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CARACTERÍSTICAS DEL JUICIO EJECUTIVO ARGENTINO

PROBLEMAS ACTUALES

Por Osvaldo Alfredo Gozaíni (*)

Introducción al estudio de los procesos ejecutivos


Una de las dificultades más notorias que tiene el sistema ejecutivo de la
República Argentina es la confusión reinante entre títulos o documentos que llevan
aparejada la posibilidad de promover una ejecución especial.
Otro problema relevante es la estructura política del país, dividida en
veinticuatro (24) jurisdicciones (23 provincias y una ciudad autónoma donde radica el
gobierno federal) que, al tener autonomía legislativa, permite a cada Estado tener su
propio régimen procesal.
Vamos a ocuparnos solo del primer aspecto. El siguiente tiene explicaciones de
registro diverso, pero que, a los fines del estudio, conviene advertir que no es muy
diferente la estructura jurídica del juicio ejecutivo a pesar de la dispersión
reglamentaria.
En este sentido hay un punto de partida común en toda la legislación: la
fehaciencia que tiene el título ejecutivo. Fehaciencia en el sentido de idoneidad jurídica
para facilitar una percepción rápida que fuerce al obligado a cumplir de inmediato;
como esto no es fácil determinar, el proceso, en sí mismo, divide sus aguas entre los que
consiguen la vía rápida y expedita, porque lo que se ejecuta es una decisión juris-
diccional (sentencia o laudo arbitral); y aquellos que deben acreditar la suficiencia del
título ejecutivo que les permita entrar en el juicio ejecutivo.
En los hechos, la ejecución de sentencias y laudos arbitrales se denomina juicio
forzoso o proceso ejecutorio (porque el título que le da origen es, precisamente llamado,
ejecutorio); mientras que el juicio ejecutivo, propiamente dicho, es un combinado de
“conocimiento y ejecución”, porque instala una etapa bilateral y contradictoria para que
el título quede revestido de ejecución pura, y otra que comienza con la sentencia
llamada “de trance y remate” que le da certeza al crédito y permite, ahora sí, dar
comienzo a la ejecución.

*
Abogado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (1978);
y Doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires (1987). Actualmente es profesor titular (catedrático) por concurso, del
Departamento de Derecho Procesal, de esta última Facultad. Ha escrito más de cuarenta libros propios y
otros tantos en colaboración. Fue Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Universidad de Belgrano, donde también se desempeñó como Director de la Carrera de Abogacía
(1993/2000). Ha sido Investigador Principal del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad
Nacional Autónoma de México. Es profesor honorario de las Universidades Antenor Orrego de Perú; y
San Antonio Abad del Cusco (Perú). Y profesor permanente del plantel de posgrado de la Universidad
Panamericana de México. Ha dictado más de trescientas conferencias en el país y el exterior (Uruguay,
Perú, Colombia, Brasil, Venezuela, Costa Rica, Panamá, México, Estados Unidos, España, Italia y
Francia).
2. Características generales
La ejecución de sentencias es el trámite más rápido que tiene nuestro sistema
procesal para el cobro inmediato de créditos previamente reconocidos; pero también se
podría afirmar que este pasaje del conocimiento a la ejecución no es absoluto, porque a
pesar de lo rápido y compulsivo, al acreedor que ejecuta se lo somete a un tránsito
previo de acreditaciones y reconocimientos que deja en claro que la ejecución recién
comienza con la sentencia que manda llevar adelante la ejecución.
Lo mismo sucede con el juicio ejecutivo, con la diferencia que en él las
excepciones que se admiten son de tanta variedad y contenido que facultan al deudor a
plantearlas con insistencia, logrando un mecanismo legal de postergación de la
ejecución que torna en ordinario (de conocimiento pleno) a un proceso que debiera ser,
en sí mismo, de ejecución pura.
En definitiva, la crisis de nuestros procesos de ejecución ha sido introducir en
todos ellos una etapa de verificación que debe superar dos grandes obstáculos: el del
juez que estudia la admisibilidad del documento que se ejecuta; y la del deudor que
puede oponerse a la ejecución sosteniendo la debilidad del documento o su directa
improcedencia.
Por ejemplo, si alguien obtiene en un proceso indemnizatorio una reparación por
daños y perjuicios, y la sentencia no se cumple dentro del plazo que el juez ha
ordenado; la etapa de ejecución forzosa solo comienza a instancia del interesado
(vencedor en el proceso o acreedor del mismo). La ejecución sigue en el juicio
principal, es decir, se considera como una etapa propia del conocimiento y ejecución
(notio + executio) que caracteriza la función judicial, donde el primer acto es la captura
de bienes a través de las medidas cautelares o provisionales que se ordenen. Recién
después de ello se notifica al ejecutado el derecho a oponerse a la ejecución, siendo
resuelta la situación con una sentencia que manda llevar adelante la ejecución a través
de la subasta de los bienes incautados.

3. Formas de proceder ejecutivamente


En el régimen argentino estándar (recuérdese que hay veinticuatro [24] códigos
procesales) el modo de lograr la ejecución forzosa tiene dos caminos distintos.
Uno se refiere al cumplimiento de sentencias condenatorias (dar, hacer o no
hacer) que provengan de la actividad jurisdiccional del Estado (sentencias, propiamente
dichas) o de particulares (laudos arbitrales). Esto sigue un modelo similar a las formas
rápidas del juicio monitorio, sin serlo. El esquema comienza con la admisión de feha-
ciencia del título y el derecho a obtener de inmediato el embargo de bienes y la citación
de venta del deudor.
El restante, se relaciona con el juicio ejecutivo, a su vez dividido en un proceso
de preparación de títulos que se consideran incompletos para lograr la admisión formal;
y aquellos que lo consiguen y van directamente a la intimación de pago. En los hechos
el juicio ejecutivo, en general, tiene una suerte de clasificación de acuerdo con la cali-
dad del documento que se ejecuta; a veces necesitará integrar su ejecutabilidad (juicio
conocido como “preparación de la vía ejecutiva”), y en otras, deberá sustanciarse con el
ejecutado para recién después comenzar la ejecución.
Inclusive, dentro de esta última modalidad, difieren los pasos procesales según
se trate de títulos que se fundan en el Código de Comercio o leyes especiales, respecto a
otros documentos esencialmente cartulares.
Finalmente, no está de más sostener que todas estas configuraciones afectan la
compulsión propia que debiera tener el proceso ejecutivo, propiamente dicho, y que nos
llevara, hace algunos años, a promover una clasificación de las formas de ejecución de
acuerdo con la naturaleza del título o documento (1)
En definitiva, el problema aparece en la etapa de conocimiento que se antepone
al tránsito directo de la ejecución, de modo tal que, siendo el juicio ejecutivo un proceso
mixto de ejecución y de conocimiento, corresponderá deslindar el campo de actuación
que tiene cada uno.

4. Orígenes
No vamos a formular disquisiciones teóricas, pero sí apenas una breve
exposición histórica de nuestra legislación para comprender porqué tenemos una
variedad tan siniestra de modos de proceder ejecutivamente.
Prácticamente toda Latinoamérica fue tributaria de la Ley de Enjuiciamiento
Civil española de 1855. El modelo de proceso de conocimiento pleno que había
pergeñado Las Partidas, y que repitió el sistema español del siglo XIX, tuvo plena
recepción en América.
España bien sabe que aquél fárrago legislativo, unido a la multitud de fueros y
jurisdicciones, ocasionaron una legislación dispersa y ensimismada, con superposición
de formalismos; complejidad de trámites, multiplicación de incidentes; y, cuando no, la
alternativa de soluciones, que obviamente, no era deseable que ocurriera. Cuestiones
que fueron la causa para la reforma de 1881.
Pero en América, estos cambios se conocieron mucho después, y como aquellos
tiempo no eran de facilidad en las comunicaciones; había urgencia en legislar las ex
colonias independizadas; el comercio reclamaba decisiones; en fin, todo el problema de
comenzar una historia propia, llevó a seguir una tradición probada antes que hacer un
reglamento sin raíces; a ello contribuyó, también, que los abogados estaban formados en
la cultura universitaria ibérica sin mayor conocimiento de otras fuentes que no fueran de
su propio idioma, etc. Así se adoptó el régimen ejecutivo español del siglo XIX.
Pero la curiosidad fue que todas las reformas ulteriores (ya del siglo XX)
adoptaron los cambios del sistema italiano. Las características del título ejecutivo se
adoptaron de la escuela Chiovendiana, y no se dio lugar más que a la idoneidad del
título (al que se considera un documento) para admitir la ejecución pura y rápida
(forzosa) o lenta pero segura del juicio ejecutivo.
Por eso, la división entre “títulos ejecutorios” y “títulos ejecutivos”. Vale decir,
que el prius de la ejecución debería ser la condena, y no ya porque en la condena o en la
declaración de certeza de la obligación se encontraba la fehaciencia, sino también
porque aseguraba una responsabilidad implícita.

1
Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Conveniencia de reformar el sistema argentino en materia de juicio
ejecutivo, en "Respuestas Procesales", 1ª parte, Ediar, Buenos Aires, 1991, ps. 17 y ss.
4. Título ejecutorio
Se caracterizan por provenir de una declaración de certeza anterior a su
formación, que los faculta a constituir en el título mismo de la ejecución forzada.
Esa declaración puede resultar de la actividad jurisdiccional (v.gr.: sentencia,
laudo, o acuerdos celebrados en sede arbitral o de mediación), o de la voluntad de las
partes (v.gr.: transacción o conciliación homologados judicialmente).
La sentencia no distingue el carácter que tiene (v.gr.: declarativa, de condena u
homologatoria), si bien es necesario acreditar la falta de cumplimiento, para dar paso a
la ejecución forzada.
Cuando la sentencia es declarativa y despeja un estado de inseguridad jurídica, la
obligación consecuente será corresponder con el mandato judicial, de manera que si
persisten los hechos que dieron motivo a la pretensión meramente declarativa, no
impide que se ejecute por esta vía.
Las sentencias de condena no se vinculan, necesariamente, con obligaciones
líquidas o fácilmente liquidables, aunque las comprende; en los hechos, la ejecución
alcanza a las condenas de dar, hacer o no hacer.
Los acuerdos entre partes, cuando tienen homologación judicial, obtienen el
efecto de sentencia definitiva que, por esta condición, se puede llevar a la ejecución
forzosa.

4.1 Características del título ejecutorio


Nuestra legislación no permite identificar las características de los títulos que
habilitan la ejecución forzada. Solamente enuncia que, además de las sentencias y
laudos arbitrales, procede para: a) la ejecución de transacciones o acuerdos
homologados; b) multas procesales, y c) cobro de honorarios regulados en calidad de
costas.
La sentencia debe estar consentida o ejecutoriada, que significan cosas
diferentes aunque con efectos similares.
El consentimiento de la sentencia puede ser tácito (cuando no se deducen
recursos y vencen los plazos para hacerlo formalmente), o expreso (cuando se
manifiesta por escrito la conformidad); también puede resultar de la impericia o
negligencia del recurrente que pierde el recurso de apelación por insuficiencia o
deserción.
En cambio, la ejecutoria es un término del antiguo derecho español, que
significaba que la sentencia condenatoria dictada por la alzada, no toleraba más recursos
por haberse agotados.
Por eso, el término es impreciso en nuestro sistema, porque prácticamente no
hay títulos que traigan ejecutoriedad inmediata, en la medida que toda sentencia (aun las
dictadas en instancia única) admiten recursos contra ellas.
En pocas palabras, la sentencia firme y definitiva es una sentencia que se
considera ejecutoriada a los efectos de su lograr su cumplimiento forzado.
También, una sentencia está ejecutoriada cuando puede ser juzgada, es decir,
cuando puede obtenerse el cumplimiento de sus prescripciones, ya sea porque se la ha
consentido, no se dispone de medio legal para impugnarla, o cuando pudiendo
impugnarla la ley prevé que el recurso respectivo será concedido al solo efecto
devolutivo.

4.2 Plazo vencido para el cumplimiento


La sentencia de condena indica un plazo de cumplimiento que debe estar
vencido a los fines de procurar la ejecución inmediata.
El tiempo establecido no es un plazo procesal, porque la sentencia constituye un
derecho acordado que se cuenta con los mecanismos para computar los intervalos del
derecho del Código Civil.
El vencimiento del plazo es un presupuesto de la ejecutoriedad, como lo es el
pedido expreso de ejecución compulsoria.
Tratándose de una obligación de hacer y que se traduce en una ejecución
perfectamente determinable –por ejemplo, hacer cesar los ruidos molestos o amoldarlos
a la normal tolerancia- el cumplimiento se ordene con la imposición de plazos y
medidas conminatorias.

4.3 Pedido de parte


La ejecución forzosa exige la "instancia de parte" para comenzar el proceso.
La característica del nemo iudex sine actore se modifica parcialmente, porque en
la ejecución forzada no se persigue declaración alguna de derechos, sino la recuperación
de un crédito que se encuentra establecido en la sentencia (como documento). Por eso,
se procede a ejecutar, y no a debatir ni declarar.
Con su claridad tradicional, dice Ramos Méndez, "en la ejecución de sentencias,
la mayoría de los datos relevantes para la ejecución se encuentran ya en el pleito y basta
una simple remisión a los mismos. A estas alturas habría que ser muy lerdos para no
saber quienes son las partes y si no están curadas de todos los defectos de
representación y es superfluo fijar una regla de competencia, por ejemplo. También
sería desproporcionado exigir una demanda formal, como acto de inicio, o pedir que se
acompañe de nuevo la sentencia, que ya está, de primera mano, en las actuaciones. No
se trata de enjuiciar la situación ob novo, sino sólo de seguir las actividades necesarias
para la ejecución de la sentencia (2).

5. La ejecución parcial de la sentencia


Por ejecución provisional se entiende la facultad que tiene la parte para requerir
el cumplimiento de una sentencia condenatoria que aun no se encuentra firme. Mientras
que la ejecución parcial es aquélla que faculta al que obtuvo una sentencia favorable a

2
Ramos Méndez, Francisco, Guía práctica para una transición ordenada a la LEC, Bosch, Barcelona,
2000, p. 537.
ejecutar las partes que no están sometidas a recurso alguno, de manera que se
encuentran consentidas o ejecutoriadas.
Estas modalidades reconocen antecedentes en la Ley de Enjuiciamiento Civil
española, se aplica en Francia (l´exécution provisorie), Italia (esecuzione provisoria) y
Alemania (art. 704 Z.P.O.), siendo receptada en el código procesal civil modelo para
Iberoamérica, sin perjuicio de citar, más adelante, otras proyecciones del instituto.
Sin embargo, la idea que reposa en la celeridad procesal y en la satisfacción
inmediata que consigue quien ha logrado el reconocimiento de sus derechos dictada la
sentencia favorable, no tiene aplicación práctica en Argentina.
Nuestra tradición procesal considera como una garantía para el debido proceso,
la doble instancia judicial; de manera que apenas una decisión se recurre, le priva de
jurisdicción al juez de la instancia apelada mientras espera que el superior se pronuncie.
Claro está que la imposibilidad de continuar el proceso se refiere únicamente a
los temas o materias que hayan sido motivos de impugnación. Pero como la jurisdicción
de Alzada trabaja con la plenitud del expediente, no hay ejecución parcial salvo en casos
excepcionales (v.gr.: anotación de la sentencia constitutiva). Varios son los motivos, uno
muy simple y formal: no se tiene la precaución de conservar en la instancia liminar
(apelada) copias de las actuaciones que permitan ejecutar las partes de la sentencia que
hubieran alcanzado firmeza.
En nuestro país, por ejemplo, la regla prácticamente unánime en la legislación
vigente, es el efecto suspensivo, "...a menos que la ley disponga que lo sea en el
devolutivo" (art. 243 apartado tercero del código procesal civil y comercial de la
nación). Y, además, como el tribunal de apelación puede ocuparse de cuestiones no
propuestas (principio de congruencia flexible), la eventualidad de la condena se
mantiene hasta que dicho tribunal se pronuncia.
La excepción se encuentra en el art. 258 del mismo ordenamiento, que al
reglamentar los efectos de la sentencia de un tribunal de alzada impugnado ante la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, mediante el recurso extraordinario, establece: "Si la
sentencia de la Cámara o tribunal fuese confirmatoria de la dictada en primera
instancia, concedido el recurso, el apelado podrá solicitar la ejecución de aquélla,
dando fianza de responder de lo que percibiese si el fallo fuera revocado por la Corte
Suprema...".
En suma, de acuerdo con el art. 243 tercera parte del código procesal civil y
comercial de la nación (que es el modelo de varios sistemas procesales provinciales), la
apelación procede siempre en efecto suspensivo, a menos que la ley disponga que lo sea
en el devolutivo. Esto determina que no haya, prácticamente, ninguna actividad de
cumplimiento parcial de la sentencia.
Menos aún existe ejecución provisional salvo el caso indicado de la pendencia
del recurso extraordinario federal cuando se han logrado dos sentencias favorables.

6. La ejecución de sentencias extranjeras


La eficacia extraterritorial de las sentencias suele analizarse en la actualidad
desde una nueva perspectiva, donde el comienzo parte de estudiar el acceso a la
jurisdicción internacional.
El punto de partida está más avanzado en Europa que en América. Allí, la
Convención de Bruselas del 27 de setiembre de 1968 consagró el principio de que las
sentencias pronunciadas en un Estado parte, sería reconocida en los demás sin que fuera
necesario recurrir a procedimiento alguno, sin perjuicio del derecho de oposición (art.
26, párrafo primero).
En cambio América responde con Tratados y Convenciones aislados, que no
muestran consistencia continental, y donde el regionalismo parece auspiciar mejores
destinos que un principio de colaboración absoluto.
Esto se refleja en el código procesal federal argentino (art. 517) que comienza
considerando que, a falta de tratados, las sentencias extranjeras deben cubrir los
requisitos que señala.
En esta dimensión se encuentran los Tratados de Derecho Procesal Internacional
de Montevideo (1889 y 1940), la Convención Interamericana sobre arbitraje comercial
internacional (CIDIP I, Panamá, 1975), o la Convención sobre eficacia extraterritorial
de las sentencias y laudos arbitrales extranjeros (CIDIP II, Montevideo, 1989), y el
Protocolo de cooperación y asistencia jurisdiccional en materia civil, comercial, laboral
y administrativa (Las Leñas -Argentina-, 1992).
En nuestro sistema normativo la aplicación del derecho extranjero está
subordinada al respeto o adecuación del mismo a los principios de orden público
internacional que refiere el art. 14 del Código Civil. En la particularización de esta
directiva general, el art. 517 del Código Procesal determina, a su vez, las condiciones de
ejecutoriedad de los pronunciamientos emanados de los órganos jurisdiccionales
extranjeros.
Por eso, una pretensión tendiente a ejecutar un pronunciamiento judicial dictado
en un procedimiento contencioso desarrollado en el extranjero, más allá de la apariencia
de mero requerimiento de auxilio procesal internacional que pueda revestir la rogatoria,
siempre debe ser analizada, salvo la existencia de Tratados, mediante las pautas que
brinda el art. 517 y sigtes. de la ley ritual, y en la medida en que se trate o presuponga
una sentencia de condena deberá homologarse esa sentencia extranjera como título de
ejecución siguiéndose el procedimiento del exequátur.
El exequátur es el acto jurisdiccional en virtud del cual se consiente en nombre
de la ley argentina la aplicación de una sentencia extranjera en territorio nacional. Recae
sobre la propia sentencia y la inviste de los mismos efectos que tienen las decisiones de
los jueces nacionales sin necesidad de entrar en la revisión del juicio.
El art. 517 no es un proceso ejecutivo, ni ejecuta propiamente la sentencia; en
realidad se trata de un proceso de conocimiento, desde que el órgano jurisdiccional debe
emitir una declaración sobre la eficacia ejecutoria de la sentencia o laudo extranjero.
Por tanto, en el caso de la invocación de una sentencia dictada por un tribunal
extranjero, ella tiene eficacia si reúne los requisitos que la norma indicada menciona; en
cambio, la solicitud de ejecución de la misma requiere acudir a la vía del art. 518 del
ordenamiento citado.
El Código reglamenta el procedimiento de reconocimiento de la sentencia
extranjera para los casos donde no existan convenios o tratados específicos, en la
medida que éstos tienen prioridad en el acuerdo de reglas procesales.
Cuando se trata de una sentencia de condena se impone el llamado "juicio de
exequátur" (juicio del ejecútese). Ello, porque si en la ejecución de la sentencia de
condena dictada internamente se requiere un trámite especial (arts. 499 a 516, Código
Procesal), igual criterio debe adoptarse respecto de una dictada en otro país. La
situación cambia si sólo se trata de su reconocimiento.
El exhorto extranjero debe contener, entre otros, los siguientes requisitos: debe
inferirse con claridad el derecho invocado por el requirente, expresar que se ha
dispuesto acordar la medida solicitada y, como condición sustancial de procedencia de
la resolución cuyo cumplimiento se solicita, ésta no debe afectar el orden público
interno del país requerido.
La sentencia debe haber pasado en autoridad de cosa juzgada, entendiendo por
tal, el pronunciamiento firme y definitivo de acuerdo con las reglas procesales del lugar
de emisión.
El estudio acerca del cumplimiento de la exigencia de hecho impuesta por el
inciso 2º de nuestra ley -la citación personal del condenado domiciliado en la
República- ha de fundarse en las constancias o elementos que en el curso del trámite del
exequátur las partes le arrimen al juez nacional y que, fundamentalmente, serán los
testimonios que se presenten complementados por informes consulares o diplomáticos
acerca del procedimiento que se siguió.
Consecuentemente, bien puede ocurrir que la sentencia extranjera haya sido
pronunciada con arreglo a las formalidades exigidas para su ejecutoriedad local, y sin
embargo la inexistencia de los elementos apropiados que así lo demuestre torna
procedente su rechazo.
Este sistema o exigencia del inciso 2º, pretende asegurar la garantía elemental
del debido proceso con sustento en el principio constitucional de la defensa en juicio,
común por lo demás a todos los ordenamientos procesales modernos.
Por eso, la extraterritorialidad de la sentencia sólo podrá ser admitida cuando ha
sido dictada respetando rigurosamente ese derecho, privándola de efectos en caso
contrario.
La disposición que se relaciona con que la obligación constituida en el
extranjero sea válida según nuestras leyes, solamente adecua la posibilidad de
realización material de la pretensión, antes que la eventual afectación al orden público.
El trámite a seguir es el procedimiento de los incidentes para aquellos casos
donde no existan acuerdos internacionales.
El mecanismo deriva en un contradictorio donde la intervención del Ministerio
Público Fiscal es necesaria a los fines de dictaminar sobre la competencia, y asumir el
rol de parte en cuanto fuere lugar por derecho.
No obstante, se sostiene que la audiencia que se acuerda a la parte contra quien
se pide la ejecución de la sentencia dictada en país extranjero sólo tiene por objeto oír
observaciones sobre su forma, pues la oposición de excepciones y su prueba no son
trámites esenciales en la primera etapa del exequátur.
Una vez que las partes han tomado conocimiento de la pretensión la cuestión
queda en estado de ser resuelta. La decisión es simple: si admite la rogatoria, el trámite
continúa con el procedimiento previsto para la ejecución de sentencia local. Si
desestima, debe devolver al Juez requirente la medida solicitada; si esto en lugar de ser
un trámite de cooperación procesal, se hubiera planteado como ejecución de los
testimonios acompañados, corresponde ordenar el archivo.
Sin embargo, como el marco procesal es el de los incidentes, la denegatoria
tolera el recurso de apelación. Este se debe articular en el plazo de cinco días y se
concede en relación.

7. El juicio ejecutivo
El sistema adjetivo que tiene nuestro ordenamiento procesal no es absolutamente
efectivo como se pensó en sus comienzos. La idea de mantenerlo como un proceso de
ejecución pero insertando una etapa de conocimiento, le ha privado de rapidez y
eficacia, donde las medidas cautelares tienen más importancia que la compulsión directa
que se puede lograr.
Inclusive, la clasificación de títulos ejecutivos que surge del esquema dispuesto,
no es clarificador, ni acierta en ventajas con el modelo. Por eso, entre la ejecución pura
(arts. 499 a 516), el juicio ejecutivo común (arts. 520 a 594) y las ejecuciones especiales
(arts. 597 a 605), la única diferencia es el marco de tolerancia para las cuestiones que
afectan la naturaleza del título, sin lograr con ello una mayor expeditividad.
En consecuencia, la procedencia de la acción ejecutiva está sujeta a la existencia
de título ejecutivo y crédito cuyo objeto sea moneda nacional o extranjera. La finalidad
no consiste en lograr un pronunciamiento judicial que declare la existencia o inexisten-
cia de un derecho sustancial incierto, sino en obtener la satisfacción de un crédito que la
ley presume existente en virtud de la peculiar modalidad que reviste su forma de
comprobación.
La característica de ser un procedimiento que recién comienza a "ejecutar"
cuando el título ha superado la etapa de admisión formal, le asigna al proceso esa
particular condición de ser un juicio de ejecución con una etapa sumaria de
conocimiento. En definitiva, no es un proceso de conocimiento, pero tampoco es un
proceso de ejecución.

7.1 Títulos ejecutivos


La denominación de título, aunque generalmente aceptada, tiene connotaciones
equívocas, porque se puede comprender en los contenidos del derecho civil y pensar en
el acto jurídico del que resulta la voluntad concreta de la ley; o bien, darle un alcance
restricto a la finalidad ejecutiva que con él se persigue, y sostener así que, hay un título
en sentido formal que sería el documento en que el acto está contenido.
Con esa limitación, es preciso antes de darle coacción directa, analizar la
eficacia que tiene, ocurriendo entonces dicha etapa de conocimiento que sucede en dos
tiempos diferentes: por vez primera cuando el juez recibe la pretensión ejecutiva y debe
despachar la orden de intimación; y luego, cuando el ejecutado opone excepciones al
progreso de la acción ejecutiva.
En ambos tiempos, se escala un juicio sumario (breve y supuestamente expedito)
donde el continente de las alegaciones y defensas exceden en demasía la naturaleza
cartular del título que se ejecuta. Por eso, pierde dicha esencia urgente y rápida para
lograr el cobro de una deuda previamente documentada, para instalarse un juego lento y
sutil del proceso bilateral y contradictorio que necesita de pruebas para reconocer el
derecho para obrar.
De lo expuesto surge que el problema del título ejecutivo es determinar "ab
initio" su fehaciencia, para despertar con su verosimilitud la intimación de pago
inmediata, que no obstante, podrá difuminarse con la oposición de excepciones.

7.2 Requisitos
Los requisitos del título ejecutivo son: a) consignar una obligación de dar sumas
de dinero, b) suma que debe ser líquida o fácilmente liquidable, y c) exigible y de plazo
vencido; d) esto debe constar en un instrumento público, o privado que debe bastarse a
sí mismo.
El juicio ejecutivo no investigará nada que no conste en el título. En consecuen-
cia el crédito debe ser cierto para poder ser ejecutado, ya que si el mismo fuere dudoso o
controvertido se debería recurrir a un juicio de conocimiento.
En síntesis, los presupuestos sustanciales del título ejecutivo (requisitos
necesarios) son:
 Obligación de dar sumas de dinero
 Suma líquida o fácilmente liquidable,
 Deuda exigible
 Objeto cierto
 Plazo vencido o condición cumplida
 Que conste en instrumento público o privado.

a) Obligación de dar sumas de dinero:


Solamente pueden llevarse a juicio ejecutivo deudas u obligaciones de dar sumas
de dinero. Si la obligación fuese en moneda extranjera, la ejecución se ha de promover
en su equivalente convertido de conformidad con la cotización que informe el Banco
Central de la República Argentina.
Pero, si bien toda obligación cuyo objeto no sea dar sumas de dinero es
convertible en una de tal objeto dinerario (art. 505 inc. 3º, Código Civil), ello no puede
llevar a juzgar que esa conversión se produce automática y mecánicamente por causa
del incumplimiento del deudor, con el efecto de que toda obligación sería ejecutable, en
tanto cumpla también el recaudo de resultar de título ejecutivo originario o derivado de
la preparación de la vía.

b) Suma liquida o fácilmente liquidable


Una suma es liquida cuando está especificada en el título (por ejemplo un
cheque), y es fácilmente liquidable cuando para determinar la suma alcanzaría una
simple operación aritmética (v.gr.: en un contrato de alquiler sumar los meses que debe
el deudor).
Sólo constituyen, en general, título hábil para promover ejecución, todos
aquellos instrumentos privados en los cuales consta un reconocimiento autónomo de
deuda líquida (o fácilmente liquidable), y exigible, que no requieran una interpretación
incompatible con la limitación de conocimiento que es propia del proceso ejecutivo.
Pero si el monto no es líquido o fácilmente liquidable, no se hallan reunidos los exigen-
cias imprescindibles para que pueda prosperar una causa ejecutiva.
Cabe destacar que, el ejecutante debe proveer el cálculo que revele la cantidad
líquida de dinero cuya ejecución solicita no bastando con su manifestación de que el
monto es fácilmente liquidable, de lo contrario su pretensión sería inadmisible. Sin
embargo si el ejecutado reconoce la existencia de la deuda la ejecución procede hasta la
cifra reconocida.
Por otro lado el artículo 522 establece “que si del título ejecutivo resultare una
cantidad liquida y otra que fuese ilíquida, podrá procederse ejecutivamente respecto de
la primera”.
De ello surge que la deuda puede ser parcialmente liquida, y en ese caso el
acreedor podrá reclamar solo la parte líquida. Para lograr el cobro de la deuda ilíquida al
acreedor deberá recurrir a un juicio de conocimiento.

c) Deuda exigible
La obligación resulta exigible cuando la deuda cierta ha vencido y se encuentra
en mora. Además hay que tener en cuenta que si ella esta documentada en instrumento
público o privado, esto no convierte en exigible la deuda, sino el vencimiento del plazo
de pago. Si no hay exigibilidad no hay título ejecutivo.

d) Plazo vencido o condición cumplida


El recaudo se integra con el precedente de exigibilidad ya mencionado; la
particularidad está en que la exigibilidad admite la actuación directa del acreedor,
mientras que el plazo o la condición cumplida hacen a la esencia ejecutiva del título.
Precisamente por eso, la obligación que tenga un plazo para su cumplimiento y
que este vencido, es la única que podría exigir el cumplimiento de la obligación y por
lo tanto, su inexistencia, determinaría la falta de título ejecutivo.
La deuda se torna exigible cuando es de plazo vencido, pero a veces, el
cumplimiento del término no lleva necesariamente a la exigibilidad del crédito, porque
ello puede depender del tipo de deuda o de la liquidez que consiga demostrar.
Cuando la deuda está vencida, pero no es exigible, la vía es preparar la vía
ejecutiva, porque se trata de un típico instrumento incompleto para estar revestido de las
características del título ejecutivo.
La diferencia entre mora y plazo de cumplimiento es necesaria para comprender
cuándo se puede proceder ejecutivamente. Por ejemplo, si la accionante aceptó
previamente de un tercero el importe correspondiente al pago de la cuota anterior del
crédito hipotecario otorgado al ejecutado, e intimó el mes siguiente al deudor con
posterioridad al vencimiento de la cuota correspondiente, concediéndole un nuevo plazo
para el pago, su actitud de no aceptar, dentro del término fijado, el pago que pretendía
realizar aquel tercero importó ponerse en contradicción con sus propios actos y además
hizo inexistente la mora del deudor.

7.3 Títulos completos e incompletos


Fuera de las características recién expuestas, la demanda ejecutiva presenta otras
características que vuelven a condicionar la rapidez del procedimiento. En efecto, se
clasifican los títulos ejecutivos en completos e incompletos.
Los primeros aparejan por sí solos ejecución, mientras que los restantes son
aquellos a los que le falta alguno de los requisitos mencionados, pero que pueden
integrar a través de una etapa previa de formación (v.gr.: citación para reconocimiento
de firma o contenidos).
Por tanto, no existen problemas en que las partes acuerden darle fuerza ejecutiva
a un documento que celebren entre ellas, pero si no se encuentra dentro de los
enumerados, será preciso recurrir a la etapa de plenitud formal.

8. Clasificación de los títulos


El código enumera sin demasiado orden ni rigurosidad una serie de instrumentos
públicos y documentos privados a los que les reconoce fuerza ejecutiva directa; sin
embargo, la diversidad provoca confusiones en orden al trámite procesal porque, aun
encontrándose admitidos como títulos ejecutivos a los que corresponde el juicio previsto
en el título, ocurre que algunas de las formas instrumentales aprobadas tienen una
regulación especial que juegan diferentes aunque preserven las etapas ineludibles de la
intimación de pago y la citación para que se opongan excepciones.
Algunos de los títulos enumerados, como los instrumentos públicos y los papeles
de comercio, traen aparejada ejecución, pues son títulos completos. Los restantes, en
cambio, requieren ser complementados o perfeccionados, e incluso formados, mediante
el cumplimiento de ciertos trámites previos a la apertura del juicio ejecutivo.

8.1 Instrumento público


El instrumento público (art. 979, Código Civil) hace plena fe entre las partes y
frente a terceros, y recibe la calidad de título ejecutivo cuando contiene una deuda
pactada que se encuentra vencida y en condiciones de ser exigible.
La fuerza del acuerdo entre partes aumentado por la calidad del funcionario que
lo emite, asigna al título una condición especial que hace inadmisible en el juicio
ejecutivo la redargución de falsedad del instrumento.
Por eso, si el cuestionamiento del deudor se dirige a la falsedad ideológica del
título, por tratarse ésta de una cuestión ajena a la naturaleza sumaria que caracteriza al
proceso de ejecución, deviene improcedente.
El instrumento público se ejecuta con su documento original o con el testimonio
que lo acredita, y aun con la fotocopia autenticada que constata su celebración y demás
condiciones.

8.2 Documentos privados


La estipulación contractual mediante la cual se acuerda fuerza ejecutiva a un
instrumento privado es irrelevante si no concurren los presupuestos concernientes a la
estructura y función del título ejecutivo. Ello, en tanto no basta el pacto de la vía
ejecutiva para determinar por sí sola la existencia de un título ejecutivo válido.
Por tanto, si la ejecución se ha promovido sobre la base de un instrumento
privado su admisibilidad como título hábil a dicho fin, exige -además del previo
reconocimiento de la firma por el deudor- que en él conste una deuda líquida y exigible
y no requiera una interpretación incompatible con la limitación de conocimiento que es
propia del juicio ejecutivo.
Ahora bien, si el instrumento expresa la obligación de pagar una suma líquida y
es privado, es un título ejecutivo incompleto, de allí la necesidad de la preparación de la
vía ejecutiva a los fines de completarlo. Tal circunstancia se logra si iniciada la
ejecución del título la firma no es desconocida por la persona a la que se le atribuye.
En consecuencia, el instrumento privado suscrito por el obligado, y reconocido
judicialmente constituye un título ejecutivo. No obstante, el solo reconocimiento de un
instrumento privado no le otorga al mismo la claridad de título ejecutivo, pues también
debe reunir los presupuestos procesales que abren la vía ejecutiva, a saber legitimación
sustancial activa y pasiva, objeto cierto y determinado, plazo vencido y obligación pura
o condición cumplida.
No parece exacto que en la ley procesal nacional argentina, el título ejecutivo
suponga comprobación fehaciente de la obligación; resulta difícil atribuir fehaciencia
(habida cuenta de las condiciones de la dación de fe en el derecho privado), al peculiar
título consistente en el certificado de saldo deudor de cuenta corriente bancaria (art.
523, inc. 5° citado; Código de Comercio, art. 793), emanado para colmo del acreedor
que en el régimen bancario en vigencia; o mucho más difícil aún, al certificado de
deudas por expensas comunes, expedido por el consorcio de propietarios; más bien se
presenta como preferible interpretar que el título ejecutivo llamado "convencional" por
la doctrina procesalista es un sucedáneo histórico por extensión, de la ejecutoria de
sentencias con fundamento ontológico en el rigor formal antes que en la fehaciencia,
pero con un menor grado de certeza.
En síntesis, el documento privado que tiene ejecución directa es aquél que no
necesita citar a la otra parte para que reconozca la firma, exigiéndose para ello que la
misma se encuentre registrada en el protocolo del escribano interviniente.
En caso contrario, no tiene el ejecutante la obligación de demostrar la
autenticidad de la firma del ejecutado inserta en el título, puesto que él no obra en virtud
de un instrumento privado simplemente, sino de un título ejecutivo, es decir, de un
verdadero documento idóneo en sí mismo para servir como prueba de la existencia de la
obligación.

8.3 Confesión de deuda líquida y exigible


La confesión que refiere la norma se vincula con la declaración (espontánea o
provocada) que celebra ante Juez competente, la persona que admite ser deudor de
quien pretende usar el documento como título ejecutivo.
En realidad, el requisito de confesar "deuda líquida y exigible" no es tan estricto,
porque en los hechos es suficiente admitir la existencia del crédito, mientras que del
contenido del instrumento surjan las condiciones establecidas. Obviamente, encontrán-
dose allí indicados las sumas a pagar, las fechas de vencimiento y el estado actual de la
deuda; en conjunto surgirá la mora y la exigibilidad respectiva.
Inclusive la mención al "juez competente" no fija una disposición ineludible,
porque lo que pretende es asegurar la intervención del juez natural -evitando el juzga-
miento por "comisiones" o "tribunales especiales"- en el acto donde sucede la confesión.
En tal sentido, es válida la confesión prestada ante juez que era a la sazón
competente, aunque el mismo haya devenido luego incompetente.

8.4 Cuentas aprobadas judicialmente


El título ejecutivo lo conforma el documento que por sí sólo no trae aparejada
ejecución, y es sometido al reconocimiento del deudor. No se trata obviamente de las
cuentas judiciales que son producto de la liquidación o de la tasación de costas, ni de
aquellas que provienen del procedimiento reglado en la obligación de rendir cuentas. El
caso se aplica a los supuestos poco frecuentes de las cuentas corrientes no bancarias que
se deben integrar con la admisión y demás requisitos cartulares, para convertirse en
título ejecutivo hábil y suficiente.
Debe distinguirse entre el pedido de revisión de una cuenta corriente aprobada y
la solicitud de rectificación; porque ésta no reabre la cuenta a una rendición general, en
cuanto persigue la discusión de determinados artículos cuya impugnación se hace
específica y determinada. Por su parte la revisión, en cambio, pone en tela de juicio la
cuenta toda, lo cual no es permitido por la ley so pena de hacer interminables los juicios
y favorecer a los deudores de mala fe.
Resulta así que de aplicar este procedimiento a las cuentas bancarias, y en
particular al saldo emergente, provocaría un trámite inusitado que desvirtuaría la
operatividad propia del sistema.
Por ello, no existe obstáculo a la preparación de la vía ejecutiva fundada en un
contrato de adhesión a una tarjeta de crédito y en un resumen de cuenta desde que el art.
523 habilita la "cuenta aprobada o reconocida" como título ejecutivo.
8.5 Títulos de crédito
En materia de títulos de créditos la ley procesal no asigna más que dos
condiciones, una referida a la calidad del documento a ejecutar en cuanto sea una deuda
líquida, vencida y exigible; y la otra, respecto a los trámites inevitables del
procedimiento ejecutivo (intimación de pago, citación a oponer excepciones y sentencia
ejecutiva).
En lo demás, hay remisiones permanentes a las leyes especiales o al Código de
Comercio.

8.6 Saldo deudor de cuenta corriente bancaria


En el contrato de cuenta corriente bancaria se da una novación de las
obligaciones resultantes de las operaciones realizadas en un determinado lapso que
pasan a engrosar esa masa común de créditos y deudas que sólo definen la condición de
acreedor o deudor con la finalización de la cuenta, oportunidad en que se establece el
resultado de la relación y se determina el saldo de la cuenta, identificándose así la
persona del deudor y del acreedor de la relación.
La Corte ha sostenido que, a la facultad de los bancos de emitir certificados con
calidad de títulos ejecutivos -en el caso, saldo deudor de cuenta corriente bancaria- se
suma la particularidad de admitir como base del juicio dichos documentos, creados por
el propio acreedor sin ninguna participación del deudor, pudiendo debilitarse el derecho
de defensa de éste (del voto en disidencia de los doctores Moliné O'Connor, Fayt y
López. La mayoría declaró inadmisible el recurso) (CS, 2000/02/15, "Banco de
Corrientes c. Pretel, Oscar H.", La Ley, 2000-F, 854 - DJ, 2001-1-395 - Fallos 323:71).
La normativa vigente que exige que el certificado de saldo deudor esté firmado
por gerente y contador del banco emitente, no puede razonablemente entenderse que
excluya a otro funcionario que se encuentre desempeñando la función, aun cuando no
detente el cargo.
En cuanto al monto que integra la deuda, se deben computar intereses desde el
cierre de la cuenta que es el momento cuando se determina el saldo deudor.
Como el certificado de saldo deudor de una cuenta corriente bancaria, expedido
conforme se establece e indica precedentemente, es título ejecutivo hábil para accionar
por vía ejecutiva, los resúmenes de cuenta e indagaciones que pretendan hacerse
respecto de su composición son improponibles dentro de dicho proceso.
En cuanto al régimen de defensas, se advierte que el simple desconocimiento del
carácter de gerente y contador de los firmantes del certificado de saldo deudor en cuenta
corriente bancaria, carece de seriedad como argumento fundante de la excepción de
inhabilidad de título. Asimismo, la lesión subjetiva como el abuso del derecho son
fenómenos que operan en el ámbito de los contratos, esto es, actos jurídicos bilaterales.
En consecuencia, la naturaleza del certificado de saldo deudor en cuenta corriente
bancaria ejecutado y la índole del proceso ejecutivo, excluyen su consideración.
Finalmente, todo error o abuso en que pueda incurrir el banco en la ejecución del
saldo deudor en cuenta bancaria puede hacerse valer mediante la acción en el juicio
ordinario posterior.
8.7 Crédito por alquileres o arrendamientos
El régimen procesal asigna la calidad de título ejecutivo al crédito por alquileres
o arrendamientos de inmuebles. Esta vía no se limita al rubro mencionado en el art.
1578 del Código Civil, pues el concepto está ampliado en el art. 1581 que extiende el
trámite a cualquier otra deuda derivada de la locación, entre las que se encuentra el
crédito devengado en concepto de cláusula penal.
La deuda devengada por la locación urbana o rural, es un título ejecutivo que
necesita ser formado si el contrato fuese verbal o completado si el contrato hubiese sido
hecho en instrumento privado.
El crédito se puede ampliar con la repetición de impuestos, suministros de luz
eléctrica y servicio telefónico ya pagados que estaban a cargo del inquilino.
Si se alega la compensación en el marco de la ejecución de alquileres importa
reconocer la legitimidad y procedencia del crédito del ejecutante. Por tanto, la falta de
reconvención enderezada a la restitución del depósito en garantía de una locación obsta
la compensación de dicho crédito con los correspondientes a los alquileres reclamados.

9. La preparación de la vía ejecutiva. Títulos incompletos


La preparación de la vía ejecutiva tiene como finalidad posibilitar la integración
de requisitos para que documentos que contengan la declaración de obligaciones de dar
sumas de dinero, alcancen la condición de títulos ejecutivos.
La citación al deudor exige como presupuesto para su procedencia la necesidad
de la existencia de un título ejecutivo, ya que todo el procedimiento preparatorio tiende
a que un título que por sí solo no trae aparejada ejecución, sea apto para su realización.
Por tanto, es un trámite destinado a perfeccionar la validez ejecutiva, que no se
vincula con el contenido del instrumento. El art. 1028 del Código Civil aplica el sistema
al referir que el reconocimiento judicial de la firma es suficiente para que el cuerpo del
instrumento quede también reconocido.
Para la aplicación del mecanismo previsto en la norma procesal, el
reconocimiento debe referirse a documentos atribuibles al presunto deudor y que
determinen un saldo por el contenido.

9.1 Reconocimiento de documentos


La primera fórmula prevista ordena la integración típica del título ejecutivo
incompleto. Esto es, de aquél que todavía no satisface las condiciones para traer
aparejada ejecución por sí solo. Ello lo persigue a través del reconocimiento autónomo
de deuda líquida y exigible formulado por el deudor, o bien, procurando que dicho
reconocimiento pueda -aun en un contexto negocial más amplio- ser intelectualmente
aislado en el sentido de no depender de contraprestación a cargo del acreedor.
a) Tarjeta de crédito: La preparación de la vía ejecutiva deben presentarse no
sólo la solicitud y condiciones generales del uso de la tarjeta de crédito, sino además los
comprobantes de compra o pagos de servicios que se habrían utilizado y la liquidación
de los montos consignados en los distintos papeles
Por tanto, es pertinente la preparación de la vía ejecutiva con documentación
consistente en: a) Solicitud y condiciones generales de uso de la tarjeta de crédito, que
habría sido emitida por la entidad que requiere la integración documental; b)
comprobantes de compras o pago de servicios que se habría realizado utilizando el
sistema, con firma atribuida al presunto deudor y c) liquidación de los respectivos
montos consignados en los citados papeles.

b) Contrato de mutuo: Se atribuye fuerza ejecutiva al instrumento público


presentado en forma, y al instrumento privado suscrito por el obligado, reconocido
judicialmente o cuya firma estuviese certificada por el escribano con la intervención del
obligado y registrada la certificación en el protocolo.
En el caso del contrato de mutuo, es posible recurrir a la preparación de la vía
ejecutiva sin tener que reclamar el cumplimiento por el proceso ordinario.
En el caso de contratos que se integran con pagarés entregados como integrantes
de dichos convenios, ellos son igualmente hábiles y suficientes para habilitar la vía –
deuda de dinero líquida y exigible-, sin que resulte forzoso recurrir a un proceso
distinto.
Si tuviéramos que marcar un límite a esta fuerza ejecutiva del contrato de mutuo
deberíamos encontrarla cuando las obligaciones declaradas son complejas y no surge de
ellas un mecanismo sencillo y claro para liquidar la deuda emergente.
Además, para ser ejecutivo, de la obligación expuesta en el instrumento debe
surgir que el único obligado es el demandado, respecto de quien ha de obrar un
reconocimiento de deuda (expreso o tácito) y un compromiso de pago; en ausencia de
ellos, no procede el juicio ejecutivo.

9.2 Cobro de alquileres


La finalidad del trámite de preparación de la vía ejecutiva para este supuesto,
consiste en el establecimiento de la suma líquida y exigible que configura un factor
indispensable para la viabilidad de la pretensión.
El procedimiento lleva dos etapas, o dos obligaciones de manifestación. La
primera es para que el citado reconozca su carácter de locatario o arrendatario (o el
título que se atribuya por estar en el inmueble), y en caso afirmativo, se pasa a la
siguiente carga que es probar con documentos la condición que se atribuye. Esto es, si
es inquilino exhibir el último recibo, y si es otra condición, el documento que lo
acredite.
Con ello, se forma el título ejecutivo porque acompañado el contrato de
locación, y practicada la liquidación que se denuncia como deuda vencida y exigible, el
reconocimiento del deudor integra y asigna autonomía al título de crédito.
Si el requerido niega ser locatario, y esa calidad no surge manifiesta de las
constancias acompañadas, el proceso pierde su posibilidad ejecutiva, debiendo el
acreedor reclamarlo en juicio ordinario o sumarísimo –procesos de conocimiento- (de
acuerdo con lo que el Juez resuelva en orden).

9.3 Determinación del plazo de pago


El reconocimiento de deuda carece en sí mismo de plazo de pago. Para acceder
con él al proceso ejecutivo corresponde, una vez más, implementar la preparación de la
vía reglada.
Ello se complementa e integra con el art. 618 del Código Civil, por el cual se
establece que, si no estuviere determinado en el acto por el que se ha constituido la
obligación, el día en que debe hacerse la entrega del dinero, el Juez señalará el tiempo
en que el deudor deba hacerlo.
De igual alcance resulta el art. 509 en su párrafo tercero del Código Civil, que
dispone la fijación judicial del plazo de pago en procedimiento sumario.
El régimen ordena dar traslado al requerido, a los efectos de que éste pueda
oponerse al establecimiento jurisdiccional de un tiempo para cancelar la deuda.
La decisión no intima de pago, porque su finalidad es completar el título
insuficiente para tener ejecución propia. Por eso, la sentencia es irrecurrible, y cualquier
oposición debe tramitarse por la vía de las excepciones al progreso de la acción
ejecutiva.

9.4 Deuda sujeta a condición


La preparación de la vía ejecutiva de una obligación de dar suma de dinero,
líquida o fácilmente liquidable, pero sujeta a cláusula condicional, se puede lograr por el
inciso 4º que comentamos, citando al deudor para que reconozca el cumplimiento de la
condición.
Sin embargo, la medida es admisible en cuanto concuerde con los
requerimientos que se piden para integrar el título ejecutivo en los términos del art. 520;
de otro modo, no habría posibilidad de ejecutar una deuda cierta, líquida, vencida y
exigible.

10. Oposición del demandado


Tal como se anticipó en párrafos anteriores, la citación se cumpla mediante
comparecencia personal ante el Juez, quien recibirá su declaración acerca de si reconoce
o no la firma que se le atribuye.
La audiencia se celebra en las dos primeras horas de la atención al público del
tribunal, y no puede requerirse este acto por escrito toda vez que no se trata de las
audiencias en las que queda labrada acta que testimonia lo ocurrido.
De todos modos, si la presentación por escrito contiene el reconocimiento
expreso de la firma, y lleva ese acto la firma de abogado que patrocina al declarante, no
se puede llevar la exigencia del comparecimiento personal a un exceso ritual manifiesto
incompatible con la finalidad prevista.
El emplazamiento al ejecutado, formulado en debida forma, obliga a un obrar
claro y concreto. Ello significa ser manifiesto y sin ambigüedades, porque la presunción
que se actúa, no solamente se aplica al incomparecimiento sino también a los actos que
no son categóricos.
Así, si el demandado manifiesta que no recuerda haber firmado los pagarés y
alega que considera que la firma que se le atribuye no le pertenece, ello no importa
desconocer en forma categórica la firma, ya que debe expresar en forma precisa si las
grafías que aparecen en el lugar de las firmas son o no de su puño y letra.
Con el reconocimiento expreso, tácito o consentido de la firma, queda preparado
el título ejecutivo, sin importar que se hubiera desconocido el contenido de la
declaración documental. La admisión de la firma, ya sea en forma expresa o tácita,
otorga al instrumento fuerza ejecutiva para la satisfacción de un crédito líquido y
exigible.
En cambio, las actuaciones posteriores al desconocimiento de la firma son
opciones que dispone el ejecutante. El código establece que consiste en proceder al
reconocimiento de la grafía a través del dictamen pericial. Pero también está en el
ámbito de sus facultades dispositivas peticionar la reconducción del proceso por la vía
ordinaria, y requerir la producción de prueba pericial.

11. El procedimiento en el juicio ejecutivo


A diferencia de los juicios de conocimiento, el examen de admisión de la
demanda, incorpora en los procesos ejecutivos, el estudio del título que se aplica como
respaldo documental de la pretensión.
Este análisis se concreta antes de proveer la petición, y lleva como finalidad
determinar si los instrumentos acompañados se encuadran entre los enumerados como
completos. Es decir, consistirá en el control de los presupuestos procesales y recaudos
sustanciales necesarios para la existencia de título ejecutivo.
De manera que de encontrar que no reúne los extremos exigidos por ley para la
prosecución de este tipo de proceso, el juez rechazará in limine la presentación.
Se debe tener en cuenta que este estudio, si bien se realiza de oficio, no es
definitivo pues vuelve a calificar al tiempo pronunciar la sentencia ejecutiva, donde
impera el principio cardinal en la materia, por el cual: nulla executio sine titulo. Esta
evaluación de las aptitudes del título se debe realizar aun sin que el ejecutado haya
opuesto excepciones.
Inclusive, la ausencia de los requisitos esenciales para la admisibilidad de la vía
ejecutiva autoriza al juez a rechazar la ejecución por no existir título hábil que la traiga
aparejada, declaración que puede hacer aun de oficio hasta el momento de dictar
sentencia.
Cabe agregar que el juez puede señalar los defectos que puedan obstar la
ejecutabilidad del instrumento en la medida en que sean subsanables (principio de
saneamiento)
En el supuesto de que el título no trajese aparejada la ejecución, el juez deberá
constatar el debido cumplimiento de la preparación de la vía ejecutiva.
11.1. Mandamiento de intimación de pago
Se denomina mandamiento de intimación de pago al documento firmado por el
juez con el cual se requiere al deudor el pago de la suma que resulte adeudar según el
título o para que, en su defecto, dé a embargo bienes suficientes para cubrir su importe.
De ello surge que se trata de un instrumento público (art. 979 inc. 4º, Código
Civil) con todas sus cualidades. De todos modos, el mandamiento es una orden judicial
de emplazamiento para cumplir de inmediato el pago de una obligación previamente
instrumentada, que ya cuenta con una admisión formal que ha verificado su
procedencia. Por ello, el embargo es un acto contingente del cual se podrá prescindir, en
determinados supuestos.
Tal el caso de un proceso en el que se hubiere trabado la medida con
anterioridad, haciendo innecesario repetirlo en el acto de notificación; o bien, si ocurre
el pago íntegro como consecuencia de la intimación, dejando al oficial que practica la
diligencia a cargo del depósito formal de la sumas de dinero recibidas en pago.
La intimación de pago y la traba eventual del embargo, a pesar de ser actos
personales, pueden practicarse con cualquier persona que se encuentre en la casa.
El domicilio puede ser convencional o real, pero ello no obsta a las
notificaciones que se practiquen siempre que allí se encuentre el emplazado.
Por eso, la orden prevista puede llevarse a cabo en el domicilio real del
demandado, o bien en su domicilio procesal si lo hubiera constituido en el expediente,
en instrumento público, o en instrumento privado, debidamente reconocido.
La intimación de pago se realiza sobre el capital reclamado más la suma que el
juez presupueste para responder a intereses y costas. En caso de que el accionante
pretendiera cobrar lo adeudado con algún tipo de actualización (v.gr.: en el caso de que
se intente ejecutar alguna deuda en dólares) deberá abonar la correspondiente tasa de
justicia sin perjuicio del resultado de tal pretensión.
En caso de no encontrarse el ejecutado constituido en mora, la intimación de
pago hace las veces de acto constitutivo.

11.2 Embargo
Procede la traba del embargo en el supuesto de que el ejecutado no pague en el
acto de emplazamiento la totalidad de las sumas establecidas en el mandamiento. En el
caso, el Oficial evaluará conjuntamente con la persona autorizada a diligenciar la
medida, que bienes son pasibles de ser gravados hasta cubrir las sumas reclamadas.
Si bien de común se procede a inventariar los bienes con las indicaciones del
acreedor, entendemos que se trata de una facultad privativa del Oficial de Justicia, quien
actúa como representante delegado por el Juez.
No obstante, el autorizado puede indicar los bienes muebles que someterá al
gravamen y que dejará en depósito y custodia de quien se encuentra en la casa. En caso
de no aceptar el conferimiento, los bienes podrán trasladarse y quedar constituido el
depositario que el Oficial de Justicia autorice a requerimiento del acreedor o su
representante en la diligencia.
Una vez que los bienes se afectan, se exige al deudor que informe si ellos se
encuentran gravados y en qué condiciones y calidades.
Si los bienes que se pretenden discernir son inembargables, aunque se insista en
tomarlos, el Oficial de Justicia debe imponer el criterio procesal que prohíbe afectarlos
("no se trabará nunca embargo" dice el art. 219), pero si autoriza la práctica, queda en
el afectado el requerimiento de su levantamiento.

11.3 Efectos de la intimación


A partir de la notificación comenzará a correr el plazo para dar cumplimiento a
todas las intimaciones que tal instrumento público contiene (oposición de excepciones,
constitución de domicilio procesal, etc.).

12. Excepciones al progreso de la acción ejecutiva


La restricción de conocimiento que impone la propia naturaleza del juicio
ejecutivo, limita también las excepciones y defensas que se puedan deducir; no obstante,
con ellas se consigue vulnerar o, al menos suspender el trámite puramente compulsorio,
abriendo una etapa de cognición que lleva a caracterizar al proceso como una vía mixta
donde confluyen singularidades del juicio ordinario y de la ejecución.
Las excepciones están taxativamente enumeradas, lo que significa que no se
pueden deducir otras que no sean las que se identifican, aun cuando se permite
encuadrar en la admisión de una de ellas aunque se la nomine con diferencias.
Debido al carácter limitativo que tiene la enumeración de excepciones
formulada, no está admitida entre otras, la excepción de defecto legal en el juicio
ejecutivo. No obstante, el temperamento no puede llevar a injusticias notorias, como
autorizar la legitimación de quien es manifiestamente inadmisible.
Las únicas excepciones posibles se indican a continuación, haciendo la salvedad
anunciada respecto a que pueden deducirse con otro nombre pero sin incertidumbres ni
inseguridad al objeto que refieren, porque puede el Juez encarrilarlas (iura novit curia)
en función de las potestades de saneamiento que posee.

12.1 Incompetencia
Cuando el ejecutado alega la ausencia de un presupuesto procesal, como es la
competencia del juez interviniente en la ejecución, deberá expedirse a su respecto en la
sentencia, toda vez que en el juicio ejecutivo no aparece prevista la declaración especial
previa de admisibilidad o inadmisibilidad de las excepciones.
La excepción de incompetencia es oponible y admisible sin limitación alguna.
En tal sentido, su tratamiento por el juzgador deberá ser todo lo amplio que fuere
menester para determinar con precisión quién será competente para sentenciar la causa.
Ello supone que se pueda cuestionar la competencia por cualquiera de las causas que
determinan su configuración (v.gr.: territorio, grado, materia, etc.).
Los supuestos jurisprudenciales son numerosos, como también lo son las
soluciones adoptadas. En líneas generales, procede la excepción cuando se viola la
competencia territorial, a no ser que hayan pactado la prórroga o el mismo título
mencione el lugar donde la obligación se debe cumplir.

12.2 falta de personería


Falta de personería en las partes o sus representantes es insuficiencia de
personalidad que le permita estar en juicio y efectuar con derecho la pretensión que
persigue. No se trata de afectar la relación jurídica entre quien reclama y el objeto que
para sí pretende, sino de advertir que quien ejecuta o es ejecutado, no tiene capacidad
civil para estar en juicio.
La mayor confusión existente entre legitimación y capacidad es el nexo que se
quiere trabar con el concepto de parte, insumiéndole a éste un carácter sustancial o
vinculado con la pertenencia del derecho subjetivo que, en realidad, nada tiene que ver.
En todo caso, la capacidad para ser parte proviene de normas materiales, en el
sentido de capacidad de goce o disfrute; pero la capacidad para obrar depende de los
presupuestos procesales.
El Código Civil entiende capaces a aquellos que tienen aptitud para adquirir
derechos y contraer obligaciones; pero el derecho procesal toma en cuenta apenas
parcialmente este señalamiento. Digamos que se acepta la "posibilidad de actuar" antes
que el ejercicio pleno, es decir, consigna una especie de reconocimiento general en tanto
no existan impedimentos que indiquen algún supuesto de inhabilitación.
La incapacidad es la excepción, debiendo actuarse en el proceso a través de
representantes; con ello se demuestra que la legitimatio ad causam no guarda
conexiones con la titularidad en el ejercicio de la acción.
Son incapaces: 1) los menores de 21 años de edad, a no ser que estuviesen
emancipados, o actuaren en defensa de derechos laborales propios u obtenidos con su
trabajo personal; 2) los dementes declarados en juicio y los sordomudos que no puedan
darse a entender por escrito; 3) los concursados, salvo para las actuaciones tendientes a
conservar derechos individuales que el síndico no preserva; 4) los condenados a pena
privativa de la libertad por más de tres años.
Una calidad similar que impide la actuación directa en juicio, aun teniendo
capacidad (limitada o restringida), ocurre con los inhabilitados, cuyos derechos deben
representarse a través de tutores o curadores.
La capacidad debe subsistir durante todo el proceso, de manera que si se pierde
en el curso del trámite operan otras figuras, tales como la sucesión procesal y la
representación adecuada, entre otras.
En el juicio ejecutivo, la falta de personería solo es viable cuando se la funda en
la carencia de capacidad civil de los litigantes para estar en juicio, o también, en la
insuficiencia de la representación invocada.
Por esta vía no se podrá denunciar la ausencia de legitimación procesal, es decir,
la circunstancia de que el actor o el demandado no son las personas especialmente
habilitadas por la ley para sumir tales calidades con referencia a la concreta materia
sobre la que versa el proceso.
La falta de capacidad es un vicio subsanable, y por lo tanto, puede corregirse el
defecto con la representación (legal, no voluntaria) o el mandato.
En consecuencia son impedimentos absolutamente conexos con el derecho
material, porque de estas normas se toma la capacidad civil que el código procesal
exige.
Por estas características, la representación que vincula a los problemas de
legitimación, o más correctamente, a los presupuestos procesales, son de tres tipos:
a) La representación legal que la ley asigna para sustituir la falta transitoria de
capacidad civil (v.gr.: menores de edad, tutores, curadores, etc.)
b) La representación necesaria que deben aplicar las personas jurídicas
debidamente organizadas y reconocidas estatutariamente por los órganos del Estado. Se
extiende el modismo, para los casos de administradores de masas concursales y
hereditarias.
c) La representación voluntaria, en la cual una persona que tiene capacidad para
actuar prefiere designar a otro para que en su nombre invoque y desarrolle los actos a
que él tiene derecho. Como se advierte, no es un caso de suplencia o integración de una
capacidad ausente, sino de formas de presentarse al proceso. Se rige por las normas
sustantivas pertinentes y, una vez instalado en el juicio, ha de acreditarse
adecuadamente la representación.

12.3 Litispendencia
El impedimento procesal tiene un ámbito más restringido en el proceso ejecutivo
en relación con la litispendencia del juicio ordinario. La excepción debe fundarse en la
existencia de otro juicio seguido entre las mismas partes con relación al documento
cuya ejecución pretende el actor.
En general se sostiene que, la excepción de litispendencia resulta improcedente
cuando existe diversidad de objeto en los dos procesos promovidos -en el caso, una
ejecución prendaria y una causa penal seguida contra el ejecutado- pues no cabe la
posibilidad de que recaigan en ellos pronunciamientos contradictorios, ya que la
decisión de la ejecución no hace cosa juzgada material (CNCom., Sala A, 2000/04/13,
"Banco Bansud c. Cavallucci, Norma E.", La Ley, 2000-D, 530 - DJ, 2000-2-1259).
Por eso, la coexistencia del juicio ejecutivo y del de pago por consignación
presenta modalidades especiales en virtud de lo cual, en determinadas circunstancias, la
excepción de litispendencia puede prosperar basada en la existencia de una
consignación.

12.4 Falsedad o inhabilidad de título


Se trata de una de las excepciones denominadas "sustanciales" porque se dirigen
a cuestionar la validez formal o material del título ejecutivo. En el primer aspecto la
oposición se plantea contra las formas extrínsecas que tiene el documento base de la
acción ejecutiva; en el restante, se atacan los presupuestos imprescindibles para
constituir una relación jurídica válida.
Por este medio de defensa, de suma amplitud y consideración en la práctica
cotidiana, se persigue concretar el principio central del juicio ejecutivo, según el cual
nulla executio sine titulo.
Las formas de plantear la excepción reconocen dos carriles principales:
a) La denuncia de falsedad, que juega como defensa de fondo cuando se ataca
la firma del instrumento; o la inexistencia de la deuda; y
b) la inhabilidad de título, que cuestiona las formalidades exteriores del título.

La excepción de falsedad sólo puede fundarse en la adulteración del


documento, lo que significa que cuando se trata de una escritura pública no basta la sola
negación de la autenticidad de la firma que se atribuye al deudor, sino que es necesario
promover la acción civil o criminal destinada a destruir la fe del instrumento, razón por
la cual tampoco es suficiente el mero ofrecimiento de prueba en contra de sus
constancias.
La falsificación total supone que el documento nunca existió, y que por ello
carece de sustento legal la pretensión ejecutiva. En cambio, la adulteración admite la
existencia previa del título ejecutivo que se modifica en perjuicio del ejecutado. Por eso,
mientras en el primero de los supuestos, además de la denuncia hay que desconocer la
existencia de la deuda; en el segundo, se puede admitir que la firma sea del autor sin que
ello obstaculice el progreso de la excepción.
Cabe observar que, el incidente de redargución de falsedad contemplado en el
Código Procesal sólo puede ser planteado en conexión con un juicio de conocimiento,
de modo que es inadmisible en los procesos de ejecución, en los cuales la falsedad
documental debe hacerse valer por vía de la correspondiente excepción, en los casos y
de acuerdo a los supuestos que expresamente admite en forma restrictiva y taxativa el
reglamento ritual.
Por su parte, la excepción de inhabilidad de título requiere que se niegue la
existencia de la deuda. Dicha negativa debe ser categórica y surgir como indudable, de
tal modo que una consideración no se contraponga con otra respecto de la existencia de
la obligación reclamada. La negativa no tiene que ser puramente formal, de ser así
queda desautorizado para interponer la excepción.
Las formas extrínsecas del título refieren a los elementos necesarios para
reconocer la existencia válida de una deuda líquida, vencida y exigible. En
consecuencia, la defensa contempla permitir que se cuestione la idoneidad jurídica del
instrumento base de la ejecución.

12.5 Prescripción
La excepción de prescripción opera como una forma de liberar por el transcurso
del tiempo, una obligación previamente documentada.
Se debe interponer en la primera presentación en juicio, momento que en el
juicio ejecutivo puede ser anterior al emplazamiento que diligencia el Oficial de Justicia
al notificar la intimación de pago.

12.6 Pago documentado


La excepción de pago exige que se agregue la documentación que compruebe la
cancelación parcial o total de la deuda reclamada.
Su admisión depende de la verosimilitud del recibo, el cual tiene que emanar del
ejecutante y estar plenamente vinculado o referenciado con el crédito que se ejecuta, sin
que sean necesarias otras investigaciones.
La excepción está supeditada a que la acreditación del pago resulte de recibo
emanado del acreedor y/o su representante legítimo, que contenga imputación expresa al
título que documenta la deuda ejecutada. No puede acudirse a la producción de prueba
incompatible con la sumariedad del juicio ejecutivo para probar esto último, pues ello
importaría desnaturalizar este proceso convirtiéndolo en uno de conocimiento.
Por tal razón, la suficiencia del documento probatorio exime la apertura a prueba
de la excepción planteada. La limitación probatoria reducida al documento
autosuficiente, es un principio rígido que impide encontrar aperturas a un conocimiento
más amplio.

12.7 Compensación
La compensación opera como defensa en el juicio ejecutivo con las mismas
exigencias probatorias que la excepción anterior.
La procedencia de la compensación está sometida a ciertas restricciones. Se
admite si el ejecutado prueba la existencia de un título ejecutivo contra el actor, de la
misma naturaleza que contra él se demanda.
Así, debe fundarse en un crédito líquido y exigible ejecutivamente, porque la
carencia de la primera condición obliga a recurrir previamente al juicio de conocimiento
para fijar su monto, y la ausencia de la segunda, por estar pendiente de plazo o
condición, tornaría al título en inhábil.

12.8 Quita, espera, remisión, novación, transacción, conciliación y


compromiso documentado
Todas ellas son defensas que se sostienen en renuncias que puede realizar el
acreedor dentro de la disponibilidad de sus derechos y que importan la extinción de la
obligación originaria.
Si la renuncia se relaciona con una parte del crédito, hablaremos de quita, y la
excepción versará sobre esa porción de capital o intereses que deviene improcedente de
reclamo.
La excepción de espera constituye un plazo concedido al deudor, ya sea por
disposición legal o por concesión del acreedor, o una prórroga del plazo originario,
concedida con posterioridad a la convención que originó el título ejecutivo. La
formulación de la excepción debe estar respaldada por los documentos
correspondientes, de los que debe resultar la concesión del nuevo plazo o prórroga del
originariamente fijado.
Un típico caso de espera son las refinanciaciones de deudas que no importa
novación de la deuda primitiva, y por lo tanto, impiden que se ejecuten estos convenios
repactados.
Cabe destacar que la espera debe provenir del acreedor ejecutante, sin que pueda
el Juez acordar un plazo indirecto, como resulta cuando, el a quo mantiene la
paralización del proceso ejecutivo a la espera de una decisión del juez penal, sin
analizar siquiera si este último la consideraba necesaria y, sin indagar si en aquella sede
había sido dictada alguna medida que involucrara a la actora en los delitos allí
denunciados.
En la remisión, habrá que distinguir el supuesto que se realiza a favor de un
fiador en cuyo caso estaremos ante una falta de legitimación activa, o que la haya
realizado a favor del deudor en cuyo caso se habrá de producir los mismos efectos que
el pago respecto a sus herederos, codeudores solidarios y agotará la obligación a favor
del acreedor (arts. 876 y siguientes del Código Civil).
La novación importa la extinción de la obligación originaria (art. 803, Código
Civil). Para que la excepción por este motivo resulte proponible en el juicio ejecutivo,
debe hallarse acreditada en forma documental, dado que aquel modo de extinción de la
obligación no se presume.
El compromiso es también un acuerdo al que las partes se sujetan para que el
conflicto sea resuelto por un árbitro o un amigable componedor.
Comúnmente, en el caso de que dicho acuerdo se hubiere celebrado dentro de un
contrato será llamado cláusula compromisoria; por el contrario, de pactarse con
posterioridad al vínculo contractual se lo conoce como compromiso. La excepción en el
juicio ejecutivo referencia a ambos supuestos.
Pero el compromiso puede tener otra interpretación para argumentarse como
defensa de fondo.
En efecto, la excepción de "compromiso documentado", es admisible en juicio
ejecutivo si existe un documento distinto del título en ejecución, cuya presentación al
momento de oponer la defensa demuestra que se ha pactado la improcedencia del
reclamo compulsivo.
No se confunde con la inhabilidad de título, desde que no está referida al título
mismo sino a un convenio complementario de aquél, que enerva su eficacia ejecutiva.
Finalmente la cosa juzgada, remite al análisis de una excepción de fondo,
aunque debe recordarse que en el régimen argentino, se faculta al juez a declarar la
existencia de cosa juzgada en cualquier estado de la causa, siendo esta atribución
extensiva al proceso ejecutivo.

13. Trámite de las excepciones. Rechazo in limine


El trámite de las excepciones admite dos caminos posibles: a) sustanciarlas de
inmediato, sin que ello signifique una admisión implícita al correr traslado, y b)
rechazarlas in limine por no ser debidamente planteada (fundamentación) o no
pertenecer al cuadro de aquéllas que resultan posibles de articular.
La facultad que tiene el juzgador, no se limita a las excepciones no autorizadas
por la ley, sino también a aquellas que no obstante encontrarse comprendidas en la
misma, carecen "ab initio" de los requisitos básicos para ser considerada como tales.
Por eso, el rechazo de las excepciones sin sustanciación, no invalida el
procedimiento, pues ese traslado constituye una forma ordenatoria y no una forma
decisoria.
Un tercer camino en el trámite formal se encuentra cuando la excepción se
plantea denominando de una manera distinta pero con fundamentos suficientes y claros
para dar traslado como si fuera una de las que el código autoriza.
En el caso, la sustanciación no significa que el Juez resuelva admitir la defensa,
sino que hará uso del ya mencionado principio iura novit curia subsumiendo la
presentación en una de las excepciones correspondientes.
Las defensas se sustanciación mediante notificación expresa, es decir librando
cédula al ejecutante, salvando opiniones en contrario que estiman que la comunicación
se practica "ministerio legis".
Por su parte, el ejecutante, deberá contestar la excepción opuesta y, en su caso,
ofrecer toda la prueba de la que intente valerse, de la que se dará traslado al ejecutado.
En caso de no hacerlo, el juez sin más trámite dictará la sentencia.

14. Apertura a prueba


En forma expresa se establece que sólo procederá la apertura a prueba en un
proceso ejecutivo en el supuesto de que se hubiere ofrecido prueba que fuere ajena a las
constancias de autos. Es este un requisito sine qua non que la prueba ofrecida sea
admisible y pertinente. Si las dos exigencias enunciadas no se encuentran presentes, el
expediente pasará a sentencia sin más trámite.
El criterio que se utiliza para abrir la causa a prueba es restrictivo debiendo el
juez realizar un análisis de cada uno de los medios ofrecidos, teniendo la obligación de
desestimar aquella que no considere útil, que sea dilatoria o manifiestamente inadmi-
sible. En consecuencia, se trata de una facultad ordenatoria.
No establece el código un plazo de prueba especial para el juicio ejecutivo,
aunque la celeridad y constricción del trámite obligan a considerar una brevedad
manifiesta. No obstante, el término queda supeditado al criterio del juez, quien lo
establecerá teniendo en consideración la complejidad de las pruebas a producir.
Ahora bien, si tenemos presente que la prueba en el juicio ejecutivo no se puede
dirigir a los hechos o, más precisamente, a la causa de la obligación, las verificaciones
tendrán que ser dirigidas a la validez del título o documento que se pretenda ejecutar.
En tal circunstancia, la controversia se reduce al instrumento, y como tal, son
pocas las acciones que pueden desarrollarse para confirmar su eficacia ejecutiva (v.gr.:
bastaría con la prueba pericial cuando se manifiesta la adulteración).
Previendo el abuso probatorio, el código ha dispuesto la desestimación fundada
de la prueba no esencial; y de aplicar las normas que rigen el proceso ordinario, el Juez
puede indicar qué pruebas estima conducentes para alcanzar certidumbre y fehaciencia
documental.
En consecuencia, la apertura a prueba de las excepciones en el juicio ejecutivo
es una facultad del tribunal, que puede prescindir válidamente de esta etapa procesal
cuando la considera inútil, por ser los elementos obrantes en la causa suficientes para
resolver.
Respecto a la carga de la prueba, corresponde demostrar la razón y verdad de sus
afirmaciones al que alega un interés y derecho en su favor.
En materia ejecutiva no hay desvíos de esta regla pero tiene una particularidad.
Los hechos que constituyen la pretensión se sostienen en el título ejecutivo cuya
calidad, fehaciencia y regularidad condicionan la admisión de esta vía rápida. En
consecuencia, la autorización formal de la demanda ejecutiva, depende de la presunción
inicial que manifieste verosímil al documento cuya ejecución se intenta.
Si bien es cierto que, después de realizar esta primera compulsa sobre el título, el
juez vuelve a hacerlo al tiempo de dictar la sentencia, sus poderes no son los mismos.
En la oportunidad primera de examinar el título obra de oficio y asume el control
original de la verificación del instrumento de la ejecución; mientras que al estudiar las
excepciones opuestas, su competencia se limita a examinar las objeciones deducidas por
vía de excepción.
Por ello, las deficiencias o vicios del título ejecutivo que no fueron materia de
debate introducida por el excepcionante, importan consentir o aceptar la eficacia
ejecutiva, cuestión que veda al juez un pronunciamiento al respecto.
Las excepciones sustanciales deben por vía de principio ser probadas con
documentos emitidos por el ejecutante, relacionados con la deuda que reclaman y, en
general, de carácter probatorio autosuficiente.
De ser así, la prueba de los hechos impeditivos y extintivos le corresponde a
quien los alega, pues los hechos modificativos no son posibles de articular en el juicio
ejecutivo, toda vez que no se pueden sustanciar ni son admisibles las cuestiones que se
vinculan con la causa de la obligación.
Si advertimos este nexo entre objeto a probar y motivos de excepción, pronto se
advertirá que la aplicación supletoria de las normas del juicio de conocimiento se trata
más para limitar la prueba que para ampliar las facultades de intervención
jurisdiccional.
En conclusión, existe una inversión del onus probandi porque el ejecutante
demuestra "su verdad" (la validez formal del título ejecutivo) al tiempo de deducir la
pretensión; mientras que, si el ejecutado plantea excepciones y abre una instancia de
discusión que ordinariza el proceso, es a él a quien le corresponde probar lo inverosímil
el título ejecutivo.

15. La sentencia ejecutiva


Vencido el plazo de prueba, corresponde dictar sentencia en el plazo de diez días
sin necesidad de que las partes lo requieran. Si las excepciones se fundan en cuestiones
que pueden ser apreciadas con las constancias agregadas en el expediente, el término
establecido para pronunciarse comienza a contarse desde que se contestó la excepción
deducida.
Finalmente, de requerirse la apertura a prueba, no existiendo en estos procesos
alegatos, la producción cumplida determina que, en forma automática, pasará la causa
para definitiva.
El pronunciamiento se denomina “sentencia de trance y remate”, pero
técnicamente no se afronta una sentencia de remate sino un pronunciamiento que manda
llevar adelante la ejecución. Su denominación se mantiene por tradición vernácula sin
distinguir entre aquella que hace lugar a la pretensión y la que la rechaza.
La decisión estimará lo planteado si no hay excepciones opuestas, o si ellas
resultan denegadas. A contrario sensu, la admisión de las excepciones importa cancelar
el progreso de la acción ejecutiva.
La sentencia del juicio ejecutivo no es "de condena", pues sólo tiene el alcance y
efecto de darle validez al título permitiendo que se ingrese a la etapa de realización de
bienes.
En los hechos, la ejecución propiamente dicha comienza tras este
pronunciamiento, de modo tal que debe establecer las bases de la liquidación y
postergar para la etapa de liquidación lo referente a accesorias, intereses, costas y
honorarios definitivos.
La sentencia de remate cumple la finalidad de poner en conocimiento del deudor
el monto por el que la ejecución prospera y las bases de lo jurídicamente adeudado.
Debe determinar, entonces, la fecha de la mora, como comienzo del cómputo de las
cadenas accesorias aun aceptando que las formas de la sentencia en el juicio ejecutivo
no están sujetas a las formalidades de las que se pronuncian en el ordinario, es
imprescindible que ella contenga la decisión expresa, positiva y precisa de todas las
pretensiones con arreglo a la acción deducida.

16. Los recursos en el juicio ejecutivo


La sentencia ejecutiva, por su naturaleza declarativa de un derecho que reconoce
y manda continuar, limita las posibilidades de impugnación de acuerdo con la
resistencia que el ejecutado haya opuesto tras la intimación de pago.
Si no hubo excepciones que resolver, el principio es la inapelabilidad del
pronunciamiento; y la regla es simple: la ausencia de crítica contra el título ejecutivo
enfatiza un reconocimiento liminar que determinaría una suerte de obrar contra sus
propios actos, que se manifestaría de admitir recursos posteriores contra la decisión que
constituye y declara la fuerza ejecutiva del documento.
Entonces, la sentencia de remate es susceptible de apelación, con las
limitaciones propias referidas a los aspectos relacionados con el trámite del juicio. Por
consiguiente, la admisibilidad del recurso, estará dada en la medida que se presente
alguno de los supuestos contemplados en ella.
Como se advierte, la restricción recursiva está orientada al ejecutado, antes que
al actor que reclama el reconocimiento ejecutivo de un título.
Si bien está acotada la vía recursiva cuando no se han opuesto excepciones al
progreso de la ejecución, dicha limitación no resulta aplicable cuando el juez se ha
pronunciado sobre un capítulo que es ajeno a aquello que debió constituir objeto de la
sentencia.
La ausencia de excepciones es una guía, pero no una regla insuperable, porque
corresponderá conceder la apelación cuando por ese medio se pretende hacer valer una
nulidad que pretenda remediar un vicio manifiesto en la sentencia de remate, como es la
condena al pago de una suma mayor de la intimada.
La celeridad que impone el proceso ejecutivo, faculta al actor que encuentra
apelada la sentencia, a ofrecer fianza o garantías suficientes para impedir el efecto
suspensivo tradicional del recurso, facultándolo de este modo a seguir con el trámite de
ejecución.
En la práctica, la caución se ofrece y considera por el juez de manera
discrecional. Una vez que éste la determina, el ejecutante tiene cinco días para cumplir
con la orden judicial.
Concretado, se deben fotocopiar las piezas esenciales del expediente para
proceder a la subasta de los bienes embargados (v.gr.: demanda ejecutiva; sentencia que
manda llevar adelante la ejecución; testimonios de los embargos ordenados y trabados,
etc.); porque el cuerpo principal de las actuaciones será elevado a la Cámara de
apelaciones respectiva, quedando dichas copias en la instancia originaria que continuará
con los trámites de compulsión.

17. Etapa de cumplimiento de la sentencia (ejecución pura)


Las notorias dificultades de nuestro juicio ejecutivo para alcanzar con celeridad
y eficacia el cumplimiento de una obligación previamente documentada, se enfatiza en
esta nueva etapa del proceso que tiene como finalidad la realización de los bienes
sometidos a embargo.
En líneas muy amplias, se puede observar que el acreedor atraviesa "mini"
procesos dentro de una instancia que debiera ser única. Comienza con la acreditación de
su derecho creditorio, poniendo a consideración del Juez el título cuya ejecución
pretende. Si supera este momento de admisión formal, y consigue que el Juez despache
la intimación de pago y la citación para oponer excepciones, consigue entrar a un
segundo momento en su tránsito hacia la sentencia. Aquí queda sujeto a las actitudes del
ejecutado, que si se defiende oponiendo excepciones, le ordinariza el proceso, abriendo
una etapa de conocimiento sumario (por lo breve) donde la solución definitiva es
incierta. Si obtiene sentencia favorable, se manda continuar con la acción ejecutiva, y
una vez que esta queda firme y ejecutoriada, recién allí (salvo que diera fianza
suficiente) podrá entrar en este capítulo donde la rapidez y expeditividad no es clara ni
manifiesta.
En la práctica no hay cumplimiento de sentencia alguna, y menos aun "de
remate"; lo primero porque la sentencia ejecutiva únicamente ordena proceder con los
trámites necesarios para que el ejecutante pueda haberse con su crédito; y lo segundo,
porque lejos se está de subastar porque aun no se han designado funcionarios ni cosas
que rematar.
Por eso, este capítulo exige explicaciones muy precisas para advertir el desatino
de su complicado procedimiento.

17.1 Subasta regida por normas sustanciales


En Argentina hay una escisión entre subastas públicas, o acciones dirigidas a dar
cumplimiento a una sentencia de condena; y subastas privadas, donde el acuerdo entre
partes se somete a consideración judicial para que sea ella quien resuelva la venta de los
bienes indivisos.
Este último supuesto se rige por las normas del Código Civil, en cuanto fuere
pertinente, y el objeto es dividir voluntariamente los bienes propios, o separar aquellos
que están en condominio.
En ambos casos, la venta es judicial, pero con particularidades distintas.
Mientras la subasta que es producto de la sentencia condenatoria necesita de bienes
embargados para proceder a su realización; la venta privada no es una ejecución
propiamente dicha, y por eso, no corresponde el embargo sobre las cosas, aunque el
adquirente tenga derecho de evicción (art. 2122, Código Civil), y si se trata de un bienes
registrables es preciso el asentimiento del cónyuge (art. 1277, Código Civil).
Por su parte, la subasta pública, en virtud de los elementos formales y de fondo
que la rodean, es un acto jurídico complejo que desborda los límites del derecho privado
y encuentra adecuada formulación en la conjunción de los derechos civil y procesal. Por
tal razón, las normas de la compraventa se aplican sólo subsidiariamente a las
adquisiciones en remate público.

17.2 Subasta judicial de los bienes


La venta forzada en el proceso ejecutivo no equivale a una enajenación
contractual, pues no es el acreedor ni el deudor quienes venden, sino que se trata de un
acto jurisdiccional realizado por el juez en nombre propio.
Al proceder de esta manera, el órgano jurisdiccional ejerce un poder de imperio
insito en la función jurisdiccional, el que ninguna relación guarda con los eventuales
poderes sustanciales que los sujetos privados del proceso tienen con respecto al bien o a
los bienes sobre los cuales versa la enajenación.
El órgano tampoco actúa en sustitución de la actividad del deudor, sino en virtud
del ejercicio de un poder autónomo y a raíz del pedido de venta formulado por el
ejecutante en la etapa de cumplimiento de la sentencia de remate.

17.3 Subasta de bienes embargados


No existe posibilidad de cumplimentar una sentencia de condena si no hay
bienes embargados que subastar. Por eso, el embargo es un requisito de la ejecución,
aunque no sea un trámite esencial.
Como un imperativo del propio interés, el ejecutante que tiene consentida o
ejecutoriada una sentencia ejecutiva, o que preste caución suficiente para proceder a su
cumplimiento a pesar de estar apelada, debe practicar liquidación de capital, intereses y
costas dentro del décimo día de quedar firme el pronunciamiento, o de aceptada la
fianza ofrecida.
En lo pertinente el régimen es el siguiente: De la cuenta se corre traslado al
ejecutado, pudiendo ocurrir que:
a) De aprobarse la liquidación, se ordenará el pago inmediato al ejecutante, sin
más limitaciones que las que origine la denuncia de cargas y obligaciones
fiscales;
b) De impugnarse la liquidación, y quedar en estado de ser resuelta por la
Alzada (en virtud del recurso de apelación), para poder percibir lo
depositado, el ejecutante deberá prestar fianza.
Si el ejecutante no practica la liquidación en el plazo previsto, o podrá realizarla
el demandado.

17.3 Subasta
Practicada la subasta, el martillero debe rendir cuentas dentro del tercer día. La
liquidación debe ser exhaustiva y documentada, debiendo incorporarse la boleta de
depósito de las sumas recibidas,
Se pueden deducir de los montos percibidos, los costos de la subasta y, en caso
de inmuebles, las deudas impuestos, tasas y contribuciones que posea.
El martillero que celebra la subasta esta autorizado a retener "per se" del
producido de la subasta sus gastos, que son nada más y nada menos que "gastos de
justicia", por lo cual lo menos que puede exigírsele es la carga de exponer con claridad
las explicaciones acerca del destino de los fondos retenidos de los que no es dueño, sino
mero administrador.
El incumplimiento por parte del martillero en la realización de la rendición de
cuentas puede llevar a la pérdida del derecho a comisión. De las cuentas presentadas se
dará traslado a las partes por cinco días.

17.4 Depósito judicial


El depósito de las sumas resultantes de la realización de los bienes embargados
debe realizarse en el Banco de depósitos judiciales. Estos son, según la normativa
vigente a la fecha, el Banco de la Nación Argentina para el fuero civil y el Banco de la
Ciudad de Buenos Aires para los restantes fueros. La cuenta debe ser abierta a nombre
del juez consignando la causa a la que corresponden.

18. Ejecuciones especiales


Las particularidades de ciertos créditos determinan la necesidad de acordarles un
trámite propio, que sin perder las características esenciales del juicio ejecutivo, adoptan
especialidades por la naturaleza del bien, o de la garantía que la afecta. Son las llamadas
ejecuciones especiales.
Ellas, tienden a satisfacer las urgencias del comercio, mediante un trámite
abreviado, como es el caso de la ejecución prendaria y la ejecución comercial. A su
turno, la ejecución hipotecaria tutela la eficacia del crédito a través de la ejecución del
derecho real de garantía; mientras que la ejecución fiscal, tiene como finalidad que el
Estado obtenga, con la mayor celeridad posible, los fondos necesarios para cumplir sus
cometidos específicos.
Por otra parte, a estos títulos se les reconoce una fehaciencia mayor derivada de
la propia formación del documento. Así, algunos de ellos tienen la particularidad de que
no son librados o emitidos por el deudor, sino que es el propio acreedor quien libra el
título en base a las constancias de sus archivos, o como consecuencia de sus
resoluciones, estando de este modo habilitado para reclamar por esta vía.
Existen en nuestro derecho varios procesos de naturaleza ejecutiva, cuya unidad
conceptual estaría dada por el título de que se trate. Así, encontramos tantos tipos de
ejecución como títulos legalmente reconocidos.
Las llamadas ejecuciones especiales se basan en títulos ejecutivos nominados
taxativamente cuya formación es más compleja que la del título genérico o común,
requiriendo en consecuencia especial consideración en la observancia de las normas
que los regulan.
En los antecedentes se encuentra la ley 50 (copia de la LEC 1881) que regulaba
el llamado "procedimiento de apremio", aplicado a veces en la ejecución de sentencias.
Diversas leyes especiales, como la ley 11.683, dispusieron después el procedimiento de
apremio para el cobro de los créditos sobre los que versaban.
La fisonomía general del ejecutivo, en las ejecuciones especiales adapta sus
reglas a los actos que tiene cubierto el título que se persigue cumplimentar. Por ejemplo,
en las ejecuciones prendarias -de especiales características- en rigor, el embargo se
consuma con el secuestro, en tanto la afectación del bien al pago de la deuda, su
individualización e indisponibilidad ya existen en virtud del propio contrato, de manera
que el embargo no añade absolutamente nada a la garantía preexistente.
De igual manera, las expresiones "producción", "denegación" y "sustanciación",
aplicable en juicio ejecutivo y ejecuciones especiales- tienen una amplitud que abarca
toda la gama de cuestiones que puedan plantearse respecto de las pruebas.

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