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La tragedia

española
THOMAS KYD

E N T R O DE NVESTIGACIONES
DE L E T R A S M O D E R N A S
Y A R T E DRAMÁTICO

FACULTAD ,
DE F I L O S O F Í A
Y LETRAS
Thomas Kyd
La tragedia española
F A C U L T A D DE FILOSOFÍA Y LETRAS

director: Ricardo Guerra


secretario: Hugo Padilla

CENTRO DE INVESTIGACIONES DE LETRAS MODERNAS


Y ARTE DRAMÁTICO

director; Oscar Zorrilla i


secretario: Carlos Solórzano

Serie Opúsculos 1
Thomas Kyd

La tragedia española
Traducción en verso, i n t r o d u c c i ó n y notas
MARGO GLANTZ

U N I V E R S I D A D N A C I O N A L A U T Ó N O M A D E MÉXICO
1976
Primera edición: 1976
DR © 1976, Universidad Nacional A u t ó n o m a de México
Ciudad Universitaria. México 20, D. F.

Dirección General de Publicaciones


Impreso y hecho en México
ADVERTENCIA

Para traducir La tragedia española se utilizó la edición


de Thomas W. Ross, publicada en la Universidad de
California, Berkeley, 1968.
Los versos que están en latín se tradujeron al español
aprovechando la versión inglesa publicada en Londres
por la Oxford University Press, 1957, editada por A.
K. Mcllwraith.
' ' INTRODUCCIÓN

THOMAS KYD Y LA T R A G E D I A ISABELINA

Traducir a Shakespeare no necesita justificación. Es difícil


ignorar su existencia literaria, es raro desconocer el famoso
monólogo de Hamlet, la frágil figura de Ofelia, la furia celosa
de Ótelo, la soledad de Lear en el erial o el encuentro de
Macbeth con las brujas. Traducir a uno de sus contemporá-
neos exige en cambio una elaborada reconstrucción literaria,
algunos argumentos decisivos que muestren su valor y la fur-
tiva alegación de su importancia; importancia que le da relie-
ve al propio Shakespeare pues lo libra de una inserción espu-
ria en el ámbito de las generaciones espontáneas.
Thomas Kyd vivió pocos años pero en estrecha relación
con el mundo dramático de la corte inglesa. Nació en Lon-
dres, hijo de escribano y asistió a una escuela primaria diri-
gida por un educador famoso, Richard Mulcaster. La primera
fatalidad de infancia -ser hijo de notario— es culpable quizás
de su magnífica caligrafía y de su familiaridad con las le-
yes de su tiempo; la segunda —su escolaridad- le permite co-
nocer básicamente las retóricas inglesa y latina, tener un buen
conocimiento de los clásicos latinos, aprender el francés, el
italiano y hasta el griego, algo de música y probablemente su
participación en obras de teatro que los niños de su escuela
presentaban en la corte para aprender buena conducta y (ad-
quirir) buenas maneras. ' Además, esta escolaridad indica su
proveniencia y lo hace pertenecer a la clase media londinense;
circunstancia que algunos de sus contemporáneos parecen
subrayar cuando despectivamente lo describen con el califica-
tivo de "industrioso" o lo catalogan como desertor del oficio

' Freeman, Arthur, Thomas Kyd, Facts and Problems, Clarendon Press,
Oxford, 1 9 6 7 , c/., cap. L

' . . VII
de escribano.^ Es incierto también, aunque probable, que
perteneciera a la Compañía teatral de la Reina, fundada hacia
1583 y ala que contribuiría con obras de su pluma ^
\' Ser personaje activo de la escena isabelina lo hace prota-
gonista de un drama que lo lleva a la cárcel y a la tortura, y
en última instancia a la muerte. Buen isabelino, vive sujeto a
la contrariedad de su destino dramático que lo une a Mar-
lowe, famoso dramaturgo, con quien comparte un alojamien-
to en el que ambos escriben y dentro del que se encuentran
rastros de un famoso libelo contra extranjeros, atiborrado de
propósitos ateos. La escritura del libelo se le atribuye a Mar-
lowe en la mezquina, patética y bien caligrafiada defensa que
Kyd dirige a uno de sus carceleros. * Kyd reitera que no es
ateo y que no ha escrito libelos; Marlowe, ya muerto en una
riña de taberna, es el depositario de sus acusaciones. Cuando
Kyd es liberado de Newgate —horrenda prisión londinense—,
regresa quebrantado por la tortura a la corte, donde ya ha
perdido el patrocinio de un mecenas —quizás lord Strange—
pero, buscando otro, traduce del francés la Cornelie del dra-
maturgo francés Gamier, traducción que dedica a la condesa
de Sussex, jovencita de 19 años y que, junto con La tragedia
española, es la única obra que puede serle fielmente atribui-
da. ' Su corta vida (1558-1594) tiene un fin prematuro y un
epitafio precario: sus padres se niegan legalmente a adminis-
trar su fortuna y prácticamente lo desconocen como descen-
diente.^
Seria chocante admitir que la posteridad se comportó con
Kyd como sus padres se portaron con él, negándole su reco-
nocimiento. La tragedia española fue una áe las obras más

^ Freeman, op. cit., cf., cap. I; ver también Boas, Frederick, S. The Works of
Thomas Kyd, Oxford, a a r e n d o n Press, 1 9 5 5 .
^ Freeman, op. cit., cap. L, ver también Boas, o p . cit., y Carrére, FéHx, ¿ e
Théátre de Thomas Kyd, Toulouse, 1 9 5 1 .
'* Freeman, op. cit.. Boas, op. cit., cf. Levin, Harry, Christopher Marlowe, The
Overreacher, London, 1 9 5 4 , pp. 21-22 y 7 9 ; Bradbrook, Muriel Clara, The School
of Night. A Study in the Literary Relationships ofSir Walter Raleigh, Cambridge,
1 9 3 6 , pp. 12-14.
^ Freeman, op. cit.. cap. III.
" Ibid, op. cit., cap. II. ^ , ^ , \/

VIII
representadas en la escena isabelina, fue traducida al danés, al
alemán, y los actores famosos solían destacarse por su inter-
pretación de su personaje principal, el viejo Jerónimo. Sin
embargo el nombre de su autor permaneció en el olvido hasta
muy entrado el siglo XVIII, y los críticos contemporáneos le
atribuyen en peleadas ocasiones el Ur-Hamlet o primer Ham-
let y la tragedia de Solimán y Perseda, aunque es muy posible
que varias obras atribuidas a sus contemporáneos —incluyen-
do a Shakespeare— le pertenezcan, y se sabe a ciencia cierta
que después de la muerte de Kyd, Ben Johnson agregó esce-
nas a la Tragedia para remozarla, según el gusto de los nuevos
espectadores del siglo XVII?
Esta obra es una de las más importantes tragedias isabeli-
nas. Históricamente representa un punto de partida en la
creación de estructuras dramáticas renacentistas: el juego del
teatro dentro del teatro, la puesta en circulación de cierto
tipo de personajes como el villano maquiavélico o la víctima-
verdugo y, también, el esquema característico del drama de
venganza que sería tan popular durante casi medio siglo.
La tragedia española se imprimió por vez primera en 1592,
pero fue escrita algunos años antes. Largas controversias,
investigaciones acuciosas e interpretaciones policiacas se han
desplegado para probar que se escribió antes o después de
T i t o A n d r ó n i c o , de Shakespeare, o que El j u d í o de Malta,
de Marlowe. * Este antes o este después son importantes pues
determinan su originalidad primera y su sentido. Datos innú-
meros justifican una u otra posibilidad, pues el periodo en
que fue escrita corre estrechado por diez años, 1582-1592,
diez años definitivos durante los que se produjeron las obras-
cimiento del nuevo teatro y se establecieron sus estructuras
más estables. Dos acontecimientos históricos pueden determi-
nar su fecha de creación: la batalla de Terceira, una de las
islas Azores, situada entre Portugal y España; batalla en la
que España venció y estableció un breve virreinato en Portu-
gal, y la terrible derrota de la Armada Invencible por los

' Ibid. op. cit., cap. II, cf. Boas, op. cit., cf Carrére, o p . cit.
* Ibid, cf Chambers, E. K. The Elizabethan Stage, 4 vols, Oxford, 1 9 3 7 ; Cie-
rnen, Wolfang, En^ish Tragedy befare Shakespeare (tr. T. S. Dorsch), Londres,
1 9 6 1 , Cunliff, John, Ed. Early Engüsh Oassicai Tragedles, Oxford, 1 9 1 2 .
ingleses en 1588. El primer dato puede ofrecer la fuente his-
tórica en que se engendró la fábula; el segundo, la certeza de
que la obra es anterior a muchas otras obras y convertirla, por
tanto, en la primera obra del teatro moderno inglés. ' ,y
Como su tiempo, la pieza se enfrenta a la discordia, y en
su creación se entrelazan las más impares influencias cotidia-
nas, históricas y literarias. La anécdota se halla desparramada
por todas esas curiosas crónicas que, traducidas del francés y
del italiano, se pusieron de moda y a la disposición de los
buscadores de argumentos; lo histórico puede ser la ya men-
cionada batalla; sus personajes se decantan entre los estereo-
tipos que serán clásicos en la escena isabelina, el villano con
sus bravi y sus plazas oscuras, siempre con nombre italiano,
pero con referencias indirectas, embozadas, a algún noble
inglés contemporáneo. Algunos libelos, ciertas costumbres
medievales arraigadas, las relaciones jurídicas, los conceptos
de honor y de venganza, constituyen lo cotidiano.
La estructura dramática elemental y su retórica aderezada
con mitologías están emparentadas con los clásicos latinos:
Séneca le presta sus fantasmas y Virgilio palabras para descen-
der a los infiernos. Los combates descritos y no actuados
—tradición casi unánime entre los isabelinos— se rellenan con
verbos que imitan el fragor de la batalla y que proceden de
construcciones latinas medievales, para armar esa locución
gráficamente llamada bombástica. " Lyly, el creador del
eufuismo o preciosismo inglés, brinda su complicado mecanis-
mo de esticomitias y palilogias, mientras Watson, importante
poeta entonces, hoy desconocido, influye estilísticamente
con fragmentos imitados de su Hecantopathia. Giraldo
Cintio, Gamier, dramaturgos continentales (Kyd conocía el
francés, y el italiano), pasan airosamente en algunos de sus

''i'- ' Freeman, op. cit., cap. III; cf. Carrére, op. cit., Boas, op. cit.
*" Freeman, op.
op. cit.,
ci¡ cf. Bowers, Fredson Thayer, Elizabethan Revenge Tra-
gedy, Princeton, 1 9 4 0 .
" Freeman, op.
op. cit.\
ci Bradbrook, Muriel Clara, Themes and Conventions in
Elizabethan Drama, Cambridge, 1 9 6 0 .
' ^ FFreeman,
r e e m a n , opi
op. cit., cf. Bradbrook,
Bradbroc Themes, op. cit., Carpenter, F. l.. Me-
taphor and Simile in the Minar Elizabethan Poets, citado por Freeman.

X
versos. " Pero la contribución de Marlowe y la de Kyd para
establecer el verso blanco en el drama isabelino, es indudable,
y la deuda que Shakespeare guarda con ellos no puede des-
conocerse.
La crítica inglesa afirma que La tragedia española definió
para la escena isabelina el prototipo del drama de venganza o
más ampliamente de la tragedia sangrienta. Y efectivamente,
el autor se ocupa en dejar regados por la escena ocho cadáve-
res, siete de los cuales mueren en acción dramática. El Fantas-
ma de Andrés y la Venganza constituyen el Coro de la Trage-
dia: Andrés relata su muerte y su viaje a los Infiernos en el
Prólogo de la obra. Andrés sabe por la Venganza la identidad
de su asesino y el móvil de su crimen. El Espectro y la Ven-
ganza contemplan los eventos de la corte, cumpliendo así con
uno de los cánones del teatro de Séneca al inducir el drama y
prologarlo. Desde la primera escena tenemos ya el teatro
dentro del teatro, escena de corte donde el rey escucha el
relato de la gesta triunfal en que España ha vencido a Portu-
gal, dando una versión completa de la batalla en que ha muer-
to Andrés y en la que el príncipe Baltasar ha sido apresado
por Horacio, hijo de Jerónimo, mariscal del reino, y por
Lorenzo, sobrino del rey de España. Baltasar ha matado
por amor de Belimperia, hermana de Lorenzo, a Andrés, su
amante, caballero de menor linaje. Horacio, amigo de Andrés,
también de menor linaje, será encargado de vengarlo, al con-
vertirse en amante de Belimperia, seducido por ella para susti-
tuir al amante anterior por el amigo, especie de altar ego del
primero. La inducción, que en Séneca se provoca a través de
los dioses o como consecuencia de una maldición ancestral
que se cumple inexorablemente, pasa a ser conducida aquí
por la Venganza, quien, callada y a veces hasta dormitando,
acompaña a Andrés, que contempla el espectáculo y siente
nacer precisamente dentro de sí el deseo de venganza. El rey
concede asilo a Baltasar y lo trata regiamente, marcando la

^'^ Ibid, cf, también Spurgeon, Caroline, Shakespeare'! Imagcry, Now York,
1936; Baker, Bov/aid, Introduction to Tragedy, Louisiana State University, 1939,
p. 7 6 .

-. ' ^- • ' ' ' • ' . XI


distancia entre los nobles de sangre y los caballeros o hidalgos
de la corte. Baltasar se alia con Lorenzo, villano maquiavélico
que manipula al príncipe a fin de concertar un arreglo entre
España y Portugal El rey de España no tiene descendencia y
las bodas entre su sobrina y el príncipe pueden asegurar la
paz y el engrandecimiento de los reinos y, con ello, el de
Lorenzo, que sólo tiene este medio para gobernar a través
de la influencia que ejerce sobre Baltasar El acto I se inte-
rrumpe para construir la trama paralela, poco desarrollada si
se la compara con las tramas paralelas de Shakespeare ¡por
ejemplo la del rey Lear¡. Viluppo, villano con embozo italia-
no, traiciona al noble Alejandro, acusándolo gratuitamente,
por despecho y envidia, de la muerte del hijo del virrey de
Portugal. Esta escena puede parecer superflua a simple vista,
pero es fundamental para subrayar el tema de la veleidad de
la Fortuna, tema característico en el drama isabelino. El
virrey se lanza a tierra pues todas sus esperanzas han muerto
con su hijo, mientras que la ironía trágica prepara un ilusorio
cambio de la rueda: en ese momento el rey de España festeja
al príncipe de Portugal y ofrece un banquete al embajador de
ese país. La Fortuna se ha colocado así en sus dos extremos
más opuestos, el de la desgracia irreversible y el de la aparente
felicidad, pues si bien son concomitantes en el tiempo, en
realidad descubren el futuro. La milagrosa felicidad de Balta-
sar —su alianza con Belimperia- se prepara, pero también la
muerte de Horacio asesinado por Baltasar, Lorenzo y dos
esbirros. Este asesinato y no el de Andrés —aunque podemos
suponer que Horacio muere a instancias de la fatalidad que
dirige la Venganza— inicia la caída; pero ésta es ya visible en
la trama paralela cuando aparece el virrey de Portugal. El acto
I termina con un elemento que complica aún más la estruc-
tura dramática: el banquete regio con el que se cierra el acto
se ameniza con un intermedio mímico que organiza Jeróni-
mo. El intermedio duplica el juego del teatro dentro del tea-
tro y prepara la escena del acto IV en donde los actores del
drama principal actuarán en un drama escrito por Jerónimo
convirtiéndose así en actores de un drama aparente que, por
la misma ironía trágica, se torna en final de la tragedia, corro-
borando la caída y la vuelta definitiva de Fortuna. Este inter-

XII •
medio mímico es paralelo a otro intermedio mímico que al
final del acto III organiza la Venganza, ante la airada queja de
Andrés cuando la ve dormitar descuidando su misión. La
Venganzorpersonaje dormita, pero la Venganza-destino traba-
ja para lograr la revancha, concebida en términos de Justicia,
representando ante los ojos de Andrés —que ya es espectador
del drama terrenal— un drama profético donde una ceremo-
nia nupcial acaba sangrientamente: Jerónimo restablece la
Justicia, concebida en términos de Venganza. El intermedio
del primer acto no se integra totalmente con el drama y viene
a ser una mimetización del tipo de los que solían represen-
tarse ante la corte inglesa Su importancia, además de la que
guarda en la estructura, es demostrar la capacidad guerrera de
la pequeña Albión que en tres ocasiones ha invadido España.
Esta intención política del intermedio crea una relación de
complicidad entre el dramaturgo y su público. El teatro
dentro del teatro es aquí un componente ajeno a la trama, y
cumple el requisito de inflamar el celo patriótico y religioso
del público que probablemente veía el drama después de la
derrota de la Invencible, o quizás antes de que España viese
menguado su poderío por la pequeña isla inglesa. Así el inter-
medio realiza externamente la función de divertir y amenizar,
pero intrínsecamente ocupa el mismo lugar en la tragedia que
el segundo drama intercalado. Ambos intermedios se enlazan
por el lugar que ocupan en la armazón dramática y por la
figura de Jerónimo, que en ambas ocasiones es el director de
la tragedia. El intermedio del tercer acto nos recuerda con sus
figuras a manera de marionetas que la tragedia se maneja
desde la suprema altura donde impera la Venganza. El pri-
mero y el cuarto actos desempeñan la función de enmarcar la
verdadera acción dramática; el segundo acto muestra a Hora-
cio y Belimperia en sus amores y la perfidia de Lorenzo; el
tercero plantea lentamente la evolución de Jerónimo y la
relación profunda que guardan entre sí los juegos de la Fortu-
na con la Justicia y la Venganza, y para subrayarlo se inserta
el segundo intermedio mímico ante el Espectro. Primero y
cuarto actos son en definitiva la constatación de una acción
que se prepara, pero que en realidad ha sucedido ya, es el
teatro del teatro que incansablemente representa la misma

• ' • . : •'' •• XIII


escena ya acaecida. La simetría mecánica telescopia el tiempo
y reúne el presente y el futuro, pero si Andrés asiste, como el
público, al desarrollo de una acción dramática, la Venganza
conoce de antemano su futuro y por eso mismo aniquila
dormitando el juego de los tiempos y determina la existencia
definida de un pasado, que en última instancia será el único
tiempo de la escena, o si se quiere, el tiempo del futuro míti-
co en el que los personajes vivirán para siempre en el infierno
o en el paraíso. Tiempo cíclico que se convierte en tiempo
estático como el de las narraciones crónicas de la novela lati-
noamericana de la década de los sesentas: Melquíades, en
Cien años de soledad, escribe el manuscrito que termina en la
última página del libro que a su vez escribe García Márquez;
Jerónimo cumple en escena lo que la Venganza y Kyd le
ordenan y lo representado se inserta en el marco preciso de lo
representado. Y en las especulaciones borgianas se lee "que la
historia universal es un espectáculo que Dios concibe, repre-
senta y contempla".
Los amores de Horacio y Belimperia inician el juego de lo
representado. Lorenzo y Baltasar preocupados por el amor de
Belimperia descubren mediante la traición a los enamorados
y, repitiendo de nuevo el juego del teatro dentro del teatro,
espían la escena de amor entre Horacio y Belimperia. La pare-
ja inicia el acto amoroso cumpliendo un ritual en el que la
palabra va encendiendo la pasión de los enamorados y la pa-
sión de la venganza en los que contemplan la escena La
palabra reúne los dos planos y el desmayo de la sensualidad
prefigura el desmayo de la muerte. Esta escena de doble filo
-la penetración que Horacio hará en el cuerpo de Belimperia
y su sustituto, la daga que penetra en su cuerpo- es contem-
plada a su vez por Andrés, espectador interno, y por el públi-
co, espectador externo del drama, realizándose así el juego de
estructura paralelística que Kyd introduce en la escena ingle-
sa En esta escena se perfila netamente otro elemento fun-
damental de Kyd que se ha advertido muy poco, la existencia
del doble, a la manera del "doppelgánger" que se pone de
manifiesto en la novela fundamentalmente a partir del siglo
XIX. Andrés se complace en el juego amoroso de Horacio y
Belimperia, y su deseo de venganza nace específicamente

XIV - :
cuando éste es asesinado por Baltasar y Lorenzo. Belimperia
ha sido perseguida por su padre y por Lorenzo durante el
tiempo de sus amores con Andrés, caballero de menor linaje;
después de muerto Andrés en la batalla, por los trucos inno-
bles de Baltasar que no lo mata siguiendo las reglas del honor,
sino las de la perfidia —acto doblemente criminal en el campo
de batalla-, Belimperia decide enamorarse de Horacio, ami-
go de Andrés, y también de inferior linaje frente a ella; An-
drés acepta su decisión como si Horacio fuese él mismo, y su
asesinato parece repetir el suyo en el campo de batalla y en el
del amor que utiliza analogías guerreras para expresar las rela-
ciones amorosas. Lorenzo y Baltasar matan a Horacio con la
saña encubierta de dos nobles que ven su orgullo vejado ante
el espectáculo definitivo de un himeneo vergonzoso. Los dos
príncipes se unen en el crimen y Lorenzo se apasiona tan
definitivamente con ese juego, que su personalidad se integra
con la del amante. Pero así como la Fortuna descubre las
veleidades del mundo, Kyd descubre las veleidades de la
nobleza y en el acto de traición, los nobles violan el código de
honor, trasmutándose en villanos.
En la Inglaterra de Kyd hay venganza de la ley y venganzas
personales; ambas están debidamente codificadas y sancio-
nadas por la ley escrita y por la ley común. La premeditación
y la alevosía son crímenes nefandos; la rápida acción que
responde a la injuria inmediata es un acto de honor. No
vengar el honor humillado, es la muerte civil para los nobles.
El rey Jacobo I reprueba la actitud de un favorito que no ha
matado de inmediato a un maestro de esgrima en un acciden-
te que lo ha dejado tuerto. Esta regia reconvención inclina al
noble a la venganza, pero la ejecuta a través de esbirros El
rey lo manda ejecutar públicamente porque la Venganza fue
indirecta y planificada; no fue un acto de honor, fue villanía.
El propio lord Sanquire explica antes de ser ejecutado las
razones de su crimen y define la ambivalencia de la ley de
honor y la ley cristiana:

Debo confesar que siempre mantuve aversión en mi pecho contra


él, pero no tenía el propósito de tomarme tan terrible venganza:
pero cuando comencé a ejecutarla, consideré mi afrenta no en térmi-

• • ' > . • • ^ ' XV


nos cristianos. .. puesto que habiendo sido entrenado en las cortes
de los príncipes y las armas, mi código era el del honor. .. Se me ha
acusado de otro crimen, de que era un tipo desnaturalizado, siempre
vengativo y apasionado por la sangre. A la primera acusación contes-
to que nunca estuve dispuesto a perdonar una ofensa, que pudiera
lavar dentro de los términos del honor, y que tampoco estuve dis-
puesto a perdonar cuando tuve el poder de la venganza.

A la ley cristiana se enfrenta el código del honor que res-


ponde a la vieja ley del Tallón; esta ambivalencia esencial se
convierte en términos jurídicos en ambivalencia legal El rey
no perdona que un noble perdone una ofensa, pero condena
legalmente al asesino. Perdonar la ofensa es innoble, equivale
a la muerte dentro de la corte, pero vengarla, equivale a la
muerte píiblica.
En La tragedia española, los nobles violan la ley de honor,
recurriendo a la venganza encubierta, y los hidalgos violan el
código de la corte, elevando sus ojos por encima de su condi-
ción subordinada. Así los villanos se embozan como nobles y
los nobles descienden a villanos. Jerónimo, subordinado, im-
pone la Justicia, decreta sobre deudas públicas y sobre todas
las venganzas que la ley ordena y es ordenador de fiestas y
divertimientos para los reyes. Horacio no puede alojar a Bal-
tasar porque en su condición inferior no puede competir con
la mansión del duque de Castilla, y sólo se le concede el
honor de escanciar el vino cuando los reales comensales se
sientan al banquete. Jerónimo decide acudir a la Justicia y
vengar la ofensa dirigiéndose al rey; pero la astucia de Loren-
zo se lo impide y su locura también. Cuando la posibilidad de
vengar la muerte de Horacio se cancela por las vías legales,
Jerónimo busca la venganza mediante artimañas y violencia.
Su locura interrumpe sus planes, pero al recobrar la razón
reitera la idea de Venganza como sinónimo de honra, idea
que comparten por igual Belimperia y su esposa Isabel
El acto segundo finaliza en el huerto de Jerónimo con los
lamentos de los padres por el hijo muerto. El acto tercero es
muy largo y complicado: Jerónimo desvaría entre la Razón y
la Locura, deambula entre la Justicia y la Injusticia y Lorenzo
• " 15 K"i
Bowers, Fredson Thayer, op, cit,, p, 2 9 . ^ ^ S

XVI : \ '
se aisla en la traición y se desembaraza de sus cómplices, sin
advertir que al hacerlo se enrolla la soga al cuello. Serberino,
criado de Baltasar, es asesinado por Pedringano, el criado
traidor de Belimperia, siguiendo órdenes de Lorenzo; cuando
los alguaciles lo llevan a presencia de Jerónimo la acción si-
gue los cánones establecidos en el teatro y que Kyd ayuda a
implantar: los personajes hablan entre sí comportándose
como seres de menor valía y sin poder recurrir al verso.
Pedringano asesina a Serberino en una plaza llamada de San
Luigi, como conviene a un asesino con nombre italiano que
disfraza su inganno. Kyd subraya el carácter estereotípico de
Lorenzo, jugando a Maquiavelo, y maneja otro de los recursos
vueltos canon en el drama isabelino: el villano tipo Ricardo
III, lago, Edmundo. Pedringano, seguro de la protección de
su señor se enfrenta con descaro a sus captores y se burla de
la Justicia, mientras Jerónimo lamenta la impudicia de este
mundo, y su necesidad de imponer Justicia, cuando a él se le
niega este derecho. Pedringano escribe una carta a Lorenzo,
revelando la traición y su complicidad en ella; la carta le es
entregada a Jerónimo, que antes ha recibido, como caída del
cielo, otra carta escrita con sangre por Belimperia. La carta
del ajusticiado confirma la de Belimperia en la que Jerónimo
no ha creído por miedo a una conjura en su contra. La doble
carta juega la contrapartida de la doble muerte, es decir, la
muerte de Horacio —colgado de un árbol y apuñalado— se
asemeja a la de Pedringano que muere colgado en la horca El
contenido de la carta que Belimperia arroja desde la ventana
donde la tiene secuestrada Lorenzo, se confirma con la carta
de Pedringano y descubre la conjura, así como la altura
irónica adonde la muerte ha alzado a Horacio confirma para
Baltasar y Lorenzo, la única altura, el único ascenso que un
inferior puede alcanzar: "Ahora, Horacio, de la ambición,
recibe el premio / muerto estás y por ello muy arriba." Y
Pedringano jugando en el umbral de la muerte le dice a su
verdugo, al subir al patíbulo: "¿Debo subir? /Verdugo; Sin
remedio! Pedr; sí, pero si subo caigo. " Esta ascensión social
remeda satíricamente las vueltas de la fortuna, que tira a
quienes están arriba y que iguala a nobles y a villanos. El
virrey de Portugal se lanza a tierra para impedir que la altura

' XVII
del trono lo lance más abajo. El orgullo de Horacio al olvidar
su casta y la impudicia de Pedringano al mofarse de la Justicia
reciben un castigo: se les asciende colgándolos de un árbol y
ese ascenso es su caída. La tierra es la niveladora última de las
cosas de este mundo. La alegoría implícita en la imagen de
Fortuna se concreta en la acción dramática y se subraya con
el uso de retóricas que suelen mimetizar la contradicción
violenta: la esticomitia -antítesis dialécticas- la palilogia y la
anáfora -repeticiones- son aquí los recursos estilísticos más
adecuados.
Este paralelismo que se acentúa en la trama, en la imagen y
en el recurso estilístico se continúa durante toda la pieza.
Jerónimo inicia un viaje interior de descenso a los infiernos
en sentido metafórico, y los versos que se utilizan son casi
idénticos a los que Andrés pronuncia cuando describe su viaje
"real" a los infiernos. Ambas descripciones se modelan de
acuerdo con Virgilio, y emergen de una larga tradición medie-
val vigente en las llamadas "jornadas maravillosas". ^'^ El
recorrido interior y simbólico de Jerónimo confluye en el re-
corrido de Andrés y es la alegoría del recorrido que el hom-
bre debe hacer movido por Fortuna. Kyd señala este doble
paralelismo mediante el mismo tipo de imágenes versificadas
en ambos pasajes y mediante la inserción de la trama paralela
en la que el virrey cediendo a la Injusticia, representada por
Viluppo, condena sin juicio al noble Alejandro y lo conduce
al patíbulo. La Justicia se cumple, sin embargo; Alejandro es
rehabilitado y Viluppo recibe la tortura. La Fortuna simula
haber enmendado su camino, pero espera precipitar al virrey
más bajo que la tierra; esta acción figurada se marca con un
símil y con la acción concreta. La jornada maravillosa de
Jerónimo en la que imágenes de puertas diamantinas y bron-
cíneas lo detienen en su viaje revelándole que sin vengar la
muerte de su hijo su camino está cerrado, se refuerza con
la soga y el cuchillo que lleva en la mano, cuando intenta sui-

Cf. Prólogo de la edición utilizada para esta traducción de La tragedia


española: Thomas W. Ross, Bcrkclcy, 1 9 6 8 . Cf. también Joseph, Sister Miriam,
Shakespeare' Use of the Arts of Language Cranc, W. G., Wit and Rhetoric in the
Renaissance; también l'rccman, op. cit.
Baker, op. c/í., p. 165, también p. 127.

XVIII ' ' . ; , ;•• V \ - '


cidarse; soga y cuchillo son símbolos a la vez del puñal que
asesinó a Horacio y de la soga que lo colgó; soga también
que mata a Pedringano en el patíbulo, confirmando el pro-
verbio "el que a hierro mata a hierro muere", implícito en el
"Vindicta Mihi! ", del próximo monólogo de Jerónimo cuan-
do decide llevar a cabo la Venganza. Esta jornada maravillosa,
ese viaje interior lo han llevado por el camino de la locura y
por la idea del suicidio, y también, lo conducen en búsqueda
de la Justicia. El símil se intensifica cuando mediante una
escena intercalada que parece no tener relación con la historia
principal, Jerónimo se enfrenta a un viejo, Bazulto, quien
pide justicia para su hijo. A Jerónimo se le niega Justicia
porque Lorenzo le impide el camino hacia el rey, y la locura
y la idea de suicidio que ella engendra impiden la Venganza.
Bazulto se vuelve el espejo terrible de su infierno, el eco de la
Justicia, el doble fantasmal de Horacio y la causa decisiva de
la revolución que se opera en el personaje. La Justicia le
está vedada al juez, quien ahora adopta la traición, y de vícti-
ma se convierte en el verdugo de los asesinos de su hijo. En
verdad ha dejado la ley cristiana para adoptar la ley de honor
y se vuelve el instrumento activo de la Fortuna La Venganza
le abrirá las puertas de la tierra, antes vedadas a la locura y al
suicidio, y le permitirá recorrer los caminos del infierno,
transformados pronto para él en los Campos Elíseos.
El ciclo se completa: imágenes verbales, objetos-símbolo,
acciones concretas y alegorías se han acumulado interrum-
piendo la evolución del personaje y revolucionando su univer-
so y el universo todo. Los dobles se multiplican: el viaje de

Ibid, p. 116. t n esta obra aparecen símiles, imágenes y acciones concretas


que se habrán de repetir en el Teatro Isabelino, especialmente en Shakespeare. El
tipo de teatro dentro del teatro del acto IV es muy semejante a la obra que se
representa al final del Hamlet, aunque en la Tragedia española la obra es represen-
tada por los protagonistas de la obra y en el Hamlet por actores profesionales;
además en Hamlet se utiliza para desenmascarar a Claudio y en la Tragedia para
consumar la venganza. Sin embargo, es el mismo tipo de recurso. Las heridas de
Horacio se convierten en imágenes vivientes para Jerónimo, c o m o las heridas
de César para Marco Antonio. Jerónimo destroza unos papeles que son las pruebas
que necesitan unos viejos que acuden a él para pedirle Justicia, y cuando le repro-
chan haberlos destruido, él asegura que no ha derramado su sangre, recurso que de
manera mucho más elaborada utiliza Shakespeare en El mercader de Venecia.

XIX
Andrés a los infiernos evoca el viaje interior de Jerónimo; el
viejo Bazulto, fantasma de Horacio por falta de Justicia y por
símbolo de muerte, evoca la jornada concreta de Andrés —en
realidad siempre alegórica— y culmina con el juego del teatro
dentro del teatro, máximo reflejo donde el juego del mundo
se encuentra deformado y amplificado. El pañuelo de amor
que une a Andrés, a Belimperia y a Horacio se vuelve el
pañuelo que guarda la sangre coagulada del joven asesinado,
recuerdo vivo de la traición y la Injusticia, como el pañuelo
de Desdémona, es símbolo de amor para ella y de destrucción
para lago y para Ótelo. La locura de Jerónimo y su suicidio
fallido desembocan en la locura y el suicidio reales de su
esposa y en el suicidio final de Belimperia; el rescate que a
Horacio se le debe llega para rescatar el crimen, y Belimperia
vengativa acelera el proceso de simulación artera que a los
verdugos victima en lúgubre banquete de bodas y fiesta triun-
fal de la violencia.
La tragedia española es espejo infame de actos extraordi-
narios, espejo trastrocado por el disfraz de la pérfida y vene-
nosa Italia, y su gemela, España la violenta, la enemiga, en la
que los personajes hablan inglés y se embozan bajo la capa
siniestra de un Maquiavelo de pacotilla, mientras sus acciones
reviven con delicuescente placer las hazañas referidas por
Ovidio, repetidas mitológicamente por Séneca. La tradición
medieval inglesa abunda en historias de venganza y de críme-
nes. ¿Qué otra cosa es el nefasto Ricardo III? ¿No ha con-
tado Chaucer historias truculentas como las contó Bocaccio?
La clásica Italia y su decoro latinq brindan sus hórridos
festines de antropófagos, los padres comen la carne de sus
hijos como Tiestes en la obra de Séneca o la Tamora del Tito
Andrónico de Shakespeare. Los amantes infieles devoran el
corazón de sus amantes y la venganza apuñala y deja correr la
gruesa y negra sangre. El incesto y la ira trastornan por igual a
los príncipes italianos y a los reyes de Inglaterra, a las tiernas
doncellas mutiladas y a los romanos patricios. Séneca parece
ser el gran culpable, y la contradicción grotesca de su estoi-
cismo y su violencia engendran males en la escena. Fácil es
achacarle a Séneca la perfidia legada por igual a las católicas y
aborrecidas naciones del continente y ala herética Inglaterra;

XX . -
fcicil es ignorar la escena circundante, los asesinatos del pa-
sado, las iras del presente, la envidia, los celos, el enojo, la
ambición y el orgullo, causas principales de los crímenes en la
minuciosa definición de las pasiones que Burton reseña en su
A n a t o m í a de la melancolía, a principios del siglo XVII. Fácil
es olvidar las leyes que sancionan la venganza, cuando ésta es
el efecto de una injuria lavada en el momento; fácil es olvi-
dar el rápido giro de la suerte que de un golpe de fortuna en-
vía al favorito a la mazmorra Pero si el truculento recurso de
envolver la trama en ejemplos viciosos de otros países permite
escenificar la violencia, si el idioma supuesto es el español o el
italiano, lo cierto es sin duda que para los isabelinos Séneca
reflejaba su propio concepto del mundo y cumplía dramáti-
camente lo que el viejo trasfondo medieval retenía para la
Inglaterra renacentista; pero más importante aún es advertir
que este teatro que algunos críticos se empeñan en disculpar
por su violencia, es el antecedente de la novela gótica y del
teatro contemporáneo. Ese teatro hediondo a sangre es el
trasfondo esencial del Teatro de la Crueldad y del Teatro y su
Doble de Artaud, es el trasfondo perfecto del nuevo teatro
como lo practica Grotowski y, en su preocupación por la
estructura y por el lenguaje metafórico, es absolutamente
moderno y coincide en la expresión de su belleza convulsiva
con las máximas obras de la ficción contemporánea

Margo Glantz
Nueva York, 1973
México, 1 9 7 4

XXI
BIBLIOGRAFÍA

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Barber, C. L., The Idea of Honour in the English Drama, Goteborg,
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XXIII
Spurgeon, Caroline, Shakespeare'sImagery, Nueva York, 1936.
Tomlinson, T. B., A. Study of the Elizabethan and Jacobean Drama,
Cambridge, 1964.

XXIV
LA T R A G E D I A E S P A Ñ O L A

THOMAS KYD

Versión espafhla de Margo Glantz


PERSONAJES

ESPECTRO de Don Andrés


LA V E N G A N Z A
EL REY D E ESPAÑA
DON CIPRIANO, Duque de CASTILLA, su hermano
DON LORENZO, hijo de Castilla
BELIMPERIA, hermana de Lorenzo
JERÓNIMO, Caballero, Mariscal de España
ISABEL, su esposa
D O N HORACIO, su hijo
VIRREY ("REY") de Portugal
DON PEDRO, su hermano
EL PRINCIPE BALTASAR, su hijo

VlUJPPcf'^^ ^^o^'fes de la corte portuguesa


EMBAJADOR de Portugal en España
PEDRINGANO, criado de Belimperia
SERBERINO, criado de Baltasar
CRISTOBALILLO, criado de Lorenzo
DON BAZULTO
PAJE Lorenzo, U N GENERAL; DIPUTADOS; LA G U A R D I A NOCTURNA; UN
V E R D U G O ; UN MENSAJERO; etcétera
TRES CABALLEROS Y TRES REYES, HIMENEO y otros personajes en los
intermedios mímicos
Solimán, Sultán de Turquía ( B A L T A S A R )
Bajá (JERÓNIMO)
Erasto, Caballero de Rodas (LORENZO) Personajes de Solimán y Perseda del
drama de Jerónimo
Perseda (BELIMPERIA)
ACTOI

Escena I
{Aparecen el Espectro de Andrés y la Venganza)

ESPECTRO:
Cuando la sustancia eterna de mi alma
mantenía la cárcel liviana de mi carne,
y cada cual cumplía sus funciones,
era yo cortesano del reino de la España.
Mi nombre, don Andrés, mi linaje
no plebeyo, inferior al que Fortuna
me diera con gracia en el orgullo
contento de mis juveniles años,
cuando con amor discreto y cortesano,
poseí y adoré a dama poderosa,
a Belimperia la del dulce nombre.
Pero al cosechar los goces del verano
no quiso el invierno de la muerte
recoger de su néctar la floración sutil,
y separándome de la prenda amada
mi valor me llevó a la boca del peligro,
al campo de batalla del cercano Portugal.
Y así la vida cedió el paso a mis heridas
y me entregó a la muerte.
Mi alma salió presta de mi cuerpo inerte
y rumbo al torrentoso Aquerón se dirigió.
Pero Caronte, el cruel barquero
me dijo que los ritos del entierro no cumplidos
negábanme el consuelo de su asilo,
hasta que el Sol tres noches descansase
en el regazo de la ondulada Tetis
y bañase la espumosa proa en su corriente.
Mis funerales y exequias religiosas
por don Horacio, hijo del Supremo Mariscal
debidamente fueron celebradas.
Por ello accedió el infernal verdugo
a que del fangoso torrente atravesase
las ondas sombrías del Averno,
donde con melosa boca convencí a Cerbero
y salvé los escollos de la postrer morada.
No lejos, imperando sobre almas multiformes
estaban Aeco, Radamante y Minos;
a ellos se acercó mi vago espectro
y Minos leyó en las selladas hojas
la historia de mi suerte:
"Este caballero que aquí tenéis delante
de amor fue preso en vida y muerte
y en el marcial combate
su alma abandonó la morada de su cuerpo."
Aeco contestó: "Dejadlo entonces caminar
por los campos dorados que recorren los amantes
bajo las suaves sombras de los cipreses y los mirtos.'
"No fuera bueno, argumentó el tercero,
situar entre las almas amorosas
a uno que murió en el fragor de la batalla."
"Mandadlo donde vive Héctor el llagado,
en el lugar de la infinita pena,
y donde Aquiles y sus mirmidones
corren ligeros la llanura."
Pero Minos, de los tres el ma's clemente,
quiso terminar la diferencia:
"Enviadlo a visitar al rey de los Infiernos
que ha de juzgarlo según Su Majestad convenga."
Con espanto los rumbos del Infierno atravesé,
y entre sombras tortuosas de una noche eterna
contemplé tantas terroríficas visiones
como mil lenguas pueden registrar,
para que su aspecto el corazón mortal describa.
Había tres caminos: en uno paseaban los amantes,
frente a los guerreros fuertes,
y esos límites cuidaban de su suerte.
Eso, a la diestra. Por que a siniestra descendía
un mudo terror, un grande infierno
donde sangrientas Furias agitaban látigos de acero,
donde el triste Ixión rueda su interminable rueda,
donde los usureros se asfixian en fundido oro,
y los lascivos se trenzan con serpientes,
los asesinos aullan por heridas siempre abiertas.
los perjuros se escuecen en hirviente plomo,
y donde los pecados capitales
reciben de su infamia el cruel tormento.
De estos caminos hollé uno que frente a mí se abría:
Los campos Elíseos en verde enternecidos
mostraban al final una alta torre
de muros broncíneos y puertas de diamante.
En ella vi a Plutón y también a Proserpina,
con la rodilla en tierra mostré mi pasaporte,
mientras la divina esposa sonreía,
implorando que de ella debiera depender mi suerte.
Plutón aceptó el ruego y con un beso lo selló.
Entonces, hablándote al oído, ¡oh Venganza!,
contigo me mandó para que las puertas marfilinas
que conducen sueños por la silente noche
se abriesen prontas a mi paso,
y en un breve parpadear de estrellas
a este lugar hemos llegado.

VENGANZA:
Sabe ahora que aquí te he conducido
para que conozcas al causante de tu muerte:
don Baltasar, príncipe de Portugal ha sido,
quien loco de amor por Belimperia,
la vida te quitó en pérfido desvío.
Contemplemos ahora este misterio
y de Coro sirvamos a la vez en la tragedia.

EscL-na II
{Entran el rey de España, un general,
el duque de Castilla y Jerónimo)

REY:
Decidnos, general, cuál ha sido de nuestro ejército el destino
GENERAL:
La Fortuna, señor, ha protegido nuestro ejército
y sólo han muerto los desventurados.
REY:
¿Qué presagios felices augura el gesto
que en tu rostro se refleja?
¿Querrá anunciamos la victoria?
GEN:
La victoria con gloria hemos logrado.
REY:
¿De Portugal habremos de recibir tributo?
GEN:
Tributos y homenajes cada día.
REY:
Benditos sean el cielo y el Señor,
de cuya diestra justicia mana.
CASTILLA:
¡Oh de los dioses bien amado,
los cielos combaten a tu lado,
y los pueblos se inclinan a tu paso
que hermana del valor es la victoria!
REY:
Gracias hermano, amado duque de Castilla,
pero en breves frases debes, general,
de la victoria contamos los sucesos,
que las batallas se engalanan
con el placer del triunfo y del relato
y para que nuestra realeza sepa
de tu ingenio la verdad recompensar.
GEN:
Allí donde España y Portugal reúnen sus fronteras
empezaron a luchar nuestros ejércitos
con gran arrojo y fuerte empeño,
allí, la esperanza al pavor aunada,
combatían siempre los dos bandos.
Allí, asoleados brillaban los escudos,
se oían los tambores, vibraban las trompetas
y en profunda algarabía los clamores llegaban hasta el cielo.
Los valles, las riberas y los montes
vibraban al fragor de la batalla
enronqueciendo de temor el eco,
y atormentados se escuchaban los gemidos;
nuestras alas izquierdas fueron pertrechadas,
y yo alisté un escuadrón de pronta y breve lanza,
y desde la retaguardia se inició el combate.
Las tropas enemigas se alinearon
y los capitanes desplegaron hechos de armas valerosos.
Don Pedro, bravo jinete de las enemigas huestes,
romper quiso de nuestra tropa las líneas bien nutridas.
Pero don Rogelio, tenaz soldado,
se lanzó por los mosqueteros sostenido,
y detuvo del capitán enemigo la ofensiva,

8
uniendo en golpe violento y repentino
el denuedo furioso de aquellos enemigos.
El bronco ruido del furor guerrero
parece que rompe un mar embravecido
sobre las rocas en devastador empeño,
y furioso engulle del vecino paisaje
llanuras, colinas, sembradíos.
Las balas silbaban la iracundia
de Belona, sangrienta diosa,
con tormenta mortífera de plomo
y con cielo ennegrecido por las flechas.
Los fieros capitanes yacen muertos
y los soldados mutilados regaban la campiña
con sangre coagulada y cabezas desgajadas.
Allá piernas y brazos dejan su huella purpurina
mientras las espadas, los escudos y las lanzas
se hunden en las entrañas de los corceles fugitivos.
Duró tres horas el tumulto sin que se inclinase
de ningún lado la balanza.
Aparecióse don Andrés con sus lanceros fieros,
y una brecha trazó en la mitad de la batalla
y la muchedumbre menguó huyendo destemplada.
Baltasar, príncipe de Portugal dioles ayuda
y la lucha recomenzó, brava y altiva.
Andrés víctima fue de este combate,
guerrero magnífico ante Baltasar debilitado;
el príncipe vociferaba y de su boca
salían en tropel insiútos y fanfarrias.
Uniendo al gran denuedo la amistad,
Horacio de tu ilustre mariscal el hijo,
a duelo singular al orgulloso Portugal retó,
no fue largo el encuentro, y pronto \
a su enemigo en tierra había postrado;
y en polvorosa nube sus ejércitos
del campo de batalla habían huido.
Tras ellos van las carabinas
hasta que Febo en crepuscular retiro nos avisa
con trompetas el final de la jomada.

REY:
Con esta cadena te agradece mi imperio
ese relato vivo de glorias coronado,
pero, decid ¿la paz ha sido confirmada?
GEN:
Sólo una paz condicionada que con homenaje
y tributo ha de cumplirse:
y el virrey en este papel firmado (Je entrega un papel)
declara con solemnidad cumplir lo prometido,
y en forma vitalicia España habrá de recibir
homenaje, tributo y fervor rendidos.
REY:
Esos hechos, esas noticias, son de ti dignos.
Ahora, mariscal, alegra el rostro,
que tu hijo el vencedor ha sido.
JERÓNIMO:
Que su vida sea larga para servir
a su gentil soberano
y que sus años declinen si su escudo
tu reino no defiende.
{Se oye un eco de trompeta^
REY:
Ni tú ni él sin recompensa acabaréis los días.
¿Qué avisa ese sonido de trompetas a lo lejos? '
GEN:
Los guerreros, que de la muerte Fortuna ha preservado
se acercan, señor, a tu real trono,
a ofrecerte humildes sus respetos,
ésas mis órdenes han sido y ante ti
habrán muy pronto de comparecer rendidos
están casi todos (trescientos han caído)
y el resto ha regresado enriquecido de despojos.
{Aparece el ejército, Baltasar cautivo entre Lorenzo y Horacio.)
REY:
Feliz visión, anhelo verlos pronto.
{Entran y se acercan.)
¿Será ése el altivo príncipe de Portugal?,
GEN:
Ese es, señor, el príncipe de Portugal.
REY:
Y ¿aquel que de costado lo sostiene?
JERÓNIMO:
Ese es mi hijo, gentil rey, mi soberano,
el hijo que desde la tierna infancia
tuvo mis votos de esperanza y sólo hoy,
ante mis ojos inundado, llena de gozo
el desbordado corazón paterno.

10
REY: ,
¡Marchad airosos delante las murallas! - -
Podremos luego, frente a ellas detenidos,
conferenciar con nuestro ilustre prisionero.
Jerónimo, a nosotros nos complace que tú
coseches gloriosas recompensas
gracias al triunfo de tu hijo.
(Entran de nuevo los guerreros.)
Traed al príncipe y que los demás se alejen,
aunque antes de marcharse reciba cada uno
dos ducados y sus jefes diez.
Sepan así que mi generosidad los recompensa.
(Salen todos, excepto Baltasar, Horacio y Lorenzo.)
Bienvenido, Baltasar, y tú sobrino;
Horacio, tú también, bienvenido seas.
Joven príncipe, si los malos oficios de tu padre
al negarme el tributo por siglos concedido,
merecen sólo de nosotros, malos tratos, ^
debes saber, con todo, que España es honorable.
BALTASAR:
El error que mi padre en la paz ha cometido,
las guenas sangrientas lo han lavado,
las cartas están echadas y las ofensas se han borrado.
Sus muertos debilitan el área de sus reinos,
sus blasones han sido deshonrados
y, prisionero, el príncipe de Portugal está a tu lado.
REY:
Si las treguas tu padre respetara
la paz de esta contienda habrá nacido.
Tú vivirás entre nosotros prisionero
aunque de yugo servil no seas uncido,
así le place a nuestra conciencia y a tu fama.
BALTASAR:
He de tratar de merecer tu gracia.
REY:
Pero dime, ¿quién de los dos te ha hecho prisionero?,
ambos te sujetan por los brazos.
LORENZO:
Es mi prisionero, rey y señor.
HORACIO:
No, que lo es mío, señor, mi soberano.
LORENZO:
Con esta mano, de su corcel las riendas sujeté.

11
HORACIO:
No, pero mi lanza lo arrojó de su caballo.
LORENZO: -
De sus armas fui yo el nuevo dueño.
HORACIO:
Pero por mí su escudo yace doblegado.
REY:
Basta, dejad libres sus brazos.
{Lo dejan Ubre.)
Decid, ilustre enemigo, por quién habéis sido aprisionado.
BALTASAR:
Ante éste me rendí por cortesía,
el otro me venció con dura fuerza.
Este me habló con gentileza,
el otro me golpeó las amias en la mano.
Este la vida me ofreció,
el otro la muerte quiso darme.
Este ganó mi gratitud y el otro conquistóme;
y en verdad los dos han sido mis captores.
JERÓNIMO:
Vuestra Alteza es justa y grande,
y sabrá reconocer de esta causa la justicia.
Mi lengua habrá de mostrar el derecho de mi hijo
que en leyes de armas y en proezas soy versado.
Cazó bravio a un león y lo venció,
que es de hebres arrastrar a un muerto león
por la cerviz vencida.
REY:
Calmad mi mariscal la pronta ofensa,
que mi gratitud no olvida tu presencia
y el derecho de tu hijo habré de respetar.
¿Os contentaréis ambos de mi juicio?
LORlvNZO:
Ansio de Vuestra Alteza saber el veredicto.
HORACIO:
Igual lo digo, aunque confío en mi derecho.
REY:
Esta contienda ha de cesar por orden mía.
Sobrino, tú has tomado sus armas y el caballo:
sus armas y el corcel serán tu recompensa.
Horacio, con tu fuerza al príncipe has vencido,
recibe como premio su rescate.
Fijad la suma y contentad la suerte. .

12
Sobrino, la guarda del caurivo a ti confío, - ;
tu condición y estado así lo determinan, ' -
la mansión de Horacio pequeña es
para albergar todo su séquito,
puedes guardar, con todo, su armadura, '
en galardón eterno de memoria.
¿Qué piensa Baltasar de esta respuesta?
BALTASAR:
De vuestra alteza acepto la encomienda
aunque de Horacio quisiera guardar la compañía
por caballero real, valiente y esforzado.
REY:
No abandonéis, Horacio, a quien así os ama.
Veamos ahora de festejar a los soldados
y convidemos a nuestro ilustre prisionero '
a compartir las viandas del banquete.

Escena III
(Entran el virrey, Alejandro, Viluppo)
VIRREY:
¿Hemos enviado a España la embajada?
ALEJANDRO;
Dos días han pasado, señor, que ha sido enviada.
VIRREY:
Y con ella ¿han sido enviados los tributos?
ALEJANDRO:
Así se ha hecho, mi señor.
VIRREY:
La pena protejamos un momento
y con suspiros el corazón alimentemos
que honda desventura nunca muestra el llanto.
¿Por qué del trono real asiento tomaría?
Si mejor sienta a un miserable
lanzar yaciendo sus gemidos.
{Se lanza sobre la tierra.)
Esta tierra soporta mi cansancio
pero es más alta y encumbrada
de lo que Fortuna ahora me concede.
¡Ay!, ¡ay!, tierra, imagen melancóHca
que las Parcas deparan a quien Fortuna desampara.
Dejadme aquí que no podré caer más bajo.
Fortuna en mí sus veleidades ha dispuesto,
no hay ya desgracia que sobre mí pueda abatirse.

13
Fortuna, si en mí te ensañas,
de mi corona toma los despojos
tómala, Fortuna, a tus antojos,
que no habrá de arrebatarme la dureza
de esta tierra donde yazgo ahora.
No temo, sin embargo; que tus dardos finos
se lanzan siempre sobre las cosas buenas.
Esta es la folia de la suerte
Fortuna es ciega y no mira mi desgracia,
Fortuna es sorda y no oye mis lamentos,
y aun si mis quejas pudiera ella escuchar
no se condolería de mi llanto.
¿Qué habría de hacer de su consuelo?
¿Qué esperar podría de sus manos?
Si sus pies en esfera resbalosa
giran eternos en el agua pérfida
de una voluntad mutable como el viento.
¿A qué lanzar entonces mis quejidos?
¡Oh, sí! , la queja disminuye mis agravios.
Mi vieja ambición se ha desbordado
y mi falta de fe, la guerra ha desatado;
esta guerra sangrienta ha dilapidado mi tesoro
y con él la sangre de mi pueblo,
y esa sangre mi gozo más amado,
el hijo al que mi afán se ha consagrado.
¡Oh! ¿Por qué en tu lugar no fui al combate?
La causa era mía en la contienda.
Luchar debiera por los dos el padre,
mis años ya maduros, los suyos verdes,
mi muerte natural, la suya impuesta.
ALEJANDRO:
Vuestro hijo, señor, no ha muerto.
VIRREY:
¿Es vivo, decidme dónde?
ALEJANDRO:
Vive en España prisionero.
VIRREY:
Lo han de ejecutar por culpa de su padre.
ALEJANDRO:
Serían entonces las leyes traicionadas.
VIRREY:
La venganza siempre inventará sus leyes.

14
ALEJANDRO:
Esa ley será vencida si cumplimos el rescate.
VIRREY:
Si viviera el mensaje habría llegado.
ALEJANDRO:
Las nefastas nuevas vuelan ligero
adelantándose a las buenas.
VIRREY:
No me consueles, cierto estoy.
VILUPPO:
Si has de perdonar, señor, al mensajero de desgracia,
de tu hijo habré de relatar la suerte.
VIRREY:
Habla que recompensa tendrás aunque me des la muerte.
VILUPPO:
Escucha la verdad que han visto estos mis ojos
cuando ellos contemplaron del fuego la batalla.
Don Baltasar pelea con arrojo
para ganar renombre en hazañas prodigiosas
y el singular guerrero reta
al general en jefe de la España.
Viene Alejandro con fingida maña
pretendiendo defender a tu hijo
Y con pretensa bala al enemigo apunta
y don Baltasar del tiro fulminado cae.
El capitán herido, las tropas se dispersan
y la victoria nos ha sido arrebatada.
ALEJANDRO:
¡Oh malvada mentira, oh pagano descreído!
VIRREY:
¡Calla, traidor!, pero dime, Viluppo,
¿dónde dejaste el cadáver de mi hijo?
VILUPPO:

Hacia las tiendas españolas lo arrastraban.


VIRREY:
¡Ay, ay, los signos noctumos así me lo auguraban!
¡Falso, pérfido, malvado, bestia artera!
¿Cuándo de mi hijo ofensas recibiste
para que a los enemigos así me lo libraras?
¿Fue el oro español que te cegó los ojos
para deshonrar así a Portugal?
¿Creíste acaso poder soportar el peso
de esta diadema que mí cabeza cubre

15
por ser del linaje de los duques de Terceira?
Por eso su sangre derramaste, pero la corona
de nuevo he de portar, hasta derramar la tuya.
{Recoge la corona y se la pone de nuevo.)
ALEJANDRO:
Oídme, temido soberano, concededme gracia.
VIRREY:
Lleváoslo, su vista es un infierno.
Encarceladlo, hasta que su muerte determine.
Si Baltasar muriera, ha de morir con él.
Viluppo, sigúeme, y tendrás tu recompensa.
{Salen el rey, Alejandro y cortesanos.)
VILUPPO:
Así con venenoso y fraudulento cuento
al rey engaño, traiciono a mi enemigo
y mi felonía cobra ya la recompensa.

Escena IV
(Entran Horacio y Belimperiat

BELIMPERIA:
Señor Horacio, este es el lugar,
esta es la hora en que te pido
de la muerte de Ajidrés los pormenores.
El que vivo, flor de mi guirnalda fue,
y de muerto entierra mis desvelos.
HORACIO:
Por el amor que le tengo y la pena que me das
no he de ahorrarte tan triste complacencia,
aunque temo que suspiros y lágrimas
de mi relato el lulo sí interrumpan.
Cuando nuestros ejércitos en pleno combatían
tu amado era esforzado caballero
y luchaba con singular denuedo;
en un duelo por fin se han encontrado
tu amante y Baltasar, de Portugal el príncipe,
el encuentro fue largo y pesaroso,
la lucha cruenta, las fuerzas semejantes,
mas de Andrés la Némesis envidiosa decretó la muerte,
y con fiero tajo, de sus dulces encantos te privó.
Ella en mortal disfraz engalanada
(como antaño Palas con el valiente Pérgamo)
llevó hacia él de alabarderos una tropa;

16
desventrado su caballo, Andrés cayó por tierra,
Baltasar con rabia encarnizado
terminó lo que las alabardas iniciaran.
Entonces, tarde sin embargo,
contra Baltasar lánceme enardecido
y con mi mano la suerte del mancebo sujeté
y sus vasallos lo vieron prisionero.
BELIMPERIA:
¡Cómo no asesinaste a quien mi alma asesinó!
¿Es don Andrés pasto de las aves de rapiña?
HORACIO:
No, que mi corazón se impuso ese desvelo
y con cariño su cuerpo recogí;
en mis brazos a mi tienda lo conduje
y allí los fíinebres honores recibió.
Con el rocío de mis lágrimas
humedecí de pena su cadáver.
Pero la fría muerte no se enterneció,
y lágrimas, suspiros y amistosa pena
no bastaron para reanimar su cuerpo.
Eso hice que menos no pudiera,
y con empeño, en funeral sagrado
sepulté su cuerpo con cuidado religioso.
Este pañuelo que de sus manos arranqué
lo llevo ahora en gentil remembranza.
BELIMPERIA:
Conozco ese pañuelo y si aún viviera Andrés
ese pañuelo llevaría, que fue un regalo
que al marcharse yo le hice.
Úsalo tú, querido Horacio
que por él y por mí has de llevarlo.
Sólo tú mereces buena suerte
que el señor de mis ojos ya no existe.
Belimperia será eternamente
tu amiga y tu devota agradecida.
HORACIO:
Horacio siempre ha de honrar
a la dulce y hermosa Belimperia,
mas ahora he de pedir excusas:
buscar debo al príncipe
que el duque, vuestro padre, así lo exige.
BELIMPERIA:
Id, Horacio, y dejadme sola con mi pena.

17
Es soledad lo que mi alma ansia
si Andrés ha muerto, Horacio, amigo fiel,
amo de mi corazón será.
Si a Andrés no hubiese amado . '
imperar jamás podría sobre mi ánimo.
Mas ¿cómo un nuevo amor albergará mi pecho
si vengada aún no está la muerte de mi amado?
He de adorar a Horacio, nuestro amigo,
porque él ha de vengar a don Andrés.
De su enemigo la vida ha de tomar.
Baltasar, que así me asesinó,
solicita ahora mis favores,
y en retribución le ofrezco mis desdenes,
y cosecha abundante de rigores
para que su arrepentimiento se provoque.
Felón, artero, que en cobarde represalia
borró del mundo a un valiente caballero,
sin respetar la honra del combate.
¡Oh, calla corazón!, que allí viene el malvado
el que mi vida cercenó con cruel empeño.
(Entran Lorenzo v Baltasar.)
LORENZO:
Hermana, ¿a qué obedece tan triste caminata?
BELIMPERIA:
Que por ahora no deseo compañía.
LORENZO:
Baltasar venía z rendirte su homenaje.
BELIMPERIA:
Eso revela que vive en libertad.
BALTASAR:
No, señora, que vivo en dulce servidumbre.
BELIMPERIA:
Tu vanidad es entonces tu prisión.
BALTASAR:
La imaginación, señora, es mi cadena.
BELIMPERIA:
Permite pues que ella te libere.
BALTASAR:
¿Y si mi alma en prenda ella hubiese puesto?
BELIMPERIA:
Para recuperarla redime lo empeñado.
BALTASAR:
Si la recobrara moriría.

18
BELIMPERIA:
Sin corazón, un hombre y ¡vive! ¡Qué milagro!
BALTASAR:
¡ Ay, señora!, el amor se nutre de milagros.
LORENZO:
Tate, tate, caballero, no tan ligero
del amor no pintes los excesos.
BELIMPERIA:
¿Por qué rescate sohcitas, si todo está perdido?
BALTASAR:
A tu graciosa majestad pido el remedio
para mis dulces quejas peregrinas,
en tu perfección reside la armonía,
en tus ojos encuentro la belleza
y en tu casto pecho mi corazón se aloja.
BELIMPERIA:
¡Oh mi señor, esas no son sino palabras
que me obligan de este lugar a retirarme!
{Al retirarse deja caer su guante. Horacio
sale en ese momento y lo recoge.)

HORACIO:
Señora, vuestro guante.
BELIMPERIA:
Guardadlo, señor, por el desvelo.
BALTASAR:
El señor Horacio supo inclinarse a tiempo.
HORACIO:
He cosechado mayor gracia de la que merezco.
LORENZO:
Señor, no desmayéis, la mujer es siempre vana;
Con el viento las nubes se disuelven.
Dejadme hacer que yo sabré ordenarlas.
Disipemos en suave algarabía,
en finos placeres y festines
el tiempo leve.
HORACIO:
El rey se acerca, señores,
y en banquete fastuoso se decide
a festejar de Portugal al mensajero.
La ceremonia estaba presta
antes que cruzara yo esta puerta.
BALTASAR:
Sólo nos queda esperar al soberano.

19
al embajador me complace recibirlo /
y oír de mi patria y mi padre las noticias. ,

Escena V
(Banquete, trompetas, el rey y el embajador)

REY:
Mira, embajador de Portugal a Baltasar tu príncipe.
España soberana prefiere los gozos a la guerra.
EMBAJADOR:
Nuestro virrey se lamenta y pena
creyendo que su hijo asesinado ha sido.
BALTASAR:
Asesinado he sido por amor tirano.
Pero ve, señor mío, cómo vivo prisionero
en banquetes festivos y en placeres extremos
con Lorenzo de Castilla y del rey favorecido.
REY:
Callemos ahora y entremos a la fiesta.
Sentaos, joven príncipe, sed nuestro huésped.
Hermano, tomad asiento. Sobrino, hacedlo también.
Y tú, Horacio, escándanos el vino,
que bien mereces esta honra.
España es Portugal y Portugal España,
el tributo se paga y vivamos el derecho.
He aquí nuestro buen Jerónimo
que ha prometido honrar a nuestro huésped
con actores y mimos, pasos e intermedios.
{Entra Jerónimo con un tambor, tres caballeros, con sendos
escudos de armas; luego aparecen tres reyes a quienes los
caballeros quitan sus coronas y hacen prisioneros.)
Jerónimo, tu mascarada contenta nuestros ojos,
pero de su misterio poco entiendo.
JERÓNIMO:
El primer caballero que colgó el escudo.
{Toma el escudo y se lo da al rey.)
Era Roberto, señor de Glocester,
que cuando Esteban gobernaba Albión
a Portugal llegó, al mando de un ejército,
y sobre el rey, entonces sarraceno,
colocó el yugo de la inglesa monarquía.
REY:
Con esto veréis, príncipe de Portugal

20 '
algo que podrá reconfortaros
y que podría calmar, a vuestro padre,
haciendo vuestra desgracia más ligera.
Pero di, Jerónimo, ¿qué sucede ahora?
JERÓNIMO:
El segundo caballero que dejó su escudo
(repite su acción primera)
era Edmundo, señor de Kent en Inglaterra,
cuando Ricardo llevaba la corona,
y que, con sus múltiples guerreros,
las murallas de Lisboa derrumbó furioso,
retando a duelo al rey de Portugal,
por cuyos servicios meritorios
de Kent el duque fue nombrado.
REY:
Este es magnífico argumento
para llevar ahora de España, Portugal el yugo,
cuando antaño la pequeña Albión lo pudo.
¿Y el úhimo, Jerónimo, quién es?
JERÓNIMO:
El tercero y último no es. menos valeroso.
(Repite la ceremonia.)
Era el bravo Juan de Gante, duque de Lancaster,
como se ostenta llanamente en ese escudo,
e hizo de Castilla, al rey, su prisionero.
EMBAJADOR:
Ese argumento se entienda en Portugal,
porque España no insulte vanidosa
al recordar que un día sus costas orgullosas
de la marina Albión el yugo retuvieron.
REY:
Bebo en tu honor, Jerónimo, que es bueno el intermedio.
Bebe a mi honor si quieres agradarme.
(Le quita la copa a Horacio.)
La sobremesa es larga y más valiera
preocuparnos de los asuntos del Estado.
Andemos que el Consejo se ha formado.
(Salen todos.)

21
Escena VI
(Espectro de Andrés y Venganza.)

ANDRÉS:
¿Hemos de las entrañas de la tierra abandonado
la tiniebla para venir a contemplar la dicha
que mi herida abre y enrojece?
VENGANZA:
Calma Andrés tu delirio
que pronto habrás de ver
los ánimos trocados,
la amistad odio será,
su amor, pasión amarga,
sus días serán noche,
su esperanza, desconsuelo,
su paz será la guerra,
su gozo será pena
y su felicidad, miseria.
A C T O II

Escena I
(Entran Lorenzo y Baltasar)

LORENZO:
Aunque Belimperia parezca desdeñosa,
que la razón impere en tu cabeza.
Llegado el día, en la testuz
el buey acepta el yugo.
Uegado el día, los halcones salvajes
el señuelo atrapan.
Llegado el día, las cuñas deleznables
ablandan duros cedros.
Uegado el día, el arduo pedernal
será por aguas suaves triturado.
Y llegado el día, Beümperia
ha de olvidar su rudo encono
y aceptará de tu amor el homenaje.
BALTASAR:
No que ella es más salvaje y más encarnizada
que la bestia, el ave, el árbol o la roca.
Mas ¿por qué manchar tu bello nombre?
Si este cuerpo de defectos está lleno,
mi aspecto no le agrada, ni mis versos;
mis palabras son rudas y mi pluma
escribe, como Pan y Marsias, garabatos;
y se pierden mis trabajos sin sentido.
Por valiente, quizás me admiraría,
pero aquí yo vivo en cautiverio;
quizás me ame para obligar a su señor,
pero su razón domina a su deseo.
Quizás me amase como al amigo del hermano,
mas su esperanza otro rumbo alcanza.
Quizás me amase para encontrar estado
pero buscar aún más noble compañero,
su corazón, como pedernal, es duro.

23
LORENZO:
Dejad, señor, la queja,
que algún remedio encontraremos;
alguna causa existe para que no te favorezca:
quitémosla de en medio y luego persistamos.
¿Y si mi hermana de otro estuviere enamorada?
BALTASAR:
Mi eterno verano en noche invernal se trocaría.
LORENZO:
He buscado ya la saUda que del laberinto
amoroso nos libere.
Hallemos la causa de su dureza
que con ardides o con maña
la verdad habrá de sernos descubierta.
¡Eh, Pedringano!
PEDRINGANO:
¡Señor!
LORENZO:
Vien que presto (sic).
{Entra Pedringano.)
PEDRINGANO:
¿Tiene mi señor algún deseo?
LORENZO:
Un servicio de costo he de encargarte.
En minucias no perdamos este tiempo
y al grano. No hace mucho, bien lo sabes,
que de mi padre a la ira te sustraje
cuando ayudabas a Andrés en sus amores,
y Castilla quiso imponerte castigo justo y penitencia.
Pero tu suerte imploré, benevolente,
y favorecerte siempre quise;
a esos favores añado hoy la recompensa,
no en dulces palabras, sino en oro,
tierras, altas dignidades y prebendas;
si mis deseos satisfacer sabes,
di la verdad y he de tratarte como amigo.
PEDRINGANO:
Lo que su señoría quiera exigir
he de encontrar en mi servicio.
LORENZO:
Dime, pues, Pedringano,
responde a mi impaciencia
¿a quién ama mi hermana Belimperia?
pues de sus secretos eres fiel depositario.

24
Habla y gana mi confianza y tu fortuna
¿quién sustituye a Andrés en sus desvelos?
PEDRINGANO:
¡Oh!, señor, después de muerto Andrés
de la bella ignoro los secretos.
LORENZO:
Atrás, villano, si me engañas
tendrás en mí enemigo fiero.
(Saca la espada.)
Si la amistad en ti no basta,
quizás el temor te mueva;
con tu muerte guardarás siempre el secreto
si a ella mayor fidelidad le guardas.
PEDRINGANO:
¡Detente, mi señor!
LORENZO:
Di la verdad y he de protegerte.
Escudo he de ser de tu futuro
pero advierte, perro, que si mientes, morirás.
PEDRINGANO:
Si la dulce Belimperia amase...
LORENZO:
¡Ah, villano, empiezas mal!
(Se dispone a matarlo.)
PEDRINGANO:
¡Redad, señor! La princesa ama a Horacio.
(Baltasar retrocede.)
LORENZO:
¿Horacio, de nuestro mariscal, el hijo?
PEDRINGANO: *
Horacio, señor, ha sido el elegido.
LORENZO: '
Revela ya de este amor la flama
que liberal y pródigo me mostraré contigo.
PEDRINGANO:
Letras ardientes que he leído
de esa pasión me han enterado.
LORENZO:
Haz de jurar sobre esta cmz,
que se forma con mi espada,
que nunca a otros habrás de revelado.
PEDRINGANO:
Testigo es Dios de mi juramento.

25
LORI-.NZO: . . .
Que si tu palabra es cierta
merezca recompensa, pues si perjuro has sido,
esta espada atravesada en tus entrañas
pagará tu desvarío y tu mentira.
PEDRINGANO:
Verdad he dicho y nunca
ha de saberlo Belimperia
que tu liberalidad es tanta
y mi gratitud tan grande
que la muerte fría
no habría de enfriar mi celo.
LORINZO:
Vigila entonces y de las citas
aviso siempre habrás de darme.
PEDRINGANO:
Así lo haré, señor.
LORENZO:
Mi gratitud se pagará en tesoros,
tu suerte quede entre mis manos;
que Belimperia en esto no me excede.
Regresa a tus trabajos que puede ^
de tu ausencia recelar.
(Sale Pedringano.)
Cuando las palabras fallan
violencia es fuerte.
Pero el oro vulnera las murallas.
¿Qué piensas, Baltasar, de mis argucias?
BALTASAR:
Las alabo y las maldigo
pues qué feliz y triste he sido:
feliz pues sé de mi amor el falso intento,
triste porque ella de otro es el contento,
feliz porque encuentro mi venganza,
triste porque ella odia al vengativo,
aunque venganza he de tomar
o he de morir primero.
El despecho inclina al desvarío
y Horacio ha de sufrir mi desengaño,
el destino así me lo ha fijado.
Vino primero, y con su espada
herida me infirió en cruenta guerra
y esas heridas mi derrota fueron.

26
y ese yugo me convirtió en esclavo, >
y viene ahora con suaves cortesías ,
y finas palabras a rendirme pleitesía,
pero en esas alabanzas cortesanas >
se alberga un alevoso desatino,
y en desatinos amorosos filtró su néctar
en los oídos deliciosos de mi amada,
y por ellos, el corazón suspenso se entregó.
En ese corazón halló su asiento
y a este cuerpo mío, que fue su prisionero,
Horacio quiere arrebatar el alma yerta,
pero aún del destino quiero probar la suerte
y he de morir o moriré en la hazaña.
LORENZO;
Las palabras retardan la venganza.
Venid, señor, y lucha por tu amada
que su amor has de ganar si Horacio muere.

Escena 11
(Entran Horacio y Belimperia)

HORACIO:
Ya tus favores dulce amada
del humo secreto conviértense en flama
con palabras y miradas que descubren
la pasión enardecida
(contento del amor que no es saciado),
¿por qué en esos lánguidos delirios
tristes relámpagos se asoman a tus ojos?
{Pedringano escondido, lleva a Lorenzo y a Baltasar
para que contemplen la escena en secreto.)
BELIMPERIA;
Amado y dulce amigo:
como barco en la mar
buscando puerto que repare
sus males peregrinos,
cantando suaves aires
en la playa reclinado,
la pena brusca vuélvese remanso.
Amarte es mi destino, ,
y anclo en ese puerto,
calmando mi corazón, antaño a la deriva
para entregarlo al apasionado goce.
saboreando de Cupido los fervores
y de nuestro amor ardiente el néctar.
(Baltasary Lorenzo arriba.)
BALTASAR:
Duérmanse mis ojos ante este amor profano;
' ciérrense mis oídos ante este lenguaje pérfido;
muera mi corazón ante los goces ajenos.

LORENZO:
Vigilad ojos míos y mirad que la pasión se acabe;
escuchad en silencio oídos para oír luego lamentos;
gózate, corazón, con la caída de Horacio. ,
BELIMPERIA:
Horacio, di, ¿por qué no hablas?
HORACIO:
Hablo poco para meditar mejor. "
BELIMPERIA:
¿Qué meditaciones en suspenso te tienen?
HORACIO:
Pienso en peligros pasados y goces futuros.
BALTASAR:
En placeres pasados y peligros futuros.
BELIMPERIA:
¿A qué peligros y goces te refieres?
HORACIO:
Peligros de la guerra y placeres del amor.
LORENZO:
Peligros de muerte agostan los placeres.
BELIMPERIA:
Los peligros olvida que la guerra es conmigo,
pero es una guerra de dulces combates.
Dime palabras tiernas que cmzaré con las mías.
Envía miradas dulces que cruzarás con las mías.
Escribe amantes palabras que cmzarás con las mías.
Dame besos ardientes que yo también te daré
para que en guerra amorosa de dulce paz gocemos.
HORACIO:
Dulce señora, has de decirme el campo
en que se celebrará la lidia para entablar el combate.
BALTASAR:
¡Villano ambicioso, has de pagar tu osadía!
BELIMPERIA:
Que las ramas verdecidas de la huerta de tu padre,

28
donde por vez primera amor nos juramos,
testigos sean de nuestro amor consumado. • - • >
La corte con sus peligros nos aceclia, '
el campo fiel con sus candores nos espera
y la hora vesperal con sus colores mirará
la aurora enrojecida de nuestra pasión vencida.
Los alados pájaros en trinos suaves
han de ser los únicos gemidos que escuchemos
junto con el ruiseñor que aumentará
con su plumaje amarillo la delicia sonora
de nuestros combates estrechos y amorosos.
Cada hora vivida será desde hoy un año eterno
hasta que nuestro amor un campo tenga.
HORACIO:
Volved, ahora, amada tan deseada,
a vuestros aposentos. Vuestro padre os aguarda
y sospechas leves impedir podrán nuestra delicia.
LORENZO:
El peligro te acecha miserable,
y ¡en celoso desafío tu alma ha de gozar
tan sólo en el infierno!

(Salen todos.)

Esci-na lü
(Entran el rey de España, el embajador de Portugal
y el duque de Castilla, séquito)
REY:
Hermano de Castilla, ¿al amor del príncipe
responde tu hija Belimperia?
CIPRIANO:
Aunque lo esquiva modesta,
como conviene a mujer,
ha de aceptar esas bodas
que es sagrado deber a su padre obedecer.
REY:
Embajador de Portugal, avísale a tu rey
que se prepare a esas bodas
y nuestra alianza sellará
el bien de nuestros pueblos.
Dote liberal y pródiga daré,
y como heredera de mi hermano, don Cipriano,
gozará de la mitad de sus tierras.

29
Y si las bodas se realizan
los tributos y parias cesarán;
y si de Baltasar tuviera un hijo
nuestro heredero será.
IM BAJADOR:
Ese consejo daré a mi gentil soberano
y en alegres bodas pronto nos veréis.
RtY:
Hacedlo, señor, y si consintiere, )
rogadle que estas bodas con su presencia realce.
EMBAJADOR:
¿No ordenáis otra cosa, señor?
REY:
A tu rey me saludas. Adiós.
¿Y de Baltasar no te despides?
EMBAJADOR:
Ya lo he hecho, mi señor.
REY:
No olvidéis el rescate
que por el príncipe pide
el que prisionero lo hizo,
Horacio, de nuestro mariscal, el hijo,
merece la recompensa de su guerrera hazaña.
liMBAJADOR:
Ese rescate se ha reunido ya
y pronto llegará a este reino.
REY:
Entonces adiós de nuevo.
EMBAJADOR: .
Adiós mi rey y señor,
adiós, duque de Castilla,
adiós, a toda la corte. (Sale.)
REY:
Ahora, querido hermano has de tomarte
el trabajo de convencer a tu hija,
pues las jóvenes doncellas
necesitan del consejo.
El amable príncipe de ella está enamorado
y si tu hija lo rechaza hace daño a nuestro Estado.
Yo al príncipe regalo con festines
que la corte magnánima le ofrece;
intenta tú ganar de tu hija los favores:
un rechazo quebraría nuestra alianza.

30 .
Escena IV
{Entran Horacio, Belimperia y Pedringano)

HORACIO:
Ahora que la noche con sus negras alas
la brillantez del sol comienza a cancelar
vayamos a la huerta, Belimperia,
de estas horas sombrías a gozar.
BELIMPERIA:
Te sigo, bienamado y no desmayo
aunque mi corazón palpita desmedido.
HORACIO:
De Pedringano ¿dudas?
BELIMPERIA:
No, es tan seguro como un doble.
Ve, Pedringano, vigila las entradas
y avisa si alguien se acercara.
PEDRINGANO:
(Parte.) No vigilo, en cambio espero
más dinero de Lorenzo que aquí viene.
HORACIO:
¿Por qué tan melancólica, mi amor?
BELIMPERIA:
No lo sé, bienamado
pero mi alma recela la traición.
HORACIO:
No temas dulce amiga, que los elementos conjurados
cita se han dado para que el placer gocemos,
las estrellas y la luna no brillan hoy
y el sol muy temprano se ha ocultado
para con su oscuridad cubrir el desvarío.
BELIMPERIA:
Has ganado, Horacio amado, y olvido mis temores
para en tu pecho albergar mis miedos;
sentémonos que el placer empieza en el descanso.
HORACIO:
De verdes ramas rodeada, pareces Flora
de sus amadas plantas coronada.
BELIMPERIA:
¡Ay! , si Flora así nos viera, tan cercanos,
de Belimperia celos ya tuviera.

31
HORACIO:
Escucha, señora, de los pájaros los trinos '
celebrando alegres tu reinado.
BELIMPERIA:
No, que Cupido al ruiseñor ha hurtado
su dulce canto para festejar a Horacio.
HORACIO:
Si Cupido canta. Venus no está lejos.
¡Ay, y tú eres Venus y todas las estrellas!
BELIMPERIA:
Si Venus fuera. Marte tú serías
y donde Marte está, empiezan los combates.
HORACIO:
Iniciemos del amor el placentero duelo:
dame tus manos caras para luchar en contra de las mías.
BELIMPERIA:
Siente de mis miembros el temblor estremecido.
HORACIO:
Con la tierna mirada habré de vulnerarte.
BELIMPERIA:
Ten cuidado que un beso te he lanzado.
HORACIO:
Así respondo yo a tu dardo enamorado.
BELIMPERIA:
Y para coronarme reina del campo de batalla,
tu yugo han de ser mis brazos enlazados.
HORACIO:
No, que mis brazos son anchos y espaciosos
y sobre tu cuerpo serán la dura viña.
BELIMPERIA:
¡Oh!, dejadme ir que en mis nublados ojos
puedas leer que de pasión yo muero.
HORACIO:
¡Ah! , junto a ti he de morir, también, amada,
yo te he vencido y tú me has conquistado.
BELIMPERIA:
¿Quién está allí? ¡Pedringano! ¡Nos han traicionado!
{Entran Lorenzo, Baltasar, Pedringano y Serberino disfrazados.)
LORENZO:
Señor, apartadla, fuera con ella.
Caballero, tu valor es conocido. Matadlo pronto.
{Lo cuelgan de un árbol)
HORACIO:
¡Qué! ¿Osaréis matarme?

32
LORENZO: ,
Sí y de esta manera, goza del amor los fmtos.
{Le dan de puñaladas.)
BELIMPERIA:
Salvadlo y dejadme morir en su lugar
sálvalo hermano, sálvalo, Baltasar,
yo amaba a Horacio, el no me amaba.
BALTASAR:
Pero Baltasar ama a Belimperia.
LORENZO:
Ahora recibe Horacio de su ambición el premio,
muerto está y por ello muy arriba.
BELIMPERIA:
¡Asesinos! ¡Asesinos! ¡Socorro, Jerónimo, Socorro!
LORENZO:
¡Tapadle la boca, vamos!

{Salen.)

Escena V
{Entra Jerónimo en camisón.)

JERÓNIMO:
Gritos siniestros de mi lecho me han sacado,
helando de mis venas el correr preciso;
mi corazón templado sucumbe temeroso.
¿Quién llama a Jerónimo? Aquí estoy.
Aún velaba y esto no es un sueño amargo:
Gritos oí que una mujer, violenta, profería,
en este jardín salvarla presto quiero
antes que se apaguen sus trágicos lamentos.
¡Qué veo! ¡Atroz y mísero espectáculo!
Un hombre está colgado y sus asesinos han huido,
y ¡en mi jardín para el crimen imputarme!
Este lugar es placentero y no para la muerte.
{Baja el cadáver.)
Las ropas las conozco:
Este cadáver es de Horacio, el hijo amado.
Habla, cuerpo del que fuera mi hijo,
si soplo de vida aún en tu cuerpo cabe.
Mira que soy tu padre. ¿Quién te ha matado?
¿Cuál monstruo execrable? Ningún humano
regodearse podría en este lindo huerto
con tu sangre inocente y derramada

33
dejando tu cadáver mutilado. ,
Yo quedo aquí envuelto entre las sombras, .
ahogado en el mar lacrimoso de mis ojos. •
¡Oh cielos! ¿Por qué, dime, atroz noche,
del crimen has encubierto los designios?
Que de día hechos tenebrosos no ocurrieran.
¡Oh tierra!, ¿por qué no devoraste a los profanos
que anegaran tus surcos con mi sangre?
¿Qué mal habías hecho, hijo amado
para esta vida dejar aún tan joven?
¡Oh sangriento criminal! ¿Cómo pudiste
la virtud y el coraje estrangular?
¡Ay desgraciado, que tu bien más querido
de esta guisa así has perdido!
ISABKL:
{Entra Isabel.)
La ausencia de mi esposo mi pecho aterroriza.
¡Jerónimo!
JERÓNIMO:
Ven, Isabel, une tu llanto al mío;
lágrimas y suspiros he agotado.
ISABEL:
¿Qué veo? ¡Negros mundos de pena!
¿Quién de este crimen autor ha sido?
JERÓNIMO:
Saber del asesino el nombre
ha de aliviar la pena.
ISABEL:
Se ha ido llevándose la vida de mi hijo.
¡Salid lágrimas a raudales, inundad mi rostro!
¡Soplad suspiros y levantad tormentas implacables
que la desgracia ha quebrado nuestras vidas!
JERÓNIMO:
Tierna flor cortada antes de tiempo,
bueno y valiente hijo, no fuiste conquistado,
la traición llegó temprano a mutilarte.
ISABEL:
Cerraré los cristales de sus ojos
espejo fiel de mi anterior delicia.
JERÓNIMO:
Este pañuelo de sangre tan manchado
de mí no apartaré hasta tomar venganza.
Estas heridas frescas aún, abiertas sangran,
34
y no han de cerrarse sin venganza. , •
Mi llanto entonces detenerse puede
y mi pena quizás en algo se aminore. , ,
ISABEL:
La celestial justicia no esconde el crimen,
el tiempo es justiciero y de la verdad custodia
y la traición a tiempo descubrirse debe.
JERÓNIMO:
Tu quebranto disimula, esposa amada,
que pronto descubriremos la conjura.
Hoy, en triste ceremonia, a nuestro hijo
{levantan el cadáver)
hemos de arrancar de este lugar maldito.
{Toma su espada y la coloca en su pecho.)
Con hierbas varias que florecen en la primavera
he de hacer una pócima que a mi mal cure
o me lance a los abismos del olvido.
Quizás mejor, por semillas ya corruptas
pueda entrar en las plazas luminosas del veneno
que, diligentes, preparan los magos y herbolarios,
y cuando sin sentido me aleje de este mundo aleve
tu rostro ya sin vida no veré.
¡Mas, qué delirio tan funesto!, que si muero
tu martirio no habrá de ser vengado.
Vivamos pues, y a los criminales persigamos.
{Arroja la espada y se lleva el cadáver.)

Escena VI
(Espectro de Andrés y la Venganza)

ANDRÉS:
¿Por qué de mis penas los tormentos, aumentar quieres?
De la muerte de Baltasar quiero alegrarme
y con espanto contemplo la muerte del amigo
y de mi Belimperia los quebrantos.
VENGANZA:
Cosechar el trigo verde, es obra de dementes.
Espera, Andrés, a que la planta se madure. '
Y Baltasar en rápido viraje de Fortuna
sienta sobre su pecho la hoz de tu Venganza.

35
A C T O III

Escena I

(Entran el virrey de Portugal,


nobles, Alejandro, Viluppo)

VIRREY:
Triste condición la de los reyes:
reinar al lado de la inerme duda,
situados en la majestuosa cima
que con violencia gira repentina:
suerte vendida que nos sostiene o tira.
Jamás las olas revueltas por el viento,
sufren lo que Fortuna convulsiva
hace sufrir con despiadada mano,
a los que en la frente llevan la corona.
Temor, odio y respeto almibarado
son siempre funestos a los reyes.
Miradme, ahora, ciudadanos, de mi hijo privado
por el odio gratuito de un falso cortesano.
NOBLE:
Nunca pensé que cual serpiente venenosa
el odio en el corazón de Alejandro se filtrara,
pero obras y palabras son contrarias.
VILUPPO:
Si como yo, hubieseis visto el odio embozado de sus ojos
cuando en el campo de batalla
a Baltasar traidor le fue.
Más hubiera pensado que en el cielo
el astro rey inconstante se mostrara,
cambiando el curso de la hora,
que a su príncipe así lo traicionara.
VIRREY:
No digas mas, Viluppo, mi corazón alberga el duelo
y tus palabras asesinan mi consuelo.
El falso amigo será hoy ejecutado.

36
su castigo bastante se ha aplazado.
Traed al traidor y al verdugo.
{Entra Alejandro con un soldado y alabarderos.)
NOBLE:
Cuando la muerte viene, resignación hay que mostrar.
ALEJANDRO: • ,
¡Cómo paciente puedo ser en este extremo!
Si de esta vida conozco el desconsuelo,
el bmsco cambio, las maldades y los vicios.
NOBLES:
Espera lo mejor. \
ALEJANDRO:
Del cielo espero,
que la tierra está corrupta
y la abyección no tiene precio.
VIRREY:
¿Por qué os detenéis? Traed al criminal:
la muerte colme su traición artera.
ALEJANDRO:
A la muerte no le temo, que soy noble
(y el temor es propio de serviles).
Temo morir con esta mancha
que me imputan los traidores.
Yo ante el cielo así lo juro:
soy hombre libre de traiciones.
VIRREY:
Ni una palabra más, a la tortura,
en las flamas de la hoguera
su crimen debe expiar.
{Lo atan a la estaca.)
ALEJANDRO:
Viluppo, mi muerte injusta sobre tu cabeza caiga.
VILUPPO:
No me amenaces, Alejandro;
puede empeorar tu suerte.
¡Traidor, perjuro! ¡Monstruo homicida!
{Entra el embajador.)
EMBAJADOR:
¡Deteneos! Su Majestad me perdone.
¡Sujetad a Viluppo!
VIRREY: ~
¿Qué noticias te obligan
a obrar con esta violencia? - '

37
EMBAJADOR:
Señor, el príncipe vive.
VIRREY:
¿Qué decís, señor? ¡Mi hijo!
EMBAJADOR:
El hijo de Vuestra Alteza vive;
con estos ojos lo he visto.
España con festines lo invita
a ser su futuro heredero.
Mi escolta puede decíroslo
y las cartas de los reyes.
{Entrega cartas.)
{El virrey lee en voz alta las cartas.)
VIRREY:
Tu hijo vive y el tributo se ha rendido ^
y con regocijo la paz se ha celebrado
resolvamos con prudencia los negocios
que honores y glorias serán la recompensa.
EMBAJADOR:
Más cartas te doy. Alteza.
{Le entrega otras.)
VIRREY:
¡Maldito embustero! ¿Así mi fe has ofendido
atentando contra el honor de nuestro amigo Alejandro?
ALEJANDRO:
Excelente señor, tu ánimo certero,
de mí levanta la condena
y mi inocencia brilla reflejada
en la impudicia infernal de mi verdugo.
VIRREY:
Viluppo, aclara pronto.
¿Por qué has jugado esta traición '
contra Alejandro, el amigo querido
de quien nunca antes había desconfiado?
Sólo la muerte del hijo más querido
puede inclinar la imaginación violenta
a dar crédito a la injuria.
¡ Llevadlo a la tortura!
ALEJANDRO:
¡Traidor, miserable! ¡Confiesa!
¿Por qué con infamia en mí te has ensañado?
VILUPPO:
Acepto la suerte y me resigno:

38
mi vil hazaña no queda sin castigo • .
y quede siempre en la memoria de quienes
envidiosos matar quieran a los nobles. '
Quise alejar del rey al favorito, .. ,
muero ahora maldecido y en oprobio.
VIRREY:
¡Canalla, con tu muerte has de pagarlo!
Y en torturas, con ferocidad pensadas,
morirás como enseña de la infamia.
(Alejandro pretende interceder.)
No intentes nada, Alejandro,
su suerte decretada ha quedado.
(Sale Viluppo.)
Alejandro, he de honrarte con públicas proclamas
y tu lealtad brillará enaltecida.
Atendamos ahora a los asuntos del Estado
y al poderoso rey de España contestemos.
Sigúeme, Alejandro, deseo tu compañía.
(Salen.)

Escena II
(Entra Jerónimo)

JERÓNIMO:
Ojos, los mis ojos, fuentes anegadas en llanto;
vida, ya no eres vida, forma inane de la muerte;
mundo, ya no eres mundo, sino pública perfidia
confusa, repugnante, por actos delictuosos.
Cielos sagrados. ¡Contestadme! Esta infamia,
este inhumano y bárbaro martirio
de mi hijo, ahora ya no mi hijo,
descubrirse pronto debe
si aún existe la Justicia.
Pues sin ella, ¿cómo quedarían los justos?
Noche lóbrega, confidente de mi llanto
en pesadillas siniestras y vociferantes,
de mi lecho me levantas.
Feos demonios de colas flameantes pasan
y llevan mi corazón por desconocidas sendas.
El día nebuloso recuerda mi descontento
para registrar, temprano, de mis sueños el espanto,
y precipitarme a buscar al culpable.

39
Ojos, vida, mundo, cielo, noche, infierno, día.
Buscan, siguen, muestran para encontrar una pista...
{Cae una carta)
¿Qué es esto?, ¿una carta?, ¿papeles para Jerónimo?
Sin tinta he recurrido a la sangre
para escribirte esta carta, descubriéndote
de los criminales la infamia.
El malévolo Lorenzo presa me tiene,
en criminal alianza con Baltasar;
pues mi hermano y él han sido
de tu hijo los asesinos.
Jerónimo, venga la muerte de Horacio,
y que tu suerte mejor que la de Belimperia sea.
¡Qué carta tan misteriosa!
¿Mi hijo por Baltasar y Lorenzo asesinado?
¿Qué causa contra él tenían?
¿Qué te mueve, Belimperia, a acusar a tu hermano?
Ten cuidado, anciano, la traición siempre te acecha
y esta trampa se ha tendido para quitarte la vida.
Busca mejores consejos y aparta credulidad
que esta maniobra en peligro te coloca.
Si a Lorenzo acuso, su odio me ha de seguir
y mi vida puede encontrarse en el cepo de la muerte.
Horacio, amado hijo, la venganza yo persigo
y si mi cuerpo arriesgo, la venganza ya vacila.
Debo vivir para completar la trama
y consagrarme quiero a descifrar el escrito
que con tinta sangrienta a la venganza me llama.
Junto al palacio del duque, a Belünperia veré,
para trazar definidas las líneas del nuevo drama.
{Entra Pedringano.)
¡Eh, Pedringano!
PEDRINGANO:
Dime, Jerónimo.
JERÓNIMO:
Y tu señora, ¿dónde está?
PEDRINGANO:
No lo sé, aquí viene mi señor.
{Entra Lorenzo.)
LORENZO:
¿Qué pasa? ¿Quiénes? ¿No es Jerónimo?
JERÓNIMO:
Señor.

40
PEDRINGANO: . ' -
Pregunta por mi señora.
LORENZO;
¿Qué pasa, Jerónimo? El duque, mi padre,
de este palacio la aleja por asuntos muy privados.
Si un mensaje quieres darle, yo puedo,
de tu parte, hacerle saber qué quieres.
JERÓNIMO:
Gracias, señor, una comisión tenía,
pero muy importante no era. Lamento
que por desgracia de este palacio se aleje.
LORENZO;
¿Por qué no me das el maisaje?
JERÓNIMO;
¡Oh, no, señor, no debe ser!, no me atrevo;
humildemente a Vuestra Alteza agradezco.
LORENZO;
Adiós, entonces, señor.
JERÓNIMO:
Mi pena no tiene nombre, ni mis pensamientos lengua.
(Sale.)
LORENZO;
¿Has visto, Pedringano?
PEDRINGANO;
Sí, señor, y grandes sospechas tengo.
LORENZO;
El maldito Serberino ha sido.
PEDRINGANO;
No lo creo, mi señor, que mi compañía
ni un momento ha dejado.
LORENZO;
Quizás sea cierto, pero su condición es tal,
que palabras falsas y alabanzas en traidor
pueden convertirlo. Conozco sus humores
y arrepentirse puede de esta empresa.
Para prevenir lo peor, Pedringano,
recibe estas doradas monedas y escucha.
(Le da oro.)
Esta noche debes (Has de tomarlo en cuenta.)
encontrar a Serberino en el parque de San Luigi (sic);
atrás de esta casa, sabes que está situado.
Vigila allí y cuando aparezca lo matas,
porque morir debe si queremos vivir nosotros.

41
PEDRINGANO:
¿Cómo irá hasta aüí?
LORENZO:
Eso yo ya lo resuelvo. A Serberino lo mando
a encontrarse conmigo y con el príncipe.
PEDRINGANO:
Se hará, señor, se hará y me voy,
pues armado bien debo estar para matado mejor.
LORENZO:
Cuando suceda ese hecho, tu suerte mejorará,
bien lo sabes, Pedringano.
{Sale Pedringano.)
{Entra un paje.)
PAJE:
¿Señor?
LORENZO:
Ve a buscar a Serberino y de mi parte le ordenas
que con el príncipe y conmigo en el Parque
ha de encontrarse esta noche.
Que la hora sean las ocho en punto.
Que no falle, se lo ordenas.
PAJE:
A su encuentro vuelo.
{Sale el paje.)
LORENZO:
Para confirmar este plan que te has forjado
he de vigilar tus pasos y por orden regia
los guardias han de cuidar el parque amigo
donde Pedringano matará a Serberino.
Así trabajar debemos para evadir sospechas
y matando un mal con otro, prevendremos
de la venganza de Jerónimo, el castigo.
De mi pecado conozco la secreta falta
y si ellos por monedas su alma venden
han de recibir su precio; más vale mi vida,
aunque sin ella se queden los plebeyos.
No han de vivir, que en ellos no confío;
en mí confianza tengo, que soy mi aniigo,
ellos morirán, pues ése es el fin de los esclavos.
{Sale.)

42
, Escena III
{Entra Pedringano con una pistola)

PEDRINGANO:
Ahora, Pedringano, sostén en alto la pistola
y recibe siempre los favores de Fortuna.
El oro tengo, éste es el precio prometido; '
ya no es un sueño en el que me aventuro,
aunque Pedringano poseído va por él.
He de cumplir con quien liberal me ofrece
el rico contenido de su bolsa. Y si me capturasen,
este lugar es por demás seguro
y cumpliré mi misión en el silencio.
(Entra el guardia.)
GUARDIA:
Con asombro indago cuál es el motivo
de vigilar con especial cuidado este lugar.
Orden del rey he recibido y cuidarlo debo.
La mansión del duque de Castilla que atrás queda,
por vez primera, habremos vigilado, atentos.
Mas ¿a qué indago? , si obedecer es la consigna.
{Entra Serberino.)
SERBERINO:
Espera, Serberino, calma el paso
que el paje de mi amo don Lorenzo,
aquí me ordenó que lo esperase.
¡Qué lugar tan sombrío, me da miedo!
PEDRINGANO:
La presa se acerca hasta mis manos.
Anda Pedringano, ármate de valor.
SERBERINO:
¿Por qué tardará tanto mi señor?
¿Por qué tan tarde aquí me cita?
PEDRINGANO:
Por esto, Serberino, descubre aquí la causa.
{Dispara la pistola.)
Yace muerto y mi promesa se ha cumplido.
GUARDIA:
Oíd, caballeros, un tiro de pistola,
hay uno muerto y allí se queda el asesino.
PEDRINGANO:
Por las almas que en el infierno penan,
si alguno me tocase, le rezaré como a difunto.
{Pelea con el guardia.)

43
GUARDIA:
Confiesa miserable. Deja el juego.
¿Por qué sin piedad a este hombre has matado?
PEDRINGANO:
Porque muy tarde se paseaba solo.
GUARDIA:
Ven, amigo, que más te hubiera valido
guardar el lecho que asesinar a un hombre.
Ven, con el mariscal te llevaremos.
Llevad al asesino con Jerónimo y levantad el cuerpo.
PEDRINGANO:
¿Jerónimo? Llevadme con quien sea,
haced lo que queráis, a todos desaft'o.

Escena IV
(Entran Lorenzo y Baltasar)

BALTASAR:
¿Por qué del lecho fuera estáis de madrugada?
LORENZO:
Para prevenir temprano la desgracia.
BALTASAR:
¿De qué desgracia desconfiáis?
LORENZO:
Los males más terribles no advertimos
y los daños no esperados nos destrozan.
BALTASAR:
Decid, decid, Lorenzo, ¿qué teméis?
Si a mi honor y al tuyo así conviene.
LORENZO:
Ni vos, ni yo, señor, los dos.
Que ya sospecho, y con razones,
que de la muerte de Horacio
Jerónimo ha sabido por traición
de nuestros dos esclavos.
BALTASAR:
¿Traición? Callad, Lorenzo.
LORENZO:
La conciencia del pecado agravada
por antiguos males, no puede equivocarse.
Persuadido estoy de que de todo Jerónimo
está enterado. He preparado. . .
{Entra el paje.)

44 .
pero aquí está el paje. ¿Qué noticias traes?
PAJE:
Señor, Serberino ha sido asesinado.
BALTASAR: -
¿Quién? ¿Serberino, mi criado?
PAJE:
Tu criado, señor.
BALTASAR:
Habla, ¿quién lo ha matado?
PAJE:
Quien por esa causa aprehendido ha sido.
BALTASAR:
¿Quién?
PAJE:
Pedringano.
BALTASAR:
Serberino, mi buen servidor, ha muerto.
¡Asesino sin entrañas! ¡Traidor vendido!
LORENZO:
¿Pedringano ha matado a Serberino?
Permitidme, señor, cuidar de la venganza
llevando al rey la queja vuestra.
BALTASAR:
Debe morir, Lorenzo, que su traición pague.
El rey negar no puede este derecho.
(Sale Baltasar.)

LORENZO:
La experiencia enseña al sabio y la trama se completa.
Urdo un macabro plan y él, diligente, lo ejecuta.
Pongo una trampa, y él rompe la quebradiza rama
sin ver que, incauto, el pájaro allí pierde la vida.
Los hombres muy confiados que conservarla quieran
como a cazadores de aves han de mirar a sus amigos.
A matar corro a quien yo mismo he puesto preso,
y ningún hombre viviente de este plan tiene noticia.
No hay que confiar en muchos, ni aun en uno,
pues los hombres mismos sus propios secretos muestran.
{Entra un mensajero con una carta.)
Muchacho.
PAJE:
¡Señor! ' •
LORIvNZO:
¿Quién es?

45
MENSAJERO:
Traigo una carta para Su Alteza.
LORENZO:
¿De quién?
MENSAJERO:
De Pedringano que en prisión se encuentra.
LORENZO:
¿En la prisión está? ¿Es eso?
MENSAJERO:
Así es, mi señor.
LORENZO:
Y a nosotros ¿qué nos quiere? Aquí se lee:
"Señor, de ti socorro espero".
Dile que su carta recibo y sé su estado
que he de tomarlo en cuenta. Vete,
que mi paje pronto ha de seguirte.
(Sale el mensa/ero.)
Esto trabaja como cera; pero hable el ingenio.
Paje, lleva esta bolsa de oro a Pedringano.
Conoces la prisión, en secreto se la entregas,
dile que confiado espere, sin mostrarlo,
que aunque el juicio deba celebrarse hoy,
he de librarlo. Que su perdón ya se ha firmado.
Aunque su muerte parezca ya cercana, que no tema
que he de agotar todos los recursos.
Enséñale esta caja y avísale que su perdón
aquí se encuentra. Mas no has de abrirla,
que la vida te va en ello. Que en secreto se la guarde:
nada ha de faltarle mientras don Lorenzo viva.
Ponte en camino.
PAJE:
Iré volando, señor.
LORENZO:
Con diligencia y celo sabrás ejecutarlo.
(Sale el paje.)
De simples minucias depende nuestra Fortuna
Hoy confirmas, o niegas tus sospechas ¡oh, Lorenzo!
Sólo una diligencia falta: visitar al verdugo.
Mas ¿con qué fin? No he de confiar al viento
mi relación con el preso, que mis palabras pueden
en el aire movedizo de la duda dispersarse.
E quel que vogiio li nessun le sa,
Intendo lo quel me bastara. {Sic.) {Sale.)

46
I • ' Escena V
(Entra el paje con la caja)

PAJE:
Mi amo me ha prohibido abrir esta caja y mi juramento me ha pedi-
do; si no me hubiese avisado, no me picaría tanto la curiosidad, por
que nosotros hombres, cuando niños, a las mujeres nos parecemos en
todo; cuando algo prohibido tienen, la curiosidad las mueve, como a
mí en este momento. ¡Por mi inocencia desnuda, aquí no hay nada,
sino la caja vacía! Si con mis ojos no lo hubiera visto no lo creería.
No puedo sino sonreír cuando pienso que el villano ha de burlarse de
sus jueces, escarneciendo al verdugo y mofándose de su público, y
confiar en la caja donde su perdón tiene. Broma macabra sería que a
su lado me pusiera remedando sus tristes chistes y señalando a la caja
le dijera: "aquí tu perdón tíenes". Qué buria tan despreciable cuan-
do un hombre de la muerte así se mofa. Pobre Pedringano, por ti
siento lástima, pero no podría llorarte si junto a ti me colgaran.
{Sale.)

Escena VI
(Entran Jerónimo y el diputado)

JERÓNIMO:
En la suerte final de otros hombres nos empeñamos
sin encontrar remedio a la nuestra.
Hay que impartir la Justicia, mientras se yerra
contra nosotros y no se cumple el castigo.
¡Ay! ¿Cuándo llegará el día en que de los cielos
la Justicia mane y de mis males conozca la causa?
Esta incertidumbre termina con mi vida
esta amargura a mi cuerpo fatiga,
este yugo de necesidad que me obliga
a rendir justicia a los hombres
cuando ni dioses ni hombres, justicia muestran conmigo.
DIPUTADO:
Caro Jerónimo, tu rango te obliga a imponer la Justicia.
JERÓNIMO:
Es mi deber también velar por aquel que en vida
llevó mi preciosa sangre. Pero voy a cumplir mi oficio.
{Entran oficiales, el paje, y Pedringano, con una
carta en la mano y atado.)
DIPUTADO:
Traed al condenado, que el Jurado espera.

47
PEDRINGANO:
Bienvenido seas, muchacho, tu ausencia me apenaba;
a mi señor le he escrito una nueva carta
que a su salud concierne. Temí que se hubiere olvidado
de mí, pero si de mí se acuerda.. .
Vamos, proseguid el juicio.
JERÓNIMO:
¡Adelanta el paso, monstmo impudente, asesino!
Y para satisfacción del mundo que te contempla
has de confesar tu crimen y tu locura.
¡Arrepiéntete, que frente al cadalso estás!
PEDRINGANO:
Fácil trabajo es confesarte, mariscal,
que a la muerte no le temo. Yo soy el hombre, señor.
Yo asesiné a Serberino. ¿Pero piensas, señor,
que aquí es donde debo morir?
DIPUTADO:
¡Ay, Pedringano!
PEDRINGANO;
No pienso así.
JERÓNIMO:
¡Paz, descastado!, que pronto la encontrarás;
la sangre se paga con sangre y mientras juez yo sea
la ley deberá cumplirse, aunque conmigo se falte.
Apura, la falta confesad y reprobada
dadle castigo de muerte.
VERDUGO:
Está listo, ven.
PEDRINGANO;
¿Para qué, pillo untuoso?
VERDUGO:
A continuar el negocio.
PEDRINGANO:
Vas muy lejos. Quieres ponerme el dogal para llevarte mi cuerpo.
He de cambiar mi ropaje por el de la soga. Ahora veo, verdugo, tu
bribonería, pero no te lo permito, si no gano algo a cambio.
VERDUGO:
Ven, te digo.
PEDRINGANO:
Así, ¿debo subirme?
VERDUGO:
Sin remedio.
PEDRINGANO;
Sí, pero si subo caigo.

48 '
VERDUGO:
Para eso existe un remedio.
PEDRINGANO:
¿Que me descuelguen?
VERDUGO:
Eso es. ¿Estás listo? Apura que el día termina.
PEDRINGANO:
¿Qué? ¿Cuelgas a destajo? Si ésa es tu costumbre, puede ser
que hoy la rompas.
VERDUGO:
Tienes razón, pero quizás yo rompa tu cuello.
PEDRINGANO:
¿Te burlas de mí, verdugo? Dios quiera que no te rompa la cresta.
VERDUGO:
Ya está muy abajo para alcanzarme y espero que nunca crezcas lo
suficiente para cumplir tu amenaza.
PEDRINGANO:
Bribón, ¿ves ese muchacho con una caja en la mano?
VERDUGO:
¿El que señala con el dedo?
PEDRINGANO:
Ese.
VERDUGO:
No lo conozco; ¿qué hay con él?
PEDRINGANO:
¿Crees que antes de que tú mueras, esa vieja carroña pueda
ayudarte a construir otro ahorcado?
VERDUGO:
Durante muchos años he de ahorcar a hombres peores
y mejores que tú y él.
PEDRINGANO:
¿Adivina qué tiene en esa caja?
VERDUGO:
A fe mía que no lo sé, ni tampoco me importa. Ocúpate mejor de la
salud de tu alma.
PEDRINGANO:
Verdugo, creo que lo que es bueno para el cuerpo, lo es también
para el alma, y quizás en esa caja haya bálsamo para los d o s . . .
VERDUGO:
Nunca antes vi carne de horca tan alegre gimiendo ante mi puerta.
PEDRINGANO:
Tu picardía recibe ese oficio con nombre de bellaco.
VERDUGO:
Y todos testigos serán de que lo sellas con el nombre de ladrón.

49
PEDRINGANO:
Te ruego, llama a ese paje para que me tenga compañía.
VERDUGO:
Así se piden las cosas. Ved, señores, ahora se porta
como un buen chico.
PEDRINGANO:
Ahora me doy cuenta de que lo soy. Déjalos solos hasta mejor
ocasión, no los necesito.
JERÓNIMO:
¡Canalla miserable! ¡Oh, tiempos monstruosos!
Hoy el crimen se mira con ligereza
y el alma que en altar celestial debe guardarse
en reUquias prohibidas se solaza,
vagando siempre por los espinosos caminos
que impiden conquistar la eterna felicidad.
¡Asesino! ¡Criminal sanguinario! Dios no permita
que una falta tan grande escape sin su castigo.
Despacha, esta sentencia de muerte ejecuta.
De la muerte de mi hijo este maiester me acuerda.
{Sale Jerónimo.)
PEDRINGANO:
No hay prisa, tranquilo.
DIPUTADO:
¿A qué esperas? ¿Crees merecer la vida?
PEDRINGANO:
Claro.
VERDUGO:
Y ¿cómo?
PEDRINGANO:
Por el perdón del rey.
VERDUGO:
¿Y eso esperas?, hay que terminar contigo.
{L'o cuelga.)
DIPUTADO:
Tu deber has cumplido, verdugo. Descuélgalo.
Su cuerpo yacerá sin sepultura
pues la tierra con él se contamina,
el cielo lo rechaza y los hombres lo abominan.
{Salen.)

50
Escena VII
(Sale Jerónimo)

JERÓNIMO:
¿A dónde ir para gritar mis penas,
penas que a la tierra cansan?
Mis exclamaciones han saturado el aire
con quejas incesantes por la muerte de mi hijo.
Los vendavales se agregan a mis palabras
moviendo con lamentos los árboles ya sin ramas.
Las praderas tranquilas se despojan de sus flores
y en las montañas crecen pantanos con mis lágrimas
para romper, inclementes, las entradas del infierno.
Atormaitada se queda mi alma adolorida
de múltiples suspiros y llantos contenidos,
y los vientos alados tocan en las ventanas
de los cielos más brillantes y pulidos
exigiendo la venganza y el castigo.
Pero venganza y castigo se encumbran imperiales
con murallas de diamante que mis quejas no atraviesan.
{Entra el verdugo con una carta.)
VERDUGO:
Señor, Dios te bendiga. El hombre, el Petregrado ése, aquel que con
alegría esperaba.. .
JERÓNIMO:
Sí, ¿qué hay con él?
VERDUGO:
Se fue por el lado malo, aunque tenía para el bueno alguna salida
alegre. Aquí está su pasaporte; creo que fuimos injustos con él.
JERÓNIMO:
No sufrirás nada. Dame el papel.
VERDUGO:
¿Entre la horca y mi vida estarás?
JERÓNIMO:
Ya lo sabes.
VERDUGO:
Con humildad lo agradezco, mi señor.
{Sale el verdugo.)
JERÓNIMO:
Penas mayores me atormentan.
Calmemos con las ajenas las nuestras
y demos lectura a esta carta:
"Señor, os escribo ya muy cerca de la muerte

51
para que mí castigo no se lleve a efecto;
si me olvidáis, mi vida estara perdida
y al morir la verdad revelaré.
Sabéis, señor, que muerto quedó por mando
vuestro y, confederado con vos y con el príncipe,
ganados por promesas y por recompensas premiados,
ayudamos a asesinar a don Horacio."
¿Confederado con el príncipe y Lorenzo,
a don Horacio mataste, a quien sólo favores debías?
¿Qué han oído mis oídos y leído estos mis ojos?
Actores de esta tragedia malvada
Lorenzo y Baltasar, el príncipe, han sido.
¡Cielos sagrados, que este hecho tan monstmoso
tan escondido quedaba todo este largo tiempo!
Ahora veo que la carta con sangre escrita
obra fue de Belimperia que prisionera se encuentra.
No había ella mentido que el príncipe y don Lorenzo
a mi hijo, a la princesa y a mí mismo habrán matado. "
¡Pero no quedará impune este crimen tan nefando!
¡Oh Baltasar malvado! ¿Esa fue la recompensa
que mi Horacio por tu persona esperaba?
¡Desdichada la causa de estas guerras!
¡Malditos tu bajeza y cautiverio!
¡Desdichado nacimiento, y tu cuerpo y tu alma,
padre maldito, del alma domeñada!
¡Aleje la tierra con espanto
el día y la hora en que tú lo perdonaste!
Palabras vanas que en el viento se malgastan
pues la sangre sola puede redimirlas.
Ante el rey, mi señor, he de quejarme
y justicia he de pedir ante la corte,
y el pedernal se ablandará bajo mis pies
y lograré justicia con mis roncos gritos
y alcanzaré el castigo con ritos de venganza.
(Sale.)

Escena VIH
(Entran Isabel y su doncella)

ISABEL:
¿Dices que esta hierba ha de purificar el ojo
y estotra la cabeza?

52
Pero ninguna puriñcará el alma,
que medicina no hay ya para mi pena,
ni hierba alguna a los muertos resucita.
(JSe vuelve loca.)
¡Horacio! ¿Dónde está mi Horacio?
DONCELLA:
No espantéis esta calma, señora,
que vuestro hijo Horacio duerme tranquilo
en los senderos verdecidos de los Campos Elíseos.
ISABEL:
¿No te he dado, hijo, bellas ropas y un silbato,
un látigo y un caballo para castigarlos?
DONCELLA:
Señora, esos delirios inquietan mi alma.
ISABEL:
Alma, elevada por alas de plata
me llevas hasta los nevados montes celestiales
para sentarme con Horacio en compañía
de mbios quembines que nos curen las heridas,
y entre cantos sagrados y notas magistrales
su gloria y su inocente muerte canten.
¡Decidme!, ¿dónde he de buscar al asesino?
¿Quién a mi Horacio mató? ¡Quiero encontrarlo!
(Salen.)

Escena IX
(Belimperia en un balcón)

BELIMPERIA:
¿Qué significa esta afrenta,
por qué de la corte me alejan?
¿No he de saber la causa de esta villana conducta?
¡Hermano maldecido, despiadado verdugo!
¿Qué te mueve así a martirizarme?
Jerónimo, ¿por qué a mi carta no contestas?
¿Careces de fuerza para la venganza?
Andrés, ¡oh, Andrés! ¡Que por tu amigo Horacio
así me veas maltratada y a él, por mi causa, asesinado!
Paciencia he de tener, que el cielo,
condolido, de mi prisión triste
las puertas férreas abrirá.
(Entra Cristobalillo.)

53
CRISTOBALILLO:
Ven, señora Belimperia, de aquí no has de salir.
(Salen.)

' Escena X
(Entran Lorenzo, Baltasar y el paje)

LORENZO:
No hables más, muchacho. ¿Lo has visto muerto?
PAJE:
Que si viviera, muerto yo estaría.
LORENZO:
¡Basta!
Que su resolución la guarde en el infierno.
Toma mi anillo y a Cristobalillo lo entregas,
diciéndole que mi hermana debe volver a la corte.
(Sale el paje.)
Política escondida que el misterio guarda,
me obliga ahora a explayarme con mi hermana.
BALTASAR:
El tiempo apremia porque el duque, Lorenzo,
tú lo oíste, por ella ha preguntado.
LORENZO:
¿No habéis oído que razón bastante
he aducido para explicar su ausencia de la corte?
Pero es lo mismo. ¿La amáis, señor?
BALTASAR:
Bien lo sabéis.
LORENZO:
Pues en tu amor no confíes, que con astucia obrarás,
salvando las sospechas y a mí me tranquilizas.
Si acaso ella con nosotros tratar quiere
con calma suave la manejas,
y ocultas lo que daño hacernos puede. Mas allí viene.
{Entra Belimperia.)
¡Hermana!
BELIMPERIA:
¿Hermana? No.
Que enemigo y no hermano te muestras,
pues que a este trato me obligas
en el terror que tus armas me inspiran,
entre las lanzas que brillan y las amenazas
de los rufianes que tu palacio guardan.

54
A encerrarme fuera del mundo me fuerzas.
¿Qué furiosa locura tu mente posee,
o en qué he podido ofenderte?
LORENZO:
Tus palabras cuida, Belimperia,
que no te he obligado a maltrato,
sólo buscaba salvar nuestro honor.
BELIMPERIA:
¿Mi honor? ¿Cuál es la falta que te obliga
a vigilar mi conducta para salvar mi honor?
LORENZO:
Su Alteza y mi padre resolvieron
tratar con Jerónimo un asunto delicado
que al virrey de Portugal se refería.
BELIMPERIA:
¿Y mi honor a cuento viene?
BALTASAR:
Ten paciencia, Belünperia, para oír lo que sigue.
LORENZO:
El mensajero escogido fue éste, tu hermano,
para darle la noticia de que muy cerca se hallaban;
mas al llegar al jardín, en un árbol de repente,
vi a Horacio y Belimperia...
BELIMPERL\:
¿Y es malo eso?
LORENZO:
Recordando la desgracia que por Andrés tú sufriste
y previniendo una nueva por tan baja compañía,
pensé en despachar a Horacio, por ser la mejor manera
de evitarle a nuestro padre sufrir la misma desgracia.
BALTASAR:
Y a ti llevarte en secreto a un lugar seguro.
BELIMPERIA:
También vos, señor, sois testigo
de las verdades que mi hermano pronuncia.
Tú, gentil hermano, este plan has urdido
para obligar a tu hermana, y vos, señor,
de instrumento habéis servido.
Mas ¿por qué en la cárcel tanto tiempo
me habéis guardado?
LORENZO:
La melancolía que la muerte de don Andrés
te había causado, exasperó a nuestro padre.

55
BALTASAR:
Y era mejor la ausencia para vos
que permanecer en desgracia.
BELIMPERIA:
¿Por qué de su ira no he tenido noticia?
LORENZO:
Para no aumentar el fuego de tu mente,
que por Andrés ardía como volcán encendido.
BELIMPERIA:
Y mi padre ¿no preguntaba por mí?
LORENZO:
Sí, hermana, y yo te excusé.
{Le murmura algo al oído.)
Belimperia, mira a Baltasar, el bello príncipe,
cuya pasión por ti en tu presencia se inflama,
y en su melancolía verás tu odio y su amor reflejados.
BELIMPERIA:
¡Hermano, qué buen orador te has vuelto!
No entiendo por qué andas tan astuto
y si al pasado me vuelvo, apenas reconocerte puedo.
Pero el príncipe tiene más altas miras.
BALTASAR:
Las de lograr tu belleza que a los reyes conquista,
para enredarme en tus trenzas, gemelas de las de Ariadna,
para mirarme en tu frente, el mapa de mi tristeza,
porque en ella no veo el puerto de mi esperanza.
BELIMPERIA:
Amar y odiar, y al unísono, son cosas, señor,
que las mujeres no entienden por pobreza de su ingenio.
BALTASAR:
Yo amo, señora.
BELIMPERIA:
¿A quién?
BALTASAR:
A Belimperia.
BELIMPERIA:
Pero yo t e m o . . .
BALTASAR:
¿A quién?
BELIMPERIA:
A Belimperia.
LORENZO:
¿De ti misma temes?

56
BELIMPERIA:
Así es, hermano. •
LORENZO: , '
¿Cómo se puede?
BELIMPERIA:
Como quienes,
renuentes a su amor, temen perderlo.
BALTASAR:
Entonces, hermosa, permite que Baltasar de ti cuide.
BELIMPERIA:
No, Baltasar debe temer también, como nosotros,
porque al terror desesperado se une un trémulo miedo
que en necia traición contra uno mismo se desata.
(Sale.)
LORENZO:
Si con astucia así argumentas, a la corte llevemos la disputa.
BALTASAR:
Agobiado quedo por su angelical mirada
y por las montañas incierto yerro,
pobre, oprimido, Baltasar peregrino.
(Salen.)

Escena XI
(Entran dos portugueses y Jerónimo los encuentra)

PORTUGUÉS I:
Con vuestra licencia, señor.
JERÓNIMO:
Licencia os doy, porque si me dejáis, dejadme,
que yo os dejaré primero, si vosotros así me dejáis.
PORTUGUÉS II:
Decidme cuál es el camino para llegar a la casa
de nuestro señor, el duque.
JERÓNIMO:
¿El camino para llegar a mí?
PORTUGUÉS I:
A su casa queremos ir.
JERÓNIMO:
No es difícil, ésa es su casa.
PORTUGUÉS II:
¿Podríais decirnos si su hijo allí se encuentra?
JERÓNIMO:
¿Quién, mi señor, don Lorenzo?

57
PORTUGUÉS I:
Sí.
(Jerónimo sale por una puerta y entra por la otra. )
JERÓNIMO:
Paciencia, señores.
El camino buscáis. Para encontrarlo os diré:
oídme, que resolveré vuestras dudas:
Hay un camino que a siniestra se abre y que conduce
errabundo, por la conciencia de culpa,
entrando por el bosque de la desconfianza y el temor,
lugar oscuro y tenebroso donde .habitan
los pensamientos melancólicos, cuyos negros humores
os llevarán a la desesperación y al Valle de la Muerte.
Sus promontorios rocosos envueltos en eterna noche,
ahmentan con las iniquidades del mundo,
miasmas pestíferas, asquerosas y violentas.
No lejos, en marmórea habitación, con pecados construida,
viven las almas de los asesinos vergonzosos
y, vigilando, enorme y broncíneo caldero,
encontraréis a Lorenzo, a Júpiter bañando,
con sangre de ¡nocentes que se va mezclando al plomo.
PORTUGUÉS I:
(R íe a carcajadas.)
JERÓNIMO:
(/?í'e.) Adiós, señores.
(Sigue riendo a carcajadas y sale.)
PORTUGUÉS II:
Este hombre es un lunático a quien la edad
hace desvariar. Vamos amigo, vamos a buscar
a nuestro señor el duque.

(Salen.)

Escena XII
(Entra Jerónimo con un puñal en la mano
y una soga en la otra)
JERÓNIMO:
Ahora, señores, quizás pueda ver al rey,
que de buen talante ha de oír mi queja,
pero hay extraños impidiendo que mi cuita
a sus oídos llegue.
Comprendo sus andanzas y mudo quedo.
Jerónimo, empezar debes el arduo camino:

58
cerca del valle que riega sanguinolento el arroyo,
se levanta fiera torre donde juzga un hombre,
que en asiento de bronce y acero,
lleva en las manos una barra de fuego.
El infierno está detrás de su puerta.
Jerónimo, allí encontrarás Justicia.
Toma el puñal y pronto llegarás,
o la soga a tu cuello enreda y sin aliento
a ese reino entrarás. Mas ¿si te cuelgas,
desgraciado, vengarás a tu hijo?
¡Lejos de mí, instrumentos malditos!
{Los arroja.)
El camino real debo seguir
(vuelve a tomarlos)
y el soberano mi queja ha de oír.
Baltasar, Lorenzo, nos hemos de ver.
El rey llega y este asunto se termina.
(Entran el rey, el embajador,
el duque de Castilla y Lorenzo)
REY:
Embajador, muestra las cartas del virrey
¿Ha recibido nuestras noticias?
JERÓNIMO:
¡Justicia, justicia para Jerónimo!
LORENZO:
¡Atrás, atrás!, ¿no ves que el rey está en Consejo?
JERÓNIMO:
¡Ah! ¿Lo está?
REY:
¿Quién osa intermmpir la audiencia?
JERÓNIMO:
Yo no. ¡Jerónimo, alerta, de aquí sal!
EMBAJADOR:
Afamado monarca, mi señor ha recibido
tus regias cartas, y tus promesas de Uga y tregua.
Y como padre el gozo lo ha embargado,
al saber que a su hijo en festines lo tienes regalado.
Aquel que la suerte de su hijo lamentaba,
espera hoy aliarlo con brillante lazo
a tu amada sobrina Belimperia.
Estas noticias son más preciosas a su abna
que mirra e incienso del dorado cielo,
y en persona quiere confirmar las bodas.

59
en presencia de la corte de esta España,
para tejer una banda inexpugnable '
de amor regio y lazo eterno.
Le entregará su corona a Baltasar
y hará de Belimperia reina.
REY:
Hermano de Castilla, ¿qué decís? ^
CASTILLA:
Sin duda, señor, que es un argumento
que muestra celo diligente con su hijo
y a Belimperia así la obliga para siempre.
EMBAJADOR:
A Vuestra Majestad temida envía
el rescate a que a don Horacio le tenía.
JERÓNIMO:
¡Horacio! ¿Quién llama a Horacio?
REY:
Bien acordado, agradeced a Su Alteza
y cuidad que a Horacio sea entregado.
JERÓNIMO:
¡Justicia! ¡Oh, Justicia, amado rey!
REY:
¿Quién habla? ¿Jerónimo?
JERÓNIMO:
¡Justicia, oh. Justicia! ¡Mi hijo amado!
¡Un hijo que nada redimir o rescatar ya puede!
LORENZO:
Jerónimo, pierdes la razón.
JERÓNIMO:
¡Fuera, Lorenzo, no interfieras de nuevo en mi camino!
De mi felicidad por ti me hallo privado.
Devolvedme a mi hijo sin rescate.
. ¡Fuera! , que he de rascar las entrañas de la tierra.
(Rasca con su daga.)
y transportarme a los campos eleusinos,
enseñando las heridas mortales de mi hijo.
¡Atrás!, que mi puñal transformo en zapapico,
y a mi cargo de mariscal terrestre yó renuncio,
que ahora mi oficio requiere que juzgue a los demonios.
REY:
¿Qué significa este lenguaje?
¿No hay quién su furia detenga?

60
JERÓNIMO:
No quiero luchar, que yo me evado
rumbo al imperio del infierno.
(Sale)
REY:
¿Qué le ha pasado al buen Jerónimo?
Jamás de esta suerte lo había visto.
LORENZO:
Alteza serenísima, el extremo orgullo
que por su hijo siente, lo lleva a desvariar,
celoso, del príncipe del Portugal.
REY:
Creedme, mi sobrino, que lo siento:
¡Ese amor que los padres muestran por sus hijos!
Gentil hermano, te lo ruego, entrega a Horacio
su rescate, que nunca, desde hoy, debe faltarle.
Y Jerónimo redimirá con él su desvarío.
LORENZO:
Temo que de su oficio los deberes
no pueda ejercitar el noble viejo, '
y que otro más dotado reemplazarlo deba.
REY:
Su melancolía crecería en ese caso.
Vigilémoslo primero, antes del cargo removerlo.
Hermano, entra con el embajador al palacio
para fijar la noble boda que se reaUzará
entre Belimperia y Baltasar, y testigo seas de la alianza.
Fijad el tiempo de la boda y esperemos que el viney
la fiesta solemitíce.
EMBAJADOR:
Vuestra Majestad augusta y soberana ha de contentar
los votos del rey de Portugal.
REY:
Marchemos, pues, señores.
(Salen.)

Escena XIII
(Entra Jerónimo con un libro en ¡a mano)

JERÓNIMO:
Vindicta mihi!
¡Que del cielo la venganza llueva
y no se quede sin pagar el asesino!

61
Espera, Jerónimo, y su voluntad atiende;
los mortales no disponen su destino.
Regresa a casa donde el amargo cáliz te brinda
su bebida y la vida guarda, que mal llama a males
y con la muerte no remedias la causa de tu pena.
Porque el que intenta la lucha con paciencia
termina con tranquilidad su vida.
Si el destino tu miseria aligera
tendrás salud y serás feliz.
Si el destino te niega la vida, Jerónimo,
tendrás con seguridad un sepulcro;
pero si aun esto te faltare,
el cielo cubrirá a quien sepulcro no ha tenido.
Pero concluyo: he de vengar su muerte.
Mas ¿cómo?, no como todos los mortales
en abiertas intenciones, sino en secreto dolo
que bajo capa de amistad se encubra.
Es de sabios gozar las ocasiones
y las cosas maduran, seguras, con el tiempo,
y no todos los tiempos son para la venganza.
Así descansaré del agobio de mi pena,
y tranquilidad fingiré en el mar del infortunio.
Debo aparentar ignorancia de su crimen
y que mi simpleza es tanta que subo
por las ramas de la conspiración violenta.
Pues la ignorancia es un remedio vano
que los males consuela y no lo ignoran ellos.
Si amenazo a los nobles seré rama frágil
abandonada en la llanura de tormenta.
No, Jerónimo, no, tus ojos observarán
y tu lengua melifluos discursos urdirá,
tu corazón quedará quieto y tus manos ociosas,
tu sombrero inclinará la cortesía
que rodillas hinca en tierra
y cuando la venganza esté madura,
como fmta que en el árbol ya verdea,
habrás de cumpliria, Jerónimo.
(Se oyen ruidos afuera.)
¿Qué ruido es ése?
(Entra un criado.)
CRIADO:
Un grupo de pobre gente de ti solicita
que sus casos ante el rey tú trates.

62
JERÓNIMO:
¿Sus casos trate? Déjalos pasar.
(Entran tres ciudadanos y un viejo.)
C I U D A D A N O I:
Y yo te digo que no hay en España entera
quien mejor pueda defender un caso.
JERÓNIMO:
Acercaos, hombres que así mi reposo turbáis.
(Aparte)
Ahora mi cara llevará la máscara del cargo,
que antes de ser mariscal fui corregidor.
Venid, señores, ¿qué os pasa?
C I U D A D A N O II:
Señor, un pleito. . .
JERÓNIMO:
¿Por agresión?
C I U D A D A N O I:
No, por un adeudo.
JERÓNIMO:
Poneos de acuerdo.
C I U D A D A N O II:
Mi caso se asienta en este escrito.
C I U D A D A N O III;
El mío es por un arriendo.
JERÓNIMO:
Paciencia, señores, ¿dispuestos estáis
a que en la corte defienda vuestros casos?
C I U D A D A N O I;:
Sí, señor, aquí mi declaración quedaba escrita.
C I U D A D A N O II:
Aquí está mi bono.
C I U D A D A N O III:
Y aquí te entrego mi contrato.
(Le entregan papeles.)

JERÓNIMO:
Y tú, anciano, ¿por qué callas y al cielo
en oración tus manos juntas así elevas?
VIEJO:
Poderoso señor, mi caso aún callado
conmover pudiera el corazón de los robustos mirmidones
y disolver en llanto las rocas de la Córcega.
JERÓNIMO:
Dime, padre, ¿cuál es tu queja? ^

63
VIEJO:
No, que mis penas son tan grandes
que si hablo las fuentes de los ojos se derraman, v
lee este papel con sangre escrito.
JERÓNIMO:
¡Qué leo! "Don Bazulto con humilde voz
reclama la muerte de su hijo."
VIEJO: '
¡Ay, señor!
JERÓNIMO:
No es tu hijo, que es el mío.
Horacio, hijo amado, o el tuyo ¡oh Bazulto!
Toma mi pañuelo y las lágrimas restaña
para mirar en espejo tan doliente, mi imagen
en tu pena reflejada, con agónica mirada.
(Saca un pañuelo ensangrentado.)
Este no, Horacio, que era el tuyo,
y tinto queda de tu preciosa sangre,
amuleto que nuestras almas comunica y quiere
tu muerte por venganza redimir.
Más toma esto, y esto y esto. Toma mi bolsa,
que mis males y los tuyos nos hermanan.
C I U D A D A N O I:
¡Mirad su gentileza!
C I U D A D A N O II:
Su bondad lo revela como caballero.
JERÓNIMO:
Contempla, Jerónimo, tu vergüenza:
Un padre que por su hijo pena
usando extremos y lamentos que tú omites.
Amor, si tus efectos muestras en plebeyos
Amor, si acrecientas en ellos el ingenio
Amor, si expresas tus poderes en humilde sede,
Jerónimo, cuando el mar mgiente,
que el viento y la marea precipitan,
cubre las altas cumbres y rompe su camino,
mientras las aguas mansas laboran en lo profundo,
entonces, ¿no te avergüenzas, Jerónimo,
de posponer la venganza que salvará a tu Horacio?
Y si en la tierra la Justicia no se asienta
he de bajar al infierno a buscar tropel de furias
que Plutón puede prestarme para torturar las almas
de los malvados Baltasar y don Lorenzo;

64
y si el Cancerbero tricápite sus puertas me cerrara,
como Orfeo en los infiernos, he de seguirte, padre,
entonando mi canción al acorde de tu arpa.
Y cuando Proserpina nos acuerde la venganza
con mis manos despedazaré sus cuerpos
y con mis dientes los trituraré.
(Rompe los papeles.)
C I U D A D A N O I:
¡Oh señor! ¿Qué hacéis? ¡Mi declaración!
(Sale Jerónimo y los demás lo siguen.)
C I U D A D A N O II:
¡Salvad mi bono!
C I U D A D A N O III:
¡Ay, señor, mi contrato que diez libras me ha costado y
vos me lo habéis destruido!
JERÓNIMO:
Ninguna herida al papel yo le he inferido,
miradlo y no veréis sangre alguna.
Yo no los he matado, perseguidme,
si queréis, dadme caza que ya corro.
(Salen todos, excepto el viejo.)
(Bazulto espera pacientemente hasta que Jerónimo regresa.
Jerónimo lo mira fijamente en la caray dice:)

JERÓNIMO:
De las cavernas profundas regresas, Horacio,
para reclamar tu muerte, y lágrimas amargas
arrancas de los ojos de tu madre.
Vuelve, hijo, a los infiernos y quéjate con Aeco
que en la tierra no hay Justicia.
Jerónimo te llevará en su compañía
y tu madre hablará con Radamante
para exigirle que los entuertos se enderecen.
VIEJO:
¡Ay, señor! ¿Por qué esos discursos vanos?
JERÓNIMO:
Hijo amado, déjame mirarte,
¡cómo la muerte tu rostro ha cambiado!
Y Proserpina sin compasión tu joven rostro
ha marcado y tus cabellos blanqueado.
Horacio, estás más viejo que tu padre,
por esa suerte traidora que sin compasión
te ha trocado en un espectro.

65
BAZULTO:
Señor, mi buen señor, soy un viejo,
no un fantasma.
JERÓNIMO:
¿No eres mi liijo? Entonces, una Furia
que del ataúd de la noche regresas
para exigirme venganza.
BAZULTO:
Soy un viejo adolorido y no un fantasma,
que Justicia pide por su hijo asesinado.
JERÓNIMO:
Ahora te conozco cuando nombras a mi hijo.
Eres la imagen gemela de mi pena:
tus ojos rojos por el llanto,
las mejillas consumidas, y la frente
en perpetuo ceño a los temblorosos labios mira,
pues con tristes murmullos consumen palabras huecas.
Ven, viejo, con Isabel iremos.
Apóyate en mis brazos y yo en los tuyos
y ella una canción de cuna cantará.
Tres voces en discordia unidas,
que una cuerda utilizaron para matar a mi Horacio.

(Salen.)

Escena XIV
(Entran el rey de España, el duque, el virrey y
Lorenzo, Baltasar, don Pedro y Belimperia)

REY:
Hermano, saluda al virrey en el nombre de Castilla.
CASTILLA:
Sí, mi señor.
VIRREY:
Adelántate, don Pedro, por tu sobrino
y saluda al duque de Castilla.
PEDRO:
Así lo haré, señor.
REY:
A los portugueses, solemnes, saludemos,
que como nosotros somos, ellos fueron
gobernadores y reyes de las Indias.
Bienvenido, valiente virrey, a la Corte de España,
bienvenida también sea tu escolta regia.

66
Sabemos bien a qué has venido
cruzando, soberbio, los augustos mares. ,
Tu amor es alto porque el lazo es grande.
Aquí presente se halla mi sobrina,
prometida ahora de tu hijo Baltasar,
y sus bodas mañana se han de celebrar.
En fiestas grandiosas que coronarán este intento,
si te place a ti, señor, que la paz así lo exige.
Si esa es tu intención, así decláralo.
VIRREY:
Renombrado señor, no vengo en pie de guerra,
resuelto vengo a que la paz se haga y las bodas
en fiestas grandiosas se realicen.
He venido a solemnizar con mi presencia
los esponsales de la dulce Belimperia, tu sobrina,
con mi amado hijo, el príncipe Baltasar,
contigo, hijo amado, por quien yo vivo.
Toma hijo, mi corona, a ti y a ella yo la entrego,
pues en vida solitaria,
y en incesante oración ocupado,
quiero agradecer al cielo tu milagrosa salvación.
REY:
Observa, hermano de Castilla,
el gozo que desbordado enlaza
en sus redes al padre con su hijo.
Salgamos, que este gozo compartido
un teatro privado exige...
VIRREY:
El sitio elegid. Alteza.
(Salen todos, excepto Castilla y Lorenzo.)
CASTILLA:
Deten el paso, Lorenzo, que hablar quiero contigo.
LORENZO:
Y yo, señor, en ello me complazco.
CASTILLA:
¿Sabes, de esta reunión, la causa?
LORENZO:
A causa de ella, a quien Baltasar ama -
y con quien unirse debe en santa boda.
CASTILLA:
¿Ella es tu hermana?
LORENZO:
¿Quién? ¿Belimperia?

67
Sí, digno señor. Y éste es el día
que con tanto gozo ansiaba que llegase.
CASTILLA:
¿No querrás que faltas tuyas
esta boda no la impidan?
LORENZO:
¡Los cielos han de ampararme!
CASTILLA:
Lorenzo, escucha, pues, mis palabras:
Sospechas hay y aun certezas
que tú, Lorenzo, a Jerónimo maltratas,
cuando intenta presentar al rey su cuita,
poniendo obstáculo siempre.
LORENZO:
¿Que yo, señor. . .?
CASTILLA:
Yo mismo lo he oído con gran pena,
y agraviado me he visto ante la corte
obligado a responder por ti.
Lorenzo, sabes muy bien que su causa
tiene Jerónimo bien ganada en el reino,
pues méritos y deberes un buen oficio le encargan.
¿Por qué, Lorenzo, sus anhelos desvías
y a hablar en contra tuya, frente al rey, lo obligas?
¡Mancillado quedaría nuestro honor si Jerónimo
en la Asamblea contra ti sus quejas lanzara!
Contesta y cuida que la verdad entera
salga a luz en tu relato.
LORENZO:
No está en mis poderes, señor,
acallar las voces que en el vulgo reptan,
y no existe hombre que a todos deje contento.
CASTILLA:
Yo mismo he visto cómo con excusas le impedías
que llevase al rey su cuita.
LORENZO:
También visteis su furia y mi intento
por calmarlo en sus extremos,
cómo con suaves y corteses palabras
paliar quería su locura.
Agravio alguno contra Jerónimo guardo.
Creedme, señor, la verdad os digo.
CASTILLA:
Jerónimo, entonces, tu. oficio malentiende.

68
LORENZO:
Amado padre, creed en mis palabras ,
Jerónimo, de su juicio privado,
se embriaga en falsos desatinos.
Aun quisiera, señor, por complaceros,
ante Jerónimo repetir estas razones.
CASTILLA:
Bien lo has dicho, Lorenzo. Así se hará.
Manda en busca de Jerónimo.
{Entran Baltasar y Belimperia.)
BALTASAR:
Ven, Belimperia, de mi corazón, contento,
delicia de mis prisiones y joya de mi abna,
desde que el cielo permite que seas mía.
¿Por qué tus ojos en velos melancólicos envuelves?
Dispersa esas nubes y que el radioso día asome
a esos ojos que yo adoro, para así calmar
de nuevo todos mis desvelos.
BELIMPERIA:
Esas miradas son dignas de mi amor
que apenas florecido en el alba encuentra su retrato.
BALTASAR:
Amores iniciados brillan como el sol de mediodía.
BELIMPERIA:
Vas muy rápido, deja que el día se levante.
Mas veo al duque, mi señor y padre mío.
BALTASAR:
Tregua mi amor, que a saludarlo iremos.
CASTILLA:
Bienvenido Baltasar.
Bravo príncipe, que hoy a Castilla te unes.
Bienvenida Belimperia,
¿qué decirnos quiere tu mirada?
¿Por qué tan triste vienes este día?
Alégrate hija mía, de mí eres preferida
y mi rencor por don Andrés ya se ha olvidado
y con un nuevo amante el tiempo te ha agraciado.
Mas, Baltasar, aquí viene Jerónimo,
hablar quiero con él.
{Entran Jerónimo y su criado.)
JERÓNIMO: .
¿Dónde está el duque?

69
CRIADO:
Allá. . .
JERÓNIMO:
Bien.
¿Qué nueva trampa has ideado?
Recuerda: pocas palabras (Sic) serás como un cordero.
¿Soy yo el que venganza había soUcitado?
No, otro soy.
CASTILLA:
Bienvenido, Jerónimo.
LORENZO:
Bienvenido, Jerónimo.
BALTASAR:
Bienvenido, Jerónimo.
JERÓNIMO:
Señores míos, os agradezco por Horacio.
CASTILLA:
Mencionas ya la razón que me ha obligado a llamarte.
JERÓNIMO:
¡Qué razón tan corta!
CASTILLA:
No, espera, Jerónimo. Hijo, llamadlo.
LORENZO:
Jerónimo, mi padre hablarte desea.
JERÓNIMO:
¿Señor?, creí que ya lo había hecho.
LORENZO:
(Aparte.) ¡Ojalá!
CASTILLA:
Jerónimo, he oído
que por mi hijo te hallas agraviado,
pues hasta el rey no te permite el paso. .
JERÓNIMO:
Qué noticia tan triste, ¿no es así?
CASTILLA:
Jerónimo, espero que contra mi hijo
no tengas causa alguna que te enoje.
Que mucho sabes que te estimo.
JERÓNIMO:
¿Vuestro hijo, noble señor? Es de España la esperanza.
¿Cuáles perjuros murmuran en su contra?
(Desenvaina la espada.)
Con este filo corte mi espada sus quejas y calumnias.
Si Lorenzo a mi hijo fiel le ha sido.

70
¿cómo podría insultarlo y agraviarlo?
LORENZO:
Señor Jerónimo, nunca os di causa alguna.
JERÓNIMO:
Lo sé, mi buen señor.
CASTILLA:
Cesad entonces las quejas.
Y mi palacio frecuenta para acallar el murmullo
de quienes así nos difaman. De nuestras personas usa,
que a tu servicio quedamos. Abrazad a Lorenzo.
Amigos de nuevo seréis.
JERÓNIMO:
Amigos seremos. Sobre todo de mi querido Lorenzo
que razones especiales nos obligan.
El mimdo falso que calle.
BALTASAR:
Hermosa amistad ofreces, Jerónimo.
LORENZO:
Así, ¿las cuitas se han olvidado?
JERÓNIMO:
Vergüenza sería lo contrario.
CASTILLA:
Venid, Jerónimo, dejadnos gozar de vuestra compañía.
(Salen.)
JERÓNIMO:
Seguid vuestro camino:
Chi mifa piu carezze che non suole,
tradito mi ha, o tradir mi vuole (sic).
(Sale Jerónimo.)

Escena X V

(Entran Espectro y Venganza)

ESPECTRO:
Levantaos, Cerbero y Erecteo,
gentil Plutón y Proserpina
a combatir al Aqueronte y al Erebo
que las visiones de Andrés ya me torturan.
¡Venganza, despierta y clama!
VENGANZA:
¿Despertar? ¿Por qué?

71
ESPECTRO:
Despierta, Venganza, que mal haces en dormir
cuando el deber vigilancia atenta pide. .
VENGANZA: '
Calla, Andrés, no me atormentes.
ESPECTRO:
Despierta Venganza, si todavía amor y odio
en el infierno prevalecen. Jerónimo se une con Lorenzo
y nuestra venganza intercepta. ¡Despierta, Venganza!
VENGANZA:
Andrés, tus temores son fortuitos;
aunque parece que duermo, la venganza se prepara.
Jerónimo a su hijo asesinado nunca olvida,
y la venganza dormita pero nunca queda yerta.
Aun el volcán apagado lleva fuego en sus entrañas.
Andrés, observa atento, y en un intermedio mímico
has de observar cómo Venganza trabaja para ti.
(Intermedio mímico.)
ESPECTRO:
Venganza, ya no dormites, y deste misterio
descúbreme los secretos.
VENGANZA:
Los dos primeros que antorchas nupciales portan
como soles brillantes a mediodía, van precediendo a Himeneo,
mas no advierten que atrás se esconden,
de arena cubiertos y con ropas azafranadas
quienes apagarán con sangre el fuego.
ESPECTRO:
Me basta, entiendo el significado,
a los infernales poderes y a la Venganza
yo, ardiente, lo agradezco.
Lamentos del infortunio no habréis de quedaros solos.
La Venganza así se cumple.
VENGANZA:
Calla luego y quieto observa.
A C T O IV

Escena I
(Entran Jerónimo y Belimperia)

BELIMPERIA:
Jerónimo, ¿así demuestras tu amor paterno
con tus enemigos el pacto estableciendo?
¿Este es el fruto de tu constante llanto,
del lamento que a los mortales cansar debiera?
¡Padre indigno! ¡Mundo engañoso!
¿Qué excusas aducir pudieras para acallar el honor? '
¿Cómo podrás huir del odio de los mortales?
Tú que la muerte de tu hijo olvidas.
¿Mis cartas no te han servido para asegurar
que fueron de su muerte los autores?
¡Jerónimo, vergüenza, Jerónimo!
Serás ejemplo futuro de la historia
y de padre indigno llevarás el nombre.
¡Padre monstruoso que de su hijo olvida
y calla la muerte ignominiosa!
Yo a él extraña, su vida amaba tiernamente,
y en la venganza cavilo aunque mi honor
la oculte en mis entrañas.
Juro ante el cielo que si tus deberes de padre
olvidases, cumpliré la venganza con mis manos
y mandaré sus almas viles a los oscuros infiernos.
JERÓNIMO:
Si Belimperia esos pensamientos tiene, los cielos
me inclinan a consumar mi venganza.
Señora, es cierto. Así lo veo, que era vuestra esa carta
que en letras largas de sangre, de la muerte
de Horacio me enteraba. Perdóname, señora,
perdona que no haya creído en tu carta:
mas tus sospechas no tienen fondo, que la venganza llevo,
como fmto que germinando en el árbol madura con sigilo,
y mi resolución escondo, fingiendo las cortesías.

73
Hace ya tiempo que la muerte determino de los asesinos
y si un voto quisieses darme, el plan que medito
he de confiarte para que me secundes.
BELIMPERIA:
Jerónimo, consiento. Esconde tu venganza
y con mi ayuda ejecútala.
JERÓNIMO:
Entonces sigue con cautela mis consejos
porque el esquema he trazado ya en mi mente.
Mas allí llegan.
{Entran Baltasar y Lorenzo.)
BALTASAR:
Jerónimo, ¿cortejando estás a Belimperia?
JERÓNIMO:
La cortejo como vos quisierais cortejarla,
y los frutos de ese cortejo vos los recogéis.
LORENZO:
Tu ayuda necesitamos más que nunca, Jerónimo.
JERÓNIMO:
¿Mi ayuda?
Y decidme, señores, ¿en qué serviros debo?
porque antes yo os estoy obligado, y ¡cómo!
JERÓNIMO:
Cuando al embajador festejamos te plugo
un intermedio mímico ofrecernos. Ahora también pedimos
que la corte se divierta al celebrar nuestras bodas.
JERÓNIMO:
¿Es eso todo?
BALTASAR:
Sí, lo es.
JERÓNIMO:
En ello consiento, que de joven la poesía cultivaba,
y sus frutos pueden servir para deleitar al mundo.
LORENZO:
¿Qué haréis?
JERÓNIMO:
Aliora os lo digo (que prevenís mi cuidado):
Cuando en Toledo estudiaba una tragedia compuse.
Vedla mis señores {les muestra un libro)
que hace ya tiempo olvidada,
en mis manos por azar cayó de nuevo.
Yo quisiera que vosotros fueseis, altezas,
los actores. El público nos tomará la cuenta.

74
BALTASAR: /
¡Que en una tragedia actuemos!
JERÓNIMO:
Nerón encontró siempre justo en las tragedias actuar,
y reyes y emperadores en ello deleite hubieron.
LORENZO:
No te enardezcas, Baltasar sólo pregunta.
BALTASAR:
Hablando en serio creo que haré buen papel.
LORENZO:
Y yo también.
JERÓNIMO:
¿Querríais, buenos señores, pedirle a Belimperia
que embellezca la obra con su persona?,
pues, ¿qué es una tragedia sin femeninos encantos?
BELIMPERIA:
No tenéis que rogármelo, Jerónimo, quiero
en esa tragedia papel singular tener.
JERÓNIMO:
Bien, señores excelentísimos, que esa tragedia
por sabios y gentileshombres había de ser representada,
pues el ingenio desplegado así lo exige.
BALTASAR:
Y ahora lo será por príncipes y cortesanos.
El argumento dinos.
JERÓNIMO:
Iré al grano. I^s crónicas españolas hablan de un caballero
que en Rodas tenía su asiento. Prometido se había
con Perseda, dama italiana, cuya belleza a todos enamora.
Solimán, poderoso invitado a las bodas de Perseda,
en la red de sus encantos prendado queda.
Su amor secreto a un amigo confiesa
y la muerte del rival juntos decretan
pues Perseda lo desprecia.
Con traiciones, al caballero de Rodas matan
y Perseda a Solimán asesina escapando a la tiranía,
y su propia vida acaba con puñalada certera.
Aquí acaba la tragedia.
LORENZO:
¡Excelente!
BELIMPERIA:
Dime Jerónimo ¿cómo acaba el amigo traidor?
JERÓNIMO:
Culpado por sus traiciones y con remordimiento

75
a una montaña sube y del árbol más alto se cuelga.
BALTASAR:
¿Quién ha de representar su papel?
JERÓNIMO:
Yo he de ser el asesino traidor.
Así lo he concebido.
BALTASAR:
¿Yyo? .
JERÓNIMO:
El de Solimán, turco poderoso.
LORENZO:
¿Yyo?
JERÓNIMO:
A Erasto, caballero de Rodas.
BELIMPERIA:
¿Yyo?
JERÓNIMO:
A Perseda, casta y resuelta.
Idos señores a ensayar vuestras partes.
Un turbante negro habréis de usar, señor,
un bigote negro y una cimitarra aguda.
{Le da un papel a Baltasar.)

Y vos, señor, llevaréis una cruz como caballero de Rodas.


{Le da otro papel)

Y vos, señora, os habréis de embellecer


{le da otro papel)

como Flora, Febe o la Diana Cazadora.


Y yo, señores, he de buscar atavío
con la recompensa que el virrey envió.
BALTASAR:
Jerónimo, ¿por qué no una comedia?
JERÓNIMO:
¿Una comedia? Pésame que lo pidáis.
Una comedia es para villanos gustos.
A los reyes se festeja con tragedias,
que este género es de augusta procedencia.
Señores, esta tragedia debe presentarse
en las fiestas de la boda, la noche primera sea.
Los trágicos itahanos tenían tan bello ingenio
que una hora meditada les bastaba
para representar una perfecta tragedia.

76
LORENZO:
En París he visto lo mismo yo
entre los comediantes franceses.
JERÓNIMO:
¿París? Muy buen recuerdo.
Se me olvidaba una cosa.
BALTASAR:
¿Qué falta, Jerónimo?, nada olvidársenos debe.
Cada cual
hablar debe en extranjera lengua.
Señor, vos en latín. Yo en griego, vos en italiano,
y como conozco las dotes de Belimperia
que en francés sus parlamentos nos diga.
BELIMPERIA:
¿Tratas de probar mi astucia?
BALTASAR:
Esa es mera confusión y no habrán de entendernos.
JERÓNIMO:
Así será. Al final todos comprenderán
de la tragedia el sentido.
Detrás de una cortina estaré oculto yo,
y en extraña oración daré cuenta de todo.
Basta con una escena, que no hay placer en el tedio.
BALTASAR:
¿Qué te parece esta farsa?
LORENZO:
Hagámoslo por favorecer su gusto.
BALTASAR:
Lo haremos, Jerónimo, hasta pronto.
JERÓNIMO:
¿Habréis de cuidar que se haga?
LORENZO:
Te lo prometo.
(Salen todos excepto Jerónimo.)
JERÓNIMO:
Hemos preparado la caída de Babel.
Ayudado por el cielo, esta confusión se aclara,
y si al mundo no le place esta tragedia,
la suerte de Jerónimo esta echada.
(Sale.)

11
Escena II
(Entra Isabel con un arma)

ISABEL:
¡No me digáis más, monstruosos homicidas!
No hay piedad ni justicia, debo vengarme sola.
He llegado a este lugar donde mi hijo fue muerto
{corta el árbol).
Destruiré este tronco y estas ramas,
las raíces quemaré y la tierra que las engendra,
no he de dejar un árbol, ni yerba, ni ramas,
ni capullos florecidos, ni verdes retoños
en este lugar maldito donde fue asesinado Horacio.
Estéril serás, tierra maldita,
que la felicidad no crece en terreno ensangrentado.
Vientos terribles destruirán plantas y arbustos floridos,
tu campo se infestará de serpientes
y los caminantes se apartarán con temor
diciendo: "Muerto quedó aquí el hijo de Isabel."
Aquí murió y aquí lo beso. Ved su cadáver
con su muerte putrefacta vertiéndose en sus heridas.
No te apura, Jerónimo, para mirar a tu hijo,
el terror y la desesperación que me llevan
hacia Radamante llevando la queja de Horacio.
Jerónimo, apura, ¿qué excusas darme pudieras
para no vengar a tu hijo? La muerte de los asesinos
siempre alejas perdonándolos, cobarde.
Y así como maldigo este blasfemo pino,
mi vientre será infecundo
y esta daga cortará mi pecho ingrato
que a Horacio amamantó con cariño.

{Se apuñala.)

Escena III
(Entra Jerónimo. Cierra el telón.
Atrás cadáver de Horacio. Entra el
duque de Castilla)

CASTILLA:
¿Qué pasa, Jerónimo? ¿Y tus servidores?
¿A qué tantos trabajos?
JERÓNIMO:
Conviene al autor cuidar que su trabajo

78
bien ejecutado sea. Mas permitidme que al rey ofrezca \- " ^
la copia de mi argumento. V,
CASTILLA: ^, - , . ; .
Lo haré, Jerónimo. i;
JERÓNIMO: , - . '
Algo más, señor. * ,
CASTILLA:
¿Qué es?
JERÓNIMO:
Ruego a Vuestra Alteza que una vez pasada la galería
ordenéis que las llaves se me arrojen.
CASTILLA:
Bien, Jerónimo.
(Sale.)
JERÓNIMO:
¿Estás listo, Baltasar? , trae ima silla y un cojín
para el rey
{entra Baltasar con una silla).
Bien hecho, Baltasar: cuelga el letrero:
"Nuestra escena tiene lugar en Rodas."
¿Ya te pusiste la barba?
BALTASAR: . '
La mitad, la otra la llevo en mano.
JERÓNIMO:
Apurad, es tarde.
{Sale Baltasar.)
De tus afrentas haz el recuento, Jerónimo
y prepara la venganza. Recuerda, para vengarte,
que hoy recibes en las manos la vara de la justicia.
Y de Isabel, tu esposa, la suerte, recuerda,
pues por Horacio afligida, en desatino violento,
la vida ya se ha quitado con la daga purpurina.
Apuremos toda la ponzoña de esta desdicha mía
y a este drama espantoso final le demos,
y de la venganza actuemos ya los versos.
{Sale Jerónimo.)

Escena IV
(Entran el rey de España, el virrey de Portugal,
el duque de Castilla y su séquito)

REY:
Ahora veremos, virrey, la tragedia

79
de Solimán, emperador de los turcos, £ Íi «y- ' •
representada con delicia por vuestro hijo, , / "
mi sobrino, don Lorenzo, y mi sobrina. K Cy"- ; \
VIRREY:
¿Quién, BeUmperia? , ' •
REY: ' '
Sí, y Jerónimo, nuestro mariscal,
a cuya petición graciosamente han accedido.
Sean estas las diversiones de la corte.
Hermano, el cargo de librero yo os ofrezco.
Este es el argumento de la pieza:
(/e da un libro).
Señores, esta obra de Jerónimo, escrita en varios idiomas
se ha traducido al inglés para que tenga lectores.
{Entran Baltasar, Belimperia y Jerónimo.)
BALTASAR:
Bajá, mirad que Rodas ya es nuestra,
y el cielo ofrece sus honores • /
a Mahoma, alto profeta amado.
Recibe los dones que Solimán te ofrece,
cuanto a su alcance se halla ahora.
La conquista de Rodas desmerece
ante Perseda, cristiana hermosa que me ofreces;
sus ojos con imanes diamantinos .
mi alma poderosa han confiscado.
REY:
Mirad, virrey, a Baltasar vuestro hijo,
representando al enamorado Soliihán:
¡qué bien actúa su amorosa pasión!
VIRREY:
¡Ay, señor! Belimperia bien le enseña.
CASTILLA:
Su mente en Belimperia se concentra.
JERÓNIMO:
Todos los goces que la tierra ofrece
a Vuestra Alteza entregarse deben.
BALTASAR:
La tierra está baldía sin el amor de Perseda.
JERÓNIMO:
A Perseda tendréis entonces.
BALTASAR:
Nunca la tendré, que a SUS plantas siempre
rendido estaré: Sus luces me han cegado.

80
Pero dejad que mi amigo amado, Erasto, .•Z'' y'' *,
de Rodas, caballero, conozca a mi Perseda.
* ' • . {Entra Erasto.)
REY:
Aquí entra Lorenzo, decidme hermano,
¿qué parte tiene en la tragedia?
BELIMPERIA:
¡Ven, Erasto amado, que bien te quiere tu Perseda!
LORENZO: '
¡Tres veces sea bendecido el cielo, pues que vives!
A Erasto la pérdida de Rodas cuesta poco
si su amada Perseda no es perdida.
BALTASAR:
Mira bajá que entre Perseda y mi amor,
atrevido, se interpone Erasto.
JERÓNIMO:
A Erasto alejad, poderoso sultán, i
y Perseda muy pronto te estará rendida.
BALTASAR:
Erasto es mi amigo, ¡oh desgracia!,
y Perseda será suya mientras viva.
JERÓNIMO:
¡Que Erasto muera si a Su Majestad estorba!
BALTASAR:
Erasto es caro a nuestro reino.
JERÓNIMO:
Mas si vuestro rival fuera, eliminadlo.
BALTASAR: '
Dejadlo morir, entonces. Que amor asi lo ordena,
su muerte me agravia sin embargo.
JERÓNIMO:
Erasto, Solimán, mcqestuoso, te saluda,
y sus órdenes son que asi te agreda
{lo apuñala).
BELIMPERIA:
¡Ay, suerte airada!
¡Erasto! ¡Solimán, Erasto es muerto!
BALTASAR:
Aún vive Solimán para calmar tu pena,
reina alada de belleza, yo te amo
y favores solicito de tus manos.
Con mirada de tus ojos alivia mis tormentos
que tu belleza siempre aumentan y con gracioso ademán
mi pena cruenta alivia con bálsamo ligero.

' : . . • . 81
BELIMPERIA: y ;,;
Tirano, aparta de mi esos suspiros vanos. '
Mis oídos como mármol son a tus lamentos,
como ese esbirro traicionero que a Erasto ha muerto.
A tu poder quieres que me incline como todas las cosas
de la tierra, mas Perseda con amor vengarse puede.
Recibe esta caricia, tirano
{lo apuñala)
que yo recibiré la mía
{se apuñala).
REY:
Bien dicho, querido mariscal.
JERÓNIMO:
Belimperia muy bien su papel actúa. • ^
VIRREY:
Fuera esto en serio, Belimperia, espero
que con mi hijo así no actuares.
REY:
¿Qué sigue ahora, buen Jerónimo?
JERÓNIMO:
Aquí concluye la extranjera pieza >
para volver a la ordinaria lengua inglesa.
Que esta trama fingida ha sido, .
y los comediantes están bien muertos
a vuestros ojos como conviene a los actores '
para revivir la muerte de Ayax o del romano. -
No, señores, oídme bien, que soy Jerónimo,
el triste padre de un hijo desgraciado,
cuya lengua arrancada se despierta
para contar por fin la historia ementa.
Miradas que persiguen indagan esta causa; -
aquí la veis que ya está muerto.
{Muestra a su hijo muerto.)
Gozad el espectáculo, aquí yace mi esperanza,
y esta esperanza y mi alegría cobardemente muertas, -
me han dejado sin tesoro y sin felicidad alguna,
en estas heridas violáceas y corruptas.
Arteramente estas heridas le infligieron
quienes por amor lo odiaban con veneno.
El odio: Lorenzo y el joven príncipe Baltasar l
por amor que Belimperia a Horacio le mostraba.
La noche, guardiana impúdica de celos criminales, '
abrigó con silencio sus traiciones,

82 , : . ' V
para violentar en mi jardín calmado
la vida de mi hijo en cmel delito,
en noche negra, abyecta y dura. '
El grita y yo oigo en eco fiero
su lamento agudo que como puñal en mí se encaja.
En rápida carrera llego al sitio
y colgado de un árbol encuentro a Horacio yerto
con heridas abiertas como bocas perladas y sangrientas.
¿Pensáis que el espectáculo a mí me agrada?
Habla portugués, que tu duelo iguala hoy al mío,
si por Baltasar llorar aún tú puedes,
como yo gemí por el hijo asesinado.
Y tú, señor, de quien el hijo en red artera
recompensas y amistad brindaba al loco proclamado:
"Que Dios ayude al lunático Jerónimo", ¿cómo podréis
encauzar el fin de esta catástrofe siniestra?
Ved, por fin, el ensangrentado pañuelo
con que ayudé a restañar las heridas viscosas
del que hoy está muerto y con gusanos;
este pañuelo, que con sangre seca del crimen
testigo era, me llamaba con su recuerdo a la venganza.
Mi corazón se satisface al ver asesinados
en un drama aparente a los malditos.
Con este fin bajá traidor he sido
para mejor asesinar al criminal verdugo,
Ix)renzo de caballero de Rodas disfrazado,
y este tu hijo, virrey, Baltasar, que Solimán,
emperador de Oriente ha sido, de Perseda enamorado,
muerto queda por la mano de Belimperia vengativa,
representando este papel tan sólo
para mejor cumfáir con su venganza altiva.
La pobre Beümperia aquí su papel cambia,
aunque la historia niega que ella muera,
pues yo intentaba encontrarle otro destino,
mas por gentil ayuda a quien inconsolable se mostrara
por la muerte terrible del amado, permití
que su fin suicida ante este público se viera.
Jerónimo soy, príncipes excelsos,
actor y autor de la tragedia,
dueño de su mundo terminado
en el puño doliente de la mano. -

.83
Con gentileza el drama así concluyo, - - .. .'y
pues que otras palabras ya no quedan. '
{Corre a colgarse.)
REY: ' ,
¿Escucháis, virrey? ¡Detened a Jerónimo!
Hermano, tu hijo y Baltasar asesinados yacen.
VIRREY: ' '
¡Traición, Baltasar ha muerto apuñalado!
Abrid las puertas, aprehended a Jerónimo.
{Entran y toman prisionero a Jerónimo.)
Jerónimo:
Informa al rey de estos asuntos. ,
Palabra sagrada te doy que irás sin daño. ,
JERÓNIMO:
Confianza no tengo en ti, virrey,
mi vida se la ofrezco al hijo amado.
¿Por qué me detenéis así, malditos?
REY:
Habla traidor, asesino. ¡Qué desdicha!
¡Qué violencia! ¿Por qué estos crímenes
ante nosotros cometes?
VIRREY:
¿Por qué a mi Baltasar mataste? -
CASTILLA:
A mis dos hijos has muerto, ¡villano!
JERÓNIMO:
Bellas palabras.
Tan querido era para mí Horacio
como vuestro hijo o los vuestros, excelencias.
Mi hijo inocente fue victimado por Lorenzo,
y al fin de Lorenzo y Baltasar yo me he vengado;
que los cielos clementes los castiguen
y que mi venganza perdón encuentre en ellos.
CASTILLA:
¿Quién en esto te ha ayudado?
VIRREY:
Fue tu hija Belimperia,
por su mano mi Baltasar fue muerto:
vi cómo le hundía la daga. - .
REY:
¿Por qué no hablas?
JERÓNIMO:
¿Cuál libertad mejor los reyes nos ofrecen , ,

84 , . -• ;
que un silencio continuado? No he de hablar. . ; '.
Lo he dicho todo. . ,
REY: ^
Llevadlo a la tortura, traidor canalla,
que en la tortura hablarás.
JERÓNIMO:
Atormaitarme puedes como a mi hijo atormentaron,
mas este secreto inviolable nunca saldrá de mi lengua,
y tus amenazas no me arredran porque en ellas va
mi gloria. Toma primero mi lengua y martiriza mi cuerpo.
{Se arranca la lengua.)
REY:
Resolución monstmosa de un canalla infame.
Ved señor de Portugal, la lengua se ha arrancado
antes que confesar lo que pedimos. i
CASTILLA: •

Aún escribe.
REY:
Si no nos satisface, las torturas más extremas
que inventándose se haya, le daremos.
{ñde Jerónimo un cuchillo para afilar la punta de su pluma.)
CASTILLA:
Quiere un cuchillo para afilar su pluma.
VIRREY:
Ten y escribe la verdad.
{Jerónimo toma un cuchillo, apuñala al duque
de Castilla y se apuñala.)
REY:
Mirad lo que hace, ¡oh hermano! /
¡Crímenes nefandos que antes nadie viera!
Todas las esperanzas que en ellos había España...
Quitad de enfrente ese villano, para llorar
en ceremonias sacras la muerte de mi hermano.
Habremos de enterrarle con gloria
Que soy el último que de la dinastía sobrevive.
VIRREY:
Y tú, don Pedro, lleva el cadáver de mi hijo,
y sobre la proa de un barco sin gobierno
colócalo, que yo junto a él mi dolor exhalaré
en los rocosos estrechos de Escila y de Caribdis,
que España no es refugio para el llanto.
Las trompetas suenan una marcha fúnebre; el rey de España se

": • • , ^ 85
lamenta ante el cuerpo de su hermano y el rey de Portugal lleva el
cuerpo de su hijo.

. {Salen.)

Escena V
(Entran Espectro y Venganza)

ESPECTRO:
Mi deseo alcanza mi esperanza,
la sangre y la pena calman mi venganza;
Horacio muerto en el jardín paterno,
el vil Serberino por Pedringano muerto,
el traidor Pedringano por sus crímenes ahorcado;
la dulce Isabel muerte toma con su mano;
el príncipe Baltasar por Belimperia apuñalado;
el duque de Castilla y su malvado hijo
reciben el castigo de mano de Jerónimo:
mi Belimperia, como la triste Dido ha perecido,
y Jerónimo, la vida con un cuchillo se arranca:
espectáculos todos que mi alma han aliviado.
He de rogarie a la dulce Proserpina
que otorgue a mis amigos buen destino,
y a mis enemigos dolores sempiternos.
Al fiel Horacio conduciré por los Campos Elíseos
y en dulces combates imperecederos vivirá.
A Isabel sufrida llevaré adonde penas y dolencias
no se sienten, y a Belimperia he de acompañar
con las doncellas y vestales a que goce;
Jerónimo irá adonde Orfeo con arpa milagrosa
tañe las cuerdas del placer eterno.
Mas di, Venganza a los que odio
¿qué castigos tienen los cielos reservados?
VENGANZA:
A los profundos infiernos serán precipitados
donde viven sólo demonios, torturas y gusanos.
ESPECTRO:
Entonces, cruel amigo, permite que juez yo sea
y de su castigo la tortura diga.
Que la garra del buitre a Tito libere
para que Castilla ocupe ese ducado.
A Lorenzo colocad en la interminable meda
que Ixión conduce dolorido, para que crímenes

86
imagine lentamente en el tomiento. A Baltasar colgadlo
en la roca de Quimera, para que siempre se lamente
de las heridas diamantinas que en el cuello se le infieren,
y su amor maldito nos conforte allá en el cielo,
cuando entre gozos vivamos los benditos.
A Serberino dadle la roca convulsiva
que Sísifo eternamente empuja y a Pedringano
por su traición, enviadlo al hirviente Aquerón
para que viva moribundo en flama interminable
blasfemando de Dios y de sus santos nombres.
VENGANZA:
Apura el paso que a tus amigos y enemigos
has de señalarles el camino merecido:
a unos paz y gozo, a otros condena impenetrable.
Pues aunque la muerte termine la miseria de su vida,
aquí empieza su tragedia que nunca más termina.

FIN
ÍNDICE

Advertencia V
Introducción VII
Bibliografía XXIII

LA TRAGEDIA ESPAÑOLA
Personajes 3
Acto I 5
Acto II 23
Acto III 36
Acto IV 73
Siendo directora general de Publicaciones
la doctora Beatriz de la Fuente, se ter-
minó la impresión de La tragedia espa-
ñola, e) día 23 de enero de 1 9 7 6 .
La tipografía se hizo con Press Román
1 1 : 1 2 , 10:11 y 8:10 en la MT72 Com-
poser. Se tiraron 2 0 0 0 ejemplares

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