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Martin Luther King inicia el discurso recordando la figura del presidente

estadounidense Abraham Lincoln, quien cien años antes había abolido la


esclavitud. No obstante, se lamenta, pues ese siglo de historia ha demostrado que
los afroamericanos continúan sin ser libres en los Estados Unidos, que continúan
siendo relegados y segregados.

En ese sentido, se refiere a la deuda histórica de Estados Unidos con la


comunidad afroamericana en los términos de un cheque que aún no ha sido
pagado y cuyo pago constituye el reconocimiento del derecho a la libertad, la
seguridad y la justicia, que exigen pacífica pero firmemente.

Recuerda a sus seguidores la necesidad de seguir avanzando en su propósito


hasta que se haga justicia, pese a las dificultades, a la situación de injusticia
generalizada y a los tensos escenarios que se vivían en el país a causa del
racismo.

Sin embargo, dice, a pesar de todas las adversidades y los obstáculos, “tengo un
sueño”, un sueño de justicia e igualdad, de fraternidad entre blancos y negros, un
sueño en que las barreras de la segregación racial sean superadas, para que un
día en Estados Unidos el sueño de la libertad y la igualdad de derechos para todos
los ciudadanos, tal como lo recoge la Declaración de Independencia de los
Estados Unidos de América, donde se afirma “que todos los hombres han sido
creados iguales”, sea posible.
Comentarios.

Martin Luther King invoca la figura del presidente estadounidense Abraham


Lincoln, quien abolió la esclavitud de los negros en 1863. Reflexiona sobre el
hecho de que, pese a que ha pasado un siglo desde entonces, los afroamericanos
continúan en una situación precaria en relación con el reconocimiento de sus
derechos y, por ello, aún no son libres del todo.

Luther King se refiere a la deuda histórica del Estado americano con la comunidad
afroamericana, contraída desde la Declaración de la Independencia, en que se
afirmaba que todos los hombres eran iguales, y las promesas de libertad de la
Declaración de Emancipación, y que continuaba vigente en 1963. De modo que
exige los derechos a la libertad, la vida y la felicidad de los cuales eran tan
merecedores los hombres negros como los hombres blancos. No obstante, ese
asunto continuaba pendiente en relación con los ciudadanos de color.

Luther King entiende la urgencia del momento. De modo que advierte a la clase
política, y a los sectores más conservadores de la sociedad, que serán constantes
en la lucha y que no descansarán hasta ver que son reconocidos plenamente los
derechos civiles que les corresponden a los ciudadanos afroamericanos. El
cambio de consciencia que se está gestando en la sociedad es indetenible.

Martin Luther King advierte a sus seguidores sobre los peligros de que su lucha
legítima degenere en violencia, y entiende que para que la comunidad
afroamericana conquiste el lugar que merece en la sociedad estadounidense debe
observar un comportamiento coherente con sus propósitos. De allí que afirme la
importancia de mantener la dignidad y la disciplina. Debemos recordar, además,
que dentro de los propios movimientos de derechos sociales había tendencias que
se oponían a la lucha pacífica. No obstante, Luther King desconfiaba de esos
métodos de lucha y se afirmaba constantemente en los valores de la lucha
pacífica y la fuerza espiritual.
Hace referencia a una idea que será recurrente en el pensamiento de Luther King:
en los ideales de igualdad y fraternidad que conducen su lucha, entiende la
importancia de reconocer a la comunidad blanca como igual, como hermana, y no
como enemiga. Su profunda conciencia humanista lo aparta del discurso
revanchista o vengativo hacia los blancos que otros líderes adoptaron.

Este es el momento más emblemático del discurso, donde Luther King pronuncia
la famosa frase que da título al discurso. Pese al escenario adverso, lleno de
dificultades y confrontación racial, Luther King mantiene un tono de optimismo, de
esperanza, que invoca los valores más profundamente enraizados en la sociedad
norteamericana desde su nacimiento como nación: los ideales de libertad e
igualdad.

El discurso de Martin Luther King cierra con estas palabras, donde se reafirma el
ideal que sustenta las luchas de reivindicación social que lideraba, movidas
precisamente por la conquista de derechos y libertades para la comunidad
afroamericana, pero también basadas en la afirmación de un ideal de igualdad y
fraternidad en la sociedad estadounidense. Así, la búsqueda de la justicia y la
libertad son las ideas principales que permean todo el discurso de Luther King.

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