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LEYENDA

Las orejas del conejo

Todos los conejos siempre fueron felices con su tamaño, con su


agilidad y la posibilidad para poder esconderse de las grandes
criaturas del bosque, pero no todos exactamente porque uno se
encontraba muy angustiado y nada podía hacer para quitarse de
encima tanta depresión. Un ave siempre lo veía llorar a la orilla del
río y ver pasan al león con tanta destreza como inteligencia,
animales que a la vez eran enormes para poder defenderse del
resto, o bien para poder pasearse sin tener ningún miedo de ser
presa de alguien más.

El ave lo quiso ayudar y le preguntó por qué razón se encontraba


sufriendo tanto y el conejito le explicó sobre la tristeza que le
causaba ser tan pequeño. Su amiga le dijo que vaya a la cima de la montaña para hablar con
el Dios que allí se encontraba, ya que era el único que podía ayudarlo y no dudó el conejo en ir
a su presencia. Lo que menos esperó el conejito es que cuando llegaría, el Dios iba a estar
durmiendo, por ello es que le llamó hasta despertarle y entonces poder contarle su problema.

Ahí se encontraba el Dios hablando con un pequeño conejito, el cual le pedía que lo convirtiera
en un animal grande como todos los que habitan el bosque. El Dios aceptó si es que traía a
cambio una piel de cocodrilo, de serpiente y de mono. El conejo a las pocas horas ya tenía
consigo las pieles, seguramente querrán saber cómo las consiguió, resulta que sus amigos del
bosque se las quitaron para prestárselas y que las pueda presentar al Dios para que lo ayude
en su petición.

Tan sorprendido estaba el Dios de que haya conseguido todo que decidió ayudarlo, le dijo que
a causa de su valentía, su amistad y su humildad, él le regalaría las orejas largas y caídas que
lo iban a ayudar a que pueda escuchar a mucha distancia a sus enemigos, su cuerpo seguiría
siendo pequeño, pero ningún animal del bosque lo podría agarrar desprevenido ahora que sus
orejas lo podían escuchar todo. El conejo se sintió satisfecho porque no necesitaba ser grande
para poder escaparse rápidamente de los demás.
FÁBULA

El Lobo con piel de Oveja

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se
metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al
pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando
la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo
creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.

Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.


CUENTO
Las aventuras del Conde Caradura
Había una vez un tipo muy altanero y aprovechado al que todo el mundo llamaba el Conde
Caradura. De conde no tenía nada, pero como siempre se iba dando aires de grandeza, la gente
terminó tratándole de conde para mofarse de él. Sin embargo, el tipo en cuestión no pilló la
indirecta. Lo de caradura se lo pusieron porque era un sinvergüenza que trataba de
aprovecharse de todo el mundo con muy poco disimulo.

Un día, aburrido ya de no conseguir nada de sus vecinos, el Conde Caradura abandonó la


ciudad y partió en busca de otras personas a las que estafar. Ataviado con sus mejores galas,
aprovechó para hacerse pasar por un verdadero conde. Incluso conservó la especie de apellido
que le habían puesto con la idea de hacerle creer a la gente que, en su idioma natal, un idioma
hablado en un país exótico, caradura significaba “noble y amable servidor del pueblo”.

Con estas, el Conde Caradura llegó a un pequeño pueblo donde consiguió que una familia le
diera cobijo. Al tercer día, por eso de no abusar o, más bien, antes de que se dieran cuenta de
la estafa, el Conde Caradura convenció a aquella buena gente de que le dieran dinero para su
causa: la creación de un hogar para ancianos desamparados. La familia le dio todo lo que tenían
ahorrado.

Con lo que le dieron, el Conde Caradura sobrevivió dignamente un par de semanas. Cuando
se le acabó el dinero volvió a otro pequeño pueblo donde volvió a conseguir cobijo. Al tercer día
repitió la historia de la creación de un hogar para ancianos desamparados. Esta vez la familia
organizó una colecta, de la que sacaron una buena cantidad de dinero. Una vez más, el Conde
Caradura consiguió un buen pellizco y se marchó.

Pasaron los años y el Conde Caradura recorrió el país haciéndose pasar por un noble con
buenos sentimientos que recogía dinero para los desamparados. La historia llegó a todos los
rincones y la gente lo esperaba con alegría para darle lo que necesitaba. Lo malo es que así el
conde no tenía excusa para quedarse ni podía alojarse en sitios lujosos, pues todo el mundo le
conocía y resultaba de mal gusto y, sobre todo, sospechoso.

El Conde Caradura empezó a preocuparse. La gente empezaba de preguntarse qué pasaba


con el famoso hogar para ancianos, así que ideó un plan. Aprovechando que estaba cansado
de tanto viajar, el Conde Caradura decidió comprar una pequeña granja para instalarse.

-Les diré a todos que construiré aquí el hogar para los ancianos -pensó el Conde Caradura-.
Conseguiré que la gente trabaje gratis para mí, que me sirvan gratis y que me den de comer.
La noticia de que el hogar para ancianos estaba en marcha puso en marcha a cientos de
personas. El Conde Caradura veía con orgullo cómo avanzaba su plan mientras él descansaba
y engordaba viendo trabajar a los demás.

Pero un día alguien se preguntó qué hacía el Conde Caradura, porque ni hacía nada ni pagaba
nada. Lo que empezó como un comentario de taberna se convirtió en un rumor que levantó las
sospechas.

-Deberíamos preguntarle al Conde Caradura dónde está todo el dinero que ha recaudado
durante todos estos años -dijo uno de los trabajadores voluntarios-. Estoy aquí desde el primer
día y no le he visto comprar nada, ni siquiera comida ni ropa para él.

Cuando le preguntaron, el Conde Caradura, por


primera vez, dijo la verdad:
-Ya no me queda nada.
-¡Eso no es posible! -dijo al gente-. Hay que
inspeccionar la casa.
Pero al Conde Caradura no le quedaba ni un
céntimo. Se lo había gastado todo.

Entre todos expulsaron al Conde Caradura de allí,


pero siguieron trabajando para terminar el hogar
para los ancianos desamparados. Y, como ya no
tenían que mantener al Conde, acabaron antes de
lo previsto.

El Conde Caradura acabó viviendo bajo un puente. Cuentan que alguien le fue a buscar para
llevarlo al hogar para ancianos desamparados que él mismo había inspirado. No vivió como un
noble, pero al menos pudo pasar el resto de sus días de una manera digna.
MITO

El Cóndor

En un pueblo un hombre vivía con su hija, ella tenía como tarea cuidar a las ovejas. Todos los
días iba un joven a visitarla mientras ella cuidaba las ovejas, hasta que un día se hicieron
buenos amigos.
Un día soleado empezaron a jugar a que él la cargaba y ella a él, cuando de pronto ella se dio
cuenta que estaba volando. Desde ese día el joven se convirtió en su cóndor, él la cuidaba, la
alimentaba. Pasaron muchos años los dos crecieron tuvieron hijos, pero ella no dejaba de
pensar en su padre y todas las noches lloraba ya que había abandonado a su padre y lo había
dejado solo con los animales.
Un día ella se encontraba regando las flores y encontró a una mariposa la cual le pidió ayuda
para volver a ver a su padre, la mariposa le dijo al cóndor que su esposa y sus hijos habían
desaparecido, mientras la mariposa hablaba con el esposo ella escapaba con sus hijos y
regresaba con su padre.
Desde que ella regresó con su padre, el cóndor jamás volvió, ella todos los días volaba para
ver si veía al cóndor pero nunca más lo volvió a ver.

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