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ESTƒTICAS DEL CONSUMO. Juan Diego San'n Santamar'a PDF
ESTƒTICAS DEL CONSUMO. Juan Diego San'n Santamar'a PDF
Por:
Juan Diego Sanín Santamaría
Dirigido por:
Carlos E. Mesa González
Medellín
2006
Universidad Nacional de Colombia
Maestría en Estética
Contenido
Introducción 1
2. Cultura material 14
3. Consumo 57
Conclusiones 227
Bibliografía 230
INTRODUCCIÓN
Los estudios sobre la cultura material se restringen por lo general a entender la manera
en que los objetos son concebidos por sus productores: cómo son diseñados,
producidos y vendidos, centrando por lo general su interés en productos
extraordinarios, “obra” de grandes diseñadores para usuarios de un mundo ideal.
Desde el punto de vista de los usos y significados de los objetos, el mercadeo ha
limitado esta área temática al estudio de la situación de compra, y ha tratar de entender
cómo es el comportamiento de las personas en dicho momento. La investigación que
se presentará a continuación, titulada “Estéticas del Consumo”, tiene por objetivo
establecer un marco a la vez conceptual y metodológico, sobre los estudios de la
cultura material, enfocado a conocer la manera en que los objetos son puestos en
práctica por sus consumidores: cómo son comprados, usados y destacados,
estudiando para esto los objetos ordinarios, hechos por diseñadores “menores” para la
gente del mundo real. El objetivo consiste en comprender más que el objeto las formas
en que éste es apropiado por las personas, estableciendo a través de esas puestas en
práctica configuraciones culturales que a la vez que cristalizan su sensibilidad estética
permiten hacer visible, a través de su materialidad aspectos culturales que de otro
modo quedarían en la invisibilidad.
Este trabajo trata en resumen, de mostrar a través de los objetos las categorías
culturales que definen quiénes son las personas, qué hacen y dónde están, categorías
que corresponden a su vez a tres formas de materialización de la cultura material: la
personal, la accional y la espacial. La investigación ha sido desarrollada desde dos
perspectivas metodológicas: la primera ha sido documentativa, y permitió establecer
hipótesis conceptuales y metodológicas sobre los estudios de la cultura material; la
segunda consistió en un trabajo de campo que permitió comprobar las hipótesis
propuestas a través del estudio de diferentes formas de apropiación de los objetos
mientras son puestos en práctica. La presentación de los contenidos se realiza a través
de cuatro partes: una hipótesis, una fundamentación conceptual, una propuesta
metodológica y por último la aplicación de esa metodología en la comprobación de la
hipótesis a través de estudios de caso.
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Estéticas del Consumo
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Partiendo de la distinción que establece Manuel Delgado entre una ciudad concebida y
una ciudad practicada se plantea la posibilidad de establecer esta misma distinción en
el campo de los objetos, diferenciando un objeto producido y un objeto consumido.
Para poder hacer evidente esta diferenciación a través de un modelo de análisis se
parte de las apreciaciones que hizo Leroi-Gourhan a cerca de los tres valores que se
articulan en la forma de un objeto: la función mecánica ideal, la tecnológica demostrada
en la solución material a esa función ideal, y el estilo que el grupo humano o la etnia
confiere al objeto1, y partiendo de esto se definen los objetos desde tres dimensiones:
la funcional, que define lo qué se hace con el objeto, a partir de para qué sirve y cómo
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funciona; la estructural, que determina lo qué el objeto es, a partir de cómo y con qué
está hecho; y la comunicativa, definida a partir del sentido del objeto, de lo qué significa
y lo qué se siente por él. Los cambios que aparecen en cada una de estas dimensiones
al momento de la producción y al momento del consumo son los que permiten
establecer aquellas dos formas de representación: la del objeto producido y la del
objeto consumido.
El análisis morfológico se enfoca en estudiar los objetos desde cada una de sus
dimensiones: la funcional, la estructural y la comunicativa, haciendo énfasis no en la
manera en que éstas aparecen en el objeto producido, puesto que esto sería un reflejo
de como ha sido concebido por sus productores, sino en la manera en que cada una
de esas dimensiones ha sido apropiada, pues son esas redefiniciones,
transformaciones y réstamantizaciones, las que muestran cómo es que esos objetos
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han sido llevados a la práctica por sus consumidores. Este modelo de análisis consiste
en una serie de preguntas que referidas a la morfología de un objeto permitirán
comprender: cómo y de qué está hecho; para qué sirve y cómo funciona; qué
significados se le atribuyen y qué se siente por él. Para concluir se propone un
instrumento para el registro de los datos recolectados del análisis de cada objeto.
1
Andre Leroi-Gourhan. El gesto y la palabra. Pág. 300
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-01-
LAS PUESTAS EN PRÁCTICA
“Muchos trabajos (…) se ocupan de estudiar sea las representaciones, sea los
comportamientos de una sociedad. Gracias al conocimiento de estos objetos sociales,
parece posible y necesario identificar el uso qué hacen de ellos grupos e individuos. Por
ejemplo, el análisis de las imágenes difundidas por la televisión (representaciones) y del
tiempo transcurrido en la inmovilidad frente al receptor (un comportamiento) debe
completarse con el estudio de lo qué el consumidor cultural “fabrica” durante estas horas
y con estas imágenes. Ocurre lo mismo con lo qué se refiere al uso del espacio urbano,
los productos adquiridos en el supermercado, o los relatos y leyendas qué distribuye el
periódico.
La fabricación por descubrir es una producción, una poiética, pero oculta, porque se
disemina en las regiones definidas y ocupadas por los sistemas de “producción”
(televisada, urbanística, comercial, etcétera) y porque las extensión cada vez más
totalitaria de estos sistemas ya no deja a los “consumidores” un espacio donde identificar
lo qué hacen de los productos. A una producción racionalizada, tan expansionista como
centralizada, ruidosa y espectacular, corresponde otra producción, calificada de
“consumo”: esta es astuta, se encuentra dispersa pero se insinúa en todas partes,
silenciosa y casi invisible, pues no se señala con productos propios sino en las maneras
de emplear los productos impuestos por el orden económico dominante”.
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Lengua y habla
F. Saussure en el “Curso de lingüística general”, consideró como algo quimérico reunir
bajo un mismo punto de vista la lengua y el habla y expuso la necesidad de diferenciar
entre dos lingüísticas: una del lenguaje, esencial, en tanto que estudia la lengua como
algo social e independiente del individuo, un estudio psíquico; y otra del habla, in-
esencial, pues tiene por objeto de estudio la parte individual del lenguaje, es decir, el
habla, considerada esta como una puesta en práctica del lenguaje a través de la
fonación, un estudio psico-físico.
Las costumbres lingüísticas de la cultura popular se traman con las reglas de la lengua oficial, dando forma a
palabras vernáculas nacidas espontáneamente en los hábitos del habla. ¿Será posible encontrar estas mismas
formas de apropiación en los objetos?
Un caso particular sobre los estudios de las puestas en práctica del lenguaje, es decir
del habla, lo encontramos en el “parlache. "Parlache" (parla + parche) es el nombre
que han dado José Ignacio Henao y Luz Stella Castañeda3 a las puestas en práctica
del lenguaje surgidas en los barrios populares de Medellín en los años ochenta, y que
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se han hecho extensivas a gran parte de la sociedad medellinense así como a otras
ciudades Colombianas. Esta variante del español, se diferencia del lenguaje estándar
por un fuerte proceso de transformación léxico–semántica, que se materializa en el
surgimiento de palabras nuevas, la resemantización de significados existentes, y en la
revitalización de palabras de la cultura popular 4 . El parlache muestra ante todo la
manera en que el español es desviado o adaptado en su uso cotidiano para satisfacer
las necesidades comunicativas de un gran sector de la sociedad, para quienes los
significantes y significados concebidos por la tradición lingüística –en un momento
dado- pierden sentido, al no poder expresar a través de éste su realidad. El “parlache”
es en sí mismo producto de una tensión socio-cultural, en la cual el lenguaje concebido
como oficial por la cultura al no lograr representar la realidad social es modificado por
sus practicantes, quienes buscan un ajuste entre las posibilidades que éste brinda y
sus actos comunicativos. En este lenguaje deformado toman forma y se materializan
sensibilidades emergentes, nuevas maneras de ser y sentir el mundo, de valores,
normas y actitudes, de alteraciones y modificaciones de la cotidianidad.
El parlache, o esa manera particular de relación a través del lenguaje, identifica a sus
practicantes, los cohesiona, establece vínculos emocionales entre ellos, refleja además
la manera en que perciben y enfrentan el mundo. Si alguien dijera que en Medellín –o
en Colombia- el lenguaje oficial es el español, estaría diciendo muy poco acerca de la
realidad colombiana o de su cultura, por el contrario, unas cuantas palabras del
parlache (sizas: sí; notis: no; ansorris: lo siento; bezaca: cabeza; peyerrea
(peye+gonorrea): insulto;) bastarían para dar cuenta de ciertos procesos de
comunicación y socialización, de su estilo y su cultura.
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“Cada uno de nuestros objetos prácticos está ligado a uno o varios elementos
estructurales, pero, por lo demás todos huyen continuamente de la
estructuralidad técnica hacia los significados secundarios, del sistema tecnológico
hacia un sistema cultural”.
“La descripción del sistema de los objetos tiene que ir acompañada de una
crítica de la ideología práctica del sistema. En el nivel tecnológico no hay
contradicción: sólo hay sentido. Pero una ciencia humana tiene que ser del
sentido y del contrasentido: de cómo un sistema tecnológico coherente se difunde
en un sistema práctico incoherente, de cómo la ‘lengua’ de los objetos es
‘hablada’, de qué manera este sistema de la ‘palabra’ oblitera al de la lengua. Por
ultimo, ¿dónde está no la coherencia abstracta, sino las contradicciones vividas
en el sistema de los objetos?”6
Preguntas similares a las que se hacia Baudrillard, –aunque desde otra óptica, en otro
lugar y en otra época- son las que guían esta investigación. ¿Cómo es qué ponemos
en práctica, eso que concebimos por cultura material?
Si Baudrillard se preguntaba por cómo ese ‘lenguaje’ de los objetos era ‘hablado’…
¿no podremos nosotros preguntarnos por la existencia de un dialecto social o de un
“parlache” de los objetos en nuestras ciudades? ¿Será posible ubicar en las puestas en
práctica del objeto procesos de transformación similares a los del parlache que
consistan igualmente en el surgimiento de nuevos objetos, en la resignificación de los
existentes, o la revitalización de objetos populares? ¿Cómo estudiar entonces esas
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La necesidad de un término
Lo que plantea este proyecto es que de la misma forma que en lingüística se diferencia
claramente entre la lengua como un sistema y el habla como un acto, podría
entenderse –desde los estudios culturales- la cultura material desde dos perspectivas:
a) una análoga a la lengua como sistema, que se referiría a los objetos como
concepción cultural en tanto objeto físico u objeto construido, y otra dimensión b) que
se relaciona más con el habla como acto, referida a los objetos como puesta en
práctica social, como hábito o como objetos vivido a través de su consumo. Esta
distinción se considera por demás fundamental, para poder comprender esa dimensión
de los objetos que permanece aún oculta a el conocimiento, y que serviría por una
parte para saber qué hace la gente con los objetos, qué piensa de ellos, cómo es qué
esa gente, la de la calle, también la gente de casa, se relaciona entre sí a través de
ellos, y a la vez con ellos mismos, materializando en esas formas de apropiarlos, de
usarlo y desecharlos las normas, categorías, valores y actitudes de su cultura.
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El habla representa ante todo una forma de apropiación del lenguaje por parte de sus
usuarios, así mismo, el consumo, como aquí se plantea, se refiere a los procesos de
apropiación de la cultura material, a través de los cuales los objetos construidos son
convertidos en objetos vividos, siendo acomodados a las prácticas sociales (a los
hábitos) que se desarrollan a partir de cada individuo. De algún modo lo que se
entiende en este caso por consumo no se restringe a la forma en que los objetos son
comprados, a lo que se refiere ante todo es a lo que las personas hacen con ellos, es
decir, la manera en que se los apropian en el día a día singularizándolos y cargándolos
de sentido estético al materializar en sus configuraciones –tangible e intangiblemente-
su sensibilidad.
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Puesto que lo que se plantea acá por consumo, no es otra cosa que toda una serie de
situaciones cotidianas, de sucesos, ocasiones y eventualidades, que tienen lugar –
literalmente- en “cualquier parte”, y que se caracterizan ante todo por una forma de
relación sensible (en todo sentido, físico, emocional y cognitivo), de las personas con
los objetos, este estudio no se plantea como una antropología, o una sociología, sino
ante todo como una “estética expandida”, que se pregunta por los registros estéticos
que aparecen o quedan como huellas y rastros de esas formas de relación de los
individuos a lo largo de “vida de los objetos”.
Esta es una estética expandida, preocupada por definir cómo en lo cotidiano de las
relaciones socio-culturales en las que lo fisiológico, lo técnico, lo figurativo, e incluso lo
biológico se traman, y se configura algo que en términos de A. Leroi Gourhan7 podría
denominarse un “código de emociones”, que deja entrever los modos de relación de las
personas entre sí, sus formas de inserción afectiva como individuos en un grupo, a
partir de su participación en unos mismos ritmos (biológicos, físicos, socioculturales) y
de compartir unos mismos modos de valoración; ritmos y valores que se convierten
por lo tanto en referentes de su identidad social y con esto en rasgos de su cultura. De
alguna manera esto plantea que lo que aparece en esas prácticas en torno a la cultura
material, es decir, en los registros estéticos del consumo, son esas maneras de
vinculación socio-cultural entre las personas que las comparten al participar en ellas de
manera similar: entre quienes compran, quienes usan y quienes desechan. Es a través
del consumo que salen a relucir los verdaderos rasgos culturales (la identidad cultural)
que guían en la práctica a una sociedad, en este caso a través de las relaciones que
tienen entre ellos a través o por medio de los objetos.
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Referencias
1 Ferdinand de Saussure. Curso de lingüística general. Pág. 32
2
Ferdinand de Saussure. Curso de lingüística general. Pág. 33
3
José Ignacio Henao Salazar. Luz Stella Castañeda Naranjo. El parlache. Editorial Universidad
de Antioquia. Medellín. 2001.
4
José Ignacio Henao Salazar. Luz Stella Castañeda Naranjo. El parlache. Pág. 4
5
Jean Baudrillard. El sistema de los objetos. Siglo XXI Editores. México. 1975.
6
Jean Baudrillard. El sistema de los objetos. Págs. 6 y 9
7
Andre Leroi – Gourhan. El gesto y la palabra. Tercera parte. Los símbolos étnicos.
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CULTURA MATERIAL
Una piedra tallada, o paleolito, nos aporta mucha información sobre las
necesidades de los primeros seres humanos: desenterrar raíces, despellejar
animales y raspar pellejos (…) Nos hemos hecho una idea de quiénes fueron
nuestros ancestros por los objetos que dejaron tras de sí. Y así será para los
arqueólogos del futuro. Por nuestros objetos nos conocerán.
Peter Gabriel. COLORS. Extraordinary objects. Taschen. Colors Magazine. 2003
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Pero lo objetos no son propiamente “lo qué son” (figura), sino más bien “lo qué
hacemos” (con-figuración) con ellos, y es en ese hacer cosas con ellos que los
consumimos: los deseamos, los obtenemos, los descubrimos, nos habituamos a ellos,
los gastamos, se raspan, se manchan, los reparamos, los remendamos, y luego los
relegamos a un lugar recóndito, de un momento a otro los usamos para hacer cosas
para las cuales no se habían hecho, comienzan a mediar entre nosotros y el tiempo, se
hacen recuerdo (de cuándo se compro, de tal ocasión); en este proceso aparecen
objetos a los cuales se les confiere –ya sea desde su origen, o con el tiempo-
diferentes atributos: un envase de aceite Jeferson, un equipo “completo” de peluquería
ofrecido en reventa, un uniforme de colegio que siempre fue heredado de primos y
hermanos mayores, el pequeño búho de cerámica recibido como obsequio y convertido
en amuleto, un estropajo vendido como instrumento de aseo, un carrito de mercado
adaptado para ser “todo terreno”, un baño decorado con forros tejidos, un cepillo para
el cabello que lleva escrito el nombre de su propietaria, una carreta de construcción
que sirve a un obrero para hacer la siesta, una rama de penca sábila convertida en
objeto con atributos mágicos, una jarra de porcelana que cumple funciones de pieza de
museo doméstico, una herradura vieja convertida en objeto para la buena suerte, la
imagen de un pollo con rasgos humanos que ofrece porciones de ala y muslo a mil
pesos, una olla relegada –por su uso infrecuente- al cuarto útil, una grabadora viejísima
que sigue a pesar de esto siendo usada, las calcomanías de Jesucristo y de Piolín
mezcladas, una tapa roja de Coca-Cola en medio de una manga, un ramillete de
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Podría uno pensar, desde estos ejemplos, que mientras son consumidos los objetos
son re-hechos desde otra dimensión, y en este sentido los objetos se hacen,
precisamente por que mientras se hacen cosas con ellos es como si se volvieran a
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hacer. Desde este punto de vista -y como se explicará más adelante- cada objeto tiene
una doble existencia: la primera como “lo que él es” representado en su “figura”, y la
segunda como “lo que se hace con él” y que se representa a través sus
“configuraciones estéticas”.
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Cultura material
“Una cultura material –dice Pardo- al disponer las cosas en orden a
crear ciertos espacios, establece las condiciones para que tal o
cual acontecimiento ‘tenga lugar’, y del acontecimiento sólo
sabemos, por las huellas que ha dejado en el espacio, por el
espacio que ha constituido con esa suerte de decoración cultural”3.
A pesar de ser información y por esto mismo ser inmaterial, Mosterín aclara que en un
sentido comunicativo no hay información sin la mediación de un soporte material que la
represente, por lo que es imposible desligar el concepto de información cultural de tres
sentidos o tres dimensiones de la información que están articulados entre si:
información sintáctica, como forma o estructura, como la representación material de
esa información; información semántica como correlación de sentido entre un
significante y un significado, como el mensaje contenido en la forma en que se
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Clifford Geertz en “La interpretación de las culturas”, definió la cultura como una trama
de significados en función de la cual los humanos interpretan su experiencia y guían su
acción 5 , de esta apreciación y de la definición propuesta por Mosterín, podemos
concluir que la cultura es in-formación que funciona como una instrucción para las
personas, indicándoles las acciones que deben realizar. Cada unidad de información
cultural, que bien puede estar representada por un objeto, puede ser entendida según
esto, como una instrucción, como algo que guía y a la vez da forma a la acción de las
personas que la comparten. Cada una de estas unidades tiene una forma o estructura
determinada (significante), ocupa un lugar en el espacio y gracias a esto podemos
percibirla con los sentidos. Esa forma se puede correlacionar con un significado a
través del cual se le otorga un valor más allá de “por lo que sea” y “para lo que sirva”, y
a la vez modifica de alguna manera la disposición de quien lo recibe o lo percibe,
indicándole cómo se hace algo, impulsándolo a hacerlo, o simplemente modificando su
estado de animo.
Según esto, y en resumen podría decirse que la cultura, es ante todo información que
guía o pauta el comportamiento de las personas por medio de diferentes
representaciones, de ahí que a diferentes culturas correspondan diferentes
comportamientos, diferentes formas de ser, hacer y estar en el mundo que se
manifiestan en diferentes rasgos, y también en diferentes objetos. Si la cultura es
información que guía o pauta nuestro comportamiento, o que nos indica cómo
comportarnos en la vida cotidiana, lo que se hace tangible en la cultura material serán
esas pautas o unidades de información capaces de modificar nuestro estado.
El lenguaje por ejemplo, hace parte de la cultura, es un rasgo cultural. En éste los
mensajes que se componen en el cerebro como ideas se materializan en palabras
(dimensión sintáctica) a las que se asocia una idea (dimensión semántica) que es
capaz de modificar la disposición de quien las recibe (dimensión pragmática). Con los
objetos sucede lo mismo, podemos decir que son rasgos culturales, puesto que en
ellos se materializa información de diferentes maneras (en su forma, en su significado,
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Para facilitar un análisis de las formas en que se materializa la cultura vale la pena
distinguir tres categorías de la cultura material: la espacial, que nos recuerda que los
lugares se configuran como contextos a partir de los objetos que pueblan un espacio, y
a partir de los cuales es posible diferenciar entre entornos, públicos, privados o
laborales; la personal, que está determinada por los objetos que tiene y usa una
persona; y la accional, determinada por la relación que existe entre una actividad
determinada y el conjunto de objetos necesarios para desarrollarla 8 . Estas tres
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El objeto
“…el objeto es un elemento móvil y artificial del mundo circundante,
fabricado por el hombre, accesible a la percepción y destacable de su
entorno; hecho a la escala del hombre, es esencialmente manipulable y
subsiste a través del tiempo con una gratitud de permanencia”.
A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 181
Los objetos –en su sentido más amplio y general- reflejan bajo la óptica de la estética
del consumo las formas en que se materializa la cultura cuando es llevada a la practica
por la sociedad, son elementos que encierran además de la materialidad de la
información cultural, la trama de significados, actividades y comportamientos que la
constituyen.
Desde otro punto de vista, aunque con cierta similitud y basándose en otros referentes
Abraham Moles, al teorizar sobre los objetos, los define de la siguiente manera:
“Etimológicamente [objectum] significa lanzado contra, cosa existente fuera de
nosotros mismos, cosa puesta delante de nosotros que tiene un carácter material: todo
lo que se ofrece a la vista y afecta los sentidos [Larousse] 11”. Más allá de la validez
que puedan tener hoy las teorizaciones de Moles sobre el objeto, lo que interesa es
ese carácter de exterioridad con el que lo presenta y que se relaciona con el sentido de
artificialidad que venimos manejando. Sin embargo, no se trata de pensar que esa
exterioridad corresponda a algo que ha salido de alguna parte donde estaba guardado,
y mucho menos a que el objeto como algo externo se oponga a algo interno, que
supuestamente está dentro de alguien, de un sujeto. Vale hacer está aclaración, pues
como el mismo Moles lo advierte: “los filósofos empelan el término en el sentido de lo
pensado, en oposición al ser pensante o sujeto12”.
Ese carácter artificial que hemos destacado del objeto no excluye la posibilidad de que
elementos naturales sean convertidos en objetos, bien sea en el momento de su
producción (de manera consciente), o bien sea en el consumo (de manera
inconsciente). Los objetos como producciones humanas –dice Moles- se diferencian de
las cosas como producciones naturales. “En nuestra civilización, el objeto es artificial.
No se dirá que una piedra, una rana o un árbol es un objeto, sino una cosa. La piedra
se convertirá en objeto cuando ascienda al rango de pisapapeles y se le pegue una
etiqueta (precio… calidad…) que la haga ingresar en el universo social de referencia13”.
De ahí que el concepto de producción humana no se debe limitar a intervenciones o
acciones tecnológicas que tiendan a transformar las propiedades de la materia, pues
como vemos cualquier elemento natural: una piedra o una rana, pueden ser
convertidos en objetos sin modificación alguna de su estructura, y sin la intervención de
procesos propiamente técnicos, simplemente por medio de producciones prácticas
(hacer con él alguna cosa) o de sentido (atribuirle propiedades o significados).
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Así como hemos planteado el termino “consumo” para definir las puestas en práctica
de la cultura material, “urbano” es el término que define las puestas en práctica de la
ciudad; mientras que la ciudad, hace referencia a una composición espacial definida
por la alta densidad poblacional y el asentamiento de un amplio conjunto de
construcciones estables –algo comparable con un objeto- , lo urbano es considerado
más que un espacio, un estilo de vida, definido por la abundancia de relaciones
deslocalizadas y precarias que tienen extraños entre sí14. Si la ciudad es un conjunto
de calles, parques y construcciones, lo urbano hace referencia al transito de esas
calles, a lo que sucede en esos parques, y las vidas que transcurren en esas
construcciones. Si comparamos la ciudad con un objeto, lo urbano sería lo que las
personas hacen con él: apropiarlo, usarlo, remodelarlo, desalojarlo.
Una distinción se ha impuesto de entrada: la que separa la ciudad de lo urbano. La ciudad no es lo urbano.
La ciudad es una composición espacial definida por la alta densidad poblacional y el asentamiento de un
amplio conjunto de construcciones estables, una colonia humana densa y heterogénea conformada
esencialmente por extraños entre sí. (...) Lo urbano, en cambio, es otra cosa: un estilo de vida marcado
por la proliferación de urdimbres relacionales deslocalizadas y precarias”
Manuel Delgado. El animal público. Pág. 23
Y son precisamente los estudios de la Antropología Urbana15 los que a partir de está
oposición han diferenciado entre una ciudad concebida (una construcción) y una
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ciudad practicada (un estilo de vida), idea que hace pensar en dos modos de
representar e imaginar la ciudad: la primera como un mapa y por medio de registros
cuantitativos: cantidades, medidas, numeraciones, convenciones, escalas y longitudes;
la segunda como un territorio y por medio de registros cualitativos: cualidades, marcas,
ritmos, movimientos, tránsitos y valores. La ciudad concebida (como construcción) y la
ciudad practicada (como estilo de vida) no son entidades opuestas ni antagónicas, son
más bien complementarias en la medida que la una sin la otra carece de sentido, más
si se piensa que la segunda, la practicada y que hace referencia a lo urbano,
representa ante todo la apropiación de la primera, es decir, su uso, su puesta en
práctica, y de alguna manera la conversión de ese espacio construido en espacio
vivido.
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En estas quince fotografías queda registrado parte las marcas cualitativas que definen el estilo de vida de
San Benito, religiosidad, comercio y tránsito definen el sector. Las imágenes que presentamos captan la
fugacidad de cada momento, son fotos “instantáneas”, como las de un paseo: desenfocadas, inexactas,
descuadradas y caprichosas, a pesar de esto captan la “esencia” del momento, el uso y la significación del
espacio construido, de cómo éste día a día es convertido en espacio vivido a través de su puesta en
práctica.
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¿No será posible establecer también esa distinción que permite lo urbano entre la
ciudad concebida y la ciudad practicada en el plano de los objetos? ¿Será posible
demarcar diferencias entre un objeto concebido y un objeto practicado? ¿Cómo
llamarlos y cuáles serian entonces esos modos de representación de la cultura material?
El “producido” y el “consumido” no son dos objetos diferentes, son tan solo dos formas
de representación de la cultura material, en dos momentos diferentes: el de su
concepción y el de su puesta en práctica. Las diferencias que presentan cada una de
sus dimensiones (estructural, funcional, comunicativa) en su fase de consumo,
respecto a cómo aparece cada una en su fase de producción, son las cualidades que
constituyen los registros de las estéticas del consumo.
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VALOR DIMENSIÓN
Función mecánica ideal Funcional
Soluciones materiales según estadio técnico Estructural
Estilo de la figuración étnica Comunicativa
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Dimensión estructural
La dimensión estructural del objeto está referida más que a su estructura, a los modos
de transformación, ya sean físicos o simbólicos que se han implementado en la
figuración y configuración de su forma. Desde un punto de vista morfológico –tanto
desde lo producido como desde lo consumido- el análisis de esta dimensión nos
permite reconocer qué es el objeto a partir de comprender ¿cómo? y ¿con qué? está
elaborado.
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transformaciones a las que ha sido sometido (si es que tiene alguna), ofreciendo
además información sobre su edad y a la vez sobre la historia del objeto consumido
(convirtiéndose incluso en elementos significativos y de algún modo comunicativos).
Desde un punto de vista de la producción, se presupone que todo objeto para ser tal,
tendría que ser el resultado de un proceso de producción consciente –de un proyecto-
en el que el objetivo final es transformar y ajustar una materia prima a la forma de un
objeto concebido, sin embargo como más adelante lo demostrará la estética del
consumo, existen –del lado del consumo- muchos objetos que no presentan ningún
plan que guíe su elaboración, o cuya materialidad carece de cualquier proceso de
transformación, siendo simplemente el uso (útil o simbólico) o la atribución de
significados lo que confiere a la materia las propiedades de objeto. Es interesante
preguntarse desde la estética del consumo, por los procesos que convierten un tronco
de madera en silla, una figura de plástico en un objeto sagrado, o un envase de
Postobón vació en maceta. Del lado del consumo son otras lógicas –más bien
inconscientes-, y ligadas a la cultura popular, las que representan esa dimensión
estructural del objeto, son por lo tanto otras las maneras en que se responde el ¿cómo?
y ¿con qué? de su estructura.
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Cada dimensión del objeto refleja o materializa la cultura desde diferentes ámbitos. La
estructural representa la capacidad que un grupo humano tiene para modificar su
entorno y de trans-formar sus elementos para que se ajusten a sus expectativas y
necesidades de supervivencia, es por lo tanto un registro de: a) los medios, útiles y
herramientas implementadas en la transformación de la materia, y con esto de todo el
aparataje técnico y toda la infraestructura con que cuenta un grupo humano para
modificar su entorno; b) de los insumos y materias primas que utiliza de su entorno, es
decir, de los materiales que tiene a su disposición y considera útiles, así como de
aquellos que por sus atributos considera sagrados, o costosos por su escasez; y c) de
los procesos tecnológicos, es decir, de la capacidad cognitiva que tiene para organizar
una serie de acciones técnicas para lograr un fin.
Sin embargo en el caso de otro objeto como una piedra que hace las veces de tope de
puerta, de cerco de un árbol o de utensilio de cocina (cosas de la cuales no se puede
negar que cumplen las veces de objeto) este reflejo de la cultura no es tan lógico
desde el punto de vista de la producción, a) por una parte la materia no ha sido
transformada, más bien el proceso que ha dado pie al objeto, es más de selección de
un elemento natural entre otros tantos de su clase por cumplir con propiedades
referentes a la función que se busca que cumpla (tal vez el tamaño, la apariencia y el
peso); b) su materialidad nos dice que a pesar de que las piedras no tienen mayor
valoración por su composición, pueden llegar a ser valoradas por su utilidad o hasta
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De manera espontánea, una piedra Unas cuantas piedras, sin mayor En la alacena, con los demás
deforme y sin ningún atributo transformación que estar pintadas utensilios de cocina, una piedra
estético, es escogida para ser de blanco, forman el cerco de un que no evidencia más procesos de
convertida en tope de puerta. árbol en el improvisado parque de transformación que los producidos
un sector residencial. por el uso, cumple múltiples
funciones.
Como vemos desde la dimensión estructural podemos preguntarnos por cómo y con
qué están hechos los objetos, y darnos cuenta que además de los procesos de
fabricación industrial o artesanal, existen otros tan simples como la generación de
nuevos sentidos prácticos o emotivos.
En esta dimensión se agrupan todas las variables que determinan la apariencia física
del objeto (forma, tamaño, material, color, textura) y los procesos que han dado como
resultado su forma.
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de una tarea) y su valor semiótico (la capacidad de representar algo que no es) y
estético (la capacidad de producir emociones en los usuarios).
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Dimensión funcional
Esta dimensión está definida por lo “qué se hace con el objeto” (o podría llegar a
hacerse con él), es decir a sus puestas en práctica desde un sentido utilitario. Del lado
del objeto producido entraríamos a analizar en él la función primaria y la correcta forma
de manipulación y operación, dejando de lado cualquier forma de desviación de esa
funcionalidad original; mientras que del lado del objeto consumido, podríamos
comprender mucho acerca de las funciones secundarias y de formas de usar el objeto
diferentes a las concebidas. Se trata entonces básicamente de ¿para qué sirven los
objetos? (qué función prestan o podrían llegar a prestar), y ¿cómo funcionan? (cómo
deben ser operados para cumplir su función).
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exprimidor: extraer y contener el jugo de ciertos frutos. Desde otros puntos de vista
inesenciales y tendientes más al consumo (a la puesta en práctica) que a la producción,
destacaríamos que este exprimidor puede ser utilizado de otras maneras (como
cenicero o contenedor) o que incluso puede llegar a almacenarse en una alacena sin
ser usado (en una fase de des-uso cumpliendo ninguna función), y que a pesar que
sus materiales y su estructura determinan un tiempo de utilidad, el objeto puede llegar
a seguir “vivo” más allá de lo previsto por su fabricante, y seguir siendo usado como
exprimidor, o ser convertido tal vez en reliquia.
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Tras la puerta de un cuarto útil con En una esquina recóndita del En la parte más alta de una
el número 202, y en medio de la mueble de la cocina, la figura de la alacena, y con la rotunda
oscuridad, un triciclo plástico sin Virgen María y el Niño Jesús, han prohibición de ser usados,
pedales funciona como vínculo perdido su función por la falta diferentes termos obsequiados
entre el pasado y el presente, adoración y fe de sus propietarios. como promoción de variadas
sirviendo para traer a la memoria marcas se agrupan formando una
momentos ya vividos. incipiente colección.
Esta dimensión refleja la cultura desde un sentido pragmático por lo que a través de un
análisis de los objetos desde este punto de vista uno podrá ver cristalizados en ellos
las actividades humanas 19 , tanto desde sus tareas cotidianas como desde sus
ocasiones extraordinarias. De este modo un objeto representa: a) lo que un grupo de
personas hacen, el conjunto de actividades que constituyen su vida cotidiana (o lo que
se concibe por ella) y con esto los modos prácticos en que se adaptan a su medio;
también b) lo que utilizan para hacer algo, los útiles que implementan en esas tareas
cotidianas; y c) las cadenas de acción que implementan en su ejecución, es decir, el
conjunto de movimientos corporales y acciones mentales (propiamente cognitivas) que
les son necesarias para realizar tal o cual tarea, y junto con esto actividades o series
de operaciones que se convierten en los rituales del uso. De este modo uno se puede
dar cuenta también de cuales son las tareas que se consideran como importantes,
rutinarias, masivas, ocasionales, etc.
En este caso, al analizar el exprimidor plástico se hace evidente, a) que las personas
dentro de sus rutinas alimenticias extraen el jugo de ciertas frutas para tomarlo, y que
esta actividad ha sido regulada, estilizada e higienizada por medio de este objeto; b)
que la acción –aparentemente tan complicada- de extraer el juego de un fruto se ha
simplificado al máximo en este elemento que resume la tarea de extracción y además
de contención en un elemento monolítico, que se ajusta formalmente tanto a su función
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Colgado de la pared este objeto Por cada una de las semillas que Este crucifijo plástico con la
híbrido (herradura-crucifijo) componen esta camándula se imagen de la Virgen María, ejerce
conjuga funciones sagradas (la recitan mentalmente diferentes su poder sagrado desde el tobillo
adoración a Cristo) con creencias oraciones que activan su de la persona que lo usa.
paganas (la herradura como funcionamiento.
portadora de buena suerte).
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Un objeto es entonces desde esta dimensión algo que sirve para realizar una actividad,
por medio de la operación (manipulación, programación) de alguien, es decir, un todo
cuyas partes se han integrado para lograr un fin útil.
En esta dimensión se agrupan todas las variables que determinan la utilidad del objeto
(los dispositivos técnicos que permiten que funcione) y el modo en que éste es operado
por las personas (las cadenas de acción necesarias para hacer que funcione). De esta
manera la dimensión funcional le confiere un nombre (destornillador, trapeador) y lo
clasifica dentro de un grupo o en una tipologia de objetos, es decir, dentro de un
conjunto de objetos que a pesar de ser diferentes en su apariencia física o en su
estructura sirven relativamente para lo mismo.
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Dimensión comunicativa
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De este modo vemos que los productores determinan unos significados genéricos para
los objetos, que en este caso supondrían unos significados oficiales, asociados a las
características funcionales del producto, a la marca o el fabricante, y la idea general
que se tenga del objeto culturalmente. Por otra parte los consumidores le confieren a
los objetos otros significados a través del tiempo, que están determinados por las
vivencias que comparten con ellos y por sus modos de interacción e interrelación con
su inmaterialidad (con su semántica), es así como los objetos pueden ser
representaciones de momentos y ocasiones, de personas o de divinidades, etc. De la
misma manera que el productor del objeto inscribe sobre este las marcas comerciales
que lo diferenciarán en el mercado, los otros significados que adquiere el objeto en el
tiempo pueden estar relacionados con su estructura (según las apropiaciones y
transformaciones que sufra su estructura), estos están inscritos sobre el objeto a través
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de las huellas del uso: manchas, incisiones, despicados o quemaduras que le dan otro
sentido y lo hacen distinguible y ante todo singular para alguien. Pero también desde el
significado que se les atribuya desde el uso que se les dé, y de los símbolos que
representen. Las apropiaciones (físicas y simbólicas) que los dolientes realizan sobre
las tumbas de los seres que “se han ido”, son las que llenan de sentido personal el
nombre casi anónimo de una lapida, a través de estas el muerto se proyecta al mundo
de la vida, en sus gustos y aficiones o por medio de su fotografía. Los elementos
decorativos que sirven para rendir culto a los muertos materializan los sentimientos que
por ellos se sienten y lo que de ellos se piensa.
Una calcomanía del Deportivo Junto a flores de diferentes Una fotografía, un candelabro, una
Independiente Medellín adherida naturalezas, un nombre escrito a motocicleta de juguete y diferentes
sobre la lapida de una tumba en el mano sobre la lapida de esta imágenes y figuras religiosas
Cementerio San Pedro, proyecta – tumba (y que remplaza el original configuran algo similar a la
desde la muerte- la afición que ha sido tachado), personaliza decoración de una sala donde el
deportiva de un difunto. la “morada final” de esta persona. muerto proyecta sus gustos
personales a sus visitantes.
En este sentido esta dimensión refleja la cultura desde el valor que las personas –
colectiva e individualmente- confieren a los elementos de su cultura material a partir de
las emociones que los objetos producen en las personas y de los vínculos afectivos
que establecen con los ellos. A través de esta dimensión y desde la perspectiva de la
estética del consumo interesa observar lo que los objetos representan para las
personas desde las interacciones que tienen con estos, ya sean a un nivel
contemplativo o activo. Es así como a través de esta dimensión quedan reflejados en
los objetos a) lo que las personas piensan y sienten, es decir, los significados y las
sensaciones que se asocian a los objetos; b) las maneras, en que lo que Leroi-
Gourhan denominó “estilo étnico”, se materializa en diferentes formas, no sólo en la de
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Desde la producción, los significados y emociones que puede producir un objeto están
restringidos a su discurso publicitario, sin embargo haciendo un análisis de lo
inesencial que los objetos encierran podríamos darnos cuenta que a través de su
consumo pueden asociarse a ellos otros significados, que desde lo emocional pueden
llegar a transformar las sensaciones que nos producen y con esto lo que sentimos por
ellos. Si se trata por ejemplo, de un ajuar de bautismo, adquirido hace 60 años,
sirviendo para bautizar a más de 30 personas de dos familias, el significado que
permanece en el objeto deja de ser el que tenia cuando se adquirió como producto
comercial, y las razones que aparecen para conservarlo, repararlo y re-usarlo una y
otra vez, así como el sentido y los significados que encierra comienzan a ser otros,
comprensibles tan solo por los propietarios y ocasionales usuarios del objeto. Sucede
lo mismo con la figura humana de un Sagrado Corazón de Jesús que más que un
Santo es un amigo para su propietaria. Es en la biografía de este tipo de objetos,
donde su morfología no evidencia tanto lo “que son” o “para qué sirven” ni tampoco los
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significados culturales que encierra como objeto producido, todos estos referentes se
difuminan para dar paso a las formas de valorización y singularización individual. Lo
que las personas piensan y sienten por los objetos, el estilo que estos representan y
los valores que estos materializan pueden verse modificados infinitamente mientras
son consumidos.
Un ajuar de bautismo con sesenta Una escultura del Sagrado Este juego de cubiertos a pesar de
años de edad, le recuerda a doña Corazón de Jesús, trae a la mente estar incompleto (el tenedor está
Cilia el bautismo de sus 14 hijos. de doña Berta el recuerdo de su perdido), significan mucho para
cuñada y de su esposo muerto. Julio quien los obtuvo cuando era
niño como obsequio de su padrino.
Desde esta dimensión un objeto es una entidad física perceptible por las personas
como una señal capaz de adquirir un significado a partir de la interpretación que de ella
se hace implementando los patrones culturales que dotan de sentido y valor la vida.
En esta dimensión se agrupan todas las variables que determinan las emociones, y
afecciones que un objeto puede producir en alguien que lo percibe al ser interpretado
bajo sus patrones culturales, incluyendo aquellas formas de relación más allá de su
sentido útil o meramente lógico, y por lo tanto toda la serie de valores que se pueden
atribuir a un objeto, más allá del valor de uso o mercantil.
El valor que representa esta dimensión del objeto es el valor estético, es decir, lo que
el objeto representa y significa (emotiva o afectivamente) para las personas sin
necesidad de serlo, generando en ellos diferentes emociones o estados de ánimo. El
valor estético estará entonces, ligado al placer sensual que obtiene el individuo con la
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Producido y consumido
Las dimensiones estructural, funcional y comunicativa permitan abordar el estudio de
las generalidades morfológicas de cualquier objeto: ¿Cómo y de qué está hecho?
¿Para qué sirve y cómo funciona? ¿Qué piensan y sienten las personas por él? Cada
dimensión está en el objeto durante todo su ciclo de vida, pudiendo variar entre el
momento de su producción y el de su consumo; mientras que los productores de los
objetos prefiguran cada dimensión según el mercado, los consumidores entran a
configurar esas dimensiones a partir de las relaciones que tienen con lo que consumen,
transformando con esto cada dimensión de los objetos. De este modo los registros
estéticos del consumo son los que aparecen a través de estas (estructural, funcional,
comunicativa) dimensiones en el paso del objeto de producido a consumido.
Estas dos formas de representación no deben verse como dos caras opuestas del
mismo fenómeno, son más bien dos dimensiones complementarias que abarcan los
dos momentos en los que transcurre el ciclo de vida de un objeto, el primero
corresponde al de su producción, como algo en lo que se materializan de diversos
modos (tecnológicos, funcionales, simbólicos) los rasgos de una cultura; el segundo a
su consumo como objeto social, y desde este punto como algo donde aparecen los
actos de las personas.
Objeto producido
Este objeto es algo concebido, en el cual se agrupan y toman forma características y
cantidades que lo hacen representable. Producir no quiere decir simplemente que es
un producto, el objeto producido ha sido diseñado, fabricado, empacado, distribuido y
puesto en venta, por lo general bajo estrictas medidas que controlan su “calidad” desde
la extracción de su materia prima, hasta las sofisticadas estrategias promocionales que
lo publicitan.
Este objeto se distingue por ser una mercancía, que se diferencia de las demás –entre
otros de su misma tipología – por su marca, la cual le ubica dentro de una serie de
cadenas de valor y unos rangos de sentido. Es un objeto extraordinario,
completamente terminado, estable y homogéneo. Estas propiedades son el resultado
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Una plancha marca “General Apiladas una sobre otra, diferentes En la sección “Vestuario” de un
Electric” exhibe con orgullo su sillas marcas “Rimax” presentan en hipermercado, un maniquí sin
precio, las formas de pago que adhesivos azules palabras como cabeza sirve para representar al
tiene el almacén que la vende, sus “Fiesta” o “Mariposa” que son los usuario ideal de los productos que
especificaciones técnicas, y el amañados nombres de sus ofrece en su basta superficie.
tiempo que dura su garantía. Esta referencias.
misma información es contenida en
un código de barras comprensible
solamente por un lector infrarrojo
ubicado en la caja registradora.
Esta producción es reconocible también por un nombre dado desde su función, que a
la vez que lo bautiza es la que permite clasificarlo dentro de una tipología determinada.
Para sus productores, sobre la función del objeto ya todo está dicho, y para esto han
elaborado minuciosamente un manual de uso que consta de unas instrucciones
escritas en el lenguaje más parco, acompañado por diagramas que muestran el dibujo
de una persona que sonríe tenuemente al operarlo. Lo que no se debe hacer con el
objeto es explicado en la parte de contraindicaciones y advertencias, donde se
especifican los daños que cubre la garantía, así como los riesgos que correrá la
persona que use el objeto si lo opera de forma equivocada. Toda una serie de iconos
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impresos sobre una etiqueta o al reverso del objeto informan sobre el correcto
funcionamiento.
Este objeto presupone un usuario ideal, un estereotipo que ha dado forma a sus
medidas y proporciones. El objeto ha sido producido para él, lo que lo hace
ergonómicamente perfecto y justo a la medida. En su superficie podemos encontrar –
como instrucciones para su usuario – toda serie de indicadores sobre su operación:
índices, comandos, flechas y botones luminosos, zonas de agarre, perforaciones,
adelantes y reversos. Todos ellos le dan sentido a la hora de ser operado, indicando de
qué manera debe ser sujetado, colocado o almacenado.
La forma del objeto –más allá de su función – deja entrever muchos aspectos sobre él
mismo, sus colores, líneas y curvas, proporciones y demás lo ubican dentro de un estilo,
una corriente o una moda; de uno u otro modo prefiguran lo que el objeto comunica,
podría decirse que estas señales son las que hacen del objeto en su integridad un
mensaje.
Diferentes utensilios de cocina fabricados en plástico y madera se agrupan bajo un orden ficticio y efímero en
las estanterías de su punto de venta según las formas de sus diversas funciones, sus marcas y sus colores.
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Objeto consumido
Este objeto toma forma en las puestas en práctica, donde un grupo de características y
de ciertas cualidades lo presentan como consumido. Consumo –como ya se ha dicho-
no se refiere solamente a un momento de compra, el objeto consumido es adquirido,
usado y desechado; casi siempre de una manera tan inconsciente que lo que le sucede
del punto de venta hasta la caneca de basura permanece por lo general oculto al
conocimiento.
Las formas continuas de una Una silla plástica sin marca visible Personas de diferentes edades y
plancha de plástico se funden en ni referencia, es amarrada de la con variadas características
medio de un paisaje doméstico con reja del jardín de una residencia deambulan por los pasillos del
objetos y productos de diferentes como una extensión del entorno hipermercado, confundidos al no
épocas y estilos, componiendo una doméstico sobre el espacio poder encontrarse a sí mismos en
composición pintoresca. público. los productos que les son ofrecidos
en venta.
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tan solo marcas cualitativas reconocibles sólo por quien lo ha consumido, marcas que
sólo para él o ella tienen sentido. Es un objeto ordinario, incompleto, deforme e
inestable. No tiene que ser necesariamente el producto de un sistema de fabricación,
una cosa –es decir, algo natural –puede convertirse en la práctica en un objeto
adquiriendo funciones y significados como cualquier otro.
A través de su consumo el objeto sólo puede ser nombrado por medio de los apodos
que adquiere en su uso, estos a su vez lo hacen inclasificable, por lo que su tipologia
es indeterminada. Pues inmediatamente sale de su envoltorio es puesto en uso,
trasgrediendo en ocasiones su función, adquiriendo en la práctica otras funciones que
son las que pasan a re-definirlo. Instrucciones, contraindicaciones, advertencias y
garantías pasan desapercibidas ante el consumidor quien en cuestión de diagramas e
iconos abstractos permanece analfabeta.
Este objeto supone y evidencia un usuario real, un ser concreto e imperfecto, cuya
forma dista enormemente de ese usuario ideal para el que fue producido. El objeto
consumido ha sido ajustado durante su uso para él, haciéndose casi intransferible. La
superficie del objeto consumido delata su uso, esas marcas se ubican en las zonas
donde fue agarrado, donde fue puesto y donde entro en contacto con otros. Más allá
de las maneras en que ha sido operado, estas marcas del consumo muestran las
formas en que el objeto ha sido adaptado a unas formas de uso y condiciones de vida
particulares.
Al entrar en uso los referentes de forma, marca, función o color que una vez sirvieran para organizar los
productos en sus puntos de venta se desvanecen y pierden sentido ante las necesidades y deseos
incoherentes a los que dan satisfacción. Son ahora las marcas del uso, las estructuras de colocación y los
significados que se les atribuyen los referentes que permiten clasificarlos en las estéticas del consumo.
Más allá de su valor comercial el objeto consumido –como parte del mismo proceso de
consumo – ha adquirido otros valores que pueden ser relativos al no estar definidos
más que por emociones y afectos, haciendo que su valor no sea ya económico sino
emotivo. Puesto que carece de valor comercial (pudiendo convertirse en una de esas
cosas que no tienen precio), son códigos emocionales los que lo definen a la vez que
lo vinculan con recuerdos, momentos, ocasiones y personas. Estos códigos inscritos
tácitamente en el objeto son irreconocibles por dispositivo tecnológico alguno y pueden
pasar imperceptibles para muchos. Sin embargo son estos los que son valorados por
su consumidor, y a través de los cuales el objeto se ha convertido en un acto social.
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Las adaptaciones que sufre un objeto modifican cada una de sus dimensiones, y la
ajustan o acomodan a condiciones particulares. Son esos procesos de cambio, de
ajuste, de apropiación los que reflejan cómo las instrucciones culturales se convierten
en acciones sociales, como esa trama compleja de significados que componen la
cultura son interpretados y dotados de sentido pragmático. Volviendo a la comparación
que hemos planteado entre el lenguaje y los objetos, vemos que esto mismo sucede a
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Cada forma de adaptación dará cuenta más adelante por la forma en que el lenguaje
de los objetos es hablado, y de cómo estos son vividos cuando su racionalidad técnica
choca con la irracionalidad de las necesidades y deseos humanos.21
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Referencias
1
Klaus Roth. Material culture and intercultural communication. International journal of
Intercultural Relations. 25 (2001) 563-580.
2
Edward T. Hall. Silent Language. Garden City, New York. 1959
3
José Luis Pardo. Las formas de la exterioridad. Págs. 16 y 17.
4
Jesús Mosterín. Filosofía de la Cultura. Pág. 18
5
Clifford Geertz. “La interpretación de las culturas”
6
Klaus Roth. Material culture and intercultural communication
7
David Howes. Commodities and cultural borders.
8
Klaus Roth. Material culture and intercultural communication
9
Andre Leroi-Gourhan. El gesto y la palabra. Pág. 93
10
Bernard Stiegler. Leroi-Gourhan. La inorgánico organizado. En: Les cahiers de médiologie.
N°6. Traducción de Jairo Montoya Gómez (Universidad Nacional de Colombia)
11
Abraham A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 29
12
Abraham A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 29
13
Abraham A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 29
14
Manuel Delgado. El animal público. Editorial Anagrama. Barcelona. 1999. Pág. 23
15
Ver: Manuel Delgado. Disoluciones Urbanas. Editorial Universidad de Antioquia.
Lo urbano plantea ante todo un proceso de apropiación de la ciudad, de la conversión del
espacio construido en espacio vivido. A través de lo urbano la ciudad es adaptada día a día,
hora a hora, a las prácticas sociales y a toda forma de situación que en ella se desarrolla.
16
Andre Leroi-Gourhan. El gesto y la palabra. Pág. 300
17
Tom Fischer. What we touch, touches us: Materials, affects, and affordances. Design Issues.
Vol. 20, N° 4. 2004
18
“Lleva siempre un ojo de delfín y las mujeres te encontraran irresistible, dice Tereza Maciel,
que vende hierbas y partes de animales con supuestos poderes mágicos en su tenderete de
Ver-O-Peso (Vigila el Peso) de Belem de Parca, cerca de la desembocadura del amazonas”.
COLORS Magazine. Extra/ordinary objects 1. TASCHEN. Italy. 2003.
19
Alan Costall. “Socializing Affordances” Theory & Psychology. Vol. 5 N° 4. 1995
20
A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 87
21
Jean Baudrillard. El sistema de los objetos. Pág. 6
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CONSUMO
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Consumir
Definiremos el consumo como el conjunto de dinámicas socio-culturales que se
desarrollan en torno a la adquisición, el uso y el desecho de la cultura material,
entendida ésta como una serie de objetos en los que se ha materializado
información referente a lo qué un grupo social hace y piensa, a sus ritmos, valores y
saberes técnicos y conceptuales.
Esta definición se puede constatar de algún modo con la propuesta por Zigmunt
Bauman en la que se contempla el consumo como un proceso, y no simplemente
como una situación de compra, aislada del resto del ciclo de vida del objeto. En su
significado habitual – dice Bauman – consumir significa apropiarse de las cosas,
pagar por ellas y de este modo convertirlas en algo de nuestra exclusiva propiedad,
impidiendo que los otros las usen sin nuestro consentimiento (…) usar las cosas,
comerlas, vestirse con ellas, utilizarlas para jugar, y en general, satisfacer - a través
de ellas- nuestras necesidades y deseos. Consumir significa, también, destruir. A
medida que las consumimos, las cosas dejan de existir, literal o espiritualmente. A
veces se les 'agota' hasta su aniquilación total; otras, se les despoja de su encanto
hasta que dejan de despertar nuestros deseos y pierden la capacidad de satisfacer
nuestros apetitos: un juguete con el que hemos jugado muchas veces, o un disco al
que hemos escuchado demasiado. Ésas cosas ya dejan de ser aptas para el
consumo.1
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Desde la dimensión personal los objetos tanto los que abundan por ser producidos
en masa como los más únicos y especiales, tienen mucho que decir acerca de sus
propietarios y usuarios (acerca de quiénes son), y en ellos se logran reflejar en gran
medida aspectos referentes a su personalidad, y que van más allá del gusto que los
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lleva a elegir entre uno y otro, logrando cristalizar también sus creencias, las
normas que guían su actuar en el mundo, sus temores y actitudes. En la
perspectiva de las acciones (lo qué hacen), las actividades que realiza una persona
y que constituyen su rutina cotidiana se concretan en una serie de útiles que
determinan a la vez ésas acciones diarias, las frecuencias y los modos en las que la
realiza, a la vez el significado o la carga afectiva que confiere a cada una de ellas.
Desde este punto de vista, la capacidad de los objetos para poner en evidencia lo
qué se hace no está limitado a las personas, pues la capacidad que tienen para
configurar lugares y determinar el comportamiento, las actitudes y las actividades
que se deben desplegar en ellos es inmensa.
En cuanto a los objetos como indicadores del tiempo, es mediante el desgaste que
éstos se convierten en memoria y aportan a la percepción de las acciones del
tiempo sobre el mundo, y es Moles el que hace caer en cuenta de esta propiedad,
al decir que el objeto que se usa es, en la medida que tomamos conciencia de su
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uso, análogo a un calendario; y reflexiona sobre cómo la tasa de uso del objeto
inscribe el tiempo en el entorno, lo fecha a la vez que lo materializa, no de forma
abstracta como lo haría un reloj, sino de manera concreta. “La sedimentación de
capas de suciedad en la cazuela del ama de casa descuidada, o en el mango de la
herramienta del artesano, son referencias temporales, marcos materiales de la
memoria”9.
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El keda (que significa: camino, ruta, sendero) es el termino que sirve para describir
el viaje experimentado por los collares decorados y brazaletes de conchas que los
Massim (habitantes de un conjunto de islas en el estado de Papúa, Nueva Guinea)
intercambian con sus coterráneos de otras islas. Estos objetos –considerados
valiosos por los Massim- adquieren biografías muy especificas al moverse de lugar
en lugar y de mano en mano; del mismo modo los hombres que los intercambian
ganan o pierden prestigio al adquirir, retener o desprenderse de estos objetos, por
lo que el keda sirve también para definir los lazos establecidos por las personas que
integran ésos caminos, y también a la ruta creada a través del intercambio de
objetos valiosos hacia la riqueza, el poder y el prestigio de los hombres que los
poseen.10 El ciclo –ya sea completo o parcial- del consumo de un objeto, es decir,
las diferentes estancias y singularizaciones por las que pasa pueden ser
comparadas con el concepto de keda, pues a través del intercambio de objetos
tanto en los entornos urbanos como comunales (tanto en la ciudad como en el
campo) la vida de un objeto es capaz de encerrar a través de su circulación
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Maestría en Estética
Con el objetivo de diferenciar más adelante entre los momentos del consumo (un
acto humano) y las fases del objeto (una forma de valoración), establecemos el
siguiente paralelo.
Para facilitar el análisis de ése camino que recorren los objetos a medida que son
consumidos, y de las singularizaciones a las que son sometidos en cada una de
ésas instancias, agruparemos los siete momentos descritos por Moles en los tres
grandes momentos y fases que hemos propuesto de la siguiente manera: en la
adquisición (fase mercantil), el deseo y la adquisición del objeto; en el uso (fase
útil), su descubrimiento, el enamoramiento, y la habituación; y en el desecho (fase
terminal): el mantenimiento y la sustitución, a esta categoría del desecho
agregamos otro aspecto fundamental para el análisis de lo que es la vida de un
objeto y es su reaparición (enlivenment), término que tienen que ver con prácticas
tan mundanas como la apropiación de los objetos y con su revalorización11 (ya sea
funcional, comunicativa, o estructural) y que asociamos a la capacidad que tienen
ciertos objetos para tener una segunda vida, luego de que en una primera han sido
desechadas.
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Adquisición
“Hoy por hoy no es el valor mágico lo que se añade al objeto
útil, al revés: los objetos a la venta en el sistema de consumo
contemporáneo (saturados de virtudes fascinatorias), en
algunos casos pueden llegar a servir para algo”
Manuel Delgado. La magia. Pág. 88.
Según Moles, el momento de la adquisición tiene una etapa previa: la del deseo, y
ésta es la primera forma de relación con el objeto, desde su inmaterialidad. El
deseo puede presentarse como un antojo, y de este modo ser variable e
inconstante para desaparecer luego, pudiendo aparecer también bajo la forma de
necesidad y ser permanente y constante, manteniéndose reiterativamente. En la
generación del deseo –como apunta Appadurai- juega un papel importante la
publicidad y sus estrategias, las cuales consisten –la mayoría de las veces- en
tomar productos ordinarios, producidos en masa, baratos e incluso de mala calidad,
y presentarlos como artículos deseables y asequibles. Bienes del todo ordinarios
son colocados en una especie de zona pseudo aislada, como si no estuvieran al
alcance de cualquiera que pudiera pagar su precio12.
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Maestría en Estética
que sirven de referente para la fijación del deseo y como motivación para la
decisión de compra.
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Lo que se adquiere no siempre tiene que estar nuevo. Los procesos iniciales de la relación entre las
personas y los objetos pueden darse por una herencia (algo ya usado) o por un regalo (algo nuevo),
también por la compra de algo viejo. Igualmente la reputación de los productos puede ser encomiable
para aquellos de alto reconocimiento comercial por sus elogiables macas, existiendo también otros no tan
loables, como los de las marcas populares, desconocidas en las altas esferas del comercio, llenos de
perjuicios y descréditos por parte de la cultura oficial.
Son entonces todas estas formas de adquisición, tanto las sagradas (la compra
hedonista en el hipermercado o el centro comercial) como las más profanas
(comprar algo ya usado en la calle), o mejor sus registros (los objetos configurados
en base a diferentes formas de singularización), los que constituirán las estéticas
del consumo.
Los gradientes de la situación de compra, tienen lugar en sitios tan sagrados como el hipermercado,
templo en el que las mercancías son sacralizadas y convertidas en objeto de culto para los compradores;
también tiene como escenario lugares profanos como los bazares de productos usados, donde –como si
fueran basura- los objetos terminales remercantilizados son tirados en el piso o arrumados sobre
paredes, en todo caso, puestos al paso de quienes asisten a este pandemónium comercial.
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tratándose en este caso de un amor ciego, pues como dice Moles: en este
momento se ama algo que no se conoce14. Para conocer y comprender el objeto no
basta con desempacarlos y probarlo una vez, es necesario entrar en un contacto
más directo e íntimo con él, y esto sólo sucede cuando es usado.
Uso
A pesar de que los sentimientos que genera el objeto nuevo en las personas –en
especial el deseo- son fuertes, éstos no pueden compararse con los que se puede
llegar a sentir por el objeto usado. Si la compra y en general todas las formas de
adquisición se pueden considerar como momentos catárticos e instantáneos, algo
así como rituales de paso, el uso no es en sí un momento único, sino un conjunto
de experiencias.
En el tiempo que transcurre durante el uso, los objetos son todo el tiempo re-
descubiertos, y al encontrar en ellos nuevos atributos sus sentidos y funciones, e
incluso sus propiedades estructurales se ven modificadas, llegando a ser
convertidos en piezas de museo (al encontrar en ellos atributos pseudo-artísticos
que los hacen merecedores de la contemplación más que de la interacción), en
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Maestría en Estética
Mientras transcurre su fase útil es que los objetos son sometidos a un mayor número de apropiaciones, en
cuanto a las modificaciones que sufre cada dimensión que lo compone. En los casos expuestos por las
imágenes, podemos destacar los objetos museificados, en los que se presenta como patrón una anulación de
la función práctica del objeto para su posterior conversión en un elementos decorativo, ya sea por presentar
atributos pseudo-artísticos para su propietario, o bien, por hacer parte de una colección; también procesos de
sacralización que consisten en la atribución de propiedades sagradas o religiosas a un objeto, sin que éste
presente connotaciones religiosas en un principio, de este modo la función primaria se ve desplazada para dar
paso a funciones extraordinarias a través de su adoración, también en ésta misma vía podemos ver intentos
por santificar otros objetos o lugares, por medio de elementos que se anexan –como es el caso del ejemplo-
figuras originalmente divinas; las funciones también pueden ser trastocadas por otras, y en este sentido está
claro que cualquier recipiente sirve para colocar en el una planta o una flor.
Durante el uso, los valores que definen lo que se siente por el objeto cambian, y
son otros criterios diferentes a los del momento de la adquisición, los que entran a
medir la relación de afecto entre quien usa y el objeto usado. Estos criterios no son
los mismos que los del objeto nuevo: marca, calidad y precio comienzan a significar
muy poco frente a los afectos que puede llegar a traer el recuerdo –a través del
objeto- de un momento vivido, o frente al placer y la satisfacción que genera cuando
es usado, o al acoplamiento perfecto –logrado a través del tiempo- al cuerpo
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cuando es utilizado o cuando es llevado de un lugar a otro, nada del objeto nuevo
es comparable con las manchas, los golpes, o lo desgastado del objeto usado, más
cuando estas marcas son las que se convierten en el motivo para que el objeto sea
amado. Es en este momento del enamoramiento cuando los objetos son
personalizados (reflejo de la personalidad del usuario) e incluso humanizados
(cristalización de una personalidad propia a través de conferir al objeto rasgos
humanos).
En las sociedades contemporáneas, donde la identidad se construye a través del consumo, los procesos
de configuración de la personalidad se reflejan en parte por medio de la decoración de los objetos y del
espacio considerado como propio. El proceso de conversión de una casa en hogar, es ante todo un
proceso de personalización que consiste en plasmar en cada rincón de la casa el estilo de vida, los gustos
y preferencias formales de sus residentes, de este modo el espacio se llena de significación y de sentido
de pertenencia. Como elementos decorativos podemos observar estéticas grotescas que implementan
restos de animales convertidos en objeto (colgada de la pared el esqueleto de la cabeza de una vaca se
dispone a la contemplación de los visitantes de casa); otras en las que los elementos religiosos se
encargan de dar cuenta sobre las creencias de las personas (Jesucristo adorado en varias de sus
multifacéticas representaciones); también las que demuestran aficiones deportivas (un perro de peluche
que cuelga del retrovisor de un taxi) así como estéticas desgastadas, reflejo de gustos pasados que a
pesar de haberse ido siguen vigentes en su materialidad a través de los elementos que los constituyeron
(adhesivos envejecidos en la superficie de una nevera).
Con el paso del tiempo y a través del uso los objetos se agotan, y así su gracia y su
sentido se acaban. Con el desgaste el placer decrece, y el objeto deja de servir y de
significar algo, se deteriora y se hace inútil. Sea por un defecto físico, funcional o de
su sentido, los objetos caen en des-uso entrando así en un espacio liminar entre el
uso y el desecho, del cual pueden ser llevados al cuarto útil o ser tirados para ser
reemplazados.
Desecho
Abraham Moles observó como, una característica del objeto industrial era el hecho
de ser siempre destruible y reemplazable por otro nuevo. Esta es una diferencia
radical del objeto de nuestra época con el de otros tiempos, que a su vez deja
entrever los rasgos esenciales de la cultura material en la sociedad de consumo:
antes los objetos estaban pensados y hechos para pasar de generación en
generación, cuando menos para durar toda una vida, eran en si mismos mitificados
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a través del uso; sus ciclos de vida eran muy largos respecto a los objetos de ahora
que están pensados y hechos para durar muy poco tiempo antes de ser
desechados, hoy se des-mitifican en el uso, pues no es tanto el objeto lo que
adquiere ése sentido mágico sino el momento en el que se compra, es ése
momento el que se quiere revivir, y para esto es necesario desechar.
El desecho comienza por el desuso del objeto, y éste se puede producir por varios
motivos: los primeros referente a su dimensión estructural consisten en defectos
físicos o averías sobre la superficie o sobre su interior: una fractura, una contusión
o un desajuste entre las partes; pero también la obsolescencia de su forma y
apariencia respecto a los patrones formales de un momento pueden llevarlo a una
perdida de sentido y con esto al fenómeno de la obsolescencia psicológica15, esta
perdida de sentido, representada en el desgaste comunicativo y en la incapacidad
del objeto usado para significar puede ser también motivo para que sea tirado, y
ante esta instancia no hay ninguna esperanza de vida, más que la del
redescubrimiento del mismo como antigüedad o reliquia. Otro motivo relacionado
esta vez con su dimensión funcional puede ser la disfunción del objeto, en estos
casos, aunque el objeto puede ser revalorizado por medio de reparaciones, como
apunta Richard Fryers16, el costo del mantenimiento puede llegar a ser igual o más
costoso que el objeto nuevo, convirtiéndose así, ante la más mínima disfunción en
un objeto desechable.
Gran cantidad de aquellos objetos que desde el principio de su vida se consideran terminales se encuentran en
el campo de los empaques, envases, frascos y todo tipo de envoltorios. A pesar de su carácter desechable la
gran mayoría de estos objetos son implementados luego en otras tareas que dan –modestamente- continuidad
a su función.
Antes de morir y de ser convertido en basura los objetos puede pasar por varias
etapas, entre el desuso y el desecho está algo comparable con el purgatorio de los
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objetos, una etapa oscura en la que todavía no es claro que sucederá con ellos, y
donde pueden ser sometidos a diferentes intervenciones que van: desde la
reparación, y otros intentos por hacer que vuelva felizmente a la vida para ser
usado de nuevo, hasta su reutilización en la fabricación de nuevos objetos. Dentro
de éstas formas de reaparición del objeto desechado cabe la pena destacar las
formas de revalorización funcional: como el reuso de objetos tirados por alguna
persona y recuperados por otra, así como la segunda vida que se le da a las
mercancías terminales como empaques y envases; también las formas de
revalorización estructural, entre las cuales se destaca el reciclaje como la
recuperación de los componentes estructurales del objeto para ser procesados y
convertidos en materia prima de otros nuevos, y la reutilización, que consiste en la
desmembración del objeto desechado para obtener de él piezas y partes que pasan
a ser componentes de un nuevo objeto hecho con sobras y restos; así mismo las
formas de revalorización comunicativa pueden hacer que aquellos objetos que se
redescubren como piezas de museo, figuras sagradas o reliquias, provengan
directamente de la basura; por ultimo vale destacar las formas de revalorización
mercantil, en la que los objetos desechados son re-mercantilizados y puestos en
venta, cerrando así un ciclo de vida que parece eterno. Cada una de las formas de
revalorización que permiten que los objetos reaparezcan, demuestran que las
personas siempre buscan la manera de extender sus ciclos de vida, de hacer que
duren más, tratando de posponer para después el momento la fase terminal y el del
desecho.
En su fase terminal muchos objetos pueden ver revalorizadas cada una de sus dimensiones, volviendo de
este modo a la vida. Los procesos de revalorización y las diferentes tipologías de objetos que se configuran
a través de éstas son los que hemos de llamar reapariciones, entre las cuales se destacan las re-
mercantilizaciones, el reciclaje, la reparación, la recarga, el reuso y la reutilización; cada una definida a
partir de la conjugación de las diferentes revalorizaciones de cada dimensión. En los ejemplos que
mostramos destacamos la facilidad que presentan algunos objetos como un frasco de café, una llanta, un
envase de gaseosa, o un balde, para contener una planta, y encontrar una segunda vida a través de esta
función.
Desechar como tal es muy distinto y no tan agradable ni tan gratificante como
adquirir o usar. Este momento no tiene la solemnidad ni el carácter festivo y ritual
de la compra, en realidad no se celebra nada cuando se desecha, pudiendo llegar a
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ser un ritual tedioso (sacar la basura, tirarla por el shoot, reponer la bolsa del
contenedor), asociado a momentos de transición en los que las personas para
cambiar su vida renuevan sus cosas. Por otro lado, cuando se desecha ya no se
ama el objeto, y éste puede llegar a producir –igual que la basura- asco.
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Referencias
1
Zigmut Bauman. Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Pág. 43
2
Néstor Garcia C. Consumidores y ciudadanos. Editorial Grijalbo. México. 1995
3
Michel de Certeau. La invención de lo cotidiano. 1 Artes de hacer. Pág. XLLII
4
Klaus Roth. Material Cultura and Intercultural Communication.
5
Edward T. Hall. Silent Language. Garden City, New York. 1959.
6
Andre Leroi-Gourhan. El gesto y la palabra. Pág. 93
7
José Luis Pardo. Las formas de la exterioridad. Págs. 16 y 17.
8
Alison Blunt. Cultural Geogrphy: cultural geographies of home. Progress in Human
Geography 29, 4 (2005) Pág. 506
9
Abraham Moles. Teoría de los objetos. Pág. 102
10
Arjun Appadurai. Introducción: Las mercancias y las politicas del valor. En: La vida social
de las cosas. Pág. 34-35
11
Andrew Skuse. Enlivened Objects. The Social Life, Death and Rebirth of Radio as
Commodity in Afganistán. Journal of Material Culture. Vol. 10 N° 2 Págs. 123-137
12
Arjun Appadurai. Introducción: Las mercancias y las politicas del valor. En: La vida social
de las cosas. Pág. 76
13
Manuel Delgado. La magia. Montesinos Editor S.A. Barcelona. 1992 Pág. 88
14
Abraham Moles. Teoría de los objetos. Pág. 94
15
Abraham Moles. Teoría de los objetos. Pág. 101
16
Richard Fry. This Product Will Self Destruct in 5 Seconds: A celebration of trash.
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-4-
ESTUDIOS DE LA CULTURA MATERIAL
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Análisis morfológico
El primer modelo de análisis propone estudiar los objetos desde su morfología, para
reconocer a través de cada una de sus dimensiones, las categorías culturales que
cada uno cristaliza, y cómo cada individuo pone en práctica la información cultural que
cada objeto contiene. Aquí más que las dimensiones del objeto producido y las formas
de materialización de la cultura en cada una de ellas, interesa conocer el objeto
consumido y éste es solamente reconocible a través de las apropiaciones que las
personas hacen de cada una de las dimensiones culturales a través de las
transformaciones físicas (apropiaciones estructurales), las redefiniciones de las
funciones (apropiaciones funcionales) y las resemantizaciones de su sentido
(apropiaciones comunicativas).
Para formular este modelo analítico partimos de las apreciaciones de Andre Leroi-
Gourhan sobre la forma de un útil, en las que aclara que en la morfología de los
objetos intervienen tres valores: la función mecánica ideal, las soluciones materiales de
aproximación funcional según el estadio técnico, y el estilo propio de la figuración
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étnica.1 Es claro por ahora que a cada uno de estos valores de la forma de un objeto
hemos hecho corresponder una dimensión de la siguiente manera:
VALOR DIMENSIÓN
Función mecánica ideal Funcional
Soluciones materiales según estadio técnico Estructural
Estilo de la figuración étnica Comunicativa
Tabla N° 1. Valores de la cultura que se materializan en las dimensiones del objeto.
Como se aclaro en el análisis que se realizó sobre cada una de las dimensiones del
objeto y su relatividad respecto al momento de la producción y al del consumo; lo qué
un objeto es (de lo qué está hecho y según cómo fue elaborado), no está determinado
solamente por procesos de fabricación físicos ni por materialidades particulares, sino
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De esta dimensión –al igual que de la estructural- no importa tanto reconocer las
funciones originales del objeto cuando fue producido y a las que hemos llamado
funciones primarias, sino ante todo esas funciones adquiridas y usos encontrados
mientras es puesto en práctica y las que hemos llamado funciones secundarias (y por
las cuales Baudrillard –como se ha mostrado en el primer capitulo de este trabajo- se
había ya preguntado). Interesa en este sentido reconocer como las apropiaciones
funcionales, logran redefinir el objeto desde “lo qué con él se hace” convirtiéndolo
literalmente en otra cosa al variar las actividades que con él se realizan. También surge
como inquietud del análisis funcional, los modos de operación del objeto (de relación
física y mental) que contradicen el manual de uso y las instrucciones, así como los que
en ocasiones –en objetos re-semantizados por ejemplo- parecen ilógicos (como los
modos de operación de un amuleto).
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Maestría en Estética
Desde el punto de vista comunicativo interesa ver como el significado otorgado por el
discurso publicitario al objeto en su fase mercantil, se ve modificado al entrar en uso,
adquiriendo otros nuevos, que son más personales que colectivos, pudiendo convertir
ése significado original del objeto en diferentes formas de mediación entre éste y las
personas (un vinculo), o entre éste y el tiempo (un recuerdo), o bien como un
diferenciador social (de clase, estatus, o género). Cambiando también con esto las
formas en que el objeto es apreciado y valorado estéticamente, para convertirse en
obra de arte, en objeto sacro o incluso en parte representativa de alguien. Desde el
análisis comunicativo podemos ver como eso que se siente por los objetos cambia en
cada una de sus instancias, y con ello las formas de valoración.
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Maestría en Estética
Esta entrevista tiene por objetivo conocer tres aspectos de un objeto: su forma, su función y su
significado para comprender a través de él rasgos culturales. Si usted lo desea el origen la
información puede permanecer en la confidencialidad.
LUGAR
Complementar con fotografías del entorno en el que está el objeto.
Zona de la ciudad
Barrio
Entorno (público/privado)
Dirección
IDENTIFICACIÓN
Complementar si es posible con una fotografía cuerpo entero de la persona.
Nombre
Género
Año de nacimiento
Ocupación
Nivel de estudio
Relación con el objeto
Pregunta inicial
Si el entrevistador tiene el suficiente conocimiento sobre el tema, él mismo podrá seleccionar el
objeto que se analizará. De lo contrario deberá indagar por objetos que se destaquen por alguno
o varios de los siguientes aspectos:
Funcional: funciones secundarias, disfunciones, sin ningún uso, fuera del entorno original,
trasgresiones tipológicas.
La categoría estructural, funcional o comunicativa corresponde a una nueva tipología del objeto
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ANÁLISIS MORFOLÓGICO
MORFOLOGÍA ESTRUCTURAL
¿CÓMO ES EL OBJETO?
MORFOLOGÍA FUNCIONAL
¿QUÉ SE HACE CON EL OBJETO?
MORFOLOGÍA COMUNICATIVA
¿QUÉ SE SIENTE POR EL OBJETO?
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Maestría en Estética
Análisis biográfico
“Entre los suku de zaire, la expectativa vital de una choza es de diez años. La
biografía típica empieza con su ocupación por parte de una pareja o, en el caso
de las poligamias, por parte de una esposa con sus hijos. Una vez que la choza
envejece, se transforma sucesivamente en casa de huéspedes, hogar de
alguna viuda, refugio para adolescentes, cocina y, por último, cobertizo para las
cabras o las gallinas; al final las termitas resultan victoriosas y la estructura se
derrumba. El estado físico de la choza corresponde a un uso específico”.
Igor Kopytoff. La biografía cultural de las cosas: la mercantilización como
proceso.
El análisis biográfico, tal y como lo propone Koppytof, se centra en hacer evidentes las
formas de singularización que tiene o puede llegar a tener un objeto a lo largo de su
vida y del paso por cada una de sus fases. Para esto parte del hecho que un objeto
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que es considerado una mercancía puede serlo en un momento y en otro no, o ser
considerado por alguien como mercancía pero no por otra persona. Desde esta
perspectiva y en relación a los momentos que hemos establecido previamente para
estudiar el ciclo del consumo (y a la vez las formas de relación ser-objeto), hemos
propuesto para cada objeto tres fases, que corresponden a cada uno de los momentos
del ciclo del consumo: la primera una fase mercantil, correspondiente al momento en
que el objeto es una mercancía (lo que quiere decir que está determinado por
intercambiabilidad económica 4 ) y que desde la relación ser-objeto corresponde al
momento de la adquisición; una segunda fase denominada utilitaria, correspondiente al
momento en que el objeto resulta útil (física o simbólicamente) para hacer algo con él,
y que hemos hecho coincidir con el momento del uso; y por ultimo una fase terminal,
que corresponde al momento del desecho. Lo interesante del objeto es que su vida no
se agota en la fase terminal, por el contrario en esta etapa puede volver a ser útil e
incluso una mercancía con un valor comercial que puede ser más elevado que el
original. Cabe anotar, que por tal motivo, en esta última fase hemos ubicado lo
concerniente al fenómeno de las reapariciones5 mencionado en el capitulo anterior; ha
sido ubicado dentro de la fase terminal, y por esto dentro de las estéticas del desecho,
porque aunque las reapariciones representen una revaloración funcional o mercantil
del objeto desechado, éste no deja por esto de ser un desecho (continua siéndolo así
funciones o este a la venta), y a esto se refiere precisamente el concepto de
reaparición: a la de un objeto que vuelve a ser puesto en práctica luego de haber sido
desecho.
dónde proviene la cosa y quién la hizo? ¿Cuáles son las "edades" o periodos
reconocidos en la "vida" de la cosa, y cuáles son los indicadores culturales de estos?6
Para tal efecto –en la construcción del modelo de análisis biográfico- se han definido
tres tipos de preguntas: las primeras referidas a los modos de adquisición, no solo las
que se refieren al intercambio mercantil, sino también las que representan las
diferentes formas de adquisición e intercambio no monetario; el segundo grupo de
interrogantes, está referido a los modos de uso, haciendo énfasis en las formas de
singularización del objeto; y el tercer grupo reúne las preguntas que conciernen a la
fase terminal del objeto, a su expectativa vital y las formas de reaparición que presenta.
Estas preguntas necesitan obviamente de un interlocutor que hable por el objeto, por lo
que están formuladas a manera de entrevista, y para las cuales se propone la siguiente
guía que se anexa a continuación.
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Esta entrevista tiene por objetivo conocer la historia de un objeto y como los usos, el significado
y su forma cambiaron la forma de relacionarse física y mentalmente con él. La información
consignada será utilizada con el fin de comprender aspectos culturales a través de él; si usted lo
desea el origen la información puede permanecer en la confidencialidad.
IDENTIFICACIÓN
Complementar si es posible con una fotografía cuerpo entero de la persona.
Nombre
Género
Año de nacimiento
Ocupación
Nivel de estudio
Relación con el objeto
Primeras preguntas
Tiempo que lleva habitando la vivienda
Relación con los vecinos
Sentido de pertenencia al barrio
Expectativas sobre la permanencia en la vivienda
Introducción
Sin importar el hecho de que se use o no, de que sea nuevo o viejo, de que esté a la vista o
guardado, ¿cuál de los objetos de su casa considera usted que tenga un sentido especial por la
historia que tiene, o por representar aspectos importantes de su pasado, su presente, su
personalidad?
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¿Cuándo lo adquirió?
Fecha. Momento. Fase personal.
¿Dónde lo adquirió?
Ciudad. Punto de venta. Lugar.
¿Cuánto le costo?
Valor comercial. Dificultades para conseguirlo.
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¿Tiene algún significado para usted? ¿Qué siente por el objeto? Resemantización.
Referentes. Ideas asociadas. Sentimientos. Conceptos.
¿Tendría algún motivo para conservarlo aún cuando no tenga ninguna utilidad?
Conservación en desuso. Remercantilización. Recuerdo.
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Referencias
1
Andre Leroi-Gourhan. El gesto y la palabra. Pág. 300
2
Carmen Ascanio. Biografía etnográfica. En: Etnografía. Metodología cualitativa en la
investigación sociocultural. Pág. 209. Editado por Angel Aguirre Baztan.
3
, Igor Koppitof. La biografía cultural de las cosas: la mercantilización como proceso. En: La vida
social de las cosas.
4
Arjun Appadurai. Introducción: las mercancías y las políticas de valor. En: La vida social de las
cosas.
5
Juan Diego Sanín. Reapariciones. Revista Iconofacto. Universidad Pontificia Bolivariana.
Vol.1 N° 2.
6
Igor Koppitof. La biografía cultural de las cosas: la mercantilización como proceso. En: La vida
social de las cosas.Pág. 92
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-5-
ESTÉTICAS DEL CONSUMO
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manera ordenada pero otras veces no. Esto hace que algunos objetos pertenezcan a
varias tipologías, por que pueden presentarse en dos fases simultáneamente, o por
representar formas de apropiación similares pero en diferentes contextos. Así mismo
se debe advertir que esta clasificación no es la única, y que tampoco está completa, es
obvio que en la medida que el análisis avance y que las herramientas teóricas y
metodológicas se fortalezcan irán apareciendo muchos más, que incluso pueden
reordenar las tipologías que se han establecido. Lo interesante de este ejercicio no es
tanto mostrar un resultado, como demostrar la posibilidad que existe de estudiar la
cultura desde la manera en que los objetos son llevados a la práctica, puesto que en
esas puestas en práctica es donde se hacen visibles aspectos que de otro modo no lo
serían.
En las páginas que se presentan a continuación se espera dar respuesta –al menos en
parte- a la pregunta de cómo es qué los objetos son vividos.
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-5.1-
ESTÉTICAS DE LA ADQUISICIÓN
“…la tienda es una pared sociológica repleta de objetos. El ser refleja aquí su imagen
mediante el acto de la elección, y el vendedor mediante el acto de la presentación.”
“…ofrece objetos en masa, supuestamente <nuevos>, es decir, no utilizados,
esencialmente fuera de la esfera de la apropiación: los objetos, salvo en el sentido
jurídico y económico, no pertenecen todavía a nadie, ni siquiera al vendedor, que
quiere desembarazarse de ellos.”
A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 40
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Adquirir
La adquisición es por lo general un momento muy corto, un suceso instantáneo de
tanta intensidad que puede convertirse en una experiencia memorable, en recuerdo
para toda la vida. A excepción de compras extraordinarias como una casa, un carro o
un electrodoméstico, la situación de compra no dura más de unos minutos.
Los lugares para comprar, o los recintos ciudadanos de la era del consumo, son
escenario de las formas de vida urbana. Poco a poco éstos, junto a los sistemas de
transporte público y privado, se han convertido en los espacios públicos de la ciudad,
es decir, los lugares en los que la ciudadanía entra en contacto y se pone en escena,
son espacios que median entre la ciudad y sus habitantes, en ocasiones, más que la
misma calle.
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El hipermercado
El primer lugar en que se piensa en relación a la situación de compra es el
hipermercado: tiendas de gran formato, que ofrece una variada y extensa gama de
productos, servicios y experiencias (momentos memorables). Generalmente -a
diferencia de los países de donde es originario- los hipermercados latinoamericanos se
ubican en medio de zonas residenciales, ubicándose estratégicamente en lugares de
fácil acceso a través de medios de transporte masivo y particulares.
Desde su fachada, el hipermercado proyecta toda su identidad: las masas vehiculares, el ocio y la diversión,
el servicio, las promociones y el crédito. Al entrar al hipermercado el cuerpo y la mente se aíslan en todo
sentido del entorno. Almacén Exito. Bello – Antioquia.
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! Bienvenido a casa!, es el mensaje escrito que emite el ícono de una cara feliz que se exhibe en la entrada.
Sobre un vidrio los diagramas tachados de un perro, de una cámara y de un cigarrillo, indican las restricciones
que impone el lugar a sus visitantes, a cambio de esto pueden comprar y llevar a casa todo lo que quieran.
Cualquier inquietud será atendida en el "centro de servicio al cliente", cualquier pregunta encontrará respuesta
en "información", las sugerencias se escriben en formularios que se depositan en buzones, los seres queridos
que se habían perdido se reúnen de nuevo regocijados en el "punto de encuentro".
La experiencia del hipermercado se caracteriza por ser multitemática, desde los más
primario y natural: frutas y verduras hechas por Dios, hasta las creaciones más
agnósticas y sofisticadas como flores de plástico. De uno a otro de los extremos que
componen este espectro las mercancías se ofrecen a sí mismas a través de todo tipo
de registros, señales, marcas y posturas, que emiten llamados de atención a los
“comprandantes”.
Una vez dentro -y luego de haber tomado un carrito- lo único que se deben hacer los compradores es dejarse
llevar por el recorrido serpeante de los pasillos. A su paso se exhibirá de principio a fin el mundo, convertido en
mercancía. Además de mercancías: productos y servicios, el hipermercado y sus grandes marcas ofrecen
experiencias: momentos memorables por los cuales la gente está dispuesta a pagar.
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deambular por unos pasillos, por un recorrido que de algún modo ya es fijo. Las únicas
formas de apropiación del lugar son las del uso del espacio, unos usos que son
restringidos bajo normativas precisas, de ahí que las únicas marcas que el comprador
puede trazar sobre el espacio son las de su recorrido, complementadas a veces con
gestos inmóviles, sonrisas y miradas tenues.
Los plátanos verdes no se exhiben Maniquís sin cabeza exhiben de Flores plásticas de diferentes
en los racimos que vienen manera homogénea los colores motivos se exhiben en la sección
originalmente, a diferencia de que uniformaran la apariencia de hogar. Las flores naturales están
esto, y para brindar mayor las prendas de vestir para la ubicadas con las frutas y verduras.
comodidad se fragmentan en la temporada.
bodega en unidades de medida
menor.
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a la salida todo es nuevo, nada ha sido usado, y el más mínimo rastro de suciedad
desaparece de inmediato cuando tras una voz femenina que anuncia: "artículo dos caja
21", aparece tras una cortina una trapiadora que limpia al ritmo que le imprime una
persona de uniforme azul claro, que desaparece sin dejar rastro en cuestión de
segundos por donde vino.
Las canastillas dejadas al paso de Canecas con tapas de cuatro “Artículo dos” es el nombre con el
los compradores por los pasillos diferentes colores establecen las que se conoce a la trapeadora
del almacén, junto con los normativas en cuanto a la dentro de los códigos lingüísticos
productos abandonados que eliminación de desechos, de llegar del hipermercado.
contienen son recogidos y puestos a producirse alguno se
de nuevo en orden: las canastillas estandarizará tanto como cualquier
a los puntos donde se suministran mercancía.
y los productos a sus respectivas
estanterías.
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Una porción de cinco chorizos es Ante la irregularidad de su forma Una bandeja de icopor y una
sometida a los patrones estéticos tanto individual como en conjunto, película de papel vinelpel
del hipermercado para poder ser las estrategias comerciales que se bloquean el aroma del pescado
comercializada dentro del recinto encargan de dar marca a frutas crudo para que no pueda ser
del fruver. Se les ha marcado como el banano consisten en la percibido por los dispositivos
como “chorizos de la casa”, se les adhesión de un sticker que olfativos del comprador, a cambio
ha asignado un valor exacto según nombra y codifica el producto, de esto la transparencia del
su peso en gramos, tan preciso haciendo que ingrese con honores envoltorio sumado a la intensidad
que resulta inexacto al universo mercantil. lumínica del entorno resaltan los
operativamente en el momento de colores y las formas perfectas del
la transacción (4730 pesos), una animal, aunque éstas varían
fecha de caducidad, una notablemente con la apariencia
advertencia y un código de barras que adquirirá a la hora de ser
complementan el proceso de comestible.
homogenización.
Por medio de los empaques y de su posición las mercancías generan deseo en los
compradores. A pesar de esto, muchos de ellos vienen ya decididos, motivados por
publicidades televisivas, radiales o impresas, en todos los casos masivas y presentes
en cada rincón de la ciudad.
Los productos en oferta son apilados formando pirámides y otras figuras geométricas que generan un
espectáculo estructural con las mercancías. Sobre formatos gráficos preestablecidos institucionalmente, se
escriben a mano, pero con una tipografía homogénea los precios que informan sobre el precio de los productos
en oferta.
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Una por una es seleccionada y puesta dentro del carro, en el interior de la canasta o
llevada en la mano hasta la caja registradora, donde luego un cordial saludo una por
una pasan por el lector infrarrojo que captura su precio, y también la identidad del
propietario de la tarjeta de puntos. El valor de la transacción aparece escrito en la
pantalla de la registradora con números compuestos por líneas verdes sobre un fondo
negro, en la pantalla del datáfono la frase "transacción exitosa" o "transacción
aprobada" dependiendo de si el pago se hace con débito o crédito, informa que la
adquisición finalizó, los objetos han sido desmercantilizados, están listos para entrar en
uso.
Además de estos gloriosos lugares, existen otros para comprar que no representan
tanto las formas de vida urbana como si las comunales, las que se dan cuando las
personas viven en comunidad. Lugares como una tienda de barrio, como una plaza de
mercado o un punto de venta callejera resultarían ser profanos comparados con los
templos del centro comercial o el hipermercado, sin embargo son esos lugares no
sagrados los que mejor definen la experiencia de compra de ciudades “en vía de
desarrollo”, y son éstos los que representan los rasgos culturales en que se reflejan los
modos de adquirir las mercancías.
En las tiendas de barrio, así como en las plazas de mercado se recrean formas de
sociabilidad campesina, que siguen vigentes luego de un centenario de la
modernización o industrialización de la ciudad. En estos lugares el desorden y la
informalidad dan pie a formas de relación social más emotivas, y por lo tanto a
maneras de comprar más espontáneas donde la normatividad del mercado desaparece:
cuentas que se pagan a fin de mes, descuentos, e incluso regalos son frecuentes en
este tipo de lugares.
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La plaza de mercado
Un escenario comercial de la cultura popular que prevalece en el tiempo, y convive con
las postmodernas tiendas de gran formato es la plaza de mercado. Espacio en el que
una oferta igual o incluso más amplia que la del hipermercado se pone en venta bajo
otros sistemas e ordenación. En la plaza las políticas del valor son otras y las estéticas
mercantiles contrastan con las del hipermercado.
Amontonados de manera
desordenada y amarrados con
cadenas y candados a una barra de
metal, los inmensos carros de la
plaza de mercado se ofrecen en
alquiler para los visitantes, quienes
además del servicio adquieren la
experticia compañía de su conductor.
En los comienzos del siglo XX, la Plaza de Cisneros marco la actividad comercial de la
ciudad de Medellín, estableciendo un flujo constante -apoyado en el Ferrocarril- de
entrada y salida de mercancías. Estas formas "primitivas" de comercialización, en las
que los bienes y servicios son puestos en venta a través de formas de presentación
espontánea e incluso primaria, sobreviven hoy en diferentes plazas de mercado.
Aunque con mermada importancia estos lugares estructuran todavía formas de
socialización comunal en el entorno urbano gracias a las formas de participación que
permiten a los ciudadanos.
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Al interior de la plaza de mercado Pasillos descubiertos que lucen Por los pasillos de la plaza se
se puede acceder desde muchos mojados en días de lluvia son siente el bullicio que generan las
puntos y con pocas restricciones, frecuentes en estos espacios voces que promocionan as
dando autonomía al comprador en comerciales. No existe en estos mercancías, mezcladas con las
la manera que configura sus entornos un aislamiento radical del preguntas y el constante recateo
recorridos. entorno exterior, por lo que de los compradores.
siempre queda la sensación de
estar afuera y adentro al tiempo.
Racimos de plátano verde son El transporte interno de alimentos A diferencia de la gran variedad de
descargados desde un automóvil se realiza por medio de rusticas componentes que se pueden
particular en horas de la mañana. carretas de madera que llevan las encontrar en los desechos de un
En el mismo momento y lugar en mercancías de un punto de venta a hipermercado los de la plaza son
que se descarga comienza a ser otro entre guacales. principalmente orgánicos,
comercializado. demostrando la naturaleza
primigenia de su oferta.
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plaza se llegó primero a pie y hoy en día por medio de los dispositivos de transporte
público.
La decoración general del lugar y Una estatua de la Virgen María, Personas de todos los estratos y
de cada punto de venta refleja acompañada de dos ramos de de diferentes edades circulan por
más que la promesa de marca del rosas no perennes, sacralizan una los corredores de la plaza
local los rasgos estéticos de la carnicería que ofrece sus cargando entre canastas o
cultura popular, manifestados en productos en la Plaza de Florez de costales los productos que han
elementos de la icnografía Medellín. comprado.
religiosa de los habitantes de la
ciudad.
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iniciar un recorrido comienzan un paseo, cuyo trayecto y duración puede variar en cada
visita, dependiendo de las estaciones que se realicen o los inconvenientes que puedan
aparecer en el camino.
Las mercancías se distribuyen por pisos y secciones, cuyos límites y diferencias nunca
son del todo claros. La plaza es un laberinto sin solución premeditada, cada comprador
que la visita dibuja son su trayecto sobre el espacio nuevas posibilidades de recorridos
comerciales, el éxito que tenga en cuanto a la satisfacción de su demanda depende en
parte del conocimiento previo y de las destrezas desarrolladas en las anteriores
vivistas. Lo que en el hipermercado es evidente acá en la plaza tiene que ser
aprendido.
En la planta baja de la Plaza de Florez en el Centro de Medellín las verduras son exhibidas en los mismos
costales que se recogen en sus lugares de origen, algunas se reempacan en bolsas o se ofrecen de manera
individual. Como constante siempre carecen de marca, de información técnica o nutricional.
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Pares de zapatos ya usados por Carcazas metálicas de fogones de Prendas de todos los estilos, de
alguien, y que han sido reparados gas que han sido descuartizados diversas tallas y en distintos
y lustrados se ofrecen a módicas para ser vendidos como repuestos estados de conservación se
sumas en la sección de ropa se exhiben con rastros de mugre y exhiben dobladas dentro del
usada de la Plaza Minorista. oxidación sobre el piso de un Cambalache, un local de ropa
Medellín-Antioquia. pasillo del Centro Comercial usada que alude con su nombre a
Medellín. las formas de comercialización
alternativa que tienen a
disposición.
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canasto, algunos de fique, otros de material sintético. De las transacciones que han
acontecido no queda registro alguno.
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La calle
La calle es un lugar propicio para adquirir todo tipo de bienes y servicios. Comprar de
paso, mientras se va de un lugar a otro, caminando, en medio del transporte público o
desde un vehículo son diferentes modos en los que se puede presentar esta opción.
Las ventas callejeras son un recuerdo vivo de los mercados de domingo que se
realizaban a principios del siglo XX en la Plaza Principal de la ciudad, donde las
mercancías -principalmente alimenticias- eran comercializadas en improvisados toldos
que recreaban un gran mercado. En estas formas primitivas de intercambio comercial
callejero, el consumo -como participación en la oferta del mercado- comenzó a
establecerse como una forma primordial de socialización, un ritual de participación
social colectiva, que a pesar de presentar rasgos rurales y comunales, se convirtió en
el tiempo, en la principal actividad directa e indirecta de cohesión social en los entornos
urbanos. Hoy en día las ventas callejeras son un rasgo propio y predominante de la
ciudad, de su espacio público y en general de los entornos urbanizados, más que un
ritual de cohesión y participación esta forma de comercio refleja en sus dinámicas y en
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las mismas situaciones que genera la esencia del estilo de vida urbano: el transito, la
movilidad como estructura, el desconocimiento de los demás, la individualidad y el
anonimato en medio de la multitud.
Las ventas callejeras pueden tener ubicaciones fijas y estar siempre en un lugar
determinado, influyendo en los recorridos de los transeúntes, quienes las incluyen
como puntos de referencia o de estación en sus caminatas, pero en otros una
característica constante es su constante movilización, en éstas más que una ubicación
hay un trayecto que dibuja sobre la ciudad las marcas constitutivas de los territorios
comerciales ambulantes.
Punto de venta fijo compuesto por Venta estacionaria de aguacates; Punto de venta ambulante de
una estructura de madera los mismos elementos que se pasabocas y golosinas logrado por
emplazada sobre el espacio utilizan para su exhibición medio de la adaptación de un
público. Ha sido pintado con los (canastas y trozos de tela carro de hipermercado.
colores representativos del sintética) son los que permiten su
Municipio de Envigado (Antioquia) transporte.
para hacerse pasar por
institucional.
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La ordinariez de una caneca de La deteriorada estructura de un Una carreta desechada del sector
pintura que se arrastra sobre una coche de bebes es transformada de la construcción es
estructura rodante de madera, es en punto móvil para la venta de implementada en labores
disimulada con un forro que tiene tintos en el centro de la ciudad. comerciales a través de la venta
la figura de un conejo y bombas de bananos.
de colores a las que se ha pintado
un rostro. Ordinariez y decoración
se combinan en un punto de
venta.
La "compra de paso" es por lo general impulsiva, determinada por la aparición sorpresiva de un producto, del
cual se informa su precio y otros tantos atributos a gritos, o por medio de demostraciones improvisadas en las
que se ponen a prueba sus propiedades.
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Calculada con la exactitud que da Sin empaque, ni estrategia de Sin importar las muestras de
“el ojo” una libra de zanahorias de protección, ni ningún tipo de descomposición o los imperfectos
formas irregulares y colores conservación mayor a la sal físicos que puedan presentar estos
opacos, es exhibida dentro de una espolvoreada diferentes productos plátanos apilados se venden por
coca de plástico en la acera de la marinos se venden en medio de mil pesos la pila.
calle Bolívar. una calle del centro en la que las
normas de higiene creadas por el
mito urbano desaparecen.
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El deseo que generan las mercancías en la calle es primario y primitivo. Los alimentos
se exhiben revueltos en cajones, amontonados en pilas estructuradas por su misma
forma, se transportan en carretas o en guacales. Las tipologías de bienes que se
ofertan abundan: accesorios, electrodomésticos, utensilios de limpieza y elementos
domésticos se exhiben a través de elementos colgantes o tirados en el piso.
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Los objetos
A pesar de la gran variedad que existe en cuanto a formas y lugares para adquirir un
objeto la situación de compra siempre está concebida como un momento de
intercambio mercantil, lo que hace que en todos estos lugares, desde los más
sofisticados hasta los más populares, siempre aparezca la mercancía como
protagonista de los intercambios comerciales.
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En el marco del análisis que hemos venido tratando, los atributos mercantiles de un
objeto, coinciden con los que hemos definido como rasgos del objeto producido: un
objeto representable y mensurable, tanto en sus propiedades físicas y simbólicas como
en su valor, reconocible e identificable a través de la marca de su fabricante y ante
todo un producto nuevo. Las apreciaciones de Appudarai abren sin embargo otra
perspectiva, la de considerar como mercancías objetos que a través de las dinámicas
del consumo (y no de la producción) se sitúan por un momento en una fase mercantil,
sin tener por esto que ser el resultado de ningún sistema de producción cultural, sin
necesidad de estar nuevas o en buen estado respecto a su funcionamiento.
Así como existen otros lugares para comprar, diferentes a los templos del consumo, lo
adquirido no tiene que ser necesariamente comprado, ni estar representado por una
mercancía. Existen deviersas formas de comportamiento a la hora de adquirir un objeto.
En un principio se pensaría que la oferta del mercado lo abarcaría todo, que lo
ofrecería todo, sin embargo su enfoque -por ejemplo el del centro comercial- está en
ofrecer productos suntuosos, para compradores ideales, por lo que los deseos y
necesidades básicas de los compradores reales y los objetos que las suplen tienen que
ser conseguidos en otras partes o de otras formas, pues en ocasiones son objetos que
nadie ha producido, y el consumidor tiene que arreglárselas como pueda.
La mayoría de objetos que pueblan los territorios de la vida cotidiana son adquiridos de
maneras profanas respecto a la norma oficial de la sociedad de consumo, que
determina el intercambio de objetos económicos por dinero, en transacciones de
carácter más comercial que social, como el más correcto. Incluso algunos de esos
objetos que se adquieren cotidianamente no son en sí mismo objetos sino cosas
objetualizadas y colocadas en estado mercantil. Otro tanto de lo que se tiene ha sido
heredado, encontrándose dentro de estos objetos provenientes de vivos o muertos,
muebles, utensilios de cocina y vestidos. Existen además objetos que se adquieren al
cambiar unos por otros, reviviendo formas de adquisición tan primitivas como el
trueque. También están aquéllos que se compran de segunda, ya usados por
desconocidos, y también los propios que se revenden.
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Objetualizados (mercantil)
En este caso se analiza la objetualización como un proceso de mercantilización a
través del cual diversos elementos naturales entran por destino al comercio
adquiriendo a parte de su estructura, atributos funcionales y comunicativos que lo
convierten en objeto, siendo extraídos del entorno natural para entrar a hacer parte de
las configuraciones de la cultura material. En otro momento (en las estéticas del uso)
se analizará éste mismo fenómeno no desde lo mercantil sino desde lo utilitario, es
decir, cuando es el uso (acción que convierte el objeto en útil) el que hace que lo
natural se transforme en objeto.
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En el fruver del hipermercado las En la plaza de mercado, en un En la calle un punto de venta fijo
hojas de bijao se comercializan por establecimiento que se venden ofrece diferentes plantas y
paquetes que presentan el exótico diversos productos esotericos, se semillas. Las funciones mágicas y
producto en unidades homogéneas ofrecen –colagadas al revés- medicinales que se atribuyen a
y estandarizadas. Las propiedades plántulas de penca sábila. Con sus esos elementos naturales, hacen
físicas de esta hoja se convierten hojas se pueden preparar que las personas los conviertan en
en las propiedades funcionales de productos caseros con fines mercancías.
un excelente empaque de medicinales y cosméticos; al
comidas. parecer estos atributos han
generado en las personas la
creencia en sus poderes mágicos
para proteger un lugar,
colocándola para esto cerca al sitio
de la entrada.
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Imitados
Los productos imitados que se analizan a continuación se consideran registros de la
estético del consumo, porque más que ser una estrategia de la producción oficial, es
una táctica de la que se valen productores no oficiales y consumidores para colocar las
adversidades de la sociedad de consumo y el mercado de masas a su favor, pudiendo
de este modo participar –a su manera- en sus dinámicas.
Los estilos de vida, idealizados por la cultura dominante del consumo de masas, se
han encargado de idealizar en sus pautas de compra algunas marcas, como las más
representativas de las mercancías que definen la época. Son las elegidas para
representar la identidad de la cultura mundializada, convirtiéndose en iconos de niños,
jóvenes y adultos, quienes compran al ritmo que éstas imponen. Las marcas se han
convertido metafóricamente en los estados de la globalización, y así como antes la
identidad, o la nacionalidad estaban determinadas por los estados de los países, hoy
en día, en un mundo sin fronteras territoriales, las marcas comerciales definen esos
vínculos que unen e identifican a las personas como parte de algo. El hecho de que las
principales marcas, o las idealizadas por la era del consumo, sean culturalmente
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mundiales, no significa que por esto no sean susceptibles de ser apropiadas por
sociedades locales, y vueltas a hacer en todo el sentido de la palabra, adquiriendo en
este proceso nombres y representaciones gráficas levemente diferentes que se
materializan en unos tenis marca Escamoso All Sports, que recuerdan en su logotipo
los mundialmente reconocidos Converse All Stars. Las pilas marca SQNY o las
plantillas para zapatos abidas, son algunos de las mercancías que componente esta
tipología.
Los referentes morfológicos de El sutil cambio de la “O” por la “Q” Unas plantillas de zapatos marcas
“Converse All Stars” son en estas pilas “AAA” hacen que su “abidas” que se venden en la calle
combinados con los del nombre de nombre (SQNY) al ser por 800 pesos, pretenden dar al
una popular novela, juntos sirven impronunciable, remita la mente zapato en el que se coloque una
para crear una nueva marca de del comprado de manera inmediata personalidad un tanto distinta con
tenis: “Escamoso All Sports”, los a la imagen y nombre del producto cierta similitud a la marca alemana
cuales se comercializan en un original. “adidas”.
mercado callejero. Se genera así
una estética internacional en la que
se articulan las marcas
tradicionalmente norteamericanas
con la idiosincrasia popular de las
novelas colombinas.
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que la intención del productor sea reconocida, mucho menos por el consumidor de otra
cultura.
La criollización tiene como una de sus formas de representación, el fenómeno del “re-
made”, que consiste en que los productos "Made in Usa" se vuelven "Re-Made in
Japan" (en el sentido que son japonizados), o "re-made in South Africa" y de esta
manera adquieren nuevos usos y significados alternativos con cada nuevo borde
cultural que atraviesan. Los productos imitados de los que venimos hablando se
relacionan también con este fenómeno en un sentido amplio, pues demuestran cómo
esas apropiaciones no son sólo comunicativas o semánticas, sino que en el caso de
las marcas que analizamos como ejemplos, llegan a tocar la dimensión estructural, sin
perder el sentido de la estructura original que se imita, convirtiéndose más bien en
marcas nuevas, que representan tanto en sus grafismos, como en los productos que a
través de ellas se comercializan, las marcas propias de la criollización: Jefferson &
Jefferson, Ardren for men o Panasuanic, marcas híbridas que materializan los
contactos mercantiles y culturales entre lo global y lo local.
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Remercantilizado
La remercantilización es un fenómeno que consiste en la reactivación mercantil de
objetos que se encuentran en un estado en el que no son propiamente mercancías. No
consiste en ninguna de las formas de mercantilización por metamorfosis o desviación
que describe Appadurai en su texto sobre las políticas del valor, pues en este caso
estamos hablando de objetos –como un equipo de peluquería, una caja de dientes o
una silla de oficina- que regresan a esta categoría, suponiendo entonces que en algún
momento de su vida estuvieron en dicho estado mercantil al que han regresado, son
más bien ex-mercancías que retornan a las dinámicas del comerciales.
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En un local de antigüedades, unos Un teléfono de disco para colgar Diferentes motivos de relojes de
frascos que se remontan a la en la pared, se ofrece como cuerda que no funcionan y en los
época en la que la leche se antigüedad a pesar de estar que se aprecia un evidente estado
comercializaba en envases de descompuesto y no servir más que de deterioro se ofrecen –a pesar
vidirio, han sido desviados de su de adorno. de esto- comercialmente como
carácter institucional y llevados a mercancías.
una fase mercantil en la que se
han convertido en reliquias.
Entre un frasco de vidrio, en el que muy En el pasaje peatonal que atraviesa al barrio San
probablemente hubiera antes salsa de tomate, se Benito, en Medellín, una silla de oficina que se
exhiben actualmente las cajas de dientes ya usadas vende de segunda, sirve para sostener el anuncio
que se venden en la Plaza Minorista de Medellín. Allí de un local comercial de objetos usados entro los
mismo se reparan y fabrican. que se destaca el mobiliario de diferentes tipologías.
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Sobre la carrera Séptima, en Bogotá, una venta callejera de libros usados rompe con las barreras creadas por
las normas de clasificación de las librerías, para poder ofrecer libros de todo tipo, época y calibre revueltos y a
1000 pesos cada uno, con la misma ausencia de orden discos de “Julio Iglesia”, “Cuco Valoy” y “El Gran
Combo” se ofrecen a 2000 pesos. En la misma acera, y sin ningún tapujo, el “amlodipino”, la “metmorfina”, la
“lovastatina” y otras medicinas se venden sin necesidad de presentar muestra médica.
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Panorama comercial del sector de compra y venta de ropa usada en Plaza España, Bogotá. Escenario de la
crónica “Historias nuevas para la ropa vieja” de José Navia.
Bolsos de zuncho usado, incensarios fabricados con latas de suplementos vitamínicos y aviones decorativos
elaborados con latas de cerveza son algunas de las mercancías que utilizan como materia prima materiales de
desecho.
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Las partes de diferentes electrodomésticos descuartizados (licuadoras, hornos y teléfonos monederos) vuelven
al ciclo del consumo en el Centro Comercial Medellín (Plaza Minorista) ofrecidos comercialmente como
repuestos que revivirán objetos descompuestos.
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Heredado
La herencia es una forma de intercambio no monetario y restringido (de él sólo
participa un reducido número de personas), en el que el paso de objetos (generalmente
ya usados) de un propietario a otro se realiza generalmente entre personas de una
misma familia o en grupos que se encuentran unidos por fuertes vínculos afectivos,
representados en el hecho de compartir los objetos, de hacer que pasen entre ellos de
mano en mano (tanto que se diluye el sentido del propietario original) cristalizando en
su morfología –más que funciones- sentidos y significados. Son, por este motivo,
objetos des-mercantilizados, y protegidos del estado mercantil, al ser valorados más
como símbolos que como objetos representativos de valor económico, o incluso en el
tiempo, de una función.
Dentro de esta categoría de objetos heredados se encuentran objetos que han sido adquiridos, no como
nuevos (seria un regalo y no una herencia) sino ya usados∗ y a cambio de nada: un uniforme del colegio “La
enseñanza” usado por las hermanas mayores, el ajuar con el que todos los hijos y nietos de la familia Duque
han sido bautizados.
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A diferencia del regalo que es el claro reflejo de un ritual social, asociado al intercambio
simbólico, y anclado muy fuertemente a eventos, fechas y motivaciones impulsadas por
el comercio y el mercado, la herencia está marcada por ritos de paso, asociados a
etapas de transición en la vida de las personas: el uniforme es entregado a las nuevas
generaciones luego de finalizados los estudios; un anillo es recibido para ser usado en
el matrimonio; los objetos ordinarios, y por lo tanto no incluidos en el testamente del
difunto, son repartidos entre sus más allegados.
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Regalado
El obsequio, o mejor la acción de obsequiar representa el ritual social del intercambio
de regalos, que consiste en intercambiar mercancías (unas por otras) a través de un
compromiso tácito y de una relación cambiaria inconexa y discontinua, en la que el
intercambio como tal, tiene lugar entre lapsos de tiempo que hacen que la relación que
propicia entregar otro obsequio a cambio, se extienda y no tenga un final determinado,
distinto al trueque en el que el intercambio es inmediato y la relación generada por éste
es terminal, permaneciendo sólo por el tiempo en que se realiza la transacción. A
diferencia de la herencia que está representada por objetos usados que pasan de
propietario en propietario permaneciendo siempre en la fase utilitaria (cabe recordar
que éstos nunca son desechados), el regalo se encuentra en un estado mercantil
(representado usualmente por un producto nuevo) del cual es desactivado para ser
convertido en obsequio.
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Dentro de la categoría del objeto regalado se encuentran aquellos objetos que son
adquiridos al ser recibidos de manos de otras personas como obsequio, casi siempre
en el marco de un ritual de cohesión social, ligado siempre a la celebración de un
evento particular de carácter colectivo o individual, y que puede tener un carácter
festivo o sagrado pero por lo general impulsado comercialmente. Los regalos
intercambiados dependen directamente del tipo ritual que se celebra, a su vez el
significado del rito que se transfiere al objeto atribuyéndole así un carácter diferente a
su sentido original.
En vísperas al “Día de la
madre”pequeños avisos que
sobresalen de la estantería de
un supermercado motivan a
los visitantes a comprar un
regalo para mamá. Mejor si es
uno de los productos
anunciados en la revista
publicada para tal fin.
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A pesar de que Appadurai piensa que los obsequios suelen ser concebidos en rigurosa
oposición al espíritu calculador, egoísta y orientado de la ganancia mercantil,
precisamente por el espíritu de reciprocidad, sociabilidad y espontaneidad con el que
suelen ser intercambiados8, los contextos que determinan actualmente estas formas de
intercambio tiene fuertes connotaciones comerciales y publicitarias. A pesar de esto se
debe reconocer que la transmisión de los obsequios, además que vincula objetos a
personas e introduce el flujo de las cosas en aquél de las relaciones sociales, es algo
que está mediado más por la sociabilidad que por el dinero.
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Cambiado
El objeto cambiado es aquél que se obtiene a través del trueque. Ésta es la forma de
intercambio mercantil en el que la circulación de cosas está más divorciada de las
normas sociales, políticas y culturales (...) puede verse como una forma especial de
transacción comercial; una forma en la cual, el dinero no desempeña ningún papel, o
uno completamente indirecto (como mera unidad contable)9. A diferencia del regalo,
forma de intercambio en la que se establece una obligación de recibir algo a cambio de
manera tacita e inconexa respecto al tiempo, el trueque exige el intercambio inmediato
de una cosa por otra, generando una transacción terminal.
El objeto intercambiado –que bien puede ser nuevo o ya usado- se caracteriza desde
el punto de vista de los modos de adquisición, por que para ser cambiado, debe entrar
en una especie de fase cambiaria (similar a la fase mercantil en la que el intercambio
está restringido al dinero), en la que está determinado por la posibilidad de ser
cambiado, no por dinero como en el caso de las mercancías, sino por otro objeto.
Como el caso de los brazaletes y collares que intercambian los massim de Nueva
Guinea a través del sistema kula, los objetos cambiados pueden permanecer en una
fase de intercambiabilidad permanente, de la cual salen o son extraídos
ocasionalmente con fines simbólicos más que funcionales, desapareciendo así el
sentido mismo del objeto (de lo qué él es, para lo qué sirve, y lo qué significa) para
estar definido por su capacidad de representar los vínculos sociales que existen entre
las personas que participan del intercambio. Al igual que los collares y brazaletes que
circulan por el kula, los objetos intercambiados tienen biografías extensas y
enriquecidas por las formas de relación que tienen con cada propietario, así como por
las diferentes apropiaciones a las que es sometido.
Como en estos casos lo que define el valor del objeto no es el hecho de poder ser
adquirido por cierta cantidad de dinero, sino la posibilidad de apropiarse de él al
intercambiarlo, es sometido a escalas de valoración en las que se fija aleatoria e
inconscientemente una unidad de medida para el cambio. Este “precio” o el “valor” que
se fija para la transacción, pueden establecerse según el material del que está
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Referencias
1
DELGADO, Manuel. Disoluciones Urbanas. Universidad de Antioquia.
2
APPADURAI, Arjun. Introducción: las mercancías y las políticas del valor. Pág. 32
3
Klaus Roth. Material culture and intercultural communication.
4
David Howes. Cross-Cultural consumption: Global markets, local realities. London, Routledge.
1996
5
José Navia. Historias nuevas para la ropa vieja. Editorial U. de A.
∗
Aunque la herencia esté representada por objetos que son usados más de una vez, o incluso
muchas veces, no es considerada una forma de reuso, pues este concepto –bajo los términos
de la estética del consumo- implica que el objeto haya sido desechado antes de volver a ser
usado. A diferencia de esto, la herencia nunca margina al objeto de su fase utilitaria,
permaneciendo siempre dentro de las esferas del uso.
6
Igor Koppytof. La biografía cultural: la mercantilización como proceso. Pág. 95.
7
Abraham Moles. Teoría de los objetos. Pág. 153
8
Arjun Appadurai. Introducción: las mercancías y las políticas de valor. Pág. 27
9
Arjun Appadurai. Introducción: las mercancías y las políticas de valor. Pág. 26
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-5.2-
ESTÉTICAS DEL USO
“De todos los objetos, los que ya han servido son los más queridos para mi. Útiles
para muchas cosas, modificados a menudo, mejoran su forma y resultan
preciosos por frecuentemente apreciados” Bertold Brecht
A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 85 (epígrafe).
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Usar
La relación de uso que se tiene con un objeto no es una experiencia única y
prácticamente instantánea como la de la adquisición, y aunque puede existir una
ocasión de uso excepcional, como la primera vez que se usa algo, esta instancia en la
relación ser-objeto transcurre –por lo general- a lo largo de momentos y ocasiones que
se convierten en el sustrato de la vida cotidiana. El uso puede representar entonces un
momento tan extraordinario como ordinario, y los registros materiales que quedan de
éstos, están determinados por el tipo de vínculo que se tenga con el objeto, lo que se
“haga con él”, o dicho de otro modo, según las formas en que haya sido apropiado.
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La vida cotidiana transcurre a través de diferentes situaciones, y cada una de ellas está
constituida por una o varias actividades en las que las personas despliegan las
cadenas de acción que les son propias. Sobre las situaciones –decía E. T. Hall- que
eran sus entramados y las maneras en que son desarrolladas, los elementos que
constituyen la unidad para el estudio y la comprensión cultural2. Es entonces, a través
de las situaciones de uso, o de los momentos en los que “se hacen cosas” y “se hacen
de un modo”, donde salen a relucir las maneras en que se exterioriza la sensibilidad
humana, a través –en este caso- de la relación que tienen las personas con los objetos
usados; estas sensibilidades quedan plasmadas en los diferentes paisajes de objetos
que se configuran como escenarios de la cotidianidad.
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Lugares
Los objetos –dice José Luis Pardo- predisponen a que en cierto espacio suceda algo, y
a su vez, de los acontecimientos que suceden allí sólo se sabe por las huellas
materiales que quedan de lo que aconteció. A través del uso los espacios prefigurados
pueden reafirmar su naturaleza o función primaria, pero también a través del uso se
pueden llegar a configurar espacios de naturaleza diferente a la prevista. Más que
espacios para usar, o predispuestos para ser usados, podemos decir que es el uso el
que genera la condición de lugar, dando una idea de lo que allí sucedió y sucederá,
convirtiendo a la vez un espacio anónimo en una especie de máquina para hacer algo:
máquinas para habitar, máquinas para transitar, máquinas para descansar y
entretenerse.
Más que para ser habitada –como dijera Le Corbusier- la casa es más que una máquina una gran
fábrica en la que cada lugar se convierte en una pequeña máquina con funciones determinadas.
Además de funciones mecánicas, estas máquinas domésticas, cumplen tareas simbólicas.
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Domésticos
El uso delimita, designa y define toponímicamente los espacios de la existencia
humana, los de la vida cotidiana. Son las marcas que el uso deja en cada lugar, las
que definen las diferencias entre lo público y lo privado, las que establecen territorios
en la calle o en la casa. A la vez las cadenas de acción, los gestos y posturas que
constituyen cada puesta en práctica pueden ser vistos como los ritornelos que
organizan las fuerzas del caos, nivelándolas y ritmándolas en un conjunto armónico y
organizado, de espacios convertidos en lugares, y del tiempo convertido en eventos.
Los objetos y los usos que hacemos corresponder a cada uno (usos que no tienen que
ser activos, pueden ser simplemente de culto o contemplativos) se convierten en las
marcas que dan sentido y permiten que los lugares sean reconocidos. La casa por
ejemplo, está definida por los usos que hacemos de sus espacios: se cocina, se
consumen los alimentos, se almacenan las propiedades, se mira televisión, se duerme;
reconocemos la casa, el hogar o el sentido de lo doméstico en los espacios que
materializan los hábitos que reconocemos como domésticos.
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Sobre un plato ovalado, decorado En los entornos laborales, en las En un lugar marginal de la ciudad:
con pinturas de flores en los horas de almuerzo, cocas, frascos una zona verde debajo de un
bordes, se sirve una “bandeja y otros elementos contenedores, puente sobre un riachuelo, al cual
paisa”, tradicional alimento propio despliegan sobre las áreas no llegan ni la cortesía, ni los
de restaurantes urbanos y rurales. comunes comedores transitorios modales de etiqueta, dos latas
La complejidad que implica el uso con una duración aproximada de vacías sirvieron la noche anterior
de diferentes platos y cubiertos se 50 minutos. La necesidad para la preparación y el consumo
reduce en esta escenificación de la imperativa del transporte y la de lo que fue la comida: arroz y
mesa servida a un solo útil, que conservación modifica por caldo. Los procesos propios a la
genera además de un paisaje completo las morfologías de los preparación de alimentos
“típico”, una puesta en escena utensilios que se implementan en desarrolladas en el espacio público
particular en el momento de comer la configuración de la mesa servida sin utensilios propiamente de
(revolverlo todo) que caracteriza en el trabajo. cocina, dejan entrever la esencia
los hábitos alimenticios de la primitiva y humana de estas
sociedad antioqueña. actividades.
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En cuanto a las configuraciones del espacio doméstico Andrew Skuse relata como en
Afganistán el radio es un objeto que diferencia socialmente a las personas al ser un
indicador del estatus, y como este modo de interpretación del objeto le confiere –en el
espacio doméstico- un lugar especial (semejante a un altar), diferentes cuidados
(permanecen cubiertos con mantas y sólo son descubiertos para ser usados) y
diferentes tipos de decoración a sus alrededores (generalmente flores de plástico y
fotografías retocadas a mano, de familiares martirizados durante la jihad) 4 . Esto
demuestra, que los objetos no son usados solamente para lo que sirven, sino que a
través de ellos se tiene la oportunidad de proyectar aspectos propios de las formas de
vida de las personas.
En nuestro contexto por ejemplo, los usos que se le dan a la nevera, reflejan patrones
estéticos de manera similar al radio en Afganistán. Es común que sobre la superficie de
las puertas de este electrodoméstico, tomen forma a través de diferentes elementos los
rasgos de las formas de vida del hogar que habitan, encontrando dentro de estas
formas de apropiación elementos que ponen en evidencia los vínculos entre las
personas, a través de notas que se dejan unos a otros; los patrones de gusto del hogar,
a través de las decoraciones imantadas que se colocan; así como parte de sus hábitos
alimenticios, en los adhesivos e imanes que promocionan ciertos tipos de domicilio;
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mientras que en las neveras de los estratos 2 y 3 los elementos que se encuentran son
por lo general decorativos, en el 5 y 6 la decoración pasa a un segundo plano y se le
da relevancia a información sobre domicilios de comidas y de productos farmacéuticos,
quedando materializados en estos registros esas formas de vida de las que hablamos.
El análisis del uso de un objeto, abarca también los momentos en que no es usado.
Por lo que parte del uso está en asignarle un lugar a las cosas: "el puesto del objeto",
que muy seguramente tendrá que compartir con otros de su misma clase y tipología.
La colocación, o las estructuras de colocación, pueden definirse como la manera en
que es valorado un objeto, ya sea por su función o por su significado, se hace evidente
según el lugar donde se le coloca, o del puesto que se le asigna, en relación a los otros
objetos con los que comparte un espacio o un propietario; de este modo algunos
artefactos aparecen en constante exhibición como si fueran trofeos, otros en cambio, a
pesar de ser altamente valorados permanecen casi toda su vida guardados en un
oscuro cajón, del cual sólo salen en ocasiones especiales. Las colocaciones y
acomodaciones de los objetos cuando no están siendo usados, hacen también parte
de lo que hemos llamado paisajes domésticos, y que son “ensamblages”
(‘assemblages’) en los que se materializan rasgos colectivos de la cultura.
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Públicos
Así como existen los que hemos llamado paisajes domésticos: configuraciones de la
cultura material que dejan ver las formas en que la casa como construcción es puesta
en práctica, aparecen también entro de los usos del espacio público lo que llamaremos
paisajes urbanos, y que consisten en aquellas configuraciones que reflejan
materialmente los estilos de vida urbanos. El espacio público a pesar de ser concebido
como un espacio de tránsito es sometido por sus transeúntes y habitantes a diferentes
tipos de apropiación que modifican su estructura, su función y significado, generando
sobre su superficie entornos y escenas que reflejan lo qué la gente hace y piensa en la
calle. Podemos encontrar adaptaciones que lo convierten en un entorno: doméstico, a
través de diferentes anexos que extienden el territorio de casa; laboral, a través de
ciertas herramientas que permiten que un trabajo sea desarrollado; lúdico, por medio
de elementos que propician el juego; o comercial, en el caso de objetos ambulantes o
itinerantes que convierten el espacio público en un punto de venta callejero, como se
ha mostrado en las estéticas de la adquisición.
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Las adaptaciones laborales del espacio público, tienen por objetivo la configuración de
diferentes puestos de trabajo en la calle, transformando el espacio público en un
entorno laboral. Por lo general las formas de trabajo en el espacio público están
referidas a la comercialización de bienes y servicios. Estas adaptaciones se logran por
medio de herramientas muchas veces creadas espontáneamente para la realización de
tareas específicas, recontextualizando y reutilizando diferentes elementos en la
creación de nuevos objetos y puestos de trabajo. También por medio de técnicas
vernáculas, se construyen máquinas de un alto nivel de complejidad, que sirven para
procesar y preparar alimentos.
Una bascula precisa con exactitud Los escudos del Atlético Nacional y La imagen de Jesucristo, la Virgen
el precio de una pila de frutas en la del Deportivo Independiente María y el Divino Niño adheridas a
calle Cundinamarca. Medellín decoran y personalizan una caja para lustrar zapatos
las herramientas de exhibición y sacralizan la herramienta de
transporte de un punto de venta trabajo de un embolador.
ambulante.
Tanto los puestos de trabajo como los objetos herramentales presentan diferentes
formas de apropiación estética en las que se refleja la iconografía religiosa y popular
así como los gustos personales del trabajador, los cuales se hacen evidentes en
diversas formas de decoración, en las que se mezclan dioses, escudos de fútbol e
íconos del consumo.
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Por medio de diferentes elementos los trabajadores de la calle elaboran el mobiliario de sus puestos de trabajo,
ajustándolo a posturas y tareas precisas de sus actividades. Como una constante en este tipo de
construcciones, aparecen los procesos de recontextualización y reutilización, que consisten en retomar
materiales u objetos desechados en un contexto determinado e implementarlos en la fabricación de nuevos
artefactos a través de técnicas populares.
La calle por su misma condición de espacio público se presta para ser adaptada con
fines lúdicos dentro de los que se destacan las prácticas artísticas, deportivas y de
juego, haciendo que aparezcan sobre la ciudad de manera espontánea, diferentes
registros gráficos y objetuales que recrean espacios para el esparcimiento y la
diversión de los ciudadanos. La cultura material de lúdico va de lo simple a lo complejo.
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Un grupo de músicos que interpretan música andina Desde el Metro Cable se observa una cancha de
convierten las afueras de la Iglesia San José en un fútbol dibujada sobre una calle del barrio Santo
escenario artístico. Domingo.
Una primitiva “Rueda de Chicago” recrea un parque Cerca de la estación Niquía del Metro de Medellín,
de diversiones en el Parque Obrero. una golosa dibuja en el piso configura la zona de
juegos de los niños que residen en el sector.
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Las adaptaciones domésticas del espacio público son las que extienden el territorio de
“la casa” al exterior de ésta, llevando consigo parte de los hábitos que configuran el
hogar: la decoración, el mantenimiento, la socialización. A través de estos objetos se
delimitan espacios y se hacen propios.
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Con palos de madera cortados en tamaños Piedras, macetas y restos de tubería pintados de
irregulares se crea un cerco que protege y decora el blanco decoran una zona verde del Barrio Fátima.
jardín exterior de una residencia.
Las extensiones del territorio hogareño son propias de barrios compuestos por casas,
en las que las relaciones sociales se dan de forma horizontal (no vertical como un
edificio) y en la calle, por lo que se hace necesaria y surge espontáneamente una
tipologia de mobiliario público que mezcla lo doméstico, lo campirano y lo urbano. En
casos particulares estas extensiones de la casa generan en su exterior sitios para el
encuentro de sus habitantes, extendiendo formas de ocio y la socialización. En estos
casos los muebles que se destacan son fabricados con sobras de elementos naturales
y restos de construcciones.
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Materiales de desecho orgánico (ramas, troncos, palos) y urbano (ladrillos, lozas de cemento) los habitantes del
barrio Miravalle han construido diferentes piezas de mobiliario público que ha sido ubicado afuera de sus casas
y a la orilla de la canalización La Picacha, propiciando zonas de encuentro y socialización entre los vecinos.
Es usual que en las zonas verdes o pasos peatonales que existen dentro del perímetro de un barrio, los
vecinos del sector generen parques públicos por medio de la construcción e implementación de sillas, mesas y
diferentes elementos decorativos. En las imágenes “parques” de los barrios Fátima, Miravalle y Laureles.
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Es común encontrar en los “parques” creados espontáneamente por los residentes de un sector elementos
que cumplen funciones anexas a la socialización, como lo son imágenes religiosas o cebaderos para pájaros.
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Las formas de vida de la indigencia (“home lees” o “sin techo”) o de las personas que “viven en la calle”,
recrean en el espacio público escenarios y escenas domésticas a través de fogatas, de baños improvisados, de
colchones y diferentes formas de “cambuches”, que dispuestos en la calle configuran a su manera, un estilo
5
diferente de hogar .
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Los objetos
Los objetos usados han perdido en todo sentido los rasgos que le atribuían la cualidad
de nuevo, el objeto usado se ha hecho personal (así su uso sea colectivo), y por lo
tanto son otros registros, otras marcas y atributos los que le dan sentido y lo mantienen
vigente ante los usuarios. Estos objetos presentan por lo general diferentes formas de
apropiación, y ya sea estructural, funcional, o comunicativamente, siempre son
modificados a través de su puesta en práctica. Son objetos que por lo general están
desgastados y esto se hace evidente en casos en que han perdido alguna pieza
(amputaciones) o se le han agregado otras nuevas (prótesis) ya sea para mejorar su
función o simplemente para decorarlo. En cuanto a la función, es a través del uso que
el objeto adquiere funciones secundarias, resultando útil –por lo general- para hacer
algo para lo cual no estaban hechos; esas transformaciones funcionales tienen también
que ver con el sentido del objeto, es decir con lo que las personas piensan acerca de él,
es así como surgen en el uso objetos humanizados, con nombre, apodo y personalidad;
también objetos personalizados, acomodados en el tiempo a las preferencias de quien
los usa; en algunos casos encontramos artefactos mágicos, artilugios a los que se
atribuyen diferentes poderes; así como fenómenos domésticos en los que las cosas
más simples –como si adquirieran atributos artísticos- son museificadas.
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Objetualizados (utilitaria)
De la misma forma que las personas tienden a humanizar los objetos, algunas cosas
de la naturaleza son objetualizadas, y convertidas en mercancías (como se analizó
anteriormente en las “Estéticas de la Adquisición”) y/o en útiles de diferente índole. La
objetualización utilitaria –registro de análisis de las estéticas del uso- consiste por lo
general en una apropiación funcional (redefinición) de la cosa natural, o en una
resemantización que la dota de algún sentido más allá de lo tangiblemente útil;
convirtiendo así cualquier elemento de la naturaleza e una herramienta o en un
símbolo a través del uso.
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Una piedra con una de sus superficies totalmente En el patio de ropas una piedra redondeada sirve
plana sirve para afilar cuchillos. para restregar las prendas de vestir mientras se
lavan.
El sentido de los objetos naturales está representado por su funcionalidad física y/o
simbólica, es decir por la capacidad que tengan de servir para hacer algo con ellos o
representar alguna cosa a través de su forma. Las estructuras de las cosas que se
objetualizan no sufren –por lo general- ninguna modificación física, ni son sometidos a
ningún proceso de transformación. A pesar de esto con el tiempo se van amoldando y
ajustando con precisión a las tareas en que son implementados. Cuando el sentido o el
significado atribuido al objeto sobrepasa su función lógica se genera el proceso de la
sacralización (la hoja de penca detrás de la puerta) o de museificación (el meteorito
exhibido en el planetario), constituyendo así otras estéticas.
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Criollizado
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En un mundo donde el paso de mercancías de una cultura a otra es cada vez más
común, surge entre algunos la idea que la similitud en los bienes materiales dará como
resultado una unificación en sus usos, significados y funciones en todos los países y
culturas, y que por consiguiente eventualmente todas las culturas convergirán en un
mundo unificado7. De acuerdo a este paradigma de la homogeneización las diferencias
culturales –que sirvieran antes como referentes de identidad- se han desgastado a
través del reemplazo mundial de los productos locales con bienes producidos en masa,
usualmente originales de Norteamérica y Europa. Una mercancía cultural,
característica de este paradigma y que incluso ha servido para darle nombre (coca-
colonization) es la Coca-Cola, bebida que desde su lanzamiento en 1920, con la
campaña "la pausa que refresca", ha sido identificada como el refresco universal, que a
pesar de relacionarse fuertemente con la cultura e ideales de vida de Norteamericanos
(el sueño americano de vivir en una democracia consumista), es también la bebida
para hombres y mujeres, sin importar si son jóvenes o viejos, blancos o negros,
americanos o extranjeros, ricos o pobres.8
Escudo de Colombia que espera el 20 de julio para La “pizza”, elemento culinario propio de Italia ha
exhibir orgulloso la Bandera (Bello-Antioquia). sido adaptado a patrones alimenticios y estéticos
locales (Tolú-Sucre).
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Esta búsqueda por unos referentes que liguen la identidad al territorio se hace evidente
en un interés académico, publicitario y de marketing estatal, concentrado en la
búsqueda de elementos propios que reflejen (así sea de manera mentirosa), ese
sentido de diferencia cultural que sólo permite lo autóctono, aunque éste no se
represente más que por medio de clichés. Este fenómeno se ha materializado
fuertemente en un resurgir de elementos de la cultura popular de cada país, que han
sido convertidos en íconos mercantiles a través de productos comerciales (el che, el
Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen de Guadalupe), permitiendo a las personas
(tanto los que tienen una relación local como los que no) facilidades la relación con sus
atributos culturales y referentes de identidad, en una sociedad estructurada a partir del
consumo.
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productos globales), haciendo que eso propio de los otros, trace los rasgos de lo que
“no es uno”, haciendo que lo extranjero, se convierta en una fuente de sentido para
reconocerse así mismo, aunque sea a través de lo exótico y de la espectacularización
de los otros.
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Reformados
Durante la fase del uso, la dimensión estructural de los objetos, es decir, su forma,
representada por cómo es fabricado y de qué está hecho, puede verse modificada,
alterada o transgredida, por medio de apropiaciones realizadas sobre su composición y
estructura. Hablamos en este caso de las reformaciones: cambios físicos que sufren
los objetos durante el periodo en que son usados, los cuales no implican –
necesariamente- una avería o una disfunción del mismo, permitiendo así que el objeto
pueda seguir siendo usado sin necesidad de ninguna reparación. Las reformaciones
suelen suceder por acción del tiempo, por el desgaste producido sobre la forma, o
también por acciones intencionadas de las personas, que buscan en determinados
objetos cambios estructurales con una finalidad específica. Estas apropiaciones
estructurales se caracterizan por tener finalidades funcionales más que simbólicas, por
lo que no se consideran formas de personalización (en las que se hace una
apropiación comunicativa a través de modificaciones físicas).
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En estos objetos reformados la función original prevalece: una maceta sigue conteniendo una planta, un
inodoro sigue sirviendo para realizar necesidades fisiológicas y un carro-canasta sirve aun para el transporte de
otros objetos; lo que implica la transformación es, en la mayoría de ocasiones que la función sea cumplida de
mejor manera, o con mayor precisión por medio de la integración o eliminación de ciertos elementos a la forma
del objeto: un vidrio que sirve para canalizar el desagüe de una maceta, una tabla de madera que sirve para
tapar el contenedor de agua de un inodoro, o una estructura metálica y llantas neumáticas que permiten que el
carro canasta se convierta en todo terreno.
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Un tubo de PVC amarillo se convierte en elemento para permitir que el aire entre a un taxi, a pesar de la
diferencia morfológica de los elementos integrados (el tubo y el automóvil) juntos se integran para
funcionar como aire acondicionado.
Las amputaciones consisten en acciones que eliminan partes del objeto. Pueden ser
voluntarias, es decir, arrancar algo siendo consciente de lo que se hace; o pueden
darse por acción del tiempo cuando los objetos pierden partes mientras son usados.
Por lo general – las voluntarias – tienen como finalidad reducir el tamaño del objeto,
para que se ajuste a un espacio o a la persona que lo usa. Las que suceden a causa
del tiempo pasan casi desapercibidas, siempre y cuando el objeto siga cumpliendo su
función, y son las que representan las marcas del uso, a través de las cuales el objeto
puede llenarse de significados.
Un segundo asiento es añadido a la estructura Haber perdido una mano no le impide a este Divino
original de una bicicleta. Las diferencias entre Niño Jesús seguir cumpliendo funciones sagradas en
ambos materiales así como en los procesos de un improvisado altar doméstico.
fabricación de cada pieza no afectan en nada la
nueva función que la prótesis añade al objeto
original.
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Por su parte los amarres consisten en piezas que se añaden a los objetos para que
permanezcan limitados a ser usados en un lugar. Pueden ser fijos o temporales, así
como presentar cierta movilidad del objeto en un área determinada.
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Personalizados
Contrarios a los modelos industriales de personalización, conocidos bajo el nombre de
“customización” y que se ofrecen como solución premeditada de transformación física
a la hora de comprar el producto, los procesos a través de los cuales los objetos se
hacen propios, están dados por las apropiaciones que sufren mientras transcurre la
fase de uso y las cuales sólo son posibles en la medida que la relación que se tenga
con ellos lleve al usuario a alterar su estructura, modificándola, no para agregar
funciones (como en las reformaciones), sino para reflejar sus gustos y su personalidad
sobre su forma, cargándolos con esto de sentidos y significados más personales e
individuales, sin que por esto dejen de reflejar patrones de gusto colectivos y presentes
en gran parte de la sociedad.
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comercial de los productores, más que una táctica de apropiación y de
reinterpretación de los consumidores; la customización no consiste en un proceso en
que el usuario adapta el objeto a sus preferencias, sino que la persona tiene que
adaptarse o ajustar sus gustos a unas opciones predeterminadas de antemano por el
objeto producido.
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Imágenes, objetos y escenas religiosas como El Sagrado Corazón de Jesús, la Ultima Cena, o la Sagrada
Biblia, se convierten en parte tradicional del decorado doméstico reflejando con esto la personalidad y las
creencias de las personas que habitan la casa, así como su participación individual en dinámicas culturales
generales a la sociedad en general.
La decoración no modifica la función del objeto; a pesar de esto, como lo anota Donald
Norman en el libro “Emotional Design”: las cosas bellas funcionan mejor, por lo que es
posible que la operación del objeto, la relación física con éste, y en general toda forma
de interacción entre él y su usuario mejore.
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Marcado
Las marcas consisten en un proceso de personalización que no tiene fines estéticos o
decorativos sino funcionales en un sentido muy preciso: el de ratificar y hacer evidente
por medio de elementos físicos la propiedad que se tiene sobre algo. Desarrolladas
generalmente por el propietario del objeto, consisten en la escritura, inscripción o
adhesión de marcas distintivas que diferencian al objeto de los demás de su misma
clase o apariencia y reafirman o aclaran la propiedad que una persona tiene de él.
A través de letras
compuestas de líneas
trazadas con esmalte
pintauñas la palabra “CILIA”
ratifica la propiedad de una
persona sobre un cepillo para
el cabello.
Estas marcas –de las cuales el ex-libris es la más común- pueden aparecer con la
forma del nombre del propietario, o con sus iniciales, a través de dibujos o ideogramas,
también como marcas indistintas pero que hechas con cierta intencionalidad sirven
para reconocer al objeto.
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Redefinido
“Ellos (los objetos) nos invitan y nos constriñen para usarlos de ciertas
maneras, incluso si ése uso no corresponde a su función correcta”.
Alan Costall. “Socializing Affordances”. Theory & Psychology, 5: 4
(1995) Pág. 471.
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con esto para su ubicación al momento de ser vendidos así como para su
acomodación y almacenamiento en la fase del uso. Cuando se produce una alteración
funcional y el objeto comienza a ser utilizado de manera distinta y manipulado de una
forma que pareciera irracional su tipologia es trasgredida y con esto una redefinición de
“lo qué es” y “para lo qué está hecho” el objeto.
Una carreta de construcción sirve temporalmente a Un multi-gancho para colgar medias en el tendedero
un obrero para hacer la siesta a la hora de almuerzo. es convertido permanentemente en exhibidor de
comida chatarra en un punto de venta callejero.
Las redefiniciones (a diferencia del reuso que siendo un registro de las estéticas del
desecho, consiste en el regreso de ciertos objetos desde la fase terminal a la fase
utilitaria con la misma o con diferente función) suceden mientras el objeto está en su
fase útil, desde el momento en que las personas al encontrar en él otra función, le
asignan otras formas de manipulación, de colocación, almacenamiento, valoración o
mantenimiento. Se presentan también casos en que la redefinición de un objeto se
hace colectiva y se institucionaliza socialmente, con lo que comienza a presentarse ya
no desde el uso sino desde su fase mercantil, y son ofrecidos y puestos en venta “para
lo qué no son” pero “para lo qué también sirven”, entrando a formar parte de la puesta
en escena de ciertos hábitos donde los gestos y las formas de relación humana con los
objetos se hacen confusas en el despliegue de cadenas operatorias que no
corresponden a sus morfologías.
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Cocas plásticas perforadas y colgadas al revés han Una canasta para sembrar plantas es redefinida
sido convertidas en exhibidores en una feria de como exhibidor de frutas en punto de venta de
“cachivaches”. jugos.
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Museificado
Museificar es la redefinición y por lo tanto la conversión de un objeto de cualquier
tipologia en un objeto estético, al atribuirle un sentido artístico que lo hace digno de ser
contemplado, ya sea individualmente o colectivamente, al escondido o en público, por
usuarios que permanecen pasivos ante él, conformándose con el hecho de mirarlos o
tocarlos y dejarse llevar por las emociones, sentidos y significados que éste transmite.
La función de unas bandejas de electroplata, de una pipa para fumar opio, o de un jarrón de porcelana nunca
fueron claras. A sabiendas que a cada uno de estos objetos corresponde una función práctica sus propietarios
han hecho que pese sobre ellos un sentido estético que los ha marginado de su utilidad primaria y los ha
restringido a formas singulares de decoración artística.
Los objetos museificados –desde un punto de vista práctico- entran en una etapa de
desactivación de su función original, al dejar de ser utilizados para lo que eran (a
diferencia de los objetos redefinidos funcionalmente, de los museificados desde un
sentido práctico podría decirse que la relación de las personas con ellos se limita a
contemplación), desaparecen su función y su significado original y terminan por
convertirse en obras de arte, reliquias o antigüedades.
De la misma forma que Appudarai habla de las mercancías por desviación, como
aquellos objetos que sin estar destinados a ser mercancías –e incluso protegidos o
marginados de esta categoría- entran en una fase o estado mercantil 12 , podríamos
hablar acá de “obras de arte” u “objetos estéticos por desviación”, es decir, objetos que
sin presentar –oficialmente- atributos artísticos, y sin estar concebidos bajo intenciones
o técnicas propias del arte, son excluidas de su fase de uso normal, para entrar a una
instancia estética, en la que aparece la categoría de “obra de arte” como una fase más
de las muchas que puede tener biográficamente como objeto. Es así como aparecen
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Es frecuente que máquinas o electrodomésticos viejos e incluso descompuestos sean convertidos –por su
antigüedad- en pieza de museos domésticos. Es frecuente también que estos mismos objetos sean
remercantilizados en tiendas de antigüedades alcanzando valores comerciales mucho más altos que el del
objeto original o de uno con su misma función pero nuevo. La museificación además de servir como
decoración del espacio, convierte al objeto que la constituye en un vínculo entre el pasado y el presente.
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y a la vez de las estéticas del desecho son las colecciones de latas de gaseosa y
cerveza, o de objetos antiguos similares en su forma, en su función o material.
El museificado es un objeto excluido del uso y despojado de su utilidad, por lo que más
que prestar funciones genera experiencias, en este caso estéticas a través su
contemplación (a diferencia de los objetos sagrados a los que corresponderían
experiencias “seudo-religiosas”), se atribuyen a él poderes casi tan mágicos como a los
de cualquier obra de arte. Ante él los usuarios permanecen inmóviles mientras se dejan
sobrecoger por el sentido de su materialidad.
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Sacralizado
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La casa como construcción, es uno Una imagen electro-luminosa de Como se anotó anteriormente al
de los objetos que trata siempre de Jesús crucificado irradia un halo analizar la dimensión funcional de
ser sacralizado o bendecido por mágico sobre el espacio los objetos, de los artefactos
medio de diferentes objetos. Uno arquitectónico. ¿Indica la luz que sagrados su funcionamiento,
de ellos este reloj, que con la frase emana la activación de su poder? operación o manipulación no es del
“danos hoy el nuestro pan de cada ¿Funcionará a pesar de no estar todo lógica, por lo general para que
día...”, escrita en ingles invoca el prendido? Son éstas algunas de su magia surta efecto deben
poder de Dios en busca de la las preguntas que no quedan mirados o sostenidos en la mano
abundancia. claras sobre su funcionamiento. mientras que en voz baja o
mentalmente se recitan –como si
fueran conjuros- determinadas
oraciones.
Algunos de los elementos naturales que con más Colgada al revés sobre el marco de la puerta de
frecuencia son objetualizados con fines mercantiles y un establecimiento comercial esta plántula de
sagrados son las plantas. Ya sea por sus propiedades penca sábila protege el local a la vez que atrae a
medicinales, mágicas o cosméticas a estos “objetos los clientes
naturales” se les atribuyen diversas capacidades que
sobrepasan el conocimiento puramente científico.
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Ni siquiera un teléfono público ubicado afuera de Entre los adhesivos que venden afuera del Cementerio
una tienda de artículos religiosos, está exento del de San Pedro para decorar las tumbas, Jesucristo y
poder mágico de las mercancías sagradas que le Piolín comparten un lugar en la fe de los creyentes.
han sido adheridas para decorarlo.
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Amuletos
Dentro de los objetos sagrados encontramos una tipologia especial: la de los amuletos;
objetos que generalmente se asocian con la capacidad de atribuir buena suerte a su
portador, por el simple hecho de llevarlo consigo. Dentro de esta tipología podemos
reunir todos aquéllos a los cuales se imputa la función de “dar buena suerte”, a través
de significados y formas de manipulación establecidas arbitrariamente.
Un llavero compuesto por la figura de una tortuga tallada en piedra, es convertido en un talismán para la buena
suerte. Éste hecho además de anular su función primaria modifica su estructura de colocación a tal punto que
siempre se mantiene escondido dentro de una bolsa de cosméticos desde donde ejerce su función.
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La diferencia de los amuletos con los objetos sagrados está definida desde dos puntos
de vista: el primero en cuanto al tamaño y la colocación del objeto, y el segundo en
cuanto a los significados que encierra. Los amuletos –a diferencia de los objetos
sagrados- se caracterizan por ser llevados todo el tiempo por las personas, es decir, su
poder de acción está más relacionado con la protección de alguien en particular, que
con la de un lugar, como seria el caso de los objetos sagrados; de otro lado, los objetos
sacralizados encierran generalmente creencias colectivas o agüeros comunes a un
gran número de personas, mientras que los amuletos representan creencias
personales, y el sentido que le atribuye el poder está más relacionado con el modo en
que fue adquirido (encontrado, regalado) que con los significados que se le atribuyen
morfológicamente.
Unas gotas mágicas aplicadas por 500 pesos en una calle de Calí, prometen protección para quien se
las aplique. El vendedor: un “chaman urbano” ofrece además de esto conjuros que se realizan por medio
de un crucifijo.
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Humanizado
Humanizar consiste en atribuir rasgos humanos a cosas que no lo son, en este caso a
objetos. No debe confundirse esta forma de apropiación con las de las marcas
personales que los propietarios realizan sobre sus objetos para recalcar que son de su
propiedad, y tampoco con aplicaciones decorativas que intentan reflejar una
personalidad (la del usuario) a través de los gustos y preferencias de quien posee y
usa el objeto; a diferencia de estos fenómenos estudiados anteriormente, en la
humanización se crea una nueva personalidad, que a pesar de tener que ver
directamente con patrones de gusto de los usuarios, lo que hacen es darle a los
objetos el sentido de ser personas.
La personalidad que adquieren los objetos humanizados no los excluye de su función. Es el caso de “Floro
Zuluaga” una figura de madera que ha adquirido connotaciones humanas para sus propietarios sin que por esto
deje de funcionar como decoración, tope de puerta o de elemento para sostener libros.
Una característica de la humanización es que ésta recae sobre los objetos más
preciados afectivamente, sin que importe mucho su valor económico, siendo también
posible que los objetos humanizados tengan marcas personales que aparecen como
decoraciones. Un ejemplo representativo de la humanización es el que encontramos
que realizan los niños sobre los juguetes, los cuales por su personalidad y por los
vínculos afectivos que se tienen con ellos pueden ser queridos tanto como las
personas. Pero también encontramos este fenómeno en personas adultas, como las
que convirtieron una figura tallada de madera en “Floro Zuluaga”, un “personaje” que
durante varios años ha desempeñado varias funciones en el hogar al que pertenece.
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La relación emotiva de los usuarios con estos objetos es afectiva al extremo y son
queridos más que por su función (que puede ser activa o pasiva) por ser
acompañantes en tareas cotidianas. El principal rasgo distintivo de los objetos
humanizados es que tienen un nombre a través del cual las personas lo reconocen y
se refieren a ellos. A través del nombre se reflejan también rasgos más intangibles
como una personalidad, un genio e incluso un “alma”.
Es frecuente que en las expresiones gráficas de la cultura popular aparezcan humanizados tanto objetos
como animales, llenando de expresión y sentido elementos que en su representación original pasarían
desapercibido o podrían ser incluso desagradables.
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Desusado
El desuso es la culminación de la fase útil o del periodo de uso de un objeto: las toallas
con las que nadie se seca, la imagen de la virgen a la que nadie le reza, el dispensador
de papel de cocina que siempre ha estado vació. La permanencia de estos objetos en
éste estado es relativa, y está determinada por el nivel de afecto o el sentido de utilidad
simbólica de su morfología; son estos vínculos, y estas formas de valoración sumadas
al contexto en el que se encuentra el objeto, los que pueden llevar a que éste sea
desechado y convertido en basura, o que sea redefinido (museificado como antigüedad,
sacralizado como objeto de culto) o reformado (reparado en el caso de estar
descompuesto), volviendo así a ser usado e incluso re-mercantilizado como un objeto
valioso.
Las causas que llevan al objeto a este estado son principalmente dos: el desgaste
físico y el de sentido. El deterioro físico degrada el objeto, tanto en apariencia como en
su funcionamiento, lo que lleva a que caiga en desuso por esa misma imposibilidad
funcional, sin embargo el objeto no es desechado y es dejado en su puesto o
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almacenado para luego ser reparado, el afecto que se tiene por él no permite que el
desprendimiento de sea tan fácil, requiriendo para esto un tiempo de duelo. Por otra
parte está el desgaste de sentido, que se presenta cuando los objetos pierden su
gracia y agotan su significado, motivo que lleva a que no sean utilizados; estos objetos
agotados tampoco son desechados, en primer instancia porque no están
descompuestos y podrían ser puestos en funcionamiento, y también por lo que algún
día representaron, convirtiéndose en una añoranza, en un objeto-recuerdo que debe
ser preservado, más que por la función que algún día podría llegar a prestar, por el
significado que tuvo (regalo recibido de alguien especial, herencia de un familiar) y que
está desapareciendo.
Unas toallas con las que nadie seca nada Algunos objetos del entorno doméstico a pesar
permanecen guardadas como recuerdo por haber de no ser usados o serlo muy esporádicamente
sido un regalo de bodas. Algunas formas del desuso se convierten en parte de la decoración
tienden hacia la museificación y la sacralización funcional de los espacios.
inconsciente.
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lugar de tanta importancia que se conserva como parte constitutiva del hogar moderno
a través del tiempo y de las culturas, es -de alguna manera- inconcebible imaginar una
casa sin un espacio destinado a almacenar estos objetos, y con ellos recuerdos y
añoranzas que han quedado grabadas en las cosas que allí se conservan, es así,
como el cuarto de San Alejo, típico de las residencias de principios de siglo XX, ha
tomado -en la vivienda contemporánea- la forma del "cuarto útil", un lugar, que si bien
no hace parte integral de la casa o del apartamento (está de hecho afuera del hogar)
sirve de punto intermedio o de transición entre lo que sale y lo que entra. A. Moles se
refiere a este lugar como el desván, y lo describe –biográficamente- como un punto
intermedio entre el "infierno" del cubo de basura y el "paraíso" de la tienda del
anticuario (en el caso de que el objeto sea remercantilizado o museificado, pero
también en caso de ser vuelto a usar y recobrar su sentido original) y lo compara con la
figura que cumple el purgatorio en algunas religiones14.
En el desván o cuarto útil, los objetos se van apilando "cronológicamente", para usar un término de Moles,
sedimentándose en capas y estratos que dan cuenta y hacen visible procesos evolutivos de la vida de los
individuos a los que pertenecían y a sus relaciones sociales a través de la cultura material.
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Desgastado
“El prisionero dostoievskiano capta el paso del tiempo más por el
desgaste de su fiambrera que por la longitud de su barba”
A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 31
Muchas veces a pesar de haber cumplido su ciclo de vida útil, algunos objetos siguen
siendo insistentemente usados (en cualquiera de las formas de uso y des-uso que
hemos analizado), negándose a pasar a su fase terminal de desecho. En este
fenómeno, se puede observar claramente un comportamiento contrario al de la
desechabilidad que consiste en la reducción del ciclo de vida de algunos objetos por
parte de los productores y los consumidores; contrario a esto, los objetos desgastados
representan intentos y muchas veces convicciones que pretenden extender la biografía
de los objetos explayar su ciclo de vida en el tiempo, y con esto prolongar la condición
de útil que tienen durante la fase de uso.
A pesar de ser algo involuntario y muchas veces inconsciente que puede llegar a pasar
desapercibido, la degradación del objeto desgastado no se considera una forma de
apropiación en el sentido que le hemos proporcionado al término (como una
transformación estructural, redefinición funcional o re-semantización comunicativa). Sin
embargo estos objetos se consideran más propios y personales, pues en cada marca
están inscritas las huellas del uso, que se convierten en vínculos que median entre el
tiempo y las personas, reflejando recuerdos y ocasiones pasadas, que no tienen que
estar relacionadas directamente con su directa implementación. Como apunta Tom
Fischer, lo interesante de estas nuevas superficies que el tiempo y el uso van dejando
sobre la apariencia de las cosas, es que no son parte del diseño original, sino que se
crean a través del uso, trayendo con esto consecuencias afectivas, expresadas en
términos de agrado o desagrado por el objeto15, no tanto por la apariencia del material
o por lo desgastado que pueda estar, sino por lo que cada una de estas huellas
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represente. Acerca del significado de los signos del uso Donald Norman asienta: “los
objetos en sí mismos cambian, ollas y sartenes son golpeados y quemados. Las cosas
se despican y se rompen. Pero podemos decir que esas marcas son las que hacen los
objetos personales, nuestros. Cada uno de éstos es especial. Cada marca, cada
grabado, cada mancha, cada reparación cuenta una historia, y son esas historias las
que hacen los objetos especiales”16.
Estas marcas del uso así como las generadas por el mugre y la suciedad que algunos
materiales pueden llegar a acumular en el tiempo, son los indicadores del uso, es decir,
signos que muestran las formas en que los objetos son usados, no sólo desde un
punto de vista anatómico o referente a la manipulación, sino que también registra las
frecuencias de implementación, de almacenamiento, acomodación, limpieza y
mantenimiento. Son algo así como las señales personales del objeto, sus arrugas y
cicatrices, y al estar presentes en casi todos, pueden ser tenidos en cuenta para ser
estudiados pues representan rasgos físicos que reflejan cómo ha sido su biografía.
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Referencias
1
Edward T. Hall. Más allá de la cultura. Actions Chains.
2
Edward T Hall. Más allá de la cultura.
3
David Howes. Commodities and cultural borders. Introduction. Pág. 2
4
Andrew Skuse. Enlivened Objects. Journal of material cultura. Vol. 10 N° 2. Pág. 130
5
Sobre arquitectura material e indigencia ver: La arquitectura de los sin techo. Boris Mikhailov.
Quadenns 289. Cuaderno de ruta. Pág. 96
6
Igor Koppytof. La biografía cultural de las cosas: la mercantilización como proceso. Pág. 101
7
Klaus Roth. Material Culture and Intercultural Communication.
8
David Howes. Commodities and cultural borders.
9
Manuel Castells. El poder de la identidad. Pág. 24
10
Aquí los términos de estrategia y táctica se utilizan bajo el mismo sentido que les otorga
Michel de Certeu en “La invención de lo cotidiano”
11
Roland Barthes. La aventura semiológica. Semántica del objeto. Pág. 245
12
Arjun Appadurai. La vida social de las cosas. Grijalbo. México. 1991.
13
Igor Koppytof. La biografía cultural de las cosas: la mercantilización como proceso.
14
Abraham Moles. Teoría del los objetos.
15
Tom H. Fischer. What We Touch, Touches Us: Materials, Affects, and Affordances. Design
Issues: Volume 20, Number 4 Autumn 2004
16
Donald A. Norman. Emotional Design. Why we love (or hate) everyday things. Pág. 220
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-5.3-
ESTÉTICAS DEL DESECHO
“La originalidad de la época tecnológica está, (…) en esta afirmación reciente, (…) según
la cual el objeto está inexorablemente condenado a la destrucción y que el consumidor
debe aceptar esto como una virtud del objeto industrial, caracterizado por una curva que
lleva a sustituirlo, con lo que se renuevan periódicamente los placeres de la adquisición y
sobre todo se consigue la perpetua juventud del mundo circundante, ya que queda de él
excluida la vejez caracterizada.
De este modo se define de un nuevo pliego de condiciones de la materialidad en la
civilización; la materia ya no se opone a la evolución dinámica del hombre, simplemente
cuantifica esta evolución.
(…)
Tal concepción supone una especie de promoción del cubo de la basura y del
incinerador y plantea el problema de la evacuación.”
A. Moles. Teoría de los objetos. Pág. 104 y 105
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Desechar
Abraham Moles destaco del objeto industrial una virtud como la más característica: la
de ser destruible, algo que es aceptado abiertamente por los consumidores, puesto
que desechar les abre paso a la renovación, y así de nuevo, a los placeres deliciosos
del deseo y la adquisición. Si se observa hacia atrás en el tiempo, veremos como las
morfologías de los objetos de generaciones pasadas estaban concebidas para
acompañar a las personas a lo largo de su existencia, e incluso para pasar de
generación en generación. A diferencia de esto, los objetos que se producen o hoy en
día están concebidos para no durar más que un momento, para que luego tengan que
ser reemplazados por otros nuevos. Se desecha, más que por el hecho de que las
cosas no sirvan, simplemente porque se desea renovar, y esto conlleva a que las
biografías de los objetos contemporáneos sean muy cortas en comparación a las de
sus antepasados y se deslicen desapercibidos para sus usuarios.
Los restos mortuorios de los objetos contemporáneos se van sedimentando unos con otros formando
estratos geológicos que registran los hábitos de consumo del hombre actual. Es esta basurosfera que
poco a poco se va formando sobre la capa terrestre la que dará cuenta en un futuro sobre las formas de
vida humana en el siglo XXI.
Desechar –respecto a la vida del objeto- puede ser un momento de “muerte súbita”, en
el caso de los objetos que van directamente a la basura, pero por lo complejo que es
para las personas desprenderse de los objetos, en algunos casos, esta etapa terminal
se convierte en un proceso complejo y de duración variable, en la que los objetos que
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Muchos de los objetos que se eliminan por ser considerados obsoletos –como una pizarra, un zapato o una
media- son aún útiles.
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Lo que indica a las personas que algo debe ser desechado varia mucho, en ocasiones
puede ser el desgaste del objeto, es decir, su propia condición física la que lo lleve
directo a la muerte. Pero son por lo general otras las causas para que algo se convierta
en basura: el paso del tiempo y el cambio de la moda (en el caso del vestuario), los
avances de la tecnología, los nuevos modelos (en el caso de los electrodomésticos),
también la publicidad, la época del año, el momento de la vida, o el antojo simplemente
por tener otro nuevo. Sea cual sea la causa, algo curioso de este aspecto de la cultura
material es sin duda el hecho de que lo que se desecha aún sirve (un claro ejemplo de
esto es el reciclaje o la venta de objetos usados), y de que la basura este llena de
cosas que no lo son precisamente.
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Lugares
Si los escenarios del uso presentan los objetos como síntomas de lo que está
sucediendo o por acontecer, o de lo que allí sucederá (así sea una y otra vez), los del
desecho presentan los objetos como huellas, como registros de lo que allí paso, de lo
que tuvo lugar. Es por esto que la basura puede considerarse desde varios sentidos
como un registro de “lo qué somos”, de “lo qué hacemos” y “lo qué pensamos”.
Domésticos
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vienen empacados los productos cuando son nuevos, cerrando así un ciclo completo,
que comienza en el momento en que las bolsas salen del supermercado llenas de
cosas nuevas y termina con la misma bolsa llena de basura, con las mismas cosas en
su interior, pero procesadas por el uso. Esta costumbre es también una manera de
darle identidad a la basura, de reflejar la personalidad en ellas, de diferenciarla y darle
una marca (basura marca Éxito).
A partir del siglo XXI por efectos de la contaminación Muchas de las estrategias concebidas por los
producida por el exceso de productos desechables productores para la recuperación de desechos
surgen estrategias para recuperar algunos sólidos no tienen ningún éxito por consistir en
materiales y objetos. Una de éstas consiste en acciones aisladas que no tienen en cuenta todo el
separar los desechos desde la fuente donde se ciclo de vida los productos. La estrategia de
producen; la clasificación que se realiza divide separación de residuos desde la fuente parece
usualmente los desechos en orgánicos y no absurda en el momento en que los desechos
orgánicos, obligando a usar dos contenedores clasificados son vueltos a mezclar todos en el lugar
diferentes, introduciendo una nueva estética –incluso de acopio de basuras de un edificio o al interior del
más higiénica- en los procesos de eliminación carro recolector.
doméstica.
Estas bolsas llenas de basura son luego depositadas en shoots comunales en el caso
de viviendas verticales y edificios, de donde salen luego en enormes canecas; en las
residencias horizontales las bolsas son llevadas escuetamente fuera de casa, donde
esperaran que el carro recolector pase por ellas; en las zonas residenciales, en los
días de recolección de basura, canecas y bolsas de basura componen juntas los más
pintorescos paisajes urbanos. De la misma forma que algunos animales delimitan los
bordes de su territorio con excremento, las personas lo hacen inconscientemente con
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la basura; esas bolsas llenas de desechos son de algún modo las marcas que
delimitan los bordes del territorio doméstico.
Durante un día de recolección de basuras es común observar como las calles residenciales y comerciales se
llenan de bolsas y recipientes llenos de desechos a la espera del carro recolector. Bolsas de almacenes Éxito
que invitan a ser usadas en procesos de reciclaje, canecas color naranja cuya forma se adapta al
funcionamiento del vehículo encargado de su recogida, o canecas azules que surgen como sobrantes del
almacenamiento de materias primas industriales; estos son algunos de los objetos que configuran el decorado
urbano y hacen alegoría a la sociedad del desecho.
Cantidades de personas que van a pie, con enormes bolsas o arrastrando carretillas, escudriñan en las bolsas
de basura antes de ser recogidas, buscando algo que pueda ser convertido en parte de su capital material o en
desechos recuperables mercantilmente para conseguir su sustento.
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La cantidad de desechos no asimilables (ni por la naturaleza ni por la técnica humana), que generan las
prácticas urbanas, tanto públicas como domésticas en la ciudad contemporánea, hacen necesario la creación de
un servicio que se encargue de su recolección. El dispositivo más representativo de dicha institución es el carro
recolector de basura: un camión que recorre periódicamente cada calle de la ciudad llevando consigo los
desperdicios de las prácticas humanas.
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Públicos
Si escudriñáramos en el basurero, y en cada bolsa de basura encontraríamos registros
de las costumbres domésticas. De lo que la gente adquiere y de como lo usa, y a
través de esto conoceríamos –a partir de los objetos desechados- gran parte de lo que
ha sido su vida. De forma similar, la basura que encontramos en la calle es el registro
de las situaciones urbanas, de los ires y venires que en ella se viven. En la calle hay
todo tipo de basura, desde las hojas secas, las ramas caídas, la arena y la tierra, que
evidencian el desgaste de los elementos orgánicos que aún perduran en la ciudad;
hasta los papeles, empaques y envases fabricados con todo tipo de materiales que dan
cuenta de nuestra artificiosa naturaleza.
Una piedra anudada con una cuerda de plástico roja, una peinilla negra y un hueso sin carne y con marcas
cortes hechos por un cuchillo son algunos de los objetos desechados que evidencian la presencia humana en
una alejada zona rural. La basura en un rastro esencial de la humanidad y su existencia.
La calle es también un lugar para el desecho, en ella, a lo largo de sus principales vías,
las canecas públicas delinean trayectos anaranjados para que el consumidor
reconozca su camino. Cada contenedor indica –como en una procesión- cada una de
las estaciones en las que se celebra el rito de poner “la basura en su lugar”; sin
embargo por fuera de ellas, chorreando por sus paredes y sobre el piso, se esparce
todo tipo de desechos minúsculos, tanto fragmentos sólidos, como líquidos viscosos.
En las plazas, parques y espacios abiertos, grandes contenedores de color azul
aguamarina, llevan orgullosamente impreso el escudo de armas de la ciudad, en los
espacio públicos más contemporáneos, y de los cuales uno podría pensar que son
representativos de lo postmoderno, estos enormes contenedores han venido
sustituyendo a los árboles, convirtiéndose así –sin tapujos- en lugares exclusivos para
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desechar: se va a comer algo que viene por lo general efímeramente empacado (un
helado, un agua, pasteles que son traídos entre una bolsa de papel café), las
necesidades del perro son recogidas en una bolsa plástica (a veces negra, otras veces
con una del mercado), alguien cruza apresurado (de un extremo a otro formando una
diagonal), cada uno deposita lo suyo, para todos hay un contenedor.
Escudo de la ciudad de Medellín, Canecas plásticas instaladas por Recipiente para la recolección de
impreso sobre los contenedores de las Empresas Varias en los postes basura colocado en un puesto de
basura ubicados en parques de las principales calles de la revistas callejero.
públicos y áreas peatonales. ciudad para el disfrute de los
peatones.
Para completarlo todo y llevarse lejos lo viejo, lo sucio y lo feo, camiones blancos con
líneas naranja, llevan impresos en su costado imágenes que evocan la pureza de la
ciudad e invitan a sus habitantes a separar las basuras, a “jugarle limpio”; tras de sí
misma, algo así como una enorme boca mecánica que se abre y se cierra va
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devorando y reduciéndolo todo lo que entra en una sola masa de muchos colores que
se aglutina gracias a su consistencia acuosa, al remojo de la intemperie, y a los jugos
que produce. De toda esta suciedad sólo quedan las gotas de lixiviado que va dejando
el carro a su paso.
Vidrios rotos, tapas de gaseosa, y animales muertos son algunos de los restos que van quedando adheridos al
asfalto por la acción del tiempo. Poco a poco se integran tanto a la superficie de las calles que terminan
fusionándose y siendo parte de su composición.
A pesar de esto, no todo es basura, y diferentes estudios demuestran que gran parte
de los objetos que son desechados vuelven a recuperar su condición útil o mercantil.
Los objetos son reciclados todo el tiempo, no sólo para ser procesados, sino para
entrar de nuevo al ciclo del consumo; cuando las cosas se dañan son reparadas, ya se
por sus propios usuarios o por personal “autorizado” y no autorizado; algunas cosas
son revendidas para ser re-mercantilizadas, y luego de ser compradas de segunda son
vueltas a poner en uso, demostrando la recursividad de las economías domésticas. La
basura, puede incluso llegar a convertirse en materia prima de “nuevos” objetos,
nuevos útiles y nuevas mercancías. Casos como los que se han enunciado son los que
constituyen el análisis de las estéticas del desecho.
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Los objetos
Entraremos ahora a analizar más que el proceso de conversión de los objetos en
basura, los procesos a través de los cuales lo desechado, lo supuestamente inutilizable
e inmercantilizable recupera su sentido práctico, también su sentido simbólico e incluso
un nuevo valor comercial.
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Desechables
Vivimos en una sociedad que llamamos de la información, y que en
cambio tiende a producir ruido. Tenemos la impresión de que
nuestra relación con las cosas se 'desmaterializa' a la vez que la
cantidad de desechos aumenta.
Ezio Manzini. Artefactos. Celeste y Experimenta Ediciones. Madrid.
1992
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uso, lúdicas, extremas), por lo que se convierten en algo tan efímero como la
experiencia que pretenden materializar, es una economía en la que es más fácil
renovar los objetos que repararlos 1 . Según las anotaciones realizadas por Fry, es
evidente como el concepto de desechable, se extiende hoy a casi todos los objetos de
la vida cotidiana, algo que refleja en parte rasgos de una cultura basada en hábitos
efímeros, que –como lo notó Ch. Alexander desde los años sesenta2- cambian más
rápido de lo que logran materializarse en objetos concretos.
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De manera individual o colectiva los objetos desechables forman en el paisaje urbano pinturas similares a
bodegones de naturalezas muertas con una gran connotación de artificialidad.
Los objetos que materializan la cultura mundial o mundializada, en especial los que
hacen parte de fenómenos que van al ritmo de la moda, como el vestuario o la música,
tienen un ciclo de vida tan corto, que aunque su uso no implique su desgaste total,
pueden considerarse en este momento como desechables. Por lo cual estos productos
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hacen parte de diferentes paisajes urbanos, creando imágenes que definen bien las
dinámicas socioculturales alrededor del mundo y los modos en que la cultura material
es practicada.
En las calles de cualquier ciudad del mundo los restos que quedan de los envases de Coca-Cola se convierten
en un registro material de la cultura mundializada. Si existe un objeto que cristalice y haga tangible un hábito
mundial o globalizado ése es el envase de Coca-Cola, será éste el que de cuenta a los arqueólogos del futuro
de una actividad común a casi la totalidad de la raza humana.
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Reciclado
El reciclaje bajo la mirada de las estéticas del consumo hace parte de esa segunda
vida del objeto que ha sido explicada bajo el titulo de las reapariciones del objeto. Se
analiza en esta instancia como algunos objetos desechados vuelven al ciclo del
consumo, siendo reciclados como materia prima (revalorización estructural) o como
mercancías (revalorización mercantil). Ésta vuelta a las políticas del valor puede
colocar los objetos en dos condiciones: como materia prima para ser procesada, o
como mercancía para ser comercializada. En este trabajo, el de reciclar, están
involucrados los bien llamados “recicladores” que se encargan de recorrer las calles de
la ciudad en busca de objetos que sean recuperables, en el sentido de poder ser
vendidos ya sea como mercancía o como material.
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táctica de los consumidores, o de algunos de ellos que han formado complejas redes
basadas en trayectos, intercambios y puntos de encuentro.
Por medio de rústicas carretillas movidas por la En los centros de acopio los envases que legan van
fuerza humana los recicladores recorren la ciudad en siendo agrupados por tipos y ofrecidos a la venta
busca de desechos que puedan ser para su reuso o reutilización.
remercantilizados de alguna manera.
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vuelven a tenerlo: imagen de San José 1000 pesos, canasta de “Postobón” 2100 pesos,
maquina de moler “Landers” 2500 pesos.
Imagen de San José ofrecida como Canasta de envases de gaseosa Restos de una máquina de moler
basura comercial por un precio de “Colombiana” vendida por 2100 que cuestan 2500 pesos, y que
1000 pesos en el “Bazar de los pesos en una chatarrería cercana corresponden más a la posibilidad
Puentes”, un centro comercial ubicada cerca del “Bazar de los de recuperar el material del que
dedicado a la comercialización de Puentes” en Medellín. está hecha, que al hecho de poder
objetos desechados. volver a usarla.
Zapatos tirados en el piso, muñecas incompletas y bolsos colgados de la pared son algunos de los productos
terminales que sin importar su mal estado son comercializados en el “Bazar de los Puentes” en el centro de
Medellín.
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En los centros de acopio donde llegan son arrumados según su tipo: material, marca,
apariencia y demanda son las variables que entremezcladas sirven para definir para
ellos una ubicación (dónde tirarlos) más o menos cercana con relación al momento en
que se espera su salida, y aunque allí mismo en los acopios muchas veces también
son vendidos, los lugares donde se re-comercializan se caracterizan por exhibir los
objetos en el piso: sin empaque, sin precio fijo y sin letreros, están involucrados en una
compleja red de intercambio que no siempre es monetario.
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Reparado
La reparación técnica de un objeto cualquiera en un centro especializado y autorizado
por sus fabricantes puede resultar en ocasiones más costoso que remplazar el objeto
por uno nuevo, convirtiéndolos en este sentido (según la definición de Richard Fry) en
objetos desechables. Por lo general las mercancías vienen acompañadas por una
garantía en la que el fabricante promete por medio de sus servicios técnicos reparar y
reponer piezas descompuestas, estos centros están ubicados por lo general en Tokio,
Miami o el D.F por lo que la gente ante un desajuste no tiene otra solución que
arreglarlos ellos mismos o mandarlo arreglar en talleres de barrio que anuncian por
medio de dibujos de electrodomésticos, o con letras pintadas a mano sus servicios.
Las reparaciones de las que hablamos no son las que cubre la garantía, ni hacen parte
de las autorizadas por los productores, sin embargo revalorizan funcionalmente objetos
que ya no prestan su función, o mal diseñados que no sirven para lo que están hechos
pues no se ajustan a las condiciones de su contexto. Estas apropiaciones de la función
de los objetos presenta en ocasiones estilos únicos, conseguidos por medio de
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Anuncio de un centro de Sobre la puerta metálica de un En una casa del barrio “Laureles”
“reparación y repuestos” de garaje residencial del barrio “Las se tiñen y reparan artículos de
electrodomésticos, sector de “El Mercedes”, un letrero escrito con cuero, en la imagen que publicita el
huevo”, centro de Medellín. La letras temblorosas sobre una lata servicio se mezclan los productos
ilustración empleada en el aviso amarilla dice: “TALLER reparados: un tacón, un bolso, una
utiliza las formas prototípicas de ENDEREZADA AJUSTE Y chaqueta, con la herramienta que
una licuadora marca “Oster”, PINTURA …PORFAVOR TIMBRE” permite su arreglo: un aspersor de
reconocible por gran parte de la pintura.
sociedad.
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Una silla de oficina desechada es recuperada en un La puerta trasera de un Renault 4 que se ha perdido,
contexto laboral callejero y arreglada para que se es reemplazada por un trozo de madera, la “carpintería”
ajuste a la altura de un embolador de zapatos. implementada en su reparación contrasta con los
procesos de montaje lineal con la que se fabrican
originalmente los automóviles.
A pesar de ser poco costoso, un matamoscas que se Un inodoro que ha perdido la palanca con la que se
ha roto es reparado por medio de palos y amarres para activa el dispositivo que elimina su contenido es
que siga funcionando. recompuesto por medio de un rústico amarre.
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Es frecuente que en los mismos centros de reparación técnica de electrodomésticos algunos productos con
averías remediadas sean comercializados. También –como se anotó en las estéticas de la adquisición- que
algunas piezas de estos artilugios eléctricos se ofrezcan a la venta como repuestos.
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Recargar
Todo lo que compramos: desde las verduras, hasta los vestidos o los
electrodomésticos vienen envueltos: bolsas, cajas, frascos y envases definen el
volumen y componen la mayor parte de una bolsa de mercado. Empaques resistentes
y duraderos para proteger a las mercancías, agradables visualmente para atraer a los
compradores, pero hechos para no durar, y para ser desechados inmediatamente
pierdan su contenido. Desechables en todo el sentido de la palabra, con funciones
pasajeras y transitorias, que se convierten en las huellas que van quedando al paso de
nuestras actividades cotidianas.
Los empaques plásticos en los que viene originalmente el jabón lavaplatos son utilizados frecuentemente como
portacomidas; en la nevera, la calle o la oficina son convertidos en parte de una mesa servida portátil.
Recargar, rellenar, reenvasar son tácticas funcionales que ponen en uso, por un tiempo
más algunos empaques, que por sus propiedades funcionales, comunicativas o
estructurales siguen siendo utilizados al reponer su contenido, ya sea por el mismo de
antes o por uno nuevo que transforma por completo su identidad. La revalorización
principal en estas reapariciones es la función de empacar, utilidad que puede en
algunos casos ser complementada por medio de pequeñas modificaciones
estructurales que permiten al contenedor original adquirir otras funciones obtenidas por
el objeto recargado, funciones que se añaden por medio de operaciones técnicas que
varían en complejidad según la espontaneidad del objeto nuevo.
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Los actuales sistemas de empaquetamiento, más que elementos para la protección de los productos
cumplen la función de “vendedores silenciosos”. En ellos más que un envoltorio se concretan claramente
estrategias de promoción, información y exhibición. Los empaques de mantequilla “Éxito” se apilan unos
sobre otros en el espacio que queda entre un refrigerador y otro, para reforzar la atención hacia el
producto se informa sobre su valor con carteles que se colocan encima del conjunto.
Los envases recargados son en ocasiones complementados a través de otros elementos que potencializan su
función. Un amarre para que pueda ser transportado, una llave para que dosifique su contenido, o un aspersor
para que atomice el liquido que contiene.
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ciertas formas, ciertos colores y sin duda por la preferencia por algunas marcas; gustos
que hacen que en el tiempo algunos objetos se institucionalizen para ser recargados,
como: el tarro de “Kola Granulada JGB” popular en las ventas callejeras de alimentos,
el frasco de Nescafé utilizado en ámbitos domésticos para guardar alimentos, o la
bolsa del “Éxito” (y de más supermercados) para tirar y sacar la basura.
Los frascos de “Kola Granulada Los vidriosos vidrios de “Nescafé” Las bolsas de almacenes “Éxito”
JGB” parecen ser ideales para encuentran una segunda vida en han sido institucionalizadas por los
fabricar regaderas de agua para las cocinas domésticas, donde son consumidores como recipiente
humedecer las frutas en el espacio recargados con granos, salsas y para los desperdicios domésticos.
público. Para hacerlo útil ha sus todo tipo de alimentos. A pesar de la invitación que
finalidades los vendedores realizan profesa el almacén por medio del
sobre su tapa algunas mensaje impreso. “Utilízame para
perforaciones. reciclar”, terminan finalmente,
rellenas de un revoltijo de
desechos de todo tipo.
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Los empaques y envases desechados son también objetos aptos para la remercantilización. Los frascos de
vidrio del “Nescafé”, el “Menocal” y otras marcas, son utilizados por productores informales para envasar sus
mercancías alimenticias; los recipientes que resultan como sobrantes de la producción industrial son vendidos
luego como canecas; en el “Bazar de los Puentes” frascos de licores, perfumes y esencias se comercializan
para ser recargados con productos clandestinos.
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Reusado
La vida media de los objetos que nos rodean a diario, no está determinada –como
antes- por su vida útil, sino que son otros criterios los que determinan por cuánto
tiempo y hasta cuándo son usadas. Se considera desecho a un montón de cosas que
realmente no lo son en un sentido práctico, y las bolsas de basura están llenas de
objetos que aún pueden seguir siendo usados, revalorizados funcional, simbólica o
mercantilmente.
El reuso puede valorizar “para lo que sirve un objeto” (dimensión funcional) o también
“lo que significa o representa” (dimensión comunicativa), convirtiendo así objetos que
parecían o estaban condenados a la basura en cosas útiles de nuevo, o en objetos
mágicos que sirven de amuleto o adorno. Generalmente está acompañado por
procesos comerciales de reventa o de objetos usados, que presentan flexibilidad en las
formas de intercambio las cuales tienden al trueque o al intercambio, aspectos que
quedan plasmados en algunos nombres de estos locales como: El Cambalache. En
estos puntos de compra y venta los objetos viejos (la ropa y los electrodomésticos
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El reuso como práctica consiste por lo general en volver a usar algo bajo su función
original: una caja de dientes por ejemplo, pero por un nuevo usuario (que la ha
adquirido heredándola, encontrándola o comprándola); también es frecuente que
objetos viejos como cocas plásticas o desechados como vasos con publicidad, sirvan
precariamente como exhibidores de algo. Funcionalmente pueden haber variaciones
entre el objeto original y el reusado que surgen -como el caso de una carreta de
construcción usada para vender bananos- por el acoplamiento o la coincidencia formal
de algunos objetos respecto a diferentes funciones, o por cambios simples como la
escritura de la palabra “banano $100” pero tan efectivos que trasforman por completo
el sentido del objeto, mostrando un ajuste perfecto entre la forma y su nueva función
(en este caso es la función la que sigue a la forma).
Dentaduras postizas de personas Vasos desechables que una vez La palabra “BANANO $100” escrita
fallecidas son mercantilizadas de contuvieron cerveza son vueltos a sobre una carreta de construcción
nuevo y vendidas de segunda para usar como contenderos y desechada permite que ésta sea útil
su reuso. exhibidores de mamoncillos en una de nuevo en contextos comerciales.
venta estacionaria.
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Además de juicios de valor práctico, en los procesos que llevan a que algo vuelva a ser
usado intervienen juicios estéticos que confieren belleza o un significado simbólico a
los objetos desechados, transformando con esto su sentido funcional y las formas en
que es puesto en práctica. A pesar de no presentar modificaciones físicas (más que las
que se han mencionado) la ropa que se vende de segunda adquiere estéticas vintage
que recuerdan épocas pasadas y que pueden por este hecho hacerlas preferidas e
incluso elevar su valor de reventa; en otros casos las modificaciones pueden ser más
extremas como en el caso de objetos que se sacralizan y se les confiere un poder
mágico: como una herradura que pasa de estar en la pata de un caballo a ser un
amuleto de buena suerte (en este caso concreto es una compleja producción de
sentido la que pone en uso al objeto), o el caso de una muñeca convertida en adorno y
condenada a que nadie pueda jugar con ella, estos dos casos presentan objetos viejos
que a pesar de no volver a funcionar nunca, siguen siendo usados en el sentido en que
todavía tienen un significado que nos hace pensar en ellos.
Ropa “de segunda” de diferentes Los procesos de sacralización Los caprichos de gusto de sus
marcas y de distintas épocas conceden a esta herradura una propietarios han convertida estas
pierden su clasificación por tallas, y segunda vida como objeto para la muñecas terminales en adornos
son reacomodadas y mostradas al buena suerte. con los que nadie juega más que
público según su precio. de manera contemplativa.
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Luego de haber sido utilizados en los usos originales de su primera vida, un envase de 600ml de “Coca-Cola”,
un frasco de “Nescafé” y un balde plástico, han revivido al ser vueltas a usar como materas y floreros.
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Reutilizado
En las ciudades contemporáneas la basura podría considerase como un recurso más
del entorno urbano, y así como en la naturaleza ciertas morfologías se ajustan a
actividades propias de la raza humana como una piedra para golpear o una cueva
como guarida, en los ámbitos de la morfología artificial y de la cultura material algunos
objetos desechados por su dimensión física y por su composición estructural son
perfectos para la fabricación de elementos característicos de actividades netamente
urbanas. La reutilización –el punto culmine de la creación de artefactos populares con
basura- demuestra que los consumidores producen objetos nuevos con los materiales
de desecho que encuentran en su entorno inmediato, con el fin de satisfacer esos
deseos sin objeto (muchas veces sin resonancia en el mercado) y poder realizar tareas
simples –como sembrar una planta- de forma sencilla y sin “entrar en gastos”.
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trasgrediendo cada una de las dimensiones del objeto original. Esta forma de
reaparición puede entenderse como una actividad de producción material inconsciente
en la que las personas más que producir objetos acomodan los existentes formalizando
con ellos funciones, pero también como una actividad laboral consciente dedicada a la
producción de objetos tanto decorativos como utilitarios que son fabricados siguiendo
líneas de producción artesanal y comercializados la mayoría de los casos
informalmente, bien sea como una herramienta, un objeto para utilizar, o como una
artesanía sin una función particular en la que lo que se valora es la materialización de
un saber popular, muchas veces tenido de menos y pasado por alto.
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una pieza de madera dentro de una lata de “Sica” por medio de su fijación total
vertiendo dentro de la caneca cemento (nótese como los elementos con los que se
soluciona el problema de separación vial hacen parte del mismo entorno de fabricación
y uso). También, con un nivel de complejidad similar pero dentro de procesos de
remercantilización encontramos bolsos tejidos con suncho, aviones fabricados con el
aluminio de empaques de cerveza y gaseosa o recipientes para quemar incienso
fabricados con todo tipo de latas.
Algunos objetos por su morfología permiten ser reutilizados en la fabricación de objetos de diversos tipos.
Anuncios, columpios o materos son algunos de los que con mayor frecuencia se fabrican por medio de técnicas
simples como cortes y pinturas decorativas.
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Entre muchos de los usos post- La tapa de un envase de “Pepsi” Los envases de algunos productos
terminales que puede llegar a tener es reutilizado por los obreros de vienen prediseñados para tener
un envase de “Coca-Cola”, se una construcción en la fabricación segundas funciones una vez se
destacan aquéllos que destinan la de un remache. Esta técnica: la de agote su contenido. El frasco en
botella vacía a fines de decoración la producción de remaches que se empaca la mermelada
navideña. En este caso lo espontáneos, ha de hacer parte de “Respin” se ha hecho famoso por
encontramos reutilizado en la los saberes tradicionales de todo la propiedad que tiene de
hechura de faroles que adornan un constructor. convertirse en vaso.
árbol de navidad.
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Lo interesante que presentan los objetos que analizamos en este caso es que no son
creaciones construidas por sociedades “primitivas” o “inconscientes”, pues contrario a
esto las encontramos en entornos urbanos, tanto en los espacios públicos como
privados, poniendo en evidencia la permanencia de estrategias técnicas “primarias” o
“primitivas” en la cultura urbana popular.
Como ya se observo en el
capítulo dedicado al análisis de
las estéticas de la adquisición,
muchos de los artefactos que
componen los puntos de venta
callejeros están fabricados
bajo lógicas de reutilización y
recontextualización de los
desechos. En este ejemplo
vemos como la estructura de
un coche para bebés ha sido
institucionalizada por la
tradición en el objeto perfecto
para ser implementado en la
venta ambulante de tintos.
Acerca del bricoleur –el aficionado que construye objetos- nos dice Levi-Strauss que
genera estructuras a partir de acontecimientos pasados, a diferencia del sabio que
produce acontecimientos a partir de estructuras pre-existentes. “Opera sin plan previo y
con medios y procedimientos apartados de los usos tecnológicos normales. No opera
con materias primas, sino ya elaboradas, con fragmentos de obras, con sobras y
trozos” 9 . De ahí que todo su instrumental así como los materiales de trabajo sean
heterogéneos e imposibles de estandarizar o de homogenizar en algo que no sea el
objeto construido, el resultado final, donde las partes, los trozos y las sobras que lo
componen cobran sentido a través de una función que se presta de manera simple,
siendo operado a través de gestos humanos básicos. Es esa naturaleza heteróclita de
la estructura del objeto reutilizado, la que configura sobre él y en su apariencia,
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Referencias
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2
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1964. Pág. 35 (Edición original en Francés, 1962)
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1964. Pág. 35 Nota del traductor.
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CONCLUSIONES
La cultura material está compuesta por el conjunto de objetos en los que se
materializan los hábitos de un grupo social, por lo que los objetos son la materialización
de la cultura desde lo qué la gente hace, desde lo qué piensa y desde dónde está.
Los objetos pueden ser estudiados desde tres dimensiones: la estructural que
determina lo qué el objeto es, la funcional que se refiere a lo qué se hace con el objeto,
y la comunicativa que se define por lo qué por él se siente. Cada dimensión está
presente tanto en el momento de la producción como en el del consumo. Para un
estudio de la puesta en práctica de la cultura material interesan más las formas en que
cada dimensión es apropiada y de este modo los objetos son transformados desde su
estructura, redefinidos desde su función y resemantizados en su sentido.
El consumo más que un proceso lineal constituye un ciclo a través del cual los objetos
son llevados a la práctica, y en este proceso se pueden observar tres momentos: la
adquisición, el uso y el desecho. A cada uno de estos momentos corresponde una fase
del objeto: la mercantil, cuando es ofrecido al intercambio; la útil, cuando es usado; la
terminal, cuando es desechado; y el paso de una fase a otra constituye la vida del
objeto.
La puesta en práctica de un objeto puede ser estudiada desde las apropiaciones que
sufre en cada dimensión, y desde el recorrido que hace por cada una de las fases del
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El análisis morfológico está basado en las apropiaciones que ha sufrido el objeto y así
lo qué el objeto es, lo qué se hace y se siente por él en un momento dado de su vida.
El análisis biográfico estudia el paso del objeto de una fase a otra a medida que es
adquirido, usado y desechado, así como de las causas que lo llevan de una a otra. A
través del análisis morfológico y del biográfico se puede dar respuesta a la pregunta
por cómo es qué se lleva a la práctica lo que se concibe por cultura material.
El momento del uso se caracteriza porque los objetos son apropiados desde cada una
de sus dimensiones generando en ellos otras estructuras (transformaciones, marcas),
otras funciones (redefiniciones) y otros sentidos (museificaciones, sacralizaciones,
humanizaciones), que dan origen a diferentes tipos de objetos. En esta fase los objetos
presentan también modificaciones a causa del tiempo (desgastes) y éstas producen a
su vez en sus usuarios otras formas de valoración.
En ocasiones el momento del desecho no determina la fase terminal del objeto, pues
hemos demostrado como algunas formas de apropiación revalorizan los objetos
terminales haciendo que vuelvan a la vida y reaparezcan. Las revalorizaciones pueden
ser estructurales y conferir valor al objeto según de lo qué esté hecho (reciclaje),
también funcionalmente (reuso, recargue, reparación), o también se puede atribuir
valor a través de un nuevo sentido. En el campo de las reapariciones surgen diferentes
formas de mercantilización de los desechos, así como objetos nuevos construidos a
partir de sobras y restos de otros objetos.
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A través de este recorrido por las estéticas del consumo se han hecho visibles,
aspectos, rasgos y categorías culturales que de otro modo permanecerían ocultas al
conocimiento estético.
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BIBLIOGRAFÍA
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