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Comentario: Tres grandes lecciones

de la Segunda Guerra Mundial

El 1 de septiembre de 1939 Alemania desató la Segunda Guerra Mundial, un


conflicto que acabaría en la completa destrucción del país. Alemania aprendió
tres lecciones, según el redactor jefe de DW, Alexander Kudascheff.

Para mí y para todos los que se templaron en el crisol de aquella contienda es un


motivo para recordar muchos de aquellos momentos y reflexionar. Los recuerdos
que me asaltan son, en su mayoría, tristes y sus reflexiones, angustiosas. Creo
que ya a nadie le cabe ninguna duda que el culpable de aquella tragedia que
golpeó a la humanidad fuimos nosotros, el hombre mismo. Todavía nos
preguntamos cuál fue el verdadero génesis de la guerra y por qué se prolongó
tanto. Y después de tanta sangre, me sorprende que no sacáramos las
conclusiones adecuadas para evitar tantos errores en el futuro.

La justificación y glorificación de la guerra por parte de los aliados proclama


que, para “hacer del mundo un lugar más seguro para la democracia”, había
que derramar “sangre, sudor y lágrimas” en la lucha antifascista contra la
reacción feudal y oscurantista del eje (nazis, fascistas
Hace 75 años comenzó la Segunda Guerra Mundial. Alemania, el “Tercer Reich”,
invadió Polonia, arrastrando así al mundo a la guerra. Fue una guerra que se desarrolló
durante seis años en Europa, África, el Cercano Oriente y el Pacífico, donde Japón
desató a su vez la contienda. Lucharon aproximadamente 110 millones de personas.
Entre 60 y 70 millones murieron.
6 millones de judíos europeos fueron asesinados durante el Holocausto. Europa quedó
en ruinas. Alemania, derrotada y dividida. Millones de personas fueron desalojadas de
sus hogares, o deportadas. Y por primera y única vez en la historia de la humanidad,
se usaron armas atómicas, en Hiroshima y Nagasaki.
Ante la pregunta de quién fue responsable, tanto entonces como ahora no le cabe a
nadie la menor duda, en contraste con el debate histórico sobre los culpables de la
Primera Guerra Mundial. Los nazis querían esta guerra y la provocaron. Y al final,
Alemania no solo fue derrotada; fue devastada. Con el Holocausto, Alemania lleva el
estigma de haber cometido un gran crimen del milenio, con más de nueve millones de
alemanes muertos, entre ellos más de tres millones de civiles. Las ciudades fueron
destruidas en los bombardeos de los Aliados. Alemania perdió sus territorios en el este.
Doce millones de personas fueron desplazadas. El país quedó por los suelos tras esta
devastadora guerra.

Nunca más en solitario


Después de la guerra, la parte occidental del país dividido volvió a levantarse. Primero,
económicamente; después, también desde el punto de vista de la política. Durante la
Guerra Fría, la República Federal de Alemania se sumó a Occidente en la confrontación
entre los bloques. Incluso a nivel militar, puesto que llegaría a ser miembro de la OTAN.
Más tarde fue también miembro fundador de la Comunidad Económica Europea, el
núcleo de lo que hoy es la Unión Europea.
Alemania había aprendido la primera lección de la Segunda Guerra Mundial: quería ser
una Alemania europea, deseaba asociarse con las demás democracias, buscaba
aliados en Europa y, más allá del Atlántico, en los Estados Unidos. Políticamente
hablando, avanzar en solitario se había convertido en un tabú.
La segunda gran lección fue un no rotundo a la guerra, y al infierno que ella supone. La
entrada a la OTAN, el rearme inmediato, y luego el rearme en el marco de la decisión
de la OTAN de instalar los euromisiles… Todo ello se miraba con escepticismo por parte
de la población alemana, incluso con rechazo.
Y todavía hoy, 25 años después de la reunificación, la mayoría de los alemanes
rechazan la guerra, incluso como último recurso. Cada vez que un gobierno alemán
debe participar en un conflicto para apoyar a sus socios y aliados - ya sea en Kosovo o
en Afganistán-, hay acalorados debates y prácticamente nunca se consigue la
aprobación de la población.

Rechazo a las armas

Por ello, resulta sorprendente que hace apenas unos pocos años, más bien por motivos
económicos que por consideraciones estratégicas, Alemania aboliera el servicio militar
obligatorio y comenzara a desarrollar un ejército profesional. El objetivo que se declaró
fue el poder contribuir como aliado de forma fiable en intervenciones militares.
Precisamente estas operaciones militares son más que controvertidas y solo se han
podido implementar prácticamente sin el consentimiento del pueblo. La segunda gran
lección, “guerra nunca más”, condujo a una mentira existencial alemana: cada vez que
se requiere una intervención militar en el extranjero, los políticos alemanes esquivan el
asunto, destacan los aspectos humanitarios de la operación en cuestión, o a veces
hablan de “genocidio” para persuadir a la gente. La mayoría de las veces, no obstante,
sin éxito.
Hace 75 años comenzó la Segunda Guerra Mundial, provocada por los alemanes. Hoy,
Alemania es un gigante de la economía y va camino de ser un actor político a nivel
mundial, un papel que aterra a los alemanes. Preferirían ser una especie de “Suiza
verde”. Pero esos tiempos han pasado. Lo que los aliados de Alemania esperan de ella
es liderazgo político y contribuciones militares cuando sea necesario, pero también una
actitud modesta. Y esto tiene que ver con una tercera gran lección: el comportamiento
arrogante y autocrático ya no es cosa de Alemania.

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