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PUNTO DE IGNICIÓN
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CHRISTIE GOLDEN
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Editado por
HUSSERL MARVIN
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AGRADECIMIENTO
Con aprecio.
Su equipo de Lim-Books.
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CAPÍTULO
UNO
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Jim bajó la pistola. El humo aún salía del cañón, mezclándose con
el vapor que formaba volutas y se enroscaba a sus pies. La bala que
iba para Arcturus Mengsk, el hombre al que odiaba más que a
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nadie, había acabado con la vida del hombre al que Jim llegó a
llamar su mejor amigo.
— ¡Déjenlo!
— ¿Señor? —preguntó Cam Fraser, confundido—. No
abandonamos a nadie.
—A él, sí. No voy a poner en peligro la vida de ninguno de ustedes
por llevar el cadáver de un traidor —gruñó Jim. Era un argumento
válido. Pero, incluso mientras pronunciaba las palabras, Jim sabía
que ése no era el único motivo para esa decisión.
Los largos cabellos rojos por los que Raynor había pasado una vez
sus dedos eran ahora sólo recuerdos. Esa parte de la Reina de
Espadas no había cambiado; en lugar de suaves cabellos, adornaba
su cráneo lo que parecía un repugnante cruce entre tentáculos, patas
de insecto seccionadas y espinas como las de un puercoespín.
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Quizá no lo eran.
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...al brillo rojizo que pasaba por luz del sol en Char. Era un mundo
feo e impredecible. La superficie era rocosa y negra, o gris por la
ceniza, o simplemente fuego líquido. Se podía sobrevivir en la
atmósfera sin protección... a duras penas. Era el Infierno, simple y
llanamente, y un lugar adecuado para que los zerg lo llamasen
hogar.
— ¿Jim? —la voz era débil, pero era la de ella. Humana. Y ella
sabía quién era él.
—No pasa nada; te tengo. —Y eso era todo lo que hacía falta decir.
Caminó lenta, cuidadosamente, sintiendo su mirada, y la miró a los
ojos. No le dedicó una sonrisa tranquilizadora. Sus sentimientos
eran demasiado profundos para eso. La miró un instante y volvió
su atención al feo mundo que lo rodeaba. Las palabras vendrían
después. Ahora mismo tenía que llevarla a lugar seguro.
—Eh, chicos —dijo por el comunicador—, ha funcionado. ¿Han
protegido el cacharro xel’naga como se los pedí?
— ¡Sí, señor! —dijo la voz de Lisie—. Tuvimos que luchar contra
unos cuantos cuando empezó todo, pero durante un rato se
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Pausa.
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«Creía que te habían matado. Hubo veces, muchas, que deseé que
lo hubiesen hecho. Y ahora, incluso después de todo lo que has
hecho, incluso después de tantos muertos, me alegro mucho de que
sigas viva».
—Ahora casi me dan pena los zerg que se enfrenten a ti, Jim.
—Y a mí.
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Jim miró al cielo aliviado al ver que, al menos por ahora, los
mutaliscos estaban ocupados atacando las naves del Dominio, que
estaban mejor preparadas para repelerlos. Una preocupación más
inmediata era la nube de polvo gris ceniza que había levantado la
cercanía del enemigo. Jim distinguía las formas de
monstruosidades multimandibulares de patas de guadaña que se
arrastraban sobre sus torsos-colas. Contó cuatro hidraliscos.
Tragadas por el polvo, veía formas que tenían que ser varios
zergling más que avanzaban corriendo como una jauría de perros
salvajes, sólo que infinitamente más letales y aterradores.
—A mi señal... ¡Fuego!
Sus soldados eran buenos. Jim notó el sudor corriéndole hacia los
ojos y parpadeó, ignorando el picor. Esperó hasta ese dulce
segundo en que el ataque tuviese el mayor efecto pero no tan tarde
como para que los pasaran por encima. En alguna parte lejana de
su mente, lamentó haberse vuelto tan experto en la mejor manera
de matar zerg que el conocimiento del momento justo de hacerlo
se había convertido en una reacción instintiva.
Seguían acercándose, pidiendo sangre y muerte, enloquecidos por
la falta de la guía de su reina desaparecida.
Jim esperó.
Espera...
— ¡Fuego!
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Sería una hipocresía condenar a los zerg por volverse contra los
suyos. Ellos, al menos, tenían excusa. Una vez completamente
controlados por la Supermente y luego por la Reina de Espadas, ya
no eran más que bestias sin mente. ¿Qué excusa tenían los humanos
para hacer lo mismo?
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que crecía cada vez más y cuya forma se volvía cada vez más
distinguible hasta que pudo ver las conocidas y bienvenidas curvas
de la nave de despliegue Fanfare. A Jim le pareció lo más hermoso
que había visto nunca... excepto la mirada que le había dedicado
Sarah cuando se la llevaba.
—Tengan cuidado.
— ¡No vamos a dejar a mis hombres para que sean carne de cañón
para los zerg ni al aparato para que lo destruyan! —contestó Jim—
. Mantenedla lo más estable que sea posible. Su supervivencia es
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CAPÍTULO DOS
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Ahora otro hombre que amaba con todo su corazón le había hecho
a Valerian quizá su mayor servicio. El rubio príncipe sabía bien que
Jim Raynor era el único motivo de que Sarah Kerrigan siguiese
viva ahora. Raynor la amaba a pesar de aquello en lo que se había
convertido, a pesar de las atrocidades que había llevado a cabo. La
amaba lo suficiente como para arriesgar su vida y las de otros lo
suficiente como para entrar en la boca del lobo sin tener ni idea de
si encontraría a la muerte o a su amada.
Los dos iban de camino con el objeto, le había dicho Lisie a Jim
hacía como cuatro siglos, según le parecía a éste.
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—Sí, señor.
Miró por encima del hombro y lanzó un taco. Otra nube de polvo y
esta vez podía ver dentro de ella unas feas siluetas.
Jim y los demás abrieron los visores. El aire reconducido nunca les
había parecido tan dulce. Al inhalar agradecido, a Jim le sorprendió
encontrarse pensando no en su fuga, que todavía era incierta, ni
siquiera en Sarah, sino en Tychus.
«Tengo que estar encerrado en esta armadura hasta que pague todas
mis deudas».
— ¿Qué más?
Lily dudó.
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Una vez le había dicho que conservaba las uñas cortas porque era
práctico. Por el mismo motivo por el que siempre llevaba el pelo
apartado de la cara, recogido en una cola de caballo. Por el mismo
motivo por el que se mantenía en gran forma y se había construido
a su alrededor un muro de un kilómetro de grueso.
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Mutaliscos.
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Sarah.
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CAPÍTULO TRES
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—Ya llega, señor —dijo el piloto. Jim miró las imágenes que
aparecían en su visualizador y entrecerró los ojos.
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Oh, eso Jim sí que lo creía, desde luego. Pero también creía que
Valerian era más que capaz de matarlo en un instante y llevarse a
Kerrigan para sus propios propósitos.
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Jim lo hizo.
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—Hola, Hijo, Jim —dijo una voz muy familiar. Jim no necesitó
volverse a mirar la pantalla de la pared del muelle para saber que
Arcturus Mengsk estaba sonriendo burlón ante su inminente
triunfo. Jim recordó aquel momento aciago en que, justo antes de
que Tychus hubiese apuntado a Sarah, todos habían oído la voz de
Mengsk desde dentro del casco de Tychus: «Tiene sus órdenes,
señor Findlay. Cúmplalas».
«Tychus... ¿Qué has hecho?»
«He hecho un pacto con el diablo, Jimmy. Ella muere... Yo salgo
libre».
Ahora Jim se dio cuenta de repente cómo había sido posible que
Mengsk hablase con Tychus por el comunicados
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Jim quería ir con ellos, pero aún más necesitaba saber si Valerian
iba a seguir defendiendo su posición.
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CAPÍTULO
CUATRO
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Zerg.
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—Sé que estos tipos asustan, pero ahora estás segura. Aquí todos
quieren ayudarte. Y, si no lo hacen, me encargaré personalmente
de mandarlos al espacio.
— ¿...Jim?
—Aquí, cariño —dijo Jim, sonriéndole.
Ella empezó a sonreír también y entonces Jim casi pudo ver cómo
las ideas le iban encajando en la cabeza. La sonrisa quedó
congelada, se convirtió en una mueca, cerró los ojos y se apartó de
él.
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Era lo más bonito del mundo, del mundo entero, y había cogido
una, y se la iba a enseñar a mamá y papá.
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— ¡Oh, mira lo que has hecho ahora, Sarah! También has aplastado
al bicho y lo tienes por todas las manos...
Sarah gritó.
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Ni siquiera la de su hijo.
«Tres»
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— ¿Señor?
—Adelante —dijo Valerian mientras se acercaba a la consola,
complacido de que al menos su voz no reflejase su agitado estado
actual.
—Ya has matado a miles, Padre. Se lo debo a los que han perdido
la vida protegiéndome por defender aquello en lo que creo. Y en lo
que no creo... es en ti y en tus promesas.
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CAPÍTULO
CINCO
Jim...
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Podía notar sus alas huesudas, cada punta tan afilada como un
puñal, flexionándose, extendiéndose. Le pesaba la cabeza,
adornada no con claros mechones de pelo, sino con algo más
pesado, algo que se movía por voluntad propia. Sus ojos podían ver
mucho más allá que antes* su mente se había abierto...
¿Cuántos?
Había visto a una madre luchar por apartar a su llorosa hija del
peligro, cuando no había una salida al peligro...
Oh, sí, Sarah había matado antes. Pero quitarle la vida a una
persona le quitaba algo a ella también. Recordó una danza de la
muerte que había interpretado que desafortunadamente el
periodista Mike Liberty había sido obligado a contemplar.
Entrando y saliendo en fase de invisibilidad, cortando aquí,
rompiendo un cuello allí, disparando una escopeta, desapareciendo
de un lugar para aparecer en otro. Rostros desaparecidos, torsos
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—Gofres —murmuró.
— ¿Qué dices, cariño? ¿Te ha entrado hambre?
Una voz del pasado. Una que le había dedicado palabras cariñosas
una vez, que había amenazado con matarla otra. Tenía que ser del
pasado, porque no podía estar ahí ahora...
Gofres. Uno de los técnicos a los que había matado durante aquella
danse macabre en Antiga Prime había muerto deseando haberse
comido los gofres que le habían ofrecido en el desayuno aquella
mañana.
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— ¡Cerdo!
Un cerdo.
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Pero Raynor estaba justo donde sabía que podía servir mejor.
Mientras hablaba, el tenso cuerpo de Kerrigan se fue relajando
lentamente. Hacia el final, Jim se animó un poco cuando algo
semejante a su antigua sonrisa burlona curvó los carnosos labios de
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— ¿Eh? Oh, sí. El Dr. Emil Narud será de gran ayuda para todos
en este momento.
—Aquí tenemos también a un científico —intervino Homer— Y
bastante bueno. Egon Stetmann. Quizá no necesitemos a Narud.
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—No conozco al tal Dr. Stetmann, pero le aseguro que no hay nadie
en toda la galaxia que conozca mejor la fisiología zerg que el Dr.
Narud. Seríamos unos necios si no lo avisáramos lo antes posible.
—Vamos a ver qué piensa Stetmann antes de tomar una decisión
—dijo Jim. Apretó el botón de control y el rostro angular y
dispuesto de Egon apareció en pantalla—. Egon, ¿cómo va el
laboratorio?
—Un poco desordenado, pero nada que no podamos o barrer o
arreglar —replicó Egon—. ¿Cuál es el plan?
—Bueno, estamos pensándolo ahora mismo —dijo Jim—. Ya
sabrás que los objetos xel’naga han funcionado.
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CAPITULO SEIS
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Los puños se le apretaban solos cada vez que una de sus naves
recibía un disparo. Una en particular, el Antigone, parecía ser el
objetivo preferido aparte del propio Bucéfalo. El Antigone era la
nave más dañada de las dos que habían conseguido huir de la
batalla anterior. Obviamente, Mengsk había pensado en
desarbolarla por completo y eliminar su amenaza mientras seguía
atacando al Bucéfalo.
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«Vamos, vamos...»
—Recibiendo transmisión del Hyperion, señor. Envían las
coordenadas del salto y nos dicen que estemos preparados para
saltar a su señal en menos de dos minutos.
—No, no lo ha hecho.
—Bueno, entonces ven aquí mientras él trabaja allí. He estado
hablando con Matt y podríamos tener un lugar donde escondemos
una vez nos deshagamos de todos tus rastreadores.
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CAPÍTULO SIETE
Horner parecía cada vez más incómodo. Ahora suspiró y cruzó los
brazos al aproximarse Valerian. Parecía que estaba a punto de
presentarse voluntario para hacerle cosquillas a un hidralisco.
Valerian alzó expectante una rubia ceja.
—Gracias —dijo—, cualquier idea que pueda tener para evitar más
pérdidas de vidas y llevar a Sarah Kerrigan a que le den los
cuidados adecuados será más que bienvenida.
—Bueno, yo... quizá tenga una solución —dijo.
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Horner enrojeció.
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Swann estalló:
— ¡Estás como una cabra, Horner! ¿Mira Han? ¡Esa mujer es una
sucia mercenaria!
—Bueno, bueno, Swann —dijo Jim—, vigila tus modales. Estás
hablando de la...
—No hace falta que entremos en eso —lo interrumpió Matt
rápidamente. Valerian se volvió hacia Matt, levantando las cejas
inquisitivamente. Horner no miró a los ojos grises del Príncipe
Heredero, movió la mano y dijo—: es una... larga historia.
—Pero me imagino que una que merecerá la pena oír en algún
momento —dijo Valerian, claramente intrigado. Volvió con el
asunto del que hablaban—. ¿Entonces la tal Mira Han estaría
dispuesta a repeler a los mercenarios y a los piratas que pueblan
Deadman’s Port y a protegemos del Dominio por ti?
—Es una apuesta arriesgada, pero creo que podré convencerla.
—Bueno, lo único que sé es que siente debilidad por Matthew —
dijo Raynor—. Vamos, Swann. ¿Tienes tú una idea mejor?
— ¿Con el Dominio pegado al culo cada vez que se nos ocurra
siquiera sonamos la nariz? Claro que no tengo una idea mejor. Y
sabes que me mata reconocerlo. ¿Cómo vas a ponerte en contacto
con ella, Horner?
—Tengo una manera.
Valerian se adelantó.
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—Yo, eh, tengo que mirar ahí debajo —dijo Annabelle con una
sonrisa tímida—. Para buscar rastreadores y eso.
—Oh, por supuesto. —Se levantó inmediatamente de su asiento y
Annabelle se metió debajo de la consola. Dedos ágiles y sensibles,
a pesar de sus bien ganados callos, pasaron por el frío metal y
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Jim hizo una mueca cuando su silla arañó ligeramente el suelo, pero
Sarah no se movió. Estaba muy dormida. Volvió a tomarle la mano,
recordando que algunas personas creían que incluso en coma la
gente era consciente de esas cosas. Esperaba que fuese cierto.
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Después de que Antiga Prime hubiese caído ante los zerg, Sarah
seguía sin recuperar el coloren sus mejillas, y los círculos
verdeazulados bajo sus ojos no habían desaparecido del todo. Ella
y Jim, tras sus primeras tazas de café juntos, habían ido gravitando
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—También quería decirles que me alegra mucho ver que los dos se
llevan tan bien.
Jim había creído quo era un cínico resabiado. Pero, ante las
palabras de Mengsk, se sonrojó. Aunque Kerrigan tampoco iba a
tener problemas en saber lo que pensaba sin aquel arrobo delator.
Sarah también apartó la mirada un momento y. al final, miró a
Jim.
—A veces necesitamos a otros para que vean lo que hay dentro del
corazón de un hombre. Juzgo bien a la gente, Jim Raynor. Me está
permitiendo llegar donde he llegado en mi misión de, por fin,
eliminar a la Confederación de este sector y establecer algo que sea
justo y duradero. Tú, amigo mío, tienes los ideales de un ángel. Y
tú, Sarah —su voz se volvió afectuosa mientras brindaba por ella—
, tú eres mi ángel vengador.
Sarah bajó la mirada. A Jim no le hacía falta ser telépata para notar
su dolor. Pero Sarah no protestó. Porque todos sabían que era
cierto.
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—En una cosa tienes razón —dijo, tomando un trago del brandy.
El líquido le quemó delicadamente al bajarle—, hay que detenerlos.
Hay que hacerlo. Si hay una vida después de esto, esos bastardos
van a tener que responder por muchas cosas. Sus políticas están
hechas para llenarse el bolsillo y nada más, y cuestan vidas. Vidas
de gente buena y decente que sólo quiere ganarse la vida
honradamente. Gente que confía en ellos porque, maldita sea,
deberían poder confiar en ellos. En que su gobierno les dará comida
sana y nutritiva, no veneno. En que, si se presentan voluntarios a
librar una guerra por ellos, luchar y quizá morir, serán honrados si
caen y se ocuparán de ellos si vuelven a casa. En que a sus líderes
les importan.
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Había.
Durante mucho tiempo Jim había guardado una bala especial con
la palabra “Justicia” escrita en ella. Ahora tendría que hacerse con
otra. La primera se la había metido en el cerebro a Tychus Findlay.
Y, tragando saliva ante el recuerdo, se dio cuenta de algo.
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CAPÍTULO OCHO
— ¡Matthew!
— ¿Un tiempo?
—Por supuesto. No puedo poner en peligro a mi propia gente
durante demasiado tiempo, ¿no crees? Tú harías lo mismo.
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—Hola —dijo.
—Hola —murmuró ella y había un remoto rastro de sonrisa— Este
doctor es incapaz de mantener su laboratorio inmóvil. ¿O es cosa
mía?
—No —dijo Jim—, no eres tú, pero tampoco el doctor. Nos están
atacando, querida.
— ¿Quién? ¿Zerg, protoss, el Dominio, uno que pasaba por ahí?
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Sarah se quedó paralizada y cerró los ojos. Jim maldijo para sí.
Estaba claro que había ido demasiado lejos.
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—Cariño, yo...
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Jim salió del hangar de atraque del Hyperion a la gris niebla, que
provocaba escozor en los ojos, del “clima” de Deadman’s Port.
Parpadeando, miró a su alrededor y pensó en su visita, hacía tantos
años, con Tychus Findlay. Aquello no había cambiado mucho;
seguía siendo un montón de basura que se las arreglaba para ser
una ciudad. Habían construido hogares dentro de los restos de
viejas naves; las calles, si es que se podían llamar así, eran
sencillamente senderos entre las pilas de restos, Pero había gente
que vivía y moría allí, quizá incluso que amaba y soñaba.
más feo que había visto nunca y O’Bannon, el alma más fea que
había tenido la desgracia de conocer.
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—Vaya, vaya, aquí están, tres chicos lindos para Mira —dijo una
voz detrás de ellos. Se giraron y vieron a una mujer musculosa de
pie ante ellos con las manos en las caderas y sonriendo—. Bueno
—se corrigió, con sus ojos (el mecánico y el humano) pasando de
uno a otro—, dos chicos monos y uno desaliñado. James —
suspiró—, ¿nunca utilizas las duchas sónicas de tu encantadora
nave?
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PUNTO DE IGNICIÓN
—Me han dicho que te llame señor V —dijo—, y eso haré. Pareces
más alto que en los informativos de la UNN.
—Me lo dicen mucho —dijo Valerian—. Gracias por acceder a
protegemos. No olvidaré su amabilidad.
—Esperemos que tu querido papi no se entere y que también decida
no olvidar —dijo Mira. Jim conocía lo suficientemente bien a Mira
para reconocer una advertencia cuando la oía. Podía ser coqueta
cuando así lo decidía, pero peligrosa lo era siempre. Sabía que no
debía subestimarla. Sonrió, dulcificando la sutil amenaza—. Y yo
también les estoy agradecida... por darme la oportunidad de pasar
algo de tiempo con mi querido Matthew.
— ¿Cómo se conocieron?
—Oh, no hablemos de eso —dijo Matt rápidamente.
—Le gusta hacerme rabiar —dijo, pero era obvio para cualquiera
que la que estaba haciendo rabiar a Matt era ella—. No me escribe,
no me llama... Pero aquí estamos ahora y vamos a compensar el
tiempo perdido, ¿verdad?
que ella sentía por Matt era obviamente real, aunque sólo fuese
juguetón.
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PUNTO DE IGNICIÓN
—Gracias, Mira.
—Mmm —dijo Mira evasivamente—. Puedo ofreceros un refugio
en el que esta... mujer.... puede ser atendida. He llamado a algunos
doctores, pero no creo que vayan a ser mejores que los que van en
tu nave, señor V. Pero están a su disposición. El lugar está aislado,
silencioso y es muy seguro.
—Suena perfecto.
—Bien. Enviaré a alguien para recogeros dentro de una hora o así.
Mientras, Matthew y yo tenemos que ponemos al día —dijo Mira,
colocando un posesivo brazo alrededor de Matt. Matt miró a Jim
con expresión triste, pero éste se limitó a encogerse de hombros y
a gesticular un «No puedo hacer nada».
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CAPÍTULO
NUEVE
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Y entonces lo vio. Abrió los ojos de par en par. Estaba más hecho
polvo que antes, pero era inconfundiblemente...
El piloto se rio.
—No parece tan distinto desde aquí arriba, pero una vez bajas, te
das cuenta de que ha cambiado mucho —dijo el piloto, y añadió—
; Mira no es O’Bannon.
—Y menos mal —dijo Jim. Soltó una risita y movió la cabeza con
tristeza. Bueno... Así que Mira, la del pelo rosa, era la que se había
hecho con el mando después de que Ethan Stewart, el sucesor de
O’Bannon, hubiese sido convertido en un zerg. Raynor no tenía ni
idea de que su poder fuese tan grande y, a juzgar por lo que había
dicho el piloto, a ella le gustaba así. De repente se sintió mucho
mejor acerca de su seguridad y de la calidad de los cuidados que se
le proporcionarían a Sarah.
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PUNTO DE IGNICIÓN
—No vivo aquí —dijo Mira—, esto es sólo un sitio para que venga
la gente que lo necesite.
Mira buscó en uno de los bolsillos del chaleco y sacó una vieja
ganzúa. La habitación era tan grande como la recordaba pero, igual
que había pasado en el salón de la entrada, la mayoría de la
decoración se había vendido hacía tiempo. La luz que entraba desde
la ventana era tan agradable como siempre, y la cama era la misma:
grande y con dosel y, Jim supuso, cómoda.
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Lo tomó del brazo y salió con él del cuarto. Los médicos dedicaron
su atención a Sarah. Uno de ellos se había inclinado para retirarle
la manta. La mano de Jim salió disparada para agarrarlo por la
muñeca.
Y quizá era por eso por lo que habían trabajado tan bien juntos.
Eran dos asesinos soberbios a quienes no les gustaba matar.
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—Chico, aquí no hay nada que indique que hay alguien en casa —
dijo Jim mientras se acercaban a la solitaria luna del gigante de gas
conocido sólo como G-2275.
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PUNTO DE IGNICIÓN
Sarah levantó una rojiza ceja y miró la pantalla. Era una luna
completamente corriente, rodeando un planeta completamente
corriente. No había indicación alguna de que bajo la superficie se
encontrase uno de los grandes centros tecnológicos de la
Confederación.
Ella había tenido razón, como siempre, en todo lo que había dicho.
Aquellos arrogantes bastardos no se habían molestado en cambiar
el algoritmo. Fue sencillísimo obtener permiso para aterrizar y, una
vez allí, que un forajido y una fantasma derrotasen al grupo que
trabajaba en el muelle de atraque y a los dos marines que parecían
extremadamente aburridos antes de haberse vuelto
extremadamente muertos.
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—Adelante.
—Todo el mundo sabe que ha roto relaciones con su padre por lo
de Sarah Kerrigan. Pero, ahora ¿qué? No vamos a seguir aquí
escondidos toda la vida.
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Valerian sonrió.
Valerian asintió.
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—Tenemos un problema.
—Le pondré otra copa —dijo Cooper, poniéndose a trabajar en el
acto.
—No lo entiendo.
—Se lo diré de otro modo —dijo Matt. Se inclinó y pasó la mano
por el suelo. La levantó llena de grasa, aceite goteando, manchada
de suciedad y salpicada de otras cosas que Valerian no quería saber
qué eran—. ¿Ve esto? —preguntó Matt, indicando la mano sucia.
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CAPÍTULO DIEZ
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Tras media hora de preguntar por ahí, Matt recogió algo de ropa
que estaba convenientemente gastada. Se la dio un hombre de
Swann que era, según Matt, «de esos a los que les gusta tener las
manos sucias mientras trabaja».
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—Por supuesto.
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PUNTO DE IGNICIÓN
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Con los recursos que tenían, no podían hacer nada acerca de sus
rasgos patricios, aparte de ensuciárselos. Y lo habían hecho.
Valerian mascaba algo que le había dado... alguien, y se inclinó
escupir un chorro de un líquido de color repugnante.
Se abrieron paso entre las docenas de críos que, una vez que vieron
a la pareja, se agarraron inmediatamente a sus piernas y
extendieron unas manos sucias, pegajosas y pedigüeñas, rogando:
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Matt estaba callado. Mira siempre le había parecido una mujer que
sólo miraba por ella misma. Pero creyó a Valerian y la revelación
le estaba obligando a ver a Mira bajo otro prisma. Además, ella
también tenía en sus manos al Príncipe Heredero y tenía que saber
que Arcturus la recompensaría muy bien por entregar a Valerian.
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CAPÍTULO ONCE
Jim llevaba fuera poco tiempo. No había querido dejar sola a Sarah
con extraños, pero era un ser vivo y su cuerpo tenía algunas
necesidades de las que debía ocuparse. Una de ellas era conseguir
comida. El estómago le había rugido con tanto ruido que los dos
médicos, Yeats y Becker, lo habían mirado de reojo.
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— ¿Qué ha pasado?
—Intentó arrancarse una de las... bueno, hemos empezado a
referimos a ellas como “plumas” —dijo Becker—. Se rompió un
poco por la base, pero es una herida menor. Hemos reparado los
daños.
—Ya veo.
—Desde entonces se ha negado a responder a ninguna pregunta y
actúa como si no estuviésemos delante.
— ¿Está despierta? —preguntó Jim, todavía en voz baja mientras
miraba al cuerpo que yacía bajo las sábanas al otro lado de la
habitación.
—Sí —dijo Yeats— pero, como dijo el Dr. Becker, nos ignora.
—A mí no me ignorará.
Jim dejó atrás a los médicos y se sentó en la silla que estaba junto
a Sarah. Arrastró las patas de la silla para que ella supiese que
estaba allí. Sarah miraba hacia el otro lado y no se movió mientras
Jim se sentaba. Desde aquel ángulo veía la pluma herida; la habían
vendado cuidadosamente a la base.
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—Vamos a sacar a esa gente, pase lo que pase —dijo Jim con
firmeza—. Nuestra información dice que un montón de esos
científicos de Orna III no están precisamente contentos con las
cosas que les obligan a hacer.
— ¿Obligar? —dijo el joven primer oficial del Cormorant, la nave
que llevaba a Jim y a Sarah a la instalación científica de la que
hablaban. El muchacho, cómo se llamaba, Jack Horner o algo así,
era todo un novato. Jim reconocía el tipo. No hacía tanto que lo
había visto al mirarse al espejo. Antes de que las Guerras de
Gremios y la traición lo hubiesen cambiado.
—Obligados —dijo Jim—. Está bien, no todos. Algunos
probablemente disfrutan de lo que hacen. En nombre de la ciencia
y todo eso Pero a muchos se les revuelve el estómago tanto como
a nosotros con lo que está pasando ahí. Los vamos a rescatar igual
que a los eh... —miró a Sarah en busca de la palabra.
—Sujetos de experimentación —dijo Sarah con frialdad. Jim se
encogió de hombros mentalmente. Él estaba pensando en la palabra
“pacientes” o algo parecido.
—Con su permiso, señora—dijo Horner—, hemos oído muchos
rumores. No pueden ser ciertos todos. —Le fallaron las palabras
bajo la implacable mirada de Sarah.
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PUNTO DE IGNICIÓN
Eso era. Una vieja canción de cuna sobre el Pequeño Jack Horner.
Jim se sentía un poco avergonzado.
—No lo haré, señor —dijo—. Puede contar con ello. Con permiso,
querría repasar el plan una vez más.
—Adelante, chico.
Matt carraspeó.
*******
Ella no lo miró.
—No puedo apoyar tu plan a menos que entienda por qué lo deseas
tanto —dijo Jim.
—Era una niña cuando vinieron a por mí, igual que Johnny. No
controlaba mis poderes. Querían saber qué podía hacer. Querían
que mostrase mis poderes para poder analizarlos y clasificarme,
pensar cómo podían utilizarme mejor. Me mantuvieron aislada,
excepto cuando me sacaban para intentar ponerme a prueba. Pero
un día me dieron una compañera. Una gatita. La tuve durante tres
semanas. Una gatita negra con la frente y las patas blancas. La
bauticé Botas.
De repente, Jim ya no quería oír más, pero sabía que tenía que
hacerlo.
144
CHRISTIE GOLDEN
—Sí —replicó ella—, hago lo que hago para evitar que esto le
vuelva a pasar a alguien más. Dentro de ese supuesto laboratorio
les están haciendo cosas como las que me hicieron a mí, y peores,
a hombres, mujeres y niños. Voy a hacer volar el sitio, Jim. Porque
es lo que tiene que pasar. ¿Estás conmigo?
Jim ni siquiera tuvo que pensárselo dos veces. Tenía la mente llena
de imágenes de un gatito juguetón que enfermaba cada vez más y
de una niña a quien se le rompía el corazón un poco más cada día
que pasaba. Le hizo un gesto afirmativo.
145
PUNTO DE IGNICIÓN
CAPÍTULO DOCE
2500
Habían trabajado bien juntos otras veces, pero aquello era distinto.
La meta era más complicada. Encontrar y liberar a los pobres
desgraciados con los que experimentaban ya era suficiente. Pero
también tenían que encontrar a los hombres y mujeres decentes
mezclados entre esos psicópatas y liberarlos junto con las víctimas.
Ah, y plantar los explosivos para hacer volar aquello. Y la única
ayuda que iban a tener los dos en todo aquello era la voz de Jack...
maldición, Matt Horner, en sus oídos dirigiéndolos. Jim se esforzó
por contener su inquietud, tanto por él como para evitar un bucle
de pesimismo con Sarah.
146
CHRISTIE GOLDEN
Jim asintió.
—Lo sé.
148
CHRISTIE GOLDEN
Ésta asintió sin mirar siquiera el objeto. Sarah era ahora como un
depredador a la caza, completamente concentrada en la tarea que
tenía delante. Su rostro tenía la expresión que Jim estaba
aprendiendo a reconocer que significaba «Estoy escuchando
pensamientos»: agudamente concentrada y extrañamente distante
al mismo tiempo.
Jim asintió.
—Suena bien.
149
PUNTO DE IGNICIÓN
150
CHRISTIE GOLDEN
*******
152
CHRISTIE GOLDEN
— ¿Cuánto tiempo?
—Cinco minutos —dijo Sarah.
—Sí que te gusta apurar al máximo, querida.
—Lo conseguiremos.
2504
—Maldita sea, chaval —dijo uno de los hombres—. ¿Es que la jefa
no te dio la señal?
Valerian asintió.
—Es cierto. Una vez que llegue usted, vamos a tener que salir de
aquí lo más deprisa que podamos. Voy a tener que dejarle en breve.
El canal se reconfigurará y no estoy seguro de que vayamos a tener
otra oportunidad de hablar.
—No se preocupe por eso —dijo Narud—. Preocúpese de
conservar a la Reina de Espadas tan a salvo y estable como sea
posible. Y de salvar su propio pellejo mientras está en ello.
—Haremos lo que podamos. Asegúrese de que sus instalaciones
están preparadas para nosotros.
157
PUNTO DE IGNICIÓN
Una risita.
158
CHRISTIE GOLDEN
*******
CAPÍTULO
TRECE
2500
160
CHRISTIE GOLDEN
—Estás... increíble.
161
PUNTO DE IGNICIÓN
2504
—Sé de buena tinta que el chef que prepara la comida aquí es mejor
que el del Hyperion —dijo Jim, completamente en serio. Señaló los
tallarines y la salsa que había en el plato que le había puesto delante
a Sarah—. Pruébalos. Están buenísimos.
162
CHRISTIE GOLDEN
Ella lo miró.
163
PUNTO DE IGNICIÓN
—Ya está —dijo Jim. Sarah no hizo ningún esfuerzo por comer y
sencillamente se quedó mirando la comida. Le daba vueltas a la
comida, verdaderamente poco agradable. Jim la contempló durante
unos cinco minutos en silencio y luego dijo—: ¿Querida? No es un
solomillo, pero tienes que comer.
—Sarah, tú no eres nada tonta, pero tengo que decirte que estás
aquí sentada haciendo unas cuantas tonterías. Sabes que tienes que
comer, pero no haces más que darle vueltas a la comida en el plato.
Sabes que en algún momento tendrás que hablar con alguien sobre
lo que ha pasado o vas a reventar. No puedes matarte de hambre y
reprimir todo lo que ha pasado. Vale, entiendo que no eres de la
clase de personas que se sienta a hablar con un loquero, pero yo
hubiese dicho que, después de todo por lo que hemos pasado juntos,
creerías que yo sí era alguien con quien podías hablar. Una vez lo
creíste.
—Sarah...
— ¿Sarah?
164
CHRISTIE GOLDEN
Jim subía que aquello no podía ser bueno. Sabía que lo estaría
plisando. Y sintió una punzada de culpa, sabiendo que al mencionar
su cita le había refrescado el recuerdo. No podía llegar a ella, no
podía ayudarla. Ere como tratar de llegar a alguien que está a punto
de caer, Ella tenía que agarrarlo de la muño para que pudiese
apartarla del precipicio, y no parecía capaz.
Jim se cubrió la cara con las manos un buen rato, esperando contra
toda esperanza que Sarah se girase y dijese algo. Los únicos
sonidos eran el débil zumbido del equipo médico y el tenue, casi
imperceptible, goteo de los fluidos de la vía intravenosa.
Sólo veía a Sarah, yaciendo en sus brazos con la piel tan pálida que
casi relucía en la débil luz...
2500
Ese, su primer beso, fue un beso dulce, suave e inquisidor. Ella era
inexperta, tímida, torpe... Ella, que era el epítome de la gracilidad
166
CHRISTIE GOLDEN
*******
—Sé que eso es lo que ves —dijo Sarah—, y... no creo que lo
descarte, pero... tú no estás aquí. —Se tocó la cabeza—. Yo sí. Esta
oscuridad... Jim, necesito que me prometas una cosa.
— ¿El qué?
Sarah tragó saliva. Jim notó que nunca había sido más vulnerable
ante nadie de lo que lo era en aquel momento, y la idea hizo que su
corazón se sintiese de repente muy, muy lleno.
168
CHRISTIE GOLDEN
2504
«Te lo prometo»
Sus zerg, que habían atacado a una mujer aterrada pero decidida,
con la intención de poner a salvo a su hija, que estaba gritando.
169
PUNTO DE IGNICIÓN
Jira quería pensar qué era la Reina de Espadas, ese ser que no era
ni Sarah Kerrigan ni un auténtico zerg, sino la combinación de
ambas fruto de una mente enfermiza, la que había hecho, aquello.
Quizá tuviese razón.
Sarah no lo creía.
«Te lo prometo».
Sarah lo sabía.
Lo había hecho ella. Había sentido cómo su ira escogía al azar algo
de la habitación, aunque no lo supiese, y se había concentrado en
ello hasta que... ¿se cayó? ¿Explotó?
— ¿Estás bien?
«Una pregunta complicada», pensó Sarah, pero asintió.
—Algo se ha roto —no explicó más. No estaba preparada para
pensar en las repercusiones.
Jim miró, vio que ya estaban recogiendo los trozos y asintió para
sí. Se volvió hacia ella.
171
PUNTO DE IGNICIÓN
— ¿Qué dijo?
—Los típicos embustes de Mengsk —dijo Jim, con toda la
sinceridad que Sarah encontraba tan atractiva—. Me dijo que
pretendía ayudarme. Advertirme, para que no resultase herido. —
Jim se detuvo, obviamente esperando a que ella hiciese algún
comentario sarcástico, pero Sarah no dijo nada—. Me dijo que no
eras la clase de mujer de la que un hombre como yo debería
enamorarse. Que no eras una niñita inocente que necesita que la
rescaten, sino... —se detuvo en seco. A Sarah no le hacia falta ser
telépata para saber lo que había pasado. Jim todavía estaba medio
dormido y no había pensado lo que estaba diciendo.
—Sigue —le dijo.
—No tiene importancia. Sólo, ya sabes, lo que te dicho, sus cosas.
—Jim. ¿Qué dijo?
Raynor suspiró.
CAPÍTULO
CATORCE
Jim entrecerró los ojos mientras buscaba un lugar bajo una piedra
colgante no demasiado lejos de los edificios de aspecto destartalado
que componían el pueblo.
173
PUNTO DE IGNICIÓN
El aire era caliente, sólo soplaba una ligera brisa y Jim se alegraba;
no quería que ese polvo fino lo azotase cuando sólo llevaba unos
pantalones, una camisa, botas y una chaqueta. No llevaba menos
de tres pistolas encima, dos a plena vista, y Matt y Valerian iban
armados de un modo parecido. Caminaron sin hablar hacia las
afueras del pueblo.
174
CHRISTIE GOLDEN
Jim lanzó una risita. Ya había hecho lo que Matt decía antes de que
el capitán del Hyperion hablase. Valerian, sin embargo, se apresuró
a hacerlo.
El camarero dejó bruscamente los dos vasos y las dos botellas sobre
la barra. Se derramó un poco de whisky y el camarero no hizo gesto
alguno para limpiarlo. «Desde luego no es Cooper», pensó Jim
mientras cogía el vaso. Incluso en la débil luz podía ver huellas en
el cristal. Se encogió de hombros y se lo bebió; el alcohol mataría
176
CHRISTIE GOLDEN
—Eh, no, por supuesto que no. —De no haber sido por los
asaltantes, la Reina de Espadas habría obtenido información clave
acerca del objeto que acabaría por devolverle la forma humana. Y
podría haber destruido a los científicos del planeta como feliz
efecto secundario.
—Con el daño que han sufrido las naves y las heridas de las
tripulaciones, estamos preocupantemente bajos de suministros
médicos. Mira ha podido ayudamos con algunas de las
reparaciones, pero cualquier cosa que supere el mínimo esencial
levantaría sospechas. Tenemos que ir a una base secreta de
Moebius y conseguir los cuidados que Sarah necesita, al menos.
—Tienen razón —dijo Matt. Jim lo miró enfurecido. Matt
sencillamente se encogió de hombros—. Puedo mostrarle la lista
de suministros y los agujeros de la nave si quiere, señor. Esto me
gusta tan poco como a usted, pero no podemos quedamos aquí.
178
CHRISTIE GOLDEN
Tampoco quería que Mira corriese riesgos. Jim dejó que el humo
saliera por los agujeros de la nariz y entrecerró los párpados
pensativo mirando a Narud.
Sarah Kerrigan abrió los ojos. Algo iba mal. Jim... Jim estaba en
peligro. ¿O era un sueño? Con las drogas, las pesadillas y los vacíos
que estaba encontrando en su memoria, Sarah ya no estaba segura
de qué era real. Se esforzó por despertarse a través de una neblina
inducida por las drogas, abrir la boca y gemir:
—Doctor...
*******
180
CHRISTIE GOLDEN
Swann parpadeó.
181
PUNTO DE IGNICIÓN
Golpeó la consola con el puño con tanta fuerza que casi la rompió.
Afortunadamente, el rostro increíblemente irritante de Vaughn
desapareció.
*******
182
CHRISTIE GOLDEN
183
PUNTO DE IGNICIÓN
CAPITULO
QUINCE
Fuese lo que fuese lo que iba a decir, se iba a quedar sin decir. La
expresión de Valerian, tímida y asustada un instante antes, se
volvió fría. Veloz como una serpiente agarró a Crane de la muñeca
184
CHRISTIE GOLDEN
*******
185
PUNTO DE IGNICIÓN
*******
Casi todos los disparos fallaron. Uno sí dio en el blanco, una púa
de un fusil gauss le atravesó el brazo a Matt. Sangre de color rojo
vivo comenzó a brotar en cantidad. Horner lanzó un breve grito
agudo, luego se tapó la herida con la mano libre y siguió corriendo
mientras Jim giraba y devolvía el fuego. Jim se dio cuenta de que
186
CHRISTIE GOLDEN
Narud tropezó y cayó con fuerza. La caída fue afortunada, otra púa
pasó por la zona donde había estado una fracción de segundo antes.
Sin frenarse, Valerian agarró al científico, lo puso en pie y siguió
corriendo.
187
PUNTO DE IGNICIÓN
188
CHRISTIE GOLDEN
*******
189
PUNTO DE IGNICIÓN
Y les dispararon.
—Ya está hecho, señor, pero con ese fuego concentrado... ¡Señor!
¡Es el Bucéfalo!
191
PUNTO DE IGNICIÓN
*******
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CHRISTIE GOLDEN
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PUNTO DE IGNICIÓN
*******
194
CHRISTIE GOLDEN
*******
—Bájame —gruñó.
—Todavía no —dijo Valerian. Fue entonces cuando Matt se dio
cuenta de la cuarta: Valerian iba corriendo, como Jim y Narud.
Hacia dónde, Matt no lo sabía; tenía una buena vista del suelo y de
las piernas en movimiento de Valerian, pero poco más.
195
PUNTO DE IGNICIÓN
Valerian se rio. Y luego, con un tirón que hizo que Matt se alebrase
de no tener nada en el estómago, estaban en el aire. Dos segundos
después, les disparaban. La nave se movió violentamente y Matt se
alegró de llevar puesto el cinturón.
197
PUNTO DE IGNICIÓN
Mira tenía razón; la herida era claramente más grave de lo que una
venda podía solucionar. Estaba sangrando otra vez y aplicó presión
sobre ella. Haciendo una mueca, dijo:
Jim elevó el transporte tan deprisa como pudo, dejando atrás toda
la fealdad de Deadman’s Rock. Matt miraba por la ventana
mientras Narud trabajaba. ¿Tan feo era aquello? Aquella chatarra
los había salvado cuando los perseguían, al menos durante un
tiempo. Y en alguna parte allá abajo había una mujer valiente de
pelo rosa que nunca sería la chica de sus sueños, pero que era
alguien a quien admiraba y por la que sentía cariño.
199
PUNTO DE IGNICIÓN
Matt tragó saliva cuando miró a los ojos a Jim. La consola estaba
completamente inoperativa. El transporte no se frenaría... ningún
objeto en movimiento en el espacio lo hacía por propia voluntad...
pero tampoco iban a poder desviarse de su curso. Si Swann no
entendía lo que les había pasado y movía el Hyperion...
Y, para alivio de Matt Horner, Jim entrecruzó los dedos por detrás
de la cabeza, se apoyó en su silla y empezó a silbar. Junto a Matt,
Narud se llevó las manos a la cabeza y gimió en voz muy baja.
200
CHRISTIE GOLDEN
*******
*******
CAPÍTULO
DIECISÉIS
Una vez que llevaron a Matt a la enfermería del Hyperion para que
lo tratasen adecuadamente (tratamiento que, les aseguró el doctor,
incluiría la cura de la arteria dañada y una transfusión para
reemplazar la sangre que había perdido), Jim corrió hacia el
Bucéfalo y hacia Sarah. Frederick lo miró al entrar. Había una
expresión en su mirada que a Jim no le gustó nada. Frederick
parecía... preocupado.
Y bastante asustado.
— ¿Por qué?
—Lo sabía —dijo Frederick. Tenía los brazos cruzados.
Definitivamente, estaba nervioso—. Lo del ataque.
—Bueno, claro que...
—Ames de que ocurriese, Raynor. —Frederick escupió las
palabras—. Según los médicos empezó... bueno, a hacer que se
rompiesen cosas, a gritar que usted estaba en peligro. Se levantó de
203
PUNTO DE IGNICIÓN
«Así que sus poderes han vuelto», pensó «¿Eso será bueno o
malo?».
—Eres Valerian.
—Estoy cansada —dijo, y Jim se dio cuenta de que así era. Luchar
contra la medicación, aunque hubiese sido por un periodo tan corto
de tiempo, la había agotado. Le metió la mano bajo la sábana, se
205
PUNTO DE IGNICIÓN
*******
Jim miró la pantalla. Ambas naves habían tomado del Bucéfalo las
coordenadas para el salto, pero las cosas habían pasado tan deprisa
que Jim no había tenido la ocasión de ver dónde lo habían llevado
esas coordenadas. Ahora lo sabía y comprendió la ira de Matt.
207
PUNTO DE IGNICIÓN
Jim miró a Matt. Matt lo miró a los ojos por un momento y apartó
la mirada, sacudiendo la cabeza.
Matt suspiró.
—Odio que hagas eso —dijo. Pero Jim se dio cuenta de que Matt
sabía que su comandante tenía razón. También conocía lo bastante
bien a Jim como para saber que no lo hubiese dicho si no hubiese
creído que era verdad. Jim se sentía agradecido por una lealtad tan
inquebrantable.
—Envíanos las coordenadas de ese... camino, Valerian —dijo Matt
con voz cansada—. Cuanto antes empecemos, antes llegaremos.
quedaban muy bien, pero tendrían que bastarle por ahora. Al oír el
comentario se limitó a suspirar.
—El genio rara vez es apreciado en vida —dijo. No era una broma,
y Valerian no se lo tomó como tal. El hombre era, sin duda, un
genio.
—Debe entenderlos —continuó Valerian—. Piense en los
antecedentes de Kerrigan... y en los de Raynor.
—Eso es exactamente en lo que estoy pensando —replicó Narud—
. De verdad me gustaría que me permitiese verla. Podría enviarle a
mi equipo una transmisión diciéndoles qué esperar exactamente.
—Eso lo puede hacer sin verla físicamente —replicó Valerian—.
Le diré al Dr. Frederick que le dé todos los datos que tiene sobre su
estado y puede hablar con él cuanto quiera. Sólo se trata de un
retraso de horas, Emil. Puede esperar ese tiempo. Deje que Jim... la
convenza de todo esto. Si alguien puede hacerlo, es él.
—Sí —musitó Narud—. Si alguien puede... es Raynor.
*******
211
PUNTO DE IGNICIÓN
212
CHRISTIE GOLDEN
—Soy muy bueno en lo que hago, Annabelle —le dijo Travis, con
media sonrisa en su apuesto rostro.
— ¡Claro que lo eres! No quería... Es que...
Anabelle asintió.
—Es cierto.
—Y... dado que nunca se sabe hasta que lo preguntas... ¿quieres
cenar conmigo cuando aterricemos?
213
PUNTO DE IGNICIÓN
214
CHRISTIE GOLDEN
CAPÍTULO
DIECISIETE
Jim entendió que Matt tenía razón, le dio una palmada al joven en
el hombro del brazo sano y se dirigió al Bucéfalo. Pero, antes de
dirigirse a la enfermería, se detuvo en el puente. Valerian y Narud
Parecieron sorprendidos de verlo.
215
PUNTO DE IGNICIÓN
—He estado pensando —dijo Jim. Narud murmuró algo que podría
ser comentario despectivo acerca de que el hecho de que Jim
“pensara” era un suceso sorprendente. Raynor lo ignoró—.
Deberíamos hacer un anuncio conjunto, que se oiga en ambas
naves. Por mi parte les diré que estoy en el Bucéfalo, la nave guía,
y que tengo toda la fe en tu timonel. —Levantó las cejas
inquisitivamente en dirección a dicho timonel.
—Travis Rawlins, señor.
—Ah, vale, así que tú eres Travis. Annabelle no para de hablar de
ti. No, no te avergüences, hijo. Annabelle tiene la cabeza bien
amueblada y confío en su juicio.
—Eh... ¿gracias? —Travis seguía estirado en su silla, pero miró a
Valerian en busca de aprobación. El príncipe asintió y levantó una
mano, indicándole que no había nada de qué preocuparse.
—Que tengo toda la fe en que Travis Rawlins nos guíe hasta la
estación sin problemas. Y lo que tú deberías decir es algo acerca de
cuándo se construyó la estación, cuántas veces las naves han
conseguido llegar y salir de ella y descargar en la base de datos del
ordenador cualquier prueba visual de que la estación existe.
—Por supuesto que no —dijo Narud—. ¡La estación es alto
secreto!
217
PUNTO DE IGNICIÓN
—Sí.
—Entonces confía en que sé lo que hago y en que voy a hacerlo
por tu bien. No te van a hacer daño.
—He dicho que confiaba en ti, Jim. No en Valerian.
—Deja que yo me preocupe de Valerian y de Narud. Tú sigue
comiendo.
—Hay mucho miedo en esta nave, Jim. Puede que no tenga que
Preocuparme de Valerian y Narud si lo que la gente está pensando
sobre el asteroide es cierto.
—Bueno, cariño, ahí tienes razón. Pero vamos a ver qué pasa.
Que lo asumieran.
*******
218
CHRISTIE GOLDEN
—Te doy permiso. Vete a la cantina. Tómate una copa por mí.
Habla con Cooper sobre lo preocupada que estás por ese timonel.
Annabelle se ruborizó...
—Estoy preocupada, Rory. Pero, por favor, no me señales así.
Puedo con ello.
Él la miró fijamente.
219
PUNTO DE IGNICIÓN
—En realidad, sí que hay una cosa de la que quería hablarte. Si las
cosas están tan tranquilas que puedes mandarme a tomar una copa,
quizá quieras dejarme intentar hacer esto.
—Venga, niña. Soy todo oídos.
*******
Valerian lo miró.
221
PUNTO DE IGNICIÓN
La última palabra fue un susurro leve, y Jim abrió los ojos de par
en par. No era un gran conocedor de la belleza ni disfrutaba
particularmente de los lujos pero, al girar la pantalla para que Sarah
pudiese verlo, hasta ella se quedó sin respiración... en el buen
sentido.
223
PUNTO DE IGNICIÓN
CAPÍTULO
DIECIOCHO
224
CHRISTIE GOLDEN
Jim asintió, pero estaba un poco preocupado. Hacía poco que Sarah
había recuperado sus poderes y obviamente no los controlaba por
completo. Había pasado por una experiencia espantosa, su
memoria tenía lagunas en el mejor de los casos y era desconfiada,
naturalmente.
Una: Sarah tenía razón. Y dos: ¿por qué no había traído un arma?
2500
—Veo que no es lo que una vez creímos que era. Pero también creo
que es la mejor posibilidad que tenemos, que tiene todo el mundo,
de derrocar a la Confederación. Ha hecho cosas despiadadas. Lo
sé. Pero no me puedo creer que después de todo lo que ha hecho
pienses que es tan malvado como la Confederación. Piensa en la
Academia de Fantasmas, Jim. El lugar en el que asesinaron a tu
229
PUNTO DE IGNICIÓN
Sarah asintió.
—Es que... significas mucho para mí, Sarah. Sé que las cosas han
pasado deprisa, pero es cierto. Y no soportaría saber que te pasa
algo malo.
2504
232
CHRISTIE GOLDEN
234
CHRISTIE GOLDEN
CAPÍTULO
DIECINUEVE
235
PUNTO DE IGNICIÓN
Ella sonrió.
236
CHRISTIE GOLDEN
Para una estación espacial hacer esa oferta no era tan raro como
pudiese parecer. Llegar a Prometheus era una empresa arriesgada
incluso para los pilotos más experimentados, y Valerian se había
asegurado de que sólo estuviese disponible el mejor equipo y el
mejor personal si era necesario.
Se volvió a Narud.
Valerian sonrió.
—El objeto—asintió.
*******
Narud lo ignoró.
238
CHRISTIE GOLDEN
Narud sonrió.
239
PUNTO DE IGNICIÓN
240
CHRISTIE GOLDEN
*******
Se encogió de hombros.
*******
*******
243
PUNTO DE IGNICIÓN
—Estoy seguro de que sí. Es sólo una joya, Alteza, pero si lo desea
me encargaré de ver si pueden hacer otra. —Se volvió hacia Jim—
. Bienvenido, señor Raynor. Me alegro de verle, pero lamento que
haya venido solo. Deseaba mucho que la señorita Kerrigan
estuviese aquí.
—Bueno, los que están en el infierno querrían agua helada — dijo
Jim. Sabía que su sonrisa era burlona. No le importó.
244
CHRISTIE GOLDEN
—Tenías razón —le dijo a Narud—. Mientras al final del día haya
recuperado a mi científico jefe.
—Oh, no sé —dijo Narud, intentando bromear—. ¿Un joven tan
brillante como él? Quizá tengamos que raptarlo. Pero hasta
entonces —y señaló a un joven bien vestido que acercaba una
bandeja con una especie de pasta pequeña y delicada y que olía
sabrosa y deliciosa—, por favor, disfruten.
245
PUNTO DE IGNICIÓN
246
CHRISTIE GOLDEN
«Todavía», pensó Jim, pero tenía la boca llena de skalet, así que
siguió callado. Narud se volvió hacia él con expresión de inquietud
profesional.
—El pelo es una señal visible, pero hay otras muchas partes de ella
que también deben de estar infectadas. Podría ser su cerebro, sus
poderes, sus riñones o su hígado... todo podría haberse visto
afectado de algún modo.
—Creí que el aparato se ocuparía de eso —dijo Jim.
—Señor Raynor, sin duda puede entender lo... bueno, lo extraño
que es este aparato alienígena —dijo Narud con sinceridad—. Sólo
hace pocos años que somos conscientes de la existencia de los zerg,
los protoss y los xel’naga.
—Valerian me dijo que eras un experto —dijo Jim.
—Lo es —dijo Valerian—, pero ni siquiera un experto puede
saberlo todo, todavía no.
247
PUNTO DE IGNICIÓN
Pero, ¿qué pasaba con lo que había dicho Sarah de que Narud le
resultaba familiar? ¿Era sólo su memoria fragmentada o estaba
pasando algo más? A Jim le importaba la humanidad, pero en el
fondo sabía que Sarah le importaba un poquito más. Quería lo que
fuese mejor para ella.
248
CHRISTIE GOLDEN
CAPÍTULO
VEINTE
Así que sí, en algo estaba de acuerdo con ellos. Necesitaba saber
qué le había pasado exactamente, y qué había hecho y qué no había
podido hacer el aparato. Al mismo tiempo le parecía que hasta sus
mismas células le gritaban una advertencia sobre Emil Narud. Lo
conocía. Lo... Sarah sacudió la cabeza, obligándose a tomar otro
bocado. Era como si lo hubiese conocido... y lo hubiese olvidado...
Pero todavía, en cierta parte a la que aún no tenía acceso, lo
recordaba. Y los recuerdos, si es que de eso se trataba, no eran ni
mucho menos agradables.
249
PUNTO DE IGNICIÓN
Casi podía saborear la... malicia, suponía que era, la alegría. Y era
personal, de un modo en que no lo había sido el ataque contra Jim,
Horner y Valerian.
Venían.
*******
250
CHRISTIE GOLDEN
En ese momento casi vomitó, porque ella lo golpeó con fuerza con
el cañón del arma en el estómago y le dijo:
—Cállate y di algo.
252
CHRISTIE GOLDEN
Había tenido los ojos cerrados tanto tiempo que aquella poca luz le
bastaba para ver. Estaba debajo de una mesa y tenía cajas en la
cabeza y en los pies. Preparándose para el dolor, Egon trató de
arrastrarse hasta el centro del cuarto. Torpemente, dando tirones de
forma espasmódica con las manos atadas a la espalda y los tobillos
unidos, lo consiguió. Estornudó violentamente una vez por el polvo
y el frío, y creyó que iba a aparecer alguien y a acabar el trabajo
que había empezado De Vries, dijese lo que dijese Narud. Pasaron
los minutos y por fin el corazón empezó a latirle con normalidad.
Otra buena señal... no había nadie en la puerta custodiándolo.
Egon estaba sentado con las largas piernas estiradas ante él. Ahora
las dobló hacia un lado y consiguió ponerse de rodillas,
“caminando” hacia las estanterías. Las cajas tenían etiquetas
describiendo sus contenidos, pero no encontró nada útil ni en la
primera ni en la segunda estantería. Estiró el cuello y suspiró. Tenía
dos posibilidades, intentar ponerse de pie desde su posición o tratar
de maniobrar sus manos atadas para colocarlas delante de él, no a
su espalda.
254
CHRISTIE GOLDEN
*******
— ¿Capitán Horner?
—Horner a Swann.
256
CHRISTIE GOLDEN
*******
—Detén las reparaciones. Ya. Hazlo. —la voz de Matt era profunda
e intensa.
—Por el amor de... Vale, vale. —Swann apretó el botón y se dirigió
a uno de los trabajadores de Narud—. Ya han oído al capitán. Dejen
de trabajar todos. No sé qué bicho le ha picado, pero es el capitán.
—Esto es un escándalo —protestó uno de ellos—. Hemos ve-nido
aquí de buena fe para echaros una mano. ¿Te crees que somos
responsables de unas imágenes fantasma en...?
Matt la creyó en el acto. Para empezar, podía oír los gritos al fondo
y, para continuar, Annabelle era una mecánica segura y tranquila.
Si los “mecánicos” enviados a “ayudar” estaban bloqueando la
comunicación con el Bucéfalo...
258
CHRISTIE GOLDEN
—Marcus, ¿qué pasa con esas naves que estaban fuera del
cinturón?
—Están... Señor—dijo Marcus, volviéndose hacia su capitán—,
están entrando en el Cinturón de Kirkegaard.
— ¿Cuántas?
—Todas.
259
PUNTO DE IGNICIÓN
CAPÍTULO
VEINTIUNO
260
CHRISTIE GOLDEN
«No eres telépata como Sarah», pensó Jim, «pero tampoco eres
tonto. Has estado tiempo suficiente con Matt y conmigo. Lee mis
ojos. Imagínatelo, Valerian. Más te vale estar preparado, maldita
sea, o estamos muertos los dos.»
261
PUNTO DE IGNICIÓN
Jim se lanzó bajo la mesa. Apretó los dientes, fijó firmemente los
pies y visualizó a Tychus Findlay, hacía mucho tiempo, levantando
el jukebox mientras estiraba las piernas y levantaba la mesa. Era
muy pesada, pero no tan grande como para no poder darle la vuelta.
Narud, que todavía estaba sentado, saltó y cayó hacia atrás.
262
CHRISTIE GOLDEN
Jim lo sabía.
*******
Matt sabía exactamente lo que tenía que pasar, cuándo y cómo para
que el Hyperion tuviese una mínima oportunidad de salir con vida
de aquello.
264
CHRISTIE GOLDEN
265
PUNTO DE IGNICIÓN
Matt asintió.
Ocho segundos.
Tres.
Dos.
Uno.
Sola.
266
CHRISTIE GOLDEN
¿Cuándo qué?
«¡No!»
Cayeron, muertos al instante. Les salían fluidos por los ojos, los
oídos, las narices y la boca.
«¡Jim!»
Todos lo estaban...
*******
268
CHRISTIE GOLDEN
Esto es, si es que alguien lo encontraba. Era más probable que fuese
a morir allí solo, lentamente, de deshidratación, o que fuese hecho
pedazos.
El picaporte se movió.
269
PUNTO DE IGNICIÓN
Una mano lo agarró por las solapas del abrigo y tiró de él hacia la
luz.
270
CHRISTIE GOLDEN
CAPÍTULO
VEINTIDÓS
271
PUNTO DE IGNICIÓN
—Vaya, eso suena genial, pero fíjate que me parece que a mi jefe
no le iba a gustar —dijo Matt, y le hizo una señal a los de táctica.
Sin previo desataron todo el poder del cañón Yamato contra White
Star.
*******
272
CHRISTIE GOLDEN
*******
273
PUNTO DE IGNICIÓN
«Esto no tenía que estar pasando», pensó por centésima vez. «No
tendría que estar pasando».
*******
274
CHRISTIE GOLDEN
— ¡Swann!
—Oh, por amor de Dios, ¿ahora qué?
—El sabotaje... No podemos saltar, ¿verdad?
—Todavía no. Tengo a todo el equipo trabajando en ello conmigo.
—Tú y dos de tus mejores hombres dejen eso. Esto es lo que quiero
que hagan.
275
PUNTO DE IGNICIÓN
— ¿Qué pasa?
—Nada.
276
CHRISTIE GOLDEN
277
PUNTO DE IGNICIÓN
—Si lo recuerdo bien, esa sala está rodeada de varios pasillos para
que los equipos de reparaciones puedan ir donde tienen que ir sin
interrumpir nada. Hay un nexo a varios metros de aquí donde se
forma una zona más grande con varios desvíos.
— ¿Y uno de ésos nos llevará a la enfermería?
—Sí.
—Pero ¿no sabes cuál?
—Eh... no. Jim, este último par de años no me he estado
concentrando en memorizar el plano de la estación.
Jim contuvo una réplica, sobre todo porque Valerian tenía razón.
*******
—Bueno, eh, jefe, quizá deberíamos conseguir que más gente que
no sabe nada de mecánica nos propusiera ideas —dijo Earl.
—Cierra el pico —gruñó Rory, pero no había malicia en sus
palabras. Él también empezaba a animarse un poco—. Quizá esto
sí que funcione...
279
PUNTO DE IGNICIÓN
CAPÍTULO
VEINTITRÉS
280
CHRISTIE GOLDEN
Jim asintió una vez, se giró y comenzó a correr por el pasillo hacia
la enfermería con Valerian a su lado.
*******
281
PUNTO DE IGNICIÓN
*******
— ¿Qué de...?
— ¿Has oído eso?
Jim miró inexpresivamente al príncipe.
— ¿El qué, aparte de las cincuenta y dos sirenas que aúllan a la
vez?
— ¡Shh! —Era algo ridículo de decir, pero Jim se calló,
esforzándose por escuchar... lo que fuese que había oído Valerian.
Y lo escuchó.
Era un sonido agudo, más bien sentido que oído, y Jim tenía una
idea de qué lo provocaba. Se le heló la sangre y se le puso el pelo
de punta.
283
PUNTO DE IGNICIÓN
*******
284
CHRISTIE GOLDEN
285
PUNTO DE IGNICIÓN
— ¿Matt?
Para Matt la voz de Jim Raynor rara vez había sido más bienvenida
que en ese momento, aunque era difícil distinguir su voz de los
miles de ruidos de fondo, todos los cuales sonaban temibles.
— ¿Comandante?
—Estamos bien —dijo Jim, resoplando. Su voz desmentía las
palabras. Estaba vivo, pero desde luego no estaba bien—. Tienes
que salir de ahí con mis asaltantes, Matt. Esas miles de vidas son
más importantes que la vida de cualquiera de nosotros. Ahora tú
eres los asaltantes. Tienen que seguir vivos para que ellos puedan
continuar.
—Señor, yo...
—No hagas que muera por nada, Matt. Te juro que te acosaré como
espíritu.
No parecía haber otra opción más que la retirada... y dejar que Jim,
Valerian, Sarah y Egon se las apañasen.
— ¿Jim?
— ¡Vete, Matt, ya!
*******
287
PUNTO DE IGNICIÓN
Las cosas estaban ahora más cerca. Claro que lo estaban. Eran
monstruosidades mestizas protoss-zerg, cosas que nunca deberían
haber existido más allá de las pesadillas. Jim estaba seguro de que
las criaturas estaban jugando con Valerian y con él y eso hizo que
las odiase aún más.
Jim sabía que no debía mirar atrás. Pero tenía que hacerlo.
Fue un error.
Y entonces Jim oyó algo que odiaba aún más que la visión de los
híbridos.
289
PUNTO DE IGNICIÓN
290
CHRISTIE GOLDEN
CAPÍTULO
VEINTICUATRO
«Lo único que tienen que hacer es rendirse a la justicia del Dominio
para responder por sus crímenes. Y entregarme a esa zorra de Sarah
Kerrigan.»
Sarah se detuvo tan deprisa al oír la despreciable voz que Egon casi
chocó contra ella. Se quedó quieta, cada músculo rígido por el odio,
su respiración agitada y entrecortada. Desde el momento en que la
estación había sido atacada supo quién estaba detrás, pero oír la voz
de nuevo tras lo que le habían parecido años; tanto tiempo, después
de todo lo que había pasado...
291
PUNTO DE IGNICIÓN
No, no. Mengsk no iba a por ella. Ella iba a ir a por él.
—Eh, ¿Sarah? —la voz de Egon, que sonaba tras ella, denotaba
preocupación y algo más que un poco de miedo. Lo ignoró.
— ¡Mengsk! —gritó, y el grito le desgarró la garganta. Casi podía
imaginársela en carne viva, sangrando. Sarah sabía que Mengsk
sólo estaba hablando por radio, sin importarle qué respuesta podría
provocar. Cabrón arrogante. Hablando sólo para oír su propia
voz—, ¡No terminaste el trabajo! ¡Me dejaste viva!
De repente todo tomó una nueva claridad. Abrió los ojos y se sintió
como una ciega que estaba viendo de verdad por vez primera. Podía
notar hasta las más débiles ondas en el aire, oír el latido de Egon,
desbocado y asustado como el de un conejo, como si tuviese la
cabeza apoyada en el pecho del científico. Pasándose la lengua por
los labios, podía incluso saborear la estación.
*******
294
CHRISTIE GOLDEN
Silencio.
295
PUNTO DE IGNICIÓN
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296
CHRISTIE GOLDEN
«¡Zerg!»
«¿Protoss?»
—Jim —susurró.
— ¿El comandante sigue aquí? ¿Está vivo? —la voz de Egon
resultaba bienvenida. El ataque de los pensamientos de odio
abrasador de los híbridos alienígenas y las bruscas emociones de
Jim habían amenazado con mezclarse en una oleada gigante que
casi la ahoga. Pero ahora se veía de nuevo en el presente, un
presente en que su propio odio abrasador era lo único
suficientemente estable y fuerte para sostenerla.
Jim echó la cabeza hacia atrás y rugió. No por miedo, no por dolor,
sino por furia ante su indefensión. Moviéndose espasmódicamente,
sus miembros temblando por la exigencia a la que los había
sometido, cogió su rifle y empezó a disparar. A su lado, sin
palabras, Valerian hizo lo mismo.
Era inútil. Pero tenía que hacerlo. Los híbridos apenas parecían
parpadear mientras avanzaban, con la saliva cayendo de las
mandíbulas, oliendo que la presa estaba a su alcance, deseosos de
matar.
298
CHRISTIE GOLDEN
— ¡Jim! ¡Mira!
«¡Sarah!»
Silencio.
— ¿...Sarah?
No hubo respuesta.
300
CHRISTIE GOLDEN
301
PUNTO DE IGNICIÓN
CAPÍTULO
VEINTICINCO
Jim tenía en mente todo lo que Valerian había hecho. Todas las
promesas que había cumplido, todos los peligros a los que se había
enfrentado. El chico era hijo de su padre, sí, pero tenía su propia
302
CHRISTIE GOLDEN
303
PUNTO DE IGNICIÓN
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304
CHRISTIE GOLDEN
Matt parpadeó. Era una opción arriesgada, pero ahora mismo todo
era arriesgado. No había una opción segura.
— ¿Todos preparados?
*******
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306
CHRISTIE GOLDEN
Esta vez, las escaleras eran de subida. Egon no se quejó, pero Jim
temía por la tensión sanguínea del científico. De todas maneras, no
se podía hacer nada... no había tiempo para que nadie se detuviese
a tomar aliento, no había tiempo para hacer nada más que darse
prisa, darse prisa y rezar por no llegar demasiado tarde.
307
PUNTO DE IGNICIÓN
Sólo quedaba uno. Sarah se giró, apretó los puños y gritó algo
ininteligible. A la mujer le explotó la cabeza y la armadura se
tambaleó.
Sarah se volvió para mirar a Jim. Los tentáculos que hacían de pelo
se movían, bien por la reciente y vigorosa actividad de su dueña o
308
CHRISTIE GOLDEN
¿Sólo habían pasado unas horas desde que Jim, Egon, Sarah y
Valerian habían pisado el puente que tenía su propia atmósfera para
entrar en la exquisita estación espacial Prometheus? Parecía que
había sido en otra vida. Siguieron a Sarah hasta la puerta. Ésta
frenó, inclinó la cabeza, pensando... y escuchando pensamientos.
Todos se detuvieron tras ella, recuperando el aliento. Jim y
Valerian tenían sus fusiles. Jim se dio cuenta de que todos habían
aceptado tácitamente que Sarah era la líder de facto.
309
PUNTO DE IGNICIÓN
—Sigue aquí, pero vamos a tener que luchar para llegar hasta él —
dijo Sarah—. ¿Todos preparados?
310
CHRISTIE GOLDEN
CAPÍTULO
VEINTISÉIS
Y un híbrido.
311
PUNTO DE IGNICIÓN
312
CHRISTIE GOLDEN
El White Star.
314
CHRISTIE GOLDEN
Preston no tuvo que decirlo, pero Jim lo dijo en su mente «El ataque
contra los marines que no había podido controlar adecuadamente.
El ataque que le había licuado el cerebro a Annabelle. Oh,
Annabelle... Lo siento tanto. Lo siento muchísimo».
— ¿Por qué estaba siquiera aquí, maldita sea? —preguntó Jim, con
el dolor tiñendo su voz—. Deberías haber sido sólo tú y el piloto,
Lily. Los mecánicos no son parte de un equipo estándar. ¿Por qué
ella?
— ¿Las armas que se supone que una nave de despliegue no tiene?
Fue idea suya. Las diseñó y las instaló ella misma. —Con una
tranquilidad que parecía insensible pero que sólo era la protección
profesional médica contra el daño emocional, Preston se sentó
junto a Sarah y miró a Jim—. Tenía que venir con nosotros para
operarlas de modo manual. No había tiempo para integrarlas
apropiadamente en el sistema.
También Jim.
*******
«Lo único que tienen que hacer es rendirse a la justicia del Dominio
para responder por sus crímenes. Y entregarme a esa zorra de Sarah
Kerrigan.»
318
CHRISTIE GOLDEN
319
PUNTO DE IGNICIÓN
CAPÍTULO
VEINTISIETE
— ¿Señor?
******
320
CHRISTIE GOLDEN
niño que se tapase los ojos y creyese que los demás no lo ven.
Pero... Mengsk frunció ligeramente el ceño. Jim Raynor contrataba
a gente más preparada. Más inteligente. Era uno de los motivos por
los que el fuera de la ley había conseguido eludir ser capturado; era
muchas cosas, pero estúpido, no. Ni tampoco lo era el capitán
Vaughn, comandante del Bucéfalo. ¿Qué les hacía pensar que...?
321
PUNTO DE IGNICIÓN
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—Adelante.
322
CHRISTIE GOLDEN
323
PUNTO DE IGNICIÓN
Los otros tres no parecían muy contentos con esas palabras, pero
asintieron. Era lo mejor que podían conseguir y parecían saberlo.
Se levantaron y comenzaron a dirigirse hacia la puerta. Valerian
sencillamente asintió en dirección a Jim. Rory se detuvo, mirando
inquisitivamente a su comandante.
— ¿Matt?
— ¿Señor?
324
CHRISTIE GOLDEN
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325
PUNTO DE IGNICIÓN
— ¿Puedo pasar?
—Es tu cuarto —dijo—. Haz lo que quieras.
—Bueno, ahora mismo es el tuyo, querida, y no voy a entrar a
menos que me invites.
—Entra, entonces.
—Sé que no quieres —dijo ella—, pero vamos a tener que tenerla,
así que acabemos con esto.
326
CHRISTIE GOLDEN
—De acuerdo. Tiene que estar claro para todos, incluyéndote a ti,
que todavía tienes mutagen zerg dentro, y tenemos que averiguar
cuanto podamos para poder ayudarte. Eres una mujer inteligente,
Sarah, una de las más inteligentes que he conocido. Y, desde luego,
eres más lista que este granjero. Así que sé que sabes que tengo
razón.
Jim hizo una pequeña mueca. Lo hirió. Era cierto. Buscó palabras
para convencerla. Se dio cuenta de que, de todos modos, Sarah
probablemente estaba leyéndolo todo en su mente y se quedó
callado.
Ella le apretó la mano con fuerza, cada vez más, y sus dedos casi
se la rompieron. El dolor era glorioso. Pero Jim Raynor sabía que
no era el dolor lo que hacía que le picasen los ojos y se le trabase
la garganta.
327
PUNTO DE IGNICIÓN
—Sé que los han informado a ambos, pero sólo quiero recordarles
que estará completamente aislada. La habitación va a ser
extremadamente segura. La observaremos a través de pantallas y
podremos comunicamos con usted.
328
CHRISTIE GOLDEN
—Te quiero.
Jim vio una pared que parecía no ser más que una ventana que se
abría a lo que parecían ser un número infinito de pisos. Mientras
observaban, abrazados en silencio el uno al otro, vieron un pequeño
objeto. Se acercaba, girando y titilando. Parecía una burbuja de ésas
que hacen los niños con jabón para divertirse, pero no era nada tan
inocente. Creció de tamaño al aproximarse y se quedó flotando por
encima de la ventana, que se disolvió.
Sarah le apretó la mano por última vez. Para sorpresa de Jim, fue a
él a quien le costó soltarla. La observó en silencio entrar en la
burbuja. Cuando se retiró, dejándola dentro, Sarah empezó a flotar,
ingrávida dentro de la burbuja. Se giró lentamente, se acercó hacia
Jim y colocó la mano encima de la superficie de la burbuja.
330
CHRISTIE GOLDEN
*******
No, no del todo. Se había llevado con ella recuerdos, sus decisiones
a cada paso del camino en todos los momentos de su vida. Sus
decisiones de negarse a cooperar, de rendirse o ser tozuda. De
matar o salvar.
Pero lo amaba. Y sabía que él creía, y ella creía en él. Parte de ella
esperaba que tuviese razón, que Valerian pudiese ayudarla a que
volviese a ser su antiguo yo... Todo lo que cualquiera que hubiese
pasado por lo que ella pudiese esperar recuperar. Recordaba sus
palabras a Zeratul, amargas y resignadas: «El destino no puede
cambiarse. El final se acerca. Y, cuando me encuentre, lo aceptaré
al fin».
FIN.
332
CHRISTIE GOLDEN
CRONOLOGÍA
STARCRAFT
c. 1500
Un grupo de protoss es expulsado de su mundo natal, Aiur, por
negarse a unirse a la Khala, un nexo telepático compartido por toda
la raza. Estos disidentes, llamados templarios tétricos, terminan por
asentarse en el planeta Shakuras. Esta división entre las dos
facciones protoss acaba siendo conocida como La Discordia.
(Starcraft: Shadow Hunters. libro dos de La Saga del Templario
Tétrico, por Christie Golden.)
(Starcraft: Twilight. libro tres de La Saga del Templario Tétrico,
por Christie Golden.)
1865
Nace el templario tétrico Zeratul. Más tarde será un personaje clave
para reconciliar a las mitades separadas de la sociedad protoss.
(Starcraft: Twilight, libro tres de La Saga del Templario Tétrico,
por Christie Golden.)
(Starcraft: Queen of Blades, por Aaron Rosenberg.)
2143
Nace Tassadar. Más larde será nombrado ejecutor de los protoss de
Aiur.
(Starcraft: Twilight, libro tres de Lo Saga del Templario Tétrico,
por Christie Golden.)
(Starcraft: Queen of Blades, por Aaron Rosenberg.)
333
PUNTO DE IGNICIÓN
C. 2259
Cuatro supertransportes, el Argo, el Sarengo, el Reagan y el
Nagglfar, que trasladan convictos desde la Tierra se aventuran más
allá de su destino previsto y se estrellan en planetas del sector
Koprulu. Los supervivientes se asientan en los planetas Moria,
Umoja y Tarsonis y construyen nuevas sociedades que acaban
abarcando otros planetas.
2323
Tras establecer colonias en otros planetas, Tarsonis se convierte en
la capital de la Confederación Terran, un gobierno poderoso pero
cada vez más opresor.
2460
Nace Arcturus Mengsk. Es miembro de una de las Antiguas
Familias de la Confederación.
(Starcraft: I, Mengsk, por Graham McNeill.)
(Starcraft: Liberty’s Crusade, por Jeff Grubb.)
(Starcraft: Uprising, por Micky Neilson.)
2464
Nace Tychus Findlay. Más tarde se hará buen amigo de Jim Raynor
durante la Guerra de los Gremios.
(Starcraft: Los Diablos del Cielo, por William C. Dietz.)
2470
Nace Jim Raynor, hijo de Trace y Karol Raynor, granjeros del
mundo limítrofe de Shiloh.
(Starcraft: Los Diablos del Cielo, por William C. Dietz.)
(Starcraft: Liberty’s Crusade, por Jeff Grubb.)
(Starcraft: Queen of Blades, por Aaron Rosenberg.)
334
CHRISTIE GOLDEN
2473
Nace Sarah Kerrigan. Es una Terran dotada de poderosas
capacidades psiónicas.
(Starcraft: Liberty s Crusade, por JeffGrubb.)
(Starcraft: Uprising, por Micky Neilson.)
(Starcraft: Queen of Blades, por Aaron Rosenberg.)
(Starcraft: La Saga del Templario Tétrico, por Christie Golden.)
2478
Arcturus Mengsk se licencia de la Academia Styrling y se alista en
el Cuerpo Confederado de Marines contra la voluntad de sus
padres. (Starcraft: I, Mengsk, por Graham McNeill.)
2485
En respuesta a la turbia apropiación de recursos por parte de la
Confederación, la Coalición Minera Morían y el Gremio de
Transportes Kelanis unen sus fuerzas para formar la Asociación
Kel-Morian. Su meta es proteger su lucrativa industria minera y
proveer de ayuda militar a cualquier gremio minero oprimido por
la Confederación. El aumento de las tensiones entre la Asociación
y la Confederación desemboca en una guerra abierta. Este conflicto
llega a ser conocido como la Guerra de los Gremios.
(Starcraft: Los Diablos del Cielo, por William C. Dietz.)
(Starcraft: I, Mengsk, por Graham McNeill.)
2488-2489
335
PUNTO DE IGNICIÓN
2491
Como advertencia para otros aspirantes a separatistas, la
Confederación provoca un holocausto nuclear en Korhal IV en el
que mueren millones de personas. En venganza, Arcturus Mengsk
nombra a su grupo rebelde Hijos de Korhal e intensifica su lucha
contra la Confederación. Durante este tiempo Arcturus libera a una
fantasma confederada llamada Sarah Kerrigan, que más tarde se
convertirá en su lugarteniente.
(Starcraft: Uprising, por Micky Neilson.)
2495
Jim Raynor acaba sus días de proscrito cuando su compañero de
delitos, Tychus Findlay, es detenido por las autoridades. Raynor
comienza una nueva vida como agente confederado en el planeta
Mar Sara.
2499-2500
Aparecen dos amenazas alienígenas en el sector Koprulu: los
despiadados y muy adaptables zerg y los enigmáticos protoss. En
un ataque aparentemente sin provocación alguna, los protoss
incineran el planeta terran Chau Sara, provocando la ira de la
Confederación. Sin que lo supieran la mayoría de los terran, Chau
337
PUNTO DE IGNICIÓN
Sara había sido infestado por los zerg, y los protoss llevaron a cabo
su ataque para acabar con la plaga.
Mar Sara sufre el mismo destino que Chau Sara y es incinerado por
los protoss. Jim Raynor, Arcturus Mengsk, los Hijos de Korhal y
algunos de los habitantes del planeta consiguen escapar a la
destrucción.
(Starcraft: Liberty’s Crusade, por Jeff Grubb.)
338
CHRISTIE GOLDEN
Los zerg persiguen a los refugiados del planeta Aiur a través del
portal de distorsión hasta Shakuras. Jim Raynor y sus fuerzas, que
se habían hecho aliados de Tassadar y del templario tétrico Zeratul,
se quedan en Aiur para cerrar el portal. Mientras, Zeratul y el
ejecutor protoss Artanis utilizan los poderes de un antiguo templo
xel’naga en Shakuras para eliminar a los zerg que han invadido el
planeta.
341
PUNTO DE IGNICIÓN
2501
Nova Terra, tras escapar de la destrucción de su mundo, Tarsonis
se une a otros terran con poderes y perfecciona sus capacidades
psiónicas en la Academia Fantasma.
(Starcraft: Ghost: Nova, por Keith R. DeCandido.)
(Starcraft: Ghost: Academy, volumen l, por Keith R. DeCandido y
Fernando Heinz Furukawa.)
2502
Arcturus Mengsk intenta acercarse a su hijo Valerian, que ha
crecido con un padre prácticamente ausente. Con la intención de
que Valerian perpetúe la dinastía Mengsk. Arcturus recuerda su
propio progreso de adolescente apático a emperador.
(Starcraft: I, Mengsk por Graham McNcill.)
343
PUNTO DE IGNICIÓN
2503
Científicos del Dominio capturan al pretor Muadun y experimentan
con él para comprender mejor la estructura psiónica de los protoss,
la Khala. Dirigidos por el retorcido Dr. Stanley Burgess, estos
investigadores violan todos los códigos éticos con tal de conseguir
poder. (Starcraft: Frontline, volumen 3. «Do No Harm». por Josh
Eider y Ramamla Kamarga.)
Kem intenta rehacer su vida tras una carrera como segador del
Dominio (un miembro de una unidad de choque altamente móvil
alterado por medios químicos para volverse más agresivo). Pero
huir de su problemático pasado resulta más difícil de lo que
pensaba, cuando un ex compañero aparece inesperadamente en
casa de Kem.
(Starcraft: Frontline, volumen 4, «Fear the Reaper», por David Ge-
rrold y Rubén de Vela.)
2504
Un desencantado Jim Raynor regresa a Mar Sara y se enfrenta a su
desilusión.
(Starcraft; Frontline, volumen 4, «Homecoming», por Chris
Metzen y Héctor Sevilla.)
346