir… et
I diacre a une beste…” (“El Comendador de la Tierra de Trípoli y el de la
Tierra de Antioquía, tienen que tener… y un diácono con una bestia…”
Retraits 125).

El Comendador de la Tierra de Antioquía, cuando viaja a Armenia,


puede llevar con él un capellán y llevar una capilla. “Et quant le comandeor
de la terre d'Antyoche vait en la terre d'Ermenie, il puet mener chapelain et porter
chapele” (Retraits 12).

Los altos cargos de la Orden tenían un capellán o un clérigo a su


lado, lo que significa que estuvieren donde estuvieren, en tiempos de paz,
de guerra, en batalla, o de cabalgada en otras ciudades, encomiendas o
casas, todos los hermanos oían o asistían a las horas y al Servicio Divino.

Retraits 148. “Quant le confanon prent herberge, li frère doivent


herbergier entor la chapele et defors les cordes, chascun venant en sa route ; et cil
qui sont defors si doivent tendre lor grebeleures defors et mètre lor hernois par
dedens ; et chascuns frères puet prendre place por toute sa compaignie. Et nul
frère ne doit prendre place, tant que la crie ait crié: « Herbergés vos, seignors
frères, de par Dieu», que li Mareschau l'ait prise; fors le Maistre, et la chapele, et
la tente de la viande avec son comandor, et le Comandor de la terre ; et se aucuns
frères l'eust prise, li Mareschaus la porroit doner a cui que il voudroit, se il ne 1'
feist par congié. Et chascun frère puet prendre place el mostier ou en la chapele; ce
149

est assavoir de la porte jusque a la moitié, quar de ci en amont feroient ennui au


prestre, por quoi il est desfendu. Et quant hom dit les ores, l'un frère doit aler
querre l'autre qui aura sa place jouste lui, se il n'i est.” (“Cuando el Gonfanón
acampa, los hermanos deben albergarse alrededor de la Capilla y al
exterior de las cuerdas, según vayan llegando; y los que estén o se
encuentren fuera de las cuerdas deben montar sus grebeleures20 fuera de
éstas y poner su equipamiento y sus arneses dentro de éstas; y cada
hermano puede tomar posesión para toda la compañía. Ningún hermano
debe tomar plaza hasta que el grito o la llamada no haya sido lanzado:
“Albergaros, señores hermanos, por Dios”; hasta que el mariscal no haya
tomado su sitio; salvo el Maestre, la Capilla, la tienda de la carne con su
comendador, y el Comendador de la Tierra; y si algún hermano ha tomado
plaza, el Mariscal puede darla a quien quiera, en caso de que la hayan
cogido sin permiso. Y cada hermano puede tomar plaza o sitio, en el
monasterio o en la capilla, a saber desde la puerta hasta su centro, pues de
estar más altos pueden molestar al sacerdote, por lo que está prohibido. Y
cuando alguno dice las horas, un hermano debe ir a buscar a quien debe
estar a su lado y se encuentra ausente.”

Retraits capítulo 155: “Se cri se lieveen la herberge, cil qui sont devers le
cri doivent issir celé part o lor escus et o lor lances, et les autres frères doivent aler
a la chapele por oyr le comandement que l'en fera. Et se cri lieve fors de herberge, il
ne doivent issir sans congié, ne por lion ne por beste dévorant.” (“Si el grito o la
llamada tiene lugar durante la campaña, los que están cerca del que grita
deben ir con sus escudos y sus lanzas, y los demás hermanos deben ir a la
Capilla para oír las órdenes que se les darán. Y si el grito o llamada fuese
dado fuera del campamento no deben ir si no es con permiso, ni por un
león ni por alguna bestia devoradora.”

Retraits capítulo 364: “Et devés savoir que, en celé meisme manière que il
est dit dessus, li frère se doivent contenir de aller au mostier et de oïr le servise
quant il sont par les estages ; en tel manière le doivent faire quant il sont en
herberge, de aler en la chapele ou la ou le servise se chantera, fors que tant que en
luec de la campane il ont maintes fois la crie. Et sachiés que li frère sont tenus de
obéir a la crie aussi come a la campane, ou come a celui qui le fera crier.” (“Y
debéis saber que, de la misma manera que se ha dicho más arriba [el asistir
a las horas y a los oficios], los hermanos deben conducirse e ir al mostier,
moutier, monasterio y escuchar el servicio cuando están en sus residencias
[casas o encomiendas]; y de la misma manera deben hacerlo cuando se
encuentran de campamento, ir a la Capilla donde el servicio se realiza o se
canta, salvo si, en lugar de la campana, no han oído el grito o la llamada. Y

20
Grebeleures : tipo de tienda utilizada por los hermanos templarios
150

tenéis que saber que todos los hermanos debéis obedecer al grito o a la
llamada como lo hacéis al toque de campana, y al que da el grito o hace la
llamada.“

Aquí tenemos algunos ejemplos de que la Capilla es centro de


concentración y de reunión.

A los hermanos capellanes se les tenía en gran consideración y les


estaban concedidos algunos privilegios; sus vestiduras estaban
confeccionadas con el mejor tejido, llevaban guantes, comían en la mesa
del Maestre o de su representante, eran los primeros en ser servidos y
tenían un vaso propio, cosa que era de una gran distinción. Retraits
capítulo 268: “Les frères chapelains doivent faire autele promission come les
autres frères, et aussi se doivent tenir come les autres frères ; fors d'en dret del
pater nostre doivent dire les hores. Et doivent porter robe close, et rere lor barbes,
et puent porter gans. Et quant il sont en présent ou frère trespasse, doivent
chanter la messe et dire le servise, en luec de c. pater nostres. Et as frères
chapelains doit hom porter honor, et lor doit hom doner de la meillor robe de la
maison, et doivent seir a la table premier près dou Maistre, et premiers doivent
estre servis.” “Los hermanos capellanes deben realizar la misma profesión
que los demás hermanos y deben comportarse como los demás; salvo el
derecho de decir o recitar los Padrenuestros, en el que en su lugar deben
de decir las horas. Y tienen que llevar el hábito cerrado y la barba afeitada
y pueden llevar guantes. Y cuando están en presencia de un hermano que
pasa a mejor vida, deben cantar la misa y decir el oficio en lugar de los C
Padrenuestros. Y a los hermanos capellanes debemos manifestarles un
gran honor y debemos darle la mejor vestimenta de la casa y deben ser
servidos en la primera mesa al lado del Maestre y deben ser servidos los
primeros.”

A la elección de un nuevo Maestre, debe haber ocho hermanos, y


cuatro sargentos; doce hermanos en memoria de los doce Apóstoles; en el
último momento, un capellán es elegido como representante de Cristo.

Retraits capítulo 211: “Et ces II frères doivent eslire autre II frères, et
seront IIII. Et ces IIII doivent eslire autre II frères, et seront VI. Et ces VI frères
doivent eslire autre II frères, et seront VIII. Et ces VIII frères doivent eslire autre
II frères, et seront X. Et ces X frères doivent eslire autre II, et seront XII, en
l'ennor des XII apostres. Et les XII frères doivent eslire ensemble le frère chapelain
151

por tenir le leu de Jhesu-Crist; lequel se doit mult esforcier de tenir les frères en
pais et en amor et en acort : et seront XIII frères. Et de ces XIII doivent estre les
VIII frères, chevaliers, et les IIII frères, sergens, et le frère chapelain. Et ces XIII
frères esliseors doivent estre tels come dessus est dit dou Comandeor de l'eslection,
de diverses nations et de divers païs, por la pais de la maison tenir.” (“Y esos dos
hermanos deben elegir a otros dos hermanos, y serán cuatro. Y esos cuatro
hermanos deben elegir a otros dos hermanos y serán seis. Y esos seis
hermanos deben elegir a otros dos hermanos y serán ocho. Y esos ocho
hermanos deben elegir a otros dos hermanos y serán diez. Y esos diez
hermanos deben elegir a otros dos hermanos y serán doce en honor de los
doce Apóstoles. Y los doce hermanos deben elegir juntos al hermano
capellán para tener el lugar de Jesucristo, el cual deberá esforzarse por
mantener a los hermanos en paz, en amor y en mutuo acuerdo; y serán
trece hermanos. Y entre esos trece, debe haber ocho hermanos caballeros,
cuatro hermanos sargentos y el hermano capellán. Y esos trece hermanos
electores deben, como más arriba se dice, del comendador de la elección,
de diversas naciones y países por mantener la paz de la casa.”

Vemos por tanto que, como orden religiosa, era esencial y


primordial tener en su seno una clase de hermanos capellanes propios
para mantener el buen funcionamiento y cumplimiento de la vida religiosa
de la Orden.

La Regla y los Retraits, verdaderamente, no prueban más que una


cosa: que la Orden del Temple estaba regida, hasta sus últimos días, por
una serie de leyes irreprochables, verdaderamente monástica; a través de
esos estatutos tan rigurosos es difícil pensar que se hayan deslizado, en un
número, más o menos grande, de casas o encomiendas, tradiciones
heréticas, prácticas culpables, iniciaciones simbólicas o de alguna manera
masónicas, de usos autocráticos, o corrupciones importadas de no importa
donde, etc.

Hay una cuestión, con la que terminaremos el presente artículo, que


muchos de nosotros, sino todos, nos hemos hecho y nos seguimos
haciendo: saber si los hermanos capellanes iban armados o llevaban armas.
Esta duda la podemos disolver gracias al capítulo 563 de los Retraits, por
el cual nos queda bien claro de que sí iban armados de espada. A pesar de
que este capítulo esté dedicado a las faltas y penitencias; dado que en los
correspondientes a los capellanes no hace mención alguna al respecto.
152

"Il avint que un frère chapelain venoit de Triple par mer, et le prist une
maladie, et de ce morut avant qu'il venist a Baruth ; et quant le comandor sot
qu'il fu au port, il [l']ala querre et le fist enterrer. Et le comandor prist uns viels
vestimens et l'en revesti, puis ovri les besaces dou frère chapelain et prist uns
vestimens en leuc de celui ; après manda toute la robe au Maistre fors une espée.
Après dist l'on au frère qu'il ne le pooit faire, et il estoit simples hons, et en cria
merci par devant le Maistre. Et por ce qu'il savoit poi des usages de la maison et
l'avoit fait en bone foi, et damaiges n'en estoit avenus, li Maistres pria les
proudeshomes qui la erent qu'il preissent la chose sur yaus avant qu'ele alast
avant. Quar s'il la vosissent mètre en avant, li frères eust perdue la maison : por
ce que quant frère chapelains muert es parties deçà la mer, tuit si livre et ses
vestimens et tuit si juel doivent venir en la main dou Maistre, fors la robe de
vestir et de gésir et les armeures, qui doivent aler la ou eles doivent aler ; et se il
muert es parties d'outremer, eles doivent aler en la main dou comandor dont il est.
Et se nul frère pernoit riens des choses dessus dites, l'on li conteroit a larrecin."

"Ocurrió que un hermano capellán venía de Trípoli por mar, y


enfermó y murió a causa de la enfermedad antes de llegar a Beirut; y
cuando el comandante supo que estaba en el puerto, fue allí e hizo que lo
enterraran. Y el comandante tomó algo de ropa vieja y lo vistió con ella, y
después abrió las bolsas del hermano capellán y de ella cogió un poco de
ropa; después envió toda la ropa al maestre excepto una espada. Más
tarde, se le dijo al hermano que no podía hacer tal cosa, y era un hombre
sencillo, y rogó clemencia por ello ante el maestre. Y porque sabía poco de
las costumbres de la casa y había obrado de buena fe, y ningún mal se
había derivado de ello, el maestre pidió a los hombres ilustres que allí
habían que tomaran el asunto antes de llevarlo más lejos. Pues si lo llevaba
más lejos, el hermano sería expulsado de la casa: pues cuando un hermano
capellán muere en regiones a este lado del mar, todos sus libros y su ropa
y todas sus joyas deberían ir a manos del maestre, excepto su ropa de día
(robe de vestir) y su ropa de noche y sus armas, que deberían ir allí donde
deberían ir; y si muere en regiones de ultramar, van a las manos del
comandante bajo el que estuviera. Y si algún hermano toma cualquiera de
las cosas antes mencionadas, será considerado como un ladrón."

Con este testimonio dado por los propios hermanos de la Orden del
Temple por medio de su documentación, perdurable a través de los siglos
y no sujeta a especulación alguna, podemos concluir afirmando sin ningún
género de dudas que los hermanos capellanes, clérigos dentro de la propia
orden monástica, tenían y ejercían el derecho de portar armas. Otra
singularidad más de estos tan queridos y añorados caballeros…
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