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CAPÍTULO VII
LA SOCIEDAD CONYUGAL
1
José J. Gómez. Nuevo régimen de bienes en el matrimonio, 2ª Ed.. Bogotá, Edit. Voluntad, 1942, Pág.
57
a) Se forma únicamente por marido y mujer.
b) N o tiene personalidad jurídica.
c) Tiene dos administradores.
d) Nace por el simple ministerio de la ley, ope legis, sin que para que surja se requiera el
acuerdo de voluntades de los casados (acuerdo que podría existir en sentido
contrario, antes del matrimonio, para que no se formase). Tampoco se necesita que
se reúnan los elementos que tipifican el contrato de sociedad, ni la convivencia o
cohabitación de los cónyuges.
e) Su régimen es el previsto en el Código Civil en principio y no puede él modificarse por
los cónyuges durante su existencia, como sí puede ocurrir con las sociedades
comerciales o civiles, a voluntad de los socios.
f) Termina por las causas o circunstancias consagradas en la ley.
g) Nace aunque los casados no tengan bienes.
h) Se prueba con la demostración del matrimonio. [168]
i) Depende del matrimonio: no hay sociedad conyugal sin matrimonio, sea civil o
religioso. Pero puede aquella desaparecer y subsistir este. Por eso dijo la Corte Suprema de
Justicia, en sentencia de 30 de abril de 1970:
2 Mediante proyecto de ley (13 ó 62) de 1994, se buscó la reforma a la ley 28 de 1932, " ... para defender los derechos y
patrimonio de la familia", obligando al cónyuge que quiera vender un bien que se considera social, a obtener el consentimiento
del otro en forma expresa, mediante escritura pública, como requisito de validez del acto de enajenación. Antes de ese proyecto
se habían presentado dos similares al congreso. Cfr. revista Semana, núm. 649, octubre 11 a 18 de 1994, págs. 130 y 131; Y
VALENCIA ZEA Y ORTIZ MONSALVE, op. cit., pág. 348, informan lo propio, aclarando que esto sería para bienes sujetos a registro.
Finalmente, se dictó la ley 258 de 1996, que trata de la afectación a vivienda familiar.
3
3 CARLOS HOLGUÍN HOLGUÍN, "Reforma al régimen de la sociedad conyugal", conferencia escrita en IV Congreso académico
nacional de jurisprudencia, septiembre de 1981, págs. 1 y 2.
y se procede a su liquidación". Y concluye: "Nos hemos inclinado a la primera tesis, pues con
ella se fundamentan más lógicamente algunas soluciones prácticas, como son la separación de
bienes, que hoy puede pedir cualquiera de los cónyuges, y la existencia de interés jurídico de
uno de estos para intentar acciones de simulación contra actos del otro cónyuge que
disminuyan el haber social. Pero estos son puntos de discrepancias teóricas que no afectan el
fondo del problema".
183. EL ALCANCE DEL INCISO 2° DEL ARTÍCULO 180 DEL CÓDIGO CIVIL
Conforme al inciso 2° del artículo 13 del decreto 2820 de 1974, que es el inciso 2° del
artículo 180 del Código Civil, "Los que se hayan casado en país extranjero y se domiciliaren en
Colombia, se presumirán separados de bienes, a menos que de conformidad a las leyes bajo
cuyo imperio se casaron se hallen sometidos a un régimen patrimonial diferente". La norma
del código original disponía que "Los que se hayan casado fuera de un territorio, y pasaren a
domiciliarse en él, se mirarán como separados de bienes, siempre que en conformidad a las
leyes bajo cuyo imperio se casaron, no haya habido entre ellos sociedad de bienes". En los
apartes en bastardilla se resaltan las diferencias de los textos.
Esta disposición fue estudiada por la Corte Constitucional, en sentencia C-395 de 22 de
mayo de 2002, en la cual, en primer término, se indicó que la modificación de 1974 amplió las
posibilidades de desvirtuar la presunción de separación de bienes, "en el sentido de admitir la
prueba de cualquier régimen de bienes, y no solo la del régimen de sociedad conyugal". Sobre
su alcance, consideró que se trataba, como en efecto lo es, de una presunción legal, que puede
destruirse con "la aportación de la prueba sobre sometimiento a otro régimen, conforme a las
leyes del país de la celebración del mismo".
La Corte interpretó que los matrimonios entre nacionales colombianos o entre un
nacional colombiano y un extranjero, se deben regir por la ley colombiana como ley personal,
que no cobija el matrimonio entre extranjeros. De allí, entonces, si dos colombianos
domiciliados y residentes en Colombia se casan en el exterior, existirá entre ellos sociedad
conyugal, si se domicilian en Colombia, porque ese matrimonio se gobierna por la ley
colombiana. [175]
4
4 AROLDO QUIROZ MONSALVO, Manual de familia, t. VI, 2a ed., Ediciones Doctrina y Ley, 1999, pág. 339.
Dijo la sentencia, entonces: "Ello justifica en forma razonable y objetiva que el art. 180,
inc. 2°, del Código Civil colombiano, modificado por el art. 13 del decreto-ley 2820 de 1974:
"i) Por una parte, consagre mediante una presunción legal el régimen de separación de
bienes para los matrimonios de extranjeros celebrados en el exterior cuando estos últimos se
domicilian después en Colombia, en lugar del régimen de sociedad conyugal que es aplicable a
los matrimonios de nacionales colombianos independientemente del sitio de su celebración.
"Este régimen, como resulta obvio, es igual al de las personas que no han celebrado
matrimonio, lo cual significa que materialmente la disposición demandada no modifica la
situación patrimonial de los contrayentes a partir de la celebración de aquel.
"ii) Por otra parte, contemple que dicha presunción se puede desvirtuar mediante la
prueba de cualquiera otro régimen vigente en el país de la celebración del matrimonio,
aplicando así un criterio territorial, en lugar del personal aplicado a los matrimonios de
nacionales colombianos, esto es, aplicando concretamente el principio lex loei contractus, en
virtud del cual los actos y contratos deben regirse en su integridad por la ley de su creación, en
armonía con la configuración del matrimonio como un contrato en el Código Civil colombiano
(arts. 113 y ss.) y eliminando los inconvenientes que pueden presentarse por la pluralidad de
lugares de ejecución, como en este caso".
Con todo, esta interpretación no fue unánime. En aclaración de voto a la providencia, en
su parte motiva, propuso el autor de aquella, al resaltar que la norma objeto de análisis no
distinguía entre nacionales y extranjeros y discrepar acerca de que la ley personal fuera la
fuente de solución, por no tratarse de una cuestión de capacidad o de estado civil la relati va al
efecto patrimonial del matrimonio, que "El inciso 2° del artículo 180 del Código Civil establece
el principio «locus regit actum» para los matrimonios celebrados en el exterior siempre que se
trate de colombianos domiciliados en el exterior, o de extranjeros, o colombiano y persona
extranjera domiciliada en el exterior. Si los que se casan en el exterior nunca se domicilian en
Colombia ni registran su matrimonio en el Consulado de Colombia en el exterior conforme a lo
previsto en el decreto 1260 de 1970, dichos matrimonios no producen efectos en Colombia".
(Bastardillas fuera del texto).
Es sabido que el radio de acción del control constitucional no comprende, per se, la
interpretación de la ley, como norma de rango inferior. No obstante, es hecho común que las
providencias de exequibilidad contengan tesis sobre la inteligencia de los preceptos acusados.
Como ocurre en este caso, de atender las consideraciones de la sentencia C-395, se tiene que
si dos ciudadanos extranjeros contraen matrimonio en su país de origen y luego establecen su
residencia en Colombia, se presumirán legalmente separados de bienes, pero esta presunción
no tendrá cabida si los contrayentes fueran nacionales colombianos [176], bien que estando
domiciliados en Colombia estuvieran de tránsito en otro Estado, bien que residieran en este y
posteriormente en Colombia. La interpretación de la Corte, como se anotó, tuvo como base el
sistema de la ley personal consagrado en el artículo 19 del Código Civil, pero ignoró el carácter
especial del artículo 180, derivado de la materia concreta que regula, a saber, un determinado
efecto patrimonial del matrimonio. En este sentido, no faltó razón a la aclaración de voto
cuando advirtió que la regla aplicable era la de locus regit actum, la cual, pese a encontrada en
la norma especial, dejó de lado en otra diferenciación inexplicable, a saber, la de que con ella
se cobijaba solamente a los matrimonios de quienes residieran en el exterior, excluyéndose los
de quienes teniendo su domicilio en Colombia, se casaran en otro Estado y luego retornaran al
país. Probablemente la frase "y se domiciliaren en Colombia", que sigue a la acción de "casarse
en país extranjero" fue entendida como un hecho subsecuente aunque nuevo, con el
significado de que, por lo mismo, antes no se estaba domiciliado en Colombia.
De acuerdo con la misma aclaración de voto, "por ser el régimen matrimonial una
relación constitutiva, es indivisible, luego basta que uno de los cónyuges esté domiciliado en
Colombia para que no pueda aplicarse el régimen de separación". Lo cual no es claro, si uno de
los casados fuera extranjero, porque no se ve por qué tendría prelación la ley colombiana
frente a su ley nacional o de origen, si fuera también aplicable o por qué no rigiera plenamente
el artículo 180 citado, precisamente a raíz de que sea la ley del lugar de celebración la que
determine los efectos patrimoniales del matrimonio.
Finalmente, se debe tener en cuenta que la presunción se puede desvirtuar
comprobando cuál es el régimen de bienes impuesto por la ley extranjera en cuyo ámbito se
celebró el matrimonio, lo que se sujetará al artículo 188 del Código de Procedimiento Civil, que
dispone que tal ley se debe aducir al proceso en copia auténtica, total o parcial, expedida por
la autoridad competente del respectivo país, debidamente autenticada o por el cónsul de ese
país en Colombia, cuya firma deberá autenticar el Ministerio de Relaciones Exteriores. Si fuera
ley extranjera no escrita, podrá probarse con el testimonio de dos o más abogados del país de
origen.
5
5 VALENCIA ZEA y ORTIZ MONSALVE, op. cit., pág. 305.
6 6 GÓMEZ PIEDRAHÍTA, op. cit., pág. 417; SuÁREz FRANCO, op. cit., pág. 39; NARAJ'lJO OCHOA, op. cit., pág 400
1932, para concluir que esta no había tenido por fin hacer desaparecer la sociedad conyugal,
consideró la Corte:
"Si a lo expuesto se reduce el cabal entendimiento que tiene esta ley, ha de reiterarse
cómo resulta evidente que tal normatividad no pretendió modificar [178] la composición del
haber social en la forma como lo estructura el Código Civil, ni particularmente derogar lo
previsto en el numeral 4 del articulo 1781, y más patente si se sopesa el alcance de su
contenido frente al caso particular del numeral último citado, de lo cual sin duda surge como
palmario que toda referencia que aquella hace de esta, está circunscrita únicamente para
mandar que el cónyuge aportante conserva, respecto de los efectos aportados al amparo de
esta disposición, su libre administración y disposición, dejando a salvo, eso sí, la posibilidad de
que, sin las extremas formalidades de las capitulaciones matrimoniales, los cónyuges puedan
excluir esa clase de bienes de la comunidad.
"De suerte que reconocidas esas características, típicas de los bienes muebles,
corporales e incorporales, el legislador no podía menos que imponerlos como activos sociales,
y en aras de propender por un tratamiento justo, para que no hubiera lugar a un
enriquecimiento sin causa de uno de los consortes y el empobrecimiento del otro, a renglón
seguido señaló que en estos eventos quedaba «obligada la sociedad a restituir su valor según
el que tuvieron al tiempo del aporte o de la adquisición»; y como el concepto jurídico de
patrimonio comprende tanto los bienes corporales como los incorporales, según las voces del
artículo 653 del Código Civil, es claro entonces, precisó la Corporación en sentencia de 7 de
septiembre de 1953, "que a ese haber social deben ingresar, no solamente los primeros, sino
también los derechos y acciones de cada cónyuge, que forman entre los segundos (ar1. 1781,
ibídem) (<<G. J.», 1. LXXVI, pág. 277)".
Con esos antecedentes observó perentoriamente la Corte que "No se remite a duda, por
consiguiente, que la ley 28 de 1932 en ninguno de sus apartes es derogatoria del numeral 4 del
artículo 1781, Y que, por tanto, las especies muebles -de las cuales son tipo las cuotas de
interés de sociedades en comandita simple, por así tenerlo dispuesto expresamente el arto
667 del C. c.- y las cosas fungibles que cualquiera de los cónyuges aportare al matrimonio o
que dentro de su vigencia adquieran, son efectos que conforman el activo de la sociedad
conyugal, como lo señaló la Corte en sentencia de 10 de abril de 1968, en la que, al estudiar un
asunto semejante, en el que la cónyuge enajenó unos bienes muebles pretextando que le
pertenecían exclusivamente y no a la sociedad conyugal, expuso que era «palmario en la
legislación colombiana que todos los bienes muebles aportados por los esposos al tiempo de
contraer matrimonio, como también los adquiridos posteriormente por estos a cualquier título
antes de la disolución de la sociedad, ingresan a esta» (<<G. J.», 1. CXXIV, pág. 51)".
7
7 VALENCIA ZEA y ORTIZ MONSALVE, op. cit., pág. 304. 8 VALENCIA ZEA y ORTIZ MONSALVE, op. cit., pág. 306.
Divide la doctrina el activo social en haber absoluto y haber relativo, compuesto, el
primero, por los bienes que ingresan al activo de manera irrevocable y el segundo, por los que
entran, con cargo de restitución, al cónyuge que los aportó, del valor de dichos bienes. En
otras palabras: integran el haber absoluto los bienes por cuya adquisición la sociedad conyugal
nada debe a los cónyuges; y hacen parte del haber relativo los que sí generan deuda a favor
del marido o la mujer que los aporta.
Para los profesores VALENCIA ZEA y ORTIZ MONSALVE8, el haber de la sociedad conyugal
se " ... forma únicamente con los bienes que obedecen al concepto de gananciales, es decir,
con las rentas de trabajo o de capital y las capitalizaciones que se hagan con dichas rentas".
Justamente, el artículo 1781 señala cómo se compone el haber social, y expresamente
los artículos 1783 y 1792 excluyen de él algunas especies.
Las rentas del trabajo producidas durante la sociedad conyugal, los frutos de bienes
propios o sociales, los inmuebles adquiridos en vigencia de la sociedad conyugal a título
oneroso (por regla general), y los bienes muebles, pertenecen a la sociedad conyugal.
8
Op cit. P. 304.
9
9 PIEDAD RESTREPO CASTRO, Régimen patrimonial en el matrimonio, Medellín, Señal Editora, 2002, pág. 54. Cita providencia de
la Sala de Familia del Tribunal Superior de Bogotá de 9 de mayo de 1995.
10
la Así lo ha dicho la Sala de Familia del Tribunal Superior de Medellín, en providencia de 26 de marzo de 2004, con el criterio de
que las vacaciones no son factor salarial.
11
11 VALENCIA ZEA Y ORTIZ MONSALVE que citan, en pág. 307 de su obra, a RODRÍGUEZ FONNEGRA Y EDUARDO V AZ FERRElRA.
En igual sentido se pronuncia ENRIQUE LÓPEZ DE LA P A V A al considerar que "La actividad, los esfuerzos e inversiones realizados
por el cónyuge adquirente de esos bienes, se efectúan a expensas y en provecho de la sociedad conyugal y de ahí que dichos
dineros o bienes sean sociales" (Derecho defamilia, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, reimpresión, 1968, pág. 83).
12
12 La autora PIEDAD REs TREPO CASTRO sugiere que los dineros recibidos por seguros de vida son parte del haber relativo y
analiza si el cónyuge es asegurado o beneficiario y en el primer caso si el otro cónyuge es el beneficiario o lo es un tercero. Cuando
el cónyuge es el asegurado, afirma que las primas pagadas constituyen recompensa a favor de la sociedad conyugal y que,
además, si el otro cónyuge es el beneficiario, lo pagado por el seguro le pertenece, dada la disolución de la sociedad conyugal
acaecida por la muerte del asegurado. Op. cit., págs. 66 y 67.
matrimonio, así como las minas y el 50 por [181] ciento de un tesoro descubierto por uno de
los cónyuges en terreno ajeno (e. e., arts. 1786 y 1787).
Con todo, la pensión de jubilación13 (o la de vejez) no se considera ganancial, de acuerdo
con interpretación de la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia contenida en sentencia
de 29 de junio de 1994, en la cual precisó que la sustitución pensional tiene origen no en el
haber social conyugal sino en "la prolongación de las obligaciones de asistencia mutua entre
los cónyuges, que se extiende con posterioridad a la muerte del pensionado, en virtud del
vínculo matrimonial".
El término "devengar", ha dicho la Corte14, significa " ... hacer alguno suya una cosa
mereciéndola, o adquirir derecho a ella por razón del trabajo o servicio". Entonces, lo causado
antes del matrimonio y percibido después de este, es propio del cónyuge; y lo causado durante
el matrimonio --expresión legal-, pagado después de disuelta la sociedad conyugal, entra en la
masa divisible.
188. FRUTOS
Según el numeral 2 del artículo 1781 del Código Civil, los "frutos, réditos, pensiones,
intereses y lucros" de bienes sociales o no, son sociales. Se puede resumir en frutos, y se
comprenden los civiles y los naturales y los productos de las cosas. Por ejemplo, intereses de
capitales, utilidades en sociedades o dividendos de acciones en sociedades anónimas y
arrendamientos de bienes muebles o inmuebles.
Los lucros son ganancias o ventajas y no pueden confundirse con el mayor valor de las
cosas.
Es claro que los frutos, a medida que se producen, se pueden consumir, razón por la cual
al momento de la liquidación de la sociedad conyugal no se incluirían. Por tanto, se
comprenderán en la liquidación solamente si se hubieran capitalizado y existieran al tiempo de
la disolución.
Resulta natural que los frutos de los bienes sociales sean a su vez sociales. En cuanto a
los frutos de bienes propios, suele explicarse que son sociales porque se destinan al servicio de
la sociedad conyugal, para el mantenimiento o sostenimiento de la familia. [182]
189. DINEROS
De acuerdo con el numeral 3 del mismo artículo 1781, hace parte de la sociedad el
dinero "que cualquiera de los cónyuges aportare al matrimonio, o durante él adquiriere,
obligándose la sociedad a la restitución de igual suma".
Al comparar los ordinales 3° y 5° del citado artículo 1781, se concluye que si el dinero se
consigue gratuitamente (num. 3), procederá la restitución mencionada al liquidarse la sociedad
conyugal; y si a título oneroso (num. 5) no habrá restitución. Empero, como luego se explica
(ver núm. 194), se podría sostener válidamente que el dinero recibido en forma gratuita
durante la sociedad, por herencia, por ejemplo, le pertenece al adquirente y no ingresa al
haber social. Mas es de anotar que la opinión mayoritaria es contraria a la que acaba de
exponerse.
El dinero que tenían los esposos a la fecha del matrimonio, adquirido a cualquier título,
ingresa al haber social.
13
13 Conviene advertir que existen tesis contrarias, cuya aplicación práctica resulta compleja, pues al aceptar que la pensión de
jubilación o la de vejez sean gananciales, deben distinguir entre el derecho a la pensión y las mesadas y separar el supuesto en que
la pensión ya se devenga al momento de disolución de la sociedad conyugal del caso en que la pensión se causa y hace exigible
con posterioridad. Por esto es más válida la posición adoptada por la jurisprudencia laboral, a la cual puede añadirse el argumento
de que la pensión es intuito personae, a pesar de fundarse en una relación laboral.
14
14 Cita de José J. GÓMEZ, Nuevo régimen de bienes en el matrimonio, op. cit., pág. 103.
Se ha discutido la vigencia de este numeral 3, con base en el artículo 1° de la ley 28 de
1932. En general, se admite que todavía tiene vigor (ver núm. 184).
Dispone el texto que la sociedad conyugal restituirá, al disolverse, " ... igual suma" de
dinero que la aportada. La frase entre comillas, a primera vista, dice relación a la cantidad
numérica, como puede además interpretarse analógicamente con apoyo en el artículo 2224
del Código Civil. De ser correcta esta consideración, no habrá de este modo reajustes por
pérdida del poder adquisitivo. Lo cual tiene explicación en que el Código Civil fue promulgado
a la luz de conceptos económicos nominalistas15.
Contra este sistema se han alzado voces de protesta. MONROY CABRA 16 ha propugnado
una reforma en la que se modifique " ... el régimen de las recompensas [183] en cuanto a que
el valor de estas por aportes de los bienes muebles al matrimonio, adquisición de estos a título
gratuito, venta de bienes propios sin subrogación y mejoras o gastos hechos en ellos, se
pagarán a la disolución del matrimonio por el valor que tendrían en esta última fecha,
«haciendo el correspondiente reajuste de su valor constante»".
A su vez, CARLOS HOLGuÍN17, puntualizó que "Resulta de una inequidad absoluta que
una sociedad conyugal disuelta al cabo de veinte (20), treinta (30) o más años, restituya al
cónyuge cantidades del orden de miles de pesos por el aporte o la adquisición de bienes
muebles y por la enajenación de inmuebles propios, cuyo valor actual significara millones.
Aunque la jurisprudencia podría rectificar la situación aplicando la corrección monetaria para
asegurar el valor constante de tales créditos, el problema es de dudosa legalidad y será fuente
de nuevas controversias".
15
15 El nominalismo es tanto una teoría sobre la naturaleza del dinero como sobre la extensión de las obligaciones dinerarias. En
este último sentido "implica que el deudor de una suma de dinero cumplirá con la entrega al acreedor de una cantidad igual a la
prometida, sin importar las fluctuaciones que haya sufrido el poder adquisitivo de la moneda", según explican OSCAR HERNANDO
PARADA BARRENECHE y OSCAR ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ en su tesis "Inflación y revaluación en las obligaciones dinerarias",
Pontificia Universidad J averiana, 1988, pág. 20. En ese texto los citados autores mencionan el concepto de NA VIA ARROYO,
conforme al cual "la unidad monetaria, un peso, un dólar, un franco, etc., es siempre igual a sí misma, pues se trata apenas de una
unidad ideal, abstracta, que actúa como un sistema de cuenta que permite decir en un momento dado cuántas unidades deben
darse por un bien, sin que el aumento o disminución del quantum signifique que la unidad en sí misma haya variado". La teoría
opuesta a la nominalista es la valorista, que predica que la moneda vale lo que con ella se puede comprar. Acerca de este punto
puede consultarse a JEAN CARBONNIER, Derecho civil, t. n, vol. 1, Barcelona, Bosch Casa Editorial, 1965, pág. 21.
16
16 MONROY CABRA, op. cit., introducción ala segunda edición de su obra, 1991, pág. VIII.
Pero debió referirse al momento de disolución de la sociedad conyugal y no del matrimonio.
17
17 HOLGUÍN HOLGuÍN, ponencia citada, pág. 3.
18 18 Por ejemplo, VALENCIA ZEA y ORTIZ MONSALVE, op. cit., pág. 305.
Por ejemplo, las participaciones en sociedades que tenga uno de los cónyuges al
momento de casarse, serán un bien social, del haber relativo. Para el caso, dijo la Corte en la
aludida sentencia de 19 de mayo de 2004: [184]
"Así que si antes del matrimonio uno de los esposos es socio de una compañía, como
aquí ocurrió [ ... ], al contraer matrimonio y formarse por ende la sociedad conyugal esas
acciones, que tienen que considerarse como bienes muebles aun cuando la compañía sea
dueña de inmuebles, entran a formar parte de la sociedad conyugal, quedando esta obligada a
restituir su valor al disolverse. (<<G. 1», t. CLXXVI, págs. 221 Y 222).
"9. Síguese de todo lo anterior, que si antes del matrimonio uno de los cónyuges poseía
cuotas de interés en una persona jurídica, debe concluir la Corte que al contraer el vínculo
connubial y formarse por ende la respectiva sociedad conyugal, esos efectos patrimoniales,
que por su naturaleza son especies muebles, entran a formar parte del haber de la sociedad
conyugal, quedando esta obligada a restituir a la disolución de la misma su valor, según el que
correspondiere a la fecha en que se hizo el aporte; por lo mismo si para efectos de integrar la
masa social una vez disuelta esta, como aquí ha acontecido, tales bienes ya no se encontraren
en cabeza del cónyuge aportante, porque supuestamente simuló su desprendimiento jurídico,
como acá alega el cónyuge actor, surge para este el interés serio y actual para deprecar la
simulación del acto por el cual considera que se ha desplazado irrealmente el bien social, todo
para que finalmente se haga la liquidación de la sociedad conyugal respecto de ellos en la
forma que legalmente correspondiere".
Situación similar se presenta si uno de los cónyuges hereda un bien mueble, como un
ganado o un vehículo o un establecimiento mercantil: este ingresa al haber social; pero cuando
se disuelva y liquide, la sociedad conyugal deberá reembolsar al cónyuge heredero el precio
que ese bien tenía en la época en que se defirió la herencia.
Como en el supuesto del dinero, en este puede disputarse con alguna razón que los
muebles adquiridos gratuitamente no sean bienes sociales (núm. 194). O que la restitución no
se efectúe sin el reajuste que, impuesto por equidad, compense la pérdida del poder
adquisitivo de la moneda.
19
19 VALENCIA ZEA y ORTIZ MONSALVE, op. cit., pág. 313, tienen otro parecer.
Adquirido durante Pertenece al haber social Pertenece al haber social
la absoluto absoluto salvo el caso de la
sociedad conyugal subrogación ,
a
título
oneroso
Adquirido Pertenece al haber Pertenece al cónyuge
durante la social relativo (opinión adquirente
sociedad conyugal mayoritaria)
a
título
gratuito
20
Es lo que sostienen, entre otros: FERNANDO VÉLEZ, op. cit., t. VII, pág. 48; MANUEL SOMARRIVA U., Derecho defamilia,
Santiago de Chile, Imprenta Universal, 1982, pág. 191; MONROY CABRA, op. cit., págs. 379 y 380; NARANJO OCHOA, op. cit., pág.
399; SUÁREZ FRANCO, op. cit., pág. 340; GÓMEZ PIEDRAHíTA, op. cit., pág. 417. La Corte Suprema de Justicia, en sent. de 31
agosto 1935, extracto publicado en el Código Civil, edición especial de la Superintendencia de Notariado y Registro, 1987, pág.
605, dijo: "Tómese el arto 1782, sin relacionarlo con el que 10 precede, y ha de imponerse la conclusión de que el dinero heredado
durante el matrimonio por cualquiera de los cónyuges, aumenta el haber del heredero en vez de agregarse al de la sociedad. Pero
coordínense estas dos disposiciones, colocadas dentro de un mismo capítulo, una después de otra, y será preciso concluir diciendo
que el arto 1782 mira a las adquisiciones de bienes raíces solamente, puesto que las de dinero y otras especies muebles, no
eximidas de la comunión en las capitulaciones o en la lista testificada que autoriza la ley, deben entrar en el haber de la sociedad
conyugal". [191]
igualmente, siguiendo el principio de la accesión conforme al cual el dueño de la cosa principal
lo es además de la cosa accesoria. Pero el cónyuge constructor deberá a la sociedad conyugal
el valor de la construcción, según el precio de esta al tiempo de su incorporación (pudiendo
discutirse en este caso, también, lo relacionado con la corrección monetaria).
El ejemplo anterior, que comúnmente se conoce como mejoras, sirve para aclarar que
estas no son de la sociedad conyugal y que cuando se pregona que ellas se le deben,
realmente lo debido es su precio histórico.
21 En este sentido, SUÁREZ FRANCO, op. cit., pág. 364; GÓMEZ PlEDRAHÍTA, op. cit., pág. 424. Algunos hablan de pasivo externo, o
sea, el que se tiene frente a personas diversas de los cónyuges y de pasivo interno, que serían las recompensas que se deben a
estos.
22
22 JOSÉ J. GÓMEZ, op. cit., pág. 112.
196.LAS CARGAS FAMILIARES
Según el numeral 5 del artículo 1796, la sociedad es obligada al pago "Del
mantenimiento de los cónyuges; del mantenimiento, educación y establecimiento de los
descendientes comunes, y de toda otra carga de familia".
El alcance de la carga de familia se define por el inciso 2° del citado numeral 5: "Se
mirarán como carga de familia los alimentos que uno de los cónyuges está por ley obligado a
dar a sus descendientes o ascendientes, aunque no lo sean de ambos cónyuges; pero podrá el
juez o prefecto moderar este gasto, si le pareciere excesivo, imputando el exceso al haber del
cónyuge".
La redacción de la norma del numeral 5 es original del Código Civil. Sin embargo, el
artículo 1796, en el numeral 2, en su versión de 1974 conforme al artículo 62 del decreto 2820,
señala que la sociedad conyugal "es obligada al pago de las deudas y obligaciones contraídas
durante su existencia por el marido o la mujer, y que no fueren personales de aquel o esta,
como lo serían las que se contrajeren por el establecimiento de los hijos de un matrimonio
anterior" (bastardillas fuera del texto).
Se resalta, entonces, que este ordinal 5° choca parcialmente con el ordinal 2° del mismo
artículo 1796, puesto que este, por medio de una norma posterior en el tiempo, considera
"deuda personal" el establecimiento de los hijos de matrimonio anterior y aquel señala que los
alimentos debidos a un descendiente que no sea común constituyen una carga de familia.
Esta contradicción se puede salvar de una de dos formas:
a) Entendiendo que la carga familiar comprende únicamente a los alimentos debidos a
los descendientes o ascendientes comunes de ambos cónyuges; es decir, que no se extiende a
los descendientes o ascendientes que no sean comunes.
b) Excluyendo de los alimentos lo relativo al establecimiento del descendiente no
común, es decir, los gastos no permanentes para situar al hijo en estado competente,
especialmente en el ejercicio de una profesión u oficio. La determinación de cuáles sean esos
gastos podrá no ser siempre fácil en la práctica.
También debe afirmarse que en el citado ordinal 5º carece de sentido la mención de los
"ascendientes que no lo sean de ambos cónyuges", porque los padres son ascendientes y es
obvio que no pueden ser comunes. En punto a la incoherencia subrayada, se observará que la
primera interpretación sugerida sirve para superar esta última cuestión. De aceptarse, se
seguirá de ella que si un cónyuge provee alimentos a sus ascendientes, deberá reembolsar a la
sociedad conyugal lo que ellos importen.
Dada la estructura de la sociedad conyugal, de las dos opciones interpretativas resulta
preferible la de la letra a), por acomodarse más al sistema general, que muestra como
propósito legislativo que se vele por los descendientes comunes.
Así, por una parte, el artículo 1800 del Código, que en su redacción actual es el artículo
63 del decreto 2820 de 1974, establece que "Las expensas ordinarias y extraordinarias de
alimentos, establecimiento, matrimonio y gastos médicos de un descendiente común, se
imputarán a los gananciales, a menos que se probare que el marido o la mujer han querido
que se pague de sus bienes propios". Y agrega: "Lo anterior se aplica al caso en que el
descendiente común no tuviere bienes propios; pues teniéndolos, se imputarán las expensas
extraordinarias a sus bienes en cuanto le hubieren sido efectivamente útiles; a menos que se
probare que el marido o la mujer, o ambos de consuno, han querido pagarlas de sus bienes
propios".
y por otra parte el inciso 10 del artículo 257 del Código Civil, que impone que "Los gastos
de crianza, educación y establecimiento de los hijos legítimos pertenecen a la sociedad
conyugal, según las reglas que, tratando de ella, se dirán".
No obstante, si se insistiera en tener como fuente de pasivo social los alimentos pagados
a descendientes o ascendientes de cualquiera de los cónyuges, conviene precisar que del texto
brotaría una diferenciación importante que no podría omitirse, a saber, entre gastos medidos
y juiciosos y gastos exagerados o desmesurados, por cuanto "podrá el juez o prefecto moderar
este gasto [194], si le pareciere excesivo, imputando el exceso al haber del cónyuge". Téngase
presente que esta atribución del juez existe igualmente para el caso de los alimentos
suministrados a descendientes comunes, con lo cual se confirma que el ordenamiento aspira a
que no haya detrimento de la sociedad conyugal.
23
Era la la tesis de SUÁREZ FRANCO, op. cit., pág. 365, para cuando existía la UPAC. Sin embargo, de ser válida esta propuesta, no
se oculta la dificultad que puede generar en la práctica el cálculo de las recompensas a cargo de la sociedad conyugal, por la
corrección monetaria. Muchos, en cambio, interpretan que no se genera el reembolso si las sumas canceladas por la deuda no la
reducen, porque en ese caso serían un gasto. Pero ese modo de entender el problema, aparentemente financiero y ajeno a la
estructura nominalista del código civil, riñe con el principio que prohíbe el enriquecimiento sin causa, porque propicia que la
sociedad conyugal atienda una obligación y la satisfaga, en beneficio de un cónyuge y en detrimento del otro.
Las principales partidas que constituyen deudas no sociales son24:
1) Gastos hechos para la adquisición de un bien de exclusiva propiedad de uno de los
cónyuges, y los precios y saldos debidos por la adquisición (v. gr., impuestos para recibir
herencia). Estos gastos no pueden confundirse con pagos que, comprometidos en la
adquisición del bien, sean de cuenta de la sociedad conyugal, como los intereses por deudas
hipotecarias.
Reparaciones extraordinarias de bienes exclusivamente propios.
Algunas cargas familiares por razón de matrimonios anteriores o de hijos
extramatrimoniales, como el establecimiento de estos.
4) Multas y reparaciones pecuniarias que hubiere de pagar uno de los cónyuges por la
comisión de un delito (c. c., arto 1804).
5) Deudas anteriores al matrimonio, en cuanto al capital debido, puesto que los
intereses pueden ser deuda social, o no seda (art. 1796, nums. 1 y 3). [196]
202. RECOMPENSAS
Recompensa es la compensación, devolución o indemnización que los cónyuges y la
sociedad conyugal se deben entre sí. Cuando el patrimonio propio de uno de los cónyuges
obtiene provecho o sufre menoscabo de la masa común, debe pagar a esta el equivalente a
ese precio. Y al contrario.
Luego las recompensas pueden ser de la sociedad a los cónyuges, de estos a la sociedad
o de los cónyuges entre sí.
24
VALENCIA ZEA Y ORTIZ MONSALVE, op. cit., págs. 335 y ss. Estos autores, sin embargo, no consignan las precisiones planteadas
en la presente obra, necesarias en concepto del autor para separar debida y justamente los diversos casos.
demostrado con los medios probatorios comunes y salvo que se reconozca corrección u otro
valor, como el actual al tiempo de la disolución de la sociedad conyugal;
d) por los dineros y muebles heredados durante la sociedad conyugal, con alcance
análogo al apuntado en las letras precedentes.
25
MEZA BARROS, op. cit., pág. 276
restituciones de bienes e indemnizaciones. Desde luego, el asunto debe partir de una
interpretación del ordenamiento, como a continuación se indica.
Se refirió en otro aparte (véase núm. 189), que el Código Civil se apegó al nominalismo,
concebido como una teoría sobre el dinero. En el proyecto de Bello de 1853, con referencia al
haber relativo constituido por el dinero aportado por los cónyuges, se decía que la sociedad
quedaba obligada a "la restitución de igual suma". Pero tratándose del originado en cosas
fungibles, la obligación de restitución era por su valor, "según el que tuvieren las cosas de la
misma especie y calidad a la fecha de disolución de la sociedad" (art. 1892 del proyecto -
similar al arto 1781 del C. C. colombiano-, que puede confrontarse a pág. 446 de Obras
completas, t.n, Editorial Nascimento, 1932). Yen cuanto al mutuo de dinero, se preveía en el
artículo 2343 (id., pág. 554, semejante al arto 2224 del C. C.) que "solo se debe la suma
numérica enunciada en el contrato, aunque haya variado la relación entre la moneda
expresada en el contrato y las otras monedas". "Sin embargo -rezaba el segundo inciso-, si en
el tiempo intermedio hubiere variado el peso o ley de la moneda que se expresa en el
contrato, no se deberá la misma suma numérica, sino con el aumento o rebaja necesarios para
la igualdad de valores". Por ello se definió que (inc. 3°) "Se entenderán iguales los valores por
los cuales se cambien en el mercado general iguales cantidades de mercaderías". [199]
Puede verse, de estos textos, que el autor del código no tenía en la mente una sujeción
plena al nominalismo. Ahora bien, en el denominado proyecto inédito se eliminaron las
fórmulas valoristas resaltadas de los artículos 1892 (art. 1781) y 2343 (art. 2224) y se
adoptaron las de la tesis opuesta26, pero no de forma absoluta, puesto que en el inciso final del
último de estos preceptos, que está vigente, se lee: "Lo dicho en este artículo se entiende sin
perjuicio de convención contraria".
De acuerdo con lo anterior, la corrección monetaria de la obligación en dinero puede ser
acordada por los interesados, sin pugnar con el orden público y por razones de equidad. Si la
sociedad conyugal no es ya institución con esa entidad (orden público) y las reglas de
restitución o pago de las recompensas de los artículos 1781 y concordantes son disposiciones
supletivas, bien puede ser que desde las capitulaciones matrimoniales los esposos consideren
los reajustes (o las reducciones, eventualmente), o que los pacten al tiempo de la disolución y
liquidación de la sociedad conyugal. Si esas estipulaciones no existen, no podrá el juez
ordenarlas, porque en su ausencia rigen las normas del Código Civil.
26
26 ANDRÉS BELLO, Obras completas, t. III, Edit. Nascimento, 1932, págs. 452 y 559. '
27 Sent. de 4, octubre 1982, Jurisprudencia y Doctrina, t. XI, revista núm. 132, diciembre de 1982, pág. 1059.
208. DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD CONYUGAL
La disolución de la sociedad conyugal es el fenómeno (hecho o decisión) que señala su
fin, o sea que la extingue. Síguese de allí liquidarla. Por tanto, una sociedad conyugal podrá
estar disuelta e ilíquida.
CaracterÍzase esta situación por ser irreversible, de modo que la sociedad conyugal no
puede reconstruirse después de disuelta. En efecto, ninguna norma legal establece la
posibilidad de que, habiéndose disuelto la sociedad conyugal, renazca. Pero si este régimen no
es de orden público, habría que admitir, al menos teóricamente y cuando no hubiere perjuicio
de terceros, que si los cónyuges optan por disolver la sociedad conyugal de común acuerdo,
también conjuntamente podrían reconstituirla, por resciliación (si se acepta, claro, que las
cosas se deshacen como se hacen). Legislaciones hay que lo toleran, como la argentina (c. C.
argentino, art. 1304)28.
El artículo 1820 del Código Civil, o 25 de la ley 1 a de 1976, consagra las causas o casos
de disolución de la sociedad de bienes. Son:
a) Disolución del matrimonio. Es decir, por muerte real o presunta de uno de los
cónyuges, o divorcio judicialmente declarado.
b) Separación de cuerpos. Siempre que no sea temporal y que en este caso los cónyuges
no hayan acordado mantener la sociedad conyugal.
Por la sentencia de separación de bienes.
Por la declaración de nulidad de matrimonio. Sea civil, católico o de otra religión. Con
todo, no se forma sociedad conyugal si alguno de los casados, o los dos, al contraer
matrimonio, tenía vínculo conyugal anterior vigente, a menos que entonces no tuviera
sociedad conyugal (ver núm. 182).
e) Por mutuo acuerdo de los cónyuges capaces, manifestado en escritura pública. [201 ]
28 28 Al efecto es interesante el texto del arto 1304 del Código Civil argentino, que establece: "La separación judicial de bienes
podrá cesar por voluntad de los cónyuges, si lo hicieren por escritura pública, o si el juez lo decretase a pedimento de ambos.
Cesando la separación judicial de bienes, estos se restituyen al estado anterior a la separación, como si esta no hubiese existido,
quedando válidos todos los actos legales de la mujer durante el intervalo de la separación, como si hubiesen sido autorizados por
el marido". Además, si actualmente valen los contratos entre cónyuges, no parece subsistir razón válida para no permitir que el
acto de disolución voluntario pueda deshacerse por los interesados. En sentido afirmativo se pronuncia DARía V ALLEJO OCHOA,
en el artículo "La resciliación de la disolución y liquidación de las sociedades conyugal y patrimonial entre compañeros
permanentes", publicado en la revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas UPB núm. 102, mayo de 2000, págs. 47 a 59.
En concepto del mencionado autor, para que la resciliación sea posible debe perdurar el matrimonio y reunir los elementos del
acto jurídico (en torno a la capacidad, al consentimiento, al objeto y a la causa), respetar los derechos adquiridos por terceros y
ser solemne. Y podría abarcar la disolución misma y por ende la liquidación de la sociedad conyugal o solamente esta
29 29 La separación de bienes está regulada en el'cap. 30 del tít. IX del lib. 10 del e e, como "simple separación de bienes", esto es,
independiente a la separación de cuerpos o al divorcio. Cuando el cónyuge es incapaz, para que pueda solicitar la separación de
bienes debe nombrársele un curador especial, como manda el arto 199 del Código. En el trámite judicial de la separación de
bienes, proceden medidas como el embargo y el secuestro de bienes que en cabeza del otro cónyuge, puedan ser objeto de
gananciales. Con esas medidas previas se evita que se distraigan los bienes. Pero es de anotar que, de acuerdo con las normas del
procedimiento civil, estos embargos se cancelan si los acreedores, separadamente, demandan el cobro de sus créditos y embargan
los mismos bienes. Por lo demás, en esta reglamentación se dispone que la confesión de los cónyuges no vale como prueba única
para separación de bienes por mal manejo de los negocios sociales; que decretada la separación de bienes no tendrá ninguno de
los cónyuges parte alguna en gananciales que resulten de la administración del otro -lo que es abiertamente una impropiedad,
puesto que a partir de entonces no habrá sociedad conyugal y, subsiguientemente, tampoco gananciales-; y, en fin, se dispone que
la separación de bienes no elimina el deber de velar por la familia común (e C., art. 205).
tampoco lo es que se confunda aquella con el acuerdo que la ley permite a los casados
consignar por escritura pública para disolver y liquidar la misma sociedad conyugal o con el
estado presuntivo dispuesto por el artículo 180 del Código Civil, para quienes se casan en el
exterior y luego se domicilian en Colombia, en el cual el régimen de separación es fruto de la
ley y no de una decisión judicial.
Se insiste, en consecuencia, en que la separación de bienes es realmente un proceso
judicial, al cual desde luego se puede llegar por acuerdo de los cónyuges.
La separación de bienes está regulada en el capítulo ID del título IX dellibro 1 del Código
Civil.
Contempla la ley en primer lugar para los casados, desde esposos, un derecho
irrenunciable a la separación de bienes (c. c., art. 198), que procede (art. 200) por las causas de
la separación de cuerpos (arts. 165 y 154) o por haber incurrido el cónyuge demandado en
cesación de pagos (que es la suspensión, por parte del comerciante, del pago corriente de sus
deudas mercantiles, por iliquidez u otra causa), quiebra, oferta de cesión de bienes (o
abandono de estos al acreedor o acreedores por no poder pagar las deudas), insolvencia
(iliquidez [202], carencia de fondos), concurso de acreedores, disipación, juego habitual,
administración fraudulenta o descuidada que afecte al cónyuge demandante en sus
intereses30.
30
30 En el arto 551 del C. c., que sería aplicable también al marido por principio de igualdad, se establece en el inc. 2° que si la
mujer, por ser menor o por otro impedimento, no puede ser curadora de su marido demente, puede, al cesar el impedimento,
pedir la curaduría o la separación de bienes
extrajudicial, reservado a personas capaces y que simultáneamente exige la liquidación de la
masa social,
. [203] al paso que el otro es un proceso, que culmina con sentencia, en que puede in-
tervenir un incapaz y que apenas determina la disolución de la sociedad conyugal,
requiriéndose su posterior liquidación.
Mas, cabe definir: ¿qué razón legal justificará que cónyuges capaces, que están de
acuerdo en disolver su sociedad conyugal, acudan a la separación judicial de bienes y no al
otorgamiento de escritura pública? Porque, práctica la habría: es claro que se puede coincidir
en la extinción de la sociedad de bienes y no en la liquidación.
Para algunos intérpretes, esa razón normativa radica en la responsabilidad de los
cónyuges: quedará ella ciertamente delimitada, por su publicidad, en la separación de bienes.
Sin embargo, no parece ser esta una explicación sólida, porque el derecho del acreedor no
mejora ni desmerece ni en existencia ni en protección, en razón de una u otra solución
escogida por los casados. Además, en la liquidación, sea judicial o no, se goza del beneficio
establecido por el artículo 1833 del Código Civil, que se aplica también al marido, por mandato
del artículo 64 del decreto 2820 de 1974. El citado artículo 1833, modificado, dispone que el
cónyuge no es responsable de las deudas de la sociedad, sino hasta concurrencia de su mitad
de gananciales. A esto se le conoce como beneficio de emolumento.
Habrá de tenerse en cuenta, también, el artículo 1834 del Código Civil que estatuye que
"El marido es responsable del total de las deudas de la sociedad; salva su acción contra la
mujer para el reintegro de la mitad de estas deudas según el artículo precedente". Lo que es
aplicable al caso de la mujer, por principio de igualdad.
De esto no se sigue que pueda hablarse de solidaridad. Pero es claro que, por
disposición legal, cualquiera de los cónyuges está en la situación de tener que atender al pago
de todas las deudas sociales, con derecho a cobrar al otro el 50 por ciento de lo pagado.
211. LIQUIDACIÓN DE LA SOCIEDAD CONYUGAL
Una vez se disuelva la sociedad conyugal, debe procederse a su liquidación, como
manda el artículo 1° de la ley 28 de 1932, deduciéndose de la masa social o de lo que cada
cónyuge administre separadamente, el pasivo respectivo. Los activos líquidos restantes, señala
el artículo 4° de la ley, se sumarán y dividirán conforme al Código Civil, previas las
compensaciones y deducciones de que tal obra trata.
Liquidar la sociedad conyugal significa determinar su activo, su pasivo, y los gananciales
(50% a que cada cónyuge tiene derecho). El acto se completa, luego de las distribuciones
correspondientes, con las adjudicaciones de bienes que paguen el pasivo y los gananciales.
[204]
De acuerdo con lo anterior, el primer paso consiste en definir el activo social, tanto el
que proviene del haber absoluto como el que surge del haber relativo. Al efecto se
individualizarán los bienes sociales existentes a la fecha de la disolución de la sociedad
conyugal, a nombre de cualquiera de los cónyuges, por el precio que entonces tengan. Y se
sumarán las recompensas debidas por ellos a la sociedad, por ejemplo, originadas en saldos
por subrogación de inmuebles. Todo este renglón puede denominarse activo bruto.
La segunda etapa se refiere a establecer las compensaciones a favor de los cónyuges
(que tienen como fuente principal el haber relativo) y las deudas de la sociedad conyugal
vigentes al tiempo de la disolución, que figuren a nombre de uno u otro cónyuge y por su valor
actual.
Del activo bruto se restarán las compensaciones a favor de los cónyuges y las deudas
sociales, para obtener el activo líquido o activo neto, que se dividirá por dos. La mitad para
cada socio en dicho activo líquido constituye sus gananciales.
214. ADJUDICACIONES
Para las adjudicaciones se forman hijuelas, tantas como conceptos adjudicados (hijuela
del pasivo a favor del cónyuge, hijuela del pasivo a favor de la cónyuge, hijuela(s) de
recompensa (s) a favor del (y/o de la) cónyuge; hijuela de gananciales a favor del cónyuge e
hijuela de gananciales a favor de la cónyuge. [207]
31
31 Puede consultarse al efecto la sent. de 14 diciembre 1990, de la C. S. de 1., publicada en Jurisprudencia y Doctrina, t. xx,
núm. 234, junio de 1991,págs. 433 y ss. Se refiere al punto también la sentencia de 19 octubre 1912.
32
Es la opinión de SUÁREZ FRANCO, op. cit., págs. 427 y 428; MONROY CABRA, op. cit., pág. 446; GÓMEZ PIEDRAHÍTA, op. cit., pág.
445.
Quedaría por examinar si el artículo 1838 citado es excluyente de otras causas de
nulidad, como la fuerza. Es claro que si hay incapacidad, como se [209]
ha de tener aprobación del juez para la renuncia, si se procede sin esa autorización,
habrá nulidad, que podrá demandarse como prevé el artículo 1750 del Código, es decir, desde
cuando cesa la incapacidad. Y no se ve por qué fuera válida una renuncia obtenida como fruto
de la violencia, por lo cual del mismo modo es aplicable el dicho artículo 1750, para computar
los cuatro años desde cuando ella desaparece.
El carácter de unilateral de la renuncia no se pierde en los casos de las renuncias
recíprocas que suelen hacer los cónyuges.
33
MONROY CABRA, op. cit., pág. 446, por ejemplo, asegura que cuando la renuncia es posterior a la disolución de la sociedad
conyugal, es consensual. La Corte Suprema de Justicia, en sent. de 4 marzo 1996, precisó que "Sin embargo, la renuncia de
gananciales, como negocio jurídico unilateral, es formal porque, al igual que el acto que le da origen real y concreto al derecho de
gananciales objeto de la renuncia, debe recogerse en escritura pública eC C, arto 1820, num. 5 en la redacción de la ley la de 1976)
o bien puede perfeccionarse en las formas como se disponen en los procedimientos judiciales y disposiciones legales pertinentes".
misma manera igualmente sería inútil e impertinente tal exigencia para la disposición de
dichos derechos mediante la renuncia, tal como ocurre igualmente con la repudiación de los
derechos hereditarios (C. C., arts. 1832 y 1282)".
Ha de relevarse que, en cualquier caso, la renuncia a gananciales debe registrarse en el
registro del estado civil.
Tema igualmente de debate ha sido el de que es viable la renuncia a los gananciales que
resultan de la administración del otro cónyuge y no de los que se originan en la administración
del renunciante. Se llega a decir, inclusive, que en la última hipótesis, hay donación34• Pero no
puede aceptarse esta apreciación, porque el concepto de gananciales alude, como se ha dicho,
a los bienes mismos del activo social y al derecho del cónyuge y no a las utilidades, apro-
vechamientos o rendimientos considerados aisladamente. Cuando el cónyuge renuncia, es a su
derecho a participar en la universalidad y, en consecuencia, la totalidad de los bienes queda a
disposición del cónyuge que no renunció, que los recibe no a título de donación sino por virtud
de la disolución de la sociedad conyugal. Cuando se produce la disolución, el cónyuge no se
torna propietario de bienes. En cambio, nace ahí su derecho de aceptar o repudiar los
gananciales, como acontece con la sucesión35. [211]
En lo que respecta al objeto de la renuncia, ha de insistirse que lo constituye el derecho
del cónyuge a gananciales y no a ningún bien social en concreto. Pero, además, el artículo 1840
del Código Civil, que rige para ambos cónyuges, dispone que quien renuncia conserva derechos
y obligaciones en recompensas e indemnizaciones. Lo cual significa que la renuncia no las cobi-
ja. En tal caso, la renuncia sí sería donación.
34
34 GÓMEZ PIEDRAHíTA, op. cit., pág. 446; MONROY CABRA, op. cit., pág. 446. Pero no es donación porque la renuncia es un acto
unilateral y aquella uno bilateral, pues es contrato (así lo reiteró la Corte Suprema de Justicia, en sent. de 30 enero 2006, ver núm.
223).
35
35 Aunque en 1951, en sentencia de abril 9 , cuyo extracto publica PEDRO ALEJO CAÑÓN RAMíREZ, Derecho civil, t. 1, vol. II,
Sociedad conyugal y concubinato, Bogotá, Edit. ABC, 1983, pág. 162, la Corte Suprema de Justicia, al comparar los proyectos de
BELLO y el Código francés, concluyó que mientras en el primer proyecto se consagraba que la mujer tendría facultad de aceptar o
repudiar, en el definitivo "lisa y llanamente reconoció a la mujer o a su heredero la facultad de renunciar ese derecho que le
reconozca oo.". Esto es, que la legislación colombiana " ... parte de la base oo. del derecho definido de la mujer sobre los bienes
que integran la comunidad oo.". Pero que la norma no diga que se puede aceptar o renunciar y sí que la renuncia es una facultad,
queda claro que el derecho respectivo consiste en aceptar o repudiar.
recibe cosas del de cujus, esto es, que este le ha transmitido por causa de muerte. Pues, en
circunstancias diversas, es tercero. [212]
Expresó entonces la Corte: " ... hay derechos que surgen de la condición misma de
heredero y que, por ende, el causante no ha podido transmitirle. Tal el derecho que él tiene a
ciertas asignaciones forzosas. Si un contrato celebrado por su causante -por caso el de
donación- hiere su derecho, velando por su interés propio estará tentado a hostigar la eficacia
y el alcance de convención semejante. En tal caso no habla en el puesto del causante; habla
para sí propio".
La providencia mencionada fue pronunciada en un proceso en el cual una hija
extramatrimonial reclamó, exitosamente, por la renuncia de gananciales que había hecho su
padre, recíproca con la cónyuge de este, un año y medio antes del fallecimiento del
renunciante, considerándose además que la sociedad conyugal estaba integrada por un
importante patrimonio que había sido formado y conservado durante 35 años.
Concluyó la Corporación que el acto de renuncia que perjudique al legitimario le es
inoponible, por no ser un acto plurivoluntario que pudiera catalogarse como donación.
36
36 MONROY CABRA, op. cit., pág. 446.