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FACULTAD FILOSÓFICA

PLAN DE LA OBRA DE LA
UNIVERSIDAD PONTIFICIA SALESIANA DE ROMA

INTRODUCCIÓN

VOI.IIMI'.N 1: EL ATEÍSMO EN LA VIDA Y EN LA CULTURA CONTEMPORÁNEA. 2 tomos.


EL ATEÍSMO
I.u sociología fíente al problema del ateísmo.—La psicología frente al problema del ateís-
mo.—Las ciencias de la naturaleza frente al problema del ateísmo.—La historia de las
CONTEMPORÁNEO
religiones frente al problema del ateísmo.—El ateísmo en el arte.—El ateísmo militante.—La
pedagogía del ateísmo.
I
VOUIMI'.N II: El, ATEÍSMO EN LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA: CORRIENTES Y
PENSADORES. EL ATEÍSMO EN LA VIDA
(¡¿ncuÍN historien del ateísmo contemporáneo.—Ateísmo e idealismo.—Ateísmo y marxis- Y
mo.--Ateísmo y vitalismo.—Ateísmo y existencialismo.—Ateísmo y fenomenología: N. Hart-
miinn.— Ateísmo c historicismo: Ortega y Gasset.—Ateísmo y naturalismo: G. Santayana.— EN LA CULTURA CONTEMPORÁNEA
Ateísmo y neopositivismo.—Ateísmo y filosofía analítica.—Ateísmo y estructuralismo.—El
ateísmo en la filosofía italiana.
TOMO I
VOI.UMHN 111: EL ATEÍSMO EN LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA: LOS GRANDES
PROBLEMAS. 2 tomos.

Prospectivas generales.—Ateísmo y problema del conocimiento de Dios.—Ateísmo y


problema de la historia.—Ateísmo y problema del mal.—Ateísmo y problema de los valores.

VOUIMI.N IV: E¡, CRISTIANISMO FRENTE AL ATEÍSMO.

I',I ateísmo como problema teológico.—Problemas teológicos ante el diálogo con el ateísmo.—
I ,n teología cristiana no católica frente al ateísmo.—Las religiones no cristianas frente al
ateísmo, -beneplácito cristiano a un mundo dominado por el ateísmo.

I
EDICIONES CRISTIANDAD
Huesca, 44
M A I) R I D
Titulo original: L'Ateísmo contemporáneo COMITÉ DE REDACCIÓN

© Copyright: SOCIETA EDITRICE INTERNAZIONALE, Turín, 1967

Director: G I U L I O G I R A R D I SDB
Profesor de Filosofía en la Universidad Pontificia Salesiana

Secretario: JOSEPH GEVAERT SDB


Profesor de Filosofía en la Universidad Pontificia Salesiana

Miembros: VICENZO MIAÑO SDB


Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia Salesianet*

CARLO CANTONE SDB


Profesor de Filosofía en la Universidad Pontificia Salesiana

AUGUSTO CUSTODIO FERREIRA DA SILVA


Profesor de Filosofía en la Universidad Pontificia Salesiana

FRANCISCO G O Y E N E C H E A SDB
Profesor de Filosofía en la Universidad Pontificia Salesiana

A. M. H E N R Y O P
Director de la revista «Parole et Mission», de París

GIANCARLO M I L A N E S I SDB
Profesor de Psicología Religiosa en la Universidad Pontificia Salesiana

MlCHAEL SCHMAUS
Ex profesor de Teología en la Universidad de Munich

JEAN-FRANCOIS S I X
Profesor de Teología en el Seminario de la Misión de Francia, de Pon/igny

Aprobación de la Congregación Salesiana


Turín, 25 de julio de 1967

DON LUIGI FIORA


Consejero para los Apostolados Sociales

Depósito legal: M. 19.126.—1971

Printed in Spain by
ARTES GRÁFICAS BENZAI. - Virtudes, 7 - MADRID
MILANESI, Giancarlo, SDB
Profesor de Psicología en la Pontificia Universidad Salesiana de Roma
M O D E S T O , Pietro
Profesor de Filosofía en la Universidad Urbaniana de «Propaganda Fide»
COLABORADORES DE ESTE VOLUMEN MOHLLER, Charles
Profesor de Teología en la Universidad de Lovaina
V ieesecrclario de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe
AcguAViVA, Sabino Sámele NASTAINCZYK, Wolfgang
Profesor de Sociología Religiosa en la Universidad de Vadua Profesor en la Escuela Superior de Teología de Ratisbona
ANWANDER, Antón Kío, Emilio del, sj
/:'* profesor de Historia de las Religiones en la Universidad de Munich Profesor de Literatura en Comillas

t AYI'RK, Amédée I'IU'FINO, Giuseppe, SDB


lis profesor en el Seminario de San Sulpicio, Issy Director del Instituto Termométrico Italiano del Consejo Nacional de Investigación

HALIHICCI, Ernesto T H N T O R I , Tullio


fundador de la revista «Testimoníame» Profesor de Antropología Cultural en la Universidad de Roma
v en el Instituto Universitario de Ciencias Sociales de Trento
Hl'.IRNAI'.RT, LOUÍS, SJ
Vi.iuiO'i'K, Antoine
Director del Centro de Formación de Psicología Pastoral de París
Profesor de Filosofía y de Psicología en la Universidad de Lovaina
(JIAUCIIAKD, Paul
VO«T, Edvard D., OP
Director de la Escuela de Eñudios Superiores de París
/ director del Centro de Investigación Cultural y Religiosa de Bergen, Noruega
C O R A L L O , G i n o , SDB
Profesor de Pedagogía en la Universidad de Barí
ENCELEN, W .
Adjunto de Sociología en la Universidad de Nimega
l'ATRANSKY, C. S.
Especialista en problemas de metodología marxista, Viena
GlKAKOI, Giulk), SDB
Profesor en la Pontificia Universidad Salesiana de Roma
G O D I N , André, sj
Profesor de Psicología en el Centro Internacional «Lumen "Vitae» de Bruselas
GOLFÍN, Christophe, OP
Profesor de Filosofía Política, Toulouse
J IOURDIN, Gcorges
Director de la revista «Informations Catholiques Internationale:», París
JOIIANN, Robert O., sj
Profesor de Filosofía en la Universidad de Fordham de Nueva York
LAZZAROTTO, Angelo
Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras
CONTENIDO DEL TOMO I

»
I [enry de Lubac: Presentación 19
Advertencia 22
INTRODUCCIÓN (G. Girardi) 25
I. El problema del ateísmo contemporáneo , 27
II «Ateísmo»: precisiones tecnológicas *.. 32
A) Ateísmo teorético, 36: 1. ¿Qué significa «negar» a Dios?, 36.—2. ¿Qué signi-
fica «Dios»?, 43.—B) Ateísmo práctico, 56.—Conclusión, 60.
III Dálogo entre católicos y ateos 61
M Fenomenología del diálogo, 64-. 1. Temática, 66.—2. IntttioraVMts, 67.—l. In-
tencionalidad, 68.—4. Originalidad del diálogo con otras formas de relación inter-
subjetiva, 77.—5. Situación de partida, 81.—6. Condiciones, 86.—B) El problema
de la posibilidad de diálogo entre católicos y ateos, 88: 1. Fidelidad y diálogo, 89.—
.'.. Dependencia y autonomía, 91.—3. Objetividad y subjetividad, 98.—4. Unidad
y multiplicidad de los sistemas de verdad y de valores, 100.—5. Particularidad y
universalidad, 101.—Conclusión, 103.
111, lu Mitones bibliográficas '"'

PRIMERA PARTE

LA SOCIOLOGÍA FRENTE AL PROBLEMA DEL ATEÍSMO

14ip, 1: Análisis sociológico del problema del ateísmo (S. S. Acquaviva) 10/
Ilirvcs consideraciones preliminares '"7
I Dimensiones del fenómeno '''
I. Dimensiones del ateísmo, 113.—La decadencia de la práctica religiosa, 118.
II I .a lógica del fenómeno ''2
I. Los componentes históricos, 132.—La lógica del fenómeno, 139.
i II Prospectivas ' ''
l'ililitiHi'iifta razonada ''''
1
-i|> II: Interpretaciones sociológicas del fenómeno religioso en el ateísmo conteníi«<
raneo (E. D. Vogt) ' /'
I I x posición I 71
L Ateísmo y funcionalismo-sociologismo '/I
II. Ln sociología religiosa en el marxismo clásico ' '6
III. Recientes desarrollos de la sociología religiosa mnrxisi;' I M.'
IV. La religión en el sociologismo de Diirkliciin '''I
16 CONTENIDO DEL TOMO I
CONTENIDO DEL TOMO i 17

II. Discusión 197 Cap. IV: El ateísmo juvenil (G. C. Milanesi) 293
Observación preliminai: en qué sentido puede una sociología religiosa ser caracte- I. Introducción 293
rizada como atea 197 1. La dimensión sociológica, 294.—2. La dimensión psicológica, 295.—3. La di-
I. Valoración de la sociología religiosa marxista 19g mensión fenomenológica, 295.
I I . Valoración de la sociología religiosa de Durkheim 208 II Amplitud del fenómeno del ateísmo juvenil 296
I I I . Perspectivas de la sociología religiosa 211
I. Premisas, 296.—2. Reseñas de los estudios e investigaciones, 298.—3. Valor me-
Bibliografía 313 IIMle ilógico y conclusiones teóricas de los estudios analíticos, 324.
MI Nlgnilundo psicosociológico del ateísmo juvenil < "'
I Premisas, 329.—Religiosidad integrada y religiosidad marginal, 331.—3. Religio-
SEGUNDA PARTE
nldiul inmginnl, irreligiosidad, ateísmo, 352.
LA PSICOLOGÍA FRENTE AL PROBLEMA DEL ATEÍSMO IV. Conclusiones 362
Cnp. V: lil ateísmo de los «creyentes» (R. O. Johann) 365
Cnp. I: Análisis psicológico del fenómeno del ateísmo (A. Vergote) 219
Introducción 365
I. Cuestiones preliminares 219
1. El ateísmo como objeto del estudio psicológico, 219.—2. El ateísmo, ¿posición 1. Descripción general del creyente ateo 367
verdadera o religión desconocida?, 220.—3. Concepción dinámica de la psicología II. Tres tipo» de Htcos 168
del ateísmo, 222.—4. Vínculos entre los motivos psicológicos y las críticas psico- 1. El ateo práctico, 368.—2. El ateo especulativo-práctico, 371.—3. El ateo
lógicas de la religión, 224. teórico, 372.
11. Procesos psicológicos implicados en el ateísmo ... 226 III. Fe verdadera y posibilidades latentes de ateísmo 176
1. Miedo y huida de lo sagrado, 226.—2. Defensa contra lo sagrado identificado con llibliografía 378
lo mágico, 227.—3. Desacralización del mundo y mística terrestre, 229.—4. Des- 1
,ip. VI: «Conversiones» del cristianismo al ateísmo (G. Hourdin) 379
confianza hacia la experiencia religiosa interior, 233.—5. La razón, en conflicto con
el asentimiento religioso, 237.—6. Conflicto entre la suficiencia de la felicidad y el introducción 379
placer y la esperanza de salvación, 243.—La providencia, puesta en tela de juicio I. Condiciones históricas del paso al ateísmo. Importancia del fenómeno. Dificultad
a causa del mal y del sufrimiento, 246.—Críticas sobre la religión del Padre, 249.— de su estudio (80
Conclusión, 253. 11. Estudios sobre sondeos, encuestas y testimonios contemporáneos S83
bibliografía 254 1. Encuesta sobre la pérdida de la fe en los jóvenes franceses, 383,—2. Encuesta de
sociología religiosa, 384.—3. Entrevistas particulares, 3 8 5 . - 4 . El problema del
Cap. I I : El psicoanálisis y el ateísmo (L. Beirnaert) ... 254 mal, 386.—5. Testimonios acerca de la conversión de los obreros, 390.—6. Testi-
Introducción 257 monios acerca de la conversión al ateísmo, debida a la no historicidad de los Evan-
I. Freud y el descubrimiento del inconsciente 259 gelios, 394.
H. El razonamiento analítico de Freud acerca del proceso religioso 260 III. lil paso ni ateísmo estudiado en las biografías de hombres representativos 398
III. Los ateísmos de los psicoanalistas 262 1. Los filósofos y los científicos, 398.—2. La audacia de Piderot, 4 0 0 — 3 . El si-
IV. La cuestión del ateísmo después de Freud 266 glo xtx y el socialismo, 402.—4. Los escritores, 406.
llibliografía 269 inclusiones 41}

Cap. TIT: Desarrollo psicológico y tentación del ateísmo (A. Godin) 271 i|i. VII: Interpretaciones psicológicas de los fenómenos religiosos en el ateísmo con-
Introducción 271 temporáneo (A. Vergote) 417
I. El antropomorfismo 273 1 exposición 417
a) Atitropomorfismo imaginario', 273.—b) Antropomorfismo afectivo, 275. hit inducción 417
II. El animismo 278 I. f,ii psicología, ciencia del hombre 418
a) Animismo punitivo, 278.—b) Animismo protector, 280. II La perspectiva propia del psicólogo 42?
IIL La mentalidad mágica 281 I, El fenómeno religioso, objeto de la psicología descriptiva y de ln obscr
a) Eficacia mágica u oportunidad religiosa de la oración, 282.—b) Mentalidad má- viidón técnica, 423.—2. Ln psicología, estudio de Ion movimientos del com-
gica en la vida sacramental, 283. portamiento y de ln actitud religiosa, 435.
IV. El moralismo 284 III Interpretación psicológica de los fenómenos religiosos en el «leísmo contení
poránco 432.
V. El psicologismo 287
I. Precursores modernos de la crítica psicológica de ln religión, 4 3 2 , - 2 . l,n
Conclusión 289
psicología del «sentimiento religioso», 436. - -3. Lns irittntivMH de explicación
IMbliognilú 290 psicológicn o .biológica de los sentimientos religioso*, 419.—4. I.» critica
18 CONTENIDO DEL TOMO I
PRESENTACIÓN
freudiana de la religión, 441.—5. Crítica de la religión en la escuela psicoana-
lítica, 448.—6. La psicología analítica frente al fenómeno religioso, 456.—
8. Una palabra sobre la psicología de la conducta, 464.—Bibliografía, 464.
II. Discusión 465
I. Las dimensiones psicológicas de la religión y su trascendencia 465
1. Neutralidad metodológica y riesgos del cientifismo psicológico, 466.—2. La
exigencia de purificación, 468.—3. Relaciones circulares entre psicología y
filosofía, 469.
II. La psicología de los sentimientos religiosos 469
1. Iil Dios del hombre psicológico, 470.—El partido tomado por la interiori-
dad en la psicología analítica, 471.—3. La proyección religiosa, 472.
La obra que voy a presentar al lector no es ni pretende ser un tratado.
III. I\I psicoanálisis ante la religión 474
1. La religión, factor de humanización y alienación, 474.—2. El símbolo pa-
Cierto que ha sido concebida con un propósito meditado y bien definido y que
terno y el Dios cristiano, 475. un plan directivo ha presidido su elaboración. Pero ese propósito no correspon-
Conclusión: La originalidad de la actitud religiosa 477 de a un sistema y ese plan no ha resultado de un pensamiento que ambicionase
desarrollarse según una lógica interna propia. Se trata más bien de un marco
TERCERA PARTE elegido para presentar con cierto orden un conglomerado de estudios de origen
y naturaleza diversos, redactados cada uno de ellos por sus autores respectivos
LAS CIENCIAS DE LA NATURALEZA con absoluta independencia. No puede considerarse, pues, como un tratado,
FRENTE AL PROBLEMA DEL ATEÍSMO
sino como una enciclopedia.
Cap. I: la ciencia física y el ateísmo (G. Ruffino) 483 Que una tal enciclopedia resulta sumamente oportuna, apenas si es necc
I. Conflicto entre ciencia y religión 483 sario advertirlo. Ningún tema puede parecemos más grave y más actual y, al
II. La ciencia natural 485 mismo tiempo, más multiforme. Ninguno requiere en mayor grado la atención
III. Ciencia y ateísmo en la Antigüedad 492
de todo aquel a quien, en la Iglesia, corresponde una parte de la responsabili-
VI. Ciencia y ateísmo en la Época Moderna 496
1. Ateísmo materialista, 498.—Ateísmo neopositivista, 506.—Teísmo irracional, 506. dad común. Ninguno se impone con mayor peso a la conciencia cristiana de
Teísmo racional, 508. nuestro tiempo.
Bibliografía 510 La idea de esta enciclopedia había sido lanzada, e incluso había sido ya t
Cap. II: Las ciencias biológicas y el ateísmo (P. Chauchard) 513 emprendida, mucho antes de que el reciente Concilio hubiera insistido, con la
I. La concepción materialista de la vida y del hombre 513 fuerza que nos es conocida, sobre el hecho del ateísmo contemporáneo y la
Introducción 513 necesidad de hacerle frente. Por ello, esta enciclopedia puede, sin haber sacri-
1. Vida y materia, 515.—2. ¿Hacia la síntesis de la vida en el laboratorio?, 517.
3. Origen de la vida, 518.—4. Evolución biológica y origen del hombre, 519.—5. La ficado nada a la prisa de las improvisaciones, aportar desde este instante una
autoconstrucción embriológica, 521.—6. Espiritualidad y cerebro humano, 522. primera respuesta a los requerimientos del Concilio. La iniciativa de la misma
7. Libertad humana, 524.—Bibliografía, 526. se debe a la Universidad Salesiana de Roma, centro de una congregación fun-
II. Discusión ... 527
dada precisamente para salir al paso de las necesidades del mundo moderno.
Bibliografía 533
Ello constituye, a nuestro entender, una garantía de la amplia y vivificadora
apertura de espíritu, así como del profundo sentido apostólico con que sus di-
rectores planearon su tarea y la llevaron a feliz término. Y es al mismo tiempo
un indicio sobre la orientación, a la vez doctrinal y práctica, que imprimieron
a toda la obra.
Que los autores a los que se dirigieron se han ajustado a su designio y su
¡dan lo demuestran los capítulos que me ha sido posible leer. Varios de ellos
ve mueven en un nivel sumamente técnico. Así lo exigía el tema. Pero se ha
20 HENRY DE LUBAC PRESENTACION ' 21

concedido asimismo un amplio espacio a la descripción de situaciones concretas, nos, a nuestra falta de confianza) a lo que se debe atribuir sus retrocesos. Ahora
relacionadas con la psicología, la sociología y la historia literaria, así como al bien: en todas las épocas y en todas las situaciones, Dios suscita entre los hom-
estudio histórico de las doctrinas. Cuando la actividad filosófica entra en fuego, bres testigos de su Presencia. Entonces, contra toda esperanza, se renueva la
la discusión se plantea tan sólo después de una exposición, en la cual la pre- maravilla: la fe aflora en el fondo de un corazón. A través de uno de sus
ocupación por la objetividad va acompañada por una actitud metodológica que testigos, el hombre, una vez más, ha reconocido a su Dios.
asegura a la tesis examinada todas sus posibilidades. Nos hallamos aquí muy
lejos de lo que hoy se incluye bajo la denominación convencionalmente peyo- HENRY DE LUBAC SJ
rativa de apologética. Incluso en el mejor sentido del término, no es la apolo-
gética el fin perseguido. Lo que cada colaborador busca ante todo es procurar
al lector un conocimiento lo más profundo y exacto posible del fenómeno con-
temporáneo del ateísmo, desde uno u otro de sus aspectos, con miras a intro-
ducir la posibilidad de un diálogo real.
Por eso no nos extrañará —hablo, claro está, de los artículos que he leído—
i/tic no se haya juzgado necesario extenderse en lo que se refiere a los estragos,
demasiado fácilmente observables, causados por la difusión de las doctrinas y
de los comportamientos ateos en el hombre medio, y que, por el contrario, no
se haya disimulado nada sobre las deformaciones que la historia, o nuestra mis-
ma época, nos revelan en el seno de las comunidades creyentes. Por otra parte,'
tampoco se ha vacilado en reconocer las lecciones positivas que un cristiano,
aun permaneciendo firme en su fe, puede recibir, bajo diversos títulos, del ateís-
mo. Es correcto proceder de esta manera. En efecto, el creyente no necesita
únicamente ser informado, sino que debe ser asimismo estimulado. El ateísmo
es como un reto o desafío lanzado a su fe. Y así como para el Concilio, según
expresión del cardenal Kónig, supuso un «aguijón», es preciso que lo sea tam-
bién para cada uno de nosotros. i

Uno de los colaboradores de esta enciclopedia termina su estudio, denso y


nutrido, recordando la necesidad y la virtud del testimonio, sin el cual todos
los debates de ideas, por indispensables que sean y por rigurosos que deban
ser, resultarían a la postre vanos. Convenía que esto fuese dicho. No, claro
está, con el fin de que nos sirviera de pretexto para retroceder perezosamente
tinte el esfuerzo de pensamiento que se requiere previamente para el diálogo,
sino para inmunizarnos contra la peor de las ilusiones, la cual, a los ojos de nues-
t
tro interlocutor, transformaría en una especulación sin alcance alguno, o en
algo peor todavía, una fe a la que estaríamos haciendo traición. He aquí otro
motivo por el que convenía que se nos dijese eso para infundirnos coraje, si,
como ocurre de modo inevitable, hubiéramos de sentirnos inferiores a la tarea
intelectual que nos incumbe. El Evangelio se difundió por la fuerza del Espí-
ritu que animaba a los fieles de Cristo. La fuerza de ese mismo Espíritu puede
difundirlo hoy también. Es antes que nada a nuestras infidelidades (o, al me-
ADVERTENCIA 23

mo, fenomenología, historicismo, naturalismo, neopositivismo, filosofía analí-


ADVERTENCIA tica, etc. No ciertamente porque todas estas corrientes sean, como tales, repu-
tadas de ateas, sino porque a ellas se han adherido pensadores declaradamente
ateos. Se ha considerado útil, en contraposición, estudiar algunos autores que,
pese a no ser ateos, son con frecuencia juzgados como tales y cuya problemática
constituye una aportación a las reflexiones sobre el comunismo. Tal es el caso
de Heidegger, Jaspers, Unamuno, Ortega y Gasset, etc.
En la tercera parte se afrontan, siempre dentro del terreno filosófico, al-
gunos de los grandes problemas suscitados por el ateísmo, bien en un plano
general, bien en particular con respecto a su conocimiento y sentido.
Dos preocupaciones fundamentales han inspirado la elaboración del pro-
Tanto en la segunda como en la tercera parte, el aspecto expositivo va se-
yecto de esta obra: la de comprender el ateísmo y la de enfrentarnos con los
guido habitualmente por un intento de valoración.
problemas que él suscita, valorando por eso mismo desde una perspectiva cris-
tiana las soluciones ateas. El diálogo doctrinal con el ateo debe partir necesariamente del terreno fi-
Ambas preocupaciones se hallan presentes a través de toda la obra, dado losófico, en el cual es posible encontrar un lenguaje común. Sin embargo, la
que la interpretación y la valoración se reclaman mutuamente. Sin embargo, respuesta cristiana a los problemas planteados por el ateísmo quedaría mutilada
se ha tratado, siempre que ha sido posible, de mantenerlas separadas, a fin de si se limitase a sus componentes racionales. En consecuencia, es preciso que el
que la objetividad necesaria al momento expositivo no se viese excesivamente cristianismo logre presentarse en la plenitud de sus valores; es decir, en un
nubada por interferencias valorativas. plano propiamente teológico. En esto consiste la tarea de la cuarta parte. En
En la reconstrucción del ateísmo se ha pretendido, por una parte, escla- ella, tras haber reflexionado sobre el ateísmo como problema teológico, se ini-
cia, en diálogo con él, una meditación sobre algunos de los grandes problemas
icccr la complejidad del fenómeno, que trasciende la esfera filosófica para abar-
i cológicos, terminando con una exposición de algunas indicaciones metodoló-
rar la vida y la cultura en sus más diversos aspectos. Por otra, se ha tenido en
gicas sobre el acercamiento cristiano a un mundo signado por el ateísmo.
inenta que sus componentes doctrinales debían ser abordados con particular
amplitud. Se trata también aquí, entiéndase bien, de distinciones de máxima Los colaboradores de la presente obra son en su gran mayoría católicos,
'importancia, ya que el pensamiento y la vida, la filosofía y los restantes secto- lista fórmula nos ha parecido la más oportuna para asegurar una cierta unidad
res culturales, se compenetran ampliamente. a un tratado que, dada la multiplicidad de los autores, de las especializaciones
Nos hemos preocupado asimismo de conjugar las exigencias de la univer- v de las orientaciones, se hallaba expuesto a resultar excesivamente disperso.
salidad con las de la actualidad. A tal fin, las exposiciones históricas se han Pensamos asimismo que una toma de posición global por parte de los pensa-
concentrado sobre personalidades y tendencias contemporáneas particularmen- dores católicos con respecto a una problemática tan grave, en el clima pos-
te significativas y, sobre todo, se ha tratado de recoger la documentación actual conciliar, podía ofrecer un interés particular. No obstante, se ha considerado
sobre los problemas universales de la existencia humana. Las discusiones doc- necesario presentar el punto de vista tanto de los cristianos no católicos como
trinales, por tanto, aun refiriéndose de modo más directo a las posiciones con- <lc las religiones no cristianas frente al ateísmo. Por ello van dedicadas a este
lemporáncas, afrontan los problemas generales por ellas suscitados. lema, en la cuarta parte, dos series de estudios.
En la primera parte se estudia el ateísmo en la vida y en la cultura contem- Finalmente, antes de iniciar el estudio del ateísmo, estudio que tiende a
poráneas: sociología, psicología, ciencias físico-matemáticas y biológicas, historia ••tablecer un diálogo en los más diversos sectores, nos ha parecido oportuno
de las religiones, literatura, cine, organización, pedagogía. El estilo es aquí anteponer dos órdenes de reflexiones, el primero de los cuales se refiere al
predominantemente expositivo, aunque la presencia de componentes doctrina- oncepto de ateísmo, en tanto que el segundo aborda la posibilidad del diálogo
les en los varios sectores impone con frecuencia planteamientos teóricos. •i ir re católicos y ateos. Se trata, naturalmente, sobre todo en lo que se refiere
La segunda y la tercera partes tienen carácter filosófico. La segunda estu- il diálogo, de interrogantes a los cuales sólo al final de la obra será posible dar
dia el atcf'iino tanto en su génesis histórica como en algunas de sus corrientes n parte una respuesta adecuada. Nos pareció con todo preferible situarlos en
v pensad*.ipi) más significativos: idealismo, marxismo, vitalismo, existencialis-
I. EL PROBLEMA DEL ATEÍSMO CONTEMPORÁNEO

El hecho de que parte nuestra reflexión es la presencia masiva del ateísmo


en el mundo contemporáneo. Presencia significativa desde el punto de vista
cuantitativo y cualitativo. En el plano cuantitativo, el ateísmo ha dejado ya de
constituir un fenómeno de élites para convertirse en un movimiento de masas,
sacudido por un dinamismo de ascensión que algunos consideran irresistible.
En el plano cualitativo no se presenta como una simple negación de Dios, sino
como una respuesta al problema del hombre, como una actitud global frente
a la existencia y frente a la Historia, que llega a alcanzar la dramática intensidad
de una «fe» y la dinámica de una acción militante. No aparece como un fenó-
meno sectorial, sino que invade todos los niveles de la cultura y de la vida,
tanto personal como social: filosofía, moral, ciencia, arte, literatura, historia,
política, economía, derecho, etc.
En todos estos niveles se nos muestra como una negación radical del cris-
tianismo y como una alternativa, personal e histórica, frente al mismo. El cris-
tianismo, por tanto, ha dejado de significar una tranquila posesión para ofre-
cerse como una elección personal y comprometedora.
Ante un hecho de este tipo surgen, entre otros, los siguientes interrogan-
tes: ¿Es el ateísmo una manifestación contingente, una explosión pasajera,
una moda, o más bien se trata de un movimiento llamado a dejar una profunda
impronta sobre el presente y el futuro? ¿Es una expresión circunscrita a de-
terminados ambientes o naciones, al menos a la civilización occidental, o reviste-
acaso una cierta universalidad?
Con tales interrogantes nos enfrentaremos de manera más analítica en el
curso de esta obra, bien en los estudios sociológicos y psicológicos, bien en los
filosóficos, al final de los cuales nos será posible sacar alguna conclusión global.
Por el momento nos limitaremos, con miras a un primer planteamiento del
fenómeno del ateísmo en su conjunto, a formular algunas hipótesis de trabajo.
El relieve histórico del ateísmo deriva, a nuestro entender, en primer lugar,
del hecho de que aparece vinculado a algunos rasgos característicos de la situu
ción contemporánea, vista ora en sus movimientos objetivos, ora en las tlimcn
28 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 29

siones de la conciencia. Recordemos, por ejemplo, en la línea objetiva el pro- lógica implacable de algunas premisas teoréticas. Tal afirmación significaría la
greso cada vez más rápido de las ciencias, tanto físico-matemáticas como psico- teorización del divorcio entre el cristianismo y el mundo moderno; en conse-
sociológicas; el progreso de la técnica y el vastísimo proceso de transformación cuencia, de ser enunciada por un creyente, supondría la condenación del mundo
de las relaciones del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí que de moderno, y enunciada por un ateo, la condenación del cristianismo. Sin embar-
ese progreso deriva; los movimientos de emancipación en todos los niveles: go, nos parece claro que nuestra época, al urgir determinadas instancias, plan-
político (descolonización, difusión de la democracia), económico y social (de tea el problema religioso como una opción personal y radical y, por eso mismo,
las clases trabajadoras, de los hombres de color, de la mujer, de los jóvenes), propone también la alternativa atea. Así, pues, donde el problema religioso
intelectual (reivindicación de la libertad de pensamiento y de expresión), reli- se plantea en términos personales y radicales, con todas sus dificultades obje-
gioso (ruptura de la unidad religiosa, laicización del Estado y de las institu- tivas y subjetivas, se puede prever con gran probabilidad que no todos le darán
ciones); el proceso de socialización; la explosión demográfica; y como síntesis una solución positiva, y que algunos se orientarán hacía la negativa. En otros
y resultante de todos estos factores, el ritmo acelerado de las transformaciones términos: se puede prever una permanencia significativa (no necesariamente
a escala mundial. A estos factores objetivos han venido a unirse estrechamente un avance) del ateísmo en el futuro.
algunas dimensiones de la conciencia contemporánea, en particular la agudiza- Las mismas razones orientan nuestra respuesta a la segunda pregunta, res-
ción del sentido crítico, la afirmación de la conciencia personalista y de la sen- pecto a la universalidad del fenómeno. Se puede prever con gran probabilidad
sibilidad comunitaria, el sentido de la historicidad, etc. El ateísmo se ha soli- la emergencia del ateísmo allí donde afloren a la conciencia los problemas y las
darizado en muchos aspectos con esta civilización y tiende a considerarse a sí instancias que lo han engendrado en Occidente. Ahora bien, en la medida en
mismo como la interpretación auténtica de las nuevas aspiraciones, como la que los factores objetivos por los cuales se caracteriza la situación de Occidente
expresión de los nuevos valores. (la industrialización, por ejemplo) expresan leyes históricas, es extremadamente
Esto se advierte con particular evidencia en el plano teorético, donde las probable que éstas actúen de igual forma en el resto del mundo (aunque sea
diversas formas del ateísmo se presentan como la desembocadura lógica del según ritmos y modalidades diferentes) y que, por tanto, tengan en la concien-
pensamiento moderno. Una tesis tal habrá de ser valorada en función de una cia de los pueblos resonancias análogas. Tal afinidad se verá fortalecida en
interpretación del ateísmo por una parte y del pensamiento moderno por otra. sumo grado por el movimiento de unificación del mundo y por el prestigio
Sin embargo, aun aquellos que (como nosotros mismos) sostienen que debe cultural de Occidente.
ser puesta en tela de juicio, incluso negada en su sentido absoluto, difícilmente Así, pues, el significado del ateísmo no reside principalmente en la presen-
podrán rehusar ver en el ateísmo una de las posibles conclusiones del pensa- cia relevante o creciente de los ateos, sino en el hecho de que constituye la
miento moderno, uno de los polos de gravitación de la época. expresión de una nueva situación histórica. Los ateos propiamente dichos, sin
La significación del fenómeno ateo es tanto mayor cuanto que los rasgos < luda alguna, forman una porción reducida de la humanidad. Pero la situación
ile la situación con la que se halla vinculado no son simples hechos, sino leyes que ellos revelan interesa siempre, y de manera profunda, a la masa de los
históricas; es decir, se hallan animados por cierta dinámica e impregnados de creyentes.
una carga profética. Por tanto, permiten al hombre no sólo penetrar el sentido Esta concepción permite intuir la amplitud y la profundidad de los pro-
de su época, sino también proyectarse hacia el futuro. blemas que el ateísmo suscita en la conciencia cristiana, que se resumen en la
A partir de estas reflexiones es posible elaborar una respuesta a los inte- pregunta siguiente: ¿Cómo vivir la exigencia de la fe en un mundo caracte-
rrogantes que nos hemos formulado. De ellas se desprende, ante todo, que el rizado por la presencia atea?
ateísmo no es un hecho superficial, una moda, sino la expresión de una nueva El ateísmo se presenta de hecho como una negación de la religión. Si bien
situación subjetiva y objetiva de la humanidad, un signo de los tiempos: un ai cada caso singular puede tratarse de un fenómeno primario (individuos na-
fenómeno, por consiguiente, que marca una profunda huella sobre el presente cidos y criados en un ambiente ateo), tomado en su conjunto es un fenómeno
y está destinado a hacer lo mismo con respecto al porvenir. posreligioso; es decir, debe ser entendido dialécticamente, como crítica (explí-
En nuestra opinión, debe descartarse una vinculación esencial entre el ateís- cita o implícita) de la religión, como afirmación de valores que parecen en con-
mo y el mundo moderno, bien sea en el sentido de un determinismo objetivo, flicto con ella o al menos completamente extraños a ella. Por tanto, no puede
de un movimiento irresistible orientado en tal dirección; bien en el de una comprenderse el ateísmo si no es reconstruyendo la imagen de la religión a la
30 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 31

cual se refiere y a la que considera como inaceptable o al menos como estéril, insolubles. Verdad, por consiguiente, que roza con la contradicción, en la cual
carente de significado. Si es así, nos remite a la religión tal como se presenta en el momento positivo y el negativo, aun coexistiendo, tardan en conseguir su
sus realizaciones históricas, psicológicas, sociológicas; en su doctrina, institu- empalme.
ciones, testimonio religioso y moral, repercusiones políticas, económicas y so- La trascendencia del cristianismo se expresa no sólo en la incomprensi-
ciales; en su actitud frente a la cultura y la civilización. bilidad del misterio, sino también en la irrealizabilidad del ideal. Los auténticos
Por esta razón, el ateísmo occidental es originariamente un fenómeno pos- creyentes lo persiguen sin tregua, pese a sentirse conscientes de que en esta
cristiano; es decir, se plantea como una crítica del cristianismo. Al difundirse vida permanecerán siempre muy distantes del mismo. A la insolubilidad de
en otros contextos culturales, asumirá diversos rostros en función de las reli- las antinomias teoréticas se añade así la de las antinomias existenciales, cuya
giones concretas cuya crítica establezca (así, podrá darse un ateísmo posislámi- armonización histórica, personal y comunitaria no resulta nunca satisfactoria.
co, posbudista, posconfuciano, posindoísta, etc.). Así ocurre que, para una mirada penetrante, las instancias fundamentales
Respecto al cristianismo, el ateísmo es una negación global, radical, exis- del ateísmo se revelan como la explosión de antiguas dificultades inmanentes
icncial. Global, en cuanto que abarca todos sus aspectos: personales y sociales, al cristianismo, como la ruptura entre el momento positivo y negativo de su
religiosos y profanos. Radical, porque ataca los fundamentos mismos de la dialéctica interna, como la denuncia de una síntesis fatigosamente buscada y
icligiosidad. Existencial, en cuanto no se refiere tan sólo, y tal vez ni siquiera jamás plenamente alcanzada.
primariamente, a la concepción objetiva del mundo, sino a la actitud que ella La reflexión en este nivel permite, a través de la solicitación atea, redes-
impone. No es tanto una crítica de Dios cuanto del hombre religioso, de su cubrir por un lado la actualidad de los problemas clásicos y captar por otro la
existencia personal y comunitaria, del tipo de incidencia histórica que realiza. profundidad de las instancias modernas. Permite cotejar los problemas de hoy
¿Qué valor posee esta crítica? El reflejo «apologético» puede inducir al con la riquísima aportación de la tradición y los problemas antiguos con la
creyente a rechazarla en bloque. Pero un análisis más objetivo impone un conciencia de las nuevas dimensiones en que hoy se presentan y las profundi-
control de esta reacción espontánea, inspirándose en un valeroso amor a la zaciones que postulan.
verdad, dondequiera que ésta se halle. Una prueba de esta lealtad nos la ofrece El significado histórico del fenómeno del ateísmo se muestra, desde esta
la Constitución Gaudium et spes, en la cual se destaca la responsabilidad de perspectiva, más profundo de lo que pudiera hacer pensar su misma solidari-
los creyentes en la génesis del ateísmo (n. 19). En efecto, allí donde el cristia- dad con las exigencias típicas de nuestra época. Se revela, de hecho, como una
nismo es inauténtico la negación atea es válida. Ahora bien, el cristianismo expresión particularmente aguda de una problemática perenne.
histórico es siempre inauténtico en cierta medida, tanto en el plano vital como En la medida en que el ateísmo es la expresión de una situación de la huma-
en el doctrinal (en el cual no está comprometida la infabilidad de la Palabra nidad y realiza las instancias más típicas de nuestra época, el problema de la
de Dios y del magisterio eclesiástico). La crítica dirigida al cristianismo se con- actitud cristiana frente al mismo abarca todas las relaciones entre el cristia-
vierte así en un delicado proceso autocrítico, entendido no como reacción epi- nismo y el mundo moderno. La evolución de la actitud de la Iglesia frente al
sódica, sino como dimensión dinámica de la conciencia cristiana, para la cual ateísmo refleja la evolución general de su actitud frente al mundo y, más pro-
la humildad no es sólo una virtud personal, sino comunitaria. fundamente, de su modo de entender su propia misión.
La inautenticidad cristiana no es, sin embargo, la única causa de las ins- La posición de suprema alternativa frente al ateísmo no plantea tan sólo
tancias ateas, ni tal vez siquiera la principal. Existe otra que permite captar al cristianismo problemas sectoriales, como si se tratase únicamente de tomar
en un nivel más profundo la continuidad entre la problemática atea y la cris- ni consideración una nueva categoría de hombres a los que ha de dirigirse o de
tiana: es el carácter antinómico, dialéctico, del mensaje cristiano, carácter que unos interrogantes sobre los cuales tiene que meditar. El ateísmo introduce en
radica en su trascendencia. Las instancias ateas pueden derivar tanto de lo que lodos los problemas una nueva dimensión, renueva su significado y exige, por
en el cristianismo hay de inauténtico como de lo que hay en él de más auténtico. eso mismo, soluciones en cierta medida nuevas. Una negación global exige una
Efectivamente, en todos los niveles la reflexión cristiana choca en defini- respuesta global. Se impone, por tanto, en función de la situación así creada,
tiva con el misterio. Ahora bien, misterio no significa únicamente verdad oscu- una nueva meditación sobre la doctrina filosófica y teológica, así como la revi-
ra, sino verdad cargada de antinomias nunca resueltas, plena y humanamente sión de los métodos pastorales, catcquéticos, pedagógicos y ascéticos. Y de
32 G. GIRARDI INTRODUCCION 33

ello surge finalmente el recurso a nuevas síntesis de verdades y valores. Se blando de ateísmo, unos piensan en Descartes, Spinoza, Fichte, Hegel, Heideg-
trata de una problemática vasta y compleja, que comprende a toda la Iglesia ger, Jaspers, Wittgenstein, mientras que otros rehusan clasificarlos de este
en su reflexión y en su vida y que suscita una potente apelación a la autenti- modo'.
cidad y a la renovación. Es un cometido histórico sin precedentes, en el cual La dificultad surge asimismo en el plano de las investigaciones y de los es-
estamos todos comprometidos y cuya grandiosa trayectoria ha señalado el Con- tudios psicológicos o sociológicos. ¿Habrá que considerar como ateo al que
cilio. admite la existencia de un «Ser supremo», de una «Fuerza» que se halla en el
Conviene recordar aquí el texto con que la Gaudium et spes comienza a origen del mundo, sin atribuirle, no obstante, caracteres personales? ¿Y qué
delinear la actitud cristiana con respecto al ateísmo: «La Iglesia —nos dice—, decir de aquel que, sin negar la existencia de Dios, duda vehementemente
consciente de la gravedad de los problemas que suscita el ateísmo, juzga que acerca de ella? ¿O de aquel que, aun afirmando la existencia de Dios, consi-
estos deben someterse a un serio y profundo examen». Así, pues, hoy más que dera este hecho como carente de significado en el plano vital? ¿O del que di-
nunca, la Iglesia no se presenta a sí misma tan sólo como sede de la verdad, ciéndose ateo persigue un ideal ético? De ahí que surjan evaluaciones tan di-
sino también como sede de la búsqueda. La conciencia de ser portadora en el versas sobre la amplitud del fenómeno ateo en su conjunto.
mundo de grandes y definitivas certezas no le impide percibir las oscuridades Esta equivocidad podría privar de precisión a todo razonamiento general
en que estas certezas están envueltas, los problemas que plantean, la tarea in- sobre el ateísmo y esterilizar el debate, puesto que los interlocutores no se
definida de búsqueda que ofrecen, no sólo para los demás, sino también para referirían a lo mismo.
ella misma. La dificultad ha sido advertida con toda claridad por Lalande, el cual, des-
Los problemas del ateísmo no son interrogantes exclusivos de la Iglesia pués de haber definido el ateísmo como «la doctrina que consiste en negar la
como tal. Atañen a todos y a cada uno de los creyentes actuales, llamados a existencia de Dios» 2, añade ya en un plano crítico: «La definición de este tér-
vivir su fe en contacto con las mismas condiciones objetivas y subjetivas que mino no puede ser más que verbal, dado que el contenido de la idea de ateísmo
clan origen a la incredulidad. El ateísmo se presenta ante un número cada vez varía necesariamente en correlación con las diversas concepciones de Dios y
mayor de hombres como una posible alternativa frente a la fe, como un estilo de su modo de existencia» 3. «El término —concluye— reviste en nuestra opi-
de vida y de civilización, mientras que la adhesión a la fe se ofrece no como nión sólo un valor histórico, que es preciso determinar en cada caso particular,
una fidelidad a un patrimonio cultural, sino como una opción personal y com- en vez de un significado teorético definido. Lo que para uno es afirmación de
prometedora. El cristiano contemporáneo intuye así que el ateísmo no es para la divinidad puede ser para otro ateísmo. Se ajusta más, por tanto, a las polé-
él un simple fenómeno «objetivo» al que hay que estudiar en frío, sino una micas religiosas que a la discusión filosófica, de la cual, por lo demás, tiende
inquietud interior que le afecta y que dramatiza sus mismas certezas. a desaparecer» 4.
Es en el punto álgido de esta opción, mediante la cual todo hombre deter- Esta reflexión nos parece muy interesante y hemos de discutirla posterior-
mina su destino y contribuye a determinar el de su época, donde se inserta mente. De momento destaquemos que no es puramente lingüística, sino que
nuestro estudio. abarca problemas más profundos. En efecto, si la definición del término «ateís-
mo» sólo puede ser verbal, otro tanto puede decirse de los término «Dios» y

II. «ATEÍSMO»: PRECISIONES TERMINOLÓGICAS


' Acerca de estas calificaciones de ateísmo atribuidas a algunos autores, a pesar de las decla-
raciones bien precisas de los interesados, puede encontrarse una rica documentación en el fun-
El interés de los estudios e investigaciones acerca del ateísmo, y en particular damental volumen de C. Fabro, Introduzione all'ateismo moderno, Roma, 1964: sobre Descartes
la posibilidad de una confrontación interdisciplinar sobre el tema, puede verse (pp. 100-126), Spinoza (127-167) Leibniz y Wolff (473-484), Fichte (485-520), Schelling (522-533),
I ICKCI (533-547).
comprometido en mayor o menor medida por una incertidumbre básica con res- 1
Vocabulaire technique et critique de la philosophie, 5.* ed., París, 1947, p. 87.
pecto al término «ateísmo». De hecho, por falta de una definición nos senti- ' Ib'ul. En el mismo sentido: «La respuesta a la pregunta sobre dónde radica precisamente el
ateísmo depende del concepto preciso de Dios que se presupone» (K. Rahner, Atheismus, en
mos, por ejemplo, constantemente embarazados al decidir sobre si un pensador, lrxiko/i fiir Theologie und Kirche, I, 983).
un movimiento o una actitud pueden o no ser calificados de ateos. Así, ha- 4
P. 88.
i
34 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 35
«religión», correlativos al primero. Mas generalmente, la dificultad parece re- plican este fenómeno y contribuyen a caracterizarlo. Implica también el estu-
caer sobre todos los términos referentes a objetos que, en distintos contextos dio de las intenciones de los ateos mismos, el sentido que para ellos reviste su
sistemáticos, se hallan diversamente interpretados. Así, pues, se podría poner toma de posición frente a Dios.
en tela de juicio la posibilidad misma del diálogo entre hombres de diversa De modo más modesto, aquí nos proponemos estudiar el concepto de ateís-
orientación doctrinal, incluso aunque fuesen creyentes. mo y llegar, por un lado, a una definición lo suficientemente amplia para que
La cuestión puede replantearse de otra manera. ¿Deberá el cristiano, por pueda ser aplicada a todas las corrientes a las que el lenguaje filosófico actual
ejemplo, definir el ateísmo en relación con el verdadero Dios, con Jesucristo, designa habitualmente como ateas, y por otro, lo suficientemente precisa para
y considerar ateos, por tanto, a todos los que le niegan? La negación de algún permitir distinguir estas corrientes de las demás y circunscribir los problemas
atributo de Dios, falsificando su rostro, parece que ha de llevar lógicamente que a ellas se refieren. En el ámbito de esta definición general habrá lugar
a una negación total. ¿Deben, según eso, los adoradores de un «falso» Dios ser para algunas distinciones fundamentales. Una consecuencia importante de estas
considerados como ateos, al menos virtuales? O en un aspecto más general, limitaciones es que el ateísmo será descrito en términos negativos más bien que
¿tendrán, por coherencia, que ser calificados como ateos virtuales los pensa- positivos, mientras que su naturaleza no puede ser más que fundamentalmente
dores cuyas premisas sistemáticas llevan lógicamente al ateísmo, aun cuando positiva. Así, pues, nuestras reflexiones no significarán, en el marco de un
ellos mismos rechacen esta conclusión? estudio de conjunto del ateísmo, más que un momento preliminar y más bien
Una vez más hemos de decir que la definición de un término como éste, con árido, pero que, no obstante, nos parece indispensable.
toda su resonancia doctrinal, vital y afectiva, trasciende ampliamente, a nuestro Otro límite constitutivo de nuestra exposición deriva del hecho de que se
modo de ver, el convencionalismo y abarca actitudes de fondo referentes a las ve obligada a definir y clasificar actitudes vitales, concretas, complejas. Todas
relaciones entre hombres y entre doctrinas. las distinciones que podamos proponer en este campo serán, por tanto, abs-
Las observaciones apuntadas en el Vocabulario de Lalande incluyen algu- tracciones. Aun considerándolas necesarias para el progreso de nuestra investi-
nas reservas a propósito del planteamiento anteriormente señalado. Para J. La- gación, las formularemos con el vivo convencimiento de que son inadecuadas.
chelier, por ejemplo, «lo que varía no es tanto el contenido filosófico de esta Nuestro estudio partirá de un análisis del lenguaje filosófico, tal como se
idea como el uso más o menos malévolo que se hace del término contra tal expresa en uno de los más conocidos vocabularios técnicos, el de Lalande,
doctrina o tal persona» 5. Por su parte, Louis Boisse declara: «No creemos que debida y críticamente integrado. No nos proponemos consignar todas las acep-
este término deba desaparecer del lenguaje, ni siquiera de la discusión filosó- ciones del término en cuestión, sino que trataremos de limitarnos a las más
fica, ni tampoco que solamente se pueda dar de él una definición verbal. Es im- significativas en el marco de la situación contemporánea y de las preocupaciones
posible que a un término que ha ocupado durante tanto tiempo el pensamiento de nuestro estudio.
de los hombres no corresponda, también hoy, algún significado» 6. Una cosa es Donde nos refiramos a autores particulares, no nos será naturalmente po-
cierta, y es que las cosas no tienden a desenvolverse en el sentido preconÍ2ado sible documentar la interpretación adoptada, lo cual exigiría un estudio para
y previsto por Lalande, ya que el término ateísmo goza en el lenguaje filosófico cada uno de ellos. Quien no comparta una u otra de estas interpretaciones, que
y no filosófico de hoy de un prestigio creciente, lo cual permite suponer que las considere simplemente como posiciones ideales con una única función de
posee todavía un significado^ ó, mejor, un conjunto complejo de significados. ¡lustrar la definición del ateísmo.
Nuestro estudio se propone precisamente determinarlo con toda la preci- Habitualmente se distingue entre ateísmo teorético, consistente en la ne-
sión posible. No toma por objeto la naturaleza del ateísmo, sino su definición. gación doctrinal de Dios, y ateísmo práctico, es decir, la actitud del que vive
El problema de la naturaleza del ateísmo es mucho más amplio e importante como si Dios no existiera. Adoptando provisionalmente tal distinción, cuyo
que el de su definición. Efectivamente, implica un análisis de las razones pro- alcance precisaremos más tarde, reagruparemos nuestras reflexiones bajo estos
fundas, de orden filosófico, teológico, psicológico, sociológico, etc., que ex- dos títulos.

» P. 87.
• Ibíd.
INTRODUCCIÓN 37
que se halla en función de la naturaleza del paso de lo implícito a lo explícito.
A) ATEÍSMO TEORÉTICO Dicho paso puede entenderse como una verdadera deducción, en la cual una
segunda premisa, conjugada con la afirmación implícita, permite alcanzar la
El ateísmo teorético puede ser definido en una primera aproximación como afirmación explícita. O bien puede entenderse como una simple clarificación,
la «doctrina que niega la existencia de Dios» 7 . como un proceso desde la afirmación oscura a la afirmación más clara y dis-
Advirtamos, antes de entrar en ulteriores análisis, que el ateísmo teorético tinta, sin la intervención de términos medios. En el primer proceso, el objeto
viene definido en relación directa con la afirmación de Dios y no con el re- de la afirmación explícita difiere del de la afirmación implícita: se trata de una
conocimiento del mismo; esto es, en relación con una doctrina y no con una implicación virtual. En el segundo, los objetos coinciden, y la distinción entre
actitud religiosa. No obstante, debemos añadir en seguida que la ausencia de las proposiciones reside sólo en el modo de conocimiento. A nuestro entender,
una afirmación de Dios implica la ausencia de su reconocimiento vital, por lo la expresión «afirmación implícita» debería ser reservada para este último
cual el ateísmo teorético designa también una actitud existencial. El hecho de caso. En efecto, no se puede decir que se afirma implícitamente cualquier cosa
cuando se afirma simplemente una premisa, de la cual es posible, echando
que, desde el punto de vista formal, el aspecto existencial ocupe una posición
mano a otra premisa, extraer esa consecuencia.
subordinada dentro de la definición del término no significa que tal posición
sea secundaria en la realidad. Es ésta una de tantas ocasiones en las que apa- Las más interesantes aplicaciones de tal distinción corresponden a la afirma
rece la distinción entre la naturaleza del teísmo y su definición, por una parte, ción planteada en el dinamismo espontáneo de la existencia consciente y a la
misma afirmación objetivada al nivel de la conciencia refleja. Así, por ejemplo,
y los límites entre los que se mueve esta segunda cuestión, por otra, límites que,
la afirmación «yo existo», como vivida, ejercitada por una parte y como con-
sin embargo, nos proponemos respetar, evitando excesivas anticipaciones.
ceptualizada por otra; como pensada subjetiva y objetivamente.
Para esclarecer el significado de la definición de la que hemos partido es
¿Se puede incluir en el mismo rótulo la afirmación explícita y la afirma-
necesario precisar previamente qué significa «negar» y qué significa «Dios».
ción implícita de la existencia de Dios? ¿Es ineludible admitir como necesaria
la presencia de esta afirmación en nuestro dinamismo consciente? 8. No inten-
I • ¿Qué significa «negar» a Dios?
tamos ahora enfrentarnos con este problema. Tratamos simplemente de deli-
Negar a Dios quiere decir juzgar que no existe. Lo cual implica dos cosas: near la situación que se plantearía con respecto al ateísmo en el caso de que
a) que el hombre posea un conocimiento de Dios, y b) que el hombre sea capaz la respuesta hubiera de ser afirmativa. En esta hipótesis, la negación de Dios,
de pronunciarse acerca del objeto «Dios», aunque este objeto sea metaempíri- o la ausencia de su afirmación, coexistiría siempre en el plano explícito con
co, y concluir que no existe. su afirmación implícita. El ateísmo integral (en el plano vital y en el concep-
En esta perspectiva no podemos llamar ateos ni a los que niegan que po- tual) se haría imposible y existiría únicamente un ateísmo «objetivo». Se tra-
seemos un conocimiento de Dios, de cualquier tipo que sea, como los neo- taría entonces de un dualismo psicológico entre un teísmo implícito y un ateís-
positivistas; ni a los que consideran insoluble el problema, como los agnós- mo explícito.
ticos; ni, finalmente, a los que ni siquiera se lo plantean. Un problema inverso suscitan las posiciones cuyas premisas parecen con-
Sin embargo, parece necesario un término que reagrupe todas las posturas cluir lógicamente en el ateísmo, el cual, sin embargo, está expresamente ex-
doctrinales en las cuales está ausente la afirmación de Dios. Por lo demás, el cluido por los autores mismos. ¿Se puede en tal caso hablar de ateísmo virtual?
mismo uso filosófico impone esta extensión. Se habla, por ejemplo, de «ateís- La mejor justificación para una tal terminología radica en una necesidad de
mo escéptico». Por consiguiente, nosotros llamaremos ateo no sólo a todo aquel coherencia, en una apelación a la responsabilidad doctrinal, a la importancia
que niega la existencia de Dios, sino también a todo aquel que se limita a no decisiva de las opciones teoréticas fundamentales.
afirmarla o que ha organizado su mundo mental sin esa presencia. Por nuestra parte, nos sentimos inclinados a evitarla, y ello por diversas
Ahora bien: ¿es ateo aquel que, negando a Dios explícitamente, lo afir- razones. Ante todo porque las virtualidades de una doctrina son raramente
ma implícitamente? He aquí una de las distinciones más delicadas y ambiguas, unívocas; es decir, se muestran con frecuencia capaces de desarrollarse en direc^
1
I.nlnnde, p. 87. Cf. Eislcr, Worterbuch der philosophischen Begriffe, 4." ed., Berlín, 1927- * Véase, por ejemplo, a este propósito, J. Lagnemí, Célebres (efofrs rJ iragments, París, 1950.
1930, v.,1 T p. 1?Q.
38 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN y)
ciones diversas, incluso antitéticas. Así, aunque es verdad que el deísmo lleva «objetiva», académica; no cambia en nada la existencia real. «Dios ha muerto»
en sí premisas que lógicamente conducen (y de hecho han conducido) al ateís- en el sentido de que ha dejado de ser un valor. La indiferencia religiosa es,
mo, también lo es que incluye otras que podrían orientarse hacia un auténtico antes que nada, una actitud psicológica, una sensibilidad, una mentalidad, unfl
teísmo. Y no se puede, sin pecar de arbitrariedad, separar las unas de las otras experiencia, en el interior de la cual la dimensión religiosa no encuentra lugar.
ni aislar premisas lógicas de todo el contexto existencial que contribuye a de- Pero esta actitud incluye una valoración, al menos implícita, vivida: una teoría
terminar su sentido. El juicio sobre las virtualidades de una doctrina variará de la indiferencia religiosa, cuya afirmación esencial consiste precisamente en
naturalmente en función del punto de vista de quien la estudia, que calificará que la cuestión de Dios no interesa 9. La teorización más radical de tal actitud
o no de ateísmo la posición religiosa o filosófica del que la formula. Según la dan aquellas psicologías reduccionistas que proponen una interpretación
dicho punto de vista, incluso en el interior del pensamiento cristiano y cató- laica de la vida consciente: la religión no corresponde a ninguna necesidad es-
lico, se manifestaría una multiplicidad de terminologías y se incurriría en la pecífica del hombre; se explica tan sólo como una extrapolación de aspiracio-
misma imprecisión que se pretendía evitar. Tendríamos que enfrentarnos en nes profanas frustadas.
particular con un intercambio de acusaciones de ateísmo entre los creyentes Recordemos también al hombre marxista, el cual, en la civilización ideal,
cristianos no católicos y los católicos, acusaciones que perturbarían en sumo no será ya un negador de Dios, sino alguien para quien el problema de Dios
grado el diálogo entre ellos y cargarían el acento mucho más sobre las diver- no se plantea, puesto que las condiciones económico-sociales que determinaron
gencias que sobre las convergencias. Por todas estas razones, nos parece pre- su aparición se habrán desvanecido. El ateo en cuestión habrá organizado su
ferible, sobre todo con respecto al tema que nos ocupa, calificar un sistema por mundo interior, su sistema de valores, sin experimentar siquiera la necesidad
su contenido formal y no por sus virtualidades. de discutir el problema de Dios. Su ateísmo será mucho más una estructura
En resumen, el ateo es aquel que no afirma a Dios, y es ateo en el nivel, psicológica que una doctrina10.
explícito o implícito, en que no lo afirma. Con todo, hay que preguntarse si la indiferencia debe ser clasificada entre
Incluimos, pues, entre los ateos a cuantos defienden que el problema de las formas de ateísmo teorético o práctico. De hecho, por una parte, la deno
Dios tiene sentido, pero que resulta insoluble, ora porque el hombre es funda- minación de ateísmo práctico suele reservarse para aquellos que, aun afirma!:
mentalmente incapaz de certeza absoluta (escepticismo, relativismo, etc.), ora do la existencia de Dios, viven como si realmente no existiese. Por otra, sin
porque, aun siendo capaz de certeza, no puede alcanzarla en la esfera metafísica
' Tal ateísmo es denominado a veces negativo, en oposición al ateísmo positivo, que connini<
y religiosa, que rebasa la experiencia humana (agnosticismo). en una toma de posición frente al problema de Dios. Pero esta terminología resulta, o nuestro
Asimismo incluimos entre los ateos a cuantos sostienen que no poseemos modo de ver, demasiado ambigua para que pueda ser útilmente adoptada. En efecto, ndenuís de
en el sentido indicado, se habla también de ateísmo negativo para designar el agnosticismo, cu
ningún conocimiento correspondiente al término «Dios», y que, por consiguien- contraposición a la negación de Dios, que sería el ateísmo positivo. Otras veces el ateísmo negativo
lc, este término y ese problema, lo mismo que todos los términos y problemas incluye las posiciones que niegan a Dios, mientras que la calificación de positivo se reserva piun
«metafísicos», carecen de sentido. Tal es la doctrina neopositivista. En ella se las formas de ateísmo constructivo o humanista. Dadas las fluctuaciones de la terminología y lii
posibilidad de expresar las distinciones en cuestión con mayor claridad, preferimos abstenernos
ha de distinguir la posición (atribuida por algunos intérpretes a Wittgenstein) de utilizarla.
según la cual los problemas metafísicos estarían privados de cualquier sentido 10
«El ateísmo, como negación de esta inesencialidad, no tiene ya sentido, puesto que ¿1 en
cxprcsable lingüísticamente, sin que eso excluya la presencia de una zona de iinit negación de Dios y afirma la existencia del hombre mediante esa negación. Ahora bien: el
socialismo como tal no necesita de esta mediación. Parte de la conciencia sensible teorética y
conocimiento metafísico inefable, a saber: la del «místico». Esta última posi- práctica del hombre y de la naturaleza, así como también de la esencia. El es la aulocíincicncii»
ción, por estar abierta a una experiencia religiosa inefable, no podría, por tanto, positiva del hombre, no ya mediatizada por la supresión de la religión, lo mismo que I» vldi»
ser considerada como atea. afectiva no es mediatizada por la supresión de la propiedad privada llevada a cabo por el coimi.
u¡smo. El comunismo es la posición que consiste en la negación de la negación y, por corntlRiiicnlr,
Para completar la enumeración de las posibles actitudes frente a la afirma- el momento real necesario para el próximo desarrollo histórico de la emancipación y rcstauraiioii
i ion de Dios debemos señalar la importante categoría de los indiferentes; es del hombre» (K. Marx, Zur Kritik der Nationalókonomie, MEGA, Abt. I, Bd. 3, p. 126).
decir, de aquellos que por razones muy diversas están tan absorbidos por los Us también esta forma de ateísmo la que, según J. Lubbock (The Origín of CwiliM/lon an.i
Ihr Primitive Condition of Man, Londres, 1870), habría existido al principio de In liiiniiiniíliiil
valores profanos que ni siquiera se les plantea el problema de Dios, o, al me- Así, pues, habrá que distinguir en el interior de este tipo de ateísmo una forma iniciiil y U"M
nos, no se les plantea como algo digno de interés. Dios, exista o no, no cons- final: la primera consiste en no haber llegado todavía al problema de Dios; la ite>tiiiidii, en lio
tituye un valor, algo que cuente. La cuestión de su existencia es puramente haberlo superado.
40 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 41

embargo, parece difícil clasificar entre las formas de ateísmo teorético una una duda positiva, fundada en la presencia de razones insuficientes a favor
postura que consiste fundamentalmente en una actitud y no en una doctrina, de los dos términos de la alternativa, y no de una duda negativa que deriva de
y que además, como veremos, está emparentada con fuerza con el llamado ateís- la ausencia de razones o de la ausencia del problema mismo. Es, pues, una
mo práctico. En consecuencia, nos parece oportuno reservar el término ateísmo duda que implica la afirmación de una cierta probabilidad en favor de una y
teorético para designar las tomas de posición doctrinal frente al problema de otra respuesta, lo cual no excluye que la probabilidad de la afirmación religiosa
la existencia de Dios, introduciendo en cambio una nueva distinción en el in- sea considerada más fuerte.
terior del ateísmo práctico. Pero de ello hablaremos en su debido lugar. En esta postura, la concepción de la religión es realista. Se duda, pero
Entre los que no afirman a Dios con certeza parece que han de ocupar una desde una perspectiva realista. La otra actitud que juzgamos necesario señalar
posición aparte todos aquellos que tratan de resolver el problema de Dios y atañe a la religión misma transponiéndola en sentido subjetivo. La religión así
no excluyen la posibilidad de llegar a una solución positiva. No resulta opor- entendida expresa mucho más un sentimiento, por noble que sea, que una
tuno a nuestro entender incluir estos hombres entre los ateos, ya que el ateísmo estructura objetiva de la realidad. Responde a una necesidad, a una exigencia
designa corrientemente una actitud entendida como estable y definitiva. del hombre que determinados temperamentos denominados «religiosos» expe-
Conviene asimismo tener en cuenta que la postura afirmativa suficiente rimentan, mientras que otros son insensibles a ella. La religión, por tanto, se
para excluir el ateísmo no es necesariamente racional. Un itinerario hacia Dios concibe como una función esencialmente psicológica, como un sedante del cual
como el de Pascal o el de Kant no es evidentemente ateo (se piense lo que se ciertos espíritus no pueden prescindir. Hablando de verdades religiosas, se
piense acerca de un valor efectivo). Se puede, además, suponer una postura piensa en la «religión» y no en la realidad. La Trinidad, la Gracia, el Cuerpo
que proclame el problema de Dios como filosóficamente insoluble y que, sin místico, no son realidades. Son simplemente «doctrinas religiosas». No son ver-
embargo, deje abierto el acceso a Dios por un camino extrafilosófico. Pense- daderas sin más, sino «verdaderas para los cristianos». Así, se llega a una yuxta-
mos, por ejemplo, en Heidegger o en algunas interpretaciones de Wittgen- posición del «mundo religioso» y el mundo real. Todo ello puede ocurrir sin
stein ". que la terminología sufra menoscabo. Se siguen utilizando todas las expresiones
Algunas de esas actitudes pueden presentarse enmascaradas casi de forma religiosas tradicionales, pero dándoles un sentido nuevo, transponiéndolas a
inconsciente. No obstante, es preciso tenerlas en cuenta. Pensemos en particular una clave subjetiva.
en los estados de duda y de relativismo, que encontramos incluso entre los «cre- Es importante advertir que en ambos casos la persona en cuestión se con-
yentes». El estado de duda al que aludimos aquí no ataca a una doctrina en sidera «religiosa», «creyente», y no siente inquietudes a este respecto, cuando
particular, sino a la doctrina cristiana en su conjunto: origen divino de la Igle- en realidad no lo es, ya que la fe implica también una certeza objetiva. Se trutu
sia, historicidad y divinidad de Cristo, existencia de Dios y del más allá. No de formas inconscientes de incredulidad, ocasionadas por la escasa importanck
se excluye que las cosas sean así, pero no se está seguro de ello. «Son problemas que estas personas atribuyen en materia religiosa al elemento doctrinal. E
que están por encima de nosotros, problemas insolubles.» Otras veces la duda centro de la vida religiosa se desvía hacia la vida moral (moralismo), hacia lo;
es considerada como una situación personal, como una incapacidad de ver claro ritos exteriores (ritualismo), hacia la inclusión en un grupo social (religiót
en la que el sujeto se encuentra por diversas razones. Situación ésta que puede sociológica).
ser considerada como momentánea o definitiva. Después de la muerte «vere-
mos» cómo son efectivamente las cosas. Una tal situación puede ponerse de manifiesto a través de una encuest
superficial en que se formulen preguntas de este tipo: ¿Es usted creyente
El estado de duda no debe ser confundido con una conciencia aguda, o in-
¿Es cristiano? ¿Considera que la religión cristiana es la verdadera? Nuestr
cluso angustiosa, de las dificultades de la fe o de la propia impotencia para
«creyente» respondería afirmativamente sin la menor vacilación. Pero si se 1
resolverlas. «Miles de dificultades no constituyen una duda», afirmaba New-
continuara preguntando: ¿Cree usted que la religión cristiana es la única verdt
man. Por otra parte, se habla aquí de un «estado» de duda, no de un acto, de
dera y que las otras, al menos, son parcialmente falsas? ¿Está absolutament
un momento por el que todo creyente puede atravesar. Se trata también de
seguro de ello? ¿Está absolutamente convencido de que existe un más allá i
la respuesta sería menos categórica. Dificultad radical que hay que tener c
" Riilincr (loe. cit.) define así el ateísmo: «La negación de la existencia o de cualquier cog-
III iliilml (no pnrnmenii' < «-¡<ni;il) de Dios». las encuestas psicológicas y sociológicas. Los Ler minos que utilicemos al plai
42 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 43

tear nuestras preguntas corren el peligro de presentar un sentido profunda- Como conclusión, nos es posible ya distinguir múltiples actitudes frente
mente diverso para nosotros y para aquellos a los que nos dirigimos. a la proposición «Dios existe». Tratemos de sintetizarlas. Dicha proposición
Tratemos ahora de situar respecto al ateísmo las actitudes religiosas que puede ser o no tomada en consideración. La actitud negativa puede consistir
hemos analizado. Ante todo, los estados de duda o de relativismo, ¿pueden más precisamente en ignorar a Dios o en prescindir de él. Diremos que se pres-
reducirse en el plano objetivo al ateísmo? Es necesario distinguir entre las cinde de él cuando uno se mueve en un sector particular del conocimiento
formas radicales y las parciales de duda o subjetivismo religioso. Estas últimas humano; por ejemplo, la ciencia, la técnica, incluso la filosofía. Diremos, en
atacan determinados sectores de la vida religiosa, o bien a las religiones positi- cambio, que se ignora a Dios si se considera el tema en su totalidad.
vas en su conjunto, sin tocar a la religión en cuanto tal. Si se toma en consideración la proposición «Dios existe», puede o no reve-
El agnosticismo o el relativismo a propósito de las religiones positivas no larse como significativa. La ausencia de significación es posible situarla en el
comportan necesariamente una negación del teísmo. En efecto, ocurre que las plano puramente lingüístico o en el plano absoluto. En cambio, si nos encon-
religiones positivas son consideradas como diversas maneras de adorar al mismo tramos con que la proposición tiene un sentido, cabe pronunciarse o no res-
Dios, como diversos estados en el camino hacia la misma meta. Todo lo que pecto a su verdad. En el segundo caso, nos hallamos ante la duda. Ahora bien:
esas religiones presentan como propio se reduce a un «modo» de adorar, a un la duda puede vivirse, ya como una postura teorética y definitiva (la cuestión
«camino» hacia Dios. En la historia de la filosofía, una postura de este tipo es insoluble para el hombre en cuanto tal o para mí, dada mi situación particu-
es defendida por Schleiermacher. En nuestros días, el deísmo no está práctica- lar), ya como situación de hecho, provisional (la cuestión no está todavía resuel-
mente representado en el mundo filosófico; pero lo está todavía ampliamente ta para mí). Si, finalmente, el sujeto se pronuncia, puede hacerlo en el sentido
en el nivel del pensamiento vivido (como, por ejemplo, en ciertas formas de de la afirmación o de la negación.
«anticlericalismo», que no se oponen simplemente al clericalismo, sino a la En base a cuanto hemos dicho, no existe ateísmo cuando se afirma a Dios
Iglesia misma, y a veces a toda religión positiva). Estas actitudes religiosas, por por vía filosófica o no; cuando se duda de su existencia sin juzgar, sin embargo
consiguiente, no son ateas. Existen, pues, personas que, pese a no profesar nin- la propia duda como insuperable, y, por último, cuando se declara h proposición
guna religión, no son ateas. «Dios existe» carente de sentido desde el punto de vista puramente lingüístico
Por el contrario, cuando el agnosticismo y el relativismo son radicales, la Ateísmo teorético es, por tanto, una doctrina según la cual la existencia d<.
misma existencia de Dios no es ya afirmada con certeza en el plano objetivo. Dios no puede ser afirmada con certeza, ora se la niegue (ateísmo asertivo) ".
¿Se trata, por tanto, de ateísmo? No, si por ateísmo se entiende exclusivamente ora se declare el problema insoluble (ateísmo agnóstico) o carente de sentido
la negación de Dios. Sí, si por ateísmo se entiende toda posición en la que Dios (ateísmo semántico).
no es afirmado con certeza en el plano objetivo.
Así, pues, al hablar del ateísmo de los «creyentes» no nos referimos, como 2. ¿Qué significa «Dios»?
se hace frecuentemente, al ateísmo «práctico», que se sitúa en el plano de la
El ateísmo se define en relación a Dios. Así, pues, debemos enfrentarnos
acción, sino a un ateísmo teorético, que se sitúa en el plano del pensamiento.
con la cuestión más compleja de la descripción de Dios, descripción que resulta
La originalidad de este ateísmo radica en el hecho de que penetra el pensamien-
esencial, ello es evidente, si se quiere dar al término ateísmo un sentido sufi-
to de un «creyente»; es decir, de alguien que se considera miembro de una
cientemente preciso.
religión, con su culto y su «fe», a los cuales hace sufrir una transposición dubi-
tativa o subjetivista. Para llegar a esta descripción pueden seguirse dos caminos: uno, indirecto
o fenomenológico; otro, directo o eidético. El camino indirecto o fenómeno
Cabe también preguntarse qué relación existe entre «ateísmo» e increduli-
lógico consiste en considerar a Dios como objeto de la experiencia «religiosa»
dad, entre ateo y no creyente. En sentido estricto, la «creencia» se halla en
y en tratar de describirlo a partir de la naturaleza de esta tendencia hacia él.
relación con una revelación positiva, y el no creyente sería aquel que rechaza
la religión positiva, sea total, sea parcialmente. Pero en sentido más amplio y
" La doctrina que niega la existencia de Dios es denominada a veces ateísmo dogmático. Sin
vulgar, se habla también de creencia en Dios. Desde este punto de vista, incre- embargo, dado que este adjetivo tiene hoy generalmente una connotación negativa (es riccli.
dulidad y ateísmo coinciden. designa una ausencia de criticismo), proponemos el termino menos comprometedor de asertivo
INTRODUCCIÓN 45
44 G. GIRARDI

Para un filósofo cristiano el problema aparece simplificado, ya que la Reve-


Se trataría entonces de llegar a Dios como único objeto capaz de llenar esta ten-
lación le suministra los rasgos esenciales de Dios. Para él, los ateos serán los
dencia religiosa u .
que nieguen o no afirmen al verdadero Dios, el Dios de Abrahán, de Isaac y
Pero este camino corre el riesgo de hacerse circular. Efectivamente, ¿cómo
de Jacob, el Dios de Jesucristo; aquellos que rechacen uno u otro de sus atri-
definir una «tendencia» si no es a partir de su objeto? No sostenemos que el
butos. Así, se podrían considerar como ateos todos aquellos que no reconocen
objeto baste para definir una tendencia, sino que resulta esencial para tal defi-
de algún modo la revelación judeocristiana y todos los que, aun reconociéndola,
nición. Cabe, es verdad, pensar en una definición de la religión que prescinda
han deformado más o menos la noción de Dios. La historia de la filosofía mo-
de Dios, hasta tal punto que en nuestros días se habla con frecuencia de una
derna y contemporánea sería entonces casi íntegramente atea.
religión sin Dios M. Pero en este caso la «religión», al no ser referida necesa-
riamente a Dios, no puede constituir un punto de partida para llegar a la des- Existe en esta terminología una exigencia muy legítima, a saber: la de con-
cripción de Dios mismo. Por consiguiente, una de dos: o se define la tendencia servar para la afirmación de Dios toda su autenticidad y sustraerla de toda des-
religiosa en función de Dios, y entonces la definición presupone el conocimien- figuración. Preocupación mucho más legítima, puesto que, en la medida en que
to de Dios; o se define la tendencia religiosa independientemente de Dios, y una noción de Dios está deformada, provoca naturalmente la negación atea.
entonces ella no puede constituir el punto de partida para una descripción de Con todo, vuelven aquí las reflexiones que propusimos con relación al atéis
Dios. mo virtual. Particularmente si se acepta definir el ateísmo en función del «ver
Nos queda por recurrir al camino directo, eidético, o del análisis nocional. dadero Dios», siendo esta noción variable de acuerdo con las orientaciones doc-
Pero ¿sobre qué base habrá que describir a Dios? Se podría decir, en general, trinales, serán ateos para unos los mismos que son teístas para los otros, lo
que el ateo niega (o no afirma) lo que el teísta afirma cuando dice que «Dios cual privaría al término de todo significado universalmente aceptable 15.
existe». Pero esto no haría avanzar mucho la cuestión, ya que para caracterizar A fin de que el término ateísmo conserve su alcance universal parece ne-
un sistema como teísta es necesario estar en posesión de cierta descripción de cesario, por tanto, renunciar a definirlo en función de una noción integral di
Dios. Dios y, consiguientemente, en función de un sistema doctrinal determinado
En otras palabras: es necesario evitar la referencia al «verdadero» Dios, la va
" Esta es la vía elegida por Ranzoli en sus observaciones al Vocabulario de Lalande para loración implícita en el uso del término. Se trata, pues, de formular una defi-
ilustrar la noción de panteísmo: «La cuestión —dice él— se reduce a esto: ¿se puede conservar nición de «Dios» que incluya exclusivamente aquellos elementos presentes en
para el absoluto el nombre de Dios cuando se le niega la personalidad? Respondo que el absoluto todas las descripciones suministradas por las distintas tendencias filosóficas y
del panteísta es un principio de unidad viviente y activo que, sin estar dotado de autoconciencia,
lince sentir su soplo majestuoso sobre los espíritus, su presencia benéfica en las cosas, y que religiosas. Con miras a ello (prescindiendo de las controversias entre las escue-
suscita sentimientos de admiración, de emoción, de entusiasmo, de amor, todo lo cual constituye las filosóficas y teológicas), partiremos de la descripción que de él suministra
el sentimiento religioso. Ahora bien: lo que suscita en el corazón del hombre él sentimiento reli- el cristianismo y examinaremos cuáles entre sus elementos pueden ser univer-
gioso es digno de llamarse Dios, sea cual fuere su naturalza» (p. 715, el subrayado es nuestro).
Pero aquí pensamos sobre todo en las brillantes tentativas de R. Otto, Das Heilige, 7." ed., Bres- salmente comprobados.
lnu, 1922, y M. Scheler, Vom Etvigen im Menschen, 4.' ed., Berna, 1954.
14 Ahora bien: para caracterizar al Dios cristiano se necesita, en nuestra opi-
Así, por ejemplo: «El comunismo es una religión, y de las más imperiosas. Se siente seguro
de estar llamado a sustituir a todas las demás religiones. Es una religión atea, cuya dogmática es nión, tener en cuenta los rasgos siguientes: considerado en sí mismo, Dios es
rl materialismo dialéctico y cuya expresión ética y social es el comunismo como régimen de vida» infinito y personal; es decir, espiritual, inteligente y ubre. Considerado en sus
(J. Maritain, Humanisme integral, París, 1936). relaciones con los seres finitos, es «supuestalmente» distinto 16 y es la causa
«Después de haber reconocido que el sentimiento religioso es el factor integrante más com-
prehensivo, AUport observaba que otras 'filosofías de la vida' asumen la tarea de síntesis unifica- total de ellos.
dora al nivel de la personalidad. Ciertos psicólogos estarían dispuestos a reconocer a estos valores
(estéticos, sociales, humanitarios, etc.) un significado pararreligioso. El mismo ateísmo podrá 15
ser reconocido en una dimensión 'religiosa'. 'El ateísmo —escribía Spengler— es la expresión Por lo demás, tal fue lo ocurrido al principio de h era cristiana. Los politeístas eran ateos
necesaria de una espiritualidad que ha agotado sus posibilidades religiosas... Es perfectamente para los cristianos porque no reconocían al verdadero Dios. Los cristianos eran ateos para los
compatible con un auténtico deseo de religión'. El sociólogo no tiene por qué negar o afirmar politeístas porque no reconocían a los verdaderos dioses de la nación.
16
que en la ausencia misma de una religión se hallen valores absolutos. Y los trabajos de Spiegelberg «Supuestalmente» quiere decir cómo un «supósito» o principio de actuación se diferencia
sobre la 'religión de la no religión' nos recuerdan que el absoluto es, de hecho, buscado fuera de de otro «supósito». La distinción sustancial no basta para caracterizar la trascendencia del Dios
los caminos espirituales tradicionales» (H. Carrier, Psycho-sociologie de l'appartenance religieuse, cristiano, porque si las sustancias finitas fueran necesariamente comunicada a Dios (y no de mu
Hoimi. 1960). ñera puramente contingente, como la sustancia humana de Cristo a la persona divina del Verbo),
46 G. GIRARDI
INTRODUCCIÓN 47
identificado o no distinto en cuanto «supósito» de la realidad finita, en los
Examinemos sucesivamente estos cuatro grupos de caracteres para ver si es
diversos sistemas llamados precisamente panteístas.
posible hallarlos en las diversas concepciones de Dios. Seguiremos el siguiente
orden: causalidad total, trascendencia «supuestal» y personalidad (dada la ín- El panteísmo en su acepción filosófica es definido por Lalande del modo
tima vinculación entre estos dos grupos de atributos) e infinitud. siguiente: «Propiamente es una doctrina según la cual todo es Dios. Dios y el
Cierto que muchas filosofías y religiones hablan de Dios sin reconocerle mundo no forman más que una sola cosa, la cual puede entenderse en dos sen-
una causalidad total en relación con los demás seres. Tal es el caso de casi todas tidos fundamentales:
las filosofías y religiones extrañas al influjo del pensamiento judeocristiano; 1. Sólo Dios es real, y el mundo no es más que un conjunto de manifes-
por ejemplo, los dioses múltiples de la Antigüedad, la Mente de Anaxágoras, taciones o de emanaciones que no poseen realidad permanente ni sustancia dis-
el Motor Inmóvil de Aristóteles, el Demiurgo de Platón. En la filosofía moder- tinta. Tal es, por ejemplo, el panteísmo de Spinoza.
na, la dependencia del mundo con respecto a Dios está muy atenuada en las 2. Sólo el mundo es real. Dios no es más que la suma de todo cuanto
corrientes deístas, si bien no niegan nunca cierta dependencia, al menos en el existe. Tal es, por ejemplo, el panteísmo de D'Holbach, de Diderot, de la iz-
origen del mundo. Es, por tanto, lícito concluir que la causalidad total o crea- quierda hegeliana. Se le denomina frecuentemente panteísmo naturalista o
dora no es umversalmente aceptada como un atributo de Dios, pero sí le es panteísmo materialista» 19.
umversalmente atribuida una cierta causalidad sobre el mundo.
Hemos de preguntarnos si, en una perspectiva panteísta así definida, los
En lo que se refiere a la trascendencia «supuestal», surgen dos interrogantes
términos «Dios», «mundo» y, por consiguiente, el mismo término «panteísmo»
estrechamente vinculados. En el curso de la Historia, ¿se encuentra empleado
conservan aún algún sentido. Si Dios se identifica con el mundo, ¿significa algo
el término «Dios» en sentido inmanente? ¿Es posible distinguir del ateísmo
todavía?
una doctrina inmanentista en la cual toda realidad trascendente sea negada?
El segundo interrogante fue propuesto por el mismo Lalande en su crítica 15
P. 714. La primera de estas dos formas de panteísmo es también denominada acosmismo;
a las definiciones del panteísmo: «Se ha acusado con frecuencia a los panteístas la segunda, pancosmismo.
—dice— de ser en realidad ateos disfrazados. Los eclécticos han sostenido in- Acosmismo: «Término aplicado por Hegel al sistema de Spinoza (en oposición al ateísmo,
cluso que el panteísmo estaba lógicamente obligado a oscilar de manera ince- porque absorbe el mundo en Dios más que negar la existencia de Dios mismo)» (Encyclopédic
par. 50, Lalande, p. 14). Ya se sabe que el término «acosmismos» se aplica hoy particularmenlr
sante entre estas dos tesis contradictorias. 'Tal es la ley inevitable impuesta al al sistema de Berkeley, que, sin embargo, no es una forma de panteísmo, ya que reconoce la dis
panteísmo por la lógica y por la naturaleza de las cosas. Se encuentra frente tinción «suposital» entre los espíritus finitos y Dios.
a dos realidades que ningún espíritu razonable podría negar y trata de reducirlas Pancosmismo: «Doctrina según la cual el mundo es todo lo que existe; no existe, por tanto,
realidad trascendente. Término acuñado por Grote para designar el panteísmo materialista (Plato
a la unidad absoluta de una sola existencia. Y queda condenado, si quiere un and the Others Companions of Sócrates, I, 1, 18)» (Lalande, p. 713).
Dios real y vivo, a absorber a las criaturas y a caer en el misticismo. Y si pre- De acuerdo con Eisler: «El panteísmo es la doctrina según la cual Dios y el mundo no son
dos naturalezas distintas, subsistentes una fuera de la otra, sino que Dios mismo es la unidad de
tende un universo real y efectivo, tiene que hacer de Dios una pura abstracción, todo, el Todo es Dios, todas las cosas son modos, participaciones de la Divinidad; ésta es inma-
un mero nombre, tornándose así sospechoso de ateísmo' (E. Saisset, Panlhéis- nente a las cosas (como su esencia sustancial), de manera que todo no es propiamente Dios, sino
mc, en Franck, 121 A)» ". «No es sólo el odium theologicum lo que ha llevado (considerado sub specie aeternitatis) de naturaleza divina» (II, p. 374).
Eisler distingue tres formas de panteísmo: acosmista, realista y naturalista e idealista: «Para
a identificar el panteísmo con el ateísmo, ya que esa identificación la han hecho el panteísmo acosmista, Dios es la unidad de todo, el único verdadero ser, para el cual la multi-
también pensadores tan poco sospechosos como Renouvier y John Mac Teg- plicidad de las cosas (el mundo como conjunto de ellas) no posee una auténtica realidad, es una
gart» '". (relativa) Nada (panteísmo indio, los eleáticos, Spinoza, etc.). El panteísmo realista y naturalista
determina la unidad del todo dinámicamente, energéticamente, naturalistamente; en parte le atri-
Las precisiones que daremos a propósito de la primera pregunta nos permi- buye al mismo tiempo vida y animación. Se aproxima al ateísmo por su identificación de Dioi
tirán responder fácilmente a la segunda. La primera respuesta debe ser eviden- con la naturaleza (hilozoístas, estoicos, G. Bruno, Spinoza, Goethe, D. F. Strauss, Haeckel, etc.).
temente afirmativa: Dios es concebido en sentido inmanente, es decir, como El panteísmo idealista considera al Uno-Todo como espíritu, como 'idea' que se despliega en una
multiplicidad de momentos, razón o voluntad (Plotino, Lessing, Herder, Fichte, Schelling, Hegel,
Schleiermacher, E. v. Hartmann, Rechner, Bergson)» (ibíd). (Huelga advertir que la caracterización
Dios sería relativo a las naturalezas diversas de la suya. Dejaría, por tanto, de ser el plenamente de Bergson como panteísta es totalmente discutible).
Absoluto, el Trascendente. Otras interesantes delimitaciones acerca del concepto y de las formas del panteísmo pueden
" Lalande, p. 715. verse en F. Gregoire, Eludes hégélienneSj Lovaina-París, 1958, pp, 140-220.
" Ibfd.
48 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 49

Observemos ante todo que, cualquiera que sea el sentido atribuido al tér- Ya hemos fijado así una condición negativa para que se pueda hablar de
mino «mundo», no se puede afirmar al mismo tiempo que «mundo» y «Dios» panteísmo: es necesario que el mundo no sea lo único que existe21.
constituyen una sola cosa y que el mundo no existe. Si no existe, no puede Nos quedan, por tanto, dos hipótesis que tomar en consideración, a saber.
identificarse con Dios. Se dirá tal vez que no existe como realidad autónoma en que el mundo no exista, sino que exista solamente Dios, y que existan el murt
cuanto supuesto, sino sólo como realidad inmanente. En este caso, sin embar- do y Dios, pero como idénticos, es decir, constituyendo un solo supuesto. En
go, se pasa de un sentido al otro del término en el mismo razonamiento, lo cual ambos casos será legítimo decir que «todo es Dios».
no contribuye precisamente a la claridad. Para comprender el alcance de estas dos hipótesis debemos precisar el sen
Por otra parte, atribuyase al término «mundo» la acepción que se le atri- tido del término «mundo». Entre las diversas acepciones del mismo señaladas
buya, no tiene sentido decir que el mundo es Dios; es decir, que Dios es la por Lalande, la única que se opone a Dios es la siguiente: «Mundo sensible,
suma de todo lo que existe. En efecto, si «Dios» y el «mundo» son perfecta- conjunto de las cosas que son o pueden ser objeto de percepción, tales como
mente sinónimos, al afirmar que «el mundo es Dios» se enuncia una propo- el individuo se las representa antes de toda crítica científica o filosófica» a .
sición tautológica; esto es, no se dice absolutamente nada. El mundo, pues, es el conjunto de las realidades sensibles, tal como son conce-
Ciertamente, si es sólo el mundo el que existe, no depende de otra realidad bidas por el sentido común o por el conocimiento espontáneo. Ahora bien: es
y es, en este sentido, absoluto. Por tanto, entendiendo por «Dios» el Absoluto, esencial para nuestro propósito poner de relieve que el sentido común no atri
se podrá hablar de identidad entre el mundo y Dios incluso desde una perspec- buye a los seres de la experiencia una distinción cualquiera, sino una distinción
tiva naturalista y pluralista. Nos parece, sin embargo, que reducir el término de supuestos. El conocimiento espontáneo es pluralista en sumo grado. El
«Dios» a significar el Absoluto de una manera tan vaga, aplicable incluso a un «mundo» del que hablamos está constituido por una multiplicidad de supues-
conjunto de seres de los cuales ninguno es absoluto, equivale a decir que nin- tos sensibles. Consiguientemente, «el conjunto de las realidades sensibles, tal
gún sistema filosófico niega a Dios y, más generalmente, a privar al problema como son concebidas por el sentido común», no coincide formalmente con «el
de Dios de todo contenido propio. conjunto de las realidades sensibles, tal como aparecen en la experiencia». Por
que no es evidente que la experiencia sensible, incluso la experiencia total del
Aunque tal vez sea posible encontrar en la historia del pensamiento una
hombre, manifieste una multiplicidad de supuestos. En consecuencia, es preciso
acepción tan empobrecida del término «Dios», nos parece inoportuno conser-
distinguir entre el mundo del conocimiento sensible y el mundo del conocí
varla o, al menos, definir en relación a ella el panteísmo y el ateísmo 20. Obser-
miento espontáneo o, más sencillamente, entre el mundo sensible y el mundo
vemos de paso que el carácter de absoluto no está tampoco asociado universal-
espontáneo23.
mente al término «Dios». Los dioses del politeísmo son de hecho dependientes,
en el ser y en el obrar. Ahora bien: si el término «mundo» fuese utilizado en el sentido de «mundo
espontáneo», la división del panteísmo propuesta por Lalande carecería de sen-
J
tido, porque, si tal mundo existe, existe como autónomo y no puede constituir
° Nuestras reservas coinciden con las formuladas por algunos de los colaboradores del Voca- una sola cosa con Dios. Según eso, el panteísmo implicaría la negación del
bulario de Lalande a propósito de la segunda forma de panteísmo:
«No creo que se pueda hablar de panteísmo si no existe más que una suma de seres físicos mundo (espontáneo).
11 un solo ser puramente material. El panteísmo, a mi manera de ver, supone ante todo la unidad Por consiguiente, la división del panteísmo debe efectuarse en relación
del ser y, luego, el hecho de que este ser es en el fondo espiritual, razón e incluso libertad, aunque con el mundo sensible. Distinguiremos un panteísmo que niega el mundo de
inicialmente sin conciencia, pero destinado a aparecer ante sí mismo bajo la forma de pensamiento»
(.). Lachclier, p. 715). «La cuestión es esencialmente ésta: ¿se puede conservar para el absoluto otro que lo admite, pero como inmanente a Dios. El panteísmo que niega el
el nombre de Dios cuando se le niega la personalidad? Respondo que el principio del panteísmo
es un principio de unidad viviente y activo que, sin estar dotado de autoconciencia, hace sentir 21
Así, pues, no existe un «panteísmo pancosmista» (contrariamente n lo que afirma Lalande).
su soplo majestuoso sobre los espíritus, su presencia benéfica en las cosas, y que suscita senti- 22
P. 630.
mientos de admiración, de emoción, de entusiasmo, de amor —por ejemplo, en Goethe o en 23
Decimos «mundo sensible» y no «mundo de la experiencia» porque, según aquellas doctrina»
Spinoza, que se sentía ebrio de Dios—, todo lo cual constituye el sentimiento religioso. Ahora
que admiten una intuición de Dios, como el ontologismo, también Dios serla objeto de cxprilrn-
bien: lo que suscita en el corazón del hombre el sentimiento religioso es digno de llamarse Dios,
cia y, por tanto, no se le podría distinguir del mundo de la experiencia. Por otra parte, la deno-
sen cual fuere su naturaleza. Viceversa, y por la misma razón, considero ilegítimo llamar Dios al
mundo de los materialistas y, consiguientemente, la expresión de panteísmo materialista me pa minación de «sensible» no excluye del mundo a nuestro yo, que es objeto de experiencia intelec-
rece impropia» (Ranzoli, ibíd.). tual. En efecto, el yo forma parte de un ser, el hombre, que es también objeto de experiencia
intelectual, aunque, por otra parte, la experiencia de sí tampoco es puramente intelectual.
4
50 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 51

mundo es un sistema que niega la realidad sensible, que la considera, en otras En el primer caso, entendiendo por mundo el conjunto de las realidades
palabras, como puramente ilusoria y admite exclusivamente una realidad ultra- sensibles, debemos decir que este monismo no admite ninguna otra cosa más
sensible a la que llama Dios y que es de naturaleza diferente y superior a la que el mundo y que, por tanto, carece de sentido calificarlo de panteísta. En
de la experiencia sensible. Por tanto, Dios está dotado, en relación con el el segundo, en cambio, el monismo implica una realidad que puede ser llamada
mundo, de una doble trascendencia: una trascendencia noética, en cuanto se Dios. En consecuencia, tendrá sentido decir que el mundo y Dios están unidos
encuentra más allá de la experiencia, y una trascendencia ontológica, en el sen- como supuestos, y, por ello, nos hallamos ante una forma de panteísmo25.
tido de diversidad y superioridad. Este panteísmo no afirma la identidad entre En otros términos: para que la afirmación de la identidad entre el mundo
el mundo y Dios, ya que niega decididamente la existencia del mundo. Para que y Dios tenga sentido es necesario admitir algo irreducible al mundo sensible,
pueda hablarse de negación del mundo no basta negar la realidad material, sino si bien unido a él en cuanto supuesto. Para que se pueda hablar de panteísmo
que es preciso negar todas las realidades que la experiencia nos revela como es preciso que la identidad entre mundo y Dios no sea absoluta. Es esencial
supuestos unidos a las realidades materiales, con las cuales se constituye el al panteísmo admitir una realidad que, aun estando unida al mundo como
mundo. Es preciso, en particular, negar los espíritus en su realidad empírica. supuesto, sea en cierto sentido trascendente, noética y ontológicamente, en re-
Este tipo de panteísmo supone más un sistema posible que hay que tomar lación a él. Noéticamente, porque para distinguirse del mundo sensible esta rea-
en consideración para completar el cuadro que un sistema identificable en la lidad no debe ser sensible, y ontológicamente, porque es de naturaleza diversa
historia del pensamiento occidental. Un sistema que haya llegado a la negación y superior en relación con las realidades sensibles particulares26.
radical de la realidad sensible es, en efecto, un caso extremadamente raro. El Nuestras conclusiones se aproximan en este caso a las del padre Valensin:
panteísmo de Spinoza, por ejemplo, que Lalande cita como tipo de panteísmo «Cualquiera que sea la forma que asuma cuando trata de presentarse como
acosmista, no implica la negación del mundo, sino solamente su unión sustan- doctrina, el panteísmo filosófico consiste siempre en la afirmación de dos tesis
cial con Dios. El mismo idealismo es esencialmente la afirmación de la depen- esenciales, cuya exposición apenas varía de un sistema a otro: Dios y el mundo
dencia del mundo con respecto al pensamiento y de la inmanencia (sustancial) son realmente distintos como seres»27.
del mundo en el pensamiento, pero no es necesariamente la negación de la A fin de precisar el alcance de esta diversidad (incluso en la unidad) de
realidad sensible como tal. Solamente en algún sistema védico, donde se reduce Dios respecto al mundo, nos preguntamos: ¿Debe ser concebido Dios como
el mundo a una ilusión, a un producto de la ignorancia, se hallará tal vez la personal? ¿Como espiritual? Así, nos vemos llevados de la mano al examen
fórmula completa del panteísmo acosmista. del tercer carácter del Dios cristiano, la personalidad, de la cual la espirituali-
La expresión histórica fundamental del panteísmo es, en todo caso, la que dad es, para los filósofos cristianos, una propiedad.
afirma la existencia del mundo sensible, pero como inmanente a la realidad de
Dios. El panteísmo es, pues, en primer lugar, un monismo cósmico24. 25
Es verdad que todos los sistemas filosóficos (y en particular todos los monismos), excepto
Pero no todo monismo cósmico es panteísta. Una primera línea de demar- los empirismos, admiten que los seres sensibles poseen aspectos metaempíricos; pero éstos no son
siempre concebidos como de naturaleza diversa y superior a la de los aspectos sensibles.
cación entre los monismos panteístas y los naturalistas puede ser señalada dis- M
Cabe preguntarse si es propio de la esencia del panteísmo ser racionalista, es decir, proceder
tinguiendo el principio de la unidad ontológica afirmada por todo monismo. La por principio independientemente de la experiencia o en conflicto con ella. En realidad, la nega-
unidad del mundo puede ser producida sencillamente por la organización de las ción del mundo y de la multiplicidad de los supuestos parece constituir un desafío a la experien-
cia. Sin embargo, a nuestro juicio, si está fuera de duda que el panteísmo puede ser racionalista,
partes que lo constituyen (Spencer, Ardigó, Büchner, Haeckel), o también por más aún, que el método racionalista se presta con mayor facilidad a construcciones panteístas y
la presencia de un Principio de unidad, de naturaleza diversa y superior a la monistas, no es pdsible afirmar en el plano general que el racionalismo sea el método del panteísmo,
de las partes. aunque sí el del panteísmo acosmista. Viceversa, el panteísmo cósmico no niega necesariamente
ningún dato de la experiencia, porque, como hemos señalado, no es evidente para todos que la
pluralidad de los supuestos sea dada en la experiencia. La divergencia entre monismo y pluralismo
24 se sitúa, por tanto, más allá de la experiencia, siendo las dos posiciones respectivas, en ambos
¿Se puede afirmar, en líneas generales, que el panteísmo sea una forma de monismo? El casos, integraciones de la experiencia. Para que se pueda hablar de racionalismo es necesario que
monismo es ciertamente la expresión más espontánea del panteísmo, y sería difícil señalar en estas integraciones no sean concebidas como explicaciones exigidas por la experiencia, sino como
el plano histórico formas de panteísmo pluralista. Pero desde el punto de vista especulativo, no datos puramente apriorísticos.
»e puede excluir ln posibilidad de un sistema acosmista, el cual, tras haber reducido la realidad 27
al mundo ultrasensible y divino, admitiera, sin embargo, una pluralidad de dioses. Así, pues, el A. Valensin, A travers la métaphysiquc, París, 1925, p. 111. El segundo libro de esta obra
panteísmo no es esencialmente monista. está consagrado al examen histórico y crítico del panteísmo (pp. 77-136).
52 INTRODUCCIÓN 53
G. GIRARDI
pues, parece que se ha de sacar la conclusión de que ni la libertad, ni la inte-
La pregunta «¿Es Dios personal?» puede tener dos sentidos, correspon-
ligencia, ni la espiritualidad pueden ser consideradas como caracteres univer-
dientes a dos de las acepciones del término «personal».
salmente incluidos en la idea de Dios.
«A) Que es persona en el sentido A» 28 .
Así nos encontramos ante los términos más vagos de la fórmula precedente:
«B) Individual, propio: que se refiere exclusivamente a tal persona o
«Dios» debe ser esencialmente diverso de los seres que se muestran a la expe-
que pertenece solamente a ella» 29.
riencia sensible y superior a ellos. Debe, pues, ser espiritual o al menos de un
Al preguntar si Dios es personal se puede, por tanto, tratar de averiguar
tipo de materia diversa a la que capta la experiencia y esencialmente superior
si está dotado de inteligencia y voluntad, si es una realidad individual; es decir,
a la misma.
si trasciende al mundo. Estas dos preguntas no coinciden, en primer lugar por-
Ahora podemos contestar ya a una de las primeras preguntas que nos ha-
que se podría atribuir a Dios inteligencia y voluntad sin situarlo más allá del
bíamos formulado al principio de este estudio. El que reconoce únicamente la
mundo, y, por otra parte, porque se podría hacer de Dios una realidad que
existencia de una «Fuerza» o de un «Ser supremo» en el origen del mundo,
trascendiera al mundo y, sin embargo, no fuese persona. Existe, no obstante,
¿es realmente ateo? Eso depende de la concepción que se tenga de esa «Fuer-
un nexo objetivo entre ambas cuestiones, ya que la trascendencia de Dios,
za» y ese «Ser supremo». Si se les atribuye la misma naturaleza que a las reali-
adecuadamente entendida, exige que sea una persona. Además, la concepción
dades sensibles, nada autoriza a llamarles «Dios». En cambio, si se les atribuye
de Dios como persona se encuentra en conflicto al menos con el inmanentismo
una superioridad esencial sobre las realidades sensibles, aunque no se salga del
materialista. Lalande escribe: «La oposición entre panteísmo y teísmo ad-
orden material, se trata de una afirmación, por rudimentaria que sea, de la
quirió frecuentemente en el siglo xix la forma de una controversia acerca de la
divinidad.
cuestión: '¿Es Dios personal?' Esta formulación del problema se remonta a
Jncobi» 30. En realidad, los problemas coinciden en el caso de que «personal» Puesto que esta realidad superior puede ser concebida como espiritual o
signifique «individual» y, por tanto (en el caso de Dios), trascendente. No coin- material, el panteísmo podrá ser espiritualista o materialista. Pensamos, según
ciden cuando «personal» quiere decir dotado de inteligencia y voluntad. De eso (contrariamente a Lachelier y Ranzoli), que es legítimo hablar, al igual que
este último aspecto es del que vamos a ocuparnos aquí. Lalande, de panteísmo materialista, siempre que se precise su naturalza en el
sentido indicado. No se podrá denominar «panteísta» ni a un materialismo plu-
En lo que se refiere a la personalidad, no parece que desde el punto de vista
ralista ni a un materialismo monista, que reduzcan toda la realidad a un supues-
histórico se pueda atribuir la misma importancia a su intelectualidad y a su
to material de la misma naturaleza que la materia presentada por la experien-
libertad. Numerosos pensadores antiguos y modernos que admiten la inteligen-
cia. El panteísmo no es nunca un pancosmismo.
cia de Dios ignoran o niegan expresamente su libertad (entendida como capa-
cidad de elección). Pensemos en Platón y en Aristóteles, en Avicena y en Ave- Se deberá asimismo clasificar el panteísmo en panlogista e hilozoísta según
rroes, en Spinoza y en Leibniz. Queda, por tanto, la inteligencia. Pero ni que Dios sea entendido como inteligencia o simplemente como principio vital,
siquiera ésta parece atribuida universalmente a Dios: el Uno neoplatónico se alma del mundo.
sitúa más allá del pensamiento. En cuanto a la espiritualidad, es difícil encon- Concluyendo, se puede llamar panteísmo al sistema para el cual todo es
trarla, por ejemplo, en el Dios de Anaxágoras, en el de los estoicos, en los dio- Dios, es decir, en el que nada es «supuestalmente» distinto de Dios, entendido
ses del politeísmo y en el de Hobbes, si bien todos ellos están constituidos por éste como una realidad (espiritual o material) de naturaleza distinta o superior
un tipo de materia más noble y sutil que la aprehendida por la experiencia. Así, a la realidad sensible.
Cierto que un principio así entendido se ve afectado por una grave ambi-
güedad ontológica: puede ser denominado Dios o puede también no serlo. S¡
'" «Ser individual en cuanto posee los caracteres que le permiten participar en la sociedad
intelectual y moral de los espíritus: conciencia de sí, razón, es decir, capacidad de distinguir lo se pone en evidencia su diversidad y superioridad en relación al mundo de la
verdadero de lo falso, el bien y el mal; capacidad de determinarse mediante los motivos cuyo experiencia y la dependencia del mundo con respecto a él, se tenderá a llamarlo
vnlor pueda justificar frente a otros seres racionales. Véanse Leibniz, Théodicée, I, 89; Kant, Dios. Por el contrario, si se carga el acento sobre su inmanencia, se tenderá a
Cirutidlezung zttr Mel. der Sitten, sec. 2.", párs. 84 y 96-99» (Lalande, p. 740). Por su parte, esta
definición asocia dos aspectos de la persona formalmente distintos: la individualidad y los carac- llamarlo naturaleza.
lercs que le permiten participar en la sociedad intelectual y moral de los espíritus. Esta variedad de acentos tiene su fundamento, más que en divergencias
" Lalande, pp. 741 y 742. propiamente metafísicas, en las diversas actitudes frente a la realidad, o, si se
'" l l i í d , p. 740.
54 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 55

prefiere, en un diverso grado de sensibilidad religiosa. Por lo cual, dada la «metafísica», y por otra, el de la autonomía ontológica y axiológica del hombre
fundamental ambigüedad ontológica del monismo, un temperamento religioso y del mundo.
desarrollará sus implicaciones religiosas y hará de él un panteísmo, o incluso Digamos una palabra más, antes de terminar, sobre la perfección infinita de
un misticismo, en tanto que un temperamento laico desarrollará sus implica- Dios. Es fácil comprobar que no está incluida umversalmente en el concepto
ciones naturalistas y hará de él una forma de naturalismo. El monismo idealista de Dios: el Dios de Aristóteles y de Platón, los dioses del politeísmo, el Dios
será panteísta, por ejemplo, en Lavelle o Gentile; será, en cambio, naturalista de Locke y de Hobbes, los dioses de la última filosofía de Renouvier, no son
y, por consiguiente, ateo en Brunschvicg o Croce. ciertamente concebidos como perfectos. Por tanto, si «Dios» puede ser pensado
Podemos así responder con bastante facilidad a la segunda pregunta que en términos de finitud, ¿cómo caracterizarlo en relación al conjunto de seres
nos habíamos formulado. Las precisiones que hemos tenido que introducir, que forman el «mundo»? Ya hemos contestado a esa pregunta cuando exami-
numerosas y a veces sutiles en exceso, prueban que la distinción en litigio no nábamos la trascendencia de Dios: tiene que ser de naturaleza diversa y supe-
es fácil de establecer y explican que haya podido ser negada, incluso con razón. rior a los seres de la experiencia, superioridad que no implica necesariamente
De hecho, si toda negación de una realidad trascendente fuese denominada pan- la espiritualidad. Consiguientemente, el «mundo» que se opone en cierto modo
teísmo (según la definición de Lalande), sería realmente imposible distinguir a Dios no podrá ser definido ni como el conjunto de los seres finitos (ya que
los conceptos de Dios y de mundo. En cambio, si los términos «mundo» y Dios puede ser también finito), ni como el conjunto de los seres materiales (ya
«Dios» se entienden en el sentido que hemos precisado, será posible distin- que Dios puede ser también material), sino como el conjunto de los seres que
>>iiir1os cutre sí, por una parte, y por otra, distinguir el panteísmo del ateísmo3I. se dan o pueden darse en la experiencia.
Acaso, dada su sutileza, esta distinción parezca demasiado insignificante en En conclusión: de los cuatro grupos de caracteres del Dios cristiano, nin-
los planos metafísico y psicológico, y la línea de demarcación propuesta, de- guno puede ser umversalmente hallado, sin una ulterior especificación, en las
masiado vaga para caracterizar un movimiento de pensamiento y un complejo diversas nociones de Dios. No obstante, la causalidad total, la trascendencia y
de problemas específicos. la perfección infinita, si no están siempre presentes en su acepción plena, lo
están, sin embargo, en medida atenuada; es decir, cuando la causalidad se toma
Sin embargo, recordemos ante todo que no se trata de determinar la natu-
en un sentido más general (y no total) y la trascendencia se entiende, en el
raleza del ateísmo, sino simplemente de intentar hallar una definición. Este
plano ontológico, como diversidad y superioridad en relación con los seres sen-
cometido, aunque no resulte excesivamente sencillo (como se ha podido com-
sibles, y, en el plano noético, como trascendente a la experiencia sensible; por
probar), no es más que preliminar. En cuanto a la línea de demarcación pro-
último, cuando la perfección infinita se reduce a las dimensiones de una per-
puesta, nos parece que distingue con suficiente claridad las actitudes intelec-
fección esencialmente superior, en el sentido ya precisado.
tuales y vitales en relación con el «mundo». En el plano intelectual, la actitud
de lodos aquellos que no creen en la posibilidad de superar ontológicamente En una palabra: el concepto de Dios implica para todos cierta «trascenden-
el mundo (de la experiencia sensible) se opone a la perspectiva que admite esa cia»: Dios es el Trascendente que actúa en el mundo. Ateísmo teorético es,
posibilidad. En otros términos: la posición que ve en el «mundo» la realidad por tanto, la doctrina según la cual la existencia de un ser trascendente que
suprema se encuentra en conflicto con la que defiende la necesidad de superar actúa en el mundo no puede ser afirmada con certeza7'1.
la naturaleza y el hombre para hallar el fundamento absoluto de los mismos. 32
Antes de concluir estas reflexiones, añadamos unas palabras sobre los «seudoateos» en el
En el plano vital, el horizonte restringido a los valores «mundanos» se opone sentido propuesto por Maritain. Son «aquellos que piensan que no creen en Dios, aunque <-n
claramente al horizonte abierto al más allá del mundo. El problema de Dios y realidad creen inconscientemente en él, ya que el Dios cuya existencia niegan no es Dios,
del ateísmo es, por una parte, el problema de la trascendencia, de la realidad cualquier otra cosa» (La signification de l'athéhme contemporain, París, 1949, p. 9). No v; ••>
n discutir aquí la cuestión de hecho, es decir, si el pretendido ateísmo es con frecuencia, o im ,
siempre, la negación de un Dios falsamente concebido. Puesto que nuestra tarea consiste
" Creemos que nuestras conclusiones se asemejan sustancialmente a la posición adoptada sobre ahora en definir el ateísmo, nos limitaremos a preguntarnos si una posición de este género I
. I lema por Rahner, loe. cit.: «El que una determinada forma de panteísmo (especialmente en el .er calificada como^áteísmo o como seudoateísmo. A nuestro juicio, todos los que niegan ¡> un
idealismo alemán) deba ser calificada de ateísmo (como el sistema de Spinoza) depende de la I >¡os, aunque sea falsamente concebido, no dejan por ello de ser ateos. Es verdad que niegan
rapacidad que manifieste para no reducir sin más a una sola cosa al hombre y el mundo, por un ln realidad trascendente porque les es propuesta en una forma que consideran justamente ínad
ludo, y ii 1 Absoluto, por otro». La elección <lc Spinoza como ejemplo de panteísmo ateo merece iiiixiblc, mas, por otra parte, al juzgar esta forma como la única posible, niegan sin unís su mili
itlltuiiiiti reservas. ilud o ponen en tela de juicio su incognoscibilidad. Claro que si tuvieran de él una noción unís
INTRODUCCIÓN 57

R) ATEÍSMO PRACTICO necta, sin embargo, en el plano intelectual con su «mentalidad». Esta consiste
en la actitud fundamental que impone las valoraciones y decisiones en el hori-
Existen varias definiciones del ateísmo práctico. Sin embargo, pueden re- zonte de los problemas del sujeto, el sistema de valores sobre el que se centra
ducirse a la propuesta por Louis Boisse en sus observaciones a la voz athéistne su atención habitual. La mentalidad se distingue así de la teoría. Incluso puede
del Vocabulario de Lalande: «Actitud de todos aquellos que viven como si encontrarse en conflicto con ella. Una mentalidad atea puede coexistir con
Dios no existiese. Cf. el importante texto de Bossuet: 'Existe un ateísmo escon- una doctrina teísta. El ateísmo práctico se sitúa, pues, ante todo, en el plano
dido en todos los corazones, que se difunde a todas las acciones: Dios no cuenta de la mentalidad y, por tanto, en el plano de las orientaciones existenciales
para nada', en Pensées detachées, II. En este caso, el ateísmo no consiste en de fondo.
negar la existencia de Dios, sino en negar el valor de su intervención en la Pero ¿qué significa «vivir como si Dios no existiera»? Significa vivir habi-
conducta humana»33. Según esta definición, que es la más corriente, la cali- tualmente en función de un sistema de valores del cual Dios está ausente. Para
ficación de ateo práctico puede atribuirse a personas que afirman la existencia que se pueda hablar de ateísmo práctico, la ausencia de Dios debe ser habitual.
de Dios. Una conducta, regular o inconstante, no puede ser calificada como atea en tan-
En el ámbito de esta definición encuentra su lugar adecuado la distinción to el sujeto no extraiga de la misma todas sus consecuencias, en tanto no ignore
entre la práctica y la teoría de la práctica. En efecto, es preciso distinguir la habitualmente a Dios. Por otra parte, una persona habitualmente religiosa pue-
actitud atea práctica, que consiste en vivir como si Dios no existiera, de la de comportarse en un caso particular como si Dios no existiera, lo cual no
doctrina que excluye todo influjo divino sobre la conducta humana y que puede autoriza a reputar de atea su conducta, tomada en su conjunto. De lo contra-
considerarse como la teorización de tal actitud. Una tal doctrina no puede redu- rio, todos los hombres serían ateos, a excepción tal vez de los santos. ¿No
cirse al ateísmo teorético, dado que no es incompatible con la afirmación de se oculta acaso este equívoco en la expresión de Bossuet citada por L. Boisse
Dios, sino que refleja en el plano operativo un deísmo metafísico, entendido en Lalande: «Existe un ateísmo escondido en todos los corazones, que se di-
como un relajamiento del vínculo ontológico entre el mundo y el hombre, por funde a todas las acciones»? Del mismo modo, una persona habitualmente in-
un lado, y lo Trascendente, por otro. Dios es una realidad en sí, un «Ser supre- diferente con respecto a las consecuencias prácticas de su creencia religiosa
mo», una «Causa primera», pero no interfiere en la existencia real. Es recono- puede, en determinadas circunstancias, comportarse como creyente (por ejem-
cido como Ser, pero no como Valor. Explica la realidad, pero no cambia en plo, celebrando un matrimonio religioso o cumpliendo el precepto pascual).
nada la vida. Es ese Ser al que se denomina a veces el «Dios de la filosofía», Mas a pesar de estas precisiones no será fácil identificar concretamente los
oponiéndolo al «Dios de la religión». Pero es más bien el Dios de una cierta casos de ateísmo práctico. En efecto, ¿cuál es la línea de demarcación entre
filofosía, puramente objetivista. Esta disociación entre teoría y práctica, entre una vida fundamentalmente atea, en la que se dan algunos gestos religiosos,
«teísmo» y «religión», se caracteriza frecuentemente por una actitud negativa y una vida religiosa y moralmente superficial, inconstante, en la cual largos
o dubitativa con respecto a la inmortalidad. Dios crea al hombre, pero no lo períodos vacíos de Dios alternan con actitudes religiosas efímeras?
salva. Esta correlación no se da, con todo, de modo constante. Puede, en efecto, Por otra parte, para identificar el ateísmo práctico es preciso establecer que
existir una relación religiosa centrada en la vida temporal y, asimismo, una Dios está ausente de un sistema de valores determinado. Ahora bien: la cues-
afirmación de inmortalidad a nivel puramente especulativo. tión no puede decidirse sobre una base objetiva, sino subjetiva. De hecho, valo-
Añadamos para mayor precisión que si bien el ateísmo puramente prác- raciones que para unos se hallan en conflicto con la fe en Dios, para otros serán
tico es una conducta que se opone a la doctrina profesada por el sujeto, se co- postuladas por esa misma fe. Un sistema de valores que unos consideran abso-
lutamente extraño al horizonte teológico podrá estar para otros fundado en
exacta tal vez no negasen ni la existencia de Dios ni su cognoscibilidad, consideración de gran la voluntad de Dios. Y viceversa, un sistema de valores que para unos sólo pue-
importancia tanto en orden al diálogo que es preciso entablar con ellos como en orden a la valo- de estar fundamentado en Dios será autónomo para otros. Así ciertos gestos
ración de su actitud. Sin embargo, sigue siendo verdad que les falta esa noción y, por consi-
guiente, niegan a Dios en términos generales. Y el hecho de que determinadas condiciones les religiosos, que considerados objetivamente son actos de reconocimiento de
llevasen a creer no obsta para que, al faltar tales condiciones, de hecho no crean. Tanto más Dios, pueden no significar para determinados sujetos más que comportamien-
omnto que las previsiones acerca de lo que un hombre creería en determinadas circunstancias tos externos adoptados por razones sociales.
imperan difícilmente la esfera de las hipótesis.
" Pp. 87-98 Por diversas razones tampoco se puede establecer una equivalencia entre
58 G. GIRARDI 1NTRODUCCION 5'
ateísmo práctico e inmoralidad. Ante todo, muchos autores sostienen la posi- blema. El ateísmo especulativo-práctico sería la teorización de tal actitud; i
bilidad de una moral que prescinda de Dios: Bayle, Kant, Max Scheler, Marx, decir, una toma de posición doctrinal, no directamente con respecto a la afirma
incluso muchos tomistas. No todos se muestran de acuerdo en sostener que «si ción de la existencia de Dios (como el ateísmo teorético), sino con respecto al
Dios no existe, todo está permitido» (Dostoievski). Por el contrario, es posible valor existencial de Dios y de la afirmación del mismo.
comportarse honrada y generosamente sin que esa conducta provenga de una El ateísmo práctico puede referirse tanto a la vida humana en general como,
(•elación con Dios. Puede ocurrir, en segundo lugar, que algunas personas perma- en particular, a la vida pública. Esta suscita problemas especiales. En efecto,
nezcan fieles, por costumbre o por temperamento, a ciertos principios, aun reco- se puede reconocer que la afirmación de Dios implica consecuencias que com-
nociendo que dichos principios no pueden justificarse en el plano teórico. En prometen la vida individual y hacer de la religión una cuestión puramente
tercer lugar, es difícil establecer en la esfera subjetiva (de la cual se trata ahora) personal, privada, prohibiéndole de hecho y de derecho expresarse en el plano
una línea de demarcación entre conducta moral y conducta inmoral, máxime te- de la vida pública.
niendo en cuenta que no se trata de juzgar actos particulares, sino una actitud en En este punto nos es posible ya definir con cierta precisión las relaciones
su conjunto. Por último, ni siquiera una conducta gravemente inmoral puede ser entre ateísmo y laicismo. El laicismo, en sentido amplio, comprende toda con-
suficiente para denunciar la ausencia de Dios en una vida, ya que, si esa inmo- cepción del mundo y de la vida que propugne excluir la religión de la vida pú-
ralidad es vivida conscientemente como rebelión contra Dios, como incongruen- blica. Teóricamente, puede ser ateo o no. En caso negativo, se presenta como
cia grave, y al mismo tiempo va acompañada por el remordimiento, no es lícito un fenómeno específico, como una teoría de la práctica, según la cual la religión
afirmar que Dios esté ausente de la misma. El contexto psicológico de la acción no atañe sino a la vida privada del hombre y debe ser ignorada por la vida
íorma parte de la acción misma. El ateísmo práctico implica también la ausencia pública. Como fenómeno específico, el laicismo es, por tanto, un ateísmo prác-
del sentido del pecado y, por consiguiente, del remordimiento inspirado en tico (especulativo-práctico o puramente práctico) en el plano de la vida pú-
razones de orden religioso (que se distingue del remordimiento basado en ra- blica M.
zones puramente profanas).
Ateísmo práctico e indiferencia religiosa son, pues, actitudes bastante próxi-
mas: poseen en común el sentimiento de que Dios no es un valor; consecuente-
mente, su afirmación o negación no son importantes, no cambian gran cosa. Se
distinguen por el hecho de que el indiferente no adopta ninguna postura en el
plano teorético, mientras que el ateo práctico, en el sentido más corriente de " El laicismo no debe ser confundido con la laicidad del Estado, según la cual no es de la
la expresión, afirma teóricamente la existencia de Dios. Pero esta diferencia competencia de éste un juicio filosófico o teológico sobre el problema religioso. De hecho, nada
teórica no tiene alcance «religioso». Más aún, extremando el análisis, se podría impide que un Estado así concebido, tras haber formulado un juicio de naturaleza sobre el fenó-
meno religioso, actúe sobre la base de tal juicio, reconozca oficialmente a las instituciones religio
tal vez ponerla en tela de juicio en el mismo plano teorético. Intuimos una vez SUS determinados derechos y fomente su actividad, en tanto que, en una perspectiva puramente
más que la línea de demarcación entre teísmo y ateísmo aparece mucho menos laicista, debería simplemente ignorarlas.
clara que en el plano abstracto y que los problemas suscitados por la indiferen- Por otra parte, ¿se puede hablar de un «teísmo práctico», correspondiente al ateísmo práctico,
• lúe consistiría en vivir como si Dios existiese, aun estando convencido de la falsedad de esa
cia religiosa pueden referirse en amplia medida a los mismos teístas. '•xistencia? Eisler vislumbra una posición de ese tipo: «Según Forberg, un ateo puede tener tam-
Por tales razones, parece más oportuno, como hemos indicado anterior- bién una especie de religión, consistente en la fe práctica en una ordenación moral del mundo;
.•ii todo caso, se debe actuar como si se creyera en Dios; el ideal sustantivado en 'Dios' no puedr
mente, reservar la denominación de ateísmo teorético para las tomas de posi- l>crdcr su fuerza ('Philos. Journal', VIII, 1798, pp. 21 y ss.; también Vaihínger, Die Philos. des
ción doctrinal frente al problema de la existencia de Dios e incluir la indiferen- Ms ob., 1911)» (art. Atheismus, en Eisler, I, p. 130).
cia religiosa entre las formas de ateísmo práctico. La misma palabra «indife- Ahora bien: a nuestro modo de ver, estas posiciones pueden reducirse a la afirmación de un
rencia» parece por lo demás reflejar también la actitud de muchos que son urden moral independiente de Dios y, por consiguiente, a un caso particular de ateísmo. La cali
I ¡roción «teísmo práctico» tiene sentido aquí únicamente desde el punto de vista del que cornil-
«teístas» en el plano teorético. Por consiguiente, el ateísmo práctico sería la dren la existencia de Dios como el único fundamento válido del orden moral. En efecto, en esta
actitud de aquellos que viven habitualmente como si Dios no existiera o, en perspectiva, el que piensa y actúa moralmente piensa y actúa «como si Dios existiera». Sin cm
luirlo, desde el punto de vista subjetivo, el más importante para definir su posición, el orden
otras palabras, que no reconocen un alcance existencial al problema de Dios, moral tiene un fundamento independiente de la existencia de Dios. Se trata, por tanto, de una
bien afirmen la existencia del mismo, bien se abstengan de plantearse el pro- moral ntea.
INTRODUCCIÓN 61

CONCLUSIÓN sistemas abstractos, sino orientaciones concretas de pensamiento y de vida. En


efecto, y por eso mismo, los diversos significados se realizan raramente en su
Hemos partido de la distinción clásica del ateísmo en ateísmo teorético y estado puro. Muy al contrario, presentan los más diversos matices y se inter-
ateísmo práctico, definiendo el primero en relación a Dios como ser y el segun- fieren de los modos más complejos. Sin embargo, nos ha parecido que podría
do en relación a Dios como valor. Con todo, hemos desvelado ulteriormente ofrecer alguna utilidad con miras a la clarificación de los problemas un intento
la presencia del componente axiológico también en el ateísmo teorético, ya que de clasificación semántica, aun consciente de los propíos límites.
la ausencia de la afirmación de Dios comporta la ausencia de la experiencia
religiosa propiamente dicha. Por consiguiente, en su acepción más general, el
ateísmo es una actitud existencial en la cual el valor de Dios no es reconocido III. EL DIALOGO ENTRE CATÓLICOS Y ATEOS
(Dios significa aquí el Trascendente que actúa en el mundo). Así, pues, es
ateo en este sentido más general todo aquel que no es creyente; es decir, todo El espíritu de diálogo es uno de los aspectos más impresionantes del nuevo
aquel que no imprime a su vida un sentido religioso. estilo de la Iglesia. Penetra los sectores más variados de su vida: relaciones con
La trascendencia reviste aquí un doble significado, noético y ontológico. los cristianos no católicos, con las religiones no cristianas, con los ateos; rela-
En sentido noético, el Trascendente está más allá de la experiencia sensible; ciones con el mundo; relaciones en el interior de la Iglesia, entre el clero y el
en sentido ontológico, es de naturaleza diversa y superior al mundo. El mundo laicado, entre la autoridad y los subordinados en los diversos niveles, etc. Más
es el conjunto de las realidades sensibles, tal como se nos da en la experiencia que como un sector particular de actividad aparece como una nueva dimensión
sensible. La acción sobre el mundo ha de entenderse, en sentido amplio, como de la vida de la Iglesia y de la conciencia cristiana.
la influencia que puede ejercerse en el plano de la causalidad eficiente, final La Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, después di
o formal. Puede ser total o parcial. Con estos significados está íntimamente liga- afirmar repetidamente la necesidad del diálogo con todos los hombres sin excep
do el axiológico, que designa la superioridad del valor de Dios, su grandeza y, ción alguna35, ofrece el siguiente programa, cuya gran importancia lo convierte
por eso mismo, el tipo de existencia humana penetrada por tal convicción. en la conclusión de todo el mensaje: «El deseo de un tal coloquio, que se ins
En lo que se refiere a las varias formas de ateísmo, la terminología que pira tan sólo en el amor a la Verdad, observando naturalmente la necesaria
adoptaremos será, por tanto, la siguiente: el ateísmo teorético o especulativo prudencia, no excluye por nuestra parte a nadie, ni siquiera a aquellos que
es la doctrina según la cual la existencia de un Trascendente que actúa en el cultivan los nobles valores del alma humana, pero que no reconocen a su Autor
mundo no puede ser afirmada con certeza, ora se la niegue (ateísmo asertivo), ni a aquellos que se oponen a la Iglesia y la persiguen de distintas maneras.
ora se declare el problema insoluble (ateísmo agnóstico) o carente de signi- Siendo Dios Padre principio y fin de todos, todos somos llamados a ser herma-
ficado (ateísmo semántico). El ateísmo práctico o indiferencia religiosa es la nos. Por eso, impulsados por esta misma vocación humana y divina, sin violen-
actitud de aquellos que viven habitualmente como si Dios no existiera, o, en cia y sin engaño, podemos y debemos colaborar en verdadera paz para cons-
otras palabras, que no reconocen al problema de Dios un alcance vital, ya afir- truir el mundo» x. Ya el papa Pablo VI, interpretando las aspiraciones de la
men la existencia de Dios, ya se abstengan de plantear el problema. El ateísmo época, había expresado la convicción de que el diálogo debía caracterizar su
especualtivo-práctico es la doctrina según la cual Dios no debe influir sobre misión apostólica 3T. El espíritu de diálogo es presentado por el Concilio como
la vida humana en general, o al menos sobre la vida pública (laicismo). uno de los componentes de la nueva personalidad laical3* y como una de las
Ateísmo teorético o especulativo y ateísmo especulativo-práctico coinciden, directrices en la formación de los sacerdotes del mañana3*. Los tres nuevos
pues, en el hecho de ser doctrinas. Se distinguen porque el uno se sitúa directa-
mente en relación con la existencia de Dios, en tanto que el otro lo hace en
" 21, 28, 43, 62.
relación con su valor para la existencia humana. Ateísmo práctico y ateísmo 56
92.
especulativo-práctico se definen en función del valor existencial de Dios, pero 37
Ecclesiam suam, Edizioni LER, Ñapóles, p. 53; AAS (56), 1964, p. 640.
J
el primero es una actitud y el segundo una doctrina. * Cf. Apostolicam actuositatem, nn. 14, 27, 29; Ad gentes, 11.
" Optatam totius, 19; en la enseñanza de la filosofía, ibíd., 15; (Je la teología, 16; en lns
Los análisis precedentes han confirmado sin posible duda la dificultad de relaciones ecuménicas, 16; cf. XJnitalis redintegratio, 10; con las religiones no cristianas: Optatam
individuar y clasificar los sentidos de un término que no designa únicamente totius, 16; Ad gentes, 34.
62 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 63

Secretariados instituidos en el clima conciliar (para la unidad, para las religiones salvación? Las dificultades se acentúan si la búsqueda o la investigación se
no cristianas y para los no creyentes) traducen en formas institucionales esta trasladan del nivel de los particulares al de la Iglesia como tal. ¿Puede ella
voluntad de diálogo. dialogar y abandonar su posición de magisterio?
No se trata de una renovación superficial, sino de fondo, que comprende Esta dificultad y esta ambigüedad se manifiestan con mayor agudeza toda-
tomas de posición metodológicas y doctrinales, en las cuales se expresa una vía en las relaciones con los ateos. En efecto, ¿qué campo de mutuo entendi-
concepción de la convivencia humana, de la civilización, de la cristiandad. Y tal miento podría hallar el católico con el ateo, el materialista con el espiritualista?
movimiento no puede considerarse como una moda pasajera: un vasto complejo ¿Qué intercambio de valores cabe pensar entre dos universos tan inconmen-
de tendencias, orientaciones, preocupaciones, maduradas a través de la época surablemente distantes? ¿Qué aproximación que no signifique una conversión
moderna y que ha estallado en la última veintena bajo la presión de grandes o una concesión?
aconiccimientos, han emergido de manera explícita y solemne en la conciencia Particular complejidad reviste el proyecto de diálogo con los ateos cuando
de la Iglesia. Todo ello, en nuestra opinión, confiere a la renovación actual la asume un alcance político, como ocurre con los marxistas. Al proclamar el espí-
profundidad y la irreversibilidad de una revolución histórica. ritu de diálogo, ¿ha pretendido el Concilio lanzar también una nueva fórmula
El espíritu de diálogo es, por tanto, un «signo de los tiempo» y expresa política? En caso afirmativo, ¿cómo conciliar tal fórmula con la orientación
una aspiración profunda; pero está, como todos los signos de los tiempos, car- política efectiva de los católicos? En caso negativo, ¿qué sentido tiene el diá-
gado de ambigüedad. Así, pues, no hay que extrañarse de que se convierta logo que los católicos tratan de entablar hoy con los marxistas?
también en signo de contradicción y de que todos los hombres tengan que Y finalmente, ¿por qué debe adoptar hoy el cristiano una actitud que no
aportar el peso de toda su personalidad para la valoración del mismo. había adoptado hasta hace poco tiempo y que incluso había rechazado en nom-
Ciertamente, frente a declaraciones tan autorizadas y explícitas como las bre de su fe? ¿Cómo puede tal actitud ser verdaderamente cristiana y verda-
que hemos expuesto será difícil para un católico rehusar el diálogo con cual- deramente nueva? Si es verdaderamente nueva, ¿no representa una ruptura
quier categoría de personas. Sin embargo, numerosas dificultades surgen tan con la tradición cristiana? ¿No es acaso una concesión a los tiempos? Y si, por
pronto como de las declaraciones de principio se pretende pasar a especifi- el contrario, se la considera como una prolongación de la tradición, ¿no se la
caciones de contenido y método, cuando apenas uno ha comenzado a interro- priva de su alcance innovador, reduciéndola a una simple táctica? ¿No se des-
garse sobre el significado preciso del espíritu de diálogo y sobre las condiciones miente así la sensación ampliamente difundida de que se ha iniciado una nueva
de su posibilidad. época en la historia de la Iglesia?
¿Qué significa el «diálogo»? El término ha logrado un extraordinario éxito Estos son sólo algunos de los numerosos interrogantes que suscita la pers-
en estos últimos años. El amplísimo uso que de él se ha hecho lo ha llevado a pectiva del diálogo entre católicos y ateos. Algunos de ellos recaen sobre el
asumir los sentidos más diversos y lo expone al riesgo de no significar nada problema del diálogo en general; otros ponen en tela de juicio la disposición
preciso. Sin duda alguna, en una primera aproximación, expresa una relación o capacidad del catolicismo para el diálogo. Unos se refieren más específica-
inspirada en la simpatía, en la comprensión; revela un clima de descongelación, mente al diálogo entre católicos y ateos; otros, finalmente, al diálogo entre
de distensión, en el cual los frentes se convierten en fronteras, y en fronteras católicos y marxistas.
abiertas. Se define en oposición al espíritu de cruzada. Pero ¿en qué consiste más Una respuesta directa a esta y a otras cuestiones será posible únicamente
exactamente la novedad de esta actitud? ¿Cuál es la originalidad de este tipo al final de nuestra obra. En esta introducción nos proponemos solamente des-
de relación? arrollar el planteamiento de la problemática, que nos pone en contacto con los
Por otra parte, ¿es el católico constitucionalmente capaz de diálogo? ¿No más graves interrogantes planteados por el ateísmo. Sin embargo, el sentido
implica tal vez el diálogo una actitud de búsqueda, un enjuiciamiento, al menos de esta problemática no se puede captar si no es a partir de una fenomenolo-
posible, de las propias posiciones? Ahora bien: ¿qué es lo que puede buscar gía del diálogo. El presente estudio introductivo se articulará, por tanto, en
el católico, que se considera ya en la posesión cierta y definitiva de la solución dos partes, consagradas, respectivamente, a la fenomenología y a la problemá-
de los grandes problemas de la existencia? ¿Puede sentarse a una mesa redon- tica del diálogo.
da, ponerse sinceramente en un plano de paridad con otro, estando convencido
como está de la superioridad y exclusividad de su verdad, de su mensaje de
INTRODUCCIÓN 65

En el diálogo doctrinal o cultural adquiere particular relieve la búsqueda


común de la verdad. Sin embargo, el diálogo (en el sentido propuesto por nos-
A) FENOMENOLOGÍA DEL DIALOGO otros) no se reduce jamás a tal búsqueda, sino que abarca una relación vital
más vasta, de la cual la búsqueda es un componente esencial. El diálogo opera-
La delimitación que vamos a intentar del significado de un término tan tivo, en cambio, está constituido por diligencias que tienden a establecer las
vago como el que nos ocupa ha de ser por fuerza bastante convencional. El condiciones de una colaboración con objetivos determinados (por ejemplo, polí-
vocablo es utilizado en muchos sentidos diferentes del propuesto por nosotros, ticos, económicos, etc.), a despecho de eventuales divergencias doctrinales de
sentidos cuya legitimadad no trataremos de discutir. Nuestra finalidad consis- fondo. Dicho diálogo persigue acuerdos prácticos sobre las cosas. Puede llegar
te en posibilitar una formulación más precisa de la problemática, aclarando la incluso a la elaboración de una común «declaración de los derechos del hom-
acepción en la que nosotros tomaremos el término, acepción que, a nuestro bre», como la de la Revolución francesa o la de las Naciones Unidas. Pero tam-
entender, expresa un tipo bien definido de relación entre los hombres y res- poco la búsqueda de un puro acuerdo objetivo entra plenamente en el concepto
ponde particularmente a la sensibilidad moderna. Sin embargo, esta elección delineado por nosotros, salvo en cuanto tal acuerdo se halla inscrito en el hori-
no es arbitraria. Pretende explicitar el significado filosófico o, más generalmen- zonte más amplio de las relaciones humanas.
te, humano de la nueva relación que la Iglesia trata de instaurar con los re-
Aun cuando el ideal del diálogo consista en realizarse bajo todas sus for-
presentantes de otras religiones, confesiones o ideologías. La legitimidad de
mas, cada una de ellas tiene una fisonomía y un valor propios. La autenticidad
la elección de este punto de vista se revelará en el curso de la presente obra.
del diálogo impone que se tenga en cuenta la originalidad y la autonomía de
Añadamos que el diálogo, como fenómeno vital extremadamente comple- la esfera en que se desenvuelve. En el análisis que efectuaremos a continuación
jo, no puede ser captado con facilidad en las mallas de una definición. Inten- nos referiremos al diálogo en general y, además, a sus exigencias particulares
taremos, por tanto, suministrar indicaciones que faciliten la individuación y en el campo doctrinal.
actualización de este tipo de experiencia. Pero sobre todo adquirirá significado a Así, pues, el diálogo descrito por nosotros, apoyado en una relación de reci-
la luz de la experiencia misma. Para quien no lo haya vivido en alguna medida, procidad, se distingue del diálogo como el estilo de enseñanza o de comunica
el concepto de diálogo permanecerá necesariamente como algo formal. ción caracterizado por una voluntad de respeto y de comprensión. En tal sen-
Como descripción general del diálogo nos parece que se puede proponer tido, por ejemplo, el papa Pablo VI, en la encíclica Ecclesiam suam, habla del
la siguiente: Un coloquio entablado en un clima de libertad y con total since- «diálogo de la salvación», de una esencial misión dialógica de la Iglesia, y ve
ridad sobre problemas que atañen de algún modo a las mismas personas, entre este tipo de diálogo en la palabra que Dios dirige a la humanidad.
sujetos de diversa orientación, pero que convergen en la afirmación de deter- Finalmente, como movimiento de búsqueda, este diálogo se distingue del
minados valores, y ordenado a una mutua comprensión, acercamiento y enri- que va ordenado esencialmente a la difusión de la verdad, diálogo que se veri-
quecimiento de las posiciones y de los hombres. fica cuando dos interlocutores de diversa orientación discuten públicamente
Antes de analizar detalladamente esta descripción debemos situarla con entre sí, en espíritu de mutua comprensión, con miras a permitir a los presentes
respecto a algunas otras acepciones del término. Señalemos ante todo su ca- (o a los lectores) que formen su propia opinión.
rácter global, en el sentido de que dicha descripción se hace simultáneamente Estas diversas acepciones del término diálogo (y otras a las que no nos
i-n el plano intelectual y en el existencial. Es decir, se incluye en ella el estudio parece necesario referirnos aquí) son todas legítimas e importantes. Cada una
o la búsqueda doctrinal, las relaciones humanas y la colaboración. A fin de de ellas contribuye a caracterizar el nuevo estilo de relaciones que tiende a es-
conservar para la descripción estas múltiples connotaciones hemos utilizado tablecerse hoy entre hombres de diversa orientación.
lérminos polivalentes, como «valores», «orientaciones», «posiciones», «com- No trataremos de clasificar todas las acepciones reduciéndolas a un signi-
prensión», «acercamiento», «enriquecimiento», y hemos hablado de relación ficado más universal. En efecto, nos parece que «diálogo» es un término «ana-
«entre las posiciones y los hombres». lógico»; es decir, cargado» de significados esencialmente diversos, pero que tie-
En el ámbito de esta actitud global, podrá ponerse en evidencia una u otra nen entre sí relaciones de semejanza.
dimensión. Así se podrán distinguir diversas formas o diversos niveles del diá- Sin embargo, es esencial poner de relieve desde este mismo instante que
logo. Destaquemos en particular el diálogo doctrinal y el diálogo operativo. no designa únicamente un acto o un conjunto de actos, sino también, y tal vez
•;
66 G. GIRARDI INTRODUCCION 67

sobre todo, la actitud global y el clima de que estos actos emanan y que ellos fieos, por otro. Acerca de tales cuestiones, los hombres terminan necesariamente
contribuyen a alimentar. Así, pues, designa un acto que se sitúa en un horizon- llegando al acuerdo. Existen en cambio problemas «subjetivos», es decir, que
te, un acto que expresa un estado. Eso es lo que trataremos de poner de mani- ponen en cuestión (para usar la expresión de Heidegger) al mismo «cuestio-
fiesto en el examen que vamos a emprender. nante» y son capaces de recibir múltiples soluciones personales. Sobre estos
El diálogo es ante todo una forma particular de coloquio. Se distingue de últimos recae el diálogo. Con esto no quedan excluidas, ciertamente, las estruc-
la conversación por la especial importancia que reviste y porque excluye la turts objetivas, como las políticas y económicas, por ejemplo. Pero éstas sólo
trivialidad. Esto deriva, como se verá, del contenido y de la finalidad de la se convierten en materia de diálogo, como se ha señalado ya, en cuanto que
relación. Por tanto, el coloquio asume aquí el sentido más amplio de comuni- condicionan la existencia subjetiva.
cación de ideas y de actitudes, que puede darse no sólo por vía oral, sino tam- En el problema subjetivo entran directamente en juego los valores, en pri-
bién a través de todas las formas de expresión. La copresencia de los interlo- mer lugar los ideales. No se enjuicia cualquier verdad, sino una verdad que
cutores no se entiende necesariamente en el sentido espacial. compromete la vida, aunque sea en diversos niveles de profundidad. La pre-
En la descripción del diálogo propuesta por nosotros se hallan especificados gunta no se provoca por mera curiosidad intelectual, sino por aspiraciones vita-
la temática, los interlocutores, la intencionalidad, la situación de partida y las les. Sin embargo, el horizonte del diálogo no se reduce a la problemática exio-
condiciones. Nos fijaremos sucesivamente en estos diversos aspectos. A conti- lógica. En efecto, la necesidad de fundamentar los valores remitirá necesaria-
nuación, al margen del análisis de la intencionalidad dialógica, ilustraremos su mente a temas más amplios y complejos, que plantearán las cuestiones de la
originalidad frente a otras formas de relación intersubjetiva. concepción de la realidad y del conocimiento. Ahora bien: éstas intervienen
tan sólo en el diálogo debido a sus implicaciones axiológicas.
I. Temática Además, la discusión sobre los valores remite también necesariamente a la
encarnación de los mismos en las personas de los interlocutores. Aunque se
La temática del diálogo va indicada en la expresión: problemas que atañen deba, por claridad metodológica, distinguir constantemente el nivel de los idea-
de alguna manera a las mismas personas. les del de sus realizaciones históricas, nunca será posible separar plenamente
El diálogo recae ante todo sobre problemas; es decir, implica una actitud estos dos aspectos. Consiguientemente, en el diálogo la persona no es sólo
de búsqueda. Posteriormente tendremos que precisar que no excluye una zona sujeto y tema, sino que tiene también el cometido de signo viviente de los
de certeza. Mas por ahora sólo intentamos poner de relieve que incluye siempre valores. La persona no se expresa únicamente a través de las palabras que pro-
una zona más o menos amplia de problemática, o sea, de duda. No se trata de nuncia, sino también a través de la palabra que ella es. Por tanto, es por su
dudas académicas, metódicas o ficticias. Las preguntas retóricas no engendran misma naturaleza, y no por simple concomitancia material, por lo que el diá-
más que diálogos retóricos. Una búsqueda o investigación no puede ser real logo de la verdad se inscribe en un contexto existencial más vasto.
cuando las preguntas a las que ha de responder no son reales, vividas; por tanto,
cuando no existe en su objeto una zona de duda. Aquel a quien no se le plantean 2. Interlocutores
problemas manifiestos y está plenamente «satisfecho» de todas sus soluciones
podría (tal vez) enseñar, pero no dialogar. El que no tiene dudas no busca, El diálogo es una relación entre sujetos y no entre doctrinas o sistemas.
y el que no busca no dialoga. No pretendemos afirmar que sólo lo que es ob- Con ello se precisa también su temática: la subjetividad se convierte en inter-
jeto de duda puede convertirse en materia de diálogo, sino que, sin una actitud subjetividad. Pero sobre todo se plantea la premisa para afirmar el carácter
de búsqueda y, por consiguiente, sin una cierta zona de duda, no cabe pensar dinámico del diálogo, al cual se ha hecho ya alusión al incluir entre sus compo-
en un diálogo. nentes la actitud de búsqueda. A él habrá que volver al definir su intenciona-
Por otra parte, no cualquier problema constituye objeto de diálogo. En lidad. En efecto, tal dinamicidad quedaría excluida si el diálogo fuese com-
efecto, existen problemas reales, pero puramente «objetivos», frente a los prendido en términos puramente objetivos, como relación entre doctrinas o
cuales el sujeto se halla en una actitud de espectador, de «curioso» (incluso en «istemas. En ese caso no iría más allá de una confrontación, de un intercambio
el sentido más noble de la palabra). Se plantean frente a él, pero no en él. Tales de puntos de vista. En realidad, no existe diálogo sin evolución de ambas par-
son los priblemas lógicos y matemáticos, por un lado, y los problemas cientí- les. Por otro lado, ya hemos señalado cómo esta relación entre hombres se
68 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 69

sitúa en el nivel de las ideas y, por consiguiente, no puede ser caracterizada de estando firmemente convencido de la superioridad de la propia doctrina, de la
manera adecuada en una clave puramente subjetiva. propia «fe»? Hay que precisar que no se trata aquí de paridad objetiva, sino
subjetiva, la cual, tal vez, se exprese con mayor claridad mediante el término
Al hablar de sujetos no nos referimos sólo a los individuos, sino también
«reciprocidad»: el diálogo no es una relación entre doctrinas, sino entre hom-
a las comunidades e instituciones. En efecto, los hombres que viven y piensan
bres. En el plano objetivo, cada uno de los interlocutores parte de la convicción
i-n el interior de una determinada comunidad o institución (como, por ejemplo,
de la superioridad de la propia doctrina (o, si se quiere, existe paridad en el
una confesión religiosa o un partido político) se hallan fuertemente condicio-
sentido de que la convicción de superioridad está presente en ambas partes y
nados por ella en su diálogo interpersonal. Más bien hay que decir que la
es reconocida por ellas como subjetivamente legítima). La paridad se refiere a
relación entre los particulares adquiere un nuevo realce en la medida en que
las personas (es decir, significa paridad de derechos), pero más todavía entre
fomenta un movimiento más vasto. Por tanto, los diálogos, oficiales o no ofi-
los papeles representados por ambos interlocutores en el interior de la relación
ciales, en el nivel de las comunidades y de las instituciones, existen y revisten
dialógica. Ambos están llamados a dar y a recibir, a aprender y a enseñar. Am-
una importancia cada vez mayor en el mundo contemporáneo. Tales son, con
bos se hallan en posición de iniciativa y de escucha.
mucha frecuencia, los que enfrentan a hombres de diversa «fe», entendiendo
aquí la fe no en un sentido específicamente religioso, sino en el más general El concepto de reciprocidad es más rico que el de paridad. En efecto, con-
de adhesión a un determinado complejo de valores ideales. Esta adhesión, en nota además una diversidad u originalidad de los sujetos y añade a la relación
efecto, implica a menudo la pertenencia a una comunidad de camaradas en la una carga dinámica.
«fe». Esto permite una ulterior puntualización, no sólo acerca del sujeto, sino Examinemos ahora cada uno de los aspectos de la intencionalidad dia!<
también acerca de la temática del diálogo: los valores «personales» en litigio gica: comprensión, enriquecimiento, aproximación. En la cualiíicación del di¡¡
no son puramente individuales; son también comunitarios. La comunidad se logo es capital el esfuerzo de comprensión, o sea, de penetración en la interic
convierte a su vez, en el «cuestionante» que es puesto en cuestión. Así, la encar- ridad de la posición del otro, a partir de las propias intuiciones de fondo
nación de los valores de los que se ha hablado, y que asume en el diálogo una a través de un movimiento de «simpatía», de un proceso de «identificación)
función de signo, problematiza también las comunidades y las instituciones. Pero ¿cómo es posible identificarse con una posición profundamente diversa de
la propia, con otra «fe», con un error? ¿Cómo es posible identificarse con la
negación de sí mismo? La respuesta a estas preguntas impone una profundiza-
} Intencionalidad
ción en la naturaleza de la comprensión a partir de sus fundamentos próximos,
La caracterización fundamental del diálogo viene dada por su fin primario, que son la confianza en el interlocutor y el sentido de los propios límites.
inmanente, por su intentio intenta, que expresa al mismo tiempo su naturaleza La comprensión brota ante todo de la confianza, tanto en lo que respecta
y su motivación fundamental. al hombre en general como, en particular, a los hombres concretos que inter-
Ahora bien: tal caracterización aparece bastante compleja. En la definición vienen en el diálogo. Confianza significa reconocimiento de sus valores intelec-
propuesta por nosotros se dice que el diálogo está ordenado a una mutua com- tuales y existenciales, de su capacidad de amor, de verdad y de progreso. Tal
prensión, acercamiento y enriquecimiento de las posiciones y los hombres. No confianza no dejará de parecer ingenua a los ojos de aquellos que tienen del
se trata aquí de asignar al diálogo tres diversas finalidades, sino una finalidad hombre en general y, en particular, de todos cuantos son diversos a ellos una
compleja, que resulta de la mutua implicación de estos tres factores. concepción fundamentalmente pesimista. En realidad, creer en aquel que es
Antes de examinar cada uno de los aspectos de la intencionalidad dialógica diferente a nosotros es como un salir de nosotros mismos, es descubrir una
queremos formular una observación de carácter general: el diálogo está carac- dimensión nueva: la de la subjetividad. La confianza se funda en el hecho de
terizado por la reciprocidad. De esto volveremos a hablar al ilustrar la situación reconocer a todo hombre una cierta iniciativa creadora, gracias a la cual cada
de partida, que implica cierta comunidad de problemas, soluciones y métodos. hombre es un núcleo viviente de verdad y de valores: es portador en el mundo
Pero la exigencia de reciprocidad penetra ante todo la intencionalidad dialógica, de un mensaje único. Esto confiere un sentido más preciso a la reciprocidad
lo cual significa, en una primera aproximación, que los interlocutores se sitúan de la que hablábamos anteriormente.
en un plano de paridad. El diálogo se desarrolla en torno a una mesa redonda. Así, pues, en el plano intelectual, la confianza consiste en sostener que el
Pero ¿cómo es posible ponerse en un plano de paridad con un interlocutor hombre persigue siempre, al menos en cierta medida, la verdad, que es el oh-
70 G. GIRARDI INTRODUCCION 71

jeto de su inteligencia. Todo hombre afirma lo que a su juicio es verdadero. nada a afirmar. A partir de esta pre-comprensión axiológica, a la cual suministra
Ahora bien: ¿cómo puede un movimiento espiritualmente orientado hacia la las bases lógicas, es como viene elaborado el sistema y, por consiguiente, como
verdad captarla allí donde no se halla? Esto se hace posible porque en todo debe ser comprendido. Esto se hace particularmente evidente cuando en el sis-
error hay una verdad parcial, es decir, por el hecho de que no existe el error tema en cuestión se expresa una «fe».
absoluto. El hombre es falible, pero nunca lo es totalmente, lo cual equivale a En el pensamiento moderno son numerosos, por tanto, los sistemas en los
decir que en todo hombre existe un cierto grado de infalibilidad. Además de cuales la perspectiva axiológica es puesta también lógicamente como funda-
no ser absoluto, el error no es tampoco un hecho originario, sino derivado; mento de la construcción doctrinal; es decir, que en ellos la concepción ontoló-
esto es, no tiene su explicación en sí mismo, sino en una verdad más profunda gica y la gnoseológica aparecen invocadas por la afirmación de determinados
que ha disfrazado. En particular, no posee carácter primitivo la negación que valores. El proceso en que se expresan se ha denominado (con término discu-
remite siempre a una afirmación. De ahí debería concluirse que la inspiración tible) «postulatorio». En esta obra examinaremos varias formas de ateísmo así
originaria de toda posición ha de buscarse en una verdad. No se trata, pues, elaboradas. Pero incluso allí donde los valores no aparecen como el fundamento
tan sólo de distinguir el error del que yerra, sino de poner de relieve que la cali- lógico del sistema, por constituir más bien el coronamiento del mismo, o senci-
ficación de «persona equivocada» no es la caracterización fundamental del pro- llamente porque no son expresamente afirmados, son su motor secreto, motor
pio interlocutor. Comprender al otro es llegar a descubrir cómo una posición, que, como el de Aristóteles, mueve atrayendo. Son aquel ultimum in execulio-
a mi juicio errónea, puede parecerle verdadera. Es penetrar su propia subje- nc, que es, sin embargo, el primum in intentione.
tividad. La importancia determinante de la perspectiva axiológica para la caracte-
Ahora bien: el «significado» de una proposición no puede ser suministrado rización de una posición deriva, como se ha aludido ya, del carácter existencial,
adecuadamente por un análisis interno de la misma, sino que emerge única- histórico, del conocimiento humano, el cual no es sólo pensamiento pensado,
mente cuando se halla situada en la totalidad, cuando el tema es proyectado organismo de las ideas, sino pensamiento pensante, movimiento concreto de
sobre su horizonte propio, cuando la proposición es reducida a sus fundamen- luda la persona.
tos. Son ciertamente importantes las proposiciones que se examinan, pero lo En consecuencia, el horizonte en el que se debe situar una posición para
son todavía más sus motivaciones. Es importante saber lo que se afirma o se que pueda ser comprendida no es sólo el del sistema, sino también el de la
niega, pero más todavía por qué se afirma o se niega. Ocurrirá que algunas existencia, el de la personalidad, con sus factores conscientes e inconscientes,
cosas serán negadas por unos por las mismas razones por las que son afirmadas innatos o adquiridos, las condiciones políticas, económicas y sociales, el am-
por otros; o al contrario, las mismas cosas serán afirmadas por unos y otros biente sociocultural, etc. Ese horizonte se halla constituido particularmente
por razones opuestas. Un tema materialmente idéntico revelará en diversos por la mentalidad; es decir, por el conjunto de realidad y de valores que son el
horizontes sentidos muy distintos. De aquí la complejidad de los «significados» objeto de la atención habitual de un hombre y al cual se refiere habitualmente
v de las confrontaciones entre las posiciones. en sus valoraciones y decisiones. La atención prestada por el sujeto a esta o
La comprensión tiende precisamente a captar los significados. Ahora bien: m|iiclla parte del sistema, la importancia atribuida a la misma, intervienen
si es verdad que las intuiciones fundamentales son siempre portadoras de ver- decisivamente en la determinación del significado.
dad, en función de esa verdad habrán de ser buscados los significados e inter- El significado del conocimiento posee, pues, una estructura dialéctica, obje-
pretados los mismos errores. n va y subjetiva. Y la intencionalidad subjetiva (intentio intendens) en rela-
Pero el alcance del significado y de la comprensión debe ser ulteriormente ión a la cual se define abarca el dinamismo total de la personalidad.
precisado. La inspiración central de un sistema se entiende frecuentemente en Así, pues, no es posible comprender un pensamiento sin comprender a un
sentido lógico, como el «punto de partida», el principio, la idea-madre a partir liumbrc y un ambiente, sin explorar un «mundo» nuevo. De ahí la dimensión
de la cual se desarrolla el organismo; por ejemplo, el concepto de realidad, prol nudamente «personal» de la comprensión, dado que la situación es, en
lista elección es, claro está, muy importante, pero no es la única ni tal vez la ultimo término, una realidad incomunicable. De ahí también la importancia
principal. En efecto, en el plano existencial viene propugnada por una elección !<• Iii intuición en la hermenéutica y, por consiguiente, en el método historio^
axiológica, por una cierta intuición de los valores. El significado de una doctri- i tífico. Las preocupaciones de fondo de un autor se revelan, de hecho, en uno
ICI CÍÜÍÍ constituido primariamente por el abanico de valores que ella está orde- iltiición que la exégesis de los textos prepara, pero no sustituye.
72 G. GIRARDI INTRODUCCION Ij

La comprensión del otro pasa también a través de la conciencia de los ría amurallado en sí mismo y permanecería cerrada para él la posibilidad de
propios límites. Se apoya no sólo en las verdades que se hallan presentes en encontrarse con los otros.
los errores de los demás, sino también en las oscuridades en que se ven envuel- Se trata, por consiguiente, de una «identificación» con el otro en su alte-
tas las propias verdades o en los errores que puedan estar implicados en ellas. ridad. En efecto, la comprensión del interlocutor pasa a través del descubri-
En efecto, mientras que aquel que juzga su posición como perfectamente clara miento de valores que nos son comunes, y las mismas tesis en las que discrepa
y evidente comprenderá difícilmente a todos los que la niegan, el que es cons- de nosotros son comprendidas a la luz de aquellas en las cuales está de acuerdo.
ciente de las propias aporías no considerará extraño que tales aporías hayan Sólo a partir de lo que nos une llegamos a comprender lo que nos divide. Esta
podido inducir a otro a la negación. Las razones de las negaciones de otros son «identificación» intelectual supone, claro está, una «identificación» existencial,
para él, con frecuencia, fuentes de seria y sufrida dificultad. Por tanto, incluso esto es, un reconocimiento de la subjetividad del otro, de nuestra común dig-
donde denuncie «contradicciones internas» en el sistema en cuestión, no lo nidad humana y de nuestra común exigencia de originalidad.
hará con el simplismo triunfal del que ha descubierto lo absurdo de una posi- La comprensión exige, por tanto, una apertura mental, o sea, la capacidad
ción, sino con la conciencia de que las verdades más profundas rozan a menudo de escuchar, de situarse en el punto de vista del otro, en su puesto. Pero exige
con la contradicción y de que, en consecuencia, la contradicción roza frecuente- más todavía una apertura existencial, es decir, una particular sensibilidad a la
mente con la verdad. Incluso podrá descubrir en determinados errores una dimensión subjetiva de la verdad y de los valores, un alma grande, capaz de
visión de las cosas más penetrante que la que revelan ciertas formulaciones ser no sólo quodammodo omnia, sino también quodammodo omnes.
ingenuas de la verdad. Es bastante improbable que una persona o una comuni-
dad esté totalmente en posesión de la verdad, aun cuando las articulaciones De ahora en adelante será fácil ver cómo la mutua comprensión comporta
fundamentales de su posición sean verdaderas. Muchas veces, la crítica que se necesariamente un acercamiento de las posiciones y de los hombres, lo cual es
nos dirige, si no afecta al núcleo de nuestra posición, da en el blanco respecto otro aspecto de la intencionalidad dialógica. El acercamiento es, antes que
a las deformaciones teóricas y prácticas de la misma. Es, pues, natural que se nada, una toma de conciencia de la comunidad ya existente, pero no todavía
convierta en autocrítica. Ocurre así que la conciencia de los propios límites consciente por completo como tal. Es un intenso esfuerzo por trazar con toda
crea la posibilidad de superarlos, abriéndose a los otros. la precisión posible la línea de demarcación entre las posiciones, que lleva a
revisar todo cuanto se halla estereotipado, a disipar asimismo malentendidos
Con todo, el sentido de los límites no significa autolesión ni abdicación. seculares y, por consiguiente, supuestas divergencias debidas a ignorancia
En efecto, el diálogo supone también confianza en sí mismo y en los valores mutua.
de los que uno es portador; es decir, supone la conciencia de tener algo que Pero además, en la tentativa por comprender y valorar la posición ajena,
dar. La misma apertura a los demás presupone la conciencia de los propios tuda uno se ve inducido a volver a pensar la propia, a realizar una autocrítica
valores. leal de la misma, a asumir en la medida que sea posible los nuevos valores que
Partiendo de la confianza en el interlocutor y del sentido de los propios lia descubierto.
límites, la comprensión de la posición ajena está en función de la propia. Se Idealmente, el acercamiento entre las posiciones debería poder desarrollar-
define en relación a una pre-comprensión. El significado de un pensamiento es se de tal manera que permitiera la superación de la antítesis en una concepción
siempre en cierta medida significado para un determinado intérprete. Es decir, sintética que asumiera las verdades de las posiciones de partida. El diálogo
la interpretación no es nunca un hecho puramente objetivo, sino que implica puede proponerse expresamente, aunque sea a muy largo plazo, tal objetivo
una relación intersubjetíva. i'leal (así, el diálogo ecuménico aspira a la unidad de fe entre todos los cris-
Estamos ya en condiciones de responder a la pregunta que formulábamos Miinos).
al principio acerca de la posibilidad de «identificarnos» con una posición diver- No obstante, esta meta ideal puede aparecer entre determinados intcrlo-
sa de la propia. No se trata, ciertamente, de superar la multiplicidad a través ulores como históricamente inasequible. Y aunque lógicamente posible, no
de una afirmación relativista de la equivalencia de las verdades, o sea, a través lo es psicológicamente. Los interlocutores pueden prever desde el mismo mo*
de una absorción total de las mismas en la subjetividad. En vez de suprimir nimio de partida que dicha meta no será aloinzada en su debate. Así ocurre
h c!ivrsid:ul, esta solución no haría más que exasperarla. Todo sujeto queda- «ilirc lodo en el diálogo entre comunidades ^Dcbe decirse en consecuencia
74 G. GIRARDI INTRODUCCION 75

que en tal caso el diálogo es imposible? Esto equivale a preguntarse si la aspi- otros poseemos, sino también reconocer su capacidad de enriquecernos y de
ración a la unidad total es esencial al diálogo. enriquecer a la humanidad.
Creemos que debemos responder precisando el alcance de esta aspiración. El progreso engendrado por el diálogo se refiere, pues, tanto a la acepta-
Si significa únicamente una voluntad de acercamiento indefinido a la unidad ción de nuevos valores cuanto a una toma de conciencia más profunda y más
total a través de la realización de convergencias cada vez más amplias, estando crítica de los que ya se poseen. Cada uno de los dialogantes se convierte para
esa aspiración implícita en la búsqueda de la comunión en la verdad, entonces el otro en un estímulo para la desmitificación, para la purificación, para la
es esencial al diálogo. Si significase, en cambio, la voluntad de alcanzar tal unidad renovación.
completa, hemos de mostrarnos más reservados. En efecto, el que considera Pero lo que caracteriza al dinamismo del diálogo respecto a la simple con-
históricamente inasequible un determinado objetivo puede verse inducido, rea- frontación es que el enriquecimiento se alcanza a través de una aproximación
listamente, a renunciar al mismo. Sería veleidoso aspirar a una meta inalcan- de las posiciones y que la aproximación se alcanza a través del enriquecimiento.
zable. En tal caso, debe distinguirse entre la voluntad de acercarse indefinida- Se trata de un enriquecimiento aproximativo o de una aproximación enrique-
mente a un objetivo y la voluntad de alcanzarlo, ya que el primer movimiento cedora. Tengo confianza en mi interlocutor cuando creo que, aproximándome
va orientado a un fin posible, pero no el segundo. Sin embargo, aun siendo de- a la verdad, me aproximaré a él.
clarada imposible, la unidad permanecerá constantemente en el horizonte del Otra característica esencial del enriquecimiento dialógico estriba en que
diálogo como ideal-límite. no se da por una asunción pasiva de valores importados, sino por un proceso
Tal situación se presentará con mucha frecuencia entre todos aquellos que, activo de evolución desde el interior. No constituye, pues, una pura cesión a
ya en la edad madura, profesan una «fe» diversa. Dicha situación consiente las instancias del otro, sino una profunda fidelidad, estimulada por ellas, a la
un movimiento indefinido de acercamiento que merece ser proseguido, aunque propia inspiración originaria. En una palabra: dialogar significa aproximarse
no llegue nunca a una total superación de la antítesis, y que realiza ampliamente al otro a través de una fidelidad plena a sí mismo. El diálogo tiene su comien-
la esencia y los valores del diálogo. zo donde la fidelidad creadora a sí mismo y al otro se revelan como convci
Ya hemos puesto de relieve cómo la tentativa de penetrar en la posición gentes.
del interlocutor ejerce en la propia un influjo dinámico, determina una aproxi- Por consiguiente, el enriquecimiento dialógico no es tanto la recíproca «o >
mación. Esto equivale a decir que el diálogo opera, entre las posiciones en municación» de valores cuanto una recíproca fecundación; es decir, una acción
cuestión, un mutuo enriquecimiento. que evoca, estimula, activa en el otro un vital proceso creador.
La confrontación es ciertamente una de las grandes fuentes del progreso Esto permite medir el alcance y la importancia de la confianza reciproco.
intelectual, debido a la estructura relacional, dialéctica, del conocimiento huma- Mi confianza en el otro no es sólo esencial por el hecho de que yo pueda abrir
no. Esta estructura revela nuevas dimensiones cuando se traduce al plano ínter- me a su contribución, sino que es en sí misma una aportación decisiva a su vidu.
subjetivo. El encuentro entre dos posiciones se convierte entonces en una No reconoce solamente los valores, sino que los engendra. No es únicamente
mutua fecundación. Y esto tanto más cuanto el esfuerzo de comprensión permite una respuesta, sino también un llamamiento. Uno de los mayores dones que
a cada uno penetrar en un mundo nuevo. El hombre estará tanto más abierto se pueden hacer a un hombre es abrirse a su don.
a la realidad cuanto más abierto esté a los otros. El entendimiento se actualizará A nuestro modo de ver, ha quedado claro mediante este análisis cómo la
tanto más como facultad del ser cuanto más se actualice como facultad del comprensión, la aproximación y el enriquecimiento mutuos se encuentran ínti-
hombre; será tanto más objetivo cuanto más íntersubjetivo sea. mamente vinculados, de forma que constituyen una unidad compleja. Deseamos
La comprensión y el acercamiento, que son constitutivos del diálogo, no destacar en esta unidad la co-implicación del momento intelectual y del momen-
pueden, por consiguiente, consistir tan sólo en tratar de encontrar en el inter- to existencial de los cuales se habló al principio de la presente descripción.
locutor fragmentos de la propia verdad, poniendo en tela de juicio o negando Fin y motivo del diálogo doctrinal es el progreso, sea en la verdad, sea en el
la originalidad de su aportación y reivindicando para sí todo el mérito histó- amor; pero ni uno ni otro, tomados de modo aislado, explican adccuadaiiu-nic
rico. Un tal anexionismo está en contraposición con la reciprocidad de la rela- la intencionalidad dialógica.
i ion, la cual no imp^i"- solamente descubrir en el otro los valores que nos- Fin y motivo del diálogo es el progreso en la verdad. Sin embargo, < n
76 G. GIRARDI INTRODUCCION 77
relación con la búsqueda, la intersubjetividad no es sólo un medio, sino que go cierta gratuidad. A la pregunta, tantas veces repetida: «Pero entonces, ¿para
caracteriza la naturaleza misma de la verdad que se persigue. En efecto, el qué sirve el diálogo cuando no logra resultados 'objetivos'?», una primera res-
diálogo busca en la verdad un encuentro, una convergencia cada vez más am- puesta podría ser la siguiente: «Para nada». Es decir, para nada salvo sus fines
plia, animada por la convicción de que, en determinados niveles, una verdad inmanentes, que son precisamente el progreso en la verdad y en el amor.
común puede y debe convertirse en un vínculo existencial más estrecho. El pro- El clima de diálogo se nos presenta mucho más rico cuando se le ve no
greso se convierte así en un movimiento no sólo hacia la verdad, sino también sólo en el plano individual, sino en el nivel de las grandes comunidades. En-
hacia el otro. El progreso en la verdad se convierte en un acto de amor. El en- tonces manifiesta su significado mundial, como expresión del estilo de relacio-
riquecimiento y la aproximación operados por el diálogo no son puramente nes que habrá de ser instaurado por la nueva humanidad. El da un contenido
doctrínales o ideales; significan una evolución de las personas, de las comu- más preciso y más dinámico al concepto mismo de paz, entendida no sólo en
nidades, de las instituciones en que se encarnan los valores. La comunicación sentido negativo, como exclusión de la guerra, sino en sentido positivo, como
tiende a convertirse en comunión. convivencia fecunda, inspirada en el respeto, en la voluntad de colaboración,
Por tanto, el amor forma parte esencial de la motivación última del diálogo. en el amor.
Pero se trata de un amor consciente de sus componentes intelectuales, conscien-
te de hasta qué punto la comprensión y la aproximación en el examen de los 4. Originalidad del diálogo en confrontación con otras formas
valores pueden llevar a su profundización y a su eficacia transformadora. de relación intersubjetiva
El amor que engendra el diálogo está especificado por el sentido de la di-
Al pretender caracterizar ulteriormente el diálogo lo compararemos con
mensión subjetiva del hombre. En efecto, entendido en términos puramente
algunos tipos afines de relación. En las páginas precedentes lo hemos distin
objetivos, el amor persigue el «bien» del otro tal como este bien es en sí, sin
guido del coloquio, de la conversación, de la confrontación, de las negociacio
preocuparse del modo en que el sujeto mismo lo entiende. El diálogo, en cam- nes, de la búsqueda en común. Lo compararemos ahora con la discusión, la
bio, como se ha dicho, es una relación entre «sujetos». En él, el amor está me- polémica, la enseñanza, el proselitismo, el apostolado.
diatizado por la conciencia del otro, se expresa en el esfuerzo de ponerse en
El diálogo puede considerarse como una forma particular de discusión. Se
su lugar, de «identificarse» con él.
especifica, sin embargo, ante todo, por su temática «subjetiva», mientras que
Así, pues, el amor aspira, aquí lo mismo que en otras partes, a la eficacia la discusión puede recaer también sobre cuestiones puramente «objetivas»; en
transformadora. El diálogo, en consecuencia, tenderá asimismo a expresarse segundo lugar, por su connotación existencial, mientras que la discusión puede
en formas de colaboración allí donde las circunstancias lo consientan, e inten- mantenerse a un nivel puramente teorético; en tercer lugar, porque va ordenado
tará superar en todos los niveles los obstáculos que a tal colaboración se opo- a la aproximación y al enriquecimiento mutuos, en tanto que la discusión puede
nen. Aun distinguiéndose esencialmente del diálogo operativo, el diálogo de tender exclusivamente a la refutación de la opinión del otro, en cuyo caso se
la verdad gravita hacia él, ya porque su dinámica interna lo impulsa a realizarse denomina polémica.
totalmente, ya porque el diálogo doctrinal no es plenamente posible sino en La polémica es la lucha ideológica. En este mismo sentido se entiende fre-
determinadas condiciones subjetivas. No se puede excluir, pues, del diálogo cuentemente la apologética. Su fin estriba en defender la propia posición (es
doctrinal la presencia de un «segundo fin» (por ejemplo, político), a condición decir, la «verdad»), refutando la opuesta (es decir, el «error»). La atención de
de que éste siga en segundo plano y no prevalezca sobre las exigencias del fin los interlocutores se dirige a los elementos de divergencia e ignora o infravalora
primario. las eventuales convergencias. El interlocutor es un adversario al cual es preciso
Sin embargo, no es lícito, como señalábamos al principio, definir el diálogo derrotar para que triunfe la verdad.
en función de resultados «verificables» y, por consiguiente, juzgar de su éxito La polémica supone, naturalmente, un conocimiento preciso de las posicio-
en base de los mismos. Es más bien decisivo para ese éxito que los interlocuto- nes que se discuten, como en la guerra se han de conocer con precisión las
res persigan su objetivo específico y no lo instrumentalicen. La creación de fuerzas enemigas para poder atacarlas con mayor seguridad. Sin embargo, del
relaciones más fraternales entre los hombres y el progreso en la verdad son mismo modo que el hombre ve con preferencia lo que desea ver, el que está
fines que merecen ser perseguidos por sí mismos. Existe, por tanto, en el diálo- preocupado sobre todo por denunciar los errores del otro corre el peligro de
78 G. GIRARDI INTRODUCCION 1">

no ver más que éstos, de verlos incluso donde no los hay y de falsear el pensa- pia en su mismo lenguaje y, por consiguiente, de revelarse más esclarecidamen
miento que trata de refutar. Por eso el espíritu polémico fomenta la multipli- te. La comprensión permite a los interlocutores hallar un lenguaje común.
cación de los prejuicios y la mutua incomprensión. Por tanto, en orden a la Pero la mutua comprensión implica el reconocimiento de la alteridad y, por
verdad, queda esterilizada la misma polémica, ya que cada uno de los interlocu- tanto, una franca toma de conciencia de las divergencias, por profundas que
tores, en lugar de discutir la posición del otro, acaba por discutir una carica- sean. Ahora bien: sacar a la luz las divergencias significa también, para cada
tura de la misma, sobre la cual triunfa fácilmente. uno de los interlocutores, reclamar la atención sobre aquellas posiciones del
Estas actitudes tienen un marcado carácter hereditario en el interior de los otro que, él considera erróneas y defender las propias. Existe, pues, en el diálo-
diversos grupos doctrinales, de las comunidades o instituciones entre las que go un componente «apologético»; las posiciones no se contraponen como sim-
tiene lugar la polémica. Juntamente con ellas, generalmente se transmite a cada ples opciones, sino que se trata de justificarlas, de defenderlas y de persuadir al
uno de los grupos una serie de concepciones estereotipadas, esto es, una imagen oponente de la validez de la propia. Por eso mismo hay también en el diálogo
más o menos deformada del interlocutor, la cual influye decisivamente en las un componente «polémico», una reflexión crítica sobre la posición del otro.
valoraciones recíprocas y en las relaciones mutuas. Naturalmente, el método y el espíritu de esta reflexión vendrán recomendados
por el contexto en el cual se inserta y que ya ilustramos anteriormente.
Así, pues, mientras la polémica hace más profunda la sima que separa a
los interlocutores, individual o comunitariamente considerados, el diálogo tien- De aquí se deduce asimismo en qué sentido el diálogo puede ser calificado
de a aproximarlos. La finalidad primaria de rebatir al otro, de denunciar sus como un desafío pacífico. El desafío se define en función de una lucha, de una
errores, cede el puesto a la de comprenderlo, a la de captar sus verdades y sus competición. Por tanto, el diálogo implica un desafío o un reto en la medida
valores, a la de asumirlos en la propia síntesis. La preocupación por poner de en que incluye esta relación competitiva.
manifiesto la originalidad y la superioridad de la propia posición cede a la de Debido a su reciprocidad constitutiva, el diálogo se distingue también de
captar las convergencias. La atención se traslada de lo que separa a lo que une. la enseñanza. Esta se halla esencialmente ordenada al enriquecimiento de los
Mientras en la polémica alcanza más éxito el que denuncia con mayor claridad alumnos, y sólo accidentalmente supone un enriquecimiento del que enseña,
los errores del interlocutor, en el diálogo triunfa el que descubre las verdades. el cual lleva adscrito un reconocido papel de superioridad. En el diálogo, en
Donde la polémica busca en primer lugar los «puntos débiles», el diálogo busca, cambio, cada uno de los interlocutores está llamado tanto a aprender como a
podríamos decir, los «puntos fuertes». enseñar. Pero precisamente porque uno y otro deben asumir simultáneamente
No obstante, el diálogo, lo mismo que la polémica, comporta riesgos cons- ambos cometidos, ninguno de los dos es reconocido como maestro del otro.
titucionales. Así como la voluntad de refutar puede inducir a descubrir errores ¿Se puede considerar el diálogo como una forma de apostolado, tomando
incluso donde no existen, la voluntad de valorizar al interlocutor puede inducir este término en un sentido general (y no específicamento religioso) de acción
a atribuirle verdades que él, en realidad, no puede reconocer como suyas. Y de que tiende a difundir determinados valores ideales? A primera vista, habría que
la misma manera que el espíritu polémico podía conducir a exasperar las diver- responder negativamente, ya que, lo diremos una vez más, el apostolado se
gencias, el espíritu de diálogo puede conducir a afirmar de modo simplista las entiende de modo habitual como un movimiento de sentido único, mientras que
convergencias, dando lugar al irenismo. el diálogo implica reciprocidad. Nos parece, sin embargo, que la noción de
Pero este riesgo será conjurado a través de una penetración más profunda apostolado, aun no incluyendo la reciprocidad, no la excluye por otra parte,
de las exigencias del diálogo. En efecto, la comprensión que se persigue debe por lo cual en cuanto intercambio de valores ideales, el diálogo podría ser una
ser mutua. Es decir, cada uno de los interlocutores trata al mismo tiempo de forma de apostolado.
comprender y de ser comprendido, de revelarse en su propia luz, en su propia El diálogo se distingue también del proselitismo. No nos referimos tan sólo
originalidad. Estos dos aspectos son, por lo demás, correlativos. Así como la al significado peyorativo del término (que conlleva el recurso a medios coerci-
polémica engendra la polémica, la comprensión engendra la comprensión. Lo tivos o deshonestos para conseguir adeptos), ni al específicamente religioso,
cual es cierto gracias al clima que a través del diálogo se acaba por crear. Pero sino al significado más genérico de acción ordenada a conseguir prosélitos, o
es verdad también por un motivo más específicamente doctrinal. El que ha sea, a convertir. La distinción entre diálogo y proselitismo así entendido resulto
penetrado en la posición del otro se sitúa en condiciones de presentarle la pro- tal vez la más difícil de esclarecer, y es discutida por muchos, que ven en el
80 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 81
diálogo una metodología más evolucionada de conversión. De hecho, la distin- de los hombres *. Por tanto, entre el diálogo y el apostolado de conversión
ción parece a primera vista contradictoria. ¿Cómo conciliar la voluntad, esen- existe una distinción esencial.
cial a toda discusión, de persuadir al interlocutor de la verdad de la propia Pero si bien el diálogo no exige a ninguno de los interlocutores que se
posición con la exclusión del propósito de ganarlo totalmente para la misma convierta a la posición del otro, sí exige a ambos que se conviertan al espíritu
y, por consiguiente, de «convertirlo»? de diálogo, asumiendo lealmente todas sus exigencias.
Volvemos a encontrar aquí, en cierta medida, los problemas ya planteados
anteriormente acerca de las relaciones entre el diálogo y el ideal de unidad. 5. Situación de partida
Creemos que debemos responder en la misma dirección. La intención de con-
vertir, entendida como conviene, no se excluye necesariamente del diálogo, pero El análisis de la intencionalidad dialógica nos ha remitido a menudo a la
tampoco representa su fin primario, constitutivo. En efecto, si cada uno tiende situación de partida. Trataremos ahora de recoger y desarrollar las indicacio-
u persuadir al otro en el mayor grado posible de la verdad de la propia posición, nes que han ido aflorando a este respecto. El diálogo, afirma nuestra defini-
¿cómo excluir la hipótesis de que esta tentativa, en un caso determinado, pue- ción, se desenvuelve entre sujetos de diversa orientación, pero que convergen
da alcanzar un éxito total? en la afirmación de determinados valores.
Ahora bien: hemos hablado de conversión «entendida como conviene». En el diálogo, cada uno entra como es. El mimetismo no sólo no es reque-
Con ello queremos significar que existe una cierta concepción de la conversión rido por la dinámica del diálogo, sino que queda excluido de la misma. En
incompatible con la relación dialógica: la que pretende provocar un paso del efecto, el diálogo debe enfrentar y aproximar a dos personalidades o comuni-
error a la verdad, del mal al bien. En efecto, tal intención supone una valora- dades reales, no ficticias y de circunstancias. Es una relación entre personas y
ción radicalmente negativa de la presente situación intelectual y humana del no entre «personajes». Por otra parte, al tender a un enriquecimiento recípro-
interlocutor, valoración que no puede coexistir con la relación dialógica, fun- co exige de los dos interlocutores una aportación original.
dada en la estima recíproca. No sería tampoco compatible con el diálogo una La diversidad de orientación de los sujetos, en los cuales se expresa su
intención de convertir al otro que consistiese en una tentativa de provocar una irrepetible originalidad estructural y cultural, no es, por tanto, un obstáculo
plena ruptura con su pasado, una abdicación de sus convicciones precedentes, para el diálogo, sino un constitutivo esencial y una condición para su posibili-
un trastorno total de sus perspectivas. Pero conviene que se tenga presente que dad. El diálogo nace en un universo policéntrico, es decir, un universo en el
no tratamos aquí de discutir la legitimidad, al menos en determinadas condi- cual una multiplicidad de sujetos operan con originalidad y autonomía, como
ciones, de semejante intención. Nos limitamos a afirmar que establece entre fuente que es fin y norma de su acción. En él, por consiguiente, cada uno inter-
los interlocutores una relación que no corresponde al diálogo. Para un adulto, viene con la unicidad de su lenguaje.
tal intención resultará con demasiada frecuencia ofensiva y contraproducente. Cada uno entra, pues, en el diálogo con sus propias convicciones, con sus
En cambio, allí donde la conversión, aun implicando un salto cualitativo, fuese propias certezas. Ahora bien: la actitud de búsqueda se refiere propiamente n
entendida como expresión de una fidelidad más profunda del interlocutor a aquello acerca de lo cual una persona siente todavía incertidumbre. ¿Cómo
sus intuiciones de fondo, como una potenciación de la verdad y los valores que se concilian estos dos componentes del diálogo? ¿No se perjudica así la posi-
operan ya en su posición, la intención de favorecerla no estaría en oposición bilidad del encuentro con respecto a los problemas, lo cual es también esencial?
con el espíritu de diálogo. La historicidad del conocimiento humano y la imperfección constitucional
Pero incluso así entendida, la conversión no es el fin primario, constitutivo, del mismo que ¿e ahí se sigue nos permiten intuir cómo la certeza y la duda
del diálogo. De hecho, aun tomando en consideración la hipótesis de que su pueden coexistir en la misma experiencia. Ambas se excluyen cuando son refe-
tentativa de persuadir al interlocutor pueda tener un éxito total, todos sabemos ridas formalmente a una idéntica proposición, pero no cuando se refieren a una
que no ocurrirá así ni en las confrontaciones entre individuos ni, sobre todo, idéntica realidad concreta. Esta se halla en el origen de numerosas solicitacionei
en las confrontaciones entre comunidades. ¿Habrá que decir en tal caso (que problemáticas, por lo cual a un espíritu reflexivo se le presenta siempre lai
es el ordinario) que el diálogo fracasó o que falló en su fin esencial? De nin-
guna manera. Porque el fin primario del diálogo no es la conversión del otro, 40
Al decir que la conversión puede ser un fin «secundario» del diálogo no pretendemos «Uriimr
sino la comprensión, la aproximación, el enriquecimiento de las posiciones y que sea menos importante o menos deseable, sino tan sólo que no es esencial al diálogo.
(,
82 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 83
preguntas en mayor número que las respuestas. Esto es tanto más cierto cuan- de las posiciones o más bien a las proposiciones (dado que la contradicción es
to más compleja y misteriosa es la realidad en cuestión. una relación entre juicios), y no a los sistemas en su conjunto. El paso de la
Añadamos que se habla aquí de las verdaderas certezas y no de los hábitos incompatibilidad lógica entre algunas o muchas proposiciones a la incompati-
mentales, de las posturas estereotipadas, que con frecuencia se toman de modo bilidad total supone una concepción monolítica de la organicidad de la verdad
pasivo del ambiente, que no han sido nunca objeto de reflexión personal y, y de los valores, concepción que será discutida a su debido tiempo. Bástenos
por consiguiente, de una auténtica toma de posición. La actitud de diálogo por ahora poner de relieve que la parcial (aunque profunda) diversidad e in-
exige, ciertamente, que se pongan en tela de juicio tales opiniones. compatibilidad lógica entre las posiciones en cuestión no se opone en manera
Kn cuanto a las certezas, el espíritu de diálogo, ¿no implica al menos la alguna a la naturaleza del diálogo, sino que está más bien constituida por aque-
disposición a ponerlas en tela de juicio siempre que en el curso de la discusión lla tensión dialéctica de la cual se desprende el dinamismo del diálogo y que
se muestren como insuficientemente fundadas, Y eventualmente, ¿cómo con- hace posible el enriquecimiento recíproco y la integración de las perspectivas.
ciliar tal disposición con la fidelidad debida a las propias convicciones? Sin embargo, cierta comunión entre los interlocutores es también esencial
Jil principio que preside el diálogo, lo mismo que cualquier búsqueda o al diálogo. Para hablar se necesita un lenguaje común. Tal comunión debe ir
investigación, consiste en perseguir la verdad y en adherirse a ella cuando se más allá de una mutua inteligibilidad terminológica y alcanzar la orientación
descubre. Siendo así, en el punto de partida ninguno de los interlocutores tiene problemática y resolutiva, sin la cual no es posible ni escuchar ni ser escuchado,
por qué suspender sus propias certezas. Ninguno, por tanto, prevé que haya ni comprender ni ser comprendido.
de renunciar a ellas como consecuencia de la discusión, puesto que su propia Ambos interlocutores deben, ante todo, coincidir en el problema, en lo,
certeza, en la medida en que es verdaderamente tal, excluye el temor de errar. intereses y, por consiguiente, en la búsqueda. No es suficiente con que tengan
Sin embargo, sabiendo por experiencia propia y ajena que la búsqueda puede problemas, sino que es necesario que esos problemas sean en alguna medida
inducir a dudar de todo lo que se consideraba como definitivamente establecido, comunes y puedan así dar lugar a una búsqueda común. La ausencia de proble-
cada uno de los interlocutores se presenta predispuesto en general a poner en mas comunes crea distancias todavía mayores que la ausencia de soluciones
tela de juicio sus precedentes certezas desde el momento en que le parezca comunes. Engendra una incomunicabilidad radical entre dos «mundos». No
que así se lo exigen los datos; es decir, cuando las certezas de un tiempo cesen basta la presencia de problemas efectivamente importantes en sí mismos, pero
de serlo. La misma fidelidad a la verdad que hoy le impone que se adhiera a que no sean advertidos como tales por los que intervienen en el diálogo (o al
ellas le impondría en ese caso abandonarlas o suspenderlas. Sin embargo, habi- menos por uno de ellos), que les dejen indiferentes. Los problemas deben ser
tualmente tal evolución, al menos entre hombres maduros, no cuestiona el nú- tales también subjetivamente.
cleo central de las convicciones de partida. La comunidad de lenguaje no se requiere tan sólo para la búsqueda, sino
Los interlocutores partirán, pues, de posiciones más o menos profundamen- también para las soluciones, aunque sean parciales. Donde la divergencia fuera
te diversas. Ahora bien: se excluye a veces la posibilidad del diálogo entre dos total, donde los sistemas en cuestión fueran radicalmente incomunicables, tal
determinados interlocutores porque —se dice— sus posiciones son «incompa- vez fuera posible una confrontación, pero nunca un diálogo. Ello se sigue,
tibles» y, por tanto, les falta la «plataforma común» que presupone el mismo como hemos puesto de relieve anteriormente, de la finalidad esencial del di¡í
diálogo. logo en cada uno de sus componentes. La comprensión del otro no se puede
Observemos ante todo la ambigüedad del término «incompatibles» aplica- actualizar sino a partir de instancias comunes, a través de una cierta identifica
do a dos sistemas de pensamiento. En efecto, la incompatibilidad puede ser ción; la aproximación y el enriquecimiento se actualizan en la fidelidad a las
lógica o existencial. Es lógica cuando las posiciones en cuestión no pueden con- aspiraciones fundamentales, por lo cual la convergencia terminal sólo se hace
siderarse complementarias, sino que son, al menos en cierta medida, contra- posible a partir de una convergencia inicial.
dictorias. Es existencial, en cambio, cuando una discute a la otra el derecho a En lo referente en particular al encuentro entre hombres de diversa «fov
la existencia o persigue concretamente la eliminación o represión de la misma. únicamente se puede decir que dialogan en cuanto asertores de su «fe» respo
Ciertamente, la incompatibilidad existencial excluye la posibilidad de diá- uva si las soluciones por ellos propuestas se mueven a la luz de las misma;
logo, que implica, como veremos, el mutuo reconocimiento de la libertad. En es decir, si son para cada uno expresión de su concepción global.
cuanto a la incompatibilidad lógica, puede referirse propiamente a cada una Pero el diálogo en la esfera doctrinal supone algo más. Es un acuerdo (aun
84 G. GIRARDI
INTRODUCCIÓN 85

Estas convergencias deben ser tematizadas progresivamente. Al principio,


que se entienda este acuerdo en términos bastante genéricos) acerca del método.
incluso pueden ser sólo vividas. Entre los cometidos fundamentales del diálo-
Un simple encuentro sobre los valores permitirá la estipulación de acuerdos
prácticos (y, por consiguiente, el diálogo «operativo»), pero no un diálogo go se incluye, por tanto, el de crear sus condiciones de posibilidad.
doctrinal, para el cual es esencial la búsqueda común de la verdad. En efecto, La comunión de naturaleza entre los hombres lleva necesariamente consigo
no es posible buscar juntos sin un denominador metodológico común una co- cierta convergencia en el plano de un núcleo de afirmaciones fundamentales
mún medida lógica, que implica un cierto reconocimiento del valor y de la vividas. Existe, pues, desde este punto de vista, una radical posibilidad de
autonomía de la razón. diálogo entre todos los hombres. La comunión en la voluntad de diálogo y,
De ahí se sigue en particular la incompatibilidad de un auténtico diálogo por consiguiente, en las afirmaciones que ella implica constituye un paso ulte-
con premisas relativistas: con una concepción irracionalista que pretendiese, rior en tal fundamentación. Con todo, diremos que sólo se da una posibilidad
por ejemplo, reducir todas las doctrinas a opciones personales, y con toda próxima de diálogo cuando las convergencias dejan de ser puramente vividas
interferencia extrínseca que pretendiese violentar el dinamismo natural del y logran de alguna manera convertirse en tematizadas.
pensamiento. Tal vez el más seguro y universal punto de partida para el diálogo sea pre-
Una común búsqueda axiológica exige asimismo que ninguno de los inter- cisamente este hecho capital: por encima de las divergencias más profundas
locutores se coloque a sí mismo o a su institución como criterio de valor, sino existe ya un acuerdo entre los interlocutores, su voluntad común de diálogo.
que han de aceptar una medida común. Ninguno ha de exigir del otro lo que no Ciertamente, no bastan las buenas intenciones, sino que ha de ser una intención
se exige a sí mismo, ni criticar en el otro lo que no critica en sí. Más exacta- que incluya implícitamente, en la medida en que es sincera, la afirmación de
mente: aceptar en el plano teorético una medida común significa aceptar una las condiciones de su realización, de sus condiciones de posibilidad. La «inten-
fundamentación parcialmente común de los valores. ción» en sentido propio no es una veleidad. Es la orientación profunda de una
Ahora bien: en definitiva, una medida común entre los hombres sólo po- existencia. Por tanto, a nuestro entender, esa aceptación sincera, aunque implí-
drá ser admitida por quien les reconozca una naturaleza y una dignidad comu- cita, de todas las condiciones del diálogo permite ya prepararlo. El debate
nes. La medida común a todos los hombres no puede ser más que el hombre. acerca de tales condiciones no es un elemento preliminar, sino que introduce
Pero éste no se convierte verdaderamente en medida y fundamento (aunque a los interlocutores en el corazón del diálogo mismo, de modo análogo a como
sólo sea parcial) de los valores, sino cuando se le reconoce un valor relativa- en la búsqueda de las condiciones de posibilidad del pensamiento no es un ele-
mente autónomo; esto es, cuando se le atribuye el carácter de fin. Por este mento preliminar al pensamiento o a la filosofía, sino que se sitúa en la esencia
mismo motivo, no existe el diálogo sin la afirmación de cierta absoluteidad del de la misma.
hombre, sin un reconocimiento de su condición de «sujeto» 41. El diálogo compromete a los interlocutores a aceptar totalmente las regl;i-
Por tanto, iniciar el diálogo es ya reconocer cierta convergencia entre los del juego. Su evolución eventual —como ya se ha dicho— no consistirá tañí"
interlocutores, al menos confusamente percibida, cuyo contenido tendrá que en ceder a las exigencias del otro cuanto en mantenerse fieles a sí mismos y,
explicitar el mismo diálogo y cuyos límites tendrá asimismo que trazar; es re- más exactamente, a las intenciones profundas expresadas en la voluntad de
conocer en la posición del otro determinados valores, capaces de suscitar la diálogo. Fidelidad lógica a los principios propuestos, pero sobre todo fidelidad
confianza y hacer creer en la fecundidad del diálogo. Esta convergencia, aun moral a un imperativo cuyo valor se reconoce en el punto de partida. La bus
parcial, no puede ser superficial, sino que debe abarcar determinadas intuicio- queda de las condiciones de la posibilidad del diálogo se asemeja al movimíenin
nes básicas. de Kant, que busca en lo real las condiciones del imperativo categórico, los
Cualquiera que sea el orden lógico interno de un sistema, existe también postulados de la razón práctica.
un orden dialógico que no puede ser ignorado, cuyo punto de partida es el En la medida en que los sistemas de los interlocutores no correspondicrnn
descubrimiento de comunes preocupaciones de fondo. a las exigencias del diálogo surgiría una tensión entre las afirmaciones vivid i
41
y las afirmaciones representadas, entre la intuición y el sistema, tensión un
Al hablar de absoluteidad pretendemos significar que debe reconocerse al hombre un ca-
rácter de fin, en el sentido de absoluto en el orden. Al concretar cierta absoluteidad pretendemos debería engendrar el movimiento del pensamiento. En la medida en que caií
precisar que no excluye necesariamente una relatividad, incluso total. Pero estas precisiones sur- uno de los interlocutores supere la tensión interior entre lo que vive y lo qn
R¡ríín nuiuriilmcntc del ulterior estudio del tema.
86 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 87

piensa superará también la tensión que le opone al otro. En la medida en que Una vez más nos vemos enfrentados con una concepción de la persona como
cada uno realice su unidad interior se abrirá a la unidad comunitaria. sujeto y de la comunidad como conjunto de sujetos, reconocida como tal en
En el meollo de esta intuición, común desde el comienzo a los interlocu- el plano jurídico y hecha posible por las condiciones objetivas.
La aceptación leal del método de la libertad exige coraje, ya que expone a
tores, deben ellos colocarse para comprenderse entre sí y para comprender la
cierto riesgo: privados de apoyos exteriores, la verdad y los valores se impon-
evolución a la que están llamadas sus respectivas posiciones. Tal intuición es
drán más lenta y fatigosamente. Más aún, determinadas convicciones serán
v:i una promesa y un compromiso mutuo.
puestas en cuestión y tal vez incluso demolidas. Tal riesgo puede ser corrido
sin inquietud por parte del que cree firmemente en la verdad de que es por-
i> ( ottdiciones tador y en su poder de irradiación.
Existe en la raíz del espíritu de diálogo —que es relación entre sujetos—
cierto ideal de madurez y de autenticidad humana. En ese ideal, la persona- b) Sinceridad total. Por sinceridad total entendemos aquí antes que nada
lidad es dirigida desde el interior y tiene la iniciativa de su propia vida; las no el decir la verdad, sino el quererla; no una relación con los demás, sino
convicciones son personal, crítica y liberalmente conquistadas y lealmente ma- consigo mismo. El hombre encontrará auténticamente al otro al encontrar la
nifestadas. parte más auténtica de sí mismo. El diálogo se ha hecho posible por el silencio.
La prosecución de este ideal se hace posible con dos condiciones: la pri- En el contexto que nos ocupa, la sinceridad se expresa fundamentalmente
mera, de carácter objetivo, es el clima de libertad; la segunda, de carácter sub- en una voluntad de diálogo que acepte todas sus consecuencias y que persiga,
jetivo, es la sinceridad. sin instrumentalizar ese diálogo, sus auténticos objetivos.
Parece necesario precisar que tal empeño debe ser valiente y que adquiere
a) Clima de libertad. La evolución que el diálogo trata de fomentar por ello una dimensión ética. En efecto, las nuevas verdades que el diálogo
compromete a la persona como tal y debe, por tanto, ser alcanzada a través de puede desvelar estarán frecuentemente en oposición con los propios hábitos
caminos que se dirigen a la persona misma, a saber: el camino de la libertad mentales y con los del grupo del cual se forma parte. La confrontación impon-
y el de la persuasión. Lo cual se verifica únicamente en un clima que permita drá una revisión de esquemas, argumentaciones y valoraciones pacíficamente
pensar libremente y profesar y difundir las propias convicciones y del que se admitidos y tal vez calurosamente definidos. A veces, podrá incluso imponer
excluya toda presión administrativa y toda discriminación. nuevas orientaciones en la acción. Ahora bien: recorrer este camino supone
Tal libertad debe ser al mismo tiempo real y jurídica. No ha de ser única- coraje frente a sí mismo y frente a los demás: el valor de mirar hasta el fondo,
mente un hecho, sino que debe ser reconocida por ambas partes como un dere- la lucidez, la lealtad espiritual, la valentía de sacudir la propia inercia intelec-
cho. La libertad jurídica es garantía de la libertad real y traduce al plano insti- tual, que induce a pensar como se ha pensado siempre y a obrar como siempre
tucional cierta concepción de la convivencia entre los hombres. No basta con se ha obrado; de enjuiciar lo que no aparece como justificado; de reconocer
que la libertad sea tolerada como un mal menor, sino que debe ser reconocida los anteriores errores, tanto particulares como del propio grupo.
como un bien. Tolerancia e intolerancia no se distinguen en los principios, sino Existe en el espíritu de diálogo cierta medida de anticonformismo interior
sólo en la adaptación de las situaciones. Es el principio mismo el que el diálogo y de anticonformismo social, entendido no como tendencia a pensar y a actuar
impone revisar. La libertad es asimismo una exigencia de la reciprocidad; no de manera «diversa», sino como actitud de sinceridad radical ante sí mismo
existe diálogo cuando uno de los interlocutores se siente y se considera tolera- v ante los demás, de la cual procede una actitud crítica frente al propio pasado
do. El reconocimiento de la libertad excluye aquellas concepciones de la con- \ frente a los esquemas del propio grupo cultural.
fesionalidad que autorizan medidas discriminatorias entre los ciudadanos en La sinceridad no enseña sólo a pensar, sino a manifestar, aunque sea con
función ile su orientación ideológica. prudencia, la verdad, aun cuando ella pueda turbar cierta versión de la «orto-
Por oirá parte, sin embargo, la libertad jurídica sería puramente formal doxia», aun cuando pueda provocar cierta ruptura. Implica además la nega-
si las eslrnctnras de la sociedad no fuesen capaces de garantizarla. La posibili- liva a enmascarar las divergencias reales so capa de convergencias formales, fl
dad del diálogo está condicionada también por las relaciones económicas y confundir el acuerdo con el compromiso, a esconder con silencios complacientes
NOCÍ ale Ins verdades que chocan con la propia posición.
88 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 89

Del análisis que hemos realizado se desprende con mayor claridad en qué historia parece decididamente orientado hacia un incremento del espíritu de
dirección debería orientarse una reflexión de la filosofía de la historia que pre- diálogo. ¿Caminamos, según eso, hacia una crisis universal de la «fe» en la
tendiera demostrar que el espíritu de diálogo es «un signo de los tiempos», humanidad?
es decir, que se comprende entre las características de fondo de nuestra época La tensión originaria entre el diálogo y la «fe» se configura, a nuestro modo
y reviste el carácter de una necesidad histórica. En efecto, el diálogo aparece de ver, así. El espíritu de diálogo, tal como ha emergido de la fenomenología
íntimamente vinculado y como «solidarizado» a algunas de las grandes direc- que hemos trazado, emana de un sentido del hombre tomado en su valor y
trices de nuestro tiempo, como son la agudización del sentido crítico, originada en sus límites. En cambio, la adhesión a una «fe» incluye un nuevo valor: lo
por la tendencia cada vez mayor a valorar personalmente y, por tanto, compa- «sagrado». Lo mismo que la «fe», también la «sacralidad» se entiende aquí
rativamente las tomas de posición que le ha transmitido su cultura; la afir- en sentido genérico, religioso o laico, y se atribuye a aquellos valores ideales
mación de la conciencia personalista; la creciente sensibilidad a la dignidad y que, en una determinada concepción, son considerados como supremos, irre-
la autonomía de la persona, expresada, por ejemplo, en los múltiples procesos nunciables y, en este sentido, «absolutos» (por ejemplo, la Religión, la Patria,
de emancipación de los individuos y de los pueblos y de laicización de la so- la Raza, el Partido, la Humanidad, la Libertad, etc.). El conflicto entre la fe
ciedad, que llevan consigo el impulso hacia el pluralismo; la reafirmación a y el diálogo surge allí donde el sentido del hombre y el sentido de lo sagrado
escala mundial de la conciencia comunitaria, que estrecha los vínculos entre no logran avenirse.
los hombres y los hace más sensibles a los valores y a los derechos de los demás; En el contexto religioso, y en particular en el cristiano, el problema se plan-
el sentido de la historicidad del hombre, de la verdad, de los valores, que, fo- tea sobre la armonización entre hombre y Dios, entre naturaleza y suprana-
mentado por el vertiginoso devenir del mundo, hace al hombre en todos los turaleza, entre lo profano y lo religioso. Y se presenta en su forma más radical
niveles más consciente de sus límites, más abierto al progreso y, por consiguien- a propósito del diálogo con el ateo.
te, más abierto también a la contribución de los demás. Elaborado trabajosa- La tensión se precisa en algunas antinomias que vamos a examinar. Por
mente por el pasado, el espíritu de diálogo se sitúa entre las matrices de la vía de introducción, estudiaremos la antinomia diálogo-fidelidad, que emerge
civilización del mañana. más inmediatamente de nuestro problema. Las implicaciones fundamentales
de ésta nos remitirán a la antinomia de la dependencia y de la autonomía, de
la cual veremos surgir el conflicto de la subjetividad y de la objetividad, de la
B) E L PROBLEMA DE LA POSIBILIDAD unidad y de la multiplicidad, de lo particular y de lo universal. En realidad,
DEL DIALOGO ENTRE CATÓLICOS Y ATEOS bajo formas diversas, reflejan constantemente las mismas dificultades de fondo.
Trataremos ahora de desvelarlas, ya en un plano general, ya en uno particular,
El diálogo está, pues, cargado de implicaciones axiológicas, ontológicas y a propósito de diálogo entre católicos y ateos.
gnoseológicas, subjetivas y objetivas, personales y sociales. Es posible para una
persona, una sociedad o un sistema de valores en la medida en que realizan 1. Fidelidad y diálogo
determinadas condiciones. La toma de posición frente al diálogo es, por tanto,
reveladora de toda una orientación de fondo y constituye una gran opción de ¿Es posible permanecer al mismo tiempo fieles al propio ideal y abiertos
vida y de civilización. a ideales profundamente diversos, incluso opuestos? El problema no es sólo
Sobre este horizonte manifiesta toda su gravedad la problemática que vis- teórico, sino también psicológico. Se trata de comprobar si las actitudes im-
lumbrábamos al principio: ¿Puede un católico dialogar? Y más generalmente, plicadas respectivamente en la fidelidad y el diálogo son entre sí compatibles
¿es posible partir de una «je», sea religiosa o laica? Hablamos aquí de posi- y si es posible asumirlas en una experiencia unitaria y auténtica.
bilidad no sólo en el sentido ontológico, sino también en el sentido ético, es No pocas dificultades se oponen a una tal síntesis. La fidelidad al propio
decir, de legitimidad. ideal parece exigir que se pongan de manifiesto su grandeza y su superioridad
¿Están, por tanto, los hombres de hoy llamados a elegir entre la adhesión sobre todos los demás. Pero ¿cómo hacerlo sin acentuar los errores y la falta
a una «fe» y el espíritu de diálogo? Tal alternativa sería tanto más dramática de valores de las otras posiciones, sin polemizar con ellas? Y viceversa, el espí-
cuanto que, como se ha puesto de relieve anteriormente, el movimiento de la ritu de diálogo exige que se pongan de manifiesto los valores y las verdades pro
90 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN yI

sentes en las otras posiciones. Pero una tal preocupación, ¿no acaba ofuscando ateísmo y admitir que tiene algo que aprender de él? Y aun cuando en una
la grandeza del propio ideal? La fidelidad al ideal impulsa a exaltar su origi- tal concepción se hallen algunas verdades, ¿no se trata de aquellas «verdades
nalidad en relación con todos los demás y, por consiguiente, a estimular lo que cristianas anheladas» que el cristiano no debe aprender de los demás, sino de
lo separa de los mismos. El diálogo, en cambio, sitúa en el punto central lo que un retorno al Evangelio? Finalmente, ¿cómo podría el creyente renunciar a
une, la zona de valores comunes. Ahora bien: valorar todas las posiciones, ¿no convertir a un hombre al que considera privado del mayor valor: la fe en Dios?
significa en definitiva no creer verdaderamente en ninguna? En otras palabras: Pero aun allí donde fuera posible una aproximación, ¿no da testimonio la
¿ es posible querer la afirmación de un ideal sin querer su afirmación sobre los Iglesia con mayor eficacia de la originalidad de su misión permaneciendo como
demás? ¿Y es posible que este ideal se afirme sobre los demás sin afirmarse ha hecho hasta ahora en una posición de ruptura con todos aquellos que la re-
inmbién contra los demás? chazan? Una convivencia pacífica, un acuerdo entre mundos que discrepan en
En consecuencia, quien pretende ser portador de un mensaje de salvación, la esencial, ¿no corre el peligro de amortiguar la fuerza del problema?
del único plenamente válido, ¿no habrá de tender necesariamente a difundirlo
V por ello mismo a asumir una actitud de magisterio? ¿Cómo podría ponerse 2. Dependencia y autonomía
sinceramente en un plano de paridad con un interlocutor al que considera por-
liulor de un sistema de valores fundamentalmente erróneo? ¿Qué puede apren- Para que sea posible el encuentro entre hombres de diversas fes es nece-
der el que posee la verdad integral del que sólo posee los fragmentos? ¿Cómo sario que en el ámbito de las mismas se reserve al hombre tal autonomía que
unir en la misma experiencia espiritual la voluntad de enseñar y la de aprender? él mismo pueda llegar a ser medida común de los valores. Es necesario tam-
El diálogo, sea como relación particular intersubjetiva, sea como clima ge- bién que las varias esferas sean lo suficientemente autónomas en las confron-
nernl, aunque puede incrementar la comprensión entre los hombres, representa, taciones de los valores fundamentales como para permitir el encuentro secto-
sin embargo, un riesgo para su «fe», que queda expuesta a negaciones o enjui- rial a pesar de la divergencia en el nivel de la «fe». Pero, por otra parte, para
ciamientos frecuentemente radicales y que debería, en relación a ellos, asumir que el encuentro sobrevenga entre los dos interlocutores en cuanto que son
una actitud de apertura. Esta dificultad se ve agudizada cuando sale del círculo asertores de «fes» diversas, se requiere que éstas no sean indiferentes a los
de los especialistas y se convierte en un fenómeno de masas. A una «fe» adulta problemas particulares que se examinan, sino que tengan algo que decir acen i
se le puede exigir que se enfrente con este riesgo. Pero ¿cómo formular tal del tema en nombre de las propias instancias específicas.
exigencia en las confrontaciones entre las diversas «fes» de las masas? En particular, para que un cristiano pueda dialogar con un no creyente i
Todos estos problemas adquieren particular gravedad cuando los valores preciso que el cristianismo reconozca al hombre y a los valores profanos una
sagrados se presentan con la absoluteidad y la totalitariedad de la esfera reli- suficiente autonomía y que, por otra parte, no sea extraño al problema del
giosa, donde el mensaje adquiere la autoridad y la trascendencia de una Pala- hombre y de su existencia terrena, sino que pueda suministrar en la materia
bra divina, la novedad perturbadora del Evangelio. El espíritu religioso está una aportación específica.
de tal manera penetrado de la grandeza inconmensurable de Dios y, por con- ¿Son compatibles tales exigencias? A nuestro modo de ver, en esto radica
siguiente, de su pueblo, de su Iglesia, de la salvación y de la vida sobrenatural, uno de los puntos nodales del problema del diálogo. La respuesta no es cierta-
que considera insignificantes las, eventuales convergencias entre el mensaje mente fácil, al menos para quien no se contente con simplistas explicaciones.
evangélico y los mensajes humanos. ¿Cómo podría la Iglesia, portadora infa- Las dificultades surgen, por un lado, de que la trascendencia de Dios y de lo
lible de verdades divinas, abandonar su posición de magisterio y asumir una religioso parece implicar una devaluación del hombre y de Ja esfera profana,
actitud de búsqueda, suspender su acción misionera? ¿Qué sería entonces del o al menos una indiferencia para las confrontaciones de esta esfera. Por otro,
mandato de Cristo «id y enseñad»? de que la dependencia del hombre con respecto a Dios, de lo profano con res
Todo esto parece particularmente evidente cuando el interlocutor al que pecto a lo sagrado, parece no dejar espacio a la autonomía. Dios parece con
uno se refiere es ateo. En efecto, ¿cómo desvelar los valores presentes en una vertirse en un obstáculo para los problemas humanos, ya sea por su ausenci ¡
posición negadora de Dios sin faltar a la fidelidad a ese mismo Dios? Por otra ya sea por su invasora presencia. Examinemos sucesivamente estos dos órd<
parle, ¿qué valores auténticos será posible hallar donde está ausente el fun- nes de dificultades.
damento de todo valor? ¿Cómo podría el creyente estimar sinceramente el La religión, consciente de la infinita grandeza y superioridad de Dios, ¿pite-
92 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 93
de lógicamente reconocer en el hombre algún valor? ¿No se sentirá inducida, El hombre nuevo, la humanidad nueva que el cristianismo trata de cons-
frente a Dios, que es el todo, a considerar al hombre como una nada? ¿O a truir, ¿no se entienden tal vez en sentido espiritual y escatológico? ¿No equi-
exaltar la grandeza de Dios denunciando la miseria del hombre? ¿No es tal valdría a falsear el sentido de la vocación cristiana el asignarle como cometido
vez el lenguaje de los místicos, por no decir el de los panteístas, el que expresa la construcción de la ciudad terrena, la humanización del mundo? ¿No se ha
hasta el fondo la lógica inmanente de la experiencia religiosa? declarado el cristianismo indiferente a los más diversos regímenes políticos,
Un encuentro entre creyentes y no creyentes supone que se reconozca la sociales y económicos? Ciertamente, el creyente debe en el mundo amar a sus
consistencia ontológica de la naturaleza, su capacidad de compromiso moral. hermanos. Pero el verdadero amor, ¿no es tal vez el que quiere el bien autén-
El cristiano, en cambio, ¿no se verá inducido, para afirmar la grandeza de la tico y, por consiguiente, el eterno?
elevación sobrenatural, a proclamar la corrupción y la insuficiencia radicales En el mismo orden de ideas se plantea el problema de los valores corpora-
de la naturaleza? les. Para el cristiano, ¿no es el cuerpo el enemigo del alma, su cárcel? Según
Tal encuentro supone también el reconocimiento del valor positivo del eso, ¿cómo pensar en potenciarlo en lugar de mortificarlo? ¿No es congénita
tiempo. Ahora bien: ¿no es acaso verdad que para el creyente «lo que no es al espiritualismo cristiano una desconfianza hacia la materia, por ejemplo, en
eterno no es nada»? lo referente a las relaciones sexuales?
Llegamos así a la relación que más directamente interesa a nuestro tema, Y esto es mucho más evidente cuando, en vez de hablar del creyente en
es decir, la que existe entre lo sagrado y lo profano en el ámbito de la vida particular, se habla de la Iglesia. Su misión específica es comunicar la vida
terrena c . La convergencia axiológica, siempre en el plano doctrinal, entre cre- divina, no promover la humana; es evangelizar, no humanizar. ¿Debe, por
yentes y no creyentes supone el reconocimiento del valor positivo del orden tanto, animar a los hombres a construir la ciudad terrena o bien predicar la
profano, del «mundo». Llamamos aquí «mundo» al conjunto de los valores vacuidad de toda construcción que no sea eterna?
profanos, de las instituciones en que estos valores se expresan y de los hombres Pero hay todavía más. ¿Qué valor puede atribuir a la cultura humana el
en cuanto que persiguen los mismos. que se considera depositario de la verdad divina? ¿Qué interés podrá hallar
en una búsqueda humana el que ha recibido del mismo Dios la respuesta a los
El diálogo supone, por consiguiente, una actitud positiva del creyente fren-
mayores interrogantes? ¿Qué valor atribuirá la fe a las fatigosas aproximacio-
te al mundo. Ahora bien: ¿no es esencial al creyente el desprendimiento del
nes de una razón constitutivamente manca? ¿Puede la fe ser fundamentada
mundo, el desprecio de los valores terrenos, el reconocimiento de su vanidad?
racionalmente, aceptar las exigencias del espíritu crítico, o bien debe repre-
¿No es esencialmente creyente aquel que, habiendo elegido a Dios, el valor
sentar un salto, una ruptura, un escándalo?
total, ha renunciado a todos los demás valores; aquel que, habiendo elegido lo
eterno, se desinteresa por el tiempo? El amor del mundo y de las mundanida- Así se nos remite a otro aspecto del problema: la comunidad de lenguaje
des, ¿no es la antítesis del amor a Dios? ¿Cómo, pues, pensar en servir a dos supone cierta convergencia metodológica. ¿Y cómo puede verificarse ésta entre
señores? ¿No se debe elegir entre el ascetismo cristiano y el compromiso pro- ateos y creyentes si el creyente no reconoce la eficiencia de la razón?
fano? ¿No basta buscar el reino de Dios en la confianza de que el resto se nos La dificultad del encuentro metodológico se torna todavía más grave para
dará por añadidura? ¿Cómo podría el creyente apreciar el progreso sabiendo aquel que sitúa en la raíz, sea de la fe religiosa, sea del ateísmo, una opción libre
que la multiplicación de los bienes terrenos suministra instrumentos cada vez v personal, de la cual la discusión teorética no sería más que un reflejo y una
más refinados de pecado y torna al hombre cada vez más satisfecho de la tierra justificación posterior. Si esto fuese verdad, la divergencia entre el creyente y
y menos solícito por el cielo, más absorbido por lo inmediato y menos sensible el ateo radicaría en la zona más subjetiva e incomunicable de su existencia, lo
a la llamada de su destino? cual supondría cerrar toda posibilidad de encuentro.
Mas para un encuentro entre creyentes y no creyentes no es suficiente el
reconocimiento de cualquier valor de lo profano, de lo temporal, del hombre.
" F.n rigor, el problema de las relaciones entre el tiempo y lo eterno y el de las relaciones Es necesario que se afirme su valor autónomo. En este aspecto surgen en el
rntrc lo sagrado y lo profano no coinciden. En efecto, lo profano es sólo una de las esferas de la
arción temporal, que incluye también la vida religiosa. Sería, por tanto, lícito preguntarse si el ambiente cristiano nuevas dificultades, que proceden no ya de la trascendencia
vulor de In vida religiosa está esencialmente subordinado a su repercusión eterna o si es indepen- tic Dios y de la religión, sino del dominio absoluto que ellos, por su natura-
diente di' la misma. Pero la cuestión no tiene demasiada importancia en orden a nuestro tema. leza, parecen deber ejercer.
94 G. GIRARDI
INTRODUCCIÓN 95

Cualquier convergencia axiológica de carácter doctrinal y no puramente consiguiente, la posibilidad de fundamentar un orden de valores prescindiendo
práctico ha de inducir, en definitiva, al común reconocimiento de un valor «ab- de una perspectiva escatológica. Pero ¿no debe el creyente defender la total
soluto» del hombre, es decir, a la posibilidad de fundar en él los valores, tanto subordinación del tiempo a lo eterno?
en el plano de la finalidad como en el normativo, como en el operativo. Esto Así, el encuentro en lo profano supone que se reconozca a éste no sólo
es, el hombre debe ser en cierta medida fin, norma y autor de su actividad. el valor positivo, sino también una cierta autonomía. Ello implica el recono-
Ahora bien: ¿es posible en un contexto religioso realizar estos reconocimien- cimiento tanto de las leyes inmanentes del orden profano como el valor autó-
tos, perseguir un ideal de libertad? En efecto, aun cuando se reconociera un nomo de sus varias esferas. E implica sobre todo la emergencia de una global
valor al hombre, ¿no será necesariamente un valor como medio, ordenado al finalidad profana de la humanidad, de un sentido profano de la historia y, por
único fin, que es Dios? ¿Es posible afirmar que, incluso frente a Dios, el hom- tanto, la validez de una existencia consagrada a la realización de tal progreso
bre sigue siendo un valor «absoluto», que le corresponde el carácter de fin? histórico, a la construcción de un mundo más humano, a la liberación del
Tal afirmación, ¿no es incompatible con la absoluta primacía de Dios, debido hombre.
a la cual todos los valores están totalmente subordinados a él? ¿Se ha de hablar ¿Es posible para un creyente aceptar el principio de autonomía del orden
ele una pluralidad de fines últimos del universo o de uno solo, que es Dios? profano en sus relaciones con la religión? ¿Puede reconocer en los aconteci-
¿Es posible para el cristiano amar al hombre por sí mismo o más bien debe mientos humanos un sentido global prescindiendo de la historia sagrada? ¿Pue-
amarlo únicamente «por amor a Dios»? ¿No nos encontramos, por tanto, ante de reconocer la posibilidad de construir el orden profano tomando como fun-
el deber de elegir entre la primacía de Dios y la autonomía del hombre, entre damento al hombre, fin, artífice y norma de la acción? ¿Puede construir la
el teocentrismo y el antropocentrísmo? ciudad terrena a partir del principio de la libertad del hombre? ¿No se halla
Y para la vida moral, ¿qué otra norma es susceptible de pensarse en un esto en oposición con la primacía de Dios y con la necesidad de que todas las
contexto religioso si no es la voluntad de Dios? ¿Es posible reconocer al hom- cosas y todos los valores sean en definitiva fundamentados en él?
bre la dignidad de la persona humana, el carácter de norma autónoma de la El problema que habíamos planteado de manera global vuelve a aparecer
moralidad, fundar sobre el hombre un orden moral o hay que referirse nece- en las diversas esferas de la vida profana. En efecto, ¿puede el cristiano renun-
sariamente a Dios? En el plano moral, que debería ser el terreno fundamental ciar al proyecto de una civilización cristiana, de un modelo de ciudad terrena
del encuentro entre creyentes y no creyentes, la posibilidad de las convergen- informado por el ideal cristiano, es decir, construida sobre el principio de la
cias parece depender precisamente de la autonomía de la moral, o sea, de la primacía de Dios? El problema se plantea sobre todo con respecto a la laicidad
posibilidad de construirla prescindiendo de Dios. Pero ¿puede un creyente del Estado, solidario en cierta medida del reconocimiento de la libertad reí i
reconocer tal posibilidad? ¿Puede atribuir fuerza normativa a la conciencia giosa. ¿Puede el cristiano renunciar al ideal de un Estado que defienda la ver
humana en su subjetividad? dadera religión y éste fundado en ella?
¿Es posible, finalmente, en el contexto religioso reconocer a la iniciativa Y en lo que se refiere a la cultura, ¿puede el creyente admitir una verdad
humana una verdadera eficacia, un verdadero influjo sobre su destino y el del que no se funde en la afirmación del absoluto? ¿Puede reconocer la legitimidad
mundo? ¿No se debe decir, por el contrario, que Dios es el verdadero autor y la validez de una explicación de los fenómenos que no se refiera a Dios?
de la historia, de cuya acción el hombre no es más que una ocasión o a lo sumo Según eso, ¿cómo podría defender la autonomía del saber en relación con la
un instrumento? religión? ¿Y cómo defender la posibilidad de un saber autónomo (por ejemplo,
Un encuentro entre creyentes y no creyentes supone también cierta auto- filosófico) en quien se ha adherido incondicionalmente a la certeza de la fe?
nomía de la naturaleza, aun herida por el pecado original y elevada en relación ¿No deben todas las demás ciencias convertirse en ancillae, en siervas de la
con la supranaturaleza, autonomía que se extiende a los campos del valor, de teología? ¿No se autorizan así en el campo científico las interferencias de m\
la normatividad y de la acción. Ahora bien: ¿es posible para el cristiano reco- fnclor extraño a la ciencia?
nocer ésta, o más bien, al afirmar la total subordinación en el orden histórico Así se nos remite una vez más a la cuestión de la convergencia método
de la naturaleza a la supranaturaleza, excluye por ello mismo toda autonomía lógica. ¿Cómo podría darse entre aquel que considera a Dios como la afirnin
de la primera? don fundamental y el que pone en tela de juicio o niega tal afirmación? O tam
Tal encuentro supone asimismo cierto valor autónomo del tiempo y, por bien: ¿cómo podría darse entre aquel que reflexiona en el interior de una fe
96 G. GIRARDI INTRODUCCION 97

y el que, por el contrario, no reconoce otro criterio que el de la razón? El pro- fano? ¿Puede la Iglesia, aunque sólo sea provisionalmente y limitándose a
blema de la posibilidad de una filosofía cristiana se reduce, por tanto, al de la determinadas categorías, renunciar a su misión evangelizadora y circunscribir
posibilidad del diálogo para un cristiano. ¿Puede un creyente aceptar lealmen- su interés al terreno de la humanización? ¿No supondría esto renunciar a su
te, sin reservas, el método de la razón? El vínculo de la fe, ¿no perjudica a misión específica, reducirse a la categoría de una institución filantrópica? ¿No
aquella sinceridad radical que es necesaria para una búsqueda racional? ¿Puede, equivaldría a mundanizarse para ser aceptada por el mundo, a asemejarse ;il
por otra parte, la Iglesia como tal comprometerse en una discusión puramente mundo en lugar de asemejar el mundo a sí misma?
racional? La búsqueda de un lenguaje común, ¿no comporta el peligro de com- El dilema así planteado puede tornarse angustioso para la conciencia cris
prometer la originalidad del mensaje cristiano, que precisamente se halla ex- tiana: o comprometerse en un diálogo profano y faltar a la propia misión espe-
presado en una lengua diversa, a saber: la de Dios? cífica, o tener fe en la propia misión, pero perdiendo el contacto con amplias
masas que no parecen accesibles al mensaje religioso.
Nos encontramos al parecer frente a esta alternativa: o el cristiano habla
En realidad, las dificultades de este tipo no proceden únicamente del cre-
en cuanto cristiano, y entonces no encuentra un lenguaje común a él y al del
yente. En efecto, la autonomía de la esfera profana puede hallarse asimismo
ateo, o encuentra ese lenguaje común, y entonces no habla en cuanto cristiano.
comprometida en un sistema ateo. Mientras el creyente puede sostener que
Finalmente, un encuentro entre creyentes y ateos parece difícil incluso en
determinados valores profanos son realizables únicamente a partir de la afirma-
lo que respecta a los problemas. En efecto, no pueden encontrarse en los pro-
ción de Dios, el ateo puede sostener que lo son únicamente en la hipótesis de
blemas religiosos. Estos no son tales para el creyente, ya que los ha resuelto
la negación del mismo: así, para el valor del hombre en general, el tiempo, la
sustancialmente en sentido positivo; ni para el ateo, el cual les ha dado ya una
libertad, la historia, la civilización, la política, la economía, la moral, la cultura.
solución negativa y, en consecuencia, ha orientado su interés hacia objetivos
Se presentan, por tanto, tergiversados todos los problemas con que nos hemos
profanos. La dificultad se hace particularmente aguda cuando se trata del ateís-
encontrado anteriormente.
mo indiferente, que no ha resuelto el problema ni en un sentido ni en otro, ya
que no se lo ha planteado siquiera ni se ha interesado en proponérselo: el pro- La dificultad de respetar la autonomía de las varias esferas y, por consi-
blema es extraño a su sensibilidad. Por consiguiente, en este terreno, corre el guiente, de admitir convergencias se halla particularmente acentuada en el seno
peligro de faltar el primero de todos los fundamentos del diálogo: el interés por del marxismo. En efecto, además del estrecho vínculo que tales esferas man-
el problema. El ofrecimiento de diálogo religioso puede ser rechazado o igno- tienen con la negación atea, parece entrar aquí en juego la subordinación de
rado por el ateo no porque no se sienta dispuesto al diálogo, sino porque este todos los valores y de la misma verdad a la praxis económico-social del prole-
diálogo determinado no le interesa. tariado y, por consiguente, a los éxitos del Partido y de los Estados socialista.1..
Estos valores vienen así a quedar sacralizados. De ahí surgen dificultades ana
Es natural entonces pensar en un diálogo en el terreno profano, en el cual
logas a aquellas que para el creyente suscitaba la subordinación de todos los
los intereses y los problemas podrán revelarse más fácilmente como comunes.
valores a lo religioso. En estas condiciones, ¿le es posible a un marxista aceptar
Pero si los problemas profanos son aislados de su contexto ideológico, ¿no
una medida de los valores común con la de un no marxista? Más aún: ¿le es
tropezamos con el hecho de que debemos abandonar el terreno del diálogo
posible aceptar un criterio de verdad que sea válido también para un no mar-
doctrinal para empeñarnos y comprometernos en el plano puramente operativo,
xista? ¿Le es posible lograr una comunidad metodológica con otros? ¿No
del simple encuentro «acerca de, las cosas»? Además, en este diálogo profano
implica esto una revisión de la relación entre verdad y praxis? Las preguntas
ni los creyentes ni los ateos se hallarían comprometidos «en cuanto tales».
llevan en definitiva al reconocimiento del valor relativamente autónomo de
Y en este caso, ¿seguiría tratándose de un diálogo entre creyentes y ateos?
la persona. En efecto, sólo la persona (entiéndase bien, en el contexto de sus
Así se corre el riesgo de encontrarse una vez más ante este doble impedimento:
relaciones sociales) puede convertirse en medida común del valor. Así, la rela-
el diálogo en el terreno religioso no interesa al ateo, y en el terreno profano
ción del individuo con la naturaleza, la historia, la sociedad, engendra en orden
no interesa al creyente en cuanto tal.
al diálogo dificultades análogas a aquellas que para el creyente se suscitan en
El problema se plantea en términos particularmente agudos desde el punto relación con Dios.
de vista de la Iglesia misma. La invitación al diálogo, dirigida por la Iglesia
en cuanto tal y realizada por sus estructuras oficiales, ¿puede aceptar el cir-
cunscribirse, al menos con determinados interlocutores, a la esfera de lo pro-
7
INTRODUCCION 99

3. Objetividad y subjetividad malmente hacer más evidentes y más insuperables las distancias? Las doctrinas
a las que se opone el ateísmo, ¿no pertenecen a aquel patrimonio de la Iglesia
Esta antinomia es en cierta medida reflejo de la precedente. En efecto, la
al que la Iglesia jamás podrá renunciar sin traicionarse a sí misma?
afirmación de la autonomía y de la trascendencia de lo «sagrado» puede desem-
El problema de las relaciones entre continuidad y devenir en la Iglesia
bocar, bien en el objetivismo, proyectando los valores sagrados en una esfera
planteará particularmente en lo que se refiere al mismo método del diálo;
objetiva sustraída a las vicisitudes de la subjetividad, bien en el subjetivismo,
y será determinante en la delimitación de su alcance. En efecto, ¿por qué del
sustrayendo los valores «sagrados» a los condicionamientos y a los compromi-
la Iglesia dialogar hoy cuando ha polemizado hasta ayer? ¿Cómo puede es i
sos de naturaleza objetiva.
hoy prescrito lo que ayer estaba prohibido? ¿Se trata tal vez de una simp
La afirmación de la objetividad de lo «sagrado» engendra nuevas tensiones,
aplicación de los antiguos principios a una nueva situación o de un replante ¡
particularmente significativas en relación al diálogo: ellas oponen la historici-
miento de los mismos principios? En el primer caso, ¿no se empobrece el si
dad a la metahistoricidad, la ciencia a las normas objetivas, las personas a las
nificado de esta innovación y, por consiguiente, de todo el espíritu conciliar v
instituciones.
no se minimiza su alcance histórico? ¿No queda reducida a una mutación su
Las verdades de «fe» y los imperativos morales tienden a proponerse como
perficial, puramente táctica, por no decir oportunista? ¿No cabe pensar qm
«sagrados» y, por consiguiente, como metahistóricos, extraños al devenir, eter-
la Iglesia se resigna a los tiempos nuevos, lamentando y echando de menos los
nos, como la solución de todos los problemas. En tal perspectiva, si se habla de
antiguos, y que cede a la corriente porque no se siente lo suficientemente fuerte
evolución, tal evolución no se referirá a las verdades, sino a las situaciones, que
para detenerla?
podrán exigir nuevas «aplicaciones» de las mismas verdades; es decir, una no-
Por el contrario, si se destaca el carácter profundamente innovador del diá-
vedad puramente material y no formal. Consiguientemente, la verdad es una
logo y de sus implicaciones doctrinales, ¿no se ve uno inducido a desaprobar
en la multiplicidad de las culturas y de las situaciones. En cambio, el diálogo
el pasado y a admitir una ruptura en la tradición cristiana? ¿Cómo puede hoy
asume una actitud de búsqueda, presenta una evolución de la verdad, la somete
el Evangelio justificar una actitud que en el pasado se proscribía en nombre de
a juicio crítico, postula cierta pluralidad de orientaciones incluso en el ámbito
ese mismo Evangelio? ¿Cómo puede justificar orientaciones tan diversas,
de una misma «fe».
en apariencia, como el Syllabus y la Gaudium et spes? Además, la confianza
La tensión será particularmente aguda en las relaciones de la conciencia re- en los propios valores parece autorizar a juzgar sobre la grandeza moral ele loo
ligiosa, que parece espontáneamente orientada a acentuar y a ampliar la esfera hombres en función de la fidelidad a los mismos. Pero en tal caso, ¿cómo
de lo inmutable, de lo sacralizado, y a desconfiar de las concepciones evolutivas. estimar sinceramente a hombres que rechazan esos valores, que viven en opo-
Así, para la verdad divina, revelada, el «depósito» que la Iglesia tiene la misión sición a ellos, que los combaten? Apelar a la rectitud fundamental de todos,
de guardar y de transmitir; y en la esfera moral, para los «mandamientos de ¿no significa vaciar de su alcance la moral objetiva? Ahora bien: el espíritu
Dios» o la «ley eterna». ¿Cómo historizar estas verdades sin relativizarlas? de diálogo, ¿no impone que se reconozca en la conciencia subjetiva la norma
¿Cómo pensar en una evolución de las verdades eternas, de las fórmulas dog- de la moralidad?
máticas, de los mandamientos de Dios, de la Ley eterna? El problema parece particularmente difícil para un católico, habituado a
¿Puede, por otra parte, la conciencia religiosa reconocer el carácter evolu- mliíicar a los demás, desde el punto de vista de su fe, como herejes, infieles
tivo del cosmos y de la sociedadj la radical mutabilidad de los regímenes polí- O impíos. A la valoración moral va unido, pues, el problema de la salvación.
ticos, económicos, sociales? ¿O no se halla espontáneamente inclinada a ver ¿Es necesaria para la salvación la pertenencia a la institución eclesial? En caso
en la forma actual la expresión de la voluntad divina, la pena del pecado, que afirmativo, ¿cómo estimar sinceramente en el plano ético al que no se halla
debe aceptar con espíritu de penitencia? ¿Son compatibles la conciencia reli- en condiciones de salvarse? Y en caso negativo, ¿qué valor le queda yn n Id
giosa y las aspiraciones revolucionarias? Institución eclesial en orden a la salvación? ¿Qué sentido conserva el «postó-
Pero incluso si se reconociera que el creyente y la Iglesia pueden adoptar lo misionero?
una actitud de búsqueda y promover una renovación de las ideas y de la socie- Y aun situándose en el punto de vista del sujeto, ¿se podrá llegar it una
dad, cabe preguntarse si la evolución puede darse en el sentido de una aproxi- lornción positiva del ateo? ¿Es posible a un creyente reconocer que el aleo
mación al ateísmo. El estudio más atento de los problemas, ¿no debería nor- puede ser tal sin culpa suya? Y en todo caso, ¿puede el creyente amar ni ateo
100 G. GIRARDI INTRODUCCION 1Ü1

sin querer su conversión y sin trabajar para conseguirla? Por otra parte, aun lidad sobre las varias esferas de la actividad humana? ¿Hay que empobrecerlas
tratando de reducir al mínimo la necesidad de los elementos objetivos, jurídicos para permitir que se encuentren? Y sobre todo, la afirmación"o la negación de
e institucionales en orden a la pertenencia a la Iglesia y, por consiguiente, a la Dios, ¿no cambian radicalmente el sentido de todas las instancias, especialmen-
comunidad de salvación, ¿es posible llegar a incluir en tal comunidad incluso te en el plano de los valores?
a! que niega la existencia de Dios? ¿A qué se reduce entonces aquella fe sin la
cual es imposible agradar a Dios? 5. Particularidad y universalidad
El espíritu de diálogo impone el reconocimiento del derecho a la libertad Las relaciones entre las diversas clases de «fe» repercuten necesariamente
en materia doctrinal y religiosa; en otras palabras: del derecho a actuar según sobre las relaciones entre las comunidades en las cuales se expresan y que
la propia conciencia. Ahora bien: ¿cómo reconocer la libertad para el error y tienden a su vez a asumir un carácter sagrado.
el mal, exponiendo a ellos a un número creciente de personas, sin traicionar a
En efecto, todo el que es miembro de una comunidad de «fe» que se atri-
la verdad y al bien y sin traicionar a fin de cuentas al bien mismo de esas per-
buye a sí misma una misión universal sostiene que la salvación de la humanidad
sonas, que vienen así a quedar expuestas y en peligro? ¿Cómo podría el Estado
coincide con la afirmación y la victoria de la propia comunidad sobre las demás.
perseguir el bien común sin tutelar la verdad y los valores objetivos, limitando
Viceversa, el espíritu de diálogo parece exigir a toda comunidad que acepte ser
en consecuencia la libertad de los ciudadanos? Por las mismas razones, ¿cómo
una de tantas, que se mantenga en un plano de paridad y que trabaje con las
podría la verdadera Iglesia de Jesucristo reconocer una paridad de derechos
demás para la creación de una humanidad en la que todas ellas puedan expan-
n las demás confesiones, religiones, ideologías, sin traicionar su misión? ¿Cómo
dirse libremente. Paradójicamente, una comunidad que se considere como un
podría defender el derecho de los demás a combatirla? Pero, aun reconociendo
grupo particular puede tener una apertura universal, reconocimiento a todos
la libertad religiosa, ¿se debe sostener por ello que se proclama la libertad de
los derechos y los valores que quiere que le sean reconocidos a ella. Así, puede
ser ateos? La libertad de profesar y de difundir cualquier religión ¿implica
ponerse con los demás en un plano de reciprocidad, aceptar un universo poli-
también el derecho a negar toda religión? ¿Podría la religión, en nombre de
céntrico. En cambio, una comunidad que se atribuya una misión universal, que
Dios, defender el derecho de los hombres a combatir a Dios?
se considere como un «pueblo elegido», como centro del mundo y de la his-
toria, se ve tentada a caer en el particularismo; es decir, a valorar los proble-
4. Unidad y multiplicidad de los sistemas de verdad y de valores mas de la humanidad en función del propio éxito. Entonces se negará a reo>
El diálogo no es posible sin un lenguaje común, es decir, sin una conver- nocer el valor autónomo de las otras comunidades y sus derechos y a coloca rv
gencia, aunque sólo sea parcial en los problemas, en el método y en las solu- con ellas en un plano de reciprocidad. Rehusará un universo policéntrico.
ciones. Ahora bien: ¿es posible hallar tal lenguaje partiendo de una «fe» di- Las comunidades que se atribuyen una misión universal se hallan, al pare-
versa? ¿Qué puede haber de común en dos concepciones de la vida cuyas ins- cer, en una situación difícil frente a las exigencias del espíritu de diálogo. Para
piraciones centrales son fundamentalmente opuestas? En efecto, los valores ellas la fidelidad al hombre y a la humanidad debe ser medida en base a la
ideales afirman su primacía polarizando en torno suyo a todos los demás y, fidelidad al propio grupo. Ahora bien: tal fidelidad al grupo, ¿no impone que
por ello mismo, a toda la personalidad del sujeto que los persigue y a la socie- se afirme la superioridad y la originalidad respecto a los demás? ¿No fuerza
dad que en ellos se inspira. a que se trabaje para que ese grupo prevalezca sobre todos? ¿Y eso no conduce
En estas condiciones, ¿no será preciso hablar de cierta incomunicabilidad necesariamente a una solidaridad de grupo y a una crítica de los restantes, a una
entre los sistemas? Las eventuales convergencias, ¿no corren el peligro de ser lucha, ideológica al menos? Por el contrario, el que trata de abrirse al diálogo
puramente formales o al menos insignificantes y enmascarar las divergencias con todos y reconoce los valores y derechos de todos, ¿no renuncia por eso
reales? ¿No se corre el riesgo al descuidar la dinámica interna de los sistemas mismo a una misión propia exclusiva y universal? El que cesa de combatir y
de incurrir en posiciones de compromiso, en frágiles y precarios eclecticismos? proclama la desmovilización, ¿no renuncia con ello a la victoria?
Abrirse al diálogo, ¿significa, consecuentemente, renunciar al sistema, a la pro- Uno de los sectores en que se manifiesta más típicamente el conflicto entro
pia síntesis de verdades y valores y, por tanto, a la unidad de la personalidad l¡is exigencias del grupo y las de la comunidad, entre lo particular y lo univci
y de la civilización? ¿Se debe según esto renunciar a proyectar una luz de idea- sal, es el de la libertad de pensamiento y de religión desde el punto de visla
102 G. GIRARDI INTRODUCCIÓN 103

civil. Los intereses del grupo tienden a tutelarse limitando la libertad de los Ser cristiano, miembro del pueblo de Dios, significa militar por Dios y con-
demás. tra sus enemigos. Ahora bien: ¿dónde encontrar una expresión más clara de la
El mismo problema puede plantearse bajo una forma diferente. El sentido lucha contra Dios que en el ateísmo y, sobre todo, en las instituciones del ateís-
de pertenencia a un grupo, el espíritu de cuerpo, tenderá a cargar el acento so- mo militante, en aquellas que combaten abiertamente a la Iglesia y a todas
bre el privilegio que él constituye y, por consiguiente, a reservar la posesión las religiones? La lucha fundamental por la que atraviesa la humanidad, ¿no
de los valores supremos a una porción de la humanidad. Y viceversa, el espíritu pone resueltamente a los que están en favor de Dios en oposición con los que
de diálogo pone de relieve la unidad fundamental de todos los hombres y, por están contra él? Según eso, ¿cómo podrían los «enemigos» de Dios ser nues-
tanto, la posibilidad para todos de acceder a los valores supremos. tros amigos? ¿Cómo podríamos defender «los derechos de Dios» sin comba-
tir a todos aquellos que los impugnan?
El problema se presenta con particular agudeza para la Iglesia. La primacía
Dificultades no menos graves en orden al diálogo pueden surgir también
de Dios parece que debe traducirse en la primacía de la Iglesia, el teocentrismo
en un contexto laico, incluso ateo. Es decir, dondequiera que una comunidad
se convierte en eclesiocentrismo. Pero ¿cómo conciliar el eclesiocentrismo con
de «fe» se sienta inducida a considerarse como el centro de la historia y como
el antropocentrismo característico de la actitud de diálogo?
el criterio de valor. ¿No es éste el caso del marxismo, o al menos de determi-
La Iglesia católica, pueblo de Dios, nuevo Israel, no puede menos de con- nadas versiones del mismo, en lo que se refiere al proletariado, al Partido, a
siderarse como centro de la historia y como su criterio de valor. Sólo gracias los Estados socialistas?
a ella y en torno a ella se conseguirá la salvación, la libertad, la paz, la unidad
del mundo. Mas ¿no significa esto colocarse en cierto modo sobre los demás
y contra los demás? ¿Cómo conciliar tales exigencias constitutivas con la vo- CONCLUSIÓN
luntad de diálogo, que sitúa a la Iglesia al nivel de otras muchas comunidades,
que tiende a construir un mundo del que ella es sólo uno de los componentes Esta reseña, por amplia que pueda parecer, ofrece sólo un panorama gené-
y en el cual se reconocen los valores y los derechos de los otros? rico y aproximativo de la problemática que se halla implicada en el proyecto
Vuelve a aparecer aquí la antinomia que habíamos encontrado anteriormen- de diálogo entre católicos y ateos. No obstante, habrá permitido medir la com-
te entre la misión evangelizadora y la misión humanizadora de la Iglesia. Al plejidad y la radicalidad de estos interrogantes, que trasladan al terreno de la
defender los derechos del hombre, ¿no se ve obligada a reconocer el derecho convivencia humana algunas de las dificultades de fondo de la reflexión filo-
de los demás a refutarla y a combatirla en el plano ideológico? Y de ese modo, sófica y teológica. Dichos interrogantes serán estudiados bajo diversos aspectos
¿cómo puede ser fiel al mismo tiempo al hombre y a sí misma? En otros térmi- en el curso de esta obra. Por lo que a nosotros se refiere, llevaremos a cabo,
nos: ¿cómo puede ser fiel al hombre y fiel a Dios? Mas aún, colaborar lealmente para terminar, un intento de respuesta sintética.
en un plano de paridad con las demás comunidades para la humanización del Si hemos tratado de resaltar las dificultades del diálogo, no ha sido cierta-
mundo, ¿no significa para la Iglesia abandonar su voluntad de conquista y su mente para poner obstáculos al mismo, puesto que estamos convencidos de que
acción misionera? ¿Puede la Iglesia considerar el diálogo y, por consiguiente, constituye una de las grandes tareas de nuestro tiempo. Tan sólo pretendíamos
el policentrismo como un ideal? ¿O debe, a causa de su vocación universal y poner de relieve la seriedad del empeño teorético y existencial que dicho diá-
monocéntrica, juzgarlo como un mal menor, como un estado de necesidad? logo requiere.
¿No se encuentra la Iglesia en la alternativa de elegir entre una posición Una vez más, el pensamiento cristiano se ve solicitado por una renovada
de ruptura, que afirme vigorosamente la trascendencia y exclusividad de su •• < una de posición global frente al mundo moderno. A semejante tarea históric
misión, y una posición de diálogo, que le abra las puertas del mundo, pero con- <-. a la que la presente obra desearía prestar su modesta contribución.
virtiéndola en una más entre las diversas instituciones filantrópicas? ¿No ha
de optar entre la afirmación de su propia necesidad, poniendo de manifiesto
la insuficiencia natural y sobrenatural de las restantes comunidades, y el reco-
nocimiento de los valores presentes por doquier, aun a riesgo de convertirse
a sí misma en superflua?
INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS PRIMERA PARTE

La dificultad de suministrar una bibliografía sobre el diálogo procede del hecho de que la
eximen le es a la vez demasiado rica y demasiado pobre. Demasiado rica en el sentido de que, LA SOCIOLOGÍA FRENTE AL
%\ se «comete con profundidad el tema, roza los más diversos problemas filosóficos y teológicos
y, en lo que a nosotros más directamente se refiere, con toda la problemática del ateísmo. Dema- PROBLEMA DEL ATEÍSMO
•Inclo pobre en el sentido de que las publicaciones dedicadas al diálogo en general, aun siendo
muy numerosas, raramente superan el nivel de la divulgación.
Nos vemos obligados, por tanto, a remitir al lector a las bibliografías particulares que seguirán
ii los diversos capítulos de esta obra y sobre todo a la bibliografía general incluida al final de la
Nejiundn parte. Aquí nos limitaremos a algunas indicaciones acerca de la naturaleza del diálogo
y de su problemática general.
Las fuentes más notables acerca del tema son, a nuestro modo de ver, los autores que han
profundizado en la temática de la intersubjetividad. Pensemos, por ejemplo, en W. Dilthey, G. Sim-
inel, lí. Rickert, M. Weber, M. Scheler, M. Buber, G. Marcel, E. Mounier y M. Nedoncelle. Acerca
del diálogo (interpretado en la clave relativista) se impone toda la filosofía de G. Calogero.
Recordemos además:

Congiir, Y. M.-J., Le dialogue, loi du travail oecuménique, structure de l'intelligence hutnaine:


«Chrétiens en dialogue», París, 1964, pp. 1-17.
DcIcHiille, J., Essai sur le dialogue, París, 1953.
L'homme et son prochain, Actas del VIII Congreso de las Sociedades de Filosofía de Lengua
Francesa, París, 1956.
De Rosa, G., II dialogo con gli atei, Roma, 1965.
Fagone, V., I presupposti filosofici del dialogo: «La Civiltá Cattolica», 1964 (115), pp. 317-329.
Dialogo e Persona, ibíd., 1965 (116), p. 129. Dialogo e testimonianza, ibíd., 1965, pp. 215-228.
Jnvierre, A. M., Promoción concilier del diálogo ecumínico, E. Cristiandad, Madrid, 1966.
Lacroix, J., Le sens du dialogue, 3.a ed., Neuchátel, 1962.
l.clong, M., Pour une dialogue avec les athées, París, 1965.
Retif, L., Vivre c'est dialoguer, París, 1964.
Schlettc, H. R., Colloquium salutis. Christen und Nicht-Christen heute, Colonia, 1965.
Zeppi, S., II problema del dialogo nel pensiero italiano contemporáneo, Florencia, 1960.
CAPITULO I

ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL FENÓMENO DEL ATEÍSMO

por

SABINO SÁMELE ACQUAVIVA

Profesor de Sociología en la Universidad de Padua

BREVES CONSIDERACIONES PRELIMINARES

El objeto del presente ensayo es el estudio de los aspectos sociales impli-


cados en el devenir del ateísmo dentro de la sociedad industrial, es decir, de las
modalidades sociales y externas que fomentan su desarrollo, simultáneamente
con la expansión de la irreligiosidad y el declinar de la práctica religiosa. Sin
ninguna duda, estos tres fenómenos están estrechamente ligados entre sí.
El problema, sobre todo después de los estudios realizados por Le Bras
acerca de la difusión de la irreligiosidad en los medios rurales de Francia, ha
sido abordado durante mucho tiempo sirviéndose de los instrumentos de la
sociología de las religiones, disciplina que, a su vez, se vale de muchas de las
técnicas perfeccionadas y utilizadas por otras ramas de la sociología, aunque
sólo sea porque el comportamiento religioso está ampliamente influido por el
comportamiento social general del hombre, así como, a su vez, lo condiciona
cu gran medida.
Pero precisamente porque la religiosidad, con su núcleo central, la expe-
riencia de lo sagrado, es una realidad muy compleja, con infinitas implicaciones
en todos los niveles, humanos y científicos, la ciencia que la estudia se halla
más que nunca interesada en profundizar sus investigaciones sobre los proble-
mas del hombre total, tal como los proponen las restantes ciencias human.r
Así, pues, no puede existir una sociología seria de las religiones sin psicol- <
gía y, sobre todo, sin psicología social. ¿Y cómo desconocer los instrumenio
v los datos ofrecidos por la etnología, por la antropología cultural, por la hi
108 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO íoy

toria (especialmente por la historia de las religiones), por la sociología gene- modalidades. De ahí precisamente la necesidad de una simultánea e integrada
ral, etc.? profundización en los aspectos interiores y exteriores de la religiosidad.
Pero la sociología de las religiones, tanto en el plano general como en rela- Además, la problemática de la sociología religiosa se caracteriza de una
ción al problema específico que nos interesa, debe sobre todo enfrentarse con manera original, a causa de una serie de factores que, por el contrario, entran
algunos problemas, sin profundizar en los cuales sus conclusiones se muestran en una medida menos destacada en otros ámbitos científicos.
en gran parte estériles. El problema moral y, por consiguiente, también el espiritual y el filosófico,
aunque presentes asimismo en el ámbito de la sociología general, se hacen aquí
Ante todo, para establecer la sociología del ateísmo es necesario proceder a
más determinados. Como hemos hecho ya notar en otra ocasión, «la sociología
una vasta reelaboración del material que nos ofrece la historia de las religiones.
religiosa, al ocuparse del hombre como ser social, no puede por menos de ocu-
Estudiando la crisis de la religión en la sociedad industrial, debemos remon-
parse también de su filosofía, lo mismo que de su moral y de su vida espiritual».
tarnos a la génesis histórica de esta crisis, al análisis de los factores que la han
En todo individuo prevalece ora uno, ora otro elemento; ya la vida social, ya
prefigurado y predeterminado. De aquí la necesidad de escudriñar en el pasado
la vida espiritual, ya la intelectual; pero en cada uno de ellos están también
religioso de los pueblos, con el fin de formular hipótesis acerca de la génesis
presentes las características de los otros. Asimismo en todo grupo social, a fin
y los destinos de la dinámica actual de lo sagrado.
de cuentas compuesto por hombres, prevalecen uno u otro factor, los cuales
En segundo lugar es necesario profundizar en el análisis de las relaciones se influyen recíprocamente. ¿Quién puede decir dónde acaba el influjo del
entre sociedad religiosa y sociedad laica, individuando, por tanto, las relaciones componente filosófico, o incluso, en el sentido amplio, ideológico o doctrinal,
funcionales entre los diversos aspectos del vivir social, puntualizando las mo- y dónde el del componente religioso? Y en nuestro caso, ¿dónde la vida moral
dalidades que presenta el influjo de la dinámica de la sociedad religiosa sobre o social es filosofía vivida y dónde no lo es? Filosofía, vida social y espíritu a
la dinámica de la sociedad laica, y viceversa. lidad reaccionan como en círculo. La vida social modifica frecuentemente Jas
Pero, en tercer lugar, y al margen de la atención que se presta a la dinámica ideas y la vida espiritual; y la vida espiritual y las ideologías modifican la vichi
histórica y al desarrollo de la sociedad laica, considerada en sus relaciones dia- social.
lécticas con la religiosa, la sociología de las religiones, especialmente con res- A todo esto se añade, finalmente, la necesidad de observar, de analizar las
pecto al problema que nos interesa, se distingue también por la particular aten- manifestaciones exteriores o, digámoslo así, menores, cotidianas, de la religicv
ción que presta a la dinámica interior del hombre. Evolución del sentido de sidad, que en gran parte se concretan, pero no exclusivamente, en la vida litúr-
lo sagrado, de la religiosidad, significa también, en el nivel fenoménico, evolu- gica, verdadera y propia expresión externa, aunque indirecta, del sentido de
ción de las características psicológicas de la personalidad en sus variaciones lo sagrado, que se alberga, o debería albergarse, en lo más íntimo del sujeto
dentro de la sociedad industrial. Son precisamente el progreso tecnológico y que realiza el acto litúrgico, desde la oración al oficio divino.
el cambio del ritmo de la vida, de la sensibilidad y de la percepción de los he- Estas breves consideraciones son suficientes para poner en claro la necesi-
chos, actos y relaciones sociales los que inducen a tal mutación en la persona- dad de la más amplia integración interdisciplinar: la riqueza, la amplitud del
lidad, hasta hacerla significativa en el plano religioso. fenómeno religioso nos obliga, si esperamos resultados fecundos, a «tratar de
De aquí las implicaciones psicosociales en el ámbito de la sociología de las conseguir que en el planteamiento metodológico, lo mismo que en la valora-
religiones. ción de los fenómenos estudiados, actúe el más vasto y diverso aparato cognos-
En cuarto lugar, si profundizar en el desarrollo de la personalidad quiere citivo. Cabe, pues, afirmar con cierta seguridad que sólo con el bagaje de un
decir captar sus manifestaciones interiores para lograr captar en su esencia, conocimiento verdaderamente vasto y profundo del mundo cultural de la his-
al menos psicológica, estas expresiones interiores de la religiosidad, es necesa- toria, de la antropología, de la historia de las religiones, del arte, etc., es posi-
rio que ellas sean suficientemente expresadas. «Y es precisamente expresándo- ble avanzar fecundamente en el ámbito de la investigación sociorreligiosa.
se como los pensamientos, las emociones, etc., se concretan en actitudes que En una palabra: no existe sociología de las religiones sin la más amplia
pueden ser objeto del estudio sociorreligioso». Es decir, es preciso realizar un integración interdisciplinar, sin el recurso a todas aquellas disciplinas que tra-
adecuado análisis de las expresiones exteriores de lo sagrado; pero tal análisis tun de captar, en sus diversos aspectos, las características indivisibles de la
es imposible sin cierto conocimiento de las características más íntimas de sus persona humana. Estudiar el problema del ateísmo en la sociedad contempo-
I LO S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 111

ranea significa captar, con todos estos instrumentos, un momento, el de la Por otra parte, otras clasificaciones que se refieren al ateísmo como hecho
crisis religiosa que nos domina, en el milenario devenir del hombre y de la inserto en el contexto social no se diferencian mucho de las consideradas ante-
sociedad. riormente, aun habiendo sido confeccionadas en función de datos preferente-
Las consideraciones preliminares hasta aquí expuestas nos llevan necesa- mente sociológicos.
riamente a subrayar que es posible enfrentarse con el problema del ateísmo Desqueyrat, por ejemplo, distingue diversos tipos de ateísmo y construye
al menos desde dos puntos de vista: estudiando la persona y las actitudes en una escala que va desde la forma más radical del ateísmo a la religiosidad más
lns que ese ateísmo se concreta o tratando de captar sus bases lógicas o filo- intensa. En efecto, distingue:
sóficas. a) Los que niegan la existencia de Dios, sean ateos militantes o no.
Al sociólogo corresponde la tarea de estudiar más bien la actitud de las b) Los que consideran tal existencia posible o probable (la existencia de
personas, de las sociedades de las cuales brota el ateísmo, tanto en el caso de Dios se coloca en el orden de lo verdadero y de lo falso y no de lo probable).
que los individuos vivan como si Dios no existiera como en el caso de que se c) Los que afirman creer en «alguna cosa» que está por encima del hom-
dé una explícita profesión de ateísmo. bre y del mundo (Dios no es «alguna cosa» o «algo», sino «Alguien»).
Puesto que el acento se carga más sobre la actitud que sobre la idea y la d) Los ateos prácticos, que responden con un «no» a la pregunta siguien-
filosofía, el sociólogo no se encuentra necesariamente obligado a distinguir te: «Si Dios no existiera, vuestra vida (pública o privada, interior o exterior),
entre ateísmo práctico y ateísmo especulativo-práctico. A él le interesa sobre ¿se vería modificada en lo más mínimo por tal hecho?» (Un Dios así concebido
todo la actitud psicológica de aquel que, en su escala de valores, en sus actitu- es un Dios muerto).
des hacia el hombre y la naturaleza, no necesita de una «presencia» desligada Los pertenecientes a este grupo son también designados con el nombre de
de la realidad material. Tampoco le es preciso recurrir a las distinciones, tan «materialistas prácticos».
queridas para Jacques Maritain, entre ateísmo práctico, ateísmo absoluto (como
e) Los creyentes, que pueden diferenciarse en mediocres, tibios y fervo-
verdadera negación de la existencia de Dios), ateísmo negativo (como simple
rosos 3.
repulsa) y ateísmo positivo (como lucha activa contra la idea de Dios) l .
La actitud de Desqueyrat frente al ateísmo es típica del sociólogo, el cual
Con todo, naturalmente, una clasificación resulta siempre útil. En realidad,
atiende de manera casi exclusiva a la estructura psicológica de los individuos
el psicólogo medita más bien sobre una cierta gama de actitudes, de problemas
y al contexto social y cultural en que esta estructura se inserta.
sociales, de relaciones entre grupos y clases sociales, entre las cuales se inscribe
Por consiguiente, el sociólogo encuentra exactas las palabras de Jean La-
una indiferencia religiosa y una indiferencia hacia la interpretación sacral de
croix, el cual observa: «Se podría sostener, esquematizando, que existen ante
la vida, que culmina (en algunos casos, cuando el proceso de alejamiento, de
todo problemas sugeridos al hombre (por la sociedad), que comprometen su
repulsa de lo sagrado y de lo religioso es más avanzado) en una actitud atea,
existencia, y de los cuales se sigue una repulsa de Dios como elemento indis-
ya sea práctica, teórica, negativa o positiva, en conexión, una vez más, con las
pensable para la solución de estos problemas» 4. Al afirmar esto, Lacroix tiene
determinadas situaciones no sólo psicológicas y sociológicas, sino también his-
sobre todo presentes ciertas tentativas de solución política del problema huma-
tóricas, políticas, etc. 2 .
no que han pretendido resolverlo precisamente a través del ateísmo. Pero es
1
La distinción es de J. Maritain. Il'significato dell'ateísmo contemporáneo, Brescia, Morcellia-
asimismo cierto que en otros planos la sociedad industrial sugiere al hombre
na, 1950, p. 42; cf. p. 9. Acerca de las posibles distinciones en el ámbito de la problemática del a cada paso problemas análogos a los que lo impulsan, o pueden impulsarlo,
ateísmo, véase también el artículo de G. Girardi, Pour une définition de l'athéisme: «Salesianum», en el plano político al abandono de la religión.
25 (1963), pp. 47-74, al cual remitimos sin más.
2
Por otra parte, el coloquio internacional romano sobre el ateísmo, que vio reunidos a doce
El sociólogo, por tanto, considera más cierto que nunca que «tratar del
especialistas del tema, llegó a análogas conclusiones. Del largo y profundizado debate se sacó la «teísmo no puede ya significar discutir una cuestión abstracta, a propósito de
convicción de que, psicológicamente hablando, no existe el ateísmo, sino los ateísmos. La explica-
ción del origen y el significado de los ateísmos existentes varía a medida que se trate de ateísmo «le lns intervenciones más penetrantes de aquel coloquio. Cf. Colloque international romain sur
axiológico (como humanismo integral que excluye toda «alienación»), ateísmo epistemológico l'athéisme: «Lumen Vitae», 18 (1963), pp. 773-74.
(como agnosticismo de principio frente a todo tipo de trascendencia) o ateísmo semántico (que * Cf. A. Desqueyrat, La crisi religiosa del nostro tempo, Rocca di San Casciano, Cappelli,
excluye el problema de Dios como concepto sin sentido en consideración a la univocidad insupe- 1958, pp. 311; cf. p. 20.
rable del lenguaje). Las consideraciones de síntesis son de André Godín, al cual se deben algunas 4
Cf. J. Lacroix, Le sens de l'athéisme moderne, Tournai, Casterman, 1964, pp. 125; cf. p. 15
ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 113
112 S. S. ACQUAVIVA
riencia religiosa y, por consiguiente, en las razones tanto sociológicas como
la cual bastaría con establecer que es incoherente o que le falta, fundamento.
psicológicas de esta ausencia, de la que el ateísmo es sólo el índice extremo y,
Tratar del ateísmo significa más bien volver a la situación actual del hombre.
por tanto, el más llamativo. Pero precisamente porque se trata de un simple
El ateísmo es un sistema de valores vividos» 5.
índice, porque después de todo se refiere a un porcentaje relativamente modes-
Exactamente eso: valores vividos. to de personas, puede hallarse una explicación para su existencia y una explica-
Las justificaciones del ateísmo basadas en un cierto sentido común, en una ción más exacta dentro de un análisis de la indiferencia religiosa, más general.
filosofía, cualquiera que ella sea, son cosa importante. Pero el sociólogo sólo Este estudio nos ofrece cuadros interpretativos más amplios y, por tanto, más
debe dirigir su actitud hacia ellas de manera marginal, entre otras razones por- significativos.
que no es ésa su misión en el plano teorético. Por consiguiente, el interés del
sociólogo se orientará especialmente al ateísmo como sistema de valores vi-
vidos. I. DIMENSIONES DEL FENÓMENO
Al llegar a este punto hemos de advertir que para la sociología, para la
psicología, para todas las disciplinas que analizan las actitudes y las experien- 1. Dimensiones del ateísmo
cias humanas, es particularmente necesario profundizar en el estudio sobre la
falta de una experiencia del hecho religioso, de la realidad sacral, que es la ver- Antes de estudiar el proceso y la génesis de la indiferencia religiosa trata-
dadera matriz de casi todas las formas de ateísmo práctico. Más que vivir el remos de dar algunas indicaciones acerca de la consistencia del fenómeno del
ateísmo, lo cual después de todo sería tal vez una contradicción en los térmi- ateísmo, a fin de disponer desde ahora de un cuadro de su importancia social.
nos 6, el hombre no experimenta ya la realidad religiosa que lo rodea. Así, pues, El ateísmo se sitúa en una posición ambivalente respecto a la crisis de la
el ateísmo, en su paso de simple actitud práctica a actitud especulativa, aparece religiosidad: por un lado, es un producto de ella, y se difunde sobre todo en
sobre todo como una errónea toma de conciencia acerca de la falta de este tipo las zonas en las que la indiferencia religiosa es más profunda; por otro, cuando
de experiencia (religiosa). De ahí la repulsa de los valores sacrales y la lucha se transforma en ateísmo positivo fomenta y, en la medida de lo posible, ace-
contra quienes los viven. Esta última es la posición límite de los ateos positi- lera esta crisis.
vos de los que habla Jacques Maritain. Por otra parte, el ateísmo positivo está por lo general vinculado con aci i
Junto al ateísmo, y entrelazadas con él a través de una serie de relaciones ludes precisas de orden político, particularmente en la edad contemporánc ;i
en las que nos detendremos luego, existen además otras actitudes que son con el marxismo. Así, pues, donde prevalece la ideología marxista el porcentaje
expresión no ya de una simple negación de la experiencia religiosa, sino de de ateos sobre el total de la población no practicante tiende a ser superior. En
experiencias concretas laicas e irreligiosas. Dichas experiencias lo solicitan y los restantes países, el número de ateos, sobre todo de aquellos a los que Ma-
lo refuerzan en el tiempo y son frecuentemente su vehículo. Entre ellas se pue- ri tai n llamaba ateos positivos, se halla en cambio en un porcentaje más mo-
de incluir cierta gama de actitudes morales, ciertos aspectos del laicismo, etc. desto.
En este punto aparece ya bastante claro cuál debe ser el camino para abor- Un primer cuadro de conjunto acerca de la consistencia del ateísmo nos lo
dar sociológicamente el problema del ateísmo. Es preciso tratar de establecer oí recen los datos de la revista «Sondages», que nos da los siguientes porcen-
cómo y por qué una sociedad impregnada de religiosidad se ha transformado i ajes de los no creyentes en Dios para el año 1947 y solamente para cierto nú-
en una sociedad en parte desacralizada, en la cual áreas, clases y grupos sociales, mero de países 7:
considerados en gran parte como puramente descristianizados, albergan en su
seno amplios estratos que, aun con matices diversos, pueden considerarse lljiíHÍl 4% Finlandia 17' •
Auntrnliii 5% Holanda 20''
ateos. ( ¡NIIMM 5% Suecia 20'
Es, pues, necesario, en lugar de desarrollar el estudio directo del ateísmo, Hulados Unidos 6% Dinamarca 20'.
profundizar en el análisis de la indiferencia religiosa, de la ausencia de expe- Noruega 16% Checoslovaquia 23 ' :
(líen Hrrtaña 16% Francia 34 ' '•
' Cf. J. Lacroix, o. c, p. 15.
' lis difícil hablar de una experiencia psicológica vivida del ateísmo como realidad positiva < i «Sondages», 10 (1948), pp. 31-33.
tmnque sólo sea por tratarse de una negación.
i
114 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 115
Ahora bien: estas cifras están muy lejos de ser claramente indicativas. Si Zieger señala (en la Kirchliche Statistik de 1958 y para las Iglesias evan-
bien a la pregunta acerca del ateísmo es bastante elevado el número de los que gélicas) que en la Alemania comunista, y exactamente en Pomerania, se halla
responden profesándose ateos, por otra parte no parece que estos mismos ateos un porcentaje del 12,3 por 100 de nacidos que no han recibido el bautismo re-
tengan ideas claras acerca de su propio ateísmo. ligioso. El porcentaje de los mismos es del 9,5 por 100 en la Silesia alemana
Basta reflexionar sobre los datos de la famosa encuesta francesa del IFOC 8 . y del 9,8 por 100 en el Anhalt. En la República Federal el porcentaje más
Así, por ejemplo, resulta que el 54 por 100 de los ateos «no seguros» y el 20 elevado se encuentra en Baviera, con el 8,7 por 100. Buena parte de los que
por 100 de los ateos «seguros», es decir, que están ciertos de su ateísmo, no no dan nombre a sus hijos mediante el rito religioso se hallan en vías de con-
saben responder con un sí o con un no cuando se les pregunta «si Cristo es el vertirse en ateos conscientes y son, casi con certeza, ateos prácticos n.
hijo de Dios». Más o menos igual es la situación en lo que se refiere a la pre- No es mucho mejor la situación holandesa. Los «sin religión» son en Frisia
gunta acerca de la Trinidad. Sin embargo, aunque las cifras resultan frecuente- el 22,4 por 100, llegan al 43 por 100 en Groninga y oscilan en torno a una
mente exageradas y no se las puede considerar demasiado dignas de confianza cifra análoga en Amsterdam. Para toda Holanda, los sin religión eran el 17,4
en lo que respecta a la consistencia real del fenómeno, por cuanto la simple por 100 en 1947, preferentemente de origen protestante 13 .
pregunta acerca de la existencia de Dios es menos indicativa de lo que parece, La penetración de los sin religión, entre los cuales se halla la totalidad de
disponemos de hechos suficientes para afirmar que el fenómeno existe en tér- los ateos, sean prácticos o no, positivos o negativos, se desarrolla según moda-
minos más o menos modestos en todos los países del mundo. lidades análogas en otros países de Europa.
Respecto a Francia, por ejemplo, aparte la cifra general indicada anterior- El censo de 1951 señalaba ya para Austria un 4 por 100 de personas sin
mente tenemos diversas noticias parciales. religión. Se trataba en su mayor parte de individuos que, después de haber
abandonado la religión aria nazi, permanecieron luego sin adscribirse a ninguna
Para Bettelhein y Auxerre, el porcentaje de los «sin religión» (en cuyo
Iglesia.
ámbito los ateos son numerosos) se abre en abanico entre un mínimo del 10
En Checoslovaquia, el número de los individuos sin religión era ya del
por 100 y un máximo del 25 por 100 9. Ya en 1937 Le Bras señalaba, para la
6,5 por 100 en 1948 al advenimiento del régimen comunista.
diócesis de Limoges, «arciprestazgo de Saint Sulpice Les Champs», el 75 por
El censo de 1953 demostró que existía en Yugoslavia un 12,1 por 100 de
100 de no bautizados por cada cien nacidos, el 70 por 100 de funerales civiles
individuos que declaraban no profesar ninguna religión. Para ser más exactos,
y el 80 por 100 de matrimonios civiles. Entre ellos debe situarse una gran parte
con ocasión del censo de 1953, los porcentajes resultaron distribuidos en Yu-
de los ateos de estas regiones. Algunas estadísticas proporcionadas por Argy-
goslavia como sigue:
le 10 para la Gran Bretaña, también bastante contradictorias, señalan un 72 por
100 de «creyentes en Dios» y un 90 por 100 de pertenecientes a alguna Igle- Servios 15,8%
sia ". El mismo autor, para los Estados Unidos de América, destaca el 95,5 por Croatas 10,1%
100 de creyentes en Dios, lo cual reduce el porcentaje de los ateos seguros o Eslovenos 10,3%
Macedonios 15,8 %
no seguros al 4,5 por 100, cifra algo inferior a la señalada por «Sondages» Montenegrinos 39,5%
para 1947 y de la cual se ha hablado anteriormente. Yugoslavos no clasificados 4,0 %
Muy interesantes son las cifras referentes a la Alemania comunista, donde Total de Yugoslavia 12,6%
la acción del ateísmo positivo, en el sentido mariteniano, es lógicamente notable.
Parece, por tanto, que el porcentaje de ateos crece con la disminución del
• G. Hourdín, La nouvelle vague croit-elle en Dieu?: «Informations Catholiques Internatio- mvcl sociocultural de cada uno de los grupos étnicos, dato que parece digno de
nales», n. 86 (1958), pp. 11-20. i lidiarse de manera particular.
9
Cf. G. Le Bras, Etudes de sociologie religieuse, París, PUF, 1955-56, 2 vols., XIX +
394 + 280 pp. " Cf. P. Zieger, Kirchliche Statistik, en Kirchliches Jahrbuch jür Evangelische Kirche in
10
Cf. M. Argyle, Religious Behaviour, Glencoe, The Free Press, 1959, XII + 196 pp.; cf. p. 35. utschland, 1958.
" Un Gallup más reciente, señalado por Cario Falconi, da aun para la Gran Bretaña una cifra " Cf. P. van Hooydonk, De religieuze praktijk van de katholieke bcvolking in de stad
distinta (!): un 78 por 100 de creyentes. Los ateos correspondientes a los diversos tipos deberían uningcn en in het bijzonder in de Oosterparkbuurt: «Social Compasa», 5 (1957), n. 3,
, 89-119.
ser, por tanto, el 22 por 100.
116 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 117

Entre los hombres, el porcentaje de ateos es del 16 por 100, y entre las Algunas interesantes encuestas a propósito de la situación en Polonia han
mujeres, del 9,4 por 100. Las diferencias entre hombres y mujeres y los por- sido publicadas en los «Archives de Sociologie des Religions». He de mencio-
centajes absolutos de ateos (o al menos de «sin religión») son mucho mayores nar ante todo los resultados de una encuesta realizada entre 733 jóvenes, com-
en Montenegro, cuyo tipo de cultura era, y en parte sigue siéndolo, evidente- prendidos casi exclusivamente entre los dieciocho y los treinta años16.
mente menos evolucionado, y donde, por consiguiente, el enfrentamiento entre
la industrialización y la evolución política por un lado y la estructura cultural 1. Agnósticos 7,4%
preexistente por otro ha sido mayor. Ya sabemos que el concepto de que «la 2. Sin interés por la religión o sin opinión precisa 2,3 %
religión es cosa de mujeres» es más frecuente en el ámbito de cierto tipo de 3. No creyentes, pero a veces practicantes por el «qué dirán» 5,6%
4. No creyentes y no practicantes 12,3%
culturas mediterráneas, y no sólo mediterráneas, entre las cuales está compren- 5. Enemigos declarados de la religión 3,1 %
dida la montenegrina. Una actitud de este tipo es un vehículo de penetración
para el ateísmo 14. TOTAL 23,3%

En lo que se refiere a Polonia, disponemos de una serie de datos recogidos


ion mucho cuidado y extremadamente significativos. Por otra parte, se trata Considerando que el ambiente social ejerce, sin ninguna duda, cierta in-
ile cifras relativas a un período más reciente. fluencia en las respuestas, el porcentaje de los ateos (prácticos o no) es tal vi/.
Estas cifras referentes a Polonia son el resultado de una encuesta de Sta- algo inferior al que resulta de esos porcentajes.
nislaw Ossowski, profesor de Sociología de la Universidad de Varsovia. La en- Son también dignos de tenerse en cuenta los resultados de otro sondeo
cuesta, desarrollada en dos tiempos, en 1958 y en 1961, subraya un notable sobre la juventud 17. De la encuesta resultan los siguientes porcentajes:
descenso de la religiosidad en Polonia, descenso que, naturalmente, va acom-
pañado de un aumento del ateísmo 15. Católicos 78,3%
Ateos 4,3%
No se interesan por el problema 5,3 %
1958 1961 Sin opinión 11,0%
RESPUESTAS QUE PUEDEN ELEGIRSE % % Dif. Ausencia de datos 0,2%

Profundamente creyente o practicante regular ... 7,4 4,9 — 2,5


Creyente y practicante regular 25,3 13,7 — 11,6 Valen también en este caso las observaciones hechas anteriormente a pro
Creyente, pero practicante irregular 34,6 32,2 — 0,4 pósito del ambiente político social.
Creyente, pero no practicante 6,3 12,3 + 6,0
Agnóstico 7,4 8,1 + 0,7 Por desgracia, la situación no es mejor en aquellos países en los que, al
No creyente, pero practicante 4,1 4,9 + 0,8 menos actualmente, no se ejerce una presión antirreligiosa. El ejemplo más
No creyente y no practicante 10,4 14,9 + 4,5 clamoroso es el de Portugal, donde, para no dar más que un ejemplo, en la
F.nemigo declarado de la religión 1,9 3,2 + 1,3
diócesis de Beja, frente a una práctica dominical del 2,7 por 100 sobre el total
de los que están obligados a ella, el 25 por 100 de la población se declara sin
Sin embargo, es necesario subrayar que si este descenso se debe a la inten- i'-lig¡ón I8. Y buena parte de estos «sin religión» está compuesta por ateos.
sidad de la lucha antirreligiosa llevada a cabo en el plano político, su virulencia Para la Unión Soviética, y volvemos a las regiones donde prevalece el muí
está también destinada a debilitarse en proporción al debilitamiento, compro- :.mo, las cifras seguras de las que disponemos no son muy recientes. De tode
bado por esta encuesta, del interés por los problemas políticos.
" A. Píiwelczynska, Les altitudes des étudiants varsoviens envers la religión: «Archives <!•
14 . lologic des Religions», 12 (1961), pp. 107-32.
Acerca de la situación religiosa en Yugoslavia, cf. G. Castellan, Eléments d'une sociologie
nligicuse en Yougoslavie socialiste: «Annales», 4 (1959), pp. 694-709. " Los resultados son los mismos en los «Archives». Cf. J. Maítre, Un sondare polonah •
" Cf. los artículos aparecidos en «Przeglad Kulturalny», 29 (1958) y 46 (1961); asimismo altitudes de la jeuneusse: «Archives de Sociologie des Religions», 12 (1961), pp. 133-43.
en «Nova Kultura», 32, 39, 47 (1958) y 2 (1962). Una amplia síntesis de todo este estudio en '* Cf. A. Aparicio, Beja térra de mistan: «Uolclim de Informncño Pastoral», 1 (19*)''
«Qucstimlin», 5 (1962), n. 48. i t4) 21.
1 18 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 119

modos, es sabido que la expansión de la «Asociación de los sin Dios», fun- tencia de una crisis de la religiosidad, del sentido de lo sagrado, dentro de la
dada en 1925, fue rapidísima. En 1929 ya había reclutado 500.000 afiliados. cual se desliza un cierto grado de ateísmo práctico. El grado de ateísmo práctico
Y se trata probablemente, al menos en gran parte, de ateos positivos, aunque será a su vez función de la amplitud y de la profundidad de la crisis religiosa.
sin duda las consideraciones políticas han influido en favor de tal afiliación. Ante la imposibilidad de estudiar directamente el ateísmo práctico tendre-
La Asociación, que entre tanto había cambiado de nombre, contaba, en mos que contentarnos con rastrear los síntomas de la crisis de la religiosidad
1932, con 5.500.000 afiliados de edad superior a los catorce años (un 70 por o del sentido de lo sagrado. Los índices relativos al ateísmo declarado, positivo
100 de hombres y el 30 por 100 restante de mujeres). La organización juvenil o negativo, representan, por tanto, un elemento integrativo, auxiliar, respecto
contaba con 2.000.000 de inscritos. ¡Tenemos, pues, un total de 7.500.000 a los otros.
ateos militantes! 19. Pero también la crisis de la religiosidad puede ser estudiada indirectamente
La situación no ha mejorado recientemente si se tiene en cuenta que en a través del análisis de los datos relativos a la práctica religiosa.
1960, y en Estonia, el 25 por 100 de los niños no era bautizado en el ámbito Establecer el quantum de la crisis religiosa en la sociedad contemporánea,
de la Iglesia luterana, que, nominalmente, acoge al 70 por 100 de la pobla- crisis que culmina en las diversas gamas de ateísmo, es, por consiguiente, nues-
ción M. tro fin preliminar. Ese quantum deberá ser establecido a través del análisis de
Acerca de la situación de la religión en la Unión Soviética, en su conjunto, los datos que se refieren a la crisis de la práctica religiosa.
me limito por ahora a remitir al lector a las páginas siguientes. Ahora bien: las conclusiones a las que podemos llegar serán muy imper-
fectas. Basta considerar que, como hemos observado ya, podremos basarnos
solamente en índices indirectos, los cuales no serán indicativos sino con un
2. La decadencia de la práctica religiosa
amplio margen de error.
a) Los índices. Hasta ahora hemos hablado del ateísmo dando una serie Pero aun dentro de esos límites, algunas de las conclusiones a las que lle-
de cifras relativas a cierto número de países, ya que no poseemos datos seguros garemos serán lo suficientemente significativas como para permitirnos iniciar
acerca de gran número de otros Estados. Pero el hecho es que en la práctica, una primera consideración sobre las variables psicosociales que influyen en el
e inexplicablemente, no son frecuentes ni esmeradas las revelaciones que se uvance del ateísmo y que, en cierto sentido, lo determinan.
refieren al verdadero y propio ateísmo, ya sea positivo o negativo21. Las dificultades a que hemos hecho referencia se ven agravadas por el
Más frecuentes y seguros son los estudios que tienden a profundizar en hecho de que incluso los instrumentos de los que nos hemos valido para medir
la crisis de la religiosidad en cuanto tal, crisis que se ha venido estudiando la práctica religiosa no han sido nunca, ni lo son todavía, lo bastante homo-
preferentemente en uno de sus aspectos, a saber: como crisis de la práctica reli- géneos.
giosa, de la cual la difusión del llamado ateísmo práctico es una consecuencia Por otra parte, medición de la práctica religiosa quiere decir medición de
implícita. la intensidad de la participación en las manifestaciones rituales y litúrgicas en
El estudio de la crisis de la práctica religiosa debería permitir conocer al toda religión. Pero, entre otras cosas, la relación entre rito y religiosidad no
menos el porcentaje de los ateos prácticos, es decir, de aquellos que viven es la misma en las diversas religiones, por lo cual un mismo porcentaje de prác-
como si Dios no existiera. En otras palabras: deberíamos poder establecer con licu puede tener distintos significados.
cierta exactitud si entre las motivaciones del comportamiento individual no Además de esto, la religiosidad, aun manifestándose al exterior a trav
entra, consciente o inconscientemente, un cierto grado de creencia en la exis- de determinadas técnicas expresivas, sociales o individuales, no siempre sij
tencia de Dios. Pero también esto es prácticamente imposible. I carril institucionalizado de la liturgia oficial.
En cambio podemos establecer, al menos dentro de ciertos límites, la exis- De todos modos, y a pesar de estas dificultades, se puede sostener que,
Hinque es verdad que los instrumentos de medición, por su variedad y por el
" Cf. sobre este tema: S. y B. Webb, II comunismo soviético, una nuova civilitá, Turín I i verso significado que asumen en las distintas religiones, así como por su in-
F.inaudi, 1950, vol. II, 925 pp.; cf. pp. 621ss. .¡pncidad para revelar al estudioso toda la religiosidad que sobrentienden, son
» Cf. «Ordine Civile», II (I), 1960, p. 16. istificienr.es en el nivel microsociológico y, sobre todo, en el individual, tienen
11
Además de los datos sobre muchos de los países comunistas, aunque, por obvias razones,
hiles dntos no resultan con frecuencia demasiado indicativos. ii cambio cierto valor desde el punto de vista rnacrosociológico.
120 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 121

En efecto, grosso modo, la práctica religiosa está vinculada, incluso dentro Servicio divino.—La asistencia a la misa en la Iglesia católica o al servicio
de los límites mencionados, a la intensidad de la religiosidad. Así, pues, uti- divino en las otras religiones presupone, como hemos observado en otra oca-
lizando sus datos con mucha prudencia, y sin pretender hacerles decir lo que no sión a , una constante atención, que en el fluir de las semanas se presta al fenó-
pueden decir, es posible medir algunos aspectos de la intensidad de la religio- meno religioso, con un acto de voluntad que se repite en el tiempo, con regu-
sidad, pero como hecho puramente psicológico. La sociología, ciencia cuantita- laridad más o menos acentuada.
tiva, no puede hacer otra cosa que poner de relieve las manifestaciones externas
Comunión pascual.—La comunión pascual también es un índice de notable
(práctica religiosa) de una actitud psicológica interna: la religiosidad.
importancia, si bien, al faltarle la continuidad encarnada en la asistencia de la
Y nada más: los razonamientos de otro tipo corresponden, evidentemente,
misa, indica en el plano psicológico al menos una menor constancia de interés
a otras ciencias.
por la religiosidad, por no decir simplemente una menor religiosidad.
Por consiguiente, en los casos en que el problema de la religiosidad y de
sus índices es abordado en relación a un individuo particular, bien poco pode- Actos solemnes.—Una vez abandonado el precepto pascual, en la mayoría
mos hacer con los instrumentos de que disponemos. El análisis de su práctica de los casos el sujeto no se aleja ulteriormente de la Iglesia y de la religión. En
religiosa resulta totalmente insuficiente para conocer con cierta precisión la ocasiones, sin embargo, el alejamiento es más amplio, como cuando se abando-
intensidad de su religiosidad. Por otra parte, en los casos en que el estudioso nan incluso los actos solemnes que caracterizan los puntos culminantes de lu
pretenda analizar grupos restringidos, el estudio de la práctica religiosa no vida: bautismo, matrimonio religioso y sepultura eclesiástica24.
significa sino uno de los instrumentos de los cuales es posible servirse para Como hemos observado en otro lugar, se podría recordar «en primer tc'i
conocer la actitud psicológico-religiosa del grupo. En cambio, en el nivel ma- mino el bautismo, no porque se pueda dar un orden efectivo y válido con segn
crosociológico, los índices de los que se echa mano de ordinario parecen ser rielad de graduación en importancia y significatividad sacral al bautismo, al ma
suficientes en relación, precisamente, al amplio margen de aproximación dentro Irimonio o a los funerales (considerando, por consiguiente, como signo de nías
del cual son utilizados. radical irreligiosidad el abandono de los dos últimos)», sino porque su conexión
Pero ¿cuáles son estos índices de los que podemos valemos para estudiar con la religiosidad en la mentalidad de la mayoría de los fieles tibios se esfuma
la religiosidad? casi en la nada. Frecuentemente, los que conservan cierta religiosidad no bauti-
Evidentemente, los índices son variables según las religiones, y con fre- zan o bautizan muy tarde a sus hijos, en tanto que los que han perdido prácli
cuencia incluso dentro de las mismas religiones, en el espacio y en el tiempo. camente casi todo sentido de lo sagrado, o del sentido sagrado del acto, a m
Los mismos índices podrán asumir diverso significado de un lugar a otro y en nudo los bautizan por costumbre, dando al bautismo un valor casi folklório
diversos siglos. Estas simples consideraciones nos enseñan que, en realidad, su La repulsa del matrimonio religioso puede, por razones obvias, no ser ii
individuación precisa exigiría un análisis cuidadoso antes de poder establecer dicativa. Lo es en cambio la repulsa del funeral religioso. Frente a la mueri
la clase de índices que es conveniente utilizar. Por desgracia, en la práctica, tal propia o de los seres queridos, es difícil adoptar actitudes engañosas.
análisis preliminar sería totalmente inútil en cuanto que, dado el estado de las
b) Las dimensiones del fenómeno. Estos son, por tanto, los tres grupos
cosas, y puesto que debemos valemos de los datos disponibles, las posibilida-
de índices de los cuales ha de servirse el que desee medir la intensidad de In
des de elección son limitadas. Las encuestas realizadas hasta ahora se limitan
práctica religiosa y obtener indicaciones acerca de la religiosidad de la sociedad
a reclamar algunos parámetros comunes de base, que es forzoso admitir sin
cu general y sobre todo de aquellas sociedades que, de un modo u otro, hayan
modificaciones o integraciones. La gama de los parámetros se ve ulteriormente
nido afectadas por el ateísmo en un grado más o menos sensible.
restringida por el hecho de que las investigaciones hasta ahora realizadas se
refieren casi exclusivamente al cristianismo, sobre todo al catolicismo, por lo
cual ni siquiera se puede hablar de aceptar o de rechazar índices relativos a otras (en rl-cunl se da también la enumeración de los indicios básicos de la práctica), Milán, lidivilnm
• II Giiiiunitá, 1961, XII + 322 pp. Ivi, 2." ed., 1966, 380 pp. Las referencias de las notas rcinltn.
religiones. Los parámetros que es posible tener en cuenta se reducen, grosso ' i primera edición de 1961, XII + 322 pp.
modo, a los siguientes 2 : " I .UN observaciones que mencionamos en nuestro libro ya citado se bailaban ya en Chellni
i ¡on/.ález. Cí. J. Chelini, La villa et l'Eglise, París, Editions du Cerf, 1958, 364 pp.; cf. p, 21"
" Un análisis preliminar más amplio y sustancial del problema de la relación entre religiosidad i iiii)/álr'/, lil precepto de la misa en la diócesis de fíilkao, 1952, 35 pp.
y práctica religiosa se encontrará en S. S. Acqnaviva, L'ecltssi del sacro nclla societá industríale " (!f. S. S. Acqunviva, o. c, p. 63.
122 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 123

Tratamos de exponer, o simplemente de señalar (puesto que el espacio ción no es, sin embargo, catastrófica, si bien el número de los que no cumplen
disponible no nos permite una exposición exhaustiva de la vastísima documen- con el precepto pascual es un múltiplo de los que sí lo cumplen. En una parro-
l ación existente), los resultados de las encuestas realizadas hasta la fecha en quia de Río, por ejemplo, los que cumplen con los «actos solemnes» son el
diversas partes del mundo, encuestas que permiten precisar el grado de aban- 53 por 100 y los que asisten a misa y cumplen con Pascua el 31,2 por 100.
dono de la práctica religiosa y, por tanto, el grado de ateísmo, ya que éste, como Respecto a Chile, Ramírez considera como buena una parroquia en la que
hemos observado, es sólo el aspecto más evidente de aquél. la práctica religiosa llegue al 10 por 100 de los obligados y a una comunión al
No será posible, ni por otra parte necesario, presentar un cuadro completo. año por feligrés (como término medio)28.
('.onsideramos suficiente ofrecer algunas cifras para los países más significativos En Cuba, la encuesta de 1954 M demostraba ya que el número de los prac-
v para aquellos de los que poseemos datos más exhaustivos. ticantes era muy bajo. Sólo el 54 por 100 de los cubanos había hecho su pri-
La amplitud del abandono de la práctica religiosa será, pues, tratada en las mera comunión y sólo el 48 por 100 «estaba seguro de que era bueno casarse
páginas siguientes como la dimensión social y psicológica del ateísmo. por la Iglesia».
Las cifras que daremos, sin embargo, no serán ni muy analíticas ni exhaus- Y llegamos a Francia, que ofrece el estudio más completo y más represen
tivas. Tenderán a ofrecer un cuadro de conjunto más que un análisis detallado lativo gracias a la seriedad del bagaje técnico y metodológico con que se han
ile la situación. Con todo, tendrán cierto carácter informativo y orientador. realizado las numerosas encuestas en este país.
Austria no presenta una práctica religiosa muy intensa. Junto al 4 por 100 Ya Boulard señalaba para toda Francia un 34,2 por 100 de cumplidores
i)c individuos sin religión o de religión desconocida (eran el 1,7 por 100 en Je! precepto pascual entre la población superior a los catorce años. Para los
1934 y el 0,2 por 100 en 1910) del que se ha hablado, tenemos un 89 por 100 mayores de veintiuno el porcentaje descendía a cerca del 30 por 100. Boulard
de católicos (que eran el 90,5 por 100 en 1934 y el 93,7 por 100 en 1910) con afirmaba asimismo que el 3 por 100 de los franceses con ascendientes católicos
una práctica religiosa media del 34,5 por 100 para la misa y del 46,5 por 100 no reciben el bautismo.
para la comunión pascual sobre el total de los obligados a ella. El porcentaje La práctica religiosa es más elevada en ciertas regiones, especialmente en
asciende, respectivamente, al 41,5 por 100 y al 60 por 100 para la diócesis de las zonas próximas al Atlántico (Bretaña) y a la frontera alemana y belga, mien-
St. Pólten, y desciende al 23,5 por 100 para los asistentes a misa en la dióce- i ras que alcanza extremos mínimos, entre el 4 por 100 y el 20 por 100, en
sis de Viena25. l'urís y en ciertas regiones casi completamente descristianizadas30.
No es distinta la situación de Bélgica, que, aun dentro de límites no muy
i'iofesor de la Universidad de Sao Paulo, de Brasil, confirma la persistente vitalidad religiosa
vastos, señala cierta difusión del abandono de la práctica religiosa, que corre • n vastas zonas del Brasil agrícola, todavía no secularizado psicológicamente por la revolución
parejas con un principio de ateísmo2Ó. industrial. Cf. asimismo T. de Azevedo, Catolicismo no Brazil, Río de Janeiro, Ministerio de
No nos detendremos en todos los países de la América latina. Ante todo Munición y Cultura, 1955, 70 pp.; Tiago G. Colin, Aspects socio-religieux et sociographiqucs du
"rhil: «Social Compass», 5 (1958), nn. 5-6, pp. 200-36, sobre todo en pp. 223 y 227. «En el
mencionaremos el Brasil, respecto al cual existe cierto número de interesantes • nimio número reviste particular interés, en relación al nacimiento de formas de religiosidad
estudios que confirman el gran abandono de la práctica religiosa27. La situa- iiintitulas con fenómenos sociocognoscitivos propios de la sociedad moderna, un ensayo dedicado
•I espiritismo»; cf. B. de Kloppenburg, Der brasilianische Spiritismus ais religióse Gefabr: «Social
" Cf. E. Bodzenta, Die Katholiken in Osterreich, Viena, Herder, 1962, 94 pp. Minpnss», 5 (1958), nn. 5-6, pp. 237-55.
" A. Collard, La premiére carte de la pratique religieuse en Belgique: «Lumen Vitae», 7 I'HIII una información más detallada remitimos a los estudios de N. Boér, Introducao a socio
(1952), 644 pp.; id., Carte de la pratique dominicale en Belgique par localité, Mons, Editions du •líiii religiosa, Sao Paulo, Herder, 1955, 286 pp. En un apéndice, N. Boér incluye un interesante
Di manche, 1952. Acerca de los problemas de la sociología religiosa en Bélgica, cf. además N. de iludió sobre una parroquia de Sao Paulo.
Volder, La sociologie religieuse en Belgique: «Actes du IV° Congrés de Sociologie Religieuse», " Cf. H. Muñoz Ramírez, Sociología religiosa de Chile, Ediciones Paulinas, 1957. Sin embargo,
huís, Editions Ouvriéres, 1955; y asimismo P. Chalón, Implantation de la sociologie religieuse i laminen verdad que la religiosidad en los países de la América latina, lo mismo que en los
en Belgique: «Social Compass», 6 (1959), nn. 4-5, 164 pp. Cf. también F. H. Houtart, Les parois- MÍHCH del Mediterráneo, puede asumir otras formas externas.
w.v de Bruxelles: «Bulletin de l'Institut de Recherches Economiques et Sociales» (noviembre " I i nenes la nacional sobre el sentimiento religioso del pueblo de Cuba, 1954, 79 pp.
1955), p. 671ss.; J. Dumont, Sondage sur la mentalité religieuse d'ouvriers industriéis en Wat- '" Aceren del problema de la intensidad de la práctica religiosa en Francia, cf. asimismo
lome, en el vol. Vocation de la sociologie religieuse, V Conferencia Internacional de Sociología Miiltrc, Le dénombrement des catholiques praliquants en France: «Archives de Socilogie des
Religiosa, París, Casterman, 1958, pp. 77-113. • lljiinns», 2 (1957), n. 3, pp. 72-97: «Todo el variado concurrir de los factores que contribuyen
17
Cf. M. I. Pereira de Queiroz, L'influence du milieu social interne sur les mouvemcnts Ifscristianización es analizado en su ensayo de reciente publicación». Cf. L. J. Lehtet, l.<i
messianiques brésiliens: «Archives de Sociologie des Religions», 5 (1958), pp. 3-30. La abundan- • en transilion (¿lapes d'une recherebe), París, Les Editions Ouvriéres, 1957, 168 pp.,
(¡n de los movimientos mesiánicos en el Brasil, testimoniada por el ensayo de Pereira de Queiroz, lamente vinculado a lu problemática francesa.
124 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 125

En todo caso, existe una increíble serie de estudios que se refieren, entre Metz", Nancy49, Nizaso, París 51 , Poitiers H , Puy 53 , Ríve de Gier M, Roanne 5 \
otras, a las ciudades o regiones de Annecy31, Arles 32> Autun 33 , Burdeos34, Rouen M, St. Etienne S7, Estrasburgo58, Toulouse59, Vendenheim 60, Versalles 61,
diócesis de Coutances 35, Dijon x, Jura 37 , Grenoble 38, Ivry 39 , Lampertheim "°, etcétera 62.
Landernau41, Langres42, Lille43, Lyon44, Lieja45, Libourne46, Marsella4?,
48
Cf. J. Leclerc, Pratique religieuse a Metz et dans les environs durant le XIX" siécle: «Revue
" Cf. el ensayo Álbum de sociologie religieuse, Annecy, Secretariado Social, 1951, 51 pp. más Ecclésiastique du Diocése de Metz», 1958, pp. 111-18; 301-16, donde se dan algunas cifras intere-
19 mapas. Se señala para 1862 una práctica de más del 75 por 100; hoy, con cimas negativas del santes sobre la práctica religiosa durante el siglo xix. La práctica, escasa anteriormente, asciende
20 por 100, es en general superior al 50 por 100. durante el Imperio y la Restauración (60 por 100), decayendo entre 1830 y 1848 hasta el 30 por
" A. Aubei't, Etiquete de sociologie religieuse d'Arles-ville, 38 pp. con 6 de grabados, tirado 100. El ascenso, discreto durante la segunda República y el segundo Imperio (50 por 100), con-
¡i ciclostil. tinúa durante el dominio germánico, llegando hasta el 70 por 100. Con el retorno a Francia des-
" J. Paquet y L. Rhéty, La pratique dominicale dans les zones urhaines de Sdone et Loire, pués de la segunda guerra mundial decae rápidamente, estabilizándose hacia 1930 en el 33 por 100
Autun, Direction des Oeuvres, 1956, vol. I, 38 pp. poco más o menos.
14 49
P. Gouyon, La pratique religieuse de l'agglomération bordelaise, Burdeos, Maison des Oeu- Los resultados han sido publicados en el «Bulletin Paroissial de Nancy», marzo-abril, 1954.
so
vres, 1957, 88 pp. Anónimo, Diocése de Nice. La pratique dominicale. Enquéte de sociologie religieuse, 1954,
" Cf. VV. AA., Coutances, sociologie et pastorale, Coutances, 1958, 99 pp. más 18 cuadros. Niza, Direction des Oeuvres, 1959, 108 pp.
H 51
L. M. Luchini, L'agglomération dijonnaise. Essai de sociologie, Dijon, Secrétariat de la Y. Daniel, Aspects de la pratique religieuse a París, París, Editions Ouvriéres, 1952,134 pp.,
Mission, 1959, 78 pp., 17 mapas y planos M. Desabie, Sociologie religieuse dans la Seine: recensement du 14 mars 1954: «Revue de l'Action
" S. Ligier, Recherches sociologiques sur la pratique religieuse du Jura, cuatro cuadernos a Populaire», 120 (1958), pp. 215-35.
multicopista, 20 cuadros, mapas y gráficos. De este trabajo, que se puede consultar en casa del 52
Sociologie et pastorale: Diocése de Poitiers, Poitiers, 1959, 72 pp., 10 cuadros y 12 mapas.
iwtot (Lons-Le Sauniet, Boulevard Jules Ferry, Francia), sólo hemos tenido noticias indirectas. La práctica religiosa se mantiene en términos aceptables en buena parte de la diócesis. En el
" J. Perrot, Grenoble, essai de sociologie religieuse; études des complexes sociaux, Grenoble, cantón de Chátillon, por ejemplo, practican el 50 por 100 de los funcionarios y de los empleados,
I''53, en casa de la autora. No hemos consultado este manuscrito, pero conocemos indirectamente el 82 por 100 de los obreros y el 97 por 100 de los agricultores. La práctica media es, sin embargo,
su contenido. inferior al 40 por 100.
™ M. Delbret, Ivry, ville marxiste et présence de l'Eglise: «Parole et Mission», 10 (1958), " J. Chelini, o. c.
pp. 367-82. " La pratique dominicale dans VArcbiprété de Rive de Gier, Lyon, Institut de SociologiV
40
O. D'AUerit, Une enquéte de sociologie religieuse en milieu rural: Vendenheim et Lam- 11'59, 17 pp. más dos de gráficos.
pertheim, en Paysan d'Alsace, Estrasburgo, 1959, pp. 523-57. Forma parte de una tesis doctoral 55
R. Daille, Pratique dominicale dans l'agglomération de Roanne, Lyon, Institut de Sociolojii
sobre la práctica religiosa en Alsacia entre 1900 y 1958. 24 pp.
41
Th. Gelebart, La pratique dominicale a Landernau d'apres la consultation paroíssiale du 20 " M. Quoist, La ville et l'homme, París, Editions Ouvriéres, 1952. El estudio se refiere tm
octobre 1957, Landernau, 1959, 20 pp. más 13 cuadros, 13 figuras y u n mapa. tolo al proletariado de Ruán.
42
Anónimo, La Haute Mame, le diocése de Langres. Conclusión d'une enquéte de sociologie " Un resumen de los resultados apareció en «L'Essor» del 17 de mayo de 1953.
religieuse, Langres, Secrétariat de l'Evéché, 1959, 66 pp. más 16 mapas y gráficos y 7 cuadros. 11
P. Winninger, Eléments de géographie religieuse de l'agglomération strasbourgeoise. 1
Resulta interesante comprobar que en esta diócesis se ha producido un aumento del 3 por 100 aitholicisme: «Bulletin de l'Association Géographique d'Alsace», 1956, n. 3, pp. 16-20; cf. ÜM
en la práctica religiosa con respecto al año 1936. mismo F. G. Dreyfus, Le protéstanosme alsacien: «Archives de Sociologie des Religions», •
41
J. Verscheure, Aspects méthodologiques d'une enquéte menee dans le diocése de Lille sur (1957), pp. 57-71. Según los datos suministrados por este autor, la práctica media de los prou
la pratique religieuse: «Lumen Vitae», 6 (1951), pp. 239ss.; cf. id., Lille, pratique dominicale. tintes de Alsacia es del 25 por 100 en el campo y del 10 por 100 en las ciudades. Más exactamenii
Aspects sociologiques, 1956, 50 pp. y 46 cuadros, en casa del autor. También acerca de este trá- Estrasburgo ciudad registra una práctica regular del 10,3 por 100.
balo tenemos sólo noticias indirectas. Más recientemente Verscheure ha publicado, con Deprost El suburbio señala una práctica regular del 28 por 100, igual a la del campo.
y Tnuillé, una encomiable encuesta sobre la práctica en la diócesis de Lille, cuya lectura recomen- Los fieles que asisten a las grandes solemnidades son respectivamente el 30, el 25,8 y el
damos. Cf. J. Verscheure, Deprost, Traullé, Aspects sociologiques de la pratique dominicale, 32 por 100. En líneas generales, se verifican fenómenos análogos a los producidos entre los ca-
Diocése de Lille, Lille, Oeuvre Diocésaine d'Etudes Socio-religieuses, 1961, 377 pp. tólico». Para el caso específico de Alsacia es necesario, sin embargo, advertir que la práctica de
44
J. Labbens, Les 99 autres, ou l'Eglise aussi récense, Lyon, Vitte, 1954, 13 pp. Después de toi católicos es, como término medio, mucho más alta.
esta primera relación han aparecido trabajos más detallados, vinculados con cada uno de los pro- " Los resultados han sido publicados en «La Semaine Catholique», 4 de marzo de 1955.
blemas. Cf. a este propósito, J. Labbens, La pratique dominicale dans l'agglomération lyonnaise: "" Cf. o. c. en la nota 40.
I. L'équipement religieux, 1955, 38 pp.; I I . Paroisses et chapelles, 1956, 53 pp.; I I I . L'instruc- "' Le diocése de Versailles. Sondages historiques. Recensement de pratique religieuse de 195-1,
tion, la ville et les pratiquants (en colaboración con R. Daille), 1957, 47 pp. Ctinclusions pastorales, Versalles, Evéché de Versailles, 1959, 75 pp.
" P. Minon, Le peuple liégeois, structures sociales et altitudes religieuses, Lieja, Secrétariat " Un cuadro completo de las encuestas francesas ha sido desarrollado por M. J. Maltre, bujo
Intcrparoissial, 1955, 127 pp. Lieja, sin embargo, pertenece a Bélgica. I» dirección de Le Bras, dentro del Grupo de Sociología Religiosa de París. Acerca de los proble-
48
P. Gouyon, La pratique religieuse d'une petite ville girondine, Libourne, Libourne, 1955. ma» Hctirralcs, cf- asimismo F. Malley, La pratique religieuse dans les grandes villes jrancaises:
" L. Gros, IM pratique religieuse dans le diocése de Marseille, París, Editions Ouvtiéres, 1954, «li'AfUtttltté Religieuse dans le Monde», 1955, n. 62, pp. 17ss.; y también en J. Mnitre, Les
107 pp.; cf. también J. Chelini, Genése et évolution d'une paroisse suburbaine marseillaise Le úéttoinbremaits des catholiques pratiquants en Vrancc: «Archives de Sociologie des Religions», 3
fían Vaslcur, Marsella, Imprimeric Léon, 1953, 164 pp. (1917), pp. 72-95.
126 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 127

Respecto a Alemania, disponemos de una serie de cifras extraordinariamen- No es distinta, sino incluso peor, la situación en la Gran Bretaña. Ward
te interesantes, recogidas por Greinacher63. Por el momento nos parece sufi- resumió el estado de la práctica religiosa en la Gran Bretaña apoyándose en los
ciente dar el cuadro de conjunto compilado por él para un período de catorce resultados de algunas encuestas periodísticas.
años y publicado por la revista «Social Compass».
SERVICIO DOMINICAL. RESULTADO DE ALGUNAS INDAGACIONES

EVOLUCIÓN DE LA PRACTICA RELIGIOSA EN ALEMANIA, 1946-1960 PORCENTAJE DE LOS ADULTOS


QUE DECLARARON ASISTIR
DENOMINACIÓN DE LA ENCUESTA
PORCENTAJE DE PORCENTAJES DE ASISTEN- Todas
COMUNIONES PASCUALES CÍA A LA MISA DOMINICAL COMUNIONES ENTRE las semanas Nunca
SOBRE E L TOTAL DE SOBRE EL TOTAL DE LOS CATÓLICOS
LOS CATÓLICOS LOS CATÓLICOS «News Chronicle», encuesta nacional 14
«News Review», encuesta nacional 14,4 4,9
Alemania Alemania Alemania Alemania Alemania Alemania Institute of Public Opinión, encuesta nacional 15 —
Oriental Occidental Oriental Occidental Oriental Occidental líncuesta del cuestionario Gorer 15 39,5
Encuesta por entrevista en el Derby 13 27,0
1946 48,8 45,1 — 12,0 — Kncuesta por entrevista en un barrio de Londres ... 11 61,0
1947 51,0 — 46,4 — 12,1 — Hncuesta entre las jóvenes amas de casa:
1948 52,7 47,3 — 12,7 — Londres 14 69
1949 53,8 56,3 48,7 51,1 12,8 13,4 I.ceds 18 56
1950 54,2 56,2 48,7 50,7 12,9 13,4 Bhmingham 13 64
1951 54,2 56,0 48,3 50,1 12,9 13,3 Censo de York 13 —.
1952 54,1 55,9 48,2 49,9 12,7 13,1 Censo 10,5 —
1953 53,9 55,5 48,1 49,7 12,5 12,8
1954 53,7 55,2 47,9 49,4 12,4 12,7
1955 53,1 54,4 47,2 48,6 12,0 12,3 Más intensas son, sin embargo, las diferencias entre las diversas confesio-
1956 52,7 53,9 46,6 47,9 12,0 12,2
1957 52,5 53,7 46,4 47,6 12,1 12,3 nes religiosas.
1958 52,2 53,4 45,9 47,1 12,3 12,4
1959 52,0 53,1 45,6 46,8 12,4 12,5
1960 51,3 52,4 45,2 46,3 12,5 12,6 Iglesia anglicana Iglesias libres Iglesia católica
(práctica en %) (práctica en %) (práctica en %)

«Nrws Chronicle» 9 20 44
Por tanto, la práctica, después de un aumento en el período posbélico, ha «New» Review» 7,9 14,2 52
descendido lenta pero regularmente. Unliy 7 23 51
I'"'iicstn Youth and Religión entre la ju-
i'i'iilud urbana comprendida entre los
" Cf. N. Greinacher, L'évolution de la pratique religieuse en Allemagne aprés la guerre: «So- 'liiincc y veinticuatro años 73
cial Compás», 10 (1963), pp. 345-55.
Acerca de Alemania, véase también, entre otros, el resultado de las encuestas del «Institut für
Dcmoskopic» que, en la de 1952, formuló la siguiente pregunta: «¿Frecuenta usted el servicio Se pasa de un porcentaje (de asistentes a misa y presentes en el servicio
divino?» El 52 por 100 de los interrogados respondió que regularmente; el 23 por 100, irregular-
mente; el 17 por 100, raras veces; el 1,8 por 100, nunca. Según este mismo instituto, el 68 por 100 rrl¡n¡i»so) del 9-7 por 100 para la Iglesia anglicana a un porcentaje del 44-51
de los católicos cumplió en 1955 el precepto pascual. Como se ve, las cifras difieren de las men- l"n 100 para los católicos y, sin más, al 73 por 100 para los jóvenes*4.
cionadas anteriormente. Aquéllas se referían al total de la población, mientras que éstas corres-
ponden a los obligados únicamente.
La Kirchliche Statistik de Zieger señalaba, para 1958, y para los protestantes, un porcentaje ' I,IIN dalos referentes a la Gran Bretaña se han obtenido, en gran parte, del ensayo de sin-
de asistentes a la Santa Cena variable entre el 28 por 100 en Sajonia y el 14 por 100 en Schaum- «Ir (.'. K. Ward, Church Attendance in Great Britain: «Sociología Religioso», 3 (1959),
burg-Lippe. Cf. P. Zieger, Kirchliche Statistik, ya citado. Z994,
ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 129
128 S. S. ACQUAVIVA

Muy diversa es la situación en Escocia, donde, por ejemplo, el 70 por 100 fredonia, que señalan una práctica que oscila entre el 78,5 y el 30 por 100 7";
de los católicos es todavía practicante65. el estudio realizado en la diócesis de Volterra, con el 20,77 por 100 de asisten-
Mencionemos finalmente, y de nuevo con respecto a Gran Bretaña, que una tes a misa en la capital y el 21,58 por 100 en toda la diócesis sobre el total de
encuesta Gallup sobre una muestra de 2.250 personas señaló el 78 por 100 los obligados71, y otros estudios menores72.
de creyentes en Dios, el 71 por 100 en la divinidad de Cristo y el 54 por 100 No mucho mejor es la situación en Holanda, donde la región menos prai
en ln existencia de otra vida. ticante, Frisia, presenta entre los católicos una práctica del 23,5 por 100"
Respecto a Italia, no existen muchos estudios detallados, aunque por for- Más aún, ciertas zonas señalan un índice de práctica que supera un poco ¡ii
tuna algunas encuestas Doxa permiten reconstruir un cuadro de conjunto. De 10 por 100.
particular interés es el sondeo realizado por la Doxa el 26 de febrero de 1962 Dejando a un lado a Polonia, para la cual remitimos el cuadro correspon
y publicado en el número 3-4 del boletín de dicho Instituto. De la encuesta diente, ya citado, que da las cifras de la cuidadosa encuesta llevada a cabo poi
resulta que el 53 por 100 de los italianos adultos frecuenta la iglesia. De ellos, Stanislaw Ossowski, llegamos ahora a Portugal.
el 45 por 100 son hombres y el 61 por 100 mujeres. Lisboa (centro) presenta una práctica del 17,9 por 100. El resto del pa-
Pero aparte de esos sondeos sobre muestra, los estudios sobre el terreno triarcado, un 16,7 por 100. Más allá de la faja costera, que ofrece una discreta
son pocos y, frecuentemente, modestos. El mejor sigue siendo el de Aldo Leoni práctica, oscilante entre el 46 y el 34 por 100, la situación va empeorando
sobre Mantua 66, que señala una práctica media del 37 por 100 sobre el total A lo largo del Tajo, la práctica queda reducida al 10 por 100, y en much;r
de los obligados al precepto de los días festivos. Los cumplidores del precepto parroquias el porcentaje de la práctica masculina desciende al 2-5 por 100.
pascual oscilan entre una media del 69 por 100 en la zona alta mantuana y el En particular, la situación es muy precaria en la zona de Beja, donde l.i
51 por 100 en la zona baja. La práctica religiosa ha descendido notablemente práctica dominical no sobrepasa el 2,7 por 100. El 25 por 100 de la población
desde la época de los primeros datos, que corresponden al período 1880-1882. se declara sin religión, mientras que en algunas zonas se da un 85 por 100 de
En Mantua ciudad, por ejemplo, la práctica ha descendido del 61 por 100 al nacimientos ilegítimos. La decadencia de la religiosidad va unida, como ocurre
35 por 100. Mencionemos también otro importante y riguroso trabajo llevado en otras muchas zonas (recordemos el caso de Montenegro), a una situación
a cabo por Antonio Donini en Roma. Este, para la parroquia de Santa María cultural y social desastrosa. Basta pensar que el analfabetismo alcanza en todo
alie Fornaci, ha encontrado una práctica regular en el 51,8 por 100 de los obli- Portugal el 44 por 100, con cifras más altas en muchas zonas, que coinciden
gados, a lo cual se añade el 25,6 por 100 de personas que cumplen solamente con los porcentajes de más elevada irreligiosidad74. En Odemira, por ejemplo,
el precepto pascual. el 80 por 100 de las familias se forma fuera de la Iglesia. Entre las poblaciones
luíales de la diócesis de Lisboa, la práctica variaba en el año 1956 entre el
Tenemos, pues, un total del 77,3 por 100 67 .
Recordemos asimismo los resultados de los estudios realizados por nos-
" Cf. S. S. Acquaviva, Vieste e Manfredonia: «Sociología Religiosa», 2 (1958), pp. 145-46,
otros en Alessandria, con el 48,3 por 100 de cumplidores del precepto pas- ' A. Bagnoli, Insegnamento di una statistica e rilievo statistico sulla jrequenza alia Messa:
cual w ; en la zona de Rovigo, con el 73,9 por 100 m, y en Padua, con el 78,8 .llollflino Diocesano di Volterra», 32 (1952), pp. 101-104; 122-27. Hay que notar que en esta
por 100. Mencionemos también los datos para las diócesis de Vieste y Man- iliúrcsis la práctica oscila entre un máximo del 48,29 por 100 y un mínimo del 9,63 por 100.
" A este propósito remitimos a un reciente artículo de Silvano Burgalassi que cita precisu-
ini'iilc algunas investigaciones respecto a Cremona, Pistoia, Bérgamo, Lucca, Treviso, Massii,
Cliiirncin, Ollia, Roma, Nuoro, Ñapóles, Palermo, Fermo, Larino, Teramo, Matera, Monopoli
"' J. Aubry, Renaissance catholique en Ecosse: «Etudes», 1957, n. 1, pp. 73-90.
M IIHIIIII, Siracusa, Mesina, Patti, Pozzuoli, Sorrento, Ñola, Crotona, Imola, Forli, Rímini, R t w
A. Leoni, Sociología e geografía religiosa di una diócesi. Saggio sulla pratica religiosa nella
l'.miliii, Parma, etc. De todos modos, téngase presente que tales ensayos, por lo general, ofiwi.
tliocesi di Mantova, Roma, Universitá Gregoriana, 1952, XIV + 224 pp. más 15 cuadros.
67 un panorama de la religiosidad más bien impreciso y con frecuencia escasamente digno de tcncisi
Cf. A. Donini, Práctica y actitudes religiosas. Estudio sociológico de Sancta María alie «MI cuenta, por lo cual parece todavía prematura la tentativa de ofrecer (como hizo, por cjcmpln
Vornad, en el «quartiére» Aurelio de Roma: «Sociología Religiosa», 7 (1961), pp. 101-142; 8 U rcvÍNiu «Vita») un cuadro de conjunto.
(1962), pp. 9-172.
'" S. S. Acquaviva, Alcune note introduttive al problema dello stato della pratica religiosa " O'. P. Van Fíooydonk, De religieuze praktijk van de katholieke bevolking in de stad Gro
nclla repone di Alessandria: dati slatistici e sociologici: «Sociología Religiosa», 1 (1957), Hlnjym en in het bijzonder en de Oosterparkbuurt: «Social Compass», 5 (1957), n. 3, pp. 89-119.
pp. 141-47. " Cf., entre otros, A. Aparicio, Beja térra de missao: «Bolletim de Informado Pastoral», 1
" S. S. Acquaviva, Dati sociologico-religiosi della regione polesana: «Sociología Religiosa», 2 íl'll')), pp. 19-23; véase también En via de descristianizacáo as regiocs niais praticantes de Por-
(1958), pp. 139-47. I «llolctim de TnformacSo Pastoral», 2 (1960), n. 7, pp. 16-20.
130 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 131
38 por 100 en el Norte y el 1,2 por 100 para los hombres y el 5,8 por 100 de Friburgo) viene a ser del 33 por 100 más o menos. Al valorar esta cifra es
para las mujeres en el Sur75. preciso tener en cuenta el menor significado que tiene en el mundo protestante
La situación mejora en España. Aunque para este país no disponemos de el oficio divino.
datos muy exactos, los que se conocen son bastante significativos. La conexión entre Suiza y Suecia es puramente... alfabética. La práctica
Mencionemos algunos de ellos. religiosa en este último país es bajísima. Una relativamente reciente encuesta
En la diócesis de Santander, el porcentaje de los practicantes es del 48,4 realizada en Estocolmo (el 18 de noviembre de 1962) ha permitido comprobar
por 100, con una gran diferencia entre hombres y mujeres. Los arciprestazgos una presencia global en la misa o en los oficios divinos del 2,6 por 100 sobre
mineros presentan una práctica del 33,2 por 100; los industriales, del 40,4 el total de la población. El porcentaje es más alto entre los católicos81.
por 100; los de los pescadores, del 43,2 por 100; los agrícolas, del 55,5 por
En la Unión Soviética, según las afirmaciones del Patriarcado de Moscú,
100 76.
la práctica religiosa parece ser, como término medio, del 25 por 100 contra
En Bilbao (diócesis), la práctica alcanza el 55,8 por 100 sobre el total de
el 60 por 100 del período anterior a la revolución.
los obligados". En Madrid, en la barriada de Pacífico, el porcentaje de los
que cumplen con el precepto pascual es del 53,65 por 100 78. El suburbio de Cabría la posibilidad de añadir algunos datos más con respecto a otros paí-
Barcelona muestra una práctica religiosa en los adultos del 5 por 100, y global ses, tanto católicos como protestantes, o también relativos a las religiones no
del 10,4 por 100. Mataró, en fin, da una práctica de la población local del cristianas. Pero el cuadro de conjunto no variaría mucho. El tema de que trata
49,8 por 100 79. Para terminar, recordaré asimismo que la práctica religiosa nuestro estudio, tema generalísimo y puramente inductivo, no quedaría con
en algunas diócesis del sur de España, donde la situación cultural no es mucho ello ínuy modificado.
mejor que la de Portugal, apenas llega al 5 por 100 de los obligados 80. En el fondo, los fenómenos aludidos se repiten monótonamente en los
Al acercarnos a la conclusión, consideramos útil recordar algunos datos países donde la industrialización ha penetrado con cierta profundidad. En esos
fragmentarios y puramente indicativos con respecto a otros países, puesto que países, y asimismo en otros en los cuales ha llegado más tarde como un eco
e! espacio de que disponemos tampoco nos permite desarrollar para ellos una U-jnno, la práctica religiosa y, por consiguiente, en parte también la religiosidad
exposición sistemática. de fondo han sufrido un descenso lento o brusco, aunque con modalidades di-
La situación de Suiza es buena, ya que allí la práctica religiosa, especialmen- versas, con tonalidades variables según el carácter de las poblaciones, las mo-
te entre los católicos, es muy alta. En el cantón de Friburgo, por ejemplo, osci- dalidades técnicas, económicas, políticas, sociales y culturales a través de las
la entre el 84,5 y el 98,5 por 100 (!). La media de los que cumplen con el cuales la revolución industrial penetró en esos países, a los que llegaron sus
precepto es del 95 por 100, también sobre el total de los obligados. Evidente- reos lejanos.
mente nos encontramos ante una diferencia astronómica con respecto a las Kl ateísmo, por otra parte, ha encontrado un terreno favorable en esia
cifras de ciertas regiones de España y sobre todo de Portugal. En lo que se M! litosfera de desarme espiritual, de declive en la práctica religiosa, y, en con
refiere a los protestantes, la práctica religiosa (seguimos hablando del cantón •¡••••iicncia, ha brotado, a veces vigorosamente, aumentando el daño.
Ahora bien: ¿por qué ha ocurrido así? ¿Por qué ha sido posible que pri
" Cf., entre otros, M. F. Falcáo, Sondagem a assisténcia a Missa dominical no patriarcado de • mínente la irreligiosidad y luego el ateísmo hayan encontrado en la situación
Lisboa: «Novellae Olivarum», 1956, rt. 25, pp. 68-85, y A. Querido, Eléments pour une socio-
liifjc du conformisme catholique au Portugal: «Archives de Sociologie des Religions», 7 (1959),
muchas de las sociedades más o menos avanzadas un terreno fértil para su
pp. 144-51. iccimiento? ,
'" Cf. O. Argos, La asistencia a la Misa en la diócesis de Santander, Santander, Ed. Cantabria, I mentaremos esclarecer el problema en las páginas que siguen.
1959, 46 pp.
" Cf. C. M. González, El precepto de la misa en la diócesis de Bilbao, Bilbao, 1952, 35 pp.;
id., El cumplimiento pascual en la diócesis de Bilbao, Bilbao, 1952, 35 pp.; id., El cumplimiento
pascual en la diócesis de Bilbao, Bilbao, 1954, 35 pp.
" J. M. Vázquez, Así viven y mueren..., Madrid. Ed. Barriada y Vida, 1958, 338 pp.
" R. Duocastella, Mataró 1955, Madrid, CESA, 1961, 390 pp.
,0
Cf. R. Duocastella, Sociología religiosa de las migraciones interiores. Las migraciones en " Cf, «Stockholm Instituto of Sociolony of Religión, Intcrrmtionnt Research Mullctin», 1%},
España: «Documentación Social», 8 (1959), pp. 45-75. ii I, pp. 1-2.
ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 133

No obstante, al menos aparentemente, no van vinculados a cambios sustancia


II. LA LÓGICA DEL FENÓMENO les en la estructura de la sociedad.
Es precisamente desde ese período cuando la impregnación religiosa de la
1. Los componentes históricos sociedad parece ir atenuándose imperceptiblemente, si bien la más acentuada
difusión de cierta indiferencia religiosa y el ateísmo son hechos relativamente
Todo cuanto hemos venido diciendo hasta ahora no es ciertamente sufi- recientes. Sobre todo, el dualismo entre vida social laica y vida social religiosa
ciente para esclarecer las causas y los orígenes de la crisis en Ja práctica religio- no asume formas más netas hasta una época relativamente tardía.
sa y, por consiguiente, en la irreligiosidad, la cual constituye en cierto sentido
la base del ateísmo contemporáneo. El hecho es que el progreso técnico científico, lo mismo que la evolución
El estudio de las correlaciones entre estos fenómenos y la estructura está- en el arte, en la economía, en el derecho, etc., trasladan la atención desde los
tica y dinámica de la sociedad exige un análisis un tanto profundo, en el que valores religiosos a valores cada vez más profanos, por los cuales, casi en todas
se emplee una serie más amplia de instrumentos que tiendan a esclarecer la las fases sucesivas de la historia más reciente, se crea un nuevo equilibrio entre
dinámica espacio-temporal de los fenómenos sociorreligiosos. lo sagrado y lo profano. Y aun cuando el nuevo equilibrio da vida a formas
renovadas de religiosidad, parece evidente que el hecho religiosos se sitúa en
De todos modos, es claro que, como subraya Milton Yinger, los fenómenos
un nivel cada vez ligeramente inferior a los precedentes. La secularización o
religiosos y los sociales forman en toda sociedad un único tejido.
laicización de la filosofía, lo mismo que de la vida civil y de la cultura, acaba
Milton Yinger distingue, más en particular, cuatro categorías de causas
en un relajamiento de la coordinación con la teología en el plano especulativo
eficientes en la dinámica social y religiosa, a saber:
v teorético y de los valores religiosos en el ámbito de la vida social.
1. Variaciones en las necesidades e intereses religiosos personales, debi-
das a la diversidad de las tendencias de la personalidad básica, en el nivel de Pero si es posible estar de acuerdo sobre afirmaciones de carácter más o
desarrollo intelectual, etc. menos genérico como las presentes, resulta más difícil establecer conexiones
2. Variaciones en los intereses políticos y económicos. más precisas entre las transformaciones técnico-económicas y sociales y las trans-
3. Movilidad y cambio social. formaciones en la actitud religiosa de las poblaciones.
4. Diferencias que derivan del desarrollo interno del sistema religioso 82. Es indudable que estos siglos han visto, paralelamente a la introducción
He aquí cuatro categorías demasiado rígidas para encuadrar la vasta gama ilc nuevas técnicas, cómo se iba operando una transformación industrial, que,
de las variaciones en la fenomenología religiosa. Sin embargo, bastan para in- aunque sin merecer ser tenida en cuenta en los primeros momentos, acabó por
dicar el camino a lo largo del cual es posible buscar las causas de fondo de la influir en el comportamiento religioso. No obstante, es difícil establecer co-
más reciente dinámica. nexiones psicosociales precisas.
«Sean éstos los factores que influyen en la dinámica de la religiosidad, sean Las observaciones de Mumford a este propósito, aunque brillantes, son
otros», como hemos observado ya, es indudable que hasta cierto punto su in- meramente intuitivas y científicamente no demasiado probatorias. Mumford
fluencia, de meramente transformativa, se convierte en muchos casos en des- observa que «el naturalismo creció a causa de las ocupaciones cotidianas del
tructiva83. Pero ¿cuáles son los nuevos hechos que han venido a cambiar la trabajador artesano. En su lucha con los materiales obstinados, fundiendo el
tendencia plurisecular de la evolución religiosa, orientando a la sociedad hacia vidrio, tallando la piedra, martilleando el hierro, batiendo el cobre, aprendió
cierto grado de secularización y hacia cierto desarrollo del ateísmo, ya evidentes, ii respetar la naturaleza de los materiales y las condiciones objetivas para el
aunque difíciles de valorar? lu^ro de las operaciones que llevaba entre manos. La oración podía servir tan
Pudiera parecer que un análisis histórico de su génesis permitiría indivi- M'IIO si uno añadía a su eficacia la manipulación inteligente de lo que le rodea
dualizarlos. En realidad, la cosa no es tan fácil. Algunos de los primeros sínto- luí. lista era la lección cotidiana del artesanado. Los resultados podían ser ricos
mas de la irreligiosidad se van presentado ya poco a poco a partir del año 1000. en fantasía, pero el procedimiento para conseguirlos se ajustaba a la rcali-

"2 M. YinRcr, Religión, Socicty and ¿he Individual, Nueva York, The Macmillan Co 1957
XVI + 6 5 5 pp.
" Cf. L'edisni del micro nella societa industríale, p. 53. I Mumford, La condhione dell'uomo, Milán, Edizioni di Comunitn, 1957, p. 168.
134 S. S. ACQUAVIVA ANALISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 135
Esta correlación psicológica de Mumford es difícil de documentar. Sin em- taculizar, e incluso con frecuencia sofocar y ahogar, el florecimiento de los im-
bargo, es evidente que el nuevo florecimiento del tráfico, de la producción (por pulsos más genuinos.
ejemplo, en el período del Humanismo y del Renacimiento), va cambiando la Y en el proceso de su evolución, la irreligión se hace un fenómeno más
psicología de los hombres, influida asimismo por los problemas del clasicismo, vasto, más masivo. Así, la irreligiosidad de los siglos x m y xiv es mucho menos
del humanismo, de las ciencias, así como por los del artesanado y de la técnica destacada en el plano social que la literaria y humana de los siglos xiv y xv. La
subrayados por Mumford. primera era un hecho de pocos, la segunda penetra ya profundamente en las
Ahora bien: el psicólogo que pretendiera subrayar sobre todo la impor- masas, precisamente por tratarse de un hecho literario. Y ya se sabe que la lite-
tancia de estos componentes culturales ofrecería un cuadro deforme de la rea- ratura tiene sin ninguna duda una función vulgarizadora de las ideas.
lidad; el debilitamiento de la religiosidad se produce casi simultáneamente en Probablemente tiene razón Whitehead al observar que «todo despertar al-
dos niveles diversos: en el plano teorético, científico y cultural y en el plano canza una cumbre máxima más baja que la precedente, y todo período de rela-
humano, en el desenvolvimiento de la vida social según modalidades y condi- jamiento, una decadencia más profunda» 85. La Contrarreforma es poca cosa
ciones ya sustancialmente diversas respecto al pasado. frente al Renacimiento franciscano, y el Uuminismo, mucho peor que el Re-
Pero en ninguno de estos niveles se puede hablar todavía de ateísmo. En nacimiento.
la sociedad del Renacimiento, lo mismo que en la posterior a ella, socialmente La única constante que interesa a nuestra argumentación es la correlación
hablando no existía todavía. Sin embargo, se van creando las condiciones hu- entre una serie de hechos sociales, destinados a agigantarse con la revolución
manas necesarias para que el hombre tenga la valentía de profesarlo y para que industrial, y el avance de la irreligión.
la ruptura respecto a la religión, al debilitarse la carga espiritual, no sea ya, al Pero dejemos esta mirada de conjunto, que intenta sólo poner de mani-
menos para una parte de los hombres, algo que exija una notable dosis de liesto aquellos elementos que, aun sin explicar y esclarecer de hecho las causas
coraje. v relaciones de la crisis religiosa de la sociedad industrial, nos orientan hacia
mi análisis más preciso y hacia un estudio más detallado a nivel psicológico y
Los hechos sociales que crean al nivel de la masa las condiciones para que
psicosocial.
el hombre tenga el coraje de profesar el ateísmo en una primera fase y para
que se vea empujado por la vida social hacia la irreligión y el ateísmo, en una En el fondo, dentro de los límites generales de cierto relajamiento de con-
segunda, son numerosos. Trataremos de expresar algunos de ellos. junto, moral y religioso, hasta el siglo xvín la verdadera y propia irreligiosidad,
lo mismo que el ateísmo, afecta a grupos restringidos de individuos, cuya in-
De momento, nos limitaremos a recordar los que poseen algún valor his-
fluencia sobre el ambiente que los rodea es, después de todo, débil y limitada.
tórico, para proceder a continuación a un análisis más preciso de la elaboración
La estructura económica y social hace que los nuevos horizontes perma-
de una actitud atea en la sociedad contemporánea. nezcan desconocidos para las grandes masas.
Entre estos elementos históricos se incluye la separación o el desplazamien- La economía se funda todavía en la agricultura y, por consiguiente, los rit-
to, ocurrido después del año 1000, del punto focal de la vida social hacia la mos de vida, incluso los religiosos, son preferentemente naturales, lo cual, ini-
ciudad. De ahí una serie de consecuencias: por ejemplo, el poder, incluso el citiltnente, hace al hombre en gran parte refractario a la irreligiosidad, cuyos
cultural, que en gran parte pertenecía a las órdenes monásticas, las grandes gérmenes anidan sobre todo en las ciudades. Y dentro de las ciudades es espe-
colonizadoras del continente europeo, tiende a transferirse a la clase mercantil < ¡fílmente la burguesía la que, junto con ciertos estratos de las clases cultas,
laica. En torno a esta clase mercantil se forma un tejido social bastante re- c-ii su conjunto se muestra atenta al mensaje ateo e irreligioso. En el fondo '
sistente. irreligiosidad es la expresión de un hábito de vida, de cierta actitud respeci.
Pero el fenómeno, como hemos observado, debe ser visto en su perspecti- lu existencia. Y esta actitud permanece todavía sin significado, o casi sin
va. Sólo de ese modo nos daremos cuenta del hecho de que el traslado de la pdlii la masa del proletariado urbano y rural.
vida social a la ciudad, lo mismo que la aparición de nuevas profesiones, el Sin embargo, ya antes del siglo xvnr empiezan a formarse los canales, los
proceso de los descubrimientos científicos, así como sus aplicaciones técnicas, '••i i i los de vida más generales, a través de los cuales el ateísmo y la irreligiosidad
el origen de nuevas tensiones sociales, al igual que la desaparición de otras,
acaban con el tiempo por influir profundamente en la religiosidad y por obs- ' i N, Whitehead, La scienza c il mondo moderno, Milán, Bompiani, 1945, p. 215.
136 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO I 57

se convertirán precisamente en un hábito de masa. El nacimiento de nuevas Según esto, la cifra de los no practicantes comienza a crecer, sobre todo en
profesiones, de nuevas actividades y, por tanto, de nuevas costumbres va acom- tre la burguesía y en las ciudades.
pañado de una simplificación y vulgarización de la voz de la irreligiosidad y Pero, evidentemente, estas observaciones generalizadas dicen poco o nada
del ateísmo, lo cual permite una penetración más eficaz de ambos. Así, pues, acerca de la consistencia real y las razones del fenómeno. En apariencia, los ene-
por un laclo, las nuevas ideas, elaboradas en un nivel elevado, en contacto con migos de la religión, aunque más numerosos, son siempre los mismos, aquellos
las teorías técnico-científicas y filosóficas, se vulgarizan, se simplifican. Por que tan agudamente señaló Le Bras 8?: hoteleros, artesanos, comerciantes, no-
otro, las masas se van haciendo más receptivas al transformarse el clima socio- bles y burgueses, especialmente acomodados.
económico y el devenir histórico. Y precisamente el agigantamiento de las ciudades y de las categorías pro-
El desarrollo de nuevos hábitos de relajación de la vida, que habían brota- pias y rigurosamente ciudadanas va acompañado por la multiplicación de los
do ya en otros períodos de progreso económico y social, coincide con un rápido escépticos y de los indiferentes y, consiguientemente, de aquel ambiente social
desarrollo del urbanismo y de las metrópolis. Por otra parte, el urbanismo y el en el que, de modo natural, acabarán por brotar el ateísmo y la lucha antirre-
progreso tecnológico se suman entre sí y exasperan al progresar la economía el ligiosa.
significado, al menos arreligioso por no decir antirreligioso, del estilo de vida La industrialización y el desarrollo económico van, por tanto, acompañados
ciudadano y de las grandes metrópolis. >lc la multiplicación de las categorías sociales, con las cuales, en el siglo siguien-
Son precisamente la urbanización y la industrialización las que, creando te, la revolución industrial nos familiarizará más que nunca: artesanos, medi-
una infinidad de papeles y de profesiones en otros tiempos totalmente des- ros, funcionarios y burócratas como en otros tiempos, pero también obreros,
conocidos y nuevos ambientes de trabajo, influyen de una manera continuada bateleros, conductores de medios de transporte de mercancías y de personas,
en la aparición de la antirreligiosidad. contables, etc.
Naturalmente, no hay que creer que este empeoramiento de la situación La articulación de la vida social en formas nuevas y de tendencia laicizante
avanza de manera uniforme en todo el mundo, sobre el cual empieza a soplar I mee ciertamente que el número de los escépticos, de los anticlericales, de los
el viento de la revolución industrial y del progreso tecnológico. .ticos militantes, vaya engrosando y, para muchos de ellos, se convierta en
La estructura del mundo religioso, y en particular del mundo católico, legión. Los primeros gérmenes de lo que será la revolución industrial del si-
no era en realidad, a finales del siglo xvín (como, por otra parte, tampoco lo glo xix, y sobre todo del siglo xx, comienzan a dar sus amargos frutos.
fue nunca), tan monolítica como parecía. Por tanto, aunque vinculada con la formación de grupos, clases y actitudes
En amplias áreas, la religiosidad y sobre todo la moralidad se hallaban en específicos, la primera irrupción de la irreligiosidad es de carácter preferente-
buena parte resquebrajadas. Si es verdad que en algunas zonas la práctica reli- mente urbano.
giosa era casi unánime, por lo cual era posible hablar de una práctica que osci- Los primeros grupos irreligiosos consistentes son asimismo los de carác-
laba entre el 99,5 y el 100 por 100 de los obligados no impedidos M, en otras ter clara y específicamente urbano, al menos los grupos que adquieren concien-
las cifras eran inferiores, aunque no demasiado. i i a de su irreligiosidad y que la traducen en un estilo de vida teóricamente
Y el ataque de la irreligiosidad fue más intenso y eficaz precisamente en fundamentado.
aquellas zonas en que la situación estaba ya, en cierta medida, relajada; es decir, Más tarde, la nueva costumbre se va difundiendo por el campo, bien sea
entre las clases que se mostraban más receptivas frente a la irreligiosidad. l»)i' el cauce de la imitación de las costumbres ciudadanas, bien por la extensión
Así, pues, es comprensible el hecho de que a finales del siglo xvín el escep- luida el campo de cierto número de profesiones y de actividades que tienen su
ticismo hubiera causado profundas brechas en la burguesía, especialmente en niigcn en la ciudad.
la francesa y continental, en lo que se refiere a las clases sociales; y en las me- Pero echar a la ciudad la culpa de la crisis religiosa no sería realmente justo.
trópolis, en lo que se refiere a las zonas de penetración más acentuadas. Al menos no puede achacársela, como ya hemos observado, de manera exclu-
ívn. Alguno, exagerando, claro está, ha sostenido que se podía disculpar por
16
CS. Q. Principe, Diócesi di Padova; pratica religiosa (1744-1753): «Sociología Religiosa», 3 ••ulero a la ciudad, observando que, en el fondo, la formación de grandes ciu-
(1959), pp. 151-67; cf. asimismo mis estudios sobre Padua acerca de la práctica religiosa entre
1595 y 1698, inéditos, que atestiguan una verdadera y propia esporndicid.id individual en el fenó-
meno de Ion que no confiesan. Cf, G, Le Bras, o. c, I, pp. 240-41.
13.S S. S. ACQUAVIVA

dadcs no es un hecho típico del período de la revolución industrial, ya que 2. La lógica del fenómeno
también surgieron grandes ciudades en el período romano y el fenicio-cartagi-
nés, lo mismo que en otras épocas. Por el contrario, la formación de metrópo- Pero al exponer, aunque con demasiada brevedad, estas circunstancias, he-
lis en función y conexión con el progreso técnico-científico y con la industria- mos tomado solamente en consideración las condiciones que retardan o aceleran
lización sí que es típico de este último período de la historia humana. Y es pre- el fenómeno de la descristianización. Hemos establecido en suma un post hoc
cisamente esta unión la que exasperó y agudizó en el ámbito de la ciudad el todavía un tanto genérico, observando además que el hombre, insertado en la
desarrollo de aquellos factores que favorecen la irreligiosidad y el ateísmo, in- sociedad urbana y enfrentado con nuevas profesiones, entreteje una serie de
cluso en el nivel puramente psicológico y social. relaciones horizontales y verticales de naturaleza y carácter tan variados, que
Mas ni siquiera la revolución industrial, de suyo, puede ser considerada su comportamiento y su actitud religiosa se ven consiguientemente influidos
como una causa de la crisis, ya que muchos de los factores que provocan la por ellas de diversa manera según la edad, la clase social, el sexo, etc.
aparición de la irreligiosidad existían ya antes de la revolución industrial88. Nos Algunos ejemplos, forzosamente limitados, podrán, sin embargo, ofrecer
encontramos, por tanto —tiene razón Le Bras—, con causas permanentes de nos la posibilidad (teniendo presente que nuestro estudio trata de inducirnos
irreligiosidad y con la multiplicación de tales causas y su vinculación a causas •A construir un «modelo» de trabajo) de llegar a algunas conclusiones de carác-
nuevas, preponderantemente a partir de los centros urbanos. ter general.
Durante un largo período, la irreligiosidad y el ateísmo proceden de la Comencemos con una observación bastante obvia: el ritmo, la organización
ciudad hacia el campo con una penetración que, siendo lenta hasta la Revolu- ilc nuestra vida, que ha llegado a tornarse casi frenética a consecuencia del
ción francesa, se acelera en vastas regiones de Europa después de ella. cambio de las costumbres, hace cada vez más exigua la posibilidad de una «pan
En el siglo xx, especialmente en los años más próximos a nosotros, se asiste sn» espiritual, de una profundización interior. Además del trabajo, las diveí
asimismo a una especie de urbanización de la vida rural que posibilita la in- siones, el cine, la radio, la televisión, se convierten en otros tantos instrumentos
fluencia de las nuevas costumbres y de las nuevas actitudes, incluso en el psicológicos de notable peso que, repercutiendo sobre el elemento más sensual
campo. más material del hombre contribuyen indirectamente a la debilitación del li
No nos detendremos a examinar la profunda influencia ejercida por la re- nómeno religioso.
volución industrial sobre la familia, que había sido hasta cierto punto uno de Jean Chelini, en su libro La ville et l'Eglise, ha apuntado algunos de lo
los elementos que permitían a la religión defender su patrimonio. Al haberse I actores (la condición y la dimensión de los alojamientos, el trabajo de la muja
hecho molecular el núcleo familiar con la decadencia de la concepción patriar- el comercio, el baile popular, el bar, los medios de transporte, etc.) que fomen-
cal de la familia, juntamente con el fraccionamiento de la autoridad de los pa- tan la descristianización. Factores que, como se advierte, no se limitan a la
dres, acabó por hacerse menos sensible la influencia de cada generación en la ciudad, sino que se han ido difundiendo capilarmente, con la ayuda de la téc-
siguiente, por lo cual los jóvenes tendieron cada vez en mayor medida a dejarse nica, incluso hasta las zonas más remotas. Así, las áreas de inobservancia se
influir por el ambiente y por el nuevo mundo técnico-industrial. alargan y amplían, sobre todo en las periferias de los centros industriales, a lo
Por consiguiente, el fenómeno de la irreligiosidad (también como ateísmo) largo de las grandes arterias de comunicación, etc.
se desarrolla en presencia de una serie articulada de condiciones ambientales, Iíl hombre, por otra parte, está en la actualidad, y cada vez más, condicio-
que lo fomentan en medida más o menos consciente según una serie de circuns- nado profundamente en su vivir por la máquina, de forma que su habitat se
tancias históricas, políticas, económicas, técnicas y también según el carácter encuentra totalmente tecnificado y se halla muy lejos en sus características de
y la psicología de las poblaciones, de la caracterización de las costumbres sexua- «ti habitat natural de otros tiempos, hasta el punto de que éste nos parece
les, de la cultura básica, de las costumbres preexistentes de grupo. Y precisa- un mito. En ese antiguo habitat, el contacto del individuo con los elementos
mente en función de estos y de otros factores de todo tipo, el proceso de la crisis luiulamentales del universo (agua, fuego, tierra, etc.) impregnaba intensamente
de la religiosidad es variadísimo en el espacio y en el tiempo, ya que todo pueblo religiosidad.
y todo grupo tiene una historia original que contar a este propósito. Muchos son los estudios que han tomado en cuenta esta vinculación entre
lenóineno religioso y el progreso técnico y en el influjo ejercido por esti-
Cf. G. Le Bras, o. <:, í, p. 249. mo, al menos en lo que se refiere a la evolución de las civilizaciones primi
140 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 141

tivas. Entre otros, recordaremos a Yinger, el cual, aunque sólo sea genérica- clero, etc., podrían frenar fácilmente el progreso de la irreligiosidad. Pues
mente, observa que la conexión entre los dos fenómenos, técnico y religioso, bien: no queremos negar la importancia de esos medios. Nos limitaremos a
si bien es difícil de precisar con exactitud, se puede rastrear a grandes líneas en señalar cuan equivocado sería considerarlos como resolutivos, ya que si es
lodo el arco de la historia de las religiones. verdad que los errores y las debilidades en este campo han contribuido sin duda
También los fenómenos de transformación puramente económica, que pres- en muchos casos a la debilitación de lo «sagrado», es también verdad que el
i ¡nden de la contribución determinante del componente técnico-científico, re- intentar ponerle remedio ignorando, o al menos descuidando, en su verdadera
percuten en las condiciones de la religiosidad. En efecto, el trabajo, a través y sustancial esencia las condiciones que orientan y determinan la evolución de
del proceso de transformación acaecido en el tiempo, ofrece al hombre no sólo la sociedad (y que en el fondo constituyen las causas más profundas del fenó-
la posibilidad de proveer a su existencia, exteriorizando las propias actitudes meno del ateísmo), no conseguiría llevarnos a resultados positivos de alcance
creativas, sino la de mejorar las condiciones, permitiendo incluso que surjan decisivo.
nuevos y diversos modelos de vida. Así, se crean desequilibrios, tanto en el Es necesario, en suma, permanecer atentos a no dar una interpretación
individuo como en la sociedad, que fatalmente repercuten sobre el fenómeno inadecuada de la descristianización y del desarrollo del ateísmo, ya que se corre-
religioso y espiritual. ría el riesgo de rebajar a una simple lucha entre las iglesias y los grupos antirn
Observemos además que las zonas donde existe una concentración del pro- ligiosos la dinámica de lo sagrado en la sociedad industrial. Si la lucha ha existí
letariado agrícola se han ido impregnando fuertemente por las ideas que antes do siempre, así como tampoco han faltado errores tácticos y debilidades poi
constituían algo privativo de aquellas áreas que habían sufrido entre tanto una parte del clero, no es, sin embargo, verdadero que la crisis de las iglesias y di
revolución técnico-científica e industrial. las religiones haya coincidido siempre con tal lucha89.
Este podría ser, por consiguiente, uno de los factores que, entre otros, Así, pues, tras haber observado que en la dinámica de la religiosidad si-
determinan el nivel bastante bajo en la religiosidad y en la práctica de amplias ejerce una influencia cuyo alcance es proporcional a la naturaleza, al origen y
zonas de España, de Portugal y de la Italia meridional, zonas deprimidas y en a la esencia de los diversos componentes, nos parece necesario hacer resaltar
muchos casos aisladas, pero en las cuales, por diversos motivos, se han ido y dirigir la atención ante todo sobre la diferencia existente entre el mundo
creando las condiciones más favorables a la penetración de la mentalidad técni- pretécnico y el mundo técnico en relación a la transformación de la religiosidad,
co-industrial como actitud ideológica y psicológica. Existe, pues, cierta ana- tema éste que ha sido tratado por muchos estudiosos en sus diferentes aspectos.
logía entre las consecuencias descristianizantes de la transformación producida •Entre otros, citemos a Laurent, el cual, a propósito del valor desacralizado de
al simple nivel económico y las de la transformación que va ligada al progreso l:i técnica, observa: «Reduciendo el objeto a sus propias dimensiones, la téc
técnico-científico. nica no le confiere interioridad alguna, significado alguno, fuera de la utilidad;
Si se pretende encuadrar lógicamente la problemática del fenómeno, parece no le hace dar ningún paso hacia una realidad significada. El objeto es entonces
necesario distinguir en su primer «estadio» la crisis religiosa del obrero de la suficiente por sí mismo y no portador de intenciones. Por eso se ha podido
del bracero o jornalero. Mientras que en aquél la experiencia, a través de la decir que la técnica consagra al mundo en la medida en que aprisiona progre-
cual es absorbida y traducida en costumbre de vida la mentalidad del mundo sivamente a los hombres, reduciéndolos a meros objetos, sin permitirles entre-
de la industria, aparece en medida notable como adquirida directamente, en el ver la existencia de una realidad superior». Según Simondon, existe una dife-
jornalero la misma experiencia sobreviene «mediatamente» a través de varios n'iicia sustancial y profunda entre el pensamiento religioso, que tiende a una
canales, por ejemplo, los sindicatos o aquellos movimientos políticos que me- ncepción unitaria de la realidad, y la técnica, que, por el contrario, tiende
jor parecen corresponder a las esperanzas más inmediatas y concretas del mun- la vez más a lo particular.
do agrícola, especialmente del elemento jornalero.
" Con razón observa Desqueyrat: «Si los templos ingleses están desiertos, no se debe u que
Creemos oportuno en este punto, sobre la base de las argumentaciones IMIIII en Francia bautismo y funerales católicos de diversa categoría, ni porque ln tercer» Kcpu
expuestas hasta ahora, responder a una de las críticas que consideramos se pue- lilku haya sitio anticlerical. Si los hindúes pierden la fe, su íe, no es porque lo» fiiiiicrscs huymi
rumiado la alianza entre el trono y el altar. Y si los chinos llegan al materialismo práctico, no
den hacer a nuestra dialéctica, es decir, a la de aquellos que objetasen que una
«H'iit'i'o porque los católicos franceses son o pudieran ser imbéciles o criminales ni poique la cNCtirln
reorganización en el seno de las iglesias, una modernización, un aggiornamento tiitiii'cun sea laica, gratuita y obligatoria.» Cf. A. Desqueyrat, La crisi religiosa del noslro lempa,
de las técnicas de penetración religiosa, una propaganda más profundizada del Kneca Sun Casciano, Capelli, 1958, p. 51.
142 S. S. ACQUAVIVA ANALISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 143

En todo caso, es indudable que toda evolución tecnológica ejerce una in- brevíenen a nivel del grupo90. De aquí la necesidad, lo repetimos, de realizar
fluencia, que podrá ser más o menos notable, pero que siempre es superior el estudio y la investigación teniendo siempre presente el componente indivi-
a cuanto se podría a primera vista suponer. Y esto ocurre sobre todo cuando dual lo mismo que el colectivo, de forma que el examen del comportamiento
un determinado descubrimiento científico es conocido y difundido entre la del individuo como tal no se separe nunca del del individuo como miembro
masa, entrando a formar parte del sistema de vida de muchos de sus compo- del grupo social del que forma parte. Además, es posible reagrupar las expe-
nentes. Este es el caso, para poner un ejemplo, del descubrimiento de los me- riencias de los particulares en series de actos, que, a su vez, acaban en grupos
dios anticonceptivos, que han provocado un profundo cambio en el compor- de individuos que los explican, individual o colectivamente, en el interior o
tamiento de la mujer, con todas las consecuencias, ante todo morales, econó- en el exterior del grupo, en su desarrollo dentro del ámbito de la sociedad
micas y culturales que de ello se han derivado. humana e industrial.
Por tanto, si el problema de la crisis religiosa y del avance de la irreligio- Resumiendo, se pueden proponer los siguientes niveles de estudio o inves
sidad en la sociedad industrial ha sido examinado por muchos, como ya se ha tigacíón, aunque el objeto que se examina es único:
dicho, y si se han realizado tentativas para obtener una coordinación de las a) Análisis del comportamiento social del grupo (un ejemplo nos lo ofn
conclusiones alcanzadas, no se puede, sin embargo, afirmar que se ha conse- ce el análisis del comportamiento religioso dentro de cada una de las unidade
guido una teorización sistemática de carácter sociológico. A tal teorización de vivienda en el ámbito de la aglomeración urbana).
unitaria es posible llegar, a nuestro modo de ver, a través de los instrumentos b) Análisis del comportamiento del individuo según su posición en el
que nos ofrece la sociología del conocimiento y la sociología del comportamien- seno del grupo (por ejemplo, el estudio del comportamiento religioso indivi
to. Ampliando de esa manera el examen de los elementos, que, según se ha dual del obrero, del empleado, del ama de casa, etc., examinado en relación
dicho, condicionan el fenómeno, será posible descubrir las causas primeras que al papel desempeñado).
lo provocan y llegar así, al fin, a individuar la posición lógica del ateísmo en c) Análisis del comportamiento del individuo como exteriorización de la
el marco de la historia humana. psicología del individuo mismo.
Todo hecho humano es al mismo tiempo individual y social. Consiguiente- Ahora bien: siguiendo la metodología de que se trata en el punto a), es
mente, toda investigación de sociología religiosa, y en particular de sociología decir, analizando simplemente la religiosidad urbana o rural y la relación de
de la religiosidad urbana e industrial, se realiza analizando al mismo tiempo la ambas con fenómenos de diversa naturaleza y de diverso alcance, se puede lle-
experiencia del individuo como tal y la del individuo considerado como parte gar a lo sumo a explicar el porqué de las varias mutaciones que ejercen una
de un determinado grupo social. influencia y condicionan la práctica, pero no a lograr captar sus lejanas raíces
A estímulos análogos corresponden por lo general reacciones análogas, y y su profunda significación. Y esto ocurre porque, en el curso del estudio o
las reacciones que se verifican en cada uno de los individuos frente a experien- de la investigación, se emitirán siempre «razones» aproximativas (es decir, ba-
cias análogas (las cuales, a su vez, son determinadas por un contexto social sadas en investigaciones realizadas sobre «series» de individuos) y contingen-
dado, por una estructura precisa) se refuerzan y se desarrollan precisamente en tes, lo cual equivale a decir: causales y muy mutables y que, por consiguiente,
el grupo. Así, en el campo específico de la religiosidad urbana e industrial (que exigen continuas comprobaciones y convalidaciones.
es la que nos interesa en este momento) es la particular structura social urbana La investigación realizada a nivel psicológico individual [punto c) ] nos
la que está en relación estrecha con los actos individuales de los sujetos perte- parece, en cambio, la más idónea para penetrar y, por tanto, para esclarecer
necientes al grupo social urbano; es decir, de los que viven en la ciudad. los diversos problemas de la estática y de la dinámica religiosa, ya que «sólo
Sin embargo, no hay que olvidar nunca, como acertadamente observa Lan- u nivel psicológico individual será posible explicar por qué, en presencia de
dheer, que el inividuo tiene una «prioridad histórica y lógica respecto al gru- determinadas transformaciones que se producen en la sociedad y en el mundo
po», o más sencillamente que el grupo se desarrolla a partir de los individuos, externo en general, cambia la actitud del individuo frente a la religión, así
ya que no group can exist otherwise while the individual can; at least theoretical-
ly. El individuo es, en suma, la unidad fundamental de las ciencias sociales, aun- " Cf. B. Landheer, Mind and Society, Epistemological Essays on Sociology, La Haya, Nijlmll,
que las mutaciones a nivel personal están ciertamente influidas por las que so- i ,\ XII + 122 pp.
144 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 145

como su sentido de lo sagrado» 91. Lo cual equivale a decir que el problema parcial o totalmente, o bien permanecen aferrados a entidades lógicas antité-
puede ser enfocado en su totalidad, sobre todo en el ámbito psicosocial. ticas respecto a los roles y a las actitudes que los caracterizan, creando así, sin
Es necesario, sin embargo, precisar que dirigir la atención a la problemática embargo, en sí mismos, al menos en muchos casos, tensiones psicológicas.
de la psicología individual sin haberla enmarcado antes en su propio contexto «Sea como fuere, el hombre que vive los nuevos roles y actitudes creados
social conduciría a resultados estériles para los fines de una síntesis teórica más por la sociedad moderna, urbana y tecnificada, vive papeles y actitudes que
vasta. están en conexión con un mundo de individuos, de objetos, de ideas, profun-
Ya en el nivel sociológico, es necesario subrayar el hecho de que el indivi- damente diversificados respecto a los precedentes, incluso y sobre todo en el
duo posee en sí una serie de facultades selectivas que le permiten escoger y, plano religioso».
por consiguiente, reducir a un único objeto de juicio el yo, las cosas, los demás; Lo cual equivale a decir, en una palabra, que el alejamiento de la práctica
es decir, el mundo de sus experiencias. religiosa es función ya de las características de la sociedad en la que el indivi-
De aquí la posibilidad de coordinar en un cuadro orgánico las experiencias duo está integrado y que pueden fomentar o no una armonización coherente
vividas. Tal ordenación permite al hombre sentirse el centro de una serie de entre las exigencias religiosas de la persona y la convivencia humana de la so-
relaciones que lo ligan a los demás hombres y a las cosas que le rodean; en una ciedad misma, ya del rol particular que el individuo desempeña en ella, es decir,
palabra: a las estructuras sociales y al contexto cultural en el cual su ser se halla de la coherencia y de la armonía o de la oposición entre el mencionado rol y la
inserto. problemática religiosa.
El rol que el individuo desempeña en la sociedad de la que forma parte, Estas consideraciones nos introducen bastante directamente en algunos ele-
el status que le es propio, implican la adopción de una actitud cultural e incluso mentos que aclaran la más reciente crisis de la sociedad religiosa y sobre todo
religiosa que, al menos dentro de ciertos límites, no esté en contradicción ni de la práctica religiosa.
con el rol, ni con el status, ni finalmente con la sociedad y la estructura social Es evidente, y ya hemos hablado de ello, que «en el enorme número de
en la que participa. personalidades, de actitudes derivadas de los nuevos roles que han venido pulu
La acción selectiva de juicio tiende durante toda la vida del hombre a per- lando en el mundo durante los dos últimos siglos, existe en efecto una sorpt en-
mitirle asumir una actitud coherente respecto a todos estos factores, por lo cual denté continuidad y unidad. De ello cabe darse cuenta al reflexionar sobre todo
se asiste simultáneamente al desarrollo de esta serie de experiencias, a una lo que hemos venido argumentando hasta aquí acerca de la mutación de Ja
continua evolución de la actitud cultural e ideológica e incluso religiosa del personalidad y de las ideas del hombre. Por eso es evidente que estas mutacio-
hombre. Existe en suma un continuo proceso de adaptación al ambiente, inclu- nes en la personalidad y en las ideas, así como en las costumbres y hábitos, no
so en la tentativa de defender y conservar el propio patrimonio cultural, ideo- son más que mutaciones de la psicología general de la sociedad humana. En
lógico y de carácter; en una palabra: la propia personalidad. todo caso, si tales mutaciones se han verificado, si han sido expresiones, como
En su comportamiento, el individuo ve un significado tanto respecto a los hemos observado anteriormente refiriéndonos a estudios verificados por otros,
demás hombres como respecto a la propia personalidad. de nuevos roles y actitudes, y si se han convertido, en el concurrir de ideas y
roles, en profundas mutaciones psicológicas, es evidente que el binomio am-
Como hemos observado en, otra ocasión92, «es indudable que, incluso no
biente socioeconómico (roles), ambiente ideológico cultural (ideas de grupo),
verificándose con mucha frecuencia una negación o repulsa teórica de la reli-
se resuelve en un trinomio: roles, ideas, psicología humana general M.
gión, todos los individuos que dejan de practicar, de rezar, de sostener actitu-
des religiosas, en su cambio de comportamiento o en su adopción de nuevas Es asimismo evidente que debe haberse verificado una mutación profunda
actitudes en presencia de ambientes particulares, urbanizados, inmorales, tec- en la psicología de la persona humana precisamente en relación al cambio de
nificados o mixtos, etc., desarrollan aquella actividad selectiva de la que habla- tipo de acercamiento a la realidad, sea como realidad social y estructural, sea
mos anteriormente. Y la desarrollan según los casos a priori o a posteriori, como realidad social y cultural. Pero este cambio de actitud humana frente a
la vida es difícil de configurar en sus caracteres específicos.
CA, S. S. Acquaviva, L'edissi del sacro nclla societa industríale, p. 169.
C,í. S. S. Acquuviva, o. c, p. 171. " ("f. S. S. Acqiiíivivii, o. c, p. 172.

<• 10
146 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 147

Las investigaciones y estudios de Mauss y de Friedmann son, sin embargo, las finalidades de nuestro comportamiento, se desarrollan durante un solo día,
los más pertinentes y los más eficaces instrumentalmente M. incluso muchas veces (especialmente en los tipos emotivos), en presencia de
Estos autores sostienen que las mayores transformaciones, socialmente des- factores externos, como retrasos y contratiempos por el deficiente logro de los
tacadas, que han influido sobre la personalidad humana, cambiando en un grado numerosos objetivos menores de nuestra jornada. A veces, una simple luz más
bastante profundo sus características, pueden clasificarse en cuatro categorías: fuerte que lo normal que hiera nuestros ojos puede provocar en nosotros un
mutaciones en el ritmo de la vida, en la concepción del tiempo, en la sensibi- sentimiento de irritación, de la misma manera que una luz más suave puede
lidad y percepción, en la mentalidad. provocar un sentimiento de relajación o casi de dulzura.
Evidentemente, al clasificar así los cambios que influyen luego sobre la »¿Es posible pensar que las profundas transformaciones verificadas en el
transformación que se opera en la personalidad religiosa del individuo, cons- número y en la calidad de mil pequeñas satisfacciones y de los mil contratiem-
truimos categorías convencionales, en las cuales encuadramos el flujo constan- pos cotidianos, lo mismo que en la serie de 'reflejos' menores que afectan al yo,
te y en parte homogéneo de la comunicación, de la experiencia, del conocimien- no hayan influido en el complejo de la psiquis? ¿Cabe pensar que no hayan
to humano. influido igualmente la enorme cantidad de mutaciones, pequeñas y grandes,
En nuestro libro, varias veces citado95, dividimos en categorías distintas que se han desarrollado en el ritmo y en la ambientación de la vida humana?
el vivir y el experimentar humano. A saber: hablamos de: a) ritmo, espacio y
»Las mismas emociones, más violentas en la humanidad pretécnica, se han
tiempo; b) sensibilidad y percepción; c) actitud cognoscitiva.
ido debilitando progresivamente, ya por la densificación o espesamiento de la
Está claro que el hecho de que ritmos más acelerados y un sentido más claro
canalización de las relaciones humanas a través de las máquinas, ya por la serie
del tiempo hayan sustituido a los ritmos de la sociedad pretécnica ha sometido
de nuevos instrumentos, racionalizados e impersonales. La atención prestada
al hombre a una tensión más fuerte, a un acelerado devenir de sus actos y de
a los nuevos instrumentos de vida acaba esterilizando determinadas emociones
su aprender. De aquí la dificultad de que se presenten en el ritmo de la vida
y actitudes cognoscitivas, ligadas a fenómenos naturales y humanos. Este es
del hombre inserto en la sociedad industrial pausas de profundización interior,
precisamente el caso de la religión».
espiritual y religiosa.
La evolución, la transformación sacralizante, es análoga en lo que se refiere No es diferente el razonamiento acerca de las transformaciones en la actitud
a sensibilidad y percepción. En la edad pretécnica, como subraya Friedmann, cognoscitiva.
es evidente «la mayor profundidad de los sentimientos, no esterilizados toda- La actitud cognoscitiva es algo que abarca a toda la persona humana: «El
vía por la máquina, sino vivificados por más intensas relaciones humanas libres, hombre, en cierto sentido, piensa con todo su ser. Lengua, arte, mito, ciencia,
con ritmos de vida que, como hemos dicho, son mucho menos apresurados, historia, experiencia, relaciones humanas, son articulados y ajustados por una
dejando, por tanto, campo abierto a la profundización interior y a las expre- única lógica y por un único lenguaje. Más allá de las formas y de las expresio-
siones más patentemente sentimentales de la persona humana» %. nes, numerosísimas, de estos diversos lenguajes y ámbitos del conocer, existe
Por otra parte, remitimos una vez más a nuestro libro m: «Transformacio- una fundamental unidad, y esta unidad se halla en el hombre, el cual elabora
nes en la conciencia, en el grado de conocimiento consciente de la realidad y de • •ti su ser una síntesis de todos esos elementos y, al mismo tiempo, una medida
• le vida y de juicio.
'" Cí. sobre este tema: N. Munzel, Técnica y comunidad: «Estudios Sociológicos Internacio- »Y esto ocurre aun cuando, lo mismo dentro de la sociedad que dentro de
nales», 1 (1956), pp. 417-60. Además, F. Dessauer, Philosophie der Tecnik, Bonn, 1927; G. Sie-
mens, Zur Philosophie der Technik: «Hochland», 24 (1926-27), pp. 532ss.; J. Ortega y Gasset,
iodo hombre, exista frecuentemente una oposición entre los diferentes lengua-
Belrachtungen über der Technik, Stuttgart, 1949; A. Gehlen, Die Technik in der Sicbtweise der jes y aspectos del conocer, incluso en su concurrir unitario.
pbilosopbischen Anthropologie: «Merkur», 7 (1935), pp. 626ss. »Pero la evolución en la realidad y en una parte de estos instrumentos, ora
Acerca del influjo ejercido por los ritmos naturales, recuerdo la comunicación presentada por
Marcel Mauss en la sesión de la Sociedad de Psicología del 17 de mayo de 1937, publicada en el por las consideraciones hechas anteriormente, ora por la interacción que cjer-
«Journal de Psychologie» (1938), pp. 271-93, y reimpresa en Sociologie et anthropologie, a cargo '•cn unos sobre otros los diversos aspectos del conocer, quiere decir preci
de G. Gurvitch, París, PUF, 1950, LII + 389 pp. mente evolución en la actitud humana, ya sea frente al lenguaje, ya frenu
" Cf. S. S. Acquaviva, o. c, p. 174.
" Ibíd. inicio sobre la realidad, ya (sobre la base de este juicio) frente al probln
" lbíd., p. 176. religioso.
148 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 14^

»Esta influencia se ejerce en particular, y subrayo este punto a título de por la ciencia, por la máquina, por la técnica, por las nuevas condiciones di-
ejemplo, en el lenguaje por antonomasia, en la lógica, que sufre profundas vida, en sentido desacralizante.
l ransformaciones».
»Es lógico que este fenómeno, esta apremiante penetración del maqumis-
Tales transformaciones cambian los parámetros lógico-cognoscitivos, sus- mo en todos los sectores de la vida social, que se sirve de la fábrica como de
tituyendo instrumentos orientados preponderantemente hacia concepciones una caja de resonancia, no pudiera ni pueda menos de ejercer una poderosa
cualitativas por instrumentos predominantemente cuantitativos. Al cambiarse influencia en la psicología humana. Su avance es constante y sigue, en cierto
en esta dirección los parámetros de los instrumentos lógicos, se crea evidente- sentido, las líneas de menor resistencia, penetrando en todos los ámbitos, desde
mente una mayor dificultad para la comprensión y para la asimilación de los la agricultura a la industria y a la vida privada» 98.
valores religiosos.
Desde el mundo de la producción, las nuevas técnicas, los nuevos estilos
Estas mutaciones en el ritmo de vida, en la sensibilidad y en la percepción, de vida, van penetrando en todos los aspectos del vivir humano, por lo cual
lo mismo que en las actitudes cognoscitivas, son, generalmente hablando, pro- la persona humana, a la postre, se ve rodeada y penetrada por un único am-
pios de la nueva sociedad que nace de la evolución tecnológica y del progreso biente técnico industrial. Las transformaciones en el ritmo de vida, lo mismo
científico. Así, presenciamos cómo estas actitudes se ven más rápida y pro- que en el sentido del tiempo y del espacio, en las actitudes cognoscitivas y en
fundamente afectadas con el progreso tecnológico y se hacen cada vez más la sensibilidad del individuo pueden en suma ser comprendidas únicamente en
evidentes en el mundo de la producción. el marco de la revolución industrial y de sus consecuencias al nivel de la for-
El maqumismo que irrumpe, el contacto humano con la máquina y todas sus mación de la persona humana.
consecuencias sociales, económicas y culturales, parecen tener un profundo Las categorías de las que se ha hablado están vinculadas con la serie de
significado religioso. mutaciones de las que también hemos hecho mención; pero parece, no obstan-
Una de las consecuencias fundamentales del progreso técnico radica pre- ic, evidente que, aun cuando el problema sea discutido en diversos niveles, la
cisamente en el desarrollo del proletariado. Y es precisamente el proletariado aclaración de fondo de las causas que dieron lugar a la crisis de la religión y al
el eme, en el ámbito del mundo de la producción, vive más intensa y profun- advenimiento del ateísmo en la sociedad industrial podrá ser proseguida más
damente las nuevas actitudes irreligiosas, que asumen un significado ideológico eficazmente en el ámbito de la verdadera investigación psicológica y psico-
en la polémica que enfrenta al obrero y al jornalero agrícola con la clase do- ocial.
minante. Bástenos aquí subrayar el hecho de que, incluso en el ámbito religioso y
lie aquí, por tanto, que el proletariado expresa desde su propio seno ac- iociorreligioso, las mutaciones sobrevienen siguiendo la falsilla o pauta de todo
titudes humanas e ideológicas primeramente, ateas después. cuanto hemos precisado anteriormente.
Las experiencias individuales en cada uno de los hombres, vinculadas a la Nuestras experiencias sucesivas de carácter religioso van orientadas por
revolución industrial, se han venido trasladando a los grupos obreros espon- los precedentes esquemas de referencia y por las adquisiciones precedentes, sea
táneos, los cuales, a su vez, se han ido organizando, coagulando en asociaciones, de carácter psicológico individual, sea de carácter cultural. La gran crisis de la
sindicatos, partidos laicos, frecuentemente materialistas y ateos e ideológica- religiosidad en la sociedad contemporánea se desarrolla en dos niveles, psico-
mente arreligiosos. lógico y cultural, y está condicionada por ambos. Eso equivale a decir que las
«Simplificando, es verdad que el obrero, y en general el que vive dentro imitaciones en el ritmo de la vida, en el sentido del tiempo y del espacio y en
de una organización productiva, da vida fácilmente a organismos ateos o arreli- la sensibilidad, por un lado (psicológico), y en la actitud cognoscitiva, por otro
giosos o al menos participa en ellos; pero es también verdad que esto sucede (cultural), contribuyen en igual medida a reducir el sentido de lo sagrado y a
poique su personalidad se halla orientada por su permanencia en la sociedad hacer que descienda la intensidad de la práctica religiosa.
industrial y en su nuevo mundo de la administración y de la producción. Cada El comportamiento irreligioso, sin embargo, de confusa experiencia psíqui
uno de los establecimientos, núcleos de expansión en el mundo de la produc- i i asume en la primera fase, es decir, la del descenso de la práctica religuwii,
ción y de las máquinas, acaba en suma por ser el centro de una especie de campo
de gravitación y de una compleja red de relaciones psicológicas, alimentadas lbí<!.,.p. 184.
150 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 151

un significado preciso con el tiempo, hasta desembocar en el ateísmo, sea o no de factores contingentes. Se trata de un fenómeno destinado a actuar en jv
militante. fundidad, incluso en cuanto que es el producto de características bien preci
El desarrollo de la sociedad industrial, con todo lo que lo acompaña, lleva, de la persona humana.
por consiguiente, a través de varias fases a la crisis de la religión en la sociedad Pero si la crisis religiosa de la sociedad industrial tiene una dimensión his-
industrial, crisis que es expresión de factores puramente psicológicos, lo mismo tórica y va vinculada a una serie de factores nuevos, es posible que otros hechos
que de factores cognoscitivos, de determinados comportamientos y actitudes y circunstancias puedan actuar en sentido inverso, simultáneamente al debilita-
y de factores culturales. miento de la acción de los elementos que hasta ahora han ejercido una presión
La concurrencia de estos factores, y ésta nos parece ser una conclusión de constante en sentido antirreligioso.
nuestro razonamiento, puede ser ordenada en una serie de puntos firmes, que ¿Puede construirse una hipótesis plausible a este propósito? Eso es lo que
permiten ofrecer un primer cuadro de conjunto de la crisis de la religión en la trataremos de establecer en las páginas siguientes.
sociedad industrial, tal como puede ser vista por un estudioso de las ciencias
humanas.
Como hemos anotado en nuestro libro tantas veces citado: ante todo, «la III. PROSPECTIVAS
vida social de los últimos siglos ha venido proponiendo nuevos impulsos al
individuo, impulsos de carácter objetivo, como hechos nuevos, y de carácter, Es indudable que la sociedad industrial ejerce una profunda y polivalente
llamémoslo así, subjetivo o psíquico, como actividades que asumen después influencia sobre la religiosidad de nuestro tiempo, en función de los multifor-
valor significativo o simbólico. mes tipos de experiencias culturales, psicológicas, sociales, de los cuales va
»En la creciente marea de nuevos hechos y actividades que orientan en el acompañada. A primera vista parecería que ella implica un continuo declinar
fondo las actitudes de la sociedad se han venido intensificando algunos, nega- de los valores religiosos.
tivos en el plano religioso, que están vinculados con las nuevas costumbres,
Si los factores que influyen en la religiosidad tuvieran que ser por fuerza
con la técnica, con el urbanismo, etc. Y hemos visto anteriormente en qué con-
los anteriormente tratados y debieran continuar influyendo en las condiciones,
siste su carácter negativo.
rn la medida y según las modalidades anteriormente mencionadas, nuestras
»Cuando se ha llegado a la fase de la percepción de estos impulsos y se ha
previsiones no podrían menos de ser pesimistas, al menos en el plano experi-
comprobado una influencia más precisa de ellos sobre la religiosidad, el reco-
mental y fenoménico.
nocimiento del significado del impulso ha sido seguido por su traducción en
un comportamiento comunicante» ". En la realidad, la situación es mucho más compleja de lo que parece. Es
El influjo de estos componentes, como hemos observado y aclarado en verdad que cambia todo el aspecto del vivir humano, que evolucionan lo mismo
páginas precedentes, no procede ab aeterno. Durante largos siglos la experien- la técnica que las teorías científicas, que se transforman los ritmos del cuerpo
cia religiosa y la práctica correspondiente se mantuvieron ciertamente a niveles humano, que evolucionan, con frecuencia negativamente, la religión, incluso
inás elevados que los contemporáneos. Eso se hace patente para un cierto pe- los componentes ambientales, como el maqumismo, las estructuras políticas, la
ríodo de la historia humana en conexión con la aparición de la serie de hechos vida sexual, la cultura, la instrucción, etc.
de los que se ha hablado anteriormente: desde el desarrollo tecnológico a la Pero entre las variables que influyen en la decadencia de lo sagrado y en
urbanización, desde los nuevos roles a los nuevos status, a las consecuencias «•I desarrollo del ateísmo existen algunas que hacen pensar en la posibilidad de
psicosociales y psicológicas de todos estos hechos que han influido más directa- una mutación en las orientaciones evolutivas de la religiosidad.
mente en la crisis de la religiosidad y en la aparición del ateísmo en la sociedad Realmente, la civilización industrial se ha desarrollado, hasta ahora, en prc-
contemporánea. rncia de algunos denominadores comunes. Ante todo ha tenido lugar en pre-
Es, pues, evidente que la crisis de la religión en la sociedad industrial es cncia de fuertes desequilibrios entre el desarrollo técnico-industrial y el nivel
el fruto de una transformación profunda de la sociedad y no procede, por tanto, le instrucción. En segundo lugar, ha llevado a un elefantiásico desarrollo del
ector secundario (industrial) de la sociedad, el más vulnerable según parece,
Ihíd , p. I<W. il menos en una primera fase, al ataque de la irreligiosidad y del ateísmo.
152 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 153

En tercer lugar, la sociedad industrial ha ido acrecentándose en presencia las siguientes frecuencias semanales de asistencia a la iglesia en relación con el
de fuertes tensiones político-sociales internas, entre grupo y grupo y entre nivel de instrucción:
clase y clase, lo cual ha fomentado ciertamente la desintegración de muchos
grupos, incluso religiosos. College 51%
Además, por razones históricas, la religiosidad estaba, en parte lo está to- HighSchool 47%
Grade School 43%
davía, focalizada en actitudes mágico-religiosas de grupo más que en actitudes
autónomamente religiosas e inner directed, es decir, en formas de religiosidad
culturalmcnte fundadas y autoconscientes. Naturalmente, el sociólogo sabe que el análisis de estas cifras, para resultar
Así, pues, la crisis se desarrolla en presencia de algunas variables cuya per- significativo, debe ser ulteriormente profundizado, estableciendo ante todo si
sistencia en el tiempo es dudosa y que, por consiguiente, pueden con razón existen correlaciones, incluso entre los niveles de renta, la condición social y el
invalidar toda previsión a largo plazo. tipo de sociedad en el que los grupos sociales se hallan insertos.
No sorprende el hecho de que, frente al advenimiento de la sociedad in- En realidad, como ha demostrado magníficamente Emil Pin en su estudio
dustrial, las clases menos cultas hayan terminado por verse más duramente sobre Lyon (sus resultados han sido posteriormente confirmados ampliamente
afectadas por la irreligiosidad y el ateísmo. Las clases menos evolucionadas, y en otros lugares), existe una estrecha conexión entre práctica religiosa y nivel
entre ellas incluso buena parte de la clase obrera, se encuentran frecuentemente socioeconómico. Con la mejora de las condiciones económicas aumenta la prác-
en un nivel de maduración cultural que, como lo hace Desqueyrat, se podría tica, cosa que no ocurre con el cambio de nivel de cultura.
calificar de adolescencia I0°. Se trata de un fenómeno complejo, en el cual, lógicamente, entran también
De aquí la incapacidad, por otra parte comprensible, de resistir a las so- en juego las relaciones familiares, las relaciones de clase, las condiciones de
licitaciones psicológicas, sociales y culturales de la sociedad contemporánea, urbanización, pero en el que los dos factores, condiciones socioeconómicas y
que frecuentemente degrada al hombre. condiciones culturales, constituyen sin duda variables fundamentales.
En la ciudad industrial, por ejemplo, la naturaleza es considerada como un Pin subraya los siguientes índices de práctica religiosa familiar"".
objeto para la ciencia, cuyo significado sacral sólo con una maduración pro-
funda es posible discernir.
Del mismo modo, la sociedad, construida por el hombre, resulta difícilmen- CLASES SOCIALES Y PRACTICA RELIGIOSA
te reconocible como expresión de un Dios creador. Por otra parte, sólo un
grado elevado de cultura y autocontrol permiten al individuo no ser estandar- En las casas en las que
tizado, socializado y plasmado por una sociedad que tiende, casi naturalmente, el jefe de familia pertenece Son enteramente Son parcialmente Son no
a las categorías: practicantes practicantes practicantes
n desacralizar al hombre.
Los mismos estudios sociológicos que han esclarecido las correlaciones en-
Obreros 9,1 12,4 78,5
tre ciertas manifestaciones de la sociedad industrial y la irreligiosidad permiten (¡omrrciuntes, artesanos 14,9 1,5 83,6
afrontar el problema en esta nueva perspectiva, es decir, teniendo presente el Hinpleados 16,7 10,2 73,1
significado que, con miras a previsiones para el futuro, puede tener el cambio ('MÍemolías medias 34,2 19,7 46,1
Krprcsentantes, grandes comerciantes 21,6 29,7 48,7
de la relación y de la correlación existente entre los diversos componentes que Profesiones superiores 50 19,4 30,6
influyen en la religiosidad. Mrilia 22,1 12,9 65
Una primera correlación que merece ser profundizada es la directa y pre-
cisa que existe entre el grado de instrucción y la asistencia a la iglesia. TAIII.A 33. índice neto (en porcentajes) de la práctica familiar dominical seflúu tu categoría
Una encuesta Gallup de 1954 señala para los Estados Unidos de América mirioprofcsional del jefe de familia. (Fuente: Sondeo 55, Inmuebles, 1954).

100
Cf. A. Desqueyrat, La crísi religiosa del nostro lempo, p. 119. Cf. li Pin Pratiquc religieuse et classes sociales, París, Spes, 1956, pp. 444 y P'O.
154 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 155

Lo mismo puede decirse respecto a la práctica religiosa individual102. Obreros 30


Comerciantes —
Empleados 54
MUJE RES Categorías medias 71
TOI.AL, EXCEPTO LOS NO CATÓLICOS HOMBRES Representantes 53
Casadas Total mujeres Profesiones superiores 86

454 347 611 TABLA 37. Práctica religiosa de los jóvenes —desde los siete a los veintiún años (en porcen-
Obreros 10,4 13,8 16,3 tajes)— según la categoría socioprofesional del cabeza de familia. (Fuente: Sondeo 55, Inmue-
Comerciantes, artesanos 10,5 12,5 15 bles, 1954).
Empleados 20,3 25,5 24,2
Categorías medias 31,4 • 53,5 53,6 La misma escala de práctica religiosa, creciente con el incremento del nivel,
Representantes, grandes comerciantes ... 22,2 52 50
Profesiones superiores '. 57 68,5 60,2
se encuentra en lo que se refiere precisamente al tipo de instrucción. Es también
Amas de casa cabezas de familia — — 36,6 Pin el que presenta una tabla muy clara que puede servirnos como ejemplo m.
Media 24 33,2 30,7
Práctica religiosa Práctica religiosa
Tipo de instrucción hombres adultos de sus esposas
TABLA 34. índice de práctica dominical individual (en porcentajes) según las categorías socio-
profesionales. Categoría del marido para las mujeres casadas y las restantes amas de casa. Categoría Escuela primaria sin certificado de estudios 9,9 14
propia para las mujeres cabeza de familia. (Fuente: Sondeo 55, Inmuebles, 1954). Hstudios terminados a los quince años, con certificado
de estudios 13,8 21,1
Estudios primarios superiores con diploma 21,7 43,8
Y por lo que se refiere al alejamiento de la práctica religiosa entre hombres üstudios técnicos con un CAP al menos 30 37,5
y mujeres, que a su vez es índice de crisis religiosa en el grupo, veremos que la l'.studios continuados hasta los dieciséis-veinte años sin
diferencia en la práctica disminuye con la mejora en las condiciones sociales, diploma 32,8 52
Machillerato 50 50
salvo dos excepciones tal vez justificables. lístudios superiores (diplomados en Universidades o
entidades superiores) 57 88

Sobre 100 Sobre 100 TABLA 43. Tipos de instrucción y práctica religiosa dominical (en porcentajes). (Fuente:
Numero de hombres practicantes mujeres muejeres casadas '••Huleo 55, Inmuebles, 1954).
pertenecientes a la categoría practicantes practicantes
No faltan confirmaciones para las tesis de Pin.
Obreros 64 75
Comerciantes, artesanos 70 84
Mencionaré los estudios de Kelley para los Estados Unidos, de los cuales
Empicados 84 80 • • posible entresacar las siguientes cifras, bastante significativas, con respecto
Categorías medias 58 59 i la práctica religiosa en relación a la condición socioeconómica:
Representantes, grandes comerciantes 45 43
Profesiones superiores 95 83
Profesionales Personal Agricultores Obreros Obreros
libres de pesca cualifi- especia- Obreros
empresarios forestales cados tizados manuales
La situación no es diversa para los jóvenes, entre los cuales, aparte otros
factores, influye el hecho de que en las clases en que la condición económico- i iiiiuinión pascual. 80 80,5 11 71,5 74 72,5 67
Mina dominical .... 81 79,5 75,5 71,5 73,5 75,5 64
social y la cultura son superiores, parece que van acompañados en su entrada ('.ninutiión mensual. 85 4,5 40,5 35,5 33 39 29,5
«en la vida» con más cuidado 103.
(Proporción en porcentaje establecida sobre la base de la declaración de los Interesado.1) durante
M censo diocesano).
Ibfd., p. 190.
Ibfd., p. 196. Ibfd., p, 2H.
156 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 157

Y en relación al nivel de instrucción I05: Demos el cuadro original:

ESCUELA ESCUELA ESCUELA ESCUELA CORRESPONDENCIA DEL DINAMISMO DE LAS ACTITUDES RELIGIOSAS
PRIMARIA PRIMARIA SECUNDARIA SECUNDARIA UNIVER- Y DE LA PROCEDENCIA SOCIAL
INCOMPL. COMPLETA INCOMPL. COMPLETA SIDAD

Públ. Cal. Públ. Cat. Públ. Cat. Públ. Cat. Públ. Cat. ACTITUDES ,ACTUALES

H 56 60 56 66 62 70 68 81 69 84 I II II
Comunión pascual Creyentes y Creyentes
M 58,5 71 65 78 67,5 83,5 79,5 84,5 79 86 sistemáticamente irregulares o Incrédulos T 0 T í, i

practicantes no practicantes
H 61 58 55,5 71,5 66,5 78 74 85 76 85 ACTITUDES PASADAS
Núms. Núms. Núms. Núms.
M 64 72,5 67 81 69 86,6 77 87 83 88,5 abso- % abso- % abso- % abso- %
lutos lutos lutos lutos
H 28,5 24 25,5 38 29,5 37 33 49,5 30,5 50,5
Comunión mensual
M 32 44,5 35,5 48 34,5 50 37 50 46,5 58 De procedencia camp.:
I 45 69,3 19 29,2 1 1,5 65 100
II 8 7,1 28 66,7 11 26,2 42 100
(Proporción en porcentaje, establecida sobre la base de la declaración de los interesados con III 1 8,1 2 6,8 29 90,6 32 10(1
ocasión de un censo diocesano).
De procedencia obrera:
I 45 68,4 24 33,8 2 2,8 71 100
La situación aparece mucho más compleja en los países comunistas, donde, II 1 2,3 34 79,1 8 18,6 43 100
evidentemente, una serie de factores concomitantes y a menudo deformantes III 1 2,7 5 18,5 31 83,8 37 100
hace muy difícil el juicio.
De procedencia de la
Las encuestas entre los estudiantes de Varsovia, por ejemplo, parecen de- intelligentsia:
mostrar una menor religiosidad entre los que proceden de la intelligentsia, I 68 54,4 48 38,4 9 7,2 125 loo
aunque naturalmente existe cierta selección política en la flor y nata de la misma, II 2 2,0 66 65,3 33 82,7 101 100
III 1 1,8 1 1,8 53 96,4 55 100
por lo cual acaba por aparecer una cierta preponderancia porcentual de indivi-
duos de extracción marxista y, por consiguiente, un menor porcentaje de per-
sonas practicantes m.
La conclusión parece ser que, mientras practica con regularidad el 69,3 por
100 de los individuos de procedencia campesina, la práctica es del 68,4 por 100
cutre los que son de procedencia obrera y del 54,4 por 100 entre los que
proceden de la intelligentsia.
No son distintas las condiciones de otras encuestas, más o menos recientes.
También el sondeo referente a la juventud de Varsovia hace que se llegue
.i Iii conclusión de que la religiosidad decrece al descender la instrucción m.
105
Cf. G. Kelley, Catholics and the Practice of the Faith, Nueva York, Catholic University
Press, 1946. Cf. asimismo L. Rethy, La pratique dominicale dans les zones urbaines de Sáone et
Loire, Autum, 1958, 38 pp. Y también J. Chelini, Pratique religieuse et niveaux de culture:
«Signes du Temps», 2 (1959), pp. 11-15.
"* Cf. A. Pawelczynska, Les altitudes des étudiants varsoviens envers la religión: «Archives "" J. Müiirc, Un sondage polonah sur les altitudes religieuses tic la jenetisse: «Archives ilc
de Sociologic des Rcligions», 12 (1961), pp. 107-32; cf. p. 116. Sociologic des Religions», 12 (1961), pp. 133-43; cf. p. 136.
158 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 159

índice de práctica entre los miembros de las familias que no tienen una instruc-
TIPOS DE INSTRUCCIÓN ción elevada se ve influido por las condiciones economicosociales y en qué me-
Elemental Media general Media prof. Superior dida, por el contrario, dependen del ambiente familiar, es decir, de un tipo y
TENOR DE de un nivel de cultura proporcionado por la familia, incluso en ausencia de un
LAS RESPUESTAS No No No No
adecuado nivel de instrucción?
com- Com- com- Com- com- Com- com- Com-
pleta pleta pleta pleta pleta pleta pleta pleta Es difícil, aunque no esencial para nosotros, responder a estas cuestiones.
Ya veremos en seguida por qué.
Me considero católico. 81,8 88,1 73,8 74,1 73,7 75,4 68,2 70,6 Tratemos, por el contrario, de apoyar las consideraciones de Emil Pin con
Me considero ateo ... 2,3 1,9 5,1 6,4 7,0 7,6 4,6 11,8 los resultados de investigaciones y estudios más generalizados.
F,l problema no me in-
teresa 4,0 5,1 6,6 3,8 6,1 5,7 6,6 7,8 Entre todos, y para no hacer demasiado pesada la argumentación, citaremos
No tengo opinión algu- los datos disponibles sobre Alemania (los que se refieren a Francia son dema-
na a este respecto ... 10,8 9,7 14,2 11,3 13,2 11,4 20,5 9,8 siado conocidos para volver a ellos) a propósito de la relación entre la condi-
Orco en la creación del
mundo 73,9 72,8 61,9 69,2 65,8 65,9 58,3 58,8 ción social y la práctica religiosa:109
Teni;o intención de ca-
sarme por la Iglesia. 76,7 75,1 65,6 71,0 64,0 67,1 63,6 66,7
Tengo intención de edu- Condición social Mari Dortmund Essen Tréveris Mannheim Munich
car religiosamente a M (b) (c)
mis hijos 79,0 77,8 69,9 75,4 68,4 70,8 68,9 70,6
Independientes 58 39 41 43 10 10
Funcionarios 49 49 51 50 49 33
Empleados 49 53 43 44 35 33
Pero es evidente que la propaganda antirreligiosa, la tendencia a concentrar Artesanos asalariados 31 — — — — —
a los comunistas y a los ateos en los cuadros dirigentes y muchos otros elemen- Obreros 15 16 18 19 24 16
tos sobre los cuales no hay por qué detenerse ahora, entre ellos la propaganda
directa en las escuelas, el ateísmo oficial de las élites, para las cuales el ateísmo a) media de 18 parroquias; b) media de 12 parroquias; c) parroquias principales.
se convierte hasta cierto punto en un elemento de integración cultural, etc.,
complican mucho el razonamiento y hacen casi imposible darle un cierto signi- Es evidente que no existe mucha diferencia entre lo que expresan estas cifras
ficado científico. El número de las incógnitas y de las variables desconocidas y las conclusiones a que nos lleva la serie de tablas que dimos anteriormente en
por falta de datos seguros es realmente muy alto. referencia al estudio de Emil Pin.
Las mismas estadísticas son difíciles de valorar. Para dar una idea de la De todos modos, ni siquiera estos datos deben inducirnos a sacar conclusio-
situación, baste considerar que el censo yugoslavo de 1953 daba el 18,4 por nes precipitadas.
100 de ateos... ¡para la población de cero a seis años! m. Obsérvese, por ejemplo, lo que dice Isambert: «En compensación, se podría
Naturalmente, estas estadísticas plantean una serie de problemas que Pin hallar, en lo que se refiere a la asistencia al culto, una cúspide máxima en la clase
y otros autores afrontan, pero que no son esenciales para nuestro tema. media. Por último, el interés hacia las cuestiones religiosas no estaría ligado de
Así, por ejemplo, ¿en qué medida el nivel de cultura, más elevado en las manera significativa a la clasificación profesional ni al grado de los estudios, pero
clases cuyas condiciones economicosociales son mejores, influye en la práctica comportaría un leve máximo para los grados medios de renta. En Francia, un
religiosa, y en qué medida, por el contrario, es la condición social y económica sondeo efectuado acerca de las actitudes religiosas de la juventud da, para el cri-
la que influye sobre la religiosidad y la práctica religiosa? ¿Cuál es en suma la terio más próximo al membership (educación religiosa impartida a los mucha-
correlación efectiva entre los tres factores? Por otra parte, ¿en qué medida el chos), una proporción creciente desde los obreros a las categorías y profesiones

"* Cf. J. Fiscra, Religión et opinions chez les étudiants de l'Université de Sarajevo: «Archives "" Cf. N. Greinacher. L'évolution de la pralique religieuse en Allemagnc aprés la guertr:
ilc Sociologic des Kcligions», 12 (1961), pp. 145-55; cf. p. 154. «Social Compass», 10 (1963), pp. 345-56; cf. p. 350.
160 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 161

liberales, pasando por los empleados y funcionarios. En contraposición, si es Estas anotaciones se integran maravillosamente con las observaciones de
verdad que se advierte un progreso paralelo en relación a los grados escolares, Cottret:
yendo del primario al secundario, y pasando por el primario superior y el técni- «La costumbre y la necesidad de ocuparse de lo que atañe a las necesida-
co, los que han recibido una enseñanza superior serían los menos numerosos en des físicas de la vida, ejercitando todos los días la sagacidad, la previsión del
dar y querer dar una enseñanza religiosa a sus hijos. Por el contrario, a la pre- hombre que se afana, parecen absorber en él todo cuanto le queda de juicio
gunta: '¿Discuten ustedes con frecuencia (o con mucha frecuencia) sobre pro- y de inteligencia para las verdades morales, para el entendiminto de las rela-
blemas religiosos?', los índices aumentan con el grado de enseñanza recibi- ciones y el conocimiento de sí mismo» 1B.
da» uo. Las condiciones objetivas del trabajo se añaden a los numerosos factores
A estas consideraciones añadiremos las observaciones de Lenski, recogidas de los que se ha hablado y ejercen una más profunda influencia, probablemente
por Isambert 1U , según las cuales «si es verdad que el grado de los estudios no en función de la dificultad (falta de instrucción y condiciones económico-
parece corresponder en modo sensible al interés hacia la religión, en compen- sociales que no permiten una mayor maduración) para desarrollar una perso-
sación este interés es más fuerte en aquellos que han tenido buen éxito en los nalidad independiente y, por tanto, para ponerse en condiciones de adoptar
exámenes, en cualquier etapa de la carrera escolar en que los coloquemos. In- una actitud capaz de juicio autónomo.
versamente, los que después del matrimonio han ascendido notablemente en la Queda en pie, sin embargo, el hecho, objetivo e indiscutible, de que el gra-
escala social se mostrarán menos inclinados hacia las cuestiones religiosas que do de escolarización y de cultura, juntamente con la condición económica, des-
aquellos que se han estabilizado en cierto nivel de la escala social». empeñan un papel en favor de la religión, al menos en lo que respecta a la
Lo cual puede tal vez justificarse considerando que la lucha emprendida sociedad occidental.
por aquellos que se han enriquecido puede haberles impulsado objetivamente Entre estas grandes directrices se articulan y entran en juego una serie el
a despreocuparse de todo otro interés, incluso de carácter religioso. otros factores. Y no rechazaremos, ciertamente, las consideraciones de aquello
que subrayan las consecuencias de la estratificación social y de las dificultades
Evidentemente, por tanto, entra en juego una serie de factores ligados de
que encuentran ciertas clases, como la obrera, para integrarse en estructuras
manera directa a la «historia de la vida» que ha llevado al sujeto al éxito eco-
que los sitúan en una indudable condición de inferioridad. Ni negaremos que
nómico.
esta dificultad de integración lleva con toda seguridad, o al menos en cierta
La funcionalidad negativa de la organización de la Iglesia (como los demás medida, a la repulsa de la Iglesia como expresión institucionalizada de la so
factores de que se ha hablado) actúa preponderantemente en este nivel. ciedad que esas clases rechazan o por la que son rechazados.
Emil Pin alude, a este propósito, a la tesis de aquellos que sostienen: «El Factores tradicionales como la influencia negativa de la evolución tecnoló-
proletariado, al que se le echa en cara el no ser practicante, ¿no responde acaso gica, de las condiciones de vida, de la estratificación social, de la que acabamos
por su propia cuenta: Nosotros, los obreros, no tenemos tiempo de ir a misa? de hablar, se entrelazan hasta cierto punto de manera nueva con algunas varia-
Las cuestiones religiosas, el más allá, las ceremonias, aparecen como objetos bles que, aun existiendo en parte desde hace tiempo, o ejercían su influencia
marginales y casi inexistentes en comparación con la absorbente preocupación en otra dirección o la ejercían en una medida muy modesta.
de sobrevivir y de lograr que la propia familia sobreviva. En términos riguro- Entre estas variables se incluye precisamente la condición económica y el
sos, no se trata de una negación' de Dios, de ateísmo. Pero si Dios no ha des- nivel de instrucción.
aparecido por completo del horizonte, al menos se ha convertido en algo le- La instrucción elevada y el bienestar parecían ser, hasta no hace muchos
jano» "2. decenios, los elementos distintivos de cierta indiferencia, variable y en ocasio
nes bastante intensa, hacia lo religioso.
1,0
Cf. F. A. Isambert, Cbristianisme et stratifkation sociale: «Social Compass», 9 (1962), Hoy la situación parece haberse vuelto del revés. La influencia de los coni
pp. 495-515. ponentes negativos parece ejercerse preponderantemente y con mayor profun
111
Cf., además del citado artículo de Isambert, G. E. Lenski, Social Correlates of Religious
liitcrcst: «American Sociological Review», 18 (1953), pp. 543-53, 113
A. Cottret, Considérations sur l'état actuel de la religión catholique en France, París, 1815,
" ! E. Pin, Ilipothéses relativos a la désaffection religicuse dans les classes inférieures: «Social pp. 15-16, cita de F. A. Isambert, Cbristianisme et classe ouvriére, París, Castermnn, 1961. A ella
Compass», 9 (1962), pp. 515-37. alude también E. Pin, o. c., cf. la nota 111 de esta página.
11
162 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 163
didad con respecto a los grupos menos provistos cultural y socialmente (por su gories non pratiquantes (salaries manuels, petits comercants et artisans, petits
limitado grado de integración). fonctionnaires, employés non qualifiés, gens de maison, etc.) est un faible dcgr<5
En otras palabras —y es también Pin el que habla ahora—: ¿se puede sos- de niveau éducatif, concordant statistiquement avec une personnalité moins
tener fácilmente la hipótesis de que: «El grado de práctica religiosa de los autonome» I15.
habitantes de las ciudades es directamente proporcional al grado de instruc- Y es precisamente este hecho el que, en función de las actuales directrices
ción? Este último, en la hipótesis aquí presentada, sería la expresión indirecta de desarrollo del nivel medio de instrucción y de la estratificación social, nos
de la madurez de una persona independiente (inner directed), que ha llegado permite mirar con cierto optimismo el futuro de la práctica religiosa en particu-
a dominar intelectual y afectivamente los problemas planteados por la vida mo- lar y de la religiosidad en general.
derna, industrial y urbana. La abstención de las prácticas religiosas no significa Veamos por qué.
sino una más entre las abstenciones que se pueden comprobar en la ciudad. Ante todo, la crisis de la religiosidad ha estado, especialmente durante el
Según esta hipótesis, serían las mismas clases de individuos las que manifesta- siglo xix, vinculada sobre todo al paso de una civilización campesina a una civi-
rían, por una parte, el más fuerte espíritu de iniciativa cívica, industrial, técnica, lización industrial, es decir, ha sido el producto del encuentro entre las actitu-
social, etc., y, por otra, la más alta proporción en la práctica religiosa. La prác- des y caracteres psicológicos propios del individuo, expresión de la fase de civi-
tica religiosa sería así uno de los comportamientos responsables que exigen —al lización que nos ha precedido, y los nuevos caracteres emanados de la civiliza-
menos en la ciudad— autodeterminación, dominio de sí y control del ambiente ción y de la revolución industrial. Es el encuentro, el contraste y muchas veces
circundante. Cosas todas ellas que suponen, a su vez, control intelectual del la antítesis entre escalas de valores y factores, con frecuencia radicalmente di
mundo exterior, lo cual equivale a decir instrucción, educación, formación me- versos, que se expresa muy a menudo en la crisis de lo sagrado.
diante el oficio o la profesión. Aquellos cuya personalidad no hubiere alcanzado Ahora bien: dentro de no mucho tiempo, en gran parte de los países qi
su plena madurez serían, por el contrario, incapaces de realizar actos responsa- se hallan en un estadio más avanzado de industrialización, muchos de estos c
bles fuera del universo de la familia y del vecindario» 114. racteres de las civilizaciones campesinas quedarán en adelante cancelados, ce
lo cual uno de los factores esenciales de la crisis dejará de subsistir y el homb: <
Aquellos sujetos que por las razones antedichas no están en condiciones de
asimilará desde la infancia la técnica y la ciencia. Estas significarán ya un dr
oponerse a la marea ascendente de los factores antirreligiosos, secularizantes y
cubrimiento que se verifica «en cierto punto de la existencia», originando un.i
desacralizantes, de los que se ha hablado en esta parte de la exposición, sucum-
crisis en la cuestión religiosa.
birían y llegarían incluso, en muchos casos, al verdadero ateísmo.
En segundo lugar, como hemos visto, la crisis religiosa es preponderan lí-
Es claro —y deseamos subrayarlo en este lugar— que la atención dirigida
mente, al menos en los países del Occidente, la expresión de un grado de cul-
al componente cultural y a la condición social y económica no significa que las
tura y de instrucción modesto, o relativamente modesto, por lo cual es posible
consideremos como variables completamente independientes. Aun sin descui-
pensar que la progresiva elevación de la enseñanza media hará cada vez más
dar la influencia de dichos factores, es posible subrayar la concurrencia o con-
difíciles aquellos desmoronamientos masivos de la religiosidad o, al menos, de-
vergencia de todas las variables de las que se ha hablado y acerca de las cuales
sús expresiones exteriores.
Kmil Pin, en su apreciable artículo, antes aludido, llama la atención: la funcio-
Indudablemente, no se afirma que elevando el nivel de cultura media ul
nalidad cultural negativa de la Iglesia, incapaz a veces de adecuar su universo
nivel en el cual la práctica religiosa es actualmente elevada, aun cuando sni
cultural a la mudable realidad social, las lagunas organizativas, la frecuente
para una minoría, la práctica del resto de la población se elevará en el minino
tendencia del proletariado a identificar a la Iglesia con las clases dominantes,
pirado. Sin embargo, es indudable que asistiríamos a una mejora notable de la •
la supervivencia del paganismo mágico-religioso rural, evidentemente bastante
condiciones en que se desarrolla la práctica religiosa.
vulnerable al ataque del ateísmo por su manifiesto desacuerdo con los valores
Vindmente, hay que tener en cuenta un tercer punto: sabemos muy bien
culturales de la sociedad industrial.
que las condiciones sociales y económicas influyen poderosamente. Exislcn
Pero es asimismo verdad que, en la concurrencia con las diversas variables,
clases sociales, por ejemplo, y de una manera muy particular el proletariado.
«la seule caractéristique qui semble vraiment commune á l'ensemble des caté-
14
Cí. E. Pin, o. c, p. 522. "' Cf. E. Pin, o. c, p. 522.
164 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 16.5

en cuyo ámbito la práctica religiosa es muy baja, por lo cual su participación 2) La penetración del ateísmo y de la irreligiosidad en aquellas clases en
masiva en la formación de la población de un país constituye frecuentemente las cuales ambos brotan más fácilmente, sobre todo en el proletariado y las
una de las condiciones del fuerte descenso de la práctica religiosa media. profesiones vinculadas con este último.
No obstante, caminamos sin duda alguna hacia un tipo de sociedad en el 3) Un nivel de instrucción modesto, que convierte al individuo en con
que el porcentaje de personas que forman parte del proletariado, sea urbano formista, acrítico, etc., situándolo en mejores condiciones de permeabilidad
o rural, está destinado a disminuir cada vez más. frente al empuje ateo y desacralizante.
Ante todo, el número de sujetos dedicados a la agricultura, considerados La evolución de la sociedad industrial, rapidísima en muchos países que
globalmente (lo mismo que sucede respecto a los jornaleros, más vulnerables se hallan en un grado de desarrollo técnico-científico elevado, hace prever que
en el plano religioso), desciende continuamente. Así, en ciertos países en los la influencia de estas tres variables declinará con el tiempo. Si este declinar va
que el proceso de industrialización, de automatización y de desarrollo en el acompañado por la elaboración de una forma de religiosidad más personal, más
sector terciario está muy avanzado, se llega a porcentajes que varían entre el consciente, más madura y adulta, las previsiones de muchos estudiosos contem-
12 y el 5 por 100, incluso menos. Por otra parte, la automatización y la mecani- poráneos acerca de la crisis de lo sagrado y del desarrollo del ateísmo podrán
zación reducen progresivamente el componente del trabajo manual en la indus- ser refutadas por los hechos.
tria. El porcentaje de los obreros manuales se hace cada vez menos importan-
te en el ámbito del total de los que componen cualquier sociedad industrial,
lo mismo que en el ámbito de los dedicados a la industria en la misma sociedad.
No queremos tratar con demasiado detalle este problema de las mutaciones BIBLIOGRAFÍA RAZONADA
de la estratificación social, para cuyo estudio nos limitamos a remitir a nuestro
libro, en el que hemos profundizado sobre el tema 116. Existen algunas publicaciones de carácter general capaces de introducir al lector en el problema
Pero sin descender a detalles, basta una ojeada a la evolución producida l rotado.
Aconsejamos ante todo la lectura de las obras de Le Bras, tanto porque en su análisis se basan
en la estratificación de la sociedad contemporánea para percatarse del cambio lu mayoría de las publicaciones sucesivas como porque, en todo caso, se hallan entre las más cqni
correspondiente en las condiciones sociales de la práctica religiosa. libradas y completas.
Pensemos en los Estados Unidos de América: el cambio en la estructura Por consiguiente, para comenzar citamos la obra que recoge todas sus publicaciones hiislu . i
uno 1955:
de la fuerza de trabajo entre 1900 y 1960 es muy significativo. le Bras, G., Eludes de sociologie religieuse, París, PUF, 2 vols., 1955-56, XIX + 394 4- 280 \-v
Esta misma evolución se está operando en los restantes países de más alto L'explication en sociologie religieuse: «Cahiers Internationaux de Sociologie», 21 (I9*><
grado de industrialización, en los cuales es indudable que la nueva estratifica- pp. 59-76.
Le sociologie religieuse parmi les sciences humaines: «Recherches et Débats», 25 (19.">í
ción concentra la población de las sociedades industriales en aquellas clases en pp. 11-25.
cuyo interior los desmoronamientos son menos graves y las recuperaciones, al Y, por último, el artículo aparecido recientemente en «Social Compass», que representa iinn
menos en el estado de cosas actual, más fáciles y consistentes. in lalación precisa a propósito de la posición de Le Bras sobre el problema de la crisis religiosa
rn lu sociedad industrial:
Está, por consiguiente, fuera de duda que todos los factores de los que se Ir Hms, G., Déchristianisation: mot fallacieux: «Social Compass», 10 (1964), pp. 44552.
ha hablado influyen en la evolución de la religiosidad, del sentido de lo sagrado, Ktitre las obras capaces de proporcionar una primera orientación para la investigación, recor-
de la práctica religiosa. Pero también es verdad que esta influencia es tanto ilrino» también y ante todo las que tienden a ofrecer un planteamiento más destacadamente socio
n lidioso de la problemática, incluyendo la discusión acerca de la crisis en el más amplio esquer
más consistente cuanto más concurren, simultáneamente o no, los tres compo- • Ir Irt discusión de los problemas religiosos en la sociedad contemporánea. Véanse, por tanto:
nentes de los que hemos hablado, es decir: AIHVIC, M., Religious Behaviour, Glencoe, The Free Press, 1959, XII + 196 pp. (Libro seii
pero en el fondo ampliamente informativo).
1) El encuentro entre una civilización campesina y una civilización in- Miiiiliiril, F., Primi risultati della sociología religiosa, Milán, Vita e Pensiero, 1955, 240 pp. (Traba
dustrial y, por tanto, entre una religiosidad en gran parte mágico-religiosa y |o de carácter introductivo y, por tanto, más bien informativo que un verdadero y propio
el progreso técnico-científico. análisis científico).
'i üKcr, J. M., Religión, Society and the Individual. An Inlroduction to the Sociology of Religión
Nurva York, Macmillan Company, 1957, XVI -(- 658 pp. (Algunas de las tesis de esle nutoi
"* C!. S. S. Acquuvivu, Autoniazhiif c nuova classe, Bolonia, II Mulino, 1964, 2." ed., XX + parecen ampliamente discutibles).
IK2 pp. . ' • ilion, G, M., Sociology of Religión, Nueva York, McGraw-Hill, 1962, X + 413 pp.
166 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO 167
Orientadas igualmente hacia temas generales y de fondo están las obras de los siguientes auto- Pellizzi, C, Caproni, parruche e altro (comentarios y preguntas a E. De Martino): «Rasscftnii
res, cuya investigación, sin embargo, no se funda en una instrumentación técnico-científica de Italiana di Sociología», 2 (1961), pp. 99-112.
tipo sociorreligioso: El problema es tratado desde diversos puntos de vista por los siguientes artículos y ensayo»:
Dawson, C, Progresso e religione, Milán, Edizioni di Comunitá, 1948, 267 pp. (Obra no propia- Acquaviva, S. S., The Psychology of Dechristianization in the Dynamics of the Industrial Society:
mente de sociología religiosa, pero que tiene cierto interés). «Social Compass», 7 (1960), pp. 209-26.
Malinowski, B., Magic, Science and Religión, Boston, The Beacon Press, 1948. Banning, W., Einige sociologische opmerkingen over the secularitieproces: «Sociological Bullc-
Miimfoid, L., Technics and Civilization, Nueva York, Harcourt Brace and Co., 1934. (Obra de tin» (1951), pp. 84-90.
carácter más informativo-cultural que científico). Hay trad. española. Becker, H., Sakularisationsprozesse: «Kólner Vierteljahreshefte für Soziolige», 61 (1932), pp. 283-
— ha condizione dell'uomo, Milán, Edizioni di Comunitá, 1957, 540 pp. (Como la precedente, 94; 450-63. (Apreciable por su seriedad).
se trata de un trabajo preponderamente cultural). Bellach, R. N., Religious Evolution: «American Sociological Review», 29 (1964), pp. 358-74,
Problemas particulares, aunque ligados a esta temática de fondo, son también tratados por Birnbaum, N., Sakularisation. Zur Soziologie der Religión in der heutigen Gesellschaft des
Faggiotto, Isambert, Berger y Besnard. Westens: «Monatsschrift für Pastoraltheologie», 48 (1959), n. 3, pp. 68-83.
Bcrger, P. L., The Precarious Vision, Garden City, Doubleday Co., 1961, 238 pp. Chelini, J., Sociétés contemporaines et désacralisation: «Signes du Temps», 11 (1961), pp. 11-15.
Besnard, A. M., La civilisation technicienne s'ouvrira-t-elle a l'Evangile?: «Lumen Vitae», 13 líóffner, J., Industrielle Revolution und religióse Krise. Schwund und W'andel des religiósen
(1958), pp. 632-54. Verhaltens in der modernen Gesellschaft. (Arbeitsgemeinschaft für Forschung des Lniulcí
Faggiotto, A., Religione e filosofía, presupposli alia filosofía della religione, Universidad de Padua, Nordrhein-Westfalen, Heft n. 97), Colonia-Opladen, 1961. (Ensayo breve, pero interesante).
Curso de Perfeccionamiento en Historia de las Religiones, año académico de 1951-52, 69 pp. Jammes, J. M., La déchristianisation américaine: «Archives de Sociologie des Religions», 3 (1957),
Isambert, F. A., Christianisme et classe ouvriére, Tournai, Casterman, 1961, 261 pp. pp. 97-120.
•— L'analyse des altitudes religieuses: «Archives de Sociologie des Religions», 11 (1961), Pfautz, H. V., The Sociology of Secularization: Religious Groups: «The American Journal of
pp. 35-52. Sociology», 61 (1955), pp. 121-28.
Del problema y del significado de lo sagrado en relación con lo profano, tanto respecto al pro- • - Christian Science. A Case Study of the Social Psychological Aspects of Secularization: «Social
Forces», 36 (1956), pp. 246-51.
blema de la historia de las religiones como a la sociología de la religión, se ocupan las obras de
Plicgler, M., Die religióse Situation, Graz-Salzburgo-Viena, 1948, 222 pp.
Otto y Eliade:
Eliade, M., Images et symboles, París, Gallimard, 1952, 238 pp.; 1949, 254 pp. Problemas que pueden asimilarse a los que nos interesan, aun no teniendo verdadera relación
— The Sacred and the Profane, Nueva York, Harcourt Brace, 1958, 256 pp. (Trad. esp., Lo con el desarrollo del ateísmo, son los que discuten Siemens y Simondon.
sagrado y lo profano, Madrid, Guadarrama, 1967). Siemens, G., Zur Philosophie der Technik: «Hochland», 24 (1926-27), pp. 532ss.
Otto, R., Lo santo, Revista de Occidente, Madrid. 'iniondon, G., Du mode d'existence des objets techniques, París, Aubier, 1958, 268 pp.
Todas estas obras son capaces de preparar al lector para una discusión histórica y psicológica El estudio de la crisis religiosa en la sociedad industrial exige, como hemos visto en el texto,
del problema, pero resultan claramente marginales respecto a su discusión filosófica y teológica. I análisis de algunos problemas psicosociales de la persona y de la condición humana. A este fin
Precisamente por esto su lectura resulta útil para el que deba plantear su investigación en un .un útiles algunos ensayos generales de psicología social y algunos textos más especialmente orí' <<
ámbito preponderantemente fenomenológico. lados respecto a lo que nos interesa. Y con un planteamiento más especialmente psicológico:
Más directamente afrontan el tema los estudios de Soroldn, aunque en un ámbito general y Munnheim, K., Ideology and Utopia. An Introduction to the Sociology of Knoiuledge, Lond
en referencia a ciclos históricos muy vastos; en un ámbito más específico en relación con nuestra 1936.
época nombraremos los ensayos de Desqueyrat, Veit y el mío propio: lissay on the Sociology and Social Psychology, Londres, Routledge and Kegan, 1953, VIH i
Acquaviva, S. S., L'eclissi del sacro nella societa industrióle. Milán, Edizioni di Comunitá, 1961, 319 pp.
XII + 322 pp. Algunos textos, aun siendo por lo general obra de estudiosos de psicología, son utilizad"',
Desqueyrat, J., La crisi religiosa del nostro tempo, Rocca San Casciano, Capelli, 1958, 248 pp. hirientemente por los sociólogos que se interesan por este problema. Véase, según eso:
Sorokin, P. A., Society, Culture and Personality, Nueva York, Harper & Brothers Co., 1947. • llport, G. W., The Individual and his Religions, Nueva York, Macmillan Co., 1960, XII i
(Obra nprcciable y muy conocida). Existe trad. española. 147 pp. (Discutible, sin embargo, en algunos de sus planteamientos),
Social and Cultural Dynamics, Boston, Sargent, 1957, X + 718 pp. Hay trad. española. i.iik. W. H., The Psychology of Religión, Nueva York, Macmillan Co.-, 1958, XII + 48? pp
Siempre en relación con este tema es' muy conocida la reciente polémica entre Ernesto De (Apreciable autor protestante, aunque rebasado ya en algunas de sus tesis).
Martino y Camilo Pellizzi, en la cual se abordan muchos temas esenciales acerca de la irreversi- • litcr, I. H., Religious Valúes and the Social Personality: «The American Catholic Review», I /
bilidad o no irreversibilidad de la crisis religiosa y el advenimiento del ateísmo en la vida contem- (1956), pp. 109-16.
poránea. El marxista Ernesto De Martino replantea a este propósito todos los argumentos histo- inlu'liunas, M. S., Psicología de la religiosidad, Madrid, Religión y Cultura, 1961, 528 pp. (C)In.i
ricistas, combatidos y, a nuestro modo de ver, frecuentemente rebatidos con eficacia por Camilo muy interesante, que merecería ser traducida a las principales lenguas).
l'cllizzi. La lectura de estos ensayos y de los restantes escritos por De Martino que ahora recor- 'Ii, -K„ An Approach to the Psychology of Religión, Boston, Christophcr Pub. Housc, 19"n,.
damos puede ser de alguna utilidad. 18) pp. (Obra introductiva, aunque un tanto superficial).
De Martino, E., Mito, scienza religiosa e civilita moderna: «Nuovi Argomenti», 37 (1959), >inkn, G. S., Psychology and Religión, Londres, Mcthucn & Co., 1963, XVI + 221 pp.
pp. 1-48. I.ii obra de Mankeliunas es tal vez la más completa e interesante como fuente de información
- Sud c magia, Feltrinelli, 1959, 207 pp. ' ii imperto al problema de la descristianización y del ateísmo. Y no tanto porque el problema »m
Caproni, parruche c altro (respuesta a Camilo Pellizzi): «Rassegna Italiana di Sociología», 2 Rectamente tratado por el autor, sino porque el tratamiento de las cuestiones vinculadas con ln
(1961), pp. 389-400. IIHIÓII es tan vasto que permite valiosas reflexiones «por analogía».
168 S. S. ACQUAVIVA ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL ATEÍSMO

Véanse finalmente, siempre en este ámbito: — Documentazioni statistiche e cartografiche per la conoscenza dello stato della pratn
Carrier, H., Psycho-sociologie de Vappartenance religieuse, Roma, Presses de l'Université Grégo- giosa in Italia: «Sociología Religiosa», 1 (1957), pp. 139-40.
rienne, 1960, 314 pp. — Dati sociologico-religiosi della regione polesana: «Sociología Religiosa», 2 (1958), pp. 1 Y) I
— Synthese des recherches: la religión des étudiants américains: «Archives de Sociologie des Bodzenta, E., Sozialstruktur und religióse Praxis in einer industriellen Mittelstadt, lean
Rcligions», 12 (1961), pp. 99-104. Abteilung Osterreich, Bericht n. 29, Viena, 1957, IV + 88 pp. (Estudio muy serio, obra i'
Mauss, M., Comunicazione presentata alia seduta della Societa di Psicología del 17 maggio 1937, este conocido estudioso vienes).
publicada después en el «Journal de Psychologie», 1938, pp. 271-93. (Reimpresa en el volumen Chave, E. J., Measure Religión, Chicago, University of Chicago Press, 1939, 248 pp.
Sociologie et anthropologie, por G. Gurvitch, París, PUF, 1950, LII + 389 pp.) Chelini, J., Genése et évolution d'une paroisse suburbaine marseillaise, Le Bon Pasteur, Matsclli
lisie último ensayo es de un interés particular en referencia a los problemas del cambio en el Imprimerie Saint-Léon, 1953, 164 pp.
ritmo de la vida, en la sensibilidad, en la lógica y en sus consecuencias religiosas. — La ville et l'église, París, Editions du Cerf, 1958, 364 pp. (Obra conocida y apreciada-< u
Por desgracia, no sabríamos qué obras recomendar al estudioso que desee profundizar en el todas partes).
problema de la comunicación, del rito, de los instrumentos de difusión o del conocimiento de los Collard, A., Carte de la pratique dominical en Belgique par localité, Mons, Editions du Dinian
valores sacrales y no sacrales. che, 1952.
Ciertamente, existen estudios de amplísimo vuelo. Sin embargo, sólo podemos encontrar en Oaille, R., Pratique dominicale dans Vagglomcration de Roanne, Lyon, Instituí de Sociolo^.i.
ellos algunos elementos aprovechables para nuestro tema, puesto que están orientados hacia hori- 1956, 24 pp.
zontes más generales. Este es el caso de Cassirer: — Aspects de la pratique religieuse a París, París, Les Editions Ouvriéres, 1953, 1 34 pp.
Cassirer, E., Filosofía delle forme simboliche, Florencia, La Nuova Italia, 1961, I, XVI-356. (Obra He la Rica Basagotti, J. M., Nuestra Señora de las Mercedes de las Arenas, Bilbao, Univcrsidn.
que no necesita de presentación). de Deusto, 1957, 154 pp.
Delbret, M., Ivry, ville marxiste et présence de l'Eglise: «Parole et Mission», 10 (195> i
Existen asimismo trabajos geniales, aunque con frecuencia un poco superficiales, como los pp. 367-82.
de Caillois:
Dellepoort, J.-Grond, L., Stand und Bedarf an Priestern in Osterreich: «Social Coinpass». I
Caillois, R., h'homme et le sacre, París, Gallimard, 1950, 254 pp. (1957), nn. 3-4, pp. 848.
— Le mythe et l'homme, París, Gallimard, 1958, 222 pp. Desabie, M., Le recensement de la pratique religieuse dans la Seine, 14 mars 1954, París, INSI',1
O particularísimos, como el de Cazeneuve: 1958, 124 pp.
Cazcncuve, J., Les rites et la condition humaine, París, PUF, 1958, 500 pp. IJZ pratique dominicale dans les zones urbaines de Saóne-et-Loire, Autun, Dlrcclion >l
Oeuvres, 1958, vols. II-III, 62 + 40 pp., más 25 de gráficos.
O interesantes, aunque también particulares, como los de:
Sociologie religieuse dans la Seine. Recensement du 14 mars 1954: «Revue de l'Acllon Pop
George, G., The Sociology of Ritual: «The American Catholic Sociological Review», 17 (1956), laire», 4 (1958), pp. 815-23. (Totalmente informativo).
pp. 117-30. Donini, A., Sociología y religión, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1961, 118 pp (Usludlo un
Johnson, E., Religious Symbolism, Nueva York-Londres, 1955. profundo y denso en anotaciones interesantes).
Klapp, O. E., Ritual and Cult. A Sociological Interpretation, Washington, 1956, VII + 40 pp. Dioyfus, F. G., Le protestantisme alsacien: «Archives de Sociologie des Religión»», ) (19.V
O interesantes solamente por analogía: PP. 57-71.
Pellizi, C, Motivazione e comunicazione secondo nuovi concetti definitorí: «Relazioni Umane», 3 Dmnont, J., Sondage sur la mentalité religieuse d'ouvriers industriéis en Wallonh, PII rl vul. V
(1958), pp. 5-19. catión de la sociologie religieuse, V Conferencia internacional de Sociología KrlIjjIoNH, Pin
Como documentación acerca de la situación religiosa en su conjunto, aconsejamos para una Casterman, 1958, pp. 77-113.
primera orientación manejar ante todo algunos estudios sobre la práctica religiosa y la difusión I'iii'chinello, M., Evoluzione sociologico-religiosa di due parrochie venete nella zona tl'itijliieu
del iilcísmo, elaborados en diversos países. di Mestre-Marghera: «Vita Sociale», 11 (1954), n. 11, pp. 131-35. (Nota puramente itid i
Aquf presentamos sólo una primera lista de ensayos interesantes, bien por la calidad del plan- mntiva.)
teamiento de la investigación, bien porque son particularmente significativos en relación a las I'ukilo, II. F., Sondagem a assistéencia á asistencia a Missa dominical no patriarcado de Lislm
condiciones de ciertas regiones, bien porque, a fin de cuentas, han servido a algunos de los auto- «Novellae Olivarum», 25 (1956), pp. 68-85. (Interesante únicamente por las nolicins qn
res Anteriormente citados como base para sus consideraciones teóricas o por otras razones que Ninnínistra).
se harán evidentes a los ojos del lector. I'nlfoni, C, La Chiesa e le organizzazioni cattoliche in Europa, Milán, Edizioni di (lomiinii
La documentación elegida previamente para esta elemental bibliografía razonada puede quedar 1960, XLIV-1135 pp.
substituida, en lo que respecta al análisis de la situación del ateísmo y del desapego hacia la prác- Iiler, J. II., Urban Mobility and Religious Observance: «The American Cnlholic Sociólogo
tica religiosa, en la bibliografía mencionada de manera bastante analítica en las notas. De ella se Uc-vicw», 11 (1950), pp. 130-39.
han tomado también las obras aquí citadas, elegidas precisamente en función de su mayor signi- Idnehmidt, D.; Greiner, F., y Schelski, H., Soziologie der Kirchengemeinde, SlutlHUil, linlu-
ficado con respecto a las otras. Verlug, 1960, VIII-256 pp. (Apreciable visión de conjunto, capaz de introducir en la du
Acquavíva, S. S., Appunti metodología per la preparazione di una ricerca sociologico-religiosa su • umentación sobre la práctica religiosa).
mi'arca suficientemente estessa: «Studia Patavina», 3 (1956), pp. 495-502, reimpreso en u/iílcz, C. M., El precepto de la Misa en la diócesis de Bilbao, Bilbao, 1954, 41 pp.
Sociología Religiosa», 2 (1958), pp. 141-59. uyon, P., La pratique religieuse d'une petitc ville girondine, Libournc, Liboiirne, 1917, NH pp
\hunc note introduttive al problema dello stato della pratica religiosa nella regione di Ales- 'ilMÍsson, B., Sozialschichtung und Kirchcnlcbcn in Schweden: «Soziulr Well», 2 (1911).
nidria: dati statisticí e sociología: «Sociología Religiosa», 1 (1957), pp. 141-47. pp. 178-80.
170 S. S. ACQUAVIVA

Hcklerscheid, A., Aspects de sociologie religieuse du diocese de Luxembourg, Luxemburgo, Ed. de CAPITULO II
la Imprimerie Saint-Paul, 1961, t. I, 240 pp. + 47 tablas.
llcrbcrg, W., Protestant, Catholic, Jew, Nueva York, Doubleday, 1956.
Ilighct, J., Scoítisb Religious Adherence: «The British Journal of Socíology», 4 (1953), n. 2,
INTERPRETACIONES SOCIOLÓGICAS
pp. 42-159. DEL FENÓMENO RELIGIOSO
I loult, T. F., The Socíology of Religión, Nueva York, The Dryden Press, 1958, XII + 436 pp. EN EL ATEÍSMO CONTEMPORÁNEO
(Lo mismo que el libro ya citado de Argyle, contiene datos acerca de la práctica religiosa).
Kibcdi, G., Une enquéte en Amerique "Latine. Influence du milieu sur la vie religieuse et inórale por
de la classe ouvriere de Bogotá: «Lumen Vitae», 6 (1951), 313 pp.
I .abbcns, J., Les 99 autres, ou l'Eglise aussi récense, Lyon, Vitte, 1954, Introducción, 13 pp.;
La pratique dominicale dans Vagglomération lyonnaise: I. L'equipement religieux, 1955, 38 pp.; EDWARD D. VOGT
II. Paroisses et chapelles, 1956, 53 pp.; III. L'instruction, la ville et les pratiquants (en co-
laboración con R. Daille), 1957, 47 pp. Director del Centro de Investigaciones
I .aiulis, B. Y., Trends in Church Membership in the United States: «The Annals of the American Culturales y Religiosas de Bergen (Noruega)
Academy of Political and Social Science» (noviembre 1960), pp. 1-18.
Lconi, A., Sociología e geografía religiosa di una diócesi. Saggio sulla pratica religiosa nella diócesi
di Mantova, Roma, Universidad Gregoriana, 1952, XIV + 224 pp., 15 cuadros. (Obra ya
clásica y fundamental en relación a la sociología de la práctica religiosa en Italia).
Mallcy, F., La pratique religieuse dans les grandes villes francaises: «L'Actualité Religieuse dans
le Monde», 52 (1955), 17 pp.
I'oulat, E., Les nouveaux espaces urbains du catholicisme franeáis: «Cahiers Internationaux», 1
(1960), pp. 115-29.
Sdmyler, J. B., Religious Behaviour in Northern Parish: A Study of Motivating Valúes: «American
Catholic Sociological Review», 19 (1958), pp. 134-44.
Van llooydonk, P., De religieuze praktijk van de katholieke bevolking in de stad Groningen en
het bijzonder in de Oosterparkbuurt: «Social Compass», 5 (1957), n. 3, pp. 89-119. I. EXPOSICIÓN
Vázquez, J. M., Así viven y mueren..., Madrid, Ed. Barriada y Vida, OPE, 1958, 338 pp. (Apre-
ciable estudio acerca de la barriada de Pacífico de Madrid).
VV. AA., L'Ukranie dans le cadre de l'est européen. Cf. I. Leskovytch, La situation religieuse I. ATEÍSMO Y FUNCIONAL1SMO-SOCIOLOGISMO
en Ukranie, Lovaina-París, Nauwelaerts, 1957, 207 pp.
Vcrnon, M. G. An Inquiry into the Scalabiüty of Church Ortodoxy: «Socíology and Social Re-
search», 39 (1955), pp. 324-27. Entre aquellos que estudian las relaciones existentes entre los fenómeno
Ward, C. K., Priests and People, Liverpool, Liverpool University Press, 1961, XII + 182 pp. religiosos y los sociales se encuentran personas de toda fe y de toda ideologíi
Winninger, P., Eléments de géographie religieuse de l'agglomération strasburgeoise. Le catholi- C"uando para tal reflexión se adoptan métodos propios de la ciencia empírica,
cisme: «Bulletin de l'Association Géographique d'Alsace», 3 (1956), pp. 16-20.
como ocurre en la sociología de la religión, se trata normalmente de alcanzar
un nivel de objetividad en el cual la fe religiosa (o la falta de la misma) del cien-
i íl ico no interfiera en modo alguno sobre sus observaciones y sus teorías.
Si este ideal fuese umversalmente conseguido, no tendría ningún interés
nislar, como se hace en el curso de este capítulo, un grupo particular de soció-
logos, por ejemplo, los sociólogos de la religión, ya sean éstos metodistas o
¡itcos, para proceder a un examen especial de sus teorías. Sin embargo, el hecho
es que el ideal de plena objetividad está muy lejos de haber sido alcanzado en el
estudio de los fenómenos humanos en general y que las dificultades son pailicu-
liinnente notables en el estudio de la religión, en el cual las convicciones propias
de cada uno pueden, por diversos motivos, dar un tinte especial a los progra-
mas de investigación o estudios, a las observaciones o a las teorías.
El primer paso hacia una sociología imparcial de la religión consiste en
reconocer que existen entre los seciólogos diversos tipos de juicios de valor \
172 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 173

diferentes convicciones. Por eso es necesario tratar de comprender de qué modo criba a un simple principio metodológico, sino que sea un presupuesto central
sus convicciones personales pueden influir sobre su sociología y cómo tales en sus teorías acerca de la sociedad.
influencias pueden ser neutralizadas mediante la fidelidad a las ordinarias exi- La escuela sociológica, que parece cualificarse inmediatamente en este sen-
gencias científicas de documentación y verificación. El presente capítulo intenta tido, es el marxismo ortodoxo. Ahora bien: ya el mismo término ortodoxo
precisamente constituir una contribución a las necesarias exploraciones prelimi- introduce la posibilidad, sobre la que volveremos en seguida, de que exista un
nares en este sentido, examinando las teorías de los estudiosos ateos acerca de tipo de marxismo «revisionista», en el cual el ateísmo es precisamente meto-
las interrelaciones existentes entre religión y sociedad. dológico, pudiendo, por tanto, ser suscrito por los sociólogos teístas.
¿Quiénes son ateos y quiénes no lo son entre los sociólogos de la religión? ¿Qué otras escuelas sociológicas pueden calificarse como ateas en su con-
La respuesta no es fácil. Depende de un conocimiento íntimo de las conviccio- tenido? La respuesta dependerá en buena parte de cómo se subdividan y de-
nes personales de cada sociólogo, conocimiento que no está normalmente al finan en general las escuelas sociológicas. Los historiadores de la sociología han
alcance de la comunidad científica como tal. En este capítulo nos limitaremos individuado diversos tipos de tales escuelas.
al estudio de algunos de los «clásicos», cuya biografía forma parte de la histo- Algunas vienen definidas en términos que revelan en primer lugar su pro
ria de la sociología, y al de los miembros de las escuelas asociadas a sus nom- grama metodológico; así, el positivismo, el neopositivismo, el empirismo, la
bres, de tal manera que se puede presumir que también ellos se adhieren a los sociología formal (Simmel), la sociología sistemática (L. von Wiese), la socio-
principios ateos de sus maestros. logía sociométrica. Todas ellas tratan de considerar los fenómenos religiosos
La selección depende asimismo de la amplitud de la definición de ateísmo mediante la aplicación de los principios generales del ateísmo metodológico.
que se adopte. Por tanto, parece aconsejable distinguir el modo específico de Algunos de los sociólogos pertenecientes a estas escuelas se profesan ateos, pero
pensar del sociólogo ateo, es decir, utilizar una definición estricta que excluya no parece que exista una conexión intrínseca entre sus creencias ateas y los pre-
las varias formas de agnosticismo y las más personales negaciones de la existen- supuestos básicos de las escuelas a las que pertenecen. De no ser así, esto supon
cia de poderes divinos, las cuales pueden no hallarse integradas en el pensa- dría que ningún sociólogo teísta podría suscribirse a ellas.
miento del sociólogo en cuanto estudioso de la sociología de la religión. Otras se caracterizan por el hecho de compartir presupuestos teoréticos <>
Es asimismo natural que en este punto no nos interesemos por los segui- métodos de diversa procedencia. Las varias formas de psicología social, la so
dores del frecuentemente llamado ateísmo metodológico; esto es, aquella acti- ciología de pequeños grupos y de la acción social, etc., tienden a un reduccio-
tud según la cual en el estudio empírico de la religión los fenómenos deberían nismo psicológico que, cuando es absolutizado, como en la sociología psico-
ser examinados dentro del contexto de sus condiciones y causalidades natura- analítica ortodoxa, puede calificarse como ateo. (La interpretación freudiana
les, en cuanto observables y verificables empíricamente, prescindiendo de toda de la religión, y en general la psicológica, serán tratadas particularmente en otro
intervención causal de tipo divino-sobrenatural o «preternatural» y de toda capítulo de este mismo volumen). No obstante, siempre que la psicología social
comprensión intuitiva por revelación o por inspiración divina. En efecto, este reconozca que estudia tan sólo un determinante parcial de los fenómenos reli-
tipo de «ateísmo» es umversalmente adoptado, incluso por sociólogos perso- giosos, su punto de vista se hace aceptable también para un sociólogo teísta.
nalmente religiosos. Para ellos, este ateísmo no supone una teoría «sustantiva» La perspectiva funcionalista en el estudio de los fenómenos sociales intenta
acerca de la no existencia de la intervención divina en el mundo, sino tan sólo considerarlos, desde el punto de vista de la finalidad, como útiles para cualquier
un principio metódico y una disciplina mental válidos en un estadio particular otra entidad más fundamental. Tal entidad es concebida bien como el «actor
de la investigación sobre la etiología de los fenómenos religiosos. En cambio, social», o personalidad, y en este caso la perspectiva es psicológica; bien como
para los ateos, el «ateísmo metodológico» tiene un significado absoluto y cons- el «sistema social» en que encuentra su lugar el fenómeno que se va a examinar.
tituye una parte intrínseca de su metafísica atea y de sus teorías sociales. Por Cuando, a propósito del sistema social, se afirma simplemente que se trata de
consiguiente, es a ese ateísmo de contenido o sustancial al que debemos dirigir una totalidad relativa a las instituciones o a los fenómenos particulares que cu
nuestra atención. él hallan lugar, de forma que éstos deben adaptarse a ella para interactuar con
Nuestro primer criterio para identificar a los sociólogos ateos de la religión, las otras partes componentes, entonces el funcionalismo no es otra cosa que un
objeto del presente estudio, consiste, pues, en precisar que su ateísmo ha de progreso, cuyo buen sentido es obvio respecto al análisis mecanicista o atomistn,
ser públicamente profesado, unido al criterio de que tal ateísmo no se circuns- el cual se contenta con estudiar cómo un fenómeno social particular se relaciona
174 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN E L ATEÍSMO i i"i

con otro fenómeno particular. Denotando un nivel de análisis en este sentido, Como resultado de este breve examen de la relación existente entre ateís-
el funcionalismo no se puede considerar como una escuela de sociología, sino mo y funcionalismo-sociologismo encontramos que tal relación permanece am-
como una perspectiva común a todo sistema sociológico. bivalente e indefinida en todas las escuelas mencionadas. Sólo en el caso en
No obstante, el funcionalismo puede asumir un significado más metafísico, que una filosofía expresamente monista sea asumida en tal sociología, ésta puede-
según el cual la sociedad o el sistema social son concebidos como una realidad ser considerada como atea.
fundamental en sentido sustancial, con sus propios valores y sus propias leyes Debido a la limitada intervención de los temas filosóficos en el razonamien-
de desarrollo, de los cuales derivan enteramente el valor y la realidad del actor to sociológico, hecho común a todas las sociologías académicas como herencia
individual o del fenómeno particular. Esta doctrina hizo su aparición en la del positivismo, tal referencia explícita monista y atea no se encuentra clara-
historia de la sociología con diversos nombres: sociología evolucionista, socio- mente en las escuelas en cuestión. En efecto, ellas se han inspirado en las inves-
logismo, organiscismo o neoorganicismo, sociología del orden y de la integra- tigaciones realizadas en el campo de la sociología de la religión por sociólogos
ción, «gran teoría». La mayor parte de estos términos son utilizados por los teístas, y deberían, por consiguiente, quedar al margen del tema de este capí-
críticos de tales tendencias con objeto tan sólo de hacer aparecer a la sociedad tulo acerca de la sociología atea si se aplicase rígidamente el criterio del ateísmo
como una entidad autónoma. Los individuos y las estructuras parciales no son expreso e intrínseco. Sin embargo, sigue en pie el hecho de que la sociología
otra cosa que elementos funcionales de esta entidad que se adaptan a la misma. sociologista de la religión, en especial la derivada de Durkheim, es muy apro-
Probablemente, los sociólogos llamados «sociologistas», etc., se considerarían vechada por los ateos que se profesan como tales en su interpretación de la
de buena gana a sí mismos como la corriente principal de la sociología y asocia- religión, cualquiera que sea el significado de tal sociología, en sí o para sus
rían gustosos su nombre al de Durkheim, Parsons o algún otro fundador de autores. A ello se debe el que incluyamos un breve estudio sobre la teoría
escuela, quienes pueden ser personalmente ateos o religiosos y que no pueden durkheimiana al final de este capítulo.
en modo alguno sentirse satisfechos del modo en que sus discípulos conciben ¿Existen otros tipos mayores de sociología de la religión que se puedan
la realidad del sistema social. calificar como ateos, aparte el marxismo y el durkheimismo? La única posibili-
El ateísmo, capaz sin duda de ser inherente a una sociología que conciba dad sería descubrir en el existencialismo ateo una orientación consistente, orien-
los fenómenos y las instituciones religiosas tan sólo como epifenómenos secun- tación que no sería posible hallar en la sociología académica, que es, y probable-
darios a un sistema social en el que hallan su lugar propio, debe su existencia mente debe ser, «existencialista», preocupada por las categorías y las genera-
al acento absoluto que se carga sobre ese sólo. Talcott Parsons, por ejemplo, lizaciones analíticas. Se podría, tal vez, hallar un punto de convergencia allí
que en sus escritos trataba invariablemente los fenómenos religiosos como me- donde el empirismo extremo en los estudios monográficos descriptivos, más
canismos de adaptación de la personalidad y como factores integrativos del sis- típicos de la antropología social que de la sociología moderna, se encuentra con
tema social, afirmará si se le pregunta (como de hecho se lo preguntó el autor los estudios fenomenológicos e impresionistas del existencialismo.
de este capítulo en 1959) que al obrar así trata únicamente un aspecto de la Friedrich Nietzsche y Jean-Paul Sartre son existencialistas ateos. Ellos han
etiología de la religión. suministrado amplias observaciones e interpretaciones de la religión en su con-
El sociologismo y la reducción de la religión a un efecto del sistema social texto social. Sus teorías, sin embargo, serán más ampliamente tratadas en otros
parece mucho más consecuente en la sociología de Emile Durkheim, donde se capítulos de esta obra, a los cuales, por tanto, remitimos al lector. Otro motivo
llega hasta un ateísmo en el que se niega a la religión toda referencia a cualquier de su exclusión del presente estudio se basa en el hecho de que, al investigar la
realidad fuera de la social. También en este caso tal repulsa procede solamente religión en sus interrelaciones sociales, tanto Nietzsche como Sartre no parecen
de cargar el acento sobre la causalidad social, y no se puede excluir la posibili- estar intrínsecamente vinculados a una metafísica atea,
dad de que para Durkheim tal acentuamiento no sea sino un principio metodo- En efecto, la misma línea siguen filósofos y críticos sociales creyentes, los
lógico, el mismo que desarrolló en Les regles de la méthode sociologique; esto cuales pueden naturalmente compartir sus más sustanciales teorías, como la de
es, que en sociología un hecho social debe ser explicado por otros hechos so- los fenómenos «humanos, demasiado humanos», vinculados a la religión orga-
ciales. He aquí un principio que puede muy bien ser aplicado por los sociólo- nizada en general y a sus roles profesionales en particular.
gos religiosos al estudio de lo que para ellos es, en tal caso, el aspecto social I'lstas son en resumen las razones de la elección del marxismo y del sociolo-
de la religión. gismo durkheimiano como las únicas escuelas sociológicas que van a ser estu-
176 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN E L ATEÍSMO 177

diadas en la siguiente reseña de las interpretaciones ateas de la religión desde miento abstracto de Hegel, pero la criticó juzgándola como no suficientemente
el punto de vista social. concreta y práctica: «El hombre del cual este dios es imagen sigue siendo por
eso no un hombre real, sino como la quinta esencia de numerosos hombres rea-
les, como el hombre en abstracto y, por consiguiente, una nueva imagen men
II. LA SOCIOLOGÍA RELIGIOSA EN EL MARXISMO CLASICO tal... Formalmente, él (Feuerbach) es realista, en cuanto que parte del hombre;
pero no hace absolutamente ninguna mención del mundo en que vive ese
Las fuentes de las teorías acerca de la religión profesadas por Karl Marx y hombre. Por tanto, ese hombre sigue siendo siempre el mismo hombre abstrae
l'riedrich Engels se hallan, de diversa forma, en la filosofía griega, en el idea- to que ocupaba la escena en la filosofía de la religión. Porque este hombre no
lismo alemán y en el saintsimonismo francés. Fue en el titánico proyecto de nació de mujer, sino que emergió, como de una crisálida, del dios de las religio-
I legel por comprender el universo entero y la totalidad de su historia donde nes monoteístas» '.
Marx y Engels encontraron el coraje necesario para adoptar un programa de Había en Feuerbach algunas intuiciones sociológicas de cierta crudeza; por
investigación y de estudio que explicaría plenamente al hombre como una parte ejemplo, la que se advierte en afirmaciones como éstas: «El hombre piensa de
del universo material y, dentro de él, como una parte de la sociedad. La frase manera distinta en un palacio que en una cabana». «Si debido al hambre, a la
hcgcliana según la cual todo lo que es real es racional implicaba que lo irracio- miseria, tenéis vacío vuestro cuerpo, de la misma manera tendréis vacíos, con
n¡iI y lo misterioso eran algo irreal. La religión y todas las restantes ideologías respecto a la moralidad, vuestra cabeza, vuestra mente o vuestro corazón»
representaban meras ilusiones. Ilusiones, por otra parte, de tipo particular, con Tales ideas no podían satisfacer a Marx y a Engels, los cuales veían al hombí
su correspondiente eficacia. como un ser social inmerso en la historia y se disponían a identificar el mund<
¿Qué tipo de ilusión y qué clase de eficacia? Habiendo aceptado de una vez real y racional de Hegel con la futura sociedad emergente, y el mundo irreal
por todas la dicotomía entre el mundo «real», material y racional y el mundo e irracional de los perniciosos mitos de la religión no con el vacío psicológico
de las superestructuras ideológicas, el problema para Marx y Engels consistía sino con la sociedad del pasado, a la que condenaban.
en establecer cómo se hallaban relacionados entre sí estos dos mundos. El mismo Hasta ahora, esa sociedad del pasado, con sus dioses, sólo es irreal y sólo
Hegel había aventurado ya un modelo en el cual las entidades menos reales y está muerta moralmente. Conserva todavía el poder real de formar las mentes
racionales eran concebidas como estadios preliminares en el camino hacia la y los destinos de los hombres, aprisionados en las estructuras del pasado, la
plena autoidentidad de la realidad absoluta. A sus discípulos de la izquierda se primera entre todas ellas el Estado y su sistema legislativo, en una tensión siem
les plantea con gran agudeza el problema de cómo habría podido realizarse el pre creciente con las estructuras económicas que miran al nuevo orden social,
paso del presente estadio menos racional al estadio plenamente racional. Una con su verdadera, o al menos con su más verdadera conciencia. Engels suminis-
negación abstracta e idealista de todas las características del estadio que había tró un compendio de su teoría y de la de Marx acerca de las ideologías en su
que superar no resultaba, como es obvio, suficiente. La falsedad subyacente en libro sobre Feuerbach: «El Estado se nos presenta como el primer poder ideo-
él debía ser distinta de su realidad. También la falsedad había tenido en un lógico ejercido sobre el hombre... Ideologías todavía más elevadas, a saber: las
tiempo una relativa realidad, como expresión de la racionalidad histórica del que se hallan todavía más alejadas de las bases materiales y económicas, adop-
estadio superado. Para la estructura del estadio emergente, la ideología del an- tan la forma de filosofía y religión. En este caso, la conexión recíproca entre los
tiguo estadio no era sino una patraña irracional y fantástica y por eso mismo conceptos y sus condiciones materiales de existencia se hace cada vez más com-
dañosa, en cuanto que podría, para los menos ilustrados, dotar a las estructuras plicada y se ve cada vez más oscurecida por lazos intermedios... (La religión)
caducas y superadas, que todavía permanecían en pie, de una falsa racionalidad se aleja cada vez más de la vida material y parece cada vez más ajena a la misiu •
y, por consiguiente, de una realidad que impediría el surgimiento del mando La religión surgió en los tiempos primitivos de las concepciones primitivas
nuevo y mejor. erróneas del hombre con respecto a su propia naturaleza y a la naturaleza <•
Ludwig Feuerbach hace una aplicación psicológica de este concepto hege- terna que lo rodeaba. De cualquier modo, toda ideología, una vez nacida, •
liano en su teoría sobre las creencias religiosas como proyecciones en el vacío 1 ;
l . lindéis, Ludwig Feuerbach und der Ausgang der klassischen deutschen Pbilo.wp/>,
de la naturaleza propia del hombre, proyecciones que lo alienan de sus potencia-
llrrlín, 1957. Citado por K. Marx y F. Engels, On Religión, Moscú, 1957, p. 240.
lidades creativas. Engels saludó esta teoría como un progreso sobre el pensa- ' ('il. por K. Marx, o. c, p. 241.
12
178 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 179

desarrolla de acuerdo con su material conceptual y desarrolla ulteriormente ese Marx y Engels dieron en sus variados escritos numerosas indicaciones acer-
material. De lo contrario no sería una ideología, es decir, un ocuparse de pen- ca del modo en que se mudan las ideas religiosas, sin aclarar, no obstante, cómo
samientos y de entidades independientes, que se desenvuelven a su vez inde- operan las leyes de la dialéctica de manera que puedan ser probadas empírica-
pendientemente y están sujetos sólo a sus propias leyes» 3. mente. El hilo conductor de los últimos escritos de Marx sobre la religión está
En este texto encontramos las siguientes características fundamentales de constituido por la elaboración de esta problemática a través del estudio de la
la interpretación marxista de la religión: La religión es una parte de la ideolo- determinación de los fenómenos religiosos concretos e históricos por esta diná-
gía, es la alienación de la realidad humana y social en una falsa esfera concep- mica interna, psicológica y filosófica de los mitos, tomados como fenómenos
tual. Como fenómenos ideológicos, no existe diferencia sustancial entre el Es- primarios de la religión. Esta escuela mitológica guarda muy escasa relación
tado, con sus leyes, y la religión. Según una poco conocida definición de Marx con un verdadero estudio sociológico de la religión. En realidad, se trata más
de la religión, «die Religión ist eben die Anerkennung des Menschen auf einem bien de un estudio teológico. Y puesto que, como veremos a continuación, se
Weg, durch einem Mittler» 4. Incluso un Estado ateo es, por consiguiente, y está elaborando ahora en el seno del marxismo una sociología de la religión, tal
según Marx, un fenómeno religioso, y sólo en el estadio final de la evolución elaboración se lleva a cabo sobre aquellos aspectos de los escritos de Marx y
social, la sociedad sin Estado, la religión, quedará totalmente superada. Engels que, hasta el momento, habían sido cultivados sólo por una pequeña
El texto, en segundo lugar, alude al origen de la religión en cierto estadio parte de sus seguidores, los pertenecientes a la escuela historicista.
primitivo de la evolución humana. La teoría de la religión como característica Mientras los marxistas «mitologistas» pretenden considerar los hechos reli-
innata del hombre es claramente rechazada, mientras que, por otra parte, se giosos y las circunstancias ambientales (los ritos y las organizaciones religiosas,
suministran bien pocas informaciones acerca de la naturaleza tanto de la socie- por ejemplo) exclusivamente como instrumentos para identificar y reconstruir
dad prerreligiosa como de la posreligiosa. Cuando en el año 1877 apareció el el «texto» de los mitos, los «historicistas» pretenden investigar estos hechos
libro de Lewis Morgan Ancient Society, la obra fue acogida con entusiasmo por en sí mismos y estudiarlos en sus interrelaciones directas con los hechos de la
Marx y Engels, que creyeron encontrar en ella la prueba para su teoría del co- lucha de clases o con cualquier otro aspecto de la vida social que pudiera inte-
munismo primitivo y prealienado. Engels suministró una ulterior elaboración resar. Los «mitologistas» enfocan toda su «investigación de los hechos» sobre
del mismo en su Der Ursprung der Familie, des Privateigenthums und des la personalidad de los inventores de los mitos como fuentes primarias de la
Staats (1884). (Como teoría del desarrollo histórico, la teoría de Morgan-Engels religión. Pablo se convierte así en la figura dominante en el origen del cristia-
será tratada en el capítulo dedicado a la historia de la religión). nismo, en tanto que Jesús queda reducido, a lo más, a un oscuro rebelde pales-
En la sociología marxista de la religión, en la que se estudian las interrela- tino, aunque con mayor frecuencia es considerado por esta escuela como un
ciones entre la religión y los demás hechos sociales en las edades ideológicas mito, como un producto de la fantasía de Pablo y de sus seguidores, en un es-
alienadas, la función de ésta es únicamente negativa, ya que la misma religión fuerzo por suministrar una justificación ideológica para la existencia humana
no debería ser presentada como una derivación necesaria de la naturaleza hu- dentro de la nueva sociedad que emergía en el tardío Imperio romano.
mana. Los pasajes en que Marx y Engels elaboran este aspecto de la concepción
Un tercer punto merece ser destacado en el texto citado anteriormente. La mítica de la religión y de otras superestructuras han permanecido hasta tal
religión no es tan sólo una proyección de las condiciones materiales de existen- punto ignorados por marxistas y antimarxistas, que sus frecuentes y a menudo
cia en una esfera ideal, sino también una realidad que se afirma, que se des- agudas observaciones acerca de ciertos fenómenos religiosos concretos han sido
arrolla según sus propias leyes. En la teoría marxista estas leyes son conformes dejadas en la sombra e incluso excluidas muchas veces de la antologías de sus
por necesidad a las leyes de todo movimiento, lo que equivale a decir a las leyes escritos sobre la religión.
de la dialéctica, en tres de las cuales concentró Engels su atención: la ley de En la perspectiva «historicista», el impropio juicio negativo sobre la reli-
la interpretación mutua de los opuestos, la ley de las negaciones y la ley de la gión como mixtificación fraudulenta que crea o expresa la alienación aparece
transformación de la cantidad en cualidad5. modificado. La «realidad» de la ideología y el juicio realista sobre ella que Marx
y Engels expresaron, particularmente en relación al Estado, contra las claras
' Cit. por K. Marx, o. c, pp. 259-61.
4
K. Marx, Zur Judenfrage, MEGA, I, I, 1, p. 583. tendencias anárquicas presentes entre sus seguidores podrían, a partir de sus
' F. Engels, Dialektik der Nalur, Berlín, Dietz, p. 3; cf. p. 285. conceptos fundamentales, ser aplicada también a la religión. Para Marx y En-
180 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 181

gels, el Estado es algo necesario y útil, que debe ser conquistado si se quiere de ser explicada de esa manera, en tanto que el resto no puede ser objeto de
influir en el desarrollo económico. Lo mismo debe decirse respecto al derecho, un estudio científico significativo. «En cuanto a los reinos de la ideología que
la literatura y toda otra superestructura. En su carta a C. Schmidt del 27 de se ciernen todavía más alto —religión, filosofía, etc.—, tienen una raíz pre-
octubre de 1890, Engels subraya cómo tales estructuras se apoyan en el des- histórica, encontrada ya existente y asumida por el período histórico. Hoy las
arrollo económico. La reacción «puede darse en la misma dirección y, consi- llamaríamos fábulas. Estas diversas y falsas concepciones de la naturaleza, de
guientemente, el desarrollo es más rápido. Puede también oponerse a la línea la existencia humana, de espíritus y de fuerzas mágicas, etc., están fundadas
de desarrollo, en cuyo caso tarde o temprano se fragmentará entre los grandes en su mayor parte tan sólo en un elemento económico negativo...; sería sin
pueblos. O bien puede impedir al desarrollo económico proceder a lo largo de duda pedantería tratar de buscar causas económicas para todas esas estupide-
ciertas líneas de acción e imponerle otras» 6. Al igual que la sociedad comu- ces primitivas» 10.
nista ha creado su propio Estado para guiar el desarrollo económico, así tam- Un sociólogo de la religión que fuese creyente estaría de acuerdo con En-
bién ha fijado sus propios principios fundamentales, que, al menos funcional- gels en el hecho de que existen fenómenos religiosos derivados de la historia,
mente, sustituyen a las «viejas» religiones. si bien llamaría a esto «tradición» o revelación y no estupidez primitiva. Y am-
Esta ideología atea, al considerar a la religión como ilusoria, no hace otra bos, tanto el marxista como el creyente, discreparían del sociólogo racionalista.
cosa que lo que las mismas religiones hacen entre sí. Esto no supone necesa- Engels sugiere también una notable limitación de las posibilidades de la
riamente que sean consideradas como nocivas y no funcionales. Incluso la cono- sociología frente a muchos fenómenos determinados esencialmente por factores
cidísima definición de la religión como opio de los pueblos se nos da en un históricos, es decir, los sucesos accidentales, «la infinita multitud de acciden-
contexto que incluye ciertos elementos de estimación: «La necesidad de la re- tes (esto es, de cosas y sucesos) cuya íntima conexión recíproca es tan remota
ligión es al mismo tiempo expresión de una necesidad real y protesta contra y tan imposible de ser probada, que podemos considerarla como inexistente
esa misma necesidad real. La religión es el suspiro de las criaturas oprimidas, y despreciable» ".
el corazón de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación pri- Lo que nos interesa aquí no son las observaciones en bloque sobre fenó-
vada de espíritu. Es el opio de los pueblos» 7. menos religiosos particulares llevadas a cabo por Marx y Engels, sino el esque-
La religión como movimiento parcialmente funcional de las clases opri- ma fundamental de su comprensión de la religión en sus relaciones con los
midas es un tema preponderante en los estudios realizados por Engels acerca restantes fenómenos sociales. Después de haber subrayado que existe una inter-
del cristianismo primitivo y sus movimientos religiosos durante la primera relación y una interacción, y no sólo una dependencia en sentido único, entre
Edad Media 8 . Engels descendió mucho más que Marx a detalles históricos en la religión y las condiciones económicas, se ha puesto de relieve que estas últi-
su análisis causal, calificando cuidadosamente sus generalizaciones y modifican- mas, como base de la superestructura ideológica, fueron comprendidas por
do en sus obras más tardías sus primeras afirmaciones, situado como se encon- Marx y Engels en un sentido más amplio, como la relación humano-social co-
traba frente al modo primitivo y no histórico en que sus discípulos las habían rrespondiente a un sistema científico-técnico. Y estas relaciones económicas no
comprendido. Mientras que en sus primeros escritos podía contentarse con son consideradas por completo como causas que operan universal y directa-
la afirmación de que «todas las religiones no son otra cosa que reflejos fantás- mente, sino que son tratadas de manera expresa como operativas sólo última-
ticos en la mente humana de los poderes externos que controlan la vida cotidia- mente, es decir, no directamente y, por tanto, más como condición o presu-
na de los hombres» 9, más tarde precisaba que sólo una parte de la religión pue- puesto de la vida humana que como causas en el sentido que puede interesar al
6
F. Engels, en una carta a C. Schmidt, de 27 de octubre de 1890, reeditada en On Religión, sociólogo de la religión. «Según el concepto materialista de la historia, el último
l>p. 279-80. elemento determinante en la misma es la producción y la reproducción de l;i
7
K. Marx, Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, en On Religión,
p. 43. vida real. Ni Marx ni yo dijimos nunca nada más. Así, pues, si alguien retuercv
8
En particular, Zur Geschichte des Urchristentums, 1894-95; y en Der Deutsche Bauernkrieg, esta afirmación diciendo que el elemento económico es el único determinante,
1850 (nueva ed., 1870). transforma tal afirmación en una frase abstracta, privada de significado. La si-
* I7. Engels, Anti-Düring, Berlín, 1948, p. 393: «Nun ist alie Religión nichts anderes ais die
phantastische Widerspiegelung, in den Kopfen der Menschen, derjenigen ausseren Machte, die
ihr alltüglichcs Dascin beherrschen, eine Widerspiegelung, in der die irdischen Machte die Form '" l;. Engels a Schmidt, en On Religión, pp. 281-82.
von übcrirdischen annchmen». " F. Engels a Bloch, en On Religión, p. 273.
182 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 1H >

tuación económica es básica, pero los varios elementos de la superestructura... 4) Ciencia de la organización del desarrollo social.
ejercen asimismo su influencia sobre el curso de las vicisitudes históricas, y en 5) Economía.
muchos casos son preponderantes en la determinación de su forma. Existe una 6) Ciencias políticas.
interacción de todos estos elementos, dentro de los cuales, entre toda la infi- 7) Ciencias que se refieren a las diversas formas de la conciencia moral.
nita gama de accidentes..., el movimiento económico se afirma finalmente 8) Ciencias de las formas generales de la conciencia social.
como necesario. De no ser así, la aplicación de la teoría a todo período de la 9) Ciencias del hombre, en las que se comprenden la antropología, la lin-
historia sería más fácil que la simple solución de una ecuación de primer grado. güística, la psicología social, la pedagogía y la medicina social.
Somos nosotros los que hacemos nuestra historia; pero, en primer lugar, en 10) Ciencias históricas.
condiciones y con presupuestos bien definidos. Entre éstos, son las condiciones El estudio social de la religión no es concebido como una parte de la socio-
y presupuestos económicos los decisivos en último término» n. logía, sino que pertenece a la ciencia de la conciencia social. Entre las «ciencias
En realidad no era necesario decirlo. Tal vez, más que esto, las leyes bio- que se refieren a las diversas formas de la conciencia social», Zvorykin enumera
lógicas o las psicológicas son a fin de cuentas la condición indispensable a todo «la ética, la estética, los estudios culturales, el ateísmo, etc. El ateísmo es la
fenómeno humano y social. En todo caso, una sociología de la religión debe ciencia que estudia la historia y las leyes de la eliminación por parte del hom-
considerar las interrelaciones más inmediatas, pero no debe hacerlo prescin- bre de los conceptos fantásticos y religiosos del mundo, juntamente con la fe
diendo por completo de las condiciones biológicas, psicológicas y económicas en Dios y en un mundo futuro. El ateísmo nos señala los modos y medios para
en las cuales se sitúa. liberar al espíritu humano de las ilusiones que alimenta la religión» 14.
«La ciencia de las formas generales de la conciencia social» comprende, por
ejemplo, «la ciencia de la conciencia de clase, incluida una completa categoría
I I I . RECIENTES DESARROLLOS DE LA de ciencias relativas a la elaboración de las fases de la ideología comunista, ade-
SOCIOLOGÍA RELIGIOSA MARXISTA más del análisis de las diversas ideologías —burguesa, feudal y otras formas
asumidas por ellas— y el examen de la ideología religiosa» 15.
El más reciente y autorizado informe sobre las ciencias sociales y el estudio En la teoría marxista de la ciencia pueden variar la terminología y la sub-
de la religión en la U.R.S.S. es el redactado por A. A. Zvorykin (1964). En división, pero las características esenciales del método de estudio de la religión
oposición a los conductistas occidentales, Zvorykin subraya que existe una di- suministradas por Zvorykin son comunes. Existe una clara tendencia hacia la
ferencia esencial entre el objeto de la ciencia social y el de la ciencia natural. escuela «mitologista» y el método filológico. W. S. Kelle y M. J. Kowalson di-
«En los estudios sociales, el hombre no es un objeto pasivo, sino una fuerza viden las ciencias sociales en «ciencias sociales concretas» y «ciencias lingüísti-
activa y creadora que transforma la realidad» 13. Son necesarias categorías cua- cas» y sitúan el estudio de la religión en el segundo grupo, junto con el arte y
litativas elásticas, móviles y relativas para expresar adecuadamente la dialéc- la pedagogía, mientras que el estudio del fenómeno económico, el militar y el
tica de la vida social. del Estado son situados en el primero. Todas estas ciencias pueden ser estu-
El puesto ocupado por la sociología de la religión entre las diversas disci- diadas sociológica o históricamente. El estudio sociológico-teórico de la religión
plinas sociales es delimitado por Zvorykin mediante una división de las «cien- es denominado «ateísmo científico», y su estudio histórico «historia de la reli-
cias sociales en la U.R.S.S.» en diez categorías: gión y del ateísmo» 16.
1) Filosofía marxista, como ciencia de las leyes generales. El término «sociología de la religión» no ha sido aceptado sino muy re-
2) Sociología, que analiza «el aspecto subjetivo de la vida social, en la cientemente. El académico V. Francev fue nombrado miembro del Comité
que aparece el hombre como el representante de un grupo o de una clase so- para la Sociología de la Religión, perteneciente a la Asociación Internacional
cial, etc.». de Sociología, en el año 1959. Sin embargo, Francev es fundamentalmente un
3) Metodología de la investigación en las ciencias sociales.
" Zvorykin, o. c, p. 597.
" Ibld.
" F. Engels a Bloch, en On Religión, pp. 272-73. " W. S. Kelle y M. J. Kowalson, ¿ur Klassi/ikation der Gcsellschaflswtsscnschalten:
" Zvorykin, 1964, p. 592. «Sowjctwissenschafr, Gesellschafu-wissenschaftlichc BcitrSge», Berlín, 4 (1965), pp. 411-23,
184 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 18 '

filósofo, y la tendencia a considerar la religión como un simple contenido mental australianos, por ejemplo, es falsamente negada para embellecer la religión con
se revela con toda claridad en los escasos estudios empíricos llevados a cabo en temporánea.
los países comunistas. Las instituciones religiosas son consideradas como deriva- El sociólogo rumano C. I. Gulian acepta con alguna vacilación el término
da de las ideas religiosas, y la comprensión teórica de la religión puede ser alcan- «sociología de la religión», es decir, lo acepta siempre que se incluya en él la
zada sólo sobre la base de la definición exacta de la religión misma. Según I. A. perspectiva histórica y vaya dirigido a revelar el mecanismo mediante el cu ni
Kry veliev, es un grave error incluir en esa definición cualquier referencia al factor la religión es mantenida por las clases dominantes «como un velo místico que
social ". En consecuencia, refutará ásperamente a V. K. Nikolvski, un especialista oculte la explotación» M.
en la religión primitiva, que había tratado de mejorar la clásica definición engel- Según Gulian, los sociólogos no marxistas se basan en postulados idealistas
siana de la religión como reflexión fantástica en la mente de los hombres, aña- y están, en realidad, al servicio de las organizaciones religiosas. Joachim Waoh
diendo que una organización religiosa, al menos rudimentaria, es conditio sine es señalado como un ejemplo típico de esto. Se le acusa de haber suscrito la
qua non para la religión. Nikolvski, por consiguiente, consideraba el animismo teoría de los «grupos sociales», que afirma la existencia de un número infinito
como un estadio prerreligioso. Kryveliev concuerda con él en el hecho de que la de grupos, confundiendo en consecuencia la distinción esencial entre el grupo
religión tiene un origen definido en la historia, pero pone de relieve que «el tem- de los explotadores y el de los explotados. Asimismo se mueve en un círculo
plo y la existencia de 'sacerdotes' que actúan como intermediarios entre los vicioso, afirma Gulian, cuando señala como origen de la religión una expe-
seglares y las fuerzas sobrenaturales constituyen el lado vistoso, el elemento riencia personal de lo desconocido, cuando la realidad es que tales experiencias
que salta a la vista en la religión, pero no son esenciales a ella. Muchas sectas personales son efectos y no causas. La estructura social y económica de la gci
religiosas contemporáneas carecen en absoluto de clero estable...». y los papeles sociales son los que deberían ser presentados como la causa deU'
También Plejanov, lo mismo que otros que han tratado de incluir el culto minante de las tradiciones religiosas y de la «actitud del hombre primitivo anii
y los actos religiosos en la doctrina engelsiana, son censurados por Kryveliev. la vida».
El reconoce que existe una conexión entre la fe y la práctica religiosa, en par- Es igualmente falso considerar la familia como una unidad religiosa básica
ticular con respecto a las actividades mágicas, pero las acciones son derivadas, en la sociedad primitiva. La familia es una institución universal que no puede
debido al peso ejercido sobre la conciencia por las ideas religiosas que son sus explicar los fenómenos particulares de un estadio determinado del desarrollo
elementos esenciales y causales. «El aspecto fundamental de la religión como como es la religión. Sólo para fenómenos religiosos secundarios en el culto y c-n
ideología es un conjunto de opiniones, convicciones y creencias. Todos los ele- ciertas doctrinas puede resultar interesante examinar su dependencia de la fn
mentos restantes (sentimiento, templo, moral, ritual) son derivados 18. La fe en milia. La unidad básica en la sociedad primitiva es la gens, pero el régimen
los dioses y en los seres sobrenaturales no es necesaria si está presente el más matrimonial de la misma y los demás elementos característicos del sistema fa-
amplio concepto de creencias en fenómenos naturales. miliar, como el tótem —así lo demostró Engels—, son fenómenos ideológicos
y no elementos constitutivos de la solidaridad social, si bien, en una línea se-
La distinción entre religión y magia, que, según James Frazer y B. Mali-
cundaria, podría consolidarla. Es metodológicamente falso tratar de explicar
novski, es común en la sociología no marxista, no resulta válida a los ojos de una por otra dos variantes dependientes, como la religión y la tradición, o la
Kryveliev, el cual representa en este caso la teoría marxista. «En sentido religión y la familia, u otros fenómenos supraestructurales. Todos ellos deben
propio, la magia es un conjunto de prácticas fundadas sobre una fe religiosa ser explicados por intermedio de la variable independiente, la infraestructura 2I
y sobre unas creencias religiosas», exactamente igual que otras actividades re-
La tendencia idealista de Wach y de otros sociólogos de la religión no mar
ligiosas ". La distinción se debe, según Kryveliev, a la ideología burguesa de
xistas, como E. O. James y G. Mensching, se hace asimismo más evidente en
las llamadas «religiones superiores», en las cuales la relación con los brujos
su tesis de la religión como factor constitutivo de la solidaridad social. «Ello-,
esperan incitar a los lectores —permitiéndoles echar una ojeada al pasado re
" I. A. Kryveliev, Sobre el tratado distintivo fundamental del concepto de religión: «Voprosy ligioso— a consolidar la 'comunidad' religiosa actual. Este vano deseo d>
Istorii Religa i Ateizma», 4 (1956), pp. 24-54; cit. en La religione nell'URSS, pp. 243-373 (la
cita en la p. 248).
" I. A. Kryveliev, o. c, pp. 261-62. '" Gulian, 1962, p. lüü.
1
'" Ibíd., p. 258. Gulian, o, c, p. 95.
186 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 187

reunir a los hombres por medio de la religión, a pesar de sus intereses econó- rechercher le processus de développement á l'intérieur d'un ordre social a l'aidc
micos antagónicos, da origen a la tesis fundamental no científica de los autores des représentations d'un certain principe idéologique et d'obtenir la succession
burgueses, la tesis idealista según la cual la religión determina la estructura du principe en fonction du processus social de développement. En ce cas, le
social» H . type peut étre examiné dans son développement en méme temps que le dévelop-
La sociología marxista de la religión ha concentrado de esta manera su pement de la société et d'accroissement de ses antagonismes» 26.
atención sobre los siguientes problemas: Werner opone su sociología de la religión a la desarrollada por Max Weber,
1. El origen de la religión, problema que es tratado más desde el punto el cual, según Werner, se ocupa solamente de las formas exteriores de los mo-
de vista sociológico que del histórico, en cuanto que se le contempla desde el vimientos mesiánicos, sin basar su estudio sobre estas formas en la realidad
perfil de la aplicación del concepto marxista de un sistema económico-social histórica. Weber, por el contrario, encierra las características de los movimien-
primitivo al concepto general de religión, derivado del estudio de las socieda- tos dentro de sus «tipos ideales» y, consiguientemente, los priva de su dinámic i
des recientes. Las indicaciones que sobre este aspecto hemos suministrado ya y los estrecha en fórmulas abstractas a fin de prepararlos para una confronta
bastan para los fines de este capítulo. ción con fenómenos sociales heterogéneos. Esta sociología, dice Werner, M
2. El origen del cristianismo. Los aspectos «historicistas» de la teoría de plantea expresamente «en vue de éluder le phénoméne du progrés»27.
Engels han sido admitidos sólo recientemente. Según H. Desroche, fue A. Ro-
Los principios fundamentales del mesianismo son para Werner los siguien-
bertson el primer marxista ortodoxo en reconocer la historicidad de Jesús B .
tes: 1, Liberación de toda miseria. 2, Búsqueda de un mejoramiento de la si-
J. Lenzman, en un reciente libro, deja el interrogante abierto, considerándolo
tuación. 3, Una mediación entre el hombre y Dios operada por un agente espe-
de poca importancia: «La question de savoir si le prédicateur exécuté á Jéru-
cial o por medios extraordinarios.
salem á l'aube de notre ere a existe ou non ne doit pas étre considérée comme
le principal critére de l'analyse marxiste ou non marxiste du christianisme pri- Y basándose en sus estudios sobre las sectas mesiánicas de la Edad Media
mitif, ce que Ton fait fréquemment dans les ouvrages de vulgarisation á ce tardía, concluye que el tipo bohemio del mesianismo militante fue originado
sujet» 24. por el conflicto de clases que se había desarrollado en los siglos xiv y xv.
3. Movimientos de protesta en el seno del cristianismo. El interés por el La crisis alemana del siglo xvi transformó, por consiguiente, según Mün-
soupir de Spartacus entre los primitivos cristianos se prolongó en un particular tzer, el mesianismo bohemio en un tipo revolucionario. Los movimientos me-
interés por los movimientos sucesivos, que son juzgados como antifeudales y siánicos no pueden ser concebidos al margen de ciertas tradiciones religiosas, en
revolucionarios, «camuflados en una cubierta religiosa (herejías, sectas)» 75. El este caso la tradición de los profetas judíos y de los Evangelios. Müntzcr des-
profesor Ernst Werner, de la Universidad de Leipzig, ha dedicado diversos taca que no fue una más profunda penetración de la Biblia, sino las condiciones
estudios a estos movimientos, como el de los Pauperes Christi, el Quiliasmo sociales, y secundariamente su conocimiento, las principales fuentes determi-
Taborita, las Beginas y los Begardos. nantes de «l'essence des phénoménes, méme si leurs formes étaient historique-
Werner expone su programa en las siguientes palabras: «La sociologie reli- ment constituées. Plus le but poursuivi était révolutionaire plus les formes sous
gicusc marxiste est une science étudiant la base sociale des idees religieuses et les quelles il se présentait étaient conservatrices et traditonnelles» 28.
les ¡nstitutions qui en résultent. Elle fait des recherches sur les bases sociales Werner insiste en subrayar que es el mejor conocimiento de la condición
de la religión en general et les changements dus aux conditions sociales et éco- de clase, y no la tradición, lo que provoca la más alta forma de ideología. «En
nomiques dans les divers mouvements religieux qui prennent place au cours mi opinión, no podemos situar sencillamente uno junto al otro a varios tipos
de leur développement historique. Nous devons saisir le dégré de dévelop- de redentores que armonizan entre sí sólo en las características más comunes.
pement socio-économique atteint par les organismes sociaux que nous étudions Al contrario, es preciso desentrañar el significado social de su profecía o de sus
avant de proceder á une constitution de types. C'est la tache de la typologie de actividades políticas para juzgar sobre el estadio superior o inferior de desarro-
llo que presenta una determinada esfera cultural. Es decir, determinar lo que
21
Ibíd., p. 99.
" II. Desroche, en «Archives de Sociologie des Religions», 15 (1963), p. 197. " Werner, 1963, p. 74.
" Lenzman, 1961, p. 221. " Ibld.
" De la voz Religión, en Enciclopedia Soviética, citado en La religione nell'URRS, p. 9. '" Ibfd.
188 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 189

el movimiento mesiánico puede alcanzar objetivamente en un determinado país sociales católicas representan «une idéologie de justifeation et de eonservation
y lo que hace subjetivamente para alcanzarlo» 29. de ce type d'ordre social qui repose sur l'exploitation de classe. Dans ses fon
Un movimiento más reciente, el jansenismo, ha sido estudiado por el mar- dements théoriques, elle releve du dogmatisme métaphysique. Dans sa descrip-
xista francés Lucien Goldmann en un libro que, según N. Birnbaum x, es «la tion de la vie sociale, elle apparait naivement apologétique. Dans son program
más original e importante contribución marxista al estudio de la ideología». me, elle constitue un préche en faveur de la capitulation des opprimés. Sous
Goldmann explica el jansenismo mediante su dependencia del sistema social couvert d'impératifs moraux d'essence divine, elle représente un effort cons-
y cultural de la Francia del siglo xvn; pero, al atribuir una causalidad a los tamment readapté aux exigences du temps... pour entrainer le mouvement
factores culturales, hasta hacer de Pascal un precursor de Marx por haber ini- ouvrier á abbandoner en fait le combat contre la bourgeoisie, voir pour dresser
ciado en el pensamiento moderno el movimiento del clasicismo, fue demasiado les travailleurs dont elle aura réussi á dévoyer l'énergie combativo et ineme k
lejos en opinión de sus compañeros marxistas más ortodoxos. Su método de conscience de classe contre la partie la plus consciente de la classe ouvriere,
interpretación social de la religión por medio de un estudio sociológico de la celle qui a objectivement charge des intéréts de toute la classe. En bref, elle
literatura puede, en todo caso, revelarse fecundo31. est a la fois radicalement anti-scientifique et fondamentelement retrograde...» ".
Los actuales movimientos de protesta al margen del cristianismo suscitados Lo que distingue el estudio de Kanapa del bloque de las publicaciones
en los países subdesarrollados han revestido un gran interés para los sociólogos antirreligiosas es su esfuerzo por consultar los documentos eclesiásticos, si bien
marxistas de la religión de los países occidentales, tal vez más que para los de su teoría de la explotación torna en selectiva su elección y su interpretación
los países comunistas. Roger Bastide ha estudiado los movimientos mesiánicos de los textos. Carece de una tentativa de verificación empírica. Siempre que
en el Brasil; Peter Worsley, los cultos «cargo» de Melanesia; Jean Chesneaux, halla material que no sirve para apoyar su tesis, recurre a un factor subyacente
el movimiento «tai-ping» en China. En particular, Chesneaux ha tratado de al sistema eclesiástico, a un elemento de la rebelión proletaria. «Né de la défaite
formular una teoría general sobre estos movimientos, a los que él denomina de Spartacus, comme on a pu diré, le christianisme a gardé en lui le soupir de
«les hérésies coloniales». Los ve como degeneraciones e involuciones, ya de las Espartacus» M, suspiro que puede incluso hacer su aparición furtiva en un do-
ideologías nacionalistas burguesas, ya del mensaje marxista de liberación. El cumento papal como la Mater el magistra y que puede además reconocer su
tipo de movimiento mesiánico y milenarista que resulte dependerá del contexto perfeccionamiento en los éxitos comunistas, tan pronto como la fe en los mitos
social. Chesneaux propone tres «grandes catégories historico-politiques», en oficiales haya caído de los corazones de los cristianos «conune une feuille lucir-
las cuales se subdividirían los milenaristas: te» 35. La conclusión de la tesis de Kanapa es que la fe no necesita ser des-
a) Los movimientos preindustriales o protoindustriales de Occidente. arraigada por la intervención atea, ya que, nacida de un sistema social basado
b) Los movimientos de los países subdesarrollados atraídos por el des- en la explotación, desaparecerá por sí misma en una sociedad socialista.
arrollo occidental. 5. Estudios acerca de la eliminación de la religión en los países comúnis
c) El milenarismo de «frontera», que busca la tierra prometida en las las. Tal vez sea éste el sector más desarrollado de la investigación empírica den
tierras vírgenes, en el cual se incluyen los mormones y las sectas siberianas de tro de la sociología marxista de la religión y existe un estrecho paralelismo
finales del siglo xix 31. entre estos estudios y el sector mejor desarrollado de la sociología entre los
4. Estudios sobre el desarrollo de la religión cristiana ortodoxa. Existen cultivados por los sociólogos teístas, la llamada «indagación eclesiástica de
relativamente pocas investigaciones que tiendan a comprobar —o al menos mercado». El principio inspirador de la reforma de la propaganda atea, procla-
a esclarecer— las implicaciones de la tesis central marxista acerca de la religión mado en la U.R.S.S. a consecuencia del informe de L. F. llichov a la Comisión
como instrumento de explotación y de dominio en lo que respecta a la religión Ideológica del Partido en la Unión Soviética (196.3), afirma que es necesario
organizada moderna. Jean Kanapa, que ha escrito uno de los más importantes conocer científicamente la situación del objetivo de la propaganda.
ensayos sobre el tema, resume como sigue sus observaciones: las enseñanzas El interés por la sociología occidental de la religión, a pesar de huber nucido
hace pocos años, se ha hecho ya bastante común.
•" Ibícl., p . 3 .
'" N. Birnbaum, 1960, pp. 103 y 152. " J. Knnapn, 1962, p. M)5.
1 4
1,. Goldmann, 1955. Ibfd., p. 306.
" I. Chesneaux, en «Archives de Sociologie des Religions», 16 (1963), p. 12. " IWd., pp, 267; 19; 3 1 /
INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 191
190 E. D. VOGT
mente entre los estudiantes, los profesores de las escuelas secundarias y los
Algunos de los primeros estudios del período posestaliniano estuvieron de-
obreros de la industria que entre los grupos que se hallan menos en contacto
dicados a los grupos reputados como más retrasados, por ejemplo, los chama-
con el desarrollo tecnológico, ha llegado a la conclusión de que exista una vincu-
nitas y los campesinos. T. M. Mijailov (1963) pone de relieve, basándose en
lación directa entre el factor tecnológico y la religión. Sin embargo, no posee
una investigación sobre los buriatos de la Unión Soviética, que las religiones
material de confrontación relativo al pasado que le permita definir las ten-
paganas resisten mejor frente al ateísmo que las organizadas, como el Islam
dencias del desarrollo39. Fiamengo es miembro del Comité para la Sociología
o la Iglesia cristiana. Habla asimismo de un renacimiento del paganismo en
de la Religión correspondiente a la Asociación Internacional de Sociología.
la U.R.S.S. Así, por ejemplo, el chamanismo se ha hecho más poderoso entre
los buriatos y se ha comprobado un retorno al mismo entre los grupos budistas Lo mismo ha de decirse con respecto al profesor S. Ossowski, de Varsovia,
y musulmanes x . que murió en 1964, el cual trabajó en sumo grado para introducir los mejores
Los académicos soviéticos L. Puchkareva, G. Snesarev y M. Chmeleva rea- sistemas metodológicos del mundo occidental en la sociología polaca, con el fin
lizaron una encuesta sobre las condiciones religiosas de los campesinos en una también de obtener una mayor exactitud estadística en la presentación de un
región situada al norte de Moscú, encuesta que fue publicada en la revista sovié- importante estudio, dirigido por él, acerca de la actitud de los estudiantes de
tica «El Comunista» en mayo de 1960. Los autores destacan que la mayoría Varsovia ante la religión. En el informe de Anna Pawelcsynska *, el cuadro
de los que trabajan en las granjas colectivas son ya ateos estables. Los que se subdivide a los entrevistados en nueve grupos, que van desde los «profunda-
hallan situados en nuevos ambientes, separados de sus tradiciones y costum- mente creyentes y sistemáticamente practicantes» (7,4 por 100 en 1958 y 4,9
bres normales, abandonan antes que los demás las prácticas religiosas apren- por 100 en 1961) hasta los «decididamente enemigos de la religión» (1,9 por
didas en la juventud. La economía socialista ha operado una ruptura de los 100 en 1958 y 4,9 por 100 en 1961)41.
lazos existentes entre la economía rural y la religión. El pueblo encuentra pesa- Edward Ciupak ha redactado un informe de intención divulgadora sobre
das y aburridas las ceremonias religiosas y las oraciones quedan olvidadas en una encuesta social realizada en 1958-59 en Opole y Bialystock, en el cual se
los afanes de la vida cotidiana. La oración de los que todavía rezan se hace cada confrontan las observaciones derivadas de dicha encuesta con datos referentes
vez más utilitaria y se reserva para casos especialísimos de necesidad. Sólo en al período 1934-36 y con los archivos parroquiales. Según la tesis de Ciupak,
un pequeño grupo de fieles, cuya edad oscila alrededor de los sesenta años, es la necesidad religiosa no es innata en la psicología humana, sino que se debe
posible encontrar todavía un sistema unificado de ideas y de opiniones religiosas a la acción encauzada a través de los siglos por las instituciones eclesiásticas, e
comunes. Entre los jóvenes, la incredulidad se ha convertido en una costum- incluso por las administrativo-estatales42.
bre. Sin embargo, no son conscientes de los males que derivan de la religión y,
. Erika Kadlecova llevó a cabo una investigación acerca de la religiosidad en
por consiguiente, no son por regla general buenos ateos militantes. La práctica
la Moravia Septentrional, en Checoslovaquia. Basada en cuestionarios propues-
del bautismo reapareció al estallar la segunda guerra mundial37.
tos a 1.400 adultos elegidos al azar y a 2.300 adolescentes y efectuada por 600
Un estudio del ateísmo en el movimiento obrero ruso ha demostrado que cntrevistadores, de tal manera que se asegurase el anonimato, la investigación
en la mayoría de los casos el anticlericalismo precede a la adopción del ateís- reveló que el 30 por 100 de la población adulta era atea; el 30 por 100, cre-
^R

mo . yente, y el 40 por 100, indiferente. Entre el 30 por 100 de los creyentes, el


En Yugoslavia, el profesor Ante Fiamengo ha realizado amplias encuestas, 29 por 100 eran no conformistas en relación con alguna doctrina religiosa, el
mediante entrevistas, sobre la situación de la religión y el ateísmo en diversos 48 por 100 se adhería a los deberes religiosos y a los principios fundamentales,
grupos y aglomeraciones sociales, divididos por clases, sexo, edad, zonas rura- mientras que sólo el 23 por 100 aceptaba sin críticas la totalidad del Credo.
les y urbanas, etc. Y al comprobar que el ateísmo repercute mucho más amplia- La conclusión extraída de tal encuesta fue que en el año 1963 la religión se

" T. M. Mijailov, Algunas causas de la pervivencia entre los buriatos de restos de chama-
nismo (en ruso): «Vestnik Moskovskogo Univ. Istor. Nauki», Moscú, 18 (1963), n. 2, pp. 45-54. " A. Fiamengo, dos artículos en «Archives de Sociologie des Religions», 2 (1956), pp. 116-120;
" L. Puchkareva, C. Snesarev y M. Chmeleva, en «Kommunist» (mayo 1960), acerca de la 15 (1963), pp. 101-11.
40
religión en la Rusia rural. A. Pawlczynska, en «Archives de Sociologie des Religions», 12 (1961), pp. 107-32.
41
" M. Pnrsitz, un estudio sobre el ateísmo en el movimiento obrero, en «Voprosy Istorii Re- Cf. la crítica de estas sutiles distinciones de Majka, 1963, pp. 469-70.
41
ligil 1 Aicizma», Moscú, 8 (1960), pp. 101-27. E. Ciupak, 1961, pp. 41; 187.
INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN E l . ATEÍSMO I''i
192 E. D. VOGT

El sociólogo polaco Stanislaw Ossowski aportó una importante lonnilni


había convertido en algo marginal a la vida social. Un estudio de 1946 sumi-
ción a la teoría marxista en su reciente libro, traducido al inglés en 1963 con
nistró las referencias al pasado.
el título Class Structure in the Social Consciousness. La obra consiste, en parte,
En 1963-64 se instituyeron cátedras de «ateísmo científico» en Jena, Praga
y Moscú. Solamente el titular de esta disciplina en Jena, Olof Klohr, parece en un renovado examen de las teorías sobre las clases de Marx y Engels, y en
interesarse por la investigación sociológica. Según su informe (inédito) al IV Co- parte, en un desarrollo de dichas teorías en relación con la moderna sociología.
loquio Europeo sobre la Sociología del Protestantismo, celebrado en Sigtuna Ossowski pone de relieve que la teoría dicotómica representa tan sólo una
en 1965, Klohr había establecido, a través de varias encuestas, que el proceso concesión a la necesidad de simplificación de la propaganda marxista. «Con el
de secularización se hacía cada vez más intenso a medida que se iban eliminando Marx revolucionario, el concepto dicotómico de la estructura social es el que
las principales fuentes de la religión. Del 0,6 al 0,8 por 100 de la población domina. Con el Marx teórico, tal vez tengamos que enfrentarnos no sólo con
abandona oficialmente cada año su confesión religiosa. Entre los que quedan, un esquema tricotómico, con una clase medía entre las dos que están en opo-
los creyentes van disminuyendo. El 29,3 por 100 de la población es ya marxista sición, sino también con un esquema que es herencia de la economía burgue-
y atea. Se da un 52,8 por 100 de ateos entre los trabajadores y un 54,6 por 100 sa» 43; es decir, con la subdivisión en trabajadores asalariados, capitalistas y
entre los empleados. Sin embargo, existen algunos marxistas cristianos. Klohr propietarios de tierras de Adam Smith. Y puesto que los criterios en esta últi-
se halla actualmente empeñado en un estudio sobre los miembros cristianos ma subdivisión se superponen, puede ser unida a la primera, de forma que la
del Partido. clase media o «pequeña burguesía» se considera, por una parte, como vincula-
6. Estudios sobre las relaciones existentes entre religión y clases sociales. da al proletarado por el hecho de depender sobre todo del propio trabajo, y
La definición marxista de la religión se basa en el concepto de la existencia de por otra, a la clase capitalista —o de la propiedad de tierras— por el hecho de
dos clases sociales: explotadores y explotados. Los primeros se sirven de la poseer una propiedad.
religión como instrumento para el control y el dominio de los segundos. La Ossowski pone de relieve que «la interpretación de clase» de la historia
propiedad privada de los medios de producción es considerada como el punto es el signo distintivo del marxismo, y sostiene que tal interpretación es posible
clave para la distinción entre ambos grupos, mientras que los funcionarios de sólo cuando se afirma la existencia de un amplio número de clases sociales.
las varías superestructuras ideológicas, como el Estado y la Iglesia, son consi- «Esta interpretación, que atribuye a la división de clases un significado pluri-
derados como clases secundarias de explotadores. valente y arrastra todas las esferas de la vida espiritual a la órbita de la lucha
En Marx y en Engels, esta teoría dicotómica de las clases sociales venía ile clases, no puede ser encerrada en una estructura dicotómica. Si todas las
modificada por su conocimiento e intuición histórica, a través de los cuales la luchas políticas o religiosas deben ser interpretadas como luchas de clases, si
subdivisión explotador-explotado se reducía a una sola (aunque fundamental) debemos poner en relación las varias tendencias de desarrollo literario y artís-
dimensión de la vida social. Esta dimensión interactúa con otras dimensiones tico con las relaciones subyacentes entre las clases, si debemos buscar en las nor-
y, por tanto, permite otros conceptos de clase, todos ellos funcionales en rela- mas morales un reflejo de los intereses y prejuicios de clase, tendremos enton-
ción a los aspectos particulares de la problemática social. El movimiento mar- ces que servirnos de un número de clases superior al de las dos fundamentales
xista ortodoxo no ha extraído nunca de este concepto la consecuencia evidente i leí Manifiesto comunista» 44.
de que la definición de la religión como instrumento de explotación no puede Si existe una coherencia elemental en la teoría marxista, ha dt haber alguna
ser considerada como final y absoluta, sino que refleja uno solo de sus posibles conexión lógica entre el concepto pluralista de clase y el concepto dicotómico.
aspectos. La insistencia sobre la dicotomía explotador-explotado como único Una posible solución estriba en la interpretación de la dicotomía explotador-
factor dominante y predominante en la vida social, política, cultural y religiosa explotado como los dos polos de una dimensión o un criterio básico, mientras
ha sido en realidad el único criterio del marxismo ortodoxo. La evidente exis- que las clases pluralistas serían un fenómeno secundario que tiene su origen en
tencia, en Marx y en Engels, de la conciencia de clase como criterio de clase la intersección del criterio básico con otras dimensiones, como la conciencia,
junto al criterio de propidad debió haber sido admitida, sobre todo cuando la educación y las varias relaciones con los diversos medios de explotación.
Bujarin y Lukács llamaron la atención sobre su importancia. Sin embargo, ha
sido considerada solamente como el origen de una división de las dos clases " S. Ossowski, 1963, p. 79.
en relación a la aspereza del conflicto entre ellas. " lliíd., pp. 87-88.

13
194 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN El. ATEÍSMO 195

Ossowski sugiere otra solución en la cual la dicotomía se reduzca a un tipo pírico fue extraído de los estudios realizados por otros autores sobre la reli-
particular y extremo de la sociedad, al que todavía no asigna una definida rea- gión de una tribu de aborígenes australianos. Durkheim cree, basándose en las
lidad histórica, tratando de él como de un tipo conceptual ideal: «La experien- teorías de sus contemporáneos, que la religión totémica de tales aborígenes es
cia de los años recientes nos inclina a formular el concepto marxista de clase un caso de religión in statu nascenii, idea que se encuentra en la base de las
social bajo la forma de una ley que establece una dependencia funcional: cuanto teorías de Freud, pero que más tarde fue refutada.
más estrechamente se acerca el sistema social al tipo ideal de una sociedad ca- El postulado metodológico fundamental de Durkheim es que los fenóme-
pitalista libre y competitiva tanto más vienen determinadas las clases por su nos sociales más complejos deberían ser explicados por los más simples. Puesto
relación con los medios de producción y tanto más son determinadas las rela- que, según él, las sociedades primitivas representan los ejemplos más simplifi-
ciones humanas por la posesión de esos medios de producción» 45. cados, en los cuales los «lujuriantes desarrollos» sucesivos no han conseguido
Los estudios sobre el desarrollo del ateísmo entre los trabajadores, la po- oscurecer todavía las características principales, indispensables y, por consi-
blación rural y otros grupos y clases sociales en los países comunistas a los que guiente, también esenciales, debemos volvernos a estas sociedades si queremos
hicimos antes alusión no se refieren a explotadores y explotados, sino que ponen entender la religión4*. Un tercer postulado es aquel conforme al cual texlis
en evidencia una diferenciación de la actitud religiosa en las clases sociales las religiones son de la misma especie y, por tanto, poseen los mismos clcnn-n
proporcional al grado en que estas clases están expuestas a la influencia de la tos esenciales 47.
tecnología moderna. Esta observación, entre otras cosas, no parece ser funda- En el centro de la religión elemental de las tribus australianas se encuentra
mentalmente distinta a las obtenidas por sociólogos no marxistas en países el tótem, nombre y emblema del clan, que da una dimensión nueva tanto al ani-
no comunistas. mal totémico como a los hombres signados por él. Las necesidades sociales in-
En la teoría marxista, la correlación clase-religión no es válida únicamente ducen a elaboraciones teológicas de la designación del tótem. Gracias a ello,
en el nivel de la fe y de la práctica individual, sino también en el nivel de las • •I hombre adquiere nuevas formas de pensar, que son aplicadas, antes que
organizaciones religiosas. i niela, a la clasificación de los animales y de los clanes, hermandades o clases
Otro aspecto de la teoría marxista-clasista de la religión es la explicación ocíales y, en consecuencia, a la elaboración de una cosmogonía. Los papeles
de las organizaciones religiosas en términos de sistema de clases dentro de la < ultunlcs que desempeñan conducen a la adopción de totems individuales. La
sociedad en que viven. La Iglesia primitiva estaba estructurada, según Engels, • recncia religiosa en un poder propicio se desarrolla cuando se captan los con-
en dependencia de la situación de la clase imperial, y fue reestructurada duran- • eptos de causalidad y de fuerza religiosa.
te la Edad Media en una jerarquía feudal en forma de pirámide, con mutacio- Las actitudes rituales forman el segundo grupo importante de elementos
nes concomitantes en las doctrinas. La idea de una plasticidad de las estructuras religiosos, después de las doctrinas vinculadas con el tótem. Durkheim distin-
de la Iglesia, implícita en esta y en otras observaciones de Engels, por ejemplo, gue entre culto negativo y culto positivo, el primero caracterizado por varios
las relativas al desarrollo de la Iglesia en iglesias pluralistas y a los movimien- i ulíi'ics, con sus correspondientes ritos ascéticos, y el segundo por oblaciones
tos suscitados en el seno de las iglesias por la interacción con el desarrollo de periódicas, ritos mímicos, conmemorativos y expiatorios.
sociedades civiles pluralistas, no fue adoptada por los marxistas posteriores, Las particulares características estructurales de una sociedad dada vendrán
los cuales consideraron la organización feudal de la Edad Media como el esta- •xprefifldus por las características particulares de su religión. «Loin done que la
dio final y fosilizado de la Iglesia. ••lición ignore la société réelle et en fasse abstractión, elle en est Pimagc; elle
•ii rcflctc tous les aspeets, méme les plus vulgaires et les plus repoussanls.
Muís NÍ, n travers les mythologies et les théologies, on voit clairemcnt trnns-
IV. LA RELIGIÓN EN EL SOCIOLOGISMO DE DURKHEIM |)iiiii?trc la réalité, il est bien vrai qu'elle ne s'y retrouve qu'agruiulie, inm.síor
11 K'-C , idealisée» 4".
Emile Durkheim desarrolló su interpretación organicista de la religión en
su obra Les formes élémentaires de la vie religieuse (1912). Su material em-
'" Diirklicim, \.es formes fttmentaires de la vie religieuse, 1960, |> H.
" 11.1,1, p. 6.
Ibíd., p. 185. " ll.dl., p. 601.
196 E. D. VOGT

Este proceso de idealización de la experiencia cotidiana de la vida social


se efectúa en la efervescencia de intensas situaciones sociales. Tal doble aspecto
de la realidad social, cotidiana e ideal, es una característica esencial de la socie- II. DISCUSIÓN
dad humana, que la distingue de la sociedad animal. Un hombre privado de
esta capacidad de experimentar la sociedad en forma idealizada, como religión, OBSERVACIÓN PRELIMINAR:
no sería humano49. EN QUE SENTIDO PUEDE UNA SOCIOLOGÍA

Para Durkheim, la experiencia específica de la sociedad que constituye la RELIGIOSA SER CARACTERIZADA COMO ATEA

religión es algo continuamente revivido, como si surgiera al presente en la


socidad contemporánea. Lucien Levy-Bruhl dio a la teoría una dirección evo- Así como no existe una química cristiana, tampoco existe una sociología
lucionista. La experiencia religiosa de la sociedad, con sus características con- cristiana de la religión. La sociología de la religión es una ciencia empírica que
comitantes de generalización y de pensamiento lógico, fue adquirida, según estudia las interrelaciones causales entre fenómenos religiosos y fenómenos so-
él, en un estadio particular de la historia humana, antes del cual podemos dis- ciales. Lo que no puede ser observado, es decir, lo sobrenatural como tal, no es
tinguir un estadio prelógico y prerreligioso. materia de la sociología de la religión. De suyo, no existe diferencia entre sociólo-
En el estadio en el que tuvo origen la religión, los ritos y los mitos se con- gos creyentes y sociólogos ateos. La diferencia puede producirse en la compren-
virtieron en los instrumentos de un nuevo modo causal de orientarse en el sión, en la interpretación y en la ordenación sistemática de los contenidos, esto
mundo, visto como un universo, una totalidad. es, allí donde las características particulares del sistema conceptual del científico
Para Durkheim, se da una coexistencia pacífica entre la ciencia y la religión pueden tener efectos directos. Ahora bien: la tendencia del científico puede
como experiencias específicamente diversas, pero igualmente funcionales M. En provocar también, a través de tales elaboraciones conceptuales, efectos indirec-
cambio, para Levy-Bruhl, el estadio de la religión debería evolucionar natural- los sobre la delimitación y la percepción del objeto de estudio. A causa de ello
mente hacia el estadio superior de la ciencia. Su pensamiento retrocede desde resulta bastante difícil descubrir las diferencias específicas entre la sociología
Durkheim a la ley de Comte sobre los tres estadios y, en cierto sentido, de la de un creyente y la de un ateo. Ambas pueden utilizar las mismas palabras y
sociología de la religión a la historia de la religión. ION mismos datos estadísticos, pero estos elementos asumen significados sutil-
mente diversos en todo texto sociológico, haciendo imposible una confron-
Malinowski critica a Durkheim el haber olvidado la importancia de la sole-
i n'ión.
dad y de la conciencia individual en la religión51. Durkheim reconoce, sin em-
bargo, lo que él llama «culto individual», pero lo explica como una «particula- Otra complicación se deriva del hecho de que no sólo existe una gran va-
rización» natural de la religión cuando ésta se halla «encarnada en la conciencia i "ilad de teorías y de métodos sociológicos para tratar la religión, ya sea cnlic-
individual» en la que se conciben los seres sagrados secundarios: el alma, el ios sociólogos creyentes, ya entre los ateos, sino que, frecuentemente, parecen
tótem individual, los antepasados protectores, etc.S2. (turne también mayores semejanzas entre sociologías teístas y ateas que entre
las varias teorías existentes en el interior de cada campo. La experiencia común
«L'existence de cuites individuelles n'implique done rien qui contredise ou
lio* ha enseñado además que las personas que poseen un sistema conceptual
qu¡ embarasse une explication sociologique de la religión; car les forces reli-
plenamente coherente son en extremo raras, si es que en realidad existe alguna.
gicuses auxquelles ils s'adressent ne sont que des formes individualisées de
Allí, pues, podría suceder que un sociólogo creyente desarrollara una sociología
forces collectives» 53. El origen de la religión, la causa primera, reside no obs-
latí íntimamente vinculada a posiciones ateas que él mismo habría de ser con
tante en la sociedad, «une philosophie peut bien s'élaborer dans le silence de
•i'lrratlo como ateo. Y de la misma manera, un ateo sincero puede, como so
la méditation interieure, mais non une foi» 54.
ilo^o, trabajar en torno a un modelo con postulados implícitamente teísta',
uno consecuencia de esta observación, la información biográfica acerca de i;i
"' Ibíd., p. 605.
•" Ibíd., p. 596.
religiosa o el ateísmo de un sociólogo no es suficiente para definir su socio
1
B. Malinowski, Magic, Science and Religión, Nueva York, Garden City, 1955, p. 56. ',ía como teísta o atea. Por tanto, debemos buscar los criterios de distinción
' Ibíd., p. 607. los mismos sistemas sociológicos.
' Ibíd.
' Ibíd. Kl criterio que en la parte descriptiva de este estudio hemos utilizado y.i
i A la «¡lección de las sociologías de la religión que deben analizarse cotno
198 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO VV)

ateas es la «apertura» de la teoría general implícita en la sociología particular causas «secundarias» a Dios como causa primaria en la filosofía teísta, donde
que se va a clasificar. Si está implícito (o expreso) que los fenómenos religiosos el problema primordial no consiste en saber si Dios es la causa primaria de
tienen carácter completamente terreno, sin ninguna posible referencia a una todas las cosas, sino si se manifiesta también como causa secundaria mediante
realidad sobrenatural, y, en segundo lugar, si tal implicación queda manifiesta intervenciones directas en los fenómenos religioso-sociales. Por otra parte, en
al defenderse que los fenómenos religiosos hallan sus causas fundamentales en el nivel inmediatamente operativo, la reducción de los fenómenos sociales a
el sistema social, hemos identificado una sociología atea de la religión. Por el fenómenos económicos es sólo aparentemente una reducción, puesto que el con-
contrario, si otros factores son considerados como las causas fundamentales, cepto de fenómenos económico-tecnológicos de Marx y de Engels los sitúa en
decisivas y definitivas de los fenómenos religiosos, mientras que los fenómenos la esfera social55. Dado que las estructuras sociales que resultan de la división
sociales son juzgados solamente como circunstancias modificadoras, el ateísmo del trabajo son características esenciales de la infraestructura económico-tec-
no reside en la sociología como tal, sino en la psicología, la biología, la geo- nológica y que tales estructuras son consideradas como los últimos determi-
grafía u otras ciencias que estudian directamente los factores considerados como nantes de la religión y de las restantes superestructuras ideológicas, la sociolo-
definitivos. gía marxista de la religión aparece como un sistema cerrado, como un «socio-
Iogismo».
En otras palabras: no existe diferencia fundamental en la manera de abor-
dar el problema o en los métodos entre una sociología «reduccionista», que no El problema capital sigue planteado. Aun sosteniendo que la sociología
considera los fenómenos sociales, tema de la sociología, como causas finales, marxista, como teoría general, pretende dar una explicación plena de la reli-
sino que apunta a factores psicológicos o de cualquier otro tipo como explica- gión como epifenómeno social y, consiguientemente, está sujeta a una tenden-
ción de los factores sociales, y una sociología teísta, que cree que el punto cia esencialmente atea, ¿no sería posible que algunas de sus teorías interme-
final de referencia de los fenómenos religioso-sociales ha de colocarse más allá dias se mantuvieran relativamente limpias de esa tendencia y viniesen a cons-
de los fenómenos sociales mismos. También una sociología teísta de la religión, tituir una parte de la teoría marxista superpuesta a la sociología teísta de la
si quiere ser una verdadera sociología y no sólo una teología enmascarada, debe religión? La tendencia atea destaca particularmente en la teoría del origen de
someterse a la disciplina de un «ateísmo metodológico», estudiando exclusiva- lu religión y, en general, en la teoría de la religión como variable dependiente.
mente las interrelaciones de los fenómenos, aun cuando reconozca que tales Sin embargo, en Marx y Engels encontramos asimismo teorías sobre el modo
interrelaciones son causales y explicativas sólo de modo relativo. De la misma en que las superestructuras ideológicas influyen sobre las infraestructuras. In-
manera, una sociología reduccionista debe estudiar los fenómenos sociales y cluso donde estas teorías, con sus observaciones relativas, avanzan (y, natural-
reconocer que ellos tienen su propia aunque relativa entidad, si esta sociología mente, no pueden avanzar demasiado al explicar el papel de la religión en la
no ha de ser considerada tan sólo como una psicología enmascarada, etc. vida social, en particular sus papeles positivos), no existe razón por la que de-
ban ser limitadas por el postulado de la naturaleza derivativa de la religión.
Al contrario, el comprobar que el estudio de la religión como variable inde-
pendiente es sólo un aspecto del problema libera a tal estudio de la tendencia
I. VALORACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA RELIGIOSA MARXISTA «sociologista».
líenri Desroche puso de manifiesto los muchos e interesantes principios re-
1. Aspectos negativos: repercusión del ateísmo lativos a tales teorías sociológicas incluidos en los escritos de Marx y Engels,
El carácter «sociologista», no reduccionista, de la sociología durkheimiana bastante diferentes ele sus teorías sobre la religión como variable dependiente
de la religión resulta claro, al menos en el aspecto a que se refiere nuestro aná- tic que.están'repletas las antologías marxistas oficiales M. Una de las más fecun-
lisis, en este punto. El carácter no reduccionista del marxismo, en cambio, no das observaciones sobre la religión como variable independiente, observación
es tan evidente si prescindimos de nuestro conocimiento del ateísmo explícito (|nc lia sido suprimida por el marxismo oficial, señala, por ejemplo, su papel
de los autores y sus seguidores. La sociología marxista parece «reducir» los
" (',(", por ejemplo, las cartas de F. Engels a J. Bloch (21 tic Nepticnihie de 1890) y ti 11. Slm
fenómenos sociales a epifenómenos en relación con los fenómenos económico- l.riiliui'K (15 tic enero de 1894), en K. Marx-F. Engels, Corres/mudimcr, 1/t<HÍV1, Lnntlrm, 1934,
tecnológicos y, todavía más, en relación con la materia. La última reducción H>. 471-77; 516-19.
es, sin embargo, puramente metafísica, al igual que lo es la reducción de las " Dcirnchc, 1962.
200 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 201

como base de estructuras sociales secundarias, verbigracia, el Estado. La razón considerado como la raíz de toda falsa conciencia. Las diversas ediciones de la
de tal supresión se halla evidentemente en el hecho, de que esa base está cons- Historia del Partido Comunista en la Unión Soviética, de redacción oficial,
tituida en los Estados comunistas por el marxismo, el cual, naturalmente, siente suministra gran cantidad de ejemplos, si bien el reconocimiento pleno de la
una notable repugnancia a presentarse a sí mismo como una ideología o, al correspondiente falta de homogeneidad en el pensamiento marxista se afirma
menos, como un equivalente funcional de la religión. La doctrina oficial de la de una manera imprevista e invariable en las herejías del pasado, considerando
corriente «ortodoxa» del marxismo, claramente atea, afirma que entre los sis- siempre la más reciente depuración como la ruptura del último tabique que lo
a-mas conceptuales tan sólo el marxismo es, por encima de las limitaciones de separa de la doctrina genuina y pura. Puede, no obstante, augurarse una colabo
las otras ideologías, el que ha alcanzado de una vez por todas el nivel de una ración entre sociólogos marxistas y teístas para el estudio de la naturaleza reli-
intuición científica realista. Por otra parte, es característico de los marxistas giosa de ciertas desviaciones marxistas, como el trotskismo v el esialinisnio
«revisionistas» el tender a aplicar incluso al marxismo la crítica marxista de en su determinación social.
que la ideología es relativa a las infraestructuras sociales 57. Pudiera también ocurrir que la hipótesis básica de las sociologías marxistas
Esa tendencia puede, como hemos visto, impedir a la sociología marxista fuera susceptible de ser aceptada por los sociólogos teístas en el estudio de tales
do la religión comprender la plena etiología de los fenómenos genuinamente movimientos seudorreligiosos. Es decir, que estos movimientos siguen las leyc
religiosos e incluso comprender al mismo marxismo como una seudorreligión. de la dialéctica, o sea, las leyes del pensamiento humano no científico, en cuan
Pero prescindiendo del estudio de los efectos genuinamente religiosos, queda to sistemas conceptuales que, en cierto sentido, han asumido una relativa auto
todavía otro sector en el cual la tendencia atea no puede ser operante, es decir, nomía en la interacción con sus infraestructuras sociales y que no son sólo eni;i
el estudio de las seudorreligiones no marxistas. Para los sociólogos de la reli- naciones directas de tales infraestructuras, sino que pasan a través de los con
gión que son creyentes existe, en los fenómenos religiosos genuinos, una dimen- bros de hombres creadores o relativamente libres. No es ocasión de discutí)
sión causal que trasciende la etiología puramente social. No hay razón, sin aquí NÍ las formulaciones do oslas leyes dialécticas dadas por los marxistas son
embargo, para que impongan tal limitación a sus explicaciones sociológicas adecuadas O no. l,o que sí lniy que nfirninr es que su mismo concepto de leyc
cuando los fenómenos que es preciso estudiar no pueden legitimarse como re- dialécticas que gobiernan el CUINO de ION movimiento» ideológicos implica, en
ligiosos en el sentido estricto del término o cuando se niega su naturaleza reli- In correspondiente dinámica social, muí dimensión espiritual de lit que itdoln<
giosa, considerándolos solamente como equivalentes funcionales de la religión. en sumo pitido esa sociología de Itt religión chatamente inrcuiiirlsla y cmplriil >
Todos los sociólogos teístas pueden estar de acuerdo en el hecho de que del marxismo, que lia sido considerada con frecuencia como menos dJNiutiblr
las seudorreligiones existen, pero no en el punto en que debe ser trazada la l,a dialéctica del marxismo puede ser juzgada como un legítimo desarrollo d<-
línea de demarcación entre ellas y las religiones genuinas. La tendencia actual la teoría de Aristóteles sobre la dialéctica y no tiene ninguna conexión intrín
favorece la admisión de un concepto de religión genuina cada vez más amplio, seca con el materialismo marxista M.
on un espíritu de ecumenismo. Otra corriente afirma que la línea de demarca- A partir de las tesis de Marx contra Feuerbach, se lia reconocido que existe
ción divide cada religión e ideología particulares, de forma que se reconoce que, en el pensamiento dialéctico una dimensión práctica, dirigida a una mutación
dentro de la propia religión, existen elementos fenoménicos seudorreligiosos, de- de IIIN situaciones que representan el punto de partida del pensamiento. Tanto
terminados enteramente por factores sociales y psicológicos, y que en el seno ION I OÍ lómenos que siguen las leyes de la dialéctica como los fenómenos ideo
de las ideologías ateas, como el marxismo, se advierten también elementos de lógicos, UNÍ como la teoría que explica la forma en que esos fenómenos las si
una religión genuina. giicti, como ocurre precisamente con la sociología marxista, van dirigidos po
Para el marxista, forma parte de la doctrina oficial del Partido la necesidad sil iva o negativamente, según esa teoría, liada los cambios que se voi ilicanín
ile una continua vigilancia para proteger al verdadero marxismo de las «dis- en el futuro.
torsiones», de los «errores» y de otras «desviaciones» hacia el «idealismo», Las ideologías de la falsa conciencia, como la religión, sertiu ileteiiutnadas
por su resistencia a las mutaciones que la dialéctica de la infraestructura hace
17
Cf., por ejemplo, Ossowski, 1963, p. 193: «Una de las más importantes consecuencias de
los sucesos ocurridos en Polonia en 1956 y, sobre todo, del denominado 'octubre polaco', fue la
destrucción de los mitos oficiales que disimulaban la realidad». El autor identifica la base de la " II»' Inundo de probui cuta oposición < u mi CHUKÜII itu'iliio subir Vrínlrlvh lin%rh r la sn,¡
tendencia ideológica estalinista con la necesidad de integración nacional. illiihltliii ilrllíi natura, Homit, 1962.
202 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN III- ATICISMO 203

necesarias. Ellas truecan los imperativos del futuro en los imperativos de un riesgos de falsificación de las teorías a través de los nuevos hechos empíricos.
mundo irreal y abstracto, fuera del tiempo, el cielo. La verdadera ideología, el No hay razón para creer que tales estudios no seguirán siendo fomentados en
marxismo, pensamiento científico, formula los imperativos de las posibilida- el futuro y que no se desarrollarán y adoptarán cada vez más las técnicas de ve-
des reales futuras. rificación, control e interpretación que caracterizan hoy a los mejores trabajos
realizados en las escuelas no marxistas.
2. Aspectos positivos Un segundo aspecto positivo de la interpretación marxista de la religión
como fenómeno dialéctico es que ella hace imposible llevar a cabo una separa-
a) Aspectos positivos de la concepción dialéctica de la religión. El «mo- ción neta y clara entre la ideología de la falsa conciencia, que se mantiene vuelta
delo» dialéctico marxista de la religión y de la sociología de la religión presenta hacía el cíelo y es idealista, y la ideología científica del marxismo.
dos aspectos positivos. En primer lugar afirma taxativamente que la sociología Los movimientos religiosos con programas sociales radicales y realistas son
marxista de la religión es un instrumento para los órganos políticos y ejecu- bastante abundantes, tanto a lo largo de la historia como en la Edad Contem-
tivos de la sociedad. Tiene, como todos los estudios sociales marxistas, una poránea, al tiempo que los movimientos de inspiración marxista son denuncia-
cuádruple función: 1) Mantener informadas a las autoridades del Partido. dos como ideologías utópicas y reaccionarias por otros marxistas. La consecuen-
2) Proyectar, guiar y controlar eficazmente la economía y la sociedad. 3) Mejo- cia de la primera de las tres leyes de la dialéctica, tal como fue formulada por
rar la organización del trabajo. 4) Conservar la pureza ideológica 59. El objetivo Engels: «Das Gesetz der gegenseitigen Durchdringung der Gegensatze» *', la
de la política marxista puede consistir en destruir la religión; pero el uso de ley de penetración recíproca de los opuestos, puede ser únicamente la siguiente:
la sociología en este contexto operativo inyecta una fuerte motivación hacia el que tanto la teoría marxista como las religiones existentes son una mezcla de
realismo y una constante corrección como base para el éxito o el fracaso de las conciencia verdadera y falsa, y que una religión absolutamente reaccionaria y
acciones a las que induce. Esto es prometedor para el desarrollo de la sociología una teoría de la vida social absolutamente científica y realista son polos opues-
de la religión en los países marxistas. El interés cada vez mayor que esta dis- tos que no existen en la realidad.
ciplina suscitó en los últimos años comenzó con el reconocimiento del fracaso Si esta consecuencia de la hipótesis de la religión como fenómeno dialéc-
de las campañas antirreligiosas del pasado, fracaso denunciado por Leonid tico pudiese ser comprobada y verificada mediante una investigación empírica
F. Ilichov en su Informe al XII Congreso del Partido Comunista de la Unión se haría necesaria una revisión de las numerosas implicaciones que presenta
Soviética: «Debemos enrolar a todos los intelectuales soviéticos. Es indis- la definición de religión como proyección de los valores del futuro desviada
pensable mejorar radicalmente la elaboración científica de los problemas actua- hacia el vacío de un cielo abstracto. Un comienzo de este desarrollo, al qué el
les del ateísmo... La labor científica en el campo del ateísmo es una de las marxismo puede aprestarse ahora, fue suministrado por Ernest Bloch en su
más descuidadas. Su principal defecto consiste en 'el academicismo', nacido Das Prinzip Hoffnung, donde estudia el papel de la esperanza en la acción hu-
en lejano pasado, y la casi completa falta de obras dedicadas a los problemas mana y en la vida social. En él muestra que la esperanza, como proyección del
actuales del ateísmo científico... Los que están empeñados en la investigación pensamiento humano en el futuro, es una dimensión de todo pensamiento,
científica no suministran respuestas específicas a una serie completa de pro- lanto del marxismo realista como del pensamiento religioso. No existe un tipo
blemas que han surgido después,de la práctica de la educación atea»60. de pensamiento que relegue todos los valores a un cielo mítico situado fuera
Si hasta el momento la mayor parte de los estudios sociológicos marxistas • leí tiempo, sino que todo pensamiento es una composición, constituida por
acerca de la religión se ha dirigido a los problemas históricos, como la deter- la intención de mejorar las condiciones temporales y por la referencia a ideales
minación social de las religiones primitivas, el cristianismo primitivo y los mo- i-xtratemporales. Si tal referencia sirve para definir un tipo de pensamiento
vimientos de protesta medievales, en la actualidad se estimulan los estudios romo religioso también el marxismo es religioso. A la misma observación se
sobre los fenómenos contemporáneos, en los cuales son mucho mayores los puede llegar a través de la olvidada definición de Marx sobre la religión, tic la
que se ha hecho mención anteriormente M, como el reconocimiento del hombre
" Cf. P. C. Ludz, Sociology in Eastern- Europe, Easl Germany: «Problems of Communism», 1
(1965), p. 68. " F. Engels, Dialektik der Nalur, Berlín, Dictz, p. 3.
"" L. F. Ilichov, Informe sobre la lucha contra la religión en la URSS, publicado en «Cristo "' K. Marx, MEGA, I, I, 1, p. 583; «Die Religión isi clien dio Anc-rliriimiMg ilrn Mnisilirn
ni Mundo», Madrid (1964), pp. 271-304; 377-85.
mí ciiicm WI'K, ilurch i'iiK'tn Mittlcr».
INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO NCS
204 E. D. VOGT
b) Validez de algunas características metodológicas. Asimismo puulm
a través de una mediación. Sin embargo, el pensamiento humano procede a considerarse válidas algunas características metodológicas generales. La socio
través de la mediación de conceptos generalizantes, abstractos por definición, logia marxista es, al menos programáticamente, «concreta» y «realista», en i I
es decir, que están separados de los hechos concretos del tiempo, pasado, pre- sentido de constituir una reacción contra la preocupación neopositivista poi
sente y futuro. los «modelos» y por la relatividad del conocimiento conceptual. Los sociólogo'
La relativización de la dicotomía religioso-marxista a la que se dirigen estas marxistas pretenden generalizar a partir de los hechos y creen en la existenci
implicaciones de la hipótesis marxista sobre la naturaleza dialéctica de la reli- objetiva de leyes para los fenómenos sociales, tachando a los «empiristas» ti
gión conduce necesariamente a una liberación correspondiente de las ideas «agnósticos» e «idealistas» 65.
preconcebidas acerca de la función social negativa de las instituciones religio- Se da en la sociología marxista una tenaz repulsa del reduccionismo psico
sas, ideas que hasta ahora han limitado en grado considerable el ámbito de la lógico característico de muchas sociologías no marxistas. Esto no debe sor
investigación empírica en la interpretación marxista de la religión. De la misma prendernos por cuanto procede del sociologismo marxista en general y, en pin
manera que el método deductivo que ha dominado la sociología de los epígonos ticular, de su teoría de la religión como característica de un estadio partícula i
marxistas se corresponde con la tesis de una absoluta dicotomía entre religión del desarrollo social, en oposición a una teoría de la religión como caractcrí>
y acción social cara el futuro, así un método empírico implicará una mutación tica de la naturaleza humana como tal. Este punto de vista resulta, no obstanu
de esta tesis en una hipótesis general, aceptable para los sociólogos teístas, sobre bastante útil como principio metodológico. Una gran parte de la sociologí i
la relatividad de las representaciones teóricas y culturales a través de las cuales teísta de la religión sigue siendo inconcluyente por su incapacidad de concen
los hombres tratan de expresar los ideales —y los dioses— presentes en su trarse en las interrelaciones sociales sin recurrir a explicaciones demasiado fáci
vida como fuerzas prácticas63. les derivadas de la esfera de la psicología o de la ética individual. Tanto lo
Nuestra valoración de la sociología marxista de la religión se ha concen- teístas como los marxistas tienden a identificar erróneamente como esencial
trado hasta ahora sobre las características esenciales que deciden acerca de su mente marxistas, siendo así que son esencialmente sociológicas, las explicado
compatibilidad o incompatibilidad con la sociología de los estudiosos creyentes. nes sobre los fenómenos religiosos que prescinden de los estados de la concien
Conviene, no obstante, mencionar otras características que no atañen directa- cia individual para concentrarse en las situaciones sociales como factores de la
mente a este problema, sino al valor científico general de la sociología marxis- determinación de los fenómenos. Sólo cuando este sano principio metodológico
ta. Ya hemos mencionado su estado general de subdesarrollo —un estado que, es identificado como una teoría metafísica monista, que postula que las sitúa
por lo demás, comparte con un gran sector de los ambientes científicos teístas—, ciones sociales son el único factor causal existente, los sistemas de sociología
en el cual domina sobre todo el método deductivo en lo que respecta a las teísta deben ser separados de la sociología marxista, al menos tal como ésta ha
interpretaciones sobre las interrelaciones existentes entre religión y sociedad. sido presentada hasta ahora.
La sociología marxista de la religión concuerda también con buena parte Es válida también otra característica metodológica de la sociología marxis-
de la sociología no marxista en su tendencia a considerar como verdad univer- ta, a saber: su método histórico, que se encuentra en oposición con la acentua-
sal las generalizaciones basadas en los fenómenos religiosos del Occidente cris- ción no marxista de las interrelaciones contemporáneas.
tiano. El ambiente hebreo-protestante de Marx y la infancia pietista de Engels
c) Aportaciones sobre algunos problemas de contenido. Entre los pro-
siguen siendo las referencias concretas sobre las que se fundan las teorías mar- blemas de contenido que han interesado particularmente a los sociólogos mar-
xistas acerca de la religión. Los fenómenos ideológicos del Oriente, como la xistas de la religión figuran tres teorías marxistas que pueden aportar una
alternancia periódica de dos ideologías que tiene lugar en cierta sociedad de contribución bien definida a la sociología teísta, siempre que sean previamente*
las montañas de Birmania, son inconcebibles para el marxismo, como lo es
para una sociología teísta normal M . " Un artículo de Kuczynski, Leyes sociológicas: «Voprosy Filosofii», 1958, diado cu «Sovicl
Survey» (octubre-diciembre 1958), p. 8, expone la diferencia en los conceptos de ley entre los
sociólogos «ortodoxos», que identifican la sociología con el materialismo histórico, y los de ten
M
II. Desroche, en una recensión, en «Archives de Sociologie des Religions», 9 (1960), p. 175. delicia revisionista, los cuales consideran la sociología como «una cicnciu ubslutumcntc indepen
M
N. Dirnbaum, 1960, p. 133, refiriéndose a un estudio de E. Leach, The Political Systems diente».
<>/ ¡Ugbland Burma, 1954.
206 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO 1)7

liberadas de la tendencia atea que las desfigura. El primero de estos problemas a una protesta atea cuando se hace patente la injusticia y cuando se despierta
puede ser designado con el término alienación, el segundo con el de laicización la esperanza en una armonía posrevolucionaria.
o secularización y el tercero con el de supervivencias o residuos. La inesperada supervivencia de la religión. El problema inmediato que se
La alienación. El término hegeliano alienación, con el que se expresa una plantea a los sociólogos marxistas que viven en las sociedades posrevolucionn-
discrepancia entre un ideal y la situación de su realización, reviste especial im- rias es la inesperada supervivencia de la religión en las nuevas situaciones. El
portancia para Marx como expresión del conflicto entre las aspiraciones huma- nombre oficial para la disciplina particular representada por la sociología de
nas y la situación del hombre en la sociedad capitalista. El uso simultáneo de la religión en la U.R.S.S. parece ser el de «estudio de las supervivencias reli-
este término en los sentidos filosóficos, psicológico y sociológico ha dado lugar giosas» 6S. El mismo Stalin es autor de una teoría según la cual la supervivencia
a una gran confusión. En todo caso, es el último de estos significados el que de la religión se debe, en parte, a la supervivencia de estructuras económicas
nos interesa. En tal sentido, el término indica la mayor o menor discrepancia capitalistas, y en parte, al natural retraso en el desarrollo de la conciencia en
entre la función social y la utilidad de una persona o grupo, por un lado, y su relación con las nuevas infraestructuras, retraso consolidado por las actividades
prestigio o poder en el sistema social, por otro. Quizá fuera posible hallar para misioneras de los capitalistas pertenecientes a los Estados que rodean a la
esta discrepancia un término más apropiado o más técnico, pero su importancia Unión Soviética69. La teoría de un retraso cultural había sido expuesta como
es fundamental, tanto en las sociedades civiles como en las religiosas, y sus expresión sociológica formal en los escritos de Vierkandt y X. F. Ogburn. Sin
consecuencias religiosas merecen realmente un estudio empírico66. embargo, Stalin puede tener razón al aceptarla solamente como explicación
Laicización o secularización. El término secularización no es específicamen- parcial. El problema de las supervivencias está presente también en las socie-
te marxista, pero el proceso que él señala, proceso mediante el cual las estruc- dades dominadas por una religión superior como el cristianismo, en las cuales
turas sociales son gradualmente vaciadas de sus connotaciones religiosas —o pueden percibirse, incluso después de millares de años, residuos de las religio-
al menos de sus expresiones tradicionales— tiene una gran importancia para nes originarias «paganas». En este caso, parece útil para los sociólogos teístas
el marxista, el cual lo considera como concomitante al progreso del marxismo un estudio acerca de esta problemática marxista. Las estructuras capitalistas en
y, por consiguiente, de inmediato y práctico interés «pastoral». Se supone que un Estado comunista pueden ser sólo un ejemplo particular de la naturaleza
tal proceso sigue «la ley de transición del capitalismo al socialismo» 67. Sin em- necesariamente pluralista de todas aquellas sociedades en que las estructuras
bargo, se ha hecho muy poco por dar a esta ley un contenido empírico. Algunas más importantes, por ejemplo, la familia y la ciudadanía, tienen sus raíces c*n
de las sugerencias proporcionadas por la teoría marxista, en particular acerca un pasado que se remonta más allá de las religiones y de las ideologías actua-
de su conexión con el fenómeno de la alienación, pueden, no obstante, reve- les. Ellas, en los países conscientes de su pasado, probablemente nunca podrán
larse como válidas. ser despojadas por completo de su significado originario, cultural y religioso.
Con demasiada frecuencia la sociología teísta ha considerado ingenuamente d) Carácter polémico de la sociología religiosa marxista. Una última ca-
el proceso de «descristianización» como una consecuencia directa de la tecno- racterística de la sociología marxista de la religión, que podría ser considerada
logía, del urbanismo, del bienestar y de la creciente contaminación con las al menos como parcialmente válida, es su misma forma, con frecuencia extre-
ideologías antirreligiosas. La idea de que las graves discrepancias sociales y madamente polémica. Muchas de sus observaciones más importantes están
estructurales y la injusticia pueden ir en detrimento de la religión y fomentar insertas en la polémica dirigida contra varios tipos de sociología de la religión
ulteriormente el ateísmo debería imponerse a los sociólogos teístas. La teoría no marxistas (así como contra las teorías marxistas que, según el autor de turno,
marxista, sin embargo, y tal vez con justicia, sugiere que el efecto podría ser no se mantienen fieles al «verdadero» marxismo). La acusación más común
asimismo opuesto. Según la teoría marxista, una situación de alienación origi- se dirige contra las teorías inaceptables y no científicas, ya que van destinadas
nada por la división del trabajo, con la consiguiente separación entre función a servir a intereses religiosos y económicos «reaccionarios».
y poder, se halla en la base de la religión, aun cuando puede a su vez dar origen La acusación es justa, aunque no de especial interés, para la «sociología
religiosa» pastoral, empeñada en «una indagación o investigación de mcrca-
M
Cf. V. Rieser, II concetto di «aliénazione» in sociología: «Quaderni di Sociología», 14
(1965), pp. 131-70. " Cf. Puchkareva, 1960.
" Cf. el artículo de Kuczynski. *" Stalin es citado en La religione ttell'URSS, p. 30.
208 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO ¿W

do» sobre los varios organismos religiosos. Se trata, como para gran parte de el pensamiento y en la religión de los individuos y de los grupos. Ahora bien:
la sociología marxista, de sociología aplicada, frecuentemente poco cuidada en en tanto no se pueda deducir un número equivalente de ejemplos sobre las
lo que se refiere a las teorías y a los métodos. No obstante, en cuanto tiende experiencias religiosas e intelectuales de sujetos aislados y desviados de la
a descubrir y a hacer públicos hechos sociales, podría ser de auténtica utilidad sociedad, las pruebas no serán concluyentes.
para una sociología más científica. Es difícil establecer con plena seguridad que las teorías de Durkheim acer-
La acusación se torna más interesante cuando se dirige contra los sociólo- ca de la religión sean inseparables de sus teorías sobre el origen social del pen-
gos academicistas, como la escuela de Talcott Parsons, a la cual se acusa, a samiento lógico y de las categorías del pensamiento. Si esto se lograra, sería
causa de su teoría general sobre el papel funcional de la religión en los sistemas posible refutar su interpretación sociologista de la religión, demostrando la
sociales dotados de autorregulación, de servir a la política de status quo de las falsedad de sus teorías, incluso las más extravagantes, acerca del origen social
élites no marxistas que se encuentran en el poder. Es exacto que las teorías de las categorías (por ejemplo, de espacio y tiempo). Durkheim no demostró
tienen efectos sociales, y los sociólogos teístas nunca se mostrarán lo suficiente- con certeza que nuestras ideas del espacio y el tiempo puedan haber sido orí
mente atentos al examen de las razones ocultas de los modelos que adoptan. ginadas por la necesidad social de encuentros organizados. En todo caso, tal
Las teorías sociológicas operan como «profecías que se autoverifican». Los teoría puede ser fácilmente refutada por la psicología experimental.
marxistas intentan a menudo usar de esta manera sus previsiones, llenas de Es evidente que la acusación de que Durkheim ha edificado sus teorías so
esperanza acerca del progreso del ateísmo; pero también su denuncia de la bre una metafísica idealista no significa tan sólo una invención de los marxistas.
paja en nuestro ojo nos resulta útil, y todavía más si nos induce a observar el Durkheim abandona con frecuencia y por completo sus referencias empíricas,
ojo del hermano y a retirar la viga del mismo. afirmando que el Universo no existe sino en cuanto pensado, y que no es ente-
ramente pensado sino por la sociedad. Por consiguiente, el mundo no es más
que una parte de la vida interior de la sociedad concebida como totalidad, fueni
II. VALORACIÓN DE LA SOCIOLOGÍA RELIGIOSA DE DURKHEIM de la cual nada existe70. Sin embargo, no sería prudente rechazar sus numerosa.
y agudas observaciones y sus teorías por el mero hecho de encontrarse basada',
La crítica marxista a la sociología de la religión de Durkheim es aún más en esta metafísica atea. Lo que muchas veces hace inaceptables sus teorías cni
fundamental, en cuanto que va dirigida contra las bases metafísicas de su ateís- píricas son sus formulaciones sociologistas, que no reconocen a los factores socio
mo, es decir, contra su monismo idealista. lógicos su fuerza causal.
Idealismo es el término marxista standard para toda teoría no marxista, A pesar de ello, muchas de estas teorías podrían hacerse aceptables para
aunque probablemente puede asumir un significado más definido y tradicional los sociólogos teístas mediante su traducción a un lenguaje que hable de in-
cuando se aplica a Durkheim, para el cual la sociedad presenta muchas de las fluencias parciales allí donde Durkheim habla de causalidades absolutas. Acaso
características del Weltgeist de Hegel. No son sólo los fenómenos religiosos esta traducción pareciese a los seguidores ortodoxos de Durkheim una muta
los engendrados por la integración en la sociedad, sino también todos los demás ción radical de sus teorías, pero lo cierto es que podría abrir a los sociólogos
fenómenos espirituales, desde la lógica y la memoria hasta el concepto de cau- teístas el camino hacia importantes verdades.
salidad y el pensamiento racional en general. La sociedad es concebida como la Tal acercamiento a las teorías de Durkheim es en la actualidad más bien
fuente desde la cual estos valores pasan a ser participados por el individuo. común y corriente. Ellas constituyen, por ejemplo, la base de la aceptación
No interesa aquí la imposibilidad metafísica de tal teoría, pero los marxistas universal del «ateísmo metodológico», por el cual, dentro de la sociología de
tienen razón al señalar sus raíces en el idealismo kantiano y hegeliano. Sin la religión, se aceptan tan sólo las explicaciones de los fenómenos religioso
embargo, al postular que las categorías del pensamiento y los sentimientos del sociales que se mantengan dentro de los términos de otros hechos sociales.
individuo le vienen comunicados a través de sus experiencias sobre la dimen- La cálida apreciación de Durkheim de la religión como pilar de cohesión social
sión de la sociedad, Durkheim formula una teoría que, como principio, es veri- se encuentra en el trasfondo de muchos y útiles análisis de la religión realiza-
ficable empíricamente y exige, por tanto, pruebas. Las numerosas demostra- dos en términos funcionalistas, términos en los cuales vienen a caer frecuentc-
ciones proporcionadas por Durkheim y sus seguidores consisten tan sólo en
una impresionante cantidad de ejemplos acerca de las influencias sociales en '" Cf.. por ejemplo, ]i. Durkheim, Formes élémentaires de la vic religieuse, 1915, pp. <)41-42.
210 E. D. VOGT

mente, con escaso sentido crítico, los sociólogos teístas, pero que sin duda
alguna tocan un aspecto legítimo y real de la religión. III. PERSPECTIVAS DE LA SOCIOLOGÍA RELIGIOSA
Durkheim y la sociología marxista de la religión tienen en común un gran
interés por la religión primitiva en general, y en particular, por sus orígenes Una sociología de la religión que se contente con el estudio de las inter-
en la prehistoria, mientras que los sociólogos teístas concentran su atención correlaciones y de las interacciones de los fenómenos, sin ninguna idea precon-
sobre las religiones superiores contemporáneas. El monismo del idealista Dur- cebida sobre la prioridad de un tipo determinado de los mismos, es intelectual-
kheim y del materialista marxista intenta abordar de manera historicista estas mente menos interesante que la sociología reduccionista y que aquellas otras
religiones, aunque hay que reconocer que una perspectiva histórica mejoraría capaces de identificar un tipo de fenómeno social como base de los restantes.
sin duda alguna la calidad de las teorías teístas, siempre que viniera acompa- La nueva tendencia hacia modelos de análisis de los sistemas, de la teoría cic-
ñada por una comprensión, más amplia que la demostrada por los ateos, de las la comunicación y de la reaportación cibernética, tanto en las ciencias natu
grandes diferencias cualitativas existentes entre las varias religiones, a despecho rales como en las sociales, ha tardado en llegar a la sociología, y mucho más
de sus conexiones históricas, las cuales, según los ateos, demuestran que la a la sociología de la religión. Esta tendencia, sin embargo, está creando una
religión más primitiva constituye la esencia de todas las religiones superiores. base académica general para nuevos progresos metodológicos y teóricos, báse-
Esta búsqueda del elemento esencial y constitutivo en una situación com- menos simplista que el antiguo pensamiento de factor único. Tanto el modelo
pleja es común a Durkheim y a los marxistas, no sólo en la dimensión histórica, dialéctico del marxismo como el funcionalismo, tanto el organicismo como el
sino también en el plano contemporáneo, en el que ambos operan mediante sociologismo durkheimiano pueden ser considerados como importantes ten
la dicotomía de una infraestructura de base y una superestructura epifenomé- tativas de lograr un adecuado modelo de las intercorrelaciones de los fenóme-
nica. Cuando Durkheim, en oposición a los materialistas dialécticos, proclama nos sociales en los sistemas sociales. Un éxito pleno será difícil de conseguir
el ideal, la conciencia colectiva y la religión como sustancia de la sociedad, hasta que la ciencia en general no haya construido una clara teoría epistemo
mientras que las estructuras morfológicas constituyen los epifenómenos, la lógica acerca de los modelos y de la relatividad de los mismos. Desde el mo
tentación de adoptar esta tesis es verdaderamente grande para los teístas. Prue- mentó en que la teoría física había confundido los modelos conceptuales con
ba de su fuerza ha sido la popularidad alcanzada por la teoría de Max Weber, los fenómenos de contenido, no había por qué maravillarse de que los sociólo
la cual, según se comprende comúnmente, afirma que el desarrollo económico logos tendieran a considerar sus principios explicativos como realidades de
depende de la ética religiosa. contenido. Y cuando a tal confusión se añadía una metafísica monista, ello
Sería, sin embargo, prudente poner un interrogante a la afirmación de una conducía a una concepción del Universo dentro de la cual todos los principios,
separación dicotómica de los fenómenos sociales en las dos categorías de fenó- yn no sociales, resultaban espaciosos o superficiales, concepción, por consi-
menos y epifenómenos. Se presentaría como una hipótesis perfectamente válida guiente, en la que no quedaba lugar ni para Dios, ni para el demonio, ni para
aquella según la cual los papeles de causa y efecto en los fenómenos sociales la personalidad creadora individual.
se invierten según las situaciones y los aspectos bajo los cuales son estudiados. T.a fe religiosa en Dios puede haber salvado a los sociólogos teístas de la
Esta hipótesis puede ciertamente tenerse presente allí donde se ha llegado a ir lición ele caer en tales errores, pero no es por sí misma suficiente para garan-
una sociología de la religión verdaderamente interesante. Mas éste no es en liziii' el vnlor de su sociología. No es éste el lugar apropiado para reseñar el
modo alguno el caso de las teorías de medio y corto alcance de los sociólogos enlució c\\ que se encuentra el desarrollo de la sociología de la religión, tal como
marxistas y durkheimianos, cuya metafísica general resulta bastante menos ope- bu sido estudiado por los sociólogos teístas. Será suficiente subrayar que éstos
rante que las implicaciones de los fenómenos mismos. no fommn un grupo homogéneo.
Volviendo a las teorías de Max Weber, se reconoce ahora que no es exacto Los niveles académicos son comunes, pero los métodos y la elección de los
considerarlas, tal como se ha hecho de ordinario, como una simple sociología inhúmenlos de investigación y de estudio dependen del punto de partida de
de subsuperestructuras. La habilidad de Weber estriba en haber entendido inda uno de los estudiosos. Tal punto de p'artida, en sentido amplio, se dalla
la sociedad como una totalidad, con elementos intercorrelativos. De esa mane- bien en problemas eclesiásticos pastorales, bien en la sociología general. A este
ra, la suya ha sido una de las mayores contribuciones aportadas a la sociología icNpccto, dos personalidades han ejercido una influencia preponderante: Ga-
de la religión. briel Le Utas, como guía de los estudiosos empeñados en el plano pastoral en
212 E. D. VOGT
BIBLIOGRAFÍA
una problemática cada vez más ampliamente sociológica, y Max Weber, como
inspirador de los sociólogos, procedentes de otros campos, encaminados hacia Abbousse-Bastide, P., La doctrine de l'éducation universelle dans la philosophie d'August Comte,
un activo estudio de las funciones de la religión dentro de la sociedad. t. I: De la foi a l'amour; t. I I : De l'amour a la foi, París, PUF, 1957, 754 pp. (En este erudito
estudio Abbousse-Bastide saca la conclusión de que Comte no era un ateo: «El único Dios
Se puede mencionar asimismo un tercer grupo, el de los investigadores de que destierta Comte es aquel que no necesitaría de los hombres», p. 689).
oirás ramas de la ciencia religiosa empírica, como la historia, la fenomenología, Anónimo, I destini della sociología in Polonia: «Soviet Survey», 28 (abril-junio 1959), pp. 46-55.
la psicología e incluso la filosofía de la religión, los cuales reconocen cada vez (Un artículo muy informativo sobre el debate entre las escuelas más o menos revisionistas dr
la sociología polaca. Es de particular interés el problema de la autonomía de la sociología con
más la importancia de la dimensión social de la religión y la necesidad de colabo- respecto a la ideología).
ración con los sociólogos, llegando incluso a adoptar los métodos de éstos, con- — Cercetari fHozo fice, Academia Republicii Populare Romine, Institutul de Filozofie, Bucarcst, 10
virtiéndose así en sociólogos de la religión. (1963). (Contiene una serie de contribuciones al problema de las relaciones entre el miueriu
lismo histórico y los estudios sociales). Cf. «Bulletin Signalétique», 18-21, 2253, 2255, 2256.
Hasta que los sociólogos de la religión procedentes de las tres ramas ante- Arvon, H., Ludwig Feuerbacb ou la transformation du sacre, París, PUF, 1957, 188 pp. (Arvon
riormente citadas no han comenzado a publicar sus obras en las revistas de afirma que el ateísmo de Feuerbach ha sido mal comprendido por la «trivialización» que de
sus antiguos colegas y a exponer sus ideas en sus congresos, la colaboración en- él hizo Engels. Feuerbach fue un humanista religioso, que pretendía tan sólo la destrucción
de las falsas muestras de teísmo. Sin embargo, él reconoce la irreducibilidad de la experiencia
tre ellos ha sido lenta, a menudo inexistente. La tendencia actual se dirige religiosa).
hacia una integración cada vez mayor de sus esfuerzos en instituciones acadé- Bausani, A., La religione nell'URSS, bajo los auspicios de Alessandro Bausani, Milán, 1961, 416 |)p
micas comunes, instituciones que, naturalmente, están abiertas a los sociólogos (Informativo, pero más descriptivo que analítico).
Birnbaum, N., The Sociological Study of Ideology (1949-60): «Current Sociology», 9 (1960)
ateos y en torno a las cuales estos últimos gravitan cada vez en mayor medida. n. 2, pp. 91-117. (Importante informe, con amplia bibliografía).
La Asociación Sociológica Internacional, con su Subcomisión para la So- Bloch, E., Das Prinzip Hoffnung, Berlín, Aufbau, I, 1953, 477 pp.; I I , 1955, 512 pp.; I I I , 19'*,
ciología de la Religión, es el más importante entre estos lugares de encuentro, 518 pp. (Una nueva tentativa de afrontar la relación existente entre el marxismo, la religión
y la sociología mediante un análisis de la función de la esperanza en el pensamiento humano i
y los «Archives de Sociologie des Religions», de París, su más señalada revista. Le Brns, G., Sociologie des religions: tendances actuelles de la recherche: «Current Sociology»,
Otros congresos (como la International Conference Religious Sociology y los (1956), n. 1, pp. 5-87.
European Colloquies on the Sociology of Protestantism), organismos de inves- Huettncr, Th., y Werner, E., Circumcellionen und Adamiten. Zwei Formen mittelaltcrliclh
llacresie, Berlín, Akademie Verlag, 1959, V I I + 141 pp.
tigación (como la FERES de Bruselas) y revistas (como «Sociología Religiosa», Cnntoni, R., La sociología religiosa di Durkheim: «Quaderni di Sociología», 12 (1963), pp. 2 ' '
de Padua; «Social Compass», de Bruselas; «Journal for the Scientific Study of 71. (Redactado como introducción a la edición italiana de Formes élémentaires).
Religión», de New Haven, y «Review of Religious Research», de Nueva York) Ciiiricr, H., y Pin, E., Sociología del cristiane simo. Bibliografía internazionále, Roma, Univcrsii >
Gregoriana, 1964, 316 pp. (La más amplia bibliografía publicada hasta el momento).
tienen una problemática más específica, aunque tienden a interesarse por la Chambre, H., Le marxisme en Union Soviétique. Idéologie et institutions, París, Ed. du Senil
disciplina como tal en toda su extensión, que abarca las interrelaciones de todos 1955, 510 pp. (El capítulo L'idéologie scientifique anti-religieuse está dedicado al estudio di
los fenómenos sociales con todos los fenómenos sociorreligiosos, en todas las la sociología marxista de la religión).
- Christianisme et communisme, París, Fayard, 1959, 128 pp. (Un buen estudio de la sen.
religiones, en todas las sociedades y en todas las épocas. «Je snis, je crois»).
El desdén y la ignorancia tradicionales de los sociólogos teístas hacia la Chrsnnuix, ]., Les hérésies coloniales. Leur role dans le développement des mouvements nationan
sociología atea, y viceversa, no tienen sentido en la nueva atmósfera. No obs- tl'Asíe et d'Afriquc a Vépoque contemporaine: «Recherches Internationales á la Lumierc <\\\
Marxisme», 6 (marzo-abril 1958), pp. 170-88. (Importante estudio escrito por un marxistn, en
i ante, sigue en pie el problema de cómo se puede recibir humildemente de los el que se señala la dependencia del milenarismo de su contexto social).
i >tros nociones e intuiciones, cuando no sólo estas nociones e intuiciones son Ir milUnarisme des Taiping: «Archives de Sociologie des Religions», 16 (1963), pp. 122-21
expresadas en sistemas conceptuales extraños, sino que estos mismos sistemas (Unn recensión én la que se propone una tipología de los movimientos milcnaristns).
('inpiilc, E,, Kultura rcligijna na wsi (La cultura religiosa en las zonas rurales), Varsovin, Iikiy.
se basan en afirmaciones metafísicas inaceptables, que pueden influir incluso 1961, 190 pp. y cuadros. (Informe de una encuesta social llevada a cabo en Opolc y Biiilystoil
en las observaciones o en las teorías más elementales, contaminándolas con lo cu 1958-59, en el cual se saca la conclusión de que las necesidades religiosas son creada» poi
que se considera como un error. El presente capítulo pretendía solamente po- las instituciones eclesiásticas y administrativo-estatales, p. 187).
Ii.inilov, A. L, La teoría marxista-leninista de la reflexión y de la ciencia histórica (en ruso)
ner de relieve algunos aspectos del problema; en manera alguna, resolverlo. :Srednie Vclca», Akademia Nauk SSSR Instituí Istorii, Moscú (1963), n, 24, pp. 3-23. (!..>
•neiologfn marxistn es concreta, es decir, no sigue esquemas prefabricados como la MX'ioIngf i
burguesa, sino que estudia los dalos históricos en su realidad tangible y en su condicionnmienlo
i'Ntrlctnmcntc temporal).
214 E. D. VOGT INTERPRETACIONES DEL FENÓMENO RELIGIOSO EN EL ATEÍSMO ¿15

Desroche, H., Athéisme et socialisme dans le marxisme classique: K. Marx-F. Engels: «Archives tas», que niegan la existencia histórica de Jesús, e «historicistas», que la afirman, linliíiulola,
de Sociologie des Religions», 10 (1960), pp. 71-108 (extracto). sin embargo, como cosa de poca importancia).
— Marxisme et religions, París, PUF, 1962, 125 pp. Levada, I. A., Los problemas sociales en la crítica de la religión (en ruso): «Voprosy Filozofü»,
— Socialisme et sociologie du christianisme: «Cahiers Internationaux de Sociologie», 21 (1956), Moscú, 17 (1963), n. 7, pp. 37-49 (resumido en inglés). (La religión no tiene su origen en
pp. 149-67. (Estas y otras obras de Desroche, como marxista revisionista que es, se incluyen la psicología del individuo, sino que es un elemento de la vida social. Se recomienda un
entre las inspiradas por el punto de vista de Marx y Engels sobre la religión). estudio funcional).
Djilas, M., The New Class, Nueva York, 1957, V I I + 214 pp. (Importante como estudio de la Levi-Strauss, C , Anthropologie structurale, París, 1958, 454 pp. (La obra fundamental del hcir
«burocratización» del marxismo). dero de Durkheim).
Durkhcim, E., Les formes élémentaires de la vie religieuse, París, PUF, 1960, 647 pp. Levy-Bruhl, L., Carnets, París, PUF, 1949, 259 pp. (Obra postuma, en la cual el autor repasa
— l'ragmatisme et sociologie, París, Vrin, 1955, 212 pp. (Un curso inédito, de 1913-14, editado su concepto de pensamiento prelógico en los primitivos).
por A. Cuvillier). (Levy-Bruhl), Centenaire de Lucien Levy-Bruhl, número especial de la «Revue Philosophiquc»,
— Eglises et religions. I, Le christianisme a la lumiére du marxisme, París, Ed. Nouvelle Critique, 1957, pp. 397-576.
1958, 201 pp. (Colección de ensayos, obra de autores marxistas, el más destacado de los cua- Ludz, P. C , Sociology in East Germany: «Problems of Communism» (1965), pp. 66 70. Versión
les es J. Chesneaux). resumida de:
— Soziologie und Empirische Sozialforschung in der DDR: «Kolner Zeitschrift für Soziologle mu I
Erbstgaesser, M., y Werner, E., Ideologische Probleme des mittelaUerlichen Plebejertums. Die
Sozialpsychologie», Band V I I I , 1964.
Freigeistige Haeresie und ihre sozialen Wurzeln, Berlín, Akademie Verlag, 1960, 172 pp.
Lukács, C , Histoire et conscience de classe, París, 1960, 381 pp.
Fiamengo, A., Sociologie et religión en Yougoslavie: «Archives de Sociologie des Religions», 2
Majka, J., La sociologie de la religión en Pologne: «Social Compass», 10 (1963), pp. 453-7C
(1956), pp. 116-20.
(Estudia todo tipo de sociólogos, no sólo a los marxistas, por ejemplo, al durkhcimiutio
— Croyances religieuses et changements technologiques en Yougoslavie: «Archives de Sociologie
Czarnowski [1879-1937], el cual aportó algunas mejoras a la sociología de Durkheim, al con
des Religions», 15 (1963), pp. 101-11. (Fiamengo es entre los sociólogos de los países comu- cebir la religión más como un fenómeno de intergrupo que de grupo).
nistas el que más atención ha prestado a la sociología de la religión y el que ha permanecido Marx, K., y Engels, F., Sur la religión, París, Ed. Sociales, 1960, 360 pp. (Versión francesa de la
en mayor contacto con los sociólogos occidentales). antología publicada en la U.R.S.S. en el año 1955, de la cual existe también una traducción
Fischer, O., Science and Politics: The New Sociology in the Soviet Union, Ithaca, Centre for al inglés, On Religión, Moscú, 1967, 379 pp.; hay asimismo traducciones a otros idioma'.
International Studies, Cornell University, 1964, 66 pp. La antología tiene muchas y graves lagunas. Trozos de La cuestión hebrea de Marx, de língils.
Goldmann, L., Le dieu caché: Eludes sur la visión tragique dans les pensées de Pascal et dans de la correspondencia con los hermanos Graeber y de Die Lage Englands, que habrían jxitliiln
le théátre de Racine, París, Gallimard, 1955, 451 pp. (Notable estudio acerca del jansenismo ser muy interesantes, faltan sin embargo).
en su contexto social y cultural, obra de un marxista revisionista). Mijnllov, T. M., Algunas causas de la pervivencia entre los buriatos de restos de chamanismo (i
Grunwald, C. de, La vie religieuse en URSS, París, Plon, 1961, 248 pp. (Memoria informativa ruso): «Vestnik Moskovskogo Universiteta Istoriceskie Nauki», Mosní, 18 (1%?), n.
sobre los aspectos prácticos de las relaciones de las autoridades soviéticas con la religión). pp. 45-54, con bibliografía. (El autor habla de un renacimiento del paganismo en In ll.K.S:
— Science et religión en Union Soviétique: «Archives de Sociologie des Religions», 16 (1963), y afirma que, frente al ateísmo, las religiones paganas resisten mejor que lint oriianl/mlas. I
pp. 125-37. (Análisis de las tendencias de la literatura moderna; al final del artículo se inserta chamanismo hace su aparición también entre grupos budistas y musulmanes).
una bibliografía de 32 voces, de las cuales sólo alguna es formalmente sociológica). Mnntz, T., Cuentos de hadas, religión y desarrollo social (en eslovaco). (I.II reunión es coiisiilt-ruil.i
Gulian, C. I., Designs of the «Sociology of Religión»: «The Rumanian Journal of Sociology», 1 al mismo nivel que los cuentos de hadas, ya que ambos nacieron de la impotencia del IIOIIIIHI
(1962), pp. 93-102. (El socialismo debe ser el término explícito de la sociología de la religión frente a las fuerzas de la naturaleza y ambos conducen a la pasividad).
si no quiere verse puesto al servicio de la explotación). Osavkov, Z., Sobre las leyes dialécticas generales y particulares del desarrollo social y sobre Li\
Kiullecova, E., Dos artículos sobre una encuesta acerca de la religiosidad realizada en la Moravia ciencias que las estudian (en búlgaro): «Izvest. Inst. Filos.», Bulgaria, 7 (1962), n. 1, pp. 45-82
Septentrional: «Sociologicky Casopis» (revista sociológica), Praga, roenik 1 (1965), n. 1, (rilado en «Bulletin Singnalétique», 17-19-20340).
pp. 13-24, y n. 2, pp. 135-47; con sumario en inglés. (Encuesta efectuada mediante entrevistas O.inowNki, Si., Class Structure in the Social Consciousness, Londres, 1963, trad. del polaco,
sobre muestras tomadas al azar entre la población adulta). ?ÁH pp. (Importante replanteamiento de un autor marxista de la teoría de las clases como
Kiinnpa, J., IM doctrine sociale de l'Eglise et le marxisme, París, Ed. Sociales, 1962, 324 pp. (Es- Imite de la conciencia de clase y de la religión).
tudio marxista sobre la doctrina social católica, vista como ideología para la justificación de la I'arsli/., M. M,, la autobiografía de los trabajadores como fuente para el estudio del ateísmo en
explotación de clase). el movimiento obrero (en ruso): «Voprosy Istorii Religii», Moscú, 8 (1960), pp. 101 27.
Klohr, O. (dir.), Moderne Naturwissenschaft und Atheismus, Berlín, Deutscher Verlag der Wis- I'nwrlc/.yiiítku, A,, l,es altitudes des étudiants varsoviens envers la religión: «Archives de Socio
senschaften, 1964, 312 pp. (Klohr, profesor de ateísmo científico en Jena, organizó en 1964 lon¡c ile* Religions», 12 (1961), pp. 107-32. (Informe sobre una de las más impórtame» ¡uve-
un congreso para llegar a un ateísmo más «científico», interesado por la religión contempo- ligaciones sobre la religiosidad en un país comunista).
ránea. Esto le lleva a un profundo interés por la psicología y la sociología de la religión). I'tniliil,- Iv, Socialisme et antielcricalisme: Une enquéte socialiste internalionale (I902IVOÍ)
Lanternari, V., Movimenti religiosi di liberta e di salvezza dei popoli oppressi, Milán, Feltrinelli, «Archives de Sociologie des Religions», 10 (1960), pp. 109-31. (El artículo versa sobre una til-
1960, 366 pp. (Estudio descriptivo de los movimientos proféticos y mesiánicos en las crisis las raras investigaciones realizadas por los marxistas*en el primer decenio posterior a la muelle
sociales de los pueblos colonizados. El autor se define a sí mismo como «historicista», lo que de língcls, bastida en una encuesta realizada no por muestreo, sino entre los lectores de un
parece ser idéntico a marxista). periódico).
Lenzman, J., L'origine du christianisme, Moscú, ed. en lengua extranjera, 1961, 302 pp. (Lenzman I'iiilikiircva, I..; Snesarcv, G., y Chmcleva, M., Una encuesta sobre la religión en la Rusia rural
trata de evitar la tradicional ruptura existente en las filas de los marxistas entre «metodologis- (ni ruso): «Communist» (mayo 1960). (Informe sobre una encuesta soclorrcl¡n¡osa «cerní
216 E. D. VOGT

de las condiciones de la religión entre los trabajadores agrícolas, en un área de 400 kilómetros
cuadrados situada al norte de Moscú. Examina, según la edad de las muestras, su apego a las
imágenes sagradas, la práctica del bautismo, del matrimonio, de los funerales y de las fiestas
religiosas). Resumido en «Documentation Catholique» (6 noviembre 1950), pp. 1371-82, y SEGUNDA PARTE
en «Christiiin Order» (mayo 1962), pp. 303-12.
Richard, (í., l.'athéisme dogmatique en sociologie religieuse: «Revue d'Histoire et de Philosophie LA PSICOLOGÍA FRENTE AL
Religieuse» (1923).
Rudy, /.., Ethnosoziologie sowjetischer Volker, Wege und Richtlinien, Berna-Munich, Francke PROBLEMA DEL ATEÍSMO
Vcilag, 1962, 243 pp. (La mejor reseña de etnología soviética y el estudio de las religiones
primitivas en la U.R.S.S.)
Sttrk, V., La interpretación marxista de la religión y la interpretación religiosa del marxismo:
«Revista Internacional de Sociología», 45 (1954), pp. 33-44.
Taborsky, E., Sociology in Czechoslovakia: «Problems of Communism» (1965), pp. 62-66. (Las
autoridades del Partido permitieron la restauración de la Sociedad Checoslovaca de Sociolo-
gía sólo en abril de 1964)
Tovarev, S. A., La religión en la historia de las naciones del mundo (en ruso), Moscú, 1964,
558 pp. (Divide las religiones en tres tipos: las de «antes de la era de la sociedad de clases»,
las del «período de transición hacia la sociedad de clases» y las de «la sociedad de clases».
En el capítulo con que cierra la obra se analiza «la muerte de la religión»).
Wcrncr, E., Pauperes Christi. Studien zu sozial-religiosen Bewegungen im Zeitalter des Refortn-
papsttums, Leipzig, Koehler und Amelang, 1956, 228 pp.
— Popular ideologies in late medieval Europe: Taborite Chiliasm and its antecedents: «Compa-
rutive Studies in Society and History», 2 (1960), pp. 344-63.
— Les mouvements messianiques au moyen-áge: «Archives de Sociologie des Religions», 16
(1963), pp. 73-75. (Informe al V Congreso, _de. Sociología, Washington, 1962).
Wildcr, E., Sociology in Poland: «Problems of Communism» (1965), pp. 58-62. (Los estudios
sociológicos continuaron en Polonia durante todo el período estaliniano. La reacción del Par-
tido contra la «American ,ppll inania» tuvo lugar después de la investigación sobre los estu-
diantes de la Universidad de Varsovia realizada en 1958 [cf. el artículo de Pawelczynska
anteriormente citado], la cual puso de relieve una profunda adhesión a la religión y un despego
hacia el marxismo). • :, • . . - " *'
CAPITULO I

ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL FENÓMENO DEL ATEÍSMO

por

ANTOINE VERGOTE

Profesor de Filosofía y de Psicología


en la Universidad de Lovaina

I. CUESTIONES PRELIMINARES

1. El ateísmo como objeto del estudio psicológico


Desde el nacimiento de la psicología científica, la psicología de la religión
se constituyó como ciencia con el mismo título que la psicología de la percep-
ción, de la sexualidad, de la voluntad, etc. Sin embargo, raramente se elaboró
una «psicología del ateísmo», que en realidad constituye la disciplina correla-
tiva a la psicología de la religión '.
Para examinar los aspectos psicológicos del ateísmo es preciso referirse
previamente a esta situación y tratar de interpretarla.
En primer lugar hemos de advertir que, en sí mismo, el ateísmo no cons-
tituye un sector propio de los estudios psicológicos. Y ¿cómo podría serlo
desde el momento en que se define como ausencia de religión? No se puede
elaborar la ciencia de un fenómeno negativo. Un estudio psicológico del ateísmo
es posible tan solo en función de sus elementos positivos. En primera instan-
cia, el ateo pretende promover todas las tendencias humanas. Pero desde este
punto de vista, no se diferencia necesariamente del creyente. En efecto, exalta

1
No conocemos ninguna obra que se funilc sobre datos positivos. Podemos señalar tan sólo
un trabajo propiamente psicolónico, de tendencia descriptiva y clínica: II. C. Rüinkc, Karakter
fu ihiitleg in verhand met het oiigiioof, Amsimlnni, Ten llave, 1949; trad. ingl.: The Pwcholagy
»l Unbeliefi Londres, Rocliff, 1952.
220 A. VERGOTE 221
ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO

un humanismo cuyos ideales comparte con un gran número de hombres reli- incluso una obediencia y una abnegación que no pueden menos de recordar I;
giosos, y la psicología de su humanismo coincide con la psicología general de exigencias expresadas por las diversas religiones. Según el sociólogo Yingcr
la personalidad. Incluso cuando el ateísmo se encierra en un humanismo posi- se puede denominar a estos movimientos los «caminos contemporáneos hac i
tivista, permaneciendo neutral o indiferente con respecto a la cuestión religio- la salvación». Es posible asimismo, como él lo hace de hecho, establecer un
su, tal pura ausencia de religión no ofrece materia alguna al estudio psicológico. verdadero y propio paralelismo entre las instituciones religiosas y las formas
Cierto que la indiferencia religiosa supone un problema para el creyente. El sociales en que se organizan estos movimientos místicos. Sin embargo, están
psicólogo, lo mismo que el sociólogo o el historiador, puede comprobarla y animados de una intención explícita que nos impide reconocer en ellos form;i
medirla. Pero dicha indiferencia no puede ser materia de una investigación y de religión larvadas. En efecto, en la medida en que son propiamente ateo:
de una explicación psicológicas mientras no se sitúa frente al pensamiento reli- pretenden elevar la humanidad del hombre no sólo sin Dios, sino contra I
gioso y le opone una repulsa motivada. En tal caso, el ateísmo sale de su indi- misma religión. Intentan realizar al hombre para sí mismo y por sí mis mi
ferencia y se transforma en antiteísmo. Este segundo elemento, que distingue Si consideran la actitud religiosa como una disminución de la humanidad i
al ateísmo de un humanismo general, ofrece un objeto específico a la explora- precisamente porque el hombre religioso confiesa su dependencia y su impe
ción psicológica. Así, pues, el antiteísmo determina el campo propio de una tencia para conseguir por sí solo su propia salvación y espera de lo alto su
psicología del ateísmo. perfección, su felicidad y su amor. Ciertamente, nos es lícito criticar semejanU'
Hay que decir además que este ateísmo es objeto de la psicología sólo en postura y mostrar que se equivoca incluso en los mismos términos de la salva
la medida en que él mismo es de naturaleza psicológica. Por ateísmo psicoló- ción y de la esperanza religiosa. El hombre religioso puede deslindar los cam
gico entendemos la actitud del que critica y rechaza la posición religiosa por pos y replicar al ateo que, en el plano humano, posee la misma posibilidad qx i
motivos humanos y no únicamente por razones lógicas o metafísicas puras. La él de ser humanista. La historia occidental nos ha dado a conocer tanto a cri?
negación metafísica y la repulsa lógica del concepto de Dios no van acompa- tianos humanistas como a cristianos antihumanistas. Y entre los no crcycnti
ñadas necesariamente por una crítica existencial de la actitud religiosa, si bien encontramos a algunos tan poco humanistas como lo fueron ciertos cristiano:
la mayoría de las veces la metafísica piensa sus propios argumentos en referen- Sin embargo, sigue siendo verdad que muchos ateos justifican existencial \
cia al hombre concreto. En todo caso, sólo la negación existencial de la posición filosóficamente su posición en nombre de un humanismo radical, que contra
religiosa entra en el campo de la psicología. ponen a la actitud religiosa. En este punto concreto nada nos permite kicntili
El ateísmo psicológico se halla, por tanto, en posición dialógica con respecto car su humanismo ateo y militante con una religión que se ignora a sí misma
a la religión. Representa el modo de proceder del hombre que persigue su in- Y es precisamente este momento concreto de su oposición al hombre religioso
tegración humana en sentido opuesto a la actitud religiosa. El ateísmo psico- el que puede ofrecerse a la investigación psicológica.
lógico se define en relación al hombre religioso. Con mayor razón debemos negarnos a aceptar como principio de enten
dimiento psicológico la tesis de G. Van der Leeuw, quien proclama que «la
2, iil ateísmo, ¿posición verdadera o religión desconocida? religión de la evasión es el ateísmo». «Ellos pueden pasar de Dios al diablo,
pero también el diablo —en el lenguaje de la fenomenología— es un modo de
Esta delimitación del ateísmo psicológico fija los principios directivos de 'Dios'. Pueden volverse de Dios al hombre o a la humanidad, pero esta huida
nuestro estudio. Antes que nada debemos considerar seriamente el ateísmo, les lleva de nuevo sencillamente a la potencialidad originaria» 3. Nos oponemos
evitando las definiciones filosóficas y teológicas que lo interpretan bien como asimismo al juicio de Van der Leeuw incluso en el nivel en que trata de coló
una religión que no es consciente de sí misma, bien como una «religión de eva- carse, esto es, en el de una fenomenología de la religión. Mas en tocio caso,
sión». Las «místicas» humanitarias, tales como los movimientos nacionales y desde el punto de vista del psicólogo, nada justifica la reducción del litnnaiiis
sociales, la ética racionalista o el marxismo, pueden ser calificadas como reli- mo ateo y la religión manifiesta a la expresión de una misma poiciu inlulad oii
giosas tan sólo gracias a una extensión arbitraria de la palabra. Sin duda alguna, *
estos movimientos tienen mucho en común con la religión. De hecho, propo- :
J. M. Yinger, Religión, Society and the Individual: An Introduclion lo tbc Sarfufan\ o¡
nen un ideal del hombre y de la sociedad, presentan los principios interpreta- Religión, Nueva York, Macmillan, 1957, p. 95.
3
tivos de la historia y de la sociedad, exigiendo de sus adeptos un asentimiento, La religión dans son cssence el ses manijestations. Phénoménologie de la retinto», I'IIIÍN,
Payot, 1948, p. 582. Tny tnul. española en el Fondo ele Gilinra F.conómini, México,
222 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 223

ginaria. Cuando, debido a sus principios humanistas, el ateo rechaza la actitud tifican, a su vez, al nivel de la conciencia vivida. Sin embargo, no pretendemos
religiosa, trata de orientar sus actos y sus intereses hacia finalidades exclusiva- decir que estos motivos estén siempre presentes con claridad en la conciencia
mente humanas. Indudablemente, en el origen de todo estudio humanístico, el del sujeto. Al contrario, con frecuencia no se iluminan sino al claroscuro de las
fenomenólogo puede descifrar un llamamiento religioso, una potencialidad re- pasiones y de los deseos. Y ello a pesar de que estos movimientos afectivos
ligiosa originaria. Pero el hombre es el ser que se hace a sí mismo en el modo pertenecen al sujeto que los vive, lo mismo que sus pasiones y sus deseos. Por
de realizar sus capacidades originarias. Cuando lleva a cumplimiento su esencia el contrario, en las formas patológicas del ateísmo, los motivos no pertenecen
siguiendo el eje de un humanismo resueltamente ateo, ya no tiene sentido al sujeto, sino que están realmente integrados en él. Lo atormentan sin que él
hablar de un despliegue de sus potencialidades religiosas. En cambio, lo que lo advierta y ejercen sobre él su influencia determinante a partir de un incon:
nos interesa captar es el modo en que el hombre asume y realiza efectivamente cíente rechazado.
su ser. Ahora bien: comprometiéndose en una relación exclusiva con el mundo Por manifestarse como formas de oposición al hombre religioso, estos ateii
y con la humanidad, la personalidad humana se estructura y se realiza de una mos no pueden entenderse psicológicamente sino a través de la psicología relí
manera distinta que en su relación con lo trascendente. La realidad humana giosa. Para el psicólogo, el hombre no es naturalmente religioso. Si se convierte
del ateísmo, por consiguiente, no se presenta como una religiosidad originaria en religioso, ocurre progresivamente en el curso de una evolución psicológica
y latente bajo las apariencias de un desconocimiento. Las potencialidades actua- que reestructura específicamente su personalidad, diferenciándola, de la misma
lizadas en una y en otra actitud no son en realidad las mismas. manera que se forma su capacidad de amar a los demás o la conciencia moral.
Así, pues, es preciso comprender el ateísmo psicológico a la luz de una con-
cepción dinámica, evolutiva, tanto de la psicología como de la religión. En toda
3. Concepción dinámica de la psicología y del ateísmo
etapa de la formación religiosa, el hombre puede experimentar la religión como
Así, pues, el interrogante psicológico relativo al ateísmo debe formularse un dato conflictivo. La instauración de la actitud religiosa consiste en la supe
de manera precisa: ¿Por qué motivos humanos rehusa el ateo la actitud reli- ración de los conflictos a través de la integración de los elementos conflictivos.
giosa? Los motivos se expresan en forma ideológica. El hombre justifica sus El convertirse en ateo se entiende como la superación de los conflictos a través
tomas de posición ante su propia razón. Pero los motivos suponen procesos de la exclusión del polo religioso, que se revela en el momento del conflicto
psicológicos, ya que se trata de fuerzas que mueven y polarizan la existencia. como inasimilable por la humanidad que está en desarrollo. Los diversos mo
En ellas se despliegan y se cumplen las potencias que constituyen el ser humano. mentos del conflicto determinan así las distintas formas del ateísmo. Esto es
No queremos entrar en la discusión técnica de los términos psicológicos lo que trataremos de demostrar.
«motivo» y «motivación»4. Nos basta con poner de manifiesto los vínculos En la óptica de una psicología dinámica, cierto número de cuestiones se
existentes entre los motivos ideológicos del ateísmo y sus motivos psicológicos, encuentran superadas en lo que se refiere a su formulación. Recordemos, entre
liste vínculo determinará la óptica de nuestro estudio. En un estudio psico- otras cosas, cómo en cierta época algunos autores hablaban de temperamentos
patológico de la religión es posible descubrir los motivos inconscientes que dispuestos al ateísmo, de temperamentos laicos. Semejante concepción deriva
determinan la posición atea, aun con desconocimiento del sujeto. En efecto, en de una psicología estática, según la cual el hombre nace ya con su estructura
ciertos casos algunos procesos psicológicos ignorados por el sujeto e impuestos constituida. No hay duda del hecho de que ciertos factores fisiológicos y, por-
por un cambio patológico pueden promover o condicionar motivos ideológicos tante, permanentes determinan en parte la personalidad. Confesemos, sin cm
que extraen de ellos su fuerza persuasiva, al igual, por otra parte, que la fe reli- bargo, que no comprendemos qué puede significar el término «temperamento
giosa patológica puede deducir su convencimiento secreto de algunas tendencias ateo». La psicología nos enseña que el hombre, en su existencia concreta, si-
psíquicas subyacentes. Dejando para otros la preocupación de exponer el ateís- hace y se estructura progresivamente, de acuerdo con las vicisitudes de su
mo patológico, nos circunscribiremos al examen de los motivos psíquicos ma- devenir humano. El carácter es la resultante de la interacción conslnnlc de los
nifiestos, asumidos libremente y expresados en formas de ateísmo, que se jus- diversos factores que componen la situación humana: estructuras fisiológicas,
intercambios afectivos con padres y hermanos, clima cultural. Por eso no existe
' Véase la síntesis de esta problemática de Hans Thomae, Introducción a Die Motivado» men- el temperamento ateo, sino en la medida en que el hombre se estructura en
uhlichen ííandelns, editado por H. Thomae, Berlín-Colonia, Kiepenheuer e Witsch, 1955,
pp. 13-34.
esta línea, en el curso de una evolución cuyas etapas señala la psicología gene"-
ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 225
224 A. VERGOTE
Allí tendremos ocasión de demostrar cómo las teorías psicológicas científicas
tica. Observemos, por lo demás, que a esta evolución psicológica corresponde
toman conscientemente tendencias fundamentales del hombre para elaborarlas
igualmente una evolución religiosa, cuyos estadios nos revela de modo análogo
en antropologías explícitas. A su vez, esta formulación consciente de los moti-
i a psicología genética. Por esta misma razón no trataremos de elaborar una
vos psicológicos les confiere un poder acrecentado. En efecto, un motivo psico-
tipología de los ateos. La única tipología psicológica que podemos trazar, la
lógico no es una potencia, una entelequia, que aflora y madura de modo autó-
única que posee un real fundamento psicológico, es la que se basa en los moti-
nomo, como una fuerza biológica. Siendo de naturaleza psíquica, es un vector
vos vividos, que se ponen de manifiesto en el curso de la formación personal.
activo que orienta al sujeto, pero que al mismo tiempo se deja formar por ¿I
Una concepción dinámica de la personalidad psicológica y de su actitud re-
y por el medio consciente en que se manifiesta. Por tanto, un ambiente cultural
ligiosa plantea de manera nueva, y por primera vez en términos indudablemen-
más o menos ateo reforzará los motivos de oposición del hombre a la religión.
te adecuados, la difícil cuestión de la coexistencia de la fe y de la incredulidad.
Así, por ejemplo, el temor psicológico a alienarse en una ilusión religiosa resul-
Siendo la fe un asentimiento que resuelve un conflicto, implica un momento de
tará mucho más fuerte si el clima cultural en que se mueve el sujeto tiende
ateísmo superado. Llegada a su coronamiento, se revela como una integración
a acentuar la exigencia de desmitificar al hombre y la religión. Eso equivale .i
superior de elementos conflictivos. Pero si la consideramos preferentemente
decir que el ateísmo personal y la crítica psicológica de la religión se refuerzan
en el momento de su formación, se habrá de reconocer que el sujeto tiene en sí
mutuamente.
dos posibilidades: de la misma manera puede optar por la fe que por una forma
Los dos estudios por mí firmados que se incluyen en este volumen son
determinada de ateísmo. En ese momento del conflicto vivido el sujeto puede
tanto más inseparables por cuanto me hallo en la imposibilidad de documental
ser definido a la vez como creyente e incrédulo. No rechaza formalmente la fe
como yo desearía mi análisis de los motivos psicológicos del ateísmo5, cosa que
y, por tanto, no es ateo. Pero una o más instancias de su personalidad se opo-
por lo demás, no tiene por qué causar extrañeza. Los verdaderos ateos const i
nen a ella, mientras que las otras lo predisponen a concederle su asentimiento.
tuyen grupos muy restringidos y más heterogéneos que en el sector de lo
Por el hecho de que su voluntad participa en las tendencias en conflicto, la
creyentes. Pero, sobre todo, es su misma posición la que hace difícil su obscr
adhesión a la fe resulta comprometida por un cierto grado de incredulidad.
vación. En realidad, como ya hemos aclarado, no se prestan a un estudio psico
Este juicio, que resulta del análisis psicológico de un acto de fe en vías de
lógico específico sino en la medida en que un elemento positivo diferencia su
instauración, no es una abstracción teórica. Expresa la experiencia vivida por
actitud de la personalidad general, tal como es estudiada en la psicología de
numerosos creyentes, que no se atreverían a afirmar si su actitud corresponde
la personalidad. Hemos señalado este elemento en su oposición al hombre re
a la fe o a la incredulidad. En consecuencia, si la frontera entre fe y ateísmo es
ligioso. Por ello, un acuerdo psicológico sobre este ateísmo militante debe rea
con frecuencia fluida, no ocurre así debido a una confusión en el análisis de la
lizarse solamente desde el punto de vista de la psicología de la religión, lo cual
esencia de la religión y del ateísmo, sino más bien a causa del estado de conflic-
supone que será preciso dar al psicólogo de la religión la posibilidad de observar
to en que las dos actitudes pueden coexistir y que se da en ciertos momentos de
e interrogar a poblaciones declaradamente ateas. Asimismo significa que no
la formación de la personalidad. Igualmente, la ambigüedad entre la fe y el
existe estudio psicológico más delicado, más complejo y cuyas condiciones ma
ateísmo nos obliga a señalar formas de existencia que no son radicalmente
teriales dificulten más el éxito.
ateas, pero en las cuales el sujeto se orienta ya por el camino de la repulsa de
El presente capítulo se referirá esencialmente a los momentos de conflicto
la fe religiosa. Por lo demás, volveremos a encontrar tales ambigüedades en las
por los que atraviesa el creyente y durante los cuales se le abren los caminos
teorías psicológicas que critican la religión.
que conducen a los ateísmos motivados, ateísmos que vemos desplegarse y
tematizarse en los diversos sistemas filosóficos y psicológicos.
4. Vínculos entre los motivos psicológicos y las críticas psicológicas En sus estructuras psicológicas, el ateísmo se encuentra estrcclianicnic
de la religión vinculado al devenir cultural del hombre: el advenimiento y la orientación de
*
Los mismos motivos psicológicos que animan la postura atea se despliegan 5
Los estudios existentes consisten en informes sobre observaciones, reflexiones liluxólims y
y se tematizan en las teorías psicológicas que critican el ateísmo. De ellas nos teológicas, pero no interpretan los fenómenos analizados a la luz de la psicología de lu prisonii
ocuparemos en un capítulo posterior de este volumen, con el título Interpre- lidad. Citemos como ejemplo de semejantes análisis, que son sólo psicológicos en un ficntido muy
genérico de la palabra, el de I. Lcpp, Psychanalyse de l'nthéisme moderne, París, Griimict, 1961
taciones psicológicas de los fenómenos religiosos en el ateísmo contemporáneo.
15
226 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO :.¿1

las ciencias humanas representan al mismo tiempo una de sus expresiones más cía a veces al hombre a protegerse del mismo rompiendo con él 8 . Así, se con-
llamativas y uno de sus más poderosos motores. La historia de la cultura actua- vertía en irreligioso por miedo a ese sagrado que consideraba amenazador.
liza los dinamismos psicológicos del hombre. La ciencia psicológica no tiene Ahora bien: el espanto no es un sentimiento simple. Implicado en la fascina-
como objeto cualquier estructura atemporal. Estudia al hombre concreto tal ción ejercida por el Absolutamente-Otro, el miedo puede transformarse en con-
como se realiza y se estructura en su intercambio con el mundo y la cultura. fianza. Efectivamente, se puede observar que el movimiento de confianza y de
El ateísmo, que es el gran hecho cultural de nuestra época, encuentra sus bases alegría representa un segundo tiempo en la aproximación a lo sagrado. Significa
concretas en los dinamismos psicológicos. Pero estos dinamismos psicológicos la victoria sobre el miedo 9 . Pero el hombre puede al mismo tiempo ceder a la
se forman y se imponen en el particular horizonte cultural que delinearemos invitación a la fuga implícita en cualquier miedo.
en el primer parágrafo de nuestro estudio histórico. El análisis de los dinamis- Por lo demás, el tabú desempeña la doble función de hacer presente lo sa-
mos psicológicos presentes en el ateísmo debe, por tanto, encontrar su lugar grado y de proteger al hombre 10 . El tabú delimita lo sagrado en un espacio y
a través de estas dos referencias: por un lado, la referencia a la filosofía atea en un tiempo propios, separados del espacio y del tiempo profanos. Pero a la
que subyace en el advenimiento de las ciencias antropológicas; por otro, la refe- vez mantiene lo sagrado en proximidad al hombre. Así, las fiestas religiosas
rencia a las escuelas psicológicas que, en medida variable, reducen la religión representan una transgresión del tabú, consentida y deseada en ciertos perío-
al nivel de las simples realidades humanas. dos, aunque vedada en tiempo normal11. Esta delimitación del tabú y la res
tricción de su transgresión permiten al hombre preservar su propio estatuto.
Porque, perteneciendo a otro «nivel ontológico», el tabú y lo sagrado amen:i
II. PROCESOS PSICOLÓGICOS IMPLICADOS EN EL ATEÍSMO
zan, en efecto, con destruir al hombre que se acerca a ellos ilegítimamente.
No vacilamos en afirmar que entre muchos de nuestros contemporáneo:,
la religión provoca todavía este movimiento de defensa que acaba por situar
1. Miedo y huida de lo sagrado Dios fuera de la vida real. El hombre se siente amenazado por Dios de mucli
La ambivalencia de lo sagrado ha suscitado siempre en el hombre una co- maneras. En los párrafos siguientes trataremos de exponer lo» diversos sea
rrespondiente ambivalencia afectiva. Recordemos la fenomenología de lo sagra- micntos de peligro que el hombre experimenta al acercarse a lo divino, Sin cin
do que ha elaborado R. Otto 6 : lo sagrado se presenta como la coincidencia de burgo, antes de enfrentarnos con experiencias de temor ttidn orientadas, de
los polos opuestos representados por lo tremendum y lo fascinosum, es decir, un contenido más claro, vamos a señalar ese terror general frente a lo sagrado
por lo que espanta y lo que atrae. Los sentimientos humanos concomitantes son que puede incitar al hombre a sustraerse espontáneamente del reclamo religio-
el miedo y la alegría confiada. Cuando lo sagrado, el Absolutamente-Otro, so, llevándolo así a una especie de deísmo, de ateísmo práctico, de indiferencia
irrumpe en la esfera familiar del hombre, le espanta y le atrae a la vez. Y am- religiosa.
bos sentimientos no se yuxtaponen. El Absolutamente-Otro espanta en la misma
medida que atrae. Al estar separado de lo profano, exige que el hombre se man- 2. Defensa contra lo sagrado identificado con lo mágico
tenga a distancia de él. También en nuestros días podemos comprobarlo: un
hombre o un objeto sagrado serán colocados espontáneamente aparte por los I .ii esfera de lo mágico aparece caracterizada por el hecho de provocar un
hombres 7 . sentimiento de extrañeza inquietante. S. Freud subrayó enérgicamente esta en
rail el íntica en su hermoso estudio acerca del sentimiento de la Unheimlich
Esta cualidad propia de lo sagrado de permanecer separado de lo profano
puede determinar una actitud de defensa que excluya lo sagrado de lo profano.
' VMaie Traite de l'bistoire des religions. Morphologie du sacre, Parí», Payot, 1938, p. <l"
En la conclusión de su obra acerca de lo sagrado como hierofanía, Mircea Eliade " Acerca clc-l origen y significado psicológico de la ambivalencia de lo Mitrado puede romul-
observa que, ya desde las antiguas religiones, el espanto ante lo sagrado indu- tainr: (¡h, vim Itiinncn, Le buisson ardent: ses implications symbolii/ues ebex des enfants de 5
i II ant; «I.iiiuní Vitae», 29 (1964), pp. 349-52. •
'" Véaie M. I'.linde, o. c, p. 15.
6
R. Otto, Lo Santo: «Revista de Occidente», Madrid. " Vi, Th. Krik, l'roblem der Rcligionspsychologie, I, Das Ritual, Vicna, lntcrnaiionalcr Psydio-
' Víanse los ejemplos concretos propuestos por A. Brien, L'expérience du sacre: «Bulletin atialyíUi-hcr VIIIUK, 1923, pp. 59ss.; R. Gulloia, ¡,'homme et le sacre, Paría, Gallimard, l'JÍO,
Saint Jcan Baptiste» (Crise du sacre), 8 (1965), pp. 355-62. W>. 12168,
228 A. VERGOTE
ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 2?/>
(la inquietante extrañeza) a. Freud mostró cómo todo lo relativo a la magia
turba intensamente al hombre, ya que los deseos y pensamientos mágicos per- lidad. No disponemos de estudios positivos sobre esta actitud de defensa, pcín
tenecen a un estadio psicológico que el hombre ha tenido que rechazar violen- podemos llamar la atención sobre las reacciones afectivas que la religión de-:,
tamente para construir su yo sobre el principio de la realidad. En su incons- encadena en algunos sujetos en función de todo lo que en ella supera la natti
ciente, el hombre sigue en connivencia con la magia. Conserva en sí mismo el raleza racionalizada: los milagros, la eficacia sobrenatural, la resurrección, la
secreto deseo de anular de nuevo la frontera que separa lo real de lo imagina- providencia... Si una justa crítica teológica no logra eliminar la confusión que
rio, de realizar sus aspiraciones a la omnipotencia del deseo y del pensamien- puede reinar entre religión y magia, si no consigue derribar los obstáculos dise-
to ". Así, siempre que se encuentra frente a la manifestación de deseos y de minados por los incrédulos ante un modo de razonar religioso iluminadores
pensamientos mágicos, reacciona con angustia. Al acercarse a ese mundo que porque la repulsa del ateo extrae sus fuerzas de los estratos afectivos profun-
le extraña y solicita al mismo tiempo, el hombre advierte una amenaza para dos, donde lo imaginario mágico y lo sobrenatural se confunden.
su personalidad estructurada. Y el miedo aparece como una angustia carac-
terística frente a los deseos que ya han sido rechazados, pero que pueden irrum- 3. Desacralización del mundo y mística terrestre
pir en cualquier momento en su personalidad y destruirla.
Estamos convencidos de que ciertas repulsas de la religión podrían encon- Se ha hecho observar frecuentemente que la actual desacralización del mun
trar su motor secreto en este miedo y en esta huida ante la magia. Para algunos do fomenta el advenimiento de un humanismo ateo. Algunos ven también en
de nuestros contemporáneos, lo «sobrenatural» 14 se presenta como un con- esta desacralización el efecto de las filosofías ateas. Nosotros, sin embargo,
junto de fuerzas de carácter mágico. Aparece ante ellos como un poder mila- sostenemos que un proceso de desacralización de fondo precede y fundamenta
groso que turba las leyes del universo, de la historia y de la psicología humana. cualquier toma de posición explícitamente atea. Es éste un fenómeno esencial
Por lo demás, la naturaleza mágica de muchas creencias religiosas revela asi- que caracteriza a toda la civilización occidental contemporánea y que la acoin
mismo la proximidad psicológica entre la religión y la magia 15. La psicología paña siempre que se dispone a penetrar en otras regiones culturales. Considc
genética nos ha descubierto que el niño atraviesa necesariamente por un perío- rttda en sí misma, esta desacralización es, con respecto a la fe religiosa, neutral
do de interpretación más o menos mágica de los ritos. Por su parte, la psico- No obstante, en la práctica, debido a la actual situación religiosa de la humn
logía clínica nos muestra la orientación mágica de los sentimientos de culpa- nidad, provoca una crisis, que, al menos en principio, amena/ii con alejar al
bilidad 16. No debe, pues, sorprendernos que haya hombres que identifiquen hombre de la religión. La fenomenología y la historia de las religiones " nos lian
espontáneamente lo sobrenatural con lo mágico. Ahora bien: la magia que fas- revelado una humanidad extraordinariamente religiosa. Hasta lu ¿poca modei
cina, que atrae, es también sentida como una amenaza para el hombre, que se na, el cosmos, la naturaleza, la ética, el poder civil y judicial estaban rodeado
ha convertido en un ser racional precisamente gracias al rechazo de sus tenden- o impregnados de una sacralidad a través de la cual el hombre se hallaba cu
cias mágicas. El miedo frente a la religión considerada como magia es mucho contacto con lo divino, fuente de vida, de poder y de derecho. El hecho cst.i
más intenso en nuestra época, cuando todas las culturas han fomentado el rea- suficientemente demostrado y por ello remitimos a las obras ya clásicas qiu'
lismo de la razón. En la medida en que se ha identificado con un ideal de racio- tratan ex profeso de él.
nalidad, el hombre contemporáneo se siente más amenazado por la presencia líl cristianismo medieval había sabido integrar esta hierofanía universal en
de un algo «sobrenatural», entendido como destructor de la razón y de su lega- una teología y en una concepción teocráticas del mundo, que han sido definidas
con la expresión «cristianismo constantiniano».
12
Das Unheimliche, Gesammelte Werke, XII, pp. 229-68; trad. franc: L'inquiétante étrangeté, Pero el estudio de los testimonios literarios, la experiencia pastoral y las
en Essais de psychanalyse appliquée, París, Gallimard, 1933, pp. 163-211. encuestas psicológicas nos muestran que, en los tiempos modernos, el universo
" Para una interpretación psicológica de la magia, véase H. Aubin, L'homme et la magie,
París, Desclée, 1952. Acerca de los conceptos y las teorías del psicoanálisis pueden consultarse: NC lia laicizado. Las ciencias de la naturaleza, del hombre y de la sociedad lian
W. Huber, H. Pirón, A. Vergote, La psychanalyse, science de l'homme, Bruselas, Dessart, 1964. colaborado en un esfuerzo continuo por conquistar el universo, el hombre y la
" Con el fin de sensibilizarse a todo lo que el término sobrenatural puede «evocar» es útil sociedad, en otros tiempos dominio de lo sagrado. No es fácil captar el sentido
consultar: L. Levy-Bruhl, Le surnaturel et la nature dans la mentalité prímitive, París, PUF, 1931.
" Véase H. Aubin, o. c.
11
Véase A. Hesnard, L'univcrs morbide de la faute, París, PUF, 1949, pp. 51ss. " <•(. IflK obiiiN i'tiísicns; C5. Van der Leeuw, La religión dans son cssenee rl ses »iimifestatinn\.
P«I(H, l'.iyot, l'J4H; M. Elindc Traite de l'histoirc des religioti\, Piirfs, P.ivm. I'M'»
230 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 231

de este vasto movimiento. Demasiadas polémicas religiosas y antirreligiosas han caracterizadas por un acentuado coeficiente de ateísmo. Muchos son los filó-
oscurecido su significado. Debemos esforzarnos por entenderlo positivamente, sofos que han llevado a cabo una crítica de la religión e incluso del concepto
volviendo a insertarlo en el devenir del hombre, tal como se persigue a través de Dios. No es nuestra misión estudiarlos aquí. Pero resulta significativo para
de todos los esfuerzos de la civilización occidental. el psicólogo que estas críticas partan de una toma de conciencia cada vez más
Una breve evocación de lo sagrado en la Antigüedad puede ayudarnos en aguda de la condición originaria del hombre como ser finito. Citemos, por
esta tarea. ejemplo, la crítica kantiana: al intentar fijar los modos propios de un conoci-
Las antiguas religiones presentan estructuras y fenómenos tan diversos, miento humano radicalmente limitado, pero válido en el mundo humano, Kant
que algunos especialistas rechazan como abstracción arbitraria toda tentativa concluye la imposibilidad del conocimiento metafísico de Dios. Volvemos a
de generalización18. Comprobamos, sin embargo, que las religiones antiguas encontrar un procedimiento análogo en muchas actitudes ateas: la exploración
se han caracterizado siempre por la existencia de un vínculo que las ligaba direc- y la afirmación de la condición humana rompen el vínculo de parentesco o de
tamente al misterio de la vida19 y que hacía lo sagrado inmediatamente presente proximidad que estaba vigente entre el hombre y Dios. El hombre se descubre
al hombre. Este vínculo directo puede ser expresado con el término «partici- como ser-en-el-mundo y, por eso mismo, con frecuencia no se reconoce como
pación» J0, que manifiesta la unidad psicológica del hombre tanto con el cosmos ser-en-Dios. Es necesario en este punto subrayar que la revelación cristiana ha
como con el misterio de la vida. La «mentalidad de participación» no represen- ejercido una profunda influencia tanto en la cuestión religiosa como en la for-
ta, como inicialmente había creído Levy-Bruhl, un estadio prelógico del pen- mación de la condición humana. Por ser radicalmente personal, el Dios de la
samiento. Pero el término participación expresa eficazmente que los hombres, revelación es, necesaria y absolutamente, el Otro. El rompe el vínculo de la
incluso los que habían llegado a un nivel de razón lógica muy elaborada, se participación natural, que sustituye con la gracia y con la palabra. Por este
sentían como insertados orgánicamente en un misterio abarcador. Ahora bien: hecho, el hombre viene a encontrarse separado de un vínculo demasiado in-
semejante experiencia abarcadora de la vida implicaba una inmediata referen- mediato y liberado por una acrecentada toma de conciencia de su condición.
cia al Autor de esta vida: Dios o los dioses. Por esta vital inserción en lo sa- De todos estos elementos culturales deriva frecuentemente una actitud huma-
grado, la naturaleza y la sociedad presentaban un valor simbólico21 y evocaban nista que percibe a Dios como un ser extraño n la vida humana. El título de
espontáneamente el mundo divino. un opúsculo aparecido en 1951, Dicu, pourquoi fairc? 2\ CN la frase que hemos
oído pronunciar miles de veces a jóvenes intelectuales. Hacia el final de sus
Es preciso advertir que dos tensiones actuaban ya en las religiones antiguas estudios, estos jóvenes descubren que toda la vida humana, profesional, ética
y que ambas las orientaban hacia un deísmo práctico. En ciertas culturas, las e incluso familiar es posible sin Dios, y que en el plano humano no deben cam-
especulaciones mitológicas uranianas alejaban a Dios, adjudicándole una tras- biar nada en sus principios y en su manera de vivir por el hecho de abandonar
cendencia en ruptura con el mundo vital del hombre. En cambio, en las cultu- su fe. Sin embargo, por su misma ausencia de la vida real, Dios se transforma
ras agrarias, el desarrollo de la participación cósmico-vitalista tendía a rebajar fácilmente para ellos en un ser hostil. De hecho, lo extraño que no confiere a la
lo divino al nivel de la totalidad de la vida terrestre22. vida concreta un sentido, sino que, por el contrario, continúa imponiendo sus
Tin la época moderna, las mismas tendencias de fondo siguen operando en exigencias de reconocimiento y de culto, asume fácilmente la figura de un
el seno de la civilización occidental. No obstante, debido al antropocentrismo intruso inoportuno. Así, asistimos a la génesis de una forma de proceder atea,
determinante de la cultura contemporánea, estas tendencias resultan a veces que, habiendo partido del deísmo, acaba en el antiteísmo. Entre las posturas
extremas, son- posibles muchas actitudes, que representan otros tantos modos
11
Es la posición de K. Goldammer, Die Formenwelt des Religiósen, Stuttgart, Kroner, 1960, de resolver el conflicto. Algunos, como J. Jaurés 24, vuelven a encontrar un
pp. 19-31.
" Véase J. Goetz, Les religions des primitifs, en F. M. Bergounioux y J. Goetz, Les religions
principio divino cn la naturaleza y en la humanidad en evolución reveladas pol-
des préhistoriques et des primitifs (Col. «Je sais, je crois»), París, Fayard, 1958, p. 113. la ciencia. Pero se oponen a todo principio divino heterónoino respecto a este
20
Véase el magnífico sumario sobre la cuestión de la mentalidad participativa en H. M. M. Fort- devenir terrestre, y particularmente al Dios de la revelación, que, al irrumpir
iminn, Ais ziende de Onzienlijke, Hilversum-Amberes, P. Brand, 1964, II, pp. 170-241.
" R. Guardini se ha destacado particularmente por sus estudios sobre la percepción simbólica
de lo divino y sobre la evanescencia en la época moderna de tal percepción. Véase Die Sinne und " Jcunesse de l'llglise, París, 1951.
die reunióse iirkcnntnis, Würzburg, Werkbund Verlag, 1950; Religión und Offenbarung, 1958. " Vénsc nucsliu contribución sobre las difcrrntcn iiliicns del leísmo cu lus divermis CNCIICIHN
" Véusc M. Eliade, Traite de l'bistoire des religions, París, Payot, 1949. pslcolónicn».
232 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 2)3

en tal devenir, introduciría en él principios heterogéneos. Hemos encontrado positiva adquisición de la autonomía personal. Podemos definirla como el adve-
a menudo esta actitud vagamente teísta y sabemos por experiencia que incluso nimiento de la personalidad adulta. La psicología genética enseña que el niño
los cristianos pueden tratar de salvar su fe por medio de tal integración de Dios es espontáneamente religioso y que las dudas de carácter religioso acompañan
en el movimiento de una humanidad en expansión. a la afloración de la conciencia del yo. La misma evolución se ha realizado, de
Recapitulemos nuestro análisis y tratemos de aislar los procesos psicoló- manera irreversible, en la historia de la civilización. Ella permite una fe religio
gicos implícitos. El mismo ejercicio de las ciencias, la utilización de la técnica, sa más libre, más personal, más trascendente, pero fomenta asimismo la evolu
la exploración estética y erótica de los sentimientos, todos los vectores de la ción atea, que constituye el gran hecho de la civilización contemporánea.
cultura contemporánea, acentúan en el hombre la toma de posesión de sus Como representantes de un antropocentrismo ateo de este tipo podemos
propios medios. El mundo en el que los despliega, aun representando en cierto citar a Feuerbach, Nietzsche, Freud, Spranger y, en parte, a J. Jaures. Expon
modo un misterio abarcador, se afirma como mundo del hombre. Por este mismo dremos sus teorías en el capítulo VII de esta segunda parte.
hecho, la referencia a Dios se extingue. El vínculo vital con Dios se disuelve y Encontramos una confirmación de nuestro análisis en la actitud hostil (li-
el mismo Dios se convierte en un ser extraño, irreal e incluso hostil. Los incré- la Iglesia católica hacia todas las grandes corrientes de la civilización moderna.
dulos proclaman a menudo que no creen porque no han tenido una experiencia Las ciencias astronómicas, médicas, psicológicas, el evolucionismo, la demo
religiosa. El misterio de la vida y del mundo se ha convertido para ellos en algo cracia política, la moral laica, todos estos fenómenos decisivos fueron conde
puramente terrestre, religiosamente neutro. Por su parte, los creyentes, sobre nados o considerados como sospechosos en su aparición. La Iglesia creyó ver
lodo los intelectuales, se preguntan con frecuencia sobre la realidad del Dios en ellos la proclamación de una autonomía humana incompatible, a su juicio,
que el raciocinio religioso les ha presentado, porque tampoco ellos tienen co- con la fe religiosa. Estas erróneas interpretaciones derivan del profundo con
nocimiento de una «experiencia religiosa». Intelectuales creyentes a los que flicto que inquieta al hombre moderno, y que puede llevarle, ora a un supra
hemos interrogado de una manera profunda han negado todo valor a la «expe- naturalismo que desconozca los poderes y la legalidad de la naturaleza humana
riencia religiosa». Ni la naturaleza ni la vida profesional les recuerdan a Dios. ora a un humanismo que rompa con la fe.
Sin embargo, la mayor parte de ellos reconocen que ciertos datos les remiten En los parágrafos siguientes nos ocuparemos del análisis de algunos nio
a Otro (por ejemplo, el mundo espera ser completado; la solicitud ética de los vimicntos psicológicos más determinados, que acentúan el advenimiento de la
demás se les aparece inspirada y orientada por un Otro) 25 . Pero se niegan autonomía humana en un vector particular y que contraponen el humanismo
a definir como experiencia religiosa estos indicios, ya que no reconocen verda- a la fe religiosa por motivos psicológicos bien claros.
deramente en ellos una presencia de Dios. Por este motivo preferimos hablar
de experiencias prerreligiosas. El mundo encierra otras referencias a un Otro, 4. Desconfianza hacia la experiencia religiosa interior
aunque los sujetos a que hemos aludido encuentran dificultad en identificar
al Dios de la fe con ese Otro evocado ante ellos por la experiencia prerreligio- Muchas veces hemos oído a los ateos proclamar que no creen por no haber
sa. En sus interrogantes y en sus dudas reconocemos la misma ruptura entre conocido una experiencia religiosa. Según ellos, el hombre religioso es aquel
la naturaleza, la vida y el mundo, por una parte, y el Dios de la religión, por otra. que, ¡i través de una experiencia de ese tipo, se ha puesto en contacto con lo
Por eso podemos hablar con razón -de una desacralización del mundo, que es divino. Kn su opinión, ese hombre cree porque la presencia divina se le ha
el efecto de la evolución cultural. He aquí la causa de muchos abandonos de impuesto irresistiblemente. A su vez, los creyentes inteleelnales a los que he
la fe religiosa. Esta situación de ruptura postula por parte de los creyentes una mos entrevistado c interrogado sobre este tema expresan su desconfianza hacia
conversión religiosa profunda, centrada en Cristo sobre la revelación. lu idea de una experiencia religiosa, aun reconociendo que ln fulla de tal expe
El tipo de ateísmo que acabamos de analizar no supone procesos psico- rienda torna la fe particularmente ardua. En el fondo, ainhim NPHCN de testimo-
lógicos particulares. Sin embargo, expresa una evolución general de la persona- nios coinciden en ligar la naturaleza problemática de la fe u lu «usencia de una
experiencia religiosa.
lidad humana, que va desde la primera dependencia participativa hasta una
En el parágrafo precedente hemos visto cómo, a causa de IM desacralización
" Viíunsc las particularidades de esta encuesta en nuestra obra Psychologie religieuse, Bruselas,
del mundo contemporáneo, la experiencia religiosa simbólic» en el interior del
Dcssnrt, 1966, pp. 70-73. mundo tiende a hacerse cada vez más rara y a perder su cuín» de referencia
234 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 235
explícita a Dios. Frente a un universo que enmudece cada vez más con respecto cultural una nueva lucidez y un espíritu crítico. Su amplia difusión ha acabado
a Dios, el hombre puede recurrir a una experiencia interna para recibir, en la por sacudir la confianza en una experiencia religiosa interna.
inmanencia subjetiva de su afectividad, la impresión vivida de una presencia 2.a Esta desconfianza se halla reforzada por la oposición entre la interio-
divina. F. Schleiermacher creyó reconocer en esta experiencia interna el corazón ridad religiosa y el mundo desacralizado. Para el hombre orientado hacia la
mismo de la religión. praxis eficiente, el mundo exterior se presenta como el criterio de la realidad.
La interioridad humana es esencialmente una presencia afectiva para nos- Sabemos que la fenomenología ha defendido la tesis del carácter radicalmente-
otros mismos y para los demás x . Schleiermacher no se engañaba al identificar intencional de la conciencia y que ha sostenido la imposibilidad de todo acces( >
la religión interior con el sentimiento 21. Los intelectuales a los que hemos en- directo a la interioridad31. Podemos reconocer en esta filosofía la expresión
trevistado definen también la experiencia interna como de naturaleza afectiva. teórica de una concepción general que sostiene que el hombre sólo es real en
Pero, precisamente por esta razón, desconfían de ella. Al menos en materia de la acción que realiza en el mundo y gracias a la misma. No olvidemos que csii
religión, rechazan el sentimiento. El término «místico» les sugiere el mismo tesis deriva de la crítica kantiana del cogito, fundada en un análisis del conocí
tipo de experiencia intensamente afectiva, durante la cual el hombre tiene la miento científico del mundo. Toda la atmósfera moderna lleva al hombre ;i
impresión de que la presencia divina inmediata se hace evidente a un corazón descentrarse de sí mismo y a volverse hacia el mundo. Ahora bien: este mundo
sensible. Los términos experiencia y misticismo evocan una «inmediatez», una se ha tornado muy silencioso en lo que se refiere a Dios. De ahí también que
unión intuitiva que no puede realizarse sino a través de la afectividad. parezca testimoniar contra la experiencia interna. Por otra parte, numerosas
La desconfianza de nuestros adultos en lo que se refiere a la experiencia teorías que denuncian en la religión la ilusión o la alienación afectiva o socio
religiosa interna viene motivada por cuatro razones: lógica vienen a confirmar la sospecha de irrealidad, con lo cual la discordancia
1 .a Por toda su formación intelectual, el hombre contemporáneo ha apren- entre interioridad y mundo real afecta a la religión.
dido a criticar la afectividad y la interioridad. Si la época moderna se caracteriza 3. a Las entrevistas que hemos realizado entre los intelectuales nos sugn
por el descubrimiento de lo irracional x , es asimismo verdad que se ha pro- ren que el recuerdo de las experiencias religiosas internas, propias de la nd<
puesto como fin el decantarlo, dominarlo e integrarlo en la razón. El psico- lescencia, refuerza la desconfianza hacia estas mismas experiencias, Kn cíccU
análisis ha efectuado la crítica más corrosiva de la conciencia. Nunca antes de impresiona el hecho de que muchos de nuestros sujetos admiten haber conocida
él se había sospechado hasta qué punto la conciencia ahonda sus raíces en las experiencias semejantes durante la adolescencia. Por ello IHN identifican con
pulsiones, se adhiere a ellas, se halla transida y ampliamente superada y oscu- una psicología típicamente adolescente y, precisamente por esa razón, las des
recida por ellas. Pero lejos de ser un proceso a la conciencia y una denigración aprueban. Así, pues, nuestras observaciones están en oposición con las de
de la misma, esta exploración del inconsciente se propone restituirle una lucidez Allport, el cual sostiene que un notable número de creyentes interrogados por
y una potencia acrecentadas. El proyecto freudiano pretende llevar al hombre él funda su creencia en una experiencia «mística» anterior n. Las encuestas
a «escuchar la voz discreta de la razón» 29. También la fenomenología ha des- que hemos efectuado entre centenares de adolescentes33 nos muestran la im
crito el carácter ambiguo y casi mágico de la afectividad30. La emoción es al portancia que ellos atribuyen a semejante experiencia interna. Numerosos su-
mismo tiempo revelación de la totalidad y añagaza contra nosotros mismos. Los jetos afirman que su certeza de la existencia de Dios se basa en la experiencia
múltiples estudios acerca de la afectividad han introducido en nuestro clima interna e inmediata de su presencia. Si se consideran bien sus testimonios, se
comprueba que un tal sentimiento de la presencia divina responde » la necesi
* Esta tesis ha sido ampliamente expuesta y sostenida por M. Henry en L'essence de la mani-
jes tation, París, PUF, 1963. dad de una presencia amiga, consoladora y comprensiva. Este sentiinicnlo es
" Véase en el presente volumen nuestra contribución histórica sobre las críticas del teísmo en solidario de su soledad y angustia afectiva. En consecuencia, se comprende bien
las diversas escuelas psicológicas.
" Véase A. Dondeyne, Fe cristiana y pensamiento contemporáneo, Ediciones Cristiandad, " Véase, por ejemplo, M. Mcrleau-Ponty, Pkénomónalogtc <!<• la pcrveptltw, l'iirls, (¡NIIÍHIHIII.
Madrid, 1963, pp. 153ss. 19)5, p. V; G. Gusdorf, Le découverte de soi, París, PUF, 194», pp. 98, 100, HH; M. I Icnry, o <•.
29
Véase W. Huber, o. c. reacciona contra esta tesis.
50
Acerca del problema de la afectividad, .véase el exhaustivo estudio de M. Arnold, Emotion " Véase The Individual and bis Religión. A Psychological Interpreta/ion, NIICVM York, Mm
and Vcrsonality, Nueva York, Columbia University Press, 1960; J. P. Sartre, Esquisse d'une inillnn, 1953, p. 39. Allport observó en el 17 por 100 de los sujelos muí cxprilc-ndit ncinrjuiilc, lu
tbéorie des émotions, París, Hermann, 1948. Sartre ha insistido sobre el engaño mágico de los nuil conserva su valor revelador.
sentimientos. " Véase nuestra obra Psycbologie rdtgieusc, Uruselas, Deuart, pp. 67-74, H0-8Ü,
ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 237
236 A. VERGOTE
fe religiosa. Todos los sujetos a los que hemos entrevistado sostienen que la
que el adulto, al haber superado en gran parte tanto estas necesidades afectivas mayor dificultad para la fe es el desequilibrio o desajuste entre fe y experien
como lo maravilloso de la impresión religiosa, se aleje de ésta con desconfianza. cia. Las verdades de fe, que no es posible justificar mediante la experiencia,
De hecho, la psicología nos enseña que la reacción afectiva contra un estadio se les aparecen en gran parte como construcciones conceptuales, como verda
psicológico anterior es una ley esencial del devenir humano. des no integradas en la vida. Y aun cuando se reprochan el no reflexionar suíi
Por lo demás, la experiencia de la amistad divina declina notablemente en cientemente acerca de su fe, añaden su temor a que la reflexión sistemática les
los adolescentes de los dieciséis a los diecinueve años. ¿No es acaso esto una conduzca a disquisiciones sin valor de realidad.
señal de que aquella experiencia mística depende de un estado emocional típico La creencia religiosa se muestra así dominada por una doble desconfianza.
de la adolescencia? El paso de la adolescencia a la edad adulta se realiza preci- Esta antinomia determina la especificidad de la fe y, a nuestro modo de ver,
samente con la superación de cierto narcisismo afectivo y con la inserción ac- explica muchas actitudes ateas.
tiva y progresiva en una sociedad caracterizada por la praxis. Los adultos se La desconfianza respecto a la experiencia religiosa interna no conduce ne-
muestran tanto más alérgicos a todo lo que les recuerda al narcisismo afectivo cesariamente al ateísmo. De la misma manera que la evanescencia de lo sagra-
de su adolescencia cuanto que conservan el recuerdo preconsciente de que aquél do, esta desconfianza es ambivalente con respecto a la fe religiosa. Pero ocurre
constituía un estadio que tuvieron que superar e incluso rechazar para conver- frecuentemente que ella da origen a un ateísmo práctico e incluso militante.
tirse en adultos. En efecto, si el sujeto ha identificado la religión con un tipo de experiencia dis-
4.a Los intelectuales entrevistados por nosotros contraponen la fe a la cutible, se verá necesariamente inducido a negarle un valor de realidad, incluso
experiencia religiosa interna. En los ambientes cristianos, Dios es claramente a juzgarla como una forma de existencia alienada. Cuando la dignidad del hom-
concebido como una persona ,aun cuando los sujetos confiesan su extremada bre se ve empeñada y comprometida en la praxis efectiva y la vida religiosa
dificultad para integrar en su religión vivida esta fe en el misterio personal aparece encerrada en una interioridad ilusoria, la religión asume el signo nega-
de Dios. Ahora bien: un Dios personal se revela difícilmente a la experiencia tivo de una actitud decepcionante, narcisista, que separa al hombre del con
afectiva inmediata, ya que la persona divina permanece fuera de lo sensible sorcio de los adultos humanistas. El desprecio profesado por algunos incrédu-
y no se manifiesta sino con signos y palabras. Los creyentes que contraponen los a la vida contemplativa o mística manifiesta esta repulsa de la interioridad
fe y experiencia sostienen espontáneamente que el verdadero Dios, el Dios de religiosa, considerada como una especie de opio. También aquí la frontera
su convicción, no puede darse en la subjetividad interior. que divide el ateísmo militante de la fe religiosa permanece fluctuantc. Muchos
A estos rasgos esenciales del hombre contemporáneo se pueden añadir otros creyentes tratan de resolver el conflicto reduciendo la religión a una forma de
más secundarios y contingentes. El realismo técnico e incluso materialista de ética evangélica. La «vida teologal» de la tradición se les aparece como un
nuestro tiempo puede sofocar los valores de la interioridad. Una reciente en- sobrenaturalismo meramente conceptual, sin impacto sobre la vida real, o como
cuesta u nos ha dado a conocer que los jóvenes franceses de dieciséis a veinti- una mística afectiva todavía muy cercana a la adolescencia. Estamos conven-
cuatro años son extremadamente «realistas». Desconfiando incluso del amor- cidos de que la desaparición del «deseo de Dios», en otros tiempos predomi-
.pasión, señalan estos tres valores principales: la salud, el dinero y el amor. nante en la contemplación cristiana, se debe en gran medida a esta desconfian-
No hay que extrañarse de que con semejante mentalidad la religión ocupe el za hacia la interioridad.
último lugar. Guardémonos bien, sin embargo, de atribuir a este realismo la
responsabilidad determinante de una desconfianza generalizada en relación con
la experiencia religiosa interna. Esta desconfianza la encontramos también en 5. La razón, en'conflicto con el asentimiento religioso
personas que se han mantenido libres de toda mentalidad materialista. En ellas Ya sabemos cómo, atraído por los métodos de las ciencias positivas, el es-
se comprende a la luz de las características psicológicas generales del adulto, píritu crítico puede anular el sentido de lo simbólico, indispensable para el
que hemos enumerado ya. despertar y el progreso de la actitud religiosa* y cómo sus exigencius de veri-
La ausencia o la repulsa de la experiencia religiosa, en el sentido en que la ficación positiva pueden obstaculizar el abandono a los misterios religiosos que
hemos descrito refiriéndonos a los testimonios citados, hace problemática la derivan de otro tipo de inteligibilidad. Se han solido subrayar los efectos ateos
ilc este conflicto entre ciencia y fe. Sin embargo, creemos que se exagera la
" Les \(i 24 ans, París, Le Centurión, 1963, pp. 211ss.
238 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 2.jy

influencia del racionalismo epistemológico. Sabemos por varias encuestas que, puestas positivas; mas, por otra parte, hay una escasa diferencia entre las res-
al menos actualmente, los creyentes han superado la divergencia entre ciencia puestas positivas y las negativas sobre la concepción libertal. En cuanto a las
y religión. El conflicto pertenece a una época ya pasada, en la cual un ingenuo fuentes de su concepción de Dios, la mayoría de los científicos asigna una
totalitarismo de las ciencias, enfrentado con un cierto oscurantismo religioso, influencia preponderante a los padres. Además, los físicos y biólogos subrayan
contraponía brutalmente la ciencia a la fe. Otras encuestas nos demuestran que las fuentes propiamente religiosas y los psicólogos las no religiosas, en tanto
las eludas y los abandonos de la fe son más frecuentes, no en el ámbito de las que los sociólogos no se pronuncian claramente.
ciencias positivas, sino entre los especialistas de las ciencias humanas: psico- De esta encuesta no podemos deducir más que un hipotético pronóstico
logía, sociología, filosofía, historia. En los párrafos siguientes trataremos de sobre la psicología del ateísmo. Ante todo, las formulaciones de las concepcio-
esclarecer la actitud espiritual que anima el estudio científico y que puede po- nes de Dios no eran satisfactorias. Su insuficiencia suscitaba, por lo demás, un
nerlo en oposición con la fe. Por lo demás, no nos corresponde a nosotros re- número impresionante de protestas, e incluso inducía a muchos de los interro-
flexionar sobre las respectivas epistemologías de las ciencias y de la fe, ya que gados a no responder. Sin embargo, la neta diferencia entre los pertenecientes
tal problema, en realidad, es de orden filosófico y teológico. al grupo de las ciencias naturales y los correspondientes al de las ciencias huma-
Actualmente, los resultados de las encuestas nos hacen considerar como nas nos sugiere que lo que importa no es el espíritu científico, como tal, sino
superado, al menos por parte de los creyentes, el conflicto entre la ciencia y la el tipo de ciencia profesada. Las ciencias humanas parecen conducir al hombre
fe. Una encuesta llevada a cabo en 1948 por Allport muestra que el 70 por 100 a considerar las fuentes no religiosas de la concepción de Dios y a referir la
de los estudiantes de los Colleges consideran posible el acuerdo entre la ciencia religión a una dimensión humanista.
y la fe35. En la encuesta que efectuó en Francia la IFOP, en 1958, sólo el 14 La encuesta de Mayer39 sobre la actitud religiosa de los «científicos emi-
por 100 de los sujetos que se hallaban entre los dieciocho y los treinta años nentes» llega a la conclusión de que éstos tienden a no creer en un Dios per-
sostienen que la fe se ve contradicha por la ciencia moderna x . De una encuesta sonal. Esta conclusión nos parece muy discutible, por cuanto Mayer concibe
celebrada por el semanario «Arts» en 1957 entre los universitarios de París al Dios personal según la definición de Leuba. Ahora bien: la concepción de
resulta que «la mayoría (de estos estudiantes) sostiene que hoy está superado Dios que propone Leuba nos parece viciada por un elemento de crcenciu casi
el conflicto ciencia-religión» 37. mágica40. No obstante, es interesante comprobar que este concepto diferencia
Dos encuestas americanas nos suministran informaciones sobre la actitud a los grupos de científicos. Los eminents creen en Dios menos que los graduales
de los científicos frente a la fe. Riggs M estudia la concepción de Dios entre o que los undergradúates. También a este propósito podemos preguntarnos si
diversas categorías de hombres de ciencia. Establece tres escalas de ítems, que la diferencia no se debe a influencias históricas y sociológicas. Observemos que,
expresan tres concepciones distintas de Dios: la concepción naturalista-huma- siempre según esta encuesta, los que practican las ciencias humanas resultan
nista, la del liberalismo religioso y la de la ortodoxia tradicional. De los 707 menos creyentes que los físicos y biólogos. Acerca de este punto, Maycr confir-
sujetos interrogados sólo respondió el 42 por 100; el 4 por 100 se declaró ma los resultados logrados por Riggs y, en Francia, por el semanario «Arts».
ateo; el 29 por 100, agnóstico, y el 67 por 100, teísta. La mayoría se define De estas encuestas se desprenden dos datos seguros: 1) El conflicto ciencia-
como «liberal». Sin embargo, es necesario distinguir dos grupos. Entre los físi- religión tiende a desaparecer. 2) Las ciencias humanas, al poner explícitamente
cos y biólogos predomina con toda claridad la concepción liberal u ortodoxa en cuestión al hombre y a todas sus manifestaciones culturales, desarrollan un
de Dios. Los sociólogos y psicólogos se muestran vacilantes y asumen posicio- espíritu de crítica respecto a las creencias y a las actividades religiosas. En el
nes menos claras con respecto a las tres concepciones. Las respuestas negativas capítulo VII de esta segunda parte tendremos ocasión de profundizar sobre
acerca de la concepción naturalista-humanista son más frecuentes que las res- esta fuente específica de incredulidad. Puesto que derivan directamente del
35
método y del objeto propiamente científicos de la psicología y de la sociología,
The Religión of the Posl-War Cottege Students: «Journal of Psychology», 25 (1948)
pp. 3-33.
36 3
Véase «Sondages», 3 (1959), p. 19. ' R. Mayer, Religious Altitudes of Scientists, Ohift Stutc Univ., 1959 (tcs¡n cu microfilm).
" N. 610 (13 marzo 1957), p. 74. *' He aquí la definición de J. Leuba: «Creo en un Dios al que se puede rezar ni cupciii de
31
M. D. Riggs, An Exploratory Study of the Concepts of God Reported by Selected Sample recibir respuesta». «Por 'respuesta' entiendo, miís que un efecto natural de la oración, un efecto
of Physical Scientists, Biologists, Psychologists and Sociologists, Southern Calif. Univ., 1959 (tesis subjetivo, psicológico». Véase The Belief in God and lmmortalily, Chicago, Opcu Comí l'ulil.
en microfilm). Co.( 1926.
240 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 241

estaría fuera de lugar introducir estos motivos de ateísmo en un estudio psico- de cualquier juicio moralizante que denuncie en la crítica el orgullo y la falsa
lógico. Nuestras conclusiones exigen todavía una matización. Ciertamente, la libertad. Hay que comenzar por entrar en la dinámica misma de la razón y de-
perspectiva cambia según los ambientes: no cabe duda de que quien no cree jarse captar por la intencionalidad que le es propia. Por lo demás, sólo con esta
ve más frecuentemente que otros una oposición entre la religión y la ciencia. condición podremos situar el acto de fe en la verdad. En el estudio y en la
En estos ambientes se mantiene durante más tiempo cierta imagen de la reli- investigación de la verdad científica, la razón se muestra al mismo tiempo
gión anticientífica y antihumanista. La permanencia de formas sociales estereo- humilde en el respeto al objeto que se le revela y preocupada por penetrarlo
tipadas es un fenómeno observado mil y mil veces por la psicología social en en toda su profundidad. Su «orgullo» estriba en su misma sumisión. En la
las relaciones entre los grupos diversos. El estereotipo de la religión anticien- constante autocrítica y en la exploración incesante del objeto con el que se
tífica se ha alimentado, por otra parte, por una larga serie de malentendidos mide, desarrolla lo más plenamente posible su tendencia innata a la posesión
entre fe y progreso científico. Más que las ciencias, es su mismo pasado el que de la verdad. Pero la adhesión a los misterios religiosos aparece al mismo tiem
hoy da testimonio contra la religión. po ante sus ojos como una alienación del espíritu y una actitud de orgullo mí
Habiendo reducido a sus justos límites el conflicto fe-ciencia, podemos pro- tico. La razón no ha sido creada —a su entender— para la posesión de las ver
fundizar ahora en el dinamismo psicológico de este conflicto. Los estudios que dades absolutas y, al ceder a la fe, abdica de sus auténticos poderes.
conocemos, y que hemos citado, nos proporcionan por desgracia muy poca in- El conflicto entre razón y fe, tan arduo de captar exactamente a causa de
formación sobre los vectores propiamente psicológicos que subtienden esta su ambivalencia de orgullo y de humildad, se manifiesta sobre todo en tres
tensión. Tales estudios se sitúan al nivel de una encuesta sociológica o se limi- acusaciones que el espíritu de «libre examen» dirige a la fe religiosa. El ere
tan a las cuestiones epistemológicas. Las consideraciones que siguen proceden yente está persuadido de que el asentimiento al misterio religioso libera su
todas ellas de las conversaciones que hemos sostenido con ateos y de los tes- razón, la abre al Otro y le hace percibir en toda su profundidad la condición
timonios de creyentes que han padecido el debate interior entre ciencia y fe. humana. Por el contrario, el «racionalista» considera la aceptación del misterio
En nuestra opinión, la multiplicación de las encuestas profundas en los am- divino como una capitulación de la razón frente a verdades inasequibles </
bientes no creyentes, que oponen ciencia y fe, nos enseñaría que, también para priori y como una injustificable presunción del hombre. En segundo lugar, IIIN
ellos, lo que importa en último término es salvar el espíritu científico que con- verdades religiosas que se hacen pasar por eternas le parecen, por eslo mismo,
sideran atacado por la religión. El conflicto esencial se sitúa a nivel de la ima- desproporcionadas en relación con el modo de proceder discursivo y temporal
gen que el sujeto se forja del hombre en el plano de la antropología subyacente de la razón, que por su misma naturaleza es eternamente interrogativo. i;inal
al ejercicio de la religión tal como se desarrolla en la era científica. mente, los dogmas cristianos, en cuanto mensajes que emanan de un nuls allá
Empecemos por el testimonio de Taine, representante típico de aquel ra- del mundo humano, tropiezan con la tendencia innata de la razón a realizarse
cionalismo de los siglos XVIII y xix que trataba de liberar a la razón de toda en la revelación del mundo a que ella pertenece.
subordinación a las leyes diversas de las suyas propias para restablecerla en Podemos resumir esta oposición entre razón y fe diciendo que la primera
su autonomía. «La razón aparece en mí como una luz... Lo que primero se encuentra su libertad y su plenitud en el movimiento mismo de una búsqueda
presentó ante este espíritu de examen fue mi fe religiosa... Yo estimaba de- contingente y en incesante progreso. Frente al misterio de la fe, teme verse
masiado mi razón para creer en una autoridad distinta a la suya. No quise tomar obligada a permanecer rígida, en una inmovilidad pasiva, que significaría su
sino de mí mismo la regla de mis costumbres y la guía de mis pensamientos. muerte 42 , y piensa que el aceptar verdades extrínsecas, que la privarían de toda
El orgullo y el amor a mi libertad me habían liberado» 41. Este texto expresa esperanza de iniciativas creadoras, supondría dejarse destronar.
con claridad el poderoso motivo psicológico que animó al «racionalismo»: la A los ojos de los ateos, la historia del pensamiento científico justifica el
libertad de la inteligencia no se revela íntegramente sino en la repulsa de toda temor a que la religión sofoque el espíritu de búsqueda. En efecto, las prime-
sumisión a leyes que, por definición, se sustraen a ella. Dichas leyes son preci- ras edades, tanto del pensamiento religioso como del científico, se caracteriza-
samente las del misterio religioso. ron por un sincretismo en el cual la teología* se mezclaba con la ciencia mítica.
Para centrar bien el conflicto que opone religión y fe es preciso abstenerse
" Véanse sobre este tema las afirmaciones de M. Merleau-Ponty, Sens et non-stns, Pulí»,
41
Véase el escrito autobiográfico De la destinée humaine. Nacgcl, 1948, p. 191.
16
242 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 243

De ahí la acusación dirigida por el ateísmo a la religión de ser mito y proyec- todo que se remita a las señales de Dios, renunciando a su autonomía en un
ción y de paralizar por eso mismo el espíritu de búsqueda. En el mito y en la gesto de aceptación, a fin de que se le revele que, lejos de empobrecerla o
proyección, la razón vive fuera de sí misma, en los objetos a los que ha trans- alienarla, la verdadera fe la restituye, de manera renovada, a sí misma. Ahora
ferido su propio contenido43. Por tal motivo, era importante para ella recupe- bien: el momento del asentimiento y del conflicto, que hemos concentrado aquí
rar lo que había cedido al mundo simbólico. Recordemos la explicación del mal en un solo instante, se plantea en realidad con diversos intervalos en el curso
físico o biológico como influjo de una potencia demoníaca. ¿No debemos ver de la trayectoria religiosa.
en ello la «proyección» de experiencias internas y psicológicas sobre las estruc-
turas del mundo? El advenimiento de las ciencias físicas y de las ciencias huma-
* ñas debía al mismo tiempo señalar el comienzo del estudio de las leyes de la 6. Conflicto entre la suficiencia de la felicidad y el placer
naturaleza y llevar a cabo la crítica de las proyecciones míticas. Es comprensible y la esperanza de salvación
que los ateos sospechen que en cualquier tipo de pensamiento religioso persiste De acuerdo con las encuestas llevadas a cabo entre centenares de adolescen-
un oscurecimiento semejante de la inteligencia. El hecho mismo de aceptar los tes sobre el tema de la experiencia y de la actitud religiosa, los sujetos exami-
misterios religiosos puede dar la impresión de que la razón renuncia, sin más, nados piensan en Dios, sobre todo durante los períodos de angustia afectiva,
a comprender y de que, en el origen del pensamiento simbólico, existe la espe- moral o material44. Por el contrario, es frecuente oírles confesar que no piensan
ranza de un modo de comprensión aparentemente superior, pero, de hecho, en Dios en momentos de alegría. Cierto que algunos verdaderos creyentes lo-
ilusorio y estéril. En oposición a una mentalidad de participación que se entrega gran integrar alegría y placer en su actitud religiosa y que su oración es esen-
a la totalidad para dejarse poseer por ella, un ambiente cultural basado en la cialmente alabanza, acción de gracias y bendición. Pero hay que advertir que
razón crítica advierte el conflicto en la misma medida en que, en el hombre, en la mayor parte de los testimonios recogidos por nosotros sobre casos religio-
carga el acento sobre la tendencia a poseer y a dominar. Este conflicto que sos de este tipo, la acción de gracias se refería n una experiencia feliz en la cual
nuestra cultura acentúa es, sin embargo, eterno y se sitúa en el corazón mismo el sujeto habí» sido librado de un peligro o de un sufrimiento. El hecho de que
del acto de fe. En efecto, la fe es obediencia del espíritu, aceptación de la pa- la alecrín, contrariamente a ln amnistía, no haga pciiNur en Dios requiere un
labra de gracia que el Otro nos envía. profundo examen psicológico, lin \\\\ estudio psicológico muy poco difctciu indo
Un endurecimiento teológico y la dogmatización de verdades contingentes, todavía, es posible descubrir los indicios de un conflicto inherente ni neto de
sean de orden filosófico o de orden moral, han falseado frecuentemente la rela- fe, así como una de las causas psicológicas del ateísmo. El mismo fenómeno se
ción entre razón y fe, impidiendo su confrontación en la verdad. Pero este con- presenta con intensidad creciente en la experiencia del placer que culmina en
flicto constituye precisamente el punto donde debe germinar el asentimiento el disfrute erótico. Dejemos la palabra a Simonc de Ucnuvoir, testigo de este
de fe. Desde el momento en que ha consentido en ella, la razón ve dilatarse conflicto entre placer y fe: «Había pasado todo el día comiendo manzanas pro
su horizonte en una dimensión nueva de la verdad, en tanto que, por otra hibidas y leyendo, en un Balzac vedado, el extraño idilio entre un hombre
parte, se hace claro para ella que ninguno de sus privilegios se ha perdido. Al una pantera. Antes de conciliar el sueño, me había imaginado picantes histori
contrario, la verdadera fe en un Dios trascendente libera por sí misma a la <|iic me habrían colocado en picantes situaciones. 'Son pecados', me dije.
razón científica y filosófica. En principio, la fe debe desmitificar la razón. Pero Y comprendí que nada habría logrado hacerme renunciar a las alegrías ten
desde el momento en que la realidad de Dios no se revela sino a aquel que iias... 'No creo en Dios', pensé, sin gran sorpresa... Siempre había pensado
consiente en aceptarla, Dios, en el tiempo precedente al asentimiento de la fe, que, frente a la eternidad, este mundo no contaba para nada, Pero sí contaba,
no aparece sino como una realidad más o menos mítica, como un oscuro prin- puesto que yo amaba este mundo y era Dios el que de improviso perdía impoi
cipio de explicación seudocientífica del mundo. Y la razón, que se engaña toda- tanda en la confrontación. Era evidente que su nombre ya no encerraba pm.i
vía acerca de la naturaleza del verdadero Dios, considera la adhesión de fe como mí más que un espejismo» 45. Un texto tal podría provocar raciocinios morali:.
una renuncia ilegítima y como una alienación injustificable. Es necesario ante tai, que ocultarían su alcance psicológico bajo definiciones como las de disip.i

41 " Wniine InformncioncH m&t detalladas ni nuestra olna Vsycboloih religleusc, Druida ,
C. G. Jung ha analizado valerosamente la psicología de esta proyección y de esta identidad Demiirt, 1%6, pp, 107-132.
arcaica. Véase Van den Wurzeln des Bewusstseins, Zürich, Rascher, 1954, pp. 67ss., 86ss. " Mémoires d'une ¡cune filie rtmgéc, Paríit, Gallinianl, pp, 1)7-38.
ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 245
244 A. VERGOTE
flicto en un áspero dualismo. Sin embargo, hay que reconocer que este con-
ción o hedonismo. Mas sin desconocer sus implicaciones éticas, comenzaremos
flicto de la fe, advertido en el momento del despertar sexual, ilumina la secular
por permitir que este testimonio nos instruya. En efecto, nos introduce en uno
desconfianza manifestada por el cristianismo respecto a la sexualidad.
de los conflictos de fe más oscuros, cuya solución tiene el deber de buscar todo
creyente s¡ no quiere refugiarse en una postura de vergonzoso compromiso. Ulteriormente, podemos apuntalar nuestro análisis psicológico de este con-
La alegría elimina la necesidad de Dios. El placer tiende a excluirlo. La flicto recordando una de las tesis mayores del psicoanálisis freudiano *. Freud
alegría es un momento de plenitud interior. En ella, la totalidad del ser da oca- proclama la necesidad del complejo de Edipo para que el niño realice el paso
sión al hombre para consentir en sus deseos. La alegría es una experiencia de del principio del placer al principio de la realidad. Ahora bien: el complejo de
plenitud en la cual la existencia humana se salva del hastío y de la insuficien- Edipo implica a su vez el complejo de castración; el niño debe renunciar al
cia. De suyo, no abre ninguna rendija por la cual pudiese surgir un llamamiento placer de una inmediata satisfacción sexual y a toda la plenitud imaginaria que
hacia el Otro, hacia Dios. En el goce sexual, la experiencia de plenitud alcanza él acarrea para tener la posibilidad de entrar en la sociedad, caracterizada por
su intensidad suprema no sólo porque la emoción encuentra eco en todo el el compromiso erótico, por el trabajo y por el dominio del espíritu sobre los
cuerpo, sino sobre todo porque promueve todos los esquemas imaginarios de sentidos. Por eso no es extraño que Freud vincule la formación de la conciencia
unidad, de totalidad y de duración. El goce sexual constituye el modelo mismo moral, de la civilización y de la religión a este momento de estructuración
de la experiencia límite, que, imaginaria y afectivamente, suspende el tiempo, personal que denominó complejo de Edipo.
elimina el espacio, suprime la separación y borra la distinción entre el bien y Lo que comúnmente llamamos diversión o espíritu de disfrute, y en el
el mnl **. La sexualidad promete al hombre, ser encarnado, señalado por la cual reconocemos una de las posibles fuentes del ateísmo, deriva, por consi
nostalgia de la felicidad, la salvación en una plenitud exhaustiva47. Así, pues, guiente, de un conflicto esencial para la formación de la fe religiosa. También
es normal que el despertar de la sexualidad ponga al hombre ante la alternativa en este caso diversos factores sociológicos pueden agudizar el problema. Puede
de dos plenitudes enfrentadas y que, en el plano de la intensidad de disfrute, tratarse, por un lado, de un clima de crotización demasiado acentuada, y poi
Dios parezca no resistir la confrontación. Hemos observado frecuentemente otro, de un morulismo sofístico que impida la formación sexual, cargándola d
que, en sus profundidades afectivas, los adolescentes sienten la sexualidad como una culpabilidad religiosa desproporcionada al estadio psicológico. Algunas su
un absoluto de felicidad al que el absoluto divino parece oponerse irreducti- titudcs ateas reflejan la brutal reacción de un hombre que se busca II HÍ minino,
blemente. que experimenta la necesidad de liberarse de luis pioliibidoncit religiosas pai >
En nuestra opinión, la reticencia y la desconfianza que una prolongada alcanzar su maduración afectiva. Otros hombres, en cambio, Niiboi diñan coin
tradición cristiana ha mantenido particularmente con respecto al goce erótico plctamente su humanidad a la ley divina, hasta el punto de convertirse en «es
se explica por esa oscura intuición de la Iglesia de que tal goce está de suyo crupulosos». En una evolución normal, el adolescente, y a veces también d
marcado por un sello de presunción pagana. Así se puede explicar el esfuerzo adulto, conserva durante algún tiempo la impresión de que cualquier goce o
realizado por ella para domar, humanizar y cristianizar el disfrute erótico, so- disfrute le aleja de la esperanza de la salvación divina. Bastantes testimonio:.
metiéndolo a las leyes de la vida y al servicio de la sociedad. Basta, por lo de- nos han demostrado que muchas veces se considera cualquier disfrute como
más, reflexionar un momento sobre el significado propiamente religioso del voto robado a Dios. En su afectividad, tales sujetos reviven el drama de Prometeo.
de castidad. La abstinencia sexual se justifica en él como una opción radical Pero al afinarse progresivamente su afectividad y al profundizar en su fe, acep
por la fe en Dios, única y verdadera salvación del hombre. ¿No revela eso de tan el disfrute como un don y como un signo de salvación religiosa. Así, el amoi
manera clamorosa el germen de paganismo ateo escondido en la promesa erótica recibido y el amor dado traen el recuerdo de Dios a algunos sujetos de nuestra:
de una plena felicidad? Lejos de nosotros el pensamiento de agravar el con- encuestas. En efecto, en el intercambio amoroso el hombre experimenta una fe
licidad y una bondad de las cuales reconoce que él no es la luenlc. El cerco d<
46
Véase el análisis psicológico que A. H. Maslow ha realizado de la «experiencia del vértice», la suficiencia se rompe y el disfrute que se experimenta en el intercambio de
cuyo prototipo parece haber sido, según los sujetos, la unión sexual: Cognition of Being in tbe ternura evoca, en su misma plenitud, una gracia divina. El que ih\ el amor, lo
Peak Expericnces: «Journal of Genetic Psychology» (1959), pp. 43-56.
" Ya se conocen las virtudes místicas de plenitud casi divina que Platón reconocía en el eros
(vi5n.se El banquete). Toda una corriente literaria moderna ha desarrollado el tema de la mística " Hemos hablado ampliamente sobre este lema en W. IJubcr, II. Pirón, ¡ < IKC»Ó './
panana contenida en el erotismo; véase, por ejemplo, G. Bataille, L'érotisme, París, Ed. de ¡isycbundysc, selence de l'homme, Bruselas, Dcssnrt, 1964, pp. 194-208, 223-34,
Miimii, 1957.
246 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 247

siente en sí mismo como una fuerza del bien que no le pertenece, y el que lo contra Dios. Entre 15 muchachos del Liceo de Humanidades Clásicas, el 33
recibe, experimenta una felicidad que es para él como una gracia. por 100 duda de la bondad de Dios, y entre 100 muchachos, el 62 por 100
Por consiguiente, el disfrute y la felicidad son, por muchos motivos, am- afirma haber experimentado por esta razón un sentimiento de rebeldía coni i
biguos respecto a la fe. Si la religión es natural y está debilitada, el disfrute y Dios. Entre 80 estudiantes de las escuelas técnicas, el 29 por 100 confien
ln felicidad alejan de Dios en el mismo grado en que el Dios de esa religión vi- tener dificultades para creer en Dios a causa del problema del sufrimiento. Se-
vida es un Dios consolador y es providencia en la angustia. En sí mismos, el gún una encuesta realizada con la ayuda de una escala religiosa entre un grupo
placer y la felicidad son estados de plenitud que acentúan la suficiencia huma- representativo de 500 muchachos, los de las escuelas técnicas presentan un
na y tienden a reflejar al hombre sobre sí mismo, oponiéndolo a Dios como índice de rebelión significativamente superior al observado en las escuelas de
a un intruso hostil. Cuanto más desconfiada se muestra la religión con respecto Humanidades Clásicas.
a todo placer humano, tanto más tenderá el hombre a buscar en los placeres No es el problema teórico del mal el que aleja al hombre de la fe en Dios,
terrenos el sentido de su existencia. Sin embargo, la experiencia del amor-ter- sino que es la experiencia del sufrimiento la que sitúa al hombre contra Dios,
nura puede abrir al hombre a la gracia divina. Y en una auténtica actitud de fe, debido a un proceso psicológico solidario de cierta actitud religiosa. Nos lo
cualquier alegría puede ser reconocida como un don divino. confirman claramente los testimonios de dos obreras entrevistadas por nos-
La doctrina religiosa del pecado puede agravar especialmente el conflicto otros.
entre felicidad humana y esperanza religiosa. Basándonos en diversos testimo- Una joven de veinte años nos relata el fracaso de su noviazgo y concluye:
nios de ateos49, creemos que esta doctrina, mal entendida, es una importante «Yo no creo... La experiencia no me ha permitido creer que Dios exista...
fuente de ateísmo. De hecho, los ateos tienen frecuentemente la impresión de ¿Cómo es posible que él no me escuchase?» En este caso, la oración de ruego
que el cristianismo desprecia al hombre y al mundo y no le reconoce ninguna no escuchada provoca la repulsa de la fe en la existencia de Dios. Caería en un
capacidad propia para hacer el bien. Según ellos, en la concepción cristiana el error quien viera en esto tan sólo un razonamiento extremadamente equivoca-
hombre está naturalmente orientado hacia un disfrute brutalmente egoísta. La do o una concepción religiosa excesivamente ingenua. Este ateísmo, provocado
doctrina del pecado consiste para ellos en la condenación de cualquier búsque- por la decepción, corresponde exactamente a la creencia en un Dios-providcncin,
da del disfrute o del placer. Ahora bien: ellos consideran el disfrute como un que puede ser suscitada por la necesidad de ayuda en las situaciones angustio
elemento de la felicidad, sin reducir por ello la felicidad al disfrute. Por eso, sus. Sabemos que entre numerosos creyentes las frustraciones humanas provo
una religión centrada en la redención del pecado les parece sustancialmente cun un intenso despertar de la fe en un Padre omnipotente y protector y la
antihumanista. esperanza de que acuda a librar al hombre de su miseria 52. S. Freud mostró
Una encuesta realizada por Jahoda sobre el abandono de la fe ^ confirma claramente53 que esta creencia está sostenida por una estructura psicológica
nuestra experiencia. En ella figuran numerosos ateos, que alegan, entre los más propia de la infancia y cuyo recuerdo activo se ha mantenido en el hombn
importantes motivos de su ateísmo, desagradables recuerdos del pesimismo Kn las situaciones angustiosas, el hombre, deseando una felicidad humana al>
religioso. Holutii, vuelve a encontrar en sí mismo la imagen de un padre protector y tras
luda CNIII imagen a Dios. Por tanto, no debemos sorprendernos de que la decep
7. La Providencia, puesta en tela, de juicio a causa del mal don le induzca a rebelarse, o mejor, a rechazar la imagen de un Dios padre
y del sufrimiento protector. Ciertamente, semejante modo de proceder religioso o ateo atestigua
una forma de creencia de carácter extremadamente mágico todavía. En electo,
Según nuestras encuestas 51, la existencia del mal y del sufrimiento consti- una creencia de este tipo se halla sostenida por la repulsa pasional de la fin
tuye la razón más importante para las dudas acerca de la fe y para la rebelión tración y por el convencimiento afectivo de que los deseos humanos se realizan
" Puede verse un ejemplo elocuente de esta crítica en A. Hesnard, Moróle sans peché, París,
automáticamente. En las situaciones de angustia, el hombre delega cspontiinni
PUF, 1954.
10
G. Jahoda, The Génesis of Non-Belief. A Study in the Social Psychology of Religión, en " Proporcionamos en gran cantidad observaciones y datos estadísticos en nuestra obra l'sych •
manuscrito, pp. 5ss. li>HÍe rcli&wtisc, Bruselas, Dcssart, 1966, pp. 107-32.
11
Dado que no hemos encontrado otros estudios sobre el tema, no podemos hacer otra cosa " Vóisc nuestra presentación de la crítica freudiana. liemos estudiado profundamente CM >
que aludir a nuestras encuestas sobre el mismo. tuciUione» en Psychologie religieuse, Bruselas, Dcssart, 1966, pp. 107-10, 145-49.
248 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 24S>

mente en un Padre omnipotente y bueno el poder de convertir en realidad sus malo. Gravemente turbado en las bases afectivas de su conciencia moral, el
deseos frustrados. De hecho, los comportamientos religiosos de muchos cre- hombre tiende a considerar todo fracaso y cualquier sufrimiento como el casti-
yentes derivan de esa creencia mágica. Se necesita una gran purificación religio- go de un Dios exigente y celoso, que no le concede ninguna libertad ni el menor
sa para que el hombre supere esa religiosidad natural y demasiado afectiva. En disfrute.
esta perspectiva se comprende la importancia religiosa que puede asumir la El problema del mal y del sufrimiento reviste tanta importancia en la duda
cuestión del sufrimiento. religiosa y en la incredulidad debido a que contradice la exigencia de felicidad,
La disposición psicológica del sujeto, tanto como las circunstancias de la en la cual reconocemos una de las fuentes más importantes de una religiosidad
vida, influyen sobremanera en la solución que el hombre da al problema del espontánea y afectiva.
sufrimiento. Una excesiva miseria, o también un estado psicológico de depre-
sión, orientan la interpretación del mundo en base a sus elementos caóticos y 8. Críticas sobre la religión del Padre
desordenados y eliminan cualquier indicio de una presencia divina. La expe-
riencia del sufrimiento lo invade todo, y nada se opone ya a la interpretación Todos los conflictos que puede oponer el hombre a la religión encuentran
afectiva que afirma que Dios no existe o que, de existir, se desinteresa de los su centro de gravedad en el concepto de Dios-Padre, ya que este concepto es
hombres. Hay que advertir asimismo que algunos adolescentes, e incluso algu- el símbolo supremo de la relación humana con el Dios personal. Así, como
nos jóvenes, atraviesan a menudo por una crisis religiosa cuando tienen algún hemos visto, muchos filósofos y psicólogos han hecho una crítica sistemática
fuerte choque con sus padres. Heridos en sus vínculos afectivos más profun- de la religión del Padre para sustituirla por la dignidad humanista del hijo de
dos, ven esfumarse simultáneamente la imagen simbólica de los padres, que los hombres. En este sentido, podemos caracterizar el ateísmo humanista como
para ellos era mediadora de Dios. la rebelión de los hijos llegados a la autonomía y a la disponibilidad plena de
Un segundo testimonio añade al proceso que acabamos de analizar un ele- su poder. Si bien la crítica del Padre no aporta ningún argumento nuevo a nues-
mento de interpretación característico de una mentalidad mágica. Una obrera tra psicología del ateísmo, es preciso que analicemos los conflictos que pueden
de veinticuatro años nos dice: «Para mí, las dificultades son numerosas y gran- cristalizar en torno al símbolo paterno, ya que éste pertenece a las estructuras
des. La muerte de mi hermano me ha hecho dudar de Dios: no merecíamos lo psicológicas fundamentales, tanto del hombre como del teísmo.
que nos ha ocurrido. Dios no existe». Esta enunciación, ilógica desde el punto En psicología, Freud realizó la crítica más incisiva de la religión del Padre.
de vista teológico, obedece a una lógica francamente psicológica que se nos des- Sus teorías serán expuestas ampliamente en el capítulo I I de esta segunda
cubre en el uso del término «merecer». El sujeto espera que el Dios-providencia parte.
acceda a sus exigencias y peticiones e intervenga en la vida cotidiana. Para quien Al nivel del pensamiento filosófico encontramos una crítica análoga. Ins-
albergue una creencia más o menos mágica, que se revela en los deseos de fe- pirándose en los esquemas del pensamiento hegeliano, dicha crítica tiende al
licidad y omnipotencia, los hechos de la vida son causados por una fuerza que perfeccionamiento del cristianismo mediante la superación de la religión del
opera en el mundo. El pobre que-se encuentra un billete de 100 pesetas puede Padre en una ética de libertad y de amor, en el signo del Espíritu. Según Mer-
considerar este incidente feliz como un acto del Dios protector. Pero de la mis- ICIIII l'onty, los cristianos no habían comprendido «que adoraban al Hijo en el
ma manera, nuestro sujeto interpreta espontáneamente la muerte de su herma- espíritu de la religión del Padre. No habían comprendido todavía que Dios es-
no como una mala acción, obra de una fuerza «sobrenatural» que quiere afli- taba con ellos para siempre. Pentecostés significa que la religión del Padre y la
girlo. La expresión «no merecíamos lo que nos ha ocurrido» constituye un religión del Hijo deben completarse en la religión del Espíritu; que Dios no
vago principio de interpretación mágica, que atribuye las desgracias a cierta está ya en el cielo, que está en la sociedad y en la comunicación de los hom-
intervención divina. Por lo demás, en los extravíos vemos cómo los sujetos se bres... El catolicismo detiene y congela este desarrollo de la religión: la Trini-
rebelan contra un Dios considerado como esencialmente malo. Pero el senti- dad no es un movimiento dialéctico. Las tres Personas son coeternas. El Padre
miento de la maldad divina está en oposición a la idea que se han forjado del no es superado por el Espíritu. La religión* del Padre permanece en la religión
Dios protector. Sólo la conclusión de la inexistencia de Dios puede entonces del Espíritu. El temor de Dios, la ley, no quedan anulados por el Amor. Dios
resolver el conflicto. no está por entero con nosotros. Detrás del Espíritu encarnado persiste aquella
Una culpabilidad neurótica puede reforzar esta impresión afectiva del Dios mirada infinita ante la cual nos hallamos sin secretos, pero también sin liber-
250 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 251

tad, sin deseo, sin futuro, reducidos a la condición de cosas visibles». Y tam- factores paternos: tradición, autoridad, obediencia, identificación con el mo-
bién: «La ambigüedad política del cristianismo es comprensible. En la línea delo. No pretende eliminar completamente al padre, sino superarlo con la for-
de la Encarnación, puede ser revolucionario. Pero la religión del Padre es con- mación de una personalidad más autónoma. Gracias a tal emancipación, la nue-
servadora» M. va sociedad estará en condiciones de eliminar de la personalidad todo cuanto
Francis Jeanson se hace eco de Merleau-Ponty cuando denuncia en el cris- la disminuye como consecuencia de un vínculo de tipo paternalista: culpabi-
tianismo una fe híbrida. Ella tiene todo lo que es característico de la «religión»: lidad, angustia, sadismo y masoquismo, todos los elementos perturbadores que
«Creencia pasiva en el poder absoluto de la divinidad, tentativas mágicas de derivan de la precoz introyección de la imagen paterna. Tras la eliminación de
participación en este poder, reino de lo sagrado bajo la especie de la ley». Pero todas las coacciones internas y externas, el autor pretende elevar a la humani-
la fe cristiana contiene además, según Jeanson, «la acción de la fe-conciencia dad por el solo «impulso de la lucidez». Por todos estos motivos psicológicos,
y... la gratitud de la fe-creencia. Es una apelación a la libertad humana en nom- Mitscherlich quiere, al mismo tiempo, dar coronamiento en el plano religioso al
bre de aquello que ella debe precisamente rechazar para llegar a desplegar sus movimiento protestante, eliminando la autoridad y el sacrificio de la inteli-
propios recursos. Es la negación de lo sagrado y la consagración de la gracia...». gencia inherentes a la religión del Padre.
La fe cristiana es, por consiguiente, «la indicación pedagógica de la superación En estas críticas a la religión del Padre volvemos a encontrar aquellos con-
de la religión —que es respeto al Otro—, hacia el reconocimiento de los flictos entre humanismo ateo y religión que hemos examinado en los parágra-
55
otros» . fos precedentes: oposición entre razón y fe, entre disfrute y Dios, entre culpa-
Estas largas citas expresan enérgicamente la fundamental oposición que bilidad religiosa y felicidad humana. Pero las teorías que tienden a la destruc-
algunos de nuestros contemporáneos creen descubrir entre la fe en Dios-Padre ción de la religión del Padre centran conscientemente sus ataques sobre la irre-
y la humanización del hombre. El Padre sería la ley absoluta que destruye la ductible oposición que establecen entre la fe en el Padre y la libertad humana.
libertad creadora del hombre y lo reduce a una irreparable incapacidad de asu- Para el psicólogo, la cuestión se plantea así: ¿Cómo puede sentir el hom
mir su propia existencia. El Padre sería la mirada que juzga implacablemente bre el culto del Padre como destructor de la libertad, que es el corazón mismi >
las inevitables imperfecciones humanas. El marcaría necesariamente la existen- de su humanidad, cuando el cristianismo pretende liberar al hombre llevándole
cia humana con una culpabilidad que la deshumaniza y la paraliza en su pasado. precisamente a reconocer a Aquel que fundamenta su libertad?
El Padre condenaría al hombre a la imposibilidad del amor, ya que, en relación Por paradójico que pueda parecer, el conflicto es constitutivo del hombre
con un amor absoluto, ningún amor parcial podría conservar ya el menor valor. y de su religión. Y si ha llegado a explicitarse conscientemente sólo en los tiem-
En resumen, allí donde se introduce el culto del Padre no queda ya lugar para pos modernos, se extiende también a los tiempos arcaicos. En efecto, muchas
el hombre que se hace a sí mismo. El mensaje del Hijo tendería a liberarnos mitologías ponen en escena la figura demiúrgica del hijo rebelde, que mata al
del Padre, a apartarnos de su culto, para devolvernos la capacidad de amar al padre tiránico para adueñarse del mundo y de sus poderes. El famoso mito de
hombre y construir progresivamente un mundo humano. Pero el Hijo, si es Prometeo, que simboliza al hombre héroe que roba a los dioses envidiosos de
único, nos mantendría todavía prisioneros en la religión, en el culto del Padre. su poder, no es más que un episodio de este conflicto. Todos estos mitos ex-
Por eso es necesario superar también la religión del Hijo para vivir en el Es- prcsiin el deseo del hombre de ponerse en lugar del Padre para suplantarlo y
píritu, que en cada hombre es Dios, tal como se realiza por el amor y la crea- hacerse igual a él. La profunda verdad que ocultan estos mitos fue descubierta
ción en la libertad. por Frcud cuando mostró que el deseo más secreto del hombre es el de conver-
Por su parte, algunos sociólogos han manifestado la misma exigencia de tirse en su propio padre, el de apoyarse en sí mismo, el de no depender más que
construir una sociedad sin el Padre, a fin de liberarla de toda esclavitud y de de sí mismo, en sus poderes y en su felicidad. Para comprender bien este inten-
humanizarla plenamente. Así, el psicoanalista y sociólogo A. MitscherlichM. El so deseo hay que recordar que, según la experiencia psicoanalítica, el hombre
autor describe la progresiva desaparición en nuestra ambiente cultural de los se humaniza necesariamente a través del complejo de Edipo. Ahora bien: dicho
complejo actualiza el deseo del niño de ponerse en lugar del padre. En efecto,
54
Sens et non-sens, París, Naegel, 1948, pp. 361-62. al emerger la identificación, que es uno de los momentos estructurantes de este
" La foi d'un incroyant, París, Ed. du Seuil, 1963, p. 123. mecanismo, forzosamente se supone e implica la lucha por la igualdad impo-
56
Auf dem Weg zur vaterlosen Gesellschaft. Ideen zur Sozialpsychologie, Munich, Piper,
1963. sible, hasta que el niño renuncia a su desmesurado deseo y encuentra la igualdad
252 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 253
aceptando la filiación. Esta estructuración edípíca es positiva y viable por el ciertas actitudes de las iglesias cristianas en el transcurso de su historia59. Pero
hecho de que el padre no es sólo la ley, sino también el modelo y aquel que es la dependencia servil de un Padre protector en la angustia la que el hombre
reconoce al hijo como suyo. También aquí, como repetidamente hemos adver- consciente de su libertad advierte como especialmente humillante. Nada más
tido, en el momento del conflicto que el niño vive en la profundidad de su natural en la religión que el grito de socorro dirigido al Padre omnipotente y
conciencia afectiva, el padre aparece como obstáculo para un devenir autónomo. benigno. Este es el motivo predominante de muchos comportamientos religio-
Tin el tiempo de la tensión asume el aspecto del tirano absoluto, ya que el hijo sos. Pero precisamente porque derivan de las necesidads religiosas naturales,
proyecta sobre él la negatividad de sus mismos deseos de ser todo y de tenerlo la única experiencia personal de la religión que con frecuencia tiene el ateo
todo. consiste en tales movimientos espontáneos, cuya vanidad y carácter mágico de-
Este mismo conflicto, con idéntica proyección mítica sobre el Padre, surge nuncia. A partir de ese momento se verá tentado a identificar al Padre con esc
cuando el hombre adquiere conciencia de su libertad y se opone a Dios. Como ser creado por necesidades un tanto infantiles.
se deduce de los textos que hemos citado, el hombre tiene en ciertos momentos Ahora bien: estas deficiencias religiosas asumen importancia en tanto en
frente a Dios la misma impresión de que la ley excluye la libertad y de que el cuanto reavivan el deseo que existe en el corazón mismo de todo hombre cie-
amor absoluto no deja lugar para amar al hombre. Nada más revelador de esta no depender más que de sí mismo, de ser él solo el autor de su felicidad y de
transformación mítica del Dios-Padre que la interpretación freudiana del cris- su salvación60.
tianismo. Para Freud, el cristianismo es la religión de la rebelión larvada del La verdadera disputa entre la gracia y la libertad no es, pues, de orden teo-
Hijo contra el Padre. lógico ante todo. Deriva de los dinamismos psicológicos que sostienen el deve-
Que este extraordinario deseo de disponer de sí mismo puede realmente nir humano. En el fondo, el ateísmo es el rechazo de la gracia divina cuando
llevar al hombre al ateísmo nos lo confirma un testimonio de J. Ríviére que el hombre no ha aprendido todavía a adherirse a una actitud de filiación, para
precede algún tiempo a su conversión: «Tengo bastante teniéndome a mí mis- reconocer que la gracia fundamenta y amplía la libertad.
mo. Me basta mi vida, aun cuando ella deba procurarme un sufrimiento inter-
minable. Prefiero sufrir antes que aceptar ser dominado por otro, aunque esto
no tuviera que durar más que un instante y darme la felicidad eterna...» «Me CONCLUSIÓN
niego tan sólo a preferir a Dios a mí mismo; no creo que él nos pida otra cosa
que el perfecto e integral desarrollo de nosotros mismos» 57. La indiferencia religiosa no plantea problemas específicamente psicológicos.
El teólogo no discutirá esta última frase. Añadirá solamente que ese deseo Sólo los plantearía si se partiese de la existencia en el hombre de «necesidades
de humanización integral corresponde al deseo del mismo Padre, ya que él es religiosas» que debería satisfacer para no disminuirse en su humanidad. Pero
la expresión «necesidades religiosas» es una de las más ambiguas que existen.
quien reconoce a sus hijos como suyos. El ateo se sitúa en el momento de la
En efecto, la «necesidad» de Dios existe únicamente en el nivel de una reli-
emergencia de la libertad, cuando ésta cree no poder basarse sino en sí misma.
giosidad natural y primaria, en la situación en la que el hombre invoca a Dios
Algunas formas de religión servil dan apariencia de verdad al sentimiento para que él le elimine frustraciones propiamente humanas.
de oposición entre fe y libertad. Es un hecho que habitualmente los creyentes Por el contrario, el antiteísmo sí corresponde a la psicología. Es siempre
se ligan menos a las causas humanas"58 porque no comprometen suficientemente un modo de resolver un conflicto entre fe y humanismo excluyendo el polo
su dignidad humana en sus iniciativas creadoras. La impresión de que la reli- divino, que, en el momento de la oposición, aparece ante el polo humano como
gión se opone a la felicidad humana puede, por lo demás, verse reforzada por
" La encuesta llevada a cabo en Francia en 1957 prueba, sin embargo, que la religión no les
parece a los jóvenes hostil a la felicidad de aquí abajo ni tampoco que se oponga al progreso sociul.
" J. Riviére y P. Claudel, Correspondance, París, Plon, 1963, pp. 65, 67. Respecto a la felicidad en el mundo, han respondido afirmativamente el 53 por 100; en contra,
" II. A. Murray y C. D. Morgan, A Clinical Síudy of Sentiments: «Genetíc Psychological el 7 por 100; que se oponga al progreso social, el 14 por 10U; que no se oponga, el 62 por 100
Monographies», 32 (1945), pp. 3-311. «La correlación negativa (rho-52) que hemos obtenido entre («Sondages», 21 [1959], n. 3, p. 42).
sentimientos políticos radicales y religión nos sugiere que un intenso interés hacia ideologías socia- *° Fr. Ricmann, en su Grundformen der Angst, Basilca, Reinbardt, 1961, muestra que lu
les radicales puede privar al hombre de una doctrina religiosa» (p. 260). En compensación, «nues- psicología del hombre está atormentada por la polaridad fundamental: cerrarse en si mismo o
tros sujetos no muestran mucho interés por la política y las cuestiones sociales» (p. 204). abrirse al otro. Esta polaridad es la que se manifiesta en la tensión libertad-asentimiento de la fe.
254 A. VERGOTE ANÁLISIS PSICOLÓGICO DEL ATEÍSMO 255
Strasser, St., Fenomenologie en empirische menskunde, Arnhem, Van Loghum Slaterus, 1962;
destructor. La fe auténtica resuelve el conflicto integrando los dos polos. La trad. inglesa: Phenomenology and the Human Sciences, Pittsburg, Duquesne University,
solución se obtiene con una conversión religiosa que, inspirándose en el razo- 1963.
namiento religioso, reconoce al verdadero Dios detrás de la imagen mítica pro- Existen pocos estudios psicológicos que tomen también en consideración la personalidad reli-
yectada y modifica al mismo tiempo el proceso psíquico que se oponía al asen- giosa. Todavía están por hacer las síntesis informadas de las diferentes psicologías y ciencias
religiosas. Las existentes presentan por lo general graves lagunas en relación a estas dos exi-
timiento religioso. gencias.
Sin embargo, el creyente puede igualmente reducir la tensión vivida me- Allport, G. W., The Individual and bis Religión, Nueva York, Macmillan, 1950. (La obra más
diante el sacrificio de una parte de su humanidad a una fe mal comprendida. técnica hasta la fecha. Véase nuestro juicio sobre ella en la serie histórica, cap. VII de la si-
gunda parte).
En tal caso, el contratestimonio de una fe que es evasión dará al ateo un argu- Clark, W. H., The Psychology of Religión, An Introduction to Religious Experience and Beha
mento a favor de la oposición entre humanismo y religión, oposición que él vior, Nueva York, Macmillan, 1959. (Inspirada en la psicología de W. James, recoge nume
cree con todo derecho que tiene el deber de denunciar. rosos datos positivos).
Fortmann, H. M. M., Ais ziende de Onzienlijke. Ben cultuurpsychologische studie over religieuzc
waarneming en zogenaamde religieuze projectie, Hilversum-Amberes, P. Brand, 1964-65,
3 vols. (Estudio muy documentado que expone todas las teorías psicológicas respecto a la
«proyección», con sus aplicaciones a la fe religiosa. Vol. I: teorías de Freud, Marx, Jung y
los autores pertenecientes a las escuelas de éstos; vol. II: crítica de los conceptos fundamen-
BIBLIOGRAFÍA tales; vol. III: exposición doctrinal sobre fe y experiencia).
Gruehn, W., Die Frómtnigkeit der Gegemvart, Münster, Asschendorf, 1956. (Obra en la línea
Para las particularidades de nuestro estudio sobre los conceptos y procesos psicológicos de la de Gugensohn, no informada por la psicología contemporánea).
persona en relación con las críticas contra la religión remitimos al lector a las notas bibliográficas Johnson, P. E., Psychology of Religión, Nueva York, Abingdon, 1948. (Tentativa, de escaso nivel
de nuestra exposición histórica (cap. VII de la segunda parte). Aquí señalamos tan sólo algunas técnico, de confrontar los fenómenos religiosos con los conceptos y las leyes de una psico-
obras que ofrecen elementos de síntesis para una psicología de la persona. logía dinámica de la persona).
Se encontrarán las más completas exposiciones sobre las varias perspectivas psicológicas de la Poli, W., Religionspsychologie, Munich, Kosel-Verlag, 1965. (En la tradición de la psicología
personalidad en: religiosa alemana, el autor analiza los datos epistemológicos de la experiencia y de la repre-
Fraisse, P., y Piaget, J., Motivation, emotion et personnalité (Traite de psychologie experiméntale, sentación religiosas; los problemas psicológicos de la fe y del ateísmo no se analizan).
V), París, PUF, 1963. (Volumen redactado por J. Nuttin, P. Fraisse y R. Meili. La obra se Strunk, O. S., Jr., Reading in the Psychology of Religión, Nueva York, Abingdon, 1959.
ciñe rigurosamente a los límites de la psicología experimental). Sunden, Hj., Die Religión und die Rollen. Eine psychologische Untersuchung der Frómmigkeit,
Hall, C. S., y Lindzey G., Theories of Personality, Nueva York, Willey, 1954. Berlín, A. Tópelmann, 1966. (El autor trata en varias ocasiones del problema de la experiencia
Lersch, Ph., y Thomae, H., Personlichkeitsforschung und Persónlichkeitstheorie (Handbuch der religiosa y de su realidad, no así de la religiosidad madura e inmadura; su obra, bien infor-
Psychologie, IV), Gotinga, Hegrefe, 1960. (Numerosos colaboradores. Es la obra más completa mada en los datos de la psicología actual, aporta, por consiguiente, informaciones útiles para
sobre la materia). una psicología del ateísmo).
Me Cary, J. L., Psychology of Personality, Nueva York, Grove, 1956. (Diversas teorías acerca de Thouless, R. H., An Introduction in the Psychology of Religión, Cambridge, University Press,
la personalidad por L. Bellak, R. B. Cattel, G. Klein, M. Mead, M. Sanford, y un ensayo de 1925.
síntesis de D. Me Melland). Vergote, A., Psychologie religieuse, Bruselas, Dessart, 1966. (Estudia los problemas de la expe-
Entre las tentativas de integración en una antropología general y dinámica de los diversos datos riencia religiosa, de las motivaciones psicológicas de las conductas y creencias religiosas, de
proporcionados por la psicología positiva, la psicología profunda y la filosofía, señalaremos: los símbolos paternos y de la actitud del ateísmo; también esboza una psicología religiosa
Allport, G. W., Pattern and Growth in Personality, Nueva York, Holt, 1961. genética. Hay traducción española, publicada por Taurus, Madrid).
Arnold, W., Person, Charakter, Persbnlichkeit, Gotinga, Hegrefe, 1962.
Ilubcr, W.; Pirón, H., y Vergote, A., La psychanalise, science de l'homme, Bruselas, Dessart, 1965.
Lersch, Ph., Aufbau der Person, Munich, Barth, 1952.
Nuttin, J., Psychanalyse et conception spiritualiste de l'homme, Lovaina, De Standaard, 1953.
Entre las obras que recogen en sentido filosófico los datos antropológicos, podrán consultarse
útilmente:
Keller, W., Psychologie und Philosophie des Wollens, Basilea, Reinhardt, 1954.
Ricoeur, P., Philosophie de la volonté. I, Le volontaire et l'involontaire; II, 1, Finitude et cul-
pabilité, L'homme faillíhle, París, Aubier, 2 vols., 1949-60.
Ricoeur, P., De l'interprétation, París, Ed. du Seuil, 1965.
Excelentes exposiciones críticas sobre los métodos y conceptos operativos de la psicología
pueden encontrarse en:
Lindschotten, J., Idolen van de psychologie, Utrecht, Bijleveld, 1964.
CAPITULO I I

EL PSICOANÁLISIS Y EL ATEÍSMO

por

Louis BEIRNAERT

Director del Centro de Formación


para la Psicología Pastoral, de París

INTRODUCCIÓN

Acaso pudiéramos sentirnos tentados a hablar de ateísmo neurótico, al


igual que se trata de ateísmo sociológico, por ejemplo. Así como ciertas estruc-
turas sociales fomentan el ateísmo, así también la enfermedad mental sería
la responsable, al menos parcialmente, de la postura de ciertos ateos de amplia
notoriedad. Considerado de este modo, el estudio de las que podríamos llamar
«razones neuróticas» de la actitud antirreligiosa de ciertos sujetos resulta bas-
tante engañoso. Dicho estudio no conduce en último extremo más que a des-
cubrir sus reacciones a las influencias familiares y sociales —de naturaleza inte-
lectual o afectiva— que se ejercieron sobre ellos con relación al fenómeno re-
ligioso. Se trata de poner de relieve un factor más en la investigación en curso
sobre las condiciones que favorecen u obstaculizan cierta actitud en el campo
religioso. Advirtamos aquí que tal factor puede actuar en favor de la fe. Se
puede hablar de «razones neuróticas» que operan a favor de la postura reli-
giosa de algunos fieles. Por consiguiente, si es posible invocar legítimamente
la «neurosis» para explicar, al menos parcialmente, tanto el ateísmo como el
teísmo, sigúese de aquí que no ha de ser considerada como un factor específico
en la cuestión. Existen neuróticos creyentes y neuróticos incrédulos. Su enfer-
medad es responsable de ciertos aspectos de su posición religiosa; por ejem-
plo, de su odio contra el cristianismo o de su fanatismo religioso, pero de nin-
guna manera de su posición misma. Por otra parte, la experiencia confirma que
258 L. BEIRNAERT

la curación de la neurosis, aun cuando acarrea ciertas modificaciones en la acti-


tud religiosa, no la cambia radicalmente. Freud lo reconocía implícitamente I. FREUD Y EL DESCUBRIMIENTO DEL INCONSCIENTE
cuando escribía a Pfister: «El psicoanálisis no es en sí ni religioso ni irreligio-
so. Es un instrumento imparcial del que se pueden servir tanto el sacerdote A partir de Freud, el término neurosis ha cambiado de significado. Todo
como el seglar cuando no buscan otra cosa que la curación de los que sufren» *. comienza con un hecho importante: en lugar de considerar los síntomas de que
Sin embargo, hay que reconocer que, en el plano de la tentativa científica lo lüibln su paciente como efectos que es preciso vincular con sus causas, Freud,
por convertir a la religión en un fenómeno reducible a datos de observación pariicndo de su experiencia médica, comienza por prestar atención al sujeto
y explicable por la psicología, se ha pretendido hacer de la religión una mani- neurótico, considerándolo como un interlocutor cuyo proceso expresivo se toma
festación neurótica e, inversamente, hacer de la neurosis una manifestación de en serio. «El es quien tiene la razón», escribe frecuentemente cuando refiere
la incredulidad. De sobra conocido es el empleo que se ha hecho de la famosa sus observaciones. Pero ¿razón contra quién? Precisamente contra todos aque-
definición de Freud de la religión como «neurosis obsesiva de la humanidad» llos a quienes las opiniones del enfermo —aun cuando sean expresión de su
y de la postura de Jung, que presenta a Dios como un arquetipo inmanente de estado subjetivo y de su sufrimiento, y como tales dignas de respeto— no ense-
la psiquis colectiva. Más adelante hablaremos de la posición de Freud. La de ñan nada acerca de la naturaleza de su mal. Para Freud, por el contrario, el
sus seguidores no da razón ni del sentido último de las prácticas y las creencias sujeto que le habla dice la verdad. Pero —y ahí radica el paso decisivo— «él
religiosas, ni siquiera del sentido final que la neurosis tenía para el inventor no sabe lo que dice», esto es, en su razonamiento consciente subyace otro inac-
del psicoanálisis. En cuanto a Jung, por el simple hecho de llamar a Dios «la cesible a la conciencia, a saber: el razonamiento inconsciente.
posición psíquica efectivamente más fuerte», exactamente en el sentido de la Freud descubre este inconsciente en las discontinuidades, en las distorsio-
afirmación paulina: «Su dios es el vientre» (Fil 3,19) 2 , se revela incapaz de nen, en los tropiezos, en las extravagancias del razonamiento consciente. No
alcanzar lo que el creyente entiende por Dios. La «divinidad» psíquica puede tenemos por qué desarrollar aquí el concepto que Freud se forja del incons-
ser cualquier cosa. Si Dios es un dato de la naturaleza, está en todas aquellas ciente. Nos limitaremos sencillamente a subrayar un hecho capital: este incons-
partes donde alguien, o incluso algo, logra producir espanto, sumisión y devo- ciente no es, como se dice a veces, un nuevo continente, susceptible de ganar-
ción. El hecho mismo de que partiendo de la psicología, aunque se la llame HC para el consciente. Freud no descubrió una América psicológica que se pu-
«profunda», se pueda desembocar en posiciones tan contradictorias como las diera explorar integralmente. El meollo de su descubrimiento estriba en que
que consisten en reducir la religión a un fenómeno neurótico y la neurosis a el inconsciente es una dimensión irreducible de todo sujeto humano que habla.
un fenómeno del ateísmo muestra con toda evidencia que no se trata aquí de Por eso no se debe concebir el análisis como un proceso destinado a convertir
descubrimientos que puedan ser incluidos en el sistema de las ciencias. En ni sujeto en totalmente consciente, empresa que se halla abocada al fracaso,
ambos casos, los datos son interpretados en función de la subjetividad de los como lo muestra con toda evidencia lo que ocurre en los analizados e incluso
informadores. en los mismos analistas. Ellos continúan cometiendo lapsus, soñando, experi-
La tentativa de estudiar el factor neurótico que opera en la incredulidad mentando ile cuando en cuando síntomas, etc. El análisis les ha permitido sin
(o en la creencia) de ciertos sujetos no conduce más allá de un descubrimiento duda recorrer un tramo del camino en el reconocimiento de ciertas verdades,
interesante. Los intentos de reducción tanto de la neurosis a la incredulidad pero sobre lodo ha profundizado el sentido de la inadecuación radical, que
como de la creencia a la neurosis, no llevan a otro resultado que a desconocer el si^na n todo ser humano en relación con su palabra. Cualquier cosa que diga,
sentido de Dios y de la religión para los sujetos humanos. Por tanto, sólo nos aun teniendo razón para decirla, se le escapa irremediablemente. Este es todo
queda preguntarnos qué es lo que pueden aportar los descubrimientos relati- el Ncntido de la distinción que hace Freud entre la remoción o repulsa secun-
vos a los sujetos neuróticos respecto al ateísmo o al teísmo. Al hablar de des- daria, y la remoción primaria. Claro está que se pueden eliminar algunas remo-
cubrimientos realizados a propósito de los neuróticos cargamos el acento no ciones secundarias. Pero la remoción primaria que condiciona la posibilidad
sobre la neurosis, sino sobre lo que el neurótico nos enseña. ile estas últimas no puede ser eliminada porque se halla vinculada con el mo-
mento constitutivo del sujeto hablante. En cierto sentido, el hombre es un
' Carta a Pfister, 9 de febrero de 1909. Citada por E. Jones, La vie et l'oeuvre de Sigmund
Freud, trad. franc, París, PUF, 1961, vol. II, p. 464. neurótico precisamente porque habla.
1
C. G. Jung, Psychologie et religión, trad. franc, París, Buchet-Chastel-Correa, 1958, p. 170. Se comprende entonces que si los análisis, en cuanto implican el recurso
EL PSICOANÁLISIS Y EL ATEÍSMO 261
260 L. BEIRNAERT
de la experiencia analítica que suministraría la clave del primero, descubriendo
a un psicoanalista, tienen un fin, el proceso en el cual el sujeto es introducido
su significado. Ahora bien: si hay algo que se impone cuando se relee a Freud a
por el análisis no lo tiene.
la luz de las observaciones que acabamos de formular es que ese razonamiento
De lo que acabamos de subrayar se sigue que el psicoanalista está en per- freudiano, si apelamos al mismo Freud, aparece lleno de lagunas, de disconti-
petuo peligro de perderse. Puesto que efectivamente libera un algo que perte- nuidades, de correcciones, de extrapolaciones atrevidas, de todo lo cual era él
nece al inconsciente, un texto o, si se quiere, un proceso que se puede calificar consciente. Freud se compara a «una bailarina que hace equilibrios sobre la
como psicológico, podemos vernos tentados, y de hecho lo estamos, a presen- punta de los pies» 5, confiesa su insatisfacción y reconoce que la religión es de
tar ese proceso como si fuese la verdad, hasta ese instante enmascarada, del un orden de grandeza tal que escapa al alcance de su razonamiento6.
proceso consciente. Con ello se conocería verdaderamente lo que el sujeto
Después de haber puesto en evidencia lo que él llama «el núcleo paterno»,
quería decir. No existe señuelo más fascinante ni más funesto que el que con-
que es el corazón de toda religión monoteísta, da vueltas a su alrededor, vuelve
siste en reducir así el alcance del psicoanálisis a la exhibición de un texto últi-
a ello sin cesar y califica de «mito científico» 7 el asesinato del Padre primitivo,
mo, en el cual se hallaría por entero la verdad del sujeto. Basta ver los calle-
en el cual ve él el gran acontecimiento que dio origen a la historia humana y
jones sin salida en que quedan encerrados los analizados que no han sabido
a la religión. Mito, que es tanto como decir: relato que introduce al hombre
liberarse de la ansiosa expectación de un conocimiento de sí mismos que les
en su historia, pero de una manera imaginaria. Científico, lo cual equivale a
aliena en la medida en que se encuentra allí, totalmente ubicado en el análisis,
decir: verdad que forma parte del sistema de la ciencia y da acceso a la realidad.
cuando no en la cabeza del analista. Sí, está allí; pero es inaccesible para ellos.
¿No hay en todo ello una contradicción? Y esta misma contradicción, ¿no
Pero, precisamente, el verdadero psicoanálisis, el que introdujo Freud, al designará tal vez la verdad cuya exacta formulación Freud no consigue encon-
mismo tiempo que libera ciertos procesos que vienen a incluirse en el proceso trar porque se halla en otra parte? Aunque Freud se dejó a veces atrapar en
consciente, está fundado en el reconocimiento de un no-saber irreducible acerca In seducción de su propio razonamiento acerca de la religión, en virtud de un
de aquello que otros contextos históricos han denominado la «docta ignoran- prejuicio cientifista del cual no se había liberado por completo, no es menos
cia». Experiencia, unida al proceso de la negatividad, de la no-verdad, de la cierto, sin embargo, que su razonamiento está atravesado por una inmensa
nada si se prefiere, que caracteriza al sujeto. Sólo los análisis que han sido rea- interrogación, testimoniando con ello que el inventor del psicoanálisis advertía
lizados desde esta perspectiva permiten dar todo su sentido a los procesos cons- que tal razonamiento estaba marcado por un fallo radical.
cientes y comprometerse en el futuro, ya que ellos liberan al hombre de la
Leer a Freud de otro modo, tomar su proceso consciente como una tenta-
ansiosa pregunta contra la cual choca como contra un muro: «¿Cómo puedo yo
tiva deliberada de reducir el proceso religioso a un proceso puramente psico-
hablar y actuar mientras ignoro el significado escondido de mi actuación, mien-
lógico, significa olvidarse de entender a Freud como él mismo enseñó a en-
tras poseo un inconsciente?»
tenderlo y hacer del psicoanalista que él era un hombre a la búsqueda del simple
Las consecuencias de lo que acabamos de decir son de gran importancia,
Haber,
tanto para el proceso religioso como para el ateo.
Por lo demás, frente al proceso religioso, ¿cómo habría podido Freud en-
tenderlo de otra manera que como analista; es decir, con la intención no sólo
I I . EL RAZONAMIENTO ANALÍTICO DE de liiiccr conscientes ciertas verdades que permanecían hasta entonces incons-
FREUD ACERCA DEL PROCESO RELIGIOSO
ciente* en el creyente, sino de desentrañar el punto en el que el proceso reli-
gioso, min diciendo la verdad, escapa al mismo sujeto, incapaz como es de pre-
Se interpreta generalmente el estudio que Freud hizo de la religión, desde Nentur el misterio de otro modo que como aquello en lo cual hay que entrar
Zwangshandlungen und Religionsübungen3 (1907) hasta Der Mann Moses y dentro de lo cual hay que progresar, ya que no se posee en forma de doc-
und die monotheistische Religión* (1938), como una inmensa tentativa para itina? Sería, pues, un error creer que Freud.no nos ha suministrado otra cosa
reducir el proceso religioso, y particularmente el judeo-cristiano, a otro nacido
M.I.I., XVI, p. 160.
• ll.ld., XVI, p. 236.
' S. Freud, Gesammelte Werke, VII, Londres, Imago, 1941, pp. 129-39. ' Masscnpsychologie und Ich-Analysc, en Gesammelte Werke, XII, p. 151.
' Ibíd., XVI, pp. 103-246.
262 L. BEIRNAERT EL PSICOANÁLISIS Y EL ATEÍSMO 263

que enunciaciones reveladoras, relativas, por ejemplo, a la aceptación y a la parte que recaiga sobre la fe religiosa, no puede por menos de reforzar y per-
magnificación de las figuras paternas de la infancia en el concepto que los petuar una situación en la que el paciente, lejos de progresar en el reconoci-
creyentes se forjan de la Providencia. El va mucho más lejos. Lo que nos indu- miento de lo que para él es la verdad, continúa dependiendo de la palabra del
ce a reconocer es que la dimensión del inconsciente en lo que éste tiene de otro y respondiendo a la pregunta que él le propone.
irreducible, en cuanto que deja su impronta sobre todo proceso, sin excluir el Sigúese de ahí que la pregunta que se formula frecuentemente sobre si un
religioso, se halla en el corazón de la religión. A su manera y por su camino creyente puede o no ser analizado por un psicoanalista no creyente no signifique
propio, nos hace entender que nuestro razonamiento acerca de Dios dice lo otra cosa, en el plano de la experiencia, que la ignorancia en que el que hace
que éste es, y, sin embargo, no lo dice. Llega al mismo tiempo a la teología lu pregunta se encuentra con respecto a la naturaleza misma del análisis. La
negativa y a la experiencia de los místicos. Y de ello pueden dar testimonio única pregunta válida al respecto es la siguiente: «¿Es un buen analista?» Lo
ciertos sujetos analizados, a los que una experiencia intensa ha llevado a este cual equivale a decir: «¿Es rigurosamente fiel a su posición analítica y es capaz
punto. de entender el inconsciente y de hacerlo entender?»
Estas breves observaciones, que exigirían un desarrollo más amplio, bastan Así concebido, el ateísmo del psicoanalista no es más —y tal vez no me-
para caracterizar la aportación esencial de Freud, basada en la observación de nos— espantoso que el silencio de Dios en las auténticas experiencias reli-
las declaraciones de los sujetos neuróticos, al reconocimiento del sentido del giosas.
proceso religioso. Que no haya realizado la misma labor a propósito del pro- B) El psicoanalista puede ser —fuera de su experiencia como tal y en
ceso ateo es señal de una parcialidad que debía a su posición de «judío infiel». cuanto adopta una postura sobre el problema de Dios— un ateo declarado, en
Sin embargo, no se trata de que Freud sea incrédulo en cuanto psicoanalista. la medida en que afirme que el proceso religioso es reducible a un proceso
Esta última afirmación nos introduce directamente en la cuestión del ateísmo puramente psicológico. El, por su parte, sabe lo que significa la religión. Ya se
o, más bien, de los ateísmos propios de los psicoanalistas. ve cómo tal posición puede articularse a partir de un aspecto del razonamiento
freudiano. Basta constituir ese aspecto del razonamiento en saber o en doctrina
para desembocar en una posición de ateísmo. Dios no es más que el padre de
III. LOS ATEÍSMOS DE LOS PSICOANALISTAS la infancia, etc. Se sabe suficientemente adonde conduce esto, es decir, a pro-
poner un proceso, elaborado a partir del análisis, del cual el proceso religioso
De lo que hemos dicho se sigue que el calificativo de ateo que se atribuye no sería realmente más que la deformación.
al psicoanálisis tiene tres significados que es muy importante distinguir: Ya se ve cómo tal posición es infiel al mismo psicoanálisis. Esta especie de
A) El psicoanalista es ateo metodológicamente. En este sentido, es nece- reducción del psicoanálisis a una doctrina psicológica desconoce la verdadera
sario, a nuestro modo de ver, sostener que el psicoanálisis es forzosamente ateo naturaleza del sujeto del inconsciente, tal como lo designó Freud. Por eso pen-
cuando se trata de la experiencia analítica. En efecto, ¿de qué se trata? Si el samos que tal ateísmo, en la medida misma en que está ligado a un descono-
psicoanalista permanece totalmente a la escucha de su paciente, si en cuanto cimiento del análisis, es incompatible con una posición analítica correcta.
analista no ha de proferir una palabra propia, si no puede tener la mínima in- MI público, en particular el creyente, imagina generalmente el ateísmo del
tervención que pudiera suponer un consejo, un recordatorio, ni siquiera una psicoanalista como perteneciente sólo a este tipo. Cuando se someten al aná-
palabra normativa, tanto en el plano moral como en el religioso (y esto so pena IÍNÍN, con la petición más o menos consciente de verse liberados de lo que les
de obstaculizar la palabra de su paciente y el descubrimiento conjunto de cier- 11 liba c inquieta, detrás del ateísmo metodológico del analista los creyentes se
tas verdades y de aquel defecto radical que caracteriza al sujeto), entonces ha figuran precisamente este ateísmo reductor. Entonces se les ve pasar por mo-
de ser por fuerza ateo. Ya se ve en qué sentido. Este ateísmo metodológico no mentos en los que ostentan un amoralismo y una irreligiosidad que atestiguan
significa más que la negativa a permitir que intervenga el menor razonamiento sobre todo su necesidad de situarse donde se imaginan que el otro les pide que
en favor o en contra de la fe en una experiencia que gira totalmente en torno se sitúen. Esta fase imaginaria es normalmente pasajera. Pero por poco que el
a la verdad, en cuanto que ésta no se halla todavía presente y en cuanto que el psicoanalista deje transparentar que es allí, en efecto, donde se da un principio
sujeto debe articularla por su propia cuenta y en su propio nombre. de liberación —desconociendo por entero la verdadera naturaleza del fenó-
Toda infidelidad del analista a su posición, todo pronunciamiento por su meno—., la situación corre el peligro de estabilizarse. Son muchos los analiza-
264 L. BEIRNAERT EL PSICOANÁLISIS Y E L ATEÍSMO 265

dos que profesan así un amoralismo y un ateísmo sustitutivos del moralismo proceso consciente constituye una trampa y el sentido en que podría ocurrir
y la religiosidad de su infancia. Sin que nada haya cambiado en el fondo, en su que no lo fuese.
relación alienante, y para adaptarse a su deseo del otro, sitúan finalmente al Como ya lo hemos hecho notar, cuando Freud escuchaba a sus interlocu-
analista frente a los personajes de su infancia, convirtiéndolo en una figura tores consideraba su relato como verdadero. Pero siempre y cuando el relato
paterna permisiva. Ahora bien: ¿dónde está el psicoanálisis en tales casos? se interpretase no sólo como la resultante de motivaciones conscientes, sino
de motivaciones emanadas del proceso subconsciente. Y, por consiguiente, no
C) Existe, por último, una forma de ateísmo más sutil, propia de algunos
por lo que el relato expresaba literalmente, no por lo que decía, sino por lo que
analistas, a los cuales se puede incluir entre los mejores y que, como tales, son
no decía y su modo de no ser dicho, por lo que dejaba entrever. En este sentí-
dignos de confianza en el nivel de la experiencia analítica. Este ateísmo con-
do, no se puede negar al relato consciente su valor de verdad. ¿Dónde y cuándo
siste en erigir la actitud metodológica en un absoluto, es decir, en declarar
comienza la trampa? Precisamente cuando el proceso consciente es tomado
explícita o implícitamente que el sujeto del inconsciente, esto es, el sujeto
como dinero contante y sonante, es decir, cuando es entendido como si no
marcado por el déficit en todo cuanto dice o hace, es la sola verdad absoluta.
dijera más de lo que dice. Así, por ejemplo, respecto al analizado que asegura
Ante toda afirmación, y concretamente ante toda afirmación religiosa, no se
padecer un mal físico y que pide a su analista la dirección de un médico. En-
trata, por tanto, de operar una reducción, sino de poner en evidencia la nega-
tender estas palabras equivale a escucharlas en lo que no revelan, esto es, por
tividad que la afecta. No hay verdad sino en la pregunta a propósito de la ver-
ejemplo, en la perplejidad del sujeto con relación a la situación analítica. Este
dad. La verdad del proceso religioso no se halla ni en él mismo ni en otro
proceso no se convierte en engañoso sino cuando tanto el analista como el
proceso al que serviría de velo, sino en el movimiento mismo que manifiesta
analizado se dejan coger en él como si la verdad se encontrase enteramente en
la no-verdad de todas las verdades, es decir, en último término en la manifes-
él. Ciertamente era preciso que esta dimensión engañosa del proceso conscien-
tación del inconsciente en el sentido mismo que Freud le dio.
te formase parte de él para que tal uso fuese posible; pero tal dimensión enga-
Admitido esto, todo proceso consciente es, desde este punto de vista, con- ñosa no se manifiesta sino cuando se omite la dimensión inconsciente. Esta
siderado como una trampa, precisamente en la medida en que está presente para omisión es la que convierte en efectiva y actual la trampa.
ocultar la situación radicalmente descentrada del hombre con relación a la ver- Sigúese de ahí que el proceso consciente dice la verdad en la medida en que
dad. Así es como algunos consideran la revolución copernicana introducida por es proferido y entendido en el seno de lo que niega su suficiencia.
el psicoanálisis. El consciente gravita en torno al inconsciente, que es la verdad En la perspectiva freudiana no hay proceso particular que no remita a la
última de la relación del sujeto con la palabra, con toda palabra. totalidad del proceso inconsciente y al fallo del sujeto de la palabra. Pero cap-
No hay que desconocer la extrema seriedad de esta postura. En efecto, en tado en este rebote, el proceso consciente es verdadero.
cuanto que alcanza algo que es esencial a la postura cristiana, a saber: la im- Y es precisamente eso lo que sucede tanto en la experiencia analítica como
portancia atribuida a la negatívidad, a la debilidad inherente a cualquier ra- en la espiritual. Lejos de herir de muerte a los procesos humanos, estas expe-
zonamiento cuando se trata de Dios, ella formula a los creyentes una pregunta riencias les dan sentido y verdad. Este retorno al proceso consciente, captado
tal que es imposible esquivarla sin engañarse a sí mismos. Resulta no sólo in- yii como algo que tiene sentido en su mismo fallo, es por otra parte la única
útil, sino falaz, responder a tal posición con una repulsa. «Lo que se dice cuan- pONÍl)ili(!ntl que tenemos de articular la verdad. Ciertamente, dice Freud, nues-
do se habla» debe ser entendido. Los abusos insidiosos y engañadores del tra conciencia es débil; pero no tenemos otra.
proceso religioso están tan difundidos e incurrimos en ellos tan fácilmente, que (Ion eso no, hemos respondido plenamente a la pregunta formulada por
la pregunta es siempre de actualidad. el ulcísmo metodológico erigido en absoluto, pero hemos establecido la con-
Pero este ateísmo de la pregunta, ¿es coherente? El convierte todo proceso dición que permite dar sentido y verdad al proceso religioso consciente. Que-
consciente en una trampa. Ahora bien: ¿qué significa esta afirmación? Sería daría por demostrar que el razonamiento cristiano acerca de Dios dice la verdad
demasiado fácil echar mano aquí de la argumentación clásica contra los escép- en tal perspectiva. Pero el desarrollar este aspecto nos llevaría demasiado lejos.
ticos y redargüir que este mismo razonamiento acerca del engaño y asimismo Advirtamos para terminar que al psicoanálisis le falta todavía una teoría
todo el razonamiento analítico, en la medida en que son conscientes, son tam- coherente del proceso consciente. Pero ¿cómo extrañarse de ello, dado que su
bién engañosos. Pero tal raciocinio no pondría de relieve el sentido en que el esfuerzo se ha dirigido sobre todo hacia la elucidación del inconsciente? De
266 L. BEIRNAERT EL PSICOANÁLISIS Y EL ATEÍSMO 267

esta laguna actual depende la reserva que caracteriza al analista cuando se le tiano no adopta esta postura en relación con su razonamiento y el del otro es
plantea el problema de entrar en diálogo con los representantes de las demás porque en el razonamiento erróneo del otro no puede menos de ver a un sujeto,
disciplinas humanas. A fuerza de no escuchar más que al inconsciente, ha aca- ciertamente en el error, pero llamado a la verdad. El se engaña o es engañado;
bado por mostrarse sordo a todo lo demás. Ahora bien: es ese «demás» lo que pero, por el mismo hecho de hablar, afirma la verdad del hombre que él es
constituye el material de los diálogos humanos. y, por consiguiente, su capacidad para buscar la verdad y acceder a ella. Así
puede establecerse un verdadero diálogo entre los creyentes, reconociéndose
ambos como interlocutores.
IV. LA CUESTIÓN DEL ATEÍSMO DESPUÉS DE FREUD Pero la comprensión de esta verdad reconocida en el razonamiento del
ateo no basta ciertamente para entablar el diálogo. Desde el momento en que
Así, pues, el psicoanálisis no aporta ningún nuevo argumento a favor o en el cristiano cree poseer un razonamiento verdadero para traspasarlo a alguien,
contra del ateísmo. Ni nos da tampoco explicaciones inéditas acerca de la fe que puede sin duda entenderlo —al menos en principio—, pero que está en el
0 de la incredulidad de ciertos sujetos. Decir a uno que su rebelión contra Dios error, se manifiesta como superior a este último y asume una posición de con-
no significa más que una rebelión contra las figuras paternales de su infancia descendencia. Por mucho que reconozca a su interlocutor como un hombre que,
no cambia en nada la postura última del hombre. El reduccionismo psicológico por el hecho de hablar, dice su verdad de hombre, no por eso deja de conside-
es tan poco oportuno cuando se utiliza para los creyentes como cuando se uti- rarlo como a alguien que está en el error. Bien conocidos son los atolladeros en
liza para los incrédulos. que acaba el diálogo con el ateo cuando éste es considerado como objeto de
La contribución de Freud hay que buscarla en otra parte. Consistió8 en conversión...
introducir en la cuestión del ateísmo un nuevo modo de entender el proceso Por eso es necesario entrar en un segundo tiempo, aceptando escuchar al
del ateo y, correlativamente, un nuevo modo de situarse en el mismo proceso ateo para comprender lo que él tiene que decirnos en su razonamiento.
cristiano. Esta novedad ha impregnado ya al cristiano de nuestra época, sin No se trata de dejar de juzgar el razonamiento cristiano como verdadero,
que le atribuyamos todavía toda su importancia. sino de dejar de juzgarlo como si expresara una verdad particular. El razona-
En efecto, hay diversos modos de entender un proceso, y concretamente el miento cristiano dice la verdad, y por eso no puede ser separado de las demás
proceso del ateo. Modos que no constituyen actitudes que se sucederían cro- verdades. Estas deben pasar de lo implícito a lo explícito en el mismo razo-
nológicamente en una especie de progreso continuo, que les haría sustituirse namiento cristiano. Y precisamente es escuchando y comprendiendo el razona-
unos a otros por destrucción del precedente, hasta llegar al establecimiento de miento del ateo como el cristiano llegará a articularlas. Al decir su verdad hu-
una actitud última, que sería, ella sola, la verdadera audición y la verdadera mana, por el hecho mismo de hablar, el ateo afirma al mismo tiempo en su
comprensión de lo que el otro dice. El paso de uno a otro momento es dialéc- razonamiento la verdad del hombre, o al menos algo de esa verdad. El nos ha
tico en el sentido de que cada momento es abolido y repetido en el momento dicho muchas cosas que, no por haber pasado ahora a la conciencia de todos,
siguiente. creyentes c incrédulos, han dejado de haber sido enunciadas primeramente por
El primer tiempo del diálogo con el ateo consiste en escucharle como a 6\. En el campo científico, político, sociológico, etc., algo de la verdad del hom-
quien afirma un error. Es decir, como a alguien que afirma lo contrario de la bre IICT>II II nosotros a través de su voz. Así, en su razonamiento ateo, entendido
verdad que nosotros poseemos. Es evidente que en este momento se afirma MUÍS iillii de lit negación de Dios, lo que dice nuestro interlocutor es el valor del
algo esencial a la posición cristiana, para la cual su razonamiento acerca de Dios hombre, de su autonomía, de su trabajo. Lo que él afirma es el sujeto humano
dice la verdad. De ahí debería desprenderse lógicamente que se trata de to- capaz de hacerse cargo de su destino y de hablar en su propio nombre, y es
marla o de dejarla. O bien el ateo renuncia a su error y profesa la verdad, o asimismo la comunidad histórica de los sujetos como realizadores de la verdad.
bien está destinado a las tinieblas exteriores. El diálogo es imposible. Si el cris- Pero al abrirse así a las palabras del otro, al reconocerlas como suyas, el
cristiano se da cuenta de que sus propias palabras son a su vez mejor compren-
* Claro está que Freud no fue el único en emprender el examen de la problemática del ateísmo. didas, de que el interlocutor se interesa por ellas cuando hasta entonces no
1 ícgel y otros lo hicieron antes que él. Pero él fundador del psicoanálisis, al establecer la existen-
cia del inconsciente, demostró definitivamente la imposibilidad de entender el razonamiento cons-
mostraba más que indiferencia. El diálogo puede continuar en un intercambio
ciente como si se bastase a sí mismo y no estuviera articulado con un razonamiento inconsciente. mutuo, en el cual se llega realmente a la comprensión: el ateo reconoce que el
268 L. BEIRNAERT
EL PSICOANÁLISIS Y EL ATEÍSMO 269
cristiano no es extraño a la verdad del hombre y, a su vez, el cristiano reconoce
la verdad del hombre que tiene en común con el ateo. trario, el cristiano no establece nunca el razonamiento explícito como doctrina
Sin embargo, este nuevo modo de entender sus razonamientos recíprocos absoluta, ya que en este mismo razonamiento plantea la negatividad bajo la
permite que subsista todavía entre el creyente y el incrédulo una oposición forma de misterio. El afirma que no existe saber absoluto para los sujetos hu-
radical. En efecto, uno afirma a Dios y el otro lo niega. Cualesquiera que sean manos. Y por eso dice la verdad.
las verdades que llegamos progresivamente a reconocer en común, sigue en pie Estas indicaciones exigirían amplios desarrollos. Pero no tenían otra fina-
este último y radical enfrentamiento. ¿Cómo entenderse en esta misma diver- lidad que demostrar cómo se puede plantear hoy la cuestión del ateísmo y sobre
gencia? No se trata únicamente de respetar en el otro una opinión sincera, de todo la del diálogo con los ateos. A partir de Freud, no podemos ya entender
dar pruebas de tolerancia. El poner entre paréntesis el alcance o la importancia el proceso ateo y el proceso cristiano de otro modo que en términos de interlo-
del razonamiento, en el nivel mismo donde se trata de la verdad de la afirma- cución y en lo que uno y otro dicen sin decirlo todavía explícitamente. La era
ción o de la negación de Dios, no constituye en manera alguna una abolición de las polémicas, de las demostraciones y de las argumentaciones se ha clausu-
efectiva del desacuerdo. Y es aquí precisamente, a nuestro modo de ver, donde rado definitivamente.
la dimensión reconocida por Freud en todo proceso puede señalarnos un ca- Hemos entrado en la época del diálogo.
mino.
En esta falta de verdad inherente en todo proceso consciente, este fondo de
no-verdad o de negatividad que subyace en todo proceso parcialmente verda-
dero, esta imposibilidad para el sujeto de no comprenderse nunca en todas esas BIBLIOGRAFÍA »
palabras de las cuales él es, sin embargo, el sentido último, introducen al hom-
bre en el reconocimiento, que se desvanece incesantemente, pero que también Sería inútil e incluso fastidioso prolongar esta bibliografía. Los estudios que han tratado de
renace incesantemente, de una especie de deficiencia radical de su ser parlante, explicar el ateísmo mediante la neurosis no alcanzan el nivel crítico. En efecto, en la medida en
que no plantean la cuestión de saber en qué punto y con qué objeto una estructura neurótica
en el centro mismo de. su razonamiento ateo. Por su parte, a poco que el cris- subyacente hace del razonamiento ateo o religioso del sujeto un razonamiento profundamente pro-
tiano haya abierto sus oídos a aquello a lo que le invita todo el proceso de la blemático, constituyen todos ellos aprovechamientos abusivos y contradictorios de los datos ana-
fe, manifestándole que la Verdad verdaderamente afirmada en su razonamiento líticos, utilizados según esquemas previos no críticos.
no deja de estar todavía ausente de él; que aquel al que conoce en verdad no En cuanto a lo que el psicoanálisis nos enseña acerca de la relación de los sujetos humanos
con sus razonamientos de fe o de ateísmo, sólo podemos remitir a algunos trabajos fundamentales,
deja de permanecer todavía ignorado; que, según la expresión tradicional, cuyo significado está muy lejos todavía de haber sido captado.
«Dios es un misterio», tanto el ateo como el cristiano pueden comprenderse Freud, S. Zwangshandlungen und Religionsübungen (1907), en Gesammelte Werke, VII, pp. 129-
de nuevo, escuchando uno del otro, uno junto al otro, el grito inarticulado de 39. (El primer texto de Freud acerca de la analogía entre los rituales de los obsesionados y
la limitación que caracteriza a ambos. las prácticas del creyente).
— Tótem und Tabú (1913), en Gesammelte Werke, IX. (La exposición más completa de Freud
Entiéndase bien que si sigue en pie el hecho de que lleguen a comprenderse acerca del mito primitivo del Padre como fundamento prehistórico de las formaciones religio-
en lo que los argumentos conscientes no expresan, continuarán oponiéndose en sas y morales).
los razonamientos explícitos. Pero el senado de esta oposición no es ya el mis- — Die Zukun/l einer Illusion, en Gesammelte Werke, XIV, pp. 325-80. (Escrito algún tiempo
después de la primera guerra mundial, precisamente en el año 1927, se caracteriza por la
mo. Algo existe ahora que les une de manera radical. preocupación que muestra Freud con respecto a la ayuda que hay que prestar a los hombres
¿Equivale esto a decir que la situación del ateo y la del cristiano se equi- para que soporten los males causados por la existencia y por la civilización. Su conclusión
paran entre sí y que el proceso consciente, ya afirme ya niegue, es secundario? racionalista no' deja de transparentar por lo menos una profunda perplejidad).
— Das Unhehagfitt in der Kultur (1929), en Gesammelte Werke, XIV, pp. 421-506. (Con el mismo
No lo creemos. Al escucharlo de nuevo, el razonamiento ateo, en la medida punto de vista que la obra precedente, pero con un acento de resignada desesperación).
en que plantea algo (y no puede menos de plantear el absoluto, aunque sólo — Der Mann Moses und die monotheistische Religión (1938), en Gesammelte Werke, XVI,
sea bajo la forma de la pregunta para la cual no hay respuesta), se constituye pp. 103-246. (Redactada en el momento de la manifestación del antisemitismo, esta obra
constituye la tentativa de Freud para hacer un resumen de la historia del pueblo hebreo, ilc
siempre como un saber. El ateo sabe que para ello no hay respuesta. Su razo- su monoteísmo y de su progreso en el camino de la espiritualidad [Geistlichkeit]. Con Tótem
namiento explícito, tomado en este nivel, niega lo que propone el razonamiento und Tabú, es el más importante trabajo de Freud acerca de la religión. Es asimismo donde se
implícito, a saber: que el sujeto falla en todas sus afirmaciones. Por el con- manifiesta más abiertamente la perplejidad del fundador del psicoanálisis con respecto a su
razonamiento).
270 L. BEIRNAERT

Glover, E., Freud or Jung, Londres, Alien and Unwin, 1950. (Pone de relieve el contraste exis- CAPITULO III
tente entre los puntos de vista de Freud y de Jung en relación al inconsciente. Para Glover,
Jung es todavía un psicólogo del inconsciente).
Jung, C. G., Psychologie und Religión, Zürich, Rascher Verlag, 1947 (1. a ed., 1939). (Las lec- DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DE ATEÍSMO
ciones de Jung en la Universidad de Yale durante el año 1923. Exponen lo esencial de su
concepto acerca de la religión).
Litenn, J., Fonction de la parole et du langage en psychanalyse, en La Psychanalyse, I, París, PUF, por
pp. 81-166. (A esta exposición se refiere particularmente el concepto del psicoanálisis freudia-
no comprendido en este capítulo. Naturalmente, es fácil darse cuenta de que el inconsciente ANDRÉ GODIN
está estructurado como un lenguaje y de que el análisis es totalmente distinto a una empresa
de reducción psicológica). Profesor de Psicología en el Centro
— Ecrits, París, Ed. du Seuil, 1966. (Escritos del psicoanalista que renueva hoy la literatura de
Freud). Internacional «Lumen Vitae», de Urusélas
Todas las obras de Freud están traducidas en castellano e incluidas en los 2 tomos de
Obras Completas de Biblioteca Nueva, Madrid. Últimamente se han publicado las principales
en la colección de bolsillo de Alianza Editorial, Madrid.

INTRODUCCIÓN

Cierta apologética cristiana se complace en subrayar la universalidad geo-


gráfica y temporal de la creencia en lo divino, la adhesión unánime (más o me-
nos consciente) a una forma de teísmo. Ahora bien: para no ser parcial, tal
afirmación debería ser completada por esta otra: la universalidad igualmente
impresionante de cierto ateísmo, la presencia (más o menos admitida social-
mente) de un pensamiento según el cual ninguna divinidad se halla en el ori-
gen del mundo, en relación con el mundo o actuante en él.
La coexistencia de estas dos tendencias, que pueden encontrarse, tanto
entre los filósofos de la antigua Grecia como en las culturas primitivas, en algu-
nos adultos que dejaron de creer en los mitos y en los ritos tradicionales 1,
sugiere la idea de la permanencia en la humanidad de un conflicto o de una
antinomia psicológica cuya resolución se proseguiría, en el curso del crecimien-
to, ora en la línea de la creencia religiosa, ora en la línea de la incredulidad.
En este capítulo se pondrán de relieve y se analizarán ciertos rasgos o me-
canismos psicológicos funcionalmente importantes en las actitudes religiosas
elementales. Ellos fomentan la religión vivida, concretamente en los niños y
los adolescentes, pero lastrándola con un peso que constituye una amenaza
para la continuación de su desarrollo religioso, una tentación permanente de
1
Acerca de este punto, véase, por ejemplo, P. Schebesta, Ursprung der Religión, Berlín, Monis,
1960, p. 241.
272 A. GODIN

ateísmo. Para comodidad de este estudio reduciremos a cinco esos rasgos de I. EL ANTROPOMORFISMO
la religiosidad espontánea. Adoptamos también este criterio porque lo consi-
deramos lo suficientemente universal como para advertir su presencia no sólo Por antropomorfismo religioso entendemos la tendencia a representarse
en el cristianismo, sino en la mayor parte de las religiones instituidas. a Dios como un personaje humano, atribuyéndole formas, rasgos de carácter o
Examinaremos, pues, sucesivamente los aspectos siguientes: antropomor- actividades humanas, y a adoptar, en consecuencia, ciertas actitudes respecto
fismo, animismo, mentalidad mágica, moralismo y psicologismo. a los mismos.
Dado el estado actual de la psicología religiosa científica, apresurémonos En la evolución religiosa de los niños, de los adolescentes y de los adultos
a reconocer que para ser establecida la universalidad de estos rasgos de reli- se puede distinguir un antropomorfismo imaginario y un antropomorfismo
giosidad serían necesarias muchas confirmaciones, confirmaciones que nos sería afectivo.
imposible suministrar con respecto a algunos de ellos fuera del ambiente cris-
tiano. Por el contrario, allí donde cabe observarlos apenas se podrá negar la a) Antropomorfismo imaginario
disminución gradual de la importancia que la mayor parte de los hombres les
atribuyen a medida que avanza su desarrollo humano y cultural, aun cuando Se trata de la tendencia espontánea (presente en la mayor parte de las re-
el significado último de la existencia parezca exigirles actitudes religiosas más ligiones, tanto si se cede a ella como si se lucha para purificarla) a forjarse una
allá de esos rasgos de religiosidad primitiva. En consecuencia, dichas actitudes imagen, una representación de Dios en la prolongación directa del mundo
serán estudiadas en relación con el fenómeno que nos ocupa en la presente humano.
sección de nuestra obra: el ateísmo psicológico. Henri Clavier2 se ha esforzado por clasificar las respuestas obtenidas entre
182 niños, católicos y protestantes, de seis a doce años, distinguiendo: a) un
Cada uno de estos rasgos será presentado en su realidad psíquica, es decir,
antropomorfismo material simple y grosero (Dios lleva una vestidura, tiene
en los límites del objeto propio de una psicología científica. Entendemos como
barba, recoge flores...); b) mitigado o intermedio (un hombre diferente de los
tal objeto el conjunto de los condicionamientos, conscientes o relativos a la
demás, un trono resplandeciente, una barba tan larga que no se ve otra igual
conciencia, que afectan a la conducta humana en cuanto que ésta no resulta
en la tierra...); c) espiritualizado (lo ve todo, está en todas partes a la vez, es
de la libertad y se presenta al observador como un fenómeno que comporta
invisible y no es posible describirlo o pintarlo...). Hablando individualmente
ciertas leyes estables y que permite eventualmente una predicción (estadística).
con cada uno de los niños, el autor deduce que las respuestas del tipo a van
Se trata, por tanto, de disposiciones básicas. Un filósofo tomista vería en ella
del 100 por 100 al 15 por 100 entre los sujetos de seis a nueve años; las del
la «causa material dispositiva» de la religión vivida, en terreno psíquico, a
tipo b, del 100 por 100 al 50 por 100 de los nueve a los doce años; las del
partir del cual la religión como acto libre habrá de desarrollarse y en el cual se
tipo c han sido suministradas en un 50 por 100 a los doce años.
encarnará superándolo.
La mentalidad antropomórfica origina numerosas distorsiones en la asimi-
Estos rasgos de religiosidad psíquica, cuya estabilización depende de fac- l¡ición de ciertas verdades cristianas o en la comprensión de ciertos relatos bí-
tores sociales (educativos e institucionales), no serán bien conocidos cientí- blicos cuyo sentido, total o primordialmente simbólico, escapa a la percepción
ficamente sino en una perspectiva psicosociológica todavía poco accesible. En del niño. Ronalcl Goldman 3 ha estudiado sistemáticamente a través de qué
cuanto a su significación o a su validez objetiva en el plano de los valores reli- cnt teorías son comprendidos algunos personajes y relatos bíblicos entre los
giosos, no podría ser tratada sino por el fenomenólogo, el filósofo y el teólogo. seis y los diecisiete años: el pensamiento antropomórfico y artificialista repre-
Esta última consideración, por consiguiente, rebasaría la competencia del autor, senta en ello un gran papel (Dios, por ejemplo, «escribió la Biblia en su máqui-
si bien algunas veces se permite la alusión a horizontes metodológicamente na de escribir»). Por su parte, Christian van Bunnen 4 ha demostrado que un
extraños al tema de este capítulo.
II. Clavier, L'idée de Dieu ¿hez l'enfant, París, Fischbacher, 1962, 2." ed.
' R. Goldmann, Religious Thinking from Childhood to Adolescence, Londres, Routledge nnd
KeKiin Pnul, 1964.
4
Ch. vnn Bunnen, Le butsson arden!, en De l'expérience religieuse, Bruselas, Ed. «Lumen
Vilttc», 1964, pp. 189-202.
274 A. GODIN DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 275

episodio simbólico como el de la zarza ardiendo apenas puede ser captado como comporta en sí mismo un germen de ateísmo, cuya virulencia aumenta si el
simbólico por la mayoría de los niños antes de los once-doce años. ambiente educativo favorece ciertas fijaciones (el Dios-policía, por ejemplo)
Una manifestación más sutil del antropomorfismo imaginario ha sido reve- a propósito de las imágenes del «Dios de la infancia» 9, y que, por el contrario,
lada en un estudio reciente, científicamente notable, del reverendo Jean-Pierre se atenúa en el caso de una educación religiosa bien orientada y respetuosa
Deconchy 5. No se trata ya de caracteres físicos (el gigante o el anciano con con el misterio divino. Es claro que un hombre es virtualmente ateo desde el
barbas), sino de la atribución a Dios de las cualidades morales, humanas e momento en que se imagina, en una mentalidad artificialista aplicada a Dios,
incluso típicamente infantiles. Así, algunos niños, numerosos hasta los doce que él mismo habría podido fabricar un mundo mejor que el creado por
o trece años, responden a la palabra inductora Dios con asociaciones libres Dios. No sólo este antropomorfismo imaginario elimina la trascendencia
como las siguientes: «servicial, piadoso, atento, leal, franco». O también, por de Dios, sino que sitúa al hombre por encima de Dios, cuya obra es ilusoria-
una especie de proyección enfática a partir de su propia personalidad: «bueno, mente despreciada.
alegre, contento, feliz, jovial». Evidentemente, esta expresión del antropomor-
fismo no es tan burda como la precedente. Puede incluso aparecer como la for-
b) Antropomorfismo afectivo
ma primitiva de un pensamiento analógico que tantea ya hacia la afirmación de
una tendencia de la que no serían excluidos los atributos personales. Sea lo que Mucho más profunda y duradera, ampliamente inconsciente en la mayoría
fuere, su constante regresión comienza en el umbral de la adolescencia. Si todo de los creyentes, esta disposición se funda en las influencias que durante los
va bien, se produce gradualmente una cierta purificación. cinco o seis primeros años de la vida estructuran la personalidad humana. De-
Por otra parte, ciertos sondeos entre los adultos muestran que esta libera- rivan principalmente, al menos en nuestro tipo de cultura, de las relaciones
ción del antropomorfismo primitivo no se realiza ni en todos los sujetos ni afectivas con los padres (o los sustitutos paternos). Por antropomorfismo afec-
sin crisis. En un paciente estudio basado en entrevistas individuales, Richard tivo entendemos un conjunto de actitudes estructuradas por las relaciones socia-
V. McCann6 llega a la conclusión de que en un grupo de 200 adultos, cris- les (familiares) de la primera infancia, que determinan la conducta religiosa y
tianos en su origen, el 18 por 100 apenas ha modificado su concepción antro- se proyectan en la relación afectuosa con Dios.
pomórfica inicial. En cuanto al 82 por 100, que sí ha evolucionado, un 45 por Pierre Bovet10, en un libro ya clásico, ha demostrado que el primer desper-
100 ha espiritualizado gradualmente su concepción de Dios, en tanto que un tar religioso tiene sus raíces psicológicas en las relaciones vividas con los pa-
37 por 100 se ha convertido en agnóstico. Las entrevistas muestran frecuente- dres: dependencia, admiración, amor que proporciona seguridad, perdón reci-
mente que el Dios que rechazaron por no poder creer ya en él no es apenas bido, etc. Joseph Mac Avoy sj n ha podido relacionar ciertos aspectos de la
el Dios al cual puede vincularse un creyente espiritualmente adulto (según el religión vivida por el adolescente o el adulto con ciertos períodos críticos que
Evangelio, por ejemplo), sino más bien una caricatura de Dios. La imagen di- mencionan las obras de los psicoanalistas.
vina que seguía siendo infantil fue rechazada, y esos cristianos convertidos en Algunas perturbaciones de la fase «oral» (destete de la primera infancia)
agnósticos pensaron que era al verdadero Dios al que no querían ya admitir. repercuten en ciertas maneras egocéntricas de rezar, de dirigirse a la Santísima
Las dificultades y ciertas condiciones de esta trayectoria de un pensamiento Virgen como dispensadora de todo bien, de vivir la obediencia religiosa o la
infantil a un pensamiento adulto fueron magníficamente analizadas por el doc- relación con el director espiritual como una dependencia pasiva que altera el
tor H. C. Rümke 7 y por el padre Jacques M. Pohier 8 . A nosotros nos basta nentklo de esta relación. Las perturbaciones de la fase «anal» (educación de
con haber evocado aquí cómo ese antropomorfismo, en vías de maduración, la pulcritud en el segundo año de vida) pueden hacer aparecer en la vida reli-
giosa un culto al deber elaborado a base de rigidez y minuciosidad, un pereep-
5
J. P. Deconchy, L'idée de Dieu entre 7 et 16 ans, en De l'expérience... (cf. nota 4), pp. 115- cionismo literal y escrupuloso, una necesidad morbosa de penitencia buscada
28. Véase su volumen Structure génétique de l'idée de Dieu, Bruselas, Ed. «Lumen Vitae», 1967.
6
R. C. McCann, Developmental Factors in the Growth of a Mature Faith: «Religious Edu-
cation», 50 (1955), pp. 147-55. " Hemos descrito estas fijaciones con más detalle y desde un punto de vista pcilnnón¡co en
' H. C. Rümke, Karakter en annleg in verband met het ongeloof, Amsterdam, Ten Have, l.c Dieu des parents et le Dieu des enfants, París-Tournai, Casterman, 1963.
1955; trad. ing.: The Psychology of Unbeñef, Londres, Rockliff, 1952. 10
P. Bovet, Le sentimcnl religieux et la psychologie de l'enfant, Neuchátcl, Dclachnux, 1921.
' J. M. Pohier, Pensée religieuse et pensée infantile, en Adulte et enfant devant Dieu, Bru- " J. Mnc Avoy, Crises af/eclives et vie spirituelle, en Dictionnaire de spiritualité, París,
selas, Ed. «Lumen Vitae», 1961, pp. 23-46. IWnuchcsne, vol. II, 2, 1953.
276 A. GODIN DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 277

como fin en sí misma y no como un medio de unión espiritual, etc. Finalmente, tiempo un papel en las actitudes interiores de los creyentes con relación a Dios.
el complejo de Edipo (descubrimiento de un amor compartido que aparece de Trabajando con un método científico riguroso (Q-sorting) y analizando las
los tres a los seis años), si se ha resuelto mal, da origen a veces a una religio- respuestas de una élite espiritual (de dieciocho a cincuenta años), que compren-
sidad en la que dominan la ansiedad por la salvación, una propensión a la falsa día algunos grupos de hogares cristianos, así como algunos religiosos pertene-
culpabilidad, una teatralización de las virtudes o una seudovocación a la cas- cientes a órdenes contemplativas y de enseñanza, descubre que la religiosidad
tidad. espontánea (todavía manifiesta al final de la adolescencia) reproduce, en la evo
Por su parte, Leonardo Ancona n insiste sobre la diferencia entre religión cación divina, los rasgos que inicialmente correspondían al progenitor del otro
vivida (como valor interiormente elegido y activamente irradiante) y algunos sexo. Los jóvenes aplican preferentemente a Dios los sentimientos que expe
rasgos de religiosidad hacia los cuales se sienten inclinados algunos sujetos rimentaron respecto a su madre y las muchachas proyectan con más frecuencia
afectados de psiconeurosis. Diversas observaciones clínicas le hacen establecer sobre Dios los rasgos que apreciaron en su padre. La diferencia, estadístienmen
un paralelo entre ciertos complejos neuróticos, procedentes de los tres períodos te significativa en los sujetos que tienen una preferencia muy diferenciada ha-
críticos mencionados anteriormente, y algunas formas de religiosidad insatis- cia el padre o la madre, tiende, sin embargo, a atenuarse con la edad, con el
factorias: necesidad de gracias sensibles, tendencia a tomar parte en los ritos y alejamiento del ambiente familiar y tal vez con la madurez de una vida espiri
las observancias, aspiración seudorreligiosa a la valoración personal («apare- tual más desarrollada (grupo de los contemplativos). No obstante, esa libera
cer» como el mejor ante Dios y ante los demás). Es preciso observar que esa ción del condicionamiento inicial (inconsciente, entiéndase bien, en la mayoría
religiosidad, cuando se satisface en un comportamiento adecuado, no es una de los sujetos) parece entorpecida por la diferencia más marcada o por la repul-
verdadera actividad religiosa, sino más bien una operación de defensa del yo, sa hacia uno de los progenitores. En estos casos, la evocación divina puede
que encuentra en ella un medio de adaptación siempre precario. La psicoterapia, hallarse (y al parecer por largo tiempo en ciertos individuos) fuertemente orien
aun liberando al sujeto de sus necesidades neuróticas y, por tanto, de sus tada hacia las características del progenitor preferido o gravemente compro
formas arcaicas de religiosidad, no desemboca automáticamente en la religión metida por su relación demasiado estrecha con el progenitor rehusado, lísi
auténtica. última situación abre el campo a una crisis religiosa y, virtualmentc, ni uteí
La liberación de los rasgos neuróticos de la religiosidad hace posible la re- mo. El examen de algunos casos particulares (en el estudio citado) permir
ligión, pero hace posible asimismo el agnosticismo y la irreligiosidad. Esa inde- sospecharlo así.
pendencia relativa de la religión espiritualmente adulta con respecto a su Valoración. Considerado en el adulto normal, el problema del untropomoi
substrato psíquico ilustra una vez más cómo una religión ilusoriamente fun- fismo (imaginativo o afectivo) se relaciona con la cuestión mucho más gcncrnl
dada sobre un antropomorfismo afectivo se convierte en un motivo posible de (en último término, filosófica y teológica) de saber si la misma religión no es
irreligiosidad, si no de derecho (cosa que discutiremos en la última parte de otra cosa que una proyección de nuestras necesidades afectivas, cuestión ya
este capítulo) al menos de hecho, en ciertos sujetos neuróticos o en ciertos suscitada por Freud y por la psicología moderna en su conjunto. Remitámosla
períodos críticos de la evolución de los sujetos normales13. ti la última sección de este capítulo, donde podrá ser considerada teniendo en
Sería un error pensar que el antropomorfismo afectivo no estorba el des- CUCHIii otros rasgos de la religiosidad espontánea.
arrollo religioso sino en los sujetos neuróticos bloqueados o retardados. Es Advirtamos que en la fe obedecemos a un movimiento radicalmente dife-
posible hallar sus huellas en cristianos que evolucionan espiritualmente de for- rente ilc lodo antropomorfismo cuando meditamos en el misterio de ln Fincar
ma satisfactoria. Una de nuestras alumnas, la señorita Monique Hallez14, ha nación. En efecto, en lugar de «proyectar» sobre Dios unas imaginaciones .»
podido demostrar que las «imágenes paternas» desempeñan durante mucho uiiiis necesidades afectivas nacidas en el hombre, aprendemos a descubrir \
u contemplar cuál es la verdadera naturaleza de Dios cuando se cxpicsu cu
12
L. Ancona, Interpretazione clínica del comportamento religioso: «Archivio di Psicología conductas humanas: la del Verbo históricamente encarnado. Así, «crin en J<
Neurótica e Psichiatria» (1961), pp. 7-28. siicristo, contemplado por la fe, donde el antropomorfismo hallaría su corree
" Ejemplos muy apropiados de estas trayectorias psicológicas han sido suministrados por ción y su mutación definitiva, incluso en el plano psíquico. Pero antes de llcgw
I. Lcpp, Psychanalyse de l'athéisme moderne,'París, Grasset, 1961.
" A. Godin y M. Hallez, Images paténtales et paternité divine: «Lumen Vitae», 19 (1964), u ello, muchos hombres corren el peligro de ver zozobrar su actitud rcligiosu
|.p. 243-76. rechazando una imagen antropomórfica de Dios sobre la cual su inteligencia
278 A. GODIN
DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 279
crítica no quiere saber nada. Esa tentación es tanto más fuerte cuanto que dos
rasgos psicológicos de la religiosidad espontánea están en regresión constante nen que si no hubiera habido robo al pasar por el puente el protagonista de la
a partir de la segunda infancia: el animismo y la mentalidad mágica. historia no se hubiera caído al agua):

6 años 7-8 años 9-10 años 11-12 años

II. EL ANIMISMO 83% 73% 54% 34%

Se entiende aquí por animismo (psicológico) una propensión a dotar de inten- Hay que advertir que numerosos niños, según los extractos de conversa-
ciones al universo inanimado y al mundo de los seres vivientes. No se trata, por ciones citados por la autora, invocaron la imagen de Dios castigador al explicar
tanto, exactamente del animismo del que hablan los etnólogos, los historiadores su respuesta. Si se pregunta: «¿Sabe el puente que el niño que lo atraviesa
de las religiones o algunos psicólogos: atribución de la vida y de la conciencia a es un ladronzuelo?», algunos niños responden que el viento se lo ha dicho.
los objetos del mundo exterior. La expresión será tomada aquí en un sentido Otros dicen que Dios sí que lo sabe. Piaget escribe: «Se trata, sin duda, de una
más restringido, frecuente en psicología, a saber: atribución de intenciones por fórmula aprendida» (p. 205). Y no se equivoca. Pero es fácil darse cuenta,
una especie de «finalismo» 1S psicomoral en la interpretación de las cosas o de leyendo el conjunto de la obra y sobre todo las numerosas investigaciones repe-
los acontecimientos. Este «intencionalismo», muy fuerte en los niños que se ha- tidas con el mismo método en diversos medios religiosos y culturales ", que la
llan en el estadio llamado «precausal», se mantiene como una disposición impor- reacción estudiada pertenece a una capa profunda de la mentalidad infantil, am-
tante en el aparato psíquico de los adultos y es capaz de reaparecer sin control en pliamente independiente de la instrucción religiosa adquirida. Su disminución
ciertas condiciones: intoxicación, terror, patología mental. Estudiado por Jean regular con la edad en todos los ambientes culturales estudiados no puede dejar
Piaget bajo el término de «justicia inmanente» u, este intencionalismo merece, ninguna duda. Aunque los papeles respectivos de la maduración (afectiva) y
a nuestro modo de ver, el nombre de animismo punitivo pata, distinguirlo del de la educación socialmente recibida (instrucción) sean difíciles de discernir,
animismo protector, cuya curva de desarrollo no se presenta de la misma la convergencia de los resultados obtenidos no puede por menos de sorpren-
manera. der: la interpretación de los fenómenos (comenzando por los naturales) por
medio de las «causas segundas», por las causalidades naturales o físicas, pre-
valece gradualmente. Un pensamiento científico reemplaza a un pensamiento
a) Animismo punitivo intencionalista y finalista espontáneo. No se puede subestimar la importancia
de esta evolución en el plano de las actitudes religiosas, donde las ideas de jus-
En el estudio ya antiguo que acabamos de mencionar, Piaget utilizaba cinco ticia inmanente y providencia retributiva son fácilmente tomadas por realida-
pequeñas historias, que proponía verbalmente a cada niño, seguidas de pre- des a breve plazo: las manipulaciones intervencionistas de un Dios que maneja
guntas formuladas de manera flexible en una conversación individual. En cada el mundo con fines psicomorales.
historia, un niño es víctima de un hecho fortuito, cuya causa física es percep-
I ,n relación de un pensamiento «cientifista» (es decir, de un pensamiento
tible, pero que se da en situaciones en las que se halla implicado un factor
denl ffico cine excluye todo significado religioso en el plano del pensamiento
moral. Así, por ejemplo, un ladronzuelo de manzanas huye de los guardias,
simbólico) con el ateísmo es suficientemente conocida para que tengamos que
pasa corriendo por un puente deteriorado y se cae al agua. ¿Cómo es que se poner ele relieve sus manifestaciones. La ausencia de pensamiento religioso
cayó al agua...? simbólico es responsable de la tensión que se mantiene en los estudiantes entre
Dejando a un lado una quinta parte de las respuestas, que son vacilantes, su cultura científica y sus creencias religiosas. Entre ocho factores, enumerados
la señorita Rambert señalaba en 167 niños (Ginebra y Jura Vaudois) la pro- por estudiantes agnósticos o ateos como elementos que contribuyeron a su per-
porción siguiente, ordenada por edades, de respuestas «animistas» (que supo- dida o a su falta de fe, la convicción de que la «ciencia contemporánea puede
15 !
Este término ha sido propuesto por M, Laurendau y A. Pinard, La pensée caúsale, París, ' Estos trabajos han sido resumidos y bien comentados por C. Jahoda, Cbild-Animism.
l'UF, 1962, p. 9. En él encuentran una de las cinco manifestaciones de la mentalidad «precausal» A Critkal Survey of Cross-Cultural Research: «Journal of Social Psychology», 47 (1958), pp. 213-
de los niños. 22, en el plano del método psicológico, y por A. Godin y B. van Roey, Justice inmanente el pro-
" J. Piaget, Le jugement moral chez l'enfant, París, Alean, 1932. teclion divine: «Lumen Vitae», 14 (1959), pp. 135-52, en el plano de las implicaciones religiosa!.
280 A. GODIN DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 281

explicar todos los fenómenos naturales» es el más frecuentemente suministrado ción bastante estrecha con el instinto de defensa, pero la educación puede apro-
(44 por 100 de los casos), siguiéndole después «la existencia de penas y sufri- ximarlo a la actitud basada en la simpatía o en la apertura al otro. Se ha dicho
mientos no merecidos» 18. Otro estudio americano reciente demuestra que que «el miedo engendra los dioses». Tal vez. Pero sería la aspiración a la pro-
cuanto más activamente y con mayor éxito participa un estudiante en la inves- tección, a la simpatía, a la benevolencia, lo que les daría una consistencia...
tigación científica menos cree religiosamente19. Entre más de 1.600 obreros de y un porvenir en el plano psicológico.
ocho empresas yugoslavas, el motivo alegado con mayor frecuencia (32 por 100 La fe en una Providencia, ¿está acaso intrínsecamente ligada al animismo
de las respuestas) para explicar la incredulidad es «la opinión de que la vida y
espontáneo? Y ¿qué pensar de una enseñanza cristiana que, hacia los diez-doce
el trabajo dependen de los hombres y no de fuerzas sobrenaturales» 20. Por
años, edificase sobre él sus lecciones acerca de la Providencia divina? Si fuese
ingenuas que puedan parecer estas respuestas con relación a un pensamiento
ése el caso, sería muy de temer que la fe en la Providencia se viera rápidamente
religioso profundo, no dejan de manifestar qué tipo de imagen de Dios se
amenazada...
rechaza actualmente.
Pero ¿es en la Providencia cristiana donde desemboca ese animismo es-
pontáneo, cuyo declinar señala actualmente el desarrollo intelectual y cultural?
b) Animismo protector Creemos que no. En efecto, las «intenciones» punitivas o protectoras propias
del animismo psíquico: a) son a corto plazo; b) trastornan las causas segundas,
Puesto que las intervenciones de un Dios «aguafiestas» son progresivamen-
introduciendo en ellas finalidades morales cuya acción sigue siendo, sin embar-
te rechazadas, pasemos a examinar si la relación de animismo obedece a la mis-
go, muy mecánica; c) están orientadas egocéntricamente (desde el punto de
ma ley de decrecimiento regular en función de la edad cuando las historias pro-
vista del hombre) y son soportadas pasivamente. Ahora bien: la Providencia
puestas se refieren a situaciones en las que el niño aparece protegido, ayudado,
cristiana, debemos recordarlo: a) dispone todas las cosas para acabar en la
sacado de apuros por causas fortuitas capaces de ser interpretadas en un sen-
gloria final del amor divino; b) respeta enteramente la autonomía de las cau-
tido naturalista o en un sentido animista (acogida favorable de una oración).
sas segundas, cuya organización estable es una de las expresiones del «gobier-
Un estudio de Bernadette van Roey21 ha venido a ilustrar este aspecto de no» divino (sin excluir el caso excepcional del milagro); c) invita al hombre
la cuestión, al menos en un ambiente de niños cristianos de seis a catorce años. a una mentalidad teocéntrica, no sólo para descubrir la parte que le corresponde
La reacción al tema del intencionalismo protector se ha revelado: a) Mucho en el designio de Dios, sino también para discernir activamente el sentido cris-
menos potente inicialmente (seis-siete años) que el intencionalismo punitivo. tiano de todo acontecimiento, bueno o malo.
b) Según una curva diferente, que aumenta primeramente, pasa por un vértice
hacia los doce años y luego declina con bastante rapidez, para alcanzar el otro Ya lo vemos: la noción cristiana de Providencia exige, punto por punto,
hacia los catorce años. Así, esta reacción de animismo protector parece ser una seria transformación del animismo psíquico correspondiente a la religiosi-
menos natural (más «cultural»), pero apoyarse igualmente en un fundamento dad espontánea. Puede ocurrir que llegue incluso a sustituirla si, como pensa-
afectivo (¿necesidad de seguridad?) en vías de regresión. mos, ésta se manifiesta cada vez más languideciente.
Valoración. La reacción animista (finalismo psicomoral), bajo su doble
forma punitiva y protectora, es un componente importante en el desarrollo de
las actitudes humanas y religiosas. Según una idea del profesor Etienne de III. LA MENTALIDAD MÁGICA
Greeff 22> ese intencionalismo es un modo de conocimiento espontáneo en rela-
Tan antiguo como el mundo de los hombres, existe un doble deseo: captar
" J. Havens, The College Student and his Religión: «Journal for the Scientific Study of Re- mediante ritos las misteriosas energías incluidas en la materia y conquistar
ligión», 3 (1963), p. 55.
" R. Stark, On the Incompatibility of Religión and Science. A Survey of American Gradúate ciertas ventajas espirituales por medios exclusivamente materiales. La primera
Students: «Journal for the Scientific Study of Religión», 3 (1963), pp. 3-20. actitud alimenta una magia pretécnica, en la cual el encantamiento presuntuoso
10
A. Fiamengo, Croyances religieuses et changements technologiques en Yougoslavie: «Archi- no ha cedido todavía el puesto a la paciente sumisión a lo real, que descubre
ves de Sociologie des Religions», 15 (1963), p. 111.
11
A. Godin y B. van Roey, o. c. y utiliza las leyes de la naturaleza. La segunda actitud suscita una magia pre-
" E. de Greeff, Les instinets de défense el de sympathie, París, PUF, 1947, p. 73. rreligiosa o pararreligiosa, en la cual la verdadera naturaleza del espíritu (coraje
282 A. GODIN DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 283

moral, apertura hacia los demás, invocación) se halla como sepultada y a veces allí donde la mentalidad mágica necesita buscarse objetos, éstos son seculariza-
comprometida. dos y pierden cada vez más su relación con la religión cristiana26. Sin duda, hay
La idea de conquistar la seguridad, el poder o incluso el amor mediante que congratularse por ello. Sin embargo, el problema de las oraciones no escu-
ritos realizados con exactitud (ofrendas, gestos o palabras estereotipadas) cons- chadas sigue siendo para muchos el obstáculo contra el que se estrella su des-
tituye quizá un aspecto esencial de la condición humana, en todo caso muy arrollo religioso, bien para mejorar (cuando la oración se convierte poco a poco
primitivo y en cierto sentido fundamental. en el medio de una unión más profunda con el plano divino), bien para empeorar
Muchos autores han subrayado que, contrariamente a la actitud religiosa, (cuando la repulsa de toda oración acarrea un ateísmo práctico). Numerosos
la actitud mágica tiende a dominar, a captar fuerzas inmanentes en el mundo sondeos han revelado que «la inutilidad de la oración» ocupa frecuentemente
o en los objetos; que posee un carácter «real» y no «personal» y que tiende el primer puesto entre los motivos efectivos de la incredulidad Z7. Pero se trata
a convocar y no a invocar. El punto de vista psicológico sobre estas cuestiones las más de las veces de la oración bajo su forma más burda: petición de favores
ha sido ampliamente estudiado por Jean Cazeneuve a y el doctor H. Aubin u. completamente egocéntricos. Durante los años de la adolescencia, R. H. Thou-
Este último escribe: «Nos encontramos en el campo de la magia cuando creemos less y L. B. Brown M han podido comprobar la disminución rápida de la fe en
captar automáticamente la fuerza de la que queremos hacernos dueños sin ape- la eficacia material de las oraciones de petición de favores; pero, al mismo
lar a ninguna divinidad, sin ningún acto de sumisión auténtica.» En el plano tiempo —y esto nos parece de extremada importancia—, el mantenimiento
de las religiones, cabría siempre preguntarse si no existe una sumisión (al me- del sentido de su oportunidad, incluso en las de mayor edad entre las 126 jó-
nos simbólica) por el mero hecho de recurrir a prácticas instituidas y que por venes australianas de doce a diecisiete años interrogadas en ese sondeo. Así,
sí mismas no pueden producir el efecto deseado. Es verdad que en ciertos in- pues, el hecho de que las oraciones no hayan sido escuchadas aparece como una
dividuos podría tratarse únicamente de una sumisión a imperativos socio- prueba purificadora para la religiosidad mágica o supersticiosa, espontánea en
culturales. Esta observación basta para dar a comprender que un observador los años de la infancia. De ella puede brotar una oración espiritualmente mejor
exterior apenas podrá discernir si se trata de una práctica mágica o religiosa. orientada.
De hecho, no es la práctica la que es mágica o, al contrario, la que adquiere
valor de expresión religiosa, sino la mentalidad del que la realiza. El supers-
ticioso enciende la misma vela, recita la misma invocación que el hombre reli- b) Mentalidad mágica en la vida sacramental
gioso, pero con un espíritu profundamente diferente. El primero lleva a cabo Que resulta difícil introducir a los jovencitos en la mentalidad sacramental
un acto que se inscribe en la prolongación del animismo del que hemos habla-
verdadera, que es difícil hacerles superar una comprensión mágica de la fórmula
do: espera de ella una protección automática asegurada. El segundo manifiesta
teológica según la cual el sacramento actúa ex opere operato, he aquí lo que
mediante un comportamiento simbólico su unión, su sumisión, su esperanza,
no podrá negar ningún educador psicólogo.
su ofrenda, que son movimientos interiores y espirituales.
Hemos intentado, con la colaboración de la hermana Marthe, construir una
La mentalidad mágica y la reacción contra la superstición que comporta
prueba sencilla que permita descubrir el nivel de la mentalidad mágica o, por
tiene dos puntos de interferencia con el desarrollo religioso que se opera en
el contrario, sacramental de los niños y preadolescentes cristianos29. La edad
el interior del cristianismo: la eficacia de la oracióti y la mentalidad sacramental.
de los once a los catorce años aparece como especialmente crucial en la adqui-
sición del verdadero espíritu sacramental o bien para la fijación de una menta-
a) Eficacia mágica u oportunidad religiosa de la oración
En todos los países de la Europa contemporánea, las prácticas mágicas que " Sobre este punto léase a J. Maítre, Religión populaire et populations religieuses: «Cahicn
tienden a fomentar una mentalidad supersticiosa retroceden sin cesar M. Incluso I nternationaux de Sociologie», 27 (1959), pp. 95-120.
" Así, en el estudio de G. B. Vetter y M. Green, Personality and Group Factors in the
23
Making of Atheists: «Journal of Abnormal and Social Psychology», 27 (1932), pp. 179-94.
J. Cazeneuve, Les rites et la condition húmame, París, PUF, 1958. u
R. II. Thouless y L. B. Brown, Les priéres pour demander des faveurs, en De l'expériencc...
" II. Aubin, L'homme et la magie, París, Desclée, 1952, p. 227. (cf. nota 4), pp. 129-36.
" Víase, por ejemplo, M. Leproux, Medicine, magie et sorcellerie (Le folklore charentais), " A. Godin y sor Marthe, Mentalité magique el vie sacramentelle: «Lumen Vitae», 15 (1960),
París, PUF, 1954. pp. 270-88.
284 A. GODIN DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 285

lidad mágica, contra la cual las ironías externas de cierto ambiente cristianizado Las investigaciones y encuestas relativas a la adolescencia subrayan a me-
podrán despacharse a su gusto. nudo el carácter «moralizante» de las preocupaciones religiosas en esa edad.
Valoración. «La religión —escribía el padre Agustín Leonard OP — se Por una parte, la obligación religiosa se siente intensamente como un gran
ve siempre amenazada por el peligro de degradarse en superstición; la expe- peso que recae sobre la conducta moral y, en particular, sobre los problemas
riencia de lo sagrado puede caer en una experiencia mágica de lo sagrado. Así, que plantea una sexualidad cuyas manifestaciones son difícilmente controlables
el sacramento, que es rito eficaz en el que el hombre se hace el instrumento de para la mayoría. Por otra parte, si la oración del adolescente se abre a horizon-
Dios, en un contexto de gracia y de amor, puede transformarse existencial y tes más variados, menos ingenuamente egocéntricos, se desarrolla ampliamente
subjetivamente en un rito simbólico eficaz, en el que Dios se convierte en en torno a cualidades morales que es preciso adquirir: fuerza para cumplir con
el instrumento del hombre para una coacción impuesta por un mecanismo el propio deber, seguridad de una victoria en la lucha contra un ambiente cuyos
ciego». límites e imperfecciones sienten vivamente los adolescentes.
La restauración de los «signos sagrados» en la liturgia cristiana, siempre A una pregunta formulada por el hermano Etienne 32 : «Cuando rezáis, ¿qué
amenazada por el riesgo de degenerar en magia o en espectáculo3I, permitirá es lo que pedís a Dios para vosotros mismos?», el 35 por 100 de los mucha-
al cristiano y a todo hombre de buena voluntad asociarse activamente a los chos de catorce años y el 30 por 100 de los de quince señalan en primer lugar
gestos expresivos que prolongan la obra salvadora de Cristo. La mutación de la. resistencia al pecado de impureza. Y esa respuesta, unida a la oración «para
la mentalidad mágica en mentalidad religiosa y sacramental sigue siendo, sin obtener éxito en los estudios», ocupa con mucho el primer lugar, muy por de-
embargo, problemática, y para el hombre, incluso para el adulto, tiene que lante de las oraciones de la fe, la gracia o la caridad, que no se mencionan más
rehacerse sin cesar. Ella supone un abandono, en la fe y en la esperanza, a la que en el 10 por 100 de los casos aproximadamente.
más difícil, pero también más valioso y más puro donde se mantiene fielmente, Y como la realización de la rectitud moral, especialmente en materia sexual,
acción divina, abandono que el clima técnico de nuestra cultura hace tal vez puede hacerse esperar mucho tiempo, no faltan encuestas para revelarnos que
las dudas prolongadas y graves contra la fe están en relación con las «dificul-
tades para conservar la pureza» (el 23 por 100 en el estudio del padre Pierre
IV. EL MORALISMO Delooz)", «obstáculos que se oponen a la pureza» (el 42 por 100 entre las mu-
chachas de la enseñanza técnica que respondieron a Suzanne van Espen) M,
Si fuera suficiente superar la religiosidad marcada por los rasgos de la men- «confusiones entre dificultades psíquicas personales e incertidumbres religio-
talidad precausal (animismo y magia), se desembocaría tal vez en un teísmo sas» (factor principal destacado por Pier Giovanni Grasso)35.
filosófico, en una creencia en un «Deus otiosus», en una adhesión racional y Se hace frecuentemente difícil vincularse ,a Dios como pecador, aceptando
fría al Dios lejano y prácticamente ausente. Sin embargo, en la adolescencia el peso de la propia impotencia para alcanzar las normas morales, depender
este camino se encuentra de repente obstruido y, en cierto sentido, enriquecido espiritualmente más de él y esperar la propia salvación de él solamente. Ruth
por la brusca aparición (algunos dicen reaparición) de un sentimiento psíquico Ann Funk M ha establecido claramente que, entre 61 sujetos (entre una pobla-
de culpabilidad. Frecuentemente vinculado al despertar de la pubertad, no ción de 255 estudiantes universitarios de diecisiete a veinticinco años) que
carece de ambigüedad en cuanto atañe al despertar de una conciencia religiosa |X)NCÍHII tendencias hacia la ansiedad en su personalidad, existía una correla-
del pecado.
Por moralismo entendemos el predominio de las preocupaciones morales " I Inmuno Eticrttic, Une enquete dans les classes de troisieme el de quatrieme: «Cathequis-
en el campo de la conciencia religiosa, que puede llegar hasta identificar indebi- k-s», 1 (1956), pp. 35-40.
" P. Delooz, La /oís des eleves de Venseignement de l'Etat en Belgique, Bruselas, Ed. de
damente la moral con la religión. «l'oycr Notrc-üíimc», 1957, p. 17.
" S. van Espcn, La foi des étudiantes de l'enseignement technique, tesis inédita, Lovaina,
30
A. Leonard, La métamorphose du sacre dans la superstition: «Supplément de la Vie Spiri- Inmitut des Sciences Religieuses, 1959.
tuelle», 28 (1954), p. 9. " P. Ci. Grasso, Vondamenti sociología e psicología dell'educazione religiosa: «Educare»,
31
La liturgie: magie, spectacle ou action divine? Este es el sugestivo título de un estudio KOIIIII, lid. PAS, 1960, vol. II, pp. 45-184.
psicológica y teológicamente ilustrativo publicado por el reverendo D. Busato, Toulouse Privat '" A. R. Funk, A Survey of Rcligious Altitudes and Manifest Anxiety in a College Population,
1962. tenlit inédita, disponible en microfilm, Ph. D. Thcsis, Purdue University, Indiana, EE. UU., 1955.
286 A. GODIN DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 287

ción significativa entre el hecho de tener dudas más graves acerca de la fe, los ponentes de la existencia humana: el de la autonomía de la conciencia moral,
sentimientos de culpabilidad y las necesidades más acendradas (aunque frus- el del origen y el fundamento último de los valores. Tal componente se com-
tradas) de «consuelos religiosos». bina hacia el final de la adolescencia con la última fuente del ateísmo psicoló-
Respecto al tema de la repulsa de la culpabilidad, entra entonces en juego gico que nos queda por analizar, a saber: el psicologismo como explicación
una opción religiosa. Negar a Dios es también, según algunos, liberarse de una última de la religiosidad.
culpabilidad que no tiene su último fundamento en los valores humanos. Re-
chazar los imperativos del super-yo37 y al mismo tiempo toda relación con un
Dios severo o perdonador, tal sería la condición para abrir esos caminos de V. EL PSICOLOGISMO
libertad sobre los cuales marchan los que construyen un mundo mejor, el mun-
do de la solidaridad humana. Así se expresa Francis Jeanson para justificar su Por psicologismo entendemos tanto la propensión a creer que el objeto
ateísmo (a petición de una revista católica)38: «El ateísmo, en lo que a mí res- de la creencia religiosa responde a necesidades afectivas, a las que calma satis-
pecta, no tiene otro sentido que ese rechazo de la culpabilidad... El ateísmo, faciéndolas, como la crítica destructiva de la adhesión religiosa, según la cual
para mí, no se preocupa por probar la no existencia de Dios, sino por dar al los valores religiosos no serían más que la proyección de nuestras necesidades
hombre un motivo para su propia existencia... Si Dios existe, comprendo que y de nuestros deseos. En el primer caso, se trata de un psicologismo ingenuo
haya sufrido y que continúe sufriendo por la salvación de los hombres. El hecho y que se ignora a sí mismo; en el segundo, de un psicologismo crítico que pre-
es que él es tan culpable como ellos del mal que pueden hacerse o, más bien, tende poder decir la última palabra acerca del «todo» de la creencia religiosa.
que él es el único culpable y ellos los únicos que pueden hacerse responsables Aunque la discusión de esta última actitud compete a la filosofía y a la teología,
de ello... (Pero) Cristo no vino a pedir a los hombres que se golpeen el pecho, llamamos la atención sobre la particular virulencia que esta objeción ha adqui-
sino que se amen... Para no correr el riesgo de traicionar ese deber de solida- rido en la psicología del hombre moderno a partir de Freud, para lo cual nos
ridad, yo rehusaré cualquier otro deber, cualquier otra obligación, cualquier basamos en algunas comprobaciones formuladas ya en páginas precedentes.
otra justicia y, finalmente, cualquier otro amor fuera de aquellos que progre- Sigmund Freud40 descubrió varios mecanismos y fuentes psíquicas de la
sivamente, bien o mal, me esforzaré por establecer con ellos en esta vida, sobre religión: las necesidades afectivas elementales (narcisismo primario) alimentan
esta tierra. Si la moral es posible, no perderá nada con ello. Y si Dios existe, la propensión mística —el sentimiento de culpabilidad (efecto psíquico del
quiero creer que encontrará en eso su provecho». Niiper-yo) se apacigua por medio del ritualismo—; las frustraciones y la angus-
R. G. Kuhlen y M. Arnold han encontrado en 500 jóvenes de doce a dieci- tiu suscitan la creencia en Dios. «Cuando el niño, al ir creciendo, se da cuenta
ocho años diversas desviaciones en las creencias a propósito de Dios, de la sal- de que está destinado a seguir siendo para siempre un niño y que no podrá
vación y de la oración que ilustran bien este aspecto del problema39. prescindir nunca de la protección de poderes soberanos y desconocidos, y pres-
Valoración. Sin duda alguna es triste para un cristiano comprobar que el ta ii esos poderes la imagen de la figura paterna, crea para sí mismo dioses a
llamamiento del Dios encarnado «para salvar a los pecadores» desalienta a nu- ION que pueda temer, a los cuales trata de tornarse propicios, atribuyéndoles,
merosos bautizados, atormentados unos psíquica y moralmente por un senti- no obstante, la misión de protegerle» 4i.
miento de culpabilidad, que no es entendido por otros sino bajo el aspecto de Así, lu religión, al menos en cuanto a su origen y a su fuente psíquica, sería
un moralismo. tilín proyección de deseos inconscientes, compensatorios y más tarde raciona-
Con la propensión al moralismo (y la reacción que acarrea en algunos suje- lizados. A ctitn interpretación, parcialmente correcta, pero que funde la génesis
tos) nos encontramos, sin embargo, frente a uno de los más importantes com- ion el valor objetivo de una creencia, algunos etnólogos y antropólogos apor-
37
Inn el peso de ciertas observaciones. Parece, en efecto, que la naturaleza de las
Se denomina super-yo a una estructura de la afectividad (que se forma en los primeros seis
o siete años de la vida) que desemboca en una regulación automática de los comportamientos y divinidades honradas en numerosas culturas primitivas (dioses benévolos o se-
del sentido de culpabilidad. El super-yo se confunde frecuentemente con la conciencia moral, de veros, propicios o temibles, socorredores o crueles) está en relación con el tipo
la cual no es más que un engranaje inconsciente.
31
Fr. Jeanson, Athéisme et liberté: «Lumen Vitae», 13 (1954), pp. 85-96.
" R. G. Kuhlen y M. Arnold, Age Differences in Religious Beliefs and Problems during Ado- *' S, l'icuil, Das Unbehagen in der Kultur, Viena, 1929.
41
Icscence: «Journal of Genetic Psychology», 65 (1944), pp. 291-300. S. Freud, L'avenir d'une ¡Ilusión, París, Denoül, 1927, pp. 63-64.
288 A. GODIN DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 289

de constricciones educativas que la familia, siguiendo en eso las tradiciones una vida humana el misterio oculto en la Santísima Trinidad, se revela como
culturales, impone a los niños: castigos corporales, baños fríos, tratos rudos, sometiéndose él mismo a las leyes de la creación, como un Dios amigo y salva-
etcétera, o, al contrario, con las intervenciones escasas, benignas y flexibles por dor de los pobres y de los pecadores, como un Dios cuya única riqueza es ofre-
parte de los padres. El destete brusco y la limpieza precozmente exigida poseen cernos la unión, más allá de la muerte, con lo que él es: amor infinito que per-
ciertamente una relación con el «carácter» de las divinidades que forman parte dona y resucita.
de los mitos culturales de los países en que aquéllos se practican. Es asimismo
imposible superar la consideración de una causalidad recíproca entre esos dos CONCLUSIÓN
fenómenos. En efecto, las creencias religiosas han podido tener una gran in-
fluencia cultural sobre las prácticas pedagógicas 42. «Si la irreligiosidad, de la cual está impregnado el mundo contemporáneo
Valoración. Nosotros admitiríamos de buena gana (aunque con ciertas y que se arma con el pensamiento científico en las Universidades, tuviera como
correcciones de detalle) los mecanismos y las disposiciones afectivas, destaca- contrapartida el dar a nuestro sentimiento religioso, a nuestra doctrina, a nues-
das como fuentes de la religión, como fuentes de la religiosidad. Sin duda, éste tra piedad, una idea más fuerte y más eficaz de la trascendencia de Dios...,
es un mecanismo de proyección en su sentido más amplio, que hace compren- habríamos sacado del presente drama espiritual una ventaja considerable y ha-
der el nacimiento en los pueblos primitivos de diversas mitologías que se des- bríamos comprendido mejor la lección, tal vez insuficientemente recordada, de
arrollan en un politeísmo. Se puede pensar, con Mircea Eliade "3, que una de los grandes maestros de la teología y de la mística. Más experimentados y más
las funciones de esos mitos (como también de numerosas actividades del hom- fuertes que nosotros, poseyendo la certeza del Dios vivo, son los primeros
bre moderno) es indudablemente la de mitigar parcialmente la ansiedad psí- después de la Biblia en ponernos en guardia contra la insuficiencia e incluso la
quica, reducir la angustia de los seres humanos conscientemente lanzados en falsedad de nuestras representaciones de lo divino (a las cuales ataca el pen-
el tiempo, que vacilan, sabiendo que son mortales, en sacralizar la historia. samiento científico creyendo con ello combatir a la divinidad misma)» 44.
Mientras las actitudes religiosas continúen regidas por el «principio del Si los hechos que hemos señalado son exactos y si los análisis que hemos
placer» (necesidades afectivas), mientras sus objetivos no rebasen las conduc- sugerido son fundados, la trayectoria del hombre (incluso el cristiano) hacia el
tas pasivamente sometidas a una moralidad social o que responda a una pre- Dios vivo no se realiza sino siguiendo ciertas etapas. Ellas constituyen otras
ocupación utilitaria (por ejemplo, en ciertos psicólogos modernos, la de proteger tantas pruebas. Purifican la imagen divina que se había esbozado en un prin-
la salud mental), mientras no progresen en la línea del «principio de realidad» cipio a partir de una religiosidad espontánea, pasivamente estructurada (con-
(sumisión a lo real), aparecerán probablemente cada vez más caducas y los dicionada) por necesidades afectivas elementales y por los estímulos más o
mitos que ellas engendran o alimentan serán cada vez más precarios en pro- menos educativos del ambiente cultural y de las instituciones socio-religiosas.
porción al progreso de la madurez y de la reflexión humanas. «El hombre es naturalmente religioso, pero no es naturalmente cristiano» 4 \
Ahora bien: a nuestro modo de ver, esta comprobación deja enteramente Al ir creciendo, el hombre se plantea cada vez con mayor fuerza el proble-
a un lado al Dios que se nos revela en Jesucristo. ma de su adhesión a Dios en la medida en que él mismo, psicológicamente, se
Lo que exigen nuestras necesidades psíquicas es un Dios fuerte, interven- construye su imagen. Unas veces, en una actitud de rebelión, rechaza a un Dios
cionista y protector, y no un Dios débil, pobre, modesto y humillado. Ni la ilcl que piensa haber visto claramente que no es más que una idea, una proyec-
aparente ausencia de Dios en el arco del universo creado (no audición de las ción útil para un tiempo determinado (para los niños, la moralidad; la salud
oraciones egocéntricas), ni el Crucificado que perdona a sus enemigos, ni el mental o el ordtjn en la tribu o en la ciudad). Esta repulsa se ve actualmente
alimento eucarístico, prenda de la resurrección, pueden aparecer como proyec- fomentada por la desacralización de la naturaleza que acarrea la cultura téc-
ciones de nuestros corazones infantiles o como productos de nuestros deseos nica **. Otras veces, mejor inspirado y más filósofo, se pregunta acerca del sig-
psíquicos. Cuando Dios se manifiesta y entra en la historia, cuando expresa en 44
Cnrd. Montini, Discorso alia Federazione Universitaria Cattolica Italiana (1 de septiembre
de 1959): «La Documentation Catholique», 56 (1959), n. 1317, col. 1502.
41
Hemos resumido algunos de esos trabajos en Psychologie religieuse positive: le probléme " P. A. Liegé, Un certain message de l'athéisme, cap. 4 en el vol. Vivre en ebrétien, París,
des parametres: «Archiv für Religionpsychologie», 8 (1964). l''nynid, 1960, p. 38.
" M. Eliade, Le mythe de l'éternel retour, París, Gallimard, 1949; y Aspects du mythe, París, " Sobre este tema y sobre la posible aparición de nuevas formas de lo «sagrado», víase
Giillimnrd, 1963. A, Vergotc, De l'expérience religieuse, en el vol. De l'expérience... (cf. nota 4), pp. 31-44.
1U
290 A. GODIN DESARROLLO PSICOLÓGICO Y TENTACIÓN DEL ATEÍSMO 291

nificado (o «intencionalidad» profunda) de sus proyecciones simbólicas, que le Rümke, H. C, Karakter en aanleg in verband met het ongeloof, Amsterdam, Ten Have, 1949;
diferencian claramente del animal y le hacen superar, al menos por un impulso trad. ing.: The Psychology of Unbelief, Londres, Rockliff, 1952.
y una aspiración, el aislamiento, el mal y la muerte 47. c) Análisis psicosociales e indicaciones psicopedagógicas podrán encontrarse en los siguientes
volúmenes:
Sin embargo, hay mucha distancia entre esta interrogación y el descubri- Anónimo, Le mete della catechesi (Actas del II Coloquio Nacional, Asís, 1960), Turín, Elledi-
miento y aceptación del Dios que habla y se revela en su Hijo, históricamente ci, 1961.
encarnado. «Creer no es sólo querer la verdad divina, sino escuchar la voz que — Adulte et enfant devant Dieu, Bruselas, Ed. «Lumen Vitae», 1961.
Cnrrier, H., Psycho-sociologie de l'appartenance religieuse, Roma, Universidad Gregoriana, 1960.
brota precisamente de la "debilidad' de Dios» 48. Ya hemos aclarado por qué Círasso, P. G., I giovani stanno cambiando, Zürich, PAS-Verlag, 1963.
tal llamamiento puede frecuentemente angustiar la afectividad humana en la Jacob, Ph. E., Changing Valúes in College, Nueva York, Harper, 1957.
medida misma en que se ha mantenido en un estadio infantil. En todo caso, Thun, Th., Die religiose Entscheidung der Jugend, Stuttgart, Klett, 1963.
Van Doornik, N. G. M., Jeugd tussen God en chaos, La Haya, Nijhoff, 1948.
dicho llamamiento exige una mutación profunda, una conversión de nuestros
deseos más espontáneos (en particular de nuestros deseos de poder), antes de
ser reconocido como llamamiento divino y ser amorosamente aceptado.
Ante esta suprema Realidad, cada uno de nosotros permanece estupefacto
y vacilante. Resulta tan sorprendente para la psiquis humana, que no puede
haber sido inventado. Pero se comprende desde este momento que cada hom-
bre, cada grupo humano, cada cultura y cada generación retroceda y vacile un
instante. Entre esa oferta de amor y esa vacilación, continuará sin duda, duran-
te mucho tiempo, representándose el drama fundamental de la historia y rea-
lizándose la obra, a la vez divina y humana, a la que está invitada la comu-
nidad de los hombres.

BIBLIOGRAFÍA

La mayor parte de las fuentes bibliográficas de este capítulo han sido citadas en el texto. Aquí
nos limitaremos a dar algunas indicaciones generales.
a) La psicología de las dudas religiosas, estudiada científicamente, figura de ordinario en un
capítulo de los principales manuales de psicología religiosa positiva actualmente en venta. Se-
ñalemos:
Allport, G. W., The Individual and bis Religión, Nueva York, Macmillan, 1958.
Berguer, G., Traite de psychologie de la religión, Lausana, Payot, 1946.
Johnson, P. E., Psychology of Religión, Nueva York, Abingdon, 1953.
Vergote, A., Psychologie religieuse, Bruselas, Dessart, 1966. Hay trad. española en Taurus,
Madrid.
b) Consideraciones psicofüosóficas de gran interés pueden hallarse en los autores siguientes:
Fessard, G., Sens et valeur de l'athéisme actuel, en De l'actualité historique, París, Desclée, 1959,
vol. II.
Lacroix, J., Le sens de l'athéisme moderne, París, Casterman, 1958.

47
A este propósito, cabe referirse a los análisis fenomenológicos actualmente insustituibles,
por ejemplo, de P. Ricoeur, La symholique du mal. Finitude et culpabilité, París, Aubier, 1960,
vol. II.
41
R. Guardini, El Señor, Madrid, Ediciones Rialp.
CAPITULO IV

EL ATEÍSMO JUVENIL

por

GlANCARLO MlLANESI SDB


Profesor de Psicología en la Universidad
Pontificia Salesiana de Roma

I. INTRODUCCIÓN

Los estudios sobre la religiosidad juvenil han llegado frecuentemente, du-


rantes los dos últimos decenios, a resultados opuestos. Por una parte, se advierte
cierto carencia de categorías teóricas, aptas para encuadrar e interpretar los da-
tai de que se dispone. Pero, por otra, los mismos hechos (es decir, los compo-
nentes de la conducta religiosa) parecen sustraerse a una interpretación precisa
V HP prestan, por tanto, a convertirse en argumento para valoraciones diametral-
mcnie opuestas. La juventud de los años cincuenta y sesenta ha sido descrita
alternativamente como «abierta» o como «indiferente» a los valores religiosos,
OH 110 «HiiHtancialmcnte» religiosa o como privada del «sentido de lo sagrado»,
cuino orientada hacia una «nueva religiosidad» o como víctima «privilegiada»
del pioceso de secularización operante.
I,ti diversidad de significados que sucesivamente se ha atribuido al com-
portamiento religioso de los jóvenes es una prueba del interés suscitado por el
problema, pero es sobre todo un indicio de la complejidad real de la cuestión.
Ilu Halado completo sobre el ateísmo de los jóvenes supera, claro está,
rl ilmbilo de trabajo en el que se halla inserto nuestro estudio y postula una
lelerencin continua a los problemas generales de la religiosidad juvenil con-
h'iM|toriínca, afrontados con método interdisciplinar y con una preocupación
de síntesis. Un Halado de tal envergadura y de tal alcance posee dimensiones
que rebasan la finalidad de nuestro estudio. Por ello interesa fijar previamente
294 G. C. MILANESI E L ATEÍSMO JUVENIL 295

el sentido de este estudio acerca del ateísmo juvenil, en relación asimismo con de «descristianización» que interesa cada vez a más amplias áreas culturales. Es
otras investigaciones previstas en esta obra general sobre el ateísmo. claro que tales premisas están contenidas en el «significado» sociológico (cuan-
titativo y cualitativo) del ateísmo juvenil.
1. La dimensión sociológica
La primera cuestión que se plantea al sociólogo es la de poner de relieve 2. La dimensión psicológica
la consistencia cuantitativa del fenómeno del ateísmo juvenil, cribando los re- Que el ateísmo del adulto hinca sus raíces en el ateísmo del joven es una
sultados de las investigaciones de que disponga en base a su empeño metodo- hipótesis difundida tanto a nivel científico como al nivel de la opinión pública.
lógico, al grado de representatividad de las muestras elegidas y a la validez de Corresponde al psicólogo comprobar la exactitud de tal afirmación integrándola
los conceptos sociológicos generales y específicos. con las aportaciones de la sociología, destacar el giro que adoptan los comporta-
Una segunda cuestión, ligada estrechamente a la exigencia de un marco tí- mientos irreligiosos para comprobar si efectivamente las curvas del desarrollo
pico adecuado, es la de precisar en términos conceptualmente válidos las reali- tienden a estabilizarse en los niveles de religiosidad o de irreligiosidad adquirí
dades que se designan bajo el nombre de ateísmo. Esto no significa únicamente dos en la juventud (y antes aún si se tienen indicios de que tal ateísmo se instan
determinar en el interior del fenómeno una tipología bien articulada de los ni en esa edad) y estudiar los dinamismos del fenómeno del ateísmo juvenil, sea
comportamientos irreligiosos, que poseen una consistencia sociológica más só- en relación al desarrollo paralelo de la personalidad total, sea en relación al des-
lida, sino también traducir a un lenguaje sociológico preciso y, por ello, a un IUTOIIO de la conducta religiosa precedente.
análisis cualitativo las cifras resultantes de la investigación y las indicaciones
lisiamos convencidos de que semejante análisis psicológico, aparte poseer
sociológicas recogidas de las varias ciencias que iluminan el fenómeno del ateís-
un gran valor en sí, lo tiene en sumo grado con respecto a la delimitación de
mo juvenil. Es decir, se trata de encuadrar el fenómeno en las leyes estructu-
ION conceptos básicos de la aportación sociológica. En efecto, ésta, aun no redu-
rales y dinámicas del devenir social, aplicando en primer lugar las categorías
ciéndose ni aspecto psicológico, viene puntualizada por el significado que la con-
consideradas como útiles para explicar sociológicamente el ateísmo en cuanto
ttui'lM ««tea» asume en el marco total de la personalidad del joven.
tal y a continuación las más específicas, aptas para interpretar en particular el
ateísmo juvenil. I'In CNtn fase del análisis la psicología habrá de indagar en todos los niveles
Se nos plantea así el problema de volver a definir la irreligiosidad de los poNlblcs IMN causas, las condiciones, los presupuestos de una conducta irreligiosa
jóvenes en cuanto «esquema de comportamiento», que posee una caracteriza- en ION jóvenes, en el ámbito de una teoría de la personalidad y de la religiosidad.
ción propia en el ámbito de las «instituciones» y de la «cultura» de una deter- I .n exigencia, por nosotros subrayada, de un coherente marco conceptual se im-
minada área geográfica; de investigar su relación con la personalidad del joven, pone necesariamente para evitar la tendencia a la fragmentación que en otros sec-
con su inserción en los grupos y en la sociedad. tores de In psicología ha bloqueado frecuentemente las investigaciones o tornado
En una palabra: hemos de precisar el sentido sociológico del ateísmo como ¡uf mol nonos los resultados.
«valor» en el comportamiento social de los jóvenes y de los grupos juveniles.
De esta explicación preliminar sociológica depende la solución de otra cues- 1 / / dimensión fenomenológica
tión: la del desarrollo o movilidad sociológica del ateísmo juvenil y en general
del ateísmo de los adultos. En efecto, del grado de difusión y de estructuración I l iiníUlnU fcnomenológico de la conducta religiosa se muestra útil y a me-
social de la conducta atea en los jóvenes depende la previsión de la evolución nudo IUTCNUIÍO puní una mejor comprensión de las dimensiones sociológica o
del fenómeno; de la «consistencia» social de los valores «ateos» en el compor- psicológica de In misma. Se entiende aquí el approach (enfoque) fenomenológico
tamiento juvenil se puede deducir el grado de «integración» del ateísmo entre y* en NII Hctitlelo más genérico y metodológico de descripción cuidadosa del fe-
los valores culturales transmitidos a la personalidad básica de la nueva gene- nómeno en iodos sus componentes analíticos a nivel empírico, ya de modo más
ración. específico como comprensión del significado intencional del ateísmo en el marco
En otros términos: se trata de ofrecer las premisas para un juicio acerca de de Iii experiencia psicológica total del individuo.
la irreversibilidad o no irreversibilidad de un fenómeno de «secularización» y El flNpccto subjetivo ilc esta «experiencia» constituye una aportación deci-
296 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 297

siva a nuestro juicio para la comprensión del fenómeno en su objetiva y con- sia». El valor de estas declaraciones se discutirá más adelante desde el punto
trolable estructura psicológica. de vista crítico.
Ofrece además al approach sociológico la primera pista segura para valorar c) Los índices del influjo cultural de la conducta religiosa. En efecto, con
la consistencia «sociológica» del ateísmo juvenil como esquema de comporta- sideramos como un medio eficaz de control del ateísmo el destacar el grado de
miento social específico. «secularización» de las conductas morales y de los valores culturales más comu
Compete al fenomenólogo controlar la validez de los posibles métodos a nes entre los jóvenes de nuestro tiempo.
través de los cuales se intenta, en diversas direcciones, el análisis fenomenológico Estos últimos estudios han sido muy raramente utilizados con respecto a la
de la experiencia «atea» y resolver la dificultad que se presenta para captar a estadística del fenómeno del ateísmo juvenil. Sin embargo, a nosotros nos parece
lo vivo esta experiencia a fin de evidenciar su significado intencional. Ciertamen- una premisa necesaria para una mejor valoración etiológica (especialmente en el
te diremos, anticipando un ulterior juicio, que no parecen ser suficientes los tes- nivel sociológico) de las conductas mismas.
timonios (de origen introspectivo) de los mismos interesados, sino que será pre- Asimismo, tal vez interese adelantar que un cuadro estadístico no tiene sen-
ciso controlar el alcance del «significado» y del valor atribuido por los sujetos tido si los parámetros-base, tomados como concepto clave de la investigación o
a su ateísmo a través de la verificación de las repercusiones culturales de tal del estudio, no son comparables. Por consiguiente, sería necesario analizar pre-
actitud en el resto del comportamiento. viamente los diversos significados que se atribuyen en las varias encuestas a los
Un análisis fenomenológico de este tipo es llevado a cabo en esta obra por términos «ateo», «irreligioso», «religioso», etc.
el artículo de G. Hourdin, por lo cual nosotros prescindiremos de este aspecto. Consideramos, sin embargo, oportuno aplazar esta valoración hasta nuestra
Ncrción crítica, aceptando preliminarmente como válido, aunque tan sólo con
Frente a esta problemática tan compleja, nuestro cometido consiste en pre- un valor indicativo, el cuadro de los resultados en bruto y de conjunto, a fin de
sentar los resultados de los estudios hasta ahora realizados y, en un segundo tener una idea inicial, aunque no sea sino aproximada, del fenómeno'.
tiempo, una vez puntualizada la situación, indicar las líneas para nuevas inves-
tigaciones o para nuevas soluciones de los problemas que hayan surgido. Como ' Por lo demás, nos damos perfecta cuenta de los límites que estudios e investigaciones como
punto de partida parece útil advertir la amplitud del fenómeno que se pretende ION citados por nosotros comportan. La religiosidad es un hecho psicológico y sociológico tan com-
analizar, en base a algunas investigaciones de mayor validez realizadas en amplias plejo, que será siempre problemático «deducir» de algunos índices más bien «de comportamien-
tos» (aunque no precisamente en el sentido behaviorista) la consistencia estructural y dinámica de
áreas socioculturales. Irt conducta religiosa de un individuo o de un grupo.
F,s evidente que la religiosidad no se identifica con «la práctica del culto», ni con la «convic-
ción subjetiva» de la confesionalidad, ni con la práctica «conformista» de ciertas normas morales.
Acerca del valor de tales índices en sociología religiosa, véase, por ejemplo, J. Wach, Sociologie
II. AMPLITUD DEL FENÓMENO DEL ATEÍSMO JUVENIL
ilc l,i reunión, París, 1955, cap. II.
I.IM revistas citadas en las notas se indican con las abreviaturas siguientes:
1. Premisas «l(pl. lidtir.» — «Rcligious Education» (EE. UU.).
«|, ni Puytliol.» -•• «Journal of Psychology» (EE. UU.).
Hemos de advertir previamente que los estudios e investigaciones manejados «), nf Soi'. I'nycliol.» = «Journal of Social Psychology» (EE. UU.).
• Cirnrl, Muñón» «Cienetic Monographs» (EE. UU.).
son muy heterogéneos y reflejan en consecuencia la heterogeneidad de los índices «I'IIVI'IKII, MUIIÜK.» :
«Psychological Monographs» (EE. UU.).
tomados como base para una recensión estadística de la juventud atea. «AIIIPC. J. Soc.» ••• «American Journal of Sociology» (EE. UU.).
Examinaremos en particular: • Atili, dr Soc. de» fací.» = «Archives de Sociologie des Religions» (Francia).
«Krv. Acllon Popul.» = «Kevue de l'Action Populaire» (Francia).
a) Los índices de la práctica religiosa, entendida preeminentemente en el «Sor, Oninp.» «Social Compass» (Holanda).
sentido de participación en el servicio divino y en las más comunes y relevantes «J. <¡rn. Paychol.» = «Journal of Genetic Psychology» (EE. UU.).
«). í. Sciftil. Sluil. of Reí.» = «Journal for the Scientific Study of Religión» (EE. UU.).
conductas de las religiones oficiales. *|. Alm. Soc. Psych.» = «Journal of Abnormal and Social Psychology» (EE. UU.).
b) Los índices de los censos religiosos de las poblaciones estudiantiles, en «Ilvll. I, Soc. Clin. Psychol.» — «British Journal of Social and Clinícal Psychology» (Inglaterra).
«Nnuv. Krv. Theol.» = «Nouvelle Revuc Thcíologique» (Bélgica),
los cuales se han utilizado categorías equivalentes o idénticas a una declaración ..Oiloiii. Pcdng.» = «Orientamenti Pedagogía» (Italia).
de ateísmo, como «ateo», «humanista», «agnóstico», «sin religión», «sin igle- «J. IMIilc und Rcl.» = «Journal of Biblc and Religión» (EE. UU.).
EL ATEÍSMO JUVENIL 299
2. Reseña de los estudios e investigaciones sados, un 16 por 100 declaraba no participar nunca en los servicios religiosos
de su propia iglesia.
A) Estudio acerca de la práctica religiosa entre los jóvenes. No preten- Una impresión análoga se saca del estudio de Allport, Gillespie y Young 4
demos analizar a fondo todos los estudios que hemos utilizado dando cuenta de quienes hallaban en 1948 sólo un 17 y un 38 por 100 (respectivamente, varo-
las diversas variables (edad, sexo, escolaridad, nivel socioeconómico, tipo de nes y hembras) que frecuentaban con regularidad el servicio divino. Por su
educación, etc.) y del valor de las muestras. Tal análisis nos lo impide la falta parte, Brown y Lowe 5 en 1951, entre 887 universitarios pertenecientes a diver-
de espacio y la extremada complejidad de los datos de que disponemos. sas confesiones, registraban un 33 por 100 que no rezaba nunca ni frecuentaba
Nos limitaremos, por tanto, a la exposición de los datos más interesantes con nunca el culto.
algún breve comentario. Seguiremos al respecto un criterio geográfico, reagru- Un estudio de Nelson 6 efectuado en dos ocasiones, en 1936 y en 1950
pando los estudios por áreas culturales afines y manteniendo por lo general un revelaba una media más bien baja con respecto a la observancia del precepto
criterio cronológico cuando se trate de estudios correspondientes a una misma dominical entre los estudiantes.
área. En 1936, la media general era del 5,77 por 100, lo que, en la escala de
Advirtamos, ante todo, que un cuadro completo de la práctica religiosa juve- actitud religiosa de Thurston, equivale a la calificación de neutral o indiferente.
nil habría exigido el control de un número siempre creciente de encuestas, fre- Por otra parte, la actitud religiosa se va haciendo al parecer progresivamen-
cuentemente a nivel científico, pero a veces también a nivel aproximativo en el te negativa con el paso de los años y el avance en los estudios 7.
ámbito de parroquias, diócesis, regiones y categorías. Más claro está que resulta El control efectuado en 1950 revelaba una mejoría en el 19 por 100 de los
literalmente imposible alcanzar un objetivo tan amplio a no ser limitándonos a casos y un empeoramiento en el 52 por 100 8 .
algún sector preciso de investigación. Por este motivo remitimos al lector a los El estudio de Ross 9, en 1950, comprobaba que la observancia religiosa
estudios especializados sobre la materia 2 , deteniéndonos en cambio en algunos normal (semanal) se hallaba en el 48 por 100 de sus sujetos. Los demás no
estudios específicos acerca de la práctica de los jóvenes y en aquellos otros que podían considerarse presumiblemente como practicantes regulares, aunque fue-
han dado un particular relieve al sector juvenil. ra difícil la estabilidad de los no practicantes en sentido absoluto.
El Yearbook of American Churches de 1956, a su vez, proporcionaba un
Empezaremos por los Estados Unidos, donde las investigaciones se han orien- cuadro de la observancia dominical de los jóvenes durante los años de la Grade
tado en gran parte a la realización de estadísticas entre los estudiantes. School, de la High School y del College. Respectivamente, daban el 43, el 47
Ya en 1947, Beckman3 advertía que, en un grupo de sujetos por él cen- y el 51 por 100, lo cual demostraba un incremento de la práctica con la edad
y la escolaridad 10.
«Char. Potent.» = «Character Potential» (EE. UU.). ' C¡. W. Allport, J. M. Gillespie y J. Young, The Religión of tbe Post-War College Students:
«Psychol. Rep.» = «Psychological Reports» (EE. UU.). «|. of Psychol.», 25 (1948), pp. 3-33. La muestra estudiada estaba compuesta por 414 estudiantes
«J. Amer. Psychoan. Assoc.» = «Journal of American Psychoanalytical Association» (EE. UU.). do IH IImviird University y 86 estudiantes del Radcliffe College.
«Americ. Psych.» = «American Psychologist» (EE. UU.). ' 1). (> Urown y W. L. Lowe, Religious Beliefs and Personality Characteristics of College
«Gen. Psych. Monog.» = «Genetic and Psychological Monographs» (EE. UU.). Stmltmlt: «J. of Soc. Psych.», 33 (1950), pp. 103-29. Se trataba de un grupo de estudiantes de
«Intcrn. J. Psychoan.» = «International Journal of Psychoanalysis». k IIIIIVCIKIIIIKI de Dcnvcr: 622 protestantes, 122 católicos, 68 hebreos y de otras confesiones.
«Soc. Forces» = «Social Forces» (EE. UU.). ' lí, NrlMtn, Students' Altitudes toward Religión: «Genet. Monog.», 22 (1940), n. 3, pp. 325-
«Amer. Cathol. Soc. Rev.» = «American Catholic Sociological Review» (EE. UU.). 4.B; Id. Valleras o) Religious Attilude Shifts from College to Fourtheen Years Later: «Psychol.
«Teach. Coll. Contr. Educ.» = «Teachers College Contributions to Education» (EE. UU.). Moiinu », 70 (1956),'17 pp. 1-15. Se advierte que el autor pudo controlar, en 1950, a 1.200 sujetos
«Riv. Soc.» = «Rivista di Sociología» (Italia). dr loa 3,749 n ION que había estudiado catorce años antes. Se trataba de una muestra de sujetos
1
Además de las noticias que se ofrecen periódicamente en revistas especializadas como «Ar- prrtcnrclrntr» a muchas confesiones (protestantes y católicos).
chives de Sociologie des Religions» (París), «Social Compass» (La Haya), «Sociología Religiosa» ' lí. Nclüon, Students' Altitudes toward Religión: «Genet. Monog.», 22 (1940). 3, pp. 352ss.
(Padua), «Revista Internacional de Sociología» (Madrid), «American Catholic Sociológica! Re- " lí. Nelson, Vallerns..., p. 6.
view», que a partir de 1964 ha tomado el título «Sociological Analysis» (River Forest, Illinois, ' M, (i. Ross, Religious Beliefs of Youth, Nueva York, 1950; citado por M. Argyle, Religious
EE. UU.), podemos remitir a la amplia literatura citada en la bibliografía del artículo de S. S. Ac- ñelhiniimr, Glcncoc, Illinois, 1959, p. 36. La muestra de M. G. Ross estaba compuesta por cerca
quaviva, en este mismo volumen. de 2.000 Htijeto» pertenecientes a la YMCA.
1 10
E. Beckmann, What High School Seniors Think of Religión: «Reí. Educ», 42 (1947), Yrarbtmk of American Churches, dirigido por el Nat. Counc. of the Churches of Christ in
pf>. 333-37. La muestra estudiada es de sólo 81 sujetos. USA y por fl. Y, Lnmlis, 1956.
300 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 301

Fichter ", en 1952, había advertido entre los católicos un descenso en la En un artículo panorámico de J. V. Houtte 16 sobre la práctica religiosa
asistencia a misa después de los dieciséis años, con una disminución aproximada dominical urbana en Europa encontramos valores estadísticos interesantes. El
del 20 por 100. censo dominical de once ciudades con más de 100.000 habitantes revela, en
Una impresión análoga extraía Fichter de una investigación posterior n, efecto, que el descenso de la práctica religiosa se da en Francia hacia los trece-
según la cual un católico tipo (el «fiel» en sentido medio, normal) es «muy» catorce años, y en las restantes naciones, durante los años de la segunda ado-
religioso durante la adolescencia y posadolescencia (diez-diecinueve años). A los lescencia (dieciséis-dieciocho) o entre la primera y segunda adolescencia (quince-
veinte se ha de considerar ya como «negligente» respecto a sus prácticas reli- dieciséis) y se estabiliza en los valores mínimos entre los veinte y treinta años,
giosas, y de los treinta a los cuarenta años entra en el período de «más baja para no restablecerse ya si no es en la ancianidad (e incluso entonces en una
práctica» de toda su vida, para recuperarse luego sólo parcialmente. débil medida)".
Más recientemente tenemos en este sector el estudio del equipo dirigido En particular para Francia, el estudio efectuado por Desabie l8 en 1958
por R. K. Goldsen 13, el cual da estos resultados: el 25 por 100 de los sujetos y en la región del Sena confirmaba que la práctica religiosa comenzaba a decli-
responde never or almost never (nunca o casi nunca) a la pregunta acerca de nar hacia los trece años, tanto en los chicos como en las chicas (del 52 al 33,2
su asistencia a los servicios religiosos, y el 21 por 100 mainly on important por 100 y del 57,7 al 36,6 por 100), para estabilizarse hacia los veinte en valo-
holidays (principalmente en las fiestas señaladas) (o. c, p. 157). Estas cifras res en torno al 9-10 por 100 para los varones y al 15,2 por 100 para las hem-
globales ocultan en realidad los datos sobre los participantes regulares, que bras. Sólo después de una disminución ulterior (5,2-8,1 por 100) en la edad
oscilan entre el 20 y el 49 por 100 según la Universidad considerada. media de la madurez, se tenía un ligero indicio de recuperación en la ancianidad
Para la zona del Midwest de los Estados Unidos contamos con los datos (9,6-16,9 por 100 a los setenta y cinco años) (véase o. c, p. 820-21).
obtenidos por J. K. Hadden y R. R. Evans 14 en 1965. Dichos datos parecen En cuanto a la práctica de la comunión pascual, F. Boulard 19 afirma que,
probar que en el período del paso de la High School al College se encuentran por encima de los catorce años, el 34 por 100 de los sujetos se podía considerar
sensibles disminuciones en la práctica religiosa (en oposición a los resultados como practicante. Pero tal cifra resulta poco indicativa, puesto que comprende
del Yearbook de 1956). Las cifras en tanto por ciento de los que antes practi- una gama de edades muy amplia y de diversa práctica religiosa.
caban y ahora lo hacen practically never or less (prácticamente nunca o casi En cambio, es conocido y útil el estudio de G. Hourdin *", basado en los
nunca) son las siguientes: State University, 7,4 por 100 (varones 10,8 por 100, resultados de una encuesta realizada por el IFOP (Instituí Francais d'Opinion
hembras 6 por 100); Central College, 10 por 100 (varones 12,5 por 100, hem- Publique). A la pregunta: «¿Reza usted alguna vez?», el 36 por 100 respondía
bras 7,1 por 100); Midwestern College, 3,5 por 100 (varones 5,9 por 100, nunca, y el 11 por 100, excepcionalmente, para un total del 47 por 100. El
hembras 0 por 100). 56 por 100 declaraba que no acudía con regularidad al culto.
Del conjunto de estos resultados, aunque sean parciales, nos parece que 14
J. Van Houtte, Pratique dominicale urbaine et ages en Europe occidentale: «Arch. de Soc.
podemos concluir, en lo que se refiere a la situación de los Estados Unidos, con des Reí.», 18 (1964), pp. 117-82.
un juicio de H. Carrier 15: «La pratique religieuse est rare; elle n'est conservée " Confróntense los gráficos de la trayectoria de la práctica religiosa en las pp. 126-27 de la
i c. Los resultados analíticos de las diversas encuestas evidencian estos porcentajes de asistencia
que par une portion réduite des étudiants» (o. c, p. 97). 'lomliili'iil entre los jóvenes (respectivamente, varones o hembras): Brest, 31 y 48 por 100 (quinec-
Para Europa se poseen estudios más detallados, además de los efectuados • litrlimcvc nfios); Innsbrück, 27,6 y 39,3 por 100 (catorce-veinte años); Nantés, 34 y 50 por 100
sobre la población en su conjuntó a los cuales remitíamos anteriormente. ii|u!nce-(lircimicve años); Munich, 41 y 45,9 por 100 (catorce-diecinueve años); Gante, 35,2 y
I 1,6 por 100 (quince-diecinueve años); Bolonia, 31 y 41,6 por 100 (dieciséis-veinte años); Lyon,
11
J. H. Fichter, The Profile of Catholic Religious Life: «Amer. Journ. Soc», 58 (1952), '1,5 y 33,6 por 100¡ (quince-diecinueve años); Niza, 12 y 23 por 100 (quince-diecinueve años);
1
pp. 145-49. .linrlcroi, 22,3 y 30,3 por 100 (dieciséis-dieciocho años); Limoges, 15 y 26 por 100 (quince-dieci-
12
J. H. Fichter, Social Relations in a Urban Parish, Chicago, 1954. IIICVC años); París, 16 y 21 por 100 (quince-diecinueve años).
13
R. K. Goldsen, M, Rosenberg, R. M. Williams (Jr.) y E. A. Suchman, What College Studens F,s asimismo importante confrontar el cuadro de la p. 128 para controlar la edad diferencial
Think, Princeton, 1960. La muestra estudiada por este equipo comprende a 2.975 sujetos perte- '•ii In disminución de la práctica religiosa por sexo o por región.
necientes a once Universidades y a diversas confesiones religiosas. " J. Desabie, Sociologie religieuse dans la Seine: recensement du 14 mars 1954: «Rev. Action
14
J. K. Hadden y R. R. Evans, Some Correlates of Religious Participation among College l'upuí.», 120 (1958), pp. 815-23.
Vreshman: «Relig. Educ», 60 (1965), pp. 277-85. " F. Boulard, Prémiers itinéraires en sociologie religieuse, París, 1954, citado por la ed. itn-
" II. Carrier, La religión des étudiants amcricains: «Arch. de Soc. des Reí.», 12 (1961), liiinii, Primi risultati della sociología religiosa, Milán, 1955, p. 25.
pp. 89-105. " G. Hourdin, 1.a nouvellr vague croit-clle en Dieu?, París, 1959.
302 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 303

Una encuesta posterior, de 1961, realizada asimismo por el IFOP 2 1 demos- En la vecina Suiza los estudios son relativamente escasos. Además de los
traba que un 20 por 100 de los interrogados no acudía nunca a la iglesia, otro sondeos generales a nivel diocesano, contamos con una encuesta realizada por
42 por 100 sólo de cuando en cuando y un 37 por 100 regularmente una vez J. Oberwiler2S. Este estudio, sin embargo, no nos lleva sino a resultados par-
por semana. ciales, por tratarse de sujetos institucionalizados, a quienes las prácticas reli-
Las impresiones globales de estos sondeos son confirmadas por algunas giosas les venían impuestas en gran parte por el reglamento.
investigaciones sectoriales. En cambio, resulta interesante un estudio llevado a cabo por L. Schmid
De un estudio reciente22, llevado a cabo de 1958 a 1960 entre los apren- sobre una muestra de jóvenes suizos de idioma alemán 29. De los estudiantes
dices, resultaban otros datos indicativos: A la pregunta «Durante las vacacio- interrogados, 482 varones (el 30 por 100) y 59 hembras (el 11 por 100) fre-
nes, ¿frecuenta algún lugar de culto?» a , el 24 por 100 respondía de cuando cuentaban la iglesia de una a diez veces al año y, respectivamente, 41 (el 6-7
en cuando; el 12 por 100, muy raramente; el 16 por 100, nunca, con cotas por 100) y 5 (0,8 por 100) no asistía a ella nunca. Sólo el 6 por 100 de los
máximas de no frecuencia en las zonas definidas por Boulard (o. c, p. 156) varones y el 7 por 100 de las mujeres frecuentaban regularmente la iglesia en
como «zonas de misión» o «zonas indiferentes, pero con tradición cristiana». todas las fiestas 30.
Es interesante advertir cómo la más alta indiferencia se daba en las mayores En cuanto a la oración, los resultados del estudio no ofrecen datos sufi-
aglomeraciones urbanas y entre los alumnos de las escuelas públicas7A. cientemente evaluables para los fines de la estadística sociológica.
Finalmente, el conocido estudio de E. Pin a viene a confirmar la desviación Algunas indicaciones se nos ofrecen también acerca de la situación inglesa.
de los jóvenes entre los doce-catorce años, tanto en lo que respecta a los chicos Gorer M señalaba la disminución de la práctica religiosa, en niveles aproximados
como a las chicas. La práctica religiosa dominical pasa respectivamente del 60 al 30 por 100, a los dieciséis años y por debajo del 20 por 100 a los veinticinco
por 100 y del 65 por 100 a los once (chicos) y doce años (chicas), al 70 por 100 años (en la asistencia al culto semanal). Cauter y Downham32 habían encontra-
a los trece años (chicos) y al 41,5 por 100 a los quince años (chicas). Después do cifras semejantes (un poco inferiores), siempre para Inglaterra, entre los
de una ligera recuperación a los dieciséis años para ambos sexos, se produce un veinte y los veinticinco años.
nuevo descenso de la práctica, con valores medios de alrededor del 20-25 por Se advierte, sin embargo, que los tres últimos estudios señalan una recu-
100 hacia los diecinueve-veinte años. Es a los veinticinco años cuando se tienen peración de la práctica religiosa a partir de los treinta años (si bien no muy
las cifras más bajas para los varones (9,2 por 100 de practicantes) y a los veinti- pronunciada).
trés años para las mujeres (19,8 por 100 de practicantes)26. En cuanto a la juventud católica urbana inglesa, hay una encuesta posterior
Estos datos específicos con relación a Francia pueden ser ampliamente com- (1958) que ofrece resultados diferenciados, según el grado de instrucción reli-
pletados con un control sistemático de los cuadros que proporcionan las dis- giosa 33. has más altas frecuencias (el 86 por 100 de practicantes regulares) se
tribuciones por edades de la frecuencia en los actos de culto dominical, tal como hallaban entre los jóvenes que asistían regularmente a las escuelas católicas y
resultan de los numerosos estudios efectuados en estos últimos años27. u la catequesis, mientras que las más bajas frecuencias se advertían entre los
" J. Oberwiler, La physionomie religieuse de la grande adolescente de Venseignement secón-
" J. Duquesne, Les 16-24 ans, París, 1963, 2." ed. dalre llhrr, Friburgo (Suiza), 1964, p. 140. La muestra analizada abarca a 650 sujetos de 60 escue-
n
R. Schiélé y A. Monjardet, Les apprentis scolarisés, París, 1964, p. 328. La encuesta fue ta* «criiruliiniiN católicas de la Suiza rétíca y de la Francia oriental. La edad medía es de quince-
realizada sobre una muestra elegida cuidadosamente, de modo que representara estadísticamente a tllecliiélit iilí»». El método es por cuestionario. La época de la investigación, 1961-62.
la población francesa de este sector. El método utilizado fue el de la entrevista o el cuestionario. " 1„ Silimitl, Religioses Erleben unserer Jugend, Zollikon, 1960. Los sujetos de esta cncuestii
Los sujetos son cerca de 5.000, comprendidos en su mayoría entre los catorce y los diecisiete años. (612: W) varones y 223 hembras) son todos ellos de religión protestante, pertenecientes a la zona
23
O. c, p. 227. Adviértase que el índice de la práctica religiosa «durante las vacaciones» puede ilc Hnitilcu, tic '/urich y de Winterthur, y se sitúan entre los dieciséis y los veinticinco años. Ln
ser un criterio válido de control. ruínenla fue realizada, en 1957, por medio de un cuestionario.
24
R. Schiélé y A. Monjardet, o. c, pp. 228-29. "' L. Schmid, o. c, p. 125. Este estudio es también una tentativa de explicación de los resul-
25
E. Pin, Pratique religieuse et classes sociales, París, 1956. Uito» obtenidos con el cuestionario. Cf. pp. 133-39.
" E. Pin, o. c, pp. 96-100. " C!. Gorcr, Exploring English Character, Londres, 1955.
17
Se remite para esto a dos artículos fundamentales que son una reseña casi completa de la " T. Cuutcr y J. S. Downham, The Communication o¡ Ideas, Londres, 1954; citado por
materia: J. Maitre, Les dénombrements de catholiques pratiquants: «Arch. de Soc. des Reí.», 3 M, Ainylc, o. c, p. 67.
(1957), pp. 72-97; 16 (1963), pp. 141-44. Además, F. Malley, La pratique religieuse dans les " Youth and Religión: a Scientijic Inquiry into ihe Religious Altitudes, Beliefs and Practice
grandes villcs francaises: «L'Actualité Relig. dans le Monde», 62 (1955), pp. 17ss. it) Vrban Youth: «New Life» (Londres), 1, 14 (1958), pp. 1-60.
304 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 305

no asistentes ni a las escuelas ni a la catequesis (el 33 por 100 de practicantes de los jóvenes no frecuenta nunca la iglesia y el 38 por 100 lo hace solamente
irregulares y el 42 por 100 de no practicantes). en las mayores solemnidades o alguna que otra vez37. Se observa asimismo una
Por último, de un artículo de J. B. Brothers M extraemos algunas noticias disminución constante de la práctica entre los quince y los veinticuatro años:
reíerentes a la práctica religiosa de los jóvenes universitarios ingleses. En Li- la media de los practicantes es del 44 por 100, pero mientras a los quince años
verpool (1960), el 18 por 100 de los estudiantes de ambos sexos no frecuen- es del 52 por 100, a los veinticinco hay sólo un 37 por 100 que frecuenta la
taban nunca el servicio religioso de su propia iglesia. En Bristol, el 24 por 100 iglesia al menos una vez al mes38.
de los jóvenes frecuentaba el culto sólo «occasionally» (se trata de estudiantes Noticias más detalladas 39 se tienen acerca del sexo: no practicantes en abso-
de la Facultad de Tecnología, censados en una encuesta de 1962). En 1951, un luto (varones, el 21 por 100; hembras, el 13 por 100); en las grandes solemni-
Jewish Students National Inquiry había comprobado que el 36 por 100 de los dades (el 17 y el 12 por 100); alguna vez (el 26 y el 25 por 100, respectiva-
universitarios hebreos presentaba una práctica religiosa mínima o nula. mente).
Hay que advertir que, en general, las cifras anotadas son «medias» inter- Asimismo se debe notar que entre los que frecuentan la iglesia (el 82 por
confesionales. Todas las investigaciones concuerdan en poner en evidencia que 100) sólo una parte (el 34 por 100) participa en el servicio divino40.
el alto porcentaje de práctica religiosa de los estudiantes católicos falsea la real Siguiendo con Alemania, una estadística realizada entre los estudiantes cató-
y más masiva irreligiosidad de los otros grupos. licos de las escuelas profesionales 41 señalaba que el 16,3 por 100 de los estu-
Alemania, a su vez, ofrece un cuadro de resultados muy rico. La obra de diantes frecuentaban la misa dominical selten (raramente) y un 5,5 por 100
E. Reigrotzki3S, de 1956, da una idea bastante completa de la práctica religiosa gar nicht (jamás). De ellos, eran, respectivamente, el 21,1 y el 7,6 por 100
de la juventud alemana entre los dieciocho y los veinticuatro años (véase o. c., varones y el 7,1 y el 1,4 por 100 mujeres. Los resultados dan una idea de la
pp. 33ss.). situación del sector42.
A la pregunta acerca de la asistencia al culto dominical, respondieron selten Se dan asimismo cifras interesantes respecto a la práctica de los sacramentos
o nie (raramente o nunca) el 23 por 100 de los varones y el 17 por 100 de las (o. c, p. 70) y la oración (o. c, p. 71). El 12,9 por 100 de los varones y el
hembras entre los católicos y el 66 y 52 por 100 entre los protestantes. 6 por 100 de las mujeres se confiesan una vez al año; el 7,7 y el 21 por 100,
Resultados sustancialmente semejantes dedujeron H. Schelski (ed.), en respectivamente, gar nicht. El 10,8 y el 2,1 por 100 comulgaba una vez al año,
Arbeitslosigkeit und Berufsnot, Colonia, 1952, II, pp. 188ss.; H. Wollen- mientras que el 6,4 y el 1,7 por 100 lo hacía gar nicht. Con respecto a la ora-
weber y U. Planck (eds.), en Die Lebenslage des westdeutschen Landjugend,
Munich, 1956, II, pp. 401ss., y K. Pipping, R. Abshagen y A.-E. Brauheck, en Iimnid, Vntersuchung zur Situation der deutschen Jugend: wie stark sind die Halbstarken?, de
R. Frbhner, W. Eser, K. F. Flockenhaus, Bielefeld, 1956.
Gesprache mit der deutschen Jugend, Helsinki, 1954, pp. 299ss. 37
O. c, p. 109.
Más recientemente, el estudio de H. O. Wolber x señala que el 17 por 100 " O. c, p. 159.
" O. c, pp. 188ss.
,0
En un sondeo de control, realizado en un domingo elegido al azar, el autor hallaba los re-
" J. D. Brothers, Religión in the British Universities, the Findings of Some Recent Surweys: sultados ligeramente más bajos. Presentes en el servicio religioso, el 34 por 100 (de los cuales
«Arch. de Soc. des Rcl.», 18 (1964), pp. 71-82. Las encuestas citadas por Brothers son de diverso el 19 por 100 eran protestantes y el 60 por 100 católicos); ausentes, el 60 por 100 de los pro-
valor, tanto en lo que respecta al muestreo como a la metodología. Para noticias más precisas remi- testantes y el 30 por 100 de los católicos (otros no habían sido censados).
41
timos a las fuentes de cada una de las encuestas que se mencionan en nota en el artículo citado. D. Bauschke, Zur religiosen Situation katholischer Berufsschuljugend einer westfálischen
" E. Reigrotzki, Soziale Verflechtungen in der Bundesrepublik. Elemente der sozialen Teil- Industriesfadt: «Jahrb. des Inst. f. Christ. Sozialwiss.» (Münster), 1 (1960), pp. 51-108. La encues-
nahtne in Kirche, Politik, Organisationen und Freizeit, Tubinga, 1956. ta, realizada con buen método, examina a 1.518 jóvenes de Mari (Westfalia), de edad comprendida
54
H.-O. Wolber, Religión ohne Entscheidung, Gotinga, 1960, 2.a ed. (la 1." ed. es de 1959). cutre quince-veinticuatro años, todos católicos.
La muestra comprende a jóvenes de los quince a los veinticuatro años, pertenecientes a diversas " De hecho, otra encuesta realizada por el Nordwestdeutscher Rundfunk entre estudiantes de
confesiones cristianas. El trabajo de Wblber reseña asimismo los resultados de otras encuestas la misma categoría (quince-veinticuatro años) daba, respectivamente, el 17 por 100 que respondía
realizadas en Alemania. A este propósito son de gran utilidad las encuestas periódicas llevadas a selten (raramente) y el 5 por 100 gar nicht (nunca).
cabo por algunos Institutos de Demografía. Véase: Emnid, Institut für Meinungforschung, Jugend Entre la juventud rural (E. Wagner y U. Plank, Jugend auf dem Land, Munich, 1958, 2.* ed.)
zwischcn 15 und 24, Fine Vntersuchung zur Situation der deutschen Jugend itn Bundesgebiet: se obtenían resultados sensiblemente diversos. Los católicos frecuentaban en una media del 81
«Auftnigc der deutschen Shell Aktiengesellschaft», Bielefeld, 1954; Emnid, Institut für Mein- por 100 immer (siempre); el 15 por 100 hatifig (frecuentemente); el 3 por 100, selten (raramente),
uiigforscliung, Jugend zwischcn 15 und 24, Zweite Untersuchung zur Situation der deutschen y el 1 por 100 gar nicht (nunca); en tanto que pnra los protestantes se tenía un 27 por 100 de
¡ttgcnil i»i ¡iimdesgebiet: «Auftrage des Jugendwerkes der deutschen Shell», Bielefeld, 1955; sHten y un 10 por 100 de gar nicht (o. c, p. 166).
?0
306 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 307

ción, el 15,2 y el 5 por 100 respondían selten (raramente) y el 7,6 y el 1,5 por que el 35,8 por 100 de los sujetos varones y el 34,3 por 100 de los sujetos
100 gar nichtA\ hembras que cuatro años antes practicaban sistemáticamente se habían conver-
Fuera de Alemania tenemos noticias dignas de tenerse en cuenta, aunque tido ahora en «practicantes irregulares» y «creyentes no practicantes»; el 5,4
únicamente sectoriales, sobre Polonia. por 100 de los varones y el 4,1 por 100 de las mujeres «practicantes sistemáti-
De la estadística realizada por Pawelczynska en 1958 ** deducimos que el cos» se habían convertido en «incrédulos» o «no practicantes». Un paso de la
40-44 por 100 de los estudiantes pertenece a las siguientes categorías: creyen- práctica irregular a la incredulidad y a la total ausencia de aquélla se había
tes no practicantes, 9,7 por 100; agnósticos, 7,4 por 100; indiferentes, 2,3 verificado en el 23,9 y el 27,7 por 100 de los casos en varones y hembras res-
por 100; no creyentes, pero practicantes por la presión ambiental, 5,6 por 100; pectivamente, mientras que eran despreciables los pasos de la incredulidad no
no creyentes y no practicantes, 12,3 por 100; enemigos declarados de la reli- practicante y de la práctica irregular a la práctica sistemática (valores que osci-
gión, 3,1 por 100. lan de un mínimo del 1,8 por 100 a un máximo del 11,4 por 100).
Un análisis de la práctica actual comparada con la de cuatro años antes Los dos estudios ofrecen motivo para consideraciones diferenciales sobre
revela cierta disminución de la religiosidad, documentada por el incremento en el índice de práctica religiosa, incluso en relación con el nivel socioeconómico
el porcentaje de los «creyentes no practicantes» (8,2-9,7 por 100), «creyentes de los sujetos y con su carrera académica.
y practicantes irregulares» (24,2-31,2 por 100), de los «agnósticos» (4,3-7,4 Con respecto a otros sectores no poseemos datos importantes: estudiantes
por 100), de los «indiferentes» (0,5-2,3 por 100), de los «no creyentes y no hebreos en la Universidad de París de diverso origen fueron censados en 1964
practicantes» (del 7,3 al 12,3 por 100) y de un grave descenso en los «creyentes por G. Benguigui4é. El estudio pone de relieve algunas cifras altamente indi-
y practicantes» (del 12,1 al 8,6 por 100) y en los «creyentes y practicantes sis- cativas a pesar del pequeño número de sujetos. De ellos, el 70 por 100 afirman
temáticamente» (del 31,8 al 19,3 por 100). Se mantiene, por el contrario, in- no observar el sábado y el 44 por 100 no frecuentar nunca la sinagoga. Según
variable el índice de los incrédulos practicantes «por presión ambiental» y el el autor de la encuesta, pueden considerarse como no practicantes el 58 por 100
de los «enemigos declarados de la religión» (respectivamente, del 5,8 al 5,6 de los estudiantes hebreos censados.
por 100 y del 3,5 al 3,1 por 100). Vara Italia, aparte los datos parciales sobre algunas diócesis y los resultados
A falta de índices significativos sobre las diferencias encontradas, las cifras no evaluables de algunas encuestas acerca de la juventud, tenemos un artículo
siguen siendo sólo indicativas, mas no por ello carentes de valor. (Ir G. Zunini" sobre los estudiantes universitarios de Pavía y de Milán (Uni-
Confirmaciones en tal sentido se deducen para Polonia de los resultados versidad Católica). El 27 por 100 y el 0 por 100 (respectivamente, en Pavía
obtenidos por los estudios de M. Szaniawska y S. Skorzynska45. Se destaca v en Milán) de los estudiantes no había ido nunca a la iglesia en los últimos
sris meses; el 26 por 100 y el 0 por 100 no-había rezado nunca durante el
41
Para Alemania existen datos que han sido resumidos por N. Greinacher, L'évolution de la mismo período. Otros habían acudido raramente a la iglesia y orado también
pratiquc religieuse en Allemagne aprés la guerre: «Soc. Comp.», X (1963), 4-5, pp. 345-355. En
Dortnnind se tenía un índice de práctica religiosa dominical entre los católicos del 46 por 100
i,iras veces; respectivamente, el 8 y el 2 por 100 y el 6 y el 2 por 100.
(caloicc-dierinueve años) y del 23 por 100 (veinte-treinta y nueve años); en Essen, del 47 por 100 lín cnanto a la asistencia a la misa, el 25 por 100 y el 0 por 100 en Pavía
(cutorce-diccinucve años) y el 30 por 100 (veinte-veintinueve años); en Manheim, del 38 por 100 v en Milán \a descuidaban casi siempre o sistemáticamente.
(cnlorcc-diecinucve años) y el 22 por 100 (veinte-vintinueve años); en Munich, del 38 por 100
(catorce-diccinueve años) y el 17 por 100 (veinte-veintinueve años); en Bamberg, del 45 por 100
(cntorcc-diecinueve años) y el 30 por 100 (veinte-veintinueve años). Hay que advertir la constante H) lis ludios acerca de las opiniones religiosas de los jóvenes. Una se-
disminución de la práctica de los veinte-treinta años. ^niulu serie de datos nos la ofrecen los estudios sobre las opiniones de los jóve-
44
A. Pawelczynska, Les attitudes des étudiants varsoviens envers la religión: «Arch. de Soc.
des Reí.», 12 (1961), pp. 107-32. Se trata de una muestra de 733 sujetos, elegidos al azar sobre IICN iiirivu de su clasificación religiosa.
una muestra más ampliamente representativa de los estudiantes universitarios, comprendidos entre
los dieciocho y los treinta años (la mayoría entre los veinte y los veintidós años). Método: encues- puedo liulirr falseado las cifras por tratarse de sujetos insertos en un contexto social «oficialmente»
ta por medio de cuestionario. Miro.
41
J. Maitre: Un sondage polonais sur les attitudes religieuses de la jeneusse: «Arch. de Soc. 44
(i. Uengii¡niii, Vratique religieuse et conscience juive: «Arch. de Soc. des Reí.», 18 (1964),
des Reí.», 12 (1902), pp. 133-43. La muestra es de 2.746 sujetos comprendidos entre los quince
y los veinticuatro años; método de cuestionario. En los dos estudios polacos, lo mismo que en los iv íovn.
que se citan más adelante respecto a Yugoslavia, se tiene en cuenta el factor «presión social», que " (i, Zunini, Sulle attitudini religiose di studenti universitari: «Arch. di Psicol. e Psichiatria»,
i • (I'Í14), pp- 205-19.
^08 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 309

Con todas las reservas y las delimitaciones que tal sentimiento de clasifica- Otro fenómeno anotado por Kuhlen y Arnold55 era el descenso de estos
ción lleva consigo en cuanto a la realidad objetiva del grado de irreligiosidad altos porcentajes en el curso de los estudios y con el avanzar de la edad: a los
evidenciado *, consideramos oportuno atribuir un alto valor indicativo a los doce años cree el 94 por 100; a los quince años, el 80 por 100, y a los dieci-
datos relativos a esta «toma de conciencia» de los jóvenes sobre su situación ocho, el 79 por 100.
religiosa. Junto a los altos porcentajes de creyentes, se advirtieron asimismo notables
contingentes de no creyentes.
Algunos resultados nos dan las encuestas americanas. Beckmann56 en 1947 halló sólo un 1 por 100 declaradamente agnóstico,
El doble estudio de Nelson49 ofrece datos interesantes sobre el índice de pero Gilliland57 encontró en su investigación de 1953 el 4 por 100 de ateos
incredulidad en los jóvenes. La pregunta encaminada a averiguar la actitud ha- entre los estudiantes, mientras que Allport señala58 un 12 por 100 de ateos
cia Dios revelaba un porcentaje de cerca del 7,3 por 100 de ateos (de los cuales y un 20 por 100 de agnósticos.
un 4,6 por 100 presentaba el más preciso disbelief in God y un 2,7 por 100 Paralelamente, en un estudio reciente de Brown 59 acerca del continuum
una actitud agnóstica)50. También para otras actitudes religiosas se tenían los entre creencia y no creencia se encuentra el 2,8 por 100 de los sujetos decla-
mismos porcentajes de ateísmo (el 6 por 100 de ateos y el 61 por 100 con fe radamente contrarios a toda forma de religión (intrinsic disbelief) y un 19,1
«viva», medida a través de la escala de actitud de Thurstone). por 100 que profesa una irreligiosidad no motivada (extrinsic disbelief).
Un control de los mismos sujetos, catorce años después, revela un aumento Goldsen y sus colaboradores60 refieren a su vez los resultados obtenidos
de la fe en Dios en el 38 por 100 de los casos y de la convicción del influjo en once Universidades americanas (para un conjunto de 2.975 sujetos), de los
de Dios sobre la vida en el 37 por 100. Pero los porcentajes revelan asimismo cuales el 5 por 100 se declaran «humanistas», el 7 por 100 «cientifistas», el
que para el 24 por 100 de los estudiantes la fe era menor y para el 31 por 100 12 por 100 «no sabe con certeza qué es lo que cree» y el 1 por 100 se declara
la convicción de la influencia de Dios sobre la vida del hombre había disminuido «ateo». Además, el 46 por 100 de los que «sienten necesidad de la religión»
bastante51. afirma que basta «some sincere working philosophy or code of ethics, not nec-
El 75 por 100 de los jóvenes censados por Ross creía en Dios 52. Sin em- ccsarily a religious belief» (o. c, p. 161). Entre los creyentes, sólo el 47 por
bargo, esta creencia, según los entrevistadores, para la mayor parte de los su- 100 piensa que la aceptación de la divinidad sea un componente altamente
jetos no ejercía ningún influjo sobre la vida y permanecía, por tanto, en el puro importante para un sistema religioso o ético (o. c, p. 165; cuadro 7.3).
nivel cognoscitivo, sin implicar resonancias emotivo-afectivas ni actitudes ope- Contamos asimismo con una tentativa, aparte la clásica de Vetter y Green ",
rativas. para explicar los mecanismos de instauración del ateísmo juvenil y el momento
También Carrier53, resumiendo los estudios de Allport, de Goldsen, de de su aparición. Nos referimos a un estudio realizado por R. McCann 62 en
Brown y de Salisbury M, hallaba un porcentaje de creyentes entre los estudian- 1955, en el que se revela que cerca del 37 por 100 de sus sujetos se habían
tes del 70, 80, 86 y 87 por 100, respectivamente; pero deducía de los men-
cionados autores el carácter conformista y no influyente de tan extendida creen- " R. G. Kuhlen y M. Arnold, Age Differences in Religious Beliefs and Problems during
cia en Dios. Adnlescence: «J. Genet. Psych.», 65 (1944), pp. 291-300; citado por M. Argyle, o. c, p. 64.
" K. Bcckmnnn, o. c, véase nota 3.
" H. Carrier, Psychosociologie de Vappartenance religieuse, Roma, 1960, pp. 42ss.; 203ss.; " A. R. Gilliland, Changas in Religious Beliefs of College Students: «J. Soc. Psych.», 37
2llss. (1911), pp. 111-16. Es una encuesta realizada mediante un conjunto de tests sobre sucesivas mués
" E. Nelson, o. c. (véase nota 6 de este capítulo). un» de 156, 1K0 y 284 universitarios del noroeste de los Estados Unidos.
11
50
E. Nelson, Students Attitudes toward Religión: «Genet. Monog.», 22 (1940), 3, p. 385. G. W. Allport, o. c, p. 42.
" E. Nelson, Patterns of Religious Attitude Sbifts from College ¿o Fourtheen Years Later: "" L. B, Brown, Classifications of Religious Orientations: «J. F. Scient. Study of Reí.», 4
«Psychol. Monog.», 70 (1956), 17, pp. 8-10. (1964), 1, pp. 91-99. El estudio se halla en la línea teórica de G. W. Allport.
" Véase nota 9, datos tomados de M. Argyle, o. c, p. 36. "" R. K. Goldsen y col., o. c., véase nota 13.
" H. Carrier, o. c, p. 96. " G. B. Vetter y M. Green, Personality and Group Factors in the Making of Atheists: «J. Alm.
54
G. W. Allport, The Individual and bis Religión, Nueva York, 1950, pp. 36-41; R. K. Gold- Soc, Puych.», 27 (1932), pp. 179-94.
sen, M. Rosenberg, R. M. Williams y E. A. Suchman, o. c., véase nota 13; D. G. Brown y " R. V. Me Cann, Dcvelopment Factors in the Growth of Mature Faith: «Reí. Educ», 50
W. L. Lowc, o. c, véase nota 5; W. S. Salisbury, Religión and the College Student, Nueva York, (1955), pp. 147-55. La muestra estaba compuesta por 200 sujetos; método de entrevista y dr
1957. Encuesta sobre 1.675 estudiantes de 10 colegios de Pedagogía en Nueva York. cucutlonnrio. Los sujetos pertenecían a diversas confesiones religiosas.
310 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 311

convertido en ateos en el umbral de la edad madura. Por lo demás, de toda la bre los jóvenes aprendices por Schiélé y Monjardet67. Esta encuesta no presenta
muestra, sólo el 18 por 100 admitía la creencia en un Dios personal. apartados precisos acerca de la fe en Dios; pero, indirectamente, da una indica-
Resultados en parte heterogéneos provienen de ciertas investigaciones ción sobre ella, señalando que el 28 por 100 (3.453) de los sujetos no cree
inglesas. en la inmortalidad del alma68. Además de las encuestas francesas, hay que se-
El artículo citado de J. B. Brothers63 sobre la situación religiosa de los ñalar las suizas. El estudio de J. Oberwiler m acerca de la juventud femenina
universitarios ingleses ofrece una panorámica casi completa de ese sector de francesa y suiza de las escuelas católicas advierte un índice de duda religiosa
investigación. En la Universidad de Londres, el 17 por 100 de los estudiantes del 76,9 por 100. No obstante, la misma autora no oculta su gran incertidum-
se declaró en 1962-63 «ateo», con cotas máximas de hasta el 40 por 100 entre bre con respecto al valor de tal declaración de duda (o. c, p. 50).
los alumnos de la London School of Economic and Political Science. En Cam- En el estudio más reciente de L. Schmid™, a la pregunta «¿Crees en Dios
bridge, en 1959, el 21 por 100 se adhería a formas diversas de agnosticismo. como te lo enseña la Biblia?» responden «no» cerca del 11 por 100 de los 610
En Oxford, el 23 por 100 se declaraba agnóstico y otro 11 por 100 ateo, huma- sujetos entrevistados. El 16 por 100 da contestaciones en parte negativas e
nista y racionalista. Manchester, en 1963, señalaba alrededor de una tercera inciertas (o. c, p. 173).
parte de ateos con respecto a Oxford (el 4 por 100, por tanto). Los agnósticos A la pregunta más precisa «¿Existe Dios?», responden «no» o manifiestan
eran en cambio cerca del 11-12 por 100. La Universidad de Nottingham (1962) su incertidumbre 163 de 612 jóvenes, lo cual equivale al 26,5 por 100. Sin
registraba el 8,1 por 100 de ateos y agnósticos (de los cuales el 10,3 por 100 embargo, sólo un poco más de la tercera parte puede exponer las motivaciones
eran hombres y el 3,8 por 100 mujeres), mientras que Bristol, en el mismo de la propia posición, como, por lo demás, sólo el 14 por 100 de los creyentes
año, alcanzaba el 22 por 100 de agnósticos, ateos y humanistas. Un estudio de sabe dar una motivación de la propia fe (o. c, p. 175).
Poppleton y Pilkington M, de 1963, bastante valioso metodológicamente, con- Respecto a Alemania, los estudios ya citados dan informaciones relativa-
firmaba las mismas impresiones. En Cardiff, en 1962, los agnósticos alcanzaban mente más escasas para este índice de religiosidad. Del libro de Wólber 71 resul-
el 15,3 por 100 y los ateos el 8,9 por 100. ta que respondió positivamente al apartado «Fe en un Dios personal, Padre
Análogas impresiones tenemos respecto a Francia. celestial» el 56 por 100 de los sujetos. Por otra parte, el 31 por 100 creía en
El estudio ya citado de Duquesne en la encuesta del IFOP* 5 de 1961 da un «poder trascendente». Así, pues, se puede deducir con cierta aproximación
como resultado que el 8 por 100 de los jóvenes se declara «sin religión» y que que el índice de los agnósticos, ateos y no creyentes variaba en torno a un 10
el 20 por 100 de los que se dicen «católicos» no frecuentan nunca la iglesia. por 100 (o. c, p. 167). Es interesante advertir que del 56 por 100 de los cre-
El estudio precedente de Hourdin a en la encuesta paralela de 1958 había yentes en un Dios personal el 43 por 100 no sabía dar una descripción o defi-
dado el 18 por 100 de «no pertenecientes a ninguna religión». Sin embargo, nición de Dios (ibíd.).
informaciones más precisas acerca de la conciencia atea de los jóvenes las su- En Italia no tenemos datos muy precisos a este prósito.
ministraba el 27 por 100 que se declaraba «no creyente en Dios». Al profun- El ya mencionado estudio de Zunini n respecto a los universitarios de Pa-
dizar sobre este sentimiento de separación neta de toda forma religiosa se reve- vía y Milán pone en evidencia, con dos preguntas diversas, la consistencia del
laba, no obstante, que sólo el 13 por 100 tenía la certeza de su ateísmo, mien- ttlcÍNino consciente de los jóvenes. El 36 por 100 en Pavía y el 5 por 100 en
tras que el 2 por 100 no estaba seguro del mismo y el 12 por 100 sentía incer- Milita tienen una concepción negativa de la divinidad. Más exactamente, el 12
tidumbre a ese respecto. Cierta dinámica de la duda había resquebrajado en el
pasado la seguridad del ateísmo para el 6 por 100, mientras que el 10 por 100 K. Sclilélc y A. Monjardet, o. c, véase nota 23.
había permanecido siempre firme en su actitud negativa. I,n creencia en la inmortalidad tiene una estrecha correlación con la de la existencia de Dios
ni generalmente un índice de adhesión ligeramente inferior a ella, por lo cual puede ser consi-
El análisis de la situación francesa se completa por la encuesta realizada so- l.i como un punto de partida para cualquier deducción a falta de otros datos. Véase Une
r/e ¡nlcrnatitmale: la religión dans le monde: «Sondages», 10 (1948), pp. 31-33, donde se
" J. B. Brothers, o. c, véase nota 34. i luán n esle propósito datos acerca de doce naciones.
M
P. K. Poppleton y G. W. Pilkington, The Measurement of Religious Attitudes in a Uni- J. Oberwiler, o. c, véase nota 28.
versity Population: «Brit. J. Soc. Clin. Psychol.», 2 (1963), 1, pp. 20-36. I,. Silimid, o. c, véase nota 29.
" J. Duquesne, o. c, véase nota 21. II.-C). Wiilbcr, o, c, véase nota 36.
'* G. Hourdin, o. c, véase nota 20. G, Zunini, o. c, véitsc nota 47.
312 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 313

por 100 de los estudiantes de Pavía se declaraba escéptico y agnóstico, el 7 100 a los veintidós-veinticuatro años). A éstos debe añadirse un 5,3 por 100
por 100 «negador de Dios» y el 5 por 100 ateo. de indiferentes (7,1 por 100 varones y 3,6 por 100 hembras), con un índice
Una encuesta de Alfassio-Grimaldi y Bertoni B proponía la sencilla pregun- que no cambia prácticamente durante el desarrollo, y un 11,9 por 100 sin opi-
ta: «¿Cree usted verdaderamente en Dios?» Los sujetos respondían: «Creo nión (probablemente agnósticos, de los cuales el 14,1 por 100 son varones y
en Dios por convicción», el 62 por 100; «No lo sé, no me he planteado nunca el 9,4 por 100 hembras).
el problema», el 34,5 por 100; «Creo porque así lo hace la mayoría de la gen- Otras tablas demuestran que los ateos son más numerosos en las pequeñas
te», el 2,3 por 100; «No creo en Dios», el 1 por 100. ciudades y en Varsovia. En cambio, los agnósticos aumentan al crecer las di-
Eliminando de la muestra total a un grupo de sujetos particularmente in- mensiones de las ciudades.
fluido por una instrucción religiosa especial (escuela privada regida por reli- En un estudio acerca de la juventud universitaria yugoslava76 se señala, por
giosos), el porcentaje de los que creían en Dios «por convicción» ascendía al el contrario, que cerca del 52 por 100 de los entrevistados se declara ateo. Ad-
56,5 por 100; el de los «perplejos» llegaba al 39,7 por 100. viértase que en el censo general de 1953 se había declarado ateo el 12-13 por
Cifras relativas a Polonia podemos extraerlas del estudio, ya utilizado, de 100 de la población total, mientras que los porcentajes se diferenciaban bas-
Pawclczynska (1958) 74 . Del conjunto de los resultados se puede deducir que tante por edades: de siete-catorce años, el 10,3 por 100 de ateos; de quince-
cerca del 30,7 por 100 de la población analizada se adhiere a posiciones grosso diecinueve años, el 11,5 por 100; de veinte-treinta y cuatro años, el 43,5 por
modo ateas (agnósticos, 7,4 por 100; indiferentes, 2,3 por 100; practicantes 100. Es difícil determinar el valor de las cifras dadas, puesto que ha de tenerse
por presión ambiental, pero no creyentes, 5,6 por 100; no creyentes ni prac- en cuenta cierta «presión» ejercida sobre las respuestas por el ateísmo «oficial»
ticantes, 12,3 por 100; enemigos declarados de toda fórmula religiosa, 3,1 del Estado y de la vida pública. Los mismos sociólogos yugoslavos consideran
por 100). estos índices como un punto de partida escasamente matizado para los fines
de un estudio (o. c, p. 145).
Asimismo se advierten los más altos índices de incredulidad entre los estu-
Datos semejantes a los relativos a la declaración de ateísmo son los sumi-
diantes de humanidades procedentes de la intelUgentsia y de las clases obreras,
nistrados por las investigaciones acerca de la «duda religiosa» y, sobre todo,
entre los que realizan estudios técnicos oriundos de familias de la intelUgentsia
acerca de su consistencia cuantitativa y cualitativa.
y obreras y entre los de ciencias exactas oriundos de familias campesinas e in-
Las conocidas investigaciones de Delooz77 defendían que se hallaban en-
telectuales. El menor índice de irreligiosidad se manifiesta en el rango medio
vueltos en la duda seria y prolongada el 65 por 100 de los sujetos, con un 2
(artesanos e intelectuales medios) (o. c, p. 112). En general, los estudiantes
por 100 de casos que «perdieron la fe» debido a esa duda. Un estudio paralelo
de Facultades humanistas son los que presentan un índice más alto de incre-
realizado por Gouyon w en Francia y en Bélgica'daba un índice del 56 por 100,
dulidad (el 56 por 100), seguidos por los estudiantes técnicos (el 27 por 100)
MUÍ algunas variaciones (del 46 al 65 por 100 según el sexo y la nación).
y por los de ciencias exactas (el 18 por 100). (El total se aproxima al 31 por
100.) En Holanda, un estudio de M. van Doornik79 encontraba la duda seria en
el 2,5 por 100 de los casos. Estudios precedentes de E. T. Clark80 daban un
El estudio realizado en Polonia en 1959 por M. Szaniawska y S. Skor-
zynska" da resultados análogos (véase cuadro II; o. c, p. 135). Los ateos as-
cienden al 4,3 por 100 (de los cuales el 5,5 por 100 son varones y el 3,3 por " ,|. ritiera, Religión et opinions chez les étudiants de l'XJniversité de Serajevo: «Arch. Soc.
de» Re!.», 12 (1961), pp. 145-55. Es la reseña de un estudio realizado por A. Fiamengo acerca del
100 hembras), con una trayectoria irregular durante el desarrollo (2,8 por 100 Influjo de In religión sobre las actitudes respecto a los matrimonios mixtos. Los sujetos eran 1.109
•i los quince-dieciocho años, 5 por 100 a los diecinueve-veintiún años, 4,8 por mire los 3.550 matriculados en la Universidad, pertenecientes a todas las Facultades.
" 1*. Delooz, La foi des eleves de l'enseignement de VEtat en Belgique: «Nouv. Rev. Théol.»,
(1951), pp. 21-42. Muestra de cerca de 1.000 sujetos, pertenecientes a 17 diversas escuelas,
" U. Alfassio-Grimaldi e I. Bertoni, I giovani degli anni sessanta, Bari, 1964. La muestra illziidos con un apretado cuestionario de múltiple elección.
• i.ihn constituida por jóvenes de ambos sexos de las escuelas medias superiores de Pavía y Vogliera " P. (Jouyon, La foi des lycécns catholiques en Vrance: «Nouv. Rev. Théol.», 72 (1950),
i! .imrmrilín), subdivididos en dos submuestras: una de 370 sujetos examinados en 1953 y otra |i|>. 1028-50. Muestra de estudiantes de escuelas inedias superiores examinados a través de cues-
• !•• W9 examinados en 1963. La seriedad metodológica es una garantía de la investigación. n.murió.
4
A. Pawclczynska, o. c, véase nota 44. " M. vnn Doornik, ]eug,d tussen Cod en chaos, La Haya, 1948, p. 166.
1
J. Miiiirc, o. c, véase nota 45. "" K. T. Clmk, The Psycbnhgy o( Religjaus AuHtkenhig., Nueva York, 1929, p. 169.
314 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 315

índice del 2,5 por 100 de crisis definidas; Fleege81, en 1945, señalaba el 7,5 cluyente sobre la religiosidad de fondo de un sujeto y de una categoría o clase
por 100; Nosengo82, el 36 por 100; Delooz83, en 1949, el 47 por 100; Vi- social87.
nacke y sus colaboradores84, en 1949, el 48-49 por 100; Allport y colabora-
dores85, del 62 al 73 por 100. Las conclusiones de Ross88 sobre la juventud americana YMCA (1950)
demuestran que, en gran parte, la religiosidad constituye un hecho «separado
El valor de estos datos, tan diversos y contradictorios, se discutirá a con-
del resto de la vida», que no influye en las «decisiones fundamentales» del
tinuación, ya que no son homogéneos los conceptos utilizados para evidenciar
joven y que no es utilizada como «reserva» en los momentos difíciles.
el problema de la duda86.
También, en opinión de H. Carrier89, muchos de los recientes estudios
americanos vienen a confirmar la impresión de una religiosidad juvenil pre-
C) Estudios sobre los valores sociorreligiosos de los jóvenes. Queda
ponderantemente «privada», con una ruptura entre la actitud religiosa y la
una tercera serie de datos que reviste asimismo una gran importancia para de-
vida profesional, entre la fe y las oposiciones sociales, entre la fe (cuando no
linear el cuadro del ateísmo juvenil. Nos referimos al conjunto de los resulta-
es interiorizada) y la tolerancia racial90.
dos proporcionados por los estudios acerca de la relación entre la religión y
los valores culturales. Se trata de ver en qué medida y a través de qué moda- 87
No nos ha sido posible para este índice, lo mismo que para otros, documentar la situación
lidad los valores religiosos se integran con los valores profanos de la cultura de las amplias áreas socioculturales asiáticas y africanas, que se mantienen en su mayor parte al
de fondo que las nuevas generaciones interiorizan en la propia personalidad margen de un control sistemático y científico de la religiosidad. Ello se debe a diversas causas,
de base. Este índice de «religiosidad» completa los precedentes y asume un no siendo la menor la dificultad de adaptar las categorías psicosociológicas occidentales a la religio-
sidad particular de los pueblos afroasiáticos. Por eso nos limitamos a dar los resultados de un
significado particular psicosociológico. En efecto, al nivel de los valores (ex- estudio de J. Stoetzel, Jeneusse sans chrisanthéme ni sabré, París, Plon-UNESCO, 1954, acerca de
presados en modelos de comportamiento ideales y reales, en su estructuración las investigaciones realizadas en el Japón bajo el patrocinio de la UNESCO. El volumen nos ha
y en su sistematización orgánica al nivel de la cultura) emerge un juicio con- parecido particularmente válido y representativo.
De la encuesta llevada a cabo por F. Vos sobre 130 jóvenes de Tokio, resultaba que el 31 por
100 de los sujetos profesaba una religión. Del estudio de T. Sofue (test proyectivo de tipo TAT
81
U. H. Fleege, Self-Revelation of the Adolescent Boy, Milwaukee, 1945. Muestra de 2.000 aplicado a 63 sujetos de ambiente rural) se podía deducir que el 86 por 100 de los jóvenes y el
sujetos católicos; edad, quince-diecinueve años. 90 por 100 de las muchachas carecían de intereses religiosos (sin embargo, el 32 por 100 y el
82
C. Nosengo, L'adolescente e Dio, Roma, 1953. Muestra de 200 sujetos católicos; edad, 13 por 100, respectivamente, creían en la supervivencia personal); sin embargo, estos datos son
quince-veinte años. considerados como poco dignos de tenerse en cuenta por J. Stoetzel, o. c, p. 189. El cuestionario
83
P. Delooz, Une enquéte sur la foi de collégiens: «Nouv. Rev. Théol.», 71 (1949), pp. 1045- Allport-Gillespie, aplicado en Kioto y en Sapporo a 231 estudiantes universitarios registraba a la
62. Muestra de cerca de 1.000 sujetos belgas, francófonos, pertenecientes a 26 institutos diversos, pregunta: «¿Cree que es necesaria una creencia religiosa para poseer una filosofía completa de
examinados por medio de cuestionario. En 1964, P. Delooz realizaba una encuesta de control la vida?», respuestas positivas en el 36, 37 y 47 por 100, respectivamente, de las tres submucstras
(P. Delooz, Une nouvelle enquéte sur la foi des collégiens: «Nouv. Rev. Théol.», 85 [1965], 5, examinadas; negativas en el 26, 14 y 33 por 100; dudosas en el 38, 49 y 18 por 100 (o. c,
pp. 466-514) sobre una población semejante a la de 1949. Se trataba de 1.080 sujetos, pertene- p. 190). De la encuesta llevada a cabo por el mismo J. Stoetzel sobre 2.671 sujetos que formaban
cientes a 43 diversos institutos, francófonos, interrogados por medio de un cuestionario. El autor parte de una muestra estratificada se podía deducir que la religión ocupaba un puesto marginal
concluía afirmando un menor conformismo en los jóvenes actuales, pero sin variaciones notables y absolutamente secundario en la estructura de la personalidad de los jóvenes. Era considerada
en el conjunto de la actitud religiosa. La duda, sin embargo, estaba en franco aumento (61,8 por como «la cosa más importante de la vida» por el 1 por 100 de los jóvenes y el 3 por 100 de las
100 de los sujetos contra el 47 por 100 en 1949); se advertía asimismo un aumento de las moti- jóvenes, mientras que el 4 y el 3 por 100 respectivamente la situaba en el segundo lugar y el
vaciones «sociales» de la duda religiosa (defectos de la Iglesia, del 27,8 al 42,2 por 100; compa- *> y el 8 por 100 en el tercero. En conjunto, la religión era clasificada después de la profesión,
ñeros, del 13,2 al 27 por 100, etc.). la familia, las diversiones, la política, etc. (o. c, pp. 166-67). En la diversificación de las perso-
" W. E. Vinacke, J. Eindhoven y J. Engle, Religious Attitudes of Students of University of nalidades de los sujetos según la clasificación del «estudio de los valores« de Allport-Vernon sólo
Hawaii: «J. Psychol.», 28 (1949), pp. 161-79. i-l 1 por 100 de los sujetos se podía considerar en posesión de una personalidad religiosa: pequeñas
85
G. W. Allport, j . M. Gillespie y J. Young, o. c, véase nota 4. variantes en las submuestras (edad y ciudad-campo) no llegan a superar el 3 por 100 (o. c,
86
Datos ulteriores y una bibliografía puesta al día sobre la duda religiosa se pueden encontrar p. 252). Otros apartados registraban experiencias religiosas como «ocasión de felicidad» en el 0,4
en M. P. Castelvi, II dubbio religioso nella tarda adolescenza (investigación psicológica en el am- por 100 de los casos (o. c, pp. 241-42). También la moral tradicional, ligada a formas de conducta
biente obrero de Roma): «Orient. Pedag.», XII (1965), 1, pp. 3-52, y XII (1965), 2, pp. 227-48. religiosa, se podía considerar en crisis (o. c, pp. 191-98).
Este estudio es particularmente válido por lo completo de las técnicas utilizadas (tests de inteli- " M. G. Ross, o. c. (nota 9), citado por Argyle, o. c, p. 36.
gencia, D 48; cuestionario y entrevista; prueba objetiva de conocimientos religiosos; tests pro- " II. Carrier, o. c, p. 97.
n
yectivos, Rorschach y TAT; y cuestionario MMPI). Consúltese asimismo G. C. Milanesi, Insegna- La impresión global de una contradicción real entre la alta práctica religiosa y la baja influen-
mento dclla religione e dubbio religioso nella tarda adolescenza: «Orient. Pedag.», XII (1965), • ia cultural la afirma P. Goodman en su libro Growing up Absurd. Problems of Youth in a
4, pp. 741 801. Orftwizcd System (citado sobre la traducción italiana ]j¡ gioventu assurda, Turín, 1964), si bien
316 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 317
La investigación de Goldsen y sus colaboradores 91 es rica en datos a este tratándose de problemas más «teóricos» (conocimientos religiosos) que de
propósito y tiende a confirmar también cierta «secularización» de la tradicional « comportamiento».
religiosidad americana entre los jóvenes. Sólo el 17 por 100 de los jóvenes en- En cambio, no emergen entre los principales deseos o necesidades del joven
trevistados (2.975 sujetos) espera de la religión las mayores satisfacciones de los valores religiosos, a no ser en forma atenuada y moderada. Vienen, para
la vida, si bien el 80 por 100 siente la necesidad de la fe y el 48 por 100 cree los varones, después de la «comodidad», el «sexo» y el «éxito profesional», y
en un Dios personal (o. c, p. 159). para las hembras, después de la «felicidad», el «sexo», el «éxito profesional»
El compromiso religioso es raro a pesar de la amplia creencia en Dios. De y la «comodidad». Entre los motivos por los cuales piensan que los matrimo-
los que creen en Dios, el 46 por 100 piensa que es suficiente para la vida una nios mixtos deben evitarse, «el peligro para la fe» alcanza un porcentaje de
cierta concepción filosófica y moral y no necesariamente una religión (o. c, 11,7 por 100 (para ellos y ellas) y representa la última de las motivaciones
p. 161). Así, el concepto de Dios es considerado sólo por el 47 por 100 como aducidas. Un 15,4 por 100 de los varones y un 10,6 por 100 de las mujeres
necesario para un sistema religioso o ético (o. c> p. 165; se refiere la encuesta piensa, por el contrario, que la religión no tiene importancia en la cuestión
a la Cornell University [1952], 1.571 sujetos). Se trata, sin embargo, de un (o. c, p. 100).
concepto más bien tradicional de Dios, «absolute, traditional or ritualistic»
Respecto a Francia se tienen datos bastante seguros en los estudios ya
(ibíd.). Para algunas confesiones, la elección de la fe en Dios como base de un
citados.
sistema religioso varía del 56 por 100 (protestantes de sexo femenino) a un
El de Hourdin 95 especialmente suministra algunas indicaciones sobre el
22 por 100 (mujeres hebreas). La encuesta de Goldsen concluye que no es el
grado de «secularización» de la conducta de los jóvenes franceses. A la pregunta
contenido específicamente religioso de las conductas el que ofrece seguridad a
número 22, que trata sobre cuál sea la «cosa más importante», el 90 por 100
los estudiantes, sino la estructuración psicológica de la creencia, sea religiosa
responde «tener éxito en la vida», el 88 por 100 «conseguir una posición», el
o no (o. c.j p. 175). La religión no está necesariamente ligada a las motivacio-
86 por 100 «casarse y asegurar el porvenir de la familia», el 59 por 100 «en-
nes de la conducta moral, que es más bien considerada como cuestión de «deco-
contrar un piso», el 52 por 100 «hacer que progrese materialmente el mundo»,
ro», de «buena educación» (o. c, p. 177).
el 48 por 100 «prepararse la propia vida eterna». (Esta respuesta recibe asi-
Pasando a otra área cultural, advertimos que en el estudio polaco de Sza-
mismo el más alto número de repulsas, el 29 por 100, y en conjunto se sitúa
niawska y Skorzynska92 se ponen en evidencia discrepancias semejantes entre
en el penúltimo lugar).
las valoraciones de los católicos declarados y las opiniones de la Iglesia acerca
Entre esas «cosas» más importantes no se advierte la problemática religiosa
de temas particulares (por ejemplo, un 68,7 por 100 de ellos no condena el
(se halla en cuarto lugar, después del matrimonio, el éxito y la posición).
aborto, etc.). Resultados semejantes pueden hallarse en los datos ofrecidos por
Pawelczynska93 sobre las relaciones entre «representación religiosa» y moral. Existen otras indicaciones en este sentido, pero menos pronunciadas, acerca
Respecto a Alemania, los estudios consultados por nosotros son escasos en de la relación entre la ciencia y la religión, la educación religiosa de los hijos,
noticias a este propósito. La investigación de D. Bauschke94 sobre los apren- etcétera.
dices de Westfalia ofrece, sin embargo, resultados bastante detallados. Duqucsne "6 refiere que los jóvenes están convencidos (en una media del
Entre los «problemas planteados y más apremiantes» de la muestra juvenil 47 por 100) de que la religión es hoy día menos importante que lo fue para la
entrevistada (teniendo en cuenta que el 19 por 100 de los varones y el 78,7 Kcneración pasada y de que, por ello, el proceso de descristianización se va in-
por 100 de las mujeres no responde), los problemas religiosos ocupan un puesto ii-nsií¡cando. El fenómeno es más evidente en las grandes aglomeraciones urba-
notable (el 4 por 100 para los varones y el 3 por 100 para las hembras), aun ii.is, donde piensa así el 59 por 100 de los jóvenes.
Es asimismo útil advertir ciertos influjos más claros de la religiosidad so-
muchas de las perspectivas del autor en cuanto al significado y los desarrollos de la religiosidad bre algunas ideas fundamentales del comportamiento social: los católicos «prac-
juvenil americana son ampliamente discutibles. Véanse en particular los capítulos VII y XI ticantes» se muestran más favorables a la ayuda a los países subdesarrollados
" R. K. Goldsen y otros, o. c, véase nota 13.
" J. Maítre, o. c, véase nota 45. que nquellos que carecen de religión (el 62 por 100 contra el 53 por 100). En
"' A. Pawelczynska, o. c, véase nota 44.
'" 1). Bauschke, o. c, véase nota 41. Cf. sobre temas semejantes los resultados obtenidos para ' (i, Hourdin, o. c, véase nota 20.
'i nftoslavia en el ya citado estudio de J. Fisera, o, c, véase nota 76. " J, PiK|uctine; o, c, véase nota 21.
318 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 319

contraposición, estos últimos están más convencidos del éxito del comunismo Schiélé y Monjardet98 destacan, siempre a este propósito, que de 3.453
en el mundo (el 46 por 100 contra el 32 por 100). aprendices franceses, el 25 por 100 no considera indispensable «practicar una
En materia de comportamiento sexual, en cambio, no se hallan diferencias religión para tener éxito en la vida» (o. c, p. 230). El dato resulta en gran parte
notables entre los diversos grupos en cuanto a la valoración de las relaciones conforme con otras cifras sobre la práctica religiosa (de este 25 por 100 eran
libres entre chicos y chicas. practicantes cerca del 90 por 100). Sin embargo, encontramos contradicciones:
Se advierte, sin embargo, a propósito de las relaciones prematrimoniales, algunos practicantes no consideran necesaria la práctica religiosa y, viceversa,
que el 24 por 100 de los católicos las considera «sin gravedad», el 16 por 100 algunos no practicantes la consideran necesaria (!).
«normales» y el 6 por 100 «útiles» (contra el 29, el 35 y el 15 por 100 de los En Suiza, el estudio de J. Oberwiler " presenta muchos apartados dedica-
no creyentes) (o. c, p. 226). dos a sondear las relaciones entre la motivación religiosa y los aspectos cultu-
El mismo comportamiento en las muchachas es juzgado de modo distinto rales de las jóvenes por ella entrevistadas.
por los practicantes y los que carecen de religión (el 40 y el 19 por 100 lo Las consideraciones religiosas, ¿entran en la elección de las diversiones?:
juzgan «reprensible»), pero no difiere entre estos últimos y los no practicantes «Siempre» en el 28,2 por 100 de los casos, «a veces» en el 27,9 por 100 y
(el 19 y el 18 por 100, respectivamente). Nos encontramos, por tanto, ante una «nunca» en el 20,2 por 100 (o. c, p. 84).
manera de juzgar la conducta sexual femenina más diferenciada por parte de A la pregunta más explícita: «¿Ocupa la religión un lugar en su vida social,
los jóvenes. Existe un mayor rigorismo entre los más religiosos (con muchas cultural, cívica?», responde «sí» el 15,6 por 100, «alguna vez» el 20,2 por 100,
excepciones, sin embargo, tanto entre los practicantes como entre los «sin re- «nunca» el 64,2 por 100 (o. c, p. 86).
ligión»; estos últimos, en una media del 18 por 100, juzgan «normal» tal con- Sin embargo, la respuesta a la pregunta 46 a adopta un giro diverso: «¿Pien-
ducta y el 6 por 100 la considera «útil») (o. c, p. 227). sa usted que las consideraciones de orden religioso deben intervenir en la elec-
De la encuesta sobre el valor más importante y decisivo para la felicidad ción de una profesión?» Responde «sí» el 56,5 por 100; «no» el 27,2 por 100;
del hombre se deduce que la «fe religiosa» ocupa el último lugar (entre ocho duda el 16,3 por 100 (o. c, p. 102). Respuestas análogas se dan para la elección
respuestas) para los practicantes «ocasionales», los «no practicantes» y los «sin de novio: «sí» el 73,8 por 100, «no» el 14,3 por 100, duda el 6,5 por 100.
religión» (índices respectivos del 0,1 y 2 por 100) y el cuarto lugar (el 9 por Preguntas acerca del «sentido de la vida» dan respuestas variadas, que la
100; después de la salud, 45 por 100; el amor, 16 por 100; el dinero, 13 por encuesta no considera comparables cuantitativamente.
100) para los católicos «practicantes» (o. c, p. 229). En el estudio de L. Schmid 10C, entre 332 creyentes que admiten cierto in-
En la delimitación de los tres valores más importantes, la fe permanece flujo de la fe en la vida, 70 (cerca del 21 por 100) la ven como «fuente de
siempre en el último lugar para los grupos anteriormente mencionados y baja significado y de norma»; el 9 por 100, como «presupuesto de gracias espiritua-
al sexto lugar para los católicos «practicantes» (con el 29 por 100 de las pre- les»; el 15 por 100, como «recurso» de la vida; el 50 por 100, como «ayuda
ferencias). en las necesidades espirituales» (o. c, pp. 206ss.).
Para Duquesne son éstas las medidas exactas de la descristianización: de Otros (el 5,1 por 100), aun siendo creyentes, afirman que la fe «no signi-
un simple cálculo estadístico deduce que sólo el 12 por 100 aproximadamente fica nada», y para un 12 por 100 «significa poco» (o. c, p. 210-11).
Je la juventud actual francesa se puede llamar cristiana «convencida» (o. c, Indicaciones más precisas se dan como respuesta a las preguntas sucesivas,
p. 230). más particularizadas.
En una encuesta llevada a cabo por E. Aver97 sobre los estudiantes de A la cuestión: «¿Cuál es para ti el significado de la vida?», sólo una pe-
Rouen en 1962-63, el 45,8 por 100 admitía tener un ideal de vida fundado queña parte da como respuesta una motivación religiosa (el 12 por 100 «en-
en una religión. Sin embargo, no todos se conformaban «prácticamente» a esas contrar la fe, amar y dar testimonio de Dios», y el 4,4 por 100 «prepararse
directrices religiosas en cuestiones fundamentales de la vida, como el divorcio, para la eternidad»). Así, pues, existe una diferencia entre los creyentes y los
el birth control, el éxito profesional, etc. que dan a la vida un significado religioso; impresión ésta que viene confirmada

" E. Avcr, Les étudiants de Rouen, religión, situation et attitudes sociopolitiques: «Arch. de " R. Schiélé y A. Monjardet, o. c, véase nota 22.
Soo. des Kcl.», 18 (1964), pp. 83-102. Estudio realizado sobre 700 cuestionarios elegidos entre " J. Oberwiler, o. c, véase nota 28.
100
lo» respondidos por 3.000 sujetos de las escuelas superiores. L. Schmid, o. c, véase nota 29.
320 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 321
por los porcentajes de «creyentes» que dan a la vida significados materialistas. Por ellos se advierte que la relación entre religiosidad y vida es bastante
Entre los que se declaran creyentes, el 16 por 100 respondió «gozar de la vida»; estrecha cuando se trata de juicios de valor teoréticos, pero tiende a disminuir
el 25 por 100, «trabajar y ganar», etc. W1. a medida que implica un compromiso práctico personal.
Una encuesta realizada en 1960 por C. de Lora102 ofrecía un cuadro sufi- Así ocurre con algunos apartados: el 55 por 100 cree poseer incluso una
ciente con respecto a algunas de las relaciones entre religiosidad y valores pro- religiosidad convencida y no influida por el ambiente (apartado 16; o. c,
fanos para la juventud de España. pp. 166-67), el 75 por 100 afirma que la vida debe ser orientada religiosamente,
Que la religión debe dar normas para las relaciones hombre-mujer lo ad- contra el 20 por 100 que se contenta con ideales religiosos, «privados», sepa-
mite el 80 por 100 de los estudiantes, el 47 por 100 de los campesinos y el rados de la vida (apartado 11; o. c, pp. 186-87). Sin embargo, mientras que
59 por 100 de los obreros. No lo admiten el 8 por 100, el 16 por 100 y el 48 el 58 por 100 admite la necesidad de la religión en la vida, el 38 por 100 de-
por 100, respectivamente. Existe además un 7 por 100, un 28 por 100 y un nuncia el peso de las normas y prácticas religiosas (apartado 8; o. c, p. 189).
16 por 100 que no lo saben y se sienten inseguros al respecto (o. c, p. 145). Es el 23 por 100 los que afirman que la religión influye «de hecho» en su vida;
En cuanto a las relaciones de los jóvenes con el otro sexo, los que piensan el 50 por 100 admite sólo una influencia escasa y poco profunda (apartado 2;
que deben estar «muy» influidas por la religión son, respectivamente, el 42 o. c, pp. 191-92). Y así, para las grandes decisiones de la vida, cerca del 20-
por 100, el 20 por 100 y el 29 por 100; «algo», el 38 por 100, el 32 por 100 25 por 100 de las dos muestras elegidas admite un influjo «marcado», mientras
y el 37 por 100; «poco», el 16 por 100, el 33 por 100 y el 27 por 100. Una que el 50 por 100 sólo admite «algún» influjo, el 20 por 100 «poco» y el 9
pregunta acerca del «número de hijos deseado» ofrece una posibilidad de con- por 100 «poquísimo» o «ninguno» (apartado 18; o. c, p. 193). Cifras más
firmación para los demás datos. La muestra española es en esto muy semejante bajas de influencia se hallan para los espectáculos, lecturas, etc.
a la norteamericana de Goldsen 103: el 60-62 por 100 desea de dos a tres hijos. Frente a esto, en cambio, podemos advertir otros porcentajes de frecuencia
Sin embargo, la motivación religiosa tiene todavía cierto influjo, puesto que de las prácticas religiosas no obligatorias (oración: el 40-50 por 100 con par-
del 72 al 64 por 100 admitiría los hijos que Dios les enviara y sólo un 15-17 ticipación media, el 30 por 100 con participación alta; sacramentos: el 70 por
por 100 trataría de evitarlos (cerca de otro 15 por 100 no se había planteado 100 con frecuencia semanal entre los preuniversitarios y el 44 por 100 entre
el problema) (o. c, p. 150). los universitarios). No se poseen datos sobre la misa dominical.
Otra encuesta española 1M sobre ciertas actitudes religiosas de los jóvenes También en Italia se han llevado a cabo algunas tentativas serias para medir
universitarios y preuniversitarios puede completar el cuadro de las relaciones el grado de «religiosidad» de los valores socioculturales.
entre religiosidad y valores socioculturales. Una encuesta dirigida por R. Laporta 105 sobre una muestra de Genova (es-
El autor, E. Mencía Fuente, aun presentando los resultados en valores me- tudiantes) y sobre una de la Toscana (no estudiantes) comprobaba el persistente
dios de saturación de algunos factores, nos suministra también datos en por- influjo de la religión como matriz de la moralidad, que resultaba dominante en
centajes, más fácilmente comparables con los otros estudios. la totalidad de los sujetos femeninos y en muchos sujetos masculinos. Sin em-
bargo, esta influencia va disminuyendo entre las familias que han pasado del
"" Noticias ulteriores acerca de Alemania en este sector de investigación pueden verse en sector de ocupación primaria al sector industrial, donde existe la tendencia a
G. Wurzbacher, W. Jaide, R. Wald, H. von Recum y M. Cremer, Die ]unge Arbeiterin, Munich, separar la moral de la religión (el 60 por 100 varones y el 40 por 100 hembras).
1960, 3.' ed., pp. 127-32; G. Bohne,. Religionspsychologie der Jugendlichen, en Religión in
Geschichte und Gegenwart, Tubinga, 1956 y 1959; H. Hunger, Evangelische Jugend und evan-
Esta tendencia es menor (el 54 y 53 por 100) en los estudiantes, que resisten
gelische Kirche, Gütersloh, 1960; H. Ruscheweyk, Einstellung der Jugendlichen zu Glaubens- más a las influencias ambientales y a los cambios culturales (o. c, pp. 94-105).
fragen, en Jugendliche heute, Munich, 1955. Además de estas indicaciones, nos parecen particularmente significativos
Jo:
C. de Lora, Juventud española actual, Madrid, 1965. Encuesta realizada con buen método
y con muestra representativa de la población juvenil española de cerca de 2.000 sujetos (1.500 los resultados de los estudios realizados por P. G. Grasso en el campo de los
varones y 500 hembras); edad, dieciséis-veinte años; pertenecientes a las categorías de estudiantes, valores moral-sociales entre los jóvenes estudiantes italianos.
obreros y campesinos. En un primer estudio m, el autor, aun advirtiendo una fundamental con-
"" R. K. Goldsen y otros, o. c, p. 218; véase nota 13.
104
E. Mencía Fuente, La religiosidad de nuestros jóvenes en un momento crítico, Madrid, "" R. Laporta, II tempo libero giovanile, Bari, 1964.
1962. Sobre una muestra de preuniversitarios y universitarios, examinada mediante un cuestionario '"* P. G. Grasso, Valorí morali-sociali in transizione: «Orient. Pedag.», VIII (1961), 2, pp. 233-
sometido w un análisis factorial. 68. Muestra de 768 sujetos correspondientes a la enseñanza media superior, varones v hembras,
it
322 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 323
tinuidad cultural entre los valores de los jóvenes italianos y los tradicionales vada, circulación más rápida e incontrolada de los modelos morales que se
católicos y latinos, afirmaba la ruptura producida en la unidad cultural-moral, apartan del fondo cultural tradicional, cristiano-católico)» (o. c, pp. 93ss.).
sobre todo en los sectores de la moralidad sexual-familiar, separada ya de las Vienen a continuación otros indicios de cierta «secularización» de la men-
motivaciones religiosas, pero también en los sectores «del valor del respeto a talidad de nuestros jóvenes: sólo se muestran de acuerdo en la valoración re-
la vida» y «de la justicia». ligiosa de la realidad social en una medida del 10,23 por 100. Por otra parte,
Tales valores se podían considerar en clara transición, documentada en mu- reconocen que la ignorancia religiosa es el factor más determinante en la «ruina
chos apartados del estudio por altos índices de diferencia, índices que resul- de la juventud» (o. c, p. 103). El autor ve en este reconocimiento un síntoma
taban significativos al compararlos con las valoraciones dadas por un grupo de de la conciencia de la confusión existente entre los jóvenes en el nivel de los
expertos católicos. valores religiosos e, indirectamente, de la conexión de los valores religiosos con
Un segundo estudio más amplio sobre las orientaciones morales y sociales los morales (o. c, p. 104).
de cerca de 1.000 estudiantes italianos permitió precisar ulteriormente las in-
Resultados en el sentido de la «secularización» se obtienen en la valoración
dicaciones que habían surgido en el primero. Entre tantos apartados utilizados
de las cualidades atribuidas al profesor «ideal»: la religiosidad figura en último
en el estudio, creemos que debemos subrayar algunos. El 26,47 por 100 señala
lugar, y la moralidad, en el sexto, prevaleciendo con toda claridad las cualida-
en la «pérdida de la fe en Dios y en sí mismos» el motivo principal de su pe-
des intelectuales y culturales (o. c, pp. 108-9).
simismo frente a la vida.
Entre los ideales de vida, el motivo puramente religioso se halla en sép- Son asimismo inciertas las previsiones para una «transformación de la so-
timo lugar (9,05 por 100), precedido, sin embargo, por un alto porcentaje de ciedad». Preguntados sobre este punto, los sujetos ven sólo en el cuarto lugar
ideales «altruistas» y «espirituales» (31,08 por 100). El autor deduce de ello la necesidad de una dimensión «religiosa» de la sociedad, aunque prefiriendo
que los ideales de vida «materialistas» y «ateos» son compartidos por cerca del las motivaciones moral y socialmente sanas (o. c, p. 115).
10 por 100 de los sujetos. En cambio, no deja de maravillar que el primer lugar entre las motivacio-
Un análisis más profundo del cuadro de los valores morales (realizado por nes del «universalismo político» se halle ocupado por un valor religioso: «Sí;
medio de una escala de juicio)107 advierte el aumento de las preferencias no Dios no puso límites al mundo y Cristo murió por todos» (así opina el 47 por
claramente altruistas referentes a la práctica religiosa, a la moralidad sexual- 100 de los sujetos) (o. c, p. 119).
familiar y a la lealtad, especialmente la comunitaria. Paralelamente, el motivo religioso es invocado como fundamento de la paz
«La problemática más angustiosa» parece confirmar las investigaciones de mundial, después de la reforma de las costumbres («queremos un lazo y una
otros autores: la cuestión religiosa se halla en el cuarto lugar para el cómputo garantía más fuerte: el cristianismo puro e integral»).
total, después del «éxito profesional», «los problemas de estudios», la propia Las actitudes con respecto a la Iglesia revelan una notable inclinación hacia
«formación moral». Estos tres últimos problemas, según el autor, han adquiri- ella (50-60 por 100), aunque motivada en parte por razones humanas, socia-
do en los últimos diez años «un dramatismo y una tonalidad especial, debido les e históricas (aproximadamente en la mitad de los sujetos). Un 30 por 100
a los factores anteriormente indicados (extensión de la depresión religiosa gene- se siente inseguro y un 15-20 por 100 se muestra abiertamente crítico respecto
ral, creciente relativismo cultural, liberación de la moral sexual pública y pri- a la Iglesia.
¿Cuáles son las conclusiones de este segundo estudio en cuanto al grado
pcTlenecientes a 16 institutos diversos, de ellos 12 en Roma y 4 en el Piamonte. Técnica de cues-
tionario y escala de juicio, posteriormente profundizada por el análisis factorial de los resultados. de «secularización» de la cultura?
Cf. P. G. Grasso, La struttura della personalita morale-sociale di giovani italiani: «Orient. Pedag.», El autor habla de la existencia de «tensiones fuertes y dolorosas en toda
IX (1962), 3, pp. 371-94. Estos estudios y el siguiente (véase nota 108) han sido recogidos por
P. G. Grasso en I giovani stanno cambiando, Zurich, 1963, cuyos datos citamos. Para confirmación
el área de los valores religiosos, sexuales-familiares y sociales (en sentido es-
de muchas conclusiones, véase el estudio citado de Alfassio-Grimaldi y Bertoni. tricto)». Se habla de «trabajo en el plano religioso, moral...» como de un re-
"" P. G. Grasso, Livellamento e transizionalita nel quadro giovanile dei valori: «Orient. flejo de una más amplia tarea cultural de la sociedad italiana, que confirma el
Pcdng.», VIII (1961), 6, pp. 1051-76, y IX (1962), 1, pp. 3-38. La muestra está compuesta por
1.015 sujetos de la enseñanza media superior pertenecientes a 30 instituciones escolares de toda
excepcional carácter de transición de los valores religiosos y el peligro inminen-
Italia; edad media, dieciocho-veinte años. La técnica utilizada es el cuestionario y la escala de te de la formación de una nueva síntesis de la cual tales valores corren el riesgo
juicio. de verse excluidos por su incapacidad de compaginarse con los motivos más
*24 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 325

vitales de la problemática juvenil (especialmente por las valoraciones de la rea- trialización por un lado y el ateísmo contemporáneo por otro. En gran parte de
lidad social) (o. c, pp. 132-33). los estudios, si bien es verdad que está presente la preocupación por aislar el
Un estudio posterior m puntualizó algunas características que pueden en- componente «urbanismo» (aunque sólo sea estudiantil), no se intenta casi nun-
lenderse como altamente significativas del grado de integración de los valores ca separar la variable «industrialización» (salvo en una o dos investigaciones
religiosos en la cultura (o subcultura) de los jóvenes ítalo-meridionales. realizadas en Alemania y en Francia). Se nota asimismo, siempre a propósito
La religiosidad, aunque presente, no es entendida por ellos ni como «con- de la representatividad de las muestras, la excepcional dispersión de las dis-
cepción orgánica religiosa de la vida» ni como valor «central» o como posee- tribuciones por edades. En su conjunto, las encuestas no son comparables entre
dora de un «papel integrador de la personalidad». En lugar de constituir un sí, puesto que falta una definición unívoca de «juventud». Incluso los límites
hecho específico, que ejerce un peso psicológico en el comportamiento total, cronológicos del tal período evolutivo varían de una encuesta a otra, desde los
permanece «al margen», en cuanto que es integrada al sistema individuo-fami- doce-trece años a los treinta. En esta situación, los resultados son sólo parcial-
lia como factor «funcional» por su coherencia y validez y, por ello, queda su- mente utilizables para la construcción de un cuadro relativamente completo del
bordinada a dicho sistema: religiosidad «familiar» más que «eclesiástica», mo- ateísmo en la edad juvenil, que nosotros identificamos aquí (arbitrariamente,
ralista más que dogmática (o. c, pp. 52-54; 74-75; 97-98; 202-203). pero con cierto fundamento psicológico y sociológico) con los años de la se-
La hipótesis está apoyada por amplias y profundas investigaciones sobre gunda adolescencia y de la primera madurez: de los quince-diecíséis años al
el mundo de los valores morales y religiosos de los sujetos. matrimonio.
Entre los estudios analizados resultan, por tanto, aprovechables para nos-
3. Valor metodológico y conclusiones teóricas de los estudios analíticos otros tan sólo los que permiten una valoración de los resultados obtenidos de
sujetos comprendidos en las edades que hemos precisado. Sin embargo, los lími-
Una crítica de conjunto sobre los estudios y los resultados que hemos exa- tes son muy elásticos.
minado, por una parte, debería conducirnos a poner de relieve el camino que Siempre dentro del tema de la representatividad de la muestra, tendríamos
es preciso recorrer todavía para el análisis del fenómeno del ateísmo juvenil, y que preguntarnos si el estado actual de las investigaciones permite al menos
por otra, debería constituir la premisa para una síntesis preliminar o provisio- cierto grado de deducción estadística, de forma que se puedan generalizar los
nal de las aportaciones consideradas como más válidas y esclarecedoras. resultados a una determinada área geográfica o cultural. Ateniéndonos a un
Articularemos esta crítica en dos partes, dirigiendo primero nuestra refle- criterio estrictamente científico (el de las técnicas válidas en la elección de las
xión sobre el valor metodológico de los estudios y después sobre las indicacio- muestras)109, nos parece que se ha logrado muy poco, en definitiva, en el nivel
nes teóricas. de las áreas geográficas nacionales (salvo alguna tentativa valiosa en Francia,
a) Valor metodológico de los estudios. 1. En la mayor parte de estos en Alemania, en Italia y en los Estados Unidos). Por el contrario, existen algu-
estudios se pone de manifiesto la relativa exigüidad numérica de las muestras, nas buenas pruebas (que poseen un alto valor como índices) para áreas secto-
de la cual es fácil deducir la escasa representatividad de las mismas. Además, riales (diócesis, regiones) o incluso para categorías, especialmente estudiantiles.
mientras abundan las encuestas sobre los grupos estudiantiles, son escasas las Deseamos también subrayar una carencia general de estudios longitudinales y
que se refieren a grupos obreros o campesinos, con respecto a los que se puede ile profundizaciones clínicas. Esta observación reviste una gran importancia,
presumir que el ateísmo juvenil presenta una problemática particular. La ob- puesto que es preciso asegurar los datos básicos para una interpretación psico-
servación tiene valor sobre todo para el sector obrero urbano, dadas las amplias lógica del ateísmo juvenil. Las investigaciones realizadas con método longitu-
conexiones (reales o supuestas) entre los fenómenos de urbanismo y de indus- dinal tienden, en efecto, a precisar a lo largo del desarrollo cronológico de los
individuos, los procesos del desarrollo psicológico. Hemos de decir, en cambio,
"'" P. G. Grasso, Personalitá giovanile in transizione: dal familismo al personalismo, Zurich, que en nuestra panorámica de encuesta falla casi absolutamente la posibilidad
1964. Se trata de un profundo estudio, siguiendo el método clínico, de una muestra restringida
de jóvenes italianos emigrantes a los Estados Unidos. El estudio tiene en cuenta los aspectos psico-
lógicos y sociológicos y tiene gran valor por Iá solidez del cuadro conceptual y de la técnica de "" Véase, por ejemplo, M. B. Parten, Pools and Samples, Nueva York, 1950; J. Smitli y
investigación, ya que, además del cuestionario y de la entrevista, utiliza tests proyectivos (TAT, A. J. Duncan, Sampling Statistics and Applications, Nueva York, 1945; P. O. Johnson y S. R. Mu-
Kornchnc'h y Rosenzwcig); la elaboración estadística de los datos es ejemplar. ii.iiiinriy, MaJ'erii •Stimpling Mc/hods, Minncupolis, 1959.
V26 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 327
de establecer un control frecuente de las variables que intervienen en el fenó- 3. Además de las deficiencias de las muestras y del método hemos de
meno (a nivel psicológico y sociológico) para reconstruir el desarrollo. contar con la escasa elaboración estadística de los datos. Dejando aparte alguna
Las investigaciones, todas ellas transversales, suministran abundancia de laudable excepción, no se va más allá de una valoración en porcentajes, cuando
datos, pero sugieren pocos conceptos utilizables para la explicitación del ateísmo habría sido de gran interés científico establecer al menos alguna correlación
juvenil. entre las variables más interesantes, algún índice del valor significativo de las
Del mismo modo, la carencia casi absoluta de profundizaciones clínicas en diferencias, alguna factorialización de los apartados que tengan una posible
casos normales y patológicos priva al esfuerzo explicativo del psicólogo de datos problemática común.
objetivos de partida y lo obliga a una labor, a menudo demasiado subjetiva, de Naturalmente, la insuficiencia advertida repercute en el análisis psicológico,
descripción intuitiva. pero también en el sociológico. En efecto, nos parece evidente, y con ello no
2. La escasez de las investigaciones de carácter clínico nos remite a la olvidamos los límites de una exclusiva valoración matemática de los resultados,
relativa pobreza de las técnicas de observación utilizadas. La absoluta prepon- que una cuidadosa elaboración de los datos ofrece ya orientaciones válidas para
derancia del cuestionario y de la encuesta (con alguna rara escala de juicio y de un análisis más conexo de los mismos datos, si bien sólo a la luz de un cuadro
actitud) replantea en toda su amplitud el problema de las deficiencias de mu- más completo de referencia conceptual asumen tales datos su significado de-
chos estudios (deficiencias que se identifican con las de las metodologías uti- finitivo.
lizadas) no. Por otra parte, la relativa falta de estudios dedicados expresamente al pro-
Podemos afirmar que son escasos los estudios de cierta importancia en los blema del ateísmo juvenil hace que las investigaciones existentes se muestren
que se ha seguido una metodología lo suficientemente completa, capaz de su- en gran parte defectuosas en cuanto a la determinación de los conceptos básicos.
plir las deficiencias de un solo instrumento de investigación y por ello de ser- El interés de los investigadores y estudiosos no va dirigido, en su conjunto, a
vir indirectamente de control a los datos obtenidos. Naturalmente, no es válido lograr una definición ni a la eventual creación de una tipología del ateísmo
barajar resultados obtenidos con metodologías diversas cuando son diversas las juvenil. De aquí cierta heterogeneidad en los estudios mismos. Frecuentemente,
muestras elegidas y todas las demás variables que caracterizan a los sujetos bajo el mismo término se sobrentiende una realidad diversa.
(área socíocultural, edad, educación, religión, sexo, etc.). Pero falta sobre todo una concepción explícita de la conducta religiosa y
A la relativa pobreza metodológica va directamente ligada la inadecuación de los procesos específicos de la religiosidad juvenil en la cual encuadrar las
conceptual de los criterios asumidos para medir el fenómeno del ateísmo ju- resultantes cuantitativas de las encuestas. A causa de esto, muchos estudios se
/enil. reducen a una recogida de datos, cuya utilización se revela luego en parte irrea-
Esto, aparte la intrínseca debilidad de contenido de los resultados obteni- lizable por falta de un adecuado y proporcionado bagaje teórico.
los, provoca también la escasez de estudios contemporáneos en los que se uti- Otros aparecen restringidos a pequeños sectores de la problemática de con-
tee un mayor número de índices de religiosidad. junto y, por falta de un cuadro teorético común, concuerdan mal entre sí y
No bastan, claro está, tomados aisladamente, ni el control de la práctica re- resultan por ello aislados y no unificables en una visión total del fenómeno.
¡giosa regular, ni la declaración de fe acerca de algunas creencias fundamenta- En particular se puede decir que, aunque existen tentativas, incluso váli-
os, ni la medida de algunas actitudes religiosas, ni la observación de ciertas im- das, para una interpretación del fenómeno genérico de la irreligiosidad juvenil,
licariones socioculturales de la religiosidad (por lo general, tomadas del solo de la disminución de la práctica religiosa, etc., con demasiada frecuencia se
nálisis subjetivo de los individuos entrevistados). ciñen al nivel fenomenológico y se ven privadas de las aportaciones de la re-
Una bien elegida metodología, una pluralidad de variables, junto a una más flexión psicológica y sociológica.
:ertada elección de las muestras, asegurarían resultados, al menos desde el
lis en esta dirección, a nuestro modo de ver, en la que se realizan los es-
ínto de vista sectorial, muy válidos. Así, pues, tales estudios son muy de- fuerzos más organizados. El éxito de la investigación puede alcanzarse en la
abíes. doble Jínca del estudio sobre el terreno (más avisado desde el pumo de vista
110 metodológico) y de la reflexión acerca de los datos (más fundamentada en los
Cf. M. B. Parten, o. c, p. 624, especialmente por el uso del cuestionario en la investiga-
•n social. resultados empíricos). Pero al margen de estas observaciones críticas, ,u|iié
328 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 329

conclusiones siguen siendo válidas o, por lo menos, cuáles son las orientaciones estudios llevados a cabo para llegar a conclusiones, incluso aunque se refieran
que pueden servir para estudios ulteriores? a sectores particulares (juventud obrera, estudiantil, rural; primera o segunda
adolescencia; varones, hembras). Sin embargo, se tienen resultados de alto
b) Conclusiones teóricas. 1. De los estudios resulta un cuadro «aproxi- valor indicativo, que podrían ser confirmados, en nuestra opinión, mediante
mado» y puramente «probable» del grado de práctica religiosa existente en investigaciones sobre lo que leen, piensan, dicen y hacen los jóvenes, sobre los
muchas áreas y sectores limitados de la población juvenil. Este grado de irreli- esquemas de comportamiento ideales y reales de la juventud, sobre los proble-
giosidad, que emerge de múltiples indicios, es muy difícil de valorar en su to- mas morales más comprometedores y los que respectan a una concepción reli-
talidad, sea de manera absoluta (respecto a un «deber ser» que sería preciso giosa del mundo.
fijar en el plano filosófico-teológico), sea de manera relativa (es decir, en rela- De la naturaleza puramente indicativa de las tres conclusiones a las que
ción a las repercusiones psicosociológicas que el hecho presenta, como síntoma hemos llegado se puede deducir que es prematuro concretar el aspecto «cuanti-
global de las diversas formas del ateísmo juvenil). Incluso para la sola «práctica tativo» del fenómeno del ateísmo juvenil y mucho más aún el grado de desacra-
religiosa» es totalmente prematuro sacar deducciones acerca de la situación de lización de la cultura juvenil (sigue, no obstante, planteado el problema de la
vastas áreas culturales. Además, las investigaciones por nosotros analizadas re- determinación del concepto de lo «sagrado» al nivel psicológico) y los motivos
flejan la situación de Europa y de los Estados Unidos, pero nos faltan los re- conscientes del ateísmo juvenil. Además, los estudios que hemos detallado
sultados relativos a otras áreas o, cuando contamos con ellos, no son dignos de ofrecen contribuciones escasamente ilustrativas acerca de los procesos de ins-
tenerse en cuenta. tauración, del ritmo de desarrollo cronológico durante la edad evolutiva, del
A pesar del número creciente de datos de que disponemos, nos encontra- previsible desarrollo de la actitud atea a los niveles psicológico y sociológico.
mos todavía al nivel de lo fragmentario, tal vez incluso en lo que respecta a Sin embargo, será útil intentar una ulterior profundización etiológica del
una simple observación «cuantitativa» de la práctica cultural. ateísmo juvenil, siguiendo otros estudios de carácter preponderantementc in-
2. Se puede confirmar, en base a los estudios analizados, cierto grado de terpretativo.
ateísmo consciente, declarado o «teórico» entre los jóvenes, aun con todas las
reservas que hemos puesto en evidencia sobre las imperfecciones metodológicas.
Sin embargo, esto no significa que hayamos alcanzado resultados válidos III. SIGNIFICADO PSICOSOCIOLOGICO DEL ATEÍSMO JUVENIL
sobre el significado de la conducta atea en los jóvenes, ni mucho menos póde-
nos permitirnos generalizar acerca del grado de progresiva ampliación del fe- 1. Premisas
nómeno del ateísmo juvenil. En efecto, faltan, a nuestro entender, puntos de
•eferencia válidos para ambas deducciones, dada la ambigüedad de los concep- En el cuadro general de una explicación psicológica y sociológica del ateís-
os utilizados por las investigaciones y la escasez de estudios serios sobre la con- mo encuentra su puesto una reflexión particular sobre el fenómeno del ateísmo
ístencia del ateísmo en el pasado. juvenil. En efecto, además de los procesos más generales que explican el ateísmo
• Cierta área de la población juvenil es ciertamente atea, pero no poseemos del adulto, existen dimensiones particulares del ateísmo juvenil ligadas a las
ndicios seguros para afirmar que este ateísmo juvenil sea un fenómeno pro- leyes del desarrollo de la personalidad del individuo y de su religiosidad.
>¡o de nuestra generación y que tienda a ampliarse. Faltan asimismo los datos El razonaminto sobre el ateísmo juvenil se articula así en continuidad y en
ecesarios para una determinación de los componentes del fenómeno, como conexión con las aportaciones de la psicología genética y de la psicología reli-
is variables de sexo, instrucción, nivel socioeconómico, clase social, inteligencia giosa, a las cuales se integran las hipótesis interpretativas y las conclusiones de
todas las restantes características de la personalidad (emotividad, afectividad, la sociología religiosa.
totivaciones conscientes e inconscientes, etc.). Así, pues, para esta reflexión se debe partir de un cuadro del desarrollo
Y sin duda alguna son también prematuras las generalizaciones a amplias general de la religiosidad juvenil, del cual habría que inferir los procesos psí-
•cas culturales. quicos y los comportamientos sociales que dan origen a una conducta religiosa
3. Se ha confirmado asimismo cierta «secularización» de los valores socio- desviada, en la que se contienen los gérmenes de un desarrollo del ateísmo.
orales de la juventud. Son demasiado escasos y demasiado poco seguros los Esta reflexión, al mismo tiempo psicológica y sociológica nene lugar, a
330 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 331
nuestro parecer, por aproximaciones sucesivas. En primer lugar, como análisis teoría general de la personalidad y de la sociedad. En este nivel se impone, por
de las variables que impiden la formación de una religiosidad madura, o al tanto, la elección de un marco conceptual.
menos normal y proporcionada al desarrollo total del individuo y vinculada a Desde un punto de vista psicológico, nos orientamos hacia una solución que
las dimensiones sociológicas de la religiosidad en su área cultural. Luego, como tenga en cuenta sobre todo las aportaciones de las teorías holísticas y cognosci-
profundización de los componentes que conducen a la ruptura inicial del des- tivas m . Desde un punto sociológico, no tenemos una referencia específica, por
arrollo religioso cuando se instaura el ateísmo juvenil real y propio. lo cual nos limitaremos a evidenciar de cuando en cuando los motivos inspira-
El esquema que planeamos no agota ciertamente todas las variantes feno- dores de nuestras hipótesis, aunque se puede decir que tendremos particular-
menológicas del ateísmo juvenil. En efecto, se puede formular la hipótesis, no mente en cuenta las teorías encabezadas por Talcott Parsons y Robert K. Mer-
sólo teórica, sino también fundamentada en los hechos y en la experiencia, de ton m .
que para muchos jóvenes el ateísmo no es fruto de una larga evolución psico- Sin embargo, nuestra elección no implica que no aprovechemos todas las
lógica y sociológica de una religiosidad inicial, sino tan sólo un hecho impre- aportaciones teoréticas que consideremos útiles, de dondequiera que procedan.
visto o una conclusión normal de toda una educación arreligiosa l n .
Formuladas estas premisas, analizaremos los principales procesos psico-
Sin embargo, el camino que hemos elegido representa a nuestro juicio el sociológicos de la maduración religiosa y las causas de su fracasado desarrollo.
más común entre los «modos» posibles de la instauración del ateísmo juvenil,
y por ello sugiere categorías de interpretación más observables y al mismo tiem-
2. Religiosidad integrada y religiosidad marginal
po más útiles, en cuanto que son extensibles a mayor número de casos m.
El desarrollo de la religiosidad madura en la segunda adolescencia está en a) La religiosidad se interioriza en la segunda adolescencia. Esto signi-
función de todos los factores psicológicos y sociológicos que intervienen en los fica que, basándose en las nuevas capacidades intelectuales del joven, en las
procesos de maduración de la personalidad en sus dimensiones básicas (proceso variaciones del conjunto de necesidades, intereses y valores; en la mutación
de «culturización») y en sus características individuales (procesos de estructu- de las relaciones con los grupos familiar, escolar, recreativo, etc.; en el distinto
ración psicológica). A su vez, estos factores van interpretados a la luz de una equilibrio emotivo-afectivo, surge una nueva religiosidad basada en la com-
prensión y aceptación consciente de las nociones y normas religiosas, por su va-
111 lor objetivo o por capacidad personal115.
Véase a este respecto la problemática expuesta en R. V. Me Cann, Development Factors
in the Growth of Mature Faith: «Reí. Educ», 50 (1955), pp. 147-55. En efecto, el autor habla de
«desconversión» para caracterizar un ateísmo debido a un hecho imprevisto traumático, de orden m
Para la psicología de la personalidad nos hemos inspirado en las teorías de G. W. Allport,
emotivo y afectivo; asimismo examina casos de ateísmo «hereditario», en los cuales entran en J. Nuttin, H. Thomae y E. C. Rogers, teorías que pueden ser denominadas sistematizaciones «di-
juego factores ambientales, familiares e inconscientes. námico-íntegrativas» y «fenomenológicas» (cf. las obras de estos autores, que citaremos más ade-
Adviértase, sin embargo, que faltan, según consta, profundizaciones psicológicas válidas acerca lante).
de estas formas de ateísmo «inesperado», si bien una cierta problemática (al menos e converso) 114
Cf. T. Parsons, The Structure of Social Action, Nueva York, 1937 (traducción española de
.ha sido esbozada en los abundantes estudios acerca de la conversión aparecidos en los primeros J. S. Caballero y J. Castillo Castillo, La estructura social, Guadarrama, Madrid, 1968); id., The
treinta años de la historia de la psicología religiosa. Social System, Glencoe, 1951; T. Parsons y E. Shils, Toward a General Theoryof Action, Boston,
Véase asimismo G. W. Allport, The Individual and his Religión, Nueva York, 1950, p. 103. 1951; R. K. Merton, Social Theory and Social Structure, Glencoe, 1951. Pura la sociología religio-
111
Es claro que un estudio más completo sobre el ateísmo juvenil exige una consideración sa hemos tenido presente el pensamiento de Le Bras, Hoult, M. Yinger, Vcrnon, Wach, ele.
«tipológica» más articulada del fenómeno. De todos modos, se podría llegar a una tipología asu- "' Cf. E. E. Alien y R. W. Hites, Factors in Religious Attitude o¡ Older Adolescents: «.[. Soc.
miendo uno u otro de los varios factores considerados por nosotros y desarrollando desde ese Psychol.», 55 (1961), pp. 265-73; G. C. Negri, Considerazioni sul fenómeno delta dissociazione Ira
punto de vista particular (cognoscitivo, emotivo, tendencial, ambiental, etc.) toda la serie de las sapere religioso e menlalita di vita: «Orient. Pedag.», VIII (1961), 2, pp. 269-298; I, E. üender,
demás variables conexas. En efecto, se puede emitir la hipótesis de que algunas formas de ateísmo Changes in Religious Interesls; a Retest after 15 Years: «J. Abn. Soc. 1'nych.», 57 (1958), pp. 41-
juvenil son el resultado preponderante de uno o más factores particulares y no de un desarrollo 46; E. Ilarms, The Development of Religious Experiencc in Children: «Aiijcr, ,T. Soc», 50 (1944),
completo como el descrito por nosotros. En tal caso se profundizarían las numerosas alusiones pp. 112-22; A. D. Woodruff, Personal Valúes and Religious Backgroiind: «,|. Soc. Psycli», 22
que haremos en el curso de nuestro estudio a formas particulares de ateísmo juvenil (protesta (1945), pp. 141-47; W. H. Clark, A Study of Some Factors Leading lo Achievement and C.rrall-
Bocial, conflicto de generaciones, racionalización de conductas morales, etc.). vity, with Special Refercnce to Religious Skepticism and Belief: «J. Soc, Psych.», 41 (1955),
Naturalmente, no se puede prescindir de nuestro intento de explicación unitaria y considerar pp. 57-69; id., Religión as a Response to ¡he Search for Meaning: lis lirliilion to Skepticism and
cnila parágrafo o parte de este análisis como una problemática aparte, capaz de explicar formas Creativity: «}. Soc. Psych.», 60 (1963), pp. 127-38; H. S. Tuttle, Aims of Courses in Religión;
particulares de ateísmo. «J. Soc. Psych.», 31 (1950), pp, 305-9.
332 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 333

La dirección de esta religiosidad interior se da en el sentido de la autonomía necen disociadas de los procesos psíquicos implicados en la formación de la
en cuanto que tiende a separarse relativamente de la religiosidad paternal e ins- personalidad. Así, se habla de una religiosidad fallida como causa remota de la
titucional. La actitud religiosa que de ahí se deriva está fundada en la responsa- ulterior desintegración de la actitud religiosa U9.
bilidad de una toma de posición personal, en la cual se hallan comprometidas Una profundización en los componentes de esta religiosidad «exterior»,
las motivaciones más profundas del sujeto. Este es el primer paso hacia una «impersonal», lleva a identificar las raíces lejanas del ateísmo juvenil en cuanto
religiosidad autónoma y madura116. que fija algunas líneas de menor fuerza en el proceso global de la formación
En la línea de G. W. Allport puede afirmarse que esta interiorización se de una religiosidad estructurada y proporcionada al desarrollo total del indi
desarrolla según las líneas de la expansión (entendida como la sucesiva exten- viduo.
sión de las motivaciones religiosas a problemas vitales cada vez más vastos y Desde el punto de vista de la dimensión cognoscitiva, parecen estar direc-
ligados a los procesos de la estructuración del yo), de la objetivación (entendida tamente interesados en el proceso de interiorización, por una parte, ciertos
como adecuación de la religiosidad a conceptos y normas religiosas separados de mínimos de QI (cociente intelectual) suficientes para una comprensión básica
las implicaciones e intereses subjetivos), de la integración (como unificación del contenido de los conceptos y normas religiosas. No obstante, faltan estudios
dinámica de todos los rasgos de la conducta en torno al comportamiento reli- amplios y válidos sobre la relación entre inteligencia y religiosidad 12° y por ello
gioso) 117. es absolutamente aventurado sugerir como causa de la irreligiosidad una menor
No siempre el proceso de interiorización alcanza su completo desarrollo. capacidad intelectual.
En caso positivo, da lugar a una actitud religiosa madura, en el sentido de que Por otra parte, se muestran más fecundos los estudios sobre la importancia
la dinámica y la creatividad del yo son puestas a disposición de la religiosidad de la «información» en la estructuración de la actitud religiosa121.
y, al mismo tiempo, el comportamiento religioso cataliza, al servicio de la es- La cuestión, a nuestro modo de ver, se perfila bajo diversos aspectos m.
tructuración de la personalidad del joven, los recursos de todo el psiquismo 118. Parece importante, ante todo, el contenido de las informaciones suministra-
En caso negativo, la actitud religiosa y la conducta correspondiente perma- das por el sujeto sobre todo el proceso de «culturización», y que reflejan en
gran parte los «valores religiosos» de la cultura a la que dicho sujeto pertenece.
"6 Es evidente que al hablar de «madurez» nos referimos en este contexto a un concepto Es importante advertir que del pensamiento filosófico, psicológico y sociológi-
principalmente «funcional» en el nivel psicológico y sociológico, aunque no sean del todo ajenos co se han transferido a muchas culturas numerosos «esquemas mentales de
a nuestra perspectiva ciertos juicios de valor, implícitos en una definición de «madurez» inspirada
en una concepción filosófica del hombre y de su «deber ser». Desde un punto de vista psico- comportamiento» negativos con respecto a la religiosidad. Tal es la cansa de
sociológico, además de los citados Allport y Nuttín, véase P. A. Bertocci y M. R. Millard, Perso- que los jóvenes de determinadas áreas culturales estén expuestos al influjo (en
nal!ty and the Good, Psychological and Ethical Perspectivas, Nueva York, 1963, especialmente gran parte inconsciente) de «informaciones» de contenido disgrcgador respecto
el cap. VI).
117
G. W. Allport, The Individual and his Religión, Nueva York, 1950, pp. 52ss. Se advertirá, a la actitud religiosa. Bastará referirse, aunque es difícil documentarlo científi-
sin embargo, que el concepto de «integración» del que habla Allport se refiere también al proceso camente, al alto grado de «laicización» o «secularización» de las normas-valores
de nbsolutización de la religiosidad, del cual nos ocuparemos más adelante. Aquí, lo mismo que de determinadas culturas occidentales, que se resienten en mayor grado del
•en otros contextos, es difícil operar una distinción neta entre los varios factores involucrados en el
ateísmo juvenil y que aparecen con función diversa en los distintos momentos (lógicos o crono-
influjo de las críticas filosóficas, psicológicas y sociológicas a la religión.
lógicos) del desarrollo total y la particular actitud examinada.
Véanse además V. H. Me Kenna, Religious Altitudes and Personality Traits: «J. Soc. Psych.», "" A. D. Woodruff, Personal Valúes and Religious Backgrounds: «J. Soc. Psych.», 22 (1941),
54 (1961), pp. 379-88; M. H. Sherman, Valúes, Religión and the Psychoanalyst: «J. Soc. Psych.», 45 pp. 141-47; G. C. Ncgti, Considerazioni sul fenómeno della dissociazione Ira supere religioso e
(1957), pp. 261-69; E. Erikson, On the Sense of inner Identity, en R. P. Rnigth y C. R. Friedman mentalita di vita: «Orient. Pedag.», VIII (1961), 2, pp. 269-98.
110
(cds.), Psychoanalytic Psychiatry and Psychology, Nueva York, 1954; C. S. Braden, Why People Véanse los datos suministrados por M. Argyle, o. c, pp. 92-96, con IIIN iriitatlvns pnrcitilcN
Are Religious: a Study in Religious Motivation: «J. of Bible and Reí.», 15 (1947), pp. 38-45; de explicación de la relación inteligencia-religiosidad. Un ejemplo más recirntr puede cnconirurM*
V. French, The Structure of Sentiments: «J. of Personality», 15 (1947), pp. 247-82; 16 (1947), en F. Verhage, Intclligentie en kerkerlijke gezindte: «Nederl. Tijdsch. v. el. l'Nyrliol.», 19 (1964), s
pp. 78-108; H. Carrier, Psychosociologie de l'appartenance religieuse, Roma, 1960, pp. 135 y 264. pp. 247-54, con conclusiones provisionales.
"" II. Carrier, o. c, pp. 135-36; W. H. Clark, A Study of Factors Leading to Achievement and ."' H. Carrier, Psychosociologie de Vappartenance religieuse, Roma, 1960, |i|t. 126-52, 224.
Crcalivity: «J. Soc. Psych.», 44 (1955), pp. 57-69; E. M. Ligón y W. T. Penrod, Religious and W. II. Clark, The Psychology of Religión, Nueva York, 1958, pp. II2N».; H, S. Tuitle, Atm,\
Character Pormation as a Catalyzing Forcé in personality: «Charac. Potential», 2 (1963), I, pp. 3- Courses in Religión: «J. Soc. Psych.», 31 (1950), pp. 305-9.
18; W. T. Penrod, Youth Can Decide: Whether Religión Will Become Integral to his Live: '" Véase, a propósito de los procesos de formación de la actitud, 1). Krech, K. S, CrutchflrM
«Charac. Potential», 2 (1963), pp. 92-95. y M. I„ Hallncíicy, Individual in Society, Nucvu York, 1962, pp. 191-213.
334 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 335

A esto contribuyen en gran parte los medios de comunicación de masa: los a la desintegración de la actitud religiosa (en cuanto procesos y fenómenos
«mensajes» que se infunden en la cultura a través de la prensa, la radio, la tele- sustancialmente ambivalentes)I25.
visión y el cine son capaces, por su cantidad, su inestabilidad y contradictorie- Adviértase cómo influye, en concurrencia con la escasa estructuración psi-
dad, de alimentar la situación de confusión cultural en que se debaten los jóve- cológica y sociológica del mensaje religioso, la sólida fuerza de persuasión de
nes y, a la larga, de fomentar cierta anomia que pone en crisis todos los valores. los modelos de conducta presentados a través de los medios de comunicación
De hecho, se advierte que los contenidos de estos «mensajes» están orientados de masa. En la transmisión de sus «mensajes», la prensa, la radio, la televisión
a facilitar sobre todo el cambio cultural de los valores (familiar y sexual) más y el cine explotan sistemáticamente las técnicas de persuasión y de propaganda.
estrictamente vinculados con la motivación religiosa. De aquí su influjo directo La presión social que de ahí se deriva es notabilísima, si se tiene en cuenta a la
sobre la religiosidad, sea en el sentido de la homogeneicización y de la nivela- vez el hecho de que tales modelos de conducta expresan generalmente los valo-
ción de los valores religiosos respecto a los profanos, sea en el sentido de una res de la cultura-ambiente más apreciados y son interpretados frecuentemente
por «personajes» en posesión de una intensa capacidad de sugestión m.
crítica generalizada respecto a ellos in.
Un tercer aspecto de la «información» influye en la formación de la actitud
Este aspecto particular de la formación de la actitud religiosa, considerado religiosa: su relación de interacción con el proceso de satisfacción de las necesi-
aquí en función de la «información», será examinado más adelante desde el dades. Estas últimas ocupan un puesto preponderante en la dinámica compleja
punto de vista de la relación entre los valores religiosos y los valores profanos. del psiquismo juvenil y emergen con función motivadora según los varios nive-
En segundo lugar debe subrayarse que la «información» estructura también les cognoscitivos que el sujeto va alcanzando. Desde el punto de vista de la reli-
la actitud religiosa desde un punto de vista formal: es el grado mismo de es- giosidad, la «información» religiosa tiende a formar un cuadro de referencias
tructuración de la «información» y la «proporción» con el actual estadio de en el cual la satisfacción de las necesidades halla su más completa explicitación.
desarrollo de toda la personalidad (por lo cual se ha de prescindir de los con- Como se verá más adelante, sin este cuadro conceptual (que es denominado
tenidos) lo que permite la formación de actitudes estables y dinámicas al mismo por muchos «concepción de la vida») (philosophy of Ufe), las necesidades son
tiempo. De aquí la enorme importancia del factor «instrucción religiosa» en la satisfechas de modo vectorial y no integrado, lo cual impide la maduración ar-
delicada fase del paso de la adolescencia a la edad adulta. Si antes la formación mónica del individuo religioso.
religiosa era principalmente función de una relación emotivo-afectiva con las La falta de un cuadro conceptual es fomentada también, como hemos adver-
figuras paternas y con las instituciones religiosas, ahora prevalece la consciente tido, por la «confusión» de los valores religiosos procedente de la presión ejer-
toma de posición personal m. cida por los medios de comunicación de masa. No obstante, es preciso subrayar
Nosotros mismos hemos tratado de demostrar que por falta de tal infor- que, junto a estos efectos directamente negativos sobre la religiosidad, existen
mación adecuada, incluso aunque sea tan sólo en el sentido de instrucción reli- otros que se revelan como tales sólo en un segundo tiempo. En efecto, se ha
giosa, se originan dudas, dificultades, conflictos religiosos que pueden preceder advertido que en algunos ambientes la crisis del sistema sociocultural impulsa a
muchos sujetos a la búsqueda de una seguridad en la religión. Así, se asiste
a múltiples movimientos de reviváis (despertares) religiosos norteamericanos,
121
P. G. Grasso, I mezzi audivisivi e la famiglia, en Le incidenze sociali dei mezzi audiovisivi, al regreso a la práctica religiosa por parte de algunos jóvenes emigrados par-
XXXV Semana Social de los Católicos Italianos (Siena, 24-29 de septiembre de 1962), Roma,
1962, pp. 107-30. ticularmente «desadaptados» 127, a fenómenos más o menos vastos de conver-
'" Acerca de la importancia de la enseñanza religiosa para la formación de una religiosidad sión. Pensamos que tal religiosidad es preponderantemente reactiva y debe in-
¡uvcnil adecuada al desarrollo total de la personalidad y en función de la «prevención» del proceso
le decadencia religiosa, véase, además del ya citado artículo de G. C. Negri y G. C. Milanesi, '" G. C. Milanesi, a. c: «Orient. Pedag.», XII (1965), 4, pp. 741-801.
124
'nsegnamento della religione e dubbio religioso nella tarda adolescenza: «Orient. Pedag.», XII El divismo como fenómeno psicosociológico ha sido estudiado, por ejemplo, por G. (.', Cu»
1965), 4, pp. 741-801; C. G. Negri, La «revisión de vie» come método catechistico: «Orient. tcllo, // divismo, Turín, 1957; E. Morin, Les stars, París, 1957; F. Alberoni, L'élite srnza po/rrr,
'cdag.», IX (1962), I, pp. 66-82; id., Aspetti socio-culturali dell'insegnamento religioso scolastico: Milán, 1963. De este último son particularmente interesantes los capítulos II (Condiciones gene
.Orient. Pedag.», XI (1964), 6, pp. 1292-1306. rales de existencia del fenómeno, pp. 15-22) y III (Divismo y carisma, pp. 23-30), que puc-ilen
Estos estudios subrayan la necesidad de una enseñanza válida no sólo desde el punto de vista sugerir alguna vinculación de la problemática con los absolutos de sustitución (p. 195), «IHIIMIIN
unntitativo (suficiente número de lecciones, programas completos), sino sobre todo cualitativo de cuyas características parece poseer el divismo.
m
Estructuración del contenido, sensibilidad psicológica y sociológica, adecuación metodológica). P. G. Grasso, Pcrsonaltta giovanile in transhione, Zurieh, 1964, p. 142.
336 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 337

tcrpretarse como mecanismo de defensa (¿evasión?) contra la inseguridad de etcétera), que fácilmente se satisfacen con reacciones más bien impulsivas, que
un sistema sociocultural inestable. La religión ofrece a estas personalidades un persiguen una gratificación inmediata, sin tener en cuenta el lugar y la función
sistema coherente de creencias, una sólida organización jerárquica, una cierta que tales conductas singulares ocupan en el marco total de la existencia.
estabilidad de los valores-normas. Sin embargo, se trata de una conducta reli- Esta satisfacción vectorial de la conducta, que como hemos visto anterior-
giosa inicialmente «atípica», que permanece generalmente privada de solidez mente está en conexión con todas las demás fases del desarrollo de la persona-
psicológica en cuanto que está desligada de las motivaciones centrales de la lidad y especialmente con las fases cognoscitivas, pone en juego conductas se-
personalidad y conectada a los mecanismos de defensa. lectivas que, a la larga, cambian el cuadro fundamental de las motivaciones y,
De todos modos, sigue siendo muy probable en nuestra opinión que una consiguientemente, el cuadro perspectivo de la existencia de un individuo.
de las causas de la exfoliación de la actitud religiosa y, por tanto, de una posible Esta selección es particularmente activa cuando uno de los polos del con-
evolución hacia el ateísmo juvenil radique en su incapacidad (por motivos de flicto entre las motivaciones está constituido por la conducta religiosa, sea por-
inadecuación de la «información») para reelaborar una síntesis orgánica de los que esta última infunde mayor urgencia al conflicto en cuanto pretende ejercer
valores religiosos a través de una revisión crítica de su fundamento conceptual un papel integrador más amplio y profundo, sea porque de la religión proceden
y una progresiva autonomía de las motivaciones precedentes m. con frecuencia sanciones morales graves para la motivación opuesta 132.
Estas afirmaciones cobran mayor validez al confrontarlas con lo que dire- Por ello se llega a la conclusión de que la irreligiosidad juvenil está en gran
mos sobre el proceso de absolutización y de socialización de la religiosidad ju- parte originada por conflictos motivacionales, en los cuales prevalece la satis-
venil. facción vectorial de la personalidad y queda pospuesta una satisfacción más
Desde el punto de vista del desarrollo de las tendencias, la fallida interiori- completa y más integradora, pero más comprometedora y menos gratificadora
zación de la conducta religiosa se ha atribuido principalmente a un juego de hic et nunc.
conflictos entre necesidades opuestas, que puede tener diversos esquemas de Esto parece confirmar la impresión de educadores, pastores de almas y maes-
solución 129. tros de que existe cierta conexión entre la «caída moral» y la «caída religiosa»,
Sin embargo, a nuestro modo de ver, los fenómenos complejos a través de referida sobre todo a las conductas sexuales. Se harán a continuación, desde
los cuales la religiosidad entra en conflicto con la satisfacción de otras necesi- otros puntos de vista, algunas precisiones más sobre este punto.
dades se pueden reducir primordialmente al esquema del conflicto entre nece- El acogerse al esquema interpretativo de los conflictos motivacionales re-
sidades integradoras y necesidades vectoriales 13°. mite a un replanteamiento más amplio de la irreligiosidad y del ateísmo juvenil
En el estadio evolutivo de la juventud falta todavía una concepción com- como «mecanismo de defensa» contra las varias frustraciones que el joven su-
prensiva de la propia existencia, sobre todo en su dimensión «prospectiva» 131, fre en los numerosos conflictos motivacionales propios de su edad.
que tiene en cuenta el futuro y no sólo lo inmediato. Al mismo tiempo urgen Se alude aquí no sólo a las frustraciones por conflictos de origen interno,
algunas necesidades (en parte ya preexistentes en la edad anterior, en parte sino a las frustraciones de origen social, procedentes de las profundas modi-
nuevas) en el nivel biopsíquico (el sexo, la salud, la prestancia física) o en el ficaciones de la psicología individual provocadas por las rápidas mutaciones de
nivel psicosocial (necesidad de aceptación, de independencia, de experiencia, la sociedad (en el nivel estructural y cultural) que no siempre pueden ser ab-
sorbidas por los jóvenes de manera gradual ni ser integradas en su sistema de
"" G. W. Allport, o. c, p. 64.
'" L. Guiñare!, L'évolution religieuse des adolescentes, París, 1952. El autor subraya en varias
valores IM. Así ocurre con respecto a los «cambios culturales» generales de la
ocasiones la repercusión negativa de la conducta sexual sobre la religión; P. G. Grasso, Fonda- sociedad, que ejercen ya su influjo sobre los valores religioso-morales que for-
menti sociología e psicologici dell'educazione religiosa: «Educare» (Braido, P. [ed.]), Roma, 1960, man parte de aquella cultura. Así ocurre sobre todo con la transformación de
2.* ed., II, pp. 160-62; A. Ronco, La realita biológica e psicológica della sessualitá umana: «Orient.
l'eckg.», XI (1964), 3, pp. 551-77, especialmente pp. 570-72. Véanse asimismo los citados artículos
ilc R. V. Me Cann y G. S. Braden. '" P. G. Grasso, Londamenti sociología..., p. 161.
,JJ
"° Para este punto particular, sin adentrarnos en precisiones más específicas, remitimos a las Acerca de este tema véanse, además de los estudios de H. Carrier sobre In ¡IINUCIICIH de lo»
obras de G. W. Allport, J. Nuttin, H. Thomae, A. W. Combs y D. Snygg, R. Lewin, A. H. Mas- grupos de referencia (indirectamente interesados), S. B. Withey, The Ittjluencc nj ihe Peer (Iroup
low, S. Rosen/wcig, S. Freud y P. M. Symónds. on thc Valúes of Youth: «Reí. Educ.» (supl.), 1962, julio-agosto, pp. 34-44. Pueden cxlnteric
1,1 asimismo indicaciones útiles de las conclusiones de P. G. Grasso, / giovani stanntt ni/nhliindo,
En el sentido que le atribuye H. Thomae, Der Mcnsch in der Entscheidung, Munich, 1960
(inul. italiana de A. Ronco, La dinámica della decisione umana, Zurich, 1964). Zurich, l')6?..
22
338 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 339
los valores religioso-morales en particulares condiciones históricas y ambien- Se puede afirmar, por consiguiente, que la formación de la religiosidad ma-
tales. El reaccionar a la frustración insuperable (confusión transicional de los dura (o viceversa, de una actitud religiosa no estructurada) está en función de
valores religioso-morales) con mecanismos de defensa diversos (y desde el punto la relación del cuadro de necesidades, intereses e ideales con ciertas conductas
de vista de la religiosidad ciertamente negativos) como la evasión, la agresión, religiosas y de la posibilidad concreta de una síntesis orgánica entre estos ele-
la negación, la racionalización, la reaction fortnation, constituye uno de los mentos.
pattcrns (patrones de conducta) posibles de la instauración de la irreligiosidad Remitiendo a una ulterior reflexión esta problemática, que está ligada más
primero y del ateísmo después. En semejantes casos, el fenómeno de la irreli- ampliamente a los factores sociológicos del ateísmo juvenil, vamos a detenernos
giosidad es juzgado en el marco sociológico del que toma origen y, en el nivel ahora en otros esquemas de interpretación del fenómeno en el ámbito de la
psicológico, en el marco de las características de los mecanismos de defensali4. dimensión tendencial del desarrollo de la personalidad.
Las frustraciones de origen social parecen ejercer un influjo creciente sobre De manera particular, la relación entre la dimensión tendencial de la perso-
la personalidad del joven, sobre todo en conexión con los problemas de la nalidad y la religiosidad fue estudiada por Freud. Sus consideraciones generales
emigración-inmigración, de la aparición continua de nuevos roles motivada por sobre el origen de la religión (al nivel individual y social, ambos modelados
el progreso tecnológico, de las causas más generales que provocan el fallo o la sobre el esquema del complejo de Edipo) m son de cierta utilidad incluso para
incertidumbre del «status» para la masa de los jóvenes 135. Que estos factores iluminar desde el interior algunas modalidades del desarrollo de la religiosidad
tengan importancia para la religiosidad se ba demostrado en diversas ocasiones juvenil (y en consecuencia del ateísmo juvenil)J37. Las afirmaciones de Freud,
por varios estudios. De ellos se deduce que los valores religiosos son los prime- integradas por estudios posteriores sobre la interiorización sublimada de la
ros en resentirse ante el cambio de los valores sociomorales de una cultura y figura paterna13S y encuadradas en su justo valor epistemológico, subrayan la
son, por tanto, los mayores responsables de los conflictos motivacionales y de importancia de las figuras paternales en el proceso de estructuración de la reli-
los consiguientes mecanismos de adaptación que los jóvenes se procuran. giosidad. La fallida integración de la conducta religiosa en el marco general de
Un razonamiento análogo se puede hacer en cuanto a la formación y a la la conducta del individuo y, sobre todo, las dudas, los conflictos, las crisis reli-
jerarquización de intereses y de ideales, que pueden ser percibidos por el sujeto giosas y el abandono de la religión se atribuyen a una problemática paternal no
(por varias causas) como en conflicto y en competencia con las normas de la resuelta en la edad precedente y que se hallaba precisamente en conflicto con
conducta religiosa. las figuras paternales en el ámbito de la satisfacción de la libido m.
Es evidente que esta interpretación no deriva directamente de Ja obra de
154
Característico, y en cierto sentido sintomático, es el mecanismo de la agresión transferida,
1,6
según la cual se ataca a otra persona o realidad vinculada de alguna manera con la persona o la Se trata de las conocidísimas tesis de S. Freud, expuestas sobre todo en sus obras: Tótem
realidad que se encuentra en la base de una frustración insuperable. Algunos han identificado con und Tabú, Viena, 1913, en Gesammelte Werke, chronologisch geordnet, Imago Pub. Comp., Lon-
este proceso el vasto movimiento de adhesión al comunismo (ateo) en numerosas áreas culturales dres, 1952, IX, p. 207; Zwangsbandlungen und Religionsübungen, en Ges. Werke, VII, pp. 130-
caracterizadas por fuertes frustraciones sociales. Tal movimiento tendría que ser interpretado como 39 (1907); Ein religioses Erlebnis, en Ges. Werke, XIV, pp. 339-96 (1928), y Das Unbehagcn in
protesta contra la clase dominante. La dimensión «atea» o «irreligiosa» habría sido fomentada por ¡ler Kultur, en Ges. Werke, XIV, pp. 419-506 (1930).
las verdaderas o pretendidas convivencias de la religión con tal clase dominante. La agresión se '" Esta última afirmación debe ser precisada. Freud no desarrolló una teoría explicativa del
transfiere a Dios y la religión, si bien originariamente iba dirigida hacia otros objetos más inden- ateísmo juvenil, sino que enfocó, desde su perspectiva particular, el problema del ateísmo. Su
tificnhles. En el fondo se trata de la repulsa de la religión de los «opresores». postura a este respecto se encontrará ampliamente ilustrada en otros capítulos de este trabajo.
Iin nuestra opinión, el mecanismo podría encontrar amplias confirmaciones históricas, aunque Aquí solamente se pretende comprobar si la hipótesis del conflicto edipiano, que se sitúa en el
escasas pruebas, en los estudios actuales sobre el sector particular del ateísmo juvenil. En último origen de ia religiosidad, puede dar razón (por algunas de sus modalidades) de ciertas i-iii'iii'lcrfi-
término, es difícil decir hasta qué punto entra en juego este mecanismo de defensa por agresión ticas del ateísmo juvenil. La evolución, cuya hipótesis presentamos rebaja la perspectiva tic Freud,
transferida. el cual previo en cambio un paso de la religiosidad al ateísmo a través de otros proccnoN y con
Pensamos asimismo que un estudio acerca del ateísmo juvenil, entendido (al menos en parte) otras modalidades y finalidades. Véase a este propósito S. Freud, Die Zukunjt einer ¡Ilusión, en
como mecanismo de defensa contra las frustraciones personales o sociales, debe ser completado Ges Werke, XIV, pp. 325-80, y Der Mann Moses und die Monoteistische Religión, en Ges. Werke,
con ulteriores consideraciones sobre las modalidades positivas y negativas que estos procesos de XVI, pp. 103-246.
«rcadaptación» comportan. Ellas pueden proporcionarnos preciosos patterns de explicación de la "" Cabe referirse a las aportaciones de los ncofreudianos sobre el problema rcllgloMi, como
posible evolución del ateísmo hacia otras actitudes. Tli. Kcik, D. Forsyth, O. Pfister, O. Rank, E. Jones y J. C. Flugel y de otros autorc» iludo»
Volveremos más tarde sobre este tema, cuando hablemos de la estructuración del ateísmo ju- lucra del marco conceptual freudiano.
venil (parágrafo 3). "" P. G. Grasso, Fondamenti sociología e psicología...: «Educare», II, Roma, 1960, 2," cd.,
'" Véanse las obras de L>. Ausubel y F. Alberoni, citadas más adelante. PP. 167 y 170.
340 G. G. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 341

Frcud, pero es una posible consecuencia directa de ella, aunque no la única (el sidades de la edad infantil se manifiesten, después del período de latencia y a
ateísmo juvenil puede juzgarse como superación de la religiosidad entendida través de mecanismos en gran parte inconscientes, como factores que impiden
como conducta del hombre inferior, impotente e infantil) 14°. la interiorización de una figura adecuada de Dios (figura que debe servir de
La hipótesis lanzada puede ser plausible y verse convalidada incluso por la quicio a una religiosidad estructurada) y, por ello mismo, como condición pre-
experiencia, aun con todas las delimitaciones que a esta afirmación se pueden liminar para posteriores actitudes ateas I42.
hacer. Aceptando como demostrado que las figuras paternales (indistintamente Al margen de un marco estrictamente freudiano, se puede pensar en otra
el padre y la madre, según otros estudios 141 al margen del marco teórico de explicación de la irreligiosidad como efecto del conflicto suscitado en el área
i;reud) influyen en la estructuración de la religiosidad (y específicamente en la de las necesidades y en relación con las figuras paternales.
formación del concepto central de Dios), no parece que deba excluirse el hecho La adolescencia y la juventud señalan el paso desde un psiquismo ligado a
de que conflictos emotivo-afectivos en orden a la satisfacción de ciertas nece- las figuras paternales a una progresiva emancipación y autonomía (en el sentido
de una verdadera «des-satelízación» psicológica y sociológica de las figuras pa-
"" Esta es una de las posturas de Freud respecto al problema religioso (véase especialmente
l)ie Zukun/t einer Illusion). Se halla en conexión con otras teorías de la religión que descubrían ternales) 143. El proceso parece ligado a la necesidad fundamental de adqurir un
sus raíces en un sentimiento de miedo y de frustración frente a los poderes desencadenados de la «status» primario y es fomentado o impedido por el conjunto de las actitudes
naturaleza, Freud añade a este sentimiento el de inferioridad por las continuas frustraciones sexua- educativas de los padres. Se puede formular la hipótesis de que, en este pro-
les, Ambos mecanismos operan una regresión al estado infantil e imaginario (en el cual Dios es
protector, «moroso y auxiliador) que será superado en el umbral de la juventud gracias a la libertad ceso de emancipación, todos los valores recibidos del ambiente familiar sufren
sexual alcanzada y a la madurez del pensamiento. una revisión profunda y que sólo son seleccionados para una posterior acepta-
En estn perspectiva se delinea un ateísmo juvenil como mecanismo «necesario» de maduración ción aquellos valores que se integran en el nuevo status del joven que se en-
y de superación de la edad infantil, incluso sin la existencia de un marco de dificultades afectivas
particulares con las figuras paternas. Hipótesis que debe ser comprobada mediante estudios empí- camina a la madurez.
ricos, aunque se deduce ya, si bien no científicamente, de cierta opinión difundida en el mundo Por otra parte, cuando las figuras paternales desconocen u obstaculizan el
adulto de que la religión es asunto de mujeres y niños, de débiles y de ancianos. proceso de emancipación, además de la revisión de los valores paternales puede
Paralela y en parte idéntica a la freudiana es la problemática marxista, que identifica la religión
con un tipo de conducta «alienada», no adecuada (desde su punto de vista) a las exigencias de un darse también el rechazo o repulsa de los mismos, en la medida en que estos
humanismo más radical, y por ello destinada a ser superada por una conducta arreligiosa y atea, valores representan el mundo del que los jóvenes quieren desvincularse y
la cual caracteriza una promoción del hombre hacia un tipo de empeño más abierto a la solidaridad encarnan la cultura de los adultos que les impiden la autonomía 144. Así se com-
social, la justicia, etc. No se ha de excluir el hecho de que esta motivación repercute sobre los
jóvenes en el juego de la lealtad que se crea entre grupo religioso y grupos de diverso empeño
142
político, sindical, cultural, que hacen palanca en la solidaridad humana hacia el grupo. Véanse En el fondo se trataría de un ateísmo al que queda todavía una posibilidad de desarrollo
alusiones más amplias a este respecto en la página 351, donde se trata de la competencia entre gru- hacia una recuperación de la religiosidad. Tales conflictos< y reacciones negativas se configurarían
pos religiosos y grupos de referencia. más bien como medio para negar o superar una situación de relaciones paternales ambivalentes
"' R. R. Sears, Survey of Objective Studies of Psychoandytic concepts, Nueva York, 1943; que no ofrecen los presupuestos para una religiosidad adecuada. En este sentido de rcacüon for-
O. Sti'tink, Perceived Relationships between Parental and Deíty Concepts: «Psychol. Newsletter», mation (véase G. W. Allport, o. c., p. 104), algunas formas de ateísmo ligadas a relaciones insa-
10 (1959), pp. 222-26; M. L. Hoffmann, The Role of the Parent in the Child's Moral Growth: tisfactorias con las figuras paternas son superables mediante una normalización de tales relaciones.
«Reí. Kduc. Supplem.», 1962; W. Biter (ed.), Vortrage über das Vaterproblem, Stuttgart, 1954; En efecto, adviértase que en términos estrictamente freudianos la superación de tales relaciones,
A. Godin y M. Hallez, Images paténtales et paternité divine: «Lumen Vitae», XIX (1964), 2, edipiana puede evolucionar bien hacia la religiosidad (religión entendida como proyección y consa-
pp. 243-77; B. Spilka, P. Armatas y J. Nussbaum, The Concept of God: A Factoranalytic Ap- gración del status de dependencia y de amor), bien hacia el ateísmo (como toma de conciencia de-
proach: «Reí. Educ», 59 (1964), pp. 28-36; -A'. Godín, Le Dieu des parents et le Dieu des enfants, finida del carácter neurótico de la conducta religiosa a través del psicoanálisis).
París, 1963; P. Bovet, Le sentiment religieux et la psychologie de l'enfant, Neuchátel, 1925; Esta última perspectiva, la única auténticamente «humana» para Freud, se halla expuesta «obre
C. Allport, The Individual and his Religión, Nueva York, 1950, p. 103. rodo en Die Zukurtft einer Illusion, en Ges. Werke, XIV, pp. 325-80, y repetida en otro contexto,
Del conjunto de estos estudios se puede deducir que ambas figuras paternas tienen gran im- Das Unbehagen in der Kultur, en Ges. Werke, pp. 419-506.
1,1
portancia para una interiorización del concepto de Dios. Nos referimos a la problemática planteada en D. P. Ausubcl, Theory and Prablans of
Es normal que la experiencia religiosa se base en las experiencias vitales más importantes del Adolescent Dcvclopment, Nueva York, 1954. Cf. asimismo G. Luttc, Lo svtluppa dclla penomtlitá,
niño, como son precisamente la relación con los padres, y que a partir de ellas se elaboren sucesi- Zurich, 1963.
vamente todos los contenidos religiosos, incluso las nociones más trascendentes y espiritualizadas. "' El problema de las relaciones entre religiosidad juvenil y religiosidad paterna ca dcimmiiulo
Pero es igualmente necesario a nuestro entender que en este desarrollo intervenga, hasta llegar a amplio para que lo abordemos aquí en todas sus dimensiones. Sin embargo, en alguno» CHIIUIÍOH
un cierto punto de maduración, el proceso qué G. W. Allport llama «autonomía funcional». En citados por nosotros no faltan alusiones más directas a una estrecha correlación entre IrrcliitliMJtlml
efecto, este proceso asegura una «continuidad» de origen con aquellas experiencias y una «auto- paterna c irreligiosidad juvenil. Véase, por ejemplo, K. V. Me Cann, n c: H, Carrler, O. c,
nomía» de- motivación conforme a las nuevas exigencias de la personalidad en desarrollo. |.|>. 107-25; 23Hss.
342 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 343

prende cómo gran parte de la crítica violenta, de las dudas, del abandono de la Sin recurrir a una explicación freudiana y posfreudíana m, que ve una reía
práctica religiosa, etc. (que preludian potencialmente actitudes más radicales ción estrecha e inversamente proporcional entre los dos fenómenos, parece qui-
de ateísmo), no tienen una raíz específicamente religiosa, sino que se configu- se debe afirmar, cuando menos, que el abandono o la ruptura de la actitud rcli
ran más bien como mecanismos de defensa de la personalidad, frustrada en uno giosa se debe en este caso a un proceso de racionalización de una conducta
de los momentos más delicados de su desarrollo. La «crisis» religiosa se carac- que satisface profundamente (en muchos contextos psicosociológicos) desde un
teriza como síntoma superficial y no «significativo» de una oposición al nivel punto de vista emotivo-afectivo. En el fondo, la problemática es la misma que
de las relaciones paternales, que obstaculizan la satisfacción de algunas necesi- la ya examinada para los mecanismos de elección en la satisfacción de las nece-
dades fundamentales del adolescente y del joven. Por eso, la revisión crítica de sidades: la religión queda acantonada en cuanto condena o se opone directa-
los valores religiosos (recibidos a través de la socialización paternal) realizada mente a las conductas que tienen una inmediata funcionalidad de equilibrio
en función del logro de una religiosidad motivada sobre nuevas bases (y ésta emotivo y afectivo. Se opera una elección en tal sentido en cuanto la persona-
es exigencia y paso obligado para una conducta religiosa madura) se diferencia lidad del joven no está todavía en condiciones de posponer la satisfacción vec-
de la repulsa acrítica (y en gran parte inconsciente) de las conductas religiosas, torial de una necesidad a la satisfacción total de la personalidad 149. Por lo demás,
identificadas, con razón o sin ella, con los valores de una «cultura» que es pre- la urgencia de un buen equilibrio emotivo-afectivo se hace sentir más en los
ciso superarI45. momentos históricos en que la denominada «ansia de transición» de los jóvenes
Desde el punto de vista del desarrollo emotivo-afectivo, la religiosidad pue- se agudiza en conexión con el creciente número de frustraciones ocasionadas
de no alcanzar el nivel de actitud estructurada por motivos vinculados a la sa- por condicionamientos concretos y por el proceso de emancipación del indi-
tisfacción de aquellas necesidades que implican una mayor participación emo- viduo 150.
tiva y afectiva m. No es de extrañar, según esto, que en las áreas culturales en que tal presión
Ha sido puesta en evidencia en muchas ocasiones por los estudios realiza- es más urgente, los jóvenes se sirvan de mecanismos de repulsa y de abandono
dos la repercusión de las conductas sexuales (normales y patológicas, autoeró- de determinadas normas religiosas, que se oponen a conductas que tienen la
ticas y heterosexuales) sobre la contracción de la religiosidad 147. función de restablecer cierto equilibrio (provisional y parcial) emotivo y afec-
tivo. Por otra parte, esto no parece significar la repulsa en bloque de la religio-
145
G. C. Milanesi, Insegnamento della religione e dubbio religioso nella tarda adolescenza: sidad, puesto que se dan en concreto tentativas de armonizar vectores de con-
«Orient. Pedag.», XII (1965), 4, pp. 741-801. ducta opuestos: el proceso preludia una secularización más radical de la con-
146
M. Powell, Age and sex Differences in Degree and Conflict within Certain Áreas of Psycholo- ducta, pero en este estadio se realiza todavía al nivel de la búsqueda de la co-
gical Adjustment: «Psychol. Monog.», 69 (1955), 2, pp. 1-13; R. G. Armstrong, G. L. Larsen
y S. II. Mourer, Religious Attitudes and Emotional Adjustment: «J. Psychological Stud.», XIII
existencia entre las dos actitudes m .
(1962), 1, pp. 35-47; N. G. Hanawalt, Feelings of Security and of Self-Esteem in Relation to
Religious Rclief: «J. Soc. Psychol», 59 (1963), 2, pp. 347-53; R. A. Funk, Religious Attitudes
iind Manijest Anxiety in a College Population: «Americ. Psych.», 11 (1956), p. 375; O. Strunk, Clark, G. W. Allport y P. G. Grasso, en J. Nuttin, Psychoanalyse et conception spiritualiste de
Ir., Rclationship between Self-Reports and Adolescent Religiosity: «Psychol. Reports», 4 (1958), Vhommc, Lovaina, 1950.
141
|.|>. 683-86; W. H. Clark, The Psychology of Religión, p. 117; G. W. Allport, o. c, pp. 81-82; Esta posición ha sido sostenida en psicología genética y psicología religiosa por H. 1 lull
K. Willoughby, Emotional Maturity of Sontfi Religious Attitudes: «J. Soc. Psychol.», 1 (1930), (Adolescence, 2 vols., Nueva York, 1904) y por su escuela, a base de consideraciones biologistns
PP. 532-36. y evolucionistas, que ven en la adolescencia un hecho puramente pubertario genital y en los fenó-
'" Se advertirá que el problema de las relaciones entre sexualidad y religiosidad se puede exa- menos de la religiosidad del adolescente un mecanismo antagónico a la sexualidad juvenil, social-
minar también desde otros puntos de vista, es decir, respecto a las dimensiones cognoscitivas, mente inaceptable (véase E. D. Starbuck, The Psychology of Religión, Nueva York, 1899).
tcndcnciales, operacionales, conflictivas, adaptativas de la personalidad. Aquí se trata de su di- '" Véase A. Ronco, a. c: «Orient. Pedag.», XI (1964), 3, pp. 570-71; G. W. Allport, Pattern
mensión emotiva, que parece ser la más comprometida en el problema. Para la posición freudiana and Growth in Personality, Nueva York, 1961, pp. 100ss.; id., Becoming, New Iliivcn, 195*!,
y neofreudiana remitimos a J. C. Flugel, Man, Moral and Society, Londres, 1945; O. Fénichel, parágrafo 14.
1,0
The Psychoanalytic Theory of Neurosis, Nueva York, 1945; O. Pfister, Christianity and Fear, P. G. Grasso, I giovani stanno cambiando, Zurich, 1963, pp. 44-45; 129-33; D. Auiubtl,
Nueva York, 1948; G. S. Blum, A Study of Psychoanalytic Theory of Psychosexual Development: o. c, pp. 53ss.
«Gen. Psych. Mong.», 39 (1949), pp. 3-99; B. A. Farrel, Psychological Theory and the Belief in '" G. C. Ncgri, a. c, pp. 277ss.; id., La revisión de vie come método catechristtco: «Orlcni.
(¡od: «Intern. J. Psychoan», 36 (1955), pp. 1-18; D. Forsyth, Psychology and Religión, Londres, Pedag.», IX (1962), 1, pp. 66-82. El proceso por el que se pasa del conflicto a las actitudes dr
1935; E. Jones, On tbc Nightmare, Londres, 1913. El problema ha sido afrontado desde otros conformismo religioso formal son analizados con ayuda del pensamiento de Ausubcl, Allport, (Jóle.
puntos ilc vista, aparte las obras ya citadas de L. Guittard, M G. Ross, A. R. Gilliland, W. H. Ilurlot'k, Gamson, Kinney, Robcrts, Sclineidcrs y otros.
344 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 345

b) Un segundo proceso que caracteriza a una religiosidad juvenil madura pectivo» m. En el fondo, ese «yo prospectivo» es la idea de sí que va estructu-
es el de la absolutización. Este proceso está en relación con el analizado an- rándose a lo largo del arco completo de la vida, debido a decisiones vectoriales
teriormente de la «interiorización» de la conducta religiosa y puede ser expli- coherentes con una decisiva elección de fondo. A su servicio se ponen las «ener-
cado, con matices diversos, en el ámbito de diferentes sistematizaciones con- gías del yo propulsivo», que sólo de esta manera adquieren un significado y
ceptuales de la personalidad. Nos referiremos, por vía de jemplo, a G. W. AU- una dimensión propios. Una religiosidad de este tipo se convierte en un «abso-
port, C. Rogers y H. Thomae. luto» psicológico de enorme importancia para toda la conducta.
En la línea de pensamiento de Allport152, el proceso de absolutización puede El proceso de absolutización así entendido llega a su completa realización
ser concebido como una tendencia a seleccionar, entre las ideas directivas de la sólo en determinados casos 155. En la eventualidad de una inserción fallida de
existencia, una de ellas, entendida como valor supremo que trasciende todas las motivaciones religiosas entre las motivaciones centrales de la personalidad
las demás, y a colocarla como el rasgo cardinal o central de la personalidad que se verifica un proceso de marginalidad progresiva, en cuanto que otros valores
organiza y orienta todo el comportamiento. Este «absoluto» es antes que nada tienden necesariamente a ocupar un puesto central directivo y orientador en la
un valor cognoscitivo que unifica la concepción que el individuo posee de sí personalidad del individuo adulto o en vías de formación. Las etapas de esta
mismo y del mundo en una perspectiva presente y sobre todo futura. Es en este tendencia centrífuga de las motivaciones religiosas son de gran interés para el
sentido en el que algunas fundamentales concepciones religiosas de la realidad desarrollo del ateísmo juvenil, aunque se exijan otros hechos y otras explica-
asumen, en la valoración del individuo, el significado de lo «sagrado» y parti- ciones supletorias para llegar al estadio de la irreligiosidad integral. De ordina-
cipan en la excepcionalidad funcional de tal concepto en relación con la orga- rio, el cuadro de las motivaciones religiosas que se convierten en marginales
nización de la conducta. tiende a componerse en un equilibrio estable con las motivaciones centrales no
Una ulterior delimitación del concepto de absolutización de la religiosidad religiosas, limitándose a controlar áreas vectoriales del comportamiento y con
procede de la psicología de la personalidad de C. Rogers m, de inspiración feno- una duración limitada en el cuadro de conjunto del psiquismo individualIM.
menológica. En la perspectiva de este autor, podemos entender como «absolu- Características de esta religiosidad marginal, incluso en relación con la re;\
tizada» una concepción de la vida que logra modelar y organizar el campo per- lización fallida del proceso de interiorización, son: una motivación al nivel del
ceptivo de un individuo, colocándose en el área central de las percepciones que «super yo» y no del yo profundo, la actitud más bien defensiva y no creativa,
interesan al núcleo fundamental del campo fenomenología? mismo llamado la limitada influencia sobre el comportamiento, una cierta carga creadora de
«yo». Entonces la religiosidad se convierte en motivación consciente, central ansiedad157. Son éstas características que pueden mostrarse asimismo útiles para
y actual del comportamiento, en cuanto que estructura el centro de «cálido in- la delimitación del ateísmo juvenil que de ahí deriva.
terés» de todo el campo perceptivo y, por consiguiente, estimula las energías Pero además de señalar la posibilidad de evolución hacia una religiosidad
que tienden a conservar y a ampliar aquel núcleo. Las valoraciones contingen- marginal en el proceso de absolutización de la religiosidad, es necesario anotar
tes dependen, por tanto, de esta fundamental dimensión cognoscitiva del indi- el carácter preponderantemente funcional del absoluto religioso. Los valores
viduo y de toda su conducta religiosa cuando las motivaciones y los valores religiosos desempeñan un papel central no tanto en cuanto son portadores de
correspondientes entran a formar parte de manera determinante del conjunto contenido «objetivamente» absolutos, sino en cuanto «funcionan» como abso-
.le ideas directivas de todo el desarrollo de la personalidad llamado «yo pros- lutos. En efecto, se ha hecho notar en algunos estudios I58 que otros valores,
154
'" G. W. Allport, The Individual and his Religión, Nueva York, 1950, pp. 53ss.; 79; 92-97; H. Tomae, Der JAensch in der Entscheidung, Munich, 1960 (trad. ital. por A. Ronm
d., Becoming, New Haven, 1955, parágrafo 21; id., Pattern and Grotvth in Personality, Nueva Dinámica della decisione umana, Zurich, 1964).
totk, 1961, pp. 98-101. '" Se exigen sobre todo en el sujeto ciertos «mínimos» de inteligencia, unidos a los proccw-
'" Véanse: A. W. Combs y D. Snygg, Individual Behavior, Nueva York, 1959, pp. 16ss.; de satisfacción de las necesidades, estimulados por un fuerte nivel de aspiración. Véase II. (!>i
"i. V. Ramscy, Perception. An Approach to Personality, Nueva York, 1951; A. Ronco, Conside- rrier, o. c, pp. 249ss.; 254.
154
azioni sopra una teoría fenomenologica della personalita: «Salesianum», 22 (1960), pp. 326-49; A. D. Woodruff, a. c: «J. Soc. Psychol.», 22 (1945), pp. 141-47. Remitimos asimismo H lo-,
t. Zavalloni, Educazione e personalita, Milán, 1956, pp. 18-25. Naturalmente se remite además artículos citados de G. C. Negri.
las obras de C. Rogers, Client Centered Theraphy, Nueva York, 1951; C. Rogers y R. F. Dya- "' Además del mencionado artículo de A. D. Woodruff, véase W. II. Clark, A Stmly <•'
íond (Eds.), Psychotheraphy and Personality Change, Chicago, 1954; C. Rogers, On Becoming Yactors Leading to Achievement and Creativity: «J. Soc. Psych.», 41 (1955), pp. 57-69.
Persott, Boston, 1961; cf. asimismo K. Lewin, A Dynamic Tbeory of Personality, Nueva York, "* P. C. Glkk y K. Young, ]ust'i]iaitions jor Rrligiotis Altitudes and líabi/s: «J. Soc. Psyiiml •
935. 17 (1943), pp. 45-68; T. II. Ilowell», A Comparalivc Sin.lv o¡ Those Who Áccepl as 71.
346 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 347
juzgados menos válidos «objetivamente», pueden desempeñar los mismos come- tendenciales, etc.), pero actúan en mayor correlación con las dimensiones socio-
tidos que la conducta religiosa en la organización y catalización de los procesos lógicas de la religiosidad juvenil. El proceso de absolutización se produce, en
psíquicos del individuo. Así se habla de valores religiosos «de sustitución». relación con la dimensión «valor» de la religiosidad, y ésta, a su vez, está deter-
Objetivamente (es decir, basándonos en valoraciones filosóficas y teológicas), minada no sólo por el grado de interiorización, sino también por el grado de
estos nuevos valores son «inferiores» a la religión, pero la sustituyen suficiente- importancia social que la religiosidad asume en un determinado contexto cul-
mente en cuanto a la funcionalidad psicológica y sociológica. Aunque algunos tural.
hablan 159 de una superioridad funcional de las ideas y conductas religiosas, es
claro que permanece abierta la posibilidad de considerar no esencial una reli- c) La tercera característica de la religiosidad del joven es la socialización.
giosidad centralizada y absolutizada para un positivo desarrollo del psiquismo Esta tercera característica está en estrecha conexión con los procesos de «cul-
individual y que se puede formular la hipótesis, desde este punto de vista, de turización» del individuo. Es en esta edad cuando el hombre logra ser [llena-
una pacífica y gradual desaparición de la religiosidad individual, sin que por mente «persona social», sea porque ha conseguido su definitiva inserción en
ello tenga que sufrir el psiquismo del individuo. Conclusión ésta en oposición la sociedad, sea porque son llevados a término los procesos de interiorización
con las afirmaciones de muchos psicólogos y psiquiatras y que encuentra difi- de los modelos de comportamiento de la cultura que forman el sistema de las
cultades incluso en una concepción funcional de la religiosidad 160. Resulta, sin normas-valores 161.
embargo, que en esta línea el ateísmo juvenil encuentra una ulterior posibilidad Dichos procesos se hallan ya en acto en la edad precedente, pero es ahora
de explicación ya considerándolo como resultado gradual de un proceso de cuando llegan a su plena expresión. Es a esta edad cuando aparece, aunque
sustitución de los valores objetivamente y no sólo funcionalmente absolutos, abstracta, la distinción entre personalidad individual (o psicológica) y persona-
ya entendiéndolo a él mismo como valor de sustitución. lidad social (o sociológica). Ambas interactúan a nivel estructural y dinámico,
Pero para llegar a esta situación de hecho deben surgir otros hechos en dando origen a una personalidad única.
conexión con otras dimensiones del desarrollo del individuo; precisamente, las La religiosidad del individuo se coextiende a las dimensiones sociales de la
dimensiones sociales de la personalidad religiosa. personalidad del joven. Ante todo, la conducta religiosa individual viene a
Valgan, por lo demás, también las observaciones hechas para el proceso confrontarse con las modalidades estructurales y dinámicas del sistema socio-
de interiorización: los factores que impiden en todos los niveles una centrali- cultural en el cual se inserta, por lo cual no puede sustraerse al juego de los
zación de la conducta religiosa son indirecta y remotamente factores de un pro- influjos mutuos que se instauran con ellas.
gresivo camino hacia el ateísmo, que deberá, sin embargo, ser explicado me- Parece que, desde el punto de vista cronológico, este proceso no ocurre
diante la interacción de otras variables. «después» de los de la interiorización y de la absolutización, sino simultánea-
No parece que venga al caso profundizar aquí una por una las causas de la mente: el tipo de religiosidad que de ello resulta es al mismo tiempo individual
absolutización fallida. Tales causas son paralelas a las enumeradas anteriormen- y social, interiorizada y abierta 162.
te para el proceso de interiorización (es decir, factores cognoscitivos, afectivos,
'" Con toda intención hemos dejado de afrontar los problemas ligados con la inserción en el
'l'hose Wbo Reject Religious Authoríty: «University of Iowa Studies, Studies in Character», pri- grupo religioso (la Iglesia), que representa un aspecto de la socialización de In religiosidad indi
mera serie, 167, II (1928), pp. 1-80; J. M. Yinger, Religión, Society and the Individual: An vidual. Advertiremos únicamente que la adhesión al grupo religioso, después de haber ulciinzndo
Introduction to the Sociology of Religión, Nueva York, 1957, pp. 95ss.; G. B. Vetter y M. Green, una primera etapa positiva durante los años de la primera adolescencia (véase 1). lilkínd, The
Pcrsonality and Group Factors in the Making of Atheists: «J. Abn. Soc. Psych.» (1932), pp. 179- Child Conception of his Religious Denomination. I, The jewish Child: «J. Gen. l'Nycli.», 9V
94; D. T. Spoerl, Some Aspects of Prejudice as Affected by Religión and Education: «J. Soc. I 1961], pp. 209-25; II, The Catholic Child: «J. Gen. Psych.», 101 [1962], pp. 1HV;»; III, The
Psych.», 33 (1951), pp. 69-76; C. I. y E. J. O'Reilly, Religious Beliefs of Catholic College Students Vrotestant Child: «J. Gen. Psych.», 103 [1963], pp. 291-304), sufre una crisis ilurtmir In «efunda
and their Attitudes toward Minorities: «J. Abn. Soc. Psych.», 49 (1954), pp. 378-80. adolescencia, resultado de un conflicto entre interiorización y socialización de In irlljjliiiildml. lis
"" G. W. Allport, The Individual and his Religión, Nueva York, 1950, pp. 67ss.; M. H. Sher- decir, nos encontramos ante la formación de una religiosidad personal frecuentemente en opoNÍción
innn, Valúes, Religión and the Psychoanalyst: «J. Soc. Psych.», 45 (1957), pp. 261-69; E. Eríkson, con la oficial de la religión institucional. El fenómeno viene asimismo encuadrado en In problemá-
Olí the Scnse of inner Identity, en R. P. Knight y C. R. Friedman (eds.), Psychoanalytic Psychia- tica Je la duda religiosa, de los conflictos paternos, de la interferencia con (niipoM de rrírrencia,
try and Psychology, Nueva York, 1954; L. W. Grensted, The Psychology of Religión, Londres, etcétera.
1952; II. Carrier, o. c, pp. 242-46. '" G. C. Negri, Metodología speciale della catechesi evolutiva: «Educare» (Inijo lo» «impido»
"" TI. Carrier, o. c., pp. 242-46, 256-61. de P. Brnido), Xurich, 1964, 3." cd., vol. ITT, pp, 441-43.
348 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 349

El éxito de un proceso tan complejo de «culturización» está en función de mita un replanteamiento religioso, una mayor superficialidad de sentimientos,
diversas variables. un «sentido» disminuido de la naturaleza debido a la excesiva racionalización
Gran importancia parece tener sobre todo el conjunto de «patterns» que de la vida y a la tecnificación en las relaciones del trabajo que no deja posibili-
forma la personalidad básica del individuo y que refleja jerárquica y orgánica- dad para captar la dimensión «sagrada» de la naturaleza; la preponderancia de
mente los valores de la cultura básica en que participa el individuo m. En rela- actitudes cognoscitivas de tipo «cuantitativo» sobre las de tipo «cualitativo»
ción al desarrollo de las actitudes religiosas negativas que preceden a la irreli- que tienden a «desacralizar» todo objeto, a proyectarlo en la pura dimensión
giosidad y al ateísmo, no es difícil que una personalidad básica se presente pri- de la funcionalidad pragmática y a privarlo de toda dimensión «intencional»;
vada o poco dotada de valores abiertos a una correlación positiva con la reli- la despersonalización del hombre, absorbido por la organización de la vida que
giosidad. Aquí se inserta toda la problemática de una sociedad que se ha ido le sustrae toda energía e interés que no vaya dirigido al conocimiento de los
«secularizando» poco a poco y que representa a individuos provistos de una nuevos roles que la sociedad crea continuamente; el condicionamiento del hom-
personalidad básica cerrada a los valores religiosos. bre por parte del «maqumismo» que lo vacía de toda iniciativa espiritual per-
Sería conveniente a este propósito llevar a cabo un estudio más preciso sonal, etc.
sobre las modalidades concretas del influjo ejercido sobre la psicología juvenil Estas orientaciones adquieren importancia psicológica cuando pasan del
por las transformaciones sociales a las cuales se atribuye el actual proceso de nivel de la psicología descriptiva e intuitiva al de la psicología científica, que
secularización de la cultura occidental. El control a nivel psicológico de las trata de encuadrarlos en conceptos y procesos observables, controlables, men-
variables sociológicas asume de hecho, y por los motivos que hemos expuesto, surables.
una particular importancia en el momento evolutivo de la juventud. Los cam- Una labor semejante no nos parece todavía lograda, sobre todo en el sector
bios cuya hipótesis se plantea son atribuidos de manera global por todos los particular de la psicología religiosa juvenil. Convendría orientar también los
autores a la industrialización y a la urbanización, que, en el nivel psicológico, estudios hacia este campo de investigación y preguntarse hasta qué punto es
provocarían, por ejemplo, mutaciones en el ritmo de vida, en la concepción del posible comprobar las mutaciones de que hemos hablado (simples hipótesis por
tiempo, en la sensibilidad o percepción, en la mentalidad 164. También, según el momento) en términos de factores cognoscitivos, emotivo-afectivos, tenden-
otros, son capaces de provocar cambios en el ritmo espacio-temporal de la vida, ciales, operativos, conflictivos, etc.
en la sensibilidad y percepción, en la actitud cognoscitiva165, incluso en la des- Por ahora, un control del paso del nivel sociológico al psicológico de las
viación de la atención psicológica desde el sistema normas-valores al sistema mutaciones interesadas en el fenómeno del ateísmo juvenil es factible sobre
medio-fin en el plano de la eficiencia tecnológica 166. todo, a nuestro parecer, a través del análisis de las investigaciones sobre los
Los reflejos de estas mutaciones psicológicas sobre la religiosidad del indi- «valores» sociorreligiosos de los jóvenes.
viduo y del grupo son de diversa naturaleza: la falta de una «pausa» que per- El concepto de «valor» parece, en efecto, mediatizar por una parte el en-
"" Kn cuanto a la amplia problemática acerca de la «personalidad de base», remitimos a cuanto
garce con la cultura básica en que el individuo se inserta y que representa a la
dice R. I.inton en la Introducción a A. Kardiner, The Psychological Frontiers of Society, Nueva sociedad actual, y por otra, reflejar muchos de los componentes psicológicos de
York, 1945; y en R. Linton, The Cultural Background of Personality, Nueva York, 1945; véanse la religiosidad juvenil en el sentido de que el «valor» se configura como «acti-
asimismo A. Kardiner, The Individual and his Society, Nueva York, 1939; M. Dufrenne, La
persottnalité de base; un concept sociologiqúe, París, 1953; P. G. Grasso, Personalita giovanile tud». En cuanto tal, abarca los componentes cognoscitivos, tendencialcs, emo-
in transizione, Zurich, 1964, pp. 2-6; 41, 79-80; 215-18. tivos, afectivos y, en cierto sentido, resume toda la personalidad.
Nos referimos a la noción de «personalidad de base» enunciada por H. B. y A. C. English, En otro lugar de este trabajo hemos reseñado algunos estudios de este tipo.
A Comprehensive Dictionary of Psychological and Psychoanalytical Terms, Nueva York-Londres-
Toronto, 1958, p. 60, tomada de A. Kardiner: «La configuración de las características de la per- Aquí nos parece más oportuno referirnos explícitamente a uno de ellos que,
sonalidad compartidas por la mayoría de los miembros de un grupo social como resultado de expe- por su seriedad metodológica, ofrece resultados más válidos.
riencias comunes; las actitudes y los valores fundamentales y centrales de la mayoría de una
sociedad.» Nos limitaremos de momento a exponer las conclusiones de los estudios
IM
Según Friedman y Mauss (véase S. S. Acquaviva, en este volumen). de P. G. Grasso167, cuyos resultados hemos señalado ya de manera analítica.
"" S. S. Acquaviva, L'eclissi del sacro nelld civilta industríale, Milán, 1961, pp. 176-98.
"* F. Albcroni, Contributo alio studio dell'integrazione sociale dell'immigrato, Milán,
pp. 102-9. '" P. (i. Grasso, / giovani siiinno cambiando, Zurich, 1963, pp. 41ss., 129ss.
350 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 351
Esquemáticamente, tales conclusiones se pueden resumir así: les del individuo, provocan una nivelación recíproca de los valores religiosos
1. Las mutaciones sociorreligiosas de la cultura occidental son puestas y profanos y una lenta desvirtuación de los primeros, que acaban por quedar
suficientemente en evidencia por los concretos «modelos de comportamiento aislados, encapsulados y neutralizados por los segundos 17°. Puede decirse que
religioso reales y mentales» de la juventud de hoy. el mecanismo a través del cual la religiosidad, en vez de convertirse en el grupo
2. El conjunto de los modelos de comportamiento religioso evidenciados, central de las decisiones, se sitúa progresivamente al margen de la personalidad,
aun permaneciendo todavía en continuidad con la cultura religiosa «tradicio- encuentra su mejor catalizador y condicionador en una cultura privada de va-
nal», tienden a hacerse autónomos, en el sentido de que no corresponden ya lores religiosos.
a las valoraciones proporcionadas a este propósito por «expertos» del grupo Reacciones análogas se pueden evidenciar afrontando el problema desde el
religioso al que pertenecen los sujetos. punto de vista de la inserción del joven en la sociedad. Se ha comprobado en
3. El cambio de los modelos de comportamiento religioso se halla en fun- gran parte que el juego de las múltiples «lealtades» a los grupos reales y de
ción directa (dejando a un lado ulteriores precisiones analíticas) de los cambios referencia a los que el joven pertenece plantea la necesidad de una elección '".
socioculturales de nuestra época y se mueve en el sentido de los valores sociales Esta ha de hacerse entre la lealtad al grupo religioso y la lealtad a los diversos
evidenciados por el tipo de vida «organizado» y «racionalizado» de la cultura grupos profanos, y suele orientarse en el sentido de los «grupos de referencia»
occidental, industrial y urbana. a los cuales pertenece el joven, ya que ellos parecen ofrecerle hic et nunc las
4. Los modelos de comportamiento religioso tienden, bajo el impulso de mayores satisfacciones emotivas y afectivas, apaciguando las necesidades psico-
los valores socioculturales al uso, a separarse de los modelos de comportamien- sociales más urgentes.
to moral, en el sentido de que las motivaciones de estos últimos son en medida Las elecciones operadas en el sentido de la lealtad al grupo que se presenta
cada vez menor de tipo religioso. en competencia con el grupo religioso asumen a veces un significado particular-
Estas conclusiones sólo en parte resultan aptas para dar cuenta de las mo- mente polémico. Ellas representan en algunos casos una «protesta» contra las
dalidades psicológicas originadas por los cambios sociales m. Suponen, sin em- reales o pretendidas incoherencias y deficiencias del grupo religioso (en con-
bargo, una preciosa indicación, en cuanto que investigan el sentido y el signi- creto: la Iglesia, el clero) en el plano de los problemas humanos más urgentes.
ficado de cierto proceso de desacralización en acto, sin cerrar el camino para Esta protesta se ve en parte sostenida por el «perfeccionismo moral» propio
ulteriores previsiones en los desarrollos (positivos o negativos) del fenómeno. de los jóvenes, que alimenta sus críticas contra el mundo de los adultos. A veces,
Cualesquiera que sean las causas de tal progresiva secularización, es claro a la protesta viene a añadirse la elección positiva de un compromiso (político,
que los condicionamientos psicológicos tienen su punto de inserción en la psi- sindical, cultural, asistencial, etc.) que representa para el joven una auténtica
cología religiosa individual al nivel de la «culturizacíón» m. promoción en el sentido de un humanismo más rico y sincero. El ateísmo y la
irreligiosidad parecen entonces ocupar un lugar secundario con respecto a la
Y se comprende cómo una religiosidad individual no puede llegar a su
necesidad de satisfacer el sentimiento de solidaridad y de identificación hacia
plena madurez cuando los valores-base de la cultura correspondiente tienen un
categorías sociales y grupos particulares que encarnan ideales de vida concretos.
sentido arreligioso. Los varios procesos de adaptación de la personalidad al am-
biente, en conexión con la satisfacción de las necesidades individuales y socia- De todos modos, el grupo juvenil desempeña un papel decisivo en la socia-
lización de la conducta religiosa, no sólo en cuanto grupo de referencia, sino
también en cuanto grupo real de inserción. Los grupos juveniles (sean forma
'"' Un análisis más profundo de los resultados proporcionaría útiles indicaciones sobre el grado
de «religiosidad» de los valores en las áreas de la moralidad «natural», «sacralizada», «sin pecado», les o informales) son los depositarios de aquella peer culture (ambiente cul-
«social», «liberal», «defensiva», «conmutativa», «tolerante». Por otra parte, permitiría valorar la
m
«sacralidad» de las actitudes «frente a la vida», «frente a la sociedad», «frente a sí mismos». Véase más adelante respecto al problema de la nivelación de los viiloic» religiosos.
171
Cierto que la investigación se refiere solamente al área cultural italiana y que necesita de ulte- H. Carrier, o. c, pp. 228ss. (con bibliografía correspondiente); id., \.e rMe des gronpes de
riores confirmaciones. Sin embargo, nos ha parecido altamente indicadora para las situaciones que, référencc dans l'intégration des attitudes religieuses: «Soc. Comp», 2 (1%0), pp. 139-60.
como la italiana, están caracterizadas por la transicionalidad de los valores debido a las rápidas La problemática de los grupos de referencia aproxima (y en parte se identifica) a la de la
transformaciones sociales. peer culture de los jóvenes, respecto a la cual existe una abundante literatura. Véase el reciente
m artículo de J. B. Wilthey, The In/luence of the Peer Group on thc Valúes of Youlh: «Reí. lídiic.»
Advertiremos de paso que este proceso no se agota con las experiencias de la primera infan-
cia, «¡no que continúa hasta la madurez del individuo. Véanse algunas precisiones en P. G. Grasso, (supl.), 1962, pp. 34-44; II. Carrier, La desalject'ton religicusc des jeunts: «licv. de rAction
o. c, pp. 41-42 (nota 1). Popul.», 149 (1961), pp- 677-89.
352 G. C. MILANESI E L ATEÍSMO JUVENIL 353

lural), que parece un hecho establecido en las áreas industrializadas y urbaniza- Ahora bien: para pasar de este estadio al ateísmo se requieren causas ulte-
das del Occidente. Su función consiste en conferir un «status primario» a los riores que hagan que la situación se precipite. En el caso de que se trata pen-
jóvenes, en ofrecerles gratificaciones compensatorias para las frustraciones in- samos que los factores implicados son, grosso modo, los mismos que provoca-
dividuales y sociales, en intentar la solución de muchos problemas que el mun- ron una religiosidad marginal y una irreligiosidad incipiente m.
do de los adultos ni quiere ni sabe afrontar. Función positiva, si se piensa en la Seguiremos este proceso en la línea de las consideraciones de H. Carrier " \
necesidad de reemplazar mediante grupos «intermedios» la menguada eficiencia completadas con otras aportaciones significativas.
de los grupos «mayores» (familia, escuela...). Función negativa si el grupo ins- Desde la nivelación de las actitudes religiosas al abandono de la práctica
taura una «incomunicación cultural», si no permite la inserción en otros grupos religiosa, a la ruptura de la unidad de las creencias religiosas, a la incredulidad
(especialmente los mayores), dañando así la integración sociocultural del indi- y a la ruptura de la pertenencia al grupo religioso, éste parece ser m el iler de
viduo. una progresiva «movilidad negativa» de la actitud religiosa, equivalente, desde
Esto puede aplicarse con mayor razón a la religiosidad. La tendencia juve- cierto punto de vista psicosociológico, al proceso de desarrollo del ateísmo
nil a la asociación (incluso la de carácter confesional) desempeña un papel am- juvenil.
bivalente respecto a los valores religiosos. La función mediadora del grupo El interés de Carrier y la línea de su argumentación se centran más bien
con respecto a la adquisición de una religiosidad madura y una adhesión cohe- sobre la dimensión sociológica. Sin embargo, sus estudios son ricos en atisbos
rente al grupo religioso sólo se realiza si el grupo permanece abierto a los otros incluso para una interpretación psicológica.
grupos y a los valores fundamentales del sistema sociocultural. No nos detendremos a exponer su pensamiento, sino que nos limitaremos
Ello permite una confrontación directa y positiva entre los valores religio- a comentarlo en lo que interesa para nuestras reflexiones.
sos y los valores culturales profanos, facilitando el proceso de socialización de En cuanto al problema de la nivelación de las actitudes religiosas, comparti-
la religiosidad. mos sin duda alguna el juicio de H. Carrier acerca de las deficiencias que pre-
En caso contrario, la religiosidad de los individuos no consigue compaginar- sentan los estudios parciales sobre el fenómeno, como los de Schmitt-Eglin,
se con los valores vitales y corre el riesgo de perder su importancia y de quedar Fichter, Telford, Nelson 175, por ejemplo. No obstante, queremos añadir que
excluida poco a poco del marco de los esquemas motivadores de la conducta. las hipótesis por ellos avanzadas se comprueban poco a poco en gran parle por
medio de estudios realizados en sectores socioculturales diversos "*. El conjunto
3. Religiosidad marginal, irreligiosidad, ateísmo de las investigaciones va orientado no sólo a comprobar la nivelación de los
valores religiosos, sino a poner de relieve sus patterns diferenciales (según el
De todo cuanto hemos venido diciendo sobre las características de la reli- sexo, la edad, la educación, el estrato social) y a estudiar sus procesos más de
giosidad juvenil, sobre las causas de una fallida integración religiosa en el nivel cerca. El fenómeno de la nivelación se torna relevante para la problemática del
social e individual, no han emergido particulares procesos que puedan explicar ateísmo juvenil cuando se encuentra ligado a una vasta gama de otros fenóme-
aisladamente el nacimiento del ateísmo juvenil. A lo sumo, se han evidenciado menos considerados como condiciones sociológicas y psicológicas del ateísmo
síntomas del paso progresivo de una religiosidad normal a una religiosidad em- mismo. Sin embargo, si parece existir cierta conexión lógica progresiva entre
pobrecida y a una incipiente irreligiosidad.
Sin embargo, será necesario recordar que una irreligiosidad inicial no con- 172
Esto podrá dar la impresión de una repetición inútil de los resultado» yii obtenido» en el
tiene de suyo necesariamente las premisas para un ateísmo más radical. Más parágrafo precedente. Sin embargo, de aquí emerge un nuevo modo de ínterncliinr y de Influir
aún, se ha tratado de demostrar que existe a menudo entre los jóvenes la ten- que justifica la distinción de los dos momentos sucesivos.
dencia a procurarse un equilibrio psíquico bastante estable, en el que coexisten " 3 H. Carrier, o. c, pp. 211-46.
174
Los patterns presentados por Carrier parecen poder entenderse ora en el ncntlilo ilr IIHMIH-
motivaciones profanas de la conducta, las cuales ocupan un puesto central, y lidad de actitudes religiosas «aisladas» en individuos o grupos particulare», urn en el ile |>IIM>N
motivaciones religiosas, separadas de las primeras y marginales. Además, se ad- sucesivos de un único procesó psicosociológico hacia la irreligión y el ateísmo. Dr»de MMCNIIII pimío
vierte la supervivencia de cierta conducta religiosa parcial y del sentido de per- de vista particular, parece más útil tener presente la segunda perspectiva, -i bien tu primera se
presta más fácilmente a.una consideración «tipológica» y del problema.
icnencia al grupo religioso incluso en jóvenes a los que se puede calificar de 175
I I . Carrier, o. c, pp. 217-21.
«arreligiosos» por su escasa práctica cultual. 174
Aludiremos sólo a los estudios ya citados de P. (i. Círasso y de G. < Megii.

354 G. C. MILANESI E L ATEÍSMO JUVENIL 355
nivelación y los patterns sucesivos (abandono de la práctica, ruptura de las ñas comunidades religiosas particulares que profesan síntesis doctrinales «uni-
creencias, incredulidad y ruptura de pertenencia al grupo religioso), no parece tarias», entonces la conjunción de los tres fenómenos podrá explicar mejor la
siempre evidente, por el contrario, las razones sociológicas (y todavía menos consolidación del ateísmo.
las psicológicas) de tal paso. Además de estos factores, estrechamente vinculados entre sí, se pueden
El abandono de la práctica religiosa, por ejemplo, desempeña ciertamente considerar otros. Un estudio profundo del «pattern» particular representado
un papel importante, ya por sí mismo, ya en conexión con una eventual nivela- por la ruptura de la unidad de las creencias no puede descuidar el problema de
ción de los valores, ya en conexión con el sucesivo pattern de la ruptura de las la duda religiosa. La duda religiosa es, ciertamente, una modalidad de la ruptura
creencias. de las creencias y es considerada por algunos autores como un paso obligado
El hecho del abandono no es generalizable. Así lo advierte Carrier, y a las hacia una forma de ateísmo práctico y teórico propio de los jóvenes 182.
mismas conclusiones hemos llegado nosotros mediante el análisis de muchos Según Allport en particular, se puede hablar de un doble tipo de duda.
estudios que Carrier ha tenido sólo implícitamente presentes w. Pero en aque- Existe una duda del hombre maduro (ya en posesión de una religiosidad inte-
llos casos en los que este abandono se comprueba es posible, a nuestro juicio, grada), que es un pattern normalmente positivo, abierto a la consolidación
plantear la hipótesis de que está en estrecha correlación de interdependencia con global de la creencia a través de una crítica de aspectos parciales de la creencia
el fenómeno de la nivelación. Y las «causas» del abandono de la práctica descri- misma o a través de la revisión de las motivaciones de algunas creencias en par-
tas por Carrier se encuentran asimismo en la base del fenómeno de la nivelación ticular 183. Pero existe asimismo una duda sustancialmente ambigua, y por ello
(y de los demás patterns). susceptible de un desarrollo negativo, cuando surge de una creencia no fun-
La falta de instrucción religiosa y moralI78 es de hecho un factor decisivo dada sobre una motivación racional m. Es la duda del adolescente y del joven
tanto en lo que respecta a la nivelación (en cuanto que no permite una sólida (lo mismo que del adulto religiosamente inmaduro), duda que evoluciona en
integración de los valores religiosos en la personalidad y los expone más fácil- sentido positivo o negativo según la cantidad o la calidad de las informaciones
mente a quedar excluidos al contacto con otros valores profanos) como en lo supletorias que se suministran al sujeto y que tienen como finalidad hacerle
que respecta al abandono (en cuanto que vienen a faltar las motivaciones más superar las contradicciones teoréticas, emotivas o impulsivas que tales dudus
fuertes para la práctica religiosa, junto con una actitud más sólida de confesio- implican.
nalidad religiosa). Así, las causas más explícitamente «psicológicas» m, como Se trata, por tanto, de un fenómeno sustancialmente ambivalente que posee
el rechazo de la autoridad paternal y de la religiosidad a ella vinculada y la mar- un significado preciso sólo en conexión con todas las demás variables de la
ginalización de los valores religiosos, explican tanto la nivelación como el aban- actitud religiosa 185 y, más genéricamente, con las variables de todo el desarrollo
dono en cuanto que fomentan la «ruptura» entre la religiosidad infantil y la psíquico.
religiosidad adulta, sin permitir una gradual y autónoma motivación de la nueva La fenomenología de la duda del adolescente parece llevar a la conclusión
religiosidad del joven 18°. de que la actitud no se orienta siempre hacia una verdadera revisión de las
Todavía más convincentes (para demostrar la estrecha unidad entre las dos
variables de la movilidad religiosa negativa) son las causas «socioculturales», (1961), pp. 301-9; J. Kosa, C. O. Schommer, Religious Participaron, Religipus Knowledgc <md
como la situación confusa del rol representado y del status social juvenil, y la Scholastic Aptitude: An Empirical Study: «J. f. Scient. of Reí.» (1961), pp. 96ss.
concurrencia de los grupos de referencia. Faltan, en cambio, amplios controles estadísticos acerca de la relación entre la práctica ITI¡H¡<>N«
y la adhesión a las creencias. Sólo algunos entre los estudios cuya recensión se da en ln piiinrní
Así, pues, si se prueba cierta conexión causal entre el abandono de la pra- parte de este trabajo realizan sistemáticamente tal confrontación, con resultados no del lodo homo
xis y la «ruptura de la unidad de las creencias» m, como parece ocurrir en algu- géneos.
" ! En este sentido se pronuncia la obra de L. Guittard; existen asimismo HIIINUIIICN n i \«*
"' H. Carrier, o. c, pp. 221ss. encuestas ya citadas de Delooz, Gouyon, Javaux y otros. Véase tambidn, teniendo cu curian liw
"' H . Carrier, o. c, pp. 126ss., 224. reservas expuestas, G. Nosengo, L'adolescenle e Dio, Roma, 1953; id., La vita relig,iina dril'
"' H. Carrier, o. c, p. 225. adolescente, Roma, 1944; R. V. Me Cann, Development Factors in the Growth o) a Matute
"° Compárese en las páginas precedentes el análisis de los procesos mencionados. Faith: «Relig. Educ», 50 (1955), pp. 147-55.
'" H. Carrier, o. c, pp. 236ss.; J. W. Liebérman, The Relationship of Religious Observance 1,1
G. W. Allport, The Individual and his Religión, Nueva York, 1950, pp. 72-73, 99-121.
to Faith: An Attempt of a Developmental Interpretation: «Relig. E d u c » , 59 (1964), 3, pp. 253-57; ,M
G. W. Allport, o. c, pp. 101-102, 105.
B. Lascrwitz, Some Factors Associated with Variations in Church Attendance: «Soc. Forces», 39 '" G. C. Milancsi, a. c, pp. 786ss.
356 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 357
creencias religiosas en cuanto tales, sino que representa más bien un mecanismo De estas consideraciones de Allport y de Clark se deduce una más amplia
ateorético, en gran parte inconsciente, de defensa y de adaptación en particu- gama de «causas» del ateísmo juvenil, ligadas con el fenómeno de la duda '".
lares situaciones de frustración, no exclusivamente de origen religioso m. De otros estudios sobre la duda se pueden extraer también útiles indicacio-
Asimismo, y en conjunto, la problemática de la duda religiosa puede consi- nes para reconstruir el «significado» que el ateísmo reviste para los mismos
derarse interesante para delimitar la evolución hacia el ateísmo únicamente si jóvenes que lo practican m.
encuentra ligada, a parte antea, a otros patterns negativos de la actitud religio-
Por tanto, la ruptura de las creencias, entendida sea como rechazo parcial
sa (como la nivelación, el abandono de la práctica, la falta de una religiosidad
de algunas creencias, sea como duda religiosa, es considerada por Carrier como
integrada, etc.).
un paso que precede inmediatamente al ateísmo, identificado con la increduli-
Es en este sentido en el que la duda ocuparía una situación intermedia entre dad y con la ruptura del lazo de confesionalidad.
belief y disbelief. Duda y disbelief tendrían como mismo punto de partida una
religiosidad marginal y no integrada, a la que Allport llama primitive credu- Una vez establecida la premisa sobre la existencia de diferencias interindi-
lity m. viduales bastante marcadas en la actitud común y genérica de irreligiosidad o
La preeminencia de los componentes cognoscitivos en el marco conceptual
de la duda considerada por Allport, es subrayada posteriormente por W. H. mático sobre las relaciones entre personalidad dogmática, autoritaria, etc., por una parle y el
ateísmo por otra. Se ha advertido, al nivel de hipótesis, cierta facilidad en semejantes pcrsonali
Clark. También para éste la duda religiosa constituye un mecanismo de defen- dades para pasar de una religiosidad rígida, cerrada, conservadora, a formas igualmente absolutas
sa y de adaptación de todo el individuo, que además de expresar la insatisfac- de ateísmo. Puede consultarse a este respecto: L. W. Ferguson, Sociopsychological Correlates of
ción originada por una religiosidad que no es proporcional a los nuevos niveles the Primary Attitude Scales. I, Religionism. II, Humanitarism: «J. Soc. Psych.», 19 (1944),
pp. 81-98; T. W. Adorno y otros, The Authoritarian Personality, Nueva York, 1950; T. A. Sym
de la personalidad juvenil (lo cual comportaría el riesgo de una «fijación» al ington, Religious Liberáis and Conservatives: «Teach. Coll. Contr. Educ», 640 (1935); F. Knop
nivel infantil), se manifiesta como una actitud ambigua 188. Más tarde puede felmacher y D. B. Armstrong, Authoritarianism, Etnocentrism and Religious Uenomiitatioii
evolucionar hacia patterns positivos si se asocia a un fuerte search for meaning «Amer. Cath. Soc. Rev.», XXIV (1963), 2, pp. 99-114; J. Weima, Authoritarian Personality
Anticatholicism and the Experience of Religious Valúes: «Soc. Comp.», XI (1964), 2, pp. 132o
que conduzca a la construcción de una concepción o filosofía válida de la vida, M. Rokeach, The Open and Closed Mind, Nueva York, 1960; J. D. Photiadis y A. L. Johnson
como expresión de la personalidad creadora y dinámica. La duda religiosa apa- Ortodoxy, Church Participation and Authoritarianism: «Amer. J. Soc», 69 (1963), 3, pp. 244-48
recería con el primer paso hacia una respuesta más concreta a la necesidad ex- H. J. Eysenck, General Social Altitudes: «J. Soc. Psych.», 19 (1944), pp. 207-27; G. W. Allpori.
Religión and Prejudice: «Crane Rev.», 2 (1959), pp. 1-10; W. C. Wilson, lixtrinsic Religious
plorativa máxima en el plano existencial189. Pero podría evolucionar igualmen- Valúes and Prejudice: «J. Abn. Soc. Psych.», 60 (1960), pp. 287-88; D. T. Spoerl, Somc Aspirts
te hacia patterns negativos de la religiosidad, incluso hacia el ateísmo, siempre o¡ Prejudice as Affected by Religión and Education: «J. Soc. Psych.», 33 (1951), pp. 69-76.
que falte este fuerte estímulo para formarse una concepción de la vida motiva- Apenas será necesario advertir que este tema, aunque refleja en gran parle la situación tiort t-
americana, tiene también un gran interés en sí mismo:
dora y, en cambio, se halle inscrita en una personalidad religiosa inmadura, "' También la tipología de las dudas propuesta por Allport puede ser de utilidad incluso pata
autoritaria, dogmática o afectada por prejuicios 190. una interpretación del ateísmo juvenil, en la medida en que de tal duda (en concurrencia con otros
factores) pueden surgir actitudes ateas. Para Allport, además de la duda «primarly reactive nnd
'" G. C. Milanesi, a. c, pp. 793ss. negativistic», que se identifica ya en gran parte con una actitud atea, se da una duda «associated
"' G. W. Allport, o. c, p. 100. with violntions of self-interest» (desengaño de una vida religiosa egoísticamente centrada, o. c.
'" W. H. Clark, The Psychology of Religión, Nueva York, 1958, cap. VIII (Doubt and Con- p. 105); una iluda provocada por «shortcomings of organized religión» (la hipocresía visible y las
jlíct, pp. 137-53). deficiencias de las religiones institucionalizadas, o. c, p. 105); una duda provocada en personas de
"' W. H. Clark, o. c, pp. 138-139. A propósito de la religión como respuesta a las necesidades cultura por el disgusto ante una concepción demasiado antropomórfica de Dios («God in inim's
ile search for meaning: W. H. Clark, Religión as a Response to the Search for Meaning: lis image», o. c, p. 1Ü6); una duda asociada a la psicologización de la misma religiosidad (o. c,
Relations to Skepticism and creativity: «J. Soc. Psych.», 60 (1963), pp. 117-38; A. J. Ungersma, pp. 107-10); una duda «científica» originada por el conflicto entre mentalidad científica y actitud
The Search for Meaning, Filadelfia, 1961; S. Doniger, The Nature of Man in Theological and religiosa frente a la vida y al mundo (o. c, pp. 110-17); una duda causada por la impresión de
Psychological Perspective, Nueva York, 1962; J. M. Yinger, Religión, Society and the Individual: la falta de adecuación de las formas y contenidos de la religión a la vida del hombre moderno
Au Introduction to the Sociology of Religión, Nueva York, 1957 (caps. I, IV, V). (en dependencia de la «scientific doubt»; es la «referential doubt», o. c, pp. 117-21, que urgún
IW
Los abundantes y recientes estudios acerca de algunas características psicológicas de la reli- Allport es la más difundida. Véase el reciente libro de J. A. T. Robinson, Ihmest to God, l.on
«iosidad, como el autoritarismo, el dogmatismo, el etnocentrismo, etc., son a nuestro juicio de dres, 1963).
extremado interés para un cuadro teorético sobre el ateísmo juvenil. Ya se ha dicho mucho sobre 1,1
Los más conocidos estudios acerca de la duda religiosa, como los yu citados de Dclooz,
Ins relaciones entre estas características y la instauración o no instauración de una religiosidad Gouyon, Javaux, Castelvi, etc., se preocupan siempre de poner <\c relieve lo» «motivos» y las «oca-
eficiente desde un punto de vista psicológico y sociológico. Queda por realizar un análisis siste- siones» de la duda religiosa.
358 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 359

de ateísmo, el autor estudia la conexión entre incredulidad y algunos factores El análisis del ateísmo juvenil no se detiene, sin embargo, en las causas de
personales y colectivos193. su instauración y su estructuración. Podemos preguntarnos ulteriormente cuá-
El análisis fue efectuado principalmente a base de los estudios de Vetter y les son, desde un punto de vista psicológico y sociológico, las previsiones para
Green "4 y la encuesta francesa del IFOP 195. De ahí se deduce, basándose tam- su desarrollo, una vez que se haya estabilizado.
bién en observaciones más amplias sobre el papel formador de la educación Las estadísticas de la práctica religiosa y de las «declaraciones» de ateísmo
durante la primera infancia, la importancia de las actitudes religiosas negativas habían evidenciado cierta estabilidad de los índices después de la juventud y
de los padres, de la pérdida de los mismos, de una infancia privada de afectos. durante la edad adulta, con alguna ligera recuperación al llegar a la ancianidad.
Se advierte en cambio que no existe una absoluta contemporaneidad (y, por Sin embargo, no pocos autores aceptan la posibilidad de la existencia de
consiguiente, se da «cierta independencia») entre abandono de la Iglesia y aban- una «movilidad religiosa», incluso en lo que se refiere al ateísmo juvenil, sea
dono de la fe, salvo en grupos religiosos que profesan creencias muy estructu- en el nivel individual, sea en el de grupo.
radas y «sienten» en mayor grado su confesionalidad m. Carrier (o. c, pp. 244ss.) critica a los autores que sostienen que el ateísmo
Queda, sin embargo, por precisar el sentido concreto del abandono de la es un valor de sustitución de la religiosidad auténtica y afirma, basándose en
Iglesia: si se trata sólo de una pérdida de la práctica religiosa o comporta otros el pensamiento de Allport, Grensted, Sherman, Erikson y Jung, la superioridad
patterns negativos. funcional de la religiosidad para asegurar la integración personal del individuo.
Como conclusión de este último análisis sobre las modalidades que presen- Esta afirmación, fundada sobre las observaciones de los autores citados, es in-
ta la instauración del ateísmo juvenil se puede, por tanto, formular la hipótesis directamente una prueba de un ulterior dinamismo inserto en el ateísmo. Nin-
de que ninguna de ellas es capaz de explicar por sí sola el fenómeno, pero que gún valor de sustitución se presenta como absolutamente satisfactorio desde
todas están en relación recíproca, de forma que se podría pensar que el proceso el punto de vista psicológico, de forma que deja la puerta abierta a una bús-
de desarrollo de una inicial «integración religiosa fallida» se inicia por un com- queda posterior de un «absoluto» que posea un papel integrador superior.
plejo y simultáneo juego de procesos psíquicos, como los descritos separada-
La cuestión queda planteada. Otras contribuciones más precisas podrán
mente por Carrier.
revelarnos el sentido de la funcionalidad «psicológica» de la conducta religiosa,
La hipótesis es plausible y se funda en algunos estudios parciales sobre el sobre todo en el caso de que se den condiciones «sociológicas». En efecto, pare-
tema. Pero no explica todavía el motivo específico por el cual de una religiosi- ce que una religiosidad madura, para estar en condiciones de desempeñar el
dad inicial (aunque no esté integrada) se pasa al ateísmo a través de los pro- papel de factor integrador de la personalidad, debe paralelamente ser facilitada
cesos mencionados, que engloban todas las modalidades de transformación psi- por cierto grado de «sacralidad» ambiental.
cológica hasta ahora analizadas.
Esto es, la posibilidad de una evolución individual del ateísmo hacia formas
Algunos autores hablan de la existencia de ciertas bases «temperamentales»
progresivamente religiosas exige una evolución paralela de la situación «socio-
para un desarrollo hacia el ateísmo m, pero tales bases no se comprueban en
lógica» de desacralización hacia formas más favorables.
•los estudios más altamente significativos sobre este punto. Por nuestra parte,
vemos una línea de solución al problema, caeteris paribus, en el proceso de ca- Pero antes de afrontar este segundo aspecto de la cuestión, deseamos seña-
nalización de las conductas consiguiente a ciertas elecciones libres en la satis- lar que parece posible entrever también la superación de la actitud atea desde
facción de las necesidades, tal como lo ha expuesto por ejemplo Nuttin 198. Pero otros puntos de vista psicológicos, además de los considerados por Carrier.
también aquí necesitamos mayores controles «sobre el terreno». Nos referimos ante todo a los esquemas interpretativos de las teorías genera-
les dinámico-integradoras de la personalidad, según las cuales una característica
'" II. Carrier, o. c, pp. 238ss. fundamental del psiquismo del individuo, incluso adulto, es su reestructura-
'" G. B. Vetter y M. Green, Personality and Group Factors in the Making of Atheists: bilidad de fondo. Es decir, el individuio es siempre capaz de nuevas integra-
«|. Abn. Soc. Psych.», 27 (1932), pp. 179-94.
'" Se trata de la encuesta de 1958, estudiada luego por G. Hourdin, La nouvelle vague crolt- ciones de la personalidad, incluso a nivel profundo, sea en el sentido considera-
ellc en Dieu?, París, 1959. do por Allport (autonomía funcional de los motivos), sea en el ilc C. Rogcrs
'" Cf. H. Carrier, ibíd. (reestructuración del campo perceptivo), sea en la línea de J. Nuttin (recstruc-
'" Es suficiente ver el citado artículo de Me Cann.
"" Cf. J. Nuttin, Psycbanalyse et conception spiritualiste de l'homme, Lovaina, 1950. turabilidad general de la motivación) o en la de H. Thomae (continua muta-
360 G. C. MILANESI
EL ATEÍSMO JUVENIL 361
ción de la zona impulsora del yo, en relación con el enriquecimiento de la zona No son pocos los que piensan que el actual malestar, debido principalmente
previsiva). a la «confusión transicional de los valores y de los roles», puede servir para
También W. H. Clark y otros l" encuentran una dinámica continua en los una nueva depuración religiosa juvenil y preludia la posibilidad de una recupe-
cuadros cognoscitivos y motivacionales de la conducta religiosa, estimulados ración tanto de la práctica religiosa como de la integración religiosa socio-
por la necesidad fundamental de responder al search for meaning; es decir, de cultural.
reestructurar una concepción de la vida más satisfactoria, al servicio del indi-
Permanece vivo un cierto «sentido de lo sagrado», incluso más allá de las
viduo.
conductas aparentemente «arreligiosas» e «irreligiosas» 203, y se manifiesta en
En este sentido, el ateísmo puede ser disgregado mediante intervenciones una renovada y aguda sensibilidad de élites juveniles cada vez más amplias hacia
educativas específicas que tiendan a estimular las áreas cognoscitivas y motiva- los valores de una «moralidad natural» y de una «solidaridad social», que po-
cionales y, más ampliamente, mediante una progresiva sacralización de los valo- seen muchas de las características de lo «sagrado» tradicional204.
res culturales de base.
Otros piensan además que el ateísmo, en sus aspectos sociológicos, puede
Y esto implica un segundo aspecto de la cuestión: de las investigaciones
ser superado por una progresiva instrucción y educación ™5, que eleve la capa-
sobre las causas generales del proceso de descristianización y sobre las causas
cidad crítica de los individuos frente a las presiones de grupo, las cuales parecen
específicas de la irreligiosidad juvenil podemos sacar una primera impresión:
ser causa determinante de una gran parte de la irreligiosidad actual.
la de la irreversibilidad del fenómeno, entendido en su aspecto sociológico.
Finalmente, la hipotética desaparición del proletariado privaría a las masas
Algunas cifras acerca de la práctica religiosa de los jóvenes y algunas mo-
de la ocasión y el pretexto de adherirse a movimientos políticos y sociales ads-
dalidades de la «secularización» de su cultura pueden inducirnos a cierto pesi-
critos a posturas ateas206.
mismo 20°.
Muchos investigadores, sin embargo, aventuran la hipótesis de una evolu- Se pueden multiplicar las hipótesis sobre las líneas generales de las leyes
ción positiva del fenómeno. Se prevé por una parte la progresiva desaparición de la movilidad social, pero han de ser rigurosamente controladas por la inves-
de la situación dramática que suponen las condiciones excepcionales de difi- tigación si no se quiere caer en un optimismo superficial, no menos negativo
cultad en las que se debate la sociedad occidental durante el actual período de que un pesimismo infundado e indebidamente generalizador.
transición de una cultura rural a una cultura urbana e industrial201.
Con la normalización de la adopción y el aprendizaje de los nuevos roles ziehungen zur sozialen und Wirtschaftlichen Umwelt: «Anima», 12 (1958), 1, pp. 52-56; A. Kicli,
Christlkhe Existenz in der industriellen Welt, Zurich-Stuttgart, 1964, 2." ed.; H. Loukcs, Teenagr
y con la decantación de los valores que han emergido de la nueva civilización Religión, Londres, 1962; A. J. Beerkman, Youth and. Religión in a Cbanging World: «Soc. Covnp.»,
deberían aparecer condiciones favorables para un nuevo tipo de religiosidad del 8 (1961), pp. 447-68.
205
joven futuro202. El problema está ligado con la cuestión más amplia' del significado psicológico de lo «sagra-
do» en una sociedad secularizada y, consiguientemente, del significado que ha de darse al proceso
mismo de «secularización».
. '" Véase nota 117. Pensamos que la cuestión debe ampliarse a un horizonte filosófico y teológiso, con todas las
m
Las ohras de E. de Martino, Sud e magia, Milán, 1959; Mito, scienza religiosa e civilta precauciones epistemológicas necesarias, de las cuales hay que tomar criterios de juicio sobre la
moderna: «Nouvi Orizzonti», 37 (1959), pp. 1-48, tienden a demostrar la definitiva «desaparición» afirmación de un persistente «sentido de lo sagrado» en los jóvenes, más allá de las formas apa-
de !n religiosidad más que el «eclipse» de la misma. Véase asimismo la más reciente: La térra del rentemente «arreligiosas» de muchas de sus conductas.
rimorso, Milán, 1961. La cuestión, que no es sólo de orden semántico, prevé así una preliminar clarificación episte
201
Véanse, por ejemplo, las críticas formuladas por De Marchi, Religione e urbanizzazione: mológica. Véase S. S. Acquaviva, La crisi del sacro nella civilta industríale, Milán, 1961; R Crespl,
«Riv. Soc», II (1964), 4, pp. 126-42, a la excesiva importancia que se atribuye al urbanismo cemo Crisi del sacro, irreligione, ateísmo: «Riv. di Social.», III (1965), 6, pp. 33-84; C. Dawsoii, Pro-
causa determinante de la descristianización. gress and Religión, Nueva York, 1938; J. Hbffner, Industrielle Revolution und reunióse Krisc,
202
Véanse las conclusiones a que llegan, además de los autores frecuentemente citados en la Colonia y Opladen, 1961; N. Birnbaum, Sákularisation. Zur Soziologie der Religión in der beutigen
reseña de las investigaciones, otros estudios de menor envergadura, como G. Baglioni, I giovani Gesellschaft des Westens: «Monat. f. Pastoral Theol.», 48 (1959), 3, pp. 68-84; A. Desqucyrat,
nella socictá industríale, Milán, 1962; D. Triggiani, Inchiesta sulla gioventü bruciata, Barí, 1957; La crise religieuse des temps nouveaux, París, 1955.
M. Dursi, Giovani soli, Bolonia, 1958; R. Rumi, Questa gioventü, Roma, 1953; J. Jousselin, :M
Véase P. G. Grasso, o. c, pp. 130-32.
Jcitnesse fait social méconnu, París, 1959; J. Vieujean, Jeunesse aux millions de visages, Tournai, 204
S. S. Acquaviva, o. c, y también en el capítulo de nuestro volumen, referente n lrt secuela
1961; II. Perruchot, La France et sa jeunesse, París, 1959; A. Flitner, Glaubensfragen im Ju- de los resultados del estudio de E. Pin, Praiiquc religieuse et classes sociales, París, 1965,
Hendaltcr, Ilcidclbcrg, 1961; G. Friedrichs, Die Religiositát der Grosstadtjugcnd, Berlín, 1961; pp. 189ss.
F. Kiinkcl, Ringen um Reife, Constanza, 1962; W. Menges, Glaube und Vnglaube im ihrer Be- ** Véase en este mismo volumen la contribución de S. S. Acquaviva sobre este punto.
362 G. C. MILANESI EL ATEÍSMO JUVENIL 363

Nos falta aún sintetizar brevemente las conclusiones, derivadas de nuestras 5. Aun siendo más numerosos y seguros los datos para una explicitación
reflexiones a fin de intentar puntualizar la situación de los estudios acerca del del origen y de la estructuración psicológica y sociológica del ateísmo juvenil,
ateísmo juvenil. no faltan tampoco indicios para una previsión acerca del desarrollo del fenóme-
no, tanto a nivel individual como a nivel social.
No obstante ser todavía en gran parte hipotéticos y aleatorios, estos indi-
IV. CONCLUSIONES
cios parecen confirmar la reversibilidad de la actitud y preludiar nuevos pat-
terns en el comportamiento ateo de los individuos y los grupos después del
1. Se impone la necesidad de descubrir nuevas técnicas de observación y
período de estructuración de la juventud.
examen del ateísmo juvenil en sus aspectos cuantitativos y cualitativos. Tales
técnicas habrán de tener en cuenta los métodos psicológicos más útiles (longi- Y con esta observación se cierra nuestro estudio.
tudinal, transversal, estadístico, clínico...), todas las técnicas de observación Las investigaciones que hemos manejado y, presumiblemente, las muchas
(entrevistas, cuestionarios, material autobiográfico, escalas de actitud, tests otras a las que no hemos aludido ofrecen un cuadro incompleto pero significa-
proyectivos...) y todos los conceptos teóricos que encuadran el fenómeno del tivo del ateísmo juvenil. Los resultados obtenidos y las tentativas realizadas
ateísmo juvenil desde un punto de vista psicológico y sociológico. para una comprensión psicológica y sociológica del fenómeno no autorizan a
nuestro juicio ni un optimismo superficial que infravalore los datos so pretexto
2. No parece que se den las condiciones necesarias para valorar la consis-
tencia cuantitativa del fenómeno del ateísmo juvenil (en todas sus dimensiones) de lo incompleto de los estudios hasta ahora efectuados ni un injustificado pesi-
dentro de algunas de las áreas culturales occidentales. Sin embargo, los índices mismo que se apoye en datos poco perfilados y cerrado a la «comprensión» de
sociológicos analizados permiten extraer algún resultado parcial e indicativo, la dinámica del fenómeno.
de notable valor incluso para el estudio teórico e interpretativo. El ateísmo juvenil, por lo que sabemos, constituye ciertamente un hecho
alarmante, incluso aunque se demostrara su exigüidad numérica. Su importan-
3. Del conjunto de los estudios e investigaciones que hemos reseñado se
deduce que es útil estudiar metodológicamente el significado del ateísmo juvenil cia es suficiente para atraer la atención de psicólogos, educadores y sociólogos,
(origen, factores, estadios de desarrollo, etc.) en la línea del desarrollo de la aunque sólo fuera por la cantidad y la complejidad de los problemas que suscita
religiosidad normal y desde un punto de vista preponderantemente psicológico, y las perspectivas que prenuncia para los individuos y los grupos sociales. Así,
con el cual, por otra parte, se integra el aspecto sociológico del fenómeno. pues, se augura un creciente interés por el estudio en torno al problema del
ateísmo juvenil, no sólo con miras a una mera adquisición científica, sino tam-
El iter metodológico elegido parece evidenciar algunos factores remotos y
bién con miras a las conclusiones metodológicas, educativas y pastorales que
próximos del ateísmo juvenil (como las relaciones conscientes e inconscientes
esperan todos cuantos se preocupan por la suerte de la juventud actual.
con las figuras paternales, la insuficiencia de las «informaciones» religiosas, el
conflicto y las frustraciones en la satisfacción de las necesidades, la duda reli-
giosa, el «temperamento» autoritario, dogmático, etc., las dificultades para la
socialización, la confusión de los valores), que representan otros tantos campos
Cosibles de un ulterior estudio, estudio este que es necesario antes de intentar
ina síntesis de conjunto.
4. No parecen existir datos suficientes para fundamentar una tipología (
leí ateísmo juvenil, aunque sea posible bosquejar algunos con ayuda de ciertos
:riterios psicológicos y sociológicos (según «los factores» preponderantes que
o originan, según el grado de estructuración, según el sexo, según las caracte-
ísticas psicológica o sociológica predominante, etc.). No consideramos útil
ransferir a la reflexión psicosociológica algunos «tipos» de ateísmo de origen
ilosófico o, al menos, parecen corresponder más bien a la psicología fenome-
lológica e intuitivo-descriptiva.
CAPITULO V

EL ATEÍSMO DE LOS «CREYENTES»

por

ROBERT O . JOHANN

Profesor de Filosofía en la Fordham


University de Nueva York

INTRODUCCIÓN

Con la creciente conciencia del alcance y la extensión logradas por el ateís-


mo en el mundo moderno l era inevitable que más pronto o más tarde los cre-
yentes dirigieran su atención a la presencia paradójica de una incredulidad
radical en su propio ambiente. Como ha subrayado William Luijpen, ha llegado
el momento de dejar de considerar a los ateos creyentes implícitos (provocan-
do, entre otras cosas, sus protestas por esta negativa a tomarlos en serio) y de
detenernos a desenmascarar al ateísmo génuin'o bajo muchas actitudes que pre-
sentan apariencias de fe 2 .
Sin embargo, desenmascarar el engaño constituye siempre un problema deli-
cado. A fin de que tal proceso resulte útil es necesario ir más allá de la simple
denuncia del desorden. Es preciso esforzarse por comprenderlo. Y en esto ra-
dica precisamente la dificultad, puesto que en el mismo término «creyente ateo»
existe ya una contradicción. Tanto si se le describe como un verdadero creyente
en Dios que actúa como si no lo fuese, como si se trata de un individuo efectiva-
mente privado de fe pero que se comporta como si la tuviese, la supuesta opo-
sición en su vida entre teoría y práctica sería tan radical, que cerraría aparente-

!
Véase M. Marty, Varicties of Unbelief, Nueva York, 1964, especialmente el capítulo The
Originality of Modern Unbelief, en el cual la conciencia de la extensión de la incredulidad es des-
crita como la primera característica origina! de la experiencia moderna de esa incredulidad.
2
W, Luijpen, Phenomvnology and Atheism, Pittsburg, 1964, p. XIV.
366 R. O. JOHANN EL ATEÍSMO DE LOS «CREYENTES» 367

mente el camino, incluso a la posibilidad de una explicación coherente. Su pen- qué modo la distorsión se relaciona con aquello que es genuino en la persona
samiento y sus acciones se hallarían tan completamente desconectadas desde y cómo puede surgir de ello sin que la conciencia se turbe siquiera6.
el punto de vista de la lógica, que su conjunción en el plano de los hechos pa- En consecuencia, daremos en primer lugar una breve descripción del «cre-
recería atribuible solamente a la ilimitada capacidad humana para la incoheren- yente ateo» a fin de poder identificarlo. Con leves modificaciones (cuya razón
cia y la perversidad3. se aclarará más adelante), adoptaremos como guía las indicaciones del padre
Esto, no obstante, significaría extender el concepto de «debilidad humana» Girardi 7 .
más allá de los límites que tal noción abarca, ya que, además de implicar que
el comportamiento en cuestión es verdaderamente inexplicable, semejante defi- I. DESCRIPCIÓN GENERAL DEL CREYENTE ATEO
nición de lo que está ocurriendo deshumanizaría, de hecho, dicho concepto.
El ateísmo del «creyente» puede asumir tres formas: teórico, práctico y
Nadie niega que el hombre es capaz de una burda incoherencia y que muy
especulativamente práctico. Esta última es una teoría de la práctica en cuanto
a menudo actúa de manera diversa a como cree que debería obrar.
distinta de una teoría del ser. El creyente es un ateo teórico cuando en su inter-
Está asimismo fuera de duda que los verdaderos motivos de su comporta- pretación global de la realidad (su concepción del mundo) no existe una afir-
miento pueden ser diversos de los que él piensa4. Pero es humanamente im- mación de Dios que sea efectivamente operativa. Ya veremos a continuación
posible que sus acciones no se vean influidas por lo que cree y que lo que cree cómo incluso una persona de este tipo puede ser calificada de creyente. Bastará
no afecte a esas acciones. Si así ocurre, o bien las acciones en cuestión son pre- apuntar por ahora que la ausencia de tal afirmación puede ser o no reflejamente
terintencionales (es decir, no suyas ni humanas), o bien él no cree en realidad comprendida y tematizada. Por otra parte, aun cuando el sujeto sea directamente
en aquellas «creencias» que parece poseer, puesto que por un lado una acción consciente de la propia falta de convicción acerca de Dios, puede o no haber
humana es por definición algo plasmado sobre la creencia5, y por otro, una formulado las razones por las cuales tal falta es, en último extremo, irrelevante
«creencia» sólo es realmente creída en la medida en que modifica la vida y el para su estado de creyente. Lo importante es que no sea considerada como sig-
comportamiento de la persona. Las diversas creencias que un individuo posee nificativa, de manera que la conciencia de nuestro «creyente» se sienta tran-
pueden no constituir un todo lógico. Cabe que ellas y las acciones que las carac- quila.
terizan discrepen entre sí. Pero la acción concreta de una persona no puede El ateísmo del «creyente» es práctico cuando, pese a declarar que incluye
verse divorciada de sus creencias si no es destruyendo a ambas. a Dios en su concepción del mundo, tal declaración no tiene normalmente efecto
De aquí se deduce que concebir al «creyente ateo» como una especie de con- sobre el modo de dirigir la propia vida (en su conjunto o en gran parte). Tam-
tradicción ambulante supone engañarnos a nosotros mismos. Como sucede en bién en este caso el punto determinante está en el hecho de que tal persona no
todos los hombres, lo que hace está modelado por lo que piensa, y lo que piensa sabe que debería obrar de una manera distinta a como obra. Lo mismo que el
se revela en sus acciones. Lejos de hallarse en desacuerdo, el pensamiento y la ateo teórico, tiene la conciencia tranquila. La diferencia estriba en que, mien-
práctica forman un todo coherente. El objetivo de nuestro estudio se fijará, tras el creyente, que es un ateo teórico, puede articular o no su falta de fe en
por tanto, en intentar comprender cada uno de estos componentes a la luz del Dios, el ateo puramente práctico no es capaz de articular la escasa importancia
otro y en demostrar cómo, a pesar, de las apariencias contradictorias, están de de Dios en sus decisiones relativas a lo que debería hacer, ya que una formula-
acuerdo entre sí. Y puesto que después de todo no son más que una caricatura ción de esa falta de importancia convertiría de inmediato al que la lleve a cabo
de la auténtica creencia y de la auténtica práctica, trataremos de descubrir de en un ateo especulativamente práctico.
El ateo especulativamente práctico es, por consiguiente, aquel cuya con-
' Véase, por ejemplo, la distinción entre «teoría» y «mentalidad», y la p. 69 de G. Girardi, cepción del mundo comprende una afirmación de Dios, pero que al mismo tiem-
Pour une définition de l'athéisme: «Salesianum», 25 (1963), pp. 47-74; cf. también la nota 11 de po, y de buena fe, niega su importancia en la determinación de lo que debe
este capítulo. hacer (en conjunto o en la mayor parte).
4
Cf. I. Lepp, Psychanalyse de l'athéisme moderne, París, 1961.
5
Utilizamos la palabra «fe» en el sentido general (no religioso) de una interpretación consi- 6
G. Girardi, o. c, p. 54, carga el acento sobre la conciencia clara y limpia del ateo, y lo que
derada como verdadera. Para la conexión entre la fe y la acción responsable, véase H. Niebuhr, representa tal vez el punto crucial para comprender su comportamiento.
i'hc Responsible Self, Nueva York, 1963, pp. 55-65. 7
G. Girardi, o. c, pp. 71-72.
368 R. O. JOHANN EL ATEÍSMO DE LOS «CREYENTES» 369

Ahora bien: se ha dicho que para comprender al «creyente ateo» es nece- ticular y luego comportarse como si no lo fuese deriva necesariamente una
sario considerar su fe y su práctica la una a la luz de la otra, como constituyendo mala conciencia, es claro que el ateo práctico, convencido de que no existe des-
un todo coherente. En otras palabras: su comportamiento está en función de orden alguno en dejar a Dios al margen de las propias decisiones prácticas, no
lo que cree, y lo que cree se revela en su comportamiento. Las razones por las puede al mismo tiempo afirmarlo como influyente.
cuales insistimos sobre este tema ya esbozado serán desarrolladas más detalla- De todos modos, una descripción tan negativa de la afirmación de Dios por
damente cuando pasemos a analizar la estructura de los tres tipos de fe atea. parte del ateo práctico, aunque parece seguirse necesariamente de su compor-
Con el fin de facilitar la exposición, y para evitar inútiles repeticiones, comen- tamiento global, no suministra un cuadro adecuado de la situación. Para com-
zaremos dirigiendo nuestra atención hacia el «creyente» cuyo ateísmo es pura- prenderlo se necesita una caracterización positiva a título integrativo. Lo ne-
mente práctico, ya que, como demostraremos, al igual que el creyente ateo es gativo debe verse a la luz de lo positivo. Expliquemos lo que esto significa.
en general una corrupción (cuya posibilidad tiene sus raíces en la verdadera Ya se ha dicho anteriormente que una fe es realmente creída sólo en la me-
naturaleza de la fe genuina) del creyente auténtico, así también el ateo teórico dida en que modifica la vida y el comportamiento de una persona. No existe
constituye un ulterior desarrollo o refinamiento (o deterioro) del más común fe genuinamente poseída que no acarree al menos alguna diferencia en la vida
y corriente ateo práctico. La comprensión de este último suministrará una base de la persona que la posee. Una «fe» que no produzca diferencias de ese tipo
práctica para la comprensión del primero. no es una fe, ya que creer en algo significa admitir que una cierta interpretación
de la situación global en que nos encontramos, y para la que nuestra respuesta
personal es nuestra vida racional, es justa y verdadera. Significa, por consiguien-
II. TRES TIPOS DE ATEOS te, admitir que la situación tiene un carácter determinado tal que no todas las
posibles respuestas a ella serían igualmente adecuadas. Lo cual equivale a decir
1. El ateo práctico que creer en algo significa admitir que, en determinas circunstancias, sólo una
determinada respuesta es la racionalmente apropiada. Significa asimismo existir
Ya hemos dicho que el ateo práctico es aquel cuya afirmación de Dios no subjetivamente como aquel que es llamado precisamente por la propia fe a
influye en modo alguno sobre su determinación de cómo debería comportarse. actuar de una manera determinada cuando se presenta la ocasión oportuna (es
En otros términos: podemos decir que es aquel que no afirma a Dios como decir, aquella en la que está involucrada la fe). Si esto no se verificara, si creer
influyente en su conducta práctica cotidiana. La prueba de ello consiste precisa- no significase diferenciar de alguna manera la orientación de la respuesta de un
mente en la tranquilidad de su conciencia, ya que si la afirmación de Dios fuese individuo en cuanto ser racional, no sólo quedaría eliminada la distinción entre
reconocida por él como algo que tiene peso en sus decisiones prácticas no po- el admitir o no admitir como válida una interpretación, sino que la misma inter-
dría, de hecho, ignorar tal peso sin darse cuenta al mismo tiempo de que obra pretación quedaría privada de significado.
de modo equivocado. En otras palabras: tendría que ser consciente al menos Pero si esto es verdad en general, también lo es respecto al ateo práctico.
de que no se comporta como debe. Así, G. C. Colombo, criticando la interpre- En otras palabras: no se puede decir que la afirmación de Dios del ateo prác-
tación puramente conductista de la fe del profesor Ryle, advierte: «Se puede... tico no influya en absoluto sobre su vida o que no sea considerada como im-
fácilmente imaginar una persona que, aunque cree sinceramente en algunas portante en alguna medida para su comportamiento. En no menor medida que
proposiciones, se comporta en determinadas ocasiones como quien no cree en para todo creyente, para este tipo de ateo el considerar y admitir como verda-
ellas, no sólo en lo que respecta a las acciones exteriores, sino también en las dera una interpretación teística del universo supone, en su mente, existir como
reacciones psicológicas. La única diferencia está en el hecho de que reconoce quien es llamado en determinadas condiciones a obrar de una determinada
de manera más bien vaga su propia incoherencia. En el lenguaje teológico, las manera. En no menor medida que para cualquier otro, el creer presupone nece-
personas de este tipo son llamadas pecadores...» 8. sariamente para él una modificación de la propia orientación de respuesta.
Pero si del hecho de reconocer a Dios como influyente en una acción par- Sin embargo, dado que, como se ha dicho, su modo de reaccionar ante las
situaciones cotidianas que se le presentan y que exigen su respuesta no se ve
' G. C. Colombo, The Andyús of Belief: «The Downside Review», 77 (1959), pp. 18-37;
véase p. 25 (el subrayado es nuestro). Para la interpretación conductista de la fe de G. Ryle, véase influido por la creencia de Dios, debemos buscar en otra parte las modificacio-
su The Concept of Mind, Londres, 1949. nes introducidas por tal creencia. En otros términos: no es suficiente con des-
->i.
370 R. O. JOHANN EL ATEÍSMO DE LOS «CREYENTES» 371
cribir la afirmación de Dios por parte del ateo práctico como una afirmación tante de ciertas normas y reglamentos religiosos, por consiguiente, se convici
considerada como carente de importancia para sus decisiones prácticas. Es pre- te en una especie de pasaporte para la vida futura. Y no se requiere nada más.
ciso también, al menos si se trata de una afirmación genuina, indicar el modo Es éste un segundo tipo de creyente cuya vida resulta, en efecto, modificad;!
o modos particulares en los que es considerada como influyente. Si el ateo prác- por la propia afirmación de Dios, pero para el cual la importancia de ese Dios
tico no se comporta en las cuestiones de cada día de manera al menos un poco se halla estrictamente limitada. La religión es importante, pero constituye una
distinta a la de aquel que no hace ninguna afirmación respecto a Dios, y si dimensión distinta y separada de la vida, claramente desconectada de las deci-
además no es consciente de ninguna incoherencia en la propia vida, ¿en qué siones de los «días feriados».
sentido modifica la fe su vida? Es evidente que ambos tipos de personas creen en un Dios que se adapta
Tal vez esta pregunta pueda recibir más de una respuesta. Sin pretender a las descripciones suministradas por Girardi. Es decir, creen en un Ser inte-
ser completamente exhaustivos, vamos a considerar brevemente dos de tales lectual y ontológicamente trascendente (que se encuentra más allá de la expe-
respuestas y las conclusiones que de ellas pueden extraerse. riencia de los sentidos y cuya naturaleza es distinta de la del mundo y superior
De todo lo que antecede resulta claro que para el ateo práctico, la impor- a ella y que ese Ser actúa en el mundo)10. Pero es asimismo claro que no por
tancia de su afirmación de Dios debe ser real y al mismo tiempo limitada. Su ello son menos ateos y que su ateísmo no sólo no es incoherente con respecto
orientación de respuesta debe ser modificada por su fe, pero sólo parcialmente. a su fe, sino que en realidad constituye su corolario lógico. En otros términos:
En todo caso, esta doble necesidad se halla fácilmente y, por tanto, no sorpren- es una profunda equivocación describir al ateo práctico —católico o no cató-
de que los ateos prácticos abunden. Así, por ejemplo, supongamos que yo sea lico— como la persona que cree en la existencia de Dios y, sin embargo, se
uno de los que cree simplemente en un «Dios de explicación» o en un «Dios de comporta habitualmente como si no existiera. Al contrario, el ateo práctico es
complemento», como a veces suele llamársele9. Este Dios es afirmado simple- aquel que cree en un Dios de importancia limitada y (con tranquilidad de con
mente para satisfacer las necesidades intelectuales de orden y de inteligibilidad. ciencia) se comporta de acuerdo en ello, es decir, de manera exactamente pro
Es un Dios funcional cuya misión consiste en mantener unidas las cosas, hacer porcional a esa fe ".
de manera que todo vaya bien y explicar lo que de otro modo no podría com-
prenderse. En este caso resulta evidente que carece de importancia en mis deci-
siones cotidianas respecto a lo que debo hacer. Si existe una tragedia en mi 2. El ateo especulativo-práctico
vida, naturalmente puedo dirigirme a él en busca de ayuda, lo mismo que cuan- Desde este punto de vista resulta fácil comprender la posición del ateo
do acaece algo «misterioso» puedo atribuirle su origen. Pero mientras las cosas especulativo-práctico. Es simplemente un ateo práctico que se ha convertido,
discurren suavemente, prescindo de él como si no le necesitara. Yo puedo hacer reflejamente, en consciente del tipo de Dios .que afirma, y que tematiza su ca-
frente al mundo, no con la angustia generalizada de los existencialistas, sino rencia de importancia en su vida diaria. El no niega que un Dios universalmente
como quien tiene una «respuesta» para todas las cosas. Y tal complacencia es importante podría ejercer cualquier tipo de influencia sobre la vida práctica del
el resultado directo de mi fe: «Dios está en el cielo y en el mundo todo va hombre. Niega tan sólo que a un Dios de importancia parcial se le pueda per-
bien.» mitir salir fuera de la esfera de influencia que le es propia. Cualquiera que sea
Huelga decir que este tipo de. «fe en Dios» no es rara entre los llamados el puesto que se conceda a Dios en el esquema de las cosas, rio tiene nada que
católicos no practicantes. Pero, incluso añadiéndole una práctica regular, el hacer con el modo de regular nuestras vidas, y toda tentativa de alterar esta
cuadro no queda sustancialmente alterado, ya que el católico practicante puede situación no sólo es inútil, sino que puede resultar positivamente destructiva
ser una persona para la cual Dios es solamente aquel a quien se debe el cum- al no estar en conformidad con la naturaleza de las cosas.
plimiento de determinadas observancias religiosas. Quizá se trata de un Dios
de la «vida de ultratumba», con el cual hay que estar en relaciones razonable- '" (¡. Glrnrdí, o. ,:, p. 71.
mente buenas si uno no quiere perderse para siempre. El cumplimiento cons- " 1 Iny que Advertir que, ni tratar tal cuestión, no se ha expuesto la distinción hecha por Cíi
rniiü cutir «teoría» y «mentalidad» (cf. nota 3). Para nosotros, la teoría no se cree realmente sino
en la medida ru que ella provoca una diferencia en la vida de la persona, viniendo así a coincidí!
" La repulsa de tales «dioses» funcionales es una de las características clave de la «secularidad» con 1 ii mentalidad. tJim mentalidad atea es la que presenta vina teoría deficiente, bien acerca de
moderna. Véase II. Cox, The Secular City, Nueva York, 1965. Dio», bien acerca de la IIIÍNIIIU fe (véase lo que ligue) realmente poseída.
EL ATEÍSMO DE LOS «CREYENTES» 37

No es difícil invocar motivos plausibles para un comportamiento religio:


3. El ateo teórico cuando falta la fe en Dios n. Uno de los más corrientes, que por otra pai
viene reforzado por la enseñanza católica acerca de la vida de ultratumba, <
Volviendo ahora al creyente cuyo ateísmo es teórico (o especulativo), tra-
el temor. Una persona nacida en la tradición católica, con su acentuada tende
taremos de comprender cómo puede ocurrir que tal falta de convicción acerca
cia a las prácticas religiosas institucionales (el buen católico es el que va a mi:
de la existencia de Dios no excluya al mismo tiempo la posibilidad de consi-
los domingos, observa la abstinencia de los viernes, etc.), con su propensión
derarse a sí mismo como creyente, ya que hay que advertir que, como en los
considerar tales prácticas como un pasaporte para el cielo, puede fácilmenn
casos precedentes, la persona en cuestión no se angustia en absoluto por su con-
carecer de convicción respecto a la existencia de Dios y, sin embargo, perse-
dición de creyente. El se juzga como tal, y, sin embargo, no cree en Dios. Es
verar en la observancia exterior únicamente porque piensa que, después de
decir, en su interpretación global de la realidad no opera una afirmación se-
todo, podría ocurrir que el cielo y el infierno fuesen cosas reales.
gura de Dios. ¿Cómo es posible esto y cómo se compagina con la actitud mental
Una persona de este tipo no se siente realmente segura de que Dios exista
que acabamos de exponer?
ni da particular importancia al hecho de que exista o no, al menos en la medida
Ya hemos subrayado anteriormente que una fe es real en la medida en que en que tal existencia no tiene «consecuencias» para él. Lo único importante,
modifica la vida y el comportamiento de una persona. Se puede decir que su si es que existe un Dios que premia o que castiga, es mantenerse en buenas
realidad consiste precisamente en el hecho de que aporta una diferencia en la relaciones con él, y para eso es suficiente cumplir los preceptos de la Iglesia.
vida de la persona que la posee. Y esto, a mi manera de ver, constituye el hilo La observancia religiosa se convierte de esa manera en una especie de póliza
conductor para comprender lo que ocurre en el caso precedente, ya que, par- de seguros contra la posibilidad de una vida después de la muerte. El creyente
tiendo del hecho de que la fe real crea necesariamente una diferencia para el religioso es simplemente un individuo que ha firmado una póliza de este tipo.
que la abraza, es fácil (aunque injustificado) concluir que la fe es la diferencia
El hecho de comportarse religiosamente y actuar como si en realidad Dios
misma que ella aporta. En otras palabras: la fe viene a identificarse en la mente
existiera puede ser juzgado como un bien incluso por razones esencialmente
del «creyente» con sus propias consecuencias. En lugar de ser una interpreta-
arreligiosas. Cualquiera que sea la verdad del caso, está bien profesar (con pa-
ción (por ejemplo, teísta) del mundo, que exige determinadas respuestas racio-
labras y con actos) la fe en Dios, y ello por razones sociales. Escribiendo sobre
nalmente apropiadas, se convierte en un tipo de comportamiento particular (es
el ambiente americano, el doctor Martin Marty observó que en nuestra cultura
decir, «religioso»).
«sólo la incredulidad produce mala impresión y que todo tipo de fe es acepta
Creer en Dios, pues, significa comportarse de una manera determinada; es ble» ". Casi en la misma línea, Will Herberg ha trazado un diagrama de la
decir, del modo como se comportan los que se dice que creen. La fe se exterio- práctica religiosa en América, sobre todo en lo que se refiere al papel que en ese
riza por completo. En oposición al ateo práctico, que actúa como si Dios no país desempeña la religión institucional al suministrar una identificación so-
existiera, aunque cree que existe, el creyente que es ateo en teoría actúa como cial 14. Lo que cuenta es salvar las formas, no adherirse al contenido. Sea Dios
si Dios existiera, aunque piense que no existe o, al menos, aunque no esté real o no, la religión constituye un distintivo, por lo que profesar una fe es
seguro de que exista. Una persona de ese tipo no sólo acudirá con regularidad algo importante.
al templo, e incluso recibirá los sacramentos, sino que responderá afirmativa- Y aunque no se trata de adaptarse a un ambiente social, comportarse rcli
mente y sin vacilar cuando se le pregunte si cree en Dios, ya que para él acudir giosíimente puede considerarse como una necesidad de adaptación personal y
al templo y todo lo demás constituye precisamente todo lo que significa «creer psicológica. Tal comportamiento se convierte en una técnica más o menos s;i
en Dios». Así, pues, precisamente igual que en los casos precedentes, la fe y tisfactoria para hacer frente a la propia ignorancia e impotencia.y a lo dcscono
la práctica de ese hombre constituyen un todo único. El piensa que «creer en cido. En realidad, una vez que la religión es considerada no desde el interior,
Dios» significa «comportarse religiosamente» (una confusión cuyos orígenes como mi respuesta al Tú, sino desde el exterior, como cierto tipo de compor-
deben buscarse en el impulso práctico de toda religión y que, como veremos,
surge con particular facilidad cuando se trata precisamente de fe en Dios). 11
Véase el análisis ele I. Lepp, o. c, en la nota 4.
Y piensa además, por una multitud de razones (que examinaremos en seguida), " M. Mnriy, o. c, \i. 156.
" W. llcrlwi'K, Vrutcsnml, ('.«limite, lew. An F.ssay in Ameriean Reli&tow; Sacialogy, NHCV.I
que es algo beneficioso para él comportarse religiosamente. York, l'W,
374 R. O. JOHANN EL ATEÍSMO DE LOS «CREYENTES» 375

tamiento requerido por diversas necesidades y presiones de las situaciones con- optado, no sin riesgo, por la hipótesis religiosa, y ése es para él el significado
cretas, no existe ya prácticamente un límite para los motivos absolutamente de la fe.
independientes de la realidad de Dios para adoptar la «religión» y perseverar Ahora bien: este tipo de «creyente» agnóstico es, a mi modo de ver, mucho
en ella. El hecho de que Dios exista realmente o no carece por entero de impor- más corriente que el otro tipo de ateo teórico señalado por Girardi entre las
tancia, ya que si bien el comportamiento religioso implica, incluso en este caso, filas de los creyentes; es decir, aquel cuyo concepto de la fe es radicalmente
una interpretación teísta del universo, la adopción de tal comportamiento ten- subjetivista16. Para este último, creer no significa comportarse como si Dios
drá sus orígenes no en el reconocimiento de la verdad de tal interpretación, existiese, sino adopta* un conjunto de símbolos que le son personalmente ade-
sino en las presiones ejercidas por una compleja gama de factores terrenos, que cuados para concebir y referirse al mundo que le rodea. Cuando el subjetivista
actúan de manera completamente independiente de ella. La práctica religiosa, asegura que cree en Dios, cosa que no dudará en hacer al igual que nuestro
en lugar de ser una respuesta a la llamada de Dios, se convierte en una necesidad «creyente agnóstico», trata de decir que acepta el razonamiento teológico como
sentida. En lugar de poner los fundamentos racionales de la conducta religiosa, un modo satisfactorio, aunque no único, de expresar los más profundos aspec-
la interpretación teísta, en el caso de ser mantenida, se transforma en una parte tos de la existencia humana ". «Dios» no es el Otro trascendente que (según
de tal conducta. el agnóstico) puede existir o no. «Dios» es el término para designar las miste-
riosas profundidades del hombre mismo, que ciertamente existen, pero que
En estos términos, la explicación suministrada por Girardi sobre este tipo otros prefieren (con igual validez) describir con un lenguaje no teológico.
de ateísmo es intachable. Girardi afirma que tiene su origen en la escasa im-
Sin embargo, precisamente porque esta posición va contra la tendencia na-
portancia que tales «creyentes» atribuyen al elemento doctrinal en el campo
tural de la mente, que es casi incurablemente objetivista en su orientación, no
religioso y sobre todo a la certeza objetiva en esta materia15. Esto es indudable
es fácil que una persona incurra en ella sin advertirlo ni que halle demasiado
en cuanto que la certeza acerca de la doctrina religiosa no actúa ya como base
apoyo en la cultura ambiente. La concepción del subjetivista sobre la fe es de-
para el comportamiento religioso. Pero es importante comprender correctamen- masiado compleja y sofisticada para no haber sido cultivada deliberadamente.
te la situación. La certeza no asume escasa importancia para este tipo de gentes No sólo el sujeto será consciente del hecho de que su uso de las palabras en
en el sentido de que la consideren privada por sí misma de consecuencias. No conexión con Dios es esotérico y está expuesto a ser mal comprendido, sino
es que sean indiferentes a la certeza, que no deseen estar ciertos; más bien ocurre que como «católico» las diferencias entre la postura elegida por él y la de la
que la certeza se convierte en escasamente importante como objeto de interés Iglesia son demasiado explícitas para dejar tranquila su conciencia. Mientras
y de esfuerzo personal debido a que piensan que no depende del individuo el el católico agnóstico está tan de acuerdo con su ambiente (una cultura plura-
poseerla o no. La certeza objetiva no es cuestión de volumen, sino de evidencia. lista que le estimula a frecuentar la iglesia «elegida por él», a condición de que
Si ellos no tienen la certeza de Dios es porque la evidencia de Dios no es coac- no tome todo eso demasiado en serio, y una Iglesia altamente estructurada, cuya
tiva. ¿Y a quién se le puede recriminar por ello? Además, como hemos subra- rutina objetiva le suministra una religión ya «confeccionada») que puede per-
yado, es la forma en que ellos comprenden la fe lo que hace que el problema de manecer plácidamente inconsciente de la propia falta de convicción en sus rela-
la certeza de la fe carezca de importancia en el plano práctico. Si creer signi- ciones con Dios, el católico subjetivista se encuentra casi inevitablemente ex-
fica imponerse a sí mismos el actuar como si Dios existiese, ¿qué diferencia puesto n verse convertido claramente en un rebelde consciente.
hay, en lo que se refiere a la conducta, entre que un individuo esté seguro o Y con lo dicho basta para señalar cómo el ateísmo de los creyentes no está
no de esa existencia? Esta es la razón por la cual tal categoría de ateos —es cu oposición con su fe, sino que más bien deriva de ella como una especie de
decir, el creyente que no está seguro de la existencia de Dios— no tiene ningu- corolario. El ateísmo práctico nace de la fe en un Dios de limitada importancia;
na duda sobre la propia condición de creyente. El advierte que hace lo que el ateísmo teórico de los creyentes surge de su concepto de la fe.
todos —incluso Dios si existiese— esperan de él. Y el hecho de proceder de
esa manera, sin la seguridad de la evidencia coactiva y, por tanto, sin la certeza " G. Girardi, o, c, |>|>. 53-55.
que de ello deriva, le afecta como si fuese algo a su favor y no una culpa. El ha " Preguntarse «II lo l'riirrhitch» si Ins Afirmaciones sobre Dios son realmente afirmaciones
sobre la c»cni¡nlidiid ,dr lus relaciones personales asume de nuevo una importancia capital en el
rsfucreo de rcvuloi'i/.ur la reunión para el hombre moderno. Véase, por ejemplo, J. Kobinson, llmicst
" G. Girardi, o. c, p. 54. lt> (¡oil, Londres, l%V
EL ATEÍSMO DE LOS «CREYENTES» Vil

mismo que se ha llegado a formar así, y que no representa otra cosa que un
III. FE VERDADERA Y POSIBILIDADES LATENTES DE ATEÍSMO factor de mediación en el proceso que le pone en relación con los demás.
Cuando esto sucede, la persona queda separada de su real identidad y de su
Queda por demostrar cómo estas dos distorsiones de la verdadera fe tienen real vocación y construye un proyecto de sí partiendo de meras apariencias.
sus raíces en la genuina actitud de fe y se hallan siempre, como posibilidades Esta preocupación por el yo proyectado, lejos de promover la realización de sí.
latentes, pero reales, dondequiera que florezca la verdadera fe. la torna imposible.
Característica central de la experiencia humana que explica la posibilidad Algo semejante acaece cuando identificamos a Dios con nuestras represen
de toda clase de ateísmo es el misterio de la trascendencia18. Lo trascendente, taciones limitadas de él. Cierto que necesitamos de representaciones si debe-
aunque impregna de manera esencial nuestra experiencia 19, es asimismo esen- mos ponernos deliberada y socialmente en relación con él 22 . Pero es preciso
cialmente inobjetivable. Su presencia constitutiva no puede ser comprendida asimismo ir constantemente más allá de tales representaciones si no queremos
sino de modo reflejo; es decir, no directamente, sino a través de la mediación que dicha relación quede falseada. Sin embargo, con demasiada frecuencia csi
de signos y de símbolos que apuntan a algo que se encuentra más allá de ellos ir más allá no se verifica. Nos vemos, en cambio, impulsados a decir que I
mismos. Y el peligro que siempre acecha es el de que estos signos y símbolos, preparación intelectual necesaria para llevarlo a cabo es tan grande que impidr
que indican no algo ausente, sino una Presencia que supera las posibilidades incluso a la masa de la humanidad comprender la realidad que encierra. De
de una representación directa y conceptual, comiencen a ser tomados como una ahí resulta que el Otro trascendente se reduce a lo que puede ser captado con-
adecuada representación de la realidad misma. En consecuencia, nuestra aten- ceptualmente: Dios es particularizado, y nuestra relación con él, en lugar de
ción, en lugar de dirigirse hacia esta Presencia escondida que es el término de ser considerada como la base real de nuestra personalidad, se convierte en algí >
la relación constitutiva de la personalidad20, viene a enfocarse sobre los ídolos. extrínseco y añadido. Su realidad no es considerada como precedente a la elet
Lo que estaba presente, aunque era un misterio, se convierte a su vez en ausen- ción personal, sino como consiguiente a la misma.
te. Dios deviene en un ser particular, cuya existencia resulta problemática. Así queda abierto el camino a los tipos de ateísmo que hemos descrito. En
el caso del ateísmo práctico, el paso de la particularización de Dios a la limitad;:
En realidad, lo que ocurre es análogo a las concepciones erróneas y a las importancia que se le atribuye es fácil. Mientras que el Otro cuya presencia es
distorsiones de la autoconciencia, que con harta frecuencia derivan de los es- comprendida como constitutiva de mi personalidad se ve necesariamente en
fuerzos del yo para comprenderse directamente a sí mismo, ya que también vuelto en todo cuanto yo hago o no hago, un Ser supremo considerado como
el yo es esencialmente inobjetivable21. Como poder activo del ser, el yo tras- extrínseco a mí mismo interviene sólo en mis acciones en la medida en que h¡\
ciende toda representación que pueda rastrearse, y, sin embargo, no es capaz impartido mandatos específicos relativos a mi conducta. Todo sector que no
de prescindir de tales representaciones e imágenes de sí mismo. Puesto que la sea objeto directo de sus reglas es religiosamente indiferente; es decir, debe ser
actitud de una persona en relación con los demás influye inevitablemente sobre afrontado como si no existiese. El hecho de que los católicos consideren no
los resultados de comportamiento con respecto a ellos, el yo puede solamente pocas veces su religión como un problema de aceptación de determinados man-
tratar de valorar y controlar el aspecto que él presenta al mundo. Constituye damientos revela hasta qué punto se halla difundido entre ellos el ateísmo
un error, no obstante, identificar con el propio yo auténtico la imagen de sí práctico.
La pniiinilnrización de Dios prepara también el camino al ateísmo teórico.
" No creo que el hombre sin Dios surja sobre todo, como afirma J. Murray (On the Structure Siendo particular, Dios no puede ser comprendido como la base universal de
of the Problem of God: «Theological Studies», 23 [1962], pp. 1-26), de la decisión de ignorar nuestra vida personal y, por tanto, queda apartado del área de nuestro ajetreo
a Dios. La falta de Dios nace hoy, en general, más bien de una incapacidad de captar el hecho cotidiano. Así, se convierte no sólo en un Dios escondido, sino en un Dios
de que las concepciones humanas de Dios no son realmente antihumanas que de un deliberado
rechazo de la misma trascendencia. Véase A. Dondeyne, Les legons positives de l'atbéisme con- ausente. Por consiguiente, el comportamiento religioso deja de ser juzgado
lemporain, en II problema delVateísmo, Brescia, 1962, pp. 325-29. como la respuesta apropiada a su presencia, exigida de alguna manera por nues-
" Véase K. Rahner, Ideología y cristianismo: «Concilium» (1965), n. 6, pp. 42-62.
20
Véase M. D'Arcy, No Absent God. Tbe Relation between God and the Self, Nueva York,
22
J%2. De otra manera, la insistencia sobre la «trascendencia» permanece, cu la mejor de las hipó
21
Véase S. Strasser, The Soul in Mctaphysical and Empineal Psychology, Pittsburg, 1967. tesis, como algo vacío y formal. Véase K. Rahner, o. c, p. 43.
378 R. O. JOHANN

tra objetiva y reconocida relación con él, para ser considerado como un modo CAPITULO VI
de constituir tal relación. Al no ser ya el reconocimiento reflejo de la presencia
de Dios, la fe se convierte en una cuestión de compromiso con respecto a cier- «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO
to tipo de comportamiento, es decir, un compromiso para actuar como si Dios
existiera. Tal compromiso, es verdad, no excluye una afirmación decidida de por
tal existencia, pero es también compatible con su ausencia. Una persona puede
adoptar una fe religiosa por cualquiera de los motivos considerados anterior- GEORGES HOURDIN
mente, siempre con la convicción de que esto es lo que significa «creer», y al
mismo tiempo, consciente del hecho de que Dios no es tan evidente como para Director de la revista «Informations
provocar el asentimiento general e incapaz de rechazar las ideas contradictorias Catholiques Internationales», de París
que sobre él circulan en su ambiente, puede dudar seriamente de su existencia a .
El ateísmo práctico y el teórico no son, pues, completamente intrusos en
el reino de la verdadera fe. Sus raíces se encuentran como posibilidades concre-
tas y siempre presentes, en la necesidad real que la verdadera fe tiene de expre-
sarse y de representarse a sí misma, unida a la imposibilidad de hacerlo adecua-
damente. Desde este punto de vista, no debería sorprender que existan creyen-
tes ateos. Lo que realmente sorprende es que no sean más numerosos.

INTRODUCCIÓN

BIBLIOGRAFÍA
El desarrollo del ateísmo en los países cristianos de Europa y de América
Anónimo, II problema deü'ateismo, Actas del XVI Coloquio del Centro de Estudios Filosóficos del Norte es un hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia. En términos
entre Profesores Universitarios (Gallarate, 1961), Brescia, 1962. (Una buena selección de una de sociología religiosa, puede traducirse bajo la forma siguiente:
amplia variedad de puntos de vista).
Colombo, G. C, The Analysis of Belief: «The Downside Review», 77 (1959), pp. 18-37. (Buena Cada día, en torno a nosotros, cierto número de cristianos abandona, para
crítica de la interpretación puramente conductista de la fe). afirmar su ateísmo, las iglesias cristianas en las que había crecido. Tal afirmn
Cox, H., The Secular City, Nueva York, 1965. (Estudio sobre la nueva mentalidad secular [opues- ción puede ser más o menos militante, más o menos categórica. Pero lo que
ta a «secularista»], con buenos datos biblográficos).
D'Arcy, M., No Absent God. The Relations between God and the Self, Nueva York, 1962. es indiscutible es el apartamiento de esos cristianos respecto a la Iglesia y su
(Excelente análisis de las diferencias que la «fe en Dios» opera sobre el concepto del yo.) repulsa a reconocer la existencia de Dios o la posibilidad de demostrarla, su
Girardi, G., Pour une définition de l'athéisme: «Salesianum», 25 (1963), pp. 47-74. (Estudio negación de que exista una realidad sobrenatural. Y más concretamente, no
preliminar del concepto de ateísmo que ha servido de guía al presente capítulo).
Herberg, W., Protestant, Catholic, Jew. An Essay in American Religious Sociology, Nueva York, creen en la realidad sobrenatural cristiana. El cardenal Newman hablaba en
1955. (El precursor clásico de muchas interpretaciones semejantes). términos admirables de las realidades invisibles. Mas esas realidades son recha-
Lepp, I., Psychanalyse de l'athéisme moderne, París, 1961. (Un análisis quizá demasiado simplista zadas a cada instante por hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, que, pese
de un psicoanalista convertido).
Luijpen, W., Phenomenology and Atheism, Pittsburg, 1964. (Amplio estudio histórico y especula- a haber sido educados en la fe cristiana, se deciden por razones diversas, con
tivo del problema). desgarramientos más o menos dolorosos, a limitar el destino humano a la ex-
Marty, M., Varieties of Unbelief, Nueva York, 1964. (Un profundo estudio acerca de la incredu- tensión de lo visible, de lo táctil, de la materia.
lidad en el mundo americano, con rico material bibliográfico en las óptimas notas).
Murray, J. C , On the Structure of the Problem of God: «Theological Studies», 23 (1962), pp. 1- Este fenómeno de la conversión del cristianismo revelado a la negación cic-
26. (Una interpretación del ateísmo como antiteísmo). la existencia de Dios no ha sido hasta la fecha, que sepamos, objeto de un estu-
25 dio profundo. La tención de los teólogos, de los historiadores, de los sociólo-
El efecto del pluralismo de los puntos de vista religiosos, tal como opera en la sociedad
americana sobre la solidez de la fe, está bien esquematizado en M. Marty, Varieties of Unbelief. gos y de los psicólogos se ha dirigido preferentemente a la forma extrínseca y
Véase especialmente el capítulo The Syncretic Varieties of Unbelief. colectiva del fenómeno. En efecto, éste es difícil de analizar tanto en su impor-
380 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 381

tancia precisa como en sus motivaciones individuales. Para llevar a buen fin ejemplo, las que se acostumbran llamar religiones del Extremo Oriente: budis-
tal estudio sería preciso que los especialistas de la sociología religiosa fueran mo y confucianismo no son con frecuencia sino doctrinas de la sabiduría y ra-
mucho más allá de lo que van actualmente en su examen de las estadísticas rela- cionalismos. Así, pues, cuando Cristo, Hijo de Dios, se encarnó ya había ateos.
tivas a la ausencia de práctica religiosa, la cual, por otra parte, no supone for- Las iglesias que continúan su doctrina no han puesto fin al ateísmo.
zosamente la incredulidad. Sería preciso, además, que se investigara la vida de De hecho, desde la conversión oficial del Imperio romano al cristianismo,
los ateos contemporáneos o la de los incrédulos de los tres últimos siglos que en el año 313, hasta la Reforma de Lutero, en 1520, fecha en que éste quema
no pertenecían, por su nacimiento, a una familia de incrédulos y que, por ello, la bula papal que le condenaba, el Occidente cristiano conoció una relativa
hubieron de practicar la fe cristiana antes de abandonarla. unidad de fe. Primero el régimen constantiniano y luego, y sobre todo, el re
En resumen, para llegar a las conclusiones que tratamos de deducir sería gimen de la cristiandad apenas permitían que el ateísmo se manifestara.
necesario que se realizaran encuestas sistemáticas entre nuestros contemporá- Ahora bien: a una afirmación tan brutal hay que darle las matizaciones
neos incrédulos y que se emprendiera regularmente el examen de las biografías necesarias. Es un hecho que durante ese período de doce siglos, y concretamen
consagradas a los ateos célebres y de la correspondencia que éstos dejaron. Aná- te durante la Edad Media cristiana, las estructuras de la Iglesia y del Estado
lisis sociológicos, encuestas de motivación, biografías escritas desde esa pers- eran muy semejantes. Estaban establecidas la una en función de la otra, lo cu¡\l
pectiva existen en número muy reducido. Por otra parte, no se ha realizado implicaba numerosas consecuencias. Las grandes verdades eran reconocida,
sobre todo ese material un estudio a fondo. El tema que nos proponemos tratar oficialmente por todos. Cierto número de grandes servicios públicos, concreta
aquí es, por tanto, nuevo. En consecuencia, las consideraciones que expondre- mente la enseñanza, se hallaban asegurados por la Iglesia. Los actos del ^stad» >
mos a continuación no pueden constituir más que un primer esbozo. civil, finalmente, eran establecidos por el clero desde el momento en que s<
El método seguido consiste en tratar de determinar primero la importancia recibían los sacramentos que jalonan la vida humana, es decir, los que corres
del fenómeno colectivo ante el cual nos encontramos, en precisar las razones ponden a nacimiento, matrimonio y muerte. El hecho debe reputarse como un
de su manifestación y de su novedad histórica. Acto seguido estudiaremos los mérito de la Iglesia, ya que no existe sociedad digna de tal nombre sin los acto
casos particulares en los diferentes niveles sociales que nos son accesibles y en de estado civil. «Los registros parroquiales eran verdaderos libros de cuentas
la medida en que poseamos documentos para hacerlo. Los más antiguos se remontan a mediados del siglo xiv. El Concilio de Tren lo
En primer lugar, examinaremos a fondo las encuestas realizadas por los so- (1563) normalizó la forma de llevarlos» '.
ciólogos o por los institutos de opinión pública, que nos proporcionan algunas La Reforma llevada a cabo por Lutero y Calvino trajo como consecuencia
informaciones; después estudiaremos cierto número de biografías de ateos cé- la aparición de una nueva confesión cristiana, que no sólo rechazaba la estruc
lebres que fueron educados en la fe cristiana, a fin de determinar en qué mo- tura de la Iglesia romana, sino que establecía en términos nuevos la distinción
mento y por qué razones se apartaron de la Iglesia. Agruparemos estos estudios entre la Iglesia y la sociedad temporal. En todo caso, los protestantes reformn
biográficos de hombres conocidos según las grandes corrientes del ateísmo mo- dos, cuyas iglesias se apoderaron en algunos siglos de una parte de los espíritus
derno. Esperamos poder obtener así algunos elementos de principio sobre el creyentes europeos —concretamente en la Europa Central, la Europa del Noi
fenómeno que nos proponemos estudiar. te, Inglaterra y Escandinavia—, suscitaron por su misma existencia el problema
de la unidad de la fe y de la legitimidad de los actos de estado civil.
En lo que respecta a Francia, el Edicto de Nantes fue revocado en 1685
viéndose los protestantes obligados a abjurar de su fe o a mostrarse hipócritas
I. CONDICIONES HISTÓRICAS DEL PASO AL ATEÍSMO.
si deseaban que se reconociera su estado civil. El Edicto de 1787 puso fin a
IMPORTANCIA DEL FENÓMENO. DIFICULTAD DE SU ESTUDIO
ese estado de cosas. La ley del 28 de Pluvioso del año VIII confió a los muni-
cipios la misión de llevar los registros de estado civil. Asimismo se autorizó
Conviene hacer previamente una consideración. El hecho del ateísmo es
el divorcio. De esta manera aparecía una sociedad laica.
históricamente mucho más antiguo que la civilización cristiana. Posee una auto-
Recordamos estos hechos a fin de que se comprenda cómo, durante la larga
nomía. Algunos filósofos de la Antigüedad, como Epicteto o Epicuro, eran ya
ateos. Por otra parte, el hecho del ateísmo se halla geográficamente mucho más 1
Hrissiuid, Manuel d'histoire du dro'H privó, París, 1935, p. 833.
difundido de lo que ha estado nunca el conocimiento del Evangelio. Así, por
382 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 383

época en que existió una cristiandad unida, en que los grandes actos de la vida realidad del mundo. Es en general en ese momento cuando se realiza la elección
humana estuvieron en los reinos oficialmente católicos vinculados al cumpli- decisiva, cuando los abandonos son consentidos y las conversiones a la incre-
miento de los ritos religiosos, era difícil que el ateísmo se manifestara tal como dulidad queridas. Sin embargo, es raro que los interesados hagan confidencias.
lo conocemos hoy. Francia fue el primer Estado católico que admitió la liber- ¿Se puede, además, hablar de traición o de apostasía cuando la creencia de los
tad de conciencia. Fue preciso esperar a 1875 para que Alemania y Suiza laici- primeros años había sido impuesta? Se trata de una especie de elección, tanto
zaran a su vez el estado civil. Lo mismo ocurrió con los demás Estados de más deliberada cuanto más intensas habían sido las presiones familiar y social
Europa. A partir de la Revolución de 1789, y debido a las obras de los filósofos en el sentido de la religión tradicional durante los últimos años de la infancia.
ingleses y franceses del siglo xvm, el paso a la incredulidad de una parte im-
portante de la población se hizo legal e ideológicamente posible. El fenómeno
de descristianización de las sociedades occidentales hacía su aparición y ya no I I . ESTUDIOS SOBRE SONDEOS,
cesaría de desarrollarse. Hoy alcanza un volumen considerable. Los hombres ENCUESTAS Y TESTIMONIOS CONTEMPORÁNEOS
que vivían en los regímenes liberales y laicizados fueron abandonando poco a
poco la práctica religiosa regular. Pero sigue siendo un hecho —y esto es algo 1. Encuesta sobre la pérdida de la fe en los jóvenes franceses
que causa extrañeza y que atañe al tema que nos ocupa— que un gran número
de ellos se bautizaban en su nacimiento y se casaban en sus iglesias. Todas las Las cristiandades están muertas y no volverán a revivir. Con ellas desapa-
encuestas realizadas por el Instituto Francés de Opinión Pública en 1957, 1960 reció aquella casi imposibilidad que tenían los hombres de no creer en Dios.
y 1964 revelaron que existe en Francia de un 85 a un 90 por 100 de bauti- Nos damos perfecta cuenta de ello al plantearnos el problema del paso del cris-
zados, un 4 por 100 de ellos en la fe protestante, y que del 70 al 80 por 100 tianismo al ateísmo. Entonces descubrimos que cierto número de hombres que
de los bautizados se casan por la Iglesia o en el templo. Las cifras son sensible- son considerados como cristianos y que ocasionalmente aseguran pertenecer al
mente las mismas en los demás países europeos convertidos en otros tiempos catolicismo o al protestantismo son en realidad ateos. Al hacerlo juegan con
al Evangelio y no mediatizados por un régimen socialista totalitario e incrédulo. una falsa interpretación del contenido de las religiones a las que pretenden
Si comparamos la práctica religiosa en las ciudades, que representan actual- pertenecer. Ni la aceptación de cierto número de prácticas cultuales y de cos-
mente más de la mitad de la población de todos los países europeos, compro- tumbres ni siquiera el reconocimiento del valor moral de los preceptos evangé-
bamos que esa población, oficialmente cristiana, es en realidad no practicante licos les impiden deslizarse insensiblemente hacia el ateísmo. En realidad, no
y sin duda incrédula. Así, pues, se ha producido un paso de la fe a la incre- creen ya en lo sobrenatural.
dulidad cuyo volumen es difícil determinar y que es ciertamente considerable ¿Cómo se ha producido en Francia ese paso de la fe recibida en la infancia
en cada generación. a un ateísmo confesado en parte? Es difícil explicarlo con precisión. En efecto,
La transformación de la sociedad, con la desaparición de las estructuras nos encontramos frente a personalidades que son al mismo tiempo positivas y
de la cristiandad, la aparición del liberalismo laico en Occidente, del comunis- conformistas. Cuando eran niños, esos hombres y esas mujeres franceses que
mo ateo en Europa Central y en Rusia, la liberación política de los Estados del confiesan no creer en lo sobrenatural no tomaron nunca en serio las verdades
Tercer Mundo (en los que existen —si se tiene en cuenta a la América latina— que se les enseñaba en el catecismo. Consideraban que se trataba de fábulas,
300 millones de cristianos bautizados), ha provocado el paso masivo a la incre- de una especie de mitología tradicional que el sacerdote tenía como misión
dulidad de una parte de los hombres educados en las verdades de la fe. enseñar a fin de que existiera en la sociedad un mínimo de orden. Por otra
Es imposible entrar en detalles acerca de esas conversiones al ateísmo. parte, puesto que habían aceptado con cierto agrado la enseñanza de la Iglesia
Señalemos asimismo otra dificultad que presenta el estudio de este fenóme- tal como se da de hecho, no quisieron nunca llegar hasta el límite de su falta
no desde el punto de vista sociológico y psicológico. El bautismo y la educación de fe en Dios y continuaron comportándose en las circunstancias más solemnes
cristiana que el niño recibe en los países en que el catolicismo es la religión de la vida como habían convenido en hacerlo y como una parte de su familia
de la mayoría, bautismo y educación que no ha elegido, problematizan al joven les exigía que se comportasen, es decir, se casaron por la Iglesia c hicieron bau-
cristiano tan pronto como desemboca en la vida adulta y compara con sus pro- tizar a sus hijos, sin pensar que esos sacramentos les ponían en relación con las
pios ojos, con su juicio personal, el contenido de cuanto se le ha dicho con la realidades sobrenaturales. En lo referente al matrimonio religioso, por ejemplo,
384 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 385

hemos recogido gran cantidad de testimonios. Las motivaciones dadas son Francia la instrucción religiosa profunda no existe prácticamente en la actua-
siempre del mismo tenor: Esa es la costumbre; así lo querían mis padres o mis lidad. He aquí lo que dice concretamente una empleada de los PP. TT.:
suegros, etc. En realidad, el paso del cristianismo a un ateísmo confesado a «La mayor parte de mis compañeros de trabajo han sido bautizados, pero
medias sobreviene insensiblemente tan pronto como se afirma la personalidad no creen ya porque su instrucción religiosa es insuficiente. No comprenden la
y el sujeto toma conciencia de la realidad del mundo sensible, la cual, bajo la utilidad de los sacerdotes que —según ellos— harían mucho mejor trabajando
forma en que la presenta la historia moderna, enmascara toda otra realidad. como los demás, ya que la religión no pertenece a nuestra época y es demasiado
complicada. He aquí algunas reflexiones que yo he oído: ¿La misa? No tengo
2. Encuestas de sociología religiosa tiempo de asistir a ella. Además no comprendo nada...»
En algunas encuestas de sociología religiosa realizadas durante los últimos c) La actitud de los cristianos. La tercera razón que nos explica la per-
quince años, concretamente en Francia, se formularon diversas preguntas sobre dida de la fe, si se tienen en cuenta las respuestas suministradas por los feli-
este problema de la pérdida de la fe, del paso de una creencia revelada a la nega- greses de Saint-Pothin, es la misma actitud de los cristianos. Son los obreros,
ción de esa creencia. El examen de las respuestas dadas nos suministra ciertas sobre todo, los que dan esta respuesta: «Los obreros nos hemos alejado de la fe
indicaciones acerca de las motivaciones colectivas. El padre Emile Pin dedicó en primer lugar por la falta de caridad de los cristianos», dice uno de ellos.
su libro Pratique religieuse et cíasses sociales al estudio de la sociología religio- Una obrera añade: «Los que practican no son mejores que los demás. La reli-
sa en una parroquia urbana (Saint-Pothin, en Lyon) 2 . gión es dinero e hipocresía. Los que practican son partidarios del capitalismo...»
AI analizar las respuestas sobre la pérdida de la fe y el paso al ateísmo, el Una viuda de clase media precisa finalmente: «Los ricos dicen: Nuestra
autor distingue tres tipos de razones: las tendencias naturales del hombre, la vida privada nos pertenece a nosotros mismos. Los ambientes medios y obre-
ignorancia y la actitud de los cristianos. ros: El sacerdote está con los ricos y la suerte del obrero no le interesa».
a) Las tendencias naturales del hombre. Cierto número de feligreses de
Lyon perdieron la fe a causa de las .exigencias excesivamente duras de la religión 3. Entrevistas particulares
o debido a las desgracias y a las dificultades de la vida. Esas dificultades natu- Las encuestas y sondeos realizados, completados por entrevistas y encues-
rales pueden ser despertadas o reforzadas por influencias exteriores: la preocu- tas profundas, han permitido recoger confidencias de muchos jóvenes conver-
pación por ganar dinero en los ambientes del comercio, la lectura de autores tidos al ateísmo. Damos aquí algunas de ellas. Oyendo personalmente a jóve-
incrédulos o ateos, el laicismo y el científismo ambientales. «Nunca he tenido nes que después de una educación cristiana eligieron el ateísmo por su propia
ocasión —dice una educadora— de ver personas hostiles a la religión. Me he voluntad, con conocimiento de causa y de manera decisiva, empezamos a dis-
encontrado siempre con sujetos que sostienen que el estadio de la religión está cernir mejor este hecho social, tan importante de los tiempos modernos; esto
ya superado y que los que todavía permanecen en él son seres inofensivos y no es, la conversión a un mundo sin Dios.
demasiado evolucionados. Si la fe de los cristianos resplandeciera como debe, He aquí primeramente el texto de una carta escrita por un cirujano dentista
sin duda no pensarían así». y que recibimos después de haber publicado los resultados del primer sondeo
El naturalismo sexual y sentimental desarrollado por el cine y la prensa realizado por nosotros en 1957 sobre la actitud de lo que se llamaba entonces
del corazón, la inmoralidad de ciertos puestos de trabajo refuerzan asimismo la «nueva ola» con relación a la fe. Ese texto tiene la ventaja de suministrar
las tendencias naturales del hombre moderno, que no acepta de buena gana una una explicación a Jas situaciones llenas de contradicciones que acabamos de
dependencia y una disciplina. describir.
«Es extraño que un hombre sensato atribuya tanta importancia al hecho
. b) La ignorancia. La segunda razón de la pérdida de la fe es la ignoran- de que el 85 por 100 de los jóvenes franceses pretendan todavía ser católicos.
cia, la ausencia de formación. Se puede decir de una manera general que en Cuando pienso en el coraje que necesite a los veintiún años para romper los
lazos tenaces y tcnfucnlnivs que me ataban a la Iglesia, concibo que esc 85 por
I',. Pin, Vraliquc religieuse et classes sociales, París, 1956, 444 pp. 100 vacile en lince r otro tanto. Es mejor seguir diciendo que se es católico,
386 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 387

aun cuando detrás de esa afirmación no haya nada. Con ello se logra cierta «Si Dios existiera, el mundo estaría ordenado. En efecto, todo orden supo
tranquilidad. Vuestra 'nueva ola' es muy sensible al opio. ne una inteligencia. Es decir, si el mundo estuviera ordenado resultaría de una
»La Iglesia y los que pretenden ser cristianos se afanan por recuperar su inteligencia. Ahora bien: como en el mundo no hay más que desorden, se dedu
retraso respecto a los teóricos del socialismo. Pero eso sólo os sirve para con- ce que Dios no existe en modo alguno».
servar vuestro puesto o para convertir a ingenuos». Y añade:
Está bien claro que esta carta ha sido inspirada por el descubrimiento del «Hasta la fecha he recibido una formación esencialmente científica, lo cual
socialismo científico y su pretendido avance sobre la doctrina de la Iglesia. Pero no me ha llevado al cientifismo, pero sí me ha infundido el hábito de enjuiciar
hay ahí un malentendido con el que no cesaremos de tropezar: la fe en Dios lo todo y de discutirlo todo antes de admitirlo. Ahora bien: si se quiere creer
no es hoy presentada y vivida por los cristianos tal como ella es. He aquí pro- en la religión cristiana hay que aceptar a Dios y todos los demás principios sin
bablemente el origen de esas conversiones constantes al ateísmo. discutirlos».
He aquí otro testimonio de conversión al ateísmo. Se trata de una carta
4. El problema del mal escrita por un estudiante de Medicina, nacido en una familia cristiana y some-
tido durante diez años a las influencias religiosas más inteligentes:
Para los que tienen el «coraje» de romper con su ambiente originario, la «Empecé mis estudios de Medicina —escribe— apasionado por la cultura
conversión al ateísmo se realiza en el momento en que descubren el problema general; y descubrí con extrañeza el ateísmo tranquilo, nada complejo, en ma-
del mal y de la infelicidad en el mundo. Que el mundo social esté mal estruc- nera alguna 'futuro condenado', de Sartre. La desenvoltura con que el giro
turado; que haya en él injusticias, desigualdades, enfermedades físicas y mo- de una frase Sartre dice: 'Nosotros, los existencialistas ateos', con una total
rales; que los buenos no sean siempre recompensados y los malos no siempre indiferencia por el castigo que debería amenazarle, me hizo descubrir un mun-
castigados, supone para un adolescente una fuente incesante de escándalo. El do que yo desconocía.
paso de la infancia a la edad madura provoca grandes inquietudes entre los »A partir de entonces, consciente ya de la existencia y de sus realidades u
alumnos de los últimos cursos de la enseñanza media y en gran número de uni- través del hospital, de la vida, de mis lecturas, adquirí un tan agudo sentido
versitarios, que se ven inducidos a poner en tela de juicio la concepción del de lo absurdo de la condición humana, de la deficiente conformación de este
mundo que les ha sido propuesta por sus padres y sus educadores. Los estudios mundo tal mal construido, que deseé que no existiera un alguien que lo hubie-
filosóficos y científicos a los que se dedican les impulsan por otra parte a ello. se fabricado tan mal. Cualquiera que sea la causa inicial, si es preciso suponer
Es en ese momento de la vida cuando nacen muchas vocaciones cristianas, pero que hubo una, nada podría explicar todo el dplor que hay en el mundo y nin-
igualmente cuando se deciden muchos pasos al ateísmo. guna salvación podría ser pagada con tal precio de sangre y lágrimas.
He aquí cómo un joven, con el que hemos mantenido relaciones episto- »Indudablemente, esto no me sucedió en un camino de Damasco, sino
lares, nos describe en breves palabras la crisis que le llevó al ateísmo: poco a poco, en un plano de mi espíritu.
«Acabo de cumplir dieciocho años. Soy ateo y pienso que poseo una pers- »En otro plano, y en el mismo sentido, apareció ante mí la imposibilidad
pectiva suficiente para analizar la evolución de mis ideas religiosas. Fui educado de utilizar una religión que no hacía todo lo posible por ayudar a los pobres
cristianamente, pero he ido reflexionando poco a poco sobre las verdades pre- hombres a vivir lo más felizmente posible... Yo conozco... los consuelos de
fabricadas que me habían enseñado. Las he ido comparando durante los pocos la religión..., pero no podía admitir (y tampoco ahora, claro está) que, so pre-
años que llevo perteneciendo al mundo de los adultos con la realidad tal como texto de no atentar contra la vida, se deje morir a la madre o se permita que
se me presenta hoy. Las verdades de la fe están en contradicción con lo que veo nazca un enfermo, incluso un monstruo, prohibiendo todo aborto terapéutico.
a mi alrededor. Ya no me parecen tales verdades. No pienso seguir fiel a la fe Asimismo no comprendí el silencio demasiado general de la Iglesia ante las
de mis mayores. Rechazo la existencia de Dios, dueño de esos hombres, que atrocidades nazis, puesto que la protesta sólo provino de algunos prelados y
desea la felicidad de este mundo, pero no hace nada por impedir la infelicidad». de algunos sacerdotes de la Resistencia. No comprendía que la Iglesia, como
Otro estudiante, éste de Ciencias, llegó por medio de sus estudios a la con- cualquier otro grupo social, más todavía, pues se consideraba como Ja defen-
clusión reflexiva de que Dios no existía. Y enumera las razones como sigue: sora de toda vida, no se hubiera comprometido por micro en el combate, ¡n
388 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 38'»

cluso a costa de cualquier riesgo de su carne. Para resumir este punto, diré que madre comprendió por fin que era preferible dejarme hacer lo que me viniera
me vi herido en mi fe por el hecho de que una religión de amor no lo fuera en gana en lugar de obligarme a asistir a los oficios, durante los cuales yo me
totalmente y en todo instante. imaginaba multitud de historias para que me fueran más llevaderos. Por aque-
»Me queda un punto por definir: mi postura respecto a la Iglesia. Se redu- lla época, Gérard Philipe constituía el centro de mis preocupaciones. Ni si-
ce a una indiferencia casi total, excepto con relación a los sacerdotes-obreros quiera en las lecciones de filosofía se me planteaba el problema de Dios. Desde
o a algunos militantes, hacia los cuales siento a la vez simpatía por su actuación hace tiempo no he pensado ya en él. Para mí no es más que un anacronismo
y pena a causa de la impresión que me causan de que para sus adentros se mo- Y mi fórmula es ésta y la repito a todos los creyentes que me hacen preguntas
fan de lo que se refiere a la fe. acerca de mi estado de atea: 'Si Dios existiese, ni siquiera tendríamos necesi
dad de preguntarnos por su existencia'.
»<¡Qué cuál será en mi opinión el futuro de la Iglesia? Una descomposición
»Me casé con un muchacho cuyo abuelo ni siquiera había recibido el han
más o menos lenta conforme a los acontecimientos, que se verá sin duda algu-
tismo. Está orgulloso de ello, y debo confesar que también a mí me gus tarín
na acelerada si se difunde el marxismo, pero que de todos modos será inexo-
poder vanagloriarme de una ascendencia atea. Nunca hubo problema para nos
rable en el mundo occidental, en el cual todo contribuirá a ello, sin excluir el
otros, ni en el matrimonio, ni en el nacimiento de nuestra hijita: matrimonio
embrutecimiento producido por las revistas ilustradas y por la prensa del co-
civil y nada de bautismo. Pensamos educar a nuestra hija al margen de toda:
razón. Mientras tanto, la práctica y el dogma van desapareciendo paulatina-
las religiones, lo mismo que de todas las supersticiones. Para nosotros no existe
mente de la vida de las gentes. ¿No ha visto usted cómo los obispos autorizaron
a sus ovejas a no ayunar ni practicar la abstinencia el miércoles 24 de diciem- diferencia entre las religiones antiguas y las religiones actuales. Lo único qm
bre de 1958, vigilia de Navidad... ? Eso me recuerda lo que hizo aquel rey que ha ocurrido con estas últimas es que se ha suprimido de ellas todo lo que cho
nombró embajador al pequeño príncipe que, al fin y al cabo, había abandonado caba demasiado con las ideas nuevas. Considero que las religiones desaparecí1
el palacio». rán tan pronto como el hombre no tenga necesidad de esperar la felicidad en
otro mundo porque ya la posee en la Tierra. Pues creo que la existencia de las
religiones se debe a las desgracias que se sufren en la Tierra. En mi opinión,
Familias de ateos. He aquí igualmente, tomado de la serie de encuestas es la esperanza que surge de la desesperación por no encontrar la felicidad aquí
realizadas hace siete años, el testimonio de una joven madre de familia: abajo. Ahora bien: como la idea de la felicidad es indispensable al hombre, si
«Tengo veinte años —escribe—. Estoy casada y tengo una hija. He estu- el hombre no la vislumbra sobre la Tierra, la sitúa en una vida posterior. La
diado tres años de Ciencias Políticas y trabajo ahora en un colegio de chicas religión, para mí, es una debilidad, es un no enfrentarse con las cosas. Por eso
como inspectora o vigilante de externado. Al mismo tiempo, trato de preparar- estimo que supone un freno para el progreso.. Todas las adaptaciones del cato-
me para conseguir un certificado de psicólogo social. licismo en el transcurso de los siglos no conseguirán nada. Pero la Iglesia cató-
»He sido educada en la religión católica. Mis padres están bautizados. Mi lica no lleva a cabo más que aquellas adaptaciones sin las cuales moriría, Se
padre cree en Dios sin practicar, pero considera que una educación católica ve obligada a seguir los progresos del espíritu humano y lo hace, pero después
es casi necesaria. Mi madre es practicante. Por ello me bautizaron. Realicé mis <lc luchar contra ellos y siempre con un gran retraso con respecto a la evolución
estudios primarios en un colegio de religiosas. Luego acudí al Instituto en el general».
que, automáticamente, seguí con asiduidad los cursos de catecismo y donde
me adherí al movimiento de Acción Católica Juvenil y posteriormente a los Estos escasos testimonios contemporáneos nos hacen asistir a la conver-
Scouts. A pesar de todo, nunca fui un monumento de piedad fervorosa... sión de los cristianos al ateísmo, dentro del ambiente estudiantil, por las an-
Nunca encontré un verdadero consuelo en la religión católica. Recuerdo incluso tiguas razones que han atormentado siempre a los espíritus que se proponen
haber esperado más de una vez sentir aquello que me decían mis compañeras los «malditos problemas» de los que habla en alguna parte Dostoievslci: el
que se sentía en el momento de la comunión. Yo siempre volví decepcionada de sentido de la justicia (un concepto demasiado riguroso de la ciencia), conside-
la Sagrada Mesa. raciones exislcncinles y morales son el origen de la decisión adoptada hoy por
»Acabé por aburrirme de la misa y me las ingeniaba para faltar a ella tantos hombres y mujeres jóvenes de rechazar el cristianismo para construir
cuantas veces podía. A partir de los catorce años la ruptura fue completa. Mi por sí misinos un inundo mejor.
390 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 391

Pero tales testimonios resultan incompletos. Proceden de ambientes cuyas escapar del trabajo obligatorio en Alemania. Se producían altercados entre ellos
concepciones de la vida son fáciles. No tienen en cuenta —no las hemos en- e incluso algunos realizaban actos de rapiña en las granjas de los alrededores.
contrado en el curso de nuestras encuestas— las objeciones históricas. Por eso Tan sólo los comunistas parecían conscientes de los objetivos de los combates
trataremos de completarlas en dos puntos. que se entablaban y sólo ellos observaban una disciplina rigurosa. Natural-
mente, Francis se sentía más cercano a ellos que a los demás. Poco a poco, casi
.5. Testimonios acerca de la conversión de los obreros sin darse cuenta, adoptó su vocabulario y se fue haciendo a su manera de pensar
y de juzgar los acontecimientos. Llegada la liberación, no vio ningún motivo
De la obra consagrada por Ignacio Lepp al psicoanálisis del ateísmo pro- para separarse de aquellos con los que había combatido tan fraternalmente en
cede este ejemplo de un obrero cristiano que se convirtió al ateísmo marxista la clandestinidad. Así, pues, se afilió en la Confederación General del Trabajo
después de haber sido militante de Acción Católica. Su caso, analizado con (C.G.T.) y en otras organizaciones dirigidas por los comunistas. Sin embargo,
precisión por el autor, el cual realizó el camino inverso, convirtiéndose del ateís- seguía considerándose cristiano, frecuentaba con asiduidad la iglesia y comul-
mo marxista al catolicismo, es significativo y válido. Lo reproducimos aquí gaba todos los domingos. Eso duró varios años.
tal como la obra lo transcribe. »Mientras tanto contrajo matrimonio con una fervorosa militante comu-
«De todos los obreros comunistas militantes que conozco, Francis es el nista y se convirtió en padre de familia. Las dificultades que su acción militante
único en afirmar que hasta la edad de veintisiete años tuvo realmente fe. Ca- le originaba ante la jerarquía católica y el mundo cristiano en general no hacían
pataz en una fábrica de automóviles, es en la actualidad secretario de la célula más que exaltar su fe. Desearía que su vida diera testimonio de la posibilidad
de empresa del Partido Comunista. Su padre, de origen italiano, era incrédulo; para un cristiano de ser también un auténtico revolucionario en el plano social
su madre, natural de Córcega, había sido por el contrario muy piadosa. No Pero se produce la condenación de los sacerdotes-obreros y al mismo tiempo
atribuye ninguna importancia a su fe infantil. Asegura que medía por el mismo caen en desgracia ante el Vaticano los teólogos que habían ejercido la influencia
rasero a Papá Noel, al Niño Jesús y al coco que asusta a los niños. Fue decisiva más profunda sobre las jóvenes generaciones católicas de Francia. Como tantos
para él su entrada, a la edad de ocho años, en un grupo de «lobeznos». No tardó otros, Francis se indigna y protesta contra lo que le parece una terrible injus-
en convertirse en un ferviente admirador del capellán, un joven sacerdote tan ticia. Sus compañeros comunistas, comenzando por su esposa, aprovechan la
piadoso como dinámico y bueno. Gracias a él, Francis afirma que hizo a los ocasión para decirle: 'Ya lo ves, la Iglesia está siempre del lado de los ricos y
once años una comunión solemne, con pleno conocimiento de causa. Sobre todo, de los reaccionarios. Al negar a los sacerdotes el permiso de trabajar y de vivir
la hizo con un fervor excepcional. Por entonces, y durante varios años todavía, entre nosotros, muestra a las claras que no ama al pueblo.' El golpe más duro
estuvo persuadido de que había tenido una experiencia verdaderamente perso- para él será la ruptura con la Iglesia del sacerdote que durante años había sido
nal de la presencia divina en la Eucaristía. Manifestaba una visible tendencia su guía espiritual y a quien tenía muchos motivos para estimar.
hacia la mística. Sin ser consciente de ninguna presión familiar o sacerdotal, a
»Un domingo, en la iglesia, mientras el predicador comenta con demasiada
los doce años ingresó en el seminario menor de L., con la firme intención de
' ordenarse sacerdote. Sus profesores y superiores sólo tenían palabras de elogio complacencia la encíclica Humani generis y fulmina a los sacerdotes-obreros
por su piedad y buena conducta. y a 'otros cristianos ciegos que se hacen cómplices del comunismo ateo', Francis
no es capaz de dominarse, se levanta y sale con ostentación de la iglesia, con
»Por desgracia, los estudios no se le daban bien, y después de dos años
de prueba se vio obligado a abandonarlos, aunque muy a pesar suyo. Entró la firme intención de no poner ya más los pies en ella. Al día siguiente, pide
entonces como aprendiz en una fábrica de automóviles. Su ambición era vivir que se le admita en el partido comunista.
a fondo sus dos amores: el de la clase obrera y el de Cristo. Se dedicaba con »Durante algunos meses sigue asegurando todavía que es cristiano, y en
asiduidad al aprendizaje de su oficio y consagraba su tiempo libre a militar en cnanto tal, critica el comportamiento reaccionario de la Iglesia. Luego cesa de
las filas de la J.O.C. Luego vino la Resistencia y las luchas de los partisanos, hablar como cristiano y, apenas un año más tarde, debe confesarse a sí mismo
en las que Francis participó con su habitual generosidad. Allí se dio cuenta de que ya no cree. Mientras tanto, ha ido estudiando seriamente el marxismo-
que la mayor parte de sus compañeros carecían de todo ideal, que estaban en leninismo y afirma que la explicación que éste da del universo le satisface
el maquis únicamente por afición a la aventura o con mayor frecuencia para plenamente».
392 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 393

G. Mury, miembro del partido comunista francés, cita un caso semejante a los cristianos que se encuentran en una situación de pobreza y que sufren
en su libro Essor ou déclin du catholicisme franjáis? 3: el de Roland Talleux, injusticia que exijan de sus hermanos y de su Iglesia un mínimo de «autenti
autor a su vez de un libro titulado Problémes du catholicisme franqais. cidad», esto es, una relación de causa-efecto entre sus actos personales, su com
portamiento social y las exigencias de su fe.
«Roland Talleux se afilia a la J.O.C. (Juventudes Obreras Católicas)—dice El camino recorrido por el obrero francés es seguido paralelamente cada
G. Mury—. En efecto, preocupada por la eficacia, la Iglesia ha decidido agru- día, tanto en Francia como en diversos países occidentales, por algunos inte-
par a los jóvenes por categorías sociales. Pero al mismo tiempo comienza a lectuales, que abandonan la Iglesia para convertirse al ateísmo marxista. Mas
manifestarse la solidaridad entre trabajadores, aunque todavía en un estadio en este caso no es la injusticia personal sufrida lo que provoca la conversión
elemental: el de la pura espontaneidad. La J.O.C. guía y orienta a Telleux y la ruptura con la Iglesia. Es el desarrollo del espíritu crítico y el conocimien-
hasta 1947, y le sugiere entonces que prosiga su acción cristiana, tanto sindi- to intelectual de las situaciones sociales injustas.
calmente (C.F.T.C. [Confederación Francesa Cristiana del Trabajo]) como Podríamos citar el nombre de muchos profesores franceses militantes co-
familiar (M.P.F.) y políticamente (M.R.P. [Movimiento Republicano Popu- munistas, o al menos marxistas, que fueron al principio militantes de Acción
lar]). Católica.
»Pasan dos años. El joven entra en la Renault, y se da cuenta primeramente G. Mury, del que ya hemos hablado, era también —antes de ingresar en
de que el 75 por 100 de los trabajadores confía en la C.G.T. (Confederación el partido comunista— miembro de la Acción Católica y agregado de la Un¡
General del Trabajo) y luego de que tan sólo esa central lucha realmente por versidad. El mismo nos muestra, en la Introducción a su libro, que fue su
la liberación obrera. Elegido delegado, descubre en la acción la rectitud de la participación en la lucha de la Resistencia lo que le indujo a plantearse la cues
línea de su sindicato siempre que hay una reivindicación que defender. Llega tión de la autenticidad de la fe cristiana y que un incrédulo tiene derecho ;i
agosto de 1950. La dirección no admite componendas, y lanza a la Policía, buscar más allá del signo de la fe cuál es el valor de contenido de la mism;i
armada con mosquetones, y a la Guardia Móvil contra mujeres, niños y hom- Y añade:
bres inermes. La defensa contra esos salvajes ataques eleva la conciencia de «En lo que a mí se refiere, el argumento me parece tanto más débil cuanto
clase de Talleux a un nivel superior al que había vivido en la reivindicación que yo inicié las investigaciones filosóficas y sociológicas en un clima de fervor
cotidiana. Mejor o peor: a pesar de sus ruegos insistentes, ve a algunos 'ama- religioso, incluso místico. El marxista que hay en mí no ha surgido de la nacl;i.
rillos' (es decir, obreros no sindicados) que se esfuerzan por penetrar en la Se ha ido formando en la acción militante, a partir de una confrontación dura
fábrica amparados por los policías. Al fracasar sus esfuerzos de persuasión, dera entre mis aspiraciones cristianas y la necesidad de combatir por la inde-
sólo queda oponerse por la fuerza, mediante los piquetes de huelguistas, a esa pendencia nacional en la Resistencia. Ciertamente es posible separarse total-
traición. Dejar que triunfase esa falsa libertad del trabajo para algunos signi- mente del propio punto de partida, pero no anularlo y hacer que el pasado no
ficaría el final de la verdadera libertad reivindicativa para todos». haya existido. Si yo niego hoy lo que era ayer, esa misma negación encierra lo
que ella suprime. No ser ya cristiano no equivale a no haber sido nunca cris-
No consideramos de utilidad hacer aquí un largo comentario. Ignacio Lepp, linno,
en el libro que hemos citado anteriormente, subraya de una manera especial »Conozco la gran pa2 que el creyente descubre en la promesa interior de
que la verdad del cristianismo no "depende del comportamiento de tal o cual su Dios y, al mismo tiempo, la exaltación colectiva que surge de lo más pro-
prelado, de tal o cual decisión eclesial. Únicamente el Evangelio, interpretado fundo de sus ritos, la paciente solidaridad de la vasta sociedad católica. A veces
a la luz de las decisiones conciliares para las Iglesias católica y ortodoxa, a la me siento impotente, como me ha ocurrido hace poco, para discernir el sentido
luz parroquial para los protestantes, contiene el anuncio de las verdades de la de los vastos conflictos, para descubrir por qué caminos de razón marchan los
fe. Es difícil, sin embargo, para los militantes obreros de buena voluntad no hombres hacia el progreso. Sin duda entonces me encontraba muy próximo a
juzgar al árbol por sus frutos y no creer, en vista de los resultados obtenidos, Péguy. Este no soportaba la miseria humana, la lenta, calmosa, duradera tena-
que el árbol comunista carezca de valor. Pero sea lo que fuere, no impediremos cidad de una batalla obstinada contra el mal. Fuese impaciencia o flojedad, It-
era necesaria no la lucidez incansable del socialismo ck-niífico, sino la fe con
1
París, l'Atitions Sociales, 1960. ln fuerza de .un cañonazo.
394 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 395

»Porque el hombre de fe puede todavía combatir: la batalla está ya ganada. amigo, a un visitante que nos pedía audiencia. El hombre que entró en nuestra
Dios ha hecho trampa con los dados para que el mejor lo gane todo en un oficina tenía unos cuarenta años. Buscaba un puesto en la editorial. Le dejamos
mundo cuidadosamente preparado. Y yo conservo el recuerdo no de dogmas hablar, y nos dijo en seguida que era sacerdote, pero que, de acuerdo con su
secos, sino de la esperanza cristiana, de la comunión con el amor divino, del obispo, acababa de abandonar la Iglesia. Vacilaba en confesar esa ruptura con
cuerpo místico en el que se unen los vivos con los muertos. el cristianismo.
»No trato en manera alguna de sacar provecho de ningún equívoco. No «Siempre que un sacerdote anuncia que ha abandonado su sacerdocio —dijo
hablo en posesión de la fe, sino en el recuerdo de la misma. Pero al menos, al a sus interlocutores— piensan en seguida en una historia de mujer.» Y aña
hacerme marxista, no he dejado milagrosamente de saber que los verdaderos dio: «Ese no es mi caso. Yo estudié diez años de exégesis y de Sagrada Escri
creyentes llevan todos en sí mismos no ya abstracciones, conclusiones meta- tura en Roma... Y eso me condujo al ateísmo. Considero a Cristo como el
físicas, construcciones ideológicas, sino la certeza íntima, calurosa, viva, de una jefe de una modestísima secta religiosa de Judea, que no tuvo ni las intencio
presencia de justificación racional sobre una experiencia concreta vivida. Im- nes ni la voluntad que le atribuyeron los cristianos de los primeros siglos. Fin
porta no deformarla u olvidarla, sino conocerla para captar su origen, su poder ron las primeras comunidades cristianas las que hicieron de Cristo un Dio;-
constructivo, en la realidad objetiva. las que le atribuyeron palabras que él no había pronunciado y actos que jam;í
»Sin embargo, es necesario dar un paso más: esa experiencia religiosa que había realizado».
fue la mía no era indispensable para mi investigación sobre el cristianismo.
Cada uno es dueño de examinar científicamente las formas exteriores de la Y mi visitante acabó diciendo:
práctica, o incluso de analizar históricamente, con referencia al pensamiento
«Preferí continuar haciendo honor a mi compromiso sacerdotal, y durante
contemporáneo, el contenido de una filosofía de orientación teológica. Cierta-
seis años subí al pulpito cada domingo para enseñar a los demás verdades en
mente no basta con explicar una ideología e insertarla en la historia social.
las cuales yo mismo no creía. Mi perseverancia no fue recompensada como de
Jean Desanti lo ha demostrado claramente. Llega siempre el momento del es-
fuerzo inevitable para saltar del signo a la intención de significado. La psicolo- biera. Mi fe en Dios no retornó. Estoy obligado a ser sincero conmigo mismo
gía social no es utilizada únicamente por una escuela americana, cuyos traba Y por eso he decidido renunciar al sacerdocio y tratar de ganarme la vida como
jos son de calidad discutible: es una necesidad de hecho, de la cual dan ya tes- lo hacen los demás hombres».
timonio las obras de Plejanov. En el fondo, cuando Durkheim nos pide 'que
tratemos los hechos sociales' (es decir, el conjunto de los hechos espirituales) Podríamos citar numerosos ejemplos semejantes. Pero nos contentamos
'como cosas', comete un error: los hechos —de cualquier orden que sean— con remitir a los lectores al libro publicado por Roger Martin du Gard, Jean
no son nunca cosas, sino interacciones dialécticas y (en particular cuando se Barois4. En esta novela, el autor atribuye a1 su personaje sus propias razones
trata de hechos humanos) la interacción de un 'fuera' y un 'dentro'. La psicolo- de evolución hacia el ateísmo. Después de una infancia piadosa, dejó de creer
gía, aunque sea social, es inseparable de un conocimiento concreto —lo cual cuando descubrió que los Evangelios daban cuenta no ya de la vida de Cristo,
no significa existencia! o complaciente— de ese 'dentro'». sino de la fe de las primeras comunidades cristianas.
Las mismas consideraciones encontramos, y podríamos asimismo citar otros
6. Testimonios acerca de la conversión al ateísmo debida a la no historicidad ejemplos en los Carnets de Antoine de Saint-Exupéry5. Antoine de Saint-Exu
de los Evangelios péry había sido educado en un colegio religioso. Fue suspendido en la Escuela
Naval, entró en la aviación civil, llegó a ser un escritor célebre y fue perdiendo
Para terminar con la serie de estos testimonios contemporáneos, señalare- poco a poco la fe. En los Carnets, publicados después de su muerte, se halla
mos que las conversiones al ateísmo pueden tener también motivaciones his- la explicación de su paso al ateísmo. Se trata de una página en la que arremete
tóricas. Es decir, un gran número de cristianos que frecuentan todavía la Iglesia contra el padre Sertillanges. Este, en su obra Sources de la croyance en Dieu,
renuncian a creer en Dios porque les parece que los textos sagrados de la reli-
gión revelada no pueden ser interpretados como lo son por los cristianos.
' «Nouvelle Revuc Frnnftiisc», Pnrís, (•¡illimnril.
Hace algunas semanas accedimos a recibir, por la recomendación de un • Ibíd., 1953,
396 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 397

había dividido a los hombres en creyentes e incrédulos. Y he aquí el comen- únicos en transmitírnosla. Porque es preciso creer en la Resurrección basando
tario que la lectura de ese libro inspiró a Saint-Exupéry: se en documentos cuyos autores son desconocidos y de los cuales ni siquiei i
«Padre Sertillanges, ¿cómo pretende usted seducirnos injuriándonos? uno vivió al mismo tiempo que Cristo. ¿Por qué mientras vuestra Iglesia insií
¿Cómo pretende usted convencernos tratándonos de buenas a primeras como te tanto en la historia sin importancia de Jacob insiste tan poco en la génesis
a niños a los que se reprende? Desde lo alto de su orgullo, tacha de orgullo lo de los Evangelios, en el criterio que dirigió su selección y en los motivos de
que constituye nuestra dignidad. De orgullo y de deseo de deshonestidad. ¿Es algunas repulsas? Y puesto que esa misma autenticidad es la clave de vuestn
que ignora que las condiciones de nuestro conocimiento, desde la Edad Media, Iglesia, hubiera sido preciso explicar por qué la 'petición de principio', que en
han cambiado? cualquier otro caso consideraríamos como impropia de un hombre que respete
»¿ Ignora acaso que nosotros consideramos como un cobarde y un vil, en el pensamiento y que tanta indignación le causa a usted cuando la desenmas
el progreso de la ciencia, a aquel que para salvar una teoría que le es querida cara en sus adversarios, se convierte tan bruscamente en vuestra Iglesia en unn
rehusa someterla a una crítica minuciosa de los hechos y de la historia? Nos- virtud, mezcla de humildad y de obediencia. 'La selección de los Evangelios
otros sabemos ser probos y honrados aun a costa de nuestra paz. Nosotros he- es cierta porque los concilios que la presidieron eran infalibles.' Y eran infali-
mos aceptado como constante disciplina el distinguir lo legendario de lo autén- bles porque hablaban en nombre del Dios de los Evangelios. Pero resulta que
tico y el documento de la hipótesis. A los enemigos de Pasteur los ha negado la verdad de ese Dios no se demuestra sino en cuanto esa selección fue cierta.
usted lo mismo que a nosotros. Y bruscamente, en el orden de las cosas que »¿Y qué se hace de las contradicciones (Visitación, Resurrección, etc.).
afecta no sólo a las comodidades de nuestra vida, sino incluso a su mismo que, por lo menos, manchan con debilidades humanas un documento de orden
sentido (sentido que debe comprometer nuestros actos y casi nuestros más divino? Y ¿qué dice usted de las citas de mala fe, destinadas a hacer que encaje,
íntimos movimientos), truena contra nosotros cuando vacilamos, embarazados, demasiado tarde, la figura de Cristo con aquel al que anunciaban los profetas?»
en el umbral de su Iglesia, deseosos a la vez de servir a la verdad y de perma-
necer hechizados por las fábulas. Otro ejemplo del mismo tipo lo encontramos en Prosper Alfaric, que fue-
»¿Qué haría usted de sus pruebas? Fundados por el cristianismo —ya lo profesor de Historia de las Religiones en la Facultad de Estrasburgo. Había
sabemos—, lo estamos también para el cristianismo. Sabemos que volveremos nacido en Francia, en Livinhac-le-Haut, en el seno de una familia modesta y
a encontrar a Dios en nuestras necesidades, en nuestra moral en apariencia es- creyente. Fue seminarista, sacerdote y profesor de seminario. Pero la lectura de
pontánea, en nosotros mismos, en el Universo. Y analizando el pensamiento los filósofos, como él mismo confiesa6, concretamente la de Herbert Spenccr,
de usted, sabemos que volveremos a encontrar, si tenemos el don de ver, los le hizo entrever bajo una forma nueva las relaciones de la ciencia y la fe. Su
conceptos mismos que lo dirigen. Y a eso llamamos verdad. Sí, pero verdad necesidad de rigor intelectual le hizo separarse de la Iglesia cuando el moder-
interior y no exterior a nosotros. Dios es verdad, pero tal vez sea verdad creada nismo fue condenado. Editó L'histoire des religions y publicó, en 1956, un
por nosotros. libro sobre los Origines sociales du Christianisme, en el que tiende a negar la
»Son nuestras inquietudes lo que hubiera sido preciso calmar, padre Ser- historicidad de Cristo. Este estudio prueba que el autor abandonó la fe no
tillanges. Ellas son fruto no de nuestros vicios, sino de nuestra misma nobleza. sólo por los estudios históricos que tuvo que realizar, sino también por el he-
La coerción moral no nos molesta, y la invocamos con todos nuestros votos. cho de que la Iglesia de Cristo se negaba a reconocer como verdadero lo que
Sabemos que se necesitan leyes duras para forjar seres fuertes. Para someter- a él le parecía indiscutible.
nos a ellas nos ayudaría el que se inventara un Dios. No tanto a causa de las La crisis del modernismo, que dio lugar a tantas apostasías por razones
recompensas prometidas —porque la primera, la única que cuenta para nos- históricas, pasó ya. Al menos ha perdido mucha de su virulencia. Con todo,
otros es crecer—, sino para dar con amor, para incensar con nuestros sacrifi- conserva todavía algunas de sus razones de ser. Los nombres de Renán y de
cios necesarios al ídolo del que estamos privados. Demasiado pronto destetados Loisy acuden inevitablemente a la pluma. Su aventura espiritual, que pudo ser
de Dios, a la edad en que se busca todavía refugio, he aquí que tenemos que significativa hace ciento cincuenta años, continúa manifesiándose, sin embargo,
luchar por la vida como hombrecillos solitarios. en un cierto número de hombres que rehusan creer en Dios, no porque el
»Hubiera sido preciso, ya que concede usted tanta importancia a la Revela-
ción, decirnos por qué no concede ninguna a los testimonios, que han sido los ' De Iii fui Í) ¡¡i raison, J'urís, Publiuuions de l'Union Kutiomilisic, 1')^.
398 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 399

mundo es malo, no porque la Iglesia no les parezca lógica con las exigencias y de las quisquillosidades, pero al mismo tiempo me ha arrebatado toda la
de la fe, sino sencillamente porque les parece que los libros que contienen la alegría, y lo peor de todo es que me ha impedido conversar libremente con
revelación de la Palabra de Dios no son históricamente exactos o porque refie- mis padres, que permanecen extraños a algunos de mis más profundos pensa-
ren hechos que no son históricamente verdaderos. mientos. Si tuviera la mala suerte de dejar que se transparentaran, serían objeto
de burlas, las cuales, aunque no fueran malintencionadas, resultarían para mí
inexpresablemente dolorosas. Así, en mi caso individual, diré que los efectos
III. EL PASO AL ATEÍSMO ESTUDIADO EN LAS de la búsqueda de la verdad han sido más malos que buenos. Se me dirá tal
BIOGRAFÍAS DE HOMBRES REPRESENTATIVOS vez que la verdad que yo acepto como tal no es la verdad, y que, si realmente
llegase a la verdad, ella me haría más feliz. Pero esa es una proposición muy
El estudio de cierto número de testimonios contemporáneos nos ha llevado discutible. Por ello tengo grandes dudas en cuanto a los puros beneficios de la
a ver cómo y por qué razones se produce colectiva o individualmente el paso verdad. Así, por ejemplo, la verdad biológica rebaja la idea que nos formamos
de la fe al ateísmo. Ahora desearíamos repasar el mismo problema como lo hizo del hombre, lo cual no puede por menos de sernos doloroso. Por otra parte,
Camus en L'homme révolté, estudiando históricamente las conversiones al la verdad aleja de uno a los antiguos amigos e impide granjearse otros nuevos,
ateísmo que pueden considerarse como simbólicas. lo cual es también una mala cosa. Tal vez se debería considerar todo esto como
un martirio, puesto que con mucha frecuencia la verdad que alcanza un hom-
1. Los filósofos y los científicos bre puede suponer y acarrear el aumento de la felicidad de otros muchos, pero
no de la suya propia. De un modo general, me siento inclinado a ir en pos de
La necesidad de certezas racionales en materia de fe ha impulsado a un la verdad, aunque no tenga ningún deseo de difundir una verdad del tipo de
cierto número de hombres, filósofos o científicos, a abandonar la fe cristiana. la que se halla en este cuaderno (si en realidad es una verdad). Deseo más bien
Su pensamiento es el coronamiento del de los filósofos ingleses o el de los impedir que se difunda».
enciclopedistas. He aquí, por ejemplo, lo que dice Bertrand Russell en su libro La búsqueda de la verdad absoluta lleva a un filósofo desde su adolescen-
Histoire de mes idees philosophiques (Gallimard, París). Russell es un filósofo cia al ateísmo, y él realiza este descubrimiento de su felicidad personal.
que se ha servido del análisis para tratar de conocer la verdad en diversas direc- Se puede decir que, en ciertos científicos, la misma afirmación de agnosti-
ciones. Una de esas direcciones era la religiosa. Terminó por no creer en la cismo o de ateísmo es también el resultado de la búsqueda de la verdad. Jean
libertad de la voluntad, en la inmortalidad del alma y, finalmente, en Dios. Rostand, cuya labor de divulgación científica es muy grande, escribe las páginas
En las páginas 33-42 de esta biografía intelectual publica un diario de su ado- siguientes en su libro titulado Le droit d'étre, naturaliste7.
lescencia.
Y he aquí la conclusión a la que llega: «En resumen, si echo una ojeada sobre la curva de mi actividad de escri-
«Es extraordinario comprobar cuan pocos principios y dogmas han llegado tor, he de decir que me vi primeramente estimulado por la observación crítica
a convencerme. Una en pos de otra, veo que mis antiguas creencias se me van del ambiente social; de la sociedad pasé a la ciencia, y de la ciencia, al hombre.
esfumando, para caer bajo los golpes de la duda; por ejemplo, ni un solo ins- »Lo que hay de común, a mi manera de ver, en estas tentativas es una cier-
tante había dudado yo de que fuese para mí una cosa buena conocer la verdad. ta actitud de espíritu: actitud de curiosidad, de objetividad y de independencia
Y, sin embargo, siento grandísimas dudas sobre este punto. Porque la búsqueda intelectuales.
de la verdad me ha conducido a estos resultados que he ido anotando en mi »En efecto, creo tener el derecho de decir que jamás —ya se trate de mí,
cuaderno, mientras que si me hubiera contentado con aceptar las enseñanzas de la sociedad, de la ciencia o de la filosofía— aparté la vista de lo que podía
de mi juventud viviría todavía en el consuelo intelectual. La búsqueda de la parecerme una verdad molesta o desagradable. Creo no haber distorsionado
verdad ha sacudido la mayor parte de mis antiguas creencias y me ha hecho jamás un hecho, expuesto tendenciosamente una opinión, modificado lo que
cometer aquello que probablemente son pecados y que de otra manera hubiera tenía que decir por temor a dar armas a los que piensan de una manera dife-
evitado. Y no creo que eso me haya hecho más feliz. Cierto que me ha dado un
carácter más profundo, que me ha proporcionado el desprecio de las naderías ' Parí», Stock, 1963.
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rente a la mía. Creo no haber dicho jamás que se sabía cuando no se sabía, y Diderot fue educado por los jesuítas de Langres y tonsurado por ellos en
eso aun cuando esa confesión de ignorancia pudiera ser explotada por gentes 1726. Entonces llevaba un cilicio, como nos cuenta su hija. En 1728 fue tras-
que no poseyeran los mismos escrúpulos de espíritu. ladado al colegio de Harcourt, en París. Y en 1735 recibió el doctorado en
»Me siento incapaz de ceder a preocupaciones de orden táctico, aunque Artes por la Universidad de París. Pertenecía a la pequeña clase media de
estuvieran al servicio de fines nobles y desintersados. Algunos hombres, res- provincias que es artesana, aunque está próxima ya a convertirse en profesio-
petables en otro sentido, no vacilan en adulterar la verdad científica porque la nal, que ha perdido la gran disciplina de la sociedad tradicional campesina y
subordinan a ciertas exigencias sociales o morales. Yo no sería capaz de esas que trata de labrarse un porvenir.
piadosas mentiras. Se me quedarían como un nudo en la garganta. Y pienso Una vez terminados sus estudios, entra de lleno en el vagabundeo intelec-
que es bueno que sobreviva en alguien aquella 'raza de hombres' —como decía tual y moral al que le impulsaban su inteligencia, sus extraordinarias facultades
Benda —que sitúan la verdad por encima de todo. de adaptación, su incansable curiosidad y su avidez sensual. Concibió la idea
de publicar un diccionario enciclopédico, debida en cierto modo a su necesidad
»Por otra parte, es preciso entenderse acerca del término 'verdad'. La ver-
de conseguir medios de subsistencia para su mujer, con la que se había casado
dad que yo venero es la modesta verdad de la ciencia, la verdad relativa, frag-
en 1743, y para los hijos que de ella había tenido. Esta idea, por otra parle,
mentaria, provisional, siempre sujeta a retoques, a correcciones, al arrepenti-
correspondía a una faceta de su genio natural.
miento, la verdad a nuestra escala; y al contrario, temo y odio la verdad abso-
Lo que impulsó a Diderot hacia una afirmación del ateísmo fue el sentido
luta, la verdad total y definitiva, la verdad con la V mayúscula, que es la base
que poseía de la realidad del mundo industrial, a la sazón en estado naciente,
de todos los sectarismos, de todos los fanatismos y de todos los crímenes.
y de la dependencia en que las ideas se encontraban, según él, respecto a la
»Sí, mi gran enemigo, me atrevería a decir que mi único enemigo, es el materia. Diderot llevaba una vida desordenada y pobre, consagrada por com-
sectario y el fanático. pleto a la satisfacción de su curiosidad intelectual y de sus amores humanos.
»A cualquier hombre que piensa por sí mismo, libremente, sin lemas o Transcurría en medio de una sociedad cuyas estructuras se tambaleaban. Des-
consignas; a todo hombre que investigue lealmente, en cualquier dirección que cubría con un incansable interés la importancia de las ciencias matemáticas y
sea, no sería capaz de considerarlo como enemigo, ni como un adversario, ni físicas, así como sus aplicaciones técnicas, que intuía habían de cambiar el mun-
siquiera como un hombre que se me enfrenta. do social. La publicación de su Lettre sur les aveugles á l'usage de ceux qui
»Porque ambos tenemos el rostro vuelto hacia el mismo lado, hacia lo voient debía llevarle a la cárcel. Era un análisis genial. En él afirmaba que las
desconocido, y seremos aliados mientras él no pretenda poseer la Verdad». creencias metafísicas que profesamos están determinadas por el estado de nues-
tra salud o por nuestra integridad física. La .protesta de Voltaire contra esa
tesis no le arrancó más que una retractación remolona e hipócrita. Contestó
2. La audacia de Diderot así a Voltaire: «Pienso como usted, y no experimento los sentimientos de los
Estos tipos de «conversiones» se multiplican en la sociedad occidental con- ciegos cuya historia cuento. Cierto que tal vez eso ocurra porque yo veo».
temporánea. No ocurría lo mismo durante los diecisiete primeros siglos de la Afirmación de teísmo que es, a pesar de todo, una bonita confirmación del ateís-
Iglesia, cuando un cristiano que no estaba de acuerdo con las verdades que le mo de Diderot.
habían sido enseñadas se convertía en hereje, sin cesar, sin embargo, de creer El descubrimiento de las maravillas de la industria y de los oficios, la burla
en Dios. Es en el siglo xvm cuando aparece la lucha contra la religión católica contra todas las estructuras transnochadas de la Iglesia católica de la época,
bajo la forma nueva y negadora, al mismo tiempo que aparece el desarrollo el gusto por la libertad de las costumbres y por la independencia del pensamien-
de las ciencias. No se puede decir que los grandes escritores y pensadores de to, y el determinismo filosófico indujeron a Diderot a la afirmación progresiva
esta época hayan sido formalmente ateos. Se necesitó mucho tiempo para que de la no existencia de Dios. Sin duda que no era él solo el que pensaba así. Pero
un hombre, al separarse de la Iglesia, osara afirmar que el cielo estaba vacío resultaba peligroso en la Europa del siglo xvm llevar hasta sus últimas conse-
v que el mundo se reducía a la materia. Entre los escritores que entablaron la cuencias la rebelión contra las instituciones religiosas. Pocos hombres se arries-
lucha contra el cristianismo, Diderot es uno de los que en esa época fue más gaban entonces a hacerlo oficialmente, a las claras, con coniinuuliul. I'íl grupo
lejos. Merece la pena que nos detengamos en su historia. formado por Ilolbach, llclvetius y La Mcttrie fue casi el único cu ni reverse a
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expresar lo que muchos pensaban secretamente por aquel entonces, a saber: El liberalismo económico está en su apogeo. El liberalismo político, en
que no existe más que un elemento, la materia, y que la materia lo es todo. cambio, no logra adquirir forma. Existe en ello una primera y grave contradic-
Dichos escritores añadían que se puede hacer de la sociedad lo que se quiera ción. En París, la monarquía se denomina electiva por la simple razón de que
actuando sobre el hombre. Los restantes escritores del siglo XVIII, cualquiera hay de 200.000 a 300.000 electores ricos, los únicos admitidos a votar. En
que fuese su proceso intelectual y las consecuencias espirituales que del mismo Alemania existen todavía los principados, sin que haya sido instaurado el régi-
pudieran deducirse, se contentaron con encarnizarse al describir al cristianismo, men parlamentario. Los principios difundidos a través de toda Europa por la
con crear la independencia de pensamiento de que las generaciones siguientes Revolución francesa y el ejemplo inglés no han sido aceptados. Los resultados
usarán y abusarán. de los levantamientos de 1848 carecerán de consecuencias. La reacción triun-
Con el siglo xix la afirmación del ateísmo se irá haciendo más clara. Pero fará y desembocará en el poder personal, en Francia con el segundo Imperio
habrá que esperar a mediados del siglo para que las nuevas doctrinas irrumpan y en Alemania con la instauración del régimen de Bismarck y de Prusia.
con brío y se extiendan como una mancha de aceite sobre las conciencias y los Sin embargo, la gran industria y las finanzas van desarrollándose. Los jóve-
corazones. Los hombres de la Revolución, dirigentes políticos y doctrinarios, nes intelectuales burgueses, que al salir de la Universidad no poseen ni el gusto
son casi todos teístas. Los grandes escritores laicos del siglo xix, que sucederán ni la posibilidad de participar en el nuevo movimiento económico, encuentran
con mayor carga emotiva a los enciclopedistas, serán anticlericales, incrédulos que ese mundo es detestable. Y con todo, es bendecido oficialmente por los
y deseosos de asegurar la autonomía de las disciplinas intelectuales; pero no prelados de la Iglesia católica. Basta leer la correspondencia de esa época, por
serán ateos. Littré se convirtió en el lecho de muerte. Taine abrazó al final de ejemplo, la de Marx, de Engels, de Ozanam o de Buchez, para comprender lo
su vida el protestantismo. Es difícil saber si Renán conservaba todavía la fe que queremos decir. Existe un problema social que es evidente para el que lo
en Dios, aunque tampoco es seguro si la tuvo alguna vez. La cuestión social estudia, pero que no llega todavía al conjunto de la opinión pública. El des-
provocará la gran ruptura... arrollo histórico comienza a acelerarse. Las crisis políticas se suceden. Aparece
una sociedad nueva, en el interior de la cual las disciplinas intelectuales recla-
man y consiguen su autonomía. ¿Qué actitud adoptarán durante los años que
3. El siglo XIX y el socialismo
van de 1830 a 1860 algunos espíritus jóvenes, inquietos, fervientes y gene-
La injusticia social se manifestó de manera flagrante durante los primeros rosos?
tiempos de la sociedad industrial. Y ella hizo surgir ese ateísmo que es la forma En Francia, en Italia, en Inglaterra, en Alemania, los jóvenes tratarán de
de la incredulidad moderna. Otras motivaciones vienen tal vez a añadirse al responder a las exigencias sociales que les impone su fe. Y fundarán obras de
deseo de luchar contra las injusticias sociales en el corazón de los grandes hom- caridad o tratarán de transformar algunas instituciones económicas y políticas.
bres, que se convierten entonces en ateos. Pero eso no obsta para que, a partir En todo caso, asegurarán una presencia de los cristianos en ese mundo moderno
del momento en que se plantea el problema de la libertad colectiva y de la que está dando los primeros pasos. Otros —y ése es el caso de los jóvenes in-
igualdad en el reparto de los bienes producidos, cierto número de espíritus se telectuales alemanes— descubrirán el ateísmo integral siguiendo a Feuerbach,
sientan arrastrados a decidir que no existe otra realidad que la realidad mate- en el surco marcado por el pensamiento hegeliano.
rial y que corresponde al hombre forjarse solo y sin ayuda de nadie su destino. Feuerbach-Marx-Engels. Feuerbach era bávaro e hijo de un célebre jurista.
Es preciso situar el ateísmo de Feuerbach, de Engels y de Marx en el con- Realizó sus estudios de filosofía en Berlín y de teología en Heidelberg. De
texto de la historia de la sociedad alemana. Nos encontramos en ese momento, 1829 a 1832 enseñó en Erlangen, pero tuvo que abandonar la enseñanza tras
más allá del Rin, con la miseria obrera. Los primeros «proletarios» no son nu- haber publicado algunos pensamientos acerca de la muerte y de la inmortali-
merosos ni en Alemania ni tampoco en Francia. Forman del 4 al 10 por 100 dad. Era hegeliano y filósofo puro, pero se hallaba inserto en una tradición de
de la población. Su estado precario constituye un problema que nadie sabe re- dialéctica idealista y participaba en las preocupaciones de la época. Expulsado
solver, ni siquiera los mismos interesados, que se limitan a lamentar, como es de la Universidad, fue desarrollando su acusación contra la religión. Concreta-
inevitable, las seguridades perdidas del artesano, de la agricultura, de las cor- mente allí escribió su obra La esencia del cristianismo. Para él, los dogmas de
poraciones. Trabajan en las fábricas, mal pagados, mal alojados, de doce a la religión, lo mismo que las verdades de la fe, no son otra COHH que proyec-
quince horas diarias. Por otra parte, los meses de paro son numerosos. ciones de nuestros pensamientos y de nuestras preocupaciones Como cncon
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tramos gusto en el bien y en la verdad, no conseguimos realizar ni lo uno ni lo tante, tengo la sensación de que no me perderé, de que llegaré a Dios, al que
otro total y fácilmente, imaginamos que existe en alguna parte alguien todo- todo mi corazón desea ardientemente. Y eso es todavía un signo del espíritu
poderoso que representa el bien y la verdad absolutos. Feuerbach afirmaba así divino por el cual estoy dispuesto a vivir y a morir». Pero el deseo de Engels
la teoría de la alienación espiritual del hombre. Sus compañeros hegelianos se no se realizó. Y poco a poco se absorbió en la elaboración de un sistema ateo:
aprovecharon ampliamente de esta teoría. el del socialismo científico.
Apenas puede decirse que Marx hubiera sido cristiano en su juventud. Era Lenin y Proudhon. La generación de jóvenes rusos que debía transformar
de origen israelita, y la conversión de su padre al luteranismo había sido una el marxismo en comunismo y abrir para el ateísmo una etapa importante realizó
conversión de circunstancias, que no podía menos de herir a su espíritu, ena- esa conversión al revés cincuenta años más tarde, aproximadamente en circuns-
morado de lo absoluto. Marx no era sectario y aceptó más tarde casarse por la tancias análogas. La lectura atenta de las biografías escritas acerca de Lcnin,
Iglesia. Joven estudiante, desbordante de dotes intelectuales, no hallaba forma Stalin y Trotsky prueban lo antedicho. Cada uno de esos hombres, que desem-
de dar rienda suelta a su talento en aquella sociedad europea que empezaba a peñaron un papel tan importante en la historia de las ideas, perdieron su fe a
convertirse en industrial. Poseía un alma noble y el gusto por la investigación partir de su adolescencia. La influencia religiosa ejercida, aunque de manera
intelectual y por la sistematización. Por otra parte, se encontraba en la misma desigual, por sus familias y por las escuelas ortodoxas en las cuales crecieron,
situación que los obreros. También para él el porvenir aparecía bloqueado por se reveló menos importante que la sacudida experimentada ante el descubrí
los mismos hombres que querían mantener a los asalariados de las primeras miento de la situación temporal en Rusia por el poder del zar, que era al mismo
fábricas bajo su dependencia. ¿Cómo no iba a rechazar la religión con violencia tiempo cristiano.
y aquella idea de Dios que, tal como era presentada entonces a los hombres de Es en la familia de Lenin donde la influencia religiosa parece haber sido
su época, parecía destinada a hacerles aceptar su situación de dependencia social más vigorosa y verídica. Pero no logró dominar ni fijar la inteligencia y el co
gracias a la promesa de una compensación celestial? razón de un niño tan inquieto y curioso como era Lenin, que pronto advirtió
Tan pronto como se convierte en periodista de la «Gaceta Renana», Marx lo que pasaba en torno suyo con la aprobación oficial de la Iglesia ortodoxa
se levanta contra esa imagen de un Dios remunerador, cuyo amor hace a los Lcnin ha sido muy discreto acerca del desarrollo de su pensamiento. Sin em
hombres pasivos y socialmente obedientes. Para él, el cristianismo es el mal bargo, se mostró muy preciso al fijar la fecha en la que dejó de creer en Dios
absoluto. Leyendo sus primeros escritos, no se puede decir si quiso la libera- Tenía dieciséis años, lo cual confirma la seriedad del relato hecho más tarde
ción social para destruir la religión o si quiso destruir la religión para desem- por su hermana mayor. Su conversión al ateísmo estuvo vinculada a la deten
bocar en el socialismo. Su ateísmo fue tan absoluto y radical como débil había ción y a la ejecución en la horca de su hermano Alejandro por haber participado
sido su cristianismo individual y familiar. En su lucha por liberar a la sociedad en un complot político. Si al llegar a la edad de la juventud y contemplar lo que
encontró ante sí al Estado cristiano prusiano. Y no podía tolerarlo. Aceptó ocurría en torno suyo quería condenar el régimen social y político en el que
sin reserva las tesis de Feuerbach. Anunció antes que Nietzsche, y sin ninguna se veía llamado a vivir, tenía que condenar al mismo tiempo a la Iglesia. Y eso
nostalgia, que Dios había muerto. Decía: «Prefiero ser atado a una roca como fue lo que hizo. Así, pues, dejó de recitar sus oraciones y de llevar su cruz.
Prometeo antes que ser el criadillo dócil del Padre Zeus». Para él, el cristia- Si insistimos en esta constante, que encontramos en todas las conversiones al
nismo es, en su plenitud, la religión de la trascendencia, una trascendencia ateísmo que tuvieron lugar en esta época, es porque nos parece reveladora.
irreal, que de ninguna manera quiere. En la Francia del siglo xix, en una tradición más sentimental y tal vez más
Engels, nacido en 1820, era hijo de un rico industrial de tejidos. Fue sin- profundamente enraizada en un pasado cristiano, los jóvenes que elaboran la
ceramente luterano y también hegeliano, lo cual, dadas las ideas de la juventud idea socialista seguirán siendo en su mayoría teístas. A nuestro entender no
generosa de la época, lo condujo al socialismo. También él participaba del es- ocurrió así, pese a lo que haya dicho Marx acerca de él, con respecto a Prou-
píritu de su época. Por tanto, se apartó de la religión, si bien su conversión al dhon. Cierto que Proudhon no fue tan lejos como Marx en la negación de Dios.
ateísmo fue dolorosa. Escribía así a un amigo suyo: «Rezo cada día. Rezo in- Puso en ello menos furor. Más exactamente, no sitúa siempre esa preocupación
cluso durante casi todo el día para conocer la verdad. Lo he hecho desde que en el primer plano. Coloca la justicia antes que ninguna otra cosa, aunque según
comencé a dudar. Y, sin embargo, no puedo volver a encontrar vuestra fe... él no existe justicia social positiva si se mezcla con ella la fe en Dios. Por eso
Mientras escribo esto, las lágrimas acuden a mis ojos. Estoy desolado. No obs- se ve inducido a rechazarla. El proceso de su pensamiento, lo que le lleva al
406 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 407

positivismo y al materialismo, es siempre la misma oposición a la mezcolanza misterio. A no pocos hombres les es difícil imaginar y aceptar lo sobrenatural.
llevada a cabo por los cristianos entre esos dos planos que es preciso separar. Existe un umbral de pensamiento que no son capaces de franquear. Más allá de
Proudhon poseía, sin embargo, un alma religiosa. Era hijo de un artesano ese umbral, las ideas se hacen confusas. Se encuentran ante las verdades infi-
del Jura francés, el cual, siendo «padre de tres hijos, no logró nunca sufragar nitas como fuera de su propio ambiente y en país hostil. Si poseen inquietud
los gastos de los tres aprendizajes». Proudhon fue enviado como alumno exter- y cierta grandeza de alma, como le ocurría a Albert Camus, renuncian a la fe.
no gratuito al liceo de Besangon. Realizó todos sus estudios sin diccionario y Tratan de encontrar una explicación filosófica y moral a la condición humana.
sin libros. Traducía del latín de memoria, dejando espacios en blanco, tras lo No obstante, rehusan adherirse a Dios.
cual acudía muy temprano a la escuela y esperaba la llegada de los compañeros Albert Camus nació en Argel, en el barrio de Belcourt. Su madre era espa-
más madrugadores y pedirles prestado su diccionario. Así completaba a toda ñola. Su padre murió en la primera guerra mundial. Camus acudió a la escuela
prisa sus deberes no terminados. El mismo escribe: «Me castigaron cien veces primaria y luego al instituto de Argel, donde la influencia de Grenier, su pro-
por haberme olvidado de los libros. La realidad era que no los tenía. Todos fesor incrédulo, se dejó sentir sobre él. Cayó enfermo de tuberculosis, y al no
mis días de vacaciones los empleaba en los trabajos del campo y de la casa, a poder presentarse a los exámenes, tuvo que ganarse la vida como actor y como
fin de ahorrar el producto de una jornada laboral. En las vacaciones iba yo mis- periodista radiofónico. Durante algún tiempo se adhirió a la célula comunista
mo a buscar la provisión de aros que debían surtir la tienda de mi padre, tone- del país. Había pasado insensiblemente de la fe de su infancia al ateísmo debi-
lero de profesión». Más tarde tuvo que vender los libros de premios que había do a la influencia de sus profesores y a la admirable ciudad en la que vivía, llena
ganado (porque a pesar de todo conseguía premios) para poder disponer de de sonrisas, erguida en las orillas del océano, al pie de montañas sin mancilla.
algún dinero. Los copiaba antes de llevarlos a casa del revendedor porque le Pero él estaba enfermo.
gustaba mucho. Más tarde trabajó como tipógrafo, lo cual le permitió, mientras Tenía un apasionado deseo de vivir y encontraba absurda la condición hi i
componía libros de otros, completar su educación. Como salido del pueblo, mana que lleva al incrédulo a la muerte. No obstante, decidió aceptar ese al
Proudhon no podía menos que desear la justicia. Advertía, igual que lo podía surdo y apoyarse en él para hacer la vida más intensa en cada instante. Recli.i
hacer cualquiera en esa época, que la Iglesia oficial bendecía y estimulaba a zó el apoyo que le hubiera proporcionado la religión por parecerle que eso ti.
aquellos que mantenían al pueblo en la pobreza. En consecuencia, Proudhon poco honrado. Quería hacer frente sólo a la condición humana.
trabajó, luchó y desarrolló su sistema social. Proseguía siempre con tenacidad Le parecía a Camus que la solución cristiana, que comprendía mal por otra
la búsqueda de una institución que permitiera conseguir que la justicia reinase. parte, era demasiado fácil, demasiado ambigua y que, por tanto, tenía que
No pensaba que eso fuera posible con la religión. «Lo que echo en cara a la rechazarla. Permaneció ateo durante toda su vida, aun cuando en las luchas de
fe religiosa es que venga a apoyar con sus hipótesis el mandato de la razón prác- la Resistencia y en el estudio de los sistemas políticos contemporáneos descu-
tica, experimental y positiva, cuyas revelaciones se me dan directamente a brió el valor universal de la rebelión. Se fijó un objetivo: impedir que otros
través del testimonio de mis semejantes». hombres mataran inútilmente, monstruosamente. Eso le indujo a estudiar y
escribir la historia de L'homme révolté; es decir, del ateísmo. En esta obra,
Camus trata de llevar la rebelión del hombre sin Dios hasta sus orígenes, a fin
4. Los escritores
de hacerle encontrar su propia nobleza. Se levanta contra el estalinismo y el
Camus y Sartre. Medio siglo después que el socialismo fuese convertido en fascismo.
comunismo por la voluntad de algunos estudiantes rusos, se hallan de nuevo Para Sartre y Simone de Beauvoir, el paso (casi podría decirse el desliza-
conversiones clamorosas al ateísmo total. Y esta vez se producen en Francia. miento) hacia el ateísmo se realizó de un modo distinto. Nos encontramos ante
Nos referimos a escritores como Camus, Sartre y Simone de Beauvoir, los cua- conversiones individuales originadas por reacción contra la manera inauténtica
les, a su vez, habían de servir de ejemplo justificativo a numerosos jóvenes y en que su medio familiar practicaba la religión. Jean-Paul Sartre describió él
muchachas para los cuales el comunismo no constituía una tentación. mismo prolijamente los diez primeros años de su infancia y cómo perdió la fe
El caso de Camus aparece muy sencillo. Es el de muchos habitantes de las en Dios. La historia es significativa y viene confirmada por la versión que de
riberas mediterráneas, a los cuales el contacto con un cielo soleado, un paisa- ella dio Simone de Beauvoir.
je de limpios contornos y el vaivén tranquilo del mar les impide el acceso al Jean-Paul Sartre fue educado en Meudon y en París por un abuelo apelli-
408 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 409

dado Schweitzer, hermano del médico de Lambaréne, y por una abuela católica de arrodillarse en las iglesias, de casar en ellas a sus hijas, de llorar allí deliciosa-
que se convirtió en escéptica por su inadaptación a la vida conyugal. Su madre, mente, que se imponía a sí mismo el probar la verdad de su doctrina por la
pronto viuda, no estaba exenta de coraje, pero no había salido por completo pureza de sus costumbres, que se encarnizaba contra sí mismo y contra su pro-
de la infancia y soportaba con él y al lado de él la imperiosa originalidad de pia felicidad, hasta el punto de privarse de morir consolado; un maníaco de
los abuelos, en cuya casa habían venido a refugiarse. Dios que veía en todas partes su ausencia y que no podía abrir la boca sin pro-
Karl Schweitzer parece haber sido un personaje pintoresco, a la vez puri- nunciar su nombre; en una palabra: una persona que tenía convicciones reli-
tano y sensual, tan lleno de vida como finamente realista y replegada sobre sí giosas. El creyente, en cambio, no poseía ninguna. Después de dos mil años, las
misma era su mujer. Los adultos que rodeaban al niño Jean-Paul Sartre esta- certezas cristianas habían tenido tiempo de dar prueba de su consistencia, per-
ban asimismo divididos en la formulación de su fe. Eran además hipócritas en tenecían a todos y se les pedía que brillaran en el rostro de un sacerdote, en la
su manera de vivirla. No sabían hacer ver al niño que les miraba y les juzgaba penumbra de la iglesia y que iluminaran las almas. Pero nadie sentía necesidad
la parte auténtica de su vida, si es que la hubo. El bien era para ellos ideal y de reconquistarla por su propia cuenta; eran el patrimonio común. La buena
sin sombra. «Un beso sin mostachos, se decía entonces —como nos refiere sociedad creía en Dios, pero sin hablar de él.
Sartre—, es como un huevo sin sal». Y el autor termina la frase: «Y como el »¡Cuán tolerante parecía la religión! ¡Cuan cómoda era! El cristiano podía
bien sin mal, como la vida entre 1906 y 1914». desertar de la misa y casar religiosamente a sus hijos, sonreír ante las beaterías
Jean-Paul Sartre tuvo el primer encuentro con la muerte al fallecer su abue- de Saint-Sulpice y derramar lágrimas escuchando la «Marcha nupcial» de Lo-
la paterna. La transformación de esa anciana que se parecía tan poco a una hengrin. No se veía obligado ni a llevar una vida ejemplar, ni a morir en la
persona en aquel objeto que es una lápida anónima en un cementerio le parecía desesperación, ni siquiera a dejar que le quemaran. En nuestro ambiente, en
natural y le dejó indiferente. Su verdadero terror se hallaba en otra parte: «En mi familia, la fe no era otra cosa que un nombre ornamental para la dulce libci
el revés horrible de las cosas», en aquellas bocas de sombra que pueden abrirse tad francesa. A mí me habían bautizado, como a tantos otros, para preserva)
a cada instante bajo nuestros pies y engullirnos incluso en un día de primavera mi independencia. Si me hubieran negado el bautismo, se hubiera temido
lleno de sol, cuando los pájaros gorjean alegremente sobre las ramas de los hacer violencia a mi alma. Oficialmente católico, yo era libre, era normal: 'Más
árboles, salpicados por los primeros brotes. tarde —decían— ya hará lo que le apetezca.' Se consideraba entonces mucho
Y el autor añade: «Dios me habría sacado de apuros, me habría convertido más difícil conquistar la fe que perderla».
en obra maestra firmada, con la garantía de tener mi parte en el concierto uni-
versal. Yo hubiera esperado pacientemente que me revelase sus designios y Pero existía al mismo tiempo un punto acerca del cual toda esa burguesía
su necesidad». Más adelante precisa las creencias de su familia: conformista, dividida e idealista, estaba de acuerdo: era el de la importancia
«Necesitaba yo un Creador y se me daba un gran Amo. Ambos eran la de la literatura, del humanismo escrito, de" los libros y de las palabras que
misma cosa, pero yo lo ignoraba y servía sin calor al ídolo farisaico. La doctrina transforman el mundo.
oficial me quitaba el gusto de la búsqueda de mi propia fe. ¡Qué suerte! Con- Jean-Paul Sartre, que en medio de esa familia no sentía bien la realidad de
fianza y desolación hacían de mi alma un campo abonado para sembrar en él su ser, se abandonó, para existir mejor, al furor de escribir. La asistencia a la
el cielo. Sin ese equívoco yo sería monje. Pero mi familia había sido afectada escuela lo apartó de él momentáneamente. Conservó siempre, sin embargo, su
por el lento movimiento de descristíanización que había nacido en la alta bur- visión de la salvación a través de las palabras y un desmedido amor hacia lo
guesía volteriana, que necesitó de un siglo para extenderse en todas las capas novelesco. No creía en Dios, cuya existencia le parecía incompatible con el ejer
de la sociedad. Sin ese debilitamiento general de la fe, Louise Guillemin, seño- cicio de su propia libertad. Llegó a ser el escritor que consigue la notoriedad
rita católica de provincias, habría tenido más dificultades para casarse con un revelando a todos cómo la contingencia se halla en la íntima esencia de las
luterano. Naturalmente todo el mundo creía en nuestra casa, pero sólo por cosas y cómo la libertad del hombre y la nada de la condición humana libran
discreción. Siete u ocho años después del Ministerio Combes, la incredulidad una batalla sin esperanza: «El hombre es una pasión inútil», escribía un día
declarada conservaba la violencia y la descompostura de la pasión. Un ateo era Sartre confiesa hoy no creer en la posibilidad de reducir la incredulidad a
un original, un furioso, al que no se invitaba a comer por miedo a que 'saliera un sistema. Había entrado en la literatura como se entra en las órdenes. Se
con cualquier cosa'; un fanático cargado de tabús al que se negaba el derecho consideraba investido de una misión. Era un predestinado. Había transferido
410 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 411

al concepto de humanismo literario todas las verdades del cristianismo. Des- destinada a grandes cosas. Mientras tuvo fe, pensó en hacerse carmelita y, na-
pués se tornó más modesto: «La ilusión retrospectiva se ha hecho añicos —es- turalmente, llegar a ser una santa. No podía soportar la idea de un futuro me-
cribe en Les mots—. Martirio, salvación, inmortalidad, todo se deteriora. El diocre. Cuando descubrió las imperfecciones de cuanto le rodeaba y las indis-
edificio se derrumba. Yo atrapé al Espíritu Santo en las tabernas y lo arrojé creciones de su confesor, y cuando se dio cuenta de que la santidad, tal como
fuera. El ateísmo es una empresa cruel y de gran envergadura. Creo haberlo ella la concebía, era imposible por ser incompatible con la condición humana,
llevado hasta el final». Jean-Paul Sartre afirma haber aceptado las renuncias dejó de creer. Tenía entonces quince años. Sin embargo, continuó practicando
definitivas. Quiere solamente ser un hombre como los demás, perdido en me- durante algunos más.
dio de ellos. Simone de Beauvoir abandonó así el cristianismo. El Dios del que le habla-
Simone de Beauvoir. La aventura familiar y religiosa de Simone de Beau- ba lo que había a su alrededor no era el verdadero Dios, el de la Biblia y los
voir no es muy diferente. También en ella es la consecuencia lógica de una si- profetas, aquel cuyo Hijo se había encarnado para salvar al mundo. La Iglesia,
tuación de inautenticidad, en lo que se refiere al modo en que era vivida la fe cuya presentación concreta le ofrecía su medio ambiente, es cuerpo de verdad
a principios del siglo xx en los medios burgueses occidentales. a través de las vicisitudes de la historia y la incansable voluntad de los hom-
El padre de Simone de Beauvoir, por sus antepasados, no era más que un bres pecadores. A esa Iglesia y a ese Dios, Simone no los había conocido nunca.
aristócrata a medias. Ejercía la profesión de abogado, pero no tuvo éxito en Denunció a la fe de su infancia como no verdadera. Y estamos de acuerdo con
ella. Procuraba buscar una evasión en el teatro. Pensaba bien, y era incrédulo, ella. Encontró el vacío en el momento en que quiso profundizar las afirmacio-
ligero, culto, inteligente. La literatura le apasionaba. nes que se le suministraban a diario. Su madre, las muchachas del curso Désit
La señora De Beauvoir, en cambio, era una auténtica conformista, si es y su confesor habían colocado ante su espíritu un escenario religioso de cartón
que se pueden asociar ambas palabras. Hija de un banquero de Verdún, que piedra, que no podía conquistar la adhesión de una inteligencia hambrienta di
había tenido dificultades financieras, era íntegra, apasionada, rigurosa. No co- verdad, que deseaba vencer resistencias. Se trata, en realidad, de una intci
nocía el gusto de vivir, ya que, educada en un pensionado religioso, se había pretación torcida de las cosas.
adherido enteramente a aquel Bien ideal y a la mitología social que constituía Hemingway. El autor del admirable relato El viejo y el mar es, a su manera,
entonces el pensamiento común de la sociedad. Bien y mitología que le habían uno de los mayores escritores que hemos tenido en el plano internacional desde
hecho reprimir sus deseos. hace medio siglo. Toda su obra está penetrada por la lectura de la Biblia. Se
El señor De Beauvoir era incrédulo. Su mujer, en cambio, era practicante. presenta a nosotros como una especie de Kipling inquieto, que ha introducido
Pero se hallaban de acuerdo cuando denunciaban los peligros que amenazaban una segunda intención desesperada en su descripción del mundo.
entonces al orden burgués. Y los identificaban con el mal absoluto. La Iglesia Hemingway nació en 1899 en Oak Park, una colonia en los suburbios de
estaba así para ellos comprometida en la aventura de una clase social. Lo cual Chicago habitada por familias burguesas y puritanas. Su padre poseía una sen-
no podía menos de provocar en la joven Simone, más lúcida y más generosa sibilidad vibrante, enfermiza. Era médico, puritano y esclavo de su deber. Su
que sus padres, pero también tan apasionada como su madre, reacciones vio- madre, Grace Hall, tenía una personalidad muy distinta. Era una mujer sólida,
lentas. de una inagotable vitalidad, artista y alegre. Amaba locamente la música y
La fe que se había propuesto a la niña era una fe falsa, una creencia ni trató de dedicarse a la pintura a los cincuenta y dos años. Era optimista, llevaba
evangélica ni encarnada, que no tenía en cuenta ni la Biblia ni la condición la casa con gran decisión y solía decir: «Dios está en el cielo. Todo va bien
humana, que se apoyaba en una serie de apriorismos o de intereses idealizados. para el mundo,»
El instituto Désir, donde realizó sus estudios y donde destacó fácilmente, El doctor Hemingway tenía el alma mucho más complicada. Multiplicaba
no le daba una alimentación espiritual más realista. El sacerdote que confesaba en torno a sus hijos las prohibiciones sexuales más extrañas. No se liberaba
a Simone de Beauvoir no veía las cosas de distinta manera. Incluso se entregó, verdaderamente de sí mismo sino cuando toda su familia partía a 400 kilóme-
según parece, a ciertas indiscreciones, que esta muchacha sólida, exigente, ab- tros de Chicago, para pasar las vacaciones en Wallon Lake. La casa de la fami-
soluta, inteligente e imperiosa sintió exageradamente. lia Hemingway había sido construida de madera blanca en medio de un inter-
Hay que añadir, aunque todos estos detalles pueden leerse en Mémoires minable bosque de abetos y abedules. Se hallaba a orillas de un extenso y cal-
d'unc jeune filie ran.gée, que Simone de Beauvoir era orgullosa y creía estar moso lago, cerca tic una aldea india. Volviendo a encontrar la naturaleza, el
412 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 413

padre cazaba y pescaba con sus hijos. Allí se expansionaba. Y para todos aque- mente apelando a los derechos de Dios, derechos que no tienen nada que ver
llo significaba retornar a la vida sencilla. Naturalmente, se levantaban todas las con ellas, grupos sociales enteros se apartaron de las Iglesias de Cristo y aban
prohibiciones. donaron, colectiva y masivamente, la práctica del culto y de la creencia en Dios.
Ernest Hemingway describió este período de su vida en algunos de sus Eso es ridículo, se dirá, pero es así. Por otra parte, los dirigentes comunistas
admirables relatos. Fue entonces cuando descubrió su vocación de naturista han hecho y hacen todavía, en los países que se encuentran bajo su férula, todo
que le dejó marcado para siempre. La casa de madera y el lago de Wallon re- lo posible por acelerar este proceso de alejamiento de las realidades sobrenatu-
presentaban para él el paraíso en la tierra. Allí franqueó con una joven india rales. Tal vez no existe más que un medio para los cristianos de evitar esas
el umbral de la sexualidad, de un modo casi natural, al pie de los abetos, mien- deserciones colectivas: reconocer la legitimidad económica del proceso de des
tras las ardillas jugaban por encima de sus cabezas. El mismo relató después arrollo socialista y situarlo en un nivel diferente de aquel en el que se hall;i
la historia. Se vio liberado de su padre por su mismo padre. Allí sus padres la fe en Dios.
volvían a la armonía. Para él aquello era el Edén. Todo era puro y sencillo, Sea lo que fuere, es cierto que, en las democracias populares, centenares
incluso la vida carnal. Parece que por aquel entonces Hemingway practicaba de millones de hombres, aprisionados entre la negativa por parte de la Iglesia
la religión protestante. a reconocer el socialismo y la voluntad afirmada por los dirigentes comunistas
El ingreso en la Universidad, el descubrimiento del mundo de los adultos de negar la legitimidad de la fe, se separan de la Iglesia y se dirigen hacia las
y de la civilización moderna produjeron en él una fuerte sacudida. Decidió tierras áridas y nuevas de la incredulidad. ¿Cómo podrían obrar de otra mane
tratar de crear de nuevo el paraíso perdido. Y a ello se dedicó cierto estilo de ra? En efecto, está en juego la tranquilidad de su vida personal y su posibili
vida y escribiendo cierta clase de libros. Muy pronto topó con la idea de la dad de abrirse camino. De la misma manera, en ciertas regiones de los paísc
muerte. Y nada nos impide pensar que ésta produjo un profundo impacto en la occidentales, en ciertas clases sociales y en ciertas minorías intelectuales, si
idea que se había formado de la creación eterna. El hombre de los bosques y produce por razones similares el mismo fenómeno de aceptación colectiva tl«
de los campos que él era no podía resignarse a la idea de que las alegrías de la un mundo sin Dios, de una vida limitada tan sólo a las fronteras de lo sen
caza o de la pesca o de que los placeres sencillos de la vida en la naturaleza sible.
habrían de tener fin un día. Aquel mundo de la América del Norte donde había Así volvemos a encontrarnos con las observaciones que presentábamos al
pasado tan bellas vocaciones, aquel sí que se hallaba sin pecado. ¿Por qué el principio de este trabajo acerca de la adhesión al ateísmo por contagio o con-
mal y la desventura habían de venir a ofuscar esa imagen? El sombrío tema taminación. En lugar de comprobarla en ciertos grupos según la edad, la adver-
del absurdo y de la muerte se mezcló muy pronto en él con el de la pureza de timos en ciertos países, en ciertos suburbios, en ciertos grupos sociales pro-
la creación. Hemingway había perdido la fe, y a cualquiera que le preguntaba fundamente penetrados por el ateísmo. Eso nos induce a intentar exponer las
si creía en Dios le respondía: «Es la noche completa». Su muerte voluntaria lecciones que se pueden deducir del examen precedente.
vino a confirmar su agnosticismo total, su repulsa del sufrimiento, del absurdo
y de la decadencia física y psíquica.
Conversiones colectivas. Se puede hablar finalmente, lo cual supone un CONCLUSIONES
último aspecto de este estudio del paso del cristianismo al ateísmo, de conver-
siones colectivas. En el mundo moderno no sólo son millones de hombres y de Los ejemplos que acabamos de exponer no son exhaustivos. No son sino
mujeres los que rehusan creer individualmente en Dios, sino que se dan tam- ejemplos, es decir, casos más o menos representativos, más o menos colectivos,
bién regiones enteras que se pasan al ateísmo. La presión ejercida por los des- más o menos significativos de ese gran paso al que asistimos desde hace cuatro
cubrimientos científicos, que desplazan las fronteras de lo sagrado sin dismi- siglos, desde la fe cristiana hacia lo que no es sólo la incredulidad y el ateísmo,
nuir la importancia del mismo; la necesidad de repartir equitativamente todos sino que, en hombres como Gorki, es también la espera de otra fe 8.
los bienes que la técnica moderna es capaz de producir; el acceso en una parte Es difícil extraer de un primer estudio, que deberá ser continuado y de
del mundo a un confort que nuestros padres ni siquiera hubieran podido ima- cuya novedad y dificultad hemos hablado ya, conclusiones indiscutibles.
ginar, todo ello devalúa y deprecia fuertemente las antiguas formas de la reli-
gión y de la sociedad. Siempre que fueron defendidas o conservadas injusta- 1
Gorki par lui-méme, París, Ed. du Scuil.
414 G. HOURDIN «CONVERSIONES» DEL CRISTIANISMO AL ATEÍSMO 415

Proponemos, sin embargo, a título provisional, las comprobaciones siguien- ve». Ese es el caso de escritores como Saint-Exupéry o Roger Martin du Gard
tes, que a nuestro modo de ver no rebasan los límites de este análisis. en Francia, de Bertrand Russell en Inglaterra y de tantos otros.
1. El fenómeno es nuevo por una razón muy sencilla: mientras duró el Finalmente, a cierto número de individuos, preocupados por una correcta
sistema de la cristiandad era difícil que el ateísmo se manifestara debido a la organización política de la sociedad o por el justo reparto de los bienes, es la
legislación civil pública a que estaban sometidos los Estados de tipo constanti- comprobación de que las comunidades o iglesias cristianas están vinculadas
niano. Fue necesaria, al menos en Europa occidental, la ruptura que acarreó a la defensa de un estado social transnochado lo que les impulsa a abandonar
primero la Reforma y luego la provocada por las revoluciones de finales del su fe. Tal es el caso no sólo de los fundadores del socialismo francés o del so-
siglo xvin en Francia y en los Estados Unidos para que, en algunos Estados cialismo científico alemán, sino también de los obreros cuyos testimonios citá-
de estructura pluralista y laica, se desarrollase el paso a la incredulidad9. bamos anteriormente, de intelectuales como G. Mury y de muchos otros.
2. Cuando partiendo de las encuestas sociológicas realizadas acerca de la Para tener en cuenta todas las realidades sociológicas se han de añadir las
práctica religiosa o estudiando las biografías de algunos individuos, se trata de dos observaciones siguientes:
deducir los rasgos comunes a todas las pérdidas de la fe cristiana, se llega a En primer lugar, dado que una mayoría de cristianos no ha sabido a su
comprobar lo siguiente: los tránsfugas del cristianismo abandonaron general- debido tiempo, en el momento en que la Iglesia de Cristo entraba en el período
mente la fe en el momento en que, puestos en contacto con el mundo intelec- contemporáneo de la historia, llevar a cabo las necesarias distinciones entre los
tual o social en el que se movían, les pareció que las afirmaciones intelectuales diversos planos y aceptar las evoluciones temporales útiles, cierto número de
o sociales que les habían sido comunicadas mediante la educación y a las que sabios y de filósofos han combatido sistemáticamente contra la fe en Dios en
se habían adherido se mostraban de repente como posiblemente inexactas. Se nombre de la libertad de pensamiento, de la independencia de la investigación
hallaron frente a una situación de inautenticidad por parte de la comunidad de y de la felicidad material de la humanidad. Las fuerzas del mal han operado
creyentes en la que habían crecido y a la cual pertenecían. Y se negaron a con- objetivamente en la historia. Sería injusto considerar a los miembros de las
tinuar viviendo en ella. De ahí sacaron la conclusión, errónea ciertamente, de iglesias cristianas como los únicos responsables de la brutal ruptura que se ha
que Dios no existe. Tenían que contentarse con encontrar en sí mismos y en venido produciendo desde hace cuatro siglos. Por otra parte, es inútil lamen-
su contorno las razones de ser y de comportarse según ciertas reglas. Dicho de tarse contra la historia ya pasada o acusarla, a no ser que se haga para sacar
otra manera: advertían en el comportamiento de sus educadores o de ciertos lecciones de la misma, a fin de lograr que el comportamiento de los creyentes
miembros de su Iglesia un atentado consciente o inconsciente contra la verdad. en el mundo moderno sea lo más auténtico posible.
Y por ello se rebelaban y abandonaban. Esto nos conduce a una última observación. Este ajustamiento se halla en
Ese es el caso de muchos escritores, como Sartre o Simone de Beauvoir, los vías de realizarse si se tienen en cuenta los textos votados por el Concilio Va-
cuales, en el momento de la adolescencia, comprueban que el comportamiento ticano II sobre «la Iglesia mediadora entre Dios y los hombres». Lo mismo
de sus padres no se acomoda a la fe cristiana que tratan de inculcarles. Ese es hay que decir de las conclusiones que se han sacado del decreto sobre «la
también el caso del escritor inglés Wells, el cual se rebela y repudia la religión Iglesia y el mundo», concretamente en los pasajes que se refieren al ateísmo.
en el momento en que se le obliga a recibir la confirmación anglicana en el co- Por parte de los incrédulos se está operando asimismo cierto ajuste, debido
legio en el que deberá proseguir sus estudios. tanto a las desilusiones que acarrea la imposibilidad en que se encuentra el
De la misma manera, no pocos científicos de toda especie (médicos, natu- ateísmo de responder a todas las cuestiones que se plantea la humanidad 10 como
ralistas, historiadores) abandonan la fe cristiana cuando comprueban, mientras al juicio emitido por los incrédulos sobre las iglesias cristianas, que, en ciertos
realizan sus estudios o ejercen la disciplina intelectual a la que se han entrega- textos como el anteriormente citado, aceptan considerar que la fe en Cristo no
do, que las verdades naturales a las que llegan en sus investigaciones son ne- es en nada semejante a cualquier filosofía.
gadas por la mayoría de los cristianos en nombre de una enseñanza de segundo
orden y anticuada. Hacen lo que Galileo y afirman: «Y, sin embargo, se mue-

" L. Febvre, en Le probléme de l'incroyance au XVI' siécle, París, Ed. A. Michel, 1942, prueba
10
cómo a Rabelais le era prácticamente imposible dejar de creer. Véate en particular Le rapport Il'icév: «Informatloni Cathollquet Internationale!», n. 211.
CAPITULO VII

INTERPRETACIONES PSICOLÓGICAS DE LOS FENÓMENOS


RELIGIOSOS EN EL ATEÍSMO CONTEMPORÁNEO

por

ANTOINE VERGOTE

Profesor de Filosofía y de Biología


en la Universidad de Lovaina

I. EXPOSICIÓN

INTRODUCCIÓN

Al nivel de la articulación conceptual, las interpretaciones críticas del fe-


nómeno religioso expresan los mismos motivos que conducen al hombre a to-
mar una posición antirreligiosa. Ellas prolongan el ateísmo psicológico estu-
diado anteriormente.
En este ateísmo se ve la culminación del movimiento humanista que co-
menzó a florecer en el siglo xvi en el Occidente cristiano. El humanismo, en
efecto, se define por la afirmación de una cierta suficiencia del hombre. Esti-
* * - - • '
ma que, gracias a su inteligencia, el hombre puede alcanzar las verdades esen-
ciales concernientes a su naturaleza y al destino del mundo y que, gracias a su
voluntad racional, es capaz de realizar el bien ético. Las ciencias del hombre
han contribuido poderosamente a reforzar la corriente humanista, imprimién-
dole con frecuencia una orientación atea. Comenzaremos por demostrar esto
en un primer parágrafo.
Interesa ver cómo la psicología, naturalmente agnóstica en cuanto al estu-
dio positivo del hombre, se presta a menudo a una crítica de la religión. El
hecho es que la apelación a la autenticidad humana que es lu base del juicio
•57
418 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 419

psicológico imprime fácilmente un carácter militante a ciertos ateísmos psico- los tiempos actuales, por el contrario, es más bien la curiosidad intelectual la
lógicos (como, por ejemplo, el de Freud). que domina en el análisis psicológico.
Los psicólogos se abstienen frecuentemente de tomar posición acerca de Los siglos xvn y xvm se dedican con frenesí al descubrimiento de la subje-
la verdad última de los comportamientos religiosos que analizan, aun aplicán- tividad, cada vez más compleja a medida que el hombre se desprende de Jos
doles los esquemas de explicación psicológica, esquemas que para otros psi- lazos que lo atan a la naturaleza. El estudio propiamente científico de la con
cólogos justifican un ateísmo humanista. Este es el caso de muchos discípulos ducta humana y de sus móviles es, sin embargo, de época reciente. La psico
de Freud, cuyos argumentos presentaremos (Jones y Flugel, por ejemplo). Su logia es la última hija de las ciencias. Actualmente, no obstante, ha alcanzado
diferenciación se justifica desde un punto de vista metodológico. De hecho, la un progreso arrollador. La reciente fundación de numerosos institutos de ps¡
psicología no es capaz de analizar las posibilidades y condiciones esenciales de cología es la mejor prueba de ello.
los diversos objetivos religiosos. Tal discernimiento es propio de la filosofía.
Este elevado aluvión de investigaciones y estudios psicológicos no pucili-
La psicología debe contentarse con estudiarlos en sus singularidades, en sus
por menos de poner en tela de juicio la religión y la teología. Y este intciro
estructuras objetivas y en sus condiciones de hecho. Sin embargo, no es posible
gante no concierne sólo a la pedagogía religiosa y a las aplicaciones de la moral
separar radicalmente las condiciones de hecho y las esenciales. En la práctica,
cristiana (la psicología pastoral), sino también a los mismos fundamentos de Ja
y aunque pongan entre paréntesis la verdad metafísica de la religión, estos sis-
fe en Dios y en su revelación. Ciertamente, la psicología no es una filosofía,
temas de explicación minan las bases psicológicas de la religión. Así, pues, no
y podría parecer que su carácter positivo debería preservarla de toda interfe-
hemos dudado en exponerlas en nuestro compendio de las teorías psicológicas
rencia con la teología.
que critican la religión, aun advirtiendo la restricción metodológica que ellas
son las primeras en formular. Sin embargo, por su mismo título de ciencia del hombre, y aún mucho más
que todas las ciencias llamadas antropológicas, tiene derecho a pronunciarse
Algunos de los psicólogos que figuran en este capítulo se declaran religio-
sobre el hombre en su totalidad y sobre todos sus actos y conductas. Forma
sos; tal es el caso de Jung, de Allport y, en cierto sentido, de Spranger y Sierks-
parte precisamente de aquel grupo de ciencias nuevas, nacidas en los tiempos
ma. Si a pesar de todo hemos decidido estudiarlos aquí es porque sus teorías
modernos, que han renovado de manera radical la imagen que teníamos del
psicológicas presentan una concepción relativista, «psicologista», del hombre
hombre y, al mismo tiempo, nuestras perspectivas teológicas. Para captar ade-
y de su religión que, sin dejar de valorar esta última, la reduce a nuestro en-
cuadamente el alcance de los problemas que la psicología plantea a la filosofía
tender a una inmanencia psicológica o terrena que reabsorbe en sí la alteridad
de la religión y a la teología debemos, por tanto, situarla primeramente en
de Dios. Sin ser ateas, estas concepciones psicológicas tienden a desconocer la
esta nueva corriente de los estudios antropológicos.
realidad específica de la religión, que consiste en una relación con el Otro.
Ilustran una ontología implícita que sirve de base frecuentemente a la psico- La antropología, en el sentido que le fue conferido a finales del siglo xix,
logía y que disminuye en esta medida la objetividad metodológica. Bajo ese es el estudio del hombre en su totalidad y en sus relaciones con el resto de la
título, nos hacen comprender los gérmenes de ateísmo que corre el riesgo de naturaleza. Esta definición contiene un programa y una óptica nuevos. El hom-
desarrollar la ciencia psicológica desde el momento en que se comienza a apli- bre ocupa su lugar en el encadenamiento de los seres vivientes, emerge de su
carla al fenómeno religioso. Hcrie evolutiva con sus características anatómicas y biológicas propias. Es un
sor viviente que forma parte de un mundo gobernado por leyes biológicas. Pero
n amulo ser que habla y que instituye una civilización, introduce un elemento
I. LA PSICOLOGÍA, CIENCIA DEL HOMBRE
i idiculmente original.
La antropología considera al hombre a la vez como un ser de naturaleza
«La psicología tiene una historia breve, pero un largo pasado», ha dicho v como un ser de cultura 1 . Su novedad reside en los lazos establecidos entre
Ebbinghaus. En efecto, en todas las civilizaciones ha habido siempre hombres los dos momentos. Precisamente así, en cuanto ser de la naturaleza, es como el
que se apasionaron por los aspectos subjetivos de la conducta humana y por el hombre crea la civilización en el interior de esta naturaleza. La cultura está
análisis de sus sentimientos y de sus móviles. Un interés moral o religioso diri- 1
gía la mayoría de las veces esta exploración de la interioridad del hombre. En (!(. lu introducción tic A. L. Kiohcr n la obrn dirigid» por él, Anthropulanv Today, An
¡ticyclapetiic Inventan. Chican". T'"" Hiiiwniity "' ''IIÍCIIKO Prciw, 1953, p, XIV.
420 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 42 I

penetrada de naturaleza. Pero es al transformarla cuando saca de ella su sus- texto del socialista Jean Jaurés ilustra perfectamente esta consideración antro
tancia. pológica, que se prolonga hasta inspirar toda una concepción del hombre v
Al fundarse las ciencias antropológicas se cargaba el acento sobre los lazos del mundo: «... la ciencia parece demostrar cada vez con mayor seguridad que
de unión del hombre con la naturaleza. Una mentalidad «naturalista» carac- el universo es al mismo tiempo infinitud y unidad; ... quien dice unidad in
terizaba, según esto, a la antropología. Los antropólogos concentraban todos finita dice conciencia infinita; esto es, Dios, no siendo la conciencia más qui-
sus estudios e investigaciones en las leyes que regulaban la transición entre la suprema potencia de la unidad... Además, por esta misma doctrina de l,i
naturaleza y cultura, y a menudo trabajaban bajo el presupuesto de que las evolución, Dios no es ya una abstracción solitaria, sino que entra a formal
condiciones materiales de la vida y sus propiedades fisiológicas podían sumi- parte del movimiento mismo y de la vida del mundo. El actúa en el tiempo,
nistrar la explicación del paso de la naturaleza a la cultura. se manifiesta en la historia» 6.
En la época contemporánea, la antropología se ha convertido en el estudio La antropología ha influido profundamente sobre nuestra concepción del
de las propiedades generales y de las leyes de la vida social y de la cultura en hombre y ha contribuido poderosamente a que la filosofía pasase del estudio
cuanto que por ellas el hombre transforma el mundo y se transforma a sí mis- de la conciencia humana al del intercambio entre la conciencia y el mundo.
mo en el mismo proceso. El lenguaje es el principal instrumento mediante el Descartes centró definitivamente el interrogante filosófico sobre el hombre,
cual se realiza, en el interior de la naturaleza, esta evolución original que se considerado según el orden de la conciencia. Definía la conciencia como el lugar
llama cultura 2 . geométrico de la certeza, el foco del espejo en que convergen las verdades del
La antropología considera, por tanto, al espíritu humano desde un doble universo. Desde entonces se ha proseguido este retorno al sujeto y se han el a
punto de vista: el de la naturaleza que le precede, le circunda y le fundamenta, borado filosofías de la subjetividad, de diverso tipo, es cierto, pero que tenían
y el de la ruptura que él provoca al superarla. Así, por ejemplo, el problema en común la idea de que la conciencia del sujeto humano es la medida y la fov
ético fundamental que se nos plantea en la óptica antropológica es el de explicar ma del ser. De Descartes y Pascal a Kant y Hegel, el ser de la conciencia apa
la prohibición del incesto 3. Este problema puede hacer que se desconcierte el recia a través de múltiples discordancias como la norma y la verdad del ser,
filósofo, habituado como está a tratar los valores o las leyes morales por sí de manera que se pueden englobar estas múltiples concepciones del hombre
mismas, según sus propias finalidades. Para el antropólogo, la prohibición del y del universo bajo la denominación común de filosofía de la conciencia. Co-
incesto es la ley fundamental, ya que en todas partes y siempre caracteriza la rrespondía a la antropología moderna, nacida con el evolucionismo, el marxis-
transición de la naturaleza a la cultura. Y uno de los más grandes antropólogos, mo y el psicoanálisis, descentrar al sujeto de sí mismo y buscar su verdad en
Kroeber, reconoce finalmente que sólo la psicología freudiana da una respuesta la conciencia tal como es, dificultada y trabajada por la naturaleza. El cogito
convincente al problema de la universalidad de esta ley. no actúa, directamente al menos, de punto de Arquímedes, porque este cogito
La religión, que es también obra cultural, no escapa evidentemente a la no subsiste ya por sí mismo.
consideración antropológica. Se la juzga favorable o desfavorablemente según De ese modo se redondea y se transforma el movimiento secular de re-
se crea que debe ser considerada como una coronación de la evolución que torno al sujeto. Pero este movimiento ha inducido a los pensadores a pasar más
se actualiza y se complementa en el hombre y por el hombre o como una allá del sujeto hacia el cual se volvían. Ante estas nuevas perspectivas, en efec-
forma de pensamiento no científico. Algunos, como Julián Huxley, rechazan to, la conciencia no tiene ya su foco en sí misma. Está como atravesada por
su verdad por motivos puramente antropológicos4. Según él, la evolución asu- una naturaleza de la cual participa. Arrastrada por los múltiples vectores de
me hoy las tareas en otro tiempo atribuidas a Dios. Otros, como Bergson y la naturaleza, prosigue su camino sin saber exactamente adonde se la conduce.
Teilhard de Chardin, reconocen en la religión el punto culminante del progre- En vez de situarse en el foco de la conciencia para medir el ser, el pensador
so y el nuevo «manantial» 5 de una historia que se supera indefinidamente. Un actual se sitúa primeramente en el origen mismo de los vectores que se reúnen
oscuramente en él para conquistar, mediante una labor sistemática de inter-
' Ibíd. pretación de su propio comportamiento, algunos rayos de lucidez sobre sí
1
Véase A. L. Krober, Tótem und Taboo in Retrospect: «American Journal of Sotíology», 45 mismo y un poco de libertad que le permita orientarse.
(1939), pp. 446-51.
4
Religión without Revelation, Londres, Nueva York, Harper and Brothers, 1927.
' H. Bergson, Les deux sources de la morale et de la religión, París, PUF, 1932, p. 243. * ¡,ti i/uestion relioinne et le sor'mlhmr, IVuís, lid. de Minuit, 1961, pp. 45-46.
422 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 423

Mediante la religión, el espíritu rebasa la naturaleza, incluso la cultura. conjunto de los movimientos científicos. La lógica del movimiento ateo, en
En ella, el hombre accede a otro orden. Por eso, mientras el espíritu es el efecto, permite captar la agudeza de la crítica psicológica.
centro del hombre, la religión no plantea problemas urgentes. Pero desde el
En primer lugar, el hombre ha conquistado la naturaleza cósmica en per-
momento en que el hombre se encuentra sumido en la physis, que se hace his-
juicio de lo sagrado: en la astronomía, la biología y la medicina. Esta desacra-
toria en él mismo, la religión se convierte en un problema mucho más crucial
lización del universo fue consumada por el siglo xvm con un grito de triunfo.
que el del paso de la naturaleza a la cultura, tal como se efectúa, por ejemplo,
Luego le tocó a la historia el sustraerse a lo sacro para ser así restituida al
en la prohibición del incesto. Grande es entonces la tentación de negar a la
hombre. Un texto de Engels lo afirma con el mismo espíritu de conquista:
religión toda consistencia propia y reducirla a una función pasajera de la cul-
«Nosotros hacemos nuestra historia, pero ante todo con premisas y condicio-
tura. De cualquier modo, existe el imperativo de comprender cómo, por qué nes firmemente determinadas» 7.
leyes, el hombre, ser de naturaleza y de civilización, pasa de la orientación
horizontal de su «ser en el mundo» a la orientación vertical del «ser en Dios». La última hija de las ciencias del hombre, la psicología, intenta en fin
determinar las leyes de las realidades reconocidas hasta entonces como sagra-
En la perspectiva antropológica, la cuestión religiosa no es ya la de la afir-
das y que la religión había legado a la filosofía: el alma, la conciencia, la sub-
mación metafísica del Ser supremo ni la de las cualidades de Dios. Se convierte jetividad. Pretende hacer de ellas un estudio científico, sin considerarlas como
en la del ser humano religioso. El problema de las cualidades divinas y de su misterios trascendentales. La historia de las religiones, que permite situar los
armonía con la humana naturaleza se ha transformado en el del significado de distintos cultos y creencias en su contexto social y económico, le ha prestado
la afirmación religiosa para el ser humano. ¿Qué es lo que, en su ser de natu- nuevas fuerzas.
raleza y de cultura, le prepara y dirige hacia esta afirmación? ¿Y cuál es su
Veamos ahora cuál puede ser el tenor de una explicación psicológico-cien-
valor, juzgado según el criterio del hombre que hace la propia historia humana? tífica del hombre y de su religión. Esta rápida ojeada nos permitirá luego com-
Se comprende que, desde este punto de vista, raramente podrá ser neutral prender los ateísmos y antiteísmos psicológicos y nos suministrará los princi-
el ateísmo. Puesto que se trata del hombre que se hace y construye su propia pios necesarios para juzgarlos.
historia por sus orientaciones culturales, una religión reconocida como falsa o
simplemente como no verdadera asumirá la figura de un elemento perturbador
en el devenir humano. Desde el punto de vista antropológico, el ateísmo es una II. LA PERSPECTIVA PROPIA DEL PSICÓLOGO
crítica de la actitud religiosa en virtud de los principios de humanización. No
hay que extrañarse de que tal ateísmo sea militante o, lo que es lo mismo, un 1. El fenómeno religioso, objeto de la psicología descriptiva
antiteísmo. y de la observación técnica
La actitud de la ciencia psicológica con respecto al ateísmo presenta para-
Como ciencia positiva, la psicología realiza primeramente un inmenso es-
lelismos impresionantes con la actitud que hallamos en diversas formas del
fuerzo para la mejor observación. A este fin elabora técnicas muy avanzadas
pensamiento suscitadas por las corrientes antropológicas: Feuerbach, Marx, y se sirve de muy diversos recursos: estadísticas, métodos de entrevista, análi-
Nietzsche, J. Huxley... La psicología, en efecto, forma parte de este vasto sis codificados de documentos, escalas de actitudes, escalas de análisis semán-
movimiento del estudio del hombre. Incluso ocupa en él un lugar privilegiado, tico, tests proyectivos y psicoanálisis. Esta elaboración metodológica va acom-
ya que se aplica al estudio del hombre como tal, en cuanto éste es un ser de pañada de una diferenciación cada vez más refinada de los fenómenos religiosos
necesidades, impulsos, inteligencia, sentimientos y deseos. Como ciencia del que hay que conocer: conductas, opiniones, juicios de valor, creencias, expe-
hombre, trata de explicar sus comportamientos, a la vez según su inserción en riencias, actitudes, ritos. Como en toda ciencia, el progreso de la técnica de
la naturaleza y según su originalidad. Hace de él un estudio que corresponde observación y de experimentación lleva consigo una delimitación muy clara de
al mismo tiempo al orden causal y al orden del sentido. La causalidad psico- los factores que componen su objeto. En la psicología contemporánea estamos
lógica es, por tanto, bien específica. Es preciso profundizar ahora en este deli-
cado punto.
' Carta a Jowph Bloch, Londres, 21-22 de scpt¡cinl>ir de 1890, piililioidn por primera ve* en
Pero antes situemos brevemente la crítica psicológica de la religión en el el Sozialis/iscbe Akademtker (Berlín), I8<n, 1, p 1V.
424 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 425

lejos ya de la época de los estudios macroscópicos, si bien siempre se encuentran prensión tanto el teísmo como el ateísmo. Lo que importa es reconocer la
investigadores encerrados en la época del microscopio y de las macromoléculas. especificidad del fenómeno religioso.
En el estadio de la observación, la psicología no emite un juicio de verdad Sin embargo, y por vocación, la fenomenología debe superar esta primera
sobre el fenómeno religioso. Asume la misma función que la fenomenología actitud, que Husserl denomina «natural» o «dogmática» n. Tiene que exami-
en su nivel descriptivo. Por otra parte, en este momento de su ejercicio es in- nar las condiciones apriorísticas de los fenómenos mediante un análisis tras-
separable de la fenomenología, y constituye un error el oponer, como se hace cendental. Por el contrario, la psicología, ciencia positiva, se adhiere a un tipo
a veces, la psicología positiva a la psicología fenomenológica. La psicología completamente distinto de explicación: el de la motivación, que expondremos
descriptiva, en efecto, y según los términos de Husserl, se refiere a «la pura en el siguiente parágrafo.
esfera de las experiencias» (Erlebnisse) según su contenido real (nach ihrem En el primer estadio descriptivo, la psicología suministra ya cierta com-
reellen Gehalt) 8, es decir, según su contenido de res, de objeto de la concien- prensión del fenómeno religioso. En efecto, no se contenta con observar los
cia, haciendo abstracción de su capacidad real, que es puesta entre paréntesis. componentes del mismo, sino que estudia asimismo su coherencia y su estruc-
El psicólogo fenomenológico no se pronuncia en sus análisis del fenómeno reli- tura. Como la historia de las religiones, es también un estudio morfológico.
gioso sobre la existencia efectiva de Dios, al cual se refieren las experiencias Sin buscar causas explicativas, ilumina las relaciones entre el comportamiento
y otros hechos psicológicos. Este ponerlo entre paréntesis no implica tampoco y su objeto (por ejemplo, entre el rito y el concepto de Dios), describe la evo-
ningún prejuicio epistemológico ni aprisiona la conciencia en un cogito cerrado lución de la actitud religiosa en correlación con la edad, el medio social, Ja
(tesis de Brentano, a la cual se opuso Husserl). En cualquier momento que se cultura e incluso con otros factores psicológicos, como el carácter, el sexo, etc.
la considere, la conciencia es siempre intencional: tiende a un objeto, a un En una palabra: estudia el fenómeno religioso tal como se presenta en conexión
noema que está frente a ella. Únicamente el fenomenólogo no se forma un con todos los factores humanos. De este modo prepara el estudio explicativo
juicio de existencia sobre el noema mismo en su análisis de los fenómenos psi- del fenómeno religioso, que debe concluir en un juicio psicológico sobre su
cológicos. verdad. Este juicio puede ser negativo y, por tanto, antiteísta, o bien positivo,
Psicología fenomenológica y psicología positiva están unidas entre sí y dejando a la actitud religiosa la posibilidad de poseer una verdad ante la cual
deben mantenerse en un perpetuo intercambio9. Las técnicas positivas per- la psicología no dispone de criterios adecuados.
miten análisis refinados y responden al deseo de observación que anima al
fenomenólogo. Por otra parte, estos hechos observados son fenómenos psico- 2. La psicología, estudio de las motivaciones del comportamiento
lógicos que exigen ser comprendidos como tales en su contenido de experien- y de la actitud religiosa
cia y de actitud humana. Presuponen, pues, una lectura (fenomenología) apro-
piada de su significado. Las dos disciplinas suponen, para ser objetivas, en el Comprender un comportamiento significa para el psicólogo algo totalmente
ir y venir de la una hacia la otra I0, aquello que Max Scheler llama el Nacher- distinto que para el filósofo, si bien en último término ambas formas de en-
leben —participación interior en el fenómeno encontrado en el otro— o el tendimiento han de integrarse en las regiones aún lejanas de una antropología
Nachfühlen —simpatía afectiva, endopatía u —. Es la captación emocional de filosófica. No queremos afirmar con esto que una síntesis final pueda asumir
las actitudes, valores y tendencias humanas que se nos aparecen objetivamente toda verdad. Ninguna conciencia, ni la filosofía ni la teología, constituye la
y ante las cuales no adoptamos ninguna postura. Creer o no creer es cosa se- clave de arco de, las distintas construcciones teóricas. Pero la psicología exige
cundaria para el psicólogo o el fenomenólogo. Ellos saben observar con com- y prepara una elaboración de sus verdades por medio de la disciplina filosófica.
Por su parte, ésta recibe de la psicología la certeza y los apriorismos que oca-
' Texto inédito de 1907, citado por W. Biemel, en la introducción a Die Idee der Pbano-
sionan el pensar filosófico. La relación entre las dos ciencias es circular ".
menologie, 1950, p. IX.
Acerca de esta problemática, cf. S. Strasser, Phenomenology and Human Sciences, Pittsburg, 12
Duquesnc Univcrsity Press, 1963. Pbacttomcnologische Psychologie (escrito en 1925) (Husserliaiui IX), Don I lung, Mnriimis
Véase M. Merleau-Ponty, Les sciences de l'homme et la pbénoménologie. Les Cours de Nyhoff, pp. 46-47.
Sorbonne, París, 1951-52. Hemos elaborado estos principios en W. Ilnbcr, II. Pirón, A. Vci'umr. l.a psychanalyse,
" Wesen und Formen der Sympathie, Bonn, Verlag von Cohén, 1922, pp. 3-4. science de l'homme, Bruselas, 1961, pp, 149-62. I lnv irml np.iiinl.i m í.'m.i
426 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 427

Para el psicólogo, comprender es primeramente ver la relación existente se convierte en normal o enfermo la que suscitó esta nueva orientación de la
entre los diversos factores que estructuran el campo de las motivaciones hu- psicología16.
manas. Es a continuación conocer su porqué psicológico, o lo que es lo mismo, Mas, por otra parte, la psicología clínica ha recibido de las ciencias antro-
sus motivaciones 14. La explicación de los motivos implica el recurso a un con- pológicas que la precedieron los conceptos y las hipótesis de trabajo necesarios
cepto de finalidad, ya que el motivo humano consiste siempre en una tendencia para su elaboración. El darvinismo ejerció un influjo preponderante sobre
que da al comportamiento su significado. Sin embargo, la inteligibilidad propia Freud y, a través de él, sobre toda la psicología contemporánea 17.
de la psicología, al contrario que la de la fenomenología, no persigue el análisis
de esta orientación intencional del acto humano. Procede en sentido inverso. La motivación es el concepto operativo esencial de la nueva psicología
Estudia la tendencia y el móvil que subtienden el acto. Realiza, por tanto, un dinámica. El motivo puede ser definido a la vez como la fuerza que produce la
análisis regresivo y no una elaboración teleológica. actividad humana y la orienta hacia un fin determinado y como una carencia
específica y activa. En otros términos: es la presencia en el deseo latente del
La antigua psicología, la de Külpe, por ejemplo, era estática y atomista. sujeto de los valores que le seducen. Fuerza y atracción específicas son los dos
Analizaba los estados de la conciencia, sus elementos constitutivos y el lazo momentos que componen indivisiblemente los motivos humanos.
que existía entre ellos. Los tomaba en su grado de consumación, como estados
A primera vista podría parecer que esta problemática no tiene ninguna
de la conciencia. Su problema consistía en saber según qué leyes los elementos
relación con las creencias religiosas. ¿Se puede invocar un motivo de compor
componían las síntesis mentales. Esta problemática la había heredado del aso-
tamiento religioso que no sea a su vez religioso? ¿Es lícito recurrir a una ten-
ciacionísmo, que trataba los hechos psicológicos como encadenamientos de
dencia preliminar a la tendencia religiosa y que sea al mismo tiempo su fuente?
representaciones. La psicología moderna se interesa por la conducta del hom-
¿Puede concebirse un Dios que preceda a Dios? ¿Qué otra cosa podría hacer
bre, por su acción global y orientada. Quiere conocer su fuente y su razón, es
la psicología aplicada al problema religioso sino comprobar la presencia o
decir, sus motivaciones.
ausencia del deseo natural de Dios y captar de cerca sus huellas y sus efluvios ?
La psicología clínica, la freudiana sobre todo, fue la que dio esta nueva
¿Y no es éste un tema permanente en filosofía y en teología? Algunos psi-
orientación a la psicología. El psicólogo clínico se enfrenta con el hombre en
cólogos, cuya inclinación positiva nos vemos obligados a denunciar, han
su totalidad, con el hombre que compromete en su enfermedad todas sus fa-
creído poder darle una cómoda respuesta reservando un lugar a la «necesidad
cultades y todo su pasado, que trata oscuramente de asumir en el presente. La
religiosa» entre las tendencias o las motivaciones fundamentales del hombre
psicología clínica es también un análisis (de ahí el término psicoanálisis) y pre-
De ese modo no sería sino una de las 16 ó 17 necesidades que el hombre normal
tende comprender cómo los conjuntos psíquicos resultan de sus elementos cons-
debe satisfacer para la expansión de su personalidad. El hombre alberga en
titutivos más simples. En esto, la psicología se adhiere al movimiento de todas
sí la necesidad de alimento, de ternura, de conocimiento, de contacto social..-
las ciencias modernas. Pero contrariamente a la antigua psicología académica,
y, finalmente, la necesidad de religión. Nada más tranquilizador. Desde este
no es una química mental, y ello por tres motivos. En primer lugar, toma como
punto de vista, el ateísmo no puede ser más que un olvido, un desgraciado des-
objeto de su análisis la totalidad del dinamismo del comportamiento del sujeto.
conocimiento o una clara expresión de mala voluntad.
En segundo, introduce conceptos estructurales 15 (por ejemplo, sus conceptos
topológicos). Ellos solos explican cómo los elementos se transmutan en sus Nos parece que tal psicología de las motivaciones no explica nada, exacta-
síntesis. Por último, la psicología clínica es una psicología del devenir humano mente lo mismo que la antigua teoría de la vis dormitiva no permite compren-
y, en cierto modo, explica los procesos más complicados por los elementos más der el fenómeno del sueño. En efecto, la verdadera psicología de la motivación
originarios. parte del principio heurístico según el cual uno o varios motivos fundamenta-
les, más o menos preconscientes o inconscientes, subtienden toda intención
Fue la necesidad clínica de comprender correlativamente cómo el hombre
vivida, justamente porque las intenciones humanas se elaboran en el curso de
14
Véase, por ejemplo, la tentativa de síntesis de D. C. MacClelland, Personality, an Integrative '" S. I'rcud, Zur Gcscbicble der psycbanalytischen Bewegung (1914), en Civsniiimvllv Werkc, ^<
View; Psychology of Personality, Six Modern Aproaches, Nueva York, Grove Press, 1956, Londres, Imano, p. 76.
pp. 321-63. " W. Boring, A Hhtory of experimental Psychology, Nueva York, Applrton-Ccnliiry-Ooft'''
" Véase La psycbanalysé. 6, Perspectives structurales, París, PUF, 1961. 1950.
428 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 429

una historia compuesta por conflictos superados y sedimentaciones siempre tendencias que proceden la una de la otra. Uno de los significados es el fun-
activas. damento del otro. Así, pues, podemos hablar de una génesis del significado.
Una comparación con la fenomenología puede introducirnos útilmente en Lo psíquico tiene su origen en lo psíquico. La psicología de las motivaciones
la cuestión de la motivación en psicología. El fenomenólogo se esfuerza también es una psicología genética. Su intelección propia consiste en el establecimiento
por penetrar a través de las manifestaciones intencionales conscientes hasta los del lazo causal-genético entre dos tendencias y dos sentidos vividos.
estratos más profundos de la personalidad. Como todo hombre de ciencia, está El buen sentido aplica a diario esta psicología; por ejemplo, cuando com-
convencido de que los fenómenos son símbolos que es preciso descifrar y que prueba que la melancolía del luto se debe a la pérdida de un ser querido. No
velan el proyecto existencial del hombre al mismo tiempo que lo revelan. La hay ninguna necesidad de invocar aquí una turbación somática como en la
fenomenología es también una hermenéutica. Comprende las manifestaciones melancolía endógena. A primera vista, el solo lazo psíquico entre dos hechos
humanas aparentes a partir de la situación fundamental del «hombre en el vividos es suficiente para dar razón del fenómeno constituido por la melanco-
mundo». Citemos tres célebres ejemplos: el análisis de la cólera llevado a cabo lía del luto. Únicamente que el buen sentido se detiene en esta primera com-
por Sartre, el que hace Scheler del resentimiento y el de los símbolos de la caída probación y rechaza de buen grado una psicología que extrae de esta melancolía
o de la ascensión efectuado por Binswanger. Estos análisis fenomenológicos del luto una concatenación psicológica propiamente inconsciente: la pérdida
establecen con frecuencia un lazo funcional de sustitución entre dos fenómenos. de un ser que era objeto de amor, la sustitución por un amor de identificación,
La cólera, por ejemplo, puede ser una solución para el miedo o la timidez en el sentimiento de culpabilidad (o lo que es lo mismo, agresividad destructiva
cuanto sustituye estos sentimientos y resuelve mágicamente los problemas plan- vuelta contra sí mismo) y la pérdida de sí mismo para reemplazar la pérdida
teados por ellos. La cólera se comprende por referencia a la timidez o a la del objeto18.
impotencia, de las cuales extrae su razón de ser y su inteligibilidad. El motivo Provistos de estas indicaciones, veamos ahora cómo se plantea el problem;i
opera un poco como a espaldas del fenómeno aparente. La relación del mo- de la motivación en materia de comportamiento religioso. La invocación c\c
tivo con el fenómeno aparente no es la relación de la estructura con el fenó- la necesidad religiosa es bastante reducida. Ante todo, no sabemos cómo se ha
meno parcial, sino en cierto modo la de la causa con el efecto. de comprender este término hasta que no vemos la vinculación en él de los
El motivo es entonces lo no fenoménico que se afirma en aquello en que se distintos procesos que componen la actitud religiosa, que tienen su punto de
manifesta (lo psicológico fenoménico). partida en ese «sentido religioso» fundamental y se basan en él. Esta nece-
Advirtamos que esta explicación causal sigue siendo psicológica. Lo extra- sidad religiosa no es de tipo fenomenológico, y proponerla sin más como un
fenoménico, que es el fundamento de la manifestación psicológica, no es de deseo operante en el interior de todas las coordinaciones religiosas supone
orden biológico. Es una realidad psíquica. Por otra parte, ello no constituye contentarse con una respuesta verbal. Además, esta misma necesidad requiere
un problema hasta que se trata de motivos preconscientes. En efecto, aunque a los ojos del psicólogo una explicación motivacional. Si se pretende que sea
estos motivos escapan a la conciencia actual, su presencia virtual en los márge- un último factor, es preciso al menos demostrar su irreducibilidad. Y esta prue-
nes de la conciencia hace posible su actualización mediante una reflexión siste- ba no podrá jamás ser suministrada si no se logra situarla en su punto de in
mática. Así, la mala fe, según Sartre, se disipa con una reflexión ética sobre sí serción propio dentro del conjunto de los dinamismos psíquicos, en el punto
misma. Por el contrario, el inconsciente, en el sentido propio de la palabra, exacto donde se ajusta a los otros y donde se orienta a partir del espacio qm
escapa a una reflexión inmediata, al igual que a la fenomenología directa. He se abre ante ella.
aquí una de las razones por las cuales el psicoanálisis continúa siendo recha- En una palabra: la fenomenología y la filosofía desvelan la especificidad
zado por muchos espíritus. Muy frecuentemente el filósofo, el médico y hasta de la tendencia religiosa fundamental y las diversas posibilidades que ella abrí-
el mismo psicólogo rechazan como contradictorio el concepto de un motivo en el hombre. En efecto, la labor propia de la filosofía radica en buscar la inten
propiamente inconsciente. Y de hecho se da efectivamente una paradoja en pre- cionalidad del movimiento religioso, reduciéndola a la intención fundamental,
suponer tendencias, recuerdos, sentimientos, que pertenecen sin duda alguna y elaborar su coronamiento en la plenitud de su objeto (el Trascendente perso-
al orden de la conciencia, pero que escapan por completo a su órbita, permane-
ciendo inaccesibles a toda aproximación introspectiva directa.
'" Resumimos aquf el estudio de S. Frcud, Truuer iind Mclambolie, en (¡esammcltc Wcrkf. X
De todas formas, la relación motivacional es una relación psíquica entre dos (l l H6), I/indics, Tilingo.
430 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 431

nal). En contraposición, el movimiento de la psicología es regresivo y no ideo- refieren, de hecho y de derecho, más que a la actitud de los sujetos religiosos
lógico. La psicología trata de delimitar el punto de inserción de este movimiento que estudia. Su juicio de verdad es, por consiguiente, un enunciado sobre la
específicamente reconocido («la necesidad religiosa») y situarlo en la trama de veracidad o la autenticidad de una actitud o de un comportamiento.
los dinamismos psíquicos más generales y más fundamentales, partiendo de los Por otra parte, el término ilusión no es de orden puramente epistemo-
cuales ese movimiento se orienta. lógico. Cierto que no se sitúa en el plano de la verdad. Pero la no verdad que
Algunos elementos proporcionados por el estudio psicosocial de ciertas significa es el resultado de una relación de dinamismos psicológicos, relación
sectas escatológicas pueden ilustrar el alcance de esta búsqueda regresiva y que Freud llama económica.
psicológicamente causal. Recordemos aquí cuanto hemos expuesto sobre el descentramiento de la
Observaciones y encuestas 19 nos informan de que los sujetos que se afi- conciencia humana que operan las ciencias antropológicas. La razón, facultad
lian a dichas sectas son a menudo gentes socialmente desarraigadas, emigrados de la verdad, se halla inserta en un conjunto que la determina en gran medida.
solitarios, pobres desilusionados, personas fracasadas en su trabajo y en su vida El error no emana exclusivamente del no saber teórico, sino también y en tanto
familiar. La secta les hace descubrir aquello que la sociedad les ha negado: la grado del querer, en la medida en que éste se ve dificultado por las necesidades,
fraternidad, la promesa de un mundo nuevo y mejor y una serie de principios las pulsiones y los movimientos afectivos.
que condenan su ambiente actual. La denegación es una de las formas del lazo causal que puede anudarse
Estas correlaciones psicosociales prueban que una fe intensamente escato- entre la fe religiosa y los deseos psicológicos. Pero existen otras: racionaliza-
lógica no tiene un significado por sí misma. El objeto intencional de la fe no ción, sublimación, prohibición, proyección... Así, la psicología profundiza la
se persigue sino como reacción a un determinado fracaso humano. El objeto cuestión del cogito y de la duda. El cogito, reconocido por Descartes como el
religioso sustituye al objeto primero de los deseos humanos. A causa de su centro de la duda y de la verdad, se revela asimismo como un poder de ilusión
fracaso, el individuo quiere alejar el objeto propio de sus aspiraciones y susti- y de proyección.
tuirlo por un objeto sobrenatural. El comportamiento religioso de estos secta- Pasando por alto los ejemplos de las religiones en que la inautenticidad
rios debe, por tanto, ser calificado de funcional. No tiene su sentido en sí aparece en su manifestación psicosocial, el psicólogo debe atacar directamente
mismo, en un dinamismo teleológico que le sea propio. Recibe un significado la cuestión fundamental: toda religión, ¿no deriva quizá de un proceso de sus-
a través del rodeo de la negación y de la sustitución por su contrario. Tal fe titución o de proyección? ¿No se halla siempre afectada por el coeficiente de
escatológica se explica, pues, como la cólera, por la reacción contra su contra- ilusión? Freud planteó la pregunta con la máxima exigencia. Otros psicólogos
rio: el mundo real deseado y siempre inaccesible. formulan interrogantes más limitados y se preguntan, por ejemplo, por las mo-
Sobre la base de este análisis psicológico se impone un juicio de verdad: la tivaciones psicológicas de una religión dogmática. Pero su juicio de veracidad
fe religiosa que procede del rechazo de lo real primitivo será considerada como depende siempre del lazo genético y motivacional que ellos creen poder esta-
ilusión ^ en la medida misma en que reniega de lo real efectivo y tiende a sus- blecer entre los fenómenos religiosos y las tendencias humanas.
tituirse en él. Esta fe religiosa tiene sentido para el sujeto en función de la
Es necesario, pues, que nos informemos sobre algunas teorías psicológicas
pesadumbre humana; no lo tiene en sí misma.
y sobre los tipos de génesis que ellas proponen si queremos hallarnos en con-
Para pronunciarse sobre la verdad de la religión, el psicólogo dispone de
diciones de comprender y de juzgar las diversas críticas psicológicas de la re-
criterios que le son propios. A diferencia del filósofo, no enuncia un juicio
ligión.
sobre la realidad del objeto religioso, la existencia de Dios. Los criterios no se
Nos limitaremos en este trabajo a trazar una rápida reseña de las mismas.
El simple esbozo de los dinamismos constitutivos de la persona humana nos
" Entre los numerosos estudios existentes, puede consultarse sobre este punto preciso
W. R. Catton, What Kind of People Does a Religious Cult Attract?: «American Sociological
revelará los múltiples lazos psicológicos de la religión. Dicho esbozo nos hará'
llcview (1957), pp. 561-66; W. E. Gregory, The Orthodoxy of the Authoritarian Personality: comprender la extraordinaria complejidad de la evolución religiosa que el hom-
«Journal of Social Psychology», 45 (1957), pp. 217-32, y J. Labbens, Le «sectaire»: «Chronique bre puede recorrer durante su desarrollo psíquico. Igualmente nos permitirá
Soriale de France», París, 60 (1952), pp. 513-15.
20
Es el título de una obra de S. Freud acerca de la religión: Die Zukunjt einer Illusion, en
situar las diversas tentativas de reducir la religión a un fenómeno humano sin
Gesammelte Werke, XIV (1927), Londres, Imago. consistencia de verdad.
INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 433

inclinaron finalmente hacia el ateísmo, como veremos en los parágrafos si-


III. INTERPRETACIÓN PSICOLÓGICA DE LOS FENÓMENOS guientes. Porque, como dice Feuerbach, ¿no es quizá el sentimiento para nos-
RELIGIOSOS EN EL ATEÍSMO CONTEMPORÁNEO otros una segunda subjetividad? La religión es sentimiento, y el sentimiento
es, por su naturaleza, religión. ¿No es, por tanto, una realidad muy humana?
1. Precursores modernos de la crítica psicológica de la religión ¿Es acaso la religión otra cosa que el ser humano que se halla en lo más pro-
fundo de nosotros, que está, sin embargo, separado de nosotros y, por consi-
L. Feuerbach (1804-1872) opera la transición del idealismo hegeliano a un guiente, hemos de reconquistar?
humanismo radical y materialista. Para Feuerbach, «el secreto de la teología El estudio del sentimiento religioso, tal como lo instaura Feuerbach, reivin-
es la antropología». Feuerbach es uno de los padres del humanismo ateo moder- dica para el hombre esta labor de conquista del propio ser alienado.
no. Y su ateísmo militante y ético se funda en una crítica propiamente psico- El hombre persigue en la religión el desarrollo de lo que constituye el cen-
lógica de la religión. Cierto que las objeciones contra el ateísmo no aparecen tro de su ser: los sentimientos. Pero lo hace por el camino de la ilusión y de
todavía en él elaboradas en conceptos y en leyes psicológicas sistemáticas. Sin su propio engaño. Por eso, en vez de realizarse según su ser íntimo, se aliena
embargo, su punto de vista es esencialmente psicológico. La realidad de la reli- a sí mismo hasta el momento en que el Dios al cual se refiere para convertirse
gión y el valor de la actitud religiosa son examinados y juzgados en relación en hombre no es más que un falso reflejo de la humanidad. «La cuestión de la
al hombre. Feuerbach quiere que el hombre se comprenda a sí mismo en las existencia o de la no existencia de Dios (...) es para mí la cuestión de la exis-
actitudes que asume, en los sentimientos y los deseos que anidan en su interior. tencia o de la no existencia del hombre» 22. La verdad de la religión consiste
No es la teología objetiva la que puede juzgar sobre la verdad de las tesis reli- en la superación de sí misma en un humanismo radicalmente ateo. «La fe no
giosas. Los conceptos, en efecto, expresan sólo los sentimientos y deseos del es más que la fe en la divinidad del hombre» 23.
hombre. El corazón del hombre está habitado por nobles sentimientos: la búsqueda
Feuerbach pretende completar el estudio de Hegel y hacer triunfar el re- de la verdad, la voluntad de actuar según las leyes de la conciencia y, sobre
torno a sí mismo y el esfuerzo por volver a tomar posesión de sí. Su crítica de todo, la tendencia a amar a los demás hombres. El hombre desea ser sabio,
la religión se inscribe en el vasto movimiento antropológico que, a partir del santo y benévolo. Estas son cualidades divinas24. Ellas constituyen para el
final de la Edad Media, impulsa el pensamiento occidental y le hace progre- hombre su felicidad. Sólo que no las posee en el estado de perfección. Por ello,
sar, a través de Lutero, Descartes, Kant, Hegel, Nietzsche, hacia una pregunta en su impaciencia por llegar a la felicidad, el hombre trata de divinizarse pa-
radical del hombre sobre sí mismo y su postura, pregunta que culmina en el sando a través de un Ser divino que posea plenamente estas cualidades. Por la
marxismo, en el psicoanálisis y en ciertas formas del existencialismo. participación en las cualidades divinas, que este Ser le ofrece gratuitamente,
«El sentimiento es la esencia humana de la religión. El sentimiento es el el hombre se ve ya divinizado25.
centro de tu ser, y al mismo tiempo es un poder distinto e independiente de En realidad, el hombre ha tomado de sí mismo estas cualidades divinas y
ti. Está en ti y más allá de ti. Es tu ser más propio, pero lo captas como otro es él quien las cede a Dios, del cual hace un ser perfecto. El hombre sustanti-
ser. Es, en una palabra, tu Dios. Entonces, ¿por qué pretendes distinguir de fica en Dios la perfección de humanidad hacia la cual aspira. Y para alcanzarla,
ese ser que hay en ti otro ser sustancial, como algo más allá de tu sentimien- se priva a sí mismo de ella: se considera ignorante, débil, malvado, para pro-
to?» 21. yectar mejor en Dios lo que él es y desea ser de modo perfecto. Así, pues, crea
Este texto fundamental expresa muy bien el descubrimiento moderno de a Dios con su deseo26.
la subjetividad. El hombre es un ser de afectividad y deseo tanto como de razón. Esta expoliación de sí mismo puede satisfacerle por un cierto tiempo. Pero
La religión, que concierne a su ser último e íntimo, tiene su lugar de nacimiento es nefasta y moralmente falsa y le aliena, por tanto, doblemente. La religión
y su peso de existencia en la afectividad. Los pensadores creyentes de aquella
época y los primeros psicólogos de la religión compartían la misma convicción 22
I, p. XV.
y trataban de circunscribir este mismo centro vital de la religión. Muchos se » VII,
24
p. 180.
VII, p. 26.
" VII, pp. 55-63; 250-53.
" Feuerbach, Samtlicbe Werke. VII, Das Wesen des Christcntums, Leipzig, 1846-66. " VII, pp. 58-65.
2K
434 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 435

es nociva, ante todo porque por medio de ella el hombre transfiere sus intere- hombre vaya arrebatando cada vez más atributos a Dios para atribuírselos cada
ses y su amor hacia el más allá, descuidando a la humanidad. No ama verda- vez más a sí mismo...» 32 .
deramente al hombre por sí mismo y de manera profunda. Incluso es hostil La crítica de Feuerbach es verdaderamente de orden antropológico y tiene-
hacia él. Las realidades humanas, la ciencia, la cultura, el amor, quedan des- un gran alcance psicológico. Señala un momento en la toma de conciencia de
valorizadas desde el momento en que el hombre no tiene más que un solo obje- sí mismo en el cual el hombre emerge de su dependencia servil. Se puede decí i
to de esfuerzo y de felicidad: la perfección humana transferida a un trascen- que el ateísmo, tal como lo describe Feuerbach, es lo mismo que los psicólogos
dente y sustantificada en Dios. La idea de una humanidad por hacerse debe, denominan infantilismo religioso. Los motivos dinámicos que fundamentan l;i
pues, reemplazar a la idea de Dios27. Esta idea no representará jamás la misma actitud religiosa se reducen a una idealización narcisista del deseo (la sustan-
perfección absoluta de la felicidad, pero la grandeza del hombre es también tivación en lo absoluto de las cualidades humanas deseadas). Con la aceptación
capaz de aceptar su condición con un realismo viril2S. de la realidad limitada, pero rica en posibilidades, y con la verdadera relación
Por esta consagración a la humanidad in fieri, el hombre recobra la ver- con los demás, el hombre se encuentra a sí mismo en su autonomía expansiva.
dadera postura ética. Su amor al prójimo será entonces verdadero. Al mismo Todos los procesos analizados por Feuerbach evocan procesos dinámicos, pues-
tiempo será verdaderamente religioso, porque lo que es verdaderamente divino tos de relieve por la psicología de la personalidad.
es el amor recíproco entre los miembros de la humanidad. «Dios es la unión El ateísmo de Marx no es de naturaleza metafísica y psicológica, como el
del tú y el yo» 7S. de Feuerbach. Marx no se interroga nunca acerca de los sentimientos de lo
Asimismo, la humildad del ateo será auténtica. La del creyente es necesa- absoluto que anidan en el hombre. El universo divino no es para él más que
riamente falsa. Porque él es humilde para encontrar su recompensa en las aten- el reflejo de ciertas estructuras sociales, y el cristianismo, religión absoluta que
ciones especiales que le presta su Dios y para recuperarse en una divinización condensa a todas las demás en una plenitud de trascendencia, supone la más
recibida de este mismo Dios 30. El ateo, por el contrario, acepta servir y amar profunda perversión del espíritu humano. Dios no es más que un rostro sin
las inmensas posibilidades que se realizan progresivamente en la humanidad. consistencia alguna. «La religión, viviendo de la tierra y no del cielo, no posee
Su último fin está en el coronamiento o realización de sí mismo como hombre en sí contenido alguno y se disuelve desde el momento en que se suprime lu
en los demás, en la humanidad. absurda realidad (social) de la cual ella es la teoría» 33. La cuarta tesis de Marx
La religión no ofrece, por tanto, más que una ilusión y la ventaja senti- sobre Feuerbach denuncia ex abrupto la teoría de éste respecto a la autoalie-
mental de recibir de otro lo que uno mismo no realiza en sí. «Es más agradable nación del hombre. El desdoblamiento del hombre entre algunos fundamentos
y cómodo sufrir que actuar, más agradable ser liberado y salvado por otro que terrenos y un mundo religioso como reino autónomo no se explica, según Marx,
liberarse a sí mismo..., saberse amado por Dios que amarse a sí mismo...; más por ninguna tensión interior, sino por las contradicciones terrenas únicamente.
agradable y cómodo, generalmente, dejarse conducir por el propio corazón como Por tanto, el ateísmo de Marx es más radical, en cuanto que rechaza incluso
si fuera el corazón de otro y a la vez una realidad idéntica a la nuestra, en lugar la apertura a la llamada religiosa que Feuerbach reconoce en la interioridad
de conducirse a sí mismo mediante la inteligencia y la razón...» 31. afectiva del hombre.
El ateísmo es la apropiación por parte del hombre de todo lo que constitu- El hombre en su plenitud, proyectado hacia un futuro mítico, no engen-
ye su humanidad. En la sístole religiosa, el hombre rechaza de sí su propia drará tan siquiera el concepto de Dios. Pero las elucidaciones marxistas acerca
naturaleza, se rechaza a sí mismo; en la diástole religiosa, vuelve a tomar en de ese mismo hombre en plenitud, que será pura positividad terrestre, son muy
su corazón ese mismo ser que antes había rechazado... «El camino para el pobres. La crítica de Feuerbach prefigura un tipo completamente distinto de
desarrollo de la religión consiste más precisamente en lo siguiente: en que el ateísmo, aquel al que nosotros llamamos psicológico porque se mide con el
hombre, con sus deseos y sentimientos, con el hombre interiormente compro-
27
metido en el proceso de su humanización. Por la misma época, Nictzsche inten-
VII, pp. 147-83; 220-21.
" VII, pp. 147-83.
ta asimismo entablar un proceso a Dios. Imagina el mismo argumento huma-
" II, Grundsatze, p. 344.
30
VII, p. 61. VII, pp. 62-63.
51
VII, p. 197. Curta del 30 de noviembre de 1842 « Amolcl Ruge, MliCJA, I, I .!, 1929, p, 286.
436 A. VERGOTE
INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 437
nista y psicológico, afirmando que sólo la muerte de Dios permite al hombre
completar su humanidad. (Con respecto a Nietzsche, remitimos al lector al dad que no está aquí mediatizada ni por la razón ni por la voluntad. En 182 I •
capítulo I de la quinta parte de este volumen). Schleiermacher lo afirma con claridad: la religiosidad considerada en sí mismu
no es ni un saber ni una acción, sino una determinación del sentimiento o de
2. La psicología del «sentimiento religioso» la conciencia inmediata de sí36. La verdad de las representaciones religiosas no
reside en los objetos, sino en los estados de ánimo que ellas expresan. Claro
El descubrimiento de la subjetividad en los tiempos modernos repercutió está que Schleiermacher no niega toda verdad a la religión. Ella es la concien
profundamente sobre los estudios acerca de la religión y dio impulso a la psi- cia de nuestra unidad con el Infinito que se refleja sobre la naturaleza. Es «el
cología como ciencia del hombre. No hay que extrañarse de que numerosos sentimiento y el gusto del Infinito»37, el sentimiento de la absoluta depon
psicólogos manifestaran por el fenómeno religioso en los primeros decenios dencia.
de este florecimiento (desde comienzos del siglo xx hasta 1930) un interés que La reducción de la religión al sentimiento operada por Schleiermacher dejo
desapareció para no volver a surgir, bajo otras formas y con otros métodos, una huella profunda en la primera psicología religiosa. Tal reducción delimita
hasta después de la última guerra mundial. El florecimiento y la rápida des- para la psicología de la religión una región propia, la de la interioridad, y con
aparición de numerosas revistas de psicología religiosa testimonian este súbito ello le permite constituirse como una ciencia específica. Pero al mismo tiempo
interés y su vinculación con una problemática bastante particular y pasajera. orienta esta psicología por un camino en parte erróneo, del cual le resultará
Los textos de Feuerbach han puesto de manifiesto al menos la ambigüedad difícil salir. Además, le proporciona el principio de una crítica negativa de la
de las raíces afectivas de la religión. La historia de la primera psicología reli- religión, porque una religión encerrada en la inmanencia subjetiva se presta
giosa la confirma. Para unos, reducir la religión a la subjetividad afectiva es directamente a una comprensión que tiene su eje en la oposición entre lo sul>
el único modo de devolverla a su tierra natal; para otros, esa reducción no hace jetivo y lo real óntico. Por otro lado, algunas fórmulas de Schleiermacher pr
resaltar claramente su carácter aleatorio e ilusorio. Los psicólogos no abando- nuncian extrañamente las de Feuerbach. Así, cuando afirma que la existene
narán ya esta problemática, que se irá profundizando a través del psicoanálisis de Dios no puede sernos dada y que nosotros no tenemos un concepto de Di»
del deseo en Freud, y a través de la psicología analítica del alma y de su proyec- sino en cuanto somos Dios, es decir, en cuanto lo tenemos en nosotros3lt. Poco
ción en Jung. La cuestión de la verdad o de la ilusión de la afectividad y del falta para considerar a Dios solamente como nuestra propia sustancia, todavía
deseo permanecerá siempre pendiente. extraña a nosotros mismos. La afirmación de esta dualidad puramente interior
Fueron los pensadores pietistas los que inauguraron esta problemática. Uno abrirá rápidamente la puerta a una crítica motivacional, que trata de reducir
de los primeros, Lessing, opone a la fe dogmática, a la religión de la razón, la tal distancia interior para hacer que el hombre acceda a su propia autonomía
experiencia religiosa interna, que es la única verdad de la religión. «¿Por qué integrada.
tendría que interesarse el cristiano por la opinión de los teólogos cuando se Numerosos psicólogos han adoptado los puntos de vista de Schleiermaehei
considera ya salvado?» 3*. y han proseguido el estudio psicológico de la experiencia religiosa o del sentí
Sin embargo, fue F. Schleiermacher el primero en elaborar con firmeza los miento religioso. Mediante el análisis de documentos personales, W. James
principios de una filosofía de la religión como sentimiento. «En su esencia —es- trató de deducir los diversos tipos de experiencia religiosa, sus relaciones con
cribe en 1799—, ella (la religión) no es ni pensamiento ni acción, sino con- la psicopatología y, sobre todo, su especificidad esencial39.
templación intuitiva y sentimiento» 35. Esta Anschauung (visión, contempla- K. Girgensohn40 utilizó el método de las asociaciones libres (suscitadas cu
ción) ligada al sentimiento consiste en representarse todos los datos del mundo algunos lectores de textos religiosos). Al final de sus análisis desemboca en una
como acciones de Dios. Y la representación del universo se realiza en la inte-
16
rioridad. Siendo representación interior del universo y sentimiento, presencia 37
Véase Der Christliche Glaube, vol. III, § 3 y § 4.
inmediata a sí misma, la religión pertenece fundamentalmente a una interiori- Über die Religión, Band II, p. 242.
" Dialektik, Kritische Ausgabe von J. Halpern, Berlín, 1903, pp. 224; Ausgewahlte Werke,
II, pp. 78.
" G. E. Lessing, Axiomata, Samtliche Werke, E. Gosche, VIII, p. 407. " The Varieties of Religious Experience. A Sttidy in Human Nature, Nueva York, Longiiiuna
" Schleiermacher, Ausgewahlte Werke. IV, Über die Religión. Reden an die Gebildeten unter
Grccn, 1902.
ihren Vcrachlcrn, Leipzig,. F. Meiner, 1913, p. 241.
" Der scelischc Aujhau des religibsen Erlehnis. V.ine religions-psychologischc llntcrsuchwig auf
experimcntellér Grmidlage, Gütersloh, Bertelsmann, 1921
438 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 439

definición de la esencia de la religión, que, según él mismo comprueba, está es- La religión debe ser comprendida mediante la psicogénesis. Dios es en
trechamente emparentada con las tesis expuestas intuitivamente por Schleier- último término la expresión suprema de la personalidad, el valor último que
macher. exigen, para explicarse y conservarse, todos los demás valores de la persona.
G. Wobbermin41 elabora toda una teología psicológica. Fiel a los objetivos Allport parece admitir la posibilidad de una revelación, por medio de la cual
de Schleíermacher, se esfuerza por relacionar las verdades religiosas, los con- Dios se da a conocer a sí mismo en un lenguaje humano y a través de símbolos
tenidos dogmáticos, con los diferentes estados de ánimo correspondientes a tomados de nuestro mundo sensible u. Para él, sin embargo, las relaciones entre
ellos y que constituyen su contenido vivido y su núcleo de verdad. El dogma el hombre psicológico religioso y la presencia divina personal no representan
de la Paternidad de Dios, por ejemplo, expresa nuestro sentimiento de depen- en sí un hecho psicológico. No existe diálogo, y la palabra de Dios no parece
dencia con respecto al Señor absoluto. Con el concepto de Hijo designamos modificar el curso de los sentimientos religiosos. El hombre es esencialmente
nuestro sentimiento de vernos cobijados (Geborgenheit) en un universo go- religioso por una serie de sentimientos que le presentan lo divino en una per-
bernado por la potencia divina. Los enunciados que se refieren al Espíritu Santo cepción inmediata. Y la verdad de los sentimientos religiosos se mide según
hablan de nuestra unión personal con Dios. las normas que definen al homo psychologicus: la personalidad adulta, autó-
Los estudios psicológicos no desembocan en el ateísmo. Sin embargo, re- noma, independiente de los conformismos, capaz de hacer crítica, respetuosa
chazan toda verdad objetiva de los contenidos religiosos y son, por tanto, anti- de la libertad ajena. Allport atribuye como objeto a la psicología la función del
dogmáticos para el creyente cristiano. Describen las formas de la religión desde sentimiento religioso en el conjunto de la personalidad del individuo45. Y def i
el punto de vista de la inmanencia del sujeto. Y en cuanto sorprenden en esta ne la personalidad según criterios psicológicos demasiado funcionales: los que
interioridad una experiencia y un sentimiento religioso, concluyen en su verdad. componen el ideal de la persona llamada adulta.
No plantean la cuestión de una explicación que supere o rebase el plano del Anteriormente hemos mostrado cómo Feuerbach, en virtud de sus exigen-
sentimiento religioso. Por esta razón, su tendencia no es más que parcialmente cias de autonomía, denuncia la religión como pérdida de humanidad. En los
reductora. Es, sin embargo, «psicologista» en cuanto reduce toda verdad de la términos de la psicología en cuestión, es calificada como inmadurez inconscien-
religión a los resortes afectivos del hombre. Su óptica es la del hombre como te. Veremos más adelante que Freud destruye el ideal del homo psychologicus
homo psychologicus. apelando a la razón y a la verdad. La óptica del homo psychologicus resulta,
Esta consideración se ha mantenido y enriquecido por múltiples invenciones pues, insuficiente, dado que éste no lleva en sí sus propias coordenadas.
metodológicas y numerosas experiencias clínicas. Si bien no satisface al espíritu
que plantea la cuestión de la verdad filosófica o teológica de la religión, ha per- 3. Las tentativas de explicación psicofisiológica o biológica
mitido estudiar las correlaciones que existen entre los diversos movimientos de los sentimientos religiosos
afectivos y las formas de creencia y de práctica religiosa. Como modelo de un
tal estudio propiamente psicológico, en el sentido limitado que acabamos de Los primeros psicólogos que se enfrentan con la cuestión de la explicación
exponer, citaremos la obra de G. Allport42. Uno de sus capítulos estudia los psicológica de los fenómenos religiosos recurren a factores biológicos y fisio-
«orígenes de la investigación religiosa». Allport muestra su variedad y vincula lógicos. A causa de ello, su tendencia es netamente más reductora. El esfuerzo
las expresiones o creencias teológicas a las diversas fuentes afectivas, como mismo de tratar de explicar la religión reduce casi inevitablemente la verdad a
la experiencia de poder (de donde surge la idea de la omnipotencia divina), la sus causas humanas.
necesidad de afecto (de ahí el Dios-amor), la necesidad de paz (fuente de la C. Stanley Hall **, el primer psicólogo que aplicó en gran escala el método
idea del Dios-consolador), la necesidad de dirección (que se expresa en la creen positivo de los cuestionarios, comprueba el lazo existente entre el desarrollo
cia en el Espíritu Santo)... 43 . religioso y la formación de la edad adulta. Estudia particularmente la encru-
cijada decisiva de la adolescencia. Concluye en la universalidad de la conversión
41
G. Wobbermin, Die Methoden der religionspsychologischen Arbeit, en Handbuch der bio-
44
logischen Arbeitsmethode, VI, cap. I, Berlín-Viena, Urban & Schwarzenberg, 1928, pp. 1-44. P. 139.
41 45
The Individual and bis Religión. A Psycbological Interpretaron, Nueva York, Macmillan, P. X.
44
1953. Adolescvnce, its Psycbology and its Relation to Psycbololony, An/hro/iolngy, Socmlogy, Sex,
41
Ibíd., pp. 13-14. <"< •'•••. /M/g/i'" ••" •' r<hication, Ntwvu York, Applcion, 1904
440 A. VERGOTE
INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 441
en aquella edad y en el estrecho parentesco que presenta con la revolución
mente dentro del movimiento de una psicología religiosa que se está buscando
sexual, que prepara también para la edad adulta. El autor ha de valerse de sus
a si misma. J. Leuba ilustra la posición atea resultante del encuentro de una
conocimientos biológicos y psicológicos para explicar estas dos formaciones
concepción psicológica inmanentista con un proyecto de explicación.
paralelas.
E. D. Starbuck47 realiza respecto al tema de la conversión un estudio toda- Ciertamente, no todos los psicólogos de la religión han deducido de sus
vía más rigurosamente empírico. Explica esta conversión por causas ante todo investigaciones explicativas juicios similares acerca de la realidad de la religión
fisiológicas. La conversión es una forma condensada del desarrollo de la adoles- Th. Flournoy, de Ginebra, se atiene a un punto de vista puramente empíri
cencia hacia una vida heterocéntrica. Asume carácter religioso cuando el sujeto co . Elabora los dos principios que la escuela francesa ha considerado durante-
atribuye este cambio a una ayuda divina. En este caso, las nuevas fuerzas «son mucho tiempo como la carta magna de la psicología religiosa: la exclusión me
objetivadas y se convierten en la influencia que ejerce una personalidad espi- todológica del Trascendente y la explicación biológica. Protestante, liberal y
ritual exterior» *. Por tanto, la conversión no es de hecho más que una evo- pietista, Flournoy debe ser colocado entre los psicólogos que hemos menciona-
lución interior, exigida por ciertos procesos fisiológicos. Se podría concluir con do en el parágrafo 2. Pero cabe preguntarse si su doble principio directivo no
todo derecho que la idea de Dios no es más que una atribución nominal, una implica necesariamente una resuelta toma de posición atea y no sólo metodo-
proyección, según el lenguaje de los psicólogos actuales, sin valor alguno de lógica. No se ve muy bien qué subsiste de la religión después de su reducción
existencia real. a la afectividad y de la explicación biológica de esta última.
James H. Leuba49 ha llegado a la siguiente conclusión: describe cómo la
religión fue primeramente desterrada de la cosmología y la historiografía para 4. ha crítica freudiana de la religión
recluirse en la interioridad del hombre. Ahora bien: la nueva ciencia psico-
lógica, que para Leuba es igualmente la ciencia de la interioridad, nos explica Es particularmente difícil presentar en unas breves páginas el psicoanálisi:
a Dios como una instancia psíquica. Pero si Dios no tiene otra existencia que de S. Freud y sus aplicaciones a los fenómenos religiosos. Mientras que toda
la subjetiva, y si la fe religiosa no es más que un proceso psíquico, ¿no es pre- las psicologías se esfuerzan por examinar la vida de la conciencia concreta v
ciso negarle todo valor y toda pretensión de objetividad? Consecuente con su pueden entrar, por tanto, directamente en una antropología filosófica, el psico
principio metodológico, Leuba llegó efectivamente a una toma de posición atea análisis se ocupa de las formaciones psicológicas no pertenecientes al área de la
y acabó por expulsar a la religión del refugio interior donde él mismo la había conciencia y que, no obstante, la condicionan y determinan en gran parte. Tam
encerrado. Por otra parte, su libro más reciente sobre el fenómeno místico re- bien la historia de las relaciones del psicoanálisis con las demás ciencias del
pite la misma crítica atea. El misterio se explica mediante procesos puramente hombre constituye ante todo un conglomerado de malentendidos. En diversas
psicológicos y fisiológicos (tendencia a la afirmación de sí mismo y necesidad ocasiones, la psicología, la filosofía y la sociología han tratado de asimilarse el
de estimación; necesidad de apoyo moral, de ternura y de paz; socialización de psicoanálisis, pero despojándolo de sus leyes fundamentales. La tesis de un
la voluntad individual; impulsos sexuales)50. La vanidad y vacuidad de la expe- inconsciente psicológico sigue siendo la piedra de escándalo que se trata siem
pre de eliminar haciendo oscilar lo insconsciente en lo preconsciente. No nos
riencia mística, que Leuba piensa haber demostrado, arrebata a los creyentes
corresponde aquí discutir o justificar las tesis freudianas sobre la formación de¡
el último argumento de su fe en un Dios personal y debe destruir una fe juz-
inconsciente y la génesis de la personalidad. Nos limitaremos a comentar los
gada como perniciosa51.
escritos de Freúd sobre la religión situándonos en la óptica freudiana. Quere-
No es ésta la ocasión de subrayar la radical falta de rigor científico de que mos conservar en todo su vigor el concepto de lo inconsciente, tal como se halla
adolece el biologismo psicológico de J. Leuba. Basta con haberlo situado breve- estructurado por el complejo de Edipo, y acogemos con simpatía las experien-
cias las estructuras y las interpretaciones que la obra de Freud nos ha dejado.
47
The Psychology of Religión. A Empirical Study of the Growth of Religious Consciousnes, En nuestra opinión, no se puede pensar en elegir entre los conceptos freudia-
Mueva York, Ch. Scribner's Sons, 1899.
41
E. D. Starbuck, o. c, p. 161.
" The Psychological Origin and the Nature of Religión, Londres, Archibald Constable, 1909. " Les principe* de la psychologie religieiue: «Archives de PsycholiiKic». I'nrls, 2 (196.3),
'" .1. H. Leuba, o. c, pp. 175-88.
" J. H. Leuba, o. c, p. 390ss. pp. 37-41.
442 A. VERGOTE
INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 443
nos los datos que a priori parecen aceptables de acuerdo con los criterios de
inteligibilidad psicológica, filosófica o teológica. Cada cual tiene pleno derecho angustias y de los complejos de culpa rechazados. El psicoanálisis revela, pues,
a adoptar las teorías psicológicas que más válidas considere. Pero es preciso motivaciones que son propiamente explicaciones causales de un orden total-
recordar que no se pueden juzgar las teorías científicas sino a partir de las expe- mente particular y fundamental. Como hemos dicho, el término explicación
riencias en las que ellas pretenden fundarse. Filosofía y psicología deben, por psicológico-causal recibe aquí su plena aplicación.
consiguiente, dejarse enjuiciar por la experiencia psicoanalítica, así como por El psicoanálisis nos hace asistir a una inversión revolucionaria de la pers-
cualquier clase de experiencia científica. pectiva tanto psicológica como filosófica. El hombre se encuentra descentrado
Supondremos conocidas las adquisiciones freudianas en su auténtico sen- respecto a su conciencia, que había sido siempre considerada como el punto
tido 53 y seguiremos a Freud en sus estudios sobre los fenómenos religiosos. de Arquímedes de su ser. La intrépida convicción de la psicología académica,
A continuación, instalándonos en el mismo terreno de Freud, discutiremos bre- así como de la filosofía, de poseer la garantía de la verdad en la evidencia de
vemente sus tesis sobre el teísmo. los contenidos conscientes vividos se ha derrumbado ante las desmitificaciones
Un breve recuerdo de la dimensión propia del psicoanálisis parece, sin em- psicoanalíticas. Ningún psicólogo nos ha enseñado tanto sobre el hombre como
bargo, indispensable para adentrarnos en el psicoanálisis de la religión. Hemos Freud.
demostrado en el capítulo introductivo de esta segunda parte cómo la dimen- El psicoanálisis ha destruido definitivamente la imagen del homo psycho
sión de lo profundo, de la que se ocupa el psicoanálisis, consiste en la acción logicus, el hombre de los sentimientos y de los comportamientos, que se pueden
que algunas estructuras y significaciones, presentes en el cuerpo vivido (o sea, conocer en el universo cerrado de su conciencia y de sus comportamientos fe-
afirmado como tal cuerpo) y en el lenguaje inconsciente, ejercen sobre el com- noménicos. Ciertamente, Freud fue muy lejos en su escepticismo y negó dema-
portamiento del hombre, sobre sus pensamientos y sus obras. La ciencia clínica siado al poder reflexivo de la razón, a la finalidad abierta de sus sentimientos
ha revelado que el «yo» psicológico, la conciencia en primera persona, se halla y a la libertad creadora de la libertad. Una antropología completa no puede rea-
interiormente acompañada, determinada y atravesada por sentidos vividos y lizarse ya sin la teoría del inconsciente ni sin una psicología y una filosofía de
por las intenciones (Absichten) que escapan a toda toma de conciencia directa. la conciencia en primera persona. Corresponde a nuestra época elaborar una
Estos sentidos e intenciones se han formado a través de las estructuras que antropología que se sitúe en el movimiento circular, dialéctico, de las relaciones
las experiencias infantiles han creado en los impulsos, que son la primera base entre conciencia e inconsciente.
de la vida psíquica. Por esta razón, el psicoanálisis nos obliga a una duda mucho Freud juzga severamente las filosofías religiosas, incluso demasiado severa-
más radical que la duda cartesiana. En efecto, la conciencia no está ya sola- mente. Para él, las pretensiones ideológicas del yo se relacionan estrechamente
mente expuesta al error epistemológico, sino que está expuesta también a las con el contenido inconsciente. Freud desprecia la religión de los filósofos, por-
insidias que el lenguaje arqueológico de los deseos y de los simbolismos pueden que ésta desconoce totalmente la relación personal entre el hombre y su Dios H.
introducir en el discurso de la razón. El pasado, que permanece presente y ac- La religión no es para él ni un sentimiento místico (en el cual no ve más que
tuante en el inconsciente, pesa sobre la voluntad deliberada y sobre las obras una repetición del lazo narcisista primario con el todo indistinto) ni una especu-
tic la conciencia. Las figuras del espíritu suceden a la protohistoria infantil. La lación sobre la verdad (ésta no podría jamás interesar al hombre en su ser
conciencia puede desarrollar sus posibilidades; puede también, sin quererlo y personal de deseo). Para Freud, la verdadera religión es el culto del Padre todo-
sin saberlo, repetirlas. En este caso, el contenido sustancial de sus pensamien- poderoso, legislador y providencia protectora. Dios es el Padre, respecto al cual
tos y de sus obras no es en gran parte más que la máscara de los deseos, de las el hombre confiesa sus lazos de dependencia, de culpabilidad y de obediencia.
Ninguna necesidad religiosa espontánea explica este concepto del Padre, pues-
" Permítasenos señalar una obra, realizada en colaboración, que hemos dedicado al conjunto to que no es una idea innata en el sistema de las pulsiones. Para comprender-
del psicoanálisis freudiano (conceptos y técnicas, antropología y psicología): H. Pirón, A. Vergote
y W. Huber, La psychanalyse, science de l'homme, Bruselas, Dessart, 1964. (Están en prepara-
lo, es preciso recurrir a la dinámica de las pulsiones y ver cómo la idea de Dios •
ción traducciones en holandés, español e inglés.) El lector encontrará una buena iniciación en se forma a través de la estructuración de la vida pulsional.
R. Waelder, Basic Thenry of Psychoanalysis, Nueva York, Int. Universities Press, 1955. Trad. Según Freud, las fuentes de la religión son numerosas 5 \ Sin embargo, él
franc: Les fondements de la psychanalyse, París, Payot, 1962; A. Coerres, Methode und Erfabrun-
%en der Psychoanalyse, Munich, Kosel Verlag, 1958. (Buena confrontación con una filosofía " Die Zukun// ciner ¡Ilusión, en Gcsammclte Werke, XIV", Londres, himno, 1947, p. 57.
espiritualista). " Para el análisis de los críticos freudinnos de ln religión remitimos ni lector ni estudio más
!>i' ''indiziulo <|M. ii'inos publicado n este propósito en Psychiinnhse, seirnre dr l'hnmmt'.
INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 445
444 A. VERGOTE
y la reducción de su dominio ante el progreso de la razón y la ciencia prueban
siguió esencialmente dos líneas de investigación y de estudio, y ambas tienden
piensa Freud, que está fundada sobre el sentimiento y no sobre la razón. Y 1¡I
a explicar cómo surgió la idea de la paternidad de Dios. Presentaremos suce-
negativa de los creyentes a enjuiciar sus convicciones religiosas, ¿no demuestni
sivamente estos dos caminos. En El futuro de una ilusión 56 (1927), Freud ana-
asimismo una adhesión exclusivamente afectiva? Finalmente, el hombre quien
liza lo que puede resumirse en la expresión «necesidades religiosas» del hom-
la religión porque le es socialmente necesaria, en cuanto que es fundamento
bre. Dichas necesidades nacen de las frustraciones que mortifican los deseos
solemne de las leyes morales, cuya naturaleza exclusivamente humana no se
humanos. En primer término, la sociedad impone restricciones inevitables a las
atreve a reconocer.
pulsiones humanas. Pese a estar al servicio del individuo, se ve obligada a
defenderse contra él, y ambos no pueden nunca reconciliarse plenamente. Freud Estando sostenida por la omnipotencia de los deseos y por la obediencia
no comparte el optimismo de Rousseau ni el de Marx. La sociedad es la obra compulsiva a las leyes, la religión debe parangonarse con la neurosis obsesiva.
ética del hombre. Ella lo define en su misma humanidad. El hombre debe im- Pero no se trata de una neurosis individual. Muy al contrario, evita a no pocos
ponerse a sí mismo la vida social contra sus propias pulsiones, para así equili- individuos una neurosis personal. Es, pues, una neurosis de la civilización. Se
brarlas y limitarlas. Pero estas privaciones suscitan un sufrimiento narcisista puede igualmente compararla con el delirio, ya que es la proyección de un mun-
y un movimiento de rebelión. El patrimonio espiritual edificado por la civiliza- do ilusorio. Pero, por el hecho de ser colectivo, ese delirio no es una forma
ción compensa en amplia medida las privaciones. Ninguna civilización, sin em- ordinaria de patología mental. La religión es una ilusión.
bargo, conseguirá eliminar enteramente el dolor provocado por el conflicto y Freud considera la religión como un estadio necesario en la evolución de
las privaciones. Por este motivo, la civilización trata de proponer una compen- la humanidad. La razón se dejará oír algún día e impondrá finalmente al hom-
sación todavía más poderosa: la religión, que promete el resarcimiento com- bre el honrado reconocimiento de la Annanké, del destino inevitable del mundo
pleto en el más allá. Además, la religión constituye la sola compensación para real. Freud se aproxima a Marx cuando ve en la religión la ilusión en que se
la herida dolorosa que causa en el hombre su impotencia frente a la naturaleza mece la humanidad, frustrada en sus deseos. También para él el hombre pasa a
y frente al inevitable destino de la muerte. la dimensión vertical, a la del cielo, porque sus deseos no encuentran su coro-
namiento en el plano que constituye su lugar propio y su fin específico, el plano
La pulsión de conservación y la búsqueda de disfrute (la libido) impulsan horizontal de las relaciones humanas. Pero Freud va más lejos que Marx. Según
al hombre a la liberación de sus sufrimientos y angustias con el postulado de él, la frustración no es ni propiamente social ni cultural, sino constitutiva de la
una supervivencia. Puede considerarla como verdadera, ya que su narcisismo, humanidad. El humanismo radical que Freud propone no consiste en buscar
caracterizado por la omnipotencia del pensamiento y de los deseos, le hace creer la satisfacción ilusoria de una reconciliación futura, sino en vivir la moral de
en la realización efectiva de sus aspiraciones a una protección, a una recom- la honrada renuncia ante la necesidad reconocida.
pensa y a la inmortalidad. En fin, la nostalgia primitiva del Padre, que deriva
Huelga advertir que numerosas investigaciones y experiencias clínicas han
del apego infantil, hace posible la creencia del adulto en una figura paterna
confirmado, después, que las críticas freudianas contienen una cierta verdad.
omnipotente y autora de los dones esperados. Así, en su impotencia real para
¿Cuántos individuos han abandonado la fe, o no se atreven a acceder a ella,
resarcirse de todas las privaciones, el hombre se entrega a un Padre omnipo-
porque tienen la sensación de que la fe está fundada sobre los sentimientos
tente, dueño de la vida y de la muerte, señor de la eternidad, legislador y guar-
analizados por Freud? 57.
dián de la sociedad.
En Tótem y tabú (1913) x , en Malestar de la civilización (1930) 59 y, final-
Freud reconoce que su crítica repite en lo esencial las ideas de los filósofos mente, en Moisés y el monoteísmo (1939) 60 , Freud instaura una crítica propia-
ateos. Y, de hecho, El futuro de una ilusión presenta un paralelismo declarado, mente psicoanalítica de la religión, una crítica que intenta reconstruir los mo-
incluso en la forma, con el Dialogue Concerning Natural Religión de David
Hume (1751). Pero Freud añade a las tesis racionalistas un fundamento psico- 57
Hemos publicado sobre este tema dos estudios: De l'expériencc a l'atlitude religieuse:
lógico en la economía pulsional. «Archiv für Religionspsycbologie», 8 (1964), pp. 99-113; De l'exférieneie religieuse: «Lumen
Tres características de la religión, según Freud, vienen a confirmar su inter- Vitae*, 19 (1964), pp. 1-44.
pretación psicoanalítica de los fenómenos religiosos. El retroceso de la religión " Tótem und Tabú, en Gesammelte Werke, IX.
w
Das Vnhehagcn in der Kultur, en Gesammelte Werkc, XIV.
"" Moses ttnd der Monolheismtm, en Gesammelte Werkc, XVI.
M
Die Y-ukunlt ciner ¡Ilusión, tracl. franc. por M. Bonaparte, París, Denoel, 1932.
446 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 447

mentos decisivos de su advenimiento. No ataca ya aquí el sentido de lo sagrado padre del pueblo judío, Moisés, asesinándolo a su vez. El sentimiento de culpa-
o la confianza ingenua del adulto en un providencia creada a la medida de las bilidad se adueñó de ellos con una vehemencia excepcional: renegaron de su
aspiraciones humanas. La religión a cuyo estudio se lanza con la pasión de sus acto, pero para reconocer, más que ningún otro pueblo, al Padre eminente.
descubrimientos analíticos es la religión captada en su potencia dramática: el Fue por la repetición histórica del homicidio en Moisés, en otros profetas, en
totemismo —tal como él lo interpreta— y la tradición judeo-cristiana. La reli- Cristo, por lo que judíos y cristianos intensificaron su sentido de culpabilidad
gión no es ya considerada aquí como un momento ilusorio de la civilización. y, consiguientemente, su espiritualización, su engrandecimiento y su diviniza-
Pertenece a la génesis misma de la humanidad, en cuanto que es obra civili- ción de la figura paterna. El complejo de Edipo no es tan sólo el nudo estruc-
zadora. tural de la persona, sino también el dinamismo de la espiritualización en la
En un primer momento, Freud se detiene ante la misteriosa constitución historia humana.
del símbolo de la Paternidad. Seguiremos su trayectoria sin detenernos dema- La religión del Padre, momento cumbre del progreso espiritual y ético,
siado en sus informaciones históricas, llenas de lagunas y demostradas como conserva, sin embargo, los estigmas de su traumatismo originario. El narci-
falsas, ni en sus hipótesis exegéticas ampliamente imaginarias. Según Freud, sismo intolerante y agresivo, el ritualismo obsesionado y el legalismo repre-
la culpabilidad se encuentra en el propio corazón del devenir del hombre (de sivo son las taras inevitables de la religión del Padre. Para traducir plenamente
su humanización). La inserción en el cuadro familiar, la presencia de las pul- a la realidad la extraordinaria potencia espiritual de la religión del Padre, la
siones de ternura, de agresividad, de la propia conservación y el narcisismo humanidad debe dar todavía un paso más: ¡Aceptar la culpabilidad, renunciar
desmesurado: toda la constelación primitiva lleva al niño a la agresión hacía el a las satisfacciones de la religión y entrar en el mundo de la ética de la razón
padre, a la intensificación de la ternura, a la renuncia de los impulsos y a la y el honor!
interiorización de la ley del padre. Culpabilidad e identificación con el padre A la luz de la experiencia psicológica, las miserias de la religión que Freud
representan el camino hacia una reestructuración psicológica acabada. Este denuncia son ciertamente peligros muy difundidos. Igualmente parece probado
movimiento hace que el hombre pase a la conciencia ética y a la religión. La que dichos peligros se explican a menudo por el hecho de que la religión se
religión judaica, sobre todo, constituye un momento decisivo en el progreso enraiza en el complejo de Edipo, sobre el cual se funda la religión del Padre.
de la espiritualidad. Por la prohibición de cualquier representación de Dios, Intentaremos salvaguardar toda la verdad de este análisis, que nos descubre
por la obligación de adorar a un Dios invisible y por el veto de abusar del los condicionamientos inconscientes de la religión. Pero es preciso hacer resaltar
nombre de Dios, la religión completa su evolución en la instauración del reino también las grandes ambigüedades que vician el análisis de Freud, en el que
del Padre. Transformados por el reconocimiento de la función paterna, los se descubre asimismo la insuficiencia de recurrir exclusivamente a las leyes del
hombres llegan a consagrarse al reino del espíritu: a la cultura, al lenguaje y inconsciente para una justa comprensión de los fenómenos religiosos. Cuando
a la inteligencia, por oposición a las percepciones inmediatas y a las satisfac- considera las actitudes religiosas con respecto al Padre, Freud las juzga a veces
ciones pulsionales. como altamente espirituales. Pero en otros lugares las reputa de gravemente
El análisis constitutivo del símbolo paterno que acabamos de compendiar mórbidas y destructivas. Exalta la fuerza paterna y el espíritu de autoridad
no explica todavía la creencia realista en la existencia efectiva de un Dios Padre. que caracteriza a los profetas, pero también denuncia la desvirilización que
Freud era consciente del problema, Pero dado que niega apríorísticamente al acarrea la creencia en el Padre. Sitúa la culpabilidad en el centro mismo del
hombre toda búsqueda propiamente espiritual, no le queda para explicar la movimiento de espiritualización y otras veces identifica esa misma culpabilidad
fe en Dios más que el recurso a ciertos procesos inconscientes, que correspon- con una compulsión envilecedora. Pone la represión pulsional en el origen de la
civilización, y en otros textos la encuentra profundamente malsana.
den no a la psicología individual, sino a la historia humana. Elabora entonces
la fantástica hipótesis del asesinato histórico del padre primitivo. El recono- Si se pretende, con Freud, que las solas leyes del inconsciente agotan la •
cimiento dinámico del Padre grandioso que es Dios no puede ser comprendido, actitud religiosa en su totalidad, no se puede evitar verse arrastrado a tales
piensa él, sino mediante el retorno de lo que fue históricamente rechazado: el contradicciones. La explicación de Freud no tiene consistencia sino al precio
asesinato del primer padre. Y si los judíos en particular se convirtieron en celo- de una grave ignorancia en materias doctrinales y prácticas, materias que la
sos testigos del monoteísmo fue porque renovaron el delito primitivo sobre el religión considera absolutamente esenciales. En efecto, el ritualismo del gesto
448 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 449

religioso es totalmente distinto del que Freud describe. El hombre religioso hallara su convalidación definitiva en su propio nivel de experiencia consciente.
asume conscientemente la responsabilidad de la culpa, y el sacrificio que ofrece Para los psicoanalistas, un dato psicológico como es la experiencia religiosa debe
con pleno conocimiento de causa está caracterizado por un sentido de culpa resolverse en sus elementos constitutivos y genéticos. Aplicando estos princi-
consciente y por el reconocimiento del Padre. Limitándose al estudio del incons- pios, los psicoanalistas llevan a cabo un profundo examen de la religión que se
ciente, Freud perdió de vista la dimensión esencial de la Paternidad: la del re- inspira en cuatro tesis freudianas: la estrecha relación entre religión y neurosis
conocimiento y la reconciliación en la filiación. Su idea del Padre queda obsesiva; la naturaleza proyectiva de las representaciones religiosas, así como
prisionera de la mitología propia del inconsciente. Porque el momento de la re- de las mitologías; el carácter ilusorio de una religión derivada de los deseos;
conciliación es al mismo tiempo el del Edipo superado, destruido en su cum- y por último, el influjo inconsciente de las imágenes paternas transferidas a
plimiento, y el- de la instauración de una actitud religiosa verdadera en el re- la divinidad.
conocimiento mutuo entre el Padre y los hijos. Estos estudios posfreudianos se distinguen de los escritos de Freud por su
No creemos tampoco que las solas leyes del complejo de Edipo, incluso carácter de convicción dogmática. Mientras Freud, ateo convencido, mantuvo
asumido con plena conciencia, puedan bastar para establecer la creencia en hasta el fin de su vida un espíritu de investigación activa ante el enigma huma-
Dios Padre. Si la hipótesis fabulosa de un asesinato histórico perpetrado en el no de la religión, sus discípulos formulan sin más como tesis la reducibilidad
padre primitivo no es válida, ¿no será preciso echar mano a todo cuanto la tra- de la religión a los procesos inconscientes conocidos. Sus estudios dan más bien
dición ha comprendido bajo las expresiones de los sentimientos religiosos, del la impresión de ser aplicaciones de teorías ya establecidas. Además, en la misma
deseo de Dios y de la búsqueda metafísica del absoluto? Volveremos a tratar actitud espiritual, denuncian con mayor facilidad el carácter nocivo, morboso,
estas cuestiones en la parte doctrinal del presente capítulo. de las creencias y prácticas religiosas, en tanto Freud acentuaba la grandeza de
la religión como factor esencial de espiritualización en el desarrollo cultural
5. Crítica de la religión en la escuela psicoanalítica de la humanidad. Y es que Freud consideraba la religión dentro del movimiento
de la historia cultural y en el devenir de la personalidad. Por el contrario, sus
La gran mayoría de los psicoanalistas de la primera generación adoptó la primeros discípulos la consideran en estado de hecho y la juzgan como un dato
convicción freudiana de que el psicoanálisis llegaría a sustituir a la religión y empírico. Su interés recae sobre la correspondencia de sus manifestaciones con
de que los psicoanalistas asumirían el papel de pastores de almas que la antigua síntomas morbosos y con fantasmas inconscientes. Adoptan la actitud del diag-
cultura teísta reservaba a los sacerdotes. No obstante, ciertos adeptos y sim- nóstico preconcebido. Con ello traicionan la exigencia del psicoanálisis autén-
patizantes defendieron desde el principio la tesis de la conciliación entre un tico, según la cual el diagnóstico no puede formularse en función de criterios
psicoanálisis auténticamente freudiano y un cristianismo liberal o una religión adquiridos, sino que ha de estudiar la personalidad en su desarrollo.
teísta. Citemos entre ellos al pastor O. Pfister y a una célebre alumna y amiga Th. Reik emprendió vastos estudios sobre las diversas prácticas y creencias
de Freud, Lou Andreas Salomé. religiosas, cristianas y no cristianas61. Sus análisis ilustran esencialmente dos
Expondremos a continuación algunos estudios significativos, que presentan teorías de Freud: que el complejo de Edipo es el origen de la religión y que
una explicación y una crítica psicoanalítica de la religión. las creencias y prácticas religiosas son manifestaciones obsesivas. A manera de
Se apoyan en dos convicciones fundamentales heredadas de Freud. En pri- ejemplos de explicación genética por medio del complejo de Edipo, resumimos
mer lugar, que la exigencia de explicación científica debe poder aplicarse entera- dos textos, uno referente al mito de Jesús a y el otro al horror que el hombre
mente tanto al hombre como a la naturaleza, y que es, por consiguiente, con- experimenta ante los dioses de otros pueblos.
trario al espíritu científico el conservar una zona de misterio. Ahora bien: a los Para Reik, la cristología es un mito edipiano tejido en torno a la persona
ojos de estos psicoanalistas, como a los del mismo Freud, la religión sería la histórica de Jesús. Reik repite la idea de Freud de que los cristianos hicieron
posición a priori de un misterio inaccesible, ya que, por definición, ser religioso
es creer en el misterio. El segundo principio directivo que domina en las críticas " Das Ritual, Problema der Religionspsychologie, Band I, Leipzig-Viena, Intern. Psychoanal.
psicoanalíticas es la negativa a reconocer sin más un valor de verdad a la expe- Ver!a«, 1919; Der eigene und der frcmde Gott. Zur Psychoanalyse der religibsen Entwicklung,
riencia consciente. Y de nuevo la fe religiosa, por ser creencia y no posición racio- Lcipzig-Vicna, Intern. Psychoanal. Vcrlag, 1925; Dogma und Zwangsidec. V.'mc psycho-analyñsche
Sludic zur Enwicklung der Religión, Leipzing-Vicna, Intern. Piiycnonniil. Wrlng, 1927.
nal, no podría justificarse en la mente del creyente sino por una experiencia que "' V 6 w Dogma und Zwangsidec; Der cigenc..., pp. 75-99.
?Q
450 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 451

a Jesús igual al Padre y que esta deificación de un hombre constituye la expre- una extremada exactitud, así como un buen número de discusiones canónicas
sión mítica de su propia rebelión contra Dios y de su autodivinización incon- sobre las leyes eclesiásticas o sobre la validez de los sacramentos, aparecen ante
fesada. Los hebreos, dice Reik, participaban inconscientemente en este movi- los ojos de Reik como síntomas de esa misma enfermedad congénita de una
miento. Pero ellos lo negaron y, como medida defensiva, lo proyectaron sobre religión nacida de un conflicto inconsciente. Debe verse en todo ello despla-
Jesús, al que ajusticiaron como hijo deicida. También los cristianos, por el he- zamientos de un conflicto inconsciente no resuelto y defensas contra la incre-
cho de haberse solidarizado con Jesús, realizaron el movimiento deicida y dulidad latente. Tales desplazamientos compensan, intelectual o virtualmente,
parricida. Sin embargo, para liberarse de su culpabilidad y de su aversión, pro- los sentimientos ambivalentes respecto a Dios. Otras leyes psicoanalíticas sobre
yectaron su acusación y su odio sobre la figura de Judas e hicieron de él el la obsesión encuentran aquí igualmente su aplicación. Así, la prohibición o la
antagonista de Jesús. Este doble mito surgió de la necesidad de desdoblar en repulsa de la reflexión franca recuerda los procesos de aislamiento que disocian
dos figuras las dos tendencias contrarias. El cristianismo volvió a aplicar así determinado contenido intelectual de los restantes, como un modo de conser-
un procedimiento bien notorio en las mitologías. varlo rígido e intangible, como un tabú.
Una explicación en profundidad se impone asimismo en lo que se refiere al Es inútil insistir sobre la superficialidad de las ideas teológicas de Th. Reik.
horror y la angustia que se apoderan del hombre ante algunas religiones ex- Son demasiado extrañas a las realidades cristianas, y su carácter sumario e his
trañas 63, desarrollando en él una agresividad destructora raramente igualada tóricamente insostenible han reducido en gran medida su autoridad.
en las guerras y persecuciones de otro tipo. Únicamente un origen inconsciente Por otra parte, no creemos que las obras de Th. Reik hayan ejercido un
puede explicarla, piensa Reik. La religión es una emanación del deseo de incesto influjo comparable a las de Freud. No atacan tan directamente a la creencia en
y del asesinato del padre, así como de la violenta repulsa de la culpabilidad que un Dios propiamente dicho. Sin embargo, el que se ha visto perturbado en este
de ahí se deriva. Ahora bien: una religión diferente, que realiza esa repulsa punto fundamental de la fe religiosa encontrará en Reik una confirmación d«
mediante otros símbolos, traiciona para el extraño su origen siniestro e inquie- sus dudas. Reik le permitirá situar la dogmática y los ritos cristianos entre I;
tante. Por medio de signos transparentes a su inconsciente, le recuerda su pa- demás figuras religiosas. ¿No muestra acaso que obedecen a las mismas ley<
sado repudiado y ennoblecido. El desprecio, la agresividad y la persecución psicológicas que explican las formaciones míticas y rituales en general? Reik
no son sino esfuerzos por destruir estos signos, que evocan su drama edipiano ilustra bien la voluntad de explicación racionalista, que recibe del psicoanálisis
inconsciente. poderosos instrumentos de investigación antropológica. No obstante, sea cual
El rito y el dogma vienen a ser iluminados en sus aspectos formales, con- fuere la debilidad de las obras de Reik, el teólogo puede encontrar en ellas no
tinúa Reik, por la ambivalencia de las pulsiones características de las neurosis pocos y excelentes análisis del proceso obsesivo, el cual representa una amenaza
obsesivas. Nos ceñiremos a evocar el estudio bastante profundo que él dedicó particular para la actitud y para el pensamiento religiosos, cristianos o no cris-
al tema. En primer término, desarrolla la explicación genética que acabamos tianos.
de presentar. Como hemos visto, la cristología procede, según él, del conflicto
Otros psicoanalistas han pretendido asimismo explicar la religión mediante
entre dos tendencias contrarias: una, que sustituye el hijo al Padre, el hombre
ciertas condiciones neuróticas o psicóticas individuales. En eso van más allá de
a Dios; la otra, que reduce al hijo a su estatura humana normal, la del hombre
religioso que reconoce al Padre. Este conflicto entre la rebelión y la sumisión las ideas de Freud. En efecto, éste distinguía la religión de la neurosis y de la
constituye la trama de toda neurosis obsesiva. Desde este momento se com- psicosis individuales. En cuanto forma cultural y socializada, la religión escapa
prenden algunas particularidades extrañas y a veces sorprendentes de la dogmá- para Freud a las normas de la patología propiamente dicha. Los psicoanalistas
tica. Las discusiones bizantinas entre los teólogos sobre fútiles detalles recuer- no han aplicado siempre a sus estudios esa preocupación de humanismo mili-
dan el proceso obsesivo del desplazamiento del conflicto a datos insignifican- tante. Sus escritos nivelan las tesis freudianas. Al tomar por erróneo lo que no
tes. Para un testigo avisado, las discusiones de los fariseos con Jesús a pro- se les aparece como la verdad final, pierden, juntamente con la perspectiva
pósito de la aplicación de la Ley manifestaban asimismo el carácter obsesivo histórica sobre la humanidad, la verdadera dimensión de lo profundo. Examine-
de su religión. La preocupación por una formulación dogmática, definida con mos aún brevemente, a título de ejemplo, dos autores cuyas tesis están empa-
rentadas con las conclusiones radicalmente negativas de Th. Reik.
" Véase Der eigene..., parte 2.', pp. 161-256. Charles Berg cree descubrir en el espíritu humano, tal como se desarrolla
452 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 453

actualmente, una forma claramente psicótica. Ahora bien: la religión constituye la génesis de la religión en el hombre, si bien no pretenden resolver la cuestión
un síntoma paradigmático de esta psicosis general. A juicio de Berg, es «un de su verdad. En su opinión, el psicoanálisis no está en condiciones de emitir
sistema neurótico o psicótico de delirio, sostenido de manera autoritaria» (A. un juicio sobre las verdades metafísicas. Tiene como campo propio los procesos
No tiene otro origen que la capacidad humana para adaptar sus necesidades psíquicos que actúan en la formación, la evolución y la desaparición de la re-
pulsionales, engendradas por la experiencia infantil, a las exigencias de la reali- ligión.
dad. Nace a partir de dos componentes psíquicos arcaicos: los fantasmas in- Dos autores dan testimonio al mismo tiempo de esta audacia en la explica-
conscientes, que ponen en obra deseos irreales de protección y de inmortalidad, ción y de esta discreción metodológica. E. Jones resumió en una conferencia
y la culpabilidad inconsciente surgida del conflicto edipiano y contra la cual publicada en 1926 sus ideas acerca de la psicología de la religión67. «La vida
la religión sirve de defensa, transfiriéndola a un Dios que hace posible una religiosa presenta una dramatización y una proyección cósmica de los senti-
redención y un renacimiento en la inocencia. Citando a E. Jones, del que pronto mientos, de las angustias y de los deseos que tienen sus orígenes en la relación
hablaremos, Ch. Berg concluye que esta explicación psicoanalítica da perfecta del niño con los padres.» Los diversos componentes de la religión se esclarecen
cuenta del origen de la religión, sin ser capaz, sin embargo, de prejuzgar sobre a la luz de este principio fundamental. Las relaciones de amor, de temor y de
su verdad o su falsedad, y eso precisamente en virtud del punto de vista psico- piedad que el hombre establece con uno o varios seres poderosos, sobrenatu-
analítico. No obstante, la pretensión del autor de haber interpretado exhaus- rales, reproducen las actitudes del niño hacia sus padres. Después de haber sido
tivamente la religión al considerarla como sistema delirante supone a sus pro- en sí mismo y para sí mismo su propio absoluto, el niño transfiere primeramente
pios ojos una presunción suficiente de no verdad. Un caso de psicoanálisis esta adhesión absoluta a los padres, y luego, tras una decepción necesaria, ,i
publicado por él 65 ilustra muy bien, por otra parte, su crítica: un hombre re- las divinidades o a Dios. Esta traslación está cargada de sentimientos ambiv.i
curre a la ayuda divina precisamente en un momento dramático de impotencia lentes de amor y de rebelión. Y de esta ambivalencia deriva la tendencia típi
afectiva y sexual. Pero una vez analizados ios verdaderos motivos de su religio- camente religiosa a buscar la reconciliación. El deseo angustioso de la super
sidad, recupera su indiferencia religiosa para proseguir su labor de liberación vivencia eterna expresa y resuelve, por su parte, la angustia de una castración
afectiva. primitiva. El lazo entre religión y moral se explica por el ideal moral que per-
Señalemos asimismo un estudio recientemente publicado por R. Held*. En petúa el amor primario del niño hacia sí mismo. Finalmente, la religión sirve
él se encuentran los mismos temas, repetidos sin la menor originalidad. La esen- también como medio para asumir la culpabilidad y el sentimiento de imperfec-
cia de la religión es la religión que el hombre recibió en su infancia, durante ción que engendra esa culpabilidad. Según el parecer de Jones, esta explicación
los años en que sus padres le enseñaron a distinguir el bien del mal, lo hermoso de la religión por los procesos concretos que determinan su génesis no puede
de lo feo. Tal es, a sus ojos, el verdadero sentimiento religioso. Conviene dis- impedir a un espíritu filosófico adherirse a la existencia de Dios e integrar en
tinguirlo de la religión, que es asimismo portadora de todo cuanto queda en su metafísica las tesis psicoanalíticas. Un creyente puede siempre, desde su
el adulto del parasitismo infantil, de las necesidades de seguridad, del temor punto de vista, considerar los mecanismos psíquicos como los medios provi-
infantil al padre y de la angustia de la muerte no aceptada. He aquí cómo pue- denciales por los cuales el Creador suscita la fe religiosa.
den popularizarse las críticas psicoanalíticas. No discutimos en modo alguno Por su parte, J. C. Flugel afirma que su explicación de la religión como
el influjo profundo que todos esos factores pueden ejercer. Volveremos a ellos proyección del super yo 68 íntimo no autoriza una posición atea. Reconoce in-
en la parte que trata del aspecto teórico de la cuestión. Pero, mientras tanto, cluso que la religión puede ejercer una influencia educativa en numerosos su-
¿cómo no medir la distancia que separa tales exposiciones de la visión dra- jetos. Pero previene al lector de que la fe religiosa es difícilmente compatible
mática y grandiosa del fundador del psicoanálisis? con el conocimiento de los mecanismos proyectivos que la subtienden. De ahí
Otros autores explican de la misma manera, aunque con algunas variantes,
47
64 Religionspsychologie, publicado a continuación en la colección Zur Psychoanalyse der chrís-
Mankind. The Origin and Development of the Mind, Londres, Alien and Unwin, 1962, tlichen Religión, Leipzig-Viena, Int. Psychoanal. Verlag, 1928, pp. 7-13. (Trad. ingl.: The Psy-
p. 159. chology of Religión, en Essays in Applied Psychoanalyses, Londres, Ilogart, 1951, vol. TT, p. 195.
1,5
Deep Analysis. The Clinical Study of an Individual Case, Londres, Alien und Unwin, 1946. " Man, Moráis and Socicty. A Psycho-Analytical Study, Londres, Duckworth, 1945; nos refe-
"* Omtribution a l'étude psychanalytique du phénomene religieux: «Revue Frangaíse de rimos sobretodo ii los capítulos XIII (la proyección del super yo) y XVII (el problema de la
Psychologic» (1962), pp. 211-66. rflifiión).
454 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 455

—dice él— la tendencia escéptica de nuestros contemporáneos. El hombre ocupaciones especulativas. Y sin duda no se equivocan al atribuir una impor-
iniciado en el psicoanálisis no conservará de la religión más que las emociones tancia fundamental a los deseos de felicidad, de poder, de inocencia y de vincu-
religiosas que le benefician. lación con las fuentes vitales del ser. Pero el inmenso esfuerzo de pensamiento
Esta reducción de la religión a un núcleo afectivo considerado útil o indis- de los verdaderos investigadores religiosos, ¿no se inscribe precisamente en
pensable para el bienestar psíquico se encuentra también en autores que no estos vectores existenciales? ¿No es acaso la voluntad de purificar y de hacer
conservan de la religión más que el sentimiento arcaico de unión, de fusión, más verdadero el deseo de Dios lo que anima a los verdaderos pensadores reli-
de lazo protector, pero que rechazan o tienen como sospechosos de neurosis giosos? La presencia de esta búsqueda de la verdad en el interior de los deseos
o ilusión todos los demás elementos. Así se expresa A. J. Westeman Holstein religiosos no puede ser descuidada, so pena de perder de vista el objeto mismo
en un ensayo acerca del psicoanálisis de la religiosidad69. El autor subraya al que se quiere comprender, el hombre religioso.
los peligros de la religión, sin pronunciarse acerca de sus verdades. Sin embar- El mismo Freud se daba perfecta cuenta de que ni los avatares individuales
go, afirma la necesidad para todo hombre de cultivar en parte la «religiosidad», del complejo de Edipo ni la angustia de la muerte o de la soledad bastan por sí
entendiendo por ella el sentimiento de vinculación. Este sentimiento de vincu- solos para explicar el origen de la religión. Por esta razón, postula un acon-
lación pertenece a la fase arcaica prelógica de nuestro desarrollo. Y sería peligro- tecimiento histórico extraordinario: ese asesinato del padre primitivo. Algunos
so desconocerlo, ya que, como fase infantil rechazada, forma parte de nuestro posfreudianos, como Th. Reik, repiten sin más esta hipótesis. Pero la mayor
inconsciente, y el inconsciente no puede desaparecer jamás. Poco importa el parte de ellos no le atribuye ninguna importancia; este postulado fantástico y
medio por el que el hombre realiza y simboliza en su vida este arcaísmo psico- fantasmal les desagrada a todas luces. Ellos recurren simplemente a los efectos
lógico. Puede ser en la poesía, en la solidaridad nacional, en el sentimiento de individuales del complejo de Edipo. Ahora bien: ¿no equivale esto a situar
la naturaleza o en la religión. Pero siempre ha de aceptar vivir esa participa- sus exigencias de explicación muy por debajo de las de Freud? Esta misma
ción propia de la mentalidad primitiva. evolución de las críticas psicoanalíticas demuestra a las claras su insuficiencia.
E. Fromm desarrolla una idea análoga cuando afirma que, en su misma Numerosos psicoanalistas que afirman sus convicciones freudianas no ven
naturaleza, todo hombre es religioso y que lo que importa únicamente es que en ellas ninguna oposición a sus convicciones religiosas, incluso cristianas dog-
se adhiera a una forma de religiosidad humanista y «no autoritaria»70. máticas. Advierten claramente el residuo que las explicaciones psicoanalíticas
Las últimas teorías citadas están evidentemente dominadas por un psico- de la religión dejan en pos de sí, y sostienen que en este residuo se contiene
logismo que toma exclusivamente en consideración las tendencias afectivas, tal el hecho fundamental de la religión. No se puede decir que los esfuerzos por
como se forman en la evolución del individuo. Por su misma manera de gene- estudiar este núcleo irreducible sean muy numerosos ni que correspondan las
ralizar los criterios psicológicos, renuncian a toda búsqueda de la verdad. Advir- más de las veces a la dificultad de la tarea. Por lo general, el programa fijado
tamos asimismo hasta qué punto esta última tendencia se aparta de Freud. Este tiende a discernir, a la luz de una psicopatología seriamente informada, las
centraba la religión en el símbolo paterno y en su fuerza de espiritualización. formas verdaderas y falsas de la religión. Esto supone ya mucho, pero es insu-
Por este motivo oponía a la religión toda tentativa de retorno a una menta- ficiente si se pretende justificar la actitud religiosa ante el escepticismo que el
lidad primitiva, caracterizada por la fusión afectiva. psicoanálisis ha suscitado.
Lo mismo que Freud, los estudios psicoanalítícos posfreudianos de la reli- De todos modos, el resumen de los estudios que hemos presentado muestra
gión no han tomado en serio la búsqueda de la verdad última que anima a los que el psicoanálisis, como ciencia del hombre, ha contribuido ampliamente a
pensadores religiosos. Dichos estudios comparten con Freud la convicción de que se tambalee la fe religiosa. Con mayor fuerza todavía que el marxismo,
que el hombre es religioso por motivos que comprometen a toda su persona, desarrolla argumentos que pueden fundamentar un ateísmo radical, incluso
en su fondo más íntimo, allí donde el hombre se descubre como constituido de un antiteísmo ético declarado. Un psicoanálisis convencido del origen morboso
afectividad y de deseo. A los ojos de los psicoanalistas, los dinamismos que de la religión debe destruirla por sus propios medios, y esto por el honor mismo
sostienen la religión vivida aparecen infinitamente más poderosos que las pre- de la humanidad a la que trata de mejorar.
M
En contraposición, la tendencia misma de la crítica psicoanalista ha prestado
Psychanalyse der religiositeit, en Hoofdstukken uit de psychanalyse, Utrecht, Bijleveld inmensos servicios a la religión. Nunca ciencia alguna había introducido en ella
1950, pp. 155-67.
™ l'sychnanalyús and Religión, New Haven, Yale Univetsity Press, 1950, pp. 21-64. tal fermento de purificación. Al denunciar todo cuanto es proyección, mi tolo-
456 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 457

gica, narcisismo arcaico, ambivalencia afectiva y ritualización o dogmatización sobre la libido y el alma, la proyección y la toma de conciencia, para esclarecer
obsesiva, el psicoanálisis ha marcado la cultura profundamente, como asimis- después sus ideas sobre Dios y la religión. Finalmente, una nota crítica mos-
mo el pensamiento religioso contemporáneo. Ha introducido el espíritu de duda trará cómo un teísmo en el verdadero sentido de la palabra no encuentra lugar
y de escepticismo más radical. Igualmente, ha obligado al teólogo a reflexionar donde insertarse en esta psicología, precisamente porque ella niega el valor del
sobre su doctrina acerca del Dios-Providencia, del pecado y de la confesión, del símbolo paterno y de la palabra que es solidaria con él. Huelga decir que el
deseo de inmortalidad, del culto mariano y de todo cuanto se venía llamando objetivo de esta exposición establece sus límites. No podremos entrar aquí en
las «virtudes cristianas». el detalle de los matices y de las evoluciones de los conceptos jungianos.
Algunos estudios psicoanalíticos aplicados a experiencias y a comporta- Jung, discípulo predilecto de Freud, se separó de su maestro en 1933 a cau-
mientos precisos, ya se trate de casos individuales más o menos patológicos o sa de su desconfianza respecto a lo que consideraba como el pansexualismo de
de personajes históricos, han enriquecido a veces notablemente nuestro cono- Freud. Contra el dualismo pulsional y conflictivo de Freud, Jung afirmaba la
cimiento del hombre religioso y nos han enseñado a comprender cómo algunas existencia activa de una libido indiferenciada, ni sexual, ni agresiva, ni espiri-
historias absolutamente individuales obedecen a leyes psicológicas establecidas tual, sino fuerza psíquica originaria, proteiforme y energética. Esta libido con-
por el psicoanálisis. Citemos, por ejemplo, el bellísimo estudio acerca de la tiene asimismo las antinomias que componen al hombre y su historia. En el
vocación de Lutero, obra de Erikson. Semejantes estudios nos hacen conocer fondo es idéntica al alma misma. Tiende a su solo fin, que consiste en realizarse
hasta cierto punto algunos modos particulares de vida religiosa. Sin embargo, enteramente. Y por ello tiene una finalidad, es teleológica. Que nadie se enga-
no deciden la cuestión fundamental de por qué el hombre es religioso. Sin duda ñe ante este término ni le atribuya ninguna intención metafísica o espiritua-
que ésta es una pregunta que rebasa las posibilidades del psicoanálisis estric- lista. Jung sólo trata de decir con eso que el alma está gobernada por la ley
to. Tal es nuestra convicción. Pero semejantes análisis individuales tienen el de la enantiodromía, por la complementariedad necesaria de los contrario:-
mérito de descubrir los procesos psíquicos que entran en acción en el hombre Amor y odio, amor y poder, afectividad y razón, introversión y extraversiói
religioso, en la medida misma que la religión es una búsqueda y una actitud constituyen otras tantas polaridades que dividen al hombre y se distribuyen lo
personal y vivida. Ellos nos dan a conocer las raíces humanas de la religión y caracteres y los estilos de vida. Pero en su íntima conciencia, en su alma, el
nos indican el carácter situacional de una orientación tan absoluta como es la hombre lleva consigo todas las riquezas contrarias de esos polos. Según las
búsqueda de una verdad última y el deseo de Dios. vicisitudes de su vida o los determinismos socioculturales, rechaza uno u otro
de los contrarios, pero la energía de la libido así rechazada en el plano cons-
ciente tiende a imponerse, suscitando neurosis y desórdenes que se manifiestan
6. La psicología analítica frente al fenómeno religioso en símbolos oníricos o artísticos; y la salud-mental exige que tal energía sea
reconocida y asumida, aunque sólo sea mediante la labor técnica de una tera-
C. G. Jung creía en un Dios interior, pero rehusaba pronunciarse respecto
péutica jungiana. En efecto, el desconocimiento de la plenitud del alma arre-
a un Dios exterior. Su Dios no tiene existencia sino por obra de la materia
bata a la vida su sentido y provoca la enfermedad. La «psiconeurosis es, en
psíquica. Jung representa la forma más acabada de la psicología psicologista.
último término, un sufrimiento del alma que no ha encontrado su sentido, y
Nunca psicólogo alguno desarrolló con más amplitud la imagen del homo
el fondo de su sufrimiento reside en el estancamiento espiritual y en la esteri-
psychologicus. Nunca hubo un psicólogo más religioso en su pensamiento. Pero
lidad psíquica»71.
la religión coincide para él con las dimensiones del «alma». Es decir, que se
encuentra absorbida en ellas. Por eso le hemos reservado un parágrafo en nues- Entre los contrarios sobre los cuales se apoya la vida humana, Jung atri-
tra reseña de las críticas psicológicas de la religión. No se le puede llamar ateo, buye un lugar privilegiado al anima, que se opone al mismo tiempo a la persona
pero tampoco se le puede llamar teísta. Su psicología escapa a estas normas o y al animus. La persona es nuestra actitud hacia el mundo exterior; el anima
categorías, ya que se sitúa más acá de esas distinciones, no por amplitud de es el mundo interior y privado. Esta interioridad oculta se subdivide a su vez
apertura, sino por repulsa de articulación y diferenciación. Y los creyentes que en anima, o psiquis femenina, y animus, que es la virilidad interior y oculta.
Ambos son los complementos secretos, respectivamente, del hombre y de la
buscan ingenuamente refugio en Jung no sospechan que la gnosis jungiana es
más disolvente que el ateísmo franco y constructivo.
" Die Beziehunge» der Psycbotber/ipis -rur Sirlsn' ''i,), ( Rgschrt l'>48, p, 11.
Expondremos brevemente los principios esenciales de la psicología de Jung
458 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 459

mujer. En la civilización occidental, es el anima opuesta a la «persona» la que religión. Nos referimos al paso de la mentalidad proyectiva a la toma de con-
se ve realmente amenazada de repulsa, ya que el hombre occidental está casi ciencia.
totalmente absorbido por la «persona», su ser social. Es preciso que él descu- Jung toma de Freud y de los trabajos de Levy-Bruhl la idea de una situa-
bra la realidad del alma, que es, como veremos, una realidad religiosa por propia ción originaria en la que el hombre no conoce aún la oposición del interior y del
naturaleza. exterior. «El primitivo tiene el alma en el exterior, en los objetos. No está
El alma, realidad psíquica inconsciente, sombra de la persona, no es una enajenado, sino que el objeto es él mismo. Mana... Su paisaje contiene su
tabla rasa, sino un conjunto energético alimentado por las representaciones mitología y su religión, todo su pensamiento y su sentimiento, en la medida en
colectivas, hereditarias: los arquetipos. El padre, la madre, la culpa, el fuego, que son para él inconscientes» 73. El hombre transfiere al mundo exterior la
la virgen-madre, Dios... son realidades misteriosas y numinosas, que ejercen realidad de su alma. Vive con el mundo en una identidad arcaica antes de llegar
sobre el hombre una fascinación y le inspiran terror. Ellas constituyen la ple- a la distinción entre sujeto y objeto 7 \ La proyección es la situación natural y
nitud de su ser, y el hombre tiene como tarea integrarlas en su humanidad, si originaria del hombre75. Para recuperarla necesita un esfuerzo. Sin embargo,
es que quiere convertirse o llegar a ser él mismo (Selbstwerdung). Dicho de la reconquista de los contenidos proyectados es la tarea de la civilización. Ella
otra manera: los arquetipos desencadenan en él la energía violenta que lo des- realiza la individualización del hombre.
truirá o que estallará en los cataclismos históricos de las guerras y de las tira- «La proyección es un proceso inconsciente, automático, por el cual un con-
nías. El lazo vivido de los arquetipos asimilados en la existencia es lo que Jung tenido que es inconsciente para el sujeto se transfiere a un objeto, de manera
denomina religión. que ese contenido aparece como perteneciente ai objeto. Por el contrario, la
Este lazo se establece a través de los símbolos, que son puentes lanzados proyección cesa en el momento en que se hace consciente, es decir, cuando el
entre el inconsciente y el consciente, transformadores que ponen la libido o contenido es visto como perteneciente al sujeto» 76. Esta definición recuerda
las energías arquetípícas a disposición del individuo. Así, pues, el símbolo per- el sentido más general que Freud daba al término proyección. La distinción
mite el proceso de la individuación, de la asunción de sí mismo en la plenitud entre ambas concepciones es, sin embargo, importante. En la de Jung son los
psíquica. Como siempre, el concepto del símbolo no se define sino en el inte- mismos contenidos psíquicos los que son proyectados y no sólo los procesos
rior de un sistema de pensamiento. Para Freud, el símbolo es el compromiso dinámicos entre las pulsiones, como en el pensamiento de Freud. Así, los dio-
entre la verdad del inconsciente y la labor de remoción efectuada por la cons- ses, los espíritus, los demonios son los contenidos arquetípicos mismos del
ciencia o el super yo. En la psicología jungiana, el símbolo realiza la función alma que el hombre atribuye a esos objetos. El hombre sustantiíica en el exterior
de transformador energético n y permite la toma de posesión de los arquetipos. lo que tiene en el interior de su alma. La proyección no es esencialmente una
El símbolo no es una máscara desenmascaradora, como significa en su uso psico- medida de defensa, sino que precede a la repulsa. Es el estado psíquico origi-
analítico; no es tampoco una oscura percepción de las «ultracosas» a través nario. Jung ve en ocasiones a los mismos símbolos como efectos de las proyec-
de las realidades perceptuales, tal como se entiende esto en las fenomenologías ciones por medio de las cuales los demás y los objetos reciben del sujeto lo
de la religión. Es la emergencia del inconsciente en signos elocuentes. Hace que le pertenece en el inconsciente originario.
presente de manera no racional la realidad del alma. No es el arquetipo mismo, La proyección es un estado de no libertad. Porque los objetos a los que
sino su presencia individual y culturalmente individualizada. el sujeto atribuye sus propias energías psíquicas deben necesariamente domi-
Como se ve, la psicología jungiana no tiene más que una vaga apariencia narlo, y las fuerzas de las que ellos se hallan cargados violentan la afectividad
de parentesco con el psicoanálisis. No es en modo alguno una ciencia de la del hombre. En las relaciones humanas, en las relaciones con las cosas, la pro-
génesis de lo humano tal como se estructura a través de los conflictos y las yección impide el acceso al otro tal cual es. El objeto ejerce sobre el hombre
fases sucesivas del individuo, situado en el contexto familiar. Sin embargo, los poderes mágicos de los que éste se ha privado inconscientemente, y los
aún existe una fórmula de devenir psicológico que Jung acentuó con fuerza y demás no son ya otra cosa que el reflejo de la afectividad inconsciente del sujeto
de la cual debemos decir algo, ya que ella determina sus concepciones de la
" Seelenprobleme der Gegenmvart, Zurich, Rascher, 1946, p. 232.
74
PsycholoRischc Tupen, Zurich, Rascher, pp. 596-97.
" Über die Energetil der Seele und andere psychologkche Abhandlungen, Zurich, Rascher " Über die Bncrgelik, etc., pp. 16-35.
1928, p. 81. ™ Von den Wurzcln des Bcwusstseins, Zurich, Rnschcr, 1954, pp. 67-68.
460 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 461

proyectante. El hombre primitivo tenía al menos la ventaja de disponer de yección y de la integración mediante la toma de conciencia. En cuanto a Dios,
ritos simbólicos que le permitían recuperar la fuerza que antes había prestado asume en este sistema el aspecto del arquetipo del sí mismo, y la individuación
al mundo. se expresa en el símbolo del mándala, en cuyo centro el hombre moderno en-
Así, pues, proyección e inconsciente son solidarios, lo mismo que toma cuentra no a la divinidad, como en los mándalas orientales, sino al «sí mismo»,
de conciencia y humanización. El hombre moderno, con toda su técnica de do- que se alcanza en el centro de su ser. Digamos, en términos metafísicos, que
minio sobre el mundo y con su crítica científica, ha instaurado poderosamente Dios es lo más íntimo de su ser, pero que no puede ser al mismo tiempo tras-
la «desproyección» del mundo. Pero no ha tomado posesión en la misma medi- cendente. Así, pues, nos encontramos realmente ante una gnosis atea, en la
da del inconsciente. Porque él pretende situarse en el lugar de los dioses y cual el saber hace que coincidan lo humano y lo divino.
emplear por sí mismo las fuerzas que ha recuperado sobre el mundo originario. Jung no concede ningún privilegio al cristianismo, si no es el de haber co-
Los arquetipos están ahora en él mismo, pero él está dominado por ellos desde menzado la desproyección mediante la concentración de todas las fuerzas divi-
el interior, sin que lo advierta. Ha pasado del estado proyectivo al estado de nas en un sólo Dios, arquetipo del yo. Cristo es el símbolo más diferenciado80.
inflación, que no es menos destructivo ni se halla menos expuesto a la psicosis. Su vida es la imagen del proceso de individuación. Los dogmas, como el de la
Por eso es preciso que la psicología moderna, la de Jung, le permita adquirir encarnación, del nacimiento virginal, de la Trinidad, son expresiones simbó-
conciencia de las fuerzas psíquicas que le acosan y le dirigen inconscientemente. licas de contenidos psíquicos eternos, con el mismo título que todas las restan-
Sólo con esta condición será él un individuo, un Selbst, un hombre en posesión tes representaciones religiosas. Desempeñan la misma función higiénica de los
consciente de su plenitud psíquica. La psicología jungíana está destinada a sus- mitos y de los ritos: enfrentar al hombre con las potencias numinosas que habi-
tituir a las antiguas religiones, todas las cuales eran proyectivas por naturaleza. tan en su inconsciente y, al mismo tiempo, protegerlo del contacto demasiado
En efecto, Dios es una realidad psíquica inevitable. Pero el hombre puede directo con ellas, ya que lo sitúan a la distancia creada por la proyección en un
reconocerlo, mediante su proyección sobre el mundo exterior o mediante una mundo exterior. El símbolo de la fe es un maravilloso compendio de los sím-
toma psicológica de conciencia, en las profundidades irracionales de su anima. bolos psíquicos. «Las verdades fundamentales de la Iglesia cristiana, formu-
Las religiones, según la teoría de Jung, no son más que las formas proyectivas ladas en dogmas, expresan casi perfectamente la naturaleza de la experiencia
de las riquezas interiores. Todas las grandes religiones «contienen una doctrina interior» 81. «La doctrina cristiana es un símbolo altamente diferenciado, que
revelada, de origen secreto, y han expresado los misterios del alma en imágenes expresa lo psíquico trascendente, la imago Dei y sus cualidades. El Credo es
admirables» 77. «El concepto de Dios es una función psíquica de naturaleza irra- el 'símbolo'. El engloba casi todo lo fundamental que puede comprobarse res-
cional y absolutamente necesaria y no tiene ninguna relación con el problema pecto a las manifestaciones del factor psíquico en el campo de la experiencia
de la existencia de Dios» 78. Dios es también el arquetipo del sí mismo (Selbst). interior» 82.
En la mentalidad infantil se le atribuye una existencia objetiva y metafísica. Esta exposición a vista de vuelo de la psicología jungiana de la religión
Pero en nuestro tiempo, después de la desproyección, puesto que el desarrollo basta para documentar nuestro juicio crítico. La psicología de Jung se sitúa
de la conciencia desea que se retiren todas las proyecciones, «una doctrina acer- radicalmente en la interioridad y hace penetrar en ella todas las dimensiones
ca de Dios en el sentido de una existencia no psicológica no puede ser soste- cósmicas y religiosas. Aparte del mundo de los objetos, no existe un más allá
nida» re. del alma. Las realidades metafísicas, Dios, el bien y el mal, no son puestas en
En algunos textos afirma Jung no propugnar una afirmación ontológica tela de juicio por una explicación genética de orden fisiológico o pulsional.
acerca de la existencia objetiva de Dios. Pretende limitarse metodológicamente Tampoco se reducen a una experiencia religiosa subjetiva. Jung quiere mante-
al punto de vista del psicólogo. En otros afirma la imposibilidad de trascender nerlas y conservarlas, pero no en cuanto realidades extrapsíquicas. La metafísica
esta óptica. Asimismo en otros pasajes, como en el último citado, está claro no es negada en su contenido, sino radicalmente absorbida en la psicología.
que la afirmación metafísica es necesariamente una proyección alienante. Por Dogmas y representaciones religiosas no son explicadas por experiencias pro-
otra parte, este enunciado corresponde a toda la concepción jungiana de la pro- piamente humanas. Su posición en el ser objetivo es considerada como un
10
" Von den Wurzeln..., p. 8. Psycbologie und Alchemie, Zurich, Rascher, 1954, p. 257.
" VSber die Psycbologie des Unbewussten, Zurich, Raschet, 1958, pp. 128-29. " Die Psycbologie der Uebertragung, Zurich, Rascher, 1951, p. 48.
" Psycbologie und Religión, Zurich, Rascher, 1957, p. 1963. " Aion. ihilersuchungcn zur Symbolgeschichte, Zurich, Ruscher, 1951, p. 253.
INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 463
462 A. VERGOTE
tificar proyección y percepción. El hombre no consigue nunca percibir el mundo
estadio de objetivación proyectiva. Ningún sistema ha ido tan lejos en la inte- tal como es, comprendiéndolo independientemente de una percepción que in-
gración psicologista de toda doctrina religiosa. En la perspectiva de Jung, la
troduce al propio sujeto en lo percibido, sus intereses y sus sentimientos. El
cuestión del teísmo o del ateísmo ha perdido su sentido.
hombre atribuye al mundo sus propios sentimientos. Percibir el mundo es sub-
Y es que la psicología jungiana ha excluido resueltamente la dimensión de
jetivarlo; los espíritus, los demonios y los dioses son las figuras en las cuales
la verdad y de la palabra en cuanto encuentro con otro. La religión no es ya
el hombre proyecta sus sentimientos respecto al mundo y respecto a los otros.
la relación con un totalmente Otro, sino la relación instaurada únicamente con
El segundo tipo de proyección analizado por Sierksma es el de nuestras rela-
el sí mismo. La distinción entre lo imaginario, lo simbólico y lo real queda
ciones con nuestra propia interioridad, misteriosa e inconsciente. Esta rela-
abolida. Jung está en el polo opuesto de las consideraciones freudianas acerca
ción se produce en un sentido opuesto a la primera. Presta rostros conocidos
de la religión, en cuanto que borra de la manera más radical la dimensión de
a sentimientos desconocidos. Así, el hombre lee en el rostro de los demás la
la ley, de la palabra y de la paternidad. Freud había reconocido en éstas la
reprobación que su culpabilidad inconsciente efectúa dentro de sí mismo, pro-
esencia misma de la religión judeo-cristiana y el eje dinámico del progreso del
yectándola de este modo al exterior.
espíritu humano. No obstante, al identificar la religión judeo-cristiana, la pone
en tela de juicio en su aspecto objetivo y la reduce a la dramática humana. La Si el hombre introduce su subjetividad en la percepción, lo hace por mo-
psicología de Jung es estática: la ley, la palabra, la paternidad, en lugar de tivos de necesidad existencial. Lo desconocido resulta siempre amenazador.
romper o escindir nuestra inherencia con la naturaleza, nos reintegra a este Por eso el hombre le presta su propia figura. La proyección colma de alguna
fondo natural sin historia. La psicología de Jung suprime la condición misma manera la distancia, presentando al hombre un mundo en el cual halla dónde
de toda afirmación de Dios. afianzarse. Inversamente, a las fuerzas desconocidas que él presiente en sí mis-
Jung ha inspirado numerosos trabajos acerca de la cultura y la religión. En mo les confiere rostros familiares tomados del mundo exterior. De esta manera
algunos de ellos se ha vuelto a emprender el proyecto jungiano de comprender logra reconstituir un tanto su identidad arcaica en sí mismo, todo lo cual sig-
la religión en su significado último. Corresponde a F. Sierksma M el mérito de nifica el paraíso perdido de sus nostalgias.
haber intentado redescubrir el sentido total que presenta el conjunto de las ma- Huelga decir que la reintegración proyectiva queda llena de lagunas. El
nifestaciones de la historia religiosa. Nosotros lo situamos en la línea de la psi- sufrimiento de la excentricidad no puede superarse plenamente sino en la reli-
cología analítica, en cuanto que él articula el movimiento íntimo de esta historia gión budista, que considera al mundo como pura apariencia y supera la limita-
valiéndose del concepto jungiano de proyección. Sin embargo, establece el con- ción humana en la fusión del yo con sus fuerzas ocultas y con el mundo. El
cepto de proyección sobre bases antropológicas tomadas de la filosofía fenome- budismo es una ciencia, la ciencia de la desproyección. Es también una religión,
nológica y existencial. Describe al hombre como el ser que se define por su en cuanto que se da cuenta de la insuficiencia humana y tiende a su resolución
naturaleza excéntrica, estática. El hombre se halla al lado del mundo exterior, radical.
pero a distancia. Por tanto, está fundamentalmente dividido, desgarrado, des- Por el contrario, las religiones que establecen la existencia de seres divinos
terrado del paraíso del equilibrio céntrico. Frente a las cosas, frente a sí mismo, corresponden todavía a la excentricidad proyectiva. Dios, o los dioses, son los
se encuentra siempre en la dualidad de la relación sujeto-objeto. Siempre será significados humanos atribuidos por proyección a lo desconocido que engloba
un ser en conflicto. Sierksma concuerda con Gesa Roheim en declarar que la el mundo humano. «La religión tiene su origen en la frontera del mundo hu-
existencia misma del hombre es neurótica, ya que está siempre a la busca de mano, allí donde se le descubre su insuficiencia» M. Los conceptos de Dios no
un equilibrio imposible entre su centricidad y su excentricidad. son nunca otra cosa que los reflejos de la percepción de nosotros mismos, te-
La proyección es una modalidad primitiva de este esfuerzo de equilibrio. niendo como función el colmar el vacío angustioso que ocupa el horizonte de
Sus múltiples formas se reanudan, según Sierksma, en un solo proceso fun- nuestra existencia. Por tanto, es normal y significativo que la proyección reli-
damental. Desarrolla acerca de esto dos perspectivas, que creemos preciso dis- giosa surja con más pujanza en las situaciones límite: frente a la muerte o la
tinguir con mayor claridad de lo que él lo hace. Una de ellas consiste en iden- sexualidad, por ejemplo.
Lo mismo para Sierksma que para Jung, la religión, en cuanto creencia en
" Phaettemenologie der religie en complexe psychologie, Assen, Van Gorcum, 1950; De
religieuze projectie, Delft, Gaade, 1957; De mens en zijn guden, Amsterdam, De Burg, 1959.
Véase asimismo «Wending», 1963, julio-agosto: Opstellen over religieuze projectie. " De religieuze projectie, p. 146.
464 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 465

un Dios existente, es una proyección que sustantifica en un ser objetivo nues- Par. 2. Gruehn, W., Forschungsmethoden und Ergebnisse der exakten empirischen Religions-
psychologie seit 1921, en un anexo a Girgensohn, K., Der seelische Aufbau des Religiosen
tras propias fuerzas inconscientes. Sierksma asigna también al hombre la tarea Erlebnis, Gütersloh, Bertelsmann, 1930, pp. 703-898.
de reabsorber toda proyección en la conciencia de su interioridad oculta. Pero Van den Berg, J. H., Psychologie en geloof. Een Kroniek en een standpunt, Nijkerk, Callebacli,
lleva la exigencia de la reabsorción a su extremo límite, hasta el punto de pre- 1958. (El autor identifica la psicología religiosa con el estudio de la interioridad encerrada
en sí misma y la considera definitivamente superada, ya por la nueva teología, ya por la fe-
tender reintegrar todo símbolo y todo concepto religioso en un yo que se en- nomenología).
cuentra a distancia cero de sí mismo. La teoría de Sierksma recuerda el solip- Par. 3. Maréchal, J., Etudes sur la psychologie des mystiques, Bruselas, Ed. Universelle, 2 vols.,
sismo del idealismo metafísico. Pero su solipsismo es más absoluto, ya que 1938.
Par. 4. Nuttin, J., Psychanalyse en spiritualistische, opvatting van de mens, Amberes-Utrccln,
pretende abolir incluso la distancia que separa al yo del «Ego absoluto» en el Standaard-Spectrum, 1957, 2.* ed. Trad. ingl.: Londres-Nueva York, Sheed and Ward, 1953;
interior del yo. La coincidencia perfecta del yo con el «sí mismo» es el ideal alem.: Friburgo, Universitatsverlag, 1956; ital: Alba, Paoline, 1956, 2.a ed.; port.: Río de
conscientemente perseguido. Lo que Sierksma entiende por verdadera religión Janeiro, Livraria Agiré, 1955; esp.: Madrid, Biblioteca Nueva, 1956.
Jones, E., Sigmund Freud, Life and Works, Londres, Hogarth Press, 3 vols., 1953-57.
constituye en realidad el humanismo ateo más radical posible. Philp, H. L., Freud and Religious Belief, Londres, Rockliff, 1958.
Par. 6. Hostie, R., Analytische psychologie en Godsdients, Amberes-Utrecht, Standaard, 1954.
(Estudio histórico y crítico, particularmente atento a las concepciones religiosas de Jung.) Trad.
7. Una palabra sobre la psicología de la conducta franc: Du mylhe a la religión. La psychologie analytíque de C. G. Jung, Brujas-París, Desclée
de Brouwer, 1955.
"Pata, acabar esta reseña histórica debemos añadir unas palabras acerca del Baudouin, Ch., L'oeuvre de Jung et la psychologie complexe, París, Payot, 1963.
conductismo. Por lo que sabemos, los psicólogos de esta escuela y aquellos que Fortmann, H. M. M., Ais tiende de Onzienlijke. Een cultuur-psychologiche studie over de relt
gieuze waarneming en de zogenaamde religieuze projectie. Vol. I, Freud, Marx, Jung rejeraat
la continúan no se han preocupado de psicología religiosa, y se comprende por Vol. II, Kritiek op de grondbegrippen, Hilversum-Amberes, P. Brand, 1964. (Obra absoluta
qué. En efecto, la religión es un conjunto organizado de creencias (opiniones), mente completa acerca de las diversas interpretaciones psicológicas de la proyección; menos
de sentimientos, de actitudes y de comportamientos. Es el campo en el que documentada y comprensiva con respecto al psicoanálisis).
se comprometen por excelencia los recursos afectivos e intelectuales del hom- Von Gebsattel, V. E., Imago Hominis. Beitrdge zur einer personden Anthropologie (Des Bild
des Menschen in der Wissenschafl, vol. I, Schweinfurt, Neues Forum, 1964. (Las páginas 240-
bre. Los comportamientos religiosos son por naturaleza simbólicos y se refie- 270 ofrecen una excelente discusión en torno a la psicología religiosa de Jung).
ren a un más allá del ambiente humano. Ahora bien: el conductismo, en sus Para un tratamiento más profundo, cf. Vergote, A., Psychologie religieuse, Bruselas, Dessari.
diferentes formas, tiene como principio general estudiar el comportamiento 1966. Trad. española, Madrid, 1969.
Huber, W.; Pirón, H., y Vergote, A., La psychanalyse, science de l'homme, Bruselas, Dessnn,
como reacción a estímulos externos. Lo cual quiere decir que la religión escapa 1964. Trad. española en Ediciones Guadarrama, Madrid, 1965.
por definición a su estudio, a no ser que se trate del comportamiento religioso
en cuanto puede ser observado en sus signos y en sus interacciones sociales. Por
tanto, al ser la práctica religiosa un comportamiento socializado e instituciona-
lizado, pertenece por propio derecho, desde los comienzos del estudio científico
de la religión, al campo de la historia de las religiones, de la sociología y de la II. DISCUSIÓN
psicología social. Pero en la medida en que la práctica religiosa es un fenómeno
psicológico, es expresiva de un cpntenido mental y escapa al cuadro de refe- I. LAS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS DE
rencia y a los conceptos operativos de una psicología inspirada en el conduc- LA RELIGIÓN Y SU TRASCENDENCIA
tismo.
La psicología se halla siempre amenazada de psicologismo, al igual que la
ciencia del cientifismo o la filosofía del racionalismo. Comprometida en el pro-
BIBLIOGRAFÍA yecto de comprender las experiencias, las actitudes y las obras humanas como
manera de realizar la humanidad que el hombre se fija a sí mismo, la psicología
Puestro que ya hemos citado las principales obras a las que se refiere nuestro trabajo, no seña-
está siempre tentada a llegar a las consecuencias extremas de una concepción
lamos aquí más que algunos estudios críticos a los cuales podrá referirse útilmente el lector.
Par. 1. Loewith, K., Von Hegel zu Nieizsche, Zurich-Viena, Europa-Verlag, 1941. psicológica del hombre que lo comprenda totalmente en función de sí mismo.
Grégoire, F., Aux sources de la pensée de Marx, Hegel, Feuerbach, Lovaina, Nauwelaerts, Freud fue indudablemente el único psicólogo que quebrantó la concepción del
466 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 467

homo psychologicus, así como fue Marx el que destruyó la imagen del homo en la posesión de la verdad en el campo particular de los fenómenos que han
oeconomicus. Su pensamiento era demasiado exigente para contentarse con observado, tiendan hacia el empirismo, según el cual el paso a un tipo superior
esas limitaciones; sin embargo, estos dos autores fueron los que, paradójica- de conducta se explica por una organización, sin duda alguna más compleja,
mente, construyeron la crítica más radical del teísmo. pero regida por las mismas leyes. En lo que se refiere a la cuestión de la fe
Se comprende la paradoja si se considera que Freud y Marx pretenden religiosa, nuestra reseña histórica ha subrayado algunos ejemplos de esta ten-
elaborar una ciencia integral de lo concreto humano en cuanto humano. Su dencia cientifista a extender a las conductas superiores o más complejas las
óptica es la de la humanización del hombre. El plano de la filosofía no es el leyes de las conductas más simples o más particulares. Recordemos las expli-
mismo. Ella trata de analizar las estructuras generales de lo humano y del mun- caciones psicológicas de los dogmas cristianos por los diversos sentimientos
do. Pretende dar cuenta de lo humano y del mundo captando sus esencias, que religiosos (Wobbermin y Allport); la aplicación a todo concepto de Dios del
son las leyes inmanentes y universales de sus posibilidades singulares. fenómeno de la proyección, estudiado inicialmente en la creencia en los espí-
Por el contrario, Freud y Marx se esfuerzan por establecer una ciencia de ritus y en los demonios o en las mitologías (Jung, Sierksma); la identificación
la promoción de lo humano como tal, en la realidad efectiva de su actualización de las formas religiosas patológicas con la naturaleza misma de la religión
autónoma. El psicoanálisis freudiano realiza el proyecto de la ciencia psicoló- (Reik). Cierto que una descripción más detallada de los fenómenos que se estu-
gica, superándola. Y así, radicaliza el ateísmo que se halla en el horizonte del dian habría frenado la generalización ilegítima de las leyes psicológicas logradas
psicologismo, lo mismo que del cientifismo y del racionalismo. Freud y Marx a base del estudio de fenómenos particulares. Después del análisis realizado por
reconocieron a la religión un eminente significado humanista rechazando la Reik sobre la «obsesionalización» de ciertas formas del pensamiento teológico,
iconoclasia rudimentaria de tantos seguidores suyos. Pero ambos pretendieron el dogma cristiano conserva para todo hombre un tanto seriamente informado
reducirla a su verdad humana para reemplazarla por un humanismo más efec- un suplemento de significación en el cual el creyente reconoce su verdad tul
tivo. Siguiendo caminos y principios muy diversos, ambos trataron de asumir como entiende admitirla. Y de la misma manera el cristiano puede, con Wob-
la verdad limitada del teísmo, para apropiarse de ella en una verdad y en una bermin o Allport, ver en sus sentimientos religiosos prefiguraciones humanas
dignidad exclusivamente humana, aligerándola del lastre de la nostalgia que de los dogmas cristianos. Pero insistirá siempre sobre la radical novedad de l:i
aspira a las fuerzas vivas del hombre en «su realización fantástica». verdad religiosa expresada en los dogmas. Confesará su dificultad para ad;i|
tarse a ellos, precisamente porque ponen en tela de juicio sus sentimiento
1. Neutralidad metodológica y riesgos del cientifismo psicológico religiosos espontáneos. De la misma manera, todo hombre que cree en Dio
con alguna lucidez presentará su fe como una convicción que se le impone m¡i-
Ciertamente, no toda psicología es atea por naturaleza. En primer lugar, bien al final de su búsqueda que al principio de la misma.
porque toda psicología no tiene necesariamente la ambición de elaborar una La apelación a los fenómenos como base para una explicación psicológica
concepción absoluta del hombre. La mayor parte de los trabajos psicológicos se del hombre debería, por consiguiente, tomar los fenómenos en su integridad
limitan al campo que su método les prescribe rigurosamente. La psicología es y no establecer privilegios para los fenómenos más fácilmente observables o
un saber científico y, por consiguiente, no puede rivalizar con una ontología o que se articulan con mayor sencillez. Como ciencia positiva del hombre, no
una teología mientras se atenga al rigor de su método y a los límites de su adaptada por principio para decidir las cuestiones últimas de la verdad, la
propio campo. Un inventario sistemático de las estructuras de la percepción, psicología está siempre expuesta a la tentación de traspasar los límites de su
la descripción de las relaciones estímulo-reacción, la reconstrucción del com- saber metódico, dado que, desde su proyecto inicial, acaricia necesariamente
portamiento humano en el juego de un número limitado de variables o una la esperanza de englobar en el campo de sus aplicaciones sectores cada vez más
formulación psicopatológica de las conductas-tipo, no pueden llevar directa- amplios de fenómenos. Así, pues, se comprende que, generalmente, la psico-
mente a un enunciado metafísico acerca del hombre y del mundo. Pero es un logía presente una crítica reductiva de la religión. Tal cientifismo psicológico,
hecho que todo hombre de ciencia se fija como norma la voluntad de ampliar inevitable en una ciencia viva, no puede ser superado sino mediante el retorno
en el mayor grado posible su capacidad de explicación. Nadie es capaz de deter- a los fenómenos.
minar a priori el campo de aplicación de las leyes que ha extraído de fenómenos La observación rigurosa de los mismos hechos religiosos permite reconoce-i
parciales. Así se comprende que las diferentes escuelas de psicología, todas ellas en ellos una cierta dimensión que no sufre mella ante los tratamientos cxpli
468 A. VERGOTE

cativos. Una de las tareas esenciales de la psicología religiosa consiste en con- 3. Relaciones circulares entre psicología y filosofía
tinuar con todo rigor metodológico la observación sistemática de las creencias Las reservas metodológicas que hemos hecho respecto a las teorías que
y prácticas religiosas y buscar sus correlaciones psicológicas (factores de edad, rebasan sus límites legítimos no responden, sin embargo, enteramente a la
de ambiente sociocultural, de carácter...). Este tratamiento cuantitativo (ob- cuestión fundamental de las relaciones entre ciencia y filosofía. Si la rivalidad
servaciones con ayuda de escalas de actitud y semánticas) y funcional (que pone queda excluida al nivel mismo de la ciencia, sigue en pie el hecho de que la
en correlación los diversos fenómenos religiosos con los factores propiamente filosofía del hombre no puede elaborarse sin pensar en los fenómenos que la
psíquicos) invita a los psicólogos a buscar leyes psicológicas que correspondan ciencia analiza y estructura. Una filosofía de Dios no puede elaborarse sino
a la organización interna de estos comportamientos y a dejar de considerarlos sobre la base de la experiencia humana total, que es el objeto de las ciencias
como combinaciones de procesos más simples o como manifestaciones variadas del hombre. Ahí radica el fondo de verdad contenido en los primeros estudios
de las formas psíquicas particulares indebidamente generalizadas. de psicología religiosa cuando tratan de captar la esencia específica de la religión
La primera crítica que se nos presenta ante las tentativas reductoras de la a través del análisis del fenómeno religioso vivido (W. James, Starbuck, Gir-
psicología para explicar el teísmo o el cristianismo estriba en que sus observa- gensohn). Bergson supo ver con claridad esta cuestión, cuando, en Les deux
ciones y descripciones no ban tomado en consideración la totalidad del fenó- sources de la morale et de la religión, pretendía primeramente explorar los
meno religioso. También aquí se impone la necesidad de volver a las cosas fenómenos religiosos, antes de meditarlos hasta el fondo en un esfuerzo de
mismas. objetivación filosófica. Ciertamente, la filosofía no se basa sobre las leyes cien-
tíficas que fijan en conceptos sistemáticos los fenómenos originales. Pero sin
2. La exigencia de purificación la mediación de estos conceptos y de estas leyes no es tampoco posible con< >
cer los fenómenos en su complejidad indeterminada. La relación entre psio
Además del interés por hacer avanzar una ciencia que está en vías de cons- logia y filosofía religiosa no es lineal, sino circular. La filosofía de Dios no ;•
tituirse, el carácter sistemático de todas estas teorías psicológicas ha tenido la funda sobre la psicología científica, sino que tiene como tarea interrogar;-
gran ventaja de poner de manifiesto con una especial claridad la variedad de sobre los fenómenos y las leyes que ésta presenta. Las ciencias, debido a que
los fenómenos religiosos y la multiplicidad de sus formas imperfectas o defec- toman los hechos en sus estructuras, contienen una ontología implícita. Sus
tuosas. Por ello esta psicología ha contribuido a la purificación de la actitud extrapolaciones filosóficas son casi siempre la enunciación un poco ingenua
religiosa. En adelante ya no será posible adherirse con la misma seguridad a de esta ontología.
numerosas formas religiosas cuyas fuentes demasiado humanas ha desvelado
la psicología. Su crítica tiene una virtud liberadora. Pero la fe religiosa que Apliquemos estas consideraciones metodológicas a los hechos de la psico-
no se deja llevar por razones demasiado humanas se convertirá en mucho más logía religiosa y a sus críticas sobre la fe religiosa. Distingamos dos tipos de
exigente. El ateísmo teórico y práctico se hallará siempre muy difundido en investigaciones o estudios: la psicología de la afectividad, que tiende a reducir
un ambiente cultural en que los fermentos de la crítica psicológica han corroído al hombre a homo psychologicus, y la crítica freudiana, que constituye una
las formas deficitarias de la religión. No es que no exista ninguna verdad en repulsa radical del homo psychologicus.
ellas, y que la única verdad religiosa se encuentre en las formas más puras. Pero
el hombre informado encontrará mayores dificultades en admitirlas y muy a
menudo no se sentirá todavía lo suficientemente abierto a las verdaderas for- II. LA PSICOLOGÍA DE LOS SENTIMIENTOS RELIGIOSOS
mas religiosas para poder vivirlas. En las religiones verá sólo las falsas aparien-
cias denunciadas por las críticas psicológicas. Muchos abandonos de la fe han La psicología, que por primera vez cuestionó la religión como tal, fue la
sido provocados, a nuestro modo de ver, por este escepticismo, que considera que se dedicaba al estudio de la experiencia religiosa y de los sentimientos reli-
íntegramente falso lo que es simplemente una verdad imperfecta y provisional. giosos. Hoy, aquellos primeros trabajos son considerados poco científicos de-
bido a que sus instrumentos de observación eran rudimentarios y sus concep-
tos operativos no suficientemente sistemáticos. Sus proyectos y su ejecución
eran de naturaleza demasiado filosófica para ser verdaderamente psicológicos.
470 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 471

La reanudación del proyecto por parte de Allport, en el marco de una psico- En su propio nivel, la psicología no se plantea el problema. Ella asume
logía dinámica, prueba, no obstante, el valor y la permanencia de su preocupa- como verdad el contenido mismo del sentimiento. Por ese mismo hecho en-
ción fundamental. Esta psicología determinó muy pronto el campo de una psi- cierra la conciencia de una presencia en sí en una interioridad vivida. Tiende
cología de la religión, o sea, el mundo de la afectividad. Comprendió que el incluso a juzgar toda afirmación de verdad según los criterios de esa interiori-
hombre es un ser fundamentalmente religioso a causa de su afectividad85. Y el dad. El análisis fenomenológico nos enseña que la misma afectividad es inten-
término experiencia no es más que otro concepto para sugerir esta fuente afec- cional y, por tanto, reveladora de la realidad. Pero tal intención de verdad, que
tiva de una realidad que se refiere al hombre en el corazón mismo de su exis- corresponde a la ontología implicada en esta psicología, nos obliga a proseguir
tencia. El estudio de las variedades y de las determinaciones socioculturales la búsqueda de la verdad, lo cual equivale a decir prolongarla por medio de
y personales de los «sentimientos religiosos» nos hace comprender en cierta una reflexión filosófica. Para ser fiel a su propia ontología implícita, esta psico-
medida por qué y cómo el hombre es religioso o incrédulo. Así es cómo los logía debe, pues, abrirse a una tematízación metafísica y superarse en una
estudios sobre las experiencias numinosas de las civilizaciones arcaicas y sobre objetivación filosófica. Debe superar su relativismo primitivo, y el Dios de la
la desacralización del mundo moderno nos muestran la relatividad cultural de experiencia religiosa ha de hallar su fundamento en una elaboración metafísica.
un sagrado cósmico. Otras observaciones nos revelan, en numerosos casos, Solamente que este Dios en sí de la metafísica debe integrarse con el Dios para
cómo la religión florece en una experiencia de angustia moral o material y el hombre de la psicología religiosa. La psicología plantea el problema de una
cómo la actitud religiosa tiende a desaparecer en las situaciones en que esas teodicea que integre la plenitud de la psicología de la afectividad y de la reli-
experiencias-límite se hacen más raras. Pero esto nos lleva ya al estudio de la gión vivida. En el nivel de la religión, esta prolongación se manifiesta en una
motivación, de la cual nos ocuparemos un poco más adelante. reestructuración de los sentimientos religiosos mediante una crítica racional y
objetiva. La experiencia se convierte así en una actitud religiosa. La tentación
de relativismo y de escepticismo, inherente a una psicología de los sentimientos
1. El Dios del hombre psicológico religiosos, no debería significar sino un momento del pensamiento y de la vida
La psicología de la afectividad contiene una ontología implícita: la del religiosa. La psicología debe permanecer abierta a una problematización de
hombre definido por su interioridad (el homo psychologicus). Su religión es su concepto operativo de la interioridad, sin abandonar por ello el campo de
la de un Dios para nosotros. sus investigaciones.
En ella Dios se aproxima o adapta a la vida humana. No es ni principio
formal del mundo, ni una idea en el sentido kantiano de la palabra, ni una cons- 2. El partido tomado por la interioridad en la psicología analítica
trucción ideal. Tal psicología condena a muerte al «Dios de los filósofos». Pero
El psicologismo radical de la escuela de la psicología analítica requiere una
un Dios que ya no es el término de la reflexión filosófica, un Dios que es sólo
reflexión más esencial. Porque Jung no se encierra solamente en la verdad sub-
para el hombre, está sujeto a todas las variaciones de la afectividad. Por tanto, jetiva de la interioridad vivida, sino que se esfuerza por justificarla mediante la
esta psicología de la religión es antidogmática. No es en sí misma atea, sino teoría psicológica de la proyección, erigiendo como sistema la ontología pro-
relativista y reductora con relación a toda dogmática. fesada por la psicología de la afectividad. El hombre no alcanza más que las
La psicología de la afectividad requiere una doble explicitación, de orden verdades de su alma. Y Jung reinterpreta todos ios conceptos metafísicos en
filosófico y de orden puramente psicológico. Primeramente, en el orden filo- función de una^ psicología resueltamente inmanentista. El partido tomado por
sófico: ¿cuál es la verdad propia de la afectividad en el caso del sentimiento la interioridad denota en este caso una búsqueda de la identidad del sujeto
religioso? 86. consigo mismo, que es la gran tentación del pensamiento.
La psicología de Jung renueva la tentativa de la filosofía idealista; esto
15
Es evidente que al concepto de afectividad pretendemos darle la plenitud de su significado, es, hacer coincidir el sujeto consigo mismo. Podríamos definir su sistema como
tal como ha sido explicado tanto por la psicología profunda como por la filosofía contemporánea un idealismo psicológico. En esta perspectiva, el sujeto es en sí mismo su mun-
(Hegel, Heidegger, Sartre, De Waelhens). do y su Dios. La verdad de la filosofía existencialista estriba en haber mostra-
" Para un estudio filosófico de la cuestión de la afectividad en una perspectiva ontoteológica,
véase II. Michel, L'esscnce de la manifestation, París, PUF, 2 vols., 1964. do que el hombre es el movimiento por el cual él se hace presente al mundo
472 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 473

y a los otros. El se hace intercambio. En su ser íntimo es estático. Se hace pro- comporta el quiasmo " de una estructuración subjetiva, la cual abre el campo
yecto y se aliena de su interioridad para buscar en el mundo la plenitud y la en que los objetos pueden presentarse a la luz de mi conciencia. Percibir es
estabilidad que le faltan. La psicología de Jung va en contra de los fenómenos siempre encontrar los objetos a la luz proyectada por mi presencia.
primarios, que son la ruptura introducida por la intencionalidad y la tempora- Sin embargo, tampoco basta la crítica epistemológica de la proyección. Es
lización en el proyecto. En el fondo, es una repulsa sistemática de aquello que preciso basarla en una ontología del sujeto en cuanto esencialmente estático.
define al hombre: la presencia ante los otros y el mundo y el deseo que se ela- La «presentificación» de los objetos no es ni un desconocimiento de la subje-
bora en una obra que hay que realizar. Sólo puede mantenerse por una volun- tividad propia ni una defensa contra ella. No forma parte de una mentalidad
tad deliberada de ignorar a los otros y a la historia. Jung pretende alcanzar arcaica (Jung) ni llena un vacío angustioso (Sierksma). Es la vida misma del
en sí mismo al Dios que no se da más que en el mundo y en la historia. Busca espíritu, que es salida de sí mismo y presencia en el mundo. El término gene-
en orígenes imaginarios una plenitud del ser que sólo se podría encontrar en ralizado de proyección, tal como lo encontramos en Jung y en Sierksma, se
los movimientos de trascendencia: en la salida de sí hacia el mundo, hacia los apoya a fin de cuentas en la ontología de la interioridad radical que hemos
otros y hacia el Dios que se hace presente en el mundo y en la historia. criticado.
Esta ontología del paraíso perdido de una integración originaria la hemos Réstanos, sin embargo, decir que existe una mentalidad arcaica y que esa
encontrado confesada y realizada en los escritos de F. Sierksma. Su ateísmo es mentalidad es proyectiva. Nuestras observaciones ontológicas no tienen en
la repulsa de toda escisión interior. A esta nostalgia de la integración total, modo alguno la intención de negar la verdad de esta tesis antropológica, pero
lo mismo que a la repulsa jungiana de la salida de sí mismo, es preciso apli- rehusamos identificar todo movimiento de trascendencia con la proyección. Es
carles la crítica psicológica del sueño del paraíso perdido. ¿No demuestra un preciso invertir las relaciones. Si es posible que haya mentalidad proyectiva es
aferrarse al pasado que significa la no aceptación de una separación de la madre, debido a que, de suyo, la conciencia es movimiento de trascendencia y de ob-
símbolo de la plenitud sin movimiento y sin mediatización histórica? Por otra jetivación. La cuestión de la proyección religiosa arcaica vuelve entonces a dis-
parte, ¿no nos ha mostrado la filosofía que la vida del espíritu es necesariamente tinguir los tipos específicos de afirmación de un Dios o de unos dioses exis-
movimiento y, por consiguiente, separación y salida de un sí mismo siempre tentes. Si el hombre objetiva su angustia en un Dios malo es porque a través
reintegrado en la unidad dialogal y siempre trascendido en una salida renovada? de sus limitadas experiencias proyecta la imagen particular que él tiene de
A la ontología de la afectividad como integración y reposo hay que contrapo- Dios sobre la realidad trascendente. Proporciona un fundamento absoluto a
nerle la de la afectividad como deseo y como tendencia a la objetivación his- su mundo y a su existencia, y puesto que su mundo es el teatro de su angus-
tórica y social. La psicología de la integración total deriva de una nostalgia de tia, necesariamente Dios se le aparece como la figura última del mundo de esa
la autodivinización, que tiene su origen en el narcisismo primario. angustia. Sin embargo, ¿es esto enteramente falso? ¿No será necesario corregir
más bien la aspiración proyectiva hacia un absoluto? Aquí también la crítica
de la mentalidad proyectiva debe abstenerse de colocarnos ante la alternativa
3. La proyección religiosa de la verdad en sí o de la verdad puramente subjetiva. En el movimiento in-
tencional, el ser afirmado participa en el sujeto al igual que el sujeto se abre
Disponemos ahora de los principios indispensables para una discusión del
a su verdad.
concepto de proyección religiosa eñ el sentido amplio de la palabra, tal como lo
encontramos en Jung y en Sierksma y tal como se halla ampliamente vulgariza- La crítica de la mentalidad proyectiva debe encontrar su complemento en
do en las teorías que ponen en tela de juicio la religión y el teísmo. A su acep- una psicología y en una filosofía del símbolo y del mito.
ción global se puede oponer la intencionalidad de la conciencia afectiva y de Sobre este tema basta remitir al lector a las excelentes páginas del padre
la percepción. En primer lugar, remitiremos al lector a la epistemología feno- Ricoeur M.
menológica. Ella ha denunciado suficientemente la epistemología idealista, que
rechaza la verdad objetiva de la percepción del mundo y de los otros, aducien- " Tomamos esta expresión de M. Merleau-Ponty, Le visible et ¡'invisible, París, Gallimard,
do la imposibilidad de alcanzar el objeto tal como es en sí mismo, indepen- 1964, p. 172.
" Véase Philosophie de la volontt, II: 1. Vinitude et culpabilité. La symbolique du mal,
dientemente de la presencia del sujeto. La noción misma de intencionalidad París, Aubier, 1960.
INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 475

toria también completamente distinta. Ahora bien: tanto en un caso como en


III. EL PSICOANÁLISIS ANTE LA RELIGIÓN
otro, un ateísmo radical se inscribe en una interpretación en profundidad de
la religión y reconoce en ella un momento de la humanización condicionado
La crítica psicoanalítica de la religión deriva de un tipo de investigaciones por cierto tipo de infraestructuras.
totalmente diverso. El psicoanálisis de Freud destruye la imagen del homo
Ya hemos puesto de relieve anteriormente los errores y las «contraverda-
psychologicus y, a la vez, rechaza radicalmente la religión psicológica y pone
des» históricas de Freud a propósito de numerosos datos relativos a la historia
fundamentalmente en tela de juicio cualquier otro tipo de religión.
religiosa y a la dogmática cristiana. Hemos mostrado asimismo dónde hay que
situar en realidad la explicación freudiana de la religión: ella constituye un
1. La religión, factor de humanización y de alienación análisis de las estructuras inconscientes anteriores y subyacentes a las relacio-
nes vividas de la religión. También muestra cómo la religión está condicionada
Freud profesa un ateísmo radical. Un equivalente del mismo se encuentra por un esquema subconsciente. Además de examinar la patología religiosa,
sólo en otros dos pensadores: Marx y Sartre. En su esfuerzo por comprender pretende deducir los elementos estructurales y genéticos que hacen posible el
la vida afectiva del hombre, Freud sitúa en el centro de sus investigaciones el acto religioso. Freud distinguía explícitamente entre neurosis y religión, dis-
dinamismo de toda vida afectiva: el deseo. Y sus estudios acerca de la religión tinción que, como hemos visto, los posfreudianos frecuentemente han atenua-
son tentativas para explicar la fe en Dios y los sentimientos religiosos por me- do demasiado. Para Freud, la religión es la neurosis de la humanidad, no del
dio de las estructuras del inconsciente. individuio. Lo cual equivale a decir que no contiene más que la verdad histó-
¿Por qué desea el hombre creer en Dios? Para Freud, lo mismo que para rica del hombre en vías de realización.
Feuerbach y para Marx, no hay más que una respuesta: porque tiende a llegar
a ser hombre en grado superior. Por consiguiente, la religión se reduce al es-
fuerzo del hombre por humanizarse. En ello tiene su origen y a ello ajusta sus 2. El símbolo paterno y el Dios cristiano
normas. De ahí deriva su grandeza, pero también sus miserias y su caducidad
Un juicio acerca del psicoanálisis del teísmo comporta tres momentos: ¿qué
sustancial.
es este condicionamiento inconsciente del acto religioso? El sentido del acto
A pesar del paralelismo que establecemos aquí entre Freud, Feuerbach y religioso, ¿se agota en su aspiración inconsciente? Y, finalmente, ¿representa
Marx, no ignoramos su esencial diferencia. Para Freud, la religión es el atributo el ateísmo radical una realización más válida que el deseo de humanización en
de una humanidad que se encuentra necesariamente herida en su esfuerzo de el que se basa la búsqueda religiosa de la humanidad?
humanización y que en su mismo traumatismo encuentra el resorte de esa hu- Anteriormente hemos descrito cómo, según Freud, el hombre se realiza
manización. La religión, en su eje espiritualista, interviene en este drama his- a través de una sucesión de tensiones psicológicas, y asistíamos a la emergen-
tórico como la instauración del símbolo paterno, como la interiorización de la cia del símbolo paterno como elemento que estructura la personalidad humana.
ley estructural y como el medio de restablecer la inocencia en una culpabilidad
La misma humanización del hombre, su orientación ética y cultural, se rea-
reconocida y reparada. La religión es mítica, ya que en la realidad de Dios no
liza por la integración de la ley y por el reconocimiento del Padre. El complejo
existe otra verdad que la de prestarse a esta estructuración civilizadora. Como
de Edipo suministra los esquemas afectivos y mentales en los cuales esas rela-
todo mito, disminuye al hombre, ya que «cortocircuita» en lo imaginario la
ciones religiosas con el Padre pueden tener su origen. Y las formas patológicas
plena toma de conciencia. Además mantiene al hombre en el narcisismo irreal
de la religión no se comprenden sino a la luz de una patología de la formación
del que cree y espera una plenitud de existencia correspondiente a su deseo
edipiana.
imposible. Por consiguiente, para que el hombre se libere de ello es necesario
Lo que hay que rechazar en la interpretación freudiana es la identificación
que renuncie resueltamente a su narcisismo. También para Marx la historia
del Padre divino con el padre simbólico del complejo de Edipo. Entre la es-
de la humanización y la de la religión que a ella está ligada se hallan condicio-
tructura inconsciente y la aspiración religiosa, condicionada por aquélla, existe
nadas por estructuras subconscientes, que deben ser objeto de un esfuerzo
y opera toda la vida consciente. Esta se basa esencialmente en el deseo, como
deliberado. Pero dado que estas condiciones son en este caso de un orden
demostró Freud. Pero el deseo no se agota en sus recursos inconscientes y la
radicalmente distinto, la crítica del teísmo adopta, en consecuencia, una trayec-
búsqueda de la verdad no es en él accesoria. Indudablemente, el pensamiento
476 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 477

metafísico se ve con frecuencia expuesto a la tentación de definir al hombre cado, la fe en la encarnación del Hijo de Dios... no serían más que otros tantos
por su conciencia y de hablar de Dios como de un ser en sí y para sí y no para conceptos que resultaron beneficiosos y estructurantes durante la fase precrítica
el mundo. Los hombres religiosos no se reconocen en este razonamiento. Pero de la humanidad, pero que en último término resultan nocivos por ser puras
si la existencia efectiva del hombre religioso es la del hombre que sufre y que emanaciones simbólicas de los dramas humanos. En una palabra: si se esta-
lucha para el devenir humano, es preciso reconocerle asimismo la virtud de una blece que la búsqueda religiosa y filosófica de la verdad forma parte de la
búsqueda de la verdad acerca de sí mismo. El hombre religioso no se ve sim- humanización y si, por otra parte, es posible poner de manifiesto la novedad
plemente movido por fuerzas ocultas, que parecen estructurarse sin que él se de la revelación cristiana, el juicio crítico que se emite acerca del carácter fun-
dé cuenta de ello. El se esfuerza por fundar su ser de sujeto sobre una relación cional de la religión, y particularmente del cristianismo, pierde todo su fun-
objetiva y última. Ciertamente, su búsqueda de la felicidad y su culpabilidad damento. A fin de cuentas, si es preciso destruir la imagen mezquina del homo
estructurante le llevan casi sin advertirlo hacia un Dios. Sin embargo, Freud psychologicus, ¿no será asimismo preciso destruir la del hombre humanista?
se equivoca al radicalizar la ruptura entre las estructuras elementales de lo Esta destrucción, que conserva las verdades de las ciencias del hombre, ¿no
humano y la vida consciente que se modela sobre ellas, que las continúa y que está tal vez en la línea de la radicalización operada por el pensamiento freudia-
desarrolla las posibilidades de una humanidad nacida a sí misma a través del no o marxista? No pretendemos decir que el cristianismo prolongue necesaria-
trabajo inconsciente de la protohistoria. Corresponde a una filosofía religiosa mente la antropología elaborada a base de las ciencias del hombre. Pero éstas
mostrar cómo, a través de las diferentes figuras religiosas que se van alternando abren la puerta a través de la cual la fe religiosa puede introducirse para com-
y llevan a cabo la protohistoria, el hombre establece progresivamente su huma- pletar al hombre que se enfrenta a la búsqueda de sí mismo w .
nidad en una relación religiosa, aunque a través de muchas desviaciones. La
filosofía tradicional del deseo natural de Dios debería asumir a la vez la antro-
pología psicoanalítica y una lectura crítica de los fenómenos religiosos.
CONCLUSIÓN:
La posición central y dinámica que la antropología freudiana atribuye al LA ORIGINALIDAD DE LA ACTITUD RELIGIOSA
símbolo paterno permite asimismo articular la teología cristiana con la antro-
pología psicológica. Esta labor de armonización debe inspirarse sólo en la pre- La relación de las ciencias humanas es, por consiguiente, muy ambigua.
ocupación por la verdad. Pero parece evidente que el acuerdo entre la antro- Con frecuencia, los pensadores religiosos buscan en ellas un apoyo. La apolo-
pología freudiana y la teología cristiana resulta revelador tanto respecto a la gética cristiana experimenta, a su vez, la tentación de justificar la religión ape-
existencia humana como respecto al ser de Dios. Tal confrontación ayuda a lando a las necesidades y a los deseos humanos (deseo de sobrevivir, de justicia,
la teología a pensar en puridad los misterios del pecado, de la redención, de de liberación de la culpabilidad). Una tal apologética no sospecha siquiera que
la palabra reveladora y del coronamiento escatológico de la historia humana. las críticas psicológicas de la religión cortan precisamente la rama sobre la que
Esta convergencia podría inducir al ecepticismo religioso, ya que el hombre ella pretende asentarse. Para las críticas psicológicas la convergencia significa
se halla siempre dividido entre dos exigencias extremas: por una parte, el deseo un origen psicológico y, en consecuencia, una posibilidad de reducción expli-
de insertar la religión en el sujeto humano real y no solamente epistemológico; cativa. Las críticas psicológicas ateas nos imponen, por tanto, un doble trabajo.
por otra parte, el temor de que la religión no sea más que una pura emanación Es preciso servirse de las ciencias humanas para denunciar la inherencia dema-
de los deseos humanos. Una antropología cristiana tiene como tarea descubrir siado humana y demasiado funcional de ciertas actitudes y de ciertos compor-
en la existencia humana las huellas y las estructuras del proyecto divino y poner tamientos religiosos. Pero es preciso también, mediante una reflexión rigu-
en evidencia la ruptura y la novedad del acontecimiento histórico que tiene lugar rosa, articular a la vez la inherencia de la religión en las estructuras y movi-
entre el hombre y Dios. mientos psíquicos y la emergencia de su novedad y objetividad ontológíca.
La tercera cuestión que nos impone el ateísmo de Freud es la del carácter
Podemos resumir esquemáticamente nuestras investigaciones, situarlas en
humanista de la actitud religiosa, cuestión ligada al problema precedente. En
efecto, el antihumanismo que Freud reprocha a la religión reside en el carácter " Para una profundización del simbolismo paterno en la religión, cf. A. Vergote, Psychologie
funcional que él cree descubrir en ella. Para él, la religión es siempre un medio rcligieuse, Bruselas, Dcssart, 1966. Asimismo nuestro artículo Le symbole paternel et sa signi-
fantástico de humanización. La creencia en la Providencia, el sentido del pe- fkation rdigieusc: «Archiv für Kcl¡RÍonspsydiolog¡e», Gotingu, ed. Vandenhoek & Ruprecht 9
(1967). '
478 A. VERGOTE INTERPRETACIONES DE LOS FENÓMENOS RELIGIOSOS 479

el conjunto de una psicología de la personalidad religiosa y señalar, a la vez, la en la estructura edipiana del hombre. Frecuentemente es en gran medida fun-
verdad y las lagunas de las críticas psicológicas de la religión. Al mismo tiempo cional y proyectiva. Asimismo puede deslizarse hacia la obsesión y corre el
estableceremos un nexo entre las teorías reductoras y los procesos psicológicos peligro de mantener al hombre en una creencia cuasi mágica y servil.
que hemos reconocido que operan en el ateísmo. La religión vivida, tal como muestra la psicología, es un fenómeno impuro,
La psicología religiosa, que está ligada al descubrimiento de lo irracional, mixto. En él se encuentran todos estos procesos psicológicos. Pero ellos no
se dedicó inicialmente a la exploración de los sentimientos religiosos, es decir, agotan totalmente la intención religiosa a la que ellos subtienden y con la cual
la experiencia religiosa interior. Ella demostró que el sentido de Dios no se se entremezclan. Si se interroga a los creyentes, es evidente que su fe rebasa
reduce ni a la razón ni a la ética (Kant). El psicoanálisis y la fenomenología pu- la religión funcional o proyectiva. Porque toda actitud religiosa se propone
sieron luego en duda la verdad de la experiencia afectiva. Esta desconfianza insertarse en un razonamiento que, como regla o norma de la verdadera reli-
respecto a la interioridad ha penetrado ampliamente, como hemos visto, en gión, prescribe una relación orientada hacia Dios tal como es en sí mismo, por
la mentalidad contemporánea. En las tentativas de explicación psicofisiológica o encima de las exigencias y de los deseos humanos e independientemente de las
biológica de la religión hemos reconocido un esfuerzo para hacerla derivar de necesidades y las representaciones espontáneas. Y al mismo tiempo el hombre
fuentes y tendencias propiamente humanas. El psicoanálisis se inscribe en esta se deja enjuiciar por el razonamiento religioso. La religión es, por consiguiente,
misma línea de investigación y estudio. Reduce la religión a tendencias psíquicas una realidad dinámica, no sólo en virtud de la evolución psicológica del hom-
y la explica como una tentativa de superar las diferentes frustraciones para sa- bre, sino también en razón de la intención misma de la actitud religiosa.
tisfacer las tendencias fundamentales (seguridad, inmortalidad, narcisismo...). En nuestro estudio acerca de los procesos psicológicos que operan en el
Además, el psicoanálisis ha demostrado que la religión tiene sus raíces en las antiteísmo hemos observado cómo todo conflicto vivido desfigura la realidad
estructuras psíquicas que determinan al ser humano. Por su teoría estructural, divina. De la misma manera, la psicología nos revela que el Dios que se perfila
el psicoanálisis rebasa la concepción del homo psychologicus. Pero, en última al término de las tendencias y de las necesidades religiosas tiene el aspecto
instancia, la religión no es para Freud más que un avatar pasajero del devenir ambiguo de un Dios demasiado humano para ser verdaderamente el Dios abso-
humano. No es necesaria al hombre que se encamina hacia la plena racionali- lutamente Otro. Los conflictos y las opciones antiteístas surgen asimismo de
dad, superando la angustia de la frustración y de la culpabilidad. la confrontación humana con la imagen de Dios tal como nace de los temores
Las mismas críticas se encuentran en las motivaciones del ateísmo: la reli- y deseos del hombre. Pero si se presta oídos al razonamiento religioso, el hom-
gión es funcional y, por consiguiente, le falta lucidez y honradez en la acepta- bre puede recuperarse a sí mismo, descubrir al Otro, reestructurar sus tenden-
ción de los límites humanos. Es hostil al disfrute y a la razón. Con el culto cias psicológicas y establecer una relación religiosa que, aun surgiendo de sus
del Padre mantiene al hombre en un estado servil de dependencia y de culpa- deseos, los supera. Nuestras reflexiones acerca del símbolo paterno y de la
bilidad que paraliza el despliegue del poder humano. filiación han ilustrado este movimiento dinámico, que es la auténtica religión
Ciertos autores psicoanalistas critican algunos fenómenos religiosos par- concreta.
ticulares, de naturaleza más o menos patológica: el carácter obsesivo de los
dogmas y de los ritos, y también la creación de un Dios que es una proyección
del super yo. Y tratan de explicar totalmente la religión como un producto de
procesos psicológicos, sin obstáculo de dejarle una verdad ontológica cuyo con-
tenido real no se percibe.
La escuela de Jung ha tenido el mérito de demostrar los efectos producidos
en el plano religioso por la mentalidad de participación y de proyección. Pero
ha acabado negando todo valor a la fe en un Dios ontológicamente real, redu-
ciendo así la religión a la pura interioridad psicológica.
Todas estas críticas contienen su punto de verdad. Como fenómeno pro-
fundamente humano que es, la religión impregna los sentimientos; surge de
lí»s tendencias y deseos que se enfrentan con la frustración; ahonda sus raíces
TERCERA PARTE

LAS CIENCIAS DE LA NATURALEZA


FRENTE AL PROBLEMA DEL ATEÍSMO

u
CAPITULO I

LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO

por

GlUSEPPE RUFFINO

Director del Instituto Térmico Italiano


del Consejo Nacional de Investigaciones

I. CONFLICTO ENTRE CIENCIA Y RELIGIÓN

La ciencia natural nació en el siglo xvi con la clara toma de conciencia de


su propio método y su propio objeto. A partir de entonces, el campo al que se
extiende su capacidad explicativa se ha ido ampliando poco a poco, y este
desarrollo ha adquirido hoy un ritmo vertiginoso. Los confines de la ciencia, al
ir ampliándose, han alcanzado y traspasado otras fronteras, las de la metafísica
y las de la religión. En tales fronteras eran ilegales, ya que incluían afirmacio-
nes que escapaban de su órbita y que correspondían a la autoridad de los pri-
meros principios. Formaban parte de una metafísica que pretendía legislar so-
bre el hecho experimental en cuanto tal y de una religión naturalista que con
excesiva facilidad extraía las explicaciones de los hechos naturales de las inter-
venciones ocultas de la divinidad.
En el conflicto quedó comprometida también la fe cristiana. Y esto ocurrió
porque en el momento en que nacía la ciencia, la fe de los doctos y de los igno-
rantes se hallaba ensamblada con un grueso bagaje de presuntas implicaciones
humanas, debidas a dos causas.
La primera de ellas consiste en el hecho de que el lenguaje en el que se
expresa la palabra divina revelada, que constituye el contenido de la fe, es
humano. Ahora bien: el lenguaje está históricamente condicionado por el es
tado cultural de la comunidad, y por ese motivo la revelación se reviste de to
das las formas míticas y literarias del momento culturul en que adviene. L¡i
484 G. RUFFINO
LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 485

distinción entre contenido revelado y vector cultural es extremadamente difícil te al concepto de Dios. Sin embargo, no se pretende considerar aquí el ateísmo
cuando se priva al texto de la revelación de una referencia externa. No obs- únicamente en su aspecto demoledor —la negación de Dios—, sino spbre todo
tante, el marco cultural de la revelación, puesto en contradicción con las afir- como obra de construcción de una imagen del mundo de la que se excluye todo
maciones de la ciencia y considerado todavía como parte integrante de la fe, elemento que trascienda nuestra experiencia, imagen que ha de ser en si misvui
envolvió a ésta en el conflicto. lógicamente consistente y plenamente capaz de explicación.
La segunda fuente de disensiones resulta de la sistematización teológica Evidentemente, a este concepto de ateísmo se reduce el agnosticismo, qm
de la revelación. También ésta es obra humana que se desenvuelve sobre un hace derivar de la incognoscibilidad de Dios el desinterés hacia él y, por con
texto redactado en lenguaje humano. No sólo este último, como se ha visto siguiente, se contenta con los únicos datos que quedan a nuestro alcance.
anteriormente, sino también la labor de sistematización están condicionados Se ve, por tanto, que la investigación que iniciamos presenta continuas irn
por el ambiente cultural. Y como se sabe, esto puede oscurecer la distinción plicaciones metafísicas, en cuanto que uno de sus términos, aunque sea negado
entre el elemento específico revelado y el marco cultural. Ejemplo típico de —Dios—, es objeto de la metafísica. Sin embargo, nosotros nos limitaremos
ello fue la aceptación del sistema de Tolomeo como parte esencial de la doctrina a flanquear dicha metafísica, ya que nos proponemos únicamente estudiar el
revelada. Igual suerte correspondió al fijismo biológico. comportamiento de la ciencia en su frontera con ella.
Históricamente, el conflicto entre ciencia y fe ha encontrado cuatro pro- Y una vez aclarado el alcance de uno de los términos de nuestro tema, el
puestas de solución: ateísmo, queda por exponer el otro. Dicho término, es decir, la ciencia, exige
un examen más detallado.
1 .a Afirmación de la supremacía de la ciencia y desconocimiento de la fe
como verdad y como valor.
2.a Afirmación de la supremacía de la fe y desconocimiento de la ciencia
II. LA CIENCIA NATURAL
como verdad en algunos casos y como valor siempre.
3.a Concordancia entre ciencia y fe, incluyendo en ésta afirmaciones de
El concepto de ciencia ha experimentado una gran evolución en el CUIM>
carácter científico —es decir, relativas a fenómenos naturales—, las cuales
de la historia, de la cual, por sucesivas especificaciones, ha resultado la acq>
se hacen concordar con las teorías científicas gracias a oportunas interpreta-
ción actual.
ciones del texto revelado.
4.a Distinción de objeto y de método entre ciencia y fe, de manera que La idea de ciencia hinca sus raíces en la cultura griega. Para Sócrates, o>
se garantice la recíproca autonomía y los valores de cada una, los cuales se ar- nocimiento científico es la elaboración del concepto. Platón llama ciencia ¡il
monizan en la unidad interior de la persona humana. conocimiento de las ideas, que tienen existencia real en un mundo trascendí-n
te, del cual la experiencia sensible sólo capta su sombra o reflejo.
Un juicio somero nos revela que las dos primeras posiciones han de des-
Aristóteles, una vez profundizada la teoría del conocimiento y establecidii
cartarse por su negación de valores, y la tercera, por la confusión de objeto y
una plataforma metafísica, llega a una definición más rigurosa de la ciencia.
de método. La cuarta tiene el mérito de ejercer una función clarificadora y de
Ante todo, de manera realista, hace que el conocimiento se apoye en el dato
permitir al hombre una gran capacidad de enriquecimiento en todas sus di-
sensible. A partir de él, el entendimiento, mediante el mecanismo de la abs-
mensiones.
tracción, elabora la idea que refleja la esencia de las cosas. Esencia y existencia
En este punto delimitemos el campo de nuestro estudio. Se excluye en pri- constituyen a cada ser, que tiene su origen en cuatro causas: formal, material,
mer lugar el examen de las relaciones entre ciencia y religión y también entre eficiente y final. Las dos primeras son la forma y la materia de que consta todo
ciencia y fe. En cuanto a la religión, se toma en consideración su término esen- ser y dan razón de su esencia. De las otras dos deriva la existencia. Un cono-
cial que es Dios, y Dios como objeto de conocimiento puramente humano —se cimiento exhaustivo de las cosas sólo se posee cuando se conocen sus causas.
excluye del razonamiento cualquier tipo de revelación—, como objeto de aquel Así ocurre en la ciencia, que es un conocimiento de las cosas a través de las
especial conocimiento que constituye la metafísica. Más particularmente: cuan- causas: cognitio rerum per causas.
do nos entregamos al estudio de las relaciones entre ciencia y ateísmo concen-
tramos nuestra atención sobre una particular actitud negativa del hombre fren- La definición aristotélica de la ciencia incluye los siguientes elementos:
486 G. RUFFINO
LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 487
1.° Afirmación de una realidad extrasubjetiva, objeto del conocimiento.
2.° Afirmación de la esencia que es descubierta en el objeto mediante la elección de las variables. No se niega la realidad, sino que se la «encuadra»
una operación intelectual. en un marco convencional efectuando los cortes oportunos, «disminuyendo
3." Afirmación y clasificación de las causas, cuyo conocimiento constitu- los impedimentos de la materia» '.
ye la ciencia. Galileo definió además el objeto de la física. Ante todo, se ocupa de los
Como se ve, para Aristóteles no existe una diferenciación dentro de la fenómenos en su aspecto cuantitativo. Así se introduce el nuevo concepto de
ciencia. Todos los elementos que ésta incluye poseen un carácter metafísico. magnitud, no abstracta como el número o la cantidad de la matemática, sino
Es decir, la ciencia queda en definitiva reducida a la metafísica. como resultado de una medición. Las magnitudes físicas que intervienen en
Cierto que Aristóteles no descuidó el examen de los fenómenos naturales. un fenómeno están vinculadas por una relación matemática o, como se dirá
Pero se limitó a la pura descripción de un tipo de actividad al que denominó más tarde, funcional. Es la experiencia la que suministra los resultados de las
historia natural (de foropía: indagación o estudio). medidas de cuyo examen brota la formulación de la función matemática que
Las posiciones de Aristóteles fueron aceptadas por la escolástica, la cual vincula las magnitudes. Dicha función es denominada ley física y constituye
llevó a cabo una clasificación de las ciencias fundada en los grados de abstrac- precisamente el contenido de la física.
ción aristotélica. En el primero de ellos se prescinde de la individualidad de la Más tarde la física asume ciertas proposiciones privadas de supuesto expe-
materia, o sea, se estudian los caracteres, esenciales o accidentales, independien- rimental directo: se denominan hipótesis. Newton fue el primero en servirse
temente del objeto singular en el que se hallan inherentes: así se tiene la física. de ellas para explicar el movimiento de caída de los objetos pesados. Se les
Por consiguiente, el objeto de esta ciencia es la materia sensible no individuali- concede una confianza condicionada, a fin de permitir un razonamiento que
zada. En el segundo grado de abstracción se prescinde de la sensibilidad de la conduzca, por deducción matemática, a otras relaciones. Por eso son denomi-
materia y se la considera en cuanto que es inteligible: la materia se presenta al nadas hispótesis de trabajo. Su permanencia está condicionada por el hecho
entendimiento como cantidad, y ésta es el objeto de la matemática. En el supre- de que ningún experimento contradiga sus consecuencias, y el crédito que
mo grado de abstracción se prescinde de la materia inteligible: así se tiene la merece es proporcional al número y a la importancia de las consecuencias ve-
ciencia del ser inmaterial, es decir, la metafísica. Cuando ésta en particular se rificadas experimentalmente.
ocupa del ser inmaterial absoluto se convierte en teología. Una posición preeminente ocupan en la física los principios, leyes no ve-
En este cuadro no aparece la autonomía de la física con respecto a la filo- rificables experimentalmente por vía directa, a las cuales se atribuye el valor
sofía. Sin embargo, a partir de la Edad Media, por obra sobre todo de los es- de axiomas, es decir, de proposiciones absolutas aceptadas como tales por con-
colásticos ingleses —Rogerio Bacon y Grosseteste—, comienzan a emerger vención. Esta, en definitiva, se funda en un criterio de fecundidad de tales
instancias nuevas: la observación de los hechos naturales y la aplicación de proposiciones.
la matemática a su descripción. No obstante, tales instancias no toman consis- Un sistema de proposiciones integrado por principios, hipótesis y enun-
tencia y, sobre todo, no comienzan a operar sino en el siglo xvn, dando origen ciados deducidos lógicamente de aquéllos constituye la teoría física. La teoría
a la física, que llega a ser la ciencia por excelencia. suministra la explicación de los fenómenos naturales que se presentan al obser-
En primer lugar se precisa el método de la nueva ciencia gracias a Francisco vador como complejos. Su explicación consiste en la reducción a fenómenos
Bacon y a Galileo. El primero formuló las reglas de la inducción, que permite más simples, descritos ya mediante leyes, recorriendo hacia atrás el camino se-
la formulación de proposiciones universales fundadas en la observación de los guido en la elaboración de la teoría. Un ejemplo fácil nos lo proporciona la
fenómenos singulares, observación a la que sometió a una severa disciplina. teoría de la gravitación universal. Esta se funda sobre los principios de la diná-
Por su parte, Galileo introdujo el uso del experimento, que no es el simple mica y en la admisión del hecho de que dos cuerpos se atraigan con fuerza
hecho natural, sino la observación de un fenómeno producido artificialmente, directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente propor-
de manera que quede reducido al mínimo el número de las variables que en él cional al cuadrado de sus distancias. El conjunto de estas proposiciones cons-
intervienen. De esta manera, el experimento se puede repetir siempre y por tituye la explicación de las trayectorias de los planetas y también de fenóme-
cualquiera en idénticas condiciones. Así se obtiene la universalidad, pese a que nos más complejos, como son las anomalías en la órbita de cada planeta, debi-
se introduce en el procedimiento un elemento subjetivo, arbitrario, es decir,
' Galileo^ Dialogo xopra i duc massimi sistemi del mutido (Opere, vol. Vil, p. 60).
488 G. RUFFINO LA CIENCIA FÍSICA Y E L ATEÍSMO 48S>

das a la presencia de otros planetas; el movimiento de precesión, debido al ser útil, aunque sólo fuera para descartar ciertas creencias extrañamente aprio-
ensanchamiento ecuatorial, o el movimiento de mutación o cabeceo, causado rísticas como la de la resistencia al fuego de la salamandra. Con ello se estable-
por un satélite. ció el principio de que la explicación de un hecho sólo puede encontrarse re-
De estas consideraciones sumarias se deduce que: solviéndolo en fenómenos elementales conocidos.
a) Toda la física se desarrolla en el plano experimental: tal es, por con- B) A continuación se procedió a la unificación de todas las ciencias na-
siguiente, el carácter de las explicaciones físicas. turales en la física. Fue una labor prolongada, que se efectuó en los puntos
b) Los enunciados de la física tienen forma cuantitativa. siguientes:
Este aspecto ha sido profundizado por la investigación epistemológica mo- 1.° Todos los fenómenos naturales fueron encuadrados en leyes cuanti-
derna, estimulada por las aportaciones teóricas de Heisenberg y Einstein. El tativamente. En este plano, la primera disciplina agregada a la física fue la
primero enuncia el principio de que en física no se puede admitir un ente que química, que nació cuando se enunciaron sus primeras leyes fundamentales,
no sea susceptible, al menos idealmente, de medición. La física aplica, por precisamente de carácter cuantitativo. Sobre esas leyes se inició la teoría ató-
tanto, el método operativo, que se resume en el principio general siguiente: mica, que luego, con la cooperación de la química y de la física, desde entonces
las magnitudes físicas se definen describiendo el proceso de su medición. Este no diferenciadas metodológicamente, se desarrolló en las teorías de la cons-
consta de una serie de operaciones2. Un ejemplo lo tenemos en la definición titución de la materia. Hasta aquí el procedimiento es reconocido como legítimo
de longitud. Dado un objeto, por ejemplo la arista de un sólido, se dispone por todos. Más discutido es el reducir a la física la explicación de los fenómenos
sobre él una regla patrón de forma que un extremo del uno coincida con el vitales. Pensamos que en este procedimiento hay un error metodológico. Un
extremo de la otra, y se señala sobre el objeto la posición del segundo extremo efecto, se ha visto que el experimento comporta siempre la supresión arbitni
de la regla. Luego se hace deslizar la regla hasta que su primer extremo coincida ria de elementos. Si esto se hace con los fenómenos relativos a seres vivientes,
con la posición precedente. El número de veces que la regla está contenida en objeto de la biofísica y la bioquímica, puede ocurrir que los elementos sclc<
el objeto suministra la longitud de éste. La investigación de las operaciones cionados que se encuadran en la física resulten irrelevantes en lo que se relien
necesarias para definir la longitud de los cuerpos en movimiento llevó a Eins- a la vida. La discusión de este tema, al que hemos aludido para completar el
tein a la elaboración de la teoría de la relatividad. cuadro, nos lleva, sin embargo, fuera del ámbito prefijado.
A propósito de las definiciones operativas, Bridgman hace notar 3 : «Te- 2° Todos los conceptos de las ciencias son definidos mediante el método
niendo presente que las operaciones a que un concepto físico equivale son operativo. Este, para la física en particular, describe el proceso de medición.
operaciones físicas efectivas, los conceptos resultarán definibles sólo en los Sin embargo, incluye en general un conjunto de operaciones mentales. Tal aser-
límites de la experiencia actual, indefinidos y privados de significado en los ción constituye un elemento positivo de gran valor.
campos todavía no alcanzados por la experiencia.» Una consideración perfec- Una síntesis de todo cuanto se ha dicho hasta ahora puede ya resumirse
tamente válida cuando el tema de todo el razonamiento se limita a los concep- en la siguiente definición de ciencia: Ciencia es un sistema de conceptos defi-
tos físicos. Por desgracia, de ordinario muchos filósofos contemporáneos —y nidos operativamente, correlacionados por leyes experimentales que poseen una
físicos metidos a filósofos como el citado Bridgman— la generalizan con fre- forma cuantitativa.
cuencia a toda clase de conceptos, trastrocando el orden medieval de las cien- C) En este punto se opera el paso más audaz de la generalización: todos
cias y reduciendo la filosofía a física. los conocimientos del hombre son reducidos a la ciencia.
El proceso se realizó en tres estadios. Esta operación se realiza en tres planos:
A) El primer paso sobrevino al aplicar el método experimental al estudio 1.° En el plano epistemológico, todo concepto queda reducido a un gru-
de todos los fenómenos naturales. Esto era perfectamente lícito y demostró po de operaciones. Bridgman se expresa a este respecto como sigue4: «En
2
general, entendemos por concepto algo distinto a un grupo de operaciones. El
Acerca del carácter operativo de los conceptos de la física, cf. P. W. Bridgman, The Logic
of Modern Physics, Nueva York, 1927, cap. I. (Trad. ital.: La lógica della física moderna, Turín,
concepto es sinónimo del correspondiente grupo de operaciones. Si el concepto
Kiniiudi, pp. 23ss.)
' P. W. Bridgman, ,,.,:• ' P. W. Briclgmnn, o.c.
490 G. RUFFINO LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 491

es físico, como en el caso de la longitud, las operaciones son efectivas operacio- mo escolástico: «Nihil in intellectu quod prius non fuerit in sensu». El pri-
nes físicas, es decir, aquellas mediante las cuales se mide la longitud; si el con- mero tiene el innegable mérito de asignar una definición rigurosa a la elabora-
cepto es mental, como en el caso de la continuidad matemática, las operaciones ción científica del dato sensible. El segundo, a la afirmación perentoria de la
son operaciones mentales, es decir, aquellas mediante las cuales determinamos imprescindibilidad del dato sensible para el conocimiento humano, no añade
si un conjunto dado de magnitudes es continuo o no. No entendemos con esto la imposibilidad para la inteligencia de concebir algo que trascienda la aparien-
que se dé una división neta entre conceptos mentales y conceptos físicos, o que cia sensible, es decir, la sustancia. Dicha imposibilidad es propia de la instancia
una especie de conceptos no contenga siempre algún elemento de la otra...» empirista que niega al concepto de sustancia cualquier significado. Para ella,
He aquí la aportación de la escuela neopositivista, aportación extremada- el único objeto del conocimiento es el «fenómeno». Cualquier cosa que lo tras-
mente clarificadora en el dominio de las ciencias, pero que, en su extensión a ciende puede también existir, pero no puede demostrarse que existe, ya que
toda forma de pensamiento, parece demasiado arbitraria. También aquí la dis- está fuera del alcance de nuestras facultades cognoscitivas. Por ello, cualquier
cusión nos llevaría al campo de la filosofía, precisamente porque la generaliza- razonamiento que se haga sobre lo trascendente carece de significado7.
ción de los conceptos operativos trasciende la pura ciencia. A esta formulación del empirismo llega el neopositivismo. En efecto, para
2.° En el plano gnoseológico, todo conocimiento queda reducido al dato él los conceptos resultan de un conjunto de operaciones. Luego éstas se refieren
de la experiencia sensible. Se trata del empirismo peculiar al pensamiento posi- a los datos de la experiencia sensible. Todo lo que se piensa fuera del recinto
tivista. Una exposición sintética de esta doctrina, elaborada con criterios cien- de la experiencia y de las operaciones físicas o mentales realizables sobre ellas
tíficos de manera que sugiera ya la ingenuidad del positivismo clásico, nos la carece de significado.
proporciona F. Le Dantec 5 : Las consecuencias de aplicar este pensamiento sobre los problemas clásicos
«Para evitar ocuparse de la existencia absoluta de las cosas hay que abste- del cuerpo y del alma, del mundo y de Dios, son inmediatas y evidentes.
nerse de olvidar el modo en que conocemos lo que llamamos las cosas. Las 3.° He aquí esas consecuencias en el plano metafísico. Son simples y drás-
conocemos a través de los órganos de los sentidos y gracias a la herencia atá- ticas. La metafísica carece de significado, ya que sus conceptos no son suscep-
vica...; las conocemos de un modo impersonal cuando podemos reducir su tibles de definiciones operativas. Es ésta una negación de la metafísica, que
descripción a medidas realizadas con medios tales que, debidamente aplicados, se mueve en el plano físico-operativo.
suministran los mismos resultados a todos los observadores. Sólo entonces te- Por otro camino, procediendo por el terreno de la sintaxis lógica, el neo-
nemos derecho a hablar de un conocimiento científico de los hechos. Precisa- positivismo llega también a la negación de la metafísica. Así, Weinberg es-
mente en esto consiste, en cierto modo, la definición de ciencia... cribe 8:
»Una medida es científica cuando es impersonal y puede ser efectuada del «La decisión sobre si una serie dada de signos utilizados para expresar una
mismo modo por cualquier experimentador ejercitado. Es buena siempre que proposición está provista o no de significado depende de la reducción de tal
conduce a un número que basta leer, sea en el platillo de una balanza, sea en grupo de signos a proposiciones elementales llevada a cabo mediante propo-
la escala de un termómetro, de un dinamómetro, de un amperímetro, de un siciones tautológicas, definiciones y otros métodos de la sintaxis lógica.
densímetro, etc. La primera fase de una ciencia experimental es el descubri- »Si un signo proposicional puede ser sometido a esta reducción, entonces
miento de un procedimiento de medida adaptado a ciertos fenómenos. Se da la resulta provisto de significado; en caso contrario, no. Es fácil, por consiguien-
ciencia siempre que exista la observación impersonal de un hecho. A ella sigue te, ver cómo se llega a eliminar la metafísica del razonamiento provisto de
la tarea de establecer relaciones matemáticas entre las medidas efectuadas, en significado. No se puede en manera alguna determinar el método para verificar
campos distintos, con medios enteramente diversos...» los asertos metafísicos, ni mediante reglas simples ni mediante una prueba em-
El autor resume su pensamiento en este axioma fundamental: «II ne se píricamente posible. Esta es la tesis del positivismo lógico».
passe ríen de connaissable á l'homme, sans que se modifie quelque chose qui
est susceptible de messure»6. A su lado puede colocarse el axioma del empiris- 7
Cf. B. Russell, Religión and Science, 1935. (Trad. franc: Science et religión, París, Gallimard,
1957, cap. V).
" F. Le Dantec, L'athéisme, París, Flammarion, 1909, p. 162ss. * J. R. Weinberg, An Examination of Logical Positivism, Londres, Kegan Paul, Trench, Trub-
* F. Le Dantec, o.c, p. 165. mr and Co. (Trad. ¡tal.: Tntroduzionc al positivismo lógico, Turín, Einaudi, 1950, cap. VI.).
492 G. RUFFINO LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 493
Por cualquier camino que se llegue a la negación de la metafísica, el punto la misma diosa aplaca el corazón enojado del héroe precipitándose sobre él y
de partida es siempre el empirismo. Y el punto de llegada es siempre el monis- asiéndole por la rubia cabellera. B. Snell escribe 10: «La acción humana no tiene
mo materialista. Este, afirmado ya por el positivismo clásico, ya por el mate- ningún comienzo efectivo e independiente. Es cometida y decidida por los dio-
rialismo dialéctico o por el neo-positivismo, implica una afirmación de carácter ses. Y puesto que la acción humana no tiene en sí misma su principio, tampoco
metafísico. Ningún pensamiento ha logrado hasta ahora desembarazarse de los tiene un fin propio».
lazos de la metafísica. Así lo advierte el mismo Weinberg en su exposición del Esta concepción del mundo se distingue por dos características:
neopositivismo, donde escribe9: 1.a Los fenómenos naturales no aparecen coordinados, de manera que
«Los principios que se vienen utilizando para demostrar que la metafísica encuentren su explicación en su mismo ámbito: el horizonte del conocimiento
carece de sentido conducen a dos consecuencias más bien catastróficas en lo que no rebasa el dato sensible, inmediato. Tal horizonte es la frontera con el mundo
respecta al positivismo. En primer lugar, estos principios contienen precisa- de los dioses.
mente aserciones metafísicas, es decir, aserciones que no pueden ser verifica- 2.a Se da una correspondencia entre los fenómenos naturales y las inter-
das por los métodos de la lógica positivista. En segundo, dichos principios ha- venciones divinas. Pero éstas, como los hechos naturales, no están relacionadas
cen que carezca de sentido una gran parte de la ciencia, implicando un solipsis- entre sí.
mo lingüístico». Es claro que este modo de pensar no es todavía ni ciencia ni teología; es
mito. En tal terreno nace el pensamiento filosófico griego. El primer problema
que se plantea es el de la naturaleza. Indaga acerca del principio fundamental
III. CIENCIA Y ATEÍSMO EN LA ANTIGÜEDAD que relaciona todos los fenómenos naturales entre sí, que da razón de las va-
riedades entre los seres y de sus mutaciones. Ciencia y filosofía (en el sentido
Al abrir sus ojos sobre la naturaleza, la humanidad debió experimentar actual) no están todavía diferenciadas en el planteamiento del problema y en
una sensación profunda, mezcla de curiosidad y de espanto. Un caleidoscopio la búsqueda de su solución.
de fenómenos, a veces maravillosos y a veces terribles, patentes a sus sentidos, El primer estadio de la indagación acerca de la naturaleza versa sobre su
presentaban a su inteligencia el desafío del misterio. Energías gigantescas se elemento primordial: el óopxh de los filósofos jónicos. Una ulterior profundi-
desencadenaban en el ambiente que rodeaba al hombre, sin que él tuviese la zación se da en el atomismo de Demócrito y en la doctrina de las «homeome-
más pequeña posibilidad de dominarlas, de tal manera que no le quedaba sino rías» de Anaxágoras. La genial intuición de Demócrito, proseguida con un
la angustia de la impotencia. Afortunadamente, ni el sentido del misterio ni nuevo método, ha venido a constituir el fundamento de la ciencia física y quí-
el espanto paralizaron al hombre, al menos en un amplio sector de la humani- mica moderna. El áp%fi es la causa material del mundo. Su estudio entra en el
dad, sino que, por el contrario, avivaron en él el deseo de conocimiento y de ámbito de lo que hoy llamamos ciencia natural. Sin embargo, no es «científico»,
liberación, abriéndole el camino en el mundo y en la historia. Conocemos bien como veremos, el método con que ésta es realizada. Es decir, un objeto consti-
el trazado de este camino en Occidente. tuido por fenómenos naturales (hechos percibidos por los sentidos) es inves-
La historia del pensamiento occidental se inicia en Grecia con la afirma- tigado con un método que prescinde de la observación de los hechos mismos
ción de dos órdenes de seres: uno engloba el mundo de los hombres; otro, el (método a priori, no experimental). Nos encontramos evidentemente frente a
de los dioses. Esta es la perspectiva del universo homérico. Ambos mundos una superposición entre filosofía y ciencia natural. He aquí el primer ejemplo
tienen su origen en un principio común, si bien la mentalidad homérica no se en extremo fecundo.
concentra sobre él. Más bien insiste en el hecho de que cuanto realiza el hom- En esta circunstancia, la ciencia, en el regazo materno de la filosofía, viene
bre y cuanto acaece en la naturaleza está sostenido por la actividad de los dioses. a encontrarse ante el problema de Dios. Esto es lo que ocurre cuando trata
El mar espumeante se alborota y se revuelve agitado por el tridente de Posei- de buscar el principio supremo del que derivan los elementos primordiales del
dón; el arrogante e insolente es herido por el rayo lanzado por Zeus; la lanza universo.
del guerrero es dirigida al enemigo o desviada de él por la mano de Atenea; 10
B. Snell, Die Entdeckung des Geistes. Si lidien zur Y.nlstehung des curopaischen Denkens
bei den Griechen, Ilnmburgo. (Tracl. ital.: I.a cultura greca e le origini del pensiero europeo,
' J. R. Weinberg, o. c, parte III, introd.
Turín, F.inoiúli, 1963, p. ?í).
494 G. RUFFINO LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 495
Para Anaxágoras, el mundo exige una mente ordenadora: voO^ é<;-uv ó 2° Tesis central: la naturaleza no necesita de Dios para ser explicada,
Siaicoirpiwv TTE xai iiávTwv ai/uo<; ", expresión que, al mismo tiempo que afirma «nullam rem e nilo gigni divinitus unquam». Así como esta naturaleza es la
la existencia de Dios, enuncia su esencia (racionalidad) e indica sus relaciones que se percibe por los sentidos, esta afirmación implica que la materia es abso-
con el mundo (causalidad y ordenación). luta. Más adelante se afirma el principio de la conservación de la materia, «nil
Demócrito, en cambio, no vio ningún principio por encima de los átomos, igitur de nilo posse fatendum est», por lo cual la materia resulta eterna.
que son eternos y no están regidos por nadie (o lo están por la casualidad, lo 3.° Tesis moral: la concepción naturalista de la naturaleza da serenidad
cual viene a ser lo mismo). Ellos explican la multiplicidad y las mutaciones de al hombre y por ello es fuente de felicidad. De hecho, lo libera del terror de
los seres y constituyen no sólo los elementos primordiales, sino el principio las causas ocultas, que se reducen al misterioso poder divino, «divinum nu-
absoluto del universo. En el atomismo de Demócrito se halla la afirmación men». Las «naturae species ratioque» —experiencia y razón— descartan la
lacónica del materialismo y del ateísmo. Se trata de una doctrina casi perfecta, religio, fuente de males, «tantum religio potuit suadere malorum». Así, pues,
a la cual la expresión moderna añade muy poco. Volvemos a encontrarla en el materialismo tiene una función de redención y de salvación:
Epicuro y, vulgarizada en espléndida poesía, en Lucrecio Caro:
quare religio pedibus subiecta vicissim
Hunc igitur terrorem animi tenebrasque necesset opteritur, nos exaequat victoria cáelo".
non radii solis ñeque lucida tela diei
discutiant, sed naturae species ratioque. Tanto Anaxágoras como Demócrito y sus seguidores fueron considerados
Vrincipium cuius hinc nobis exordia sumet por sus contemporáneos como «ateos». Incluso* el primero no pudo librarse
nullam rem e nilo gigni divinitus unquam del proceso por ateísmo sino con su fuga de Atenas, a pesar de su amistad con
quippe ita formido mortalis continet omnis, Pericles. Ahora bien: en el siglo v a. C. «ateísmo» significaba rechazar la reli-
quod multa in tenis fieri caeloque tuentur, gión de la polis. En consecuencia, todo aquel que buscase el principio último
quorum operum causas nulla ratione videre del mundo fuera de la mitología oficial era considerado como «ateo», aun cuan-
possunt ac fieri divino numine rentur do reconociera la existencia de un creador y ordenador. El ejemplo de Sócrates
quas ob res ubi viderimus nil posse creari es significativo.
de nilo, tum quod sequimur iam rectius inde
En conclusión: durante la Antigüedad, la ciencia, todavía no diferenciada
perspiciemus, et unde queat res quaeque creari
de la filosofía, buscó los elementos esenciales del mundo fenoménico. Las
et quo quaeque modo fiant opera sine dioum a.
respuestas fueron varias. La más válida es la del atomismo, el cual, al menos
en su forma más documentada, intuyó el recto modo de investigación —«natu-
De esta lúcida y elegante exposición, que encarna la tesis central expresán-
rae species ratioque» de Lucrecio— y lo utilizó, si bien a través de contami-
dola en versos lapidarios, extraemos tres elementos que son la base del ma-
naciones apriorísticas. Al problema ulterior del principio último de los ele-
terialismo:
mentos primordiales, la corriente filosófica espiritualista le dio una respuesta
1.° Afirmación metodológica: el verdadero conocimiento resulta de la positiva, mientras que la escuela materialista se la dio negativa. El materialismo
experiencia y de la razón, «naturae species ratioque». atomista no advirtió que este problema, evidentemente filosófico, puesto que
" La mente es la que pone orden y da razón de todo, citado por Platón, Vedan, 46. trasciende la experiencia, exigía un método distinto del utilizado para tratar
12
«Por consiguiente, este terror y estas tinieblas del ánimo deben disiparse no por los rayos el primero. Lucrecio deducía tranquilamente de observaciones naturales la eter-
del sol o por los esplendentes dardos del día, sino por el espectáculo de la naturaleza y de la nidad y lo absoluto de la materia, propiedad que en ningún modo es sensible.
razón Y esta obra comenzará en nosotros con la aserción de que ninguna cosa tiene jamás origen
de la nada por intervención divina. De hecho, el miedo se ha apoderado de todos los mortales, Pero ya hemos visto cómo el materialismo, que renació dieciocho siglos des-
porque ven la producción de muchos fenómenos en la tierra y en el cielo cuya causa no pueden pués, no resultó mucho más sagaz, a pesar de que el razonamiento acerca del
comprender, y, por consiguiente, consideran que son originados por el misterioso poder divino. método se había hecho mucho más claro.
Por eso, cuando hayamos observado que nada puede ser creado de la nada, entonces veremos
más exactamente el objeto de nuestra búsqueda, a saber: de dónde puede originarse cada cosa y
cómo todo se realiza sin la intervención de los dioses» (Lucrecio, De rerum natura, I, pp. 146-55). " «Por eso la religión, pisoteada, se reduce a añicos: nuestra victoria nos exalta hasta il
cielo» (Lucrecio, De rerum natura, I, pp. 78-79).
LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 497

dos posturas: o se contenta con la explicación natural, o bien busca una razón
IV. CIENCIA Y ATEÍSMO EN LA ÉPOCA MODERNA más profunda, la causa última. En el primer caso piensa que las explicaciones
naturales son totalmente adecuadas a la necesidad racional del hombre, para
Ya se ha visto cómo nació con Galileo la ciencia moderna: la delimitación el cual sólo existe el fenómeno observable, y renuncia a otras explicaciones,
de su objeto y de su método propios le proporcionó una enorme capacidad de puesto que no pueden captarse dentro de las estructuras de la mente humana.
investigación, y en breve tiempo, gracias a los trabajos de Newton, Leibniz, Tal es el ateísmo científico, denominado así no porque se halle elaborado me-
D'Alembert, Laplace, etc., enriqueció al hombre con vastísimos conocimientos. diante una teoría científica, sino porque está encuadrado en una concepción
Su procedimiento, constantemente sometido al control de la experimentación exclusivamente cientifista del mundo.
y, por consiguiente, con posibilidad continua de corrección y de progreso, le En el segundo caso el hombre reconoce los límites de la explicación cien-
dio prestigio frente a la metafísica, acusada de apriorismo incontrolable y des- tífica y trata de proceder más allá de ella. Pero la mentalidad científica es
acreditada por los abusos de la especulación. Debido a ello, muchos comen- perfectamente consciente de que el examen a fondo de la causa última debe
zaron a considerar la ciencia experimental como una forma más excelsa, incluso realizarse con un método totalmente diverso al método científico. De lo con-
como la única forma de conocimiento racional. trario, la causa última seguiría siendo siempre una causa natural. Volverían
Otro fundamento del prestigio de la ciencia se encuentra en las enormes por la ventana las causas ocultas que se habían arrojado por la puerta. Así,
capacidades que ha dado al hombre poniendo en sus manos la técnica. Cuando pues, la ciencia, en lo que se refiere al problema de Dios, impone una rectifi-
ve dominada la energía del -átomo, lanzadas al espacio las naves cósmicas y cación de conceptos y de métodos.
aflojados los vínculos del tiempo y del espacio, no puede sustraerse a la admi- Para el hombre contemporáneo, el problema de las relaciones entre ciencia
ración que le inspiran las conquistas de la ciencia. Las dimensiones del hombre y religión tiene no sólo una proyección en el plano personal, sino también en
se han ampliado enormemente, dado que ha adquirido conocimiento, y me- el social.
diante él, poder.
Ciertamente, la religión, además de personal, siempre ha tenido una di-
Estos hechos han demolido la religión naturalista, fundada en la igno- mensión social. Siempre el culto ha sido público (del latín publicus — popli-
rancia y en la impotencia del hombre frente a la naturaleza. Como se ha visto cus: del pueblo). Prescindiendo de los casos en los que se reducía a una for-
a propósito del politeísmo clásico, esta religión veía a la divinidad detrás de malidad oficial, traducía en actos comunitarios una fe personal, que, de esa
todo fenómeno natural y su poder en todo acontecimiento que excediera, en manera, se convertía a su vez en un hecho social. La ciencia, en cambio, co-
bien o en mal, la capacidad del hombre. Al igual que las restantes formas de menzó por ser primeramente sólo patrimonio del individuo que la elaboró (pién-
religión, más elevadas, el mismo cristianismo no se ha desembarazado total- sese en los teoremas de los matemáticos encerrados en cajones) para ser luego
mente en su actuación histórica de este naturalismo; es decir, se ha recubierto confiados a una escuela. Sin embargo, cuando la sociedad advierte que la ciencia
frecuentemente de incrustaciones supersticiosas que enmascaraban en parte su pone las bases de la técnica y, por consiguiente, es fuente de poder, se apropia
sencilla y poderosa estructura. de ella. La promueve y la difunde dentro de los límites del bien común. En
La ciencia, haciendo tabla rasa de las concepciones naturalistas de tipo una palabra: la administra. De este modo, la ciencia se convierte en un patri-
religioso y convirtiendo al hombre en señor de su propia existencia personal monio público, lo mismo que la religión. Y a ello se debe que el problema de
y colectiva, obliga a un replanteamiento de la religión. La luz de la ciencia da las relaciones entre ciencia y religión sea sentido y agitado al nivel de las masas.
un nuevo relieve al viejo problema de la existencia de Dios. Así como la religión ha sido siempre pública, también el ateísmo, en vastas
Ante todo, la ciencia suministra la explicación racional de los fenómenos, zonas de la tierra, se ha convertido ahora en un fenómeno de masas, incluso
los clasifica y construye un sistema de conocimiento de la naturaleza. Por eso en algunas naciones en un hecho público, y, como tal, se ve apoyado por unn
elimina el recurso de la explicación fundada en las causas ocultas; es decir, ciencia ampliamente divulgada.
realiza la aspiración expresada en el ambicioso título de Bernardino Telesio: En lo que se refiere a las relaciones entre ciencia y religión, hay que advci
De rerum natura iuxta propria principia. tir que las posiciones de aceptación o de negación de la existencia de Dios por
Ante la capacidad explicativa de la ciencia, el hombre adopta una de estas parte de los científicos reviste diversos matices. Sin embargo, todos ellos se
498 G. RUFFINO LA CIENCIA FÍSICA Y E L ATEÍSMO 499

pueden clasificar en cuatro fundamentales: ateísmo materialista, ateísmo neo- Ampliando cada vez más los límites del sistema, la ciencia se encuentra frente
positivista, teísmo irracional y teísmo racional. al problema de las dimensiones del Universo. ¿Es éste finito o infinito?
La respuesta exige una delimitación preliminar: ¿dentro de qué tipo de
geometría hemos de interpretar estas dimensiones? No tenemos ningún dere-
1. Ateísmo materialista
cho a describir el universo en los términos de la geometría euclidiana (aquella,
En el orden histórico, la mecánica ha sido la primera ciencia natural en ser para entendernos, según la cual dos paralelas no se encuentran sino en el in-
objeto de una sistematización rigurosa, tanto en lo que se refiere a la delimita- finito). En primer lugar, esta geometría, en cuanto ciencia pura, es una cons-
ción de su objeto cuanto a la aplicación del método experimental. Se ocupa de trucción abstracta, a priori. No ha sido deducida de la experiencia, sino que
los entes materiales determinados por su masa y localizados en el espacio, en sirve para encuadrar en el espacio la descripción física del mundo de la expe-
el cual ocupan diversa posición en función del tiempo. El problema fundamen- riencia. Ahora bien: ¿de qué mundo se trata? Claro está, al menos en una pri-
tal de la mecánica es el movimiento, que viene descrito mediante relaciones mera aproximación, que de la tierra, e incluso del sistema solar, y hasta cierto
matemáticas, en general ecuaciones diferenciales en que intervienen masa, punto de nuestra galaxia. Pero no va más allá. La física del universo debe ser
espacio y tiempo. Dos o más masas constituyen un sistema. Ahora bien: el encuadrada en una geometría no, euclidiana, en una geometría en la cual, entre
movimiento de las masas hace que un sistema asuma diversas configuraciones otras cosas, dos paralelas se encuentran en una distancia finita, en la cual toda
en el transcurso del tiempo y las leyes del movimiento describen el paso de una recta se cierra sobre sí misma. Para la ciencia moderna no tiene ya sentido la
configuración a otra (o evolución). El concepto de evolución viene así a ocupar cuestión que apasionaba al filósofo del Renacimiento: ¿es el mundo finito o
una posición central en la mecánica. infinito? (Y el que hubiese optado por la segunda alternativa se arriesgaba
a perecer en la hoguera, puesto que en ese caso la infinitud espacial se con
Nuevos problemas se plantean cuando dos o más sistemas entran en con-
fundía con la infinitud de la perfección, atributo sólo de Dios.) Para los cien
tacto. Se abre así una nueva rama de las ciencias naturales, la termodinámica,
tíficos de hoy, el mundo es «cerrado». Sin embargo, un importantísimo fenó
que estudia el equilibrio de los sistemas y sus evoluciones. Es ella la que intro-
meno, comprobado por Humason a partir de 1929, el desplazamiento de las
duce en la descripción de los fenómenos una nueva dimensión característica
nebulosas más lejanas hacia el rojo del espectro, induce a pensar que tales nc
del equilibrio entre dos sistemas: la temperatura. Pero a esta dimensión que,
hulosas se alejan de nosotros a enorme velocidad. Esta velocidad ha sido calcu
por sus relaciones fisiológicas con nuestras sensaciones de calor y frío, es fácil- lada por el astrónomo inglés Huggins en base al efecto Doppler. Por ello, el
mente intuible, la termodinámica asocia otras derivadas de la anterior, pero concepto de un «universo cerrado» ha sido integrado en el de un «universo en
bastante más abstractas —definidas mediante operaciones matemáticas—, la expansión».
más importante de las cuales es la entropía, que describe el estado de mayor o
menor desajuste de un sistema. El concepto de evolución está implícito en todo No obstante, nadie dejará de ver que la reflexión sobre los límites del uni-
proceso termodinámico. La termodinámica demuestra que es una ley funda- verso reveló a la ciencia sus propios límites, que venían establecidos por su
mental de la naturaleza el que un sistema mecánico más ajustado evolucione mismo método experimental. Hablar de los confínes del mundo es hablar de
hacia un sistema más desajustado (la entropía aumenta siempre). los límites espaciales de lo experimentable. Pero en los confines de una ciencia,
Planteado así el proceso, la física lo generaliza en dos direcciones. En pri- el razonamiento se torna híbrido, y por ello mismo, confuso. Desdichadamente,
mer lugar, partiendo de los resultados proporcionados por el estudio de los mientras que la discusión sobre el método de la ciencia experimental se ha
fenómenos más simples, procede al examen de los sistemas más complejos, esclarecido bastante, la metodología de sus límites sigue siendo tierra de nadie.
generalizando las leyes que describen a los primeros. De este modo, de las leyes La segunda generalización de la física se desarrolla en la dimensión tempo-
del movimiento de la masa se deducen las que regulan el movimiento de los ral. Sobre la breve base temporal dentro de la cual se efectúa la investigación
sistemas continuos y el de los sistemas constituidos por un número elevadísimo científica moderna se ha demostrado la validez de las leyes que regulan la evo
de partículas. Este último estudio es llevado a cabo por la mecánica estadística, lución de los sistemas. Pero también fuera de los sistemas mecánicos el concepto
que describe la evolución de un sistema de 3N grados de libertad (siendo N el de evolución nos ha proporcionado la base para hipótesis muy fecundas. L:i
número, tan grande como se quiera, de las partículas que lo componen). paleontología ha descubierto restos de formas desaparecidas —minerales, vcgi
500 G. RUFFINO LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 501

tales y animales— que se han podido encuadrar en modelos de evolución de negación de Dios. Se limita a afirmar que ella proporciona una explicación
la tierra que resultan harto convincentes. exhaustiva del mundo, sin necesidad de recurrir al concepto de Dios.
No se trata de discutir aquí la evolución de las especies vivientes, cuyas La forma original, y la más ingenua, del ateísmo materialista es el ilumi
leyes no tienen nada que ver con las leyes de los sistemas físicos. Con respecto nismo. Se funda en la confianza en las inagotables capacidades explicativas di'
a éstos, la extrapolación de las leyes de los fenómenos reales ha conducido a la ciencia. Es confianza, no verificación, ya que hasta la fecha son todavía mu
la teoría de la evolución de la tierra, del sistema solar y de las galaxias. chos los misterios que se resisten a la ciencia. Sin embargo, es un hecho irme
gable que nuevos conocimientos son desvelados sin cesar por ella: la estrui
El remontarse en el tiempo ha puesto sobre el tapete el problema del lími-
tura íntima de la materia, las relaciones entre la materia y la energía, la estrut
te de la serie temporal de los eventos. Al igual que para el espacio, ha sido
tura del cosmos, la documentación sobre el pasado de la tierra y de las especies
planteada la cuestión de la infinitud del tiempo. La cosmogonía, es decir, la
vivientes, la naturaleza de los fenómenos «vitales», etc. El progreso de la
ciencia del origen del universo, es cualquier cosa menos sistemática. A causa
ciencia, al mismo tiempo que eliminaba todas las explicaciones religioso-natu-
de ello nos presenta diversos modelos del universo. Todos ellos admiten, sin
ralistas, ha proporcionado a ciertos hombres por extrapolación, la convicción
embargo, que la evolución partió de un estadio primitivo en el que la materia
de que la única y total explicación del mundo viene dada, o debe venir dada,
no se hallaba diferenciada. En tanto que unos afirman la eternidad de la
por la ciencia.
materia, otros aseguran que el tiempo es una serie finita de eventos, el pri-
mero de los cuales inició la evolución del universo con la explosión del átomo En esta perspectiva, el concepto de Dios se torna inútil. La tesis funda
primordial al que estaba reducido (Lemaitre). mental de la ciencia iluminista se halla enunciada en la siguiente proposición,
atribuida —falsamente— a Laplace: Dios es una hipótesis no necesaria. Poi
Se habla de «creación», para negarla en la primera teoría y afirmarla en el principio de economía, que es una ley fundamental del pensamiento —non
la segunda. Pero no siempre se advierte que el concepto de creación sobrepasa sunt multiplicanda entia sine necessitate—, toda teoría debe fundarse sobr
el objeto de la ciencia física —ni más ni menos que el de causa, con el que un número mínimo de hipótesis. Entre estas hipótesis, tanto si se refieren
está estrechamente emparentado—. Y más aún si se recuerda la aguda investi- la descripción de los fenómenos actuales como si son relativas a toda la historii
gación de Santo Tomás sobre la creación, en que ésta ha sido apartada por del Universo, incluso al primer evento, a lo que primero fue, no se encuentr:i
completo de toda referencia temporal. necesariamente la de la existencia de Dios.
Para la física, creación es el surgimiento de un objeto de la nada, objeto A decir verdad, todos los científicos son lo suficientemente serios como
que puede ser materia, antimateria o energía. Al hablar de creación, la física para no incluir semejante afirmación —o su contraria— en sus escritos estríe
hace referencia a un objeto sin hacerla en absoluto a una causa u. Este tipo tamente científicos. Su posición con respecto a la religión la expresan en do
de creación no puede ser afirmada ni negada. cumentos que no corresponden a la literatura científica. Así, por ejemplo,
Para completar el cuadro queda todavía por decir que son dos las teorías sabemos que A. Einstein era decididamente ateo, al menos en su juventud,
cosmogónicas de la creación. Una de ellas asegura que tuvo lugar por completo porque escribe en su autobiografía 15:
en una instante inicial y que su resultado fue la materia primitiva, sujeto de «Dejé de pronto de creer a la edad de doce años. Por la lectura de libros
las sucesivas evoluciones. La otra afirma, por el contrario, que el proceso crea- de vulgarización científica me convencí rápidamente de que muchas de las
dor está distribuido en el tiempo: está aconteciendo actualmente y continua- historias que relata la Biblia no podían ser ciertas. En consecuencia, me con
rá en el futuro, de modo que la creación es un fenómeno continuo (Bondi y vertí en un acérrimo partidario del libre pensamiento, añadiendo a mi nuev¡i
Gold). fe la impresión de que los jóvenes éramos conscientemente engañados por el
En el cuadro cosmogónico hasta aquí descrito se inserta el ateísmo mate- Estado con falaces enseñanzas. Y fue ésta una impresión perturbadora. Di
rialista, que se autodenomina científico porque cree deducir de la ciencia la esta experiencia se derivó una actitud de sospecha contra todo género de auto-
prueba de su certeza. No es que pretenda de la ciencia la prueba directa de la ridad y de escepticismo frente a las particulares convicciones de los diversos

" Por ti contrario, el concepto judeo-cristiano de la creación se refiere a la generación del " Incluida en el volumen: A. Tiinsti-in v mi Alhcrt V.imtt'tn scirnziiilu <• /rlnw/o, Tnrín,
mundo tk' ln nada, tanto ilcl' objeto cuanto del sujeto generador (ex nihilo sui et subiecti). Boringhieri, 1958.
502 LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 503
G. RUFFINO

ambientes sociales. Y esta actitud no me ha abandonado ya, si bien, gracias/ doctrina puede siempre refugiarse en un campo en el cual el conocimiento cien-
una mas protunda comprensión de los nexos causales, ha perdido un poco ¿ e tífico no ha logrado todavía introducirse.
su aspereza primitiva». »Estamos persuadidos, sin embargo, de que un tal comportamiento por
El resultado de esta evolución del pensamiento einsteiniano se expresa cla- parte de los representantes de la religión sería no sólo inútil, sino también
ramente en un escrito de 1941 » Su juicio sobre la religión se ha hecho mucho fatal. Una doctrina que pretenda sobrevivir no bajo la luz, sino en las tinieblas
mas positivo. Mientras la ciencia es «la tentativa... de coordinar mediante el perdería forzosamente su influjo sobre la humanidad, causando un daño in-
pensamiento sistemático los fenómenos perceptibles de este mundo en un con- calculable al progreso humano».
junto lo más completo posible», la religión queda confinada a la esfera ético- El pensamiento panteísta de Einstein aparece sintetizado en su célebre tele-
social. «A mi entender, una persona iluminada por la religión es aquella qu e grama al rabino Goldstein de Nueva York: «Creo en el Dios de Spinoza, que
se ha liberado, en la medida de sus posibilidades, de la cadena formada por se revela en la armonía de todas las cosas; no en un Dios que se interesa por
sus propios deseos egoístas y que se preocupa tan sólo por los pensamientos, el destino y las acciones de los hombres».
sentimientos y aspiraciones a los cuales se adhiere en base a su valor, que tras- Una posición análoga a la del Einstein juvenil es sostenida, entre otros
ciende al individuo». científicos, por el matemático inglés B. Russell".
A la luz de estos conceptos resuelve el conflicto entre ciencia y religión: Si, en general, los hombres de ciencia no han abordado expresamente el
«Concebidas la religión y la ciencia según estas definiciones, resulta evi- problema de Dios, el ateísmo científico ha sido en cambio propugnado por los
dente que no puede existir entre ellas ninguna oposición. La ciencia, en efecto, filósofos.
sólo puede descubrir lo que es, pero no lo que debería ser. Fuera de su ámbito En primer lugar, por los positivistas, que de la instancia gnoseológica dé-
siguen siendo necesarios los juicios de valor de todo género. La religión, por la exclusividad del conocimiento sensitivo pasan a la afirmación de la exclu
su parte, sólo puede ocuparse de los juicios de valor sobre el pensamiento y sívidad de la ciencia experimental, rechazando toda metafísica. Pero rechazar
las acciones humanas. No tiene derecho a hablar sobre los hechos (experimen- la metafísica en bloque significa excluir decisivamente la idea de Dios.
tales) y sobre las relaciones existentes entre los hechos mismos. De acuerdo Ahora bien: la sistematización más completa del ateísmo científico fin-
con esta interpretación, el notorio conflicto entre religión y ciencia compro- ia llevada a cabo por el marxismo y, más concretamente, por el materialismo
bado en el pasado debe ser atribuido a una interpretación errónea de la situa- dialéctico. Este se basa sobre cuatro tesis fundamentales:
ción que acabamos de describir». 1.a Única realidad del mundo y la materia.
Ahora bien: Einstein excluye categóricamente la idea de un Dios personal: 2. a La materia es absoluta y eterna.
«La fuente principal del actual conflicto entre las esferas de la religión y de 3. a La materia está esencialmente en movimiento.
la ciencia se encuentra en esta concepción de un Dios personal». 4. a El movimiento de la materia es esencialmente progresivo y, por tanto,
De existir, tendría que intervenir en los acontecimientos del mundo, cosa no cíclico: es evolución e historia18.
que no es aceptable para el pensamiento científico: «Cuando más consciente El materialismo dialéctico extrae de la ciencia la prueba de sus tesis. Por
es un hombre de la regularidad que preside todos los acontecimientos tanta eso se considera a sí mismo científico.
más firmeza cobra su convicción de que no hay lugar junto a esta regu-
En lo que concierne al problema de la existencia de Dios, son relevantes
laridad normal para una causa de naturaleza diferente. Para él, ni la ley de
las dos primeras tesis que acabamos de exponer. La primera es esencialmente
la voluntad humana ni la ley de la voluntad divina existen como causa inde-
gnoseológica, y se sigue inmediatamente de la unicidad del conocimiento expe-
pendíente de los acontecimientos naturales. En realidad, la doctrina de un
rimental. Es obvio que para la ciencia experimental no existe otro objeto que
Dios personal que interfiriese en los acontecimientos naturales no podría ser
la materia. Si se admite que el único modo de conocimiento es el proporcio-
refutada, en el verdadero sentido de la palabra, por la ciencia, puesto que tal
17
Cf. B. Russell, Science and Religión. (Trnd. franc: Science el religión, París, Gallimnid,
" Scienza e religione, recogido en el volumen: A. Einstein, Out of muy LatterYears, 1950, 1954).
i. adundo al italiano con el título Pcnsieri degli anni difficili, Tunn, Boringhien, 1965.
" Cf. Cí. A. Wcttcr, Dcr dialcktische Mntcrialhiiius, Ilcrdcr, Vicnn, 1959, pp. 346ss.
504 G. RUFFINO LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 505

nado por la ciencia experimental, se deduce necesariamente que la única realidad No se ha de olvidar, sin embargo, que la intrínseca debilidad metodológica
es la materia. del materialismo dialéctico ha inducido al marxismo a buscar fundamentos
Sin embargo, ni la premisa ni la conclusión son de naturaleza científica. más válidos para el ateísmo en la esfera ético-social, donde su contenido es
La primera afirmación es, mucho más que experimental, un axioma. Cierto que indudablemente más rico.
la ciencia se sirve de axiomas. Pero esos axiomas son el fruto de convenciones Pero la historia de la cultura marxista rebosa de ingenuidad iluminista.
que pretenden asegurar la universalidad de los enunciados. Por el contrario, Aunque acaso no sea demasiado significativo, vale la pena citar como ejemplo
el axioma del que aquí tratamos es un axioma lógico, en el cual no convienen el informe Ilichov, presentado en Moscú a la Comisión Ideológica correspon
sino los sensistas, los empíristas y los materialistas, no los científicos en cuan- diente al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (25-26
to tales. de noviembre de 1963).
Más interesante desde el punto de vista científico es la segunda tesis. El «La religión —dice— se ha aprovechado siempre de la ignorancia sóbre-
materialismo dialéctico fundamenta su afirmación de la eternidad de la materia los problemas todavía no resueltos por la ciencia... La Iglesia se ha aferrado
sobre el principio físico de la conservación de la energía. Engels escribe a este con fuerza a la infinitud del proceso cognoscitivo, afirmando que, cualquier:i
respecto: que sea el nivel alcanzado por la ciencia, habrá siempre campos del saber qm-
«Si hasta hace diez años la ley fundamental del movimiento, recientemente seguirán siendo del dominio exclusivo de la religión y que no podrán ser escla
descubierta, se interpretaba simplemente como ley de la conservación de la recidos sino por las luces de la fe. Especulando con la contradicción y la reía
energía, como simple expresión de la indestructibilidad e increabilidad del tividad del conocimiento humano, los teólogos aplican la etiqueta de incog
movimiento, y por ello era comprendida exclusivamente en su aspecto cuanti- noscible a todo lo que queda aún por conocer... Sí; hay muchas cosas que )¡i
tativo, ahora esta expresión venerable, negativa, se ve reemplazada cada vez ciencia ignora. Pero eso que ignora hoy lo sabrá mañana. Y aunque tampoco
más por la expresión positiva de la transformación de la energía, en la cual mañana sea todo patente en el mundo, lo descubriremos pasado mañana, y asi
encuentra su justo puesto el contenido cualitativo del proceso y se desvanece sucesivamente».
el último recuerdo de un creador externo al mundo...» 19.
De cuanto llevamos dicho se deduce que el ateísmo científico no aporta
Este razonamiento, típico del materialismo dialéctico, contiene extrapola-
ninguna prueba directa contra la existencia de Dios. En efecto, es obvio que
ciones, las cuales, desde un punto de vista rigurosamente científico, son ar-
el razonamiento científico no puede demostrar que Dios no existe, puesto que,
bitrarias.
como hemos visto anteriormente, uno de los términos de esta proposición,
El principio de la conservación de la energía se basa sobre la observación
Dios, trasciende la experiencia, que es el objeto de la ciencia. El argumento
de numerosos hechos experimentales. Su validez deriva esencialmente del
cientifista es otro. El único razonamiento válido del hombre es el razonamiento
hecho de que, hasta el momento, no se ha observado ningún fenómeno que lo
científico, que, por sí solo, es suficiente para suministrarnos una explicación
contradiga. Y es natural que esta advertencia sea antepuesta al principio de
del mundo. Dios no tiene lugar en este razonamiento. No es necesario apelar
la conservación de la energía por todo tratadista de física que se preocupe por
a él para explicar la existencia del mundo y del hombre.
el rigor del método. Ahora bien: que la suma total de la energía haya sido
El punto débil de tal posición radica en la afirmación de la suficiencia
creada o no en un instante inicial escapa a toda investigación experimental.
humana de la ciencia, lo cual se ve contradicho por nuestra propia conciencia.
Pero hay más. En el razonamiento de Engels se confunde la afirmación de
El hombre acepta satisfecho la explicación científica, pero hay en él un ansia
la duración indefinida del movimiento (o más generalmente, de la energía)
que le empuja más allá, hacia una comprensión más profunda de un hecho más
con la de su creabilidad. Se puede incluso admitir que la primera sea la con-
simple y primordial, el de la existencia del ser. En esta investigación, la bien
clusión de un razonamiento rigurosamente científico, mas la segunda, que im-
trazada pista del método científico se pierde y el hombre continúa turbado con.
plica el concepto de causa —en modo alguno no experimental—, escapa al
su ansia. Entonces se le presentan diversos caminos para satisfacerla. Por de-
ámbito de la ciencia.
cirlo con palabras de Platón (Fedón, 35): «Ante estos problemas hemos de
" I*'. Engels, llcrn Eugcn Dührings Umwalzung der Wissenschafl (Anti-Diihring), 3.a ed.,
decidirnos por una de las direcciones siguientes: o tratar de comprender las
Stmtsart, 1894 (Berlín, 1955), p. XVII (2.* ed., Moscú, p. 13). cosas tal como se nos presentan, o bien buscar por nuestra propia cuenta, y
506 G. RUFFINO
LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 507
si eso es imposible, atenernos al mejor y más incontrovertido razonamiento humana y proporcione el máximo de felicidad. La perfección consiste en el
humano, dejándonos llevar por él como sobre una almadía para navegar peli- desarrollo de todas las dimensiones del hombre, que comprenden la ciencia,
grosamente a través de la vida. A menos que se tenga la posibilidad de viajar la contemplación artística, el amor y la unión con Dios, que ocupa el vértice
con mayor seguridad y menos peligro sobre un medio más sólido: el razona- de todas ellas.
miento divino».
La ciencia, por sí sola, deja al hombre desprovisto e inquieto. Un astró-
En otras palabras, quedan abiertas dos posibilidades: la investigación ra- nomo inglés, A. C. B. Lovell, escribe:
cional o la aceptación por la fe.
«Acerca de la cuestión de la validez que presenta la combinación del pro-
ceso metafísico y el físico para la descripción de la creación, sostengo, como
2. Ateísmo neopositivista he dicho, que se trata de un problema individual. Por mi parte, he vivido mis
días como científico, pero la ciencia nunca ha absorbido la totalidad de mi
El ateísmo positivista niega cualquier significado al concepto de Dios ba- existencia. Una parte al menos del influjo de mi educación y ambiente ha sobre-
sándose en el análisis lógico. La única forma de conocimiento humano es la vivido al conflicto, de manera que puedo aceptar sin dificultad esta conclusión.
ciencia. Pero ésta no puede llevar a cabo un razonamiento provisto de sentido Ciertamente, no poseo la competencia necesaria para discutir este problema de
que plantee o resuelva el problema de la existencia de Dios. conocimiento fuera de aquello que se adquiere por los medios científicos, y
Se trata de una postura agnóstica que, en la práctica, se resuelve en una mis concepciones son esencialmente simples. Simples en el sentido de que no
negación absoluta. No sólo rechaza el actual conocimiento de Dios, sino que me sorprendo o angustio ante los límites de la ciencia con respecto a ese gran
niega toda forma de cognoscibilidad de él. problema de la creación más que ante los límites de un espectroscopio para des-
Ya se ha puesto de relieve a su tiempo la íntima contradicción de esta doc- cribir el esplendor de un atardecer o ante la teoría del contrapunto para des-
trina: niega la metafísica mediante una proposición de naturaleza metafísica. cribir la belleza de una fuga» 20.
¿Es lícito el procedimiento? Viene a ser como la aporía del cretense: ¿dice El razonamiento científico posee la característica de la universalidad. No
la verdad el cretense que afirma que todos los cretenses dicen mentira? Una ocurre así con ningún otro sistema de razonamiento. En efecto, el primero se
vez que la mente humana se deja sorprender por una instancia metafísica, no funda en conceptos y procesos lógicos en los que convienen todos los que
debe desembarazarse de ella mediante un suicidio. La única posibilidad de quieren dialogar. Fuera de él, no existe la base de un convencionalismo. E —iro-
salvación está en abandonar la doctrina de la exclusividad del conocimiento nía suma— precisamente aquellos conceptos que más reclaman la objetividad
científico. Entonces se abre el camino a otro método y es muy difícil que dicho y la universalidad, menos consenso logran en su aceptación. Es igual, por tanto,
método no conduzca a Dios. confinarlos a la esfera de la emotividad. Esta no goza ciertamente del don de
la universalidad y comunicabilidad de lo racional; pero, para cada individuo en
3. Teísmo irracional particular, es enormemente más profunda, ya que llega hasta las raíces del ser
individual. No nos causa, pues, extrañeza que los científicos, habituados al
Actitud mental que niega al razonamiento científico la capacidad de afir- rigor lógico de sus métodos intelectuales, a la capacidad de sacar conclusiones
mar la existencia de Dios y que, por otra parte, no reconoce fuera de él otra de sus razonamientos, si bien después de prolongadas discusiones y controles,
forma de conocimiento. Hasta aquí coincide con el positivismo. Sin embargo, no queriendo renegar de sus tendencias íntimas e incapaces de justificarlas
admite la existencia de Dios, pero por la vía del sentimiento, o por la fe ciega, racionalmente con un rigor igual al científico, se refugien en una fe personal.
la famosa almadía —cxsSía—, o también el razonamiento divino —0EÜO<; Y en verdad que no son pocos los que así lo hacen.
X¿yo<;— de Platón.
De hecho, el conocimiento racional no sacia todas las aspiraciones del hom-
bre. Existe junto a él la exigencia del amor, de la contemplación de la belleza
—natural o artística—, la profunda necesidad de Dios. Tampoco se puede
decir que el conocimiento racional represente la culminación de la perfección ,0
A. C. B. Lovell, Tbe Individual and the Uttiverse (Relth Lectures), The Listener, 1958,
LA CIENCIA FÍSICA Y E L ATEÍSMO 509

4. Teísmo racional suficiente, que es su última raíz: el ser debe tener su razón. Esta es la plata-
forma sólida sobre la cual puede fundarse la prueba de la existencia de Dios,
Afirma la validez de un proceso racional que prueba la existencia de Dios. que de esta manera aparece como la razón de ser del mundo.
Sin embargo, frente a los desarrollos modernos de la lógica de la ciencia, ese
Sin embargo, hay quien presenta a este respecto una objeción tomada del
proceso tiene que refinarse.
principio de indeterminación de la física moderna. Para captar su alcance inte-
Ante todo debe reconocer la autonomía de la ciencia en el ámbito de su
resa examinar el concepto físico de determinación, que, si bien se refiere al
objetivo y de su método. Sólo así podrá formular el juicio de incompetencia
movimiento, se puede generalizar a toda evolución de un sistema físico. Se
de la ciencia para pronunciarse acerca del problema de Dios, ya que este pro-
describe un movimiento cuando, instante por instante, se asignan para un
blema sobrepasa el ámbito de su objeto propio. Podrá con toda razón discutirle
la capacidad de negar su existencia, pero no podrá pedirle en préstamo argu- punto, o para todos los puntos de un sistema, la posición y velocidad (o más
mentos para demostrarla. El razonamiento de la ciencia es físico, es decir, versa exactamente, la cantidad de movimiento, que es el producto de la masa por
sobre el fenómeno sensible. Y esto aun en el razonaminto más abstracto de la velocidad). Un punto o un sistema se determinan cuando, una vez asignada
la física teórica. En consecuencia, la ciencia no puede entremeterse en el razo- la ley del movimiento (mediante ecuaciones diferenciales) y las condiciones
namiento acerca de Dios, pues sólo puede ser pensado metafísicamente. De iniciales, el movimiento resulta perfectamente definido, con toda la precisión
hacerlo, ello equivaldría a dar a la ciencia una configuración que no le perte- que se desee. En la práctica subsistirán dificultades analíticas para calcular la
nece, tanto si lo afirma como si lo niega. posición y la velocidad debidas a la complejidad del sistema que se examina,
gobernado por un número tan grande de ecuaciones que no puede ser deter-
El científico de hoy (es decir, el hombre que ha entrado decididamente en
minado por los instrumentos actuales de cálculo.
la esfera de la ciencia) no deduce ya la existencia de Dios de la contemplación
física de la naturaleza. Esta le habla de funciones, de vectores, de tensores, de En este cuadro Dios habría «cargado» en un principio la máquina del mun-
matrices. Y su pensamiento se encierra en ellos, que son perfectamente compren- do, asignándole las condiciones iniciales y las leyes que gobiernan su evolución.
sibles. Cuando el razonamiento físico se desliza hacia el problema de Dios pierde Una mente con capacidad suficiente podría prever, a base del conocimiento de
validez, afirme lo que afirme. Puesto que Dios es trascendente, no es objeto las leyes y de las condiciones iniciales, cualquier estado futuro del universo.
de la física ni puede ser conclusión de un razonamiento de naturaleza física; Pero la imagen de semejante Dios corresponde a una religión naturalista.
es decir, que se refiera a fenómenos sensibles capaces de medición. Tal descripción de la intervención de Dios en el mundo constituye un mito,
Sin embargo, la revelación cristiana afirma que del conocimiento del mundo el cual, desde el punto de vista metafísico, no tiene mayor validez que los
se puede llegar al conocimiento de Dios. Ahora bien: consideremos el texto mitos de Homero.
central de esta revelación (Rom 1,20): «Porque desde la creación del mundo, La física moderna niega la determinación. Es decir, afirma que la posición
lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad son conocidos mediante y la cantidad de movimiento no pueden ser conocidos sino con un margen de
las criaturas» (T<X yap áópocTa GCÜTÓU arcó XTÍG'ZWC, xócru-ou idic,TOi/rpacryvooú- incertidumbre, cuyo producto no puede descender por debajo de cierto valor:
jüEvaraOopaTCci,).Pero este texto no nos revela de qué tipo es el razonamiento la constante de Planck. Y esto aun cuando se conocieran con precisión absoluta
que concluye la existencia de Dios. Dice que las cosas creadas, en cuanto son (si es que esto tiene algún sentido) las condiciones iniciales y las leyes del
consideradas por la mente —vootipteva—, revelan a Dios. Sólo nos queda por movimiento.
señala el modo en que son conocidas. Con frecuencia, los filósofos escolásticos y los marxistas se muestran de
Y esto nos lleva a una segunda precisión metodológica. El razonamiento acuerdo en afirmar que la indeterminación se halla sólo en nuestros medios
acerca de Dios debe ser homogéneo con su término, debe ser trascendente. cognoscitivos, que son imperfectos. Las cosas en sí son determinadas. Nosotros
Todo él está basado en el principio de causalidad. Pero éste debe ser enun- conocemos sólo con probabilidad cosas que, en sí, están perfectamente defini-
ciado de manera que resulte purificado por completo de toda escoria física. das. Mas esta crítica es errónea, ya que examina una proposición de naturaleza
Por eso debe tener forma exclusivamente analítica, es decir, que excluya toda física con un método filosófico. Introduce en el razonamiento un concepto
apelación a la experiencia, excepto la simple y primordial del ser. Se nos plantea que no tiene significado físico; es decir, la cosa en sí. De ahí resulta un razo-
ahora la necesidad lógica de saltar del principio de causalidad al de la razón namiento híbrido y, por consiguiente, privado de sentido. Para la física, la
510 G. RUFFINO LA CIENCIA FÍSICA Y EL ATEÍSMO 511

realidad de las cosas consiste en ser medidas (recordemos el significado de las Klohr, O. (ed.), Moderne Naturwissenscbaft und Atbeismus, Berlín, VEB Deutscher Verlag der
Wissenschaften, 1964.
definiciones operativas). Si la medida de la posición implica, en principio, una Loen, A. E. Sakularisation. Von der wahren Voraussetzung und angeblichen Gottlosigkeit der
certidumbre, la posición es indeterminada para el físico. Wissenschaft, Munich, Kaiser, 1965.
Pero precisamente por esto el principio de causalidad permanece a salvo. Lovell, A. C. B. The Individual and the Universe (Reith Lectures), The Listener, 1958.
Mascaíl, E. L., Christian Theology and Natural Science, Londres, Longmans, 1956.
El principio de indeterminación es un principio físico y, por tanto, sintético Miles, T. R., Religión and the Scientific Outlook, Londres, Alien & Unwin, 1959.
«a posteriori». Se puede controlar con un experimento, al menos ideal (su Munitz, A., Space, Time and Creation, Glencoe, 111, The Free Press, 1957.
descripción podemos hallarla en cualquier tratado de física moderna). El prin- Ostwald, W., Wissenschaft contra Gottesglaube. Aus den atheistischen Schriften, Leipzig, Urania-
Verlag, 1960.
cipio de causalidad, en cambio, es metafísico; es decir, analítico «a priori». Planck, M., Religión und Naturwissenscbaft. Discurso, Leipzing Barth, 1958, 14.a ed.
Avanzan por vías distintas. Su colisión es inconcebible. Planck, M., Scienza, filosofía e religione, dirigido por F. Selvaggi, Milán, Fabbri, 1965.
Por lo demás, el hecho de que traten de cosas totalmente extrañas entre sí Russell, B., Sciencia and Religión (1935).
Russo, F., Cent années d'un dialogue difficile entre la science et la foi (1850-1950), en Science
se desprende de una sencilla observación de sentido común. No aparece con- et foi, París, Fayard, 1962.
tradicción alguna entre la afirmación de que de una cierta situación no tiene Schatzmann, E., Origine et évolution des mondes, París, Michel, 1957.
por qué originarse necesariamente otra situación consiguiente y la afirmación Scremin, L., Einstein: Física e religione. F'sicología dell'incredulitá, Monza, Ed. Nouva Massimo,
de que toda situación, lo mismo que todo ser, ha de haber tenido necesaria- 1957.
Sheen, F., La science contre la foi?, París, A. Fayard, 1962.
mente una causa. Titius, A., Natur und Gott. Ein Versuch zur Verstandigung zwischen Naturwissenscbaft und
El principio de indeterminación no constituye, pues, una objeción seria Theologie, Gotinga, 1926.
contra la existencia de Dios.
Una vez llegado al conocimiento de Dios, el hombre de ciencia advierte
que se despliegan ante él amplios horizontes, ve que brilla sobre el mundo,
cuya imagen ha elaborado, una nueva luz. Y si acepta después el verbo de la
fe cristiana, esta imagen adquiere para él un nuevo y más profundo significado:
supone el redescubrimiento de un designio divino, más aún, de la Imagen pri-
mordial, del Logos, «porque en él fueron creadas todas las cosas del cielo y de
la tierra..., todo fue creado por él y para él» (o*ui év aÜTw bnioQr¡ T ¿TOXVTGCÉV
role, oüpavoüs ícai hd if¡c, yr\c,... *r&TOXVTGC8Í COITOO xai. tic, aüxov ibracrai)
(Col 1,16).

BIBLIOGRAFÍA

Las obras que estudian expresamente las relaciones entre ciencia y ateísmo se mueven prefe-
rentemente en un nivel de divulgación, tanto en lo que respecta a los que defienden como a los
que niegan la existencia de Dios. Citamos a continuación algunas obras que, al menos parcialmente,
tratan sobre la cuestión.
Bavink, B., La scienza naturale sulla vía della religione (trad. ital.), Turín, Einaudi, 1944.
Collin, R., Athéisme et sciences: «Lumiére et Vie», 13 (1954), pp. 15-28.
Dubarle, D., Humanisme scientifique et raison chrétienne, París, Desclée, 1953.
Dcssauer, F., Religión im Lichte der heutigen Naturwissenscbaft, Francfort del Main, 1951.
Giret, A., L'astronomie actuelle et la notion de "Dieu, París, Paillard, 1956.
Hnrré, R. (ed.), Early Seventeenth Century Scientists, Long Island City, Pergamon Press, 1965.
Jordán, P., Der Naturwisscnscbaftler vor der religiósen Frage, Oldenburgo-Hamburgo, 1963.
Kirchhoff, R., Wisscnschafíliche W eltanschauung und religioser Glaube, Berlín, VEB Deutscher
Verlag der Wissenschaften, 1960, 2.' ed.
CAPITULO II

LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS Y EL ATEÍSMO

por

PAUL CHAUCHARD

Director de la Escuela de Estudios Superiores de París

I. LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA VIDA


Y DEL HOMBRE

INTRODUCCIÓN

No consideraremos aquí la vida más que en el sentido que a este término


dan los especialistas en biología, es decir, en ese capítulo de las ciencias natu-
rales y experimentales que se ocupa de los seres vivos. Esto significa que no
evocaremos la vida del espíritu sino en la medida en que depende de las fun-
ciones biológicas. El creyente acostumbra decir, en un lenguaje que el filósofo
reconoce como analógico, que con la muerte entra en otra vida, que es la ver-
dadera y que le pone en relaciones más estrechas con la vida divina. Tales acep-
ciones de la palabra vida no atañen en sí mismas al biólogo. Así, pues, no nos
ocuparemos de ellas más que indirectamente, para preguntarnos si es posible
deducir de la biología argumentos en su favor o en su contra.
La palabra biología, introducida simultáneamente a principios del siglo xix
por Lamarck en Francia y por Treviranus en Alemania, quiere decir ! «ciencia
de la vida. Pero la vida no es una cosa en sí, independiente de los seres vivos.
Es el nombre con que revestimos la idea abstracta que nos formamos al consi-
derar los caracteres que los diversos seres vivos tienen en común y que nos
permiten distinguirlos de los cuerpos inertes... La biología tiene sin duda como

' R. Collin, Vammima de la biologie, Pnrís, lid. de la «Rcvuc di-a Jcuncs», 1945.
514 P. CHAUCHARD LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS Y E L ATEÍSMO 515
esencial objeto, y como ideal, el universal que el análisis científico nos permite zando como inadmisibles, puesto que pretenden ser materialistas, hechos o
desprender de los seres vivos concretos y singulares. Sin embargo, debe enten- hipótesis científicamente válidos, a los cuales se debe dar simplemente una
derse bien que ese universal no tiene existencia separada y que no es sino un interpretación metafísica opuesta.
concepto que nuestro espíritu forja en contacto con la realidad». Sólo así se Será suficiente en esta primera parte exponer la concepción científica que
entiende el paradójico título que el bioquímico materialista E. Kahane ha po- de la vida se forman todos los biólogos serios para tener la impresión de en-
dido dar a su reciente libro, consagrado al estudio detallado de la vida: La vida contrarnos en pleno materialismo, un materialismo tanto más peligroso cuanto
no existe. «Podríamos —dice— renunciar a utilizar el término vida para carac- que es mucho más válido y aclarativo que el de otros tiempos. Hace sesenta
terizar ese modo de existencia y de funcionamiento, ese modo superior de mo- años, el materialismo extraía de una biología demasiado joven aún la certeza
vimiento de la materia. Y en ese sentido nos permitimos la paradójica aserción: de que lo espiritual era tan sólo una ilusión espiritualista. Hoy, los progresos
La vida no existe. Del mismo modo, somos libres de designar bajo el nombre de la biología, y en particular la constitución de una biología humana especí-
de vida el conjunto de las manifestaciones particulares en el elevado grado de fica, cuyo capítulo más importante es la fisiología del cerebro humano, vienen
organización que presentan los seres vivos. Y en ese sentido reconocemos que a confirmar, para el materialista, esos valores espirituales que negaban y rinden
la vida existe». Ahora bien: en lugar de considerar esta acepción como pura- a veces homenaje a los espiritualistas por su justa intuición. Pero esos valores
mente científica, Kahane hace de ella la base de un materialismo científico. «Es espirituales se nos muestran incompletos, ya que no parecen ser sino propie-
este sentido restringido el que le dan la inmensa mayoría de los biólogos, mate- dades de la materia. El conocimiento científico de lo espiritual se convierte,
rialistas por necesidad científica, y un discreto número de filósofos, materialis- más que su negación, en el argumento principal de la apologética atea. «¿Per
tas por elección. Para una gran parte del público, para muchos filósofos y para tenece el hombre a un orden distinto al del animal? En efecto. Pero se debí
algunos sabios, esta concepción científica de la vida se opone al peso de una sencillamente a que su cerebro es más complejo y a que la complejidad cuan ti
tradición cargada de metafísica». tativa produce cualidades nuevas. No hay ninguna necesidad del alma, esa
¿Y en qué sentido estarían obligados los biólogos por necesidad científica, superestructura inútil». Importa tener bien en cuenta este giro en el conocí
por su propia ciencia, a adoptar el materialismo? Problema fundamental, ya miento materialista del hombre, que hace de los materialistas, cada vez más,
que el hombre moderno exige cada vez más a la biología que le descubra lo una especie de espiritualistas incompletos. Y en esto radica toda la diferencia
que él es, de dónde viene y adonde va, ya que sabe que, como ser vivo, perte- entre el viejo materialismo denominado «mecanicista» o grosero y el materia-
nece a la biología. Si la biología no encuentra al Dios creador, si da la impre- lismo dialéctico marxista (y aquí la referencia no ha de hacerse tanto al eco-
sión de hacerlo inútil con la evolución, si desconoce el alma espiritual y su nomista Marx como a su amigo Engels y a su «dialéctica de la naturaleza»).
inmortalidad, ¿no será ésta la prueba de que existen problemas incognoscibles Así es como se vuelve a encontrar la misma, concepción científica en el esplri-
para el hombre, el cual no podría contar con otra fuente de conocimientos que tualismo materialista de J. Huxley, enemigo feroz de la dogmática cristiana,
la ciencia (agnosticismo materialista de J. Rostand), o bien de que la ciencia y en el «materialismo» místico cuyo acuerdo perfecto con esa dogmática mues-
nos demuestra precisamente que Dios y el alma no existen, ya que no existe tra Teilhard de Chardin.
otra realidad que la que ella puede alcanzar (ateísmo científico marxista)?
Son de sobra conocidos todos los estribillos biológicos ateos que la apo-
logética materialista utiliza: el hombre desciende del mono; por consiguiente, 1. Vida y materia
no es más que un animal, y Dios resulta inútil; el pensamiento es un producto La ciencia demuestra buen sentido al insistir sobre las diferencias entre los
del cerebro. Todavía hoy, la propaganda materialista oficial (aunque se sirve seres vivos, con sus funciones de asimilación, de reproducción, de comporta-
de la astronomía, gracias a los cosmonautas que no encuentran a Dios) insiste miento, etc., por una parte, y la materia inerte, inanimada, por otra, aun cuan-
mucho más sobre el conocimiento científico del hombre. Y al instruirlo aporta do la física moderna hace notar su prodigiosa animación en el nivel subatómico.
argumentos contra la fe cuya importancia no debemos minimizar. En efecto, Las propiedades vitales son propiedades de ese elemento del ser vivo que c
grande es para el creyente la tentación de caer en el mismo error que el mate- la célula, formada de materia viviente. Ahora bien: el análisis científico d<
rialista y de confundir verdad científica e interpretación materialista, lo cual esta materia no parece revelar nada específico; son los mismos átomos qu.
le llevaría, ora a temer la ciencia, ora a deformarla al servicio de la fe, recha- constituyen la materia inanimada, son las mismas formas ordinarias de cncrgí.i
516 P. CHAUCHARD LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS Y EL ATEÍSMO 517

química, eléctrica, mecánica, térmica... Ora se trate de células de un vegetal, quiere un aspecto diferente cuando se desenvuelve en el simple medio inani
de un animal o del hombre, sin descartar nuestras células cerebrales, no hay mado o en el medio, superiormente organizado, de la célula.
en ellas, al parecer, nada de particular. No se podría hablar de energía vital: Singular materialismo el que nos propone la ciencia moderna, puesto que
el secreto de la vida está en la utilización de la energía solar incorporada por la todo consiste en los intercambios energéticos y las estructuraciones espacio
planta, gracias a la clorofila, a los azúcares cuya síntesis ha realizado. La ener- temporales de una materia cuyos constitutivos se renuevan incesantemente v
gía nerviosa es la producción y el intercambio de ondas eléctricas de origen cuya arquitectura es lo único que permanece. Todo es dinámico y funcional
químico. Sirve de base al funcionamiento psicológico, el cual no surge en ma- Pero sigue siendo cierto que si, como piensan los incrédulos, y por des
nera alguna de una modalidad especial de energía. Mas eso no quiere decir que gracia no pocos creyentes, la concepción espiritualista de la vida exigía la fuerza
la célula sea la imagen exacta del mundo inanimado o de nuestras máquinas. vital, la ciencia moderna, al hacer de ella una hipótesis inútil, confinándonos
Ella posee sus caracteres propios, como la acción preponderante del carbono, en la materia viviente y en sus propiedades, parece materialista. Para Kahanc
la posibilidad de una energética sin altas temperaturas gracias a ciertos consti- enseñar bioquímica significa realizar apostolado materialista. Para los cienií
tutivos químicos que actúan como activadores, las enzimas. El flujo nervioso fieos marxistas de la Semana del Pensamiento Marxista de París correspondien
es una onda eléctrica perfectamente registrada por los oscilógrafos, pero sus te a 1964, la concepción materialista de la vida se basa únicamente en los pode
caracteres la diferencian de las corrientes eléctricas de nuestros aparatos. Con- res de los ácidos nucleicos.
siste en la propagación, por autoexcitación, de una onda de despolarización de
la superficie celular, que implica modificaciones de la permeabilidad en los
2. ¿Hacia la síntesis de la vida en el laboratorio?
iones potasio y sodio. Un fenómeno muy semejante se produce al sumergir un
hilo de hierro en ácido nítrico en ciertas condiciones (nervio artificial de Lillie). Si la vida se encuentra únicamente en las posibilidades de la arquitectura
Entiéndase bien que el fenómeno no se da en el nervio de hierro cuando es química de la materia viviente, ¿por qué no se ha de llegar a conseguirla arti-
atacado por el ácido, pero la íntima esencia del fenómeno eléctrico es análoga. ficialmente en el laboratorio? Tal es, en efecto, la secreta esperanza que anima
Por consiguiente, si bien en el ser vivo todo es de orden físico y químico, lo el entusiasmo de los bioquímicos. Por otra parte, hay que precisar que esa espe-
es con una modalidad especial: la biofísica y la bioquímica. De ahí resulta un ranza la comparten todos los bioquímicos, incluidos los creyentes2, lo cual
funcionamiento vital específico, objeto de la fisiología y de la psicofisiología. debería incitar a los materialistas a no exagerar el valor de este argumento: si
A pesar de estas diferencias, para el científico materialista de principios de el hombre logra realizar la síntesis de la vida, no fue necesario un Dios para
siglo resultaba grande la tentación de considerar que lo importante era la iden- crearla en el origen.
tidad de los elementos y de la energía, el hecho de que la ciencia no encontrara Debemos abstenernos de hacer profecías acerca de la fecha en que se al-
aquella fuerza vital que señalaban los espiritualistas vitalistas. La necesidad canzará esta maravilla técnica. Ello depende de obstáculos difíciles de apreciar
polémica inducía a los materialistas a minimizar la especificidad y la comple- y, concretamente, del dinero que se le consagre. El hecho de que la solución
jidad de la fisicoquímica viviente, que la ciencia no sabía todavía individuar, del problema del cáncer sea una cuestión aneja acelerará las investigaciones.
mientras que los espiritualistas, insistiendo en esa superioridad, y no encon- Pero el obstáculo es puramente técnico, en manera alguna metafísico o teo
i rando su razón en los resultados del análisis científico, se reafirmaban en su lógico. Por el momento estamos todavía lejos de ello. Lo logrado hasta ahora
convicción de que la vida era materia inanimada animada desde el exterior por es seccionar un virus, sustancia viva elemental, aunque todavía no sea un
un principio espiritual que por su naturaleza escapaba a la ciencia. «previviente», y reconstituirlo para tratar de descifrar el código de los ácidos
Tal discusión ha perdido prácticamente todo interés, ya que ahora cono- nucleicos.
remos científicamente lo que diferencia a la vida, es decir, la prodigiosa com-
A principios de siglo todo parecía sencillo, ya que se negaba la complejidad
plejidad de organización de sus moléculas, que comportan millares de átomos
del ser vivo. Se mezclaban dos sustancias, se producía una especie de germina-
y dan al medio viviente una constitución coloidal. Lo mágico no entra en la
ción y se pensaba estar en vísperas de la realización artificial de la vida. 1 loy
fuerza vital. Es el ácido nucleico el que dirige la especificidad, la reproducción,
la asimilación; un ácido nucleico que colabora con las materias proteicas del
2
protoplasma. Todo es diverso en la vida, ya que la misma físico-química ad- Qu'eslce que la vie? Semana de los Intelectuales Giiólicos, Piuls, Ticl. lloray, 1.957.
518 P. CHAUCHARD LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS Y EL ATEÍSMO 519

sabemos que será preciso conseguir ese mecanismo extraordinario que consiste Así, pues, ¿se debe la vida al azar? En modo alguno, nos responde el mar-
en la dirección de la química proteica por los ácidos nucleicos. Ahora bien: xista Kahane. Se trata de una propiedad de la materia. «Atribuimos al azar
puesto que todo el organismo humano depende de la composición química es- los efectos de una necesidad que desconocemos, porque ignoramos la ley na
pecífica de la célula única originaria, el óvulo humano, ¿por qué no pensar que tural que preside su manifestación... La misma organización, ¿no será meno
los bioquímicos lograrán elaborar algún día un óvulo humano artificial, apto improbable y, por consiguiente, menos 'milagrosa' de lo que se cree habitual
para desarrollarse hasta llegar a ser un hombre provisto de un cerebro y de mente? Sin duda es el efecto de una ley natural que nosotros descubriremos,
una espiritualidad? Quizá sea muy difícil, pero los materialistas tienen derecho en virtud de la cual la evolución de la materia, mediante formas de movimiento
a proponernos esta posibilidad eventual y los espiritualistas no deben negarla cada vez más complejas, tomó ese camino por necesidad, porque era el único
a priori. posible».
Huelga señalar que eso no tiene nada que ver con la famosa experiencia de Tal vez no sabremos nunca cómo surgió la vida de la evolución de la ma
Petrucci, en la que no se creaba nada, y que consistía en el desarrollo in vitro teria inanimada, pero ésta es la única manera científica de considerar el origen
de un embrión humano obtenido por la unión de un espermatozoide y de un de la vida terrestre, aparte la posibilidad de una seminación por un germen
óvulo. Si había en ello un problema moral, ciertamente no lo había metafísico. cósmico, lo cual no haría más que aplazar el problema.
Pero en el fondo, ¿qué significará esa hermosa realización de la síntesis ar- Pero si la vida surgió así de las posibilidades de la materia, ¿por qué lo que
tificial de la vida? En modo alguno será una invención total del ingenio hu- ocurrió en la tierra no habría de suceder otras muchas veces en el cosmos? I-Ir
mano, sino simplemente el descubrimiento de los medios precisos para obtener aquí la hipótesis, muy verosímil, de la pluralidad de los mundos habitados
las condiciones materiales de la vida y, por consiguiente, la utilización de las todavía no verificada, pero que tal vez lo será un día. Argumento dado com< >
posibilidades de la materia. O volveremos a encontrar lo que ocurrió hace mi- materialista cuando no es más que científico. Las estrictas condiciones de In
llares de millones de años sobre la tierra, al principio de la evolución, o será vida no deben darse con frecuencia, pero la inmensidad espacio-temporal del
una posibilidad natural que todavía no se había explotado. cosmos es tal, que este hecho, raro en principio, debe acabar por ser frecuente'
¿Hay, ha habido o habrá otras especies humanas? ¿Por qué no? Hablar di
3. Origen de la vida gas viviente, de una vida sin analogía con la nuestra, es una lucubración (.V-
ciencia-ficción imposible. Dada la unidad del cosmos, toda vida, incluso diversa
Profesando el principio de que la vida apareció sobre la tierra a consecuen- en sus realizaciones, debe ser análoga a la nuestra, aunque se basara en el sil i
cia de una intervención especial de Dios, el espiritualista deduce frecuentemen- ció en vez de basarse en el carbono.
te de eso que no puede darse la generación espontánea de la vida a partir de ¿Por qué esas perspectivas de encuentros cósmicos habrían de oponerse a
lo inanimado, y alude a Pasteur, que demostró esa imposibilidad, olvidando que la fe? No podemos por menos de preguntarnos por qué la mayor parte de los
la conclusión de Pasteur no vale más que para la naturaleza actual. Así, pues, se incrédulos y muchos creyentes piensan así.
siente turbado y trata de protestar cuando el materialista le dice que la materia
inanimada de otras épocas llevaba en sí la capacidad de producir la vida. Es 4. Evolución biológica y origen del hombre
fácil demostrar la improbabilidad de que surja una célula viva a partir de mo-
léculas simples. Pero no es así como se formula la aparición de la vida. Se pien- El Génesis nos dice que todas las especies vivientes fueron creadas por
sa hoy que, en el curso de una larga evolución, una progresiva complicación Dios, lo mismo que el hombre, animado especialmente a partir del barro, con
de la sustancia inanimada dio lugar a una pre-vida, en la cual se reunieron todos un alma espiritual. Leyenda de primitivos, responde el materialista. No obs-
los elementos que, al reagruparse, formaron la célula. Es ésta una hipótesis tante, está científicamente demostrado 3 que todas las especies descienden unas
verosímil, sugerida por Oparin. Basta con que un germen de ácido nucleico de otras a partir de los primeros seres unicelulares que surgieron de lo inani-
aparezca en una masa proteica. Ahora bien: Miller, en los Estados Unidos, fue mado, y eso en virtud de las leyes biológicas de la evolución. El hombre no es
el primero en mostrar que haciendo pasar una descarga eléctrica por una atmós-
fera gaseosa simple, como pudo existir en la tierra primitiva, se obtenían trazas J
Por un conjunto ole uinumcnlus i|uc no NC pueden interpretar de otra manera y por el hecho
de aminoácidos, esos ladrillos que constituyen las materias proteicas. de que es In tínica hipóte»!» rncioiml, nlnflt'm científico serio rechaza ya la evolución. .
520 P. CHAUCHARD LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS Y EL ATEÍSMO 521

más que un caso particular de esta evolución, y su origen animal está demos- prehumanos, se fueron aproximando de estadio en estadio 4 , por una ascensión
trado. Dios es reemplazado por las propiedades de la materia, y el psiquismo del cerebro, a la verdadera humanización. Es difícil establecer científicamente
humano no es otra cosa que la función de un cerebro más desarrollado. la fecha. Y fue en el mismo momento en que se separó la rama humana cuando
Es notorio que el descubrimiento del significado de los fósiles animales se fijaron de la misma manera las ramas de los diversos simios, primos nuestros
prehumanos y el enunciado de la hipótesis de la evolución que los explica sir- muy lejanos.
vió de base desde hace cien años a la apologética materialista. Y sin embargo, El espiritualista ha acabado por aceptar que el cuerpo humano puede pro-
lo que parece efectivamente a los ojos de no pocos creyentes una hipótesis ceder del animal. Pero el alma humana fue creada especialmente por Dios.
materialista falsa no es más que la interpretación materialista de un hecho cien- Existe en el hombre algo más que en el animal, algo que no procede de la ma-
tífico. Para ver claro al respecto hay que distinguir tres niveles en la hipótesis teria por evolución. El materialista responde que no conoce más que el cuerpo
evolucionista. En primer lugar, el hecho de los fósiles y de su sucesión en el del hombre, y que es la supercomplejidad de ese cuerpo, y sobre todo la del
tiempo, desde los organismos simples a los complejos y, en particular, la suce- cerebro, producida por la mutación evolutiva, lo que constituye el origen de
sión de los fósiles prehumanos. Esto es imposible negarlo. La evolución bio- la superioridad psicológica humana. Ya veremos pronto cómo, en el plano
lógica es la única hipótesis lógica para comprender esa sucesión. Ella aparece científico, el materialista tiene razón y que, por tanto, el espiritualista no debe-
como la única posibilidad racional de esclarecer la historia de la vida. La hipó- responderle en ese plano, sino mediante una sana metafísica de la creación y
tesis de la evolución se convierte así en el hecho histórico, mal conocido en del cuerpo humano.
sus modalidades, de la sucesión de las especies. Mas importa precisar bien que el evolucionismo, incluso el materialista,
Para explicar esas transformaciones de la vida se han dado, por otra parte, ha cambiado de aspecto. El pulular incoherente de la vida en el cual predo-
algunas hipótesis científicas más o menos apoyadas en hechos biológicos actua- mina el azar, corregido por la selección, que hacía del hombre un animal cual-
les: la de Lamarck, la de Darwín, el descubrimiento de las mutaciones (trans- quiera, se ha convertido en una evolución orientada, que progresó en la orga-
formaciones bruscas que se producen en la naturaleza actual). Los científicos nización y, por consiguiente, en la actividad psíquica, de la cual el hombre es
no están de acuerdo con respecto al valor de esas teorías. Pero decir que son indiscutiblemente el florón. El decidido finalismo de la ascensión no suprime
insuficientes no va en modo alguno contra el hecho de la evolución. No se han las incoherencias de detalle. Sin embargo, reconocer el sentido de la evolución
tenido en cuenta suficientemente las tendencias espontáneas de la materia viva y la primacía del hombre no lleva necesariamente a la opción religiosa. Lo
hacia lo más complejo, que es a la vez lo más apto para la vida. vemos, por ejemplo, en J. Huxley o en Vandel.
Pero en definitiva, una disertación sobre los fósiles o las teorías de la evo-
lución no nos sitúa en manera alguna en el plano metafísico. No es con la evo- 5. La autoconstrucción embriológica
lución con lo que tiene que habérselas la espiritualidad, sino con el empleo de
la evolución en contra de la tesis metafísica de la creación. Ya volveremos a De este maravilloso proceso evolutivo que hace pasar la serie animal de la
esto. Por encima de los hechos y de las hipótesis se halla el tercer nivel de inter- amiba al hombre encontramos la equivalencia en nuestra historia individual.
pretación metafísica. El hombre es primero un ser unicelular, mucho menos dotado que la amiba,
puesto que vive como parásito de su madre mientras no es más que un huevo.
La evolución animal turba poco al creyente. Lo que le angustia es su exten-
La ciencia nos muestra las leyes del desarrollo, es decir, de esa organización
sión al hombre. Muchos creyentes no quieren descender del mono. ¡Prefieren
progresiva que transforma el huevo en adulto. Pero ¿quién es el misterioso
descender del barro! Y sin embargo, sabemos que este descender del mono
mago que dirige esta evolución? Dado que la ciencia no nos revela más que
significa una ascensión. Si los materialistas se vieron tentados en otra época
mecanismos biológicos elementales, se ha sentido la tentación de atribuir la
a utilizar la evolución para animalizarnos, hoy reconocen con la ciencia la muta- orientación humanizante a un principio espiritual del orden del alma. Tal hipó-
ción de supercomplejidad implicada en el paso a la reflexión que nos ha aislado tesis se muestra hoy científicamente inútil. Lo que dirige todo el proceso •
de la animalidad. Ahora bien: nadie ve a nuestros antepasados en los simios
actuales, absolutamente incapaces de humanización. El origen de la estirpe 4
El progreso depende de un aumento en c-l número de las divisiones de las células nervio
humana se remonta a millones de años, cuando algunos homínidos, animales durante el desarrollo embriológico. lis necesaria la adquisición de la postura erecta, que pcrm>
el aumento del volumen craneal.
522 P. CHAUCHARD LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS Y E L ATEÍSMO 523

el código específico de los ácidos nucleicos existentes en los cromosomas. En mos comunes al animal y al hombre. Desconocía, por consiguiente, todo lo
particular, no existe un estadio de humanización. El hombre es hombre desde referente a la espiritualidad humana. El materialista, al no tener mayor conoci-
el principio, ya que desciende de la fusión de dos células sexuales humanas. La miento que la ciencia, se veía tentado a negar dicha espiritualidad, induciendo
nueva organización que de ahí resulta, con su prodigioso dinamismo, es la que al espiritualista a hacer de ella el patrimonio del alma. Era la época de la con-
nos define en cuanto hombres e individuos, con todas nuestras características ciencia «epifenoménica», calificada de ilusión. Todo el psiquismo humano, se-
futuras, químicamente inscritas en nosotros. Concretamente es la química del creción material del cerebro, ¿no se reducía a un simple perfeccionamiento de
huevo humano la que nos hace aptos para poseer ese supercerebro que con- los tropismos del infusorio?
dicionará nuestra espiritualidad. ¿Por qué —dirá el materialista— añadir una Actualmente, en cambio, se ha constituido una biología humana que vincu-
superestructura inútil, el alma? Es el hecho de descender biológicamente de la la espiritualidad humana, confirmándola, a los poderes propios del cerebro
nuestros padres lo que forma nuestra espiritualidad, cuya actualización, por humano. La espiritualidad no es ya ilusión, pero parece reducirse al mismo
otra parte, es social y cultural. cuerpo, a condición de que no se olvide su órgano esencial: el cerebro.
La ciencia moderna precisa cómo, bajo la dirección de la herencia, se cons- Nadie se sentiría hoy tentado a hacer del pensamiento una producción ma-
tituye nuestro cuerpo, soporte de nuestra personalidad, según el grado en que terial del cerebro que fuera posible de algún modo aislar del mismo. Lo que se
el medio ambiente, no sólo material, sino también psicosocial y cultural, permite localiza en el cerebro son los centros de ejecución motriz o de recepción sen-
su realización. El niño no es una conciencia que aprende a servirse de un cere- sorial. Pero el pensamiento como tal no se localiza, lo cual no significa que sea
bro en construcción, sino que el desarrollo de su conciencia depende de la ma- puramente espiritual. Resulta de un funcionamiento de conjunto del cerebro.
duración de su cerebro y de la manera en que aprende a utilizarlo. Un niño Su sostén material está formado por algunas estructuras espacio-temporales de
normal criado fuera de la sociedad humana, como los niños-lobos, permanece sobreexcitación y de frenado (inhibición) de las células nerviosas. También
profundamente deshumanizado. De ahí la afirmación de que el hombre no a este respecto la ciencia nos obliga a un materialismo dinámico y funcional en
existe, sino que se forma en función del medio y de la educación. Esto es exce- el que el pensamiento es indisociable del cerebro, pero en el que el estudio de
sivo, ya que en el origen no somos más que pura virtualidad. Hay una aptitud los mecanismos del cerebro no dispensa del estudio de la especificidad psico-
para llegar a ser hombre inscrita en los ácidos nucleicos, pero que podrá fraca- lógica. Esta consideración moderna de las relaciones entre el pensamiento y el
sar en mayor o menor grado si el ambiente no se presta a ello. Un hombre ais- cerebro procede de los trabajos de Pavlov. Este, a diferencia del fisiólogo inglés
lado, sustraído a la sociedad, no es normal. Lo cual no quiere decir que el hom- Sherrington, no pensaba que las relaciones entre pensamiento y cerebro fueran
bre sea cultura y no naturaleza, sino que su naturaleza social comporta obliga- misteriosas. Al precisar los mecanismos cerebrales del pensamiento, su estudio,
toriamente la dimensión cultural. puramente científico, pudo identificarse con la metafísica materialista que uti-
lizaba.
6. Espiritualidad y cerebro humano Pero contrariamente a lo que suele decirse, Pavlov no animalizaba al hom-
bre. Al contrario, él nos explica cómo el lenguaje interior, medio humano de
Estamos acostumbrados a hacer del hombre un ser doble. Posee un cuerpo pensar, resulta de la supercomplejidad del cerebro humano: catorce mil millo-
casi animal, pero la dimensión superior de su persona sólo depende de su alma. nes de células interconectadas frente a los cuatro mil millones de células del
En tal perspectiva, el conocimiento biológico del hombre debería necesariamen- chimpancé. En realidad, lo que cuenta no es el número en sí, sino la riqueza
te desconocer su superioridad y su especificidad. Así se le considera todavía de densidad de la red que de ahí resulta.
hoy, cuando, por ejemplo, se habla desde el punto de vista naturalista. Se trata Comenzamos ahora a conocer los mecanismos cerebrales del conocimiento:
de rebajar al hombre al nivel animal y deducir de ello consecuencias inmorales. vigilancia, atención, imagen del yo en el cerebro, poder reflexivo. También
Y, sin embargo, no es ésta la verdadera perspectiva naturalista moderna, que aquí la superioridad humana depende de algunas condiciones cerebrales.
no opone ni confunde al hombre con el animal, sino que hace del hombre, de Hoy es el cerebro viviente del sujeto despierto y pensante lo que es objeto
acuerdo con el evolucionismo, el culmen de la serie animal, el ser orgánicamente directo de estudio. Para hacer el balance de un cerebro enfermo, antes de una
más complejo, puesto que posee el cerebro más desarrollado. operación se colocan electrodos, hilos metálicos que recogen la actividad eléc-
En 1900, una biología todavía elemental no conocía más que los mecanis- trica del sujeto dcspicrio (el cerebro es insensible) o que permiten excitar, eléc-
524 P. CHAUCHARD
LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS Y EL ATEÍSMO 525
tricamente el cerebro. Y no sólo se logra que surjan comportamientos y se mo-
difique el carácter, sino que el sujeto consciente no describe las modificaciones significa en manera alguna un prejuicio. Se trata de aprender a utilizar correcta-
de conciencia que se provocan en él (alucinaciones, recuerdos que se reavivan) s . mente el propio cerebro, cosa absolutamente necesaria al hombre, que no posee
Cada vez más es posible construir máquinas eléctricas cuyas conexiones imi- los instintos perfeccionados del animal. Ese poder de libertad que posee el hom-
tan las del cerebro. Las máquinas modernas son calificadas como máquinas pen- bre, ¿no es tal vez absurdo? ¿Pues quién nos dirá lo que hay que hacer, dónde
santes y van cada vez más lejos en la imitación del pensamiento humano. De ahí está el bien y dónde está el mal? El progreso de la ciencia lleva progresivamente
se puede deducir una argumentación materialista. Sin embargo, son los mismos al materialista hacia una moral natural de utilización correcta del cerebro, que
materialistas los que nos incitan a no confundir una máquina formada por pie- se amolda cada vez más a la moral espiritualista, pero en una perspectiva pura-
zas inertes conectadas por la invención humana con el cerebro viviente, nacido mente natural y materialista.
de la autoconstrucción embriológica. Para J. Rostand, el hombre está más cerca En tanto que los progresos de la biología y de la neurofisiología nos propor-
de una amiba, ser vivo como él, aunque mucho más sencillo, que de un robot, cionan cada día mayores posibilidades de tratamiento del hombre, tratamiento
que no es otra cosa que un simple utensilio. El grado de psiquismo y de con- venturoso (especialmente en psiquiatría) para curar a los enfermos, aunque
ciencia en la serie animal está vinculado al grado de desarrollo del cerebro. Des- con el riesgo de deteriorar al hombre normal al pretender mejorarlo, los consejos
de prudencia no son una prerrogativa del moralista espiritualista, como, por ejem-
de su origen, la célula posee cierto grado de psiquismo y de consciencia. L. La-
plo, Pío XII, sino que los humanistas ateos como J. Rostand y A. Huxley piden
picque, neurofisiólogo materialista, no duda en hablar de alma o consciencia
también que el hombre considere al hombre como una cosa santa y sagrada.
celular. Se había pasado del animal-máquina al hombre-máquina. Ahora se ha
Fue J. Rostand quien protestó con mayor energía contra la experiencia de
abandonado una concepción tan simplista, pero tanto los animales como los
Petrucci de desarrollar un hombre in vitro. Y precisamente en Rusia se han
hombres se convierten en máquinas con un comportamiento y una conciencia. prohibido las operaciones de lobectomía en nombre de un respeto materialista
hacia el cerebro. En cambio, el parto sin dolor desarrolla el dominio de sí. Mien-
7. Libertad humana tras los pedagogos occidentales creen todavía científico no hablar de la con
ciencia, considerando al niño como una planta que crece en un medio adecuado,
El espiritualista insiste en la característica esencial del hombre, que es ser la pedagogía soviética no vacila en decir que la educación es formación de la
persona libre y responsable, capaz de amor. En un primer tiempo, el materia- consciencia. Su único error consiste en no ir bastante lejos: en lugar de hacer
lista se ve tentado a decir que se trata de una orgullosa ilusión. ¿Cómo hallar en de la consciencia una propiedad del cerebro individual, que debe ser respetada,
los determinismos —nos dice J. Rostand— una pequeña fisura en la que situar hace de ella un adiestramiento sociológico.
nuestra libertad? Estamos dirigidos por nuestra herencia, nuestras hormonas, Como se ve, el progreso del conocimiento científico del hombre y de su
nuestros hábitos, especialmente nuestros hábitos de la infancia, por los usos y naturaleza conduce necesariamente al reconocimiento de la persona humana,
costumbres. Al moralista que habla de pecados se le responde que los pecados pero considerada como dependiente sólo del cuerpo. No se puede decir hoy
son enfermedades, y se señala una terapéutica de los pecados capitales, que tiende que el materialismo sea necesariamente inmoral. Al contrario, es el progreso en
a restablecer el equilibrio de las hormonas o a eliminar los complejos del in- el conocimiento científico de la materia lo que nos acerca a la moral.
consciente. La biología, como nos dice J. Rostand, pasa al terreno de la virtud, puesto
Pero si prosigue su reflexión, el materialista se ve obligado a reconocer que que se trata de una biología humana completa. Sin embargo, esa moral cientí
esa terapéutica tiende precisamente a devolver la libertad al enfermo. La libertad fica, moral del progreso colectivo de la humanidad, aparece bastante diferente
entonces no es ya una ilusión. Se convierte en la propiedad fundamental del ce- de la moral individual tradicional. Donde el cristianismo nos habla de una caída
rebro humano derivada de su complejidad. El cerebro del hombre no es solamente (debida al pecado original) que necesita de un rescate divino, la ciencia parece,
más complejo en su conjunto, sino que posee una región suplementaria, el cere- por el contrario, mostrarnos un salvajismo primitivo del que el hombre emerge
bro prefrontal, órgano que permite al hombre esa dimensión personal, que no por solas sus fuerzas, en una empresa prometeica. Reflexionando sobre la evo-
lución, el materialista afirma que es muy verosímil que no haya habido un solo
5
V. P. Chauchard, Le cerveau el la conscience, París, Ed. du Seuil, 1960; L'hnmme normal, Adán, sino un origen múltiple, y que era propio evidentemente de la naturaleza
París, Ed. Ouvriéres, 1963; Les sciences du cerveau, París, Ed. Donud, 1966. de este hombre primitivo sulvujc el sufrir y el morir, sin que haya por qué pen-
526 P. CHAUCHARD

sar que el sufrimiento y la muerte se deben a una caída de un estado ideal, del
que ese pobre salvaje era totalmente incapaz. II. DISCUSIÓN
En cuanto al futuro, el materialista nos lo pintará con tintes sombríos, ya
que, si todo en el hombre es biológico, desaparece por completo con la muerte, Parece existir una incompatibilidad radical entre el cristianismo y la con
y la humanidad desaparecerá un día como las demás especies animales. Existe cepción materialista científica de la vida que acabamos de exponer. Los mar
ciertamente un sentido de la historia, un progreso humano, pero ese progreso xistas están tan convencidos de ello, que utilizan argumentos científicos bio
desemboca en la nada. A no ser (si bien no hay que hacerse demasiadas ilusio- lógicos para propagar el ateísmo. Pero la Iglesia católica ha afirmado siempre
nes) que la ciencia, descubriendo las causas de la vejez, logre vencer la muerte que no puede existir oposición entre ciencia y religión si cada una de ellas se
del individuo o de la especie, al mismo tiempo que la conquista del cosmos nos mantiene en su propio campo. Ahora bien: el ateísmo científico afirma tam-
permita librarnos de una tierra que se habrá convertido en inhabitable. Sin bién su acuerdo con la ciencia. Efectivamente, al presentar la biología al ser-
embargo, en este aspecto los materialistas se dividen en dos grupos: los pesi- vicio del materialismo ateo nos hemos referido siempre a la biología objetiva
mistas resignados, como J. Rostand, y los optimistas, que piensan que la ciencia de todos los biólogos. Y hemos mostrado cómo el progreso del conocimiento
aportará solución para todo, aunque en un mundo cuyo significado, descubierto científico, desembocando en los valores espirituales pero considerados coni'>
y acrecentado por el hombre, es en el fondo absurdo. Porque si es posible esca- propiedades de la materia, acrecienta la fuerza de la apologética atea. Ante las
par al azar, no será más que invocando el misterio de las propiedades de la graves lagunas de una ciencia insuficiente, el recurso a lo espiritual parecí:)
materia en evolución. necesario. Hoy, al parecer, la explicación científica hace inútil ese recurso.
No necesita de «superestructuras» aquel que conoce los recursos de las iníra
estructuras materiales.
El ateísmo científico se limita a afirmar su carácter científico. Se truii
BIBLIOGRAFÍA únicamente de ciencia, sin necesidad de añadir nada más. El creyente tic-tu-
la grave tentación de dejarse persuadir de que efectivamente es así, y piensa
Sólo se citan aquí obras de biología materialista. que la obra científica es una malvada tarea prometeica que ataca a la fe. Mu
Garaudy, R., La théoríe matérialiste de la connaissance, París, Presses Universitaires de France, chos creyentes se muestran sensibles a la propaganda científica atea, que pom
1953; Humanisme marxiste, París, Ed. Sociales, 1958; Perspectives de l'homme, París, Pres-
ses Universitaires de France, 1959; Qu'est-ce que la morale marxiste?, París, Ed. Sociales, en peligro su fe, lo cual explica los llamamientos a la prudencia formulados
1963. por la Iglesia. Parece realmente que la evolución biológica, la síntesis de la
Haldane, J. B. S., La philosophie marxiste et les sciences, París, Ed. Sociales, 1946. vida o el cerebro humano tienen que ser por fuerza inaceptables para el creyen-
Hcsnard, A., Morale sans peché, París, Presses Universitaires de France, 1954.
Huxley, J., L'homme cet étre unique, París, Zeluck, 1948; L'évolution en action, París, Presses te. De ahí a veces el escándalo que produce el ver cómo los científicos creyentes
Universitaires de France, 1956. comparten las convicciones científicas de sus colegas ateos. Un escándalo del
Kahane, E., La vie n'existe pas, París, Ed. Rationalistes, 1962. cual nos extraña que no aparezca en un doble sentido. ¿No resulta sorpren-
Oparin, A. D., L'origine de la vie sur la terre, París, Masson, 1965.
Prenant, M., Biologie et marxisme, París, Ed. Hier et Aujourd'hui, 1948. dente acaso que algunos marxistas (Garaudy, Kahane) declaren que quien me-
Roger, H., Religión et rationalisme, París, Ríeder, 1937. jor ha comprendido científicamente el mundo es el padre Teilhard de Chardin,
Rostand, J., L'homme, París, Gallimard, 1941; Peut-on modifier l'homme?, París, Gallimard, lo cual prueba bien que su fe era compatible con la ciencia? Sería necesario
1956; Ce que je crois, París, Grasser, 1953; Le droit d'étre naturaliste, París, Stock, 1963.
Russell, B., Science et religión, París, Gallimard, 1957. maravillarse también ante el hecho de que el progreso de la ciencia acabe, en
Vcrret, M., Les marxistes et la religión. Essai sur l'athéisme moderne, París, La Nouvelle Criti- cierto nivel, por confirmar esos valores espirituales que afirman los creyentes,
que, 1961. si es que la base científica en la cual se fundaban era enteramente falsa.
Obras colectivas: No se trata de rechazar total o parcialmente los hechos y las hipótesis cien-
Morale chrétienne, morale marxiste, París, La Palatine, 1960. tíficas aparentemente materialistas sobre las que se basa la concepción mate-
Quel avenir attend l'homme?, París, Presses Universitaires de France, 1961.
L'origine de la vie, París, Gauthier-Villars, 1962. rialista científica atea. Aquí se trata de ciencia, y corresponde a los científicos
discutir sobre la verdad de esas explicaciones, sin preocuparse de la metafísica.
La concepción científica del mundo y del hombre, en perpetua renovación y
528 P. CHAUCHARD
LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS Y EL ATEÍSMO 529
progreso, es un valor humano común a los creyentes y a los incrédulos. Puede
Nada más falso que confundirlo todo exigiendo a la ciencia mostrarse
sin duda alguna ser denominada «materialista», puesto que se trata del estu-
competente en un campo que se le escapa: la ciencia en sí misma nada tiene
dio de la materia como ciencia. Que la ciencia tiene que ser atea es evidente.
que decirnos acerca del alma o acerca de Dios. Un concordismo religioso que
En efecto, ¿cómo podría la ciencia de la materia hallar a Dios, que es espíritu?
pretenda demostrarnos científicamente la religión es erróneo. Todos han com-
La ciencia es atea en razón de su campo de investigación y de su método.
prendido que el Génesis es un libro religioso y no un compendio de paleon-
Así, pues, si sigue siendo cierto que un abismo separa la concepción del
tología y que debemos conservar las verdades religiosas, pero tratando de com-
creyente de la del incrédulo, no se trata más que de la interpretación que se
prenderlas mejor en nuestro contexto científico, que no coincide con el de las
ha de dar a una misma realidad material, objeto de los estudios de la ciencia.
leyendas de otros tiempos sobre la manera en que Dios actúa materialmente.
En su diálogo con un científico creyente, el científico o el filósofo incrédulo
Por su parte, el ateísmo científico es un concordismo inverso. La prueba direc-
se siente tentado a afirmar que existe acuerdo en lo esencial y que la diver-
ta de la existencia o de la inexistencia de Dios no se encuentra ni en los éxitos
gencia no recae sino sobre la inútil superestructura que añade el creyente. De
explicativos de la ciencia ni en sus lagunas. Dios, en particular, no es una hi-
hecho, en esa superestructura, que no es tal, puesto que es la razón profunda
pótesis que permita poner remedio a las lagunas provisionales de la ciencia.
de los valores de la materia, consiste la divergencia esencial. Pero no es menos
cierto que, en el plano científico, resulta posible un acuerdo profundo, que se El problema fundamental que se plantea al hombre estriba, por consi-
desarrolla cada vez más. guiente, en saber si le es posible o no extraer certeza de otro lugar que no
sea la ciencia. El incrédulo afirma que no, pero al hacerlo lleva a cabo, acerca
Por tanto, el creyente ha de abstenerse de responder a la apologética cien-
del valor de la ciencia y del conocimiento humano, una opción que no se funda
tífica atea discutiendo, en nombre de su fe, un hecho o una hipótesis cientí-
en la ciencia misma. Para aquel que se niega a reconocer otra cosa que la cien-
fica. Por el contrario, debe mostrar que toda concepción puramente científica
cia es posible el agnosticismo religioso, pero no el ateísmo. Sin embargo, no es
es compatible con su fe. Lo que en último término separa ambas concepciones
legítimo limitar así las posibilidades humanas.
es esa breve frase: «nada más que». El hombre no es nada más que cerebro,
que materia. Su explicación, nada más que científica. La postura del creyente católico es totalmente diversa. El sabe que su
creencia no es un vago fideísmo sentimental y consolador, que necesitaría de
Afirmar las posibilidades de la materia significa para el incrédulo un ma-
una autorización científica. Por el contrario, está sólidamente fundada en cer-
terialismo filosófico, y para el creyente, descubrir las maravillas de la creación.
tezas que no corresponden al campo de las ciencias naturales, ya se trate de la
Es la ambigüedad de la palabra materia lo que nos engaña, ya que se emplea
Revelación, ya de la mística, de la dogmática teológica o de la metafísica racio-
inconscientemente en dos sentidos. Mientras que para el filósofo la materia
nal. Ante la ciencia, no se plantea otra cuestión que la de saber si las afirma-
es un principio que se opone a lo espiritual, lo cual convierte en materialista
ciones de ésta son compatibles con su fe. Y ello le obliga a un esfuerzo de pro-
una concepción que atribuye a la materia poderes espirituales, para el cientí-
fundización en la misma fe.
fico la materia no es un principio, sino el elemento constitutivo de toda la rea-
Sería demasiado fácil, para evitar la confusión entre ciencia y fe, caer en
lidad, elemento que, mediante grados diversos de organización, constituye los
el error inverso, que consiste en desdoblar la realidad en la materia, objeto de
seres y les confiere sus propiedades. Como dice el padre Dubarle: «En sí mis-
la ciencia, y en lo espiritual, objeto de la fe. Si tal postura podía sostenerse
ma, la ciencia sostiene que es una concepción intelectual del conocimiento y
rigurosamente hace sesenta años, no es posible ya hoy día, cuando la ciencia
de la investigación sobre la realidad de nuestro universo, que concibe como
de la materia ha desembocado en lo espiritual a través de sus condiciones ma-
materia en movimiento, dando lugar a una multitud de procesos gobernados
teriales. He aquí dónde la postura de la biología aparece en vanguardia. Mien-
por por leyes regulares y permitiendo explicar las propiedades y la producción
tras un físico puede perderse en el análisis de los comportamientos, olvidando
natural de las cosas. En ese sentido, su perspectiva propia es «materialista»,
desafortunadamente explicarnos cómo la organización de las partículas consti-
y la explicación que da de lo real está en función de la materialidad del uni-
tuye el átomo o referir los comportamientos a los valores humanos, un biólogo,'
verso y de las leyes naturales que unen entre sí todos los aspectos y todos los
y sobre todo un neurofisiólogo, no puede contentarse con el solo análisis,
momentos sucesivos de esa materialidad. ¿Por qué no aceptar ese materialismo
reservando la síntesis al filósofo. El sabe bien —y C. Bernard lo ha recordado
de la ciencia? No afirma otra cosa que la verdad de la ciencia y la validez de
siempre— que el objelo de su estudio no son ciertos fenómenos, sino un ser
su explicación en su propio campo».
que constituye una unidad que es también objeto de la ciencia. Un neurufisió-
u
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logo, al estudiar objetivamente el cerebro humano, no puede prescindir del absurda la materia, porque, como buen filósofo, se vería forzado a pasar de
pensamiento y de la consciencia que asegura ese cerebro. Precisamente porque, la finalidad científica a su pleno sentido metafísico.
en su calidad de paleontólogo, poseía un espíritu biológico, Teilhard de Char- Ciertamente, el filósofo espiritualista tiene razón al denunciar las afir-
din pudo proponer su gran síntesis explicativa, puramente científica en su maciones materialistas: lo más no puede salir de lo menos. Pero no puede
origen. Se ve así cómo la interpretación científica del mundo, llevada hasta sus hacerlo sino en el plano metafísico. Esto no debe inducirle a rehusar la evi-
últimas consecuencias, adquiere un valor explicativo y parece totalitaria y su- dencia científica, porque, efectivamente, todo ocurre como si lo más saliera
ficiente. Debemos abstenernos de minimizarla y, sobre todo, de hacerlo en de lo menos. La conciliación es fácil: la ciencia de la materia exige una meta-
nombre de la fe. Evitando las confusiones, nada más útil, para el científico que física de la materia que nos explique sus misteriosos poderes.
conoce lo espiritual por la fe que encontrar mediante la ciencia todas las con- Lejos de suprimir el misterio —como afirma el mundo moderno—, la in-
diciones materiales. En particular, ya hemos visto cómo la ciencia puede con- terpretación científica lo refuerza, ya que el auténtico misterio radica en esos
firmarnos hoy, desde su punto de vista, la moral natural. Nos hallamos en poderes que la ciencia reconoce a la materia.
el polo opuesto de la leyenda de una fe que esteriliza el esfuerzo científico. Así, pues, necesitamos de una metafísica de la materia. ¿Debemos cons-
¿A qué conclusión llega, finalmente, el materialismo científico? Reflexio- tituirla con urgencia para responder a las necesidades modernas y luchar con-
nando sobre la ciencia en el acto de superarla, nos dice: todo se realiza, de tra el materialismo? De ninguna manera. A veces podemos sentirnos tentados
suyo, en virtud de las propiedades de la materia, según las cuales lo más sale a decir que los filósofos del pasado resultan trasnochados para esta edad cien-
de lo menos y la complicación cuantitativa hace emerger cualidades nuevas. ¿Es tífica. Ello supone coníundir ciencia y filosofía: una filosofía no se derrumba
eso materialismo? Es más bien una simple afirmación científica. Pero trans- por el hecho de haberse desarrollado en un contexto científico falso. Las filo-
formar en metafísica materialista esta apariencia que la ciencia observa supone sofías han de ser juzgadas con respecto al aparente materialismo científico.
una falta de buen sentido. Si bien la ciencia en sí misma es neutra, el que refle- Nos inclinamos demasiado a creer que el esplritualismo concibe al hombre
xiona sobre ella no puede serlo y debe formularse preguntas. ¡Qué extraños como un ser doble, con un alma espiritual que acciona la mecánica material
e inverosímiles poderes posee esta materia! O nos limitamos a comprobarlos del cuerpo, en tanto que el animal no posee más que la parte mecánica. Para
sin más, y nos mantenemos en pleno misterio, o nos servimos plenamente de nosotros, Dios es un arquitecto o un artesano que actúa a la manera humana
nuestra razón para comprenderlos. para crear directamente, modelándolos, todos los seres. En esas condiciones,
El padre Loew nos refiere que convirtió a un descargador del puerto mos- la biología, con su descubrimiento de la evolución y las funciones del cerebro,
trándole en el microscopio las bellezas de la materia viva. Ese descargador, nos obliga casi necesariamente a perder la fe. Pero es porque nuestra fe s<
¿no poseía tal vez más buen sentido y espíritu filosófico que un científico mate- funda en una falsa metafísica. La cuestión tenía menos importancia en otro-,
rialista que explica científicamente la materia viva y saca de ello la conclusión tiempos, pero hoy el materialismo denuncia con toda justicia los falsos dioses,
de que Dios no existe? La ciencia supone entonces un verdadero opio, el de los la alienación religiosa, incapaz de comprender que su argumentación no s<
intelectuales. refiere en manera alguna al verdadero Dios. Para responder al materialismo,
Cuando J. Rostand reflexiona sobre la evolución, ese paso de lo inanimado y sobre todo para desvirtuar todos sus argumentos, devolviendo a la ciencia
al hombre le parece inverosímil. Pero, con todo, debe creer en la ciencia. Y es su verdadero sentido, que consiste en contribuir a lograr que descubramos a
lástima que esa inverosimilitud científica no le haga desembocar en el argumen- Dios, no directamente, sino razonando sobre el sentido de las maravillas de
to de buen sentido de Teilhard: una evolución que salta hacia la persona, capaz la materia (Pío XII, R. Collin, Teilhard de Chardin), debemos sencillamente
de amor, está por necesidad secretamente animada por un Dios personal, que dejar de rozar la herejía y volver al verdadero espiritualismo cristiano, a la
es Amor. metafísica implícita del Antiguo Testamento y de San Pablo, que tan bien ela-
El bioquímico Kahane, como hemos visto, rechaza el azar y admite cientí- boró Santo Tomás de* Aquino utilizando y rectificando a Aristóteles.
ficamente la finalidad: el «más» es más probable; la materia no fluctúa al azar, Y ¿cómo un científico, y sobre todo un biólogo, puede encontrar en ello
sino que posee la propiedad de subir, de saltar hacia arriba. Sin embargo, se satisfacción? Porque el hombre se nos muestra así en su unidad de cuerpo
niega a reflexionar acerca de esos pasmosos poderes de la materia. Por su parte, animado, dónele los poderes de la materia, referidos hoy científicamente a su
el filósofo marxista G. Mury prefiere negar la finalidad científica y proclamar organización, se atribuyen filosóficamente al principio informador. El cuerpo
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sin alma no existe. No hay cuerpo que no implique la presencia constitutiva Creador, el cual, a través de nuestra actividad técnica, lo mismo que a través
del alma espiritual, no como fuerza activa, sino como principio de organiza- de las demás causas segundas, continúa actuando en su creación. No se puede
ción. Asimismo, los animales no son máquinas para Santo Tomás, sino seres aislar de Dios la labor científica.
cuyo principio informador es de orden inferior. La analogía continúa en el El hecho de que la ciencia nos descubra el origen material del hombre en
plano de lo inanimado. La metafísica tomista es, por tanto, la que necesitamos. la concepción del individuo o en el origen de la especie no elimina, sino que,
Es la metafísica del aparente materialismo de la ciencia6. Bien lo demostró al contrario, hace necesario el recurso a la metafísica de estos procesos, en
Scrtillanges, precisando su acuerdo con el pensamiento de D. Bernard. Y la los cuales la creación especial del alma se transparenta detrás del proceso na
misma concordancia se halla con el pensamiento científico de Teilhard de tural.
Chardin. Ciertamente, la ciencia no está rematada, y nunca lo estará aquí abajo. No
De la misma manera, y en lo que se refiere a Dios, si es cierto que el pan- hemos comprendido todavía el significado pleno de los dogmas, que no agotan
teísmo constituye un error y resulta incompatible con la ciencia, lo mismo el misterio divino. Así se explica la supervivencia de pequeñas dificultades en
ocurre con la concepción en boga, que hace de Dios un mago separado de su los problemas limítrofes. Pero podemos confiar en que ninguno de esos con
creación. La verdad teológica está en la secreta presencia inmanente del Dios flictos será insoluble a través de la labor común de los científicos creyentes
trascendente, responsable de las leyes armoniosas de una materia cuyas insu- y de los teólogos, mutuamente abiertos en sus campos respectivos al aspecto
ficiencias derivan del hecho de que ella no es Dios. natural y al aspecto sobrenatural de la creación.
Nuestro cristianismo, sobre todo bajo la forma católica, es una religión
que da su verdadero sentido a la materia, puesto que es una religión de Crea-
ción, de Encarnación redentora, de Presencia eucarística, de construcción del
Cuerpo místico de Cristo y de perspectivas escatológicas de glorificación indi- BIBLIOGRAFÍA
vidual y cósmica. ¿Cómo puede dar la impresión de que se trata de un mani-
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da asimismo testimonio de sus insuficiencias y de sus debilidades. Al confir- Chauchard, P., La science détruit-elle la religión?, París, Fayard, 1958; L'étre humain sclo»
mar ora la moral natural, ora sus dificultades paradójicas, coincide con la tesis Teilhard, París, Gabalda, 1959; Notre corps, ce mystére, París, Beauchesne, 1963; La morulc
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materialista de la vida y del hombre que utiliza la propaganda atea existe una Publicaciones colectivas de la Unión de Científicos Católicos Franceses:
notable concordancia y convergencia. Science et foi, París, Fayard, 1962.
Si algún día llegamos a obtener la vida en el laboratorio no habremos hecho Science et matérialisme, París, Fayard, 1962 («Recherches et Debats», n. 41).
otra cosa que utilizar los recursos ocultos que ha puesto en la materia Dios

' La introducción de la perspectiva evolutiva no hace más que dar una dimensión témpora!
al cuadro tomista de los grados de información.

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