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Título: Re-significar la importancia el arte como objeto de estudio sociológico:

democratizar la cultura, democratizar el arte, desde una visión acorde con la

multiculturalidad.

Resumen: El arte ha sido considerado como poco importante de ser estudiado dentro

de la sociología por algunos autores mundialmente reconocidos, como Georges Gurvitch; se

afirma que ese desinterés se debe a que no se cree que el arte influya en las relaciones

sociales. Se destaca lo poco abordado que ha sido dicho objeto sociológico, de acuerdo con

un estudio realizado en Italia (0, 5 %). La indignidad constitutiva de la puesta en escena del

arte como objeto de estudio, se debe a la jerarquía de los objetos, por lo cual plantea

necesario abordar estos objetos (“indignos”) para producir científicamente frutos más

enriquecedores. Como el arte por lo general se ha constituido históricamente con sesgos

eurocéntricos y androcéntricos, y esto se ha extendido desde la producción hasta la difusión

del arte, se corre el riesgo de que los consumidores del arte también sean excluyentes. Por lo

cual, se plantea la necesidad de ampliar la agenda sociológica actual, de modo que se

incorpore al arte como tema importante y clave, para que los frutos de las investigaciones

contribuyan a desmentir esas visiones y se pueda democratizar a través de las políticas

culturales una visión más abierta, es decir, multicultural, del arte y de la cultura.

Tipo Inédita

Eje temático 1 Orientaciones y retos de la sociología

centroamericana en el campo teórico- metodológico.


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Apellido y Cabrera Rodríguez Alonso

nombre.

Instititución/cargo Universidad Nacional, estudiante.


Datos del autor

País/Ciudad Costa Rica, Heredia

Mail: aloncarodri@gmail.com

A manera de introducción.

Antes de referirme a la trascendencia del arte como objeto de estudio sociológico,

quisiera señalar la poca importancia que se le ha asignado a la sociología del arte, comparada

con la sociología en general. Se ha afirmado que: “las artes constituyen, en definitiva, el

menos importante y el más variable de los elementos que entran en la cultura social”

(Lapierre, citado en Silbermann, 1971:10). Según Silbermann (1971), “el voluminoso

Tratado de sociología de Georges Gurvitch, dedica menos de una página a la sociología de la

música y presenta la sociología de las demás artes principalmente como una mezcla de

etnología y de filosofía” (Silbermann, 1971: 10). Por lo tanto, antes de hablar de la

importancia del arte como objeto de estudio sociológico, es necesario preguntarse si la poca

atención que se le ha otorgado es la que realmente merece.

De acuerdo con Strassoldo (citado en Heinich, 2002) “una investigación

desarrollada en Italia hace algunos años obtuvo como conclusión que solamente podía

considerarse que el 0, 5 % de la producción sociológica se origina en la sociología del arte”


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(Heinich, 2002: 5). Aunque no se especifica si estos resultados corresponden a todo el orbe,

Europa o solamente a Italia, la búsqueda bibliográfica en las universidades públicas

costarricenses permite ver que existen menos de cinco trabajos finales de graduación, que se

ubiquen dentro de la sociología del arte. Según Kavolis (1970), “el desinterés relativo de los

sociólogos por los fenómenos artísticos proviene en parte del supuesto de que el arte no

ejerce influencia profunda sobre el comportamiento humano (Kavolis, 1970: 12). La otra

parte de esa falta de investigación puede atribuirse a la jerarquía de los objetos de estudio

dentro de las comunidades científicas.

Al respecto, García Canclini (1990) refiriéndose a la Sociología de la Cultura de

Pierre Bourdieu, nos dice:

¿Por qué un sociólogo elige como tema de investigación la práctica de la fotografía

o la asistencia a los museos? ¿No hay en la vida social cuestiones más centrales,

más propicias para plantearse las relaciones entre la sociología, la antropología, la

articulación entre lo objetivo y lo subjetivo en el proceso de investigación, la

manera en que se constituyen las experiencias de clase? (…) lo que un grupo social

escoge como fotografiable revela qué es lo que ese grupo considera digno de ser

solemnizado, cómo fija las conductas socialmente aprobadas, desde qué esquemas

percibe y aprecia lo real. Los objetos, lugares y personajes seleccionados, las

ocasiones para fotografiar muestran el modo en que cada sector diferencia lo

público de lo privado. Tales descubrimientos hacen patente que para el sociólogo no

hay temas insignificantes o indignos: son precisamente estos temas los que ayudan a

entender cómo en cada sociedad la jerarquía de los objetos de estudio, las


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estrategias del prestigio científico pueden ser cómplices del orden social.” (García,

1990:15)

La escasa producción sociológica del arte podría deberse, en cierta medida, a la poca

importancia que se le ha atribuido históricamente a esta rama. Debido a la jerarquía de los

objetos de investigación, en la cual se definen cuáles son los objetos dignos o no para ser

estudiados. Existen herramientas sociológicas para investigar en esta rama como lo plantea

Heinich (2002), sin embargo se investiga poco en comparación con otros ámbitos del

conocimiento. Estudiar el arte desde el punto de vista sociológico, podría proporcionar frutos

enriquecedores en el campo teórico-metodológico, que podrían constituirse también en

contribuciones sociales muy significativas, al permitir que se desmientan ciertos mitos e

imaginarios excluyentes en una determinada sociedad. En ese sentido, se consideran

apropiadas las palabras de Bourdieu (1990), cuando plantea que: “El estudio científico de los

objetos indignos produce ganancias científicas” (Bourdieu, 1990: 215).

El arte como objeto de estudio sociológico dentro de la multiculturalidad.

El estudio sociológico del arte requiere de una perspectiva que vaya más allá de lo

aparente, a la hora de definir qué es el arte. Méndez (2005) destaca que la definición

predominante del arte en América Latina, tiene un gran arraigo del concepto renacentista-

eurocéntrico, debido a que lo que producen los indígenas y los afrodescendientes no se

considera como arte legítimo, y es androcéntrica, ya que les otorga un mayor valor a los

hombres que a las mujeres, artistas (Méndez, 2005). En Costa Rica ha perdurado desde hace
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más de un siglo la producción pictórica de las casas de adobe, en las cuales se representan a

los campesinos, en las residencias de arraigo colonial (Ferrero 2004), sin preocupaciones

económicas ni sociales. En ellas existe una profunda negación a la diversidad cultural, al

ilustrarlos con una procedencia étnica blanca, además, se niega la existencia de las

desigualdades sociales al representar en la pintura el mito de la democracia rural (Zavaleta,

2003). Estos paisajes míticos se han producido y reproducido durante décadas y se utilizan

como un referente del arte nacional. Uno de los retos que tiene la sociología actualmente es

proporcionar con claridad la dimensión multiétnica y cultural de los fenómenos artísticos.

La principal implicación del sesgo etnocéntrico y androcéntrico en el arte, es que se

construye un público excluyente. Según Bourdieu (1990), “…la producción implica una

producción de consumidores…” (Bourdieu, 1990: 180). En ese sentido, si la producción

artística legítima invisibiliza la multiculturalidad, asimismo los consumidores de ese arte la

invisibilizarán. El hecho de que se discriminen y excluyan ciertas visiones de mundo, ciertas

prácticas sociales y representaciones simbólicas, puede atribuirse a la falta de reconocimiento

de la diversidad cultural en los fenómenos artísticos que existen dentro y fuera de los museos.

Para acabar con la existencia de ese sesgo, la sociología podría contribuir teórica y

metodológicamente mediante investigaciones que permitan construir líneas de acción para

que se construya una mirada social acorde con la multiculturalidad. Porque ¿de qué sirve que

en la academia sepamos que la sociedad costarricense es multicultural y lo repitamos en

actividades como esta, cuando en las calles existen personas que tienen visiones de mundo

excluyentes?
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El reconocimiento de la multiculturalidad consiste en considerar las formas

artísticas de los pueblos indígenas y afrodescendientes dentro de lo que se concibe

comúnmente como arte. La investigación sociológica en este ámbito, con los estudios de

público, de intermediarios o productores artísticos, podría contribuir a elaborar las

coordenadas sobre las cuáles se puedan implementar políticas culturales que incluyan la

diversidad étnica y cultural. Uno de los retos de la sociología en la actualidad, es investigar

en las áreas de gran trascendencia social que han sido poco atendidas, como el caso del arte.

Esto contribuiría a generar herramientas teóricas y metodológicas que permitan el abordaje de

la realidad social de una manera más crítica y más develadora.

La democratización de la cultura y del arte: el significado del aporte de la sociología.

Lo determinante con respecto al arte y a la cultura no es solamente que exista la

diferencia, que se expresa en la diversidad cultural, sino que también exista la desigualdad.

Se ha estudiado tanto desde Europa (Bourdieu, 1971; 2001) como desde América Latina

(García, 2001), que el acceso simbólico al arte es diferenciado, debido a las desiguales

posesiones de capitales económico y cultural entre las personas (Cimet, E., Dujovne, M.,

García Canclini, N., Gullco, J., Mendoza, C., Reyes Palma, F. y Soltero, G., citado en García,

2001). Las de clase alta, media o baja, carecen de la misma capacidad de acceder a los

museos, y podría suponerse los indígenas o los afrodescendientes acceden en menor medida

que otros grupos sociales, al no sentirse respetuosamente incluidos en la cultura legítima. El

arte y la cultura no se reducen a lo que exhibe en un museo, galería o teatro. El arte tiene vida

y está en todas partes: desde la cocina hasta las formas más impensables pueden constituirse
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como manifestaciones de expresión artística. Sin embargo, la desigualdad en el acceso

material y simbólico al arte legítimo, así como la constitución hegemónica de ese arte, dejan

ver que existen aspectos conflictivo-sociales que podrían investigarse. Con el propósito de

que, a partir de las futuras investigaciones, pueda generarse una concepción socialmente más

abierta e incluyente del arte y de la cultura, y a la vez, unas políticas culturales con esas

mismas características.

La sociología tiene ante ella un reto, que es el de trabajar en aquellos aspectos que

han sido poco abordados y que tienen una relevancia social muy significativa, al ofrecerse la

posibilidad de transformar las exclusiones existentes en ámbitos como el arte y la cultura en

acciones realmente democráticas. En ese sentido, se consideran apropiadas las palabras de

Rosales (1999), cuando plantea que: “En los estudios latinoamericanos, además de atender las

dimensiones económicas, políticas, ambientales, tecnológicas, educativas y de la

comunicación, sería importante incorporar el interés y el estudio de otros lenguajes: plásticos,

arquitectónicos, fílmicos, literarios o espectaculares” (Rosales, 1999: 113).

El abordaje de la realidad en este ámbito podría generar las herramientas necesarias

para impedir la negación de la multiculturalidad, para que luego se elaboren las líneas de

acción rigurosas para democratizar los aspectos que en los que ha habido disputas y exclusión

sociales como es el caso del arte. En ese sentido, la incorporación más profunda del arte

como objeto de estudio, además de ser un reto científico, constituye un reto ético. Pues

permitiría que se desmientan mitos excluyentes en lo referente a la cultura, y posibilitaría la

ampliación de los accesos (económico, geográfico y simbólico) a las diferentes formas de arte

a quienes antes no los tenían. Para esto, además de que se incrementen las investigaciones
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relacionadas con la temática, debe existir comunicación entre quienes investigan y los que se

encargan de elaborar las políticas culturales (González, 2007), como es el caso del Ministerio

de Cultura y Juventud en Costa Rica.

La democratización artística y cultural implica además de socializar el arte legítimo,

con las herramientas simbólicas para entenderlo, significa también que se considere dentro de

las concepciones sociales del arte, las que antes eran inadmisibles, por cuestiones étnicas,

geográficas, entre otras. La investigación sociológica tiene mucho que aportar en este ámbito,

para que las acciones estén fundamentadas de manera rigurosa, y sean más asequibles. Por lo

tanto, se consideran apropiadas las palabras de García (2009) cuando plantea que: “El arte

desafía a los sociólogos a experimentar nuestras vías para comprender la singularidad y

reconocer los límites de los instrumentos” (García, 2009: 4)

La importancia de considerar el arte como objeto de estudio sociológico: agendas

sociológicas y políticas culturales.

La poca importancia que se le ha atribuido al arte como objeto de estudio dentro de la

sociología debe ser superada, para que se generen frutos científicos y sociales más

enriquecedores. El aporte fundamental de los estudios sociológicos sería el de proporcionar

las bases rigurosas para que se elaboren políticas culturales más acorde con la

multiculturalidad. Las particularidades de cada grupo étnico, como los indígenas y los

afrodescendientes podrían ser tratadas así de una manera más respetuosa a partir de los

conocimientos que se generen en ese ámbito, para que no se profundicen las contradicciones
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sociales (García, 2004; Hernández, 2007; Mariscal, 2007). Por tanto, es necesario ampliar la

agenda sociológica actual, para la elaboración investigaciones que sean insumos para unas

políticas culturales cada vez más incluyentes, cada vez más democráticas, en lo atañe al arte y

a la cultura. Ante eso, se debe considerar que, como plantea García Canclini (2001):

…una política democratizadora es no solo la que socializa los bienes “legítimos”, sino

la que problematiza lo que debe entenderse por cultura y cuáles son los derechos de lo

heterogéneo. Por eso, lo primero que hay que cuestionar es el valor de aquello que la

cultura hegemónica excluyó o subestimó para constituirse (García, 2001: 154).

Este cuestionamiento debe empezar con una incorporación significativa del arte como

objeto de estudio, dentro de la agenda sociológica. Los frutos que podrían generarse serían

innumerables y diversos; además de ser un reto académico o científico, es también llamado

ético para evitar convertirnos en cómplices del orden social existente.


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