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1.1.1. La interpretación en la música académica.

Ciertamente a lo largo de la historia musical el concepto de “interpretación” ha sido


motivo de discusión en varias ocasiones, pues no existe un consenso en cuanto a su
definición concreta se refiere. Existen diferentes puntos de vista, sin embargo en la
música occidental se pueden resaltar principalmente dos acerca de esta problemática.
El primero defiende al compositor y su preocupación frente a al destino final de su
obra, mientras el segundo acoge las posibilidades a las que el intérprete puede acudir
al momento de interpretar.

Tal como menciona Walls, Peter (2002) algunos de los más reconocidos compositores
como Beethoven, Ravel o Stravinsky, entre otros, simpatizaban con la idea de que el
intérprete debía de remitirse estrictamente a las indicaciones de la partitura,
procurando a toda costa transmitir las intenciones propias del compositor, evitando
incurrir en cualquier tipo de aportación personal ajena a la concepción de este.
Prácticamente hablando, se requiere del intérprete ser un puente entre el compositor
y la audiencia. En este sentido, es posible sostener este enfoque si se toma en cuenta
la connotación más básica de la palabra “interpretación”, refiriéndose entonces a la
acción de mediar o intermediar. Esta postura es completamente entendible, pues el
compositor buscara que la representación de su obra se presente de la forma más fiel
a su criterio y obviamente aborrecerá cualquier intento de distorsión a esta. Es curioso
como la música electrónica o aleatoria casi logra eliminar por completo al intérprete
de la escena musical, pues este ya no era indispensable debido a que las secuencias
requeridas por el compositor eran pregrabadas y presentadas al público directamente.
Esto hubiese solventado toda preocupación del creador de una obra en cuanto a esta
problemática, más sin embargo, para quienes no hicieron parte de dicho gremio
musical, solo podían esperar, siguiendo el pensamiento de Stravinsky y en palabras
de Lawson, C. (2002) “(…) un enfoque estrictamente objetivo por parte del
intérprete.”1

Por otro lado, regresando al tema de las definiciones, si se consideran las más actuales
del vocablo “interpretación”2, se encuentra que es completamente valido el hecho de
apropiarse de una obra y representarla según los criterios del intérprete, puesto que

1
A Stravinsky realmente le molestaba esta problemática, a tal punto que llego a afirmar: “La música debe ser
transmitida y no interpretada, ya que la interpretación revela la personalidad del intérprete (…)” Igor
Stravinsky, citado por Simon and Schuster, Autobiography, New York, [1936]; Walls, 2002, p. 35
2
Se toma como definición el concepto actual de “interpretación” adjudicado en el marco conceptual, es decir
“una representación o declaración de algo, la cual pretenderá conservarse fiel de alguna manera a la fuente,
pero que al ser comprendida y asimilada por el intérprete será expresada de una nueva forma.”
ya la acción de representar implicara que de alguna u otra forma la personalidad del
intérprete saldrá a relucir al momento de ejecutar una obra.
Por su parte Lawson, Colin (2002) haciendo un recuento cronológico, afirma que este
apego inconmensurable a la partitura que se evidencia en la actualidad no es para
nada inherente a la historia de la interpretación “La abrumadora supremacía actual
de la partitura, que exige fidelidad y exactitud a toda costa, no es de ningún modo
característica de la historia de la interpretación en su conjunto.” (p. 20). Para
evidenciar este criterio, se puede tomar al Barroco musical como ejemplo, donde la
técnica y la maestría instrumental comenzaban a tomar un papel importante “(…) se
apreciaba especialmente la espontaneidad en la interpretación.” (p. 25), puesto que
quedaba manifiesto la destreza del intérprete a la hora de improvisar u ornamentar en
medio de una pieza musical. Cabe mencionar que el uso del bajo continuo hacía
rigurosamente necesario que el intérprete gozara de estas habilidades improvisatorias,
es decir, esta “espontaneidad” hacia parte fundamental en la interpretación de la
época. Es importante señalar como estas libertades propias del intérprete se
extenderían hasta buena parte del siglo XIX, no sería sino hasta el Romanticismo que
las transcripciones para piano y el movimiento orquestal exigirían que las partituras
fueran mucho más precisas en sus indicaciones “A medida que las partituras se
difundían más ampliamente, las indicaciones interpretativas tendían a ser aún más
precisas.” (Lawson, C. p. 27). Esto comenzaría a limitar las licencias que el intérprete
mantenía, pues tendría que atenerse a las especificaciones de la partitura. La
improvisación y la espontaneidad pasaron a un segundo plano. Haciendo referencia
al primer enfoque mencionado anteriormente, Lawson, C. (2002) agrega “…la
literatura musical suele dar la impresión de que el verdadero significado estético
reside en la notación, y que la interpretación es, como mucho, una representación
imperfecta y aproximada de la obra misma.” (p. 20). Teniendo en cuenta esta
afirmación, es correcto declarar que interpretar comprende más que la simple
traducción de la partitura a sonido, es necesario tener en cuenta aspectos como el
contexto en el que se realiza dicha interpretación, al igual que los recursos técnico-
interpretativos y expresivos propios de cada época.

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