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l . Cuestionesgenerales.
La ardua e interesante tarea que supone la explicación de los
textos latinos para el alumnado (ardua por la difícultad no ya de
los textos en sí, sino por la tópica indisposición de los discentes
hacia unos textos lejanos en la lengua y poco interesantes desde el
punto de vista del contenido, e interesante por cuanto supone de
labor, por parte del docente y del alumno, de decodificación del
texto para soslayar esas dos trabas que, decíamos, se interponen
entre los textos latinos y el discente) podría verse recompensada
en determinados casos por la ayuda de la tradición clásica en tan-
to y cuanto la pervivencia de los textos objeto de explicación pue-
den acercar (en tiempo, lengua y actualización del contenido) la li-
teratura antigua y pueden también favorecer el entendimiento de
éstos (su decodificación) al haber pasado por el tamiz y la inter-
pretación de otros lectores, abortando así esos dos prejuicios E-
natos a la mayoría de los actuales estudiantes de latín (ya sea de
Enseñanzas Medias o de Facultad).
Con la ayuda, pues, de la tradición clásica podemos mejorar la
tan negativa predisposición de los alumnos hacia los textos y ade-
más moldear su enconado talante de rechazo hacia la propia lite-
ratura antigua. El objeto de la propuesta que aquí llevamos a ca-
bo pretende abordar la primera cuestión presentando unas direc-
trices orientativas de lo que pensamos puede ser tal aprovecha-
miento didáctico en pos de ofrecer a los alumnos unas bases para,
una mejor intelección de los textos latinos que reduzcan al míni-'
mo su apática actitud.
Pero antes de continuar, creemos conveniente hacer por nues-
tra parte una matización al término general de tradición o pervi-
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tiempo, quizá la época más idónea para esta segunda opción sea
nuestro siglo XX.Además, la decodificación ofrecida en esta épo-
ca concreta no ya de los textos clásicos en sí, sino de la personali-
dad y entorno del autor puede estar mucho más cercana a la sensi-
bilidad del alumno por obvias razones: primero, porque ven que
el mundo clásico pervive en su enclave más inmediato de una for-
ma clara y como modo de expresión artística; segundo, porque la
propia plasmación literaria de esa pervivencia les es más inteligi-
ble; y tercero, porque frecuentemente el género utilizado para esa
recreación es el de mayor frecuencia en sus lecturas: la novela'. En
este terreno, pues, el alumno dispone de numerosas muestras de
pervivencia clásica en nuestro siglo XX de la mano de la novela
histórica: para Virgilio la de H. Broch2;para Ovidio dos obras de-
dicadas a su destierro en Tomos, la clásica de V. Horia3 y la recen-
tísima de Chr. Ransmayr4; para Catulo la también clásica de Th.
Wilder5y otra de última hora debida a la pluma de A. Priante" y,
finalmente, para Séneca la conocida obra de A. Gala sobre el es-
critor cordobés en la corte de Nerón7.
La tercera dimensión de la tradición clásica que hemos apunta-
do entraría de lleno en la labor del fdólogo latino como crítico li-
terario de la propia literatura latina. Para ello, disponemos de una
amplia bibliografia específica para cada autor y no es el caso
traerla aquí a colación, aunque para el poeta objeto de nuestra
propuesta hacemos al final de estas páginas una breve selección
bibliográfica.
Hasta ahora sólo hemos dado dos motivos de carácter práctico
y una limitación del concepto de tradición clásica como justifican-
te de la inclusión de ésta en la explicación de textos para intentar
dar respuesta a esos dos motivos. Otras razones que nos inclinan a
pensar en el beneficio que supondría su aplicación a la tarea do-
cente de los textos son más personales, pero no por ello menos
prácticas o, como poco, menos efectivas.
' Aunque no siempre. Esto no ocurre, por ejemplo, en el caso de Virgilio (véame los p o e
mas de J. Guillén sobre la Eneida *ecogido en Homenaje, Milán 1967-) o de A. Colinas &
dicado a la muerte del poeta de Mantua -poema número X de su obra Noche más allá de la
noche) o, parcialmente, de Catulo (véase la poesía de los novísimos o de Gil de Biedma).
La muerte de M~gilio,Madrid, Alianza Tres, 19802.
"Dios ha nacido en elexdio, Madrid, Espasa-Calpe, 1968.
El ÚItimomundo, Barcelona, Seix Barral, 1989.
Losldus demarzo, Madrid, Alianza Editorial, 1974.
Lesbia m á ,Barcelona, Seix Barral, 1997.
' Séneca o el beneficio dela duda, Madrid, Espasa-Calpe, 1987.
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' O Cf., al respecto, la opinión del Prof. A. Ramírez de Verger en su traducción del poeta
de Verona (Cátulo. Poesías, introd., trad. y notas de A. Ramíra de Verger, Madrid, Allm-
za Editorial, 1988, p. 12): «Los lectores de Catulo estarán de acuerdo conmigo, si afirmo
que su poesía puede ser lasciva (32) o puritana (30), superficial (33) o profunda (76), senci-
lla (43) o compleja (68 B), llena de gracia y humor (53) o extremadamente seria (SS), cari-
ñosa (50) o implacable (88). Catulo, por tanto, no debe ser reducido a una sola cara, sea 6s-
ta la de su poesía del amor, sea la de sus ataques satíncos, o sea la de sus elaborados poe-
mas largos*.
" Sobre este poema catuliano, vease P. Piernavieja, «En tomo al C?rmeo 1de Catulo~,
EClás 10, 1974, pp. 41 1-7.
l2 Vid. A. Alonso Díaz, «Variaciones sobre un teman, ECfás2, 1956, pp. 146-57.
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l3 Vid. nuestro trabajo <&asa d e : notas sobre un tópico catuliano en la literatura es-
pañola», CIF15, 1989, pp. 107-15.
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Antes que nada, como hemos indicado, quizá sea bueno echar
un vistazo a lo que nos puede deparar la pervivencia del poeta de
Verona y tener una visión de conjunto para elaborar según nues-
tros gustos personales cualquier otro planteamienlo del comenta-
rio de textos sobre Catulo y la inclusión de su eco literario en
nuestras letras.
Ya hemos seiialado antes que Catulo gozó de una cierta buena
fama entre los más cercanos poetas subsiguientes; Virgilio le adeu-
da buena parte de la configuración de su Dido abandonada por
Eneas al beber de la Ariadna del poema 64 y el epigrama número
X del Cataíepton pseudovirgiiiano presenta su comienzo y poste-
rior desarrollo en igualdad de términos y distribución sintáctica
que el poema 4 de Catulo (Sabinus fle, quem uidetis, hospites /
Phaselus ille, quem w'detis, hospites);Catulo, como germen de la
elegía amatoria latina (inaugurada claramente con el poema 76),
da pie a muchos temas presentes en Tibulo, Propercio y Ovidio y
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3. El ciclo Lesbia-Catulo.
lBMenéndez Pelayo (vid. Bibfiogrda hispano-fatiha cfásia, vol. 11, Madrid 1951, p. 23
SS.)sólo alude como imitación catuliana a la parte central de la composición en deuda con
el poema 51. Ya señalamos en nuestro trabajo «Catulo en la literatura española», CFC 22,
1989, pp. 249-86, esp. 256259 la deuda del poeta hispano con el veronés también al co-
mienzo y al final de sus versos.
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Amo y quiero,
aborrezco y desespero
todo junto, y por qué
preguntado, no lo sé,
mas siento que es así, y muero.
A Fabio preguntaba
la divina Florisa, enternecida,
primero, por su vida,
y luego, por la fe que le guardaba,
cuántos besos quería
por su divina boca; y él decía:
«Para podértelo decir, deseo
que multiplique el agua el mar Egeo;
que se aumenten de Libia las arenas,
y del cielo sagrado las estrellas serenas,
los átomos sin fin del sol dorado)).
Hasta aquí la corta vida de la felicidad que Catulo se prometía
con Lesbia. Muere el pajarillo de Lesbia y parece que con él muere
también algo en el amor de Clodia hacia el joven poeta. Así no resul-
ta extrailo el amargo lamento de Catulo por la muerte del gomón y
el juicio que ello le merece a Cicerón en la ficción de Wilder (pp. 76-
77), considerando el planto por la pérdida del pajarillo una mira-
da introspectiva hacia la propia muerte del poeta y de su amada:
Conozco a dicho joven desde hace tiempo, y hasta me ha
dedicado uno de sus poemas. Y a este poema lo wnozw
también desde hace un año, pero, ¡por todos los dioses!, to-
davía no estoy seguro de que me lo haya dedicado en son de
homenaje o en son de burla. Me basta w n agradecerle que
no me llame en él rufián ni ratero, juguetonas designaciones
a las que pocos de sus amigos escapan.
No comparto el ilimitado entusiasmo de César. Más que
admiración es debilidad lo que por algunos de sus poemas
siento. A los inspirados en modelos griegos podríamos califi-
carlos wmo las más brillantes traducciones que hayamos w-
nocido hasta ahora. Pero cuando se apartan de los prototi-
pos griegos nos vemos frente a una materia extraña.
Están escritos en latín, pero no son romanos. Catulo no
respeta fronteras y nos prepara para esa adulteración de
nuestro idioma y de nuestra forma de pensamiento-que fatal-
mente ha de wnducimos a la ruina. Los poemas a Clodia, en
particular los que wnmemoran la muerte de su pajarillo, no
carecen de gracia, pero tienen su lado &miw. Me han dicho
que ya los escriben en las paredes de las termas y que no hay
vendedor de salchichas sirio que no los haya aprendido de
memoria. ¡Ese gomón! Nos enteramos de que solía posarse
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(Oda M)
Ya te provoca Filis;
ya en los brazos te mece;
ya en su falda te pone;
y el dedo te previene.
(Oda X W I )
4. A modo de conclusión.
Ésta podría ser, pues, una muestra de lo que la relación Catu-
lo-lesbia nos podría deparar sirviéndonos de la novela histórica y
de los testimonios de los textos catulianos en la literatura españo-
la, bien que, como se advirtió al principio, se podría abundar más
en los textos de Wilder y Priante que aquí sólo hemos aducido de
manera ilustrativa. Ya hemos indicado que el texto de Catulo nos
parece muy adecuado para poner en práctica la propuesta que
aquí hemos llevado a cabo, pero queremos hacer hincapié en que
esto mismo puede hacerse con los demás ciclos mencionados y
que también podría llevarse a cabo con otros autores que gozan
de semejante tratamiento en la tradición clásica atendiendo a las
dos vertientes de ésta a que aludimos al comienzo. En cualquier
caso, se tratará no de poner al alcance de la mano de nuestros
alumnos la literatura antigua, sino de que éstos den la mano a los
textos y a sus autores teniendo plena conciencia de que sus ideas,
gustos y sentimientos, perviven entre nosotros.
2. Ediciones de Catulo.
F. della Corte, Catdo. Lepoesie, Milán 1977.
M. Dolc, CátuJo.Poesi'a~,Barcelona 1963.
W. Eisenhut, Cat& Veronemkfik, LRipzig 1983 (edición teubneriana que susti-
tuyó a la de H. Bardon publicada en Stuttgart en 1973).
G.P. Goold, CahrUus,Londres 1983.
R.A.B. Mynors, C. Valen?Carmina,Oxford 1958.
3. Comentarios.
R. Ellis, A CA,mmentaryofCatdus, Londres 1889.
P.Y. Forsyth, The Poems of Cátdus.A Teacfig T e a Lanham 1986.
6. Pervivencia de Catulo.
J.L. Arcaz, «Catulo en la literatura española», CFC 22,1989, pp. 249-86.
-«Basiamir/e:notas sobre un tópico catuliano en la literatura española», CIF 15,
1989, pp. 107-15.
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