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La publicación del libro de Adam Smith titulado Una investigación sobre la naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones (generalmente conocido como La riqueza de las
naciones) en 1776 se considera normalmente como el comienzo de la economía clásica.
La escuela estuvo activa hasta mediados del siglo XIX y fue sucedida por la escuela
neoclásica, que comenzó en el Reino Unido alrededor de 1870.
Los economistas clásicos reorientaron la economía, alejándose del análisis previo que se
centraba en los intereses personales del gobernante y un interés basado en las clases
sociales. El fisiócrata François Quesnay y Adam Smith, por ejemplo, identificaron la
riqueza de la nación con el producto nacional bruto, en lugar de con la tesorería del rey o
del estado. Smith veía este producto nacional como el trabajo aplicado a la tierra y al
capital. Una vez que la tierra y el capital son apropiados por los individuos, el producto
nacional se divide entre trabajadores, terratenientes y capitalistas, en la forma de salario,
renta e interés.
Tendió a enfatizar los beneficios del libre comercio, un análisis organizado alrededor del
precio natural de los bienes, y la teoría del valor como costo de producción o la teoría del
valor del trabajo.
La teoría del valor-trabajo (TVL, también teoría laboral del valor o TLV) es una teoría que
considera que el valor de un bien o servicio depende de la cantidad de trabajo que lleva
incorporado.
Adam Smith consideraba que el trabajo era la unidad de medida exacta para cuantificar el
valor. Para él, el valor era la cantidad de trabajo que uno podía recibir a cambio de su
mercancía. Se trata de la teoría del valor comandado o adquirido. Aunque no era el factor
determinante de los precios, estos oscilaban hacia su precio de producción gracias al
juego de la oferta y la demanda.
La teoría del valor-trabajo se conoce principalmente por los estudios al respecto de Karl
Marx, en su obra El Capital, siendo un principio fundamental en el pensamiento
económico del marxismo.
Marx parte de la base de que el valor de una mercancía está determinado por la cantidad
de trabajo socialmente necesario para producirla. Este trabajo socialmente necesario se
refiere al trabajo humano abstracto, es decir: gasto de esfuerzo físico y mental humanos,
independientemente de las características concretas del trabajo (alfarería, herrería, etc.).
La cantidad de trabajo se mide en tiempo, habitualmente en horas.
Sin embargo, no todas las personas trabajan igual, sino que su trabajo depende de su
edad, de su experiencia, su habilidad, su destreza, su forma de organizarse, etc. Si el
valor de una mercancía dependiese únicamente del tiempo individual que ha costado
producirla, se llegaría a una situación absurda, que cuanto más lento se trabajase, tanto
más aumentaría el valor de la mercancía resultante de ese trabajo. De esta manera se
premiaría el despilfarro de trabajo y a los trabajadores perezosos o poco hábiles. La
economía sería mucho menos productiva: se perdería el tiempo del productor para
fabricar la mercancía, el tiempo del comprador, que necesita trabajar más horas para
adquirirla, en definitiva, tiempo de trabajo social.
Así pues, el valor de cambio de una mercancía no es igual al trabajo individual, sino al
trabajo socialmente necesario para producirla, siendo esto la cantidad de trabajo
necesario en condiciones medias de productividad en una determinada sociedad y en una
determinada época.
En la sociedad capitalista la fuerza de trabajo es una mercancía como cualquier otra, por
lo que su valor es igual al tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. O sea,
el valor de los bienes necesarios para la existencia del trabajador y su familia. Pero la
fuerza de trabajo tiene la particularidad respecto a las demás mercancías empleadas en la
producción (maquinaria, materias primas) de que puede traspasar a la mercancía un valor
superior a su propio valor, un plusvalor. Este plusvalor surge del plustrabajo o el trabajo
más allá del necesario para reproducir el valor de la fuerza de trabajo.
Para entender esto es clave entender la diferencia entre fuerza de trabajo y trabajo. El
trabajo es el empleo de la fuerza de trabajo. El capitalista que contrata a un empleado no
compra su trabajo sino su fuerza de trabajo. Como la jornada laboral se extiende (y para
el capitalismo así es necesario que sea) más allá del tiempo de trabajo necesario para
reproducir el valor de la fuerza de trabajo, tenemos un tiempo de plustrabajo, en el cual se
genera un plusvalor apropiado por el capitalista.
La teoría del valor de Marx no tiene como objetivo predecir el precio de las mercancías,
sino de comprender las fuerzas principales que regulan el intercambio de las mercancías.
En el caso particular de la mercancía "fuerza de trabajo", la ley del valor sirve para
explicar el origen de la ganancia capitalista: el plusvalor.
La teoría subjetiva del valor es una teoría del valor que desarrolla la idea de que el valor
de un bien no está determinado por ninguna propiedad inherente a éste, ni por la cantidad
de trabajo requerido para producirlo, sino por la importancia que un individuo le da para
lograr sus objetivos o deseos.12 Esta teoría es uno de los conceptos principales de
la Escuela Austriaca de Economía. Mientras que la versión de esta teoría fue creada
independiente y casi simultáneamente por William Stanley Jevons, Léon Walras, y Carl
Menger en la segunda mitad del siglo XIX,3 ya había sido notificada en la Edad Media y
el Renacimiento, pero no ganó una aceptación unánime durante tales periodos.
De acuerdo con esta teoría, el comercio voluntario entre individuos implica que ambas
partes en el intercambio perciben subjetivamente los bienes, trabajo o dinero que reciben
como de mayor o igual valor que aquellos a los que renuncian. La teoría subjetiva del
valor sostiene que alguien puede crear valor simplemente transfiriendo su propiedad de
algo a alguien que la valora más, sin necesariamente modificar tal cosa. Si la riqueza se
entiende como la valoración subjetiva de los individuos de sus posesiones, el intercambio
voluntario podría incrementar la cantidad de riqueza en la sociedad.
Los individuos tenderán a obtener niveles decrecientes de satisfacción, o utilidad
marginal de adquirir unidades adicionales de un bien. Priorizarán inicialmente obtener los
bienes que necesitan más, como la comida, pero cuando la necesidad de comida llegue a
un cierto nivel, el deseo por otros bienes comenzará a tomar mayor importancia relativa, y
se pasará de la necesidad ya cubierta de comida hacia la necesidad de otros bienes.5
En un mercado libre, la competición entre individuos buscando comerciar objetos que
poseen y servicios que pueden ofrecer por bienes que perciben de mayor valor que
ambos resulta en un equilibrio de mercado puesto de los precios que emergen.
Economistas clásicos tales como David Ricardo creían que las personas obtienen
diferentes niveles de utilidad o 'valor de uso' de un servicio, pero que éstos no conectaban
de manera efectiva con los precios de mercado, o 'valor de cambio'.3
Menger argumentó que la producción era simplemente otro caso de la teoría de la utilidad
marginal.3 La capacidad de ganar un salario de los trabajadores está determinado por el
valor de su trabajo para otros, más que sus costos de subsistencia, y trabajan porque
valoran la remuneración más que la inactividad.6
El desarrollo de la teoría subjetiva del valor fue parcialmente motivado por la necesidad de
resolver la paradoja del valor que dejó perplejos a muchos economistas clásicos. Esta
paradoja, también citada descriptivamente como la paradoja del agua y los diamantes,
surgió cuando el valor era atribuido a cosas como la cantidad de trabajo que requería la
producción de un bien o alternativamente una medida objetiva de la utilidad de un bien.
Paul Mattick argumentó que la teoría subjetiva del valor lleva a razonamientos circulares.
Se supone que los precios miden la utilidad marginal de la mercancía. Aun así, los precios
son requeridos por el consumidor para evaluar cómo maximizar de la mejor forma su
satisfacción. Por ello, el valor subjetivo obviamente reside en un razonamiento circular.
Aunque intente explicar los precios, éstos son necesarios para explicar la utilidad
marginal. Mattick deniega las relaciones entre la mente humana y el mundo externo
propuestas por Carl Menger y los subjetivistas modernos.7
El economista Maurice Dobb también criticó a la teoría del valor por los supuestos que
necesita. Una de las limitaciones de la teoría es que se asocia a la imposible derivación
de fenómenos intrínsecamente sociales, como lo son los precios y las variables
distributivas, a partir del individuo. Por esto Dobb dice que la teoría padece de un "sesgo
individualista". Uno de los supuestos criticados es que el elemento subjetivo "utilidad"
expresado como utilidad marginal o como preferencias reveladas (o cualquier otro término
que aluda a la subjetividad) tiene que ser independiente de los precios y la distribución del
ingreso, de otra manera nunca podría cumplir los requisitos para ser una constante que
determine el precio o el valor. Este supuesto está en contra de cualquier evidencia y
criterio realista. El error se encuentra en atribuirle a la subjetividad calidad de constante
cuando ésta es influida por lo que debe determinar.
En palabras de Dobb: “Un hombre desprovisto de tierras, estimará el “sacrificio” o
“desutilidad” que supone alquilar su trabajo en mucho menos de lo que lo estima un
campesino dueño de una parcela y de instrumentos de producción […] la postulación de
cualesquiera de los valores normales, requiere la postulación previa de una cierta
distribución de los ingresos y, por tanto, de una cierta estructura de clases. Dar una forma
precisa a las relaciones de cambio de una sociedad determinada requiere, no
simplemente la disposición mental de un individuo abstracto, sino también el complejo de
instituciones y relaciones sociales de las cuales el individuo concreto forma parte. Y un
poco más arriba, había señalado que cuando se habla de la preferencia de un individuo,
la misma “dependerá de su ingreso, con el resultado circular de que la naturaleza de los
costos fundamentales que afectan el valor de las mercancías y la remuneración de los
factores de la producción estará determinada, a su vez, por la distribución del ingreso” 8
El filósofo y científico argentino Mario Bunge califica a na teoría subjetiva del valor como
pseudocientífica y a la economía como "semiciencia". El valor subjetivo en cualquiera de
sus formas, ya sean utilidad, preferencias, satisfacción etc., no pueden ser medidas de
manera científica. El hecho de que no pueden ser medidas objetivamente impide
cualquier estudio empírico. Además criticó otros supuestos, métodos y conceptos
relacionados con esta teoría como la racionalidad y conocimiento de los consumidores, la
naturaleza competitiva y agresiva del ser humano, el principio de no saciabilidad, el
individualismo metodológico, etc.Además de las inconsistencias con los supuestos y
axiomas de las escuelas económicas que adoptan esta teoría, de no ser medible y de la
ausencia de estudios empíricos usa lenguaje oscuro, tiene una historia de
reelaboraciones ad hoc y no es combinada con otras disciplinas lo que, según Bunge,
convierte la teoría en pseudocientífica.
Visión general
De acuerdo con esta teoría, el comercio voluntario entre individuos implica que
ambas partes en el intercambio perciben subjetivamente los bienes, trabajo o
dinero que reciben como de mayor o igual valor que aquellos a los que renuncian.
La teoría subjetiva del valor sostiene que alguien puede crear valor simplemente
transfiriendo su propiedad de algo a alguien que la valora más, sin necesariamente
modificar tal cosa. Si la riqueza se entiende como la valoración subjetiva de los
individuos de sus posesiones, el intercambio voluntario podría incrementar la
cantidad de riqueza en la sociedad.
Los individuos tenderán a obtener niveles decrecientes de satisfacción, o utilidad
marginal de adquirir unidades adicionales de un bien. Priorizarán inicialmente obtener los
bienes que necesitan más, como la comida, pero cuando la necesidad de comida llegue a
un cierto nivel, el deseo por otros bienes comenzará a tomar mayor importancia relativa, y
se pasará de la necesidad ya cubierta de comida hacia la necesidad de otros bienes.5
En un mercado libre, la competición entre individuos buscando comerciar objetos que
poseen y servicios que pueden ofrecer por bienes que perciben de mayor valor que
ambos resulta en un equilibrio de mercado puesto de los precios que emergen.
Economistas clásicos tales como David Ricardo creían que las personas obtienen
diferentes niveles de utilidad o 'valor de uso' de un servicio, pero que éstos no conectaban
de manera efectiva con los precios de mercado, o 'valor de cambio'.3
Menger argumentó que la producción era simplemente otro caso de la teoría de la utilidad
marginal.3 La capacidad de ganar un salario de los trabajadores está determinado por el
valor de su trabajo para otros, más que sus costos de subsistencia, y trabajan porque
valoran la remuneración más que la inactividad.6
Paul Mattick argumentó que la teoría subjetiva del valor lleva a razonamientos circulares.
Se supone que los precios miden la utilidad marginal de la mercancía. Aun así, los precios
son requeridos por el consumidor para evaluar cómo maximizar de la mejor forma su
satisfacción. Por ello, el valor subjetivo obviamente reside en un razonamiento circular.
Aunque intente explicar los precios, éstos son necesarios para explicar la utilidad
marginal. Mattick deniega las relaciones entre la mente humana y el mundo externo
propuestas por Carl Menger y los subjetivistas modernos.7
El economista Maurice Dobb también criticó a la teoría del valor por los supuestos
que necesita. Una de las limitaciones de la teoría es que se asocia a la imposible
derivación de fenómenos intrínsecamente sociales, como lo son los precios y las
variables distributivas, a partir del individuo. Por esto Dobb dice que la teoría
padece de un "sesgo individualista". Uno de los supuestos criticados es que el
elemento subjetivo "utilidad" expresado como utilidad marginal o como
preferencias reveladas (o cualquier otro término que aluda a la subjetividad) tiene
que ser independiente de los precios y la distribución del ingreso, de otra manera
nunca podría cumplir los requisitos para ser una constante que determine el precio
o el valor. Este supuesto está en contra de cualquier evidencia y criterio realista. El
error se encuentra en atribuirle a la subjetividad calidad de constante cuando ésta
es influida por lo que debe determinar.