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MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

(Guatemala, 1899 - París, 1974) Poeta, narrador,


dramaturgo, periodista y diplomático
guatemalteco considerado uno de los
protagonistas de la literatura hispanoamericana
del siglo XX. Precursor de la renovación de las
técnicas narrativas y del realismo mágico que
cristalizaría en el posterior «Boom» de la
literatura hispanoamericana de los años 60, con
su personalísimo empleo de la lengua castellana
construyó uno de los mundos verbales más densos, sugerentes y dignos de
estudio de las letras hispánicas.

Se graduó de abogado en la Universidad de San Carlos, en Guatemala, donde


participó en la lucha contra la dictadura de Estrada Cabrera, hasta que éste fue
derrocado en 1920. Dos años después fundó y dirigió la Universidad Popular; ya
en ese entonces había publicado sus primeros textos. Partió luego a Europa,
donde vivió intensamente los movimientos y sucesos que la transformaban, y
estudió lingüística y antropología maya en la Sorbona con el americanista Georges
Raynaud; de esa época es su traducción del Popol Vuh, junto con José María
Hurtado de Mendoza. Regresó a Guatemala en 1933, donde ejerció la docencia
universitaria, fundó el Diario del Aire, primer radio periódico del país, y vivió una
agitada vida cultural y académica. En el período revolucionario de 1944 a 1954
desempeñó varios cargos diplomáticos. En 1966 recibió el Premio Lenin de la Paz,
y en 1967 el Premio Nobel de Literatura. Murió en Madrid el 9 de junio de 1974,
pero sus restos reposan en el cementerio de Pere Lachaise, en París.

La obra de Miguel Ángel Asturias


Para comprender la producción de Asturias se debe tomar en cuenta el profundo
influjo que ejercieron en él tanto la cultura maya como la vida europea. Lo maya se
arraiga en la cosmovisión de un mundo que está asentado en un profundo y
auténtico pensamiento mágico y que atrapa en sus relatos. Por otro lado, el influjo
del surrealismo, la amistad con Paul Éluard y el contacto con el Ulises de James
Joyce son las otras fuerzas que marcan su escritura. Asturias es considerado
precursor del «Boom» hispanoamericano por su experimentación con las
estructuras y recursos formales propios de la narrativa del siglo XX.

Su obra se inserta en la vanguardia literaria y abarca géneros diversos. Según


Albízurez Palma, un exhaustivo estudioso de la trayectoria de Asturias, "Como
poeta lírico, ha dejado constancia de sus ricas posibilidades en variedad de
creaciones, algunas de temas íntimos, otras vinculadas a temas folclóricos, otras
políticos, otras con sugestiones mágicas, barrocas y de sorprendente fuerza
imaginativa. Como dramaturgo, creó un teatro tocado por el realismo mágico,
denso en significación humana y de notable poderío verbal. Como narrador,
Asturias alcanzó su máximo prestigio. Sus novelas y cuentos revelan una
apasionada y subjetiva captación de la realidad en diversas facetas: la tragedia de
las dictaduras, el mundo mágico del indígena, el mundo de magia y ensueño de la
niñez, las tradiciones de Guatemala; en sus novelas asoman los influjos
entremezclados de diversas tendencias, movimientos y corrientes literarias".

Su primer libro importante es Leyendas de Guatemala (1930), conjunto de relatos


entre lo mágico y lo legendario que apareció en París con un prólogo de Paul
Valéry, y que pertenece a su primer ciclo junto con las novelas El Señor
Presidente (1946) y Hombres de maíz (1949).

El Señor Presidente tiene como asunto la vida en Guatemala durante la dictadura


de Estrada Cabrera; el tema del dictador se desarrolla con un estilo riquísimo y
una técnica expresionista y onírica que refleja la influencia de las vanguardias
europeas. Sobre esta novela dijo el autor: "a través de mi piel se filtró el ambiente
de miedo, de inseguridad, de pánico telúrico que se respira en la obra".
En Hombres de maíz se puede ver el realismo mágico que subyace en toda su
creación literaria. Representa, además, una consideración acerca del desarrollo de
la humanidad desde una sociedad primitiva, analfabeta, y desde el mundo actual,
liberal y capitalista.

En el género del cuento escribió además Week-end en Guatemala, (1955), El


espejo de Lida Sal (1967) y Tres de cuatro soles (1971). Junto a las novelas
mencionadas merece destacarse su trilogía sobre la explotación bananera llevada
a cabo por las compañías yanquis: Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954)
y Los ojos de los enterrados (1960). Completan su obra narrativa El
alhajadito (1961), Mulata de tal (1963), Maladrón (1969) y Viernes de
dolores (1972).

En teatro merecen citarse Soluna (1955), La audiencia de los confines (1957),


Chantaje (1964) y Dique seco (1964). En poesía, Anoche, 10 de marzo de
1543(1943), Sien de alondra (1948), Ejercicios poéticos en forma de soneto sobre
temas de Horacio (1951), Alto en el sur (1952), Bolívar, Canto al libertador (1955),
Nombre custodio e imagen pasajera (1959) y Clarivigilia primaveral (1965). En
ensayo, El problema social del indio (1923), Arquitectura de la vida nueva (1928),
Carta aérea a mis amigos de América (1952) y Latinoamérica y otros ensayos
(1968).
RIGOBERTA MENCHÚ TUM

Activista de los derechos humanos de Guatemala


(Chimel, Uspatán, 1959). Rigoberta Menchú nació en una
numerosa familia campesina de la etnia indígena maya-
quiché. Su infancia y su juventud estuvieron marcadas
por el sufrimiento de la pobreza, la discriminación racial y
la violenta represión con la que las clases dominantes
guatemaltecas trataban de contener las aspiraciones de
justicia social del campesinado.

Varios miembros de su familia, incluida su madre, fueron


torturados y asesinados por los militares o por la policía
paralela de los «escuadrones de la muerte»; su padre
murió con un grupo de campesinos que se encerraron en la embajada de España
en un acto de protesta, cuando la policía incendió el local quemando vivos a los
que estaban dentro (1980).

Mientras sus hermanos optaban por unirse a la guerrilla, Rigoberta Menchú inició
una campaña pacífica de denuncia del régimen guatemalteco y de la sistemática
violación de los derechos humanos de que eran objeto los campesinos indígenas,
sin otra ideología que el cristianismo revolucionario de la «teología de la
liberación»; ella misma personificaba el sufrimiento de su pueblo con notable
dignidad e inteligencia, añadiéndole la dimensión de denunciar la situación de la
mujer indígena en Hispanoamérica.

Para escapar a la represión se exilió en México, donde publicó su autobiografía en


1983; recorrió el mundo con su mensaje y consiguió ser escuchada en las
Naciones Unidas. En 1988 regresó a Guatemala, protegida por su prestigio
internacional, para continuar denunciando las injusticias.

En 1992 la labor de Rigoberta Menchú fue reconocida con el Premio Nobel de la


Paz, coincidiendo con la celebración oficial del quinto centenario del
descubrimiento de América, a la que Rigoberta se había opuesto por ignorar las
dimensiones trágicas que aquel hecho tuvo para los indios americanos. Su
posición le permitió actuar como mediadora en el proceso de paz entre el
Gobierno y la guerrilla iniciado en los años siguientes.

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