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5. La poesía anterior a Catulo

Literatura Latina Republicana y Augústea (Universidad Complutense Madrid)

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5. La poesía antes de Catulo. La atelana y el mimo.

La Sátira

El término sátira designa un género literario que, aunque con influencias del drama griego y
de las diatribas de los filósofos cínicos, resulta ser una creación exclusivamente romana, como ya
indicaba Quintilano (X, 1, 93); satura tota quidem nostra est.

El primitivo rasgo definidor del género satírico en Roma fue, no tanto la mordacidad, como
su carácter variado (ποικιλία), con mezcla de temas y metros. En este sentido, el gramático
diomedes propuso que el término derivaba de la expresión satura lanx (“bandeja de manjares
variados”).

Es además un tipo de poesía que se aproxima mucho a la prosa por su carácter campechano.
Porque no toda sátira es homogénea, pues varía según la época y autores que la cultivan, podemos
diferenciar cuatro tipos de sátira.

Livio alude a una sátira dramática que mezclaba canto, danza y mimo, para hablar de los orígenes
del teatro en Roma. Hay también composiciones de carácter burlesco y moralizador, como las
escritas por Ennio, en las que se combinaban distintos metros e incluso se admitía la prosa. También
nos podemos encontrar con las composiciones de carácter mordaz sobre aspectos de la vida pública
y de particulares desde un punto de vista personal. Son el tipo de sátiras escritas por Lucilio,
Horacio, Persio y Juvenal. Por último, hay también unas sátiras de carácter didáctico que alternan la
prosa y el verso. Están escritas al modo de Menipo de Gadara (IV-III a.C.), por eso se les
denominan sátiras menipeas. A esta variedad pertenecen las sátiras escritas por Varrón, la a
Apolocolocyntosis de Séneca (convirsión en calabaza del divino Claudio), y las incluidas en el
Satiricón de Petronio.

Cayo Lucilio (180 a.C. -102 a.C.)

Nació en Suessa Arunca, en la región de campanio, en el seno de una familia del orden
ecuestre; va a ser, por ello, el primer poeta aristocrático de la literatura latina. Participó en la guerra
contra Hispania, y en concreto estuvo en el sitio de Numancia, a las órdenes de Escipión Emiliano
Africano. A una edad avanzada regresó de Numancia a Roma e ingresó en el círculo de los
Escipiones, donde gracias a su desahogada posición económica (Tenían una buena casa en Roma y
latifundios en Sicilia), pudo dedicarse a la literatura (dejando a un lado cualquier tipo de aspiración
política, situación a la que podría haber optado en virtud de su holgada economía). También

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permaneció soltero toda su vida, pero sin despreciar a las mujeres , con aptitud muy epicureísta,
como más tarde sería la de Horacio. En defnitiva, pensaba que lo mejor era pertenecerse a sí mismo.
Tuvo un gran interés por la filosofía (parece que estuvo largo tiempo en Atenas) y, aunque estaba
junto a los escipiones, sin embargo no dejó de mantener buenas relaciones con sus opositores, los
Graco, y especialmente Tiberio Graco. Falleció en Nápoles.

Lucilio escribió sus Sátiras a la vuelta del cerco de Numancia, cuando ya era bastante mayor
y quizá como respuesta a su falta de acomodo en lo snuevos tiempos. Horacio, que le imitó
abiertamente con sus Sátiras (también llamadas Sermones), lo consideraba el auctor del género.

Estas sátiras, de temática variada pero con predominio de la crítica social y personal, están
agrupadas en 30 libros y es probable que fueran conocidas por sus amigos antes de publicarse.
Dicha publicación se hizo en distintas fases, aunque la disposición que hoy conocemos parece
deberse a la edición de la obra completa de Lucilio hizo Publio Valerio Catón a mediados del siglo I
a.C. En la disposición original, primero se publicó una colección en el 130, que comprendería los
cinco libros que hoy conocemos como 26-30. En éstos predomina la métrica yamo-trocaica, seguida
por el hexámetro dactílico. El segundo grupo fue publicado por Luclio, abarcando los libros 1-21.
El metro utilizado es únicamente el hexámetro dactílico.Los libros del 22 al 265 quedarían como
obra póstuma; poseemos escasos fragmentos de esta colección, aunque parece que estaba escrita en
dísticos elegíacos.

Se conservan unos 1300 fragmentos, transmitidos por los gramá´tícos, gracias a los cuales es
posible todavía reconstruir el contenido de algunos de los libros, que resulta ser tremendamente
variado y atento a las circusancias personales, políticas y sociales de la época de Lucilio. Además,
podemos ver que la lengua empleada por Lucilio es la lengua de la calle (sermo cotidianus), por lo
que se aleja bastante del lenguaje poético y del elevado estilo de la épica.

La poesía preneotérica

En este período de finales del siglo II a.C., hay que mencionar la poesía preneotérica, que
anuncia muchos aspectos que luego veremos culminados en Catulo, el único poeta neotérico que
conservamos en su totalidad.

La poesía preneotérica representa en Roma, a finales de la República, la introducción en la


literatura de formas literarias nuevas, que se darán en llamar géneros menores. Hasta este momento,
la literatura latina sólo había cultivado la épica, tragedia, retórica... pero todavía no había prestado
atención a otros géneros literarios que son contemporáneos del inicio de la literatura latina, los
presentes en la poesía helenística. En este ámbito interesa la poesía a pequeña escala, que permite
manejarlo fácilmente y realizar el oficio de depuración del poema que no se puede hacer en los

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grandes libros. Este gusto por los géneros poéticos menores, así pues, empieza con los poetas
preneotéricos, que además sentarán las bases para desarrollo posterior de la lítica y la elegía.

En definitiva, es una nueva forma de entender el hecho literario en un contexto marcado por
la crisis política de este período. Por esto, se desarrolla una poesía que tiene en cuenta más al sujeto
que al estado, y de este modo poeta y lectores buscan alejarse de los grandes ideales políticos y
militares que habían caracterizado el período anterior. La irada se centra en l íntimo y personal
frente a lo ajeno y lo público. Esto es lo que justifica que antes no hubiera penetrado en Roma la
poesía lírica, y que lo haga precisamente en este momento de cambio que empieza a atisbarse a
finales del siglo II a.C.

Los que introducirán en Roma esta literatura, inspirada profundamente en la poesía


helenística, son los poetas del círculo de Quinto Lutacio Cátulo, los ya mencionados
preneotéricos, que son un círculo de poetas formado por él mismo y opr autores como Valerio
Edituo y Porcio Licinio. La fuente de inspiración serán los epigramas contenidos en la llamada
Antología Palatina (muchos de ellos de época helenística, aunque otros son posteriores), que
llevaron a la poesía latina por el camino de la brevedad (cultivo de formas literarias menores:
epigrama y epilio), el refinamiento, la indagación personal (subjetivismo) y la imitación de lo
griego, especialmente Calímico y otros poetas helenísticos (después de un largo período de
afianzamiento literario del género romano, como había sucedido en la época arcaica de Nevio y
Ennio).

Un ejemplo de epigrama de Valerio Edituo nos muestra que para estos poetas, los
epigramas podían tratar la intimidad, como el ejemplo que a continuación se muestra, con la clara
influencia de Safo, con la descripción de los signa amoris. Por ello mismo, recuerda también
poderosamente a la traducción que Catulo hizo en su poema LI.

Dicere cum conor curam tibi, Pamphila, cordis,


quid mi abs te quaeram, uerba labris abeunt,
per pectus manat subitu <rubido> mihi sudor:
sic tacitus, subidus, dum pudeo, pereo.

Otro motivo que va a ser reiterativo en la poesía elegíaca latina es el de la flamma amoris, y
lo encontramos en este segundo y último epigrama de Valerio. Se trata de una llama que no puede
apagar nadie sino la propia Venus. Esto va a trascender la poesía latina, y va a aparecer también en
la poesía petrarquista, que lo contrastará con el poder del agua, que se equipara a veces con la fría
amada. De Valerio no conservamos nada más.

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Quid faculam, praefers, Phileros, qua est nil opus nobis?


ibimus sic, lucet pectore flamma satis.
Istanc <aut> potis est uis saeua extinguere uenti
au imber caelo cincitus praecipitans;
at contra hunc ignem Veneris, nisi si Venus ipsa,
nullast quae possit uis alia opprimere.

De Porcio Licinio tenemos un epigrama de tipo homoerótico, que no es tan frecuente en le


poesía latina, y aparece además de este fragmento, sólo encontramos ejemplos en la Bucólica
segunda de Virgilio, con los amores de Coridón y Alexis, en Catulo con Juvencio y en el ciclo de
elegías a Amarato del libro primero de Tibulo.

Custodes ouium tenerae propaginis, agnum


quaeritis ignem? Ite hunc, <totus hic> ignis homost.
Si digito attigero, incendam siluam simul omnem,
omne pecus: flammast omnia qua uideo.

De Quinto Lutacio Cátulo conservamos dos epigramas; el primero habla de las


tribulaciones motivadas por el amor, exactamente igual a como se presentarán Tibulo y Propercio, y
ya no tanto Ovidio.

Aufugit mi animus; credo, ut solet, ad Theotimum


deuenit. Sic est, perfugium illud habet.
Quid si nono interdixem ne illunc fuigitiuum
mitteret ad se intro, sed magis eiceret?
Ibimum quaesitum. Verum, ne ipsi teneamur,
formido. Quid ago? Da, Venus, consilum.

Otro poema precursor de Catulo es el siguiente, conel tópico del puer diuinus, que tiene una
importante influencia del poema de Safo posteriormente traducido por Catulo. Es un ejemplo más
de poesía erótico-amorosa que acaba por influir en la poesía lírica latina posterior.

Constiteram exorientem Auroram forte salutans


cum sbito a laeua Roscius exoritur,
pace mihi liceat, caelestes, dicere uestra
mortalis uisus pulchrior esse deo.

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Levio (principios del siglo I a.C.)



Un poco posterior al resto de autores, de finales del siglo II. Es el precursor de la poesía
neotérica, aunque Levio cultivó más bien, no el epigrama como Edituo, Licinio y Cátulo, sino
poemas erótico-mitológicos al estilo de la poesía helenística, y como luego Catulo llevará a su
máxima expresión en el poema LXIV, las bodas de Tetis y Peleo.

Su obra más importante es la que lleva por título los Erotopaegnia (entretenimientos de
amor). Esta obra son un reflejo del concepto que la poesía tenía para estos poetmas, u concepto que
augura también el neoterismo; el poema se entiende como un lusus (juego) refinado, tanto en su
forma como en su expresión. Además, su contenido ha de ser ligero. Se concibe así el poema como
algo tremendamente elaborado, resultado de un largo trabajo, en el que se da habitualmente la
contaminación de los mitos con las experiencias personales.

De toda su obra se conservan unos 30 fragmentos, que suman el total de unos 50 versos.
Éstos muestran las caracter´sticas de la lengua utilizada, con frecuentes experimentacines
lingüísticas, como revelan los títulos de algunos poemas: Protesilaodamia o Sinerocirca. Este tipo
de compuestos recuerda a la poesía arcaica de los siglos anteriores. También es característico de la
lengua de Levio el uso de términos poco frecuentes, a veces con desviaciones semánticas que dan al
término nuevas acepciones. También es característica la abundancia de diminutivos.Otra
característica que se aprecia en estos fragmentos, es el gusto qeu muestra Levio por lo novedoso; el
poema Phoenix es un carmen figuratum que simula el ala del ave Fénix (a imitación, por ejemplo,
de la Syrinx de Teócrito). Además, sus poemas no se ciñen a un solo tipo de versos, sino que hay en
ellos una gran variedad, como es fruto de la tradición helenística griega. Todo esto está al servicio
de la idea de que el poema es un lusus.

Con todo, no fue un poeta muy valorado por los autores subsiguientes; Ovidio, por ejemplo,
no lo cita entre los poetas eróticos precedentes. No es valorado hasta la llegada de los poetas
arcaizantes del siglo II d.C., como Frontón o Apuleyo.

La atelana

Tras el declive de la comedia togata, sigue existiendo el teatro en Roma. La caída de los
grandes géneros de la comedia, supone el auge de la atelana, que hasta entonces había quedado
tapada por el éxito de aquellos otros tipos de teatro. La atelana se trata de una comedia de origen
itálico, de la región de Campania (a la ciudad de Atella debe su nombre) y de duración muy breve.
Fue, como ya hemos dicho, el sustituto natural de la palliata y la togata: de ahí que su florecimiento

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tuviera lugar una vez amortizadas éstas, es decir, a principios del siglo I a.C. Ocupa, por tanto, la
época de la generación de Sila.
Originariamente era una representaicón imporvisada y sin texto literario, cuya acción
bufonesca se centraba en torno a unos personajes muy tipificados: el Maccus, el Pappus, el Bucco y
el Dossennus. Todo muy del gusto popular, y de ahí su éxito, que permitió su supervivencia durante
el tiempo del auge de la palliata y la togata, y su posterior esplendor.

De espectáculo poco refinado y elemental, pasó a tener una cierta elaboración literaria de la
mano, principalmente, de Lucio Pomponio y de Novio. Poco se sabe de un tal Aprisio, que aparece
citado por Varrón.

La obra de Pomponio interesó poco a los autores antiguos: Cicerón sólo lo cita una vez y
Veleyo Patérculo lo recuerda como el creador de la atelana literaria. Son Gelio y los gramáticos los
que transmiten los fragmentos conservados (unos 200, de cerca de 70 comedias en total). A Novio
lo cita CIcerón tres veces, y refiere de él la gracia de sus chistes. Los fragmentos conservados (muy
pocos) dejan ver qeu su comedia era bastante tosca y poco refinada.

Los temas de la atelana (a tenor de lo que parecen indicar los títulos conocidos) versaban
sobre anécdotas relativas a los personajes tipo (Maccus miles, Pappus agricola, Sponsa Pappi...),
escenas de la vida cotidiana (cuyos personajes estaban escogidos de las clases más bajas: Fullones,
Piscatores), ataques a los provincianos y paletos (Campani, Galli Transalpini, Rusticus, Agricola) o
parodias de temas mitológicos (Ariadne, Sisyphus, Andromacha). Sus recursos cómicos eran
también muy elementales: los chistes (ioci linguae) y el abuso de expresiones y situaciones
grotescas y obscenas.

El mimo

La atelana acabó por ser sustituida por el mimo, el subgénero que duró hasta la caída del
teatro como espectáculo interesante. se trata de un subgénero dramático que comenzó siendo
improvisado (como la atelana), y tiene precedentes griegos (a veces incluso modelos), de ahí que la
ambientación pueda ser griega o itálica. Es una comedia de argumento simple y festivo en la que
prima la expresión corporal sobre la literaria, aunque en la tradición posterior del género triunfará la
primera sobre la segunda.

La primera representación de mimos en Roma se remonta al año 211 a.C. No se conoce


ningún nombre de autor de mimos, hasta que, igual que ocurre con la atelana, el género se dinamice
en época de Sila con la obra de Décimo Laberio y Publilio Siro.

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Laberio nació en el 106 a.C., y es bastante citado en las fuentes antiguas y es el primer
autor que, aun siendo un eques, se dedicó al teatro. Cicerón alude a una representación suya del año
46 (en ella, César obligó a Laberio a subirse al escenario para deradarlo y vengarse de él; de este
mimo quedan 37 senarios del prólogo, en los que Décimo manifiesta su impresión por tener que
actuar). Horacio le cita para valorar negativamente su poesía. Tuvo mayor fama en época imperial,
como demuestra una anécdota transmitida por Macrobio, a propósito de una representación de uno
de sus mimos. Se conocen 43 títulos, y unos 170 fragmentos. Los títulos demuestran que los
argumentos debían ser semejantes a la palliata y a la atellana, aunque en sus obras sí que tenía
cabida la crítica política y social, cosa no presente en la comedia latina. Además, atacaba a
determinadas corrientes filosóficas, lo que demuestra también la categoría social de su autor.
Laberio murió, según San Jerónimo, a finales del 44 o en el 43 a.C.

Pubilio Siro es menos conocido: parece proceder de Antioquía. Una vez en Roma, es célebre
su enfrentamiento con Laberio (Especialmente ese año 46 en el que César le premió a Siro para
enfrentar a Laberio en un concurso organizado por él). Lo que queda de él (Recogido en las famosas
Sententiae a él atribuidas, de las cuales sólo parte deben de estar entresacadas de sus mimos) revela
el carácter sentencioso y moralizador de su obra, algo que llamó poderosamente la atención de
Séneca el Filósofo, Quintiliano y Gelio.

Con este género, se llega al final del teatro en la época republicana; en época augústea, este
ya no va a ser un género que interese al público. Sí que tuvo bastante éxito en época imperial, y de
hecho los mimos llegaron a tener a veces un contenido truculento; no sólo se trataba de
presentaciones graciosas, sino que se llegaba a ajusticiar a condenados a modo de ejecución pública
(muy del gusto de un pueblo romano tan aficionado a los ludi circenses).

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