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LA IMPORTANCIA DE LA TRADICIÓN ORAL EN LA POBLACIÓN COLOMBIANA Y SU

RELACIÓN CON LAS COMPETENCIAS DEL LENGUAJE Y LA CONVERSACIÓN

La tradición oral es la forma de trasmitir la cultura, la experiencia, las


tradiciones de un pueblo a través de relatos, cantos, oraciones, leyendas,
fábulas, conjuros, mitos, cuentos y otros discursos. Se hace de padres a hijos,
de generación en generación; llega hasta nuestros días y tiene como función
primordial la de conservar la sabiduría ancestral a través del tiempo.

La tradición oral es de suma importancia en cualquier contexto social, pues nos


remite al conocimiento de nuestro entorno, de nuestra cultura y por ende de
nuestro propio ser. De ahí el valor que tiene apoyar espacios alternativos para
el trabajo de la narrativa tradicional y de su investigación. En los últimos años
ha tenido un gran auge el estudio acerca de las tradiciones orales de nuestros
pueblos, en especial con trabajos musicales como los de Carlos Vives, Totó la
Momposina, el mismo Juanes, quienes en sus composiciones hablan sobre las
costumbres, los juegos, las diferentes formas de expresarse, los dialectos. Y es
precisamente por ello que se ha venido revaluando la palabra “tradición”, como
una expresión llena de evocación. En diversas corrientes del pensamiento se
ha caracterizado como una forma de autoridad (Weber), un modo de
transmisión comunal, la expresión de un vínculo comunitario (Tonnies) o un
horizonte discursivo heredado (Gadamer).

Las canciones se heredan, los arrullos, los mimos, las nanas, los villancicos, se
aprenden de “oído”, sin análisis, sin explicaciones teóricas; lo mismo la
interpretación, la manera de hacer los instrumentos. El concepto de tradición
tiene otras connotaciones: la nobleza de los orígenes, la voz del pueblo. La
tradición oral se convierte en la palabra que se repite de persona a persona, de
generación en generación; la palabra se transforma en historia y ésta en
cantos, cantos que se bailan, que se disfrutan, que se recrean.

Desde hace 10 años he venido trabajando en el rescate de tradiciones orales


de la región Caribe colombiana y de esta labor han quedado una serie de
readaptaciones de mitos y leyendas como las siguientes:

“…En una calle de Tamalameque dicen que sale una llorona loca... Allá en
Tamalameque vivía la mujer más linda que todo Tamalameque jamás hubiese
visto. Lucía era tan hermosa que en la mañana, cuando salía a las 6, todas la
ventanas del pueblo de Tamalameque se abrían de par en par, y detrás de las
ventanas todos los ojos de los hombres de Tamalameque para ver la
hermosura de Lucía; y es que Lucía era una chica de hermoso cuerpo,
voluptuosas caderas, cabello largo que caía hasta la cintura y que se
contoneaba al son de los tambores.

Cuando Lucía regresaba de la tienda con el pan y la leche para el desayuno, ya


no sólo estaban todos los hombres de Tamalameque, sino que detrás de los
hombres estaban sus esposas, dándoles semejante cantaleta por estar
mirando a otra. Así que a los hombres no les quedaba de otra que cerrar los
ojos y las ventanas, pero eso sí, mantenían bien abiertos los oídos; porque la
cantaleta les duraba como media hora.

Mientras tanto Lucía se dedicaba a los quehaceres del hogar. Barría el patio,
con una escoba de palito para recoger las hojas que la loca había tirado al piso.
Recoger la casa, lanzaba agua de una ponchera al frente de la casa para que
el sol abrasador del medio día no se metiera y colgaba una hamaca
sanjacintera entre palo y palo de almendro en el fondo del patio. A las doce
servía su almuerzo, que bien podía ser un arroz de lisa o un sancocho trifásico,
eso sí, bien acompañado de una buena agua de panela con limón y con
bastante hielo. Al finalizar su manjar se recostaba en la hamaca a hacer su
siesta. A eso de las tres de la tarde se bañaba y se ponía su ropita de tardear…
porque aunque a Lucía muchos le habían echado el ojo… ella sólo tenía ojos
para un solo hombre y ese era Juancho.

A las 6 en punto de la tarde estaba Lucía sentada en su mecedora de mimbre,


enfrente, en la terraza, esperando que por la esquinita se asomara un
sombrero voltiao y se escuchara la melodía….” Oye bonita cuando me estás
mirando yo siento que mi vida cubre todo tu cuerpo…”

Y todo el cuerpo de Lucía se ponía arrrozudo y se llenaba de emoción; se le


hinchaba el pecho y las venas se le ponían a punto de reventar.

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