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Jugueteó con el cascabel entre sus dedos por unos pocos segundos antes de animarse a entrar

a su habitación. De solo imaginarse a la japonesa vestida de una linda minina las hormonas se
le descontrolaban de tal forma que sentía vergüenza de si mismo y su (nulo) autocontrol. Aun
así, no tomó en cuando aquello cuando ingresó a su habitación decidido a ponerle el cascabel y
no solo el cascabel, sino que también unas orejitas y una cola a juego en tonos negros que
escogió personalmente. Estaba perdiendo la cabeza, pero en su defensa… La japonesa tenía la
culpa— Voltéate, Minatozaki —Pidió sin más, esperando que acatara su orden, entre nervioso y
jodidamente ansioso— Traje una sorpresa para ti.

Y se encontraba ahí, una noche más en la habitación del mayor. Él aún no se encontraba
presente por lo que ahora aprovechaba en poder saltar un rato sobre la cama antes de que se
digne a llegar, había tomado una total confianza en pocos días hasta el punto que ya se sentía
en su propio cuarto. Un ligero tintineo logró oírse fuera del lugar seguido de la grave y tan
conocida voz del moreno. Al oír el pedido, cayó sentada sin más sobre el colchón, cruzó sus
piernas y dió una media vuelta para poder darle la espalda a la puerta de ingreso — Debe
decirme, Minatozaki-chan. Se lo dije, oppa — Contestó en primera instancia entre una leve
risilla mientras lo sentía cada vez más cerca a donde ella se encontraba — ¿Qué me trajo? ¿Ya
puedo voltear? — Tenía una idea de la sorpresa, después de todo el sonido era tan conocido
para ella pero aún así quería mantenerse curiosa hasta que él mismo se lo dé. — ¡Quiero ver!

— Minatozaki suena bien para esta ocasión… Sin el “-chan” —Una suave risa escapó de sus
labios y de rodillas terminó en el colchón. Entonces tomó el cascabel, no sin antes correr el
cabello de la menor para descubrir su cuello. El accesorio esa sencillo, pero femenino y cuando
se lo puso y ató firmemente (mas sin ahogarla) tuvo que morder su labio inferior para
mantenerse bien portado— ¡Aún no voltees! —Exclamó de repente, nervioso ante la
hiperactividad contraria. Era como una niñita y aunque nada iba a suceder si volteaba
realmente, quería mantener la sorpresa hasta el final. Acomodó su cabello, rozó sus dedos en
sus hombros y luego con cuidado terminó por ponerle las orejas que, como le gustaban, eran
peludas y suavecitas. Ahora solo quedaba la cola, pero para ello debía levantarse— El último
detalle… Ponte de pie. —Yongguk no estaba consciente del momento exacto en donde todo
eso había empezado, pero le gustaba. Mucho. Y aunque se “muriera” de solo verla vestida de
gatito por un segundo, nada importaba… Habría valido la pena totalmente— ¿Luego vas a
bailar para oppa? O mejor, ronronéame.

Su diestra ascendió hacia el collarín que ahora tenía puesto, acariciando el pequeño cascabel
que colgaba de este y así provocando aquel agudo sonido por unos instantes. Sana buscaba
controlarse en ese momento, tener puesto ese accesorio solo la motivaba a moverse mucho
más para hacerlo sonar pero la voz del ajeno una vez más hizo que se quedara inmóvil — ¡Pero
ya quiero voltear! — Exclamó, una presión comenzó a sentir en la cabeza, sus manos
nuevamente subieron por sobre su rostro para poder sentir la suavidad del par de peludas
orejas que ahora tenía. Su sonrisa iba ampliándose de solo imaginarse cómo se veía. La
siguiente orden del chico se dio y como era de esperarse, ella acabó levantándose sobre la
cama dando un par de saltos para lograr hacer sonar el cascabel en su cuello. Esta vez no le
importó desobedecer al chico, volteando la cabeza por sobre su hombro para lograr verlo de
reojo aún detrás de ella — La cola, oppa, falta la cola — Pidió entre risas, conteniéndose en
seguir saltando y desordenar aún más el cobertor — Usted aún no me baila, así que le voy a
ronronear por la sorpresa. Apure, apure.

No pudo contener su sonrisa por mucho tiempo. Verla moverse de ese modo solo aumentaba
las ansias que tenía de verla por fin completamente transformada en un gatito, por lo mismo
apenas se levantó en la cama y comenzó a saltar levemente en esta, se apresuró y la tomó de la
cintura, sin tomarse las molestias de levantarse también— ¿Qué haces? Eres una chica mala,
Sana… —Susurró cuando la vio voltear apenas, riendo tras ello y negando un par de veces
divertido— ¿Tendré que darte un castigo? ¿Nalgadas quizás? —Su ceja se alzó y tras ello tomó
la cola que tenía a un lado para engancharla en las prendas de la japonesa. Ya estaba lista ¿pero
él estaba listo para verla? Se bajo de la cama y suspiró, peinando sus largos cabellos hacia atrás
para despejar su rostro y también sus ojos. No quería que nada irrumpiera en aquel
momento— No te bailaré… —Respondió segundos después de oírla— No ahora… Es mejor un
ronroneo que un baile la verdad… Ven acá.

— Tadah! — Su cuerpo finalmente dio media vuelta para poder ver al hombre parado fuera de
la cama. Ella aún se movía sobre la blanda base para continuar hacer sonar el cascabel mientras
movía sus caderas para balancear la cola que ya tenía puesta, reía ante su propio accionar.
Podía sentir algo de vergüenza al realizar ello, sus mejillas coloreadas la delataban pero lo
divertido que era cubría la pena. — Ahí voy, oppa — Pronunció en una aguda vocecilla al
encontrarse ya parada al borde de la cama, sus manos se posaron sobre los hombros del ajeno
y así poder sostenerse antes de dar un salto hacia el suelo, quedando finalmente frente a frente.
— ¿Le gusta? No se me vaya a morir o sino ya no vuelve a verme así — Advirtió, controlando
sus ganas de reír a carcajadas. No iba a esperar que volviera a pedirle nuevamente el ronroneo
por lo que ella misma empezaba a dar la iniciativa. Sus brazos acabaron rodeando su cuello
mientras sus talones se levantaban tan solo un poco para quedar de puntillas, buscaba atraerlo
hacia su rostro ante la diferencia de alturas que entre ambos se presentaban. Una de sus
mejillas acabó posándose sobre la del rapero, frotándose suavemente de inmediato a la par
que iba provocando un ronroneo con su voz.

Definitivamente no iba a morir. Se negaba rotundamente a la idea de hacerlo, sobretodo


cuando la japonesa se volteó y el cascabel comenzó a sonar. La había imaginado así, pero
cuando fueron sus caderas las que danzaron de un lado a otro, seguidas por aquella cola, su
imaginación se vio totalmente superada— Te ves linda… —Susurro, sosteniendo con firmeza su
cintura para ya ayudarla a descender de la cama con cuidado— Y sexy… Pero no moriré. Me
mantendré acá, duro y firme contra todo. —Agregó, mientras acercaba un poco más su rostro
al ajeno, buscando ayudarla en la tarea de igualar las estaturas. Ella era una pequeña niña, una
niña que comenzaba a hacerle perder los estribos cuando fue escuchando ese torpe ronroneo y
aquel roce constante mejilla con mejilla. No aguantó demasiado, sus brazos envolvieron su
cintura y terminó por apegarla completamente contra si, de forma un tanto agresiva al no
poder controlarse— ¿Crees que puedas maullarme también? —Cuestionó, apartando solo un
poco el rostro para verla a los ojos, con un poco de intensidad— Pero no acá de pie… Siéntate
conmigo. —No esperó respuesta ni mucho menos una acción por parte de la japonesa.
Rápidamente se sentó en el borde de la cama y al tenerla agarrada de la cintura, la sentó sobre
sus piernas— Así es mucho mejor ¿no crees?
— ¿Maullarle? — Aquel par de ojos oscuros la miraban fijamente ante aquel pedido, tal vez él
no lo notaba pero ante ese tipo de mirada podía notarse como poco a poco su entrecejo se iba
frunciendo, no de enojo pero si tal por las ganas que ahora tenía de que ella lo hiciera. Sana no
tenía miedo, hasta le resultaba divertido ver a su mayor de tal modo a lo que solo pudo asentir
con la cabeza antes que volviera a abrir sus labios para continuar hablándole. — Mnh… — Solo
bastaron dos segundos para ahora encontrarse sentada sobre el regazo del rapero, había sido
tan fácil ponerla en tal posición que hasta ella misma se sorprendió por la nula reacción que
había tenido. El aura del hombre ahora parecía ser más fuerte y fijo, diferente a otros
momentos en donde reía pero no era malo, tal vez los accesorios que ahora vestía lo causaba
pero tal y como siempre, ella se proponía en hacerlo reír cada noche. — Meaw… — Dió un
primer maullido, su rostro iba sonrojándose, era muy diferente a cuando se burlaba de él pero
no dejaba de ser lindo a su modo. Un segundo maullido se oyó en la habitación pero esta vez
agregando el frote de mejilla con mejilla seguido de un ronroneo más. Su rostro no estaba al
alcance de la visión del contrario lo cual le favorecía en ocultar su expresión un tanto
avergonzada.

Una suave sonrisa se dibujó en sus labios cuando escuchó el primer maullido. Sus ojos se
posaron en ella los segundos que pudo pues de repente el roce mejilla con mejilla volvió,
acompañado de un suave ronroneo y un par de maullidos más. Los brazos que anteriormente
acariciaban su espalda comenzaron a ascender por toda su extensión hasta descender
nuevamente, llegando al límite justo donde comenzaba el pantalón de la menor y la pequeña
cola — ¿Es incómodo para ti? —Susurró, volteando poco a poco su rostro, hasta que sus labios
terminaron posados en una de sus mejillas — ¿Te estoy haciendo sentir incómoda? —
Cuestionó, dejando un pequeño beso, seguido de una mordida leve que dio pie a un camino
de mordidas en dirección a su oreja, en donde acabó suspirando sin querer — Puedes decirme
si es así… Solo dime “oppa detente ya” y yo me detendré. —Dejó un pequeño beso tras su
oreja y continuó el camino hacia su cuello, mordisqueando con timidez su piel.

Sana no respondía ninguna de las preguntas que él iba mencionando, el primer beso en su
mejilla llegó y los ronroneos fueron cambiados por un largo silencio por parte de ella hasta la
primera mordida que iba avanzando hasta llegar a su oreja. Un suspiro escapó de sus labios al
unísono con el del chico, su voz grave dominó en ese momento al decirle que ella podía hacer
que se detenga con unas pocas palabras, pero muy en el fondo la voz en la menor no quería
salir de sus rosados labiales. Sus ojos se fueron entrecerrando conforme los besos y mordidas
iban descendiendo hasta llegar a la nívea piel de su cuello, produciéndole un ligero cosquilleo
que logro hacerla temblar de inmediato. — Cosquillas… — Pronunció en una casi inaudible voz
al encoger sus hombros, podía sentir aquel camino un tanto húmedo provocado por el
moreno. Sus manos volvieron a aferrarse a los hombros contrarios, pegando una vez más su
cuerpo contra el de él.
El silencio fue la respuesta que esperaba, pero sus reacciones fueron mucho más allá. La
temperatura estaba aumentando en su interior y sabía que las cosas iban a ser así. Cuando
decía que moriría no hablaba literal... lo que realmente moría era su cordura. Y eso pasó cuando
sintió como se apegó a si, arrebatándole un ligero gruñido— Mierda... —Las mordidas en el
cuello de la menor cesaron cuando volvió a ascender, pasando por la línea de su mandíbula
hasta su mentón y de este a sus labios. No la besó (aún) pues sus frentes se juntaron y la miró a
los ojos los segundos suficientes para asegurarse que ella estaba bien con lo que pasaba. Pero
de todos modos, Yongguk era impulsivo. Sus labios se estamparon contra los ajenos en un
beso que buscaba ser suave pero que parecía lo contrario. Un beso un tanto... necesitado,
deseoso, apasionado. Su rostro se ladeó hacia un costado y las manos que anteriormente
estaban en su cintura bajaron a sus glúteos, envolviéndolos y buscando apegarla más hacia si—
Me vuelves loco cuando actúas lindo... —Confesó, tomando su labio inferior, el cual tiró entre
sus dientes sin cuidado alguno— Pero verte vestida de este modo... Minatozaki. Me haces
perder la cabeza.

— Oppa — Fue lo único que pudo pronunciar al tener sus frentes juntas y las miradas
entrelazadas. Cada acción que él ya había dado tan solo acababa quitándole la fuerza a ella, se
dejaba llevar por el momento, permitiendo que el chico pase aquella línea entre ambos. Se
sentía bien, su pecho comenzaba a latir de una manera acelerada hasta sentir los gruesos labios
sobre los propios. Por un segundo todo pareció detenerse para ella hasta sentir el ladeo que la
llevó a corresponder con la misma intensidad, sus brazos se aferraron con algo de fuerza al
cuello del chico (sin cuidado alguno) mientras sus piernas flexionadas se acomodaban a cada
costado del rapero con las rodillas sobre el blando colchón, su propio cuerpo no parecía querer
apartarse de él. Cada palabra que mencionaba con esa voz tan grave tan solo lograba que se
mantuviese con las mejillas de un color rojizo, el brillo en sus ojos tan solo demostraban la
aceptación a lo que decía y que el sentimiento tal vez era mutuo. Que de alguna manera, ella
también estaba enloqueciendo al estar con el chico.

Volvió a besarla sin más, su lengua se abrió paso en su cavidad, explorando ahora sin timidez
cada rincón de su boca; mientras que por otro lado estaban sus manos juguetonas, que
volvieron a su cintura solo para obligarla a sentarse ahí, donde su bulto comenzaba a formarse,
guiándola para que se moviera suavemente sobre el, como hace un rato lo hacía sobre la cama.
Jadeó contra sus labios ante el sinfín de sensaciones provocadas, con su respiración
descontrolada y el corazón latiendo agitado contra su pecho. Se apartó de sus labios y la miró,
jugueteando con el inferior entre mordidas y succiones que se complementaba con una mano
intranquila que ascendía por uno de sus costados, tocando su cintura, pasando por sus costillas
y apenas delineando parte de su pecho— No te contengas... —Susurró, agitado— No conmigo.
—Y fue tras decir eso que su mano tomó el seno de la japonesa por completo, buscando
otorgarle placer a través de suaves, pero intensas caricias. Quizás iba muy rápido... pero mierda,
realmente no le importaba.
Un jadeo brotó de sus cerezos ante las caricias que ahora el mayor le iba otorgando, la
temperatura en su propio cuerpo iba ascendiendo por aquella simple acción que había
realizado, logrando que la total timidez de la chica se esfumara de manera instantánea.
Contenerse ya no estaba en sus planes, sus propias caderas que ahora se meneaban de
adelante hacia atrás lo demostraban junto a esa expresión de deseo que dejaba ver. El tintineo
del cascabel en su cuello y sus suspiros se iban mezclando, Sana iba perdiendo la cordura de lo
que hacía. Tan solo quería seguir sintiéndolo, esa voz, esa mirada y esos jadeos que solo eran
para ella esa noche. — Más… — Fue lo único que logró mencionar antes de ser ella quien ahora
inicie un nuevo beso. Un nuevo contacto entre sus labios, la menor los entreabría al ladear el
rostro y esta vez ser ella quien adentrara su sinhueso a la húmeda cavidad del contrario, recorría
cada esquina de aquel lugar hasta encontrarse con el músculo ajeno. No tardó en enredarse,
incitando a una lucha entre ambos por dominar dicho accionar. El bulto iba sintiéndose aún
más entre sus piernas con cada meneo que realizaba, ello provocaba que débiles suspiros se
cruzaran en aquel insistente beso. Ansiaba que las grandes manos del chico continúen
recorriendo cada sección de su menudo cuerpo, que su calidez se sintiera directamente sobre
su piel.

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